~-i'~'''' La cubeta. Trascendencia ni \\\\1 1 Problemáticas J ean Laplanche de la trasferencia Problemáticas V La angustia (1970-71) EN LA TÓPICA (1971-72) MORAL (1972-73) Problemáticas I - LA "ANGST" EN LA NEUROSIS LA ANGUSTIA LA ANGUSTIA Jean Laplanche Castración~ Simbolizaciones LA CASTRACIÓN, SUS PRECURSORES Y SU DESTINO (1973-74) SIMBOLIZACIONES (1974-75) Problemáticas JI - Problemáticas JJI - Traducción: Marina Calvo (con .la sÜpervisión de Silvia Bleichmar) La sublimación (1975-76) SUBLIMACIÓN (1976-77) PARA SITUAR LA SUBLIMACIÓN HACER DERIVAR LA Amorrortu editores Buenos Aires El inconciente y el ello AL INCONCIENTE (1977-78) DEL ELLO (1978-79) Problemáticas IV LA REFERENCIA PROBLEMÁTICA Problemáticas V - La cubeta. Trascendencia de la trasferencia EL PSICOANALISTA Y SU CUBETA (1979-80) Lo DESCRIPTIVO Y LO PRESCRIPTIVO (1980-81) LA TRASCENDENCIA DE LA TRASFERENCIA (1983-84) l'U°l ~ / 'Ú11(lj ~ lVV'(<' 'r\. \/o 0 t Indice general Dtrectores'. de la biblioteca de psicología y psicoanálisis,··Jorge Colapinto y David Maldavsky Problématiques V. Le baquet. Trascendance du transfert, Jean Laplanche © Presses Universitaires de France, 1987 Primera edición en francés, 1987 Traducción, Marina Calvo (con la supervisión de Silvia Bleichmar) Unica edición en castellano autorizada por Presses Universitaires de France, París, Francia, y debidamente protegida en 13 Prólogo a la edición castellana, Silvia Bleichmar todos los países. Queda hecho el depósito que previene la 'léy n ° 11. 723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires. 25 Advertencia, Jean Laplanche 27 1. La situación psicoanalítica: el psicoanalista y su cubeta La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, in·cluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe Ser previamente solicitada. 27 13 de noviembre de 1979 Hacer trabajar a Freud, 27. La situación analítica: materialización de la teoría, 29. El psicoanálisis en extensión, 30. Criterios del análisis, 31. Con Lagache: examen de la trasferencia como criterio, 32. Disposición y ambiente, 34!.La neurosis de trasferencia, 34 36 27 de. noviembre de 1979 Para Freud, lo específico es el método, no la situación, 36. El análisis no ha nacido únicamente en la cura, 38. ~fl tra~ f~rencia: clásicament~,_ fenómeno neurótico, 40. Macalpine y-Lagacfle: producc10n <ie la trasferencia, 41. Macalpine: la regresión es sólo del analizado, 42. Lagache: la trasferencia como derreal, 44. Macalpine: no hay disipación de la trasferencia, 45. La situación como prescripción, 47 48 5 de diciembre de 1979 ~ Ecos para la cubeta, 48. Dos tipos de recintos en Freud, 49 . Modelo homeostático, 49. Modelos de huellas: la Traumdeut51. ¿Cubeta o caja negra?, 53. Significación de las placas, 53. La evolución del esq:ie~a y sus deslizamientos,_ 56. ¿Se trata de un •aparato ps1qmco•?, 57. Las tres conc1enCÍ<l8, 58. ¿Situación de la motilidad?, 59 Industria argentina. Made in Argentina. ISBN 95o-518-900-1 (Obra completa) ISBN 950-518-486-7 (Volumen V) ISBN 2-13-040026-4, edición original, París -un.g; '~'.;i 60 12 de diciembre de 1979 Sueño y sesión: modelo descriptivo y modelo prescriptivo, 60. Sueño soñado, sueño contado, 62. La experimentación sobre el sueño, 63. El int.erés de la carta 52, 66. Las huellas metonímiCas originarias, 67. Trasformación del modelo en el sueño, :69. Dominio del inconciente sobre el preconciente, 70 ~- 7 I H t/,a tl:ltJ ürrnbro do 1979 Cla usura d e l su eño y cla usura del inconciente, 72. El preconciente habitado o deshabitado por el yo, 73. El •fUpper», 76. ¿Conflicto defensivo o resistencia?, 77. El modelo irrealista del reflejo, 78. ¿Función del sueño?, 80. ¡,El sueño guardián del dormir? , 81. ¿El sueño es risible?, 82 . El dormir ·guardián del sueño, 83. El modelo enrollado, 83. Tangencia y marginalidad, 85 85 8 de eneró de 1980 Del sueño al análisis, 86. Desaferentación, despertar al sueño, 87. La vía regia no es el inconciente, 88. En el sueño, mantenimiento de una dimensión referencial . . . , 89. . .. y de una apertura alocutoria, 90. Riqueza del modelo de la tangencia, 91. La cubeta enrollada y el diedro, 93 . El análisis: ¿una formación artificial del inconciente?, 94. La construcción del espacio analítico: ¿una invención?, 95 /·g-~g / · 5 de enero de 1980 ( · · . · stauración progresiva de un espacio pulsional,, 99. Tres • - . '-..../ de'finicfones posibles del límite, 100. La oposIC1Ón: fantas. ./'· · mático/real, 100. Lo transindividual en Freud y en Lacan, · 101. El acontecimiento infantil: Freud, Viderman , Dayan, 103. Una discusión en las márgenes de la situación analíti~ ca, 104. No hay indicio de irrealidad en el inconciente, 105. Hiper-realidad de los recuerdos-pantalla, 107 108 22 de enero de 1980 La inmersión en lo ilusorio: tres falsas salidas, 108. El envés de las contradicciones freudianas: un núcleo duro, 109. ¿Realidad psíquica o subjetivismo?, 111. La escucha igual . no ·es reducción a lo ilusorio, 112. El debate: A . Freud-M. · . Klein,." 114. ·E l juego como función y como alocución, 115. (~)Posibilidad de ·la trasferencia en el riiño, 117. La objeción ® educativa, 118 .: ;· , ·. · . . :. · 120 28 de enero de 1980 .\ . '. . ~M. Klein y el mundo interior, 120. Objetos primarios, reerEl. \ · _ ' ~ sentaciones-cosa, 122. El análisis ae adultos y las catego. · , rías de lo real, 3 . Del lado del analizado, 123. Ejemplo \. · · del acto fallido, 125. Las resistencias, 126. Del lado del ana. \ :· lista; su rol agógico, 127. Función económica de la atención ...\ · . ~tiZ\Je , 127. Atención ·igual y reducción fenomenológi- .\.ao. . 5 de febrero de 1980 Reducción de la cura al lenguaje, 131. El inconciente y el .lenguaje,.132. Los contenidos, 132. Leclaire y su secuencia fonatoria, 134: Las estructuras; 135. •como-un-lenguaje, no.. estructurado•, 136. Inconciente y lengua.je en la cura, 13.7. 8 Lenguaje y reconocimiento de lo inconciente, 139. Comunicación, simbolización, 139. El idealismo lingüístico en c:lerrota, 141. El tercer recinto, 142 ·*; 143 2. La situación psicoanalítica: lo descriptivo y lo prescriptivo 143 18 de noviembre de 1980 Hablar claro sobre el psicoanálisis en la Universidad . . . y fuera de ella, 143. El pretexto del •doctorado», 144. Sí; el psicoanálisis es un campo teorético independiente, 145. La integración no está del lado •doctorado» sino del lado ·di..dáctico•, 146. Una metapsicología, una deonto logía y una estrategia de la extraterritorialidad, 149 151 25 de noviembre y 16 de diciembre de 1980 La tipología de los efectos de comunicación, 151 153 6 de enero de 1981 16\ . ¿Psicoanálisis aplicado o traspuesto?, 153. El campo del ariálisis: lo •sexuah, 155. Pansexualismo, 156. Apuntalamiento y surgimiento, 158. Narcisismo , 159. Lo •sexual»: un punto de vista ... , 160 . .. . o una producción, 161. El diedro y la cubeta, 162 13 de enero de 1981 ., · · La producción de la trasferen ia, 165. La instauración del. . ra iento . n n or flexible 168. La confianza en el · análisis, 169. El psicoanálisis en fusión, 171 1 72 ® ~~ 20 de enero de 1981 Tiempo y dinero: pared de la cubeta, 172. Paréntesis sobre el tercero iriterviniente, 176. El settirig con doble pared, 178. Dos perversiones del setting: sacralizarlo .. . , 180 .. . . y manipularlo, 181 t 184 27 de enero de 1981 El acting-out: cuestionamiento de la cubeta, 186. El diván , 187. La regla fundamental como mandamiento, 192. Levantamiento de las restricciones concientes, 193. Las representaciones-meta, 195 196 3 de febrero de 1981 Abstracción y neo-génesis, 197. Referencia al psicoanálisis exportado, 197. Referencia al sueño, 199. El sueño como expresión y como crisol, 201. La cura: ascesis y agogía, 203 . La atención igualmente flotante, 204. La neutralidad benévola, 206. •Supuesto-saber• y situación infantil, 207 9 3. La trascendencia de la trasferencia 2 09 209 15 de noviembre de 1983 Discurso clínico y discurso del psicoanálisis extra-muros, 209. La cubeta, recinto instaurador, 212. Lugar de desencadena·-miento ae lo sexual, 215 21 7 23 de noviembre de 1983 El sueño mismo puede ser incitador, 217. Aspecto positivo de la infantilización en la cura, 220. 91rntro ipgredientes: fantasma, palabra, séxualidad, trasferencilh 221. El fantasma: no hay irrealización en la cura, 222. . .. ni en la regla de la atención en suspenso igual, 223 225 283 7 de febrero de 1984 . •) · Condiciones de producción de la trasferehcia:. los rehusa-' · mientos, 283. Trasferencia: hospitalaria; traductiva.; ense~: · ñante, 285. Lacan: ¿se lo puede hacer trabajar?, 2-86: Am!l--. rra política, ?"marra textual, vasallaje personal, 288. ¡Ma~di-~ . tos los necrofagos!, 289 · v. 290 14 de febrero de 1984 . . v· ' Todo trabajo es trabajo de duelo, 291. La fórmul~ del sujeto · . supuesto saber, 293. Trasferencia de trasferenda, 296. Tres ·. criticas a la posición lacaniaha, 299. Trascendencia de la trasferencia, 301 · · ··. 29 de noviembre de 1983 Una escucha de la en.unciación: cces usted quien me lo dice», 225. ·De Politzer a Schafer: el llamado al orden subjetivo, 226. Repaso de cuatro opciones sobre el lenguaje, 231 ~%. 6 de diciembre de 1983 235 . Más sobre lo ficticio, 235. Winnicott: la llamada transición del me al not~, 236. S. Bleichmar: ~l hiper-realismo infantil, 237. La otra escena y sus ambigüedades: de Freud a O. Mannoni, 238 24(1 13 de diciembr de 1983 · La trasferern~1a: Freud nunca cesa de encuadrarla, 241. Do. ra: Freud tomado desprevenido, 242. 'l'rasferencia sieJ'li'P're !_ndeseabl~ pese a todo, 245. Un desdoblamiento que Jo ce.· sa de retornar. Pero ¿dónde situarlo?, 248 í l 251(10 de enero de .1984 · La trasferencia como trasporte de síntoma, 251. Tras orte · · de qué y a partir de dónde: el ejemplo de Schreber 254. , Trasferencia de relaciones, 257. Trasferencia de afector~/2~ 259( 17 de enero de 1984 Trasferencia del mundo interno, 260. Hipoteca del empirismo, 261. Hipoteca del innatismo, 262. Trayecto de doble sentido ... , 266. . .. o dinámica interna, 267 . 268 l.._ . 275 ~ 10 24 de enero de 1984 . (La neutralidad no es sólo reveladora sino productora, 268 . L~ trasferencia d~lu~~a en el hábito, 269. La trasfere~cia dilmda en la enunc1ac10n, 270. Lugares de la trasferencia, 272. El análisis original, 272 31 de enero de 1984 Freud-Fliess y el falso saber, 276. Trasferencia, saber y secreto, 279 11 f ·.. I . . . Prólogo a la edición castellana* Silvia Bleichmar Hace ya casi veinte años accedí, junto a una parte importante de mi generación, al descubrimiento inaugural de dos textos de Jean Laplanche: Vida y muerte en psicoanálisis y «El inconciente, un estudio psicoanalítico», cuyas aperturas marcaron nuestro destino como psicoanalistas y abrieron las líneas que constituyen gran parte de nuestros desarrollos . Jóvenes aún para comprender en profundidad la dimensión en que nos precipitábamos, entusiastas para defender nuestra intuición de que había allí algo valioso, la impronta de la epistemología freudiana en ellos presente guió nuestra metodología de lectura y nos obligó a un ejercicio teórico-clínico que nos salvaguardó, no sin desgarramientos, de las recapturas lingüísticas o matemáticas a las cuales una parte de las tendencias dominantes del psicoanálisis contemporáneo parecía impulsarnos. Si bien sólo pudimos, en aquella época, entender algunas pocas cuestiones: el realismo del inconciente (por oposición a cierta fenomenología que pretendía reinscribirlo diluyendo lo existente en su conocimiento); la reinstauración del descubrimiento freudiano de una sexualidad constituida en forma exógena, por desfase de lo autoconservativo y no por contigüidad; la teoría del apres-coup y, correlativo a ello, la función fundante del traumatismo en dos tiempos; la instauración de la represión originaria y, como consecuencia; la restitución del posicionamiento tópico del lenguaje en el aparato psíquico; cuestiones, todas ellas, capitales para el psicoanálisis: han ºcumplido su función no sólo de ordenadores sino también de verdaderos «incitadores» en un encaminamiento que nos obligaba a un ejercicio de rigor que, paradójicamente, nos apartaba del dogmatismo, permitiéndonos aproximarnos con independencia y soltura a los textos psicoanalíticos; en primer lugar a Freud , y luego a otros autores. .. ... 1 ! ~· • Este Prólogo reprodúce parcialmente un trabajo de Silvia Bleichmar, «Un point de r e lance», publicado en Psychanalyse a l'Université , vol. 14 , nº 53, 1989, .págs. 123-39 . . · 13 La cubeta. Trascendencia de la trdnsferencia y los Nuevos fundamentos para el psicoanálisis vienen hoy -luego del camino recorrido por las anteriores Problemáticas- no a sellar, sino a resignificar, a marcar un nuevo punto de re-lanzamiento. Aportar algo nuevo no es necesariamente innovar, ni tampoco alejarse de los fundamentos; entre el término •nuevo» y el término •fundamento» hay un movimiento: el hecho de retornar a los fundamentos para renovarlos, remontar a la fuente, dice Jean Laplanche. Cuando uno trabaja «Se retrabaja•>, y se hace trabajar a Freud en primer lugar. Estos textos' constituyen un movimiento por el cual Jean Laplanche intenta problematizar, poner en cuestión, en trabajo, la teoría analítica, tanto en sus contradiccion.e s sincrónicas como en las contradicciones de su movimiento histórico. Es él mismo quien pone en juego ~l modelo de una espiral para dar una imagen de esta dialéctica del psicoanálisis, intentando así mostrar qué •exigencia» lo lleva a ret~mar uno u otro tema. En '.'La referencia al inconciente» (Problemáticas IV, El inconciente y el ello) , lo dice del modo siguiente: •Entre racionalización y autoanálisis trataba yo de definir lo que llamo el nivel de l_a exigencia; exigencia que esquematizo a veces por medio de una espiral. La espiral es una curva plana que describe r e voluciones concéntricas a partir de un punto llamado polo, re voluciones cada vez más extensas [ ... ] ¿Qué es lo que m e inter~.sa e n esta espiral, o en esta hélice? No es tanto saber si el pensamiento está en expansión o es pura y simplemente 1·epetitivo [ ... ] Lo qué me importa en una y otra curva es la id e a d e que s i se traza una recta que corte la curva ("radio vectm·" de la espiral o ''generatriz" del cilindro) se definen puntos que se proyectan los unos sobre los otros. Lo que quiero graficar con este modelo es que, si estoy situado en la vertica l de ciertos puntos, me veo llevado a tener una suerte de panorama, hacia abajo, sobre una, dos o "n" espirales precedentes. ¿Importa esto significar que todo pensamiento es repetitivo? Ciertamente; y esperemos, en el mejor de los casos, que esté relativamente en expansión o al menos que se desarrolle en planos que , a pesar de todo, cambien». Dos han sido los ejes alrededor de los cuales se ha desplegado su propuesta. En primer lugar, el aspecto tópico: con la teoría del inconciente y el ello, donde la tesis rectora, siguiendo a un cierto Freud, es que el inconciente y el ello deben ser concebidos como dominios separados, heterogéneos, no paralelos a lo conciente. El otro aspecto es el de lo pulsional y ecQnómico, la teoría de las pulsiones, que opone, por una parte, 14 lo autoconservativo a la sexualidad, y, en el campo de la sexualidad -que es el único en el cual el psicoanálisis se emplaza-, las pulsiones sexuales de vida y }as putiones ~. . :i::.!!ªl~uerte.~ J.\spc-o.h-:> ''L..oc...u 1 ., de~ ~ ~ / ('<Á..-'t La averiguación que gma a Jean Laplanche en esta problemática de La cubeta es la siguiente: ¿en qué la práctica analíti:" · ca, por la manera misma en que se instaura, en que se despliega, ilustra, confirma, permite precisar o rectificar lo que ·he~ mos podido enunciar, en la teoría y la psicopatología analíticas, sobre el ser humano, su estructura y sus· motivaciones (donde estructura remite a la tópica y motivaciones remiten a lo pulsional)? Esto considerando que no hay método analítico sin que . se establezca una cierta situación, y en el intento de ve.r cóm.o métódo y situación son la concretización, la materialización -s~ podría decir-, de una cierta concepción del hombre que viene allí a cuajar y a verificarse. La cubeta: delimitación de un descriptivo Veremos, sin embargo, acompañando al texto, las dificultades que encontramos para describir algo de apariencia simple como la situación analítica. Si oponemos la extensión y la comprensión de este término: «situación analítica~ , ¿cómo cercar su extensión? ¿A qué se aplica de manera legítima esta expresión? ¿Hasta dónde hay que ir? ¿Hasta dónde se puede decir que una situación merece aún ser llamada •analítica»? La respuesta depende, evidentemente, de lá concepción que se pueda tener del inconciente y del desarrollo pulsional. Y por relación a la comprensión de este término •Situación analítica»: ¿qué permite a cada uno estatuir •esto es del orden del análisis , esto no lo es»? La cuestión de partida será la siguiente: ¿existe una relación interhumana específicamente analítica? ¿Cómo se define una relación analítica respecto de situaciones y de relaciones simplemente de la vida cotidiana? La relación de palabra, las trasferencias, o incluso las interpretaciones, eso existe en la vida cotidiana, eso ha existido históricamente antes del análisis, eso existe fuera del análisis . Ninguno de estos elementos, sin más precisiones, es específico del análisis. En cada uno d e estos términos habría que hacer pasar una especie de clivaje para delimitar una relación de palabra analítica y una relación de palabra no analítica, una interpretación analítica y una interpretación no analítiCa, etcétera. 15 d1 • h1 H ¡.(ru 11<h'H r<:spucst.us m odernas a la c u estión con<h•dr: lo que h ay d e esp ecífico en la cura es una cierta l'Placlón de dos. Pero la gran respuesta moderna no es la gran respuesta freudiana. Cuando Freud, en 1923, intentaba definil· qué es el psicoanálisis, lo que pone en primer lugar es un método, pero no es el método en tanto situación de dos: es el método de la interpretación de un cierto número de producciones atípicas, a fin de llegar a un conocimiento de los procesos inconcientes. Lo que Freud emplaza en primer lugar es un procedimiento de investigación del inconciente. Y vernos entonces que Freud invierte los términos y responde: lo específico no es una situación interhumana en tanto tal, es la situación misma del análisis, inseparable de su método, y que lo pone en cierta posición, única, por relación a un cierto objeto , · objeto concebido corno real por Freud, el inconciente, las pulsiones, o incluso la sexualidad. Especificidad de la situación analítica, por la cual el diálogo que en ella se iristaura no es corno los otros: la trasferencia le da un carácter particular. Pero, siguiendo los desarrollos de Macalpine y Lagache, poniendo en juego sus aportes y contradicciones, veremos que fas perspectivas de ambos autores se recubren en gran parte: «El dogma de la espontaneidad de la trasferencia ha sido quebrantado» . Y Laplanche dirá al respecto: «La trasferencia no es un fenórnenó espontáneo; se realiza, en su forma regresiva y masiva, porque el sujeto está sumergí. do e n una situación enteramente constituida para ese efecto . [ .. . ] Situación que se caracteriza por lo que ella prescribe , lo . ... _qut:: se llama .un '.'setting", unas reglas, por la manera en que · ·.. ·ella se organiza; pero tal vez.no menos y aun en mayor medida : : . ··.por lÓ que excluye [ ... ] Prescribir; organ.izar y excluir: ¿cómo · · .-conceófrestos términos si no es por el trazado de cierto límite? . Límit~ fundador, quizá [ . .. ] (pero] límite que repite otro, que renueva Y. que confirma .otro, preexj,stente en el hombre... ¿Qué ~s entonces. lo que está fuera y dentro del análisis? Para precisar este límite entre un afuera y un adentro, pretis.a mente, se torna la imagen de la cubeta. Y, una vez más, los modelos freudianos inspiran este paso. Modelo horneostáti. . co y· modelo de huellas , que hace derivar de este último -el ·. ·.ºde fa. Trau'f!l,deutung y la carta 52, con sus sistemas de «memo... : . rias11.-. l~ concepción de la sesión analítica. · · Existe un interés profundo en volver sobre este modelo de . la ·n.-qumdeutung. No se trata sólo de la historia del freµdismo; lo _que sería contingente, sino también de un interés histó. ·1:ico más profundo en la medida en que la historia es aquí gé1111 11 s lHt.1• 1• 11 16 r ·- ~ · nesis, historia de la constitución misma del análisis, del análisis corno fenómeno, él mismo, histórico . Dimensión histórica que se percibe en el hecho de que ciertos fenómenos humapos no son ya totalmente los mismos después de la aparición del análisis. ¿Qué se puede aprender del modelo del sueño? ¿Cuáles pueden ser las relaciones entre el modelo delsueño o, más exactamente, un modelo de la situación del sueño, y nuestra concepción de la situación analítica? Podemos preguntarnos si la situación analítica, por no hablar de la sesión analítica, no es una formación del inconciente, o, al menos, a qué condiciones debe r~sponder ella para ser algo como una formación del inconciente, comparable al sueño. Comparar modelo del sueño y modelo de la sesión analítica, hacer Jugar el modelo de la situación analítica por relación al sueño, no deja de estar inscrito en una propuesta más general que Jean Laplanche desarrolla a lo largo de toda su obra y que adquiere, en estos textos .de La cubeta -y de los Nuevos fundamentos-, caracteres bien definidos. El psicoanálisis, nos dice, es ciertamente un conocimiento: en ese sentido es uná teorética (más que una teoría), pero es también una cierta práctica, una cierta trasformación del hombre: «Cuando opongo y coajugo teorética, por un lado, y práctica, por el otro, establezco una distinción muy ·diferente de la habitual, rernanida en mi opinión, entre teoría y clínica, de la que aquella estaría constituida por la abstracción, las ideas, los conceptos, y esta, por la descripción concreta. La teorética, tal como yo la opongo a la práctica, incluye tanto los modelos.con su nivel de abstracción como esa descripción al ras del campo florido · a la que se quiere reducir en muchos casos la clínica» . Volvamos a la Traumdeutung, donde nos es descrito el modelo de un aparato cerrado, donde el yo-guardián cierra otra puerta que la de la censura, una puerta más exterior, que comanda el acceso a la motilidad. Clausura que encontramos en Freud, no sólo respecto. del sueño sino también como constitutiva del inconciente, mediante un desplazamiento del investimiento del yo sobre el deseo de dormir. Existe en el sueño una captura del preconciente por el inconciente . .Entre el inconciente y el preconciente en estado de vigilia hay una heterogeneidad radical, heterogeneidad que hace que justamente. el i:riconciente no pueda penetrar en lo que constituye nuestra vida cotidiana, y lo que impide una penetración del inconciente en el preconciente es elhechod.e que el preconciente está organizado desde el interior, lo que quiere decir precisamente que hay un yo . Pero en el sueño, el guardián encargado de vigilar 17 Ja puerta de la censura se ha ausentado, el yo se ha ausentado d e l sistema preconciente que habitaba y estructuraba, y nos encontramos con un preconciente deshabitado por el yo, que no conserva los caracteres de la vida cotidiana. Un aparato «desinteresado»: mantengamos esta diferencia entre interés y libido, cualificando el int~rés por los investh mientos, las cargas, las. energías centradas sobre la autoconservación y ·no sobre la sexualidad. En el sueño los intereses se esfuman, y sólo reina a partir de ello, en el aparato psíquico, la libido. Tomar el modelo del sueño para hacer circular, enrollar, circuitos cuya tangencia recrea la bisagra del diedro que Jean Laplanche nos ha hecho conocer ya en desarrollos anteriores, entre lo autoconservativo y lo sexual, pero para.marcar, en esta ocasión, la canalización del circuito interno en derivación, en marginalidad, sobre el circuito externo. Para poner de relieve cómo la desaferentación de otras «formaciones del inconciente» opera, según otras modalidades, una. exclusión comparable de lo Vital, adaptativo, autoconservativo, sobre lo cual viene a posarse un circuito sexual, fantasmático, en gran par:te inconciei:ite. El modelo de la cubeta es, aparentemente, el modelo de un estado muy particular que cierra el aparato psíquico, en el cual las aferencias y eferencias se encuentran suprimidas o desinvestidas. Relación muy particular del sueño con el dormir, que hace del sueño una manera de dejar jugar el deseo inconciente en el momento en que el yo, precisamente, ya no lo controla, como lo hacía en estado de vigilia. Es desde esta perspectiva que el sueño constituye una formación del inconciente, designando como tal un cierto número de fenómenos y lugares psíquicos, lugares de experiencia donde, más particularmente, se manifiesta el inconciente. ¿Qué tipo de formación, entonces, representa la sesión, o, en sentido más vasto, el análisis? ¿Convendría agregar a la lista de formaciones del inconciente la cura misma? Estas correlaciones no se plantearán en función de la relación real, en un individuo dado, de su análisis y de su sueño, relación que induce directamente consecuencias técnicas, sino desde el ángulo de analogías y de diferencias más generales, no de relaciones reales sino de estructura. La situación analítica, como formación del inconciente, es tan específica como el sueño pero de un modo totalmente distinto; ella hasta ha terminado por envolver, a los ojos de los analistas, el resto de las otras formaciones, tomando prioridad absoluta sobre estas. Lo que puede asombrar, o incluso cho- 1-8 :<'11: > car, cuando se habla de la sesión como formación del inconciente, es que se trata de una formación artificial que, a diferencia de las otras, no proviene de una pura espontaneidad; el inconciente no se manifiesta allí con el mismo título, por ejemplo, que en un lapsus; él es incitado. a manifestarse. Formación artificial, fabricada·, en la medida en· que está· estructurada por reglas históricamente fechables. Artificiai, pe~ ro que reedita algo fundamental en el ser humano, en las rela- · ciones interhumanas, para que ella pueda tener su explicación y su eficacia. Como .el sueño, esta formación incluye y excluye algo. Ella traza, entonces, un límite. Un límite, ·es decir que· algo se instaura para que a contihuación, poco a·poco., algo ven- . ga a construirse allí. Lo que viene a instaurar el espacio son.· las res_las del análisis; es necesario un a priori, un dispositivo · un planteamiento de reglas que instauren el espacio. Y, iue ~ · go, hay que habitar este espacio. mismo, conquistarlo. Pero esta mstauración es un proceso y no un acto único. · La búsqueda de la descripción de un límite que instaure un afuera y un adentro nos lleva-, acompañando a Lap°ianche ," a recorrer una serie de oposicicmes que podemos intentar descri.bir bajo tres rubros presentes en la práctica psicoanalítica contemporánea, tres oposiciones que serán examinadas: la oposición fantasmático/real, la oposición lenguajero/no lenguajero y la oposición sexual/adaptativo o sexual/autoconservativo. El lector tendrá que recorrer estos pares de oposiciones, recorrido en el cual ciertos elementos resaltan : el hiperFealismo del inconciente, ppuesto a la concepción trivialmente extendida de que nuestro mundo interior «es un mundo subjetivo»; lo infantil, en tanto realidad situada más allá del simple vivenciar de la infancia; el mantenimiento de las categorías de lo real, tanto de la realidad psíquica -ese nucleo duro del inconcientecomo de las relaciones del sujeto con lo real. Consideración de las resistencias que se podrían decir tanto «por la realidad» como «por el fantasma•>, que se contrapone a una escucha guiada por la atención igual, y diferenciación entre la reducción fenomenológica y la reducción analítica, definida esta última como la ingenuidad del análisis frente a la distinción entre lo real y lo imaginario. Suspensión metodológica, por consiguiente, de las diferencias, dado que el análisis tiende a sacar a la luz lo que se puede describir, tanto en eso real como en esa fantasía, como movimientos de gravitación complejos alrededor de centros de atracción inconcientes. El límite de la cubeta no pasa, no obstante las apariencias, entre los polos de lo real y lo ficticio. La relación real/ficticio y - ¡:. -.~ ·•' ·l"· · ·~ ;- 19 i. no es en el análisis ni de oposición ni de exclusión. Es una relativización de su oposición a los solos fines de descubrir sus movimientos de gravitación alrededor de un tercer dominio: el de la realidad psíquica. El segundo círculo, el de la oposición lenguajero/no lenguajero, pondrá en juego un movimiento que recupera una serie de propuestas centrales desarrolladas por Jean Laplanche a lo largo de sus trabajos anteriores. Por un lado, diferenciar los contenidos de lenguaje y las estructuras de lenguaje, para otorgar su estatuto metapsicológico a las representaciones inconcientes o a las del preconciente-conciente; la cualificación freudiana de la Sachvorstellungen, esos significantes-cosa que han perdido tanto su apertura referencial como su apertura de comunicación. · «El inconciente es un "como-un-lenguaje". no-estructurado¡? , he aquí la fórmula a la cual llesa Laplanche, agregando: •Esta fórmula vale por lo que vale», es decir que vale porque deja oír, por el "como un lenguaje", que el inconciente está he.cho de elementos significantes, pero ño necesariamente y no primariament~ lingüísticos (para lo cual el lector puede remitirse, si s e interesa en un desarrollo más extenso del tema, a Problernát?'.cas IV, El inconciente y el ello); yyara recordar, por medio d e l •no estructurado», que le falta algo precisamente esen c ial de todo lenguaj e, es decir las noc10nes de oposición y de valor. ----;¡;:1 analista (tal vez) "se autoriza sólo desde sí mismo">>, es una cuestión importante; pero de todos modos debemos decir que el .analista que se permite sin reserva todos los juegos de palabras que:le provee el lenguaje, sin ningún fundamento en la!i .asoeiaciones ·del analizado, no se «autoriza,. más que de su propio in<'onciente y de sus propios complejos. «El idealismo lin.Qüí.sticr.>, prómovido bajo el nombre de "análisis del significa"nte.~ se . 9esbarata en confusié>n si quiere mantenerse más . d e .unos pocos segundos sin recuperar fuerzas en el suelo de · las significaciones. No exis.te análisis puro del significante» . El «Sólo decir», como regla de análisis, no puede ser enten. dido como una limitación estricta y. rígida al lenguaje verbal. Lo que nos interesa en este «decir y sólo decir», o en el «Sólo . int.eresa1·se ~n . lo que es decir», es precisamente el decir como intencionalidad y el decir como simbolización. Este decir, incluso en análisis, no pasa exactamente por el límite entre lo verbal y lo no verbal. Del mismo modo, el acting-out no pasa estrictamente por el gesto: · ¿Cómo definir entonces la situación psicoanalítica? Será en 1 ; 20 ;,,·l;ft ., . ~ "·! . :¡ ...... } ,_ . 1· el marco de la discusión alrededor de la extra-territorialidad del psicoanálisis, de una extra-territorialidad que se funda t>n una reflexión metapsicológica concerniente al campo es1wdfico del análisis, donde se efectuará la toma de partido que .)('an Laplanche nos propone: •lo que constituye el análisis como <"am po científico autónomo [ .. . J es el mismo movimiento qtH' sus-.,,.. trae la situación analítica del sistema de los "intereses .. o del sistema de la "autoconservación"; y ese movimiento a su vez está fundado en el movimiento originario que sustrae al se1· humano, en una parte esencial, de esta dominación de los "intereses" y de la ''autoconservación". Lo que funda esta posición es por lo tanto, en último análisis, una visión precisa. dl' la ·teoría de las pulsiones, del sistema de las pulsiones que se pone én juego en el análisis y por él». · Definir entonces el campo del análisis por esa coordenada rectora que DO es «DÍ por el lenguaje, Di por lo fantasmático, sino por lo sexual, y ello de tres maneras: 1) en todo aquello de que el psicoanálisis trata hay, digamos, un sentido se.nwl por encontrar (tomo "sentido" de la manera más vaga, m e nos teorizada posible); 2) la sexualidad adulta debe ser referida sin cesar a la sexualidad infantil; 3)la sexualidad debe ser tomada aquí en su acepción ampliada, aquella que sin cesar es olvidada, recubierta, por los analistas mismos». Y concluye: «Cuando digo ''sexual'', es en referencia a la teoría de las pulsiones y a una teoría de las pulsiones que me es propia, aunque "derivada" del freudismo». Teoría de las pulsiones que hemos podi do seguir a lo largo de los años, perfilándose, definiéndose , conceptualizándose. ¿Se tratará, en análisis, de un aislamiento de lo sexual? ¿.De una «producción» de lo sexual? La idea, ya trabajada, de una producción de trasferencia, deja abierta la posibilidad de una producción de lo sexual en el interior de la cura. Si hay lugares privilegiados de producc.i ón de lo sexual, la infancia sería uno de ellos, otro podría ser la cura y aun, quizás, ciertos fenómenos culturales. De todos modos, el término «producción» no d e ja de plantear dificultades : podemos imaginar diferentes tipos de producción, incluso la introducción arbitraria, por sugestión, de la trasferencia; seducción activa, en el límite, por parte dPI analista. Un segundo modo sería el del aislamiento, de una suerte de abstracció.n •en acto»: se desemboca en que lo sexual queda como lo único emplazado . Por último, el tercer aspecto de la prod.u cción de lo sexual estaría ligado al hecho de que la cura apalítica, por ciertas reglas o por algunos de sus elementos, com- 21 porta una suerte de reproducción estructural de las condiciones de surgimiento de lo sexual. s1ón», ni exclusión ni reclusión, sino puesta aparte, de lado. Es la perspectiva sobre la tangente -indicada por el esquema de la cubeta enrollada- de lo adaptativo. Pero esta seclusión es debida a la posición y a la actitud del analista, en lo que hemos visto designar a lo largo de este texto como los ccrehusac mientos». Rehusamientos que recaen sobre el dominio de lo adaptativo, y también sobre el saber. El rehusamiento. y la, se- . . clusión propios de la cubeta se continúan en la sesión misma , . en particular por el rehusamiento del analista a .intervenir .er.i.· lo cereal», o, para formularlo de un modo distinto, re.husamien to de la intervención adaptativa, manipulación o consejo. Y luego, el rehusamiento de saber; rehusamiei;lto que signi.fica re -·· husan;e a sí mismo saber y p're-saber. Son estos rehusamientos del analista lá que hay que situar· en la base misma del fenómeno de la trasferencia, lo que hay que situar en eco con el rehusamiento de los adultos, del mundo adulto por relación al niño . . Rehllsamiento ligado al ritmp alimentario, pero, más profundamente, rehusamientp estruc~ . · ttiral de dar el código de los me·nsajes enigmáticos que e l adul -. to trasmite al niño, y ello simplemente porque ese c<~dig<·) es. · incomunicable, dado que el adulto mismo está en relación de ignorancia respectó a su propio inconciente, aun si no se pu<' de hablar del inconciente como de un código. .E xiste una trasferencia originaria en la infancia, siendo adulto, para el niño, más que un supuesto saber, un supuPsto [:;ignificar. Y es la trasferencia originaria ·1a qut' dese mboca P,; _ ese producto marginal que es la sexualidad, y la trasfrr(:'nC'ia analítica deberá ser concebida no como un calco, sino como Üna reedjcjón de ese proceso de trasferenda oriu;inal"ia ; por !"<'· ladón a eJlo, Jean Laplanche nos propone ese movimiento qu<' engarza la trasferencia de trasferencia y la trascendencia de la trasferencia, debiendo ser concebida esta como trasce ndPn cia ccmás acá» -sin que haya qüe materializar un gran A como causa sui- y, al mismo tiempo , como trasferencia ccmás a llá» : sin aceptar la idea de una intervendón arbitraria, d e miúrgica , del analista, en eso que se puede designar como trasferenC'ia de trasferencia. r? La situa.ción analitica: hete:ronomia del prescriptivo Retomar el modelo del diedro, de la tangencia en la cubeta entre lo autoconservativo y lo sexual, nos permite resituar su doble pared, lJna primera pared legalista, que en su carácter contra.ctual hace que tiempo y dinero se inscriban en su aspecto autoconservativo, dando la posibilidad a lo sexual de surgir y exp.resarse. Se trataría, por medio de· la autoconse.r vación de ambas paredes, de evitar poner en acto dos perversiones del setting: la manipulación y la sacralización. No trasmitir mensajes por medio de la manipulación técnica, sea ella del tiempo o del dinero, ni hacer que el inconciente del analista esté presente en todas sus intervenciones, he aquí una razón más para mantener la «pared externa», ·que vuelva imposible el actuar del analista, es decir su acting-out. En la estructuración de la cubeta analítica podemos subrayar tres géneros de reglas: el setting (tiempo-diilero), la regla fundamental -que es en el fondo-un imperativo que se enraíza en la ley y cuya función es ayudar al inconciente a saliry el rehusarse, rehusarse a la lógica o al sentido común, incluido en la regla, íntimamente ligado a lo que se denomina las ccfrustraciones,, en la situación y' en particular' a· la ccneutralidad benévola... · Definir .la cubeta psicoanalítica por la sexualidad parte evidentemente de una cierta toma de partido: la de una descripción energética de la curil, y también de una descripción tópica, lo más cercana a las.pulsiories que reinan en el inconciente y que son las pulsiones sexuales. Pero, a difer~ncia del sueño, cérrada al exterior, desaferentada, verdadera inversión como del dedo de un guante, el análisis es una formación artificial, conservada, circunscrita por reglas. Lo que la cierra es, por una parte, lo que se llama el setting (encuadre espacio-temporal), encuadre pecuniario, etc.; luego la regla fundamental; por último, lo que Jean Laplanche llama los rehusamientos del analista, aquello que el analista rehúsa y a lo cual se rehúsa, los Versagung del analista, es decir su neutralidad. Volvamos ahora a las condiciones de producción de la trasferencia . Se trata de una abstracción de .l o sexual, pero no de una abstracción por el pensamiento, sino de una- abstracción real. Para ello, Laplanche propone otro término: el de ciseclu- 22 "'~ '··.1- • ) Pl1 "· ~ ~ ...... ) '- Romper y renovar: hacia los nuevos fundam entos '1 Es indudable que estos nuevos desarrollos no pueden ser sino efecto de un movimiento de ensamblaje y resignific aeiún de elementos previamente trabajados . Si el analista, por su ac- 23 tltud cspcc ffica de esc ucha, juega una fun c ión ccagógica», una · función de guía esencial, de la misma manera Jean Laplanche produce sus conceptos en el encaminamiento que define su propia exigencia y que abre ante el lector el movimiento por el cual ti-abajar y trabajarse se despliegan. Entonces, si en el proceso de la cura psicoanalítica no se trata de remplazar un sistema de certidumbres por otro, ni de sustituir un conjunto de conclusiones por otro; si en lo que respecta al inconciente hay que encontrar los movimientos de gravitación complejos alrededor de centros de atracción inconcientes, en el psicoanálisis, en tanto teoría, se trata de encontrar esos puntos haciendo .chirriar los goznes hasta el fin. De modo ineluctable el lector será conducido, a través de este funcionamiento agógico que constituye el método de exposición de estos seminarios, a anticipar conclusiones que lue. go serán desplegadas, a asombrarse ante la posibilidad de articular, en un tratamiento singular, nuevas trascripciones de lo ya inscrito . . .,, Así, los Nuevos fundamentos constituyen la culminación necesaria de las Problemáticas, y más que forzar el esquematismo que Jean Laplanche teme privilegiar, llegamos naturalmente a una renovación de esos fundamentos. Renovación que aparece como la conclusión, si no esperada al menos esperable, ·a partir de los centramientos y descentramientos que los di-t . versos movimientos de esa obra nos inspiran . · Haber visto, a través de los años, exponerse de uno u otro . modo en las Problemáticas la polémica con un fundamento bio. · · . loglsta del inéonciente a través del cercamiento de los dos dua. . . :1.i smos pulsionales freudianos, o con lo filogenétic;o por rela. cJón ·a la <>posición entre una teoría de los fantasmas originarios y una teoría de la génesis de la sexualidad instaurada en e1 movimiento ·resignificante de la serie de los traumatismos estru.cturantes del aparato psíquico; haber seguido las espirales · ·.que van de las. primeras afirmaciones acerca del realismo del · . . inconci.ente en el Coloquio de Bonneval a los trazos firmes con . que. este se reinscribe en El inconciente y el ello, y, en ese mo, .· · virr.üento· mismo, .proseguir los deslindes cuidadosos frente a m1a homotecia estructuralista que subsume el inconciente sin·gu1ar. en la es'tructura del Edipo, para desembocar tal recorrí. do en-la construcción del concepto de metábola, lleva a no sor. pre.nderse, en tanto oyente, discípulo o lector, de que Laplan. 'che. ~e veª conducido por su ·propia exigencia a reordenar, propiciando con ello un movimiento resignificante de los desc.ubrimientos ~reudianos que emergen de su ·derrotero. 0 24 .. Advertencia 1 1 r¡) Jean Laplanche i 1 t . '¡L 1 ; "~ ' ). ··( •. -¡ Desde 1962 en la Escuela Normal y en la Sorbona, y desdR 196.9 en el marco del Centro de Investigaciones en Psicoanálisis y Psicopatología (Sorbona, Universidad de París VII), prosigo y expongo en una ensiñcinza pública un itinerario problemático e interpretativo que avanza por ciertos ejes principales de la teoría psü:oanalítica. Con el título. general de Problemáticas, estos cursos se recopilan aquí a partir de los años 1970-71.1 El texto pronunciado no ha sufrido más que las modificaciones a que obligó su publicación. Los temas de los años sucesivos se encadenan según una lógica que no tiene nada de deliberado: el trayecto está dirigido a la vez por el contenido y por mi evolución personal. El ciclo de un curso anual es inaugurado, la mayoría de las veces, por una introducción metodológica más o menos e:x·tensa. Impresas en bastardillas, estas introducciones m e dispensan de retomar aquí sus ideas fundamentales. Ellas dan testimonio de una reflexión continuada sobre las modalidades de mi investigación, así como sobre la legitimidad de proseguirlo «en la universidad». Abordar la teoría misma teniendo en cu.enta el método analítico es sin duda profundizar y prolongar ciertas líneas de pensamiento, pero es también hacer rechinar hasta elfin, hasta hacerlos saltar, ciertos goznes, hacer derivar ciertos conceptos, efectuar aperturas hacia otra temática. La «Cubeta»: modelo tomado de La interpretación de los sueños. Se ha podido ver en él, no sin alguna razón, el prototipo de una reclusión solipsista -solipsismo de dos- en la que se encerraría la cura psicoanalítica. Mi propósito, cuando jJrolongo este modelo y lé hago sufrir metamorfosis, es mostrar que lafrontera que traza no es la que de ordinario se cree (entre fantasía y realidad) sino un límite en que se articulan dos 1 Publicados inicialmente en el BuUetin de Psychologie, y después, desde el año 1974-1975, en la revista Psychanalyse a l'Université. 25 •.' 11111(io)H ,/¡J 111111 111i1111 11 1 /"í't tl h h1 1/ ,1 1'f 11 11 110 1f1J, 1 111 1l 1¡ 1i, 1111 1111 11d11¡ 1 1 '" fl 1t1 tu f'l c"n 1 p~l Icon 1u alfj 11tl11 •11 f>Hl< 'oanali Ht.a y Hll GllhPt.a /,11 ,1• 11/¡, 1/11 • />Hi t 'Ollllllfl/lt'll 1'1>11/ / 11111 1 /lll<t tl11/Jf 11 <t(1U 1' /l/1 'tt , ,'l'll 11J>u r/,11,1·11 1•. 1·11 w na us l"' conu. ~ ·ión twny<·n<· i11,l q·n o c·slt1,IJl< '<"<' ontn los i ntereses d e la v i da coti d ·i ana y la producci6n de en ergí a sexual. D e esta manera, la sesión y la cura se pueden comparar con un verdadero acelerador, con un ciclotrón de libido. La abertura interna es la "trascendencia de la trasferencia» . Este término se inscribe en oposición a toda concepción que pretendiera ver en trasferencia un mero juego de roles, cuyo carácter üusorio y anacrónico debería ser, de un ·rnodo u otro, disuelto por el análisis. La situación analítica como tal, ella misma es trasferencia, reedicü5n pero también renovación de la relación originaria en que el niño recibe, del mundo adulto~ mensajes cargados de un sentido sexual inconciente. La trascendencia de la trasferencia es en primer lugar la trascendencia del inundo sexual a.dulto. Su único destino es ser ella misma trasferida fuera de la cura. ~ la 13 de noviembre de 1979 ·¡ 1 '~ + 1 -~» 1 1 1 26 Uno de los objetivos de estos cursos, que se dan en el DEÁ;.1 es invitarlos a to.m.ar en cuenta ún pensamiento a menudo"rr:,uy ... diferente del de ustedes y, más todavía, alejado de sus preocu-. . paciones inmediatas, es decir del tema de investigacián que se aprestan a proponer. Tom.arlÓ en cuenta entonces,' y llegr;uio el caso saber dar· razón de él. Pero, ¿qué -quiere decir.tomar en cuenta el pensamiento del otro, en psicoanálisis eri. par-. · · · ticular? Desde luego, es saber exponerlo sin traicionarlo y eventualmente s<Yrneterlo a la crítica, tratando primero de "com prender» (con todas las comillas necesarias) la inspiración dP lo que ha sido dicho. Esto se les exigirá como ejercicio de aprobación de estos cursos teóricos. Iré un poco más lejos en lo que persoHAc~;n THABA.1 A 11 nalmente entiendo por "tornar en cuenA F1u;pn ta el pensamiento del 'o tro»; introduciré para ello la e::cpresión "hacer trabajar». Hacer trabajar a un gran pensamiento . .. desde luego sé que urw no hace trabajar a los que no quieren trabajar, pero cuandó uno está en compañia de un Freud, o de ·u na Melanie Klein, puede emplear este recurso de hacer trabajar a u:n pensamiento. Se habla a menudo de trabajar los textos freu.dianos, y ."hacer trabajar» puede parecer más descansado porque es el texto el que va a "trabajar» solo. Pero no necesariamente es más descansado . Me detengo en esta noción de trabajo sólo el tiempo que me demande para recordar algunas de sus connotaciones. Evidentemente es una noción freudiana pero también una noción mucho ·más universal. Pienso por ejem.1 [El Dipl&me d'Etudes Approfondies (DEA) es requisito previo en la Universidad de París VII para acceder al Doctorado de Tercer Ciclo en .. Psi copatología Clínica y Psicoanálisis» (N. de la T.).J 27 ¡1/11 1·11 /11 ·1/I'/, 11 11111111 ·11 / 1111 /11 íl/t f/11/N lf /1 flt 111 /111 t111 l/li •d l d11 f a 111111r111 l11 •y 1•f((t llf / r/<1 /1 ·ol1t ~/o,· ·drul1<VO d.o lo n O!J<it i vfJ•, lo s o.be 11 11 s l 1•d 1w, 1w dof'ir qno, <Ws<úJ el interior, el pensa miento f i los6f i - , co t n,1,1.Jaja, se trabaja, y se trabada en negativo. O también es . u n .término de carpintería, de ebanistería: se dice que un mueble trabaja. Un mueble que trabaja no es siempre un mueble que se instala bien; es un mueble que rechina o aun que comienza a rajarse por ciertos lados. No digo que por eso se vaya a poder convertirlo en otra cosa pero, en fin, trabaja. Hacer trabajar no es entonces solamente retrabajar, desmontar, disponer de otra manera; es sin duda hacer rechinar algo, agudizar contradicciones, hasta intentar hacerle dar razón; no por el placer de señalar las contradicciones, de poner a un autor en contradicción consigo mismo (como se dice: y bien, ahí está, nada de eso se sostiene) sino para hacer rendir el alma de esas contradicciones. Hace b.a stantes años que intento hacer trabajar a Freud y a otros analistas igualmente; hace un rato mencioné a Melanie Klein. Poner en problemática, si ustedes quieren, poner en pos·i ci6n de alumbramiento de otra temática (alumbramiento: es también un trabajo). Desde hace años intento poner en problemática, en cuestión, en trabajo, la teoría analítica, en sus contradicciones sincrónicas y a la vez en las contradiccion es de su mov imiento histórico; y advierten ustedes que hablar de contradicciones históricas es introducir un término como el de dialéctica. Hablar de dialéctica en psicoanálisis,' dialéctica en el movimiento del psicoanálisis, en la evoluci<5n, ·: . · · en. e{. .avance del pensamiento psicoanalítico, no es ciertamen. •. ~te ha.cerl0 en. el sentido triunfante de un Hegel o de un Mar:r. , · · ,·: La .dialéÚi:ca .psi({oanalíti<:a, para parafrasear lo que se ha di .· ; cho del genio, '3s mucha repetición y algunas zafadas. Mucha . ·.rep etición, y de repente uno se encuentra en otra órbita. Pero .' ... . ·· una v ez sobre la nueva órbita, es preciso todavía hacer el i n .v entario·. de lo que se retoma de las órbitas precedentes para darse cuenta de que hay muchas cosas que resituar. En otros .momentos he hablado d.<! espiral para proporcionar una imagen de esta dialéctica psicoanalítica. Una espiral que sin descanso vuelve a pasar sobre las mismas verticales, que por lo tanto es esencialmente repetitiva, pero que se empeña, al m e. .nos en ciertos momentos, en cambiar de plano. · · Mis centros de interés principal desde hace algunos años son, . . indisolublemente , la teoría de las pulsiones, por una parte , y . la tEioríá déla tópica, por la otra. Me es imposible resumirlas, . .i:>er~ ustedes· las verán intervenir nuevamente este año. 28 .. r 1 r ·- -}- .,1 . ! 1 1. ~ i • LI OKO n m i t.,in m ; ott 1tlKo 11 M( c·o 1110 ~ l ll ul t.1111d1111 11 11 11 ll llc •11 e l psicoan a lista y su c u bcla». lloy no lu i.bl urc'.! d e tu. c: uhc•ta y prime ro trataré de dar mis r a zones para e l h echo de h a blar aqu í de la situación analítica. Este no es un curso de técnica ni tampoco de estrategia analítica; este UER2 no se propone, en manera alguna, formar analistas. Sin perjuicio de que a algunos de ustedes que están en posición de analistas pueda sugerirles cierta reflexión sobre su práctica. Tampoco es una teoría de la Gura, por lo menos no una teoría de la cura en su desarrollo, en su progreso, en sus perspectivas. Me voy a r~ferir entonces .a la situación analítica; del mismo modo habría podido pronunciar el término «método ... Los dos están estrechamente intrincados, eso es evidente: no hay método analítico si no se instaura cierta situación . Lo que me intereLA SITUACION sa en la situación analítica es tratar d e ANALITICA ver el modo en que método y situación MATERIALIZACION son la c<;mcretización, la materializaDE LA TEORIA ción se podría decir -casi como se habla en parasicología de la «materialización., del ectoplasma-, la materialización de cierta concepción del hombre que viene en ella como a ponerse a punto y a verificarse. Hace_un rato les indiqué esos dos aspectos principales de la teoría psicoanalítica: primero el aspecto tópico , con la teoría del yo en la que se impone una renovación; y, más todavía, con la teoría del inconciente y del ello, en vista de que nuestra tesis rectora, siguiendo a cierto Freud, es que el inconciente y el ello se deben concebir como un dominio separado, heterogéneo, no paralelo, por relación al conciente. En fin, siempre en este campo de la tópica, el problema importante de ia angustia, que precisamente se sitúa en el lugar de interacción del yo y del ello. El otro aspecto al que me he dedicado, en la teoría psicoanalítica, es el aspecto pulsional y económico, lo que se llama la teoría de las pulsiones . Tendré que formular más de una vez esta teoría, y aquí me limito a mencionarla esquemáticamente: la teoría de ~as pulsiones opone la autoconservación y la sexualidad por una parte; y en el campo de la sexualidad, que es aquel en que exclusivamente se mueve el psicoanálisis, las pulsiones sexuales de vida y las pulsiones sexuales de muerte. Ahora bien, si ciertas elaboraciones 2 UER: Unité d'Etudes et R echerche . El 18 de junio de 1975, por deci sión ministerial, el Laboratorio de. Psicoanálisis y Psicopatología del UEH de Ciencia.$ Humanas Clínicas (Universidad de París VII) fue habilitado para asegurar la preparación de un Doctorado de Tercer Ciclo con la m e nci6n •Psicopatología Clínica y Psicoanálisis• (N. de la T. ). 29 l llí'n w lí 1IP 1'tt1ll 111111111li 11 1·11 1•1 \ 1.111h1tl1 •1'll!'i, 1'!111 ~ dd11 •11111'111111 11111111 11 111!• 11111 01111 111 p 1111'1ln1 p 1•lt •o111111 1ll l1 •11 , V ;1111 d11 d 11 , t' tl 1•1 11 11(11 1 1111 q 111 • ' "' d 1•u p llc•f(11 illl l, 11 111·i1dJ c•11, or1 d nd •', lo q11 1,• 11 1· l ln 111u .. 11t1. 11 11d(h1 pNkoo.111.1.lft li.;u•. Nu ot;t,ro propósi to ~c r ía , e n 1.or1c<·s : uvcrlgu ar si la p ráctica psicoan a lítica, e n la m a n e ra misma e n q u e se ins taura , e n la manera .en que se desenvuelve -e igualmente en lo que excluye, porque veremos que esto es fundamental-, ilustra, confirma, permite p:fecisar o rectificar lo que .nosotros podemos enunciar, en la teoría y la psicopatología analíticas, acerca del ser humano, de su estructura y de sus motivaciones; aquí estructura remite a la tópica, y motivaciones, a lo pulsional. Introduzcamos aquíun paréntesis: y es que esta puesta en relación de la teoría y de la situación analíticas es admitida con toda generalidad en lo que concierne a la tópica. No hay autor empeñado en describir la situación de análisis que no se d e sviva por mostrar el módo en que esta acaba por poner en juego las instancias de la personalidad: ¿cómo se sitúan, se distribuyen instancias como el yo o el ideal del yo, y cómo evoluciona n en la situación? O también, ¿cuáles son las condiciones óptimas que permitan al inconciertte, o al ello, alcanzar la concie ncia y la traducción verbal? Pero lo notable es que los analistas no parecen interesarse en la relación entre la situación a n a lítica y el tipo de los contenidos pulsionales que en ella afloran. Como si, una vez instauradá esta situación, todas las pulsione s se expresaran ahí de una manera, se podría decir, igualitaria; como si las condiciones analíticas sólo tuvieran una relación lejana con los contenidos o los motores del inconciente, c on su «energía». Habría entonces allí como una especie de celada . De modo que el esclarecimiento nuevo que uno puede a portar, . en cuanto a la situación analítica, concierne más a la r e lación de esta con la teoría de las pulsiones que a su relación c on la teoría de la tópica. ¿Situación analítica? Veremos las dificultades que se prese ntan para describir en este caso algo aparentemente simple . Opongamos, si ustedes quieren, de maEL PSIC<>ANAL1s1s nera cómoda, la extensión y la comEN EXTENSION prensión de este término «Situación analítica». La extensión, es decir: ¿a qu é se aplica legítimamente esta expresión? ¿Hasta dónde llega r? ¿Hasta dónde se puede decir que una situación merece todavía ser llamada «analítica»? ¿Hasta qué tipo de psicoterapia, por ejemplo, o aun de entrevista? También: ¿en qué mecjida tiene significación hablar de análisis de niños, de situación 1111\11 ( rl1·l((01 111•11111 1l f11'1 ( 111 q111 · n1tlu iu111 1111 l1 1111111 d1 t l 111111111'11 •11111 .V d o l d1 •r11 111oll11 plilHl0111d , tt•• 111111dudo111 11 n•Hp 11 c·Htm1 1111'11 dl l1•n•11t.1·H. ;,1l uyo 11 0 11 11 11 111111 tt h l cl 1• 11 11\011'1 '1'1· 11 d r c 111 0~ o<.;u:,;lón de rccxum luur la gran opo~ldón c n tn• M(• ln n lt• 1'1111·11u p1111d11111 l11 1111 111 l '[ 1 Kle in y Ann a F r e u d acerca d e esta c u estió n ; oposició n q u e no e s solame nte histórica sino que va verdaderamente al f ó n do · de las cosas. Y además, enseguida, se va a presentar el proble- · ma del «análisis fuera del análisis», fuera de la cura: el psicoanálisis llamado «aplicado». En este psicoanálisis aplicado·, ¿_que~· da algo que se pueda asemejar a un análisis? Y si en el psicóc análisis aplicado apenas queda algo o no queda nada de la situación analítica, ¿cuál es su legitimidad? También este e s· un debate fundamental, con respuestas enteramente dispare s . En cuanto a ·Freud, no hace falta forzar mucho algunos d e sus textos para hacerles decir que está primero el método .arialíti -. co , y después hay aplicaciones diversas de este: la cura entre otras, ni más ni menos legítima que el psicoanálisis aplicado a un texto literario o a una obra de arte o a fenómenos s~>ci a­ les. En sentido opuesto, la legitimidad del psicoanálisis fuei-a de la situación de la cura es cuestionada cvn vehemencia por otros analistas. Tomen un texto como el de Roustarig, Un destin si funest e ,'3 y se encontrarán con esta paradoja: el autor argumenta violentamente contra toda posibilidad de hace r psi coanálisis fuera del diálogo analític o, e s dec ir contra todo psi c oanálisis aplicado, en una obra que, d e un e xtremo al otro, no e s otra cosa que psicoanálisis aplic ado porque se propone como objeto interpretar psicoanalíticamente la situación e n las sociedades de a nálisis, sea en las del tiempo de Freud, sea e n el círculo de Lacan. Es asombroso que esta contradicción no haya sido percibida, en su rechinamiento y tal vez en s u posible fecundidad. En cuanto a la «Comprensión» del térCRITERios mino situación analítica, estaría dada, DEL ANAL1s1s si ustedes quieren, por los criterios de esta, es decir aquello que permite a cada uno estatuir: esto es análisis, esto ya no es anális is. ¿Qué criterios entonces y, suponiendo que se los pueda enume rar (no se han abstenido de hacerlo, Freud el primero: no dejó d e trazar el círculo de fo que e stá dentro del análisis y de lo que se excluye de él), cómo se coordinan entre ellos? Cada analista, cada psicólogo, cada hombre un poco advertido de nuestra 3 Fran<;ois Roustang, Un destin sifuneste, París: Ed . de Minuit, 197tL [Ed . e n castellano: Un funesto destino, México: Premia Editora, 1980.] 31 ;30 \ •' 1t1w11 , ".-! 1 h11111l111 1 pr1 ln111111allll1 • 11 ~ 1 p11 11d 11 n1111111nr111 l'ln itu 1•1111 lltl11d d 111•11 111dn 11 111 q11 n1·1 111 HllU1ym11 111111 1'\ llHIH. 11;H ('llJ)llZ <I <~ ('JlU · 111 nn 11· 1.,11 .-l1 •111(111toM dt• lo que se llam a e l .. sctting•, es· d ecir 111 :-1 condiciones e n apariencia exteriores, pero muy importan- . tes sin e mbargo, de una cura analítica. Es capaz de enumerar . ciertas coordenadas de la relación analítica. Evidentemente es al término .. relación• al que nos vemos conducidos, a partir del de ..situación>>.· Enumero bien al azar, sin pretender por ahora coordinarlas: la relación de palabra, la regla fundamental, la neutralidad, la interpretación, la trasferencia, etc., títulos de capítulo; cuando se les quiere dar un contenido, se registran divergencias acerca de todos esos puntos. Pero, una vez más, no se trata de enumerar divergencias, de hacerlas entrechocar como en un informe de congreso, donde se llega hasta contar los puntos de los contrincantes. Nuestra pregunta de partida sería la siguiente: ¿hay una relación interhumana espeéíficamente analítica? ¿Cómo se define una relación específicamente analítica por referencia a las situaciones y a las relaciones comunes de la vida cotidiana? Y tan pronto como uno se plantea esta pregunta, advierte que de nada nos serviría reenumerar nuestra lista precedente porque la relación de palabra, las trasferencias o aun las interpretadones, tódo eso existe en la vida cotidiana, ha existido históricamente antes del análisis, existe fuera del análisis. Como tal, ninguno de esos elementos, sin más precisión, es específico del análisis. Por cada uno de estos términos habría que hacer pasar una especie de clivaje para delimitar una relación de palabra . analítica y una relación de palabra no analítica, una interpretación .analítica y una interpretación no analítica, etcétera. · · . Me apoyaré hoy en uno de esos térmi. CoN LAGACllE: · nos, el de trasferencia, y en ese texEXAMBN DE LA . to-referencia que es el trabajo de Da. " TRASFf.RENCIA niel Lagache que se titula .. EJ problecoMt>. CRITERIO ma ·de la trasferencia•. 4 Todo este texto de Lagache gira en torno de una cuestión que él no formula así pero que podría ser, simplemente·: el hombre no nació en 1895 ni en 1882, no nació en Austria n'i Viena. Y tampoco nacieron en esos lugares ni en esas precisas.fechas el diálogo o aun, puesto que se trata de trasferen. · . cia, la repetición de las conductas, de las actitudes y de los afectos. Entonces, cuando uno se interroga: ¿qué hay de nue- en vo 1·011 o l p 1t l( •111111t\ll11 l11, rn1 l Hllf1 " 1111 l 000, 1· 11 11 11110 •' rcMpondcr •Ju tn.1.::1fcrc u cla• CH totulinc nto l11Hufkk11t.<'. ' 11111 •11'1', L11 trm ferencia -y por ahora seguimos en esto a Daniel Lagac h cno es un fenómeno psicológico nuevo. Hará falta entonces que profundicemos nuestra interrogación: ¿qué hay de nuevo en la trasferencia? o ¿qué hay de nuevo en la repetición? ... ¿Cómo sale del pa,so Lagache? Y bien, él queda atrapado, o nos atrapa, en una serie de fenómenos, en cuyos dos extremos .tendríamos dos términos en apariencia heterogéneos. En un extremo, las repeti<;:iones de conductas y de afectos, desde que el hombre existe. Dondequiera que esté el ser humano, ninguno escapa a la repetición. Un hombre que no repitie~ ra, es decir que no hubiera aprendido, es inconcebible: ,;si tomamos-la trasferencia en el sentido lato, se vuelve difícil fijar sus límites. Toda conducta es en efecto un dosaje de asimilación de la situación presente a hábitos antiguos y de ajuste de los hábitos antiguos a la situación presente. En el hombre, la idea de una conducta absolutamente nueva, que no implicara en manera alguna la trasferencia de hábitos antiguos, es impensable; lo que puede ser nuevo es la organización de los hábitos antiguos de cuyo repertorio el individuo se ha nutrido. En el niño, la formación de los hábitos comienza desde el nacimiento y, desde los primeros días, los psicólogos han podido demostrar la intervención del aprendizaje, es decir de las modificaciones duraderas del organismo y de sus respuestas, introducidas por sus respuestas y aun por sus conductas .. . En . el curso de las sesiones de psicoanálisis como en el curso de · la vida, el paciente se nutre de su reper~orio de hábitos,.. 5 Evidentemente, sería impensable que fuera de otro modo. En el otro extremo, sin embargo, la impresión de Freud y de los psicoanalistas es la. de un descubrimiento: estar frente a algo inaudito, tan inesperado que hizo falta cierto tiempo pac ra reconocerlo. Es bien sabido que Freud no situó -y menos Breuer- de entrada la trasferencia en toda su amplitud. Y tras haberla reconocido como algo inaudito y perturbador, hizo falta aún más tiempo para aceptarla y para apoyarse en ella. He ahí los dos extremos de esta cadena y, sesenta o setenta años después, el teórico que reflexiona sobre esta dualidad. Aquí es Daniel Lagache, el psicólogo, quien responde erigiéndose en el campeón de «la unidad de la psicología... ¿Por qué, en efecto, escaparía el psicoanálisis a la psicología? ¿Por qué el hombre estaría fuera del hombre? Respuesta matizada, des- 4 En Le tranefert et autres tra.vaux psychanalytiques, Oeuvres III, París; PUF, 1980, págs. 1-114. 32 5 lbid., pág. 80. 33 tina d a a p o n e r a salvo ese c u a dro unita rio, que para e llo pone e n jue go dos oposiciones que se superponen parcialmente. Una primera oposición hace intervenir en plenitud la noción de situación. Encontrarán ustedes esta D1spos1c10N oposición en el capítulo que trata de Y AMBIENTE las «causas de la trasferencia»; estas -muy simplemente, pero era preciso enunciarlo- pueden ser reagrupadas bajo dos títulos: la disposición a la trasferencia, por una parte, factor variable de un individuo a otro pero universalmente presente y no específico de los neuróticos como d!Jrante cierto tiempo se creyó; y por otra parte, el influjo del «ambiente» analítico, término que se puede considerar equivalente al de situación. La trasferencia se define entonces, con evidencia, como resultado de la interacción entre esta personalidad que tiene .una disposición a la trasferencia, y esta situación. Decir esto, claro está, no es, en definitiva; enunciar todavía algo muy específico, porque,. de toda conducta humana, se puede decir, sin duda, que es el fruto de ·1a interacción entre una disposición y un ambiente . . . Pero es en este punto donde intervendrá la otra oposición aducida por Lagache. El ambiente analítico no es cualquier ambiente y es quizá diferente, en cierta manera, .de todos los ambientes en que se sitúa el ser humano . Aquí Daniel Lagache s e apoya en un artículo interesantísimo de Ida Macalpine, texto que verdaderamente relanzó la problemática de la trasfez·encia en tanto puso el acento en la producción de la trasferencia analítica, con toda la fuerza que se puede imprimir a la idea de que la trasferencia es, más que provocada, producida por el análisis mismo. A partir de ahí, resumamos la argumentación de Lagache distinguiendo dos casos de la interacción entre disposición y ambiente. En el caso general, en la vida cotidiana, esta interacción se puede escribir: disposición + ambiente ~trasferencia. Pero en el análisis, el esquema, un poco diferente, sería ~ste: disposición + ambiente analítico ~neurosis de trasferencia. La: oposición más importante de Lagache se sitúa entonces entre trasferenm: Tl{ASFf:RENCIA cia y neurosis de trasferencia. Hasta aquí todo -en apariencia- es impecable : ¿qué hay de específico -para retomar nuestra preguntaLA N ¡.;u RO.SIS 34 ¡, ¡i ~ e n e l a n á lisis? ¿Qué h a y de especifico e n la t r asferencia a n a lftica? En cierta manera, nada. Siendo e l análisis un. fe n ó m e n o humano, ¿cómo no estaría sometido a las leyes generales que rigen la conducta del ser humano? ¿Quién pretendería que, so pretexto de que uno está en análisis, uno salte, digámoslo así, por encima de su sombra? El análisis, en consecuencfa, no po-· · dría escapar a las leyes generales de la psicología; pero, dentro de esas leyes, su situación es sin embargo muy particular, hasta única: se trata, según Lagache, de una suerte de situación experimental, más pura, más accesible, sobre todo por la su-· presión de ciertas variables .. Por el hecho de suprimir ciertas variables que complican el campo de la relación interhumana, · uno pondría en evidencia ciertos elementos subjetivos, para llegar esa· «neurosis de trasferencia» que Lagache convierte en el centro de su famosa formulación de la cura: •de la neuro- · sis clínica, pasando por fa neurosis de trasferenda par~ remontarse hasta la neurosis infantil». · Hasta aquí, uno puede , en cierto modo, acompañar aLagache ... hasta el momento preciso en que es definida, positiva-· · mente, esta neurosis de trasferencia: «La neurosis de trasferencia connota, en la relación analítica, las conductas que ponen en juego hábitos y actitudes inadecuadas a la situación real y presente ... •." «Actitudes inadecuadas a la situación real y prese nte •: es así como se definiría lo que convierte a la trasferencia en una neurosis y también, más en general, lo que define a toda neuc rosis. He aquí otro pasaje no menos claro: Esas conductas «Son anacrónicas porque repiten una actitud pasada en lugar de ajustarse al presente; son irracionale s porque no se corresponden a las relaciones reales que normalmente derivarían de la relación del paciente y el psicóanalista•. 7 Estas dos citas, indudablemente, podrían caer bajo el fuego graneado de la crítica y, en particular, este último miembro de frase: porque ¿cuáles serían las «relaciones reales que normalmente derivarían de la relación del paciente y el psicoanalista» si no interviniera esta desdichada neurosis de trasferencia? ¿Qué puede uno imaginar acerca de esas «relaciones reales•? Más allá de esta polémica, que aquí sería demasiado fácil , quiero solamente señalar la aparición de dos términos o de dos oposiciones: real-derreal (o imaginario , o fantasmático), por una a 6 7 /bid ., pág. 83. /bi d., pág. 81 , n . 2. 35 parte, y, por la otra, «aj ustado a l p r esen te»-«an acr ó nico»; la segu n d a o p osición pre p a r a el p asaje, de esto «anacrónico» , a la «neurosis infantil». ¿Tal vez por intermedio de esos pares juega la especificidad de la situación analítica? ¿Tal vez son justamente esos pares, en ciertos momentos de toda práctica, los que amenazan entrar en juego, aun si en otros momentos retomamos nuestra desconfianza hacia las nociones de adaptación y de realidad que los sostienen? Y si decidimos guardar nues. tras distancias de esas dos oposiciones demasiado ingenuas o . . demasiado signadas por una ideología adaptativa, si no son esos pares los que verdaderamente entran en juego para definir el análisis, ¿por dónde pasa el límite entonces? No he hablado de la «Cubeta» , pero ustedes ven despuntar ya la idea d e cierto . límite que define el lugar del análisis por relación a lo que le . es exterior ... 27 de noviembre de 1979 Retomemos nuestra cuestión, que yo formulo en t oda su am. bición y sus implicaciones: nada menos que definir la especificidad del psicoanálisis, su campo específico . Salvo, desde luego, que se diga que el psicoanálisis en sí no es nada espe cífico , que es una psicología finalmente más afinada, que introduc e · · métodos novedosos, o aun una psicología más amplia, más conquist.adora, que anexa campos nuevosi se ha dicho, en particu·... . lar:, _que el ~nálisis ha recuperado todo lo que constituía los desechos· del~ psicología, y hasta los desechos de la existencia, · ..., · todo lo que aparecía como marginal en la vida del ser humano: . el sueño, el acto fallido, la broma ... todo lo que no es serio . · · ·. . ·.Esta re.c uperación de los desechos: ¿la habrá emprendido el análisis· Íll solo servicio de la psicología? , · . . A la pregunta: ¿qué existe de espe cí, P AnA FREUD. · fico en el psicoanálisis?, ustedes sa. ' ·LO. ESPECIFICO ben q Ue una de las grandes respue sES · E~ METooo, tas, · tal vez incluso la gran respuesNo .LA SITUACION ta moderna, consiste en afirmar: lo específico es la situación analítica, o · sea cierta relación de dos en la cura. Empujen esta respuesta hasta sus atrincheramientos, reiterando la cuestión en el nivel . .. segundo: ¿qué hay de específico en esta situación de dos, en e sta situación analítica? Y entonces las respuestas divergirán: · , . .. 36 . respu esta por la t rasferencia, resµ u estn po r In r('htdó11 d1• pu labra, respuesta por la d e rrealida d. Se t r ata d e tipos de lnt<' r pretaciones teóricas que señalan prioridade s difere n tes, aun si no son antinómicas. Hace un momento hablé de •la gran respuesta moderna». ¿Por qué? Precisamente porque no es la gran respuesta freudiana. Se tiende a olvidarlo, ahora que el freudismo ha sido recubierto por varias generaciones: el privilegio otorgado al diálogo, a la relación, o también, como se lo suele decir entre estos muros , a la escucha, ese privilegio es absolutamente posfreudiano. Lo que no quiere decir que sea falso, pero tampoco es forzosamente verdadero. Por eso quiero recordar muy rápidamente aquello de lo que se trata para Freud respecto de la definidón dél psicoanálisis. Pontalis y yo mismo recogimos una de esas definiciones freudianas en el Vocabulaire de la psychanalyse (claro está, para desarrollarla luego en nuestra propia definición). Insistamos en el hecho de que este no es un texto arcaico, puesto que data de 1923: ~ . ()e-, A ·~sicoanálisis es el nombre\ -~ ¡- -::;:::..--...J 1. de un procedimiento aue sirve para indagar procesos anímicoSdifícilmente accesibles por otras vías; 2 . de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación. y . '3 . de. una serie de intelecciones psicológicas, _ganadas por ~se c amino, 9ue poco a poco se han ido coligang o en una nu? va disciplina científica» .8 " Esto se puede comentar así: lo que se indica primero es un ~étodo; pero. atención: no es el método en tanto situación de dos sino el método de la 'internretadQn. fundado en asociaciones libres o en la interpretación de algunas producciones atípicas, a los . fines de alcanzar un conocimiento cie los procesos ·rneoncientes. Después, «un método fundado en esa indagación»: aguí está la c;ra que, como se ve, viene segunda. for último. «Una serie de intelecciones» : tenemos aquí a la: teoría. que llega tercera. De modo que lo primero para Freud indudablemente no es la teoría. No se tr:ata de elaborar primero una teoría anaiíhca de la que se dedujeran tanto el método como la situación analítica (Freud llama procedimiento a aquel y método a esta, pero poco importa). Entonces lo primero indudablemente no 8 Sigmund Freud, •Psicoanálisis•, en Obras éompl.etas, Buenos Aires: Amorrortu editores, 24 vols., 1978-85 (en adelante OC), 18, 1979, pág. 231. [Téngase en cuenta que las discrepancias en algunas c itas obe d e ce n al d e seo de ajustarnos a la ve rsión que de Fre ud propone Jean Laplanche e n francés (N. de la T.).] 37 t's la l.(:odu, pe ro tampoco lo es la c ura, que vie n e segunda; !n c ambio , e n nuestros días, más de uno diría: lo único fijo, lo único a lo cual nos debemos atener, el único sentido del análisis es la situación «clínica» y, más precisamente, la situación a nalítica. Lo que Freud, con una aparente modestia, coloca primero, es un procedimiento de investigación de lo inconciente . Pero, para renovar la pregunta que hace un rato nos hacíamos: ¿es un método nuevo para explorar más adecuadamente e l psiquismo? ¿Es un nuevo método psicológico? Después de todo, en psicología se han introducido métodos nuevos; así, en psicología e;xperimental, con su aguzamiento más radical que se llama conductismo; o también con la fenomenología, que aporta una renovación metodológica evidente. Y bien, se podría decir, para esquematizar, que esos métodos son introducidos en psicología para abordar con procedimientos nuevos los o bjetos eternos de la psicología. Por el contrarl.o, la definició de Freud deja entender que su método nuevo se aplica a . u~ · ­ düiñinio nuevo «difícilmente accesible por otras vías», a otro O'bjeto o a otros objetos; digamos: a otro campo. ¿Especificidad de la situación anaEr. ANAL1s1s lítica? A est~ cuestión , si uno acepN <> HA NACrno ta jugar un poco con las palabras, u NtCAMENTE se podría decir que Freud responde EN LA ctmA invirtiendo los términos: no. ~specificidad de la situación analíticá, sino e specificidad de la situación del psicoanálisis. Lo específico para Freud~no es la situación interhumana como tal, por particular que sea, sino la situación misma del análisis, que desde luego e s inseparable de su método, y que lo coloca en cierta posic ión, única, por relación a cierto objeto; objeto concebido corno real por Freud, se lo llame lo inconciente, o las pulsiones, o también la sexualidad. Demorémonos todavía un instante eri. e l clasicismo freudiano para recordar que cierta cantidad d~ o bras rectoras e inaugurales de Freud encuentran su referente fu e ra de la situación analítica concebida en el sentido estricto del término, es decir fuera de una situación de diálogo y de c ura reglamentada. Cito, evidentemente, La interpretación de los sueños, cuyo material está constituido por sueños de Freud e n su autoanálisis, o bien por sueños contados en los salones, o también por sueños hallados en la literatura. De este modo, la obra fundamental de Freud, aquella en que se expone el descubrimiento del inconciente, prescinde de toda referencia a la s ituación de la cura. Además, Psicopatología de la vida cotidiana, cuyo título se debe comprender así: la «Vida cotidiana» 38 no es so l.u rn c ntc e l. objeto Hl n o e l lo ~m· 1ultm 10 d 11 ltt l n v1111U1-111 c ió n ; o bie n E l ch iste . ~:re ud sin duda se h a hrCa ...CMCJ.LlH!allzu<lo. a~te la opinión hoy corriente : que s u a utoa n á lisis est á e ntc.ra:. mente incluido en una situación analítica, la trasfere n c ia-5.Q.:. ~ su amigo Fliess. Idea esta admitida, no obstante lo" cual no . hay que pagarse de palabras: porque esta situación, aun si efec~ . tivamente era una situación de diálogo que tenía algo del análisis, estaba reglada por un protocolo muy diferente del de la cura; para constituir la situación analítica no basta que exista · diálogo, que exista destinación (me refiero. a la destinación de · las cartas de Freud a Fliess y también a la destinación de las cartas de Fliess, cuyo texto desdichadamente no conocel:nos).· · Hemos sobrepasado todo eso, se dice. De los tres e.lementos: metodo, situación y teoría, sólo la situación sería entonces primordial. Un postulado que, a mi manera, he tomado en ef curso d e este año como punto de partida, al menos. para exa- ' minarlo: ¿cuál es, en consecuencia, la especificidad de' esta si-· tuación? Con la reserva de que advirtamos que para constituirla no basta un .«diálogo singular», como se . dice. Sino que precisa~ · f!lente esta singularidad de un diálogo tiene que remitir de nu~­ x,o y ¡odayía a un método y a 1m objeto Retomo en este punto el hilo de la reunión anterior: la respuesta más corriente en cuanto a esta especificidad de la situación analítica, lo que hace que ese diálogo no sea como los otros, muchos dicen: es la trasferencia. Me detuve, con Lagache, en aquella época de 1950-1952, notable por dos textos: precisamente el texto de Lagache de 1952, «El problema de la trasferencia», informe monumental en el sentido de que propone una revisión importante de la «bibliografía», pero que está signado sobre todo por uno de los autores reseñados, Ida Macalpine y su artículo de 1950: «The development of transference» .9 Y bien, yo digo que estos aiíos de 1950-1952 corresponden a un viraje, por esto: de repente se advierte algo que había sido descuidado, descuido que, como siempre, nos parece a posteriori extraordinario. Sin ninguna duda, en los comienzos del análisis, lo que se había descuidado primero, y a lo cual] se le había restado importancia después, fue ... la trasferencia misma. Hablar, como Freud lo hace en los comienzos, de / las trasferencias y no de la trasferencia es, evidentemente, limitarse a manifestaciones más manejables, más puntuales: unos elementos entre otros. 9 Traducción francesa , •L'évolution du transfert•, Revue Fran<;aise de pá~s . 443-74 . Psychanalyse , vol. 36, nº 3, 1972, 39 .. Cuando se descubre, con bastante rapidez a pesar de todo, la masividad del fenómeno, ese es el momento en que se empieza a hablar de la trasferencia, cuya extrañeza, cuyo carácter irracional, «infantil», irrefragable (lo que hace que se pueda hablar de «amor de trasferencia» o también de «neurosis de trasferencia»), implica una organización bien diferente de aquella de las trasferencias dispersas, redus_ __ tibies la una después de la otra. A pesar de este reconocimiento, otro desconocimiento subsistía, justamente el que se advertiría en esos años de 1950-1952: para los psicoanalistas, esta extrañeza de la trasferencia no era sino el correlato de otra extrañeza, . la de los neuróticos. Si encontrábamos trasferencias tan masivas, tan organizadas, de reducción tan difícil, era bien simplemente porque las personas que se someten al análisis son anormales. Así el fenómeno de la trasferencia, si era reconocido en su especificidad, era remitido, por lo que se-refi e re a sus causas, a la responsabilidad del paciente. Puedo citar un breve pasaje de ese artículo de Macalpine, que propon~ un paralelismo interesante, sobre este punto de historia de las id eas, entre la evolución de las concepciones referidas a la hip.'."' nosis y la evolución de las ideas sobre la trasferencia analítica. Ustedes saben que es absolutamente clásico trazar el paralelismo -y la oposición; la comparación, en suma- entre hipnosis y análisis, o ehtre hipnosis y trasferencia. Y bien, aquí, es desde el punto de vista histórico como Macalpine se refiere a este .. ·.: paralelismo:· :_ · ~ .' ·• · · · ·,••Es .interesante, ·históricamente; observar que en los bue. ' :" .- 'nós Úempos de la hipnosis, la aptitud para ser hipnotizado se ;1 ·.: ' · · _consideraba \.in rasgo característico de la histeria; la hipnosis, . · ··en suma; se consideraba una "histeria artificial" (Charcot). Es precisamente la misma situación que se produjo en psicoanálisis en 1o que concierne a la neurosis de trasferencia ... Freud, su período' preanalítico, saludó con entusiasmo la demostrac'ión de Bernheim según la cual la mayoría de las personas ·podían ser hipnotizadas, y li:i. hipnosis no se debía considerar "ya inseparable de la histeria. En su introducción al libro de Bern. heim, Freud .decía:· ' 'la hazaña de Bernheim . .. consiste preci: .: . samente' en haber despojado las manifestaciones de la hipnosis -· de s'u extrafü~za relacionándolas con fenómenos de la vida psi'. cológica normal del dormir''. [Freud elogia entonces a Bern.': . · heim' por haber dado ese paso de s.eparar la hipnosis de una I · : · . . causalidad que fuera preciso situar únicamente del lado del hipLA TRMWEHENCIA: CLASICAMENTE, FENoMENo NEURonco en .40 notizado. La hipnosis no es reductible a una his t e ria provo('n da, y los sujetos hipnotizables no son histéricos latentes. Y hi (' n , esta evolución que desprende el fenómeno hipnótico de sus lazos únicamente psicopatológicos ... del lado del hipnotizado: esta evolución restaba todavía por hacer, en 1950, en lo qut• concierne al análisis.] Frente a esta afirmación, es extraordinario que el psicoanálisis nunca haya pronunciado el divorcio oficial entre trasferencia y neurosis clínica». 10 Es cierto que estas perspectivas históricas tal vez sean un poco esquemáticas, y se podría mostrar, con Lagache, que Ida Macalpine no es la primera en preguntarse si la trasferencia se debía únicamente al analizado. Pero, en fin, fue sin duda un momento de viraje; no un cuéstionamiento, sino la certifi cación de un «divorcio oficial»; este divorcio es entonces pro· nunciado por Macalpine, y por Lagache, bajo el título de la pro· ducción de la trasferencia, expresión l.\1ACALPINE harto sugestiva, con el carácter verY LAGACHE: daderamente provocador del término PRooucc10N DE «producción». La trasferencia es algo LA TRASFERENCIA producido, lo que implica que «el ambiente» desempeña un papel dominante. A Ida Macalpine le tocó insistir, de manera convincente, en lo singular que es este ambiente por su carácter frustrador , irrealizante, infantil (ella no se limita a decir infantilizante) (' inductor de regresión. No retomaré todos los factores que men ciona la autora: hay catorce enumerados, en una heterogen<.•idad en la que Lagache intenta introducir cierto orden. Din·mos que estos factores infantilizantes y que favorecen la r<'gresión se reclasifican en tres grupos: aquellos elementos que se relacionan con lo más exterior o formal de la situación, lo qu(' se llama el setting -rutina· de las sesiones, fijeza, distensiún, posición acostada-. Un segundo conjunto de factores de¡H'n · deria del tipo de discurso demandado y del tipo de diseurso dado en respuesta; lo que es demandado, ustedes sahen qu(' es la aplicación de la ~egla fundamental, y las asociaciones li bres; el discurso convocado en respuesta es esencialmente la interpretación. Por último, en tercera instancia, podemos reagrupar esos elementos específicos de la situación que por lo general se reúnen bajo el título en verdad demasiado cómodo de •frustración». Se trata de cierta cantidad de rehusamientos, o de exclusiones de la situación analítica: rehusamiento de las relaciones reales llamadas «objetales» (Ida Macalpine lo dice así: 10 /bid., pág. 470. Entre corchetes, comentarios de .Jean LaplandH'. 41 d1d 1111111do ol>Jetul) ; rchwmmiento m ás esp ecífico, cod d~· ve r : rc husamie nto d e ver al analista pero también, : 11 <.:icrto modo, rehusamiento al analista de ver al paciente o , a l m e nos, de guiarse por su ver: por su mímica, tal vez. Otro re husamiento esencial -pero que deberá dar lugar a comentario- es el de cierto tipo o de ciertos tipos de discurso. Sectores considerables, entre las modalidades del lenguaje, quedan así excluidos; tenemos, en primer lugar, el rehusamiento del discurso en el modo de la respuesta, a preguntas; pero existen muchos otros rehusamientos: citemos sólo el de consejo, el.de dar órdenes, que son modos de discurso importantísimos entre aquellos que los lingüistas deslindan y describen. No importa lo que se piense de este término tan criticable de «frustración», que preside aquí todo lo que es puesto entre paréntesis en el análisis , para Lagache no menos que para Macalpine la trasferencia no se comprende si no se pone en relación (esto parece tan e vidente que uno se pregunta cómo no se lo pudo percibir y d escribir antes) un sujeto con sus aptitudes para la repetición (pero en definitiva todo sujeto es aptitud para la repetición) con una situación en la que está sumergido. El resultado de esta confrontación es una regresión, que es la trasferencia misma. · Para Macalpine, como para Lagache, MACALPINE: la regresión, en la trasferencia, se deLA REGRESION ES fine por lo infantil. Cito una de sus exsoLo DEL ANALIZADO presiones: «el presente confundido con el pasado». Si ustedes recuerdan que, P-ªra F ud existen tres tipos de regresión y no uno ·~mro:-'i-e/ gresión tópic es ec1 a otro tro e apa · t.'2 psíquico; re resió~orma e e ·r regresión a modos de .~x resión y de organizad' cada vez menos estructura os; y por último regres10n te oral ven ustedes que estos autore _Pri.v.ilegian la Fegn:~¡¡jón te~=tiral. Otro punto en común entre Macalpine y Lagache, y pro ablemente muy característico de estos años de 1950, es el hecho de que el analista, si induce esta regresión por medio de lo que enuncia y propone, debe s in embargo quedar excluido, al menos idealmente, del proceso de regresión o de infantilización. En otros términos, la contratrasferencia, para nuestros dos autores, debe ser reducida y eliminada: es este el propósito esencial del análisis llamado didáctico, el análisis por el que debe pasar el. futuro analista. Ven ustedes que estamos todavía lejos de ciertas formulacion e s más recientes: poco a poco se abrirá paso y se "impondrá la idea de que el analista acompaña en la regresión: todavía 1·1· <·0 1· t. o 1110 42 hace falta sabe r de qué regresión se trata y ::;i se trata d e la regresión temporal. Pero cierro este paréntesis puesto que ve nimos haciendo un poco de historia y que nos situamos en esos años de 1950 .. Para Macalpine, el hecho de que el analista esté excluido de la regresión representa justamente la gran d~feren-. cia entre el análisis y la hipnosis . La regresión en la hipnosis -nos dice- es una regresión de dos; la situación hipnótica es una «masa de dos», para retomar la fórmula freudiana. Pór .el ~-~mtrario, el análisisf'Sfiún Macal~~ es la regresión·d~ solo¡ ella lo afirma con términos particularmente vigorosos : . · ":ETanalista ha tenido él mismo su análisis profQnct<> ~ · sabe .. a qué atenerse: por eso mismo, a diferencia del anaiízado, está: · en una posición de fuerza. Sí la tarea del analizado es adaptar- · se activamente a la situación analítica, incumbe al analista per-· manecer resistente a esa adaptación: Mientras que el analizado debe vivir el pasado y observar el presente, el analista debe· vivir el presente y observar el pasado; debe resistirse a toda tendencia regresiva en el interior de él i;nismo~. 11 · Y a.un más: «Estrictamente hablando, la relación de trasft>rencia no debe ser referida a una relación entre analizado y · analista sino, más exactamente, a una relación del analizado con su analista. El analista mantiene al analizado en el aislamiento. Por su naturaleza fundamental, el análisis, al contrario de la hipnosis, no es un grupo de dos». 1 ~ En Lagache las cosas no aparecen descritas de manera tan rígida, pero la idea es sin duda el mantenimiento de una situación pura, de una situación razonable con cuyo patrón lo irrazonable de la trasferencia pueda ser medido a cada instante, o al menos cada vez que hace falta. Digo «Cada vez que hace falta» para aludir a esta fórmula particularmente sugestiva d e Lagache: hay momentos en que el analista dice al analizado «desvariemos» (desvariemos juntos, pero esto es diferente de «hagamos regresión») y otros momentos en que debe poder decirle «Seamos racionales». En conclusión, las opiniones de nuestros dos autores se superponen en gran parte. «El dogma de la espontaneidad de la trasferencia ha sido quebrantado»; yo diría incluso que no subsiste en tanto se trataba de referir esa «espontaneidad» a la sola capacidad interna de cierta persona para «trasferir». La trasferencia no es un fenómeno espontáneo; se realiza, en su forma regresiva y masiva, porque el sujeto está sumergido en una 11 12 /bid . , pág. 468. /bid., pág. 471. 43 .. ll f 1uwl11 11 n 11t1 1 1·11 1111 •11l.1 • ('011 1-11.lt,ul<la pnru c1-1c efecto . A partir d e 1·1-1 1,n f\ •,,Ct'('M16 11 , n.·11p ccto de la c ual se ha advertido que el análi- miento de sentimientos tan complejos que es la trasferencia. No atribuyamos a Lagache esta ... simplicidad ... de decfr que la situación analítica sea simple. Pero no es menos cierto que Lagache está atrapado, a su vez, en esta contradicción extraordinaria: la situación analítica está hecha para provocar-ta trasferencia, lo que significa que ella induce una reacción conforme a lo que ella es, si es que queremos hablar en términos de comportamiento. Y he ahí que simultáneamente se nos invita ..;i.., lo ha h echo todo para sumergir en ella al analizado, ¿cómo salir? En este punto, Lagache y Macalpine empiezan a divergir considerablemente . Para Lagache, esta regresión (no estoy seguro de que a Lagache le gustara mucho la regresión ni , en ·general, todo lo que suelta las amarras) es un fenómeno temporal-io que debe ser re-situado por relación a un marco de referencia real, presente y racional. En LAGACllE: la reunión anterior cité ese pasaje en LA TRASFERENCIA que é l opone la trasferencia en tanto · .cuMo m:mu:AL arcaica y derreal a lo que la situación analítica exigiría •realmente». Esos dos elementos, lo derreal y lo real, deben, imperativamente, ser confrontados; es lo propio de la interpretación •de confrontación» o «mutativa»: •el acondicionamiento de una interpretación de trasferencia pone en evidencia dos aspectos: a) la conducta del analizado no se ajusta a la situación presente y actual; b) constituye ; _ {la reproducción, en los términos _d~ la situación analítica, _de ~ ,· _ una forma de conducta, de un habito formado durante la m<:'.·1~ 1fancia del paciente. El propósito de la interpretación "mutati' ;, . va'', según la expresión de Strachey, es llevar al yo racional (1 . del pac;iente a comprobar que repite el pasado en lugar de ajus_...,.,, tarsé al presente,,. I:l _ ·· El término creado por Lagache, •interpretación de confron.. ;,,~~,\ tación», es perfectamente explícito: se trata de confrontar el ~./. pasado con el presente, y lo fantasmático, inadaptado a lo real, ~ ~ . c'oo.lo que se ajustaría á la situación presente y actual: · ·· «La 'liquidación de la trasferencia se debe entender enton. tes como liquidación de la neurosis de trasferencia, es decir ,de i:epeticiones neuróticas, inadecuadas para la realidad pre; . sen.te». 1 .~ · · · . . Algu.nos hari: llegado hasta sostener que •la situación analí. · · Úca· es una situación del todo simpl~», lo que permitiría, preci. samente, simplificar la función de la interpretación: sería fácil .mo~trar lo •tortuosas» que son esas personas que hacen trasfe. 'rencias en esta situación •del todo simple». Ha causado risa, y en efecto uno se puede reír de esta pretendida confrontación entre una, situación del todo simple y ese desencadena- ,, r 13 . Daniel Lagache, •Le probleme du transfert., en Le tranef'ert et autres · travaux psychanalytiques, Oeuvres III, op. Cit., pág. 87. . . 14 44 . • .Jbid., pág. 113. . i a confrontar esa trasferencia con «lo que la situación exigiría». ¿Qué exigiría la situación? Lo único que sabemos es que esta situación exige lo que ella produce, es decir la regresión. ¿Cómo puede uno saltar su propia sombra? ¿Sobre qué base puede uno pretender, después de haber mostrado que esta situación está-hecha para provocar fenómenos atípicos, que se podría confrontar estos fenómenos con una pretendida situación racional? Pese a todo, no nos apuremos a reír o a condenar mientras no tengamos en mano otro instrumento de medida. Indudablemente que este instrumento de medida por la realidad de la situación analítica es bien cómico , justo en el momento en que se acaba de mostrar que esta situación es perfectamente infantil. Pero mientras no tengamos a nuestra disposición ese otro instrumento, hagámonos esta pregunta, analistas de todas las playas: ¿quién no ha pronunciado, en una forma 'tal vez más r¡efinada;""quién · no ha sentido al menos la tentación de pro~ ~nciar algo tan torpe como •yo no soy su madre»,. •yo no so:y: f<..l que usted cree»? De rechazar, por lo tanto, en nombre de la realidad, fenómenos a los que nos rehusábamos que nos estÜvieran destinados: marcas de trasferencia. •Yo no soy el que usted. cree» o •la situación no es la que usted cree»: efectivamente¡ es una tentación pronunciar estas palabras sin recordar siguiera que toda denegación, como lo demuestra Freud, ~s un reconocimiento del inconciente o, al menos, se funda en .· un reconocimiento¡ no hay •yo no soy» sin un <1yo soy» que cóhs" . tituye su fundainehto: razón capital por la que eliricoridetite', por: su parte, no conoce la negación . 'Para terminar con este panorama de 1950-1952, ¿cuál es la respuesta de Macalpiné a la misma preMACALPINE: gunta que hacíamos a Lagache: cómo . NO HAY DiSIPACION deshacerse d~ lo que uno ha c'ontribuiDE LA TRASFERENCIA do tan bien a producir? ¿Cómo liquidarla, a esta trasferencia? Y bien, las expresiones de Macalpine son características. Para ella la trasferencia no está inadaptada a la sit.uación analítica: la trasfe- 45 ' rencia es un modo de adaptación regresiva a la situació n real; y la capacidad para la trasferencia es precisamente la capacidad para adaptarse de manera regresiva a una situación que es ella misma infantil. La situación es infantil; está totalmente justificado adaptarse a ella como un niño: «En psicoanálisis no hay además sugestión que provenga del a nalista [esto es a diferencia de la hipnosis], sino un empuje constante que conduce a una regresión más profunda a través de la situación infantil del análisis. Si el sujeto reacciona a esto, desarrollará una situación de trasferencia, es decir hará regresión y establecerá relaciones con las imagos primitivas. Por e so la trasferencia en análisis puede ser definida como adaptac ión progresiva [evidentemente, «progresiva» se toma aquí en a cepción distinta que «reg·resiva»; digamos: «por etapas»] del suj e to a la situación analítica infantil por medio de la regresión».15 Y a partir de esto Ida Macalpine no es en modo alguno inconsecuente como, me parece, lo era Lagache: aquella inconsecuencia·que consistía lisa y llanamente en desdoblar la situación analítica. En efecto, ella pone en duda de manera radical, como una «idea tradicional» que sería preciso reexaminar por completo, una concepción que se trasmite de año en año y de a nalista en analista, sin pruebas: la «liquidación de la trasfer e ncia» . Idea «poco clara», Ros dice; tan poco clara como la de oponer absolutamente acerca de este punto hipnosis y análisis, donde la hipnosis se caracterizaría por la no liquidación de la trasferencia, y el análisis, por su liquidación. La autora muestra que esta oposición, desde los dos costados, es insostenible: existen en efecto relaciones hipnóticas que se liquidan, que se atenúan, y la hipnosis no dura toda la vida. Y a la inversa, cuando se trata de concretar qué sería la liquidación de la trasferencia, tal vez de lo que se trata es más bien de desempeñarse con la trasferencia. O en todo caso se trata de algo que no es tan racional como se pretende; además se trata de algo qu"e, e n todos los casos, no se produce únicamente en el análisis síno también en las posterioridades del análisis. En resumen, lefa Macalpine no se deja atrapar en esa especie de pretensión ae sustituir lo imaginario por lo real, lo inadaptado por lo adaptado, el pasado por el presente; no acepta el señuelo que proponía la famosa frase de Freud: «Afflavit et dissipati sunt», es decir «Sopló y desaparecieron». Y bien, a las trasferencias, no. 1" Ida Macalpine, •L'évolution du transfert», op. cit. , pág. 469 . Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. 46 m ás q u e a Jal:l pc::;adllJ as, no bn:;t,a H<1plru·l111-1 piu·1i l 1111 •111 ·lurt d ..1111 pare c e r. En o pinió n d e Macalpin e , la evo lución d e la <.: u rn " · entonces algo muy diverso d e una liquidación d e la t ral:lfe ren cia; sería más bien una suerte de maduración a término d e la trasferencia, es decir, un encaminamiento hacia la edad adulta; idea que por lo demás no es menos oscura ni menos .care.nte ' . de prueba que la hipótesis de una liquidación de la trasferen-·· cía por confrontación y desilusión . He querido proporcionar una visión de conjunto de estas dos posiciones afines, de Lagache y de Macalpine. Se les puede . . reprochar muchas cosas, sobre todo la anulación de la. contra-· trasferencia; pero en definitiva estos autores forman parte ·de un movimiento, escribieron en 1950, y el acento sobre la contratrasferehcia se puso después. Sin duda que no demuestra. menor ceguera pretender eliminar de un plumazo la coil.tratrasferencia, o pretender prescindir del rol de la situación an~­ lítica en la trasferencia. Otros seguramente pensarán que si ponen el acento en la relación dé lenguaje, todas esa,s dificultades desaparecen; lo que no es cierto.· Ya antes· he dicho d~: · pasada algo sobre esto, cuando señalé que no es todo el lerigua- · je el que se encuentra en la situación analítica, y que tambiérr aquí, en el núcleo mismo del lenguaje, hay un límite que pasa. Se tiene un tipo de discurso dentro de la situación analítica y otro fuera de la situación, lo que nos sugiere que si querernos definir esta, no lo podremos hacer por medio del lenguaje .. . ¿Por qué me he detenido en ese moLA s1TUACION mento en el cual unos analistas advier""'\ COMO PRESCRIPCION ten el hecho de que el psicoanálisis sumerge al sujeto en una situación muy particular, algunos dirán que inaudita, absolutamente nueva? Situación que se caracteriza por lo que ella prescribe, lo que se llama un «Setting», unas reglas, por la manera en que ella se organiza; pero tal vez no menos y aun en mayor medida por lo que excluye y que antes hemos clasificado bajo el término absolutamente inadecuado de frustración. Prescribir, organizar y excluir: ¿cómo concebir estos términos si no es por el trazado de cierto límite? Límite fundador, quizá: pensemos en ef límite del fundador de ciudades, pensemos en el recinto trazado por Rómulo, el primer surco que circunscribió a Roma; pero tal vez también -y es en este punto donde me deslindaré de sostener una total artificialidad del análisis- límite que repite otro, que renueva y que confirma otro, preexistente en el hombre. ¿Qué pertenece al análisis? ¿Qué cae fuera del .análisis? ¿Hay algo fuera del análisis? Es una cuestión que los analistas 47 ' se plantean; algunos para responder que todo está en el análisis; «todo se analiza», se dice con algún apresuramiento. Comoquiera que sea, para figurar este límite entre un adentro y un afuera he tomado, un poco por juego, esta imagen de la cubeta en la que me detendré la próxima vez. ~ 5 de diciembre de 1979 Uno se puede preguntar de dónde proviene esta imagen de la cubeta. Sin ninguna duda, le encontraremos algunos ecos que, a decir verdad, se me volvieron perceptibles apres-coup. Por ejemplo, la famosa «CU. · beta» de Messmer. Si ustedes examinan los grabados que representan esta «Cubeta» o si leen las descripciones (se hablaba de «ir a la ·cubeta» para ias sesiones de cura hipnótica), verán ahí una especie de cuba oval o redonda de madera de roble, llenada con elementos concéntricos (botellas, limaduras de hie.rro) dispuestos en cierto orden y de donde salen como .unas barras acodadas y móviles. Es un modelo por sí mismo bien sugestivo . Uno puede pensar, por una parte, que se trata de una especie de pila, es decir, precisamente, de un recipiente donde se han «apilado» diversos elementos para provocar lo que se llama una diferencia de potencial. Pero se tiene también, • :. .· .con toda evidencia, la idea de una suerte de organismo o de ·.'. . . . . <<máquina d~. influir» y' si uno evoca la famosa máquina de · . · Taul?k, puede pensar que se trata de un cuerpo vivo. Una especie de cuerpo, fantasmático sin duda, donde el problema principal no es establecer una correspondencia término por térmi~ ·~o con tal o cºual parte del cuerpo humano. Indudablemente, las .barras de la cubeta se prestarían a la figuración de imágenes peneanas o' fálicas. Pero lo que cuenta, en esta imagen de ·. ·un cuerpo, es materializar la idea de que es indispensable un . recipien~e para crear una diferencia de potencial. El modelo . . hidráulico·-el de una cubeta que retiene un líquido suscepti. :ble de escapar" de ella dada cierta presión- y el m,odelo de la '.pila eléctrica son muy afines, tanto para los físicos como, en · · · eiertá man~ra, para los anallstas. Y puesto que considero aquí . eventuales ecos metafóricos, subjetivos (hablo de ecos más que de fuentes; conocerán ustedes dentro.de un momento mi punto.dé. partida, en cuanto a la cubeta), me ha impresionado esa Ecos PAHA LA cum;TA 48 ,. /'" l. ,; \, expresión inglesa .en que «Casser sa. pipe» se dice «to lcü:k t.!1f ' bucket», es decir «dar un puntapié y volcar la cubeta». Esta expresión es sin duda más evocadora, directamente, que la locu ción francesa. La imagen de «Casser sa pipe» parece que tien<' su origen en la cirugía de la época napoleónica en que al paciente, al que operaban sin anestesiarlo, le ponían una pipa entre los dientes de manera que la apretara para no gritar; y cuando moría bajo el bisturí, se decía entonces que había «soltado su pipa» [casser sa pipe]. Historia compleja y anecdótica, en tanto que «volcar la cubeta» es, con evidencia, provocar la caída, brusca y definitiva, de la diferencia-de potencial; el contenido es volcado, los niveles externo e interno quedan igualados, el límite mismo ya no tiene significación: es la imagen d<' la muerte ºpor consumación de una entropía. Mi punto de partida, en relación con la cubeta, es diferente, y una vez más son los modelos freudianos los que me inspiran. Ustedes saben que los modelos freudianos adoptan con frecuencia el aspecto de recintos U<' ~ e imitan un -interior y un exterior. Dos TIPOS .En mi curso de 1971-72, en el que DE: RECINTOS me refei-í a la tópica a propósito dt> EN FREUD la angustia,rn intenté, esquemáticamente, distinguir dos tipos de esos recintos, aunque sabía que esta tipología no es absoluta porque esos modelos son ellos mismos ambiguos y terminan por encimarse o superponerse. Para el primer tipo, piensen sobre todo en la famosa v esícula viva descrita en Má.s allá del principio de placer, y también en el modelo del aparato psíquico en la segunda tópica, «el huevo» de que se burló Lacan, con sus diferentes curvaturas en forma de mamelón. y bien, ese primer tipo de modelo es efectivamente una especie de envoltorio, y lo eºsencial, sobre todo en la vesícula de Má.s allá del principio de placer, reside en que ese envoltorio estaolece una diferen cia de potencial entre interior y ext.<·MonELO HOMEOSTATico rior. El primer rasgo de este tipo d<• modelo es entonces .que en él la diferencia interior-exterior es esencial y que se define de man<•ra energética. No hay envoltura sin energía que la mantenga . Piensen en un globo de goma: si no está inflado,, es decir si no hay diferencia entre la presión interna y la presión exter16 Cf. Problématiques I, L'angoisse, París: PUF, 1980, pág. 178 y sig. [Problemáticas I, La angustia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1~88, pág. 178 y sig.] · 49 na, por eso mismo la idea de envoltura desaparece; y a la inversa, no hay energía, es decir capacidad de producir un trabajo entre el exterior y el interior, sin la existencia de una envoltura, puesto que la energía no es registrable como no sea bajo la forma de una diferencia. Si ustedes quieren imaginar que existe un nivel energético externo, una especie de mar más o menos agitado de fuerzas exteriores, y si sumergen ahí un recinto cerrado, percibirán inmediatamente que esta cubeta puede permitir que se establezca y se mantenga una diferencia de potencial: un nivel superior por ejemplo a lo que ocurre derredor o, también, un nivel .inferior al nivel ambiente. En c ie rto modo poco importa, por otra parte, que ese nivel sea s uperiorº· inferior, si es verdad que la energía nunca es otra cosa que la diferencia de energía. ; •"' en ~ .r " ,...__. . ' Otra característjg:i. de este tipo de modelo freudiano -o de es- te aspecto de los modelos freudianos- es que este sistema ti~-: .. j ne una finalidad, que es el mantenimiento de la constancia de ; s_u nivel. No bastá con decir que es una pila: es una pila cóñ -~ un sistema de recarga o, más ·e xactamente, de auto-regulación, refrigerador o climatizador; cuando el nivel baja, se trata de recargarla, y cuando en él se han introducido energías demasiado importantes, es preciso evacuarlas. Y, también aquí, si se piensa en que la energía nunca es otra cosa que la diferencia de energía, la idea misma de aumentar o de disminuir la e nergía interna sólo tiene sentido relativo, por referencia al nivel exterior. Por último, tercer rasgo: este sistema se defiende de las agresiones, que son en particular brechas abiertas en sus envolturas; es decir que a partir del momento en que se ha abierto una brecha en la pared de la cubeta, se pueden producir modificaciones más o menos catastróficas del nivel. Habrá que oponer fuerzas internas a fuerzas externas, taponar las brechas; aquí la noción de defensa es la que se impone, insisto en ello, mientras que, en el segundo tipo, se podrá hablar más bien de resistencia. Defensa a la vez económica y dinámic ca, donde se trata de oponer fuerzas a fuerzas, contra-empujes a e mpujes. 50 • :• ,,.,..-- ' -" ~ ;., Entonces, ¿qué es esta espe(!ie de pila auto-regulada, que persevera en su ser (el cual nunca es otra cosa, repitámoslo, qué su diferencia de potencial con el exterior), si no el mqdelo de un organismo? Este modelo no ha perdido su pertinencia para la biología: toda célula, todo organismo unicelular o pluricelu·- · lar puede ser considerado una suerte de pila regulada enfeed-c back cbrt 'dispositivos del tipo del termostato, que marttie'tl.en· una cantidad de constantes; evidentemerite no una sola constante, que sería la Energía vital, sino parámetros diversos y. coordinados. Este modelo de una pila auto-regulada o de un organismo es también (no insisto en esto porque lo he.desarro-. Hado suficientemente en otra parte) el modelo de un yó: toda~ estas tópicas que hacen intervenir una er.woltura y una dife-· rencia de potencial entre el exterior y el interior ·son finalmente tópicas en que el yo desempeña el papel capital; en ellas el yo mismo está concebido como un organismo. Son, por lo tanto, tópicas del yo y tópicas del conflicto psíqui<:o. ¿Cuál es entonces el segundo tipo de modelo, respecto del c.u al nada prueba que en el espíritu de Freud sea radicalmente opuesto al primero? Soy yo quien los opone y no Freud: porque en definitiva el supuesto es que a ¡nbos se refieren al ccaparato psíquico», a partir de lo cual se pueden operar toda clase de derivaciones y de superposiciones. Ningún modelo freudiano es unívoco, particularmente en aquello a lo cual está referido. En tal caso, ¿cuál es este segundo tipo de modelo, al parecer diferente del primero? ~s el famoso modelo del capítulo VII de La interpreta9ión de los sueños. al que justamente hace varios años apliqué por primera vez este término de cubeta. Sumariamente les recuerdo la filiación de este modelo. Antes de él, una enealogíac-;....j .~/ que arte de studios sobre la histeri con el capítulo de Freud <': A ' ·. . . sobre ccPsicoterapia de la histeria»: !;.l modelo que se descríbe tri.• . ¡ilií (sin que se lo dibuje) es una estratificación concéntrica, hecha de capas de recuerdos; por las que la investigación analítica debe deslizarse como una 'n.Qia de cuchillQ...Rara-aprmdinarse c_:ada vez más a cierto núcleo. Después viene el ccProyecto» de 51 1,., .1895, sesuido Rºr las cartas 39 y 52 en la correspondencia con Fliess. En esta última carta, se dibuja un esquema que prefigura claramente el de La interpretación de los sueños. Después de este, señalo una etapa importante con «Complemento metapsicológi.c? ~ la doctrina d~ los sueños», 17 tex~~conciso, muy d1f1cll y muy descmdado, que data d~ Y bien, a este esquema -a esta «ficción•- de un aparato psíquico, lo vemos, en la Traumdeutung, rápidamente construirse, especificarse; tal vez también modificarse, o sea deri" · · var, como me gusta decirlo, esto es, comenzar a designar otra . cosa de la que pretendía denotar al comienzo . La primera etapa es dibujada así por Freud: •:/" M p __, )· I~ ~ .) lo que enseguida debe ser interpretado por nosotros como el corte de un modelo que, en realidad, · se sitúa en las tres di" mensiones del espacio: .. .. " .IJ ¡·. f ~ / / / ·i..a:iinagen más simple, para los que han tenido acceso a servicios de radiologí~, son esas cubetas llenas con un líquido revelador o fijador, y donde se sumergen radiografías suspendidas ··de tJ.n marco y abrochadas alreborde. Estas placas radiológicas .""' .!.$ . ·~ ~i . . . . En OC, 14,_ 1979, págs. 221-33. . no están por otra purtc ti 11 t,(•r11111~ • 11 te fuera de lugar en e l mode lo fn·11 diano. En fin, en este esquema, es preciso suponer un sentido de funcionamiento. que vaya de una extremidad receptiva a una extremic dad efectora; y no puede dejar de impresionarnos la semejanza C()_n un modeló conductista¡ con las nociones de i'r!putJentra: da) y output (salida) tenemos exactamente la famosa c~j_a nfgra, pero cori.· esta invers1on extraordinaria: ua.ra...JQs....~.QJJ..dJ.I_<::;.. tistaS; la noción de «Caja negra• sirve para afirmar que lo que haya en el interior no les interesa; la interioridad es p<¿r ª~:(Lni~­ ción incognosc_ibl~L~~ un--con¿eptOmetafísico; i"ia·única.··¿;;;ª efe quese ocupa el psicóiog-.;-·¡;bfetTvista-·es. de establecer relaciones regladas entre el conjunto de lo que entra (o «ha entrado», si se quiere tomar en cuenta también la historia. del sistema) y lo que sale . En cambio, a Freud, lo que le interesa en principio no es lo que entra o lo que sale (aunque tal vez haya que introducir matices en esta afirmación); aquello a lo cual dedica centenares de· páginas en La interpretación de los sueños es a lo que ocurre en el interior de la caja negra, es al tra- ~ bajo del aparato,_ que él se esfuerza en describir 18 como si «es- 1 tuviera ahí»~ ' Veamos entonces cómo se va haciendo más complejo este aparato. En el comienzo, uno piensa en una máquina y esperaría que sus partes fueran piezas mecánicas de funcionamien. to, motores destinados a trasformar lo S1GNIFICACION que ahí sucede. Pero; ¿qué nos indiDE LAS· PLACAS ca enseguida"Freud? Esas «placas» sucesivas no son piezas que realicen un trabajo;.. ella.s corresponde . n a sistemas. situados entre las part.e. s activas del mecanismo. Estos sistemas pronto serán designa- · J dos según su verdadera naturaleza: sistema de ·recuerdos o de .. huellas mnémicas. · · .J ¿CUBETA o CAJA NEGRA'? .. 1 18 Otra noción, sin embargo, pareciera ir directamente en sentido inverso de nuestra interpretación, y alentar lo que podría ser una anexión conductista del modelo freudiano: si este modelo es el de un •aparato t'eflejo., si •el proceso del reflejo sigue siendo el modelo de toda operación psíquica• (S. Freud, La interpretación de /,os sueños, en OC, 5, 1979, pág. 531), ¿no se podría suponer que. también Freud razona en función de lo que •entra• en la caja y de lo que •sale• de ella, para establecer entre esas dos cantidades relaciones, equivalencias o trasformaciones, sin preocuparse por lo que pása •realmente• en el interior? Pero yo he abogaclo aquí, hace un instante, por la causa del diablo; porque veremos pronto (cf. infra, págs. 78-80) la significación muy pal'ticulal', extraña , paradójica, que toma el •reflejo• para Freud, una significacion que sólo adquiere todo su valor en el interior del aparato del sueño. 53 52 ' ) S1 ~2 S;¡ "~ ,¡ Desde luego, uno no se evade completamente del cuerpo o de la anatomía, aún menos de la espacialidad. ¿Cómo se podría e vadir, además, si uno toma en cuenta la demostración definitiva de Kant? Para describir una sucesión ordenada, en apariencia puramente temporal, el único modo es proyectarla en c ierto espacio; no se puede suponer que para ir de A a C haya que pasar necesariamente por B sin figurar esta secuencia en una topología espacial . . : entonces, alguien dirá: ¿por qué no, e n definitiva, el espacio del cuerpo? Una de las comparaciones de Freud vuelve las cosas perfectamente claras: se trata de una e specie de aparato óptico. Las ·.. placas», en este aparato, no representan a priori nada material. En un telescopio, un largavista, un aparato construido para que en él se formen «imágenes•>, los planos en que estas se constituyen pueden ser inmateriales. O!~ 11 ) s.~ trata de los planos virtuales que corresponden a imágenes. _ _ Pero, ¿por qué hablar de...i<Si~t~!J!":S'~ d~i~á,ge_g~§ y_ppr- qµ_é _clli?tinguir diferentes planos? Y bien, es que estas imágenes y esfos~erctos--están reagrupactOs de manera muy sistematizada. No se trata simplemente de concreciones o de sedimeñta~~iones que s e prOclWeran-seSünun<rrdei\Puramente temporal ~ _bien que se reagruparan según el objeto al que esos recuer,,9os se refieren. ~l digpatching que se supone operante aquí · es mucho más sabio porgue se produce según el tipo de las aso-~qigciones en cuestió'(l . .freud lo dice con toda pr~cisión: el grimer plano, por e·em lo sería a uel en queliiST"mágenes se re~grupan según a simultaneida . }2:5 imágenes que ilegal\..~~ª~~ - ~~.1, . rato serCan e n t onces, e n cie rto modo , d c8CO mpué1:1tu::1 y d (•s pu C's recom uestas se un exclusivamente sus cone xiones d e c on tigüidad l segundo plano a su vez, descom o~ría y rec om pondría los recuerdos según lazos d similitud Evi~temente reencontramos aquí (y Freud en.contraría bien difícil citar mu_chos otros, tal vez a lo sumo la relación de oposición) los dos grandes tipos clásicos de asociaciones de ideas, que en nues- . tros días han retomado una vía nueva con los términos de me- .. tonimia y de metáfora. Hace un momento dibujé entre los dispositivos ópticos del · aparato un prisma (aunque Freud no hable de esto). Y bien , es justamente porque un@~;jene la capacidad de descomponer una imagen según algunas de sus componentes y-porque S~..Q~de imaginar un sistema Óptico muy strn le, Compuest<> . por prismas, e suerte que sobre cierto plano virtual se pro:. yecten y se reagrupen todos Jos aspectos jnfrairojos o todos: · los aspectos rojos del objeto, sobre otro plano sus aspectos vio,Jetas o ultravioletas 1 y así. Imaginen entonces un aparato mw, permita descomponer según determinados parámetros cierta. imagen global llegad~ a su extremjdad uerceptlv:~ . A este m~>- . ·delo, que primero fue descrito sin referirlo a la experiencia ni a los descubrimientos del psicoanálisis, lo veremos evolucionar después para dar razón, en par~cular, del estudio del sueño. Las «placas» de recuerdos podrán entonces ser designadas como esos «Sistemas" que el sueño ha puesto en evidenci~: ---lec '~ '~ .· .. Prcc 1 ,¿ J .)'. rr ~ ijay, nos dice Freud. del lado de la extremidad efectora. un último sistema de recuerdos o de representaciones que es una instancia que critica, que pasa por el cedazo lo que tiene derecpo a traducirse en acción, que regula las válvulas O que comanda las puertas de la acción voluntaria y conciente; es lo que llamamos el sistema preconciente. Y el anteúltimo siste- . ma, en cambio, es por su parte el sistema no criticador, sino criticado, aquel a cuyas expensas se ejerce la censura: el sistema inconciente puede alcanzar en cierta manera la conciencia 55 54 ··> ...- 111' ,V 111 111111 llldud 1u\lo 111 111 1 1111 •c•o11d<• 11 l<1. pllw~11 Lo que tenemos que mirar bien, en este desarrollo que Freud produce bajo DEL ES<.il!EMA v sus nuestros ojos y que corre el riesgo de DESLIZAMIENTOS haberse convertido en algo trivial para nuestro intelecto, es que ahí se producen algunas modificaciones de las que uno se puede preguntar si no se asemejan a trucos de prestidigitador. Primero, el \ lnconciente} gue en el texto es presentado como(Úii)5istema, en el esquema se convierte en un con~e sistemas, designado por una llave . .i:_>or otra parte, Freud mantiene en~­ quema, a la izquierda del Ice y del Prcc, una serie de placas S 1 , s~, etc., de las que no nos dice nada más en el texto; y es lícito preguntarse a qué corresponden ahora esos sistemas de recuerdos que no están incluidos ni en la plaga preconciente ,ñ i en la inconciente ... 19 · · °'\~~ 4 ~. ¿____(~ p - h~ LA m c 11to::1 r culci; d e l Hlrit c nm. ;,Qu (l podc moM <·011<·h1lr provlHto nalmente acerca d e e!ft C aparuto'1Lla n Inri oxll{<'lldm1 d o In <-"<' 11H11nl ~·,,_ S1 S2 S,1 - Ice ,\ 1 ,¡ ·~ · Y d e spués, hay algo todavía más sorprendente en la evolución ·d~ éste esquema: es qµe si el plano .de la izquierda, el plano -: : 1 .p (la· percepción) sigue en efecto designando una de las pare.·. : ·" ·i · des de la cubeta, tenemos en cambio que a la derecha, sin que .' · 1· se nos dé ninguna justificación, las ~~sas han cambiad~. ~n el · . · . esquema más abstracto, era la motthdad la que const1tma la . ·,\\¡· ¡ · pared exterior, efectora, de la cubeta. Pero, en el esquema si. f ';,; :. • ~ guiente, la motilidad resulta -si se puede decir- evacuada en . l .. . . la ex~erioridad, y lo que cierra el recipiente es ahora uno de " / · · lo~ sistemas; el último de los sistemas mnémicos; es una placa . ._:_ehtr~ otras la que cierra la .cubeta; lo ~viene a ocupar esta función real es el sistema preconcien e, que no es otra cosa . que un'. sistema de recuerdos, es decir algo de lo que se nos · · fiaíríá dicho que estaba sólo eñ posición «Virtual», entre los ele- .\ ·· ¡.. ·. "f ·.· q~e 1'9 .I:..o nos da ya a entender que un •aparato del sueño• no recubre' ·" · ""-la totalidad de un •aparato psíquico•. . . .. . '~, . ' ··~ 20 :/j cr. in,fra, págs. 78-80 . 57 5q " marlo •aparato psíquico~ podría h acer suponer que se pretende localizar en él funciones y que ahí se podrían diPSIQUICO·? bujar -ingenuamente o no- toda clase de cosas que de ordinario uno pone er, el psiquismo; digamos por ejemplo: la inteligencia -¿dónde situar el funcionamiento intelectual en el aparato?-; el hábito o los hábitos; la afectividad; la voluntad o, de manera menos metafísica, los procesos que culminan en decisiones; o también , la conciencia moral. Y bien, nada de eso, y ustedes ven todo lo que se excluye de este pretendido «aparato psíquico». Todos los sistemas de este aparato· psíquico son sistemas de recuerdos, «memo~ . .. en. el sentido en que este término se emp¡ea-rere¡:¡do a las má~¿- ~u1nas: memorias inertes. Esto no es solamente una caracte'-~/fística del capítulo VII de La interpretación de los sueños.~¡ uno retoma la genealogía de este aparato en los textos de Fre_ud,__ advierte gue lo qníco ~,.reud_dibuja o describe, desde Estudios sobre la histeria hasta este modelo, son efectivamente apaqltos donde se alinean huellas, ordenadas y sistematizadas. Y sin embargo hay. ahí algo que nos aproxima, por momentos, a la realidad de un ser vivo. Lo que hace que a este sistema de huellas se superponga el sistema de un ser vivo es, precisamente, la noción de la cubeta. Interesémonos por un instante en lo que forma y en lo que cierra la cubeta. Esta cubeta, como todo organismo concebido según el modelo del «reflejo», 20 tiene un sentido de funcionamiento; sentido de funcionamiento que desde luego está orientado·entre los polos de sus 1· dos extremidades, pero que también está como trazado en el 1 interior, en las relaciones entre J,ps sistemas, por el hecho de ¡ que, para pasar del uno al otro, se tropieza con resistencias . .l . que tal vez hay entre la ' Un poco antes indiqué la diferencia noción de defensa y la noción de resistencia. Cuando hablo aquí de resistencia, no empleo el término, para empezar, en sentido técnico, es decir las •r.e sistencias» en la cura, sino simplemente en el sentido mecánico, físico, del término: para pasar de un punto al otro, es preciso vencer cierta resistencia, sea que se la conciba según el modelo eléctrico o según el modelo de una pendiente por vencer, o de un paso por forzar, de una ccfacilitación» como lo dice Freud en otro lugar. El hecho de que este sistema tenga un sentido de funcionamiento, determinado a ¿SE TRATA DE UN ·APARATO i-.:vo1.uc10N .,· lu vm~ ¡>or su:-i extremidades y por s u s resistencias inte rnas, imp licu que uno puede d esignar un funcionamiento normal, el que va de la e xtremidad P a la extremidad M, es decir de la percepción a la motilidad, según el modelo de la acción de un ser vivo que reacc10na en función de lo que le es aportado. Pero es· preciso tomar en cuenta también las posibilidades de un funcionamiento invertido, regresivo o regrediente; este funcionamiento «anormal» sólo se concibe si el .conjunto del aparato está sometido a condiciones especiales, que serán, sobre todo, las del dormir. Notan bien ustedes que la noción de regresión, introducida aquí pór primera vez, más que una noción temporal es primeramente tópica.').< ¿Qué hay entonces en las extremidaLAs TRES des? Me veo forzado a referirme a esto, CONCIENCIAS sucintamente, aunque sólo de ·manera indirecta roce mi propósito, que es cercar lo que este modelo del sueño nos puede enseñar acerca de la situación analítica. En cuanto a estas dos extremidades, debo recordarles las grandes opciones de Freud sobre la percepción y la conciencia. En la entrada, entonces, está el «sistema p,., sistema percepción del que Freud ha dicho siempre que debía ser absolutamente diferente de un sistema de huellas: en efecto, por definición, si la percepción se estorbara con huellas, ya no podría recibir nada nuevo, muy pronto quedaría sobrecargada. Luego el primer sistema rto es un sistema mnémico, es un aparato que recibe a cada instante huellas, pero que a cada instante las borra. Y por otra parte, este sistema P de la entrada es el sistema al que está ligada la conciencia; aun, se debería decir: es el sistema al que es idéntica la conciencia. P W = = P W p 1 .. ".,l; ,\ -· ~ ,j ~~ Ce Bw (. No hay conciencia sin percepción. Toda conciencia está ligada a un percepto, lo que permite distinguir al menos tres clases, tres momentos posibles de la conciencia. La primera es la conciencia ligada a la actualidad de una percepción proveniente del mundo exterior; ella se sitúa entonces en la extremidad izquierda del sistema: aquí no hay problema. Siempre en la extremidad izquierda del sistema, y bien, este será el funcionamiento del sueño: en ciertas circunstancias esta extremidad P puede ser reactivada desde el interior «regresivamente»; una huella mnémica de origen interno puede adquirir una vivacidad alucinatoria y llegar así a la conciencia. 58 ,-,~, -,.iry Por último, es un tercer tipo de conciencia el que, cosa curiosa, se sitúa en la extremidad derecha del aparato :C<incieil-' · cía vigil;··p-eiüqile -no- rec;esobre- ia.5 -percepcTOñes'del mundo ·_- · exterior sino sobre los contenidos ,gue.P,rovienen del interior · del aparato: recuerdos, pensamientos, emociones. , . ¿Pero qué" quiere decir esto concretamente? Es que la conciencia normal, además de la conciencia que acompaña a la percepcióri exter.na, pasa po-r una especie de percepción nueva que es una per--' ce'pción ligada a palabras, palabras percibidas · porq,ue son -re- _ pronunciadas de una manera más o menos completa; ven uste-.des aquello en lo cual esta actividad es afín a la motilidad: es · sólo en la medida en que, en el lenguaje interior -rio todo·e1, lenguaje interior, sino de tiempo en tiempo, como una suert<~ de iluminación por .flashes discontinuos-' ciertas palabras articuladas pueden darse a la percepción; solamente en esa medida los rocesos de pensamiento pueden devenir concientes. n la carta 52 que es indispensable para comprender de qué ~~ trata, Freud lo dice explícitamente; hay dos conciencias,:! 1 y hace falta desde luego mostrar al mismo tie.mno que se trata ae la misma (este será el objeto de un momento ulterior): la conciencia de la extremidad perceptiva y Ja gu~ se llama la c'illíciencia secundaria, 9 conciencia de pensamiento; pero esta con-.. ciencia secundaria ~s también una conciencia perceptiva porc que se trata de la percepción de las palabras, pronunciadas in;.. tenormente o esbozadas de forma esquemática; de este modo, en definitiva, las dos conciencias, la de la extremidad izquierda y la de la extremidad derecha, están ligadas a la percepción. ¿Qué cierra, ahora, la cubeta por lá ¿SITUACION derecha? Indiqué ya lo problemático DE LA MOTILIDAD? que era esto. En el primer esquema del capítulo VII teníamos, efectivamente, la imagen no sólo de un aparato psíquico sino de un organismo, porque lo que cerraba la cubeta por la derecha era en efecto el sistema motor. En consecuencia, un «aparato psíquico»: verdaderamente coextensivo con su «Soma», desde los re-... 21 Dos conciencias en las condiciones normales, sin contar la conciencia onírica o alucinatoria. 59 llll l'tt h11 1tl," h1 M •l11 o r v11dotH'M• lllll HC lllnruH . y <I C:H p11 í'tt , 111 n>11t,rnrlo, { ' I\ In HC8Un<fo d cscrlpc lón, lo que cictra la ·t1 bc lu 01:1 uno d e los siste mas mnémicos ... IJ Hll'll f or• IHJll MOl M ~ r Prcc ~ La motilidad aparece evacuada en la flecha exterior, lo que podría dar la impresión de que el aparato se retrae, se retira a lo puramente •psíquico" ... si no nos inclináramos a desconfiar de esta oposición alma-cuerpo. Esto puede parecer de poca importancia, y uno podría limitarse a decir: el término •motilidad" puede designar tanto un aparato motor muscular, con sus movimientos efectivos, como lo que hay de motor en el sistema neuronal , las neuronas motoras, por ejemplo, y sus inervaciones motrices. Discutir en estos términos sería interpretar el cambio de esquema corno paso de un modelo somático, o somato-psíquico, a un modelo puramente psíquico. En cambio, eri' mi opinión, lo importante es el abandono, en el se~undo esquema, . del modelo de un organismo (somático' o psíquico, poco importa) para adoptar un modelo cuya •paredn ya no es una pared real, sino puramente un sistema mnémico. ..•· ;.. ·" 'i' i .. ·.12 dt:J diciemb~e de 1979 ·N~estra . 1 ·.i. intención cuando hablamos del sueño es evidente, y no nay razón para ocultar hacia dónde tendemos, tanto más cuanto que no soy el único en plantearme este tipo de cuestión . La cuestión es la siguiente: ¿cuáles pueden ser las relaciones . entre el modelo del sueño o, más e_xactamente aún, un modelo · de la situación del sueño, y nuestra SüEÑo ·v sEsioN: concepción de la situación analítica? Mob~Lo DESCRIPTIVO Y Pues bien, esta cuestión puede tomar MODELO · PRESCRWTIVO varios aspectos, y yo veo por lo menos ·. . dos de ellos. En primer lugar: ¿qué se · pueqe aprender del modelo del sueño? El sueño es considerado /· \ 1 .....,: ,\ 1 1 ' :o rno una •formación d e l lncon clcntc• purtlc ula rm c ntc prlvll c giada, originaria, se podría decir, prínceps, d e modo que si e m pre ha servido para comprender, por semejanza y por diferen cia, otras formaciones del inconciente. Encontramos, en L.a . interpretación de los sueños, extensas elaboraciones sobre las analogías y las diferencias entre el síntoma histérico y el sueño. Y bien, en el mismo espíritu en que uno utiliza corrientemente las comparaciones -sueño y síntoma, sueño y acto fallido, sueño y chiste, etc.-, puede preguntarse si la situación analítica, para no mencionar incluso la sesión analítica, no es una formación del inconciente o, al menos, puede preguntarse por las condiciones a que debe responder para ser algo como una formación del inconciente, comparable al sueño. Y después está el otro aspecto de la cuestión, que diría que es más histórico y a la vez más polémico, más insidioso, que se formularía así: ¿qué influencia ha tenido en el análisis ese modelo del sueño, es decir una situación en apariencia totalmente artificial, en todo caso cercenada, cortada de la vida, desrealizante? ¿Qué influencia ha tenido ese modelo del sueño -con todos esos epítetos peyorativos que se le pueden adjuntarsobre la constitución de una situación considerada a veces no menos desrealizante ... es decir el análisis? lNo hay más que recordar toda una serie de fórmulas que en.efecto encontrarnos en la boca de ciertos analistas: todo eso no es más que un sueño; un sueño después de todo no es más que un sueño (podríamos poner estas fórmulas entre comillas, tienen autores). Y también: un análisis no es más que un análisis, abran la ventana hacia el exterior y vivan; agregaría además :;i.lgo así corno: hay que saber terminar un análisis (como alguien decía: hay que saber terminar una huelga). Y bien, estas no son fórmulas antiguas y superadas: tienen todavía curso, y no las cito para ensañarme e ironizar acerca de tal o cual escuela: que arroje la primera piedra el que no ha pensado así en algún momento de su carrera de analizado o de analista; la crítica, aquí como dondequiera, debe ser constantemente y siempre una autocrítica. Existe entonces un interés profundo en volver a ese modelo de la Trau'mdeutung; si no se tratara más que de historia del freudismo, esto me parecería contingente, o al menos reservado a los especialistas. Pero creo que existe un interés histórico · más profundo en la medida en que la historia es aquí génesis, historia. de la constitución misma del análisis, del análisis como fenómeno, él mismo, histórico. El análisis es un fenómeno de dimensión •histórica», al menos dentro de la historia del mundo occidental, porque uno tiene algún escrúpulo en hablar de la 1 61 60 l t l ¡ I~ I 11 1 111 d, ., 111 1111 Hlill l ld11d •111 V111 111 "'' l 11d Ol llH 1H1 11 p 111 lm11 •111, i,1111 lo 111 1\1¡ ll.ipod1111inH qlli • 111 11p11J'ldl111d1•l1t1111.llt1IM l i ll ol Jll H tH lo . ( :1 11111;c¡11h 11•11 11111 1 1\1111•¡1, 0~1 1.u. dimuwdón hlHt.órk:u :::ic percibe en ul lrnd 10 d o q 11 0 clort.011 l'cnómcnos humano1> ya no p u e d en ser e nterame n t e los mismos despu és d e la aparición del análisis. He inten tado fodicarlos, sugerirlos a propósito de la sublimación. 22 He intentado mostrar que la sublimación misma tal vez t omó otro sentido, o un desarrollo enteramente nuevo, con la aparición histórica, cultural, del análisis. El psicoanálisis es desde luego un conocimiento: en este sentido es una «teorética» (más que una teoría); pero es también cierta práctica, cierta trasformación del hombre. Ven ustedes que, cuando opongo y conjugo teorética, por un lado, y práctica, por el otro, establezco una distinción muy diferente de la habitual, remanida en mi opinión, entre teoría y clínica, de las que aquella estaría constituid a por la abstracción, las ideas, los conceptos, y esta, por la d e scripción concreta. La teorética, tal como yo la opongo a la p ráctica, incluye tanto los modelos con su nivel de abstracción como esa descripción al ras del campo florido a la que se quiere reducir en muchos casos la clínica .. La práctica es siempre otra cosa, es siempre un acto, es siempre algo prescriptivo -para oponer los enunciados prescriptivos a los enunciados d e scriptivos-; y creo que corresponde hacer un 'lugar importante, en lo que se ha escrito sobre psicoanálisis -en particular e n lo que ha sido escrito por Freud-, a 10 presériptivo; lo prescriptivo evidentemente no es, como tal, reductible a cuestiones de valor o de moral: hablo de lo prescriptivo en el sentido en que por ejemplo se prescribe que la sesión analítica debe ocurrir de tal o cual manera. Es algo radicalmente diferente de una técnica pura y simple, y también de una regla moral. Y bien, para volver a esta cuestión: sueño y análisis, no soy e videntemente el único que busca por este lado, y los pued o remitir en particular a un excelente número de la Nouvelle Revue de Psychanalyse que se intitula «El espacio del sueño», todos cuyos artículos serían para citar. SuEÑO SOÑADO Se podría decir, siguiendo esta obra cosuE:Ño CONTADO lectiva, que vemos oponerse, a propósito del sueño, dos perspectivas: por una parte, la del sueño como objeto de estudio científico, digamos el sueño descrito, o el sueño soñado, y por otra parte, el sueño ~~ «Faire dériver la sublimation•, en Problématiques Ill, La sublimation, París : PUF, 1980. [«Hacer derivar la sublimación», en Problemáticas 111, La sublimaci6n, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987.] 62 , ••11n1lo 1111 .,¡ 11111tll"IH q1w 11 1111 vo:,-, 11111 y 111•111111 Uw11lo u Hm ' ll uvado ni «t't' htt.o dí'J Hll•ll'º" • 111 1-1 11rn\o d o l dlr1 1 o~o anaJftl.co. Y citaré u uno d e lo$ autores e n qulcnct1 ct1la lcmJc n · 1 l cía a llevar e l s u eño a l s u eño habla d o , a l s u eño del diálogo analítico, es más marcada: en efe cto el artículo c onclu~ivo d e este número -de J .-C. Lavie- se intitula «Hablar al analista».2a Del sueño «Soñado», nos da a entender Lavie, en el límite, .él no tiene ya nada pertinente que decir puesto que está incluido ·. por ~ntero en la sesión; objeción que, por otra pa.r:te, se generaliza, porque, aun de un diálogo «dialogado», cuando uno quiere· informar sobre él, deja pasar lo esencial. Y bien, entre este in te- . rés por el sueño soñado y el sueño en el análisis, el sueño c ontado, diré que en conjunto es el interés por la primera perspectivá el que preValéée en este número de la Nouvelle Revue d(; Psychanalyse. Esta toma de posición, que es también la mía, se definiría así: existe un. fenómeno-sueño sobre el cual, en tanto tal -con prescindencia del relato del sueño, así como de la utilización del sueño en el análisis-; el psicoanálisis tiene algo para · .. decir. Recordaré que este realismo, llamémoslo ingenuo -y tanto. más sólido porque es ingenuo-, es una vez más obra de·Freud . Si ustedes se remiten por ejemplo a un artículo que se intitula · "º . bservacion. es sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños», 24 encontrarán en todo él esta idea de que entre el sueño soñado y el sueño en el análisis hay una <ii§tancia e.un:. s)derable y gue somos C'!:J!.aces de evaluar esta distanci,s;i. Me \ bastará con citar dos breves frases entre otras: ·~~s por completo ~jeno al sueño el propósito de ser utilizado dentro del @áli: ..§.ͧ.!'_. 25 Y después esto, no menos refrescante (como se suele decir): «Y. opino que sería bueno recordar a veces que los seres humano ' tes ue exist~era un psicoanálisis».21'> 'x:' Y bien, ¿será quizas esta prepon eranLA EXPERIMENTACION cia de una perspectiva realista el corresoBRE EL SUEÑO lato de descubrimientos científicos, en cierto modo exteriores al análisis, y que concuerdan, se lo quiera o no, con las reflexiones psicoanalíticas modernas: me refiero a la irrupción de estudios objetivos (incluso objetivistas, por qué no) sobre el dormir y sobre el sueño, realizados por los pSicólogos y los electroencefalografistas? Toda una batería de registros permite abordar el fenómeno des23 24 25 26 NouveUe Revue de Psychanalyse, nº 5, 1972, págs. 287-98. En OC, 19, 1979, págs. 111-22. !bid., pág. 119. !bid.' pág. 118. 63 1 d u l•},i 1h1 J(t d 111i 11111'1 v111 l11 d 11H pll l ll l1 11J(11 1 11 111 111 l ' OllV"l'l-(l 111t •h 1; ¡11t111 t n d11l 11 l• w l , 1011 1 w11 l'11 l oKl'l t1111 ~ , d1 1l n t1 l.11dlo 1h1l t.0110, dc ~ I , , l.11dlo d• • lqH n111vlml ont.0H t1l' 1il1\rCB o tmublóu d ol rcglHtro d e lm1 p cdodo1-1 e n los qué tic pue d e d ecir que hay sueño, y d e aque·ll o:; e n que, aparentemente a l m e nos, no hay sueño. Todos esos st udios lle van a la hipótesis de dos tipos de dormir: un dormir lla mado le nto, en el sentido de que el electroencefalograma está compuesto por ondas lentas y sincrónicas, y después el dormir rápido, cuyo electroencefalograma en este caso se parece mucho más al de la vigilia. Esta segunda fase se llama «paradójica» en este sentido, según Bourguignon: «Cuando el sistema nervioso central está más aislado del mundo exterior es justamente el momento en que el electroencefalograma se asemeja más al de la vigilia».2 7 Para más detalles, los remito al artículo de A. Bourguignon que se intitula •Funciones del sueño».* Y bien, es durante esta fase llamada paradójica, rápida, cuando aparece el sueño, en tanto que en la fase «lenta>>, que por otra parte encuadra en el tiempo a la fase de dormir rápido, no se registran sueños, al menos habitualmente. Ven ustedes ~I * . . . . que" "sé nos .remite· aquí, .ya con la descripción del propio Bourgu~gn<:>Il., a un problema de aislamiento, de fenómeno aislado, . ·puesfo que tenemos esta fase del sueño en la cual el electroen. cefalo.grama es semejante al de la vigilia, pero en la cual, al . m~smo tiempo, la desconexión por relación al mundo exterior e~ máxima;. ven ustedes que de nuevo se nos remite a este pro.. bJema de la existencia de un sistema cerrado, al problema de . . . sus .límites y a la significación, tal vez, de nuestra cubeta. ': . . •. Para plantear la cuestión crudamente: ¿basta con borrar las ·dos .flechas, en el esquema freudiano, para hacer pasar al ser humano de la vigilia al dormir? ¿Es el durmiente una especie .de ho~bre-tronco o aun, .como se dice, de organismo o de sis. tema nervios~ «desaferentado»? Desde luego, hay una especie 27 . 64. Nouvelle Revue de Psychanalyse, ·n° 5, 1972, pág. 181, n. 2. d o b111•n ulu1•11 d1 i 11111 l l.,l' hllrt 1•1ro ud ; poro 11 '4 •1 n 11h 1 y 11l 11 11111 ic 1 1mw 11ld11 p111 y1t oi1 ~·I c·rn1t11,d11 l:t.q11l11nlo m1t,o " '' 1111111 1•rn11pl• \l n 1.::1 <lonnh: uo 011 H.lt:uplo pdyndóu 1:1ommrlul mu:¡l vu: tlt.i..J.10dl'!11 d ci c~ r que es d espo jamiento actlyo. es dcsyio del lntcrós. & <lrnÜ11 v estimiento. Y este desinvestimiento se d esc ribe d e un<:t inau era figurativa en el comienzo de un texto mucho m ás tardío, «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños», que merece ser citado: «No suele reflexionarse bastante en que el hombre se despoja todas las noches de los envoltorios con que ha recubierto su piel, y aun, tal vez, de los complementos de sus órganos corporales, si es que ha logrado compensar sus deficiencias mediante un sustituto: las gafas, la peluca, los dientes postizos, etc. Cabría agregar que al irse a dormir ejecuta un desvestido an~logo de su psiquismo, renuncia a la mayoría de sus adquisiciones psíquicas, y así, por ambos lados, recrea una aproximación extraordinaria a aquella situación que fue el punto de partida de su desarrollo vital. [Aquí se muestra lo que constituye el eje de este texto, eje en mi opinión más metafórico que realista, es decir la comparación del dormir y el estado fetal.]» 28 En otros momentos del mismo texto, Freud se plantea así la cuestión (estamos en la extremidad izquierda del sistema): en el dormir se desinviste la percepción, y sin embargo es este sistema percepción el que desempeñará el papel esencial en el sueño porque justamente él será excitado desde el interior para producir las alucinaciones de que el sueño está constituido. Esto no deja de plantear a Freud un problema bastante formal, incluso formalista: tenemos ahí un sistema del que decimos que está desinvestid~>, desactivado, y que en lo sucesivo debería ser considerado inexcitable. Pero, al mismo tiempo, ese sistema inactivado se volverá excitable «desde el interior». Dificultad que Freud remite a una revisión de la idea según la cual desinvestidura e inexcitabilidad correrían necesariamente parejas~ Sobre este punto preciso, ¿qué nos aporta la observaci6n científica a la que me refería hace un rato? Y bien, ese dormir lento, sin sueños, y después ese dormir paradójico encuadrado, encajado, se diría, dentro del dormir lento, corresponderían, si se lo puede decir así, a estos dos movimientos: la fase de dormir lento sería el momento del desinvestimiento, y el desinvestimiento total que aparece en el dormir lento desem28 En OC, 14, 1979, pág. 221. Entre corchetes, comentarios de .lean La planche. 65 ~- 1 ¡ .....-- boca e n e fe c to en un e stado s in sueños, sin excitabilidad alguna del sistem a per ceptivo . Por e l contra rio , e n la fase lla m ada paradójica, es decir en la fase en que hay sueño, hay efectivam e nte reinvestimiento del aparato perceptivo, lo que se traduce exp_e rimentalmente de una manera muy precisa, puesto que se pueden registrar, por ejemplo, los movimientos de los ojos durante el sueño, movimientos que parecen seguir al objeto onírico correspondiente. Vuelvo a la extremidad derecha de la cubeta, es decir a lo que cierra este esquema de Freud del lado de la motilidad. Les he indicado esta especie de pase de prestidigitación que lleva . la «motilidad» al exteriot del esquema, lo que evidentemente va a facilitar mucho la idea de que uno puede suprimir las efer e ncias con la misma comodidad que las aferencias. En otros términos, la pared de la derecha se convierte en el último sistema mnémico. Pase de prestidigitación que es quizás el signo d e dificultades, de una contradicción interna que tal vez podríamos intentar remediar aquí. Indiquemos al menos esto: si quisiéramos dibujar ese costado derecho siguiendo el texto de Freud, y bien, habría que dibujar varias cosas. Habría que dibujar el preconciente, después el sistema o el funcionamiento Conciencia-Percepción (percepción de palabras , lo hemos visto), y después, quizás, escindir la motilidad entre sus aspectos de inervación o de comando, y los aspectos por los cuales ella modifica el mundo. exterior. Prcc CcP - ! p [W}· X ··X - - . ; - - X ( /1(, -, 'kf lt>?" '-""' Coc [Bewsj -1----X X X .ai-J .:.. "!e .lf conc1enci~ . Esquema este de un interés muy relativo, y que es mejor proponer sólo de pasada. Creo, en cambio, que para comprender mejor la construcción de este modelo es muy útil remitirse a lo que constituye su antecedente inmediato y que, en cierta man.era, es extraordinariamente más explícito. Me refiero a esa carta 52 a Fliess, 29 EL INTERES DE LA CARTA 52 2 r1 S. Freud, La naissance de la psychanalyse, París: PUF, 4ª ed . , págs. 15:3-60. [En OC, 1, 1982, págs. 274-80 .] 11 »Pre (preconciencia) es la tercera trascripción [esta vez es Umschrift y no Niederschrift], ligada a representaciones de palabra, correspondiente a nuestro yo oficial. Desde esta preconciencia, las investiduras devienen concientes de acuerdo con ciertas reglas, y por cierto que esta conciencia de pensar secundaria viene, en el tiempo, apres-coup, probablemente anudada a Ja reanjmacjón alucinatoria de representaciones de paabra de suerte ue las neuronas de conciencia serían también ' ción en sí carecenan ~ memoria».:3o ~¡· ¿Por qué digo que hay aqm u gran·- · LAS HUELLAS riqueza, aun prescindiendo de nuestro METONIMICAS propósito? Y bien, uno descubre por ORIGINARIAS ejemplo esta idea totalmente extraordinaria: hay algo, se podría decir, más 30 ,t (."/) .«P son neuronas donde se generan las perc~pciones a que · . se 'añü:<:i'a'-la conciencia, p.ero que en sí no conservan·hu_e~la guna de lo acontecido. Es que conciencia· y memoria se exclu ~ · yen entre sí [sólo se puede percibir en la medida en que sin . .· . ce~ ·· a placa sensible es devuelta a su estado virgen]. .. »Ps signo de percepción] es la primera inscripción de las pe · pcione com leto insusce tibie de conciencia r:. ti culada según la asociación de : __ ___ ---~ -- · . ~ (inconcie nciaJ es la~unda mscnpc10n 1 ordenada segúQ otros-nexos, tal vez causales. Las huellas le quizá correspondan a ·recuerdos de conceptos, de igual modo inasequibles a Mi ~ 66 quo h u Hldo <.:l tu.dn y (' Olll\H1l.1 t1l 1 ~ 1111wh11H Vi lí'nl4 y q11 0 111 n 1 • 11 •11 se rlo u na v e z más porque lo qu o propon<i - 110 H<i.lo 1H ' <~ 11 · 1t dt•I s u eño sino también acerca d e l inc onclc.ntc y d e mu<:hoH o t,1·rn temas metapsicoló gicos- , lej os de anticipa r. ~ó lo e mbrlonuri umente las ideas ulteriores de Fre ud, las desarrolla d e . J1l~n ~ ra muy explícita. No resisto al placer d e volver a m ostrarle s ·este esquema de la carta 52 . Jbid., págs. 154-5. [En OC, 1, pág. 275.) 67 · ·· ,1 ·~ 4 l 1 • ·... •. l /\•J., l 1 • 1\.A) o/.\ L!J l 11 1•11 11 1'111 t1t 11 ll!l1_00 l 111 '0llt ' l1 )ttf.t • , y U >..ohJ~ 1(14 ~~{'1 1.0 ~ U nMhU!<• (<, - !)•_. - 1 11110 Mo º "'l!.º''iu·n 0 11 HUbHurn lr J y U ba,lo el tér· ] 11 1110 m t111 !:(m~oml d <l lnconclcntc . habría una esp ecie d e incon'' <'kntc t<>dtwfa más originario, f aracterizado por depósitos per<;:<; ptivos inscritos ~ún asociaciones de simultaneidad. Así. lo , más inaccesibl~o más profundo, sería lo que en nuestros días s.e llama lo «metonímico». _S e puede decir sin duda que se trat::i. 1 • de una idea premonitoria por relación a uno de los textos declaradamente tardíos de Freud, «Construcciones.,.gp el análisis;: · \ ,\;erá cuesti · de ue un anális's u a fondo lo re di\,,,WP'l_~cidar est La mayoría de las veces uno no hace más que cons~· t~. uir, es decir trabajar un.a especie de duplica_do de lo ~ncon­ c1ente. Pero, en algunos casos, ¿se puede decir que el 1nconciente vuelve en persona, que vuelve de manera alucinatoria"?. !H, e n c on sc<.: u<·11<·1a, In t.rn Hl'o1·111 111·101 1 ~ ~ ro·rma. ¿ )! b:;ijo qué fo.. rma'?.H ajo _ _ ia d.e re_sid . uo.s po·r.. c. onti.güidadi-1 de residuos metonímicos. En otros términos,, no es el recuerdq_ f!i,f_a ntil el que vuelve, smo tal ~ cua~ueño .rasgo ligagg . gor contig11ü'fiid; a ~sen~cuerdo: el color de un objeto, la dispo~ sición de una habitación, un aroma, un afecto .. . el recuerdo mismo no vuelve, . - P Pt?..R.....c,,;S . Y después tenemos a idea de la presencia del yo, «nuestro ~o o icia}"_i__ _yue está en el seno de o preconcienfe o que consti- · tuye su or aniZá.ciQp.-Desde el origen, la noción de yo está pre- .;:sen te con toda su -..uerza, como aquella de un organismo, de una. organización de los recuerdos pfeconcientes; e -incluye .~ualmente este aserto -q!Je produce cosquillas a más de uno ·· en nuestros días-, .fl. saber, que es del lado del yo y delladq iJ_J_( ;~-e lo preconc~ente. donde es _prects~ . buscar el lengua:Je-:-·::y eri 0~ motjo alguno del lado de lo mconc1ente. . . ~-· · . ~rttonc~s _este modelo de la carta 52, ustedes lo ven, no tle. ne paredes; es un sistema de recuerdos, sin paredes, sin. rela·2ión directa con el organismo. Pero, como por una especie de e9uilibramiento muy importante, si no hay organismo para cont~nerlp, si no. hay cubeta hacia el exterior, .en cambio hay en · . · 'j!J__interior·u. enerable or anismi:;>, bien organizado, que es jysfa!illlli!. el o. No está contenido por el exterior, pero en 'el interior un organismo de contención, o de inhibición, ·o de-dominio, o también como una especie de punto imantado, · de·punto organizado en el seno del sistema preconciente. Creo - ~ :. que.·es muy:importante aprehender esta alternancia, dentro de este.modelo que no·es un modelo del sueño, entre la presencia · . .. · ·. dei yo y, en el modelo del sueño, en cambio, como lo veremos : ,... · dentro de unos instantes, una suerte de borradura del yo.::l · Lo'que nos es descrito con La interpretación de los sueños ' v de este mod e lo e n un aparato <"<:rrn do (reencuentran ustedes , e n e l int.t• DEL MODELO rior, los sistemas 1, 11, 111, bajo la for EN EL SUEÑO roa de nuestras placas de radiografía), en algo que evoca a un organismo. Pero para comprender me-· jor aún lo que ocurre en el cierre «de la derecha» de este organismo, es preciso remitirse a la observación del sueño tal como Freud la hizo de una manera rigurosa a partir de centenares de sueños, y a la vez a su teorización. Lo que muestra la ohse~ T ttA1:W<>RMAC ION ~'! 1 1 O.e--su 31 S. Freud, La interpretación de los sueños, en OC, 5, 1979, págs. ._;54.5_ Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. -t .~ ·68 ~v ~---="L) ( .D@ .......-....~wr~'"~'.~f"': r ~· • : , ·A hÁ, v_a ción . de los suen-o. s . u. e Fr.eud .somete al a.riálisis es que e. l _sueño_ ~ra aJa esencialmente sobre restos diurnos: los elementos d@J sueño son elementos de la vigilia, en el sentido más estricto def1érñi.1ñó; es de.cir .e.n éTdOble sentido.d e la vida despierta y de la vida del día como tal, el de la víspera del sueño; elementos no reprimidos, relativamente accesibles; pero al mismo tiempo el sueño .les inflige un tratamiento que es verdad e·' ramen,te._~~ maltrato, l~-h~-~!!P-~~-<!Q._en todo sentido según ' • las reglá.s propia lógica que es la lógica de los procesos inconcientes: cónci_eJ\~aCioi:::t:,__ ª'~~P.Iá:~§.~ieñiO,~~~) etc . . Les cito un pasaje acerca de esos_,.r~tps ,Qiurno_s, . ent~e . muchísimos Otros que podría Citar: (_ {---) 1.?est1,\ r \~J.. ' .:JJ"LA 1, !.) «[Esos restos diurnos] [ ... ] para-él sueño, vale la pena prestarles todavía otro poco de atención. Es que, no obstante, tienen que ser un ingrediente necesario de la formación del sueño; de otro modo no se explicaría que la experiencia pueda depararnos la sorpresa de que en el contenido de todo sueño se identifique un anudamiento con una impresión diurna reciente, a menudo del tipo más indiferente. Ahora bien, aún no pu dimos discernir aquello que hace necesario este agregado a -la mezcla constitutiva del sueño. Lo lograremos si, reteniendo el. papel del deseo inconciente, acudimos a la.psicología de las neurosis en busca de esclarecimient<?. Esta nos enseña que la representación inconciente [lo gue está en Unbewns.st, pero tal]]; bién en Wahrn&imungszeichen) como tal es del todo incapaz ~e ingresar en el preconciente, y que sólo puede exteriorizar ahí un efecto si entra en conexión con una representación mo!._ensiva que ya pertenezca al preconci~~. trasfiriéndole su \ intensidad y dE;jándose encubrir por ella, Este es el hecho de ¡ la trasferencia, que explica tantos sucesós llamativos de la vi- 1 da anímica de los neurótiCOS». 31 , & 69 11 11 V lflll }r .,,,, 111 t 11 111 o l,1·11H I ni 0 11 1'11\ ll 111111,111• l 11 l'l l11l,nw1l1l11cl1 w .Y. lit vn:r, de1 11111 l'd pl' podrÍ1t d od r lguahucutc . _ do d1 • l 11111 ·lo 1111m lont.<1 d el l11cou clcntc, ::;obre un material pre , __ •·oi 1drn 1t.11 . rH' 11lnr 0 11 .,¡ ('Hn• 11 u.rl o L('H pr.<..'-<:l:m. c nt,01. t Cl'H c omph:t,ur o 111odll'I car la Idea d e un desplazamiento de la censura .. ,Lo 9u s !>e dg" plaza es e l yo guarilián, que se dirige a cerr ' · 1~VtPrior\\ 1~ · '"!1_1~ Comanda e) 3ccpsQ :;¡ ha ?CCjÓp 0¡ COIDQ dice ......... ............ [ freud, a la «motilidad»];[ . .. ] ellas resultan inofensivas porque.. no son capaces de poner en movimiento el aparato motor, el · único que puede actuar sobre el mundo exterior trasformán·- . dolo [noten ustedes aquí que el propio Freud se alinea en algunos casos con ese género de frasecita -trivial y lenificante: .. e'n definitiva, un sueño no es más que un ·sueño, un sueño es ino:_. fensiVO». Es un discurso que nos dirigimos todos en Ciertos mo' .. . mentos; es el discurso del yo, precisamente, este d~c;ir q~e · . . .. un sueño no es más que u~ sueno],,.=l2'"'-...::>~ · _' ,¿, .. · .· -: En ·-corisecuencia, la puerta, como. lo dice Freud figuraqa •. mente, está cerrada del lado _de la motilidad y, yo agregaría, del lado de la verbalización concebida ella misma como motilidad. Es decir que la toma de conciencia ligada a una ve.rbaliza- · ción, ella misma ligada a esbozos de pronunciación dé pa,labras -o, al menos, a intenciones motrices dentro del sistema nervioso- : esa toma de conciencia está excluida. . · ¿Qué ocurre entonces con nuestra cubeta? Era, en apar.iencia, el modelo de un organismo. Freud lo presentó así antes de presentarlo como el modelo del sueño o, incluso, como un aparato psíquico; en su primera molienda, uno veía sobre todo ahí un continente con aferencias y eferencias. En realidad, uno puede preguntarse si no hay aquí una especie de sobreimposición del modelo de un organismo, con su homeostasis, a un modelo de memorias. Pero comoquiera que sea, en su estado terminal -y con esto enuncio más que una simple tautologíaes un modelo del dormir y un modelo del sueño. El modelo de un estado muy particular que cierra al aparato psíquico. El cierre que es descrito aquí, sólo en apariencia es el cierre de un organismo: es la constitución, se podría decir, de una especie de organismo del sueño durante el dormir. Hemos visto que está cerrado sincrónicamente, es decir en la simultaneidad, en el espacio, en el sentido de que las aferencias y las eferencias· están suprimidas o desinvestídas. Pero lo que tal vez nos aporta la observación científica moderna es que el aparato del sue-. ño se encuentra también aislado diacrónicamente: la fase paradójica, en la línea del tiempo, se encuentra rodeada por fases de dormir lento, es decir de dormir verdadero . Tras el - ~ Tras esta descripción, en definitiva IJ0M 1N10 m,;1, bien próxima a la observaeión de cen- , 1NCO NCIE NTE SOBRE tenares de sueños, ¿cuál es ahora la E L PRECONCIENTE teorización? Y bien, la teorización es que hay, en .el sueño, un dominio del inconciente sobre el preconciente o, para hablar con términos un poco diferentes, ~n trayecto de la excitac;ión del inconciente hacia el precprtciente. Entre el incónciente y el preconciPnt~, en el estado- (fe Jrjgilia, eyiste upa heterogeneidad rad·iea:l, heterogeneidad por ·la cual .justamente el jpconciente na pue9e penetrar en lo gue constituye nuestra yjda cotidiapa- y /Ji qU:.e impide una penetración del inconciente en el preconciente es el hecho de que el preconciente está organizado desde el interior, lo que quiere decir precisamente que hay un yo. He aquí cómo describe Freud la trasformación entre el estado de vigilia y el estado de· dormir: «Es evidente que las mociones de deseo inconcientes aspiran a regir también durante el día, y tanto el hecho de la trasferencia como las psicosis nos enseñan que querrían irrumpir por el camino que a través del sistema del preconciente lleva hasta la conciencia y hasta el gobierno de la motilidad. En la censura entre Ice y Prcc, que precisamente el sueño nos obligó a suponer, hemos reconocido y honrado entonces al guardián de nuestra salud mental [por lo tanto, durante el día hay una censura, especie de puerta en el interior del esquema de la cubeta, censura rectora por la cual no quedamos librados constantemente a lo que Freud llama «trasferencias.,]. Pero, ¿no es un descuido del guardián el que reduzca su actividad durante la noche, dejando así que lleguen a expresarse las mociones sofocadas del Ice y haciendo de nuevo posible la regresión alucinatoria? [durante la noche, lo que se nos describe es una cuasi a bolición de esta censura. Pero esta abolición no se tiene que percibir como la supresión de una puerta, sino como el hecho de que el guardián encargado de mantenerla cerrada se ha '!,\ausentado: mu exac se ha ausentado del siste\ ~ma precondente que él habitaba y estructurab3:)· reo que no; en efecto, cuando el guardián crítico se entrega al reposo -y tenemos pruebas de que no se adormece muy profundamente-, cierra también la puerta a la motilidad. Pueden ser permitidas cuantas mociones de lo Ice (inhibido en otro caso) quieran pu- de· I r 1 '•\ i l. 32 !bid., pág. 559. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. (~-=:;- fQeDS~ 70 71 l111 c'c• 1'11 l t." 111 \lt f nHO ch1 d c> riHl l' v c•I' d 111l1• 1·0, .Y dclHIJU ÓH lll\ll CH p cdo d e d CH,l)Crtar . 1d n 11111 •d 11 d c11 1t.o , p 1111 1 t10 1l111' 18 de diciembre de 1979 ( l.," ' ' . q\l ( l OH tll l'o11do d o ... 11111 •M f,ro 1l1J1, qu n 1111 ¡ . 111 11 o l ci~l1 •1 11 111 • 11lc • pd111l ti ;:. :. . \ livo; .Y u n JnconclcJ.ltc que c•t1 lo rmH"lm ldv. u uu rn1vuulutl \U •• · (- /'\ 1!'-e nte crea d? e n e~ ~Cf b.U~0ROO H QrlCllC di' ('l nlo ll l'l!l (!llc l tic~\\, • /,~) ría la represión ongmana. 33 J ( - Volvamos ahora sobre el cierre del sue ño. d e l aue d ebe mos s,µponer probablemepte c ID0 para Q} QiQrt=Q de 13 sesión Ollj~ ~e sitúa en eco con el cierre del jnconcjepte En particular d ebemos mostrar también aquí que el hecho de encerrar algo e n el sueño, de cortar o de borrar las dos flechas de la cubeta, no deja de traer consecuencias para lo que queda encerrado. Mostrémoslo primero, a propósito del sistema Preconciente, en la extremidad derecha del esquema. A este sistema lo vemos aparecer, en el curso de La interpretación de los sueños, bajo dos formas bien diferentes. Ellas no son contradicto- ~ . ~ rias, como ustedes lo advertirán pronto. Po: una parte el Pr.:¿c Vfi],lL, es asimilado a veces al yo -o en todo caso es el lugar del yo ' y por otra parte es descrito a veces como un s· · os-:- ~l yo, tal como está presente e.I.:CC>m:::'?i::::e-::n~z:':'o::-,-e~n~e,......l..o""e"'n""s""a......,,miento de Freud, .U aparece desde el principio como una organización y no como ese avatar más o menos impreciso del sujeto psicológiEL PRECONCIENTE co que ciertos autores psicoanalíticos HABITADO durante mucho tiempo quisieron deso DESHABITADO cubrir en él \ En la carta 52 lttemos ·enPOR EL YO contrado, en el seno del sistema preconciente, a •nuestro yo oficial» . El yo lJ ·""'> .,¡-... no sería entonces estrictamente si~ónimo del preconcien~­ no más bien· de lo que organiza al preconciente; lo organiza según lo que llamamos mtereses o, tamfü@, segúIJ lo que Freud en algunos casos llama los •deseos» del yo (sabemos que désir no vierte exactamente el término Wunsch: voto, anhelo). El preconciente, digamos, está •constreñido», in-formado, por esos iJ1tereses: constreñimientos vitales, cotidianos; subli.mes o triviales, no está ahí la cuestión, porque sería perfectamente estúpido pretender desvalorizarlos. Pero lo cierto es que esos intereses del yo, en la vida diurna, suponen un investimiento de ciertas re résentaciones, una ligazón ·. entre al una8 de esás representaciones, el mant e un nivel energético 0 Nos hemos preguntado, en el caso del sueño, cómo se constituía la cubeta. Hemos tenido en cuenta ciertos aportes de la experimentación que nos muestran que el sueño está aislado todavía más de lo que creía Freud, puesto que lo está en la diacronía -es precedido por un período de dormir sin sueños.Y que igualmente lo está en la sincronía, es decir que no es ~ \) tanto el cm;relato del dormir cuanto una especie de despertar ~· vuelto hacia otro mundo. ·· =. · ==-Ahora bien, a esta idea de un encieCLAUSURA DEL sUEÑo rro, de una clausura de algo, la enconY CLAUSURA tramos, en Freud, en otra parte y paDEI, INCoNcIENTE ra una comparación todavía más fundamental, se podría decir, que el sueño . \º mismo: es la idea de una clausura constitutiva del inconciente. Lo saben ustedes, cFreud compara a veces el jnconcjente cqn u.n a especie de par ue serva natural como a uel ue los Esta os Unidos habían instituido mucho antes que otros ppses, y donde se pretendía conservar una naturaleza primitiva ara la felicidad el interés de habitantes posteriores, arras. tractos en un movimiento .de cultura, de domesticacmn y as a . .<te· destrucción de esa Raturalesm, En realidad esto no es ta..n : .. .. simple, porgi.ie un parque natural ' nunca es completam~nte :: · ··un ·trózo de naturaleza silvestre. El hecho mismo de encerrar un trozo de naturaleza tiene consecuencias ecológicas, tanto ' · pa(a la.naturaleza circundante como para el parque mismo. Ce. rrar nunca deja de' traer consecuencias y no deja intacto a lo .· · .ence.rrado. De manera que. la idea misma de un inconciente que fuera simplemente lo que estaba ahí antes -lo primi~ivo, · .. ·.lo originario- , y que uno podría después reencontrar como lo má.S profundo dentro de nuestro ser, esa idea está totalmente - :'\: . sujet3:.ª cauci~n y vie~e a oponerse a otra idea: sería en virtud ) ·\ 1del mismo encierro, digamos del parque natural, como se crean l caracteres del inconciente . ustedes que esta met?ª·: . · < · ·fora del parque natural puede ser mterpretada en las dos di- '1 . · · · .. " recciones que son las dos opciones contradictorias del freudis. ·. .: · mo; 3, saber: un inconciente que está ahí antes de lo concient ~ ·j· ,ci~_ttos :..:~. ;~: ~~. ~en · 10·~ ~1..(:L(Ü 72 · , I" n ~\..i..J-~lu. ~/()... (}JlK · ·. ..~,C-1 ; .· ~ . .. - :Se~@ ~-y{~ {UI~ _cl fJY-NJ _"" " \\ ..:i=:----- -<'.{-· -- --- 33 Nos hemos pronunciado claramente en favor de la segunda opción . Cf. Problématiques IV, L'inconscient et le c¡a, París: PUF, 1981. [Problemáticas IV; El inconci.ente y el eUo, Buenos Aires: Amorrortu editore s , 1987.] 34 Cf. J. Lapla~che y J.-B. Pontalis, Vocabulaire de la psychanalyse, París: PUF, 1967; artíeulo •Moi-. -[Ed. en castellano: Diccionario de r>sü :oanálisis, Barcelona: Labor, 1971, artículo •Yo• .] . 73 (r<•<• n c·ontram os es ta idea d e nivel en toda idea de organiza/ c;ión) ; s i uno quie r e complicar un poco la idea de «reservorio» p 1·op u esta por Freud, digamos que se trata· de un nivel dentro de una constelación compleja, formada por varios reservorios que se comunican entre ellos. 'Son esos intereses y su organización en.constelaciones, son esos constreñimientos los que, precisamente, inhiben durante la vida diurna el pasaje entre inconciente y preconciente. De manera que cuando Freud nos dice: basta cerrar la puerta a la derecha, la que lleva más allá del Prcc, la puerta de la motilidad, para que estos constreñimientos desaparezcan y para que la circulación en el estado d e sueño se vuelva libre entre Inconciente y Preconciente, esta no es una descripción suficiente. Cerrar las puertas supone al mismo timnpo un desplazamiento del investimiento. Y lo · que es genial, yo diría, a la vez en el sueño y en Freud -en e l sueño, que eso exista, y en Freud, que lo haya visto tan bien c uando se ·refirió a la vía regí.a hacia lo inconciente-, es ese desplazamiento de investimiento del yo. Esto se puede describir así: el investimiento o los investimientos· !oculares del yo~ e n el seno del sistema preconciente resultan, en el dormir, .abolidos, desplazados, re-unificados, sobre un solo interés (o un solo interés rector; se trata de una descripción ideal): «el deseo de dormir». Entonces, cuando se habla del preconciente en el . s u e ño, en manera alguna es el mismo que el preconciente en la vida cotidiana. Es un preconciente (en buena parte) evacuado por el yo, desinvestido, por lo cual queda desintegrado en sus restos mnémicos: hace un rato me referí a una especie de uniformización, de inercia de ese stock de restos mnémicos. Esto es lo que me gustaría que se palpara: se nos describe, en el capítulo VII, un aparato mecánico, regido por asociaciones.sin meta, sin finalidad. Y bien, lo que ahí se describe no es el aparato psíquico en su generalidad sino cierto estado del «aparato . psíquico», precisamente en el momento en que este se encuentra, se podría decir, «desjnteresado» al mismo tiempo que desa\ ferentado. Está desaferentado, desde luego, por el lado per.c epción y por el lado motilidad, pero lo verdadera.m ente capital es que el sistema reconciente como t~l _se encuentra deshabitado de sus intereses; y_ustedes sa en que es e ermino ,:J:~~iene un sen · · la teoría freudiana e importa mantenerlo), opuesto al e libi pa:rn calificar los i~v~stimientos, las cargas, la.S ener&}a.S-q-tié se centran en la autgconservación y no en la sexualida{!. Y bien, los intereses se borran. y sólo reina en lo sucesivo, en el aparato psíouico. la libF do. El preconciente ya no está «habitado», ya no está «polariza- r. F. .i, /\ )\j...\ ~ 1 ' 74 do» (uno .puede emplear to<la una ::¡c ric d<· 111(.•t.í\ forn s), 110 ('Ht .... más «informado», no es tá mái; «imantado» ... por <: I yo. J21 esta modificación energética capital, la trama d e la vida coti~acedemanera que los recuerdos preconcientes quedan liberados a su vez, disponibles para convert irse -~m- ~~-. ' material cuasi neutro que el sueño-utilizará. "¿:Po i dÓnde-P.isii.- . . eñtoñees-·en.nvestfüiieñto'?"_Y. bíe_ii.,'sE:tfrasporta justamente ·al·..:,. <Í!:~e~ ~e ·dormir, a la gu~r~a se QOdría de~ir ._pasa_al -~d; · las puertas y al mantemm1ento del dormir: . · · · . ~·· · «Del sueño, hasta ahora no .sanemos sino que expresa u · _C. ) cumplimiento de deseo de lo inconciente [lo destaco : no presa el cumplimiento de dos deseos, a diferencia de muchas· otras formaciones; expresa el cumplimiento de un: solo deseo, el deffr1.conciente]; parece que el sistema ·dominante, precor:i.ciente, se lo permite después de constreñirlo a ciertas desfigu" · raciones. En la realidad no podemos revelar en todos los casos un itinerario de pensamiento opuesto al deseo onírico [el d.e lo inconciente], que se realizara en el sueño como .su contra~ . ' parte. Sólo aquí y allí aparecen', en los análisis de su.e nos, ir-i.di -, cios de productos reactivos; por ejemplo, la ternura hacia amigo R. en el sueño sobre mi tío (veh ustedes qu.e Fre~d iri. troduce algunos matices] . Pero a ese añadidQ del preconciente . que aquí echamos de menos podemos descubrirlo en otro lugar [el sueño es opuesto en particular al síntoma histérico: Un síntoma es mantenido «por los dos lados»; el sueño es. una especie de envoltura en la que juega prácticamente qm libertad un solo sistema, un solo investimiento]. El sueño es autorizado a dar expresión a un deseo del Ice tras toda clase de desfiguraciones; en tanto, el·sistema dominante es decir ei o $ ~ r __ realiza producjendo en el intflrigr Q.0l.~aFat6 psíquico las alte~iones en la investid1.1ra que le son posibles. .Y., en definitiva, · retiene este deseo todo el tiempo en que se _ duerme». 3 5 Esto nos lleva, ciertamente, a una nueva concepción de los límites. Hemos dicho que tal vez se descubre, en ese esquema freudiano un poco mixto, el modelo de un organismo que viene a sobreimponer~e a un modelo de memorias. Y bien, esta superposición no sería sino la consecuencia de esta suerte de desplazamiento del yo al~ fronteras. No q1.1iero abusar de los esquemas, q1.1e sólo sirven para estimular el pensamiento; pero ex<L mi· 35 S . .Freud, La interpretación de los sueños, op. cit., pág. 562. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. 75 tal v,!Z h abría que dibujar una especie d e cubeta d e pared doble; una c ubeta incluida en la cubeta del yo ... yo Segu,nda observación: el funcionamiento de este aparato. He" mos opuesto modelos organicistas, homeostáticos, modelos biológicamente verosímiles (destaco· esto) y otros tipos de modelos, mucho menos verosímiles como modelos de un organismo, y más mecanicistas (lo que evidentemente no es para mí un giro destinado a despreciarlos). Y bien , es el segundo tipo el que se ilustra en la Traumdeutung porEL , ¡.'LJPPEH.. que, si este modelo de La interpretación de los sueños fuera tomado como el de un aparato biológico, incluso de un aparato psíquico, destinado a mantenerse con vida, se puede decir que fracasaría magníficamente. Hemos visto otros modelos de aparatos estríe. .. . ta.mente 119 ".iables; en particular, el del comienzo del «Proyec. · ; ·.- ·to de•psicología•>, puesto que sólo secundariamente -y uno se ·pregunta.cómo lo conseguiría-, bajo el influjo de las necesidades de la vída, se volv~ría capaz de homeostasis. Este aparato .de la.S.primeras. líneas del «Proyecto» de 1895 no se parece más · · · ·que el <le la Traumdeutung a un aparato biológico. No tiene : . . energía propia y' si la recibe de otra parte' uno no sabe de dón...· de, a partir del momento en que está borrada la flecha «aferen. te»: Su finalidad no es el mantenimiento de un nivel sino la inercia, . es decir la evacuación total. La energía resulta en él ; · remitida de un polo al otro en lo que Freud designa un trayec' to en'iigzag;· ~demás -nótese-,-, ella se pasea sin pérdida, sin · de~ga.Ste, y efectúa su trabajo sin gastar energía. Imaginen un . «flipper» en que una bolilla sea remitida de contacto en contacto siri q:lle al parecer pierda fuerza, una bolilla que busque la salida hasta el momento en que acaso la encuentra, y que a la pasada conecte contactos, en su .movimiento btowniano. En 76 el limite, uno tiene incluso 11:1. impresió n dt• u11a dr1"11l111 · 11111 110 de una energía sino de algo inmaterial; la c ircu lació 11 , dli.(11111os, de una señal. La concepción del conflicto -si es que hay conflicto en esü' sistema- en modo alguno es más realista. Mientras que en cier~ tos modelos de Freud el conflicto es ¿CONFLICTO DEFENSIVO presentado como una lucha din'3.mica en que fuerzas entran en oposición con o RESISTENCIA'? fuerzas, aquí no hay energías propias del sistema que entraran en oposición con energías afluentes, o en transacción con ellas. El modelo habitual de Freud, cuando se refiere al conflicto defensivo (Abwehr) supone este enfrentamiento de fuerzas; términos como «Sobreinvestimiento», «ContrainvestimientO•>, etc., implican la intervención de potenciales energéticos y, como lo dice Freud, la victoria es siempre del batallón más fuerte. Sin embargo, en la Traumdeutung no se trata de batallones como tampoco de defensa. Los términos empleados son los de resistencia o de deformación (Entstellung) y lo que se aporta en apoyo de esos términos es por ejemplo el modelo óptico: resistencias y deformaciones no son otra cosa que la consecuencia del paso de un «medio» a otro, porque toda la óptica se funda en las diferencias entre índices de r efracción. O también, el modelo de la carta 52, donde esas resistencias y deformaciones sucesivas no son sino las que puede n oponerse a una traducción perfecta de una lengua a otra: la traducción deja siempre residuos. Otro modelo, de aspecto más fisicista, el del «Proyecto» de 1895, parece dejar más lugar a la energética cuantitativa, y sin embargo, por más de un aspecto, se exime de ella. Cuando se trata de facilitación, la cantidad de energía con sus infinitas varia<;iones ya no. juega. El sistema de facilitaciones es un sistema de bifurcaciones sucesivas en que las cantidade,s de energías circulantes no se toman en cuenta: en el límite podrían ser reducidas a simples señales; lo que importa, en cada bifurcación, es que uno de los pas.o s esté facilitado, y el otro, no. Las facilitaciones no actúan ellas mismas sino simplemente por la diferencia entre. un canal faci litado y un canal no facilitado. Se comprenderá que he llevado hasta el extremo un aspecto de estos diferentes modelos con la intención de hacer e n tender esto: la cubeta del sueño no es un modelo biológico; tampoco es el modelo de un aparato psíquico en su cortjunto, por lo tanto un modelo «psicológico». No es u.n modelo de la Rsique aÚnque Freud lo pretenda; es algo que se autonomiza en el corazón de lo biológico, e incluso en el corazón de la psique, en 77 In 111 1.~ u l d 1t <.· 11 qu e Ju. p Hl qw: tl<.• 11 0 Hin <lu du unu fu11 dó11 l>loJ<'>gl ·a: es una verda d e r a m a quina ria d e l s u e ñ o . Y puesto que estamos considerando esta epistemología de los modelos, tengo que recordar lo que varias veces he dicho y a acerca de esa famosa referencia freudiana al reflejo como modo de funcionamiento de un organismo o de un aparato.psíquico. Lo que la noción de «reflejo» evoca en cada quien es, ante todo, una respuesta estereotipada, muy simple, siempre la misma para un mismo estímulo. Evoca también una respuesta inmediata: una respuesta que da la impresión de una suerte, si no de cortocircuito, al menos de E1. MODELO circuito corto. La respuesta sería co11m EALISTA mo adecuada al estímulo. El modelo D E L REFLE.JO del arco reflejo, su observación en estado puro, supone, en el nivel de la médula espinal, la desactivación, por sección, de los circuitos der ivados, ascendentes . • 1 1 1 1 1 1 1 1 Uste des lo ven, esta observación del «animal espinal» supone a su vez un aislamiento, una clausura, un corte de ciertas vías. Y bien, aun así concebido -como lo conciben los neurofisiólogos y como lo comprendjan ya ºen tiempos de Freud (¡y Freud n o lo ignoraba!)-, este esquema es algo muy diferente de lo que Freud toma de él. ¿Qué dicen los neurofisiólogos? Traigo aquí otro esquema, el que ustedes encontrarán en libros de fisiología elemental. 78 f En .él reflejo tendinoso más simple ustedes tienen,' en re.ali-. dad, una sucesión de procesos muy diferentes: choque del .r nar-· tillo sobre el tendón, receptores aferentes, vía de trasmisión · aferente, neuronas motrices, por último terminaciones nervio-· sas en el músculo, que dan la orden del movimiento de contracción. Para simplificar esta circulación y para distinguir bieh. · : lo que nos importa -es decir, los niveles ·energéticos....:....; teµe~ mos: 1) una energía aferente, la del golpe de martillo en· el ten-· dón; 2) una trasmisión de señales en el circuito neuronal, y 3) una energía eferente, que es la del movimiento musc\,\lar; esta energía efectora halla su fuente directamente en el lugar, en las reacciones bioquímicas internas del tejido muscular. Todo esto para hacer notar que Freud -aunque conocía perfectamente esta fisiología ya correctamente orientada- razona sin cesar, desde lo que él llama el modelo del aparato psíquico concebido como aparato reflejo, como si fuera la energía aferente -la energía del martíllo- la que se volviera aprese ntar finalmente en la energía eferente -en el movimiento del músculo-. Comprobemos, una vez más, la absurdidad de un modelo freudiano, pero insistamos en el hecho de que esta absurdidad no es la señal de que se deba rechazar este modelo sino de que es preciso interpretarlo. Este modelo del «reflejo», de todas maneras, nunca fue el modelo de un organismo; un organismo no funciona de esta manera, y sobre todo sus respuestas son notablemente diferidas, no son siempre adecuadas al estímulo . Es necesario P.asar por un número considerable de mediaciones para establecer una relación entre el estímulo y la respuesta. Este modelo fisiológico del reflejo es quizás el de un sistema nervioso , pero aislado: por sección real o por abstracción científica. Es quizá también el de un psiquismo aislado a su vez, pre- 79 .. 1•1ru 111 11 111f 11 c•l 111 o dc 1lo d n l Htw 1\o o d 1• l l,1·11 111 \lo <h •l H111 •1\o . 1'1• r o , la (•xtraordina da modificaci6 11 q uo Frc ud le h ace s ufrir; ese sed icen te m od e lo d e l re flejo d e be ría f uncionar e n apertura total sobre el exterior porque el siste ma sería completamente permeable a la excitación, la que se volvería a presentar íntegramente idéntica a la salida; pero Freud lo utiliza justamente a partir del momento en que la cubeta del sueño está cerrada y en que lo que circula en el interior es lo que se propagaría como la bola del «flipper». Antes me referí a este número de la Nouvelle R evue de Psychanalyse dedicado al «espacio del sueño» , y al artículo de A . Bourguignon que reseña los descubrimientos neurofisioÍógícos recientes acerca de las fases del dormir; para la fase lla mada paradójica, el autor rec haza en efecto la idea de un «dormir paradójico»; es que esta fase de sueño es una fase de vigilia, «una vigilia en el mundo interior». Además, este artículo de Bourguignon se propone mostrar las ¿F uNc I<>N correspondencias indudables entre esDEL \iUEÑ< >? tos descubrimientos neurofisiológicos y I.as teorías freudianas o, por lo menos, l.a posibilidad de conc iliac ión, de inserción de las unas por relación a las otras. Corno lo indica el título mismo d e su artíc ulo, «Funciones del sueño» , él se esfuerza en clasificar las dife re ntes funciones del sue ño para reticular las corresponde ncias e ntre la rieurofisiología y Freud . E'Stas funciones son resumidas e n c uatro: estimulación , descarga , sustitución y ligazón . (funcione s que , sin duda, serían igualmente válidas para otras . . . forrna~ iones del inconciente ). No me quiero dete n e r en esta ... e rnimeración ni en su pertinencia, sino en el término función. .•¡: · · Ra.zo.n a,t, ·r;e.specto del sueño, e n términos de función, es supo. · . n~ r que e l apárato .PsíquiCo, en el .s ueño, conserva un funcio. n~rniettto unitario, una complernentariedad. funcional. Es cla. . . · -ro q1:1e Bourguignon comprueba el paso a otro régimen, pero a un ré gimen' en que el sueño mismo conserva una utilidad pa·ra e .l conjunto del sistema: por lo tanto, un régimen que sigue sie ndo global. Mi pregunta sería entonces: ¿qué sucede con la nóció~ de fUI).Ción, incluso de función del sueño, a partir del ·rriornento en que resultan cortadas, o por lo menos muy alterada s ; las conexiones funcionales? Esto no es simple juego d e pa·1ab:ras entre funcional, función y funcionamiento: si tenemos un funcionamiento aislado; ¿qué sucede con la noción misma . de .una función del sueño? .. . Desde luego que a esta idea de que el sueño tendría una J undón la en~ontramos en Freud,. y la fórmula es famosa : el .· 80 dk<l, ('H o l )(\l llnlll\11 d11l 1101 mir. Lo q u e 1:1crfa cvldcnt.cm<• n t<· d e• G UARDIAN una utilidad capital, puesto qu e e l dorDEL DORMIR? mir es concebido como una fase esen cial de recarga de energía, y el sueño tendría justamente por función permitir esta reconstitución de reservas. En realidad, cuando se lee de manera un poco más ceñida, uno se dice ya que este término de .. guardián» no es forzosamente el más feliz. El verdadero guardián del dormir es más bien el yo porque es él quien está movilizado , en el sentido bien exacto del término: está movilizado en un solo deseo (como un soló hombre ... ), él está en las fronteras o en las murallas de la.fortaleza para guardar el dormir. ¿Quiere decir esto que habría entonces dos •guardianes» del dormir, el yo y el sueño, y cómo, verdaderamente, emplearíamos el mismo término para dos «funciones» tan diferentes? Lo que Freud quiere significar, en la relación del sueño con el dormir, es que el sueño sería una manera de dejar jugar el deseo inconciente, en el momento en que el yo, precisamente, no lo controla ya paso por paso corno lo hacía en la vida de vigilia. En el estado de vigilia, los investimientos del yo, dispuestos dentro del conjunto del sistema preconciente, hacen que los deseos inconcientes en todo instante estén controlados, impedidos de pasar, censurados. En el dormir, por el contrario, el yo no los vigila; se trata entonces de dejarlos jugar, pero sin riesgo . El pasaje más claro acerca de esta función de ·.guardián del dormir» no se encuentra en La interpretación de los sueños sino en el opúsculo intitulado Sobre el sueño: «El sueño procura una suerte de finiquitación psíquica al d e seo sofocado o formado con el auxilio de lo reprimido, presentándolo corno cumplido; pero también contenta a la otra instancia, puesto que permite la prosecución del dormir [ven ustedes , una vez más, que las satisfacciones de las dos tendencias -la del inconciente y la del yo- no se encuentran en el mismo plano . La satisfacción de la tendencia i.nconciente se encuentra en el contenido mismo del sueño; la satisfacción de la tendencia del yo no está en el sueño mismo sino en ese dormir que ella permite mantener]. Nuestro yo se comporta en esto corno un niño; presta creencia a las imágenes del sueño, como si quiSiera decir: ''Sí, sí, tú tienes razón [se lo dice al inconciente], pero déjame dormir". El menosprecio que nosotros, despiertos, oponemos al sueño, y que se prevale de su carácter confuso y en apariencia ilógico, no es con probabilidad otra cosa que el juicio de nuestro yo durmiente sobre las mociones 1-\UOl\O, llOH ¿EL suEI':)o 1• 11 1·H< 1 111 0 111 1· 111.o, V<•tu1 U HtC<l ('.'I ... ~ . 81 qu e vienen d e lo re pdinido, juiclo qu e ::;e apoya con m ejor d e rec h o e n la impotencia motriz de estos perturbad~res del dormir. Ese juicio menospreciador nos deviene conciente a veces a un dormidos; cuando el contenido del sueño excede en demasía a la censura, pensamos: "Es sólo un sueño", y seguimos durmiendo» . 36 Con respecto a la función del sueño, ¿EL suEÑO en Freud, estamos entonces en presenEs RISIBLE? cia de una suerte de función «risible», una función de diversión, una suerte de divertimiento que permite al yo despreciar lo que ocurre e n el inconciente. El sueño «risible» .. . en manera alguna es esta una perspectiva que pudiera ser la del inconciente -porque para el inconciente lo que ocurre ahí es bien serio-; esta utilidad funcional del sueño sólo puede ser apreciada desde el punto de vista del yo, eventualmente incluso del yo después del des- . pertar, cuando él se dice «¡Bah!, es sólo un sueño». Finalmente, este término de «guardián» no parece adaptado a lo que Freud quiere decir: más que de un guardián se .trata, en cambio, de un válvula. Y en efecto, en otros momentos Freud emplea esta imagen de la válvula que permite a los adultos proseguir con las cosas serias (es decir que permite dormir al yo: mientras que por su parte los niños se divierten en .hacer como si realizaran sus deseos. En fin, de todas maneras, sea que 'se utilice el término de guardián o el de válvula, esta idea freudiana -de que el sueño sirva pura y simplemente para otra cosa que para él mismo, e s decir que sirva al dormir- nos parece criticable, y los trabajos modernos parecen sugerir una dirección muy diferente. No se trata de que acuerden importancia menor al sueño, sino de que parecen otorgarle una importancia intrínseca, una importancia por sí mismo y no por el hecho de que permita simplemente dormir. Algunos experimentadores, por ejemplo, han conseguido realizar experiencias llamadas de privación onírica, diferentes de las experiencias de privación del dormir; es decir que las fases del dormir, en el sentido del dormir lento s i~ sueños, no son perturbadas, y sólo se afecta la posibilidad de soñar. Los efectos de esta privación onírica son por otra parte lo bastante graves para que, muy pronto, se suspendiera este tipo de experiencia: efectos eventualmente psicotizantes y no sólo una fatiga como la que resultaría simplemente de la privación de dormir. Evidentemente es muy difícil suprimir sólo las ,•. •. fa:>e:> d e dormir purudójlco y d ejar lntuclu:; htH fa:;t lH <ll· d ormir le nto . Pero lo c ie rto es que este tipo d e trabajo:; no:; orienta hacia la idea de un valor autónomo del sueño para la vida psíquica con prescindencia de un acoplamiento sueño-dormir; si.. gue siendo una «función•, si se.quiere, EL noRiVim· " pero una que no estaría al servicfo del . dormir. De modo que nos podríamós DEL sUEÑo/ ver conducidos no sólo a cuestionar,· . sino también a invertir la fórm.ula freuc . diana: como el sueño parece ser la cosa ·m ás preciosa, se de~e~ . ría afirmar que el dormir es el guardián del suefio, es el dórmir. el que guarda al sueño en su estuche. Más que funcional, más que complementario de otra cosa, el sueño se nos p~esenta en-. tonces corno conectado en derivación, como un espacio -y la expresión «espacio del sueño» estuvo muy bien elegida para·es- · · te número de la Nouvelle Revue de Psychanalyse- dispuesto en el seno de una vida psíquica que, por su parte, está regida . actualmente por los intereses del organismo o por los intereses del yo. · ·. · Y bien, a esta idea de una derivación del circuito pel sueño ' ." • (este término de derivación, que he podido utilizar 'en diferentes casos), o también a la marginalidad del sistema del sueño -la idea de marginalidad reaparece más de una vez en Freud, indicada por el prefijo neben, algo que ocurre «junto con», «al margen de»-, a esta derivación o marginalidad del aparato del sueño tengo predilección por reencontrarla en una indicación ella misma marginal, muy poco señalada, de La interpretación de los sueños. Se trata de una nota que data de 1919 y que viene a imprimir una dimensión totalmente nueva al esquema del «aparato psíquico» : «La ulterior ampliación de este esquema de desenvolvimiento lineal deberá incluir el supuesto de que el sistema que sigue al Prcc es aquel al que tenemos que adscribir la conciencia, vale decir, P = Ce». 37 "'"· A despecho de su apariencia hermética, esta nota es muy · simple: nos significa que el esquema EL MODELO (en cubeta) está «desenvuelto linea1r . ENROLLADO mente», es decir que, para representar~7 lo en su complejidad inicial, haría falta re-envolverlo, de manera que se toquen, que se sucedan, las dos extremidades: la percepción por una parte (extremidad izquierda) y la conciencia (extremidad derecha). _,, ~ ;¡¡; 82 Jbid., págs. 661-2 . .Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche . 37 Ibid., pág. 535, n . 11. 83 '. 111 , ., f 'f ' ( ., . ~ 1 1 111~ p / _ _;,,, ' Ice .--PrccCí· Para terminar por hoy, daré dos indicaciones. En primer lugar, nos habíaMARGINALIDAD mos interrogado sobre la borradura de las dos flechas, aferente y eferent~, que caracterizaba al aparato en el estado de dormir; y bien, el esquema «re-enrollado• tiene el mérito de mostrar que pueden existir modalidades más sutiles de este animal «desaferentado• que Freud nos sugiere. La tangencia de dos circuitos permite aprehender a la vez el funcionamiento autónomo del aparato del sueño, el circuito «interno• y su conexión en derivación, en marginalidad, con el circuito «externo• . Nuestra segunda observación es que el aparato así concebido permite tal vez una generalización a otras «formaciones del inconciente•, en las que se opera, según otras modalidades, una exclusión comparable. Se habrá adivinado, evidentemente, que el circuito externo es el que yo designo como vital, adaptativo, autoconservativo, sobre el cual viene a injertarse un circuito sexual, fantasmático, en gra,n parte inconciente . Así, el esquema «enrollado• se presentaría como una versión más compleja de mi antiguo esquema del diedro ... T ANGENCIA ___.___..__.__ "1 Y · · Podemos dibujar tambi~n este esquema visto de arriba: 8 de enero de 1980 . '. .:. ... l.: . . lo que· tien~, ~rt particular, el interés de destacar un aspecto, el: de la tangencia de los dos circuitos: . '. . 84· » Retomo .así la cuestión de la situación ~nalítica: ¿qué tipo de «formación• (en ~l sentido metapsicológico del término) representa la sesión o representa, de una manera más vasta, el análisis? Utilizo este término de «formación• que Lacan a su vez ha retomado de Freud para crear la locución «formaciones del inconciente•, con lo que designa algunos ·fenómenos y lugares psíquicos, lugares de experiencia en los que, más particularmente, se manifiesta lo inconciente. Y se los enumera, como Freud ya los había inventariado, clásicamente para lo sucesi- 85 vo: chiste, lapsus, acto fallido, o también fantasías, fantasmas; y desde luego, el sueño, «formación del inconciente» rectora, inicial, sobre la cual se pudieron diluDEL SUEÑO cidar los principales caracteres del inAL ANAL1s1s conciente. Nuestra cuestión es entonces saber si conviene agregar a esta lista el psicoanálisis, la cura misma. Muchas veces se ha señalado la relación del sueño y del análisis, del sueño y de la sesión. Se lo ha hecho sobre todo, en Freud y en sus sucesores, en el sentido de una relación real, de una inclusión recíproca; se trata en algunos casos d.el análisis en el sueño: ¿cómo se hace · representar el análisis -y en particular la trasferencia- en el sueño, cómo influye sobre el sueño? Pero de. manera más urgente, tanto en lo teórico como en lci técnico, ha sido el sueño dentro del análisis lo que requirió la atención: ¿cómo trat~r los sueños durante el análisis? ¿Cómo son a la ·vez medios y tal vez también, por ciertos puntos de vista y en ciertos momentos, obstáculos para el proceso analítico? Y bien, no ha sido en función de esa relación real, en un individuo dado, de su análisis y de su sueño, relación que induce directamente consecuencias técnicas, sino que ha sido bajo el ángulo de las analogías y diferencias más generales, no de las relaciones reales sino de las relaciones de estructura, como hemos tratado de situarnos noscitros. Esas relaciones de analogía y de diferencia las hemos abordado por medio de un modelo, el de la Traumdeutung, que he llamado modelo de la cubeta y, más precisamente, de la cubeta enrollada. ¿Qué es un modelo? Evidentemente este término se puede tomar en un sentido puramente intrínseco, como una manera de figurar, de hacer más patente alguna cosa: una alegoría; o también, sipo sé trata de un modelo figurado, sino discursivo, una manera de describir algo. Y bien, en psicoanálisis advertimos que los modelos toman a veces una autonomía, un espesor. Digamos que devienen «símbolos». Esto se hace notar en el hecho de que en cierto momento se los puede describir, se puede trazar su figura, retrazar su génesis, construirlos, sin saber necesariamente de qué se trata, sin preocuparse por el .m omento de ponerlos en relación con aquello de lo cual serían el modelo. He tenido a menudo ocasión de mostrar esto a propósito de Más allá del principio de placer y de su «Vesícula viva•. Desde luego qué uno tiene una idea aproximativa d~ la «región de ser• de que se trata, pero el modelo deviene corno una cosa por sí mismo, y puede ser creador de otra cosa. Comoquiera que sea, por su existencia, el modelo suele hacer es- '!'- tallar viejas oposiciones en e l seno de las c u a les se h abrfa querido circunscribirlo primeramente . Y creo que una de las viejas oposiciones que los modelos freudianos hacen estallar es en particular la oposición alma-cuerpo, para remplazarla por articulaciones nuevas. El modelo de la cubeta; les recuerdo sus dos formas, desénrrollada y enrollada: ~ _l / -4( "') e- i; 2 .1 j. .. .¡ ~~ I:Ie insistido en ello: este modelo, a pesar de lo que Freud pueda decir~s el aparato psíguico en su conjunto. Es un modelo que exclu e muchos fenómenos psíquicos y que se recluye en o que Freud llama sistemas de recuerdos, de memorias; es tal vez, después de todo ... simplemente un modelo del sueñ;: El suefio, dice Freud desde ántes que lo confirmaran las experimentaciones modernas, está cerrado DESAFERENTACION, sobre sí mismo; esto es lo que él desigDESPERTAR AL suEÑO na «narcisismo del sueño», con un término acerca del cual por otra parte nos tendríamos que preguntar si es verdaderamente adecuado. He aquí un pasaje de «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños•, donde se nos evoca, de una manera muy plásti- 87 86 ·) .,,., lo qu o 11c •111 n • ,·111111do n i 1iu mlo nMf clc•elr" por e l dormir: HO "No s u e le re fl exion a rse bastar.te e n que el hombre se despoj a todas las noches de los envoltorios con que ha recubierto s u pie l, y aun, tal vez, de los complementos de sus órganos corporales, si es que ha logrado compensar sus deficiencias mediante un sustituto: las gafas; la peluca, los dientes postizos, etc. Cabría agregar que al irse a dormir ejecuta un desvestido análogo de su psiquismo, renuncia a la mayoría de sus adquisiciones psíquicas, y así, por ambos lados, recrea una aproximación extraordinaria a aquella situación que fue el punto de partida de su desarrollo vital. [ . . . ] El estado psíquico del durmiente se caracteriza por un retiro casi total del mundo que lo rodea y por el cese de todo interés hacia él».38 Lo cual, expresado en términos más teóricos, significa que el sueño está como encuadrado, desaferentado podríamos decir, por el dormir; supriman en el esquema 1 las flechas aferentes y eferentes, y en lo sucesivo todo el proceso se desarrollará. enteramente en el interior de la cubeta. Digo «en el modelo h porque, para describir el sueño -en la medida en que se considere esta especie de aislamiento por relación al mundo exterior- tal vez baste con el modelo l. Ese estado desaferentado, que los neurofisiólogos modernos se inclinap. a llamar •despertar al sueño», un despertar sobre lo interior, es designado por Freud, como ustedes saben, «Vía regia hacia' el inconciente».. Lo que sin duda es una verdad cuando se piensa en la historia misma del descubrimiento freudiano porque verdadera'· 111ente.merced a.l sueño se. descubrieron procesos inconcientes. ' : P.eto•I:tabrlá. álgún .peligro en esta. expresión si se quisiera en. ·· · tehO.ei-la como si el sueño fuera el inconciente mismo. El sue. · · · fio es la apertura, bruscamente, o el despertar, sobre el inconciente. El sueño no es el inconciente . LA VIA REGIA aun si funciona lo más cerca de éL Lo NO ES que Freud muestra es que su funciO.EL lNCONCIENTt':: namiento está lo más cerca del funcio· namiento del inconciente, lo más cerca· de. lo que podemos imaginar de un proceso llamado prima. .. rio; de un proceso que no estuvie.ra lastrado, ni refrenado, ni " inhibido, en que los pensamientos no se organizaran en torno una meta, de tin término, de una perspectiva pragmática; .. :· de· pero, a diférencia de lo que se puede imaginar acerca del inco~ciente, el ~ueño funciona .sobre contenidos que no son es.38 'En p ocfflcoH, quu tion pro<lu cu , (.m cuud rudo, por .. •/ OC, 14, 1979, pág. 22L 88 I ~ que llumum os r frostoH <.llurn<>M•,\ l'ml-(1111 •11 tos de la vida cotidiana pcrfectamenfc ru¡equll>lcs a la coud N• cia. El sueño. es en consecuencia algo preconcient&..s.o.mctldo al proceso inconciente, a las leyes del proceso primario; en tanto <Íu.e nos figuramos -pero esta vez care cemosdé -otro m odé lo_:_ clinconciente mente como procesos sino como ~rtadore$ de cohteñí~ue ~son propios; contenidos, evidentemente, que sólo podemos cortjeturar porque por definiCión están reprimidos, son de acceso muy difícil. P ero además de esta heterogeneidad de sus contenidos, existen otras diferencias entre el suei}o y el inconciente. Siempre en la medida en que ensayamos imaginarlo, el funcionamiento inconciente está cerrado ·a la dimensión intencional, es decir cerrado a una apertura sobre un referente, una apertura a algo que no fuera él mismo. El objeto y la representación de objeto son lo mJ.§IlJQ o, como lo dice Freud también, no hay en el in~l!s.ie,n.t.~_nin; gún indicio de realidad:--Prenero ; a este término, el de intenCiónahdad o de intención de realidad. Para el inconcie~­ tención y acto son lo mism~, ,Io que puede ser directament~ i~ferido de lo que sabemos, por -~jemplod del sentimiento de . culpabilidad, en que el pensar el acto es el áeto mismo, la realidad misma del acto. Pero, ¿qué ocurre con el sueño por rela'ción a este problema de la apertura referencial (tomo aquí «referenciah en el sentido de la teoría del lenguaje o del conocimiento)? El sueño es, por esencia, un universo cerrado, no obstante lo cual ese universo reconsENEL SUEÑO, tituye en él mismo una dimensión de MANTENIMIENTO DE la apertura sobre el objeto. Se qice: la UNA DIMENSION conciencia del sueño es alucinante. En REFERENCIAL ... la medida en que la conciencia del sueño no fuera más que alucinante, se podría decir que en él todo se toma directamente por realidad y que ya no hay distinción, por ejemplo, entre intención y acto, o entre percepción y pensamiento. Sin embargo, cuando hacemos un giro reflexivo .sobre el sueño -sobre nuestros propios sueños o los que nos han contado-, se nos impone sin duda el hecho de que la conciencia del sueño no es solamente alucinante.\ Desde luego que la alucinación, y en particular la visual, desempeña en él un papel importante, capital; ella jalona al sueño. Veo una puerta que se abre; pero con anterioridad, «unos segundos antes» -en la medida en que es posible evaluar un tiempo del sueño-, he pensado, o he deseado, o he temido: •esta puerta está por a~rirse»; o experimenté la angustia de que «esta puerta se abre». Es evidente, entonces, que 89 i .\l 1•1 l)('JlHHlllicnt,o p asa casi inmediatamente a la alucinación; basta coJl pen sar «tal personaje está por llegar», para que él llegue; pe ro finalmente los dos tiempos son distintos: el de la alucinación y el de la conciencia de pensamiento. Esto nos indica que en el sueño existe, en efecto, una dimensión intencional, que él conserva algo de una ~imensión de referencia. Eso en cuan- · to a lo visual; pero tal vez incluso más en cuanto a lo auditivo y su forma privilegiada, lo verbal; porque todos sabernos que el sueño distingue claramente. la palabra oída, la palabra pronunciada por el sujeto y la palabra pensada o el pensamiento ape nas verbalizado. Es por lo tanto palmario· que el sueño reconstituye, en su dominio que se pretende cerrado, exactamente las distinciones de nuestro universo de vigilia. Eh cuanto a la palabra pronunciada por el sujeto mismo, lo que es igualmente llamativo es que muchas veces, en la medida misma en que pone en juego el esfuerzo fonatorio, y bien,. en el momento miSm o en que esta palabra ensaya materializarse en movimiento f onatorio, ella provoca una especie de ahogo del soñante , y muy a menudo un despertar parcial. Evidentemente tenernos allí todo un dominio en definitiva p oco explorado de la psicología del sueño -en modo alguno se trata de psicoanálisis-, psicología que tal vez podría aport ar su contribución a cuestiones como la del pensamiento verbal, es decir el rol de la fonación en el pensamiento. Otro punto en.que e l sueño no puede . . Y DE UNA ser considerado por entero equivalenA P E iffU RA te al inconciente es la apertura sobre A LOCUTORIA el otro, la dimensión de la comunicación o de la destinación. Antes nos r eferirnos a la dimensión referencial; ahora se trata de la dimens ión de lo alocutorio, la virtualidad de que un discurso esté dest inado a alguien. Y bien, también aquí nos representarnos el inconciente como algo cerrado, como una suerte de discurso q u e no estaría destinado estrictamente a nadie, un fenómeno de se ntido sin referente pero también sin destinatario. Pero, ¿q u é ocurre con el sueño? Desde luego que directamente no habla a alguien; tiene su autonomía, su subsistencia propia; funciona plenamente aun si es olvidado o si no es contado: una inmensa multitud de sueños cae de este modo en el olvido. Sin e mbargo, es imposible no registrar en el ser humano de todos los tiempos, mucho antes del análisis y fuera de este, una verd a dera compulsión -acompañada de un evidente placer- de contar a otros el sueño, de abrirlo sobre otro; y este movimiento e spontáneo de conversión hacia un alocutor se vuelve, en r 1 1 .l ( l r· <i ·, "I' el análisis, más manifiest o t o d a vía, puesto que tod a la evolución de los sueños en el curso del análisis consiste e n que p a san a ser cada vez más un elemento directo del diálogo y, más en general, de la relación# conversión que no es neutra desde el punto de vista de la estrategia inter-subje'tiva: pensemos por ejemplo en lo que se designa como sueños de complacencia; · · que son elaborados con el propósito de ser contados y en vista del efecto -confirmación, seducción, etc.- que el relato del · sueño podría eventualmente ejercer sobre el analista. ·Acabamos entonces de pasar rápida revista a ciertos eiementos que rios ponen en guardia contra una asiinÜación de- .· rnasiado rápida de un modelo del sueño a un modelo del incon- · ciente. Son los elementos de una apertura, al menos potencial; · del sueno sobre el otro. Sin embargo, insistamos en esto : si no se .tratara más que del sueño, el modelo 1 -es decir el que es figurado por Freud en la Traumdeutung- podría bastar sobradamente. Lo que explica que la mayoría de los lectores, si no· tal vez la totalidad de ellos -:-no he visto tomar rtota de que· ese modelo estaba enrollado sobre sí mismo-, 3 9 pueda leer la .. teoría freudiana del sueño sin registrar el aspecto 2 del ):nismo modelo. El modelo 1, ~n el sueño, está desaferentado, da la impresión de una máquina que desde ese momento funcionara e n vacío, desconectada del mundo exterior. Y bien, el modelo 2 -que e stá más latente que manifiesto en Freud porque es solamente gracias a una nota de dos líneas como lo p odemos recuperar y volver a trazar-, el modelo 2 tiene un poder sugestivo muy diferente y una distinta riqueza potencial. ¿En razón de qué? Y bien, e"s que las.flechas externas no necesitan ser suprimidas, RIQUEZA corno en el dormir y el sueño, a fin de DEL MODELO constituir un circuito independiente e DE LA TANGEN C IA incluso a fin de ser relativamente desactivadas. O bien, para decir las cosas en el otro sentido: es el circuito interno -la cubeta enrollada- el que se encuentra; por relación al circuito externo, en posición de marginalidad o en posición de derivación, para hablar como los electricistas. «Marginalidad»; es un término presente en Freud o, más bien, es un prefijo que encontramos de manera constante en algunos términos freudianos, y que se traduce por marginal: neben, «junto a», «al margen de». Así, en toda una serie de procesos se produce una acción marginal o un producto marginal , 39 Cf. mi curso de 1971-72, reproducido en Problemáticas 1, La angustia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1988, pág. 178 y si~. 91 90 •) N11f11111111/ 1·1t 1111.11 o Nol>mirn'Odukt ; y esto p roducido ma rgina lme n te ('H, J>l'l.JdHUUICnte, la sexualidad . Nuestro esquema 2 introduce entonces ideas como las de marginalidad, de derivación, o también la noción de tangen. cia: el circuito exterior, en el límite, puede ser dibujado perfectamente tangente al circuito interior: El circuito exterior tiene una verdadera autonomía, es decir que lo que circula en él puede muy bien prescindir de lo que él desencadena en el circuito interior; pero, al mismo tiempo, nada sucede en ese circuito exterior que no provoque en el circuito interno una conmoción, un movimiento de ida y vuelta o en zigzag, que en otra ocasión comparé con el de una boli·na dentro de una máquina que la reenviara incesantemente de un contacto al otro. El funcionamiento «en tangencia» no significa tampoco que, por momentos, lo que sucede en el circuito interno no influya sobre el circuito externo. Y bien, a este modelo -que desarrollarnos primero de ma.. nera al;>stracta. puesto que uno de los intereses que presentan ." :-: .·. ros m..odel.os psicoanalíticos es que uno se puede dejar llevar a · : ·. describirlos por sí mismos, sin preguntarse toda vía a qué se apli- ,, ··c·an; y tal vez sea un signo de riqueza más que de abstracción ' esta .posibilidad, justamente, de que sus aplicaciones resulten •sobrepasadas-, a e·s te modelo, no obstante, uno tiene la ten¡· tación de «aplicarlo». Y evidentemente, uno podría estar tenta: ·. do·de aplicarlo esa famosa problemática «alma-cuerpo» de la · que ·yo hace un rato decía, sin embargo, que una de las conse' cuendas principales (no diría «uno de los objetivos») del descubrimiento psicoanalítico es haberla vuelto, en cierto modo, caducá: No porque la refute ni, menos todavía, porque le aporte una solución, sino porque la re-mplaza por otra problemática, . por otra articulación que ya no es, digámoslo así, tan rnetafísi. ·.·~a como la de lo psíquico y lo somático. Es cierto que Freud . conserva algunas veces cierto interés por ésta vieja cuestión, · . pero su _referencia al «salto misterioso de lo psíquico a lo somá- a 92. t- 1 1 1 tico~, según mi opinión, no es m ás que un saludo de dcspcdl<ltt. Esto no quiere decir que la existencia de un alma separada de l cuerpo sea «refutada» o que Freud tome posición en favor de un materialismo, de un primado del cuerpo. Es, simplemente, que el problema de articulación resulLA CUBETA ta desplazado a otra parte, a un lugar ENROLLADA probablemente más accesible. Y nuesY EL DIEDRO tro modelo, con su punto de tangencia, se presta evidentemente a figurar una articulación. Por lo tanto, no debemos tomar ese lugar de articulación por una nueva glándula pineal, en el sentido en que la entendía Descartes, es decir el órgano misterioso y puntual en que los espíritus animales obraban sobre lós movimientos del cuerpo. Se trata aqui de poner en relación dos tipos de funcionamiento, a la vez igualmente psiquicos e igualmente somáticos uno y otro. Y evidentemente, la articulación a la que me refiero aquí es aquella entre el funcionamiento según la autoconservación, por una parte, y según la sexualidad, por la otra, o también, entre un funcionamiento según la necesidad y según el principio de la homeostasis, y un funcionamiento según el principio de la pulsión o de la descarga. La relación entre autoconservación y sexualidad no se podría replegar sobre el nexo del alma y el cuerpo: sería nada menos que aberrante situar el cuerpo del lado de la autoconservación y el espíritu o el alma del lado de la sexualidad. La autoconservación no es menos psíquica que la sexualidad: todo el desarrollo de las ciencias de la naturaleza lo atestigua. ...f r 1 1 ,\. t' 1 1 1 1 o ~ .9: !!'>-'(, .§ ~:::s §' s :--'Alj-C - :. ~ 1 E 1 1 ·- \.. 1 / .............. ~ ~ ~ :::s §' / --- / . . Tendríamos entonces aquí otia figuración posible de lo que he dibujado también -en Vida y muerte en psicoanálisis- co- 93 mo un diedro, cuya línea de pliegue representaba la articulación de los dos planos: autoconservación (A-C) y sexualidad {S). En la cubeta enrollada, esta línea se vuelve a encontrar muy ' exactamente, si uno la dibuja en el espacio; línea de apuntalamiento , línea de traumatismo, línea en que se produce el efecto de la seducción -me refiero a la seducción originaria y también a toda forma de seducción-, línea, incluso, en la que es preciso quizá situarse para comprender algo de lo que se llama sublimación. Mantengámonos en posesión de este modelo de la tangencia en el momento en que pasamos a interrogarnos sobre la situación analítica. Desde un punto de vi&ta heurístico, la situación analítica se puede considerar, entonces, como una formación del inconciente. «Formación del inconciente»; ello implica que existen lugares privilegiados en los que el inconciente aparece más que en otros: el inconciente no está donqequiera con igual derecho, no está dondequiera «en paralelo» como úna duplicación de nuestra.existencia conciente o manifiesta; el viejo esquema del paralelismo no podría tener curso EL ANALISIS: aquí. Muy por el contrario, hay pun¿UNA FORMACION tos precisos en que esa tangencia del AHTIFICIAL funcionamiento inconciente al funcioDEL INCONCIENTE? namiento cotidiano se encuentra privilegiada; hay puntos en que la tangencia se manifiesta; en otras ocasiones, los planos se separan. Un vez más: el inconciente no es la duplicación de sentido, ta~ _¿Q'la du hcac1on de sentido sexual de todos nuestros actos. Q1 ·-~~~!:~mc;>s ~~~!:l~~E~~~~-L~~~-··~~un~d.YD cru;iQ...n, estaj presentaría puntos de condensación, lugares en los que serí ffiáStupraa,y=ofros .1m_!.9s en los que seda mucho más fioJa. :xa situación analítica ~ ~~r;\ü~furillación del inconciente, es tail' ·específica como el sueño, pero lo es de manera muy distmta.; elfana llegado iri.clú-s o ·a envolver, a los ojos de los analistas; todas las demás formaciones, a adquirir prioridad absoluta sobre ellas . Lo que puede sorprender, o hasta chocar, cuando se habla de la sesión como de una formación del inconciente, es que se trata de una formación artificial que, a diferencia de las otras, no proviene· de una pura espontaneidad; el inconciente no se manifiesta en ella con el mismo derecho or e·emlo ue en un lapsus: es incitado a manifestarse. ormación artificial sin duda que a la situación analítica se le pueden en~ntrar ancestros más o menos legítimos: «el análisis antes del análisis» o «el análisis fuera del análisis», eso se puede coitjetu- 94 ,,f '; rar, se puede investigar en la historia y en la etnología. Pensemos en la hipnosis pero también en las civilizaciones diferentes de la nuestra: Lévi-Strauss ha establecido esa comparación a propósito del chamanismo. Es indudable que muchos fenómenos o situaciones se pueden comparar con el análisis; no obs-. tante, insisto en ello, el análisis como tal 'es muy diferente de todas esas situaciones. El análisis tiene un comienzo histórico, · artificial; o más bien es el resultado de un acto, o de una serie de actos; no se trata, desde luego, de decir que Freud, tal día a tal hora, ha instaurado el análisis (por más que él mismo haya tenido predilección ·por rescribir su propia historia bajo esa forma: tal día a tal hora, cuando los astros se encontraban en. determi~ada coitjunción, etc., he descubierto esto). Comoquiera. que sea:; eladvenimiento del análisis es una creadón o, como . . lo dice Viderman, una «construcción». Me refiero aquí a. su li-· bro La construcción del espacio analítico, 40 obra a la vez apa- · sionante -que ha apasionado- y criticable, cuyo objetivo es mostrar que cuanto sucede dentro del espacio analítico, en con-· secuencia lo «construido», tiene ese.asa o ninguna relación .c.ón. ·· lo real, en particular con lo real infantil, histórico. El análisis,· para Viderman, se mueve y sólo pue·LA coNSTRucc10N de moverse en el dominio del fantasDEL ESPACIO ma, término que es pura y simplemenANALITICO: te asimilado a lo irreal, hasta a lo in¿UNA INVENCION? ventado. En mi opinión sin embar o 111 «Situacion» pue e ser creada, construida, sin que lo que en ella se manifiesta sea por eso ficticio . .. Los remito aguí, a modo de contrapeso, a los trabajos ~D,a~an __acerc3: de la reaIT<liict~enanilisiS, 4 1 que~fricfoyen-so=-., bre todo una crítica, particularmente ceñida y pertinente, de las tesis de Viderman. Dayan muestra con claridad que Viderman permanece prisionero de una oposición muy ingenua entre un puro imaginario, que él llama el fantasma, y una realidad, una objetividad absoluta del acontecimiento, que no sería en nada modificada por la memoria; de modo que Viderman por ese camino llega a plantear al trabajo analítico, cuando este pretende reconstruir los acontecimientos infantiles reales, 40 Serge Viderman, La construction de l'espace analytique, París: Denoel, 1971. [El lector de habla castellana puede encontrar una síntesis de este tema en Serge Viderman, «El espacio analítico: significado y problemas>, Psicoanálisis, revista de la Asociación Psicoanalítica de. Buenos Aires, vol. 2, nº 2, 1980 (N. de la T.) .] 41 Maurice Dayan, Jnconscient et réalité, París: PUF, 1985, págs. 358-96. 95 1 p l Ji ) . fi . . "1 r;i 1¡11 t 1 l11d11 111 lil r1 l111l11 d n l 11 llo111h1t1 íl•• l¡¡ 11 l.11hnH~, l11d 11 111 d111 Mido <·011w11t.11do 11111d111 r1 v1•1 ' "~' (1• 111 p<.izando por el propio Fro u<l, puc1:1to que vo lvió HOhrc prlnwl':1 interpretación recorrigiendo sus opiniones) es testimonio de una 111d11 , 11• l11 !j 1íí,l•111l11•111-Hl111•1 1 1111l •1 t l1 ·11llll1 l'd1111 q111 · lio t llll i'j lllll lt llll ljll U llll 1111111 (11 1 lntll'lll 11 ~1 1111 1 111 ll ll'llON 1111 11 11 f O l' lll ll <· 11 1116 11dn1 1t1t.o (•11110 q110 1111 t 'i10 llt 1rn1l1 •11111111 1l 11 011 . 111111 1'11011111111 1h•Mu<· l.urdl:t.11.dn dc•M<l c htl< '<' tlem 110, u11 d1• 11t,lf'ld:-mio n In Lnplucc - :;l;;lgún el cual cada momento <l e una historia podrfa ser deducido del momento precedente .Y debería permitir deducir de manera absoluta el momento que sigue-, he ahí lo que Viderman propone a la reconstrucción analítica para mostrar, evidentemente, que ella no es capaz de satisfacer .e sto, y por lo mismo queda descalificada en toda pretensión de objetividad. Pero, n.os recuerda Dayan, esta oposición entre algo imaginario puro y algo objetivo puro, por ingenua que sea, es también la de los menos ingenuos entre nosotros cuando nos dejamos llevar por la conversación «de entrecasa» entre nosotros mismos. Y no es uno de los menores intereses de esta crítica de Dayan que nos lo recuerde: «Recordaré los presupuestos de cierta práctica reflexiva acerca de la clínica tal como se manifiesta en particular en dichos intercambios acerca de fragmentos de sesión o en comunicaciones referidas a "casos". En esas situaciones de informes orales, en que el lenguaje no es contenido por las precauciones de la escritura, en que la intención de claridad (cuando existe) promueve los procedimientos dicotómicos , se oye a menudo la alternativa fantasma/acontecimiento -o fantasma/realidad pasada- , que funciona de manera tanto más significativa cuanto que se la utiliza de manera incidental, "plana'', y en manera alguna dialectizada. Entonces uno puede comprobar a vo.. . Juntad que .muchos clínicos (no necesariamente ingenuos o prin. · · cipiantes): proceden como si un fantasma no fuera otra co.que una invención psíquica pura y. simple, en tanto qu~ el · atonte.cimien~o es asimilado al hecho material en bruto, por ·. · ·prin.cipio inanalizable, límite y refractariedad de la vida psí. 42 . . qu1ca ....... Todos hemos hecho la experiencia de esta actitud ingenua, y nadie, entr~ los analistas, tiene el derecho de considerarse . indemn~. Entre esos ingenuos, hasta se puede, en cierto roo'. ·. do~ ·incluir· al propio Freud,, por su uso irreflexivo y a menudo ·absoluto de la oposición fantasma/acontecimiento. Apenas ha.. . ce falta recordar esa verdadera fascinación de Freud por una investigación. histórica del acontedmiento objetivo, en la in. fancia; por el rastreo de algo que efectivamente hubiera ocu- ." 5a . 42 . '96 '/bid., pág .. 19. *1 investigación minuciosa, cuasi obsesiva, de lo que pudiera haber de acontecial en esa escena primitiva descubierta a prq.pó¡ ~ sito de un sueño; investigación tan «historicista» que Freud com&\ i promete en ella a su paciente, y los dos conducen una verdadera búsqueda por medios extra-analíticos, en el sentido de que escapan por completo a la regla fundamental: interrogan a los allegados, intentan encontrar puntos de referencia cronológica en la infancia para tratar de ver .si eso pudo suceder, cómo y a qué edad, si eso es verosímil, etc. Y si ustedes toman otro texto qué está aún más próximo a lo que relata, es decir que /;' ''-l.. está menos retocado, me refiero al Diario del Hombre de las 11 Ratas tal como ha sido publicado según las notas de Freud,' advertirán, por ejemplo, el interés de Freud por las fechas; un interés que no tiene nada de «desinteresado» o de neutro: Freud no se conforma con anotarlas _como vienen, sino que se arroga el derecho, con mucha desenvoltura, de corregirlas. En"informes de sesiones en los que teóricamente Freud escribe Jo que recuerda haber oído, en los que uno esperaría encontrarse con una redacción «neutra», consiguiente ·a una escucha «neutra», ustedes verán que en ciertos pasajes él tachó fríamente un «1902» para remplazarlo por un «1903». Manifiestamente, ha manipulado sus propias notas para corregir el discurso del paciente según las exigencias de la coherencia objetiva, cronológica.:\ l:Je'ntro de esta opos1c1on ingenua -que por lo tanto. es de bida a cada uno de nosotros como al propio Freud-, una v e z1 que uno está cautivo de ella, se puede decir que para el analista sólo q.u edan dos soluciones: tomar por referencia sea uno \ de los dos términos, sea el otro. Lo hemos visto a propósito ~.J~L de la trasferencia y de su dinámica, en alguien tan poco inge- ~· nuo, tan advertido como Daniel Lagache: uno ne·ga, finalmen:::'··· te, a pretender rectificar el aspecto imaginario, «den:eal» de la trasferencia, tratando de medirlo -¿con qué?- no, sin du - _ e 1 1 . 43 Cf. J. Laplanche y J.-B. Pontális, Fcintasme originaire, fantasmes des origines, origines du fantasm..e, 1964; nueva publicación, París: Hachette, 1985. [Ed. en castellano en El inconciente freudiano y el psicoanálisis francés contmnporáneo, Buenos Aires: Nueva Visión, 1969.] 44 S. Freud, L'Hornme aux rats. Journal d'une analyse, París: PUF, 1974. [Anexo. Apuntes origina.les sobre el caso de neurosis obsesiva; en OC, 10, 1980.] 97 l da , to 11 u11 a 1·¡ 111lld11d q1H • 11110 lrlu 11 h111w1 11 1i 11 ¡•I 11x (.¡•1·1111· p 11 1•11 tratar de introducii·Ja e n d n n ú ll:,;li;, t1i no <:un e l p a tró n d e 1111a / ,11 ::; it u ación analítica con siderad a ella misma, si no simple, al m enos suficientemente bien codificada para que se pueda señalar e n e lla lo que escapa a la codificación y que sería, por lo tanto, puramente imaginario. Tan pronto como uno se deja capturar, y todos nosotros nos d~jamos c.apturar ene algún mo.mEO!ltQ,_l~ primera posibilidad es entonces concebir-el análisis como una i'ectificación aelo ·1magmario :Qor lg¿-~al. Pero eñ la Otraexfre::· 1~ -::;W~fütla c·on todo acierto que esta segunda elección tiene cada vez más curso entrenosot'rü'S"';"Seº~con~laescue­ kleiniana..o con las conceI>ciones de Viderman-:.:- encontrarémos esta vez una valorización absoluta del fantasma; elarurITSis §.e concibe como una inmersión sin retorno en el mundo fan; tasmático: una «exclusión, generalmente tácita, de la realidad (actüar y pasadaj<l~I ca1Wpo aeI análisisn. 40 ™-~-·--·,..--~ Me~endré hoy en este téññi'no ae exClusión, que vuelve a r e mitir a la idea de un acto constitutivo que pone determinado límite para la sesión y para la situación analítica. .... INSTA U RAC ION . · PROGRESIVA DE UN ESPACIO -Es u;;<éSpa energética; de lo que dice Viderman, en ~rece que la considera~ . ción energética y la consideración tópica están estrechament~ ligadas. Definir un espacio es también definir un tipo ·de energía o de pulsión que funciona en él, que lo estructura, que lo. organiza, y qúe por lo tanto le ·es específica. «Construcción»; , · . " : .:, . también este término da que pensar y puede ser interesante · . r.~t)Etf.1. . . . . , . ;('-P::' 1.0'' .. ponerlo fü! cg~e~rf'cHeitt €Jb'JNiltro término, el de instauración: \ N..:.~' . · · ·· 'instauración del es acfo analítico. Lo que quiero decir cqn. . · ue es seductor y al mismo tiempo relativ.amente con-, tradictorio hablar de construcdón: uno no construye lm espacio, uno construye algo en un espacio. Lo que quiere. decir-, c;oncretamente, que es necesarío gue.;a!go Sea iniitm.iradÓ, unfi · · · · · · ' ~raza, uná limitación del espacio del análisis, para mJe después, ~ tl/i 1/:..~ P_oco a poco, algo se llegue a construir ahí. Son las reglas del ~­ análisis 1º.¿J,11e_viene a instaurar el espacio; !'!nto Ia regla fun~ ~ <lamenta! como otros artículos explícitos, que definen la situa- \' ción en su espacio-tiempo._rua:g.,~.á§.. prescripciones . ~ · 'nunca se formulan ,_IJ.ese a lo cual se imp_onen al an¡!lisJ.~ . Ten-! dremos ocasión de volver sobre esto, por ejemplo, a la reg~ a . llamada de «no respuesta a las preguntas», que, sin ser enun- ,/ ___ ciada, estructura empero, en cierto modo, el espacio analític «· \ ) Instauración y construcción: d~ga . mos q~e1. estos dos término' )JP j son complementarios. Hace falta 'un aprio"ri, una posición d~ l!is n:~glas y un dispositivo gue instaure el espacio, y después ,__, , ./ \,;---' a este esBac~o1 es pr:ci~o habitarlo, c?:iguistaFl?. y i"LI;súúñe~;~. r¡en este sentido .el termmp co strucc10nno, esta '. <\~Jeg1- [.>-'> .' r.l . d~Ye.r;,o i~C~JIS? lo q~e llamo ".in~tauración» es Y,~ .ui), pfoce . trJ:P?w ' y no un act,o .u mco. Las re las se. desarrollan ·se re · l oco · a poco, aun' si no estáñ formuladas. Una regla como la de ;,no respuesta» se impone sólo al analista, si bien queda a cargo del analizado averiguar por sí mismo su significación profunda; pero lo que yo he querido indicar, escogiendo este ejempl~, es qú~ ~ar~ esta instauración o esta construcció11.,J9 esencial, lo gue., 1 ' -.. ' ):Onstitu;yesu pivote;'es la a~titud ',- interior y exterior, deJ..ana~-PULSIONAI, la t! \. .-,!,.. i e l ,,.. ") ,"' , ,. \ \\\ '" ../ C\ ~ ~ 1 A , ,,,.,v A 1/ b.·. , e'()(l.lq~ Ó9/~ ~ 15 de ·enero de 1980 ~- ~~ ~U.;.J/vc/J ' Ensayemos progresar en esta tentativa de ceñir la esencia de la situación analítica. He ahí entonces una formación artificial, fabricada, en la medida misll\~stá estructurada por reglas datadas históricamente .J «Artificial» ~fk.~ gue esta situación no recorte elementos fundamentales: es necesaÍ'io en efec;.to_q.M.el~~ditt algo fundamental en el ser humano, éñl"as relaciones interhumanas, para que pueda tener su explicación y su eficacia. <;;orno el sueño, en todo caso, esta formación incluye y excl11;y:ttalg9. Traza en consecuencia un límite; como se dice: «eso entra en el análisisn, «eso está fuera del análisis". Y ha sido para dar sustento a esta distinción entre lo «en el análisis» y lo «extra análisis» que he introducido la imagen de la cubeta, o también, de manera más elaborada, la cubeta enrollada, con la tangencia de los dos círculos, tangencia que debería permitirnos concebir el límite de un espacio. Me he referido parcialmente a los términos de Viderman: \ <_/. F\;(._ . - . · ; ' M. Day~n, «Le fantas~e et l'événement.. , Psychanalyse ;; 1le, vol. 4, n 13, 1978, pag. 21. a l'Univer- \', 98 ~-} ~ ( ') ()0,.--'- 'D t L.f' ;-. e (, V .,_..;.r C\ (\·)_ ·:~ M ~ ·~ · ¡, . . A~'f.éh 'r~vitUJ == · - .~ -~. -1.A~~~ Q_j\~ MJJNtrJ - 'd V\Y\JG r~ ~-_/ 99 Coloquémonos a partir de ahora en la posición ideal de la situación ya instaurada, puesto que nos planteamos el problema de averiguar lo que ella incluye y lo que ella excluye; en efecto, ya el término «acting-out», es decir «actuar.fuera», significa sin duda que el análisis no lo engloba todo porque se puede decir que, e.n ciertos momentos, determinados actos del paciente son otras tantas maneras de quebrar el marco y de salir del análisis. 46 Y bien, a esta descripción de un límite, que define un afuera y un adentro, se la pueTRE!:i DEFIN1c10NE:> de intentar bajo tres títulos que están Posm1.r;s presentes en la práctica analítica conn1~1. LIMITE temporánea, tres oposiciones que tendremos que examinar. ¿En qué medida la distinción «dentro del análisis/fuera del analis1s» se superp{me con la oposición «fantasmático/real»? · n ué medida se sup@-Fpóne con una segunda o osición que se podría formu ar -:1enguajero/no Iengua1ero» (ustedes ven que e!>" a oposición es aesde el comienzo ambigua porque me he visto obligado a emplear un término tan vasto como «no lenguajero» para oponerlo a «len:guajero»)? En fin, ¿en qué medida se podría decir que el límite del análisis coincide con la oposición entre los tipos ·de . i: pulsiones o de energías en juego, es decir la oposición «Se·xual/adaptativo» o «sexual/autoconservativo», o también «libi- \ · \ do/sistema de los intereses»? Presienten inmediatamente ust~ des que, en esta última hipótCSiS el límite del análisis no har ía · m.as::-qQ';reafirmar, reinstaurar la Hneª llamada del «apuntala~to .. , tal como está dibujada en m j;"esquemas. ,, · 1 - -· Tomemos ante todo la primera de es. •LA ~Ji'(ls1cJQN: · tas oposiciones, que ciertamente no es · ·' .' FAN1~A.s111A.T1(xi1Rf~AL simple aunque con demasiada.frecuen- . < · .. : · ' · : · · · .' · ~Jc.i,a .. ·r.,v.:ª- de referencia simplista: me · 'l ':\r.efier? a la oposici , _rf;..~ ·_- - '.~t~P · 't' aJf Esta oposición es un --'.{( buen ~riteri~;. un_ c:1terio per i~ente Y_ ~uficiente para. ~acer ·.pasar .por alh el hm1te del espac10 anaht1co? Esta cuest1on de . .\\ . · l~ré~] del fantasma es inmensa. E!la se complica - y al mis. . \: mo·tiempo, en cierto modo, encuentra quizás una solución. . .::¡i u~ó hace intervenir la categoría suplementaria que Freud · "· · ha introduei.d o desde el comienzo, y que es la de la «realidad . psíq:Uica». Con este tercer término se introduce la idea de que, . . . ~el lado del fantasma, e s d e cir e n lo qU <' t.<•6 1k n111¡ •11t.¡ • rn• ••1111 realidad material, existe una esncdc <.te. 11ih :k o <!ufo , f'esistente, tan resistente como la realidad mate rial. U ta1111> i(" ( es en mi opm1on una vaílante de esta noción d e r ealid;'\I psíquica- se puede, con los lacanianos;Templazai; la oposi<.:iúr real/fantasn:ia por una tría~a: ~eal, Imaginario y Simbólico, t.ría - ~ .. ! t ~( da a manera disocia ~~~que . es una esf)E:' de de cubrelotodo tre aspecto . estructural s y aspectos@ tingentes, individual . : ñea la v<S.::.>- ~ Re~Fantasma~ ~·~ ~ Es innegable que tocl.o un aspecto del freudismo va en ese sentido, que se en- -· füza con la tnaaafacaniana ·O es en[a-""'' zado por esta, en la medida en qm· también Freud se ve conducido a disi>- A" 1 1r<i ciar el fantasma más o menos siguiendo la misma disposición; l i.Y ·,,..,. el fantasma mismo se repartiría entre dos tipos fundamenta- ;,.-----' ié87'1os fantasmas ongmanos, que sobrepasan al individuo , y por otra parte tos famasm~ihmvlduales: -· ·I - t /:;, o ·t, ' ··~ o"__,-\ ' análisis», se produzca e~...fil!:_-­ Elñeologismo «acting-in» no ha hecho más qu~ introducir una confru?ión poco deseable. Cf. J. Laplanche y J.-B. Pontalis, .Voc_abulqrie de ºta psychanalyse, op. cit. ,' artículo «Acting-out» . .. , «acting-o~t .. <;~Q-'!.5-alir del . () ~~ · ( ' . . .. . :' /J M.J;f ,-\J > ¡ '·"' . , · [¡t\ . "'~ ·. · ·r~-~ J ~--> . . r-( Vk• ---- \.._V ------. , \ • lY\.. ú! 0 ) ' fJ'. wJ VV' { ( (•e .. r . ¡ .~ 11,dª,cii:lá~.f$iE'.Q.Jill:!.¡¡._<!g_e~. : · \ .ºr·i·g·inado Ven ustedes que estos dos esquemas se pueden superponer f;."cilmente. Ahora bien, lo que reúne a estas dos concepcione . -la concepción freudiana de un núcleo originario, res1stent.<>, en el fantasma, y la concepción lacaniana de un Simbólico qtH' no guarda relación con lo Imaginario y que no haría má:-; qu<' utilizar, para encarnarse, elementos imaginarios variables y contingentes- es la tentativa -la tentación, diría- estructuralista, incluso logicista. Es en suma una estructura (para Freud, a del Edipo) que se encarna eh diferentes aspectos, ellos mis- . ' mos estr'ucturales, que no serían más que sus variante:-;-. A:ií, · !_~s «fantasmas originarios» de seducción, de castrad.Po. d<' <'.s- . cena primitiva, etc., serían tomas el.e pers2ectiva, variantes, · ~.,._~ 4 ".Pefinii:nos· 8 ~. ·· R--F~- · · lf' ~• Imaginario Lo TRANSINDIVIDUAL EN FREUD Y EN LACAN l .( Simbólico \ ~J +? -ec 1 i-v-do _s o '- G'-LA J) e-vu"" b --~ r:A. r/\¡(' J ' \ ~cir-~di;/ ' f () { 1 /'~ J) ' y 1.0 ~;r'/0 -~ 1 o.ro 'r' fv\~~ ~ . ,t¡,<\f ' ••ll w1 11 1ll111 11w,\tl e1 I Md l po , c•) 1 n i u11 11 U d o n 11 q11 11 llií1 11 i111, lctKllll 1•ll i 11 w i 111·1.flM l.1111 ) 111,hl 11 11 d1.) ifi'trl1 u1t1.•H d i• 1111 111 it o . S 1q· l11 111 11 1 111 h1 n ia <'1>n Ht <ilacló11 la que ....ah f r caparccc,rfa, y qu e s~ l> r (:u.11 s : tríu. pe rfec ta m e nte la mane ra e n que e l indj)lliiu.~ Q!ia · i se-r-ta·FSS-e~ - ª:~Es evül~Hte qaeumezéstablecida, eñt re · eud y Lacan ta semejanza, esta superposición incluso , e xisten i erencias~~­ t~ tiene .a su ve.z un origen füstorico, prehistórico~ J structura de algo que habría exiStidtrcm'""taño en la historia de _ 1aífumanidad, miemras que para Lacan esta esffüCtura, en últJmoarun1s1s, no es otra cosa que el reflejo o la trasposidóñ de_~~s imper::tiv~s. inherentes al lenguaj~~C ~~ ce- Cnnvem:trra-c~talles, a fm dJ ~~ignarle su ugar exacto, esta concepción del «núcleo» de la realidad psíquic a. Diré solamente aquí que este «núcleo duro» puede en realid ad descomponerse siguiendo diferentes acepciones, que no necesariamente son solidarias. El hecho' de que exista un núcleo duro, una realidad psíquica del inconciente, es una cosa; que e ste núcleo duro sea «transindividuab., como lo pretende Freud co.n su mito prehistórico y como.Lacan ·no cesa de afirmarlo con f su referencia lingüística, y c?mo él lo dic.· e expresamente en s.u definición del inconciente4 ' -y no son solamente Lacan y --·t"r-el:l ~ · los que confluirían en esta calificación, sino también .J ung , n una vecindad que los dos primeros sin duda que no , ·'·<:tese rían- es ya otra cosa. Y aún otrá" 'c osa sería, en fin,~ e so transindividual í-;:i'e ra del orden de lo «estructural» lógicam ente ordenado; otra cosa, en cierto modo, tranquilizadora (en el sentido de que el mismo complejo de castración, por terrible , y ~ ngustiante que se lo pretenda, y también el complejo de~­ \ 122.• en tanto están situados del lado de lo «estructurante», son " a pesar de todo, en cierto modu,,-trang__uilizadores: ordenadores ~::-j~-la-m:1.gnstia que ellos enR!f:~n). Ustedes ven entonces que clej o ªEerta-± . uestión de la esencia de lo que designo hoy co mo <núcleo duro» el inconciente, que sobrepasa lo quepo~~emos 1 a :ar-1 u1ac1ón secundaria '9.elas imá genes, de las· historias._de las fantasías que el §UjetQ...S.e....c...~;_ en c-uanto a que e:x:is"ta u n núcleo duro del inco~.c.._:o.onemos esto corno una hipótesis dif;ü;ilment~.s.m::;r..af,g,a.ble; _'l!!:,e_~e núcl~ sob r e e l <lt!l>ah• Pll q1w ·. Y '. <,' p§i~oanálisi~, d~)~d~ ~ , ' 'l:-3:'~: ,· fan.tasma~~l--ae ;y .Jí «El inconciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual, que falta a la disposición del sujeto para restablecer la cont inuidad de su discurso conciente" (J. Lacan, «Fonction et champ ele la parole e t clu langage en psychanalyse" (1953), en Ecrits, París: Seuil, 1966, púg. 258). [Ecl. en castellano: «Función y campo ele la palabra y del lenguaj e en psicoanálisis», en Escritos, México : Siglo veintiuno, 1984, pág. 248.] c..-. ero ' , ' . c(~r1;ferencias i, 102 ¡ 1rq.( u11 t á lm 11 10H H r'·.; kts /, tl<>!'i o posic ió n r e al/fantas m ático tenía a lgun a re lac ión co n Ja ln :-itauración dei espacio analítico. El c u estionamie nto incesante sobre ese par de la realidad histórica y del fantasma se üustrá , en Freud, en diversos textos: ¿cómo EL ACONTECIMIENTO distribuir lo ue ha de 'stórico ·10 1Nf~ANTIL: . que ay de imaginario 'tanto en lo qué · FHEUD. g.s aportado al análisis como en lo.qu; .. . -~ ', VrnEHMAN, este reconstruye, .particularmente LI . . . DAYAN . l;a:...infancia . ~ texto ·_e~tr.e ~u~ )S·¡· , ~:( :Jffi: .. otros se·puede citar aqm, el capitulo · 3; . 48 de de introducción a_l cuest10n es tratada por extenso y sintetizada. En relac1on .)us\., . · : < · tamente con ese debate vario y sin cesar retomado se insertan '-·- _/ · · las tesis de Viderma~ - -bién las discusiones muy profun-. <lamente llevadas d Dayan ·obre el tema de la reª1idad Y-fil>.:.. bre el del ntecimiento. Los remito entonces .·. ·;; esos textos_, . Y-AQUÍ me limito a s~d~ier,to~to.s.--~ E n primer lugar, tanto en Freud como en Vide rman y e n Dayan, la discusión recae esencialmente sobre lo infantil, e s decir sobre lo infantil para el adulto, sobre la parte de imaginario y de real, de fantasma y de recuerdo, en ese pasado que el análisis mienta, redescubre, reconstruye. Digo «mienta» y des- • pués «reconstruye .. , «redescubre», porque habría que distinguir ~ aquí con toda clari U s: a ,~ i u e espíritu, la posición metodológ~nte._a ese ma"'lerTIIT QUe el SU.Jeto presenta de entrada ··· su infancia, sus :ecaerdos particularm~nte_?regriantes, ~~~ _./ otra parte, la actitud frente a la reconstltucion a la que 1 ::1n ~,__...,,. -lisis, al cabo de un tiempo a m ro ongado, preten·~""e llegar; especialmente en el anahs1s freudiano; con..§~.Dl.~·'!lo (que no es ya con.t.fil!!Poráneo) de una restitución, en el lí- '¡ mite sin lagunas, de todo el pasado del sujeto. ?™ ~ , Una segunda observación es que-;-én la medida misma en que introducimos este distingo entre la mención originaria que el sujeto hace de su infancia y, por otra parte, la reconstitución del pasado por el análisis, es pr · cir que el conjunto del debate toma un sesgo -no iré teóri o,rque se funda en ejemplos concretos-, un se go teorético, 49 hasta psicológi4s S. Freud, e n OC, 16, 1978. 49 Cf. su¡rra, pág. 62. - - f )~~~o~ ·~ 1 f r í-i' CI ~ '·-" , 1 ( ) J < (,, rJ - I' l \r ':">~, f).,J__ \ . .. -~ ·[fa /],/\ f¡ ~·~) / ¡10 3 VC11\j ~/l 11 co , c 11 d ofJu ltlv a CJ! Jus má rgen es <.I lo q u e c onstituye lo propio de la situaF: N LAS MAHGEN ES ción analítica. Freud, como se.sabe, ju. DE LA 81TUACION !!:Q!ll!_ce esta dil)CUSi.ó n con S1'.S pacien; . ANALITICA tes. En el análisis del «Hombre de los Lobos», pero también en sus o,tros aná~ .. --::) l_i~ta discusión «cieñtífica» es en efecto llevada de a dos; a pesarae que sm duda está presente en el tiempo de la sesión, unopuede preguntarse si no es el interés de Freud el que está ~n juego priJ;lcipalmente,, aun si intenta hacerlo compartir, en 0--7 s ierto modo, por su paciente, pidiéndole que vaya a buscar e11 ~ el exterior cierto informe o cierta prueba. De manera que se ( \ Q. . tiene el derecho de decir que esta discusión no atañe al tiempo ~\ ., ~~-, en que el análisis funciona según su regla propia -libre asocia~ {,· ) 1 ción, escucha suspendida- sino según criterios de discrimi- ~ r:-:~ . / ¡ nación que le son extraños. Freud se apasiona por el estatutq_ 1"""de realidad de la escena primitiva, por todos los medios de des1 ' ~ rinde que faene a su dispos1c10n (¿en qué fecha pudo ocurrfr ,. ~la escena?, ¿es verosímil que un niño de esa edad pudiera ob' servar algo, que hubiera podido ver, en qué posición debió de '...,. 1 1 e 8tar pa.ra ver algo, qué pudo comprender, etc.?1 Es sin duda · \ \ la pasión de Freud la que está en juego aquí; la discusión, por ' e,. ', -.:: o_l'.r1Cparte, en ese texto del «Hombre de los Lobos», se dirige ' \j {'-. . .má~_ a Jung -que es el gran interlocutor-adversario en esa.. ....., { } -~ época- que·al paciente, Planteo entonces la cuestión: ¿lo Ero.: }; . p~(?.!..~ic-a:zael anahs1s.i~t. ~~.~~~ teru!.e.Jl~.L '<.., ,'J __ 1 ;l n :;t!_P real de lo imaginari9 ? :. ' ... Del mismo modo, puesto que digo que se trata aquí de una ....,, /--) · intern)gación. que. corre .por el límite de lo que es la situación ~J . . . "a:nalítica, rio podemos menos que registrar que una de las <lis. elisiones principales de Viderman ~ecae sobre «el recuerdo de -l ~ . infanci;:i. de Leonardo da Vin.ci•>, recuerdo del que ya Freud se <, '.... ) ·pregunta largamente en su texto, retomando la misma arguméntación, si se trata, y en qué medida se trata, de un recuer- ~) r-:, ; · do ¿> de un fan,tasma. Y yo debo decir que aquí Viderman, Da\, ( U .. yan, otros autores, 'y yo mismo en ciertas circunstancias seguí\', \ \., , 1 . mos· .dócilmente el paso, caemos tal vez en esa trampa de f,-..-ll 'J~ ~ considerar ·el problema de Leonardo da Vinci -quien no está .«en a~áÚsis», y por sus sólidos motivos- como concerniente de \ máriera directa a aquello de lo cual· el análisis trata. Tercera observación: y bien, en este terreno que no vacilo , eri designar. finalmente coro exte · a ·ón propiamente a1:uilíticá, las posiciones tl Freud ;y de DaY-:an -9..,U~. son posi. cion~~~do de una pslcologfu ruta de la <""...:.:::--UNA Jll S(' JIS JON d :! v.'"(!''.1~ m e m o..r Ningún ia.-..son.re c·lcrta· 1..u e n n .t cosl as áH. 111.atlz ·u· H. yc:o h.1nH .11 <leras cuerdo, d emmuestra n,. acl e llos de111.H üill1•, •'.11 JI;-< t~nto de mhltrac1ones fantasmá~;=y la ·¡!.lv~r§a, 1~ i11 gúri·fantasma ·c ar'e ce de punto Q.e abrochamiento con algo r eal , o al merlos lo tiene én sumenció"n intéricionaJ. P ffo lb notabl e es que la situación se invierte cuando en este caso partimos, no de esta reconstrucción del pasado en la que Freud se empe1 ña tanto durante sus análisis como fuera de ellos, por ejemplo en sus textos de psicoanálisis aplicado, sino de lo .que ocurr<:> en la situación analítica cuando el sujeto introduce representaciones referidas a la infancia. En este caso, aquella actitud _ científica matizada, que trata de asignar su parte a lo real ~ " /--- -lo imaginario en los recuerdos, ya no tiene curso. J'odos J~s · · analistas están de acuerdo, y Freud el primero ,~~Qir....gu.e., (!, : metodolog1camente, lo que se impone no es esa actitud discri . ñunafava smo, por el conttal'io, una escucha en un mismo lanc~ . . ---' " pos1c1on plana'>>, dice Dayan acerca e una dicotomía in :-"' genua del fantasma y de la realidad. Por mi parte insistiré más f':x.i 1.rv ·.-\ .d15ien en el tér,mino, que he introducido algunas veces, ?e ;,apla- f'\~W''(~· :T ' ~ ¡g,amiento» metodológico_. La regla analít ica quiere .g ue to~io de- 0\!~. ¡, t,¡i.lle aportado p~r : 1 SUJeto. pueda ser el P.~.rnto de partida d~. M,Ó) ' 11 una cadena asoc1ativa. ~_g ue, en esta func10n de punto de parti~a, la distinción entre un u retendido recuerdo .Y...v n pretencli~ _do fantasma deja de tener curso . .~º sólo un recuerdo; hasta.. un acontecimiento de .la in{áuda_q.lH! b_ª sido conta,dO..als-!!i~~-· ~OI:. su familia puede .adquirir este mismo valor en la sesión, . ¿C uál puede ser el fundamento de esta regla de considerar toctá idea g ue sobr~1IB...~n.la. §.~.~,i.Q!J..~QJ!l.O suficientemente «real»_ para merecer,_f;..on ig~ctl.Q,~ q ue se le p reste atención Y, 1 que se «asocie» sobre ella" si no es el postulado de una especie . ! de ·analo ía, de comunidad, entre el método analítico ~" »? «En el inconcien... te no hay indicio de realidad» , decimos. • Formulación ambigua. Eso puede que · .· rer decir -y más de tino lo compre~.. EN EL INCONCIENT de así- que el inconciente es algo ,. irreal, cuando el problema mismo de la::i'.f:!][:);:t(:f.¡;f{ÍÉes el que no se plantea allí. Si uno escarba un poco, / advierte que esta formulación puede igualmente invertirse y~ "¡1 que el pensamiento profundo de Freud es que «en realidad en ' ·el inconciente» (lo que no es solamente un· juego con las palabras, una inversión cómoda de los términos) fo 'que n chhay 'y·' indicio' de irrealidad.'l!ara el inconciente' todo se sit1ía erLeL , IJlismo plano ·de realidad . Desarrollemos un poco: el t érl'lÜno ·a, ¡ 1 ' \ lª /) \1 .i · ~ ,-" < .\!:}:> N' _. .----.. ~ ---.-·---z-- . 104 •/ ~·1· ,, v. .r .• ( -\ \ i/" , t .. ,. 1"-\ < •,_,\ '-\ --1 \ ' 1 J ' 1. r \1 r L '· .· 1 ] "'-- ' \ ,,,'' ( " ,,. rt ' .A _,, e .J (_ ¡ ("" t v\ .::., ~ ~ ' · ~~~ 105 ~d . (jLu.. -ú..- ~--L - ;;> \ Q_a.Qfa(lt, ~ c~"J !_;\..; J.l\i ri~ cl.z¡ el ~J-0_, f-JA_~_\J n1 c u cló11 dls\· rl1ulr11.111t.t• <l'H' a p11rt,111·1l Jo 111111 y 11 1 lr1111..il1111r10 . Tomemos en particular Jo que llamamoH roc u crdo:-1 p1u1tnlla. ~te término es por Otra parte ya, por sí mismo, una interpretación (como lo HIPER-REALIDAD@ ) es también la traducción fiel de\ aleDE LOS ' ' . RECUERDOS-PANTAL ' !Ilán: recuerdos de cobeJ.1!lra2,;~. · que eguivale a decir ffi!_.e están ahí 2ar~ 9s;µltar otra .e.o~. Llamemoslos simplemente «recuerdos princ!¡~ales», a esos recuerdos pregnantes que frecuentan al sujet~ son una vivacidad extrema de detalles,_d~ detalles sensoriale~ .. .. los colores por ejemplo. Remítanse ustedes al recue·r do persoi;a1 de ·Freud, en su artículo inaugural sobre este tema, 50 donde se señala esta vivacidad. O bien al famoso «recuerdo .infan·- · til» de Leonardo da Vinci. Y bien, se puede decir que estos re- . cuerdos se imponen al sujeto con una fuerza tal que no hac~ . falta convencerlo de que no se.plantee el problema ·de su réali-· · dad; s~mponen con una intensidad que s~ podría'inclusolla-' ,. · mar hiperreal, nhiperintensa». Al mismo tiempo, es . evide~te. q~e, para la reflexión racionalista y científica, estosrecuer?Qs no son puros recuerdos. U_n o de los·elementos característicos de estas escenas o imágenes de la infancia es, por ejemplo, que el sujeto mismo está representado en ellas, se ve a sí mismo como uno de los personajes entre los demás, lo que es «inverosímil». La actitud racionalizante del paciente hacia su pasado no es por lo tanto tan natural como Freud parece creerlo, y tal vez es su propio cuidado el que se trasluce en el de sus pacientes y en su debate común con respecto a la realidad histórica. Lo que quiero dar a entender es esto: situar en el mismo plano el fantasma infantil y el recuerdo no impone al paciente un esfuerzo particular. La mención del pasado más arcaico es uría que se sitúa en principio más allá de una distinción, de una intencionalidad discriminativa: real/imaginario. Esta mendón se debate con algo que resiste, que s~ presenta con ese carácter de hiperrealidad propio de los recuerdos infantiles, y esto, aun si un segundo de reflexión basta para demostrarme que no he podido verme a mí mismo de espaldas, tal como me aparezco en ese recuerdo infantil; o que no he podido verme a mí mismo en mi cuna, como se ve Leonardo; o aun que no he podido entregarme a la levitación, que aparece con frecuencia en los recuerdos infantiles. - y la idea- d e un "indí<.:lo d e r·calid ad » c::;Uí presente en Fr·c ud ; pe ro, si uno quie r e e mpujar e n d e t e rminado sentido esta noc ión, es evidente que uno tropieza muy pronto con las objecion es del idealismo y con las dificultades de toda teoría del conocimiento\· Si lo "real» está prime~ame~te en el mismo plano.que lo «puramente representado>>, y si hace falta después un indic io suplementario para afectar con él secundariamente lo real a fin de diferenciarlo por relación a lo puramente representado, enseguida se planteará la pregunta: ¿adónde ir a buscar este indicio de realidad si no es, .de nuevo, en la representación? Es evidente que de aquí no se sale porque uno apelaría a lo "puramente representado» para introducir una diferenciac ión . .. en lo «puramente representado». En su «Proyecto de psicología,., Freud se hace en efecto esta objeción: si uno debe ir a buscar un indicio de realidad, ¿cuál será, si se lo puede decir, e l indicio de realidad de este indicio de realidad? Lo que supondría que uno pudiera partir de un mundo fantasmático para alcanzar un mundo real, y esto por medio de un indicio que a su vez sólo podría ser una representación. Pero, en el "Proyecto de psicología», verán ustedes que l_a s cosas se invierten: lejos de que exista primero un mundo puram e nte irreal .del que sería preciso después salir para ir a buscar Ja co n-espondencia con la realidad lo u sí es absurdo), se puede decir que al contrario, para Freud 'il sujeto ?e ;nf~·er;;ta ~pn un e:rceso de realidad. l fatitasma mismo esta afu~; \ tado de una eficacia igual a la de la realidaq. D.e manera que Ja discriminación entre real e irreal no pasa por un «Un poco :! ¿ñás de realidad para lo real» (si uno puede expresarse así) sino 1¡ 12or una inhibición pardal de ese e.rceso-de-real, gs decir, una . _re presión en lo inconciente Y. una inhibición de esta parte que .¡,s<; va a convertir en el mundo fantasmático. Y, bien, ese exceso de realidad, es decir la puesta en el mis-~1 0 plano de realidad de lo «real» y de lo «fantasmáticon, hace . \Af2. momento han visto ustedes que es según esta uniformidad ~,l e ser como precisamente deberíamos considepr, en .el análi~s mismo, todo material concerniente a la infancia. Freud nos remite entonces a esto como a una actitud metodológica, de la que pretende por otra parte que sería relativamente difícil imponerla al analizado: «Al sujeto le da trabajo comprendernos c u a ndo lo exhortamos a situar en el mismo plano la realidad y e l fantasma» . No estoy seguro de que Freud tenga razón ente ramente en este punto; en efecto, la observación de los princ ipales recuerdos de infancia que son aportados en un análisis muestra frecuentemente que ellos se sitúan más allá de una 106 _\ r 0 ,,,-<0, . w~ 0 J (¡>f'-Ó\ '(e ~r e' r, \/· (' "! ~~ . \, . ~ . .. . ·' " -{ : i;i\ l ,,.--í 0. . .{ • !'iO Cf. S. Freud, •Sobre los recuerdos encubridores», en OC, 3, 1981, págs. 297-315. \ . "--r ~ ,\ lv" A CJ \ -- ·- . . \,\j1@ \ 107 . . . 1 1111111 i'I M111 •1l11 , 1111lrn11 n tt, lo 111 11111 111 , lll 1111 •111·1<í 11 ch• lo 111 f11 11lll 1u• of'11•1 ·c• <·011 tod11 11 n l.11rnlld11d ni n1 ó t.o do unulfUco, u C$t.11 111 1111 t· r·n 110 (llscrJ111!11 ut1vu d e tomar todos los e leme ntos sin ( te ner .que preguntarse sISOn e fectivamente reales o no, si son del ordeñ del acontecimiento o del orden del fantasma. Los ele·mentos m,fañ ti1es se prestan eminErñtemente agse enG.a.r:ninamiento de líneas o <fecaaenas asociativas en que 1apreoeüp'a.'."' cÍÓndelarealidad- -saber si tal eslabóñ""é'S'RW:amente subjetí~oo~~arerj¿,-:§~~Qti9~9"" ~~-~~_uició_n espontá~!a. d e esos recuerdos privilegiados es, se podría decir, una guía, una verdadera maestraeil'realidad psíquica. Nos hace palpar, por ~~ñfoS¡(ésa coñ'sisfé~loQuehaee un rato_yo trataba de. designar como núcleo duro, un núcleo duro que tiene alguna r elación con el núcleo de lo inconciente ~on lo que Freu..Q ~!.S.na como realidad osíquica. ~ . .22 de enero de 1980 ¿Es la situación analítica una inmersión en un mundo imaginario, ficticio, ilusorio? Y, si la única oposición fundamental fuera la de lo real y lo ilusorio, ¿~é sal!d~s tiene esta inmersión en lotlusono·. No habna mas que LA INMERSJON tres: 1) O bien permanecer ahi para EN LO ILUSORIO: siempre ... ningún psicoanahsta lo 00TRES. • . ~2) O füen «Salir» de ahi tratando · ·• · .~'AÍ,::>As ~ALIDAS -4@ confrontar ~so ilYsoFi<"> con algo . . . real; con algo real-real, podnamos oe. · · · cir; ~algo .yerdaderament'e real; digamos ·lo real actual, que a vez se déscompone en dos aspectos:. la realidad exterior a Ta ses10n ~f despues, la realidad de la situación analítica misi:na, .ese pretendido real de referencia que eo111$litailfa una si·~ fqaeiÓri simple y" objetivabie; o bien, incluso, un juego de esos difo.rentes elementos. Y es sobre todo a un juego de los dos · ·.y aun de los tres aspectos -real actual en la situación analíti.. . ca, r.~al fuera de la situación y real infantil- a lo que recurre · .Freµd. Pienso sobre todo en ese _texto que responde en él al · :.....,. má?Cimo .del realismo, tomado en el sentido material (y no «psí.quicb»):1nhibición, sintoma y angu,stia con su noció ca · I · ( . · · 'para .este cotejo, de «anacronism_Q». o insisto en ello, salvo :\:. ·para 1eco1da1 q'ue la acción del analista, en esta_perspectiva, . ·: .\consi.ste en mostrar que las angustias o, más en general, los .·su .·_·¡· . ~'---. . - 7 ·108' j 1' u f'ant.úHJtll.tH a c lual QH, yn no c:;t1t1 1 ndapt,ndoM n l i t Mlt.1111\'ll 111 1.-11 11 sino -segundo tiempo- que tuvieron ::i u justiflc<.l.<.:ló n (' 11 111111 situación infantil no menos real. 3) O bie n, t e rcera opción : t.rn tar de hacer surgir la realidad a través de la suceS'ión y la progresión de las relaciones fantaS'tnáticas. Esta es en particular la perspec'tiva de toda una teorización que gira en torno de lo que se llaman las relaciones de objeto, con su encade-_;--.-,._,--·-"-, namiento y B_.a~-~ialéctklt que parte (sit ve.nia verbo) dé . .. _relaciones de objeto que descuidan el objeto, que descui 7an k,, ¡ ¡ la ob'etualidad del objeto, para desembocar en relaciones e- ! p~t;fo·:.: ~ubjetivas en que el objeto sena primero dejado con v da, _(¡ Ó~; \ después finalrh~nte resp..fil.id.Q:,_™ n-tcrl.'Ylaü'O'en considera eh-su autonomía. Se trata por lo tanto, dentro de esta teo\i'.1 de la relación de objeto,. de hacer recor. tarse el objeto a par.hr de una sucesión de relaciones.~,y.na línea de pensamientp ',._ analítico muy antigua, a la que Freud no es del todo a;jeno, ~ pero qµe evidentemente se h-a:-tJ.ustraao en FerencZi para ser _ ·retomaoa a.espues por una multitud de súcesores. A menudo \ ~llega en esta erspectiva, a nociones del tipo ·de la «objetali- '. ,ad» o de la «oblativ~cicrm!S'(jU~han sid.o en alsunos · · casos critic_adas, y_ aun han sfüo objeto de burla, por su aspeci_o_ l!D poco moralizante,.. pero ·-~ todo <;:uestiQD,abJ~á ~n.la medidá én g,ue intentan, por no m:fS'iifre-qué=tF~,s~ ! [! t~ación, hac~kl!:J~~ca_euJa_q_µe \ s · o supone ausen e a comienzo. 1 ' La:=amrtítrá'.tl, entonces, de lo real y de lo ilusorio, en particular a r~íz de la relación con el vivenciarinfantil; los estudios de Dayan nos proporcionan los elementos esenciai'es para examinarla y nasta para salir de ella. 51 son textos muy profundizados y muy completos, y que aportan una conrrontación c~n las teorías psicológicas de la -'memoria, y que agregan al legajo los principales documentos freudianos. ~i:énso p~incipalmente A, ¡ en el segundo de esos estudiosr «l:: relación con lo infantil», q~ /Ji:-! ., retoma el problema, crucial en Freud, de lo que él ·liama «le- AJ' A.\·~.:;~ vanta ·· m ·esia infantil». En cierta manera, este J-·" · texto de Dayan es una certificación de contradicciones: con.._¡ tradicciones internas en ciertos textos freudianos, y también contradicciones EL ENVES DE LAS fundamentales en la evolución del penCONTRADICCIONES samiento freudiano; es incluso u:ri.a cerFREUDIANAS: tificación ' de fracaso final, porque en UN NUCLEO DURO último recurso, en el texto postrero so- <?§ .O/€/ \:. .,: ¡ 51 M. Dayan, Jnconscient et réalité, op. cit., págs. 326-96. \ -~ ~ H}:J k7 /WJ::) ~~A/v\:) 0J 109 "'º u .( -----. (.J\9.J l ü. q )j t ..,.-----. b rc «Con:;;tru ccion cs e n e l un:íllsl:'.l», Ju un uH.!sla 110 e:; - V4'1 '1•H olll fl IHt d l' Mlll " I' c u geucrul fevantaaa smo que e l pasado e:;; c onstruido, recon::;tr~. Pero pó r m1 parte qmero insistir en un envés de estas contradicciones y de este fracaso, que tal vez Dayan no marca bastante a unque también esté presente en él: ¿sobre qué fondo se recortan estas contradicciones, qué es aquello que conduce a Freud a través de ellas? Lo que yo designo, con un término personal, «exigencia», ¿cómo está ella presente aquí? ¿Cuál es la exigencia que conduce a Freud? Freud conduce su barca como puede, pero de hecho es conducido, aquí como en otras partes, por algo que sobrepasa las fluctuaciones y los rodeos de sus experiencias y de sus razonamientos./ Dayan nombra, en ciertos momentos, esta exigencia, cuando muestra el valor especial conferido al término Das Infantile: «!2, infantil» 12ara F);.e ud, es una realidad situada claramente más allá del sim.nl.e vivenciar de la infanda. Conocemos bien, .en Freud, esta exigencfa de una realidad efectivamente vivida, -histórica, dataOle, «material»: acontecimientos de la infancia del individuo ·y, si"estos se muestran insuficientes, acontecimientos de la hist or"ia ele la humanidad, con toda esa famosa pre-historia, no ilí~ ­ l1os efectiva para Freµd, de la horda primjtjva o del padre priimt1vo. Búsqueda dramática, en cierto modo, que Pontalis y yo mismo hemos analizado en detalle en un a ; tículo ya antiguo :;obre el fantasma de los orígenes. 52 Respecto de esta realidad material de un vivenciar, Dayan tiene' toda la razón en demost~·ar su carácter malcanzaQJ:e. ~i uno se sitfla.en un niye! 12sjcológico, no existe un aconteciriüento puro en medida mayor que 'tfna fantasía pura, un ilusorio puro. ¿Qué queda entonces? Queda la ex1genc1a, en F'reud, de una realt<1a<1 inmutable, sohda como una «roca» ,.tan real y tan poco subjetiva, en cierta manera, como una pirámide o un templo en el desierto, ajeno a toda mirada humana. Entonces, a esta búsqueda de una realidad, que sería evidentemente el inconciente, se la puede juzgar de dos maneras diferentes. O bien esta exigencia es a su vez una ilusión, ilusión que Freud comparte con muchos otros: ilusión de la cosa en sí en los filósofos, o ilusión del sujeto trascendental; o bien se puede pensar que esta exigencia refleja una experiencia oscura; una suerte de reminiscencia que no puede tener su origen más que en la presencia, inmutable en nosot ros, de una especie de «en sí». Para Freud es la exigencia de lo que. él llama realidad psíquica, de la que nos dice muchas "~ .J. Laplanche y J.·B. Pontalis, Fantasme originaire, fantasmes des orighies, origines du fantasme, op. cit. 110 í 1) t •ll 11111111l• •tl ¡tl •t 111 d1 111 lftilllf1 1i1 l lú [1tl 11 qdlcl 11 d p 11fq11 lt •11• •H 11 111 1 V••1, 111111 l 1111111'11 po rque pu ed<' ser n.•l.tH1111tln l' lll .1•1·1111H•11ll • 1•11 111 opqrd 1•l1n1 q111 • veníamos con:;;iderando, l a de lo n·nl y lo llwml'lo , lo oh.11 •1lv o y lo subjetivo. La realidad psíq uica, se d i<.:e a ve1·<•s, <'f'<'Y<' 11<ln rlal. 1'1 11•0 111 111>1'11' 11 d1 • ue así se la valoriza, es el vivenciar subjetivo, ·uuireal, cJ<.·~ .. y ués de toao. como 1a materia1 raac1M ¿REALIDAD ps1tiu1cA c¿bjeto_fisico. Lo gue cuenta, oímos dec cir con frecuencia en clínic::i psieoo sUB.JET1v1sMo'? terapéutic;;a~ tafllQ.iénJ2si~nalit}~~ ca?), no es lo vivido material sino la manera en que 1,mo lo apre-. ' hende: «esioi'.m1co que nos interesa aquí';;". -ES'to"eñC'ierta n e ra es indiscut16Ie, p,ero es particulíi'ññe nte empobrecedor.; . aun desde -el solo pU:nto de vista de la observaciór:tclínica. 1\1en~.­ cionaré de pasada el ejemplo de un trabajo sobre la óbesidad del qtie' he tenido ocasión de tomar noticia, donde se nos decía desde el comienzo que la obesidad, en psicoanálisis, es ohjeti~· vamente inalcanzable, es imposible ceñirla y en co1.1secuencia sólo se puede definir como la «queja de ser obe~o». Desde. (~ l · comienzo se produce entonces la mutación a una especie de universo de sueño. Digo •universo de sueño»; debería decir "º¡: siquiera de sueño» porque, como lo h e señalado precedentemente, el sueño mismo insiste todavía en distinguir entre la comprobación «YO era obeso» y "Yº me quejaba de ser obeso». Aquí, por lo tanto, la reducción de lo real a lo subjetivo, concP- l o como i usono, ·wn a guna con e «aplanamie nto» analítico en el sentido en que yo lo entiendo: en la pura 'chatma sabjeuv1sta, que desemboca por otra parte; en chmca , _en errores fundamentales de perspectiva, como confundir un síntoma hipocondríaco (la «queja de ser obeso») y ese smdrome--fjsicosomático que es efectivamente ta obesidad, con ue1a o m e a .. e ucc10n por lo tanto . -~ _::¡_ rea i a psíquica a la rea'1ldad subjetiva, psicológica: Lo «psicológico», efectivamente, -es tan real como lo psíquico, y los psicólogos tienen toda la razón en afirmar que su objeto se sitúa en un dominio de realidad que vale tanto como cualquier otro. ¿pero es esto lo que Freud mienta con «realidad psíquiciy•? En algunos casos - Yes lo 9..!:!~ nos puede desconcertar ' . esta asimilación a la «realidad psic<~_­ Iggica» es innegable, 53 :eero el texto inaugural sobre la reali- ma: . psi~ ( 53 Vuelvo a citar este pasaje de Conferencias de introducción al coanálisis: •También ellas [las fantasías] poseen una suerte de realidad: queda en pie el hecho de que el enfermo se ha ocupado de esas fantasías» (en OC, 16, 1978, pág. 336). . 111 t1 11 d p tt l•J11l••11 1 q111 1 1111 1•11<'11\•11 1. rn n i l'hml d e La ·i ntcnpretación do l os .o;1w t1.0.'l_.i rn~ ¡ 1111'1.lc ularme nte ta.j a nte: 1 ',\ , «Yo n o s6 si u JoH d eseos inconcientes hay que reconocerles rQal i dad; a todos los p e nsamientos intermedios y.de transición, 1 , V'/ 1 .Íh1 ·~t: · d esde luego, hay que negársela. Y si ya estamos frente a los deseos inconcientes en su expresión última y más verdadera, es preciso aclarar que la realidad psíquica es una forma particular de existencia que no debe confundirse con la realidad r m~teriah. 54 ·.I L~ realidad psíg'uica, en un sentido bien preciso esta vez, es meramente un sector muy particular de la realidad psic~lógica' lo ilusorio, lo tmnsitorio, las novelas gue uno se cuenta, las asociaciones en la cura, tienen una realidad psicológica; ~o obstante, esta no es la realidad psíquica. Se trata de un nú• cleo duro para retomar nuestro termino que es justamente esta «expresión última y ·más verdadera" de nuestros deseos inconcientes . 1 no l ·,/L;;~CH-::~A Volvamos al problema metodológico de la escucha, la escucha y la palabra por 1 NO ES REDUCCION otra parte, tanto la escucha del ana\.:.__ A LO ILUSORIO lista como la manera en que se demanda al analizado que se escuche a sí . mismo , que oiga él mismo lo que dice . ¿Qué es la escucha igual, la escucha no discriminativa? ¿Es simplemente una reducción de todo lo mentado, a lo ilusorio? ¿Es una manera de decir: «habla siempre; puesto que tú lo dices, es verdad para ti . . . y esta es la única verdad que nos interesa»? Y bien, ese «puesto ., qu·e tú lo dices es verdad para ti» toma un aspecto muy dife·. ' ' '' .rente ' si uno tiene 'en cuenta la existencia, la exigencia, la atrae' . · · dón de nuestro micleo duro. La eSCl:!,Cha igual no es una red uc. . · ción a: lo.ilusorio: no se trata de hacerse violencia al .punto de . ; . ~parentar ignorar que es inherente a la fenomenología del ac... . ·.to' psíquico m-e~tar de manera diferente un vivenciar efectivo . y una; fantasía; en el análisis , .no se demanda mentarlos de la . misma manera, por una especie de imposible torsión o contor. .sión que . redujera todo a lo subjetivo. o ue se demanda es ~óQ.~lógicam..~,~iar de lad el interé por esa discriminación de lo real y lo ilusorio, en la medida misma en que ella ' n os d esvía d e los cam i nos y del obj e to d e l u 11111isls. M Hi n tl 11 da, es n ece sario c onfirma r que para Fre ud existe, con~ n ción última, la restitución de lo gue ha ocurrido, iiuro com~! h ierro. Pero una vez mostradas todas las aporías con que tro~ esta mención objetivista, así en los hechos l.el levantamiento de la amnesia infantil es en definitiva extremadam . te raro y ta vez incluso u oso cuando se presenta como en _, .,._e erec o respecto de una psico ogía de la mem@ria); una 'vez mostrado, también, el escaso interés de las reconstruccione s propuestas (el ejemplo d ado en «Construcciones en el análisis» es bien poco atrayente en su 'trivialidad: hasta los tres años . ústed era hijo Único y el amado exclusivamente por sus padres)~ ~ después llego un herman ítü,en ese mom~~e-Zre~ ó~ abandonao o, e tc., ); una vez, en consecuencia, Clevuelto el obJet ivismo historicista a su justo sitio , permanece todavía esta exi ge ncia d e una realidad acaso mil veces más inquebrantable que la realidad material. .Y uno puede llegar a decir qu e la pasión freudiana poda realidad material histórica (de l individuo o de la especie, o también d e la vida) se puede concebir c9rno la refracción de su pasión por la realidad del inconc iente·. Y dBL mismo modo, pue sto que estoy en este término de «refracción" , o de «análogo .. o también d e .. retoño,., afirmo que e l recuerclo.pantalla, por sus caractere s de hieerrealidad no o~jetivista, sigT.\.ª el hecho de que _ahí se trat.a..,de una formación privilegiada .<!el inconciente. Que el recuerdo-pantalla es un retóño privile1 ., giado, con el mismo título que el sueño, y que en cierto modo hay dos vías regias hacia e l inconciente: ñeafü Ú> que e ncontrarán ustedes ind«·áCléi en 1m texto importante +d e Fz:e ud ~\.(' 1914, «Recordar, repetir, ree laborar,,_:,(\ Asimilación entre el ~uei:d,QJ:?antalla que sólo se entiende bieQ. s_U "Q=ue oculta y revela el recuerdo-pantalla, y del mismo modc;_ lo que oculta y revela el sueño, no son ni los aconte cimientos _ de la infancia, ni su vivenciar su~jetivo ,_gtm E,o co lo uno y _!!> oLtro a la vez, en esa es12ecie de combinació_n compleja en ~ la percepción está investida por la subjetividad . No se trata de ello¡ se trata de que lo mentado - ..Q.c uM.o y revelado-~ <(l depó@to ip,conciente de ese...v.iv.e.nciar infantil¡ un dep6s"Tf() que sena infinitamente más heterogéneo respecto del viven- ~ . ...... . ~ 54 "" Freud agrega - lo qu.e no ca r e ce d e importancia para é l- que esta inve stigación podrfa hacer que e l analista perdiera su pre s t igio si sus.conclusiortes resultaran falsa s . Cf. Confer encias de intro<lu.cci6n al psicoa.n<Ílisis, op. cit., 23ª conferencia. ñ!i En OC, 12, 1980, págs. 149-57. ·112' 113 En OC, 5, 1979; pág. 607, y e n Gesammelt.e Werke (en adelante GW), . 2-3, pág..625. Es un pasaje que Freud retoéó y afinó en sucesivas e diciones, lo q~e .m uestra la importancia que él le confiere. c iai· d e lo que lo es e l simple rec u e rdo, y qu<..' resuJt,a <k' un proceso infinitamente más deformante. La d.eposü:i<Jn en lo in conciente, la manera en que el inconcie.n te está reprimido, la ~1ane1:a en que yo digo que es introduddo .e introyectado.~~­ un proceso en definitiva enteramente diferente del proceso trivi-;1 de memorización, aun con todas las ilusiones que esta meinori~ación puede traer consigo. "'- Esta r.e atl<raa ,psíquica -este núcleo duro en torno del cual gravita, ya en el análisis del adulto, la relación con lo infantil, y que debería llevarnos a considerar accesoria (sin «sobrepasarla») la oposición de lo real y lo ilusorio-, no encuentra mejor referencia, si la queremos hacer entender de otro modo, que el problema del análisis de ninos, con su debate inaugurnl, fundamental; me refiero a la horrible batalla -que se desarro/_,.. ,--~ Hó durante anos y que no se ha apa<:iguado todavía, a través de su<:esores / EL DEBATE: , A. Fm;un-M. KLEJN interpuestos- entre Anna Freud y M(•~........._ lanie Klein. Digo «debate inaugural». pe · 1a experienc· 'naugural misma es más antigua: evident(•·· mente, la experiencia de Freud y del pequeno Hans. Pp1·0 su retomadura apres-coup, su resurgencia y su reelaboraciúú en el debate de las dos grandes figuras de Anna Freud y de Mela nie Klein son instructivas en muy otro sentido . Es en un contexto de lucha violenta como se produce el di")¿_aje entre las dos herederas: la ñereoera segun la carne, pern ta1 ién en cierto modo se ún la letra (Anna F'reud conoce Ellen a, su · reu , so re todo a cierto Freud que le conviene mejor · que otro, me refiero por ejemplo al de Inhibición, síntoma ?; a_ngustia),y una heredera según el espíritu. Clivaje que habría 1, llevado hasta la exclusión si la horrible batalla no se hubiera desarrollado en el terreno británico, donde generalmente se prefieren los gentlemen 's -o gentlewomen 's- agreements, de manera que se llegó a una especie de solución multilocular, con articulaciones entre grupo clásico, grupo kleiniano y grupo intermedio (middle group) para establecer el puente. Estos acomodamientos institucionales no deben ocultar la violencia de la batalla, y en particular de ese «Coloquio sobre el análisis de ninos» de 1927 (donde lo que hay que poner entre comillas es el término «Coloquio»). Remítanse ustedes a los Ensayos de psicoanálisis de Melanie Klein, donde se incluye su informe para ese Coloquio (o Simposio), y Q.onde es preciso leer también la interesante introducción a la edición francesa, de Nicolas Abrah"'am y Maria Torok, en la que se narra _esta batalla. La lucha se·prolongó mucho mas alla de 1927' hasta esas violentas d1s- :usion<:ti quü tiu cneo •HJl ~irou 0 11 ph•1m l.(11w ·1·11 1 ln,ln l11 H hu111h11 11 se ! 114 ,, , alemanas, cuando las gentes L>utfau parn t•xcJtdl' IL Mc 1 l111d1 • Klein, que en ese momento había perdido terreno porque u l~u nos de sus discípulos de la primera hora habían cambiado de bando, incluida su propia hija. En el plano de las ideas, nos podemos remitir a dos textos: en los Ensayos de psi_coaná1i.sis, · · el de Melanie Klein que se intitula «Coloquio sobre el. análisis: · de niños,,,5 7 y del lado de Anna Freud, el libro publicado ba- · jo el título El tratamiento psicoanalítico de los niños;" 8 ' conla reserva de que el texto de Melanie Klein es histórico, es .e l informe de 1927, mientras que er'de Anna Freud ha sido reto-· · cado ulteriormente, en un momento en que ella había.adopta~ . do encierto modo, no sin desnaturalizarlos tal vez', los elemen- · tos menos molestos de la práctica kleiniana. Pasemos a la cuestión fundamental: ¿es posible un verda·dero análisis de niños, en el sentido en que existe un análisis de adultos? Y además, ¿es deseable? En efecto, la apreciación de lo «deseable», es ' decir los imperativos de conveniencia, y.· hasta de moralidad, es de todo 'punto esencial én esta· querella .. Anna Freud es por eso muy restrictiva, negativa, en c;4ant<l" a la posibilidad y aun a la deseabilidad de hacer un análisis de niños. No retomaré todo el texto sino que retendré tres puntos que interesan a mi propósito: ¿por dónde pasa el límite que traza la situación analítica? L La técnica del juego. Técnica que en EL .JUEGO coMo manera alguna fue inaugurada por MeFUNCION lanie Kleip, pero que ella llevó a su máY COMO ximo, remplazando en gran parte por ALocuc10N el juego del niilo la verbalización y las asociaciones libres del adulto. Anna Freud pone en duda esta equivalencia, por lo tanto esta técnica, por dos razones principales: en primer lugar porque el contenido simbólico del juego no es necesariamente lo que prevalece en este, en tanto el juego tiene otras funciones que la de simbolizar (insisto en este término de función), de modo que las interpretaciones corren el riesgo de ser forzadas si recaen sobre el juego. 4quí, evidentemente, Anoa..El:eucLno_tgní~ que «hundir un poco más el clavo» porque se sabe ffi!.~1-ª..P.esar ae_:-todo el costado pos1t1vo delana:Iisis kleiniano_,_§!L_a.§.Ilecto 57 Melanie Klein, Essais de psychanalyse, París: Payot, 1967, págs. 178-210. 58 Anna Freud, Le traitement psychanalytique des enfants, París: PUf', 3ª ed., 1975. 115 .. · .. 1 f IH 1.11do y (lf' ( 1 1111 pol'O ¡¡ tlv1110 LI' f'or 11111 t·rll.ll ol>Jcclóu <.l e h echo en objeción de derecho: porque afirma- e l juego mismo no se presta, o se presta apenas, a ...--..~~ªinterpre tación, por eso mismo uno se ve obligado a interpre. .) . ar de manera silvestre. La otra objeción es que el juego, a di' \.- . ; erencia del discurso, del lenguaje, no permite la exclusión de ~-~---,_,)/ tM_rgg~~.!!1aci,QLL,~l}.,.E~D.8entes q~ica, decencia, etc,1) , que es requerida por la regla fundamental en el análisis de los . adültc»S.-Ue modo que el juego en modo alguno puede ser tratad.(>cümo eqmvalente de las «asociaciones libres». No entraré en el detalle de las respuestas y de las argumentaciémes, sobre todo porque este es uno de los puntos en los que Anna Freud retrocedió después, en su texto de 1951. Si uno en efecto deja de lado ese detalle, lo que en el fondo dice Melanie Klein es que el juego puede ser él mismo discurso, y que puede estar dirigido al analista\ lo que aquí se sobrentiende es que el juego, a partir del momento en que está dentro del análisis, se vuelve más simbólico; no se puede tomar el juego corp.o una entidad absoluta y asimilar el juego del niño en no sé qué situación objetiva de observación, a lo que ocurre . en una sesión con un analista, donde el juego puede devenir discurso y alocución.~El juego, en la sesión, puede perfectamente proporcionar asociaciones de extremada riqueza; el método del paso a paso le es enteramente aplicable, las interpre-....,, ¡ taciones suscitan nuevas asociaciones, y recíprocamente . El .l análisis de los adultos y el de los niños es de todo punte comparable en cuanto a ese movimiento de confirmación, de fee,d,·: . back. y de el).r.iquecimiento entre el material y ~a interpreta;. ·;. ción .. ·A '.condición; evidentemente, de que el material lúdico • · ·s.e mantenga sin cesar en continuidad con lo verbal, y de que 1. lo verbal lo retome. J .••. . Acerca de. este primer punto anotaré simplemente lo que interesa.a nuestro propósito referido al límite. Este límite de . lo' psicoanalítico, téndremos que preguntarnos: ¿si no pasa en. .. ·. tre real e ilusorio, será para ·situarse entre el lenguaje y el no ·lenguaje? La indicación sugerida por la respuesta de Melanie Klein es. que el pr.oblema no es el de la materia del discurso -de su·materifil verbal o, por ejemplo, gestµal- sino que res.. :pande al hecho de estar dirigido a alguien: comunicación, alo. . ·.cuciqn y no simple comportamiento, aun dotado de «Sentido». 1 ~_n otros términos, el juego puede ser tomado como un com. · portam1ento, pero en ciertos casos puede ser una destmaciónt . \ sniste aspecto es evidentemente el umco gue~a;. -;-;¡' ñieiflein . [ --:- :----:- ~ 1] eJ-=7 2. El segundo punto en esta pol(1 11111 ·11 es la cuestión de la trasferencia. y aqu lo que sostiene, Anna Freud es en cierto modo irrefutable y al mismo tiempo cae enteramente «fuera de la placan o, en todo caso, es enteramente revelador. La trasferencia en el análisis, nos recuerda ella, es trasferencia de la relación infantil, edípica o aun pre-edípica, poco importa, con los padres: «Cuando usted dice esto al analista, en realidad se lo dice usted al padre». Ahora bien, los padres, en el análisis del adulto, han quedado bien attás (lo que por otra parte plantearía la cu.e stión importante, teórica y técnicamente, de la función de los padres adultos en el análisis del adulto). En el análisis del niño, por el contrario, los padres y el Ed~po están ahí, en lo real y lo actual. De donde una doble objeción: la trasferencia de una relación real sobre otra relación contemporánea ~ \ es imposible; y además, si fuera posible, por no se sabe qué \ 1 milagro, y bien, sería enteramente dañina porque supondría una sustitución total de los padres por el analista, que sólo podría conducir a minar la autoridad y las prerrogativas de aquellos. Anna Freud lo confiesa: en ciertos momento~, cuando ha- . \ de niños, me siento culpable hacia los padres. tengo \ J~ la impresión de robarles su bija En cansec11encia sj, por milagro, o por una especie de perversión absoluta, esa trasferencia '' de una relación sobre otra fuera posible, sería una sustituci6n total; y su «resolución», sencillamente, volvería imposible el retorno a los padres reales. Toda esta argumentación parece irrefutable, en una perspectiva que no toma en consideración la realidad psíquica sino solamente la realidad material y eventualmente una cierta realidad psicológica. La respuesta de Melanie Klein merece citarse: «El análisis de niños muy pequeños ·me ha mostrado que un ., niño de tres años ha atravesado ya la parte más importanf (' 7 .¡)' del desarrollo de su complejo de Edipo. Por consiguiente, l· . represión y la culpabilidad ya lo han alejado considerableme \.., te de los objetos que ha deseado en el origen. Sus relaciones ~~ con estos objetos [esto es lo importante] han experimentado modificaciones y deformaciones [en este sentido yo nombraba antes esta especie de deposito enteramente diferente del d¿,_ pósito mnémico]; de manera que los oqjetos de amor actuales [entiéndase: los padres] son imagos de objetos primitivos ... '•!! PoSIBILIDAD DE J,A TRASFERENCIA EN EL NIÑO J1 ~o ~nálisis \f· . 59 M. Klein, en Essais de psychanalyse, op. cit., págs. 191-2. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. ·~ 116 117 'J' ·---·- ----~.----~""" Evidentemente, hay en esta respuesta un aspecto cronológico que consiste en decir: ·sitúo las cosas en un momento más temprano que usted; a los tres años todo está ya jugado, los padres ya han cambiado ... Esta especie de puja en la ascensión en el tiempo: «yo, al Edipo, lo dato a la edad de dos años, r y de un año, y aun a los seis meses ... '» ¿es el aspecto esenl_,_$ial? 9igamos, en todo caso, que uno puede dilucidar otro as'pecto, en mi opinión más fundamental'. La trasferencia es trasferencia de los objetos iriconcientes; son objetos que han expe· ~imentado modificacione~forinaciones considerables,¿) J;?.Unto que la reconstrucción de los objetos reales que estuvieron en el origen de esos oQjeto's inconcientes no tendría tal vez sentido (soy yo el que habla, desde luego); y ·esto por la razón d~ ese depósito primitivo de los oQjetós incon.c.ien.~_..:-¡., una vez más, algo diverso de una simple memorización, inclu,i ~o más o menos marcada por ilusiones. Y llegamos, en Melañie 1 'r1ein, a esta expresión ae toao punto extraordinaria: !!Jp s objel ts>s de amor actuales son imagos de los objetos primitivos». ¿Qué 1 i~~gnifica esto? Y füen, es que en' cierto modo (y yo creo que ·uno se encontraría con esto mismo en otros momentos) esos objeto::¡ mconcientes -ese .e.adre y esa madre arcaicos, tal vez ii:i"cluso ob.i.!nos parciales, por lo tanto menos próximos aún a . !.2~ objetos reales- pueden ellos mismos ser trasferidos sobre l.o s padres reales. Si uno acepta proyectar esta idea, retrospec~ tivamente, sobre el análisis del pequeñÓ Hans, vean la respuesta esclarecedora a la objeción que en principio se podría formular: pero, en fin, ¿cómo Freud pudo confiar 'e l análisis de un niüo a su propio padre? Y bien, el análisis del niño por el padre de Hans es posible .en la medida en que, sobre el padre de Hans, pueden ser trasferidos esos objetos ihconcientes, por entero diferentes de toda imagen de un padre real o de toda imagep real-de~ .un p.adre. En el análisis de Hans, las condiciones de la trasferencia, entendida esta en el sentido kleiniano del tér~ñíno, esfan ·preseñfes. 3. En esta polémica, retendré por últiLA oB.JECION mo un tercer punto, enteramente conF:DUCATIVA jugado con el anterior. El tratamiento de los niños, dice Anna"'F'reud, debe mcluir una parte educatiV¡fÍmportante. En este ser poco forma<>, sería peligroso liberar el inconciente cuando el superyo apenas está; o no está, ~onstituido. En el límite, el psico~nálisis, si no se aHara a una educación, podría simpleme~te liberar la «maldad de .las pulsiones» sin nada que las enfrentara:-omito el aspecto mecánico; totalmente erróneo, del con --- __,,_ 118 ,...., · -,, retendidamenttflicto así descrito entre el interior, una especie de naturaleza silyestre que el análisis éorre:~~~_E.~_:;¡go de liberar, y des ués una educació consis ina en una omesticación cultural, una manera de dominar esta naturareza. ~ · · ~ . . ... Melame Kíeln r"lr-s'ponde primero que en realidad ella nu . ca .. . . r:.. vio, en un análisis llevado lo suficientemente lejos, que las p le · ·.\J."(_!.:> siones liberadas llevaran así a la «maldad•>.· En cuanto a su res puesta · fundamental, teórica, ella es, de nuevo, doble: como en el caso del Edipo. Una respuesta cronológica que no va .al fondo de las cosas: usted nos dice que a los tres años· no hay · superyó, pero yo puedo mostrar que el superyó está 'presen'te desde más temprano; por lo tanto, en el niño, las.· instancias ~Psíquíéas serían ya comparables a lo que son en el adulto .. Pe~. ro, además de esto, una respuesta fundamental, aunque no · siempre esté formulada de una manera manifiesta: el superyil' -ese famoso superyó precoz- nace causa común con las pul. siones; no es simplemente su adversario; es, lo mismo que las · . . !· pulsiones, «feroz» en la medida en que, como ellas, está en· re-·(":-, '. ¡ ).:.";~.· lación con los primeros objetos introyectados. Ese súperyó ar~ (\A?·l .. ::..~ caico no tiene sino · mcluso nin •una ~ f(':Y ·" ; r lación, con las características de los educadores, exactamen- 1'' te como los objetos mtroyectados no tienen smo una relación inlmitamente remota con los objetos reales: de modo que la_ ducac10n engaño: ·· (, ¡v¡,_ , «La dependencia de los niños re-spectü de los objetos exteriores es naturalmente mayor que la de los adultos; este hecho tiene consecuencias indiscutibles, pero que Arma Freud, a nli juicio, sobrestima en mucho y no interpreta correctamente . En efecto, esos oQjetos exteriores están lejos de ser idénticos al superyó ya desarrollado . del niño, aun si en cierta época han participado en ese desarrollo. Es la única explicación que podemos dar del hecho sorprendente de que en niños de tres, cuatro o cinco años encontramos un superyó de una severidad a menudo radicalmente contradicha por los objetos de amor· reales, es decir los padres. Citemos como ejemplo el caso de un varoncito de cuatro años a quien sus padres nunca habían castigado ni amenazado; más aún, eran excepcionalmente tiernos y cariñosos. El conflicto entre el yo y el superyó dejaba traslucir en este caso (pero sólo se trata de un ejemplo entre muchos otros) un superyó de. una :;everidad extraordinaria. Según la fórmula bien conocida que predomina en el inconciente, el niño esperaba, a causa de sus propias tendencias canihá- 1 rn ll<·as y s:\d kas, castigos ta les como ser castrado, despedazado, d evo r ad o, e t c ., y vivía en el constante temor de padecerlos ... · El contraste entre la madre, cariñosa y dulce, y el castigo que e l superyó amenazaba infligir al niño, era absolutamente gro\ ~ . tesco e ilustraba esto: e_n ningún caso debemos identificar l~s ,..,,,,, ~aderos objetos con aguel~~,,Uos niños introyectann. 60 t" Así, la retroyección de los problemas al pasado no es el fondo de las cosas; no se trata de decir que lo que no ocurre . a \ los cuatro años ha ocurrido a los dos. Aun a los dos años, aun ' ' ante~, los objetos reales no son identificables con lo que el su'· jeto introyecta. De manera que volvemos otra vez a esta nof i ción de depósito, o .de introyección primaria, para retomar de ., j Melame Klein el término de introyección; ".'9!1ª introyeccióii' \ ·1l ~E-~titutiva de una realidad psíquica que en man.era alguna j / J e2_ un calco, aunque fuese ilusorio,. de la realidad material. I;Iay l ,. J un «contraste grotesco», dice Melanie Klein, entre las dos. frj su ~ f .! . ' - l \. ¡· 28 de enero de 1980 ¿Qué enseñanzas extraer del kleinismo y, más específicamente, de esta gran discusión con Anna Freud? Corno siempre, hay que ir a lo esencial; llegado el caso hay que interpretar, y evidentemente esta gran figura de Melanie Klein aguarda su re-interpretación. He destacado los tres elementos de la respuesta a Anna Freud que por el momento me interesaban: ' por .tJna parte, la defensa e ilustración de la técnica del juego; . de~pués, la afirmación de la posfüilidad de la trasferencia en .· · ; e l .niño; 'pm: D.ltirno, el rechazo de las pretendidas exigencias · ·edu'cativas. · ·" . 'El primer·pünto --Ja defensa e ilustración de la técnica por e l juego- encµentra su lugar en tina discusión del papel del · .lenguaje; pero", en fin, había que 'mencionarlo, tanto más cuanto que por esta discusión del lenguaje en la situación analítica tendremos qué pasar la próxima vez. Pero he insistido en los dos últimos puntos: la posibilidad 'M. l(1.1-;1N Y 1-:1. de la trasferencia y el 'rechazo de las · MtlNll<> INT1·;1mm exigencias educativas . Melanie Klein · ·. dice: el «mundo interior» está enteramente ·constituido en los niños a los que yo trato; están ya las · pulsione13, el superyó, el Edipo. Evidentemente esta respues- ·l" . c;o· Ibi.d .; págs." 195-6. .·l20 ta -si uno la oye sin apelar más que a las categorías dt> lo r<•11I y de lo ficticio, y eventualmente de su engendramiento hist.<'>· rico, en que lo ficticio sería una interiorización más o m enos deformada, y anacrónica, de relaciones reales- no permite s~ perar en nada la objeción de trabajar en lo ficticio y lo il usor¡{>. 1 La objeción de idealismo que a menudo se ha formulado co~LY u·1 tra Melanie Klein, la objeCión de que nos sumerge sin retorno , en un mundo imaginario, no tiene otro senticiº·- Si el fantasma . ~\~ no es más ue el aspecto sub'etivo, si no es 'más que la a >re1\ _ !'tensión subjetiva de la realidad, ¿cómo saldría el sujeto de \ visión subjetiva? Es cierto que se habla de procedimiento d<' . 1 \ desilusión. En rigor es concebible en el adulto; este es el tipo \ áe interpretacion que esta en la base de lnhibwion, sínUnrw · \\ y angustia: ¡usted ya no es un niño, sus ul · s a no correspon en a, su e ad! Pero, ¿qué ocurre cuandq, como en el \ caso de Melanie Klein, es precisamente al niño a quien uno se dirige? l bteíi, en Melame Kleln, en sas momentos mas lúcidos y tal vez tamfüen los más escandalosos, es otra visión la qu<' se o ,o r ·u:, . e 0 ~eto fan!asmático. Los objetos de Klein, esos famosos ohjetos «bueno» y «malo» tJtal arcial que libran combate en e interior del sujeto, no son - absolutamente- maneras suhje• _favas-de mentar me objeto real. Esa ~o es ~implemente m1 m~-- . \ Itera -de ver lo real, in~lüso si mi ;ision esta deformada por mis { [ \. miedos o pOI mis pals10ues. Aqm es donde yo hablo de «escandalo», POI qae es~s objetos son ·verdaderos objetos para Melanie Klein, objetos que, a partir de ese tiempo de la introye('ción, nevan una vida propia en el iriterior del sujeto y pnivoc~n > ahL efectos reales, cuasi mecal\i:Cüs';"""""de agresion v._ili• excitación en particular. El par real/ficticio resulta entonces """-· süstituido por el par.mtroyectado/proyectado, o este par se des-""' f'asa con relación a aquel otro . Lo introyectado no e,s_algo.i.Lu;;. sorio, en el sentido, particularmente, en que no es manipulable· al infínito. Uno no puede, acerca del objeto interno, del objeto parcial, digamos por ejemplo del pecho malo, «cont.ars<· lo . gue uno guiera». Refirámonos, si ustedes quieren, a una concepción de lo imaginario tal como la encontrarnos en Sartre y en los fenomenú logos. Sartre nos muestra, con justeza, en su análisis de lo imaginario, que cuando yo imagino a mi amigo Pierre que entra o está sentado en el café, no es un doble de mí, no es una imagen en _mí lo que yo miento: yo miento a mi amigo Pierre en su lugar, en ese café donde va a sentarse todos los días. Lo imaginario (en el sentido de Sartre) es un modo de menci(m .- .' 12 1 del objeto real, y no una menc10n e una imagen desdoblada que estuviera en el interior de mí ismo. Análisis psicológico p e rfectamente válido . Pero justam nte con los ob.etOs rios kleinia os esto es mu Ü ------~ B.JETOS PHIMAHI< )S: Ellos sí, e efecto, son oqjetos que I están ahí e el interi0r y, más todavía, \,y osA / están ·c om aislados de la refere ncia, \ ,1 --.._______......aislados d la mención; en lo sucesivo, ¡i ese p e cho interiorizado ya no me ermite mentar, de una .man e ra c ualquiera, el pecho r e al : ha cobrado una autonomía ra; dic al. Fre ud emplea a menudo d os del inconciente, el término~a::.:!c:,=v_o:.,,,=.s:.·t:::e.;;l-;-lu--.n..,,g~:--¡ a traducc ión e s doble, peí·o esto se debe a ac rstellung, un movimiento de doble ·sentido. Sachvorstell·undt, f2S en primer lu_¡;¡ar , y bien simplemente; la representacj,ún de cosa , ~-ª represe ntación «Cósica;,, es decir, e l hecho de que una cosa esté re1 pre .sentada p<w una imagen o un esquema qúe guarde alguna ~ z:e la..s:_i6n con ella;. Pero Saclworstellung, al mismo· tiempo, · es :f 'illlil>ll t :; 1 d . . .' " ., 1,.t.~~n a re pre sen ac10n-cosa t es ecir una representac10n gue , e n eJ int~ rior, e n el in_concient~, ha toma¡:lo la consistencia mjsm_a q~ la cosa ,_como s1 e lla hubiera robado a la cosa toda su r e ah..d a d . De e ste modo lo que Sartre critica con acierto, como una - e~pecie d e ilusión de la repre se ntación o de falsa teoría d e lo ' ima ginario , recupera todo su peso en el nivel de la represe nta'c ió n «inconciente». De la una a la otra , de la represe ri.tación lcte la c osa l;l la representac ión-c osa, hay ui1 abismo . ¿Se puede ¡decir que h ay un corte? Esto es todavía insuficiente. Sin duda q~1 e la representación-cosa está cortada .de la cosa; · p.ero ell.a no e s solamente la representación de la cosa_, cortada d e su. re, f~ 1.·e nte. En este proceso de c orte gue llamamos represión <>bq \naria, o aun introyeccic>n primaria, la representación devie1, Il § otra; en particular queda dotada -hace un rato menc iont' ' , e sto- de propiedades afectivas o energéticas diferentes . _En ' lo s ucesivo, en el interior, e lla obra por su propia cue nta-;-es' é!-t acante Llxcitante; y no por nada en Melanie Kl~iJJ._.ese muo\¡ d o increíble, fantasmático 1 de la infancia, es ante todQ un munQ.o malo ~ porque es en efectu y n mundo gue no deja de ataca1· · a l suj e to desde el inteticu:;,,..y...a.1m si t:s un ataque de deseo, est~ es recib ido po~o como algo profundament~ p erturbador; e l deseo es por definición perturbador; el deseo, inic ialmente, e s malo para el Xº· . .. -----·· · Lo que importa es que solamente este mundo interiorizado, «nue stro muñao mterwn·, como djce Melanie Klem, rw Un nú¿ndo subjetivo sino un mundo en el interior del sujeto, es el que ;>. 'l .l ·- --=-- . 1 22 t· . ,} ., ( hace gravitar e n torno d e é l tanto las fantasías c om o los ,1 111 •¡.(wi '( o los actos mismos del niño en análisis. . ~.:. . 'v otvamos al análi::;1:s <Le n<l'ull.<>.<; y aÍ EL ANAL1s1s límite que este instaura y, sohn' t.o DE ADULTOS Y do, mantiene. He insistido en el .ca,.LAS cATEGomAs. rácter progresivo de esta inst:aoi·adón... DE LO HEAL como tarea por realizar:. no es algo · que, mágicamente, se dé de.sd<:' el ¡frimer minuto en que alguien se acuesta sobre un diván y al.gt~it•n .. s e sienta en un sillón detrás de él. ¿Se puede seguir prct.<•n- · diendo que este límite pasa por alguna parte entre lo n•al · y· · lo que llamo lo ficticio, · es decir, para emplear otro término, lo «Simplemente pensado» (<Las bloss Gedachte)? ¿El an.á lisis ('s .· la exclüsión, tácita o no, de la realidad actual y coloqula ftwra de su campo en beneficio de lo «simplemente pensado•>'? 1Iem~1s· hablado anteriormente de la. realidad en tanto realidad pasa.' da, y de esa suerte de brillo hiperreal que en ella manifi(~st.a11 los recuerdos-pantalla, por relación al.cual.se borra la djferell . c ia e ntre lo que hay de fantasía y lo que hay de datos fá<"t.icos e n. una reconstrucción de la in.fancia. Pero e~ este ~: aso ni1s referimos a la realidad adulta, actual, acerca de la cual Dayah señala una evolución innegable de la mencic>n analítka dPs pués de Freud. 61 ¿Qué podría querer decir esta e xdusi(m <IP la realidad actual y , sobre todo, en beneficio de qué se la efp<·tuaría? ¿Qué hay de esto del lado del analizado? Apelar(~ pri mero a lo cotidiano de las sesiones analíticas o, tamhiún, a las sesiones analíticas referidas en lo que se llaman las supervisiones. Es bien evidente que las menD1·:1. 1,AI>o DEL ciones diferentes, que caracterizan a ANALIZADO las diferentes maneras de ser, nunc ca quedan abolidas para el analizado . Lo efectivamente vivido, lo imaginado, lo soñado, induso lo a lucinado, con sus intencionalidades propias, y también con .la manera de narrarlos, con el tiempo y el modo d e los v<>rhos que los relatan, y bien, todas esas modalidades d e ser de nin c gún modo podrían ser abolidas en la intención del analizado, c omo no fuera por una abstracción totalmente abusiva. Nin gún analizado, para tomar el ejemplo del sueño, comienza su relato sin la fórmula «he soñado que» ni tampoco sin precisar «Cuándo» ha soñado que ... Y no creo que ningún analista 11<"' gara a considerar un progreso en el análisis el hecho de qui• el analizado se pusiera· a contarle un sueño sin resit.uarlo <·n i;¡ Cf. M. Dayan, «Le fantasmc et l'événement .. , op. ót., pá~. ~ I. r 12:1 : 1 d or111 1r <· n q11 0 C8C s u eño a p a r eció . No solame nte e l modo, si no tambi6n e l tie mpo del v e rbo , persiste porque las relacio-. n es c ro nológicas que son esenciales a la mención y a la-constitución de nuestro nexo con la realidad no tienen necesidad de ser abolidas por la actitud analítica; para continuar ccm el ~jem­ plo del sueño, el antes y el después de un sueño se distinguen ·siempre, es cierto que a menudo para excluir, como pretendidamente no pertinente, una asociación con un hecho que ocurrió después del sueño. Evidentemente a nosotros correspon,:ip .J de ponerlo del derecho, pero recordando siempre que lo vivido la víspera, esos «restos....diurnos•, en el sentido de lo vivido l.a / \ ·.torna a · >, es cons antemente privile ,.ia o . ~ _por Freud, y legítimamente se lo estaca en e iálogo analíti. · JLco. i;;se vivenciar de la víspera o de los días anteriores puede '""'·s~r.J.~ferencia a la realidad de una sesión analítica prece__Qente. S:ntre esta sesión y la sesión actual vino a insertars~ .1!!!...§!!fillQ.,_Los remito aquí a un texto de Freud particularme n te interesante sobre este punto, en el que eneontramos un circunstanciado examen de la inserción de un sueiio en la secuen. cia de las sesiones: me refiero a «Observaciones sobre la t e oría y la práctica de la interpretación de los sueños», que h e traducido recientemente . 62 Se trata allí largamente de los «sueños . de complacencia•, los que son introducidos justamente para eau sar placer, en cierta manera , al analista en función de una de sus interpretaciones precedentes; en es'bs sueños es en conse cuencia difícil distinguir entre la confirmación real de la interpretación del analista y, simplemente, la aceptación d e «Com. J~ .placencia •., que a menudo no es más que una manera de resistir.Jda interpretación. Están, según una expresión enterame nte ; . : ~ : ~ugerente d~ Freud, los sueños que «vienen a la zaga .. tras el .. · ·!·· análisis,. sueños que llegan siempre después de la batalla y no ;1 hacen sino volver a decir, con un . tiempo de retraso, lo que .'. 1>se ha descubierto en el análisis y, a la inversa de esos sue ños .:· J'.· se guidistas que no confirm~n c~~a alguna, están los que seña. . . , ian ·un progreso en la elucidacion del fantasma. · : _:,- Aquello 'en 19· que insisto, de una manera que puede pare: . ". cet mu"y"pros<i.ica y trivial, es este mantenimiento de las c ate_gorías .de lo real, en particularlas temporales, que señala per.'. .: · · Jectamente que en ninguna parte se exige del analizado una . s~erte de torsión sobre sí mismo, que por definición es imposible, una suerte de abstracción o de aislamiento tal que abolie- \. ( r _ ¿yj\1· J· • 12 • . .; · S. Freúd, -Ré.~ultats, 1'.dées, pmb/Rrnes, /1, P·arís: [En _OC, 19., 1979, págs. 111-22.) 124· PUJ.<~ Hl8!), págs. 7!l-n~ . ,,' ra las m e n c ione s esp e cíficas d e lo r eal, o de lo irr\aginado, <ll• lo supuesto, de lo con9 cido o de lo mal conocido , o t a m bi6n esa .mención específica que es la de la alucinatoria onírica . Freud, cuando enuncia la regla' de la as.o ciación libre, que e s propuesta ccHno una tarea al analizado, utiliza la co'mparación con un viajero sentado en el tren y que 'describierá ·t odo lo que le pasa por delante a medida que el paisaje desfila. Pero es evid e nte que describir lo que pasa por la ventanilla no implica que por eso uno omita las dife rencias entre lo que e s percibido, lo que es simplemente sugerido, lo que está designado sobre un cartel pero no es visto, lo que uno supone que pasa en lguna parte , etcét'.era. He hablado del sueño; m e dete ndré E .11-:MPU n>EL ' un instante ett los actos f a llidos. ¿Se ACTO FALLID<> siguen analizando en el análisis los actos fallidos, me refiero a los actos fa llidos en que se incurrió fu e ra de la sesión? Evidente m e nte esto ha caído como en desuso, es algo que suscita alguna reserva; y no sin precauciones pue de uno calzarse las botas del Freucl d e Psico/>11/olo.<Jfa d.e la vi<la cotüliana. Seguramente que no se analiza en princ ipio un acto fallido al que e l ana lista haya solame nt(' asistido, sea porque se encontró con su analizado e n la calle , o aun e n los márgenes de la sesión analítica, en e l momento de la partida o e n el de ·la llegada. Tam goco analiza el acto fallido que consiste en llegar demasiad ' · prano o demasiado tarde a fa sesión, -en- la medida e n qu actoralhdo no sea come n tado espontaneamente_porefSl~t~ f v e ñla medida en que ·«no e n tre en el diálogo». Establecido ;;;-~ ~TañaIT:5isae los a ctos, cü ano o se incluy e en el diálogo analític9, diré que está en su lugar ahí dé pleno•dere..cil,Q.; y e ste a:ná<li;>is de un acto fallido - q ue, una vez más, no se I)..,Me_d e hace r ~n una cura sino con muchas p recauciones y cie rtamente no ~n los comienzos-, t¡'. Uando e ntra en el diálogo, imp one, se lo quiera o no, la referencia a todas las categorías de lo real; un acto sólo tiene significación de acto fallido en función d e l contorno, de los elementos de anterioridad que figuran en él, de los elementos •de sucesión ' cronológica que forman su trama,. de las sem~janzas o de las diferencias sobre las que este acto fallido se dibuja o, también, por .referencia a la cat egoría del trastrueque. Lo que i:evela ser esencial en esto, desde luego, no son las circunstancias que favorecieron ·el trastrueque, sino su dinámica. Como en la relación con lo infantil, cuando hablamos de la relación con la realidad actual, presente, del adulto , e n su vi- 125 da cotidiana digamos, quedamos también envueltos, respecto del par realidad/ficción, en una situación compleja. Ninguno de los dos términos de la alternativa es simple, cada uno presenta todo un abanico de modalidades. Ni el par realidad/fkción puede ser abolido - de lo contrario las distinciones que uno pretendiera arrojar por la puerta volverían a filtrarse ense guida por la ventana- ni 'uno de los términos, me refiero e n particular a lo ficticio, debe ser privilegiado indebidamen------::::::::: ~ · . te . Una como la <>tra, realidad y .fi("LAs RESISTENCIAS ción, pueden ser, en el . discurso del ·-........_ ~nalizado, fuentes de resisteneia al anaTiSís-:tlay. una resistencia por lo ficticio cuando la fantasía despliega sin fin, con el solo propósito de ahogar al pez, <I<:• ) se e nmascarar los elementos más densos en torno de los CUal('S 1 gravitan esas novelas CO'tiaianas. Resistencia también por los s u eños, que pueden literalmente sumergir al ana lis"ís ,_eru::aili-\ nandose ros unos a los otros sin permitir ninguna interp re t.,aélól); s,ituación de la que es muy difícil salir. aun suponiendo que el analista no aporte alguna complacencia a esto. ~ern existl• \ t ~mbién una resistencia por la re' · _un..r.elle.uru.~~; to da~s rec as que llamamos form a,~-.; del inc!_ !ncient<•. \.;, E l lapsus es una de esas brechas, repentina e incontrolada. P<•ro comprobamos enseguida, a la medida misrna de esos cant<' -teres extra_ñ 9s y desconcertantes del lapsus, que su relienamiento e s un fenómeno universal y casi irn~ediato. Ohservarán ust e des, cuando alguno comete un lapsus, y con más razón si <:•stá un poco sobre aviso del análisis, la espontaneidad y la rapi<lt:•z con la que surge la elaboración secundaria: una manera de explicarlo enseguida por lo inmediato, de taponarlo con todo lo que se. ponga al alcance de la mano, de modo de retirarle su ca rácter extraño y de no ir más lejos . Bien se entiende, quien comete un lapsus en público no tiene ni el deber ni la posibilidad de hacer su análisis, y no es exigible que unoflesemhale su inconciente en todo trance. Pero este pudor sólo exigiría n o hacer caso del lapsus, no taponarlo tan cuidadosamente . . . En esas resistencias me parece que correspondería, por ~jem ­ plo, alcanzar una apreciación compleja de la función, en el adulto en análisis, de su relación con los padres reales, actuales. Resistencia que uno puede llamar tanto «por la realidad» como upor el fantasma .. . Porque la evocación de los padres reales es evidentemente una ·manera de enmascararse la relación C<Ín lospactres infantiles, pero e stos, a -;u vez, enmascarañlaSi-m;.:arcaicas 1ñtroyectada.~.;;qrre-sonrnuyaffereñfe.§. Es- uná.-re­ s istencia a la vez por lo real; la superposición indebida de gos 126 -p;;-; ¡ f t. ¡:, ¡ 1 ( .~ los padres actuales sobre los padr~s d e la infa n c ia, so prc tcxt<> de que entre ellos existe una efectiva c ontinuidad y d e q ue ' son, como se dice, las mismas personas. Así como en e l análisis ' del pequeño Hans pudo haber trasferencia del pequeño Hans ) "" sobre su padre, de igual manera, muy .corrientemente, en el \ .' análisis de adultos puede existir «trasferencia lateral» y por es<; ?'. mismo fuga de la situación analítica, sobre la relación con los . \ padres reales. Aquí, el análisis de la resistencia pasa por un<l! · ., desintrincación de esos padres réales actuales y de lo infantil¡ · pero, más allá de esta desintrincación, lo que siempre es procurado es hacer aQarecer , no los padres tal como fueron reaf: · ~ nte en la infancia, sino--las imagos más aréaícasaqueeTl9s. Pudieron dar pretexto~- . · _ , , _ ' -· . ·- · - - · - esrsfencias - leerán ustedes un artículo de Rosolato sc>bre este tema-t;:¡ es la obra conjunt~ c;iet anali-. zado y .del analista. Pero el papel, ¿cómo llamarlo?, ¿inductor?, yo preferiría «ductor»; o también, ¿pedagógico?, pero yo·prefe- . riría «agógicon . . . el papel entonces «agógico11, el que muestra la vía, es. evidentemente el papel del analista y de su escucha. Se suele DEL LAl>O l>EL poner en paralelo, en simetría tal vez, ANALISTA: en comparación en todo caso, a las Sll W JI. dos reglas, la regla de la libre asociaA!:O<HC'< 1 ción, propuesta, como un elemento del pacto, al analizado, y la regla de la atención flotante, demandada al analista. La libre asociación, una tarea imposible, se ha dicho; es evidente que ella no toma su fuerza sino en la medida, justamente, en que es imposible decirlo todo; y los tropiezos con esta regla son los más interesantes. Pero «decirlo todo,,, no obstante la famosa comparación del viajero en el tren, no impone en absoluto la inmersión en un mundo de sueños, ni la igualación de las diferentes relaciones con el sueño, lo ficticio y la realidad. En cambio, en la regla de atención flotante esto es tal vez un poco diferente. Ustedes saben que la expresión de Freud, gleichschwebendf Aufmerksamkeit, mdica que la atenFllNCHIN ción no es libremente, sino igualmenl·:l '.<>N< IMI( :A té flotante, o igualmente suspenai<Iá:: 111·; LA ATENCION A diferencia, probablemente , de la ¡:e: Fl.< l'l'ANTI·: gla de la libre asociación, la escucha del analista, esa atención igual, ~s el guardián de lo que yo· 11 ~ i;:J Guy Rosolato, «L'analyse des résistancesu, NmweUe Revue de Psychanalyse, nº 20, otoño de 1976, págs. 183-214. 127 . .. h <· llltnm< !i>.•S! \."ü15hHiamfé nto .. ~A m e nudo. en la sesión, el analis ta d est a c a un e le mento, aun sin interpretarlo, sólo para ind íear un punto que merece, justamente, atención; y bien , esta ac:<Tón dPdestacar tfone como una de sus significaciimes esen- _ dales la de 1-:._éSt<!:_blecn:_!!.!__}!}1!:!!:! equilifJriQ, de ,mostrar que U!l e1emento totalmente desdeñado y en apariencia desdeñable es tan importante como cualquier otro cuando se trata de hacer: · . partir de ahí Iíñeas<.fe as o-d acTuñ :-¿.Atención igual o inatención? ~- Indudablemente Freud ha hablado de atención igual; y de ahí a la inatención el paso podría ser escabroso. Son conocidas todas las bromas sobre este asunto: el analista que está desconectado, el analista que insiste en el abuelo, abuelo que en realidad no se s:onoció o que tal vez ha muerto hace años. El analista de repente «Se despierta .. , oye un fragmento de secuencia que le es contado por el paciente en el modo de lo real: «entonces mi esposa me toma de la mano ... "• lo oye como el relato de un sueño; la mujer puede ser imaginaria; esta frase puede ser pronunciada por un sujeto no casado. Y bien, má~ allá de la broma o de la malevolencia, que a veces puede hacer que la atención igual se deslice d e l lado de la inatención y del desinterés, diré que, así como hablamos del trastrueque en e l acto fallido, un cierto trastrueque sistemático , pero no arbitrario, es el contrapunto necesario, del lado de la esc u c ha, d e l discurso del analizado . El precepto de decirlo todo va en general, cuando se lo formula al analizado,' provisto de algunas precisiones: conviene no tomar en consideración ni la pertinencia ni fa importancia de lo que se dice, ni la coherencia lógica, ni ,. el _pecorq o la moral. Es evidente, otra vez, que todos estos «no-t.oinar:eri·.consideraci6n .. no son sino preceptos ideales, y · · • . · que ~l paciénte.no los puede en principio respetar, ni puede . e vitar la recaída incesante en la lógica del relato: aunque sólo flier~ en la cronología o también en consideraciones de impor. tancia. ·Y_bien, este precepto, ~nunciado casi para que no se l~Ú~§_Qete t. e~ntra su garante o su contrapeso en el truegy-e ~g.1:1~(§.!_11..Q. en el .!r....~truegu e )..Y., de manera concreta, en la~ . i~\tervenciones necesariamente desconcert antes del analista, i¿pá de cuyas principales funciones es modificar los eguilibrios ·. [email protected] o cronológicos a los g ue el paciente está sin cesar tentad Q___9e. volver. Me referí antes al hecho de que al paciente (a Fr.eud también, en cierta manera) le resulta poco creíble explic~r. · un . hecho por un acontecimiento que s~ produjo después . d,e aquel; pé!o es evidente que aquí la intervención del analista p _u ede ser particularmente fecunda si muestra que cierta asociadón rel~c_ionada con un acontecimiento posterior al sueño .. . 128 · puede tener un valor de esclarecimiento para el análisis de ese sueño. ¿Suspen~ión de la realidad? No creo , por lo tanto, que esto sea lo que defina, lo que delimite, al análisis. Más d e una vez , acerca del análisis, se ha evocado como elemento d e comparación esa suspensión filosófica que se llama reducción fe nomenológica o, con un término más eruArnNcioN IW JAL dito, epojé. El carácter común de la Y mmucc10N suspe nsión, implícito en la igualdad FEN<>MEN<>L()(acA d e ate nción en el análisis así como e n la reducción fenomenológi c a, e s ciertamente su aspecto de e xperiencia vivida, de procedimiento. Dicho esto, no.entraré e n las dificultades indudables, y en mi opinión probablemente insuperables, de esta re<llucción fenomenológica que oscila siempre, sin poder fijarse, entre una atracción que la conduce del lado del idealismo trascendental y de una tentativa de constitución del o~jeto, y un proceder puramente psicologizante, que cae en los extravíos de esta reducción a lo subjetivo que el· análisis, por su parte, d e b e evitar d e continuo. Cierta fe nomenología -no necesariamente la m ejor- se inserta en las d e sc ripciones psicoanalíticas; y h e señalado la vez pasada que lo descrito con el término «relación d e o~jeto» indudableme nte ha encontrado allí una inspiración; la reducción del obje to a las diferentes maneras en que esta mos e n relación con é l. Pero aun si tomamos la reducción en e l se ntido más válido -he mencionado lbs análisis de un Sartre acerca d e lo imaginario, y deberíamos también reconsiderar las descripciones de Merleau-Ponty-, la diferencia d e la reducción fenomenológica con el psicoanálisis es esencial, f undarnental. La reduceión fenc>menológica tiene por funció n describir ' la espe cificidad de regione s -d e -ser psíquicas; lo que d e fine, por ejemplo, la mención del objeto físico, o lo que define la m e nción de la conciencia imaginante . Tipos de ser que s on en cons e cuencia analizados como maneras diferente s, para el objeto , d e darse por correlato d e una conciencia. En su m ejor acepción, la fenomenología es ajena a una reducción a lo subjetivo. Esto coincide con la crítica fundamental que los fenomenólogos más convencidos oponen al psicologismo, es d ecir , a una r educción a lo subjetivo puro: si es preciso reducir los hechos y, en lugar de ellos, describir las intencionalidades, y bien, los hechos psíquicos, los hechos psicológicos tienen que se r reducidos lo mismo que los hechos físicos. La reducción no es una. reducción de lo físico a 10 psicológico. Proposición que se invierte porque, si es preciso tener en cuenta la menc ión inten - 129 cional, también es preciso respetarla en el caso de los hechos psíquicos. Si fuera necesario hablar de «reducción analítica .. sería, en todo caso, en un sentido muy diferente. El análisis es ingenuo frente a las distinciones de lo real y lo imaginario. Es de un realismo ingenuo que n.o se preocupa por descripcio1ws finas a cerca de la realidad, la fantasía, y sus jtwgos recíprocos. Es posible conducir un análisis sin presupuesto alguno fundamen tal acerca de estas categorías ..La suspensión que el análisis ope ra e s puramente metodológica . No supone ningún juicfo , nin g una voluntad de asiimlar, ni de comparar, f"ilosóficamente u ontológicamente, las categorías de lo real y de lo imaginai·io . Los remito sobre este punto al realismo ingenuo perfectam<:>nte e xpresado por F·r eucl en una carta famosa a ,Juliette FavezBoutonier:1'4 el análisis lo e s tocio menos un idealismo y, c·on mayor razón, lo es todo menos un idealismo psicológico . ~e prnpone traer a la luz lo quese puede describir , tanto en esto real corno en esta}antasÍa, Como movimientos de fj_l'llVitacú)u CO !l!.;:. . pJejos en t;;;::¡¡,Q(JRC'entros de atracci6n hu·om·ümtes. Es una e~erieñeíaenqueeTañºaiista:r)o;:-~~~t-Wti-"~°j;-~c ít'fc·a <le <'s c ucha, desempeña una función a la qµe llamo, a faltad<> d<•signación m ejor, «agógica»: una función de guía -pan1 no <il'cir· de iniciación, lo que tendría un relente místic o- t:'S<'ncial. En fin , sospechamos que esta suspensión analítica re spon d e a condiciones económicas precisas, q_quellas, justame nte , qu<' permiten poner fuera de ju e go un sistema de fu e rzas psíquicas ,, a los fines de favorecer, d e hace r emerger o prevalece r otro. este aspecto económico de la atención igualmente flotantP \ • ser ef ieren aquellas in~'iüñesae-:clestacado» . que 111(~1 j; y cuyo objetivo sólo se compr·ende por conside i7 l ! ~i.2~~~ilino_d.e....f!Jrna:"· --- l\ JA l Si~mé an~s, ,. 5 de febrero de 1980 Nos hemos detenido largamente en esta cuestión de la n~a­ lidad , en su relación con los límites progresivamente instaura- tl dos por la situac ión analítica, para decir que este límite 11 0 p l:l sa, a pesar de las apariencias, entre los polos d e lo real y lo ficticio. La relación real/ficticio en el análisis no es de .oposi ción ni de exclusión. Se trata de una relativización d e su oposición, que lleva el único propósito de descubrir sus movimie rltos de gravitaci<ín en torno de un tercer dominio: e l de la reali -· dad psíquica. Y esto nos introduce e n el segundo círcu,[o que e.$ preciso ¡><m.er en cuestü5n: gravitación , encadenamientos,. cadenas aso~ ciativas, ¿,por qué no reducirlos, como se hace corrientemente. en nuestros días, a ese tercer dominio que permitiría sohr.epa-· sa1· la oposición de lo real y de lo imaginario -'-me refiero al . lenguaje y a la teoría que pretendé · R1·:1Hl('ctoN que, puesto que el análisis está denl>E LA <"lll{A tro del lenguaje, no sería rnás <riw. · AL L1·:'.'IW'A.1E lenguaje-? Primado de la _palabra y d e l lenguaje inaugurado por Lacan eri su hi<•n c·onocido «Inform e d t~ Roma», y después en toda la serie d<' sus elaboraciones. El análisis es una relación de palabra: · eso ('s <•vid<•nt<• desde su comienzo y era bueno que ~e.lo recc;rdara . Es <•vid<•nte desde qu e la primera paciente pre-analítica, la d<• Bn•u<•r, habló d e cura-por-el-habla, la talking cure; es <•vidt•nt<• en la regla que e nunciamos al comienzo mismo de la cura, que <'s la regla de deci rlo todo. Un «decirlo todo» cuyos aspe<·t.os inquisitorios o p e rsecutorios posibles no han sido se.ñalados sino sólo muy recientementeY" Decirlo todo; si lo enunciamos, ¿formulamos con ello un «no hacer más que decir»? Esta es evidentemente la línea recta de l pensamiento lacaniano, y aun de un pensamiento moderno más vasto que el lacanismo . Freud no ha formulado a sí e sta regla . Pero la fórmula tiene un interés innegable porque propone una numJa ·nersü5n d e l lím:ite d e l círculo o de la c ubeta psicoanalítica: excluye del análisis todo lo que sea -pero nuestras fór mulas se vuelven aquí indecisas- ¿no lenguaje? , ¿ no palabra'? , ¿no decir? ¿Qué es lo importante en este «no hacer más qu e decir»?; ¿,qué quiere decir (si me atrevo a dec irlo así) ese decir? ¿Qué ha excluido'? ¿Tal vez el acto? ¿,Tal vez ese no decir es esencialmente el actuar, Jo que nos llevaría directamente a l problema del «<U:ting-ou.t»? O bien, ¿tal vez la comunicación no verbal es la que debe quedar excluida? ¿Toda comunicación : 4 Reproducida en Bulletin de la .'>ocü!té Pr<1ur¡<1ise de Phüriso¡>llÜ', afio 49, n ° 1, e n e ro-marzo de 19!)!), págs. :3-4. Citada por Paul-Laurent Assoun, Freucl. La philosophie et l es philoso¡>hes, París: PUF, 1976, pág. 24. · li i;r. Cf. G. Hosolato, ><Le non -dit.u, en La. rela/.i1n1 d'h1 co nn u., París: (iü llirnard, 1!)78, págs. 211-:3(). [Ed. en ('astellano: L<1 rela.<:üín dt' dt's'·,,rwci· do, Bareelona: l'('l.rel, 1981.] 130 13 1 . ·' v11 d111l 0 111.r•rt {) 11 o l 110 <ftidr'! 1~11 rc1-1umcn: e n el •no hacer d ü<.Jh'», ¿ lo primordia l es la forma lenguajera o verbal d el d ecir, o es e l hecho de la comunicación, ineluso ya la intenión de comunicar? El problema del lenguaje en la cura EL INCONCIENTE remite evidentemente a una concepY EL LENGUAJE ción del inconciente en su relación con el lenguaje. En la medida en que se piensa .que el inconciente, en el lenguaje, está «como en su casa.. , lo estaría también en la cura: la prioridad concedida l1;l lenguaje no sería más que otra manera de dar prioridad al inconciente. Ustedes conocen la famosa fórmula: •el inconoiente está · estructurado como un lenguaje». Sin embargo, a pesar de la aparente unidad de la escuela lacaniana y de su agrupamiento generalizado en torno de esta fórmula, la manera de entenderla es en extremo diversa. Para mostrar esas diferencias y sobre todo para que se manifieste la manera que me parece más correcta de situarse con relación a ese «estructurado como un lenguaje», puede ser cómodo distinguir, dentro del aspecto •lenguajero», lo que podríamos denominar los contenidos, por una parte, y las estructuras, por la otra. ¿Son Los CONTENIDOS lenguajeros los contenidos del inconciente? ¿Son signos lingüísticos, o significantes lingüísticos? Desde luego que, también en este caso, es fátuo pretender pronunciarse sobr~ un inconciente al que sólo nos aproximamos, en el mejor de los casos, en todo análisis (no solamente en la cura sino en la manera en que la teoría . procura da~ razón de él), un inconciente al que de todas mane·ras ·uno aprehende ciertamente mejor por el atajo de su fun'. cfo:nani.1ento que por el de sus contenidos. Señalada así esta ·fatuidad de querer decir: •hay esto en el inconciente» -incluso si pensamos que el inconciente supone •est<;>S.»-, recordaré · ráp~darrrent.e la posición freudiana, la de las Vorstellungen, es .de'cir las representaciones, y sobre todo de las representaciones.·· ·cosa, Sa.chvorstelluñgen. Podemos interpretar, sin duda que ha.. ciendo sufrir una infiexión a Freud, pero esto ciertamente no -( · · · es 'una traiéión, y situar esas Vorstellungen del lado de significantes. Entonces, •<en el inconciente•>, habría significantes, significantes-cosa; ¿qué quiere decir esto si no, precisamente, J significantes no verbalés? Para Freud, en el inconciente hay ,,,,. ~Ji._)o esenciaf escena::;_¡ .~scenas reales ;-::ful)tasmast guiones es- ~ "1.cénicos;. personalmente me inclinaría más bien a hablª1:._~n ...: ¡·~ ·l.~~<l_a:e:n...qu~e~g_~~" está relativamente dem:i·s~,Q_~!_gamzaQ2..J?.ara !<?. g,!!g_.§..JJROne~c~rca de_la ~usenga 110 111 i'IM q11 () r .: ll : . .. .. . . )3~ 1 .1 11' i 1 1 0 1 de organización ~ ---- -· . . , . ,_ inconci'e .._ . .nfo:r . .,. . . -d~'' fragmcnt,os . . -.r.-·-·· . , de. ' 1,~i:;<·< ' 11aw . , 11 - <11in.9.iciosJ de huellas o incluso d e concreciones q u e llamamos imagós, ca~acterizadas justamente por el rela,jamiento de las relaciones instituidas en guión escénico. Comoquiera que sea respecto de estos ·significantes-cosa, lo importante es aquello en (¡?leñan dever1.1:do a consecuencia .de ese movimiento q ue los ha llevado a lo inaccesible. Aquello que han pe~dido en ese movimiento de la represróñ"originana sonaos propiedades que, c!erfamenfr, 1hao unidas.:....p...v..r...u.o_a parte, s-u..f!:.'f!!!!i:Ura referencúil -en lo sucesivo no están referidos a otracosa-que a ellos ~;mos, mientr·as que los significantes no inconcientes se abren obligatoriamente sobre una referencia-; ,.eor otra parte, en el mismo movimiento, su apertura de comu.rlicacion. L.o que po oemos supon ~ r acerca de los significantes mconclentes, por lo " ~anto, es que están cerrados sobre ellos.mis.m.o~, l~ c¡ue constituye precisamente su carácter enigmático .Y su carácter traumat1zante, su earacter atacante; es lo que llamamos el ataquP del ello o Pl ataque del yo por el elfo, 6 tambi' lo ,q ue designan'los, con un vfo.10 térmºiño freudiano, como io inconciliable·;-] Que, entre esos indicios, esos significantes trasforma os en rea · lidad psíquica, haya significantes verbales, es decir fragme ;;-bos del lenguaje en el sentido propio y restringido de este tf'r~mo: ¿.por que no'? guiándo~os .P.°r el análisis d7~'1. sueno, podemos sostener esto: _que l~>s s1gmf1cantes \(erhales, los fragmentos de palabra que encontramos _allí no remiten al sistema lingüístico, es decir al .contorno de un código lingüísti.., ··"-- ' -- · --L--~--'---· '---Itratados, sin duda) como significanteS- no verbale . En eTsueñó;\ifirma Freud; las palabras Rrü'ñunciadas nos rem1 hr!rrtuación en que han·s1do pronunciadas; son fragmentos de la escena_y no pnontariament.e _eíementos de un código lingüístico. Y bie~ , si ya el sueño nos enseña estO, ~on mayor razón podemos pensar que los significantes 'verbales, en el inconciente, sustraídos de la sit-µación de comunicación enigmática en que fueron percibidos en la i~­ fancia, no tienen como tales ningún primado por relación a otros significantes, por relación a .elementos de la comunicación ri.o , verbal. ~n cuanto al primaclo de los significantes verbales en el in- _ conc1ente, Lacan no lo sostuvo hasta el extremo. Y resulta interesante mencionar a uno de sus discípulos, con el cual frecuentemente yo estoy de acuerdo: me refiero a Lec.Jaire. A Leclaire y su famoso análisis del Hombre del Unicornio, que \ffi>aQ'üi, füi M ~e .~~ comparar con «vid~o-clipsn. 133 desemboca en algo que parece en efecto, ser.el tipo del significante de origeffverbal, el famoso «poordjeli»,67 ·que reaparece e n varios de sus textos. Y bien, lo teorizado aquí por Leclaire es sin duda "lo que se podría llamar priLE c 1:AmE mado de la letra, y también, en otros Y su SECUENCIA términos, la marca de la letra sobre el l''ONATOHIA cuerpo . Uno piensa evidentemente en una letra marcada a fuego. Y no es por lo demás un azar que este aspecto de la herencia lacaniana se d e signe a sí mismo como teoría· de la letra y no como teoría d e la palabra, como teoría de la inscripción y no como teoría de la alocución, como teoría del lenguaje escrito, y hasta reduc ido a elementos literales, y no como teoría del lenguaje comuni cado y habladH. Algunos apuntamientos sobre ese «poordjeli», que debo considerar conocido por ustedes, sin recordar los detalles del anális is del Hombre del Unicornio . En primer lugar, el punto de lle gada , la reconstrucción de esta secuencia vocal, «poordjeli», e n su pureza fonatoria, es en definitiva algo singular, un apa:x: en el propio Leclair.e . En diversos análisis acerca de los cuales Leclaire informa, está fuera de duda que, en cada ocasión, llega a descubrir una secuencia de esa índole; pero, en los otros a nalistas: si en algunos casos un vocablo de esa índole puede parecer que concentra en sí una serie de cadenas asociativas , no s e lo podría convertir en el modelo~ del análisis, y tampoco e n una etapa corriente de todo análisis . Segundo apuntamiento: ese «poordjeli» no es ni una palabra de la lengua común, ni una frase, ni nada que se pueda entender por relación al sistema ordenado del lenguaje; nada que esté referido directamente al lenguaje com~ código y como sint axis . 'Es un neologismo que condensa fonemas, cada uno de los cuales es el elemento de partida de tina pista hacia un deseo. En cierto modo se podría decir que «poordjeli» es otra versión de lo que Freud desentrañó en el recuerdo-pantalla. Tercer apuntamiento: esta «fórmula encantatoria», para retomar el término mismo de Leclaire, sólo encuentra su subsistencia, según él, en aquello de lo cual es la representación y que es explícitamente concebido como extralingüístico. Quiero decir que nunca el «poordjeli» es dado como el contenido 7 c; Cf. J . Laplanche y S. Leclaire , «El inconciente, un estudio psicoanalític o" (1961), republicado en Problemáticas IV, El inconC'iente y e l e llo , Bu e nos Aires: Amorrortu editores, 1987, y S. Leclaire, Psychannlyser, P ar ís: Seuil, 1968, págs. 97-117 . 134 último d e l in con c ic ntc, Hi no dnra 1.1w11l.v <·0 111 0 111 11 1 1111t,c • 1\ lt 1111 11 (se podría d ecir) «re presenLación » d e lo q11 c t'H d t'HlJ.{ 1111do 1< 1'<· presentante ·inconciente» . Ustedes v e n q u e tambi é n aq u f t<.•111• mos algo muy cercano a la importancia que me inclino a a<.:OI'· dar al recuerdo-pantalla . La fórmula «poordjeli» mit:na a l pr:o.ceso primari<), que funciona a la inversa de todo" l e ng u u,je c odificado; el «poordjeli» remite a cadenas asociativas, las inás diversas, pero en manera al,guna a un código . Y, contrariamen- · · te, encontrarán ustedes .'.e n Le cfaire, en su aparente lacanisc mo, fónnulas muy despreciativas hacia el lenguaje -digamos: de todos los días-, aque l que precisamente está estructurado. Todo lenguaje de palabras, nos dice, es «potencia colonizad<>-· ra» del inconciente. Así , para concluir con r:especto a . esta eta: pa vocal que Leclafre descubre en algunos casos en e l análisis, · · en realidad proporciona la contraprueba de la concepción lengua.jera del inconcie nte. Si e n algunos .casos el análisÍi> 'd escu. hre secu e ncias fonatorias 1 secuencias de aspecto'. lengi.wje rn-~· e s fas, como lOhii"ñi.ostrado Freud, estáñ po-r:-en'te r(> s01;nefídas a ..·1a~ ·1,"'e.s <pw rig~s representaciones-cos~~_....... :- E'r{-~l' -incon·· ~ .....,__,... c¿i ~Dte 1 dice Freud .-y Leclaire en esto no p ~~;i.E::,X....Slll.(-> freUCITano-, Jas represe n~laoraso n tr:;i.tadas como~ · re p resentaciorte'S""'0 Esto nos conduce al segundo aspecto del lenguaje, no ya e l d e los contenidos, sino e l de la estructura, que debería permitirnos someter a prueba más rigurosamente la famosa fórmula lacaniana. LAs EsT1rncnmAs En este punto me veo obligado a remitirlos pura_ y simplemente a mi curso de hace dos -años acerca del inconcienté 8 y a la reanudación parcial y ciertamente no definitiva de esta cuestión, para limitarme a indicar algunas conclusiones. Por una parte , el lenguaje mismo no está erfectamente estructura o, o tam ien, os enguajes se superpon~ "se ún senes en las que se 1na de lo menos a Io mas estructurado . El modelo de un enguaJe per ec amente estructura o sólo püéio ser un modelo parcial, aquel precisamente que la lingüística «estructural» quiso instaurar, con Saussure, y después con Jakobson; este modelo estructural, en que cada elemento encuentra su lµgar dentro de un cuadro de oposiciones, está fun- J dado, como ustedes saben, ante todo en el nivel fonológico;..~. Es en la fonología donde observamos mejor, en las oposiciones de los fonemas , lo que sirve de paradigma al estructuralismo. hH «La referencia al inconcicntc», en Proi>le1ntítú·a.'i IV, El i11án1.c ieu te y el e llo, op. cil . 135 : ' 11 atun .i.le:-1, 11 1.m ca están 1.:!1ro_ ~>8 h 11~~~~ 1~ h~1<~H ~tH Mino hn pcrfcctnm cntc c~ tru ct urad os , con v a riaciones cons ide - rables de u~o a otro . Mi segunda tesis, en aquel texto, era que e l in concie nte no conserva precisamente un elemento;cde es::' tru e.t ura que es fundamental en todo lenguaje codifica,do: loq iiese-Ilarna 1a- oP-ósiCíóñ ae los varOres.Eñ todo código, ~ · Í s-ignificante (una-palabra, o una raíz, o una desinencia) sólo 1 conserva su empleo estable por su posición dentro de series . . J; ?e oposiciones y d~ sustit._uciones posibles. P~o si tenemos la .. · idea de que en el mconciente no hay negacion, que precisa. ~~nte l~.2~t,~ni<!2'.?_ !..I)_Co~~!_~p.J;~~pe:r:sl_~~E~-!:!!!2..üunto a ot.r_g; j -aun si para nosotros son contradictorios- sin_contradecirse , \ sin excluirse, si~~'!stituirs~~--ª otros . . . y ~. si no exi§-:- te--e11 el iñ conciente nada que se asemeje a la negaciónJ_.IillL esomísmo- se descalifica la idea de una estructuración del inconcieñteen ºüruiserié- ~oposicio-n.es·. -Ios significante s que ... fl~ñeaícfo--aITí, '"-reprimidos (reprimidos originariamente), permanecen aislados, prosiguen su existencia cada uno por sí mispor eso señalaba hace un rato que aun la idea de fantasma i~-conciente ial vez supone demasiada organización por relación a esas iñiagos. I:oSSígnificante~ , en la m~dida en que se to.s...ri1.u.:d~wa.x: déntrn del ipcooclente JW constituyen allí . nada que se parezca a una estructura de código. Rémiten sóf;: ¡ a_$ llos mismos o , tal v e z, por una suerte aé reminiscénCia vag;;_ pero gue e nin _una manera e_s recue r o, a acontecimiento . • 1 l:ti.s.tm:i,~Q gel que están extraídos. · l)e modo que, pára tomar uña posición clara respecto de la fórmula de Lacan, en un sentido -opino- que es un retornb" ál .descubrimiento de base de freud, por mi parte prefiero . ; .: ~ · : .enu~ciar las· cosás así: «el inconciente es un corno-un-lenguaje, ·.· ; .· · · · no-estructurado». Esta fórmu ia"Vale por lo que vale. Vale para dar a enten. der, por el «Corno-un-lenguaje•>, que el .inconciente está en efecto hecho de i · elementos significantes, pero no necesariamente ni primariam~nte Üngüíst;icos; y para recordar, por $ 1 •no-estructurado» , 1·que pi:-e.. ci~~~J:alta_12_qu.!...cc;_>nstituye lo esencial_,~~!_odo · · , ~gfilijg, es d~ir, las nociones Cfe oposición y de •vafür,, . A me··'" nudo s~ ha dicho, y mucho antes de Lacan, que el inconciente · · .er~vun .«lengilaje .olvidado». 6 9 Esto es a la vez verdadero y fal;z., porque rios instala en la metáfora de una lengua primitiva mo; ¡ l{ • • ·: '1 • .n. l fill Gf. Erich Fromm, TheforgoUe n language , trad . fr . Le langage 0 ·1,1,bl'ié, París; Payot, 1953. \tt - m etáfo ra q u e por otra parte es de Frcud- de la qu e podr1n rnos trae r a la luz e l c ódigo y la estruc tura, q u e ser ían se m c.jan tes a los de los lenguajes contemporáneos , los le nguajes no olvida~os. Digo que esta idea de un Ursprache olvi&.ado se presta a confusión porque la repi:esión, er:i todo caso· la represi6n originaria, es mucho más que -un olvido. No obstante _ciertos m·o delos iniciales de Freud, .en los que él se funda en la experiencia de las histéricas para describir la represió n corno una r;i_C . simple forma del olvido, una caída fuera de la conciencia, ne~~ cesariamente J l,!)O se ve conducido a adoptar una perspecti_x,a ' Jv- ' umy diferente en el intento de describir las represiones const,k __ tutivas del jnconciente y no ya los olvfüos sintomáticos ~ ses::-·--.,, ~undarios. Las represiones originariás no pueden concebirse sÍ!l_oC~ j,~ como una mutacion profunda de ciertos significantes. Signifi- ~>"\ cantes que h an d evenid o enigñí:tti"cas-por:-e-rrrecño mismb de ~ 1 u:?',)~­ q u e fueron intro.!:lÜ:c1d os e n ~lITiñu-de-nrarrera-eTiimrrá1'."iC~ . "".r: '\ q u e suponen más sentido del que puede au.r_e.b@$iér...el...n~; '1-~,J· significantes traumatizantes, do s; significantes clivad os además, es decir reducidos, por e l t\;'cho mismo de que están interiorizados, a sus aspectos más e~xcitantes y tal ve_z m ás mortífero~>. ~ · r· ,1--.. ~rtifica~~r:!9..lJ~tªg_Q§,¿¡:L·~-- Volvamos sobre la relación entre los aspe ctos significantes· del inconciente y, por otra parte, el carác ter lenguajero d e la situación analítica, impue sto por su misma regla. Una vez cla rificada 'nuestra concepción del inconciente, la r e lación entre ambos no es en absoluto del orden d e INCONCIENTE una connaturalidad en el seno del lenY LENGUA.JE guaje verbal y estructurado, como lo EN LA C URA querrían los lacanianos . Con mayor razón cuando esta teoría lacaniana de;semboca en privilegiar -en la práctica de la cura- los ~spec­ tos «transindividuales» de ese lenguaje verbal. Un análisis fundado en los aspectos «transindividuales», eso es en efecto Jo que algunos, siguiendo al propio Lacan, preconizan suponiendo que el ificonciente se encue ntra por ejemplo en un texto , hablando del inconciente de un texto, del inconciente de una lengua, El inconciente de una lengua ·sería su t e soro oculto. Es evidente que una lengua tiene un tesoro oculto .de metáforas y de metonimias latentes; su tesoro infinito o indefinido de juegos de palabras, equívocos por homonimia y por permutación de fonemas . Pero, ¿todo lo que está en la lengua está por eso en el inconciente? Diré que .e ste análisi~ llamado «del significante», fundado únicamente en los juegos indefinidos pro- 0 136. 13 7 r~uestos por la lengu ¡ tre . En nconciente utiliza ntre otros recursos; los del lengúaj e ,-pero sigue siendo un mconeiente puramente individual, im~­ ' pr e visible. Utiliza el lenguaje exactamente como utiliza los -".-;.ecursos exp resivo_s del cuerpo en el síntoma cor2o@t.'-Co que s·e quiere significar con «Complacencia somática», sornatisches Entgegenkommen (un «ir al encuentro de», una «Connive ncüa») e s sin duda el hecho de que e l cuerpo , por ejemplo en la histe ria , sale al encuentro del inconciente proporcionándole puntos d e abrochamiento, líneas de eventual debilidad, planos de clivaje donde et inconciente pod'rá traducirse en síntoma. Y bien , a e sta idea de una complacencia o d e una c onnivencia se la pue de utilizar también, como el propio Freud lo ha hecho ()Ca sionalmente , a propósito d e l lenguaje; 711 la re lación e nt're e l le nguaje y e l inconciente e s finalm e nte del mismo orde n , el d e una complacencia, solicitud o venida al e n c uentro: e l le n gu aj e proporciona él mismo s us puntos de abroc hamie nto, sus planos de clivaje, sus líneas de fuerza o de· d e bilidad por donde e l inconciente se pue de expre sar, lo que no quiere d ecir quP todos esos recursos sean utilizados igualmente o aun se an, d e ¡·'\ j d erecho, igualmente utiÚzable s -. El, inconcie nte utiliza la solici\ ·1tud del len&uaje, pero nunca por ella misma , sie mpre como paV,¡ saj e hacia otra cosa. Es la noc ión de l«puente s verbale s1 CWorlbrücke), propuesta por Freud, que sig,níl'rca .1ustamente q~~l l ~ ngu.aje sirve para pasar sin c esar a otra cosa.~a él !!!.!:~ ,.,.-El analista .(tal vez~autoriza sólo d e sde él mismo», esta e s ~na cues tión importante; p e ro en todo caso se debe de 'c:i.r....9.ii '' e l analista que se permite sin reserva todos los juegos de palabraS{iüeie proporciona e n enguaj e , sin -ningl}n.Ju IJ_<;ifüli~fft<í '~1 }'"'" ,, .... -~~ e n fas asociac10nes ae l analizado, sólo...!§.e a u.t.orii;3.!L-d.es.d .e_s ú_ ;:::,/~· p ropio inconciente y sus propios complejos. ~ - ¿En qué se funda la relación entre los significante s olvida, d os del inconciente y el lenguaje de la cura? ¿Acaso en la necesidad de la rememoración? ¿El lenguaje de la cura sirve e senc ialmente para provocar y para «sustentar» la rememoración? E:.n.~ierto _ modo, la idea de rememoración ~~ncial para Freud . P e ro esta es .una conce ru;!Q.n_q.ue_i:.e.Q.uc~-,:_~n-c~r.t&...mrui.u,Ja_ ." ~~resión a un olvido simple y puro, ~ue, en el término inc onciente, privilegia su sentido etimológico: el hecho de estar sustraído (pasiva o activamente) de la conciencia. En la medid a e n que la represión se conc ibe como mero olvido, el proceso !, ~ 7 ii Lo ha se ñalado Fran<;ois Ganthéret, «Le pouvoir des racines«, No11 · velle Rev'Ue d e Psychanalyse, nº 8, otoño d e 197:3; Po'Uvoirs, pág. !18. d e la c ura ser á, e n lo e sen c ial, e l le vanlaml c u to <..lo u1 m iu 1111 1 sia. Esta es una problemática esen c ia l del pen :;amie n to frc u · diano: ;;'se p uede hacer volver lo inconcieñfo «e n per son a»? Si e-. - - ...' la represión es pura y simple m e nte o lLENGUAJE Y vido, ¿por qué no? . . . ¿O bien la ~l,lra . \ RECONOCIMIENTO tiene por efecto producir, de este inDE LO INCONCIENTE conciente, una suerte de im~gen o tal vez de analogon lenguajero, exactamente como el «poordjeli» de Leclaire? En la evolución de esta . . .. problemática, recuerdo una posición~media, aqu. e.lla a la {.-;~'\¿ t•.tÍ,: · que Freud adhiere en sus escritos d~ ~l re.cQ.[l.ocimiento \--t::;J ;. . . · de lo inconciente, die Agnoszi(3rung des Unbewusste.n, ~~s ni una manera de hacer volver milagrosamente el r.ecuer'do." a · la conciencia; tal cual, ni una pura const~ucción ~rbaL La]or=·- · mula:ción de 1915, bien conocida, asocia las dos, cosas: el in.:.. conciente no incluye mas que representaciones-cosa..~~. t o que el conciente-preconc1ertte asocia, cada vez, una representación-cosa y una representació n -palab ra . El. lengua-.· j~, la representació~ vex;bal sería un:i, suerteaer ed. para .ir ·'.1. ~a pesca d el mconc1ente, pero tamfoen es aquí donde es.t a metáfora toma además otro· sentido- , pero sobre todo , par~ mantener el pez~inc~iente en la su erficie. Una red es algo teJ b1'n:frnltas-; se trata de tejer .el tnconciente en u~~ev~( .c" .Jr tejido coajuntivo, lo que Freua , en otros fe xfos, If;:i'ñ\aelab~- i) c~ón asociativa o perlaboración (Durcharbeiten). En realidad, /, a pesar de todos los fracasos del levantamiento de la amnesia, hacer volver lo inconciente en persona sigue siendo el ideall para Freud; no obstante, el acento se po~drá cada vez más sol. bre este as2ecto de construcción· y de perlaboracion. l El lenguaje -y esta vez llegamos alas CoñcépClones más contemporaneas, aun si se esbozan ya en Freud- no es ni una trjiducción de lo inconciente ni simElemente un medig__de..ha:cerlo volver o aun asirlo. Ni.L.tampoco, como lo quiere Lecla ire, es necesariamente un medio de colonizarlo. Ño toaoTen.: g üaje es colonizad or, salvo quizá s elknguaje de la lógica y del sistema: pienso sobre todo en ese código particularmente colo-" nizador que es el de la castración, lo que he designádo «lógica fálica». En la cura, el lenguaje posee, por relación a los signifh 1 cantes inc;:oncientes excluidos, una doble función, qúe va di- 1. / ~ ~ rectamente en sentido contrario de· lo ,' ColViuN1cAc10N, que es el movimiento de represión y : \. s1MBOLIZACION . de constitución del inconciente: una · función de apertura a la comunicación li · - en tanto que el inconciente, por definición, es cerrazón- , ~ ·'. 1 ae l j 139 138 ·· · uo CH otra c osa que la función misma de la trasferencia. ',,(' Y.!. por otra par!e, una función de s).mboliz,&;j.s:fü\ que se__puede 1 ......, ~il.!.!Lcomo el hecho de hacer entrar en conjuntos relacionales más vastos, más flexibles también, más abiertos, lo que estaba. encerradoen los ciclos rígidos. del fantasma, aun lo que j e~~aba ~~~~ido d~_joda rel-ª:fión,~Q.!!19 se jQ__nuede SUQOn~xn· ·1 l d~J!J.§.J!Ilagos !QáS_Iff.i.!!ütJ.yas__, ~sta doble tarea, de .comunica: 11 c.ión y de simbolización, es evidentemente imposible, asintóti--- - - - - - ··· :. c~-~!l_!odo caso 1.._2.2!_!_elación al núc¿leo duro y último. P~ro lo que hoy nos importa no es la imposibilidad de agotar ese trabajo, de «tejer,, un inconciente que es por definición lo que no se deja tejer. Lo que nos retiene es el aspecto prescriptivo del análisis: ¿en qué se prescribe este, y se traza , se delimita un campo? Una vez explicitada esta tarea, en el dominio del lenguaje -tarea de comunicación y tarea de simbolización·-, la regla del decir va a tomar. un sentido, en mi opil'.l.ión, nuevo: a la vez riguroso y más flexible. El «no hace1· más que decir,, no puede ser entendido como una limitación estricta y rígida al lenguaje verbal. Lo que nos importa en el «no hacer más que decir,, o en el «no interesarse más que en lo que es decir,,, ..es precisamente el decjr como destjnación y .el decir como capacidad de simbolizacióQ. Este decir, incluso en el análisis, no pasa exactamente por el límite entre lo vert · bal y lo no verbal. Del mismo modo, el acting-out no pasa de \\ manera estricta por el·gesto. Una palahra, ciertas palabras puel den s~r acting-out, justamente cuando son palabras excluidas v 1.1 del decir. A la inversa, no hay ninguna razón para limitarse · · estrictamente. al código verbal en lo que se toma en cuenta en . . . · el ·análisis. En una ocasión anterior indiqué este aspecto de la · · ·. rev.oludón k}éinfana que hacía ent;rar en consideracióñ el juego .. El.jµego, en el análisü~ de niños, es plenamente un decir ¡ en la medida en que es destinación y simbolización. La función d€l lenguaje .verbal· por relación al juego del niño es expandirlo . como tal, proporcionarle un relanzamiento, y no cegarlo. De igual modo, esta vez en el análisis de adultos, los límites del lenguaj~ verbal, de la verbalización, sólo groseramente recu 'bren. los límites del decir. que, en verdad, son los únicos que importan. Indicaré algunos lugares en que los dos no se superponen. Eri el lenguaje mismo hay rasgos no verbales, en el sen. · tid0 en que justamente no están recogidos en el código lingüís. . tiCo: lo que se llama los rasgos prosódicos en el lenguaje ver.. bal, fa entonaCión, la redundancia, el estilo, son o pueden ser ·decires, destinaciones, por Iriás que estén fuera del código. Más profundamente todavía, como lo muestra Lyotard en su obra . . . q11 c ¡ difícil y fecunda, Discurso, figura,7 1 hay, e n e l ticno d el tfüi· curso, una trascendencia que lo lleva directamente a compare· cer ante un referente, que le hace, ya, un gesto; una pote ncia que lleva más exactamente todavía, diría yo, a los dos interlocutores ante un referente. En esta medida, todo discurso es gesto, al mismo tiempo que está hecho de elementos de códigb; todo discurso es gesto de indicación y de designación. ¿Gesto en el análisis? Y bien, el discurso del paciente que nos remite por ejemplo al cuadro que tiene ante los ojos es un gesto de designación; o el que nos remite ala persona que él encontró en la escalera; o el que nos remite al sueño que tuvo la noche anterior, o también al lapsus que cometió hace una semana. Porque el sueño no se podría reducir al texto de su guión escé1nico ni al solo relato del sueño; relato del sueño que Freud , por otra parte, ha designado con el término de «elaboración secu:r:i.daria», para destacar su función defensiva o, como lo diría Leclaire, su función colonizadora. ,.._, El ülealis-rrw l'ir1güfst'ico, promovido EL ll>EALISM<> bajo el nombre de «análisis del signifiLIN(;i'J1sTwo cante,,, se desbarata en confusión .si EN I>EHHoTA quiere mantenerse más de unos pocos segundos sin recuperar f uerzas en el suelo de las significaciones. No existe análisis puro del significante . El ejemplo del lapsus, con el cual terminaré hoy , basta para descalificar este idealismo. Un sujeto cuent a en análisis un lapsus que cometió la víspera: pronunció «materialismo histérico,, por «materialismo histórico». Nos cuenta entonces ese lapsus: es evidente que su relato es impecable en los planos lógico y lingüístico, que en su discurso actual no hay trazas de falla ni de trabucamiento. Y lo que analizamos, cuando analizamos el relato de un lapsus, es el lapsus mismo y no el relato. El relato de un lapsus no es un lapsus, y sin embargo el análisis del lapsus contado,-como por otra parte el análisis de los actos fallidos contados en el análisis -y que, como relatos, no son actos· fallidos- forma innegablemente parte del análisis. Y al la inversa, para volver sobre la distinción del decir y del ha- \ blar, diré que un'lapsus cometido en el.análisis, en la medida <.,_~· e:h que hubiera pasado absolutamente inadvertido, en que jus- ", , / tamente estuviera excluido del decir, es dudoso q ue ese lapsus 1 "' deba ser recogida. 71 · .Jean-Fran~ois Lyotard, Discours, fi_gure, París·: Klincksieck, HJ74 [Ed. en· castellano: Discurso, fi_gura, Barcelona: Gustavo Giii, 1874.] ,• .. . . : . 140 141 .- , .; , , 'l'l•:J(( ' /•: 11 ' l '1•11c'lll01t q111 • d c•l • 'l l c'l Ji o M 11 q11 I l lc • lo l r'(' H 1·1·1'1 111 0 .'i 1(11 1' He· IH IJ l\'l' l) O ll i' ll p 11 1· claln1 c u t.t' p a ra 1·od(•ar la sl t.u ad<'>n ana lít ica, la c ube ta, h e mo::; inte ntado JH'e <.:ba r d os: e l qu e s e funda e n las cate gorías d e lo 1·eal, d e lo imaginario y de la r e alidad psíquica, y el recinto que apela a la distinción del decir y del no decir, aun si ~l decir es a veces n o lenguajero (es el sentido de lo que he querido indicar hoy) y si , a la inversa, el no decir, incluso el actuar, pueden ser verb ale s. Nos quedaba por describir el tercer recinto, el que me p arece capital y que marca -o tal vez incluso recrea- la distinc ión o, como se dice, el «Corte .. , d e lo sexual y de lo no se x ual , o de lo sexual y de lo adaptativo. Será para otra vez . 111·: <' IN 'I'<• La Hitu u.d6 t1 pHkw u m,Ul,lc·n : lo d escrip t iv o y lo pres<.:d p tivo . .. 18 de noviembre de 1980 El curso de este año, acerca de la «situación psicoanalíti~ ca», prolonga directamente mi enseñanza de 1979~80, en la que introduje el tema del «psicoanalista y su cubeta». Retomaré in- · cesantemente ese hilo pero, hoy, quisiera reanudar la cuesti'ón . bajo otro aspecto, de una manera más ligada a ta actualida'd;, digamos aun: más política (entiendo por tal. lo' referido la· ·«política» universitaria y psicoanalítica); una manera, tambum; . que me expone más directamente porque mis «Contrad:iciones;, personales pueden llegar a estallar, para mi mayor confusión. Ese punto sensible, en que me encuenHABLAR CLARO SOBRE tro cuestionado, y no sólo cuestionaEL PSICOANALISIS do yo con mis opiniones, sino todo un EN LA UNIVERSIDAD ... equipo de enseñantes de este UER y de Y FUERA DE ELLA este tercer ciclo, es la creación, este año, de un «Doctorado en Psicoanálisis». Cuestionado en mis posiciones, y ello desde un triple punto de vista: posición dé analista, con ideas, bastante precisas finalmente, sobre lo que es el análisis como práctica; posiciones, en segundo lugar, acerca de la manera de devenir psicoanalista, por lo tanto sobre la formación analítica; y por último, posiciones de alguien que, igualmente, desarrolla cierto itinerario para circunscribir y caracterizar el análisis como campo científico, como dominio de investigación. Se trata en consecuencia de preguntarse si puede conjugarse todo ello, si no hay cierto rechinamiento, cierta divergencia entre esas posiciones; esto es lo que hoy se cuestiona, en estos días y en estas semanas en que este Doctorado en Psicoanálisis se pone en camino (esto es excesivo puesto que continúa algo que ya existía; pero en fin, lo continúa de una manera nueva, con una denominación renovada, definida y, en lo sucesivo, sin ambigüedad). a 14 2 14 3 1 l>1wl11rn1lo 1•11 l 1i11 •n1111 1lll 1i1 11 /r'1/1 ' 11111.., 1tr¡111, / J111 · 111111 ¡1111 •/1 '. 111 ¡11 ·1·1¡1; •1 ·111, ,11, 11111 · to 0 11 ·11 , I'/ .11111<111 . d1 1 /)111 •/111 ttdu 111//lrfll1 1 1111 11 •111 1, /1111 11//11 111111 111(/1/11 1 tri// 111 i1/Íll1U ni 111u1t1 1sis11 11 11f s11 nfif/¡¡ ¡ 11 ·11¡1/n fli ,1¡11111m1 1111 ! l.')!I111 •111.oi 1111/1/'1 • J 000- ; ·w 1ui tes,;s on M(l(tü:h1n 11s on f/l / 1111r11.I 1;01111)111 ·11/11 11 11 111111 memoria de dominfo sobre un temo,, d<Js(i<J ol rmnlo <lo 1Jisl11 de su elaboración y del tiempo que se le dedica, Enloncus, r:l Do, p <..· rlµ ccia: ¿<l<' qué :;e lrnta,'I Act'u al - niente, de una manifestación bélica contra este término y este Doctorado, de parte de cierto número de analistas o de sociedades de análisis. La idea de ver expedir, en un plazo no muy lejano de tres o cuatro añ.os, títulos de «Doctor en Psicoanálisis», hace temblar. Por analogía con el tftulo de Doctor en Medicina, se finge creer que se ha trasportado a la Universidad laformación de analistas y que de esta manera nos acercamos a grandes pasos hacia un estatuto jurídico de la profesión de analista, cuyo acceso sería justamente la vía universitaria, sancionada por un título u11i11ers'itario /)((ralelo al de los médicos. Digo «peripecia» porque la objeción, tal cual, proviene sea de la mala fe, sea de la ignorancia, sea de la desatención sobre lo que sign~fica exactamente un Doctorado en la Universidad: Doctorado de Tercer Ciclo o Doctorado de Estado, el uno o el otro, en un nivel de elaboración sin duda diferente, sanciona un trabajo de investigación o.de «tesis»; trabaJo que ya, para ser emprendido, necesita de la adquisición universitaria de varios años de estudio. Y lo que es más, y a despecho del esfuerzo que impone, ese trabajo de tesis, Doctorado de Estado o de Tercer Ciclo, no desemboca en ninguna calificación profesional, simple documento de apoyo en un legajo para postularsé eventualmente a un puesto de enseñanza superior, sin , .que por-, otra parte importe derecho alguno a obtenerlo. ·Se observará que.los estatutos universitarios han disipado ·to.da .ambiguedad a esté respecto porque distinguen claramen. te,· °desde liaco varios años, dos vías de Tercer Ciclo: Doctorados que certifican capacidades cientificas y aptitudes para la investigación,'. y por otra parte, lq, vía llamada del DESS (Di. .pW111<' <i 'EliHlés Su ¡u't ·ieu res Sp1.Jcio l i:·é es), que so11 <'s¡wc(f'i<:amente'diplomas de calificación profesional. Por esta dualidad . · de ·los Doctorados y de los DESS se éonfirma la doblé función .de· {a .úniversirJ,ad: por una parte, promover la investigación ·. en .su más atto nivel (es aquí donde pretendemos encontrarnos); .Y, por otra parte, lafunción .deformación y de h,abilitación para una profesión. En este punto tenemos que hacer un paréntesis sobre el Doctorado en Medicina. Este (se podría casi decir «el pretendido Doctorado en Medicina», pero sin por ello desvalorizarlo en .nada) es una aberración en los dos sentidos. Lleva el nombre Ei, 1'H1·:TE XT0 1>EL ... noc T<>HAno.. . .144 .. ... .1 '· Doctorado en Medicina no sanciona un prolongado trabado dr~ investigac?'.ón y, por lo tanto, en nada es comparable a las demás tesis de la Universidad; contrariamente, el ..título de Doctor en Medicina corona estudios volcq,dos por entero al ejercicio de una profesión, al punto de que en verdad, si la lógica hubiera de prevalecer sobre la denominación tradicional, más bien se lo debería clasificar entre los DESS. Esa es ln que he llam,ado «la peripecia», es decir el nwJentendido ··mds o menos voluntario a que se recurre cuando se finge escandalizarse por el título de «Doctor en Psicoanálisis». Pero, dejando de lado la per1:pecia, ¿cuál es el fondo? Elfondo es que esta S1; EL l'SIC( IJ\NALIS IS habilitación de un «Doctorado en PsiES lJN CAMPO coanálisis» viene a per:_f<;ccionar algo TE< m~:TI< '< 1 totalmente nuevo en Francia, y tal vez INIH:P~;NillENT~: en el mundo: la presencia en la Un1:versidad de·un equipo de analistas, que como tales -no bajo la c;ubierta de otra disciplina, psicología, letras o filosofíahablan del análisis, de manera autorizada, en la Universidad. Varias veces ·m e he e:rplicado sobre esos términos: hablar - del análisis- en la Universidad, en las introducciones metodológicas a mis cursos de años anteriores. 1 Hablar en la Universidad supone que uno ha elegido qv,e la Universidad puedo no ser sola·mente un lugar de rutina; ,co·rrw alguiios'lo pretenden, un lugar acad.<;m.ico, ·sino que sea ta:mb·i én un lugar de <u~.w:ubrfm.iento. Hasta hoy no he·mos ren uncia<lo todavía a <JIU ' la U1úversidad sea un lugar de descubrimiento . Hablar del Psicoanálisis supone, y es igual·mente un problema, que nuestra disciplina pueda ser objeto de enunciados comunica.bles, comprobables, discutibles y hasta (com,o se dice en ciertos m.edios epistemológicos) even:tual·mente «falsables»; en una pa.labra, que, del Psicoanális1:s, no se pueda decir lo que a uno. le venga ·en gana. El Psicoanálisis es legít?:mamente el objeto de enunciados, aunque conservando ·su especificidad y sin ir o buscar una seudo cientificidad en las matemáticas trascendentes o la lógica formal, en suma, en todo aquello q·ue, e11 1 Cf. especialmente .Jean Laplanche, Problemáticas 1, La angustia, Buenos Ain•s: Amorrortu edit~ires, 1988, págs, 23-31 y 155-8 . 145 otros lugares, .florece bajo la rúln:ica ¡n·ogramática del "111<1tema». El DEA y el Doctorado en Psicoanálisis son entonces el resultado y la confirmación de esta presenda, que lleva varios años en París VII (en otros lugares tmnlYién, pero hahlo de lo que conozco, es decir de este UER de Ciencias Hurnanas Clfni cas), del análisis; de la presencia de /uxmbres que son analistas y que no creen que deban hacer concesi<h1 alguna en <·ua 11to al rigor de su disciplina por el hecho de uenir a hablar de análisis en .la Universi-dad. Y en definitiva, este DEA y este Doctorado en Psicoanálisis son el reconocimiento <le la e:ristencia de un campo científico autónomo en <rue son pos·i /Jles aportes - y quien dice "aportes» supone la e.i:isten~'.ÜJ. de un progresp, de cierta ac·umulación de los resultrulqs analüicos-; en que son posibles, entonces, aportes a(:u:m.11/ativos (m.e r((iero en principio y bien simplernente a los aportes de las tesis, <le la enseñanza, etcétera). Ustedes lo saben, la si·mpl~ficación de la designaci6n de. este «Doctorado en Psicoanálisis» no es obra n1,w stra; es pro<l1u·to de la autoridad ministerial que, en un prurito <le e1•itw· todo distingo inútil, ha sirnplificado el titulo de aly1u1<>s doctorados que le habían Sido propu.estOS. Y proh<tf>le menfe .WtfWil también que existen actualmente con ese titulo dos Doctorados en Psicoanálisis: e l de Vincennes, que su,ce<iB al Doctorado "<le! Campo Freudiano», y el de París VII~ que sucede al e:r Doctorado de "Psicopatología Clínica y Psicoanál'isis». Y frien, esta simplificación del nombre, que nosotros no hem.os reivin.d.frado, en definitiva la aceptamos, como reivindicamos esta r>resencia del análisis en la Universidad, en el plano, insisto en ello, del saber y de la 'investigacü5n, y no e·n el plano de la .fi>rmación analftica . De la confusión que se mantiene desde hace algunas se·manas, con un diploma profesional que se pretende calcado sobre el modelo del Doctorado en Medicina, he <hcho que <le¡wmlía de la «peripecia». Pero no es totalmente as·í, en la, rne<lida e11 que se debe esclarecer por la e lucidación de las posicüm.es co11 respecto a un problema fundamental: el de la formación de los analistas. Debate muy ant:iguo en LA INTEG RACION el movimiento analítico, debate sin ceNo ESTA DEL LAT>o sar presente, sin cesa.r renovado, de.. noc TORAno .. s1No bate en extremo vivo en que se enfrenDEL LAl>O ., ¡>Jf>ACTJC<)., tan las posiciones más opuestas y que, evidentemente, se centra en esa pieza mayor de la formación analítica que es el análisis personal del ,< f11t11r11 a11alista. El au<ilisis ¡wrsonal es lla.rruulo, ))()Y' al,e¡ilnos, «<tt1<ílisis <licl<ídico», pero j11st<1m ente esos l<'r111 i:nos impli<'<t:n .IJ<t todo 1111 ¡>roq1·a ma, toda 1111a turna de ¡)()si<·üh1. Para si·m plijü:ar las cosas, diría que esas posiciones se alinean entre dos e:rtrernos, que intentaré definir rápidamente: En una d.e lás e:x:trernülades se puede 'decir (¡ue el movimiento psicoa:nalítü;o, desde su fundaci6n por Freud, y después, en · la herencüifreud·iana (retomada en particular por la Asocia-· cü5n Psü:oanalit'ica Internaó onal, aunque igualmente otrós; · en C'ierfo modo, consideran asurnirla), entiende que tiene por vocacüJu principal organiz¡,,r entera·mente laform¡,,ción ana-· lítica, y administrarla. Rápülamente se organizarqn. entonces co·m o Unil'ersidades paralelas, no rnenos exigentes ni selectivas <J'Ue las Un:iversülad.es qficiales: lo que se llama los !ns~ túutos <le Psicoanálisis. Lo que iwy para admin.1'.strar ~on desde. luego la.s "enseñanzas» en una perspect-iva en que denúisia<tas· neces se ha seg·uido la pend'i ente del didactismo, y hasta del dog-nwtismo: lo atest·i guarían los pro_(¡rarnas -históricos- ·<Jé · la m .<t.IJ<WÍ<l de los /nstÜ'Utos, d.esd.e el primero cronólógicam,enti:!, el <le Berlín. Se trata entonces de organizar el didcictismó.·d .e-. la en:·wrla nza, se trata de organizar lo que se lla'man «S'upervisio1ws1>, ¡wro se trnta sobre todo, y es el punto funda'mental, de adndnistrar el análisis personal del candidato para que sea plenament.e esto, «<lÚlá<.:tico»: ll'll a ·11álisis qu.e µermita u .iusto tü'lllo haln:Utarse para una prqfesi<5n y la trasmisión de un saber. Es as·í como la ernpresa misma de un análisis didáctico se c<nwü:!rte en ·una formalidad que sólo accesoria·mente depende del acuerdo del analista y de su candidato, y que está reglada por modalidades muy estrictamente definidas: se trata de ser adm.itido en el análisis didáctico por la ·i nstitución anaiítü:a., antes d.e con1,enzar lo qu.e se hnagina -pero equ i voca<i<.unente- conio u:na ernpresa esencúümente personal. La persona del «didacta11 no se deja al azar: se trata de un analista habilüado como tal, cuyo nombre figura en la famosa «lista», y no hay análisis personal de un candidato al análisis que se pueda hacer con alguien que no sea un didacta. Actualmente ·i ncluso, en muchas soC'iedades analíticas, un candidato puede ser conminado, para que su análisis sea reconocido, a cambiar de analista., a hacer un «tramo» con un .didacta. Curiosa concepción en los que plantean semejante exigencia, y segurarnen.te también, en el que se somete a ella. , Lo que denunC'io a<ruí no es, co-mo se lo dice demasiadoJ<icil,m ente, un burocratürmo o una concepcü5n de'masiaclojerarqui· zada. La cuestü5n está sin li'uda alguna en otra parte. El pro- 147 146 1 d 11 ltr / 11l <·~1 ·111'i( Í O d1 1/ a11dllsls , ' '-" 1 (1/ 1111tíli::; i .'i µ e r so 11al d e lji1tu ro <11u1lista - t' ll ' " ' " /;/, 1111n, ,fit i1d<tii11 ' illftli111 'i1/1 1111 • n ¡ji'11 nJ 1 / 1Jerspecl?'v a , Pn unafinalidad o, co'mo _lo dice Freud, en una "representación-meta• (Zielvorstellung) de aquello a lo cual debe llevarlo su análisis. ¿Qué es un análisis? ¿Sig'Ue siendo un análisis este proceso que admite en principio, táéitamente e incluso explícitamente, que el punto de llegadá estáfijado? Hay entre el analista, su analizado y la InstüuC'ión en que ellos se encuentran un acuerdo sin cuestionamiento posible: la meta del análisis de formación es formar un analista. Si planteamos esta cuestión de la «representación-meta» respecto de la idea de análisis didáctico, en absoluto es para decir: y bien, enton,ces, todo análisis debería ser terapéutico. Con igual derecho que para el caso del análisis «didáctico», uno puede preguntarse si un análisis que acepte sin crítica la perspectiva «terapéutica" sigue siendo un análisis. Porque la mis'ma cuestión se plantea en el análisis llam,ado «terapéut'iCo»: la concepción de la salud, tal como se la imagina el paciente que viene al encuentro del analista, las metas que tiene en mente cuando demanda un análisis, ¿deben estas 1nú;mas metas ser admitidas como presupuestos, de ·m anera <¡ue uno debiera conducir en definitiva al paciente adonde él desea ir? En los dos casos, el «didáctico» y el «terapéutico», el problem,a está en . saber si se puede mnprender un análisis sin que exista lo que Freud llama una «suspensión» de las representaciones-meta; unas metas en apariencia tan válidas, tan razonables, como: quiero llegar a ser analista, no quiero sufrir más de tal sínto·m a, quiero r-esolv{ff esta situación conyugal insoportable, etc.; .. · . o b.i en, cu.ando se trata de niños: quisiera que este niño traba. - . jára .mejo;. la escuela: . . La cuestión está en saber si esos . . • . . objetivos deoen ser admitidos en el comienzo de un proceso analÚico o bien si no son ellos mismos parte integrante de lo que tiene. que ser vuelto a poner en cuestión por el análisis. Me proponía definir rápidamente las dos posiciones extre.. . mas-en citanto a la formación analítica. y bien, así como en un polo no es el burocratismo lo que denunciamos, en el otro . polo no se . trata de pregonar por sí mismas las virtudes del af¡;_arqu_ismb o aun del liberalismo. ¿De qué se trata? Pretende. mos que conviene sustraer lo más completamente posible -esta · es un(t perspectiva asintótica, como lo es el cuestionamiento de 'to.d a «representaciónometa»- el análisis personal de la hipótesis. ·de iina perspectiva preestablecida y, para comenzar, . . ~ ·ese. imperio institucional que existiría, justamente, para ·.C()ntrolar que ese análisis se adeeue bien a ese objetivo de fa- ·en • 148 /11 /1·1 11 · 11 // /llf il il 1111ttl/N(t1 1 1111 1/11 1111 /11 1//111 /Otl!l d 1111111,/11, •' 11 una IH1lln 'uni<ta,<l, ost,<t,r la. 1f1• 11,(:11 11 l'< l1J, 1.11.111,11 ,,¡ •ll11/111 •!1r • , ri11111 los ·didactizados», y, sin d'uda, los <;om:i:t1rs <Íll .o;(' /.t'l'l'/'011 o 11t • formación. En esta segund<i perspectiva, las sociedades de análisús con servarían una función de garantía por relación a sus propios miembros. Pero esta función en ningún caso podría extenderse a -un control a priori o incluso a posteriori del proceso analítico al que se .wnnete el c¡ue co·mienza -un análisis personal. Lo que implica evidentemente. disposiciones institucionales porque el candidato sólo es conocido y reconocido por una sociedad de análisis en y por sus comienzos en la práctica; sin duda que estos revelan algo de la relación de ese candidato con el análisis, con su propio análisis, pero lo r evelan de manera indirecta y no por un imperio directo d e las sociedades de análisis sobre el análisis personal. He empleado con frecuencia para esto UNA m:TAel térmÚw de «extrq,territorialidad». Ps1co1,ornA. Esta «e.xtraterritorialidad» (no es una UNA 1>E<>NT01.ornA palabra muy hermosa) debe desenvolY UNA ~:sTHA'n;rnA verse en muchos niveles, que por otra m; LA ~:xTHA parte terminan complmnentándose enn:HRITnrUAI.II>AI> tre sí. Debería existir «extraterritorialidad» del análisis personal por relación a todos los requisitos y a todos los inquisitos de las sociedades de analistas. Existe, y en mi opinión es necesario que siga existiendo, un:a marpinalidad del ejercicio del análisis con relación a las 'profesiones «reconocidas» que constituyen su base legal. En otros términos, la idea 1J?,isma de un reconocimiento de la prqfesión de analista me parece contradictoria con su ejerCicio porque las únicas bases legales para practicar el análisis son aquellas de las profesiones reconocidas, por ejemplo las del médico o el psicólogo. Y por fin, existe unet tercera marginalidad que es indispensab_le mantener: la de los grupos analíticos por relación a las instituciones ofiCiales; aunque es Cierto que a menudo se comprueba la avidez de esos grupos por obtener un estatuto -hasta un mnbrión de estatutoqu,e los enlace con los. organismos oficiales: salud pública, seguridad social, justicia, hacienda, etcétera. ¿Se trata para el análisis de tener las manos puras, por el placer de no estar en ninguna parte? ¡Absolutamente no! Y puesto que esta segunda posición, la de la extraterritorialidad, es la mía, .diré que se funda con precisión en una reflexión metapsicológica que concierne al campo propio del aná- 149 fi8/S . ) ' l 'S 111 1 llSlll /)/111/ () i/()lllfl' llill1lJ <f l l'f'('/tt///11'/I/ (' ('() '1{/1 1t,lj() 1'() 11 lo r]'LUJ con-;t'ilnye el terna de este cv rso, este a ·ri o y ya el a:11o anterior. Para volver a la «polít·ica,, y a las posiciones personales, ustedes pueden percibir allí una suerte de curiosa mudanza. Los que den.uncían un Doctorado en. Psicoanálisis, lo hacen fingiendo ver en ello un diploma profesforwl, cuando sin dt{.da su perspectiva secreta es una profesionalización del análisis. Despué.s de todo, el DESS de Psicoanálisis, ¿no es la sign:if icaeión mism.a de los Institutos de Psicoanálisis desde que e:risten? Los 'Institutos, en el sentido más am.pl?'o del términu, ¿no estarían encantados si se les reconociera el monopolio :i; la función oficial a que aspiran? De nwdo que en los que denunc?<n1 el dipl01na. de Doctor en Psicoanális·i s por<J'W, se prestarür a todas las confusiones, el ·móvil secr eto mu .I/ bien podría ser el temor de que les corten la hierba debajo de los pies por el sende ro de la oficialización de la práctica analítica. De mi parte hay también un paso <le 1nudanza, pero e.ra<'tamente inverso: presencia del analista :1/ de los analistas en la Universidad, incluso en el marco de ·w n Doctorado, pero al mismo tiempo reafirmación de la extraterritorialidad del muíli sis en su práctica, incluida su práctica (¡Jreteutl ida) .,r[ i dáctica,,, m e refiero ·a· su práctica de los <t 1uíl isis ¡wrso11<1lt's. Extraterrüoriálidad sobre la qu.e co·111,ie1w per111a 11ece1· riyi tantes, no solo frente a las instituciones estatales como la' Uni versidad, la seguridad social, etc., sino frent e a Ps<ts i11sli/1t c'iones privadas que son las sociedades <le aruihsis. Y bien, a esta especie de paso de mudanza, evidentemente se lo puede tomar en rnal sentido, y es lo que a veces llega a mis oídos: h e ahí uno que predica que el análisis no debe estar en ninguna parte y · que sin embargo está bien apoltronado en la Universidad. Me toca entonces mostrar que esta posición es en realidad coherente; y les someteré una fórmula que constituirá el tema de este curso sobre la situación analítica: lo q ue constituye el análisis como campo científico autónomo (por lo tanto, lo que justifica la existencia de una investigación cientifica ev entualmente certificada por medio de tesis y de Doctorados) es el mismo movimiento que sustrae la situación a nalítica del sistema de los «intereses» o del sistema de la «autoconservación»; y ese movimiento a su vez está fundado en el movimiento originario que sustrae al ser humano, en una par~ te esencial, de esta dominación de los «intereses» y de la «autoc onservación» . Lo que funda esta PO$ición es por lo tanto, en ú ltimo aná_lisis, una visión precisa de la teoría de las pulsio- nos, d.el ::1istunui <.to l<M 1Jnls ürn11.'I 11n11 s11 110 111 0 1111, f 1w,110 11 11 11l análisis y por é l. 25 de noviembre y 16 de diciembre de 1980 .. ,~ Hablar de la situación analítica es, evidentemente, deseri· bir una situación de dos, una comunicación de un Üpo . muy. singular, comunicación que sólo se produce a partir del m<;>: mento en que se definen ciertos parámetros. Definir la sit'uación analítica de tal o cual manera, poner de relieve en ella,: como esenciales, tales o cuales parámetros, esto es imposible sin interrogar a lo que se llama las reglas «técnicas•>. · Lo cual . · no significa que este curso pretenda ser ·un curso de técnica analítica ... He recordaao antes la problemática de la trasferencia coi;no ejemplo rector de esto: aquello por lo cual se procura définir · el análisis tiene a su vez necesidad de ser definido . Definir ·el análisis por la trasferencia, sea; pero no se puede dejar de admitir la «Circularidad» de la respuesLA TIPOLOGIA ta: la trasferencia específica del anál iDE LOS EFECTOS sis es la trasferencia . .. analítica. De inanera que la descripción del fenóme DE COMUNICACION no analítico nos remite a las reglas que lo hacen aparecer y que, justamente; estructuran esta situación. La descripción nos remite a prescripciones, para utilizar una dis.tinción cómoda entre los dos tipos de ... ¿discurso?, ¿juegos?, ¿relaciones?; esos dos «órdenes» entre otros, el orden de lo descriptivo y el orden de lo prescriptivo. Una parte de mi curso, a continuación de este pasaje, estaba dedicada a una tentativa de utilización y de ampliación de esta tipología de los efectos de lenguaje, que puede ser designada con el nombre de «pragmática». 2 2 En este punto me remito -como al autor más reciente, más c.onciso y, tal vez, también e l más próximo al pensamiento psicoanalítico- a JeanFran~ois Lyotard, La condition post-moderne, París: Ed . de Minuit, 1979. El origen r;ie la «tipología» utilizada es evidentemente la filosofía «analítica .. , con Wittgenstein, Austin , Searle .. . Cf., para una bibliografía sumaria, J. -F. Lyotard , op. cit., pág. 21, n . 28. Agréguese Emile Benveniste, «La philosophie analytique et le langage•, en Probtemes de linguistique générale, París: Gallimard, 1966. 1 50 151 1 n p1odu ~1 ·c1, 111 1 1ll•f.• 1 vo h1111 0 11 , l o q11e Me p1 w d o co 11Ml d orar· l11 r¡.(n <ll f{r nMlt\ 11 nn• r ('H d e l ('M tud lo d e lu sltuució,1 a n a Utlca, y 111 1' lim ito a ludlcar s us puntos princ tpa les.:.l 1. La dh;t inc ión, junto a la se mántica y a la sintaxis, de una «pragmática• no debe quedar restringida al solo lenguaje verbal (objeto de la lingüística) sino que se debe extender a todo el campo de la comunicación (objeto de la semiología); el efecto «demanda•, pór ejemplo, aparece en el nivel más abstracto (el postulado en matemáticas) así como en la comunicación más elemental (las lágrimas del lactante). 2 . El estudio del Witz por Freud puede ser considerado el capítulo inaugural, con más de medio siglo de anticipación, de la pragmática moderna. Este estudio implica introducir, además de los términos de Jakobson (destinador, destinatario, código, mensaje, etc.}, otro factor: el del público.4 3. El descubrimiento del inconciente y la profundización de su esencia conducen a introducir categorías nuevas: las de lo «votivo .. (el Wunsch) y de lo ;,votivo cumplido» (el Wunscherfüllung): en el inconciente, la frase "Yº deseo que mi padre muera• devien<• un «que mi padre muera•. El subjuntivo, cortado de su subordinación, por así decir des-subjuntivado, es llevado a lo absoluto. Destinatario y destinador del discurso son abolidos. El análisis del «Hombre de las Ratas• es ejemplar en este sentido. 5 4. La reflexión de J.-F. Lyotard sobre lo «prescripüvo• 6 me parece muy importante para situar los imperativos surgidos del inconciente, los del «superyó• en particular. Lyotard, apoyándose en Levinas, muestra que el imperativo categórico kantiano («libre• y «autónomo•>, que pretende deducir su prescripción de su misma autonomía) no es quizás el término último con que choca la reflexión: el único imperativo verdaderameii.te categórico es heterónomo y dominante; . un°absolut~ «haz esto» .7 N1 0 111 11i .. · . .es •. . . ·5. Una reflexión sobre la existencia y la singularidad de los enun·. ciados descriptivos en psicoanálisis pone en juego problemáticas complejasr segúri dos ejes por lo menos: . Eje de la. prueba: ¿son todos los tipos de enunciado en psico.. análisis ·susceptibles de prueba (o de refutación) y del mismo tipo . . d.~ <<prueba• (o de.«refutación•)? Citemos, entre los millares de afir. maciones posibles: «el yo es alimentado por la libido desexualizada .. Para un~ exposición más circunstanciada, el lector puede consultar . · .e l informe completo sobre mi curso en Psychanalyse ii l 'Université, v~I. ,6, · nº 2·4, 1981, págs. 565-85. · 4 Cf. ibid. , págs. 576-7. Y cf. en esta inspiráción el trabajo de Evelyne Largueche, L'effe t injure, París: PUF, 1983. · G Psychanalyse ii l 'Université, vol. 6, n ° 24 , 1981, págs. 567-9. . fi'Aujuste, · París: Bourgeois, 1979. 7 Cf. Psychanalyse ii l'Université, vol. 6, nº 24, 1981, págs . 570-3. ' 1 152' y M11hll11111d 1111; 11M t11 (111 1111 11 1i f'l1 · 111 111'11~ 11 d• •I 01•cf n 11 d o 111 11 111 l 1q n1lt •11 l11 gfa m ás ub s t n.1c t a . «Uste d 110 pu ede ld c 11 tlflnu'H(' 1·011 ti 11 111 1111 1'1 1 poi que e s ta ide ntific a c ión e quiva ldria a s u propio a n lq uil u1n le 11 to11 : 1 po de enunciado que Freud designa con e l t é rmino d e «Com;tru c ción•. «Esta imagen del sueño nos remite a aquella esce n a que us te d vivió en. el momento de su primera comunión•. O bien aún, para saltar a un dominio enteramente diferente: «Moisés era un egipcio• . Eje de los campos de intervención, en que clásicamente se oponen la «Cura• y lo «extra cura•. Y si uno rehúsa e1 anatema un poco fácil que se suele pronunciar contra el psicoanálisis extra cura (llamado: aplicado), la exportación del análisis fuera de su campo de origen no podría empero quedar librada, a la arbitrariedad que la caracteriza actualmente, ni en lo que concierne a su método ni en lo que deslinda sus objetos. El primer eje nos llevaría hasta nuestras elaboraciones más recientes sobre la distinción necesaria, en análisis, entre niveles d e teorización o de simbolización . El segundo eje nos re mite a la especificidad de la situación analítica, definida por reglas que d e slindan un campo destinado a hacer surgir ciertos fenómenos. E l carácter de este «surgimiento• queda aquí en suspenso: simple revelación de lo que existe disperso en la vida cotidiana, o bien recreación de una situación emparentada con lo originario del ser humano ... 6 de enero de 1981 ¿En qué punto estamos? En definir e l análisis como un campo en que aparecen fenómenos descriptibles de determinada manera, campo delimitado por reglas o «prescripciones•. ¿A qué llamamos campo del análisis? Indicamos en él dos extremidades, dos situaciones extremas (hay muchas otras): en un polo, lo que llamamos «Un• análisis, la «CU¿Ps1coANAL1s1s ra», para emplear un término indispenAPLICADo sable; tomémoslo en el sentido más o TRAsPu~:sTo? neutro posible, es decir en el sentido . de curare, «ocuparse den , simplemente, sin que por fuerza tenga una connotaGión terapéutica. Una cura: parece fácil circunscribirla en el tiempo, en el espacio , en las modalidades; un observador extraño podría muy bien describir la «Cura• siguiendo criterios puramente extrínsecos que permi.tieran reconocer lo que es un análisis y lo que no lo es . 153 E n e l otro polo, lo que llamamo::; psicoanálisb expo rtado, psicoanálisis deportado, ¿tal vez psicoanálisis traspuesto? Vacilamos sobre el término, no sin razón, porque la cosa misma. es objeto de discusiones y entre los propios analistas. Lugar d iscutido en tanto sería, o no, analítico; lugar estratégico en e l combate cultural de la «Creencia» en el análisis; quiero decir q ue es muy a menudo allí donde nos «esperan»; pm· último, a pesar de todo, punto de referencia indispensable, indispensable para comprender por comparación, trasposición o diferencia, el otro campo, la otra extremidad, precisamente la de la c ura. Este interés estratégico importante, vital, del psicoanálisis traspuesto, comprendámoslo por una r;eferencia freudiana ella misma discutible, pero esclarecedora. Quiero decir que, en ciertos momentos, Freud no está lejos de considerar la cura misma como una aplicación entre otra·s . ¿Aplicación de qué?: no de la sola; teoría, sino de un método fundado en tina teoría, o de una teoría ·concretizada en método. Tendríamos entonces, .en e sta posición, pasajera y aventurada, pero indubitable, de Fre ud, un esquema de este orden: /mé«>do teoría + aplicación ala cuca t ~~ aplicación a la vida cotidiana aplicación a los fenómenos culturales Concepción que se sitúa en lo vivo de nuestro asunto porque , a partir de ello, ¿cómo definir una diferencia entre los campos? El psicoanálisis, aquí, tiende a devenir una teoría general del psiquismo, una psicología, aplicable como tal a la unive rsalidad de los fenómenos psíquicos o incluso psico-sociales. Otra concepción, que contrapongo para sopesar aquella; esq uema que seguramente está implícito en Freud, pero que es sobre todo más moderno que Freud: 11 l.c or!a + método \ \ ......... '\ ',, '' ',, \ . 'Í . ..",, ... \ trasposición -----:..\ (Urnsetzung) cura .'" ... ' \ ',, ',', .............., \ ' \ \ ' psicoanálisis traspuesto i : ', ' psicoanálisis traspuestá 2 etc . .. Son dos modelos asaz diferentes -veremos la razón-,. aun si .. · pueden contaminarse. Ven ustedes que en el esquema II e·xiste · un sentido único de la cura al psicoanálisis traspuesto· 1, al psi-· · coanálisis traspuesto 2, etcétera. Dicho esto, proponemos entonces definir este campo del análisi~ por su coordenada princip~:1:ir el lengµ_fil_~. ñ[p<ius.>J-ª9.tasmático, ..ino por lo sexuall y ello de E1. ('AMPo tres mane;as: 1) ~ñ--to<;!g_ª"-q.JJ.g~ llEL ANAus1s: que el psicoanálisis trata ~ dig_~oá, 1,0 . s1-:x11AL· un sentido sexuaL.p.o_r_ encontrar (tomo «sentido» de la manera más vaga; menos teorizada posible); 2) la sexualidad adulta debe ser referida sin cesar a la sexuaUdaa7ñ]antÜ; 3 )[a'iexuaUda([deoe ser tomada aquí en su acepción anip[iada, aquella que sin cesar es olvidada, recubierta, por los analistas mismos : la sexualidad no se confunde con la genitalidad, no sólo están las «sexualidades>• descubiertas por Freud y clásicamente llamadas anal, oral, fálica, uretral, etc., sino que en el límite pueden existir sexualidades de todo y dondequiera. La noción de sexualidad se define en todo caso fuera de la relación con los órganos genitales, y más aún, desde luego, fuera de su relación con la procreación. Estos tres puntos, en verdad, están muy ligados; apenas si se los puede distinguir; la ampliación de la noción de sexualidad, particularmente, es en gran parte lo que funda la posibilidad de interpretar por lo sexual. E igualmente, por cierto, esta ampliación de la noción de sexualidad se sitúa en un acuerdo privilegiad<? con ese lugar de origen donde se muestra con evidencia, es decir, con la sexualidad infantil. 154 155 ': :11m11lo dl ~o 11scx111d •, NI. ü n 1"Cfc 1·c 11 <::l n n lu lc orfa <.k lns puJ:-;Joncei y a uua teo ría d e las puls ion es qu e m e es propia, aunque «d e r ivada» d e l freudismo : autoconservación (adaptación) (función) sexualidad (¡'m isión) . ~ 1 pulsión sexual de vida pulsión sexual de muerte Cuadro de apariencia simple, pero en realidad muy complejo y que reclama justificación . Cuadro que discuerda con lo explícito del pensamiento freudiano porque condensa, como en un solo plano, la historia misma del pensamiento de Freud; se trata de una teoría sincrónica que es en definitiva un condensado de las vacilaciones, de los ajustes y de los «arrepentimientos» en el curso mismo de la ejecución (como los «arrepentimientos» de un pintor) que se suceden en la teoría freudiana de las pulsiones. Que esta no es simple y hasta tiene aspecto falso, que quizás es falso al mismo tiempo: he ahí lo que en un instante veremos. Nuestro problema, en todo caso, es trazar una línea en alguna parte, un límite del campo entr~ adaptación y sexuali. dad. Dos maneras de trazar ese límite: en lo actual, en un sujeto · que tenga un aparato psíquico constituido; e igualmente en . .ta. génesis. · · · · , ¿Qué dice ·el psicoanálisis de lo sexual en lo actual, por ejem'. . . . p fo en un sujeto adulto? El pronuncia tres palabras: pansexua. · · lisiii.o,, apuntalamiento, narcisismo. El término de .pansexualísmo no signi. PANSEXUAL1sM:o fica otra cosa que: hay algo sexual en todo; acciones, palabras, intenciones, .t>ern;amientos: en toda la actividad humana. Para fijar las ideas, retomemos un breve ejemplo clínico de un artículo de Lavie: 8 · una: persona (no la llamo una «padente» simplemente para no prejuzgar si la interpretación de que se trata es específica .de .la cura o.se legitima de igual manera a raíz de la vida cotidiana) refiere ·que, días pasados, ha visitado varias casas en alqui.le r, én·compañfa de un agente inmobiliario, pero acerca de una 8 . .Jean-Claude Lavie, «Parler a l'analyste•» Nouvelle Revue de Psycha.nalyse , ·nº : 5, primavera de 1972 (•L'espace du reve»), págs. 287-98. 156 <k o ll mi, . i lll.( l'l •¡.(1t : ••JI • 1111t.11 1•111111, 110 111 1 11 11,1111 11 11 d1 •l 11••H ll11 d11 pi SO». En el n ivel qu e ll n nm1111m 1t<la pt,nt.lvo, 1111 d lm •111 rn1 11111 •' perfectame nte sufic ie nte p o r s [: la casa n o l nLcr<:sHh 1\ y 110 vn lía la pena visitar los pisos superiores. E s un com porta m ie n to de una sana economía. Pero, con el comentario d e Lavie , cam biamos radicalmente de plano: nos enteramos de que esta p e r sona, en su infancia, se había creado la teoría de que el altillo era el lugar de la relación sexual parental, ahí do.r:ide se fabricaban los niños. ¿Qué muestra este ejemplo, que después de todo es de práctica corriente? Tenemos, al alcance de la mano, una interpretación sexual bien evidente, sea que se la comunique o no a la paciente o que ella misma la descubra. Existe algo sexual por descubrir dondequiera, aun en -un comportamiento tan ad.aptativo corno el que consiste en visitar casas y en no perder el tiempo allí donde basta un primer vistazo. Algo sexual por descubrir en función de la infancia, y que está en una relación bien conocida, de lo latente a lo manifiesto, por relación a lo no sexual. Decir que hay algo sexual dondequiera, decir «pansexualisrno», no es pretender, co mo se pretendió hacerle decir a Freud, que todo no es más ,que sexual. Freud, de esta «acusación», se defiende con 'más ,'vehemencia que pertinencia. La verdadera respuesta,_~ sitúa en la coexistencia y en la articulación de dos niveles de motivaciones: ét de la sexualidad y el de la autoconservación. Pero· m á s allá de · esta afirmación general, la cuestión concreta, en un caso determinado, está en apreciar las condiciones bajo las cuales se justifica la interpretación sexual. El no psicoanalist a afirmará, no sin razón, que es perfectamente arbitrario decir que la pa. ciente no quiso subir al segundo piso porque ese e ra el lugar secreto de las relaciones sexuales parentales. Corno interpretación, dirá, es tan válida corno otra, vale como cualquier otra. Los remito, para esta discusión, al libro ya antiguo de Ricoeur, 9 que torna posición de una manera extremadamente clara cuando define el acto de interpretar -exactamente a la manera de la interpretación musical- como el hecho de ejecutar en un cierto modo una partitura que nos es propuesta, de trasponerla a un registro diferente, es decir a otro sistema de pensamiento. Ricoeur adhiere en esto a la· tradición «hermenéutica», y quien dice hermenéutica dice las hermenéuticas, puesto que necesariamente hay tantas hermenéuticas posibles como sistemas de referencia posibles. Así, no sin una apariew cia de razón un psicólogo «marxista vulgar» podría interpretar !l De l'interprétation, París: Seuil, 1965. 157 ~ ¡ · re husamicn to de «::>ubir más allá del ::;cgundo pbo» e n fun ción de la «posición de clase» del individuo en cuestión . . . ¿Se tiene el d~recho de formular una interpretación sexual? Aun dando, por resuelto este punto, o sea; que la interpretación analítica ha.proporcionado en muchos casos las pruebás de su pertinencia, · conviene profundizar de este modo la problemática: ¿está justificada la interpretación en la situación analítica y no fuera .de ella, o bien está más justificada en la situación analítica que fuera de ella, y por qué? Ven ustedes que llevamos la interrogación metodológica sobre el psicoanálisis «traspuesto». Nuestro segundo término, después del APUNTALAM IENTO pansexualismo, sería el de apuntalaY SURGIMIENTO miento . Me veo obligado a remitirme a elaboraciones muchas veces retomadas, 10 para recordar que el apuntalamiento designa este descubrimiento freudiano de que la s~xualidad puede nacer, surgir, brotar de todo y de cualquier cosa. ¡Atención! Tampoco aquí las cosas son simpl~s. Primero, «brotar dondequiera» no significa brotar de manera homogénea dondequiera, no quiere decir que exista un campo homogéneo de donde la sexualidad nacería como «Qe napa». Ese «dondequiera» se debe tomar de manera multilocular: de cualquier lugar, en las actividades hu manas, puede surgir sexualidad, pero ese surgimiento está ligado a condiciones bien particulares qu'e son, en el sentido más amplio del término, aquellas que pueden ser designadas traumáticas. Y después también este término defuente, puesto que conservamos esta metáfora, puede querer decir varias cosas; a l menos tres: descubrir lo que existe ya, la fuente ya presente , y uno piensa enseguida en la fuente infantil; esto puede querer decir reavivar algo más o menos extinguido, atenuado, latente. Esto puede, en fin, significar que uno hace nacer, que uno produce algo nuevo: sexualidad. No hay duda de que, para F reud, en su noción de fuente y de apuntalamiento hay dos conce pciones conjugadas: re-surgimiento y n e o -surgimiento, q u e se combinan en grados diversos. Con el término de neosurgimiento es el principio de la conservación de la energía el que evidentemente corre el riesgo de ser cuestionado : pretender que hay neo-surgimiento de sexualidad es suponer que la cantidad total de libido no es constante. La idea de que la suma de las energías sexuales presentes en un individuo permaw Cf. .. Para situar la sublimaci()n,,, en Problern<itü:as III, Lci s1t/Jli-nw.c'ión, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987. 158 11~: n~ ('Ot1Ht,1u1t,(•, ((tHi 111 npoi t.11do 1up1{ (ni ~1 ! 111 «1 111 11, poi ' 1\11 1111pl o) forzo::;a m cnlc 01:) quitado a llfl, cHlu ldoa puc<h• H(1¡.(11 lr Hh-11do v111· <ladera en condiciones puntuales dada!'> pero cH cucsU01m<la, en la evolución del sujeto, si uno toma en serio la hipt>tes is de que ciertos acontecimientos son capaces de hac;er: nacer e x., citación sexual. ¿,Cuál sería la situación temporal, genética, de estos n :-- · . surgimientos o de estos neo-surgimientos, en el adulto o efl' el niño'? Si admitimos, con Freud, que la energía sexu~l debe apa-· recer en un momento, y que la infancia es el momento privile- ·. giado de ese surgimiento «en .apuntalamiento .. , ¿hay que admftii· qtH' los ('mpujes adultos de libido son sólo resu.rg!mi.ent.<!'s.' o hi~·n qt1<' <'Xist.<:'n neo-sw·gimientos adu ltos? La id.e a d(:' un· ne«>surgimiento en el adulto, de la aparición de una energía sexual nueva (tomamos siempre sexual en el sentido lato) es., evidentemente, una de las cuestiones de la cura. ¿Puede esta ser un «nuevo comienzo,,, el lugar de un neo-surgimiento? No solamen- · I(' la lih<'raciún de lo qLH' está encadenado desde la i11fa.n cia ·, sino algo más prúximo a lo que ocurre o a lo (¡ue no$otros sup<>nemos que ocurre en la infancia. Tercer término, en fin, indispensable NAHc1s1sMo para situar lo sexual dentro de lo actual, por referencia a la autoconservación: el yo y su narcisismo. El yo está presente desde el comienzo en Freud como instancia, pero inicialmente como lugar de lo no sexual, como agencia de la autoconservación. 11 Lo nuevo en 1915-1920, por lo tanto, no es una pretendida introducción del yo, sino su cambio de estatuto pulsional . El yo es en efecto agencia de adaptación, pero lo que se descubre es que su energía no es una energía propia, innata. La energía del yo es de origen sexual, ella le es aportada en su historia y, porque el yo es primero amado, justamente por eso puede funcionar después, amarse a sí mismo, amar su propio organismo y ayudar a mantener al sujeto con vida. Es la idea bien conocida del yo como «reservorio», lo que sin duda s ignifica que . e stá lleno con una energía exterior, y que sólo funciona, que sólo «Carbura" con la energía del amor (que Freud llama, a partir de 1920, desexualizada y sublimada) . Es lo que he designado con otro término, que puede ser útil: una relación vicariante entre el organismo y el yo, es decir que el organismo tiene 1 11 Cf. ibid . o también Voca,/mla,ire de lct psydwna,lyse, París: PUF, 1967, los artículos sobre .. Pulsions du moi», «Libido du moi», •Pulsions d'autoconscrvat.i<Hl11, etcétera . 159 . .· ~ .. por vicario al yo ... pero los fondos no provienen del organismo. Que el narcisismo, en su fondo, no es otra cosa que amor, // \,, libido, he ahí un gran descubrimiento olvidado, 12 tan olvida, do como, en el seno de la teoría misma de la libido, lo está la extensión de esta fuera del círculo genital. Lo que el narcisismo significa es que la acción del yo tanto en su funcionamiento normal como en sus alteraciones patológicas es alimentada por lo sexual y conserva la marca de este origen sexual. Piénsese particularmente en los aspectos de analidad o, más en general, en los aspectos esfinterianos (y también orales) que son fundamentales en el funcionamiento del yo¡ estructurado a imagen de un organismo, este sólo puede funcionar, «Comunicar» con el exterior, según el modelo de un organismo. Tras este rápido pantallazo en que procuramos definir, dentro de la sincronía adulta, la sexualidad por tres términos: pansexualismo, apuntalamiento, narcisismo, volvamos ahora a la significación de nuestra afirmación: «hay algo sexual dondequiera». ¿Qué sentido darle? Hemos eliminado rápidamente el primer sentido, que nosotros no podemos suscribir, como no lo suscribía Freud: «no hay más que sexual». Eliminada esta «Obsesión sexual» seudo analítica, es posible otro sentido para esta frase -hay algo sexual ·dondeLo ·SEXUAL·: quiera- y es que lo sexual es un asUN PUNTO DE VISTA. pecto de toda realidad humana, que uno puede aislar sólo por abstracción o pqr punto de vista. Es una idea que se puede colocar bajo el padrinazgo de Daniel Lagache, quien la ha expresado sobre ·todo a propósito de la participación de la sexualidad en las ac. tividades llamadas «sublimadas»: lo sexual, nos dice, es una fac . ceta de' toda realidad humana, faceta que se tiene el derecho de considerar.aparte, a condición de no olvidar que no se trata sino' de un artificio de la observación. Punto de vista sólido, epistemológicamente, pero al mismo tiempo punto de vista en¡ · gadoso': si. tino. se empeña en esta vía de lo sexual como «punto · de. vista;., la interpretación analítiéa queda de nuevo reducida . . · .a:unp. «lectura» entre otras, ni más ni menos válida que otra. La: le<;tu.r a •titniguiana», para tomar otro ejemplo, puede ser prac_ticada no sin verosimilitud; uno podría incluso sostener esta l · 1 ~· Para Fran'Cia, citemos .a Bela Grunberger, teórico de un narcisbmo no libidinal. Para los Estados Unidos, las ideas, similares sobre este punto, ·de Heinz ·Kohut (cf. A. Lussier, •Sur quelques positions de H . Kohut et la ·nouvelle psychologie du self .. , Psychanalyse a l'Université, vol. 6, nº 21, · 198~, p_ágs. 53-76). 160 lectura bajo dos aspectos, ver allí dos sub-le cturas posibl e:-; y complementarias: una: por la huida del conflicto real, y e nto n ces el síntoma no tiene otra función que evitar el enfrentamiento con lo real, por una regresión a modos de reacción, de pensamiento o de interpretación infantiles. El otro aspecto del junguismo es la lectura «anagógica», aquella que intenta llevar al sujeto «hacia lo alto», mostrándole en cada una de sus producciones -en cada uno de sus sueños sobre todo- los elementos que ya prefiguran una conciliación, un mejor ser, una manera de resolver sus conflictos. Es un ejercicio de estilo fácil, y hasta evidente, mostrar en todo sueño estos dos «elementos»: huida en lo infantil y prefiguración de una solución positiva. Desde el punto de vista de la cura, esta idea seductora de que lo sexual es una faceta (término de Lagache) aislada por el punto de vista en que uno se sitúa, quita a la situación analítica su carácter privilegiado. A lo sumo se puede decir que la situación del análisis sería, desde el punto de vista epistemológico, mejor para aislar algo que se produce dondequiera. El pensamiento de Lagache es ciertamente muy matizado; es difícil, si no imposible, resumirlo; vale por el detalle y por la fineza d e:" los análisis. De modo que, en contradicción aparente con esta idea de la sexualidad como un simple aspecto de lo real, aislado por abstracción, hallaremos esta otra afirmación de que en el análisis existen las condiciones de una verdadera producción de la trasferencia .. o UNA PtmnucctoN (por lo tanto de lo sexual). Con lo cual nos vernos conducidos a un tercer modo de entender esta frase -hay algo sexual dondequiera-: no basta decir que es posible una lectura sexual de todo; es preciso afirmar que existen lugares privilegiados de producción de lo sexual: la infancia y, acabamos de verlo, la cura según Lagache; y también, quizá, ciertos fenómenos culturales. Acordémonos de la paciente de Jean-Claude Lavie, y de nuestra pregunta: ¿se tiene el mismo derecho de pretender que lo que ella dice nos remite a la escena primitiva, según que esta persona esté o no esté en análisis? Ven ustedes que preguntándonos si el psicoanálisis es capaz de hacer pasar de una línea de puntos por alguna parte entre adaptación y sexualidad, para definir un campo que le sea propio, necesariamente hemos pasado del punto de vista actual, simultáneo o sincrónico, a un punto de vista que no debemos temer en llamar gené- 161 tico, o sea que considera un surgimien to d e la sexualidad. 1:J Para terminar por hoy, tengo que reEL DIEDRO Y LA CUBETA cordar rápidamente esquemas antiguos que son esquemas de génesis. El esquema inicial es el de un diedro, es decir de la intersección de dos planqs, el de la autoconservación y el de la sexualidad. ; s t,(• r c plq.{11.111 h• 11l.<J 1101'!11 11111·1•1' 1•nl 111 •ldll pHt 1•0 111pl nlo lnH d1111 planos, al punto d e ha<'(.) 1' <le dloH 11110 Holo , d1111dc 11•11lo 111wo11 lvn la autoconse rvac iún y la sexua lid ad sc rfi\11 la s dos 1·11rn11 . s AC ¡...C ~ Estos planos, como en toda representación geométrica, son infin itos, aun si por las necesidades de la causa se los representa c omo finitos. Su intersección es la línea del apuntalamiento o también de la inversión en el fantasma-, o también del retorno sobre la persona propia: todos procesos respecto de los cuales los puedo remitir al capítulo de Vida y muerte en psicóanálisis donde esto se muestra a propósito del masoquismo y de la prioridad del masoquismo (es decir, de la vuelta sobre sí mismo) en el plano de la sexualidad. 14 Un diedro •marca, indl:ldablemente, una línea de articulac ión, pero una de las· posibilidades que ofrece es, también, cerrar estos planos uno sobre otro como si fueran las páginas de un libro. Replegamiento que ilustra esto: que toda actividad adaptativa puede ser sustentada por una actividad sexual (recordemos otra vez a la paciente de Lavie) y que las dos en definitiva coinciden prácticamente. . . Pero el inconveniente de El término .. genético» tiene mala reputación en algunos casos porque se lo emplea como sinónimo de madurativo o, también, de cronológico ; pero genético significa que hay, propiamente hablando, génesis, que hay esto a. partir de aquello. 14 .J. Laplanche, Vie et m,ort en psychanalyse, París: Flammarion, l!l70 . [Ed . en castellano : Vida y muerte en psicoanálisis, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973.] ¡:i 162 -""""" .... "' s Por este artificio de considerar un plano· único,_ lo sexual· m) sería más que «una manera cie hablar'.'- Replégamiento total . que es un peligro a la vez e pistemológico y real, cuando se· ól- . vida que los dos planos están también, entre ellos, en una relación de articulación y de génesis. f l 1 AC 1 1 1 1 1 .... 1 1 1 1 1 1 1 ...,o s:: Q) ·ece -¡;; ..., s:: ::::> o. <:ó - -- .,; .) El otro aspecto del mismo esquema es el que he desarrollado en Problemáticas I (La angustia) y el año pasado («El psicoanalista y su cubeta»). Los dos planos, el de la autoconserva- ; 11 ~ .,¡ ~ 163 ... ión y e l d e la sexualidad , c1:1 tá n a JH , cRta V C 7., c nrolla úoi; e n cilindro. Su línea de inte r secció n se h a convertido e n lfnea d e tangencia, en un esquema. cuyo parentesco con el diedro es evidente, si se dibuja a este último de cierta manera: 1 1 1 .8 AC e:: 1 1 1 1 1 Q) "§ "' ~ e:: 1 :::l o. 1 "' 13 de enero de 1981 .. •· Este esquema, trazado en la reunión anterior, se sitúa en el espacio de tres dimensiones. Son dos cilindros, tangentes según una .. . línea· que no es otra que la del apuntalamiento. Vistos . · desqe arriba, o en un corte, los cilindros se convierten en círcu. lo!): circulo interno, el d.e las pulsiones sexuales; círculo exter- 110, <'I <l o la 1ull.oco11 11n 1 v111•M 11 . Nnt 11 111 ori 11 d 11 111 1i11 1111•· 111 •· ~ 1 lt11 ción, a lo largo d e CH tOH doH 1·fr1•11l 1111 , 1'11111 ·! 0 11 11 11(,µ, 1\ 11111 11111 111 c iones inve rtidas. A parlir d e unu fl cdiu nf(.• 1'1' 111.o y d1 • 1111 11 111 • cha eferente del cilindro externo (F 1 y F :¿), la cxd tu cl<> n H<'X 111tl funciona en sentido inverso. Todo esto ha sido precisado el año pasado, así como e l origen de esta cubeta a partir del esq11ema bien conocido del aparato psíquico, de la Traumdeutung. Es un modelo destinado a mostrar cierto tipo de funcionamiento de las pulsiones sexuales, conectado con otro sistema de motivaciones, llamémoslas de la autoconservación o de la adaptación: el cilindro exterior podría llamarse -con otro término freudiano- el cilindro de los .intereses, y el cilindro interno, el de las pulsiones sexuales de vida y de muerte. Es claro que el replegamiento de estos dos planos de nuestro diedro inicial uno sobre otro encontraría aquí su equivalencia: una correspondencia punto por punto, llegado el caso, de los dos cilindros. De manera que, en el límite, reduciéndose PI t>spa('io <:'ntre amhos, v e ndrían a coincidir. Pero t odo paralelismo absoluto pierde, en el límite, interés; sólo es interesante en la medida en que no es completo; de otro modo uno puede prescindir de él y se convierte simplemente en una manera de hablar. Mucho más que estos puntos de correspondencia eventual, lo que es interesante entre los dos cilindros es su tangencia: es decir que en ciertos puntos hay producción o reproducción de lo sexual. Producción de lo sexual a partir de acontecimientos o de procesos situados en la infancia, pero también producción o desencadenamiento de lo sexual a partir d e la vida diurna, cuando se trata del modelo del s'u eño; en fin, este modelo puede ser puesto a prueba para el caso de la situación analítica. La idea de una línea de producción de lo sexual puede ser así comentada por el término de aceleración: este modelo de recinto doble, esta cubeta, no deja de evocar también algo como un «acelerador» de partículas . Dejo nuestro esquema en reserva, sin LA PRooucc10N utilizarlo directamente. Y paso a nuesDE LA TRASFERENCIA tra hipótesis de una producción de lo sexual en el análisis, en el sentido en que D. Lagache, que marcó junto con Ida Macalpine un giro sobre la cuestión de la trasferencia, habla de una producción de la trasferencia. Es decir que el análisis no es sólo , ni es esencialmente, el lugar de una puesta en evidencia de fenómenos neuróticos. No son sólo los débiles neuróticos los que pueden enamorarse de su psicoanalista, y tal vez incluso esta idea de 16"4 165 una disposición espontánea a la trasferencia no sea sino una manera que los analistas tienen de salir de una situación delicada: «La espontaneidad de la, trasferencia expresa en alguna medida la posición "oficial" de los psicoanalistas. En general se admite que los psicoanalistas se han visto llevados a defender e sta posición por la necesidad de diferenciar el psicoanálisis d e la hipnosis; sin embargo, Freud, en numerosos textos, no opone ninguna dificultad para asimilar la trasferencia a la sugestión. Nuestra interpretación es que la concepción de la natu raleza libidinal de la trasferencia es la que verdaderamente h a motivado a los psicoanalistas. Si la trasferencia era de natur aleza sexual y aun constituía la mejor prue.ba de la etiología sexual de las neurosis, las exigencias de la~rnoral corno las de la ciencia reclamaban que los psicoanalistas fuesen declarados inocentes de la trasferencia. De ahí la tendencia a insistir en la pasividad del psicoanalista: todo lo que él tiene que hacer es mostrar una atención benévola y comprensiva, interpretar las resistencias y esperar. La consideración sobre el ambiente a nalítico no va más allá de reflexiones sobre la atmósfera analítica en tanto atmósfera "permisiva" o de "neutralidad benévola". Sin embargo, como lo hemos mostrado ·en la historia de la teoría de la trasferencia, los textos freudianos sobre la regla de abstin.encia sólo se pueden interpretar admitiendo que la aplicación de la regla de abstinencia motiva al paciente por medio de frustraciones a las que sólo puede responder con una regresión trasferencia! más profunda. Esta idea, que parece en completa armonía con las doctrinas freudianas, ha sido rara en la bibliografía hasta que recientemente se la ha convertido e n el pivote casi exclusivo de una teoría de la cura». 15 El año pasado he comentado esta posición de Lagache y Macalpine sobre la trasferencia y su producción; no insisto en ello, salvo para destacar que con la palabra «producción» no se está a l término de las dificultades; uno puede imaginar, en efecto, t ipos muy diferentes de producción, por ejemplo la introducción arbitraria, por sugestión, de la trasferencia, es decir, en e l límite, una seducción activa por parte del analista; maniobra que no se podría proponer técnicamente, pero cuya existencia en estado larvado nada impide suponer. Al segundo mod o de producción lo podemos colocar bajo el título, que ya hem os evocado, de un aislamiento, de una suerte de abstracción Ji; Daniel Lagache, •Le probleme du transfert», en Le tran'i_fert et autres lravau.x psychanalytiq-ues. Oeuvres JJJ, París: PUF, 1980, pág. 9ti . 1 66 «C ll Hd.on ; :-!( ' d1•s 1·111ho<·u i'l l q11i • In 111•x 11 1il 1•11 111 1\ 1111 •11 lflli ' ll P mantiene. Por ú ltimo, e l tl'l'Cl'I' u:-1pcd.o d1 1 111 p1•od1wdc'> 11 d1 • lo sexual estaría ligado a l hecho d e que la c uru. u 1mlft,kn, poi' algunas de sus reglas o algunos de s us e le m e nto::;, true <.:0 11Hi1:.to una suerte de reproducción estructural d e las condic ion9s d e surgimiento de lo sexual. Tres interpretaciones del t érmino <\pro~ .· " ducción" que tal vez no son estrictamente antinómic:as, y qu e . habremos de reencontrar a propósito de la.situación analítica.' Hoy, en las reuniones que han de seguir, tendre que hablú. de los escritos técnicos de Freud, los que se han reunido en el volumen intitulado La technique psychanalytique .. w Uria vez más, y me empeño en repetirlo porque no hay sordos peo·-_ res que los que no quieren oír, .no se trata aquJ de enseñar:· la técnica a nadie; la Universídad no es· LA 1NsTAUHAc10N el lugar, ni lo es este curso. Puecio.\ro1-· m-::1. THATAMJENTO ver a decirlo con fuerza: ·se trata,- cuan~ . do se habla de la técnica, cuando se.la analiza, cuando se intenta comprender la significación de cier~ : tas reglas técnicas, de procurar ver con ustedes lo que esta téc- . nica implica en tanto teorética, por ejemplo en tanto concep: ción de las pulsiones en la cura. Para dilucidar lo «teorético» . de esta «técnica .. , hablo yo de la técnica. De ahí no extraerán ustedes nada que fuera una prescripción, un consejo . Otra cosa que es indispensable señalar cada vez que se aborda este tipo de texto: están bastante mal traducidos. No es la peor de las traducciones de Anne Berman, pero, en fin, no es muy satisfactoria. Entonces, cada vez que ustedes no comprendan, en lugar de concluir que Freud es, incomprensible o que. enuncia cosas curiosas, verifiquen el texto alemán ... Nos detendremos en el texto intitulado en alemán Zur Einleitung der Behandlung, título que ya aparece traducido muy chatamente por «Le début du traitement» [El comienzo del tratamiento]. Esto comienza mal (si puedo decirlo, a propósito de comienzo) porque Einleitung no es exactamente el comienzo en el sentido cronológico sino, más bien, el hecho de hacer entrar a alguien en el tratamiento: la introducción, hasta la inducción del tratamiento. En realidad, hay dos cosas en el comienzo del tratamiento: Freud compara, en las primeras líneas de este texto, la cura psicoanalítica con el juego del ajedrez. La cura psicoanalítica, como el juego del ajedrez, es extrem?-:damente compleja; una vez que han pasado los primeros movimientos, verdaderamente se trata de una experiencia indivirn París: PUF, 1977. 167 ' .. V d tt (• f1 ~1-1H 11111111 1111111•,., d1 ·l 1\l1 •d1 "~ unlu Mo p11 .. cl1 • " 11'111 1\ 111 hw 1111 p n 1l,111 111h, Jl•ilo HI• p11 11d11 d o111· 1lltl1 11111 pl'l1111 •1•1111 111n v ld1111, .Y m1 lo q111 1 l" l'o 11d 111• prnpo nt • luu ·<• t' aq11f . Lo. ('0111pm ·11,d (j 11 i- :-i 111.en isu nLc, pero ln<lu <.:e a m a lc ntcn<ll<lo; porque lo que Fn: ud .. :fc<.:tJvamen te va a de:scribir no son, en rigor, las prime ras movidas; más exactamente, es algo que está a medio camino entre exponer las reglas del ajedrez y mostrar cómo se comienza a jugar; tal un maestro que comenzara a jugar indicando las reglas. Freud se interesa más aquí en la manera de indicar las reglas que en las primeras evoluciones del análisis en el interior de esas reglas, admitiendo que aquellas y estas sean separables, lo que no es seguro. En todo caso, digamos que la comparación es engañosa porque en el ajedrez es necesario saber ya que el caballo avanza de determinado modo antes de comprender las primeras jugadas. En análisis, es importante que la Einleitung, la introducción de las reglas, forme parte ya de las jugadas de la cura. Ver\ ustedes que reencontramos un problema que ya hemos tocado: ¿qué está adentro y qué está afuera, qué es lo que estructura y qué es lo estructurado? Con esta advertencia para tener presente : la de no hacer empero de esto una distinción obsesiva, en el sentido de que la delimitación del campo no puede ser considerada como un tiempo único y separado. Un «manual introductorio" de ajedrez explica la manera en que las . piezas avanzan y en que son tomadas; Hada de esto en análisis, porque la introducción de las reglas va unida a la estructuración del campo como tal y a las primeras movidas; más aún, hasta se puede decir que el conjunto de la partida es una instauracion, una Einleitung («iilstauración del tratamiento» es una traducción posible para el título del artículo). Tendré ocasión dé ~eferir"me, -justamente acerca de esto, a lo que algunos llaman, siguiendo a Lacan, lo «Simbólico" o la referencia a la «Ley ... · Una.cierta orientación lacaniana supone justamente esta posición <?-e _la Ley (la Ley analítiea) sin que medie un movimiento. Pero la Ley en el análisis, tal comQ UN RIGoH yreud nos la· muestra, es algo que se FLEXIBLE · conquista¡ no es solamente una letra, ··· · · · · . u.na regla puesta y dictada de una vez .Ef-ra siempre; es un espíritu. Cito un breve pasaje que muestra ·bien fa flexibilidad de Freud en esta manera de poner las re.· glas; flexibilidad y al mismo. tiempo minuciosidad; una minu. ciosidad flexible, si se puede decir; esto es que no se trata de de_s<midá.t .nada, ni siquiera las cosas que parecen totalmente .. d~spreciable~;··pero de lo que en efecto se trata, aun tomando 168 v 1·1 1\ 111 111 l1 •d1 •11 q111 •, •!il ( h'll•••t pllll li11 ,y 11 ll nH1 11l11 1111111 l qlorl)11u ld1~ 1 •1111111 ~ 1 \'111 tc>du. lu. m11pllt.ud d e c1-1pfdt.11 y <h' orl1111l.1i,l'l 1)11 : «En est e trabajo lntc ntaró comptlur, p ant l •l-IO <l<•I 1t11 1tll Ml.11 práctico, algunas de tales reglas sobre la iniciación d e Ja c urn . Entre ellas habrá estipulaciones que podrán parecer triviales, y ,en efecto lo son. Valga en su disculpa no ser sino unas reglas de juego que cobrarán significado desde la trama del plan d e juego. Por otra parte, obro bien al presentarlas como unos "consejos'' y no pretenderlas incondicionalmente obligatorias. La extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas intervinientes, la plasticidad de todos los procesos anímicos y la riqueza de los factores determinantes se oponen, por cierto, a una mecanización de la técnica, y hacen posible que un proceder de ordinario legítimo no produzca efecto algunas veces , mientras que otro habitualmente considerado erróneo lleve en algún caso a la meta: Sin embargo, esas constelaeiones no impiden establecer para el médico una conducta en promedio acorde al fin ... 17 • 18 Antes de pasar a considerar las reglas que conciernen al setting, quiero comentar todavía un pasaje que se refiere a la «Creencia.. , y que viene al encuentro de nuestras preocupaciones referidas al LA CONI<'IANZA valor probatorio de los enunciados psiEN 1'~1, ANALISIS coanalíticos. Freud, aun si no niega_§u significación sugestiva o trasferencial1 .se muestra perfectam~n­ fe escéptico hacia la confianza que puedan manifestar al comienzo los pacientes, y lo mismo hacia su qesconfianza. rirConfianza y desconfianza publicadas, cortc1entes, en las r~­ ladones inmediatas con el analista, son síntomas tan poco autóñomos uno como otro¡ la confianza puede ser tan perjudicial como la desconfianza, una y otra no se fundan en lo que creen '~estar fundadas. De ahí la afirmación de que no hace falta creen;:cia en el análisis para hacer un análisis¡ de ahí, en fin, el r e- c1 111 ·n111 1t tl1 •n wl1 \ 11 d1111I n i cl 11 t 11 lh · (y t.01 1, 110 p1t11 W<' q11 0 1111 ,. 169 lii¡1!1 lllfllilll il1J t f1\1t llt'f 1 l t'I llt ·iit ll lll P flldtt lll ll ft1tft1ltl l{lt •11 : 111 iltt l·jif11llllllll-tl 1111 1111 l\t illt t¡ll P 1111 ll lldOl11i1 l' llfl '1• 11111 Oft 'O,'I q11(• 1 I 111 •111 , \' 11< 1 t• •11 11il 1tl'11 I H' 1i111·t111<101 ·a .-; l1• 111p1 '<• qu<' oh<.•de:t<:a • ••tit •ln11 :t. 111li1111 0 11l,1• n lo <rtH · 11· pid<' la re gla del tratamiento ... 20 M11~1 11.11 :1 d o In r·(,,t.tl;.i a n alftíca tomada e n sentido. estricto, es 1•vl d <:rtl<: n1 c ntc en las r eglas, por tanto en la situación analítica, e n l o qu e convie ne t e ner confianza: confianza del analista q ue estaría fundada en doctrina, en relación con la «Confianza y /o desconfianza» que, en el paciente, no sería más que un síntoma. Que esta confianza metodológica de Freud esté ligada a la posibilidad misma de aplicar la regla analítica fundamental, esto no puede menos que remitirnos a la oposición cura analítica/psicoanálisis traspuesto. Torno esto corno ocasión para incluir en el legajo algunos textos, que recientemente nos ha recordado Luisa de Urtubey, 21 en una tesis dedicada al «diablo en el psicoanálisis» y (jonde el caso de «Una neurosis demoníaca en el siglo XVIl» 22 hace las veces de documento principal en el legajo. Es bien evidente que se trata de un estudio p sicoanalítico fuera de la cura, puesto que Freud analiza allí textos todavía más lejanos que los del pre sidente Schreher, ma nuscritos de fines del siglo XVII, recogidos en un monasterio austríaco: es la historia del pintor Haizrnann. Pero no es esta h istoria como tal la que nos va a interesar, sino una breve disc usión metodológica en la que Freud responde directamente a la objeción de arbitrariedad a propósito de su interpretación psicoanalítica (sexual) de esos escritos: «Si alguien no cree ya en la justificación del modo psicoanalítico de pensar, tampoco obtendrá esta convicción a partir del caso del pintor Christoph Haizmann del siglo XVII. [La creencia es invocada aquí de manera positiva: es algo previo indispe nsable para la lectura misma de esta obra.] Por cierto, no e s mi propósito usar este caso como medio para probar la validez del psicoanálisis; más bien presupongo al psicoanálisis corno válido, y lo empleo para esclarecer la enfermedad demonológica del pintor. Justifico mi proceder invocando el éxito de nuestras investigaciones acerca de la naturaleza de las neurosis en general». 23 Estarnos aquí en presencia de uno de los puntos de vista e xpresados con más frecuencia por Freud en cuanto a las rela20 21 22 !bid ., pág. 128. Freud et l e diable, París: PUF, 1983. En OC, 19, 197!=i, págs. 7 3- 106. pág. 86. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. 21 ' ltJ'i<i., 1 70 d u Ju <' 1tl'11 y d <• I p Hl <·111 u1 á ll HIH u pll <·udo : l a pru c b ~.t y In valldc:1. del a 11á li11ls 1:1c c u c u c utn.m en el pt>icoanáli:;i:; d e las ncu ro:;is (no m e n c iona directamente la cura), y es allí donde es preciso haber adquirido la creencia para poder después aceptar creer en trabajos de psicoanálisis aplicado. 2 4 Pero, con distancia de algunas páginas, tenernos otro punto de vista que parece diferente: · · «Esta historia clínica demonológica ofrece efectivamente una · valiosa veta que sale a la luz sin mucha interpretaeión, talco-· . rno muchos yacimientos brindan un metal puro que otros' . casos es preciso extraer l.aboriosarnente mediante la fundición del mineral». 2:, Evidentemente, existe una contradicción aparente en afir- .. mar en un ·momento: he ahí un caso tan claro que uno lo puede leer a libro abierto, a filón abierto, aquí tenemos el oro pur.o . de la mina en descubierto; y después, con dos páginas de distancia: para una lectura como esta, la creencia previa es indís.-. pensab le. Luisa de Urtubey opone efectivamente estos dci.s pasajes, pero uno se podría pi:eguntar si, a pesar de todo; no h~y: otra articulación posible : porque, en ·definitiva,,lo que está a . ·. · c ielo abierto suele ser aquello en lo cual resulta más difícil creer. Tenemos, en realidad, dos oposiciones, y hay que averiguar el modo en que ellas juegan: la oposición metal puro/ mineral en fusión, de cuya ganga se tiene que extraer el oro; y después la oposición creencia previa necesaria/creencia e increencia, igualmente sintomáticas, inesenciales por relación a lo que el proceso develará. Ahora bien, todas las combinaciones son posibles: el metal puro (se trata, indudablemente, de la sexualidad) se puede encontrar tanto en la cura como en el psicoanálisis «traspuesto» . Y el mineral impuro, EL Ps1coANAL1s1s la ganga, puede encontrarse tanto en r,;N FU1-l°10N una como en otro. ¿La diferencia no se situaría entonces más bien entre metal enfriado (Haizmann está enfriado, desde el siglo XVII) y metál en fusión? Sería tentador definir la cura como «psicoanálisis en fusión» (no: en efusión). Esta expresión me gusta bastante porque reúne la idea de la cubeta, cubeta de doble pared, 1·1w1P11 en 24 Es divertido comprobar que la ereencia en el análisis y la del diablo son puestas estrictamente en el mismo plano: ·.Si alguien no cree en el psicoanálisis y ni siquiera en el diablo, será asunto suyo lo que haga con el caso del pintor, ya sea que salga a la liza para explicarlo por sus propios medios, o que no halle en é l nada que exija explicación" ( ibül., pág 86), Cf. sobre este punto el conjunto del traba.jo de Luisa de Urtubey. ~;; l/1ül . . pág. 7 5. 171 .. 111 111111111 1 11 ll11111 d 11 1 l11 I l' e1 11Hn 11 111H P ll 111 lo qtll i 1111 l11 trn 1f.11 11 11 1•111• pu p1·odl'l1t1114 •11t(J rni pc<:leH el<: c u p in o h 1111 1~ t(ll'lnhlli. H<· h 1t o ll t1t 1>1·0<.1uc lr cncrgfas extraor - 11111111 11111 111 11 111111 11 ''"l IHI, 11u dc 1111•: !'!ni\ dl 1111rlm1, 110 (' IH '<'rraudo Ja reacción en un contine nte sólido, 11 mterla l - q u e se vola tiliza ría desd e e l momento en que se ini;iara la fusión - sino mante niéndola en campos de fuerzas, es'pecie d e c ube ta inmaterial. ¿Qué determina la diferencia ent r e e l psicoanálisis en fusión y el psicoanálisis traspuesto? Muy simplemente, se puede decir que en un caso el interlocutor es. tá ahí, presente, y en el otro, no . ¿Pero cuál es la significación · d e esta presencia? ¿Se trata, corno insiste una y otra vez Freud en el último texto citado , de la posibilidad de aplicar el método, la regla? ¿O bien se trata, como parece reconocerlo él a veces , de poder hacer jugar la sugestión: , con una modalidad tal vez nueva, pero que indudablemente sigue siendo sugestión? La creencia que el analista parece desdeñar en el momento inicial, pretende producirla en el de llegada: pero entte convicción científica y persuasión sugestiva, la balanza queda inf~ decisa . .. a ~E..~~~t~JJ~,_g1üzá,_ql.le....cl._análisis, s_ !: j rnultáneamente, provoca la aparición de un nuevo campo ~~­ rorumisrno tieñij)o"r epite, re-e~ un~ali<!ªQ...qµe constituye dimenSionv erdader o , y hasta privilegiada, de la existe h~ · clañilrnan a:· --- ---- -- Úna ~- .-::.=~,.:;:_~ '· 20 de enero de 1981 ffoy,comenzarernos a'exarninar los problemas del set'ting del . -: . análisis, es de~ir, siguiendo el artículo de Freud sobre «La introdi.icción d~l tratamiento», lo que él designa corno las cues. tiories del tiempo y del dinero. 26 Cuestiones respecto de las 'cuales es esciarecedor en principio suponer que nuestra cubeta tiene una doble pared; no es que el · ·: . T1EM''Po Y' DINERO: tiempo sea una de las paredes, y el di. P.ARED DE LA CUBETA nero, la otra, sino que tiempo y dine. ro se desdoblan uno y otro. Es proba. bleme'nte sobr.e esas dos líneas (tiempo y dinero) donde el lími.te trazado por el análisis es tal vez más «sensible» en los dos · s'entid.o s del término: perceptible, pero también sensitivo, sus26 S. Freud , .. sobre la iniciación del tratamiento», op. ci t. , a partir de · la página . 128. ,1 72 ;cptlblc, lnc.:lw-10 frágll . Lagach c di ce que Ja regla fundntn c 11tal (se e n t ie n de : la regl~ de la asociació n libr e ) e st á hech a para ser infringida, y que todo su interés reside incluso1e n dar lugar a dislocarnientos y tropiezos significativos. ¿Se puede decir, del mismo modo , que los límites del tiempo y del dinero están «hechos para» ser trasgredidos? Ningún analista lo sostendría con sinceridad, y creo que todo el dispositivo está hecho a la vez para permitir cierto cuestionamiento y para mantener la situación como tal. En otros términos, hay desdoblamiento, un clivaje d'el tiempo y del dinero , clivaje que nosotros seguiremos en su necesaria instauración. A e ste clivaje se le puede encontrar una suerte de prefiguración en la distinción marxista del valor de cambio y del valor de usó; de modo que, para enunciar desde el comienzo lascosas, es en el nivel del valor de cambio del tiempo y del dinero donde se situaría la pared externa y, al contrario, es a su valor de uso, es decir, según nosotros, a su valor libidinal, a lo que correspondería la pared o el límite interno. Recuerdo también que tiempo y dinero son difícilmente disociables -aunque Freud lo haga aquí, para la comodidad O.e su exposición- porque evidentemente se tr<tta de pagar determinado tiempo de análisis. Time is rnortey no es solamente la máxima del capitalismo avanzado; es una fórmula retomada y sistematizada por el propio Marx puesto que, ustedes lo saben, el «Valor» -que sólo puede entrar e n la economía política bajo la forma de valor d e cambio- está e vide ntemente medido por un c ie rto tiempo de trabajo llamado «socialmente n e cesario» . Vuelvo a Freud a · propósito del tiempo. Es indispensable , nos diae , atribuir a cada paciente una hora .detet minada que es su ·p osesión:, que está disponible para él y que, evidentemente, por estarle reservada, es pagada aun si el paciente no viene . Tenemos áhí considera<;iones que al comienzo parecen muy triviales, lo que Freud acentúa aún más no temiendo compararse con un profesor de música que reserva· un horario a su discípulo. El interés de hablar de las cosas de manera ext;rernadamente trivial se GOnfirma con esta observaeión: si se ad~i­ tiera que el paciente viniera cuando le conviniere y que el «médico» lo atendiera sin tener que hacerle pagar, en el límit'e es~s ausencias llegarían a ser suficientemente numerosas para qu_e el analista ya no pudiera subvenir a sus necesidades. Nos vemos por lo tanto aquí confrontados abiertamente con el nivel de la supervivencia, de la autoconservación, desde el punto de vista del analista. Pero estas prescripciones, puramente utilitarias en apariencia, toman, razonando por los contrarios, to- 17 3 il fl l,i ll ill111i •tHl1111111111 111111 1h1111111 111111!11111>11 fl l¡t lt lnttln 111;1 1q11f111 1'11·t11.!11 1111 ll.1111 11 d t1 N ;i1 ·1 11d11 111 il n 11, 1•11 d1 •c' l 1 l1rn 11 h111 •11 1111 t'll/'.0 11 111 ¡,. p11 111 1111 111 11d l 1 11 l 1111 1lll t1 lt1, dl r1 111 l 1111 y,• 11 1·0111 •x t.n•1111t l'apld1·z c u a. 11 - du 1•1¡111 1'/1· 1111 • 111•111 · 111 Nt'Mlll'l</11.(i <i<' l/U<' ::;u licmpo l e e::; r e1:;er V/ll lu y </I!(' W> s1 · <li::;<:ul.idí. p a ra saber si su ausencia está - o ju::; Wkada: «Sólo tras algunos años de practicar el psicoanálisis con est ricta obediencia al principio de contnüar la hora de sesión .u no ad quiere un conven~imiento en regla sobre la significatividad de la psicogenia.en la vida cotidiana d.e los hombres, sobre la frecuencia del enfermarse para ''hacerse la rabona'' y la nulidad del . azar». 27 El término «psicogenia•>, evidentemente, es cuestionable porque todo, en un sentido, es psicógeno. Pero se trata de una psicogenia bien particular que es aquella de la presencia o de la ausencia en función de la relación con el analista, es decir, e n definitiva, de lo pulsional, de lo sexual. Freud no detalla más, pero r~cordaré que esta cuestión de las presencias o las ausencias en las sesiones está lejos de suscitar unanimidad. Algunos analistas, que tal vez se sienten culpable s o bíen están abrochados a pesar de ellos a los criterios de la «realidad material», pudieron, en tiempos nada lejanos , juzgar sobre la legitimidad de una afección por el grado que se leía en el termómetro . Posición caricaturesca, pero de la que e s preciso extraer la lección: introdudr un juicio del analista, introducir una discusión sobre las al}sencias del paciente, desde el punto de vista de la materialidad del resultado (pagar o no) es remitirse finalmente al juicio final del analista; pero es sobre todo, desde el punto de vista del análisis, introducir lo inanalizable en la situación. No es una paradoja decir que el p aciente sólo es libre, analíticamente, de hablar de sus ausenc ias en la medida en que el debate sobre sus razones quede por completo fuera de la cuestión. Una discusión sobre la realidad material, por el contrario, es exactamente extra-analítica; es , como tuve ocasión de decirlo el año pasado, una discusión «Sobre los horarios de ferrocarril». Daré otro ejemplo todavía. Existe de parte de muchos analistas una especie de manipulación del .r itmo de las sesiones. Después de cierto tiempo de análisis, se habla de «pasar» a una cantidad menor de sesiones, como si el final del análisis fuera un descondicionamiento o como si hiciera falta hacer comprender, expresándolo en acto, que eso «Va mejor». Pero también 11 0 - 27 174 Jb·i d., pág. 129. lit l'1 •>-( l11 l 1·1111dl11 11 1t 1111 1111111 l'ln1•11.. l •'1•n 11d r1 11•111w1 •n q111 •, t• 11 d1~ t· t.m1 c :i s o H, ~ I dl s u1l11uy c la ca11l,ldud <11 • sm1l o11 0H, p t· 1·0 1·11 1•11 l'il l.o po\:~) f)a.r\,\<lar\() e\<.: ~:-:.\,a m anipulación d e l ritmo; lo que por mi parte inte rpre to como e l mantenimiento de la doble pared, lo único, justa m e nte,. q u e permite intervenir; es decir, hacer surgir las motivaciones püi-· sionales y, por consiguiente, interpretarlas. Y después llegamos a la cuestión del dinero. El pago es el.· pago de cierto tiempo, y Freud, desde el comienzo,. insiste.en el hecho de que esta cuestión se debe abordar sin hipocresía. El mismo es quien plantea, desde su primera frase, esta distin~ ción enla que yo insisto, entre las dos significaciones del dinero: · «El analista no pone en entredicho que el dinero haya de . considerarse en primer término como un medio de sustento ·y de obtención de poder [el aspecto autoconser.vativo.del dine- · . . ro], pero asevera que en la estima del dinero ·copartic.iparú)o'-' derosos factores sexuales. Y puede declarar, por eso, · que e! . hombre de cultura trata los asuntos de dinero de idéntica rp.a-. nera que las cosas sexuales, con igual duplicidad, mojigatería e hipocresía. Entonces, de antemano está resuelto :a no hacer: . otro tanto, sino a tratar las relaciones monetarias ante el pa~ ciente con la misma natur.a l sinceridad en que pretende educarlo para los asuntos de la vida sexual. Al comunicarle espontáneamente en cuánto estima su tiempo le dem.uestra que él mismo ha depuesto toda falsa vergüenza» . 2 H La cuestión del pago puede ser discutida, con relativa claridad, a raíz de los tratamientos gratuitos, se los emprenda a título confraterna!, para cuidar a otro médico, o t ome esa gratuidad en consideración los escasos recursos del paciente. Freud evoca aquí su experiencia personal: "ª lo largo de unos diez años consagré todos los días una hora, y en ocasiones hasta dos, a tratamientos gratuitos; la razón era que quería enfrentar en mi trabajo la menor resistencia posible con el fin de orientarme en el campo de las neurosis. Ahora bien, no coseché las ventajas que buscaba». 29 Y dice que por el contrario el tratamiento gratuito, dado por el analista al paciente a título de regalo (no se trata aquí de otras modalidades de la gratuidad), lejos de suprimir las resistencias, las aumenta fuertemente. Este texto que venimos recorriendo aquí está lejos de ser exhaustivo, aun si se orienta por una rectitud ejemplar: la ausencia de hipocresía no es sola- dcHniüva, en e\ COl\\un\,o, Cl-> mu'j 28 !bid., ZH págs. 132-3. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanchc. [bid., pág. 133. 175 .. .. 111 1,1 111 11 1111 11 1· 11 11 lld 1ld 111 0 1·11 1d1• 1i'1•q 11d ; 1.•11 d n·(·o11 od nlic nlo lúcJ dn ·d o In tJ l~ n lf'l< • ndó n llbld J111.1J <J c l d ln c r<> y, e n p a rtic ular, d e l 1•1•1-t11 lo . N o h a y re galo ::;in contra p a rtida, real o psíquica,: e.s to ! H e vide n te ; e n e l caso d e l análisis, no hay rega:lo recibido sin r esist e n cia a c recentada. Evidentemente, Freud no aborda aquí todos los problemas ligados al pago, en particular ·los ligados a la contratrasferencia (sabemos lo reservado que es, con respecto a su cuestionamiento personal . . . ); no se pregunta a qué «precio» subjetivp puede el analista tolerar «dar» un tratamiento sin recibir por~llo remuneración, ni qué remuneración oculta . se procurará entonces. Evidentemente este texto está históricamente situado, y no podría considerar otra alternativa que esta: tratamiento-regalo del analista/tratamiento,pagado por el PARENTESIS SOBRE EL paciente. Los problemas llamados del TERCERO· INTERVINIENTE «tercero pagador" son de otra época, aunque en otros textos Freud mencione esta posibilidad. Sin querer entrar a fondo en esta cuestión de los tratamientos pagados, parcial o totalmente, por un organismo de seguridad social, una compañía de seguros, etc . , destacaré sólo que la problemática metapsicológica resulta aquí profundamente desplazada. Que el analista reciba paga sin que el analizado le pague, con toda evidencia modifica profunda. mente el circuito de la «deuda» y, por lo tanto, e l tipo de relación intersubjetiva. Pero todavía no está allí lo esencial. En mi opinión, la cuestión es de muy otro alcance y:, en la expresión ~tercero pagador» es en el término «tercero• donde yo co•. locada el sign.o de interrogación . Me explico: ningún «tercero» . : '. ~ · : qué asuma o 'reembolse los gastos de un tratamiento podría · · a,c eptar no tener un .derecho de inspección sobre la cura, sus . : .... . inüicaciqnes, su duración, evolución, sus «resultados», etc.: . Éstá én. la naturaleza de las cosas que un tercero pagador sea · un tercero demandante y un tercero. interviniente . La .consecuencia es ineluctable;. se trate de una persona física o de una · -personal.moral; y sea pecuniaria o de otro tipo la intervención · del. tercero .. Me explico con dos ejemplos simples: «psicoanálisis: de niños» y «psicoanálisis didáctico». Todos los psicoanalistas de niños conocen esta dificultad princiP.al, a saber, que el demandante del tratamiento, el «Comanditario», el «promotor», no sea el niño mismo, sino un progenitor que necesariamente introduce' sus.propias exigencias, por loables que fueran: que . el nifio sea menos turbulento, que ·trabaje mejor en la escuela, · .que· ;no ~e orine más en la cama . .Todos objetivos que compromete!' el pacto inicial en un entendimiento tácito o en un ma- sti .1(6. .'"'.- le nte ndido ra dical. El analista no .p ue d e t e n e r otro obj e tivo que librar en su joven paciente una. autonomía, ayudarlo .a elabo~ rar su deseo individual. Bien sabe que, un dÍa u~ otro, tendrá que situarse en la conflictualidad entre ese deseo y la demanda parental. Afortunada situación, tal vez, aquella en que ·e l malentendido dure bastante tiempo para que la cura haya po~ dido progresar. El mismo malentendido, con toda evidencia, es el que vuelve posible, en una situación psicológicamente precaria, tratamientos de adulto que son pagados por un tercero social. Entre los criterios de salud de un médico asesor, inspector de un organismo oficial, y los criterios del analista, lo más deseable es que la confusión persista al precio de una terminología vaga y seudo médica. Pero en su fondo, todo tratamiento que, éstructuralmente, depende de la asunción del gasto por un tercero (tercero individual en el caso del niño, tercero social en el caso de una persona jurídica, la seguridad social o una compañía de seguros privada) introduce por eso mismo exigencias extrínsecas al propósito analítico y, sin ninguna duda, exigencias adaptativas . Tenemos aquí de nuevo .la coalescencia de las dos paredes de nuestra cubeta, con el riesgo de que lo pulsional-sexual sea referido sin cesar a la dimensión de la autoconservación. Pero he indic ado que la cuestión del tercero interviniente es más extensiva que la simple problemática del pago. Me he referido a lo que clásicamente se llama «psicoanálisis didá ctico» . Entendemos por esto, en la mayoría de las sociedades de analistas, un psicoánálisis emprendido en referencia a los imperativos de tener que proporcionar un «producto terminado» conforme a cierto ideal, el del «buen analista». Las modalidades del control institucional sobre :el proceso analítico pueden ser de las más variables: del más estricto (asignación del candidato a un analista didacta, número de horas de análisis impuesto, etc.) al más liberal. Pero , en todos los casos, lo que subsiste es que se trata de un análisis «por encargo» en el sentido preciso en que el Estado, o un particular, encarga un edificio a u n arquitecto, o un cuadro, a un pintor. Flexible o restrictivo, impuesto a priori o controlado por el producto terminado, el «registro de obligaciones» está ahí como un constreñimiento principal, extrínseco al proceso mismo, sobre el: cual hace pesar su hipoteca. «Psicoanálisis» de niftos, «psicoanálisis» con terce- \ : ro pagador, «psicoanálisis» didáctico: tres modalidades en que l el término mismo d.;· e «psicoanálisis»• se debe poner entre comí- 1 Has porque la cubeta analítica, cubeta de amor y de odio, se . encuentra allí amenazada, como lugar de la trasferencia. En , \\ t. 17 7 tft1 • •11 11 11 f l •H ' Cll"llll lll tl f llll( ' lllr., Jcl pi nd 11 1•l1 ·11 ; 1111 ni pc 1111• 1 rt1· l.t11lt111·1t .!(• 1111a 111111 of1•n1pl11 , n 11tn 11dl1 •11do por· t.ul u11 pr·oc<.~1:10 de obje tivos lirni l11do11, d<1l'l11ld1m, pr<.:cH t.abl c<:idos. Tanto es c ierto qu e el análiMis 110 HC podría e mprende r sobre la base de un acuerdo que tcndi.cra a dejar fuera del proceso, incuestionables, intangibles, obje tivos,t«representaciones-meta» del orden de la adaptación. Que todo sujeto que inicia un análisis traiga consigo esos objetivos, nada más natural; que esos objetivos estén sellados por un pacto que ate al analista a la demanda, ~ la expectativa o al control de un tercero, esto importa crear desde el comienzo las condiciones de ·una resistencia insuperable. Volvamos a la cuestión del dinero, que voluntariamente yo disocio de la del tercero. El pensamiento de Freud, como su práctica, está evidentemente «datado» por ese fin del siglo XIX y comienzo del XX; se sitúa en una sociedad burguesa de la que él en modo alguno reniega y respecto de la cual demanda simplemente no mostrarse hipócrita. Conduce esta interrogació n con una libertad tal, que le confiere un alcance más vasto que el atribuible a lo que llamamos «Sistema capitalista» ... Por nuestra parte, hemos intentado E1. s1·:n·1:-11; CoN clarificar esta inserción del dinero en noBLE PAHEI> dos sistemas de fuerzas -el de la adaptación y el de •la sexualidad-; para ello establecimos una comparación con la oposición marxista del valor de cambio y el valor de uso. Oposición de la que sabemos bien que no se vuelve caduca por la simple abolición del modo de producción capitalista. Y bien, lo que Freud aporta aquí, descubrimiento cuyo alcance no está limitado en el tiempo y el espacio a un particular sistema de intercambio, es que el dinero mismo tiene un valor _}ibidinal. Formulación que va más lejos que la de Marx, puesto que la idea de un valor de uso del dinero és evidentemente muy cuestionable en la economía marxista. Aquí, es preciso llegar hasta el fin del pensamiento y recordar que este valor___. libidinal del dinero es ant.~do.anahexcrem.e.nto. pene anal o __ g apel para -limpiarse. 30 :rn La Nouvelle Rem¡,e de Ps:1Jchanalyse, en un número sobre «Los objetos del fetichismo» (nº 2, otoño de 1970), dedicó a los aspectos marxistas ele la teoría ele! «fetichismo» dos artículos que no carecen de mérito. Pero es notable ,que C'?ta sub-sección marxista haya quedado sin comunicación, sin confrontación con el pensamiento freudiano. La razón profunda de esto e s, a mi parecer, el horror y' la represión persistentes de la significación a nal -libidinal del dinero. ' l'c111n111or1 11q111cnrln11c •1111 1111 n 1·11hc •l,11 d1· doble • plll'1•d ' 111111 p1 fJ(Hl1•1ll()H ( ' (lll('t'i>h· CO lllO IJlll 'li lll( ' lli.(' lugal'i::;ta, formal , pero de la que yo prefiero dct:1tacar ::iu aspee:.: 111 11 1·11 ¡)lll'• •d , 1·xt1•1·1m, (fil\' to contractual. Lo que se advierte, en la posición freudiana, es en efecto que estas convenciones son justificables, es d ecir que pueden ser discutidas y. expuestas sin · hipocresía: .en este artículo, desde luego; entre los analistas, pero también, inicial-· mente, entre el analista y su futuro analizado. Esta pared externa, contractual, es objeto de una discusión a la vez flexible y .rigurosa. Flexible, en los acondicionamientos posibJes; rigurosa cuando la esencia misma del análisis está en juego, a tra-· vés de concesiones aparentemente sin consecuencia~ funda-" mentales. Rigurosa también en la manera en que el contrat9. es mantenido, una vez que se lo aceptó. Freud rios lo deja entender sobre todo a raíz de las· interrupciones prolongadas, a : causa de enfermedad por ejemplo: más vale entonces interrum-. pir el tratamiento con la salvedad de retomarlo, sobre la bas~. de un acuerdo nuevo. ¿Cómo se justifica este rigo_r? Por la necesidad de preservar una segunda pared, que está enterameñ~ .· te sometida a las contingencias del proceso analítico: aquí; .el tiempo y el dinero son tomados en su valor de uso, que es su valor sexual. Conocemos lo vulnerable de este «Valor» sexual del tiempo y del dinero, lo que, de pasada, explica las pasiones que se revelan cuando esos puntos son puestos en discusión, aun entre analistas. Con mayor razón, en el análi::iis, esos dos . parámetros están expuestos a ser atacados, violentados, por todas las formas del razonamiento y del pasaje al acto, desde la crítica llamada «de clase" hasta la trasgresión abierta de esas reglas. A diferencia, ciertamente, de la regla fundamental, que, aun maltratada y cuestionada por el paciente, sigue planteada como referencia de base (los apartamientos de la regla no hacen más que confirmar, en definitiva, su justificación), la posición de una doble pared, en el setting, aparece como algo indispensable, como algo previo, para que el encuentro analítico pueda continuar más allá de las contingencias de la relación libidinal que él engendra, Esta ·constitución del setting en doble pared tiene seguramente algo de obsesivo. No hay que tener miedo en reconoc~r..:: lo. La pared externa est;ironstituiaa-"éüiñO üñ r_tr_!!~Lrelatjya­ mellte fijo_c...rrotec:_toT."'PiQie.ctm:_paraf9s!!'Q~~Í>.°!'.2~.Sºnisfa§_,_prn­ tector del analista, ciertamente, que así tiene g~~a_4.a_l~ posibilidad de suOsístir como ser humano en una ~ociedad...d.a:­ da. Protector tamfüen ael analizado, insisto en ello, que ~1!_· --~ -- 178 ---------- ---· ~ 179 : .C.!:!!!!!!!.'3:_3llf iU4..<;.!JJSÍY..ª co11di qjó11_ge_su,J.f.Qer tad de Jw.úla.r y de fantasmatizar . Recordemos además esta evidencia: un analIZado que tuviera que justificarse (con una justificación «ra·cional») de una ausencia, por eso mismo quedaría privado de la.libertad de perseguir sus motivaciones profundas en el nivel en que .nosotros nos situamos en análisis. Porque enunciar esas motivaciones libidinales -cuando al mismo tiempo uno hace ademán de ponerse de acuerdo con el analista sobre una eva. luación «objetiva" de la ausencia- sería reconocer el carácter ilusorio de esta evaluación. Comoquiera que sea, no es posible traer a la luz lo inconciente si amenaza convertirse en un arma, en un conflicto de poderes o de intereses con el analista . La idea misma de la doble pared, seguramente, hace pensar preGisamente en los rituales de no tocar y en el aislamiento que son característicos de los comportamientos obsesivos. Todos los rituales obsesivos se basan en un aislamiento y todos los rituales obsesivos están particularmente atentos también a estos dos factores del dinero y del tiempo . No temamos entonces reconocerlo y, como dice Freud, sin falso pudor; por. que, en principio, no podría ser de otro modo: los elementos que constituyen la pared interna, tiempo y dinero tomados en . su valor sexual, sabemos que se cuentan entre los más sepultados y prohibidos, en la medida misma de su ligazón con la sexualidad anal. A este setting a nalítico lo h e descrito Dos l'EH\"EHSIONES s~ent~ , s:-Lgui~~ -aF;e-;;ci, tr~r>EL sr:TTING: tando de señalar su significación me: -'>r\< ' l{ALJZA HLO. tapsicológica puls10nal: permitir g ue lo , sexual surja y se expr,~~- Ahora mene . donaré dos tipos .de ataque, _de cuestionamiento o de perver-sión: ataques en apariencia opuestos, pero que provienen sin , du~a· .del mismo horifonte teórico . .La primera tentación es sacralizar el ritual. Por el hecho mis. . mp de que existe c~erta regulación estable, cierto legalismo, ·se ,trata de hácer pasar ese legalismo a lo absoluto, de identifi. ·ca:r lo contractual con la Ley. No quiero decir que lo contractual no tenga su dignidad, que es la del compromiso y de la palabra recíproca. Pero quien dice contractual dice posibilidad de revisión. No encontraríamos en Freud cierta identificación dél. set~ing an~lítico con una Ley proclamada . .. En cambio, ~ri aJgunos, el ritmo de las sesiones y su· pago se convierten . en· la.encarnación misma de la Ley, en la presencia, podríamos ·decir, de lo «simbólico» sobre la tierra. Evidentemente, en este ·caso,. ya no se tráta de algo contractual; el que promulga la .·. '• L('Y ('H (') iu 1u llHt.11 , y r!l 11 1qwl11('lc"111 , Tul v1 •:& 1•11 loH t11111ll11 l11 11 lrn rfan s uya la fórmu la d e Lagad 1c 111od l l'1<'11 d a : todo d p1·01 ·wtc1 del análisis con sistiría en hacer la experiencia d o lit tra:;~r<• i·ll<>ll -o de la sumisión- respecto d e unas tablas d e la Ley 1.h .: J11 :; que el analista no sería más que el portavoz . La segunda tentación, aparentemente inversa, consiste en pegar, en hacer coincidir, las dos paredes de la G:ubeta. Esta t e ntación es bien natural, normal, de parte del analizado. Interpretar un aumento del precio de las sesiones como una es" pecie de penalidad o, llegado el caso, por el contrario, como un signo de ·reconocimiento; interpretar una interrupción de las sesiones como un signo de abandono, o de cualquier otra manera ... en todo esto, el analizado hace simplemente su «Oficio». ¿Qué decir, en cambio, del lado del analista? Si todo tiene un sentido, evidentemente es tentador v MANIPULAHLO mostrar que uno no se deja pasar por el ritual, incluso que uno sabe utilizar e l setting, es decir las condiciones mismas del análisis, para comunicar mensajes. Esta tentación no es propia de 1una sola esc uela analítica, aun si en cierto sector ella ha sid.o llevada a su colmo. La cuestión está presente un poco dondequiera, por ejemplo, saber trasmitir un mensaje por medio de un aumento de honorarios en el curso del análisis . Manipular el pago, en tal o cual momento, en función de una dificultad técnica o interpretativa, es un procedi:miento del que enc ontraríamos ejemplos en todos los grupos analíticos. Y después está la posibilidad de hacer pasar un mensaje por el tiempo, en particular por la duración de la sesión; ha sido Lacan, ustedes lo saben, el que se ha 'hecho dire'c tamente el protagonista de esto. Citaré dos pasajes, el primero de los cuales forma parte del texto central: «Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis»: · «Así, es una puntuación afortunada [se trata del momento de suspender la sesi<)n. El término «puntuación,,, término d~ la gramática, viene a significar que se trata a1lí de un acto de .lenguaje] la que da su sentido al discurso del sujeto. Por esó la suspensión de la sesión de •la que la técnica actual hace un alto puramente cronométrico, y como tal indiferente a la trama del discurso, desempeña en él el pap"el de una escansión que tiene todo el valor de una intervención para precipitar los n:i.omentos concluyentes [Lacan habla aquí 'de «intervención,,, pero uno casi podl-ía decir ·dnterpretación». La idea de «precipitar» va referida a una concepción del tiempo vivido como discontinuo, heterogéneo, tal como Lacan desarrolla sus aspectos ; .180 181 c•I ,.¡ l• •t11 p 11 111 11·11 t '11111p1'1•11d1•1'u .Y 1i l ll lll O lll \ ' ll LO dt • (' Oll o lull'>• 1•11 tt 11 11 1tf1 ·11l o 1d•;1 t h •11íp11 l1"11o41«0 y Ju, usc rc:l6 n <l e ce r teza a ntici pn d a,.:11 1. Y c1-1 to Indica li.b<oi ra r a e ste té rmino d e s u marco rut.l na rl o pa ra s ome t e rlo a t odas las finalidades útiles de la técn i ca .. .:32 :Nos s itua mos aquí, lo ven ustedes, ell! la perspectiva de una «liberacfón11 respecto de las reglas, consideradas corno cepo rutinario u obsesiv.0. 33 La posición es por lo tanto clara: se trata d e hacer pasar un mensaje por la marl'ipulación técnica («a tod os los .fines útiles») del tiempo de la sesión, considerando que este tiene, en principio, valor de discurso. Cito aquí otro pasaj e más próximo a la clínica: «No diríamos tanto si no estuviésemos convencidos de que a l experimentar en un momento, llegado a su conclusión, de nuestra experiencia, lo que se ha llamado nuestras sesiones brev e s, hemos podido sacar a luz en tal sujeto masculino fantasmas de embarazo anal con el sueño de su resolución por medio de 4na cesárea [ven ustedes lo próxima que. está la analidad; y, al mismo tiempo, este embarazo anal resulta terminado por una cesárea:, lo que reduplica, en el fantasma, el acto del· analista que interrumpe la sesión «antes del término11] en un plazo e n el que de otro modo hubiéramos seguido reduoi"dos a escuchar. sus especulaciones sobre el ,arte de Dostoievski•i.'l·l Es esta, ciertamente, una observación plagada de problem as. La escansión del tiempo de la s e sión, dice Lacan, es del o rden del discurso. ·¡Sea! Pero, .en 'primer lugar, es del orden d el discurso particularmente enigmático, particularmente pobre en contenido. Además, es un discurso perfectamente incontrolable por parte del analista. Quiero decir que entre la suspensión significante y la oportunidad personal del analista p ueden ser supuestas todas las contaminaciones. En la intención significante más inmediata, lo que Lacan se propone comunicar a su paciente es: «SU Dostoievski, sus especulaciones sobre Dostoievski están fuera de la cuestión11. Ya esto es discut ible en sumo grado, por relación a la regla analítica funda'll En Ecrits, París: Seuil, 1966, págs. 197-214. [Ed. en castellano: E~­ critos, México: Siglo veintiuno, 1984.] 32 ' En Ecrits, op. cit., pág. 252. [En Escritos, op. cit., pág. 242.] Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. '3'3 Cf. en este sentido un apuntamiento acerca de .Jones, en que el apresuramiento en recibir puntualmente a una paciente a su hora es considerado «en su nota de compulsión» ... como «la marca de un collar indeleble» ('ibido, pág. 697). . :l4 En Ecrits, op. cit., pág. 315. [En Escritos, op. cit"., pág. 303.j Entre corc.lletes, comentarios de .Jean Laplanche. 182 menta l: san c io n a r a a lg uie n q u e, e n anális is, s u p u est a m e nte hablara «fu e ra de la cuestión•>, cuando la regla fundame ntal invita a «decir t:odo lo que acude a la mente aun si parece fuera de la cuestión». Supondría ello que en análisis existirían criterios a priori para descartar (¡hacer callar!) tal discl!rso en pe- . neficio de tal otro: «Dostoievski» en beneficio del «eml;larazo .: anal» ... Tenemos allí entonces que el discurso sobre Dostoievski .es· considerado como defensivo por relación a un fantasma subyacente. Comprensión de la situación que indudablemente es problemática en el pensamiento mismo de Lacan, cuando ·sa- · lwmos lo dt•valuada que está en él la noción de «defensa ... ~~f ni siquiera se trata de una interpretación ·de la defensa: est~ c? nsistiría obli~atoria.:_men.!_~~ móstrar _al s i fB o ~ l mo1l,g_ ~i).· que Dostoievski le sirve de defensa y los medios por los cuales ello ocurre; t6aa interpretaCíi5naefa .([efensa Jie~~su_té~.~ .. .rñiño, p'one d irectamente sobre la pista del fant~.mQ...fl!.l..e_...efilJL•.~ cfetrás de ' la de fensa~ En -otrostérminos-;la defensa no es ·Ün , · p roc;eso neutn~ es un ~¡;,mo q~.e,..&_l!lism-~~~~-¡;_n~~- · .!ico. Pero lo que aquí propone Lacan._~una inte r_\C~S ión 92 e, ·por:.,u naturaleza no verbal, activa, brutal, no tiene nada de u'na mterpretación: es una "aeñüñCía,ñasta:ü ñasTiñi)Ie tént a'fi':'. va para reducir a silencio la defensa.- - - - - -- -·- -- -:-:::.· - Y por ú ltimo entre «SU Dostoíe vski está fuera de la cue~ l-. 1 ' tión11, «SU Dostoievski es una defensa11 y «usted me cansa co' ' · su charla sobre Dostoievski11, es evidente que resu lta difícil e .- \ tablecer la distinción. Aun si concedemos a este procedimie n 1 1 to todos sus justificativos racionales y técnicos, ello no impide que, para el sujeto en análisis, una interrupción brutal de la sesión cobrará indisociablemente sentido en estos tres registros : usted habla fuera de la cuestión; usted se defiende hablando de eso ; tengo -algo mejor para hacer que escucharlo a usted ... Que el inconciente del analista esté en cuestión en todas sus iñter';eñC10ñeS,eS'üeseYiae nte ;y·mastoa av'íacuañ~ do ellas rozan esas cuestiones hipersensw"1esquesonerfíem_.Qo ,y- el din~ro . · Razon de mas para mantener l_a •tP..a.uid- exLerna2, p2rque de lo contrario tod~~cii!1...-9.~~!:!_tilic~-~!~~~ting corre el riesgo o~vertírse de parte del analista en una mari..eracre-rea1Tzar"1':u-fa:rrttr-SW~[ ..a.ctuar, ··-e-s=-ciecTr:;:~f)i::édsa~ mente~~~- actíñ§:O:Üt-:-· - . Esta discusión es rápida, y me interesa precisar que su intención no es polémica. Tiende a cuestionar, a partir de los_ principios metapsicológicos que yo propongo, preceptos técnicos que se· dan por tales. Que uno pueda acortar o alargar la ., 1¡ 18:3 , dllíllllllllli CI lllllllllllflll 1011 flPllOl l ll111 H .c:., OM lo IJll O l.itl VCIZ ll() llli<'hll'I' <·o .n p1trtlr <lo lu noclótt d e lu c ubctn y de ~u doble parc <l. En c ua nto a una utilización m ercantil de esta técnica, no se puede sino denunciarla en aquellos para quienes la «flexibilidad» se inclina siempre en el mismo sentido: más dinero y menes tiempo. -- He indicado dos maneras de trastrocar lo que yo considero como un presupuesto del análisis, es decir el establecimiento ' de una pared externa. Una es la que se puede llamar hiperlegalismo, o también teoría de la «Ley •., y la otra, manipulación técnica. Dos posiciones que parecen opuestas pero que se pueden coajugar: manipulación + Ley. Si el Padre es la instancia de la Ley, es evidente que su arbitrariedad es la Ley misma: .T ótem y tabú desarrolla esto brillantemente. Lo que es la Ley para otros es, para el Padre de la horda, su puro albedrío. El, el Padre , se expresa en valor de uso, y dice más o menos esto: •no porque se me pague se tiene derecho a una fracción de mi tiempo. Este es. imposible de evaluar; yo soy impagable». En un sentido es una afirmación enteramente verdadera porque el valor libidinal del tiempo no se paga y nadie lo puede comprar; es un hecho que importa ya entrar en cierta estructura de intercambio social, aceptar que, porque me dan dinero,.ellos tienen derecho a una fracción determinada de mi existencia. Esto no impide que esta afin:ñación verdadera se vuelva odiosa en la boca de alguien que pretenda jugar el papel del padre primitivo, del padre imaginario para retomar la expresión de Guy Rosolato. '#( plll'll ¡ . l11u ·11t' p 111u1r 1111 Hlf i lllll \1 11, '(' 27" de enero de 1981 La: vez pasada hemos retomado, siguiendo parcialmente el texto de Freud, las cuestiones del tiempo y del dinero como la deIÚ:nitación más neta, la má.S externa, del espacio analítico. Algúien .viene a una hora fija, una hora que le está reservada y que el paga como tal. Pago y horario cuya significación libidinal sucesivo en libertad de interrogar. Lo que sig- · . él·está en.lo . ri.ifi~a que es preciso poder ataca.r y cuestionar los límites, sin por eso poner en peligro la cura como tal; de ahí la creación de una.«doble pared». Clivaje seguramente artificial, aun si es . un 'clivaje que reitera, en cierta manera, el clivaje no menos 184 ; cia puesto en los límites y uno hace que se equi;valgan cosas singulares, impagables, cuantificándolas. La reivindicación de «lo único», lo que no tiene precio, no está allí por azar. Se presenta por lo demás en muchos otros dominios, con un carácter cómico o grotesco que incluso se le adhiere . Mis ~oras de pintura, dirá el pintor, se me pagan, pero está además el talento; y el talento, y bien, eso no se paga, está fuera de precio. O aun, dirá otro, mis horas de experto en contabHidad me son pagadas, pero está también la honestidad que es preciso retribuir. O, dirá tal analista, a quien yo •cité» la vez pasada, mis prestaciones de analista son tal vez pagadas, pero no por eso estoy en venta. Frases evidentemente todas más «impagables» las unas que las otras. Por otra parte, en esta delimitación del espacio analítico, no' hemos temido registrar el aspecto de obsesionalidad. Alanalista cumple tomarlo en cuenta y hacer jugar sólo a sabiendas esta obsesionalización. Destaquemos además que quien dice contrato, dice contrato rescindib/,e; Freud insiste en ello diciendo, por ejemplo; que en caso de impedimento prolongado, el análisis simplemente se debe interrumpir; cierte analista, no de los menos importantes, considera incluso que el contrato analítico es renovable cada año, es decir que debe ser renovado con cada interrupción anual. En todo caso, cualesquiera que sean los acondicionamientos técnicos, lo cierto es que este aspecto contractual constituye una garantía frente a una=tiiii"~­ c~<?n pa!!!9Jlarmente...cald.eada y explosiva ~ para el anal~sta, sin duda, de un mínimo de estabilidad )'.:, por gué no d~.; cirio, de cierto bienestar mínimo, frente al estrés al que está ~o metido ?arantía también .para e r analizado en cuanto al pe-M O ligro de una interferencia salville entre la interpretación y lªs _ c;mciones de su vida cotidiana. Hemos insistido en esto : es el dominio de la interpretación sexual el preservado de ese moO ! 185 · ~ I v111J l lld 111 0 de • In q11 e1 tln ll11111 1t «(l,t; t1>n.<¡· 1: 1, ' " 111~ 11 1111 1·; 1111/11, p111'H tnd,11 r <h• d ofln h" mejor su al1•u 1.;1111t1N \M 111i N 111 c·1 u1( ' t' . M e liniit,ur6 a recordar que su fl H 1, A 111111 11¡'1' " delimitación no es de las más simples y que no podría pasar exactamente en1. rc acción motrizy palabra. Recordemosádemá~g ue {;_e~, 19 q ue é l llama agieren, el actuar, comprende como su modalidad principal . .· . la trasferencia, ' o sea el, 'elemento mismo én que se· sitúa · la cura. La oposición, para Freu.d., se sitúa entre .~tualización (trasferencia)y rememoración (de la neurosis infantil). -Lo que en nuestros días se designa como acting_-out es iilliñITiestamente otra cosa: la connotación negativa, el ~~el t,o de resistencia frente al proceso analítico pasa al primer. pla- . '\ no. Pero incluso dentro de esta óptica no puede menos que -w rprender 35 la ausencia de verdaderos criterios, tanto por relación al síntoma o al acto fallido como por relación a la situación analítica. Que la noción de acting-out. sólo adqmere sentido por relación al análisis y por relación a la trasferencia, eso es evidente; pero me parece que se daría un paso importante si se lo refiriera a nuestro esquema de la cubeta y a su doble pared . El acting-out no es el cuestionamiento, como tal, de la relación analítica, sino el cuestionamiento activo (sea por ·el acto o la palabra) de las condiciones mismas que estructuran e sta relación y que permiten la existencia de una trasferencia analítico-sexual. Tengo que limitarme a esta indicación, que permite aprehender que los cuestionamientos de la cubeta os d_cting -out más fáci mente regjstrabfos, son os del analista. Me ' 'refiero en particular a la manipulación de los límites, manipulación del tiempo y del dinero como elementos con los que se podríajugar técnicamente en el análisis mismo. Indudablemente , el cuestionamiento radical de los límites no es la obra del solo acting-out del analista. Hace algunos años hubo cierto alboroto en torno del caso del «hombre del magnetófono». En Les Temps Modernes de abril de 1969 se encontrará el texto de esa sesión tragicómica en que un veterano del diván irrumpe, armado con su magnetófono. . . y de algunas amenazas al parecer más serias. Sesión cómica por la ruptura del encuadre, que d ~ja· desamparado al analista pero, en igual medida, al analizado . La publicidad que se hizo de esta destrucción radical de la «Cubeta» tiene un valor de paradigma por relación a lo _q ue lti ! Jt1 1 !1!1 i¡ 1 j111i1tü tu l \.1 •1 1 1!·11111111111111' q111 1 11111b1li' 11111hl t1 11111 L. )I' 1 ' '' Cf. J. Lap lanche y J.-B. Pontalis, Vocabula'ire de la psyclui:nalyse, op. cü., artículo «Acting-out .. . ~e c nte ndla e n c ie rto período como apología de la «revuelta de los analizados» . Radicalismo de sesgo anarco-surrealista o, como se lo ha dicho a veces, «esquizofrénico»: «¡Destruid los muros del análisis, destruid los muros de las centrales atómicas, que el fuego del análisis se difunda por todas partes (precisa-. mente el fuego del amor y del odio)!». Lo malo, si uno se quiere referir a esta energía particularmente violenta que es la energía del átomo, es que el modelo más verosímil con el cual co1- ·~~. ] pararíamos el análisis sería el de la energía termo-nuclear: ~ ~ primid el límite y, precisamente, ya no hay reacción P?Si~ . ~?;/ r -'\ Paso ahora a Zur Einleitung· der Behandlung para examinar lo que Freud dice de la posi~i¿~ EL rnvAN acostada, considerada , se podría: de-. cir, como el ter·cer elemento del set· . · ting, es decir de las condiciones más exteri,>res -pero cuán importantes- de la situación analítica. Tres breves pasajes de este artículo se dedican a ella, el primero· de los cuales será corregido de manera interesante por los otros dos. Comentaré· primero algunos puntos del primer pasaje: 36 la regla «de hacer que el enfermo se acueste sobre un diván mientras el médicoº se sienta detrás, de modo que él ne lo vea» es presentada como un «Ceremonial», lo que muestra claramente que Freud no se llama a engaño acerca de sus aspectos formalistas y hasta obsesivos. La primera justificación que da de esto es que «esta escenografía tiene un sentido histórico: es el resto del tratamiento hipnótico». Si dejamos de lado esta apelación a una «tradición», bien poco convincente para una práctica tan reciente, lo importante es -creo- que esta tradición sea la de la hipnosis. Tenemos indudablemente contenidos ahí los elementos que Ida Macalpine enumera como productores de la t rasferencia y de la regresión infantil : apartamiento del mundo exterior (en la hipnosis, se pedía incluso cerrar los ojos), constancia y uniformidad del ambiente , relajación, todo lo cual llevaba a privilegiar el mundo fantasmático. Hemos de volver sobre estos parámetros (que nos acercan a la noción de «frustración»); pero citemos primero la continuación de aquel pasaje, en que Freud, por una vez, interviene mencionando su complexión individual: «Hablemos primero de un motivo personal, pero que quizás otros compartan conmigo. No tolero permanecer bajo la mirada fija de otro ocho horas (ó más) cada día [cuestión aparente:ii; Cf. S. Freud, «Sobre la iniciación del tratamiento», op. cit., pág. 1:35. 1 86 187 . ·· ·¡ ·. 1111 •11f,(• <J o •<.:omodldad .. pe rso na l, pero que e nseguida encuentra u n u justificación m ás especffica: no se trata d·e ser mirado n gen e ra l- sino d e serlo en esa situación psíquica particula r que es el c orrespondiente, en el analista, de la regla de libre asociación]. Como, mientras escucho, yo mismo me abandono al decurso de mis pensamientos inconcientes, no quiero que mis gestos ofrezcan al paciente material para sus interpretaciones o lo influyan en sus comunicaciones [el analista, de sus asociacionel?, sólo quiere dejar pasar lo que aprecia útil comunicar]. Es habitual que el paciente torne como una privación esta situación que se le impone y se revuelva contra ella, en particular si la pulsión de ver (el voyeurisrno) desempeña un papel significativo en su neurosis; a pesar de ello, persisto en ese criterio, que tiene el propósito y el resultado de prevenir la inadvertida contaminación de la trasferencia con las ocurrencias del paciente, aislar la trasferencia y permitir que en su momento se la destaque nítidamente circunscrita c orno resistencia [este pasaje es en sí mismo difícil: se trata de impedir una cierta contaminación de la trasferencia para permitir que la trasferencia aparezca ... lo que evidentemente no está muy claro; uno se pregunta si Freud quiso hablar de la contratrasferencia; o más simplemente, si esos elementos imperceptibles que se trata de neutralizar, porque serían incontrolables, no son los elementos perceptivos que correrían el riesgo de dar a la trasferencia un fundamento demasiado real] .. .:l7 En esta manera muy compleja de justificar la regla del di e ván distinguiré, por mi parte, tres aspectos: hay primero una distinción neta, y que uno. puede llamar «simbólica»., entre la posiGión acostada y la posición erguida para el analizado; se ir~t!l de una verdadera materialización postura! del hecho de . encon.trars·e en la cubeta o fuera de esta. El segundo elemento eºs·cierto tipo ·de cqmunicación que excluye el ver, lo que, razo- · nando por los contrarios, sugiere la idea de que la comunicación analítica pasa necesariamente por la palabra. En fin , esta . sítuación I:rriplica otra disimetría; no solamente la diferencia tél'!lporo-espacial entre el tiempo de la sesión y el tiempo exte. rior; es decir, para el analizado, el momento de estar acostado y e~ momento de estar de pie, sino una disimetría posicional entre.el analizado y el analista, puesto que uno está acostado, y. sentado el otro; uno está en el campo visual del otro, y el otro está fuera de la vista. . · .R etomo estos tres aspectos. Es así como la distinción entre 17 ' 188 !bi d . Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. . la posición acostada y la posición de pie o de «Cara a cara» puede en efecto considerarse una verdadera materialización simbólica de la situación analítica, con su pared térnporoespacial. En esta óptica, el contrato (tiempo y pago) así corno sus eventuales modificaciones pueden presentarse corno de incumbencia del cara a cara. Con este peligro, empero, corno para toda materialización de una regla en cierto dispositivo o en determinado comportamiento: que ese dispositivo corno tal pueda convertirse en el mejor medio para burlar la regla. «Un número muy grande de pacientes se revuelven contra la postura yacente que se les prescribe, mientras el médico· se sienta, invisible, tras ellos. Piden realizar el tratamiento en otra posición, las más de las veces porque no quieren estar privados de ver ál médico. Por lo común se les rehúsa el pedido [es aquí donde esto empieza a volverse más interesante]; no obstante, uno no puede impedir que se las arreglen para decir algunas frases antes que empiece la "sesión" o después que se les anunció su término, cuando se levantan del diván. Así dividen su tratamiento en un tramo oficial, en cuyo trascurso .se comportan las más de las veces muy inhibidos [todo está invertido: la cura se convierte en la relación oficial, defensiva], y un tramo "cordial" en el que realmente hablan con libertad y comunican toda clase de cosas, sin computarlas ellos corno parte del tratamiento. El médico no consentirá por mucho tiempo esta separación [esta distinción entre la sesión y el cara a cara no se debería entonces llevar a lo absoluto]; tornará nota de lo dicho antes de la sesión o después de ella y, aplicándolo en la primera oportunidad, volverá a desgarrar el biombo que el paciente quería levantar. Ese biombo se construye, también aquí, con el m.aterial de una resistencia de trasferencia ».3 8 He ahí entonces que se introduce una singular corrección a la idea de la doble ·pared: en ciertos casos, el límite puede servir a la resistencia, puede ser utilizado para invertir las cosas porque el verdadero análisis se desarrolla fuera del tiempo de la sesión, y el tiempo de la sesión, por el contrario, se convierte en el tiempo oficial. De modo que, a juicio de Freud, es preciso sin cesar reintroducir en la sesión, es dec ir en la interpretación, lo que tiende a salir de ella. Lo que yo traduciría de este modo: lo «simbólico» rígido y estructuralista, que pretendiera oponer de una vez por todas el tiempo fuera de sesión y el tiempo en sesión, tiene que dejar sitio al proceso de simbolización, que consiste en hacer entrar sin cesar más cosas en 38 !bid. , págs. 139-40. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. 189 n i Po lll n tild o 11tl11 111 11 de • 111 ti l'tilc> 11 . 1 ·~ 11 dt•t 'lo 111odc1 , t•I hlon1ho 111 11f,é•1•l11lb:11do ¡101· 111 d lf'c• 1·1·11da dv las Hlt. undo11 es a('ost.ada y de• pl e no es m á:; que una abstraccí6n, a unqu e se trata d e una a bstracción n ecesaria. Es indispensable que exista, aunque fuera artificialmente, un lugar del .discurso adaptativo, un lugar en que un acuerdo acerca de un horario - aun si conocemos la escasa significación de los horarios- pueda. momentánea y convencionalmente valer por su contenido manifiesto. Lo que constituye a la vez la disimetría y la relación ambigua del a.pun,,.talamiento vale aquí: todo aporta su contribución a lo sexual. ! El plano llamado de la adaptación o de la autoconservación es1tá entramado por lo sexual. 1,.,,. La segunda significación de esta situación del diván, bastante diferente de la distinción entre las posiciones acostada y de ·pie, es la reducción ele los elerneutos no lengu<u·eros ; y lo que Freud designa como la exclusión del ver no es más que uno de los complementos de la regla fundamental. Para Freud , en todo caso, esta no es una exclusión absoluta y recíproca. El analista se rehúsa a ser visto, pero en modo alguno se rehúsa a ver. Freud no se priva de mirar y de utHizar en el análisis lo que ve: «Así como la primera resistencia, también los primeros síntomas o acciones casuales del paciente mereC'en un intpr('s particular y pueden denunciar un complejo que gobiernt' su neu rosis. Unjoven y espiritual filósofo, con actitudes estéticas exquisitas, se apresura a enderezarse la raya del pantalón antes de acostarse para la primera sesión; revela haber sido antaño un coprófilo de extremo refinamiento, como cabía esperarlo del posterior esteta: Una joven, en igual situación, empieza tirando del ruedo de su falda hasta exponer sus tobillos; así ha revelado lo mejor que el posterior análisis descubrirá: su orgullo narcisista por su belleza corporal, y sus inclinaciones exhibicionistas». :rn Los dejo entonces meditar sobre este pasaje que establece un contraste absoluto con la idea de que el análisis debe, de manera ascética, privarse de todo signo que no fuera un signo verbal. Indudablemente, en manera alguna me sumo ,_como DP se sumaba Freud, a la idea de que convenga interpretar los ~ctos de este tü29..i..:pero a la inversa, supondría adoptar una' .P2.§.ición teórica que yo considero errónea, limitarse a tomar en cuenta sólo la comunicación verbal. 40 :¡~) 1 " 190 li>ül., pág. 139. ( T Sll/>t'll, pág . 1;3 ¡ y s ig. l•:n 1·111111t.o 111 f,c•t'<'i•t' p111llo clP c•11t.11 prnll< •l.,11 tl1 1I 11 1111ll '.l.11cl11 , :1 h ec;ho cspcdfko d e lit 1>1>s-i(;'i1h1 w ;oslwln, li f!r1 1t1on1. do /11 11 i J> nosis , pienso que ::iólo se lo puede examina r e n el marc o d(' los «rehusamientos» que estructuran la situación y para lo!::i cuales el término de frustración no es adecuado más que· parcial- . mente . · f .r¡ ¡ Antes de dejar esta cuestión del diván, quiero apuntar esto: hemos indicado, en la estructuración de la cubeta analfti- · ca, tre::i tipos de regla: el setting (tiempo, dinero), la reglafun· da:mental, los ·rehusamientos. En 1,m primer tiempo ~y siguiendo en esto el plan de exposición de Freud- hemos asimilado la posición del diván a un elemento del setting. Pero la discusión nos · muestra que esta es una caracteriz.ación asaz insufi: ciente: por una parte la posición acostada no está esencialmente . c;ontractualizada; sería difícil distinguir allí el clivaje adaptación.sexualidad que he puesto en evidencia en cuanto al tiempo y· al dinero. Por otra parte, esta posición üene connotaciones di- .. versas, que se relacionan con lo más fundamental del .análisis.: asoeiaciones libres y trasferencia: De manera que hemos podi"- .· do repartir, tal vez un poco artificialmente, los diferentes aspectos de la «postura» analítica según los tres grandes títulos iniciales: setting (distinción convencional entre lo que se dice de pie y lo que se dice acostado), regla fundamental (exclusión del ver) y «rehusamiento» (no actuar, derrealización, disimetría analista-analizado, etc.). De lo más contingente, de lo más determinado históricamente, la regla del diván se desplaza así, cuando se la estudia, hacia lo más profundo, lo más coextensivo con el análisis mismo. En cuanto a la regla fundamental, tomaré como punto de partida la definición que de ella da el Vocabulaire de la psychanalyse: «[ ... ] regla que estructura la situación analítica: el analizado es invitado a decir lo que piensa y siente sin seleccionar nada y sin omitir nada de lo que le acude a la mente, aun si esto le parece desagradable para comunicar, ridículo, desprovisto de interés o no pertinente». 41 El artículo del Vocabulaire de /,a psychanalyse recuerda también que esta regla tiene una historia, que sólo poco a poco se desprende primero, también ella, de la hipnosis, después de la sugestión y aun, finalmente, de las asociaciones «inducidas», ·11 .J. Laplanche y .J.-B. l'ontalis, op. cit ., artículo "Hegle fondamentale». 191 ·. ·- ., ; . en las que se pedía al paciente que asociara ideas a partir de un término inicial indicado por el analista. Así tenemos entonces a la regla fundamental que emerLA REGLA ge y que se presenta, en lo sucesivo, FUNDAMENTAL en su pureza. 42 Y si en alguna parte coMo cabe buscar algo prescriptivo, si coMANDAMIENTO rresponde en alguna parte designar una ley, es indudablemente en el momento en que la regla fundamental es enunciada. Les recuerdo un pasaje del análisis del «Hombre de las Ratas», muy significativo desde muchos puntos de vista. Es en la segunda sesión, una de las sesiones capitales de este psicoanálisis. El Hombre de las Ratas empieza a contar que un día estaba sen.tado en una comida de oficiales al lado de un capitán hacia el cual, dice, «experimentaba cierto miedo pues evidentemente amaba la crueldad. No quiero afirmar que fuera malo, pero durante el rancho de los oficiales repetidas veces había abogado por la introducción de los castigos corporales, de suerte que yo había debido contradecirlo con energía. Pues bien; en ese alto entablamos plática, y el capitán contó haber leído sobre un cas~ tigo particularmente terrorífico aplicado en Oriente [se trata del «Suplicio de las ratas»]». «Aquí se interrumpe, se pone de pie [el paciente pone término a la posición acostada; se levanta, lo que es el signo de que no quiere observar más la regla fundamental] y me ruega dispensarlo de la descripción de los detalles . [Hay en todo este pasaje un continuo deslizamiento entre el hecho de contar el suplicio y el hecho de practicarlo. Así, por ejemplo, el capitán introduce el relato del suplicio, introduce los castigos corporales . .. e introduce las ratas . Freud · ·lo comprende tan bien que pone directamente los pies en el .' piato, en .uria ·denegación de la contratrasferencia que es al mis.roo tiempo su reconoeimiento .] Le aseguro que yo mismo no tengo inclinación alguna por la crueldad, por cierto que no me g~1staría martirizarlo [el tormento de las ratas y el tormento · que consiste en hablar de él, en observar la regla, son puestos absolútamente en paralelo], pero que naturalmente no puedo . regalarle nada so.bre lo cual yo no posea poder de disposición .[aquello sobre lo cual Freud no tiene poder es la regla funda.mental]. Lo .mismo podríá pedirme que te dispeñsara dos 'cometas· [confieso que la expresión «regalar dos cometas» no está .. . \~-· 42 . . . --- Aunque .. . es bien-evidente que toda intervención o interprctaci(:nJ de .· l 3:ná~isis desempeña el papel de término «inductor» para nuevas cadenas ¡___:,sociat1vas'. . r. 19'2 totalmente clara para mí; tal vez un germanista nos dirá el origen de esta loc'ución; se podría decir en francés «regalarle la luna». Pero como lo señala la traductora al francés, el término alemán quiere decir a la vez «dispensar» y «dispensar de». Esto significa, en todo caso, que el análisis no tiene más poder sohrt> la i:egla .· fundamental que sobre el ord.en del mun.d o]. Le que la superación de las resistencias era un mandamiento de la cura que nos era imposible hacer a un lado [el término utili- ' zado por Freud es notabilísimo: la regla de que se trata es un «Gebot <fer Kur», es decir un mandamiento, un imperativo ca- J - · tegórico]». 4 :1 Ven ustedes que estamos aquí en lo prescriptivo, que Freud presenta como un 1mperal'.1vo absoluto al que ni el analista ni elpacl.e nteí)tieden sustraerse, un imperativo que, además, tiene alguna relación con e r suplicio de las ratas.4<1 La regla fundamental es en su fondo un imperativo que se emRarienta con fa ley o con el imperativo del inconciente. Este ~]:)e-;:anv-Qtie-:: ned irectamente por objeto ayudar arlnco'nciente a salir; evidentemente todo esto no es tan rosa como se lo imagina, ni tan libre como lo daría a entender el término «asociación libre»: y el Hombre de las Ratas se da bien cuenta de ello. Este mandamiento fundamental se formula corrientemen; te así en nuestros días: decirlo todo y no hacer más que decir. Para comentar esta fórmula tornaré primero el aspecto de «dec-irlo todo .. . El «decirlo todo» evidentemente puede convertirse en una objeción, hasta en una resistencia; como toda disposición, esta no está a salvo de ser trasformada en dispositivo defensivo y en lugar de contestación: el «nada que decir», la imposibilidad de decir todo a la vez cuando varias ideas acuden al mismo tiempo (lo que es totalmente evidente) o, a la inversa, el sistemático paso de un tema a otro tema, destinado a inundar la sesión y a demostrar la LEVANTAMH:NT<> m; absurdidad de la 1·egla. De manera tal LAS HEST1Ucc10N~;s que, en mi opinión, lo importante, en coNCIENn:s esto de «decirlo todo», son las condiciones negativas que le son agregadas: es el hecho de hablar sin, sin preocuparse de . . . tales o· c:_ualés irnpe¡;ªtjyps. -En otrgs térnlinos, .« decirlo todo» en sí mises imposible, y sólo adquiere su sentido por su conjunc;ión con él levantamiento de ciertas restricciones propias del <lis- dij1·. mo 4 ' 1 S. Freud, ·A propósito de un caso de neurm;is obsesiva,., en OC, 10, 1980, pág. · 133. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanchc. 44 Cf. ,J. Laplanche, Pro/Jlém.<itü:cts 1, La an_gu.stüi, .op. ci.t., capítulo :J . 193 1 • 111 ~u 11 • 111111111 ),1 ' 11111 .. 11 111111 P 1u111 l111il,11111 dnl d ltw 111 t10 q111 • rn• l1•11L11 d1· q11H111· , ( ' ll ll l i' N NOll t'Hll H 1 ·n~1tl 1 wlo11(• H, l t((ltl'llO ((lH' H{' trata d< : 1w n•sp <.: l.u.r? l"rcud las c 11u1n1.; ru e n vurlaH ocasione:; en sus a rtíc ulo::; , y d e manera c onverge nte, como las regulaciones d e la utilidad, de la adecuación a un fin, de · la lógica, por último del decoro y de lo desagradable para. expresar. Reagrupémos- las , si les parece, de la .manera siguiente : tenemos primero un levantamiento de la lógica interna habitüa'hen todo discurso que se .proponga decir ,. mostrar o probar algo, en, favor de lo ~.;.;.­ <f ue se 11~~ª «asociación libre», es decir _d f mm w~~q diferen~ ,.. -~e , una logrea del paso a paso, que se «hbern» de 11ua regla ge1;:t~ral o de 1m fio ru:.eestablecido . Pero tenemos, además, le- · vantamiento de esta segunda lógica asociativa en favor de «lo que acude a . la. mente» aun si no parece tener ilación con · lo que· precede o lo que sigue. Es una distinción que encontrará su apoyo en los dos términos alemanes que erróneamer:ite se suelen traduc ir al francés por la única palab1·a «asociación».' La Assoziation es producida en cadenas continuas, según una lógica preconciente-conciente que es la del paso a paso. La Einfall es una «idea que cae» no se sabe de dónde, sin nexo con el contexto o incluso en un vacío asociativo. Evidentemente, en e l nivel inconciente, la Ein,fall remite a ofra cadena asociativa subterránea, de la que ella no es más que el resurgimie nto pu ntual. Por último, tenemos un levantamiento de los irnperntivos de moral, de las restricciones d e decoro y de las consideraciones de persona, en particular las que tocan al analista. ~ un formulada de este modo 1 no corno un decirlo todo sino é:<?mo un «no ceder a las restricciones del decir», c::;s seguro gue" e i f.a r e gla: a:dqmere un sentido tan absoluto. fiñ «Capital», qu,e un día u otro será infringida. Freud insiste en ello, y tras él 'tagache, qmen por su parte pone el acento en el interés de estas infracciones como tales, en la perspectiva de un análisis de las resistencias. ~.co mprender la regla fundamental desde un punto de vista metapsicológico? En un lenguaje «económico», se lapoO_!:ía enur:iciar como una hm1t:ac10n tlel proceso secundario y una liberación del proceso primario ; esto, evidentemente, con muChas resérva~ . pgraue la cura en ningún caso puede ser considerada como «el discurso del inconciente». Lo que a lo sumc> pone en evidencia en ella es cierta gravitación en torno de ciertos puntos que hacen suponer que el inconciente desempeii.a allí un papel de atracción , lo que Freud llamaf.•puntos no<:ia' (~ réS) que es posible registrar cómo signos indirectos• de lae urg~ c. . s_é'ncia de un complejo. Por otra parte, tampoco olvidemos que . se 194 lr11·011( •l1•11I é• 11tl fllltO ('O ll l.lél ll é• 11 lví'li •11 d1 • fi l'j.(1111 l:.r.1wM11 o di' dt • :-1org:.utl:wd(111 , c 11 <.: orn1spo nd c 11du con la poh.u·l<Jad de las p11I '11l t\ siones de vida y de las pu lslones de. mu e rte , y gu~ un discu rso) por completo desorganizado sería justam e nte aquel de la puJ, s1on de muerte o, al menos, ese discurso imitaría el proceso -. · ae lk.Pulsión de muerte. . . . . . ·¡ . -- Ot rn formuladóu, Tiastante conocida, para representarse lo. ·: · _que "ocurre con la regla fundamental, es la idea de un aban~. ¡. <~>110 dl' las n•1n·esentaciones-meta concientes. El ténnino de · · ~representación-meta, Zielvorstellu.ng, ~~ una expresión que. · · Freud no ha forjado, puesto que la t LAS """"'moNTACR•NES encontmmos en los psiquiatras de la ¡· META ñnsma época, en particular en MeY-. . nert . En La interpretac-i6n de los siw- · ~ Freud la utiliza para Sig'ñiftcar que .todo discurso ~stá po.- ( larizaao:ñ'o hay ningún discurso g ue no funcione s~gún ·c:!..~!1<:1. l g1·avitaciún. <¡lit' no esté dirigido y orie ntado por repre senta~. <,:i;;1ws-m<'la ; ele manera q~, cuando las re'pí-e.-;ent~ ionC:.;::-_~t~t:_á con<·ipnl(•s son abandot'la<las, ello no significa que el discurso 11rnrd w sin meta, sino que se hace sITí<>aOt í:agravitaciÓt~~ t ofñO<l(71·<•Jl.r<'se ntlll;.iwle~.=.iiiefi)Tñi'.:u~n.cign t;es . ·------· ·· -· Tomemos el ejemplo de una representación-meta principal: aquello para lo cual uno se pone en análisis; con frecuencia, es para desembarazarse de un síntoma que se emprende u.na cura, y e videntemente la primera idea, enteramente loable y al mismo tiempo enteramente anti-analítica, es centrarse e n el síntoma, tratar de hablar de él hasta encontrarle el sentido. Es algo que un Groddeck ha practicado de manera concertada: terapias en que el centramiento en el síntoma se mantenía d e -~{\ , )\ manera sistemática. 4 " Por el contrario, se puede decir que, e n ~ U~j}: · e1 análisis, esta gravitación en torno del síntoma, e sta idea de n~ S, una curación directa del síntoma, pasa a lo inesencial, en tan- YJ _,.. to deviene esencial algo que en apariencia no tie ne relación NJt> · con aquel. Lo mismo debería ocurrir ~para tomar otra repre - · sentación-meta que en ocasiones lleva personas al análisis- en · lo que concierne al proyecto de hacerse uno mismo analista. Habría que ser ingenuo para pensar que basta c on promJriciar""-una· vez por todas la exclusión de las representacionesi!leta para que estas ya no dese mpeñen ningún papel. :por otra parte, la meta de la curación, o la meta incluso profesional, está estrechamente intrincada con la trasferencia y con esta .'en r }J\ 4 r. Cf. .J. Laplanche, Prol>l<'nuítfras IV, El ·h worwiente y el ,,¡¡,, , Bul' nos Aires: Arnon-ortu editores, Hl87, págs. 182-fi. 195 •iin! 11 •1111111 .. 111111 h'il 11111 1 111111 · d1 ·l 111111ll1i l 11 •JI l 11 111lil1\ 11 .. 1 11 111 0 p o 1d hl1 • d o lu 1•11 1 1111"11 p1 o l1 111lo 111d , ttl 1•1 u T011t l 11iy . l ~M 1•vl dm1tt• ttu <• eMtll l<l<'a <I ~ d 1• p 11 111l o 1· 1l<·l armll Ht~l, e n el d hiC U nio qu o v am os a pronunc ia r , <: 11 e l rnomc n to m ism o e n q u e le d e m a nda mos que nos libe re 1) 1 1111111d1 1I 11 1111 11 111 11 111 1 Vl'Jl 1 o q u e n os c onduzca a alguna parte, es uno de los obstáculos principales para la observancia de la regla fundamental. ¿Quién iría, en efecto, a insultar a su dentista en el momento en que t está P<?,r introducirle el torno en fa boca? i Varias cosas conviene entonces destacar: este levantamiento de 1a.s representaciones-met a concientes no puede ser más que ún proceso¡ una tarea intíñitaasíñtOtica, y no algo que se pro1 nunciara de una vez para siempre¡ la regla iundament.al es la \' regla de cierto devenir. Por otra parte , la distinciún elltn' r·epresentac10nes-meta conc1entes y representac10nes-meta mconcientes tal vez no sea perfectamente pertinente si uno tiene en cuenta que las representaciones-meta concientes están ancladas a su vez en el inconciente. ¿Sería mejor formular así las cosas: desaprendizaje, o progresivo descuido de las represenciones-meta concientes adaptativas? Desaprendizaje para el cual la actitud del analista es un factor rector, y en este sentido Freud no se equivoca cuando dice que a esta regla fundamental tampoco el analista puede escapar, ella le es impuesta también a él. Por último, la regla fundamental no puede ser separada, salvo artificialmente, del capítulo de los «rehusamientos»; los rehusamientos de la lógica o del decoro, incluidos en la regla, están íntimamente ligados a lo que se llama las «frustracio.nes» en .la situación y sobre todo a la «neutralidad benévola» . 1 t. . .. n, . . . . ; ·. ... 3 de febrero de 1981 · Antes entonces de.evocar el capítulo de los «rehusamien. tos•;, que ·introducen en la posición del analista, retomo todavía el -modelo de la cubeta, cubeta que defino como sexual, aunque recordando que allí cuatro términos están en una relación estrecha: sexualidad, trasferencia, lenguaje y fantasma; térmi'nos que par~cen incluirse o superponerse mutuamente, . dé manera que ciertos analistas parten de algún otro término qu~ es 'el .de lo sexual para definir la situación analítica. Definlr la cubeta psicoanalítica por la sexualidad es evidente- · mente una toma de posición: la de una descripción energética no 196' do 11 11 10 d 1• 111 11111 l 11 d , 111 1' 11 1 11 Y lll 1t lfll1) ll d1 • 11 1111 dH!il l lp Altli'l 'llAl 'l ' ll'N' <"11> 11 l1'> p l1'11 lo NIO:O ·(l l•:NEl-lfS SIO ll ('li 111 1h1 qll (' rd m t ll pnix l111 11 11 t' ll 111•1 p11I (• I l111·1>111·k 11 t.1· , y q u e so n las p u l8ion cs scx u a lc:-i. La instauración, e l trazado r e n o v a d o d e l «espacio a n a lít ico», para retomar el término de Viderman, t e ndrá por fun ción cr.eo,r »esc lugar cuasi único de lo sexual. ¿Un lugar cuasi único? Esto nos plantea la cuestión de saber si verdaderamente hay que ,atribuirle un privilegio por relación a otras formaciones de1'inconciente y, en particular, al sueño, lugar, también é l, cuasi único de lo sexual. ¿Habría entonces dos vías regias , o más, hacia el inconciente? Pero es sobre todo e l término «crear» el que requiere explicitación porque crear puede tener el sentido, simplemente, de delimitar , en lo real, este espacio; por lo tanto, de abstraerlo con un gesc to que se emparienta con un gesto finalmente epistemológico. ¿O bien crear es engendrar, producir, lo que plantea la cuestión de un neo-surgimiento, incluso de una n eo-gén esis de lo sexual en la cura? Es una cuestión epistemológica de importancia, que uno puede plantear sobre todo a prop ósito de ese lugar de la captura psicoanalítica que es la interpre tación . ¿Sería la interpretación sólo un punto de vista, en cuyo caso cuál sería su privilegio: si es un «punto de vista» , e llo quiere decir que hay varios puntos d e vista posibles? ¿O bien la inte rpretación es una creación pero, en ese caso, no menos que en la opción precedente, corre el riesgo de ser desvalorizada, esta v e z por el lado de lo arbitrarió? (es la posiciún d e Vide rman , al menqs en cierta dirección de su pensamie nto) . Arbitrariedad de la creación pura o abstracción del punto de vista, estamos aquí e.n tre dos escollos. Para tra t a r de salir del paso, recuerdo dos refe rencias que ya he empleado: por una parte el psicoanálisis exportado, por otra parte el sueño. La referencia al psicoanálisis exportado: indiqué que podía servir de contraprueba a la cura, que seREFERENCIA AL ría el psicoanálisis «indíge na •., «el que PSICOANAL1s1s está en su casa» . Aparentemente, en EXPORTADO el psicoanálisis exportado, términos como «abstracción» , «punto de vista» psicoanalítico, parecen perfectamente justificados. A priori, en el psicoanálisis exportado, parece cierto que el psicoanálisis no crea nada •- en el sentido en que yo hablo de una creación de energía nueva- por el hecho mismo de que mienta objetos que están fuera de su aicance. Es un trabajo a distancia, se trate de interpretar una vida o una obra, o un fenómeno social 197 pi•'",."'"' n 11 ha 11 p 1t l1 •11 loHl11 d 11 11 111 111 111011111 , n 11 111 11 H>d ll 111111 1cw 111 111dn li1 1~ t,1~l'l l'11, (• ·0111c> o l .. 11 t.11dlo d n l 1' 1•n 11d 11t>hn· p i 1-1 111 ·~ 1111('111.\l dt·I ll1011oto.ÍHHIO) . Se h u.ce bi e n e n r ecordar esta e vide n c ia: que , e n e l ps ico a n úlis is e xportado , e l objeto está ausente, y no está allí para rc ::;ponde r, es decir para ofrecer verificaciones. Conocemos la epis temología de la interpretación y de su verificación tal como Freud la explicitó largamente para mostrar que el proceso de la interpretación no encontraba su ·verificación en la aceptación o en el rechazo por parte del sujeto sino en la fecundi dad de esta interpretación, es decir en el surgimiento de un material nuevo, poco importa que este resulte o no marcado - con el signo de la aquiescencia. En otros términos, una interpretación que se verifica es una interpretación que desemb<)ca en un nuevo viraje, en asociaciones nuevas; una interpr·eta:. ción que no se verifica no·es la que resulta negada, sinH la que ' fracasa y queda sin eco. - Y bien, para retomar. un término empleado por otro autor, resulta evidente que es en el psicoanálisis exportado donde la «violencia de la interpretación•>, en el sentido epistemológico del término, sería la más intensa. Pero esto no e.s en el sentido e n que el sujeto no estaría allí para aprobar intelectualmente la verdad de lo que se enuncia. Desplazando la prueba del lado ·de la fecundidad , uno advierte que para esta violencia d e la interpretación hay empero paliativos -.y en particular toda una metodología posible del psicoanálisis exportado . Uno de esos paliativos es la prudencia en el vaivén, y sobre todo cuando «lugares» diferentes en el objeto se prestan a ese movimiento : me refiero por ejemplo al vaivén entre la vida y la obra, o también entre la obra escrita y la obra dibujada o pintada. Ya he t enido la ocasión de señalar lo que un Eissler ha podido espigar en esta especie de sustituto de la asociación libre que representan los cuadernos de Leonardo, apuntes sucesivamente a bandonados y después retomados, sobre los cuales se yuxtap onen en períodos diferentes elementos dibujados o escritos que a priori tienen un aspecto totalmente heterogéneo, pero e n los que se puede descubrir una lógica escondida y nexos s ubterráneos. 46 El psicoanálisis exportado, por lo tanto, no deja de ofrecer garantías de seriedad epistemológica. Pero es cierto que el disc urso ·psicoanalítico permanecerá en este caso siempre exterior a su objeto: considera lo sexual como algo que está ahí y l¡ 4 " 19 8 Cf. Karl Eissler, Léonard ele Vinci, París: PUF, 1980. p111 1'id 1'111'1 1 .Y 110 pc11 • l 11 11 •.,1 1 11 1q~ li N111 •11 •0 l1t d>1'I dl1 •li11 1111•11<1 11 dc •l p 111<'111111 11l11dtt t•xpcn · G~uil·ro 110 o l¡ r-; t,u11t<: H u g<.~ril' l< 'H (':-1 1,o, q111 • M1· 1· l 11 l'ln l ('11 \' Hl.u l)l'PV(' n •1w 1111 1·n 111p111·11,l.lv1t tado y d e Ja c un-l. una vía de inve stigación y una inte rrogación m e tap::¡j('ol ógk n : preguntarse por qué, precisamente, e l psicoanálisis exporta do encue~tra su lugar privilegiado en los fenómenos d e cre ación . cultural, sean individuales o colectivos . Esto, dejando .de ladü que se trata de fenómenos más «interesantes·~ q.ue otros porqu·e son fuera de lo común. Creo q1,re aquí hay algo más, en la r;i:w~ dicta en que .e stos fenómenos culturales presentan, ·como higa-· res traumáticos y lugares de creación sexual, cierto· parentes~ · . co con la cura. Nuestra: otra referencia para la cubeREFERENCrA · ta es el sueño, y por algo he tomado. AL SUEÑO este modelo de la Tra:um.deutung .. Es· a partir de esta indicación.de Freud.d~ que es preciso re-enrollar su esquema de la Traum.deut'Úng como he llegado a la idea de que se podían dibujar las cosas ha.in . la forma de dos cilindros tangentes. . ¿Qué ocurre con el sueño del punto de vista de ta· puesta fuera-de-juego d e lo que no e s propiamente sexual? Siguiendo a F'reud, podemos decir que hay una doble puesta fuera-de juego que conviene distinguir muy claramente . Tenemos, por una parte, una exclusión d e l nexo con el mundo exterior, e vi dentemente en relación con el dormir y bajo la forma de lo que se podría llamar la borradura de las flechas aferentes y eferentes (estímulos sensoriales y respuesta motriz), con lo cual queda prácticamente entendido que a partir del momento en que estas flechas recomienzan a funcionar, por eso mismo hay despertar. Pero esto no es verdadero sino en primera aproximación, porque es preciso tener en cuenta el trabajo operado por el soñante sobre estímulos sensoriales subliminales, que no bastan para despertarlo, pero que son metabolizados en el sueño. Junto a esta primera exclusión, que sería la de «lo adaptativo», considerado bajo la forma del esquema estímulo sensorial , respuesta motriz, tenemos, por otra parte, una puesta fuera de juego del yo y del deseo narcisista del yo. ~sted~_~.§-ªQ~ que conviene distinguir bien estos dos niveles -el de lo adap~" t~tivo y el del deseo narcisista del yo-i~L!fl~r encuentren s!n cesar replegados el uno sobre el otr . El yo ebe ser consi- }(~,) ./ <_!erado como lo que reinviste sexualmente a lo adaptativo, J2 que toma a su cargo, Eºr amor narcisista, los intereses de la áutocortservación. Y bien, estos dos niveles distintos son tratados muy diferentemente por el sueño . Lo adaptativo--e8taría, 199 .. ·'en el sueño, simplemente desaferentado : el durmiente, aun antes de ser un soñante, se despoja de sus lazos con el mundo exterior .(simbólicamente, hasta se ha quitado sus .g afas antes de dormirse) y .y a no reacciona a las estiinulaciones de una manera motriz directa. En relación con la puesta fuera-de-juego del yo, sería más bien una puesta ccen suspenso»: los deseos del yo persisten pero, al mismo tiempo, se trasladan a los límj; _ _ cam,eo, esdecir ™se unen ~D un SQlo deseo 1rne <;on-_ s1ste enmantener la cubeta dcl,..sue.iio. Hay ahí una comparaé W!>osible entre el mantenimiento de los límites de la cubeta del .sueño por el yo, y el mantenimiento de los límites de fa cura, si no por el anaíista solo, cuando menos 12or el eontrato' aní¡llíticclJ De estas dos puestas fuera-de-juego, la más interesante, en definitiva, es indudablemente la del yo, porque se produce el ~d~~~_ge genio del su~ams.iste en..o.rn¡;larel ....,,~ , se podría decir, para dejar que el deseo juegue más libremente. En cuanto a lo que Freud dice de la desaferentación, sabemos bien que esta no es sino muy relativa y que no podríamos conformarnos con un esquema tan estrictamente conductista, que calca el problema de lo cotidiano y de lo autoconservativo sobre el esquema estímulo-respuesta. Sabemos sobre todo que las preocupaciones cotidianas persisten en el sueño bajo la forma de restos diurnos, y que la vía de la interpretación del sueño encuentra necesariamente <primero, en su camino, los intereses y cálculos de la vida diurna. La pretendida desaferentación del sueño es por lo tanto sólo parcial; más bh¡m se trata de un cambio de investimiento porque los restos autocoitservativos 'son liberados, deslastrados energéticamente, para recibir una trasferencia de energía sexual. Otra cuestión, otra preocupación acerca del sueño, y que va a· reconducirnos a la cura. El sueño, como cualquier otro · fenqmeno humano, puede ser tomac;lo como un objefo de interpretación en el sentido del psicoanálisis exportado. El psicoanálisis exportado al sueño es cosa corriente, en el cuadro de cierta patografía psicoanalítica. Pero se podría sostener también que .el autoanálisis, y en primer lugar el a"utoanálisis de Freud, se sitúa en el límite entre la cura y el psicoanálisis exportado. Indudablemente, el análisis de sus propios sueños, cuando es sistemático y continuo, es arrastrado en un proces~; pero ai mismo tiempo hay ahí como un tratamiento científico sistemático de un objeto. E indudablemente, el autoanálisis de Freud es análisis de sí mismo, y no análisis de los sueños de otro; además, está inmerso en el diálogo con Fliess. Pero la cues- tesoel -,:~- 200 EL SUEÑO COMO EXPREs10N Y Uó 11 li t \ d oh od11, n 11t.0111 ·o r1 n 1d l1·11 lt'l11 11 , 11 prop6Hil.o d Ol Hll (..' t'() d (' lltl'O cll ·l 111111 ll•d1; mismo: ¿es e l s u eño un ,ol'>.)ol<> <l t 1 111 coMo cmsoL terpretación y, por eso mismo, es u n medio? En otros términos, ¿cuál es e l sentido de la expresión freudiana de «Vía regia»? ¿Y no amenaza esta idea con reducir el sueño, a pesar de la :dignidad que así se le atribuye, al estatuto de medio? La idea misma de una «Vía» se opone a esta otra idea de Freud, que él sostiene con no menos vigor: que los sueños no están hechos para ser analizados, que hay sueños fuera del análisis, y que ta función del sueño es diferente de la función analítica. Ya he remitido va.rías v~ces a un número de la Nouvelle Revue de Psychanalyse dedicado al sueño. «Espacio del sueño», por sí solo, es un título sugestivo para nuestra cuestión porque se sitúa en correspondencia con «espacio analítico». Uno entre los muchos artículos interesantes es el de Roger Dadoun, que se intitula «Los ombligos del sueño» . Dadoun es entre otras. cosas un especialista en Roheim, y sus referencias principales son aquí Roheim; por una parte, y Deleuze y Guattari, por la otra. La idea central (de la que yo no me erijo en defensor en un ciento por ciento) es que la interpretación de Freud, por .válida y genial que sea, hace violencia a la t'hnción creadora del sueño,. función que sería (y aquí soy yo quien reintroduce el término) la del «Cumplimiento de deseo». El Erfüllung, el cumplimiento,, es un término mucho más fuerte que una simple realización fantasmatizada. Es la idea de que el sueño es el lugar mismo donde e l deseo se hace deseo. El lugar en que (Dadoun retoma los t~r­ minos de Deleuze y Guattari) el deseo se «maquina». Dadoun se apoya sobre todo en el último iibro de Roheim, The Gates of the Dream, que él interpreta dentro de cierta perspectiva: «El sueño no es solamente visión, no se reduce a imágenes oníricas -reducción que está en el fondo de toda interpretación simhólica- ; es de igual modo fuerza y vitalidad, es decir energía libidinal, potencia sexual [esta es una teoría del sueño recogida en el nivel antropológico, en ciertas poblaciones, pero que Dado un amplía a la .concepción de conjunto del saeño]; y esta potencia, esta energía de vida elemental, originaria: esto "originario" es lo que designa el concepto de "tiempo del sueño'',.. 47 Y ahora, del mismo Dadoun, un segundo pasaje, inspirado 47 En Nouvelle Revue de Psychanalyse, nº 5, primavera de 1972, pág. 242. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche . 201 en Deleuze y Guattari, con lo que hay de más sugestivo en su idea :de rnaquinaria·, ·• una idea que ·no es absolutamente ajena al Freud' de la Traumdeutung ·O ' del ' Entwurf: «Antes por lo tanto que -decir, según la opinión corriente , psicoanalítica o no; que el sueño es sexual, ¿no es más certero concebir la sexualidad corno onírica y sostener que una de las funciones v_itales del sueño es fabricar la sexualidad, ser -para recurrir de nuevo a las expresiones sugestivas de Deleuze y Guattari- la maquinaria del deseo? La actividad onírica tiene algo mejor que hacer que consumar los restos diurnos o cumplir, según ·e1 modo alucinatorio, las menciones objetales del sexÓ; y tarnbién,hace algo más- que cum/pÚr o manifestar el deseo: lo fabrica, lo "maquina",,, 48 Indudablemente es preciso guardarse . de cierto misticismo del sueño, del que este artículo de Dadoun no está del todo exento. Pero, al mismo tiempo, ¡a qué curioso trastrueque y a qué curiosa dialéctica se somete aquí la formulación de Freud que he recordado: «La utilización de sueños en el análisis es algo muy alejado de su propósito original»! En otros términos: uno ha soñado, y para algo bien distinto que para que el sueño devenga la vfa regia del análisis. Formulación que parece poner en guardia contra la idea del sueño corno vía regia. El sueii.o sería lugar de cumplimiento en el sentido fuerte, más allá de su interpretación-desmontaje. Pero si uno tiene esta comprensión del sueño (concepción de la que encontrarán ustedes también un eco en el artículo de Pontalis de este mismo número); si, por lo tanto, el sueño es un lugar de cumplimiento más allá de su desmontaje, ¿no puede uno dar vuelta las cosas y sostener que la sesion también, la cura, en la medida en que no es una mera técnica de puesta en evidencia de lo sexual, sino que procura ser el ·crisol de lo sexual, reencuentra cornó desde el interior su connaturalidad con el sueño? Un crisol, después de todo, es otra forma de cubeta, con más la idea de que e l crisol es lo susceptible de contener algo a temperatura muy elevada. Se ha pretendido que la connaturalidad del sueño y del análisis se produciría por medio· del ·lenguaje; es la famosa reducción del sueño al «relato del ·sueño», en tanto solamente este nos permitiría abordarlo: afirmación cuyo idealismo vulgar nos deja perplejos, Decir que algo es siempre el relato de algo es una afirmación sin valor. Pero, desde nuestro punto de vista, lejos de signarse por el lenguaje, la connaturalidad e ntre el sueño y la sesión se establecería en el nivel energético 4 8 202 !bid., pág. 252. t y procesual, en e l s~l)tido de que suút1o y c urn Hcdn11 lloH <'l'hio les principales del deseo, del Wunsch sexual. Acabamos de recorrer un doble desvío, por e l psicoanálbis exportado y por el sueño, con el propósito de esclareeer nuestra problemática que concierne a lo sex:ual·en la cura; ¿se trata simplemente de un punto de vista, de una delirnitaéión arbit~a~· ria, de una abstracción? ¿O bien obeLA Cl.IHA: decería a la esencia misma del pro-· Asc F:s1s v ceso analítico que se produzca en el A<iO<iIA algo como un neo-surgimiento -una «neo-:génesis»- de lo sexual~ Eviden~ temente, tenemos que desconfiar de las palabras, tanto de ~Se· . ta de «abstracción» -corno de esta de «Creación». He in.tentad<~· , rnostr.a r que cuando yo hablaba de abstracción·, se trataba de · una abstracción en acto, la abstracción que traza los límites . de la cura. En el intento de poner de relieve la significación metapsi-. cológica de la situación analítica, nos hemos desplazado poc9. a poco de lo más exterior hacfa el centro·, pero sin definir el· proceso mismo (lo' que no haremos, ciertl¡lrnente; este año). El . psicoanálisis ha sido comparado con un proceso iniciático y sin querer adoptar esta expresión ~tampoco esta- para nada que no sea una comparación enteramente pasajera, indicaré que en un proceso iniciático se pueden distinguir tiempos diferentes: primero el momento de la ascesis, que se puede llamar, con un término mucho menos nobie, el de la abstracción; después el movimiento pedagógico o, más exactamente, agógico, aquel en que el iniciado es conducido de la mano hacia algo; y por último, el momento propiamente iniciador. De la ascesis y de la agogía (que no es educación), ya hemos indicado sus correspondencias en la cura: la ascesis o abstracción conespondería al clivaje y al aislamiento del encuadre, de los cuales hemos intentado mostrar todo el interés que tienen porque permiten mantener la cubeta en su constancia y a la vez dejarla libre para las infracciones, los ataques y, evidentemente, las interpretaciones pulsionales. En lo que concierne al aspecto que podríamos llamar agógico, y bien, lo reencontrarnos principalmente 'e n la ·regla fundamental. Indudablemente, la regla fundamental es presentada como un mandamiento, un Gebot. · Pero al mismo tiempo no hay que temer llamarla también un aprendizaje, si se toma este término en el sent~do más noble, más allá de una psicología estricta del aprendizaje. Recorde.mos esta fórmula de Lagache: que el sujeto debe «aprender su oficio de analizado».. Decir que la regla fundamental es un ofi- 203 .· •. cio significa que no basta enunciarla para trazarla, sino que ·es preciso después ponerla en vigencia sin cesar. En cuanto a la regla fundamental, hemos insistido ya en los rehusamientos, los Versagungen, es decir lo que el analizado debe tratar de dejar de lado; lo sabemos por el enunciado mismo de la regla: es preciso apartar sin cesar los lastres de la l9gica, lo mismo que los de la adaptación tomada en el sentido más amplio de este .término, incluida la adaptación a lo que pudieran ser los eventuales prejuicios y reacciones del analista. Aceréa de este deslastramiento; de esta liberación del proceso inconciente, miremos un instante por el lado de lo que se desig~3) ·-. na como el correspondiente, de parte LA ATENc10N del analista, de la regla fundamental; 1GUALMF.NTE quiero referirme a la «gleichschweben. \ : [~ de Avfmerksamkeit•.J;jo se trata sola.. mente de atención flotante, sino de una atención~~flotante. Creo que es bastante importante observarlo porqúe, en la regla fundamental plJ.ra el analizado, no se habla .de «asociación igualmente libre»; la idea de igualdad nos lleva del lado de un factor económico esencial, en el analista. Dentro de un instante volveré sobre esto, par~ indicar en primer lugar lo difícil que es teorizar esta «atención igualmente flotante•. Ustedes encontrarán registradas, en el Vocabulaire de la psychanalyse, las dificultades para concebir cómo el analista podría y debería, lo mismo que el analizado, dejarse llevar por sus asociaciones. Uno comprende bien por parte del analista el resultado de su propio aprendizaje o, más bien, de ·st:Ldésaprendizaje. Uno aprehende bien la liberación de cierto tipo de asQciaciones, debida al análisis personal, aso. ciaciones que Freud, de una manera ciertamente un poco rápida, no teme llamar «inconcientes•. ¿Qué puede significar, tal cual, •abandonarse a sus propias asociaciones inconcientes•?4 9 · Otro pasaje de Freud es más explícito acerca de esto, sin que en él la .metapsicología de la atención flotante sobrepase el nivel de la comprensión fisicista: «Es fácil colegir la meta a la cual convergen estas reglas que hemos· presentado separadas. Todas ellas pretenden crear el correspondiente, para el médico, de la "regla analítica fundamental" instituida para el analizado .. Así como este debe comunica?'. todo cuanto atrape en su observación de sí atajando las objeciones lógicas y afectivas que querrían moverlo a seleccionar, de igual modo el médico debe ponerse en estado de va49 204 S. Freud, •Sobre la iniciación del tratamiento-, op. cit., pág. 135. ~ rizar para los fines ..de la integración, d e l <llHcc rnl111l<'11to d11 o inconciente escondido, todo cuanto se le comunique , si n HU H· ituir por una censura propia la selección que el enfermo rc:; ig-¡ nó; [Y esta comparación famosa:] dicho en una fórmula: debe '!'ver hacia el inconCiente emisor del enfermo su prnpioiii~ .rl(?:} conciente como órgano receptor, acomodarse al analizado co-\ ino el auricular del tetéfono se acomoda al micrófono•. 50 1 Definición que ciertamente plantea muchos más problemas de 10s que resuelve porque, en realidad, ese «correspondiente» no es tan evidente. Q.na pura y simple réi>hca de las «asociaciones libres•, de parte del analista, implicaría que el se abandona á sus pensllmleiítos, lil soto albedrio de sus propios fantasmas _ , inconcientes. Pero desde luego que no es esto lo que Freud exíge, y esta misma idea de una resonancia en común implica un proceso orientado diversamente, o diversamente «desorientado•, que el proceso de la asociación libre del analizado. Si el analista se abandonara a sus propias representaciones-meta inconcientes, que sabemos que es imposible suprimir, no se advierte la ;azón por la que esas dos oleadas de asociaciones se encontrarían necesariamente en «la misma longitud de onda•. Todo esto para decir que la idea de no privilegiar nada¡ de parte del analista, no es sostenible. ~n ~ambio, una idea que me parece más mteresante seguir es la connotada por'"'el !érmino freudiano 9-e •Correspondiente.!! (Gegenstück), que s~­ giere un funcionamiento apareado entre la regla fundamental y la atención. libremente flotante. Si tornarnos en consideración las condiciones económicas d ción una atención ~i ua rnent.e • otante supone un investiniiento igual de los contenidos; pero . a in . e que es a igua •.· a . sea respeta a, .e n el di'Scurso común del analista y delanalizádo, es preciso que por _y 1 ...;;,nl'~H:l>nl.n.L• lq .,.Jri..ro ....... iA ...... ;:¡...,.¡ ..,._... . . 1,."'+·.:. · ,.......,. . e_--------------------· . . . . . -............ , . . _........ ---"·x IAX ........ _ .................... .....:.. .......... ,.."' . . . . , el propos1fo de ponerlo todo en un mismo plano, puede hacer las veces de un «Contrapeso• que restablezca, en un juego en común de las dos reglas, lo que, _por parte del analizado, es desdeñado en favor de un discurso que sigue lastrado por intere- :;._ ..- -- . ses cotidianos o re"uicios lógicos. Es lo que-podríamos llama~c;·l·'. -·/'' la función d m rayad< por el analista, función que es erni- :~ ;,J,~' ñentemente económica, ~ferente de la función de la interpre- J....:..: tacióh aunque conduce directamente a ella;, subrayar, investir lo que se deja en un rincón, por parte del analizado, es un tipo 50 •Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico•, en OC, 12, 1980, pág. 115. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche . 205 t 2 06 PIH •di* 1•0 11v111•l li ' "Hll ltt ll ll V • • ll•_l llll\11 1 110 1d.rn1Ttl111T, 11.l71.1_1 •w111 b ajo uno de s u s aspectos, ba.io lá form a d e l rcl.1us1u11ie 11 t.o n npor tar sus propias soluc io n es a las c u estiones d e l anali zado, de LH:. ser puesta en perspectiva sobre la situación d e l niño para qu ie n los medios de simbolización adulta son al comienzo inaccesibles y sin duda también parcialmente rehusados. k_a lograda. expresión de «Sujeto supuesto saber» es uno de los hallazgos e positivos de Lacan. El su·eto su ues= .. SuPuEsTo-sA11E1i.. to sa er es en primer lugar el adulto v s1TuAc10N para el niño. El adulto propone una INFANTIL situación sin cesar excitante y enigmática, sustrayéndose las más de las veces de á,Yudar a explicarla o, como decimos, a simboliza rla Agreguemos que si él quiere proponer sus teorías, su simbolización -digamos: sus teorías sexuales adultas-. estas son bi~ évidentemente rechazadas por el niño, o eventualmente cha[!uceadas por él. Hace poco he visto citar esta anécdota divertida narrada por Freud: un conferencista producwuna exposición muy erudita ante un público culto, tras lo cual tin:a dama· se levanta para decir «lo felicito por esta conferencia tan instructiva, pero hay un punto solamente que yo no he comprendido muy bie n, ¿qué diferencia establece usted exactamente entre convexo y cóncavo?». En una teorización impecable y brillante, es de este modo el punto más elemental el únic o retenido para concentrar todo el enigma. Y bien, la teorización y la simbolización adultas, para el niño, son más o menos eso (y la referencia a lo convexo y a lo cóncavo por algo está en la historia). La educación sexual de los niños, nosotros lo sabe J!lOS, es un engaño si no consigue -y estb es bien dificil- seguir. el paso a paso de las tentativas de simbolización del p~ pío niño. Pero esto «enigmático» del adulto es igualmente un modelo de- lo enigmático analítico y de la posición del «Sujeto :>u puesto saber». En la cura habría una verdadera reapertura qel proceso infantil, bajo sus dos aspectos: la neutralidad nos remite a la seducción y al traumatismo, y en particular a lo qÜe llamo traumatismo del enigma; eE cuauto a la interpretación, necesariamente se emparienta con el discurso simboli_iante del adulto : discurso tal vez catastrófico si viene a corroborar -y por eso mismo a obturar- la idea de que el analista sabe toda la verdad del analizado. X MI OH )11 t.11111po11Uv 11 , q uv s v t rn t n <ll' 111os t.ra r la v[a ha rla un a ct l <· 11 dó 11 111 \Ís i¿{ l lfll 1¿e_::'.:l de n tro d e l p roce s o co nju nto de l apa li zad o X de l a n a lb ta ., _,. El ú ltimo t é rmino que quie ro mencionar para poner un ja- · lón con miras a elaboraciones ulteriores es el de «neutraHdad ben é vola,., que compromete t<>da la problemática de la cura por el camino sesgado de la posici<ín del LA NEUTRALII>All analista dentro de la cubeta y .en sus BENEVOLA límites. La fórmula «neutralidad hené ~ vola» no es de Freud. La idea de lwuevolenc'i a se presta evidentemente a todos los malentendidos o a todas las interpretaciones. Puede ser valorizada en el sentido de un influjo directivo, sugestivo llegado el caso; se trataría entonces de dirigir la cura hacia un fin o haeia un ideal. A la in v e rsa, puede ser abandonada casi, en raz(m del carácter dud o so de este ideal, que tornaría el bien del analizado por lo qtH' e ste dice de él o por los prejuicios que pueda tener el propio a nalista. Freud, hay que decirlo, no emplea esta terminología sin duda porque él mismo oscila entre momentos en ·que su inte rés por la persona y el destino del analizado son manifiestos,. y la «frialdad» -para emplear exactamente sus palabras- que r e comienda a veces y qlie él compara c on la del cirt1jano. Cn•o q u e e l único sentido razonable de la «benevolencia», si es que se quiere conservar el término, es la idea de una recepción tole rante y a priori favorable hacia t oda manifestación del Wunsch, del anhelo inconciente. El bien del análisis es la rec epción, la comunicación hecha posible, y suscitada, de lo que p or definición se ha vuelto incomunic:tble. Ustedes ven que esta benevolencia puede al mismo tiempo, y muy fácilmente, ser considerada como una malevolencia. Recuerden ustedes a que l pasaje del «Hombre de las Ratas» que he citado antes, d onde Freud se· da todo el trabajo del mundo para explicar (y difícilmente lo logra) que él no es el capitán cruel, y que su bene volencia hacia el inconeiente tiene por corolario hacer sufrir al Hombre de las Ratas porque será preciso que este deje a cudir, reciba el pensamiento del suplicio de las ratas, y lo vuelva, justamente, comunicación. De la neutralidad, tampoco puedo hablar en unos pocos minutos sin traicionarla. En consecuencia no la detallaré este año. Sus dimensiones son múltiples, y lo es también aquello sobre lo que recae. Digamos, para retomar el término freudiano que hemos introducido, que consiste en rehusamientos opuestos al analizado pero mediatizados por lo que el analista mismo se rehúsa a hacer , y aun se rehúsa· a dar, sa.b iendo que el .,jon, lj ( I l ' li L..,,oíintco qu e 1-1lqufüi'li l'(.'<« ii'=(filf ('H q 1u· fo 207 3. La trascendencia de la t n1~ren· n c 1a 15 · de noviembre de 1983 ··. . '• .... . ... .. " La elección de los temas del discurso, para un psicoanalista, está ligada siempre a una evolución personal, evolución del pensamiento y de la experiencia, incluso del deseo. La confesión de esto está fuera de lugar, pese a lo cual es preciso tenerlo presente: lo vivo de la investigación en psicoanálisis es lo vivo de nuestra relación con el análisis y de nuestra relación personal con el inconciente. Los últimos cursos de DEA se refirieron a la «situación psicoanalítica». Y después hubo una interrupción de dos años, «querida» primero, «accidental» después, que en definitiva marcó mi reverencia por relación al paso siguiente: la trasferencia y, como se dice, .su «dinámica». «La dinámica de la trasferencia», un artículo de Freud 1 sobre el que volveremos tal vez, texto muy decepcionante respecto de su título, o en todo caso muy limitado. Con la intención de llegar a la trasferencia, incluso a la «trascendencia de la trasferencia» (es un título en suspenso, enigmático para ustedes quizá, pero también para mí; tengo alguna idea de lo que miento con ello, pero intentaremos ceñirlo juntos, si es que se puede ceñir una trascendencia), heme aquí entonces conducido a remontarme más atrás, a reanudar algunos hilos. Muchos puntos de partida se proponían cuando em: pecé a ocuparme de ·este. primer curso. Un punto de partida posible sería la oposición, o la doble D1scuRso CLINico orientación del discurso psicoanalítiY rnscuRso DEL co entre el psicoanálisis en la cura o Ps1coANALis1s psicoanálisis clínico y el psicoanálisis EXTRA-MUROS extra cura o «psicoanálisis aplicado» o. ".traspuesto» o también «extra muros». Estas dos orientaciones del discurso analítico, bien diferentes 1 .. En OC, 12, 1980, págs. 97-105. 209 pero no sin comunicación ehtre ellas, son asunto este año d e l presente curso, por un lado, y del seminario de investigación que tiene por tema la legitimidad de la interpretación y del análisis «extra muros•>, por el otro. Esta relación entre un «afuera» y un «adentro» no es simple, pese a las afirmaciones perentorias y pese a que los términos traen consigo juicios de valor o prioridades implícitas. Así, en lo que concierne al. «psicoanálisis clínico•>, cuyo único lugar verdadero está ahí donde se practica, en el e lemento de la palabra, o sea en la sesión como tal. En cuanto a su «d.ecir» (la manera en que es relatado). c-on tocia evidencia no es cl~nico, sino a distancia, selectivo, siempre marcado por opciones, teorías, distorsionado incluso. Para esto tenemos un documento rector, princeps: el diario de un análisis de Freud, el del Hombre de las Ratas. 2 A partir de este texto y de su comparación con el «Caso publicado .. ,'3 ustedes pueden apreciar el paso de la escucha a la trascripción de Freud, por las noches de esas sesiones, y después las etapas de la corrección, del subrayado, de la eliminación, del ordenamiento, de la preparación de los temas, ·etc. Hay ahí, para investigadores, un.trabajo preciso por realizar, no obstante que se han hecho algunas tentativas con el propósito de ceñir, sobre ese caso paradigmático, lo que es la deriva freudiana, la deriva analítica obligatoria en la relación de un análisis. ¿,Será esta distancia entre el decir intra-clínico (que es práctico) y el decir de la clínica (que es teorético) 4 lo que nos pone a todos tan incómodos frente a la «Comunicación clínica»? Dentro de este malestar solemos recurrir a lo que se llaman las «Viñetas .. clínicas, que son instantáneas, secuencias breves sugerentes, pero que casi siempre se sitúan fuera de dinámica. Aunque, después de todo, tal vez no sea esta una mala solución; pero ese cambio del estilo de la comunicación clínica se debería interrogar. La desembocadura, el punto extremo de esta línea es la falta de referencia directa a «Casos». De esto un autor como Lacan daría el ejemplo más ilustre (si dejamos de lado algunas viñetas muy alusivas), y de lo cual quien aquí les habla es un partidario decidido . ¿Hablar de la situación analítica sin relatar casos clínicos y sin caer por lo mismo en la abstracción? ¿Cómo alimentarse de la clínica y metabolizarla sin regurgitarla, sin aparentar res- ' ~" 1 l. ¡ 1 ~· 1' Sigmund Freud, L'Homme au:x: rats. Journal d'une analyse, París: PUF, 1974. [Anexo. Apuntes originales sobre el caso de neurosis obsesiva, e n OC, 10, 1980, págs. 203-49 .) :1 Ci1u¡ psychanalyses, París: PUF, 12ª ed., 1984, págs. 199-261. [En OC, 10, págs. 123-94.) 4 Cf. supra, pág. 62. 2 210 lilu1rla? Lcu11 IOH u~crltoH 1,(\\·11kc)ll do l•'H 111d (Inri h1 1 v111 1lio 11 recorrer desde ese punto d e vl::1tu) y no efü·o11tn1.rd'u, rn1 rnu 11 escritos técnicos dedicados a ·la situación •Cllnlcu• por cxcc l\· 11•. cia, ni verdaderas observaciones ni aun viñetas. Este malestar de la observación y del informe clínico, c uyas razones no podremos agotar, no carece empero de relación cori lo. que nos va a ocupar este año, es decir la trasferencia. La trasferencia .Y el respeto que se le 'debe, y la trasfere~cia. en . su relación íntima con los problemas del saber, porque hablar .. . de un caso desde el punto de vista de Ja trasferencia es habl.ar. de él desde el punto de vista del saber. Tendremos que volver sobre esta relación entre la tra.Sferencia y ese sello que la escritura clínica (sin hablar de la publicación) tal vez le viene · a agregar, con el riesgo de fijarla. Es un problema que se toma por su aspeeto más nimio cuan.do sólo se ve en él una cuestión de discreción. El problema· es muy otro, y es lamentable que Freud no haya abordado la publicac:i(m d e los casos salvo desde este único punto de vista, rebajando así la difícil problemática de Ío teorético:clínjco sobre· una casuística del secreto profesional, médico u o.trb. 5 Me había propuesto sopesar uno con otro dos· dominios de la palabra analítica. Veamos entonces lo que ocurre con el otro, el psicoanálisis extra cura o psicoanálisis •aplicado». Angewandte Psychoanalyse: el término es antiguo puesto que data de lós años de 1910, por lo tanto del comienzo del auge del psicoanálisis, y que se lo emplea corrientemente para las publicaciones. ¿Cómo el término «aplicación- pudo volverse · peyorativo, cuando la práctica del psicoanálisis llamado aplicado, durante todo este períodq heroico al que me refiero, digamos el primer tercio del siglo, se había realizad~, se. puede afirmar, sin complejos? El psicÓafiálisiS extra sesión era lugar tal vez de trasposición, pero en definitiva tambiert lugar de descubrimiento. Si podía haber «aplicación» era más bien la de un método que la de una teoría. No hay más que hojear las obras completas de Freud para sorprenderse por la proporción considerable de psicoanálisis «extra sesión• desde La interpretación de los sueños, pasando por La psicopatowgía de la vida coti- r !> Serge Leclaire se ha interrogado (cf. Psychanalyser, París: Seuil, 1968, pág. 83 y sig.) sobre el impacto del término impuesto por Freud en el análisis del Hombre de-los Lobos, en cuanto al desencadenamiento ulterior de un episodi(l psicótico. Pero, ¿qué decir del impacto de la· publicación del caso'? lJno podría, en esta dirección, preguntarse si la única relación del caso que no contradiría al proceso analítico sería tal vez el decir del analizado mismo. -211 . ·. 1Ua:nn (como HU noJl\l>n.J lo lrnl ka), Nl <:ld.'lto, \' I J,mm11,nlo , o l .')'chreber, hasta Psicoanálisis de las masas y anál'isis' del yo, hasta e l Moisés, etcétera.· En nuestros días se practica siempre el psicoanálisis extra sesión, pero siempre desvalorizándolo. Una desvalorización que recae a la vez sobre la «teoría» y sobre la «aplicación», en tanto aplicación de la teoría. Antes que practicarla así, con una especie de culpabilidad y el vago sentimiento de una trasgresión, ¿no sería mejor interrogarse de manera más rigurosa sobre sus objetos (que no son objetos cualesquiera, uno no hace el psicoanálisis de cualquier cosa) y, por otra parte, sobre su método, es decir lo que a él se traspone de la cura; y no lo que a él se aplica de la teoría? Y corno proponernos hablar de la trasferencia, se plantea la cuestión de la trasferencia en psicoanálisis extra muros. ¿Dónde situar la trasferencia? ¿Hay una trasferencia en un trabajo corno el Leonardo de Freud, y una trasferencia de quién, en qué dirección? ¿Una trasferencia de Leonardo?, ¿una trasferencia de Freud?, ¿una trasferencia del lector? Porque quizás un estudio psicoanalítico sería legítimo solamente allí donde hay trasferencia en el sentido analítico del término (en un sentido que poco a poco trataremos de definir). Ustedes ven que recruzamos nuestro terna de la trasferencia por la distinción de .dos discursos psicoanalíticos, uno .en el seno de la cura y el otro «extra rnttros ... La idea del «muro .. cerrado, estanco hasta cierto punto, remite a los tiempos en que las murallas de las ciudades conservaban su valor, y daban ... ..·. .entoi:ices sµ sentldo a construcc~ones de «extramuros». De la misma manera; recientemente se ha recordado que para hacer i,m psicoanál.isis no se requería solamente un diván y un sillón, · sino también una puerta cerrada. En suma, hace falta que se trace un re.;;-RECINTO cinto instaurador, lo que nos rernite-ª1._ recinto instaurador de las ciudad~ . ceremonia simbólica, incluso rnági~ ·antes de ser real: Rórnulo cuando trazaba el recinto de Roma. Estos muros, esterecinto y esta puerta, los he figurado en ·más · de un Jugar por medio del esquema de la «cubeta.. : i a'~ 1 autoconservación ~~: ' Estos son dos círculos tangentes uno por relación a·otro y que tienen un sentido de circulación invertido. Esta cubeta figura sólo de manera muy_lejana la materialidad de la sesión analítica: no es ·cuestión de asimilar las paredes del consultorio con uno cualquiera de esos trazos; se trata más bien de una tentattva de fi rar la situación psíquiCa que la cura introduce, acondi,<;iona y mantiene: os o r u os angen es correspon en a Íos dos grandes hpos de funcionamiento que Freud describe en su primera teoría de las pulsiolles: por una parte PI <:ido áe la autoconservación o de los intereses.~ también de la ;,adap~ .. ; para emplear un término gue ha sido Euesto en circula~ión por lo que se llama «psicología del vº"i y, tangente a este, el ciclo de lo sexual. ~ cuanto a su origen. más de nna. vez he explicado que deriva de otra cubeta, la del sueño, dibujada esta por Freud en el capítulo VII de interpretación los mienos. · Lo que se podría llamar la cubeta de la sesión deriva en Cierta manera de la cubeta del sueño, corno lo ha señalado con toc:J.o aciertO Artdré G:re~n-1 y bajo su. pluma esto es una crítica: la indicación de qll.e 'la seSión .analítfcaestaría corno marcada desde sus otígenes por un mé>delo que se podría ilarnar solipsista, encerrado en sí mismo. Reproche que tal vez se puede hacer a la concepción freudiana del análisis peró no al esquema de la cubeta tal corno yo lo he dibujado. Quiero decir que a pesar del término de •Cubeta,., este esquema no está cerrado sobre el exterior. En cuanto al sueño, que él esté cerrado sobre el exterior, que, si se quiere emplear un término neurológico, esté desaferentado, eso es verdad hasta cierto pu~to; en el esquema de Freud, para que haya sueño basta con suprimir las dos flechas de entrada y de salida, y el aparato funciona entonces en vaso cerra:do. Todavía haría falta preguntarse (lo hemos hecho en nuestra primera parte) si el esquema inicial de Freud es en efecto un esquema del aparato psíquico o del organismo: curioso organismo destinado a restituir en motilidad to- La 1 i ( i· 1 1 A, .[ 1 de i ¡ 212 213 1 1 l ~ do lo < ¡u ~· n•d lw e 11 l'o n11 H d v p e 1 ·c t · p ch~ 11 . y e s to d e .111 u 11 t• ru p u rame n te «re fl eja... Comoquiera que fuere, que cierto modelo del análisis pued a ser derivado del sueño no implica identidad, sobre todo en lo que concierne al modo de corte con la experiencia. El sueño está indudablemente condicionado por una desaferentación, es un verdadero repliegue _en dedo de guante, que lo vuelve hac ia .el mundo interno, en tanto que el yo, por su parte, queda fu e ra 'del campo, en un sentí.do muy preciso de esta expresión. Esto hace que el sueño haya de permanecer siempre, no cier-. t a inente como el lugar del inconciente, sino como el analogonmá s· próximo que nos ermite imaginarnos algo de lo que es ét funcionamiento según el inconciente. n o que ·concierne a l sueño, la expresión lacaniana de formacion del inconciente esparticularmente apropiada. Pero la cuestión de saber si el ~nálisis mismo, en su conjunto, puede ser considerado como t'rna formacwn del mconciente permanece ahí sin resolver. En todo caso el análisis es una formacióri. artificia( mantenida, c1!::, ~ cunscrita, por reglas Lo aue la cierra es por una parte lo que ~¡.llama el setting (marC:O-espacio-temporal , 'marco pecuniario, etc.), ~espués la regla· fundamental y, por último, lo que llamo~ !os rehusamientos del analista, lo que el anali.sta r.ehúsa y aa.•ue- _ llo a lo cual se rehúsa, sentido este que es el más próximo a e ste termmo alemán de Versaguñg', quese -sÚele ti-aducir óe \ m a nera demasiado tecnicista, demasia do próxima a la psicología experimental, por «frustración». ~Los Versagungen, los re~ 1,. husamientos del analista: he ahí; .finalmente, lo gue se denom ina su neutralidad. El término_mis!fio de regla analítica puede fácilmente prestarse a una sacralización; y no se ha abstenido de ello cierta inte rpretación del lacanismo en que la regla analítica (regla del decir) es asimilada a l~ Ley en el sentido absoluto del término, a lo «Siil).bólico>>, el respeto hacia lo cual · habría que . ínculs:ar como a la fuerza. Lo que se llama «asumir la castración» se enc u e ntra, en lo empírico, como amonedado en la observancia d e· las reglas de tiempo, de pago, de permanecer acostado, etcétera. En oposición a esta definición bien simplista de la trasgresión, sostendré esto: que el análisis, no obstante sus prescripciones, algunas de las cuales revisten. tal vez ~a forma de imperativos categóricos, no es una pedagogía de la Ley pero tampoco simplemente una invención., al fin bastante genial, de Freud. Sin duda que todo esto no ha partido de la nada, existe una génesis de esta invención de la situación analítica y uno puede 1 ¡,< r 1. 1 1 • ' ~- r·c tru:tar 1-1 11 li l1-1t.oil11 , l 'n r•o P ll 1'1 11 d11 f' l11111 l 11 r1, 111 p1ud111 in 11· 11111 ) n ado con::itil uy e 11J1 c or ~l 1111 to lo 1>1111t.11 11 t.1 • 1•n h 111n 11 ln , 1, , l11rnt11 11 te eficaz, para q ue los acondlclonum lon t.01-1, 1:11-1 111odll'k11do11 n11, encuentren difícil codificarse y s u bsbtir mu c ho Ue mpo . ,, ¿Cuál es ent onces.la idea de Cl:l.a cubt• LUGAR DE ta instaurada con la inve n cióh fre u d ia -· na de la cura y de .la sesión? Se lo poDESENCADENAMIENTO dría· dec ir así: en lá «Vida cotidia n á ... DE LO SEXUAL tenemos en efecto los intereses:. supervivencia, adaptación, autoconservación, todo lo que hace que nos mantengamos como seres humanos y que .progresemos como seres sociales. Ahora bien·, todos esos intéresesJ:12ara em- , l'ósexual. Pero lo 1mportantees concebir que esta aup11cac10n ae los mtereses por lo sexual (el hecho de que uno corre tras' el autobús no solamente para estar a · hora en su trabajo, sino tal vez por razones fantasmáticas muy diferentes) no es uní- . forme. En otros términf)s, la vida cotidiana no p\lede ser pura y simplemente retraduciiJíi"'én algo sexua¡_ Por otrá parte,'¡:¡¡· . . lj. red de las motivaciones sexuales fuera exactamente paralela, coextensiva con la red de los intereses, en definitiva no ha.: ría falta esta doble terminología, que se resolvería en un cam'füo Iex1co sin resto . Es sin duda el reproche principal gue se puede hacer a Jung, éuando él retoma e l t é rmino de libido iiaraidentificarlo con la energía psígmca en general. Es lo que he intentado formular más de una vez e n torno de la querella llamada del «pansexualismo». Hay allí fórmulas muy precisas y en modo alguno tautológicas: el pansexualismo no significa que lo sexual sea todo, ni aun que lo sexual sea la duplic ación de todo, como la cara y la ceca de una pieza de moneda, sino que ha algo sexual por reencontrar dondequiera y de una ma-) p.era no hamoqénea. a re ra ucc10n e la vida cot1 iana en algo sexual, si e sto fuera el psicoanálisis aplicado, no sería sino j un ejercicio de estilo más o menos cómico. • ¿Cómo se plantea esto dentro del esquema de la cubeta? Lo importante es que haya, entre el círculo de los intereses y el círculo de lo sexual, no una correspondencia punto por punto, sino un punto de tangencia. El lugar de paso de uno a otro se convierte en un desfiladero, un paso obligado pero puntual. A este desfiladero, lo que en la situación analítica lo canaliza son las ~eglas fundamentales: la del analizado y la del analista. Hablar de un punto de paso, de un desfiladero, es por otra parte muy apr:oximativo: porque en un punto de tangencia finalmente no sucede nada; lo que se visualiza, en particular, por 215 214 ..t. ' '• el hecho de que el círculo interior funciona en sentido inverso del círculo exterior. ¿Qué quiere decir esto? No seamos fetichistas de los esquemas; los esquemas están allí para conmover la imaginación; y nuestro punto de tangencia se debería tal vez concebir como un punto de conmoción, de partida de otro proceso, de otra energía, que podemos llamar marginal. Y este término de •marginal» traduce muy bien el prefijo alemán emp)eado por Freud a propósito de la sexualidad, el prefijo neben/ Nebej ~jgnifica •junto ª'" pero también ccpor añadid~: ,tY.~ ran, •en exceso». Así, en las teorías e-eonómicas en que se trata ,ll'·;,_ · de los costos o de las ganant:ias marginales, es neben el térmi,,,. no. Es entonces al o ue viene or añadidura, junto a lo que se espera a, de una manera se diría gralui_ta. No es necesariamente ceder a una concepción rgmántica descrllifr la cura ana: lítica como un proceso ~arginal, es decir il\jertado en la vidá: ccreai., que a cada instante sufre la conmoción de la vida cotidíana y de sus •intereses>" y a cada instante produce su propio circuito a partir de esta conmoción. Comparé un día el recinto de la cubeta con una máquina de electrones, para destacar que entre las incitaciones exteriores y las neo-energías extraordinarias que se desencadenan en el interior no existe medida común. Freud no tenía a su disposición la imagen de un acelerador de partículas, pero en su ar: tículo sobre •el amor de trasferencian s~ trata sin lugar a d:udas de un desencadenamiento de energías de otro nivel: •Los legos de cuya actitud frente al psicoanálisis hablé a f comienzo aprovecharán sin duda estas elucidaciones acerca del amór cie trasferencia para llamar la atención del público, sobre · la peligrosidad de este método terapéutico. El psicoanalista sa.. · ·.be que .trabaja con las fuerzas más explosivas y que ie hacen . falta la misma cautela y escrupulosidad del químico. Pero, ¿aca. ¡ so te hán ·prohibido alguna vez al químico ocupar§.~:. a c_~.usa de su peligr<;>sidad,. de sus materi~ explosivas, indispensables a· pesar de su efecto?». 6 . Lo que nosotros visualizamos con la física moderna es el hecho de que un dispositivo en definitiva bastante limitado con. duce al desencadenamiento de energías incalculablemente más intensas. · . · i# . ... ~ o s. Freud, «Puntualizaciones sobre el amor de trasferencia•, ~n OC, 12, 1930, pág. 173. 23 de noviembre de 1983 1 •1'.: 1 i l i l J 1 1 1 t r l El esquema de la cubeta, dibujado de nuevo la última v e z, ha sido concebido para figurar la relación de lo adaptativo con lo sexual. Lo que caracteriza a este esquema es por lo tanto una tangencia, puesto que los dos circuitos sólo se comunican en un punto. No existe paralelismo entre los dos órdenes de realidad figurados. Además, todo paralelismo absoluto desemboca en un monismo porque el desciframiento sería por definF ción biunívoco entre cada uno de los puntos de cada estructura:7 Tal el destino, en particular, del paralelismo psicofísico en filosofía. Entre nuestros dos circuitos, ¿hay traducción? Tal vez. Veremos aparecer este término de traducción; tendremos que volver sobre él aunque sólo fuera porque es un término en tras, si puedo decirlo, como trasferencia y trascendencia: un término que en alemán lleva el prefijo über (Uebersetzung, Uebertragung, etcétera). Tangencia y marginalidad (neben), por lo tanto, con resonancias que pueden ser diversas, eventualmente negativas. Lo •marginal»: toda buena sociología se da por tarea recuperar esta marginalidad, asignarle -siendo que en efecto la tiene- su función reguladora, compensadora, de válvula, de sueño, etcétera. El sueño, precisamente; volvamos otra vez a él: el sueño es marginal, en el sentido del neEL SUEÑO MISMO ben y, ciertamente, por r~lación a la PUEDE SER vida diurna. Freud, como todo buen INCITADOR sociólogo o todo buen psicólogo, no ceja en asignar su función a eso marginal: muy precisamente la función de •guardián del dormir» . Así hemos recuperado el sueño al servicio de la adaptación, y todo está en orden porque en efecto soñar permite dormir y, como se dice: cuando uno duerme, uno •recarga las pilas;, para la vida bien adaptada, diurna, He intentado invertir la fórmula diciendo que el dormir sería más bien el guardián del sueño. Lo que se apoya sobre todo en los trabajos neurofisiológicos modernos. ¿Quiere decir esto que el sueño deviene un fin en sí? Esto nos llevaría a discutir lo que significa una reali7 Decodificación, desciframiento de un texto previamente codificado: estas operaciones implican el paso sin resto, y eventualmente en los dos sentidos d<' un mismo mensa.je; ahora bien, lo que nos interesa son las operaciones que tienen un resto. l· 216· 'r ~ r 217 ¿ación de d c::ico . ¿Aca:;o una rcull:.mcló n di- d t•H\'º 110 v11 1111ld11 a lo que Fre ud e ntie nde por «guardiá n del donnir»'? 0 <·se .. agual"i e:;tas .. que es el deseo, se lo satisface con imágenes, y durante ese tiempo se puede seguir durmiendo. En realidad, Erfüllung, ·e n el termino alemán Wunscherfüllung, no es enteramente una realización: es cumplimiento, que es menos exterior al Wunsch . q ue una realización . .uno podría decir casi «mostración», «ac.. tµación» del deseo, «Cumplimiento» en el sentido en que los fenomenólogos hablan de Er üllun ara el cumplimiento de una 1 ~~ncionalidad. -=-~<"> 1 1 '/ ' "\.'Cº c,'I>- ~ ~-f4....J(4<-<..o' ~~ ·- Quiero ilustrar la id"ea ~n sueño que no se propondría solamente dejar dormi.r, sino que incitaría a hacer algo dura!!::. te la víspera (que sería Triebregung: moción pulsional); recurriré a un ejemplo famoso, que Freud toma de la Antigü~ · «El más bello ejemplo·de mterpretac10n de suenos que nos ha legado la Antigüedad se basa en un juego de palabras. Artemidoro cuenta: "Paréceme, empero, que también Aristandro dio a Alejandro de Macedonia una feliz interpretación cuando este, habiendo rodeado y puesto sitio a Tiro [Túeos], y.sintiéndose disgustado y decepcionado por el tiempo que duraba, soñó que veía a un sátiro [aáTVeos] danzar sobre su escudo; Aristandro se encontraba, casualmente, próximo a Tiro, en el séquito del monarca que guerreaba en Siria. Descomponiendo la palabra «Sátiro» en aá y Túeos, hizo que· el rey redoblara s u empeño de sitiar la ciudad y aduenarse de ella [aá Túeos = Tuya es Tiro]"».s He ahí entonces un sueño interpretadü'a través de un juego de palabras sobre Tiro. Por otra parte, este sueño o, más bien, el sueño junto con su interpretación, 9 desempeña un papel de incitación a la acción: tomar la ciudad de Tiro. En fin, este sueño ilustra la noción de «trasferencia» en uno de los primeros sentidos en que Freud la utiliza, o sea para designar, en la formac ión del sueño, el traslado, sobre restos diurnos, de mociones inconcientes sepultadas más profundamente. Con esta ambigüedad, en ese sueño como tal vez en toda trasferencia: no "La interpretación de los sueños, en OC, 4, 1979, pág. 121, n . 4. " ¿De dónde viene la interpretación? Vale la pena reparar en que Fre ud, cuando habla de la interpretación de los sueños en la Antigüedad, le opone su propia técnica, que «se aparta de Ja de los antiguos en un punto esencial, a saber, que defiere al propio soñante el trabajo de interpretación. No quiere tornar en cuenta lo que se le ocurre al intérprete, sino lo que se le ocurre al soñante sobre el elemento correspondiente al sueño» ('ib·id., pág. 120, n. 3). Desdichadamente, en el sueño del «sátiro•» Freud ace pta pl<'namente la validez de una interp1·pt.aciún nacida, a l ¡wre<"er, de las asociaciones de l intérpn~t.e únicamente. 218 ,111lldn 11pn111 1•11 111, ,•, • 11111 • no : lu p1·1·oc 1)pHd<'> 11 1101' 111 d11d11d dn 'l'li 11 11 t,111 vn:t, 11l¡.t111111 1w11 sión fortuita d e la vfopcra re ferida ll 1111 111·11Hli·m '( /\ n 1i t1 1 p11pnl de incitación que parece arrogarse e l s u eño , podrfu.uioi; l,r1111ln darlo así sobre el esquema de la «Cubeta»: ·~ Tiro tuya La preocupación diurna y adaptativa es la toma de Tiro, que en el dr("uito inconciente provoca algo en torno del sátiro, pe-· ro que finalmente inducirá a Alejandro a lanzar el asalto. 111 • Del «neben» del sueño al «neben» de la cura, .el término francés de marginalidad se ofrece a lás crítica_s mal iiltern;ionadas, · a la demostración de una funcionalidad sociocultural del ·análisis, en un sentido muy diverso de lo que él cree o prete"ncte ser. Después de todo, el análisis como barrera de contención, perro guardián, conocemos bien eso ahora. Sin llegar hasta ahí, es corriente la acusación de desmentida de la realidad en el análisis. Quiero decir, comoquiera que sea, que el esquema que IO Freud vuelve a hablar de este sueño más adelante, en el capítulo VII de La interpretacü5it <Ü! los .~·u.e'iios : "No rnei·eee la pena exponer como un terna particular la importancia histórica de los sueños. Si un caudillo se resolvió tal vez, a causa de un sueño, a una osada empresa cuyo éxito provocó un cambio de alcances históricos, ello nos depara un nuevo problema sólo si seguirnos contraponiendo el sueño, corno un poder ajeno, a otras fuerzas del a lma que nos resu ltan más familiares, pero no si lo considerarnos unaj(Jrrna de e::r.presü5n de mociones sobre las cuales durante el día pesó una resistencia y que por la noche pudieron obtener un refuerzo de parte de fuentes de excitación situadas en lo profundo. Ahora bien, el respeto de que el sueño gozó en los pueblos antiguos es un homenaje', fundado en una intuición psicológica correcta, a lo indorneñado y a lo indestructible contenido en el alma del hombre, a lo demoníaco, eso que engendra el deseo onírico y eso que nosotros reencontrarnos en nuestro inconciente» (en OC, 5, 1979, págs. 601-2). A pesar de la reverencia acentuada hacia ese inconciente demoníaco, indorneñado, etc., que se despierta con ocasión de un acontecimiento diurno , no se puede pretender que, para Freud, el sueño sea, en medida alguna, una «Usina de deseo». Corno lo apuntó cierta vez Marie Moscovici, la alternativa desesperante en la que él se sitúa es sin duda: liberar la sexualidad (del ser humano) o liberar al ser humano (de la sexualidad) . En cuanto a la hipótesis que yo propongo, de una «liberación de sexualidad", no deja de ser -hay que decirlo- marginal. 219 . dll>qfo 11 0 opone u lgo re a l y ul go u o real, sin o d os ó rden es de rcalldad. En manera a lg una se tr ata del eco de lo r eal en lo ficticio, siño de la conexi6n de lo real adaptativo con lo real · sexua l . El esquema no es más que un esquema, y la cubeta q.;é dibuja es sólo metafóricamente aquella de la cura. Pero tal vez su mérito, cuando se trata de la cura, esté en figurar esta según su dimensión de conexión, y no de simple exclusión. Para guiarnos cómodamente por la distinción entre metonimia y metáfora, diré que lo que está en la cura no deja de ~antener contacto con lo que no está en ella, y lo que está en la cura no deja de tener analogía con lo que está fuera de ella. Es una situación nueva, artificial, pero que no deja de encontrar puntos de comparación y de diferencia con cualquier relación interhumana. Digo relación interhumana, pero pienso sobre todo en la situación entre ASPECTO POSITIVO DE LA INFANTILIZACION el adulto y el niño. Se ha insistido, siEN LA CURA guiendo a Ida Macalpine, en la situación «infantil» que es promovida por el conjunto de las reglas de la sesión analítica. ¿Se trata de una «infa.ntilización» por el análisis? ¿Por qué no, y por qué conservar necesariamente el ideal del pretendido devenir «adulto»? P e ro no es esto exactamente aquello a lo que voy . Lo que e l análisis muestra es sin duda que la situación infantil es el lugar d°"Oñ<le- tüaose}üega, dond e se c reañeF iñconciente el deseo. Dig o «Se crean», uti izan o vo untariamente un término algo f uerte; otros d.{~ían •se mar; an», •se forma su impronta» . Mu.... . - chos. fo diq:m y no. sólo los analistas; pienso en la renovación · ··.. de un determinismo conductista: sin matices, el de un cierto . S kinner, o recientemente el de un Laborit, en un filme que hemos podido ver. Per~ en definitiva la idea de que la impron. t a .de la infancia queda marcada de una vez para siempre es una idea corriente en análisis; desde -aunque con muchos m·a tices'-:- Freud (quien siempre marcó la diferencia entre la .' impronta y el ·acontecimiento) ha.Sta llegar a Lacan, cuya fa·mosa fórmula según la cual «el inconciente es el deseo del otro», va ·manifiestamente en este sentido, al punto de que toda una posterit'lad lacl:lniana ve una continuidad prácticamente sin fa. lla entre el deseo parental y la enfermedad mental del niño, . • ¡\ por ~jemplo . Pienso en alguien corno Maud Mannoni, quien , .il a l ·menos en .cierto momento, ha ido muy lejos en el sentido .de un paso, yo diría, a canal abierto, entre el inconciente pare ntal y el inconciente del descendiente, de manera que en el límite ya no se sabe a quién analizar cuando se trata dé análisis. 220 '( ¡¡ ( 1 1 Para volv e r a la •lnfan tilizaclón• on e l tuuilisls: h e prop uo1-1 t o la ide a d e una v e rda d e ra r u p tura, lo q u e llamo u na me l ó.bola o metabolismo, entre la comunicación pare ntal (pa ra e m p lear un término más general que el de discurso) con su trasfo ndo inconciente y lo que el niño hará con ello. Entre el «discurso del otro:• y el inconciente del niño hay una verdadera deconstrucción-reconstrucción, una verdadera metábola innovadora. Slendo así 6 si la infu11cia 1 con sus cinco prímeros años , es e l momento privilegiado¡ a p arentemente único, de ese metabolismo instituY:ente , ¡qué ambición pretender que el psicoanáli~s sea ca12az de reabrir, de entreabrir de nue vo ese proceso! Pero, también, ¡qué valor positivo para dar a:l término de· infantilización, si lo infantil es precisamente el único lugar de la novación: «hacéos como niños pequeños .. . »! ¿Qué distingue a la situación analíCuATRO INGREI>IENTES: tica? Un dispositivo destinado a poFANTASMA ner en evidencia y a llevar a su paPALABRA, roxismo algunos «ingredientes» o facsf:XUALll>AI>. tores. Me he visto conducido a enuTRASf'ElrnNnA merar cuatro de esos ingredientes: e l «fantasma», la «palabra», la «sexualidad» y la «trasferencia» . Ninguno de esos términos es excluyente d e los otros. Son hilos para e ntrecruzar, y que remiten unos a otros. Es indudable que hasta aquí, en esos c uatro términos, he dado la prioridad a lo sexual como el más específico d e la situación analítica, a condición, evidentemente , de tomar «Sexual» en cierto sentido sobre el que habremos de volver. Ninguno de esos cuatro elementos es nuevo por relación a toda situación interhumana. ¿Cómo podría ser de otro módo? El análisis re acondiciona, pero ¿cómo podría un_o saltar por. e ncima de su sombra, cómo se conseguiría que los elementos de la re alidad humana no estuvieran presentes en el análisis? Es pre ciso entonces pensar el análisis como diferente de toda otra cosa, pero también mostrar las mutaciones que sufre cada uno de esos cuatro elementos, entre su funcionamiento en la cura y su eventual presencia extra cura. Este será el caso sobre t!)do en cuanto a la trasferencia, donde tenemos que asir bien dos extremidades que es muy difícil mantener juntas: por una parte, que fa trasferencia es un fenómeno específicame nte ana· lítico, de modo que reconducirlo a fenómenos como los del hábito, por ejemplo , es verdaderamente no acertar con lo que constituyó el asombro de los primeros analistas ante este fenómeno. Y, por otra parte, tener en cuenta lo que, fuera ·del análisis -pero no en cualquier parte- prefigura la trasferencia 221 del análisis y permite, si no esclarecerla, al menos hacer variar su iluminación. Retomaré hoy, para hacerlo nuevamente la próxima vez, los otros elementos para precisar todavía mis posiciones personales respecto de definiciones del análisis que hacen interven iF tres tipos de límite: el límite entre fantasmático y real; el límite entre lenguajero y no lenguajero, y el límite entre sexual y no sexual. El análisis, se suele decir, da prioridad ·al fantasma, el análisis está·Tn: - · EL FANTASMA: NO HAY IRREALIZACION ~~so en el fantasma, lo propio del ) análisis es no tomar en cuenta la disEN LA CURA . . tinción entre fantasma y realidaci. Son tesis que conocemos bien._y que pueden quedar expresadas segÜ~a'.hadas y talentosas versiones, pero que ·encuentran evidentemente toda su veracidad a propósito de nuestra refleXlQn de este año, puesto que ha quedado abierta la cuestión de saber si la trasferencia, también ella, es un inmenso juego.de fic-· ción, y aun ¿por qué no? una variante de psicodrama. En todo caso, es lo que algunos no están lejos de pensar. Me he explicado largamente, los años anteriores, sobre la significación y los límites de lo que sería una suspensión d (• la intencionalidad de realidad, que, pretendidamente, sería <:orrelativa del discurso del analizado y, sobre todo, de la es<:ucha del analista, en la cura. Para resumir, diré que es preciso ante todo distinguir lo que se dice del vivenciar infantil en la cura por relación a lo que se dice de la realidad presente. Hay espontáneamente en todo retorno del sujeto sobre su infaricia, pero en especial dentro de la cura, una mención hiperrealista. Esta se condensa de manera especial en lo que se lla ma, con un término qúe ha adquirido derecho de ciudadanía, los recuerdos-pantalla. Lo vivido, y lo legendario, aquello de lo gue uno cree acordarse.y aquello que se ~os ha dicho, són mteg_rados espontáneamente pornosotros en una misma mención. Y-evident.emente de eso vivido infantil habla Freud en ~n pasaje bien cOñOCla<>ae'~}erencüis de introaucción al psic(i? anCiLisis: «Duranté !argo tiempo; no compreñderá riuest~apr.·¿:-· puesta de equiparar fantasía y realidad y de no preocuparnos al comienzo por saber si esas vivencias infantiles que han de explicarse son lo uno o lo otro». 11 Es cierto que Freud no escapó, indudablemente, a la tentación de una investigación realista del pasado infantil, pero se J 222 1 En OC, 16, 1978, pág. 336. U<.: ll l' e l di.' l '\ ' ( ' 110 d o pc •ll tl lll q11 n IUl lll• \lt111t 11 lt1 \ 11q111 1d 11 , hl ... . 111 •i t 1 fica, ::ie ::iltúa e n loti m ú 1·gc 11~iH cid 1.1·nl 11 ~lo un11llU¡ •o 1·011111 l.11 1. 1 «Suponiendo que se justifique ,,, d ecimos por tlll üH l.n~ piutn , poi· que este hiperrealisrno se debería relacionar, e n su fond o , <.:0 11 aquella condición de base, insuperable, del vivenciar infantil , que es la hipersignificatividad de ese ~venciar, es decir e l desborde de las capacidades estructurantes del niño por una J:Jrofusión lujuriante de ~Qsajes de ,l,psque él no tiene la~ta~ .Ye,peíü de los que sabe que SO!\__f.°-~!!~~es,. ·~--~..·--~--.-. · · En lo que concierne ahora al vivenciar adulto, la «regla fun-~ /\c úi . damentaln no obliga a ninguna otra cosa que a perseguir las / •' ·. ·. cadenas de asociaciones (Assoziationen) y a dejar acudir las· ·./ ! t;~CC· .·· ideas repentinas (Einfiille) a partir de cualquier elemento que se presente. Lo que no obliga a ninguna modificación intencioA nal por referencia al indicio de ~ealidad de lo narrado . y que· sirve de punto de partida para las asociaciones. Un sueño narrado no por ello se deja de mentar como soñado. Cuando se · analiza un sueño, es seguramente al relato del sueño pero tam~ bién al sueño ::ioñado, al sueño de cierta noche, aquello a lo cual nos referimos, analista y analizado. Las categorías de ante:> y después, el encuadramiento del dormir, nunca 13e dero.~ gan aun si este puede ser cuestionado por el hecho de que determinada cadena asociativa encuentra su punto de partida en un elemento ulterior al sueño. De igual modo un lapsus que ocurrió en la vida cotidiana, un lapsus narrado no es un lapsus en sesión: esta es una verdad que conviene recordar de tiempo en tiempo. Se puede contar un lapsus sin cometer lapsus y, a la inversa, se puede cometer un lapsus en sesión sin darse cuenta de ello y, en ese momento, sin analizarlo. He hablado de esta especie de contorsión psíquica que con- . sistiría en querer mentar de la misma manera lo imaginario y lo real. El pasaje de Freud citado antes no prescribe nada parecido, no hace más que enunciar una prescripción metodológica, aquella que del lado del analista se formula como la regla llamada de la escucha igual. La regla de la «atención igualmente suspendi. . . NI EN LA nE<iLA da•, a pesar de ciertas afirmaciones, DE LA A T~~NCI< IN en manera alguna es evidente desde EN SUSPENSO IGUAL el punto de vista metapsicológico o 1 1 '' • • l 12 Para una descripción detallada de esta expedición hacia •el origenn del fantasma, cf. J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Fantasme originaire,fantasmes des origines, origines dufantasme, I964; nueva publicación, París: Hachette, 1985. 223 : • ; . d t•Hdt · t•I pu u to d e v hit a práctic o . Ve r en ella, con Freud, el «COr rN¡po ndlctt te " (Geg enstück) de la regla fundamental. no cont ribuye a esclarecer las cosas, si es verdad que esta simetría se tiene que concebir en el seno de una disimetría esencial: no se podría colocar bajo el título de . un mismo proceso el hecho de abandonarse a sus propias asociaciones y el de acompañar, en resonancia, el itinerario asociativo del otro. Las comparaciones sonoras, musicales, acústicas, acuden naturalmente a la pluma a propósito de la escucha analítica. Conocemos la fórmula famosa de Freud según la cual el analista «debe volver hacia el inconciente emisor del enfermo su propio inconciente como órgano receptor, acomodarse. al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono ... 1:3 Fórmula que ha sido criticada, y no sin razón: ¿cómo imaginar que el inconciente del analista pudiera hacerse semejante a un resonador neutro, sin aspereza, si'n falla y aun sin frecuencia de resonancia? Roustang habla aquí de una «Utopía absurda», y su argumentación es sólida . . . 14 Con respecto a ello puede ser interesante escrutar un poco más de cerca las connotaciones del término alemán gleichschwec bende (igualmente suspendida). He descubierto recientemente, acerca de instrumentos musicales antiguos, el término ungleichschwebende Stimmung. Se trata del hecho, bien conocido, de que la escala natural no conoce , entre dos notas, un semitono situado exactamente a media distancia: el sostenido de la nota inferior no es exactamente superponible con el bemol de la nota superior. Esta escala natural es la que tocan espontáneamente los instrumentos de cuerda. La escala «bien temperada.,, ·en cambio, vino a aportar en el siglo XVIII su simplíficaoión; que es un artificio: el do sostenido y el re bemol so~ leve~eilte desnaturalizados los dos, para corresponder a una misma tecla negra del clave o · del piano «bien temperado» . Es interesante darse cuenta de que la tonalidad natural, no temperada, ·se pueda llamar «desigualmente suspendida•>, míen. tras que la gama artificial, bien temperada, estaría «igualmente· suspendida» (g'leichschwebende). To.do esto es sugestivo si lo trasladamos a la cuestión de la escucha analítica: la igualdad . .de escucha, lejos de ser una actitud tan natural, supondría la intervención de un artificio, una desnaturalización respecto del n S. Fre ud, .. consejos al .médico sobre el tr~tamiento psicoanalítico .. , e n·OC, l~, 1980, pág. 115. 14 Cf.. Fran<;ois Roustang, ·: . . Elle ne le láche plus, París: .Ed. de Mi. nµit, 1980, págS: 117-.8 especialmente. 224 . discurso espontáneo del analizado. Es lo que he llamado el aspecto económico de la regla de la escucha que desplaza los acentos por relación a los acentos espontáneos del discurso del analizado. Se ve que, con ello, nos vemos llevados a metáforas musicales que giran en torno de la armonía, el unísono y el acompañamientQ. En una sonata, entre el violín y el piano que· le responde se produce un desacuerdo más sutil que se sitúa más allá deljuego reglado de acuerdo-desacuerdo de la armonía y del contrapunto: la ,;falsedad» que se introduce entre las notas naturales de uno de los instrumentos y el «temperamento» del otro. Esta imperceptible cojera, esta leve disartnonía parece indudablemente explicar mejor la situación que la imagen del resonador telefónico sin distorsión . La interpretación, con su impacto económico, sería el producto justamente de este «junto ª'" de este neben. 29 de noviembre de 1983 Vuelvo sobre mis cuatro hilos: fantasma, lenguaje, sexual , trasferencia; ahora tiro del primero, el del fantasma, demasiado fácilmente confundido con lo ficticio, lo irreal. Veníamos tratando de la atención igual, y queríamos ver cómo es que introduce una «igualdad». Para volver a decirlo claramente, en la cura como dondequiera, con todo aquello que es mentado nos relacionamos según diferentes modalidades.: lo real, lo posible, lo necesario, lo deseable, lo infinitivo, etc.; esto nos remite, má.S allá de la gramática clásica y de los modos del verbo (que no son una guía .tan mala para un primer abordaje), a lo. que se llama una tipología de los enunciados, como la que propone la filosofía llamada «analítica». Y bien, a esta tipología d e los enunciados, a estas diferencias de modalidades, a estos sostenidos y a estos bemoles, aporta la atención igualmente flotante su temperamento, es decir, su igualdad, de una manera -insisto en ello- relativamente artificial. ¿Cuál es 'el fundamento teórico de esta regla impuesta al analista? Hay muUNA ESCUCHA DE chas maneras de expresarlo y, puesto LA ENUNCIACION: que he introducido el término de enun•ES USTED QUIEN ciado, hay algunos que definen lo proMf;LO DICE· pio del análisis como el paso del nivel del enunciado, es decir d.e l tenor de lo que se dice, al nivel 225 d e la e nunc iació n . Lo que 1:1obrc nll(;) nde Ju glo'loh soh •uJt1IJonth Aujmerksa'mkeit sería entonces un •es u s te d quie n lo dice •. O , p ara ser más completos: •<es usted quien me lo dice»; y, con e se ccusted», ese cerne» y ese ccdice», reencontramos por lo menos tres de nuestros hilos, entrelazados: el dice remite a la función del lenguaje en la cura y al problema de la situación del inconciente respecto dé él. El me.introduce la trasferencia, donde la cuestión es: ¿cuál es ese cerne»?, ¿es simple o complejo?, y si es complejo, ¿según qué línea se divide?, ¿según la línea, como a menudo se pretende, que separa al analista fantaseado o proyectado y al analista real?, ¿o bien, según la terminología lacaniana, según fa que separa al gran Otro y al pequeño otro, o al analista imaginario y al analista cautivo de lo simbólico? Por último, el usted remite evidentemente al ccsujeto» y ·a lo que uno podría llamar, en psicoanálisis, cierta tendencia al ccpersonalismo» . Entiendo este término sin matiz peyorativo para designar, de manera cómoda, lo que ha sido destacado desde hace ya mucho tiempo en la reflexión sobre la cura: todo lo que se vive y, con mayor razón, todo lo que se dice en la cura tiene que ser forzosamente referido a alguien que lo produce. Que no exista dr.ama salvo para un sujeto, que el drama humano deba ser reformulado en primera persona, ustedes reconocen _en esto lo que declaraba, hace ya mucho tiempo, un Politze~r '¡ Ya él pretendía poner fin a la vieja metapsicología, con su abs ! tracción y su mecanicismo heredados- de la psicología clásica . ,· para remplazarla por la noción de un guión dramático (o d fragmento' de un guión e"'énico) reconducible al U.dividuo hu . t mano concreto; en suma, al acto de un yo. 15 ~- La Critique desfondements de la psychologie data de 1928 y demuestra una atención, en la lectura y la crítica de Freud, que hace de Politzer un gran precursor. Años después, dentro de esta línea de una psicología de DE PoLITZER la persona o del sujeto concreto, reA SCHAFER: encontramos en los Estados Unidos EL LLAMADO AL ORDEN las tesis de Roy Schafer, que maniSUB.JETIVO fiestan la misma reacción contra una metapsicología llamada mecanicista. Hay que decirlo: sin duda, la escolástica metapsicológica domi- 11 11 111.11 1111 l1111 l•!1i111 d11r1 l l11l d 11r1 11 0 dt \111 d 11J111;t l1'11 •111 n d 1· u1q d '4111 u1.1a n ..mcdó11 11 r;f. Al1111·1 t 1ii ' 1101-1 p1'1»111111 11 1·n t,111d11d 1 11111 ll 1,1•lt n p sicoló gicos ya no Cn ccdra m a hUll H UI O» r-ll JI O () 11 «li ll tJ.<111\l t• d o 111' ción» (action-language ). E s to n o e s ta n diffc il d e <m t.c 11<Lm ·, 11 J 1 " Un •YO» o un •sujeto», dice Politzer, pero deslindándose radicalmente de toda psicología de la conciencia: es. . . •precisamente porque [la psicología concreta] no considera que la ignorancia del sujeto acerca de su propio ser psicológico sea un hecho particularmente notable, ella no tiene necesidad alguna de la nociói:t de inconciente• (Critique des fondements de la psychologie, París: Rieder, 1928, pág. 214). 226 es tan diferente de Politzer. La acción d e que se tra ta n o ci; tá evidentemente referida a un pragmat~smo cualquie ra :.se tra ta de retrascribir en una proposición -'-Sujeto que es un indivi ~ du.o, verbo que implica un act.o, adverbio qu~ modaliza ese acto-, por lo tanto, efectivamente, ccen persona», lo que en fa vida psíquica se presenta como fragmentación y pasividad. Ásí, el lenguaje de las pulsiones o el de las instancias no sería más.. que una manera de hablar que es córnplice de la manera en que el sujeto mismo se pretende· obrado por algo que él no co~ noce. No todo es criticable en estas tentativas seductoras de hacer una psicología o un psicoanálisis (pero aquí se trata cier-.. tamente de psicología) en primera persona, en persona. Pero una de las cosas sorprendentes, sobre todo en Schafer, es la . coexistencia y tal vez la confusión entre un personalismo teórico y un personalismo ético o que se sitúa en el plano de!°i~­ perativo. El personalismo teórico .sería U:na manera de abrir pa5o. a la psicología verdadera por relación a una psiCología falsa, puesto que en verdad toda manifestación humana es manifestación de un sujeto. Pero esta ccpsic9logía falsa» no es solamente obra de los psicólogos tradicionales, que continúan describiendo al ser hun:i.ano según él modelo de los objetos de la naturaleza, sino que es obra de la expresión espontánea, por parte del individuo, de su vivenciar psicológico. En consecuencia, para establecer una psicología verdadera conforme a su objeto, habría que enderezar todas las proposiciones en que el su jeto mismo se describe como opuesto a mismo, conflictuai, alienado. Es así como Schafer propone muchos ejemplos en los que intenta restablecer en cclenguaje de accióni" es decir en ccpersona», tanto locuciones espontáneas, como proposiciones metap~icológicas elaboradas y en que fa conflictualidad se expresa sobre todo en función de pÚlsfo'nes; de instancias, etc., y según el modo de la pasividad ·º del cccosismo». La vez pasada hablé de cccon:torsiones~ a raíz de una actitud · psíquica un poco diferente, pero, en las tentativas de Schafer en mayor medida, hay un aspecto extremadamente retorcido, alambicado, en el afán de expresarse en un lenguaje que sería el de una psicología no cosificante.1 6 Espero tener la ocasión sí ,, ~~. lfi Cf. por ejemplo Roy Schafer, •Psychoanalysis without Psychodynamics .. , fnternntionalJournal qf Psycho-Analysis, 56, 41, 1975. Me he refe- 227 ... 111 111 1•1•1f t.- 11 d1d ,11 ll 11 d11 d o (-'s i.a esp ecie d e n co-p olitl.od 11vr11. 11111s n ul kal, pe ro ta mbié n más simplista que dn 111111 111 1 11 11•1 lr1 111 0 1• 11 t'I c•1 tHo <I <~ l'o litze r ; aq u f, p a ra situar u.n jalón de lo que pod rfn f ig ura r a la c abe za d e esta controversia, propondría las fórmulas siguie ntes: la metapsicología está muerta . .. pero ella n o lo sabe; el sujeto no está alienado (nos dice Schafer) ... pero desdichadamente no lo sabe. Dos proposiciones que evidentemente se destruyen ellas mismas, y sobre todo la segunda, porque si él no sabe que no está alienado, si él no sabe que es en primera persona, evidentemente es que no es en primera persona, está alienado (tomo aquí alienado en el sentido más general heredado de la filosofía hegeliana: tomado y arrastrado en una alteridad que él no domina y en la que se pierde; pero aqtií se trata para el «sujeto» de la metapsicología de una alteridad interna, la de las instancias, de las pulsiones o de los objetos internos). Si, en consecuencia, no significa gran cosa decir que el sujeto no está alienado, puesto que él no lo sabe; y si, por lo tanto; es preciso describir su alienación antes de describirlo finalmente en términos no alienados , la única significación posible del personalismo schaferiano sería entonces ética y técnica: la reforma del lenguaje teórico del análisis se pro- .. rido aquí a dos posicione s violenta m e nte · antin a turales, artifkialPs, para las qu e utilizo el t é rmino un p o co pe yorativo d e «contorsi6n•>. La pl"inwra e s e sa actitud d e escuc ha en la c ura que querría anular todo índicl' rd.l'ri do a la rea lidad, la irrealidad , la posibilida d , etc. , en suma , las modalidade s de lo que en e lla se prese nta. Esta actitud puede reve stir aspe ctos un poco dife re nte s se gún que se ponga el a c ento e n la subjetividad (de todas mam•ras eso es ve rdade ro porque e s usted quie n lo dice) o en el discurso (eso es d.e toda::; mane ras v e rdad porque usted lo dfre) . Por mi parte he opues. to , a este artificio masivo d e una se udo reducción al fantasma o al lenguaj e", ·et"juego <>bien t e mpe rado" d e la a tención igualme nte flotante, como yo · l¡t ·entie ndo. La s e gunda p osición e s la d e Schafer, uno d e cuyos carac teres esenciales és p~oponer en el mismo rrwvimiento una r e voluc ión en la teoría y una t é cnic a en la cura, a través d e una reforma radic al del lenguaje, hasta en s us formulaciones más e leme ntales. Este prose litismo lenguajcro obliga a sus ·se guidores a desterra r d e l le nguaje sustantivos y adjetivos, a e mplear -só lo frases c on sujetó singula r , un verbo y adv e rbios, etcétera . . Toda. hu e lla d e refere ncia a entes psíquicos sustanciales (el. inconcien. t e , e l ello , la angustia, la repre sentación , e tc.) d e b e se r d e sterrada, como · t a mbié n, y tal ·ve z partic ularmente, toda e xpre sión que induzca a pensar e n una pasividad del individuo humano. Está presente la id e a de que esta r e traducción. teórica se aúna con la retraducción inte rpretativa, que debe permitir al «analiza ndo;, reapropiarse de sus a c tos, y e n primer Jugar de .s us a c tos ·d e pensamiento, disipando la ilusión de pasividad que a e llos se a dhe ría . Eri suma, el cos ismo psíquic o y la pasividad quedan reducidos por la . fórmula -un poco ingenua- siguiente: el sujeto se da la ilusión d e la p a siv·idad o del proceso al que e stá sometioo, y denie ga (lo que es tambi é n ><ac to•>) e l ·acto por el cual produce e sta ilusión misma . . un 228" l r 11· pone simultáneamente como la reforma del lenguaje de la interpretación en la cura y como la reforma que se debe producir en el analizado para que él haga suyas «la medida y los términos en que ha sido autor de su propia vida. , . y la medida y los términos en los que ha desistido de esta actividad». 17 ¿Adherir a aquella concepción de Freud, aun como a una tarea infinita? ¿Cómo hacerlo sin reconocer su carácter utópi18 co y aun su carácter de desmentida? Antes he recordado que conocemos en Freud dos sentidos del término «realidad psíquica». Uno muy trivial, la realidad de lo psíquico, del psiquismo: todo lo que es psíquico, en particular -dice- las imaginaciones, es la propiedad psicológica de una persona. ¿Propiedad o producción, como lo querría Schafer'? Es que no sería enteramente la misma cosa·. Pero la otra significación freudiana d e este término de «realidad psíquica» es enteramente otra cosa, es decir aquella realidad que, en lo psíquico, hace las vece s de un cuerpo extraño, o sea la realidad del inconciente, siempre que se pueda decir de él otra cosa que «es un cuerpo extraño». Pero en cierto modo estos dos tipos de realidad, la realidad psicológica o subjetiva, digamos, y además la realidad cósica del inconciente, juegan una contra otra. La afirmación del inconciente, pretenden los personalistas, juega como una ne-· gación de la posibilidad, como se dice, d e asumirse en primera persona. P e ro , a la inversa, la afirmación abrupta 9-e la subjeti. vidad de nuestros actos, es decir la traducc ión forzada «action-language•>, juega como desmentida de una vivencia fun- ',_ damental: que, precisamente, somos vividos por algo que es ', ajeno en nosotros. . .-.:! Todo esto a propósito de la atención igualmente suspendida. ¿La atención igualmente suspendida, es simplemente un llamado al orden subjetivo? «Es usted quien lo dice». Indudablemente, puede hacer ese papel. T~memos el e~Qlo de un sueño. Ocurre con frecuencia que un sujeto en análisis nos cuente un sueño que ponga en escena personas reale.s de su ambTente; capturado por el «realismo» a el sueñ o, él «reahza» Tos personajes, sus palabras, sus acciones, al punto d e presem:aí-los como si verdaderamente provinieran de las personas represé ntadas: es «él, sin duda»; sólo de él o de ella me puede venir e'sa o aquella reflexión. Hay alh, evidentemente, la necesiaad '". de cierto llamado que no se presentará siempre de manera abrupta, pero que :=;i~mRre terminará en esto: a pesar· de todo , eñl¡ 17 Op. c:ü., pág. 44 . 18 Cf. especialmente supra, pág. 109 y sig. 229 t 'll 1111tt• d <tt d111 1 lo l 11~ JHILfodo. y uu U!.{, fill COJWC\' 11 4!H <' l ll, p orq11 1 .~r. 11 0 slr'\ trn <l ü~co ci;condl d o h u u.tribu id o u st ed u c:-ia p e rson a aq 11 c l d ic ho, q ue p o r o tra par te pare c e conve nirle t a n bien ~~e ll amad o a l o rde n, que e s válido para el sueño, sólo con mode1=ac1ó n lo e s en otras circunstancias de la cura. La «SUbJehva\ ción» sistemática de todo lo que nos es referido puede fácil(1 / ¡! mente ser percibida como persecutoria: ¿,acaso fa fórmula «es ~ Ústed quien» no es la máxima misma de la proyección? En contra de semajante proyección, de semejante actitud, acusatoria en el límite, insisto por mi parte en la idea de temperamento, y aun de cierto artificio técnico en la atención igual: tratar u1guqJ_ipent~ >>, como punto de partida de asociaciones ,~¡gualmente» válidas. Esto para enderezar la idea de que la atenc ió n igual no sería más que una inmersión en lo ilusorio o lo s ubje tivo. Para destacar que ella respeta las menciones espontáneas de los diferentes modos de realidad .....:..todas las modalid a d e s qtie yo indicaba hace un rato-, pero que al mismo tiempo las corrige, que en cierto modo tiene una función económica , de contrapeso; una función de entrenamiento o función agógica y, ¿por qué no, en este sentido, pedagógica? En todo caso, e lla no es la ensoñación puramente pasiva que el término «flotación» 19 dejaría suponer. Indudablemente, esta función de la escucha igual debe de ten e r alguna relación con lo que llamamos ausencia de indicio r e alidad (o más bien, de indicio de irrealidad) en el inconcie nte. ~ P e ro esta correspondencia no implica en modo alguno aceptar sfrl'reserva la f(>"rnú.lladón un poco ~presurada cte:<esc~-= c h ar con su prop10 inconciente»; sobre todo s1, por no se sabe . qué milagro, Freud pretendiera de repente que'estelñCOñeien-· ' teael anah'Sfa"fuera neutro, sin contenido , perfectament~re.::­ ,1 son a nte, y ya no indestructible com~ e n o tros lug~E_e~lo pre,¡.__ te nde . ·"·'""-- --Xsí como el sueño no es el inconciente, la cura no es el inconcie.nte . La cura no crea más que un analogon lejano de q Üe podemos suponer es funcionamiento inconcient~.. lncfü:-so"; ¿podemos ha6 lar d e analogon? Sería sin duda más v~da­ dero para el sueño, que después de todo nos comunica cierta idea d e lo que no podemos alcanzar, es decir del proceso prim a rio que suponemos directamente inducido por el inconcient e. En cuanto al proceso de la cura -asociaciones y escucha- . ! de el 'º fo En Ja t e rminología de las Oeuv r es completes de Freud, en curso de e lahora ci6n, proponemos «ate nci6n igualmente suspendida•. 23 0 ~o podría p r oponor t1,u.11h1"11 h~ l111 n>(1111 .lc 1 111111 11 1d 1 .Y yn 1111 11 nie go d e l laps us que comcU la reu n ión puti11d1~ <'U 111 1clo ottt•dh en la pizarra gleichwebende (que teje igu a lmcn lc) un l11 J{1u· d t· gleichschwebende. El tejido es tambié n una imagen de Frcud, la de las cadenas y las redes. Tejer, a partir de todo e le m e n to, Üna red para cercar ese nucleó duro que sena la realidad s í- :· quica en e senti o est!'icto esta vez). 1 es decir 7 el inc:onciente . . / ·- ·--- · - - ·- ' . . . ,. 1 Vuelvo sobre aquella frase que pone el acento en.la enun- . ciación: •es usted quien me lo dice•. Ustedes ven que del usted, · del personalismo, hemos pasado al dice, o sea, a ·través de lared asociativa, al elemento del lenguaje en que se mueve la cura. Puesto que me apresuro para tomar mi cuarto hilo; el de fa trasferencia, me veo conducido· . REPASO DE a esquematizar algunas. de mis propoCUATRO OPCIONES siciones relacionadas con la· situación SOBRE EL LENGUAJE del lenguaje. 2 0 La primera es: .UllO no puede en absoluto reducir lo que es la . . sigoificatividad (emplearé toda una serie de térmínos para decirlo), la destinación, la alocucion o incluso el mensaje, a lo. verbal. Que desde el nacimiento de la lingüística moderna Saussure haya establecido el proyecto de una semiología general, es decir de un conocimiento de los fenómenos de comunicación en su conjunto, es perfectamente consonante con esta fórmula de Freud referida a •El interés del psicoanálisis para la ciencia del lenguaje•: •Por "lenguaje" no se debe entender aquí la mera expresión de pensamientos en palabras, sino también el lenguaje de los gestos y cualquier otro modo de expresar una actividad anímica•. 2l Para retomar las cosas a partir de una fórmula, conocen ustedes este título de una obra de la lingüística y pragmática moderna: Quand dire c'estfaire, 22 donde se examina la famosa cuestión de lo •performativo». Y bien, igualmente se puede invertir los términos, así: •Cuando hacer es decir•. Ejemplo: dar el pecho es hacer, pero es igualmente decir; y dar la leche no es darla de cualquier manera, es darla por el pecho. ¿Qué quiere decir ese pecho que se me da y q'ue va a sustituir a la leche, desde el punto de vista del mensaje y desde el punto de vista de la significatividad, tanto que los psicoanalistas han olvidado completamente la leche, y con razón? º 2 Cf. Problemáticas IV, El i nconciente y el ello, Buenos Aire s: Amorrortu editores, 1987. 2 1 S. Freud, «El interés por el psicoanálisis .. , en OC, 13, 1980, pág. 179. 22 J.-L. Austin, París: Seuil, 1970. 231 Otro ejemplo: el hecho de proponer un análisis a alguien. Sin duda que hay palabras más o menos triviales o singulares, que adquieren aquí su peso. Pero, cualesquiera que sean las palabras, ese hacer, por sí mismo, es un decir, un dicho, un mensaje, que correrá a todo lo largo del análisis como verdaderamente enigmático: ¿qué me quiso decir con ello, cuando me propuso tomarme en análisis, o al aceptarme? Este era mi primer punto con algunos ejemplos diseminados, sobre el hecho de que la significatividad no podría ser reducida a lo verbal. El segundo punto es la relación del inconciente y del lenguaje. Que el inconciente tenga una relación estrecha, necesaria, con el hecho de que el ser humano es un ser de significatividad (más amplio que un ser de lenguaje), he ahí algo evidente. Pero el hecho de que la creación del inconc ciente, la represión originaria, que veo totalmente ligada a es\t .ta ~reación, est~ ligada a fenómenos d~ lenguaje y haya podi. ¡¡do incluso ser figurada como una metafora, en modo alguno !. implica ni que el incon"ciente sea un lenguaje ni que esté estructurado. ~a~ac~iJnpJgm.ente_JJ!!"'ª-.f...§r.mula, diré qu~ . el inconciente está hecho de restos de significatividad, o bien, ¡ si ustedes-acep~é;;tiru;-:<le significantes desigúificados. 2·1 f·· ~ Mi tercerá observación recaerá sobre lo que Freud, aceréa de la cura, llama el Bewusstwerden, el hecho de devenir con) ciente, o también, con un término que he tenido ocasión de comentar, el Agnoszierung del inconciente, es decir el recono1 cimiento del inconciente -pero es la expresión que se emplea · . ¡!: iguálmente para el reconocimiento de un cadáver en la mor. . . ; gu~-. Y bien, en ese devenir conciente es poco verosímil que ··. '. .'. i'Jel irn;oncie'nte hable y reaparezca en persona. En nuestros días . :. "'· decimos que la fun.ción del lenguaje en la cura es en gran pa~ . . . . una.función de simbolización, y creo que se tiene toda la razón >~':i'il en i11sistir sobre este término; lo hago junto con otros, junto :_ ;-,.1.,.,., ·~ . con André Green, por ejemplo. 24 Lo que implica este término d_~ simbo!¡._?:ació.n es un avecinamiento, por relación al inconc;~ente; una aproximadón, pero igual~efl:_te una distancia, aun -:,: . si_~~sta pretendiera ser asintótica~ !Lna distancia que perma- I '·:. \¡:· . :!•l . eo de . • . Es esta posibilidad de signi(icantes des-iyni(icad<m, ~-Un-tWffi--. pasaje , sea en la int_erl112oralidad del inconciente, la que nutre la il~." s!f.W de una indeJ?..~..illl.enc:ia_y_lJa~J;l;!..Q~lH!....'.!P.rifl!ado» del significante . _ -- ~1 Cf..' A. Green, «L'analyste, la symbolisation et l'absence dans le ca. dre .af\alytique•., N6uvelle Revüe <.U1 Psychanalyse, nº 10, otofio de 1974, págs. 22!}-!}8. [Ed. en castellano: «El analista, la simbolización y la ausencia en el encuadre analítico .. , en A. Green, De locuras privadas, Buenos Aires: Amorrortu editores , en preparación.) ·, 232 ~ece infranqueable . Fre ud c xprCHl:l nHf ltt l'd 1td("1 d~ ' 111, 1 1• p1 ~ · preconciente-conciente con 1 a.~J2!.C~1tacl6 1.!._ l 11 <· 011 ciente: la representacion mconciente e s la re prese nta<;l().u- <.~ o sa,Iñientras que la represen.t ación prcclcc es la representación §i<Sachvorstellufui~a representa<l?n-~alab~ (IVortvor1 tellung). Ese «más» es del mismo orden que muchas otras ( ~ortjuñciones-preposiciones en las que he insistido, el neben, por ejemplo. El má,s es aditivo; une, como el "Y además», objetos extrínsecos, signa y· efectúa una metonimia. Es decir que en esta fórmula «representación-cosa + representación-palabra», l.'!,.idea •eria que la repre•entación-palabra nunca podrá rein-1 . fegrar enteramente en ella la representación-cosa, aun si la repie'Señtacion-cosa tuvo antano su orígen en una comunicación. He insistido tambien en el hecho de que, si uno coteja los pasa-<r jes en que Freud describe la represión y aquellos en los que describe el retorno de lo reprimido, advierte que estos dos fe· 1 nómenos no son pura y simplemente el inverso uno de otro; ·\).,_, ~,\,!-"/.',\! la represión puede describirse, en efecto, como un olvido de Y~· argoqii~ en lo sucesivo subsiste tal como era, pero inaccesible; en cambio, et retorno no se produce tan fácilmente, por simple févantamiento de una amnesia; esta vez es preciso agregar allí otra cosa: no se puede pescar el pez inconciente sin la red de las representaciones-pala6ra. . . ¿y tal vez no se lo encierre ñ~nca en ella completamente? · -~ Por último -este será mi cuarto punto-, en los ejemplos que acabo de dar, no por azar elegí algunos mensajes que no provenían del sujeto sino que por el contrario le eran dirigidos, sea en el análisis (el mensaje: hagamos un análisis), o también, en la infancia, aqueJ mensaje dé: dar el pecho. Aquí también nos cruzamos con una fórmula de Lacan, lo que él llama el «significado al sujeto». Una vez más: esos mensajes no son necesa- l. riamente verbales; pueden ser no verbales o pueden ser infra-verbales o para-verbales. Recordar esta formula gue :kacan . valoriza sobx:e todo en su texfó sobre lá psicosis no significa ! (~ adherir a otras fórmulas como «el inconciente es el discurso ¡\:" "'' ·. .\ él~lOtro•, o también «el sujeto recíl5e del otro su mensaje bajo-=Li_\ .:/,'<;· forma invertida». Al contrario de estas últimas fórmulas, que · -== · parecen indicar un vaivén de inconciente a inconciente con una inversión simplemente, es decir el mismo mensaje bajo forma invertida, simplemente calcado en espejo, destaco esto: el , mundo de la significatividad humana (lenguaje y otros significantes) preexiste evidentemente al ser humano individual; por lo tanto, le es significado. Pero es si~nificado de manera enigII_lática, con un diferencial: una parte de extrañeza que nada ~entación ~ / ·>./ 233 ''M vl ¡11i¡ 1 11 1•o l11111J . l•: I p11<'1111 110 ,.1 ugo 11t.1• fHll'1l111<•11l.P l11s tn1 111 v 11t.11 I d n 111 1il11111c•11tad?>n , lo quc-pc¡:ñ11 iJiT:l üñalonnulac1o rr si 11 nrs/,o : «;,puru. qu 6 m e quie re e ste pecho?, y bien, quiere ali- 1'n ü 1.1ta nn c ... l!:s efSÍgníficante de un deseo ·enigmático que es- e)deseo se xúa l de la madre. A esta diferencia precisamente nos remite Ferenczi en.su famoso artículo «Confusión de lenguas entre los adultos y el niño,,.25 Todo viene - nos dice- del . _ diferencial entre el «lenguaje de la pasión», que sería el lengua,\,'·-~·Y;· je de los padres movidos por la pasión sexual, y el «lenguaje _l.., ,;::: · de la ternura•., que sería el del niño. Uno podría traducir de -· / otro modo estos términos empero muy bellamente escogidos de «pasión" y de «ternura .. , y hablar de un lenguaje de la sexualidad (pensemos justamente en el pecho, que es un órgano de significación sexual), y de lo que después se ha llamado el apego. ~ntre estos dos «lenguajes», Qor lo demás, exist~una_.QQ.9.fil­ ción-g!l~~s_-;:filrn~.trica . La sexualidad q~l niñ()( nO)i}'rovien~ _ I { ) áirectamente \le la sexualfdad adulta sino...l. __dentro de ese par 1,.l~~" se~ual~d~d-apego_, del _difereru:ial entre el mensaje sexual _adult<?. '"',,.,<enigmatico (¿,Para que me qmere este adulto gue me excita con ~ ste mensaje'?) y el apego. El niño, nos dice Freud -:-Y . en esta · fÜiación, t_ambiTn Fe[enczr:=::, sólo tiene a su disposicí(~ñ up \ \ batería de comprensión limitada; y Freud entiende por esto la \ batería de las reacciones psicológicas y fisi<>lógicas posibles; en l , él no hay nada que corresponda, que responda adecuadamen, ¡( te a la excitación sexual adulta. _Así, 'el mensaje adulto es ~r ~~~:f!S.ia enigmático en razón de este diferenc ial, ¿pero quizás incluso, en un nivel más fundamental, en razón del diferencial ipt"ernoctet:ódó mensaJe en cuanto ·tal? Pienso que es lo que deberíamos poner en evidencia a propósito del problema de la traducción: el hecho de que el diferencial de la traducción de una lengua en otra, así como la dificultad ligada a la traducción, e incluso la imposibilidad misma de la traducc·iún, no son sino la revelación de un diferenc:ial interno de la IPngua corno tal. Ven ustedes que a través de este diferencial del lenguaje (tomado en el sentido amplio de significatividad) hemos pasado ahora a nuestro tercer término, el de lo sexual, y su (neo) génesis. !!ªY que__ co~I?!e~~bief!_ql!_e_!a.:_jlJ?.ª'rición d_e..lQ_se :: xual en el niño I]...Q_s,e....con.e..c._t_a....di.r:ectame.n.tc;u;;Q!! lo sexual adul t Ó;_qu_e el_ctes~ c_l-~~iño n~ .. ~~~ des~__':!,~_2,t~~o~ trasmisión ni siquiera homología entre lo~ des~os parentales.Y~ : - - . Nos hemos visto llevados a desmezclar y después a entre.mezclar de nuevo, a tejer o a trenzar nuestros tres primeros· hilos conductores: . fantasma o . ficción, lenguaje, sexual, pa~. ra n•eneont n1rlos dondequiera intrincados·con nuestro cuarto · ('Oll('(:'¡>tO problemát.i<:O, el de la trasf~L.. rencia. Si una vez más vuelvo ·hqy MAs s<>BHE sobre el tema de lo ficticio es sin duda LI > FI< :TI< :1< 1 porque es el más difícil, el más pel'igroso en tanto puede permitir deslizamientos hacia lo que se podría entender, en el análisis, como un «juego de roles». Un término como el de «fantasma>., y la importancia que el psicoanálisis le atribuye, no resuelve nada; precisamente porque el problema es el de la dignidad de ser que le corresponde. El Phantasie>·en, para emplear un término alemán que es im . posible traducir al francés de manera unívoca, abarca un campo extremadamente vasto que va del s:uefto despierto (es así como se h;:i traducido el título: «Le poete et le reve éveillé») a los fantasmas llamados originarios, al punto que algunos han experimentado la necesidad de distinguir esas dos extremidades del Phantasieren, del fantaseo, por medio de dos grafías diferentes: •phantasme» y •ifantasrne». Indudablemente existe en Freud una especie de solidaridad, de continuo entre todos los niveles del Phantasieren, y "entre otras cosas es lo que nos habíamos propuesto mostrar, Pontalis y yo, en un artículo antiguo sobre los fantasmas originarios. 2 6 Pero, a pesar de todo, la dignidad ontológica del -Phantasieren se concibe por una de sus extremidades, la extremidad que llamamos •realidad psí- . 2 ¡; En Psychanalyse , Oeuvres cum¡Jletes, tomo IV, 1!)27-1933, París: Pay ot , 1982, págs. 125-35 . 234 6 de diciembre de 1983 :m Fantn.wne or'i,qinaire, fnntn.wnes des origin.es, origines du fantas-nw, op. cit. 235 """'ºlo n 1111 rolno (ll l q1u: t.oclnvfn 11 0 H\I lm d od dldo 1md n 11ol1Jn 111 r ealidad o la irrealidad. Po r do:>dlcha, si \!lnO He rcn.11to td l,(•xt.o inaugural de Winnicott sobre el objeto transicional, repara e n seguida en su subtítulo: «The first not-me .possession», «la primera posesión no-yo•. Es decir gue Winnicott, con esta idea ciertamente fecunda de 'ú n área intermedia, permanece sin em'l?~rgo prisionero de una concepción genétic~~~_9.uie:re hac~~ l?._engendrar _!_?do a partir del «me», d~na móna.d a primer~ (J·J ), mente subjetiva, donde el ~e al_11.QJ:-211?2~~rar@~- / ~~-ª-_gªj;_a_ prlmera estación_: _iue puede persistir des2ués de manera autónoma, y que es lo transicional. Encontraríamos eñ Freud el lugar marcado, en un dominio muy diferente, p a ra J~..lJ..ocióQ._~ transicional. _Pienso precisame!lte en lQ q J,J.e,,..éDiai ma lo sexual~presexual. Lo sexual-p:~sexual es una especie de\.__· / transicionalpero que, si uno mira b ieñ;'Vaexactamente enel sentido inverso. Es algo que va del s~ductor al seducido, algo que es depositado en el niño, algo transicional primeramente implantado como l?ajo la piel (entre cuero y carne), algo «incluso», pero que viene del exterior y no del interior. Y es preciso <:!estacar que, según la génesis de la sexualidad que Freud pro-_ J!C>ne en su primera concepción, el movimiento va en este sen-· t!do, es decir del not-me al me, a través de ese «first not-mé::_,-, F '1.· . 1 que sería lo sexual-presexual. · ~ .. \:.!"A· - ~. La tesis de Silvia Bleichmar, que tiene '¡..¡r.,•(...'\ [;í. S. BLEICHMAR: que ser defendida en estos días, sobre «La constitución del aparato psíquiEL HIPER-REALISMO co,,,28 nos proporciona otras referenINFANTIL cias, que conciernen por ejemplo al h~mo..in.icial en el niñ~Es un trabajo q ue parte de. observaciones psicoanalíticas de . niños, y cuyo interés (y dificultad) está en querer apoyar la metapsicología sobre la clínica, sin conformarse con lo que se suele pretender acerca de la metapsicología -es decir, que ella e·s «mítica»- , lo que no es más ·que una manera de desembarazarse de su articulación con los datos de la observación. En una de sus observacion~s, Silvia Bleichmar registra un hecho ya señalado por Freud a propósito de Hans: que el niño, al comienzo, cuenta sus sueños sin situarlos como sueños, sin hacer de ellos un dominio. apartado de lo real. Desde allí la autora se interroga sobre la mauet~ en que se opÉ:ira el clivaje ulterior, a saber ,_ cómo el niño fjlll•' I•• l lt•11dl1 h 111h11111111ft 1, h mnol'I vlH to , 11 111 1wo 11 tr11 1110 ha 11 ll~•1111l 11 111hl1-1(1odn.d 1¡11 0 o l cuHO dolPhantasic· 0 11 1tr1 f11 1\IU11111 , .,, 11 , 011 d ndr q1HJ Mil oxtlondc 1-Jobrc una escala, sobre un tray<..•ct.o ll ll extre mo a m plio, que prácticamente va a recubrir la !llCala d e l Phantasieren entre, por un lado, lo psicológico, y, por el otro, algo «psíquico real» que se avecinaría lo más cerca de lo que llamamos el inconciente. Dos extremidades que es preciso distinguir con cuidado, pero sin desconocer que en cierto momento se confunden: en la infancia; en consecuencia, esta se concebiría como el crisol de donde va a nacer, de donde va 1 a caer se podría decir, de donde se va a depositar la realidad ' ps.íquica. Si uno quiere constituirse u. n modelo de la primera infancia a través de lo que podemos percibir de ella, y sobre todo por lo que en cierta manera nos revelan los «rec~i:­ d_o s-pantalla• ue son más gue construcciones ady_lt_~o_Qbs­ ..\ ' t:lnte lo que se -ha pre en ido decir), se debe afirmar que la infancia no se puede concebir como un idealismo de partida; no se trata de partir de un Phantasieren generalizado al que sucedería - no se sabe cómo, por lo demás- un recorte de la ¡realidad. No se sabe cómo: ¿sería por experiencia?, ¿por con/ quista?, ¿por frustración? ~~he manifestado varias veces con referencia a esta falsa concepción de un idealismo de la in:. f~c1a.~e t~ma d1.· fer:mtes nombre~, por ejemplo el, de «narcis~­ \ mo ongman~ (, QvQ¡t-1, _?..,v.-0 . ?.; (6 1_ Q'j /J · · Por relac10n a m1 h1potes1s acerca de WINNicorr: LA un «hiper-reafismo• originario, pregunLLAMADA TRANSICION témonos por un momento cuál pue/ DEL me AL not-me de ser el interés de una noctóll"httro. 1• r . ·. . . • · . dl!~.<:!~ Winnicott, la del área de-ía: · 'í: · ( il;i!'lión. E~.!~.-.c~~~-~~E_~gs__~~§....g~~!j;_{l__g~~!:!!!e / .· ·1 Y topoiógicamente como área· intermedia entre el yo y el no~ ,·. · .. :Y?;eñtreio subjetivo y lo o~jetiVQ. De esta área de la ilüSíóil, ·! · en·que el tipo de objeto es «transicional», derivaría, como en.. \.... clave persistente, en el adulto, el dominio de la creación, del '. '\ Marte ... ·. 27.tl término de ilusión parece más interesante que el • . •1. ~· de iinaginario en este caso: con «ilusión» estamos potencialmente \ . . p.ee_ . C! / r:..·\ r-- ) ! r; "" ' 1 1 27 . La ·idea, una vez más, ya fue formulada por Freud: •Como una rea. lidad objetiva convencionalmente admitida, en la cual, merced a· la ilusión artística, unos símbolos y formaciones sustitutivas son capaces de provocar afectos reales y efectivos, el arte constituye el reino intermedio entre la realidad que deniega los deseos y el mundo de fantasía que los cumple, ·un ámbito en el cual, por así decir, han permanecido en vigor los afanes de pmnfpotencia de la humanidad primitiva•. S. Freud, •El interés por el psicoanálisis•, en OC, 13, 1980, pág. 190. . . / ., o 236' --'------ ~ -- _:.____• 28 Silvia Bleichmar, Aux origines du sujet psychique, París: PUF, 1985. [Ed. en castellano: En los origenes del sujeto psíquico. Del mito a la historia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1986.] · 237 - - - - -------- - --····'..-~ 1 '( ~w~~urn uu d o 1111111 0 ljlH' va •t d\•V\Hilr lo hH ·n1~ 1 ' 111.P (' 11 l ! l i;1•11 0 d(• ese scr-c 11 -c l -n1undo lnl<.:lal. Es e n es t a Jn.'J ta urad6 11 dd cll\ .' V<lJe de lo concie nte y de lo inc onciente, y tam bié n, por con tragolpe , del clivaje de lo psíquico y de lo no psíquico, donde in terviene la represión originaria, que figur3:rnos como la constitución de un inconciente radicalmente clivado, es decir de 1. 1l una «realidad psíquica» en el sentido estricto del térrninb. No un dominio de realidad que fuera psíquico (donde «psíquico .. es un adjetivo que califica solamente cierta realidad en tanto psicológica) sino algo psíquico que fuera realidad, que fuera cosa, inconciente. Y es por relación al inconciente, a esta referencia al inconciente y a esta gravitación inducida por el inconciente, como se aprecia el interés para la cura, de este «temperamento» .aportado al indicio de realidad por la regla (las dos reglas) analítica. El deslizamiento, la confusión entre esta gravitación ordenada por el inconciente y un primado de lo imaginario vulgar· se reproduce sin cesar y gracias a las nocioHes más diversas. Así suceoe con otra metáfora, propuesta por Freud, del teatro y de su escena. «La otra escená.. ha LA OTRA ESCENA tenido un éxito cultural enorme en Y sus AMBIGÜEDADES: la «modernidad ~., pero es justo reTeDE FREUD A rir ese éxito (y sus ambigüedade s), O. MANNONI después de Freud, a Lacan y a Octave Mannom. 2 ri Sobre esta noción de «escena», vale la pena releer dos pasajes de Freud: el pasaje princeps, y después otro, sobre el amor de trasferencia. Se trata , primero, de La interpretación de los sueños: «Nadie ha destacado co!t mayor vigor la diversidad de esencia entre vid;;t oníricá y vi<ill. de vigilia ni se ha empeñado en razonamientos .más vastosque.G. T. Fechner en algunas observaciones de sus Elemente .der Psychophysik. Opina que "ni la simple disminucion. de .la vida ·psíquica conciente por debajo del umbral principal'', ·ni ~l retraimiento de la atención respecto de lás infli,iencias: g~l múndo exterior bastan para esclarecer las peculiaridades de la vida onírica en relación con la vida de vigilia. Conjetura que el escenario de los sueños [es el término que Lacan ha valorizado, «der Schauplatz der Triiume»; se trata del escenario del teatro en el sentido material del 1 29 Me refiero a los textos de Octave Mannoni reunidos en un volumen que ya lleva unos años: Clés pour l'imaginaire, ou l'autre scerw [Ed . en cas tellano: La otra escena. Claves de lo imaginario, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973] y también a su artículo aparecido en el número de Eiuwis Freudiennes (nº 19-20) dedicado a •L 'amour de transfort ... 238 l.(• 1' 11 lli1o l 11"1 Ul1 '!1 1/11• ' ,¡/ tlrt /11 11 11/11 t/11 l 'l l/1/'ill/ll/l ft lil/<11/11// t/¡t /ti /1/ .<JÜÜt. ' ISi (' I ('H('<'t111 1·lo 1h• In ¡l('t,lvlclacl pHl(·offr-11«11 f111 1tu1 n i 111 mo e n e l dormir· y en la viglll.a, e l ::i u<.H io a m l juicio 110 po<11·rn ser sino una continuación de la vida d e r et>re:;entaclonc!-! ·d c vigilia; se mantendría en un grado d~ intensidad inferior q u e el de esta, pero por lo demás debería .compartir su mater\'al ' : [Stófj] y su forma [Form]. Ahora bien, nada de eso sucede.'',,, :m· De este pasaje de partida se debe retener que, el sueño, para Freud, no es una forma degradada de la vida psíquica, n~ es algo imaginario que tuviera un modo de ser aténuado por relación a lo real. De~taquemos igualmente estas palabras de. , ~t¿>.f_f y de F_orm, el ~nteñido o el materl.~~(13F · imagenes, la hgurac10n), y la forma, por la otra, es decir, para . F[eyd; el nr<iceso prmnrr10. ---~-·· ·· ·· _,_ A esta comparación con el teatro de la ue Mannoni en la obra C1 a a a echo un eje principal de su reflexión, la reenc~~tramos explícitamente a propósito de la ses10n analruca~ o á-e la cur.~ en s~ totalidad. Se trata del texto d~ i19~5-, «Bemt:-. · , : i:;:d\ · k;ungen u her che l Jebe.rtragunshebe» («Punt~ahzacron~~ sQbr:: ~J":'J el amor de trasferencia»). Recuerdo el com1ei:izo: -~:.J_;J) ~ .d.·. · · ..-«De las situaciones que ella produce seleccionaré' un · , ·bien · · circunscrita, tanto en razón de su frecuencia y real importancia cuanto de su interés teórico. Me refiero al caso en que una paciente mujer deja colegir por inequívocos indicios, o lo declara d e mane ra directa, que, como cualquier frágil mujer, se . ha enamorado del médico que la analiza. Esta situación tiene sus lados pe·n osos y cómicos, y también sus lados serios» .:31 ~ { Ya la última frase citada nos remite a la 'idea de teatro, con ~ . ese apuntamiento de lo «Cómico•. En lo que sigue del texto Freud · no vacila en mostrar sin maquillaje toda la dificultad de la cuestión, tanto desde el punto de Vista teórico como en lo que concierne a la actitud práctica e interpretativa por adoptar. El aspecto que se presta mejor a un manejo (aun si es totalmente parcial y, quizás, él mismo, defensivo) es tomar este amor por su costado de resistencia. El amor de trasferencia amenaza lJ ~tuación aoalftica en su regla, mcluso en su continuación, lo c~al (opino o es la definición misma del acting-out: - /( «La paciente, aun la más dócil hasta entonces, a perdido · de pronto toda inteligencia del tratamiento y todo interés por él, no quiere hablar ni oír más que de su amor, demanda que le sea correspondido; [ ... ] Sobreviene un cambio total de vía 1 J\c, :io ' 11 En OC, 4, 1979, pág. 72. En OC, 12, 1980, pág. 103 . 239 111tt.. 1;1'1111 , 11111111 1111 ,lll•iW• d1111111lllt 11 111 m lnürn d!'11h11111 l 11 dn \l p111 • 111111 1111dld11d q11 u l1 · ~ IHlllH • 111 H1H11111n11l.11 (11 .1¡1 ., 111111 1'111wl <i 11 l 111 d n1 l 111111 p1 111d ld 11 11 1H•'ll.o. 1h• '' Jl'.'U\'ffül " ) . 1•; 11w"'- d k o <111(• Jo vi · v1•111 •I «• por prl111t•r11. vc:z no ll ull1tnt fácil mantener Ja situación 1111111(1.ka y :; u1:1trac rse del esp~ji smo [TauschungJ d e que el.tratam iento h a ll egado efectivame nte a su término».;32 112.~~nt!: ~en~e , usted~~ lo= ve_!h Freuq QQone la~§»~ ~Q;: . mo escena de teatro, imaginaria, a algo real bajo la forma de U.ñaseñal, ·üñ"aseñaT <leTt'ueg(;-que irrumpe·:-v -Mannü ñCen ei teit~ ue~dedica-aesté texto, no está lejos de pegársele ·- 1úst'a fones diciendo: he ahí el amor, que es más realQuecffal~~ ­ q Ü.ier"ótra cosa, que Trrumpe en el teatro del anaITSK'"Es-verdadque- presientequela oposición poorrataTVez-<rafse vuelta en cierto modo; ¿no es propuesto por el propio Freud ese darse vuelta con el término de .Tauschung, ilusión, que es preciso situar del lado de las consecuencias del amor de trasferencia y no del lado del tratamiento, al que aquel perturba? Las cosas no son entonces tan simples: ni una oposición ficticio-real, ni determinar el lado en que se debería situar, dentro de esta oposición, suponiendo que uno la dialectice, la escena del análisis y el Feuerlarrn, el grito de ¡fuego! Después de esta breve excursión hacia el amor de trasferencia, vuelvo al final de nuestro párrafo de La interpretación de lqs.sueños: «No sabemos con claridad qué entendía Fechner con ese Umsiedlung de la actividad psíquica». Umsiedlung podría querer. decir «trasferencia»; es un término empleado para los grupos de población trasplantados más o menos por la fuerza .. Los Umsiedlungslager son campos de deportación, aun si ·· la nación ae.exterminio no se agrega a ello. En Fechner se tra: · · · . ta ·entonces d~ una deportación en masa, en grupo, de la acti·vidad psíquica de un lugar a otro, de una «escena» a otra. Y Freud termina este desarrollo remitiéndonos a la metapsicología,. tal vez la. única capaz de esclarecer el sentido de esta su. gestión intuitiva de Fechner. ¿En qué consiste entonces ese corrimiento, ese traslado entre, por una parte, la escena de la ... vida «real», y, por la otra. la del sueño, la de la cura y quizá · también la de la obra, de la Dichtung? Todo nuestro esfuerzo . · va· dirigido a mostrar que la oposición real-ficticio lo explica · ; \ muy mal, ·salyo que impongamos, a estos dos términos como :tales,' una deriva. Para decirlo con una palabra: ese traslado '. nci'es otro que elde lo no sexual a lo sexual, lo que nos condu, ce a 'presentir que la «trasferencia» misma, en el sentido co- J 82 240 .Jbid., págs. 165-6. 1•01110 n 1111 01'11{011, 13 de diciembre de 1983 a ;....,_ 1 d1111l.11 d n l t/11 111 1110 , rto dnh111·f1i n11 •011il11d1·, tx, uNo om·r1;rntont,o 1'rl/rrw ro y J undadur. ·'-< Nos habíamos quedado, como en una «representación de expectativa», en el término de Úm,siedlung, traslado de un lugar psíquico a otro. Pensamiento tomado de Fechner, y que, según Freud, sólo revelaría su verdadero sentido si se recurre a la noción de aparato psíquico, es decir a la metapsicología. Ese tra8lado nos conduce entonces a la trasferencia, y en primer lugar a tomar indicadores por relación al pensamiento freudiano y a su evolución. Para esto puede ayudar el Vocabulaire de la psychanalyse, si ustedes lo quieren tomar no como un diccionario, que no es (y todavía menos una enciclopedia), sino como una manera de dilucidar una problemática a través de una historia, la historia de la clínica y de la teoría en Freud. Para recordar la evolución de Freud LA TRASFERENCIA: con respecto a la trasferencia, no se FREUD NUNCA CESA puede prescindir de esta observación DE ENCUADRARLA liminar:.. que Freud mismo no ha cesado de querer precisar dónde se encontraba en esta cuestión, en el sentido exacto de reencontrar el camino y, eventualmente, de limitar el alcance del fenómeno. Poner límites a la trasferencia, he ahí una preocupación constante de Freud; y sin duda que logra mejor su objetivo en la práctica -no dejarse desbordar por la trasferenciaque delimitar, en la teoría, la especificidad de la trasferencia. Lo que se indica en el artículo «Transfert» del Vocabulaire, y que constituye el b,a: ba del pensamiento de Freud, es la distinción, y la evolución, entre la trasferencia y las trasferencias. Inicialmente Freud habla de las trasferencias en plural. Se podrá pretender que es una etapa superada, que fue incluso -dice Mannoni- una falsa vía inicial; yo no lo creo así. De las trasferencias, al comienzo (bajo reserva de un texto más antiguo y más arcaizante que mencionaré después), se trata a propósito del sueño, por lo tanto en la Traumdeutung. Son desplazamientos debidos al hecho de que el inconciente no podría reaparecer en «persona•, sino que debe encarnarse (aun antes de volverse «figurable», darstellbar) en restos diurnos. Los designados como trasferencias son desplazamientos toma- 241 (~dos uno po r u no, e n ta l aco ntt; d m lc 11 (,o o tal p c 1·Ho 1111 di · lit <' X // per ien cia vigil. «La r epr esen tación incon cien te como ta l es del i todo incapaz de ingresar en el preconcie nte, y sólo pue d e e xte ! r iorizar ahí un efecto si entra en conexión con una representa\ / ción inofensiva que ya pertenezca al preconciente, trasfiriénf dole su intensidad y dejándose encubrir por ella. Este es el he\' 'I cho de la trasferencia, que explica tantos sucesos llamativos , de la vida anímica de los neuróticos,..3:3 ~----- Insistiré solamente en dos puntos; la importancia prevalente atribuida a la hipótesis económica: ~o que se desplaza y por lo tanto se trasfiere es una energía, lo que en otros lugares Freu d e-nomina quantum de afecto. Y po r otra parte, la asimilación expifc~as'trasferencias-a:eISileño a las de la psicopato1-~-~- en consecuencia, a las de la cura. ·-· -- En Estudios so!z.re la histeria (1895), los de~lazamientos so'bre el «médico,. son descritos exactamente de la misma '1ña"'.: ~ «Primero había aflorado en la conciencia de la enferma el contenido del deseo, pero sin los recuerdos de las circuns, ,. ·tancias colaterales que podrían haberlo resituado en el pasado; y en virtud de la compulsión a asociar, dominante en la \1 conciencia, el deseo ahora presente fue enlazado con mi per./ sona, de quien era lícito que la enferma se ocupara,..=i 4 En la 12ura, se podría decir, el «médico,. desempeña el papel aerp¡:irñerrestouforno que-~ es de todo punto natural' ·q ue él sea como atrapado por deseos ~ntigüo:S pero que han perdido las conexiones que permitirían resituarlos en el pasa-· - iliL Y Freud utiliza, a prap-6siro-de-e-su:ferrómemr,ios tér min-os bien acusados (en la posición que él adopta de destacar una distancia, un error flagrante) de «mésalliance,. y des «conexión f a lsa». ' 1 ~~a abiertamente registradas en Estudios sobre la histeria, 1) 1as trasferencias tienen sin embargo esta extraña particulari) ' { dad de tomar cada vez al analista (Freud) desprevenido. Fenó-· ·- meno permanente, aun después de Freud, y que nos constriñe a pensar que algo tan insólito no se podría clasificar sin perjuicio dentro del simple capítulo de la reD<>HA: petición de los hábitos. UniversalmenFrmt 'll T<>MAno te conocido, tenernos el ejemplo del l JESPREVENID< > caso Dora, en que Freud se reprocha no haber podido impedir la interrupción del tratamiento porque no despertó a tiempo para la idea <h1 lit tl'1Hl f 1n 'rn 1d11 , .', l> n 111 t11 1r1 f1 111 1111 f;1'1' N11, lll rt f 111111111l1 1lt! 111111 lr<iHl'ü l'l.:ndn. uL a p n1d 111·Uvld11,cl d 11 111 11 11 111n11 lti jp1nd11o 1111 11 ti (! Jo::; s{ntoma::;j no se h a c:x ti11).(n ldo o n nl>~m lu t.o , Nl n o q11i • Hll 11 111 - -- ~:-'""~-· " :n S. Freud, La interpretación de los sueños, op. cit., págs. !)!)4-G. :3 4 En OC, 2, 1980, pág. 307. 242 l -~- i 1 ma en la c reació n de u n tipo partic u lar d e fo n 11uclo 11< 1H d\• 111 111 sarniento, las más de las v eces incon c ie ntc::;, a las que p u c d \ 1 darse el nombre de "trasferenc ias". ¿Qué son las t ra::;fc1·cn -· cías? Son reediciones, copias [encontraremos e n los escritos técnicos esta idea de la reedición de un prototipo de irnpre nta;diríarnos: reimpresiones] de las mociones y fantasías que a medida que el análisis avanza no pueden menos que despertarse y hacerse concientes; pero lo característico de todo el génera es .la sustitución de una persona anterior por .la ·persona del médico. Para decirlo de otro modo: toda una serie de·vivencia·s psíquicas anteriores no es revivida como algo pasado, ~ino. co- .. rno vínculo actual con la persona del médico». 35 Y Freud se- . · ñala que por el hecho de no haberse dado cuenta a tiempo de. la trasferencia de Dora, él no há sido capaz de analizarla y el tratamiento se interrurnpió.:lH ¿Qué dice Freud? y, en principio, ¿habia aquí de la trasfe-.. rencia o bien de una trasferencia entre trasferencias plurales? Tal \'l'Z d(' lo uno y de lo otn>, porque tenernos eri efec-·t<> la ren ·.- ·, ferencia a la trasferencia, una trasferencia de base que Freud , concibe siempre corno de esencia paterna, y que en_roodo algu c no considera que se la deba desenmascarar o analizar: «Desde el comieñzofueclaro- que en su fanta sía y o haciade;ustituto [¡ del padre , lo cual era facilitado por la diferencia de edad entre Dora y yo. Y aun me comparó concientemente con él; buscaba angustiosamente asegurarse de mi cabal sinceridad hacia ella, pues su padre "prefería siempre el secreto y los rodeos tortuo1 1 · 1 l sos''». 37 -._._ En cambio, lo que no fue visto y que habría debido ser in-"""""'º terpretado fue una trasferencia, no de la infancia o de un per-:: '. ~onaje de la infancia, sino del señor K ., que es Etl__personaje con quien se vuelve a jugar, en lo actual, el drama edípico. Él señor K. hace «avances» a Dora, y Freud se reprocha no ha= ber percibido esa trasferencia sobre él mismo, no directamente desde el padre, sino a partir del señor K. «Después, cuando sobrevino el primer sueño, en que ella me alertaba: para aban- · /· :ir; Cinq psychanalyses, París: PUF, 12ª ed., 1984, págs. 86-7. [En OC, · 7, 1978, pág. 101.] Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanchc . :m Es indispensable remitir a la interpretación que de esta trasferen~ cia, como movimiento dialéctico, ha hecho Lacan, «Intervention sur le trans- -. fert• (1951), en Ecrits, París: Seuil, 1966, págs. 21!)-28. :J 7 Cinq psychanalyses, op. cü., pág. 88. [En OC, 7, 1978, pág. 10:3.] 243 .¡ • ' .• 1 •. 1 . .-1• • •i " d1111 111 111 1 11111 1 1111111 1·11 " '' 11111111,. 111 o lo l 111h1t 1 l 11 1c•h o 1•11 11 In t'llHll d1 1l '" ~ ''" ' h , yo 1111111110 l11tl n111 d nl>l d o t111 11 1u· p r('('1t11('lo 11 w'I [Do1'11 In 11 1111 t 11 I m d n q 11 0 lo n1>11 11<1 0 11 arfn ta1nbl é n a él] dicié n dole: " A l1 orn 111-1 t1.•d h ll h ec h o u n a tn.i:;¡fcren c ia desd e e l señ o r K. h a- ¡ :ln m f. ¿Ila n otad o usted a lgo q u e le haga inferir malos propó:;ito:;, parecidos (direct a m e n te o por vía de alguna sublimación) a los d e l señ or K. ? " . Entonces habríamos obtenido el acceso a otros materiales» . 38 La trasferencia a partir del señor K. no es percibida, entonces, con la consecuencia de que Dora abandonará a Freud39 como igualmente había desairado al señor K. en sus tentativas de seducción. Este arrepentimiento de Freud es una primera reacción tras ·el tratamiento y su ruptura; pero tenemos , en una nota, una segunda reacción más tardía, donde Freud va más lejos y señala la homosexualidad inconciente de Dora y su amor homosexual por la señora K., que él se re procha igualmente no haber comprendido ni interpretado. Digamos que más allá del señor K., era la señora K. la mentada; pero se ría seguir una falsa pista considerar que por eso, detrás de la «trasfe re ncia heterosexual» (del señor K. a Freud) se escondía una «trasferencia homosexual» (de la señora K. a Freud). Por el momento no entro en los detalles y me conformo con remitir , por una parte, al texto de Freud, y , por la otra, a la intervención de Lacan . Todo esto para abrochar tres formulaciones, tres proposiciones que habrá qu e hacer trabajar: la primera es que en el análisis de Dora, la trasferenGia se revela como trasferencia de segundo grado. Freud no falló porque ignorara la tras_ferencia «del padre»., sino'porque desconoció ese ·eslabón intermedio que no ·se puede menos que llamar tambieri trasferencial_, es decir la trasferencia sobre el señor K. y · 1atrasfer~nda a partir del señor K. Latrasferencia qué sé mues. tra e~t'ratégicamente esencial. se define aquí como trasferen·. c'ia de trásferencia. El segundo pi/,nto, ya señalado, es que esa tra.Sferencia sobre/del señor K . sólo se entiende por el hecho d e q~e el señor K. está atravesado, se podría decir, por su rela. ··. ción con su esposa. El comentario de Lacan es bien sugestivo : Dora da una bofetada al señor K . en el momento en que el señor :K- , cortejándola, se expresa así: pero mi esposa no es nada · para mí. En lo manifiesto esto se entiende trivialmente : como f. ~1 .A 38 /bid., págs. 88c9. [En OC, 7, 1978, págs. 103-4.) Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche . · 9 ~ . . . y al análisiS: es el tipo mismo del acting-out en el se ntido e n qu~ · yo lo. def.ino, b_ien diferente del actuar o actuación. 244 ·¡ ml OHJ>01-1u no c11 nndn parn mf (1:1cxualmentc h ul>lando), e l lugar está libre para una re lació n con us t e d. . . y e n ese m om e n to Dora da una bofetada al señor K.; lo que Lacan \interpre t a: si su esposa no es nada para usted, entonces tampoco usted es nada para mí, puesto que usted sólo me interesa en la medida en que, a través de usted, tengo acceso a la señora K. La bofetada, reacción aparente de pudor herido, es de hecho un gesto de desvalorización y de repudio. Estos dos primeros puntos hacen eco con el hecho que yo quería señalar desde el comienzo y ante todo por medio de mi título: la trasferencia no está cerrada sobre sí misma, no es una relación de dos que simplemente reeditara otra relación de dos; la trasferencia está abierta sobre otra cosa que ell.a misma, tanto en la iínea cronológica en la que tenemos ya al menos tres personajes (Freud, el señor K ., el padre) como también en la constelación intersubjetiva presente, sincrónica, donde sólo se comprende por la remisión, a través del señor K., a la señora K. El tercer punto, que es para destacar históricamente a propósito del caso Dora, pero que reaparece todavía después, en los «Apuntes originales sobre el Hombre de las Ratas,,, 40 es el mantenimiento de la trasferencia en plural: las trasferencias, que habría que analizar, incluso disolver, destruir una por una. Pero esto sobre el fondo de una relación más basal, que , para Freud, sería difícilmente del mismo orden, una relación persistente , tal vez para no analizar, que es l;i relación fundamental con el «médico» como padre. Y siguiendo el hilo histórico propuesto por el artículo del Vocabulaire, vemos en fin aparecer el término en singular, la trasferencia, incluso la neurosis de trasferencia como una especie de unidad en que se reedita la neurosis infantil. He ahí . en lo sucesivo todo el análisis, todo el proceso, englobado en una trasferencia única, unitaria, mientras que hasta entonces las trasferencias eran por así decir moneda chica, tal vez cotidiana, pero dispersa, «desligada» como lo es el propio proceso primario. Permanece de este modo en Freud , en la continuación de su pensamiento, este equilibrio . incesante entre una apreciación positiva y una apreciación TRASFERENCIA negativa de los efectos de la trasferenSIEMPRE . cia. Negativo y positivo que no coinciINDESEABLE den con lo que se llama trasferencia PESE A TODO negativa y trasferencia positiva; estos últimos términos, bien esquemáticos, re- ' 4 ° Como lo señala Maurice Dayan. 245 loi; 1.ipoi; d e seutind c nto , e l odio en un caso y e l a mor :n el otro, mie ntras que los aspectos n egativo y positivo d e la trasfe re n c ia se aprecian por relación a la posibilidad o no de proseguir la cura. Desde luego que una relación no está por completo ausente puesto que la trasferencia negativa suele ser lo más dificultoso para la cura, ·pero, como Freud lo.desarrolla a raíz ·del amor de trasferencia, la misma trasferencia positiva puede tener efectos negativos . Estos efectos negativos son connotados por Freud con el término de «resistencia de trasferencia» (Uebertragungswiderstand), que es, hasta donde yo sé, el único empleado por él y que ha sido a veces desfigurado por una traducción en «resistencia a la trasferencia». No hay en Freud· una «resistencia a la trasferencia» en la medida en que lo que más le preocupa es que la trasferencia mi~rna sea una resistencia: resistencia a la verbalizaeión, a la rememoración; en suma, al trabajo analítico . La trasferencia para Freud sigue siendo siempre y pese a todo un intruso, y el pasaje más logrado sobre este terna se enc u e ntra en Más allá del principio de placer:· «En la historia del tratamiento se hizo cada vez más claro que la meta prop u esta, el devenir-conciente de lo inconciente, tampoco podía a lcanzarse plenamente por este camino [el levantamiento de las r e sistencias]. El enfermo puede no recordar todo lo que hay e n é l de reprimido, acaso justamente lo e sencial. Si tal sucede, i1o adquiere convencimiento ninguno sobre la justeza de la construcción que se le comunicó. Más bien se ve forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo, corno el médico preferiría, en calidad de fragmento del pasado. Esta reproducción, que emerge con fidelidad no deseada, tiene siempre por contenido un fragmento de la vida sexual infantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus ramificaciones; y regularmente se juega en el terreno de la trasferencia, esto es, de la relación con el rnédico». 41 Los términos importantes son los de «fidelidad indeseada• en la repetición, incluso si Freud s igue oponiendo a esta, en esa época, el ideal de una rememoración cada vez más completa. Hay además un pasaje que quiero incluir en el legajo, corrio pieza suplementaria, sobre todo en razón de ia fórmula que lo corona: «Las mociones inconcientes no quieren ser recordadas, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucina11li l.e 11 t t ~ t 1 f <"Í('llh'. Hay en consecuencia una especie de desigualdad, de renquera en esta fórmula, que no marcha pareja sobre sus dos piernas en la medida en que se admita que la trasferencia es algo ficticio que se da por algo real, un real falso que habría que situar por relación ~ un real verdadero. Ven ustedes que si yo me he puesto a insistir largamente sobre el tema de lo ficticio, y sobre la reducción del análisis a lo ficticio, es porque esta cuestión retorna siempre. Reaparece otra vez en este texto con la doble relación con el «médico»: una basal; en este caso es llamada de constreñimiento, en otros casos es presentada como de colaboración: se trata de erripujar al paciente por cierta vía, seguramente la de la razón; y la otra, arcaica, que habría que reducir. Al mismo tiempo, sigue jugando, de manera subterránea, la distinción entre la trasferencia de base, trasferencia paterna para Freud, y las trasferencias, ·ll;k ·1 41 En OC, 18, 1979, pág. 18. 246 :lón de lo lnco n clcnl<·. Al Igu a l qu e en el Hu cflo , e l e nfe rmo atribuye condición presente y realidad a los r esultados del d espertar de sus mociones inconcientes; quiere actuar sus p asiones sin atender a la situación real [reparemos en el juego sobre «realidad» porque es el mismo término el empleado por Freud,. ·real y Realitiit]. El médico quiere constreñirlo a insertar esas modones de sentimiento en la trama del tratamiento·y en la de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo y discernirlas por su valor psíquico. [ ... ] Es innegable que domenar los fenómenos de la trasferencia depara al psicoanalista_las rna- · y ores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos brindan el inapreciable servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes; ·pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie». 42 Esta fórmula conclu'siva, en forma de. aforismo, no deja de plantear problemas respecto de los <los · términos porque, tomada en serio, ella significaría que la tras-. ferencia nos aporta su objeto a la vez in praesentia ein reali-· tate. Ahora bien, según Freud, la trasferencia es sin duda en· presencia, pero pese a fodo no pasa de ser «en· efigie•;, aun ·si esta efigie se da por real, incluso por alucinatoria, en el desden por el t i('mpo y la facultad de alucinaci6n propios del incon- 42 S. Freud, .. sobre Ja dinámica de la trasferencia», e n OC, 12, 1 ~)80, pág. 105. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. Esta locuciún no se encuentra solamente aquí sino en el análisis del Hombre de las Hatas y tal vez en otros pasajes. P. Lac ostc nos señala que se trata de una locución del derecho criminal antiguo: ejecutar a un criminal «en efigie,, o .. efigiarlo". · 247 11111 _.¡ ••lilli clbH hwh\11 li•I lt 111 •0 1d elo : p oi· 1111 bu lo In ru lndÓJI con 111 lll•' •111 •0 y, p oi' c1I otro, lnH t.r11Hl'onmdus do las m ocion es pulllo111il11tt q11 0 vh- 11tm do l Jucon clente. A todo lo largo del ·pensamiento freudiano, y de la problemática de la trasferencia, clásica o no, subsiste e¡;;te QUE N O CESA tema del desdoblamiento. IndudableDE RETORNAR. PERO ¿ DONDE SITUARLO? mente, su forma más insidiosa, aquella que tiene más apariencia de veracidad, es la oposición de lo ficticio y de lo real en la cura, y la reducción, a lo ficticio, de lo que ocurre en el análisis. Pe. ro semejante reducción a lo ficticio tiene siempre por correlato el mantenimiento, formulado o no, de una instancia de realidad o de racionalidad susceptible de someter a verificación eso real. Dentro de esta via, se debe afirmar que, en el limite del análisis, se perfila el psicodrama. Y puesto que he citado, recomendando su lectura, a Octave Mannoni y su La otra escena. Claves de lo imaginario , no es seguro que este autor escape a ello siempre, con su referencia a la otra escena y su comparación con el teatro. ¿Qué opción se podría proponer? Lanzo esto retomando una fórmula que circula entre Descartes y Pascal: el análisis «no valdría una hora de trabajo» ... si fuera el lugar de una puesta en escena de emociones o de relaciones arcaicas y, como tales, superadas. Si fuera un lugar de psicodf.~ma , una fantasmagoría, un juego de ilusión y de desilusión. Es indudable que Freud, con su desconfianza hacia la trasferencia, empuja en este sen.tido. El desdoblamiento al que yo me refería hace un rato, en. · tre la alucinación, la seudo realidad trasferencia! y la realidad . de .la situación, se' convierte en una actitud de desconfianza, .. : ·· ·_.hasta·de resistencia, que desemboca .en formulaciones teóricas ··. · y prácticas discutibles. Entre estas, desde el punto de vista teó. rico; las imágenes del analista como espejo o como receptor ·telefónico neutro, la idea de que el psicoanálisis personal per. ·m.ite·quitar al propio inconcieilte relieve, pasión, ecuación per. . sonal. Y del mismo modo en la práctica, donde Freud tiene fór. ·.: · mulas qúe pued,en chocar, como la esencial «indiferencia» del · . trat~mlento. Es claro que, antes de tomarlo en mal sentido; . el térl!lino merece comentario , Más que una borradura de las diferencias, lo que el término alemán gleichgultig implica es la iguaidad de valores, afín a la que ya habíamos encontrado .con la .atención igualmente flotante o igualmente suspendida. La in-diferencia no significa aquí la ausencia de interés, sino . .el interés igual: es una forma del emparejamiento de los con teUN DESDOBLAMIENTO 'í . ~- ~. . . n idos , indisp e nsable p a r a la a plica ción d e l m é tod o ana U:tic9. Y las veces anteriores he insistido en el hecho de que aun esa igualdad de los acentos no se producía sin cierta actividad, que ella no era puramente pasiva, que no bastaba volverse indiferente o incluso neutro para que los acentos fueran iguales. Por el contrario, se requiere cierto desplazamiento de' la atención para restablecer una verdadera igualdad de oportunidades entre las diferentes asociaciones que aparecen en el análisis. Restituir la igualdad de oportunidades, como en el dominio social, no se consigue quizá s~n cierto artificio. Destaquemos · pese a todo, en Freud, esta especie de desconfianza y de consideración relativamente defensiva por relación a la trasferencia. ¿Y qué ocurre en nuestros días? Se puede afirmar que creemos haber superado todo ello;i nadie parece desconfiar ya de la trasferencia. El análisis, se dice, está inmerso en la trasferencia. El analista también. Es lo que según los casos se llama implicación o contratrasferéncia. Implicación es un término que no encontramos en Freud: «Contratrasferencia» aparece muy raramente (comprobación que no implica de mi parte ningún juicio de valor). En todo caso, las veces que aparece es generalmente (como ocurre con la trasferencia) para decir que es preciso librarse <;le ella, dominarla o abstraerse. Implicación y contratrasferencia, que hoy son moneda corriente en la práctica, incluso en' la formación en la técnica analítica, son nociones que, no lo olvidemos, han cobrado vuelo a partir de una extensión del análisis, y que en cierta manera retornan a nosotros de la adaptación del análisis a .Jas psicosis (Searles) o, al menos, de la atención que en las neurosis se ha prestado a la parte psicótica (pensemos aquí en los pos~kleinianos, mucho más que en Melanie Klein). Nociones indispensables pero que no resuelven nada, porque aun si se implica al analista en la relación de trasferencia, ello no .significa que deje de plantearse la cuestión del desdoblamiento. Para la contratrasferencia como para la trasferencia, encontramos al alcance de la mano la solución más peligrosa, que consiste en distinguir, también allí, entre una parte irracional a la que unp debería abandonarse para comprender (y que tambien el médico se abandone a esas famosas emocio.: nes inconcientes) y después una distancia tomada por el razonamiento . Así, el problema del desdoblamiento no deja de plantearse; desdoblamiento en el analizado, desdoblamiento en el analista (entre el que se abandona a la contratrasferencia y el que se recupera), incluso desdoblamiento en la situación, en la medi- 249 .. ·2 48 A 11d111ll t1 41111 • u~~ llH• I 1111j 111 11111 du 1•111 1111111 1 d h1 ltn11lll11 ,1o h1 " 111 1•11111 11111• lo 1111111 11 w lnr1 f,11111 111 it,11 (pl1111110 1-1111>11 1 f,11do 0 11 l•'(1cl lcl 11). 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Mi proposición no es absolutamente trastrocar sin más semejantes desdoblamientos, sino mostrar que quizás esas oposiciones no son las últimas, en tanto vendrían a enmascarar, a recubrir como un signo, otra disimetría, otro desdoblamiento, otro corrimiento: precisamente aquel en que" se constituye el orden de . la sexualidad humana. Aquí, como siempre, sólo de manera crítica e interpretativa podemos apoyarnos en Freud. Si yo me apoyo en pasajes de Freud, es para destacar ciertas aristas, para mostrar las contradicciones, e, igualmente, después de haber mostrado esas limitaciones y esas insuficiencias,· para tratar de ponerlas en relación con otros aspectos del pensamiento de Freud. No para hacer un psicoanálisis de Freud; ya son muchos los que se encargan de ello, para decir que Freud tenía miedo de esto, de aquello, tenía miedo del amor, tení:;i. miedo de sus pacientes, para remitir t8do esto a la descripción de su situación familiar, o también que tenía miedo de la seducción, o que la seducción se tiene que remitir a los fenómenos de seducción de su propia infancia. Está bien; pero no es así como yo entiendo la interpretación de Freud. Es en un nivel que personalmente prefiero, que consiste en confrontar esas insuficiencias con otras exigencias que igualmente se encuentran en la obra y que por momentos se eclipsan y por momentos resurgen. Es preciso confrontar, me parece, esta oposición, que retorna sin cesar, entre la racionalidad de una trasferenc ia de base y, por otra parte, trasferencias irracionales y que hay que analizar; confrontar, entonces, esta oposición de lo ficticio y de lo real, con otro desdoblamiento que yo considero fundador de la especificidad del objeto psicoanalítico, es dec ir, el surgimiento del orden sexual, en la infancia, a partir del orden de la adaptación. Un desdoblamiento de la sexualidad y de la adaptación que nos remite a su vez a sus orígenes, es 43 «Zwischen Intellekt und Triebleben•: •Zur Dynamik der Uebertragung •., GW, 8, pág. 374. en 250 1 O de enero de 1984 Cuatro cuestiones, que por· lo demás están en relación unas· con otras, . pueden servirnos de piedras de toque: ¿de qué hay . · trasferencia?, ¿dónde se registra la trasferencia? (¿es un ferió~ meno universal, o tiene sus fü.gaies bien definidos? ... lo que· . a su vez nos introduce en la tercera pregunta:) ¿ctiáleS: son las condiciones de producci6n de la trasferencia; a qué a~rib~ii la trasferencia? Y por último (lo que depende enteramente· de las opciones precedentes:) ¿se puede terminar, resolver, la tras- .. ferencia? Trasferencia: comoquiera que sea, es un trasporte. Ueber- . tragen es trasportar, a través de todas las acepciones -recogidas en los diccionarios de psicología, LA TRASFERENCIA y aun de neurología (volveremos encoMo TRASPORTE seguida sobre esto): trasportar un háDE SINTOMA bito, una representación, un afecto, un síntoma, de un lugar a otro. Y no carece de interés señalar que, tal vez, el término de transfert, en francés, precede a su traducción alemana en Uebertragung. Para fijar las ideas, se trata del desplazamiento de un síntoma somático de la histeria, de una parte del cuerpo a otra. Y aquí es preciso referirse a ese gran 11trasferidor» - quiero decir a · ese gran traductor- que es Freud, porque es en los textos de Bernheim traducidos por Freud donde encontramos el término 11transfert» en francés. En efecto, Freud tradujo hacia 1888 la obra de Bernheim, De la suggestion, y escribió un prefacio para esa traducción. En ese prefacio cita el término transfert en francés. Desdichadamente no tengo a mi disposición el texto alemán de Freud para saber, no si Uebertragung debe ser traducido por trasferencia, sino si Freud ya ha traducido en otros pasajes la •transfert» de Bernheim por Uebertragung. 44 Comoquiera que sea, dos textos merecen ser destacados. Uno es este prefacio de 1888 a la traducción de Bernheim, y el otro, un artículo de 1888 igualmente, dedicado a la histeria y que 44 A. Rauzy ha tenido la amabilidad de confirmarme este último punto. 251 ... ni1 ,,.¡¡@no wu M;1,,¡,,., "' u l l1\ 1111h111 l11l11 1ff1 1/ ( "" 11llll1r.1ulo llH ln1111 •1'\11 , V1m ll Hf,1 d 1111 h11 Hf11 qu i"\ p1111lo lrn1 p1ohl 1m11111 cl11 111, f,1·m1fm•m 1d1l MOll rtico 1-tldor1 p 1·l111(•ro tm oMÍ.tl co 11 f.oxt.o d e In h 18tür1u, d o In 1:1 u go1:1tlón ·y <l o la h l1.Htoti l1:1 . Ut1tcdci:1 saben tambI~n que la tesis de Bern h chn es que la s u gestión está e n la raíz del fern;>m e n o hipnóti1] 11 u l 111 1 :o, y por lo tanto ig u a lme nte d e los fenómenos de «trasferencia». Si la his térica, espontáneamente, puede trasferir un sín. toma de un punto a otro, se puede del mismo modo, bajo sugestión, trasferir el síntoma histérico de nuevo de un punto · a otro, o retrasferirlo al punto del cuerpo donde se encontraba anteriormente. Entonces, sin querer hacer lo que llamo hermenéutica -o descifrado término por término-, es d e cir, leer est os textos corno si, cuando habla de «trasferencia», Freud hablara directamente en esa época de la trasferencia psicoanalítica, uno pes e a todo se sorprende ante ciertos pasaje s, de los que rápidamente comentaré dos. En su prefacio a Bernheim, Freud se expresa así: ~si la sugestión del médico ha falseado los fenómenos de la hipnosis histérica, es muy posible que ella se haya inmiscuido en la observación de la restante sintomatología histérica, ·a punto tal que .para los ataques, parálisis, contrac turas, etc. , histéricos, haya establecido unas leyes que sólo se entramarían con la neurosis en virtud de la sugestión y perderían su validez tan pronto como otro médico, e ñ diverso lugar, examinara al histérico. [ .. . ] Hückel (1888) expresa su convencimiento . de que la primera "transfert " [en francés en el original] (tras. ferencia de la sensibilidad de una parte .del cuerpo sobre la parte c orrespondiente del lado opuesto) le fue sugerida al enfermo · en Cierta oportunidad histórica, y que desde entonces los médicos siguieron produciendo de continuo, por sugestión, este síntoma supuestamente fisiológico» . 45 Freud destaca entonces · Ja idea de Hückel de que la trasferencia terapéutica se inscribe partir de una trasferencia inicial: toda trasferencia ulterior . ·es tra.Sferencia de ·una prjmera trasferencia. .. ' Verán ustedes que esto es todavía más claro en el otro tex. . .to; el artkulo· d~ 1888 que se intitula «Histeria», en el dicciona. . rio d~ Villaret. Este texto, que no está firmado, es atribuido · · · · a FÍ-eud no ·sin buenas razones, en función de un pasaje que . ·hace una referencia precisa al método catártico de Breuer. Evident~mente , sólo Freud podía señalar en esa época este méto- a 45 ·En. OC, 1, Í982; pág. 84. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplaf\C:he . . 252 do 1 1111111 11/ 111110 lo qun p'111nli l11l.rn m0t plil'll 1111 11111.tori 1'1111111 1111 q111 , J•'11 111d 1 po110 1tq11r t/,(JN l.lpoMclu m tlt.odo : 11110 pt1nt11mHl.o pr1kol c1JJ,ko , q11 n deriva de la h ipuos l ~ y d e la sugcsUón, CM <lucir t i l m ó todo <'H tártico: «Más eficaz tod avía es u n método q u e .Jo::;ef Breucr fu e el primero en practicar en Viena; consiste e n reconducir a l enfermo, hipnotizado, a la prehistoria psíquica del padecer, constreñirlo a confesar la ocasión psíquica a raíz de la cual se gene ró la perturbación correspondiente. Este método de tratamiento es de reciente data, pero brinda éxitos terapéuticos que de otro modo no se alcanzan. Es el más adecuado a la histeria, porque imita fielmente el mecanismo siguiendo el cual se generan y disipan estas perturbaciones». 46 Tenemos ahí presentado ese tratamiento psicológico, del que ustedes saben, dicho esto de pasada, que encontró su límite, y precisamente su derrota, en el momento en que Breuer se trastornó ante la trasferencia. Se trataba, dentro de los límites de esta bella maqueta, de r e conducir los síntomas hacia atrás y , una vez descubierto su origen, todo se «disipaba»; desdichadamente había ahí algo que no desaparecía, algo que cabía situar más hacia adelante que hacia atrás, es decir, del lado de lo que eso devenía, y precisamente del lado del amor de trasferencia volcado sobre el analista; es la bien conocida historia de Breuer, que había curado a Anna O . , .. . salvo en cua nto a trasferencia. Pero un segundo pasaje del mismo artículo aporta aquí un complemento insólito: tras elogiar, entonces; el tratamiento psicológico de la histeria, el tratamiento breueriano que él recomienda, Freud se plantea la cuestión de ~os otros tratamientos, ·llamados físicos . «El tratamiento psíquico directo de síntomas histé ricos llegará a ser el más utilizado cuando en lo s círculos médicos se comprenda mejor la sugestión (BernheimNancy). Por el momento no se puede decidir con exactitud en qué medida participaría el influjo psíquico en algunos otros procedimientos que parecen físicos. Por ejemplo , es posible curar contracturas si se consigue producir una transfert [en francés en el texto] por medio de un magneto. Con trasferencias repetidas, la contractura se debilita y termina por desaparecer». 47· ¿No es un tema de meditación ver al .futuro psicoanálisis como clivado, en el origen, entre por una parte la rememoración catártica y, por la otra, una trasferencia que aparece por el rodeo de un tratamiento de aspecto casi mágico, magnético en 46 47 · 1111 1 l11do 110H Ibid., pág. 62 . Ibid . Entre corchetes, come ntarios d e Jean Laplanche. 253 e l sen tido propio d e l t é rmino, con e sta idea d e que las tra sferencias son trasferencias de trasferencia, que se encadenan u'n as con otras; y si hay trasferencias repetidas, el síntoma, event ualmente, desaparece . .. ? Vuelvo a mi línea de interrogación después de este texto a rcaico, donde uste.des han visto despuntar la oreja de la trasfe rencia de trasferencia; trasferencia es por lo tanto un trasp orte de algo de. . . a. . . En cuanto a lo que es el trasporte m ismo, es el punto último: es lo que trataremos de ceñir y lo q u e no debemos atacar directamente porque de otro modo cor reríamos el riesgo (como· se lo ha corrido a menudo, quizá también el propio Freud) de recaer en esa tentación casi fatal de u na psicología del hábito. Por lo tanto, prefiero detenerme prim e ro en el de y en el a. El a: veremos esto después; el analista: ¿qu é .es la persona del analista, cuál es la situación y cuál el p ersonaje_ para quien hay trasferencia? Nos queda entonces la trasferencia de, TRASPORTE DE QUE que a su vez, si se la toma gramaticalY A PARTIR DE DONDE: mente, se desdobla: trasferencia de EL E.JEMPLO DE ScHREBER mercaderías de París; se trasporta a partir de un punto y se trasporta algo; con una ambigüedad de sentido, porque se puede preguntar hasta qué punto aquello a partir de lo cual se trasporta y aquello que se trasporta no están en relación. ¿Tal vez se trasporta el punto de partida cuando se trasporta algo a partir de ese p unto de partida? Me explico: se dice trasferencia paterna, materna, etc. ; desde luego, ello quiere decir que a partir del padre , algo es trasportado; pero si hubiera, digamos, trasferencia p ura y simple del padre, tal cual, sobre otro, estaríamos evidentem e nte en la trasferencia delirante. Pensemos en Schreber, para cuyo caso, con Freud, se califica la trasferencia com o paterna pasiva. Ha habido encarnizamiento en trazar la historia de la familia Schreber, después de Freud (insisto en ello: Freud ha dicho que se trataba de una trasferencia del padre, pero apenas dedicó diez líneas .al padre de Schreber, mientras que , después, volúmenes enteros se esfuerzan en desenterrar la figura de Schreber padre). A través de esta investigación min uciosa, son los menores detalles de su delirio, de sus escritos, incluso la famosa lengua fundamental, los que se refieren, términ o a término , a lo que se ha podido descubrir del padre de Schreber; todo esto culmina en lo que Schreber llama «el almicidio»: el primero sería el almicidio, «el asesinato del alma~, com o se ha dicho, de Schreber hijo por Schreber padre. Todas estas trasferencias se sitúan, sin ninguna duda, en el elemento 25 4 del d escon ocimiento absoll,.11.o, puesto quo 8ch n .íhc1: no dlcu t1ur 1· ca que Flechsig, ni tampoco la figu ra de los dioses que ó l dibuja, retomen tal o cual rasgo p a terno. Esta acumulación de rasgos, de detalles trasferidos , da la idea -para volver a la distin ción del vehículo y del punto de partida-,- de un desplazamiento. global que sería el de una trasferencia masiva y delirante, a diferencia de lo que se entendería como un trasporte neurótico, en que el padre permanecería en su lugar y tal vez algunos elementos serían trasportados, y entonces se trataría de desilusionar a ese pobre neurótico reconduciendo el vehículo a su punto de origen. Pero si yo no adhiero, ustedes saben, a esta idea de una. trasferencia neurótica puramente ilusoria, tampoco creo que se le pueda oponer, en manera alguna, una trasfere;ncia psicótica ·que, por así decir, lo arrastrara todo a su paso .. De este . modo , aun en el caso del delirio de Schreber, no se trata de que el padre globalmente sea trasportado a lo actual. Todo ocurre elemento por elemento, y aun en esas trasferencias _d e los elementos de la figura paterna, a pesar de todo lo que han querido demostrar algunos, llevados por el gusto de la hermenéutica y del redescubrimiento, no se puede desconocer que el trasporte es igualmente trasformación, deformación: lo que Freud llama la En-tstellung supone que no se puede cambiar de lugar sin sufrir al mismo tiempo una modificación profunda; es lo que personalmente caracterizo como una metabolización. Además,. para complicar las cosas -y felizmente, diremos, en el caso de Schreber-, si se puede registrar, en un primer tiempo, una trasferencia masiva de una persona (digamos el padre, para simplificar) sobre otra, sobre Flechsig (el primer psiquiatra que se ocupó de Schreber), esta verdadera psicosis de trasferencia unificante es absolutamente insostenible si no se demult iplica enseguida, y como al infinito, en un delirio de personajes (los dioses, las almas) y de estiajes múltiples. Si el padre (o la madre) de los tiempos antiguos fuera pura y simplemente trasportado al presente, en una masividad absoluta, estaríamos -lo que es imposible- en el abismo de la indistinción que la psicosis clínica bordea, pero en el cual, por esencia, ella nunca cae . Todavía habría que agregar esto: de modo paralelo o concurrente con esta exhumación de las trasferencias paternas (con Freud y después de él), la opinión prevaleciente, tanto a propósito de Schreber como de una manera general con respecto a la psicosis, es que una trasferencia sobre la madre arcaica sería dominante a través de la figura del padre y por debajo de 255 •.. ; lnu lud cl n y 1' (1 111pll11 cl 1t 1'1111 111 111111111 ul c•11r111 Hd 1rolwr,•lll 11111·n H<·lccdormr o J urtlcu 111 "' ' Wlill.11, d 1J l <"011fllc l.o <.·o n Jn mo.dro c u la psicosis d e Sch rel mr•.11" l!lHto oti un a u tor q u e con oce p erfectamente las investll{uclonclj refer id as a l p a d re, y que d e ninguna manera preten de c omple t a rlas por un golpe de timón simétrico referido a la madre real de nuestro maestro-delirante. Si lo hubiera preten'd ido, los descubrimientos fácticos se revelarían sin duda muy escasos; pero la cuestión, precisamente, no está allí. Está en el encarnizamiento teórico -a pesar de todos esos elementos arrancados uno a uno de la figura paterna- en afirmar que la reWción trasferencia! es de tipo esencialmente materno. ¿Qué significa esto, si no que la trasferencia nunca se concibe dentro del simple trasporte de una relación histórica dual? Aquí (como en el caso de Dora pero, desde luego, de otra manera) la trasferencia del adre es ortadora si se uede decir de / <J1P a relación materna. Todo esto, recordémoslo, a los fines de ~:._ mantener una delimitación, evidentemente frágil y variable se;. gún los casos, entre aquello a partir de lo cual hay trasferencia y el material trasferido; el hecho de que los dos mantengan cierta distancia es precisamente. lo que termina por fracasar, lo que significa el fracaso de una dominación absoluta del prou ll11 r1'11111u11111rt l1111h1111111 t11i l11 111 10111 •11, "º' ceso primario. ' ~ e: ~1 , '-· 1 '-"/ r!!!r, V.•<::. '-"= W ~~.. .-. , , '± \./'.....,.,_.,_~.< ') Vv .e).·· V ,,--, -., _..- Volvamos ahora dtrectamente sobr e la cuest1'n: ¿<J.ué es lo ,. tr aeferido? ¿Es una •cuestión improcedente», una cuesti~n mal ( planteada? Nuestra perplejidad, en el Vocabulaire de la psycha' ' nalyse1 es en to~:lo caso evidente porque en la definición limi- .• + . . .. , ( nar optamo~ por la trasf~rencia de los •deseos inconcientes», · . · · / mientras que, ert el comentario, dejamos abierta la opción: «¿Se .' .·'. ·\ trata· de p~tterns de comportamiento, de tipos de relación de · · I,• · objeto, .de sentimientos positivos o negativos, de afectos, de · . ._ carga libidinal, de fantasmas, del conjunto de una imago o de . / un rasgo particular de esta, aun de una instancia en el sentido .· :._ de la .última .teoría del aparato psíquico?». 5º Releyendo este ·. .;< ·texto, distinguimos en él tres grupos: uno, •patterns de com''{ portamiento y relaciones de objeto», relaciones aprehensibles / en la descripción del comportamiento; después, todo lo que es del·orden del afecto: sea en el nivel de su vivencia fenomeno- ·> '. Le cas Sclireber, París: PUF, 197~ . En · ibid .:, págs. 356-98. º. Vocabulaire de la psychanalyse , París: PUF, 1967 , pág. 493, artícu lo ·«Transfert•:. 48 .49 .5 256 ~ \óg\.cu, HOU. en lo que os -postulado como su sustrato •Cconóm\-) ~. co• (carga libidina l)¡ y por último, e l tercer grupo , que a b a r ca J <,todo lo que es representación inconciente. ,, ,, Con la trasferencia de los patterns de TRASFERENCIA comportamiento, estamos en la interDE RELACIONES pretación más psicologizante, que simplemente pretende que la manera que uno tiene de ser se deposita en modos de accionar y, después, de reaccionar: uno. está en retardo cuando una dificultad se presenta, y bien, nuevamente lo estará cuando otra dificultad se presente, así en el análisis como fuera de él. Evidentemente el «pattern» puede parecer menos psicoanalítico que la relación de objet(), pue~to que precisamente escotomiza la relación. ¿Pero no es este el caso de todo mecanismo de defensa, es decir, presentarse de manera aislada, abstracta, generalizada, fr~nte a la relación con un objeto preciso, que tal vez fue su matriz orig¡nal? La relación de objeto, por su parte, es un término que se encuentra en el propio Freud aunque episódicamente. La referencia a la teoría freudiana de la pulsión es manifiesta en este término, puesto que pretende establecer un nexo estrecho entre dos de los cuatro elementos de la pulsión: fuente, empuje, objeto y nieta. La idea de la relación de objeto es que no existe tipo de comportamiento (o de meta) que no implique cierto tipo de objeto, y recíprocamente. Esta es una noción en definitiva muy fenomenológica, puesto que incluye enlamención, en la intencionalidad activa como tal, lo que podríamos llamar el escorzo de su correlato, el objeto que ella mienta. Pero indudablemente esto se tiene que conciliar con lo que Freud declara en principio acerca del objeto, cuando lo caracteriza' como lo más variable y contingente en la pulsión, que, en el límite, se puede satisfacer casi con cualquier cosa, mientras que por el contrario la relación de objeto implicaría, cuando uno persigue cierta meta, que el objeto deba conform·arse, al menos en algunos de sus escorzos, a la acción que se quiere ejercer sobre él y a la satisfacción que se quiere obtener. En todo caso, vemos que la relación de objeto se presta a describir la trasferencia en la cura puesto que se puede decir en efecto que el analista se propone como objeto contingente, con lo menos posible de características, y que en función de Cierto tipo de relación aportada por el analizado se define, en este objeto, cierto escorzo que es precisamente el que corresponde, por . ejemplo, a una relación de tipo oral. Esta noción de relación de objeto; de la que no reniego en absoluto, tiene sin embargo, en mi opinión, el gran inconve- 257 n ic nte d e d escuidar lo que para mí e s un ele m e nto f undamental d e la pulsión, a saber, su fuente, la que a su vez se liga a un o bje to en este caso originario, lo que llamo objeto-fuente, e nte ndiendo por tal un objeto inconciente y no un objeto del mundo sensible. De modo que, para reagrupar nuestra evaluación de la trasferencia de. comportamiento o de relación de objeto, esta primera categoría amenaza con hacer perder la especificidad, y aun la extrañeza de la trasferencia analítica, en favor de la simple actualización de un habitus; amenaza con llevarnos a descuidar el problema del inconciente, que reintroduzco con la noción de objeto-fuente, para remplazarlo insensiblemente por lo que podríamos llamar, con designación prepsicoanalítica, la inconciencia de la manera en que nos comportamos. El segundo sesgo de nuesTRASFERENCIA tra enumeración eran entonces los senDE A FECTOS timientos positivos o negativos, afectos, carga libidinal. Evidentemente no es cuestión de descuidarlo (reproche que con frecuencia se hace a los psicoanalistas franceses) porque uno no puede hablar de la trasferencia sin preguntarse cómo funciona en ella e l afecto. Para empezar, la distinción. del afecto y de la representación en la trasferencia esquematiza de nuevo la oposición entre aquello a partir de lo cual (de quién) hay trasferencia, y aque llo que resultaría trasportado sobre la persona del analista. El ha trasferido el odio al padre "'s obre su psiquiatra, diríamos nosotros, para hablar de Schreber y Flechsig. He recordado muchas veces que el psicoanálisis frP.udiano partía de la comprobación clínica, difícilmente rebatible una vez que ha sido formulada en estos dos términos, de que el afecto y la representación podían ser independientes y de que, en los histéric os precisamente, la experiencia nos enfrentaba de continuo c on trasferencias, en el sentido más amplio del término. Trasfere ncia de sentimientos de una persona a otra, de una represe ntación a otra, o también verdadera conversión del afecto que se trasporta a cierto síntoma somático; el síntoma histérico como tal puede, según nos lo recordaron los textos de 1888, ser trasferido a otro lugar. De la evidencia clínica, incluso «Cot idiana», de estos desplazamientos («ha encontrado en X un nuevo objeto para ejercer su sadismo» .. . «desde que enviudó, inviste en su trabajo todas sus capacidades de amar», etc.), a la hipótesis puramente económica que quiere explicarlos, el paso - es a la vez tentador y problemático. Hablar de un «quantum d e afecto» que se desplaza es, en efecto, postular una energía .··- ,. únic a, no diferenciada, más acá de lo que especifica a los sen- ¡ 258 t imie n tos e n s u diversidad cuullt.ativu. l~.n <'O.IHhlo, HI <loHnl b l f!!OS el desplazamiento d e u n afecto partkular ~~!iP(ldflco Ü.>t: na, amor, odio, despecho, etc.) 1 ;,no hay q u e adm itir guo lleva comigo, en su trasporte o trasferencia, algo g u e lo califici;- a l· g<f,"en particular, del orden de la representación? : · Todo ello para conclmr: en esta noción de -trasferencia de ;· hemos distinguido, por obra de cierto artificio, aquello de lo que se parte (from en inglés, von en alemán, de en francés fr en castellano]) y aquello que es trasportado (nuevamente von en· alemán y de en francés (y en castellano] pero en inglés la ambigüedad desaparece: tenemos transferencefrom;y ~ranefe- . rence oj) . De cualquier manera, si esta distinción se debe establecer para dialectizarla enseguida, no se la podría formular. . sin más •ifrom una representación y of un afecto», como si el afecto en estado puro pudiera simplemente columpiarse de una representación a otra. Es siempre un movimiento complejo el · que constituye la trasferencia, como lo mencioné a propósito· del caso Dora. Recordemos además que Freud nos dice que pa~ só por alto dos elementos que él no sitúa en el mismo plano·:· . la trasferencia del señor K. sobre el analista y la componente homosexual. Que no se trata de dos trasferencias, sucesivas o superpuestas, he ahí algo evidente: no hay una trasferencia homosexual sobre Freud más profunda, más sepultada que la trasferencia heterosexual. Es en el seno de la misma trasferencia heterosexual (si queremos conservar este término) donde se esboza la homosexualidad . Aquí la interpretación de Lacan nos resulta preciosa, pero se la debe llevar más lejos: es . en un movimiento de trascendencia a través del señor K . como se mienta cierta X enigmática, que en un primer tiempo puede ser caracterizada como el enigma de la feminidad. Per~ esta trascendencia, a su vez, está como vehiculizada en la relación con Freud, movimiento que verdaderamente debe ser considerado como trasferencia de trasferencia. &aber lo que, en e~!~ trasferencias sucesivas, se perlabora, sé -inetaboliza: he · a!,:1í todo el problema de la práctica analítica. ::>( ' 17 de enero de 1984 Examino tres grupos de fenómenos que pueden ser considerados «trasferidos»: las relaciones, los afectos y, hoy, el grupo constituido por los .. fantasmas», las «imagos» y las «instan- 259 ~ frcudluuo <lo 8aoll1vur,,totlw11gJ <J.!H~ ml1111l,11 clor1 l,rnd11c •plo111 l~~iíID'lente 8amlslbfos: rcprce1on:t:~cl6n <lu c o 1111H y rc¡prn11on l,11 . c1ones-cosa; y en cierto móaO se podría d ecir g_uc Oli to<Jo o l paso de{~rtrismo al psícoanálisrselque r esulta condensad<) en;;;j~-;g~~que hace que la representación que mieñta ia-cosadevenga una representación¡ en ella mismá, cosa..:. - Y precisamente es este devenir de los objetos internos el que es determinante para la cuestión de la trasferencia. Cuestión en apariencia teórica: ¿de dónde vienen los fantasmas? Pero cuestión práctica: ¿qué hacer con ellos? ¿Cómo desempeñarse con ellos en la cura? ¿Tal vez «resolverlos~, como E;n algunos casos lo pretende Freud, a propósito de la trasferencia? Origen y destino de los fantasmas no pueden menos que estar ligados; tanto es constante, de una manera o de otra, que el proceso de la cura se propone reanudar un proceso presente desde los orjgenes. Para hablar esquemáticamente sobre esta cuestión del origen, diré que tres concepciones son posibles. Una, la más difícil, es la que buscamos aquí por sucesivas aproximaciones. Y después dos posiciones que son mucho más fáciles, clásicas, y que, en cierto modo, se remontan más allá del freudismo y hacen gravitar sobre el análisis la hiHIPÜTECA DEL poteca eterna de la filosofía que opoEMPIRisMo ne, desde que existe, una teoría innatista y una teoría empirista del origen de las ideas. Desde luego que esta oposición en psicoanálisis es diferente de la que domina en la filosofía cognitiva, pero tiene parentesco con ella, lo cual, a nuestros ojos, no deja de volverla sospechpsa. La posición empirista es que los contenidos inconcientes, tomados en el sentido más lato de este término, encuentran su origen en las experiencias infantiles precoces. Ahora bien, reproducidos en el presente, esos contenidos son declarados inadaptados (el término es de Freud: unzweckmiissig, no conformes a un fin), inadecuados, y ello por des razones cortjugadas (ustedes ven qqe se trata muy exactamente del síntoma pero también de la trasferencia): por una parte, «el infantilismo" de estas experiencias originarias, en razón, en el niño, de una capacidad de comprensi9n escasa, de una visión parcial en que la imaginación no puede menos que desempeñar un papel preponderante para colmar las lagunas irremediables de la percepción y de la teorización. Este infantilismo es, por ejemplo, el de las teoríru? sexuales llamadas infantiles . El otro factor de inadecuación, un poco diferente, es «el anacronismo". El anacronismo no supone que el niño sea menos cias• . Para recordar primero que en psicoanálisis estos términos están tomados en un sentido realista. Lo que se comprueba ya con la noción de.J.antas.ma, si se la toIJla no como algo imaginario, en el sentido de la fenomenología sartreana, sino como un guión escénico que no mienta (o que ya no mienti) otra cosa q~~l!.Jl mlsm 0_,_q!J.~ e~~iifililrasu -satiSoo10ñell:'é1 m.i~mo. Es · indudablemente el sueño el que proporciona el analogon más sugestivo de estos caracteres: · c-err~zón-sObre-sCiñismo, fiiñto en la ciai:iSüraae surelatoeo'ñíüdentro del cumplimientode deseo, que él rean-. iª- de manera puramente inmanente. ~ ·La imago, término que procede de JÚftg pero que acertadamente ha sido adoptado por el análisis, representa el aspecto •objeto» frente al aspecto •relación• que se tiene en el fantasma. Indudablemente, calificar este objeto, hablar del •padre castrador» o del •pecho bueno• implica que estas imagos se tomen dentro de fantasmas; pero ellas representan su aspecto más éstático; tal vez también el aspecto más abisal, en la medida misma en que uno supone que, en el inconcient;e, lo más profundo es el nivel en que la relación se resuelve en sus elementos. Si uno concibe en el inconciente un nivel extremo de 13; .•desligazóm' espreciso admitir gue 1.n~Juso _la li~azón de fii"~ secuencia escénica fantasmática, su_gramática interna, t iende -a -disolverse. ·--~· , · · ....·· ·--En cuanto a las «instancias», por último, si cabe tomarlas en consideración como lo que puede ser •trasferido•, se tratará de aquellas que se definen, en la segunda tópica, como precipitados; sedimentaciones de experiencias, es decir, finalmen. te, imagos más-o menos complejas que resultan de estas expei"ien~ias. La mayoría de las veces es acerca de las instancias .11.amadas •ideales•, superyó o ideal del yo, que se habla de tras; ferencia.· Pero cuando se hace intervenir al yo, en lo que por . ejemplo se llama alianza terapéutica, se olvida demasiado a me. nudo.que la instancia yoica, en su origen como en su funciona·. mientb, no ~scapa a la categoría del ideal. Mencioné hace un instante la diferencia de esas •imagos• . con lo que se puede describir acerca de la imaginación en una concei>ción fenomenológi,ca cuyo modelo insuperable sigue siendo la descripción sartreana. Cuando toma en consideración los ·. fantasmas, imagos o instanci~ .i nconcientes, el psicoanálisis no puede considerarlos si no es como mtroyectos, objetos ínter. nos que desempeñan un papel cuasi realista dentro del apara-__ to psíquico. Para que esto se entienda me remito .al término TRASFERENCIA DEL MUNDO INTERNO · ----.-· · - ...... ___, ..c ... -- - ---· · --...~ - ;¡- ~ -. ··-·-'"""' ·---......_,..,.....,_...-·-·" - - · -.. --- - . , - -- - -- ··- - ·· · ·· ••• .,.., .. · ---~~----· -- - -· - - - .-··· ···-· - --- 1 260 261 apto que ol udulto pu.ro. J'or11uu·80 11101lci lo11 1•01-ro<"l.011 pn1·1~ 11 11 ~ xpe riencia ulte rior, sino simplemente qu o lU8 cond lclon os hun cambiado, de modo que las pos ibilidades d e realizar e l fantasma ya no son las mismas. Infantilismo y anacronismo reaparecen a todo lo largo de la explica~ión freudiana de la repetición neurótica y trasferencia!, y también como características de los relictos inconcientes. Desde las «Cartas a Fliess», esta idea está presente, precisamente para describir el proceso de la represión: «Subsistirá así un anacronismo, en cierta provincia regirán todavía unos ''fueros"; aparecen "relictos"». 51 Enteramente. en el mismo sentido, encontramos la metáfora de la «reserva natural», que tuve ocasión de destacar para señalar su interés y sus límites. Ella compara el. inconciente c'on uno de esos «parques regionales» a los que se rodea con una frontera en los países modernos (los primeros se crearon en los Estados Unidos). El inconciente preservado por la frontera de la represión sería, entonces, una de esas reservas en que se conservaría. la naturaleza infantil, incluso los animales prehistóricos en su estado originario. Respecto de esta idea, he formulado la objeción (que por otra parte es válida también ·para la ecología) de que supone modificar profundamente un ambiente separarlo, aunque sólo fuera de manera en extremo flexible y cuidadosa, y que entre la noción de reserva y la noción de gueto hay transiciones que mueven a reflexionar. La otra modalidad en que se señala el HIPOTECA DEL peso de toda la filosofía cognitiva traINNATISMO dicional sobre la teoría del inconciente sería lo que se puede asimilar a un innatismo de las imagos y .de los fantasmas. Destacaré dos formas, la primera de las cuales es el kleinismo. Una de las origina!idades fundamentales de Melanie Klein es establecer que la trasferencia, en último análisis, no tiene su punto de partida e n tal o cual personaje real (el padre, la madre) sino en tanto es trasferencia de fantasmas y de imagos inconcientes. Estos fantasmas y estas imagos son primitivos, en el sentido de que sería poco creíble hacerlos derivar directamente de experiencias reales de las que se los hubiera extraído. Poco creíble porque con frecuencia esas imagos les son precisamente contrarias y no se logra, salvo en casos excepcionales, deducir por 5 1 S. Freud, La na'issance de la psychanalyse, París: PUF, 4ª ed., 1979, págs. 155-6. Traducción revisada por Jean Laplanche. [En OC, 1, 1982, pág. 276.] 262 1\10111plo 111 1111111-(1 111 d1 1 1111 p1 1n l1 n q111 1 11111n1 d 11 m111 vlv1111ol11 iJ1i1 pfrlcu, y 111111 la l11111t-(1m d o 1111 pn1 •ho 1HJ v 1111 l v11 11 v 111 nri t 11 11l t1 roá::i atacante c u a ut,o quo o u~: u cut, r1L 111 1 1•o f'11t,111•M 11 1111 111 mt p• riencia real. Es esta tr!lsfcrencla d e hnugo1-1 prhnlt,Jv1rn 111 qu¡ funda para M. Klein la posibilidad de trasferencia 'on ol n h:fo .' , Ustedes saben que se le ha reprochado negar la prio~idad de·. los padres .sobre_ el terapeuta. Y bien, la respuesta fundamen-. . . \..e:..A~1! tal de Klem seria que los padres, como el terapeuta, son ya t · · .·. objeto de una trasferencia de objetos internos. Más que de tras-. ..-/,,. ferencia, ella hablaría por cierto, en un sentido casi equivalen: te, de proyección. Los objetos internos son verdaderas realida- , des. Indudablemente que no se trata, para-Klein, de negar qU.e -=-· . ·1a:s imagos sean enriquecidas por la experiencia, el movimieÍlr . to de proyección se alterna con un movimiento de introyección que integra en las imagos rasgos extraídos, por similitu.d · o por contraste, de las relaciones vividas. Pero más allá de este juego de introyección-proyección, que sería bien erróneo considerar simétrico, es precfso ver g_ue en~Klein la P&~~~ ' ~ primaria, una proyección originaria de la pulsión y de sus obje- . l '. tos primeros, que da SüS caractensticas aroojeto rea'l, No creoque se pueda encontrar en-ell.<Ieinismo otra cosa que la idea de que la pulsión es innata en sus metas y ya en algunos de sus objetos como el pecho, incluso el pene, y del mismo modo que existe cierta relación pre-establecida en un individuo dado entre la fuerza de las pulsiones de muerte y la de las pulsio1 nes de vida. ¿Instinto o pulsión? Sería bien difícil decidir sobre esto en los textos porque Melanie Klein escribió primero según la Trieb alemana, antes de adoptar, en inglés, la trascripción en «instinct». Esto no impide que existan buenas razones, como lo indica J. L. Lang,5 2 para pensar que el instinct kleiniano corresponde mejor a lo que en francés llamamos un instinto, es decir una potencia innata que tiene ya su fuerza, sus objetos y sus metas pre-formados. He declarado ya baStante mi interés hacia el kleinismo para poder deslindarme de ese innatismo o de esa tendencia al in-. natismo, y del mismo modo para deslindarme de otro innatismo, que en este caso es el de Freud. No hay que olvidar, en efecto, que la noción de instinto no proviene solamente de una traducción defectuosa de la Trieb freudiana. Una vez eliminada esta, es bajo la pluma del propio Freud como se nos vuelve a presentar el instinto. Freud no emplea Trieb en el sentido Vi . · :_. ' 2 r, «Le modele kleinien en psychopathologie infantile: aujourd'hui, en France», Psychanalyse a l'Université, vol. 8, nº 32, 1983, págs. 511·58 . 263 .i,, ~ 1t1 Hl, l 11 l,o• 11111· In htt•Htn rn:r.<'>n do •1uo ou:1p lon ol t6nblno l'YW· ll'nkt on nlumán y 011 un sentido m u y particula r, precisam e n te uquol do un empltje biológico que incluye u n objeto y un despliegue preformados. Por regla general, se trata del instinto d e los animales, que se opone a la Trieb característica del ser humano. Pero despejado este terreno, Freud embrolla las car. tas en cuanto a la eventual presencia de instintos en el ser humano. O más bien vuelve más complejas las cosas, pero sin sacrificar la claridad de las formulaciones, para expresarse así: si existe en el ser humano algo comparable al instinto de los animales, son losfantasmas originarios. La reflexión rectora de Freud sobre esta cuestión es la que él elabora a propósito de la cura del Hombre de los Lobos, allí donde lleva más lejos la interrogación en dirección al origen del fantasma, sobre todo el fantasma de escena primitiva. Porque la investigación •empírica•, la de la cura, no conduce de manera enteramente convincente y exhaustiva a encontrar el origen de la idea en las experiencias (como se decía en el siglo XVIII), por eso mismo r-- surge la hipótesis de un fantasma originario; este, como la idea ·innata, es mucho más que una forma o una categoría a priori; ~{;:P'; es el guión de...uJ,lil escena._que se impondría a la experiencia hasta eT punto<le prevalecer sobre esta cuando se mueStraelesfa1le"ciente-;-mcóinpleta o atípica. -¿ Querelii.cion-tíene esto con la trasferencia? Es que este predomillio del fantasma originario sobre los fantasmas y experiencias individuales de la escena primitiva será exactamente el de un «Clisé• (encontramos este término en Freud) que • .- se trasfiere en una experiencia siempre !acunar y parcial co: ' . . . mo, en la cu"rá, uria secuencia escénica pre-establecida se ac. tuallza a: favor de esta neutralidad de la que se dice que ofrece una pantalla en blanco para la proyección de los fantasmas. ~ec9r<~aré aquí la dilucidación propuesta por Pontalis y por mí ·mismo sobre él fantasma originario en Freud. Un artículo que no ha sido reeditado todavía, sin duda porque los autores (yo, al menos) se inclinarían hoy por demarcar mejor su pensamiento ·personal respecto del pensamiento de Freud. 53 Encontramos . allí. la de!>cripción de las oscilaciones de Freud entre lo que ha; . ce un momento yo llamaba empirismo e innatismo; el empiris:' · mo ·como tal juega entre realidad y fantasma, pero estos dos \) 53 · «Fantas~e originaire, fanta8mes des origines, origines du fantasme• (en Les. Temps Modernes, nº 215, abril de 1964, págs. 1133-68). Pero.des. pués de dictado este curso, aquel texto fue republicado;· París: Hachette, •Text:e.s du XXeme siecle•, 1985. Esto no hace sino más urgente la crítica neta de la hipótesis freudiana. 264 t6rmh\OB, por In huml'lcloncJn do.su opottld6n , rom lt;m1 n n11 tor cero, e l fantasma origin arlo, verd adero a priori· paru la especie humana. A partir de ahí, me tengo que limit a r a esbozar las perspectivas que se abren, que son en número d e dos, si no de tres. La interpremci6n prehist6rica propuesta por Freud, y que remite el innatismo a una experiencia de la especie: los 1 fantasmas originarios serían ellos mismos adquiridos, no en la historia individual sino en l~ historia colectiva (Tótem y tabú). \ La segunda avenida, esta vez pos-freudiana, es la de la ínter- \ pretación estructuralista. No desecha a la precedente pero la trasforma en «mito•, que en definitiva sólo opera para volver sensible algo que en realidad es lo propio de la estructura. La tentación estructuralista es omnipresente en este artículo (incluso· a. través de las denegaciones): reconducir los fantasmas originarios (escena primitiva, castración, seducción, incluso retomo al seno materno) a subestructuras, a puntos de vista tomados sobre una estructura única que es la triangulación edípica omnipresente como el Soberano Bien en el cielo de las Ideas. Pero ustedes encontrarán también en este artículo el esbozo de lo que nos desprende del estructuralismo y quizá también de la oposición innatismo-empirismo: la aparición de la teoría de la seducción y del apuntalamiento como salida posible de esta alternativa. Por ahí, justamente, ese texto comienza a hacer trabajar a Freud; y la hipótesis de los fantasmas originarios, a pesar de las apariencias, no es su eje principal. Hemos llegado, provisionalmente, al final de esta investiga::ción sobre w que, clásicamente, es trasferido. En aras de· la comodidad, he querido distingu_ir el objeto del «trasporte»; y su soporte. El soporte (en esta comparación que será preciso hacer trabajar también) se presenta como una vía, como una línea, como una cadena; en el ejemplo cómodo de Dora, es la cadena que liga al padre con el señor K.; y al señor K., con el analista. Y después, circulando sobre esta línea, pasando de una estación a otra, el vehículo, cualquiera que sea; uno puede decir igualmente el amor, la relación de objeto o también el fantasma; poco importa: lo esencial es que el soporte sigue siendo el mismo, y por eso también el vehículo permanecerá inmutado, es decir que serían el mismo amor, el mismo fantasma, la misma relación de objeto los que se desplazarían de u.no a otro. Tomemos el caso del fantasma,· que es ejemplar. En la hipótesis empirista, se podría decir, el fantasma apareció con el padre, con el progenitor, con cierto personaje de la infancia, o incluso con el pecho (tomo estos términos simplemente en tan- 265 ' ~)to son primeros). El fantasma, entonces, ha nacido con el pa~ ) dre, él circula; el soporte no es afecta- 1 \ TRAYECTO DE do por el trasporte. Es una concepción DOBLE SENTIDO . . . después de todo corriente de la trasferencia, y no solamente en un psicoanálisis silvestre: usted se comporta conmigo como. . . usted ( se ha comportado ya con X ... y como, fundamentalmente, .se J comportó usted con cierta persona de su infancia. . . El psi-<._ coanálisis demostraría el irlfantilismo reconduciéndolo a su ori- ( gen histórico. Esto no es otra cosa que el esquema que un La- . gache, bajo una forma más elaborada; puede dar de la cura:< e~ suje~o pasa de la neurc:isis ~~ínica a la neur~si~ de tr~feren- ( cia, y de esta, a la eluc1dac10n de la neurosis infantil. :> Por una vía, en la medida en que se considera que ella no es modificada por lo que circula allí, es posible idealmente desp lazarse en los dos sentidos; después de haber circulado del padre a Freud, se puede volver de Freud al padre, sin adjunción ni modificación. Desde luego, a fin de volver al comienzo, hace falta.reconstruir la vía infantil. Una primera parte de esa vía ha caído en la represión junto con el vehículo. pe ahí la búsqueda histórica y realista de Freud, en el afán de redescubrirI~ncias reales que pudieron estar en el origeri··del fantasma; una busqueda extrf:mªdarnente rnmuc10sa, que -· · - -- -'""-""','.><• a veces se aparta incluso de la regla analítica para ir a procurarse sus informás;;,~ci:aña!Qgí~e.a:L en la agenda del pacie-;;-~e tal o cual testigo. Es que en efecto n'<rOasta, dentro de esta óptica-de la cura, mostrar que el comportamiento ¡- ~presente es inadaptado. Para volver a llevar el tren a su punto de partida es preciso mostrar cómo circuló y las vías por las cuales lo hizo. Es lo que se llama el levantamiento de la arnne1 sia infantil: la reconstrucción del trayecto y de los orígenes del [ t rayecto, con el postulado terapéutico de que, una vez recons\ truido, el carácter infantil y anacrónico de las experiencias bas~-_.tará para resolverlas. Respecto de este ideal de levantar la amnesia infantil, en la tesis de Maurice Dayan encontrarán la demostración del hecho de que debió ser abandonada por Freud en el curso de su experiencia (aun si se mantiene, corno un slogan quizás ideológico, en el frontis del edificio analítico). Dentro de la otra concepción, aquella que comparamos con un innatismo de la imago o del fantasma, la perspectiva es muy diferente. La trasferencia en este caso ya no puede ser referida a otra cosa que a ella misma, porque por definición existió desde el comienzo trasferencia de imagos preexistentes. La refe rencia al soporte (para conservar esta metáfora) es ilusoria r ! 266 • ·· _ - -~--~·'o:;;:.",,.,,.._~_...,._,,.='""""~ e imposible. Sin duda que es ilusoria de hecho (es lo que se comprueba}, pero es también imposible de derecho, por la razón de que aquí el vehículo lleva consigo el soporte. De manera que, si todavía se quiere suponer : , .o DINAMICA que el análisis conduce a alguna par-. INTERNA te, ya no conduce hacia el pasa(jo ,_ si~ no que se lo debe .considerar conduCÍdo él mismo por una dinámica interna. El artículo de Freu~ sobre «La dinámica de la trasferencia» no es para esto un buen · texto de referencia porque su título no cumple su promesa de . describir lo que se puede designar como una dinámica interna de _la trasferencia. Referir la evolución de la trasferencia a un· desenyolvirniento interno es suponerle un trayecto ideal_, evi~en~ . temente normativo. Es simple dar ejemplos de esta conce:pción. normativa de la evolución interna de la trasferencia. La ide.a de sucesión de los estadios libidinales es tal vez un poco anticuada, pero no es tan remota fa época en que se pensaba que el análisis debía hacer pasar al analizado, en el orden correcto preferentemente, del estadio oral al estadio anal y,. eventualr mente , a un estadio uretral, a un estadio fálico, etc. Sonreím~s hoy, pero la forma moderna de esta normatividad reaparece cuando se propone como finalidad del análisis «asumir la castración»; desde luego que se pasa un poco rápidamente por las etapas anteriores, pero se supone, también en este caso, una dinámica necesaria que desemboca de manera ineluctable (a falta de lo cual uno es relegado al grupo de los psicóticos) al complejo de castración. . Otro ejemplo sería el modelo kleiniano de la cura, en que igualmente se esboza una progresión interna ineluctable, que esquemáticamente podríamos resumir así: tránsito de la posición paranoide a la posición depresiva, paso del objeto parcial al objeto total, y después superación de la posición depresiva, que es precisamente la consumación del compl~jo de Edipo. He recurrido a esta comparación de la trasferencia con el desplazamiento de un vehículo a lo largo de una vía para que se percibiera la oposición de dos posiciones fundamentales. Una refiere la trasferencia a algo que no es ella misma: fundamentalmente, a una «realidad», actual e histórica, que permitiría situarla, relativizarla y, por último, reconducir a su punto de partida las ilusiones que lleva consigo. La otra posición, que abandona .más o menos completamente la referencia histórica (salvo como ocasión de asociaciones nuevas), se interesa sólo en una dinámica cuya exclusiva referencia es la trasferencia misma: lo cual no sucede, por regla general, sin la introduc- 267 ción más o menos disimulada de un esquema ideal y normativo de esta evolución. Necesidad de registrar. todo movimiento por relación a un sistema de referencias, relatividad de la trasferencia por relación a una historia preexistente y considerada inmutable: ¿podemos extraer algo más de esta comparación? Sabemos lo que es, en física, la teoría llamada de la relatividad, y sobre todo lo que ella no es: no consiste en decir que todo movimiento · sea relativo en el sentido de que el sistema de coordenadas re. ferenciales se pueda elegir arbitrariamente; pero tampoco en que todo movimiento lleve consigo sus propias referencias, de modo que en el límite no se lo pudiera describir por otra cosa que por él mismo. En la teoría de la relatividad física, el movimiento lleva qmsigo sus propias referencias pero de mn:nera reglada, según leyes que uno puede enunciar. _ Evidentemente, no se trata de proponer un~ teoría fisicist de la trasferencia. En cambio," es cuestión de elaborar una teo ría del trasporte significante, metáfora o metábola, que dé ra zón del hecho de que se trata de un movimiento que se llev parcialment,e a él mismo, de modo que no se lo podría disolve confrOI).tándolo con sus orígenes ni sería posibl~ sumergirse en él como para abandonarse a un desarrollo espontáneo que no tuviera que ajustarse a reglas. 24 de enero de 1984 ¡. ·.· Como todo analista, entendemos destacar una especif'icidad de la trasferencía analítica por relaci6n a otras maneras en que se marca el pasado en el present,e. Con frecuencia la teoría de la cura busca esta especificidad en una es~cie de reducción de las condiciones de la «maqueta•; la neu-: tralidad del campo analítico se concibe en ese caso como una especfo de ase'psia experimental, que permitiría poner en evidenda elementos· que se encuentran en muchos otros lugares, . dispersos, pero. que la complejidad de los demás factores impediti~ _percibir. Después de todo, en la ciencia, ¿qué se hace si . no ~s eliminar las variables que verturban a otras? Pensemos en .la famosa experiencia de MiChelson y Morlay (puesto que en la Feunió~ anterior me referí a ~a teoría de la relatividad), LA .~EUTRALIDAD. .No Es .sow . . . ºREVELADORA · SINO P~ooucrciRA . 268 ¡ que no es otra cosa que un dispositivo para anular esa variable que es el movimiento relativo de la tierra en la medición del movimiento de la luz. Aplicado esto al análisis, tendríamos lo que se puede designar como una concepción teórica, por eiimi·nación, de la neutralidad del campo analítico. Concepción que no es desdeñable y que resulta muy difícil superar en la medida misma en que, siendo neutros, no haciendo nada, nos es (demasiado) fácil atenernos a la idea de que no contamos en nada para lo que ocurre dentro de la trasferencia. Aquello a lo cual intento llegar, es a otra aprehensión de esta neutralidad del analista, que no es simplemente esa neutralidad de un campo donde uno puede poner en evidencia algo. Lo que quiero decir es que la neutralidad tiene una función positiva en la_prodiicdón de fa tr:_asferencia: no es solamente aquello ~ deja a otros factores jugar más libremente, sino que por sí misma es otro factor, un factor esencial para la cre&cióD.- -cre-ra trasferencia. "":>< -· - -Afirmar la especificidad de la trasferencia en psicoanálisis importa sostener que ella no es toda cosa, y que ella no es todo; no es todo fuera del análisis, y probablemente no lo es en la sesión analítica. Pretender que es todo equivale, en cierta manera, a desembarazarse del problema específico que plantea. Por diferentes, por opuestos que sean ideológicamente, hay dos modos de difuminar así los contornos de la trasferencia, englopándola en una generalidad que la diluye: hacer de ella un caso particular de la trasferencia de hábito, ver en ella el efecto universal, omnipresente en la cura, de la destinaci6n lenguajera al analista. · La primera tesis, aquella de la trasfeLA TRASFERENCIA renda de hábito, ha sido formulada DILUIDA EN con vigor por Daniel Lagache, y me paEL HABITO rece lo mejor citarlo: •La trasferenéia, en el sentido más amplio, es la aplicación a la situación analítiea de hábitos aprendidos con anterioridad; estos hábitos pueden o no estar ajustados a la situación real y presente; es prácticamente difícil y teóricamente imposible demostrar la existencia de una relación interpersonal sui generis que no ponga en juego ningún hábito anterio:r:».5 4 La fuerza de convicción de esta formulación proviene del hecho irrefutable de que uno no podría ser, sentir, obrar y pensar, de otro modo que en función de lo que uno ha sido. Su debili54 Oeuvres.III (1952-1956): Le transfert et autres travauxs psychanalytiques, _París: PUF, 1980, pág. 83 . 269 dad se manifiesta cuando se trata de delimitar, en esa -trasfere ncia• generalizada que caracteriza al ser humano, y aun al ser viviente, aquello que es la trasferencia en el sentido analítico . Es el término «neurosis de _trasferencia» el que viene en nuestro auxilio en este punto; pero en definitiva, para caracterizarla, el criterio escogido sigue siendo el de las «repeticiones neuróticas inadecuadas a la reálidad presente». «Repetición» y carácter «inapropiado», he ahí exactamente lo que encontramos a todo lo largo de la obra verdaderamente sintética. de Greenson, Technique et pratique de la psychanalyse. 55 Que este autor se sitúe, no" sin matices pero con convicción, en la línea de la «psicología del yo», nos permite plantear más claramente (y sin el aura polémica y hasta política de que se aureoló Lacan) la interrogación: ¿se tiene el derecho de trasportar «Consigo», al interior de la situación analítica, esta «medida de · todas las cosas», la única. capaz de calibrar «el irrealismo» de ciertas reacciones, es decir en definitiva el yo racional del analista? Cuestión que se demultiplica en particular en estas otras: ¿es el yo una inst.ancia de racionalidad, o al menos cuál es su relación con la racionalidad, si sostenemos que su constitución y su energía de funcionamiento están estrechamente ligadas a la libido? ¿Es la cura analítica una cura de racionalidad, una suerte de manera de ampliar hasta lo inconciente (y con una técnica nueva) la sabiduría estoica o epicúrea? Otra manera de englobar la trasferencia en un fenómeno más vasto, incluso universal, asoma en LA TRASFERENCIA la utilización, pos-lacaniana, de la dis~ DILUIDA EN tinción lingüística entre el enunciado LA ENUNCIAÓION y la enunciación. El análisis resulta en este caso referido al fenómeno general de la comunicación. A partir del momento en que, en el «Usted me lo dice•, se presta atención al usted-me {la enunciación), el enunciado, el esto, no puede ser considerado si no es como una consecuencia, un enmascaramiento, un contenido manifiesto cuya enunciación sería el contenido latente. Lo que usted dice (sobre tal o cual persona), por el hecho de que usted me lo dice a mí, me engloba en su enunciado, que usted pretendía tan neutro y objetivo. La traducción simultánea de las palabras, que alguna vez he criticado cuando tiende a convertirse en una especie de modelo trasponible a la interpretación analítica, y bien, esta traducción simultánea reaparece bajo toda clase de formas. La her5 5 270 París: PUF, 1977. menéutica conoce dlvornoH camh 10H y tu l wr:111011(i11tlcn trm11'0· rencial es uno de ellos, que consiste en afirmar o cr 1 <tajar entender al analizado que todo lo que él dice, todos los protagonistas que introduce en su discurso, son nuevas moliendas del analista; todas las ·relaciones son disfraces de la relación con el analista. Es un tipo de hermenéutica que en Cierta m~- · nera nos confinaría en una suerte de paranoia: todo lo que usted dice tiene relación conmigo. No obstante si uno agrega: todo lo que usted dice se relaciona conmigo puesto que usted me lo dice y en la medida en que usted me lo dice, uno modifi-· ca los términos y plantea la cuestión capital de «la destinación»; que no podría ser reducida a la paranoización infernal a que conduciría cierta actitud de atención exclusiva a la «enun-· ciación»; · ¿Adónde queremos llegar, con este cotejo que puede pare·- · cer muy insólito entre una_teoría del hábito y una teoría cte la enunciación? A esto: que, en los dos casos, estamos en pré- · sencia de una tentativa de formular la idea de que_ la trasferencia analítica no sería sino un caso particular' ejemplar' .e.e . . . un fenómeno humano universal. Lo que lleva a debatirse ense-.. 8uida con esta cuestión: pero entonces, ¿qué 'difer-encia a este fenómeno en el análisis y fuera del análisis? La respuesta por «la inadaptación•, por falaz que sea, no podría satisfacemos porque precisamente la situación analítica, en sus determinantes principales, excluye lo adaptativo y crea la inadaptación. 56 Es lo que Ida Macalpine vio bien y formuló con rigor: «la trasferencia analítica puede ser definida como la adaptación gradual, por regresión, al ambiente infantil ·del análisis•. 5 7 En cuanto a la destinación, que yo distingo -ustedes lo han advertido- de la enunciación, me parece que no es más que un primer jalón para distinguir lo que, en el proceso general de la comunicación, corresponde a la trasferencia. Una cita de «Sobre la dinámica de la trasferencia» no hará más que destacar la genealogía de esta destinación: «Es entonces del todo normal e inteligible que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. De acuerdo con nuestra premisa, esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés preexistentes en la persona en cuestión o, como también podemos decirlo, insertará al médico en una de las "series" Cf. supra, págs. 41-7. •L'évolution du transfert-, Revue Fra-ru¡aise de Psychanalyse, vol. 36, nº 3, 1972, pág. 469. 56 57 271 ; : p11 lq11 knM q11 11 o l 1mdü 11l,o lm l'ormu.d o h asta ese momento• . 58 Lit h 1Mcrlpc16n d e u na trasferen c ia (analítica) en una serie diacrónica o gen ealogía, asf como sus analogías (sincrónicas, por as( d e cir) con otras •trasferencias» fuera del análisis, nos hace pasar muy naturalmente a nuesLUGARES tro segundo orden de cuestiones: ¿tras. DE LA TRASFERENCIA ferencia dónde? Lo que quiero decir con esto (y no creo poder enumerar todos los lugares donde podría haber trasferencia) es que quizás el análisis nos obnubila con esta evidencia de que trasferencia =" trasferencia analítica, de la misma manera que nos obnubilamos, a la inversa, con la idea de que la trasferencia debería ser simplemente un caso particular de lo que sucede y ha sucedido siempre dondequiera. Conviene entonces hacer jugar (mentalmente) algunas variaciones, a partir de esta hipótesis: existirían elementos de trasferencia, definidos como antes lo hicimos por lo infantil, por lo sexual y por lo inconciente, en otros lugares; y examinar un poco más de_cerca las especificidades de esos lugares en corrimiento pero también en concordancia respecto de la situación analítica. Una de las maneras cómodas de hacerlo es pensar en el propio Freud y en sus propias relaciones trasferenciales. Desde luego que no quiero arrastrarlos a ,ustedes a una psicobiografía analítica en profundidad de Freud para descubrir ahí lo que es trasferencia y lo que no lo es. Más de uno lo intenta, con otra competeneia que la mía. Pero es notable que esta idea de la trasferenEL ANALISIS cia de Freud haya permanecido oculORIGINAL ta o tabú prácticamente hasta el ar.tículo de Octave Mannoni, retomado _en·,4a otra.escena. Claves de lo imaginario, 59 que se intitula •iEI atiálisis .origiriah. Indudablemente, el •autoanálisis» de Freud · · · había sido mucho tiempo antes registrado, comentado, a raíz de ·la publicación de la correspondencia con Fliess; incluso se ·había insistido en el interés de la relación con Fliess, pero en _ . .definl.Úva ha sido una innovación de Mannoni describirnos es... -. ºta rela~i(>h llamada auto~analítica como una relación trasferen--.~.' ciaf. ·Por otra parte, .desde un punto de vista cronológico hay -· que destacar -que; según esta correspondencia con Fliess, el ·áutoa.Rálisis en el sentido propio, es decir el momento en que Freud decide aplicarse a sí mismo su propia técnica de manera r concertada, comienza en 1897, lo que iría en e l sentido de sugerir que el tiempo llamado del autoanálisis sería en cierto modo el comienzo del fin de la relación con Fliess y de la trasferencia sobre él. Insisto en el interés. de los estudios de Octave Mai:moni. No es afrentarlo, por el contrario, decir que no son trabajos en el sentido que parezcan laboriosos. Se trata de perspectivas muy finas, hasta de intuiciones que por momentos trasmiten un sentimiento de insatisfacción o de provisoriedad, aun cuando Mannoni se refiera (¿y quién no lo hace?) a ciertos aspectos del pensamiento la:caniano. Es entonces siempre con -para retomar su fórmula- un •ya lo sé, pero aun así ... • como él escribe, y también, yo diría, como se lo lee. La trasferencia jalona su reflexión; desde sus textos de La otra escena. Claves de lo imaginario, hasta un artículo mucho más reciente en Etudes Freudiennes acerca del amor de trasferencia y lo real. 6 Cuando digo que el •ya lo sé, pero aún así .. . •se impone en esta lectura es porque, aun si deja trasparentar su molestia en emplearlas, las categorías de imaginario y de ficticio son aun asi pregnantes _para oponer la cura como escena teatral · (con Freud) a lo real, aunque fuera lo real, por ejemplo, del amor de trasferencia. Comoquiera que sea, lo que él aporta acerca de Freud y de su análisis sobrepasa lo que trivialmente unos y otros han podido decir sobre •personajes patern~les• o •personajes fraternales• que jalonan su existencia. Es verdad que antes de Mannoni, Jones había dicho que Fliess representaba una figura pa:.. terna para Freud; o Kris, que Fliess remplazaba a Breuer en esta amistad. El interés de lo que propone Mannon~ está en distinguir, justamente, una relación de Freud con Breuer que él considera -y en esto evidentemente va demasiado lejoscomo no trasferencial, y una relación con Fliess que él sitúa desde el comienzo bajo el régimen del •coup defoudre». En cuanto a Breuer, Mannoni va quizás un poco rápido cuando lo sitúa fuera de toda estirpe psíquica. Pero en fin, es muy penetrante su expresión cuando dice que están casados •bajo el régimen de la separación». •Breuer [dice Mannoni] es uno de sus mayores, un mentor, que pone a disposición de Freud su dinero, sus consejos, su saber, su experiencia. [Ustedes lo ven, encontramos aquí algo que el propio Freud formulará con su primera y basal forma de trasferencia, una trasferencia apacible y racional.) Freud sabe muy bien lo que espera de Breuer, y tam- ° "' )l 58 S: Freud, •Sobre la dinámica de la trasferencia•, en OC, 12, 1980, . .pág. 98. . . 59 · Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973. ~ 60 •L'amour de transfert et le réeh, Etudes Freudiennes, nº 19-20, 1982, págs. 7-14. - . 272 . . 273 bié n sabe lo que d e é l h a o b tenido. ¿Cómo no s orpre nderse d e afán p o r d e volverle sie mpre lo que le debe (dinero o ideas, sea lo que fuere)? Viven bajo el régimen de la separación: a cada instante, Freud hace hincapié en que es Breuer quien ha inve ntado el método, no sólo el método catártico sino hasta, d ice, el psicoanálisis». 61 Creo que esta manera de calificar la relación de Freud con Breuer es totalmente pertinente, pero desearía ir un poco más lejos: si Freud sabe muy bien lo que demanda y lo que obtiene, es porque nunca demanda m<iS de lo que razonablemente podrá obtener; lo que por otra parte no es poco, puesto que se trata de la comunicación de una exp eriencia ftindamental que hará época: aquella de la primera c ura catártica. El no demanda a Breuer, digamos, ningún secreto; su relación los sitúa por así decir del mismo lado por relación al objeto de conocimiento, y no a una y otra parte de e ste. objeto, lo que haría de este un desafío. Una comunicación científica no es más que un aspecto bien particular, desexualizado, de la comunicación. Con Freud-Fliess, Mannoni no se equivoca en decir que es desde el comienzo un coup defoudre, y q ue eso va a terminar muy mal. Tenemos aquí investigadores q ue trabajan sobre esta relación de Freud con Fliess y sobre s us desafíos intelectuales así como psíquicos. Se podrá trabajar c on mayor comodidad todavía cuando se disponga del cortjunt o de la correspondencia Freud-Fliess, lo que será pronto. El conjunto .. . o al menos las cartas de Freud, porque no conservamos, o conservamos muy pocas, ustedes lo saben, cartas de F liess a Freud; es como un análisis del que sólo tuviéramos el discurso del paciente y no las intervenciones del analista. ¿Per o no es esto lo esencial de un informe de análisis, aun si, como e n los análisis de Freud, el analista habla mucho? Que Fliess haya hablado relativamente poco, digo desde el punto de vista de la densidad, auri si sus cartas eran quizá largas, ello no refuta que se trata ahí de una relación analítica. Ustedes lo saben, eso termina en disputa. Desemboca, del lado de Fliess, en lo que hay que llamar una paranoia centrada e n el problema de la propiedad de las ideas y del plagio. Y en F reud, ¿podemos decir que eso culmina en una resolución? ¿O b ien en otras trasferencias? Es indudable que las relaciones de Freud con otros nunca serán las que tuvo con Fliess; él no e ncontrará segundo «tramo de análisis» . . . salvo, como se diría , una trasferencia sobre la teoría; es la teoría la que le apor- ta la metaforización, o la m e tabolizac ió n, par a e m p lear e l término que yo prefiero, de esta relación con Fliess , y de lo q u e Fliess pese a todo había pronunciado, o velado, en su se udo saber sobre la sexualidad humana. ~u 61 La otra escena. Claves de lo imaginario, op. cit., pág. 89 . Entre corchetes , comentarios d e Jean Laplanche. 274 31 de enero de 1984 l; t<i ,. \) En este «análisis original», ¿en qué insiste Mannoni conde-· · sigual fortuna? En pl-imer lugar, en el linaje psiquico de las traefer.encias . .La trasferencia sobre Fliess no es simplemente una trasferencia paterna sino una trasferencia que tiene (por · lo inenos) un intermediario, representado por Fleisc1'1," un condiscípulo de mayor edad de Freud en el equipo de Brücke: A,un- ·· · que la consonancia de los dos nombres, Fliess y Fleischl, no se puede desdeñar, empero ello no alcanza para hacer una tras-· ferencia. Es interesante remitirse a toda la historia Fleischl, y ustedes pueden leerla en Janes; está ligada al descubrirri.J:~n­ to y a la primera utilización de la cocaína. Pero Mannoni no se funda en esto; se apoya sobre todo en una carta de Freud a su prometida Martha, donde Freud se entrega a una larga ensoñación en que pone a Fleischl en el lugar de él mismo ante Martha y, se podría decir, como su mensajero: «Siempre lo he considerado -dice- como mi ideal ... pensando en este amigo superior, me acudió la idea de lo que podría hacer de una 62 joven como Martha, el engarce que daría a esa joya ... ». De esa trasferencia de trasferencia sobre Fliess, Mannoni esboza incluso, se podría decir, el carácter a su vez trasferible dentro de lo que él llama «la capacidad para Freud de repetir, para otro [un paciente], la situación que él había debido vivir primero para él mismo». El punto de partida de esta capacidad sería 1907, el análisis del Hombre de las Ratas, fecha a la que Mannoni atribuye gran importancia porque es la fecha supuesta de la muerte de Freud dentro de una teoría de los períodos que es la de Fliess. Otro punto: Mannoni insiste en lo que él concibe como aspectos narcisistas de la trasferencia. Fleischl, lo hemos visto hace poco, es descrito como «otro yo» y, con Fliess, este aspee~ to de imagen especular sería igualmente pregnante. Confieso 0 :. 'I · 62 En Correspondance (1873-1939), París: Gallimard, 1966, pág. 22 . Traducción revisada por Jean Laplanche . 275 : ...... ·.· que no me convence demasiado lo que cito: •tenemos una fotografía donde ambos amigos [Fliess y Freud] aparecen juntos como dos alegres compadres, complementándose tan a la perfección que el efecto es casi cómico. Esa fotografía basta por sí sola para hacemos comprender por qué Freud no podía menos que llamar a Fliess "mi otro yo". Cada uno de ellos es la imagen narcisística del otro; es el caso de aplicar la noción freudiana de elección de objeto narcisista, mientras que Breuer era un objeto "anaclítico". Estas observaciones son necesarias para situar el lugar en el que se desarrolló el -análisis original, y el tipo de identificaciones que lo sustentó».63 Yo no creo que la simple contemplación de una fotografía (sobre todo con el desfasaje en el tiempo), ni expresiones como «mi otro yo», basten para especificar una trasferencia narcisista al menos en el ssntido bien estricto en que la entendemos, es decir una trasferencia dual, puesto que el hecho de ser otro yo, segú~ lo vimos hace un momento para el caso de Fleischl, puede significar también que alguien es el mensajero de mí mismo, lo que no es en modo alguno la misma cosa. Mucho más interesante, siempre denFREUD-FLIESS tro de este artículo de Mannoni, es el Y hecho de que él insiste en el no saber EL FALSO SABER de Fliess, en la línea de la fórmula de Lacan, del «Sujeto supuesto saber»: Freud supone, en efecto, que Fliess sabe. Somete a su juicio todas sus ideas, sus ensayos, sus tentativas, todos esos famosos manuscritos, incluido el gran •Proyecto de psicología». No saber.quizá, o supuesto saber, es también, según Mannoni, un falSo saber, en· ~l. sentido en que las ideas de Fliess son, por. io menos, paracientíficas. A decir verdad, ¿qué es un falso saber·(y el pr_opio Mannoni conviene en esto) si no un saber unilateral que puede metabolizarse de cierta manera en una ver. daO.? Todo el interés está en ver precisamente el modo en que Freud va a metabolizar esos falsos saberes o, se podría decir, . es<;>s falsos e_lementos ·de interpretación que le son proporcionados por Fliess -si es que queremos continuar la comparación con un análisis, ha8ta el punto de comparar las teorías fliessianas con tentativas de interpretación-. ¿Cuáles son esos •descubrimientos» por metabolizar? Ellos son por lo menos en númer9 de .tres: la bisexualidad, la idea de la periodicidad biológica ·en·e1 ser humano, concebida com<:> análoga ala periodi- ~ ( 1 >I ".l ) ~1 ''· ;t ' 63 La otra escena. Cw:ves de .lo imaginario, D'P· cit., pág. 90. Entre corchetes, come~tarios de Jean Laplanctie. cidad menstrual, pero generalizada, y, en fin, la correspondencia de las estructuras de la nariz y de los órganos genitales con la famosa •neurosis nasal». Por lo menos dos de esas falsas teorías encontrarán en efecto su continuación, su metábola, en el pensamiento freudiano: la bisexualidad subsistirá en el tras~ fondo, como una especie de invariante al que Freud se referirá siempre, pero al que teorizará después del lado del complejo de castración. De igual modo, la periodicidad subsistirá de dos maneras: como invariante en el sentido de que la superstición de Freud con respecto a los períodos lo acompañará toda su vida, y al mismo tiempo se metabolizará, se elaborará en lo que conocemos como repetición y pulsión de muerte. Otr() punto planteado por Mannonf, en relación con lo que yo indicaba hace un rato acerca del narcisismo, y que no siempre es llevado hasta el fondo, es la cuestión de la simetríadisimetría entre los dos •alegres compadres». A veces Mannoni parece asimilar el diálogo de ellos al paralelismo de dos monólogos: •Lo que ocurre entre ambos, ¿puede considerarse un intercambio? ¿Es un diálogo? ¿Serán monólogos? O, más bien, ¿cómo puede establecerse una relación analítica sin que nadie sospeche aún que pueda existir tal relación? Vemos, en todo caso, que son, el uno para el otro, el sujeto supuesto saber (Lacan), pues en un análisis también el analizado, necesariamente, figura como sujeto supuesto saber». 64 Mannoni prosigue de una manera un poco aventurada esta idea de una simetría, q~e corregirá poco después, felizmente, porque es dudoso qµe en realidad Fliess haya supuesto nunca que Freud pudiera verdaderamente enseñarle algo. Mucho más afortunada que este esbozo de una. relación simétrica, me parece la idea de la disimetría que aparece en otro momento _del mismo artículo. Fliess, nos recuerda Mannoni, es mucho más •desapegado» que Freud en la relación. No lee mucho los manuscritos que le envían; de ahí a hacemos pasar a la imagen de un analista, puro reenvío al que envía, que no .e scucha, estúpido incluso, hay evidentemente una distancia escasa, y Mannoni la franquea bien alegremente: «Esta historia [trasferencia!] tiene algo muy singular puesto que, en la historia, el papel de Fliess ha sido desempeñado miles de veces por seres que se llamab¡m La Boétie, Béatrice, Laura, Regina, etc., y sin duda muchos más que han quedado en el anonimato; pero nuf!ca se había visto envuelto en semejante situación un psicoterapeufa [es decir, Freud] tan bien preparado_para asumirla posición de enfermo. 64 !bid., pág. 91. 277 276 ·· :-. 1: · ·1_< '':" Ch nrcot, f<'rc ud h ubfa uprnndido a identificarse con Con Mannoni, e ntonces , vue lvo al panorama de co o,.\unto , ,I p ucic ntc. Lo que apr e ndió junto a Breuer fue que este no :>abla n ada más que lo que su paciente podía enseñarle. Lo que había de aprender "de" Fliess era que el paciente aprende todo lo esencial de la trasferencia misma». 65 Tenemos· allí en definitiva una imagen harto solipsista de la trasferencia, por la cual este analista, en efecto estúpido, y que no escucha, basta para el análisis de Freud desde el momento en que del lado del «analizando• existe capacidad para trasferir. Haré intervenir todavía otro artículo de Mannoni en la.misma recopilación, donde forma como un tríptico con «El análisis original» y el texto ·sobre «El Hombre de las Ratas•; se trata de «El sueño y la trasferencia•>, 66 que persigue en todos los sentidos una analogía inicial establecida por Freud, puesto que el sueño, también, lleva consigo trasferencias del deseo inconciente sobre los restos diurnos. De modo que Mannoni adhiere a la fórmula prudente, dice él, en efecto, según la cual la trasfe- · rencia sería ·como el sueño, lo que evidentemente puede ser percibido con un oído muy diferente según la manera en que uno conciba al sueño. Parece que, para Mannoni, decir que la trasferencia es como el sueño equivale a asimilar lo que él llama la «escena del sueño• y el «terreno de juego.. de la trasferencia, en una derrealización radical o, en todo caso, en un corte radical con la realidad, e incluso con~ la relación interpersonal, en favor de lo que el autor, dentro de una línea lacaniana, aunque muy personal, llama el «Significante•; la trasferencia como el sueño serían ante todo repetidón de un guión escénico significante, tal vez exclusivamente eso; al punto que Mannoni insiste en el hecho de que en el caso Dora, uno de los süeños es soñado antes del análisis, y así desde el comienzo proporciona la secue:c:icia escénica de lo que ocurrirá. . . lo que quiere deeir en cierto modo que no pasará gran cosa. El sueño se entiende entonces en Mannoni como puesta en escena, y la trasferencia como expresión más que como crisol o como lugar de una eventual elaboración del deseo.67 65 66 67 !bid., pág. 98 . Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. En ibid., págs. 113-20. Antes de dejar este artículo, que ya es antiguo y tiene por lo tanto s us límites, pero que también da .en el blanco en muchos . puntos, querría señalar nuestra perfecta concordancia acerca de una cuestión diferente: es cuando Mannorii critica la idea de que el acting-out tenga relación con la motilidad. Sitúa en oposición al Hombre de las Ratas que en efecto, en su análisis, no se priva de levantarse del diván, de gesticular, de gritar, Y más allá de él, paro en esto: ¿qué nos puede enseí'\ar esa tras- ferencia indiscutible pero oscura, de Freud sobre Fliess? · En primer lugar, la trasferencia es lo que define al análisis, el de Freud o cualquier otro. Que él lo llame análisis de sí, Selbst- r * 1 '~ :.) f.:·, ., ·1 analyse, ·no implica para nada que se trate de un proceso · · «auto-analítico», de una reflexión o de una introspección, no · importa cuán armadas de nuevos instrumentos técnicos ..Todo· pretendido auto-análisis se sitúa en la destinaci6n a alguien,· · y allí uno debe poder señalar la trasferencia.~ . · Segundo punto, la tra~ferencia de TRASFERENCIA, Freud, trasferencia llamada odginál, SABER se sitúa en el dominio del saber. Es, Y SECRETO tal como se lo ha dicho por lo · de mas (volveré en un instante sobre este término), lo que se podría llamar un análisis «docto». Se trata de elabo•ar el psicoanálisis como clínica y, aun más, como teoría. Recordaba hace un rato esos famosos manuscritos, apasio- . nantes, esas especies de billetes galantes enviados por Freud· .. a su compadre; esos manuscritos que, aun en el marco de est~ análisis, no se pueden tratar como sueños puros y simples, o, para el caso -y yo insistía en esto hace un rato ' a propósito del sueño-, hay que decir inversamente que los sueños, también ellos, pueden ser lugares de elaboración. Sólo es posible tratar los manuscritos como sueños si uno admite tratar los sueños como crh¡oles de perlaboración, aunque no siempre lo sean de elaboración teórica. Tercer punto, la trasferencia de Freud se sitúa (y aquí formulo más allá de Mannoni) en una demanda que es una demanda de saber. No hay más .que leer la 'correspondencia para ver a ese pobre Freud, como enamorado perdi~ do, esperar de Fliess el menor signo de aprobación para todo lo que él le propone: ¿qué piensas de esto? ¿Tengo razón? No me has respondido sobre eso. ¿Has leído mi texto?, etc. Lo vemos languidecer después de sus encuentros periódicos, lo que él llama sus «Congresos• . en todo lo cual la motilidad participa plenamente, lo que no impide que no cometa acting-out; y a la inversa, Dora, quie n muy juiciosamente se limita a hablar para anunciar µna decisión que tiene por consecuencia nada. menos que hacer desaparecer análisis y analista, como lo había imaginado· Lacan, por la misma trampa que al señor K. Para exagerar un poco en esto, diré que la abstención de la motilidad, la no-motilidad, en el análisis, es una cuestión de comodidad ... No digo que se deba alentar la' gesticulación; pero la expresión diferente de la verbal, la expresión gestual, ¿por qué no?, no necesariamente pone en peligro lo que llamo la cubeta analítica; cuyo límite, «el recinto», es de un muy diverso orden. 279 278 · ) .. ·,. .i Mi cuarto punto, siempre avanzando en la misma dirección , es que esta demanda de saber recae sobre lo sexual. ¿Tal vez toda la diferencia con Breuer se sitúa ahí? Con Breuer, es casi. seguro desde el comienzo que este se rehusará constantemen. te a seguir a Freud en su sexualismo; y si de la boca para afuera admite la importancia de lo sexual, se retractará enseguida. Y bien, con Fliess, Freud ha encontrado a quién hablar de lo sexual. Los mensajes de Fliess (neurosis nasal, bisexualidad, periodicidad), en la medida en que se los puede reconstruir, versan sobre lo sexual y en cuanto tales precisamente dan lugar a perlaboración. Mi punto siguiente es que no sólo la demanda recae sobre el saber sexual sino que la trasferencia guarda relación con un secreto sobre el saber. También aquí es instructiva la comparación entre Breuer y Fli~ss esbozada por Mannoni. El mencionó un régimen de separación entre Breuer y Freud; diría más bien que entre Breuer y Freud la comunicación científica se produce en un dar a cambio. El saber es un objeto común, compartido e intercambiado. Se podría decir que en cierto modo está replegado sobre el dominio de la autoconservación. O también, para emplear una imagen más tópica, más espacial, que Breuer · y Freud se encuentran del mismo lado por relación · al objeto del saber que ellos contemplan y estudian en común. Lo que indudablemente es la mejor manera de neuttalizar, de d~sero­ tizar la relación científica o la relación~ enseñantP. A la inversa, con Fliess hay una sexualidad del saber que es dobk: sexualidad del saber en el sentido de que el contenido tiene relación con lo sexual, de lo que se trata es de conocer la sexualidad; pero, por otra parte, sexualidad del saber en razón de la situa.· ción· misma de . los dos compañeros por relación al objeto del ·. saber. En efecto, este es objeto de una lucha, de un desafío o de. una demanda. Lejos de estar del mismo lado, ellos están ·de una y de otra parte, y, además; en una posición disimétrica: . . i uno;·según' l:;i fórmula, es supuesto saber, y el otro demanda . .·. . saber. ·Por eso mismo se desencadena algo que es una repro..·· . duCción directa de la situación disimétrica en que se engen: .... · dra; para el.niño, la sexualidad. Esta disimetría, este desafío del saber, se expresa por medio del término de secreto. Es no. table· la frecuencia de este término en Freud, y sobre todo en este período y en esta correspondencia. Secreto, Geheimnis e:r:i ." a}emá:n; que a veces es traducido por misterio, o también por · . · enigma (lo que remitiría al aspecto enigma: en el complejo de . EdÍpo, es decir a la función de la Esfinge en este complejo). El término Geheimnis aparece .ya a propósito· de Fleischl, en .. . 280 "'u' ·~ , \i. + esta carta a Martho. cltudu por Mlumonl, <111 1111 punto d11 riencia enteramente anodina; Flelschl lo confió un H<.lcreto y Freud lo traiciona con su prometida Martha; el secreto es qu Fleischl aprende sánscrito . .. Pero sobre todo en la correspondencia con Fliess, innumerables veces Freud emplea esta cláusula cuasi profética: •Te revelaré el gran secreto», el secreto de la .neurosis, el secreto del sueño (la famosa placa votiva: aquí es donde fue revelado a Freud el secreto del sueño); hay también secretos negativos, como el pretendido fracaso de la · teoría de la seducción. Pero existe también el secreto del lado de Fliess, el secreto supuesto, que es el correlato de una demanda incesante: tú me ocultas algo (con respecto a mi estado, por ejemplo, carta 17), tú me ocultas la gravedad de mi estado cardfaco debido al tabaquismo, etc.; tú no me respondes; tú no me lees, etcétera. Evidentemente no he terminado este tema del saber y el secreto; la próxima vez me propongo hacer una excursión rápida por La.can y lo que se puede aprovechar de su «sujeto supuesto saber•, poniéndolo en relación con lo que por mi parte, inclusive reconociendo el interés de esta fórmula, yo denomino el significante enigmático. Pero previamente, dos apuntamientos. Primero, ¿introducir la noción de saber en el análisis, en la práctica analítica, significa intelectualizarlo? Este reproche de intelectualismo, ustedes lo saben, se ha dirigido al análisis francés, y particularmente a Lacan, quien se burló de él (no basta burlarse para responder). En cambio, cuando Valabrega utilizó el término «psicoanálisis doéto», criticaba un punto preciso del lacanismo, que efectivamente es de los más discutibles: según Lacan, llegado a cierto punto de su doctrina, el único análisis verdadero era el destinado a formar analistas, por lo tanto, el análisis llamado «didáctico•. Evidentemente el lacanismo juega con una ambigüedad del término saber: el saber «docto•, por una parte, con la reserva de denigrarlo bajo el nombre de saber universitario oponiéndolo a.la verdad, pero igual-· mente lo que él llama •saber sobre eldeseo•. Diré por mi parte que esta cuestión del saber, si uno quiere conservar este término para caracterizar una dimensión fundadora de la trasferencia, no puede ser devuelto a su verdadero sitio si no es por una referencia a la situación original; me refiero no al análisis original de Freud, sino a la situación original de la infancia . Decir que para el niño se plantea una cuestión de saber no es «intelectualizar-. Tengo que limitarme a remitirlos a lo que Freud pudo decir en particular en el «Proyecto de psicología• y en 281 t.t• rn l llhn> 11 idos los 111 111111 HcriL<>H d (~ t•sta ~ p o c a, t:1ob r c el h ech o d e que un 111v 11 Hi ~J <: llega a l ni ño , y q ue e:;¡e m e n saje es traumatizati'fepor : q \~\.~ n o p u ede ser liga do, c onte mdo, y no j2uede ser conl!m.i.d9 po rq u e e l niño no tiene el nivel de conocimientos requerido. Este nive l de conocimientos no- supone conocimientos aíScur~ s!yos-: Una expresión muy hermosa del autoanálisis de Freud sit úa bien este saber. La que él llama su «profesora de sexualid ad», en la carta 70 a Fliess, es su niñera, su Nania. ¿Qué signific a entonces no tener el nivel de saber requerido? Es que los e le mentos psíauicos Llomáticos no están .presente_§,J)- ªraJiar un sentido al placer sexual o a los avances sexuales, o a fos m e nsajes sexuales del adulto. Lo que también se puede expreasí: el niño no conoce el placer del orgasmo pleno y por ! eso mismo no puede asimilar lo que se le comunica. Esta pers1 pectiva freudiana (que es también la perspectiva de Ferenczi) , sobre el «Saber» es para registrarla. Ella sola permite situar esta fórmula de Lacan, seguramente verdadera, .pero insuficien~ te : «desde.que existe en alguna parte el sujeto supuesto saber, existe trasferencia». En cuanto a mi segundo apuntamiento, es oportuno para clausurar este diálogo con Mannoni, y lo haré muy brevemente . Que la trasferencia se desenvuelva en el elemento del saber no implica que sea resoluble o soluble por un saber sobre la trasferencia, lo que parece ser la posición de Mannoni. Afirmar que el saber sobre la trasferencia.,. remite pura y simplem e nte al trasfiriente, pretender disolver la trasferencia como u n a ilusión, es también lo que Freud en cierto modo reprochará a Fliess; y citaré, para terminar, un pasaje de una carta que se sitúa enteramente al final de su relación, en el momento e n que e so va mal: «Es imposible disimularnos que tú y yo estamos distanciados; toda clase de pequeños detalles me lo hacen v e r ... Tú llegas allí hasta los límites de tu perspicacia. Tomas partido contra mí diciendo que ''quien lee el pensamiento de o tro no descubre otra cosa que sus propios pensamientos" [¿qué o tra cosa hace entonces Fliess que remitir pura y simplemente e l p e nsamiento de Freud al emisor?], lo que quita todo valor a mis investigaciones. Si es así, arroja mi Psicopatowgía sin leerla a l c esto de papeles. Hay en ese libro muchas cosas que te atañ e n, cosas manifiestas para las que me has proporcionado ma teriales y cosas ocultas cuya motivación proviene de ti. 'Además, me has proporcionado el epígrafe. Cualquiera que sea el valor perdurable de esta obra, encontrarás en ella la prueba del papel que hasta hoy has desempeñado en mi vida. Después d e se mejante declaración tengo sin duda el derecho de enviar- t,11 11 p ro 11 t.o 1·0 11 10 lo t.c 111 ).(1t 0 11 111 lt1 111 11 l1 f11i, rtln 1 1>~ 1 , 1~111 nad a m ás,, .ill:I T e rmino c on este p asaje q u e a mi parecer lndtcn otrn c1>Ha que una pura y simple disoluc ión d e la trasf eren cia por retorno al emisor. «Tengo el derecho de enviarte mi libro . .. "· i}. .' . '· 7 de febrero de 1984 r sar .. ---~ -\ La pregunta «¿dónde hay trasferencia?» únicamente adquiere todo .su sentido en el intento de dilucidar las condiPRODUCC ION Df~ · LA TRASFERENCIA: Los \ ciones de producción de la trasfereri-. HEHUSAMIENTOS \ cia. Cuestión genuina, plante~~ª por .. ·-·-··- ··---· ·-···--·· ----_.../ un Lagache, pero de la que yo dina, para señalar sus .aristas, que él la plantea dentro de un ·marco. falso. El marco falso es «la unidad de la psicología», ·es ·decir la idea de que el psicoanálisis es un fragmento de psicología, . que en definitiva los hábitos de amar no son diferentes de los demás hábitos, que lo sexual no sería, en consecuencia, algo aparte; lo que va en el sentido de la desexualización moderna del análisis y del escándalo que hay siempre en entender que sólo lo sexual es reprimido. Pero el planteo mismo de la cuestión corresponde a una realidad: la trasferencia es producida, y es necesario describir con precisión las condiciones de esta producción. Tras criticar con lucidez las formulaciones freudianas más trilladas -que reducen lo esencial de la trasferencia a la disposición neurótica del analizado-, Lagache muestra finalmente su aspecto defensivo, de parte de los analistas: so pretexto de incriminar al neurótico por su estilo de trasferencia, no se trata de dejar por eso a salvo al psicoanálisis (ni al psicoanalista), sin el cual el fenómeno de la trasferencia no aparecería. Ya he tenido ocasión de recorrer paso a paso esta argumentación, en la que el propio Lagache sigue los pasos de Ida Macalpine. La «situación» produce entonces la trasferencia, pero nuestra apreciación es diferente en cuanto a lo que verdaderamente causa la trasferencia en el seno de la situación. Existen desde luego, pero se ha insistido demasiado en ellos, esos elementos que podemos llamar infantilizantes, en CONDIC IONES DE \ l 1 i 1 .i,, ; ' '~ ' .L ' + 68 Carta 145 a Fliess, en La naissance de la psychanalyse, París: PUF, 4ª ed., 1979, págs. 296-7 . Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. 283 28 2 : 1111 111 111 11111 lt1ht11 l llbo11u y 1111 tlo lo 111 (11 11111, y c¡ll o 1111o d n 11 • ·u11p¡lil111111 lo,. f n vo 1111 •e11 10 1mt de, 111 11110 c·nh1, Jlnm nr Ullu re· M11 . l lny mu c h o máli qu e C80: h e i n sistido e n un segundo tipo d (.) e le m e n tos q ue lla m é (de una manera. tal vez no muy eloc u e n te) e le m e ntos de abstracción, por lo cual entendía una abstr acci 6n real y no una abstracción por el pensamiento. Se pue. de proponer otro término, que sería el de «seclusi6n•, ni exclusión ni reclusión, sino poner aparte, dejar de lado. Esto es justamente poner lo adaptativo sobre la tangente (como se indica en el esquema de la cubeta). Pero esta seclusión no es el mero producto de un dispositivo impersonal que sería el análisis «en sh. Es sobre todo obra de la posición y de la actitud del analista en lo que yo llamo los «rehusamientos». En Freud se trata de este término bien difícil de Versagung, que constantemente ha sido traducido por «frustración»: frustration, por los ingleses, sin que los Strachey parezcan ver en ello un problema. «Frustration•, además, hasta hoy, en francés, como a falta de algo mejor, hasta el punto de que en el Vocabulaire de la psychanalyse nos dejamos llevar por la pendiente de este término francés no sin expresar serias reservas, a la vez pertinentes y ... platónicas. 69 Una vez dado el paso de hablar de rehusamiento y, en la cura, de los rehusamientos del analista, digamos que son de dos clases, según que recaigan sobre el dominio de lo adaptativo o sobre el saber. Los que se relacionan con la seclusión de lo adaptativo son como la prolongación.interna -la reduplicación en la cura . mi1'¡ma~ de, la cubeta; tanto es cierto que no basta haber traza.' .... :. do.lof;°límites.temporales y espaciales de la cura para terminar · · ·:·con lo exterior. El rehusamiento y la seclusión propios de la tubeta se continúan en la sesión misma, en particular por el tehusamiento del analista a intervenir en lo «real•, o, formula6 . 9' Vocabulaire de la psychanalyse, op. cit., artículo •Frustration•. Propuesto desde hace mucho tiempo (exactamente, desde nuestra traducción . .de •Introducción del narcisismo• en 1957), el término refus (o su derivado . neológic'o refusement [rehusamiento]) hizo su camino entretanto, a través • .de las observaciones del Vocabulaire, y después, recientemente, de la tesis de· Maurice D.a yan, para imponerse al fin. Hasta tal punto la concepción · · objetivista de la frustración obnubila, a pesar de nosotros, lo que en el or..den .de lo sexual la suple y la suplanta, es decir el juego intersubjetivo que sm;trae al otro lo que espera obtener y, ante todo, saber. •Versagen• en · · efecto 'implica, a.alguien que rehúsa o, llegado el caso, que •se rehúsa a•, .lo que va mucho más }j;;jos que un simple •frustrar•. En cuanto a la raíz . ·s.agen, deeir, no podría ser descuidada, ·aunque en este caso se integre en una 'significación más global. , . 284. d()11 <ano yo p ru l'h i ro, ti! rü h m11 un l1111t,o do In l11t,orvm 1clt>n 1td np t,aUv u, m u n tpulaclón "ó COn8c]o. Es conocida est a frusc t,c nnlnal d e -un añaliza d . racias por no h a b erme dad o consejos . y a la inversa, el rencor de quien ha podido recibir en el análisis lo que podía tener el aspecto de un consejo, aunque fuera, desdichadamente, el eventual consejo de hacerse o no hacerse analista, lo que es, como tal, del orden de lo adaptativo cuando se formula de ese modo. Y después el segundo tipo de rehusamiento, sin perjuicio de que existen otros, es el rehusam1ento del saber, y es justamente en este caso donde rehusamiento no vierte el alemán versagen, que sería a la vez rehusar el saf!.er y; reh'lisarse a_saber. ~~rque el saber no es algo que uno tenga y que constituya objeto ae desafío: «lo tiene, no lo tiene», aun ·si fantasmáticamente esto pueda parecer así en cíe'!".:.. tos momentos de la cura. Aun los padres -puesto que yo comparo,-e neste"{mnto, la s ituación del análisis y la situación en que el niño demanda en vano un saber sexual que le es rehusado-, después de todo, ¿ellos qué saben?, ¿y qué podrían comunicar de lo que saben sexualmente? El texto de Freud sobre «Las teorías sexuales infantiles» encuentra su complemento nec~sario en otro: «El esclarecimiento sexual del niño», artículo qw.e expresa el más extremo escepticismo sobre lo que puede querer decir y sobre aquello para lo que puede servir un curso de sexología impartido a los niños. En todo caso, las mascaradas de la sexología enseñada a los niños siguen tal cual, apenas han evolucionado desde hace varias décadas, cuando se tomaba el ejemplo de la «Semillita,. (se ha retomado la semillita, un poco mejorada, pero esto no vale mucho más). ¿Tal vez en verdad toda sexología, y no solamente la que está destinada a los niños, se ve precisada a emplear un lenguaje por definición inadecuado? Vuelvo a un inventario, necesariaTRASFERENCIA: mente incompleto y apresurado, soHOSPITALARIA; bre los lugares donde se podría preTRADUCTIVA; sentar una trasferencia analítica. En ENSE~ANTE Freud, el primer ejemplo que acude bajo su pluma es el de los «establecimientos hospitalarios». Lo ha repetido dos o tres veces. Sin duda tenía en manos un libro de Gabriele Reuter, Aus Guter Familie (1895), que justamente informaba sobre fenómenos maJ sivos de trasferencia en los establecimientos psiquiátricos. De manera muy parcial, Freud. ve en este hecho una prueba de que «no corresponde anotar en la cuenta del psicoanálisis aquellos caracteres de la trasferencia, sino atribuírselos a la neuro- 285 sis,., ·rn e n lugar de preguntarse si n o h a br(a e le m e n tos ::iimlla - rcs e n la situac ión. En particular habría que preguntarse si no hay aquí igualmente rehusamientos fundamentales: rehusam ie nto del saber, característico, desde que existe, del poder médico, y también rehusamiento de lo adaptativo, que está excluido por el hecho mismo de la «tutela». Hemos desarrollado en la reunión anterior, con Mannoni, la trasferencia en el caso .de Freud y del análisis original. También habría que analizar -pero desdichadamente yo no he tenido tiempo de hacerlo- la trasferencia del traductor o, más e xactamente, de la traducci6n: Todo esto para llegar a la trasfer encia enseñante, y a quien introduce esta idea, es decir, manifiestamente, Lacan. Y esto en un doble sentido: aquella que é l establece y aquella de la que él habla. Porque él habla, y debemos remitir a textos apasionantes sobre la enseñanza soc rática, tanto El banquete (que es justamente un seminario sobre la trasferencia) como el Menón. Y después está la trasferencia enseñante establecida y mantenida por Lacan, gracias a esta relación muy compleja instaurada por el famoso «Seminario». El supone muy precisamente, en primer término, ese rehusamiento del saber al.otro, un rehusamiento, yo diría, mucho más mimado que actuado, mimado por el estilo como tal, mientras que en otros momentos, en una especie de juego inverso, se quiere dar la impresión de poner un objeto de saber e l más objetivo que exista, y ustedes no ignoran que esta es la tendencia matemática, incluso «matémica•, de la teoría de Lacan. Me he propuesto hablar un poco de Lacan. ¿Cómo se puede hablar de Lacan? Lo que duplica enseguida la cuestión: ¿cómo se arregló él para que resulte tan difícil hablar de Lacan? La interrogación en modo alguno es anecdótica; guarda la relación más estrecha con lo que intento elaborar acerca de la trasferencia, su evolución, incluso su resolución posible, es decir: ¿cómo puede haber trasferencia de trasferencia? Supongamos que uno haga a alguien LACAN: (esto me ha ocurrido recientemente) ¿SE LO PUEDE una pregunta en apariencia simple: HACER TRABAJAR? ¿cómo se sitúa usted en su relación con el lacanismo?, esperando ingenuamente que esa persona diga cómo las ideas de Lacan han hecho su camino para ella. Y bien, la respuesta que uno puede recibir no es del género: «Veamos, lo simbólico sigue siendo el 70 286 «Sobre la dinámica de la trasferencia», en OC, 12, 1980, pág. 99 . p unto de referencia fundurncntai.; o l>lcn «Cll t:uuuto tt l "ol>,I( to a", estoy en vías de debatirme con eso». Lo que viene :sera más bien: «Veamos, he asistido al seminario de Lacan en tal período; en tal otro momento me acerqué, adherí a la Ecole Freudienne, y después, cuando se produjo aquella escisión, o aquella disolución, etc.»; en suma: la respuesta se formula esen-. cialmente en los términos de una adhesión personal, mediada por un problema de adhesión institucional. ¿Se debe al rehusamiento de Lacan que uno separe su decir de su persona? Esto es así. Pero sería superficial convertirlo directamente en obje- . ción, porque ello supondría como ideal que uno pudiera trabajar sobre el decir sin .ocuparse en·manera alguna.de las·condi-. ciones de su enunciación y de su destinación, o sea, que el d~­ cir pudiera pura y simplemente devenir letra muerta (ustedes . van a ver que esta cuestión de la letra muerta reaparecerá en. Lacan). Pienso que no es ser analista hacer puramente «<freudología» sin referirse, por ejemplo, a la exigencia que uno descubre y que recorre el pensamiento de Freud, es decir, procediendo a una exposición de manual, no problemátiéa, del pen· samiento freudiano. Todo esto, a pesar de las apariencias (tal vez las apariencias sean bien trasparentes), guarda la relación más estrecha con la trasferencia, es decir con lo que uno hace del decir del otro. Sin ninguna duda que el aislamiento, en el sentido preciso del término, consistiría en objetivar el decir fuera de toda relación, y aun simplemente en excluir la idea de que ese decir de Freud, de Lacan, de Melanie Klein, etc . , pueda tener un contrapunto escondido, inconciente o preconciente, lo que evidentemente equivale nada menos que a negar la posición psicoanalítica; sin que por eso sea cuestión de hacer lo que se llama el psicoanálisis de Freud. Más de una vez he puesto el acento en la noción de trabajo y en la necesidad de trabajar, de hacer trabajar una obra en un sentido que deriva por lo menos tanto de Hegel como del propio Freud. La perlaboración es ciertamente más..JLWLlJ.D.a simple travesía: operación generadora de cierta ganancia, lÓque expresatañiliién el término «producto marginal» (Nebenprodukt). Es el revés de una destrucción o, al menos, de una_ desligazón Yde una metabolización. Deshgazón y ligazóñ-;-ci~­ saiñiiITidura y amarradura, descompÓS1c1on~-recom osición: de ayer, ni tampoco e ege) data este proceso; con él se relacionan tanto el apólogo de Montaigne «las abejas liban aquí y allí las flores, hacen: después con esto la miel, que es enteramente propia, no es ni tomillo ni orégano ... '" como el precepto gideano «Nathanael, arroja mi libro ... "· es- no 287 ·; 'l'ndo n llo p111·n l11to1ro1411 n1 ol! 11ouru lo que, on Lacan, resiste vlo lm1l.11111011t1, ni trnL>1,fo, 1'10 trate de ljer liba d o o d e a rrojar su llhro . Otgo quu roslljtc y no q u e lo d esaliente definitivamente, 11 0 digo q ue é l versagt n i que urio se quede necesariamente inOlov ilizado e n un proyecto así. ¿Cuáles son las amarras que ofrecen esta resistencia al trabajo , a AMARRA POLITICA, hacer trabajar a Lacan? Durante toAMARRA TEXTUAL, do un período se ha podido pensar VASALLAJÉ PERSONAL en la amarra institucional, aquella que obliga a situarse en una (de las) sociedad(es) lacaniana(s) para poder responder por el lacanismo. Mi convicción es que esto supondría hacer demasiado honot'a esos juguetes de los psicoanalistas que son las sociedades de análisis. Ni siquiera si se trata de esos grandes juguetes monstruosos que imitan a las multinacionales y que simulan jugar al •monopoly»: sea la Multinacional ~e tipo clásico o la Internacional de la Causa que pretendiera ser la de la era pos-industrial. Muchos se dejan cautivar por ese juguete de la política analítica, tamaño miniatura: el primero, ¡y con qué pasión!, es sin duda Freud. En cuanto a Lacan, supo guardar más distancia frente al juguete, aunque sólo fuera en el acto -sin duda político pero de un'nivel superior- que constituye la •disolución». Aquí la amarra institucional confluye con la amarra personal de la fidelidad a Lacan. Sin entrar demasiado en el detalle, diré que esta cuestión es muy compleja,~tiene por lo menos una doble vertiente. Por una parte, el hecho de que ningún texto podía ser recibido por Lacan sin el segundo plano de lo que pretendía, desde dónde pretendía venir a situarse, políticamen".te., t~cticamente o aun estratégicamente; la otra vertiente era . la i;le .la adhesión al lacanismo, que se medía en este caso por ; . la fidelidad personal, y ya no institucional, del autor. Al punto . que cierto texto resultaba aceptado cualesquiera que fuesen diferenci~, en cierto momento, por su puro peso de fideli. : .·. ·dad, mientras que en otro momento el mismo texto se volvía : · · . .eminentem~rite criticable. De este modo, la cuestión de la fidelidad personal es compleja porque conjuga las otras dos amarras: fa amarra política (~un con la señalada distancia de Lacan ·por relación a la política) y, por otro lado, «la amarra interna». LO que designo con esta última expresión aparece en más de . un texto: no cambiar jota en lo que he dicho. . . Me despedazan, dicen otJ:'a cosa que yo utilizándome, haciendo como si dijeran- la misma cosa que yo, etc. La alegación del •narcisismo ·de las pequeñas diferencias» es una fórmula no de Lacan sino · . de Freud para criticar la voluntad de originalidad a todo pre- ·· ·sus 288 cio (o la originalidad pretendida) én el seno del movimiento analítico y, por otra parte, en todo movimiento intelectual. En · el seno del freudismo existían en po~encia grandes divergencias, incluso grandes escisiones se éncontraban en germen en las •pequeñas diferencias». Pero cuando las diferencias están ligadas indisolublemente a la letra de la diferencia, es muy difícil juzgar cuáles son las pequeñas y las grandes, y es justamente lo que ocurre en la historia del lacanismo. Ustedes encontrarán, en Lacan, este ¡MALDITOS extraordinario anatema lanzado sows NECROFAGOS! bre el de.s pedazamiento, exactamente com9 el que se encuentra a la entrada de las pirámides: •¡Maldito el que toque el cuerpo .. . !». Una suerte de ··anatema lanzado sobre el despedazamiento de la obra y del cadáver. Me refiero, por ejemplo, al seminario de 1967-68 (uno de aquellos en que se expresa la tesis del •sujeto supuesto saber•), en que Lacan se ensaña con un analista que ha intervenido en un reciente Congreso de ortodoxia •Asociación Psicoanalítica Internacional»: •El personaje que ciertamente no está entre los que me siguen porque justamente se cree obligado a expresarlo en oposición a lo que yo digo, lo que es verdaderamente cómico porque él ni siquiera podría comenzar a expresarlo si con anterioridad no hubiera existido todo mi discurso». 71 Lo ignoro todo sobre la persona aludida y sobre la pertinencia de su discurso; ignoro si es un personaje •Cómico•, pero compruebo que en todo caso no hay nada de risible en el hecho de que, para poder estar en oposición con alguien, para decirlo, es preciso que ese alguien haya hablado antes que uno. He aquí un espléndido pasaje, que va mu.c ho más lejos, sobre la necrofagia que amenaza a su obra, a su obra una vez muerto: •Supongan pÓr ejemplo que este aspecto de mi enseñanza, a saber lo que puede pasar para ser pensado, no tenga · -como ya les ha ocurrido a muchas personas, y de una amplitud que no es la mía- ninguna sucesión. Quedarán cosas pequeñas como esto, les ha ocurrido a personas muy grandes. Entonces en ese caso se produce lo que yo llamo como en el reino animal una especie de fauna muy especial, esas especies de bestezuelas de la clase de los insectos, seres con élitros, los hay en cantidad que se nutren de cadáveres; se llama a esto: las escuadras de la muerte, en medicina legal. Hay de ellas una decena de generaciones para venir a consumir lo que resta de 71 Reunión del 28 de febrero de 1968, en L'act,e psychanalytique_, seminario 1967-68. Notas d~ curso, pág. 174. 289 11 11 d ot10<"110 h111 111 u1 0 . Uu nn do d igo goneraciou cs, q uiero d eci r que oli o..'! :;e 1:1 uceden, son esp ecies difer e ntes que vie nen en las d iversas e ta p a s [las •escuadras de la muerte» es el término emple ado e n medicina legal]. Es más o menos aquello a lo que se parece el empleo de cierto número de actividades universitarias en torno de estos restos de pensamiento; las escuadras de la muerte. Ya están los que se afanan por ejemplo, sin esper ar rii a que yo esté muerto, ni a que se haya visto el resultado de las cosas que en el curso de los años yo he enunciado ante ustedes, en dosificar en qué momento, dentro de lo que constituye lo que yo he reunido como he podido, con una escoba, b ajo el título de Escritos, yo comienzo a hablar verdaderamente de lingüística, en qué momento y hasta cuándo lo que yo d igo coincide con lo que dice Jacobson. Lo verán ustedes, esto se va a desarrollar ... , [etc.] [y el párrafo termina:] ¡Eso es alimentación!».72 0 14 de febrero de 1984 F De la imagen bucólica de Montaigne sobre la libación de las a b ejas a la evocación de otros insectos, necrófagos estos, es not able el contraste . En Lacan, lo que se ha impuesto es la interd icción sobre el muerto, extendida, c~m toda evidenc ia, a la obra y al trabajo de la obra. ¿Se puede entonces pasar, de esa inte rdicción de hacer trabajar, al c6mo de ese trabajo? No es tan simple. Hay algo más que el anatema, están las dificultad es internas que residen en cierta fijeza de lo que se ha dicho . , La fijeza reduplica la prohibición de tocar, y ello según dos formas en apariencia bien diferentes, fijeza de lo que se ha llamado el materna, e intangibilidad de lo que Lacan ha designado como el estilo: más allá de una dificultad llamada de estilo -dificultad para «Comprender a Lacan»- existe una dificultad par a hablar de esto como no sea siguiendo su huella, repasand o sin cesar por sus formulaciones. La fórmula , entonces, para resp etar, y el materna para desarrollar. He recordado rápidamente, y es algo que no cae fuera de n u estro objetivo, el trabajo del texto que no deja de tener relación con el trabajo del análisis, con el working through. No he dicho que fueran la misma cosa sino que había ahí alguna relación en el sentido de que se trata en los dos casos (y en 72 29 0 /bid., pág. 225. Entre corchetes, comentarios de J e an Laplanche. otro s ln duso) do lo q 111 1 1111 0 11 11( 1• 1·0 11 1•1 d111 •h· d1 •l otro , do11dc • decir está tomado e n e l sentido má1:1 amp~o, Y· 11 0 :;ólo e n 1• 1 del d ecir verbal. Volvemos a la noción ToDo TRABAJO de trabajo que, igualmente en Fre ud, ES habría que someter a exai:n~n críti" TRABAJO DE DUELO co. Uno de los modelos sigue siendo . e l trabajo llamado •tral.Jajo de duelo•, que es concebido como reproducción de las experiencias vividas con el difunto, reinvestimiento de cada uno de esos recu'er- . dos, cuya meta última está definida bien simplemente en •Duelo.. y melancolía• como el desasimiento definitivo de la libido. Descripción esta indudablemente insatisfactoria o insuficiente J>Or- . que ningún duelo consiste en esta pura y simple manera de asegurar la supervivencia del supérstite, como Freud lo pre-. tendería dentro de una perspectiva del más frío •realismo•. En cuanto al mecanismo invocado, es para lo sucesivo una noción. adquirida que entre duelo llamado normal, duelo patológico y melancolía todas las transiciones existen, y que incluso el due~4": lo más •normal» trae consigo su parte de ambivalencia y de h\-.'1/ • • • troyección. En cuanto a los •objetos• sobre los .cu.a les·recae ~l ;!i\· . .._ trabajo y que son vueltos a poner •en la obra», cabría interro- ; . ·· garse mejor para saber si no se trata sobre todo de cada uno '\ '( \ . ·~} de los decires del difunto, verdaderos o supuestos. ¿Qué ha di- ¡·\} .:·-'·" c ho, qué habría dicho en esta circunstancia? ¿Qué habría que- · '.; e rido? Los objetos que él d eja en herencia no están ahí si no . ~- '\ .1• ' es como objetos parlantes; en la mejor de las hipótesis, la de .l ~~-~- ,1_'1 ::.'.-' un verdadero trabajo, la cuestión es: ¿qué habría querido él · . ? que uno hiciera con esto? Cuestión evidentemente a la que cada uno .aporta su respuesta, y así llena la ausencia, en _e l senti- ~.l1 do de una verdadera metabolización de los decires y de las vo- ¡ 1 luntades del difunto . -- ¡ Invirtamos ahora los términos, para decir no solamente que . el trabajo de duelo es un ejemplo privilegiado, sino también que todo trabajo es trabajo de duelo; no en un pathos romántico, sino en el sentido preciso de que todo trabajo recae sobre mensajes o, si ustedes quieren, sobre significantes. Estoy empeñado en tomar conocimiento -progresivamente, como es debido en el caso de una obra tan difícil- del libro de JeanFranc;ois Lyotard que se intitula Le diffefrend. El autor selecciona la frase como elemento básico. •Objeto• es el titulo de un párrafo. •El único que sea indubitable, la frase, .. O mejor: las frases, porque el singular llama al plural»; 73 y en efecto la '¡· I·., ¡1 1 1 1 1 1 ! 73 París: Ed. d e Minuit, 1983, pá g . 122. 291 frase va a llamar a otras, y, leyendo así, al través (puesto que esta obra propone o acepta una lectura al través), tenemos toda una discusión sobre la frase «YO puedo pasar por tu casa• que implica, pese_a su apariencia tan simple, encadenamient06 múltiples. En efecto, equivocidades pueden afectar a •yo•, «pasar• y «tu•. Pai.a atenernos al modal «puedo• , he aquí algunos universos copresentados: yo puedo, yo tengo la capacidad de hacerlo, yo tengo el tiempo para hacerlo; yo puedo porque tú tienes tu casa y yo conozco la dirección; yo puedo, es posible que yo lo haga; yo puedo, yo deseo hacerlo; yo puedo (interrogativo), yo deseo que tú me digas que lo haga; yo puedo, yo 'tengo permiso para hacerlo.74 Toda frase, por lo tanto, se abre sobre encadenamientos múltiples. ·¿'De esto se. trata, de la equivocidad inherente a toda _comunicación, comunicación verbal, paraverbal o extraverbal; se trata de esta apertura sobre universos de posibles, que permitirí3., que convocaría también cierto trabajo? Pienso que lo abordado por el psicoanálisis, lo que yo intento designar con el término de trabajo, es por lo menos una equivocidad muy particular que provoca al trabajo por un desborde del mensaje; un mensaje que, mucho menos que en los ejemplos que Lyotard evoca, no puede ser circunscrito por «Uno de los universos de modales que él copresenta•. Insistiré en consecuencia en cuatro lu,gares del trabajo , cuatro trabajos en que precisamente el desbordamiento del roen. saje no está inscrito en los caracteres del lenguaje sino en la · situación misma:: el trabajo de duelo, pon.¡a e el mensajero es supuesto haber significado algo, o bien es supuesto que signifi• ' c'arfa:de este. modo algo en cierta circunstancia: •¡ay!, si est'u.. : yiera ·aquí, .esto es lo que él diría, esto es lo que haría•, etc. · :_ .' A:quí; · el mensajero ha desaparecido , El trabajo del texto por..· ·: · que por definición, a pesar del anatema de Lacan, él ya no puede defenderse, en su derrelicción, de nuestra manera de ha.cerio rechinar y trabajar y de despedazarlo, y para esto no importa que el autor .esté muerto o vivo, como Jo atestigua la .. fónñ:ula que yo recordaba la vez pasada: «ni siquiera esperan ·. a que yo. esté muerto para comenzar a triturarme» . El trabajo · del _análisis y; en fin, el que uno podría llamar el trabajo de .la infancia, respecto de los cuales ustedes han percibido que yo los pongo· eco, el uno por relación al otro, evidentemenque no en identidad. La diferencia, entonces, con relación a Lyot:ard en Le différend , sería al menos doble e n lo que en .te ·74 . 2 92 ibid. concierne al trabajo sobre la •frase•. Por una parte privilegiamos situaciones muy particulares de ausencia, o de ausentamiento del destinador, el que envía la frase o el mensaje, y por otra parte presuponemos el inconciente en esas situaciones y no sólo la equivocidad de un texto en general. ¿Qué es entonces lo que uno puede hacer trabajar, con respecto a la trasferencia, en Lacan? Una bibliografía general de Lacan acaba de salir, producida por un miembro de nuestro equipo, Joel Dor. No ahorro su consulta indicando algunos textos: el seminario sobre La trasferencia (seminario VIII) donde habla de El banquete; el de los Cuatro conceptos fundamentales, que marca un momento de giro en el pensamiento y sobre todo en la política de Lacan, puesto que se sitúa en 1964, tras una ruptura: ennoblecida en excomunión. Y después el seminario de 1967-68 que se intitula El acto psicoanalitico. Y por último hay un texto en Scilicet I que se intitula «El equívoco d e l sujeto supuesto saber» (1967), y que probablemente no es el más esclarecedor . .. Esta cuestión del «Sujeto supuesto saLA FORMULA DEL ber•, el SsS, como lo escribe a veces SUJETO Lacan, pone en juego toda la topología SUPUESTO SABER lacaniana, y bien se entiende que no la he de poner en circulación hoy. Ella hace jugar sobre todo la diferencia de los «otros»: «A» y «a» , inicialmente el otro especular, pero que deviene el objeto «a•. Dije hace un rato que el estilo de Lacan era más que una dificultad de acceso; que él trazaba, por medio de sus formulaciones , a modo de huellas para toda formulación futura. Esto se verifica con evidencia en un artículo de André Green, 75 producido en un momento en que estaba más próximo que hoy al pensamiento de Lacan; este texto, destinado a esclarecer «el objeto a• (y a Dios gracias, Green sabe ser esclarecedor cuando quiere), está capturado en esa proximidad, en esa dificultad para despegarse, para salir de las huellas trazadas por las fórmulas mismas de Lacan. Por mi parte, y a partir de otro trayecto, lo q. ue me vería co.nducido a interrogar sería la relación)'~ entre lo que yo llamo objeto-fuente y lo que Lacan llama «a».· Indudablemente, cuando Lacan habla de •a• como la causa del ', d~seo, ello resuena con lo que yo llamo .e l objeto-fuente de la . pylsión. Hace un momento indiqué el hecho de que este mism~., 1 1 «a» había servido durante una decena de años para designar ' 1 , 75 •L'objet (a) de J. Lacan, sa logique , et la théorie fre udienne•, C a.- hiers pour l'analyse, nº 3 , 1966, págs. 15-38. 293 "p nq11 1111o otro•, l lH d c.:clr \.:I otro d e l c1::1tudlo d e l esp ejo, e l otro lnmgltmrlo. ~ ti t e •pequ ci\o otro• pronto se sitúa en su oposid<> u u. un •A » (dignidad obliga mayúscula), el Otro de la palabra , e l lugar del código. Después este •pequeño otro», yo no s6 bie n cómo, y es algo que no ha sido precisado, deviene •el obj e to ª"• que aun así es muy diferente, puesto que queda situado en la línea del objeto parcial. Cada vez que las formula-~~ ciones de Lacan son más que algebraicas, cuando él les introd u ce un significado, se trata de los objetos parciales, sea en el sentido freudiano o, eventualmente, kleiniano; entre ellos, a unque no siempre sea precisado abiertamente, el excremento es el mentado con mayor frecuencia. Otros son objetos parciales nuevos respecto de los clásicos freudianos y aun kleinianos: la voz y la mirada. En fin~ lo que reaparece constantemente ·cuando es cuest_ión del acto psicoanalítico y de la trasf erencia, es el destino de este •objeto a», que es el de ser un desecho, destinado a ser desechado lo mismo que el excremento y, sin duda, el analista. ¿Es lo mismo decir que •el objeto ª" e s un desecho y que el objeto-fuente es el resultado de la represión originaria? No estol seguro de gue la represión (aunque Lacan hable con 'f recuencia de ella) sea en definitiva una p ieza capital del pensamiento lacamano, esto en ra-medida rríís-=-~ ( m a en que también..el-inconchnúe.ad.9.uiere uná'f'igura muy di' f~J_"ente en Lacan: muy diferente de la concepción freudiana, q ue quiere que el inconciente sea un contenido que cada uno constituye individualmente, que muere con la muerte de cada ': u no de nosotros y que nace con la infancia de cada uno por : ' \ obra de la represión originaria, que a su vez es un proceso indi\, vidual, situable si no datable. ,_.-;:;1 '· Algunas referencias o algunas citas acerca del •sujeto sup uesto saber» y su relación con la trasferencia; porque es efect ivamente a propósito de la trasferencia como se introduce esta fórmula. Tenemos primero el seminario sobre La trasferencia, que no emplea la fórmula pero que gira de una manera e n extremo instructiva en torno de Sócrates, en torno de El banquete, de la famosa ignorancia de Sócrates •Cuanto sé es que no sé nada•; salvo, agrega Sócrates, en lo que concierne a Eros, lo que Lacan interpreta: salvo en lo que concierne al d eseo. A este Sócrates se trata de arrancarle algo, restos de a lgo, que son, ustedes probablemente lo saben, lo que Platón llama estatuillas, agalmata (agalma quiere decir estatua), com o una muñeca a la que se le pudiera abrir la caja craneana. E sas estatuillas que él tiene en su cabeza, Lacan las toma como p unto de partida del •Objetoª"· Es en ese seminario sobre la 1•1 1 ~ 2 94 1 trasferencia, un seminario muy inspirador e inspirado (¿quié n no lo sería, por Platón?), donde uno encuentra también la formulación, quizá nunca retomada en esos términos por Lacan, del amor como metaforización. Lo que en Lacan va en el sentido de una doble formulación, contradictoria en apariencia, del amor: una iigada al narcisismo y la otra referida a la metáfora, como la única manera de escapar de los aspectos narcisist~ · del amor; proceso que, por mi parte, puesto que ipcluyo _all~ a la vez la metáfora y la metonimia, llamo más bien metaboll~ zación y simbolización. La fórmula del •sujeto supuesto saber• aparece probablemeri:-· '" te en 1964, en ese seminario XI donde Lacan retom.a , trrui su. episodio. _politico de 1963, una· nueva serie que hace eco a l,a primera serie. Su título es: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanáliS'is, y una sesión se intitula •Del sujeto su~ . puesto saber». 76 No puedo hacer nada mejor que leerles ºeste. pasaje, que se relaciona evidentemente con ef seminario VIU. •Platón . .. porque, en El banquete, va más lejos que en ninguna parte en cuanto a indicarnos la significación de comedia d.e: sus diálogos, y empuja aquí·la cosa hasta la parodia, Platón no ha podido hacer sino indicarnos, de la manera más precisa, el lugar .de la trasferencia. Desde que en alguna parte existe el sujeto supuesto saber -que hoy les he abreviado en lo alto de la pizarra en SsS-, hay trasferencia». 77 A continuación de esto hay un desarrollo bastante sinuoso, referido a quién puede estar destinado a representar al sujeto supuesto saber. Esto se desenvuelve en varias etapas, la primera de las cuales descalifica al psicoanalista medio: •Pero es seguro, del conocimiento de .todos, que ningún analista puede pretender representar, aunque fuera mínimamente, un saber absoluto. Por eso, en un sentido, se puede decir que aquel a quien uno pudiera dirigirse, sólo podría ser, si es que existe, uno solo. Este uno solo fue, en vida, Freud. El hecho de que Freud, con respecto a lo que hay de lo inconciente, fuera legítimamente el sujeto a quien uno podía suponer saber, coloca aparte todo lo que hubo en cuanto a la relación analítica cuando ella fue establecida con él por sus pacientes. El no fue solamente el sujeto supuesto saber. El sabía, y nos ha dado ese saber en términos que uno puede llamar indestructibles ... "· 78 En este pasaje, la oposición 76 Jacques Lacan, Les quatre conceptsfondamentaux de la psycha:nalyse, París: Seuil, 1973, págs. 209-20. · 77 /bid., pág. 210. 78 /bid., págs. 210-11. 295 loH pnMajtiH <l'l tl yo ll('lLhO d(l d l,nrloH, ¡>1111111,o q no n11 11 1rnf lmhfo Oteo de\ otro , qu e <!ra Freud ':! , tal voz - <m ~su. r~mb1\6n al ,, 79 296 Ibid. , pág. 211. analista-maestro-, Lacan. Minusculizar al analist a me d io es un artificio un poco fácil .. . ] . Que no hay, para responder a un viejo murmullo de mi seminario de Sainte-Anne, desdichadamente, bien que lo lamento al tener que decirlo, verdadero sobre lo verdadero (esta cuestión de lo «Verdadero sobre lo verdadero» era irónica de parte del que la suscitó; por una parte, él no ignoraba la fórmula «Verum inde:i: sui», y por la otra no estaba enteramente seguro de que el discurso lacaniano llevara en él mismo ese index, que, comoquiera que fuere, debería estar más articulado que la afirmación oracular: «yo, la verdad, hablo»]. Igualment~, no cabe de ningún modo considerar la dimensiónde la trasferencia de .trasferencia; Esto quiere decir: de ninguna reducción trasferencia! posible [no sé bien qué viene a hacer este «trasferencial»], de ninguna reapropiación analítica del estatuto de la trasferencia como tal» .80 Es evidente que la idea de que no hay trasferencia de trasferencia anticipa muy exactamente una contradicción a lo que por mi parte intento formular.8 1 De todas maneras, no es la misma cosa decir «no hay Otro del Otro» (si uno admite este tipo de formulación) y «no hay trasferencia de trasferencia»; con «el Otro del Otro» uno se sitúa en la dimensión ascendente y retrógrada que es finalmente la de la divinidad , no hay más remedio que d e cirlo. No hay garantía ascendente de la verdad. Pero decir que hay trasferencia de trasferencia, esto se sitúa en dirección inversa, o sea, en el sentido de un devenir y no en el de un terminus a quo evidentemente falaz . He aquí otro pasaje en que reaparece el «sujeto supuesto saber»: «Las cuestiones quedan planteadas a partir de que existe en alguna parte esta función, llámenla ustedes como quieran, aquí ella aparece bajo todas sus faces, con evidencia de ser mítica, de que en alguna parte existe algo que desempeña la función de sujeto supuesto saber». 82 Aquí, se diría, esta idea de «Ser mítico» el sujeto supuesto saber viene a hacer contra peso a las fórmulas en que el analista-maestro, él, no era un ser mítico, sino que sabia. 80 En L 'act,e psychanalytique, op. cit., pág. 48. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. 81 El térmi'rw •trasferencia de trasferencia• es antiguo, puesto que se remonta a W. Reich. Cf. L'analyse du caractere (París: Payot, 1973), así como un buen resumen en D. Lagache, Oeuvres cornplews III, op. cit. , págs. 36-9. 82 En L'act,e psychanalytique, op. cit., p á g. 55. 297 He uq uí todavía otra fórmula, un poco más adelante,83 en qu e se expresa la idea de que en el inconciente, a la inversa del sujeto supuesto saber, lo que uno encuentra es un saber sin sujeto; !§!mula que -y_o estaría totalmente dis~uesto a hacer mía, agregando que en el inconciente no hay ni siquiera s1gmr1catividad, es decir que el inconcíente no significa a nadfe ; por lo tanto, .la, fllrmuJa «eSQ habla» ~§tá SJtjeta a C&!ciÓn. PorÚhimo, he aquí una página que prácticamente pond~ñ-­ juego todo lo que es dicho por Lacan, quiero decir que no se e ncontrará mucho más que esta fórmula, dada vuelta en todos los sentidos, que mienta el doble movimiento del análisis (y del analista) entre el sujeto supuesto saber del comienzo y •el objeto pequeño a» del final: •La cuestión es: ¿qué se hace del sujeto s upuesto saber? Les diré que en principio el psicoanalista lo sabe, sabe qué se hace de él. Indudablemente, él cae. Lo que envuelve teóricamente esta suspensión del sujeto supuesto saber, este trazo de supresión, esta barra sobre la S que la simboliza en el devenir del análjsis, se manifiesta en esto: que algo se produce en· un lugar, no indiferente desde luego al psicoanalista, puesto que es en su propio lugar donde esa cosa surge. Esa cosa se llama el objeto pequeño ."a"».84 Es una idea que tendrá difusión, esta según la cual el analista al final será «el objeto pequeño a• y caerá, como un desecho, lo que, cuando se piensa en el destino proclamado por Lacan de estar sin cesar solo, de ser rechazado, arrojado, va mucho más allá de una formulación sobre el análisis en el sentido estricto de la cura. r\ io que, también, es una cierta manera de resistir al trabajo~, por medio de un mandamiento intimidatorio: o bien me toman r!, tal cual en mis formulaciones y en mi ser, o bien yo caigo como j_desecho, me arrojan como a una mierda. _ , Quiero detenerme también un instante sobre el verbo «ser» en estas expresiones de Lacan: •ser el objeto pequeño a•, •ser el sujeto supuesto saber•, •ser en el lugar de•. Una cuestión mucho más vasta que las formulaciones porque se reúne de nuevo con la de la trasferencia y, digamos, la problemática del «como si». Ser, ser en el lugar de, ser como si: ¿•ser• el sujeto supuesto saber o •el objeto a• supone más y otra cosa que lo «Como si•? Porqlle si esto se queda en el orden del «Como si•, y bien, nuevamente, por más lacanismo que esto sea, reencont raríamos una especie de juego de roles aun si los personajes se han modernizado, Que Lacan conciba así el acto psicoanalí83 84 298 !bid. ' pág. 93. !bid. tico, esto es lo que discutimos, pero no se puede negar, en torno de la •metáfora» por ejemplo, un ~encial desdoblamiento entre una acción que se produce en el ser mismo del sujeto hablante y una ~simple• comparación. 85 Es la misma duplicidad que reencontramos para los términos de la trasferencia o, m.ás · exactamente, de esos personajes de nuevo estllo («objeto ª,;,•Sujeto supuesto saber•) que deben situarse allí. Ya con _«supuesto saber• se debería tener la dimensión de la sustitución o subposición, pero Lacan experimenta como una necesidad de reduplicar ese supuesto: el analista es el •soporte dado al sujeto supuesto saber•. 86 Ya la suposición debe ser por así de<:fr re~ doblada en el acto de sub-portar, lo que de buen o mal grado· nos introduce en un dominio de simulacro radical, de ficeión · sin remedio. Pero, muy curiosamente, a propósito de ese «pequeño a• en que se convierte el analista, es decir del desecho; · la fórmula a poco más es invertida en el sentido del reali~m.o . absoluto: ¿para quién deviene el analista ese pequeño a?: «no es ni para el Otro, ni en un para sí [las referencias son filosóf.icas, hegelianas o existencialistas] que no existe en el nivel dei psicoanalista, donde reside ese •a•; es sin duda en. un en· sí,. en un en sí del psicoanalista; es en tanto, como los propios psi~ coanalistas lo pretenden . . . en tanto ellos mismos son ese desecho, en tanto tales presiden la operación de la tarea, son la mirada, son la voz; en tanto son en si el soporte [aquí tenemos de vuelta el soporte: ser -en si- el soporte es precisamente no ser en si] de este objeto •a• como toda la operación es posible. Sólo se les escapa una cosa, y es hasta qué punto esto no es metafórico [esta vez es la metáfora la que recibe su cuota de desvalorización, de derrealización]•. 87 Para situarme dentro de mis críticas, o más bien dentro de los principios que TRES CRITICAS orientan a mis críticas, diré muy rápiA LA POSICION damente: en primer lugar, todos esos LACANIANA textos están tomados de lleno dentro 85 . . . «Si el síntoma es una metáfora, no es una metáfora por sólo decirlo, como tampoco por sólo decir es el deseo del hQmbre una metonimia. Porque el síntoma es una metáfora, quiera uno o no quiera decírselo, como el deseo es una metonimia, aun si el hombre se burla de ello• (Ecrits, París: Seuil, 1966, pág. 528). La metáfora, en este pasaje, es alternativamente realizada (.es• una metáfora) y derrealizada (•no es una metáfora.). Véase también, por ejemplo, cierto pasaje en que Lacan utiliza lo que llama ·~la metáfora flogística• como una trivial comparación: •la interpretación así concebida se convierte en una especie de flogística• (págs. 593-4); ¡aquí se está bien lejos de la •metáfora paterna•! 8 6 En L'acte psychanalytique, op. cit .., pág. 94. 87 lbid., pág. 146. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. 299 di'! 11111lth •11111d1 •l11111tll11 l11 11111111 p1rnl1wdc'\i 1 d1 1l n 1111 llMl.n, n h~ VIJ:r. p1 otf111 1111111 !11 1 " " p rllc •o1111ullr•l,11 por• n i l)Mlcou n nll znudo , y p ro cl11c •••lc111 cl11 1111 1ml1 ·111u mll11l,n n pnrtlr <.le todo psicoanalizando; l11r1 l'ór111ul111; ,.mtáu uhf: no lu:i.y m á8 que un psicqanálisis, el psi- ;ounáfü1Js didáctico. ss El segundo punto sobre el que acabo de insistir hace un momento es la vacilación acerca de la significación de lo que yo llamo la metábola (lo que Lacan Uama la . metáfora), porque la.experiencia representada por esta queda cautiva entre una desvalorización como señuelo y, al contrario, una valorización extrema en lo en sí, como ser. Y lo que padece a causa de esta vacilación es la aprehensión, tan difícil, de lo· que es el proceso de simbolización en la cura. ·El tercer principio de mi crítica es que la referencia de Lacan, en todo esto, se sitúa sobre todo en un plano sincrónico al mismo tiempo que abstracto o, si se quiere, trascendental. Lo mentado, a través del supuesto saber, es esencialmente el problema del sujeto de la ciencia; por ejemplo: ¿dónde estaban lo.s números transfinitos antes de Cantor? Lo que casi siempre se deja de lado es el aspecto histórico individual, el que me parece esencial, es decir la referencia a la situación originaria del niño. Es cierto que encontramos en Lacan, a propósito de la trasferencia, alusiones a lo infantil, pero esto permanece siempre al margen. En cambio, lo que he intentado decir este año es que el problema de la trasferencia no es el del lenguaje en general, ni el hecho de que el lenguaje lleve consigo una trascen1" 1 ,1· dencia. Es, mucho más precisamente, el hecho de que el niño, 1 .d esde su llegada al mundo, provisto de sus funciones, de sus aparatos de autoconservación más o menos imperfectos, resul. t.a .atravesado, ·habitado, trastrocado, por «significantes• o por «frases• (como dice Lyotard) de deseo de los que él '1W tiene la lctave. .t · Ell cuanto al prototipo del pecho, es preciso volver sobre · éI, reflexionando sobre ese término de «ausencia del pecho• que . en Ci.erta manera se ha convertido en una exquisitez del análisis. Pero la «ausencia del pecho• tiene por lo menos tres sentí. dos, de los que en general sólo se retiene uno: el retiro del pe. cho por la madre en una rítmica de presencia-ausencia, que sería el prototipo de todo aprendizaje ulterior de la realidad. Pero existen por lo menos otras dos «ausencias del pecho• acerca de l~ que sé que está en curso un estudio preciso: primero la ausencia del pecho, en nuestros días, en el amamantamien.88 246. 300 Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, op. cit., pág. to real, hasta el punto de que cabe preguntarse \)OT qué los analistas siguen refiriéndose al pecho cuando muchos .niños nunca lo han visto ni succionado. ¿Se trata de un prototipo filogenético, de una imago cultural, o de qué otra cosa? Y (lespués tenemos una terceraausencia, todavía más interesante, y es la ausencia del pecho erógeno en la bibliografía analítica. Que el pecho constituya una zona de placer, zona erógena rectora, es algo que nunca es puesto en confrontación con el pecho «psicoanalítico•, sea kleiniano, winnicottiano u otro.89 Es aquí adonde he querido llegar este año. Los rehusamientos del analista (para retomar este término para Versagung): el rehusamiento de saber, que es ante todo rehusarse a sí mismo saber y pre-saber; y, por otra parte, el rehusamiento de plegar lo sexual sobre el plano de la TRASCENDENCIA DE adaptación; esos rehusamientos del LA TRASFERENCIA analista, que están, según opino, en la base misma del fenómeno de la trasferencia, se deben situar en eco con los rehusamientos de 'tos adultos, del mundo adulto, por relación al niño. Rehusamientos que son ellos mismos pluridimensionales, de varios pisos, pero en los que lo esencial, en todo caso, no es el rehusami~.nto ligado al ritmo alimentario al que yo me refería hace un instap.te. Más profundamente que esto se sitúa el rehusamiento estructural de proporcionar el código de los mensajes eróticos, y ya bien simplemente porque ese código es incomunicable, sfondo que el placer sexual adulto, digamos por ejemplo el placer del pecho, no' tiene su respondiente en el niño. Y después está un rehusamiento •objetivo• todavía más profundo, que es el hecho ·de ql!~ el adulto mismo se sitúa en una relación .de .ignorancia hacia su propio inconciente, aun si no se puede hablar de lo inconciente como de un código. ~l prog~n._lt<>.t:,_ d!t~ª' 1:0.-:- J!i~~- ~I\~'!_P.2~~!..?_~~.er e~~!:.~ el_!.'-!ño?_.'!E:.!J'if?J!!!St<?._~!9!!'..!.:. ficar. Hay una_l1:!!§ler([!M;.i.a_o.riginari_a _e.n.la_in.f.Qncia, aquella m~que 'éiesemboca en ese producto marginal que es la sexuahdaO,Y-la trasferencia analítica se tendría que concebir '1W C<YrnO un calCo S't'1W C<YrnO una reanudación de ese proceso de t~asferencia ori~aria. A esto, esencialmeñte, me refiero cuan~- - ­ dÓhablo de traserencia de trasferencia, y de la trascendencia de la trasferencia. Esta se concebiría a la vez como trascendencia más acá y como trascendencia m~ allá: más acá, sin que por eso haya que materializar una gran A como causa sui; 89 Exagero con este •nunca•~ ¿Quién puede decir que esto no haya sido señalado ya? 301 más allá, sin aceptar la idea de una intervención arbitraria, demiúrgica, del analista, en lo que uno puede designar como trasferencia de la trasferencia. , Muy bien, he corrido, he trastabillado; lo que uno no puede alcanzar volando, tratará de alcanzarlo cojeando. 302 Biblioteca de psicología y psicoanálisis ... ... .. ; ..· . Mauricio Abadi, El psicoanálisis y la otra realidad Afda Aisensbn Kogan, El yo y el sí-mismo Carol M. Anderson, Douglas J. Reiss y Gerard E. Hogarty, Esquizofrenia y familia. Guía práctica de· psicoeducación Carol M. Anderson y Susan Swwart, Para dominar la resistencia. Guía práctica de terapia familiar M. Andolfi, C. Angelo y otros, Detrás de la máscara familiar . Un modelo de psicoterapia relacional E . 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Hu 11plk1u 1l'111 n, 11111 ll•Hll'llrtlH l 'r 11 •l111 11 ' 1>111111< 1/1 1 'l'11o d 11 y 1,(\¡•11 k11 d n 111 p11 k1>~1 1 ra pln ~rup1 d tl/11,1f11 l '<1,11/mw , 1 ~ 1 1101111>1·0 y 11 u p11ko1:1IH Jr11 / 11.11 11. l'nnl , Cartu:; u un jove n terapeuta (Sobre la conducción d e la psil'Ot um pla) . •Joan .l "ia.get, Paul Ricoeur, R ené Za=o y otros, Debates sobre psicología, filosofía y marxismo · Erving y Miriam PoT,ster, Terapia guestáltica Susana E. Quiroga, comp. , Adolescencia: de la metapsicología a la clínica Ginnette Raimbault, Pediatría y psicoanálisis Michele Ritterman, Empleo de hipnosis en terapia familiar Carl R . Rogers, Grupos de encuentro Carl R. Rogers, Barry Steveris y colaboradores, Persona a persona Clifford J. Sager, Contrato matrimonial y terapia de pareja /sea Salzberger-Wittenberg, La relación asistencial. Aportes del psicoanálisis kleiniano Sami-Ali, El espacio imaginario Sami~Ali, Lo visual y lo táctil. Ensayo sobre la psicosis y la alergia Irwi'l'I; G. 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Estudios comparativos de condiciones normales, neuróticas y psicóticas Jürgen Kriz, Corrientes fundamentales en psicoterapia Carl Whitaker, De la psique al sistema. Jalones en la evolución de una terapia: escritos compilados por John R. Neill y David P . Kniskern Nueva traducción directa del alemán, cotejada por la edición inglesa de James Strachey (Standard Edition of the Complete Psychological Works 'of Sigmund Freud), cuyo ordenamiento, prólogos y notas se reproducen e n esta versión. '·tr ,., ¡,. J .... .• Y' Presentación: Sobre la versión castellana 1. Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud" (1886-1899) ' 2. Estudios sobre la histeria (1893-1895) 3 . Primeras publicaciones psicoanalíticas (1893-1899) 4 . La interpretación de los sueños (1) 0900) . 5. La interpretación de los sueños (II) y Sobre el sueño (1900-1901)· 6. Psicopatología de la vida cotidiana (1901) . · · 7 . "Fragmento de análisis de un caso de histeria" (caso "Dora"), Tres ensayos de teoría sexual, y otras obras (1901 -1905) 8 . El chiste y su relación con lo inconciente (1905) 9. El delirio y los sueños en la "Gradiva" de W. J ensen , y otras obras (1906-1908) 10. "Análisis de la fobia de un niño de cinco años" (caso del pequeño Hans) y "A propósito de un caso de neurosis obsesiva" (caso del "Hombre de las Ratas") (1909) ll. Cinco conferencias sobre psicoanál'isis, Un recuerdo infantü de Leonardo da Vinci, y otras obras (1910) 12. "Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente" (caso Schreber), Trabajos sobre técnica psicoanalítica, y otras obras (1911-1913) 13. Tótem y tabú, y otras obras (1913-1914) 14. "Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico", Trabajos sobre metapsicología, y otras obras (1914-1916} 15. Conferencias de introducción alpsicoanálisis(partes 1 y II) (1915-1916) 16. Conferencias de introducción al psicoanálisis (parte Ill) (1916-1917) 17. "De la historia de una neurosis infantil" (caso del "Hombre de los Lobos"), y otras obras (1917-1919) 18. Más allá del principio de placer, Psicologia de las masas y análisis del yo, y otras obras (1920-1922) 19. El yo y el ello, y otras obras (1923-1925) 20. Presentación autobiogr<ifica, Inhibición, síntoma y angustia, ¿Pueden los legos ejercer el análisis?, y otras obras (1925-1926) 21. El porvenir de una ilusión, El malestar en la cultura, y otras obras (1927-1931) 22. Nuevas co'l'lj'erencias de introducción al psicoanálisis, y otras obras (1932-1936) 23. Mo'isés y la religiónmonoteista, Esquema del psicoanálisis, y otras obras (1937-1939) ' 24. Indices y bibliografías .. . '. . ~ Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en mayo de 1990. Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares. f 1 · -~ ' 'r 1 1 1 ~ '+ i. .. . .-s.... )!/« ... ·, i ; .. ·~