TALLER VOCACIONAL SESIÓN 11 ALPAFJ ETAPA: Discernimiento

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TALLER VOCACIONAL
SESIÓN 11
ALPAFJ
ETAPA: Discernimiento de la Vocación
OBJETIVO: Descubrir e identificar cómo debe ser la respuesta del hombre y de la mujer que Dios espera a la llamada a la vida
consagrada.
TÍTULO: Opción de Fe y elección vocacional.
DESARROLLO
Partimos por hacernos una pregunta: ¿Al llamado que Dios me hace es una opción de fe a la que tengo que responderle a
Dios? o ¿es una elección que quiero hacer para el estilo de vida que escojo?
La vocación cristiana no podemos quitar una u otra, es necesario ver cómo convergen estas dos opciones para que se pueda
dar de forma correcta la decisión.
Primera Convergencia: LA CONFIANZA. Creemos porque nos fiamos y la máxima expresión del acto de fe es el gesto del
abandono confiado. Creer es diferente de fiarse, pero precisamente fiarse es la máxima expresión de creer, justamente porque
constituye su raíz. Son muchos los que creen, pero pocos los que se fían. Sólo los que se fían pueden encontrar este llamado.
De la confianza nace el apostarlo todo, el elegir el riesgo y llevar a cabo grandes cosas, pero sobre todo conduce a superar
preocupaciones y temores personales y sobre todo ese miedo de fallar que manifiesta la desconfianza en sí mismo.
Hoy en día se viven muchos obstáculos para confiar, pues se vive en la incertidumbre, en la indecisión, en las inseguridades, en
los miedos, por eso es necesario crecer en la fe en Dios, en nosotros mismos y confiar en lo que Dios nos va haciendo
descubrir.
Segunda Convergencia: LA LIBERTAD. Dios nos llama con libertad para que le respondamos libremente. La fe es un acto libre. El
acto de quien cree no tiene ni debe tener nada en común con el cálculo en cuanto tal, con la pretensión de evidencias
segurísimas, con la búsqueda de signos extraordinarios, porque en este caso la mente no sería libre de creer, debería “creer
por la fuerza” puesto que los elementos comprobados son evidentes e inequívocos. Existe siempre un margen de
incertidumbre. En el acto de fe: a nivel humano y exclusivamente racional hay siempre buenas razones tanto para creer como
para no creer. La libertad del corazón de quien ha aprendido a fiarse de alguien y es libre de entregarse a él marca la
diferencia. Por eso Jesús siempre rehusó los signos extraordinarios que pretenden reducir la fe a la confirmación de los hechos.
Para que la elección sea auténtica debe ser libre también de todos los dinamismos interiores: miedos heridas del pasado,
expectativas irreales, distorsiones perceptivo interpretativas, prejuicios, infección de la memoria, condicionamientos varios,
desconfianza personal derivada de problemas de identidad… etc.
La fe permite hacer una elección sana y respetuosa de la dignidad humana, la fe pide dar el máximo y al mismo tiempo ofrece
un punto de apoyo para arriesgar, conduce a exprimir plenamente las propias potencialidades y transmite la confianza para
intentar, da indicaciones precisas provocaciones fuertes, da esperanza y hace asumir responsabilidades. El camino de fe
conduce y desemboca a una decisión para la vida o en un compromiso vocacional. No es posible decidir el propio futuro si no
es a partir de una actitud creyente y sin que la decisión lleve a una confrontación activa con el Evangelio o provoque un
redescubrimiento, o lleve a un aumento de fe y a una personalización progresiva de ella.
El camino es inevitable que de la formación y educación en la fe conduce a la formación y elección vocacional, porque la opción
busca siempre ser coherente con la fe para conducirnos no sólo a confiarse a Dios, sino a dejarse elegir por Él. La fe y la
elección de la fe llevan de hecho a descubrir a ese Dios que ya nos ha elegido antes de la creación del mundo y nos ha amado y
llamado, bendecido y santificado (Ef. 1, 3-4)
La fe es esencialmente relacional y para poder decidirse a responderle al llamado que Dios hace es también una relación para
estar ante nuestro Padre Dios que nos ama, ante el Hijo que nos enseña y ante el Espíritu Santo que nos vivifica nuestra
relación para poder descubrir también progresivamente las exigencias de su amor, para entrar en sus planes, para cumplir su
voluntad de salvación, para comprender que nuestra vida y felicidad dependen de que hagamos lo que le agrada.
Creer en Cristo que nos llama no es para responderle como regalo a su llamada, sino ruptura del límite de la propia
individualidad o del encanto de la propia contemplación narcisista. Creer que Cristo llama es dejarse provocar por Él, amante y
misterioso, que es el único que puede desvelar el misterio de mi historia, proporcionando la libertad afectiva.
La opción vocacional es posible solamente partiendo de una fe fuerte y la fe se hace fuerte al responderle.
TAREA: Busca cómo incrementar tu fe.
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