Subido por stefania chiarullo

la cubeta trascendencia de la transferencia-jean laplanche

Anuncio
~-i'~''''
La cubeta. Trascendencia
ni
\\\\1
1
Problemáticas
J ean Laplanche
de la trasferencia
Problemáticas V
La angustia
(1970-71)
EN LA TÓPICA (1971-72)
MORAL (1972-73)
Problemáticas I -
LA "ANGST" EN LA NEUROSIS
LA ANGUSTIA
LA ANGUSTIA
Jean Laplanche
Castración~
Simbolizaciones
LA CASTRACIÓN, SUS PRECURSORES Y SU DESTINO (1973-74)
SIMBOLIZACIONES (1974-75)
Problemáticas JI -
Problemáticas JJI -
Traducción: Marina Calvo
(con .la sÜpervisión de Silvia Bleichmar)
La sublimación
(1975-76)
SUBLIMACIÓN (1976-77)
PARA SITUAR LA SUBLIMACIÓN
HACER DERIVAR LA
Amorrortu editores
Buenos Aires
El inconciente y el ello
AL INCONCIENTE (1977-78)
DEL ELLO (1978-79)
Problemáticas IV LA REFERENCIA
PROBLEMÁTICA
Problemáticas V - La cubeta. Trascendencia de la
trasferencia
EL PSICOANALISTA Y SU CUBETA (1979-80)
Lo DESCRIPTIVO Y LO PRESCRIPTIVO (1980-81)
LA TRASCENDENCIA DE LA TRASFERENCIA (1983-84)
l'U°l ~
/
'Ú11(lj
~
lVV'(<'
'r\. \/o
0
t
Indice general
Dtrectores'. de la biblioteca de psicología y psicoanálisis,··Jorge
Colapinto y David Maldavsky
Problématiques V. Le baquet. Trascendance du transfert, Jean
Laplanche
© Presses Universitaires de France, 1987
Primera edición en francés, 1987
Traducción, Marina Calvo (con la supervisión de Silvia Bleichmar)
Unica edición en castellano autorizada por Presses Universitaires de France, París, Francia, y debidamente protegida en
13
Prólogo a la edición castellana, Silvia Bleichmar
todos los países. Queda hecho el depósito que previene la 'léy
n ° 11. 723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° piso,
Buenos Aires.
25
Advertencia, Jean Laplanche
27
1. La situación psicoanalítica: el
psicoanalista y su cubeta
La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica
o modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, in·cluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por los
editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe Ser previamente solicitada.
27
13 de noviembre de 1979
Hacer trabajar a Freud, 27. La situación analítica: materialización de la teoría, 29. El psicoanálisis en extensión, 30.
Criterios del análisis, 31. Con Lagache: examen de la trasferencia como criterio, 32. Disposición y ambiente, 34!.La
neurosis de trasferencia, 34
36
27 de. noviembre de 1979
Para Freud, lo específico es el método, no la situación, 36.
El análisis no ha nacido únicamente en la cura, 38. ~fl tra~
f~rencia: clásicament~,_ fenómeno neurótico, 40. Macalpine
y-Lagacfle: producc10n <ie la trasferencia, 41. Macalpine: la
regresión es sólo del analizado, 42. Lagache: la trasferencia
como derreal, 44. Macalpine: no hay disipación de la trasferencia, 45. La situación como prescripción, 47
48
5 de diciembre de 1979
~
Ecos para la cubeta, 48. Dos tipos de recintos en Freud, 49 .
Modelo homeostático, 49. Modelos de huellas: la Traumdeut51. ¿Cubeta o caja negra?, 53. Significación de las placas, 53. La evolución del esq:ie~a y sus deslizamientos,_ 56.
¿Se trata de un •aparato ps1qmco•?, 57. Las tres conc1enCÍ<l8, 58. ¿Situación de la motilidad?, 59
Industria argentina. Made in Argentina.
ISBN 95o-518-900-1 (Obra completa)
ISBN 950-518-486-7 (Volumen V)
ISBN 2-13-040026-4, edición original, París
-un.g;
'~'.;i
60
12 de diciembre de 1979
Sueño y sesión: modelo descriptivo y modelo prescriptivo,
60. Sueño soñado, sueño contado, 62. La experimentación
sobre el sueño, 63. El int.erés de la carta 52, 66. Las huellas
metonímiCas originarias, 67. Trasformación del modelo en
el sueño, :69. Dominio del inconciente sobre el preconciente, 70 ~-
7
I H t/,a tl:ltJ ürrnbro do 1979
Cla usura d e l su eño y cla usura del inconciente, 72. El preconciente habitado o deshabitado por el yo, 73. El •fUpper»,
76. ¿Conflicto defensivo o resistencia?, 77. El modelo irrealista del reflejo, 78. ¿Función del sueño?, 80. ¡,El sueño guardián del dormir? , 81. ¿El sueño es risible?, 82 . El dormir
·guardián del sueño, 83. El modelo enrollado, 83. Tangencia
y marginalidad, 85
85
8 de eneró de 1980
Del sueño al análisis, 86. Desaferentación, despertar al sueño, 87. La vía regia no es el inconciente, 88. En el sueño,
mantenimiento de una dimensión referencial . . . , 89. . .. y
de una apertura alocutoria, 90. Riqueza del modelo de la
tangencia, 91. La cubeta enrollada y el diedro, 93 . El análisis: ¿una formación artificial del inconciente?, 94. La construcción del espacio analítico: ¿una invención?, 95
/·g-~g
/ · 5 de enero de 1980
( · ·
. · stauración progresiva de un espacio pulsional,, 99. Tres
• - . '-..../
de'finicfones posibles del límite, 100. La oposIC1Ón: fantas.
./'· · mático/real, 100. Lo transindividual en Freud y en Lacan,
·
101. El acontecimiento infantil: Freud, Viderman , Dayan,
103. Una discusión en las márgenes de la situación analíti~ ca, 104. No hay indicio de irrealidad en el inconciente, 105.
Hiper-realidad de los recuerdos-pantalla, 107
108
22 de enero de 1980
La inmersión en lo ilusorio: tres falsas salidas, 108. El envés de las contradicciones freudianas: un núcleo duro, 109.
¿Realidad psíquica o subjetivismo?, 111. La escucha igual
. no ·es reducción a lo ilusorio, 112. El debate: A . Freud-M.
· . Klein,." 114. ·E l juego como función y como alocución, 115.
(~)Posibilidad de ·la trasferencia en el riiño, 117. La objeción
®
educativa, 118
.: ;· ,
·. ·
. .
:.
· 120
28 de enero de 1980
.\ . '. . ~M. Klein y el mundo interior, 120. Objetos primarios, reerEl. \ · _ ' ~ sentaciones-cosa, 122. El análisis ae adultos y las catego. ·
, rías de lo real,
3 . Del lado del analizado, 123. Ejemplo
\. ·
· del acto fallido, 125. Las resistencias, 126. Del lado del ana. \ :·
lista; su rol agógico, 127. Función económica de la atención
...\ ·
. ~tiZ\Je , 127. Atención ·igual y reducción fenomenológi-
.\.ao. . 5 de febrero de 1980
Reducción de la cura al lenguaje, 131. El inconciente y el
.lenguaje,.132. Los contenidos, 132. Leclaire y su secuencia
fonatoria, 134: Las estructuras; 135. •como-un-lenguaje, no.. estructurado•, 136. Inconciente y lengua.je en la cura, 13.7.
8
Lenguaje y reconocimiento de lo inconciente, 139. Comunicación, simbolización, 139. El idealismo lingüístico en c:lerrota, 141. El tercer recinto, 142
·*;
143
2. La situación psicoanalítica: lo descriptivo
y lo prescriptivo
143
18 de noviembre de 1980
Hablar claro sobre el psicoanálisis en la Universidad . . . y
fuera de ella, 143. El pretexto del •doctorado», 144. Sí; el
psicoanálisis es un campo teorético independiente, 145. La
integración no está del lado •doctorado» sino del lado ·di..dáctico•, 146. Una metapsicología, una deonto logía y una
estrategia de la extraterritorialidad, 149
151
25 de noviembre y 16 de diciembre de 1980
La tipología de los efectos de comunicación, 151
153
6 de enero de 1981
16\
.
¿Psicoanálisis aplicado o traspuesto?, 153. El campo del ariálisis: lo •sexuah, 155. Pansexualismo, 156. Apuntalamiento
y surgimiento, 158. Narcisismo , 159. Lo •sexual»: un punto
de vista ... , 160 . .. . o una producción, 161. El diedro y la
cubeta, 162
13 de enero de 1981
.,
· · La producción de la trasferen ia, 165. La instauración del. .
ra
iento
. n n or flexible 168. La confianza en el ·
análisis, 169. El psicoanálisis en fusión, 171
1 72
®
~~
20 de enero de 1981
Tiempo y dinero: pared de la cubeta, 172. Paréntesis sobre
el tercero iriterviniente, 176. El settirig con doble pared, 178.
Dos perversiones del setting: sacralizarlo .. . , 180 .. . . y manipularlo, 181
t
184
27 de enero de 1981
El acting-out: cuestionamiento de la cubeta, 186. El diván ,
187. La regla fundamental como mandamiento, 192. Levantamiento de las restricciones concientes, 193. Las representaciones-meta, 195
196
3 de febrero de 1981
Abstracción y neo-génesis, 197. Referencia al psicoanálisis
exportado, 197. Referencia al sueño, 199. El sueño como
expresión y como crisol, 201. La cura: ascesis y agogía, 203 .
La atención igualmente flotante, 204. La neutralidad benévola, 206. •Supuesto-saber• y situación infantil, 207
9
3. La trascendencia de la trasferencia
2 09
209
15 de noviembre de 1983
Discurso clínico y discurso del psicoanálisis extra-muros, 209.
La cubeta, recinto instaurador, 212. Lugar de desencadena·-miento ae lo sexual, 215
21 7
23 de noviembre de 1983
El sueño mismo puede ser incitador, 217. Aspecto positivo
de la infantilización en la cura, 220. 91rntro ipgredientes:
fantasma, palabra, séxualidad, trasferencilh 221. El fantasma: no hay irrealización en la cura, 222. . .. ni en la regla
de la atención en suspenso igual, 223
225
283
7 de febrero de 1984
.
•) ·
Condiciones de producción de la trasferehcia:. los rehusa-' ·
mientos, 283. Trasferencia: hospitalaria; traductiva.; ense~: ·
ñante, 285. Lacan: ¿se lo puede hacer trabajar?, 2-86: Am!l--.
rra política, ?"marra textual, vasallaje personal, 288. ¡Ma~di-~ .
tos los necrofagos!, 289
· v.
290
14 de febrero de 1984
.
.
v· '
Todo trabajo es trabajo de duelo, 291. La fórmul~ del sujeto · .
supuesto saber, 293. Trasferencia de trasferenda, 296. Tres ·.
criticas a la posición lacaniaha, 299. Trascendencia de la trasferencia, 301
·
·
··.
29 de noviembre de 1983
Una escucha de la en.unciación: cces usted quien me lo dice»,
225. ·De Politzer a Schafer: el llamado al orden subjetivo,
226. Repaso de cuatro opciones sobre el lenguaje, 231
~%.
6 de diciembre de 1983
235 . Más sobre lo ficticio, 235. Winnicott: la llamada transición
del me al not~, 236. S. Bleichmar: ~l hiper-realismo infantil, 237. La otra escena y sus ambigüedades: de Freud
a O. Mannoni, 238
24(1 13 de diciembr de 1983
·
La trasferern~1a: Freud nunca cesa de encuadrarla, 241. Do. ra: Freud tomado desprevenido, 242. 'l'rasferencia sieJ'li'P're
!_ndeseabl~ pese a todo, 245. Un desdoblamiento que Jo ce.· sa de retornar. Pero ¿dónde situarlo?, 248
í
l
251(10 de enero de .1984
·
La trasferencia como trasporte de síntoma, 251. Tras orte
· · de qué y a partir de dónde: el ejemplo de Schreber 254.
, Trasferencia de relaciones, 257. Trasferencia de
afector~/2~
259( 17 de enero de 1984
Trasferencia del mundo interno, 260. Hipoteca del empirismo, 261. Hipoteca del innatismo, 262. Trayecto de doble
sentido ... , 266. . .. o dinámica interna, 267
.
268
l.._
.
275
~
10
24 de enero de 1984
.
(La neutralidad no es sólo reveladora sino productora, 268 .
L~ trasferencia d~lu~~a en el hábito, 269. La trasfere~cia dilmda en la enunc1ac10n, 270. Lugares de la trasferencia, 272.
El análisis original, 272
31 de enero de 1984
Freud-Fliess y el falso saber, 276. Trasferencia, saber y secreto, 279
11
f
·..
I
. .
.
Prólogo a la edición castellana*
Silvia Bleichmar
Hace ya casi veinte años accedí, junto a una parte importante de mi generación, al descubrimiento inaugural de dos textos de Jean Laplanche: Vida y muerte en psicoanálisis y «El
inconciente, un estudio psicoanalítico», cuyas aperturas marcaron nuestro destino como psicoanalistas y abrieron las líneas
que constituyen gran parte de nuestros desarrollos . Jóvenes
aún para comprender en profundidad la dimensión en que nos
precipitábamos, entusiastas para defender nuestra intuición de
que había allí algo valioso, la impronta de la epistemología freudiana en ellos presente guió nuestra metodología de lectura y
nos obligó a un ejercicio teórico-clínico que nos salvaguardó,
no sin desgarramientos, de las recapturas lingüísticas o matemáticas a las cuales una parte de las tendencias dominantes
del psicoanálisis contemporáneo parecía impulsarnos.
Si bien sólo pudimos, en aquella época, entender algunas
pocas cuestiones: el realismo del inconciente (por oposición a
cierta fenomenología que pretendía reinscribirlo diluyendo lo
existente en su conocimiento); la reinstauración del descubrimiento freudiano de una sexualidad constituida en forma exógena, por desfase de lo autoconservativo y no por contigüidad;
la teoría del apres-coup y, correlativo a ello, la función fundante del traumatismo en dos tiempos; la instauración de la
represión originaria y, como consecuencia; la restitución del
posicionamiento tópico del lenguaje en el aparato psíquico; cuestiones, todas ellas, capitales para el psicoanálisis: han ºcumplido su función no sólo de ordenadores sino también de verdaderos «incitadores» en un encaminamiento que nos obligaba a
un ejercicio de rigor que, paradójicamente, nos apartaba del
dogmatismo, permitiéndonos aproximarnos con independencia
y soltura a los textos psicoanalíticos; en primer lugar a Freud ,
y luego a otros autores.
..
...
1
!
~·
• Este Prólogo reprodúce parcialmente un trabajo de Silvia Bleichmar,
«Un point de r e lance», publicado en Psychanalyse a l'Université , vol. 14 ,
nº 53, 1989, .págs. 123-39 .
.
·
13
La cubeta. Trascendencia de la trdnsferencia y los Nuevos
fundamentos para el psicoanálisis vienen hoy -luego del camino recorrido por las anteriores Problemáticas- no a sellar,
sino a resignificar, a marcar un nuevo punto de re-lanzamiento.
Aportar algo nuevo no es necesariamente innovar, ni tampoco
alejarse de los fundamentos; entre el término •nuevo» y el término •fundamento» hay un movimiento: el hecho de retornar
a los fundamentos para renovarlos, remontar a la fuente, dice
Jean Laplanche. Cuando uno trabaja «Se retrabaja•>, y se hace
trabajar a Freud en primer lugar. Estos textos' constituyen un
movimiento por el cual Jean Laplanche intenta problematizar,
poner en cuestión, en trabajo, la teoría analítica, tanto en sus
contradiccion.e s sincrónicas como en las contradicciones de su
movimiento histórico.
Es él mismo quien pone en juego ~l modelo de una espiral
para dar una imagen de esta dialéctica del psicoanálisis, intentando así mostrar qué •exigencia» lo lleva a ret~mar uno u otro
tema. En '.'La referencia al inconciente» (Problemáticas IV, El
inconciente y el ello) , lo dice del modo siguiente: •Entre racionalización y autoanálisis trataba yo de definir lo que llamo el
nivel de l_a exigencia; exigencia que esquematizo a veces por
medio de una espiral. La espiral es una curva plana que describe r e voluciones concéntricas a partir de un punto llamado polo, re voluciones cada vez más extensas [ ... ] ¿Qué es lo que
m e inter~.sa e n esta espiral, o en esta hélice? No es tanto saber
si el pensamiento está en expansión o es pura y simplemente
1·epetitivo [ ... ] Lo qué me importa en una y otra curva es la
id e a d e que s i se traza una recta que corte la curva ("radio
vectm·" de la espiral o ''generatriz" del cilindro) se definen
puntos que se proyectan los unos sobre los otros. Lo que quiero graficar con este modelo es que, si estoy situado en la vertica l de ciertos puntos, me veo llevado a tener una suerte de
panorama, hacia abajo, sobre una, dos o "n" espirales precedentes. ¿Importa esto significar que todo pensamiento es repetitivo? Ciertamente; y esperemos, en el mejor de los casos, que
esté relativamente en expansión o al menos que se desarrolle
en planos que , a pesar de todo, cambien».
Dos han sido los ejes alrededor de los cuales se ha desplegado su propuesta. En primer lugar, el aspecto tópico: con la teoría del inconciente y el ello, donde la tesis rectora, siguiendo
a un cierto Freud, es que el inconciente y el ello deben ser
concebidos como dominios separados, heterogéneos, no paralelos a lo conciente. El otro aspecto es el de lo pulsional y ecQnómico, la teoría de las pulsiones, que opone, por una parte,
14
lo autoconservativo a la sexualidad, y, en el campo de la sexualidad -que es el único en el cual el psicoanálisis se
emplaza-, las pulsiones sexuales de vida y }as putiones ~. .
:i::.!!ªl~uerte.~ J.\spc-o.h-:> ''L..oc...u
1
.,
de~ ~ ~ / ('<Á..-'t
La averiguación que gma a Jean Laplanche en esta problemática de La cubeta es la siguiente: ¿en qué la práctica analíti:" ·
ca, por la manera misma en que se instaura, en que se despliega, ilustra, confirma, permite precisar o rectificar lo que ·he~
mos podido enunciar, en la teoría y la psicopatología analíticas,
sobre el ser humano, su estructura y sus· motivaciones (donde
estructura remite a la tópica y motivaciones remiten a lo pulsional)? Esto considerando que no hay método analítico sin que .
se establezca una cierta situación, y en el intento de ve.r cóm.o
métódo y situación son la concretización, la materialización
-s~ podría decir-, de una cierta concepción del hombre que
viene allí a cuajar y a verificarse.
La cubeta: delimitación de un descriptivo
Veremos, sin embargo, acompañando al texto, las dificultades que encontramos para describir algo de apariencia simple
como la situación analítica. Si oponemos la extensión y la comprensión de este término: «situación analítica~ , ¿cómo cercar
su extensión? ¿A qué se aplica de manera legítima esta expresión? ¿Hasta dónde hay que ir? ¿Hasta dónde se puede decir
que una situación merece aún ser llamada •analítica»? La respuesta depende, evidentemente, de lá concepción que se pueda tener del inconciente y del desarrollo pulsional. Y por relación a la comprensión de este término •Situación analítica»: ¿qué
permite a cada uno estatuir •esto es del orden del análisis , esto
no lo es»?
La cuestión de partida será la siguiente: ¿existe una relación interhumana específicamente analítica? ¿Cómo se define
una relación analítica respecto de situaciones y de relaciones
simplemente de la vida cotidiana? La relación de palabra, las
trasferencias, o incluso las interpretaciones, eso existe en la
vida cotidiana, eso ha existido históricamente antes del análisis, eso existe fuera del análisis . Ninguno de estos elementos,
sin más precisiones, es específico del análisis. En cada uno d e
estos términos habría que hacer pasar una especie de clivaje
para delimitar una relación de palabra analítica y una relación
de palabra no analítica, una interpretación analítica y una interpretación no analítiCa, etcétera.
15
d1 • h1 H ¡.(ru 11<h'H r<:spucst.us m odernas a la c u estión con<h•dr: lo que h ay d e esp ecífico en la cura es una cierta
l'Placlón de dos. Pero la gran respuesta moderna no es la gran
respuesta freudiana. Cuando Freud, en 1923, intentaba definil· qué es el psicoanálisis, lo que pone en primer lugar es un
método, pero no es el método en tanto situación de dos: es el
método de la interpretación de un cierto número de producciones atípicas, a fin de llegar a un conocimiento de los procesos inconcientes. Lo que Freud emplaza en primer lugar es un
procedimiento de investigación del inconciente. Y vernos entonces que Freud invierte los términos y responde: lo específico no es una situación interhumana en tanto tal, es la situación misma del análisis, inseparable de su método, y que lo pone en cierta posición, única, por relación a un cierto objeto ,
· objeto concebido corno real por Freud, el inconciente, las pulsiones, o incluso la sexualidad.
Especificidad de la situación analítica, por la cual el diálogo
que en ella se iristaura no es corno los otros: la trasferencia
le da un carácter particular. Pero, siguiendo los desarrollos de
Macalpine y Lagache, poniendo en juego sus aportes y contradicciones, veremos que fas perspectivas de ambos autores se
recubren en gran parte: «El dogma de la espontaneidad de la
trasferencia ha sido quebrantado» . Y Laplanche dirá al respecto: «La trasferencia no es un fenórnenó espontáneo; se realiza,
en su forma regresiva y masiva, porque el sujeto está sumergí. do e n una situación enteramente constituida para ese efecto
. [ .. . ] Situación que se caracteriza por lo que ella prescribe , lo
. ... _qut:: se llama .un '.'setting", unas reglas, por la manera en que
· ·.. ·ella se organiza; pero tal vez.no menos y aun en mayor medida
: : . ··.por lÓ que excluye [ ... ] Prescribir; organ.izar y excluir: ¿cómo
· · .-conceófrestos términos si no es por el trazado de cierto límite?
. Límit~ fundador, quizá [ . .. ] (pero] límite que repite otro, que
renueva Y. que confirma .otro, preexj,stente en el hombre... ¿Qué
~s entonces. lo que está fuera y dentro del análisis?
Para precisar este límite entre un afuera y un adentro, pretis.a mente, se torna la imagen de la cubeta. Y, una vez más,
los modelos freudianos inspiran este paso. Modelo horneostáti. . co y· modelo de huellas , que hace derivar de este último -el
·. ·.ºde fa. Trau'f!l,deutung y la carta 52, con sus sistemas de «memo... : . rias11.-. l~ concepción de la sesión analítica.
·
· Existe un interés profundo en volver sobre este modelo de
. la ·n.-qumdeutung. No se trata sólo de la historia del freµdismo; lo _que sería contingente, sino también de un interés histó. ·1:ico más profundo en la medida en que la historia es aquí gé1111 11
s lHt.1• 1• 11
16
r ·-
~ ·
nesis, historia de la constitución misma del análisis, del análisis corno fenómeno, él mismo, histórico . Dimensión histórica
que se percibe en el hecho de que ciertos fenómenos humapos
no son ya totalmente los mismos después de la aparición del
análisis. ¿Qué se puede aprender del modelo del sueño? ¿Cuáles pueden ser las relaciones entre el modelo delsueño o, más
exactamente, un modelo de la situación del sueño, y nuestra
concepción de la situación analítica? Podemos preguntarnos si
la situación analítica, por no hablar de la sesión analítica, no
es una formación del inconciente, o, al menos, a qué condiciones debe r~sponder ella para ser algo como una formación del
inconciente, comparable al sueño.
Comparar modelo del sueño y modelo de la sesión analítica,
hacer Jugar el modelo de la situación analítica por relación al
sueño, no deja de estar inscrito en una propuesta más general
que Jean Laplanche desarrolla a lo largo de toda su obra y que
adquiere, en estos textos .de La cubeta -y de los Nuevos
fundamentos-, caracteres bien definidos. El psicoanálisis, nos
dice, es ciertamente un conocimiento: en ese sentido es uná
teorética (más que una teoría), pero es también una cierta práctica, una cierta trasformación del hombre: «Cuando opongo y
coajugo teorética, por un lado, y práctica, por el otro, establezco una distinción muy ·diferente de la habitual, rernanida
en mi opinión, entre teoría y clínica, de la que aquella estaría
constituida por la abstracción, las ideas, los conceptos, y esta,
por la descripción concreta. La teorética, tal como yo la opongo a la práctica, incluye tanto los modelos.con su nivel de abstracción como esa descripción al ras del campo florido · a la que
se quiere reducir en muchos casos la clínica» .
Volvamos a la Traumdeutung, donde nos es descrito el modelo de un aparato cerrado, donde el yo-guardián cierra otra
puerta que la de la censura, una puerta más exterior, que comanda el acceso a la motilidad. Clausura que encontramos en
Freud, no sólo respecto. del sueño sino también como constitutiva del inconciente, mediante un desplazamiento del investimiento del yo sobre el deseo de dormir. Existe en el sueño una
captura del preconciente por el inconciente . .Entre el inconciente y el preconciente en estado de vigilia hay una heterogeneidad radical, heterogeneidad que hace que justamente. el i:riconciente no pueda penetrar en lo que constituye nuestra vida
cotidiana, y lo que impide una penetración del inconciente en
el preconciente es elhechod.e que el preconciente está organizado desde el interior, lo que quiere decir precisamente que
hay un yo . Pero en el sueño, el guardián encargado de vigilar
17
Ja puerta de la censura se ha ausentado, el yo se ha ausentado
d e l sistema preconciente que habitaba y estructuraba, y nos
encontramos con un preconciente deshabitado por el yo, que
no conserva los caracteres de la vida cotidiana.
Un aparato «desinteresado»: mantengamos esta diferencia
entre interés y libido, cualificando el int~rés por los investh
mientos, las cargas, las. energías centradas sobre la autoconservación y ·no sobre la sexualidad. En el sueño los intereses
se esfuman, y sólo reina a partir de ello, en el aparato psíquico, la libido. Tomar el modelo del sueño para hacer circular,
enrollar, circuitos cuya tangencia recrea la bisagra del diedro
que Jean Laplanche nos ha hecho conocer ya en desarrollos
anteriores, entre lo autoconservativo y lo sexual, pero para.marcar, en esta ocasión, la canalización del circuito interno en derivación, en marginalidad, sobre el circuito externo. Para poner de relieve cómo la desaferentación de otras «formaciones
del inconciente» opera, según otras modalidades, una. exclusión comparable de lo Vital, adaptativo, autoconservativo, sobre lo cual viene a posarse un circuito sexual, fantasmático,
en gran par:te inconciei:ite.
El modelo de la cubeta es, aparentemente, el modelo de un
estado muy particular que cierra el aparato psíquico, en el cual
las aferencias y eferencias se encuentran suprimidas o desinvestidas. Relación muy particular del sueño con el dormir, que
hace del sueño una manera de dejar jugar el deseo inconciente
en el momento en que el yo, precisamente, ya no lo controla,
como lo hacía en estado de vigilia. Es desde esta perspectiva
que el sueño constituye una formación del inconciente, designando como tal un cierto número de fenómenos y lugares psíquicos, lugares de experiencia donde, más particularmente, se
manifiesta el inconciente.
¿Qué tipo de formación, entonces, representa la sesión, o,
en sentido más vasto, el análisis? ¿Convendría agregar a la lista
de formaciones del inconciente la cura misma? Estas correlaciones no se plantearán en función de la relación real, en un
individuo dado, de su análisis y de su sueño, relación que induce directamente consecuencias técnicas, sino desde el ángulo de analogías y de diferencias más generales, no de relaciones reales sino de estructura.
La situación analítica, como formación del inconciente, es
tan específica como el sueño pero de un modo totalmente distinto; ella hasta ha terminado por envolver, a los ojos de los
analistas, el resto de las otras formaciones, tomando prioridad
absoluta sobre estas. Lo que puede asombrar, o incluso cho-
1-8
:<'11:
>
car, cuando se habla de la sesión como formación del inconciente, es que se trata de una formación artificial que, a diferencia de las otras, no proviene de una pura espontaneidad;
el inconciente no se manifiesta allí con el mismo título, por
ejemplo, que en un lapsus; él es incitado. a manifestarse.
Formación artificial, fabricada·, en la medida en· que está·
estructurada por reglas históricamente fechables. Artificiai, pe~
ro que reedita algo fundamental en el ser humano, en las rela- ·
ciones interhumanas, para que ella pueda tener su explicación
y su eficacia. Como .el sueño, esta formación incluye y excluye
algo. Ella traza, entonces, un límite. Un límite, ·es decir que·
algo se instaura para que a contihuación, poco a·poco., algo ven- .
ga a construirse allí. Lo que viene a instaurar el espacio son.·
las res_las del análisis; es necesario un a priori, un dispositivo ·
un planteamiento de reglas que instauren el espacio. Y, iue ~ ·
go, hay que habitar este espacio. mismo, conquistarlo. Pero esta mstauración es un proceso y no un acto único.
· La búsqueda de la descripción de un límite que instaure un
afuera y un adentro nos lleva-, acompañando a Lap°ianche ," a
recorrer una serie de oposicicmes que podemos intentar descri.bir bajo tres rubros presentes en la práctica psicoanalítica contemporánea, tres oposiciones que serán examinadas: la oposición fantasmático/real, la oposición lenguajero/no lenguajero
y la oposición sexual/adaptativo o sexual/autoconservativo. El
lector tendrá que recorrer estos pares de oposiciones, recorrido en el cual ciertos elementos resaltan : el hiperFealismo del
inconciente, ppuesto a la concepción trivialmente extendida
de que nuestro mundo interior «es un mundo subjetivo»; lo infantil, en tanto realidad situada más allá del simple vivenciar
de la infancia; el mantenimiento de las categorías de lo real,
tanto de la realidad psíquica -ese nucleo duro del inconcientecomo de las relaciones del sujeto con lo real. Consideración de
las resistencias que se podrían decir tanto «por la realidad» como «por el fantasma•>, que se contrapone a una escucha guiada
por la atención igual, y diferenciación entre la reducción fenomenológica y la reducción analítica, definida esta última como
la ingenuidad del análisis frente a la distinción entre lo real
y lo imaginario. Suspensión metodológica, por consiguiente, de
las diferencias, dado que el análisis tiende a sacar a la luz lo
que se puede describir, tanto en eso real como en esa fantasía,
como movimientos de gravitación complejos alrededor de centros de atracción inconcientes.
El límite de la cubeta no pasa, no obstante las apariencias,
entre los polos de lo real y lo ficticio. La relación real/ficticio
y
- ¡:.
-.~
·•'
·l"· · ·~
;-
19
i.
no es en el análisis ni de oposición ni de exclusión. Es una relativización de su oposición a los solos fines de descubrir sus movimientos de gravitación alrededor de un tercer dominio: el de
la realidad psíquica.
El segundo círculo, el de la oposición lenguajero/no lenguajero, pondrá en juego un movimiento que recupera una serie
de propuestas centrales desarrolladas por Jean Laplanche a lo
largo de sus trabajos anteriores. Por un lado, diferenciar los
contenidos de lenguaje y las estructuras de lenguaje, para otorgar su estatuto metapsicológico a las representaciones inconcientes o a las del preconciente-conciente; la cualificación freudiana de la Sachvorstellungen, esos significantes-cosa que han
perdido tanto su apertura referencial como su apertura de comunicación. ·
«El inconciente es un "como-un-lenguaje". no-estructurado¡? ,
he aquí la fórmula a la cual llesa Laplanche, agregando: •Esta
fórmula vale por lo que vale», es decir que vale porque deja
oír, por el "como un lenguaje", que el inconciente está he.cho
de elementos significantes, pero ño necesariamente y no primariament~ lingüísticos (para lo cual el lector puede remitirse,
si s e interesa en un desarrollo más extenso del tema, a Problernát?'.cas IV, El inconciente y el ello); yyara recordar, por medio d e l •no estructurado», que le falta algo precisamente esen c ial de todo lenguaj e, es decir las noc10nes de oposición y de
valor.
----;¡;:1 analista (tal vez) "se autoriza sólo desde sí mismo">>, es
una cuestión importante; pero de todos modos debemos decir
que el .analista que se permite sin reserva todos los juegos de
palabras que:le provee el lenguaje, sin ningún fundamento en
la!i .asoeiaciones ·del analizado, no se «autoriza,. más que de su
propio in<'onciente y de sus propios complejos. «El idealismo
lin.Qüí.sticr.>, prómovido bajo el nombre de "análisis del significa"nte.~ se . 9esbarata en confusié>n si quiere mantenerse más .
d e .unos pocos segundos sin recuperar fuerzas en el suelo de ·
las significaciones. No exis.te análisis puro del significante» .
El «Sólo decir», como regla de análisis, no puede ser enten. dido como una limitación estricta y. rígida al lenguaje verbal.
Lo que nos interesa en este «decir y sólo decir», o en el «Sólo
. int.eresa1·se ~n . lo que es decir», es precisamente el decir como
intencionalidad y el decir como simbolización. Este decir, incluso en análisis, no pasa exactamente por el límite entre lo
verbal y lo no verbal. Del mismo modo, el acting-out no pasa
estrictamente por el gesto:
· ¿Cómo definir entonces la situación psicoanalítica? Será en
1
;
20
;,,·l;ft
.,
.
~
"·! .
:¡
...... } ,_
. 1·
el marco de la discusión alrededor de la extra-territorialidad
del psicoanálisis, de una extra-territorialidad que se funda t>n
una reflexión metapsicológica concerniente al campo es1wdfico del análisis, donde se efectuará la toma de partido que .)('an
Laplanche nos propone: •lo que constituye el análisis como <"am po científico autónomo [ .. . J es el mismo movimiento qtH' sus-.,,..
trae la situación analítica del sistema de los "intereses .. o del
sistema de la "autoconservación"; y ese movimiento a su vez
está fundado en el movimiento originario que sustrae al se1·
humano, en una parte esencial, de esta dominación de los "intereses" y de la ''autoconservación". Lo que funda esta posición es por lo tanto, en último análisis, una visión precisa. dl'
la ·teoría de las pulsiones, del sistema de las pulsiones que se
pone én juego en el análisis y por él». ·
Definir entonces el campo del análisis por esa coordenada
rectora que DO es «DÍ por el lenguaje, Di por lo fantasmático,
sino por lo sexual, y ello de tres maneras: 1) en todo aquello
de que el psicoanálisis trata hay, digamos, un sentido se.nwl
por encontrar (tomo "sentido" de la manera más vaga, m e nos
teorizada posible); 2) la sexualidad adulta debe ser referida sin
cesar a la sexualidad infantil; 3)la sexualidad debe ser tomada aquí en su acepción ampliada, aquella que sin cesar es olvidada, recubierta, por los analistas mismos». Y concluye: «Cuando
digo ''sexual'', es en referencia a la teoría de las pulsiones y
a una teoría de las pulsiones que me es propia, aunque "derivada" del freudismo». Teoría de las pulsiones que hemos podi do seguir a lo largo de los años, perfilándose, definiéndose , conceptualizándose.
¿Se tratará, en análisis, de un aislamiento de lo sexual? ¿.De
una «producción» de lo sexual? La idea, ya trabajada, de una
producción de trasferencia, deja abierta la posibilidad de una
producción de lo sexual en el interior de la cura. Si hay lugares
privilegiados de producc.i ón de lo sexual, la infancia sería uno
de ellos, otro podría ser la cura y aun, quizás, ciertos fenómenos culturales. De todos modos, el término «producción» no d e ja de plantear dificultades : podemos imaginar diferentes tipos
de producción, incluso la introducción arbitraria, por sugestión,
de la trasferencia; seducción activa, en el límite, por parte dPI
analista.
Un segundo modo sería el del aislamiento, de una suerte
de abstracció.n •en acto»: se desemboca en que lo sexual queda
como lo único emplazado . Por último, el tercer aspecto de la
prod.u cción de lo sexual estaría ligado al hecho de que la cura
apalítica, por ciertas reglas o por algunos de sus elementos, com-
21
porta una suerte de reproducción estructural de las condiciones de surgimiento de lo sexual.
s1ón», ni exclusión ni reclusión, sino puesta aparte, de lado.
Es la perspectiva sobre la tangente -indicada por el esquema
de la cubeta enrollada- de lo adaptativo. Pero esta seclusión
es debida a la posición y a la actitud del analista, en lo que
hemos visto designar a lo largo de este texto como los ccrehusac
mientos». Rehusamientos que recaen sobre el dominio de lo
adaptativo, y también sobre el saber. El rehusamiento. y la, se- . .
clusión propios de la cubeta se continúan en la sesión misma , .
en particular por el rehusamiento del analista a .intervenir .er.i.·
lo cereal», o, para formularlo de un modo distinto, re.husamien to de la intervención adaptativa, manipulación o consejo. Y luego, el rehusamiento de saber; rehusamiei;lto que signi.fica re -··
husan;e a sí mismo saber y p're-saber.
Son estos rehusamientos del analista lá que hay que situar·
en la base misma del fenómeno de la trasferencia, lo que hay
que situar en eco con el rehusamiento de los adultos, del mundo adulto por relación al niño . . Rehllsamiento ligado al ritmp
alimentario, pero, más profundamente, rehusamientp estruc~ . ·
ttiral de dar el código de los me·nsajes enigmáticos que e l adul -.
to trasmite al niño, y ello simplemente porque ese c<~dig<·) es. ·
incomunicable, dado que el adulto mismo está en relación de
ignorancia respectó a su propio inconciente, aun si no se pu<' de hablar del inconciente como de un código.
.E xiste una trasferencia originaria en la infancia, siendo
adulto, para el niño, más que un supuesto saber, un supuPsto
[:;ignificar. Y es la trasferencia originaria ·1a qut' dese mboca P,; _
ese producto marginal que es la sexualidad, y la trasfrr(:'nC'ia
analítica deberá ser concebida no como un calco, sino como
Üna reedjcjón de ese proceso de trasferenda oriu;inal"ia ; por !"<'·
ladón a eJlo, Jean Laplanche nos propone ese movimiento qu<'
engarza la trasferencia de trasferencia y la trascendencia de
la trasferencia, debiendo ser concebida esta como trasce ndPn cia ccmás acá» -sin que haya qüe materializar un gran A como
causa sui- y, al mismo tiempo , como trasferencia ccmás a llá» :
sin aceptar la idea de una intervendón arbitraria, d e miúrgica ,
del analista, en eso que se puede designar como trasferenC'ia
de trasferencia.
r?
La situa.ción analitica: hete:ronomia del prescriptivo
Retomar el modelo del diedro, de la tangencia en la cubeta
entre lo autoconservativo y lo sexual, nos permite resituar su
doble pared, lJna primera pared legalista, que en su carácter
contra.ctual hace que tiempo y dinero se inscriban en su aspecto autoconservativo, dando la posibilidad a lo sexual de surgir
y exp.resarse. Se trataría, por medio de· la autoconse.r vación de
ambas paredes, de evitar poner en acto dos perversiones del
setting: la manipulación y la sacralización. No trasmitir mensajes por medio de la manipulación técnica, sea ella del tiempo
o del dinero, ni hacer que el inconciente del analista esté presente en todas sus intervenciones, he aquí una razón más para
mantener la «pared externa», ·que vuelva imposible el actuar
del analista, es decir su acting-out.
En la estructuración de la cubeta analítica podemos subrayar tres géneros de reglas: el setting (tiempo-diilero), la regla
fundamental -que es en el fondo-un imperativo que se enraíza en la ley y cuya función es ayudar al inconciente a saliry el rehusarse, rehusarse a la lógica o al sentido común, incluido en la regla, íntimamente ligado a lo que se denomina las
ccfrustraciones,, en la situación y' en particular' a· la ccneutralidad benévola...
·
Definir .la cubeta psicoanalítica por la sexualidad parte evidentemente de una cierta toma de partido: la de una descripción energética de la curil, y también de una descripción tópica, lo más cercana a las.pulsiories que reinan en el inconciente
y que son las pulsiones sexuales. Pero, a difer~ncia del sueño,
cérrada al exterior, desaferentada, verdadera inversión como
del dedo de un guante, el análisis es una formación artificial,
conservada, circunscrita por reglas. Lo que la cierra es, por una
parte, lo que se llama el setting (encuadre espacio-temporal),
encuadre pecuniario, etc.; luego la regla fundamental; por último, lo que Jean Laplanche llama los rehusamientos del analista, aquello que el analista rehúsa y a lo cual se rehúsa, los
Versagung del analista, es decir su neutralidad.
Volvamos ahora a las condiciones de producción de la trasferencia . Se trata de una abstracción de .l o sexual, pero no de
una abstracción por el pensamiento, sino de una- abstracción
real. Para ello, Laplanche propone otro término: el de ciseclu-
22
"'~
'··.1-
• )
Pl1
"· ~
~
...... )
'-
Romper y renovar: hacia los nuevos fundam entos
'1
Es indudable que estos nuevos desarrollos no pueden ser
sino efecto de un movimiento de ensamblaje y resignific aeiún
de elementos previamente trabajados . Si el analista, por su ac-
23
tltud cspcc ffica de esc ucha, juega una fun c ión ccagógica», una
· función de guía esencial, de la misma manera Jean Laplanche
produce sus conceptos en el encaminamiento que define su propia exigencia y que abre ante el lector el movimiento por el
cual ti-abajar y trabajarse se despliegan. Entonces, si en el proceso de la cura psicoanalítica no se trata de remplazar un sistema de certidumbres por otro, ni de sustituir un conjunto de
conclusiones por otro; si en lo que respecta al inconciente hay
que encontrar los movimientos de gravitación complejos alrededor de centros de atracción inconcientes, en el psicoanálisis, en tanto teoría, se trata de encontrar esos puntos haciendo
.chirriar los goznes hasta el fin.
De modo ineluctable el lector será conducido, a través de
este funcionamiento agógico que constituye el método de exposición de estos seminarios, a anticipar conclusiones que lue. go serán desplegadas, a asombrarse ante la posibilidad de articular, en un tratamiento singular, nuevas trascripciones de
lo ya inscrito .
.
.,,
Así, los Nuevos fundamentos constituyen la culminación necesaria de las Problemáticas, y más que forzar el esquematismo que Jean Laplanche teme privilegiar, llegamos naturalmente
a una renovación de esos fundamentos. Renovación que aparece como la conclusión, si no esperada al menos esperable,
·a partir de los centramientos y descentramientos que los di-t
. versos movimientos de esa obra nos inspiran .
· Haber visto, a través de los años, exponerse de uno u otro
. modo en las Problemáticas la polémica con un fundamento bio. · · . loglsta del inéonciente a través del cercamiento de los dos dua. . . :1.i smos pulsionales freudianos, o con lo filogenétic;o por rela. cJón ·a la <>posición entre una teoría de los fantasmas originarios y una teoría de la génesis de la sexualidad instaurada en
e1 movimiento ·resignificante de la serie de los traumatismos estru.cturantes del aparato psíquico; haber seguido las espirales
· ·.que van de las. primeras afirmaciones acerca del realismo del
· . . inconci.ente en el Coloquio de Bonneval a los trazos firmes con
. que. este se reinscribe en El inconciente y el ello, y, en ese mo, .· · virr.üento· mismo, .proseguir los deslindes cuidadosos frente a
m1a homotecia estructuralista que subsume el inconciente sin·gu1ar. en la es'tructura del Edipo, para desembocar tal recorrí. do en-la construcción del concepto de metábola, lleva a no sor. pre.nderse, en tanto oyente, discípulo o lector, de que Laplan. 'che. ~e veª conducido por su ·propia exigencia a reordenar,
propiciando con ello un movimiento resignificante de los desc.ubrimientos ~reudianos que emergen de su ·derrotero.
0
24
..
Advertencia
1
1
r¡)
Jean Laplanche
i
1
t
. '¡L
1
;
"~
' ).
··( •.
-¡
Desde 1962 en la Escuela Normal y en la Sorbona, y desdR 196.9
en el marco del Centro de Investigaciones en Psicoanálisis y Psicopatología (Sorbona, Universidad de París VII), prosigo y expongo
en una ensiñcinza pública un itinerario problemático e interpretativo que avanza por ciertos ejes principales de la teoría psü:oanalítica. Con el título. general de Problemáticas, estos cursos se
recopilan aquí a partir de los años 1970-71.1 El texto pronunciado no ha sufrido más que las modificaciones a que obligó
su publicación.
Los temas de los años sucesivos se encadenan según una
lógica que no tiene nada de deliberado: el trayecto está dirigido a la vez por el contenido y por mi evolución personal.
El ciclo de un curso anual es inaugurado, la mayoría de
las veces, por una introducción metodológica más o menos e:x·tensa. Impresas en bastardillas, estas introducciones m e dispensan de retomar aquí sus ideas fundamentales. Ellas dan
testimonio de una reflexión continuada sobre las modalidades de mi investigación, así como sobre la legitimidad de proseguirlo «en la universidad».
Abordar la teoría misma teniendo en cu.enta el método analítico es sin duda profundizar y prolongar ciertas líneas de
pensamiento, pero es también hacer rechinar hasta elfin, hasta
hacerlos saltar, ciertos goznes, hacer derivar ciertos conceptos, efectuar aperturas hacia otra temática.
La «Cubeta»: modelo tomado de La interpretación de los sueños. Se ha podido ver en él, no sin alguna razón, el prototipo
de una reclusión solipsista -solipsismo de dos- en la que se
encerraría la cura psicoanalítica. Mi propósito, cuando jJrolongo este modelo y lé hago sufrir metamorfosis, es mostrar
que lafrontera que traza no es la que de ordinario se cree (entre fantasía y realidad) sino un límite en que se articulan dos
1 Publicados inicialmente en el BuUetin de Psychologie, y después, desde el año 1974-1975, en la revista Psychanalyse a l'Université.
25
•.' 11111(io)H ,/¡J 111111 111i1111 11 1 /"í't tl h h1 1/ ,1 1'f 11 11 110 1f1J, 1 111 1l 1¡ 1i, 1111 1111 11d11¡ 1
1 '" fl 1t1 tu f'l c"n 1 p~l Icon 1u alfj
11tl11 •11
f>Hl< 'oanali Ht.a y Hll GllhPt.a
/,11 ,1• 11/¡, 1/11 • />Hi t 'Ollllllfl/lt'll 1'1>11/ / 11111 1 /lll<t tl11/Jf 11 <t(1U 1' /l/1 'tt , ,'l'll
11J>u r/,11,1·11 1•. 1·11 w na us l"' conu. ~ ·ión twny<·n<· i11,l q·n o c·slt1,IJl< '<"<' ontn
los i ntereses d e la v i da coti d ·i ana y la producci6n de en ergí a
sexual. D e esta manera, la sesión y la cura se pueden comparar con un verdadero acelerador, con un ciclotrón de libido.
La abertura interna es la "trascendencia de la trasferencia» . Este término se inscribe en oposición a toda concepción
que pretendiera ver en
trasferencia un mero juego de roles,
cuyo carácter üusorio y anacrónico debería ser, de un ·rnodo
u otro, disuelto por el análisis. La situación analítica como
tal, ella misma es trasferencia, reedicü5n pero también renovación de la relación originaria en que el niño recibe, del mundo adulto~ mensajes cargados de un sentido sexual inconciente.
La trascendencia de la trasferencia es en primer lugar la
trascendencia del inundo sexual a.dulto. Su único destino es
ser ella misma trasferida fuera de la cura.
~
la
13 de noviembre de 1979
·¡
1
'~
+
1
-~»
1
1
1
26
Uno de los objetivos de estos cursos, que se dan en el DEÁ;.1
es invitarlos a to.m.ar en cuenta ún pensamiento a menudo"rr:,uy ...
diferente del de ustedes y, más todavía, alejado de sus preocu-. .
paciones inmediatas, es decir del tema de investigacián que
se aprestan a proponer. Tom.arlÓ en cuenta entonces,' y llegr;uio
el caso saber dar· razón de él. Pero, ¿qué -quiere decir.tomar
en cuenta el pensamiento del otro, en psicoanálisis eri. par-. · · ·
ticular? Desde luego, es saber exponerlo sin traicionarlo y eventualmente s<Yrneterlo a la crítica, tratando primero de "com prender» (con todas las comillas necesarias) la inspiración dP
lo que ha sido dicho. Esto se les exigirá como ejercicio de aprobación de estos cursos teóricos.
Iré un poco más lejos en lo que persoHAc~;n THABA.1 A 11
nalmente entiendo por "tornar en cuenA F1u;pn
ta el pensamiento del 'o tro»; introduciré para ello la e::cpresión "hacer trabajar». Hacer trabajar a un gran pensamiento . .. desde luego
sé que urw no hace trabajar a los que no quieren trabajar, pero cuandó uno está en compañia de un Freud, o de ·u na Melanie Klein, puede emplear este recurso de hacer trabajar a u:n
pensamiento. Se habla a menudo de trabajar los textos freu.dianos, y ."hacer trabajar» puede parecer más descansado porque es el texto el que va a "trabajar» solo. Pero no necesariamente es más descansado . Me detengo en esta noción de trabajo sólo el tiempo que me demande para recordar algunas de sus
connotaciones. Evidentemente es una noción freudiana pero
también una noción mucho ·más universal. Pienso por ejem.1 [El Dipl&me d'Etudes Approfondies (DEA) es requisito previo en la
Universidad de París VII para acceder al Doctorado de Tercer Ciclo en .. Psi copatología Clínica y Psicoanálisis» (N. de la T.).J
27
¡1/11 1·11 /11 ·1/I'/, 11 11111111 ·11 / 1111 /11 íl/t f/11/N lf /1 flt 111 /111 t111
l/li •d l d11 f a
111111r111 l11 •y 1•f((t llf / r/<1 /1 ·ol1t ~/o,· ·drul1<VO d.o lo n O!J<it i vfJ•, lo s o.be 11
11 s l 1•d 1w, 1w dof'ir qno, <Ws<úJ el interior, el pensa miento f i los6f i -
, co t n,1,1.Jaja, se trabaja, y se trabada en negativo. O también es
. u n .término de carpintería, de ebanistería: se dice que un mueble trabaja. Un mueble que trabaja no es siempre un mueble
que se instala bien; es un mueble que rechina o aun que comienza a rajarse por ciertos lados. No digo que por eso se vaya a poder convertirlo en otra cosa pero, en fin, trabaja. Hacer trabajar no es entonces solamente retrabajar, desmontar,
disponer de otra manera; es sin duda hacer rechinar algo, agudizar contradicciones, hasta intentar hacerle dar razón; no
por el placer de señalar las contradicciones, de poner a un
autor en contradicción consigo mismo (como se dice: y bien,
ahí está, nada de eso se sostiene) sino para hacer rendir el alma de esas contradicciones.
Hace b.a stantes años que intento hacer trabajar a Freud y
a otros analistas igualmente; hace un rato mencioné a Melanie Klein. Poner en problemática, si ustedes quieren, poner
en pos·i ci6n de alumbramiento de otra temática (alumbramiento: es también un trabajo). Desde hace años intento poner en
problemática, en cuestión, en trabajo, la teoría analítica, en
sus contradicciones sincrónicas y a la vez en las contradiccion es de su mov imiento histórico; y advierten ustedes que hablar de contradicciones históricas es introducir un término
como el de dialéctica. Hablar de dialéctica en psicoanálisis,'
dialéctica en el movimiento del psicoanálisis, en la evoluci<5n,
·: . · · en. e{. .avance del pensamiento psicoanalítico, no es ciertamen. •. ~te ha.cerl0 en. el sentido triunfante de un Hegel o de un Mar:r.
, · · ,·: La .dialéÚi:ca .psi({oanalíti<:a, para parafrasear lo que se ha di .·
; cho del genio, '3s mucha repetición y algunas zafadas. Mucha
. ·.rep etición, y de repente uno se encuentra en otra órbita. Pero
.' ... . ·· una v ez sobre la nueva órbita, es preciso todavía hacer el i n .v entario·. de lo que se retoma de las órbitas precedentes para
darse cuenta de que hay muchas cosas que resituar. En otros
.momentos he hablado d.<! espiral para proporcionar una imagen de esta dialéctica psicoanalítica. Una espiral que sin descanso vuelve a pasar sobre las mismas verticales, que por lo
tanto es esencialmente repetitiva, pero que se empeña, al m e. .nos en ciertos momentos, en cambiar de plano.
· · Mis centros de interés principal desde hace algunos años son,
. . indisolublemente , la teoría de las pulsiones, por una parte , y
. la tEioríá déla tópica, por la otra. Me es imposible resumirlas,
. .i:>er~ ustedes· las verán intervenir nuevamente este año.
28 ..
r
1
r
·- -}-
.,1 .
!
1
1.
~
i
•
LI OKO n m i t.,in m ; ott 1tlKo 11 M( c·o 1110 ~ l ll ul t.1111d1111 11 11 11 ll llc •11
e l psicoan a lista y su c u bcla». lloy no lu i.bl urc'.! d e tu. c: uhc•ta y
prime ro trataré de dar mis r a zones para e l h echo de h a blar aqu í
de la situación analítica. Este no es un curso de técnica ni tampoco de estrategia analítica; este UER2 no se propone, en manera alguna, formar analistas. Sin perjuicio de que a algunos
de ustedes que están en posición de analistas pueda sugerirles
cierta reflexión sobre su práctica. Tampoco es una teoría de
la Gura, por lo menos no una teoría de la cura en su desarrollo,
en su progreso, en sus perspectivas. Me voy a r~ferir entonces
.a la situación analítica; del mismo modo habría podido pronunciar el término «método ... Los dos están estrechamente intrincados, eso es evidente: no hay método analítico si no se instaura cierta situación . Lo que me intereLA SITUACION
sa en la situación analítica es tratar d e
ANALITICA
ver el modo en que método y situación
MATERIALIZACION
son la c<;mcretización, la materializaDE LA TEORIA
ción se podría decir -casi como se habla en parasicología de la «materialización., del ectoplasma-, la materialización de cierta concepción del hombre que viene en ella como a ponerse a punto y
a verificarse. Hace_un rato les indiqué esos dos aspectos principales de la teoría psicoanalítica: primero el aspecto tópico ,
con la teoría del yo en la que se impone una renovación; y,
más todavía, con la teoría del inconciente y del ello, en vista
de que nuestra tesis rectora, siguiendo a cierto Freud, es que
el inconciente y el ello se deben concebir como un dominio separado, heterogéneo, no paralelo, por relación al conciente.
En fin, siempre en este campo de la tópica, el problema importante de ia angustia, que precisamente se sitúa en el lugar de
interacción del yo y del ello. El otro aspecto al que me he dedicado, en la teoría psicoanalítica, es el aspecto pulsional y económico, lo que se llama la teoría de las pulsiones . Tendré que
formular más de una vez esta teoría, y aquí me limito a mencionarla esquemáticamente: la teoría de ~as pulsiones opone
la autoconservación y la sexualidad por una parte; y en el campo
de la sexualidad, que es aquel en que exclusivamente se mueve el psicoanálisis, las pulsiones sexuales de vida y las pulsiones sexuales de muerte. Ahora bien, si ciertas elaboraciones
2 UER: Unité d'Etudes et R echerche . El 18 de junio de 1975, por deci sión ministerial, el Laboratorio de. Psicoanálisis y Psicopatología del UEH
de Ciencia.$ Humanas Clínicas (Universidad de París VII) fue habilitado para asegurar la preparación de un Doctorado de Tercer Ciclo con la m e nci6n
•Psicopatología Clínica y Psicoanálisis• (N. de la T. ).
29
l llí'n
w
lí 1IP 1'tt1ll
111111111li 11 1·11 1•1
\ 1.111h1tl1 •1'll!'i, 1'!111 ~ dd11 •11111'111111 11111111 11 111!• 11111 01111 111
p 1111'1ln1 p 1•lt •o111111 1ll l1 •11 , V ;1111 d11 d 11 ,
t' tl 1•1 11 11(11 1 1111 q 111 • ' "' d 1•u p llc•f(11 illl l, 11 111·i1dJ c•11, or1 d nd •', lo q11 1,•
11 1· l ln 111u .. 11t1. 11 11d(h1 pNkoo.111.1.lft li.;u•. Nu ot;t,ro propósi to ~c r ía , e n 1.or1c<·s : uvcrlgu ar si la p ráctica psicoan a lítica, e n la m a n e ra misma e n q u e se ins taura , e n la manera .en que se desenvuelve
-e igualmente en lo que excluye, porque veremos que esto
es fundamental-, ilustra, confirma, permite p:fecisar o rectificar lo que .nosotros podemos enunciar, en la teoría y la psicopatología analíticas, acerca del ser humano, de su estructura
y de sus motivaciones; aquí estructura remite a la tópica, y
motivaciones, a lo pulsional.
Introduzcamos aquíun paréntesis: y es que esta puesta en
relación de la teoría y de la situación analíticas es admitida
con toda generalidad en lo que concierne a la tópica. No hay
autor empeñado en describir la situación de análisis que no se
d e sviva por mostrar el módo en que esta acaba por poner en
juego las instancias de la personalidad: ¿cómo se sitúan, se distribuyen instancias como el yo o el ideal del yo, y cómo evoluciona n en la situación? O también, ¿cuáles son las condiciones
óptimas que permitan al inconciertte, o al ello, alcanzar la concie ncia y la traducción verbal? Pero lo notable es que los analistas no parecen interesarse en la relación entre la situación
a n a lítica y el tipo de los contenidos pulsionales que en ella afloran. Como si, una vez instauradá esta situación, todas las pulsione s se expresaran ahí de una manera, se podría decir, igualitaria; como si las condiciones analíticas sólo tuvieran una relación lejana con los contenidos o los motores del inconciente,
c on su «energía». Habría entonces allí como una especie de celada . De modo que el esclarecimiento nuevo que uno puede
a portar, . en cuanto a la situación analítica, concierne más a la
r e lación de esta con la teoría de las pulsiones que a su relación
c on la teoría de la tópica.
¿Situación analítica? Veremos las dificultades que se prese ntan para describir en este caso algo aparentemente simple .
Opongamos, si ustedes quieren, de maEL PSIC<>ANAL1s1s
nera cómoda, la extensión y la comEN EXTENSION
prensión de este término «Situación
analítica». La extensión, es decir: ¿a
qu é se aplica legítimamente esta expresión? ¿Hasta dónde llega r? ¿Hasta dónde se puede decir que una situación merece
todavía ser llamada «analítica»? ¿Hasta qué tipo de psicoterapia, por ejemplo, o aun de entrevista? También: ¿en qué mecjida tiene significación hablar de análisis de niños, de situación
1111\11 ( rl1·l((01
111•11111 1l f11'1 ( 111 q111 ·
n1tlu iu111
1111
l1
1111111 d1 t l 111111111'11 •11111 .V d o l d1 •r11 111oll11 plilHl0111d , tt•• 111111dudo111 11
n•Hp 11 c·Htm1 1111'11 dl l1•n•11t.1·H. ;,1l uyo 11 0 11 11 11 111111 tt h l cl 1• 11 11\011'1 '1'1· 11
d r c 111 0~ o<.;u:,;lón de rccxum luur la gran opo~ldón c n tn• M(• ln n lt•
1'1111·11u p1111d11111 l11 1111 111
l
'[
1
Kle in y Ann a F r e u d acerca d e esta c u estió n ; oposició n q u e no
e s solame nte histórica sino que va verdaderamente al f ó n do ·
de las cosas. Y además, enseguida, se va a presentar el proble- ·
ma del «análisis fuera del análisis», fuera de la cura: el psicoanálisis llamado «aplicado». En este psicoanálisis aplicado·, ¿_que~·
da algo que se pueda asemejar a un análisis? Y si en el psicóc
análisis aplicado apenas queda algo o no queda nada de la
situación analítica, ¿cuál es su legitimidad? También este e s·
un debate fundamental, con respuestas enteramente dispare s .
En cuanto a ·Freud, no hace falta forzar mucho algunos d e sus
textos para hacerles decir que está primero el método .arialíti -.
co , y después hay aplicaciones diversas de este: la cura entre
otras, ni más ni menos legítima que el psicoanálisis aplicado
a un texto literario o a una obra de arte o a fenómenos s~>ci a­
les. En sentido opuesto, la legitimidad del psicoanálisis fuei-a
de la situación de la cura es cuestionada cvn vehemencia por
otros analistas. Tomen un texto como el de Roustarig, Un destin si funest e ,'3 y se encontrarán con esta paradoja: el autor
argumenta violentamente contra toda posibilidad de hace r psi coanálisis fuera del diálogo analític o, e s dec ir contra todo psi c oanálisis aplicado, en una obra que, d e un e xtremo al otro,
no e s otra cosa que psicoanálisis aplic ado porque se propone
como objeto interpretar psicoanalíticamente la situación e n las
sociedades de a nálisis, sea en las del tiempo de Freud, sea e n
el círculo de Lacan. Es asombroso que esta contradicción no
haya sido percibida, en su rechinamiento y tal vez en s u posible fecundidad.
En cuanto a la «Comprensión» del térCRITERios
mino situación analítica, estaría dada,
DEL ANAL1s1s
si ustedes quieren, por los criterios de
esta, es decir aquello que permite a cada uno estatuir: esto es análisis, esto ya no es anális is. ¿Qué
criterios entonces y, suponiendo que se los pueda enume rar
(no se han abstenido de hacerlo, Freud el primero: no dejó d e
trazar el círculo de fo que e stá dentro del análisis y de lo que
se excluye de él), cómo se coordinan entre ellos? Cada analista, cada psicólogo, cada hombre un poco advertido de nuestra
3 Fran<;ois Roustang, Un destin sifuneste, París: Ed . de Minuit, 197tL
[Ed . e n castellano: Un funesto destino, México: Premia Editora, 1980.]
31
;30
\
•' 1t1w11 ,
".-! 1 h11111l111 1
pr1 ln111111allll1 • 11 ~ 1 p11 11d 11 n1111111nr111 l'ln itu 1•1111
lltl11d d 111•11 111dn 11 111 q11 n1·1 111 HllU1ym11 111111 1'\ llHIH. 11;H ('llJ)llZ <I <~ ('JlU ·
111 nn 11· 1.,11 .-l1 •111(111toM dt• lo que se llam a e l .. sctting•, es· d ecir
111 :-1 condiciones e n apariencia exteriores, pero muy importan-
. tes sin e mbargo, de una cura analítica. Es capaz de enumerar
. ciertas coordenadas de la relación analítica. Evidentemente es
al término .. relación• al que nos vemos conducidos, a partir del
de ..situación>>.· Enumero bien al azar, sin pretender por ahora
coordinarlas: la relación de palabra, la regla fundamental, la
neutralidad, la interpretación, la trasferencia, etc., títulos de
capítulo; cuando se les quiere dar un contenido, se registran
divergencias acerca de todos esos puntos. Pero, una vez más,
no se trata de enumerar divergencias, de hacerlas entrechocar
como en un informe de congreso, donde se llega hasta contar
los puntos de los contrincantes.
Nuestra pregunta de partida sería la siguiente: ¿hay una relación interhumana espeéíficamente analítica? ¿Cómo se define una relación específicamente analítica por referencia a las
situaciones y a las relaciones comunes de la vida cotidiana?
Y tan pronto como uno se plantea esta pregunta, advierte que
de nada nos serviría reenumerar nuestra lista precedente porque la relación de palabra, las trasferencias o aun las interpretadones, tódo eso existe en la vida cotidiana, ha existido históricamente antes del análisis, existe fuera del análisis. Como tal,
ninguno de esos elementos, sin más precisión, es específico del
análisis. Por cada uno de estos términos habría que hacer pasar
una especie de clivaje para delimitar una relación de palabra
. analítica y una relación de palabra no analítica, una interpretación .analítica y una interpretación no analítica, etcétera.
· ·
. Me apoyaré hoy en uno de esos térmi. CoN LAGACllE:
· nos, el de trasferencia, y en ese texEXAMBN DE LA .
to-referencia que es el trabajo de Da. " TRASFf.RENCIA
niel Lagache que se titula .. EJ problecoMt>. CRITERIO
ma ·de la trasferencia•. 4 Todo este texto de Lagache gira en torno de una
cuestión que él no formula así pero que podría ser, simplemente·: el hombre no nació en 1895 ni en 1882, no nació en Austria
n'i
Viena. Y tampoco nacieron en esos lugares ni en esas precisas.fechas el diálogo o aun, puesto que se trata de trasferen. · . cia, la repetición de las conductas, de las actitudes y de los
afectos. Entonces, cuando uno se interroga: ¿qué hay de nue-
en
vo 1·011 o l p 1t l( •111111t\ll11 l11, rn1 l Hllf1 " 1111 l 000, 1· 11 11 11110 •'
rcMpondcr •Ju tn.1.::1fcrc u cla• CH totulinc nto l11Hufkk11t.<'.
' 11111 •11'1',
L11
trm
ferencia -y por ahora seguimos en esto a Daniel Lagac h cno es un fenómeno psicológico nuevo. Hará falta entonces que
profundicemos nuestra interrogación: ¿qué hay de nuevo en
la trasferencia? o ¿qué hay de nuevo en la repetición? ... ¿Cómo sale del pa,so Lagache? Y bien, él queda atrapado, o nos
atrapa, en una serie de fenómenos, en cuyos dos extremos .tendríamos dos términos en apariencia heterogéneos.
En un extremo, las repeti<;:iones de conductas y de afectos,
desde que el hombre existe. Dondequiera que esté el ser humano, ninguno escapa a la repetición. Un hombre que no repitie~
ra, es decir que no hubiera aprendido, es inconcebible:
,;si tomamos-la trasferencia en el sentido lato, se vuelve difícil fijar sus límites. Toda conducta es en efecto un dosaje de
asimilación de la situación presente a hábitos antiguos y de ajuste de los hábitos antiguos a la situación presente. En el hombre, la idea de una conducta absolutamente nueva, que no implicara en manera alguna la trasferencia de hábitos antiguos,
es impensable; lo que puede ser nuevo es la organización de
los hábitos antiguos de cuyo repertorio el individuo se ha nutrido. En el niño, la formación de los hábitos comienza desde
el nacimiento y, desde los primeros días, los psicólogos han podido demostrar la intervención del aprendizaje, es decir de las
modificaciones duraderas del organismo y de sus respuestas,
introducidas por sus respuestas y aun por sus conductas .. . En .
el curso de las sesiones de psicoanálisis como en el curso de ·
la vida, el paciente se nutre de su reper~orio de hábitos,.. 5
Evidentemente, sería impensable que fuera de otro modo.
En el otro extremo, sin embargo, la impresión de Freud y
de los psicoanalistas es la. de un descubrimiento: estar frente
a algo inaudito, tan inesperado que hizo falta cierto tiempo pac
ra reconocerlo. Es bien sabido que Freud no situó -y menos
Breuer- de entrada la trasferencia en toda su amplitud. Y tras
haberla reconocido como algo inaudito y perturbador, hizo falta aún más tiempo para aceptarla y para apoyarse en ella.
He ahí los dos extremos de esta cadena y, sesenta o setenta
años después, el teórico que reflexiona sobre esta dualidad.
Aquí es Daniel Lagache, el psicólogo, quien responde erigiéndose en el campeón de «la unidad de la psicología... ¿Por qué,
en efecto, escaparía el psicoanálisis a la psicología? ¿Por qué
el hombre estaría fuera del hombre? Respuesta matizada, des-
4
En Le tranefert et autres tra.vaux psychanalytiques, Oeuvres III, París; PUF, 1980, págs. 1-114.
32
5
lbid., pág. 80.
33
tina d a a p o n e r a salvo ese c u a dro unita rio, que para e llo pone
e n jue go dos oposiciones que se superponen parcialmente. Una
primera oposición hace intervenir en plenitud la noción de
situación. Encontrarán ustedes esta
D1spos1c10N
oposición en el capítulo que trata de
Y AMBIENTE
las «causas de la trasferencia»; estas
-muy simplemente, pero era preciso
enunciarlo- pueden ser reagrupadas bajo dos títulos: la disposición a la trasferencia, por una parte, factor variable de un
individuo a otro pero universalmente presente y no específico
de los neuróticos como d!Jrante cierto tiempo se creyó; y por
otra parte, el influjo del «ambiente» analítico, término que se
puede considerar equivalente al de situación. La trasferencia
se define entonces, con evidencia, como resultado de la interacción entre esta personalidad que tiene .una disposición a la
trasferencia, y esta situación. Decir esto, claro está, no es, en
definitiva; enunciar todavía algo muy específico, porque,. de
toda conducta humana, se puede decir, sin duda, que es el fruto de ·1a interacción entre una disposición y un ambiente . . .
Pero es en este punto donde intervendrá la otra oposición aducida por Lagache. El ambiente analítico no es cualquier ambiente y es quizá diferente, en cierta manera, .de todos los ambientes en que se sitúa el ser humano . Aquí Daniel Lagache
s e apoya en un artículo interesantísimo de Ida Macalpine, texto que verdaderamente relanzó la problemática de la trasfez·encia en tanto puso el acento en la producción de la trasferencia analítica, con toda la fuerza que se puede imprimir a
la idea de que la trasferencia es, más que provocada, producida por el análisis mismo. A partir de ahí, resumamos la argumentación de Lagache distinguiendo dos casos de la interacción entre disposición y ambiente. En el caso general, en la
vida cotidiana, esta interacción se puede escribir:
disposición + ambiente
~trasferencia.
Pero en el análisis, el esquema, un poco diferente, sería ~ste:
disposición + ambiente analítico
~neurosis
de trasferencia.
La: oposición más importante de Lagache se sitúa entonces entre trasferenm: Tl{ASFf:RENCIA
cia y neurosis de trasferencia. Hasta
aquí todo -en apariencia- es impecable : ¿qué hay de específico -para retomar nuestra preguntaLA N ¡.;u RO.SIS
34
¡,
¡i
~
e n e l a n á lisis? ¿Qué h a y de especifico e n la t r asferencia a n a lftica? En cierta manera, nada. Siendo e l análisis un. fe n ó m e n o
humano, ¿cómo no estaría sometido a las leyes generales que
rigen la conducta del ser humano? ¿Quién pretendería que, so
pretexto de que uno está en análisis, uno salte, digámoslo así,
por encima de su sombra? El análisis, en consecuencfa, no po-· ·
dría escapar a las leyes generales de la psicología; pero, dentro
de esas leyes, su situación es sin embargo muy particular, hasta única: se trata, según Lagache, de una suerte de situación
experimental, más pura, más accesible, sobre todo por la su-·
presión de ciertas variables .. Por el hecho de suprimir ciertas
variables que complican el campo de la relación interhumana, ·
uno pondría en evidencia ciertos elementos subjetivos, para
llegar esa· «neurosis de trasferencia» que Lagache convierte
en el centro de su famosa formulación de la cura: •de la neuro- ·
sis clínica, pasando por fa neurosis de trasferenda par~ remontarse hasta la neurosis infantil».
·
Hasta aquí, uno puede , en cierto modo, acompañar aLagache ... hasta el momento preciso en que es definida, positiva-· ·
mente, esta neurosis de trasferencia:
«La neurosis de trasferencia connota, en la relación analítica, las conductas que ponen en juego hábitos y actitudes inadecuadas a la situación real y presente ... •."
«Actitudes inadecuadas a la situación real y prese nte •: es
así como se definiría lo que convierte a la trasferencia en una
neurosis y también, más en general, lo que define a toda neuc
rosis. He aquí otro pasaje no menos claro:
Esas conductas «Son anacrónicas porque repiten una actitud pasada en lugar de ajustarse al presente; son irracionale s
porque no se corresponden a las relaciones reales que normalmente derivarían de la relación del paciente y el psicóanalista•. 7
Estas dos citas, indudablemente, podrían caer bajo el fuego
graneado de la crítica y, en particular, este último miembro
de frase: porque ¿cuáles serían las «relaciones reales que normalmente derivarían de la relación del paciente y el psicoanalista» si no interviniera esta desdichada neurosis de trasferencia? ¿Qué puede uno imaginar acerca de esas «relaciones reales•?
Más allá de esta polémica, que aquí sería demasiado fácil ,
quiero solamente señalar la aparición de dos términos o de dos
oposiciones: real-derreal (o imaginario , o fantasmático), por una
a
6
7
/bid ., pág. 83.
/bi d., pág. 81 , n . 2.
35
parte, y, por la otra, «aj ustado a l p r esen te»-«an acr ó nico»; la segu n d a o p osición pre p a r a el p asaje, de esto «anacrónico» , a la
«neurosis infantil». ¿Tal vez por intermedio de esos pares juega
la especificidad de la situación analítica? ¿Tal vez son justamente esos pares, en ciertos momentos de toda práctica, los
que amenazan entrar en juego, aun si en otros momentos retomamos nuestra desconfianza hacia las nociones de adaptación
y de realidad que los sostienen? Y si decidimos guardar nues. tras distancias de esas dos oposiciones demasiado ingenuas o .
. demasiado signadas por una ideología adaptativa, si no son esos
pares los que verdaderamente entran en juego para definir el
análisis, ¿por dónde pasa el límite entonces? No he hablado de
la «Cubeta» , pero ustedes ven despuntar ya la idea d e cierto
. límite que define el lugar del análisis por relación a lo que le .
es exterior ...
27 de noviembre de 1979
Retomemos nuestra cuestión, que yo formulo en t oda su am. bición y sus implicaciones: nada menos que definir la especificidad del psicoanálisis, su campo específico . Salvo, desde luego, que se diga que el psicoanálisis en sí no es nada espe cífico ,
que es una psicología finalmente más afinada, que introduc e
· · métodos novedosos, o aun una psicología más amplia, más conquist.adora, que anexa campos nuevosi se ha dicho, en particu·... . lar:, _que el ~nálisis ha recuperado todo lo que constituía los desechos· del~ psicología, y hasta los desechos de la existencia,
· ..., · todo lo que aparecía como marginal en la vida del ser humano:
. el sueño, el acto fallido, la broma ... todo lo que no es serio .
· · ·. . ·.Esta re.c uperación de los desechos: ¿la habrá emprendido el análisis· Íll solo servicio de la psicología?
,
· . .
A la pregunta: ¿qué existe de espe cí, P AnA FREUD. ·
fico en el psicoanálisis?, ustedes sa. ' ·LO. ESPECIFICO
ben q Ue una de las grandes respue sES · E~ METooo,
tas, · tal vez incluso la gran respuesNo .LA SITUACION
ta moderna, consiste en afirmar: lo
específico es la situación analítica, o
· sea cierta relación de dos en la cura. Empujen esta respuesta
hasta sus atrincheramientos, reiterando la cuestión en el nivel
. .. segundo: ¿qué hay de específico en esta situación de dos, en
e sta situación analítica? Y entonces las respuestas divergirán:
· , . .. 36 .
respu esta por la t rasferencia, resµ u estn po r In r('htdó11 d1• pu
labra, respuesta por la d e rrealida d. Se t r ata d e tipos de lnt<' r
pretaciones teóricas que señalan prioridade s difere n tes, aun
si no son antinómicas.
Hace un momento hablé de •la gran respuesta moderna».
¿Por qué? Precisamente porque no es la gran respuesta freudiana. Se tiende a olvidarlo, ahora que el freudismo ha sido
recubierto por varias generaciones: el privilegio otorgado al diálogo, a la relación, o también, como se lo suele decir entre estos muros , a la escucha, ese privilegio es absolutamente posfreudiano. Lo que no quiere decir que sea falso, pero tampoco
es forzosamente verdadero. Por eso quiero recordar muy rápidamente aquello de lo que se trata para Freud respecto de la
definidón dél psicoanálisis. Pontalis y yo mismo recogimos una
de esas definiciones freudianas en el Vocabulaire de la psychanalyse (claro está, para desarrollarla luego en nuestra propia
definición). Insistamos en el hecho de que este no es un texto
arcaico, puesto que data de 1923: ~
.
()e-, A
·~sicoanálisis es el nombre\ -~
¡- -::;:::..--...J
1. de un procedimiento aue sirve para indagar procesos anímicoSdifícilmente accesibles por otras vías;
2 . de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación. y
.
'3 . de. una serie de intelecciones psicológicas, _ganadas por
~se c amino, 9ue poco a poco se han ido coligang o en una nu?
va disciplina científica» .8
" Esto se puede comentar así: lo que se indica primero es un
~étodo; pero. atención: no es el método en tanto situación de
dos sino el método de la 'internretadQn. fundado en asociaciones libres o en la interpretación de algunas producciones atípicas, a los . fines de alcanzar un conocimiento cie los procesos
·rneoncientes. Después, «un método fundado en esa indagación»:
aguí está la c;ra que, como se ve, viene segunda. for último.
«Una serie de intelecciones» : tenemos aquí a la: teoría. que llega
tercera. De modo que lo primero para Freud indudablemente
no es la teoría. No se tr:ata de elaborar primero una teoría anaiíhca de la que se dedujeran tanto el método como la situación
analítica (Freud llama procedimiento a aquel y método a esta,
pero poco importa). Entonces lo primero indudablemente no
8 Sigmund Freud, •Psicoanálisis•, en Obras éompl.etas, Buenos Aires:
Amorrortu editores, 24 vols., 1978-85 (en adelante OC), 18, 1979, pág. 231.
[Téngase en cuenta que las discrepancias en algunas c itas obe d e ce n al d e seo de ajustarnos a la ve rsión que de Fre ud propone Jean Laplanche e n
francés (N. de la T.).]
37
t's la l.(:odu, pe ro tampoco lo es la c ura, que vie n e segunda;
!n c ambio , e n nuestros días, más de uno diría: lo único fijo,
lo único a lo cual nos debemos atener, el único sentido del análisis es la situación «clínica» y, más precisamente, la situación
a nalítica. Lo que Freud, con una aparente modestia, coloca primero, es un procedimiento de investigación de lo inconciente .
Pero, para renovar la pregunta que hace un rato nos hacíamos: ¿es un método nuevo para explorar más adecuadamente
e l psiquismo? ¿Es un nuevo método psicológico? Después de
todo, en psicología se han introducido métodos nuevos; así, en
psicología e;xperimental, con su aguzamiento más radical que
se llama conductismo; o también con la fenomenología, que
aporta una renovación metodológica evidente. Y bien, se podría decir, para esquematizar, que esos métodos son introducidos en psicología para abordar con procedimientos nuevos los
o bjetos eternos de la psicología. Por el contrarl.o, la definició
de Freud deja entender que su método nuevo se aplica a . u~ · ­
düiñinio nuevo «difícilmente accesible por otras vías», a otro
O'bjeto o a otros objetos; digamos: a otro campo.
¿Especificidad de la situación anaEr. ANAL1s1s
lítica? A est~ cuestión , si uno acepN <> HA NACrno
ta jugar un poco con las palabras,
u NtCAMENTE
se podría decir que Freud responde
EN LA ctmA
invirtiendo los términos: no. ~specificidad de la situación analíticá, sino
e specificidad de la situación del psicoanálisis. Lo específico para
Freud~no es la situación interhumana como tal, por particular
que sea, sino la situación misma del análisis, que desde luego
e s inseparable de su método, y que lo coloca en cierta posic ión, única, por relación a cierto objeto; objeto concebido corno real por Freud, se lo llame lo inconciente, o las pulsiones,
o también la sexualidad. Demorémonos todavía un instante eri.
e l clasicismo freudiano para recordar que cierta cantidad d~
o bras rectoras e inaugurales de Freud encuentran su referente
fu e ra de la situación analítica concebida en el sentido estricto
del término, es decir fuera de una situación de diálogo y de
c ura reglamentada. Cito, evidentemente, La interpretación de
los sueños, cuyo material está constituido por sueños de Freud
e n su autoanálisis, o bien por sueños contados en los salones,
o también por sueños hallados en la literatura. De este modo,
la obra fundamental de Freud, aquella en que se expone el descubrimiento del inconciente, prescinde de toda referencia a la
s ituación de la cura. Además, Psicopatología de la vida cotidiana, cuyo título se debe comprender así: la «Vida cotidiana»
38
no es so l.u rn c ntc e l. objeto Hl n o e l lo ~m· 1ultm 10 d 11 ltt l n v1111U1-111
c ió n ; o bie n E l ch iste . ~:re ud sin duda se h a hrCa ...CMCJ.LlH!allzu<lo.
a~te la opinión hoy corriente : que s u a utoa n á lisis est á e ntc.ra:.
mente incluido en una situación analítica, la trasfere n c ia-5.Q.:.
~ su amigo Fliess. Idea esta admitida, no obstante lo" cual no .
hay que pagarse de palabras: porque esta situación, aun si efec~ .
tivamente era una situación de diálogo que tenía algo del análisis, estaba reglada por un protocolo muy diferente del de la
cura; para constituir la situación analítica no basta que exista ·
diálogo, que exista destinación (me refiero. a la destinación de ·
las cartas de Freud a Fliess y también a la destinación de las
cartas de Fliess, cuyo texto desdichadamente no conocel:nos).· ·
Hemos sobrepasado todo eso, se dice. De los tres e.lementos: metodo, situación y teoría, sólo la situación sería entonces
primordial. Un postulado que, a mi manera, he tomado en ef
curso d e este año como punto de partida, al menos. para exa- '
minarlo: ¿cuál es, en consecuencia, la especificidad de' esta si-·
tuación? Con la reserva de que advirtamos que para constituirla
no basta un .«diálogo singular», como se
. dice. Sino que precisa~ ·
f!lente esta singularidad de un diálogo tiene que remitir de nu~­
x,o y ¡odayía a un método y a 1m objeto
Retomo en este punto el hilo de la reunión anterior: la respuesta más corriente en cuanto a esta especificidad de la situación analítica, lo que hace que ese diálogo no sea como los
otros, muchos dicen: es la trasferencia. Me detuve, con Lagache, en aquella época de 1950-1952, notable por dos textos:
precisamente el texto de Lagache de 1952, «El problema de la
trasferencia», informe monumental en el sentido de que propone una revisión importante de la «bibliografía», pero que está signado sobre todo por uno de los autores reseñados, Ida
Macalpine y su artículo de 1950: «The development of transference» .9 Y bien, yo digo que estos aiíos de 1950-1952 corresponden a un viraje, por esto: de repente se advierte algo que
había sido descuidado, descuido que, como siempre, nos parece a posteriori extraordinario. Sin ninguna duda, en los comienzos del análisis, lo que se había descuidado primero, y a lo cual]
se le había restado importancia después, fue ... la trasferencia misma. Hablar, como Freud lo hace en los comienzos, de
/
las trasferencias y no de la trasferencia es, evidentemente, limitarse a manifestaciones más manejables, más puntuales: unos
elementos entre otros.
9
Traducción francesa , •L'évolution du transfert•, Revue Fran<;aise de
pá~s . 443-74 .
Psychanalyse , vol. 36, nº 3, 1972,
39
..
Cuando se descubre, con bastante rapidez a pesar de todo, la masividad
del fenómeno, ese es el momento en
que se empieza a hablar de la trasferencia, cuya extrañeza, cuyo carácter
irracional, «infantil», irrefragable (lo
que hace que se pueda hablar de «amor de trasferencia» o también de «neurosis de trasferencia»), implica una organización
bien diferente de aquella de las trasferencias dispersas, redus_ __
tibies la una después de la otra. A pesar de este reconocimiento, otro desconocimiento subsistía, justamente el que se advertiría en esos años de 1950-1952: para los psicoanalistas, esta
extrañeza de la trasferencia no era sino el correlato de otra
extrañeza, . la de los neuróticos. Si encontrábamos trasferencias tan masivas, tan organizadas, de reducción tan difícil, era
bien simplemente porque las personas que se someten al análisis son anormales. Así el fenómeno de la trasferencia, si era
reconocido en su especificidad, era remitido, por lo que se-refi e re a sus causas, a la responsabilidad del paciente. Puedo citar un breve pasaje de ese artículo de Macalpine, que propon~
un paralelismo interesante, sobre este punto de historia de las
id eas, entre la evolución de las concepciones referidas a la hip.'."'
nosis y la evolución de las ideas sobre la trasferencia analítica.
Ustedes saben que es absolutamente clásico trazar el paralelismo -y la oposición; la comparación, en suma- entre hipnosis
y análisis, o ehtre hipnosis y trasferencia. Y bien, aquí, es desde el punto de vista histórico como Macalpine se refiere a este
.. ·.: paralelismo:·
:_ · ~ .' ·• · · ·
·,••Es .interesante, ·históricamente; observar que en los bue. ' :" .- 'nós Úempos de la hipnosis, la aptitud para ser hipnotizado se
;1 ·.: ' · · _consideraba \.in rasgo característico de la histeria; la hipnosis,
. · ··en suma; se consideraba una "histeria artificial" (Charcot). Es
precisamente la misma situación que se produjo en psicoanálisis en 1o que concierne a la neurosis de trasferencia ... Freud,
su período' preanalítico, saludó con entusiasmo la demostrac'ión de Bernheim según la cual la mayoría de las personas
·podían ser hipnotizadas, y li:i. hipnosis no se debía considerar
"ya inseparable de la histeria. En su introducción al libro de Bern. heim, Freud .decía:· ' 'la hazaña de Bernheim . .. consiste preci: .: . samente' en haber despojado las manifestaciones de la hipnosis
-· de s'u extrafü~za relacionándolas con fenómenos de la vida psi'. cológica normal del dormir''. [Freud elogia entonces a Bern.': . · heim' por haber dado ese paso de s.eparar la hipnosis de una
I · : · . . causalidad que fuera preciso situar únicamente del lado del hipLA TRMWEHENCIA:
CLASICAMENTE,
FENoMENo
NEURonco
en
.40
notizado. La hipnosis no es reductible a una his t e ria provo('n
da, y los sujetos hipnotizables no son histéricos latentes. Y hi (' n ,
esta evolución que desprende el fenómeno hipnótico de sus lazos únicamente psicopatológicos ... del lado del hipnotizado:
esta evolución restaba todavía por hacer, en 1950, en lo qut•
concierne al análisis.] Frente a esta afirmación, es extraordinario que el psicoanálisis nunca haya pronunciado el divorcio
oficial entre trasferencia y neurosis clínica». 10
Es cierto que estas perspectivas históricas tal vez sean un
poco esquemáticas, y se podría mostrar, con Lagache, que Ida
Macalpine no es la primera en preguntarse si la trasferencia
se debía únicamente al analizado. Pero, en fin, fue sin duda
un momento de viraje; no un cuéstionamiento, sino la certifi cación de un «divorcio oficial»; este divorcio es entonces pro·
nunciado por Macalpine, y por Lagache, bajo el título de la pro·
ducción de la trasferencia, expresión
l.\1ACALPINE
harto sugestiva, con el carácter verY LAGACHE:
daderamente provocador del término
PRooucc10N DE
«producción». La trasferencia es algo
LA TRASFERENCIA
producido, lo que implica que «el ambiente» desempeña un papel dominante. A Ida Macalpine le tocó insistir, de manera convincente,
en lo singular que es este ambiente por su carácter frustrador ,
irrealizante, infantil (ella no se limita a decir infantilizante) ('
inductor de regresión. No retomaré todos los factores que men ciona la autora: hay catorce enumerados, en una heterogen<.•idad en la que Lagache intenta introducir cierto orden. Din·mos que estos factores infantilizantes y que favorecen la r<'gresión se reclasifican en tres grupos: aquellos elementos que se
relacionan con lo más exterior o formal de la situación, lo qu('
se llama el setting -rutina· de las sesiones, fijeza, distensiún,
posición acostada-. Un segundo conjunto de factores de¡H'n ·
deria del tipo de discurso demandado y del tipo de diseurso
dado en respuesta; lo que es demandado, ustedes sahen qu('
es la aplicación de la ~egla fundamental, y las asociaciones li bres; el discurso convocado en respuesta es esencialmente la
interpretación. Por último, en tercera instancia, podemos reagrupar esos elementos específicos de la situación que por lo
general se reúnen bajo el título en verdad demasiado cómodo
de •frustración». Se trata de cierta cantidad de rehusamientos,
o de exclusiones de la situación analítica: rehusamiento de las
relaciones reales llamadas «objetales» (Ida Macalpine lo dice así:
10
/bid., pág. 470. Entre corchetes, comentarios de .Jean LaplandH'.
41
d1d 1111111do ol>Jetul) ; rchwmmiento m ás esp ecífico, cod d~· ve r : rc husamie nto d e ver al analista pero también,
: 11 <.:icrto modo, rehusamiento al analista de ver al paciente
o , a l m e nos, de guiarse por su ver: por su mímica, tal vez. Otro
re husamiento esencial -pero que deberá dar lugar a comentario- es el de cierto tipo o de ciertos tipos de discurso. Sectores
considerables, entre las modalidades del lenguaje, quedan así
excluidos; tenemos, en primer lugar, el rehusamiento del discurso en el modo de la respuesta, a preguntas; pero existen muchos otros rehusamientos: citemos sólo el de consejo, el.de dar
órdenes, que son modos de discurso importantísimos entre aquellos que los lingüistas deslindan y describen. No importa lo que
se piense de este término tan criticable de «frustración», que
preside aquí todo lo que es puesto entre paréntesis en el análisis , para Lagache no menos que para Macalpine la trasferencia
no se comprende si no se pone en relación (esto parece tan
e vidente que uno se pregunta cómo no se lo pudo percibir y
d escribir antes) un sujeto con sus aptitudes para la repetición
(pero en definitiva todo sujeto es aptitud para la repetición)
con una situación en la que está sumergido.
El resultado de esta confrontación es una regresión, que es
la trasferencia misma. ·
Para Macalpine, como para Lagache,
MACALPINE:
la regresión, en la trasferencia, se deLA REGRESION ES
fine por lo infantil. Cito una de sus exsoLo DEL ANALIZADO
presiones: «el presente confundido con
el pasado». Si ustedes recuerdan que,
P-ªra F ud existen tres tipos de regresión y no uno ·~mro:-'i-e/
gresión tópic es ec1
a otro
tro e apa ·
t.'2 psíquico; re resió~orma e
e ·r regresión a modos de
.~x resión y de organizad'
cada vez menos estructura os; y
por último regres10n te
oral ven ustedes que estos autore
_Pri.v.ilegian la Fegn:~¡¡jón te~=tiral. Otro punto en común entre
Macalpine y Lagache, y pro ablemente muy característico de
estos años de 1950, es el hecho de que el analista, si induce
esta regresión por medio de lo que enuncia y propone, debe
s in embargo quedar excluido, al menos idealmente, del proceso de regresión o de infantilización. En otros términos, la contratrasferencia, para nuestros dos autores, debe ser reducida
y eliminada: es este el propósito esencial del análisis llamado
didáctico, el análisis por el que debe pasar el. futuro analista.
Ven ustedes que estamos todavía lejos de ciertas formulacion e s más recientes: poco a poco se abrirá paso y se "impondrá
la idea de que el analista acompaña en la regresión: todavía
1·1· <·0 1· t. o
1110
42
hace falta sabe r de qué regresión se trata y ::;i se trata d e la
regresión temporal. Pero cierro este paréntesis puesto que ve nimos haciendo un poco de historia y que nos situamos en esos
años de 1950 .. Para Macalpine, el hecho de que el analista esté
excluido de la regresión representa justamente la gran d~feren-.
cia entre el análisis y la hipnosis . La regresión en la hipnosis
-nos dice- es una regresión de dos; la situación hipnótica es
una «masa de dos», para retomar la fórmula freudiana. Pór .el
~-~mtrario, el análisisf'Sfiún Macal~~ es la regresión·d~
solo¡ ella lo afirma con términos particularmente vigorosos : .
· ":ETanalista ha tenido él mismo su análisis profQnct<> ~ · sabe ..
a qué atenerse: por eso mismo, a diferencia del anaiízado, está: ·
en una posición de fuerza. Sí la tarea del analizado es adaptar- ·
se activamente a la situación analítica, incumbe al analista per-·
manecer resistente a esa adaptación: Mientras que el analizado debe vivir el pasado y observar el presente, el analista debe·
vivir el presente y observar el pasado; debe resistirse a toda
tendencia regresiva en el interior de él i;nismo~. 11 ·
Y a.un más: «Estrictamente hablando, la relación de trasft>rencia no debe ser referida a una relación entre analizado y ·
analista sino, más exactamente, a una relación del analizado
con su analista. El analista mantiene al analizado en el aislamiento. Por su naturaleza fundamental, el análisis, al contrario de la hipnosis, no es un grupo de dos». 1 ~
En Lagache las cosas no aparecen descritas de manera tan
rígida, pero la idea es sin duda el mantenimiento de una situación pura, de una situación razonable con cuyo patrón lo irrazonable de la trasferencia pueda ser medido a cada instante,
o al menos cada vez que hace falta. Digo «Cada vez que hace
falta» para aludir a esta fórmula particularmente sugestiva d e
Lagache: hay momentos en que el analista dice al analizado
«desvariemos» (desvariemos juntos, pero esto es diferente de
«hagamos regresión») y otros momentos en que debe poder decirle «Seamos racionales».
En conclusión, las opiniones de nuestros dos autores se superponen en gran parte. «El dogma de la espontaneidad de la
trasferencia ha sido quebrantado»; yo diría incluso que no subsiste en tanto se trataba de referir esa «espontaneidad» a la sola capacidad interna de cierta persona para «trasferir». La trasferencia no es un fenómeno espontáneo; se realiza, en su forma regresiva y masiva, porque el sujeto está sumergido en una
11
12
/bid . , pág. 468.
/bid., pág. 471.
43
..
ll f 1uwl11 11 n 11t1 1 1·11 1111 •11l.1 • ('011 1-11.lt,ul<la pnru c1-1c efecto . A partir d e
1·1-1 1,n f\ •,,Ct'('M16 11 , n.·11p ccto de la c ual se ha advertido que el análi-
miento de sentimientos tan complejos que es la trasferencia.
No atribuyamos a Lagache esta ... simplicidad ... de decfr que
la situación analítica sea simple. Pero no es menos cierto que
Lagache está atrapado, a su vez, en esta contradicción extraordinaria: la situación analítica está hecha para provocar-ta trasferencia, lo que significa que ella induce una reacción conforme a lo que ella es, si es que queremos hablar en términos de
comportamiento. Y he ahí que simultáneamente se nos invita
..;i.., lo ha h echo todo para sumergir en ella al analizado, ¿cómo
salir? En este punto, Lagache y Macalpine empiezan a divergir
considerablemente . Para Lagache, esta regresión (no estoy seguro de que a Lagache le gustara mucho la regresión ni , en
·general, todo lo que suelta las amarras) es un fenómeno temporal-io que debe ser re-situado por relación a un marco de referencia real, presente y racional. En
LAGACllE:
la reunión anterior cité ese pasaje en
LA TRASFERENCIA
que é l opone la trasferencia en tanto
· .cuMo m:mu:AL
arcaica y derreal a lo que la situación
analítica exigiría •realmente». Esos dos
elementos, lo derreal y lo real, deben, imperativamente, ser
confrontados; es lo propio de la interpretación •de confrontación» o «mutativa»:
•el acondicionamiento de una interpretación de trasferencia pone en evidencia dos aspectos: a) la conducta del analizado no se ajusta a la situación presente y actual; b) constituye
; _ {la reproducción, en los términos _d~ la situación analítica, _de
~ ,· _
una forma de conducta, de un habito formado durante la m<:'.·1~ 1fancia del paciente. El propósito de la interpretación "mutati' ;, . va'', según la expresión de Strachey, es llevar al yo racional
(1 .
del pac;iente a comprobar que repite el pasado en lugar de ajus_...,.,,
tarsé al presente,,. I:l
_ ·· El término creado por Lagache, •interpretación de confron.. ;,,~~,\ tación», es perfectamente explícito: se trata de confrontar el
~./. pasado con el presente, y lo fantasmático, inadaptado a lo real,
~ ~ . c'oo.lo que se ajustaría á la situación presente y actual:
· ··
«La 'liquidación de la trasferencia se debe entender enton. tes como liquidación de la neurosis de trasferencia, es decir
,de i:epeticiones neuróticas, inadecuadas para la realidad pre; . sen.te». 1 .~ · · · .
. Algu.nos hari: llegado hasta sostener que •la situación analí. · · Úca· es una situación del todo simpl~», lo que permitiría, preci. samente, simplificar la función de la interpretación: sería fácil
.mo~trar lo •tortuosas» que son esas personas que hacen trasfe. 'rencias en esta situación •del todo simple». Ha causado risa,
y en efecto uno se puede reír de esta pretendida confrontación entre una, situación del todo simple y ese desencadena-
,,
r
13
. Daniel Lagache, •Le probleme du transfert., en Le tranef'ert et autres
· travaux psychanalytiques, Oeuvres III, op. Cit., pág. 87.
. .
14
44 . •
.Jbid., pág. 113.
.
i
a confrontar esa trasferencia con «lo que la situación exigiría». ¿Qué exigiría la situación? Lo único que sabemos es que
esta situación exige lo que ella produce, es decir la regresión.
¿Cómo puede uno saltar su propia sombra? ¿Sobre qué base
puede uno pretender, después de haber mostrado que esta situación está-hecha para provocar fenómenos atípicos, que se
podría confrontar estos fenómenos con una pretendida situación racional?
Pese a todo, no nos apuremos a reír o a condenar mientras
no tengamos en mano otro instrumento de medida. Indudablemente que este instrumento de medida por la realidad de la
situación analítica es bien cómico , justo en el momento en que
se acaba de mostrar que esta situación es perfectamente infantil. Pero mientras no tengamos a nuestra disposición ese otro
instrumento, hagámonos esta pregunta, analistas de todas las
playas: ¿quién no ha pronunciado, en una forma 'tal vez más
r¡efinada;""quién · no ha sentido al menos la tentación de pro~
~nciar algo tan torpe como •yo no soy su madre»,. •yo no so:y:
f<..l que usted cree»? De rechazar, por lo tanto, en nombre de
la realidad, fenómenos a los que nos rehusábamos que nos estÜvieran destinados: marcas de trasferencia. •Yo no soy el que
usted. cree» o •la situación no es la que usted cree»: efectivamente¡ es una tentación pronunciar estas palabras sin recordar siguiera que toda denegación, como lo demuestra Freud,
~s un reconocimiento del inconciente o, al menos, se funda en
.· un reconocimiento¡ no hay •yo no soy» sin un <1yo soy» que cóhs" .
tituye su fundainehto: razón capital por la que eliricoridetite',
por: su parte, no conoce la negación .
'Para terminar con este panorama de 1950-1952, ¿cuál es la
respuesta de Macalpiné a la misma preMACALPINE:
gunta que hacíamos a Lagache: cómo
. NO HAY DiSIPACION
deshacerse d~ lo que uno ha c'ontribuiDE LA TRASFERENCIA
do tan bien a producir? ¿Cómo liquidarla, a esta trasferencia? Y bien, las
expresiones de Macalpine son características. Para ella la trasferencia no está inadaptada a la sit.uación analítica: la trasfe-
45
'
rencia es un modo de adaptación regresiva a la situació n real;
y la capacidad para la trasferencia es precisamente la capacidad para adaptarse de manera regresiva a una situación que
es ella misma infantil. La situación es infantil; está totalmente
justificado adaptarse a ella como un niño:
«En psicoanálisis no hay además sugestión que provenga del
a nalista [esto es a diferencia de la hipnosis], sino un empuje
constante que conduce a una regresión más profunda a través
de la situación infantil del análisis. Si el sujeto reacciona a esto, desarrollará una situación de trasferencia, es decir hará regresión y establecerá relaciones con las imagos primitivas. Por
e so la trasferencia en análisis puede ser definida como adaptac ión progresiva [evidentemente, «progresiva» se toma aquí en
a cepción distinta que «reg·resiva»; digamos: «por etapas»] del suj e to a la situación analítica infantil por medio de la regresión».15
Y a partir de esto Ida Macalpine no es en modo alguno inconsecuente como, me parece, lo era Lagache: aquella inconsecuencia·que consistía lisa y llanamente en desdoblar la situación analítica. En efecto, ella pone en duda de manera radical,
como una «idea tradicional» que sería preciso reexaminar por
completo, una concepción que se trasmite de año en año y de
a nalista en analista, sin pruebas: la «liquidación de la trasfer e ncia» . Idea «poco clara», Ros dice; tan poco clara como la de
oponer absolutamente acerca de este punto hipnosis y análisis, donde la hipnosis se caracterizaría por la no liquidación de
la trasferencia, y el análisis, por su liquidación. La autora muestra que esta oposición, desde los dos costados, es insostenible:
existen en efecto relaciones hipnóticas que se liquidan, que se
atenúan, y la hipnosis no dura toda la vida. Y a la inversa, cuando se trata de concretar qué sería la liquidación de la trasferencia, tal vez de lo que se trata es más bien de desempeñarse
con la trasferencia. O en todo caso se trata de algo que no es
tan racional como se pretende; además se trata de algo qu"e,
e n todos los casos, no se produce únicamente en el análisis síno también en las posterioridades del análisis. En resumen, lefa
Macalpine no se deja atrapar en esa especie de pretensión ae
sustituir lo imaginario por lo real, lo inadaptado por lo adaptado, el pasado por el presente; no acepta el señuelo que proponía la famosa frase de Freud: «Afflavit et dissipati sunt», es
decir «Sopló y desaparecieron». Y bien, a las trasferencias, no.
1" Ida Macalpine, •L'évolution du transfert», op. cit. , pág. 469 . Entre
corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
46
m ás q u e a Jal:l pc::;adllJ as, no bn:;t,a H<1plru·l111-1 piu·1i l 1111 •111 ·lurt d ..1111
pare c e r. En o pinió n d e Macalpin e , la evo lución d e la <.: u rn " ·
entonces algo muy diverso d e una liquidación d e la t ral:lfe ren cia; sería más bien una suerte de maduración a término d e la
trasferencia, es decir, un encaminamiento hacia la edad adulta; idea que por lo demás no es menos oscura ni menos .care.nte ' .
de prueba que la hipótesis de una liquidación de la trasferen-··
cía por confrontación y desilusión .
He querido proporcionar una visión de conjunto de estas
dos posiciones afines, de Lagache y de Macalpine. Se les puede . .
reprochar muchas cosas, sobre todo la anulación de la. contra-·
trasferencia; pero en definitiva estos autores forman parte ·de
un movimiento, escribieron en 1950, y el acento sobre la contratrasferehcia se puso después. Sin duda que no demuestra.
menor ceguera pretender eliminar de un plumazo la coil.tratrasferencia, o pretender prescindir del rol de la situación an~­
lítica en la trasferencia. Otros seguramente pensarán que si ponen el acento en la relación dé lenguaje, todas esa,s dificultades desaparecen; lo que no es cierto.· Ya antes· he dicho d~: ·
pasada algo sobre esto, cuando señalé que no es todo el lerigua- ·
je el que se encuentra en la situación analítica, y que tambiérr
aquí, en el núcleo mismo del lenguaje, hay un límite que pasa.
Se tiene un tipo de discurso dentro de la situación analítica
y otro fuera de la situación, lo que nos sugiere que si querernos
definir esta, no lo podremos hacer por medio del lenguaje .. .
¿Por qué me he detenido en ese moLA s1TUACION
mento en el cual unos analistas advier""'\
COMO PRESCRIPCION
ten el hecho de que el psicoanálisis sumerge al sujeto en una situación muy
particular, algunos dirán que inaudita, absolutamente nueva?
Situación que se caracteriza por lo que ella prescribe, lo que
se llama un «Setting», unas reglas, por la manera en que ella
se organiza; pero tal vez no menos y aun en mayor medida por
lo que excluye y que antes hemos clasificado bajo el término
absolutamente inadecuado de frustración. Prescribir, organizar y excluir: ¿cómo concebir estos términos si no es por el trazado de cierto límite? Límite fundador, quizá: pensemos en ef
límite del fundador de ciudades, pensemos en el recinto trazado por Rómulo, el primer surco que circunscribió a Roma; pero
tal vez también -y es en este punto donde me deslindaré de
sostener una total artificialidad del análisis- límite que repite
otro, que renueva y que confirma otro, preexistente en el hombre. ¿Qué pertenece al análisis? ¿Qué cae fuera del .análisis?
¿Hay algo fuera del análisis? Es una cuestión que los analistas
47
'
se plantean; algunos para responder que todo está en el análisis; «todo se analiza», se dice con algún apresuramiento. Comoquiera que sea, para figurar este límite entre un adentro y un
afuera he tomado, un poco por juego, esta imagen de la cubeta
en la que me detendré la próxima vez.
~
5 de diciembre de 1979
Uno se puede preguntar de dónde proviene esta imagen de la cubeta. Sin
ninguna duda, le encontraremos algunos ecos que, a decir verdad, se me
volvieron perceptibles apres-coup. Por ejemplo, la famosa «CU. · beta» de Messmer. Si ustedes examinan los grabados que representan esta «Cubeta» o si leen las descripciones (se hablaba
de «ir a la ·cubeta» para ias sesiones de cura hipnótica), verán
ahí una especie de cuba oval o redonda de madera de roble,
llenada con elementos concéntricos (botellas, limaduras de hie.rro) dispuestos en cierto orden y de donde salen como .unas
barras acodadas y móviles. Es un modelo por sí mismo bien
sugestivo . Uno puede pensar, por una parte, que se trata de
una especie de pila, es decir, precisamente, de un recipiente
donde se han «apilado» diversos elementos para provocar lo que
se llama una diferencia de potencial. Pero se tiene también,
• :. .· .con toda evidencia, la idea de una suerte de organismo o de
·.'. . . . . <<máquina d~. influir» y' si uno evoca la famosa máquina de
· . · Taul?k, puede pensar que se trata de un cuerpo vivo. Una especie de cuerpo, fantasmático sin duda, donde el problema principal no es establecer una correspondencia término por térmi~
·~o con tal o cºual parte del cuerpo humano. Indudablemente,
las .barras de la cubeta se prestarían a la figuración de imágenes peneanas o' fálicas. Pero lo que cuenta, en esta imagen de
·. ·un cuerpo, es materializar la idea de que es indispensable un
. recipien~e para crear una diferencia de potencial. El modelo
. . hidráulico·-el de una cubeta que retiene un líquido suscepti. :ble de escapar" de ella dada cierta presión- y el m,odelo de la
'.pila eléctrica son muy afines, tanto para los físicos como, en
· · · eiertá man~ra, para los anallstas. Y puesto que considero aquí
. eventuales ecos metafóricos, subjetivos (hablo de ecos más que
de fuentes; conocerán ustedes dentro.de un momento mi punto.dé. partida, en cuanto a la cubeta), me ha impresionado esa
Ecos PAHA
LA cum;TA
48
,.
/'"
l.
,;
\,
expresión inglesa .en que «Casser sa. pipe» se dice «to lcü:k t.!1f '
bucket», es decir «dar un puntapié y volcar la cubeta». Esta expresión es sin duda más evocadora, directamente, que la locu ción francesa. La imagen de «Casser sa pipe» parece que tien<'
su origen en la cirugía de la época napoleónica en que al paciente, al que operaban sin anestesiarlo, le ponían una pipa
entre los dientes de manera que la apretara para no gritar; y
cuando moría bajo el bisturí, se decía entonces que había «soltado su pipa» [casser sa pipe]. Historia compleja y anecdótica,
en tanto que «volcar la cubeta» es, con evidencia, provocar la
caída, brusca y definitiva, de la diferencia-de potencial; el contenido es volcado, los niveles externo e interno quedan igualados, el límite mismo ya no tiene significación: es la imagen d<'
la muerte ºpor consumación de una entropía.
Mi punto de partida, en relación con la cubeta, es diferente, y una vez más son los modelos freudianos los que me inspiran. Ustedes saben que los modelos freudianos adoptan con
frecuencia el aspecto de recintos U<'
~ e imitan un -interior y un exterior.
Dos TIPOS
.En mi curso de 1971-72, en el que
DE: RECINTOS
me refei-í a la tópica a propósito dt>
EN FREUD
la angustia,rn intenté, esquemáticamente, distinguir dos tipos de esos recintos, aunque sabía que
esta tipología no es absoluta porque esos modelos son ellos mismos ambiguos y terminan por encimarse o superponerse. Para
el primer tipo, piensen sobre todo en la famosa v esícula viva
descrita en Má.s allá del principio de placer, y también en
el modelo del aparato psíquico en la segunda tópica, «el huevo»
de que se burló Lacan, con sus diferentes curvaturas en forma
de mamelón. y bien, ese primer tipo de modelo es efectivamente una especie de envoltorio, y lo eºsencial, sobre todo en
la vesícula de Má.s allá del principio de placer, reside en que
ese envoltorio estaolece una diferen cia de potencial entre interior y ext.<·MonELO
HOMEOSTATico
rior. El primer rasgo de este tipo d<•
modelo es entonces .que en él la diferencia interior-exterior es esencial y que se define de man<•ra energética. No hay envoltura sin energía que la mantenga .
Piensen en un globo de goma: si no está inflado,, es decir si
no hay diferencia entre la presión interna y la presión exter16 Cf. Problématiques I, L'angoisse, París: PUF, 1980, pág. 178 y sig.
[Problemáticas I, La angustia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1~88,
pág. 178 y sig.]
·
49
na, por eso mismo la idea de envoltura desaparece; y a la inversa, no hay energía, es decir capacidad de producir un trabajo entre el exterior y el interior, sin la existencia de una envoltura, puesto que la energía no es registrable como no sea
bajo la forma de una diferencia. Si ustedes quieren imaginar
que existe un nivel energético externo, una especie de mar más
o menos agitado de fuerzas exteriores, y si sumergen ahí un
recinto cerrado, percibirán inmediatamente que esta cubeta
puede permitir que se establezca y se mantenga una diferencia
de potencial: un nivel superior por ejemplo a lo que ocurre
derredor o, también, un nivel .inferior al nivel ambiente. En
c ie rto modo poco importa, por otra parte, que ese nivel sea
s uperiorº· inferior, si es verdad que la energía nunca es otra
cosa que la diferencia de energía.
; •"'
en
~
.r
"
,...__.
.
'
Otra característjg:i. de este tipo de modelo freudiano -o de es-
te aspecto de los modelos freudianos- es que este sistema ti~-: ..
j ne una finalidad, que es el mantenimiento de la constancia de
; s_u nivel. No bastá con decir que es una pila: es una pila cóñ
-~ un sistema de recarga o, más ·e xactamente, de auto-regulación,
refrigerador o climatizador; cuando el nivel baja, se trata de
recargarla, y cuando en él se han introducido energías demasiado importantes, es preciso evacuarlas. Y, también aquí, si
se piensa en que la energía nunca es otra cosa que la diferencia de energía, la idea misma de aumentar o de disminuir la
e nergía interna sólo tiene sentido relativo, por referencia al
nivel exterior. Por último, tercer rasgo: este sistema se defiende de las agresiones, que son en particular brechas abiertas en
sus envolturas; es decir que a partir del momento en que se
ha abierto una brecha en la pared de la cubeta, se pueden producir modificaciones más o menos catastróficas del nivel. Habrá que oponer fuerzas internas a fuerzas externas, taponar
las brechas; aquí la noción de defensa es la que se impone, insisto en ello, mientras que, en el segundo tipo, se podrá hablar
más bien de resistencia. Defensa a la vez económica y dinámic
ca, donde se trata de oponer fuerzas a fuerzas, contra-empujes
a e mpujes.
50
•
:•
,,.,..--
' -"
~
;.,
Entonces, ¿qué es esta espe(!ie de pila auto-regulada, que persevera en su ser (el cual nunca es otra cosa, repitámoslo, qué
su diferencia de potencial con el exterior), si no el mqdelo de
un organismo? Este modelo no ha perdido su pertinencia para
la biología: toda célula, todo organismo unicelular o pluricelu·- ·
lar puede ser considerado una suerte de pila regulada enfeed-c
back cbrt 'dispositivos del tipo del termostato, que marttie'tl.en·
una cantidad de constantes; evidentemerite no una sola constante, que sería la Energía vital, sino parámetros diversos y.
coordinados. Este modelo de una pila auto-regulada o de un
organismo es también (no insisto en esto porque lo he.desarro-.
Hado suficientemente en otra parte) el modelo de un yó: toda~
estas tópicas que hacen intervenir una er.woltura y una dife-·
rencia de potencial entre el exterior y el interior ·son finalmente tópicas en que el yo desempeña el papel capital; en ellas
el yo mismo está concebido como un organismo. Son, por lo
tanto, tópicas del yo y tópicas del conflicto psíqui<:o.
¿Cuál es entonces el segundo tipo de modelo, respecto del
c.u al nada prueba que en el espíritu de Freud sea radicalmente
opuesto al primero? Soy yo quien los opone y no Freud: porque en definitiva el supuesto es que a ¡nbos se refieren al ccaparato psíquico», a partir de lo cual se pueden operar toda clase
de derivaciones y de superposiciones. Ningún modelo freudiano es unívoco, particularmente en aquello a lo cual está referido. En tal caso, ¿cuál es este segundo tipo de modelo, al parecer diferente del primero? ~s el famoso modelo del capítulo VII de La interpreta9ión de los sueños. al que justamente hace varios años apliqué
por primera vez este término de cubeta. Sumariamente les recuerdo la filiación de este modelo. Antes de él, una enealogíac-;....j .~/
que arte de studios sobre la histeri con el capítulo de Freud <': A ' ·. . .
sobre ccPsicoterapia de la histeria»: !;.l modelo que se descríbe tri.• .
¡ilií (sin que se lo dibuje) es una estratificación concéntrica, hecha de capas de recuerdos; por las que la investigación analítica debe deslizarse como una 'n.Qia de cuchillQ...Rara-aprmdinarse
c_:ada vez más a cierto núcleo. Después viene el ccProyecto» de
51
1,.,
.1895, sesuido Rºr las cartas 39 y 52 en la correspondencia con
Fliess. En esta última carta, se dibuja un esquema que prefigura claramente el de La interpretación de los sueños. Después
de este, señalo una etapa importante con «Complemento metapsicológi.c? ~ la doctrina d~ los sueños», 17 tex~~conciso, muy d1f1cll y muy descmdado, que data d~
Y bien, a este esquema -a esta «ficción•- de un aparato
psíquico, lo vemos, en la Traumdeutung, rápidamente construirse, especificarse; tal vez también modificarse, o sea deri"
· · var, como me gusta decirlo, esto es, comenzar a designar otra
. cosa de la que pretendía denotar al comienzo . La primera etapa es dibujada así por Freud:
•:/"
M
p
__,
)·
I~
~
.)
lo que enseguida debe ser interpretado por nosotros como el
corte de un modelo que, en realidad, · se sitúa en las tres di"
mensiones del espacio:
..
..
" .IJ
¡·.
f
~
/
/
/
·i..a:iinagen más simple, para los que han tenido acceso a servicios de radiologí~, son esas cubetas llenas con un líquido revelador o fijador, y donde se sumergen radiografías suspendidas
··de tJ.n marco y abrochadas alreborde. Estas placas radiológicas
.""' .!.$ .
·~
~i
.
. . .
En OC, 14,_ 1979, págs. 221-33.
.
no están por otra purtc ti 11 t,(•r11111~ • 11
te fuera de lugar en e l mode lo fn·11
diano. En fin, en este esquema, es preciso suponer un sentido de funcionamiento. que vaya de una extremidad receptiva a una extremic
dad efectora; y no puede dejar de impresionarnos la semejanza
C()_n un modeló conductista¡ con las nociones de i'r!putJentra:
da) y output (salida) tenemos exactamente la famosa c~j_a nfgra, pero cori.· esta invers1on extraordinaria: ua.ra...JQs....~.QJJ..dJ.I_<::;..
tistaS; la noción de «Caja negra• sirve para afirmar que lo que
haya en el interior no les interesa; la interioridad es p<¿r ª~:(Lni~­
ción incognosc_ibl~L~~ un--con¿eptOmetafísico; i"ia·única.··¿;;;ª
efe quese ocupa el psicóiog-.;-·¡;bfetTvista-·es. de establecer relaciones regladas entre el conjunto de lo que entra (o «ha entrado», si se quiere tomar en cuenta también la historia. del sistema) y lo que sale . En cambio, a Freud, lo que le interesa en
principio no es lo que entra o lo que sale (aunque tal vez haya
que introducir matices en esta afirmación); aquello a lo cual
dedica centenares de· páginas en La interpretación de los sueños es a lo que ocurre en el interior de la caja negra, es al tra- ~
bajo del aparato,_ que él se esfuerza en describir 18 como si «es- 1
tuviera ahí»~
'
Veamos entonces cómo se va haciendo más complejo este
aparato. En el comienzo, uno piensa en una máquina y esperaría que sus partes fueran piezas mecánicas de funcionamien. to, motores destinados a trasformar lo
S1GNIFICACION
que ahí sucede. Pero; ¿qué nos indiDE LAS· PLACAS
ca enseguida"Freud? Esas «placas» sucesivas no son piezas que realicen un
trabajo;.. ella.s corresponde
. n a sistemas. situados entre las part.e. s
activas del mecanismo. Estos sistemas pronto serán designa- · J
dos según su verdadera naturaleza: sistema de ·recuerdos o de ..
huellas mnémicas. ·
·
.J
¿CUBETA o
CAJA NEGRA'?
..
1
18 Otra noción, sin embargo, pareciera ir directamente en sentido inverso de nuestra interpretación, y alentar lo que podría ser una anexión
conductista del modelo freudiano: si este modelo es el de un •aparato t'eflejo., si •el proceso del reflejo sigue siendo el modelo de toda operación
psíquica• (S. Freud, La interpretación de /,os sueños, en OC, 5, 1979, pág.
531), ¿no se podría suponer que. también Freud razona en función de lo
que •entra• en la caja y de lo que •sale• de ella, para establecer entre esas
dos cantidades relaciones, equivalencias o trasformaciones, sin preocuparse por lo que pása •realmente• en el interior? Pero yo he abogaclo aquí,
hace un instante, por la causa del diablo; porque veremos pronto (cf. infra, págs. 78-80) la significación muy pal'ticulal', extraña , paradójica, que
toma el •reflejo• para Freud, una significacion que sólo adquiere todo su
valor en el interior del aparato del sueño.
53
52
'
)
S1
~2
S;¡
"~
,¡
Desde luego, uno no se evade completamente del cuerpo o de
la anatomía, aún menos de la espacialidad. ¿Cómo se podría
e vadir, además, si uno toma en cuenta la demostración definitiva de Kant? Para describir una sucesión ordenada, en apariencia puramente temporal, el único modo es proyectarla en
c ierto espacio; no se puede suponer que para ir de A a C haya
que pasar necesariamente por B sin figurar esta secuencia en
una topología espacial . . : entonces, alguien dirá: ¿por qué no,
e n definitiva, el espacio del cuerpo? Una de las comparaciones
de Freud vuelve las cosas perfectamente claras: se trata de una
e specie de aparato óptico. Las ·.. placas», en este aparato, no representan a priori nada material. En un telescopio, un largavista, un aparato construido para que en él se formen «imágenes•>, los planos en que estas se constituyen pueden ser inmateriales.
O!~ 11 )
s.~
trata de los planos virtuales que corresponden a imágenes. _ _
Pero, ¿por qué hablar de...i<Si~t~!J!":S'~ d~i~á,ge_g~§ y_ppr- qµ_é _clli?tinguir diferentes planos? Y bien, es que estas imágenes y esfos~erctos--están reagrupactOs de manera muy sistematizada. No se trata simplemente de concreciones o de sedimeñta~~iones que s e prOclWeran-seSünun<rrdei\Puramente temporal
~ _bien que se reagruparan según el objeto al que esos recuer,,9os se refieren. ~l digpatching que se supone operante aquí ·
es mucho más sabio porgue se produce según el tipo de las aso-~qigciones en cuestió'(l . .freud lo dice con toda pr~cisión: el grimer plano, por e·em lo sería a uel en queliiST"mágenes se re~grupan según a simultaneida . }2:5 imágenes que ilegal\..~~ª~~
-
~~.1, .
rato serCan e n t onces, e n cie rto modo , d c8CO mpué1:1tu::1 y d (•s pu C's
recom uestas se un exclusivamente sus cone xiones d e c on tigüidad
l segundo plano a su vez, descom o~ría y rec om pondría los recuerdos según lazos d similitud Evi~temente
reencontramos aquí (y Freud en.contraría bien difícil citar mu_chos otros, tal vez a lo sumo la relación de oposición) los dos
grandes tipos clásicos de asociaciones de ideas, que en nues- .
tros días han retomado una vía nueva con los términos de me- ..
tonimia y de metáfora.
Hace un momento dibujé entre los dispositivos ópticos del ·
aparato un prisma (aunque Freud no hable de esto). Y bien ,
es justamente porque un@~;jene la capacidad de descomponer una imagen según algunas de sus componentes y-porque
S~..Q~de imaginar un sistema Óptico muy strn le, Compuest<> .
por prismas, e suerte que sobre cierto plano virtual se pro:.
yecten y se reagrupen todos Jos aspectos jnfrairojos o todos: ·
los aspectos rojos del objeto, sobre otro plano sus aspectos vio,Jetas o ultravioletas 1 y así. Imaginen entonces un aparato mw,
permita descomponer según determinados parámetros cierta.
imagen global llegad~ a su extremjdad uerceptlv:~ . A este m~>- .
·delo, que primero fue descrito sin referirlo a la experiencia ni
a los descubrimientos del psicoanálisis, lo veremos evolucionar después para dar razón, en par~cular, del estudio del sueño. Las «placas» de recuerdos podrán entonces ser designadas
como esos «Sistemas" que el sueño ha puesto en evidenci~:
---lec
'~ '~
.·
..
Prcc
1
,¿ J .)'.
rr ~
ijay, nos dice Freud. del lado de la extremidad efectora. un
último sistema de recuerdos o de representaciones que es una
instancia que critica, que pasa por el cedazo lo que tiene derecpo a traducirse en acción, que regula las válvulas O que comanda las puertas de la acción voluntaria y conciente; es lo
que llamamos el sistema preconciente. Y el anteúltimo siste- .
ma, en cambio, es por su parte el sistema no criticador, sino
criticado, aquel a cuyas expensas se ejerce la censura: el sistema inconciente puede alcanzar en cierta manera la conciencia
55
54
··>
...-
111'
,V 111 111111 llldud 1u\lo 111 111 1
1111 •c•o11d<• 11 l<1.
pllw~11
Lo que tenemos que mirar bien, en
este desarrollo que Freud produce bajo
DEL ES<.il!EMA v sus
nuestros ojos y que corre el riesgo de
DESLIZAMIENTOS
haberse convertido en algo trivial para nuestro intelecto, es que ahí se producen algunas modificaciones de las que uno se puede preguntar si no se asemejan a trucos de prestidigitador. Primero, el
\ lnconciente} gue en el texto es presentado como(Úii)5istema,
en el esquema se convierte en un con~e sistemas, designado por una llave . .i:_>or otra parte, Freud mantiene en~­
quema, a la izquierda del Ice y del Prcc, una serie de placas
S 1 , s~, etc., de las que no nos dice nada más en el texto; y es
lícito preguntarse a qué corresponden ahora esos sistemas de
recuerdos que no están incluidos ni en la plaga preconciente
,ñ i en la inconciente ... 19
· · °'\~~ 4
~.
¿____(~
p
- h~
LA
m c 11to::1 r culci; d e l Hlrit c nm. ;,Qu (l podc moM <·011<·h1lr provlHto
nalmente acerca d e e!ft C aparuto'1Lla
n Inri oxll{<'lldm1 d o In <-"<' 11H11nl
~·,,_
S1
S2
S,1
-
Ice
,\
1
,¡
·~
· Y d e spués, hay algo todavía más sorprendente en la evolución
·d~ éste esquema: es qµe si el plano .de la izquierda, el plano
-:
: 1 .p (la· percepción) sigue en efecto designando una de las pare.·. : ·" ·i · des de la cubeta, tenemos en cambio que a la derecha, sin que
.' · 1· se nos dé ninguna justificación, las ~~sas han cambiad~. ~n el
· . · . esquema más abstracto, era la motthdad la que const1tma la
. ·,\\¡· ¡ · pared exterior, efectora, de la cubeta. Pero, en el esquema si. f ';,; :. • ~ guiente, la motilidad resulta -si se puede decir- evacuada en
.
l
..
.
.
la ex~erioridad, y lo que cierra el recipiente es ahora uno de
" / · · lo~ sistemas; el último de los sistemas mnémicos; es una placa
. ._:_ehtr~ otras la que cierra la .cubeta; lo ~viene a ocupar esta
función real es el sistema preconcien e, que no es otra cosa
. que un'. sistema de recuerdos, es decir algo de lo que se nos
· · fiaíríá dicho que estaba sólo eñ posición «Virtual», entre los ele-
.\
·· ¡..
·. "f ·.·
q~e
1'9 .I:..o
nos da ya a entender que un •aparato del sueño• no recubre'
·" · ""-la totalidad de un •aparato psíquico•.
.
.
..
.
'~,
.
'
··~
20
:/j
cr.
in,fra, págs. 78-80 .
57
5q
"
marlo •aparato psíquico~ podría h acer
suponer que se pretende localizar en
él funciones y que ahí se podrían diPSIQUICO·?
bujar -ingenuamente o no- toda clase de cosas que de ordinario uno pone er, el psiquismo; digamos por ejemplo: la inteligencia -¿dónde situar el funcionamiento intelectual en el aparato?-; el hábito o los hábitos; la
afectividad; la voluntad o, de manera menos metafísica, los procesos que culminan en decisiones; o también , la conciencia moral. Y bien, nada de eso, y ustedes ven todo lo que se excluye
de este pretendido «aparato psíquico». Todos los sistemas de
este aparato· psíquico son sistemas de recuerdos, «memo~
. .. en. el sentido en que este término se emp¡ea-rere¡:¡do a las má~¿- ~u1nas: memorias inertes. Esto no es solamente una caracte'-~/fística del capítulo VII de La interpretación de los sueños.~¡
uno retoma la genealogía de este aparato en los textos de Fre_ud,__
advierte gue lo qníco ~,.reud_dibuja o describe, desde Estudios sobre la histeria hasta este modelo, son efectivamente apaqltos donde se alinean huellas, ordenadas y sistematizadas.
Y sin embargo hay. ahí algo que nos aproxima, por momentos, a la realidad de un ser vivo. Lo que hace que a este sistema de huellas se superponga el sistema de un ser vivo es, precisamente, la noción de la cubeta. Interesémonos por un instante en lo que forma y en lo que cierra la cubeta. Esta cubeta,
como todo organismo concebido según el modelo del «reflejo», 20 tiene un sentido de funcionamiento; sentido de funcionamiento que desde luego está orientado·entre los polos de sus 1·
dos extremidades, pero que también está como trazado en el 1
interior, en las relaciones entre J,ps sistemas, por el hecho de ¡
que, para pasar del uno al otro, se tropieza con resistencias . .l
. que tal vez hay entre la '
Un poco antes indiqué la diferencia
noción de defensa y la noción de resistencia. Cuando hablo aquí
de resistencia, no empleo el término, para empezar, en sentido
técnico, es decir las •r.e sistencias» en la cura, sino simplemente
en el sentido mecánico, físico, del término: para pasar de un
punto al otro, es preciso vencer cierta resistencia, sea que se
la conciba según el modelo eléctrico o según el modelo de una
pendiente por vencer, o de un paso por forzar, de una ccfacilitación» como lo dice Freud en otro lugar. El hecho de que este
sistema tenga un sentido de funcionamiento, determinado a
¿SE TRATA DE UN
·APARATO
i-.:vo1.uc10N
.,·
lu vm~ ¡>or su:-i extremidades y por s u s resistencias inte rnas, imp licu que uno puede d esignar un funcionamiento normal, el
que va de la e xtremidad P a la extremidad M, es decir de la
percepción a la motilidad, según el modelo de la acción de un
ser vivo que reacc10na en función de lo que le es aportado.
Pero es· preciso tomar en cuenta también las posibilidades de
un funcionamiento invertido, regresivo o regrediente; este funcionamiento «anormal» sólo se concibe si el .conjunto del aparato está sometido a condiciones especiales, que serán, sobre todo, las del dormir. Notan bien ustedes que la noción de regresión, introducida aquí pór primera vez, más que una noción
temporal es primeramente tópica.').<
¿Qué hay entonces en las extremidaLAs TRES
des? Me veo forzado a referirme a esto,
CONCIENCIAS
sucintamente, aunque sólo de ·manera
indirecta roce mi propósito, que es cercar lo que este modelo del sueño nos puede enseñar acerca de
la situación analítica. En cuanto a estas dos extremidades, debo recordarles las grandes opciones de Freud sobre la percepción y la conciencia. En la entrada, entonces, está el «sistema
p,., sistema percepción del que Freud ha dicho siempre que debía ser absolutamente diferente de un sistema de huellas: en
efecto, por definición, si la percepción se estorbara con huellas, ya no podría recibir nada nuevo, muy pronto quedaría sobrecargada. Luego el primer sistema rto es un sistema mnémico, es un aparato que recibe a cada instante huellas, pero que
a cada instante las borra. Y por otra parte, este sistema P de
la entrada es el sistema al que está ligada la conciencia; aun,
se debería decir: es el sistema al que es idéntica la conciencia.
P
W
=
=
P
W
p
1
..
".,l;
,\
-· ~
,j
~~
Ce
Bw
(.
No hay conciencia sin percepción. Toda conciencia está ligada
a un percepto, lo que permite distinguir al menos tres clases,
tres momentos posibles de la conciencia. La primera es la conciencia ligada a la actualidad de una percepción proveniente
del mundo exterior; ella se sitúa entonces en la extremidad izquierda del sistema: aquí no hay problema. Siempre en la extremidad izquierda del sistema, y bien, este será el funcionamiento del sueño: en ciertas circunstancias esta extremidad P
puede ser reactivada desde el interior «regresivamente»; una
huella mnémica de origen interno puede adquirir una vivacidad alucinatoria y llegar así a la conciencia.
58
,-,~,
-,.iry
Por último, es un tercer tipo de conciencia el que, cosa curiosa, se sitúa en la extremidad derecha del aparato :C<incieil-' ·
cía vigil;··p-eiüqile -no- rec;esobre- ia.5 -percepcTOñes'del mundo ·_- ·
exterior sino sobre los contenidos ,gue.P,rovienen del interior ·
del aparato: recuerdos, pensamientos, emociones. , . ¿Pero qué" quiere decir esto concretamente? Es que la conciencia normal,
además de la conciencia que acompaña a la percepcióri exter.na, pasa po-r una especie de percepción nueva que es una per--'
ce'pción ligada a palabras, palabras percibidas · porq,ue son -re- _
pronunciadas de una manera más o menos completa; ven uste-.des aquello en lo cual esta actividad es afín a la motilidad: es ·
sólo en la medida en que, en el lenguaje interior -rio todo·e1,
lenguaje interior, sino de tiempo en tiempo, como una suert<~
de iluminación por .flashes discontinuos-' ciertas palabras
articuladas pueden darse a la percepción; solamente en esa medida los rocesos de pensamiento pueden devenir concientes.
n la carta 52 que es indispensable para comprender de qué
~~ trata, Freud lo dice explícitamente; hay dos conciencias,:! 1
y hace falta desde luego mostrar al mismo tie.mno que se trata
ae la misma (este será el objeto de un momento ulterior): la
conciencia de la extremidad perceptiva y Ja gu~ se llama la c'illíciencia secundaria, 9 conciencia de pensamiento; pero esta con-..
ciencia secundaria ~s también una conciencia perceptiva porc
que se trata de la percepción de las palabras, pronunciadas in;..
tenormente o esbozadas de forma esquemática; de este modo,
en definitiva, las dos conciencias, la de la extremidad izquierda y la de la extremidad derecha, están ligadas a la percepción.
¿Qué cierra, ahora, la cubeta por lá
¿SITUACION
derecha? Indiqué ya lo problemático
DE LA MOTILIDAD?
que era esto. En el primer esquema
del capítulo VII teníamos, efectivamente, la imagen no sólo de un aparato psíquico sino de un
organismo, porque lo que cerraba la cubeta por la derecha era
en efecto el sistema motor. En consecuencia, un «aparato psíquico»: verdaderamente coextensivo con su «Soma», desde los
re-...
21 Dos conciencias en las condiciones normales, sin contar la conciencia onírica o alucinatoria.
59
llll l'tt h11 1tl," h1 M •l11 o r v11dotH'M• lllll HC lllnruH . y <I C:H
p11 í'tt , 111 n>11t,rnrlo, { ' I\ In HC8Un<fo d cscrlpc lón, lo que cictra la
·t1 bc lu 01:1 uno d e los siste mas mnémicos ...
IJ Hll'll f or• IHJll MOl
M
~
r
Prcc
~
La motilidad aparece evacuada en la flecha exterior, lo que
podría dar la impresión de que el aparato se retrae, se retira
a lo puramente •psíquico" ... si no nos inclináramos a desconfiar de esta oposición alma-cuerpo. Esto puede parecer de poca
importancia, y uno podría limitarse a decir: el término •motilidad" puede designar tanto un aparato motor muscular, con sus
movimientos efectivos, como lo que hay de motor en el sistema
neuronal , las neuronas motoras, por ejemplo, y sus inervaciones motrices. Discutir en estos términos sería interpretar el cambio de esquema corno paso de un modelo somático, o somato-psíquico, a un modelo puramente psíquico. En cambio, eri' mi opinión, lo importante es el abandono, en el se~undo esquema,
. del modelo de un organismo (somático' o psíquico, poco importa) para adoptar un modelo cuya •paredn ya no es una pared
real, sino puramente un sistema mnémico.
..•·
;..
·"
'i'
i
.. ·.12
dt:J
diciemb~e de 1979
·N~estra
.
1
·.i.
intención cuando hablamos del sueño es evidente,
y no nay razón para ocultar hacia dónde tendemos, tanto más
cuanto que no soy el único en plantearme este tipo de cuestión .
La cuestión es la siguiente: ¿cuáles pueden ser las relaciones
. entre el modelo del sueño o, más e_xactamente aún, un modelo
·
de la situación del sueño, y nuestra
SüEÑo ·v sEsioN:
concepción de la situación analítica?
Mob~Lo DESCRIPTIVO Y
Pues bien, esta cuestión puede tomar
MODELO · PRESCRWTIVO
varios aspectos, y yo veo por lo menos
·. .
dos de ellos. En primer lugar: ¿qué se
· pueqe aprender del modelo del sueño? El sueño es considerado
/·
\
1
.....,:
,\
1
1
'
:o rno una •formación d e l lncon clcntc• purtlc ula rm c ntc prlvll c giada, originaria, se podría decir, prínceps, d e modo que si e m pre ha servido para comprender, por semejanza y por diferen cia, otras formaciones del inconciente. Encontramos, en L.a
. interpretación de los sueños, extensas elaboraciones sobre las
analogías y las diferencias entre el síntoma histérico y el sueño.
Y bien, en el mismo espíritu en que uno utiliza corrientemente
las comparaciones -sueño y síntoma, sueño y acto fallido, sueño y chiste, etc.-, puede preguntarse si la situación analítica,
para no mencionar incluso la sesión analítica, no es una formación del inconciente o, al menos, puede preguntarse por las
condiciones a que debe responder para ser algo como una formación del inconciente, comparable al sueño.
Y después está el otro aspecto de la cuestión, que diría que
es más histórico y a la vez más polémico, más insidioso, que
se formularía así: ¿qué influencia ha tenido en el análisis ese
modelo del sueño, es decir una situación en apariencia totalmente artificial, en todo caso cercenada, cortada de la vida,
desrealizante? ¿Qué influencia ha tenido ese modelo del sueño
-con todos esos epítetos peyorativos que se le pueden adjuntarsobre la constitución de una situación considerada a veces no
menos desrealizante ... es decir el análisis? lNo hay más que
recordar toda una serie de fórmulas que en.efecto encontrarnos
en la boca de ciertos analistas: todo eso no es más que un sueño;
un sueño después de todo no es más que un sueño (podríamos
poner estas fórmulas entre comillas, tienen autores). Y también: un análisis no es más que un análisis, abran la ventana
hacia el exterior y vivan; agregaría además :;i.lgo así corno: hay
que saber terminar un análisis (como alguien decía: hay que
saber terminar una huelga). Y bien, estas no son fórmulas antiguas y superadas: tienen todavía curso, y no las cito para ensañarme e ironizar acerca de tal o cual escuela: que arroje la primera piedra el que no ha pensado así en algún momento de
su carrera de analizado o de analista; la crítica, aquí como dondequiera, debe ser constantemente y siempre una autocrítica.
Existe entonces un interés profundo en volver a ese modelo
de la Trau'mdeutung; si no se tratara más que de historia del
freudismo, esto me parecería contingente, o al menos reservado a los especialistas. Pero creo que existe un interés histórico
· más profundo en la medida en que la historia es aquí génesis,
historia. de la constitución misma del análisis, del análisis como
fenómeno, él mismo, histórico. El análisis es un fenómeno de
dimensión •histórica», al menos dentro de la historia del mundo
occidental, porque uno tiene algún escrúpulo en hablar de la
1
61
60
l
t
l ¡ I~ I 11 1 111 d, ., 111 1111 Hlill l ld11d •111 V111 111 "'' l 11d Ol llH 1H1 11 p 111 lm11 •111, i,1111
lo 111 1\1¡ ll.ipod1111inH qlli • 111 11p11J'ldl111d1•l1t1111.llt1IM l i ll ol Jll H tH lo .
( :1 11111;c¡11h 11•11 11111 1 1\1111•¡1, 0~1 1.u. dimuwdón hlHt.órk:u :::ic percibe en
ul lrnd 10 d o q 11 0 clort.011 l'cnómcnos humano1> ya no p u e d en ser
e nterame n t e los mismos despu és d e la aparición del análisis.
He inten tado fodicarlos, sugerirlos a propósito de la sublimación. 22 He intentado mostrar que la sublimación misma tal vez
t omó otro sentido, o un desarrollo enteramente nuevo, con la
aparición histórica, cultural, del análisis. El psicoanálisis es desde
luego un conocimiento: en este sentido es una «teorética» (más
que una teoría); pero es también cierta práctica, cierta trasformación del hombre. Ven ustedes que, cuando opongo y conjugo
teorética, por un lado, y práctica, por el otro, establezco una
distinción muy diferente de la habitual, remanida en mi opinión, entre teoría y clínica, de las que aquella estaría constituid a por la abstracción, las ideas, los conceptos, y esta, por la
d e scripción concreta. La teorética, tal como yo la opongo a la
p ráctica, incluye tanto los modelos con su nivel de abstracción
como esa descripción al ras del campo florido a la que se quiere reducir en muchos casos la clínica .. La práctica es siempre
otra cosa, es siempre un acto, es siempre algo prescriptivo
-para oponer los enunciados prescriptivos a los enunciados
d e scriptivos-; y creo que corresponde hacer un 'lugar importante, en lo que se ha escrito sobre psicoanálisis -en particular
e n lo que ha sido escrito por Freud-, a 10 presériptivo; lo prescriptivo evidentemente no es, como tal, reductible a cuestiones
de valor o de moral: hablo de lo prescriptivo en el sentido en
que por ejemplo se prescribe que la sesión analítica debe ocurrir de tal o cual manera. Es algo radicalmente diferente de
una técnica pura y simple, y también de una regla moral.
Y bien, para volver a esta cuestión: sueño y análisis, no soy
e videntemente el único que busca por este lado, y los pued o remitir en particular a un excelente número de la Nouvelle
Revue de Psychanalyse que se intitula «El espacio del sueño»,
todos cuyos artículos serían para citar.
SuEÑO SOÑADO
Se podría decir, siguiendo esta obra cosuE:Ño CONTADO
lectiva, que vemos oponerse, a propósito del sueño, dos perspectivas: por una
parte, la del sueño como objeto de estudio científico, digamos
el sueño descrito, o el sueño soñado, y por otra parte, el sueño
~~
«Faire dériver la sublimation•, en Problématiques Ill, La sublimation, París : PUF, 1980. [«Hacer derivar la sublimación», en Problemáticas
111, La sublimaci6n, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987.]
62
, ••11n1lo 1111 .,¡ 11111tll"IH q1w 11 1111 vo:,-, 11111 y 111•111111
Uw11lo u Hm ' ll uvado ni «t't' htt.o dí'J Hll•ll'º" • 111 1-1 11rn\o d o l dlr1 1 o~o
anaJftl.co. Y citaré u uno d e lo$ autores e n qulcnct1 ct1la lcmJc n ·
1
l
cía a llevar e l s u eño a l s u eño habla d o , a l s u eño del diálogo analítico, es más marcada: en efe cto el artículo c onclu~ivo d e este
número -de J .-C. Lavie- se intitula «Hablar al analista».2a Del
sueño «Soñado», nos da a entender Lavie, en el límite, .él no
tiene ya nada pertinente que decir puesto que está incluido ·.
por ~ntero en la sesión; objeción que, por otra pa.r:te, se generaliza, porque, aun de un diálogo «dialogado», cuando uno quiere·
informar sobre él, deja pasar lo esencial. Y bien, entre este in te- .
rés por el sueño soñado y el sueño en el análisis, el sueño c ontado, diré que en conjunto es el interés por la primera perspectivá
el que preValéée en este número de la Nouvelle Revue d(; Psychanalyse. Esta toma de posición, que es también la mía, se definiría así: existe un. fenómeno-sueño sobre el cual, en tanto tal
-con prescindencia del relato del sueño, así como de la utilización del sueño en el análisis-; el psicoanálisis tiene algo para · ..
decir. Recordaré que este realismo, llamémoslo ingenuo -y tanto.
más sólido porque es ingenuo-, es una vez más obra de·Freud .
Si ustedes se remiten por ejemplo a un artículo que se intitula ·
"º
. bservacion. es sobre la teoría y la práctica de la interpretación
de los sueños», 24 encontrarán en todo él esta idea de que entre
el sueño soñado y el sueño en el análisis hay una <ii§tancia e.un:.
s)derable
y gue somos C'!:J!.aces de evaluar esta distanci,s;i. Me
\
bastará con citar dos breves frases entre otras: ·~~s por completo
~jeno al sueño el propósito de ser utilizado dentro del @áli:
..§.ͧ.!'_. 25 Y después esto, no menos refrescante (como se suele decir): «Y. opino que sería bueno recordar a veces que los seres
humano
'
tes ue exist~era un psicoanálisis».21'> 'x:'
Y bien, ¿será quizas esta prepon eranLA EXPERIMENTACION
cia de una perspectiva realista el corresoBRE EL SUEÑO
lato de descubrimientos científicos, en
cierto modo exteriores al análisis, y
que concuerdan, se lo quiera o no, con las reflexiones psicoanalíticas modernas: me refiero a la irrupción de estudios objetivos
(incluso objetivistas, por qué no) sobre el dormir y sobre el sueño, realizados por los pSicólogos y los electroencefalografistas?
Toda una batería de registros permite abordar el fenómeno des23
24
25
26
NouveUe Revue de Psychanalyse, nº 5, 1972, págs. 287-98.
En OC, 19, 1979, págs. 111-22.
!bid., pág. 119.
!bid.' pág. 118.
63
1
d u l•},i 1h1 J(t d 111i 11111'1 v111 l11 d 11H pll l ll l1 11J(11 1 11 111 111 l ' OllV"l'l-(l 111t •h 1;
¡11t111 t n d11l 11 l• w l , 1011 1 w11 l'11 l oKl'l t1111 ~ , d1 1l n t1 l.11dlo 1h1l t.0110, dc ~ I , ,
l.11dlo d• • lqH n111vlml ont.0H t1l' 1il1\rCB o tmublóu d ol rcglHtro d e
lm1 p cdodo1-1 e n los qué tic pue d e d ecir que hay sueño, y d e aque·ll o:; e n que, aparentemente a l m e nos, no hay sueño. Todos esos
st udios lle van a la hipótesis de dos tipos de dormir: un dormir
lla mado le nto, en el sentido de que el electroencefalograma
está compuesto por ondas lentas y sincrónicas, y después el
dormir rápido, cuyo electroencefalograma en este caso se parece mucho más al de la vigilia. Esta segunda fase se llama «paradójica» en este sentido, según Bourguignon: «Cuando el sistema
nervioso central está más aislado del mundo exterior es justamente el momento en que el electroencefalograma se asemeja
más al de la vigilia».2 7 Para más detalles, los remito al artículo
de A. Bourguignon que se intitula •Funciones del sueño».*
Y bien, es durante esta fase llamada paradójica, rápida, cuando aparece el sueño, en tanto que en la fase «lenta>>, que por
otra parte encuadra en el tiempo a la fase de dormir rápido,
no se registran sueños, al menos habitualmente. Ven ustedes
~I
*
. . . . que" "sé nos .remite· aquí, .ya con la descripción del propio Bourgu~gn<:>Il., a un problema de aislamiento, de fenómeno aislado,
. ·puesfo que tenemos esta fase del sueño en la cual el electroen. cefalo.grama es semejante al de la vigilia, pero en la cual, al
. m~smo tiempo, la desconexión por relación al mundo exterior
e~ máxima;. ven ustedes que de nuevo se nos remite a este pro.. bJema de la existencia de un sistema cerrado, al problema de
. . . sus .límites y a la significación, tal vez, de nuestra cubeta.
':
.
.
•.
Para plantear la cuestión crudamente: ¿basta con borrar las
·dos .flechas, en el esquema freudiano, para hacer pasar al ser
humano de la vigilia al dormir? ¿Es el durmiente una especie
.de ho~bre-tronco o aun, .como se dice, de organismo o de sis. tema nervios~ «desaferentado»? Desde luego, hay una especie
27
. 64.
Nouvelle Revue de Psychanalyse, ·n° 5, 1972, pág. 181, n. 2.
d o b111•n ulu1•11 d1 i 11111 l l.,l' hllrt
1•1ro ud ; poro
11 '4 •1 n 11h 1
y
11l 11 11111 ic 1
1mw 11ld11
p111
y1t oi1 ~·I
c·rn1t11,d11 l:t.q11l11nlo m1t,o " '' 1111111 1•rn11pl• \l n
1.::1 <lonnh: uo 011 H.lt:uplo pdyndóu 1:1ommrlul mu:¡l vu: tlt.i..J.10dl'!11 d ci
c~ r que es d espo jamiento actlyo. es dcsyio del lntcrós. & <lrnÜ11
v estimiento. Y este desinvestimiento se d esc ribe d e un<:t inau era figurativa en el comienzo de un texto mucho m ás tardío,
«Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños», que
merece ser citado:
«No suele reflexionarse bastante en que el hombre se despoja todas las noches de los envoltorios con que ha recubierto
su piel, y aun, tal vez, de los complementos de sus órganos corporales, si es que ha logrado compensar sus deficiencias mediante un sustituto: las gafas, la peluca, los dientes postizos,
etc. Cabría agregar que al irse a dormir ejecuta un desvestido
an~logo de su psiquismo, renuncia a la mayoría de sus adquisiciones psíquicas, y así, por ambos lados, recrea una aproximación extraordinaria a aquella situación que fue el punto de partida de su desarrollo vital. [Aquí se muestra lo que constituye
el eje de este texto, eje en mi opinión más metafórico que realista, es decir la comparación del dormir y el estado fetal.]» 28
En otros momentos del mismo texto, Freud se plantea así
la cuestión (estamos en la extremidad izquierda del sistema):
en el dormir se desinviste la percepción, y sin embargo es este
sistema percepción el que desempeñará el papel esencial en
el sueño porque justamente él será excitado desde el interior
para producir las alucinaciones de que el sueño está constituido. Esto no deja de plantear a Freud un problema bastante formal, incluso formalista: tenemos ahí un sistema del que decimos que está desinvestid~>, desactivado, y que en lo sucesivo
debería ser considerado inexcitable. Pero, al mismo tiempo, ese
sistema inactivado se volverá excitable «desde el interior». Dificultad que Freud remite a una revisión de la idea según la
cual desinvestidura e inexcitabilidad correrían necesariamente parejas~
Sobre este punto preciso, ¿qué nos aporta la observaci6n
científica a la que me refería hace un rato? Y bien, ese dormir
lento, sin sueños, y después ese dormir paradójico encuadrado, encajado, se diría, dentro del dormir lento, corresponderían, si se lo puede decir así, a estos dos movimientos: la fase
de dormir lento sería el momento del desinvestimiento, y el
desinvestimiento total que aparece en el dormir lento desem28 En OC, 14, 1979, pág. 221. Entre corchetes, comentarios de .lean
La planche.
65
~-
1
¡ .....--
boca e n e fe c to en un e stado s in sueños, sin excitabilidad alguna del sistem a per ceptivo . Por e l contra rio , e n la fase lla m ada
paradójica, es decir en la fase en que hay sueño, hay efectivam e nte reinvestimiento del aparato perceptivo, lo que se traduce exp_e rimentalmente de una manera muy precisa, puesto
que se pueden registrar, por ejemplo, los movimientos de los
ojos durante el sueño, movimientos que parecen seguir al objeto onírico correspondiente.
Vuelvo a la extremidad derecha de la cubeta, es decir a lo
que cierra este esquema de Freud del lado de la motilidad. Les
he indicado esta especie de pase de prestidigitación que lleva .
la «motilidad» al exteriot del esquema, lo que evidentemente
va a facilitar mucho la idea de que uno puede suprimir las efer e ncias con la misma comodidad que las aferencias. En otros
términos, la pared de la derecha se convierte en el último sistema mnémico. Pase de prestidigitación que es quizás el signo
d e dificultades, de una contradicción interna que tal vez podríamos intentar remediar aquí. Indiquemos al menos esto: si
quisiéramos dibujar ese costado derecho siguiendo el texto de
Freud, y bien, habría que dibujar varias cosas. Habría que dibujar el preconciente, después el sistema o el funcionamiento
Conciencia-Percepción (percepción de palabras , lo hemos visto), y después, quizás, escindir la motilidad entre sus aspectos
de inervación o de comando, y los aspectos por los cuales ella
modifica el mundo. exterior.
Prcc
CcP
-
!
p
[W}·
X
··X - - . ; - -
X
( /1(,
-,
'kf lt>?" '-""'
Coc
[Bewsj
-1----X
X
X
.ai-J
.:..
"!e
.lf conc1enci~ .
Esquema este de un interés muy relativo, y que es mejor proponer sólo de
pasada. Creo, en cambio, que para
comprender mejor la construcción de
este modelo es muy útil remitirse a lo que constituye su antecedente inmediato y que, en cierta man.era, es extraordinariamente más explícito. Me refiero a esa carta 52 a Fliess, 29
EL INTERES DE
LA CARTA 52
2 r1 S. Freud, La naissance de la psychanalyse, París: PUF, 4ª ed . , págs.
15:3-60. [En OC, 1, 1982, págs. 274-80 .]
11
»Pre (preconciencia) es la tercera trascripción [esta vez es
Umschrift y no Niederschrift], ligada a representaciones de palabra, correspondiente a nuestro yo oficial. Desde esta preconciencia, las investiduras devienen concientes de acuerdo con
ciertas reglas, y por cierto que esta conciencia de pensar secundaria viene, en el tiempo, apres-coup, probablemente anudada a Ja reanjmacjón alucinatoria de representaciones de paabra de suerte ue las neuronas de conciencia serían también
'
ción
en sí carecenan ~ memoria».:3o ~¡·
¿Por qué digo que hay aqm u
gran·- ·
LAS HUELLAS
riqueza, aun prescindiendo de nuestro
METONIMICAS
propósito? Y bien, uno descubre por
ORIGINARIAS
ejemplo esta idea totalmente extraordinaria: hay algo, se podría decir, más
30
,t
(."/)
.«P son neuronas donde se generan las perc~pciones a que · .
se 'añü:<:i'a'-la conciencia, p.ero que en sí no conservan·hu_e~la
guna de lo acontecido. Es que conciencia· y memoria se exclu ~ ·
yen entre sí [sólo se puede percibir en la medida en que sin . .· .
ce~
·· a placa sensible es devuelta a su estado virgen].
..
»Ps signo de percepción] es la primera inscripción de las
pe · pcione
com leto insusce tibie de conciencia
r:.
ti culada según la asociación de : __ ___ ---~ -- · .
~
(inconcie nciaJ es la~unda mscnpc10n 1 ordenada segúQ
otros-nexos, tal vez causales. Las huellas le quizá correspondan a ·recuerdos de conceptos, de igual modo inasequibles a
Mi
~
66
quo h u Hldo <.:l tu.dn y (' Olll\H1l.1 t1l 1 ~ 1111wh11H Vi lí'nl4 y q11 0 111 n 1 • 11 •11
se rlo u na v e z más porque lo qu o propon<i - 110 H<i.lo 1H ' <~ 11 · 1t dt•I
s u eño sino también acerca d e l inc onclc.ntc y d e mu<:hoH o t,1·rn
temas metapsicoló gicos- , lej os de anticipa r. ~ó lo e mbrlonuri umente las ideas ulteriores de Fre ud, las desarrolla d e . J1l~n ~ ra
muy explícita. No resisto al placer d e volver a m ostrarle s ·este
esquema de la carta 52 .
Jbid., págs. 154-5. [En OC, 1, pág. 275.)
67
· ··
,1 ·~ 4
l 1 • ·... •.
l /\•J., l 1 • 1\.A) o/.\ L!J
l 11 1•11 11 1'111 t1t 11 ll!l1_00 l 111 '0llt ' l1 )ttf.t • ,
y
U >..ohJ~
1(14 ~~{'1 1.0 ~
U nMhU!<•
(<, -
!)•_. -
1 11110 Mo º "'l!.º''iu·n 0 11 HUbHurn lr J y U ba,lo el tér·
] 11 1110 m t111 !:(m~oml d <l lnconclcntc . habría una esp ecie d e incon'' <'kntc t<>dtwfa más originario, f aracterizado por depósitos per<;:<; ptivos inscritos ~ún asociaciones de simultaneidad. Así. lo
, más inaccesibl~o más profundo, sería lo que en nuestros días
s.e llama lo «metonímico». _S e puede decir sin duda que se trat::i.
1
• de una idea premonitoria por relación a uno de los textos declaradamente tardíos de Freud, «Construcciones.,.gp el análisis;:
· \ ,\;erá cuesti · de ue un anális's
u a fondo lo re di\,,,WP'l_~cidar est La mayoría de las veces uno no hace más que cons~·
t~. uir, es decir trabajar un.a especie de duplica_do de lo ~ncon­
c1ente. Pero, en algunos casos, ¿se puede decir que el 1nconciente vuelve en persona, que vuelve de manera alucinatoria"?.
!H, e n c on sc<.: u<·11<·1a, In t.rn Hl'o1·111 111·101
1
~
~
ro·rma.
¿ )! b:;ijo qué fo.. rma'?.H ajo
_ _ ia
d.e re_sid
. uo.s po·r.. c. onti.güidadi-1
de residuos metonímicos. En otros términos,, no es el recuerdq_
f!i,f_a ntil el que vuelve, smo tal ~ cua~ueño .rasgo ligagg
.
gor contig11ü'fiid; a ~sen~cuerdo: el color de un objeto, la dispo~
sición de una habitación, un aroma, un afecto .. . el recuerdo
mismo no vuelve,
. - P Pt?..R.....c,,;S .
Y después tenemos a idea de la presencia del yo, «nuestro
~o o icia}"_i__ _yue está en el seno de o preconcienfe o que consti- ·
tuye su or aniZá.ciQp.-Desde el origen, la noción de yo está pre- .;:sen te con toda su -..uerza, como aquella de un organismo, de
una. organización de los recuerdos pfeconcientes; e -incluye
.~ualmente este aserto -q!Je produce cosquillas a más de uno
··
en nuestros días-, .fl. saber, que es del lado del yo y delladq
iJ_J_( ;~-e lo preconc~ente. donde es _prects~ . buscar el lengua:Je-:-·::y eri
0~
motjo alguno del lado de lo mconc1ente.
.
. ~-· · . ~rttonc~s _este modelo de la carta 52, ustedes lo ven, no tle.
ne paredes; es un sistema de recuerdos, sin paredes, sin. rela·2ión directa con el organismo. Pero, como por una especie de
e9uilibramiento muy importante, si no hay organismo para cont~nerlp, si no. hay cubeta hacia el exterior, .en cambio hay en
· . · 'j!J__interior·u. enerable or anismi:;>, bien organizado, que es
jysfa!illlli!. el o. No está contenido por el exterior, pero en
'el interior
un organismo de contención, o de inhibición,
·o de-dominio, o también como una especie de punto imantado,
· de·punto organizado en el seno del sistema preconciente. Creo
- ~ :.
que.·es muy:importante aprehender esta alternancia, dentro de
este.modelo que no·es un modelo del sueño, entre la presencia
· . .. · ·. dei yo y, en el modelo del sueño, en cambio, como lo veremos
: ,... · dentro de unos instantes, una suerte de borradura del yo.::l
·
Lo'que nos es descrito con La interpretación de los sueños
'
v
de este mod e lo e n un aparato <"<:rrn
do (reencuentran ustedes , e n e l int.t•
DEL MODELO
rior, los sistemas 1, 11, 111, bajo la for
EN EL SUEÑO
roa de nuestras placas de radiografía),
en algo que evoca a un organismo. Pero para comprender me-·
jor aún lo que ocurre en el cierre «de la derecha» de este organismo, es preciso remitirse a la observación del sueño tal como
Freud la hizo de una manera rigurosa a partir de centenares
de sueños, y a la vez a su teorización. Lo que muestra la ohse~
T ttA1:W<>RMAC ION
~'!
1
1
O.e--su
31 S. Freud, La interpretación de los sueños, en OC, 5, 1979, págs.
._;54.5_ Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
-t .~
·68
~v
~---="L)
( .D@
.......-....~wr~'"~'.~f"':
r ~·
• : , ·A
hÁ,
v_a ción
. de los suen-o. s . u. e Fr.eud .somete al a.riálisis es que e. l _sueño_
~ra aJa esencialmente sobre restos diurnos: los elementos d@J
sueño son elementos de la vigilia, en el sentido más estricto
def1érñi.1ñó; es de.cir .e.n éTdOble sentido.d e la vida despierta
y de la vida del día como tal, el de la víspera del sueño; elementos no reprimidos, relativamente accesibles; pero al mismo tiempo el sueño .les inflige un tratamiento que es verdad e·' ramen,te._~~ maltrato, l~-h~-~!!P-~~-<!Q._en todo sentido según
' • las reglá.s
propia lógica que es la lógica de los procesos
inconcientes: cónci_eJ\~aCioi:::t:,__ ª'~~P.Iá:~§.~ieñiO,~~~) etc . .
Les cito un pasaje acerca de esos_,.r~tps ,Qiurno_s, . ent~e . muchísimos Otros que podría Citar: (_ {---) 1.?est1,\ r \~J.. ' .:JJ"LA 1, !.)
«[Esos restos diurnos] [ ... ] para-él sueño, vale la pena prestarles todavía otro poco de atención. Es que, no obstante, tienen que ser un ingrediente necesario de la formación del sueño; de otro modo no se explicaría que la experiencia pueda depararnos la sorpresa de que en el contenido de todo sueño se
identifique un anudamiento con una impresión diurna reciente, a menudo del tipo más indiferente. Ahora bien, aún no pu dimos discernir aquello que hace necesario este agregado a -la
mezcla constitutiva del sueño. Lo lograremos si, reteniendo el.
papel del deseo inconciente, acudimos a la.psicología de las neurosis en busca de esclarecimient<?. Esta nos enseña que la representación inconciente [lo gue está en Unbewns.st, pero tal]];
bién en Wahrn&imungszeichen) como tal es del todo incapaz
~e ingresar en el preconciente, y que sólo puede exteriorizar
ahí un efecto si entra en conexión con una representación mo!._ensiva que ya pertenezca al preconci~~. trasfiriéndole su \
intensidad y dE;jándose encubrir por ella, Este es el hecho de ¡
la trasferencia, que explica tantos sucesós llamativos de la vi- 1
da anímica de los neurótiCOS». 31
,
&
69
11 11 V lflll
}r
.,,,,
111 t 11 111 o l,1·11H I ni 0 11 1'11\ ll
111111,111• l 11 l'l l11l,nw1l1l11cl1 w .Y.
lit vn:r, de1
11111 l'd pl'
podrÍ1t d od r lguahucutc .
_
do d1 • l 11111 ·lo 1111m lont.<1 d el l11cou clcntc, ::;obre un material pre , __
•·oi 1drn 1t.11 .
rH'
11lnr 0 11 .,¡ ('Hn• 11 u.rl o L('H pr.<..'-<:l:m. c nt,01. t Cl'H c omph:t,ur o 111odll'I
car la Idea d e un desplazamiento de la censura .. ,Lo 9u s !>e dg" plaza es e l yo guarilián, que se dirige a cerr
'
·
1~VtPrior\\
1~ · '"!1_1~ Comanda e) 3ccpsQ :;¡ ha ?CCjÓp 0¡ COIDQ dice
.........
............
[
freud, a la «motilidad»];[ . .. ] ellas resultan inofensivas porque..
no son capaces de poner en movimiento el aparato motor, el ·
único que puede actuar sobre el mundo exterior trasformán·- .
dolo [noten ustedes aquí que el propio Freud se alinea en algunos casos con ese género de frasecita -trivial y lenificante: .. e'n
definitiva, un sueño no es más que un ·sueño, un sueño es ino:_.
fensiVO». Es un discurso que nos dirigimos todos en Ciertos mo' .. .
mentos; es el discurso del yo, precisamente, este
d~c;ir q~e · .
. ..
un sueño no es más que u~ sueno],,.=l2'"'-...::>~ ·
_' ,¿, .. · .· -:
En ·-corisecuencia, la puerta, como. lo dice Freud figuraqa •.
mente, está cerrada del lado _de la motilidad y, yo agregaría,
del lado de la verbalización concebida ella misma como motilidad. Es decir que la toma de conciencia ligada a una ve.rbaliza- ·
ción, ella misma ligada a esbozos de pronunciación dé pa,labras
-o, al menos, a intenciones motrices dentro del sistema nervioso- : esa toma de conciencia está excluida. .
·
¿Qué ocurre entonces con nuestra cubeta? Era, en apar.iencia, el modelo de un organismo. Freud lo presentó así antes
de presentarlo como el modelo del sueño o, incluso, como un
aparato psíquico; en su primera molienda, uno veía sobre todo
ahí un continente con aferencias y eferencias. En realidad, uno
puede preguntarse si no hay aquí una especie de sobreimposición del modelo de un organismo, con su homeostasis, a un modelo de memorias. Pero comoquiera que sea, en su estado terminal -y con esto enuncio más que una simple tautologíaes un modelo del dormir y un modelo del sueño. El modelo
de un estado muy particular que cierra al aparato psíquico. El
cierre que es descrito aquí, sólo en apariencia es el cierre de
un organismo: es la constitución, se podría decir, de una especie de organismo del sueño durante el dormir. Hemos visto que
está cerrado sincrónicamente, es decir en la simultaneidad, en
el espacio, en el sentido de que las aferencias y las eferencias·
están suprimidas o desinvestídas. Pero lo que tal vez nos aporta la observación científica moderna es que el aparato del sue-.
ño se encuentra también aislado diacrónicamente: la fase paradójica, en la línea del tiempo, se encuentra rodeada por fases de dormir lento, es decir de dormir verdadero . Tras el
- ~
Tras esta descripción, en definitiva
IJ0M 1N10 m,;1,
bien próxima a la observaeión de cen- ,
1NCO NCIE NTE SOBRE
tenares de sueños, ¿cuál es ahora la
E L PRECONCIENTE
teorización? Y bien, la teorización es
que hay, en .el sueño, un dominio del
inconciente sobre el preconciente o, para hablar con términos
un poco diferentes, ~n trayecto de la excitac;ión del inconciente hacia el precprtciente. Entre el incónciente y el preconciPnt~, en el estado- (fe Jrjgilia, eyiste upa heterogeneidad rad·iea:l,
heterogeneidad por ·la cual .justamente el jpconciente na pue9e penetrar en lo gue constituye nuestra yjda cotidiapa- y /Ji
qU:.e impide una penetración del inconciente en el preconciente es el hecho de que el preconciente está organizado desde
el interior, lo que quiere decir precisamente que hay un yo.
He aquí cómo describe Freud la trasformación entre el estado
de vigilia y el estado de· dormir:
«Es evidente que las mociones de deseo inconcientes aspiran a regir también durante el día, y tanto el hecho de la trasferencia como las psicosis nos enseñan que querrían irrumpir
por el camino que a través del sistema del preconciente lleva
hasta la conciencia y hasta el gobierno de la motilidad. En la
censura entre Ice y Prcc, que precisamente el sueño nos obligó
a suponer, hemos reconocido y honrado entonces al guardián
de nuestra salud mental [por lo tanto, durante el día hay una
censura, especie de puerta en el interior del esquema de la cubeta, censura rectora por la cual no quedamos librados constantemente a lo que Freud llama «trasferencias.,]. Pero, ¿no es
un descuido del guardián el que reduzca su actividad durante
la noche, dejando así que lleguen a expresarse las mociones
sofocadas del Ice y haciendo de nuevo posible la regresión alucinatoria? [durante la noche, lo que se nos describe es una cuasi
a bolición de esta censura. Pero esta abolición no se tiene que
percibir como la supresión de una puerta, sino como el hecho
de que el guardián encargado de mantenerla cerrada se ha
'!,\ausentado: mu exac
se ha ausentado del siste\ ~ma precondente que él habitaba y estructurab3:)· reo que no;
en efecto, cuando el guardián crítico se entrega al reposo -y
tenemos pruebas de que no se adormece muy profundamente-,
cierra también la puerta a la motilidad. Pueden ser permitidas
cuantas mociones de lo Ice (inhibido en otro caso) quieran pu-
de·
I
r
1
'•\
i
l.
32
!bid., pág. 559. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
(~-=:;- fQeDS~
70
71
l111 c'c• 1'11 l t." 111 \lt f nHO ch1 d c> riHl l' v c•I'
d 111l1• 1·0, .Y dclHIJU ÓH lll\ll CH p cdo d e d CH,l)Crtar .
1d n 11111 •d 11 d c11 1t.o , p 1111 1 t10 1l111'
18 de diciembre de 1979
( l.," ' ' .
q\l ( l OH
tll l'o11do d o
...
11111 •M f,ro 1l1J1, qu n 1111 ¡ . 111 11 o l ci~l1 •1 11 111 • 11lc • pd111l
ti
;:. :. . \
livo; .Y u n JnconclcJ.ltc que c•t1 lo rmH"lm ldv. u uu rn1vuulutl \U ••
· (- /'\
1!'-e nte crea d? e n e~ ~Cf b.U~0ROO H QrlCllC di' ('l nlo ll l'l!l (!llc l tic~\\, • /,~)
ría la represión ongmana. 33
J
(
- Volvamos ahora sobre el cierre del sue ño. d e l aue d ebe mos
s,µponer probablemepte c ID0 para Q} QiQrt=Q de 13 sesión
Ollj~
~e sitúa en eco con el cierre del jnconcjepte En particular d ebemos mostrar también aquí que el hecho de encerrar algo e n
el sueño, de cortar o de borrar las dos flechas de la cubeta,
no deja de traer consecuencias para lo que queda encerrado.
Mostrémoslo primero, a propósito del sistema Preconciente, en la extremidad derecha del esquema. A este sistema lo
vemos aparecer, en el curso de La interpretación de los sueños, bajo dos formas bien diferentes. Ellas no son contradicto- ~ . ~
rias, como ustedes lo advertirán pronto. Po: una parte el Pr.:¿c Vfi],lL,
es asimilado a veces al yo -o en todo caso es el lugar del yo
'
y por otra parte es descrito a veces como un s· ·
os-:- ~l yo, tal como está presente
e.I.:CC>m:::'?i::::e-::n~z:':'o::-,-e~n~e,......l..o""e"'n""s""a......,,miento de Freud, .U aparece desde el
principio como una organización y no como ese avatar más o
menos impreciso del sujeto psicológiEL PRECONCIENTE
co que ciertos autores psicoanalíticos
HABITADO
durante mucho tiempo quisieron deso DESHABITADO
cubrir en él \ En la carta 52 lttemos ·enPOR EL YO
contrado, en el seno del sistema preconciente, a •nuestro yo oficial» . El yo
lJ
·""'>
.,¡-...
no sería entonces estrictamente si~ónimo del preconcien~­
no más bien· de lo que organiza al preconciente; lo organiza según lo que llamamos mtereses o, tamfü@, segúIJ lo que Freud
en algunos casos llama los •deseos» del yo (sabemos que désir
no vierte exactamente el término Wunsch: voto, anhelo). El
preconciente, digamos, está •constreñido», in-formado, por esos
iJ1tereses: constreñimientos vitales, cotidianos; subli.mes o triviales, no está ahí la cuestión, porque sería perfectamente estúpido pretender desvalorizarlos. Pero lo cierto es que esos intereses del yo, en la vida diurna, suponen un investimiento
de ciertas re résentaciones, una ligazón ·. entre al una8 de esás
representaciones, el mant
e un nivel energético
0
Nos hemos preguntado, en el caso del sueño, cómo se constituía la cubeta. Hemos tenido en cuenta ciertos aportes de la
experimentación que nos muestran que el sueño está aislado
todavía más de lo que creía Freud, puesto que lo está en la
diacronía -es precedido por un período de dormir sin sueños.Y que igualmente lo está en la sincronía, es decir que no es
~ \) tanto el cm;relato del dormir cuanto una especie de despertar
~· vuelto hacia otro mundo.
·· =. · ==-Ahora bien, a esta idea de un encieCLAUSURA DEL sUEÑo
rro, de una clausura de algo, la enconY CLAUSURA
tramos, en Freud, en otra parte y paDEI, INCoNcIENTE
ra una comparación todavía más fundamental,
se podría decir, que el sueño
. \º mismo: es la idea de una clausura constitutiva
del inconciente.
Lo saben ustedes, cFreud compara a veces el jnconcjente cqn
u.n a especie de par ue
serva natural como a uel
ue los Esta os Unidos habían instituido mucho antes que otros
ppses, y donde se pretendía conservar una naturaleza primitiva ara la felicidad el interés de habitantes posteriores, arras. tractos en un movimiento .de cultura, de domesticacmn y as a
. .<te· destrucción de esa Raturalesm, En realidad esto no es ta..n
: .. .. simple, porgi.ie un parque natural ' nunca es completam~nte
:: · ··un ·trózo de naturaleza silvestre. El hecho mismo de encerrar
un trozo de naturaleza tiene consecuencias ecológicas, tanto
' · pa(a la.naturaleza circundante como para el parque mismo. Ce. rrar nunca deja de' traer consecuencias y no deja intacto a lo
.· · .ence.rrado. De manera que. la idea misma de un inconciente
que fuera simplemente lo que estaba ahí antes -lo primi~ivo,
· .. ·.lo originario- , y que uno podría después reencontrar como lo
má.S profundo dentro de nuestro ser, esa idea está totalmente
- :'\: . sujet3:.ª cauci~n y vie~e a oponerse a otra idea: sería en virtud
) ·\ 1del mismo encierro, digamos del parque natural, como se crean
l
caracteres del inconciente .
ustedes que esta met?ª·:
.
· < · ·fora del parque natural puede ser mterpretada en las dos di- '1
. · · · .. " recciones que son las dos opciones contradictorias del freudis. ·. .: · mo; 3, saber: un inconciente que está ahí antes de lo concient
~
·j· ,ci~_ttos
:..:~. ;~: ~~.
~en
· 10·~ ~1..(:L(Ü
72 ·
,
I" n
~\..i..J-~lu. ~/()... (}JlK
· ·.
..~,C-1
; .·
~
. ..
-
:Se~@
~-y{~
{UI~ _cl fJY-NJ
_"" " \\
..:i=:-----
-<'.{-·
--
---
33
Nos hemos pronunciado claramente en favor de la segunda opción .
Cf. Problématiques IV, L'inconscient et le c¡a, París: PUF, 1981. [Problemáticas IV; El inconci.ente y el eUo, Buenos Aires: Amorrortu editore s , 1987.]
34
Cf. J. Lapla~che y J.-B. Pontalis, Vocabulaire de la psychanalyse,
París: PUF, 1967; artíeulo •Moi-. -[Ed. en castellano: Diccionario de r>sü :oanálisis, Barcelona: Labor, 1971, artículo •Yo• .]
.
73
(r<•<• n c·ontram os es ta idea d e nivel en toda idea de organiza/ c;ión) ; s i uno quie r e complicar un poco la idea de «reservorio»
p 1·op u esta por Freud, digamos que se trata· de un nivel dentro
de una constelación compleja, formada por varios reservorios
que se comunican entre ellos. 'Son esos intereses y su organización en.constelaciones, son esos constreñimientos los que, precisamente, inhiben durante la vida diurna el pasaje entre inconciente y preconciente. De manera que cuando Freud nos
dice: basta cerrar la puerta a la derecha, la que lleva más allá
del Prcc, la puerta de la motilidad, para que estos constreñimientos desaparezcan y para que la circulación en el estado
d e sueño se vuelva libre entre Inconciente y Preconciente, esta no es una descripción suficiente. Cerrar las puertas supone
al mismo timnpo un desplazamiento del investimiento. Y lo ·
que es genial, yo diría, a la vez en el sueño y en Freud -en
e l sueño, que eso exista, y en Freud, que lo haya visto tan bien
c uando se ·refirió a la vía regí.a hacia lo inconciente-, es ese
desplazamiento de investimiento del yo. Esto se puede describir así: el investimiento o los investimientos· !oculares del yo~
e n el seno del sistema preconciente resultan, en el dormir, .abolidos, desplazados, re-unificados, sobre un solo interés (o un
solo interés rector; se trata de una descripción ideal): «el deseo
de dormir». Entonces, cuando se habla del preconciente en el .
s u e ño, en manera alguna es el mismo que el preconciente en
la vida cotidiana. Es un preconciente (en buena parte) evacuado por el yo, desinvestido, por lo cual queda desintegrado en
sus restos mnémicos: hace un rato me referí a una especie de
uniformización, de inercia de ese stock de restos mnémicos. Esto
es lo que me gustaría que se palpara: se nos describe, en el
capítulo VII, un aparato mecánico, regido por asociaciones.sin
meta, sin finalidad. Y bien, lo que ahí se describe no es el aparato psíquico en su generalidad sino cierto estado del «aparato
. psíquico», precisamente en el momento en que este se encuentra, se podría decir, «desjnteresado» al mismo tiempo que desa\ ferentado. Está desaferentado, desde luego, por el lado per.c epción y por el lado motilidad, pero lo verdadera.m ente capital es que el sistema reconciente como t~l _se encuentra
deshabitado de sus intereses; y_ustedes sa en que es e ermino
,:J:~~iene un sen ·
·
la teoría freudiana e
importa mantenerlo), opuesto al e libi
pa:rn calificar los
i~v~stimientos, las cargas, la.S ener&}a.S-q-tié se centran en la autgconservación y no en la sexualida{!. Y bien, los intereses se borran. y sólo reina en lo sucesivo, en el aparato psíouico. la libF
do. El preconciente ya no está «habitado», ya no está «polariza-
r.
F.
.i, /\
)\j...\
~
1
'
74
do» (uno .puede emplear to<la una ::¡c ric d<· 111(.•t.í\ forn s), 110 ('Ht ....
más «informado», no es tá mái; «imantado» ... por <: I yo. J21
esta modificación energética capital, la trama d e la vida coti~acedemanera que los recuerdos preconcientes
quedan liberados a su vez, disponibles para convert irse -~m- ~~-. '
material cuasi neutro que el sueño-utilizará. "¿:Po i dÓnde-P.isii.- . .
eñtoñees-·en.nvestfüiieñto'?"_Y. bíe_ii.,'sE:tfrasporta justamente ·al·..:,.
<Í!:~e~ ~e ·dormir, a la gu~r~a se QOdría de~ir ._pasa_al -~d; ·
las puertas y al mantemm1ento del dormir:
. · · · . ~··
· «Del sueño, hasta ahora no .sanemos sino que expresa u · _C. )
cumplimiento de deseo de lo inconciente [lo destaco : no
presa el cumplimiento de dos deseos, a diferencia de muchas·
otras formaciones; expresa el cumplimiento de un: solo deseo,
el deffr1.conciente]; parece que el sistema ·dominante, precor:i.ciente, se lo permite después de constreñirlo a ciertas desfigu" ·
raciones. En la realidad no podemos revelar en todos los casos
un itinerario de pensamiento opuesto al deseo onírico [el d.e
lo inconciente], que se realizara en el sueño como .su contra~ . '
parte. Sólo aquí y allí aparecen', en los análisis de su.e nos, ir-i.di -,
cios de productos reactivos; por ejemplo, la ternura hacia
amigo R. en el sueño sobre mi tío (veh ustedes qu.e Fre~d iri. troduce algunos matices] . Pero a ese añadidQ del preconciente
. que aquí echamos de menos podemos descubrirlo en otro lugar
[el sueño es opuesto en particular al síntoma histérico: Un síntoma es mantenido «por los dos lados»; el sueño es. una especie
de envoltura en la que juega prácticamente qm libertad un solo sistema, un solo investimiento]. El sueño es autorizado a dar
expresión a un deseo del Ice tras toda clase de desfiguraciones;
en tanto, el·sistema dominante es decir ei o
$
~ r
__ realiza producjendo en el intflrigr Q.0l.~aFat6
psíquico las alte~iones en la investid1.1ra que le son posibles.
.Y., en definitiva, · retiene este deseo todo el tiempo en que se _
duerme». 3 5
Esto nos lleva, ciertamente, a una nueva concepción de los
límites. Hemos dicho que tal vez se descubre, en ese esquema
freudiano un poco mixto, el modelo de un organismo que viene a sobreimponer~e a un modelo de memorias. Y bien, esta
superposición no sería sino la consecuencia de esta suerte de
desplazamiento del yo al~ fronteras. No q1.1iero abusar de los
esquemas, q1.1e sólo sirven para estimular el pensamiento; pero
ex<L
mi·
35 S . .Freud, La interpretación de los sueños, op. cit., pág. 562. Entre
corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
75
tal v,!Z h abría que dibujar una especie d e cubeta d e pared doble; una c ubeta incluida en la cubeta del yo ...
yo
Segu,nda observación: el funcionamiento de este aparato. He"
mos opuesto modelos organicistas, homeostáticos, modelos biológicamente verosímiles (destaco· esto) y otros tipos de modelos, mucho menos verosímiles como modelos de un organismo,
y más mecanicistas (lo que evidentemente no es para mí un
giro destinado a despreciarlos). Y bien , es el segundo tipo el
que se ilustra en la Traumdeutung porEL , ¡.'LJPPEH..
que, si este modelo de La interpretación de los sueños fuera tomado como
el de un aparato biológico, incluso de un aparato psíquico, destinado a mantenerse con vida, se puede decir que fracasaría
magníficamente. Hemos visto otros modelos de aparatos estríe. .. .
ta.mente 119 ".iables; en particular, el del comienzo del «Proyec. · ; ·.- ·to de•psicología•>, puesto que sólo secundariamente -y uno se
·pregunta.cómo lo conseguiría-, bajo el influjo de las necesidades de la vída, se volv~ría capaz de homeostasis. Este aparato
.de la.S.primeras. líneas del «Proyecto» de 1895 no se parece más
· · · ·que el <le la Traumdeutung a un aparato biológico. No tiene
: . . energía propia y' si la recibe de otra parte' uno no sabe de dón...· de, a partir del momento en que está borrada la flecha «aferen. te»: Su finalidad no es el mantenimiento de un nivel sino la
inercia, . es decir la evacuación total. La energía resulta en él
; · remitida de un polo al otro en lo que Freud designa un trayec' to en'iigzag;· ~demás -nótese-,-, ella se pasea sin pérdida, sin
· de~ga.Ste, y efectúa su trabajo sin gastar energía. Imaginen un
. «flipper» en que una bolilla sea remitida de contacto en contacto siri q:lle al parecer pierda fuerza, una bolilla que busque la
salida hasta el momento en que acaso la encuentra, y que a
la pasada conecte contactos, en su .movimiento btowniano. En
76
el limite, uno tiene incluso 11:1. impresió n dt• u11a dr1"11l111 · 11111 110
de una energía sino de algo inmaterial; la c ircu lació 11 , dli.(11111os,
de una señal.
La concepción del conflicto -si es que hay conflicto en esü'
sistema- en modo alguno es más realista. Mientras que en cier~
tos modelos de Freud el conflicto es
¿CONFLICTO DEFENSIVO
presentado como una lucha din'3.mica
en que fuerzas entran en oposición con
o RESISTENCIA'?
fuerzas, aquí no hay energías propias
del sistema que entraran en oposición con energías afluentes,
o en transacción con ellas. El modelo habitual de Freud, cuando se refiere al conflicto defensivo (Abwehr) supone este enfrentamiento de fuerzas; términos como «Sobreinvestimiento»,
«ContrainvestimientO•>, etc., implican la intervención de potenciales energéticos y, como lo dice Freud, la victoria es siempre
del batallón más fuerte. Sin embargo, en la Traumdeutung no
se trata de batallones como tampoco de defensa. Los términos
empleados son los de resistencia o de deformación (Entstellung)
y lo que se aporta en apoyo de esos términos es por ejemplo
el modelo óptico: resistencias y deformaciones no son otra cosa que la consecuencia del paso de un «medio» a otro, porque
toda la óptica se funda en las diferencias entre índices de r efracción. O también, el modelo de la carta 52, donde esas resistencias y deformaciones sucesivas no son sino las que puede n
oponerse a una traducción perfecta de una lengua a otra: la
traducción deja siempre residuos. Otro modelo, de aspecto más
fisicista, el del «Proyecto» de 1895, parece dejar más lugar a
la energética cuantitativa, y sin embargo, por más de un aspecto, se exime de ella. Cuando se trata de facilitación, la cantidad de energía con sus infinitas varia<;iones ya no. juega. El
sistema de facilitaciones es un sistema de bifurcaciones sucesivas en que las cantidade,s de energías circulantes no se toman
en cuenta: en el límite podrían ser reducidas a simples señales;
lo que importa, en cada bifurcación, es que uno de los pas.o s
esté facilitado, y el otro, no. Las facilitaciones no actúan ellas
mismas sino simplemente por la diferencia entre. un canal faci litado y un canal no facilitado.
Se comprenderá que he llevado hasta el extremo un aspecto de estos diferentes modelos con la intención de hacer e n tender esto: la cubeta del sueño no es un modelo biológico; tampoco es el modelo de un aparato psíquico en su cortjunto, por
lo tanto un modelo «psicológico». No es u.n modelo de la Rsique
aÚnque Freud lo pretenda; es algo que se autonomiza en el corazón de lo biológico, e incluso en el corazón de la psique, en
77
In 111 1.~ u l d 1t <.· 11 qu e Ju. p Hl qw: tl<.• 11 0 Hin <lu du unu fu11 dó11 l>loJ<'>gl
·a: es una verda d e r a m a quina ria d e l s u e ñ o .
Y puesto que estamos considerando esta epistemología de
los modelos, tengo que recordar lo que varias veces he dicho
y a acerca de esa famosa referencia freudiana al reflejo como
modo de funcionamiento de un organismo o de un aparato.psíquico. Lo que la noción de «reflejo» evoca en cada quien es,
ante todo, una respuesta estereotipada, muy simple, siempre
la misma para un mismo estímulo. Evoca también una respuesta inmediata: una respuesta que da la impresión de una suerte, si no de cortocircuito, al menos de
E1. MODELO
circuito corto. La respuesta sería co11m EALISTA
mo adecuada al estímulo. El modelo
D E L REFLE.JO
del arco reflejo, su observación en estado puro, supone, en el nivel de la médula espinal, la desactivación, por sección, de los circuitos der ivados, ascendentes .
•
1
1
1
1
1
1
1
1
Uste des lo ven, esta observación del «animal espinal» supone
a su vez un aislamiento, una clausura, un corte de ciertas vías.
Y bien, aun así concebido -como lo conciben los neurofisiólogos y como lo comprendjan ya ºen tiempos de Freud (¡y Freud
n o lo ignoraba!)-, este esquema es algo muy diferente de lo
que Freud toma de él. ¿Qué dicen los neurofisiólogos? Traigo
aquí otro esquema, el que ustedes encontrarán en libros de fisiología elemental.
78
f
En .él reflejo tendinoso más simple ustedes tienen,' en re.ali-.
dad, una sucesión de procesos muy diferentes: choque del .r nar-·
tillo sobre el tendón, receptores aferentes, vía de trasmisión ·
aferente, neuronas motrices, por último terminaciones nervio-·
sas en el músculo, que dan la orden del movimiento de contracción. Para simplificar esta circulación y para distinguir bieh. · :
lo que nos importa -es decir, los niveles ·energéticos....:....; teµe~
mos: 1) una energía aferente, la del golpe de martillo en· el ten-·
dón; 2) una trasmisión de señales en el circuito neuronal, y
3) una energía eferente, que es la del movimiento musc\,\lar;
esta energía efectora halla su fuente directamente en el lugar,
en las reacciones bioquímicas internas del tejido muscular.
Todo esto para hacer notar que Freud -aunque conocía perfectamente esta fisiología ya correctamente orientada- razona sin cesar, desde lo que él llama el modelo del aparato psíquico concebido como aparato reflejo, como si fuera la energía
aferente -la energía del martíllo- la que se volviera aprese ntar finalmente en la energía eferente -en el movimiento del
músculo-. Comprobemos, una vez más, la absurdidad de un
modelo freudiano, pero insistamos en el hecho de que esta absurdidad no es la señal de que se deba rechazar este modelo
sino de que es preciso interpretarlo.
Este modelo del «reflejo», de todas maneras, nunca fue el
modelo de un organismo; un organismo no funciona de esta
manera, y sobre todo sus respuestas son notablemente diferidas, no son siempre adecuadas al estímulo . Es necesario P.asar
por un número considerable de mediaciones para establecer
una relación entre el estímulo y la respuesta. Este modelo fisiológico del reflejo es quizás el de un sistema nervioso , pero
aislado: por sección real o por abstracción científica.
Es quizá también el de un psiquismo aislado a su vez, pre-
79
..
1•1ru 111 11 111f 11 c•l 111 o dc 1lo d n l Htw 1\o o d 1• l l,1·11 111 \lo <h •l H111 •1\o . 1'1• r o ,
la (•xtraordina da modificaci6 11
q uo Frc ud le h ace s ufrir; ese sed icen te m od e lo d e l re flejo d e be ría f uncionar e n apertura total sobre el exterior porque el
siste ma sería completamente permeable a la excitación, la que
se volvería a presentar íntegramente idéntica a la salida; pero
Freud lo utiliza justamente a partir del momento en que la cubeta del sueño está cerrada y en que lo que circula en el interior es lo que se propagaría como la bola del «flipper».
Antes me referí a este número de la Nouvelle R evue de
Psychanalyse dedicado al «espacio del sueño» , y al artículo de
A . Bourguignon que reseña los descubrimientos neurofisioÍógícos recientes acerca de las fases del dormir; para la fase lla mada paradójica, el autor rec haza en efecto la idea de un «dormir paradójico»; es que esta fase de sueño es una fase de vigilia, «una vigilia en el mundo interior». Además, este artículo
de Bourguignon se propone mostrar las
¿F uNc I<>N
correspondencias indudables entre esDEL \iUEÑ< >?
tos descubrimientos neurofisiológicos
y I.as teorías freudianas o, por lo menos, l.a posibilidad de conc iliac ión, de inserción de las unas por
relación a las otras. Corno lo indica el título mismo d e su artíc ulo, «Funciones del sueño» , él se esfuerza en clasificar las
dife re ntes funciones del sue ño para reticular las corresponde ncias e ntre la rieurofisiología y Freud . E'Stas funciones son resumidas e n c uatro: estimulación , descarga , sustitución y ligazón
. (funcione s que , sin duda, serían igualmente válidas para otras
. . . forrna~ iones del inconciente ). No me quiero dete n e r en esta
... e rnimeración ni en su pertinencia, sino en el término función.
.•¡: · · Ra.zo.n a,t, ·r;e.specto del sueño, e n términos de función, es supo. · . n~ r que e l apárato .PsíquiCo, en el .s ueño, conserva un funcio. n~rniettto unitario, una complernentariedad. funcional. Es cla. . . · -ro q1:1e Bourguignon comprueba el paso a otro régimen, pero
a un ré gimen' en que el sueño mismo conserva una utilidad pa·ra e .l conjunto del sistema: por lo tanto, un régimen que sigue
sie ndo global. Mi pregunta sería entonces: ¿qué sucede con la
nóció~ de fUI).Ción, incluso de función del sueño, a partir del
·rriornento en que resultan cortadas, o por lo menos muy alterada s ; las conexiones funcionales? Esto no es simple juego d e pa·1ab:ras entre funcional, función y funcionamiento: si tenemos
un funcionamiento aislado; ¿qué sucede con la noción misma
. de .una función del sueño?
..
. Desde luego que a esta idea de que el sueño tendría una
J undón la en~ontramos en Freud,. y la fórmula es famosa : el
.· 80
dk<l, ('H o l )(\l llnlll\11 d11l 1101
mir. Lo q u e 1:1crfa cvldcnt.cm<• n t<· d e•
G UARDIAN
una utilidad capital, puesto qu e e l dorDEL DORMIR?
mir es concebido como una fase esen cial de recarga de energía, y el sueño
tendría justamente por función permitir esta reconstitución de
reservas. En realidad, cuando se lee de manera un poco más
ceñida, uno se dice ya que este término de .. guardián» no es
forzosamente el más feliz. El verdadero guardián del dormir
es más bien el yo porque es él quien está movilizado , en el sentido bien exacto del término: está movilizado en un solo deseo
(como un soló hombre ... ), él está en las fronteras o en las murallas de la.fortaleza para guardar el dormir. ¿Quiere decir esto
que habría entonces dos •guardianes» del dormir, el yo y el sueño, y cómo, verdaderamente, emplearíamos el mismo término
para dos «funciones» tan diferentes? Lo que Freud quiere significar, en la relación del sueño con el dormir, es que el sueño
sería una manera de dejar jugar el deseo inconciente, en el momento en que el yo, precisamente, no lo controla ya paso por
paso corno lo hacía en la vida de vigilia. En el estado de vigilia,
los investimientos del yo, dispuestos dentro del conjunto del
sistema preconciente, hacen que los deseos inconcientes en todo
instante estén controlados, impedidos de pasar, censurados. En
el dormir, por el contrario, el yo no los vigila; se trata entonces
de dejarlos jugar, pero sin riesgo . El pasaje más claro acerca
de esta función de ·.guardián del dormir» no se encuentra en
La interpretación de los sueños sino en el opúsculo intitulado
Sobre el sueño:
«El sueño procura una suerte de finiquitación psíquica al
d e seo sofocado o formado con el auxilio de lo reprimido, presentándolo corno cumplido; pero también contenta a la otra instancia, puesto que permite la prosecución del dormir [ven ustedes , una vez más, que las satisfacciones de las dos tendencias
-la del inconciente y la del yo- no se encuentran en el mismo
plano . La satisfacción de la tendencia i.nconciente se encuentra en el contenido mismo del sueño; la satisfacción de la tendencia del yo no está en el sueño mismo sino en ese dormir
que ella permite mantener]. Nuestro yo se comporta en esto
corno un niño; presta creencia a las imágenes del sueño, como
si quiSiera decir: ''Sí, sí, tú tienes razón [se lo dice al inconciente], pero déjame dormir". El menosprecio que nosotros,
despiertos, oponemos al sueño, y que se prevale de su carácter
confuso y en apariencia ilógico, no es con probabilidad otra
cosa que el juicio de nuestro yo durmiente sobre las mociones
1-\UOl\O, llOH
¿EL suEI':)o
1• 11 1·H< 1 111 0 111 1· 111.o, V<•tu1 U HtC<l ('.'I
...
~
.
81
qu e vienen d e lo re pdinido, juiclo qu e ::;e apoya con m ejor d e rec h o e n la impotencia motriz de estos perturbad~res del dormir. Ese juicio menospreciador nos deviene conciente a veces
a un dormidos; cuando el contenido del sueño excede en demasía a la censura, pensamos: "Es sólo un sueño", y seguimos
durmiendo» . 36
Con respecto a la función del sueño,
¿EL suEÑO
en Freud, estamos entonces en presenEs RISIBLE?
cia de una suerte de función «risible»,
una función de diversión, una suerte
de divertimiento que permite al yo despreciar lo que ocurre
e n el inconciente. El sueño «risible» .. . en manera alguna es
esta una perspectiva que pudiera ser la del inconciente -porque
para el inconciente lo que ocurre ahí es bien serio-; esta utilidad funcional del sueño sólo puede ser apreciada desde el punto
de vista del yo, eventualmente incluso del yo después del des- .
pertar, cuando él se dice «¡Bah!, es sólo un sueño». Finalmente, este término de «guardián» no parece adaptado a lo que
Freud quiere decir: más que de un guardián se .trata, en cambio, de un válvula. Y en efecto, en otros momentos Freud emplea esta imagen de la válvula que permite a los adultos proseguir con las cosas serias (es decir que permite dormir al yo:
mientras que por su parte los niños se divierten en .hacer como
si realizaran sus deseos.
En fin, de todas maneras, sea que 'se utilice el término de
guardián o el de válvula, esta idea freudiana -de que el sueño
sirva pura y simplemente para otra cosa que para él mismo,
e s decir que sirva al dormir- nos parece criticable, y los trabajos modernos parecen sugerir una dirección muy diferente. No
se trata de que acuerden importancia menor al sueño, sino de
que parecen otorgarle una importancia intrínseca, una importancia por sí mismo y no por el hecho de que permita simplemente dormir. Algunos experimentadores, por ejemplo, han
conseguido realizar experiencias llamadas de privación onírica, diferentes de las experiencias de privación del dormir; es
decir que las fases del dormir, en el sentido del dormir lento
s i~ sueños, no son perturbadas, y sólo se afecta la posibilidad
de soñar. Los efectos de esta privación onírica son por otra parte
lo bastante graves para que, muy pronto, se suspendiera este
tipo de experiencia: efectos eventualmente psicotizantes y no
sólo una fatiga como la que resultaría simplemente de la privación de dormir. Evidentemente es muy difícil suprimir sólo las
,•.
•.
fa:>e:> d e dormir purudójlco y d ejar lntuclu:; htH fa:;t lH <ll· d ormir
le nto . Pero lo c ie rto es que este tipo d e trabajo:; no:; orienta
hacia la idea de un valor autónomo del sueño para la vida psíquica con prescindencia de un acoplamiento sueño-dormir; si..
gue siendo una «función•, si se.quiere,
EL noRiVim· "
pero una que no estaría al servicfo del .
dormir. De modo que nos podríamós
DEL sUEÑo/
ver conducidos no sólo a cuestionar,· .
sino también a invertir la fórm.ula freuc .
diana: como el sueño parece ser la cosa ·m ás preciosa, se de~e~ .
ría afirmar que el dormir es el guardián del suefio, es el dórmir.
el que guarda al sueño en su estuche. Más que funcional, más
que complementario de otra cosa, el sueño se nos p~esenta en-.
tonces corno conectado en derivación, como un espacio -y la
expresión «espacio del sueño» estuvo muy bien elegida para·es- · ·
te número de la Nouvelle Revue de Psychanalyse- dispuesto
en el seno de una vida psíquica que, por su parte, está regida .
actualmente por los intereses del organismo o por los intereses
del yo.
· ·. ·
Y bien, a esta idea de una derivación del circuito pel sueño
' ." •
(este término de derivación, que he podido utilizar 'en diferentes casos), o también a la marginalidad del sistema del sueño
-la idea de marginalidad reaparece más de una vez en Freud,
indicada por el prefijo neben, algo que ocurre «junto con», «al
margen de»-, a esta derivación o marginalidad del aparato del
sueño tengo predilección por reencontrarla en una indicación
ella misma marginal, muy poco señalada, de La interpretación
de los sueños. Se trata de una nota que data de 1919 y que
viene a imprimir una dimensión totalmente nueva al esquema
del «aparato psíquico» :
«La ulterior ampliación de este esquema de desenvolvimiento
lineal deberá incluir el supuesto de que el sistema que sigue
al Prcc es aquel al que tenemos que adscribir la conciencia,
vale decir, P = Ce». 37
"'"·
A despecho de su apariencia hermética, esta nota es muy ·
simple: nos significa que el esquema
EL MODELO
(en cubeta) está «desenvuelto linea1r .
ENROLLADO
mente», es decir que, para representar~7
lo en su complejidad inicial, haría falta re-envolverlo, de manera que se toquen, que se sucedan,
las dos extremidades: la percepción por una parte (extremidad
izquierda) y la conciencia (extremidad derecha).
_,,
~
;¡¡;
82
Jbid., págs. 661-2 . .Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche .
37
Ibid., pág. 535, n . 11.
83
'.
111
, ., f 'f '
( ., .
~ 1 1 111~
p
/
_
_;,,,
'
Ice
.--PrccCí·
Para terminar por hoy, daré dos indicaciones. En primer lugar, nos habíaMARGINALIDAD
mos interrogado sobre la borradura de
las dos flechas, aferente y eferent~,
que caracterizaba al aparato en el estado de dormir; y bien,
el esquema «re-enrollado• tiene el mérito de mostrar que pueden existir modalidades más sutiles de este animal «desaferentado• que Freud nos sugiere. La tangencia de dos circuitos permite aprehender a la vez el funcionamiento autónomo del aparato del sueño, el circuito «interno• y su conexión en derivación,
en marginalidad, con el circuito «externo• . Nuestra segunda observación es que el aparato así concebido permite tal vez una
generalización a otras «formaciones del inconciente•, en las que
se opera, según otras modalidades, una exclusión comparable.
Se habrá adivinado, evidentemente, que el circuito externo es
el que yo designo como vital, adaptativo, autoconservativo, sobre el cual viene a injertarse un circuito sexual, fantasmático,
en gra,n parte inconciente . Así, el esquema «enrollado• se presentaría como una versión más compleja de mi antiguo esquema del diedro ...
T ANGENCIA
___.___..__.__
"1
Y
· · Podemos dibujar tambi~n este esquema visto de arriba:
8 de enero de 1980
. '.
.:. ...
l.: .
. lo que· tien~, ~rt particular, el interés de destacar un aspecto,
el: de la tangencia de los dos circuitos:
. '.
. 84·
»
Retomo .así la cuestión de la situación ~nalítica: ¿qué tipo
de «formación• (en ~l sentido metapsicológico del término) representa la sesión o representa, de una manera más vasta, el
análisis?
Utilizo este término de «formación• que Lacan a su vez ha
retomado de Freud para crear la locución «formaciones del inconciente•, con lo que designa algunos ·fenómenos y lugares
psíquicos, lugares de experiencia en los que, más particularmente, se manifiesta lo inconciente. Y se los enumera, como
Freud ya los había inventariado, clásicamente para lo sucesi-
85
vo: chiste, lapsus, acto fallido, o también fantasías, fantasmas;
y desde luego, el sueño, «formación del inconciente» rectora,
inicial, sobre la cual se pudieron diluDEL SUEÑO
cidar los principales caracteres del inAL ANAL1s1s
conciente. Nuestra cuestión es entonces saber si conviene agregar a esta lista el psicoanálisis, la cura misma. Muchas veces se ha señalado la relación del sueño y del análisis, del sueño y de la sesión.
Se lo ha hecho sobre todo, en Freud y en sus sucesores, en
el sentido de una relación real, de una inclusión recíproca; se
trata en algunos casos d.el análisis en el sueño: ¿cómo se hace ·
representar el análisis -y en particular la trasferencia- en el
sueño, cómo influye sobre el sueño? Pero de. manera más urgente, tanto en lo teórico como en lci técnico, ha sido el sueño
dentro del análisis lo que requirió la atención: ¿cómo trat~r los
sueños durante el análisis? ¿Cómo son a la ·vez medios y tal
vez también, por ciertos puntos de vista y en ciertos momentos, obstáculos para el proceso analítico? Y bien, no ha sido
en función de esa relación real, en un individuo dado, de su
análisis y de su sueño, relación que induce directamente consecuencias técnicas, sino que ha sido bajo el ángulo de las analogías y diferencias más generales, no de las relaciones reales
sino de las relaciones de estructura, como hemos tratado de
situarnos noscitros. Esas relaciones de analogía y de diferencia
las hemos abordado por medio de un modelo, el de la Traumdeutung, que he llamado modelo de la cubeta y, más precisamente, de la cubeta enrollada.
¿Qué es un modelo? Evidentemente este término se puede
tomar en un sentido puramente intrínseco, como una manera
de figurar, de hacer más patente alguna cosa: una alegoría; o
también, sipo sé trata de un modelo figurado, sino discursivo,
una manera de describir algo. Y bien, en psicoanálisis advertimos que los modelos toman a veces una autonomía, un espesor. Digamos que devienen «símbolos». Esto se hace notar en
el hecho de que en cierto momento se los puede describir, se
puede trazar su figura, retrazar su génesis, construirlos, sin saber necesariamente de qué se trata, sin preocuparse por el .m omento de ponerlos en relación con aquello de lo cual serían
el modelo. He tenido a menudo ocasión de mostrar esto a propósito de Más allá del principio de placer y de su «Vesícula
viva•. Desde luego qué uno tiene una idea aproximativa d~ la
«región de ser• de que se trata, pero el modelo deviene corno
una cosa por sí mismo, y puede ser creador de otra cosa. Comoquiera que sea, por su existencia, el modelo suele hacer es-
'!'-
tallar viejas oposiciones en e l seno de las c u a les se h abrfa querido circunscribirlo primeramente . Y creo que una de las viejas
oposiciones que los modelos freudianos hacen estallar es en particular la oposición alma-cuerpo, para remplazarla por articulaciones nuevas.
El modelo de la cubeta; les recuerdo sus dos formas, desénrrollada y enrollada:
~
_l
/
-4(
"')
e-
i;
2
.1
j.
..
.¡
~~
I:Ie insistido en ello: este modelo, a pesar de lo que Freud pueda decir~s el aparato psíguico en su conjunto. Es un modelo que exclu e muchos fenómenos psíquicos y que se recluye
en o que Freud llama sistemas de recuerdos, de memorias; es
tal vez, después de todo ... simplemente un modelo del sueñ;:
El suefio, dice Freud desde ántes que lo confirmaran las experimentaciones modernas, está cerrado
DESAFERENTACION,
sobre sí mismo; esto es lo que él desigDESPERTAR AL suEÑO
na «narcisismo del sueño», con un término acerca del cual por otra parte nos
tendríamos que preguntar si es verdaderamente adecuado. He
aquí un pasaje de «Complemento metapsicológico a la doctrina
de los sueños•, donde se nos evoca, de una manera muy plásti-
87
86
·)
.,,., lo qu o 11c •111 n • ,·111111do n i 1iu mlo
nMf clc•elr" por e l dormir:
HO
"No s u e le re fl exion a rse bastar.te e n que el hombre se despoj a todas las noches de los envoltorios con que ha recubierto
s u pie l, y aun, tal vez, de los complementos de sus órganos corporales, si es que ha logrado compensar sus deficiencias mediante un sustituto: las gafas; la peluca, los dientes postizos,
etc. Cabría agregar que al irse a dormir ejecuta un desvestido
análogo de su psiquismo, renuncia a la mayoría de sus adquisiciones psíquicas, y así, por ambos lados, recrea una aproximación extraordinaria a aquella situación que fue el punto de partida de su desarrollo vital. [ . . . ] El estado psíquico del durmiente
se caracteriza por un retiro casi total del mundo que lo rodea
y por el cese de todo interés hacia él».38
Lo cual, expresado en términos más teóricos, significa que
el sueño está como encuadrado, desaferentado podríamos decir, por el dormir; supriman en el esquema 1 las flechas aferentes y eferentes, y en lo sucesivo todo el proceso se desarrollará. enteramente en el interior de la cubeta. Digo «en el modelo h porque, para describir el sueño -en la medida en que
se considere esta especie de aislamiento por relación al mundo
exterior- tal vez baste con el modelo l. Ese estado desaferentado, que los neurofisiólogos modernos se inclinap. a llamar •despertar al sueño», un despertar sobre lo interior, es designado
por Freud, como ustedes saben, «Vía regia hacia' el inconciente».. Lo que sin duda es una verdad cuando se piensa en la historia misma del descubrimiento freudiano porque verdadera'·
111ente.merced a.l sueño se. descubrieron procesos inconcientes.
' : P.eto•I:tabrlá. álgún .peligro en esta. expresión si se quisiera en. ·· · tehO.ei-la como si el sueño fuera el inconciente mismo. El sue. · · · fio es la apertura, bruscamente, o el despertar, sobre el inconciente. El sueño no es el inconciente
. LA VIA REGIA
aun si funciona lo más cerca de éL Lo
NO ES
que Freud muestra es que su funciO.EL lNCONCIENTt'::
namiento está lo más cerca del funcio· namiento del inconciente, lo más cerca· de. lo que podemos imaginar de un proceso llamado prima. .. rio; de un proceso que no estuvie.ra lastrado, ni refrenado, ni
" inhibido, en que los pensamientos no se organizaran en torno
una meta, de tin término, de una perspectiva pragmática;
.. :· de·
pero, a diférencia de lo que se puede imaginar acerca del inco~ciente, el ~ueño funciona .sobre contenidos que no son es.38
'En
p ocfflcoH, quu tion
pro<lu cu , (.m cuud rudo, por
..
•/
OC, 14, 1979, pág. 22L
88
I ~ que llumum os
r
frostoH <.llurn<>M•,\ l'ml-(1111 •11
tos de la vida cotidiana pcrfectamenfc ru¡equll>lcs a la coud N•
cia. El sueño. es en consecuencia algo preconcient&..s.o.mctldo
al proceso inconciente, a las leyes del proceso primario; en tanto
<Íu.e nos figuramos -pero esta vez care cemosdé -otro m odé lo_:_
clinconciente
mente como procesos sino como
~rtadore$ de cohteñí~ue ~son propios; contenidos, evidentemente, que sólo podemos cortjeturar porque por definiCión están reprimidos, son de acceso muy difícil. P ero además
de esta heterogeneidad de sus contenidos, existen otras diferencias entre el suei}o y el inconciente. Siempre en la medida
en que ensayamos imaginarlo, el funcionamiento inconciente
está cerrado ·a la dimensión intencional, es decir cerrado a una
apertura sobre un referente, una apertura a algo que no fuera
él mismo. El objeto y la representación de objeto son lo mJ.§IlJQ
o, como lo dice Freud también, no hay en el in~l!s.ie,n.t.~_nin;
gún indicio de realidad:--Prenero ; a este término, el de intenCiónahdad o de intención de realidad. Para el inconcie~­
tención y acto son lo mism~, ,Io que puede ser directament~
i~ferido de lo que sabemos, por -~jemplod del sentimiento de .
culpabilidad, en que el pensar el acto es el áeto mismo, la realidad misma del acto. Pero, ¿qué ocurre con el sueño por rela'ción a este problema de la apertura referencial (tomo aquí «referenciah en el sentido de la teoría del lenguaje o del conocimiento)? El sueño es, por esencia, un universo cerrado, no
obstante lo cual ese universo reconsENEL SUEÑO,
tituye en él mismo una dimensión de
MANTENIMIENTO DE
la apertura sobre el objeto. Se qice: la
UNA DIMENSION
conciencia del sueño es alucinante. En
REFERENCIAL ...
la medida en que la conciencia del sueño no fuera más que alucinante, se podría decir que en él todo se toma directamente por realidad
y que ya no hay distinción, por ejemplo, entre intención y acto, o entre percepción y pensamiento. Sin embargo, cuando hacemos un giro reflexivo .sobre el sueño -sobre nuestros propios sueños o los que nos han contado-, se nos impone sin duda el hecho de que la conciencia del sueño no es solamente
alucinante.\ Desde luego que la alucinación, y en particular la
visual, desempeña en él un papel importante, capital; ella jalona al sueño. Veo una puerta que se abre; pero con anterioridad, «unos segundos antes» -en la medida en que es posible
evaluar un tiempo del sueño-, he pensado, o he deseado, o
he temido: •esta puerta está por a~rirse»; o experimenté la angustia de que «esta puerta se abre». Es evidente, entonces, que
89
i
.\l
1•1 l)('JlHHlllicnt,o p asa casi inmediatamente a la alucinación; basta
coJl pen sar «tal personaje está por llegar», para que él llegue;
pe ro finalmente los dos tiempos son distintos: el de la alucinación y el de la conciencia de pensamiento. Esto nos indica que
en el sueño existe, en efecto, una dimensión intencional, que
él conserva algo de una ~imensión de referencia. Eso en cuan- ·
to a lo visual; pero tal vez incluso más en cuanto a lo auditivo
y su forma privilegiada, lo verbal; porque todos sabernos que
el sueño distingue claramente. la palabra oída, la palabra pronunciada por el sujeto y la palabra pensada o el pensamiento
ape nas verbalizado. Es por lo tanto palmario· que el sueño reconstituye, en su dominio que se pretende cerrado, exactamente
las distinciones de nuestro universo de vigilia. Eh cuanto a la
palabra pronunciada por el sujeto mismo, lo que es igualmente
llamativo es que muchas veces, en la medida misma en que
pone en juego el esfuerzo fonatorio, y bien,. en el momento miSm o en que esta palabra ensaya materializarse en movimiento
f onatorio, ella provoca una especie de ahogo del soñante , y
muy a menudo un despertar parcial.
Evidentemente tenernos allí todo un dominio en definitiva
p oco explorado de la psicología del sueño -en modo alguno
se trata de psicoanálisis-, psicología que tal vez podría aport ar su contribución a cuestiones como la del pensamiento verbal, es decir el rol de la fonación en el pensamiento.
Otro punto en.que e l sueño no puede
. . Y DE UNA
ser considerado por entero equivalenA P E iffU RA
te al inconciente es la apertura sobre
A LOCUTORIA
el otro, la dimensión de la comunicación o de la destinación. Antes nos
r eferirnos a la dimensión referencial; ahora se trata de la dimens ión de lo alocutorio, la virtualidad de que un discurso esté dest inado a alguien. Y bien, también aquí nos representarnos el
inconciente como algo cerrado, como una suerte de discurso
q u e no estaría destinado estrictamente a nadie, un fenómeno
de se ntido sin referente pero también sin destinatario. Pero,
¿q u é ocurre con el sueño? Desde luego que directamente no
habla a alguien; tiene su autonomía, su subsistencia propia; funciona plenamente aun si es olvidado o si no es contado: una
inmensa multitud de sueños cae de este modo en el olvido. Sin
e mbargo, es imposible no registrar en el ser humano de todos
los tiempos, mucho antes del análisis y fuera de este, una verd a dera compulsión -acompañada de un evidente placer- de
contar a otros el sueño, de abrirlo sobre otro; y este movimiento e spontáneo de conversión hacia un alocutor se vuelve, en
r
1
1
.l
(
l
r·
<i ·,
"I'
el análisis, más manifiest o t o d a vía, puesto que tod a la evolución de los sueños en el curso del análisis consiste e n que p a san a ser cada vez más un elemento directo del diálogo y, más
en general, de la relación# conversión que no es neutra desde
el punto de vista de la estrategia inter-subje'tiva: pensemos por
ejemplo en lo que se designa como sueños de complacencia; · ·
que son elaborados con el propósito de ser contados y en vista
del efecto -confirmación, seducción, etc.- que el relato del
· sueño podría eventualmente ejercer sobre el analista.
·Acabamos entonces de pasar rápida revista a ciertos eiementos que rios ponen en guardia contra una asiinÜación de- .·
rnasiado rápida de un modelo del sueño a un modelo del incon- ·
ciente. Son los elementos de una apertura, al menos potencial; ·
del sueno sobre el otro. Sin embargo, insistamos en esto : si no
se .tratara más que del sueño, el modelo 1 -es decir el que es
figurado por Freud en la Traumdeutung- podría bastar sobradamente. Lo que explica que la mayoría de los lectores, si no·
tal vez la totalidad de ellos -:-no he visto tomar rtota de que·
ese modelo estaba enrollado sobre sí mismo-, 3 9 pueda leer la ..
teoría freudiana del sueño sin registrar el aspecto 2 del ):nismo
modelo. El modelo 1, ~n el sueño, está desaferentado, da la
impresión de una máquina que desde ese momento funcionara
e n vacío, desconectada del mundo exterior. Y bien, el modelo
2 -que e stá más latente que manifiesto en Freud porque es
solamente gracias a una nota de dos líneas como lo p odemos
recuperar y volver a trazar-, el modelo 2 tiene un poder sugestivo muy diferente y una distinta riqueza potencial. ¿En razón de qué? Y bien, e"s que las.flechas
externas no necesitan ser suprimidas,
RIQUEZA
corno en el dormir y el sueño, a fin de
DEL MODELO
constituir un circuito independiente e
DE LA TANGEN C IA
incluso a fin de ser relativamente desactivadas. O bien, para decir las cosas en el otro sentido: es
el circuito interno -la cubeta enrollada- el que se encuentra;
por relación al circuito externo, en posición de marginalidad
o en posición de derivación, para hablar como los electricistas.
«Marginalidad»; es un término presente en Freud o, más bien,
es un prefijo que encontramos de manera constante en algunos términos freudianos, y que se traduce por marginal: neben, «junto a», «al margen de». Así, en toda una serie de procesos se produce una acción marginal o un producto marginal ,
39 Cf. mi curso de 1971-72, reproducido en Problemáticas 1, La angustia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1988, pág. 178 y si~.
91
90
•)
N11f11111111/ 1·1t 1111.11 o Nol>mirn'Odukt ; y esto p roducido ma rgina lme n te ('H, J>l'l.JdHUUICnte, la sexualidad .
Nuestro esquema 2 introduce entonces ideas como las de
marginalidad, de derivación, o también la noción de tangen. cia: el circuito exterior, en el límite, puede ser dibujado perfectamente tangente al circuito interior:
El circuito exterior tiene una verdadera autonomía, es decir
que lo que circula en él puede muy bien prescindir de lo que
él desencadena en el circuito interior; pero, al mismo tiempo,
nada sucede en ese circuito exterior que no provoque en el
circuito interno una conmoción, un movimiento de ida y vuelta o en zigzag, que en otra ocasión comparé con el de una boli·na dentro de una máquina que la reenviara incesantemente
de un contacto al otro. El funcionamiento «en tangencia» no
significa tampoco que, por momentos, lo que sucede en el circuito interno no influya sobre el circuito externo.
Y bien, a este modelo -que desarrollarnos primero de ma..
nera al;>stracta. puesto que uno de los intereses que presentan
." :-: .·. ros m..odel.os psicoanalíticos es que uno se puede dejar llevar a
· : ·. describirlos por sí mismos, sin preguntarse toda vía a qué se apli- ,,
··c·an; y tal vez sea un signo de riqueza más que de abstracción
' esta .posibilidad, justamente, de que sus aplicaciones resulten
•sobrepasadas-, a e·s te modelo, no obstante, uno tiene la ten¡· tación de «aplicarlo». Y evidentemente, uno podría estar tenta: ·. do·de aplicarlo esa famosa problemática «alma-cuerpo» de la
· que ·yo hace un rato decía, sin embargo, que una de las conse' cuendas principales (no diría «uno de los objetivos») del descubrimiento psicoanalítico es haberla vuelto, en cierto modo, caducá: No porque la refute ni, menos todavía, porque le aporte
una solución, sino porque la re-mplaza por otra problemática,
. por otra articulación que ya no es, digámoslo así, tan rnetafísi. ·.·~a como la de lo psíquico y lo somático. Es cierto que Freud
. conserva algunas veces cierto interés por ésta vieja cuestión,
· . pero su _referencia al «salto misterioso de lo psíquico a lo somá-
a
92.
t-
1
1
1
tico~, según mi opinión, no es m ás que un saludo de dcspcdl<ltt.
Esto no quiere decir que la existencia de un alma separada de l
cuerpo sea «refutada» o que Freud tome posición en favor de
un materialismo, de un primado del cuerpo. Es, simplemente,
que el problema de articulación resulLA CUBETA
ta desplazado a otra parte, a un lugar
ENROLLADA
probablemente más accesible. Y nuesY EL DIEDRO
tro modelo, con su punto de tangencia, se presta evidentemente a figurar
una articulación. Por lo tanto, no debemos tomar ese lugar de
articulación por una nueva glándula pineal, en el sentido en
que la entendía Descartes, es decir el órgano misterioso y puntual en que los espíritus animales obraban sobre lós movimientos del cuerpo. Se trata aqui de poner en relación dos tipos
de funcionamiento, a la vez igualmente psiquicos e igualmente somáticos uno y otro. Y evidentemente, la articulación a la
que me refiero aquí es aquella entre el funcionamiento según
la autoconservación, por una parte, y según la sexualidad, por
la otra, o también, entre un funcionamiento según la necesidad y según el principio de la homeostasis, y un funcionamiento según el principio de la pulsión o de la descarga. La relación
entre autoconservación y sexualidad no se podría replegar sobre el nexo del alma y el cuerpo: sería nada menos que aberrante situar el cuerpo del lado de la autoconservación y el espíritu o el alma del lado de la sexualidad. La autoconservación
no es menos psíquica que la sexualidad: todo el desarrollo de
las ciencias de la naturaleza lo atestigua.
...f
r
1
1
,\.
t'
1
1
1
1
o
~
.9:
!!'>-'(,
.§
~:::s
§'
s
:--'Alj-C
- :.
~
1
E
1
1
·-
\..
1
/
..............
~
~
~
:::s
§'
/
---
/
.
.
Tendríamos entonces aquí otia figuración posible de lo que
he dibujado también -en Vida y muerte en psicoanálisis- co-
93
mo un diedro, cuya línea de pliegue representaba la articulación de los dos planos: autoconservación (A-C) y sexualidad {S).
En la cubeta enrollada, esta línea se vuelve a encontrar muy
' exactamente, si uno la dibuja en el espacio; línea de apuntalamiento , línea de traumatismo, línea en que se produce el efecto de la seducción -me refiero a la seducción originaria y también a toda forma de seducción-, línea, incluso, en la que es
preciso quizá situarse para comprender algo de lo que se llama
sublimación.
Mantengámonos en posesión de este modelo de la tangencia en el momento en que pasamos a interrogarnos sobre la situación analítica.
Desde un punto de vi&ta heurístico, la situación analítica
se puede considerar, entonces, como una formación del inconciente. «Formación del inconciente»; ello implica que existen
lugares privilegiados en los que el inconciente aparece más que
en otros: el inconciente no está donqequiera con igual derecho, no está dondequiera «en paralelo» como úna duplicación
de nuestra.existencia conciente o manifiesta; el viejo esquema
del paralelismo no podría tener curso
EL ANALISIS:
aquí. Muy por el contrario, hay pun¿UNA FORMACION
tos precisos en que esa tangencia del
AHTIFICIAL
funcionamiento inconciente al funcioDEL INCONCIENTE?
namiento cotidiano se encuentra privilegiada; hay puntos en que la tangencia se manifiesta; en otras ocasiones, los planos se separan. Un
vez más: el inconciente no es la duplicación de sentido, ta~
_¿Q'la du hcac1on de sentido sexual de todos nuestros actos.
Q1 ·-~~~!:~mc;>s ~~~!:l~~E~~~~-L~~~-··~~un~d.YD cru;iQ...n, estaj
presentaría puntos de condensación, lugares en los que serí
ffiáStupraa,y=ofros .1m_!.9s en los que seda mucho más fioJa.
:xa situación analítica ~ ~~r;\ü~furillación del inconciente, es tail'
·específica como el sueño, pero lo es de manera muy distmta.;
elfana llegado iri.clú-s o ·a envolver, a los ojos de los analistas;
todas las demás formaciones, a adquirir prioridad absoluta sobre ellas . Lo que puede sorprender, o hasta chocar, cuando se
habla de la sesión como de una formación del inconciente, es
que se trata de una formación artificial que, a diferencia de
las otras, no proviene· de una pura espontaneidad; el inconciente no se manifiesta en ella con el mismo derecho or e·emlo ue en un lapsus: es incitado a manifestarse. ormación
artificial sin duda que a la situación analítica se le pueden en~ntrar ancestros más o menos legítimos: «el análisis antes del
análisis» o «el análisis fuera del análisis», eso se puede coitjetu-
94
,,f
';
rar, se puede investigar en la historia y en la etnología. Pensemos en la hipnosis pero también en las civilizaciones diferentes de la nuestra: Lévi-Strauss ha establecido esa comparación
a propósito del chamanismo. Es indudable que muchos fenómenos o situaciones se pueden comparar con el análisis; no obs-.
tante, insisto en ello, el análisis como tal 'es muy diferente de
todas esas situaciones. El análisis tiene un comienzo histórico, ·
artificial; o más bien es el resultado de un acto, o de una serie
de actos; no se trata, desde luego, de decir que Freud, tal día
a tal hora, ha instaurado el análisis (por más que él mismo haya tenido predilección ·por rescribir su propia historia bajo esa
forma: tal día a tal hora, cuando los astros se encontraban en.
determi~ada coitjunción, etc., he descubierto esto). Comoquiera.
que sea:; eladvenimiento del análisis es una creadón o, como . .
lo dice Viderman, una «construcción». Me refiero aquí a. su li-·
bro La construcción del espacio analítico, 40 obra a la vez apa- ·
sionante -que ha apasionado- y criticable, cuyo objetivo es
mostrar que cuanto sucede dentro del espacio analítico, en con-·
secuencia lo «construido», tiene ese.asa o ninguna relación .c.ón. ··
lo real, en particular con lo real infantil, histórico. El análisis,·
para Viderman, se mueve y sólo pue·LA coNSTRucc10N
de moverse en el dominio del fantasDEL ESPACIO
ma, término que es pura y simplemenANALITICO:
te asimilado a lo irreal, hasta a lo in¿UNA INVENCION?
ventado. En mi opinión sin embar o
111 «Situacion» pue e ser creada, construida, sin que lo que en ella se manifiesta sea por eso ficticio . .. Los remito aguí, a modo de contrapeso, a los trabajos
~D,a~an __acerc3: de la reaIT<liict~enanilisiS, 4 1 que~fricfoyen-so=-.,
bre todo una crítica, particularmente ceñida y pertinente, de
las tesis de Viderman. Dayan muestra con claridad que Viderman permanece prisionero de una oposición muy ingenua entre un puro imaginario, que él llama el fantasma, y una realidad, una objetividad absoluta del acontecimiento, que no sería
en nada modificada por la memoria; de modo que Viderman
por ese camino llega a plantear al trabajo analítico, cuando este pretende reconstruir los acontecimientos infantiles reales,
40 Serge Viderman, La construction de l'espace analytique, París: Denoel, 1971. [El lector de habla castellana puede encontrar una síntesis de
este tema en Serge Viderman, «El espacio analítico: significado y problemas>, Psicoanálisis, revista de la Asociación Psicoanalítica de. Buenos Aires,
vol. 2, nº 2, 1980 (N. de la T.) .]
41 Maurice Dayan, Jnconscient et réalité, París: PUF, 1985, págs.
358-96.
95
1
p
l
Ji
)
. fi .
.
"1
r;i
1¡11
t 1 l11d11 111 lil r1 l111l11 d n l 11 llo111h1t1 íl•• l¡¡ 11 l.11hnH~, l11d 11 111 d111
Mido <·011w11t.11do 11111d111 r1 v1•1 ' "~' (1• 111
p<.izando por el propio Fro u<l, puc1:1to que vo lvió HOhrc
prlnwl':1
interpretación recorrigiendo sus opiniones) es testimonio de una
111d11 ,
11• l11 !j 1íí,l•111l11•111-Hl111•1 1 1111l •1 t l1 ·11llll1 l'd1111 q111 · lio t llll i'j lllll
lt llll ljll U llll 1111111 (11 1 lntll'lll 11 ~1 1111 1 111 ll ll'llON 1111 11 11 f O l' lll ll
<· 11 1116 11dn1 1t1t.o (•11110 q110 1111
t 'i10 llt
1rn1l1 •11111111 1l 11 011 . 111111 1'11011111111
1h•Mu<· l.urdl:t.11.dn dc•M<l c
htl< '<'
tlem
110, u11 d1• 11t,lf'ld:-mio n In Lnplucc - :;l;;lgún el cual cada momento
<l e una historia podrfa ser deducido del momento precedente
.Y debería permitir deducir de manera absoluta el momento que
sigue-, he ahí lo que Viderman propone a la reconstrucción
analítica para mostrar, evidentemente, que ella no es capaz de
satisfacer .e sto, y por lo mismo queda descalificada en toda pretensión de objetividad.
Pero, n.os recuerda Dayan, esta oposición entre algo imaginario puro y algo objetivo puro, por ingenua que sea, es también la de los menos ingenuos entre nosotros cuando nos dejamos llevar por la conversación «de entrecasa» entre nosotros
mismos. Y no es uno de los menores intereses de esta crítica
de Dayan que nos lo recuerde:
«Recordaré los presupuestos de cierta práctica reflexiva acerca de la clínica tal como se manifiesta en particular en dichos
intercambios acerca de fragmentos de sesión o en comunicaciones referidas a "casos". En esas situaciones de informes orales, en que el lenguaje no es contenido por las precauciones
de la escritura, en que la intención de claridad (cuando existe)
promueve los procedimientos dicotómicos , se oye a menudo la
alternativa fantasma/acontecimiento -o fantasma/realidad
pasada- , que funciona de manera tanto más significativa cuanto que se la utiliza de manera incidental, "plana'', y en manera alguna dialectizada. Entonces uno puede comprobar a vo.. . Juntad que .muchos clínicos (no necesariamente ingenuos o prin. · · cipiantes): proceden como si un fantasma no fuera otra co.que una invención psíquica pura y. simple, en tanto qu~ el
· atonte.cimien~o es asimilado al hecho material en bruto, por
·. · ·prin.cipio inanalizable, límite y refractariedad de la vida psí.
42
.
.
qu1ca .......
Todos hemos hecho la experiencia de esta actitud ingenua,
y nadie, entr~ los analistas, tiene el derecho de considerarse
. indemn~. Entre esos ingenuos, hasta se puede, en cierto roo'. ·. do~ ·incluir· al propio Freud,, por su uso irreflexivo y a menudo
·absoluto de la oposición fantasma/acontecimiento. Apenas ha.. . ce falta recordar esa verdadera fascinación de Freud por una
investigación. histórica del acontedmiento objetivo, en la in. fancia; por el rastreo de algo que efectivamente hubiera ocu-
." 5a
. 42
. '96
'/bid., pág .. 19.
*1
investigación minuciosa, cuasi obsesiva, de lo que pudiera haber de acontecial en esa escena primitiva descubierta a prq.pó¡ ~
sito de un sueño; investigación tan «historicista» que Freud com&\ i
promete en ella a su paciente, y los dos conducen una verdadera búsqueda por medios extra-analíticos, en el sentido de que
escapan por completo a la regla fundamental: interrogan a los
allegados, intentan encontrar puntos de referencia cronológica en la infancia para tratar de ver .si eso pudo suceder, cómo
y a qué edad, si eso es verosímil, etc. Y si ustedes toman otro
texto qué está aún más próximo a lo que relata, es decir que
/;'
''-l..
está menos retocado, me refiero al Diario del Hombre de las
11
Ratas tal como ha sido publicado según las notas de Freud,'
advertirán, por ejemplo, el interés de Freud por las fechas; un
interés que no tiene nada de «desinteresado» o de neutro: Freud
no se conforma con anotarlas _como vienen, sino que se arroga
el derecho, con mucha desenvoltura, de corregirlas. En"informes de sesiones en los que teóricamente Freud escribe Jo que
recuerda haber oído, en los que uno esperaría encontrarse con
una redacción «neutra», consiguiente ·a una escucha «neutra»,
ustedes verán que en ciertos pasajes él tachó fríamente un
«1902» para remplazarlo por un «1903». Manifiestamente, ha
manipulado sus propias notas para corregir el discurso del paciente según las exigencias de la coherencia objetiva, cronológica.:\
l:Je'ntro de esta opos1c1on ingenua -que por lo tanto. es de
bida a cada uno de nosotros como al propio Freud-, una v e z1
que uno está cautivo de ella, se puede decir que para el analista sólo q.u edan dos soluciones: tomar por referencia sea uno \
de los dos términos, sea el otro. Lo hemos visto a propósito ~.J~L
de la trasferencia y de su dinámica, en alguien tan poco inge- ~·
nuo, tan advertido como Daniel Lagache: uno ne·ga, finalmen:::'···
te, a pretender rectificar el aspecto imaginario, «den:eal» de
la trasferencia, tratando de medirlo -¿con qué?- no, sin du - _
e
1
1 .
43 Cf. J. Laplanche y J.-B. Pontális, Fcintasme originaire, fantasmes
des origines, origines du fantasm..e, 1964; nueva publicación, París: Hachette, 1985. [Ed. en castellano en El inconciente freudiano y el psicoanálisis francés contmnporáneo, Buenos Aires: Nueva Visión, 1969.]
44 S. Freud, L'Hornme aux rats. Journal d'une analyse, París: PUF,
1974. [Anexo. Apuntes origina.les sobre el caso de neurosis obsesiva; en
OC, 10, 1980.]
97
l
da , to 11 u11 a 1·¡ 111lld11d q1H • 11110 lrlu 11 h111w1 11 1i 11 ¡•I 11x (.¡•1·1111· p 11 1•11
tratar de introducii·Ja e n d n n ú ll:,;li;, t1i no <:un e l p a tró n d e 1111a
/ ,11
::; it u ación analítica con siderad a ella misma, si no simple, al m enos suficientemente bien codificada para que se pueda señalar
e n e lla lo que escapa a la codificación y que sería, por lo tanto,
puramente imaginario. Tan pronto como uno se deja capturar,
y todos nosotros nos d~jamos c.apturar ene algún mo.mEO!ltQ,_l~
primera posibilidad es entonces concebir-el análisis como una
i'ectificación aelo ·1magmario :Qor lg¿-~al. Pero eñ la Otraexfre::·
1~ -::;W~fütla c·on todo acierto que esta segunda elección tiene cada vez más curso entrenosot'rü'S"';"Seº~con~laescue­
kleiniana..o con las conceI>ciones de Viderman-:.:- encontrarémos esta vez una valorización absoluta del fantasma; elarurITSis
§.e concibe como una inmersión sin retorno en el mundo fan;
tasmático: una «exclusión, generalmente tácita, de la realidad
(actüar y pasadaj<l~I ca1Wpo aeI análisisn. 40
™-~-·--·,..--~
Me~endré hoy en este téññi'no ae exClusión, que vuelve
a r e mitir a la idea de un acto constitutivo que pone determinado límite para la sesión y para la situación analítica.
....
INSTA U RAC ION .
· PROGRESIVA
DE UN ESPACIO
-Es u;;<éSpa
energética;
de lo que dice Viderman, en ~rece que la considera~ .
ción energética y la consideración tópica están estrechament~
ligadas. Definir un espacio es también definir un tipo ·de energía o de pulsión que funciona en él, que lo estructura, que lo.
organiza, y qúe por lo tanto le ·es específica. «Construcción»;
, · . " : .:, .
también este término da que pensar y puede
ser
interesante
·
.
r.~t)Etf.1.
.
.
. . , . ;('-P::'
1.0''
..
ponerlo fü! cg~e~rf'cHeitt €Jb'JNiltro término, el de instauración: \ N..:.~' . · · ··
'instauración del es acfo analítico. Lo que quiero decir cqn. .
·
ue es seductor y al mismo tiempo relativ.amente con-,
tradictorio hablar de construcdón: uno no construye lm espacio, uno construye algo en un espacio. Lo que quiere. decir-,
c;oncretamente, que es necesarío gue.;a!go Sea iniitm.iradÓ, unfi · · · · · · '
~raza, uná limitación del espacio del análisis, para mJe después, ~ tl/i 1/:..~
P_oco a poco, algo se llegue a construir ahí. Son las reglas del ~­
análisis 1º.¿J,11e_viene a instaurar el espacio; !'!nto Ia regla fun~ ~
<lamenta! como otros artículos explícitos, que definen la situa- \'
ción en su espacio-tiempo._rua:g.,~.á§.. prescripciones . ~ ·
'nunca se formulan ,_IJ.ese a lo cual se imp_onen al an¡!lisJ.~ . Ten-!
dremos ocasión de volver sobre esto, por ejemplo, a la reg~
a .
llamada de «no respuesta a las preguntas», que, sin ser enun- ,/ ___
ciada, estructura empero, en cierto modo, el espacio analític «·
\ )
Instauración y construcción: d~ga
. mos q~e1. estos dos término' )JP j
son complementarios. Hace falta 'un aprio"ri, una posición d~
l!is n:~glas y un dispositivo gue instaure el espacio, y después ,__, , ./ \,;---'
a este esBac~o1 es pr:ci~o habitarlo, c?:iguistaFl?. y i"LI;súúñe~;~.
r¡en este sentido .el termmp co strucc10nno, esta
'. <\~Jeg1- [.>-'> .' r.l
. d~Ye.r;,o i~C~JIS? lo q~e llamo ".in~tauración» es Y,~ .ui), pfoce . trJ:P?w
'
y no un act,o .u mco. Las re las se. desarrollan ·se re · l
oco
·
a poco, aun' si no estáñ formuladas. Una regla como la de ;,no
respuesta» se impone sólo al analista, si bien queda a cargo del
analizado averiguar por sí mismo su significación profunda; pero
lo que yo he querido indicar, escogiendo este ejempl~, es qú~
~ar~ esta instauración o esta construcció11.,J9 esencial, lo gue.,
1
'
-..
'
):Onstitu;yesu pivote;'es la a~titud ',- interior y exterior, deJ..ana~-PULSIONAI,
la
t!
\.
.-,!,..
i
e
l
,,..
") ,"'
,
,.
\
\\\
'"
../
C\
~ ~
1
A
, ,,,.,v
A
1/
b.·. ,
e'()(l.lq~
Ó9/~ ~
15 de ·enero de 1980
~- ~~ ~U.;.J/vc/J
'
Ensayemos progresar en esta tentativa de ceñir la esencia
de la situación analítica. He ahí entonces una formación artificial, fabricada, en la medida misll\~stá estructurada
por reglas datadas históricamente .J «Artificial» ~fk.~ gue
esta situación no recorte elementos fundamentales: es necesaÍ'io en efec;.to_q.M.el~~ditt algo fundamental en el ser humano,
éñl"as relaciones interhumanas, para que pueda tener su explicación y su eficacia. <;;orno el sueño, en todo caso, esta formación incluye y excl11;y:ttalg9. Traza en consecuencia un límite;
como se dice: «eso entra en el análisisn, «eso está fuera del análisis". Y ha sido para dar sustento a esta distinción entre lo «en
el análisis» y lo «extra análisis» que he introducido la imagen
de la cubeta, o también, de manera más elaborada, la cubeta
enrollada, con la tangencia de los dos círculos, tangencia que
debería permitirnos concebir el límite de un espacio.
Me he referido parcialmente a los términos de Viderman: \
<_/.
F\;(._ .
-
. · ; ' M. Day~n, «Le fantas~e et l'événement.. , Psychanalyse
;; 1le, vol. 4, n 13, 1978, pag. 21.
a l'Univer-
\',
98
~-}
~
(
') ()0,.--'- 'D
t L.f' ;-. e (,
V
.,_..;.r
C\ (\·)_
·:~
M
~
·~
·
¡,
.
.
A~'f.éh 'r~vitUJ
==
·
- .~
-~. -1.A~~~ Q_j\~
MJJNtrJ - 'd
V\Y\JG
r~
~-_/
99
Coloquémonos a partir de ahora en la posición ideal de la
situación ya instaurada, puesto que nos planteamos el problema de averiguar lo que ella incluye y lo que ella excluye; en
efecto, ya el término «acting-out», es decir «actuar.fuera», significa sin duda que el análisis no lo engloba todo porque se puede decir que, e.n ciertos momentos, determinados actos del paciente son otras tantas maneras de quebrar el marco y de salir
del análisis. 46 Y bien, a esta descripción de un límite, que define un afuera y un adentro, se la pueTRE!:i DEFIN1c10NE:>
de intentar bajo tres títulos que están
Posm1.r;s
presentes en la práctica analítica conn1~1. LIMITE
temporánea, tres oposiciones que tendremos que examinar. ¿En qué medida la distinción «dentro del análisis/fuera del analis1s» se superp{me con la oposición «fantasmático/real»? · n ué medida se
sup@-Fpóne con una segunda o osición que se podría formu ar
-:1enguajero/no Iengua1ero» (ustedes ven que e!>" a oposición es
aesde el comienzo ambigua porque me he visto obligado a emplear un término tan vasto como «no lenguajero» para oponerlo
a «len:guajero»)? En fin, ¿en qué medida se podría decir que el
límite del análisis coincide con la oposición entre los tipos ·de
. i: pulsiones o de energías en juego, es decir la oposición «Se·xual/adaptativo» o «sexual/autoconservativo», o también «libi- \
· \ do/sistema de los intereses»? Presienten inmediatamente ust~
des que, en esta última hipótCSiS el límite del análisis no har ía
· m.as::-qQ';reafirmar, reinstaurar la Hneª llamada del «apuntala~to .. , tal como está dibujada en m j;"esquemas.
,,
·
1
- -·
Tomemos ante todo la primera de es. •LA ~Ji'(ls1cJQN: ·
tas oposiciones, que ciertamente no es
· ·' .' FAN1~A.s111A.T1(xi1Rf~AL
simple aunque con demasiada.frecuen- .
< · ..
: · ' · : · · · .'
· ~Jc.i,a .. ·r.,v.:ª- de referencia simplista: me
· 'l ':\r.efier? a la oposici , _rf;..~ ·_- - '.~t~P · 't' aJf Esta oposición es un
--'.{( buen ~riteri~;. un_ c:1terio per i~ente Y_ ~uficiente para. ~acer
·.pasar .por alh el hm1te del espac10 anaht1co? Esta cuest1on de
. .\\ . · l~ré~] del fantasma es inmensa. E!la se complica - y al mis. . \: mo·tiempo, en cierto modo, encuentra quizás una solución. . .::¡i u~ó hace intervenir la categoría suplementaria que Freud
· "· · ha introduei.d o desde el comienzo, y que es la de la «realidad
. psíq:Uica». Con este
tercer término se introduce la idea de que, .
.
.
~el
lado del fantasma, e s d e cir e n lo qU <' t.<•6 1k n111¡ •11t.¡ • rn• ••1111
realidad material, existe una esncdc <.te. 11ih :k o <!ufo ,
f'esistente, tan resistente como la realidad mate rial. U ta1111> i(" (
es en mi opm1on una vaílante de esta noción d e r ealid;'\I
psíquica- se puede, con los lacanianos;Templazai; la oposi<.:iúr
real/fantasn:ia por una tría~a: ~eal, Imaginario y Simbólico, t.ría - ~
.. ! t ~(
da
a manera disocia ~~~que . es una esf)E:' de de cubrelotodo
tre aspecto . estructural s y aspectos@
tingentes, individual . :
ñea la
v<S.::.>-
~
Re~Fantasma~
~·~ ~
Es innegable que tocl.o un aspecto del
freudismo va en ese sentido, que se en- -·
füza con la tnaaafacaniana ·O es en[a-""''
zado por esta, en la medida en qm·
también Freud se ve conducido a disi>- A" 1 1r<i
ciar el fantasma más o menos siguiendo la misma disposición; l i.Y ·,,..,.
el fantasma mismo se repartiría entre dos tipos fundamenta- ;,.-----'
ié87'1os fantasmas ongmanos, que sobrepasan al individuo , y
por otra parte tos famasm~ihmvlduales:
-·
·I
-
t
/:;, o ·t, ' ··~ o"__,-\ '
análisis», se produzca e~...fil!:_-­
Elñeologismo «acting-in» no ha hecho más
qu~ introducir una confru?ión poco deseable. Cf. J. Laplanche y J.-B. Pontalis,
.Voc_abulqrie de ºta psychanalyse, op. cit. ,' artículo «Acting-out» .
.. ,
«acting-o~t .. <;~Q-'!.5-alir del
.
()
~~
·
(
'
.
. .. .
:' /J M.J;f ,-\J
>
¡ '·"'
.
, ·
[¡t\ .
"'~
·. · ·r~-~
J ~-->
. .
r-( Vk•
----
\.._V ------. ,
\
• lY\..
ú! 0 )
'
fJ'.
wJ
VV' { (
(•e
..
r
. ¡ .~ 11,dª,cii:lá~.f$iE'.Q.Jill:!.¡¡._<!g_e~.
:
· \
.ºr·i·g·inado
Ven ustedes que estos dos esquemas se pueden superponer f;."cilmente. Ahora bien, lo que reúne a estas dos concepcione .
-la concepción freudiana de un núcleo originario, res1stent.<>,
en el fantasma, y la concepción lacaniana de un Simbólico qtH'
no guarda relación con lo Imaginario y que no haría má:-; qu<'
utilizar, para encarnarse, elementos imaginarios variables y
contingentes- es la tentativa -la tentación, diría- estructuralista, incluso logicista. Es en suma una estructura (para Freud,
a del Edipo) que se encarna eh diferentes aspectos, ellos mis- . '
mos estr'ucturales, que no serían más que sus variante:-;-. A:ií, ·
!_~s «fantasmas originarios» de seducción, de castrad.Po. d<' <'.s- .
cena primitiva, etc., serían tomas el.e pers2ectiva, variantes,
· ~.,._~
4 ".Pefinii:nos·
8
~. ··
R--F~-
· · lf'
~•
Imaginario
Lo TRANSINDIVIDUAL
EN FREUD
Y EN LACAN
l
.(
Simbólico
\
~J
+?
-ec 1 i-v-do _s
o
'-
G'-LA
J)
e-vu"" b
--~ r:A. r/\¡(' J ' \
~cir-~di;/
' f () { 1 /'~ J)
'
y
1.0
~;r'/0
-~
1
o.ro
'r' fv\~~ ~
. ,t¡,<\f
'
••ll w1 11 1ll111 11w,\tl e1 I Md l po , c•) 1 n i u11 11 U d o n 11 q11 11
llií1 11 i111, lctKllll 1•ll i 11 w i 111·1.flM l.1111 ) 111,hl 11 11 d1.) ifi'trl1 u1t1.•H d i• 1111 111 it o .
S 1q· l11 111 11 1 111 h1 n ia <'1>n Ht <ilacló11 la que ....ah f r caparccc,rfa, y qu e
s~ l> r (:u.11 s : tríu. pe rfec ta m e nte la mane ra e n que e l indj)lliiu.~
Q!ia · i se-r-ta·FSS-e~ - ª:~Es evül~Hte qaeumezéstablecida,
eñt re · eud y Lacan
ta semejanza, esta superposición incluso , e xisten i erencias~~­
t~ tiene .a su ve.z un origen füstorico, prehistórico~
J structura de algo que habría exiStidtrcm'""taño en la historia de
_ 1aífumanidad, miemras que para Lacan esta esffüCtura, en últJmoarun1s1s, no es otra cosa que el reflejo o la trasposidóñ
de_~~s imper::tiv~s. inherentes al lenguaj~~C
~~
ce- Cnnvem:trra-c~talles, a fm dJ ~~ignarle su ugar exacto, esta concepción del «núcleo» de la realidad psíquic a. Diré solamente aquí que este «núcleo duro» puede en realid ad descomponerse siguiendo diferentes acepciones, que no necesariamente son solidarias. El hecho' de que exista un núcleo
duro, una realidad psíquica del inconciente, es una cosa; que
e ste núcleo duro sea «transindividuab., como lo pretende Freud
co.n su mito prehistórico y como.Lacan ·no cesa de afirmarlo con f
su referencia lingüística, y c?mo él lo dic.· e expresamente en s.u
definición del inconciente4 ' -y no son solamente Lacan y
--·t"r-el:l
~
· los que confluirían en esta calificación, sino también
.J ung , n una vecindad que los dos primeros sin duda que no ,
·'·<:tese rían- es ya otra cosa. Y aún otrá" 'c osa sería, en fin,~
e so transindividual í-;:i'e ra del orden de lo «estructural» lógicam ente ordenado; otra cosa, en cierto modo, tranquilizadora (en
el sentido de que el mismo complejo de castración, por terrible
, y ~ ngustiante que se lo pretenda, y también el complejo de~­
\ 122.• en tanto están situados del lado de lo «estructurante», son
" a pesar de todo, en cierto modu,,-trang__uilizadores: ordenadores
~::-j~-la-m:1.gnstia que ellos enR!f:~n). Ustedes ven entonces que
clej o ªEerta-± . uestión de la esencia de lo que designo hoy
co mo <núcleo duro» el inconciente, que sobrepasa lo quepo~~emos 1 a :ar-1
u1ac1ón secundaria '9.elas imá genes, de las·
historias._de las fantasías que el §UjetQ...S.e....c...~;_ en c-uanto
a que e:x:is"ta u n núcleo duro del inco~.c.._:o.onemos esto corno una hipótesis dif;ü;ilment~.s.m::;r..af,g,a.ble; _'l!!:,e_~e núcl~
sob r e e l <lt!l>ah• Pll q1w
·.
Y '. <,'
p§i~oanálisi~, d~)~d~ ~ , ' 'l:-3:'~: ,·
fan.tasma~~l--ae
;y
.Jí «El inconciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto
transindividual, que falta a la disposición del sujeto para restablecer la cont inuidad de su discurso conciente" (J. Lacan, «Fonction et champ ele la parole e t clu langage en psychanalyse" (1953), en Ecrits, París: Seuil, 1966,
púg. 258). [Ecl. en castellano: «Función y campo ele la palabra y del lenguaj e en psicoanálisis», en Escritos, México : Siglo veintiuno, 1984, pág. 248.]
c..-.
ero ' , ' .
c(~r1;ferencias
i,
102
¡ 1rq.( u11 t á lm 11 10H H
r'·.;
kts
/,
tl<>!'i
o posic ió n r e al/fantas m ático tenía a lgun a re lac ión co n Ja ln :-itauración dei espacio analítico. El c u estionamie nto incesante
sobre ese par de la realidad histórica y del fantasma se üustrá ,
en Freud, en diversos textos: ¿cómo
EL ACONTECIMIENTO
distribuir lo ue ha de 'stórico ·10
1Nf~ANTIL: .
que ay de imaginario 'tanto en lo qué ·
FHEUD.
g.s aportado al análisis como en lo.qu; .. .
-~ ',
VrnEHMAN,
este reconstruye, .particularmente LI . . .
DAYAN
. l;a:...infancia .
~ texto ·_e~tr.e ~u~ )S·¡· , ~:( :Jffi:
..
otros se·puede citar aqm, el capitulo · 3; .
48
de
de introducción a_l
cuest10n es tratada por extenso y sintetizada. En relac1on .)us\., . · : < ·
tamente con ese debate vario y sin cesar retomado se insertan '-·- _/ · ·
las tesis de Viderma~
- -bién las discusiones muy profun-.
<lamente llevadas d Dayan ·obre el tema de la reª1idad Y-fil>.:..
bre el del
ntecimiento. Los remito entonces
.·.
·;; esos textos_, . Y-AQUÍ me limito a s~d~ier,to~to.s.--~
E n primer lugar, tanto en Freud como en Vide rman y e n
Dayan, la discusión recae esencialmente sobre lo infantil, e s
decir sobre lo infantil para el adulto, sobre la parte de imaginario y de real, de fantasma y de recuerdo, en ese pasado que
el análisis mienta, redescubre, reconstruye. Digo «mienta» y des- •
pués «reconstruye .. , «redescubre», porque habría que distinguir
~
aquí con toda clari
U
s: a
,~ i u
e espíritu, la posición metodológ~nte._a ese ma"'lerTIIT QUe el SU.Jeto presenta de entrada
··· su infancia, sus :ecaerdos particularm~nte_?regriantes, ~~~ _./
otra parte, la actitud frente a la reconstltucion a la que 1 ::1n ~,__...,,.
-lisis, al cabo de un tiempo a m
ro ongado, preten·~""e llegar; especialmente en el anahs1s freudiano; con..§~.Dl.~·'!lo (que no es ya con.t.fil!!Poráneo) de una restitución, en el lí- '¡
mite sin lagunas, de todo el pasado del sujeto.
?™
~
, Una segunda observación es que-;-én la medida misma en
que introducimos este distingo entre la mención originaria que
el sujeto hace de su infancia y, por otra parte, la reconstitución del pasado por el análisis, es pr
· cir que el conjunto
del debate toma un sesgo -no iré teóri
o,rque se funda
en ejemplos concretos-, un se go teorético, 49 hasta psicológi4s S. Freud, e n OC, 16, 1978.
49
Cf. su¡rra, pág. 62.
- -
f
)~~~o~ ·~
1
f r
í-i'
CI
~
'·-" ,
1
(
)
J
<
(,,
rJ -
I'
l
\r
':">~,
f).,J__
\ . .. -~ ·[fa
/],/\
f¡
~·~)
/
¡10 3
VC11\j ~/l
11
co , c 11 d ofJu ltlv a CJ! Jus má rgen es <.I
lo q u e c onstituye lo propio de la situaF: N LAS MAHGEN ES
ción analítica. Freud, como se.sabe, ju. DE LA 81TUACION
!!:Q!ll!_ce esta dil)CUSi.ó n con S1'.S pacien;
. ANALITICA
tes. En el análisis del «Hombre de los
Lobos», pero también en sus o,tros aná~ ..
--::)
l_i~ta discusión «cieñtífica» es en efecto llevada de a dos;
a pesarae que sm duda está presente en el tiempo de la sesión,
unopuede preguntarse si no es el interés de Freud el que está
~n juego priJ;lcipalmente,, aun si intenta hacerlo compartir, en
0--7
s ierto modo, por su paciente, pidiéndole que vaya a buscar e11
~
el exterior cierto informe o cierta prueba. De manera que se ( \
Q.
.
tiene el derecho de decir que esta discusión no atañe al tiempo
~\
., ~~-, en que el análisis funciona según su regla propia -libre asocia~
{,· ) 1 ción, escucha suspendida- sino según criterios de discrimi- ~
r:-:~
. / ¡ nación que le son extraños. Freud se apasiona por el estatutq_
1"""de realidad de la escena primitiva, por todos los medios de des1
'
~
rinde que faene a su dispos1c10n (¿en qué fecha pudo ocurrfr
,. ~la escena?, ¿es verosímil que un niño de esa edad pudiera ob'
servar algo, que hubiera podido ver, en qué posición debió de
'...,.
1 1 e 8tar pa.ra ver algo, qué pudo comprender, etc.?1 Es sin duda
· \ \ la pasión de Freud la que está en juego aquí; la discusión, por
'
e,.
', -.::
o_l'.r1Cparte, en ese texto del «Hombre de los Lobos», se dirige
'
\j
{'-.
.
.má~_ a Jung -que es el gran interlocutor-adversario en esa..
....., { }
-~
época- que·al paciente, Planteo entonces la cuestión: ¿lo Ero.:
};
. p~(?.!..~ic-a:zael anahs1s.i~t. ~~.~~~ teru!.e.Jl~.L
'<..,
,'J
__ 1 ;l n :;t!_P real de lo imaginari9 ?
:. ' ... Del mismo modo, puesto que digo que se trata aquí de una
....,,
/--)
· intern)gación. que. corre .por el límite de lo que es la situación
~J
. . . "a:nalítica, rio podemos menos que registrar que una de las <lis. elisiones principales de Viderman ~ecae sobre «el recuerdo de
-l ~
. infanci;:i. de Leonardo da Vin.ci•>, recuerdo del que ya Freud se
<,
'....
)
·pregunta largamente en su texto, retomando la misma arguméntación, si se trata, y en qué medida se trata, de un recuer- ~)
r-:,
; · do ¿> de un fan,tasma. Y yo debo decir que aquí Viderman, Da\,
( U
.. yan, otros autores, 'y yo mismo en ciertas circunstancias seguí\', \ \., ,
1
. mos· .dócilmente el paso, caemos tal vez en esa trampa de f,-..-ll
'J~ ~
considerar ·el problema de Leonardo da Vinci -quien no está
.«en a~áÚsis», y por sus sólidos motivos- como concerniente de
\
máriera directa a aquello de lo cual· el análisis trata.
Tercera observación: y bien, en este terreno que no vacilo
, eri designar. finalmente coro exte ·
a ·ón propiamente
a1:uilíticá, las posiciones tl Freud ;y de DaY-:an -9..,U~. son posi. cion~~~do
de una pslcologfu ruta de la
<""...:.:::--UNA Jll S(' JIS JON
d
:!
v.'"(!''.1~
m e m o..r Ningún
ia.-..son.re
c·lcrta·
1..u e n n
.t cosl as
áH. 111.atlz
·u· H. yc:o
h.1nH .11
<leras
cuerdo,
d emmuestra
n,. acl
e llos
de111.H
üill1•, •'.11
JI;-< t~nto de mhltrac1ones fantasmá~;=y la ·¡!.lv~r§a, 1~ i11
gúri·fantasma ·c ar'e ce de punto Q.e abrochamiento con algo r eal ,
o al merlos lo tiene én sumenció"n intéricionaJ. P ffo lb notabl e
es que la situación se invierte cuando en este caso partimos,
no de esta reconstrucción del pasado en la que Freud se empe1 ña tanto durante sus análisis como fuera de ellos, por ejemplo
en sus textos de psicoanálisis aplicado, sino de lo .que ocurr<:>
en la situación analítica cuando el sujeto introduce representaciones referidas a la infancia. En este caso, aquella actitud _
científica matizada, que trata de asignar su parte a lo real ~
" /--- -lo imaginario en los recuerdos, ya no tiene curso. J'odos J~s · ·
analistas están de acuerdo, y Freud el primero ,~~Qir....gu.e., (!, :
metodolog1camente, lo que se impone no es esa actitud discri .
ñunafava smo, por el conttal'io, una escucha en un mismo lanc~ . . ---'
" pos1c1on plana'>>, dice Dayan acerca e una dicotomía in :-"'
genua del fantasma y de la realidad. Por mi parte insistiré más f':x.i 1.rv ·.-\ .d15ien en el tér,mino, que he introducido algunas veces, ?e ;,apla- f'\~W''(~· :T '
~ ¡g,amiento» metodológico_. La regla analít ica quiere .g ue to~io de- 0\!~.
¡,
t,¡i.lle aportado p~r : 1 SUJeto. pueda ser el P.~.rnto de partida d~. M,Ó) ' 11
una cadena asoc1ativa. ~_g ue, en esta func10n de punto de parti~a, la distinción entre un u retendido recuerdo .Y...v n pretencli~
_do fantasma deja de tener curso . .~º sólo un recuerdo; hasta..
un acontecimiento de .la in{áuda_q.lH! b_ª sido conta,dO..als-!!i~~-·
~OI:. su familia puede .adquirir este mismo valor en la sesión, .
¿C uál puede ser el fundamento de esta regla de considerar toctá idea g ue sobr~1IB...~n.la. §.~.~,i.Q!J..~QJ!l.O suficientemente «real»_
para merecer,_f;..on ig~ctl.Q,~ q ue se le p reste atención Y,
1 que se «asocie» sobre ella" si no es el postulado de una especie .
!
de ·analo ía, de comunidad, entre el método analítico
~"
»? «En el inconcien...
te no hay indicio de realidad» , decimos.
•
Formulación ambigua. Eso puede que ·
.·
rer decir -y más de tino lo compre~.. EN EL INCONCIENT
de así- que el inconciente es algo
,.
irreal, cuando el problema mismo de
la::i'.f:!][:);:t(:f.¡;f{ÍÉes el que no se plantea allí. Si uno escarba un poco, /
advierte que esta formulación puede igualmente invertirse y~
"¡1
que el pensamiento profundo de Freud es que «en realidad en '
·el inconciente» (lo que no es solamente un· juego con las palabras, una inversión cómoda de los términos) fo 'que n chhay 'y·'
indicio' de irrealidad.'l!ara el inconciente' todo se sit1ía erLeL ,
IJlismo plano ·de realidad . Desarrollemos un poco: el t érl'lÜno
·a,
¡
1
'
\ lª
/) \1
.i ·
~
,-"
<
.\!:}:>
N' _. .----..
~
---.-·---z--
.
104
•/
~·1·
,,
v. .r
.•
( -\ \
i/" , t
.. ,.
1"-\
<
•,_,\ '-\
--1 \
'
1
J
'
1.
r \1 r
L '· .·
1
]
"'--
'
\
,,,''
( "
,,.
rt
'
.A _,,
e .J
(_
¡
(""
t v\ .::.,
~
~
' · ~~~
105
~d . (jLu.. -ú..- ~--L - ;;>
\ Q_a.Qfa(lt,
~
c~"J !_;\..;
J.l\i
ri~ cl.z¡
el
~J-0_, f-JA_~_\J
n1 c u cló11 dls\· rl1ulr11.111t.t• <l'H' a p11rt,111·1l Jo 111111 y 11 1 lr1111..il1111r10 .
Tomemos en particular Jo que llamamoH roc u crdo:-1 p1u1tnlla.
~te término es por Otra parte ya, por
sí mismo, una interpretación (como lo
HIPER-REALIDAD@ )
es también la traducción fiel de\ aleDE LOS
' '
. RECUERDOS-PANTAL
'
!Ilán: recuerdos de cobeJ.1!lra2,;~. ·
que eguivale a decir ffi!_.e están ahí 2ar~
9s;µltar otra .e.o~. Llamemoslos simplemente «recuerdos princ!¡~ales», a esos recuerdos pregnantes que frecuentan al sujet~
son una vivacidad extrema de detalles,_d~ detalles sensoriale~ .. ..
los colores por ejemplo. Remítanse ustedes al recue·r do persoi;a1 de ·Freud, en su artículo inaugural sobre este tema, 50 donde se señala esta vivacidad. O bien al famoso «recuerdo .infan·- ·
til» de Leonardo da Vinci. Y bien, se puede decir que estos re- .
cuerdos se imponen al sujeto con una fuerza tal que no hac~ .
falta convencerlo de que no se.plantee el problema ·de su réali-· ·
dad; s~mponen con una intensidad que s~ podría'inclusolla-' ,. ·
mar hiperreal, nhiperintensa». Al mismo tiempo, es . evide~te.
q~e, para la reflexión racionalista y científica, estosrecuer?Qs
no son puros recuerdos. U_n o de los·elementos característicos
de estas escenas o imágenes de la infancia es, por ejemplo, que
el sujeto mismo está representado en ellas, se ve a sí mismo
como uno de los personajes entre los demás, lo que es «inverosímil». La actitud racionalizante del paciente hacia su pasado
no es por lo tanto tan natural como Freud parece creerlo, y
tal vez es su propio cuidado el que se trasluce en el de sus
pacientes y en su debate común con respecto a la realidad histórica.
Lo que quiero dar a entender es esto: situar en el mismo
plano el fantasma infantil y el recuerdo no impone al paciente
un esfuerzo particular. La mención del pasado más arcaico es
uría que se sitúa en principio más allá de una distinción, de
una intencionalidad discriminativa: real/imaginario. Esta mendón se debate con algo que resiste, que s~ presenta con ese
carácter de hiperrealidad propio de los recuerdos infantiles,
y esto, aun si un segundo de reflexión basta para demostrarme
que no he podido verme a mí mismo de espaldas, tal como me
aparezco en ese recuerdo infantil; o que no he podido verme
a mí mismo en mi cuna, como se ve Leonardo; o aun que no
he podido entregarme a la levitación, que aparece con frecuencia en los recuerdos infantiles.
- y la idea- d e un "indí<.:lo d e r·calid ad » c::;Uí presente en Fr·c ud ;
pe ro, si uno quie r e e mpujar e n d e t e rminado sentido esta noc ión, es evidente que uno tropieza muy pronto con las objecion es del idealismo y con las dificultades de toda teoría del conocimiento\· Si lo "real» está prime~ame~te en el mismo plano.que
lo «puramente representado>>, y si hace falta después un indic io suplementario para afectar con él secundariamente lo real
a fin de diferenciarlo por relación a lo puramente representado, enseguida se planteará la pregunta: ¿adónde ir a buscar
este indicio de realidad si no es, .de nuevo, en la representación? Es evidente que de aquí no se sale porque uno apelaría
a lo "puramente representado» para introducir una diferenciac ión . .. en lo «puramente representado». En su «Proyecto de
psicología,., Freud se hace en efecto esta objeción: si uno debe
ir a buscar un indicio de realidad, ¿cuál será, si se lo puede
decir, e l indicio de realidad de este indicio de realidad? Lo que
supondría que uno pudiera partir de un mundo fantasmático
para alcanzar un mundo real, y esto por medio de un indicio
que a su vez sólo podría ser una representación.
Pero, en el "Proyecto de psicología», verán ustedes que l_a s
cosas se invierten: lejos de que exista primero un mundo puram e nte irreal .del que sería preciso después salir para ir a buscar
Ja co n-espondencia con la realidad lo u
sí es absurdo),
se puede decir que al contrario, para Freud 'il sujeto ?e ;nf~·er;;ta ~pn un e:rceso de realidad. l fatitasma mismo esta afu~;
\ tado de una eficacia igual a la de la realidaq. D.e manera que
Ja discriminación entre real e irreal no pasa por un «Un poco
:! ¿ñás de realidad para lo real» (si uno puede expresarse así) sino
1¡ 12or una inhibición pardal de ese e.rceso-de-real, gs decir, una
. _re presión en lo inconciente Y. una inhibición de esta parte que
.¡,s<; va a convertir en el mundo fantasmático.
Y, bien, ese exceso de realidad, es decir la puesta en el mis-~1 0 plano de realidad de lo «real» y de lo «fantasmáticon, hace .
\Af2. momento han visto ustedes que es según esta uniformidad
~,l e ser como precisamente deberíamos considepr, en .el análi~s mismo, todo material concerniente a la infancia. Freud nos
remite entonces a esto como a una actitud metodológica, de
la que pretende por otra parte que sería relativamente difícil
imponerla al analizado: «Al sujeto le da trabajo comprendernos
c u a ndo lo exhortamos a situar en el mismo plano la realidad
y e l fantasma» . No estoy seguro de que Freud tenga razón ente ramente en este punto; en efecto, la observación de los princ ipales recuerdos de infancia que son aportados en un análisis
muestra frecuentemente que ellos se sitúan más allá de una
106
_\ r 0 ,,,-<0, .
w~
0
J
(¡>f'-Ó\ '(e
~r
e'
r,
\/·
(' "!
~~
. \,
.
~
.
..
.
·'
" -{ :
i;i\
l
,,.--í
0. .
.{ •
!'iO Cf. S. Freud, •Sobre los recuerdos encubridores», en OC, 3, 1981,
págs. 297-315.
\
.
"--r
~
,\ lv"
A CJ
\
-- ·-
. . \,\j1@
\
107
.
.
.
1
1111111 i'I M111 •1l11 , 1111lrn11 n tt, lo 111 11111 111 , lll 1111 •111·1<í 11 ch• lo 111
f11 11lll 1u• of'11•1 ·c• <·011 tod11 11 n l.11rnlld11d ni n1 ó t.o do unulfUco, u C$t.11 111 1111 t· r·n 110 (llscrJ111!11 ut1vu d e tomar todos los e leme ntos sin
(
te ner .que preguntarse sISOn e fectivamente reales o no, si son
del ordeñ del acontecimiento o del orden del fantasma. Los ele·mentos m,fañ ti1es se prestan eminErñtemente agse enG.a.r:ninamiento de líneas o <fecaaenas asociativas en que 1apreoeüp'a.'."'
cÍÓndelarealidad- -saber si tal eslabóñ""é'S'RW:amente subjetí~oo~~arerj¿,-:§~~Qti9~9"" ~~-~~_uició_n espontá~!a. d e
esos recuerdos privilegiados es, se podría decir, una guía, una
verdadera maestraeil'realidad psíquica. Nos hace palpar, por ~~ñfoS¡(ésa coñ'sisfé~loQuehaee un rato_yo trataba de.
designar como núcleo duro, un núcleo duro que tiene alguna
r elación con el núcleo de lo inconciente ~on lo que Freu..Q
~!.S.na como realidad osíquica. ~
.
.22 de enero de 1980
¿Es la situación analítica una inmersión en un mundo imaginario, ficticio, ilusorio? Y, si la única oposición fundamental
fuera la de lo real y lo ilusorio, ¿~é sal!d~s tiene esta inmersión en lotlusono·. No habna mas que
LA INMERSJON
tres: 1) O bien permanecer ahi para
EN LO ILUSORIO:
siempre ... ningún psicoanahsta lo 00TRES. • .
~2) O füen «Salir» de ahi tratando
· ·• · .~'AÍ,::>As ~ALIDAS
-4@ confrontar ~so ilYsoFi<"> con algo
. . .
real; con algo real-real, podnamos oe. · · · cir; ~algo .yerdaderament'e real; digamos ·lo real actual, que a
vez se déscompone en dos aspectos:. la realidad exterior a
Ta ses10n ~f despues, la realidad de la situación analítica misi:na, .ese pretendido real de referencia que eo111$litailfa una si·~ fqaeiÓri simple y" objetivabie; o bien, incluso, un juego de esos
difo.rentes elementos. Y es sobre todo a un juego de los dos
· ·.y aun de los tres aspectos -real actual en la situación analíti.. . ca, r.~al fuera de la situación y real infantil- a lo que recurre
· .Freµd. Pienso sobre todo en ese _texto que responde en él al
· :.....,. má?Cimo .del realismo, tomado en el sentido material (y no «psí.quicb»):1nhibición, sintoma y angu,stia con su noció ca · I
· ( . · · 'para .este cotejo, de «anacronism_Q». o insisto en ello, salvo
:\:. ·para 1eco1da1 q'ue la acción del analista, en esta_perspectiva,
. ·: .\consi.ste en mostrar que las angustias o, más en general, los
.·su
.·_·¡·
.
~'---.
.
- 7
·108'
j
1'
u
f'ant.úHJtll.tH a c lual QH, yn no c:;t1t1 1 ndapt,ndoM n l i t Mlt.1111\'ll 111 1.-11 11
sino -segundo tiempo- que tuvieron ::i u justiflc<.l.<.:ló n (' 11 111111
situación infantil no menos real. 3) O bie n, t e rcera opción : t.rn
tar de hacer surgir la realidad a través de la suceS'ión y la
progresión de las relaciones fantaS'tnáticas. Esta es en particular la perspec'tiva de toda una teorización que gira en torno de lo que se llaman las relaciones de objeto, con su encade-_;--.-,._,--·-"-,
namiento y B_.a~-~ialéctklt que parte (sit ve.nia verbo) dé . ..
_relaciones de objeto que descuidan el objeto, que descui 7an
k,, ¡ ¡
la ob'etualidad del objeto, para desembocar en relaciones e- ! p~t;fo·:.:
~ubjetivas en que el objeto sena primero dejado con v da, _(¡ Ó~; \
después finalrh~nte resp..fil.id.Q:,_™ n-tcrl.'Ylaü'O'en considera
eh-su autonomía. Se trata por lo tanto, dentro de esta teo\i'.1
de la relación de objeto,. de hacer recor. tarse el objeto a par.hr
de una sucesión de relaciones.~,y.na línea de pensamientp ',._
analítico muy antigua, a la que Freud no es del todo a;jeno, ~
pero qµe evidentemente se h-a:-tJ.ustraao en FerencZi para ser _
·retomaoa a.espues por una multitud de súcesores. A menudo \
~llega en esta erspectiva, a nociones del tipo ·de la «objetali- '.
,ad» o de la «oblativ~cicrm!S'(jU~han sid.o en alsunos · ·
casos critic_adas, y_ aun han sfüo objeto de burla, por su aspeci_o_
l!D poco moralizante,.. pero ·-~ todo <;:uestiQD,abJ~á
~n.la medidá én g,ue intentan, por no m:fS'iifre-qué=tF~,s~ ! [!
t~ación, hac~kl!:J~~ca_euJa_q_µe \
s · o supone ausen e a comienzo.
1
' La:=amrtítrá'.tl, entonces, de lo real y de lo ilusorio, en particular a r~íz de la relación con el vivenciarinfantil; los estudios
de Dayan nos proporcionan los elementos esenciai'es para examinarla y nasta para salir de ella. 51 son textos muy profundizados y muy completos, y que aportan una conrrontación c~n
las teorías psicológicas de la -'memoria, y que agregan al legajo
los principales documentos freudianos. ~i:énso p~incipalmente A, ¡
en el segundo de esos estudiosr «l:: relación con lo infantil», q~ /Ji:-!
.,
retoma el problema, crucial en Freud, de lo que él ·liama «le- AJ' A.\·~.:;~
vanta ··
m ·esia infantil». En cierta manera, este J-·" ·
texto de Dayan es una certificación de contradicciones: con.._¡
tradicciones internas en ciertos textos
freudianos, y también contradicciones
EL ENVES DE LAS
fundamentales en la evolución del penCONTRADICCIONES
samiento freudiano; es incluso u:ri.a cerFREUDIANAS:
tificación ' de fracaso final, porque en
UN NUCLEO DURO
último recurso, en el texto postrero so-
<?§
.O/€/ \:. .,:
¡
51
M. Dayan, Jnconscient et réalité, op. cit., págs. 326-96.
\
-~ ~ H}:J k7 /WJ::)
~~A/v\:)
0J
109
"'º
u .(
-----.
(.J\9.J l
ü.
q )j t
..,.-----.
b rc «Con:;;tru ccion cs e n e l un:íllsl:'.l», Ju un uH.!sla 110 e:;
-
V4'1 '1•H olll fl IHt d l' Mlll " I'
c u geucrul
fevantaaa smo que e l pasado e:;; c onstruido, recon::;tr~. Pero
pó r m1 parte qmero insistir en un envés de estas contradicciones y de este fracaso, que tal vez Dayan no marca bastante
a unque también esté presente en él: ¿sobre qué fondo se recortan estas contradicciones, qué es aquello que conduce a
Freud a través de ellas? Lo que yo designo, con un término
personal, «exigencia», ¿cómo está ella presente aquí? ¿Cuál es
la exigencia que conduce a Freud? Freud conduce su barca como puede, pero de hecho es conducido, aquí como en otras
partes, por algo que sobrepasa las fluctuaciones y los rodeos
de sus experiencias y de sus razonamientos./ Dayan nombra,
en ciertos momentos, esta exigencia, cuando muestra el valor
especial conferido al término Das Infantile: «!2, infantil» 12ara
F);.e ud, es una realidad situada claramente más allá del sim.nl.e
vivenciar de la infanda. Conocemos bien, .en Freud, esta exigencfa de una realidad efectivamente vivida, -histórica, dataOle, «material»: acontecimientos de la infancia del individuo ·y,
si"estos se muestran insuficientes, acontecimientos de la hist or"ia ele la humanidad, con toda esa famosa pre-historia, no ilí~ ­
l1os efectiva para Freµd, de la horda primjtjva o del padre priimt1vo. Búsqueda dramática, en cierto modo, que Pontalis y
yo mismo hemos analizado en detalle en un a ; tículo ya antiguo
:;obre el fantasma de los orígenes. 52 Respecto de esta realidad
material de un vivenciar, Dayan tiene' toda la razón en demost~·ar su carácter malcanzaQJ:e. ~i uno se sitfla.en un niye! 12sjcológico, no existe un aconteciriüento puro en medida mayor que
'tfna fantasía pura, un ilusorio puro. ¿Qué queda entonces? Queda la ex1genc1a, en F'reud, de una realt<1a<1 inmutable, sohda
como una «roca» ,.tan real y tan poco subjetiva, en cierta manera, como una pirámide o un templo en el desierto, ajeno a toda
mirada humana. Entonces, a esta búsqueda de una realidad,
que sería evidentemente el inconciente, se la puede juzgar de
dos maneras diferentes. O bien esta exigencia es a su vez una
ilusión, ilusión que Freud comparte con muchos otros: ilusión
de la cosa en sí en los filósofos, o ilusión del sujeto trascendental; o bien se puede pensar que esta exigencia refleja una experiencia oscura; una suerte de reminiscencia que no puede
tener su origen más que en la presencia, inmutable en nosot ros, de una especie de «en sí». Para Freud es la exigencia de
lo que. él llama realidad psíquica, de la que nos dice muchas
"~ .J. Laplanche y J.·B. Pontalis, Fantasme originaire, fantasmes des
orighies, origines du fantasme, op. cit.
110
í 1)
t •ll 11111111l• •tl ¡tl •t 111 d1
111 lftilllf1 1i1 l lú [1tl
11 qdlcl 11 d p 11fq11 lt •11• •H 11 111 1 V••1, 111111 l 1111111'11
po rque pu ed<' ser n.•l.tH1111tln l' lll .1•1·1111H•11ll • 1•11 111 opqrd 1•l1n1 q111 •
veníamos con:;;iderando, l a de lo n·nl y lo llwml'lo , lo oh.11 •1lv o
y lo subjetivo. La realidad psíq uica, se d i<.:e a ve1·<•s, <'f'<'Y<' 11<ln
rlal.
1'1 11•0
111
111>1'11' 11 d1 •
ue así se la valoriza, es el vivenciar subjetivo, ·uuireal, cJ<.·~ ..
y ués de toao. como 1a materia1 raac1M
¿REALIDAD ps1tiu1cA
c¿bjeto_fisico. Lo gue cuenta, oímos dec
cir con frecuencia en clínic::i psieoo sUB.JET1v1sMo'?
terapéutic;;a~ tafllQ.iénJ2si~nalit}~~
ca?), no es lo vivido material sino la manera en que 1,mo lo apre-. '
hende: «esioi'.m1co que nos interesa aquí';;". -ES'to"eñC'ierta
n e ra es indiscut16Ie, p,ero es particulíi'ññe nte empobrecedor.; .
aun desde -el solo pU:nto de vista de la observaciór:tclínica. 1\1en~.­
cionaré de pasada el ejemplo de un trabajo sobre la óbesidad
del qtie' he tenido ocasión de tomar noticia, donde se nos decía
desde el comienzo que la obesidad, en psicoanálisis, es ohjeti~·
vamente inalcanzable, es imposible ceñirla y en co1.1secuencia
sólo se puede definir como la «queja de ser obe~o». Desde. (~ l ·
comienzo se produce entonces la mutación a una especie de
universo de sueño. Digo •universo de sueño»; debería decir "º¡:
siquiera de sueño» porque, como lo h e señalado precedentemente, el sueño mismo insiste todavía en distinguir entre la
comprobación «YO era obeso» y "Yº me quejaba de ser obeso».
Aquí, por lo tanto, la reducción de lo real a lo subjetivo, concP- l o como i usono,
·wn a guna con e «aplanamie nto» analítico en el sentido en que yo lo entiendo: en la pura
'chatma sabjeuv1sta, que desemboca por otra parte; en chmca ,
_en errores fundamentales de perspectiva, como confundir un
síntoma hipocondríaco (la «queja de ser obeso») y ese smdrome--fjsicosomático que es efectivamente ta obesidad, con ue1a o
m e a .. e ucc10n por lo tanto . -~ _::¡_ rea i a psíquica a la rea'1ldad subjetiva, psicológica: Lo «psicológico», efectivamente, -es
tan real como lo psíquico, y los psicólogos tienen toda la razón
en afirmar que su objeto se sitúa en un dominio de realidad
que vale tanto como cualquier otro. ¿pero es esto lo que Freud
mienta con «realidad psíquiciy•? En algunos casos - Yes lo 9..!:!~
nos puede desconcertar ' . esta asimilación a la «realidad psic<~_­
Iggica» es innegable, 53 :eero el texto inaugural sobre la reali-
ma: .
psi~
(
53 Vuelvo a citar este pasaje de Conferencias de introducción al
coanálisis: •También ellas [las fantasías] poseen una suerte de realidad:
queda en pie el hecho de que el enfermo se ha ocupado de esas fantasías»
(en OC, 16, 1978, pág. 336).
.
111
t1 11 d p tt l•J11l••11 1 q111 1 1111 1•11<'11\•11 1. rn n i l'hml d e La ·i ntcnpretación
do l os .o;1w t1.0.'l_.i rn~ ¡ 1111'1.lc ularme nte ta.j a nte:
1 ',\ ,
«Yo n o s6 si u JoH d eseos inconcientes hay que reconocerles
rQal
i dad; a todos los p e nsamientos intermedios y.de transición,
1
, V'/
1
.Íh1
·~t:
·
d esde luego, hay que negársela. Y si ya estamos frente a los
deseos inconcientes en su expresión última y más verdadera,
es preciso aclarar que la realidad psíquica es una forma particular de existencia que no debe confundirse con la realidad
r
m~teriah. 54
·.I L~ realidad psíg'uica,
en un sentido bien preciso esta vez,
es meramente un sector muy particular de la realidad psic~lógica' lo ilusorio, lo tmnsitorio, las novelas gue uno se cuenta, las asociaciones en la cura, tienen una realidad psicológica;
~o obstante, esta no es la realidad psíquica. Se trata de un nú• cleo duro para retomar nuestro termino que es justamente
esta «expresión última y ·más verdadera" de nuestros deseos inconcientes .
1 no
l
·,/L;;~CH-::~A
Volvamos al problema metodológico de
la escucha, la escucha y la palabra por
1
NO ES REDUCCION
otra parte, tanto la escucha del ana\.:.__ A LO ILUSORIO
lista como la manera en que se demanda al analizado que se escuche a sí
. mismo , que oiga él mismo lo que dice . ¿Qué es la escucha igual,
la escucha no discriminativa? ¿Es simplemente una reducción
de todo lo mentado, a lo ilusorio? ¿Es una manera de decir:
«habla siempre; puesto que tú lo dices, es verdad para ti . . .
y esta es la única verdad que nos interesa»? Y bien, ese «puesto
., qu·e tú lo dices es verdad para ti» toma un aspecto muy dife·. ' ' '' .rente ' si uno tiene 'en cuenta la existencia, la exigencia, la atrae' . · · dón de nuestro micleo duro. La eSCl:!,Cha igual no es una red uc. . · ción a: lo.ilusorio: no se trata de hacerse violencia al .punto de
. ; . ~parentar ignorar que es inherente a la fenomenología del ac... . ·.to' psíquico m-e~tar de manera diferente un vivenciar efectivo
. y una; fantasía; en el análisis , .no se demanda mentarlos de la
. misma manera, por una especie de imposible torsión o contor. .sión que . redujera todo a lo subjetivo. o ue se demanda es
~óQ.~lógicam..~,~iar de lad el interé por esa discriminación de lo real y lo ilusorio, en la medida misma en que ella
'
n os d esvía d e los cam i nos y del obj e to d e l u 11111isls. M Hi n tl 11
da, es n ece sario c onfirma r que para Fre ud existe, con~ n
ción última, la restitución de lo gue ha ocurrido, iiuro com~!
h ierro. Pero una vez mostradas todas las aporías con que tro~ esta mención objetivista, así en los hechos l.el levantamiento de la amnesia infantil es en definitiva extremadam .
te raro y ta vez incluso u oso cuando se presenta como en _,
.,._e erec o respecto de una psico ogía de la mem@ria); una 'vez
mostrado, también, el escaso interés de las reconstruccione s
propuestas (el ejemplo d ado en «Construcciones en el análisis»
es bien poco atrayente en su 'trivialidad: hasta los tres años .
ústed era hijo Único y el amado exclusivamente por sus padres)~
~ después llego un herman ítü,en ese mom~~e-Zre~ ó~
abandonao o, e tc., ); una vez, en consecuencia, Clevuelto el obJet ivismo historicista a su justo sitio , permanece todavía esta exi ge ncia d e una realidad acaso mil veces más inquebrantable que
la realidad material. .Y uno puede llegar a decir qu e la pasión
freudiana poda realidad material histórica (de l individuo o de
la especie, o también d e la vida) se puede concebir c9rno la
refracción de su pasión por la realidad del inconc iente·. Y dBL
mismo modo, pue sto que estoy en este término de «refracción" ,
o de «análogo .. o también d e .. retoño,., afirmo que e l recuerclo.pantalla, por sus caractere s de hieerrealidad no o~jetivista, sigT.\.ª el hecho de que _ahí se trat.a..,de una formación privilegiada
.<!el inconciente. Que el recuerdo-pantalla es un retóño privile1
., giado, con el mismo título que el sueño, y que en cierto modo
hay dos vías regias hacia e l inconciente: ñeafü Ú> que e ncontrarán ustedes ind«·áCléi en 1m texto importante +d e Fz:e ud ~\.('
1914, «Recordar, repetir, ree laborar,,_:,(\ Asimilación entre el
~uei:d,QJ:?antalla que sólo se entiende bieQ. s_U "Q=ue oculta y revela el recuerdo-pantalla, y del mismo modc;_
lo que oculta y revela el sueño, no son ni los aconte cimientos _
de la infancia, ni su vivenciar su~jetivo ,_gtm E,o co lo uno y _!!>
oLtro a la vez, en esa es12ecie de combinació_n compleja en ~
la percepción está investida por la subjetividad . No se trata
de ello¡ se trata de que lo mentado - ..Q.c uM.o y revelado-~
<(l depó@to ip,conciente de ese...v.iv.e.nciar infantil¡ un dep6s"Tf()
que sena infinitamente más heterogéneo respecto del viven-
~
. ...... .
~
54
"" Freud agrega - lo qu.e no ca r e ce d e importancia para é l- que esta
inve stigación podrfa hacer que e l analista perdiera su pre s t igio si sus.conclusiortes resultaran falsa s . Cf. Confer encias de intro<lu.cci6n al psicoa.n<Ílisis, op. cit., 23ª conferencia.
ñ!i En OC, 12, 1980, págs. 149-57.
·112'
113
En OC, 5, 1979; pág. 607, y e n Gesammelt.e Werke (en adelante GW),
. 2-3, pág..625. Es un pasaje que Freud retoéó y afinó en sucesivas e diciones,
lo q~e .m uestra la importancia que él le confiere.
c iai· d e lo que lo es e l simple rec u e rdo, y qu<..' resuJt,a <k' un
proceso infinitamente más deformante. La d.eposü:i<Jn en lo in conciente, la manera en que el inconcie.n te está reprimido, la
~1ane1:a en que yo digo que es introduddo .e introyectado.~~­
un proceso en definitiva enteramente diferente del proceso trivi-;1 de memorización, aun con todas las ilusiones que esta meinori~ación puede traer consigo.
"'- Esta r.e atl<raa ,psíquica -este núcleo duro en torno del cual
gravita, ya en el análisis del adulto, la relación con lo infantil,
y que debería llevarnos a considerar accesoria (sin «sobrepasarla») la oposición de lo real y lo ilusorio-, no encuentra mejor referencia, si la queremos hacer entender de otro modo,
que el problema del análisis de ninos, con su debate inaugurnl,
fundamental; me refiero a la horrible batalla -que se desarro/_,.. ,--~
Hó durante anos y que no se ha apa<:iguado todavía, a través de su<:esores
/
EL DEBATE:
,
A. Fm;un-M. KLEJN
interpuestos- entre Anna Freud y M(•~........._
lanie Klein. Digo «debate inaugural».
pe · 1a experienc· 'naugural misma es más antigua: evident(•··
mente, la experiencia de Freud y del pequeno Hans. Pp1·0 su
retomadura apres-coup, su resurgencia y su reelaboraciúú en
el debate de las dos grandes figuras de Anna Freud y de Mela nie Klein son instructivas en muy otro sentido .
Es en un contexto de lucha violenta como se produce el di")¿_aje entre las dos herederas: la ñereoera segun la carne, pern
ta1 ién en cierto modo se ún la letra (Anna F'reud conoce Ellen
a, su · reu , so re todo a cierto Freud que le conviene mejor ·
que otro, me refiero por ejemplo al de Inhibición, síntoma ?;
a_ngustia),y una heredera según el espíritu. Clivaje que habría
1,
llevado hasta la exclusión si la horrible batalla no se hubiera
desarrollado en el terreno británico, donde generalmente se
prefieren los gentlemen 's -o gentlewomen 's- agreements, de
manera que se llegó a una especie de solución multilocular, con
articulaciones entre grupo clásico, grupo kleiniano y grupo intermedio (middle group) para establecer el puente. Estos acomodamientos institucionales no deben ocultar la violencia de
la batalla, y en particular de ese «Coloquio sobre el análisis de
ninos» de 1927 (donde lo que hay que poner entre comillas es
el término «Coloquio»). Remítanse ustedes a los Ensayos de psicoanálisis de Melanie Klein, donde se incluye su informe para
ese Coloquio (o Simposio), y Q.onde es preciso leer también la
interesante introducción a la edición francesa, de Nicolas Abrah"'am y Maria Torok, en la que se narra _esta batalla. La lucha
se·prolongó mucho mas alla de 1927' hasta esas violentas d1s-
:usion<:ti quü tiu cneo •HJl ~irou 0 11 ph•1m l.(11w ·1·11 1 ln,ln l11 H hu111h11 11
se
!
114
,, ,
alemanas, cuando las gentes
L>utfau parn t•xcJtdl' IL Mc 1 l111d1 •
Klein, que en ese momento había perdido terreno porque u l~u
nos de sus discípulos de la primera hora habían cambiado de
bando, incluida su propia hija. En el plano de las ideas, nos
podemos remitir a dos textos: en los Ensayos de psi_coaná1i.sis, · ·
el de Melanie Klein que se intitula «Coloquio sobre el. análisis: ·
de niños,,,5 7 y del lado de Anna Freud, el libro publicado ba- ·
jo el título El tratamiento psicoanalítico de los niños;" 8 ' conla reserva de que el texto de Melanie Klein es histórico, es .e l
informe de 1927, mientras que er'de Anna Freud ha sido reto-· ·
cado ulteriormente, en un momento en que ella había.adopta~ .
do encierto modo, no sin desnaturalizarlos tal vez', los elemen- ·
tos menos molestos de la práctica kleiniana.
Pasemos a la cuestión fundamental: ¿es posible un verda·dero análisis de niños, en el sentido en que existe un análisis
de adultos? Y además, ¿es deseable? En efecto, la apreciación
de lo «deseable», es ' decir los imperativos de conveniencia, y.·
hasta de moralidad, es de todo 'punto esencial én esta· querella ..
Anna Freud es por eso muy restrictiva, negativa, en c;4ant<l"
a la posibilidad y aun a la deseabilidad de hacer un análisis
de niños. No retomaré todo el texto sino que retendré tres puntos que interesan a mi propósito: ¿por dónde pasa el límite que
traza la situación analítica?
L La técnica del juego. Técnica que en
EL .JUEGO coMo
manera alguna fue inaugurada por MeFUNCION
lanie Kleip, pero que ella llevó a su máY COMO
ximo, remplazando en gran parte por
ALocuc10N
el juego del niilo la verbalización y las
asociaciones libres del adulto. Anna
Freud pone en duda esta equivalencia, por lo tanto esta técnica, por dos razones principales: en primer lugar porque el contenido simbólico del juego no es necesariamente lo que prevalece en este, en tanto el juego tiene otras funciones que la de
simbolizar (insisto en este término de función), de modo que
las interpretaciones corren el riesgo de ser forzadas si recaen
sobre el juego. 4quí, evidentemente, Anoa..El:eucLno_tgní~
que «hundir un poco más el clavo» porque se sabe ffi!.~1-ª..P.esar
ae_:-todo el costado pos1t1vo delana:Iisis kleiniano_,_§!L_a.§.Ilecto
57 Melanie Klein, Essais de psychanalyse, París: Payot, 1967, págs.
178-210.
58 Anna Freud, Le traitement psychanalytique des enfants, París: PUf',
3ª ed., 1975.
115
..
· ..
1
f IH 1.11do
y
(lf' ( 1
1111 pol'O ¡¡ tlv1110 LI'
f'or 11111 t·rll.ll ol>Jcclóu <.l e h echo en objeción de derecho: porque
afirma- e l juego mismo no se presta, o se presta apenas, a
...--..~~ªinterpre tación, por eso mismo uno se ve obligado a interpre. .) . ar de manera silvestre. La otra objeción es que el juego, a di' \.- . ; erencia del discurso, del lenguaje, no permite la exclusión de
~-~---,_,)/ tM_rgg~~.!!1aci,QLL,~l}.,.E~D.8entes q~ica, decencia, etc,1) ,
que es requerida por la regla fundamental en el análisis de los
. adültc»S.-Ue modo que el juego en modo alguno puede ser tratad.(>cümo eqmvalente de las «asociaciones libres».
No entraré en el detalle de las respuestas y de las argumentaciémes, sobre todo porque este es uno de los puntos en los
que Anna Freud retrocedió después, en su texto de 1951. Si
uno en efecto deja de lado ese detalle, lo que en el fondo dice
Melanie Klein es que el juego puede ser él mismo discurso, y
que puede estar dirigido al analista\ lo que aquí se sobrentiende es que el juego, a partir del momento en que está dentro
del análisis, se vuelve más simbólico; no se puede tomar el juego corp.o una entidad absoluta y asimilar el juego del niño en
no sé qué situación objetiva de observación, a lo que ocurre
. en una sesión con un analista, donde el juego puede devenir
discurso y alocución.~El juego, en la sesión, puede perfectamente proporcionar asociaciones de extremada riqueza; el método del paso a paso le es enteramente aplicable, las interpre-....,,
¡ taciones suscitan nuevas asociaciones, y recíprocamente . El
.l análisis de los adultos y el de los niños es de todo punte comparable en cuanto a ese movimiento de confirmación, de fee,d,·: . back. y de el).r.iquecimiento entre el material y ~a interpreta;. ·;. ción .. ·A '.condición; evidentemente, de que el material lúdico
• · ·s.e mantenga sin cesar en continuidad con lo verbal, y de que
1. lo verbal lo retome.
J .••.
. Acerca de. este primer punto anotaré simplemente lo que
interesa.a nuestro propósito referido al límite. Este límite de
. lo' psicoanalítico, téndremos que preguntarnos: ¿si no pasa en. .. ·. tre real e ilusorio, será para ·situarse entre el lenguaje y el no
·lenguaje? La indicación sugerida por la respuesta de Melanie
Klein es. que el pr.oblema no es el de la materia del discurso
-de su·materifil verbal o, por ejemplo, gestµal- sino que res.. :pande al hecho de estar dirigido a alguien: comunicación, alo. . ·.cuciqn y no simple comportamiento, aun dotado de «Sentido».
1 ~_n otros términos, el juego puede ser tomado como un com. · portam1ento, pero en ciertos casos puede ser una destmaciónt
. \ sniste aspecto es evidentemente el umco gue~a;. -;-;¡' ñieiflein
.
[
--:- :----:- ~
1]
eJ-=7
2. El segundo punto en esta pol(1 11111 ·11
es la cuestión de la trasferencia. y aqu
lo que sostiene, Anna Freud es en cierto modo irrefutable y al mismo tiempo cae enteramente «fuera de la placan o, en todo caso, es enteramente revelador. La trasferencia
en el análisis, nos recuerda ella, es trasferencia de la relación infantil, edípica o aun pre-edípica, poco importa, con los
padres: «Cuando usted dice esto al analista, en realidad se
lo dice usted al padre». Ahora bien, los padres, en el análisis
del adulto, han quedado bien attás (lo que por otra parte plantearía la cu.e stión importante, teórica y técnicamente, de la función de los padres adultos en el análisis del adulto). En el análisis del niño, por el contrario, los padres y el Ed~po están ahí,
en lo real y lo actual. De donde una doble objeción: la trasferencia de una relación real sobre otra relación contemporánea ~ \
es imposible; y además, si fuera posible, por no se sabe qué \ 1
milagro, y bien, sería enteramente dañina porque supondría una sustitución total de los padres por el analista, que sólo podría conducir a minar la autoridad y las prerrogativas de aquellos. Anna Freud lo confiesa: en ciertos momento~, cuando ha- .
\
de niños, me siento culpable hacia los padres. tengo
\ J~ la impresión de robarles su bija En cansec11encia sj, por milagro, o por una especie de perversión absoluta, esa trasferencia ''
de una relación sobre otra fuera posible, sería una sustituci6n
total; y su «resolución», sencillamente, volvería imposible el retorno a los padres reales.
Toda esta argumentación parece irrefutable, en una perspectiva que no toma en consideración la realidad psíquica sino
solamente la realidad material y eventualmente una cierta realidad psicológica. La respuesta de Melanie Klein merece citarse:
«El análisis de niños muy pequeños ·me ha mostrado que un
.,
niño de tres años ha atravesado ya la parte más importanf
(' 7 .¡)'
del desarrollo de su complejo de Edipo. Por consiguiente, l·
.
represión y la culpabilidad ya lo han alejado considerableme \..,
te de los objetos que ha deseado en el origen. Sus relaciones ~~
con estos objetos [esto es lo importante] han experimentado
modificaciones y deformaciones [en este sentido yo nombraba
antes esta especie de deposito enteramente diferente del d¿,_
pósito mnémico]; de manera que los oqjetos de amor actuales
[entiéndase: los padres] son imagos de objetos primitivos ... '•!!
PoSIBILIDAD
DE J,A TRASFERENCIA
EN EL NIÑO
J1
~o ~nálisis
\f· .
59 M. Klein, en Essais de psychanalyse, op. cit., págs. 191-2. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
·~
116
117
'J'
·---·- ----~.----~"""
Evidentemente, hay en esta respuesta un aspecto cronológico que consiste en decir: ·sitúo las cosas en un momento más
temprano que usted; a los tres años todo está ya jugado, los
padres ya han cambiado ... Esta especie de puja en la ascensión en el tiempo: «yo, al Edipo, lo dato a la edad de dos años,
r y de un año, y aun a los seis meses ... '» ¿es el aspecto esenl_,_$ial? 9igamos, en todo caso, que uno puede dilucidar otro as'pecto, en mi opinión más fundamental'. La trasferencia es trasferencia de los objetos iriconcientes; son objetos que han expe· ~imentado modificacione~forinaciones considerables,¿)
J;?.Unto que la reconstrucción de los objetos reales que estuvieron en el origen de esos oQjeto's inconcientes no tendría tal vez
sentido (soy yo el que habla, desde luego); y ·esto por la razón
d~ ese depósito primitivo de los oQjetós incon.c.ien.~_..:-¡.,
una vez más, algo diverso de una simple memorización, inclu,i ~o más o menos marcada por ilusiones. Y llegamos, en Melañie
1 'r1ein, a esta expresión ae toao punto extraordinaria: !!Jp s objel ts>s de amor actuales son imagos de los objetos primitivos». ¿Qué
1
i~~gnifica esto? Y füen, es que en' cierto modo (y yo creo que
·uno se encontraría con esto mismo en otros momentos) esos
objeto::¡ mconcientes -ese .e.adre y esa madre arcaicos, tal vez
ii:i"cluso ob.i.!nos parciales, por lo tanto menos próximos aún a .
!.2~ objetos reales- pueden ellos mismos ser trasferidos sobre
l.o s padres reales. Si uno acepta proyectar esta idea, retrospec~
tivamente, sobre el análisis del pequeñÓ Hans, vean la respuesta
esclarecedora a la objeción que en principio se podría formular: pero, en fin, ¿cómo Freud pudo confiar 'e l análisis de un
niüo a su propio padre? Y bien, el análisis del niño por el padre
de Hans es posible .en la medida en que, sobre el padre de Hans,
pueden ser trasferidos esos objetos ihconcientes, por entero diferentes de toda imagen de un padre real o de toda imagep
real-de~ .un p.adre. En el análisis de Hans, las condiciones de
la trasferencia, entendida esta en el sentido kleiniano del tér~ñíno, esfan ·preseñfes.
3. En esta polémica, retendré por últiLA oB.JECION
mo un tercer punto, enteramente conF:DUCATIVA
jugado con el anterior. El tratamiento
de los niños, dice Anna"'F'reud, debe mcluir una parte educatiV¡fÍmportante. En este ser poco forma<>, sería peligroso liberar el inconciente cuando el superyo apenas está; o no está, ~onstituido. En el límite, el psico~nálisis, si no se aHara a una educación, podría simpleme~te
liberar la «maldad de .las pulsiones» sin nada que las enfrentara:-omito el aspecto mecánico; totalmente erróneo, del
con
---
__,,_
118
,...., · -,,
retendidamenttflicto así descrito entre
el interior, una especie de naturaleza silyestre que el análisis
éorre:~~~_E.~_:;¡go de liberar, y des ués una educació
consis ina en una omesticación cultural, una manera de dominar
esta naturareza. ~
·
· ~ . .
... Melame Kíeln r"lr-s'ponde primero que en realidad ella nu . ca .. . . r:..
vio, en un análisis llevado lo suficientemente lejos, que las p le · ·.\J."(_!.:>
siones liberadas llevaran así a la «maldad•>.· En cuanto a su res
puesta · fundamental, teórica, ella es, de nuevo, doble: como
en el caso del Edipo. Una respuesta cronológica que no va .al
fondo de las cosas: usted nos dice que a los tres años· no hay ·
superyó, pero yo puedo mostrar que el superyó está 'presen'te
desde más temprano; por lo tanto, en el niño, las.· instancias
~Psíquíéas serían ya comparables a lo que son en el adulto .. Pe~.
ro, además de esto, una respuesta fundamental, aunque no ·
siempre esté formulada de una manera manifiesta: el superyil'
-ese famoso superyó precoz- nace causa común con las pul.
siones; no es simplemente su adversario; es, lo mismo que las · .
. !·
pulsiones, «feroz» en la medida en que, como ellas, está en· re-·(":-, '. ¡ ).:.";~.·
lación con los primeros objetos introyectados. Ese súperyó ar~ (\A?·l .. ::..~
caico no tiene sino
·
mcluso nin •una ~ f(':Y ·" ;
r lación, con las características de los educadores, exactamen- 1''
te como los objetos mtroyectados no tienen smo una relación
inlmitamente remota con los objetos reales: de modo que la_
ducac10n
engaño:
··
(, ¡v¡,_ ,
«La dependencia de los niños re-spectü de los objetos exteriores es naturalmente mayor que la de los adultos; este hecho
tiene consecuencias indiscutibles, pero que Arma Freud, a nli
juicio, sobrestima en mucho y no interpreta correctamente . En
efecto, esos oQjetos exteriores están lejos de ser idénticos al
superyó ya desarrollado . del niño, aun si en cierta época han
participado en ese desarrollo. Es la única explicación que podemos dar del hecho sorprendente de que en niños de tres,
cuatro o cinco años encontramos un superyó de una severidad
a menudo radicalmente contradicha por los objetos de amor·
reales, es decir los padres. Citemos como ejemplo el caso de
un varoncito de cuatro años a quien sus padres nunca habían
castigado ni amenazado; más aún, eran excepcionalmente tiernos y cariñosos. El conflicto entre el yo y el superyó dejaba
traslucir en este caso (pero sólo se trata de un ejemplo entre
muchos otros) un superyó de. una :;everidad extraordinaria. Según la fórmula bien conocida que predomina en el inconciente, el niño esperaba, a causa de sus propias tendencias canihá-
1 rn
ll<·as y s:\d kas, castigos ta les como ser castrado, despedazado,
d evo r ad o, e t c ., y vivía en el constante temor de padecerlos ... ·
El contraste entre la madre, cariñosa y dulce, y el castigo que
e l superyó amenazaba infligir al niño, era absolutamente gro\ ~ . tesco e ilustraba esto: e_n ningún caso debemos identificar l~s
,..,,,,, ~aderos objetos con aguel~~,,Uos niños introyectann. 60
t"
Así, la retroyección de los problemas al pasado no es el fondo de las cosas; no se trata de decir que lo que no ocurre . a
\ los cuatro años ha ocurrido a los dos. Aun a los dos años, aun '
' ante~, los objetos reales no son identificables con lo que el su'· jeto introyecta. De manera que volvemos otra vez a esta nof
i ción de depósito, o .de introyección primaria, para retomar de
., j Melame Klein el término de introyección; ".'9!1ª introyeccióii'
\ ·1l ~E-~titutiva de una realidad psíquica que en man.era alguna
j / J e2_ un calco, aunque fuese ilusorio,. de la realidad material. I;Iay
l ,. J un «contraste grotesco», dice Melanie Klein, entre las dos.
frj
su ~
f
.! . '
-
l \.
¡·
28 de enero de 1980
¿Qué enseñanzas extraer del kleinismo y, más específicamente, de esta gran discusión con Anna Freud? Corno siempre, hay que ir a lo esencial; llegado el caso hay que interpretar, y evidentemente esta gran figura de Melanie Klein aguarda su re-interpretación. He destacado los tres elementos de la
respuesta a Anna Freud que por el momento me interesaban:
' por .tJna parte, la defensa e ilustración de la técnica del juego;
. de~pués, la afirmación de la posfüilidad de la trasferencia en
.· · ;
e l .niño; 'pm: D.ltirno, el rechazo de las pretendidas exigencias
· ·edu'cativas.
·
·"
. 'El primer·pünto --Ja defensa e ilustración de la técnica por
e l juego- encµentra su lugar en tina discusión del papel del
· .lenguaje; pero", en fin, había que 'mencionarlo, tanto más cuanto que por esta discusión del lenguaje en la situación analítica tendremos qué pasar la próxima vez. Pero he insistido en
los dos últimos puntos: la posibilidad
'M. l(1.1-;1N Y 1-:1.
de la trasferencia y el 'rechazo de las
·
MtlNll<> INT1·;1mm
exigencias educativas . Melanie Klein
· ·.
dice: el «mundo interior» está enteramente ·constituido en los niños a los que yo trato; están ya las
· pulsione13, el superyó, el Edipo. Evidentemente esta respues-
·l"
. c;o· Ibi.d .; págs." 195-6.
.·l20
ta -si uno la oye sin apelar más que a las categorías dt> lo r<•11I
y de lo ficticio, y eventualmente de su engendramiento hist.<'>·
rico, en que lo ficticio sería una interiorización más o m enos
deformada, y anacrónica, de relaciones reales- no permite s~
perar en nada la objeción de trabajar en lo ficticio y lo il usor¡{>.
1
La objeción de idealismo que a menudo se ha formulado co~LY
u·1 tra Melanie Klein, la objeCión de que nos sumerge sin retorno ,
en un mundo imaginario, no tiene otro senticiº·- Si el fantasma . ~\~
no es más ue el aspecto sub'etivo, si no es 'más que la a >re1\ _
!'tensión subjetiva de la realidad, ¿cómo saldría el sujeto de
\
visión subjetiva? Es cierto que se habla de procedimiento d<'
. 1 \
desilusión. En rigor es concebible en el adulto; este es el tipo
\
áe interpretacion que esta en la base de lnhibwion, sínUnrw
· \\
y angustia: ¡usted ya no es un niño, sus ul ·
s a no correspon en a, su e ad! Pero, ¿qué ocurre cuandq, como en el
\
caso de Melanie Klein, es precisamente al niño a quien uno se
dirige? l bteíi, en Melame Kleln, en sas momentos mas lúcidos
y tal vez tamfüen los más escandalosos, es otra visión la qu<'
se
o ,o r
·u:,
. e 0 ~eto fan!asmático. Los objetos de Klein, esos famosos ohjetos «bueno» y «malo» tJtal
arcial que libran combate en
e interior del sujeto, no son - absolutamente- maneras suhje•
_favas-de mentar me objeto real. Esa ~o es ~implemente m1 m~-- .
\
Itera -de ver lo real, in~lüso si mi ;ision esta deformada por mis {
[ \.
miedos o pOI mis pals10ues. Aqm es donde yo hablo de «escandalo», POI qae es~s objetos son ·verdaderos objetos para Melanie Klein, objetos que, a partir de ese tiempo de la introye('ción, nevan una vida propia en el iriterior del sujeto y pnivoc~n >
ahL efectos reales, cuasi mecal\i:Cüs';"""""de agresion v._ili•
excitación en particular. El par real/ficticio resulta entonces
"""-· süstituido por el par.mtroyectado/proyectado, o este par se des-""'
f'asa con relación a aquel otro . Lo introyectado no e,s_algo.i.Lu;;.
sorio, en el sentido, particularmente, en que no es manipulable· al infínito. Uno no puede, acerca del objeto interno, del
objeto parcial, digamos por ejemplo del pecho malo, «cont.ars<·
lo . gue uno guiera».
Refirámonos, si ustedes quieren, a una concepción de lo imaginario tal como la encontrarnos en Sartre y en los fenomenú logos. Sartre nos muestra, con justeza, en su análisis de lo imaginario, que cuando yo imagino a mi amigo Pierre que entra
o está sentado en el café, no es un doble de mí, no es una imagen en _mí lo que yo miento: yo miento a mi amigo Pierre en
su lugar, en ese café donde va a sentarse todos los días. Lo
imaginario (en el sentido de Sartre) es un modo de menci(m
.- .'
12 1
del objeto real, y no una menc10n e una imagen desdoblada
que estuviera en el interior de mí ismo. Análisis psicológico
p e rfectamente válido . Pero justam nte con los ob.etOs
rios kleinia os esto es mu
Ü ------~
B.JETOS PHIMAHI< )S:
Ellos sí, e efecto, son oqjetos que
I
están ahí e el interi0r y, más todavía,
\,y osA
/
están ·c om aislados de la refere ncia,
\ ,1 --.._______......aislados d la mención; en lo sucesivo,
¡i ese p e cho interiorizado ya no me ermite mentar, de una .man e ra c ualquiera, el pecho r e al : ha cobrado una autonomía ra; dic al. Fre ud emplea a menudo
d os del inconciente, el término~a::.:!c:,=v_o:.,,,=.s:.·t:::e.;;l-;-lu--.n..,,g~:--¡ a traducc ión
e s doble, peí·o esto se debe a
ac
rstellung, un
movimiento de doble ·sentido. Sachvorstell·undt, f2S en primer
lu_¡;¡ar , y bien simplemente; la representacj,ún de cosa , ~-ª represe ntación «Cósica;,, es decir, e l hecho de que una cosa esté re1 pre .sentada p<w una imagen o un esquema qúe guarde alguna
~ z:e la..s:_i6n con ella;. Pero Saclworstellung, al mismo· tiempo, · es
:f
'illlil>ll
t :;
1
d .
. .' "
.,
1,.t.~~n
a re pre sen ac10n-cosa t es
ecir una representac10n gue , e n
eJ int~ rior, e n el in_concient~, ha toma¡:lo la consistencia mjsm_a
q~ la cosa ,_como s1 e lla hubiera robado a la cosa toda su r e ah..d a d . De e ste modo lo que Sartre critica con acierto, como una
- e~pecie d e ilusión de la repre se ntación o de falsa teoría d e lo
' ima ginario , recupera todo su peso en el nivel de la represe nta'c ió n «inconciente». De la una a la otra , de la represe ri.tación
lcte la c osa l;l la representac ión-c osa, hay ui1 abismo . ¿Se puede
¡decir que h ay un corte? Esto es todavía insuficiente. Sin duda
q~1 e la representación-cosa está cortada .de la cosa; · p.ero ell.a
no e s solamente la representación de la cosa_, cortada d e su. re, f~ 1.·e nte. En este proceso de c orte gue llamamos represión <>bq \naria, o aun introyeccic>n primaria, la representación devie1, Il § otra; en particular queda dotada -hace un rato menc iont'
' , e sto- de propiedades afectivas o energéticas diferentes . _En
' lo s ucesivo, en el interior, e lla obra por su propia cue nta-;-es'
é!-t acante Llxcitante; y no por nada en Melanie Kl~iJJ._.ese muo\¡ d o increíble, fantasmático 1 de la infancia, es ante todQ un munQ.o malo ~ porque es en efectu y n mundo gue no deja de ataca1·
· a l suj e to desde el inteticu:;,,..y...a.1m si t:s un ataque de deseo, est~
es recib ido po~o como algo profundament~ p erturbador;
e l deseo es por definición perturbador; el deseo, inic ialmente,
e s malo para el Xº·
. .. -----··
· Lo que importa es que solamente este mundo interiorizado,
«nue stro muñao mterwn·, como djce Melanie Klem, rw Un nú¿ndo subjetivo sino un mundo en el interior del sujeto, es el que
;>.
'l
.l
·- --=-- .
1 22
t·
.
,}
.,
( hace gravitar e n torno d e é l tanto las fantasías c om o los ,1 111 •¡.(wi
'( o los actos mismos del niño en análisis.
.
~.:.
.
'v otvamos al análi::;1:s <Le n<l'ull.<>.<; y aÍ
EL ANAL1s1s
límite que este instaura y, sohn' t.o DE ADULTOS Y
do, mantiene. He insistido en el .ca,.LAS cATEGomAs.
rácter progresivo de esta inst:aoi·adón...
DE LO HEAL
como tarea por realizar:. no es algo ·
que, mágicamente, se dé de.sd<:' el ¡frimer minuto en que alguien se acuesta sobre un diván y al.gt~it•n ..
s e sienta en un sillón detrás de él. ¿Se puede seguir prct.<•n- ·
diendo que este límite pasa por alguna parte entre lo n•al · y· ·
lo que llamo lo ficticio, · es decir, para emplear otro término,
lo «Simplemente pensado» (<Las bloss Gedachte)? ¿El an.á lisis ('s .·
la exclüsión, tácita o no, de la realidad actual y coloqula ftwra
de su campo en beneficio de lo «simplemente pensado•>'? 1Iem~1s·
hablado anteriormente de la. realidad en tanto realidad pasa.'
da, y de esa suerte de brillo hiperreal que en ella manifi(~st.a11
los recuerdos-pantalla, por relación al.cual.se borra la djferell . c ia e ntre lo que hay de fantasía y lo que hay de datos fá<"t.icos
e n. una reconstrucción de la in.fancia. Pero e~ este ~: aso ni1s
referimos a la realidad adulta, actual, acerca de la cual Dayah
señala una evolución innegable de la mencic>n analítka dPs pués de Freud. 61 ¿Qué podría querer decir esta e xdusi(m <IP
la realidad actual y , sobre todo, en beneficio de qué se la efp<·tuaría? ¿Qué hay de esto del lado del analizado? Apelar(~ pri mero a lo cotidiano de las sesiones analíticas o, tamhiún, a las
sesiones analíticas referidas en lo que se llaman las supervisiones. Es bien evidente que las menD1·:1. 1,AI>o DEL
ciones diferentes, que caracterizan a
ANALIZADO
las diferentes maneras de ser, nunc
ca quedan abolidas para el analizado .
Lo efectivamente vivido, lo imaginado, lo soñado, induso lo
a lucinado, con sus intencionalidades propias, y también con
.la manera de narrarlos, con el tiempo y el modo d e los v<>rhos
que los relatan, y bien, todas esas modalidades d e ser de nin c
gún modo podrían ser abolidas en la intención del analizado,
c omo no fuera por una abstracción totalmente abusiva. Nin gún analizado, para tomar el ejemplo del sueño, comienza su
relato sin la fórmula «he soñado que» ni tampoco sin precisar
«Cuándo» ha soñado que ... Y no creo que ningún analista 11<"'
gara a considerar un progreso en el análisis el hecho de qui•
el analizado se pusiera· a contarle un sueño sin resit.uarlo <·n
i;¡
Cf. M. Dayan, «Le fantasmc et l'événement .. , op. ót., pá~. ~ I.
r
12:1
: 1 d or111 1r <· n q11 0 C8C s u eño a p a r eció . No solame nte e l modo,
si no tambi6n e l tie mpo del v e rbo , persiste porque las relacio-.
n es c ro nológicas que son esenciales a la mención y a la-constitución de nuestro nexo con la realidad no tienen necesidad de
ser abolidas por la actitud analítica; para continuar ccm el ~jem­
plo del sueño, el antes y el después de un sueño se distinguen
·siempre, es cierto que a menudo para excluir, como pretendidamente no pertinente, una asociación con un hecho que ocurrió después del sueño. Evidentemente a nosotros correspon,:ip .J de ponerlo del derecho, pero recordando siempre que lo vivido
la víspera, esos «restos....diurnos•, en el sentido de lo vivido l.a
/
\ ·.torna a
·
>, es cons antemente privile ,.ia o
. ~ _por Freud, y legítimamente se lo estaca en e iálogo analíti. · JLco. i;;se vivenciar de la víspera o de los días anteriores puede
'""'·s~r.J.~ferencia a la realidad de una sesión analítica prece__Qente. S:ntre esta sesión y la sesión actual vino a insertars~
.1!!!...§!!fillQ.,_Los remito aquí a un texto de Freud particularme n te interesante sobre este punto, en el que eneontramos un circunstanciado examen de la inserción de un sueiio en la secuen. cia de las sesiones: me refiero a «Observaciones sobre la t e oría
y la práctica de la interpretación de los sueños», que h e traducido recientemente . 62 Se trata allí largamente de los «sueños
. de complacencia•, los que son introducidos justamente para eau sar placer, en cierta manera , al analista en función de una de
sus interpretaciones precedentes; en es'bs sueños es en conse cuencia difícil distinguir entre la confirmación real de la interpretación del analista y, simplemente, la aceptación d e «Com. J~ .placencia •., que a menudo no es más que una manera de resistir.Jda interpretación. Están, según una expresión enterame nte
; . : ~ : ~ugerente d~ Freud, los sueños que «vienen a la zaga .. tras el
.. · ·!·· análisis,. sueños que llegan siempre después de la batalla y no
;1 hacen sino volver a decir, con un . tiempo de retraso, lo que
.'. 1>se ha descubierto en el análisis y, a la inversa de esos sue ños
.:· J'.· se guidistas que no confirm~n c~~a alguna, están los que seña. . . , ian ·un progreso en la elucidacion del fantasma.
· : _:,- Aquello 'en 19· que insisto, de una manera que puede pare: . ". cet mu"y"pros<i.ica y trivial, es este mantenimiento de las c ate_gorías .de lo real, en particularlas temporales, que señala per.'. .: · · Jectamente que en ninguna parte se exige del analizado una
. s~erte de torsión sobre sí mismo, que por definición es imposible, una suerte de abstracción o de aislamiento tal que abolie-
\. ( r _
¿yj\1·
J·
•
12
• . .; ·
S. Freúd, -Ré.~ultats, 1'.dées, pmb/Rrnes, /1, P·arís:
[En _OC, 19., 1979, págs. 111-22.)
124·
PUJ.<~
Hl8!), págs.
7!l-n~ .
,,'
ra las m e n c ione s esp e cíficas d e lo r eal, o de lo irr\aginado, <ll•
lo supuesto, de lo con9 cido o de lo mal conocido , o t a m bi6n
esa .mención específica que es la de la alucinatoria onírica .
Freud, cuando enuncia la regla' de la as.o ciación libre, que e s
propuesta ccHno una tarea al analizado, utiliza la co'mparación
con un viajero sentado en el tren y que 'describierá ·t odo lo que
le pasa por delante a medida que el paisaje desfila. Pero es evid e nte que describir lo que pasa por la ventanilla no implica
que por eso uno omita las dife rencias entre lo que e s percibido, lo que es simplemente sugerido, lo que está designado sobre un cartel pero no es visto, lo que uno supone que pasa en
lguna parte , etcét'.era.
He hablado del sueño; m e dete ndré
E .11-:MPU n>EL
'
un instante ett los actos f a llidos. ¿Se
ACTO FALLID<>
siguen analizando en el análisis los actos fallidos, me refiero a los actos fa llidos en que se incurrió fu e ra de la sesión? Evidente m e nte esto ha caído como en desuso, es algo que suscita alguna reserva; y no sin precauciones pue de uno calzarse las botas del Freucl
d e Psico/>11/olo.<Jfa d.e la vi<la cotüliana. Seguramente que no
se analiza en princ ipio un acto fallido al que e l ana lista haya
solame nt(' asistido, sea porque se encontró con su analizado
e n la calle , o aun e n los márgenes de la sesión analítica, en
e l momento de la partida o e n el de ·la llegada. Tam goco
analiza el acto fallido que consiste en llegar demasiad ' ·
prano o demasiado tarde a fa sesión, -en- la medida e n qu
actoralhdo no sea come n tado espontaneamente_porefSl~t~ f v
e ñla medida en que ·«no e n tre en el diálogo». Establecido ;;;-~
~TañaIT:5isae los a ctos, cü ano o se incluy e en el diálogo analític9, diré que está en su lugar ahí dé pleno•dere..cil,Q.; y e ste a:ná<li;>is de un acto fallido - q ue, una vez más, no se I)..,Me_d e hace r
~n una cura sino con muchas p recauciones y cie rtamente no
~n los comienzos-, t¡'. Uando e ntra en el diálogo, imp one, se lo
quiera o no, la referencia a todas las categorías de lo real; un
acto sólo tiene significación de acto fallido en función d e l contorno, de los elementos de anterioridad que figuran en él, de
los elementos •de sucesión ' cronológica que forman su trama,.
de las sem~janzas o de las diferencias sobre las que este acto
fallido se dibuja o, también, por .referencia a la cat egoría del
trastrueque. Lo que i:evela ser esencial en esto, desde luego,
no son las circunstancias que favorecieron ·el trastrueque, sino
su dinámica.
Como en la relación con lo infantil, cuando hablamos de la
relación con la realidad actual, presente, del adulto , e n su vi-
125
da cotidiana digamos, quedamos también envueltos, respecto
del par realidad/ficción, en una situación compleja. Ninguno
de los dos términos de la alternativa es simple, cada uno presenta todo un abanico de modalidades. Ni el par realidad/fkción puede ser abolido - de lo contrario las distinciones que
uno pretendiera arrojar por la puerta volverían a filtrarse ense guida por la ventana- ni 'uno de los términos, me refiero
e n particular a lo ficticio, debe ser privilegiado indebidamen------:::::::::
~
·
.
te . Una como la <>tra, realidad y .fi("LAs RESISTENCIAS
ción, pueden ser, en el . discurso del
·-........_
~nalizado, fuentes de resisteneia al
anaTiSís-:tlay. una resistencia por lo ficticio cuando la fantasía
despliega sin fin, con el solo propósito de ahogar al pez, <I<:•
) se
e nmascarar los elementos más densos en torno de los CUal('S
1 gravitan esas novelas CO'tiaianas. Resistencia también por los
s u eños, que pueden literalmente sumergir al ana lis"ís ,_eru::aili-\
nandose ros unos a los otros sin permitir ninguna interp re t.,aélól); s,ituación de la que es muy difícil salir. aun suponiendo
que el analista no aporte alguna complacencia a esto. ~ern existl• \
t ~mbién una resistencia por la re' ·
_un..r.elle.uru.~~;
to da~s rec as que llamamos form a,~-.; del inc!_
!ncient<•.
\.;,
E l lapsus es una de esas brechas, repentina e incontrolada. P<•ro comprobamos enseguida, a la medida misrna de esos cant<' -teres extra_ñ 9s y desconcertantes del lapsus, que su relienamiento e s un fenómeno universal y casi irn~ediato. Ohservarán ust e des, cuando alguno comete un lapsus, y con más razón si <:•stá
un poco sobre aviso del análisis, la espontaneidad y la rapi<lt:•z
con la que surge la elaboración secundaria: una manera de explicarlo enseguida por lo inmediato, de taponarlo con todo lo
que se. ponga al alcance de la mano, de modo de retirarle su
ca rácter extraño y de no ir más lejos . Bien se entiende, quien
comete un lapsus en público no tiene ni el deber ni la posibilidad de hacer su análisis, y no es exigible que unoflesemhale
su inconciente en todo trance. Pero este pudor sólo exigiría
n o hacer caso del lapsus, no taponarlo tan cuidadosamente . . .
En esas resistencias me parece que correspondería, por ~jem ­
plo, alcanzar una apreciación compleja de la función, en el adulto en análisis, de su relación con los padres reales, actuales.
Resistencia que uno puede llamar tanto «por la realidad» como
upor el fantasma .. . Porque la evocación de los padres reales es
evidentemente una ·manera de enmascararse la relación C<Ín
lospactres infantiles, pero e stos, a -;u vez, enmascarañlaSi-m;.:arcaicas 1ñtroyectada.~.;;qrre-sonrnuyaffereñfe.§. Es- uná.-re­
s istencia a la vez por lo real;
la superposición indebida de
gos
126
-p;;-;
¡
f
t.
¡:,
¡
1
(
.~
los padres actuales sobre los padr~s d e la infa n c ia, so prc tcxt<>
de que entre ellos existe una efectiva c ontinuidad y d e q ue
' son, como se dice, las mismas personas. Así como en e l análisis
' del pequeño Hans pudo haber trasferencia del pequeño Hans )
"" sobre su padre, de igual manera, muy .corrientemente, en el \ .'
análisis de adultos puede existir «trasferencia lateral» y por es<; ?'.
mismo fuga de la situación analítica, sobre la relación con los
.
\ padres reales. Aquí, el análisis de la resistencia pasa por un<l! ·
., desintrincación de esos padres réales actuales y de lo infantil¡ ·
pero, más allá de esta desintrincación, lo que siempre es procurado es hacer aQarecer , no los padres tal como fueron reaf: ·
~ nte en la infancia, sino--las imagos más aréaícasaqueeTl9s.
Pudieron dar pretexto~- . ·
_ , , _ ' -· .
·- · - - · - esrsfencias - leerán ustedes un artículo
de Rosolato sc>bre este tema-t;:¡ es la obra conjunt~ c;iet anali-.
zado y .del analista. Pero el papel, ¿cómo llamarlo?, ¿inductor?,
yo preferiría «ductor»; o también, ¿pedagógico?, pero yo·prefe- .
riría «agógicon . . . el papel entonces «agógico11, el que muestra
la vía, es. evidentemente el papel del
analista y de su escucha. Se suele
DEL LAl>O l>EL
poner en paralelo, en simetría tal vez,
ANALISTA:
en
comparación en todo caso, a las
Sll W JI.
dos reglas, la regla de la libre asociaA!:O<HC'< 1
ción, propuesta, como un elemento del
pacto, al analizado, y la regla de la atención flotante, demandada al analista. La libre asociación, una tarea imposible, se
ha dicho; es evidente que ella no toma su fuerza sino en la
medida, justamente, en que es imposible decirlo todo; y los tropiezos con esta regla son los más interesantes. Pero «decirlo
todo,,, no obstante la famosa comparación del viajero en el tren,
no impone en absoluto la inmersión en un mundo de sueños,
ni la igualación de las diferentes relaciones con el sueño, lo
ficticio y la realidad. En cambio, en la regla de atención flotante esto es tal vez un poco diferente. Ustedes saben que la
expresión de Freud, gleichschwebendf
Aufmerksamkeit, mdica que la atenFllNCHIN
ción no es libremente, sino igualmenl·:l '.<>N< IMI( :A
té flotante, o igualmente suspenai<Iá::
111·; LA ATENCION
A diferencia, probablemente , de la ¡:e:
Fl.< l'l'ANTI·:
gla de la libre asociación, la escucha
del analista, esa atención igual, ~s el guardián de lo que yo·
11
~
i;:J Guy Rosolato, «L'analyse des résistancesu, NmweUe Revue de Psychanalyse, nº 20, otoño de 1976, págs. 183-214.
127
. ..
h <· llltnm< !i>.•S! \."ü15hHiamfé nto .. ~A m e nudo. en la sesión, el analis ta d est a c a un e le mento, aun sin interpretarlo, sólo para ind íear un punto que merece, justamente, atención; y bien , esta
ac:<Tón dPdestacar tfone como una de sus significaciimes esen- _
dales la de 1-:._éSt<!:_blecn:_!!.!__}!}1!:!!:! equilifJriQ, de ,mostrar que U!l
e1emento totalmente desdeñado y en apariencia desdeñable es
tan importante como cualquier otro cuando se trata de hacer: ·
. partir de ahí Iíñeas<.fe as o-d acTuñ :-¿.Atención igual o inatención?
~- Indudablemente Freud ha hablado de atención igual; y de ahí
a la inatención el paso podría ser escabroso. Son conocidas todas las bromas sobre este asunto: el analista que está desconectado, el analista que insiste en el abuelo, abuelo que en realidad no se s:onoció o que tal vez ha muerto hace años. El analista de repente «Se despierta .. , oye un fragmento de secuencia
que le es contado por el paciente en el modo de lo real: «entonces mi esposa me toma de la mano ... "• lo oye como el relato
de un sueño; la mujer puede ser imaginaria; esta frase puede
ser pronunciada por un sujeto no casado. Y bien, má~ allá de
la broma o de la malevolencia, que a veces puede hacer que
la atención igual se deslice d e l lado de la inatención y del desinterés, diré que, así como hablamos del trastrueque en e l acto fallido, un cierto trastrueque sistemático , pero no arbitrario, es el contrapunto necesario, del lado de la esc u c ha, d e l
discurso del analizado . El precepto de decirlo todo va en general, cuando se lo formula al analizado,' provisto de algunas precisiones: conviene no tomar en consideración ni la pertinencia
ni fa importancia de lo que se dice, ni la coherencia lógica, ni
,.
el _pecorq o la moral. Es evidente, otra vez, que todos estos
«no-t.oinar:eri·.consideraci6n .. no son sino preceptos ideales, y
· · • . · que ~l paciénte.no los puede en principio respetar, ni puede
. e vitar la recaída incesante en la lógica del relato: aunque sólo
flier~ en la cronología o también en consideraciones de impor. tancia. ·Y_bien, este precepto, ~nunciado casi para que no se
l~Ú~§_Qete t. e~ntra su garante o su contrapeso en el truegy-e
~g.1:1~(§.!_11..Q. en el .!r....~truegu e )..Y., de manera concreta, en la~
. i~\tervenciones necesariamente desconcert antes del analista,
i¿pá de cuyas principales funciones es modificar los eguilibrios
·. [email protected] o cronológicos a los g ue el paciente está sin cesar tentad Q___9e. volver. Me referí antes al hecho de que al paciente (a
Fr.eud también, en cierta manera) le resulta poco creíble explic~r. · un . hecho por un acontecimiento que s~ produjo después
. d,e aquel; pé!o es evidente que aquí la intervención del analista p _u ede ser particularmente fecunda si muestra que cierta asociadón rel~c_ionada con un acontecimiento posterior al sueño
..
.
128
· puede tener un valor de esclarecimiento para el análisis de ese
sueño.
¿Suspen~ión de la realidad? No creo , por lo tanto, que esto
sea lo que defina, lo que delimite, al análisis. Más d e una vez ,
acerca del análisis, se ha evocado como elemento d e comparación esa suspensión filosófica que se llama reducción fe nomenológica o, con un término más eruArnNcioN IW JAL
dito, epojé. El carácter común de la
Y mmucc10N
suspe nsión, implícito en la igualdad
FEN<>MEN<>L()(acA
d e ate nción en el análisis así como
e n la reducción fenomenológi c a, e s
ciertamente su aspecto de e xperiencia vivida, de procedimiento. Dicho esto, no.entraré e n las dificultades indudables, y en
mi opinión probablemente insuperables, de esta re<llucción fenomenológica que oscila siempre, sin poder fijarse, entre una
atracción que la conduce del lado del idealismo trascendental
y de una tentativa de constitución del o~jeto, y un proceder
puramente psicologizante, que cae en los extravíos de esta reducción a lo subjetivo que el· análisis, por su parte, d e b e evitar
d e continuo. Cierta fe nomenología -no necesariamente la
m ejor- se inserta en las d e sc ripciones psicoanalíticas; y h e señalado la vez pasada que lo descrito con el término «relación
d e o~jeto» indudableme nte ha encontrado allí una inspiración;
la reducción del obje to a las diferentes maneras en que esta mos e n relación con é l. Pero aun si tomamos la reducción en
e l se ntido más válido -he mencionado lbs análisis de un Sartre
acerca d e lo imaginario, y deberíamos también reconsiderar las
descripciones de Merleau-Ponty-, la diferencia d e la reducción fenomenológica con el psicoanálisis es esencial, f undarnental. La reduceión fenc>menológica tiene por funció n describir '
la espe cificidad de regione s -d e -ser psíquicas; lo que d e fine, por
ejemplo, la mención del objeto físico, o lo que define la m e nción de la conciencia imaginante . Tipos de ser que s on en cons e cuencia analizados como maneras diferente s, para el objeto ,
d e darse por correlato d e una conciencia. En su m ejor acepción, la fenomenología es ajena a una reducción a lo subjetivo.
Esto coincide con la crítica fundamental que los fenomenólogos más convencidos oponen al psicologismo, es d ecir , a una
r educción a lo subjetivo puro: si es preciso reducir los hechos
y, en lugar de ellos, describir las intencionalidades, y bien, los
hechos psíquicos, los hechos psicológicos tienen que se r reducidos lo mismo que los hechos físicos. La reducción no es una.
reducción de lo físico a 10 psicológico. Proposición que se invierte porque, si es preciso tener en cuenta la menc ión inten -
129
cional, también es preciso respetarla en el caso de los hechos
psíquicos.
Si fuera necesario hablar de «reducción analítica .. sería, en
todo caso, en un sentido muy diferente. El análisis es ingenuo
frente a las distinciones de lo real y lo imaginario. Es de un
realismo ingenuo que n.o se preocupa por descripcio1ws finas
a cerca de la realidad, la fantasía, y sus jtwgos recíprocos. Es
posible conducir un análisis sin presupuesto alguno fundamen tal acerca de estas categorías ..La suspensión que el análisis ope ra e s puramente metodológica . No supone ningún juicfo , nin g una voluntad de asiimlar, ni de comparar, f"ilosóficamente u
ontológicamente, las categorías de lo real y de lo imaginai·io .
Los remito sobre este punto al realismo ingenuo perfectam<:>nte e xpresado por F·r eucl en una carta famosa a ,Juliette FavezBoutonier:1'4 el análisis lo e s tocio menos un idealismo y, c·on
mayor razón, lo es todo menos un idealismo psicológico . ~e prnpone traer a la luz lo quese puede describir , tanto en esto real
corno en esta}antasÍa, Como movimientos de fj_l'llVitacú)u CO !l!.;:. .
pJejos en t;;;::¡¡,Q(JRC'entros de atracci6n hu·om·ümtes. Es una
e~erieñeíaenqueeTañºaiista:r)o;:-~~~t-Wti-"~°j;-~c ít'fc·a <le <'s c ucha, desempeña una función a la qµe llamo, a faltad<> d<•signación m ejor, «agógica»: una función de guía -pan1 no <il'cir·
de iniciación, lo que tendría un relente místic o- t:'S<'ncial.
En fin , sospechamos que esta suspensión analítica re spon d e a condiciones económicas precisas, q_quellas, justame nte , qu<'
permiten poner fuera de ju e go un sistema de fu e rzas psíquicas
,, a los fines de favorecer, d e hace r emerger o prevalece r otro.
este aspecto económico de la atención igualmente flotantP
\ • ser ef ieren aquellas in~'iüñesae-:clestacado» . que 111(~1 j;
y cuyo objetivo sólo se compr·ende por conside i7
l ! ~i.2~~~ilino_d.e....f!Jrna:"·
---
l\ JA
l Si~mé an~s,
,.
5 de febrero de 1980
Nos hemos detenido largamente en esta cuestión de la n~a­
lidad , en su relación con los límites progresivamente instaura-
tl
dos por la situac ión analítica, para decir que este límite 11 0 p l:l
sa, a pesar de las apariencias, entre los polos d e lo real y lo
ficticio. La relación real/ficticio en el análisis no es de .oposi ción ni de exclusión. Se trata de una relativización d e su oposición, que lleva el único propósito de descubrir sus movimie rltos de gravitaci<ín en torno de un tercer dominio: e l de la reali -·
dad psíquica.
Y esto nos introduce e n el segundo círcu,[o que e.$ preciso
¡><m.er en cuestü5n: gravitación , encadenamientos,. cadenas aso~
ciativas, ¿,por qué no reducirlos, como se hace corrientemente.
en nuestros días, a ese tercer dominio que permitiría sohr.epa-·
sa1· la oposición de lo real y de lo imaginario -'-me refiero al .
lenguaje y a la teoría que pretendé ·
R1·:1Hl('ctoN
que, puesto que el análisis está denl>E LA <"lll{A
tro del lenguaje, no sería rnás <riw. ·
AL L1·:'.'IW'A.1E
lenguaje-? Primado de la _palabra y
d e l lenguaje inaugurado por Lacan eri
su hi<•n c·onocido «Inform e d t~ Roma», y después en toda la serie
d<' sus elaboraciones. El análisis es una relación de palabra: ·
eso ('s <•vid<•nt<• desde su comienzo y era bueno que ~e.lo recc;rdara . Es <•vid<•nte desde qu e la primera paciente pre-analítica,
la d<• Bn•u<•r, habló d e cura-por-el-habla, la talking cure; es
<•vidt•nt<• en la regla que e nunciamos al comienzo mismo de la
cura, que <'s la regla de deci rlo todo. Un «decirlo todo» cuyos
aspe<·t.os inquisitorios o p e rsecutorios posibles no han sido se.ñalados sino sólo muy recientementeY"
Decirlo todo; si lo enunciamos, ¿formulamos con ello un «no
hacer más que decir»? Esta es evidentemente la línea recta de l
pensamiento lacaniano, y aun de un pensamiento moderno más
vasto que el lacanismo . Freud no ha formulado a sí e sta regla .
Pero la fórmula tiene un interés innegable porque propone una
numJa ·nersü5n d e l lím:ite d e l círculo o de la c ubeta psicoanalítica: excluye del análisis todo lo que sea -pero nuestras fór mulas se vuelven aquí indecisas- ¿no lenguaje? , ¿ no palabra'? ,
¿no decir? ¿Qué es lo importante en este «no hacer más qu e
decir»?; ¿,qué quiere decir (si me atrevo a dec irlo así) ese decir?
¿Qué ha excluido'? ¿Tal vez el acto? ¿,Tal vez ese no decir es
esencialmente el actuar, Jo que nos llevaría directamente a l
problema del «<U:ting-ou.t»? O bien, ¿tal vez la comunicación
no verbal es la que debe quedar excluida? ¿Toda comunicación
:
4
Reproducida en Bulletin de la .'>ocü!té Pr<1ur¡<1ise de Phüriso¡>llÜ', afio
49, n ° 1, e n e ro-marzo de 19!)!), págs. :3-4. Citada por Paul-Laurent Assoun,
Freucl. La philosophie et l es philoso¡>hes, París: PUF, 1976, pág. 24. ·
li
i;r. Cf. G. Hosolato, ><Le non -dit.u, en La. rela/.i1n1 d'h1 co nn u., París: (iü llirnard, 1!)78, págs. 211-:3(). [Ed. en ('astellano: L<1 rela.<:üín dt' dt's'·,,rwci·
do, Bareelona: l'('l.rel, 1981.]
130
13 1
. ·'
v11 d111l 0 111.r•rt {) 11 o l 110 <ftidr'! 1~11 rc1-1umcn: e n el •no hacer
d ü<.Jh'», ¿ lo primordia l es la forma lenguajera o verbal
d el d ecir, o es e l hecho de la comunicación, ineluso ya la intenión de comunicar?
El problema del lenguaje en la cura
EL INCONCIENTE
remite evidentemente a una concepY EL LENGUAJE
ción del inconciente en su relación con
el lenguaje. En la medida en que se
piensa .que el inconciente, en el lenguaje, está «como en su casa.. , lo estaría también en la cura: la prioridad concedida l1;l lenguaje no sería más que otra manera de dar prioridad al inconciente. Ustedes conocen la famosa fórmula: •el inconoiente está · estructurado como un lenguaje». Sin embargo, a pesar de
la aparente unidad de la escuela lacaniana y de su agrupamiento
generalizado en torno de esta fórmula, la manera de entenderla es en extremo diversa. Para mostrar esas diferencias y sobre
todo para que se manifieste la manera que me parece más correcta de situarse con relación a ese «estructurado como un lenguaje», puede ser cómodo distinguir, dentro del aspecto •lenguajero», lo que podríamos denominar los contenidos, por una parte, y las estructuras, por la otra. ¿Son
Los CONTENIDOS
lenguajeros los contenidos del inconciente? ¿Son signos lingüísticos, o significantes lingüísticos? Desde luego que, también en este caso,
es fátuo pretender pronunciarse sobr~ un inconciente al que
sólo nos aproximamos, en el mejor de los casos, en todo análisis (no solamente en la cura sino en la manera en que la teoría
. procura da~ razón de él), un inconciente al que de todas mane·ras ·uno aprehende ciertamente mejor por el atajo de su fun'. cfo:nani.1ento que por el de sus contenidos. Señalada así esta
·fatuidad de querer decir: •hay esto en el inconciente» -incluso si pensamos que el inconciente supone •est<;>S.»-, recordaré
· ráp~darrrent.e la posición freudiana, la de las Vorstellungen, es
.de'cir las representaciones, y sobre todo de las representaciones.·· ·cosa, Sa.chvorstelluñgen. Podemos interpretar, sin duda que ha..
ciendo sufrir una infiexión a Freud, pero esto ciertamente no -(
· · · es 'una traiéión, y situar esas Vorstellungen del lado de significantes. Entonces, •<en el inconciente•>, habría significantes, significantes-cosa; ¿qué quiere decir esto si no, precisamente,
J significantes no verbalés? Para Freud, en el inconciente hay ,,,,.
~Ji._)o esenciaf escena::;_¡ .~scenas reales ;-::ful)tasmast guiones es- ~
"1.cénicos;. personalmente me inclinaría más bien a hablª1:._~n
...: ¡·~ ·l.~~<l_a:e:n...qu~e~g_~~" está relativamente dem:i·s~,Q_~!_gamzaQ2..J?.ara !<?. g,!!g_.§..JJROne~c~rca de_la ~usenga
110
111 i'IM q11 ()
r
.: ll
: . ..
.. . .
)3~
1
.1
11'
i
1
1
0
1
de
organización
~ ---- -· . . , . ,_ inconci'e
.._ . .nfo:r
. .,. . . -d~'' fragmcnt,os
. . -.r.-·-·· . , de. ' 1,~i:;<·<
' 11aw
. , 11 - <11in.9.iciosJ de huellas o incluso d e concreciones q u e llamamos imagós, ca~acterizadas justamente por el rela,jamiento de las relaciones instituidas en guión escénico. Comoquiera que sea respecto de estos ·significantes-cosa, lo importante es aquello en
(¡?leñan dever1.1:do a consecuencia .de ese movimiento q ue los
ha llevado a lo inaccesible. Aquello que han pe~dido en ese
movimiento de la represróñ"originana sonaos propiedades que,
c!erfamenfr, 1hao unidas.:....p...v..r...u.o_a parte, s-u..f!:.'f!!!!i:Ura referencúil -en lo sucesivo no están referidos a otracosa-que a ellos
~;mos, mientr·as que los significantes no inconcientes se abren
obligatoriamente sobre una referencia-; ,.eor otra parte, en el
mismo movimiento, su apertura de comu.rlicacion. L.o que po
oemos supon ~ r acerca de los significantes mconclentes, por lo "
~anto, es que están cerrados sobre ellos.mis.m.o~, l~ c¡ue constituye precisamente su carácter enigmático .Y su carácter traumat1zante, su earacter atacante; es lo que llamamos el ataquP
del ello o Pl ataque del yo por el elfo, 6 tambi' lo ,q ue designan'los, con un vfo.10 térmºiño freudiano, como io inconciliable·;-]
Que, entre esos indicios, esos significantes trasforma os en rea ·
lidad psíquica, haya significantes verbales, es decir fragme ;;-bos del lenguaje en el sentido propio y restringido de este tf'r~mo: ¿.por que no'?
guiándo~os .P.°r el análisis d7~'1.
sueno, podemos sostener esto: _que l~>s s1gmf1cantes \(erhales,
los fragmentos de palabra que encontramos _allí no remiten al
sistema lingüístico, es decir al .contorno de un código lingüísti.., ··"-- '
-- · --L--~--'---· '---Itratados, sin duda) como significanteS- no verbale . En eTsueñó;\ifirma Freud; las palabras
Rrü'ñunciadas nos rem1
hr!rrtuación en que han·s1do pronunciadas; son fragmentos de la escena_y no pnontariament.e
_eíementos de un código lingüístico. Y bie~ , si ya el sueño nos
enseña estO, ~on mayor razón podemos pensar que los significantes 'verbales, en el inconciente, sustraídos de la sit-µación
de comunicación enigmática en que fueron percibidos en la i~­
fancia, no tienen como tales ningún primado por relación a otros
significantes, por relación a .elementos de la comunicación ri.o ,
verbal.
~n cuanto al primaclo de los significantes verbales en el in- _
conc1ente, Lacan no lo sostuvo hasta el extremo. Y resulta
interesante mencionar a uno de sus discípulos, con el cual
frecuentemente yo estoy de acuerdo: me refiero a Lec.Jaire. A
Leclaire y su famoso análisis del Hombre del Unicornio, que
\ffi>aQ'üi,
füi
M
~e .~~ comparar con «vid~o-clipsn.
133
desemboca en algo que parece en efecto, ser.el tipo del significante de origeffverbal, el famoso «poordjeli»,67 ·que reaparece
e n varios de sus textos. Y bien, lo teorizado aquí por Leclaire
es sin duda "lo que se podría llamar priLE c 1:AmE
mado de la letra, y también, en otros
Y su SECUENCIA
términos, la marca de la letra sobre el
l''ONATOHIA
cuerpo . Uno piensa evidentemente en
una letra marcada a fuego. Y no es por
lo demás un azar que este aspecto de la herencia lacaniana se
d e signe a sí mismo como teoría· de la letra y no como teoría
d e la palabra, como teoría de la inscripción y no como teoría
de la alocución, como teoría del lenguaje escrito, y hasta reduc ido a elementos literales, y no como teoría del lenguaje comuni cado y habladH.
Algunos apuntamientos sobre ese «poordjeli», que debo considerar conocido por ustedes, sin recordar los detalles del anális is del Hombre del Unicornio . En primer lugar, el punto de
lle gada , la reconstrucción de esta secuencia vocal, «poordjeli»,
e n su pureza fonatoria, es en definitiva algo singular, un apa:x:
en el propio Leclair.e . En diversos análisis acerca de los cuales
Leclaire informa, está fuera de duda que, en cada ocasión, llega a descubrir una secuencia de esa índole; pero, en los otros
a nalistas: si en algunos casos un vocablo de esa índole puede
parecer que concentra en sí una serie de cadenas asociativas ,
no s e lo podría convertir en el modelo~ del análisis, y tampoco
e n una etapa corriente de todo análisis .
Segundo apuntamiento: ese «poordjeli» no es ni una palabra
de la lengua común, ni una frase, ni nada que se pueda entender por relación al sistema ordenado del lenguaje; nada que
esté referido directamente al lenguaje com~ código y como sint axis . 'Es un neologismo que condensa fonemas, cada uno de
los cuales es el elemento de partida de tina pista hacia un deseo. En cierto modo se podría decir que «poordjeli» es otra versión de lo que Freud desentrañó en el recuerdo-pantalla.
Tercer apuntamiento: esta «fórmula encantatoria», para retomar el término mismo de Leclaire, sólo encuentra su subsistencia, según él, en aquello de lo cual es la representación y
que es explícitamente concebido como extralingüístico. Quiero decir que nunca el «poordjeli» es dado como el contenido
7
c; Cf. J . Laplanche y S. Leclaire , «El inconciente, un estudio psicoanalític o" (1961), republicado en Problemáticas IV, El inconC'iente y e l e llo ,
Bu e nos Aires: Amorrortu editores, 1987, y S. Leclaire, Psychannlyser, P ar ís: Seuil, 1968, págs. 97-117 .
134
último d e l in con c ic ntc, Hi no dnra 1.1w11l.v <·0 111 0 111 11 1 1111t,c • 1\ lt 1111 11
(se podría d ecir) «re presenLación » d e lo q11 c t'H d t'HlJ.{ 1111do 1< 1'<·
presentante ·inconciente» . Ustedes v e n q u e tambi é n aq u f t<.•111•
mos algo muy cercano a la importancia que me inclino a a<.:OI'·
dar al recuerdo-pantalla . La fórmula «poordjeli» mit:na a l pr:o.ceso primari<), que funciona a la inversa de todo" l e ng u u,je
c odificado; el «poordjeli» remite a cadenas asociativas, las inás
diversas, pero en manera al,guna a un código . Y, contrariamen- · ·
te, encontrarán ustedes .'.e n Le cfaire, en su aparente lacanisc
mo, fónnulas muy despreciativas hacia el lenguaje -digamos:
de todos los días-, aque l que precisamente está estructurado.
Todo lenguaje de palabras, nos dice, es «potencia colonizad<>-·
ra» del inconciente. Así , para concluir con r:especto a . esta eta:
pa vocal que Leclafre descubre en algunos casos en e l análisis, · ·
en realidad proporciona la contraprueba de la concepción lengua.jera del inconcie nte. Si e n algunos .casos el análisÍi> 'd escu.
hre secu e ncias fonatorias 1 secuencias de aspecto'. lengi.wje rn-~·
e s fas, como lOhii"ñi.ostrado Freud, estáñ po-r:-en'te r(> s01;nefídas
a ..·1a~
·1,"'e.s <pw rig~s representaciones-cos~~_.......
:- E'r{-~l' -incon··
~
.....,__,...
c¿i ~Dte 1 dice Freud .-y Leclaire en esto no p ~~;i.E::,X....Slll.(->
freUCITano-, Jas represe n~laoraso n tr:;i.tadas como~ ·
re p resentaciorte'S""'0
Esto nos conduce al segundo aspecto del lenguaje, no ya
e l d e los contenidos, sino e l de la estructura, que debería permitirnos someter a prueba más rigurosamente la famosa fórmula lacaniana.
LAs EsT1rncnmAs
En este punto me veo obligado a remitirlos pura_ y simplemente a mi curso de hace dos -años acerca
del inconcienté 8 y a la reanudación parcial y ciertamente no
definitiva de esta cuestión, para limitarme a indicar algunas
conclusiones. Por una parte , el lenguaje mismo no está erfectamente estructura o, o tam ien, os enguajes se superpon~
"se ún senes en las que se 1na de lo menos a Io mas estructurado . El modelo de un enguaJe per ec amente estructura o sólo
püéio ser un modelo parcial, aquel precisamente que la lingüística «estructural» quiso instaurar, con Saussure, y después con
Jakobson; este modelo estructural, en que cada elemento encuentra su lµgar dentro de un cuadro de oposiciones, está fun- J
dado, como ustedes saben, ante todo en el nivel fonológico;..~.
Es en la fonología donde observamos mejor, en las oposiciones
de los fonemas , lo que sirve de paradigma al estructuralismo.
hH «La referencia al inconcicntc», en Proi>le1ntítú·a.'i IV, El i11án1.c ieu te
y el e llo, op. cil .
135
:
' 11 atun .i.le:-1, 11 1.m ca están
1.:!1ro_ ~>8 h 11~~~~ 1~ h~1<~H ~tH
Mino hn pcrfcctnm cntc c~ tru ct urad os , con v a riaciones cons ide -
rables de u~o a otro . Mi segunda tesis, en aquel texto, era que
e l in concie nte no conserva precisamente un elemento;cde es::'
tru e.t ura que es fundamental en todo lenguaje codifica,do: loq iiese-Ilarna 1a- oP-ósiCíóñ ae los varOres.Eñ todo código, ~ ·
Í s-ignificante (una-palabra, o una raíz, o una desinencia) sólo
1 conserva su empleo estable por su posición dentro de series
. . J; ?e oposiciones y d~ sustit._uciones posibles. P~o si tenemos la
.. · idea de que en el mconciente no hay negacion, que precisa. ~~nte l~.2~t,~ni<!2'.?_ !..I)_Co~~!_~p.J;~~pe:r:sl_~~E~-!:!!!2..üunto a ot.r_g;
j -aun si para nosotros son contradictorios- sin_contradecirse ,
\ sin excluirse, si~~'!stituirs~~--ª otros . . . y ~. si no exi§-:- te--e11 el iñ conciente nada que se asemeje a la negaciónJ_.IillL
esomísmo- se descalifica la idea de una estructuración del inconcieñteen ºüruiserié- ~oposicio-n.es·. -Ios significante s que ...
fl~ñeaícfo--aITí, '"-reprimidos (reprimidos originariamente), permanecen aislados, prosiguen su existencia cada uno por sí mispor eso señalaba hace un rato que aun la idea de fantasma
i~-conciente ial vez supone demasiada organización por relación a esas iñiagos. I:oSSígnificante~ , en la m~dida en que se
to.s...ri1.u.:d~wa.x: déntrn del ipcooclente JW constituyen allí
. nada que se parezca a una estructura de código. Rémiten sóf;:
¡ a_$ llos mismos o , tal v e z, por una suerte aé reminiscénCia vag;;_
pero gue e nin _una manera e_s recue r o, a acontecimiento
. • 1 l:ti.s.tm:i,~Q gel que están extraídos.
·
l)e modo que, pára tomar uña posición clara respecto de
la fórmula de Lacan, en un sentido -opino- que es un retornb" ál .descubrimiento de base de freud, por mi parte prefiero
. ; .: ~ · : .enu~ciar las· cosás así: «el inconciente es un corno-un-lenguaje,
·.· ; .·
·
·
· no-estructurado». Esta fórmu ia"Vale
por lo que vale. Vale para dar a enten. der, por el «Corno-un-lenguaje•>, que el
.inconciente está en efecto hecho de
i · elementos significantes, pero no necesariamente ni primariam~nte Üngüíst;icos; y para recordar, por $ 1 •no-estructurado» ,
1·que pi:-e.. ci~~~J:alta_12_qu.!...cc;_>nstituye lo esencial_,~~!_odo
· · , ~gfilijg, es d~ir, las nociones Cfe oposición y de •vafür,, . A me··'" nudo s~ ha dicho, y mucho antes de Lacan, que el inconciente
· · .er~vun .«lengilaje .olvidado». 6 9 Esto es a la vez verdadero y fal;z., porque rios instala en la metáfora de una lengua primitiva
mo;
¡
l{
•
•
·:
'1
•
.n.
l
fill Gf. Erich Fromm, TheforgoUe n language , trad . fr . Le langage 0 ·1,1,bl'ié,
París; Payot, 1953.
\tt
- m etáfo ra q u e por otra parte es de Frcud- de la qu e podr1n
rnos trae r a la luz e l c ódigo y la estruc tura, q u e ser ían se m c.jan
tes a los de los lenguajes contemporáneos , los le nguajes no olvida~os. Digo que esta idea de un Ursprache olvi&.ado se presta a confusión porque la repi:esión, er:i todo caso· la represi6n
originaria, es mucho más que -un olvido. No obstante _ciertos
m·o delos iniciales de Freud, .en los que él se funda en la experiencia de las histéricas para describir la represió n corno una r;i_C .
simple forma del olvido, una caída fuera de la conciencia, ne~~
cesariamente J l,!)O se ve conducido a adoptar una perspecti_x,a ' Jv- '
umy diferente en el intento de describir las represiones const,k
__ tutivas del jnconciente y no ya los olvfüos sintomáticos ~ ses::-·--.,,
~undarios. Las represiones originariás no pueden concebirse sÍ!l_oC~ j,~
como una mutacion profunda de ciertos significantes. Signifi- ~>"\
cantes que h an d evenid o enigñí:tti"cas-por:-e-rrrecño mismb de ~ 1 u:?',)~­
q u e fueron intro.!:lÜ:c1d os e n ~lITiñu-de-nrarrera-eTiimrrá1'."iC~ . "".r: '\
q u e suponen más sentido del que puede au.r_e.b@$iér...el...n~; '1-~,J·
significantes traumatizantes,
do s; significantes clivad os además, es decir reducidos, por e l
t\;'cho mismo de que están interiorizados, a sus aspectos más
e~xcitantes y tal ve_z m ás mortífero~>. ~
·
r·
,1--..
~rtifica~~r:!9..lJ~tªg_Q§,¿¡:L·~--
Volvamos sobre la relación entre los aspe ctos significantes·
del inconciente y, por otra parte, el carác ter lenguajero d e la
situación analítica, impue sto por su misma regla. Una vez cla rificada 'nuestra concepción del inconciente, la r e lación entre
ambos no es en absoluto del orden d e
INCONCIENTE
una connaturalidad en el seno del lenY LENGUA.JE
guaje verbal y estructurado, como lo
EN LA C URA
querrían los lacanianos . Con mayor razón cuando esta teoría lacaniana de;semboca en privilegiar -en la práctica de la cura- los ~spec­
tos «transindividuales» de ese lenguaje verbal. Un análisis fundado en los aspectos «transindividuales», eso es en efecto Jo
que algunos, siguiendo al propio Lacan, preconizan suponiendo que el ificonciente se encue ntra por ejemplo en un texto ,
hablando del inconciente de un texto, del inconciente de una
lengua, El inconciente de una lengua ·sería su t e soro oculto.
Es evidente que una lengua tiene un tesoro oculto .de metáforas y de metonimias latentes; su tesoro infinito o indefinido
de juegos de palabras, equívocos por homonimia y por permutación de fonemas . Pero, ¿todo lo que está en la lengua está
por eso en el inconciente? Diré que .e ste análisi~ llamado «del
significante», fundado únicamente en los juegos indefinidos pro-
0
136.
13 7
r~uestos por la lengu
¡ tre . En nconciente utiliza
ntre otros recursos; los del lengúaj e ,-pero sigue siendo un mconeiente puramente individual, im~­
' pr e visible. Utiliza el lenguaje exactamente como utiliza los
-".-;.ecursos exp resivo_s del cuerpo en el síntoma cor2o@t.'-Co que
s·e quiere significar con «Complacencia somática», sornatisches
Entgegenkommen (un «ir al encuentro de», una «Connive ncüa»)
e s sin duda el hecho de que e l cuerpo , por ejemplo en la histe ria , sale al encuentro del inconciente proporcionándole puntos
d e abrochamiento, líneas de eventual debilidad, planos de clivaje donde et inconciente pod'rá traducirse en síntoma. Y bien ,
a e sta idea de una complacencia o d e una c onnivencia se la
pue de utilizar también, como el propio Freud lo ha hecho ()Ca sionalmente , a propósito d e l lenguaje; 711 la re lación e nt're e l
le nguaje y e l inconciente e s finalm e nte del mismo orde n , el
d e una complacencia, solicitud o venida al e n c uentro: e l le n gu aj e proporciona él mismo s us puntos de abroc hamie nto, sus
planos de clivaje, sus líneas de fuerza o de· d e bilidad por donde
e l inconciente se pue de expre sar, lo que no quiere d ecir quP
todos esos recursos sean utilizados igualmente o aun se an, d e
¡·'\ j d erecho, igualmente utiÚzable s -. El, inconcie nte utiliza la solici\ ·1tud del len&uaje, pero nunca por ella misma , sie mpre como paV,¡ saj e hacia otra cosa. Es la noc ión de l«puente s verbale s1 CWorlbrücke), propuesta por Freud, que sig,níl'rca .1ustamente q~~l
l ~ ngu.aje sirve para pasar sin c esar a otra cosa.~a él !!!.!:~
,.,.-El analista .(tal vez~autoriza sólo d e sde él mismo», esta e s
~na cues tión importante; p e ro en todo caso se debe de 'c:i.r....9.ii ''
e l analista que se permite sin reserva todos los juegos de palabraS{iüeie proporciona e n enguaj e , sin -ningl}n.Ju IJ_<;ifüli~fft<í
'~1
}'"'" ,, .... -~~
e n fas asociac10nes ae l analizado, sólo...!§.e a u.t.orii;3.!L-d.es.d .e_s ú_
;:::,/~·
p ropio inconciente y sus propios complejos.
~ - ¿En qué se funda la relación entre los significante s olvida,
d os del inconciente y el lenguaje de la cura? ¿Acaso en la necesidad de la rememoración? ¿El lenguaje de la cura sirve e senc ialmente para provocar y para «sustentar» la rememoración?
E:.n.~ierto _ modo, la idea de rememoración ~~ncial para Freud .
P e ro esta es .una conce ru;!Q.n_q.ue_i:.e.Q.uc~-,:_~n-c~r.t&...mrui.u,Ja_ ."
~~resión a un olvido simple y puro, ~ue, en el término inc onciente, privilegia su sentido etimológico: el hecho de estar
sustraído (pasiva o activamente) de la conciencia. En la medid a e n que la represión se conc ibe como mero olvido, el proceso
!,
~
7 ii Lo ha se ñalado Fran<;ois Ganthéret, «Le pouvoir des racines«, No11 ·
velle Rev'Ue d e Psychanalyse, nº 8, otoño d e 197:3; Po'Uvoirs, pág. !18.
d e la c ura ser á, e n lo e sen c ial, e l le vanlaml c u to <..lo u1 m iu 1111 1
sia. Esta es una problemática esen c ia l del pen :;amie n to frc u ·
diano: ;;'se p uede hacer volver lo inconcieñfo «e n per son a»? Si
e-.
- - ...'
la represión es pura y simple m e nte o lLENGUAJE Y
vido, ¿por qué no? . . . ¿O bien la ~l,lra . \
RECONOCIMIENTO
tiene por efecto producir, de este inDE LO INCONCIENTE
conciente, una suerte de im~gen o tal
vez de analogon lenguajero, exactamente como el «poordjeli» de Leclaire? En la evolución de esta . . ..
problemática, recuerdo una posición~media, aqu. e.lla a la {.-;~'\¿ t•.tÍ,: ·
que Freud adhiere en sus escritos d~ ~l re.cQ.[l.ocimiento \--t::;J ;. . . ·
de lo inconciente, die Agnoszi(3rung des Unbewusste.n, ~~s
ni una manera de hacer volver milagrosamente el r.ecuer'do." a ·
la conciencia; tal cual, ni una pura const~ucción ~rbaL La]or=·- ·
mula:ción de 1915, bien conocida, asocia las dos, cosas: el in.:..
conciente no incluye mas que representaciones-cosa..~~.
t o que el conciente-preconc1ertte asocia, cada vez, una representación-cosa y una representació n -palab ra . El. lengua-.·
j~, la representació~ vex;bal sería un:i, suerteaer ed. para .ir ·'.1.
~a pesca d el mconc1ente, pero tamfoen
es aquí donde es.t a
metáfora toma además otro· sentido- , pero sobre todo , par~
mantener el pez~inc~iente en la su erficie. Una red es algo
teJ
b1'n:frnltas-; se trata de tejer .el tnconciente en u~~ev~( .c" .Jr
tejido coajuntivo, lo que Freua , en otros fe xfos, If;:i'ñ\aelab~- i)
c~ón asociativa o perlaboración (Durcharbeiten). En realidad, /,
a pesar de todos los fracasos del levantamiento de la amnesia,
hacer volver lo inconciente en persona sigue siendo el ideall
para Freud; no obstante, el acento se po~drá cada vez más sol.
bre este as2ecto de construcción· y de perlaboracion.
l
El lenguaje -y esta vez llegamos alas CoñcépClones más
contemporaneas, aun si se esbozan ya en Freud- no es ni una
trjiducción de lo inconciente ni simElemente un medig__de..ha:cerlo volver o aun
asirlo. Ni.L.tampoco, como lo quiere Lecla ire, es necesariamente un medio de colonizarlo. Ño toaoTen.:
g üaje es colonizad or, salvo quizá s elknguaje de la lógica y del
sistema: pienso sobre todo en ese código particularmente colo-"
nizador que es el de la castración, lo que he designádo «lógica
fálica». En la cura, el lenguaje posee, por relación a los signifh 1
cantes inc;:oncientes excluidos, una doble función, qúe va di- 1.
/ ~
~
rectamente en sentido contrario de· lo ,'
ColViuN1cAc10N,
que es el movimiento de represión y :
\.
s1MBOLIZACION
.
de constitución del inconciente: una
·
función de apertura a la comunicación li ·
- en tanto que el inconciente, por definición, es cerrazón- , ~
·'.
1
ae
l
j
139
138
·· ·
uo CH otra c osa que la función misma de la trasferencia.
',,('
Y.!.
por
otra par!e, una función de s).mboliz,&;j.s:fü\ que se__puede
1
......, ~il.!.!Lcomo el hecho de hacer entrar en conjuntos relacionales más vastos, más flexibles también, más abiertos, lo que estaba. encerradoen los ciclos rígidos. del fantasma, aun lo que
j
e~~aba ~~~~ido d~_joda rel-ª:fión,~Q.!!19 se jQ__nuede SUQOn~xn·
·1 l d~J!J.§.J!Ilagos !QáS_Iff.i.!!ütJ.yas__, ~sta doble tarea, de .comunica: 11 c.ión y de simbolización,
es evidentemente imposible, asintóti--- - - - - - ···
:. c~-~!l_!odo caso 1.._2.2!_!_elación al núc¿leo duro y último.
P~ro lo que hoy nos importa no es la imposibilidad de agotar ese trabajo, de «tejer,, un inconciente que es por definición
lo que no se deja tejer. Lo que nos retiene es el aspecto prescriptivo del análisis: ¿en qué se prescribe este, y se traza , se
delimita un campo? Una vez explicitada esta tarea, en el dominio del lenguaje -tarea de comunicación y tarea de simbolización·-, la regla del decir va a tomar. un sentido, en mi
opil'.l.ión, nuevo: a la vez riguroso y más flexible. El «no hace1·
más que decir,, no puede ser entendido como una limitación
estricta y rígida al lenguaje verbal. Lo que nos importa en el
«no hacer más que decir,, o en el «no interesarse más que en
lo que es decir,,, ..es precisamente el decjr como destjnación y
.el decir como capacidad de simbolizacióQ. Este decir, incluso
en el análisis, no pasa exactamente por el límite entre lo vert · bal y lo no verbal. Del mismo modo, el acting-out no pasa de
\\ manera estricta por el·gesto. Una palahra, ciertas palabras puel den s~r acting-out, justamente cuando son palabras excluidas
v 1.1 del decir. A la inversa, no hay ninguna razón para limitarse
· · estrictamente. al código verbal en lo que se toma en cuenta en
. . . · el ·análisis. En una ocasión anterior indiqué este aspecto de la
· · ·. rev.oludón k}éinfana que hacía ent;rar en consideracióñ el juego .. El.jµego, en el análisü~ de niños, es plenamente un decir
¡
en la medida en que es destinación y simbolización. La función
d€l lenguaje .verbal· por relación al juego del niño es expandirlo
. como tal, proporcionarle un relanzamiento, y no cegarlo. De
igual modo, esta vez en el análisis de adultos, los límites del
lenguaj~ verbal, de la verbalización, sólo groseramente recu 'bren. los límites del decir. que, en verdad, son los únicos que
importan. Indicaré algunos lugares en que los dos no se superponen. Eri el lenguaje mismo hay rasgos no verbales, en el sen. · tid0 en que justamente no están recogidos en el código lingüís. . tiCo: lo que se llama los rasgos prosódicos en el lenguaje ver.. bal, fa entonaCión, la redundancia, el estilo, son o pueden ser
·decires, destinaciones, por Iriás que estén fuera del código. Más
profundamente
todavía, como lo muestra Lyotard en su obra
. . .
q11 c
¡
difícil y fecunda, Discurso, figura,7 1 hay, e n e l ticno d el tfüi·
curso, una trascendencia que lo lleva directamente a compare·
cer ante un referente, que le hace, ya, un gesto; una pote ncia
que lleva más exactamente todavía, diría yo, a los dos interlocutores ante un referente. En esta medida, todo discurso es
gesto, al mismo tiempo que está hecho de elementos de códigb; todo discurso es gesto de indicación y de designación. ¿Gesto
en el análisis? Y bien, el discurso del paciente que nos remite
por ejemplo al cuadro que tiene ante los ojos es un gesto de
designación; o el que nos remite ala persona que él encontró
en la escalera; o el que nos remite al sueño que tuvo la noche
anterior, o también al lapsus que cometió hace una semana.
Porque el sueño no se podría reducir al texto de su guión escé1nico ni al solo relato del sueño; relato del sueño que Freud ,
por otra parte, ha designado con el término de «elaboración
secu:r:i.daria», para destacar su función defensiva o, como lo diría Leclaire, su función colonizadora.
,.._,
El ülealis-rrw l'ir1güfst'ico, promovido
EL ll>EALISM<>
bajo el nombre de «análisis del signifiLIN(;i'J1sTwo
cante,,, se desbarata en confusión .si
EN I>EHHoTA
quiere mantenerse más de unos pocos
segundos sin recuperar f uerzas en el
suelo de las significaciones. No existe análisis puro del significante . El ejemplo del lapsus, con el cual terminaré hoy , basta
para descalificar este idealismo. Un sujeto cuent a en análisis
un lapsus que cometió la víspera: pronunció «materialismo histérico,, por «materialismo histórico». Nos cuenta entonces ese
lapsus: es evidente que su relato es impecable en los planos
lógico y lingüístico, que en su discurso actual no hay trazas de
falla ni de trabucamiento. Y lo que analizamos, cuando analizamos el relato de un lapsus, es el lapsus mismo y no el relato.
El relato de un lapsus no es un lapsus, y sin embargo el análisis
del lapsus contado,-como por otra parte el análisis de los actos
fallidos contados en el análisis -y que, como relatos, no son
actos· fallidos- forma innegablemente parte del análisis. Y al
la inversa, para volver sobre la distinción del decir y del ha- \
blar, diré que un'lapsus cometido en el.análisis, en la medida <.,_~·
e:h que hubiera pasado absolutamente inadvertido, en que jus- ", , /
tamente estuviera excluido del decir, es dudoso q ue ese lapsus 1 "'
deba ser recogida.
71 · .Jean-Fran~ois Lyotard, Discours, fi_gure, París·: Klincksieck, HJ74
[Ed. en· castellano: Discurso, fi_gura, Barcelona: Gustavo Giii, 1874.]
,•
.. .
. : . 140
141
.-
, .; , , 'l'l•:J(( ' /•: 11
' l '1•11c'lll01t q111 • d c•l • 'l l c'l Ji o M 11 q11 I
l lc • lo
l r'(' H 1·1·1'1 111 0 .'i 1(11 1' He· IH IJ l\'l' l) O ll i' ll p 11 1·
claln1 c u t.t' p a ra 1·od(•ar la sl t.u ad<'>n ana
lít ica, la c ube ta, h e mo::; inte ntado JH'e <.:ba r d os: e l qu e s e funda e n las cate gorías d e lo 1·eal, d e lo
imaginario y de la r e alidad psíquica, y el recinto que apela a
la distinción del decir y del no decir, aun si ~l decir es a veces
n o lenguajero (es el sentido de lo que he querido indicar hoy)
y si , a la inversa, el no decir, incluso el actuar, pueden ser verb ale s. Nos quedaba por describir el tercer recinto, el que me
p arece capital y que marca -o tal vez incluso recrea- la distinc ión o, como se dice, el «Corte .. , d e lo sexual y de lo no se x ual , o de lo sexual y de lo adaptativo. Será para otra vez .
111·: <' IN 'I'<•
La Hitu u.d6 t1 pHkw u m,Ul,lc·n : lo
d escrip t iv o y lo pres<.:d p tivo
. ..
18 de noviembre de 1980
El curso de este año, acerca de la «situación psicoanalíti~
ca», prolonga directamente mi enseñanza de 1979~80, en la que
introduje el tema del «psicoanalista y su cubeta». Retomaré in- ·
cesantemente ese hilo pero, hoy, quisiera reanudar la cuesti'ón .
bajo otro aspecto, de una manera más ligada a ta actualida'd;,
digamos aun: más política (entiendo por tal. lo' referido la·
·«política» universitaria y psicoanalítica); una manera, tambum; .
que me expone más directamente porque mis «Contrad:iciones;,
personales pueden llegar a estallar, para mi mayor confusión.
Ese punto sensible, en que me encuenHABLAR CLARO SOBRE
tro cuestionado, y no sólo cuestionaEL PSICOANALISIS
do yo con mis opiniones, sino todo un
EN LA UNIVERSIDAD ...
equipo de enseñantes de este UER y de
Y FUERA DE ELLA
este tercer ciclo, es la creación, este
año, de un «Doctorado en Psicoanálisis». Cuestionado en mis posiciones, y ello desde un triple
punto de vista: posición dé analista, con ideas, bastante precisas finalmente, sobre lo que es el análisis como práctica; posiciones, en segundo lugar, acerca de la manera de devenir psicoanalista, por lo tanto sobre la formación analítica; y por último, posiciones de alguien que, igualmente, desarrolla cierto
itinerario para circunscribir y caracterizar el análisis como
campo científico, como dominio de investigación.
Se trata en consecuencia de preguntarse si puede conjugarse todo ello, si no hay cierto rechinamiento, cierta divergencia entre esas posiciones; esto es lo que hoy se cuestiona, en
estos días y en estas semanas en que este Doctorado en Psicoanálisis se pone en camino (esto es excesivo puesto que continúa algo que ya existía; pero en fin, lo continúa de una manera nueva, con una denominación renovada, definida y, en lo
sucesivo, sin ambigüedad).
a
14 2
14 3
1
l>1wl11rn1lo 1•11 l 1i11 •n1111 1lll 1i1 11 /r'1/1 ' 11111.., 1tr¡111, / J111 · 111111 ¡1111 •/1 '.
111 ¡11 ·1·1¡1; •1 ·111, ,11, 11111 · to 0 11 ·11 , I'/ .11111<111 .
d1 1 /)111 •/111 ttdu 111//lrfll1 1 1111 11 •111 1, /1111 11//11 111111 111(/1/11 1 tri// 111 i1/Íll1U
ni 111u1t1 1sis11 11 11f s11 nfif/¡¡ ¡ 11 ·11¡1/n
fli ,1¡11111m1 1111 ! l.')!I111 •111.oi 1111/1/'1 •
J 000- ; ·w 1ui tes,;s on M(l(tü:h1n 11s on f/l / 1111r11.I 1;01111)111 ·11/11 11 11 111111
memoria de dominfo sobre un temo,, d<Js(i<J ol rmnlo <lo 1Jisl11
de su elaboración y del tiempo que se le dedica, Enloncus, r:l
Do, p <..· rlµ ccia: ¿<l<' qué :;e lrnta,'I Act'u al -
niente, de una manifestación bélica
contra este término y este Doctorado,
de parte de cierto número de analistas o de sociedades de análisis. La idea de ver expedir, en un
plazo no muy lejano de tres o cuatro añ.os, títulos de «Doctor
en Psicoanálisis», hace temblar. Por analogía con el tftulo de
Doctor en Medicina, se finge creer que se ha trasportado a la
Universidad laformación de analistas y que de esta manera
nos acercamos a grandes pasos hacia un estatuto jurídico de
la profesión de analista, cuyo acceso sería justamente la vía
universitaria, sancionada por un título u11i11ers'itario /)((ralelo al de los médicos.
Digo «peripecia» porque la objeción, tal cual, proviene sea
de la mala fe, sea de la ignorancia, sea de la desatención sobre
lo que sign~fica exactamente un Doctorado en la Universidad:
Doctorado de Tercer Ciclo o Doctorado de Estado, el uno o el
otro, en un nivel de elaboración sin duda diferente, sanciona
un trabajo de investigación o.de «tesis»; trabaJo que ya, para
ser emprendido, necesita de la adquisición universitaria de
varios años de estudio. Y lo que es más, y a despecho del esfuerzo que impone, ese trabajo de tesis, Doctorado de Estado
o de Tercer Ciclo, no desemboca en ninguna calificación profesional, simple documento de apoyo en un legajo para postularsé eventualmente a un puesto de enseñanza superior, sin
, .que por-, otra parte importe derecho alguno a obtenerlo.
·Se observará que.los estatutos universitarios han disipado
·to.da .ambiguedad a esté respecto porque distinguen claramen. te,· °desde liaco varios años, dos vías de Tercer Ciclo: Doctorados que certifican capacidades cientificas y aptitudes para la
investigación,'. y por otra parte, lq, vía llamada del DESS (Di. .pW111<' <i 'EliHlés Su ¡u't ·ieu res Sp1.Jcio l i:·é es), que so11 <'s¡wc(f'i<:amente'diplomas de calificación profesional. Por esta dualidad
. · de ·los Doctorados y de los DESS se éonfirma la doblé función
.de· {a .úniversirJ,ad: por una parte, promover la investigación
·. en .su más atto nivel (es aquí donde pretendemos encontrarnos); .Y, por otra parte, lafunción .deformación y de h,abilitación para una profesión.
En este punto tenemos que hacer un paréntesis sobre el Doctorado en Medicina. Este (se podría casi decir «el pretendido
Doctorado en Medicina», pero sin por ello desvalorizarlo en
.nada) es una aberración en los dos sentidos. Lleva el nombre
Ei,
1'H1·:TE XT0
1>EL ... noc T<>HAno..
. .144 ..
...
.1 '·
Doctorado en Medicina no sanciona un prolongado trabado dr~
investigac?'.ón y, por lo tanto, en nada es comparable a las demás tesis de la Universidad; contrariamente, el ..título de Doctor en Medicina corona estudios volcq,dos por entero al ejercicio de una profesión, al punto de que en verdad, si la lógica
hubiera de prevalecer sobre la denominación tradicional, más
bien se lo debería clasificar entre los DESS.
Esa es ln que he llam,ado «la peripecia», es decir el nwJentendido ··mds o menos voluntario a que se recurre cuando
se finge escandalizarse por el título de «Doctor en Psicoanálisis».
Pero, dejando de lado la per1:pecia,
¿cuál es el fondo? Elfondo es que esta
S1; EL l'SIC( IJ\NALIS IS
habilitación de un «Doctorado en PsiES lJN CAMPO
coanálisis» viene a per:_f<;ccionar algo
TE< m~:TI< '< 1
totalmente nuevo en Francia, y tal vez
INIH:P~;NillENT~:
en el mundo: la presencia en la Un1:versidad de·un equipo de analistas, que como tales -no bajo
la c;ubierta de otra disciplina, psicología, letras o filosofíahablan del análisis, de manera autorizada, en la Universidad.
Varias veces ·m e he e:rplicado sobre esos términos: hablar
- del análisis- en la Universidad, en las introducciones metodológicas a mis cursos de años anteriores. 1 Hablar en la Universidad supone que uno ha elegido qv,e la Universidad puedo
no ser sola·mente un lugar de rutina; ,co·rrw alguiios'lo pretenden, un lugar acad.<;m.ico, ·sino que sea ta:mb·i én un lugar de
<u~.w:ubrfm.iento. Hasta hoy no he·mos ren uncia<lo todavía a <JIU '
la U1úversidad sea un lugar de descubrimiento . Hablar del
Psicoanálisis supone, y es igual·mente un problema, que nuestra disciplina pueda ser objeto de enunciados comunica.bles,
comprobables, discutibles y hasta (com,o se dice en ciertos m.edios epistemológicos) even:tual·mente «falsables»; en una pa.labra, que, del Psicoanális1:s, no se pueda decir lo que a uno. le
venga ·en gana. El Psicoanálisis es legít?:mamente el objeto de
enunciados, aunque conservando ·su especificidad y sin ir o
buscar una seudo cientificidad en las matemáticas trascendentes o la lógica formal, en suma, en todo aquello q·ue, e11
1 Cf. especialmente .Jean Laplanche, Problemáticas 1, La angustia, Buenos Ain•s: Amorrortu edit~ires, 1988, págs, 23-31 y 155-8 .
145
otros lugares, .florece bajo la rúln:ica ¡n·ogramática del "111<1tema».
El DEA y el Doctorado en Psicoanálisis son entonces el resultado y la confirmación de esta presenda, que lleva varios
años en París VII (en otros lugares tmnlYién, pero hahlo de lo
que conozco, es decir de este UER de Ciencias Hurnanas Clfni cas), del análisis; de la presencia de /uxmbres que son analistas y que no creen que deban hacer concesi<h1 alguna en <·ua 11to al rigor de su disciplina por el hecho de uenir a hablar de
análisis en .la Universi-dad. Y en definitiva, este DEA y este
Doctorado en Psicoanálisis son el reconocimiento <le la e:ristencia de un campo científico autónomo en <rue son pos·i /Jles
aportes - y quien dice "aportes» supone la e.i:isten~'.ÜJ. de un progresp, de cierta ac·umulación de los resultrulqs analüicos-; en
que son posibles, entonces, aportes a(:u:m.11/ativos (m.e r((iero
en principio y bien simplernente a los aportes de las tesis, <le
la enseñanza, etcétera).
Ustedes lo saben, la si·mpl~ficación de la designaci6n de. este «Doctorado en Psicoanálisis» no es obra n1,w stra; es pro<l1u·to de la autoridad ministerial que, en un prurito <le e1•itw·
todo distingo inútil, ha sirnplificado el titulo de aly1u1<>s doctorados que le habían Sido propu.estOS. Y proh<tf>le menfe .WtfWil
también que existen actualmente con ese titulo dos Doctorados
en Psicoanálisis: e l de Vincennes, que su,ce<iB al Doctorado "<le!
Campo Freudiano», y el de París VII~ que sucede al e:r Doctorado de "Psicopatología Clínica y Psicoanál'isis». Y frien, esta
simplificación del nombre, que nosotros no hem.os reivin.d.frado, en definitiva la aceptamos, como reivindicamos esta r>resencia del análisis en la Universidad, en el plano, insisto en
ello, del saber y de la 'investigacü5n, y no e·n el plano de la .fi>rmación analftica .
De la confusión que se mantiene desde hace algunas se·manas, con un diploma profesional que se pretende calcado sobre
el modelo del Doctorado en Medicina, he <hcho que <le¡wmlía
de la «peripecia». Pero no es totalmente as·í, en la, rne<lida e11
que se debe esclarecer por la e lucidación de las posicüm.es co11
respecto a un problema fundamental: el de la formación de
los analistas. Debate muy ant:iguo en
LA INTEG RACION
el movimiento analítico, debate sin ceNo ESTA DEL LAT>o
sar presente, sin cesa.r renovado, de.. noc TORAno .. s1No
bate en extremo vivo en que se enfrenDEL LAl>O ., ¡>Jf>ACTJC<).,
tan las posiciones más opuestas y que,
evidentemente, se centra en esa pieza
mayor de la formación analítica que es el análisis personal del
,<
f11t11r11 a11alista. El au<ilisis ¡wrsonal es lla.rruulo, ))()Y' al,e¡ilnos,
«<tt1<ílisis <licl<ídico», pero j11st<1m ente esos l<'r111 i:nos impli<'<t:n
.IJ<t todo 1111 ¡>roq1·a ma, toda 1111a turna de ¡)()si<·üh1.
Para si·m plijü:ar las cosas, diría que esas posiciones se alinean entre dos e:rtrernos, que intentaré definir rápidamente:
En una d.e lás e:x:trernülades se puede 'decir (¡ue el movimiento
psicoa:nalítü;o, desde su fundaci6n por Freud, y después, en ·
la herencüifreud·iana (retomada en particular por la Asocia-·
cü5n Psü:oanalit'ica Internaó onal, aunque igualmente otrós; ·
en C'ierfo modo, consideran asurnirla), entiende que tiene por
vocacüJu principal organiz¡,,r entera·mente laform¡,,ción ana-·
lítica, y administrarla. Rápülamente se organizarqn. entonces co·m o Unil'ersidades paralelas, no rnenos exigentes ni selectivas <J'Ue las Un:iversülad.es qficiales: lo que se llama los !ns~
túutos <le Psicoanálisis. Lo que iwy para admin.1'.strar ~on desde.
luego la.s "enseñanzas» en una perspect-iva en que denúisia<tas·
neces se ha seg·uido la pend'i ente del didactismo, y hasta del
dog-nwtismo: lo atest·i guarían los pro_(¡rarnas -históricos- ·<Jé ·
la m .<t.IJ<WÍ<l de los /nstÜ'Utos, d.esd.e el primero cronólógicam,enti:!,
el <le Berlín. Se trata entonces de organizar el didcictismó.·d .e-.
la en:·wrla nza, se trata de organizar lo que se lla'man «S'upervisio1ws1>, ¡wro se trnta sobre todo, y es el punto funda'mental,
de adndnistrar el análisis personal del candidato para que
sea plenament.e esto, «<lÚlá<.:tico»: ll'll a ·11álisis qu.e µermita u
.iusto tü'lllo haln:Utarse para una prqfesi<5n y la trasmisión de
un saber. Es as·í como la ernpresa misma de un análisis didáctico se c<nwü:!rte en ·una formalidad que sólo accesoria·mente
depende del acuerdo del analista y de su candidato, y que está
reglada por modalidades muy estrictamente definidas: se trata de ser adm.itido en el análisis didáctico por la ·i nstitución
anaiítü:a., antes d.e con1,enzar lo qu.e se hnagina -pero equ i voca<i<.unente- conio u:na ernpresa esencúümente personal.
La persona del «didacta11 no se deja al azar: se trata de un analista habilüado como tal, cuyo nombre figura en la famosa
«lista», y no hay análisis personal de un candidato al análisis
que se pueda hacer con alguien que no sea un didacta. Actualmente ·i ncluso, en muchas soC'iedades analíticas, un candidato puede ser conminado, para que su análisis sea reconocido,
a cambiar de analista., a hacer un «tramo» con un .didacta.
Curiosa concepción en los que plantean semejante exigencia,
y segurarnen.te también, en el que se somete a ella. , Lo que denunC'io a<ruí no es, co-mo se lo dice demasiadoJ<icil,m ente, un burocratürmo o una concepcü5n de'masiaclojerarqui·
zada. La cuestü5n está sin li'uda alguna en otra parte. El pro-
147
146
1
d 11 ltr / 11l <·~1 ·111'i( Í O d1 1/ a11dllsls
, ' '-" 1
(1/ 1111tíli::; i .'i µ e r so 11al d e lji1tu ro <11u1lista - t' ll ' " ' "
/;/, 1111n, ,fit i1d<tii11 ' illftli111 'i1/1
1111 • n ¡ji'11 nJ
1
/
1Jerspecl?'v a , Pn unafinalidad o, co'mo _lo dice Freud, en una
"representación-meta• (Zielvorstellung) de aquello a lo cual debe llevarlo su análisis. ¿Qué es un análisis? ¿Sig'Ue siendo un
análisis este proceso que admite en principio, táéitamente e
incluso explícitamente, que el punto de llegadá estáfijado? Hay
entre el analista, su analizado y la InstüuC'ión en que ellos
se encuentran un acuerdo sin cuestionamiento posible: la meta del análisis de formación es formar un analista.
Si planteamos esta cuestión de la «representación-meta» respecto de la idea de análisis didáctico, en absoluto es para decir: y bien, enton,ces, todo análisis debería ser terapéutico. Con
igual derecho que para el caso del análisis «didáctico», uno
puede preguntarse si un análisis que acepte sin crítica la perspectiva «terapéutica" sigue siendo un análisis. Porque la mis'ma cuestión se plantea en el análisis llam,ado «terapéut'iCo»:
la concepción de la salud, tal como se la imagina el paciente
que viene al encuentro del analista, las metas que tiene en mente cuando demanda un análisis, ¿deben estas 1nú;mas metas
ser admitidas como presupuestos, de ·m anera <¡ue uno debiera
conducir en definitiva al paciente adonde él desea ir? En los
dos casos, el «didáctico» y el «terapéutico», el problem,a está en
. saber si se puede mnprender un análisis sin que exista lo que
Freud llama una «suspensión» de las representaciones-meta;
unas metas en apariencia tan válidas, tan razonables, como:
quiero llegar a ser analista, no quiero sufrir más de tal sínto·m a, quiero r-esolv{ff esta situación conyugal insoportable, etc.;
.. · . o b.i en, cu.ando se trata de niños: quisiera que este niño traba. - . jára .mejo;.
la escuela: . . La cuestión está en saber si esos
. . • . . objetivos deoen ser admitidos en el comienzo de un proceso analÚico o bien si no son ellos mismos parte integrante de lo que
tiene. que ser vuelto a poner en cuestión por el análisis.
Me proponía definir rápidamente las dos posiciones extre.. . mas-en citanto a la formación analítica. y bien, así como en
un polo no es el burocratismo lo que denunciamos, en el otro
. polo no se . trata de pregonar por sí mismas las virtudes del
af¡;_arqu_ismb o aun del liberalismo. ¿De qué se trata? Pretende. mos que conviene sustraer lo más completamente posible -esta
· es un(t perspectiva asintótica, como lo es el cuestionamiento
de 'to.d a «representaciónometa»- el análisis personal de la hipótesis. ·de iina perspectiva preestablecida y, para comenzar,
. . ~ ·ese. imperio institucional que existiría, justamente, para
·.C()ntrolar que ese análisis se adeeue bien a ese objetivo de fa-
·en
• 148
/11 /1·1 11 · 11 // /llf il il 1111ttl/N(t1 1 1111 1/11 1111 /11 1//111 /Otl!l
d
1111111,/11, •' 11
una IH1lln 'uni<ta,<l, ost,<t,r la. 1f1• 11,(:11 11 l'< l1J, 1.11.111,11 ,,¡ •ll11/111 •!1r • , ri11111
los ·didactizados», y, sin d'uda, los <;om:i:t1rs <Íll .o;(' /.t'l'l'/'011 o 11t •
formación.
En esta segund<i perspectiva, las sociedades de análisús con servarían una función de garantía por relación a sus propios
miembros. Pero esta función en ningún caso podría extenderse a -un control a priori o incluso a posteriori del proceso analítico al que se .wnnete el c¡ue co·mienza -un análisis personal.
Lo que implica evidentemente. disposiciones institucionales
porque el candidato sólo es conocido y reconocido por una sociedad de análisis en y por sus comienzos en la práctica; sin
duda que estos revelan algo de la relación de ese candidato
con el análisis, con su propio análisis, pero lo r evelan de manera indirecta y no por un imperio directo d e las sociedades
de análisis sobre el análisis personal.
He empleado con frecuencia para esto
UNA m:TAel térmÚw de «extrq,territorialidad».
Ps1co1,ornA.
Esta «e.xtraterritorialidad» (no es una
UNA 1>E<>NT01.ornA
palabra muy hermosa) debe desenvolY UNA ~:sTHA'n;rnA
verse en muchos niveles, que por otra
m; LA ~:xTHA parte terminan complmnentándose enn:HRITnrUAI.II>AI>
tre sí. Debería existir «extraterritorialidad» del análisis personal por relación a todos los requisitos y a todos los inquisitos de las sociedades de analistas. Existe, y en mi opinión es necesario que
siga existiendo, un:a marpinalidad del ejercicio del análisis
con relación a las 'profesiones «reconocidas» que constituyen
su base legal. En otros términos, la idea 1J?,isma de un reconocimiento de la prqfesión de analista me parece contradictoria
con su ejerCicio porque las únicas bases legales para practicar
el análisis son aquellas de las profesiones reconocidas, por
ejemplo las del médico o el psicólogo. Y por fin, existe unet tercera marginalidad que es indispensab_le mantener: la de los
grupos analíticos por relación a las instituciones ofiCiales; aunque es Cierto que a menudo se comprueba la avidez de esos grupos por obtener un estatuto -hasta un mnbrión de estatutoqu,e los enlace con los. organismos oficiales: salud pública, seguridad social, justicia, hacienda, etcétera.
¿Se trata para el análisis de tener las manos puras, por
el placer de no estar en ninguna parte? ¡Absolutamente no!
Y puesto que esta segunda posición, la de la extraterritorialidad, es la mía, .diré que se funda con precisión en una reflexión metapsicológica que concierne al campo propio del aná-
149
fi8/S . ) ' l 'S 111 1 llSlll /)/111/ () i/()lllfl' llill1lJ <f l l'f'('/tt///11'/I/ (' ('() '1{/1 1t,lj() 1'() 11
lo r]'LUJ con-;t'ilnye el terna de este cv rso, este a ·ri o y ya el a:11o
anterior.
Para volver a la «polít·ica,, y a las posiciones personales,
ustedes pueden percibir allí una suerte de curiosa mudanza.
Los que den.uncían un Doctorado en. Psicoanálisis, lo hacen
fingiendo ver en ello un diploma profesforwl, cuando sin dt{.da su perspectiva secreta es una profesionalización del análisis. Despué.s de todo, el DESS de Psicoanálisis, ¿no es la sign:if icaeión mism.a de los Institutos de Psicoanálisis desde que e:risten? Los 'Institutos, en el sentido más am.pl?'o del términu, ¿no
estarían encantados si se les reconociera el monopolio :i; la función oficial a que aspiran? De nwdo que en los que denunc?<n1
el dipl01na. de Doctor en Psicoanális·i s por<J'W, se prestarür a
todas las confusiones, el ·móvil secr eto mu .I/ bien podría ser el
temor de que les corten la hierba debajo de los pies por el sende ro de la oficialización de la práctica analítica.
De mi parte hay también un paso <le 1nudanza, pero e.ra<'tamente inverso: presencia del analista :1/ de los analistas en
la Universidad, incluso en el marco de ·w n Doctorado, pero al
mismo tiempo reafirmación de la extraterritorialidad del muíli sis en su práctica, incluida su práctica (¡Jreteutl ida) .,r[ i dáctica,,, m e refiero ·a· su práctica de los <t 1uíl isis ¡wrso11<1lt's.
Extraterrüoriálidad sobre la qu.e co·111,ie1w per111a 11ece1· riyi tantes, no solo frente a las instituciones estatales como la' Uni versidad, la seguridad social, etc., sino frent e a Ps<ts i11sli/1t c'iones privadas que son las sociedades <le aruihsis.
Y bien, a esta especie de paso de mudanza, evidentemente
se lo puede tomar en rnal sentido, y es lo que a veces llega a
mis oídos: h e ahí uno que predica que el análisis no debe estar
en ninguna parte y · que sin embargo está bien apoltronado en
la Universidad. Me toca entonces mostrar que esta posición
es en realidad coherente; y les someteré una fórmula que constituirá el tema de este curso sobre la situación analítica: lo
q ue constituye el análisis como campo científico autónomo (por
lo tanto, lo que justifica la existencia de una investigación
cientifica ev entualmente certificada por medio de tesis y de
Doctorados) es el mismo movimiento que sustrae la situación
a nalítica del sistema de los «intereses» o del sistema de la «autoconservación»; y ese movimiento a su vez está fundado en el
movimiento originario que sustrae al ser humano, en una par~
te esencial, de esta dominación de los «intereses» y de la «autoc onservación» . Lo que funda esta PO$ición es por lo tanto, en
ú ltimo aná_lisis, una visión precisa de la teoría de las pulsio-
nos, d.el ::1istunui <.to l<M 1Jnls ürn11.'I
11n11 s11 110 111 0 1111,
f 1w,110
11 11 11l
análisis y por é l.
25 de noviembre y 16 de diciembre de 1980
..
,~
Hablar de la situación analítica es, evidentemente, deseri·
bir una situación de dos, una comunicación de un Üpo . muy.
singular, comunicación que sólo se produce a partir del m<;>:
mento en que se definen ciertos parámetros. Definir la sit'uación analítica de tal o cual manera, poner de relieve en ella,:
como esenciales, tales o cuales parámetros, esto es imposible
sin interrogar a lo que se llama las reglas «técnicas•>. · Lo cual . ·
no significa que este curso pretenda ser ·un curso de técnica
analítica ...
He recordaao antes la problemática de la trasferencia coi;no
ejemplo rector de esto: aquello por lo cual se procura définir ·
el análisis tiene a su vez necesidad de ser definido . Definir ·el
análisis por la trasferencia, sea; pero no se puede dejar de
admitir la «Circularidad» de la respuesLA TIPOLOGIA
ta: la trasferencia específica del anál iDE LOS EFECTOS
sis es la trasferencia . .. analítica. De
inanera que la descripción del fenóme DE COMUNICACION
no analítico nos remite a las reglas que
lo hacen aparecer y que, justamente; estructuran esta situación. La descripción nos remite a prescripciones, para utilizar
una dis.tinción cómoda entre los dos tipos de ... ¿discurso?, ¿juegos?, ¿relaciones?; esos dos «órdenes» entre otros, el orden de
lo descriptivo y el orden de lo prescriptivo.
Una parte de mi curso, a continuación de este pasaje, estaba dedicada a una tentativa de utilización y de ampliación de esta tipología de los efectos de lenguaje, que puede ser designada con el nombre de «pragmática». 2
2 En este punto me remito -como al autor más reciente, más c.onciso
y, tal vez, también e l más próximo al pensamiento psicoanalítico- a JeanFran~ois Lyotard, La condition post-moderne, París: Ed . de Minuit, 1979.
El origen r;ie la «tipología» utilizada es evidentemente la filosofía «analítica .. , con Wittgenstein, Austin , Searle .. . Cf., para una bibliografía sumaria, J. -F. Lyotard , op. cit., pág. 21, n . 28. Agréguese Emile Benveniste,
«La philosophie analytique et le langage•, en Probtemes de linguistique générale, París: Gallimard, 1966.
1 50
151
1 n p1odu ~1 ·c1, 111 1 1ll•f.• 1 vo h1111 0 11 , l o q11e Me p1 w d o co 11Ml d orar·
l11 r¡.(n <ll f{r nMlt\ 11 nn• r ('H d e l ('M tud lo d e lu sltuució,1 a n a Utlca, y
111 1' lim ito a ludlcar s us puntos princ tpa les.:.l
1. La dh;t inc ión, junto a la se mántica y a la sintaxis, de una
«pragmática• no debe quedar restringida al solo lenguaje verbal (objeto de la lingüística) sino que se debe extender a todo el campo
de la comunicación (objeto de la semiología); el efecto «demanda•,
pór ejemplo, aparece en el nivel más abstracto (el postulado en
matemáticas) así como en la comunicación más elemental (las lágrimas del lactante).
2 . El estudio del Witz por Freud puede ser considerado el capítulo inaugural, con más de medio siglo de anticipación, de la pragmática moderna. Este estudio implica introducir, además de los
términos de Jakobson (destinador, destinatario, código, mensaje,
etc.}, otro factor: el del público.4
3. El descubrimiento del inconciente y la profundización de su
esencia conducen a introducir categorías nuevas: las de lo «votivo ..
(el Wunsch) y de lo ;,votivo cumplido» (el Wunscherfüllung): en
el inconciente, la frase "Yº deseo que mi padre muera• devien<•
un «que mi padre muera•. El subjuntivo, cortado de su subordinación, por así decir des-subjuntivado, es llevado a lo absoluto. Destinatario y destinador del discurso son abolidos. El análisis del «Hombre de las Ratas• es ejemplar en este sentido. 5
4. La reflexión de J.-F. Lyotard sobre lo «prescripüvo• 6 me parece muy importante para situar los imperativos surgidos del inconciente, los del «superyó• en particular. Lyotard, apoyándose en Levinas, muestra que el imperativo categórico kantiano («libre• y «autónomo•>, que pretende deducir su prescripción de su misma autonomía)
no es quizás el término último con que choca la reflexión: el único
imperativo verdaderameii.te categórico es heterónomo y dominante;
.
un°absolut~ «haz esto» .7
N1 0
111 11i
.. · .
.es
•.
. . ·5. Una reflexión sobre la existencia y la singularidad de los enun·. ciados descriptivos en psicoanálisis pone en juego problemáticas complejasr segúri dos ejes por lo menos:
. Eje de la. prueba: ¿son todos los tipos de enunciado en psico..
análisis ·susceptibles de prueba (o de refutación) y del mismo tipo
. . d.~ <<prueba• (o de.«refutación•)? Citemos, entre los millares de afir. maciones posibles: «el yo es alimentado por la libido desexualizada
..
Para un~ exposición más circunstanciada, el lector puede consultar
. · .e l informe completo sobre mi curso en Psychanalyse ii l 'Université, v~I. ,6,
· nº 2·4, 1981, págs. 565-85.
·
4 Cf. ibid. , págs. 576-7. Y cf. en esta inspiráción el trabajo de Evelyne
Largueche, L'effe t injure, París: PUF, 1983.
· G Psychanalyse ii l 'Université, vol. 6, n ° 24 , 1981, págs. 567-9.
. fi'Aujuste, · París: Bourgeois, 1979.
7
Cf. Psychanalyse ii l'Université, vol. 6, nº 24, 1981, págs . 570-3.
'
1
152'
y M11hll11111d 1111; 11M t11 (111 1111 11 1i f'l1 · 111 111'11~ 11 d• •I 01•cf n 11 d o 111 11 111 l 1q n1lt •11 l11
gfa m ás ub s t n.1c t a . «Uste d 110 pu ede ld c 11 tlflnu'H(' 1·011 ti 11 111 1111 1'1 1 poi
que e s ta ide ntific a c ión e quiva ldria a s u propio a n lq uil u1n le 11 to11 : 1
po de enunciado que Freud designa con e l t é rmino d e «Com;tru c
ción•. «Esta imagen del sueño nos remite a aquella esce n a que us te d
vivió en. el momento de su primera comunión•. O bien aún, para
saltar a un dominio enteramente diferente: «Moisés era un egipcio• .
Eje de los campos de intervención, en que clásicamente se oponen la «Cura• y lo «extra cura•. Y si uno rehúsa e1 anatema un poco
fácil que se suele pronunciar contra el psicoanálisis extra cura (llamado: aplicado), la exportación del análisis fuera de su campo de
origen no podría empero quedar librada, a la arbitrariedad que la
caracteriza actualmente, ni en lo que concierne a su método ni
en lo que deslinda sus objetos.
El primer eje nos llevaría hasta nuestras elaboraciones más recientes sobre la distinción necesaria, en análisis, entre niveles d e
teorización o de simbolización . El segundo eje nos re mite a la especificidad de la situación analítica, definida por reglas que d e slindan un campo destinado a hacer surgir ciertos fenómenos. E l
carácter de este «surgimiento• queda aquí en suspenso: simple revelación de lo que existe disperso en la vida cotidiana, o bien recreación de una situación emparentada con lo originario del ser
humano ...
6 de enero de 1981
¿En qué punto estamos? En definir e l análisis como un campo
en que aparecen fenómenos descriptibles de determinada manera, campo delimitado por reglas o «prescripciones•. ¿A qué
llamamos campo del análisis? Indicamos en él dos extremidades, dos situaciones extremas (hay muchas otras): en un polo,
lo que llamamos «Un• análisis, la «CU¿Ps1coANAL1s1s
ra», para emplear un término indispenAPLICADo
sable; tomémoslo en el sentido más
o TRAsPu~:sTo?
neutro posible, es decir en el sentido
. de curare, «ocuparse den , simplemente, sin que por fuerza tenga una connotaGión terapéutica. Una
cura: parece fácil circunscribirla en el tiempo, en el espacio ,
en las modalidades; un observador extraño podría muy bien
describir la «Cura• siguiendo criterios puramente extrínsecos que
permi.tieran reconocer lo que es un análisis y lo que no lo es .
153
E n e l otro polo, lo que llamamo::; psicoanálisb expo rtado,
psicoanálisis deportado, ¿tal vez psicoanálisis traspuesto? Vacilamos sobre el término, no sin razón, porque la cosa misma.
es objeto de discusiones y entre los propios analistas. Lugar
d iscutido en tanto sería, o no, analítico; lugar estratégico en
e l combate cultural de la «Creencia» en el análisis; quiero decir
q ue es muy a menudo allí donde nos «esperan»; pm· último, a
pesar de todo, punto de referencia indispensable, indispensable para comprender por comparación, trasposición o diferencia, el otro campo, la otra extremidad, precisamente la de la
c ura.
Este interés estratégico importante, vital, del psicoanálisis
traspuesto, comprendámoslo por una r;eferencia freudiana ella
misma discutible, pero esclarecedora. Quiero decir que, en ciertos momentos, Freud no está lejos de considerar la cura misma
como una aplicación entre otra·s . ¿Aplicación de qué?: no de
la sola; teoría, sino de un método fundado en tina teoría, o de
una teoría ·concretizada en método. Tendríamos entonces, .en
e sta posición, pasajera y aventurada, pero indubitable, de
Fre ud, un esquema de este orden:
/mé«>do
teoría
+
aplicación
ala cuca
t ~~
aplicación
a la vida
cotidiana
aplicación
a los fenómenos
culturales
Concepción que se sitúa en lo vivo de nuestro asunto porque , a partir de ello, ¿cómo definir una diferencia entre los
campos? El psicoanálisis, aquí, tiende a devenir una teoría general del psiquismo, una psicología, aplicable como tal a la unive rsalidad de los fenómenos psíquicos o incluso psico-sociales.
Otra concepción, que contrapongo para sopesar aquella; esq uema que seguramente está implícito en Freud, pero que es
sobre todo más moderno que Freud:
11
l.c or!a
+
método
\
\
.........
'\
',,
''
',,
\
. 'Í
.
..",,
...
\
trasposición
-----:..\
(Urnsetzung)
cura
.'"
...
'
\
',,
',',
..............,
\
'
\
\
'
psicoanálisis
traspuesto i :
',
'
psicoanálisis
traspuestá 2
etc . ..
Son dos modelos asaz diferentes -veremos la razón-,. aun si .. ·
pueden contaminarse. Ven ustedes que en el esquema II e·xiste ·
un sentido único de la cura al psicoanálisis traspuesto· 1, al psi-· ·
coanálisis traspuesto 2, etcétera.
Dicho esto, proponemos entonces definir este campo del análisi~ por su coordenada princip~:1:ir el lengµ_fil_~. ñ[p<ius.>J-ª9.tasmático, ..ino por lo sexuall y ello de
E1. ('AMPo
tres mane;as: 1) ~ñ--to<;!g_ª"-q.JJ.g~
llEL ANAus1s:
que el psicoanálisis trata ~ dig_~oá,
1,0 . s1-:x11AL·
un sentido sexuaL.p.o_r_ encontrar (tomo «sentido» de la manera más vaga;
menos teorizada posible); 2) la sexualidad adulta debe ser referida sin cesar a la sexuaUdaa7ñ]antÜ; 3 )[a'iexuaUda([deoe ser tomada aquí en su acepción anip[iada, aquella que sin
cesar es olvidada, recubierta, por los analistas mismos : la sexualidad no se confunde con la genitalidad, no sólo están las
«sexualidades>• descubiertas por Freud y clásicamente llamadas
anal, oral, fálica, uretral, etc., sino que en el límite pueden
existir sexualidades de todo y dondequiera. La noción de sexualidad se define en todo caso fuera de la relación con los
órganos genitales, y más aún, desde luego, fuera de su relación
con la procreación. Estos tres puntos, en verdad, están muy
ligados; apenas si se los puede distinguir; la ampliación de la
noción de sexualidad, particularmente, es en gran parte lo que
funda la posibilidad de interpretar por lo sexual. E igualmente, por cierto, esta ampliación de la noción de sexualidad se
sitúa en un acuerdo privilegiad<? con ese lugar de origen donde
se muestra con evidencia, es decir, con la sexualidad infantil.
154
155
':
:11m11lo dl ~o 11scx111d •, NI. ü n 1"Cfc 1·c 11 <::l n n lu lc orfa <.k lns puJ:-;Joncei y a uua teo ría d e las puls ion es qu e m e es propia, aunque
«d e r ivada» d e l freudismo :
autoconservación
(adaptación)
(función)
sexualidad
(¡'m isión)
. ~
1
pulsión
sexual
de vida
pulsión
sexual
de muerte
Cuadro de apariencia simple, pero en realidad muy complejo
y que reclama justificación . Cuadro que discuerda con lo explícito del pensamiento freudiano porque condensa, como en un
solo plano, la historia misma del pensamiento de Freud; se trata de una teoría sincrónica que es en definitiva un condensado
de las vacilaciones, de los ajustes y de los «arrepentimientos»
en el curso mismo de la ejecución (como los «arrepentimientos»
de un pintor) que se suceden en la teoría freudiana de las pulsiones. Que esta no es simple y hasta tiene aspecto falso, que
quizás es falso al mismo tiempo: he ahí lo que en un instante
veremos.
Nuestro problema, en todo caso, es trazar una línea en alguna parte, un límite del campo entr~ adaptación y sexuali. dad. Dos maneras de trazar ese límite: en lo actual, en un sujeto · que tenga un aparato psíquico constituido; e igualmente en
. .ta. génesis.
· · · · , ¿Qué dice ·el psicoanálisis de lo sexual en lo actual, por ejem'. . . . p fo en un sujeto adulto? El pronuncia tres palabras: pansexua. · · lisiii.o,, apuntalamiento, narcisismo.
El término de .pansexualísmo no signi. PANSEXUAL1sM:o
fica otra cosa que: hay algo sexual en
todo; acciones, palabras, intenciones,
.t>ern;amientos: en toda la actividad humana. Para fijar las ideas,
retomemos un breve ejemplo clínico de un artículo de Lavie: 8
· una: persona (no la llamo una «padente» simplemente para no
prejuzgar si la interpretación de que se trata es específica .de
.la cura o.se legitima de igual manera a raíz de la vida cotidiana) refiere ·que, días pasados, ha visitado varias casas en alqui.le r, én·compañfa de un agente inmobiliario, pero acerca de una
8
. .Jean-Claude Lavie, «Parler a l'analyste•» Nouvelle Revue de Psycha.nalyse , ·nº : 5, primavera de 1972 (•L'espace du reve»), págs. 287-98.
156
<k o ll mi,
. i
lll.( l'l •¡.(1t :
••JI • 1111t.11 1•111111,
110
111 1 11 11,1111 11 11 d1 •l 11••H ll11 d11 pi
SO». En el n ivel qu e ll n nm1111m 1t<la pt,nt.lvo, 1111 d lm •111 rn1 11111 •'
perfectame nte sufic ie nte p o r s [: la casa n o l nLcr<:sHh 1\ y 110 vn
lía la pena visitar los pisos superiores. E s un com porta m ie n to
de una sana economía. Pero, con el comentario d e Lavie , cam biamos radicalmente de plano: nos enteramos de que esta p e r sona, en su infancia, se había creado la teoría de que el altillo
era el lugar de la relación sexual parental, ahí do.r:ide se fabricaban los niños. ¿Qué muestra este ejemplo, que después de
todo es de práctica corriente? Tenemos, al alcance de la mano,
una interpretación sexual bien evidente, sea que se la comunique o no a la paciente o que ella misma la descubra. Existe
algo sexual por descubrir dondequiera, aun en -un comportamiento tan ad.aptativo corno el que consiste en visitar casas y
en no perder el tiempo allí donde basta un primer vistazo. Algo sexual por descubrir en función de la infancia, y que está
en una relación bien conocida, de lo latente a lo manifiesto,
por relación a lo no sexual. Decir que hay algo sexual dondequiera, decir «pansexualisrno», no es pretender, co mo se pretendió hacerle decir a Freud, que todo no es más ,que sexual.
Freud, de esta «acusación», se defiende con 'más ,'vehemencia
que pertinencia. La verdadera respuesta,_~ sitúa en la coexistencia y en la articulación de dos niveles de motivaciones: ét
de la sexualidad y el de la autoconservación. Pero· m á s allá de ·
esta afirmación general, la cuestión concreta, en un caso determinado, está en apreciar las condiciones bajo las cuales se
justifica la interpretación sexual. El no psicoanalist a afirmará,
no sin razón, que es perfectamente arbitrario decir que la pa.
ciente no quiso subir al segundo piso porque ese e ra el lugar
secreto de las relaciones sexuales parentales. Corno interpretación, dirá, es tan válida corno otra, vale como cualquier otra.
Los remito, para esta discusión, al libro ya antiguo de Ricoeur, 9 que torna posición de una manera extremadamente
clara cuando define el acto de interpretar -exactamente a la
manera de la interpretación musical- como el hecho de ejecutar en un cierto modo una partitura que nos es propuesta, de
trasponerla a un registro diferente, es decir a otro sistema de
pensamiento. Ricoeur adhiere en esto a la· tradición «hermenéutica», y quien dice hermenéutica dice las hermenéuticas,
puesto que necesariamente hay tantas hermenéuticas posibles
como sistemas de referencia posibles. Así, no sin una apariew
cia de razón un psicólogo «marxista vulgar» podría interpretar
!l
De l'interprétation, París: Seuil, 1965.
157
~ ¡ · re husamicn to de «::>ubir más allá del ::;cgundo pbo» e n fun ción de la «posición de clase» del individuo en cuestión . . .
¿Se tiene el d~recho de formular una interpretación sexual?
Aun dando, por resuelto este punto, o sea; que la interpretación analítica ha.proporcionado en muchos casos las pruebás
de su pertinencia, · conviene profundizar de este modo la problemática: ¿está justificada la interpretación en la situación analítica y no fuera .de ella, o bien está más justificada en la situación analítica que fuera de ella, y por qué? Ven ustedes que
llevamos la interrogación metodológica sobre el psicoanálisis
«traspuesto».
Nuestro segundo término, después del
APUNTALAM IENTO
pansexualismo, sería el de apuntalaY SURGIMIENTO
miento . Me veo obligado a remitirme
a elaboraciones muchas veces retomadas, 10 para recordar que el apuntalamiento designa este descubrimiento freudiano de que la s~xualidad puede nacer, surgir, brotar de todo y de cualquier cosa. ¡Atención! Tampoco
aquí las cosas son simpl~s. Primero, «brotar dondequiera» no
significa brotar de manera homogénea dondequiera, no quiere
decir que exista un campo homogéneo de donde la sexualidad
nacería como «Qe napa». Ese «dondequiera» se debe tomar de
manera multilocular: de cualquier lugar, en las actividades hu manas, puede surgir sexualidad, pero ese surgimiento está ligado a condiciones bien particulares qu'e son, en el sentido más
amplio del término, aquellas que pueden ser designadas traumáticas. Y después también este término defuente, puesto que
conservamos esta metáfora, puede querer decir varias cosas;
a l menos tres: descubrir lo que existe ya, la fuente ya presente , y uno piensa enseguida en la fuente infantil; esto puede
querer decir reavivar algo más o menos extinguido, atenuado,
latente. Esto puede, en fin, significar que uno hace nacer, que
uno produce algo nuevo: sexualidad. No hay duda de que, para F reud, en su noción de fuente y de apuntalamiento hay dos
conce pciones conjugadas: re-surgimiento y n e o -surgimiento,
q u e se combinan en grados diversos. Con el término de neosurgimiento es el principio de la conservación de la energía el
que evidentemente corre el riesgo de ser cuestionado : pretender que hay neo-surgimiento de sexualidad es suponer que la
cantidad total de libido no es constante. La idea de que la suma de las energías sexuales presentes en un individuo permaw Cf. .. Para situar la sublimaci()n,,, en Problern<itü:as III, Lci s1t/Jli-nw.c'ión, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987.
158
11~: n~
('Ot1Ht,1u1t,(•, ((tHi 111 npoi t.11do 1up1{ (ni ~1 ! 111 «1 111 11, poi ' 1\11 1111pl o)
forzo::;a m cnlc 01:) quitado a llfl, cHlu ldoa puc<h• H(1¡.(11 lr Hh-11do v111·
<ladera en condiciones puntuales dada!'> pero cH cucsU01m<la,
en la evolución del sujeto, si uno toma en serio la hipt>tes is
de que ciertos acontecimientos son capaces de hac;er: nacer e x.,
citación sexual.
¿,Cuál sería la situación temporal, genética, de estos n :-- · .
surgimientos o de estos neo-surgimientos, en el adulto o efl' el
niño'? Si admitimos, con Freud, que la energía sexu~l debe apa-·
recer en un momento, y que la infancia es el momento privile- ·.
giado de ese surgimiento «en .apuntalamiento .. , ¿hay que admftii· qtH' los ('mpujes adultos de libido son sólo resu.rg!mi.ent.<!'s.'
o hi~·n qt1<' <'Xist.<:'n neo-sw·gimientos adu ltos? La id.e a d(:' un· ne«>surgimiento en el adulto, de la aparición de una energía sexual
nueva (tomamos siempre sexual en el sentido lato) es., evidentemente, una de las cuestiones de la cura. ¿Puede esta ser un
«nuevo comienzo,,, el lugar de un neo-surgimiento? No solamen- ·
I(' la lih<'raciún de lo qLH' está encadenado desde la i11fa.n cia ·,
sino algo más prúximo a lo que ocurre o a lo (¡ue no$otros sup<>nemos que ocurre en la infancia.
Tercer término, en fin, indispensable
NAHc1s1sMo
para situar lo sexual dentro de lo actual, por referencia a la autoconservación: el yo y su narcisismo. El yo está presente desde el comienzo en Freud como instancia, pero inicialmente como lugar
de lo no sexual, como agencia de la autoconservación. 11 Lo
nuevo en 1915-1920, por lo tanto, no es una pretendida introducción del yo, sino su cambio de estatuto pulsional . El yo es
en efecto agencia de adaptación, pero lo que se descubre es
que su energía no es una energía propia, innata. La energía
del yo es de origen sexual, ella le es aportada en su historia
y, porque el yo es primero amado, justamente por eso puede
funcionar después, amarse a sí mismo, amar su propio organismo y ayudar a mantener al sujeto con vida. Es la idea bien
conocida del yo como «reservorio», lo que sin duda s ignifica que .
e stá lleno con una energía exterior, y que sólo funciona, que
sólo «Carbura" con la energía del amor (que Freud llama, a partir de 1920, desexualizada y sublimada) . Es lo que he designado con otro término, que puede ser útil: una relación vicariante entre el organismo y el yo, es decir que el organismo tiene
1
11 Cf. ibid . o también Voca,/mla,ire de lct psydwna,lyse, París: PUF,
1967, los artículos sobre .. Pulsions du moi», «Libido du moi», •Pulsions d'autoconscrvat.i<Hl11, etcétera .
159
. .·
~
..
por vicario al yo ... pero los fondos no provienen del organismo. Que el narcisismo, en su fondo, no es otra cosa que amor,
// \,, libido, he ahí un gran descubrimiento olvidado, 12 tan olvida, do como, en el seno de la teoría misma de la libido, lo está la
extensión de esta fuera del círculo genital. Lo que el narcisismo significa es que la acción del yo tanto en su funcionamiento normal como en sus alteraciones patológicas es alimentada
por lo sexual y conserva la marca de este origen sexual. Piénsese particularmente en los aspectos de analidad o, más en general, en los aspectos esfinterianos (y también orales) que son
fundamentales en el funcionamiento del yo¡ estructurado a imagen de un organismo, este sólo puede funcionar, «Comunicar»
con el exterior, según el modelo de un organismo.
Tras este rápido pantallazo en que procuramos definir, dentro de la sincronía adulta, la sexualidad por tres términos: pansexualismo, apuntalamiento, narcisismo, volvamos ahora a la
significación de nuestra afirmación: «hay algo sexual dondequiera». ¿Qué sentido darle? Hemos eliminado rápidamente el
primer sentido, que nosotros no podemos suscribir, como no
lo suscribía Freud: «no hay más que sexual». Eliminada esta
«Obsesión sexual» seudo analítica, es posible otro sentido para
esta frase -hay algo sexual ·dondeLo ·SEXUAL·:
quiera- y es que lo sexual es un asUN PUNTO DE VISTA.
pecto de toda realidad humana, que
uno puede aislar sólo por abstracción
o pqr punto de vista. Es una idea que se puede colocar bajo
el padrinazgo de Daniel Lagache, quien la ha expresado sobre
·todo a propósito de la participación de la sexualidad en las ac. tividades llamadas «sublimadas»: lo sexual, nos dice, es una fac
. ceta de' toda realidad humana, faceta que se tiene el derecho
de considerar.aparte, a condición de no olvidar que no se trata
sino' de un artificio de la observación. Punto de vista sólido,
epistemológicamente, pero al mismo tiempo punto de vista en¡ ·
gadoso': si. tino. se empeña en esta vía de lo sexual como «punto
· de. vista;., la interpretación analítiéa queda de nuevo reducida
. . · .a:unp. «lectura» entre otras, ni más ni menos válida que otra.
La: le<;tu.r a •titniguiana», para tomar otro ejemplo, puede ser prac_ticada no sin verosimilitud; uno podría incluso sostener esta
l
· 1 ~· Para Fran'Cia, citemos .a Bela Grunberger, teórico de un narcisbmo
no libidinal. Para los Estados Unidos, las ideas, similares sobre este punto,
·de Heinz ·Kohut (cf. A. Lussier, •Sur quelques positions de H . Kohut et la
·nouvelle psychologie du self .. , Psychanalyse a l'Université, vol. 6, nº 21,
· 198~, p_ágs. 53-76).
160
lectura bajo dos aspectos, ver allí dos sub-le cturas posibl e:-; y
complementarias: una: por la huida del conflicto real, y e nto n ces el síntoma no tiene otra función que evitar el enfrentamiento con lo real, por una regresión a modos de reacción, de
pensamiento o de interpretación infantiles. El otro aspecto del
junguismo es la lectura «anagógica», aquella que intenta llevar
al sujeto «hacia lo alto», mostrándole en cada una de sus producciones -en cada uno de sus sueños sobre todo- los elementos que ya prefiguran una conciliación, un mejor ser, una
manera de resolver sus conflictos. Es un ejercicio de estilo fácil, y hasta evidente, mostrar en todo sueño estos dos «elementos»: huida en lo infantil y prefiguración de una solución positiva.
Desde el punto de vista de la cura, esta idea seductora de
que lo sexual es una faceta (término de Lagache) aislada por
el punto de vista en que uno se sitúa, quita a la situación analítica su carácter privilegiado. A lo sumo se puede decir que la
situación del análisis sería, desde el punto de vista epistemológico, mejor para aislar algo que se produce dondequiera.
El pensamiento de Lagache es ciertamente muy matizado;
es difícil, si no imposible, resumirlo; vale por el detalle y por
la fineza d e:" los análisis. De modo que, en contradicción aparente con esta idea de la sexualidad como un simple aspecto
de lo real, aislado por abstracción, hallaremos esta otra afirmación de que en el análisis existen las condiciones de una verdadera producción de la trasferencia
.. o UNA PtmnucctoN
(por lo tanto de lo sexual). Con lo cual
nos vernos conducidos a un tercer modo de entender esta frase -hay algo sexual dondequiera-: no
basta decir que es posible una lectura sexual de todo; es preciso afirmar que existen lugares privilegiados de producción de
lo sexual: la infancia y, acabamos de verlo, la cura según Lagache; y también, quizá, ciertos fenómenos culturales.
Acordémonos de la paciente de Jean-Claude Lavie, y de
nuestra pregunta: ¿se tiene el mismo derecho de pretender que
lo que ella dice nos remite a la escena primitiva, según que
esta persona esté o no esté en análisis? Ven ustedes que preguntándonos si el psicoanálisis es capaz de hacer pasar de una
línea de puntos por alguna parte entre adaptación y sexualidad, para definir un campo que le sea propio, necesariamente
hemos pasado del punto de vista actual, simultáneo o sincrónico, a un punto de vista que no debemos temer en llamar gené-
161
tico, o sea que considera un surgimien to d e la sexualidad. 1:J
Para terminar por hoy, tengo que reEL DIEDRO Y LA CUBETA
cordar rápidamente esquemas antiguos
que son esquemas de génesis. El esquema inicial es el de un diedro, es decir de la intersección de dos
planqs, el de la autoconservación y el de la sexualidad.
; s t,(• r c plq.{11.111 h• 11l.<J 1101'!11 11111·1•1' 1•nl 111 •ldll pHt 1•0 111pl nlo lnH d1111
planos, al punto d e ha<'(.) 1' <le dloH 11110 Holo , d1111dc 11•11lo 111wo11 lvn
la autoconse rvac iún y la sexua lid ad sc rfi\11 la s dos 1·11rn11 .
s
AC
¡...C
~
Estos planos, como en toda representación geométrica, son infin itos, aun si por las necesidades de la causa se los representa
c omo finitos. Su intersección es la línea del apuntalamiento o
también de la inversión en el fantasma-, o también del retorno
sobre la persona propia: todos procesos respecto de los cuales
los puedo remitir al capítulo de Vida y muerte en psicóanálisis donde esto se muestra a propósito del masoquismo y de la
prioridad del masoquismo (es decir, de la vuelta sobre sí mismo) en el plano de la sexualidad. 14
Un diedro •marca, indl:ldablemente, una línea de articulac ión, pero una de las· posibilidades que ofrece es, también, cerrar estos planos uno sobre otro como si fueran las páginas de
un libro. Replegamiento que ilustra esto: que toda actividad
adaptativa puede ser sustentada por una actividad sexual (recordemos otra vez a la paciente de Lavie) y que las dos en definitiva coinciden prácticamente. . . Pero el inconveniente de
El término .. genético» tiene mala reputación en algunos casos porque se lo emplea como sinónimo de madurativo o, también, de cronológico ; pero genético significa que hay, propiamente hablando, génesis, que
hay esto a. partir de aquello.
14
.J. Laplanche, Vie et m,ort en psychanalyse, París: Flammarion, l!l70 .
[Ed . en castellano : Vida y muerte en psicoanálisis, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973.]
¡:i
162
-""""" .... "'
s
Por este artificio de considerar un plano· único,_ lo sexual·
m) sería más que «una manera cie hablar'.'- Replégamiento total .
que es un peligro a la vez e pistemológico y real, cuando se· ól- .
vida que los dos planos están también, entre ellos, en una relación de articulación y de génesis.
f
l
1
AC
1
1
1
1
1
....
1
1
1
1
1
1
1
...,o
s::
Q)
·ece
-¡;;
...,
s::
::::>
o.
<:ó
-
--
.,;
.)
El otro aspecto del mismo esquema es el que he desarrollado en Problemáticas I (La angustia) y el año pasado («El psicoanalista y su cubeta»). Los dos planos, el de la autoconserva-
;
11
~
.,¡
~
163
...
ión y e l d e la sexualidad , c1:1 tá n a JH , cRta V C 7., c nrolla úoi; e n
cilindro. Su línea de inte r secció n se h a convertido e n lfnea d e
tangencia, en un esquema. cuyo parentesco con el diedro es
evidente, si se dibuja a este último de cierta manera:
1
1
1
.8
AC
e::
1
1
1
1
1
Q)
"§
"'
~
e::
1
:::l
o.
1
"'
13 de enero de 1981
.. •·
Este esquema, trazado en la reunión anterior, se sitúa en
el espacio de tres dimensiones. Son dos cilindros, tangentes según una
.. . línea· que no es otra que la del apuntalamiento. Vistos
. · desqe arriba, o en un corte, los cilindros se convierten en círcu. lo!): circulo interno, el d.e las pulsiones sexuales; círculo exter-
110, <'I <l o la 1ull.oco11 11n 1 v111•M 11 . Nnt 11 111 ori 11 d 11 111 1i11 1111•· 111 •· ~ 1 lt11
ción, a lo largo d e CH tOH doH 1·fr1•11l 1111 , 1'11111 ·! 0 11 11 11(,µ, 1\ 11111 11111 111
c iones inve rtidas. A parlir d e unu fl cdiu nf(.• 1'1' 111.o y d1 • 1111 11 111 •
cha eferente del cilindro externo (F 1 y F :¿), la cxd tu cl<> n H<'X 111tl
funciona en sentido inverso.
Todo esto ha sido precisado el año pasado, así como e l origen de esta cubeta a partir del esq11ema bien conocido del aparato psíquico, de la Traumdeutung. Es un modelo destinado
a mostrar cierto tipo de funcionamiento de las pulsiones sexuales, conectado con otro sistema de motivaciones, llamémoslas de la autoconservación o de la adaptación: el cilindro exterior podría llamarse -con otro término freudiano- el cilindro
de los .intereses, y el cilindro interno, el de las pulsiones sexuales de vida y de muerte.
Es claro que el replegamiento de estos dos planos de nuestro diedro inicial uno sobre otro encontraría aquí su equivalencia: una correspondencia punto por punto, llegado el caso,
de los dos cilindros. De manera que, en el límite, reduciéndose
PI t>spa('io <:'ntre amhos, v e ndrían a coincidir. Pero t odo paralelismo absoluto pierde, en el límite, interés; sólo es interesante en la medida en que no es completo; de otro modo uno puede prescindir de él y se convierte simplemente en una manera
de hablar. Mucho más que estos puntos de correspondencia
eventual, lo que es interesante entre los dos cilindros es su tangencia: es decir que en ciertos puntos hay producción o reproducción de lo sexual. Producción de lo sexual a partir de acontecimientos o de procesos situados en la infancia, pero también producción o desencadenamiento de lo sexual a partir d e
la vida diurna, cuando se trata del modelo del s'u eño; en fin,
este modelo puede ser puesto a prueba para el caso de la situación analítica. La idea de una línea de producción de lo sexual
puede ser así comentada por el término de aceleración: este
modelo de recinto doble, esta cubeta, no deja de evocar también algo como un «acelerador» de partículas .
Dejo nuestro esquema en reserva, sin
LA PRooucc10N
utilizarlo directamente. Y paso a nuesDE LA TRASFERENCIA
tra hipótesis de una producción de lo
sexual en el análisis, en el sentido en
que D. Lagache, que marcó junto con Ida Macalpine un giro
sobre la cuestión de la trasferencia, habla de una producción
de la trasferencia. Es decir que el análisis no es sólo , ni es esencialmente, el lugar de una puesta en evidencia de fenómenos
neuróticos. No son sólo los débiles neuróticos los que pueden
enamorarse de su psicoanalista, y tal vez incluso esta idea de
16"4
165
una disposición espontánea a la trasferencia no sea sino una
manera que los analistas tienen de salir de una situación delicada:
«La espontaneidad de la, trasferencia expresa en alguna medida la posición "oficial" de los psicoanalistas. En general se
admite que los psicoanalistas se han visto llevados a defender
e sta posición por la necesidad de diferenciar el psicoanálisis
d e la hipnosis; sin embargo, Freud, en numerosos textos, no
opone ninguna dificultad para asimilar la trasferencia a la sugestión. Nuestra interpretación es que la concepción de la natu raleza libidinal de la trasferencia es la que verdaderamente
h a motivado a los psicoanalistas. Si la trasferencia era de natur aleza sexual y aun constituía la mejor prue.ba de la etiología
sexual de las neurosis, las exigencias de la~rnoral corno las de
la ciencia reclamaban que los psicoanalistas fuesen declarados
inocentes de la trasferencia. De ahí la tendencia a insistir en
la pasividad del psicoanalista: todo lo que él tiene que hacer
es mostrar una atención benévola y comprensiva, interpretar
las resistencias y esperar. La consideración sobre el ambiente
a nalítico no va más allá de reflexiones sobre la atmósfera analítica en tanto atmósfera "permisiva" o de "neutralidad benévola". Sin embargo, como lo hemos mostrado ·en la historia de
la teoría de la trasferencia, los textos freudianos sobre la regla
de abstin.encia sólo se pueden interpretar admitiendo que la
aplicación de la regla de abstinencia motiva al paciente por medio de frustraciones a las que sólo puede responder con una
regresión trasferencia! más profunda. Esta idea, que parece en
completa armonía con las doctrinas freudianas, ha sido rara
en la bibliografía hasta que recientemente se la ha convertido
e n el pivote casi exclusivo de una teoría de la cura». 15
El año pasado he comentado esta posición de Lagache y Macalpine sobre la trasferencia y su producción; no insisto en ello,
salvo para destacar que con la palabra «producción» no se está
a l término de las dificultades; uno puede imaginar, en efecto,
t ipos muy diferentes de producción, por ejemplo la introducción arbitraria, por sugestión, de la trasferencia, es decir, en
e l límite, una seducción activa por parte del analista; maniobra que no se podría proponer técnicamente, pero cuya existencia en estado larvado nada impide suponer. Al segundo mod o de producción lo podemos colocar bajo el título, que ya hem os evocado, de un aislamiento, de una suerte de abstracción
Ji; Daniel Lagache, •Le probleme du transfert», en Le tran'i_fert et autres
lravau.x psychanalytiq-ues. Oeuvres JJJ, París: PUF, 1980, pág. 9ti .
1 66
«C ll Hd.on ; :-!( '
d1•s 1·111ho<·u
i'l l q11i •
In
111•x 11 1il 1•11 111 1\ 1111 •11 lflli ' ll P
mantiene. Por ú ltimo, e l tl'l'Cl'I' u:-1pcd.o d1 1 111 p1•od1wdc'> 11 d1 •
lo sexual estaría ligado a l hecho d e que la c uru. u 1mlft,kn, poi'
algunas de sus reglas o algunos de s us e le m e nto::;, true <.:0 11Hi1:.to
una suerte de reproducción estructural d e las condic ion9s d e
surgimiento de lo sexual. Tres interpretaciones del t érmino <\pro~ .· "
ducción" que tal vez no son estrictamente antinómic:as, y qu e .
habremos de reencontrar a propósito de la.situación analítica.'
Hoy, en las reuniones que han de seguir, tendre que hablú.
de los escritos técnicos de Freud, los que se han reunido en
el volumen intitulado La technique psychanalytique .. w Uria
vez más, y me empeño en repetirlo porque no hay sordos peo·-_
res que los que no quieren oír, .no se trata aquJ de enseñar:· la
técnica a nadie; la Universídad no es·
LA 1NsTAUHAc10N
el lugar, ni lo es este curso. Puecio.\ro1-·
m-::1. THATAMJENTO
ver a decirlo con fuerza: ·se trata,- cuan~ .
do se habla de la técnica, cuando se.la
analiza, cuando se intenta comprender la significación de cier~ :
tas reglas técnicas, de procurar ver con ustedes lo que esta téc- .
nica implica en tanto teorética, por ejemplo en tanto concep:
ción de las pulsiones en la cura. Para dilucidar lo «teorético» .
de esta «técnica .. , hablo yo de la técnica. De ahí no extraerán
ustedes nada que fuera una prescripción, un consejo . Otra cosa que es indispensable señalar cada vez que se aborda este
tipo de texto: están bastante mal traducidos. No es la peor de
las traducciones de Anne Berman, pero, en fin, no es muy satisfactoria. Entonces, cada vez que ustedes no comprendan,
en lugar de concluir que Freud es, incomprensible o que. enuncia cosas curiosas, verifiquen el texto alemán ...
Nos detendremos en el texto intitulado en alemán Zur Einleitung der Behandlung, título que ya aparece traducido muy
chatamente por «Le début du traitement» [El comienzo del tratamiento]. Esto comienza mal (si puedo decirlo, a propósito de
comienzo) porque Einleitung no es exactamente el comienzo
en el sentido cronológico sino, más bien, el hecho de hacer entrar a alguien en el tratamiento: la introducción, hasta la inducción del tratamiento. En realidad, hay dos cosas en el comienzo del tratamiento: Freud compara, en las primeras líneas
de este texto, la cura psicoanalítica con el juego del ajedrez.
La cura psicoanalítica, como el juego del ajedrez, es extrem?-:damente compleja; una vez que han pasado los primeros movimientos, verdaderamente se trata de una experiencia indivirn París: PUF, 1977.
167
'
..
V d tt (• f1 ~1-1H 11111111 1111111•,., d1 ·l 1\l1 •d1 "~ unlu Mo p11 .. cl1 • " 11'111 1\ 111
hw 1111 p n 1l,111 111h, Jl•ilo HI• p11 11d11 d o111· 1lltl1 11111 pl'l1111 •1•1111 111n v ld1111,
.Y m1 lo q111 1 l" l'o 11d 111• prnpo nt • luu ·<• t' aq11f . Lo. ('0111pm ·11,d (j 11 i- :-i
111.en isu nLc, pero ln<lu <.:e a m a lc ntcn<ll<lo; porque lo que Fn: ud
..
:fc<.:tJvamen te va a de:scribir no son, en rigor, las prime ras movidas; más exactamente, es algo que está a medio camino entre exponer las reglas del ajedrez y mostrar cómo se comienza
a jugar; tal un maestro que comenzara a jugar indicando las
reglas. Freud se interesa más aquí en la manera de indicar las
reglas que en las primeras evoluciones del análisis en el interior de esas reglas, admitiendo que aquellas y estas sean separables, lo que no es seguro. En todo caso, digamos que la comparación es engañosa porque en el ajedrez es necesario saber
ya que el caballo avanza de determinado modo antes de comprender las primeras jugadas. En análisis, es importante que
la Einleitung, la introducción de las reglas, forme parte ya de
las jugadas de la cura.
Ver\ ustedes que reencontramos un problema que ya hemos
tocado: ¿qué está adentro y qué está afuera, qué es lo que estructura y qué es lo estructurado? Con esta advertencia para
tener presente : la de no hacer empero de esto una distinción
obsesiva, en el sentido de que la delimitación del campo no
puede ser considerada como un tiempo único y separado. Un
«manual introductorio" de ajedrez explica la manera en que las
. piezas avanzan y en que son tomadas; Hada de esto en análisis,
porque la introducción de las reglas va unida a la estructuración del campo como tal y a las primeras movidas; más aún,
hasta se puede decir que el conjunto de la partida es una instauracion, una Einleitung («iilstauración del tratamiento» es una
traducción posible para el título del artículo). Tendré ocasión
dé ~eferir"me, -justamente acerca de esto, a lo que algunos llaman, siguiendo a Lacan, lo «Simbólico" o la referencia a la «Ley ...
· Una.cierta orientación lacaniana supone justamente esta posición <?-e _la Ley (la Ley analítiea) sin que medie un movimiento.
Pero la Ley en el análisis, tal comQ
UN RIGoH
yreud nos la· muestra, es algo que se
FLEXIBLE
· conquista¡ no es solamente una letra,
··· · ·
· ·
. u.na regla puesta y dictada de una vez
.Ef-ra siempre; es un espíritu. Cito un breve pasaje que muestra
·bien fa flexibilidad de Freud en esta manera de poner las re.· glas; flexibilidad y al mismo. tiempo minuciosidad; una minu. ciosidad flexible, si se puede decir; esto es que no se trata de
de_s<midá.t .nada, ni siquiera las cosas que parecen totalmente
.. d~spreciable~;··pero de lo que en efecto se trata, aun tomando
168
v 1·1 1\ 111 111 l1 •d1 •11 q111 •, •!il ( h'll•••t pllll
li11 ,y 11 ll nH1 11l11 1111111 l qlorl)11u ld1~ 1 •1111111 ~ 1 \'111
tc>du. lu. m11pllt.ud d e c1-1pfdt.11 y <h' orl1111l.1i,l'l 1)11 :
«En est e trabajo lntc ntaró comptlur, p ant l •l-IO <l<•I 1t11 1tll Ml.11
práctico, algunas de tales reglas sobre la iniciación d e Ja c urn .
Entre ellas habrá estipulaciones que podrán parecer triviales,
y ,en efecto lo son. Valga en su disculpa no ser sino unas reglas
de juego que cobrarán significado desde la trama del plan d e
juego. Por otra parte, obro bien al presentarlas como unos "consejos'' y no pretenderlas incondicionalmente obligatorias. La
extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas intervinientes, la plasticidad de todos los procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes se oponen, por cierto, a
una mecanización de la técnica, y hacen posible que un proceder de ordinario legítimo no produzca efecto algunas veces ,
mientras que otro habitualmente considerado erróneo lleve en
algún caso a la meta: Sin embargo, esas constelaeiones no impiden establecer para el médico una conducta en promedio acorde al fin ... 17 • 18
Antes de pasar a considerar las reglas que conciernen al setting, quiero comentar todavía un pasaje que se refiere a la
«Creencia.. , y que viene al encuentro de
nuestras preocupaciones referidas al
LA CONI<'IANZA
valor probatorio de los enunciados psiEN 1'~1, ANALISIS
coanalíticos. Freud, aun si no niega_§u
significación sugestiva o trasferencial1 .se muestra perfectam~n­
fe escéptico hacia la confianza que puedan manifestar al comienzo los pacientes, y lo mismo hacia su qesconfianza. rirConfianza y desconfianza publicadas, cortc1entes, en las r~­
ladones inmediatas con el analista, son síntomas tan poco autóñomos uno como otro¡ la confianza puede ser tan perjudicial
como la desconfianza, una y otra no se fundan en lo que creen
'~estar fundadas. De ahí la afirmación de que no hace falta creen;:cia en el análisis para hacer un análisis¡ de ahí, en fin, el r e-
c1 111 ·n111 1t tl1 •n wl1 \ 11
d1111I
n i cl 11 t 11 lh · (y
t.01 1, 110 p1t11 W<' q11 0 1111
,.
169
lii¡1!1 lllfllilll il1J
t
f1\1t llt'f 1 l t'I llt ·iit ll lll P flldtt
lll ll ft1tft1ltl l{lt •11 : 111
iltt l·jif11llllllll-tl 1111 1111 l\t illt t¡ll P 1111 ll lldOl11i1 l' llfl '1• 11111 Oft 'O,'I q11(•
1
I 111 •111 , \' 11< 1 t• •11 11il 1tl'11 I H' 1i111·t111<101 ·a .-; l1• 111p1 '<• qu<' oh<.•de:t<:a
• ••tit •ln11 :t. 111li1111 0 11l,1• n
lo
<rtH ·
11· pid<' la re gla del tratamiento ... 20
M11~1 11.11 :1 d o In r·(,,t.tl;.i a n alftíca tomada e n sentido. estricto, es
1•vl d <:rtl<: n1 c ntc en las r eglas, por tanto en la situación analítica, e n l o qu e convie ne t e ner confianza: confianza del analista
q ue estaría fundada en doctrina, en relación con la «Confianza
y /o desconfianza» que, en el paciente, no sería más que un síntoma. Que esta confianza metodológica de Freud esté ligada
a la posibilidad misma de aplicar la regla analítica fundamental, esto no puede menos que remitirnos a la oposición cura
analítica/psicoanálisis traspuesto. Torno esto corno ocasión para incluir en el legajo algunos textos, que recientemente nos
ha recordado Luisa de Urtubey, 21 en una tesis dedicada al «diablo en el psicoanálisis» y (jonde el caso de «Una neurosis demoníaca en el siglo XVIl» 22 hace las veces de documento principal en el legajo. Es bien evidente que se trata de un estudio
p sicoanalítico fuera de la cura, puesto que Freud analiza allí
textos todavía más lejanos que los del pre sidente Schreher, ma nuscritos de fines del siglo XVII, recogidos en un monasterio
austríaco: es la historia del pintor Haizrnann. Pero no es esta
h istoria como tal la que nos va a interesar, sino una breve disc usión metodológica en la que Freud responde directamente
a la objeción de arbitrariedad a propósito de su interpretación
psicoanalítica (sexual) de esos escritos:
«Si alguien no cree ya en la justificación del modo psicoanalítico de pensar, tampoco obtendrá esta convicción a partir del
caso del pintor Christoph Haizmann del siglo XVII. [La creencia es invocada aquí de manera positiva: es algo previo indispe nsable para la lectura misma de esta obra.] Por cierto, no
e s mi propósito usar este caso como medio para probar la validez del psicoanálisis; más bien presupongo al psicoanálisis corno válido, y lo empleo para esclarecer la enfermedad demonológica del pintor. Justifico mi proceder invocando el éxito de
nuestras investigaciones acerca de la naturaleza de las neurosis en general». 23
Estarnos aquí en presencia de uno de los puntos de vista
e xpresados con más frecuencia por Freud en cuanto a las rela20
21
22
!bid ., pág. 128.
Freud et l e diable, París: PUF, 1983.
En OC, 19, 197!=i, págs. 7 3- 106.
pág. 86. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche.
21
' ltJ'i<i.,
1 70
d u Ju <' 1tl'11 y d <• I p Hl <·111 u1 á ll HIH u pll <·udo : l a pru c b ~.t y In
valldc:1. del a 11á li11ls 1:1c c u c u c utn.m en el pt>icoanáli:;i:; d e las ncu ro:;is (no m e n c iona directamente la cura), y es allí donde es
preciso haber adquirido la creencia para poder después aceptar creer en trabajos de psicoanálisis aplicado. 2 4
Pero, con distancia de algunas páginas, tenernos otro punto
de vista que parece diferente: ·
· «Esta historia clínica demonológica ofrece efectivamente una ·
valiosa veta que sale a la luz sin mucha interpretaeión, talco-· .
rno muchos yacimientos brindan un metal puro que
otros' .
casos es preciso extraer l.aboriosarnente mediante la fundición
del mineral». 2:,
Evidentemente, existe una contradicción aparente en afir- ..
mar en un ·momento: he ahí un caso tan claro que uno lo puede
leer a libro abierto, a filón abierto, aquí tenemos el oro pur.o .
de la mina en descubierto; y después, con dos páginas de distancia: para una lectura como esta, la creencia previa es indís.-.
pensab le. Luisa de Urtubey opone efectivamente estos dci.s pasajes, pero uno se podría pi:eguntar si, a pesar de todo; no h~y:
otra articulación posible : porque, en ·definitiva,,lo que está a .
·. ·
c ielo abierto suele ser aquello en lo cual resulta más difícil creer.
Tenemos, en realidad, dos oposiciones, y hay que averiguar el
modo en que ellas juegan: la oposición metal puro/ mineral en
fusión, de cuya ganga se tiene que extraer el oro; y después
la oposición creencia previa necesaria/creencia e increencia,
igualmente sintomáticas, inesenciales por relación a lo que el
proceso develará. Ahora bien, todas las combinaciones son posibles: el metal puro (se trata, indudablemente, de la sexualidad) se puede encontrar tanto en la cura como en el psicoanálisis «traspuesto» . Y el mineral impuro,
EL Ps1coANAL1s1s
la ganga, puede encontrarse tanto en
r,;N FU1-l°10N
una como en otro. ¿La diferencia no
se situaría entonces más bien entre metal enfriado (Haizmann está enfriado, desde el siglo XVII) y metál en fusión? Sería tentador definir la cura como «psicoanálisis en fusión» (no: en efusión). Esta expresión me gusta bastante porque reúne la idea de la cubeta, cubeta de doble pared,
1·1w1P11
en
24 Es divertido comprobar que la ereencia en el análisis y la del diablo
son puestas estrictamente en el mismo plano: ·.Si alguien no cree en el psicoanálisis y ni siquiera en el diablo, será asunto suyo lo que haga con el
caso del pintor, ya sea que salga a la liza para explicarlo por sus propios
medios, o que no halle en é l nada que exija explicación" ( ibül., pág 86),
Cf. sobre este punto el conjunto del traba.jo de Luisa de Urtubey.
~;; l/1ül . . pág. 7 5.
171
..
111 111111111 1 11 ll11111 d 11 1 l11 I l' e1 11Hn 11 111H P ll
111
lo qtll i 1111 l11 trn 1f.11 11 11 1•111• pu
p1·odl'l1t1114 •11t(J rni pc<:leH el<: c u p in o h 1111 1~ t(ll'lnhlli. H<· h 1t o ll t1t 1>1·0<.1uc lr cncrgfas extraor -
11111111 11111 111 11 111111 11
''"l IHI,
11u dc 1111•: !'!ni\
dl 1111rlm1, 110 (' IH '<'rraudo Ja reacción en un contine nte sólido,
11 mterla l - q u e se vola tiliza ría desd e e l momento en que se ini;iara la fusión - sino mante niéndola en campos de fuerzas, es'pecie d e c ube ta inmaterial. ¿Qué determina la diferencia ent r e e l psicoanálisis en fusión y el psicoanálisis traspuesto? Muy
simplemente, se puede decir que en un caso el interlocutor es. tá ahí, presente, y en el otro, no . ¿Pero cuál es la significación
· d e esta presencia? ¿Se trata, corno insiste una y otra vez Freud
en el último texto citado , de la posibilidad de aplicar el método, la regla? ¿O bien se trata, como parece reconocerlo él a
veces , de poder hacer jugar la sugestión: , con una modalidad
tal vez nueva, pero que indudablemente sigue siendo sugestión?
La creencia que el analista parece desdeñar en el momento
inicial, pretende producirla en el de llegada: pero entte convicción científica y persuasión sugestiva, la balanza queda inf~ decisa . .. a ~E..~~~t~JJ~,_g1üzá,_ql.le....cl._análisis, s_
!:
j rnultáneamente, provoca la aparición de un nuevo campo ~~­
rorumisrno tieñij)o"r epite, re-e~ un~ali<!ªQ...qµe constituye
dimenSionv erdader o , y hasta privilegiada, de la existe h~ ·
clañilrnan a:· --- ---- --
Úna
~- .-::.=~,.:;:_~ '·
20 de enero de 1981
ffoy,comenzarernos a'exarninar los problemas del set'ting del
. -: . análisis, es de~ir, siguiendo el artículo de Freud sobre «La introdi.icción d~l tratamiento», lo que él designa corno las cues. tiories del tiempo y del dinero. 26 Cuestiones respecto de las
'cuales es esciarecedor en principio suponer que nuestra cubeta tiene una doble pared; no es que el
· ·: . T1EM''Po Y' DINERO:
tiempo sea una de las paredes, y el di. P.ARED DE LA CUBETA
nero, la otra, sino que tiempo y dine.
ro se desdoblan uno y otro. Es proba. bleme'nte sobr.e esas dos líneas (tiempo y dinero) donde el lími.te trazado por el análisis es tal vez más «sensible» en los dos
· s'entid.o s del término: perceptible, pero también sensitivo, sus26 S. Freud , .. sobre la iniciación del tratamiento», op. ci t. , a partir de
· la página . 128.
,1 72
;cptlblc, lnc.:lw-10 frágll . Lagach c di ce que Ja regla fundntn c 11tal
(se e n t ie n de : la regl~ de la asociació n libr e ) e st á hech a para
ser infringida, y que todo su interés reside incluso1e n dar lugar
a dislocarnientos y tropiezos significativos. ¿Se puede decir, del
mismo modo , que los límites del tiempo y del dinero están «hechos para» ser trasgredidos? Ningún analista lo sostendría con
sinceridad, y creo que todo el dispositivo está hecho a la vez
para permitir cierto cuestionamiento y para mantener la situación como tal. En otros términos, hay desdoblamiento, un clivaje d'el tiempo y del dinero , clivaje que nosotros seguiremos
en su necesaria instauración.
A e ste clivaje se le puede encontrar una suerte de prefiguración en la distinción marxista del valor de cambio y del valor
de usó; de modo que, para enunciar desde el comienzo lascosas, es en el nivel del valor de cambio del tiempo y del dinero
donde se situaría la pared externa y, al contrario, es a su valor
de uso, es decir, según nosotros, a su valor libidinal, a lo que
correspondería la pared o el límite interno. Recuerdo también
que tiempo y dinero son difícilmente disociables -aunque Freud
lo haga aquí, para la comodidad O.e su exposición- porque evidentemente se tr<tta de pagar determinado tiempo de análisis.
Time is rnortey no es solamente la máxima del capitalismo avanzado; es una fórmula retomada y sistematizada por el propio
Marx puesto que, ustedes lo saben, el «Valor» -que sólo puede
entrar e n la economía política bajo la forma de valor d e cambio- está e vide ntemente medido por un c ie rto tiempo de trabajo llamado «socialmente n e cesario» .
Vuelvo a Freud a · propósito del tiempo. Es indispensable ,
nos diae , atribuir a cada paciente una hora .detet minada que
es su ·p osesión:, que está disponible para él y que, evidentemente, por estarle reservada, es pagada aun si el paciente no viene . Tenemos áhí considera<;iones que al comienzo parecen muy
triviales, lo que Freud acentúa aún más no temiendo compararse con un profesor de música que reserva· un horario a su
discípulo. El interés de hablar de las cosas de manera ext;rernadamente trivial se GOnfirma con esta observaeión: si se ad~i­
tiera que el paciente viniera cuando le conviniere y que el «médico» lo atendiera sin tener que hacerle pagar, en el límit'e es~s
ausencias llegarían a ser suficientemente numerosas para qu_e
el analista ya no pudiera subvenir a sus necesidades. Nos vemos por lo tanto aquí confrontados abiertamente con el nivel
de la supervivencia, de la autoconservación, desde el punto
de vista del analista. Pero estas prescripciones, puramente utilitarias en apariencia, toman, razonando por los contrarios, to-
17 3
il fl l,i ll ill111i •tHl1111111111 111111 1h1111111 111111!11111>11 fl l¡t lt lnttln 111;1 1q11f111
1'11·t11.!11 1111 ll.1111 11 d t1 N ;i1 ·1 11d11 111 il n 11, 1•11 d1 •c' l 1 l1rn 11 h111 •11 1111 t'll/'.0 11 111 ¡,. p11
111 1111 111 11d l 1 11 l 1111 1lll t1 lt1, dl r1 111 l 1111 y,• 11 1·0111 •x t.n•1111t l'apld1·z c u a. 11 -
du 1•1¡111 1'/1· 1111 • 111•111 · 111 Nt'Mlll'l</11.(i <i<' l/U<' ::;u licmpo l e e::; r e1:;er V/ll lu y </I!(' W> s1 · <li::;<:ul.idí. p a ra saber si su ausencia está - o
ju::; Wkada:
«Sólo tras algunos años de practicar el psicoanálisis con est ricta obediencia al principio de contnüar la hora de sesión .u no
ad quiere un conven~imiento en regla sobre la significatividad
de la psicogenia.en la vida cotidiana d.e los hombres, sobre la
frecuencia del enfermarse para ''hacerse la rabona'' y la nulidad del . azar». 27
El término «psicogenia•>, evidentemente, es cuestionable porque todo, en un sentido, es psicógeno. Pero se trata de una
psicogenia bien particular que es aquella de la presencia o de
la ausencia en función de la relación con el analista, es decir,
e n definitiva, de lo pulsional, de lo sexual.
Freud no detalla más, pero r~cordaré que esta cuestión de
las presencias o las ausencias en las sesiones está lejos de suscitar unanimidad. Algunos analistas, que tal vez se sienten culpable s o bíen están abrochados a pesar de ellos a los criterios
de la «realidad material», pudieron, en tiempos nada lejanos ,
juzgar sobre la legitimidad de una afección por el grado que
se leía en el termómetro . Posición caricaturesca, pero de la que
e s preciso extraer la lección: introdudr un juicio del analista,
introducir una discusión sobre las al}sencias del paciente, desde el punto de vista de la materialidad del resultado (pagar o
no) es remitirse finalmente al juicio final del analista; pero es
sobre todo, desde el punto de vista del análisis, introducir lo
inanalizable en la situación. No es una paradoja decir que el
p aciente sólo es libre, analíticamente, de hablar de sus ausenc ias en la medida en que el debate sobre sus razones quede
por completo fuera de la cuestión. Una discusión sobre la realidad material, por el contrario, es exactamente extra-analítica;
es , como tuve ocasión de decirlo el año pasado, una discusión
«Sobre los horarios de ferrocarril».
Daré otro ejemplo todavía. Existe de parte de muchos analistas una especie de manipulación del .r itmo de las sesiones.
Después de cierto tiempo de análisis, se habla de «pasar» a una
cantidad menor de sesiones, como si el final del análisis fuera
un descondicionamiento o como si hiciera falta hacer comprender, expresándolo en acto, que eso «Va mejor». Pero también
11 0 -
27
174
Jb·i d., pág. 129.
lit l'1 •>-( l11 l 1·1111dl11 11 1t 1111 1111111 l'ln1•11.. l •'1•n 11d r1 11•111w1 •n q111 •,
t• 11 d1~ t· t.m1 c :i s o H, ~ I dl s u1l11uy c la ca11l,ldud <11 • sm1l o11 0H, p t· 1·0 1·11
1•11 l'il l.o
po\:~) f)a.r\,\<lar\() e\<.: ~:-:.\,a m anipulación d e l ritmo; lo que por mi parte inte rpre to como e l
mantenimiento de la doble pared, lo único, justa m e nte,. q u e
permite intervenir; es decir, hacer surgir las motivaciones püi-·
sionales y, por consiguiente, interpretarlas.
Y después llegamos a la cuestión del dinero. El pago es el.·
pago de cierto tiempo, y Freud, desde el comienzo,. insiste.en
el hecho de que esta cuestión se debe abordar sin hipocresía.
El mismo es quien plantea, desde su primera frase, esta distin~
ción enla que yo insisto, entre las dos significaciones del dinero: ·
«El analista no pone en entredicho que el dinero haya de .
considerarse en primer término como un medio de sustento ·y
de obtención de poder [el aspecto autoconser.vativo.del dine- · . .
ro], pero asevera que en la estima del dinero ·copartic.iparú)o'-'
derosos factores sexuales. Y puede declarar, por eso, · que e! .
hombre de cultura trata los asuntos de dinero de idéntica rp.a-.
nera que las cosas sexuales, con igual duplicidad, mojigatería
e hipocresía. Entonces, de antemano está resuelto :a no hacer: .
otro tanto, sino a tratar las relaciones monetarias ante el pa~
ciente con la misma natur.a l sinceridad en que pretende educarlo para los asuntos de la vida sexual. Al comunicarle espontáneamente en cuánto estima su tiempo le dem.uestra que él
mismo ha depuesto toda falsa vergüenza» . 2 H
La cuestión del pago puede ser discutida, con relativa claridad, a raíz de los tratamientos gratuitos, se los emprenda a título confraterna!, para cuidar a otro médico, o t ome esa gratuidad en consideración los escasos recursos del paciente. Freud
evoca aquí su experiencia personal:
"ª lo largo de unos diez años consagré todos los días una
hora, y en ocasiones hasta dos, a tratamientos gratuitos; la razón era que quería enfrentar en mi trabajo la menor resistencia posible con el fin de orientarme en el campo de las neurosis. Ahora bien, no coseché las ventajas que buscaba». 29
Y dice que por el contrario el tratamiento gratuito, dado
por el analista al paciente a título de regalo (no se trata aquí
de otras modalidades de la gratuidad), lejos de suprimir las resistencias, las aumenta fuertemente. Este texto que venimos
recorriendo aquí está lejos de ser exhaustivo, aun si se orienta
por una rectitud ejemplar: la ausencia de hipocresía no es sola-
dcHniüva, en e\ COl\\un\,o, Cl-> mu'j
28 !bid.,
ZH
págs. 132-3. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanchc.
[bid., pág. 133.
175
..
..
111 1,1 111 11 1111 11 1· 11 11 lld 1ld 111 0 1·11 1d1• 1i'1•q 11d ; 1.•11 d n·(·o11 od nlic nlo lúcJ dn ·d o In tJ l~ n lf'l< • ndó n llbld J111.1J <J c l d ln c r<> y, e n p a rtic ular, d e l
1•1•1-t11 lo . N o h a y re galo ::;in contra p a rtida, real o psíquica,: e.s to
! H e vide n te ; e n e l caso d e l análisis, no hay rega:lo recibido sin
r esist e n cia a c recentada. Evidentemente, Freud no aborda aquí
todos los problemas ligados al pago, en particular ·los ligados
a la contratrasferencia (sabemos lo reservado que es, con respecto a su cuestionamiento personal . . . ); no se pregunta a qué
«precio» subjetivp puede el analista tolerar «dar» un tratamiento sin recibir por~llo remuneración, ni qué remuneración oculta
. se procurará entonces.
Evidentemente este texto está históricamente situado, y no
podría considerar otra alternativa que esta: tratamiento-regalo
del analista/tratamiento,pagado por el
PARENTESIS SOBRE EL
paciente. Los problemas llamados del
TERCERO· INTERVINIENTE
«tercero pagador" son de otra época,
aunque en otros textos Freud mencione esta posibilidad. Sin querer entrar a fondo en esta cuestión
de los tratamientos pagados, parcial o totalmente, por un organismo de seguridad social, una compañía de seguros, etc . , destacaré sólo que la problemática metapsicológica resulta aquí
profundamente desplazada. Que el analista reciba paga sin que
el analizado le pague, con toda evidencia modifica profunda. mente el circuito de la «deuda» y, por lo tanto, e l tipo de relación intersubjetiva. Pero todavía no está allí lo esencial. En
mi opinión, la cuestión es de muy otro alcance y:, en la expresión ~tercero pagador» es en el término «tercero• donde yo co•.
locada el sign.o de interrogación . Me explico: ningún «tercero»
. : '. ~ · : qué asuma o 'reembolse los gastos de un tratamiento podría
·
· a,c eptar no tener un .derecho de inspección sobre la cura, sus
. : .... . inüicaciqnes, su duración,
evolución, sus «resultados», etc.: .
Éstá én. la naturaleza de las cosas que un tercero pagador sea
· un tercero demandante y un tercero. interviniente . La .consecuencia es ineluctable;. se trate de una persona física o de una
· -personal.moral; y sea pecuniaria o de otro tipo la intervención
· del. tercero .. Me explico con dos ejemplos simples: «psicoanálisis: de niños» y «psicoanálisis didáctico». Todos los psicoanalistas de niños conocen esta dificultad princiP.al, a saber, que el
demandante del tratamiento, el «Comanditario», el «promotor»,
no sea el niño mismo, sino un progenitor que necesariamente
introduce' sus.propias exigencias, por loables que fueran: que
. el nifio sea menos turbulento, que ·trabaje mejor en la escuela,
· .que· ;no ~e orine más en la cama . .Todos objetivos que compromete!' el pacto inicial en un entendimiento tácito o en un ma-
sti
.1(6.
.'"'.-
le nte ndido ra dical. El analista no .p ue d e t e n e r otro obj e tivo que
librar en su joven paciente una. autonomía, ayudarlo .a elabo~ rar su deseo individual. Bien sabe que, un dÍa u~ otro, tendrá
que situarse en la conflictualidad entre ese deseo y la demanda parental. Afortunada situación, tal vez, aquella en que ·e l
malentendido dure bastante tiempo para que la cura haya po~
dido progresar. El mismo malentendido, con toda evidencia,
es el que vuelve posible, en una situación psicológicamente precaria, tratamientos de adulto que son pagados por un tercero
social. Entre los criterios de salud de un médico asesor, inspector de un organismo oficial, y los criterios del analista, lo más
deseable es que la confusión persista al precio de una terminología vaga y seudo médica. Pero en su fondo, todo tratamiento
que, éstructuralmente, depende de la asunción del gasto por
un tercero (tercero individual en el caso del niño, tercero social en el caso de una persona jurídica, la seguridad social o
una compañía de seguros privada) introduce por eso mismo exigencias extrínsecas al propósito analítico y, sin ninguna duda,
exigencias adaptativas . Tenemos aquí de nuevo .la coalescencia de las dos paredes de nuestra cubeta, con el riesgo de que
lo pulsional-sexual sea referido sin cesar a la dimensión de la
autoconservación.
Pero he indic ado que la cuestión del tercero interviniente
es más extensiva que la simple problemática del pago. Me he
referido a lo que clásicamente se llama «psicoanálisis didá ctico» . Entendemos por esto, en la mayoría de las sociedades de
analistas, un psicoánálisis emprendido en referencia a los imperativos de tener que proporcionar un «producto terminado»
conforme a cierto ideal, el del «buen analista». Las modalidades del control institucional sobre :el proceso analítico pueden
ser de las más variables: del más estricto (asignación del candidato a un analista didacta, número de horas de análisis impuesto, etc.) al más liberal. Pero , en todos los casos, lo que subsiste
es que se trata de un análisis «por encargo» en el sentido preciso en que el Estado, o un particular, encarga un edificio a u n
arquitecto, o un cuadro, a un pintor. Flexible o restrictivo, impuesto a priori o controlado por el producto terminado, el «registro de obligaciones» está ahí como un constreñimiento principal, extrínseco al proceso mismo, sobre el: cual hace pesar
su hipoteca. «Psicoanálisis» de niftos, «psicoanálisis» con terce- \ :
ro pagador, «psicoanálisis» didáctico: tres modalidades en que l
el término mismo d.;· e «psicoanálisis»• se debe poner entre comí- 1
Has porque la cubeta analítica, cubeta de amor y de odio, se .
encuentra allí amenazada, como lugar de la trasferencia. En ,
\\ t.
17 7
tft1
• •11 11 11 f l •H ' Cll"llll
lll tl f llll( ' lllr.,
Jcl pi nd 11 1•l1 ·11 ; 1111 ni pc 1111• 1 rt1· l.t11lt111·1t .!(• 1111a
111111 of1•n1pl11 , n 11tn 11dl1 •11do por· t.ul u11 pr·oc<.~1:10 de obje tivos lirni l11do11, d<1l'l11ld1m, pr<.:cH t.abl c<:idos. Tanto es c ierto qu e el análiMis 110 HC podría e mprende r sobre la base de un acuerdo que
tcndi.cra a dejar fuera del proceso, incuestionables, intangibles,
obje tivos,t«representaciones-meta» del orden de la adaptación.
Que todo sujeto que inicia un análisis traiga consigo esos objetivos, nada más natural; que esos objetivos estén sellados por
un pacto que ate al analista a la demanda, ~ la expectativa o
al control de un tercero, esto importa crear desde el comienzo
las condiciones de ·una resistencia insuperable.
Volvamos a la cuestión del dinero, que voluntariamente yo
disocio de la del tercero. El pensamiento de Freud, como su
práctica, está evidentemente «datado» por ese fin del siglo XIX
y comienzo del XX; se sitúa en una sociedad burguesa de la
que él en modo alguno reniega y respecto de la cual demanda
simplemente no mostrarse hipócrita. Conduce esta interrogació n con una libertad tal, que le confiere un alcance más vasto
que el atribuible a lo que llamamos «Sistema capitalista» ...
Por nuestra parte, hemos intentado
E1. s1·:n·1:-11; CoN
clarificar esta inserción del dinero en
noBLE PAHEI>
dos sistemas de fuerzas -el de la adaptación y el de •la sexualidad-; para ello
establecimos una comparación con la oposición marxista del
valor de cambio y el valor de uso. Oposición de la que sabemos
bien que no se vuelve caduca por la simple abolición del modo
de producción capitalista.
Y bien, lo que Freud aporta aquí, descubrimiento cuyo alcance no está limitado en el tiempo y el espacio a un particular
sistema de intercambio, es que el dinero mismo tiene un valor
_}ibidinal. Formulación que va más lejos que la de Marx, puesto que la idea de un valor de uso del dinero és evidentemente
muy cuestionable en la economía marxista. Aquí, es preciso
llegar hasta el fin del pensamiento y recordar que este valor___.
libidinal del dinero es ant.~do.anahexcrem.e.nto. pene anal
o __ g apel para -limpiarse. 30
:rn La Nouvelle Rem¡,e de Ps:1Jchanalyse, en un número sobre «Los objetos del fetichismo» (nº 2, otoño de 1970), dedicó a los aspectos marxistas
ele la teoría ele! «fetichismo» dos artículos que no carecen de mérito. Pero
es notable ,que C'?ta sub-sección marxista haya quedado sin comunicación,
sin confrontación con el pensamiento freudiano. La razón profunda de esto e s, a mi parecer, el horror y' la represión persistentes de la significación
a nal -libidinal del dinero.
' l'c111n111or1 11q111cnrln11c •1111 1111 n 1·11hc •l,11 d1· doble • plll'1•d ' 111111 p1
fJ(Hl1•1ll()H ( ' (lll('t'i>h· CO lllO IJlll 'li lll( ' lli.('
lugal'i::;ta, formal , pero de la que yo prefiero dct:1tacar ::iu aspee:.:
111 11 1·11 ¡)lll'• •d , 1·xt1•1·1m, (fil\'
to contractual. Lo que se advierte, en la posición freudiana,
es en efecto que estas convenciones son justificables, es d ecir
que pueden ser discutidas y. expuestas sin · hipocresía: .en este
artículo, desde luego; entre los analistas, pero también, inicial-·
mente, entre el analista y su futuro analizado. Esta pared externa, contractual, es objeto de una discusión a la vez flexible
y .rigurosa. Flexible, en los acondicionamientos posibJes; rigurosa cuando la esencia misma del análisis está en juego, a tra-·
vés de concesiones aparentemente sin consecuencia~ funda-"
mentales. Rigurosa también en la manera en que el contrat9.
es mantenido, una vez que se lo aceptó. Freud rios lo deja entender sobre todo a raíz de las· interrupciones prolongadas, a :
causa de enfermedad por ejemplo: más vale entonces interrum-.
pir el tratamiento con la salvedad de retomarlo, sobre la bas~.
de un acuerdo nuevo. ¿Cómo se justifica este rigo_r? Por la necesidad de preservar una segunda pared, que está enterameñ~ .·
te sometida a las contingencias del proceso analítico: aquí; .el
tiempo y el dinero son tomados en su valor de uso, que es su
valor sexual. Conocemos lo vulnerable de este «Valor» sexual
del tiempo y del dinero, lo que, de pasada, explica las pasiones
que se revelan cuando esos puntos son puestos en discusión,
aun entre analistas. Con mayor razón, en el análi::iis, esos dos .
parámetros están expuestos a ser atacados, violentados, por
todas las formas del razonamiento y del pasaje al acto, desde
la crítica llamada «de clase" hasta la trasgresión abierta de esas
reglas.
A diferencia, ciertamente, de la regla fundamental, que, aun
maltratada y cuestionada por el paciente, sigue planteada como referencia de base (los apartamientos de la regla no hacen
más que confirmar, en definitiva, su justificación), la posición
de una doble pared, en el setting, aparece como algo indispensable, como algo previo, para que el encuentro analítico pueda
continuar más allá de las contingencias de la relación libidinal
que él engendra,
Esta ·constitución del setting en doble pared tiene seguramente algo de obsesivo. No hay que tener miedo en reconoc~r..::
lo. La pared externa est;ironstituiaa-"éüiñO üñ r_tr_!!~Lrelatjya­
mellte fijo_c...rrotec:_toT."'PiQie.ctm:_paraf9s!!'Q~~Í>.°!'.2~.Sºnisfa§_,_prn­
tector del analista, ciertamente, que así tiene g~~a_4.a_l~
posibilidad de suOsístir como ser humano en una ~ociedad...d.a:­
da. Protector tamfüen ael analizado, insisto en ello, que ~1!_· --~ --
178
---------- ---·
~
179
:
.C.!:!!!!!!!.'3:_3llf iU4..<;.!JJSÍY..ª co11di qjó11_ge_su,J.f.Qer tad de Jw.úla.r y
de fantasmatizar . Recordemos además esta evidencia: un analIZado que tuviera que justificarse (con una justificación «ra·cional») de una ausencia, por eso mismo quedaría privado de
la.libertad de perseguir sus motivaciones profundas en el nivel
en que .nosotros nos situamos en análisis. Porque enunciar esas
motivaciones libidinales -cuando al mismo tiempo uno hace
ademán de ponerse de acuerdo con el analista sobre una eva. luación «objetiva" de la ausencia- sería reconocer el carácter
ilusorio de esta evaluación. Comoquiera que sea, no es posible
traer a la luz lo inconciente si amenaza convertirse en un arma, en un conflicto de poderes o de intereses con el analista .
La idea misma de la doble pared, seguramente, hace pensar
preGisamente en los rituales de no tocar y en el aislamiento
que son característicos de los comportamientos obsesivos. Todos los rituales obsesivos se basan en un aislamiento y todos
los rituales obsesivos están particularmente atentos también
a estos dos factores del dinero y del tiempo . No temamos entonces reconocerlo y, como dice Freud, sin falso pudor; por. que, en principio, no podría ser de otro modo: los elementos
que constituyen la pared interna, tiempo y dinero tomados en
. su valor sexual, sabemos que se cuentan entre los más sepultados y prohibidos, en la medida misma de su ligazón con la sexualidad anal.
A este setting a nalítico lo h e descrito
Dos l'EH\"EHSIONES
s~ent~ , s:-Lgui~~ -aF;e-;;ci, tr~r>EL sr:TTING:
tando de señalar su significación me:
-'>r\< ' l{ALJZA HLO.
tapsicológica puls10nal: permitir g ue lo
,
sexual surja y se expr,~~- Ahora mene
. donaré dos tipos .de ataque, _de cuestionamiento o de perver-sión: ataques en apariencia opuestos, pero que provienen sin
, du~a· .del mismo horifonte teórico .
.La primera tentación es sacralizar el ritual. Por el hecho mis. . mp de que existe c~erta regulación estable, cierto legalismo,
·se ,trata de hácer pasar ese legalismo a lo absoluto, de identifi. ·ca:r lo contractual con la Ley. No quiero decir que lo contractual no tenga su dignidad, que es la del compromiso y de la
palabra recíproca. Pero quien dice contractual dice posibilidad
de revisión. No encontraríamos en Freud cierta identificación
dél. set~ing an~lítico con una Ley proclamada . .. En cambio,
~ri aJgunos, el ritmo de las sesiones y su· pago se convierten
. en· la.encarnación misma de la Ley, en la presencia, podríamos
·decir, de lo «simbólico» sobre la tierra. Evidentemente, en este
·caso,. ya no se tráta de algo contractual; el que promulga la
.·.
'•
L('Y ('H (') iu 1u llHt.11 , y r!l 11 1qwl11('lc"111 , Tul v1 •:& 1•11 loH t11111ll11 l11 11 lrn
rfan s uya la fórmu la d e Lagad 1c 111od l l'1<'11 d a : todo d p1·01 ·wtc1
del análisis con sistiría en hacer la experiencia d o lit tra:;~r<• i·ll<>ll
-o de la sumisión- respecto d e unas tablas d e la Ley 1.h .: J11 :;
que el analista no sería más que el portavoz .
La segunda tentación, aparentemente inversa, consiste en
pegar, en hacer coincidir, las dos paredes de la G:ubeta. Esta
t e ntación es bien natural, normal, de parte del analizado. Interpretar un aumento del precio de las sesiones como una es"
pecie de penalidad o, llegado el caso, por el contrario, como
un signo de ·reconocimiento; interpretar una interrupción de
las sesiones como un signo de abandono, o de cualquier otra
manera ... en todo esto, el analizado hace simplemente su «Oficio». ¿Qué decir, en cambio, del lado del analista? Si todo tiene
un sentido, evidentemente es tentador
v MANIPULAHLO
mostrar que uno no se deja pasar por
el ritual, incluso que uno sabe utilizar
e l setting, es decir las condiciones mismas del análisis, para comunicar mensajes. Esta tentación no es propia de 1una sola esc uela analítica, aun si en cierto sector ella ha sid.o llevada a
su colmo. La cuestión está presente un poco dondequiera, por
ejemplo, saber trasmitir un mensaje por medio de un aumento
de honorarios en el curso del análisis . Manipular el pago, en
tal o cual momento, en función de una dificultad técnica o interpretativa, es un procedi:miento del que enc ontraríamos ejemplos en todos los grupos analíticos.
Y después está la posibilidad de hacer pasar un mensaje por
el tiempo, en particular por la duración de la sesión; ha sido
Lacan, ustedes lo saben, el que se ha 'hecho dire'c tamente el
protagonista de esto. Citaré dos pasajes, el primero de los cuales forma parte del texto central: «Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis»:
·
«Así, es una puntuación afortunada [se trata del momento
de suspender la sesi<)n. El término «puntuación,,, término d~
la gramática, viene a significar que se trata a1lí de un acto de
.lenguaje] la que da su sentido al discurso del sujeto. Por esó
la suspensión de la sesión de •la que la técnica actual hace un
alto puramente cronométrico, y como tal indiferente a la trama del discurso, desempeña en él el pap"el de una escansión
que tiene todo el valor de una intervención para precipitar los
n:i.omentos concluyentes [Lacan habla aquí 'de «intervención,,,
pero uno casi podl-ía decir ·dnterpretación». La idea de «precipitar» va referida a una concepción del tiempo vivido como discontinuo, heterogéneo, tal como Lacan desarrolla sus aspectos
;
.180
181
c•I ,.¡ l• •t11 p 11 111 11·11 t '11111p1'1•11d1•1'u .Y 1i l ll lll O lll \ ' ll LO dt • (' Oll o lull'>• 1•11 tt 11 11 1tf1 ·11l o 1d•;1 t h •11íp11 l1"11o41«0 y Ju, usc rc:l6 n <l e ce r teza a ntici pn d a,.:11 1. Y c1-1 to Indica li.b<oi ra r a e ste té rmino d e s u marco rut.l na rl o pa ra s ome t e rlo a t odas las finalidades útiles de la técn i ca .. .:32
:Nos s itua mos aquí, lo ven ustedes, ell! la perspectiva de una
«liberacfón11 respecto de las reglas, consideradas corno cepo rutinario u obsesiv.0. 33 La posición es por lo tanto clara: se trata
d e hacer pasar un mensaje por la marl'ipulación técnica («a tod os los .fines útiles») del tiempo de la sesión, considerando que
este tiene, en principio, valor de discurso. Cito aquí otro pasaj e más próximo a la clínica:
«No diríamos tanto si no estuviésemos convencidos de que
a l experimentar en un momento, llegado a su conclusión, de
nuestra experiencia, lo que se ha llamado nuestras sesiones brev e s, hemos podido sacar a luz en tal sujeto masculino fantasmas de embarazo anal con el sueño de su resolución por medio
de 4na cesárea [ven ustedes lo próxima que. está la analidad;
y, al mismo tiempo, este embarazo anal resulta terminado por
una cesárea:, lo que reduplica, en el fantasma, el acto del· analista que interrumpe la sesión «antes del término11] en un plazo
e n el que de otro modo hubiéramos seguido reduoi"dos a escuchar. sus especulaciones sobre el ,arte de Dostoievski•i.'l·l
Es esta, ciertamente, una observación plagada de problem as. La escansión del tiempo de la s e sión, dice Lacan, es del
o rden del discurso. ·¡Sea! Pero, .en 'primer lugar, es del orden
d el discurso particularmente enigmático, particularmente pobre en contenido. Además, es un discurso perfectamente incontrolable por parte del analista. Quiero decir que entre la
suspensión significante y la oportunidad personal del analista
p ueden ser supuestas todas las contaminaciones. En la intención significante más inmediata, lo que Lacan se propone comunicar a su paciente es: «SU Dostoievski, sus especulaciones
sobre Dostoievski están fuera de la cuestión11. Ya esto es discut ible en sumo grado, por relación a la regla analítica funda'll En Ecrits, París: Seuil, 1966, págs. 197-214. [Ed. en castellano: E~­
critos, México: Siglo veintiuno, 1984.]
32
'
En Ecrits, op. cit., pág. 252. [En Escritos, op. cit., pág. 242.] Entre
corchetes, comentarios de .Jean Laplanche.
'3'3 Cf. en este sentido un apuntamiento acerca de .Jones, en que el apresuramiento en recibir puntualmente a una paciente a su hora es considerado «en su nota de compulsión» ... como «la marca de un collar indeleble»
('ibido, pág. 697).
.
:l4 En Ecrits, op. cit., pág. 315. [En Escritos, op. cit"., pág. 303.j Entre
corc.lletes, comentarios de .Jean Laplanche.
182
menta l: san c io n a r a a lg uie n q u e, e n anális is, s u p u est a m e nte
hablara «fu e ra de la cuestión•>, cuando la regla fundame ntal invita a «decir t:odo lo que acude a la mente aun si parece fuera
de la cuestión». Supondría ello que en análisis existirían criterios a priori para descartar (¡hacer callar!) tal discl!rso en pe- .
neficio de tal otro: «Dostoievski» en beneficio del «eml;larazo .:
anal» ...
Tenemos allí entonces que el discurso sobre Dostoievski .es·
considerado como defensivo por relación a un fantasma subyacente. Comprensión de la situación que indudablemente es
problemática en el pensamiento mismo de Lacan, cuando ·sa- ·
lwmos lo dt•valuada que está en él la noción de «defensa ... ~~f
ni siquiera se trata de una interpretación ·de la defensa: est~
c? nsistiría obli~atoria.:_men.!_~~ móstrar _al s i fB o ~ l mo1l,g_ ~i).·
que Dostoievski le sirve de defensa y los medios por los cuales
ello ocurre; t6aa interpretaCíi5naefa .([efensa Jie~~su_té~.~ ..
.rñiño, p'one d irectamente sobre la pista del fant~.mQ...fl!.l..e_...efilJL•.~
cfetrás de ' la de fensa~ En -otrostérminos-;la defensa no es ·Ün , ·
p roc;eso neutn~ es un ~¡;,mo q~.e,..&_l!lism-~~~~-¡;_n~~- ·
.!ico. Pero lo que aquí propone Lacan._~una inte r_\C~S ión 92 e,
·por:.,u naturaleza no verbal, activa, brutal, no tiene nada de
u'na mterpretación: es una "aeñüñCía,ñasta:ü ñasTiñi)Ie tént a'fi':'.
va para reducir a silencio la defensa.- - - - - -- -·- -- -:-:::.·
- Y por ú ltimo entre «SU Dostoíe vski está fuera de la cue~
l-. 1 '
tión11, «SU Dostoievski es una defensa11 y «usted me cansa co' ' ·
su charla sobre Dostoievski11, es evidente que resu lta difícil e .- \
tablecer la distinción. Aun si concedemos a este procedimie n 1
1
to todos sus justificativos racionales y técnicos, ello no impide
que, para el sujeto en análisis, una interrupción brutal de la
sesión cobrará indisociablemente sentido en estos tres registros : usted habla fuera de la cuestión; usted se defiende hablando de eso ; tengo -algo mejor para hacer que escucharlo a
usted ... Que el inconciente del analista esté en cuestión en
todas sus iñter';eñC10ñeS,eS'üeseYiae nte ;y·mastoa av'íacuañ~
do ellas rozan esas cuestiones hipersensw"1esquesonerfíem_.Qo
,y- el din~ro . · Razon de mas para mantener l_a •tP..a.uid- exLerna2,
p2rque de lo contrario tod~~cii!1...-9.~~!:!_tilic~-~!~~~ting
corre el riesgo o~vertírse de parte del analista en una mari..eracre-rea1Tzar"1':u-fa:rrttr-SW~[ ..a.ctuar, ··-e-s=-ciecTr:;:~f)i::édsa~
mente~~~- actíñ§:O:Üt-:-· - .
Esta discusión es rápida, y me interesa precisar que su intención no es polémica. Tiende a cuestionar, a partir de los_
principios metapsicológicos que yo propongo, preceptos técnicos que se· dan por tales. Que uno pueda acortar o alargar la
.,
1¡
18:3
, dllíllllllllli CI lllllllllllflll 1011 flPllOl l ll111
H .c:., OM lo IJll O l.itl VCIZ ll() llli<'hll'I'
<·o .n p1trtlr <lo lu noclótt d e lu c ubctn y de ~u doble parc <l. En
c ua nto a una utilización m ercantil de esta técnica, no se puede
sino denunciarla en aquellos para quienes la «flexibilidad» se
inclina siempre en el mismo sentido: más dinero y menes
tiempo.
-- He indicado dos maneras de trastrocar lo que yo considero
como un presupuesto del análisis, es decir el establecimiento
' de una pared externa. Una es la que se puede llamar hiperlegalismo, o también teoría de la «Ley •., y la otra, manipulación
técnica. Dos posiciones que parecen opuestas pero que se pueden coajugar: manipulación + Ley. Si el Padre es la instancia
de la Ley, es evidente que su arbitrariedad es la Ley misma:
.T ótem y tabú desarrolla esto brillantemente. Lo que es la Ley
para otros es, para el Padre de la horda, su puro albedrío. El,
el Padre , se expresa en valor de uso, y dice más o menos esto:
•no porque se me pague se tiene derecho a una fracción de
mi tiempo. Este es. imposible de evaluar; yo soy impagable».
En un sentido es una afirmación enteramente verdadera porque el valor libidinal del tiempo no se paga y nadie lo puede
comprar; es un hecho que importa ya entrar en cierta estructura de intercambio social, aceptar que, porque me dan dinero,.ellos tienen derecho a una fracción determinada de mi existencia. Esto no impide que esta afin:ñación verdadera se vuelva odiosa en la boca de alguien que pretenda jugar el papel
del padre primitivo, del padre imaginario para retomar la expresión de Guy Rosolato. '#(
plll'll
¡
.
l11u ·11t'
p 111u1r 1111 Hlf i lllll \1 11,
'('
27" de enero de 1981
La: vez pasada hemos retomado, siguiendo parcialmente el
texto de Freud, las cuestiones del tiempo y del dinero como
la deIÚ:nitación más neta, la má.S externa, del espacio analítico.
Algúien .viene a una hora fija, una hora que le está reservada
y que el paga como tal. Pago y horario cuya significación libidinal
sucesivo en libertad de interrogar. Lo que sig- ·
. él·está en.lo
.
ri.ifi~a que es preciso poder ataca.r y cuestionar los límites, sin
por eso poner en peligro la cura como tal; de ahí la creación
de una.«doble pared». Clivaje seguramente artificial, aun si es
. un 'clivaje que reitera, en cierta manera, el clivaje no menos
184
;
cia puesto en los límites y uno hace que se equi;valgan cosas
singulares, impagables, cuantificándolas. La reivindicación de
«lo único», lo que no tiene precio, no está allí por azar. Se presenta por lo demás en muchos otros dominios, con un carácter
cómico o grotesco que incluso se le adhiere . Mis ~oras de pintura, dirá el pintor, se me pagan, pero está además el talento;
y el talento, y bien, eso no se paga, está fuera de precio. O
aun, dirá otro, mis horas de experto en contabHidad me son
pagadas, pero está también la honestidad que es preciso retribuir. O, dirá tal analista, a quien yo •cité» la vez pasada, mis
prestaciones de analista son tal vez pagadas, pero no por eso
estoy en venta. Frases evidentemente todas más «impagables»
las unas que las otras.
Por otra parte, en esta delimitación del espacio analítico,
no' hemos temido registrar el aspecto de obsesionalidad. Alanalista cumple tomarlo en cuenta y hacer jugar sólo a sabiendas
esta obsesionalización. Destaquemos además que quien dice
contrato, dice contrato rescindib/,e; Freud insiste en ello diciendo, por ejemplo; que en caso de impedimento prolongado,
el análisis simplemente se debe interrumpir; cierte analista, no
de los menos importantes, considera incluso que el contrato
analítico es renovable cada año, es decir que debe ser renovado con cada interrupción anual. En todo caso, cualesquiera que
sean los acondicionamientos técnicos, lo cierto es que este aspecto contractual constituye una garantía frente a una=tiiii"~­
c~<?n pa!!!9Jlarmente...cald.eada y explosiva ~ para el anal~sta, sin duda, de un mínimo de estabilidad )'.:, por gué no d~.;
cirio, de cierto bienestar mínimo, frente al estrés al que está
~o metido ?arantía también .para e r analizado en cuanto al pe-M
O
ligro de una interferencia salville entre la interpretación y lªs _
c;mciones de su vida cotidiana. Hemos insistido en esto : es el
dominio de la interpretación sexual el preservado de ese moO
!
185
· ~ I v111J l lld 111 0
de • In q11 e1 tln ll11111 1t «(l,t; t1>n.<¡·
1: 1, ' " 111~ 11 1111 1·;
1111/11, p111'H tnd,11 r <h• d ofln h" mejor su al1•u 1.;1111t1N \M 111i N 111
c·1 u1( ' t' . M e liniit,ur6 a recordar que su
fl H 1, A 111111 11¡'1' "
delimitación no es de las más simples
y que no podría pasar exactamente en1. rc acción motrizy palabra. Recordemosádemá~g ue {;_e~,
19 q ue é l llama agieren, el actuar, comprende como su modalidad principal . .· . la trasferencia, ' o sea el, 'elemento mismo én
que se· sitúa · la cura. La oposición, para Freu.d., se sitúa entre
.~tualización (trasferencia)y rememoración (de la neurosis infantil). -Lo que en nuestros días se designa como acting_-out es
iilliñITiestamente otra cosa: la connotación negativa, el ~~el t,o de resistencia frente al proceso analítico pasa al primer. pla- .
'\ no. Pero incluso dentro de esta óptica no puede menos que
-w rprender 35 la ausencia de verdaderos criterios, tanto por relación al síntoma o al acto fallido como por relación a la situación analítica. Que la noción de acting-out. sólo adqmere sentido por relación al análisis y por relación a la trasferencia, eso
es evidente; pero me parece que se daría un paso importante
si se lo refiriera a nuestro esquema de la cubeta y a su doble
pared . El acting-out no es el cuestionamiento, como tal, de la
relación analítica, sino el cuestionamiento activo (sea por ·el
acto o la palabra) de las condiciones mismas que estructuran
e sta relación y que permiten la existencia de una trasferencia
analítico-sexual. Tengo que limitarme a esta indicación, que
permite aprehender que los cuestionamientos de la cubeta os
d_cting -out más fáci mente regjstrabfos, son os del analista. Me
' 'refiero en particular a la manipulación de los límites, manipulación del tiempo y del dinero como elementos con los que se
podríajugar técnicamente en el análisis mismo. Indudablemente , el cuestionamiento radical de los límites no es la obra del
solo acting-out del analista. Hace algunos años hubo cierto alboroto en torno del caso del «hombre del magnetófono». En Les
Temps Modernes de abril de 1969 se encontrará el texto de esa
sesión tragicómica en que un veterano del diván irrumpe, armado con su magnetófono. . . y de algunas amenazas al parecer más serias. Sesión cómica por la ruptura del encuadre, que
d ~ja· desamparado al analista pero, en igual medida, al analizado . La publicidad que se hizo de esta destrucción radical de
la «Cubeta» tiene un valor de paradigma por relación a lo _q ue
lti
! Jt1
1
!1!1 i¡ 1 j111i1tü tu l \.1 •1 1 1!·11111111111111' q111 1 11111b1li'
11111hl t1 11111
L.
)I'
1
' '' Cf. J. Lap lanche y J.-B. Pontalis, Vocabula'ire de la psyclui:nalyse,
op. cü., artículo «Acting-out .. .
~e c nte ndla e n c ie rto período como apología de la «revuelta de
los analizados» . Radicalismo de sesgo anarco-surrealista o, como se lo ha dicho a veces, «esquizofrénico»: «¡Destruid los muros del análisis, destruid los muros de las centrales atómicas,
que el fuego del análisis se difunda por todas partes (precisa-.
mente el fuego del amor y del odio)!». Lo malo, si uno se quiere
referir a esta energía particularmente violenta que es la energía del átomo, es que el modelo más verosímil con el cual co1- ·~~.
]
pararíamos el análisis sería el de la energía termo-nuclear: ~ ~
primid el límite y, precisamente, ya no hay reacción P?Si~ . ~?;/
r -'\
Paso ahora a Zur Einleitung· der Behandlung para examinar lo que Freud dice de la posi~i¿~
EL rnvAN
acostada, considerada , se podría: de-.
cir, como el ter·cer elemento del set· . ·
ting, es decir de las condiciones más exteri,>res -pero cuán
importantes- de la situación analítica. Tres breves pasajes de
este artículo se dedican a ella, el primero· de los cuales será
corregido de manera interesante por los otros dos. Comentaré·
primero algunos puntos del primer pasaje: 36 la regla «de hacer
que el enfermo se acueste sobre un diván mientras el médicoº
se sienta detrás, de modo que él ne lo vea» es presentada como
un «Ceremonial», lo que muestra claramente que Freud no se
llama a engaño acerca de sus aspectos formalistas y hasta obsesivos. La primera justificación que da de esto es que «esta
escenografía tiene un sentido histórico: es el resto del tratamiento hipnótico». Si dejamos de lado esta apelación a una «tradición», bien poco convincente para una práctica tan reciente,
lo importante es -creo- que esta tradición sea la de la hipnosis. Tenemos indudablemente contenidos ahí los elementos que
Ida Macalpine enumera como productores de la t rasferencia
y de la regresión infantil : apartamiento del mundo exterior (en
la hipnosis, se pedía incluso cerrar los ojos), constancia y uniformidad del ambiente , relajación, todo lo cual llevaba a privilegiar el mundo fantasmático.
Hemos de volver sobre estos parámetros (que nos acercan
a la noción de «frustración»); pero citemos primero la continuación de aquel pasaje, en que Freud, por una vez, interviene
mencionando su complexión individual:
«Hablemos primero de un motivo personal, pero que quizás
otros compartan conmigo. No tolero permanecer bajo la mirada fija de otro ocho horas (ó más) cada día [cuestión aparente:ii;
Cf. S. Freud, «Sobre la iniciación del tratamiento», op. cit., pág. 1:35.
1 86
187
.
·· ·¡ ·.
1111 •11f,(• <J o •<.:omodldad .. pe rso na l, pero que e nseguida encuentra u n u justificación m ás especffica: no se trata d·e ser mirado
n gen e ra l- sino d e serlo en esa situación psíquica particula r que es el c orrespondiente, en el analista, de la regla de libre asociación]. Como, mientras escucho, yo mismo me abandono al decurso de mis pensamientos inconcientes, no quiero
que mis gestos ofrezcan al paciente material para sus interpretaciones o lo influyan en sus comunicaciones [el analista, de
sus asociacionel?, sólo quiere dejar pasar lo que aprecia útil comunicar]. Es habitual que el paciente torne como una privación esta situación que se le impone y se revuelva contra ella,
en particular si la pulsión de ver (el voyeurisrno) desempeña
un papel significativo en su neurosis; a pesar de ello, persisto
en ese criterio, que tiene el propósito y el resultado de prevenir la inadvertida contaminación de la trasferencia con las ocurrencias del paciente, aislar la trasferencia y permitir que en
su momento se la destaque nítidamente circunscrita c orno resistencia [este pasaje es en sí mismo difícil: se trata de impedir
una cierta contaminación de la trasferencia para permitir que
la trasferencia aparezca ... lo que evidentemente no está muy
claro; uno se pregunta si Freud quiso hablar de la contratrasferencia; o más simplemente, si esos elementos imperceptibles
que se trata de neutralizar, porque serían incontrolables, no
son los elementos perceptivos que correrían el riesgo de dar
a la trasferencia un fundamento demasiado real] .. .:l7
En esta manera muy compleja de justificar la regla del di e
ván distinguiré, por mi parte, tres aspectos: hay primero una
distinción neta, y que uno. puede llamar «simbólica»., entre la
posiGión acostada y la posición erguida para el analizado; se
ir~t!l de una verdadera materialización postura! del hecho de
. encon.trars·e en la cubeta o fuera de esta. El segundo elemento
eºs·cierto tipo ·de cqmunicación que excluye el ver, lo que, razo- ·
nando por los contrarios, sugiere la idea de que la comunicación analítica pasa necesariamente por la palabra. En fin , esta
. sítuación I:rriplica otra disimetría; no solamente la diferencia
tél'!lporo-espacial entre el tiempo de la sesión y el tiempo exte. rior; es decir, para el analizado, el momento de estar acostado
y e~ momento de estar de pie, sino una disimetría posicional
entre.el analizado y el analista, puesto que uno está acostado,
y. sentado el otro; uno está en el campo visual del otro, y el
otro está fuera de la vista. .
·
.R etomo estos tres aspectos. Es así como la distinción entre
17
'
188
!bi d . Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche.
. la posición acostada y la posición de pie o de «Cara a cara»
puede en efecto considerarse una verdadera materialización
simbólica de la situación analítica, con su pared térnporoespacial. En esta óptica, el contrato (tiempo y pago) así corno
sus eventuales modificaciones pueden presentarse corno de incumbencia del cara a cara. Con este peligro, empero, corno para toda materialización de una regla en cierto dispositivo o en
determinado comportamiento: que ese dispositivo corno tal pueda convertirse en el mejor medio para burlar la regla.
«Un número muy grande de pacientes se revuelven contra
la postura yacente que se les prescribe, mientras el médico· se
sienta, invisible, tras ellos. Piden realizar el tratamiento en otra
posición, las más de las veces porque no quieren estar privados
de ver ál médico. Por lo común se les rehúsa el pedido [es aquí
donde esto empieza a volverse más interesante]; no obstante,
uno no puede impedir que se las arreglen para decir algunas
frases antes que empiece la "sesión" o después que se les anunció su término, cuando se levantan del diván. Así dividen su
tratamiento en un tramo oficial, en cuyo trascurso .se comportan las más de las veces muy inhibidos [todo está invertido:
la cura se convierte en la relación oficial, defensiva], y un tramo "cordial" en el que realmente hablan con libertad y comunican toda clase de cosas, sin computarlas ellos corno parte del
tratamiento. El médico no consentirá por mucho tiempo esta
separación [esta distinción entre la sesión y el cara a cara no
se debería entonces llevar a lo absoluto]; tornará nota de lo dicho antes de la sesión o después de ella y, aplicándolo en la
primera oportunidad, volverá a desgarrar el biombo que el paciente quería levantar. Ese biombo se construye, también aquí,
con el m.aterial de una resistencia de trasferencia ».3 8
He ahí entonces que se introduce una singular corrección
a la idea de la doble ·pared: en ciertos casos, el límite puede
servir a la resistencia, puede ser utilizado para invertir las cosas porque el verdadero análisis se desarrolla fuera del tiempo
de la sesión, y el tiempo de la sesión, por el contrario, se convierte en el tiempo oficial. De modo que, a juicio de Freud,
es preciso sin cesar reintroducir en la sesión, es dec ir en la interpretación, lo que tiende a salir de ella. Lo que yo traduciría
de este modo: lo «simbólico» rígido y estructuralista, que pretendiera oponer de una vez por todas el tiempo fuera de sesión
y el tiempo en sesión, tiene que dejar sitio al proceso de simbolización, que consiste en hacer entrar sin cesar más cosas en
38 !bid. ,
págs. 139-40. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
189
n i Po lll n tild o 11tl11 111 11 de • 111 ti l'tilc> 11 . 1 ·~ 11 dt•t 'lo 111odc1 , t•I hlon1ho
111 11f,é•1•l11lb:11do ¡101· 111 d lf'c• 1·1·11da dv las Hlt. undo11 es a('ost.ada y
de• pl e no es m á:; que una abstraccí6n, a unqu e se trata d e una
a bstracción n ecesaria. Es indispensable que exista, aunque fuera artificialmente, un lugar del .discurso adaptativo, un lugar
en que un acuerdo acerca de un horario - aun si conocemos
la escasa significación de los horarios- pueda. momentánea y
convencionalmente valer por su contenido manifiesto. Lo que
constituye a la vez la disimetría y la relación ambigua del a.pun,,.talamiento vale aquí: todo aporta su contribución a lo sexual.
! El plano llamado de la adaptación o de la autoconservación es1tá entramado por lo sexual.
1,.,,.
La segunda significación de esta situación del diván, bastante diferente de la distinción entre las posiciones acostada
y de ·pie, es la reducción ele los elerneutos no lengu<u·eros ; y
lo que Freud designa como la exclusión del ver no es más que
uno de los complementos de la regla fundamental. Para Freud ,
en todo caso, esta no es una exclusión absoluta y recíproca.
El analista se rehúsa a ser visto, pero en modo alguno se rehúsa a ver. Freud no se priva de mirar y de utHizar en el análisis
lo que ve:
«Así como la primera resistencia, también los primeros síntomas o acciones casuales del paciente mereC'en un intpr('s particular y pueden denunciar un complejo que gobiernt' su neu rosis. Unjoven y espiritual filósofo, con actitudes estéticas exquisitas, se apresura a enderezarse la raya del pantalón antes
de acostarse para la primera sesión; revela haber sido antaño
un coprófilo de extremo refinamiento, como cabía esperarlo
del posterior esteta: Una joven, en igual situación, empieza tirando del ruedo de su falda hasta exponer sus tobillos; así ha
revelado lo mejor que el posterior análisis descubrirá: su orgullo narcisista por su belleza corporal, y sus inclinaciones exhibicionistas». :rn
Los dejo entonces meditar sobre este pasaje que establece
un contraste absoluto con la idea de que el análisis debe, de
manera ascética, privarse de todo signo que no fuera un signo
verbal. Indudablemente, en manera alguna me sumo ,_como DP
se sumaba Freud, a la idea de que convenga interpretar los
~ctos de este tü29..i..:pero a la inversa, supondría adoptar una'
.P2.§.ición teórica que yo considero errónea, limitarse a tomar
en cuenta sólo la comunicación verbal. 40
:¡~)
1
"
190
li>ül., pág. 139.
(
T
Sll/>t'll,
pág . 1;3 ¡ y s ig.
l•:n 1·111111t.o 111 f,c•t'<'i•t' p111llo clP c•11t.11 prnll< •l.,11 tl1 1I 11 1111ll '.l.11cl11 ,
:1 h ec;ho cspcdfko d e lit 1>1>s-i(;'i1h1 w ;oslwln, li f!r1 1t1on1. do /11 11 i J>
nosis , pienso que ::iólo se lo puede examina r e n el marc o d('
los «rehusamientos» que estructuran la situación y para lo!::i cuales el término de frustración no es adecuado más que· parcial- .
mente .
·
f
.r¡
¡
Antes de dejar esta cuestión del diván, quiero apuntar esto: hemos indicado, en la estructuración de la cubeta analfti- ·
ca, tre::i tipos de regla: el setting (tiempo, dinero), la reglafun·
da:mental, los ·rehusamientos. En 1,m primer tiempo ~y siguiendo en esto el plan de exposición de Freud- hemos asimilado
la posición del diván a un elemento del setting. Pero la discusión nos · muestra que esta es una caracteriz.ación asaz insufi:
ciente: por una parte la posición acostada no está esencialmente .
c;ontractualizada; sería difícil distinguir allí el clivaje adaptación.sexualidad que he puesto en evidencia en cuanto al tiempo y·
al dinero. Por otra parte, esta posición üene connotaciones di- ..
versas, que se relacionan con lo más fundamental del .análisis.:
asoeiaciones libres y trasferencia: De manera que hemos podi"- .·
do repartir, tal vez un poco artificialmente, los diferentes aspectos de la «postura» analítica según los tres grandes títulos
iniciales: setting (distinción convencional entre lo que se dice
de pie y lo que se dice acostado), regla fundamental (exclusión
del ver) y «rehusamiento» (no actuar, derrealización, disimetría analista-analizado, etc.). De lo más contingente, de lo más
determinado históricamente, la regla del diván se desplaza así,
cuando se la estudia, hacia lo más profundo, lo más coextensivo con el análisis mismo.
En cuanto a la regla fundamental, tomaré como punto de
partida la definición que de ella da el Vocabulaire de la psychanalyse:
«[ ... ] regla que estructura la situación analítica: el analizado es invitado a decir lo que piensa y siente sin seleccionar
nada y sin omitir nada de lo que le acude a la mente, aun si
esto le parece desagradable para comunicar, ridículo, desprovisto de interés o no pertinente». 41
El artículo del Vocabulaire de /,a psychanalyse recuerda también que esta regla tiene una historia, que sólo poco a poco
se desprende primero, también ella, de la hipnosis, después de
la sugestión y aun, finalmente, de las asociaciones «inducidas»,
·11 .J. Laplanche y .J.-B. l'ontalis, op. cit ., artículo "Hegle fondamentale».
191
·. ·-
.,
;
.
en las que se pedía al paciente que asociara ideas a partir de
un término inicial indicado por el analista. Así tenemos entonces a la regla fundamental que emerLA REGLA
ge y que se presenta, en lo sucesivo,
FUNDAMENTAL
en su pureza. 42 Y si en alguna parte
coMo
cabe buscar algo prescriptivo, si coMANDAMIENTO
rresponde en alguna parte designar
una ley, es indudablemente en el momento en que la regla fundamental es enunciada. Les recuerdo un pasaje del análisis del «Hombre de las Ratas», muy significativo desde muchos puntos de vista. Es en la segunda sesión, una de las sesiones capitales de este psicoanálisis. El Hombre de las Ratas empieza a contar que un día estaba sen.tado
en una comida de oficiales al lado de un capitán hacia el cual,
dice, «experimentaba cierto miedo pues evidentemente amaba
la crueldad. No quiero afirmar que fuera malo, pero durante
el rancho de los oficiales repetidas veces había abogado por
la introducción de los castigos corporales, de suerte que yo había debido contradecirlo con energía. Pues bien; en ese alto
entablamos plática, y el capitán contó haber leído sobre un cas~
tigo particularmente terrorífico aplicado en Oriente [se trata
del «Suplicio de las ratas»]». «Aquí se interrumpe, se pone de
pie [el paciente pone término a la posición acostada; se levanta, lo que es el signo de que no quiere observar más la regla
fundamental] y me ruega dispensarlo de la descripción de los
detalles . [Hay en todo este pasaje un continuo deslizamiento
entre el hecho de contar el suplicio y el hecho de practicarlo.
Así, por ejemplo, el capitán introduce el relato del suplicio, introduce los castigos corporales . .. e introduce las ratas . Freud
· ·lo comprende tan bien que pone directamente los pies en el
.' piato, en .uria ·denegación de la contratrasferencia que es al mis.roo tiempo su reconoeimiento .] Le aseguro que yo mismo no
tengo inclinación alguna por la crueldad, por cierto que no me
g~1staría martirizarlo [el tormento de las ratas y el tormento
· que consiste en hablar de él, en observar la regla, son puestos
absolútamente en paralelo], pero que naturalmente no puedo
. regalarle nada so.bre lo cual yo no posea poder de disposición
.[aquello sobre lo cual Freud no tiene poder es la regla funda.mental]. Lo .mismo podríá pedirme que te dispeñsara dos 'cometas· [confieso que la expresión «regalar dos cometas» no está
.. .
\~-·
42
.
.
.
---
Aunque .. . es bien-evidente que toda intervención o interprctaci(:nJ
de
.· l 3:ná~isis desempeña el papel de término «inductor» para nuevas cadenas
¡___:,sociat1vas'. .
r.
19'2
totalmente clara para mí; tal vez un germanista nos dirá el origen de esta loc'ución; se podría decir en francés «regalarle la
luna». Pero como lo señala la traductora al francés, el término
alemán quiere decir a la vez «dispensar» y «dispensar de». Esto
significa, en todo caso, que el análisis no tiene más poder sohrt> la i:egla
.· fundamental que sobre el ord.en del mun.d o]. Le
que la superación de las resistencias era un mandamiento de
la cura que nos era imposible hacer a un lado [el término utili- '
zado por Freud es notabilísimo: la regla de que se trata es un
«Gebot <fer Kur», es decir un mandamiento, un imperativo ca- J
- ·
tegórico]». 4 :1
Ven ustedes que estamos aquí en lo prescriptivo, que Freud
presenta como un 1mperal'.1vo absoluto al que ni el analista ni
elpacl.e nteí)tieden sustraerse, un imperativo que, además, tiene
alguna relación con e r suplicio de las ratas.4<1 La regla fundamental es en su fondo un imperativo que se emRarienta con
fa ley o con el imperativo del inconciente. Este ~]:)e-;:anv-Qtie-::
ned irectamente por objeto ayudar arlnco'nciente a salir; evidentemente todo esto no es tan rosa como se lo imagina, ni
tan libre como lo daría a entender el término «asociación libre»: y el Hombre de las Ratas se da bien cuenta de ello.
Este mandamiento fundamental se formula corrientemen;
te así en nuestros días: decirlo todo y no hacer más que decir.
Para comentar esta fórmula tornaré primero el aspecto de «dec-irlo todo .. . El «decirlo todo» evidentemente puede convertirse en una objeción, hasta en una resistencia; como toda disposición, esta no está a salvo de ser trasformada en dispositivo
defensivo y en lugar de contestación: el «nada que decir», la
imposibilidad de decir todo a la vez cuando varias ideas acuden al mismo tiempo (lo que es totalmente evidente) o, a la
inversa, el sistemático paso de un tema a otro tema, destinado
a inundar la sesión y a demostrar la
LEVANTAMH:NT<> m;
absurdidad de la 1·egla. De manera tal
LAS HEST1Ucc10N~;s
que, en mi opinión, lo importante, en
coNCIENn:s
esto de «decirlo todo», son las condiciones negativas que le son agregadas: es el hecho de hablar sin, sin preocuparse de . . . tales o·
c:_ualés irnpe¡;ªtjyps. -En otrgs térnlinos, .« decirlo todo» en sí mises imposible, y sólo adquiere su sentido por su conjunc;ión
con él levantamiento de ciertas restricciones propias del <lis-
dij1·.
mo
4 ' 1 S. Freud, ·A propósito de un caso de neurm;is obsesiva,., en OC, 10,
1980, pág. · 133. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanchc.
44 Cf. ,J. Laplanche, Pro/Jlém.<itü:cts 1, La an_gu.stüi, .op. ci.t., capítulo :J .
193
1 • 111 ~u 11 • 111111111
),1 ' 11111 .. 11 111111 P 1u111 l111il,11111 dnl d ltw 111 t10 q111 • rn• l1•11L11
d1· q11H111· , ( ' ll ll l i' N NOll t'Hll H 1 ·n~1tl 1 wlo11(• H, l t((ltl'llO ((lH' H{' trata
d< : 1w n•sp <.: l.u.r? l"rcud las c 11u1n1.; ru e n vurlaH ocasione:; en sus
a rtíc ulo::; , y d e manera c onverge nte, como las regulaciones d e
la utilidad, de la adecuación a un fin, de · la lógica, por último
del decoro y de lo desagradable para. expresar. Reagrupémos-
las , si les parece, de la .manera siguiente : tenemos primero un
levantamiento de la lógica interna habitüa'hen todo discurso
que se .proponga decir ,. mostrar o probar algo, en, favor de lo ~.;.;.­
<f ue se 11~~ª «asociación libre», es decir _d f mm w~~q diferen~ ,..
-~e , una logrea del paso a paso, que se «hbern» de 11ua regla ge1;:t~ral o de 1m fio ru:.eestablecido . Pero tenemos, además, le- ·
vantamiento de esta segunda lógica asociativa en favor de «lo
que acude a . la. mente» aun si no parece tener ilación con · lo
que· precede o lo que sigue. Es una distinción que encontrará
su apoyo en los dos términos alemanes que erróneamer:ite se
suelen traduc ir al francés por la única palab1·a «asociación».' La
Assoziation es producida en cadenas continuas, según una lógica preconciente-conciente que es la del paso a paso. La Einfall es una «idea que cae» no se sabe de dónde, sin nexo con
el contexto o incluso en un vacío asociativo. Evidentemente,
en e l nivel inconciente, la Ein,fall remite a ofra cadena asociativa subterránea, de la que ella no es más que el resurgimie nto
pu ntual. Por último, tenemos un levantamiento de los irnperntivos de moral, de las restricciones d e decoro y de las consideraciones de persona, en particular las que tocan al analista.
~ un formulada de este modo 1 no corno un decirlo todo sino
é:<?mo un «no ceder a las restricciones del decir», c::;s seguro gue"
e i f.a r e gla: a:dqmere un sentido tan absoluto. fiñ «Capital», qu,e
un día u otro será infringida. Freud insiste en ello, y tras él
'tagache, qmen por su parte pone el acento en el interés de
estas infracciones como tales, en la perspectiva de un análisis
de las resistencias.
~.co mprender la regla fundamental desde un punto
de vista metapsicológico? En un lenguaje «económico», se lapoO_!:ía enur:iciar como una hm1t:ac10n tlel proceso secundario y una
liberación del proceso primario ; esto, evidentemente, con muChas resérva~ . pgraue la cura en ningún caso puede ser considerada como «el discurso del inconciente». Lo que a lo sumc>
pone en evidencia en ella es cierta gravitación en torno de
ciertos puntos que hacen suponer que el inconciente desempeii.a allí un papel de atracción , lo que Freud llamaf.•puntos no<:ia'
(~
réS)
que es posible registrar cómo signos
indirectos• de lae urg~ c.
.
s_é'ncia de un complejo. Por otra parte, tampoco olvidemos que
.
se
194
lr11·011( •l1•11I é• 11tl fllltO ('O ll l.lél ll é• 11 lví'li •11 d1 • fi l'j.(1111 l:.r.1wM11 o di' dt •
:-1org:.utl:wd(111 , c 11 <.: orn1spo nd c 11du con la poh.u·l<Jad de las p11I
'11l
t\
siones de vida y de las pu lslones de. mu e rte , y gu~ un discu rso)
por completo desorganizado sería justam e nte aquel de la puJ,
s1on de muerte o, al menos, ese discurso imitaría el proceso
-. ·
ae lk.Pulsión de muerte.
.
. .
. . ·¡
.
-- Ot rn formuladóu, Tiastante conocida, para representarse lo. ·: ·
_que "ocurre con la regla fundamental, es la idea de un aban~. ¡.
<~>110 dl' las n•1n·esentaciones-meta concientes. El ténnino de · ·
~representación-meta, Zielvorstellu.ng, ~~ una expresión que.
·
·
Freud no ha forjado, puesto que la t
LAS """"'moNTACR•NES
encontmmos en los psiquiatras de la ¡·
META
ñnsma época, en particular en MeY-. .
nert . En La interpretac-i6n de los siw- ·
~ Freud la utiliza para Sig'ñiftcar que .todo discurso ~stá po.- (
larizaao:ñ'o hay ningún discurso g ue no funcione s~gún ·c:!..~!1<:1. l
g1·avitaciún. <¡lit' no esté dirigido y orie ntado por repre senta~.
<,:i;;1ws-m<'la ; ele manera q~, cuando las re'pí-e.-;ent~ ionC:.;::-_~t~t:_á
con<·ipnl(•s son abandot'la<las, ello no significa que el discurso
11rnrd w sin meta, sino que se hace sITí<>aOt í:agravitaciÓt~~
t ofñO<l(71·<•Jl.r<'se ntlll;.iwle~.=.iiiefi)Tñi'.:u~n.cign t;es .
·------· ·· -·
Tomemos el ejemplo de una representación-meta principal:
aquello para lo cual uno se pone en análisis; con frecuencia,
es para desembarazarse de un síntoma que se emprende u.na
cura, y e videntemente la primera idea, enteramente loable y
al mismo tiempo enteramente anti-analítica, es centrarse e n
el síntoma, tratar de hablar de él hasta encontrarle el sentido.
Es algo que un Groddeck ha practicado de manera concertada:
terapias en que el centramiento en el síntoma se mantenía d e -~{\ , )\
manera sistemática. 4 " Por el contrario, se puede decir que, e n
~ U~j}: ·
e1 análisis, esta gravitación en torno del síntoma, e sta idea de n~ S,
una curación directa del síntoma, pasa a lo inesencial, en tan- YJ _,..
to deviene esencial algo que en apariencia no tie ne relación NJt> ·
con aquel. Lo mismo debería ocurrir ~para tomar otra repre - ·
sentación-meta que en ocasiones lleva personas al análisis- en ·
lo que concierne al proyecto de hacerse uno mismo analista.
Habría que ser ingenuo para pensar que basta c on promJriciar""-una· vez por todas la exclusión de las representacionesi!leta para que estas ya no dese mpeñen ningún papel. :por otra
parte, la meta de la curación, o la meta incluso profesional,
está estrechamente intrincada con la trasferencia y con esta
.'en
r
}J\
4 r. Cf. .J. Laplanche, Prol>l<'nuítfras IV, El ·h worwiente y el ,,¡¡,, , Bul' nos Aires: Arnon-ortu editores, Hl87, págs. 182-fi.
195
•iin!
11 •1111111 .. 111111
h'il
11111 1
111111 · d1 ·l
111111ll1i l 11
•JI
l 11 111lil1\ 11 .. 1 11 111 0 p o 1d hl1 • d o lu 1•11
1 1111"11 p1 o l1 111lo 111d , ttl 1•1 u T011t l 11iy . l ~M 1•vl dm1tt• ttu <• eMtll l<l<'a <I ~
d 1• p 11 111l o 1· 1l<·l armll Ht~l, e n el d hiC U nio qu o v am os a pronunc ia r ,
<: 11 e l rnomc n to m ism o e n q u e le d e m a nda mos que nos libe re
1) 1 1111111d1 1I 11 1111 11 111 11
111 1 Vl'Jl 1
o q u e n os c onduzca a alguna parte, es uno de los obstáculos
principales para la observancia de la regla fundamental. ¿Quién
iría, en efecto, a insultar a su dentista en el momento en que
t está P<?,r introducirle el torno en fa boca?
i
Varias cosas conviene entonces destacar: este levantamiento
de 1a.s representaciones-met a concientes no puede ser más que
ún proceso¡ una tarea intíñitaasíñtOtica, y no algo que se pro1 nunciara de una vez para siempre¡ la regla iundament.al es la
\' regla de cierto devenir. Por otra parte , la distinciún elltn' r·epresentac10nes-meta conc1entes y representac10nes-meta mconcientes tal vez no sea perfectamente pertinente si uno tiene
en cuenta que las representaciones-meta concientes están ancladas a su vez en el inconciente. ¿Sería mejor formular así las
cosas: desaprendizaje, o progresivo descuido de las represenciones-meta concientes adaptativas? Desaprendizaje para el cual
la actitud del analista es un factor rector, y en este sentido
Freud no se equivoca cuando dice que a esta regla fundamental tampoco el analista puede escapar, ella le es impuesta también a él. Por último, la regla fundamental no puede ser separada, salvo artificialmente, del capítulo de los «rehusamientos»;
los rehusamientos de la lógica o del decoro, incluidos en la regla, están íntimamente ligados a lo que se llama las «frustracio.nes» en .la situación y sobre todo a la «neutralidad benévola» .
1
t. .
..
n,
.
.
.
.
; ·.
...
3 de febrero de 1981 ·
Antes entonces de.evocar el capítulo de los «rehusamien. tos•;, que ·introducen en la posición del analista, retomo todavía el -modelo de la cubeta, cubeta que defino como sexual,
aunque recordando que allí cuatro términos están en una relación estrecha: sexualidad, trasferencia, lenguaje y fantasma;
térmi'nos que par~cen incluirse o superponerse mutuamente,
. dé manera que ciertos analistas parten de algún otro término
qu~
es 'el .de lo sexual para definir la situación analítica.
Definlr la cubeta psicoanalítica por la sexualidad es evidente- ·
mente una toma de posición: la de una descripción energética
no
196'
do
11 11 10 d 1• 111 11111 l 11 d ,
111 1' 11 1 11
Y
lll 1t lfll1) ll d1 • 11 1111 dH!il l lp
Altli'l 'llAl 'l ' ll'N'
<"11> 11 l1'> p l1'11 lo
NIO:O ·(l l•:NEl-lfS
SIO ll ('li
111 1h1
qll (' rd m t ll
pnix l111 11 11
t' ll
111•1
p11I
(• I l111·1>111·k 11 t.1· ,
y q u e so n las p u l8ion cs scx u a lc:-i. La
instauración, e l trazado r e n o v a d o d e l «espacio a n a lít ico», para
retomar el término de Viderman, t e ndrá por fun ción cr.eo,r »esc
lugar cuasi único de lo sexual.
¿Un lugar cuasi único? Esto nos plantea la cuestión de saber si verdaderamente hay que ,atribuirle un privilegio por relación a otras formaciones de1'inconciente y, en particular, al
sueño, lugar, también é l, cuasi único de lo sexual. ¿Habría entonces dos vías regias , o más, hacia el inconciente? Pero es sobre todo e l término «crear» el que requiere explicitación porque crear puede tener el sentido, simplemente, de delimitar ,
en lo real, este espacio; por lo tanto, de abstraerlo con un gesc
to que se emparienta con un gesto finalmente epistemológico.
¿O bien crear es engendrar, producir, lo que plantea la cuestión de un neo-surgimiento, incluso de una n eo-gén esis de lo
sexual en la cura? Es una cuestión epistemológica de importancia, que uno puede plantear sobre todo a prop ósito de ese
lugar de la captura psicoanalítica que es la interpre tación . ¿Sería la interpretación sólo un punto de vista, en cuyo caso cuál
sería su privilegio: si es un «punto de vista» , e llo quiere decir
que hay varios puntos d e vista posibles? ¿O bien la inte rpretación es una creación pero, en ese caso, no menos que en la
opción precedente, corre el riesgo de ser desvalorizada, esta
v e z por el lado de lo arbitrarió? (es la posiciún d e Vide rman ,
al menqs en cierta dirección de su pensamie nto) .
Arbitrariedad de la creación pura o abstracción del punto
de vista, estamos aquí e.n tre dos escollos. Para tra t a r de salir
del paso, recuerdo dos refe rencias que ya he empleado: por
una parte el psicoanálisis exportado, por otra parte el sueño.
La referencia al psicoanálisis exportado: indiqué que podía servir de contraprueba a la cura, que seREFERENCIA AL
ría el psicoanálisis «indíge na •., «el que
PSICOANAL1s1s
está en su casa» . Aparentemente, en
EXPORTADO
el psicoanálisis exportado, términos
como «abstracción» , «punto de vista»
psicoanalítico, parecen perfectamente justificados. A priori, en
el psicoanálisis exportado, parece cierto que el psicoanálisis no
crea nada •- en el sentido en que yo hablo de una creación de
energía nueva- por el hecho mismo de que mienta objetos que
están fuera de su aicance. Es un trabajo a distancia, se trate de interpretar una vida o una obra, o un fenómeno social
197
pi•'",."'"'
n 11 ha 11 p 1t l1 •11 loHl11 d 11 11 111 111 111011111 , n 11 111 11 H>d ll 111111
1cw 111 111dn li1 1~ t,1~l'l l'11, (• ·0111c> o l .. 11 t.11dlo d n l 1' 1•n 11d 11t>hn· p i 1-1 111 ·~
1111('111.\l
dt·I ll1011oto.ÍHHIO) .
Se h u.ce bi e n e n r ecordar esta e vide n c ia: que , e n e l ps ico a n úlis is e xportado , e l objeto está ausente, y no está allí para
rc ::;ponde r, es decir para ofrecer verificaciones. Conocemos la
epis temología de la interpretación y de su verificación tal como Freud la explicitó largamente para mostrar que el proceso
de la interpretación no encontraba su ·verificación en la aceptación o en el rechazo por parte del sujeto sino en la fecundi dad de esta interpretación, es decir en el surgimiento de un
material nuevo, poco importa que este resulte o no marcado
- con el signo de la aquiescencia. En otros términos, una interpretación que se verifica es una interpretación que desemb<)ca
en un nuevo viraje, en asociaciones nuevas; una interpr·eta:. ción que no se verifica no·es la que resulta negada, sinH la que
' fracasa y queda sin eco.
- Y bien, para retomar. un término empleado por otro autor,
resulta evidente que es en el psicoanálisis exportado donde la
«violencia de la interpretación•>, en el sentido epistemológico
del término, sería la más intensa. Pero esto no e.s en el sentido
e n que el sujeto no estaría allí para aprobar intelectualmente
la verdad de lo que se enuncia. Desplazando la prueba del lado
·de la fecundidad , uno advierte que para esta violencia d e la
interpretación hay empero paliativos -.y en particular toda una
metodología posible del psicoanálisis exportado . Uno de esos
paliativos es la prudencia en el vaivén, y sobre todo cuando
«lugares» diferentes en el objeto se prestan a ese movimiento :
me refiero por ejemplo al vaivén entre la vida y la obra, o también entre la obra escrita y la obra dibujada o pintada. Ya he
t enido la ocasión de señalar lo que un Eissler ha podido espigar en esta especie de sustituto de la asociación libre que representan los cuadernos de Leonardo, apuntes sucesivamente
a bandonados y después retomados, sobre los cuales se yuxtap onen en períodos diferentes elementos dibujados o escritos
que a priori tienen un aspecto totalmente heterogéneo, pero
e n los que se puede descubrir una lógica escondida y nexos
s ubterráneos. 46
El psicoanálisis exportado, por lo tanto, no deja de ofrecer
garantías de seriedad epistemológica. Pero es cierto que el disc urso ·psicoanalítico permanecerá en este caso siempre exterior a su objeto: considera lo sexual como algo que está ahí y
l¡
4
"
19 8
Cf. Karl Eissler, Léonard ele Vinci, París: PUF, 1980.
p111 1'id 1'111'1
1
.Y 110 pc11 • l 11 11 •.,1 1 11 1q~ li
N111 •11 •0 l1t d>1'I dl1 •li11 1111•11<1 11
dc •l p 111<'111111 11l11dtt t•xpcn ·
G~uil·ro 110 o l¡ r-; t,u11t<: H u g<.~ril' l< 'H (':-1 1,o, q111 • M1· 1· l 11
l'ln l ('11 \' Hl.u l)l'PV(' n •1w 1111 1·n 111p111·11,l.lv1t
tado y d e Ja c un-l.
una vía de inve stigación y una inte rrogación m e tap::¡j('ol ógk n :
preguntarse por qué, precisamente, e l psicoanálisis exporta do
encue~tra su lugar privilegiado en los fenómenos d e cre ación .
cultural, sean individuales o colectivos . Esto, dejando .de ladü
que se trata de fenómenos más «interesantes·~ q.ue otros porqu·e
son fuera de lo común. Creo q1,re aquí hay algo más, en la r;i:w~
dicta en que .e stos fenómenos culturales presentan, ·como higa-·
res traumáticos y lugares de creación sexual, cierto· parentes~ · .
co con la cura.
Nuestra: otra referencia para la cubeREFERENCrA ·
ta es el sueño, y por algo he tomado.
AL SUEÑO
este modelo de la Tra:um.deutung .. Es·
a partir de esta indicación.de Freud.d~
que es preciso re-enrollar su esquema de la Traum.deut'Úng como he llegado a la idea de que se podían dibujar las cosas ha.in .
la forma de dos cilindros tangentes.
.
¿Qué ocurre con el sueño del punto de vista de ta· puesta
fuera-de-juego d e lo que no e s propiamente sexual? Siguiendo
a F'reud, podemos decir que hay una doble puesta fuera-de juego que conviene distinguir muy claramente . Tenemos, por
una parte, una exclusión d e l nexo con el mundo exterior, e vi dentemente en relación con el dormir y bajo la forma de lo
que se podría llamar la borradura de las flechas aferentes y
eferentes (estímulos sensoriales y respuesta motriz), con lo cual
queda prácticamente entendido que a partir del momento en
que estas flechas recomienzan a funcionar, por eso mismo hay
despertar. Pero esto no es verdadero sino en primera aproximación, porque es preciso tener en cuenta el trabajo operado
por el soñante sobre estímulos sensoriales subliminales, que no
bastan para despertarlo, pero que son metabolizados en el sueño. Junto a esta primera exclusión, que sería la de «lo adaptativo», considerado bajo la forma del esquema estímulo sensorial ,
respuesta motriz, tenemos, por otra parte, una puesta fuera
de juego del yo y del deseo narcisista del yo. ~sted~_~.§-ªQ~
que conviene distinguir bien estos dos niveles -el de lo adap~"
t~tivo y el del deseo narcisista del yo-i~L!fl~r encuentren
s!n cesar replegados el uno sobre el otr . El yo ebe ser consi- }(~,)
./
<_!erado como lo que reinviste sexualmente a lo adaptativo, J2
que toma a su cargo, Eºr amor narcisista, los intereses de la
áutocortservación. Y bien, estos dos niveles distintos son tratados muy diferentemente por el sueño . Lo adaptativo--e8taría,
199
..
·'en el sueño, simplemente desaferentado : el durmiente, aun antes de ser un soñante, se despoja de sus lazos con el mundo
exterior .(simbólicamente, hasta se ha quitado sus .g afas antes
de dormirse) y .y a no reacciona a las estiinulaciones de una manera motriz directa. En relación con la puesta fuera-de-juego del yo, sería más bien una puesta ccen suspenso»: los deseos
del yo persisten pero, al mismo tiempo, se trasladan a los límj; _ _
cam,eo, esdecir ™se unen ~D un SQlo deseo 1rne <;on-_
s1ste enmantener la cubeta dcl,..sue.iio. Hay ahí una comparaé W!>osible entre el mantenimiento de los límites de la cubeta
del .sueño por el yo, y el mantenimiento de los límites de fa
cura, si no por el anaíista solo, cuando menos 12or el eontrato'
aní¡llíticclJ
De estas dos puestas fuera-de-juego, la más interesante, en
definitiva, es indudablemente la del yo, porque se produce el
~d~~~_ge genio del su~ams.iste en..o.rn¡;larel
....,,~ , se podría decir, para dejar que el deseo juegue más libremente. En cuanto a lo que Freud dice de la desaferentación,
sabemos bien que esta no es sino muy relativa y que no podríamos conformarnos con un esquema tan estrictamente conductista, que calca el problema de lo cotidiano y de lo autoconservativo sobre el esquema estímulo-respuesta. Sabemos sobre todo
que las preocupaciones cotidianas persisten en el sueño bajo
la forma de restos diurnos, y que la vía de la interpretación
del sueño encuentra necesariamente <primero, en su camino,
los intereses y cálculos de la vida diurna. La pretendida desaferentación del sueño es por lo tanto sólo parcial; más bh¡m se
trata de un cambio de investimiento porque los restos autocoitservativos 'son liberados, deslastrados energéticamente, para
recibir una trasferencia de energía sexual.
Otra cuestión, otra preocupación acerca del sueño, y que
va a· reconducirnos a la cura. El sueño, como cualquier otro
· fenqmeno humano, puede ser tomac;lo como un objefo de interpretación en el sentido del psicoanálisis exportado. El psicoanálisis exportado al sueño es cosa corriente, en el cuadro
de cierta patografía psicoanalítica. Pero se podría sostener también que .el autoanálisis, y en primer lugar el a"utoanálisis de
Freud, se sitúa en el límite entre la cura y el psicoanálisis exportado. Indudablemente, el análisis de sus propios sueños,
cuando es sistemático y continuo, es arrastrado en un proces~;
pero ai mismo tiempo hay ahí como un tratamiento científico
sistemático de un objeto. E indudablemente, el autoanálisis de
Freud es análisis de sí mismo, y no análisis de los sueños de
otro; además, está inmerso en el diálogo con Fliess. Pero la cues-
tesoel
-,:~-
200
EL
SUEÑO COMO
EXPREs10N Y
Uó 11 li t \ d oh od11, n 11t.0111 ·o r1 n 1d l1·11 lt'l11 11 , 11
prop6Hil.o d Ol Hll (..' t'() d (' lltl'O cll ·l 111111 ll•d1;
mismo: ¿es e l s u eño un ,ol'>.)ol<> <l t 1 111
coMo cmsoL
terpretación y, por eso mismo, es u n
medio? En otros términos, ¿cuál es e l
sentido de la expresión freudiana de «Vía regia»? ¿Y no amenaza esta idea con reducir el sueño, a pesar de la :dignidad que
así se le atribuye, al estatuto de medio? La idea misma de una
«Vía» se opone a esta otra idea de Freud, que él sostiene con
no menos vigor: que los sueños no están hechos para ser analizados, que hay sueños fuera del análisis, y que ta función del
sueño es diferente de la función analítica. Ya he remitido va.rías v~ces a un número de la Nouvelle Revue de Psychanalyse
dedicado al sueño. «Espacio del sueño», por sí solo, es un título
sugestivo para nuestra cuestión porque se sitúa en correspondencia con «espacio analítico». Uno entre los muchos artículos
interesantes es el de Roger Dadoun, que se intitula «Los ombligos del sueño» . Dadoun es entre otras. cosas un especialista en
Roheim, y sus referencias principales son aquí Roheim; por una
parte, y Deleuze y Guattari, por la otra. La idea central (de
la que yo no me erijo en defensor en un ciento por ciento) es
que la interpretación de Freud, por .válida y genial que sea,
hace violencia a la t'hnción creadora del sueño,. función que
sería (y aquí soy yo quien reintroduce el término) la del «Cumplimiento de deseo». El Erfüllung, el cumplimiento,, es un término mucho más fuerte que una simple realización fantasmatizada. Es la idea de que el sueño es el lugar mismo donde e l
deseo se hace deseo. El lugar en que (Dadoun retoma los t~r­
minos de Deleuze y Guattari) el deseo se «maquina». Dadoun
se apoya sobre todo en el último iibro de Roheim, The Gates
of the Dream, que él interpreta dentro de cierta perspectiva:
«El sueño no es solamente visión, no se reduce a imágenes
oníricas -reducción que está en el fondo de toda interpretación simhólica- ; es de igual modo fuerza y vitalidad, es decir
energía libidinal, potencia sexual [esta es una teoría del sueño
recogida en el nivel antropológico, en ciertas poblaciones, pero
que Dado un amplía a la .concepción de conjunto del saeño];
y esta potencia, esta energía de vida elemental, originaria: esto "originario" es lo que designa el concepto de "tiempo del
sueño'',.. 47
Y ahora, del mismo Dadoun, un segundo pasaje, inspirado
47 En Nouvelle Revue de Psychanalyse, nº 5, primavera de 1972, pág.
242. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche .
201
en Deleuze y Guattari, con lo que hay de más sugestivo en su
idea :de rnaquinaria·, ·• una idea que ·no es absolutamente ajena
al Freud' de la Traumdeutung ·O ' del ' Entwurf:
«Antes por lo tanto que -decir, según la opinión corriente ,
psicoanalítica o no; que el sueño es sexual, ¿no es más certero
concebir la sexualidad corno onírica y sostener que una de las
funciones v_itales del sueño es fabricar la sexualidad, ser -para recurrir de nuevo a las expresiones sugestivas de Deleuze
y Guattari- la maquinaria del deseo? La actividad onírica tiene algo mejor que hacer que consumar los restos diurnos o cumplir, según ·e1 modo alucinatorio, las menciones objetales del
sexÓ; y tarnbién,hace algo más- que cum/pÚr o manifestar el
deseo: lo fabrica, lo "maquina",,, 48
Indudablemente es preciso guardarse . de cierto misticismo
del sueño, del que este artículo de Dadoun no está del todo
exento. Pero, al mismo tiempo, ¡a qué curioso trastrueque y
a qué curiosa dialéctica se somete aquí la formulación de Freud
que he recordado: «La utilización de sueños en el análisis es
algo muy alejado de su propósito original»! En otros términos:
uno ha soñado, y para algo bien distinto que para que el sueño
devenga la vfa regia del análisis. Formulación que parece poner en guardia contra la idea del sueño corno vía regia. El sueii.o sería lugar de cumplimiento en el sentido fuerte, más allá
de su interpretación-desmontaje. Pero si uno tiene esta comprensión del sueño (concepción de la que encontrarán ustedes
también un eco en el artículo de Pontalis de este mismo número); si, por lo tanto, el sueño es un lugar de cumplimiento más
allá de su desmontaje, ¿no puede uno dar vuelta las cosas y
sostener que la sesion también, la cura, en la medida en que
no es una mera técnica de puesta en evidencia de lo sexual,
sino que procura ser el ·crisol de lo sexual, reencuentra cornó
desde el interior su connaturalidad con el sueño? Un crisol, después de todo, es otra forma de cubeta, con más la idea de que
e l crisol es lo susceptible de contener algo a temperatura muy
elevada. Se ha pretendido que la connaturalidad del sueño y
del análisis se produciría por medio· del ·lenguaje; es la famosa
reducción del sueño al «relato del ·sueño», en tanto solamente
este nos permitiría abordarlo: afirmación cuyo idealismo vulgar nos deja perplejos, Decir que algo es siempre el relato de
algo es una afirmación sin valor. Pero, desde nuestro punto
de vista, lejos de signarse por el lenguaje, la connaturalidad
e ntre el sueño y la sesión se establecería en el nivel energético
4
8
202
!bid., pág. 252.
t
y procesual, en e l s~l)tido de que suút1o y c urn Hcdn11 lloH <'l'hio
les principales del deseo, del Wunsch sexual.
Acabamos de recorrer un doble desvío, por e l psicoanálbis
exportado y por el sueño, con el propósito de esclareeer nuestra problemática que concierne a lo sex:ual·en la cura; ¿se trata
simplemente de un punto de vista, de una delirnitaéión arbit~a~·
ria, de una abstracción? ¿O bien obeLA Cl.IHA:
decería a la esencia misma del pro-·
Asc F:s1s v
ceso analítico que se produzca en el
A<iO<iIA
algo como un neo-surgimiento -una
«neo-:génesis»- de lo sexual~ Eviden~
temente, tenemos que desconfiar de las palabras, tanto de ~Se· .
ta de «abstracción» -corno de esta de «Creación». He in.tentad<~· ,
rnostr.a r que cuando yo hablaba de abstracción·, se trataba de ·
una abstracción en acto, la abstracción que traza los límites .
de la cura.
En el intento de poner de relieve la significación metapsi-.
cológica de la situación analítica, nos hemos desplazado poc9.
a poco de lo más exterior hacfa el centro·, pero sin definir el·
proceso mismo (lo' que no haremos, ciertl¡lrnente; este año). El .
psicoanálisis ha sido comparado con un proceso iniciático y sin
querer adoptar esta expresión ~tampoco esta- para nada que
no sea una comparación enteramente pasajera, indicaré que
en un proceso iniciático se pueden distinguir tiempos diferentes: primero el momento de la ascesis, que se puede llamar,
con un término mucho menos nobie, el de la abstracción; después el movimiento pedagógico o, más exactamente, agógico,
aquel en que el iniciado es conducido de la mano hacia algo;
y por último, el momento propiamente iniciador. De la ascesis
y de la agogía (que no es educación), ya hemos indicado sus
correspondencias en la cura: la ascesis o abstracción conespondería al clivaje y al aislamiento del encuadre, de los cuales
hemos intentado mostrar todo el interés que tienen porque permiten mantener la cubeta en su constancia y a la vez dejarla
libre para las infracciones, los ataques y, evidentemente, las
interpretaciones pulsionales. En lo que concierne al aspecto
que podríamos llamar agógico, y bien, lo reencontrarnos principalmente 'e n la ·regla fundamental. Indudablemente, la regla
fundamental es presentada como un mandamiento, un Gebot. ·
Pero al mismo tiempo no hay que temer llamarla también un
aprendizaje, si se toma este término en el sent~do más noble,
más allá de una psicología estricta del aprendizaje. Recorde.mos esta fórmula de Lagache: que el sujeto debe «aprender su
oficio de analizado».. Decir que la regla fundamental es un ofi-
203
.·
•.
cio significa que no basta enunciarla para trazarla, sino que
·es preciso después ponerla en vigencia sin cesar.
En cuanto a la regla fundamental, hemos insistido ya en los
rehusamientos, los Versagungen, es decir lo que el analizado
debe tratar de dejar de lado; lo sabemos por el enunciado mismo de la regla: es preciso apartar sin cesar los lastres de la l9gica, lo mismo que los de la adaptación tomada en el sentido más
amplio de este .término, incluida la adaptación a lo que pudieran ser los eventuales prejuicios y reacciones del analista. Aceréa de este deslastramiento; de esta liberación del proceso inconciente, miremos un instante por el lado de lo que se desig~3)
·-.
na como el correspondiente, de parte
LA ATENc10N
del analista, de la regla fundamental;
1GUALMF.NTE
quiero referirme a la «gleichschweben. \ : [~
de Avfmerksamkeit•.J;jo se trata sola..
mente de atención flotante, sino de
una atención~~flotante. Creo que es bastante importante observarlo porqúe, en la regla fundamental plJ.ra el analizado, no se habla .de «asociación igualmente libre»; la idea de
igualdad nos lleva del lado de un factor económico esencial,
en el analista. Dentro de un instante volveré sobre esto, par~
indicar en primer lugar lo difícil que es teorizar esta «atención
igualmente flotante•. Ustedes encontrarán registradas, en el
Vocabulaire de la psychanalyse, las dificultades para concebir
cómo el analista podría y debería, lo mismo que el analizado,
dejarse llevar por sus asociaciones. Uno comprende bien por
parte del analista el resultado de su propio aprendizaje o, más
bien, de ·st:Ldésaprendizaje. Uno aprehende bien la liberación
de cierto tipo de asQciaciones, debida al análisis personal, aso. ciaciones que Freud, de una manera ciertamente un poco rápida, no teme llamar «inconcientes•. ¿Qué puede significar, tal
cual, •abandonarse a sus propias asociaciones inconcientes•?4 9
·
Otro pasaje de Freud es más explícito acerca de esto, sin
que en él la .metapsicología de la atención flotante sobrepase
el nivel de la comprensión fisicista:
«Es fácil colegir la meta a la cual convergen estas reglas que
hemos· presentado separadas. Todas ellas pretenden crear el
correspondiente, para el médico, de la "regla analítica fundamental" instituida para el analizado .. Así como este debe comunica?'. todo cuanto atrape en su observación de sí atajando
las objeciones lógicas y afectivas que querrían moverlo a seleccionar, de igual modo el médico debe ponerse en estado de va49
204
S.
Freud, •Sobre la iniciación del tratamiento-, op. cit., pág. 135.
~
rizar
para los fines ..de la integración, d e l <llHcc rnl111l<'11to d11
o inconciente escondido, todo cuanto se le comunique , si n HU H·
ituir por una censura propia la selección que el enfermo rc:; ig-¡
nó; [Y esta comparación famosa:] dicho en una fórmula: debe
'!'ver hacia el inconCiente emisor del enfermo su prnpioiii~ .rl(?:}
conciente como órgano receptor, acomodarse al analizado co-\
ino el auricular del tetéfono se acomoda al micrófono•. 50
1
Definición que ciertamente plantea muchos más problemas
de 10s que resuelve porque, en realidad, ese «correspondiente»
no es tan evidente. Q.na pura y simple réi>hca de las «asociaciones libres•, de parte del analista, implicaría que el se abandona
á sus pensllmleiítos, lil soto albedrio de sus propios fantasmas _
, inconcientes. Pero desde luego que no es esto lo que Freud exíge, y esta misma idea de una resonancia en común implica un
proceso orientado diversamente, o diversamente «desorientado•, que el proceso de la asociación libre del analizado. Si el
analista se abandonara a sus propias representaciones-meta inconcientes, que sabemos que es imposible suprimir, no se advierte la ;azón por la que esas dos oleadas de asociaciones se
encontrarían necesariamente en «la misma longitud de onda•.
Todo esto para decir que la idea de no privilegiar nada¡
de parte del analista, no es sostenible. ~n ~ambio, una idea
que me parece más mteresante seguir es la connotada por'"'el
!érmino freudiano 9-e •Correspondiente.!! (Gegenstück), que s~­
giere un funcionamiento apareado entre la regla fundamental
y la atención. libremente flotante. Si tornarnos en consideración las condiciones económicas d
ción una atención
~i ua rnent.e • otante supone un investiniiento igual de los contenidos; pero . a in . e que es a igua •.· a . sea respeta a, .e n el
di'Scurso común del analista y delanalizádo, es preciso que por
_y
1
...;;,nl'~H:l>nl.n.L• lq
.,.Jri..ro ....... iA ......
;:¡...,.¡ ..,._... . . 1,."'+·.:. · ,.......,. .
e_--------------------· . . . . . -............ , . . _........
---"·x
IAX
........
_ .................... .....:.. ..........
,.."' . . . . ,
el propos1fo de ponerlo todo en un mismo plano, puede hacer
las veces de un «Contrapeso• que restablezca, en un juego en
común de las dos reglas, lo que, _por parte del analizado, es desdeñado en favor de un discurso que sigue lastrado por intere- :;._ ..- -- .
ses cotidianos o re"uicios lógicos. Es lo que-podríamos llama~c;·l·'. -·/''
la función d m rayad< por el analista, función que es erni- :~ ;,J,~'
ñentemente económica, ~ferente de la función de la interpre- J....:..: tacióh aunque conduce directamente a ella;, subrayar, investir
lo que se deja en un rincón, por parte del analizado, es un tipo
50
•Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico•, en OC, 12,
1980, pág. 115. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche .
205
t
2 06
PIH •di* 1•0 11v111•l li
' "Hll ltt ll ll V • • ll•_l llll\11 1
110 1d.rn1Ttl111T, 11.l71.1_1 •w111
b ajo uno de s u s aspectos, ba.io lá form a d e l rcl.1us1u11ie 11 t.o n npor
tar sus propias soluc io n es a las c u estiones d e l anali zado, de LH:.
ser puesta en perspectiva sobre la situación d e l niño para qu ie n
los medios de simbolización adulta son al comienzo inaccesibles y sin duda también parcialmente rehusados. k_a lograda.
expresión de «Sujeto supuesto saber» es uno de los hallazgos
e
positivos de Lacan. El su·eto su ues=
.. SuPuEsTo-sA11E1i..
to sa er es en primer lugar el adulto
v s1TuAc10N
para el niño. El adulto propone una
INFANTIL
situación sin cesar excitante y enigmática, sustrayéndose las más de las
veces de á,Yudar a explicarla o, como decimos, a simboliza rla
Agreguemos que si él quiere proponer sus teorías, su simbolización -digamos: sus teorías sexuales adultas-. estas son bi~
évidentemente rechazadas por el niño, o eventualmente cha[!uceadas por él. Hace poco he visto citar esta anécdota divertida narrada por Freud: un conferencista producwuna exposición muy erudita ante un público culto, tras lo cual tin:a dama·
se levanta para decir «lo felicito por esta conferencia tan instructiva, pero hay un punto solamente que yo no he comprendido muy bie n, ¿qué diferencia establece usted exactamente
entre convexo y cóncavo?». En una teorización impecable y brillante, es de este modo el punto más elemental el únic o retenido para concentrar todo el enigma. Y bien, la teorización y la
simbolización adultas, para el niño, son más o menos eso (y
la referencia a lo convexo y a lo cóncavo por algo está en la
historia). La educación sexual de los niños, nosotros lo sabe J!lOS, es un engaño si no consigue -y estb es bien dificil- seguir. el paso a paso de las tentativas de simbolización del p~
pío niño. Pero esto «enigmático» del adulto es igualmente un
modelo de- lo enigmático analítico y de la posición del «Sujeto
:>u puesto saber». En la cura habría una verdadera reapertura
qel proceso infantil, bajo sus dos aspectos: la neutralidad nos
remite a la seducción y al traumatismo, y en particular a lo
qÜe llamo traumatismo del enigma; eE cuauto a la interpretación, necesariamente se emparienta con el discurso simboli_iante del adulto : discurso tal vez catastrófico si viene a corroborar -y por eso mismo a obturar- la idea de que el analista
sabe toda la verdad del analizado. X
MI OH )11 t.11111po11Uv 11 ,
q uv s v t rn t n <ll' 111os t.ra r la v[a ha rla un a ct l <· 11 dó 11 111 \Ís i¿{ l lfll 1¿e_::'.:l de n tro d e l p roce s o co nju nto de l apa li zad o X de l a n a lb ta ., _,.
El ú ltimo t é rmino que quie ro mencionar para poner un ja- ·
lón con miras a elaboraciones ulteriores es el de «neutraHdad
ben é vola,., que compromete t<>da la problemática de la cura por
el camino sesgado de la posici<ín del
LA NEUTRALII>All
analista dentro de la cubeta y .en sus
BENEVOLA
límites. La fórmula «neutralidad hené ~
vola» no es de Freud. La idea de lwuevolenc'i a se presta evidentemente a todos los malentendidos o
a todas las interpretaciones. Puede ser valorizada en el sentido
de un influjo directivo, sugestivo llegado el caso; se trataría
entonces de dirigir la cura hacia un fin o haeia un ideal. A la
in v e rsa, puede ser abandonada casi, en raz(m del carácter dud o so de este ideal, que tornaría el bien del analizado por lo qtH'
e ste dice de él o por los prejuicios que pueda tener el propio
a nalista. Freud, hay que decirlo, no emplea esta terminología
sin duda porque él mismo oscila entre momentos en ·que su inte rés por la persona y el destino del analizado son manifiestos,.
y la «frialdad» -para emplear exactamente sus palabras- que
r e comienda a veces y qlie él compara c on la del cirt1jano. Cn•o
q u e e l único sentido razonable de la «benevolencia», si es que
se quiere conservar el término, es la idea de una recepción tole rante y a priori favorable hacia t oda manifestación del
Wunsch, del anhelo inconciente. El bien del análisis es la rec epción, la comunicación hecha posible, y suscitada, de lo que
p or definición se ha vuelto incomunic:tble. Ustedes ven que
esta benevolencia puede al mismo tiempo, y muy fácilmente,
ser considerada como una malevolencia. Recuerden ustedes
a que l pasaje del «Hombre de las Ratas» que he citado antes,
d onde Freud se· da todo el trabajo del mundo para explicar (y
difícilmente lo logra) que él no es el capitán cruel, y que su
bene volencia hacia el inconeiente tiene por corolario hacer sufrir al Hombre de las Ratas porque será preciso que este deje
a cudir, reciba el pensamiento del suplicio de las ratas, y lo vuelva, justamente, comunicación.
De la neutralidad, tampoco puedo hablar en unos pocos minutos sin traicionarla. En consecuencia no la detallaré este año.
Sus dimensiones son múltiples, y lo es también aquello sobre
lo que recae. Digamos, para retomar el término freudiano que
hemos introducido, que consiste en rehusamientos opuestos al
analizado pero mediatizados por lo que el analista mismo se
rehúsa a hacer , y aun se rehúsa· a dar, sa.b iendo que el .,jon,
lj ( I
l ' li
L..,,oíintco qu e 1-1lqufüi'li l'(.'<« ii'=(filf ('H q 1u· fo
207
3. La trascendencia de la
t n1~ren· n c 1a
15 · de noviembre de 1983
··. .
'•
.... .
...
..
"
La elección de los temas del discurso, para un psicoanalista, está ligada siempre a una evolución personal, evolución del
pensamiento y de la experiencia, incluso del deseo. La confesión de esto está fuera de lugar, pese a lo cual es preciso tenerlo presente: lo vivo de la investigación en psicoanálisis es lo
vivo de nuestra relación con el análisis y de nuestra relación
personal con el inconciente. Los últimos cursos de DEA se refirieron a la «situación psicoanalítica». Y después hubo una interrupción de dos años, «querida» primero, «accidental» después,
que en definitiva marcó mi reverencia por relación al paso siguiente: la trasferencia y, como se dice, .su «dinámica». «La dinámica de la trasferencia», un artículo de Freud 1 sobre el que
volveremos tal vez, texto muy decepcionante respecto de su
título, o en todo caso muy limitado.
Con la intención de llegar a la trasferencia, incluso a la «trascendencia de la trasferencia» (es un título en suspenso, enigmático para ustedes quizá, pero también para mí; tengo alguna
idea de lo que miento con ello, pero intentaremos ceñirlo juntos, si es que se puede ceñir una trascendencia), heme aquí
entonces conducido a remontarme más atrás, a reanudar algunos hilos. Muchos puntos de partida se proponían cuando em:
pecé a ocuparme de ·este. primer curso. Un punto de partida
posible sería la oposición, o la doble
D1scuRso CLINico
orientación del discurso psicoanalítiY rnscuRso DEL
co entre el psicoanálisis en la cura o
Ps1coANALis1s
psicoanálisis clínico y el psicoanálisis
EXTRA-MUROS
extra cura o «psicoanálisis aplicado» o.
".traspuesto» o también «extra muros».
Estas dos orientaciones del discurso analítico, bien diferentes
1
..
En OC, 12, 1980, págs. 97-105.
209
pero no sin comunicación ehtre ellas, son asunto este año d e l
presente curso, por un lado, y del seminario de investigación
que tiene por tema la legitimidad de la interpretación y del análisis «extra muros•>, por el otro. Esta relación entre un «afuera»
y un «adentro» no es simple, pese a las afirmaciones perentorias y pese a que los términos traen consigo juicios de valor
o prioridades implícitas. Así, en lo que concierne al. «psicoanálisis clínico•>, cuyo único lugar verdadero está ahí donde se practica, en el e lemento de la palabra, o sea en la sesión como tal.
En cuanto a su «d.ecir» (la manera en que es relatado). c-on tocia
evidencia no es cl~nico, sino a distancia, selectivo, siempre marcado por opciones, teorías, distorsionado incluso. Para esto tenemos un documento rector, princeps: el diario de un análisis
de Freud, el del Hombre de las Ratas. 2 A partir de este texto
y de su comparación con el «Caso publicado .. ,'3 ustedes pueden
apreciar el paso de la escucha a la trascripción de Freud, por
las noches de esas sesiones, y después las etapas de la corrección, del subrayado, de la eliminación, del ordenamiento, de
la preparación de los temas, ·etc. Hay ahí, para investigadores,
un.trabajo preciso por realizar, no obstante que se han hecho
algunas tentativas con el propósito de ceñir, sobre ese caso paradigmático, lo que es la deriva freudiana, la deriva analítica
obligatoria en la relación de un análisis. ¿,Será esta distancia
entre el decir intra-clínico (que es práctico) y el decir de la clínica (que es teorético) 4 lo que nos pone a todos tan incómodos
frente a la «Comunicación clínica»? Dentro de este malestar solemos recurrir a lo que se llaman las «Viñetas .. clínicas, que son
instantáneas, secuencias breves sugerentes, pero que casi siempre se sitúan fuera de dinámica. Aunque, después de todo, tal
vez no sea esta una mala solución; pero ese cambio del estilo
de la comunicación clínica se debería interrogar. La desembocadura, el punto extremo de esta línea es la falta de referencia
directa a «Casos». De esto un autor como Lacan daría el ejemplo más ilustre (si dejamos de lado algunas viñetas muy alusivas), y de lo cual quien aquí les habla es un partidario decidido . ¿Hablar de la situación analítica sin relatar casos clínicos
y sin caer por lo mismo en la abstracción? ¿Cómo alimentarse
de la clínica y metabolizarla sin regurgitarla, sin aparentar res-
'
~"
1
l.
¡
1
~·
1'
Sigmund Freud, L'Homme au:x: rats. Journal d'une analyse, París:
PUF, 1974. [Anexo. Apuntes originales sobre el caso de neurosis obsesiva,
e n OC, 10, 1980, págs. 203-49 .)
:1 Ci1u¡ psychanalyses, París: PUF, 12ª ed., 1984, págs. 199-261. [En OC,
10, págs. 123-94.)
4 Cf. supra, pág. 62.
2
210
lilu1rla? Lcu11 IOH u~crltoH 1,(\\·11kc)ll do l•'H 111d (Inri h1 1 v111 1lio 11
recorrer desde ese punto d e vl::1tu) y no efü·o11tn1.rd'u, rn1 rnu 11
escritos técnicos dedicados a ·la situación •Cllnlcu• por cxcc l\· 11•.
cia, ni verdaderas observaciones ni aun viñetas.
Este malestar de la observación y del informe clínico, c uyas
razones no podremos agotar, no carece empero de relación cori
lo. que nos va a ocupar este año, es decir la trasferencia. La
trasferencia .Y el respeto que se le 'debe, y la trasfere~cia. en .
su relación íntima con los problemas del saber, porque hablar .. .
de un caso desde el punto de vista de Ja trasferencia es habl.ar.
de él desde el punto de vista del saber. Tendremos que volver
sobre esta relación entre la tra.Sferencia y ese sello que la escritura clínica (sin hablar de la publicación) tal vez le viene ·
a agregar, con el riesgo de fijarla.
Es un problema que se toma por su aspeeto más nimio cuan.do sólo se ve en él una cuestión de discreción. El problema·
es muy otro, y es lamentable que Freud no haya abordado la
publicac:i(m d e los casos salvo desde este único punto de vista,
rebajando así la difícil problemática de Ío teorético:clínjco sobre·
una casuística del secreto profesional, médico u o.trb. 5
Me había propuesto sopesar uno con otro dos· dominios de
la palabra analítica. Veamos entonces lo que ocurre con el otro,
el psicoanálisis extra cura o psicoanálisis •aplicado».
Angewandte Psychoanalyse: el término es antiguo puesto
que data de lós años de 1910, por lo tanto del comienzo del
auge del psicoanálisis, y que se lo emplea corrientemente para
las publicaciones. ¿Cómo el término «aplicación- pudo volverse ·
peyorativo, cuando la práctica del psicoanálisis llamado aplicado, durante todo este períodq heroico al que me refiero, digamos el primer tercio del siglo, se había realizad~, se. puede
afirmar, sin complejos? El psicÓafiálisiS extra sesión era lugar
tal vez de trasposición, pero en definitiva tambiert lugar de descubrimiento. Si podía haber «aplicación» era más bien la de un
método que la de una teoría. No hay más que hojear las obras
completas de Freud para sorprenderse por la proporción considerable de psicoanálisis «extra sesión• desde La interpretación
de los sueños, pasando por La psicopatowgía de la vida coti-
r
!> Serge Leclaire se ha interrogado (cf. Psychanalyser, París: Seuil, 1968,
pág. 83 y sig.) sobre el impacto del término impuesto por Freud en el análisis del Hombre de-los Lobos, en cuanto al desencadenamiento ulterior de
un episodi(l psicótico. Pero, ¿qué decir del impacto de la· publicación del
caso'? lJno podría, en esta dirección, preguntarse si la única relación del
caso que no contradiría al proceso analítico sería tal vez el decir del analizado mismo.
-211
. ·.
1Ua:nn (como
HU
noJl\l>n.J lo lrnl ka), Nl <:ld.'lto, \' I J,mm11,nlo , o l
.')'chreber, hasta Psicoanálisis de las masas y anál'isis' del yo,
hasta e l Moisés, etcétera.·
En nuestros días se practica siempre el psicoanálisis extra
sesión, pero siempre desvalorizándolo. Una desvalorización que
recae a la vez sobre la «teoría» y sobre la «aplicación», en tanto
aplicación de la teoría. Antes que practicarla así, con una especie de culpabilidad y el vago sentimiento de una trasgresión,
¿no sería mejor interrogarse de manera más rigurosa sobre sus
objetos (que no son objetos cualesquiera, uno no hace el psicoanálisis de cualquier cosa) y, por otra parte, sobre su método, es decir lo que a él se traspone de la cura; y no lo que a
él se aplica de la teoría? Y corno proponernos hablar de la trasferencia, se plantea la cuestión de la trasferencia en psicoanálisis extra muros. ¿Dónde situar la trasferencia? ¿Hay una trasferencia en un trabajo corno el Leonardo de Freud, y una trasferencia de quién, en qué dirección? ¿Una trasferencia de
Leonardo?, ¿una trasferencia de Freud?, ¿una trasferencia del
lector? Porque quizás un estudio psicoanalítico sería legítimo
solamente allí donde hay trasferencia en el sentido analítico
del término (en un sentido que poco a poco trataremos de definir).
Ustedes ven que recruzamos nuestro terna de la trasferencia por la distinción de .dos discursos psicoanalíticos, uno .en
el seno de la cura y el otro «extra rnttros ... La idea del «muro ..
cerrado, estanco hasta cierto punto, remite a los tiempos en
que las murallas de las ciudades conservaban su valor, y daban
... ..·. .entoi:ices sµ sentldo a construcc~ones de «extramuros». De la
misma manera; recientemente se ha recordado que para hacer
i,m psicoanál.isis no se requería solamente un diván y un sillón,
·
sino también una puerta cerrada. En
suma, hace falta que se trace un re.;;-RECINTO
cinto instaurador, lo que nos rernite-ª1._
recinto instaurador de las ciudad~
.
ceremonia simbólica, incluso rnági~
·antes de ser real: Rórnulo cuando trazaba el recinto de Roma.
Estos muros, esterecinto y esta puerta, los he figurado en
·más · de un Jugar por medio del esquema de la «cubeta.. :
i
a'~
1
autoconservación
~~: '
Estos son dos círculos tangentes uno por relación a·otro y que
tienen un sentido de circulación invertido. Esta cubeta figura
sólo de manera muy_lejana la materialidad de la sesión analítica: no es ·cuestión de asimilar las paredes del consultorio con
uno cualquiera de esos trazos; se trata más bien de una tentattva de fi rar la situación psíquiCa que la cura introduce, acondi,<;iona y mantiene: os o
r u os angen es correspon en
a Íos dos grandes hpos de funcionamiento que Freud describe
en su primera teoría de las pulsiolles: por una parte PI <:ido áe la autoconservación o de los intereses.~ también de la ;,adap~ .. ; para emplear un término gue ha sido Euesto en circula~ión por lo que se llama «psicología del vº"i y, tangente a este, el ciclo de lo sexual. ~ cuanto a su origen. más de nna.
vez he explicado que deriva de otra cubeta, la del sueño, dibujada esta por Freud en el capítulo VII de
interpretación
los mienos.
·
Lo que se podría llamar la cubeta de la sesión deriva en Cierta
manera de la cubeta del sueño, corno lo ha señalado con toc:J.o
aciertO Artdré G:re~n-1 y bajo su. pluma esto es una crítica: la
indicación de qll.e 'la seSión .analítfcaestaría corno marcada desde
sus otígenes por un mé>delo que se podría ilarnar solipsista, encerrado en sí mismo. Reproche que tal vez se puede hacer a
la concepción freudiana del análisis peró no al esquema de la
cubeta tal corno yo lo he dibujado. Quiero decir que a pesar
del término de •Cubeta,., este esquema no está cerrado sobre
el exterior. En cuanto al sueño, que él esté cerrado sobre el
exterior, que, si se quiere emplear un término neurológico, esté desaferentado, eso es verdad hasta cierto pu~to; en el esquema de Freud, para que haya sueño basta con suprimir las
dos flechas de entrada y de salida, y el aparato funciona entonces en vaso cerra:do. Todavía haría falta preguntarse (lo hemos hecho en nuestra primera parte) si el esquema inicial de
Freud es en efecto un esquema del aparato psíquico o del organismo: curioso organismo destinado a restituir en motilidad to-
La
1
i
(
i·
1
1
A,
.[
1
de
i
¡
212
213
1
1
l
~
do lo < ¡u ~· n•d lw e 11 l'o n11 H d v p e 1 ·c t · p ch~ 11 . y e s to d e .111 u 11 t• ru p u
rame n te «re fl eja...
Comoquiera que fuere, que cierto modelo del análisis pued a ser derivado del sueño no implica identidad, sobre todo en
lo que concierne al modo de corte con la experiencia. El sueño
está indudablemente condicionado por una desaferentación, es
un verdadero repliegue _en dedo de guante, que lo vuelve hac ia .el mundo interno, en tanto que el yo, por su parte, queda
fu e ra 'del campo, en un sentí.do muy preciso de esta expresión.
Esto hace que el sueño haya de permanecer siempre, no cier-.
t a inente como el lugar del inconciente, sino como el analogonmá s· próximo que nos ermite imaginarnos algo de lo que es
ét funcionamiento según el inconciente. n o que ·concierne
a l sueño, la expresión lacaniana de formacion del inconciente
esparticularmente apropiada. Pero la cuestión de saber si el
~nálisis mismo, en su conjunto, puede ser considerado como
t'rna formacwn del mconciente permanece ahí sin resolver. En
todo caso el análisis es una formacióri. artificia( mantenida, c1!::,
~ cunscrita, por reglas Lo aue la cierra es por una parte lo que
~¡.llama el setting (marC:O-espacio-temporal , 'marco pecuniario,
etc.), ~espués la regla· fundamental y, por último, lo que llamo~
!os rehusamientos del analista, lo que el anali.sta r.ehúsa y aa.•ue- _
llo a lo cual se rehúsa, sentido este que es el más próximo a
e ste termmo alemán de Versaguñg', quese -sÚele ti-aducir óe
\ m a nera demasiado tecnicista, demasia do próxima a la psicología experimental, por «frustración». ~Los Versagungen, los re~
1,. husamientos del analista: he ahí; .finalmente, lo gue se denom ina su neutralidad.
El término_mis!fio de regla analítica puede fácilmente prestarse a una sacralización; y no se ha abstenido de ello cierta
inte rpretación del lacanismo en que la regla analítica (regla del
decir) es asimilada a l~ Ley en el sentido absoluto del término,
a lo «Siil).bólico>>, el respeto hacia lo cual · habría que . ínculs:ar
como a la fuerza. Lo que se llama «asumir la castración» se enc u e ntra, en lo empírico, como amonedado en la observancia
d e· las reglas de tiempo, de pago, de permanecer acostado, etcétera.
En oposición a esta definición bien simplista de la trasgresión, sostendré esto: que el análisis, no obstante sus prescripciones, algunas de las cuales revisten. tal vez ~a forma de imperativos categóricos, no es una pedagogía de la Ley pero tampoco simplemente una invención., al fin bastante genial, de Freud.
Sin duda que todo esto no ha partido de la nada, existe una
génesis de esta invención de la situación analítica y uno puede
1
¡,<
r
1.
1
1
•
'
~-
r·c tru:tar 1-1 11 li l1-1t.oil11 , l 'n r•o P ll 1'1 11 d11 f' l11111 l 11 r1, 111 p1ud111 in 11· 11111 )
n ado con::itil uy e 11J1 c or ~l 1111 to lo 1>1111t.11 11 t.1 • 1•n h 111n 11 ln , 1, , l11rnt11 11
te eficaz, para q ue los acondlclonum lon t.01-1, 1:11-1 111odll'k11do11 n11,
encuentren difícil codificarse y s u bsbtir mu c ho Ue mpo .
,,
¿Cuál es ent onces.la idea de Cl:l.a cubt•
LUGAR DE
ta instaurada con la inve n cióh fre u d ia -·
na de la cura y de .la sesión? Se lo poDESENCADENAMIENTO
dría· dec ir así: en lá «Vida cotidia n á ...
DE LO SEXUAL
tenemos en efecto los intereses:. supervivencia, adaptación, autoconservación, todo lo que hace
que nos mantengamos como seres humanos y que .progresemos
como seres sociales. Ahora bien·, todos esos intéresesJ:12ara em- ,
l'ósexual. Pero lo 1mportantees concebir que esta aup11cac10n
ae los mtereses por lo sexual (el hecho de que uno corre tras'
el autobús no solamente para estar a · hora en su trabajo, sino
tal vez por razones fantasmáticas muy diferentes) no es uní- .
forme. En otros términf)s, la vida cotidiana no p\lede ser pura
y simplemente retraduciiJíi"'én algo sexua¡_ Por otrá parte,'¡:¡¡· . .
lj. red de las motivaciones sexuales fuera exactamente paralela, coextensiva con la red de los intereses, en definitiva no ha.:
ría falta esta doble terminología, que se resolvería en un cam'füo Iex1co sin resto . Es sin duda el reproche principal gue se
puede hacer a Jung, éuando él retoma e l t é rmino de libido iiaraidentificarlo con la energía psígmca en general. Es lo que
he intentado formular más de una vez e n torno de la querella
llamada del «pansexualismo». Hay allí fórmulas muy precisas
y en modo alguno tautológicas: el pansexualismo no significa
que lo sexual sea todo, ni aun que lo sexual sea la duplic ación
de todo, como la cara y la ceca de una pieza de moneda, sino
que ha algo sexual por reencontrar dondequiera y de una ma-)
p.era no hamoqénea. a re ra ucc10n e la vida cot1 iana en
algo sexual, si e sto fuera el psicoanálisis aplicado, no sería sino j
un ejercicio de estilo más o menos cómico.
•
¿Cómo se plantea esto dentro del esquema de la cubeta? Lo
importante es que haya, entre el círculo de los intereses y el
círculo de lo sexual, no una correspondencia punto por punto,
sino un punto de tangencia. El lugar de paso de uno a otro se
convierte en un desfiladero, un paso obligado pero puntual.
A este desfiladero, lo que en la situación analítica lo canaliza
son las ~eglas fundamentales: la del analizado y la del analista.
Hablar de un punto de paso, de un desfiladero, es por otra parte muy apr:oximativo: porque en un punto de tangencia finalmente no sucede nada; lo que se visualiza, en particular, por
215
214
..t.
'
'•
el hecho de que el círculo interior funciona en sentido inverso
del círculo exterior. ¿Qué quiere decir esto? No seamos fetichistas de los esquemas; los esquemas están allí para conmover la imaginación; y nuestro punto de tangencia se debería
tal vez concebir como un punto de conmoción, de partida de
otro proceso, de otra energía, que podemos llamar marginal.
Y este término de •marginal» traduce muy bien el prefijo alemán emp)eado por Freud a propósito de la sexualidad, el prefijo neben/ Nebej ~jgnifica •junto ª'" pero también ccpor añadid~:
,tY.~ ran, •en exceso». Así, en las teorías e-eonómicas en que se trata
,ll'·;,_ · de los costos o de las ganant:ias marginales, es neben el térmi,,,.
no. Es entonces al o ue viene or añadidura, junto a lo que
se espera a, de una manera se diría gralui_ta. No es necesariamente ceder a una concepción rgmántica descrllifr la cura ana:
lítica como un proceso ~arginal, es decir il\jertado en la vidá:
ccreai., que a cada instante sufre la conmoción de la vida cotidíana y de sus •intereses>" y a cada instante produce su propio
circuito a partir de esta conmoción.
Comparé un día el recinto de la cubeta con una máquina
de electrones, para destacar que entre las incitaciones exteriores y las neo-energías extraordinarias que se desencadenan en
el interior no existe medida común. Freud no tenía a su disposición la imagen de un acelerador de partículas, pero en su ar:
tículo sobre •el amor de trasferencian s~ trata sin lugar a d:udas
de un desencadenamiento de energías de otro nivel:
•Los legos de cuya actitud frente al psicoanálisis hablé a f
comienzo aprovecharán sin duda estas elucidaciones acerca del
amór cie trasferencia para llamar la atención del público, sobre
· la peligrosidad de este método terapéutico. El psicoanalista sa.. · ·.be que .trabaja con las fuerzas más explosivas y que ie hacen
.
falta la misma cautela y escrupulosidad del químico. Pero, ¿aca. ¡
so te hán ·prohibido alguna vez al químico ocupar§.~:. a c_~.usa
de su peligr<;>sidad,. de sus materi~ explosivas, indispensables
a· pesar de su efecto?». 6
. Lo que nosotros visualizamos con la física moderna es el hecho de que un dispositivo en definitiva bastante limitado con. duce al desencadenamiento de energías incalculablemente más
intensas.
·
.
·
i#
.
...
~
o s. Freud, «Puntualizaciones sobre el amor de trasferencia•, ~n OC, 12,
1930, pág. 173.
23 de noviembre de 1983
1
•1'.:
1
i
l
i
l
J
1
1
1
t
r
l
El esquema de la cubeta, dibujado de nuevo la última v e z,
ha sido concebido para figurar la relación de lo adaptativo con
lo sexual. Lo que caracteriza a este esquema es por lo tanto
una tangencia, puesto que los dos circuitos sólo se comunican
en un punto. No existe paralelismo entre los dos órdenes de
realidad figurados. Además, todo paralelismo absoluto desemboca en un monismo porque el desciframiento sería por definF
ción biunívoco entre cada uno de los puntos de cada estructura:7 Tal el destino, en particular, del paralelismo psicofísico en
filosofía. Entre nuestros dos circuitos, ¿hay traducción? Tal vez.
Veremos aparecer este término de traducción; tendremos que
volver sobre él aunque sólo fuera porque es un término en
tras, si puedo decirlo, como trasferencia y trascendencia: un
término que en alemán lleva el prefijo über (Uebersetzung,
Uebertragung, etcétera).
Tangencia y marginalidad (neben), por lo tanto, con resonancias que pueden ser diversas, eventualmente negativas. Lo
•marginal»: toda buena sociología se da por tarea recuperar esta marginalidad, asignarle -siendo que en efecto la tiene- su
función reguladora, compensadora, de válvula, de sueño, etcétera.
El sueño, precisamente; volvamos otra vez a él: el sueño es marginal, en el sentido del neEL SUEÑO MISMO
ben y, ciertamente, por r~lación a la
PUEDE SER
vida diurna. Freud, como todo buen
INCITADOR
sociólogo o todo buen psicólogo, no ceja en asignar su función a eso marginal: muy precisamente la función de •guardián del dormir» .
Así hemos recuperado el sueño al servicio de la adaptación,
y todo está en orden porque en efecto soñar permite dormir
y, como se dice: cuando uno duerme, uno •recarga las pilas;,
para la vida bien adaptada, diurna, He intentado invertir la
fórmula diciendo que el dormir sería más bien el guardián del
sueño. Lo que se apoya sobre todo en los trabajos neurofisiológicos modernos. ¿Quiere decir esto que el sueño deviene un
fin en sí? Esto nos llevaría a discutir lo que significa una reali7 Decodificación, desciframiento de un texto previamente codificado:
estas operaciones implican el paso sin resto, y eventualmente en los dos
sentidos d<' un mismo mensa.je; ahora bien, lo que nos interesa son las operaciones que tienen un resto.
l·
216·
'r
~
r
217
¿ación de d c::ico . ¿Aca:;o una rcull:.mcló n di- d t•H\'º 110 v11 1111ld11
a lo que Fre ud e ntie nde por «guardiá n del donnir»'? 0 <·se .. agual"i e:;tas .. que es el deseo, se lo satisface con imágenes, y durante
ese tiempo se puede seguir durmiendo. En realidad, Erfüllung,
·e n el termino alemán Wunscherfüllung, no es enteramente una
realización: es cumplimiento, que es menos exterior al Wunsch
. q ue una realización . .uno podría decir casi «mostración», «ac.. tµación» del deseo, «Cumplimiento» en el sentido en que los fenomenólogos hablan de Er üllun
ara el cumplimiento de una
1
~~ncionalidad.
-=-~<">
1
1
'/
' "\.'Cº
c,'I>-
~ ~-f4....J(4<-<..o' ~~ ·-
Quiero ilustrar la id"ea ~n sueño que no se propondría
solamente dejar dormi.r, sino que incitaría a hacer algo dura!!::.
te la víspera (que sería Triebregung: moción pulsional); recurriré a un ejemplo famoso, que Freud toma de la Antigü~
· «El más bello ejemplo·de mterpretac10n de suenos que nos
ha legado la Antigüedad se basa en un juego de palabras. Artemidoro cuenta: "Paréceme, empero, que también Aristandro
dio a Alejandro de Macedonia una feliz interpretación cuando
este, habiendo rodeado y puesto sitio a Tiro [Túeos], y.sintiéndose disgustado y decepcionado por el tiempo que duraba,
soñó que veía a un sátiro [aáTVeos] danzar sobre su escudo; Aristandro se encontraba, casualmente, próximo a Tiro, en el séquito del monarca que guerreaba en Siria. Descomponiendo
la palabra «Sátiro» en aá y Túeos, hizo que· el rey redoblara
s u empeño de sitiar la ciudad y aduenarse de ella [aá Túeos
= Tuya es Tiro]"».s
He ahí entonces un sueño interpretadü'a través de un juego
de palabras sobre Tiro. Por otra parte, este sueño o, más bien,
el sueño junto con su interpretación, 9 desempeña un papel de
incitación a la acción: tomar la ciudad de Tiro. En fin, este sueño
ilustra la noción de «trasferencia» en uno de los primeros sentidos en que Freud la utiliza, o sea para designar, en la formac ión del sueño, el traslado, sobre restos diurnos, de mociones
inconcientes sepultadas más profundamente. Con esta ambigüedad, en ese sueño como tal vez en toda trasferencia: no
"La interpretación de los sueños, en OC, 4, 1979, pág. 121, n . 4.
" ¿De dónde viene la interpretación? Vale la pena reparar en que
Fre ud, cuando habla de la interpretación de los sueños en la Antigüedad,
le opone su propia técnica, que «se aparta de Ja de los antiguos en un punto
esencial, a saber, que defiere al propio soñante el trabajo de interpretación. No quiere tornar en cuenta lo que se le ocurre al intérprete, sino lo
que se le ocurre al soñante sobre el elemento correspondiente al sueño»
('ib·id., pág. 120, n. 3). Desdichadamente, en el sueño del «sátiro•» Freud
ace pta pl<'namente la validez de una interp1·pt.aciún nacida, a l ¡wre<"er, de
las asociaciones de l intérpn~t.e únicamente.
218
,111lldn 11pn111 1•11 111, ,•, • 11111 •
no : lu p1·1·oc 1)pHd<'> 11 1101' 111 d11d11d dn 'l'li 11 11 t,111 vn:t, 11l¡.t111111 1w11
sión fortuita d e la vfopcra re ferida ll 1111 111·11Hli·m '( /\ n 1i t1 1 p11pnl
de incitación que parece arrogarse e l s u eño , podrfu.uioi; l,r1111ln
darlo así sobre el esquema de la «Cubeta»:
·~
Tiro
tuya
La preocupación diurna y adaptativa es la toma de Tiro, que
en el dr("uito inconciente provoca algo en torno del sátiro, pe-·
ro que finalmente inducirá a Alejandro a lanzar el asalto. 111 •
Del «neben» del sueño al «neben» de la cura, .el término francés de marginalidad se ofrece a lás crítica_s mal iiltern;ionadas, ·
a la demostración de una funcionalidad sociocultural del ·análisis, en un sentido muy diverso de lo que él cree o prete"ncte
ser. Después de todo, el análisis como barrera de contención,
perro guardián, conocemos bien eso ahora. Sin llegar hasta ahí,
es corriente la acusación de desmentida de la realidad en el
análisis. Quiero decir, comoquiera que sea, que el esquema que
IO Freud vuelve a hablar de este sueño más adelante, en el capítulo
VII de La interpretacü5it <Ü! los .~·u.e'iios : "No rnei·eee la pena exponer como
un terna particular la importancia histórica de los sueños. Si un caudillo
se resolvió tal vez, a causa de un sueño, a una osada empresa cuyo éxito
provocó un cambio de alcances históricos, ello nos depara un nuevo problema sólo si seguirnos contraponiendo el sueño, corno un poder ajeno, a
otras fuerzas del a lma que nos resu ltan más familiares, pero no si lo considerarnos unaj(Jrrna de e::r.presü5n de mociones sobre las cuales durante el
día pesó una resistencia y que por la noche pudieron obtener un refuerzo
de parte de fuentes de excitación situadas en lo profundo. Ahora bien,
el respeto de que el sueño gozó en los pueblos antiguos es un homenaje',
fundado en una intuición psicológica correcta, a lo indorneñado y a lo indestructible contenido en el alma del hombre, a lo demoníaco, eso que
engendra el deseo onírico y eso que nosotros reencontrarnos en nuestro
inconciente» (en OC, 5, 1979, págs. 601-2). A pesar de la reverencia acentuada hacia ese inconciente demoníaco, indorneñado, etc., que se despierta con ocasión de un acontecimiento diurno , no se puede pretender que,
para Freud, el sueño sea, en medida alguna, una «Usina de deseo». Corno
lo apuntó cierta vez Marie Moscovici, la alternativa desesperante en la que él
se sitúa es sin duda: liberar la sexualidad (del ser humano) o liberar al ser
humano (de la sexualidad) . En cuanto a la hipótesis que yo propongo, de
una «liberación de sexualidad", no deja de ser -hay que decirlo- marginal.
219
.
dll>qfo 11 0 opone u lgo re a l y ul go u o real, sin o d os ó rden es de
rcalldad. En manera a lg una se tr ata del eco de lo r eal en lo
ficticio, siño de la conexi6n de lo real adaptativo con lo real
· sexua l . El esquema no es más que un esquema, y la cubeta
q.;é dibuja es sólo metafóricamente aquella de la cura. Pero
tal vez su mérito, cuando se trata de la cura, esté en figurar
esta según su dimensión de conexión, y no de simple exclusión. Para guiarnos cómodamente por la distinción entre metonimia y metáfora, diré que lo que está en la cura no deja
de ~antener contacto con lo que no está en ella, y lo que está
en la cura no deja de tener analogía con lo que está fuera de
ella. Es una situación nueva, artificial, pero que no deja de
encontrar puntos de comparación y de diferencia con cualquier
relación interhumana.
Digo relación interhumana, pero pienso sobre todo en la situación entre
ASPECTO POSITIVO DE
LA INFANTILIZACION
el adulto y el niño. Se ha insistido, siEN LA CURA
guiendo a Ida Macalpine, en la situación «infantil» que es promovida por el
conjunto de las reglas de la sesión analítica. ¿Se trata de una
«infa.ntilización» por el análisis? ¿Por qué no, y por qué conservar necesariamente el ideal del pretendido devenir «adulto»?
P e ro no es esto exactamente aquello a lo que voy . Lo que e l
análisis muestra es sin duda que la situación infantil es el lugar
d°"Oñ<le- tüaose}üega, dond e se c reañeF iñconciente el deseo.
Dig o «Se crean», uti izan o vo untariamente un término algo
f uerte; otros d.{~ían •se mar; an», •se forma su impronta» . Mu.... . - chos. fo diq:m y no. sólo los analistas; pienso en la renovación
·
··.. de un determinismo
conductista: sin matices, el de un cierto
.
S kinner, o recientemente el de un Laborit, en un filme que
hemos podido ver. Per~ en definitiva la idea de que la impron. t a .de la infancia queda marcada de una vez para siempre es
una idea corriente en análisis; desde -aunque con muchos
m·a tices'-:- Freud (quien siempre marcó la diferencia entre la
.' impronta y el ·acontecimiento) ha.Sta llegar a Lacan, cuya fa·mosa fórmula según la cual «el inconciente es el deseo del otro»,
va ·manifiestamente en este sentido, al punto de que toda una
posterit'lad lacl:lniana ve una continuidad prácticamente sin fa. lla entre el deseo parental y la enfermedad mental del niño, .
• ¡\ por ~jemplo . Pienso en alguien corno Maud Mannoni, quien ,
.il a l ·menos en .cierto momento, ha ido muy lejos en el sentido
.de un paso, yo diría, a canal abierto, entre el inconciente pare ntal y el inconciente del descendiente, de manera que en el
límite ya no se sabe a quién analizar cuando se trata dé análisis.
220
'(
¡¡
(
1
1
Para volv e r a la •lnfan tilizaclón• on e l tuuilisls: h e prop uo1-1
t o la ide a d e una v e rda d e ra r u p tura, lo q u e llamo u na me l ó.bola o metabolismo, entre la comunicación pare ntal (pa ra e m p lear
un término más general que el de discurso) con su trasfo ndo
inconciente y lo que el niño hará con ello. Entre el «discurso
del otro:• y el inconciente del niño hay una verdadera deconstrucción-reconstrucción, una verdadera metábola innovadora.
Slendo así 6 si la infu11cia 1 con sus cinco prímeros años , es e l
momento privilegiado¡ a p arentemente único, de ese metabolismo instituY:ente , ¡qué ambición pretender que el psicoanáli~s sea ca12az de reabrir, de entreabrir de nue vo ese proceso!
Pero, también, ¡qué valor positivo para dar a:l término de· infantilización, si lo infantil es precisamente el único lugar de
la novación: «hacéos como niños pequeños .. . »!
¿Qué distingue a la situación analíCuATRO INGREI>IENTES:
tica? Un dispositivo destinado a poFANTASMA
ner en evidencia y a llevar a su paPALABRA,
roxismo algunos «ingredientes» o facsf:XUALll>AI>.
tores. Me he visto conducido a enuTRASf'ElrnNnA
merar cuatro de esos ingredientes: e l
«fantasma», la «palabra», la «sexualidad» y la «trasferencia» . Ninguno de esos términos es excluyente d e los otros. Son hilos para e ntrecruzar, y que remiten unos
a otros. Es indudable que hasta aquí, en esos c uatro términos,
he dado la prioridad a lo sexual como el más específico d e la
situación analítica, a condición, evidentemente , de tomar «Sexual» en cierto sentido sobre el que habremos de volver. Ninguno de esos cuatro elementos es nuevo por relación a toda
situación interhumana. ¿Cómo podría ser de otro módo? El análisis re acondiciona, pero ¿cómo podría un_o saltar por. e ncima
de su sombra, cómo se conseguiría que los elementos de la re alidad humana no estuvieran presentes en el análisis? Es pre ciso entonces pensar el análisis como diferente de toda otra cosa, pero también mostrar las mutaciones que sufre cada uno
de esos cuatro elementos, entre su funcionamiento en la cura
y su eventual presencia extra cura. Este será el caso sobre t!)do en cuanto a la trasferencia, donde tenemos que asir bien
dos extremidades que es muy difícil mantener juntas: por una
parte, que fa trasferencia es un fenómeno específicame nte ana·
lítico, de modo que reconducirlo a fenómenos como los del hábito, por ejemplo , es verdaderamente no acertar con lo que
constituyó el asombro de los primeros analistas ante este fenómeno. Y, por otra parte, tener en cuenta lo que, fuera ·del análisis -pero no en cualquier parte- prefigura la trasferencia
221
del análisis y permite, si no esclarecerla, al menos hacer variar
su iluminación.
Retomaré hoy, para hacerlo nuevamente la próxima vez,
los otros elementos para precisar todavía mis posiciones personales respecto de definiciones del análisis que hacen interven iF tres tipos de límite: el límite entre fantasmático y real; el
límite entre lenguajero y no lenguajero, y el límite entre sexual y no sexual.
El análisis, se suele decir, da prioridad ·al fantasma, el análisis está·Tn: - ·
EL FANTASMA:
NO HAY IRREALIZACION
~~so en el fantasma, lo propio del
) análisis es no tomar en cuenta la disEN LA CURA . .
tinción entre fantasma y realidaci. Son
tesis que conocemos bien._y que pueden quedar expresadas segÜ~a'.hadas y talentosas versiones, pero que ·encuentran evidentemente toda su veracidad a propósito de nuestra refleXlQn
de este año, puesto que ha quedado abierta la cuestión de saber si la trasferencia, también ella, es un inmenso juego.de fic-·
ción, y aun ¿por qué no? una variante de psicodrama. En todo
caso, es lo que algunos no están lejos de pensar.
Me he explicado largamente, los años anteriores, sobre la
significación y los límites de lo que sería una suspensión d (•
la intencionalidad de realidad, que, pretendidamente, sería <:orrelativa del discurso del analizado y, sobre todo, de la es<:ucha del analista, en la cura. Para resumir, diré que es preciso
ante todo distinguir lo que se dice del vivenciar infantil en
la cura por relación a lo que se dice de la realidad presente.
Hay espontáneamente en todo retorno del sujeto sobre su infaricia, pero en especial dentro de la cura, una mención hiperrealista. Esta se condensa de manera especial en lo que se lla ma, con un término qúe ha adquirido derecho de ciudadanía,
los recuerdos-pantalla. Lo vivido, y lo legendario, aquello de lo
gue uno cree acordarse.y aquello que se ~os ha dicho, són mteg_rados espontáneamente pornosotros en una misma mención.
Y-evident.emente de eso vivido infantil habla Freud en ~n pasaje bien cOñOCla<>ae'~}erencüis de introaucción al psic(i?
anCiLisis: «Duranté !argo tiempo; no compreñderá riuest~apr.·¿:-·
puesta de equiparar fantasía y realidad y de no preocuparnos
al comienzo por saber si esas vivencias infantiles que han de
explicarse son lo uno o lo otro». 11
Es cierto que Freud no escapó, indudablemente, a la tentación de una investigación realista del pasado infantil, pero se
J
222
1
En OC, 16, 1978, pág. 336.
U<.: ll l' e l di.' l '\ ' ( ' 110 d o pc •ll tl lll q11 n IUl lll• \lt111t 11 lt1 \ 11q111 1d 11 , hl ... . 111 •i t 1
fica, ::ie ::iltúa e n loti m ú 1·gc 11~iH cid 1.1·nl 11 ~lo un11llU¡ •o 1·011111 l.11 1. 1
«Suponiendo que se justifique ,,, d ecimos por tlll üH l.n~ piutn , poi·
que este hiperrealisrno se debería relacionar, e n su fond o , <.:0 11
aquella condición de base, insuperable, del vivenciar infantil ,
que es la hipersignificatividad de ese ~venciar, es decir e l
desborde de las capacidades estructurantes del niño por una
J:Jrofusión lujuriante de ~Qsajes de ,l,psque él no tiene la~ta~
.Ye,peíü de los que sabe que SO!\__f.°-~!!~~es,.
·~--~..·--~--.-. · ·
En lo que concierne ahora al vivenciar adulto, la «regla fun-~ /\c úi .
damentaln no obliga a ninguna otra cosa que a perseguir las / •' ·. ·.
cadenas de asociaciones (Assoziationen) y a dejar acudir las· ·./ ! t;~CC· .··
ideas repentinas (Einfiille) a partir de cualquier elemento que
se presente. Lo que no obliga a ninguna modificación intencioA
nal por referencia al indicio de ~ealidad de lo narrado . y que·
sirve de punto de partida para las asociaciones. Un sueño narrado no por ello se deja de mentar como soñado. Cuando se ·
analiza un sueño, es seguramente al relato del sueño pero tam~
bién al sueño ::ioñado, al sueño de cierta noche, aquello a lo
cual nos referimos, analista y analizado. Las categorías de ante:> y después, el encuadramiento del dormir, nunca 13e dero.~
gan aun si este puede ser cuestionado por el hecho de que determinada cadena asociativa encuentra su punto de partida en
un elemento ulterior al sueño. De igual modo un lapsus que
ocurrió en la vida cotidiana, un lapsus narrado no es un lapsus
en sesión: esta es una verdad que conviene recordar de tiempo
en tiempo. Se puede contar un lapsus sin cometer lapsus y,
a la inversa, se puede cometer un lapsus en sesión sin darse
cuenta de ello y, en ese momento, sin analizarlo.
He hablado de esta especie de contorsión psíquica que con- .
sistiría en querer mentar de la misma manera lo imaginario y
lo real. El pasaje de Freud citado antes no prescribe nada parecido, no hace más que enunciar una prescripción metodológica, aquella que del lado del analista se formula como la regla
llamada de la escucha igual. La regla
de la «atención igualmente suspendi. . . NI EN LA nE<iLA
da•, a pesar de ciertas afirmaciones,
DE LA A T~~NCI< IN
en manera alguna es evidente desde
EN SUSPENSO IGUAL
el punto de vista metapsicológico o
1
1
''
•
•
l
12 Para una descripción detallada de esta expedición hacia •el origenn
del fantasma, cf. J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Fantasme originaire,fantasmes des origines, origines dufantasme, I964; nueva publicación, París: Hachette, 1985.
223
:
•
;
.
d t•Hdt · t•I pu u to d e v hit a práctic o . Ve r en ella, con Freud, el «COr rN¡po ndlctt te " (Geg enstück) de la regla fundamental. no cont ribuye a esclarecer las cosas, si es verdad que esta simetría
se tiene que concebir en el seno de una disimetría esencial:
no se podría colocar bajo el título de . un mismo proceso el hecho de abandonarse a sus propias asociaciones y el de acompañar, en resonancia, el itinerario asociativo del otro.
Las comparaciones sonoras, musicales, acústicas, acuden naturalmente a la pluma a propósito de la escucha analítica. Conocemos la fórmula famosa de Freud según la cual el analista
«debe volver hacia el inconciente emisor del enfermo su propio inconciente como órgano receptor, acomodarse. al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono ... 1:3
Fórmula que ha sido criticada, y no sin razón: ¿cómo imaginar
que el inconciente del analista pudiera hacerse semejante a un
resonador neutro, sin aspereza, si'n falla y aun sin frecuencia
de resonancia? Roustang habla aquí de una «Utopía absurda»,
y su argumentación es sólida . . . 14
Con respecto a ello puede ser interesante escrutar un poco
más de cerca las connotaciones del término alemán gleichschwec
bende (igualmente suspendida). He descubierto recientemente, acerca de instrumentos musicales antiguos, el término ungleichschwebende Stimmung. Se trata del hecho, bien conocido, de que la escala natural no conoce , entre dos notas, un
semitono situado exactamente a media distancia: el sostenido
de la nota inferior no es exactamente superponible con el bemol de la nota superior. Esta escala natural es la que tocan
espontáneamente los instrumentos de cuerda. La escala «bien
temperada.,, ·en cambio, vino a aportar en el siglo XVIII su simplíficaoión; que es un artificio: el do sostenido y el re bemol
so~ leve~eilte desnaturalizados los dos, para corresponder a
una misma tecla negra del clave o · del piano «bien temperado» .
Es interesante darse cuenta de que la tonalidad natural, no
temperada, ·se pueda llamar «desigualmente suspendida•>, míen. tras que la gama artificial, bien temperada, estaría «igualmente· suspendida» (g'leichschwebende). To.do esto es sugestivo si lo
trasladamos a la cuestión de la escucha analítica: la igualdad
. .de escucha, lejos de ser una actitud tan natural, supondría la
intervención de un artificio, una desnaturalización respecto del
n S. Fre ud, .. consejos al .médico sobre el tr~tamiento psicoanalítico .. ,
e n·OC, l~, 1980, pág. 115.
14 Cf.. Fran<;ois Roustang, ·: . . Elle ne le láche plus, París: .Ed. de Mi. nµit, 1980, págS: 117-.8 especialmente.
224 .
discurso espontáneo del analizado. Es lo que he llamado el aspecto económico de la regla de la escucha que desplaza los acentos por relación a los acentos espontáneos del discurso del analizado. Se ve que, con ello, nos vemos llevados a metáforas musicales que giran en torno de la armonía, el unísono y el
acompañamientQ. En una sonata, entre el violín y el piano que·
le responde se produce un desacuerdo más sutil que se sitúa
más allá deljuego reglado de acuerdo-desacuerdo de la armonía y del contrapunto: la ,;falsedad» que se introduce entre las
notas naturales de uno de los instrumentos y el «temperamento» del otro. Esta imperceptible cojera, esta leve disartnonía
parece indudablemente explicar mejor la situación que la imagen del resonador telefónico sin distorsión . La interpretación,
con su impacto económico, sería el producto justamente de este «junto ª'" de este neben.
29 de noviembre de 1983
Vuelvo sobre mis cuatro hilos: fantasma, lenguaje, sexual ,
trasferencia; ahora tiro del primero, el del fantasma, demasiado fácilmente confundido con lo ficticio, lo irreal. Veníamos
tratando de la atención igual, y queríamos ver cómo es que
introduce una «igualdad». Para volver a decirlo claramente, en
la cura como dondequiera, con todo aquello que es mentado
nos relacionamos según diferentes modalidades.: lo real, lo posible, lo necesario, lo deseable, lo infinitivo, etc.; esto nos remite, má.S allá de la gramática clásica y de los modos del verbo
(que no son una guía .tan mala para un primer abordaje), a lo.
que se llama una tipología de los enunciados, como la que propone la filosofía llamada «analítica». Y bien, a esta tipología d e
los enunciados, a estas diferencias de modalidades, a estos sostenidos y a estos bemoles, aporta la atención igualmente flotante su temperamento, es decir, su igualdad, de una manera
-insisto en ello- relativamente artificial.
¿Cuál es 'el fundamento teórico de esta regla impuesta al analista? Hay muUNA ESCUCHA DE
chas maneras de expresarlo y, puesto
LA ENUNCIACION:
que he introducido el término de enun•ES USTED QUIEN
ciado, hay algunos que definen lo proMf;LO DICE·
pio del análisis como el paso del nivel
del enunciado, es decir d.e l tenor de lo que se dice, al nivel
225
d e la e nunc iació n . Lo que 1:1obrc nll(;) nde Ju glo'loh soh •uJt1IJonth
Aujmerksa'mkeit sería entonces un •es u s te d quie n lo dice •. O ,
p ara ser más completos: •<es usted quien me lo dice»; y, con
e se ccusted», ese cerne» y ese ccdice», reencontramos por lo menos
tres de nuestros hilos, entrelazados: el dice remite a la función
del lenguaje en la cura y al problema de la situación del inconciente respecto dé él. El me.introduce la trasferencia, donde
la cuestión es: ¿cuál es ese cerne»?, ¿es simple o complejo?, y
si es complejo, ¿según qué línea se divide?, ¿según la línea, como a menudo se pretende, que separa al analista fantaseado
o proyectado y al analista real?, ¿o bien, según la terminología
lacaniana, según fa que separa al gran Otro y al pequeño otro,
o al analista imaginario y al analista cautivo de lo simbólico? Por
último, el usted remite evidentemente al ccsujeto» y ·a lo que
uno podría llamar, en psicoanálisis, cierta tendencia al ccpersonalismo» . Entiendo este término sin matiz peyorativo para designar, de manera cómoda, lo que ha sido destacado desde hace ya mucho tiempo en la reflexión sobre la cura: todo lo que
se vive y, con mayor razón, todo lo que se dice en la cura tiene
que ser forzosamente referido a alguien que lo produce. Que
no exista dr.ama salvo para un sujeto, que el drama humano
deba ser reformulado en primera persona, ustedes reconocen
_en esto lo que declaraba, hace ya mucho tiempo, un Politze~r
'¡ Ya él pretendía poner fin a la vieja metapsicología, con su abs
! tracción y su mecanicismo heredados- de la psicología clásica .
,· para remplazarla por la noción de un guión dramático (o d
fragmento' de un guión e"'énico) reconducible al U.dividuo hu .
t mano concreto; en suma, al acto de un yo. 15
~- La Critique desfondements de la psychologie data de 1928
y demuestra una atención, en la lectura y la crítica de Freud,
que hace de Politzer un gran precursor. Años después, dentro de esta línea de una psicología de
DE PoLITZER
la persona o del sujeto concreto, reA SCHAFER:
encontramos en los Estados Unidos
EL LLAMADO AL ORDEN
las tesis de Roy Schafer, que maniSUB.JETIVO
fiestan la misma reacción contra una
metapsicología llamada mecanicista.
Hay que decirlo: sin duda, la escolástica metapsicológica domi-
11 11 111.11 1111 l1111 l•!1i111 d11r1 l l11l d 11r1 11 0 dt \111 d 11J111;t l1'11 •111 n d 1· u1q d '4111
u1.1a n ..mcdó11 11 r;f. Al1111·1 t 1ii ' 1101-1 p1'1»111111 11 1·n t,111d11d 1 11111 ll 1,1•lt n
p sicoló gicos ya no Cn ccdra m a hUll H UI O» r-ll JI O () 11 «li ll tJ.<111\l t• d o 111'
ción» (action-language ). E s to n o e s ta n diffc il d e <m t.c 11<Lm ·, 11
J
1
" Un •YO» o un •sujeto», dice Politzer, pero deslindándose radicalmente de toda psicología de la conciencia: es. . . •precisamente porque [la psicología concreta] no considera que la ignorancia del sujeto acerca de su
propio ser psicológico sea un hecho particularmente notable, ella no tiene
necesidad alguna de la nociói:t de inconciente• (Critique des fondements
de la psychologie, París: Rieder, 1928, pág. 214).
226
es tan diferente de Politzer. La acción d e que se tra ta n o ci; tá
evidentemente referida a un pragmat~smo cualquie ra :.se tra ta
de retrascribir en una proposición -'-Sujeto que es un indivi ~
du.o, verbo que implica un act.o, adverbio qu~ modaliza ese
acto-, por lo tanto, efectivamente, ccen persona», lo que en fa
vida psíquica se presenta como fragmentación y pasividad. Ásí,
el lenguaje de las pulsiones o el de las instancias no sería más..
que una manera de hablar que es córnplice de la manera en
que el sujeto mismo se pretende· obrado por algo que él no co~
noce. No todo es criticable en estas tentativas seductoras de
hacer una psicología o un psicoanálisis (pero aquí se trata cier-..
tamente de psicología) en primera persona, en persona. Pero
una de las cosas sorprendentes, sobre todo en Schafer, es la .
coexistencia y tal vez la confusión entre un personalismo teórico y un personalismo ético o que se sitúa en el plano de!°i~­
perativo. El personalismo teórico .sería U:na manera de abrir pa5o.
a la psicología verdadera por relación a una psiCología falsa,
puesto que en verdad toda manifestación humana es manifestación de un sujeto. Pero esta ccpsic9logía falsa» no es solamente obra de los psicólogos tradicionales, que continúan describiendo al ser hun:i.ano según él modelo de los objetos de la naturaleza, sino que es obra de la expresión espontánea, por parte
del individuo, de su vivenciar psicológico. En consecuencia,
para establecer una psicología verdadera conforme a su objeto, habría que enderezar todas las proposiciones en que el su jeto mismo se describe como opuesto a
mismo, conflictuai,
alienado. Es así como Schafer propone muchos ejemplos en los
que intenta restablecer en cclenguaje de accióni" es decir en ccpersona», tanto locuciones espontáneas, como proposiciones metap~icológicas elaboradas y en que fa conflictualidad se expresa sobre todo en función de pÚlsfo'nes; de instancias, etc., y
según el modo de la pasividad ·º del cccosismo».
La vez pasada hablé de cccon:torsiones~ a raíz de una actitud ·
psíquica un poco diferente, pero, en las tentativas de Schafer
en mayor medida, hay un aspecto extremadamente retorcido,
alambicado, en el afán de expresarse en un lenguaje que sería
el de una psicología no cosificante.1 6 Espero tener la ocasión
sí
,,
~~.
lfi Cf. por ejemplo Roy Schafer, •Psychoanalysis without Psychodynamics .. , fnternntionalJournal qf Psycho-Analysis, 56, 41, 1975. Me he refe-
227
...
111 111 1•1•1f t.- 11 d1d ,11 ll 11 d11 d o (-'s i.a esp ecie d e n co-p olitl.od 11vr11. 11111s n ul kal, pe ro ta mbié n más simplista que
dn 111111 111 1 11
11•1 lr1 111 0
1• 11 t'I c•1 tHo <I <~ l'o litze r ; aq u f, p a ra situar u.n jalón de lo que pod rfn f ig ura r a la c abe za d e esta controversia, propondría las
fórmulas siguie ntes: la metapsicología está muerta . .. pero ella
n o lo sabe; el sujeto no está alienado (nos dice Schafer) ... pero desdichadamente no lo sabe. Dos proposiciones que evidentemente se destruyen ellas mismas, y sobre todo la segunda,
porque si él no sabe que no está alienado, si él no sabe que
es en primera persona, evidentemente es que no es en primera
persona, está alienado (tomo aquí alienado en el sentido más
general heredado de la filosofía hegeliana: tomado y arrastrado en una alteridad que él no domina y en la que se pierde;
pero aqtií se trata para el «sujeto» de la metapsicología de una
alteridad interna, la de las instancias, de las pulsiones o de los
objetos internos). Si, en consecuencia, no significa gran cosa
decir que el sujeto no está alienado, puesto que él no lo sabe;
y si, por lo tanto; es preciso describir su alienación antes de
describirlo finalmente en términos no alienados , la única significación posible del personalismo schaferiano sería entonces ética y técnica: la reforma del lenguaje teórico del análisis se pro-
..
rido aquí a dos posicione s violenta m e nte · antin a turales, artifkialPs, para
las qu e utilizo el t é rmino un p o co pe yorativo d e «contorsi6n•>. La pl"inwra
e s e sa actitud d e escuc ha en la c ura que querría anular todo índicl' rd.l'ri do a la rea lidad, la irrealidad , la posibilida d , etc. , en suma , las modalidade s
de lo que en e lla se prese nta. Esta actitud puede reve stir aspe ctos un poco
dife re nte s se gún que se ponga el a c ento e n la subjetividad (de todas mam•ras eso es ve rdade ro porque e s usted quie n lo dice) o en el discurso (eso
es d.e toda::; mane ras v e rdad porque usted lo dfre) . Por mi parte he opues. to , a este artificio masivo d e una se udo reducción al fantasma o al lenguaj e", ·et"juego <>bien t e mpe rado" d e la a tención igualme nte flotante, como yo
· l¡t ·entie ndo.
La s e gunda p osición e s la d e Schafer, uno d e cuyos carac teres esenciales és p~oponer en el mismo rrwvimiento una r e voluc ión en la teoría y una
t é cnic a en la cura, a través d e una reforma radic al del lenguaje, hasta en
s us formulaciones más e leme ntales. Este prose litismo lenguajcro obliga a
sus ·se guidores a desterra r d e l le nguaje sustantivos y adjetivos, a e mplear
-só lo frases c on sujetó singula r , un verbo y adv e rbios, etcétera .
. Toda. hu e lla d e refere ncia a entes psíquicos sustanciales (el. inconcien. t e , e l ello , la angustia, la repre sentación , e tc.) d e b e se r d e sterrada, como
· t a mbié n, y tal ·ve z partic ularmente, toda e xpre sión que induzca a pensar
e n una pasividad del individuo humano. Está presente la id e a de que esta
r e traducción. teórica se aúna con la retraducción inte rpretativa, que debe
permitir al «analiza ndo;, reapropiarse de sus a c tos, y e n primer Jugar de
.s us a c tos ·d e pensamiento, disipando la ilusión de pasividad que a e llos se
a dhe ría . Eri suma, el cos ismo psíquic o y la pasividad quedan reducidos por
la . fórmula -un poco ingenua- siguiente: el sujeto se da la ilusión d e la
p a siv·idad o del proceso al que e stá sometioo, y denie ga (lo que es tambi é n
><ac to•>) e l ·acto por el cual produce e sta ilusión misma .
. un
228"
l
r
11·
pone simultáneamente como la reforma del lenguaje de la interpretación en la cura y como la reforma que se debe producir
en el analizado para que él haga suyas «la medida y los términos en que ha sido autor de su propia vida. , . y la medida y
los términos en los que ha desistido de esta actividad». 17
¿Adherir a aquella concepción de Freud, aun como a una
tarea infinita? ¿Cómo hacerlo sin reconocer su carácter utópi18
co y aun su carácter de desmentida? Antes he recordado que
conocemos en Freud dos sentidos del término «realidad psíquica». Uno muy trivial, la realidad de lo psíquico, del psiquismo:
todo lo que es psíquico, en particular -dice- las imaginaciones, es la propiedad psicológica de una persona. ¿Propiedad
o producción, como lo querría Schafer'? Es que no sería enteramente la misma cosa·. Pero la otra significación freudiana d e
este término de «realidad psíquica» es enteramente otra cosa,
es decir aquella realidad que, en lo psíquico, hace las vece s
de un cuerpo extraño, o sea la realidad del inconciente, siempre que se pueda decir de él otra cosa que «es un cuerpo extraño». Pero en cierto modo estos dos tipos de realidad, la realidad psicológica o subjetiva, digamos, y además la realidad cósica del inconciente, juegan una contra otra. La afirmación del
inconciente, pretenden los personalistas, juega como una ne-·
gación de la posibilidad, como se dice, d e asumirse en primera
persona. P e ro , a la inversa, la afirmación abrupta 9-e la subjeti. vidad de nuestros actos, es decir la traducc ión forzada
«action-language•>, juega como desmentida de una vivencia fun- ',_
damental: que, precisamente, somos vividos por algo que es ',
ajeno en nosotros.
.
.-.:!
Todo esto a propósito de la atención igualmente suspendida. ¿La atención igualmente suspendida, es simplemente un
llamado al orden subjetivo? «Es usted quien lo dice». Indudablemente, puede hacer ese papel. T~memos el e~Qlo de un
sueño. Ocurre con frecuencia que un sujeto en análisis nos cuente un sueño que ponga en escena personas reale.s de su ambTente; capturado por el «realismo» a el sueñ o, él «reahza» Tos
personajes, sus palabras, sus acciones, al punto d e presem:aí-los como si verdaderamente provinieran de las personas represé ntadas: es «él, sin duda»; sólo de él o de ella me puede venir
e'sa o aquella reflexión. Hay alh, evidentemente, la necesiaad '".
de cierto llamado que no se presentará siempre de manera
abrupta, pero que :=;i~mRre terminará en esto: a pesar· de todo ,
eñl¡
17
Op. c:ü., pág. 44 .
18
Cf. especialmente supra, pág. 109 y sig.
229
t 'll 1111tt• d <tt d111 1 lo l 11~ JHILfodo. y uu U!.{, fill COJWC\' 11 4!H <' l ll, p orq11 1
.~r. 11 0 slr'\ trn <l ü~co ci;condl d o h u u.tribu id o u st ed u c:-ia p e rson a
aq 11 c l d ic ho, q ue p o r o tra par te pare c e conve nirle t a n bien ~~e
ll amad o a l o rde n, que e s válido para el sueño, sólo con mode1=ac1ó n lo e s en otras circunstancias de la cura. La «SUbJehva\ ción» sistemática de todo lo que nos es referido puede fácil(1 /
¡! mente ser percibida como persecutoria: ¿,acaso fa fórmula «es
~ Ústed quien» no es la máxima misma de la proyección?
En contra de semajante proyección, de semejante actitud,
acusatoria en el límite, insisto por mi parte en la idea de temperamento, y aun de cierto artificio técnico en la atención igual:
tratar u1guqJ_ipent~ >>, como punto de partida de asociaciones
,~¡gualmente» válidas. Esto para enderezar la idea de que la atenc ió n igual no sería más que una inmersión en lo ilusorio o lo
s ubje tivo. Para destacar que ella respeta las menciones espontáneas de los diferentes modos de realidad .....:..todas las modalid a d e s qtie yo indicaba hace un rato-, pero que al mismo tiempo las corrige, que en cierto modo tiene una función económica , de contrapeso; una función de entrenamiento o función
agógica y, ¿por qué no, en este sentido, pedagógica? En todo
caso, e lla no es la ensoñación puramente pasiva que el término
«flotación» 19 dejaría suponer.
Indudablemente, esta función de la escucha igual debe de
ten e r alguna relación con lo que llamamos ausencia de indicio
r e alidad (o más bien, de indicio de irrealidad) en el inconcie nte.
~ P e ro esta correspondencia no implica en modo alguno aceptar sfrl'reserva la f(>"rnú.lladón un poco ~presurada cte:<esc~-=
c h ar con su prop10 inconciente»; sobre todo s1, por no se sabe
. qué milagro, Freud pretendiera de repente que'estelñCOñeien-·
' teael anah'Sfa"fuera neutro, sin contenido , perfectament~re.::­
,1 son a nte, y ya no indestructible com~ e n o tros lug~E_e~lo pre,¡.__ te nde .
·"·'""-- --Xsí como el sueño no es el inconciente, la cura no es el inconcie.nte . La cura no crea más que un analogon lejano de
q Üe podemos suponer es funcionamiento inconcient~.. lncfü:-so"; ¿podemos ha6 lar d e analogon? Sería sin duda más v~da­
dero para el sueño, que después de todo nos comunica cierta
idea d e lo que no podemos alcanzar, es decir del proceso prim a rio que suponemos directamente inducido por el inconcient e. En cuanto al proceso de la cura -asociaciones y escucha-
.
!
de
el
'º
fo
En Ja t e rminología de las Oeuv r es completes de Freud, en curso de
e lahora ci6n, proponemos «ate nci6n igualmente suspendida•.
23 0
~o
podría p r oponor t1,u.11h1"11 h~ l111 n>(1111 .lc 1 111111 11 1d 1 .Y yn 1111 11
nie go d e l laps us que comcU la reu n ión puti11d1~ <'U 111 1clo ottt•dh
en la pizarra gleichwebende (que teje igu a lmcn lc) un l11 J{1u· d t·
gleichschwebende. El tejido es tambié n una imagen de Frcud,
la de las cadenas y las redes. Tejer, a partir de todo e le m e n to,
Üna red para cercar ese nucleó duro que sena la realidad s í- :·
quica en e senti o est!'icto esta vez). 1 es decir 7 el inc:onciente . . /
·-
·---
· -
-
·-
'
.
.
.
,.
1
Vuelvo sobre aquella frase que pone el acento en.la enun- .
ciación: •es usted quien me lo dice•. Ustedes ven que del usted, ·
del personalismo, hemos pasado al dice, o sea, a ·través de lared asociativa, al elemento del lenguaje en que se mueve la
cura. Puesto que me apresuro para tomar mi cuarto hilo; el
de fa trasferencia, me veo conducido· .
REPASO DE
a esquematizar algunas. de mis propoCUATRO OPCIONES
siciones relacionadas con la· situación
SOBRE EL LENGUAJE
del lenguaje. 2 0 La primera es: .UllO no
puede en absoluto reducir lo que es la . .
sigoificatividad (emplearé toda una serie de térmínos para decirlo), la destinación, la alocucion o incluso el mensaje, a lo.
verbal. Que desde el nacimiento de la lingüística moderna Saussure haya establecido el proyecto de una semiología general,
es decir de un conocimiento de los fenómenos de comunicación en su conjunto, es perfectamente consonante con esta fórmula de Freud referida a •El interés del psicoanálisis para la
ciencia del lenguaje•: •Por "lenguaje" no se debe entender aquí
la mera expresión de pensamientos en palabras, sino también
el lenguaje de los gestos y cualquier otro modo de expresar una
actividad anímica•. 2l Para retomar las cosas a partir de una
fórmula, conocen ustedes este título de una obra de la lingüística y pragmática moderna: Quand dire c'estfaire, 22 donde se
examina la famosa cuestión de lo •performativo». Y bien, igualmente se puede invertir los términos, así: •Cuando hacer es decir•. Ejemplo: dar el pecho es hacer, pero es igualmente decir;
y dar la leche no es darla de cualquier manera, es darla por
el pecho. ¿Qué quiere decir ese pecho que se me da y q'ue va
a sustituir a la leche, desde el punto de vista del mensaje y
desde el punto de vista de la significatividad, tanto que los psicoanalistas han olvidado completamente la leche, y con razón?
º
2 Cf. Problemáticas IV, El i nconciente y el ello, Buenos Aire s: Amorrortu editores, 1987.
2 1 S. Freud, «El interés por el psicoanálisis .. , en OC, 13, 1980, pág. 179.
22 J.-L. Austin, París: Seuil, 1970.
231
Otro ejemplo: el hecho de proponer un análisis a alguien.
Sin duda que hay palabras más o menos triviales o singulares,
que adquieren aquí su peso. Pero, cualesquiera que sean las
palabras, ese hacer, por sí mismo, es un decir, un dicho, un
mensaje, que correrá a todo lo largo del análisis como verdaderamente enigmático: ¿qué me quiso decir con ello, cuando me
propuso tomarme en análisis, o al aceptarme?
Este era mi primer punto con algunos ejemplos diseminados, sobre el hecho de que la significatividad no podría ser reducida a lo verbal. El segundo punto es la relación del inconciente y del lenguaje. Que el inconciente tenga una relación
estrecha, necesaria, con el hecho de que el ser humano es un
ser de significatividad (más amplio que un ser de lenguaje), he
ahí algo evidente. Pero el hecho de que la creación del inconc
ciente, la represión originaria, que veo totalmente ligada a es\t .ta ~reación, est~ ligada a fenómenos d~ lenguaje y haya podi. ¡¡do incluso ser figurada como una metafora, en modo alguno
!. implica ni que el incon"ciente sea un lenguaje ni que esté estructurado. ~a~ac~iJnpJgm.ente_JJ!!"'ª-.f...§r.mula, diré qu~
. el inconciente está hecho de restos de significatividad, o bien,
¡ si ustedes-acep~é;;tiru;-:<le significantes desigúificados. 2·1
f·· ~ Mi tercerá observación recaerá sobre lo que Freud, aceréa
de la cura, llama el Bewusstwerden, el hecho de devenir con) ciente, o también, con un término que he tenido ocasión de
comentar, el Agnoszierung del inconciente, es decir el recono1 cimiento del inconciente -pero es la expresión que se emplea
· . ¡!: iguálmente para el reconocimiento de un cadáver en la mor. . . ; gu~-. Y bien, en ese devenir conciente es poco verosímil que
··. '. .'. i'Jel irn;oncie'nte hable y reaparezca en persona. En nuestros días
. :. "'· decimos que la fun.ción del lenguaje en la cura es en gran pa~
. . . . una.función de simbolización, y creo que se tiene toda la razón
>~':i'il en i11sistir sobre este término; lo hago junto con otros, junto
:_ ;-,.1.,.,., ·~ . con André Green, por ejemplo. 24 Lo que implica este término
d_~ simbo!¡._?:ació.n es un avecinamiento, por relación al inconc;~ente; una aproximadón, pero igual~efl:_te una distancia, aun -:,:
. si_~~sta pretendiera ser asintótica~ !Lna distancia que perma-
I
'·:.
\¡:·
.
:!•l
. eo de
.
•
.
Es esta posibilidad de signi(icantes des-iyni(icad<m, ~-Un-tWffi--.
pasaje , sea en la int_erl112oralidad del inconciente, la que nutre la il~." s!f.W de una indeJ?..~..illl.enc:ia_y_lJa~J;l;!..Q~lH!....'.!P.rifl!ado» del significante . _
-- ~1 Cf..' A. Green, «L'analyste, la symbolisation et l'absence dans le ca. dre .af\alytique•., N6uvelle Revüe <.U1 Psychanalyse, nº 10, otofio de 1974,
págs. 22!}-!}8. [Ed. en castellano: «El analista, la simbolización y la ausencia
en el encuadre analítico .. , en A. Green, De locuras privadas, Buenos Aires:
Amorrortu editores , en preparación.)
·,
232
~ece
infranqueable . Fre ud c xprCHl:l nHf ltt l'd 1td("1 d~ ' 111, 1 1• p1 ~ ·
preconciente-conciente con 1 a.~J2!.C~1tacl6 1.!._ l 11 <· 011
ciente: la representacion mconciente e s la re prese nta<;l().u- <.~ o
sa,Iñientras que la represen.t ación prcclcc es la representación §i<Sachvorstellufui~a representa<l?n-~alab~ (IVortvor1 tellung). Ese «más» es del mismo orden que muchas otras
( ~ortjuñciones-preposiciones en las que he insistido, el neben, por
ejemplo. El má,s es aditivo; une, como el "Y además», objetos
extrínsecos, signa y· efectúa una metonimia. Es decir que en
esta fórmula «representación-cosa + representación-palabra»,
l.'!,.idea •eria que la repre•entación-palabra nunca podrá rein-1 .
fegrar enteramente en ella la representación-cosa, aun si la repie'Señtacion-cosa tuvo antano su orígen en una comunicación.
He insistido tambien en el hecho de que, si uno coteja los pasa-<r
jes en que Freud describe la represión y aquellos en los que
describe el retorno de lo reprimido, advierte que estos dos fe· 1
nómenos no son pura y simplemente el inverso uno de otro; ·\).,_, ~,\,!-"/.',\!
la represión puede describirse, en efecto, como un olvido de Y~·
argoqii~ en lo sucesivo subsiste tal como era, pero inaccesible;
en cambio, et retorno no se produce tan fácilmente, por simple
févantamiento de una amnesia; esta vez es preciso agregar allí
otra cosa: no se puede pescar el pez inconciente sin la red de
las representaciones-pala6ra. . . ¿y tal vez no se lo encierre ñ~nca en ella completamente? ·
-~
Por último -este será mi cuarto punto-, en los ejemplos
que acabo de dar, no por azar elegí algunos mensajes que no
provenían del sujeto sino que por el contrario le eran dirigidos,
sea en el análisis (el mensaje: hagamos un análisis), o también,
en la infancia, aqueJ mensaje dé: dar el pecho. Aquí también
nos cruzamos con una fórmula de Lacan, lo que él llama el «significado al sujeto». Una vez más: esos mensajes no son necesa- l.
riamente verbales; pueden ser no verbales o pueden ser infra-verbales o para-verbales. Recordar esta formula gue :kacan .
valoriza sobx:e todo en su texfó sobre lá psicosis no significa ! (~
adherir a otras fórmulas como «el inconciente es el discurso ¡\:" "'' ·. .\
él~lOtro•, o también «el sujeto recíl5e del otro su mensaje bajo-=Li_\ .:/,'<;·
forma invertida». Al contrario de estas últimas fórmulas, que · -== ·
parecen indicar un vaivén de inconciente a inconciente con
una inversión simplemente, es decir el mismo mensaje bajo forma invertida, simplemente calcado en espejo, destaco esto: el ,
mundo de la significatividad humana (lenguaje y otros significantes) preexiste evidentemente al ser humano individual; por
lo tanto, le es significado. Pero es si~nificado de manera enigII_lática, con un diferencial: una parte de extrañeza que nada
~entación
~
/ ·>./
233
''M
vl ¡11i¡ 1 11 1•o l11111J . l•: I p11<'1111 110
,.1 ugo 11t.1• fHll'1l111<•11l.P l11s tn1 111 v 11t.11 I d n 111 1il11111c•11tad?>n , lo quc-pc¡:ñ11 iJiT:l üñalonnulac1o rr
si 11
nrs/,o : «;,puru. qu 6 m e quie re e ste pecho?, y bien, quiere ali-
1'n ü 1.1ta nn c ... l!:s efSÍgníficante de un deseo ·enigmático que es-
e)deseo
se xúa l de la madre. A esta diferencia precisamente
nos remite Ferenczi en.su famoso artículo «Confusión de lenguas entre los adultos y el niño,,.25 Todo viene - nos dice- del
. _ diferencial entre el «lenguaje de la pasión», que sería el lengua,\,'·-~·Y;· je de los padres movidos por la pasión sexual, y el «lenguaje
_l.., ,;::: · de la ternura•., que sería el del niño. Uno podría traducir de
-· /
otro modo estos términos empero muy bellamente escogidos
de «pasión" y de «ternura .. , y hablar de un lenguaje de la sexualidad (pensemos justamente en el pecho, que es un órgano de
significación sexual), y de lo que después se ha llamado el apego. ~ntre estos dos «lenguajes», Qor lo demás, exist~una_.QQ.9.fil­
ción-g!l~~s_-;:filrn~.trica . La sexualidad q~l niñ()( nO)i}'rovien~ _
I { ) áirectamente \le la sexualfdad adulta sino...l. __dentro de ese par
1,.l~~" se~ual~d~d-apego_, del _difereru:ial entre el mensaje sexual _adult<?.
'"',,.,<enigmatico (¿,Para que me qmere este adulto gue me excita con
~ ste mensaje'?) y el apego. El niño, nos dice Freud -:-Y . en esta
· fÜiación, t_ambiTn Fe[enczr:=::, sólo tiene a su disposicí(~ñ up
\ \ batería de comprensión limitada; y Freud entiende por esto la
\ batería de las reacciones psicológicas y fisi<>lógicas posibles; en
l , él no hay nada que corresponda, que responda adecuadamen, ¡( te a la excitación sexual adulta. _Así, 'el mensaje adulto es ~r
~~~:f!S.ia enigmático en razón de este diferenc ial, ¿pero quizás
incluso, en un nivel más fundamental, en razón del diferencial
ipt"ernoctet:ódó mensaJe en cuanto ·tal? Pienso que es lo que
deberíamos poner en evidencia a propósito del problema de la
traducción: el hecho de que el diferencial de la traducción de
una lengua en otra, así como la dificultad ligada a la traducción, e incluso la imposibilidad misma de la traducc·iún, no
son sino la revelación de un diferenc:ial interno de la IPngua
corno tal.
Ven ustedes que a través de este diferencial del lenguaje
(tomado en el sentido amplio de significatividad) hemos pasado ahora a nuestro tercer término, el de lo sexual, y su (neo)
génesis. !!ªY que__ co~I?!e~~bief!_ql!_e_!a.:_jlJ?.ª'rición d_e..lQ_se ::
xual en el niño I]...Q_s,e....con.e..c._t_a....di.r:ectame.n.tc;u;;Q!! lo sexual adul t Ó;_qu_e el_ctes~ c_l-~~iño n~ .. ~~~ des~__':!,~_2,t~~o~
trasmisión ni siquiera homología entre lo~ des~os parentales.Y~
:
-
-
.
Nos hemos visto llevados a desmezclar y después a entre.mezclar de nuevo, a tejer o a trenzar nuestros tres primeros·
hilos conductores: . fantasma o . ficción, lenguaje, sexual, pa~.
ra n•eneont n1rlos dondequiera intrincados·con nuestro cuarto ·
('Oll('(:'¡>tO problemát.i<:O, el de la trasf~L..
rencia. Si una vez más vuelvo ·hqy
MAs s<>BHE
sobre el tema de lo ficticio es sin duda
LI > FI< :TI< :1< 1
porque es el más difícil, el más pel'igroso en tanto puede permitir deslizamientos hacia lo que se
podría entender, en el análisis, como un «juego de roles».
Un término como el de «fantasma>., y la importancia que el
psicoanálisis le atribuye, no resuelve nada; precisamente porque el problema es el de la dignidad de ser que le corresponde.
El Phantasie>·en, para emplear un término alemán que es im . posible traducir al francés de manera unívoca, abarca un campo extremadamente vasto que va del s:uefto despierto (es así
como se h;:i traducido el título: «Le poete et le reve éveillé»)
a los fantasmas llamados originarios, al punto que algunos han
experimentado la necesidad de distinguir esas dos extremidades del Phantasieren, del fantaseo, por medio de dos grafías
diferentes: •phantasme» y •ifantasrne». Indudablemente existe
en Freud una especie de solidaridad, de continuo entre todos
los niveles del Phantasieren, y "entre otras cosas es lo que nos
habíamos propuesto mostrar, Pontalis y yo, en un artículo antiguo sobre los fantasmas originarios. 2 6 Pero, a pesar de todo,
la dignidad ontológica del -Phantasieren se concibe por una de
sus extremidades, la extremidad que llamamos •realidad psí-
.
2 ¡; En Psychanalyse , Oeuvres cum¡Jletes, tomo IV, 1!)27-1933, París: Pay ot , 1982, págs. 125-35 .
234
6 de diciembre de 1983
:m Fantn.wne or'i,qinaire, fnntn.wnes des origin.es, origines du fantas-nw, op. cit.
235
"""'ºlo
n 1111 rolno (ll l q1u: t.oclnvfn 11 0 H\I lm d od dldo 1md n 11ol1Jn 111
r ealidad o la irrealidad. Po r do:>dlcha, si \!lnO He rcn.11to td l,(•xt.o
inaugural de Winnicott sobre el objeto transicional, repara e n seguida en su subtítulo: «The first not-me .possession», «la primera posesión no-yo•. Es decir gue Winnicott, con esta idea
ciertamente fecunda de 'ú n área intermedia, permanece sin em'l?~rgo prisionero de una concepción genétic~~~_9.uie:re hac~~
l?._engendrar _!_?do a partir del «me», d~na móna.d a primer~ (J·J ),
mente subjetiva, donde el ~e al_11.QJ:-211?2~~rar@~- /
~~-ª-_gªj;_a_ prlmera estación_: _iue puede persistir des2ués
de manera autónoma, y que es lo transicional. Encontraríamos
eñ Freud el lugar marcado, en un dominio muy diferente, p a ra
J~..lJ..ocióQ._~ transicional. _Pienso precisame!lte en lQ q J,J.e,,..éDiai
ma lo sexual~presexual. Lo sexual-p:~sexual es una especie de\.__· /
transicionalpero que, si uno mira b ieñ;'Vaexactamente enel
sentido inverso. Es algo que va del s~ductor al seducido, algo
que es depositado en el niño, algo transicional primeramente
implantado como l?ajo la piel (entre cuero y carne), algo «incluso», pero que viene del exterior y no del interior. Y es preciso
<:!estacar que, según la génesis de la sexualidad que Freud pro-_
J!C>ne en su primera concepción, el movimiento va en este sen-·
t!do, es decir del not-me al me, a través de ese «first not-mé::_,-, F '1.· . 1
que sería lo sexual-presexual.
·
~ .. \:.!"A·
- ~.
La tesis de Silvia Bleichmar, que tiene '¡..¡r.,•(...'\ [;í.
S. BLEICHMAR:
que ser defendida en estos días, sobre
«La constitución del aparato psíquiEL HIPER-REALISMO
co,,,28 nos proporciona otras referenINFANTIL
cias, que conciernen por ejemplo al
h~mo..in.icial en el niñ~Es un trabajo q ue parte de.
observaciones psicoanalíticas de . niños, y cuyo interés (y dificultad) está en querer apoyar la metapsicología sobre la clínica, sin conformarse con lo que se suele pretender acerca de
la metapsicología -es decir, que ella e·s «mítica»- , lo que no
es más ·que una manera de desembarazarse de su articulación
con los datos de la observación. En una de sus observacion~s,
Silvia Bleichmar registra un hecho ya señalado por Freud a propósito de Hans: que el niño, al comienzo, cuenta sus sueños
sin situarlos como sueños, sin hacer de ellos un dominio. apartado de lo real. Desde allí la autora se interroga sobre la mauet~ en que se opÉ:ira el clivaje ulterior, a saber ,_ cómo el niño
fjlll•' I•• l lt•11dl1 h 111h11111111ft 1,
h mnol'I vlH to , 11 111 1wo 11 tr11 1110
ha 11 ll~•1111l 11 111hl1-1(1odn.d 1¡11 0 o l cuHO dolPhantasic·
0 11 1tr1 f11 1\IU11111
, .,, 11 , 011 d ndr q1HJ Mil oxtlondc 1-Jobrc una escala, sobre un tray<..•ct.o ll ll extre mo a m plio, que prácticamente va a recubrir la
!llCala d e l Phantasieren entre, por un lado, lo psicológico, y,
por el otro, algo «psíquico real» que se avecinaría lo más cerca
de lo que llamamos el inconciente. Dos extremidades que es
preciso distinguir con cuidado, pero sin desconocer que en cierto
momento se confunden: en la infancia; en consecuencia, esta
se concebiría como el crisol de donde va a nacer, de donde va
1 a caer se podría decir, de donde se va a depositar la realidad
' ps.íquica. Si uno quiere constituirse u. n modelo de la primera
infancia a través de lo que podemos percibir de ella, y sobre
todo por lo que en cierta manera nos revelan los «rec~i:­
d_o s-pantalla• ue son más gue construcciones ady_lt_~o_Qbs­
..\ ' t:lnte lo que se -ha pre en ido decir), se debe afirmar que la
infancia no se puede concebir como un idealismo de partida;
no se trata de partir de un Phantasieren generalizado al que
sucedería - no se sabe cómo, por lo demás- un recorte de la
¡realidad. No se sabe cómo: ¿sería por experiencia?, ¿por con/ quista?, ¿por frustración? ~~he manifestado varias veces con
referencia a esta falsa concepción de un idealismo de la in:. f~c1a.~e t~ma d1.· fer:mtes nombre~, por ejemplo el, de «narcis~­
\ mo ongman~ (,
QvQ¡t-1, _?..,v.-0 . ?.; (6 1_
Q'j /J
· ·
Por relac10n a m1 h1potes1s acerca de
WINNicorr: LA
un «hiper-reafismo• originario, pregunLLAMADA TRANSICION
témonos por un momento cuál pue/ DEL me AL not-me
de ser el interés de una noctóll"httro. 1• r .
·.
. . •
·
. dl!~.<:!~ Winnicott, la del área de-ía:
· 'í: · ( il;i!'lión. E~.!~.-.c~~~-~~E_~gs__~~§....g~~!j;_{l__g~~!:!!!e
/ .· ·1 Y topoiógicamente como área· intermedia entre el yo y el no~
,·. · .. :Y?;eñtreio subjetivo y lo o~jetiVQ. De esta área de la ilüSíóil,
·! · en·que el tipo de objeto es «transicional», derivaría, como en.. \.... clave persistente, en el adulto, el dominio de la creación, del
'. '\ Marte ... ·. 27.tl término de ilusión parece más interesante que el
• . •1. ~· de iinaginario en este caso: con «ilusión» estamos potencialmente
\
. .
p.ee_
.
C!
/ r:..·\
r-- )
!
r; ""
'
1
1
27
. La ·idea, una vez más, ya fue formulada por Freud: •Como una rea. lidad objetiva convencionalmente admitida, en la cual, merced a· la ilusión
artística, unos símbolos y formaciones sustitutivas son capaces de provocar afectos reales y efectivos, el arte constituye el reino intermedio entre
la realidad que deniega los deseos y el mundo de fantasía que los cumple,
·un ámbito en el cual, por así decir, han permanecido en vigor los afanes
de pmnfpotencia de la humanidad primitiva•. S. Freud, •El interés por el
psicoanálisis•, en OC, 13, 1980, pág. 190.
. . / .,
o
236'
--'------ ~ -- _:.____•
28 Silvia Bleichmar, Aux origines du sujet psychique, París: PUF, 1985.
[Ed. en castellano: En los origenes del sujeto psíquico. Del mito a la historia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1986.]
·
237
-
- - - -------- -
--····'..-~
1
'( ~w~~urn uu d o 1111111 0 ljlH' va •t d\•V\Hilr lo hH ·n1~ 1 ' 111.P (' 11 l ! l i;1•11 0
d(• ese scr-c 11 -c l -n1undo lnl<.:lal. Es e n es t a Jn.'J ta urad6 11 dd cll\ .' V<lJe de lo concie nte y de lo inc onciente, y tam bié n, por con tragolpe , del clivaje de lo psíquico y de lo no psíquico, donde
in terviene la represión originaria, que figur3:rnos como la constitución de un inconciente radicalmente clivado, es decir de
1. 1l una «realidad psíquica» en el sentido estricto del térrninb. No
un dominio de realidad que fuera psíquico (donde «psíquico ..
es un adjetivo que califica solamente cierta realidad en tanto
psicológica) sino algo psíquico que fuera realidad, que fuera
cosa, inconciente. Y es por relación al inconciente, a esta referencia al inconciente y a esta gravitación inducida por el inconciente, como se aprecia el interés para la cura, de este «temperamento» .aportado al indicio de realidad por la regla (las dos
reglas) analítica.
El deslizamiento, la confusión entre esta gravitación ordenada por el inconciente y un primado de lo imaginario vulgar·
se reproduce sin cesar y gracias a las nocioHes más diversas.
Así suceoe con otra metáfora, propuesta por Freud, del teatro
y de su escena. «La otra escená.. ha
LA OTRA ESCENA
tenido un éxito cultural enorme en
Y sus AMBIGÜEDADES:
la «modernidad ~., pero es justo reTeDE FREUD A
rir ese éxito (y sus ambigüedade s),
O. MANNONI
después de Freud, a Lacan y a Octave Mannom. 2 ri Sobre esta noción
de «escena», vale la pena releer dos pasajes de Freud: el pasaje
princeps, y después otro, sobre el amor de trasferencia. Se trata , primero, de La interpretación de los sueños:
«Nadie ha destacado co!t mayor vigor la diversidad de esencia entre vid;;t oníricá y vi<ill. de vigilia ni se ha empeñado en
razonamientos .más vastosque.G. T. Fechner en algunas observaciones de sus Elemente .der Psychophysik. Opina que "ni la
simple disminucion. de .la vida ·psíquica conciente por debajo
del umbral principal'', ·ni ~l retraimiento de la atención respecto de lás infli,iencias: g~l múndo exterior bastan para esclarecer las peculiaridades de la vida onírica en relación con la
vida de vigilia. Conjetura que el escenario de los sueños [es el
término que Lacan ha valorizado, «der Schauplatz der Triiume»; se trata del escenario del teatro en el sentido material del
1
29
Me refiero a los textos de Octave Mannoni reunidos en un volumen
que ya lleva unos años: Clés pour l'imaginaire, ou l'autre scerw [Ed . en
cas tellano: La otra escena. Claves de lo imaginario, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973] y también a su artículo aparecido en el número de
Eiuwis Freudiennes (nº 19-20) dedicado a •L 'amour de transfort ...
238
l.(• 1' 11 lli1o l 11"1 Ul1 '!1 1/11• ' ,¡/ tlrt /11 11 11/11 t/11 l 'l l/1/'ill/ll/l ft lil/<11/11// t/¡t /ti /1/
.<JÜÜt. ' ISi (' I ('H('<'t111 1·lo 1h• In ¡l('t,lvlclacl pHl(·offr-11«11 f111 1tu1 n i 111
mo e n e l dormir· y en la viglll.a, e l ::i u<.H io a m l juicio 110 po<11·rn
ser sino una continuación de la vida d e r et>re:;entaclonc!-! ·d c
vigilia; se mantendría en un grado d~ intensidad inferior q u e
el de esta, pero por lo demás debería .compartir su mater\'al '
:
[Stófj] y su forma [Form]. Ahora bien, nada de eso sucede.'',,, :m·
De este pasaje de partida se debe retener que, el sueño, para Freud, no es una forma degradada de la vida psíquica, n~
es algo imaginario que tuviera un modo de ser aténuado por
relación a lo real. De~taquemos igualmente estas palabras de. ,
~t¿>.f_f y de F_orm, el ~nteñido o el materl.~~(13F ·
imagenes, la hgurac10n), y la forma, por la otra, es decir, para .
F[eyd; el nr<iceso prmnrr10.
---~-··
·· ·· _,_
A esta comparación con el teatro de la ue Mannoni en la
obra C1 a a a echo un eje principal de su reflexión, la reenc~~tramos explícitamente a propósito de la ses10n analruca~ o
á-e la cur.~ en s~ totalidad. Se trata del texto d~ i19~5-, «Bemt:-. · , : i:;:d\ ·
k;ungen u her che l Jebe.rtragunshebe» («Punt~ahzacron~~ sQbr::
~J":'J
el amor de trasferencia»). Recuerdo el com1ei:izo:
-~:.J_;J) ~ .d.·. · ·
..-«De las situaciones que ella produce seleccionaré' un · , ·bien
· ·
circunscrita, tanto en razón de su frecuencia y real importancia cuanto de su interés teórico. Me refiero al caso en que una
paciente mujer deja colegir por inequívocos indicios, o lo declara d e mane ra directa, que, como cualquier frágil mujer, se .
ha enamorado del médico que la analiza. Esta situación tiene
sus lados pe·n osos y cómicos, y también sus lados serios» .:31
~ {
Ya la última frase citada nos remite a la 'idea de teatro, con
~ . ese apuntamiento de lo «Cómico•. En lo que sigue del texto Freud
· no vacila en mostrar sin maquillaje toda la dificultad de la cuestión, tanto desde el punto de Vista teórico como en lo que concierne a la actitud práctica e interpretativa por adoptar. El aspecto que se presta mejor a un manejo (aun si es totalmente
parcial y, quizás, él mismo, defensivo) es tomar este amor por
su costado de resistencia. El amor de trasferencia amenaza lJ
~tuación aoalftica en su regla, mcluso en su continuación, lo
c~al (opino o es la definición misma del acting-out:
- /(
«La paciente, aun la más dócil hasta entonces, a perdido ·
de pronto toda inteligencia del tratamiento y todo interés por
él, no quiere hablar ni oír más que de su amor, demanda que
le sea correspondido; [ ... ] Sobreviene un cambio total de vía
1
J\c,
:io
'
11
En OC, 4, 1979, pág. 72.
En OC, 12, 1980, pág. 103 .
239
111tt.. 1;1'1111 ,
11111111
1111 ,lll•iW• d1111111lllt
11 111 m
lnürn d!'11h11111 l 11 dn
\l
p111 • 111111 1111dld11d q11 u l1 · ~ IHlllH • 111 H1H11111n11l.11 (11 .1¡1 ., 111111 1'111wl <i 11
l 111 d n1 l 111111 p1 111d ld 11 11 1H•'ll.o. 1h• '' Jl'.'U\'ffül " ) . 1•; 11w"'- d k o <111(• Jo vi ·
v1•111 •I «• por prl111t•r11. vc:z no ll ull1tnt fácil mantener Ja situación
1111111(1.ka y :; u1:1trac rse del esp~ji smo [TauschungJ d e que el.tratam iento h a ll egado efectivame nte a su término».;32
112.~~nt!: ~en~e , usted~~ lo= ve_!h Freuq QQone la~§»~ ~Q;:
. mo escena de teatro, imaginaria, a algo real bajo la forma de
U.ñaseñal, ·üñ"aseñaT <leTt'ueg(;-que irrumpe·:-v -Mannü ñCen
ei teit~
ue~dedica-aesté texto, no está lejos de pegársele
·- 1úst'a fones diciendo: he ahí el amor, que es más realQuecffal~~ ­
q Ü.ier"ótra cosa, que Trrumpe en el teatro del anaITSK'"Es-verdadque- presientequela oposición poorrataTVez-<rafse vuelta
en cierto modo; ¿no es propuesto por el propio Freud ese darse
vuelta con el término de .Tauschung, ilusión, que es preciso
situar del lado de las consecuencias del amor de trasferencia
y no del lado del tratamiento, al que aquel perturba? Las cosas
no son entonces tan simples: ni una oposición ficticio-real, ni
determinar el lado en que se debería situar, dentro de esta oposición, suponiendo que uno la dialectice, la escena del análisis
y el Feuerlarrn, el grito de ¡fuego!
Después de esta breve excursión hacia el amor de trasferencia, vuelvo al final de nuestro párrafo de La interpretación
de lqs.sueños: «No sabemos con claridad qué entendía Fechner
con ese Umsiedlung de la actividad psíquica». Umsiedlung podría querer. decir «trasferencia»; es un término empleado para
los grupos de población trasplantados más o menos por la fuerza .. Los Umsiedlungslager son campos de deportación, aun si
··
la nación ae.exterminio no se agrega a ello. En Fechner se tra: · · · . ta ·entonces d~ una deportación en masa, en grupo, de la acti·vidad psíquica de un lugar a otro, de una «escena» a otra. Y
Freud termina este desarrollo remitiéndonos a la metapsicología,. tal vez la. única capaz de esclarecer el sentido de esta su. gestión intuitiva de Fechner. ¿En qué consiste entonces ese
corrimiento, ese traslado entre, por una parte, la escena de la
... vida «real», y, por la otra. la del sueño, la de la cura y quizá
· también la de la obra, de la Dichtung? Todo nuestro esfuerzo
. · va· dirigido a mostrar que la oposición real-ficticio lo explica
· ; \ muy mal, ·salyo que impongamos, a estos dos términos como
:tales,' una deriva. Para decirlo con una palabra: ese traslado
'. nci'es otro que elde lo no sexual a lo sexual, lo que nos condu, ce a 'presentir que la «trasferencia» misma, en el sentido co-
J
82
240
.Jbid., págs. 165-6.
1•01110 n 1111 01'11{011,
13 de diciembre de 1983
a
;....,_
1 d1111l.11 d n l t/11 111 1110 , rto dnh111·f1i n11 •011il11d1·,
tx, uNo om·r1;rntont,o 1'rl/rrw ro y J undadur.
·'-<
Nos habíamos quedado, como en una «representación de expectativa», en el término de Úm,siedlung, traslado de un lugar
psíquico a otro. Pensamiento tomado de Fechner, y que, según
Freud, sólo revelaría su verdadero sentido si se recurre a la
noción de aparato psíquico, es decir a la metapsicología.
Ese tra8lado nos conduce entonces a la trasferencia, y en
primer lugar a tomar indicadores por relación al pensamiento
freudiano y a su evolución. Para esto puede ayudar el Vocabulaire de la psychanalyse, si ustedes lo quieren tomar no como
un diccionario, que no es (y todavía menos una enciclopedia),
sino como una manera de dilucidar una problemática a través
de una historia, la historia de la clínica y de la teoría en Freud.
Para recordar la evolución de Freud
LA TRASFERENCIA:
con respecto a la trasferencia, no se
FREUD NUNCA CESA
puede prescindir de esta observación
DE ENCUADRARLA
liminar:.. que Freud mismo no ha cesado de querer precisar dónde se
encontraba en esta cuestión, en el sentido exacto de reencontrar el camino y, eventualmente, de limitar el alcance del fenómeno. Poner límites a la trasferencia, he ahí una preocupación constante de Freud; y sin duda que logra mejor su objetivo en la práctica -no dejarse desbordar por la trasferenciaque delimitar, en la teoría, la especificidad de la trasferencia.
Lo que se indica en el artículo «Transfert» del Vocabulaire, y
que constituye el b,a: ba del pensamiento de Freud, es la distinción, y la evolución, entre la trasferencia y las trasferencias. Inicialmente Freud habla de las trasferencias en plural.
Se podrá pretender que es una etapa superada, que fue incluso -dice Mannoni- una falsa vía inicial; yo no lo creo así. De
las trasferencias, al comienzo (bajo reserva de un texto más
antiguo y más arcaizante que mencionaré después), se trata
a propósito del sueño, por lo tanto en la Traumdeutung. Son
desplazamientos debidos al hecho de que el inconciente no podría reaparecer en «persona•, sino que debe encarnarse (aun
antes de volverse «figurable», darstellbar) en restos diurnos.
Los designados como trasferencias son desplazamientos toma-
241
(~dos
uno po r u no, e n ta l aco ntt; d m lc 11 (,o o tal p c 1·Ho 1111 di · lit <' X
// per ien cia vigil. «La r epr esen tación incon cien te como ta l es del
i todo incapaz de ingresar en el preconcie nte, y sólo pue d e e xte ! r iorizar ahí un efecto si entra en conexión con una representa\ / ción inofensiva que ya pertenezca al preconciente, trasfiriénf dole su intensidad y dejándose encubrir por ella. Este es el he\'
'I cho de la trasferencia, que explica tantos sucesos llamativos
, de la vida anímica de los neuróticos,..3:3
~----- Insistiré solamente en dos puntos; la importancia prevalente atribuida a la hipótesis económica: ~o que se desplaza y por
lo tanto se trasfiere es una energía, lo que en otros lugares Freu d e-nomina quantum de afecto. Y po r otra parte, la asimilación
expifc~as'trasferencias-a:eISileño a las de la psicopato1-~-~- en consecuencia, a las de la cura.
·-·
-- En Estudios so!z.re la histeria (1895), los de~lazamientos
so'bre el «médico,. son descritos exactamente de la misma '1ña"'.:
~ «Primero había aflorado en la conciencia de la enferma
el contenido del deseo, pero sin los recuerdos de las circuns, ,. ·tancias colaterales que podrían haberlo resituado en el pasado; y en virtud de la compulsión a asociar, dominante en la
\1 conciencia, el deseo ahora presente fue enlazado con mi per./
sona, de quien era lícito que la enferma se ocupara,..=i 4 En la
12ura, se podría decir, el «médico,. desempeña el papel aerp¡:irñerrestouforno que-~ es de todo punto natural'
·q ue él sea como atrapado por deseos ~ntigüo:S pero que han
perdido las conexiones que permitirían resituarlos en el pasa-·
- iliL Y Freud utiliza, a prap-6siro-de-e-su:ferrómemr,ios tér min-os
bien acusados (en la posición que él adopta de destacar una
distancia, un error flagrante) de «mésalliance,. y des «conexión
f a lsa».
' 1 ~~a abiertamente registradas en Estudios sobre la histeria,
1) 1as trasferencias tienen sin embargo esta extraña particulari)
' { dad de tomar cada vez al analista (Freud) desprevenido. Fenó-· ·- meno permanente, aun después de Freud, y que nos constriñe
a pensar que algo tan insólito no se podría clasificar sin perjuicio dentro del simple capítulo de la reD<>HA:
petición de los hábitos. UniversalmenFrmt 'll T<>MAno
te conocido, tenernos el ejemplo del
l JESPREVENID< >
caso Dora, en que Freud se reprocha
no haber podido impedir la interrupción del tratamiento porque no despertó a tiempo para la idea
<h1 lit tl'1Hl f 1n 'rn 1d11 , .', l> n 111 t11 1r1 f1 111 1111 f;1'1' N11, lll rt f 111111111l1 1lt! 111111
lr<iHl'ü l'l.:ndn. uL a p n1d 111·Uvld11,cl d 11 111 11 11 111n11 lti jp1nd11o 1111 11 ti (!
Jo::; s{ntoma::;j no se h a c:x ti11).(n ldo o n nl>~m lu t.o , Nl n o q11i • Hll 11 111
-
--
~:-'""~-· "
:n S. Freud, La interpretación de los sueños, op. cit., págs. !)!)4-G.
:3 4 En OC, 2, 1980, pág. 307.
242
l
-~-
i
1
ma en la c reació n de u n tipo partic u lar d e fo n 11uclo 11< 1H d\• 111 111
sarniento, las más de las v eces incon c ie ntc::;, a las que p u c d \ 1
darse el nombre de "trasferenc ias". ¿Qué son las t ra::;fc1·cn -·
cías? Son reediciones, copias [encontraremos e n los escritos técnicos esta idea de la reedición de un prototipo de irnpre nta;diríarnos: reimpresiones] de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza no pueden menos que despertarse
y hacerse concientes; pero lo característico de todo el génera
es .la sustitución de una persona anterior por .la ·persona del
médico. Para decirlo de otro modo: toda una serie de·vivencia·s
psíquicas anteriores no es revivida como algo pasado, ~ino. co- ..
rno vínculo actual con la persona del médico». 35 Y Freud se- . ·
ñala que por el hecho de no haberse dado cuenta a tiempo de. la trasferencia de Dora, él no há sido capaz de analizarla y el
tratamiento se interrurnpió.:lH
¿Qué dice Freud? y, en principio, ¿habia aquí de la trasfe-..
rencia o bien de una trasferencia entre trasferencias plurales?
Tal \'l'Z d(' lo uno y de lo otn>, porque tenernos eri efec-·t<> la ren
·.- ·,
ferencia a la trasferencia, una trasferencia de base que Freud ,
concibe siempre corno de esencia paterna, y que en_roodo algu c
no considera que se la deba desenmascarar o analizar: «Desde
el comieñzofueclaro- que en su fanta sía y o haciade;ustituto [¡
del padre , lo cual era facilitado por la diferencia de edad entre
Dora y yo. Y aun me comparó concientemente con él; buscaba
angustiosamente asegurarse de mi cabal sinceridad hacia ella,
pues su padre "prefería siempre el secreto y los rodeos tortuo1
1
·
1
l
sos''». 37
-._._
En cambio, lo que no fue visto y que habría debido ser in-"""""'º
terpretado fue una trasferencia, no de la infancia o de un per-:: '.
~onaje de la infancia, sino del señor K ., que es Etl__personaje
con quien se vuelve a jugar, en lo actual, el drama edípico.
Él señor K. hace «avances» a Dora, y Freud se reprocha no ha=
ber percibido esa trasferencia sobre él mismo, no directamente desde el padre, sino a partir del señor K. «Después, cuando
sobrevino el primer sueño, en que ella me alertaba: para aban-
· /·
:ir; Cinq psychanalyses, París: PUF, 12ª ed., 1984, págs. 86-7. [En OC, ·
7, 1978, pág. 101.] Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanchc .
:m Es indispensable remitir a la interpretación que de esta trasferen~
cia, como movimiento dialéctico, ha hecho Lacan, «Intervention sur le trans- -.
fert• (1951), en Ecrits, París: Seuil, 1966, págs. 21!)-28.
:J 7 Cinq psychanalyses, op. cü., pág. 88. [En OC, 7, 1978, pág. 10:3.]
243
.¡
• ' .• 1
•.
1
. .-1• • •i
"
d1111 111 111 1 11111 1 1111111 1·11 " '' 11111111,. 111 o lo l 111h1t 1 l 11 1c•h o 1•11 11 In t'llHll
d1 1l '" ~ ''" ' h , yo 1111111110 l11tl n111 d nl>l d o t111 11 1u· p r('('1t11('lo 11 w'I [Do1'11 In 11 1111 t 11 I m d n q 11 0 lo n1>11 11<1 0 11 arfn ta1nbl é n a él] dicié n dole:
" A l1 orn 111-1 t1.•d h ll h ec h o u n a tn.i:;¡fcren c ia desd e e l señ o r K. h a-
¡
:ln m f. ¿Ila n otad o usted a lgo q u e le haga inferir malos propó:;ito:;, parecidos (direct a m e n te o por vía de alguna sublimación)
a los d e l señ or K. ? " . Entonces habríamos obtenido el acceso
a otros materiales» . 38
La trasferencia a partir del señor K. no es percibida, entonces, con la consecuencia de que Dora abandonará a Freud39
como igualmente había desairado al señor K. en sus tentativas
de seducción. Este arrepentimiento de Freud es una primera
reacción tras ·el tratamiento y su ruptura; pero tenemos , en
una nota, una segunda reacción más tardía, donde Freud va
más lejos y señala la homosexualidad inconciente de Dora y
su amor homosexual por la señora K., que él se re procha igualmente no haber comprendido ni interpretado. Digamos que más
allá del señor K., era la señora K. la mentada; pero se ría seguir
una falsa pista considerar que por eso, detrás de la «trasfe re ncia heterosexual» (del señor K. a Freud) se escondía una «trasferencia homosexual» (de la señora K. a Freud).
Por el momento no entro en los detalles y me conformo con
remitir , por una parte, al texto de Freud, y , por la otra, a la
intervención de Lacan . Todo esto para abrochar tres formulaciones, tres proposiciones que habrá qu e hacer trabajar: la primera es que en el análisis de Dora, la trasferenGia se revela
como trasferencia de segundo grado. Freud no falló porque ignorara la tras_ferencia «del padre»., sino'porque desconoció ese
·eslabón intermedio que no ·se puede menos que llamar tambieri trasferencial_, es decir la trasferencia sobre el señor K. y
· 1atrasfer~nda a partir del señor K. Latrasferencia qué sé mues. tra e~t'ratégicamente esencial. se define aquí como trasferen·. c'ia de trásferencia. El segundo pi/,nto, ya señalado, es que esa
tra.Sferencia sobre/del señor K . sólo se entiende por el hecho
d e q~e el señor K. está atravesado, se podría decir, por su rela. ··. ción con su esposa. El comentario de Lacan es bien sugestivo :
Dora da una bofetada al señor K . en el momento en que el señor :K- , cortejándola, se expresa así: pero mi esposa no es nada
· para mí. En lo manifiesto esto se entiende trivialmente : como
f.
~1
.A
38
/bid., págs. 88c9. [En OC, 7, 1978, págs. 103-4.) Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche . ·
9
~ . . . y al análisiS: es el tipo mismo del acting-out en el se ntido e n
qu~ · yo lo. def.ino, b_ien diferente del actuar o actuación.
244
·¡
ml OHJ>01-1u no c11 nndn parn mf (1:1cxualmentc h ul>lando), e l lugar
está libre para una re lació n con us t e d. . . y e n ese m om e n to
Dora da una bofetada al señor K.; lo que Lacan \interpre t a: si
su esposa no es nada para usted, entonces tampoco usted es
nada para mí, puesto que usted sólo me interesa en la medida
en que, a través de usted, tengo acceso a la señora K. La bofetada, reacción aparente de pudor herido, es de hecho un gesto
de desvalorización y de repudio.
Estos dos primeros puntos hacen eco con el hecho que yo
quería señalar desde el comienzo y ante todo por medio de mi
título: la trasferencia no está cerrada sobre sí misma, no es una
relación de dos que simplemente reeditara otra relación de dos;
la trasferencia está abierta sobre otra cosa que ell.a misma, tanto
en la iínea cronológica en la que tenemos ya al menos tres personajes (Freud, el señor K ., el padre) como también en la constelación intersubjetiva presente, sincrónica, donde sólo se comprende por la remisión, a través del señor K., a la señora K.
El tercer punto, que es para destacar históricamente a propósito del caso Dora, pero que reaparece todavía después, en
los «Apuntes originales sobre el Hombre de las Ratas,,, 40 es el
mantenimiento de la trasferencia en plural: las trasferencias,
que habría que analizar, incluso disolver, destruir una por una.
Pero esto sobre el fondo de una relación más basal, que , para
Freud, sería difícilmente del mismo orden, una relación persistente , tal vez para no analizar, que es l;i relación fundamental
con el «médico» como padre.
Y siguiendo el hilo histórico propuesto por el artículo del
Vocabulaire, vemos en fin aparecer el término en singular, la
trasferencia, incluso la neurosis de trasferencia como una especie de unidad en que se reedita la neurosis infantil. He ahí .
en lo sucesivo todo el análisis, todo el proceso, englobado en
una trasferencia única, unitaria, mientras que hasta entonces
las trasferencias eran por así decir moneda chica, tal vez cotidiana, pero dispersa, «desligada» como lo es el propio proceso
primario. Permanece de este modo en Freud , en la continuación de su pensamiento, este equilibrio . incesante entre una
apreciación positiva y una apreciación
TRASFERENCIA
negativa de los efectos de la trasferenSIEMPRE
. cia. Negativo y positivo que no coinciINDESEABLE
den con lo que se llama trasferencia
PESE A TODO
negativa y trasferencia positiva; estos
últimos términos, bien esquemáticos, re- '
4
° Como lo señala Maurice Dayan.
245
loi; 1.ipoi; d e seutind c nto , e l odio en un caso y e l a mor
:n el otro, mie ntras que los aspectos n egativo y positivo d e
la trasfe re n c ia se aprecian por relación a la posibilidad o no
de proseguir la cura. Desde luego que una relación no está por
completo ausente puesto que la trasferencia negativa suele ser
lo más dificultoso para la cura, ·pero, como Freud lo.desarrolla
a raíz ·del amor de trasferencia, la misma trasferencia positiva
puede tener efectos negativos .
Estos efectos negativos son connotados por Freud con el término de «resistencia de trasferencia» (Uebertragungswiderstand), que es, hasta donde yo sé, el único empleado por él
y que ha sido a veces desfigurado por una traducción en «resistencia a la trasferencia». No hay en Freud· una «resistencia a
la trasferencia» en la medida en que lo que más le preocupa
es que la trasferencia mi~rna sea una resistencia: resistencia
a la verbalizaeión, a la rememoración; en suma, al trabajo analítico .
La trasferencia para Freud sigue siendo siempre y pese a
todo un intruso, y el pasaje más logrado sobre este terna se enc u e ntra en Más allá del principio de placer:· «En la historia
del tratamiento se hizo cada vez más claro que la meta prop u esta, el devenir-conciente de lo inconciente, tampoco podía
a lcanzarse plenamente por este camino [el levantamiento de
las r e sistencias]. El enfermo puede no recordar todo lo que hay
e n é l de reprimido, acaso justamente lo e sencial. Si tal sucede,
i1o adquiere convencimiento ninguno sobre la justeza de la construcción que se le comunicó. Más bien se ve forzado a repetir
lo reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo, corno el médico preferiría, en calidad de fragmento del pasado.
Esta reproducción, que emerge con fidelidad no deseada, tiene siempre por contenido un fragmento de la vida sexual infantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus ramificaciones;
y regularmente se juega en el terreno de la trasferencia, esto
es, de la relación con el rnédico». 41 Los términos importantes
son los de «fidelidad indeseada• en la repetición, incluso si Freud
s igue oponiendo a esta, en esa época, el ideal de una rememoración cada vez más completa.
Hay además un pasaje que quiero incluir en el legajo, corrio
pieza suplementaria, sobre todo en razón de ia fórmula que
lo corona: «Las mociones inconcientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en
consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucina11li l.e 11 t t
~
t
1
f
<"Í('llh'.
Hay en consecuencia una especie de desigualdad, de renquera en esta fórmula, que no marcha pareja sobre sus dos piernas en la medida en que se admita que la trasferencia es algo
ficticio que se da por algo real, un real falso que habría que
situar por relación ~ un real verdadero.
Ven ustedes que si yo me he puesto a insistir largamente
sobre el tema de lo ficticio, y sobre la reducción del análisis
a lo ficticio, es porque esta cuestión retorna siempre. Reaparece otra vez en este texto con la doble relación con el «médico»:
una basal; en este caso es llamada de constreñimiento, en otros
casos es presentada como de colaboración: se trata de erripujar
al paciente por cierta vía, seguramente la de la razón; y la otra,
arcaica, que habría que reducir. Al mismo tiempo, sigue jugando, de manera subterránea, la distinción entre la trasferencia
de base, trasferencia paterna para Freud, y las trasferencias,
·ll;k
·1
41 En OC, 18, 1979, pág. 18.
246
:lón de lo lnco n clcnl<·. Al Igu a l qu e en el Hu cflo , e l e nfe rmo
atribuye condición presente y realidad a los r esultados del d espertar de sus mociones inconcientes; quiere actuar sus p asiones sin atender a la situación real [reparemos en el juego sobre
«realidad» porque es el mismo término el empleado por Freud,.
·real y Realitiit]. El médico quiere constreñirlo a insertar esas
modones de sentimiento en la trama del tratamiento·y en la
de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo y discernirlas por su valor psíquico. [ ... ] Es innegable que domenar
los fenómenos de la trasferencia depara al psicoanalista_las rna- ·
y ores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos
nos brindan el inapreciable servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes; ·pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie». 42 Esta fórmula conclu'siva, en forma de.
aforismo, no deja de plantear problemas respecto de los <los ·
términos porque, tomada en serio, ella significaría que la tras-. ferencia nos aporta su objeto a la vez in praesentia ein reali-·
tate. Ahora bien, según Freud, la trasferencia es sin duda en·
presencia, pero pese a fodo no pasa de ser «en· efigie•;, aun ·si
esta efigie se da por real, incluso por alucinatoria, en el desden
por el t i('mpo y la facultad de alucinaci6n propios del incon-
42
S. Freud, .. sobre Ja dinámica de la trasferencia», e n OC, 12, 1 ~)80,
pág. 105. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. Esta locuciún
no se encuentra solamente aquí sino en el análisis del Hombre de las Hatas
y tal vez en otros pasajes. P. Lac ostc nos señala que se trata de una locución del derecho criminal antiguo: ejecutar a un criminal «en efigie,, o .. efigiarlo".
·
247
11111 _.¡ ••lilli clbH hwh\11 li•I lt 111 •0 1d elo : p oi· 1111 bu lo In ru lndÓJI con
111 lll•' •111 •0 y, p oi' c1I otro, lnH t.r11Hl'onmdus do las m ocion es pulllo111il11tt q11 0 vh- 11tm do l Jucon clente.
A todo lo largo del ·pensamiento freudiano, y de la problemática de la trasferencia, clásica o no, subsiste e¡;;te
QUE N O CESA
tema del desdoblamiento. IndudableDE RETORNAR. PERO
¿ DONDE SITUARLO?
mente, su forma más insidiosa, aquella que tiene más apariencia de veracidad, es la oposición de lo ficticio y de lo real en la cura,
y la reducción, a lo ficticio, de lo que ocurre en el análisis. Pe. ro semejante reducción a lo ficticio tiene siempre por correlato
el mantenimiento, formulado o no, de una instancia de realidad o de racionalidad susceptible de someter a verificación eso
real. Dentro de esta via, se debe afirmar que, en el limite del
análisis, se perfila el psicodrama. Y puesto que he citado, recomendando su lectura, a Octave Mannoni y su La otra escena. Claves de lo imaginario , no es seguro que este autor escape a ello siempre, con su referencia a la otra escena y su comparación con el teatro.
¿Qué opción se podría proponer? Lanzo esto retomando una
fórmula que circula entre Descartes y Pascal: el análisis «no
valdría una hora de trabajo» ... si fuera el lugar de una puesta
en escena de emociones o de relaciones arcaicas y, como tales,
superadas. Si fuera un lugar de psicodf.~ma , una fantasmagoría, un juego de ilusión y de desilusión. Es indudable que Freud,
con su desconfianza hacia la trasferencia, empuja en este sen.tido. El desdoblamiento al que yo me refería hace un rato, en. · tre la alucinación, la seudo realidad trasferencia! y la realidad
. de .la situación, se' convierte en una actitud de desconfianza,
.. : ·· ·_.hasta·de resistencia, que desemboca .en formulaciones teóricas
··. · y prácticas discutibles. Entre estas, desde el punto de vista teó. rico; las imágenes del analista como espejo o como receptor
·telefónico neutro, la idea de que el psicoanálisis personal per. ·m.ite·quitar al propio inconcieilte relieve, pasión, ecuación per. . sonal. Y del mismo modo en la práctica, donde Freud tiene fór. ·.: · mulas qúe pued,en chocar, como la esencial «indiferencia» del
· . trat~mlento. Es claro que, antes de tomarlo en mal sentido;
. el térl!lino merece comentario , Más que una borradura de las
diferencias, lo que el término alemán gleichgultig implica es
la iguaidad de valores, afín a la que ya habíamos encontrado
.con la .atención igualmente flotante o igualmente suspendida.
La in-diferencia no significa aquí la ausencia de interés, sino
. .el interés igual: es una forma del emparejamiento de los con teUN
DESDOBLAMIENTO
'í .
~- ~. . .
n idos , indisp e nsable p a r a la a plica ción d e l m é tod o ana U:tic9.
Y las veces anteriores he insistido en el hecho de que aun esa
igualdad de los acentos no se producía sin cierta actividad, que
ella no era puramente pasiva, que no bastaba volverse indiferente o incluso neutro para que los acentos fueran iguales. Por
el contrario, se requiere cierto desplazamiento de' la atención
para restablecer una verdadera igualdad de oportunidades entre las diferentes asociaciones que aparecen en el análisis. Restituir la igualdad de oportunidades, como en el dominio social,
no se consigue quizá s~n cierto artificio.
Destaquemos · pese a todo, en Freud, esta especie de desconfianza y de consideración relativamente defensiva por relación a la trasferencia. ¿Y qué ocurre en nuestros días? Se puede afirmar que creemos haber superado todo ello;i nadie parece desconfiar ya de la trasferencia. El análisis, se dice, está
inmerso en la trasferencia. El analista también. Es lo que según los casos se llama implicación o contratrasferéncia. Implicación es un término que no encontramos en Freud: «Contratrasferencia» aparece muy raramente (comprobación que no implica de mi parte ningún juicio de valor). En todo caso, las veces
que aparece es generalmente (como ocurre con la trasferencia) para decir que es preciso librarse <;le ella, dominarla o abstraerse. Implicación y contratrasferencia, que hoy son moneda corriente en la práctica, incluso en' la formación en la técnica analítica, son nociones que, no lo olvidemos, han cobrado
vuelo a partir de una extensión del análisis, y que en cierta
manera retornan a nosotros de la adaptación del análisis a .Jas
psicosis (Searles) o, al menos, de la atención que en las neurosis se ha prestado a la parte psicótica (pensemos aquí en los
pos~kleinianos, mucho más que en Melanie Klein).
Nociones indispensables pero que no resuelven nada, porque aun si se implica al analista en la relación de trasferencia,
ello no .significa que deje de plantearse la cuestión del desdoblamiento. Para la contratrasferencia como para la trasferencia, encontramos al alcance de la mano la solución más peligrosa, que consiste en distinguir, también allí, entre una parte
irracional a la que unp debería abandonarse para comprender
(y que tambien el médico se abandone a esas famosas emocio.:
nes inconcientes) y después una distancia tomada por el razonamiento .
Así, el problema del desdoblamiento no deja de plantearse;
desdoblamiento en el analizado, desdoblamiento en el analista
(entre el que se abandona a la contratrasferencia y el que se
recupera), incluso desdoblamiento en la situación, en la medi-
249
.. ·2 48
A
11d111ll t1 41111 • u~~ llH• I 1111j 111 11111 du
1•111 1111111 1 d h1 ltn11lll11 ,1o h1 " 111 1•11111 11111• lo 1111111
11 w lnr1 f,11111 111 it,11 (pl1111110 1-1111>11 1 f,11do 0 11 l•'(1cl lcl 11). I J111L d l1-1l 111ol, r1n
d 11
1· 11 1jll1J .. , ,
d1 ·1 11 1 11 h111 111111111 111111 •11 ,-.. 1.4111111111 •1 1\íJ I 11il\11 , 111 1111• ·1 Ml•l i! ü l F!I
11111 •11'1,11
1111
1111 1111111110
4111 11 p111
tud11 'i f1 f1ff 11t1 111 1111l11 11 p 111:111 ,V 1111
111 q111 1 t.lolli l ljllll lt111 •c• t1H I Hll 111~111
<111t· :;lu <lu<.ln t;orfu d u 1.1.ttttiludo fácU n ip•.trtlr <mtre unu lnstuncla
l'a donul, por una parte, y una in stan cia irracional, por la otra.
8 1 desdoblamiento entre lo imaginario y lo real, entre lo arcaico y lo presente, entre lo infantil inadaptado y lo adulto adaptado, y, finalmente, entre lo irracional y lo racional,43 recorre
toda la teorización freudiana; no es seguro que no domine todavía nuestras reacciones de analistas.
Mi proposición no es absolutamente trastrocar sin más semejantes desdoblamientos, sino mostrar que quizás esas oposiciones no son las últimas, en tanto vendrían a enmascarar, a
recubrir como un signo, otra disimetría, otro desdoblamiento,
otro corrimiento: precisamente aquel en que" se constituye el
orden de . la sexualidad humana. Aquí, como siempre, sólo de
manera crítica e interpretativa podemos apoyarnos en Freud.
Si yo me apoyo en pasajes de Freud, es para destacar ciertas
aristas, para mostrar las contradicciones, e, igualmente, después de haber mostrado esas limitaciones y esas insuficiencias,·
para tratar de ponerlas en relación con otros aspectos del pensamiento de Freud. No para hacer un psicoanálisis de Freud;
ya son muchos los que se encargan de ello, para decir que Freud
tenía miedo de esto, de aquello, tenía miedo del amor, tení:;i.
miedo de sus pacientes, para remitir t8do esto a la descripción
de su situación familiar, o también que tenía miedo de la seducción, o que la seducción se tiene que remitir a los fenómenos de seducción de su propia infancia. Está bien; pero no es
así como yo entiendo la interpretación de Freud. Es en un nivel que personalmente prefiero, que consiste en confrontar esas
insuficiencias con otras exigencias que igualmente se encuentran en la obra y que por momentos se eclipsan y por momentos resurgen. Es preciso confrontar, me parece, esta oposición,
que retorna sin cesar, entre la racionalidad de una trasferenc ia de base y, por otra parte, trasferencias irracionales y que
hay que analizar; confrontar, entonces, esta oposición de lo
ficticio y de lo real, con otro desdoblamiento que yo considero
fundador de la especificidad del objeto psicoanalítico, es dec ir, el surgimiento del orden sexual, en la infancia, a partir del
orden de la adaptación. Un desdoblamiento de la sexualidad
y de la adaptación que nos remite a su vez a sus orígenes, es
43
«Zwischen Intellekt und Triebleben•: •Zur Dynamik der Uebertragung •.,
GW, 8, pág. 374.
en
250
1 O de enero de 1984
Cuatro cuestiones, que por· lo demás están en relación unas·
con otras, . pueden servirnos de piedras de toque: ¿de qué hay . ·
trasferencia?, ¿dónde se registra la trasferencia? (¿es un ferió~
meno universal, o tiene sus fü.gaies bien definidos? ... lo que· .
a su vez nos introduce en la tercera pregunta:) ¿ctiáleS: son las
condiciones de producci6n de la trasferencia; a qué a~rib~ii
la trasferencia? Y por último (lo que depende enteramente· de
las opciones precedentes:) ¿se puede terminar, resolver, la tras- ..
ferencia?
Trasferencia: comoquiera que sea, es un trasporte. Ueber- .
tragen es trasportar, a través de todas las acepciones -recogidas en los diccionarios de psicología,
LA TRASFERENCIA
y aun de neurología (volveremos encoMo TRASPORTE
seguida sobre esto): trasportar un háDE SINTOMA
bito, una representación, un afecto, un
síntoma, de un lugar a otro. Y no carece de interés señalar que, tal vez, el término de transfert,
en francés, precede a su traducción alemana en Uebertragung.
Para fijar las ideas, se trata del desplazamiento de un síntoma
somático de la histeria, de una parte del cuerpo a otra. Y aquí
es preciso referirse a ese gran 11trasferidor» - quiero decir a ·
ese gran traductor- que es Freud, porque es en los textos de
Bernheim traducidos por Freud donde encontramos el término
11transfert» en francés. En efecto, Freud tradujo hacia 1888 la
obra de Bernheim, De la suggestion, y escribió un prefacio para esa traducción. En ese prefacio cita el término transfert en
francés. Desdichadamente no tengo a mi disposición el texto
alemán de Freud para saber, no si Uebertragung debe ser traducido por trasferencia, sino si Freud ya ha traducido en otros
pasajes la •transfert» de Bernheim por Uebertragung. 44
Comoquiera que sea, dos textos merecen ser destacados. Uno
es este prefacio de 1888 a la traducción de Bernheim, y el otro,
un artículo de 1888 igualmente, dedicado a la histeria y que
44
A. Rauzy ha tenido la amabilidad de confirmarme este último punto.
251
...
ni1 ,,.¡¡@no wu
M;1,,¡,,., "'
u l l1\ 1111h111 l11l11 1ff1 1/ ( "" 11llll1r.1ulo llH ln1111 •1'\11 , V1m ll Hf,1
d 1111 h11 Hf11 qu i"\ p1111lo lrn1 p1ohl 1m11111 cl11 111, f,1·m1fm•m 1d1l MOll rtico
1-tldor1 p 1·l111(•ro tm oMÍ.tl co 11 f.oxt.o d e In h 18tür1u, d o In 1:1 u go1:1tlón
·y <l o la h l1.Htoti l1:1 . Ut1tcdci:1 saben tambI~n que la tesis de Bern h chn es que la s u gestión está e n la raíz del fern;>m e n o hipnóti1] 11 u l 111 1
:o, y por lo tanto ig u a lme nte d e los fenómenos de «trasferencia». Si la his térica, espontáneamente, puede trasferir un sín. toma de un punto a otro, se puede del mismo modo, bajo
sugestión, trasferir el síntoma histérico de nuevo de un punto
· a otro, o retrasferirlo al punto del cuerpo donde se encontraba
anteriormente.
Entonces, sin querer hacer lo que llamo hermenéutica -o
descifrado término por término-, es d e cir, leer est os textos corno si, cuando habla de «trasferencia», Freud hablara directamente en esa época de la trasferencia psicoanalítica, uno pes e
a todo se sorprende ante ciertos pasaje s, de los que rápidamente
comentaré dos. En su prefacio a Bernheim, Freud se expresa
así: ~si la sugestión del médico ha falseado los fenómenos de
la hipnosis histérica, es muy posible que ella se haya inmiscuido en la observación de la restante sintomatología histérica,
·a punto tal que .para los ataques, parálisis, contrac turas, etc. ,
histéricos, haya establecido unas leyes que sólo se entramarían con la neurosis en virtud de la sugestión y perderían su
validez tan pronto como otro médico, e ñ diverso lugar, examinara al histérico. [ .. . ] Hückel (1888) expresa su convencimiento
. de que la primera "transfert " [en francés en el original] (tras. ferencia de la sensibilidad de una parte .del cuerpo sobre la parte
c orrespondiente del lado opuesto) le fue sugerida al enfermo
· en Cierta oportunidad histórica, y que desde entonces los médicos siguieron produciendo de continuo, por sugestión, este
síntoma supuestamente fisiológico» . 45 Freud destaca entonces
· Ja idea de Hückel de que la trasferencia terapéutica se inscribe
partir de una trasferencia inicial: toda trasferencia ulterior
. ·es tra.Sferencia de ·una prjmera trasferencia.
.. '
Verán ustedes que esto es todavía más claro en el otro tex. . .to; el artkulo· d~ 1888 que se intitula «Histeria», en el dicciona. . rio d~ Villaret. Este texto, que no está firmado, es atribuido
· · · · a FÍ-eud no ·sin buenas razones, en función de un pasaje que
. ·hace una referencia precisa al método catártico de Breuer. Evident~mente , sólo Freud podía señalar en esa época este méto-
a
45
·En. OC, 1, Í982; pág. 84. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplaf\C:he .
. 252
do 1 1111111 11/
111110 lo qun
p'111nli
l11l.rn m0t plil'll 1111 11111.tori 1'1111111 1111 q111 , J•'11 111d 1
po110 1tq11r t/,(JN l.lpoMclu m tlt.odo : 11110 pt1nt11mHl.o pr1kol c1JJ,ko , q11 n
deriva de la h ipuos l ~ y d e la sugcsUón, CM <lucir t i l m ó todo <'H
tártico: «Más eficaz tod avía es u n método q u e .Jo::;ef Breucr fu e
el primero en practicar en Viena; consiste e n reconducir a l enfermo, hipnotizado, a la prehistoria psíquica del padecer, constreñirlo a confesar la ocasión psíquica a raíz de la cual se gene ró la perturbación correspondiente. Este método de tratamiento
es de reciente data, pero brinda éxitos terapéuticos que de otro
modo no se alcanzan. Es el más adecuado a la histeria, porque
imita fielmente el mecanismo siguiendo el cual se generan y
disipan estas perturbaciones». 46 Tenemos ahí presentado ese
tratamiento psicológico, del que ustedes saben, dicho esto de
pasada, que encontró su límite, y precisamente su derrota, en
el momento en que Breuer se trastornó ante la trasferencia.
Se trataba, dentro de los límites de esta bella maqueta, de r e conducir los síntomas hacia atrás y , una vez descubierto su origen, todo se «disipaba»; desdichadamente había ahí algo que
no desaparecía, algo que cabía situar más hacia adelante que
hacia atrás, es decir, del lado de lo que eso devenía, y precisamente del lado del amor de trasferencia volcado sobre el analista; es la bien conocida historia de Breuer, que había curado
a Anna O . , .. . salvo en cua nto a trasferencia.
Pero un segundo pasaje del mismo artículo aporta aquí un
complemento insólito: tras elogiar, entonces; el tratamiento psicológico de la histeria, el tratamiento breueriano que él recomienda, Freud se plantea la cuestión de ~os otros tratamientos, ·llamados físicos . «El tratamiento psíquico directo de síntomas histé ricos llegará a ser el más utilizado cuando en lo s
círculos médicos se comprenda mejor la sugestión (BernheimNancy). Por el momento no se puede decidir con exactitud en
qué medida participaría el influjo psíquico en algunos otros procedimientos que parecen físicos. Por ejemplo , es posible curar
contracturas si se consigue producir una transfert [en francés
en el texto] por medio de un magneto. Con trasferencias repetidas, la contractura se debilita y termina por desaparecer». 47·
¿No es un tema de meditación ver al .futuro psicoanálisis como
clivado, en el origen, entre por una parte la rememoración catártica y, por la otra, una trasferencia que aparece por el rodeo de un tratamiento de aspecto casi mágico, magnético en
46
47 ·
1111 1 l11do
110H
Ibid., pág. 62 .
Ibid . Entre corchetes, come ntarios d e Jean Laplanche.
253
e l sen tido propio d e l t é rmino, con e sta idea d e que las tra sferencias son trasferencias de trasferencia, que se encadenan u'n as
con otras; y si hay trasferencias repetidas, el síntoma, event ualmente, desaparece . .. ?
Vuelvo a mi línea de interrogación después de este texto
a rcaico, donde uste.des han visto despuntar la oreja de la trasfe rencia de trasferencia; trasferencia es por lo tanto un trasp orte de algo de. . . a. . . En cuanto a lo que es el trasporte
m ismo, es el punto último: es lo que trataremos de ceñir y lo
q u e no debemos atacar directamente porque de otro modo cor reríamos el riesgo (como· se lo ha corrido a menudo, quizá también el propio Freud) de recaer en esa tentación casi fatal de
u na psicología del hábito. Por lo tanto, prefiero detenerme prim e ro en el de y en el a. El a: veremos esto después; el analista:
¿qu é .es la persona del analista, cuál es la situación y cuál el
p ersonaje_ para quien hay trasferencia?
Nos queda entonces la trasferencia de,
TRASPORTE DE QUE
que a su vez, si se la toma gramaticalY A PARTIR DE DONDE:
mente, se desdobla: trasferencia de
EL E.JEMPLO DE ScHREBER mercaderías de París; se trasporta a
partir de un punto y se trasporta algo;
con una ambigüedad de sentido, porque se puede preguntar
hasta qué punto aquello a partir de lo cual se trasporta y aquello que se trasporta no están en relación. ¿Tal vez se trasporta
el punto de partida cuando se trasporta algo a partir de ese
p unto de partida? Me explico: se dice trasferencia paterna, materna, etc. ; desde luego, ello quiere decir que a partir del padre , algo es trasportado; pero si hubiera, digamos, trasferencia
p ura y simple del padre, tal cual, sobre otro, estaríamos evidentem e nte en la trasferencia delirante. Pensemos en Schreber, para cuyo caso, con Freud, se califica la trasferencia com o paterna pasiva. Ha habido encarnizamiento en trazar la historia de la familia Schreber, después de Freud (insisto en ello:
Freud ha dicho que se trataba de una trasferencia del padre,
pero apenas dedicó diez líneas .al padre de Schreber, mientras
que , después, volúmenes enteros se esfuerzan en desenterrar
la figura de Schreber padre). A través de esta investigación min uciosa, son los menores detalles de su delirio, de sus escritos,
incluso la famosa lengua fundamental, los que se refieren, términ o a término , a lo que se ha podido descubrir del padre de
Schreber; todo esto culmina en lo que Schreber llama «el almicidio»: el primero sería el almicidio, «el asesinato del alma~, com o se ha dicho, de Schreber hijo por Schreber padre. Todas
estas trasferencias se sitúan, sin ninguna duda, en el elemento
25 4
del d escon ocimiento absoll,.11.o, puesto quo 8ch n .íhc1: no dlcu t1ur 1·
ca que Flechsig, ni tampoco la figu ra de los dioses que ó l dibuja, retomen tal o cual rasgo p a terno. Esta acumulación de rasgos, de detalles trasferidos , da la idea -para volver a la distin ción del vehículo y del punto de partida-,- de un desplazamiento.
global que sería el de una trasferencia masiva y delirante, a
diferencia de lo que se entendería como un trasporte neurótico, en que el padre permanecería en su lugar y tal vez algunos
elementos serían trasportados, y entonces se trataría de desilusionar a ese pobre neurótico reconduciendo el vehículo a su
punto de origen.
Pero si yo no adhiero, ustedes saben, a esta idea de una.
trasferencia neurótica puramente ilusoria, tampoco creo que
se le pueda oponer, en manera alguna, una trasfere;ncia psicótica ·que, por así decir, lo arrastrara todo a su paso .. De este .
modo , aun en el caso del delirio de Schreber, no se trata de
que el padre globalmente sea trasportado a lo actual. Todo ocurre elemento por elemento, y aun en esas trasferencias _d e los
elementos de la figura paterna, a pesar de todo lo que han querido demostrar algunos, llevados por el gusto de la hermenéutica y del redescubrimiento, no se puede desconocer que el trasporte es igualmente trasformación, deformación: lo que Freud
llama la En-tstellung supone que no se puede cambiar de lugar
sin sufrir al mismo tiempo una modificación profunda; es lo
que personalmente caracterizo como una metabolización. Además,. para complicar las cosas -y felizmente, diremos, en el
caso de Schreber-, si se puede registrar, en un primer tiempo,
una trasferencia masiva de una persona (digamos el padre, para simplificar) sobre otra, sobre Flechsig (el primer psiquiatra
que se ocupó de Schreber), esta verdadera psicosis de trasferencia unificante es absolutamente insostenible si no se demult iplica enseguida, y como al infinito, en un delirio de personajes (los dioses, las almas) y de estiajes múltiples. Si el padre
(o la madre) de los tiempos antiguos fuera pura y simplemente trasportado al presente, en una masividad absoluta, estaríamos -lo que es imposible- en el abismo de la indistinción
que la psicosis clínica bordea, pero en el cual, por esencia, ella
nunca cae .
Todavía habría que agregar esto: de modo paralelo o concurrente con esta exhumación de las trasferencias paternas (con
Freud y después de él), la opinión prevaleciente, tanto a propósito de Schreber como de una manera general con respecto
a la psicosis, es que una trasferencia sobre la madre arcaica
sería dominante a través de la figura del padre y por debajo de
255
•..
;
lnu lud cl n y 1' (1 111pll11 cl 1t
1'1111 111 111111111 ul c•11r111 Hd 1rolwr,•lll 11111·n H<·lccdormr o J urtlcu 111 "' ' Wlill.11, d 1J l <"011fllc l.o <.·o n Jn mo.dro c u la psicosis d e Sch rel mr•.11" l!lHto oti un a u tor q u e con oce p erfectamente las investll{uclonclj refer id as a l p a d re, y que d e ninguna manera preten de c omple t a rlas por un golpe de timón simétrico referido
a la madre real de nuestro maestro-delirante. Si lo hubiera preten'd ido, los descubrimientos fácticos se revelarían sin duda muy
escasos; pero la cuestión, precisamente, no está allí. Está en
el encarnizamiento teórico -a pesar de todos esos elementos
arrancados uno a uno de la figura paterna- en afirmar que
la reWción trasferencia! es de tipo esencialmente materno. ¿Qué
significa esto, si no que la trasferencia nunca se concibe dentro del simple trasporte de una relación histórica dual? Aquí
(como en el caso de Dora pero, desde luego, de otra manera)
la trasferencia del adre es ortadora si se uede decir de
/ <J1P a relación materna. Todo esto, recordémoslo, a los fines de
~:._ mantener una delimitación, evidentemente frágil y variable se;.
gún los casos, entre aquello a partir de lo cual hay trasferencia
y el material trasferido; el hecho de que los dos mantengan
cierta distancia es precisamente. lo que termina por fracasar,
lo que significa el fracaso de una dominación absoluta del prou ll11 r1'11111u11111rt l1111h1111111 t11i l11 111 10111 •11,
"º'
ceso primario.
'
~
e: ~1
, '-·
1 '-"/ r!!!r,
V.•<::.
'-"=
W ~~.. .-. , ,
'±
\./'.....,.,_.,_~.<
')
Vv .e).·· V ,,--,
-., _..-
Volvamos ahora dtrectamente sobr e la cuest1'n: ¿<J.ué es lo
,. tr aeferido? ¿Es una •cuestión improcedente», una cuesti~n mal
( planteada? Nuestra perplejidad, en el Vocabulaire de la psycha' ' nalyse1 es en to~:lo caso evidente porque en la definición limi-
.• + .
. .. , ( nar optamo~ por la trasf~rencia de los •deseos inconcientes»,
· . · · / mientras que, ert el comentario, dejamos abierta la opción: «¿Se
.' .·'. ·\ trata· de p~tterns de comportamiento, de tipos de relación de
· · I,• · objeto, .de sentimientos positivos o negativos, de afectos, de
· . ._ carga libidinal, de fantasmas, del conjunto de una imago o de
. / un rasgo particular de esta, aun de una instancia en el sentido
.· :._ de la .última .teoría del aparato psíquico?». 5º Releyendo este
·. .;< ·texto, distinguimos en él tres grupos: uno, •patterns de com''{ portamiento y relaciones de objeto», relaciones aprehensibles
/ en la descripción del comportamiento; después, todo lo que es
del·orden del afecto: sea en el nivel de su vivencia fenomeno-
·>
'.
Le cas Sclireber, París: PUF, 197~ .
En · ibid .:, págs. 356-98.
º. Vocabulaire de la psychanalyse , París: PUF, 1967 , pág. 493, artícu lo ·«Transfert•:.
48
.49
.5
256
~ \óg\.cu,
HOU. en lo que os -postulado como su sustrato •Cconóm\-)
~. co• (carga libidina l)¡ y por último, e l tercer grupo , que a b a r ca J
<,todo lo que es representación inconciente.
,,
,,
Con la trasferencia de los patterns de
TRASFERENCIA
comportamiento, estamos en la interDE RELACIONES
pretación más psicologizante, que simplemente pretende que la manera que
uno tiene de ser se deposita en modos de accionar y, después,
de reaccionar: uno. está en retardo cuando una dificultad se
presenta, y bien, nuevamente lo estará cuando otra dificultad
se presente, así en el análisis como fuera de él. Evidentemente
el «pattern» puede parecer menos psicoanalítico que la relación
de objet(), pue~to que precisamente escotomiza la relación. ¿Pero no es este el caso de todo mecanismo de defensa, es decir,
presentarse de manera aislada, abstracta, generalizada, fr~nte
a la relación con un objeto preciso, que tal vez fue su matriz
orig¡nal? La relación de objeto, por su parte, es un término que
se encuentra en el propio Freud aunque episódicamente. La
referencia a la teoría freudiana de la pulsión es manifiesta en
este término, puesto que pretende establecer un nexo estrecho entre dos de los cuatro elementos de la pulsión: fuente,
empuje, objeto y nieta. La idea de la relación de objeto es que
no existe tipo de comportamiento (o de meta) que no implique
cierto tipo de objeto, y recíprocamente. Esta es una noción en
definitiva muy fenomenológica, puesto que incluye enlamención, en la intencionalidad activa como tal, lo que podríamos
llamar el escorzo de su correlato, el objeto que ella mienta. Pero indudablemente esto se tiene que conciliar con lo que Freud
declara en principio acerca del objeto, cuando lo caracteriza'
como lo más variable y contingente en la pulsión, que, en el
límite, se puede satisfacer casi con cualquier cosa, mientras
que por el contrario la relación de objeto implicaría, cuando
uno persigue cierta meta, que el objeto deba conform·arse, al
menos en algunos de sus escorzos, a la acción que se quiere
ejercer sobre él y a la satisfacción que se quiere obtener. En
todo caso, vemos que la relación de objeto se presta a describir
la trasferencia en la cura puesto que se puede decir en efecto
que el analista se propone como objeto contingente, con lo menos posible de características, y que en función de Cierto tipo
de relación aportada por el analizado se define, en este objeto, cierto escorzo que es precisamente el que corresponde, por .
ejemplo, a una relación de tipo oral.
Esta noción de relación de objeto; de la que no reniego en
absoluto, tiene sin embargo, en mi opinión, el gran inconve-
257
n ic nte d e d escuidar lo que para mí e s un ele m e nto f undamental d e la pulsión, a saber, su fuente, la que a su vez se liga
a un o bje to en este caso originario, lo que llamo objeto-fuente,
e nte ndiendo por tal un objeto inconciente y no un objeto del
mundo sensible. De modo que, para reagrupar nuestra evaluación de la trasferencia de. comportamiento o de relación de objeto, esta primera categoría amenaza con hacer perder la especificidad, y aun la extrañeza de la trasferencia analítica, en
favor de la simple actualización de un habitus; amenaza con
llevarnos a descuidar el problema del inconciente, que reintroduzco con la noción de objeto-fuente, para remplazarlo insensiblemente por lo que podríamos llamar, con designación prepsicoanalítica, la inconciencia de la manera en que nos comportamos. El segundo sesgo de nuesTRASFERENCIA
tra enumeración eran entonces los senDE A FECTOS
timientos positivos o negativos, afectos, carga libidinal. Evidentemente
no es cuestión de descuidarlo (reproche que con frecuencia se
hace a los psicoanalistas franceses) porque uno no puede hablar de la trasferencia sin preguntarse cómo funciona en ella
e l afecto. Para empezar, la distinción. del afecto y de la representación en la trasferencia esquematiza de nuevo la oposición
entre aquello a partir de lo cual (de quién) hay trasferencia,
y aque llo que resultaría trasportado sobre la persona del analista. El ha trasferido el odio al padre "'s obre su psiquiatra, diríamos nosotros, para hablar de Schreber y Flechsig. He recordado muchas veces que el psicoanálisis frP.udiano partía de la
comprobación clínica, difícilmente rebatible una vez que ha sido formulada en estos dos términos, de que el afecto y la representación podían ser independientes y de que, en los histéric os precisamente, la experiencia nos enfrentaba de continuo
c on trasferencias, en el sentido más amplio del término. Trasfere ncia de sentimientos de una persona a otra, de una represe ntación a otra, o también verdadera conversión del afecto
que se trasporta a cierto síntoma somático; el síntoma histérico como tal puede, según nos lo recordaron los textos de 1888,
ser trasferido a otro lugar. De la evidencia clínica, incluso «Cot idiana», de estos desplazamientos («ha encontrado en X un nuevo objeto para ejercer su sadismo» .. . «desde que enviudó, inviste en su trabajo todas sus capacidades de amar», etc.), a la
hipótesis puramente económica que quiere explicarlos, el paso
- es a la vez tentador y problemático. Hablar de un «quantum
d e afecto» que se desplaza es, en efecto, postular una energía
.··- ,. únic a, no diferenciada, más acá de lo que especifica a los sen-
¡
258
t imie n tos e n s u diversidad cuullt.ativu.
l~.n
<'O.IHhlo, HI <loHnl b l
f!!OS el desplazamiento d e u n afecto partkular ~~!iP(ldflco Ü.>t:
na, amor, odio, despecho, etc.) 1 ;,no hay q u e adm itir guo lleva
comigo, en su trasporte o trasferencia, algo g u e lo califici;- a l·
g<f,"en particular, del orden de la representación?
:
· Todo ello para conclmr: en esta noción de -trasferencia de ;·
hemos distinguido, por obra de cierto artificio, aquello de lo
que se parte (from en inglés, von en alemán, de en francés fr
en castellano]) y aquello que es trasportado (nuevamente von
en· alemán y de en francés (y en castellano] pero en inglés la
ambigüedad desaparece: tenemos transferencefrom;y ~ranefe- .
rence oj) . De cualquier manera, si esta distinción se debe establecer para dialectizarla enseguida, no se la podría formular. .
sin más •ifrom una representación y of un afecto», como si el
afecto en estado puro pudiera simplemente columpiarse de una
representación a otra. Es siempre un movimiento complejo el ·
que constituye la trasferencia, como lo mencioné a propósito·
del caso Dora. Recordemos además que Freud nos dice que pa~
só por alto dos elementos que él no sitúa en el mismo plano·:· .
la trasferencia del señor K. sobre el analista y la componente
homosexual. Que no se trata de dos trasferencias, sucesivas o
superpuestas, he ahí algo evidente: no hay una trasferencia
homosexual sobre Freud más profunda, más sepultada que la
trasferencia heterosexual. Es en el seno de la misma trasferencia heterosexual (si queremos conservar este término) donde se esboza la homosexualidad . Aquí la interpretación de Lacan nos resulta preciosa, pero se la debe llevar más lejos: es .
en un movimiento de trascendencia a través del señor K . como se mienta cierta X enigmática, que en un primer tiempo
puede ser caracterizada como el enigma de la feminidad. Per~
esta trascendencia, a su vez, está como vehiculizada en la relación con Freud, movimiento que verdaderamente debe ser considerado como trasferencia de trasferencia. &aber lo que, en
e~!~ trasferencias sucesivas, se perlabora, sé -inetaboliza: he ·
a!,:1í todo el problema de la práctica analítica. ::>(
'
17 de enero de 1984
Examino tres grupos de fenómenos que pueden ser considerados «trasferidos»: las relaciones, los afectos y, hoy, el grupo constituido por los .. fantasmas», las «imagos» y las «instan-
259
~
frcudluuo <lo 8aoll1vur,,totlw11gJ <J.!H~ ml1111l,11 clor1 l,rnd11c •plo111
l~~iíID'lente 8amlslbfos: rcprce1on:t:~cl6n <lu c o 1111H y rc¡prn11on l,11 .
c1ones-cosa; y en cierto móaO se podría d ecir g_uc Oli to<Jo o l
paso de{~rtrismo al psícoanálisrselque r esulta condensad<)
en;;;j~-;g~~que hace que la representación que mieñta ia-cosadevenga una representación¡ en ella mismá, cosa..:.
- Y precisamente es este devenir de los objetos internos el
que es determinante para la cuestión de la trasferencia. Cuestión en apariencia teórica: ¿de dónde vienen los fantasmas?
Pero cuestión práctica: ¿qué hacer con ellos? ¿Cómo desempeñarse con ellos en la cura? ¿Tal vez «resolverlos~, como E;n algunos casos lo pretende Freud, a propósito de la trasferencia?
Origen y destino de los fantasmas no pueden menos que estar
ligados; tanto es constante, de una manera o de otra, que el
proceso de la cura se propone reanudar un proceso presente
desde los orjgenes.
Para hablar esquemáticamente sobre esta cuestión del origen, diré que tres concepciones son posibles. Una, la más difícil, es la que buscamos aquí por sucesivas aproximaciones. Y
después dos posiciones que son mucho más fáciles, clásicas, y
que, en cierto modo, se remontan más allá del freudismo
y hacen gravitar sobre el análisis la hiHIPÜTECA DEL
poteca eterna de la filosofía que opoEMPIRisMo
ne, desde que existe, una teoría innatista y una teoría empirista del origen de las ideas. Desde luego que esta oposición en psicoanálisis es diferente de la que domina en la filosofía cognitiva, pero
tiene parentesco con ella, lo cual, a nuestros ojos, no deja de
volverla sospechpsa. La posición empirista es que los contenidos inconcientes, tomados en el sentido más lato de este término, encuentran su origen en las experiencias infantiles precoces. Ahora bien, reproducidos en el presente, esos contenidos
son declarados inadaptados (el término es de Freud: unzweckmiissig, no conformes a un fin), inadecuados, y ello por des
razones cortjugadas (ustedes ven qqe se trata muy exactamente del síntoma pero también de la trasferencia): por una parte,
«el infantilismo" de estas experiencias originarias, en razón, en
el niño, de una capacidad de comprensi9n escasa, de una visión parcial en que la imaginación no puede menos que desempeñar un papel preponderante para colmar las lagunas irremediables de la percepción y de la teorización. Este infantilismo
es, por ejemplo, el de las teoríru? sexuales llamadas infantiles .
El otro factor de inadecuación, un poco diferente, es «el anacronismo". El anacronismo no supone que el niño sea menos
cias• . Para recordar primero que en psicoanálisis estos términos están tomados en un sentido realista. Lo que se
comprueba ya con la noción de.J.antas.ma, si se la toIJla no como algo imaginario, en el sentido de
la fenomenología sartreana, sino como un guión escénico que
no mienta (o que ya no mienti) otra cosa q~~l!.Jl mlsm 0_,_q!J.~
e~~iifililrasu -satiSoo10ñell:'é1 m.i~mo. Es · indudablemente el
sueño el que proporciona el analogon más sugestivo de estos
caracteres: · c-err~zón-sObre-sCiñismo, fiiñto en la ciai:iSüraae
surelatoeo'ñíüdentro del cumplimientode deseo, que él rean-. iª- de manera puramente inmanente. ~
·La imago, término que procede de JÚftg pero que acertadamente ha sido adoptado por el análisis, representa el aspecto
•objeto» frente al aspecto •relación• que se tiene en el fantasma. Indudablemente, calificar este objeto, hablar del •padre
castrador» o del •pecho bueno• implica que estas imagos se tomen dentro de fantasmas; pero ellas representan su aspecto
más éstático; tal vez también el aspecto más abisal, en la medida misma en que uno supone que, en el inconcient;e, lo más
profundo es el nivel en que la relación se resuelve en sus elementos. Si uno concibe en el inconciente un nivel extremo de
13; .•desligazóm' espreciso admitir gue 1.n~Juso _la li~azón de fii"~
secuencia escénica fantasmática, su_gramática interna, t iende -a -disolverse.
·--~·
,
·
· ....··
·--En cuanto a las «instancias», por último, si cabe tomarlas
en consideración como lo que puede ser •trasferido•, se tratará
de aquellas que se definen, en la segunda tópica, como precipitados; sedimentaciones de experiencias, es decir, finalmen. te, imagos más-o menos complejas que resultan de estas expei"ien~ias. La mayoría de las veces es acerca de las instancias
.11.amadas •ideales•, superyó o ideal del yo, que se habla de tras; ferencia.· Pero cuando se hace intervenir al yo, en lo que por
. ejemplo se llama alianza terapéutica, se olvida demasiado a me. nudo.que la instancia yoica, en su origen como en su funciona·. mientb, no ~scapa a la categoría del ideal.
Mencioné hace un instante la diferencia de esas •imagos•
. con lo que se puede describir acerca de la imaginación en una
concei>ción fenomenológi,ca cuyo modelo insuperable sigue siendo la descripción sartreana. Cuando toma en consideración los
·. fantasmas, imagos o instanci~ .i nconcientes, el psicoanálisis no
puede considerarlos si no es como mtroyectos, objetos ínter. nos que desempeñan un papel cuasi realista dentro del apara-__
to psíquico. Para que esto se entienda me remito .al término
TRASFERENCIA
DEL MUNDO INTERNO
· ----.-· · - ...... ___, ..c ... -- - ---· · --...~ -
;¡- ~ -.
··-·-'"""' ·---......_,..,.....,_...-·-·" - - · -.. ---
- . , - -- - --
··- - ·· · ·· ••• .,.., .. · ---~~----·
-- - -· - - - .-··· ···-· -
---
1
260
261
apto que ol udulto pu.ro. J'or11uu·80 11101lci lo11 1•01-ro<"l.011 pn1·1~ 11 11
~ xpe riencia ulte rior, sino simplemente qu o lU8 cond lclon os hun
cambiado, de modo que las pos ibilidades d e realizar e l fantasma ya no son las mismas.
Infantilismo y anacronismo reaparecen a todo lo largo de
la explica~ión freudiana de la repetición neurótica y trasferencia!, y también como características de los relictos inconcientes. Desde las «Cartas a Fliess», esta idea está presente, precisamente para describir el proceso de la represión: «Subsistirá así
un anacronismo, en cierta provincia regirán todavía unos ''fueros"; aparecen "relictos"». 51 Enteramente. en el mismo sentido, encontramos la metáfora de la «reserva natural», que tuve
ocasión de destacar para señalar su interés y sus límites. Ella
compara el. inconciente c'on uno de esos «parques regionales»
a los que se rodea con una frontera en los países modernos (los
primeros se crearon en los Estados Unidos). El inconciente preservado por la frontera de la represión sería, entonces, una de
esas reservas en que se conservaría. la naturaleza infantil, incluso los animales prehistóricos en su estado originario. Respecto de esta idea, he formulado la objeción (que por otra parte es válida también ·para la ecología) de que supone modificar
profundamente un ambiente separarlo, aunque sólo fuera de
manera en extremo flexible y cuidadosa, y que entre la noción
de reserva y la noción de gueto hay transiciones que mueven
a reflexionar.
La otra modalidad en que se señala el
HIPOTECA DEL
peso de toda la filosofía cognitiva traINNATISMO
dicional sobre la teoría del inconciente sería lo que se puede asimilar a un
innatismo de las imagos y .de los fantasmas. Destacaré dos formas, la primera de las cuales es el kleinismo. Una de las origina!idades fundamentales de Melanie Klein es establecer que
la trasferencia, en último análisis, no tiene su punto de partida
e n tal o cual personaje real (el padre, la madre) sino en tanto
es trasferencia de fantasmas y de imagos inconcientes. Estos
fantasmas y estas imagos son primitivos, en el sentido de que
sería poco creíble hacerlos derivar directamente de experiencias reales de las que se los hubiera extraído. Poco creíble porque con frecuencia esas imagos les son precisamente contrarias y no se logra, salvo en casos excepcionales, deducir por
5 1 S. Freud, La na'issance de la psychanalyse, París: PUF, 4ª ed., 1979,
págs. 155-6. Traducción revisada por Jean Laplanche. [En OC, 1, 1982, pág.
276.]
262
1\10111plo 111 1111111-(1 111 d1 1 1111 p1 1n l1 n q111 1 11111n1 d 11 m111 vlv1111ol11 iJ1i1
pfrlcu, y 111111 la l11111t-(1m d o 1111 pn1 •ho 1HJ v 1111 l v11 11 v 111 nri t 11 11l t1
roá::i atacante c u a ut,o quo o u~: u cut, r1L 111 1 1•o f'11t,111•M 11 1111 111 mt p•
riencia real. Es esta tr!lsfcrencla d e hnugo1-1 prhnlt,Jv1rn 111 qu¡
funda para M. Klein la posibilidad de trasferencia 'on ol n h:fo .'
,
Ustedes saben que se le ha reprochado negar la prio~idad de·.
los padres .sobre_ el terapeuta. Y bien, la respuesta fundamen-. . . \..e:..A~1!
tal de Klem seria que los padres, como el terapeuta, son ya
t · · .·.
objeto de una trasferencia de objetos internos. Más que de tras-. ..-/,,.
ferencia, ella hablaría por cierto, en un sentido casi equivalen:
te, de proyección. Los objetos internos son verdaderas realida- ,
des. Indudablemente que no se trata, para-Klein, de negar qU.e
-=-·
.
·1a:s imagos sean enriquecidas por la experiencia, el movimieÍlr .
to de proyección se alterna con un movimiento de introyección que integra en las imagos rasgos extraídos, por similitu.d ·
o por contraste, de las relaciones vividas. Pero más allá de este
juego de introyección-proyección, que sería bien erróneo considerar simétrico, es precfso ver g_ue en~Klein la P&~~~ '
~
primaria, una proyección originaria de la pulsión y de sus obje- . l
'.
tos primeros, que da SüS caractensticas aroojeto rea'l, No creoque se pueda encontrar en-ell.<Ieinismo otra cosa que la idea
de que la pulsión es innata en sus metas y ya en algunos de
sus objetos como el pecho, incluso el pene, y del mismo modo
que existe cierta relación pre-establecida en un individuo dado entre la fuerza de las pulsiones de muerte y la de las pulsio1
nes de vida. ¿Instinto o pulsión? Sería bien difícil decidir sobre
esto en los textos porque Melanie Klein escribió primero según
la Trieb alemana, antes de adoptar, en inglés, la trascripción
en «instinct». Esto no impide que existan buenas razones, como lo indica J. L. Lang,5 2 para pensar que el instinct kleiniano corresponde mejor a lo que en francés llamamos un instinto, es decir una potencia innata que tiene ya su fuerza, sus
objetos y sus metas pre-formados.
He declarado ya baStante mi interés hacia el kleinismo para
poder deslindarme de ese innatismo o de esa tendencia al in-.
natismo, y del mismo modo para deslindarme de otro innatismo, que en este caso es el de Freud. No hay que olvidar, en
efecto, que la noción de instinto no proviene solamente de una
traducción defectuosa de la Trieb freudiana. Una vez eliminada esta, es bajo la pluma del propio Freud como se nos vuelve
a presentar el instinto. Freud no emplea Trieb en el sentido
Vi . · :_. '
2
r, «Le modele kleinien en psychopathologie infantile: aujourd'hui, en
France», Psychanalyse a l'Université, vol. 8, nº 32, 1983, págs. 511·58 .
263
.i,, ~ 1t1 Hl, l 11 l,o•
11111· In htt•Htn rn:r.<'>n do •1uo ou:1p lon ol t6nblno l'YW·
ll'nkt on nlumán y 011 un sentido m u y particula r, precisam e n te
uquol do un empltje biológico que incluye u n objeto y un despliegue preformados. Por regla general, se trata del instinto
d e los animales, que se opone a la Trieb característica del ser
humano. Pero despejado este terreno, Freud embrolla las car. tas en cuanto a la eventual presencia de instintos en el ser humano. O más bien vuelve más complejas las cosas, pero sin sacrificar la claridad de las formulaciones, para expresarse así:
si existe en el ser humano algo comparable al instinto de los
animales, son losfantasmas originarios. La reflexión rectora
de Freud sobre esta cuestión es la que él elabora a propósito
de la cura del Hombre de los Lobos, allí donde lleva más lejos
la interrogación en dirección al origen del fantasma, sobre todo el fantasma de escena primitiva. Porque la investigación •empírica•, la de la cura, no conduce de manera enteramente convincente y exhaustiva a encontrar el origen de la idea en las
experiencias (como se decía en el siglo XVIII), por eso mismo
r-- surge la hipótesis de un fantasma originario; este, como la idea
·innata, es mucho más que una forma o una categoría a priori;
~{;:P'; es el guión de...uJ,lil escena._que se impondría a la experiencia
hasta eT punto<le prevalecer sobre esta cuando se mueStraelesfa1le"ciente-;-mcóinpleta o atípica.
-¿ Querelii.cion-tíene esto con la trasferencia? Es que este
predomillio del fantasma originario sobre los fantasmas y experiencias individuales de la escena primitiva será exactamente el de un «Clisé• (encontramos este término en Freud) que
• .- se trasfiere en una experiencia siempre !acunar y parcial co: ' . . . mo, en la cu"rá, uria secuencia escénica pre-establecida se ac. tuallza a: favor de esta neutralidad de la que se dice que ofrece
una pantalla en blanco para la proyección de los fantasmas.
~ec9r<~aré aquí la dilucidación propuesta por Pontalis y por mí
·mismo sobre él fantasma originario en Freud. Un artículo que
no ha sido reeditado todavía, sin duda porque los autores (yo,
al menos) se inclinarían hoy por demarcar mejor su pensamiento
·personal respecto del pensamiento de Freud. 53 Encontramos
. allí. la de!>cripción de las oscilaciones de Freud entre lo que ha; . ce un momento yo llamaba empirismo e innatismo; el empiris:'
· mo ·como tal juega entre realidad y fantasma, pero estos dos
\)
53
·
«Fantas~e originaire, fanta8mes des origines, origines du fantasme•
(en Les. Temps Modernes, nº 215, abril de 1964, págs. 1133-68). Pero.des. pués de dictado este curso, aquel texto fue republicado;· París: Hachette,
•Text:e.s du XXeme siecle•, 1985. Esto no hace sino más urgente la crítica
neta de la hipótesis freudiana.
264
t6rmh\OB, por In huml'lcloncJn do.su opottld6n , rom lt;m1 n n11 tor
cero, e l fantasma origin arlo, verd adero a priori· paru la especie humana. A partir de ahí, me tengo que limit a r a esbozar
las perspectivas que se abren, que son en número d e dos, si
no de tres. La interpremci6n prehist6rica propuesta por Freud,
y que remite el innatismo a una experiencia de la especie: los 1
fantasmas originarios serían ellos mismos adquiridos, no en la
historia individual sino en l~ historia colectiva (Tótem y tabú). \
La segunda avenida, esta vez pos-freudiana, es la de la ínter- \
pretación estructuralista. No desecha a la precedente pero la
trasforma en «mito•, que en definitiva sólo opera para volver
sensible algo que en realidad es lo propio de la estructura. La
tentación estructuralista es omnipresente en este artículo (incluso· a. través de las denegaciones): reconducir los fantasmas
originarios (escena primitiva, castración, seducción, incluso retomo al seno materno) a subestructuras, a puntos de vista tomados sobre una estructura única que es la triangulación edípica omnipresente como el Soberano Bien en el cielo de las
Ideas. Pero ustedes encontrarán también en este artículo el esbozo de lo que nos desprende del estructuralismo y quizá también de la oposición innatismo-empirismo: la aparición de la
teoría de la seducción y del apuntalamiento como salida posible de esta alternativa. Por ahí, justamente, ese texto comienza a hacer trabajar a Freud; y la hipótesis de los fantasmas originarios, a pesar de las apariencias, no es su eje principal.
Hemos llegado, provisionalmente, al final de esta investiga::ción sobre w que, clásicamente, es trasferido. En aras de· la
comodidad, he querido distingu_ir el objeto del «trasporte»; y
su soporte. El soporte (en esta comparación que será preciso
hacer trabajar también) se presenta como una vía, como una
línea, como una cadena; en el ejemplo cómodo de Dora, es la
cadena que liga al padre con el señor K.; y al señor K., con
el analista. Y después, circulando sobre esta línea, pasando de
una estación a otra, el vehículo, cualquiera que sea; uno puede decir igualmente el amor, la relación de objeto o también
el fantasma; poco importa: lo esencial es que el soporte sigue
siendo el mismo, y por eso también el vehículo permanecerá
inmutado, es decir que serían el mismo amor, el mismo fantasma, la misma relación de objeto los que se desplazarían de u.no
a otro.
Tomemos el caso del fantasma,· que es ejemplar. En la hipótesis empirista, se podría decir, el fantasma apareció con el padre, con el progenitor, con cierto personaje de la infancia, o
incluso con el pecho (tomo estos términos simplemente en tan-
265
'
~)to son primeros). El fantasma, entonces, ha nacido con el pa~
)
dre, él circula; el soporte no es afecta- 1
\ TRAYECTO DE
do por el trasporte. Es una concepción
DOBLE SENTIDO . . .
después de todo corriente de la trasferencia, y no solamente en un psicoanálisis silvestre: usted se comporta conmigo como. . . usted (
se ha comportado ya con X ... y como, fundamentalmente, .se J
comportó usted con cierta persona de su infancia. . . El psi-<._
coanálisis demostraría el irlfantilismo reconduciéndolo a su ori- (
gen histórico. Esto no es otra cosa que el esquema que un La- .
gache, bajo una forma más elaborada; puede dar de la cura:<
e~ suje~o pasa de la neurc:isis ~~ínica a la neur~si~ de tr~feren- (
cia, y de esta, a la eluc1dac10n de la neurosis infantil.
:>
Por una vía, en la medida en que se considera que ella no
es modificada por lo que circula allí, es posible idealmente desp lazarse en los dos sentidos; después de haber circulado del
padre a Freud, se puede volver de Freud al padre, sin adjunción ni modificación. Desde luego, a fin de volver al comienzo,
hace falta.reconstruir la vía infantil. Una primera parte de esa
vía ha caído en la represión junto con el vehículo. pe ahí la
búsqueda histórica y realista de Freud, en el afán de redescubrirI~ncias reales que pudieron estar en el origeri··del fantasma; una busqueda extrf:mªdarnente rnmuc10sa,
que -·
· - -- -'""-""','.><•
a veces se aparta incluso de la regla analítica para ir a procurarse sus informás;;,~ci:aña!Qgí~e.a:L en la agenda del
pacie-;;-~e tal o cual testigo. Es que en efecto n'<rOasta, dentro de esta óptica-de la cura, mostrar que el comportamiento
¡- ~presente es inadaptado. Para volver a llevar el tren a su punto
de partida es preciso mostrar cómo circuló y las vías por las
cuales lo hizo. Es lo que se llama el levantamiento de la arnne1 sia infantil: la reconstrucción del trayecto y de los orígenes del
[ t rayecto, con el postulado terapéutico de que, una vez recons\ truido, el carácter infantil y anacrónico de las experiencias bas~-_.tará para resolverlas. Respecto de este ideal de levantar la amnesia infantil, en la tesis de Maurice Dayan encontrarán la demostración del hecho de que debió ser abandonada por Freud
en el curso de su experiencia (aun si se mantiene, corno un
slogan quizás ideológico, en el frontis del edificio analítico).
Dentro de la otra concepción, aquella que comparamos con
un innatismo de la imago o del fantasma, la perspectiva es muy
diferente. La trasferencia en este caso ya no puede ser referida a otra cosa que a ella misma, porque por definición existió
desde el comienzo trasferencia de imagos preexistentes. La refe rencia al soporte (para conservar esta metáfora) es ilusoria
r
!
266
•
·· _
- -~--~·'o:;;:.",,.,,.._~_...,._,,.='""""~
e imposible. Sin duda que es ilusoria de hecho (es lo que se
comprueba}, pero es también imposible de derecho, por la razón de que aquí el vehículo lleva consigo el soporte. De manera que, si todavía se quiere suponer
: , .o DINAMICA
que el análisis conduce a alguna par-.
INTERNA
te, ya no conduce hacia el pasa(jo ,_ si~
no que se lo debe .considerar conduCÍdo él mismo por una dinámica interna. El artículo de Freu~
sobre «La dinámica de la trasferencia» no es para esto un buen ·
texto de referencia porque su título no cumple su promesa de .
describir lo que se puede designar como una dinámica interna
de _la trasferencia. Referir la evolución de la trasferencia a un·
desenyolvirniento interno es suponerle un trayecto ideal_, evi~en~ .
temente normativo. Es simple dar ejemplos de esta conce:pción.
normativa de la evolución interna de la trasferencia. La ide.a
de sucesión de los estadios libidinales es tal vez un poco anticuada, pero no es tan remota fa época en que se pensaba que
el análisis debía hacer pasar al analizado, en el orden correcto
preferentemente, del estadio oral al estadio anal y,. eventualr
mente , a un estadio uretral, a un estadio fálico, etc. Sonreím~s
hoy, pero la forma moderna de esta normatividad reaparece
cuando se propone como finalidad del análisis «asumir la castración»; desde luego que se pasa un poco rápidamente por las
etapas anteriores, pero se supone, también en este caso, una
dinámica necesaria que desemboca de manera ineluctable (a
falta de lo cual uno es relegado al grupo de los psicóticos) al
complejo de castración.
.
Otro ejemplo sería el modelo kleiniano de la cura, en que
igualmente se esboza una progresión interna ineluctable, que
esquemáticamente podríamos resumir así: tránsito de la posición paranoide a la posición depresiva, paso del objeto parcial
al objeto total, y después superación de la posición depresiva,
que es precisamente la consumación del compl~jo de Edipo.
He recurrido a esta comparación de la trasferencia con el
desplazamiento de un vehículo a lo largo de una vía para que
se percibiera la oposición de dos posiciones fundamentales. Una
refiere la trasferencia a algo que no es ella misma: fundamentalmente, a una «realidad», actual e histórica, que permitiría
situarla, relativizarla y, por último, reconducir a su punto de
partida las ilusiones que lleva consigo. La otra posición, que
abandona .más o menos completamente la referencia histórica
(salvo como ocasión de asociaciones nuevas), se interesa sólo
en una dinámica cuya exclusiva referencia es la trasferencia
misma: lo cual no sucede, por regla general, sin la introduc-
267
ción más o menos disimulada de un esquema ideal y normativo
de esta evolución.
Necesidad de registrar. todo movimiento por relación a un
sistema de referencias, relatividad de la trasferencia por relación a una historia preexistente y considerada inmutable: ¿podemos extraer algo más de esta comparación? Sabemos lo que
es, en física, la teoría llamada de la relatividad, y sobre todo
lo que ella no es: no consiste en decir que todo movimiento
· sea relativo en el sentido de que el sistema de coordenadas re. ferenciales se pueda elegir arbitrariamente; pero tampoco en
que todo movimiento lleve consigo sus propias referencias, de
modo que en el límite no se lo pudiera describir por otra cosa
que por él mismo. En la teoría de la relatividad física, el movimiento lleva qmsigo sus propias referencias pero de mn:nera
reglada, según leyes que uno puede enunciar.
_
Evidentemente, no se trata de proponer un~ teoría fisicist
de la trasferencia. En cambio," es cuestión de elaborar una teo
ría del trasporte significante, metáfora o metábola, que dé ra
zón del hecho de que se trata de un movimiento que se llev
parcialment,e a él mismo, de modo que no se lo podría disolve
confrOI).tándolo con sus orígenes ni sería posibl~ sumergirse en
él como para abandonarse a un desarrollo espontáneo que no
tuviera que ajustarse a reglas.
24 de enero de 1984
¡.
·.·
Como todo analista, entendemos destacar una especif'icidad de la trasferencía analítica por relaci6n a otras maneras en que se marca el pasado en el
present,e. Con frecuencia la teoría de
la cura busca esta especificidad en una
es~cie de reducción de las condiciones de la «maqueta•; la neu-:
tralidad del campo analítico se concibe en ese caso como una
especfo de ase'psia experimental, que permitiría poner en evidenda elementos· que se encuentran en muchos otros lugares,
. dispersos, pero. que la complejidad de los demás factores impediti~ _percibir. Después de todo, en la ciencia, ¿qué se hace si
. no ~s eliminar las variables que verturban a otras? Pensemos
en .la famosa experiencia de MiChelson y Morlay (puesto que
en la Feunió~ anterior me referí a ~a teoría de la relatividad),
LA .~EUTRALIDAD.
.No Es .sow
. . . ºREVELADORA
· SINO P~ooucrciRA
. 268
¡
que no es otra cosa que un dispositivo para anular esa variable
que es el movimiento relativo de la tierra en la medición del
movimiento de la luz. Aplicado esto al análisis, tendríamos lo
que se puede designar como una concepción teórica, por eiimi·nación, de la neutralidad del campo analítico. Concepción que
no es desdeñable y que resulta muy difícil superar en la medida misma en que, siendo neutros, no haciendo nada, nos es
(demasiado) fácil atenernos a la idea de que no contamos en
nada para lo que ocurre dentro de la trasferencia. Aquello a
lo cual intento llegar, es a otra aprehensión de esta neutralidad del analista, que no es simplemente esa neutralidad de un
campo donde uno puede poner en evidencia algo. Lo que quiero decir es que la neutralidad tiene una función positiva en
la_prodiicdón de fa tr:_asferencia: no es solamente aquello ~
deja a otros factores jugar más libremente, sino que por sí misma es otro factor, un factor esencial para la cre&cióD.- -cre-ra
trasferencia. "":>< -· - -Afirmar la especificidad de la trasferencia en psicoanálisis
importa sostener que ella no es toda cosa, y que ella no es todo; no es todo fuera del análisis, y probablemente no lo es en
la sesión analítica. Pretender que es todo equivale, en cierta
manera, a desembarazarse del problema específico que plantea. Por diferentes, por opuestos que sean ideológicamente, hay
dos modos de difuminar así los contornos de la trasferencia,
englopándola en una generalidad que la diluye: hacer de ella
un caso particular de la trasferencia de hábito, ver en ella el
efecto universal, omnipresente en la cura, de la destinaci6n
lenguajera al analista.
·
La primera tesis, aquella de la trasfeLA TRASFERENCIA
renda de hábito, ha sido formulada
DILUIDA EN
con vigor por Daniel Lagache, y me paEL HABITO
rece lo mejor citarlo: •La trasferenéia,
en el sentido más amplio, es la aplicación a la situación analítiea de hábitos aprendidos con anterioridad; estos hábitos pueden o no estar ajustados a la situación
real y presente; es prácticamente difícil y teóricamente imposible demostrar la existencia de una relación interpersonal sui
generis que no ponga en juego ningún hábito anterio:r:».5 4 La
fuerza de convicción de esta formulación proviene del hecho
irrefutable de que uno no podría ser, sentir, obrar y pensar,
de otro modo que en función de lo que uno ha sido. Su debili54 Oeuvres.III (1952-1956): Le transfert et autres travauxs psychanalytiques, _París: PUF, 1980, pág. 83 .
269
dad se manifiesta cuando se trata de delimitar, en esa -trasfere ncia• generalizada que caracteriza al ser humano, y aun al
ser viviente, aquello que es la trasferencia en el sentido analítico . Es el término «neurosis de _trasferencia» el que viene en
nuestro auxilio en este punto; pero en definitiva, para caracterizarla, el criterio escogido sigue siendo el de las «repeticiones
neuróticas inadecuadas a la reálidad presente». «Repetición» y
carácter «inapropiado», he ahí exactamente lo que encontramos a todo lo largo de la obra verdaderamente sintética. de
Greenson, Technique et pratique de la psychanalyse. 55 Que este autor se sitúe, no" sin matices pero con convicción, en la línea de la «psicología del yo», nos permite plantear más claramente (y sin el aura polémica y hasta política de que se aureoló Lacan) la interrogación: ¿se tiene el derecho de trasportar
«Consigo», al interior de la situación analítica, esta «medida de ·
todas las cosas», la única. capaz de calibrar «el irrealismo» de
ciertas reacciones, es decir en definitiva el yo racional del analista? Cuestión que se demultiplica en particular en estas otras:
¿es el yo una inst.ancia de racionalidad, o al menos cuál es su
relación con la racionalidad, si sostenemos que su constitución
y su energía de funcionamiento están estrechamente ligadas
a la libido? ¿Es la cura analítica una cura de racionalidad, una
suerte de manera de ampliar hasta lo inconciente (y con una
técnica nueva) la sabiduría estoica o epicúrea?
Otra manera de englobar la trasferencia en un fenómeno
más vasto, incluso universal, asoma en
LA TRASFERENCIA
la utilización, pos-lacaniana, de la dis~
DILUIDA EN
tinción lingüística entre el enunciado
LA ENUNCIAÓION
y la enunciación. El análisis resulta en
este caso referido al fenómeno general de la comunicación. A partir del momento en que, en el
«Usted me lo dice•, se presta atención al usted-me {la enunciación), el enunciado, el esto, no puede ser considerado si no es
como una consecuencia, un enmascaramiento, un contenido
manifiesto cuya enunciación sería el contenido latente. Lo que
usted dice (sobre tal o cual persona), por el hecho de que usted
me lo dice a mí, me engloba en su enunciado, que usted pretendía tan neutro y objetivo.
La traducción simultánea de las palabras, que alguna vez
he criticado cuando tiende a convertirse en una especie de modelo trasponible a la interpretación analítica, y bien, esta traducción simultánea reaparece bajo toda clase de formas. La her5
5
270
París: PUF, 1977.
menéutica conoce dlvornoH camh 10H y tu l wr:111011(i11tlcn trm11'0·
rencial es uno de ellos, que consiste en afirmar o cr 1 <tajar
entender al analizado que todo lo que él dice, todos los protagonistas que introduce en su discurso, son nuevas moliendas
del analista; todas las ·relaciones son disfraces de la relación
con el analista. Es un tipo de hermenéutica que en Cierta m~- ·
nera nos confinaría en una suerte de paranoia: todo lo que usted dice tiene relación conmigo. No obstante si uno agrega: todo lo que usted dice se relaciona conmigo puesto que usted
me lo dice y en la medida en que usted me lo dice, uno modifi-·
ca los términos y plantea la cuestión capital de «la destinación»;
que no podría ser reducida a la paranoización infernal a que
conduciría cierta actitud de atención exclusiva a la «enun-·
ciación»; ·
¿Adónde queremos llegar, con este cotejo que puede pare·- ·
cer muy insólito entre una_teoría del hábito y una teoría cte
la enunciación? A esto: que, en los dos casos, estamos en pré- ·
sencia de una tentativa de formular la idea de que_ la trasferencia analítica
no sería sino un caso particular' ejemplar'
.e.e .
.
.
un fenómeno humano universal. Lo que lleva a debatirse ense-..
8uida con esta cuestión: pero entonces, ¿qué 'difer-encia a este
fenómeno en el análisis y fuera del análisis? La respuesta por
«la inadaptación•, por falaz que sea, no podría satisfacemos porque precisamente la situación analítica, en sus determinantes
principales, excluye lo adaptativo y crea la inadaptación. 56 Es
lo que Ida Macalpine vio bien y formuló con rigor: «la trasferencia analítica puede ser definida como la adaptación gradual,
por regresión, al ambiente infantil ·del análisis•. 5 7
En cuanto a la destinación, que yo distingo -ustedes lo han
advertido- de la enunciación, me parece que no es más que
un primer jalón para distinguir lo que, en el proceso general
de la comunicación, corresponde a la trasferencia. Una cita de
«Sobre la dinámica de la trasferencia» no hará más que destacar la genealogía de esta destinación: «Es entonces del todo normal e inteligible que la investidura libidinal aprontada en la
expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecho se
vuelva hacia el médico. De acuerdo con nuestra premisa, esa
investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés preexistentes en la persona en cuestión o, como también
podemos decirlo, insertará al médico en una de las "series"
Cf. supra, págs. 41-7.
•L'évolution du transfert-, Revue Fra-ru¡aise de Psychanalyse, vol.
36, nº 3, 1972, pág. 469.
56
57
271
;
:
p11 lq11 knM q11 11 o l 1mdü 11l,o lm l'ormu.d o h asta ese momento• . 58
Lit h 1Mcrlpc16n d e u na trasferen c ia (analítica) en una serie
diacrónica o gen ealogía, asf como sus analogías (sincrónicas,
por as( d e cir) con otras •trasferencias» fuera del análisis, nos
hace pasar muy naturalmente a nuesLUGARES
tro segundo orden de cuestiones: ¿tras. DE LA TRASFERENCIA
ferencia dónde? Lo que quiero decir
con esto (y no creo poder enumerar todos los lugares donde podría haber trasferencia) es que quizás
el análisis nos obnubila con esta evidencia de que trasferencia
=" trasferencia analítica, de la misma manera que nos obnubilamos, a la inversa, con la idea de que la trasferencia debería
ser simplemente un caso particular de lo que sucede y ha sucedido siempre dondequiera. Conviene entonces hacer jugar (mentalmente) algunas variaciones, a partir de esta hipótesis: existirían elementos de trasferencia, definidos como antes lo hicimos por lo infantil, por lo sexual y por lo inconciente, en otros
lugares; y examinar un poco más de_cerca las especificidades
de esos lugares en corrimiento pero también en concordancia
respecto de la situación analítica. Una de las maneras cómodas
de hacerlo es pensar en el propio Freud y en sus propias relaciones trasferenciales. Desde luego que no quiero arrastrarlos
a ,ustedes a una psicobiografía analítica en profundidad de Freud
para descubrir ahí lo que es trasferencia y lo que no lo es. Más
de uno lo intenta, con otra competeneia que la mía. Pero es
notable que esta idea de la trasferenEL ANALISIS
cia de Freud haya permanecido oculORIGINAL
ta o tabú prácticamente hasta el ar.tículo de Octave Mannoni, retomado
_en·,4a otra.escena. Claves de lo imaginario, 59 que se intitula
•iEI atiálisis .origiriah. Indudablemente, el •autoanálisis» de Freud
· · · había sido mucho tiempo antes registrado, comentado, a raíz
de ·la publicación de la correspondencia con Fliess; incluso se
·había insistido en el interés de la relación con Fliess, pero en _
. .definl.Úva ha sido una innovación de Mannoni describirnos es... -. ºta rela~i(>h llamada auto~analítica como una relación trasferen--.~.' ciaf. ·Por otra parte, .desde un punto de vista cronológico hay
-· que destacar -que; según esta correspondencia con Fliess, el
·áutoa.Rálisis en el sentido propio, es decir el momento en que
Freud decide aplicarse a sí mismo su propia técnica de manera
r
concertada, comienza en 1897, lo que iría en e l sentido de sugerir que el tiempo llamado del autoanálisis sería en cierto modo el comienzo del fin de la relación con Fliess y de la trasferencia sobre él.
Insisto en el interés. de los estudios de Octave Mai:moni. No
es afrentarlo, por el contrario, decir que no son trabajos en
el sentido que parezcan laboriosos. Se trata de perspectivas muy
finas, hasta de intuiciones que por momentos trasmiten un sentimiento de insatisfacción o de provisoriedad, aun cuando Mannoni se refiera (¿y quién no lo hace?) a ciertos aspectos del pensamiento la:caniano. Es entonces siempre con -para retomar
su fórmula- un •ya lo sé, pero aun así ... • como él escribe,
y también, yo diría, como se lo lee. La trasferencia jalona su
reflexión; desde sus textos de La otra escena. Claves de lo imaginario, hasta un artículo mucho más reciente en Etudes Freudiennes acerca del amor de trasferencia y lo real. 6 Cuando
digo que el •ya lo sé, pero aún así .. . •se impone en esta lectura es porque, aun si deja trasparentar su molestia en emplearlas, las categorías de imaginario y de ficticio son aun asi pregnantes _para oponer la cura como escena teatral · (con Freud)
a lo real, aunque fuera lo real, por ejemplo, del amor de trasferencia. Comoquiera que sea, lo que él aporta acerca de Freud
y de su análisis sobrepasa lo que trivialmente unos y otros han
podido decir sobre •personajes patern~les• o •personajes fraternales• que jalonan su existencia. Es verdad que antes de Mannoni, Jones había dicho que Fliess representaba una figura pa:..
terna para Freud; o Kris, que Fliess remplazaba a Breuer en
esta amistad. El interés de lo que propone Mannon~ está en
distinguir, justamente, una relación de Freud con Breuer que
él considera -y en esto evidentemente va demasiado lejoscomo no trasferencial, y una relación con Fliess que él sitúa
desde el comienzo bajo el régimen del •coup defoudre». En cuanto a Breuer, Mannoni va quizás un poco rápido cuando lo sitúa
fuera de toda estirpe psíquica. Pero en fin, es muy penetrante
su expresión cuando dice que están casados •bajo el régimen
de la separación». •Breuer [dice Mannoni] es uno de sus mayores, un mentor, que pone a disposición de Freud su dinero, sus
consejos, su saber, su experiencia. [Ustedes lo ven, encontramos aquí algo que el propio Freud formulará con su primera
y basal forma de trasferencia, una trasferencia apacible y racional.) Freud sabe muy bien lo que espera de Breuer, y tam-
°
"'
)l
58
S: Freud, •Sobre la dinámica de la trasferencia•, en OC, 12, 1980,
. .pág. 98. .
.
59
·
Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973.
~
60 •L'amour de transfert et le réeh, Etudes Freudiennes, nº 19-20,
1982, págs. 7-14.
- . 272 . .
273
bié n sabe lo que d e é l h a o b tenido. ¿Cómo no s orpre nderse d e
afán p o r d e volverle sie mpre lo que le debe (dinero o ideas,
sea lo que fuere)? Viven bajo el régimen de la separación: a
cada instante, Freud hace hincapié en que es Breuer quien ha
inve ntado el método, no sólo el método catártico sino hasta,
d ice, el psicoanálisis». 61 Creo que esta manera de calificar la
relación de Freud con Breuer es totalmente pertinente, pero
desearía ir un poco más lejos: si Freud sabe muy bien lo que
demanda y lo que obtiene, es porque nunca demanda m<iS de
lo que razonablemente podrá obtener; lo que por otra parte
no es poco, puesto que se trata de la comunicación de una exp eriencia ftindamental que hará época: aquella de la primera
c ura catártica. El no demanda a Breuer, digamos, ningún secreto; su relación los sitúa por así decir del mismo lado por relación al objeto de conocimiento, y no a una y otra parte de
e ste. objeto, lo que haría de este un desafío. Una comunicación
científica no es más que un aspecto bien particular, desexualizado, de la comunicación. Con Freud-Fliess, Mannoni no se equivoca en decir que es desde el comienzo un coup defoudre, y
q ue eso va a terminar muy mal. Tenemos aquí investigadores
q ue trabajan sobre esta relación de Freud con Fliess y sobre
s us desafíos intelectuales así como psíquicos. Se podrá trabajar
c on mayor comodidad todavía cuando se disponga del cortjunt o de la correspondencia Freud-Fliess, lo que será pronto. El
conjunto .. . o al menos las cartas de Freud, porque no conservamos, o conservamos muy pocas, ustedes lo saben, cartas de
F liess a Freud; es como un análisis del que sólo tuviéramos el
discurso del paciente y no las intervenciones del analista. ¿Per o no es esto lo esencial de un informe de análisis, aun si, como
e n los análisis de Freud, el analista habla mucho? Que Fliess
haya hablado relativamente poco, digo desde el punto de vista
de la densidad, auri si sus cartas eran quizá largas, ello no refuta que se trata ahí de una relación analítica.
Ustedes lo saben, eso termina en disputa. Desemboca, del
lado de Fliess, en lo que hay que llamar una paranoia centrada
e n el problema de la propiedad de las ideas y del plagio. Y en
F reud, ¿podemos decir que eso culmina en una resolución? ¿O
b ien en otras trasferencias? Es indudable que las relaciones
de Freud con otros nunca serán las que tuvo con Fliess; él no
e ncontrará segundo «tramo de análisis» . . . salvo, como se diría , una trasferencia sobre la teoría; es la teoría la que le apor-
ta la metaforización, o la m e tabolizac ió n, par a e m p lear e l término que yo prefiero, de esta relación con Fliess , y de lo q u e
Fliess pese a todo había pronunciado, o velado, en su se udo
saber sobre la sexualidad humana.
~u
61 La otra escena. Claves de lo imaginario, op. cit., pág. 89 . Entre corchetes , comentarios d e Jean Laplanche.
274
31 de enero de 1984
l;
t<i
,.
\)
En este «análisis original», ¿en qué insiste Mannoni conde-· ·
sigual fortuna? En pl-imer lugar, en el linaje psiquico de las
traefer.encias . .La trasferencia sobre Fliess no es simplemente
una trasferencia paterna sino una trasferencia que tiene (por ·
lo inenos) un intermediario, representado por Fleisc1'1," un condiscípulo de mayor edad de Freud en el equipo de Brücke: A,un- ·· ·
que la consonancia de los dos nombres, Fliess y Fleischl, no
se puede desdeñar, empero ello no alcanza para hacer una tras-·
ferencia. Es interesante remitirse a toda la historia Fleischl,
y ustedes pueden leerla en Janes; está ligada al descubrirri.J:~n­
to y a la primera utilización de la cocaína. Pero Mannoni no
se funda en esto; se apoya sobre todo en una carta de Freud
a su prometida Martha, donde Freud se entrega a una larga
ensoñación en que pone a Fleischl en el lugar de él mismo ante
Martha y, se podría decir, como su mensajero: «Siempre lo he
considerado -dice- como mi ideal ... pensando en este amigo superior, me acudió la idea de lo que podría hacer de una
62
joven como Martha, el engarce que daría a esa joya ... ».
De esa trasferencia de trasferencia sobre Fliess, Mannoni
esboza incluso, se podría decir, el carácter a su vez trasferible
dentro de lo que él llama «la capacidad para Freud de repetir,
para otro [un paciente], la situación que él había debido vivir
primero para él mismo». El punto de partida de esta capacidad
sería 1907, el análisis del Hombre de las Ratas, fecha a la que
Mannoni atribuye gran importancia porque es la fecha supuesta de la muerte de Freud dentro de una teoría de los períodos
que es la de Fliess.
Otro punto: Mannoni insiste en lo que él concibe como aspectos narcisistas de la trasferencia. Fleischl, lo hemos visto
hace poco, es descrito como «otro yo» y, con Fliess, este aspee~
to de imagen especular sería igualmente pregnante. Confieso
0
:. 'I ·
62 En Correspondance (1873-1939), París: Gallimard, 1966, pág. 22 . Traducción revisada por Jean Laplanche .
275
:
......
·.·
que no me convence demasiado lo que cito: •tenemos una fotografía donde ambos amigos [Fliess y Freud] aparecen juntos
como dos alegres compadres, complementándose tan a la perfección que el efecto es casi cómico. Esa fotografía basta por
sí sola para hacemos comprender por qué Freud no podía menos que llamar a Fliess "mi otro yo". Cada uno de ellos es la
imagen narcisística del otro; es el caso de aplicar la noción freudiana de elección de objeto narcisista, mientras que Breuer era
un objeto "anaclítico". Estas observaciones son necesarias para situar el lugar en el que se desarrolló el -análisis original,
y el tipo de identificaciones que lo sustentó».63 Yo no creo que
la simple contemplación de una fotografía (sobre todo con el desfasaje en el tiempo), ni expresiones como «mi otro yo», basten
para especificar una trasferencia narcisista al menos en el ssntido bien estricto en que la entendemos, es decir una trasferencia dual, puesto que el hecho de ser otro yo, segú~ lo vimos
hace un momento para el caso de Fleischl, puede significar también que alguien es el mensajero de mí mismo, lo que no es
en modo alguno la misma cosa.
Mucho más interesante, siempre denFREUD-FLIESS
tro de este artículo de Mannoni, es el
Y
hecho de que él insiste en el no saber
EL FALSO SABER
de Fliess, en la línea de la fórmula de
Lacan, del «Sujeto supuesto saber»:
Freud supone, en efecto, que Fliess sabe. Somete a su juicio
todas sus ideas, sus ensayos, sus tentativas, todos esos famosos manuscritos, incluido el gran •Proyecto de psicología». No
saber.quizá, o supuesto saber, es también, según Mannoni, un
falSo saber, en· ~l. sentido en que las ideas de Fliess son, por.
io menos, paracientíficas. A decir verdad, ¿qué es un falso saber·(y el pr_opio Mannoni conviene en esto) si no un saber unilateral que puede metabolizarse de cierta manera en una ver. daO.? Todo el interés está en ver precisamente el modo en que
Freud va a metabolizar esos falsos saberes o, se podría decir,
. es<;>s falsos e_lementos ·de interpretación que le son proporcionados por Fliess -si es que queremos continuar la comparación con un análisis, ha8ta el punto de comparar las teorías fliessianas con tentativas de interpretación-. ¿Cuáles son esos •descubrimientos» por metabolizar? Ellos son por lo menos en
númer9 de .tres: la bisexualidad, la idea de la periodicidad biológica ·en·e1 ser humano, concebida com<:> análoga ala periodi-
~
(
1
>I
".l
) ~1
''· ;t '
63
La otra escena. Cw:ves de .lo imaginario, D'P· cit., pág. 90. Entre corchetes, come~tarios de Jean Laplanctie.
cidad menstrual, pero generalizada, y, en fin, la correspondencia de las estructuras de la nariz y de los órganos genitales con
la famosa •neurosis nasal». Por lo menos dos de esas falsas teorías encontrarán en efecto su continuación, su metábola, en
el pensamiento freudiano: la bisexualidad subsistirá en el tras~
fondo, como una especie de invariante al que Freud se referirá
siempre, pero al que teorizará después del lado del complejo
de castración. De igual modo, la periodicidad subsistirá de dos
maneras: como invariante en el sentido de que la superstición
de Freud con respecto a los períodos lo acompañará toda su
vida, y al mismo tiempo se metabolizará, se elaborará en lo que
conocemos como repetición y pulsión de muerte.
Otr() punto planteado por Mannonf, en relación con lo que
yo indicaba hace un rato acerca del narcisismo, y que no siempre es llevado hasta el fondo, es la cuestión de la simetríadisimetría entre los dos •alegres compadres». A veces Mannoni
parece asimilar el diálogo de ellos al paralelismo de dos monólogos: •Lo que ocurre entre ambos, ¿puede considerarse un intercambio? ¿Es un diálogo? ¿Serán monólogos? O, más bien,
¿cómo puede establecerse una relación analítica sin que nadie
sospeche aún que pueda existir tal relación? Vemos, en todo
caso, que son, el uno para el otro, el sujeto supuesto saber (Lacan), pues en un análisis también el analizado, necesariamente, figura como sujeto supuesto saber». 64 Mannoni prosigue de
una manera un poco aventurada esta idea de una simetría, q~e
corregirá poco después, felizmente, porque es dudoso qµe en
realidad Fliess haya supuesto nunca que Freud pudiera verdaderamente enseñarle algo. Mucho más afortunada que este esbozo de una. relación simétrica, me parece la idea de la disimetría que aparece en otro momento _del mismo artículo. Fliess,
nos recuerda Mannoni, es mucho más •desapegado» que Freud
en la relación. No lee mucho los manuscritos que le envían;
de ahí a hacemos pasar a la imagen de un analista, puro reenvío al que envía, que no .e scucha, estúpido incluso, hay evidentemente una distancia escasa, y Mannoni la franquea bien
alegremente: «Esta historia [trasferencia!] tiene algo muy singular puesto que, en la historia, el papel de Fliess ha sido
desempeñado miles de veces por seres que se llamab¡m La Boétie, Béatrice, Laura, Regina, etc., y sin duda muchos más que
han quedado en el anonimato; pero nuf!ca se había visto envuelto en semejante situación un psicoterapeufa [es decir,
Freud] tan bien preparado_para asumirla posición de enfermo.
64
!bid., pág. 91.
277
276
·· :-.
1: · ·1_< '':" Ch nrcot,
f<'rc ud h ubfa uprnndido a identificarse con
Con Mannoni, e ntonces , vue lvo al panorama de co o,.\unto ,
,I p ucic ntc.
Lo que apr e ndió junto a Breuer fue que este no
:>abla n ada más que lo que su paciente podía enseñarle. Lo que
había de aprender "de" Fliess era que el paciente aprende todo lo esencial de la trasferencia misma». 65
Tenemos· allí en definitiva una imagen harto solipsista de
la trasferencia, por la cual este analista, en efecto estúpido,
y que no escucha, basta para el análisis de Freud desde el momento en que del lado del «analizando• existe capacidad para
trasferir.
Haré intervenir todavía otro artículo de Mannoni en la.misma recopilación, donde forma como un tríptico con «El análisis
original» y el texto ·sobre «El Hombre de las Ratas•; se trata de
«El sueño y la trasferencia•>, 66 que persigue en todos los sentidos una analogía inicial establecida por Freud, puesto que el
sueño, también, lleva consigo trasferencias del deseo inconciente sobre los restos diurnos. De modo que Mannoni adhiere a
la fórmula prudente, dice él, en efecto, según la cual la trasfe- ·
rencia sería ·como el sueño, lo que evidentemente puede ser
percibido con un oído muy diferente según la manera en que
uno conciba al sueño. Parece que, para Mannoni, decir que la
trasferencia es como el sueño equivale a asimilar lo que él llama la «escena del sueño• y el «terreno de juego.. de la trasferencia, en una derrealización radical o, en todo caso, en un corte
radical con la realidad, e incluso con~ la relación interpersonal, en favor de lo que el autor, dentro de una línea lacaniana,
aunque muy personal, llama el «Significante•; la trasferencia
como el sueño serían ante todo repetidón de un guión escénico
significante, tal vez exclusivamente eso; al punto que Mannoni insiste en el hecho de que en el caso Dora, uno de los süeños
es soñado antes del análisis, y así desde el comienzo proporciona la secue:c:icia escénica de lo que ocurrirá. . . lo que quiere
deeir en cierto modo que no pasará gran cosa. El sueño se entiende entonces en Mannoni como puesta en escena, y la trasferencia como expresión más que como crisol o como lugar de
una eventual elaboración del deseo.67
65
66
67
!bid., pág. 98 . Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
En ibid., págs. 113-20.
Antes de dejar este artículo, que ya es antiguo y tiene por lo tanto
s us límites, pero que también da .en el blanco en muchos . puntos, querría
señalar nuestra perfecta concordancia acerca de una cuestión diferente:
es cuando Mannorii critica la idea de que el acting-out tenga relación con
la motilidad. Sitúa en oposición al Hombre de las Ratas que en efecto, en
su análisis, no se priva de levantarse del diván, de gesticular, de gritar,
Y más allá de él, paro en esto: ¿qué nos puede enseí'\ar esa tras-
ferencia indiscutible pero oscura, de Freud sobre Fliess? ·
En primer lugar, la trasferencia es lo que define al análisis,
el de Freud o cualquier otro. Que él lo llame análisis de sí, Selbst-
r
*
1
'~
:.)
f.:·, .,
·1
analyse, ·no implica para nada que se trate de un proceso · ·
«auto-analítico», de una reflexión o de una introspección, no ·
importa cuán armadas de nuevos instrumentos técnicos ..Todo·
pretendido auto-análisis se sitúa en la destinaci6n a alguien,· ·
y allí uno debe poder señalar la trasferencia.~
.
·
Segundo punto, la tra~ferencia de
TRASFERENCIA,
Freud, trasferencia llamada odginál,
SABER
se sitúa en el dominio del saber. Es,
Y SECRETO
tal como se lo ha dicho por lo · de mas
(volveré en un instante sobre este término), lo que se podría llamar un análisis «docto». Se trata
de elabo•ar el psicoanálisis como clínica y, aun más, como teoría. Recordaba hace un rato esos famosos manuscritos, apasio- .
nantes, esas especies de billetes galantes enviados por Freud· ..
a su compadre; esos manuscritos que, aun en el marco de est~
análisis, no se pueden tratar como sueños puros y simples, o,
para el caso -y yo insistía en esto hace un rato ' a propósito
del sueño-, hay que decir inversamente que los sueños, también ellos, pueden ser lugares de elaboración. Sólo es posible
tratar los manuscritos como sueños si uno admite tratar los sueños como crh¡oles de perlaboración, aunque no siempre lo sean
de elaboración teórica. Tercer punto, la trasferencia de Freud
se sitúa (y aquí formulo más allá de Mannoni) en una demanda
que es una demanda de saber. No hay más .que leer la 'correspondencia para ver a ese pobre Freud, como enamorado perdi~
do, esperar de Fliess el menor signo de aprobación para todo
lo que él le propone: ¿qué piensas de esto? ¿Tengo razón? No
me has respondido sobre eso. ¿Has leído mi texto?, etc. Lo vemos languidecer después de sus encuentros periódicos, lo que
él llama sus «Congresos• .
en todo lo cual la motilidad participa plenamente, lo que no impide que
no cometa acting-out; y a la inversa, Dora, quie n muy juiciosamente se
limita a hablar para anunciar µna decisión que tiene por consecuencia nada. menos que hacer desaparecer análisis y analista, como lo había imaginado· Lacan, por la misma trampa que al señor K. Para exagerar un poco
en esto, diré que la abstención de la motilidad, la no-motilidad, en el análisis, es una cuestión de comodidad ... No digo que se deba alentar la' gesticulación; pero la expresión diferente de la verbal, la expresión gestual,
¿por qué no?, no necesariamente pone en peligro lo que llamo la cubeta
analítica; cuyo límite, «el recinto», es de un muy diverso orden.
279
278
· )
.. ·,.
.i
Mi cuarto punto, siempre avanzando en la misma dirección ,
es que esta demanda de saber recae sobre lo sexual. ¿Tal vez
toda la diferencia con Breuer se sitúa ahí? Con Breuer, es casi.
seguro desde el comienzo que este se rehusará constantemen. te a seguir a Freud en su sexualismo; y si de la boca para afuera admite la importancia de lo sexual, se retractará enseguida.
Y bien, con Fliess, Freud ha encontrado a quién hablar de lo
sexual. Los mensajes de Fliess (neurosis nasal, bisexualidad,
periodicidad), en la medida en que se los puede reconstruir,
versan sobre lo sexual y en cuanto tales precisamente dan lugar a perlaboración.
Mi punto siguiente es que no sólo la demanda recae sobre
el saber sexual sino que la trasferencia guarda relación con un
secreto sobre el saber. También aquí es instructiva la comparación entre Breuer y Fli~ss esbozada por Mannoni. El mencionó
un régimen de separación entre Breuer y Freud; diría más bien
que entre Breuer y Freud la comunicación científica se produce en un dar a cambio. El saber es un objeto común, compartido e intercambiado. Se podría decir que en cierto modo está
replegado sobre el dominio de la autoconservación. O también,
para emplear una imagen más tópica, más espacial, que Breuer
· y Freud se encuentran del mismo lado por relación · al objeto
del saber que ellos contemplan y estudian en común. Lo que
indudablemente es la mejor manera de neuttalizar, de d~sero­
tizar la relación científica o la relación~ enseñantP. A la inversa, con Fliess hay una sexualidad del saber que es dobk: sexualidad del saber en el sentido de que el contenido tiene relación con lo sexual, de lo que se trata es de conocer la sexualidad;
pero, por otra parte, sexualidad del saber en razón de la situa.· ción· misma de . los dos compañeros por relación al objeto del
·. saber. En efecto, este es objeto de una lucha, de un desafío
o de. una demanda. Lejos de estar del mismo lado, ellos están
·de una y de otra parte, y, además; en una posición disimétrica:
. . i
uno;·según' l:;i fórmula, es supuesto saber, y el otro demanda
. .·. . saber. ·Por eso mismo se desencadena algo que es una repro..·· . duCción directa de la situación disimétrica en que se engen: .... · dra; para el.niño, la sexualidad. Esta disimetría, este desafío
del saber, se expresa por medio del término de secreto. Es no. table· la frecuencia de este término en Freud, y sobre todo en
este período y en esta correspondencia. Secreto, Geheimnis e:r:i
." a}emá:n; que a veces es traducido por misterio, o también por
· . · enigma (lo que remitiría al aspecto enigma: en el complejo de
. EdÍpo, es decir a la función de la Esfinge en este complejo).
El término Geheimnis aparece .ya a propósito· de Fleischl, en
.. . 280
"'u'
·~ ,
\i.
+
esta carta a Martho. cltudu por Mlumonl, <111 1111 punto d11
riencia enteramente anodina; Flelschl lo confió un H<.lcreto y
Freud lo traiciona con su prometida Martha; el secreto es qu
Fleischl aprende sánscrito . .. Pero sobre todo en la correspondencia con Fliess, innumerables veces Freud emplea esta cláusula cuasi profética: •Te revelaré el gran secreto», el secreto
de la .neurosis, el secreto del sueño (la famosa placa votiva:
aquí es donde fue revelado a Freud el secreto del sueño); hay
también secretos negativos, como el pretendido fracaso de la ·
teoría de la seducción. Pero existe también el secreto del lado
de Fliess, el secreto supuesto, que es el correlato de una demanda incesante: tú me ocultas algo (con respecto a mi estado, por ejemplo, carta 17), tú me ocultas la gravedad de mi
estado cardfaco debido al tabaquismo, etc.; tú no me respondes; tú no me lees, etcétera.
Evidentemente no he terminado este tema del saber y el
secreto; la próxima vez me propongo hacer una excursión rápida por La.can y lo que se puede aprovechar de su «sujeto supuesto saber•, poniéndolo en relación con lo que por mi parte,
inclusive reconociendo el interés de esta fórmula, yo denomino el significante enigmático. Pero previamente, dos apuntamientos.
Primero, ¿introducir la noción de saber en el análisis, en
la práctica analítica, significa intelectualizarlo? Este reproche
de intelectualismo, ustedes lo saben, se ha dirigido al análisis
francés, y particularmente a Lacan, quien se burló de él (no
basta burlarse para responder). En cambio, cuando Valabrega
utilizó el término «psicoanálisis doéto», criticaba un punto preciso del lacanismo, que efectivamente es de los más discutibles: según Lacan, llegado a cierto punto de su doctrina, el único
análisis verdadero era el destinado a formar analistas, por lo
tanto, el análisis llamado «didáctico•. Evidentemente el lacanismo juega con una ambigüedad del término saber: el saber
«docto•, por una parte, con la reserva de denigrarlo bajo el nombre de saber universitario oponiéndolo a.la verdad, pero igual-·
mente lo que él llama •saber sobre eldeseo•. Diré por mi parte
que esta cuestión del saber, si uno quiere conservar este término para caracterizar una dimensión fundadora de la trasferencia, no puede ser devuelto a su verdadero sitio si no es por
una referencia a la situación original; me refiero no al análisis
original de Freud, sino a la situación original de la infancia .
Decir que para el niño se plantea una cuestión de saber no es
«intelectualizar-. Tengo que limitarme a remitirlos a lo que Freud
pudo decir en particular en el «Proyecto de psicología• y en
281
t.t• rn l llhn>
11 idos los 111 111111 HcriL<>H d (~ t•sta ~ p o c a, t:1ob r c el
h ech o d e que un
111v 11 Hi ~J <: llega a l ni ño , y q ue e:;¡e m e n saje es traumatizati'fepor :
q \~\.~ n o p u ede ser liga do, c onte mdo, y no j2uede ser conl!m.i.d9
po rq u e e l niño no tiene el nivel de conocimientos requerido.
Este nive l de conocimientos no- supone conocimientos aíScur~
s!yos-: Una expresión muy hermosa del autoanálisis de Freud
sit úa bien este saber. La que él llama su «profesora de sexualid ad», en la carta 70 a Fliess, es su niñera, su Nania. ¿Qué signific a entonces no tener el nivel de saber requerido? Es que los
e le mentos psíauicos Llomáticos no están .presente_§,J)- ªraJiar
un sentido al placer sexual o a los avances sexuales, o a fos
m e nsajes sexuales del adulto. Lo que también se puede expreasí: el niño no conoce el placer del orgasmo pleno y por
! eso mismo no puede asimilar lo que se le comunica. Esta pers1 pectiva freudiana (que es también la perspectiva de Ferenczi)
, sobre el «Saber» es para registrarla. Ella sola permite situar esta fórmula de Lacan, seguramente verdadera, .pero insuficien~
te : «desde.que existe en alguna parte el sujeto supuesto saber,
existe trasferencia».
En cuanto a mi segundo apuntamiento, es oportuno para
clausurar este diálogo con Mannoni, y lo haré muy brevemente . Que la trasferencia se desenvuelva en el elemento del saber no implica que sea resoluble o soluble por un saber sobre
la trasferencia, lo que parece ser la posición de Mannoni. Afirmar que el saber sobre la trasferencia.,. remite pura y simplem e nte al trasfiriente, pretender disolver la trasferencia como
u n a ilusión, es también lo que Freud en cierto modo reprochará a Fliess; y citaré, para terminar, un pasaje de una carta que
se sitúa enteramente al final de su relación, en el momento
e n que e so va mal: «Es imposible disimularnos que tú y yo estamos distanciados; toda clase de pequeños detalles me lo hacen
v e r ... Tú llegas allí hasta los límites de tu perspicacia. Tomas
partido contra mí diciendo que ''quien lee el pensamiento de
o tro no descubre otra cosa que sus propios pensamientos" [¿qué
o tra cosa hace entonces Fliess que remitir pura y simplemente
e l p e nsamiento de Freud al emisor?], lo que quita todo valor
a mis investigaciones. Si es así, arroja mi Psicopatowgía sin leerla a l c esto de papeles. Hay en ese libro muchas cosas que te
atañ e n, cosas manifiestas para las que me has proporcionado
ma teriales y cosas ocultas cuya motivación proviene de ti. 'Además, me has proporcionado el epígrafe. Cualquiera que sea el
valor perdurable de esta obra, encontrarás en ella la prueba
del papel que hasta hoy has desempeñado en mi vida. Después
d e se mejante declaración tengo sin duda el derecho de enviar-
t,11 11 p ro 11 t.o 1·0 11 10
lo
t.c 111 ).(1t 0 11 111 lt1 111 11 l1 f11i,
rtln 1 1>~ 1 , 1~111
nad a m ás,, .ill:I
T e rmino c on este p asaje q u e a mi parecer lndtcn otrn c1>Ha
que una pura y simple disoluc ión d e la trasf eren cia por retorno al emisor. «Tengo el derecho de enviarte mi libro . .. "·
i}.
.' .
'·
7 de febrero de 1984
r
sar
..
---~
-\
La pregunta «¿dónde hay trasferencia?»
únicamente adquiere todo .su sentido
en el intento de dilucidar las condiPRODUCC ION Df~ · LA
TRASFERENCIA: Los \
ciones de producción de la trasfereri-.
HEHUSAMIENTOS
\
cia. Cuestión genuina, plante~~ª por ..
·-·-··- ··---· ·-···--··
----_.../
un Lagache, pero de la que yo dina, para señalar sus .aristas, que él la plantea dentro de un ·marco.
falso. El marco falso es «la unidad de la psicología», ·es ·decir
la idea de que el psicoanálisis es un fragmento de psicología, .
que en definitiva los hábitos de amar no son diferentes de los
demás hábitos, que lo sexual no sería, en consecuencia, algo
aparte; lo que va en el sentido de la desexualización moderna
del análisis y del escándalo que hay siempre en entender que
sólo lo sexual es reprimido. Pero el planteo mismo de la cuestión corresponde a una realidad: la trasferencia es producida,
y es necesario describir con precisión las condiciones de esta
producción. Tras criticar con lucidez las formulaciones freudianas más trilladas -que reducen lo esencial de la trasferencia a la disposición neurótica del analizado-, Lagache muestra
finalmente su aspecto defensivo, de parte de los analistas: so
pretexto de incriminar al neurótico por su estilo de trasferencia, no se trata de dejar por eso a salvo al psicoanálisis (ni al
psicoanalista), sin el cual el fenómeno de la trasferencia no aparecería. Ya he tenido ocasión de recorrer paso a paso esta argumentación, en la que el propio Lagache sigue los pasos de
Ida Macalpine. La «situación» produce entonces la trasferencia, pero nuestra apreciación es diferente en cuanto a lo que
verdaderamente causa la trasferencia en el seno de la situación. Existen desde luego, pero se ha insistido demasiado en
ellos, esos elementos que podemos llamar infantilizantes, en
CONDIC IONES DE
\
l
1
i
1
.i,,
;
'
'~
'
.L
'
+
68 Carta 145 a Fliess, en La naissance de la psychanalyse, París: PUF,
4ª ed., 1979, págs. 296-7 . Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
283
28 2
:
1111 111 111 11111 lt1ht11 l llbo11u y 1111 tlo lo 111 (11 11111, y c¡ll o 1111o d n 11
• ·u11p¡lil111111 lo,. f n vo 1111 •e11 10 1mt de, 111 11110 c·nh1, Jlnm nr Ullu re·
M11 .
l lny mu c h o máli qu e C80: h e i n sistido e n un segundo tipo
d (.) e le m e n tos q ue lla m é (de una manera. tal vez no muy eloc u e n te) e le m e ntos de abstracción, por lo cual entendía una abstr acci 6n real y no una abstracción por el pensamiento. Se pue. de proponer otro término, que sería el de «seclusi6n•, ni exclusión ni reclusión, sino poner aparte, dejar de lado. Esto es
justamente poner lo adaptativo sobre la tangente (como se indica en el esquema de la cubeta).
Pero esta seclusión no es el mero producto de un dispositivo impersonal que sería el análisis «en sh. Es sobre todo obra
de la posición y de la actitud del analista en lo que yo llamo
los «rehusamientos». En Freud se trata de este término bien
difícil de Versagung, que constantemente ha sido traducido por
«frustración»: frustration, por los ingleses, sin que los Strachey
parezcan ver en ello un problema. «Frustration•, además, hasta hoy, en francés, como a falta de algo mejor, hasta el punto
de que en el Vocabulaire de la psychanalyse nos dejamos llevar por la pendiente de este término francés no sin expresar
serias reservas, a la vez pertinentes y ... platónicas. 69 Una vez
dado el paso de hablar de rehusamiento y, en la cura, de los
rehusamientos del analista, digamos que son de dos clases, según que recaigan sobre el dominio de lo adaptativo o sobre el
saber. Los que se relacionan con la seclusión de lo adaptativo
son como la prolongación.interna -la reduplicación en la cura
. mi1'¡ma~ de, la cubeta; tanto es cierto que no basta haber traza.' .... :. do.lof;°límites.temporales y espaciales de la cura para terminar
· · ·:·con lo exterior. El rehusamiento y la seclusión propios de la
tubeta se continúan en la sesión misma, en particular por el
tehusamiento del analista a intervenir en lo «real•, o, formula6
. 9'
Vocabulaire de la psychanalyse, op. cit., artículo •Frustration•. Propuesto desde hace mucho tiempo (exactamente, desde nuestra traducción
. .de •Introducción del narcisismo• en 1957), el término refus (o su derivado
.
neológic'o refusement [rehusamiento]) hizo su camino entretanto, a través
• .de las observaciones del Vocabulaire, y después, recientemente, de la tesis de· Maurice D.a yan, para imponerse al fin. Hasta tal punto la concepción
· · objetivista de la frustración obnubila, a pesar de nosotros, lo que en el or..den .de lo sexual la suple y la suplanta, es decir el juego intersubjetivo que
sm;trae al otro lo que espera obtener y, ante todo, saber. •Versagen• en
· ·
efecto 'implica, a.alguien que rehúsa o, llegado el caso, que •se rehúsa a•,
.lo que va mucho más }j;;jos que un simple •frustrar•. En cuanto a la raíz
. ·s.agen, deeir, no podría ser descuidada, ·aunque en este caso se integre en
una 'significación más global.
,
. 284.
d()11 <ano yo p ru l'h i ro, ti! rü h m11 un l1111t,o do In l11t,orvm 1clt>n 1td np t,aUv u, m u n tpulaclón "ó COn8c]o. Es conocida est a frusc t,c nnlnal
d e -un añaliza d . racias por no h a b erme dad o consejos . y a
la inversa, el rencor de quien ha podido recibir en el análisis
lo que podía tener el aspecto de un consejo, aunque fuera, desdichadamente, el eventual consejo de hacerse o no hacerse analista, lo que es, como tal, del orden de lo adaptativo cuando
se formula de ese modo. Y después el segundo tipo de rehusamiento, sin perjuicio de que existen otros, es el rehusam1ento
del saber, y es justamente en este caso donde rehusamiento
no vierte el alemán versagen, que sería a la vez rehusar el saf!.er y; reh'lisarse a_saber. ~~rque el saber no es algo que uno
tenga y que constituya objeto ae desafío: «lo tiene, no lo tiene», aun ·si fantasmáticamente esto pueda parecer así en cíe'!".:..
tos momentos de la cura. Aun los padres -puesto que yo comparo,-e neste"{mnto, la s ituación del análisis y la situación en
que el niño demanda en vano un saber sexual que le es
rehusado-, después de todo, ¿ellos qué saben?, ¿y qué podrían
comunicar de lo que saben sexualmente? El texto de Freud sobre «Las teorías sexuales infantiles» encuentra su complemento nec~sario en otro: «El esclarecimiento sexual del niño», artículo qw.e expresa el más extremo escepticismo sobre lo que
puede querer decir y sobre aquello para lo que puede servir
un curso de sexología impartido a los niños. En todo caso, las
mascaradas de la sexología enseñada a los niños siguen tal cual,
apenas han evolucionado desde hace varias décadas, cuando
se tomaba el ejemplo de la «Semillita,. (se ha retomado la semillita, un poco mejorada, pero esto no vale mucho más). ¿Tal
vez en verdad toda sexología, y no solamente la que está destinada a los niños, se ve precisada a emplear un lenguaje por
definición inadecuado?
Vuelvo a un inventario, necesariaTRASFERENCIA:
mente incompleto y apresurado, soHOSPITALARIA;
bre los lugares donde se podría preTRADUCTIVA;
sentar una trasferencia analítica. En
ENSE~ANTE
Freud, el primer ejemplo que acude
bajo su pluma es el de los «establecimientos hospitalarios». Lo ha repetido dos o tres veces. Sin duda tenía en manos un libro de Gabriele Reuter, Aus Guter Familie (1895), que justamente informaba sobre fenómenos maJ
sivos de trasferencia en los establecimientos psiquiátricos. De
manera muy parcial, Freud. ve en este hecho una prueba de
que «no corresponde anotar en la cuenta del psicoanálisis aquellos caracteres de la trasferencia, sino atribuírselos a la neuro-
285
sis,., ·rn e n lugar de preguntarse si n o h a br(a e le m e n tos ::iimlla -
rcs e n la situac ión. En particular habría que preguntarse si no
hay aquí igualmente rehusamientos fundamentales: rehusam ie nto del saber, característico, desde que existe, del poder
médico, y también rehusamiento de lo adaptativo, que está excluido por el hecho mismo de la «tutela».
Hemos desarrollado en la reunión anterior, con Mannoni,
la trasferencia en el caso .de Freud y del análisis original. También habría que analizar -pero desdichadamente yo no he tenido tiempo de hacerlo- la trasferencia del traductor o, más
e xactamente, de la traducci6n: Todo esto para llegar a la trasfer encia enseñante, y a quien introduce esta idea, es decir, manifiestamente, Lacan. Y esto en un doble sentido: aquella que
é l establece y aquella de la que él habla. Porque él habla, y
debemos remitir a textos apasionantes sobre la enseñanza soc rática, tanto El banquete (que es justamente un seminario sobre la trasferencia) como el Menón. Y después está la trasferencia enseñante establecida y mantenida por Lacan, gracias
a esta relación muy compleja instaurada por el famoso «Seminario». El supone muy precisamente, en primer término, ese
rehusamiento del saber al.otro, un rehusamiento, yo diría, mucho más mimado que actuado, mimado por el estilo como tal,
mientras que en otros momentos, en una especie de juego inverso, se quiere dar la impresión de poner un objeto de saber
e l más objetivo que exista, y ustedes no ignoran que esta es
la tendencia matemática, incluso «matémica•, de la teoría de
Lacan.
Me he propuesto hablar un poco de Lacan. ¿Cómo se puede
hablar de Lacan? Lo que duplica enseguida la cuestión: ¿cómo
se arregló él para que resulte tan difícil hablar de Lacan? La
interrogación en modo alguno es anecdótica; guarda la relación más estrecha con lo que intento elaborar acerca de la trasferencia, su evolución, incluso su resolución posible, es decir:
¿cómo puede haber trasferencia de trasferencia?
Supongamos que uno haga a alguien
LACAN:
(esto me ha ocurrido recientemente)
¿SE LO PUEDE
una pregunta en apariencia simple:
HACER TRABAJAR?
¿cómo se sitúa usted en su relación
con el lacanismo?, esperando ingenuamente que esa persona diga cómo las ideas de Lacan han
hecho su camino para ella. Y bien, la respuesta que uno puede
recibir no es del género: «Veamos, lo simbólico sigue siendo el
70
286
«Sobre la dinámica de la trasferencia», en OC, 12, 1980, pág. 99 .
p unto de referencia fundurncntai.; o l>lcn «Cll t:uuuto tt l "ol>,I(
to a", estoy en vías de debatirme con eso». Lo que viene :sera
más bien: «Veamos, he asistido al seminario de Lacan en tal
período; en tal otro momento me acerqué, adherí a la Ecole
Freudienne, y después, cuando se produjo aquella escisión, o
aquella disolución, etc.»; en suma: la respuesta se formula esen-.
cialmente en los términos de una adhesión personal, mediada
por un problema de adhesión institucional. ¿Se debe al rehusamiento de Lacan que uno separe su decir de su persona? Esto
es así. Pero sería superficial convertirlo directamente en obje- .
ción, porque ello supondría como ideal que uno pudiera trabajar sobre el decir sin .ocuparse en·manera alguna.de las·condi-.
ciones de su enunciación y de su destinación, o sea, que el d~­
cir pudiera pura y simplemente devenir letra muerta (ustedes .
van a ver que esta cuestión de la letra muerta reaparecerá en.
Lacan). Pienso que no es ser analista hacer puramente «<freudología» sin referirse, por ejemplo, a la exigencia que uno descubre y que recorre el pensamiento de Freud, es decir, procediendo a una exposición de manual, no problemátiéa, del pen·
samiento freudiano. Todo esto, a pesar de las apariencias (tal
vez las apariencias sean bien trasparentes), guarda la relación
más estrecha con la trasferencia, es decir con lo que uno hace
del decir del otro. Sin ninguna duda que el aislamiento, en el
sentido preciso del término, consistiría en objetivar el decir fuera de toda relación, y aun simplemente en excluir la idea de
que ese decir de Freud, de Lacan, de Melanie Klein, etc . , pueda tener un contrapunto escondido, inconciente o preconciente, lo que evidentemente equivale nada menos que a negar la
posición psicoanalítica; sin que por eso sea cuestión de hacer
lo que se llama el psicoanálisis de Freud.
Más de una vez he puesto el acento en la noción de trabajo
y en la necesidad de trabajar, de hacer trabajar una obra en
un sentido que deriva por lo menos tanto de Hegel como del
propio Freud. La perlaboración es ciertamente más..JLWLlJ.D.a
simple travesía:
operación generadora de cierta ganancia,
lÓque expresatañiliién el término «producto marginal» (Nebenprodukt). Es el revés de una destrucción o, al menos, de una_
desligazón Yde una metabolización. Deshgazón y ligazóñ-;-ci~­
saiñiiITidura y amarradura, descompÓS1c1on~-recom osición:
de ayer, ni tampoco e ege) data este proceso; con él se
relacionan tanto el apólogo de Montaigne «las abejas liban aquí
y allí las flores, hacen: después con esto la miel, que es enteramente propia, no es ni tomillo ni orégano ... '" como el precepto gideano «Nathanael, arroja mi libro ... "·
es-
no
287
·;
'l'ndo n llo p111·n l11to1ro1411 n1 ol! 11ouru lo que, on Lacan, resiste
vlo lm1l.11111011t1, ni trnL>1,fo, 1'10 trate de ljer liba d o o d e a rrojar su
llhro . Otgo quu roslljtc y no q u e lo d esaliente definitivamente,
11 0 digo q ue é l versagt n i que urio se quede necesariamente inOlov ilizado e n un proyecto así. ¿Cuáles son las amarras que
ofrecen esta resistencia al trabajo , a
AMARRA POLITICA,
hacer trabajar a Lacan? Durante toAMARRA TEXTUAL,
do un período se ha podido pensar
VASALLAJÉ PERSONAL
en la amarra institucional, aquella
que obliga a situarse en una (de las)
sociedad(es) lacaniana(s) para poder responder por el lacanismo. Mi convicción es que esto supondría hacer demasiado honot'a esos juguetes de los psicoanalistas que son las sociedades
de análisis. Ni siquiera si se trata de esos grandes juguetes monstruosos que imitan a las multinacionales y que simulan jugar
al •monopoly»: sea la Multinacional ~e tipo clásico o la Internacional de la Causa que pretendiera ser la de la era pos-industrial.
Muchos se dejan cautivar por ese juguete de la política analítica, tamaño miniatura: el primero, ¡y con qué pasión!, es sin
duda Freud. En cuanto a Lacan, supo guardar más distancia
frente al juguete, aunque sólo fuera en el acto -sin duda político pero de un'nivel superior- que constituye la •disolución».
Aquí la amarra institucional confluye con la amarra personal
de la fidelidad a Lacan. Sin entrar demasiado en el detalle, diré que esta cuestión es muy compleja,~tiene por lo menos una
doble vertiente. Por una parte, el hecho de que ningún texto
podía ser recibido por Lacan sin el segundo plano de lo que
pretendía, desde dónde pretendía venir a situarse, políticamen".te., t~cticamente o aun estratégicamente; la otra vertiente era
. la i;le .la adhesión al lacanismo, que se medía en este caso por
; . la fidelidad personal, y ya no institucional, del autor. Al punto
. que cierto texto resultaba aceptado cualesquiera que fuesen
diferenci~, en cierto momento, por su puro peso de fideli. : .·. ·dad, mientras que en otro momento el mismo texto se volvía
: · · . .eminentem~rite criticable. De este modo, la cuestión de la fidelidad personal es compleja porque conjuga las otras dos amarras: fa amarra política (~un con la señalada distancia de Lacan
·por relación a la política) y, por otro lado, «la amarra interna».
LO que designo con esta última expresión aparece en más de
. un texto: no cambiar jota en lo que he dicho. . . Me despedazan, dicen otJ:'a cosa que yo utilizándome, haciendo como si dijeran- la misma cosa que yo, etc. La alegación del •narcisismo
·de las pequeñas diferencias» es una fórmula no de Lacan sino
· . de Freud para criticar la voluntad de originalidad a todo pre-
·· ·sus
288
cio (o la originalidad pretendida) én el seno del movimiento
analítico y, por otra parte, en todo movimiento intelectual. En ·
el seno del freudismo existían en po~encia grandes divergencias, incluso grandes escisiones se éncontraban en germen en
las •pequeñas diferencias». Pero cuando las diferencias están
ligadas indisolublemente a la letra de la diferencia, es muy difícil juzgar cuáles son las pequeñas y las grandes, y es justamente lo que ocurre en la historia del lacanismo.
Ustedes encontrarán, en Lacan, este
¡MALDITOS
extraordinario anatema lanzado sows NECROFAGOS!
bre el de.s pedazamiento, exactamente com9 el que se encuentra a la entrada de las pirámides: •¡Maldito el que toque el cuerpo .. . !».
Una suerte de ··anatema lanzado sobre el despedazamiento de
la obra y del cadáver. Me refiero, por ejemplo, al seminario
de 1967-68 (uno de aquellos en que se expresa la tesis del •sujeto supuesto saber•), en que Lacan se ensaña con un analista
que ha intervenido en un reciente Congreso de ortodoxia •Asociación Psicoanalítica Internacional»: •El personaje que ciertamente no está entre los que me siguen porque justamente se
cree obligado a expresarlo en oposición a lo que yo digo, lo que
es verdaderamente cómico porque él ni siquiera podría comenzar a expresarlo si con anterioridad no hubiera existido todo
mi discurso». 71 Lo ignoro todo sobre la persona aludida y sobre la pertinencia de su discurso; ignoro si es un personaje •Cómico•, pero compruebo que en todo caso no hay nada de risible
en el hecho de que, para poder estar en oposición con alguien,
para decirlo, es preciso que ese alguien haya hablado antes que
uno. He aquí un espléndido pasaje, que va mu.c ho más lejos,
sobre la necrofagia que amenaza a su obra, a su obra una vez
muerto: •Supongan pÓr ejemplo que este aspecto de mi enseñanza, a saber lo que puede pasar para ser pensado, no tenga ·
-como ya les ha ocurrido a muchas personas, y de una amplitud que no es la mía- ninguna sucesión. Quedarán cosas pequeñas como esto, les ha ocurrido a personas muy grandes. Entonces en ese caso se produce lo que yo llamo como en el reino
animal una especie de fauna muy especial, esas especies de
bestezuelas de la clase de los insectos, seres con élitros, los hay
en cantidad que se nutren de cadáveres; se llama a esto: las
escuadras de la muerte, en medicina legal. Hay de ellas una
decena de generaciones para venir a consumir lo que resta de
71 Reunión del 28 de febrero de 1968, en L'act,e psychanalytique_, seminario 1967-68. Notas d~ curso, pág. 174.
289
11 11 d ot10<"110 h111 111 u1 0 . Uu nn do d igo goneraciou cs, q uiero d eci r
que oli o..'! :;e 1:1 uceden, son esp ecies difer e ntes que vie nen en
las d iversas e ta p a s [las •escuadras de la muerte» es el término
emple ado e n medicina legal]. Es más o menos aquello a lo que
se parece el empleo de cierto número de actividades universitarias en torno de estos restos de pensamiento; las escuadras
de la muerte. Ya están los que se afanan por ejemplo, sin esper ar rii a que yo esté muerto, ni a que se haya visto el resultado
de las cosas que en el curso de los años yo he enunciado ante
ustedes, en dosificar en qué momento, dentro de lo que constituye lo que yo he reunido como he podido, con una escoba,
b ajo el título de Escritos, yo comienzo a hablar verdaderamente de lingüística, en qué momento y hasta cuándo lo que yo
d igo coincide con lo que dice Jacobson. Lo verán ustedes, esto
se va a desarrollar ... , [etc.] [y el párrafo termina:] ¡Eso es alimentación!».72
0
14 de febrero de 1984
F
De la imagen bucólica de Montaigne sobre la libación de las
a b ejas a la evocación de otros insectos, necrófagos estos, es not able el contraste . En Lacan, lo que se ha impuesto es la interd icción sobre el muerto, extendida, c~m toda evidenc ia, a la
obra y al trabajo de la obra. ¿Se puede entonces pasar, de esa
inte rdicción de hacer trabajar, al c6mo de ese trabajo? No es
tan simple. Hay algo más que el anatema, están las dificultad es internas que residen en cierta fijeza de lo que se ha dicho . ,
La fijeza reduplica la prohibición de tocar, y ello según dos formas en apariencia bien diferentes, fijeza de lo que se ha llamado el materna, e intangibilidad de lo que Lacan ha designado
como el estilo: más allá de una dificultad llamada de estilo
-dificultad para «Comprender a Lacan»- existe una dificultad
par a hablar de esto como no sea siguiendo su huella, repasand o sin cesar por sus formulaciones. La fórmula , entonces, para
resp etar, y el materna para desarrollar.
He recordado rápidamente, y es algo que no cae fuera de
n u estro objetivo, el trabajo del texto que no deja de tener relación con el trabajo del análisis, con el working through. No
he dicho que fueran la misma cosa sino que había ahí alguna
relación en el sentido de que se trata en los dos casos (y en
72
29 0
/bid., pág. 225. Entre corchetes, comentarios de J e an Laplanche.
otro s ln duso) do lo q 111 1 1111 0 11 11( 1• 1·0 11 1•1 d111 •h· d1 •l otro , do11dc •
decir está tomado e n e l sentido má1:1 amp~o, Y· 11 0 :;ólo e n 1• 1
del d ecir verbal. Volvemos a la noción
ToDo TRABAJO
de trabajo que, igualmente en Fre ud,
ES
habría que someter a exai:n~n críti"
TRABAJO DE DUELO
co. Uno de los modelos sigue siendo .
e l trabajo llamado •tral.Jajo de duelo•,
que es concebido como reproducción de las experiencias vividas con el difunto, reinvestimiento de cada uno de esos recu'er- .
dos, cuya meta última está definida bien simplemente en •Duelo..
y melancolía• como el desasimiento definitivo de la libido. Descripción esta indudablemente insatisfactoria o insuficiente J>Or- .
que ningún duelo consiste en esta pura y simple manera de asegurar la supervivencia del supérstite, como Freud lo pre-.
tendería dentro de una perspectiva del más frío •realismo•. En
cuanto al mecanismo invocado, es para lo sucesivo una noción.
adquirida que entre duelo llamado normal, duelo patológico y
melancolía todas las transiciones existen, y que incluso el due~4":
lo más •normal» trae consigo su parte de ambivalencia y de h\-.'1/ • • •
troyección. En cuanto a los •objetos• sobre los .cu.a les·recae ~l ;!i\· . .._
trabajo y que son vueltos a poner •en la obra», cabría interro- ;
. ··
garse mejor para saber si no se trata sobre todo de cada uno '\ '( \ . ·~}
de los decires del difunto, verdaderos o supuestos. ¿Qué ha di- ¡·\} .:·-'·"
c ho, qué habría dicho en esta circunstancia? ¿Qué habría que- · '.; e
rido? Los objetos que él d eja en herencia no están ahí si no . ~- '\ .1• '
es como objetos parlantes; en la mejor de las hipótesis, la de .l ~~-~- ,1_'1 ::.'.-'
un verdadero trabajo, la cuestión es: ¿qué habría querido él · . ? que uno hiciera con esto? Cuestión evidentemente a la que cada uno .aporta su respuesta, y así llena la ausencia, en _e l senti- ~.l1
do de una verdadera metabolización de los decires y de las vo- ¡
1
luntades del difunto .
-- ¡
Invirtamos ahora los términos, para decir no solamente que .
el trabajo de duelo es un ejemplo privilegiado, sino también
que todo trabajo es trabajo de duelo; no en un pathos romántico, sino en el sentido preciso de que todo trabajo recae sobre
mensajes o, si ustedes quieren, sobre significantes. Estoy empeñado en tomar conocimiento -progresivamente, como es debido en el caso de una obra tan difícil- del libro de JeanFranc;ois Lyotard que se intitula Le diffefrend. El autor selecciona la frase como elemento básico. •Objeto• es el titulo de
un párrafo. •El único que sea indubitable, la frase, .. O mejor:
las frases, porque el singular llama al plural»; 73 y en efecto la
'¡·
I·.,
¡1
1
1
1
1
1
!
73
París: Ed. d e Minuit, 1983, pá g . 122.
291
frase va a llamar a otras, y, leyendo así, al través (puesto que
esta obra propone o acepta una lectura al través), tenemos toda una discusión sobre la frase «YO puedo pasar por tu casa•
que implica, pese_a su apariencia tan simple, encadenamient06
múltiples. En efecto, equivocidades pueden afectar a •yo•, «pasar• y «tu•. Pai.a atenernos al modal «puedo• , he aquí algunos
universos copresentados: yo puedo, yo tengo la capacidad de
hacerlo, yo tengo el tiempo para hacerlo; yo puedo porque tú
tienes tu casa y yo conozco la dirección; yo puedo, es posible
que yo lo haga; yo puedo, yo deseo hacerlo; yo puedo (interrogativo), yo deseo que tú me digas que lo haga; yo puedo, yo
'tengo permiso para hacerlo.74
Toda frase, por lo tanto, se abre sobre encadenamientos múltiples. ·¿'De esto se. trata, de la equivocidad inherente a toda
_comunicación, comunicación verbal, paraverbal o extraverbal;
se trata de esta apertura sobre universos de posibles, que permitirí3., que convocaría también cierto trabajo? Pienso que lo
abordado por el psicoanálisis, lo que yo intento designar con
el término de trabajo, es por lo menos una equivocidad muy
particular que provoca al trabajo por un desborde del mensaje; un mensaje que, mucho menos que en los ejemplos que Lyotard evoca, no puede ser circunscrito por «Uno de los universos
de modales que él copresenta•.
Insistiré en consecuencia en cuatro lu,gares del trabajo , cuatro trabajos en que precisamente el desbordamiento del roen. saje no está inscrito en los caracteres del lenguaje sino en la
· situación misma:: el trabajo de duelo, pon.¡a e el mensajero es
supuesto haber significado algo, o bien es supuesto que signifi• ' c'arfa:de este. modo algo en cierta circunstancia: •¡ay!, si est'u.. : yiera ·aquí, .esto es lo que él diría, esto es lo que haría•, etc.
· :_ .' A:quí; · el mensajero ha desaparecido , El trabajo del texto por..· ·: · que por definición, a pesar del anatema de Lacan, él ya no puede defenderse, en su derrelicción, de nuestra manera de ha.cerio rechinar y trabajar y de despedazarlo, y para esto no importa que el autor .esté muerto o vivo, como Jo atestigua la
.. fónñ:ula que yo recordaba la vez pasada: «ni siquiera esperan
·. a que yo. esté muerto para comenzar a triturarme» . El trabajo
· del _análisis y; en fin, el que uno podría llamar el trabajo de
.la infancia, respecto de los cuales ustedes han percibido que
yo los pongo·
eco, el uno por relación al otro, evidentemenque no en identidad. La diferencia, entonces, con relación
a Lyot:ard en Le différend , sería al menos doble e n lo que
en
.te
·74
. 2 92
ibid.
concierne al trabajo sobre la •frase•. Por una parte privilegiamos situaciones muy particulares de ausencia, o de ausentamiento del destinador, el que envía la frase o el mensaje, y
por otra parte presuponemos el inconciente en esas situaciones y no sólo la equivocidad de un texto en general.
¿Qué es entonces lo que uno puede hacer trabajar, con respecto a la trasferencia, en Lacan? Una bibliografía general de
Lacan acaba de salir, producida por un miembro de nuestro
equipo, Joel Dor. No ahorro su consulta indicando algunos textos: el seminario sobre La trasferencia (seminario VIII) donde
habla de El banquete; el de los Cuatro conceptos fundamentales, que marca un momento de giro en el pensamiento y sobre
todo en la política de Lacan, puesto que se sitúa en 1964, tras
una ruptura: ennoblecida en excomunión. Y después el seminario de 1967-68 que se intitula El acto psicoanalitico. Y por último hay un texto en Scilicet I que se intitula «El equívoco d e l
sujeto supuesto saber» (1967), y que probablemente no es el
más esclarecedor . ..
Esta cuestión del «Sujeto supuesto saLA FORMULA DEL
ber•, el SsS, como lo escribe a veces
SUJETO
Lacan, pone en juego toda la topología
SUPUESTO SABER
lacaniana, y bien se entiende que no la
he de poner en circulación hoy. Ella
hace jugar sobre todo la diferencia de los «otros»: «A» y «a» , inicialmente el otro especular, pero que deviene el objeto «a•. Dije hace un rato que el estilo de Lacan era más que una dificultad de acceso; que él trazaba, por medio de sus formulaciones ,
a modo de huellas para toda formulación futura. Esto se verifica con evidencia en un artículo de André Green, 75 producido en un momento en que estaba más próximo que hoy al pensamiento de Lacan; este texto, destinado a esclarecer «el objeto a• (y a Dios gracias, Green sabe ser esclarecedor cuando
quiere), está capturado en esa proximidad, en esa dificultad
para despegarse, para salir de las huellas trazadas por las fórmulas mismas de Lacan. Por mi parte, y a partir de otro trayecto, lo q. ue me vería co.nducido a interrogar sería la relación)'~
entre lo que yo llamo objeto-fuente y lo que Lacan llama «a».·
Indudablemente, cuando Lacan habla de •a• como la causa del ',
d~seo, ello resuena con lo que yo llamo .e l objeto-fuente de la .
pylsión. Hace un momento indiqué el hecho de que este mism~., 1
1
«a» había servido durante una decena de años para designar '
1
,
75
•L'objet (a) de J. Lacan, sa logique , et la théorie fre udienne•, C a.-
hiers pour l'analyse, nº 3 , 1966, págs. 15-38.
293
"p nq11 1111o otro•, l lH d c.:clr \.:I otro d e l c1::1tudlo d e l esp ejo, e l otro
lnmgltmrlo. ~ ti t e •pequ ci\o otro• pronto se sitúa en su oposid<> u u. un •A » (dignidad obliga mayúscula), el Otro de la palabra , e l lugar del código. Después este •pequeño otro», yo no
s6 bie n cómo, y es algo que no ha sido precisado, deviene •el
obj e to ª"• que aun así es muy diferente, puesto que queda situado en la línea del objeto parcial. Cada vez que las formula-~~ ciones de Lacan son más que algebraicas, cuando él les introd u ce un significado, se trata de los objetos parciales, sea en
el sentido freudiano o, eventualmente, kleiniano; entre ellos,
a unque no siempre sea precisado abiertamente, el excremento
es el mentado con mayor frecuencia. Otros son objetos parciales nuevos respecto de los clásicos freudianos y aun kleinianos: la voz y la mirada. En fin~ lo que reaparece constantemente ·cuando es cuest_ión del acto psicoanalítico y de la trasf erencia, es el destino de este •objeto a», que es el de ser un
desecho, destinado a ser desechado lo mismo que el excremento y, sin duda, el analista. ¿Es lo mismo decir que •el objeto
ª" e s un desecho y que el objeto-fuente es el resultado de la
represión originaria? No estol seguro de gue la represión (aunque Lacan hable con 'f recuencia de ella) sea en definitiva una
p ieza capital del pensamiento lacamano, esto en ra-medida rríís-=-~
( m a en que también..el-inconchnúe.ad.9.uiere uná'f'igura muy di' f~J_"ente en Lacan: muy diferente de la concepción freudiana,
q ue quiere que el inconciente sea un contenido que cada uno
constituye individualmente, que muere con la muerte de cada ':
u no de nosotros y que nace con la infancia de cada uno por :
' \ obra de la represión originaria, que a su vez es un proceso indi\, vidual, situable si no datable.
,_.-;:;1
'·
Algunas referencias o algunas citas acerca del •sujeto sup uesto saber» y su relación con la trasferencia; porque es efect ivamente a propósito de la trasferencia como se introduce esta fórmula. Tenemos primero el seminario sobre La trasferencia, que no emplea la fórmula pero que gira de una manera
e n extremo instructiva en torno de Sócrates, en torno de El
banquete, de la famosa ignorancia de Sócrates •Cuanto sé es
que no sé nada•; salvo, agrega Sócrates, en lo que concierne
a Eros, lo que Lacan interpreta: salvo en lo que concierne al
d eseo. A este Sócrates se trata de arrancarle algo, restos de
a lgo, que son, ustedes probablemente lo saben, lo que Platón
llama estatuillas, agalmata (agalma quiere decir estatua), com o una muñeca a la que se le pudiera abrir la caja craneana.
E sas estatuillas que él tiene en su cabeza, Lacan las toma como
p unto de partida del •Objetoª"· Es en ese seminario sobre la
1•1
1
~
2 94
1
trasferencia, un seminario muy inspirador e inspirado (¿quié n
no lo sería, por Platón?), donde uno encuentra también la formulación, quizá nunca retomada en esos términos por Lacan,
del amor como metaforización. Lo que en Lacan va en el sentido de una doble formulación, contradictoria en apariencia, del
amor: una iigada al narcisismo y la otra referida a la metáfora,
como la única manera de escapar de los aspectos narcisist~ ·
del amor; proceso que, por mi parte, puesto que ipcluyo _all~
a la vez la metáfora y la metonimia, llamo más bien metaboll~
zación y simbolización.
La fórmula del •sujeto supuesto saber• aparece probablemeri:-·
'" te en 1964, en ese seminario XI donde Lacan retom.a , trrui su.
episodio. _politico de 1963, una· nueva serie que hace eco a l,a
primera serie. Su título es: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanáliS'is, y una sesión se intitula •Del sujeto su~ .
puesto saber». 76 No puedo hacer nada mejor que leerles ºeste.
pasaje, que se relaciona evidentemente con ef seminario VIU.
•Platón . .. porque, en El banquete, va más lejos que en ninguna parte en cuanto a indicarnos la significación de comedia d.e:
sus diálogos, y empuja aquí·la cosa hasta la parodia, Platón no
ha podido hacer sino indicarnos, de la manera más precisa, el
lugar .de la trasferencia. Desde que en alguna parte existe el
sujeto supuesto saber -que hoy les he abreviado en lo alto de
la pizarra en SsS-, hay trasferencia». 77 A continuación de esto hay un desarrollo bastante sinuoso, referido a quién puede
estar destinado a representar al sujeto supuesto saber. Esto se
desenvuelve en varias etapas, la primera de las cuales descalifica al psicoanalista medio: •Pero es seguro, del conocimiento
de .todos, que ningún analista puede pretender representar, aunque fuera mínimamente, un saber absoluto. Por eso, en un sentido, se puede decir que aquel a quien uno pudiera dirigirse,
sólo podría ser, si es que existe, uno solo. Este uno solo fue,
en vida, Freud. El hecho de que Freud, con respecto a lo que
hay de lo inconciente, fuera legítimamente el sujeto a quien
uno podía suponer saber, coloca aparte todo lo que hubo en
cuanto a la relación analítica cuando ella fue establecida con
él por sus pacientes. El no fue solamente el sujeto supuesto
saber. El sabía, y nos ha dado ese saber en términos que uno
puede llamar indestructibles ... "· 78 En este pasaje, la oposición
76 Jacques Lacan, Les quatre conceptsfondamentaux de la psycha:nalyse, París: Seuil, 1973, págs. 209-20.
·
77 /bid., pág. 210.
78 /bid., págs. 210-11.
295
loH pnMajtiH <l'l tl yo ll('lLhO d(l d l,nrloH, ¡>1111111,o q no n11 11 1rnf lmhfo
Oteo de\ otro , qu e <!ra Freud ':! , tal voz - <m ~su. r~mb1\6n al
,,
79
296
Ibid. , pág. 211.
analista-maestro-, Lacan. Minusculizar al analist a me d io es un
artificio un poco fácil .. . ] . Que no hay, para responder a un
viejo murmullo de mi seminario de Sainte-Anne, desdichadamente, bien que lo lamento al tener que decirlo, verdadero sobre lo verdadero (esta cuestión de lo «Verdadero sobre lo verdadero» era irónica de parte del que la suscitó; por una parte,
él no ignoraba la fórmula «Verum inde:i: sui», y por la otra no
estaba enteramente seguro de que el discurso lacaniano llevara en él mismo ese index, que, comoquiera que fuere, debería
estar más articulado que la afirmación oracular: «yo, la verdad, hablo»]. Igualment~, no cabe de ningún modo considerar
la dimensiónde la trasferencia de .trasferencia; Esto quiere decir: de ninguna reducción trasferencia! posible [no sé bien qué
viene a hacer este «trasferencial»], de ninguna reapropiación
analítica del estatuto de la trasferencia como tal» .80 Es evidente que la idea de que no hay trasferencia de trasferencia anticipa muy exactamente una contradicción a lo que por mi parte
intento formular.8 1 De todas maneras, no es la misma cosa decir «no hay Otro del Otro» (si uno admite este tipo de formulación) y «no hay trasferencia de trasferencia»; con «el Otro del
Otro» uno se sitúa en la dimensión ascendente y retrógrada que
es finalmente la de la divinidad , no hay más remedio que d e cirlo. No hay garantía ascendente de la verdad. Pero decir que
hay trasferencia de trasferencia, esto se sitúa en dirección inversa, o sea, en el sentido de un devenir y no en el de un terminus a quo evidentemente falaz .
He aquí otro pasaje en que reaparece el «sujeto supuesto
saber»: «Las cuestiones quedan planteadas a partir de que existe en alguna parte esta función, llámenla ustedes como quieran, aquí ella aparece bajo todas sus faces, con evidencia de
ser mítica, de que en alguna parte existe algo que desempeña
la función de sujeto supuesto saber». 82 Aquí, se diría, esta idea
de «Ser mítico» el sujeto supuesto saber viene a hacer contra peso a las fórmulas en que el analista-maestro, él, no era un
ser mítico, sino que sabia.
80 En L 'act,e psychanalytique, op. cit., pág. 48. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
81 El térmi'rw •trasferencia de trasferencia• es antiguo, puesto que se
remonta a W. Reich. Cf. L'analyse du caractere (París: Payot, 1973), así
como un buen resumen en D. Lagache, Oeuvres cornplews III, op. cit. , págs.
36-9.
82 En L'act,e psychanalytique, op. cit., p á g. 55.
297
He uq uí todavía otra fórmula, un poco más adelante,83 en
qu e se expresa la idea de que en el inconciente, a la inversa
del sujeto supuesto saber, lo que uno encuentra es un saber
sin sujeto; !§!mula que -y_o estaría totalmente dis~uesto a hacer mía, agregando que en el inconciente no hay ni siquiera
s1gmr1catividad, es decir que el inconcíente no significa a nadfe ; por lo tanto, .la, fllrmuJa «eSQ habla» ~§tá SJtjeta a C&!ciÓn.
PorÚhimo, he aquí una página que prácticamente pond~ñ-­
juego todo lo que es dicho por Lacan, quiero decir que no se
e ncontrará mucho más que esta fórmula, dada vuelta en todos
los sentidos, que mienta el doble movimiento del análisis (y del
analista) entre el sujeto supuesto saber del comienzo y •el objeto pequeño a» del final: •La cuestión es: ¿qué se hace del sujeto
s upuesto saber? Les diré que en principio el psicoanalista lo
sabe, sabe qué se hace de él. Indudablemente, él cae. Lo que
envuelve teóricamente esta suspensión del sujeto supuesto saber, este trazo de supresión, esta barra sobre la S que la simboliza en el devenir del análjsis, se manifiesta en esto: que algo
se produce en· un lugar, no indiferente desde luego al psicoanalista, puesto que es en su propio lugar donde esa cosa surge.
Esa cosa se llama el objeto pequeño ."a"».84 Es una idea que
tendrá difusión, esta según la cual el analista al final será «el
objeto pequeño a• y caerá, como un desecho, lo que, cuando
se piensa en el destino proclamado por Lacan de estar sin cesar solo, de ser rechazado, arrojado, va mucho más allá de una
formulación sobre el análisis en el sentido estricto de la cura.
r\ io que, también, es una cierta manera de resistir al trabajo~,
por medio de un mandamiento intimidatorio: o bien me toman
r!, tal cual en mis formulaciones y en mi ser, o bien yo caigo como
j_desecho, me arrojan como a una mierda.
_
, Quiero detenerme también un instante sobre el verbo «ser»
en estas expresiones de Lacan: •ser el objeto pequeño a•, •ser
el sujeto supuesto saber•, •ser en el lugar de•. Una cuestión
mucho más vasta que las formulaciones porque se reúne de
nuevo con la de la trasferencia y, digamos, la problemática del
«como si». Ser, ser en el lugar de, ser como si: ¿•ser• el sujeto
supuesto saber o •el objeto a• supone más y otra cosa que lo
«Como si•? Porqlle si esto se queda en el orden del «Como si•,
y bien, nuevamente, por más lacanismo que esto sea, reencont raríamos una especie de juego de roles aun si los personajes
se han modernizado, Que Lacan conciba así el acto psicoanalí83
84
298
!bid. ' pág. 93.
!bid.
tico, esto es lo que discutimos, pero no se puede negar, en torno de la •metáfora» por ejemplo, un ~encial desdoblamiento
entre una acción que se produce en el ser mismo del sujeto hablante y una ~simple• comparación. 85 Es la misma duplicidad
que reencontramos para los términos de la trasferencia o, m.ás ·
exactamente, de esos personajes de nuevo estllo («objeto ª,;,•Sujeto supuesto saber•) que deben situarse allí. Ya con _«supuesto saber• se debería tener la dimensión de la sustitución o subposición, pero Lacan experimenta como una necesidad de reduplicar ese supuesto: el analista es el •soporte dado al sujeto
supuesto saber•. 86 Ya la suposición debe ser por así de<:fr re~
doblada en el acto de sub-portar, lo que de buen o mal grado·
nos introduce en un dominio de simulacro radical, de ficeión ·
sin remedio. Pero, muy curiosamente, a propósito de ese «pequeño a• en que se convierte el analista, es decir del desecho; ·
la fórmula a poco más es invertida en el sentido del reali~m.o .
absoluto: ¿para quién deviene el analista ese pequeño a?: «no
es ni para el Otro, ni en un para sí [las referencias son filosóf.icas, hegelianas o existencialistas] que no existe en el nivel dei
psicoanalista, donde reside ese •a•; es sin duda en. un en· sí,.
en un en sí del psicoanalista; es en tanto, como los propios psi~
coanalistas lo pretenden . . . en tanto ellos mismos son ese desecho, en tanto tales presiden la operación de la tarea, son la
mirada, son la voz; en tanto son en si el soporte [aquí tenemos
de vuelta el soporte: ser -en si- el soporte es precisamente
no ser en si] de este objeto •a• como toda la operación es posible. Sólo se les escapa una cosa, y es hasta qué punto esto no
es metafórico [esta vez es la metáfora la que recibe su cuota
de desvalorización, de derrealización]•. 87
Para situarme dentro de mis críticas,
o más bien dentro de los principios que
TRES CRITICAS
orientan a mis críticas, diré muy rápiA LA POSICION
damente: en primer lugar, todos esos
LACANIANA
textos están tomados de lleno dentro
85 . . . «Si el síntoma es una metáfora, no es una metáfora por sólo decirlo, como tampoco por sólo decir es el deseo del hQmbre una metonimia.
Porque el síntoma es una metáfora, quiera uno o no quiera decírselo, como
el deseo es una metonimia, aun si el hombre se burla de ello• (Ecrits, París:
Seuil, 1966, pág. 528). La metáfora, en este pasaje, es alternativamente
realizada (.es• una metáfora) y derrealizada (•no es una metáfora.). Véase
también, por ejemplo, cierto pasaje en que Lacan utiliza lo que llama ·~la
metáfora flogística• como una trivial comparación: •la interpretación así
concebida se convierte en una especie de flogística• (págs. 593-4); ¡aquí
se está bien lejos de la •metáfora paterna•!
8 6 En L'acte psychanalytique, op. cit .., pág. 94.
87 lbid., pág. 146. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
299
di'! 11111lth •11111d1 •l11111tll11 l11 11111111 p1rnl1wdc'\i 1 d1 1l n 1111 llMl.n, n h~ VIJ:r.
p1 otf111 1111111 !11 1 " " p rllc •o1111ullr•l,11 por• n i l)Mlcou n nll znudo , y p ro cl11c •••lc111 cl11 1111 1ml1 ·111u mll11l,n n pnrtlr <.le todo psicoanalizando;
l11r1 l'ór111ul111; ,.mtáu uhf: no lu:i.y m á8 que un psicqanálisis, el psi-
;ounáfü1Js didáctico. ss El segundo punto sobre el que acabo de
insistir hace un momento es la vacilación acerca de la significación de lo que yo llamo la metábola (lo que Lacan Uama la
. metáfora), porque la.experiencia representada por esta queda
cautiva entre una desvalorización como señuelo y, al contrario, una valorización extrema en lo en sí, como ser. Y lo que
padece a causa de esta vacilación es la aprehensión, tan difícil,
de lo· que es el proceso de simbolización en la cura. ·El tercer
principio de mi crítica es que la referencia de Lacan, en todo
esto, se sitúa sobre todo en un plano sincrónico al mismo tiempo que abstracto o, si se quiere, trascendental. Lo mentado,
a través del supuesto saber, es esencialmente el problema del
sujeto de la ciencia; por ejemplo: ¿dónde estaban lo.s números
transfinitos antes de Cantor? Lo que casi siempre se deja de
lado es el aspecto histórico individual, el que me parece esencial, es decir la referencia a la situación originaria del niño.
Es cierto que encontramos en Lacan, a propósito de la trasferencia, alusiones a lo infantil, pero esto permanece siempre
al margen. En cambio, lo que he intentado decir este año es
que el problema de la trasferencia no es el del lenguaje en general, ni el hecho de que el lenguaje lleve consigo una trascen1"
1
,1· dencia. Es, mucho más precisamente, el hecho de que el niño,
1 .d esde su llegada al mundo, provisto de sus funciones, de sus
aparatos de autoconservación más o menos imperfectos, resul. t.a .atravesado, ·habitado, trastrocado, por «significantes• o por
«frases• (como dice Lyotard) de deseo de los que él '1W tiene la
lctave.
.t
·
Ell cuanto al prototipo del pecho, es preciso volver sobre
· éI, reflexionando sobre ese término de «ausencia del pecho• que
. en Ci.erta manera se ha convertido en una exquisitez del análisis. Pero la «ausencia del pecho• tiene por lo menos tres sentí. dos, de los que en general sólo se retiene uno: el retiro del pe. cho por la madre en una rítmica de presencia-ausencia, que
sería el prototipo de todo aprendizaje ulterior de la realidad.
Pero existen por lo menos otras dos «ausencias del pecho• acerca
de l~ que sé que está en curso un estudio preciso: primero
la ausencia del pecho, en nuestros días, en el amamantamien.88
246.
300
Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, op. cit., pág.
to real, hasta el punto de que cabe preguntarse \)OT qué los
analistas siguen refiriéndose al pecho cuando muchos .niños nunca lo han visto ni succionado. ¿Se trata de un prototipo filogenético, de una imago cultural, o de qué otra cosa? Y (lespués
tenemos una terceraausencia, todavía más interesante, y es la
ausencia del pecho erógeno en la bibliografía analítica. Que el
pecho constituya una zona de placer, zona erógena rectora, es
algo que nunca es puesto en confrontación con el pecho «psicoanalítico•, sea kleiniano, winnicottiano u otro.89
Es aquí adonde he querido llegar este año. Los rehusamientos del analista (para retomar este término para Versagung):
el rehusamiento de saber, que es ante todo rehusarse a sí mismo saber y pre-saber; y, por otra parte, el rehusamiento de
plegar lo sexual sobre el plano de la
TRASCENDENCIA DE
adaptación; esos rehusamientos del
LA TRASFERENCIA
analista, que están, según opino, en la
base misma del fenómeno de la trasferencia, se deben situar en eco con los rehusamientos de 'tos adultos, del mundo adulto, por relación al niño. Rehusamientos que
son ellos mismos pluridimensionales, de varios pisos, pero en
los que lo esencial, en todo caso, no es el rehusami~.nto ligado
al ritmo alimentario al que yo me refería hace un instap.te. Más
profundamente que esto se sitúa el rehusamiento estructural
de proporcionar el código de los mensajes eróticos, y ya bien
simplemente porque ese código es incomunicable, sfondo que
el placer sexual adulto, digamos por ejemplo el placer del pecho, no' tiene su respondiente en el niño. Y después está un
rehusamiento •objetivo• todavía más profundo, que es el hecho ·de ql!~ el adulto mismo se sitúa en una relación .de .ignorancia hacia su propio inconciente, aun si no se puede hablar
de lo inconciente como de un código. ~l prog~n._lt<>.t:,_ d!t~ª' 1:0.-:-
J!i~~- ~I\~'!_P.2~~!..?_~~.er e~~!:.~ el_!.'-!ño?_.'!E:.!J'if?J!!!St<?._~!9!!'..!.:.
ficar. Hay una_l1:!!§ler([!M;.i.a_o.riginari_a _e.n.la_in.f.Qncia, aquella
m~que 'éiesemboca en ese producto marginal que es la sexuahdaO,Y-la trasferencia analítica se tendría que concebir '1W
C<YrnO un calCo S't'1W C<YrnO una reanudación de ese proceso de
t~asferencia ori~aria. A esto, esencialmeñte, me refiero cuan~- - ­
dÓhablo de traserencia de trasferencia, y de la trascendencia
de la trasferencia. Esta se concebiría a la vez como trascendencia más acá y como trascendencia m~ allá: más acá, sin
que por eso haya que materializar una gran A como causa sui;
89 Exagero con este •nunca•~ ¿Quién puede decir que esto no haya sido señalado ya?
301
más allá, sin aceptar la idea de una intervención arbitraria, demiúrgica, del analista, en lo que uno puede designar como trasferencia de la trasferencia.
, Muy bien, he corrido, he trastabillado; lo que uno no puede
alcanzar volando, tratará de alcanzarlo cojeando.
302
Biblioteca de psicología y psicoanálisis
...
...
..
;
..· .
Mauricio Abadi, El psicoanálisis y la otra realidad
Afda Aisensbn Kogan, El yo y el sí-mismo
Carol M. Anderson, Douglas J. Reiss y Gerard E. Hogarty, Esquizofrenia
y familia. Guía práctica de· psicoeducación
Carol M. Anderson y Susan Swwart, Para dominar la resistencia. Guía práctica de terapia familiar
M. Andolfi, C. Angelo y otros, Detrás de la máscara familiar . Un modelo
de psicoterapia relacional
E . James Anthony y Therese Benedek, comps., Parentalidad
Didier Anzieu y colaboradores, Las envolturas psíquicas
Míchael Argyle, Análisis de la interacción
Piera Aulagnier, El aprendiz de historiador y el maestro-brujo
WillyBaranger y colaboradores, Aportaciones al concepto de objeto en psicoanálisis
Silvia Bleichmar, En los orígenes del sujeto psíquico
Peter Blos, La transi.c ión adolescente
Pet.er Blos, Los comienzos de la adolescencia
Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin, Lynn Hoffman y Peggy Penn, Terapia
familiar sistémica .de Milán
/van Boszormenyi Nagy y Geraldine M. Spark, Lealtade s invisibles
Denise Braunschweig y Michel Fain, La noche, el día. Ensayo psicoanalítico sobre e l funcionamiento mental
Isabel Maria Calvo, Frida Riterman y colaboradores, Cuerpo-VínculoTrasferencia
·· Isa.bel M. Calvo, Frida Riterman y Tessie Calvo de Spolansky, Pareja y fa• inHia. Vínculo-Diálogo-Ideología
Pi~a Cas!oriadis-Aulagnier, ·La violencia de la interpretación. Del picto·grama al eriIDl.ciado
Morag Coate, Más allá de la razón . Crónica de una experiencia personal de
locura
.
Ma;deleine Davis y David Wallbridge, Límite y espacio. Introducción a la
obra de D. W . Winnicott
Robert Desoille; El caso Maria Clotilde . ·Psicoterapia del ensueño d irigido
Rabert Desoille, Lecciones sobre ensueño dirigido en psicoterapia
. Alberto Eiguer, El parentesco fantasmát ico. Trasferencia y contratrasferencia en terapia familiar psicoanalítica
R. Horacio Etchegoyen, Los fundamentos de la técnica psico.analítica
Nicale Fabre, El triángulo roto. Psicoterapia de niños por ensueño dirigido
.foen Fagan e Irma L. Shepherd, comps., Teoría y técnica de la psicoterapia
g).lestáltic;a ·
·
Jean-Baptiste.Fages, Para comprender a Lacan
· Paul Federn, La psicología del yo y las psicosis
. Silvia J. Fendrik, Psicoanálisis para niños. · Ficción de sus orígenes
John E. Gedo y Arnold Goldberg, Modelos de la mente
André Green, Narcisismo de vida, narcisismo de muerte
André'Green, Pentti Jkonen, Jean Laplanche, Eero Rechardt, Hanna Se-
..
!! ·-
>"
I' ••
"' 1
gal, Daniel WidWcher y Clifford Yorke, La pulsión de muerte
Harry Guntrip, El self en la teoría y la terapia psicoanalíticas
Philippe . Gutton, El bebé del psicoanalista. Perspectivas clínicas
Jay Haley, Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de Milton
H. Erickson
Jay Haley, Terapia para resolver problemas
Jay Haley, Trastornos de la emancipación juvenil y terapia familiar
Jay Haley, Terapia de ordalía. Caminos inusuales para modificar la conducta
Jay Haley y Lynn Hoffman, Técnicas de terapia familiar
René-R. Held, Problemas actuales de la cura psicoanalítica
Jacques Hochmann, Hacia una psiquiatría comunitaria
Don D. Jackson, comp., Etiología de la esquizofrenia
Bradford P. Keeney y Jeffrey M. Ross, Construcción de terapias familiares
sistémicas. •Espíritu• en la terapia
·
Heinz Kohut, Análisis del self. El tratamiento psicoanalitico de los trastornos narcisistas de la personalidad
Bernardo Kononovich, Psicodrama comunitario con psicóticos
Léon Kreisler, Michel Fain y Michel Soulé, El niño y su cuerpo. Estudios
sobre la clínica psicosomática de la infancia
Ronald D. Laing, Herbert Phillipson y A. Russell Lee, Percepción interpersonal
Jean Laplanche, Vida y muerte en psicoanálisis
Jean Laplanche, Problemáticas, vol. 1: La angustia; vol. 2: Castración. Simbolizaciones; vol. 3: La sublimación; vol. 4: El inconciente y el ello; vol. 5:
La cubeta. Trascendencia de la transferencia
Jean Laplanche, Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción
originaria.
Serge Lebovici, El lactante, su madre y el psicoanalista. Las interacciones
precoces
Serge Leclaire, Matan a un niño. Ensayo sobre el narcisismo primario y la
pulsión de muerte
Claude Le Guen, El Edipo originario
Jean Lemaire, Terapias de pareja
Eugénie Lemoine-Luccioni, La partición de las mttjeres
David Liberman y colaboradores, Semiótica y psicoanálisis de niño!¡
Alfred Lorenzer, Bases para una teoría de la socialización
Alfred Lorenzer, Crítica del concepto psicoanalítico de símbolo
Alfred Lorenzer, El lenguaje destruido y la reconstrucción psicoanalítica
Alfred Lorenzer, Sobre el objeto del psicoanálisis: lenguaje e interacción
Cloé Madanes, Terapia familiar est.rategica
·
Henry W. Maier, Tres teorías sobre el desarrollo del niño: Erikson, Piaget
y Sears
David Maldavsky, El complejo de Edipo positivo: constitución y trasformaciones
·
David Maldavsky, Estructuras narcisistas. Constitución y trasformacienes
Pierre Méile, Alice Doumic-Girard y otros, Psicoterapia de la primera infancia
Octave Mannoni, La otra escena. Claves de lo imaginario
Peter A . Martin, Manual de terapia de pareja
Gérard Mendel, Sociopsicoanálisis, 2 vols.
George A. Miller, Lenguaje y comunicación
Roger Mises, El niño deficiente mental
Arnold H. Modell, El psicoanálisis en un contexto nuevo
B. Montalvo, Marla B. Isaacs y David Abelsohn, Divorcio diffcíl. Terapia
para los hijos y la familia
Augustus Y. Napier .y Carl A. Whitaker, El crisol de la familia
Juan David Nasio, comp. , El silencio en psicoanálisis
Juan David Nasio, Los ojos de Laura. El concepto de objeto a en la teoría
de J . Lacan
Obras completas de Sigmund Freud ·
l/1 ·1111 1111 N1111 /1r f/ [I , 1'1 hwlplorl 41,,1 p r;li'o11 111111 ro lri . Hu 11plk1u 1l'111 n, 11111 ll•Hll'llrtlH
l 'r 11 •l111 11 ' 1>111111< 1/1 1 'l'11o d 11 y 1,(\¡•11 k11 d n 111 p11 k1>~1 1 ra pln ~rup1 d
tl/11,1f11 l '<1,11/mw , 1 ~ 1 1101111>1·0 y 11 u p11ko1:1IH
Jr11 / 11.11 11. l'nnl , Cartu:; u un jove n terapeuta (Sobre la conducción d e la psil'Ot um pla)
.
•Joan .l "ia.get, Paul Ricoeur, R ené Za=o y otros, Debates sobre psicología,
filosofía y marxismo
·
Erving y Miriam PoT,ster, Terapia guestáltica
Susana E. Quiroga, comp. , Adolescencia: de la metapsicología a la clínica
Ginnette Raimbault, Pediatría y psicoanálisis
Michele Ritterman, Empleo de hipnosis en terapia familiar
Carl R . Rogers, Grupos de encuentro
Carl R. Rogers, Barry Steveris y colaboradores, Persona a persona
Clifford J. Sager, Contrato matrimonial y terapia de pareja
/sea Salzberger-Wittenberg, La relación asistencial. Aportes del psicoanálisis kleiniano
Sami-Ali, El espacio imaginario
Sami~Ali, Lo visual y lo táctil. Ensayo sobre la psicosis y la alergia
Irwi'l'I; G. Sarason, comp., Ciencia y teoría en psicoanálisis
Thomas J. Sche.ff, El rol de enfermo mental
William C. Schutz, Todos somos uno . La cultura de los encuentros
María E. Sirlin, Una experiencia terapéutica. Historia de un grupo de ni ños de 5 años
Leonard Small, Psicoterapia y neurología. Problemas de diagnóstico diferencial
·
Ross V. Speck y Carolyn L . Attneave, Redes familiares
Thomas S. Szasz, El mito de la enfermedad mental
Thomas S. Szasz, Ideología y enfermedad mental
Frances Tustin, Barreras. autistas en pacientes neuróticos
Carter C. Umbarger, Terapia familiar estructural
Denis Vasse, El ombligo y la voz. Psicoanálisis de dos niños
Earl G. Witenberg, comp., Exploracione~ interpersonales en psicoanálisis
Roberto Yañez Cortés, Contribución a una epjstemología del psicoanálisis
Jeffrey K . Zeig, Un seminario didáctico con Milton H. Erickson
Obras en preparación
Patrick Casement, Aprender del paciente
André Green, De locuras privadas
Edith Jacobson, Depresión. Estudios comparativos de condiciones normales, neuróticas y psicóticas
Jürgen Kriz, Corrientes fundamentales en psicoterapia
Carl Whitaker, De la psique al sistema. Jalones en la evolución de una terapia: escritos compilados por John R. Neill y David P . Kniskern
Nueva traducción directa del alemán, cotejada por la edición inglesa de James Strachey (Standard Edition of the Complete Psychological Works 'of
Sigmund Freud), cuyo ordenamiento, prólogos y notas se reproducen e n
esta versión.
'·tr
,.,
¡,.
J ....
.• Y'
Presentación: Sobre la versión castellana
1. Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud"
(1886-1899)
'
2. Estudios sobre la histeria (1893-1895)
3 . Primeras publicaciones psicoanalíticas (1893-1899)
4 . La interpretación de los sueños (1) 0900)
.
5. La interpretación de los sueños (II) y Sobre el sueño (1900-1901)·
6. Psicopatología de la vida cotidiana (1901) .
·
·
7 . "Fragmento de análisis de un caso de histeria" (caso "Dora"), Tres ensayos de teoría sexual, y otras obras (1901 -1905)
8 . El chiste y su relación con lo inconciente (1905)
9. El delirio y los sueños en la "Gradiva" de W. J ensen , y otras obras
(1906-1908)
10. "Análisis de la fobia de un niño de cinco años" (caso del pequeño Hans)
y "A propósito de un caso de neurosis obsesiva" (caso del "Hombre
de las Ratas") (1909)
ll. Cinco conferencias sobre psicoanál'isis, Un recuerdo infantü de Leonardo da Vinci, y otras obras (1910)
12. "Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente" (caso Schreber), Trabajos sobre técnica psicoanalítica, y otras obras (1911-1913)
13. Tótem y tabú, y otras obras (1913-1914)
14. "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico", Trabajos
sobre metapsicología, y otras obras (1914-1916}
15. Conferencias de introducción alpsicoanálisis(partes 1 y II) (1915-1916)
16. Conferencias de introducción al psicoanálisis (parte Ill) (1916-1917)
17. "De la historia de una neurosis infantil" (caso del "Hombre de los Lobos"), y otras obras (1917-1919)
18. Más allá del principio de placer, Psicologia de las masas y análisis
del yo, y otras obras (1920-1922)
19. El yo y el ello, y otras obras (1923-1925)
20. Presentación autobiogr<ifica, Inhibición, síntoma y angustia, ¿Pueden
los legos ejercer el análisis?, y otras obras (1925-1926)
21. El porvenir de una ilusión, El malestar en la cultura, y otras obras
(1927-1931)
22. Nuevas co'l'lj'erencias de introducción al psicoanálisis, y otras obras
(1932-1936)
23. Mo'isés y la religiónmonoteista, Esquema del psicoanálisis, y otras obras
(1937-1939)
'
24. Indices y bibliografías
..
. '.
.
~
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en mayo de 1990.
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.
f
1
· -~ '
'r
1
1
1
~
'+
i.
.. .
.-s....
)!/«
...
·, i
;
..
·~
Descargar