14 Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 Amigxs anarquistxs Daniel Vidal FHUCE-Universidad de la República (Uruguay) Resumen: La amistad cimienta las relaciones entre anarquistas, explica la potencia de los grupos de afinidad, realza la horizontalidad, el acuerdo mutuo y voluntario. Estas cualidades explican la fortaleza de los vínculos entre anarquistas y de estos hacia personas ajenas a ese pensamiento. En el Novecientos uruguayo presentamos los casos de Rafael Barrett con Carlos Vaz Ferreira, Emilio Frugoni y José Enrique Rodó, o de Ángel Falco con Delmira Agustini, Julio Herrera y Reissig y Florencio Sánchez, y con André Giot de Badet, en una amistad que se tornó amor, tal como revelan las cartas íntimas enviadas por este último al bardo rojo. 15 Palabras clave: Amistad, Anarquismo, Novecientos, Barrett, Vaz Ferreira, Falco, Giot de Badet. Abstract: Friendship builds relationships among anarchists, explains the power of affinity groups, enhances horizontality, mutual and voluntary agreement. These qualities explain the strength of the links between anarchists and toward people outside that group. In the Uruguayan Nine hundred we present the cases of Rafael Barrett and Carlos Vaz Ferreira, Emilio Frugoni and José Enrique Rodó, Ángel Falco with Delmira Agustini, Julio Herrera and Reissig, Florencio Sánchez, and André Giot de Badet, in a friendship turned love, as revealed by the intimate letters sent by the latter to the red bard. Keywords: Friendship, Anarchism, 900’s, Barrett, Vaz Ferreira, Falco, Giot de Badet. Afinidades electivas que desafiaron las convenciones burguesas. André y Ángel embarcados en Postal que enviaron a su amiga Delmira Agustini, 1913. (Archivo Biblioteca Nacional. Colección Delmira Agustini, Iconografía). 16 Siempre me impactó encontrar en los ámbitos anarquistas la expresión rotunda de la amistad. Una expresión llana, abierta, sin ambages. Digo esto y me asaltan imágenes: caras sonrientes, abrazos como montañas, palabras de bienvenida. Luego, hace pocos años, leí en el Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze de Daniel Colson, algunas pautas que explican esta viviencia de cercanía. El anarquismo es, ante todo, una sociabilidad de afinidad. La afinidad en el anarquismo no es de orden ideológico, es una sincronía de temperamentos, de diferentes formas de sensibilidad. Y la asociación señala, desde la afinidad, los múltiples caracteres que nos convocan. Así, “cada asociación selecciona en nosotros y en los demás cualidades y predisposiciones particulares, a veces insospechadas y, a menudo, sorprendentes”, dice Colson (22). Vivir esta afinidad ayuda a comprender la porfiada tendencia del anarquista a unirse y a dividirse, a agruparse y a diseminarse, movimiento constante que elude la centralización y asegura, desde el vínculo, una insólita sobrevivencia. Alguien dijo: “Mientras exista autoridad, existirá anarquía”; es posible vaticinar: mientras haya amistad, habrá anarquismo.1 La ideología pesa y atraviesa esta afinidad, claro, pero no la explica ni la convoca. Por eso las taxonomías, las etiquetas y las entificaciones son encuadres pensados más para tranquilizar las apetencias categoriales del académico que para aprehender un suceso que, al encasillarlo, siempre le será ajeno. Afinidad era y es la clave del vínculo anarquista. Tal como resume Christian Ferrer: Lo característico del grupo de afinidad anarquista no reside solamente en la horizontalidad recíproca y la común pertenencia ideológica de sus integrantes, sino en la confianza mutua como cemento de contacto de sus miembros y en la plasticidad empática. Opera como contrapeso y alternativa a la familia burguesa y al orden laboral y también es un espacio de aprendizaje, de saberes y de oficios (25-6). La amistad entre anarquistas asoma como una sinonimia. Si anarquismo es, de manera simple, ajenidad de todo gobierno –externo 1. Está claro que anarquía y anarquismo no son sinónimos, pero convoco los elementos coincidentes y utilizo uno y otro término con responsable laxitud. Sobre anarquía y anarquismo, cf. Colson, 30-3. Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 a mí–,2 entonces la amistad es la habitación donde el anarquista duerme y despierta sin recelos. El anarquista y la amistad no conciben la relación jerárquica sino la igualdad, uno y otra postulan el vínculo horizontal. Su vitalidad es el compartir, celebrar esta proyección hacia el prójimo con palabras simples, con convivencias cotidianas, con actos y proyectos imposibles desde la soledad. Dirá José Bertotto sobre Rafael Barrett: “Yo le he visto de cerca: he compartido su pan” (6). Había dicho Cicerón: “Tienen que comer juntas muchos celemines de sal dos personas para que lleguen a ser amigos verdaderos” (124). Durante dos décadas, desde más o menos fines de los noventa hasta hace un año, “la noche de las lentejas calientes” fue el calor alrededor del cual se reunieron en el Ateneo Heber Nieto decenas de anarquistas y personas afines al debate y a las iniciativas antiautoritarias. Fui testigo de no más de tres “lentejadas” en el Ateneo HN pero me alcanzó para apreciar el verdadero caldo de cultivo de la fraternidad anarquista: la conversación. Yo me había percatado de este giro coloquial cuando leí en Tribuna Libertaria (1900-1901) los títulos de las poco conocidas “charlas familiares” ofrecidas por el entonces joven Florencio Sánchez en el Centro Internacional de Estudios Sociales. Es cierto que hubo cientos de conferencias, debates, oratorias, pero estas disertaciones de mayor aspiración intelectual convivieron con aquellas charlas o “conversaciones” y fueron un puente, creo, al corazón de las relaciones de amistad. El amigo es aquel con quien se puede hablar. “¿Qué cosa más dulce que tener con quien hablar de todo como con uno mismo? (Cicerón 100). En los años 40, en Cruz del Eje, en Argentina, una señora menuda y habladora, poeta y anarquista, llamada Iris Pavón, mantuvo durante meses un ateneo improvisado en la vereda de su casa. Todas las tardes sacaba las sillas a la vereda y ella y los vecinos conversaban sobre temas de la vida y del barrio y, a veces, organizaban actividades alrededor de un interés en común.3 2. Así define Rafael Barrett el anarquismo: “Me basta el sentido etimológico: ausencia de gobierno. Hay que destruir el espíritu de autoridad y el prestigio de las leyes. Eso es todo” (Mirando 221). 3. Testimonio de Graciela Rojas, nieta de Iris Pavón, durante la presentación del libro Pasión de justicia, de Iris T. Pavón, Montevideo, Centro Social Cordón Norte, 12 de octubre de 2019. 17 18 Para el anarquista la amistad es un espacio privado y público. Transita intimidades, entabla la complicidad en ambientes vedados por los circuitos de la convivencia cultural represora. Lxs amigxs anarquistas son cómplices en el delito. La complicidad desprejuiciada los ubica compinches en el margen, fuera de la ley, de la regla ordenadora y de la condena. Para el anarquista la amistad es desordenar las normas coercitivas, parir un nuevo orden, fresco, convivial. Es un espacio rebelde, un viaje hacia territorios vírgenes pertrechados con las mejores armas: la certeza de que alguien, igual y distinto a mí, conjuga el nosotros imprescindible para vivir. Este descalce coincide con la apertura afectiva y corporal “inusitada” que en la visión de Annabel Lee Teles involucra “nuevas dimensiones relacionales de amorosidad libertaria” (28). Si ningún otro colectivo de pensamientos revolucionarios como el anarquismo puso en primer plano la dimensión ética del ser humano desde la modernidad, entonces es fácil comprender por qué la amistad se amolda sin ranuras a su fisonomía. La amistad entre anarquistas confirma la reflexiones filosóficas sobre este vínculo ejemplar: armonía perfecta de voluntades, aspiraciones y pareceres (Cicerón); relación que solo puede existir entre hombres (y mujeres, gays, otres) de bien, es decir, íntegros, ecuánimes, generosos, quienes no albergan en su alma ni codicia, ni liviandad, ni imprudencia (Cicerón); relación sentimental que exilia el interés, la utilidad, la conveniencia y el beneficio personal, nace de la virtud y se fundamenta en la igualdad; es lo más necesario para la vida (Aristóteles); “de todos los medios de los que se arma la sabiduría para alcanzar la dicha en la vida el más importante con mucho es el tesoro de la amistad” (Epicuro 96). Amistad amoldada al vínculo y a la individuación,4 al intercambio de subjetividades. Ocurre en la amistad aquello que Luce Fabbri y Rafael Barrett predican para el anarquismo: surge del acuerdo mutuo, voluntario, cambiante, histórico, contextual y vivencial de cada uno, de modo que no hay un anarquismo sino anarquismos.5 4. El anarquismo “se niega a sustancializar los seres” porque considera que los individuos “siempre son más de lo que son al ser resultantes de un incesante proceso de individuación” (Colson 132-3). 5. Dice Fabbri: “Un anarquista no tiene necesidad alguna de etiquetas y sin inconvenientes puede definir el anarquismo comenzando: yo pienso así...” (El camino 31). Barrett sintoniza con esta idea en el ya citado “Mi anarquismo” (Mirando vivir 221-9). Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 Rafael Barrett. Es, también, un campo de batallas y de reajustes que expulsa idealidades y consagraciones. De allí las disputas, las rivalidades, la enemistad y la fractura. La historiografía sobre el anarquismo argentino de las primeras décadas del siglo XX siempre recuerda el enfrentamiento entre Severino di Giovanni y Emilio López Arango, el salto desde el insulto a la agresión física y el casi seguro protagonismo del primero en la muerte de su excompañero de filas.6 Hay muchos ejemplos más. Pero estos episodios no laceran la amistad anarquista como una potencia fundante. Para el anarquista la amistad es su vida misma. Amistad como vínculo y amistad como necesidad. Porque si la amistad es un pasaje de la perspectiva egocéntrica (narcisista) “hacia la apertura del punto de vista de otros” (Lutereau 33), el anarquismo puede asumirse como un aprendizaje en la elaboración del yo desde el yo-soy-todo hacia el yo-soy con todos. Desde la ficcional 6. Di Giovanni y López Arango se habían insultado y habían intercambiado acusaciones en la prensa anarquista. El 25 de octubre de 1929 un individuo se presentó en el domicilio de López Arango y le descerrajó tres disparos en el pecho. Murió en el acto. Desde entonces recayeron acusaciones contra Di Giovanni pero nunca pudo confirmarse el autor del crimen. 19 20 autosuficiencia hacia la realidad de la carencia. Tras aceptar la falta, la búsqueda se trastoca en encuentro con lo otro diferente. Por ello el anarquista necesita del pliegue de la amistad: búsqueda de la semejanza, encuentro con la diferencia.7 El vaivén señala el doble rango ontológico y político de la amistad. Esta es la dimensión que interesa a Giorgio Agamben. La amistad, como “la instancia de este con-sentimiento de la existencia del amigo en el sentimiento de la existencia propia”, sensación siempre “re-partida y com-partida” que la amistad se encarga de nombrar (Agamben s/n). Esa es la intensidad que garantiza la política de la amistad. Allí reside el “con” que “reparte, disemina y vuelve compartible la misma sensación, la misma dulzura de existir” (s/n). Compartir involucra acciones y pensamientos, de allí la fuerza que expele.8 Amistad excede el apoyo, la solidaridad, la adhesión. Es hacer con el(la) otro(a), en una simbiosis que no fusiona, redimensiona. Es el desbroce de la unidad y un incremento que trampea la agenda aritmética. Tal como enseña Alonso Alegría en El cruce sobre el Niágara,9 la aventura tiene sentido si se desea y si se hace en comunión, “juntos, como una sola persona” (57). Y esta sola persona no equivale a la suma de dos sino a una tercera entidad que desborda las dos primeras y solo se explica desde la interacción de cada uno: “Ni usted ni yo cruzamos, ni los dos juntos tampoco, sino otro. Mitad y mitad de cada uno. Un tercer equilibrista, ese va a cruzar el Niágara” (60). Luego, está la diferencia, lo más heterogéneo en el otro, inaceptable para mí, planteada por Friedrich Nietzsche y retomada por Jacques Derrida al sustituir la fraternidad por el diferente absoluto como fundamento democrático por la resistencia a la homogeneidad. 7. Dobleces que Aristóteles (183) no reconocía como coincidentes. En realidad, se detuvo en presentar como opciones filosóficas divergentes aquellas que refieren a la amistad como la búsqueda de la semejanza, y quienes, por el contrario, postulaban la amistad como la comunión de contrarios (Eurípides, Heráclito, Empédocles). En el libro IX, al volver sobre el tema, analizará la amistad “entre hombres diferentes” (206). 8. Esta dimensión política de la amistad se enlaza con la ética-política que Annabel Lee Teles retrotrae al oikos griego, el hogar concebido como el espacio de conexión entre seres, “entre los más cercanos y los más lejanos” (59). 9. Premio Casa de las Américas 1969. En Montevideo la obra fue representada, al menos, en 1989 por el grupo Aquelarre, dirigida por Álvaro Pozzolo, con la actuación de Sergio Pereira y Juan Antonio Saraví, apoyo técnico de la Escuela Municipal de Arte Dramático, en la sala del Teatro Anglo Uruguayo. Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 Nietzsche recupera y reclama el manejo de esta negatividad para erigir, desde allí, un beneficio. Primero, la distancia: “cuán diferente orientación o importancia que en el de tus amigos tienen en tu cerebro opiniones a veces semejantes”. Enseguida, a sabiendas que esa distancia produce enemistad, presenta la fórmula que soluciona el conflicto: el silencio, porque “tienen que haber aprendido a callar para conservar la fidelidad, pues casi todas las relaciones humanas están basadas en que no se dirán jamás ciertas cosas” (Nietzsche 2134). La amistad nace en la posibilidad de hablar, pero esta locución tiene éxito solo cuando está administrada con habilidad y sutileza, cuando el interlocutor sabe intercalar la palabra y el silencio en los momentos justos. Tampoco existen fórmulas para lograr ese equilibrio, solo ejemplos, el más convocado, el de Tomás de Aquino y Alipio. Tomás de Aquino recuerda en sus confesiones el instante de su cuestionamiento interior, de la “contienda de mi corazón” que era “de mí mismo contra mí mismo”. Durante ese devaneo Alipio permaneció junto a él en silencio, inmóvil, en silentium bonum, solidario. “Alipio supo cuándo y cómo callar, también, supo cuándo y cómo hablar ante su semejante, su amigo y su camarada de ruta en la búsqueda del sentido de la vida”, sentencia Silvia Magnavacca al analizar este episodio que se resuelve con la lectura que hace Agustín de la Carta de Pablo a los Corintios (13, 13). Solo cuando Alipio advierte que ha pasado la “la instancia más dramática en la sorda lucha que Agustín sostenía consigo mismo para resistirse a Dios”, abandona el silencio solidario y reasume la “palabra justa”. “Una vez más, sentencia Magnavacca, el cuidado del otro redunda en el cuidado de sí mismo” (28-30). Pero en otros casos no alcanza con distribuir la palabra y el silencio para sortear la diferencia o el desencuentro. Aun así, el otro diferente se establece como una entidad productiva. Lutereau recuerda que a veces el enemigo genera tensión y “desde la completa diferencia anuncia la comunidad anacorética de aquellos que aman alejarse” de modo que la nueva amistad “se funda en la distancia (del yo), sin reciprocidad (especular) y que prescinde del reconocimiento (narcisista)”, esto es, al decir de Georges Bataille, “la comunidad de los que no tienen comunidad” (Lutereau 39). Afirmación de un yo-otro, búsqueda especular, encuentro y distancia con el otro-diferente, administración de la palabra y del silencio, vínculo exponencial, horizontalidad. Estas pautas ayudan a releer la amistad entre anarquistas y la proyección de los y las 21 anarquistas en sus relaciones hacia personas ajenas a sus formas de interpretar la sociedad y de soñar el futuro. La amistad en el Novecientos montevideano 22 El contexto del Novecientos en Montevideo, extendido hacia las dos primeras décadas del siglo XX, es, en este caso, una elección ilustrativa del fenómeno de la amistad desde y hacia el anarquismo. Ilustrativa pero no ejemplar. Resulta imposible indicar una amistad como un ejemplo a seguir. Recuérdese la observación de Agamben: el término “amigo” es no predicativo, es decir, comparte con los insultos la clase de términos “a partir de los cuales no es posible una clase de objetos en la cual inscribir los entes a los que se atribuye el predicado en cuestión” (s/n). Anudada a la experiencia, la amistad se desprende de preceptivas que señalen encuadres genéricos y consabidos sin diseñar hojas de ruta. Acaso la amistad, en su sentido profundo, se emparenta con las nociones de uso corriente que “extraen su significación precisa de los contextos en que se utilizan y pierden toda validez si se las separa de ellos” (Rancière 10). Contexto es, para el caso de la amistad, el binomio de dos personas, universo finito y cerrado pero inconmensurable, del que tenemos, los de afuera, noticias dispersas, movimientos que apenas insinúan, nunca develan, su íntima energía. En cuanto a la distancia temporal, no creo que diluya ni modifique las significaciones últimas o primeras de la amistad. En el Novecientos como en el siglo V antes de Cristo como hoy, la amistad expone elementos abordables por filósofos y psicólogos de cada época. Vuelvo la mirada hacia el Novecientos y aparece el anarquismo instalado y rodeado por la amistad. De una platea abarrotada elijo algunos protagonistas descollantes. Carlos Vaz Ferreira conoció al anarquista español Rafael Barrett cuando, ya enfermo, recaló durante cien días en Montevideo en su viaje desde Paraguay hacia Europa. El filósofo uruguayo fue amigo de él y de su esposa, Francisca López Maiz. Una amistad que alcanzó la admiración. En 1919 Vaz Ferreira publicó su “idea de un curso de lecturas” para la enseñanza secundaria. Entre ellas, destacó las “lecturas más breves” algunas, como las de Barrett, deberían aparecer “mucho en este libro”. ¿Por qué? Porque: Rafael Barrett ha sido una de las apariciones literarias más simpáticas y más nobles. Hombre bueno, honrado y heroico: huésped de un país extranjero, Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 adoptó su “dolor”; y su J’accuse,10 si cabe más valiente que el otro, tuvo de todos modos el mérito supremo de que ni siquiera podía ofrecerle, sobre todo en aquel momento, esperanzas ni expectativas de gloria. Y fue hombre de pensamiento, de sentimiento y de acción. Es el ejemplo por el cual acostumbro sustituir ahora al de Anatole France, cuando quiero mostrar cómo es posible no ser un espíritu dogmático, tener más bien tendencia a la duda, y a un casi escepticismo a base de sinceridad, y ser, sin embargo, un hombre de acción, y de acción noble y valerosa, quizás más eficaz y más noble que la de los dogmáticos (123-4).11 Vaz Ferreira vio en los escritos de Barrett “una densidad intelectual tan fuerte y al mismo tiempo un calor tan poderoso de humanidad” además de “ligadas aleaciones de inteligencia y de sentimiento”. Sin duda, agregó, “forzó su negación anárquica, pero siempre a base de amor a la libertad y de compasión por la miseria y el dolor” (124). En un intento por “probar” su juicio, reprodujo, íntegro, dos artículos de Barrett que integrarían el proyectado libro: “En el Louvre” y “Niñerías” (124-7). En este último Barrett describe el crecimiento corporal y espiritual de su hijo, Alex Rafael, entonces de tres años. Barrett ve en ese ser inocente y delicado un desafío a las reglas matemáticas, un reto al destino fatal de la vida, a los filósofos y a los poetas: Poetas ufanos de vuestra fantasía, ¿podéis jugar tres horas con piedrecitas y cáscaras de nuez? [...] Si os llegara siquiera la imaginación a representaros el alma ajena, el dolor ajeno, hombres cultos ¿os tratarías unos a otros como máquinas? Para mi hijo no hay máquina hasta hoy en el universo. Todo respira, todo es instinto y voluntad. Todo convida o amenaza. Todo es digno de amor o de odio. Así debió ser la aurora del mundo... ¿Qué? ¿Morirá? ¿Decís que mi hijo morirá? (Barrett en Vaz Ferreira 126-7). 10. Refiere al libro de Barrett, El dolor paraguayo, Montevideo: O. M. Bertani, 1911 y al “yo acuso” lanzado por el escritor desde su folleto Lo que son los yerbales (Montevideo: O. M. Bertani, 1911) donde denuncia la explotación esclava de gobiernos, políticos, empresarios y multinacionales en Paraguay: “Yo acuso a los expoliadores, atormentadores de esclavos y homicidas a los administradores de la Industria Paraguaya y de las demás empresas yerbales. Yo maldigo su dinero manchado de sangre” (43), parafraseando el j’accuse de Émile Zola y otros intelectuales pronunciado en la carta pública de 1898 dirigida al presidente de Francia Félix Fauré, alegato en defensa de Alfred Dreyfus. 11. Años después, Augusto Roa Bastos va a agregar otra vuelta de tuerca a la dualidad pensamiento-acción: “Más que un predicador político, un moralista práctico que predicó con su acción y con su obra, fue un rebelde visionario, un obrero infatigable de ese afán redencionista que marcó su alma a fuego...” (s/n). De los vínculos de Barrett con intelectuales españoles, basta recordar su amistad con Ramón del Valle Inclán, con quien se carteó, y el interés de Federico García Lorca por tener noticias suyas (R. G. P, 7). 23 24 Vaz Ferreira pidió a la viuda de Barrett, Francisca López Maiz, que publicara las cartas de Barrett, cartas íntimas, dirigidas a su esposa, a una tía, a Alejandro Audibert, a su hijo Alex y que vieron finalmente la luz en 1967. Pero a pesar de todos estos juicios e iniciativas no correspondió a Vaz Ferreira sino al socialista Emilio Frugoni escribir la más delicada y profunda semblanza de Rafal Berrett. Frugoni lo conoció envuelto en la novedad de haber fundado el Partido Socialista, de aprestarse para integrar por primera vez una banca en la Cámara de Diputados. Nada de esto impidió que recibiera al pensador anarquista. Sus palabras surgen de una espontánea amistad: “Llegó un día a mi casa, me dijo quién era, le abrí los brazos y desde ese momento nuestros corazones no se separaron más” (11). Gracias a Frugoni hoy podemos recrear instantes de los diálogos de otro amigo, Félix Peyrot, con el escritor deportado por Paraguay. Peyrot trataba a Barrett como “un verdadero hermano”, juntos, “departían sobre temas filosóficos. Peyrot era teósofo ardiente. No trataban de convencerse, pero discutían con entusiasmo y no siempre estaban en desacuerdo” (Frugoni 11). Amigos como hermanos. Ya tuberculoso y todavía en Montevideo, Barrett recuerda que fueron “los amigos, dos de ellos sobre todo, Frugoni y Medina” quienes “se ocupan mucho de mí. Por una coincidencia extraña, ambos firman sus últimas cartas: hermano” (Barrett, Cartas 65). Es cierto que esta admiración y esta amistad cuentan con una llave de paso que desbloquea puertas y murallas: la cultura, el común reconocimiento a la destreza en el manejo de las letras, de las “grandes letras”. También José Enrique Rodó vio en Barrett un escritor ejemplar. Observó un matiz distintivo en su retórica punzante. Adelantó el juicio de Vaz Ferreira: observó el “escepticismo eficaz” de Barrett que “llega a lo hondo y, sin embargo, la lectura de esas páginas de negación e ironía [se refiere a Moralidades actuales] hace bien, conforta y ennoblece”. Porque: hay en el espíritu de su ironía un fondo afirmativo, una lontananza de idealidad nostálgica, un anhelante sueño de amor, de justicia y de piedad, que resultan más comunicativos y penetrantes así, en el tono de una melancolía sencilla e irónica, que si se envolvieran en acentos de entusiasmo y de fe, o de protesta declamatoria y trágica. (26) Los canillitas coreaban “La Razón, con el artículo de Rafael Barrett” (Barrett, Cartas 99); Rodó paraba a sus amigos en la calle para Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 preguntarles si habían leído la columna de este desconocido” (Rodó 13). Jorge Luis Borges, en 1917, rogó a su amigo Roberto Godel “con lágrimas en los ojos y de rodillas”, que comprara un libro de Barrett. Pero la retórica no alcanza, es necesario encontrar detrás de las palabras a un ser humano que sostiene con su vida los signos que profesa. Eso fue Barrett para sus amigos, sus allegados, sus nuevos conocidos. Por eso en el hotel de Montevideo, antes de zarpar en barco con destino a Francia, tuvo que habilitar dos piezas “para recibir a la gente que acudía toda la tarde”, escritores, periodistas y directores de revistas, fotógrafos, un escultor, “los melenudos del Polo Bamba”, y “los que más me agradaron: obreros, tipógrafos, jornaleros que me llamaban ‘maestro’ y me estrujaban las manos entre las suyas callosas” (Barrett, Cartas 99). Pero no todo fue abrazos y hermandad. En los últimos días de su vida, el 6 de setiembre de 1910,12 Rafael Barrett escribe a su esposa confiado en sobrellevar en algo la constante pauperización económica de una vida sostenida con artículos publicados aquí y allá. Pocos días antes había visto la luz en Montevideo su volumen Moralidades actuales, y llegó a “repartir algunos ejemplares” entre sus amigos. El éxito inmediato de ventas le abría un horizonte esperanzador: “Mi libro ha tenido un éxito loco. También ganaré unos pesos con él”. Pero su editor, el también anarquista y ahora empresario O. M. Bertani, al parecer no respondió a las expectativas de su escritor estrella.13 “El editor Bertani –sentenciará Francisca López medio siglo después de aquella edición– desgraciadamente, no fue generoso, comprensivo, etc., como se ha dado en decir con no sé qué objeto; más aún: llegó a tanto su inhumanidad y falta de escrúpulos que no pagó a Rafael por el producto de su trabajo, a pesar de las grandes sumas que se embolsó aprovechándolo” (López Maíz en Barrett, Cartas 96-7).14 12. Rafael Barrett murió el 10 de diciembre de 1910 en Arcachón, Francia. 13. Bertani era consciente de la potencialidad comercial del libro que tuvo en sus manos. Así, mandó imprimir volantes con propaganda de Moralidades actuales en las que anunció el libro “que el celebrado pensador y brillante estilista Rafael Barrett (R. B.), colaborador de La Razón, acaba de dar a publicidad” (Volante de O. M. Bertani, editor, 1910). 14. Durante las visitas de despedida, Bertani le pidió a Barrett los originales para “otro libro”. Al parecer Barrett no solo entregó esos originales sino los de varios más. Recordemos que en la imprenta del italiano fueron impresos Lo que son los yerbales (1910), el mencionado 25 26 Librería “La Moderna”, en Sarandí esquina Bartolomé Mitre. Orsini Bertani, su propietario, también editor de grandes figuras del 900 uruguayo como Delmira Agustini, Florencio Sánchez y Julio Herrera y Reissig. También de Rafael Barrett, su escritor estrella, con quien según algunos testimonios no fue generoso. (Colección Orsini Bertani, BNU). Ángel Falco y su millón de amigos Es difícil discernir las amistades de Ángel Falco. Nacido en 1885, fue teniente instructor del Ejército nacional, abandonó las filas y el Partido Colorado para unirse al anarquismo. Fue, al menos entre 1905 y 1911, un entusiasta orador en actos, mítines y veladas anarquistas en Montevideo y en Canelones, publicista, editor de El Pueblo (1910), dio a conocer sus Cantos rojos (1907), tuvo un protagonismo insospechado durante la primera huelga general en Uruguay (23 al 25 de mayo de 1911), en paralelo a su actuación en el Ateneo de Moralidades actuales (1910), El dolor paraguayo (1911), Cuentos breves (del natural) (1911), Mirando vivir (1912), Al margen (1912), Ideas y críticas (1912). Pero seis años después, y por decisión de su viuda, Bertani perdió la exclusividad y quizás los derechos en la edición y comenzaron a aparecer textos ahora a cargo de Claudio García: Diálogos, conversaciones y otros escritos (1918), Páginas dispersas (obra póstuma) (1923) la reedición de Lo que son los yerbales paraguayos (1923). Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 Montevideo, donde leyó fragmentos de su Leyenda del Patriarca (canto a Artigas), publicado semanas después. Temperamental, ególatra, dandy, estuvo en el centro de los debates anarquistas sobre el apoyo a José Batlle y Ordóñez en su postulación para la segunda presidencia. Su manifiesta adhesión al líder del Partido Colorado le alejó del activismo ácrata montevideano. Recaló en Buenos Aires, editó una revista, ocupó un cargo en la embajada uruguaya en Buenos Aires, enseguida, fue nombrado cónsul en Nápoles y finalmente en México, donde permaneció durante casi dos décadas. Allí colaboró con el ingreso al país de Simón Radowisky, en 1929, recién liberado del martirio de Ushuaia. De regreso al Uruguay se contactó con anarquistas que luego fundarían la Federación Anarquista Uruguaya, logró la reedición, en 1962, de sus Cantos rojos, esta vez con el sello de la Federación Obrera Regional Uruguaya. Miembro de Número de la Academia Nacional de Letras del Uruguay, murió anciano, en 1971. Sus amigos recuerdan la firmeza de sus ideales anarquistas, siempre contradictorios con su trayectoria diplomática o con su apoyo a la figura de un primer mandatario. Falco supo granjearse amistades y enemistades. Como era de uso recurrió a la dedicatoria de sus poemas para dar cuenta del vínculo, quizás intenso, quizás interesado, circunstancial o duradero, con decenas de intelectuales anarquistas (Alberto Ghiraldo, Elyseo de Carvalho, Orsini Bertani, Edmundo Bianchi, Themis Maestrini, Julio Barcos, Carlos Zum Felde,15 José de Maturana, Pascual Guaglianone,16 Justo Deza, Florencio Sánchez, Máximo Lirio Silva, etc.), socialistas (Emilio Frugoni, Álvaro Armando Vasseur), librepensadores anticlericales (Lasso de la Vega), colorados (José Enrique Rodó, Francisco A. Schinca, Domingo Arena), católicos (Juan Zorrilla de San Martín), catedráticos y políticos (Elías Regules), intelectuales sin adhesión ideológica activa (María Eugenia Vaz Ferreira). Por esta vía, el registro se puede tornar agobiante y poco ilustrativo. Varias dedicatorias huelen más a constataciones epocales que a relaciones 15. Intelectual anarquista, hermano de Alberto Zum Felde, autor del poema “Insurrexit” recitado en veladas anarquistas. Tardíamente, publicó el libro de poemas Poesías (1939). 16. Anarquista argentino nacido en 1882 y fallecido en 1938, notable orador, periodista y propagandista, actuó en el anarquismo argentino a fines del siglo XIX junto a Orsini Bertani, Pietro Gori y otros, luego, desde 1900 y hasta 1904 en Montevideo. Meses después regresó a su país, se dedicó a la docencia y ocupó un cargo universitario y en la inspección general de enseñanza secundaria. Hacia 1919 mantuvo actividades proselitistas junto a figuras del Partido Radical. 27 28 Ángel Falco visto por Radaelli. vigorosas, a retribuciones por favores editoriales, a índices de admiración: las dirigidas a Federico Urales, a José Nackens se ubican, posiblemente, en esta línea. Otra proyección connotan las intervenciones públicas de Falco, las referencias en la correspondencia personal, las afirmaciones de colegas en crónicas y en noticias periodísticas. Las menciones que aquí siguen son relativamente azarosas, relativamente dispersas. Se trata de indicar protagonistas en una constelación finita pero colosal, sucesivos o simultáneos, cuyo ordenamiento sería, también, un gesto arbitrario y artificial. Un primer repaso de las amistades de Falco en el Novecientos surge de las cartas y de las confesiones que, años después, realizó el bardo rojo. En 1932, en carta a su amigo Luis L. León, director de El Nacional de México, confiesa su persistente admiración por la figura de José Batlle y Ordóñez, fallecido tres años antes: “…Batlle y Ordóñez, gran Caudillo civil de nuestra Democracia integral”, por Juan Zorrilla de Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 San Martín, “el Patriarca que recientemente ha perdido la patria”, por José Enrique Rodó, “maestro griego de las juventudes de las Américas”, por Florencio Sánchez “creador del teatro rioplatense”.17 El mismo año, fue su viejo amigo, el argentino y también poeta Alejandro Sux, de circunstancial estadía en Montevideo, exdirector del periódico anarquista En Marcha (1906), donde el bardo rojo uruguayo publicó su poema “Era preciso”, quien le recordaría con acentuada nostalgia las amistades de principios de siglo.18 Con Sux saltó ante los ojos de Falco ese cuarto de hora glorioso del anarquismo rioplatense. La presentación ratifica la cercanía desde la licencia de una sutil y cariñosa ironía: “Mi querido Falco, amigo sedentario”.19 Enseguida, remite los saludos de Hohmann, el dibujante que colaboró con la revista Proteo (1916-1917) que dirigió Falco en Buenos Aires “y un montón de compañeros de la época heroica”. Luego, la meseta triste del presente estéril, en comparación con aquel Novecientos generoso y prolífico: “Yo vivo completamente aislado; no he frecuentado a nadie, con excepción de los amigos de antes, de París, especialmente, y nos reunimos en el Almacén de Piaggio, Esmeralda y Sarmiento, para recordar, proyectar y beber vasos de vino Barbera ‘amábile’”. Sux da cuenta de la amistad de Falco con Siqueiros, a quien le encarga pedirle fotos de su obra y un texto biográfico para escribir “algo aquí sobre él. Se lo merece y hay que hacerlo para que le estalle una bomba debajo del trono teatral de Diego, falsamente achanchado”. Al fin, la hilera de mensajes de amigos: “Alfredo Palacios te manda recuerdos; Mario Bravo un abrazo, Franzoni, el de La Zincográfica y de las Gigantotipías, saludos. [Rodolfo] González Pacheco,20 es director de una compañía teatral sin dirección. Usa camiseta negra como Herrerita,21 pero no es fascista [...]” y “especiales saludos para Horta, Cabral, de Llano, el Marqués del ‘Universal’ y su 17. Ángel Falco. Carta a Luis L. León. México, 23 de junio de 1932. 18. Ángel Falco. “Era preciso...” En Marcha, 20 jul. 1906, p. 19. 19. Falco, a esa altura, había vivido en cuatro países: Uruguay, Argentina, Italia y México. 20. Dramaturgo, director teatral, orador y periodista argentino, nació en 1883 y murió en 1949. 21. Refiere al anarquista uruguayo Ernesto Herrera, dramaturgo y ocasional poeta y periodista, nació en1889 y murió en 1917. 29 30 inseparable hondureño Zamora, Damirón, Siqueiros y Blanca Luz, Calcagno y Bailón Mercado”.22 Fuera de las misivas, un hecho confirma la cercanía de Falco con Julio Herrera y Reissig. El 14 de abril de 1910 Ángel Falco fue el encargado de abrir los discursos en el homenaje al poeta modernista recién fallecido realizado en el Teatro Solís y organizado por una comisión en la que participaron los también anarquistas Ernesto Herrera, Orsini Bertani, Juan B. Medina, Edmundo Bianchi y Carlos Zum Felde.23 Este protagonismo aparece, a la distancia, insólito dado el relegamiento de Falco de parte de la historiografía literaria local, pero no es asombroso si repasamos las referencias que vinculan a Herrera y Reissig con los ámbitos y con los intelectuales anarquistas del Novecientos.24 También para noticiar la relación de Falco con otra figura central del Novecientos, esta vez Florencio Sánchez, basta con recordar que el dramaturgo uruguayo se paseaba por las calles de Buenos Aires con un ejemplar de Cantos rojos, de Falco, bajo el brazo, “su libro predilecto”, según Julio Imbert (145). Y la trenza de tres tientos se resuelve cuando advertimos que el propio Falco recordó que Florencio leyó ante Julio Herrera y Reissig su manuscrito de M’hijo el dotor en la Torre de los Panoramas ante la atenta mirada de sus amigos. Así como abundaron los amigos, se sucedieron los enemigos. En 1924 Falco acusó a su examigo y compañero jefe de redacción de Proteo, Martín Ceres Irigoyen, de plagio, lo amenaza e insulta.25 22. Alejandro Sux. Carta a Ángel Falco. Buenos Aires, 20 de agosto de 1932. 23. “Cosas de teatro. Solís”. El Liberal, 12 abr. 1910, p. 1 y 14 abr. 1910, p. 2; “Teatros. Espectáculos de hoy. Solís”. El Día, 14 abr. 1910, p. 5. 24. El acercamiento de Julio Herrera y Reissig a los ámbitos anarquistas está documentado en varios episodios. En noviembre de 1900 Julio Herrera y Reissig integró la comisión de notables que invitó a acudir a la conferencia del librepensador Francisco Caracciolo Aratta sobre “La mujer antigua y la mujer moderna” en el Centro Internacional (“Una conferencia”. El Día, 17 nov. 1900, p. 2). En 1902 el poeta de la Torre de los Panoramas integró la comisión que convocó al homenaje a Emile Zola organizado por el CIES, el Centro Liberal y el Ateneo de Montevideo (“Homenaje a Zola. Organización del meeting”. La Razón, edición de la tarde. 3 oct. 1902, p. 1). En 1909 Herrera y Reissig visitó el café Polo Bamba, centro de tertulias bohemias de intelectuales anarquistas, liberales, socialistas y librepensadores (“Por los dominios del Polo Bamba. Desfile de personalidades”. El Liberal, 11 nov. 1909, p. 1). 25. Ángel Falco. Carta a Martín Ceres Irigoyen, Nápoles, 4 de enero de 1924. Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 31 Triángulo fraterno. El hermano Negro y el hermano Rubio, llamaba Delmira a los dos amigos que aquí envían otra postal dedicada a “la querida hermanita”. (Colección Delmira Agustini, BNU). En 1920 Manuel Pérez y Curis le recordó públicamente, en su libro Ritmos sin rima, las desavenencias protagonizadas en 1916 cuando, al parecer, Falco se negó a publicar un poema antipatriótico del editor y poeta que había tenido, entre otros laureles, haber prologado los Cantos de la mañana de su también amiga Delmira Agustini y haber dirigido por una década la revista Apolo. Al pie del poema, “Concepto de patria”, Pérez y Curis resumió el incidente y sumó epítetos contra su examigo: 32 Era Ángel Falco director de una revista que se editaba en Buenos Aires. Un día me pidió colaboración: se la envié y la publicó de inmediato. Otro día repitió el pedido, y yo correspondí enviándole la poesía que acabáis de leer [“Concepto de patria”]. No la publicó el ex-ácrata, pero anduvo por ahí diciendo que yo trataba a la patria de prostituta. Bien: no es este el momento de discutir con ese tránsfuga vulgar, envanecido y mendaz. Está lejos él: su apostasía le valió un consulado en Europa. Por lo demás, bien sabe el poetilla-apóstata que quienes consideran prostituta a la patria son los tipos que desfilan por estos versos. Y hasta es posible que en alguno de ellos haya tenido la ilusión (hoy realidad) de ver su retrato.26 Cicerón recuerda que la palabra amistad como el amor provienen del verbo amar –el amor y la amistad, “palabras ambas que de amar traen su origen” (140)– y da a entender que es gracias a esta dimensión que exilia “la consideración de la utilidad que de ella pudiéramos obtener” (104). Es decir, la amistad no persigue una recompensa, la desecha porque “todo su fruto se cifra y encierra en el amor mismo” (106). Y si bien reconoce que los hombres unidos por el afecto “pondrán primeramente freno a las pasiones de que otros son esclavos” (131) también es cierto que el vínculo se realiza desde una dimensión sentimental en la que participa el amor. Semánticas y argumentos amalgamados inspiran preguntas ociosas: ¿Cómo separar la amistad del amor? ¿A qué se refiere cada término en cada contexto? Amor y amistad vivieron durante meses, al menos entre 1913 y 1914, los entonces jóvenes Delmira Agustini, Ángel Falco y André Giot de Badet. Amor y amistad que denuncia las relaciones desprejuiciadas entre un orador y poeta anarquista, una poeta sutil, erótica, incomprendida, un intelectual afrancesado, exquisito en su encumbramiento aristocrático, hijo de una de las familias más adineradas e influyentes del Uruguay de inicios del siglo XX. 26. Manuel Pérez y Curis. “Concepto de patria” [Nota al pie]. Ritmos sin rima 34. Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 Falco y Giot de Badet fueron amantes. Y esta relación ocultada, reprimida, da cuenta de los límites de la libertad sexual y la confrontación de los prejuicios que, en otros bandos, en otros territorios, libró el anarquismo local. Pionero en proclamar el amor libre, en la emancipación de la mujer, en el cuestionamiento a la maternidad como fin último y destino inevitable de la mujer (recuérdese la propuesta disruptiva de género de Roberto de las Carreras en Amor libre) y, al mismo tiempo, enfatizador desde otras voces también anarquistas de la maternidad, de la proyección liberadora solo en un futuro socialista, el anarquismo o, mejor dicho, los anarquismos locales ladearon un tema que conmocionaba la cultura hegemónica heterosexual: la homosexualidad. Nada en sus decenas de periódicos, nada en sus decenas de conferencias, nada en sus decenas de testimonios. La amistad amatoria, la amistad en el amor anarquista fue demasiado revulsiva. Demasiado exigir, también, hoy, cien años después, de una agenda de género insospechada en 1900 a un puñado de activistas inmersos y a veces pertenecientes a una sociedad conservadora, pacata y machista. El hecho es que los anarquistas fueron revolucionarios y, en algún caso, amantes. En el Novecientos era una afrenta, basta recordar la acusación de “flojo”, metáfora de marica, contra Florencio Sánchez. Hoy es un orgullo, una opción de vida, una forma de sentir el cuerpo y el espíritu en seres humamos que asumimos plurales. Giot de Badet estampó en misivas apasionadas su amor hacia Falco. Tres misivas conservadas en la colección Falco de la Biblioteca Nacional lo certifican. No explicitan el emisor ni el destinatario, pero resulta obvio que fueron escritas por André Giot de Badet a Falco, su amante. Refiere a sus encuentros en el Teatro Solís, con Falco y con Delmira, a apodos y al poeta revolucionario. Cartas apasionadas: “Te amo mi amor adorado mi dulce corazón mi bella locura. Mi cuerpo hacia ti se tensa como un arco viviente [ilegible] esta flecha ensangrentada, mi corazón!”; “déjame posar mis labios sobre los tuyos para hacer brotar en ellos la bella luz del amor como los labios de la aurora sobre los de la noche hacen surgir las cálidas y radiantes jornadas”. No se trata aquí de abundar en mensajes de un amante que confirió al espacio íntimo palabras que solo se expresan en ese vínculo de privacidad. Lo transcripto alcanza para dar a luz sobre una relación unas veces insinuada, referida, nunca evidenciada y que hoy ilumina y enriquece otra faceta de un ser humano que abrazó un ideario fundado en la libertad, enemigo de normas autoritarias 33 y prejuicios. En 1998 Alfredo Fressia incorporó el poema “Flor neutra” de Ángel Falco, publicado en 1908 en Vida que canta (87), en una muestra de poesía homoerótica latinoamericana (7). En varias cartas a Delmira, Giot de Badet refiere al “hermoso muchacho negro” –Negro, Negrito, era un apodo referido a Ángel Falco–; también hay una misiva firmada de manera conjunta por Falco y Giot de Badet y dirigida a Delmira, escrita durante el viaje en barco de los primeros a Brasil. Ángel Falco y André Giot de Badet fueron amantes clandestinos y conscientes del mundo que los rodeaba y de la conjunción, en relaciones excepcionales, de la amistad, la hermandad y el amor: 34 Es raro, te llamo a la vez mi hermano y mi bien amado, y estos dos nombres que para el mundo son dos vivas antítesis los uno tan justamente en mí que no sabría separarlos porque para ti yo quiero ser el Amor y la Amistad, la Fuerza y la Debilidad, todos los impulsos y todos los reposos para que a todos los gritos que salen de tu ser yo pudiera siempre, a pesar de todo y a pesar de todos, darle sus correspondientes ecos!27 Lxs anarquistas en el Novecientos expandieron las relaciones fuera de las normas y de los prejuicios que agobiaban a una sociedad represora. Conjugaron con sus vidas la solidaridad y la amistad, enaltecieron la hermandad y honraron el amor. Fue necesario un siglo y una multitud de voluntades, dentro y fuera del anarquismo, para que en 2019 podamos emocionarnos con la riqueza, la policromía, que aquellas vidas todavía nos revelan. Daniel Vidal (1965) es Asistente en régimen de Dedicación total en Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (Uruguay), Doctor en Letras con la tesis La poesía en la configuración de las comunidades lectoras anarquistas. El caso Uruguay (1900-1920). Estudia la cultura anarquista en el Uruguay. Es autor de Florencio Sánchez y el Anarquismo (2010), coautor de Las lecturas de los trabajadores metalúrgicos (2017) 27. Las citas corresponden a tres cartas sin remitente ni destinatario, encabezadas “Mardi”, “Vendredi”, “Lundi”. Colección Ángel Falco, Biblioteca Nacional de Montevideo. Relevadas por Déborah Rostand y Daniel Vidal durante el proyecto de investigación I + D de la Comisión de Investigación Científica de la Universidad de la República (Uruguay, 2011-2013). Están escritas en francés. Traducción de Lucía Campanella para esta ocasión, a quien agradezco especialmente. Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061 y de Orígenes del movimiento obrero y la 1ª Huelga general en Uruguay (2012), compilador de Florencio Sánchez: prosa urgente (2011). Junto a Gerardo Garay escribió el prólogo a Cartas íntimas, de Rafael Barrett (2018). Ha publicado los artículos “Wet gunpowder: anarchism and futurism meet in Montevideo” (en Günter Berghaus (ed.), International Yearbook of Futurism Studies. Futurism in Latin America (Bristol, 2017), entre otros artículos sobre cultura y literatura anarquista. Integra la Red de estudios sobre anarquismo (Buenos Aires, CeDInCI). Fuentes Publicaciones periódicas El Día. 1.ª y 2.ª ép. 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