Subido por Guillermo Rioja-Ballivián

UN MANIFIESTO ECOMODERNISTA

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UN MANIFIESTO ECOMODERNISTA
ESPAÑOL — An ECOMODERNIST MANIFESTO (ecomodernism.org)
En abril de 2015, un grupo de 18 autodenominados ecomodernistas publicaron colectivamente
Un Manifiesto Ecomodernista.
Decir que la Tierra es un planeta humano resulta más cierto todos los días. Los humanos
fueron hechos por la Tierra y la Tierra es reformada por los humanos. Muchos científicos
expresan esto diciendo que la Tierra ha entrado en una nueva era geológica: el Antropoceno,
la edad de los humanos.
Como estudiosos, científicos, defensores del planeta y ciudadanos, escribimos con la
convicción de que el conocimiento y la tecnología, aplicados con sabiduría, podrían conducir a
un buen, incluso a un gran Antropoceno. Un buen Antropoceno exige que los humanos
empleen sus crecientes poderes sociales, económicos y tecnológicos para mejorar la vida de la
gente, estabilizar el clima y proteger la naturaleza.
Al respecto, reafirmamos un viejo ideal ambientalista que dice que la humanidad debe reducir
su impacto sobre el medioambiente para dejar espacio a la naturaleza, al tiempo que
rechazamos otro: que las sociedades deben vivir en armonía con la naturaleza para evitar el
colapso ecológico y económico.
“
Un buen Antropoceno exige que los humanos empleen sus crecientes poderes sociales,
económicos y tecnológicos para mejorar la vida de la gente, estabilizar el clima y proteger la
naturaleza.
Estos dos ideales ya no son reconciliables. Los sistemas naturales, como regla general, no
podrán ser protegidos ni impulsados si ha de expandirse en ellos la dependencia humana en
procura de sustento y bienestar.
Intensificar muchas actividades –en particular la agricultura, la extracción energética, la
silvicultura y el asentamiento humano– para que usen menos tierra e interfieran menos con la
naturaleza es la clave a la hora de desacoplar el desarrollo del impacto ambiental. Se trata de
procesos socioeconómicos y tecnológicos fundamentales para la modernización económica y
la protección del ambiente. Juntos, permiten mitigar el cambio climático, dispensar a la
naturaleza y aliviar la pobreza global.
Aunque hasta ahora hemos escrito por separado, nuestros puntos de vista se discuten
crecientemente como un todo. Hemos adoptado el nombre de ecopragmatistas y
ecomodernistas. El presente texto nos sirve para afirmar y clarificar nuestras opiniones y para
describir una visión de cómo usar los extraordinarios poderes de la humanidad para crear un
buen Antropoceno.
1.
La humanidad ha florecido en los últimos dos siglos. La expectativa de vida promedio pasó de
30 a 70 años, lo que condujo a una población grande, que sigue aumentando, capaz de vivir en
multitud de ambientes. El progreso ha sido enorme: se ha reducido la incidencia y el impacto
de las enfermedades infecciosas y ha aumentado la resistencia a los cambios extremos en el
clima y a los desastres naturales.
1
La violencia en todas sus formas ha disminuido de modo considerable y está en el nivel per
cápita más bajo jamás experimentado por la especie humana, sin perjuicio de los horrores del
siglo XX y del terrorismo del presente. Globalmente, los humanos han tendido a pasar de
gobiernos autocráticos a democracias liberales, caracterizadas por el imperio de la ley y por
una mayor libertad.
Las libertades políticas, económicas y personales se han expandido en el mundo y hoy son
ampliamente aceptadas como valores universales. La modernización libera a las mujeres del
papel tradicional del género y les permite un creciente control de su fertilidad. Históricamente,
un gran grupo de humanos –tanto en porcentaje como en términos absolutos– se ve hoy libre
de inseguridad, penuria y servidumbre.
“
Las tecnologías, desde la remota que permitió reemplazar la caza-recolección por la agricultura
hasta las que hoy impulsan la economía global, han vuelto a los humanos menos dependientes
de muchos de los ecosistemas que alguna vez les ofrecían su único sustento, pese a que con
frecuencia esos mismos ecosistemas sufrieron un gran daño.
Al mismo tiempo, el florecimiento de la especie ha causado serios estragos en el ambiente y en
la vida silvestre. Los humanos usan aproximadamente la mitad del terreno no cubierto de hielo
del planeta, sobre todo para pastoreo, cultivos y silvicultura. Del territorio que alguna vez
albergó bosques primarios, un 20% ha sido adaptado para uso humano. Las poblaciones de
mamíferos, anfibios y aves se han reducido en más de un 50% solo en los últimos 40 años. Más
de 100 especies de esos grupos se extinguieron en el siglo XX, y cerca de 785 desde 1500. A la
hora de escribir esto, se confirma la existencia de apenas cuatro rinocerontes blancos del
norte.
Dado que los humanos dependen por completo de la biosfera, ¿cómo es posible que hayan
infligido tanto daño a los sistemas naturales sin hacerse más daño a sí mismos?
El papel de la tecnología a la hora de reducir la dependencia de la humanidad de la naturaleza
explica esta paradoja. Las tecnologías, desde la remota que permitió reemplazar la cazarecolección por la agricultura hasta las que hoy impulsan la economía global, han vuelto a los
humanos menos dependientes de muchos de los ecosistemas que alguna vez les ofrecían su
único sustento, pese a que con frecuencia esos mismos ecosistemas sufrieron un gran daño.
A partir de los años setenta, fue común afirmar que existe un límite fundamental al
crecimiento, sobrepasado el cual la humanidad sería incapaz de cultivar comida o de
procurarse algunos recursos materiales críticos. Pues bien, la evidencia de que ese límite se
alcanzaría en un futuro previsible es muy endeble.
Aunque existen fronteras físicas a la expansión del consumo, son tan teóricas que resultan
funcionalmente irrelevantes. La cantidad de radiación solar que recae sobre la Tierra, por
ejemplo, es en últimas finita, pero de ello no se deriva un impedimento significativo para las
actividades humanas. La civilización puede florecer durante siglos y milenios con la energía
obtenida a partir de un ciclo cerrado de uranio o de torio o de la fusión de hidrógeno-deuterio.
Con la administración adecuada, no se corre el riesgo de que falte tierra para cultivar comida.
Contando con tierra abundante y energía ilimitada, sería fácil encontrar sustitutos para los
2
demás insumos necesarios para el bienestar humano, si se tornan escasos o se vuelven
costosos.
Subsisten, sin embargo, serias amenazas ambientales de largo plazo al bienestar humano,
como el cambio climático antropogénico, la reducción de la capa de ozono o la acidificación de
los océanos. Aunque estos riesgos son difíciles de cuantificar, hoy la evidencia es clara en que
pueden causar un impacto catastrófico en sociedades y ecosistemas. Incluso los desarrollos
graduales, no catastróficos, asociados con estas amenazas podrían resultar en costos humanos
y económicos significativos, así como en crecientes pérdidas ecológicas.
Gran parte de la humanidad todavía está expuesta a riesgos ambientales más inmediatos. La
polución del aire casero o externo siguen causando enfermedades y muertes prematuras a
millones de personas todos los años. La contaminación del agua y las enfermedades desatadas
por la degradación de las aguas servidas implican un sufrimiento semejante.
2.
Pese a que los impactos ambientales generados por los humanos siguen creciendo en el
agregado, una serie de tendencias de largo plazo impulsan un significativo desacoplamiento
del bienestar humano y el impacto ambiental.
El desacoplamiento ocurre en términos relativos y absolutos. Desacoplamiento relativo
significa que los impactos ambientales de origen humano aumentan a una tasa inferior a la del
crecimiento económico general. Así, por cada nueva unidad de producción económica, habrá
un impacto ambiental menor (i.e. deforestación, defaunación, contaminación). El impacto total
todavía puede crecer, solo que a una tasa menor a la anticipada. El desacoplamiento absoluto
ocurre cuando la totalidad de los impactos ambientales –su agregado– llega a un tope y
empieza a disminuir, aunque la economía siga creciendo.
“
Dada la tendencia actual, es muy posible que la población del planeta llegue a un tope en este
siglo y después empiece a decrecer.
El desacoplamiento puede ser impulsado por tendencias tecnológicas y demográficas y por lo
general resulta de una combinación de ambas.
La tasa de crecimiento de la población ya alcanzó su tope. Hoy es del 1% anual, mientras que
en los años setenta llegó a un máximo del 2,1%. La tasa de natalidad en aquellos países que
hoy contienen más de la mitad de la población del planeta está por debajo de la fecundidad de
reemplazo. El crecimiento actual de la población es impulsado por una mayor expectativa de
vida y por una menor mortalidad infantil, no por tasas de fertilidad más altas. Dada la
tendencia actual, es muy posible que la población del planeta llegue a un tope en este siglo y
después empiece a decrecer.
Las tendencias poblacionales están ligadas inextricablemente a otras dinámicas económicas y
demográficas. Por primera vez en la historia, más de la mitad de la población global vive en
ciudades. Para 2050, se espera que este número llegue al 70% y para fines de siglo que suba al
80% o más. Las ciudades se caracterizan por tener poblaciones densas y de baja fertilidad.
Las ciudades ocupan entre el uno y el tres por ciento de la superficie de la Tierra y, sin
embargo, albergan a casi cuatro mil millones de personas. Como tales, impulsan y simbolizan
el desacoplamiento entre la humanidad y la naturaleza, pues se desempeñan mucho mejor
3
que las economías rurales en la satisfacción eficiente de las necesidades materiales, al tiempo
que tienen un impacto ambiental menor.
“
Las ciudades ocupan entre el uno y el tres por ciento de la superficie de la Tierra y, sin
embargo, albergan a casi cuatro mil millones de personas.
El crecimiento de las ciudades, junto con los beneficios económicos y ecológicos que implican,
es inseparable del aumento en la productividad agrícola. A medida que la agricultura mejoraba
su eficiencia en el uso de la tierra y de la mano de obra, los pobladores rurales emigraron a las
ciudades. Más o menos la mitad de la población de Estados Unidos trabajaba la tierra en 1880.
Hoy lo hace menos del dos por ciento.
A medida que la gente se libraba de las arduas labores del campo, inmensos grupos estuvieron
disponibles para otros quehaceres. Las ciudades, tal como las conocemos hoy, serían inviables
sin unos cambios radicales en la agricultura. En contraste, la modernización es imposible en
una economía agraria de subsistencia.
Estos avances se han traducido no solo en menores requerimientos de mano de obra por
unidad de producción agrícola, sino de tierra. No es esta una tendencia nueva: las cosechas de
rendimiento creciente vienen reduciendo la cantidad de tierra necesaria para alimentar a una
persona promedio desde hace milenios. El promedio per cápita en el uso de tierra es hoy
vastamente inferior al de hace 5000 años, a pesar de que la gente goza de una dieta mucho
más rica. Gracias a los avances tecnológicos en agricultura, desde mediados de los años
sesenta la cantidad de tierra requerida para producir los alimentos humanos y la comida para
animales que permiten alimentar a la persona promedio se ha reducido a la mitad.
La intensificación agrícola, sumada al menor uso de leña como combustible, ha permitido una
reforestación neta en muchas partes del mundo. Cerca del 80% de Nueva Inglaterra está hoy
cubierto de bosques, en comparación con cerca del 50% a finales del siglo XIX. En los últimos
veinte años, la tierra dedicada a la producción de madera a escala mundial se ha reducido en
50 millones de hectáreas, un área del tamaño de Francia. La “transición forestal”, es decir el
paso de deforestación neta a reforestación, parece ser una característica permanente del
desarrollo, al igual que la transición demográfica que reduce las tasas de fertilidad a medida
que baja la pobreza.
El uso humano de muchos otros recursos también está llegando a su tope. La cantidad de agua
necesaria para producir una dieta promedio se ha reducido en un 25% en el último medio
siglo. La contaminación con nitrógeno sigue generando eutrofización y grandes áreas muertas
en lugares como el Golfo de México. Pero mientras la contaminación total con nitrógeno aún
sube, la cantidad usada por unidad de producción ha disminuido en forma significativa en los
países desarrollados.
De hecho, y en contradicción con el frecuente temor según el cual el crecimiento infinito se
estrellaría contra un planeta finito, la demanda de muchos bienes materiales podría estarse
saturando a medida que las sociedades se enriquecen. El consumo de carne, por ejemplo, ha
llegado a un tope en muchos países desarrollados, viéndose sustituido por fuentes de
proteínas menos intensivas en el uso de la tierra.
“
4
La suma de estas tendencias significa que la totalidad del impacto de la humanidad sobre el
medioambiente, incluyendo el cambio en el uso de la tierra, la sobreexplotación y la
contaminación, pueden llegar a un tope en este siglo y luego empezar a descender. Entender y
promover estos procesos emergentes da a los humanos la oportunidad de reverdecer el
planeta y de repoblarlo de vida silvestre.
A medida que la demanda por bienes materiales es satisfecha, las economías desarrolladas
gastan más en sectores menos intensivos en materias primas, dígase el sector de servicios o la
economía del conocimiento, cuya participación en el total de la actividad económica crece.
Esta dinámica podrá acelerarse en las economías en desarrollo que, por haber empezado
después, están en capacidad de beneficiarse de tecnologías eficientes.
La suma de estas tendencias significa que la totalidad del impacto de la humanidad sobre el
medioambiente, incluyendo el cambio en el uso de la tierra, la sobreexplotación y la
contaminación, pueden llegar a un tope en este siglo y luego empezar a descender. Entender y
promover estos procesos emergentes da a los humanos la oportunidad de reverdecer el
planeta y de repoblarlo de vida silvestre, sin que por ello los países en desarrollo dejen de
mejorar su estándar de vida o se evite la erradicación de la pobreza.
3.
Los procesos de desacoplamiento descritos arriba riñen con la idea de que las sociedades
primitivas tenían sobre la tierra un efecto menor que las modernas. El impacto
medioambiental solo era menor en la medida en que albergaban poblaciones muchísimo
menos numerosas.
De hecho, las poblaciones primitivas dejaban sobre la tierra una huella per cápita muy superior
a las actuales. Considérese que una sociedad cazadora de no más de dos millones de personas
casi lleva a la extinción de los grandes mamíferos de Norteamérica en el pleistoceno tardío, al
tiempo que estos pobladores quemaban y tumbaban bosques a lo largo y ancho del
continente. Amplias transformaciones humanas del ambiente siguieron ocurriendo a lo largo
del holoceno: hasta tres cuartas partes de toda la deforestación global tuvo lugar antes de la
revolución industrial.
Las tecnologías empleadas por los ancestros de la humanidad para satisfacer sus necesidades
lograban para ellos un nivel de vida muy inferior con un impacto per cápita muy superior sobre
el ambiente. Salvo que haya una mortandad masiva, cualquier intento de reacoplar a la
humanidad con la naturaleza recurriendo a tecnologías parecidas a las primitivas resultaría en
un desastre ecológico y humano inapelables.
Los ecosistemas del mundo están amenazados porque la gente depende de ellos en exceso:
quienes usan leña o carbón de palo como combustibles talan y degradan los bosques; quienes
cazan para comer diezman las especies locales de mamíferos. Sea una tribu indígena o una
multinacional la que se beneficie, la continua dependencia humana de los ambientes naturales
es la causante de problemas para la conservación de la naturaleza.
Contrario sensu, las tecnologías modernas que aprovechan más eficientemente el flujo de los
ecosistemas y los servicios derivados de ellos, ofrecen una verdadera oportunidad para reducir
la totalidad del impacto humano sobre la biosfera. Acoger estas tecnologías equivale a
encontrar el camino hacia un buen Antropoceno.
“
5
Los ecosistemas del mundo están amenazados porque la gente depende de ellos en exceso.
Los procesos de modernización que paulatinamente han liberado a la humanidad de la
naturaleza tienen, por supuesto, un doble filo, pues también han contribuido a degradar el
medioambiente. Los combustibles fósiles, la mecanización y la manufactura, los fertilizantes
sintéticos y los pesticidas, la electrificación, el transporte moderno y las tecnologías de la
comunicación posibilitaron el crecimiento de la población y el mayor consumo para comenzar.
Si las tecnologías no hubieran mejorado desde la alta Edad Media, la población tal vez hubiera
aumentado muy poco.
Es asimismo cierto que una población urbana cada vez más grande y más rica ha dejado su
huella en ecosistemas distantes, a medida que la extracción de recursos naturales se ha
globalizado. Pero esas mismas tecnologías han permitido que la gente se alimente, se vista, se
albergue y climatice e ilumine sus ambientes por medios que son vastamente más eficientes
en el uso de recursos y de tierra que nunca antes en la historia.
Lograr que el bienestar no esté atado a la destrucción de la naturaleza requiere de una
aceleración consciente del desacoplamiento emergente. En algunos casos, el objetivo es
desarrollar tecnologías alternativas. Para reducir la deforestación y la contaminación del aire
casero se necesita que la leña y el carbón de palo sean sustituidos por formas modernas de
energía. En otros casos, el objetivo debería ser usar los recursos más productivamente. Por
ejemplo, aumentando el rendimiento agrícola es posible lograr que menos bosques se
conviertan en potreros o cultivos. El propósito debe ser liberar al medioambiente de la
economía.
La urbanización, la intensificación agrícola, la energía nuclear, la acuacultura y la desalinización
son todos procesos con un potencial probado para reducir la explotación de la naturaleza,
dando así espacio a otras especies. En contraste, la suburbanización, la agricultura de bajo
rendimiento y muchas formas de generación de energía renovable suelen requerir más tierra y
más recursos y dejar menos espacio a la naturaleza.
“
La urbanización, la intensificación agrícola, la energía nuclear, la acuacultura y la desalinización
son todos procesos con un potencial probado para reducir la explotación de la naturaleza,
dando así espacio a otras especies.
Estos patrones sugieren que es tan probable que los humanos dejen tranquila a la naturaleza
por no necesitarla como por motivos espirituales o estéticos explícitos. Aquellas partes del
planeta que aún no han transformado a fondo –montañas, desiertos, bosques boreales y otras
tierras “marginales”– se libraron ante todo por no haberse hallado una racionalidad
económica para afectarlos.
Con el desacoplamiento surge la posibilidad de que las sociedades lleguen al tope del impacto
humano sin tener mayor efecto adicional sobre áreas relativamente intactas. Una naturaleza
no usada es una naturaleza salvada.
4.
El acceso abundante a energía moderna es un prerrequisito esencial para el desarrollo y para
su desacoplamiento de la naturaleza. La disponibilidad de energía barata permite que los
pobres del mundo dejen de recurrir a los bosques como combustible y se cultive más comida
6
en menos tierra, usando instrumentos intensivos en energía, como fertilizantes y tractores. La
energía permite reciclar las aguas servidas y desalinizar el agua de mar para así dejar de
explotar los ríos o los acuíferos, y permite reciclar a bajo costo metales y plásticos, en vez de
extraerlos de la naturaleza y refinarlos. Mirando hacia adelante, la energía moderna podría
conducir a la captura de carbón de la atmósfera para reducir su acumulación, que es la
principal causa del calentamiento global.
“
El acceso abundante a energía moderna es un prerrequisito esencial para el desarrollo y para
su desacoplamiento de la naturaleza.
Durante por lo menos los últimos tres siglos, la producción creciente y global de energía ha
corrido parejas con una mayor concentración de CO2 en la atmósfera. No obstante, las
naciones también se han ido descarbonizando lentamente –esto es, han reducido la intensidad
carbónica de sus economías– a lo largo del mismo período. Pero ha sido imposible hacerlo a
una tasa que permita mantener las emisiones acumulativas de carbón lo suficientemente bajas
como para tener la seguridad de que el calentamiento global no exceda los 2°C. Así, si se
quiere mitigar el daño climático, hay que acelerar los procesos existentes de descarbonización.
No deja de haber mucha confusión, sin embargo, sobre cómo lograr esto. En los países en
desarrollo, el aumento en el consumo de energía está claramente correlacionado con mayores
ingresos y con un mejor nivel de vida. Aunque el uso de muchos otros recursos, como el
nitrógeno, la madera y la tierra está llegando a su tope o acercándose a él, el carácter central
de la energía en el desarrollo y sus múltiples usos como sustituto de recursos materiales y
humanos distintos sugiere que su consumo seguirá creciendo durante la mayor parte del siglo
XXI, si no la totalidad.
Por eso, cualquier conflicto entre la mitigación del cambio climático y la continuidad del
desarrollo que permite que miles de millones de personas en el mundo accedan a niveles de
vida modernos seguirá resolviéndose a favor de lo segundo.
El cambio climático y demás retos ambientales no son la principal ni la más inmediata
preocupación para la mayoría de la población del mundo. Y no tienen por qué serlo. La
instalación de una nueva central termoeléctrica a base de carbón en Bangladesh generará
polución y aumentará las emisiones de CO2, pero también salvará vidas. Para los millones que
viven sin luz o se ven obligados a quemar estiércol para cocinar, la electricidad y los
combustibles modernos, de cualquier origen, son el camino a una vida mejor, así tengan costos
ambientales.
Mitigar el cambio climático de forma significativa entraña fundamentalmente un reto
tecnológico. Con esto queremos decir que incluso una dramática limitación del consumo global
per cápita sería insuficiente para lograr el efecto. Sin profundos cambios tecnológicos no existe
un camino significativo para salvar al medioambiente. Pese a que hay diferencias sobre la
mezcla ideal de tecnologías, no tenemos noticia de ningún escenario bien cuantificado en el
que el cambio tecnológico no sea responsable de la vasta mayoría de las reducciones en la
emisión de gases de efecto invernadero.
Los caminos disponibles para mitigar el cambio climático siguen siendo objeto de álgido
debate. Cada escenario teórico correspondiente refleja claramente preferencias tecnológicas e
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hipótesis analíticas de cada cual, sin que con mucha frecuencia se tomen en cuenta el costo, la
velocidad y la escala en las que estas soluciones bajas en carbono pueden implementarse.
“
Hacer la transición a un mundo movido por fuentes sin huella de carbono requerirá
tecnologías energéticas densas, susceptibles de ser escaladas a decenas de teravatios para
potenciar una economía creciente.
Sin embargo, la historia de las transiciones energéticas sugiere que ha habido patrones
consistentes asociados a las formas de emigrar hacia fuentes de energía más limpias. Emplear
combustibles menos intensivos en carbón y de mayor densidad (mejores) en vez de
combustibles más intensivos en carbón y de menor densidad (peores) es la manera en que
prácticamente todas las sociedades se han descarbonizado, y constituye el camino para la
acelerada descarbonización del futuro. Hacer la transición a un mundo movido por fuentes sin
huella de carbono requerirá tecnologías energéticas densas, susceptibles de ser escaladas a
decenas de teravatios para potenciar una economía creciente.
La mayoría de las formas de energía renovable son, infortunadamente, incapaces de alcanzar
esta meta. La escala en el uso de tierra y demás impactos medioambientales necesarios para
que los biocombustibles u otras fuentes renovables muevan al mundo son tales que dudamos
de que sean el camino para un futuro amable, con cero huella de carbono.
Las celdas fotoeléctricas de alta eficiencia producidas a partir de materiales abundantes son la
excepción y tienen el potencial de proveer muchas decenas de teravatios a partir de un
pequeño porcentaje de la superficie del planeta. Las tecnologías actuales de energía solar
requerirán innovaciones sustanciales para llegar a dicho estándar, así como habrá que
desarrollar formas de acumulación baratas, capaces de manejar a gran escala una generación
energética muy variable.
La fisión nuclear representa la única tecnología de cero carbono del presente con la capacidad
demostrada de proveer la mayoría, si no la totalidad, de la energía que demanda una
economía moderna. No obstante, una variedad de retos sociales, económicos e institucionales
hacen improbable que se instalen reactores nucleares en la escala que sería necesaria para
mitigar el cambio climático. Una nueva generación de tecnologías más seguras y más baratas
será sin duda necesaria para que la energía nuclear despliegue a plenitud su potencial como
medio apto para mitigar el cambio climático.
En el largo plazo, la próxima generación de paneles solares y de reactores de fisión y de fusión
representan los caminos plausibles hacia los propósitos conjuntos de estabilizar el clima y
lograr un desacoplamiento radical entre los humanos y la naturaleza. Sin embargo, si la
historia de las transiciones energéticas es una guía, esa transición tomará tiempo. Mientras
tanto, otras tecnologías energéticas podrán proveer importantes beneficios sociales y
ambientales. Las represas hidroeléctricas, por ejemplo, son una fuente barata de energía con
baja huella de carbono para las naciones pobres, así las afectaciones en tierra y agua sean
considerables. Los combustibles fósiles con captura y almacenamiento de carbono igualmente
pueden aportar beneficios ambientales sustanciales en comparación con su uso actual y con
los de la biomasa.
El camino ético y pragmático hacia un modelo sustentable de la energía global requiere que se
haga la transición más rápida posible hacia fuentes baratas, limpias, densas y abundantes.
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Semejante camino requerirá de un apoyo público sostenido para el desarrollo y de la
implementación de tecnologías limpias, tanto entre naciones como dentro de ellas, de una
fuerte colaboración internacional, así como de competencia, todo inscrito en un marco amplio
para la modernización y el desarrollo.
5.
Este documento está inspirado en un profundo amor por el mundo natural y en una conexión
emocional con él. Al apreciar, explorar, querer entender y cultivar la naturaleza, muchos salen
de sí mismos y se conectan con su historia evolutiva. Así la gente nunca experimente la vida en
medio de la naturaleza virgen, sabe que su mera existencia contribuye al bienestar psicológico
y espiritual de todos.
Los humanos siempre dependerán de la naturaleza en alguna medida. Incluso si un mundo del
todo sintético fuera posible, muchos escogeríamos vivir más a tono con la naturaleza de lo que
nos lo exigen nuestro sustento y la tecnología. El desacoplamiento lo que permite es que la
dependencia humana de la naturaleza sea menos destructiva.
El caso a favor de un desacoplamiento activo, consciente y acelerado para librar a la naturaleza
del daño humano depende más de argumentos espirituales y estéticos que utilitarios. Las
generaciones actuales y futuras podrían sobrevivir y prosperar materialmente en un planeta
con mucha menor biodiversidad y con poca naturaleza virgen. Pero esto no es lo que
queremos ni lo que, de promover el desacoplamiento, tenemos que aceptar.
Aquí llamamos naturaleza, e incluso naturaleza virgen, a aquello que comprende paisajes
terrenos y marinos, biomas y ecosistemas que han sido con frecuencia alterados por la
influencia humana a lo largo de siglos y milenios. La ciencia de la conservación y los conceptos
de biodiversidad, complejidad e indigeneidad son útiles, pero por sí mismos no indican cuáles
paisajes se deben preservar ni cómo hacerlo.
En la mayoría de los casos, no existe una línea de base previa a la modificación humana a la
que la naturaleza pueda retornar. Por ejemplo, los esfuerzos para restaurar paisajes a sus
estados anteriores (“indigeneidad”) pueden involucrar la erradicación de especies de llegada
reciente (“invasivas”) y, por lo mismo, conducir a una reducción neta de la biodiversidad de un
lugar. En ciertas circunstancias, una comunidad puede sacrificar la indigeneidad a favor de la
novedad y la biodiversidad.
Cualquier esfuerzo explícito por preservar un paisaje debido a su valor no utilitario es
inevitablemente antropogénico. De hecho, todos los esfuerzos de conservación lo son.
Preservar una zona virgen, en virtud de unas preferencias humanas, es una decisión tan
humana como arrasarla con un buldócer. Los humanos preservarán parajes y paisajes vírgenes
tras convencer a sus conciudadanos de que vale la pena no afectar estos lugares y las criaturas
que los habitan. La gente puede optar por obtener algunos servicios –como la purificación del
agua o la protección de las inundaciones– a través de medios naturales, dígase, cuencas
arborizadas, barreras coralinas, pantanos y marismas, incluso si estos sistemas naturales son
más costosos que simplemente construir plantas de tratamiento, diques o malecones. No
habrá una única solución para todo.
Los ecosistemas serán moldeados por preferencias locales, históricas y culturales. Mientras
nosotros creemos que la intensificación de la agricultura para afectar menos tierra es clave en
el empeño de proteger la naturaleza, reconocemos que muchas comunidades seguirán
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optando por compartir territorios agrícolas con la vida silvestre, por ejemplo, en vez de
permitir que reviertan a la naturaleza en la forma de praderas, matorrales y bosques. Allí
donde el desacoplamiento reduzca la presión sobre los paisajes y los ecosistemas, los
propietarios, las comunidades y los gobiernos todavía deberán decidir a qué propósitos
estéticos o económicos quieren dedicar las tierras liberadas.
Un desacoplamiento acelerado por sí solo no bastará para asegurar más naturaleza virgen.
Tiene que haber aún otras políticas de conservación y movimientos naturalistas que
demanden mayor territorio virgen por razones estéticas o espirituales. En paralelo con el
desacoplamiento de las necesidades materiales de la humanidad, establecer un compromiso
duradero para preservar los bosques nativos, la biodiversidad y un mosaico de bellos paisajes
exigirá una conexión emocional profunda con ellos.
6.
Nosotros afirmamos que un desacoplamiento acelerado, activo y consciente es necesario y
posible. Pero el progreso tecnológico no es inevitable. Desacoplar los impactos ambientales de
la producción económica no es simplemente función de la innovación impulsada por el
mercado ni una respuesta eficiente a la escasez. El extenso arco de transformaciones del
medioambiente a través de las tecnologías comenzó mucho antes de que existiera nada
parecido a una innovación impulsada por el mercado o un precio de referencia. Gracias a la
demanda creciente, la escasez, la inspiración y los hallazgos afortunados, los humanos han
reformado el mundo a lo largo de milenios.
“
El progreso tecnológico no es inevitable.
Las soluciones tecnológicas a los problemas ambientales deben inscribirse en un contexto
socioeconómico y político amplio. Nosotros creemos que es contraproducente que naciones
como Alemania y Japón, y estados como California, cierren sus plantas nucleares, recarbonicen
sus sectores energéticos y reacoplen sus economías a los combustibles fósiles y a la biomasa.
Sin embargo, tales ejemplos enfatizan que las opciones tecnológicas no van a ser impuestas
por remotos organismos internacionales, sino por instituciones y culturas nacionales y locales.
Con demasiada frecuencia, la modernización es confundida, tanto por sus defensores como
por sus críticos, con el capitalismo, el poder corporativo y el neoliberalismo. Nosotros
rechazamos esa reducción. Cuando hablamos de modernización nos referimos a la evolución
social, económica, política y tecnológica de las sociedades en el largo plazo, camino a un
bienestar muy superior en materia de salud pública, integración económica, infraestructura
compartida y libertad personal.
La modernización ha sacado a cada vez más gente de la pobreza y del duro trabajo agrícola; ha
liberado a las mujeres de la servidumbre, a los niños y a las minorías étnicas de la opresión y a
las sociedades de gobiernos caprichosos y arbitrarios. La alta productividad asociada con los
modernos sistemas socio-tecnológicos ha permitido que las necesidades se satisfagan con
menos recursos y con menor impacto sobre el ambiente. Una economía más productiva es
más rica y puede satisfacer sus necesidades al tiempo que dedica una parte creciente de su
excedente a menesteres extraeconómicos, incluyendo mejor salud, mayor libertad, más
oportunidades, así como a las artes, a la cultura y a la conservación de la naturaleza.
“
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Desacoplar el logro del bienestar de los impactos ambientales implicará un compromiso
sostenido con el progreso tecnológico y, en paralelo, la continuidad de la evolución social,
económica y política de las instituciones.
Los procesos de modernización están lejos de haber terminado, incluso en las economías
avanzadas. El consumo material apenas está llegando a su tope en estas sociedades.
Desacoplar el logro del bienestar de los impactos ambientales implicará un compromiso
sostenido con el progreso tecnológico y, en paralelo, la continuidad de la evolución social,
económica y política de las instituciones.
El progreso tecnológico acelerado exigirá la participación activa, afirmativa y agresiva de los
empresarios, de los mercados, de la sociedad civil y del Estado. Aunque rechazamos la falacia
de la planeación centralizada, seguimos siendo partidarios de una fuerte incidencia del sector
público a la hora de atacar los problemas ambientales y de fomentar la innovación, mediante
subsidios y otras medidas que ayuden a lanzar al mercado nuevas y mejores tecnologías, así
como mediante la implantación de regulaciones que mitiguen los riesgos ambientales. Por lo
demás, la cooperación internacional en materia de transferencia tecnológica es esencial para
la agricultura y la energía.
7.
Ofrecemos este manifiesto en la creencia de que la prosperidad y un planeta ecológicamente
vibrante no solo son posibles, sino inseparables. Creemos que este futuro está al alcance de la
mano en la medida en que nos comprometamos con los procesos reales, ya en curso, que han
empezado a desacoplar el bienestar humano de la destrucción ecológica. Por lo mismo,
hacemos nuestra una visión optimista de las capacidades humanas para encarar el futuro.
“
Valoramos los principios de la democracia liberal, de la tolerancia y del pluralismo como tales,
al tiempo que afirmamos que son esenciales para lograr un gran antropoceno.
Esperamos que este documento contribuya a mejorar la calidad y el tenor del diálogo sobre
cómo proteger el medioambiente en el siglo XXI. Con demasiada frecuencia las discusiones
sobre el tema han sido dominadas por los extremos y se han visto plagadas de dogmatismos,
que a su vez alimentan la intolerancia. Valoramos los principios de la democracia liberal, de la
tolerancia y del pluralismo como tales, al tiempo que afirmamos que son esenciales para lograr
un gran antropoceno. Esperamos que este manifiesto contribuya al avance del diálogo sobre la
mejor manera de alcanzar la dignidad humana universal en un planeta biodiverso y pujante.
Traducido por Andrés Hoyos, escritor y fundador de El Malpensante, una revista literaria en
Colombia.
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