El ejercicio de la crianza en la clínica con adolescentes: una propuesta de intervención psicoanalítica Revista Latinoamericana de Psicopatología Fundamental, vol. 20, núm. 3, pág. 451-464 , 2017 Palabras clave: Adolescencia, paternidad, psicología clínica, psicoanálisis. Resumen: A través de la revisión de un caso clínico, se intenta analizar las configuraciones de los ejercicios de crianza en la clínica con adolescentes, desde una perspectiva psicoanalítica, con el fin de promover la integración y analizar estas intervenciones. Este trabajo no solo implicaría transformaciones psíquicas para los adolescentes, sino también para los países, aquellos que están involucrados en su propia historia. Palabras clave: Adolescencia, crianza, psicología clínica, psicoanálisis. Este artículo utiliza la perspectiva psicoanalítica como marco teórico de referencia y análisis respecto al estudio del ejercicio de la crianza y sus posibles aportes a la clínica con adolescentes a través de la presentación de un caso clínico en el marco de un proceso psicoterapéutico de orientación psicoanalítica. A partir de ello, se expondrán algunos antecedentes teóricos en torno al ejercicio de la paternidad durante la adolescencia con el fin de circunscribir la comprensión de estos conceptos. Posteriormente se expondrán viñetas de un caso clínico en el que se trabajó con un adolescente y sus padres, para posteriormente analizar y reflexionar sobre las implicaciones del ejercicio de la crianza en la clínica con adolescentes, así como su aporte a la intervención clínica con adolescentes. . A partir de las décadas de 1980 y 1990, las funciones y roles de los padres comienzan a reagruparse bajo un nuevo concepto: la paternidad (Houzel, 2004). El concepto de paternidad trata de subrayar: "(...) que no basta procrear o ser designado padre para cumplir todas las condiciones, sino que es necesario "convertirse en padre", lo cual se logra a través de un complejo proceso que involucra niveles conscientes e inconscientes de funcionamiento mental” (Houzel, 2004, p. 27), por lo que se entiende como un proceso en el que se impacta la psique de los padres en su proceso de crianza, y también la psique del hijo. La paternidad puede definirse como el ejercicio que “consiste en las representaciones mentales, afectos, deseos y comportamientos de los padres en relación con su hijo (…)” (Maset, 2004, p. 201). ( Wettengel, 2009 ), que se refiere al apoyo afectivo y efectivo de la crianza, la transmisión de la cultura, los deseos, miedos y fantasmas, y el índice libidinal para que esta surja, función que generará un proceso de transformación tanto en niños como en adultos, ya que habrá un antes y después de ser padre. Dentro de la complejidad de estas funciones, Houzel (2004) describe el ejercicio de la paternidad como un eje relevante, que da cuenta de todos los aspectos relacionados con la transmisión simbólica que opera en la familia. Podría decirse que a través del ejercicio de la paternidad, el psiquismo se vincula a lo cultural en una relación recíproca donde ambos se inscriben: “De hecho, la investigación psicoanalítica ha demostrado que la organización del psiquismo individual no puede entenderse sin referencia al grupo. en el que se desarrolla y su estructura íntima hace eco de la estructura social en la que está inmerso el individuo” (Houzel, 2004, p. 127). Esto se relaciona con lo que Gutton (1993) propone como el valor estructurante del Edipo en la adolescencia, que hace referencia a una reactivación del proceso ocurrido en la infancia en el que el niño debe construir una relación sólida con sus padres y posteriormente por la cultura. Durante el período edípico, el niño y la niña desarrollan diferencialmente relaciones de objeto que generan un movimiento desde el amor hacia las figuras parentales para lograr la exogamia y renunciar a estos objetos primarios del amor: “(…) y así se libera de la necesaria presencia del objeto : el objeto, siendo simbolizado, puede ser evocado (o asesinado) en ausencia” ( Marty, 2009 , p. 94). Ahora bien, debido a los cambios corporales del adolescente en su evolución sexual, las representaciones infantiles incestuosas son factibles, por lo que el incesto eventualmente sería posible. Sin embargo, Gutton (1993) diferencia al Edipo puberal como asimétrico, ya que si bien existe una inversión erótica del progenitor incestuoso, también existe una desinvestidura erótica del rival, lo que facilita su asesinato simbólico. Esto es lo que Freud (1905/2013) llama la regeneración puberal del complejo de Edipo: la reactivación o revisitación edípica. Con el fin de analizar las contribuciones de la integración del ejercicio de la crianza en una intervención clínica con adolescentes, se presentará como ejemplo la viñeta de un caso clínico trabajado en el contexto de la atención privada con una periodicidad de una sesión semanal durante 9 semanas. ilustración. meses con interrupciones esporádicas por motivos de salud del paciente (aproximadamente una ausencia por mes). El trabajo incluyó entrevistas e intervenciones con el joven, la madre y el padre —individual y en pareja—, según las urgencias que se iban gestando en el caso. Esto, con la precaución de no establecer un apoyo psicoterapéutico para la madre y el padre, sino un espacio en el que el ejercicio parental pueda ser analizado y abarcado en su particularidad. El caso de ntonio: "He llegado a un punto en el que tengo miedo de mi propio hijo" 1 Antonio tiene 13 años y asiste a un colegio en la ciudad de Santiago de Chile. Vive con su madre de 43 años, su padre de 42 años y su hermano mayor de 20 años, que asiste a la universidad. Ambos padres trabajan a tiempo completo, con tiempo de viaje al trabajo de hasta 1 hora. En la primera entrevista, la madre expresa preocupación por su hijo, porque lleva 3 semanas sin ir a la escuela y porque pasa 15 horas al día usando videojuegos en línea, específicamente el juego “World of Warcraft”. 2La madre agrega que debido a sus extensas jornadas de juego, Antonio ha tenido problemas con su postura y su médico decide instalarle un corsé por un período de un año. Al respecto, Antonio refiere que "a él no le importa", sin embargo, a medida que se acerca la fecha de la colocación del corsé, la madre reporta actitudes más violentas por parte de Antonio: en una ocasión, cuando la madre lo insta a va a la escuela y lo despierta por la mañana, Antonio intenta golpearla. Esto ha impedido que se lleve a cabo el procedimiento. La situación es calificada por el padre de insostenible y relata que en un momento de "desesperación" -como él lo define- decide cortar la luz en toda la casa, para evitar que Antonio siga jugando. Ante esto, Antonio le grita y le lanza un vaso, que el padre debe esquivar. Entonces, Antonio recoge uno de los pedazos rotos y se corta el brazo: “Llegué a un punto en el que le tengo miedo a mi propio hijo: es como si el mundo se volviera del revés”, dice el padre. Ante esto, tras conocer a Antonio en una sesión individual para escuchar su perspectiva de la situación, se realizan tres sesiones simultáneas con el padre, quien desarrolla ideas personales sobre lo que entiende por “autoridad”, significante que ha relacionado con Ser un Padre: “Recuerdo que le tenía miedo a mi padre, y pensaba que tenía que ser así. Con ellos siempre me impuso, pero con Antonio no me está funcionando, creo que soy un mal padre porque no asusto a mi hijo… Y ahora que lo digo, suena muy raro”. Esto tiene relación con lo que mostró Antonio en la entrevista previa a los encuentros con el padre: “Me cansé de tenerle miedo, llevo mucho tiempo así y no estoy contento, pero parece que él es asi y no hay nada que hacer. Voy a tener que salir de casa para que no me moleste más”. Luego de estas sesiones donde se abre la posibilidad de construir nuevos significados sobre lo que es ser padre y “autoridad”, se retoman las entrevistas con Antonio, quien inicialmente se resiste a hablar, diciendo que la situación “no le importa” y solo elaborando más al referirse a su padre, criticándolo.Frente a este diálogo repetitivo y muchas veces monosilábico, se utiliza el recurso del juego para entender la visión del mundo de Antonio, proponiéndole hacer una maqueta del mundo que ha creado virtualmente. responde positivamente, logrando establecer una adecuada compenetración y desplegar su discurso con mayor fluidez ante el problema: “El corsé es una cosa para mí, se van a burlar de él, no voy a poder hacer nada y No podré jugar y tampoco podré decírselo a nadie, porque nadie lo entiende si no lo usa. Ante este discurso que alude al desamparo en esta situación corporal provocada por el uso de videojuegos, se vuelve a realizar una entrevista a ambos padres, quienes manifiestan su preocupación por la poca mejoría de Antonio, ya que aún no ha retomado la asistencia escolar, y sobre todo, la madre refiere su preocupación por la situación y progresivamente comienza a expresar de forma más directa en el contexto del dispositivo clínico sus miedos y frustraciones respecto al problema de Antonio, con un discurso inicialmente confuso respecto a sus sentimientos e ideas respecto a por qué no ha sido capaz de resolver esta situación por su cuenta. El padre la secundó en un principio, para luego retomar su preocupación por el miedo que le da su hijo: “A veces no me atrevo a decirle nada, ni siquiera cómo me siento, porque no sé cómo va a reaccionar. " La angustia de la madre está ligada a su desconfianza hacia el dispositivo terapéutico: “Creo que tú, como psicóloga, me vas a desafiar”, afirmó en muchas ocasiones. Ante esto, la madre es entrevistada individualmente en dos ocasiones, donde se refiere afectadamente a las críticas que ha recibido mientras criaba a sus hijos, especialmente de su propia madre, la abuela de Antonio: "Siempre sentí que lo hacía mal, era tan difícil ser mamá, cómo mi mamá se quejaba tanto, yo sentía que no podía y creo que eso me hace sentir mal por lo que le pasa a Antonio”, se elaboran estos aspectos transferenciales proponiendo la historización de su propio lugar como su hija, a la que acude cuando ejerce la maternidad. Poner en discurso estas angustias facilita el traslado al psicoterapeuta por parte de la madre, que muestra interés y comprensión en el proceso de Antonio, en lugar de la exigencia de soluciones inmediatas. Al mismo tiempo, es mucho más más cerca del padre de Antonio, logrando hablar de la situación y no solo "llorar y discutir. Al retomar las sesiones con Antonio, muestra una mejor integración de sus afectos vinculados a la escuela y poco a poco comienza a reintegrarse a ella: primero asiste un día a la semana, luego dos, y así sucesivamente hasta que asiste cuatro de cinco días a la semana. semana. a la escuela. Este proceso tiene un curso irregular, ya que en ocasiones Antonio le pide a su madre que venga más tarde a la escuela, a lo que la madre se opone y esto genera discusiones entre ellos, que no desembocan nuevamente en violencia física. Si bien se exponen las mejoras paulatinas de Antonio ante sus síntomas, cada pocas semanas la madre vuelve a una posición de angustia y desesperanza con respecto a su hijo, siendo un tema relevante en su discurso la comparación desde un modelo ideal de lo que fue su adolescencia. . con el desarrollo adolescente de Antonio, En base a esto, se retoman las sesiones con ambos padres, en las que la madre relata: “Yo no era así cuando era niña, no sé, yo era tan violenta, nunca pensé que como madre lo haría. tengo que enfrentar la violencia de mi hijo... No estaba en mis parametros, yo no era asi con mis padres, no se que pensarian los abuelos de Antonio si supieran como son las cosas entre nosotros, se refiere el padre de Antonio sabiendo algo de estos problemas familiares, solo que ahora se está posicionando en un papel más activo ante el malestar de la madre de Antonio: “Era como que lo estuviéramos viendo como algo solo de Antonio y también tiene que ver con nosotros”. Respecto a las actitudes violentas, Antonio, que inicialmente afirma que "no sabe" por qué reacciona así, a medida que van pasando las sesiones, a través de entrevistas y aproximaciones gráficas al mundo del videojuego que utiliza, consigue elaborar algunas respuestas. respecto a su malestar: “Es raro estar todo el día solo, mi papá trabaja, mi mamá trabaja, mi hermano va a la universidad, ahora están más cerca pero creo que es por este problema”. Los espacios de soledad posan para Antonio la pérdida de referentes en torno a su vida y en especial a su proceso puberal: "Me siento raro, no me gusta mi cuerpo, ahora con el corsé no sé cómo me veré ni qué haré, y no No sé si debo decirle esto a mi papá, porque no sé si me entenderá, al final exploto y por eso reviento con ella. Le preguntan por qué le preguntaría a su papá, a lo que responde: Durante los últimos 4 meses de tratamiento, la madre -a través de entrevistas mensuales en conjunto con el padre de Antonio- ha ido elaborando algunos aspectos relacionados con la demanda del rol materno, que vincula a la relación con su padre, a quien define como "agresivo". , violento, me asustó". Es posible ver que gran parte de la reacción de la madre a los episodios de Antonio estuvo mediada por su propia experiencia con la agresión y sus aspectos no procesados. El sentimiento de impotencia que describe inicialmente y que vuelve en los episodios que disminuyen con el tiempo pero que permanecen en Antonio, logra entenderse a partir de la propia historia de la madre y la reactivación de conflictos edípicos en su propia historia. , El padre, por su parte, parece identificarse con esta idea de paternalismo: "No quiero que mi hijo me tenga miedo, quiero que confíe, al final no me estaba dando la oportunidad de ser el padre que quiero, sino el que pensé que tenía que ser". ”. Repetir un lugar en su historia como hijo, así como en la de su esposa, parece haber generado un cuestionamiento sobre su posición en la familia, así como su lugar como hijo, refiriéndose emocionalmente en ocasiones: "Entiendo por qué tu Mi padre era así, como violento, pero yo no quiero eso". Cerca del final del tratamiento, los padres anuncian que junto con Antonio eligieron otro tipo de tratamiento para su problema de postura, que consiste en terapia con kinesiólogos y fisioterapeutas, en lugar del corsé. Esto reduce notablemente las reacciones agresivas de Antonio ante los límites impuestos por los horarios y el uso de la computadora, ya que si bien se generan discusiones, especialmente con su madre, no terminan en agresiones físicas o verbales. Por otro lado, la madre comienza a reflexionar sobre sus propios miedos respecto a su ejercicio paterno con Antonio, y cómo estos estaban ligados a su historia como hija, que le devolvía en la relación con su hijo. A medida que comienza a posicionarse como sujeto de su historia y redescubrirse como madre, establece una nueva perspectiva sobre su hijo y sus problemas: "No sé si culparme ayuda en algo, o si lo ayuda a él o a mí. pero sí creo que tengo que estar más presente pero diferente, ya no soy madre de un niño, sino de un joven”. Este nuevo posicionamiento es consistente con el mayor interés que muestra Antonio por relacionarse con sus compañeros, pues regresa a la escuela, ahora a tiempo completo cuatro días a la semana, hasta terminar el año escolar con un promedio que le permite pasar el año. , lo que también facilita la disminución del uso de videojuegos, al tiempo que prioriza su tiempo libre para ver a sus compañeros. ¿Cómo se configura el ejercicio de la crianza en la clínica con adolescentes? Repasando el caso a modo ilustrativo, es posible observar, por un lado, el discurso de impotencia que en ocasiones refieren los padres de adolescentes, respecto al desconocimiento de su hijo, así como temores respecto a cómo operar en su lugar de origen. padres frente a los problemas acontecidos, sobre todo cuando se trata de conductas agresivas como en el caso presentado. Al mismo tiempo, la noción de desamparo se puede escuchar en el discurso y la conducta de Antonio, en relación con la elaboración no solo de la impronta puberal propia de su etapa de desarrollo, sino también con el artefacto del corsé que debió usar por un largo período de tiempo. tiempo debido a la transformación de su posición por el uso de los videojuegos, espacio virtual utilizado para buscar sostener y elaborar sentimientos depresivos en torno al abandono de la infancia y la soledad del proceso (Marty, 2001). Estos procesos de elaboración psíquica, iniciados por lo que Gutton (1993) denominó violencia puberal, se presentarían con la dificultad propia de estos estallidos para un aparato psíquico que no puede sostenerse como en la infancia y que requiere del apoyo adulto, con la complejidad que esto supone. implica. Es necesario que circule una nueva temporalidad psíquica que permita la simbolización de estos cambios puberales que no pueden ser sostenidos por el adolescente individualmente, y es necesaria la integración de los padres en su ejercicio dentro del contexto clínico durante la adolescencia, que es cada vez más compleja en nuestro actual contexto socioeconómico e histórico. Los elementos de culpa que en ocasiones expresaron los padres -y en especial la madre- también se vincularon con el hecho de ser "trabajadores", estableciendo una mayor carga a su ejercicio, a partir de un discurso deficitario. La posición que toman los padres frente a este arcaico resurgimiento y el apoyo que brindan favorecen la incorporación de aspectos culturales y sociales, tarea relevante en la adolescencia, canalizada inicialmente por las figuras parentales que, dentro del ejercicio de la paternidad, transmiten estos elementos simbólicos: “La Convivencia sobre tiempo, entre los acontecimientos que envuelven el complejo de Edipo y la socialización es acorde con la capacidad madurativa del niño que permite la incorporación de conceptos culturales a la estructura psíquica” (Cuestas, 2009, p. 157). A partir de la integración de los padres en el proceso psicoterapéutico de los adolescentes, es posible reflexionar sobre el lugar que se le ha dado al empoderamiento de la profesión de madre y padre, lo que abre una temática que sesga la subjetividad parental, que se relaciona con la problema de la supuesta relación naturalizada con la ley simbólica, como si fuera algo ya dado y sin transformaciones, desde donde se pueden ejercer acciones que orientan, prescriben y proscriben los límites para el niño, niña o adolescente (Wettengell, 2009). Al mismo tiempo, las potenciales dificultades o fracasos que representan los padres en su ejercicio, no corresponden únicamente a una visión en la que el sujeto es el único responsable. Toda transformación social conduciría a un déficit en el funcionamiento parental, por lo que se da cuenta de las dificultades propias y contextuales que pueden surgir en el ejercicio de la paternidad en la adolescencia. De esta manera, el lugar de los padres en la adolescencia es más complejo que la repetición del Edipo infantil (Freud, 1905/2013; Freud, A., 1976; Dolto, 1981), pues da cuenta de repercusiones a nivel psíquico que no sólo tienen un efecto sobre el adolescente, sino que también implican reelaboraciones propias para las figuras parentales. Esto no implica sólo las acciones específicas o concretas que los padres pueden realizar frente a la conducta de su hijo adolescente, sino también las operaciones psíquicas que se configuran durante este período, que no sólo representan una transmisión concreta por parte de los padres, sino que también invocan como sujetos su propio trabajo psíquico, en este caso relacionado con la relación con el padre de la madre. La emergencia de su propio Complejo de Edipo en este proceso como configuración particular y no solo repetición, así como la experiencia psíquica particular que construyen en este proceso relacional con su hijo adolescente, Marty & Missonnier, 2010). discusiones La transmisión parental está relacionada con la inscripción que el sujeto hace en su propia historia y filiación. Por ello, involucra directamente la propia historia de los padres, que debe configurarse antes del inicio de la pubertad y sus elaboraciones. Las transmisiones parentales dan cuenta de la forma en que los propios padres han inscrito lo cultural por su Edipo, y cómo lo transmiten a sus propios hijos. Por eso, dentro del dispositivo clínico, los discursos de los padres sobre las conductas de sus hijos adolescentes van más allá de lo reactivo, sino que involucran configuraciones que se inscriben en sus propias coordenadas históricas. La paternidad no sólo incide sobre el sujeto niño, sino también sobre los sujetos que ejercen la función parental en su propia estructuración subjetiva. Integrar este aspecto en la intervención clínica con adolescentes da mayor riqueza en el análisis de los elementos que configuran el ejercicio parental, con las transmisiones y prácticas en la relación con los adolescentes. El trabajo de crianza en la adolescencia da cuenta de una tarea adulta que no se limita a la niñez, sino que se desarrolla pensando en la constante demanda en torno a la transmisión cultural. En la adolescencia, el ejercicio de la paternidad también puede pensarse desde la noción de apoyo, reflexionando sobre cómo la nueva sexualidad que se le impone al adolescente busca ser re-presentada, gracias a elementos culturales. Y a la vez, cómo esta imposición genera a su vez configuraciones particulares para los propios padres, que al ser elaboradas e interpretadas en el contexto de la intervención con el adolescente, promueven una nueva posición en quien ejerce la paternidad, con la diferenciación entre elementos de su historia y cómo estas se relacionan con su ejercicio parental, La integración del lugar de los padres considerando al Edipo como representación de una determinada relación a nivel simbólico, a través de la cual se busca la promoción de las condiciones de constitución subjetiva, no sólo como lucha edípica, sino también como proceso en el cual cuales recursos psíquicos se activan para poder sostener al adolescente. Por ello, no son tanto los verdaderos padres los que aparecen en escena como relevantes, sino los sujetos que realizan esta función. Es necesario darse cuenta de que el problema de la paternidad representa un conflicto a lo largo de la vida, no sólo como una repetición o reedición, sino también como una nueva configuración a partir de su ejercicio o del lugar que ocupa el sujeto en esta relación triádica o terciaria. La lógica de la terceridad apela a la entrada en el psiquismo de otro, diferente, de la alteridad, que parece alterar lo “natural”, y es a partir de la noción de alteridad que el adolescente puede seguir relacionándose con la cultura, con la alteridad subjetiva. . Por eso, la alteridad no sólo irrumpe como un otro concreto, sino también como lo diferente, lo que hace conflicto en el propio discurso y en el aparato psíquico. Entonces, es a través de elementos presentes en el psiquismo de la madre y el padre, en relación con sus propias figuras del pasado, como sus propios padres, que irrumpen en este ejercicio, y que se dan cuenta de que la cadena histórica de la paternidad está más allá del relación concreta padre-madre-hijo. La tercera lógica podría a su vez ser pensada como la propia historia de los padres en sus ejercicios, De esta forma, la alteridad no implica sólo la pregunta por otro concreto o particular, sino también por la propia alteridad que está en el psiquismo, por la cual irrumpe y crea conflicto, pues problematiza la supuesta estructuración finalizada. De esta forma, las operaciones parentales en la adolescencia, transmiten a su vez este conflicto, el del encuentro con el otro y el otro del psiquismo parental, que ambos autores conceptualizan como la presencia del propio Edipo de los padres en la configuración del Edipo Adolescente. . La adolescencia emerge así como una construcción necesaria para poder pensar este proceso no como lineal, sino también desde el conflicto, noción que siempre ha estado presente en la teoría psicoanalítica. Como propuesta, podría referirse a que la adolescencia parece ser considerada como un síntoma, en tanto pone en juego un conflicto psíquico e intersubjetivo: psíquico para el propio adolescente, psíquico para los propios padres, en tanto manifestación pulsional de la adolescencia favorece el resurgimiento de los impulsos de los propios padres, no sólo desde su propia adolescencia, sino desde su propio impulso como padres y adultos. Y, como conflicto intersubjetivo, retomando la idea freudiana del conflicto entre generaciones, Por eso, no se trata sólo de la metamorfosis de los adolescentes, sus padres y la paternidad, sino también de la necesidad de proponer una metamorfosis en la práctica clínica con los adolescentes y sus padres, que no signifique replicar el método de trabajo con adultos o padres. hijos, ni la separación de ambos actores en el proceso, sino en la construcción de lineamientos propios que estén acordes con el contexto actual en el que se da la paternidad durante la adolescencia, integrando elementos históricos vinculados a los padres y a su propia experiencia de paternidad como hijos , así como su propia adolescencia, puesta en la historia frente al desarrollo Referencias Cuestas, F. (2009). Integración, exclusión social y adolescencia. En A. Bilbao, & I. Morlans, Subjetivación, Adolescencia, Institución: Psicopatología Clínica y Social (pp. 6186). Santiago, Chile: LOM Impresiones. Dolto, F. 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