Subido por Juan Torices

AMIGXS ANARQUISTAS. De Daniel Vidal

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Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061
Amigxs anarquistxs
Daniel Vidal
FHUCE-Universidad de la República
(Uruguay)
Resumen: La amistad cimienta las relaciones entre anarquistas,
explica la potencia de los grupos de afinidad, realza la horizontalidad, el acuerdo mutuo y voluntario. Estas cualidades explican la
fortaleza de los vínculos entre anarquistas y de estos hacia personas
ajenas a ese pensamiento. En el Novecientos uruguayo presentamos
los casos de Rafael Barrett con Carlos Vaz Ferreira, Emilio Frugoni
y José Enrique Rodó, o de Ángel Falco con Delmira Agustini, Julio
Herrera y Reissig y Florencio Sánchez, y con André Giot de Badet,
en una amistad que se tornó amor, tal como revelan las cartas íntimas
enviadas por este último al bardo rojo.
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Palabras clave: Amistad, Anarquismo, Novecientos, Barrett, Vaz
Ferreira, Falco, Giot de Badet.
Abstract: Friendship builds relationships among anarchists, explains the power of affinity groups, enhances horizontality, mutual
and voluntary agreement. These qualities explain the strength of the
links between anarchists and toward people outside that group. In
the Uruguayan Nine hundred we present the cases of Rafael Barrett
and Carlos Vaz Ferreira, Emilio Frugoni and José Enrique Rodó,
Ángel Falco with Delmira Agustini, Julio Herrera and Reissig, Florencio Sánchez, and André Giot de Badet, in a friendship turned
love, as revealed by the intimate letters sent by the latter to the red
bard.
Keywords: Friendship, Anarchism, 900’s, Barrett, Vaz Ferreira,
Falco, Giot de Badet.
Afinidades
electivas que
desafiaron las
convenciones
burguesas.
André y Ángel
embarcados
en Postal que
enviaron a su
amiga Delmira
Agustini,
1913. (Archivo
Biblioteca
Nacional.
Colección
Delmira Agustini,
Iconografía).
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Siempre me impactó encontrar en los ámbitos anarquistas la
expresión rotunda de la amistad. Una expresión llana, abierta, sin
ambages. Digo esto y me asaltan imágenes: caras sonrientes, abrazos
como montañas, palabras de bienvenida. Luego, hace pocos años, leí
en el Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze
de Daniel Colson, algunas pautas que explican esta viviencia de
cercanía. El anarquismo es, ante todo, una sociabilidad de afinidad.
La afinidad en el anarquismo no es de orden ideológico, es una
sincronía de temperamentos, de diferentes formas de sensibilidad.
Y la asociación señala, desde la afinidad, los múltiples caracteres que
nos convocan. Así, “cada asociación selecciona en nosotros y en los
demás cualidades y predisposiciones particulares, a veces insospechadas y, a menudo, sorprendentes”, dice Colson (22). Vivir esta
afinidad ayuda a comprender la porfiada tendencia del anarquista
a unirse y a dividirse, a agruparse y a diseminarse, movimiento
constante que elude la centralización y asegura, desde el vínculo,
una insólita sobrevivencia. Alguien dijo: “Mientras exista autoridad,
existirá anarquía”; es posible vaticinar: mientras haya amistad, habrá
anarquismo.1
La ideología pesa y atraviesa esta afinidad, claro, pero no la explica ni la convoca. Por eso las taxonomías, las etiquetas y las entificaciones son encuadres pensados más para tranquilizar las apetencias
categoriales del académico que para aprehender un suceso que, al
encasillarlo, siempre le será ajeno.
Afinidad era y es la clave del vínculo anarquista. Tal como resume
Christian Ferrer:
Lo característico del grupo de afinidad anarquista no reside solamente
en la horizontalidad recíproca y la común pertenencia ideológica de
sus integrantes, sino en la confianza mutua como cemento de contacto
de sus miembros y en la plasticidad empática. Opera como contrapeso
y alternativa a la familia burguesa y al orden laboral y también es un
espacio de aprendizaje, de saberes y de oficios (25-6).
La amistad entre anarquistas asoma como una sinonimia. Si anarquismo es, de manera simple, ajenidad de todo gobierno –externo
1. Está claro que anarquía y anarquismo no son sinónimos, pero convoco los elementos
coincidentes y utilizo uno y otro término con responsable laxitud. Sobre anarquía y anarquismo, cf. Colson, 30-3.
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a mí–,2 entonces la amistad es la habitación donde el anarquista
duerme y despierta sin recelos.
El anarquista y la amistad no conciben la relación jerárquica sino
la igualdad, uno y otra postulan el vínculo horizontal. Su vitalidad
es el compartir, celebrar esta proyección hacia el prójimo con palabras simples, con convivencias cotidianas, con actos y proyectos
imposibles desde la soledad. Dirá José Bertotto sobre Rafael Barrett:
“Yo le he visto de cerca: he compartido su pan” (6). Había dicho
Cicerón: “Tienen que comer juntas muchos celemines de sal dos
personas para que lleguen a ser amigos verdaderos” (124). Durante
dos décadas, desde más o menos fines de los noventa hasta hace un
año, “la noche de las lentejas calientes” fue el calor alrededor del
cual se reunieron en el Ateneo Heber Nieto decenas de anarquistas
y personas afines al debate y a las iniciativas antiautoritarias. Fui
testigo de no más de tres “lentejadas” en el Ateneo HN pero me
alcanzó para apreciar el verdadero caldo de cultivo de la fraternidad
anarquista: la conversación. Yo me había percatado de este giro coloquial cuando leí en Tribuna Libertaria (1900-1901) los títulos de las
poco conocidas “charlas familiares” ofrecidas por el entonces joven
Florencio Sánchez en el Centro Internacional de Estudios Sociales.
Es cierto que hubo cientos de conferencias, debates, oratorias, pero
estas disertaciones de mayor aspiración intelectual convivieron con
aquellas charlas o “conversaciones” y fueron un puente, creo, al corazón de las relaciones de amistad.
El amigo es aquel con quien se puede hablar. “¿Qué cosa más
dulce que tener con quien hablar de todo como con uno mismo?
(Cicerón 100). En los años 40, en Cruz del Eje, en Argentina, una
señora menuda y habladora, poeta y anarquista, llamada Iris Pavón,
mantuvo durante meses un ateneo improvisado en la vereda de su
casa. Todas las tardes sacaba las sillas a la vereda y ella y los vecinos
conversaban sobre temas de la vida y del barrio y, a veces, organizaban actividades alrededor de un interés en común.3
2. Así define Rafael Barrett el anarquismo: “Me basta el sentido etimológico: ausencia de
gobierno. Hay que destruir el espíritu de autoridad y el prestigio de las leyes. Eso es todo”
(Mirando 221).
3. Testimonio de Graciela Rojas, nieta de Iris Pavón, durante la presentación del libro Pasión de justicia, de Iris T. Pavón, Montevideo, Centro Social Cordón Norte, 12 de octubre
de 2019.
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Para el anarquista la amistad es un espacio privado y público. Transita intimidades, entabla la complicidad en ambientes vedados por los
circuitos de la convivencia cultural represora. Lxs amigxs anarquistas
son cómplices en el delito. La complicidad desprejuiciada los ubica
compinches en el margen, fuera de la ley, de la regla ordenadora y de la
condena. Para el anarquista la amistad es desordenar las normas coercitivas, parir un nuevo orden, fresco, convivial. Es un espacio rebelde,
un viaje hacia territorios vírgenes pertrechados con las mejores armas:
la certeza de que alguien, igual y distinto a mí, conjuga el nosotros imprescindible para vivir. Este descalce coincide con la apertura afectiva
y corporal “inusitada” que en la visión de Annabel Lee Teles involucra
“nuevas dimensiones relacionales de amorosidad libertaria” (28).
Si ningún otro colectivo de pensamientos revolucionarios como
el anarquismo puso en primer plano la dimensión ética del ser humano desde la modernidad, entonces es fácil comprender por qué la
amistad se amolda sin ranuras a su fisonomía.
La amistad entre anarquistas confirma la reflexiones filosóficas
sobre este vínculo ejemplar: armonía perfecta de voluntades, aspiraciones y pareceres (Cicerón); relación que solo puede existir
entre hombres (y mujeres, gays, otres) de bien, es decir, íntegros,
ecuánimes, generosos, quienes no albergan en su alma ni codicia, ni
liviandad, ni imprudencia (Cicerón); relación sentimental que exilia
el interés, la utilidad, la conveniencia y el beneficio personal, nace
de la virtud y se fundamenta en la igualdad; es lo más necesario
para la vida (Aristóteles); “de todos los medios de los que se arma
la sabiduría para alcanzar la dicha en la vida el más importante con
mucho es el tesoro de la amistad” (Epicuro 96).
Amistad amoldada al vínculo y a la individuación,4 al intercambio de subjetividades. Ocurre en la amistad aquello que Luce Fabbri
y Rafael Barrett predican para el anarquismo: surge del acuerdo
mutuo, voluntario, cambiante, histórico, contextual y vivencial de
cada uno, de modo que no hay un anarquismo sino anarquismos.5
4. El anarquismo “se niega a sustancializar los seres” porque considera que los individuos
“siempre son más de lo que son al ser resultantes de un incesante proceso de individuación”
(Colson 132-3).
5. Dice Fabbri: “Un anarquista no tiene necesidad alguna de etiquetas y sin inconvenientes puede definir el anarquismo comenzando: yo pienso así...” (El camino 31). Barrett
sintoniza con esta idea en el ya citado “Mi anarquismo” (Mirando vivir 221-9).
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Rafael Barrett.
Es, también, un campo de batallas y de reajustes que expulsa
idealidades y consagraciones. De allí las disputas, las rivalidades, la
enemistad y la fractura. La historiografía sobre el anarquismo argentino de las primeras décadas del siglo XX siempre recuerda el enfrentamiento entre Severino di Giovanni y Emilio López Arango, el salto
desde el insulto a la agresión física y el casi seguro protagonismo
del primero en la muerte de su excompañero de filas.6 Hay muchos
ejemplos más. Pero estos episodios no laceran la amistad anarquista
como una potencia fundante. Para el anarquista la amistad es su vida
misma.
Amistad como vínculo y amistad como necesidad. Porque si la
amistad es un pasaje de la perspectiva egocéntrica (narcisista) “hacia
la apertura del punto de vista de otros” (Lutereau 33), el anarquismo puede asumirse como un aprendizaje en la elaboración del yo
desde el yo-soy-todo hacia el yo-soy con todos. Desde la ficcional
6. Di Giovanni y López Arango se habían insultado y habían intercambiado acusaciones
en la prensa anarquista. El 25 de octubre de 1929 un individuo se presentó en el domicilio
de López Arango y le descerrajó tres disparos en el pecho. Murió en el acto. Desde entonces
recayeron acusaciones contra Di Giovanni pero nunca pudo confirmarse el autor del crimen.
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autosuficiencia hacia la realidad de la carencia. Tras aceptar la falta,
la búsqueda se trastoca en encuentro con lo otro diferente. Por ello
el anarquista necesita del pliegue de la amistad: búsqueda de la semejanza, encuentro con la diferencia.7
El vaivén señala el doble rango ontológico y político de la amistad. Esta es la dimensión que interesa a Giorgio Agamben. La amistad, como “la instancia de este con-sentimiento de la existencia del
amigo en el sentimiento de la existencia propia”, sensación siempre
“re-partida y com-partida” que la amistad se encarga de nombrar
(Agamben s/n). Esa es la intensidad que garantiza la política de la
amistad. Allí reside el “con” que “reparte, disemina y vuelve compartible la misma sensación, la misma dulzura de existir” (s/n).
Compartir involucra acciones y pensamientos, de allí la fuerza que
expele.8 Amistad excede el apoyo, la solidaridad, la adhesión. Es
hacer con el(la) otro(a), en una simbiosis que no fusiona, redimensiona. Es el desbroce de la unidad y un incremento que trampea
la agenda aritmética. Tal como enseña Alonso Alegría en El cruce
sobre el Niágara,9 la aventura tiene sentido si se desea y si se hace
en comunión, “juntos, como una sola persona” (57). Y esta sola
persona no equivale a la suma de dos sino a una tercera entidad
que desborda las dos primeras y solo se explica desde la interacción
de cada uno: “Ni usted ni yo cruzamos, ni los dos juntos tampoco,
sino otro. Mitad y mitad de cada uno. Un tercer equilibrista, ese va
a cruzar el Niágara” (60).
Luego, está la diferencia, lo más heterogéneo en el otro, inaceptable para mí, planteada por Friedrich Nietzsche y retomada por
Jacques Derrida al sustituir la fraternidad por el diferente absoluto
como fundamento democrático por la resistencia a la homogeneidad.
7. Dobleces que Aristóteles (183) no reconocía como coincidentes. En realidad, se detuvo en presentar como opciones filosóficas divergentes aquellas que refieren a la amistad
como la búsqueda de la semejanza, y quienes, por el contrario, postulaban la amistad como
la comunión de contrarios (Eurípides, Heráclito, Empédocles). En el libro IX, al volver
sobre el tema, analizará la amistad “entre hombres diferentes” (206).
8. Esta dimensión política de la amistad se enlaza con la ética-política que Annabel Lee
Teles retrotrae al oikos griego, el hogar concebido como el espacio de conexión entre seres,
“entre los más cercanos y los más lejanos” (59).
9. Premio Casa de las Américas 1969. En Montevideo la obra fue representada, al menos,
en 1989 por el grupo Aquelarre, dirigida por Álvaro Pozzolo, con la actuación de Sergio
Pereira y Juan Antonio Saraví, apoyo técnico de la Escuela Municipal de Arte Dramático,
en la sala del Teatro Anglo Uruguayo.
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Nietzsche recupera y reclama el manejo de esta negatividad para
erigir, desde allí, un beneficio. Primero, la distancia: “cuán diferente
orientación o importancia que en el de tus amigos tienen en tu
cerebro opiniones a veces semejantes”. Enseguida, a sabiendas que
esa distancia produce enemistad, presenta la fórmula que soluciona
el conflicto: el silencio, porque “tienen que haber aprendido a callar
para conservar la fidelidad, pues casi todas las relaciones humanas
están basadas en que no se dirán jamás ciertas cosas” (Nietzsche 2134). La amistad nace en la posibilidad de hablar, pero esta locución
tiene éxito solo cuando está administrada con habilidad y sutileza,
cuando el interlocutor sabe intercalar la palabra y el silencio en los
momentos justos. Tampoco existen fórmulas para lograr ese equilibrio, solo ejemplos, el más convocado, el de Tomás de Aquino y
Alipio. Tomás de Aquino recuerda en sus confesiones el instante de
su cuestionamiento interior, de la “contienda de mi corazón” que
era “de mí mismo contra mí mismo”. Durante ese devaneo Alipio
permaneció junto a él en silencio, inmóvil, en silentium bonum,
solidario. “Alipio supo cuándo y cómo callar, también, supo cuándo
y cómo hablar ante su semejante, su amigo y su camarada de ruta en
la búsqueda del sentido de la vida”, sentencia Silvia Magnavacca al
analizar este episodio que se resuelve con la lectura que hace Agustín
de la Carta de Pablo a los Corintios (13, 13). Solo cuando Alipio
advierte que ha pasado la “la instancia más dramática en la sorda
lucha que Agustín sostenía consigo mismo para resistirse a Dios”,
abandona el silencio solidario y reasume la “palabra justa”. “Una
vez más, sentencia Magnavacca, el cuidado del otro redunda en el
cuidado de sí mismo” (28-30).
Pero en otros casos no alcanza con distribuir la palabra y el silencio para sortear la diferencia o el desencuentro. Aun así, el otro
diferente se establece como una entidad productiva. Lutereau recuerda que a veces el enemigo genera tensión y “desde la completa
diferencia anuncia la comunidad anacorética de aquellos que aman
alejarse” de modo que la nueva amistad “se funda en la distancia (del
yo), sin reciprocidad (especular) y que prescinde del reconocimiento
(narcisista)”, esto es, al decir de Georges Bataille, “la comunidad de
los que no tienen comunidad” (Lutereau 39).
Afirmación de un yo-otro, búsqueda especular, encuentro y
distancia con el otro-diferente, administración de la palabra y del
silencio, vínculo exponencial, horizontalidad. Estas pautas ayudan
a releer la amistad entre anarquistas y la proyección de los y las
21
anarquistas en sus relaciones hacia personas ajenas a sus formas de
interpretar la sociedad y de soñar el futuro.
La amistad en el Novecientos montevideano
22
El contexto del Novecientos en Montevideo, extendido hacia las dos
primeras décadas del siglo XX, es, en este caso, una elección ilustrativa
del fenómeno de la amistad desde y hacia el anarquismo. Ilustrativa
pero no ejemplar. Resulta imposible indicar una amistad como un
ejemplo a seguir. Recuérdese la observación de Agamben: el término
“amigo” es no predicativo, es decir, comparte con los insultos la clase
de términos “a partir de los cuales no es posible una clase de objetos en
la cual inscribir los entes a los que se atribuye el predicado en cuestión”
(s/n). Anudada a la experiencia, la amistad se desprende de preceptivas
que señalen encuadres genéricos y consabidos sin diseñar hojas de
ruta. Acaso la amistad, en su sentido profundo, se emparenta con las
nociones de uso corriente que “extraen su significación precisa de los
contextos en que se utilizan y pierden toda validez si se las separa de
ellos” (Rancière 10). Contexto es, para el caso de la amistad, el binomio de dos personas, universo finito y cerrado pero inconmensurable,
del que tenemos, los de afuera, noticias dispersas, movimientos que
apenas insinúan, nunca develan, su íntima energía.
En cuanto a la distancia temporal, no creo que diluya ni modifique
las significaciones últimas o primeras de la amistad. En el Novecientos
como en el siglo V antes de Cristo como hoy, la amistad expone
elementos abordables por filósofos y psicólogos de cada época.
Vuelvo la mirada hacia el Novecientos y aparece el anarquismo
instalado y rodeado por la amistad. De una platea abarrotada elijo
algunos protagonistas descollantes.
Carlos Vaz Ferreira conoció al anarquista español Rafael Barrett
cuando, ya enfermo, recaló durante cien días en Montevideo en su
viaje desde Paraguay hacia Europa. El filósofo uruguayo fue amigo
de él y de su esposa, Francisca López Maiz. Una amistad que alcanzó
la admiración. En 1919 Vaz Ferreira publicó su “idea de un curso
de lecturas” para la enseñanza secundaria. Entre ellas, destacó las
“lecturas más breves” algunas, como las de Barrett, deberían aparecer
“mucho en este libro”. ¿Por qué? Porque:
Rafael Barrett ha sido una de las apariciones literarias más simpáticas y más
nobles. Hombre bueno, honrado y heroico: huésped de un país extranjero,
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adoptó su “dolor”; y su J’accuse,10 si cabe más valiente que el otro, tuvo
de todos modos el mérito supremo de que ni siquiera podía ofrecerle,
sobre todo en aquel momento, esperanzas ni expectativas de gloria. Y fue
hombre de pensamiento, de sentimiento y de acción. Es el ejemplo por
el cual acostumbro sustituir ahora al de Anatole France, cuando quiero
mostrar cómo es posible no ser un espíritu dogmático, tener más bien
tendencia a la duda, y a un casi escepticismo a base de sinceridad, y ser, sin
embargo, un hombre de acción, y de acción noble y valerosa, quizás más
eficaz y más noble que la de los dogmáticos (123-4).11
Vaz Ferreira vio en los escritos de Barrett “una densidad intelectual tan fuerte y al mismo tiempo un calor tan poderoso de
humanidad” además de “ligadas aleaciones de inteligencia y de
sentimiento”. Sin duda, agregó, “forzó su negación anárquica, pero
siempre a base de amor a la libertad y de compasión por la miseria
y el dolor” (124). En un intento por “probar” su juicio, reprodujo,
íntegro, dos artículos de Barrett que integrarían el proyectado libro:
“En el Louvre” y “Niñerías” (124-7). En este último Barrett describe
el crecimiento corporal y espiritual de su hijo, Alex Rafael, entonces
de tres años. Barrett ve en ese ser inocente y delicado un desafío a las
reglas matemáticas, un reto al destino fatal de la vida, a los filósofos
y a los poetas:
Poetas ufanos de vuestra fantasía, ¿podéis jugar tres horas con piedrecitas y
cáscaras de nuez? [...] Si os llegara siquiera la imaginación a representaros
el alma ajena, el dolor ajeno, hombres cultos ¿os tratarías unos a otros
como máquinas? Para mi hijo no hay máquina hasta hoy en el universo.
Todo respira, todo es instinto y voluntad. Todo convida o amenaza. Todo
es digno de amor o de odio. Así debió ser la aurora del mundo... ¿Qué?
¿Morirá? ¿Decís que mi hijo morirá? (Barrett en Vaz Ferreira 126-7).
10. Refiere al libro de Barrett, El dolor paraguayo, Montevideo: O. M. Bertani, 1911 y
al “yo acuso” lanzado por el escritor desde su folleto Lo que son los yerbales (Montevideo:
O. M. Bertani, 1911) donde denuncia la explotación esclava de gobiernos, políticos, empresarios y multinacionales en Paraguay: “Yo acuso a los expoliadores, atormentadores de
esclavos y homicidas a los administradores de la Industria Paraguaya y de las demás empresas yerbales. Yo maldigo su dinero manchado de sangre” (43), parafraseando el j’accuse
de Émile Zola y otros intelectuales pronunciado en la carta pública de 1898 dirigida al
presidente de Francia Félix Fauré, alegato en defensa de Alfred Dreyfus.
11. Años después, Augusto Roa Bastos va a agregar otra vuelta de tuerca a la dualidad
pensamiento-acción: “Más que un predicador político, un moralista práctico que predicó
con su acción y con su obra, fue un rebelde visionario, un obrero infatigable de ese afán redencionista que marcó su alma a fuego...” (s/n). De los vínculos de Barrett con intelectuales
españoles, basta recordar su amistad con Ramón del Valle Inclán, con quien se carteó, y el
interés de Federico García Lorca por tener noticias suyas (R. G. P, 7).
23
24
Vaz Ferreira pidió a la viuda de Barrett, Francisca López Maiz, que
publicara las cartas de Barrett, cartas íntimas, dirigidas a su esposa, a
una tía, a Alejandro Audibert, a su hijo Alex y que vieron finalmente
la luz en 1967.
Pero a pesar de todos estos juicios e iniciativas no correspondió a
Vaz Ferreira sino al socialista Emilio Frugoni escribir la más delicada
y profunda semblanza de Rafal Berrett. Frugoni lo conoció envuelto
en la novedad de haber fundado el Partido Socialista, de aprestarse
para integrar por primera vez una banca en la Cámara de Diputados. Nada de esto impidió que recibiera al pensador anarquista.
Sus palabras surgen de una espontánea amistad: “Llegó un día a
mi casa, me dijo quién era, le abrí los brazos y desde ese momento
nuestros corazones no se separaron más” (11). Gracias a Frugoni
hoy podemos recrear instantes de los diálogos de otro amigo, Félix
Peyrot, con el escritor deportado por Paraguay. Peyrot trataba a Barrett como “un verdadero hermano”, juntos, “departían sobre temas
filosóficos. Peyrot era teósofo ardiente. No trataban de convencerse,
pero discutían con entusiasmo y no siempre estaban en desacuerdo”
(Frugoni 11). Amigos como hermanos. Ya tuberculoso y todavía en
Montevideo, Barrett recuerda que fueron “los amigos, dos de ellos
sobre todo, Frugoni y Medina” quienes “se ocupan mucho de mí.
Por una coincidencia extraña, ambos firman sus últimas cartas: hermano” (Barrett, Cartas 65).
Es cierto que esta admiración y esta amistad cuentan con una
llave de paso que desbloquea puertas y murallas: la cultura, el común
reconocimiento a la destreza en el manejo de las letras, de las “grandes letras”. También José Enrique Rodó vio en Barrett un escritor
ejemplar. Observó un matiz distintivo en su retórica punzante.
Adelantó el juicio de Vaz Ferreira: observó el “escepticismo eficaz”
de Barrett que “llega a lo hondo y, sin embargo, la lectura de esas
páginas de negación e ironía [se refiere a Moralidades actuales] hace
bien, conforta y ennoblece”. Porque:
hay en el espíritu de su ironía un fondo afirmativo, una lontananza
de idealidad nostálgica, un anhelante sueño de amor, de justicia y de
piedad, que resultan más comunicativos y penetrantes así, en el tono
de una melancolía sencilla e irónica, que si se envolvieran en acentos de
entusiasmo y de fe, o de protesta declamatoria y trágica. (26)
Los canillitas coreaban “La Razón, con el artículo de Rafael Barrett” (Barrett, Cartas 99); Rodó paraba a sus amigos en la calle para
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preguntarles si habían leído la columna de este desconocido” (Rodó
13). Jorge Luis Borges, en 1917, rogó a su amigo Roberto Godel
“con lágrimas en los ojos y de rodillas”, que comprara un libro de
Barrett.
Pero la retórica no alcanza, es necesario encontrar detrás de las
palabras a un ser humano que sostiene con su vida los signos que
profesa. Eso fue Barrett para sus amigos, sus allegados, sus nuevos
conocidos. Por eso en el hotel de Montevideo, antes de zarpar en
barco con destino a Francia, tuvo que habilitar dos piezas “para
recibir a la gente que acudía toda la tarde”, escritores, periodistas
y directores de revistas, fotógrafos, un escultor, “los melenudos del
Polo Bamba”, y “los que más me agradaron: obreros, tipógrafos, jornaleros que me llamaban ‘maestro’ y me estrujaban las manos entre
las suyas callosas” (Barrett, Cartas 99).
Pero no todo fue abrazos y hermandad. En los últimos días de
su vida, el 6 de setiembre de 1910,12 Rafael Barrett escribe a su
esposa confiado en sobrellevar en algo la constante pauperización
económica de una vida sostenida con artículos publicados aquí y
allá. Pocos días antes había visto la luz en Montevideo su volumen
Moralidades actuales, y llegó a “repartir algunos ejemplares” entre
sus amigos. El éxito inmediato de ventas le abría un horizonte
esperanzador: “Mi libro ha tenido un éxito loco. También ganaré
unos pesos con él”. Pero su editor, el también anarquista y ahora
empresario O. M. Bertani, al parecer no respondió a las expectativas
de su escritor estrella.13 “El editor Bertani –sentenciará Francisca
López medio siglo después de aquella edición– desgraciadamente,
no fue generoso, comprensivo, etc., como se ha dado en decir con
no sé qué objeto; más aún: llegó a tanto su inhumanidad y falta de
escrúpulos que no pagó a Rafael por el producto de su trabajo, a
pesar de las grandes sumas que se embolsó aprovechándolo” (López
Maíz en Barrett, Cartas 96-7).14
12. Rafael Barrett murió el 10 de diciembre de 1910 en Arcachón, Francia.
13. Bertani era consciente de la potencialidad comercial del libro que tuvo en sus manos.
Así, mandó imprimir volantes con propaganda de Moralidades actuales en las que anunció
el libro “que el celebrado pensador y brillante estilista Rafael Barrett (R. B.), colaborador de
La Razón, acaba de dar a publicidad” (Volante de O. M. Bertani, editor, 1910).
14. Durante las visitas de despedida, Bertani le pidió a Barrett los originales para “otro
libro”. Al parecer Barrett no solo entregó esos originales sino los de varios más. Recordemos
que en la imprenta del italiano fueron impresos Lo que son los yerbales (1910), el mencionado
25
26
Librería “La Moderna”, en Sarandí esquina Bartolomé Mitre. Orsini Bertani, su propietario,
también editor de grandes figuras del 900 uruguayo como Delmira Agustini, Florencio
Sánchez y Julio Herrera y Reissig. También de Rafael Barrett, su escritor estrella, con
quien según algunos testimonios no fue generoso. (Colección Orsini Bertani, BNU).
Ángel Falco y su millón de amigos
Es difícil discernir las amistades de Ángel Falco. Nacido en 1885,
fue teniente instructor del Ejército nacional, abandonó las filas y el
Partido Colorado para unirse al anarquismo. Fue, al menos entre
1905 y 1911, un entusiasta orador en actos, mítines y veladas anarquistas en Montevideo y en Canelones, publicista, editor de El Pueblo
(1910), dio a conocer sus Cantos rojos (1907), tuvo un protagonismo
insospechado durante la primera huelga general en Uruguay (23 al
25 de mayo de 1911), en paralelo a su actuación en el Ateneo de
Moralidades actuales (1910), El dolor paraguayo (1911), Cuentos breves (del natural) (1911),
Mirando vivir (1912), Al margen (1912), Ideas y críticas (1912). Pero seis años después, y
por decisión de su viuda, Bertani perdió la exclusividad y quizás los derechos en la edición
y comenzaron a aparecer textos ahora a cargo de Claudio García: Diálogos, conversaciones
y otros escritos (1918), Páginas dispersas (obra póstuma) (1923) la reedición de Lo que son los
yerbales paraguayos (1923).
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Montevideo, donde leyó fragmentos de su Leyenda del Patriarca
(canto a Artigas), publicado semanas después. Temperamental, ególatra, dandy, estuvo en el centro de los debates anarquistas sobre el
apoyo a José Batlle y Ordóñez en su postulación para la segunda
presidencia. Su manifiesta adhesión al líder del Partido Colorado
le alejó del activismo ácrata montevideano. Recaló en Buenos Aires, editó una revista, ocupó un cargo en la embajada uruguaya en
Buenos Aires, enseguida, fue nombrado cónsul en Nápoles y finalmente en México, donde permaneció durante casi dos décadas. Allí
colaboró con el ingreso al país de Simón Radowisky, en 1929, recién
liberado del martirio de Ushuaia. De regreso al Uruguay se contactó con anarquistas que luego fundarían la Federación Anarquista
Uruguaya, logró la reedición, en 1962, de sus Cantos rojos, esta vez
con el sello de la Federación Obrera Regional Uruguaya. Miembro
de Número de la Academia Nacional de Letras del Uruguay, murió
anciano, en 1971. Sus amigos recuerdan la firmeza de sus ideales
anarquistas, siempre contradictorios con su trayectoria diplomática
o con su apoyo a la figura de un primer mandatario.
Falco supo granjearse amistades y enemistades. Como era de uso
recurrió a la dedicatoria de sus poemas para dar cuenta del vínculo,
quizás intenso, quizás interesado, circunstancial o duradero, con
decenas de intelectuales anarquistas (Alberto Ghiraldo, Elyseo de
Carvalho, Orsini Bertani, Edmundo Bianchi, Themis Maestrini,
Julio Barcos, Carlos Zum Felde,15 José de Maturana, Pascual Guaglianone,16 Justo Deza, Florencio Sánchez, Máximo Lirio Silva, etc.),
socialistas (Emilio Frugoni, Álvaro Armando Vasseur), librepensadores anticlericales (Lasso de la Vega), colorados (José Enrique Rodó,
Francisco A. Schinca, Domingo Arena), católicos (Juan Zorrilla de
San Martín), catedráticos y políticos (Elías Regules), intelectuales
sin adhesión ideológica activa (María Eugenia Vaz Ferreira). Por esta
vía, el registro se puede tornar agobiante y poco ilustrativo. Varias
dedicatorias huelen más a constataciones epocales que a relaciones
15. Intelectual anarquista, hermano de Alberto Zum Felde, autor del poema “Insurrexit”
recitado en veladas anarquistas. Tardíamente, publicó el libro de poemas Poesías (1939).
16. Anarquista argentino nacido en 1882 y fallecido en 1938, notable orador, periodista y
propagandista, actuó en el anarquismo argentino a fines del siglo XIX junto a Orsini Bertani, Pietro Gori y otros, luego, desde 1900 y hasta 1904 en Montevideo. Meses después
regresó a su país, se dedicó a la docencia y ocupó un cargo universitario y en la inspección
general de enseñanza secundaria. Hacia 1919 mantuvo actividades proselitistas junto a
figuras del Partido Radical.
27
28
Ángel Falco visto por Radaelli.
vigorosas, a retribuciones por favores editoriales, a índices de admiración: las dirigidas a Federico Urales, a José Nackens se ubican,
posiblemente, en esta línea.
Otra proyección connotan las intervenciones públicas de Falco,
las referencias en la correspondencia personal, las afirmaciones de
colegas en crónicas y en noticias periodísticas. Las menciones que
aquí siguen son relativamente azarosas, relativamente dispersas. Se
trata de indicar protagonistas en una constelación finita pero colosal,
sucesivos o simultáneos, cuyo ordenamiento sería, también, un gesto
arbitrario y artificial.
Un primer repaso de las amistades de Falco en el Novecientos
surge de las cartas y de las confesiones que, años después, realizó el
bardo rojo.
En 1932, en carta a su amigo Luis L. León, director de El Nacional
de México, confiesa su persistente admiración por la figura de José
Batlle y Ordóñez, fallecido tres años antes: “…Batlle y Ordóñez, gran
Caudillo civil de nuestra Democracia integral”, por Juan Zorrilla de
Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061
San Martín, “el Patriarca que recientemente ha perdido la patria”,
por José Enrique Rodó, “maestro griego de las juventudes de las
Américas”, por Florencio Sánchez “creador del teatro rioplatense”.17
El mismo año, fue su viejo amigo, el argentino y también poeta
Alejandro Sux, de circunstancial estadía en Montevideo, exdirector
del periódico anarquista En Marcha (1906), donde el bardo rojo
uruguayo publicó su poema “Era preciso”, quien le recordaría con
acentuada nostalgia las amistades de principios de siglo.18 Con Sux
saltó ante los ojos de Falco ese cuarto de hora glorioso del anarquismo
rioplatense. La presentación ratifica la cercanía desde la licencia de
una sutil y cariñosa ironía: “Mi querido Falco, amigo sedentario”.19
Enseguida, remite los saludos de Hohmann, el dibujante que colaboró con la revista Proteo (1916-1917) que dirigió Falco en Buenos
Aires “y un montón de compañeros de la época heroica”. Luego, la
meseta triste del presente estéril, en comparación con aquel Novecientos generoso y prolífico: “Yo vivo completamente aislado; no he
frecuentado a nadie, con excepción de los amigos de antes, de París,
especialmente, y nos reunimos en el Almacén de Piaggio, Esmeralda
y Sarmiento, para recordar, proyectar y beber vasos de vino Barbera
‘amábile’”. Sux da cuenta de la amistad de Falco con Siqueiros, a
quien le encarga pedirle fotos de su obra y un texto biográfico para
escribir “algo aquí sobre él. Se lo merece y hay que hacerlo para que
le estalle una bomba debajo del trono teatral de Diego, falsamente
achanchado”. Al fin, la hilera de mensajes de amigos: “Alfredo Palacios te manda recuerdos; Mario Bravo un abrazo, Franzoni, el de
La Zincográfica y de las Gigantotipías, saludos. [Rodolfo] González
Pacheco,20 es director de una compañía teatral sin dirección. Usa camiseta negra como Herrerita,21 pero no es fascista [...]” y “especiales
saludos para Horta, Cabral, de Llano, el Marqués del ‘Universal’ y su
17. Ángel Falco. Carta a Luis L. León. México, 23 de junio de 1932.
18. Ángel Falco. “Era preciso...” En Marcha, 20 jul. 1906, p. 19.
19. Falco, a esa altura, había vivido en cuatro países: Uruguay, Argentina, Italia y México.
20. Dramaturgo, director teatral, orador y periodista argentino, nació en 1883 y murió en
1949.
21. Refiere al anarquista uruguayo Ernesto Herrera, dramaturgo y ocasional poeta y periodista, nació en1889 y murió en 1917.
29
30
inseparable hondureño Zamora, Damirón, Siqueiros y Blanca Luz,
Calcagno y Bailón Mercado”.22
Fuera de las misivas, un hecho confirma la cercanía de Falco con
Julio Herrera y Reissig. El 14 de abril de 1910 Ángel Falco fue el
encargado de abrir los discursos en el homenaje al poeta modernista
recién fallecido realizado en el Teatro Solís y organizado por una
comisión en la que participaron los también anarquistas Ernesto
Herrera, Orsini Bertani, Juan B. Medina, Edmundo Bianchi y Carlos Zum Felde.23 Este protagonismo aparece, a la distancia, insólito
dado el relegamiento de Falco de parte de la historiografía literaria
local, pero no es asombroso si repasamos las referencias que vinculan
a Herrera y Reissig con los ámbitos y con los intelectuales anarquistas del Novecientos.24
También para noticiar la relación de Falco con otra figura central
del Novecientos, esta vez Florencio Sánchez, basta con recordar que el
dramaturgo uruguayo se paseaba por las calles de Buenos Aires con
un ejemplar de Cantos rojos, de Falco, bajo el brazo, “su libro predilecto”, según Julio Imbert (145). Y la trenza de tres tientos se resuelve
cuando advertimos que el propio Falco recordó que Florencio leyó
ante Julio Herrera y Reissig su manuscrito de M’hijo el dotor en la
Torre de los Panoramas ante la atenta mirada de sus amigos.
Así como abundaron los amigos, se sucedieron los enemigos. En
1924 Falco acusó a su examigo y compañero jefe de redacción de
Proteo, Martín Ceres Irigoyen, de plagio, lo amenaza e insulta.25
22. Alejandro Sux. Carta a Ángel Falco. Buenos Aires, 20 de agosto de 1932.
23. “Cosas de teatro. Solís”. El Liberal, 12 abr. 1910, p. 1 y 14 abr. 1910, p. 2; “Teatros.
Espectáculos de hoy. Solís”. El Día, 14 abr. 1910, p. 5.
24. El acercamiento de Julio Herrera y Reissig a los ámbitos anarquistas está documentado
en varios episodios. En noviembre de 1900 Julio Herrera y Reissig integró la comisión de
notables que invitó a acudir a la conferencia del librepensador Francisco Caracciolo Aratta
sobre “La mujer antigua y la mujer moderna” en el Centro Internacional (“Una conferencia”. El Día, 17 nov. 1900, p. 2). En 1902 el poeta de la Torre de los Panoramas integró la
comisión que convocó al homenaje a Emile Zola organizado por el CIES, el Centro Liberal
y el Ateneo de Montevideo (“Homenaje a Zola. Organización del meeting”. La Razón,
edición de la tarde. 3 oct. 1902, p. 1). En 1909 Herrera y Reissig visitó el café Polo Bamba,
centro de tertulias bohemias de intelectuales anarquistas, liberales, socialistas y librepensadores (“Por los dominios del Polo Bamba. Desfile de personalidades”. El Liberal, 11 nov.
1909, p. 1).
25. Ángel Falco. Carta a Martín Ceres Irigoyen, Nápoles, 4 de enero de 1924.
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Triángulo fraterno. El hermano Negro y el hermano Rubio, llamaba Delmira a
los dos amigos que aquí envían otra postal dedicada a “la querida hermanita”.
(Colección Delmira Agustini, BNU).
En 1920 Manuel Pérez y Curis le recordó públicamente, en su
libro Ritmos sin rima, las desavenencias protagonizadas en 1916
cuando, al parecer, Falco se negó a publicar un poema antipatriótico del editor y poeta que había tenido, entre otros laureles, haber
prologado los Cantos de la mañana de su también amiga Delmira
Agustini y haber dirigido por una década la revista Apolo. Al pie del
poema, “Concepto de patria”, Pérez y Curis resumió el incidente y
sumó epítetos contra su examigo:
32
Era Ángel Falco director de una revista que se editaba en Buenos Aires.
Un día me pidió colaboración: se la envié y la publicó de inmediato.
Otro día repitió el pedido, y yo correspondí enviándole la poesía que
acabáis de leer [“Concepto de patria”]. No la publicó el ex-ácrata, pero
anduvo por ahí diciendo que yo trataba a la patria de prostituta.
Bien: no es este el momento de discutir con ese tránsfuga vulgar,
envanecido y mendaz. Está lejos él: su apostasía le valió un consulado
en Europa. Por lo demás, bien sabe el poetilla-apóstata que quienes
consideran prostituta a la patria son los tipos que desfilan por estos
versos. Y hasta es posible que en alguno de ellos haya tenido la ilusión
(hoy realidad) de ver su retrato.26
Cicerón recuerda que la palabra amistad como el amor provienen
del verbo amar –el amor y la amistad, “palabras ambas que de amar
traen su origen” (140)– y da a entender que es gracias a esta dimensión que exilia “la consideración de la utilidad que de ella pudiéramos
obtener” (104). Es decir, la amistad no persigue una recompensa, la
desecha porque “todo su fruto se cifra y encierra en el amor mismo”
(106). Y si bien reconoce que los hombres unidos por el afecto “pondrán primeramente freno a las pasiones de que otros son esclavos”
(131) también es cierto que el vínculo se realiza desde una dimensión
sentimental en la que participa el amor. Semánticas y argumentos
amalgamados inspiran preguntas ociosas: ¿Cómo separar la amistad
del amor? ¿A qué se refiere cada término en cada contexto?
Amor y amistad vivieron durante meses, al menos entre 1913 y
1914, los entonces jóvenes Delmira Agustini, Ángel Falco y André
Giot de Badet. Amor y amistad que denuncia las relaciones desprejuiciadas entre un orador y poeta anarquista, una poeta sutil, erótica,
incomprendida, un intelectual afrancesado, exquisito en su encumbramiento aristocrático, hijo de una de las familias más adineradas e
influyentes del Uruguay de inicios del siglo XX.
26. Manuel Pérez y Curis. “Concepto de patria” [Nota al pie]. Ritmos sin rima 34.
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Falco y Giot de Badet fueron amantes. Y esta relación ocultada,
reprimida, da cuenta de los límites de la libertad sexual y la confrontación de los prejuicios que, en otros bandos, en otros territorios, libró
el anarquismo local. Pionero en proclamar el amor libre, en la emancipación de la mujer, en el cuestionamiento a la maternidad como
fin último y destino inevitable de la mujer (recuérdese la propuesta
disruptiva de género de Roberto de las Carreras en Amor libre) y, al
mismo tiempo, enfatizador desde otras voces también anarquistas de
la maternidad, de la proyección liberadora solo en un futuro socialista, el anarquismo o, mejor dicho, los anarquismos locales ladearon
un tema que conmocionaba la cultura hegemónica heterosexual: la
homosexualidad. Nada en sus decenas de periódicos, nada en sus decenas de conferencias, nada en sus decenas de testimonios. La amistad
amatoria, la amistad en el amor anarquista fue demasiado revulsiva.
Demasiado exigir, también, hoy, cien años después, de una agenda de
género insospechada en 1900 a un puñado de activistas inmersos y a
veces pertenecientes a una sociedad conservadora, pacata y machista.
El hecho es que los anarquistas fueron revolucionarios y, en algún caso,
amantes. En el Novecientos era una afrenta, basta recordar la acusación
de “flojo”, metáfora de marica, contra Florencio Sánchez. Hoy es un
orgullo, una opción de vida, una forma de sentir el cuerpo y el espíritu
en seres humamos que asumimos plurales.
Giot de Badet estampó en misivas apasionadas su amor hacia
Falco. Tres misivas conservadas en la colección Falco de la Biblioteca
Nacional lo certifican. No explicitan el emisor ni el destinatario,
pero resulta obvio que fueron escritas por André Giot de Badet a
Falco, su amante. Refiere a sus encuentros en el Teatro Solís, con
Falco y con Delmira, a apodos y al poeta revolucionario.
Cartas apasionadas: “Te amo mi amor adorado mi dulce corazón
mi bella locura. Mi cuerpo hacia ti se tensa como un arco viviente
[ilegible] esta flecha ensangrentada, mi corazón!”; “déjame posar mis
labios sobre los tuyos para hacer brotar en ellos la bella luz del amor
como los labios de la aurora sobre los de la noche hacen surgir las
cálidas y radiantes jornadas”.
No se trata aquí de abundar en mensajes de un amante que
confirió al espacio íntimo palabras que solo se expresan en ese vínculo de privacidad. Lo transcripto alcanza para dar a luz sobre una
relación unas veces insinuada, referida, nunca evidenciada y que
hoy ilumina y enriquece otra faceta de un ser humano que abrazó
un ideario fundado en la libertad, enemigo de normas autoritarias
33
y prejuicios. En 1998 Alfredo Fressia incorporó el poema “Flor
neutra” de Ángel Falco, publicado en 1908 en Vida que canta (87),
en una muestra de poesía homoerótica latinoamericana (7). En
varias cartas a Delmira, Giot de Badet refiere al “hermoso muchacho negro” –Negro, Negrito, era un apodo referido a Ángel Falco–;
también hay una misiva firmada de manera conjunta por Falco
y Giot de Badet y dirigida a Delmira, escrita durante el viaje en
barco de los primeros a Brasil.
Ángel Falco y André Giot de Badet fueron amantes clandestinos
y conscientes del mundo que los rodeaba y de la conjunción, en
relaciones excepcionales, de la amistad, la hermandad y el amor:
34
Es raro, te llamo a la vez mi hermano y mi bien amado, y estos
dos nombres que para el mundo son dos vivas antítesis los uno
tan justamente en mí que no sabría separarlos porque para ti yo
quiero ser el Amor y la Amistad, la Fuerza y la Debilidad, todos los
impulsos y todos los reposos para que a todos los gritos que salen
de tu ser yo pudiera siempre, a pesar de todo y a pesar de todos,
darle sus correspondientes ecos!27
Lxs anarquistas en el Novecientos expandieron las relaciones fuera
de las normas y de los prejuicios que agobiaban a una sociedad represora. Conjugaron con sus vidas la solidaridad y la amistad, enaltecieron la hermandad y honraron el amor. Fue necesario un siglo
y una multitud de voluntades, dentro y fuera del anarquismo, para
que en 2019 podamos emocionarnos con la riqueza, la policromía,
que aquellas vidas todavía nos revelan.
Daniel Vidal (1965) es Asistente en régimen de Dedicación total
en Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades y Ciencias de
la Educación de la Universidad de la República (Uruguay), Doctor
en Letras con la tesis La poesía en la configuración de las comunidades
lectoras anarquistas. El caso Uruguay (1900-1920). Estudia la cultura
anarquista en el Uruguay. Es autor de Florencio Sánchez y el Anarquismo
(2010), coautor de Las lecturas de los trabajadores metalúrgicos (2017)
27. Las citas corresponden a tres cartas sin remitente ni destinatario, encabezadas “Mardi”,
“Vendredi”, “Lundi”. Colección Ángel Falco, Biblioteca Nacional de Montevideo. Relevadas por Déborah Rostand y Daniel Vidal durante el proyecto de investigación I + D
de la Comisión de Investigación Científica de la Universidad de la República (Uruguay,
2011-2013). Están escritas en francés. Traducción de Lucía Campanella para esta ocasión,
a quien agradezco especialmente.
Revista de la Biblioteca Nacional. Afinidades. 16, 15-37, 2019. ISSN 0797-9061
y de Orígenes del movimiento obrero y la 1ª Huelga general en Uruguay
(2012), compilador de Florencio Sánchez: prosa urgente (2011). Junto
a Gerardo Garay escribió el prólogo a Cartas íntimas, de Rafael Barrett
(2018). Ha publicado los artículos “Wet gunpowder: anarchism and
futurism meet in Montevideo” (en Günter Berghaus (ed.), International Yearbook of Futurism Studies. Futurism in Latin America (Bristol,
2017), entre otros artículos sobre cultura y literatura anarquista.
Integra la Red de estudios sobre anarquismo (Buenos Aires, CeDInCI).
Fuentes
Publicaciones periódicas
El Día. 1.ª y 2.ª ép. Montevideo, años VIII-XXIV, n.os 2.167-9.308, 2 ene. 1897-7
jul. 1914.
El Liberal. Montevideo, años I - III, n.os 143-666, 1.º oct. 1908-31 ag. 1910.
En Marcha. Montevideo, año I, n.os 1-3, 10 jun.-28 ago. 1906; 2.ª ép. año I, n.os
1-2, abr.- mayo. 1907.
Proteo, Buenos Aires, año I, n.o 1, ago. 1916, n.o 24, ene. 1917.
La Razón. Edición de la tarde. Montevideo, año XXIV, n.os 7.019-7.171, 1.º jul.31 dic. 1902.
Tribuna Libertaria. Montevideo, años I-III, n.os 1-39, 29 abr. 1900-6 jul. 1902.
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editor, hacia setiembre de 1910.
Cartas de André Giot de Badet a Delmira Agustini. Colección “Delmira
Agustini”. Departamento de Investigaciones y Archivos Literarios,
Biblioteca Nacional de Montevideo. Disponible en http://bhl.org.uy/index.
php?title=Colecci%C3%B3n_de_cartas_de_Andr%C3%A9_Giot_de_
Badet_a_Delmira_Agustini
Colección “Ángel Falco”. Departamento de Investigaciones y Archivos Literarios,
Biblioteca Nacional de Montevideo.
FALCO, Ángel. “Flor neutra”, en Vida que Canta, Montevideo: O. M. Bertani,
1908, p. 87, Alfredo Fressia (comp.), Amores impares, Montevideo: Aymara,
1998, p. 7.
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1920.
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blogspot.com/2008/04/giorgio-agamben-la-amistad.html
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