Aforismos Don Paterson La caída y el vuelo son sensaciones casi

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Aforismos
Don Paterson
La caída y el vuelo son sensaciones casi idénticas en todo, salvo en el detalle
final. Debemos recordarlo al ver a esos hombres y mujeres que parecen
enamorados de su propia caída.
***
De pronto, nada que yo hiciera podía impresionarla. La palabrería
deslumbrante, los halagos sublimes, los poemas y canciones que puse a sus
pies... Empecé a temer lo peor: que, si era amado, lo era tan sólo por mí mismo.
***
El tiempo de mi vida adulta que he vivido en el momento presente no sumaría
más de un día. Si tan sólo hubiera vivido ese día; éste habría derramado su luz
sobre todos los otros como un brasero en una galería oscura. En cambio, sigo mi
camino iluminado por chispas y por lo que éstas brevemente hacen visible.
***
Terrible descripción, hoy, en el periódico de una mujer que vio a su hijo caer,
fatalmente, de una gran altura. Fue como si todo se pusiera en cámara
lenta... No, el tiempo no se detuvo; ella dudó. El verdadero horror es que
nuestro espíritu humano primero contempla y luego actúa. ¿Puedes imaginar a
una leona en esa parálisis del espectador?
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No hay furia más justa que la de un pecador acusado del pecado erróneo.
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A pesar de que adquirimos un aire de inviolada religiosidad cuando estamos
solos, nada nos vuelve menos humanos que una soledad interrumpida,
específicamente, la triple y monocorde obscenidad de la obertura de Guillermo
Tell en el teléfono móvil del tipo frente a mí en el tren; sus enormes gafas rojas,
su proclamada bonhomie... Me descubro a mí mismo rezando para que su
próxima llamada le traiga la noticia de la muerte de su madre.
***
Casi todo en este cuarto te sobrevivirá. Para este cuarto, tú ya eres un fantasma,
una cosa blanda y patética que va y viene.
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Cuando me alejo de un hombre y una mujer, a ella le crecen alas y a él le crecen
cuernos. Contrarresto la sensación hablando bien de él inmediatamente: Sí, un
tipo agradable, tipo agradable, tipo agradable... mi conjuro contra los
demonios. Contra las alas no tengo protección.
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Todos mis maestros han sido mujeres. Aunque algunos hombres me han
llamado aparte durante una hora para decirme cosas que sabían.
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La velocidad del email nos permite desarrollar sensibilidades previamente
desconocidas para el arte epistolar. En el número de besos adjuntados al pie de
cada mensaje, aprendemos muy pronto a leer no sólo las fluctuaciones del
afecto, sino también su disfraz, su reinado, y su cruel o coqueta retirada.
Expertos de la X, después que nuestra relación terminó, tácitamente lo dejamos
en tres: excedía lo superficial, pero sin denotar nada inapropiado...
reapariciones. Una vez, en un arranque de entusiasmo, puse cuatro. Creo que te
confundes de persona, fue la ácida, instantánea respuesta.
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Una suerte, supongo, que todo acabara. Una intimidad más profunda entre
nuestras respectivas anatomías habría implicado el asesinato.
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Los escritores acaban a menudo como humoristas si leen en público demasiado
seguido. Salvo el extraño e inútil bufido de autocomplacencia, la risa es la única
respuesta audible que podemos obtener. El silencio de la insoportable
conmoción y el del aburrimiento total son indistinguibles.
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Tristeza de los zapatos viejos. Al ponérmelos de nuevo, de pronto recuerdo a los
viejos amigos que no he visto en años; y luego, el por qué.
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Ningún email durante una hora. Los cabrones.
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Incluso ahora, años después, jamás cometo el error de parecer satisfecho o
contento al hablar con ella.
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Llena tu cabeza con nada, o si debes estar activo, con una cosa.
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Todo lo que se mueve es fantasma.
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Es un hombre que no vale nada, por eso sabemos que nuestra amabilidad hacia
él es caridad verdadera. No vale nada, pero es útil.
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Hay escritores para quienes ninguna forma existe: demasiado listos para la
novela, demasiado escépticos para la poesía, demasiado verbosos para el
aforismo. Lo único que les queda es el ensayo ---el medio menos apropiado para
ser escarnecidos. Terminan de críticos.
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Después de un largo periodo de reflexión decidió que, de hecho, otra vez estaba
en lo correcto.
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Nunca logro ser lo bastante breve. Siempre me pierdo en el lado equivocado del
silencio.
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Si hubiera sido sólo vanidoso o miserable, habría sobrevivido. Pero al ser ambas
cosas, acabó destruido por sus celos, incapaz de creer que alguien se había
comportado mejor que él.
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W. calculó mal. Pensó que se estaba dejando ver demasiado, cuando quería ser
apreciado por sus raras apariciones. En menos de un año ya lo habían olvidado.
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No es nuestro amor lo que deseamos ver correspondido, sino nuestra necesidad.
Podemos habituarnos a los desequilibrios de aquél (precedentes históricos y
literarios inclusive proveen cierta nobleza y aura trágica). La necesidad no
reciprocada, en cambio, al sufridor lo torna monstruoso, patético, vulnerable,
un gigante en pañales.
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Nuestros sueños también pueden ser mediocres. Ayer leí el obituario de F.: “Un
verdadero visionario”. Tal vez, pero sus visiones eran de segunda.
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Toda condena de la atrocidad que no procede de una auto-acusación es mero
sentimentalismo invertido. Erramos al no identificarnos con los perpetradores,
que también son nuestros hermanos. Me doy cuenta de que esto es, claro, un
discurso únicamente masculino.
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Extrañas ceremonias que nadie te dijo que tendrías que contemplar. La primera
amante que muere sobre ti. Has hecho el amor a una muerta, los blancos
miembros que estuvieron abrazados a ti hace tan sólo un año se están
pudriendo en la tierra. La última vez debes haber dejado pasar algo
desapercibido, algún signo, algún tono inicial de lo que pasaría.
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El tiempo nos cura tan bien que nos borra. Somos sus heridas.
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Los poemas verdaderos son fugitivos, avergonzados de su humana procedencia.
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Fue sexo sin remilgos ni tanteos, siendo ---por una vez--- un medio directo
hacia un fin. Sé que el amor nos aniquiló. Las parejas no deberían decir éramos
como uno solo, cuando lo que se quiere decir en realidad es éramos nada.
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La capacidad para sufrir depende del sufridor. Para algunos, un ligero malestar
es tan intolerable como una piedra en el hígado. De ahí la creencia sincera que
tienen los escritores de que sus fastidios y aburrimientos los justifican para dar
vida a las peores cosas que hayan pasado jamás.
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El estilo es una estrategia de evasión.
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Examinando el rango de sus experiencias sexuales, un hombre puede juzgar las
profundidades en que se ha hundido y la altura de sus ascensos; pero no debe
pensar en los medios, sólo en la escala.
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Las conversaciones de los sabios giran alrededor de excepciones ---escriban lo
que escriban--- y mientras más saben y relacionan, menos excepcionales les
parecen. De ahí que la taciturnidad sea la marca de todos aquellos pensadores
medianamente decentes.
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Terminé un libro enorme de plegarias sacadas de todas y cada una de las
religiones mayoritarias (me niego a creer que todavía haya más de esas malditas
cosas). Lo bueno, confirmar mi prejuicio: la plegaria es realmente la forma más
baja de literatura; en ninguna parte el deseo y las lisonjas son cantados tan
impúdicamente.
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El lector puede atestiguar el intercambio, pero nunca participar en él. Al final, la
poesía es una transacción privada entre el autor y Dios. El poema verdadero es
sobre todo una cortesía espiritual, el acto de devolver un libro prestado.
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L. me cuenta un sueño en el que defeca un mojón grande y compacto, y cuando
mira hacia abajo descubre a su cerebro dando vueltas en el retrete. Él creé que
eso es una alegoría; yo, rápidamente, coincido con él.
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El arte puede ser definido como la práctica de resolver problemas científicos sin
usar el método científico. La distancia entre las estrellas es atravesada sólo por
la imaginación artística; el ave del paraíso planea hacia la vida en las manos de
un marinero aburrido. La trisección del ángulo, empleando solamente un regla y
compás, es, de acuerdo con la prueba irrefutable de Wantzel, perfectamente
imposible; la solución, por supuesto, es descartar los instrumentos y hacerlo a
mano.
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Las cosas más eróticas que puedan ofrecerte son las que impulsa el más puro
egoísmo de tu amante. La caridad, por otra parte, es el gran antiafrodisiaco.
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Estuve abatido durante horas, en posición fetal y agonizando de aburrimiento,
porque (me lo ha hecho saber mi madre) habían sacado mis libros al darse
cuenta de que mandarme a mi cuarto no era para nada un castigo. Los próximos
veinte años los pasé acumulando más libros de los que podría leer. Ahora, en
dos vidas no los terminaría, ni cuatro camiones podrían llevárselos, ni cien
mamás. Esa revelación fue suficiente para disuadirme de buscar la raíz de mis
otras manías.
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Si queremos que nuestro trabajo nos sobreviva ---aunque sea por un solo día--debemos dejar de defenderlo en este mismo instante; quizás con ello aprenda a
ser autosuficiente.
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En la visita de las tres de la mañana al retrete, me di cuenta de que, pillado a la
hora adecuada, no tendría problemas en renunciar a la carne. Me vi a mí mismo
como un completo extraño: no era más que un fantasma con la vejiga llena.
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El infierno es una soledad forzada; el cielo, una voluntaria.
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En el arte, el único crimen por ignorancia es el redescubrimiento del cliché. La
flor del genio, por otra parte, es su renovación; una revelación de que no
sabíamos lo que siempre supimos.
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Ella no estaba a gusto con la idea de dejarlo solo en su casa, menos por los
secretos que él podría descubrir que por la falta de los mismos. Esa carencia era,
de hecho, su peor secreto.
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Si los poetas y los novelistas pudieran transmutarse en música, aun por unos
cuantos segundos. Entonces, después de unas cuantas notas, la mayoría se
revelaría como un conjunto de chirridos y bufidos sin armonía interior ni
rudimento técnico. ¡Dios!, el tiempo que nos ahorraríamos...
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Siempre que volvemos con algo de música de nuestros sueños, conserva su
belleza; un verso hermoso, sin embargo, se oxida al exponerlo a la luz del día, y
se vuelve una tontería ante nuestros ojos. No hay mejor prueba de que la música
se mueve en lo más profundo del inconsciente. La poesía es la música de la
conciencia.
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El lenguaje de los ángeles y de los bienaventurados consiste en un solo verbo,
con un número infinito de tiempos, modos y conjugaciones. En cambio, en el
lenguaje de los demonios y de los condenados cada palabra es parte de una
jerigonza sin relación con ninguna otra, esta lengua es la materia forzosa del
estudio de miserables, quienes ---bajo el acicate de los gramáticos infernales--están condenados para siempre a la memorización de vastos, interminables,
libros. Las dos lenguas son, por supuesto, exactamente una y la misma; la
diferencia es que este dato no es del conocimiento de los hablantes de la
segunda.
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Equivocó el énfasis. La historia de su vida se leería como un gran libro
subrayado por un idiota.
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La teoría crítica (una materia concebida sin otro propósito que estimular
intelectos subempleados o incapaces de conseguir empleo) es incapaz de aceptar
sin complicaciones una solución directamente aburrida, no importa qué tan
correcta se demuestre. Eso iría contra su estatus de pasatiempo.
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La mejor parte de las etimologías yace enterrada fuera del alcance de la vista.
Las palabras son tumbas cerradas en las que los cadáveres aún respiran.
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Sólo percibía valor en quienes le recordaban a sí mismo. Su círculo no era más
que una sala de espejos resquebrajados y deformantes.
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El único consuelo del poeta es el pensamiento de que, ahora mismo, en alguna
otra parte hay un hombre, o una mujer, infinitamente más inteligente, que se
vuelve un bufón mientras compone un par de versitos.
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Hablar con un amante a menudo resuelve los problemas de nuestro
matrimonio, al evidenciar que no podría uno pensarse a sí mismo en otra parte.
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Nos convertimos en nuestras profecías: la simple incomodidad de confesar que
dejaremos a nuestro amante nos da el valor para hacerlo. Este ejemplo evoca un
sistema más profundo desde las sombras. Debemos abrir la brecha antes de
seguirla, el aire estancado con demasiada frecuencia se solidifica contra
nosotros; en esas ocasiones, el dios que nos habita se adelanta, y nosotros
seguimos el vacío de su paso en busca de la salvación. He ahí por qué la
transición suele sentirse como un abandono.
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El mundo me decepcionó tan pronto como llegué a él. Estoy orgulloso de no
haber perdido tiempo.
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El sexo anal, a despecho de su graciosa reputación de bestialidad, es para la
mayoría de las parejas muestra de civilización, incluso de refinamiento. Como la
mayoría de los refinamientos ---foie gras, Webern, Buñuel--- luce mejor en
perspectiva y mejora inmensamente con la adición imaginaria de una voz
en off que te recuerda la decadente sofisticación que ambos están disfrutando.
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Me consideraba inmune contra las sirenas del suicidio hasta una mañana en
que, de alguna manera, logré percatarme de un doloroso cambio radical; la idea
se me ocurrió por casualidad. A partir de ese momento, me he atado al mástil
de mí mismo.
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Cualquier cosa que provoque un asentimiento inmediato sólo ha reconfirmado
un prejuicio.
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Si sabemos que perdonaremos en algún momento en el futuro, debemos
perdonar ahora; si pretendemos parar de odiar, paremos ahora. Esto es
realmente decir que puesto que moriremos, deberíamos morir ahora y actuar en
parte como fantasmas, con su ecuanimidad y su distanciamiento.
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El aforismo es una breve pérdida de tiempo. El poema es una completa pérdida
de tiempo. La novela es una monumental pérdida de tiempo.
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Un libro de aforismos no pretende comprometer a los lectores en ningún tipo de
diálogo; a juzgar por su tono de aserción implacable, no tiene opinión sobre
ellos. Esa relación tan deshumanizada es la ocasión donde se renuncia por
completo a la “voz”: el libro no es otra cosa que eso, un objeto muerto, una res.
Lo que el lector siente es una especie de desdén último, el de la tinta por lo
humano, el de lo mineral por lo animal.
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La diferencia entre el aforismo y el poema es que el aforismo establece primero
su conclusión. Es una forma sin tensión, y por lo mismo, simultáneamente
perfecta y prescindible. No hay camino, ni historia, ni deseo.
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A menudo el aforismo contiene una palabra en itálicas; esto indica su norte
magnético, no su dirección.
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Un poema es una forma verbal que anuncia su propio significado; ni más, ni
menos. Igual el aforismo, la diferencia es que en éste todo lo que existe es el
anuncio.
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¡El alivio que encuentro al leer a un pésimo aforista! Me empiezo a preguntar si
la brevedad era una suerte de virtud inasible.
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Todo aforismo habla del necio.
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El aforismo es nadie hablando de nadie; es menos leído que espiado por encima.
Y Dios lo sabe, a duras penas se escribe: yo los repudio de inmediato.
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Ya no quiero decir todas estas cosas. Quise decirlas una vez. Algunas de
ellas, sólo una vez.
***
Traté de reescribir las Sombras con algo menos de presunción; me rendí, me di
cuenta de que esa era su única virtud.
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Por supuesto, no te gustan todos los aforismos. A mí no me gusta todo de ti.
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Quería convertirla en la Clodia, la Laura, la maldita Beatrice del aforismo. En
eso había una gratitud que voy a tener que explicarle.
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Fragmentos, en efecto. Como si hubiera algo que romper.
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El aforismo ya es una sombra de sí mismo.
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¿Por qué tantos aforismos sobre el aforismo? Sólo una hormiga puede corregir
los modales de otra hormiga.
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El arte mediocre es peor que el malo. El malo no nos hace perder tiempo.
Traducción: Ernesto Hernández Busto.
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