Señor abre mis labios Y mi boca proclamará tu alabanza Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso. Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso. Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras. Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso. Durante cuarenta años aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso». Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Escuchemos la voz del Señor y entremos en su descanso. Señor, yo sé que, en la mañana pura de este mundo, tu diestra generosa hizo la luz antes que toda cosa, porque todo tuviera su figura. Yo sé que te refleja la segura línea inmortal del lirio y de la rosa mejor que la embriagada y temerosa música de los vientos de la altura. Por eso te celebro yo en el frío pensar exacto a la verdad sujeto, y en la ribera sin temblor del río; por eso yo te adoro, mudo y quieto, y por eso, Señor, el dolor mío para llegar hasta ti se hizo soneto. Amén. Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad. Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes sobre arpegios de cítaras. Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta. Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos. Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos no temerán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota. El justo crecerá como una palmera y se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Por la mañana proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad. Aleja, Señor Jesús, de nosotros nuestro oprobio y haz que tus acciones sean siempre nuestra alegría y nuestro júbilo, las obras de tus manos; que quienes hemos sido plantados por mano apostólica en tu casa sigamos dando fruto por la fe, la esperanza y el amor en los atrios del Padre, nuestro Dios. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. Dad gloria a nuestro Dios. Escuchad, cielos, y hablaré; oye, tierra, los dichos de mi boca; descienda como lluvia mi doctrina, destile como rocío mi palabra; como llovizna sobre la hierba, como sereno sobre el césped; voy a proclamar el nombre del Señor: dad gloria a nuestro Dios. Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos, es un Dios fiel, sin maldad; es justo y recto. Hijos degenerados, se portaron mal con él, generación malvada y pervertida. ¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿no es él tu padre y tu creador, el que te hizo y te constituyó? Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán: Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad, y distribuía a los hijos de Adán, trazando las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de Dios, la porción del Señor fue su pueblo, Jacob fue la parte de su heredad. Lo encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos: lo rodeó cuidando de él, lo guardó como a las niñas de sus ojos. Como el águila incita a su nidada, revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas. El Señor solo los condujo no hubo dioses extraños con él. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Dad gloria a nuestro Dios. Reconocemos, Señor, humildemente, que nos hemos portado mal contigo, que hemos sido una generación malvada y pervertida; haz que la doctrina de Moisés, tu siervo, que acabamos de escuchar, descienda como llovizna sobre nosotros y, dando un fruto del ciento por uno en obras de conversión, nos conduzca a ti, el Padre y Creador que nos ha hecho y que no deja de revolar sobre nosotros como el águila incita a su nidada, para llevarnos a la patria definitiva, donde cantaremos tu amor, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra! Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los cielos. De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde. Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos; la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él; el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas. Señor, dueño nuestro, ¡que admirable es tu nombre en toda la tierra! Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Qué admirable es tu nombre, Señor, en toda la tierra! Señor, dueño nuestro, tú que creaste al hombre y lo coronaste de gloria y dignidad, para que cantara tu nombre admirable en toda la tierra, haz que, contemplando el cielo y las estrellas, reflexionemos sobre tus obras y vislumbremos tu eterno poder y tu divinidad; que no seamos necios y, en vez de tributarte la alabanza y las gracias que mereces, cambiemos tu gloria inmortal por las imágenes mortales, obra de nuestras manos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir entre vosotros, sin apetecer grandezas; atraídos más bien por lo humilde. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti. Mi lengua recitará tu auxilio. Cuando salmodie para ti. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Te aclamarán mis labios, Señor, cuando salmodie para ti. Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas: Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Guía nuestros pasos, Dios de Israel, por el camino de la paz. Celebremos la sabiduría y la bondad de Cristo, que ha querido ser amado y servido en los hermanos, especialmente en los que sufren, y supliquémosle insistentemente diciendo: Señor, acrecienta nuestro amor. Al recordar esta mañana tu santa resurrección, te pedimos, Señor, que extiendas los beneficios de tu redención a todos los hombres. R./ Señor, acrecienta nuestro amor. Que todo el día de hoy sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano y ofrezcamos nuestra jornada como un culto espiritual agradable al Padre. R./ Señor, acrecienta nuestro amor. Enséñanos, Señor, a descubrir tu imagen en todos los hombres y a saberte servir a ti en cada uno de ellos. R./ Señor, acrecienta nuestro amor. Cristo, Señor nuestro, vid verdadera de la que nosotros somos sarmientos, haz que permanezcamos en ti y demos fruto abundante para que con ello sea glorificado nuestro Padre que está en el cielo. R./ Señor, acrecienta nuestro amor. Se pueden añadir algunas intenciones libres Con la confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo como Cristo nos enseñó: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Que nuestra voz, Señor, nuestro espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu honor, y ya que toda nuestra existencia es un don gratuito de tu liberalidad, haz que también cada una de nuestras acciones te esté plenamente dedicada. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén. Recibe la , la la y la presionando en las letras azules para unirte al grupo de WhatsApp o Telegram. https://chat.whatsapp.com/DJrcUlVXtLyDWKcQ7jB9XW https://t.me/oficioylectiodivina ______________________ Noviembre 26, 2022. PORTADA: San Leonardo de Porto Maurizio. 1763. Iglesia de San Paolo en Monte dell'Osservanza. Bologna, Italia. Este santo ha sido uno de los mejores predicadores que ha tenido Italia, y logró popularizar por todo el país el rezo del santo Víacrucis. Nació en Porto Maurizio, hoy Imperia (Liguria, Italia), el 20 de diciembre de 1676, en el seno de una familia de marineros. A los trece años fue enviado a Roma, a estudiar humanidades, retórica y filosofía en el célebre Colegio Romano o Gregoriano de los Jesuitas, a la vez que se formaba espiritualmente como congregante de los oratorios de san Felipe Neri y del padre Caravita. A los veintiún años decidió entrar en la Comunidad de los franciscanos de la Reforma, con el propósito de imitar fielmente la vida de san Francisco de Asís. Y lo logró, sobre todo en la penitencia heroica, en la altísima contemplación y en el celo apostólico. Vistió el hábito y el cordón el 2 de octubre de 1697, en la provincia reformada romana. Fue ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1702 y lo destinaron a enseñar filosofía. Pero contrajo una grave afección pulmonar cuya curación, cinco años después, en su tierra natal, atribuyó a la intercesión de la Virgen. A partir de entonces se dedicó de lleno a la predicación. En 1709 fue trasladado al convento de San Francisco al Monte de Florencia, desde donde trabajó incansablemente en el establecimiento y organización de los conventos-retiros de la Orden, donde una selección de religiosos, observantísimos entre los observantes, pudieran vivir la pureza de la regla franciscana en un intransigente aislamiento del mundo. Nombrado guardián de San Francisco al Monte, durante nueve años exigió a sus hermanos la más rigurosa obediencia a los estrictos reglamentos de la reforma. No recibían ayuda en dinero de nadie ni cobraba por la celebración de las misas. Vivían únicamente de lo que recogían por las calles pidiendo limosna de casa en casa. Su convento se llenó de religiosos muy fervorosos y con ellos empezó a predicar grandes misiones por pueblos, campos y ciudades, uniendo este apostolado al más estricto cumplimiento de los reglamentos de su comunidad, y dedicando largos tiempos al silencio y a la contemplación. Decía que hay que hacer penitencia para que el cuerpo no esclavice el alma y que es necesario dedicar buenos tiempos al silencio para tener oportunidad de que Dios nos hable y de que logremos escuchar sus mensajes. En 1717 fundó un "super-retiro" en la cercana colina de L'Incontro (El silencio para tener oportunidad de que Dios nos hable y de que logremos escuchar sus mensajes. En 1717 fundó un "super-retiro" en la cercana colina de L'Incontro (El Encuentro), dotándole de unos férreos "Propósitos" o estatutos calcados en el austerísimo espíritu de San Pedro de Alcántara y del Beato Buenaventura de Barcelona. Su objetivo era alcanzar "trato íntimo y comercio interior con Dios Uno y Trino". La base estaba en crear lo que él llamaba el "País de la fe, donde en olvido de todas las criaturas hablaré y conversaré con Dios". Tres debían ser las obras principales del día: la Misa celebrada con cilicio, previa confesión, el oficio divino meditando la Pasión de Cristo, y la oración mental, pan cotidiano que debía extenderse a todas las horas libres de la jornada. Mortificación y ascetismo para adquirir las virtudes de fe, esperanza y caridad, humildad, modestia. Prácticas devocionales para cada día, semana y mes: meditación de la Pasión, Vía-crucis, los siete dolores de la Virgen, jaculatorias. Silencio absoluto, abstinencia absoluta de carne... Así hasta 66 propósitos, fruto de 20 años de experiencia como religioso austero, ansioso de perfección. Cinco veces los revisó, a lo largo de su vida, sometiéndolos siempre a la firma de su confesor, en señal de obediencia y sometimiento. San Leonardo se retiró más de una vez en la soledad de "El Encuentro", para meditar en absoluto silencio. Solía decir: "Hasta ahora he estado predicando a otros. En estos días tengo que predicarle a Leonardo". En su espiritualidad buscó siempre el equilibrio entre soledad ("estar ocupado en Dios" y acción (estar ocupado por Dios"). Por cuarenta y tres años, desde 1708 hasta su muerte en 1751, Lorenzo de Porto Maurizio se dedicó a la predicación de las misiones populares, que él llamaba "campaña contra el infierno". Sus temas principales, recogidos en sus obras escritas "Cuaresma" y "Sermones de la Misión", eran las grandes verdades de fe: cielo, infierno, purgatorio, gravedad del pecado el escándalo... Su "Reglamento de misiones", compuesto en 1712, coincide en lo substancial y en muchos detalles con el método corriente de las misiones populares más recientes. Cada misión duraba de 15 a 18 días, con la entrega de un gran crucifijo que se plantaba en el palco y se presentaba al pueblo como compendio de lo que iba a consistir toda la predicación: "Jesucristo crucificado". Se empleaban ciertos recursos para mantener el clima de misión: la disciplina, la procesión penitencial, el cuadro del "condenado", las procesiones del entierro de Jesús y la Virgen del Amor Hermoso, el toque de la campana del pecador a las 9 de la noche... La misión procesiones del entierro de Jesús y la Virgen del Amor Hermoso, el toque de la campana del pecador a las 9 de la noche... La misión concluía con la solemne inauguración del Vía-crucis, la "gran batería contra el infierno". En los días siguientes, Leonardo daba sucesivas charlas al clero, y ejercicios espirituales a las religiosas, antes de retirarse en la ermita más cercana, a "predicar la misión a fray Leonardo". Su sola figura, austera, delgada y ardiente en fe y caridad, era ya una predicación. Su retórica, sencilla y directa, al contrario que la ridícula y vana oratoria barroca de la época, no rehuía los signos exteriores que pudieran mover a contrición, lágrimas y abundancia de elementos dramáticos, e incluso trágicos. Un párroco escribía: "Bendita sea la hora en que se me ocurrió llamar al Padre Leonardo a predicar en mi parroquia. Sólo Dios sabe el gran bien que ha hecho aquí. Su predicación llega al fondo de los corazones. Desde que él está predicando no dan abasto todos los confesores de la región para confesar los pecadores arrepentidos". Turbas inmensas acudían a escucharlo, de modo que tenía que predicar en las plazas, por falta de espacio en las iglesias. Y todos quedaban impresionados por su ardiente llamada a la penitencia y piedad cristianas. Era frecuente que el auditorio entero prorrumpiera en sollozos. Numerosas y admirables eran las conversiones. San Alfonso María de Ligorio lo consideraba "el más grande misionero de nuestro siglo". Predicó en toda Italia. En el diario de su inseparable compañero fray Diego de Florencia hay anotadas 339 misiones, y los prodigios obrados en ellas. San Leonardo fue a Roma a predicar unos días con motivo del Jubileo extraordinario de 1740, y allá lo retuvo el santo Padre predicando, por seis años, en la ciudad y sus alrededores. Regresó diez años después, durante el Jubileo de 1750, y logró cumplir algo que había deseado durante muchos años: poder inaugurar un Vía-crucis en el Coliseo de Roma, aquel gran anfiteatro con capacidad para 80,000 espectadores, construido en tiempos de Vespasiano y Tito, en el año 70, que había estado siempre estado destinado a fines no religiosos. Desde san Leonardo se ha venido celebrado el Vía-crucis cada Viernes Santo en el Coliseo, presidido casi siempre por el Papa. San Leonardo dejó escrito: "Me queda la satisfacción de que el Coliseo haya dejado de ser simplemente un sitio de distracción, para convertirse en un lugar donde se reza". El Duque de Médicis envió un navío con la orden expresa de volverlo a El Duque de Médicis envió un navío con la orden expresa de volverlo a llevar a Florencia porque allá necesitaban mucho de su predicación. En aquel siglo XVIII racionalista, frívolo y decadente, en Toscana, se difundía, más que en otros lugares, el jansenismo hipócrita y frío. Lorenzo lo combatió con todo el ardor de su corazón, propagando por doquier las devociones marianas, la del nombre de Jesús y, sobre todo, la práctica del Vía-crucis, del que fue el más eminente y convencido promotor, y del que difundió numerosos cuadros. San Leonardo estimaba muchísimo la meditación y contemplación del doloroso camino de Cristo, desde el palacio de Herodes hasta el Calvario y el sepulcro. Lo imponía como penitencia en las confesiones, y en sus sermones no se cansaba de recomendarlo. En todas las parroquias donde predicaba dejaba instaladas solemnemente las 14 estaciones del Viacrucis, que logró erigir en 571 parroquias de Italia. También propagaba la devoción del Santísimo Sacramento, la del Sagrado Corazón de Jesús y la del Inmaculado Corazón de María, que entonces eran mucho menos conocidas que ahora. Fue san Leonardo quien tuvo una idea que después obtuvo mucho éxito: recoger firmas en todo el mundo para pedir al Sumo Pontífice la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción. Esto no se llevó a cabo hasta el siglo XIX, pero el resultado fue extraordinario: millones de firmas llegaron a Roma, casi como un plebiscito a favor de la Concepción inmaculada de María. Curiosas y accidentadas, pero plenamente logradas, fueron las misiones en la Isla de Córcega, que estaba en un estado lamentable de abandono espiritual. Fue la más difícil de sus misiones. "En cada parroquia -nos cuenta él mismo- encontramos divisiones, odios, riñas, pleitos y peleas. Pero al final de la misión hacen las paces. Como llevan tres años en guerra, en estos años el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a la iglesia, y lo grave es que los padres no se atreven a corregirlos. Pero, a pesar de todo, los frutos que estamos consiguiendo son muy abundantes". Aparte de la predicación, dirigía espiritualmente a muchas personas por medio de cartas. Ochenta y seis de ellas las dirigió a una misma persona, tratando de llevarla hacia la santidad. También dejó algunas obras escritas, desde simples propósitos, hasta tratados de ascética y predicación. "Deseo morir en misión, con la espada en la mano contra el infierno", decía en uno de sus Propósitos. Y así fue. En 1751, mientras misionaba "Deseo morir en misión, con la espada en la mano contra el infierno", decía en uno de sus Propósitos. Y así fue. En 1751, mientras misionaba en los montes de Bolonia, su amigo el papa Benedicto XIV, que lo llamaba el "gran cazador del paraíso", le mandó regresar a Roma, para predicar retiros y ejercicios a religiosos y monjas. En noviembre de 1451, muy anciano y consumido por la fatiga y la penitencia, después de 43 largos años de trabajo misionero por todo el país, emprendió su último viaje. El Papa le mandó que ya no lo hiciera a pie, sino en carroza, pero el carruaje se destrozó por el camino, y tuvo que seguir a pie, lo cual lo fatigó inmensamente. El 26 de noviembre, apenas entró en Roma, cayó en cama, en su amado retiro de San Buenaventura, en el Palatino. En seguida envió un mensaje al Papa contándole que había obedecido su orden de volver a esa ciudad. A las nueve de la noche llegó un monseñor con un mensaje muy afectuoso del Sumo Pontífice. Una hora después moría nuestro santo. Los soldados tuvieron que intervenir para contener a la multitud que quería ver al santo y llevarse alguna reliquia suya. "Perdimos un amigo en la tierra -dijo el papapero ganamos un santo en el cielo". Antes, en cierta ocasión, encendido en celo apostólico, Leonardo había escrito: "Cuando muera revolucionaré el paraíso y obligaré a los ángeles, a los apóstoles y a todos los santos a que hagan una santa violencia a la Santísima Trinidad, para que mande hombres apostólicos, y llueva un diluvio de gracias eficacísimas que conviertan la tierra en cielo". Fue beatificado el 19 de junio de 1796. Pío IX lo canonizó el 29 de junio de 1867. El 17 de marzo de 1923, Pío XI lo nombró patrono de los sacerdotes que se dedican a las misiones populares. La iconografía lo representa con el crucifico misionero en el pecho, o en actitud de mostrarlo al auditorio. FUENTE: Frate Francesco