Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino

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AMIGOS Y SERVIDORES DE LA PALABRA
4 mayo 2011, miércoles. II semana de Pascua
DE LA PALABRA DEL DIA
Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está
condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo únigénito de Dios.
Jn 3, 17-18
¿Cómo vivir esta Palabra?
“Yo no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”, había dicho
Dios, ya en el Antiguo Testamento. Una voluntad que llega hasta el gesto de no
perdonar al mismo Hijo, sino de entregarlo por la salvación del mundo. La encarnación,
ciertamente, no tenía como finalidad el juicio y la consiguiente condena, sino que era
el supremo intento de tender la mano a la humanidad para sustraerla de su condición de
pecado y de muerte.
No, no es Dios quien condena a la perdición: es el hombre, cada hombre el que
decide libremente de sí mismo, rechazando el ofrecimiento de Dios, despreciando la
mano tendida hasta lo último.
Todo se juega sobre creer o no creer en el nombre del Hijo unigénito de Dios.
¿Pero qué se entiende con esa expresión? Creer no es algo reducible al solo acto
intelectivo, sino un adherirse, un verdadero y propio entregarse a alguien, dando crédito
a su palabra. El nombre, bíblicamente indica la persona en su identidad más profunda,
que en este caso es la realidad humano-divina del Hijo de Dios encarnado. Se trata, por
tanto, de aceptar el proyecto de Dios, acogiendo a Cristo en la propia vida, de tal
manera que él pueda restaurar en nosotros aquella imagen, desfigurada por el pecado,
que nos da, a su vez, la identidad de hijos de Dios.
Hoy, me detendré, en pausa meditativa ante el Crucificado-Resucitado, cuyo nombre es
Dios-con-nosotros, Dios que quiere hacerme partícipe de su vida de resucitado,
sustrayéndome a la banalidad de una existencia cuyo horizonte no va más allá de lo
inmediato.
Señor, concédeme creer en tu nombre, en el cual sólo está la salvación.
Concédeme una fe viva y convencida, un adherirme a Ti, único y sumo bien.
La voz de una testigo
Creer es descubrir ser amados por Dios, es entregarse totalmente a este amor
respondiendo al amor con el amor. Si tú le amas, Dios entra en ti y da testimonio dentro
de ti él mismo. El da un modo todo nuevo de mirar la realidad que te circunda. La fe nos
hace ver los acontecimientos con sus mismos ojos, nos hace descubrir el designio que
él tiene sobre nosotros, sobre los otros, sobre toda la creación.
Chiara Lubich
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