Subido por Thiago160404

Abece

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CAPÍTULO I
E L SIGNIFICADO C O N T E X T U A L
1.
O R A C I Ó N Y ENUNCIADO
Hemos distinguido, en la Introducción, dos tipos de significado, el significado de la oración y el significado del hablante,
y hemos dicho que la semántica estudia el p r i m e r tipo de significado, y la pragmática, en cambio, el segundo.
El significado del hablante es el que expresan sus enunciados. El enunciado es una u n i d a d comunicativa que equivale a la
i n t e r v e n c i ó n o c o n t r i b u c i ó n de un hablante en una conversación, y que puede consistir en una oración completa o en un
fragmento de oración. Los enunciados se p u e d e n d e f i n i r así:
unidades lingüísticas (habladas o escritas) que están inherentemente contextualizadas (cf. Schiffrin, Approaches to discourse, pág.
41). A u n q u e no siempre tengan f o r m a de oración, suele decirse, para simplificar, que los enunciados son oraciones puestas
en uso, es decir, puestas en contexto.
Los ejemplos que suelen analizarse en pragmática son casi
siempre representaciones de enunciados, no verdaderos enunciados, ya que carecen de contexto; para interpretarlos debemos
imaginar algún contexto, aunque sea m í n i m o . En los ejemplos
de este l i b r i t o (que proceden, en su mayor parte, de diálogos
reales) p o n d r é entre paréntesis, cuando me parezca necesario,
algunos datos del contexto.
Las oraciones tienen significados convencionales (o gramaticales). Véase la siguiente oración:
(1)
El n i ñ o está enfermo.
Esta oración está compuesta p o r una serie de elementos léxicos
(el, niño, etc.), y estos elementos se h a n c o m b i n a d o según las
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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA
reglas de la gramática. Las reglas de concordancia exigen que
el sujeto y el verbo concuerden en n ú m e r o y persona, las reglas
sobre o r d e n de palabras estipulan que el artículo preceda al
nombre, etc. (1) reproduce una oración bien formada porque
respeta las reglas gramaticales del español. Si no las respetara,
diríamos que la oración es agramatical. La versión siguiente de
(1), por ejemplo, tiene una anomalía sintáctica, y así lo indicamos p o n i e n d o un asterisco:
(1') *Niño el está enfermo.
Tanto los significados de los elementos léxicos como el conj u n t o de reglas para combinarlos son convencionales, es decir, no
naturales, lo que significa que no obedecen a leyes físicas ni a
principios de lógica, sino que son arbitrarios y se han i d o consolidando a lo largo de la práctica del lenguaje en una c o m u n i dad. "Convencional" significa 'acordado', 'preestablecido'. Por
supuesto muchas de esas convenciones están motivadas precisamente por las necesidades comunicativas de los hablantes, y esa
motivación se percibe mejor en los procesos de cambios l i n güísticos. Pero una vez que el cambio se ha impuesto, la nueva
forma o construcción pasa a formar parte de un sistema de regularidades, y estas son convencionales.
Las lenguas humanas son convencionales, no "naturales". En
efecto: aunque la facultad del lenguaje es natural a la especie
humana y parte de su herencia biológica, las lenguas que hablamos son productos culturales y por lo tanto convencionales
en sus estructuras fónicas, sintácticas y semánticas. No hay que
dejarse confundir p o r la expresión "lenguas naturales", que se
aplica a las lenguas humanas para distinguirlas de las lenguas
artificiales. N i n g u n a ley física nos obliga a pronunciar de cierta
manera y no de otra una palabra, o nos obliga a mantener la
concordancia entre sustantivo y adjetivo, o nos obliga a decir la
sartén en lugar de el sartén (cuando lo decimos).
La gramática (en la que incluyo fonología, morfosintaxis y
semántica) es la disciplina lingüística que estudia las estructuras
convencionales de sonidos, combinaciones de morfemas y significados. La pragmática, a su vez, estudia la p o r c i ó n de significado que no es convencional o gramatical, es decir, que no está
codificado por reglas. Esta distinción es válida, pero, como veremos enseguida, no es tan nítida como u n o quisiera.
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL
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Volvamos a la oración (1). Para la semántica, que estudia el
significado lingüístico, este consiste en la relación entre las expresiones y el m u n d o , o, más exactamente, en las condiciones
veritativas de la oración: las que deben cumplirse para que una
expresión describa una situación de manera verdadera. Así,
para explicar el significado de (1), hay que verificar la relación
entre la situación descrita y el m u n d o : el c o n t e n i d o de la
oración, llamado proposición, es verdadero si el n i ñ o está enfermo.
Un hecho curioso y sin duda digno de estudio (por eso lo
estamos estudiando) es que los hablantes no usan la oración (1)
exclusivamente para decir que el n i ñ o está enfermo, que es lo
que la oración significa semánticamente. (1), como parte de un
diálogo, es decir, convertida en enunciado, puede tener otros
significados. Si una madre, por ejemplo, usa esa frase cuando la
invita una amiga suya a salir de compras, su enunciado puede
implicar, entre otras cosas, que no puede salir esa tarde. Las oraciones, una vez puestas en uso, se llenan de significados nuevos,
incluso algunos que contradicen los significados semánticos (como veremos en el ejemplo (7), abajo). La semántica relaciona
unas formas lingüísticas con los objetos del m u n d o que esas formas representan, y no se pregunta para qué le sirve a un hablante e m i t i r esas formas en un contexto comunicativo: esa es
tarea de la pragmática.
2.
LA CODIFICACIÓN DEL CONTEXTO
No siempre son nítidas, como hemos dicho, las diferencias
entre el significado semántico y el pragmático. Obsérvese, por
ejemplo, la siguiente oración:
(2)
Un librito así va a interesarles.
Tenemos aquí una oración b i e n formada, de acuerdo con las
reglas de la gramática española. No es fácil, sin embargo, establecer el significado o representación semántica de (2), porque
algunas de las palabras de la oración no significan nada, o no
significan fuera de contexto. Esas palabras son así y les. ¿Qué
quiere decir así? ¿Qué quiere decir les? Por supuesto, todos los
hablantes de español reconocemos esas formas; las podemos encontrar, incluso, en el diccionario, pero el diccionario no nos va
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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA
a ayudar a entender la oración (2), porque tenemos que saber
algo más: necesitamos datos del contexto.
Las lenguas humanas poseen elementos gramaticales que codifican algunos aspectos del contexto. Entre estos elementos se
encuentran los deícticos. El funcionamiento de los deícticos no
se puede estudiar sin acudir a la n o c i ó n de contexto, p o r q u e
los deícticos hacen conexiones entre lo que se dice y entidades
del contexto. Les, en el ejemplo (2), se refiere a ciertas personas presentes en el contexto. Para asignar referencia a les debemos saber quiénes son esas personas. Lo mismo pasa con el adverbio así: no tiene significado si no se lo asocia a un contexto.
Son deícticos los pronombres personales, que identifican a los
participantes del acto comunicativo; también lo son expresiones
como aquí, allí, ahora, ayer y los tiempos verbales, que relacionan la acción del verbo con un t i e m p o m e d i d o desde el presente del hablante. El futuro va a interesarles solo puede entenderse a p a r t i r del presente del hablante que p r o d u j o el
enunciado: el presente del hablante (y por lo tanto el hablante)
f o r m a n parte del significado temporal de los verbos.
De m o d o que para interpretar semánticamente (2), que contiene deícticos, debemos insertar la oración en un contexto. Lo
mismo pasa con (3) y (4):
(3) Yo peso 60 kilos.
(4) No, este no, prefiero aquel.
Si no sabemos a q u i é n remite yo, en (3), mal podemos comprender la oración y por lo tanto hacer n i n g ú n j u i c i o sobre su
valor de verdad. Igualmente vacíos de significado, fuera de contexto, resultan las formas este, aquel, y el m o r f e m a de p r i m e r a
persona en (4).
Los deícticos están en el límite entre la semántica y la pragmática. ¿Hasta dónde llega la semántica, y dónde empieza la
pragmática? Para muchos lingüistas, la pragmática empieza con
los deícticos y otros elementos similares, que f o r m a n parte de la
gramática de una lengua, pero no son independientes del contexto. A partir del m o m e n t o en que, para asignar significado a
expresiones lingüísticas, debemos r e c u r r i r al contexto, estamos
haciendo pragmática.
El ejemplo (2) de arriba reproduce algo verdaderamente dicho (en este caso, escrito), cuando el director de esta serie y yo
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL
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empezamos a discutir la idea de un cuaderno dedicado a la
pragmática. Así quería decir, en ese diálogo, un l i b r i t o con ciertas características ya comentadas antes p o r nosotros, y el pron o m b r e personal les se refería a los profesores de lengua y a
otras personas interesadas en u n librito de esas características;
toda esa i n f o r m a c i ó n formaba parte de nuestro contexto. Lo
que parece una oración oscura e incomprensible es, como enunciado, perfectamente interpretable.
A l l á lejos y hace tiempo, cuando las líneas telefónicas se
unían, no era raro levantar el tubo del teléfono y escuchar una
conversación entre desconocidos. Q u i e n haya tenido tal experiencia sabe que es m u y difícil entender la conversación ajena.
¿Quién es " m i cuñado", qué pasó el lunes, a quién vio ella, por
qué Juan dijo eso, qué significa "eso", y, en todo caso, quién será Juan? Tampoco sabemos bien de qué se ríen cuando se ríen.
Adivinamos algunas cosas, pero no sabemos "de qué va", realmente, porque nos faltan los contextos. Toda la semántica del
m u n d o no nos sirve para curiosear la vida verbal ajena.
En otros intercambios lingüísticos el contexto se hace explícito para evitar malentendidos. En la "conversación" con el caj e r o automático, por ejemplo, nos queda poco que inferir, casi
todo lo pertinente a la transacción está previsto de antemano y
enunciado. Pero esas conversaciones son las menos interesantes,
son las menos humanas, precisamente.
El problema entre semántica y pragmática es un p r o b l e m a
de límites, que podría plantearse así: ¿dónde empiezan los
significados contextúales? Las expresiones referenciales como
el niño, por ejemplo, en nuestra oración (1), ¿no r e m i t e n también a un contexto que hay que conocer para asignar a la orac i ó n valor de verdad? ¿Dónde t e r m i n a la semántica? ¿Hasta dónde llega el contexto?
3.
Q U É HACER CON EL EXCESO
Dije arriba que muchos lingüistas creen que la pragmática
comienza en los deícticos y otras expresiones similares cuyo significado depende del contexto. Debo agregar ahora que muchos
de esos lingüistas creen que la pragmática empieza y termina en
esas expresiones. Su argumento es más o menos así: si se quiere considerar a la pragmática una de las subdisciplinas de la l i n güística, debe asignársele un objeto lingüístico. Digamos que ese
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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA
objeto es la p o r c i ó n sobrante de significado, lo que no puede
ser analizado p o r el criterio del valor de verdad. Esa sobra, ese
exceso, está parcialmente incorporado a la gramática en los d i ferentes subsistemas deícticos (pronombres, adverbios, tiempos
verbales) y en fenómenos convencionales, o parcialmente convencionales, como ciertas implicaciones (que veremos en el cap í t u l o I I I ) . Lo que no está en la gramática no es lingüístico, y
por lo tanto no puede ser objeto de una ciencia lingüística.
Esta postura es válida, pero deja fuera de la lingüística m u chos fenómenos que, sin embargo, tienen que ver con el lenguaje, con su estructura y su significado. El siguiente enunciado, p r o d u c i d o durante una comida, tiene un significado
pragmático que no está relacionado directamente con su significado semántico:
(5) Estas sopas de verdura quedan siempre un poco sosas, ¿no?
Q u i e n hace tal observación mientras toma la sopa no pretende,
quizá, i n f o r m a r a sus oyentes de las cualidades generales de ciertas sopas, sino indicar que su sopa está sosa y que le gustaría
ponerle sal. La finalidad del enunciado (5) podría ser pedir sal
(sin ofender al que hizo la sopa, por ejemplo), algo que cumple de manera bastante indirecta, pero efectiva si obtiene como
consecuencia que alguno de los comensales lo tome como una
petición. Ni siquiera (6) significa lo mismo literal que pragmáticamente:
(6) ¿Podrías pasarme la sal?
Semánticamente, la pregunta indaga sobre lo que el interlocutor puede o no puede hacer. Pero, pragmáticamente, (6) f u n ciona como un pedido o una orden de pasar la sal.
En (7) el desnivel es todavía más n o t o r i o . Supóngase, para
seguir con la sopa, que Mafalda, que odia ese alimento (puntualmente presente, p o r lo menos una vez al día, en las mesas
de todos los niños del país de Mafalda), lo prueba y dice, con
claras manifestaciones de náusea:
(7) ¡Qué rica sopa!
El significado de Mafalda no tiene m u c h o que ver con el valor
de verdad de la oración que usa. Si Mafalda dijera la verdad,
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL
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e m i t i r í a algo como "¡Qué asquerosa sopa!". Pero no se trata
aquí de decir la verdad, sino de usar el lenguaje de cierta manera, de m o d o que signifique otra cosa que lo que convencionalmente significan las palabras empleadas.
Ejemplos del tipo de (5), (6) y (7) muestran desniveles entre el significado literal y el significado que podríamos llamar
"real", el que el hablante realmente quiere transmitir. No se trata de un mero exceso de significado, sino de un verdadero desplazamiento. El hablante quiere decir algo que está más allá de
sus palabras. Y esto sucede todos los días, es parte de nuestra
r u t i n a de hablantes. No hay, sin embargo, señales gramaticales
que nos orienten. No hay un m o r f e m a especial, p o r ejemplo,
que indique a la madre de Mafalda que Mafalda está hablando
con ironía, ni tampoco esa señora necesita la ayuda del morfema: le basta con conocer a su hija. (La ironía puede marcarse
con ciertos elementos lingüísticos como la entonación o el vocabulario, pero estas marcas no son indispensables. Ni siquiera
los gestos lo son.)
La pragmática de los últimos años tiende a presentarse como una teoría sobre la p r o d u c c i ó n e interpretación de los significados lingüísticos gramaticalizados y también y sobre todo
los no gramaticalizados. La pragmática se propone estudiar todo el exceso posible, pero, como no es fácil delimitar el exceso,
tenemos en estos momentos (mediados de 1994), tendencias diferentes d e n t r o de la pragmática.
Antes de pasar a una caracterización de esos modelos, lo que
haremos en el capítulo siguiente, debemos ver, aunque sea sumariamente, qué problemas presenta la n o c i ó n de contexto.
4.
EL CONTEXTO, LOS CONTEXTOS
Hemos hablado hasta ahora de contexto, sin d e l i m i t a r esa
n o c i ó n , tan comprensible intuitivamente, y sin embargo tan d i fícil de definir, porque cada teoría lingüística le da un significado diferente, y los significados técnicos se superponen a los del
lenguaje corriente, que también varían. En general, se entiende
p o r contexto, en lingüística, el conjunto de conocimientos y
creencias compartidos p o r los interlocutores de un intercambio
verbal y que son pertinentes para p r o d u c i r e interpretar sus
enunciados.
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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA
Los intentos de teorizar el exceso de significado han llevado
a varias teorías sobre el contexto. Se suelen deslindar tres üpos
de contexto: el lingüístico, el situacional y el sociocultural. El
p r i m e r o está formado por el material lingüístico que precede y
sigue a un enunciado, y se lo llama a veces cotexto. El segundo
tipo, o contexto situacional, es el conjunto de datos accesibles a
los participantes de una conversación, que se encuentran en el
c o n t o r n o físico inmediato. Por ejemplo: para que el enunciado
Cierre la puerta, por favor tenga sentido, es necesario que haya
ciertos requisitos contextúales que son parte de la situación de
habla: que haya una puerta en el lugar donde ocurre el diálogo, y que esté abierta, entre otras cosas. Finalmente, el contexto sociocultural es la configuración de datos que proceden de
condicionamientos sociales y culturales sobre el comportamiento verbal y su adecuación a diferentes circunstancias. Hay regulaciones sociales sobre cómo saludar, p o r ejemplo, o sobre qué
tratamiento o registro lingüístico usar en cada tipo de situación.
No todos los pragmatistas están dispuestos a i n c l u i r en sus
teorías los contextos socioculturales (como se verá revisando los
manuales de pragmática, donde a veces ni se los menciona).
Pero estos contextos contribuyen activamente a la interpretación
de enunciados. Hasta las instituciones mismas funcionan como
contextos: el lenguaje legal, el religioso, el burocrático, han estandarizado formas lingüísticas que p e r m i t e n el funcionamiento
de esas mismas instituciones.
U n o de los aspectos más interesantes del contexto sociocultural está constituido por los marcos de referencia {frames): los
enunciados se interpretan siempre dentro de un marco metacomunicativo que clasifica la situación de habla y el papel de los
participantes. Así, por ejemplo, el marco puede indicar "hablamos en serio" o "hablamos en broma". Los marcos generan expectativas y presuposiciones sin las cuales sería imposible el trabajo de p r o d u c i r e interpretar lenguaje. Otras veces, los frames
nos proveen de una serie de datos necesarios para la comunicación: son, cognoscitivamente, estructuras estereotípicas sobre
situaciones o conceptos, que nos p e r m i t e n asociar unos significados con otros, de m o d o que si decimos, por ejemplo, "biblioteca", se cristalizará automáticamente un contexto constituido
por entidades como "libros", "estantes", "bibliotecarios", etc.
En situaciones de habla ritualizadas, el valor de verdad de
las oraciones que usamos pasa a segundo plano. La institución
del regalo, por ejemplo, exige en algunas sociedades que el que
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL
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regala debe restar valor a lo que ofrece, y el que lo recibe debe
exagerar el valor de lo recibido. En esas sociedades, cualquier
transgresión a esta n o r m a se penaliza, al margen de la verdad
sobre el valor del obsequio. Del mismo m o d o , en nuestra sociedad no se puede decir a la flamante madre, con todo cariño y
verdad, "¡Qué bebé tan feo, por Dios!", salvo en broma (jamás
escuché tal broma, sin embargo). En cada ocasión decimos lo
que queremos decir pero también lo que se espera que digamos, porque nuestra vida lingüística está fuertemente codificada
p o r normas sociales. Y estas codificaciones son parte del contexto, ya que determinan el significado de los enunciados.
A veces puede pasar que las condiciones sociales que rigen
el uso del lenguaje sean más fuertes que las reglas de la gramática, m a l que les pese a los gramáticos. Un buen ejemplo son
expresiones como la catedrático, la médico, la ingeniero, de uso norm a l en España.
Tales expresiones son monstruos sintácticos, ya que violan la
sacrosanta concordancia de género entre el sustantivo y la persona a quien designan, que es una mujer, como muestra el artículo la. Los hablantes que dicen la catedrático jamás dirían la
secretario o la enfermero. En el Diccionario de uso del español de
María M o l i n e r se lee lo siguiente:
catedrático, -a (Admitida por la R. A. la forma femenina, se considera incorrecto el empleo de la masculina con el artículo femenino) .
El hecho de que la Real Academia de la Lengua haya tenido
que admitir la f o r m a femenina indica que tal f o r m a es una relativa novedad en los usos lingüísticos. C o m o sabemos, ciertas
profesiones son tradicionalmente masculinas y los hablantes siguen usando el masculino por inercia. También hay que recordar que las formas femeninas arrastran una connotación peyorativa, como si lo femenino fuera intrínsecamente inferior. De
ahí que algunas poetisas, contribuyendo a mantener los estereotipos misóginos, no quieran ser llamadas poetisas, sino poetas,
ya que aceptan el hecho ratificado p o r la sociedad (y reflejado
en el lenguaje) de que lo femenino es inferior o cursi. El pobre
m o r f e m a -isa significa pues, en ciertos casos, no sólo 'género
femenino', sino, pongamos, 'cursi'. Quizá a ciertas mujeres ser
ingenieras les suene también peyorativo, o, en todo caso, raro,
demasiado marcado, excepto cuando se aplica (pero es desusado) a la cónyuge del que tiene el título en cuestión.
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EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA
Por estas razones, que no son lingüísticas, poca gente ha hecho caso a la Real Academia en lo de la catedrático. Personas cultas dicen, en Castilla, Carmen es médico, o Su mujer es arquitecto,
oraciones que deberían llevar el asterisco que las excluye de la
gramática española. ¿Deben o no llevarlo? Ambas oraciones son
agramaticales, pero así se usan normalmente, es decir, son enunciados que los castellanohablantes consideran correctos y adecuados. Es difícil resolver el problema de cómo una expresión
puede estar fuera de la gramática y a la vez servir para los usos
normales y aceptados del lenguaje. C o m o es fácil imaginar, este
tipo de dilema da lugar a discusiones no siempre cordiales entre los lingüistas. Algunos o p i n a n que el concepto de oración
bien formada no sirve, teóricamente, para mucho. Otros opinan
que si vamos a prestar atención a cómo habla la gente, jamás
podremos describir las estructuras básicas de la lengua, descripción que, dicen, es lo que debe interesar al lingüista. Sin contar
a los puristas, que piensan que todos hablamos mal, y cada vez
peor, además, de Cicerón acá (¿qué es esto de estudiar cómo
usa la gente el lenguaje, si la gente usa mal el lenguaje?).
Como muestran la catedrático y la poeta, la influencia de los
condicionamientos sociales es tan fuerte como para mover los
pilares de la gramática. ¿Debemos dejar estos condicionamientos fuera de la lingüística? O, para volver a lo que decíamos al
p r i n c i p i o de este apartado, ¿hasta dónde llega el contexto, y,
por lo tanto, cuál es el alcance de la pragmática?
Desgraciadamente, no podemos contestar a esta pregunta
dentro de los límites de este l i b r i t o . Pero quiero dejarla planteada desde el p r i n c i p i o , porque así el lector ponderará mejor los
méritos y limitaciones de las soluciones que da la pragmática a
los problemas que vamos a tratar en los capítulos siguientes.
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