Suscríbete a DeepL Pro para poder traducir archivos de mayor tamaño. Más información disponible en www.DeepL.com/pro. http://dx.doi.org/10.1590/1806-9584-2016v24n3p715 Larissa Costa Duarte Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Porto Alegre, RS, Brasil Fabiola Rohden Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Porto Alegre, RS, Brasil Entre lo obsceno y lo científico: pornografía, sexología y materialidad del sexo Resumen: A partir de una comparación entre los discursos de la pornografía y la sexología, este artículo explora cuestiones sobre las variadas manifestaciones de la sexualidad en la cultura, la construcción de guiones eróticos y las operaciones a través de las cuales se materializa el sexo mediante instancias de producción de verdad. Aunque parezca insólito, sugerimos que estos dos ejemplos son saberes sexuales que comparten referencias y formas de actuación que nos hacen pensar en la preeminencia de ciertas normas de género y en las interpretaciones contemporáneas sobre la producción de la materialidad del sexo. Palabras clave: Sexualidad; pornografía; sexología; antropología del cuerpo. Introducción Esta obra tiene una licencia de Creative Commons. La sexualidad aparece en las ciencias sociales como una instancia en la que la articulación entre cultura y subjetividad emerge de manera particularmente intrincada y difícil de captar, como un fenómeno que parece resistirse a cualquier tipo de separación entre lo social y lo intrapsíquico, incluso en las ocasiones en que estas esferas se toman como estrictamente analíticas y ciertamente artificiales. Cuando reflexionamos más específicamente sobre lo que Michel Foucault (2012) llama una pedagogía de la sexualidad, o sobre cómo ciertos "saberes" eróticos son presentados, transitados y, finalmente, incorporados y performatizados por el individuo a través de sofisticados procesos, se hace evidente la necesidad de mirar con más tiempo y detenimiento las operaciones de apropiación de los distintos saberes sobre el erotismo y el sexo. Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 398, septiembre/diciembre/2016 715 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE A través de la comparación entre los casos de la pornografía y la sexología -que constituyen dos de estos saberes a los que se refiere Foucault (2012)reflexionamos, a lo largo del presente texto, sobre cuestiones más amplias, como las diversas manifestaciones de la sexualidad en la cultura, la construcción de guiones eróticos, las operaciones a través de las cuales el sexo se materializa y se hace existir a través de lo que llamamos "género". Partimos de la idea de que estos dos ejemplos son saberes sexuales que comparten referencias y formas de actuar muy significativas que producen cuerpos sexuados a través de la reiteración y recitación de ciertas normas de género. Es importante decir que no estamos discutiendo aquí las inmensas variaciones concretas tanto de la pornografía como de la sexología contemporáneas, sino sacando a la luz las líneas de intersección que parecen caracterizar la trayectoria inaugural de estos dos saberes en sus marcos más fundamentales, y en sus contextos de surgimiento, como mostraremos a continuación. Para ello, debemos recordar que la visión de la sexualidad es una La sexualidad humana como casi indistinguible de la sexualidad animal -y, por tanto, perteneciente a un ámbito prehumano y no cultural- sólo fue problematizada por las ciencias sociales de forma más sistemática cuando Marcel Mauss (2003) y otros autores sugirieron que los humanos aprenden cualquier técnica corporal a través de la observación, el mimetismo, la instrucción formal e informal y otros recursos sociales. Esta interpretación no tardó en extrapolarse al estudio de la sexualidad. Al proponer la teoría de los "guiones sexuales" en la década de 1970, por ejemplo, John H. Gagnon (2006) y William Simon (apud Jeffrey ESCOFFIER, 2006) desempeñaron un papel central en el desarrollo de un enfoque del sexo que no sólo refutaba las perspectivas biologizantes, sino que ofrecía una alternativa persuasiva basada fundamentalmente en las teorías sociales. Jeffrey Escoffier explica, en la introducción de la colección Una interpretación del deseo: [...] Gagnon y Simon introdujeron una concepción exhaustiva de la conducta sexual como un proceso aprendido, que no está permitido por impulsos instintivos o demandas fisiológicas, sino por encajar en complejos guiones sociales que son específicos de contextos culturales e históricos particulares. Su planteamiento destacaba la importancia de la acción individual y de los símbolos culturales en la realización de actividades sexuales. Gagnon y Simon redefinieron la sexualidad, desplazándola desde el conjunto de pulsiones biológicas y la represión social a un campo de iniciativa social creativa y acción simbólica (2006, p. 18). Según estos autores, desde principios del siglo XX nos hemos propuesto, como científicos sociales, observar la 716 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO tendencias específicas de la conducta social, así como las transformaciones diacrónicas del contenido de las ideologías sexuales. Sin embargo, hay que destacar dos puntos en relación con la teoría de los guiones: 1) no es posible pensar en la noción de técnicas corporales, ni en la de guiones sexuales, como procesos que no están profundamente interiorizados y no son deliberados; 2) estos guiones son expresivamente flexibles, ya que varían de un individuo a otro y siempre están sujetos a un gran número de factores socioculturales y subjetivos: [El supuesto sociológico más importante es el énfasis [...] en la "asunción de roles", que se refiere a la capacidad de los actores sociales para predecir el comportamiento situacionalmente específico de sus compañeros de acción. Las expectativas del actor sobre el comportamiento del otro le permiten enfrentarse a las interacciones de su compañero, pero también contribuyen, de manera fundamental, a la síntesis que hace el actor de su propio sentido reflexivo del yo. En la teoría del guión, ni el sujeto humano ni la situación social constituyen la realidad primaria. Cada uno se constituye en y a través de prácticas simbólicas reiteradas. Además, todos están integrados en las estructuras sociales y las culturas populares. Los guiones desencadenados por los actores sociales son sus interpretaciones de las normas sociales, los mitos culturales y las formas de conocimiento carnal (ESCOFFIER, 2006, p. 22). Las investigaciones de Gagnon (2006) y Simon (apud Jeffrey ESCOFFIER, 2006) mantienen evidentes aproximaciones con lo que propondría Michel Foucault (2012), especialmente en el primer volumen de Historia de la Sexualidad. Pero, aunque ambas son teorías de la producción discursiva con énfasis en la construcción social de la sexualidad, las dos tradiciones pusieron definitivamente el acento en cuestiones distintas: Foucault y sus seguidores se habrían fijado en las grandes narrativas históricas y en los regímenes de regulación sexual, mientras que Gagnon y Simon se habrían preocupado más por examinar cómo los procesos históricos y los regímenes de regulación configuran la vida sexual de los individuos. La existencia de estas dos perspectivas no hace más que reiterar que los fenómenos sociales de la sexualidad parecen mejor interpretados como un flujo ininterrumpido entre la cultura y el sujeto, como volveremos a proponer en los siguientes apartados. 1 Las ciencias de la sexualidad El primer volumen de la Historia de la Sexualidad de Michel Foucault (publicado originalmente en 1976) sigue siendo una de las obras más significativas para desarrollar Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 717 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE el argumento de que el conocimiento sexual se "transmitiría" socialmente por procesos similares a los de otros conocimientos humanos. El autor propone, en este primer volumen, que habría dos grandes procedimientos de producción de la verdad sobre el sexo: mientras que las civilizaciones antiguas o no occidentales habrían organizado su conocimiento en torno a un arte erótico (ars erotica) dedicado a transmitir el conocimiento de los más experimentados sin especificar ni clasificar sus detalles, las sociedades occidentales modernas habrían erigido lo que el autor denomina una ciencia sexual (scientia sexualis), una hermenéutica del deseo dedicada a explorar de forma detallada las verdades científicas de la sexualidad. Lo que distingue a este último modelo es, de este modo, el hecho de que en él la verdad sobre El sexo se encerraría en la forma discursiva de la confesión, y no en la de la instrucción o la iniciación. Según Foucault, la sociedad occidental habría articulado el conocimiento del sexo en el auge de la confesión: "no se trata sólo de decir lo que se hizo -el acto sexual- y cómo; sino de reconstituir en él y en torno a él los pensamientos y las obsesiones que lo acompañan, las imágenes, los deseos, las modulaciones y la calidad del placer que contiene" (2012, p. 72). El autor también sugiere que habría habido un proceso histórico en el que la confesión -que constituiría la base ritual de la cosmología cristiana- se habría desprendido del sacramento de la penitencia y habría emigrado a la "pedagogía, a las relaciones entre adultos y niños, a las relaciones familiares, a la medicina y a la psiquiatría" (FOUCAULT, 2012, p. 77). Continúa: En el punto de intersección entre una técnica de confesión y una discursividad científica, allí donde era necesario encontrar entre ellas algunos mecanismos de ajuste (...) la sexualidad se definía como siendo, "por naturaleza", un dominio penetrable por procesos patológicos, solicitando así intervenciones terapéuticas o de normalización; un campo de significados a descifrar; un lugar de procesos ocultos por mecanismos específicos; un foco de infinitas relaciones causales, una palabra oscura que hay que desenterrar y escuchar al mismo tiempo. Además, las ciencias sociales se dan cuenta de que todos estos discursos se entrecruzan en la concepción de que la realidad del sexo sólo puede obtenerse a través del detalle, la catalogación, la reconstitución de los placeres implicados en las prácticas eróticas. Sin embargo, es esencial destacar que este modo de producción de los discursos sexuales está profundamente relacionado con la emergencia de la llamada "cultura de la materia", es decir, está enredado en la forma en que la cultura produjo discursos sobre la diferencia y FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE 718 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO complementariedad sexual que permitió la prevalencia de un modelo científico basado en los dos sexos prototípicos (masculino y femenino), como propone Thomas Laqueur en Inventing Sex (1990), en el que desarrolla su teoría del modelo de un solo sexo y de dos sexos. Hird (2004) recuerda que, antes del siglo XIX, la interpretación médica y filosófica del sexo se organizaba en torno al concepto de un único cuerpo, de modo que los genitales masculinos y femeninos se entendían como una misma estructura que podía manifestarse interna (vagina) o externamente (pene). Sólo a partir de la aparición del paradigma de los dos sexos se llegó a entender la diferencia sexual como algo fijo y esencializado. De este modo, la idiosincrasia de los géneros pasó del ámbito del comportamiento y el temperamento al de la biología y la materialidad. Una vez iniciada esta transición de modelos, los discursos y las ciencias de la sexualidad se convirtieron en gran medida en la demostración de cómo se manifiesta esta distinción y dónde se puede observar: dos preceptos ideológicos y características discursivas propias de la scientia sexualis, pero, más que eso, propias de la sexología y la pornografía, como intentaremos demostrar a continuación. 2 Pornografía y sexología Según Bernard Arcand (1991), todos los discursos e instancias que se ocupan de la sexualidad humana tienen que lidiar con una ambivalencia relativa al peso simbólico del sexo, que se considera simultáneamente secreto, privado, tabú, pero también determinante y fundamental. Precisamente por haberse enredado con el locus donde se constituiría el sujeto -sobre todo con la consolidación de las investigaciones psicoanalíticas a principios del siglo XX- la sexualidad se convirtió en esa "fuerza profunda de la experiencia humana" reiterada en los discursos de la psicología, el arte, la religión, el derecho; se convirtió en la fuente de todas las enfermedades, frustraciones, desviaciones. Siempre según el autor, de este doble peso surgieron distintas formas de referirse al sexo: una extremadamente refinada y aséptica que se traduciría, por ejemplo, en la aparición de una terminología y de una semiótica extremadamente higienizada; y otra esencialmente obscena, indecente y "grosera". Entre los discursos sobre la sexualidad que optan por la primera vía, podríamos destacar la sexología y la medicina; la opción por la "vulgaridad" y por la "indecencia" correspondería a los más cercanos, por ejemplo, a la pornografía. Estos dos procedimientos de construcción discursiva pueden parecer muy distintos en la medida en que la pornografía y la ciencia son productos de una tradición occidental que "distingue y separa ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 719 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE muy claramente las actividades del cuerpo y del espíritu" (ARCAND, 1991, p. 17), y que les atribuye valores muy diferenciados. Hay razones para creer, sin embargo, que las aproximaciones entre estos modelos de producción de conocimiento sobre el sexo son diversas y más que fortuitas, como intentaremos demostrar a través de una breve recuperación histórica. 2.1 A pornografía e a involuntaria de cadáveres confesión Tal vez no haya otro tipo de conocimiento organizado sobre el sexo más accesible o de mayor circulación que la pornografía. La incesante aparición de nuevos subgéneros, técnicas y nichos demuestra que esta industria se ha reinventado con éxito, adaptándose rápidamente a la aparición de nuevos medios y superando los diversos retos comerciales y legales que se le han impuesto. La pornografía es una de las piezas centrales en la composición de los guiones sexuales del individuo moderno y la primera fuente de información sobre la sexualidad para millones de personas. Con la llegada y popularización de Internet, la gestión de estos contenidos se ha vuelto prácticamente impracticable, de modo que cualquier individuo, de cualquier edad, puede acceder a cualquier tipo de datos que se proponga buscar. Sin embargo, mucho antes de esta "revolución" en la disponibilidad del conocimiento sexual impulsada por Internet, otro medio de comunicación tuvo un gran impacto en lo que podemos llamar esta "pedagogía social" de la sexualidad: el cine. Linda Williams (1999) sitúa los orígenes de la videopornografía a mediados del siglo XIX, época en la que el fotógrafo Eadweard Muybridge desarrolló la técnica de visualización de imágenes secuenciales que conduciría, fatalmente, a las modernas operaciones cinematográficas de captura de vídeo. La sensación de movimiento ilusorio creada por el innovador artificio favorecía innegablemente las actividades de movimiento y frenesí, como en la anecdótica historia perpetuada sobre Muybridge de que inventó la técnica movido por una única e irresoluble pregunta: si había un momento durante el trote de un caballo en el que las cuatro patas del animal abandonaban el suelo. Aunque la duda sonaba como una confesión de las limitaciones orgánicas de la visión humana, al mismo tiempo profesaba que esta mirada podía ser mejorada: como las patas de los equinos que se ciernen momentánea y repetidamente en el aire, un sinfín de verdades sobre nuestros cuerpos parecían estar a punto de revelarse ante el objetivo. Fue con esta prerrogativa que el fotógrafo realizó su mejor trabajo, y uno de los más FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE 720 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO importante y completa de su tiempo: la colección de imágenes que, en 1887, llamó Animal Locomotion. La obra reúne unas 20.000 imágenes de hombres, mujeres, niños y animales fotografiados secuencialmente, en movimiento. Se puede decir que, desde el principio, Muybridge vio en su obra un potencial científico muy explícito: la captación de la locomoción, que tanto le fascinaba, y los detallados registros visuales de las actividades retratadas parecían -y serían- fundamentales para una nueva comprensión de nuestra propia corporeidad. Toda la pericia y el refinamiento técnicos; toda la dedicación empírica; todo el esfuerzo de catalogación y clasificación de las imágenes de Muybridge estaban, de este modo, en plena consonancia con un tecnicismo y un tipo de producción académico-científica. Según Williams (1999), las "preguntas académicas" del fotógrafo no tardaron en dar lugar a "respuestas pornográficas". Como instrumento científico para explorar la mecánica de los cuerpos, la cámara de Muybridge parecía mucho más apropiada para lo que Williams llama "los movimientos agresivos de la propulsión masculina" (1999), que para los movimientos "naturalmente" femeninos de girar, de enviar besos, de tocarse. El autor también advierte que las mujeres retratadas en Animal Locomotion parecen siempre invitadas a componer una puesta en escena; a participar en una fantasía mucho más elaborada y performativa que en las representaciones de los hombres. La sofisticación fetichista es evidente en los ensayos en los que se fotografía a dos mujeres bañándose juntas, jugando en el patio trasero, o simplemente sentadas, desnudas, mientras fuman en una construcción de escenas ligeramente, pero a propósito, eróticas. Para Williams (1999), es precisamente en este momento de emergencia del aparato cinematográfico y en este ejercicio de observación de los cuerpos que aparece ante las cámaras, por primera vez, el problema de la diferencia sexual metafísica que funda el género cinematográfico pornográfico. Las películas de ciervos -como las llaman los historiadores del cine porno- fueron los primeros cortometrajes amateur de contenido sexual explícito producidos con la nueva tecnología. Estas películas, destinadas a un público masculino de clase alta, se proyectaban a menudo en burdeles y clubes masculinos ya en los primeros años del siglo XX. Linda Williams comenta estas producciones primordiales recordando que "la propia crudeza, la cruda 'realidad' de la forma, como la ausencia, por ejemplo, de sonido o de actores profesionales, [era] un valor crucial para el público cuya principal preocupación era ser educado sobre los mecanismos ocultos del funcionamiento sexual" (1999, p. 59). También subraya la centralidad de la revelación ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO gráfica de los papeles de los Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 721 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE En la historia, un anillo mágico es capaz de hacer que las mujeres confiesen sus experiencias sexuales más privadas, pero no a través de la palabra, sino a través de "esa parte de ellas que tiene la mayor autoridad sobre el asunto", sus "joyas" (DIDEROT, 1986). 1 cuerpos y órganos añadiendo que, incluso para un público masculino homogéneo, "ver y satisfacer la curiosidad por el pene erecto era al menos tan importante como ver las maravillas femeninas 'de un mundo invisible'" (WILLIAMS, 1999, p. 81). No es de extrañar, de este modo, que exista, en la pornografía convencional, la necesidad de mostrar la eyaculación externa del pene como el clímax definitivo -la sensación de cierre- de todos los actos sexuales representados. Para Williams (1999), todas las "modalidades sexuales" que se despliegan a lo largo de un vídeo explícito no son más que etapas que conducen a la resolución del conflicto del protagonista -el falo- que se resuelve en el momento del orgasmo. La eyaculación condensa con éxito la propuesta del género porno: es, de forma casi literal, el "anillo mágico" de las fábulas de Diderot; 1 una "verdad" sobre la sexualidad; una "confesión involuntaria"; una figura retórica sobre el sexo. El orgasmo masculino consigue la "máxima visibilidad" que persiguen casi todos los esfuerzos de la ciencia: funciona como un testimonio casi irrefutable de la autenticidad de lo que profesa; como la prueba de que lo que se muestra en la pantalla es el propio sexo, y no una representación o una parodia del sexo. Sin embargo, Williams señala una reflexión que no puede dejar de mencionarse: la "frecuente insistencia del género en el hecho de que la solitaria confesión visual de la "verdad" por parte de los hombres coincide con la realización orgásmica de las mujeres" (1999, p. 101). Una vez más, se pone de manifiesto la dificultad del cine porno mainstream para imaginar el placer femenino fuera de una economía falocéntrica. Y una vez más, la invisibilidad intrínseca del cuerpo femenino se evoca en un discurso que se hace eco fatalmente de los ecos psicoanalíticos que pueblan la imaginería de la pornografía clásica. El fetiche parece ser la respuesta obvia a la limitación técnico-visual: el orgasmo de la mujer está marcado por el resto del cuerpo: por la expresión del rostro, por los gemidos y la manifestación vocal, por el movimiento del cuerpo. No por casualidad, el encuadre clásico del cine erótico opta por mostrar en primer plano el pene -desvinculado, siempre que sea posible, de un cuerpo masculino visible- y una mujer mostrada siempre de cuerpo entero. De nuevo, si la confesión es central para la conformación de una ciencia de la sexualidad, es fácil entender las posibilidades que se abren ante un procedimiento capaz de captar cuerpos animados, como lo hizo el cine de Muybridge y el cine moderno. Más que la admisión del individuo, la técnica de la captura de vídeo pretende registrar una flagrancia, una confesión involuntaria de los cuerpos sintetizada en el emblema del orgasmo. Así, además de 722 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Según Steven Marcus (apud WILLIAMS, 1999), la captura de la imagen en movimiento parece haber sido lo que el lenguaje pornográfico siempre estuvo esperando, ya que el vídeo goza innegablemente de un "privilegio epistemológico" sobre otros tipos de registro dentro del paradigma oculocéntrico de la ciencia moderna (MENESES, 2005, p. 36). Si en el momento de la aparición de la cinematografía, los aparatos sociales, psíquicos y tecnológicos están trabajando juntos para canalizar el descubrimiento científico del movimiento de los cuerpos en nuevas formas de conocimiento y placer, también se establece que la nueva tecnología es un avance hacia la comprensión de cómo se distinguen, excitan y comportan los cuerpos femeninos y masculinos, una empresa compartida por la sexología. 2.2 Sexología: de Iwan Bloch a Masters y Johnson Mientras que el repertorio simbólico asociado predominantemente a la pornografía se estableció en torno a las nociones de vulgaridad, degradación, exceso, libertinaje; también a finales del siglo XIX surgió un enfoque más "aséptico" y supuestamente más científico de las cuestiones relativas a la sexualidad, que reclamaba su legitimidad a través de una asociación con los estudios biomédicos y con las prácticas académicas de recopilación, organización y descripción. Si es injusto atribuir a los victorianos la institución de la definición y categorización de la diferencia como centro del ejercicio científico, parece seguro decir que perfeccionaron y persiguieron este proyecto de manera célebre. La aparición de la noción de "población" en el siglo XVIII, por ejemplo, y la constatación de que el "futuro y la fortuna" de una sociedad "están ligados no sólo al número y a la virtud de los ciudadanos, no sólo a las reglas del matrimonio y de la organización de la familia, sino al modo en que cada uno utiliza su sexo" (FOUCAULT, 2012, p. 32), hizo que la conducta erótica de los sujetos fuera objeto de escrutinio, de intervención y del interés directo del Estado y de la ciencia. Erwin J. Haeberle añade: La Ilustración incurrió en una discusión vigorosa y rápidamente secularizadora de la ética sexual y produjo los primeros programas públicos y privados de educación sexual, así como nuevas clasificaciones y documentaciones de los tipos de comportamiento sexual. En el siglo XIX, las nuevas preocupaciones por la superpoblación, la psicopatía sexual y la degeneración permitieron que surgiera el concepto de "sexualidad" y dieron lugar a intensos esfuerzos por parte de diversos frentes para construir un conocimiento intelectual sólido sobre este tema cada vez más complejo. Investigación biológica, ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 723 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE Los estudios médicos, históricos y antropológicos de von Baer, Darwin, Mendel, Kaan, Morel, Magnan, Charcot, Westphal, Burton, Morgan, Mantegazza, Westermarck, Krafft-Ebing, Schrenck-Notzing y otros sentaron las bases de la investigación sexual en su sentido moderno y más específico. Finalmente, a finales del siglo XX, el trabajo pionero de Havelock Ellis, Sigmund Freud e Iwan Bloch consolidó la investigación de las cuestiones sexuales como una empresa legítima por derecho propio (1983, p. 3). Es precisamente a Iwan Bloch (1872-1922) a quien se atribuye la concepción de una empresa científica y académica destinada a comprender el sexo, y fue también este autor quien utilizó por primera vez el término sexología (sexualwissenschaft, en el original) para referirse a tal proyecto. Bloch es descrito por Haeberle como un hombre de "gran erudición" que contaba con una biblioteca de más de 40.000 ejemplares; de estas lecturas habrían surgido los estudios comparativos transculturales por los que el autor sería conocido. Los primeros trabajos de Bloch sugerían que numerosas prácticas sexuales consideradas patológicas por la medicina del siglo XIX eran concebidas por otras sociedades como totalmente adecuadas. Con esto en mente, el autor sugirió que una disciplina centrada en la investigación de la sexualidad humana tendría que ir mucho más allá de un enfoque médico: para tener éxito, tendría que estar constituida "por la unión de todas las demás ciencias - de la biología general, de la antropología y la etnología, de la filosofía y la psicología, de la historia de la literatura y de la historia de la civilización misma" (BLOCH apud HAEBERLE, 1983, p. 7). En 1914, Bloch rescató del ostracismo una revista médica sobre sexualidad que había cerrado sus actividades en 1909, la Zeitschrift Fur Sexualwissenschaft. El segundo intento de establecer la publicación fue un éxito y pronto se convirtió en el principal vehículo de comunicación de la recién fundada Sociedad Médica de Sexología y Eugenesia de Berlín. La revista se mantuvo impresa hasta 1932, cuando las tensiones políticas locales (especialmente la creciente ola de antisemitismo en Alemania) dispersaron a sus editores. Desde estos acontecimientos hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la sexología pasó por un largo periodo de estancamiento, en el que se produjo poco material. Sin embargo, la década de 1940 vería un renacimiento de la investigación sexológica de la mano del norteamericano Alfred Kinsey. Para comprender mejor el contexto de la producción de esta última, es necesario destacar el impacto que tuvieron las dos guerras mundiales en la sociedad en lo que respecta a la organización de los roles sexuales y de género. Cuando los hombres se convirtieron en FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE 724 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Enviadas sistemáticamente a los frentes de batalla, las mujeres se enfrentaron a la necesidad de mantener el funcionamiento normal de las ciudades y mantener a sus familias. Esta toma del espacio público por parte de las mujeres tuvo un impacto irreversible en las relaciones de género y en todo un orden social erigido en torno a ellas. Por lo tanto, existía un gran malestar en torno a las cuestiones relacionadas con el género, el matrimonio y la sexualidad, y una gran demanda para su investigación en el período mencionado. La investigación de Kinsey fue directamente al encuentro de estas cuestiones, confirmando las ansias de que el comportamiento sexual de la población estuviera pasando por una transformación significativa pero, al mismo tiempo, dio a la gente la "esperanza de que habría soluciones científicas a la crisis del género y la hete- rosexualidad" (IRVINE, 2005, p. 17). La difusión y amplia aceptación cultural del psicoanálisis; el debate social en torno a temas como la prostitución, el aborto y las enfermedades venéreas; la aparición de las teorías de la diferencia sexual derivadas de los estudios sobre las hormonas también se toman como factores contextuales importantes para el rescate de la sexología en la posguerra. Considerado, hasta hoy, uno de los nombres más importantes en los estudios sobre el comportamiento sexual, Kinsey emprendió una ambiciosa investigación, en la que se entrevistó a miles de ciudadanos estadounidenses sobre sus prácticas eróticas, revelando que éstas diferían expresamente de la moral imperante. Su ataque dio lugar a dos voluminosos "informes": Sexual Behavior in the Human Male (1948) y Sexual Behavior in the Human Female (1953). La primera se convirtió en una obra inmediatamente célebre, garantizando al investigador un gran interés mediático y la financiación pública y privada de sus investigaciones. El segundo trabajo, sin embargo, puso en jaque la disparidad entre la ideología sexual profesada por Kinsey, y la imperante en la sociedad estadounidense de los años cincuenta. De hecho, el estudio de la conducta sexual de los hombres ya apuntaba a una tensión cuando los datos sobre el comportamiento homosexual se apropiaron en favor de la persecución de los hombres homosexuales, en contra de las expectativas de Kinsey de que condujera a una mayor aceptación de estas prácticas. Cuando, cinco años más tarde, el investigador propuso que las mujeres mantenían una actividad sexual extramatrimonial y homosexual y que tenían un potencial erótico que podía ser similar al del sexo opuesto, la tensión se hizo insostenible: Kinsey perdió la financiación de la Fundación Rockefeller (su principal inversor) y tuvo dificultades para continuar sus investigaciones. Según Irvine (2005), la fundación no quiso participar en la indignación moral y política que suscitaron las investigaciones de Kinsey sobre las mujeres. ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 725 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE Gagnon nos recuerda que "a partir de los datos socio-históricos, se hace evidente que la actuación orgásmica de las mujeres fue predominantemente inobservada o ignorada en la bibliografía de los siglos XVIII y XIX sobre la sexualidad" (2006, p. 131). De este modo, Kinsey parece haber dado un énfasis sin precedentes a esta cuestión: habló del placer sexual femenino, separó el placer y la reproducción, destacó los beneficios de la masturbación y trató a las mujeres como agentes sexuales. Además, el autor fue uno de los primeros investigadores en destacar el clítoris como centro del placer femenino, poniendo en jaque el protagonismo de la penetración como práctica erótica. Sin embargo, prevaleció una perspectiva más general, en la que las mujeres serían vistas como menos inclinadas al sexo. Al destacar los aspectos biológicos de la sexualidad vinculados a nuestra ascendencia mamífera, Kinsey argumentó que la capacidad sexual del individuo dependía de la estructura morfológica y la capacidad metabólica, los órganos del tacto en la superficie del cuerpo, las hormonas y los nervios. Debido a una diferencia en estas estructuras, las mujeres tendrían una menor capacidad sexual. El hallazgo de esta menor capacidad surgió de los datos de su investigación, en la que las mujeres declararon tener menos actividad sexual y orgasmos. Kinsey, que rechazaba las explicaciones socioculturales de las diferencias entre hombres y mujeres, fue incapaz de percibir que esta relativa "falta de inclinación" de las mujeres hacia el sexo se debía a las convenciones morales y sociales. Destaca, por tanto, su negativa a considerar la determinación cultural que, al menos desde el siglo XIX, prescribe un modelo de mujer basado en la restricción del sexo a la procreación. Hay que añadir que Kinsey también hizo hincapié en la noción de que las mujeres tendrían una sexualidad más compleja, con prácticas sexuales que con menor frecuencia desembocan en el orgasmo (la gran medida de la satisfacción sexual que se persigue) y, de este modo, más difíciles de investigar. Pero retrocedamos un poco para reflexionar sobre los aspectos ideológicos y metodológicos del trabajo de Kinsey. En primer lugar, hay que destacar la convicción del autor en la sexología como empresa científica y, por tanto, neutral en cuanto a valores. Irvine destaca que, para Kinsey, "sólo la observación directa podía proporcionar información fiable sobre los fenómenos materiales; y para [él], el sexo era esencialmente un fenómeno material" (2005, p. 19). Kinsey era, sobre todo, un científico y un taxonomista, y estas características quedaron muy marcadas en su obra. Así, su metodología se centró expresamente en la recogida y organización de datos y su posterior clasificación. Como ya hemos FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE 726 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO mencionada, esta recopilación se hizo principalmente mediante entrevistas individuales con una duración media de dos horas. La observación directa del acto sexual también fue fundamental en su práctica investigadora, de modo que Kinsey presenció y registró en vídeo las actividades sexuales de varios voluntarios, material que hoy está en posesión del instituto del mismo nombre. Este recurso sigue siendo utilizado por los profesionales del área tanto con fines de investigación como terapéuticos, y puede ser, sobre todo, un ejemplo interesante para pensar en cómo el uso de una misma tecnología en el registro de un mismo tipo de evento -en este caso, las prácticas eróticas- puede producir un material que, posteriormente, será leído como obsceno o científico. Volveremos sobre este punto al final del texto. Por último, destacaremos algunas características de la obra de Kinsey que son fundamentales para la conformación de la sexología como área de investigación: 1) la perspectiva de que estos estudios beneficiarían a hombres y mujeres al proporcionar una mejor comprensión de la sexualidad del otro y evitar, por ejemplo, las separaciones motivadas por la insatisfacción sexual; 2) la adopción del orgasmo como unidad de medida de la respuesta sexual; 3) la predilección por las explicaciones psicofisiológicas en detrimento de los análisis culturales; 4) la aproximación a la sexualidad de hombres y mujeres a través de una retórica de similitudes y discrepancias. Estas nociones marcan la sexología de manera significativa hasta hoy, pero son especialmente importantes para entender la empresa planteada por sus sucesores, como veremos a continuación. Con el colapso de la respetabilidad de Alfred Kinsey, la sexología pasó por un periodo de estancamiento y desinterés antes de que William Masters y Virginia Johnson retomaran el proyecto de establecer un área de investigación y terapia centrada en el problema de la sexualidad. Potenciando y dando centralidad a la noción de que la calidad de las prácticas eróticas era en gran medida responsable del éxito o el fracaso de las relaciones entre hombres y mujeres, Masters y Johnson estuvieron dispuestos a desafiar la resistencia de los primeros años de investigación -durante los cuales fueron acusados de "pornógrafos" en lugar de científicos- para emprender, en la década de 1960, lo que se convertiría en la mayor investigación de este tipo desde los Informes Kinsey. Aprovechando el trabajo de Masters como ginecólogo, la pareja "llevó la sexología al laboratorio" y utilizó el acercamiento con la biomedicina para legitimar su trabajo. Sin embargo, la práctica de las entrevistas, tan central para Kinsey, dio paso a un mayor énfasis en la observación directa de la masturbación y las relaciones sexuales, de nuevo, muchas de ellas grabadas en vídeo. Masters y Johnson ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO observaron Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 727 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE al menos 694 individuos seleccionados, teniendo como criterio principal la capacidad de actuar sexualmente frente a las cámaras en el entorno del laboratorio. Esta observación dio lugar a su contribución más notable a la sexología: la descripción de las cuatro fases de lo que llamaron el "ciclo de respuesta sexual": deseo, excitación, orgasmo y resolución. Este modelo de respuesta sexual se convertiría en un parámetro para la investigación y terapia sexual moderna, incluyendo la base para la clasificación de los trastornos sexuales en el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales III y IV (DSM-III y DSM IV) (RUSSO, 2004; RUSSO e VENÂNCIO, 2006). Mientras que para Kinsey la naturalidad del sexo venía dada por lo que las personas decían que hacían, para Master y Johnson estaba representada por las respuestas fisiológicas observadas en el laboratorio y que constituirían el nuevo estándar del sexo a buscar a través de la terapia sexual. Es importante recordar que sus hallazgos y la promoción que tuvieron en el campo fueron fundamentales para el establecimiento de un nuevo mercado clínico para el tratamiento de la sexualidad. Masters y Johnson continuaron con muchas de las posturas ideológicas de Kinsey: a pesar de ser considerados como "radicales" por muchos de sus críticos, los investigadores tenían, en el centro de su proyecto terapéutico, una preocupación expresa por la institución del matrimonio. La aproximación con la medicina y el énfasis dado a la fisiología del sexo son marcas importantes de su empresa y también muestran una gran proximidad con los principios propuestos por Kinsey. Una última aproximación con esta última se refiere a la declinación de una perspectiva sociocultural como eje importante de comprensión del fenómeno de la sexualidad. Esta característica parece especialmente curiosa, ya que, al mismo tiempo que estos investigadores asumían una postura vanguardista en relación con la sexualidad femenina y su potencial erótico y orgásmico, rechazaban con vehemencia las explicaciones que introducían en la discusión los efectos psicosociales de una socialización diferenciada y de la opresión de género experimentada por las mujeres incluso en un período de ascenso del movimiento y las teorías feministas, como los años 60 y 70-. Otro punto importante, siguiendo las interpretaciones de André Béjin (1987a), es que la sexología del siglo XX, que tiene en los trabajos de Kinsey y Masters y Johnson exponentes fundamentales, pudo centrarse ya no en las antiguas perversiones y anomalías, muy del gusto de los médicos del siglo XIX, sino en las continuidades de las disfunciones sexuales. Esto abrió la posibilidad de crear una "clientela" cada vez mayor para los sexólogos contemporáneos. A este movimiento corresponde la creación de instituciones educativas FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE 728 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016. ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO especializados y la creación de clínicas de tratamiento específicas. Además, mientras que la proto-sexología del siglo XIX había desarrollado sumariamente su etiología, permitiendo sólo un control a posteriori y represivo, en articulación con las prisiones y los manicomios, la nueva sexología refinó su etiología y desarrolló medios de control a priori y a posteriori, traducidos en orgasmoterapias y profilaxis de las disfunciones sexuales. Una función pedagógica cada vez más centrada en la información ganaría la escena. Si la sexología parece haberse conformado en torno a enfoques e interpretaciones muy variados de la sexualidad, un factor parece aglutinar las perspectivas bajo un mismo proyecto: el de la medicalización. Según Irvine, "la tarea de la sexología era redefinir los problemas sexuales en términos de enfermedad y disfunción y ofrecer soluciones en forma de terapia, fármacos o cirugía. Al poner a disposición los conocimientos médicos y científicos [...], estableció la legitimidad y construyó un mercado" (2005, p. 237). Ya sea por la indicación de fármacos, la intervención quirúrgica o el tratamiento psicológico, la "medicalización del sexo ha hecho proliferar nuevas categorías, vocabularios y jerarquías sexuales (...) ha producido nuevas formas de medición, diagnóstico y clasificación sexual, así como técnicas terapéuticas para definir y lograr la satisfacción sexual" (IRVINE, 2005, p. 6). También parece claro que la sexología ha tenido, a lo largo de su historia, dificultades para tratar la categoría "género". De hecho, en momentos políticos centrales -como el surgimiento del movimiento feminista y la crisis del sidalos sexólogos son recordados por haber adoptado posiciones marcadamente conservadoras. Mientras que Kinsey ofrecía una lectura naturalizadora de las prácticas homosexuales -y cabe señalar que rechazaba la idea de la homosexualidad como identidad psicosocial-, sus sucesores tuvieron dificultades para tratar estas prácticas en el marco de la "normalidad", especialmente cuando se asociaban a comportamientos concebidos como propios del sexo opuesto (el caso de los "niños feminizados" y las "niñas masculinizadas"). La patologización de estos casos está, por supuesto, relacionada con la posterior concepción de la "disforia de género", utilizada principalmente como diagnóstico de las personas transexuales. Además, el género es un factor fundamental para entender cómo las disfunciones masculinas se interpretan casi exclusivamente desde el punto de vista anatómico (siendo tratadas, preferentemente, con fármacos), mientras que las femeninas, a pesar de los esfuerzos de médicos y farmacéuticos, siguen relacionándose más fácilmente con factores psicoemocionales y, por ello, más con otro tipo de terapias e intervenciones. Mientras que las mujeres son ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 729 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE sujeta, por tanto, a trastornos del deseo, baja capacidad sexual y orgánica, falta de libido de orden emocional u orgánico, trastornos psíquicos de diverso orden, la sexualidad de los hombres parece totalmente relacionada con el rendimiento del pene y las disfunciones genitales (ROHDEN, 2009). Una vez más, la sexología parece fundamentarse en el paradigma confesional en el que Foucault (2012) sitúa las "ciencias de la sexualidad": mientras las personas "confiesan" sus historias, experiencias y bloqueos en los consultorios terapéuticos, sus cuerpos operan en los laboratorios -como sucede en la pornografía- como vías de manifestación de la naturaleza. Si la confesión representa un papel central en la producción de la sexualidad -y si en el mundo occidental el conocimiento sobre el placer deriva, al mismo tiempo, del placer de entender el placer-, entonces estas diferentes modalidades de conocimiento operan como instancias en las que la sexualidad puede ser definida y materializada. 3 Otros enfoques Vale la pena, ahora, retomar algunas cuestiones propuestas al principio de este artículo. Se puede decir que, respetando los perspicaces y a veces incómodos análisis foucaultianos, todos los discursos producidos en torno al sexo en los dos últimos siglos contribuirían a componer las dinámicas en torno al saber, el placer y el poder que nos han guiado. De este modo, la propia producción analítica realizada por las ciencias sociales, como sería el caso de este texto, también formaría parte del mismo proceso. Esto no significa que todos los distintos saberes en torno a la sexualidad se hayan movido en la misma dirección. En el caso de las ciencias sociales, en particular, el modelo de comprensión predominante ha enfatizado la preeminencia de la dimensión cultural o discursiva, prestando atención a la inmensa variabilidad conductual asociada a la socialización. Es esta concepción más general la que también permite entender las diferentes producciones en torno al sexo como integradoras de este gran marco de referencias en torno a la sexualidad. En esta dirección y siguiendo la argumentación de Gagnon (2006), podríamos decir que diferentes tipos de conocimiento ayudarían a conformar las "escenas culturales" en las que se basa el "comportamiento sexual" de los individuos. En la síntesis realizada por Escoffier: Gagnon y Simon intentaron sustituir las teorías biológicas o psicoanalíticas del comportamiento sexual por una teoría social de los guiones sexuales. En esta teoría afirmaban que los individuos utilizan su capacidad FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE 730 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016. ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO interactivo, así como el material de la fantasía y los mitos culturales, para desarrollar guiones (con pistas y diálogos adecuados) como forma de organizar su comportamiento sexual. [Nuestros guiones interpersonales ayudan a los individuos a organizar su propia representación y la representación de los demás para instar y ejercer la actividad sexual, mientras que los guiones intrapsíquicos organizan las imágenes y los deseos que despiertan y mantienen el deseo sexual de los individuos. Los entornos culturales configuran los guiones interpersonales e intrapsíquicos en el contexto de los símbolos culturales y los roles sociales genéricos (como los basados en la raza, el género o la clase) (2006, p. 21). Nuestro argumento, aquí, es que tanto la pornografía como la sexología, en el marco de sus referencias históricas más tradicionales, se convirtieron también en estas fuentes de referencias culturales más difundidas sobre el sexo. Si admitimos esta hipótesis, cabría preguntarse qué tipo de "guiones" nos habrían ayudado a crear. Ciertamente, no se trata de prácticas concretas localizadas, sino de patrones de referencia que parecen muy comunes. Por un lado, es fácil situar, en el espectro sugerido por Arcand (1991), a la sexología como fuente legítima de producción de un discurso autorizado sobre el sexo, mientras que la pornografía estaría en el plano de lo obsceno. La primera representaría la fuente (o la incitación) del conocimiento, mientras que la segunda correspondería mejor a la fuente (o la incitación) del placer. Pero, como ya nos dijo Foucault (2012), el conocimiento y el placer no pueden separarse en la era de la scientia sexualis. Y es esta asociación la que permite hacer del sexo un lugar de poder. A partir de ella se hacen negociaciones, se elaboran redefiniciones, se configuran cuerpos y sujetos en permanente disputa. Cuando observamos -en paralelo- la constitución de la pornografía y la sexología, percibimos que las disputas en estos dos campos se traducen, por sorprendente que sea, en algunos puntos comunes. La definición de lo que es, cómo debe ser y quién tiene derecho al placer y al conocimiento sexual parece ser el eje más fuerte alrededor del cual se alinean muchas prácticas. Y lo más evidente en torno a ellos parece ser la insistente producción de una radical diferencia de género que, una vez más, se traduce en términos de una supuesta biología innata. Si recuperamos los estereotipos ligados a la imagen de la mujer en la pornografía, se destaca su rostro y el uso de artificios que sólo evocan un deseo que no es evidente. En sexología, también aparecen como dotados de una sexualidad más oscura y compleja, difícil de aprehender. Además, el propio femenino se traduce en términos de ausencia: del falo, del deseo, ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 731 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE de la capacidad orgánica, de la eyaculación. Se podría decir que las mujeres habrían dificultado el trabajo de los pornógrafos y sexólogos. Sin embargo, una versión más completa de la historia nos hace pensar que habrían sido los productores de una imagen de la sexualidad femenina en estos términos. También cabe señalar que, en cuanto a la constitución de estos dos saberes, destacan el privilegio de la materialidad, la búsqueda de lo empírico y la posibilidad de transponer comportamientos y deseos en términos de imágenes y clasificaciones. Como hemos sugerido, la pornografía y la sexología se han beneficiado enormemente de los artefactos tecnológicos asociados a la imagen para producir sus distintivas versiones femeninas y masculinas de la confesión a través del sexo. Estas imágenes, tomadas como pruebas y no como representaciones, que sí lo son, han servido para crear modelos clasificatorios de actos, prácticas, tipos de deseo, identidades, personas. Esto se debe, en parte, a que ambos forman parte de un proyecto de diferenciación entre los sexos que culminó con las interpretaciones del cuerpo sexuado -el cuerpo masculino o femenino- y la imposibilidad de intermediación que caracteriza al modelo de dos sexos. En este sentido, tanto la pornografía como la sexología son extremadamente pedagógicas, ya que el núcleo de su esfuerzo es establecer parámetros de normalidad y dar a conocer la apariencia del deseo sexual, el orgasmo y los cuerpos (con énfasis, por supuesto, en los genitales). Aquí, como en gran parte de la ciencia moderna, la visión se traduce en un imperativo capaz de transformarse casi en la única fuente de verdad. En relación con esto, no se cuestiona cómo se produce la visión, ni cómo refleja realmente los compromisos implícitos en un punto de vista o una ubicación determinados. Por el contrario, como sugiere Haraway (1995), podríamos pensar en la visión no como un mero reflejo de una perspectiva neutral y una representación de la existencia de una única verdad, sino como una operación inevitablemente comprometida con objetividades particulares o situadas. Para el autor, la visión nunca es una operación pasiva. Siempre es parte activa de ciertos procesos y tiene agencia "construyendo traducciones y formas específicas de ver, es decir, formas de vida" (HARAWAY, 1995, p. 22). Siguiendo esta dirección, cuando analizamos el proceso de creación de un modo de visión sobre la sexualidad y la propia visibilidad promovida por la pornografía y la sexología, debemos preguntarnos sobre qué puntos de vista se están proyectando o qué compromisos políticos se están actualizando. El problema que tratamos de evidenciar es justamente el borrado de la historia de estos procesos de producción de la verdad, que crearon estas imágenes tan FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE 732 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO de lo que serían las enormes diferencias entre las sexualidades de hombres y mujeres. Las imágenes producidas tanto en la pornografía como en la sexología han sido y siguen siendo transmitidas como simples ilustraciones de la naturaleza y no como traducciones de las disputas políticas en torno al sexo. Estas disputas han estado bien marcadas por la dificultad de concebir alternativas en cuanto a la representación de la feminidad y la masculinidad que sean, al menos, más plurales. Más allá de componer estas llamadas ciencias de la sexualidad, tanto la pornografía como la sexología son una parte fundamental del funcionamiento de lo que Judith Butler llama la "matriz de inteligibilidad" del género (1993). Esta proposición es fundamental para nuestro análisis, ya que la negación por parte de esta autora de la interpretación de un cuerpo repetidamente imaginado como anterior al género -incluso dentro de la dicotomía sexo/género propuesta por el feminismo- nos permite vislumbrar el alcance del poder de estos regímenes discursivos sobre la sexualidad con respecto a la materialidad del sexo. Butler sugiere que el cuerpo debe leerse no como el portador de un sexo sobre el que se inscribirá un género, sino como una entidad que llega a existir a través de las marcas del género. Afirma: El sexo se entiende a través de los signos que indican cómo debe leerse o entenderse. Estos indicadores corporales son el medio cultural por el que se lee el cuerpo sexuado. Ellos mismos son corpóreos, y operan como símbolos de tal manera que no hay manera de distinguir claramente entre lo que es verdaderamente material, y lo que es verdaderamente cultural sobre el cuerpo sexuado. No pretendo sugerir que los símbolos culturales produzcan por sí solos el cuerpo material, sino sólo que el cuerpo no se hace sexualmente legible sin estos signos, y que estos símbolos son irreductible y simultáneamente culturales y materiales (2004). Butler trata de llamar la atención sobre el hecho de que un cuerpo sexuado no puede ser incompatible con el género al que corresponde, porque los cuerpos que no reproducen esta coherencia entre género y sexo serían culturalmente incomprensibles y necesitarían ser normalizados. Según el autor, esta compulsión se produciría porque sería precisamente el encuadre discursivo del género el que produciría el sexo y lo haría existir, como explicaremos a continuación. Para Butler (1993; 2003; 2005), el género sería, por tanto, un proceso (político, cultural, social) de construcción y materialización de los cuerpos, una performance que estaría siempre incompleta, pero que habría logrado ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 733 FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE para producir la impresión de rigidez que llamamos materia. Para el autor, el género no es, por tanto, algo que se tiene, o que se es, sino algo que se hace. Es la capacidad de actuar en la medida en que esta coherencia garantiza la inteligibilidad y la integridad del individuo. Las representaciones de la feminidad y la masculinidad se sustentan, principalmente, en dos funciones: la repetición y la cita. Son estas dos operaciones las que garantizan la impresión de fijeza a la "naturaleza" y al cuerpo al reiterar las normas de género y producir efectivamente lo que sólo parecen describir. Todo el complejo arsenal de gestos, posturas, acciones, aspectos físicos y deseos que conforman el género no existe, por lo tanto, en un cuerpo material previamente sin sentido. Es el cuerpo el que "gana" materialidad y significado a través de la actuación de citar y recitar esta estructura. La mención constante de la norma asegura al sujeto que su viabilidad como tal estará garantizada. Butler subraya que el género, sin embargo, no puede ser visto de ninguna manera como un voluntarismo al que se puede querer pertenecer o no pertenecer, y la feminidad, en particular, "no es el producto de la elección, sino la citación obligatoria de la norma, cuya compleja historicidad es inseparable de las relaciones de disciplina, regulación, castigo" (1993, p. 232). Recurriendo a los planteamientos de Butler (1993; 2003; 2005), sugerimos, por tanto, que, en sus planteamientos en cuanto a la construcción de una visibilidad del sexo marcada por el contraste entre hombres y mujeres, la pornografía y la sexología producen una insistente recitación de ciertas marcas de género -un género que es constantemente interpretado desde una matriz o hegemonía heterosexual que intenta fijar una jerarquía entre hombres y mujeres a través de la biologización de la diferencia sexual y la insistencia en una inevitabilidad de la reproducción. Siguiendo la línea dejada por Foucault (2012), el sexo, el género y el deseo son pensados como efectos de una determinada formación de poder. Incluso las categorías de identidad se conciben como "efectos, de instituciones, prácticas y discursos cuyos puntos de origen son múltiples y difusos" (BUTLER, 2003, p. 9 [énfasis en el original]). Para Butler, estas instituciones más amplias se corresponden con el falocentrismo y la heterosexualidad obligatoria que se traducen y son accesibles a través de la performatividad de género, definida por la "práctica reiterativa y citativa por la que el discurso produce los efectos que nombra" (1993, p. 154). Los discursos pornográficos y sexológicos, en los términos y contextos que aquí describimos, producen los "efectos" simultáneamente "nombrados" de una sexualidad femenina marcada por la carencia en contraste con una exuberante sexualidad masculina demostrada FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE en muchos 734 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO "evidencia". Recurriendo a imágenes que hacen (o producen) visibles las diferencias y a argumentos que enfatizan el contraste de la actuación de los cuerpos, los argumentos políticos o las orientaciones ideológicas se transforman en verdades, ya se traduzcan en lenguaje científico u obsceno. Es más, estos discursos componen guiones que citan y recitan las normas de género al tiempo que informan a los sujetos sobre las actuaciones que les corresponden y que deben reproducir y representar para que se garantice su integridad como individuos y su inteligibilidad cultural. Para concluir, debemos volver a la pregunta sobre los diferentes tipos de conocimiento en torno a la sexualidad. Siguiendo el camino trazado por Foucault (2012), Gagnon (2006) y Butler (1993; 2003; 2005), no podemos pensar en términos de naturalezas particulares intrínsecas a estos diferentes discursos. Al fin y al cabo, todos forman parte de la creación continua y dinámica de nuestras creencias y prácticas en torno al sexo y al género. En este sentido, si la producción de las ciencias sociales sobre la sexualidad tiene alguna diferencia con otros campos, no se debe a la ausencia de una pretensión de verdad. Pero, tal vez, se deba a la insistencia en admitir que todas las producciones, las imágenes, las clasificaciones están profundamente arraigadas en los contextos culturales y que siempre debemos interrogarnos sobre las relaciones de poder y las contingencias que implica su producción. Referencias ARCAND, Bernard. El jaguar y el oso hormiguero: antropología de la pornografía. Buenos Aires: Nueva Visión, 1991. BÉJIN, André. "Crepúsculo de los psicoanalistas, mañana de los sexólogos". En: ARIÈS, Philippe & BÉJIN, André (Orgs.). Sexualidades occidentales. São Paulo: Brasiliense, 1987a. p. 210-235. BUTLER, Judith. Cuerpos que importan. Nueva York/Londres: Routledge, 1993. . 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[Recibido el 05/05/2015, reenviado el 02/11/2015 y aceptado para su publicación el 12/11/2015] FABIOLA ROHDEN Y LARISSA COSTA DUARTE 736 Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 ENTRE LO OBSCENO Y LO CIENTÍFICO: PORNOGRAFÍA, SEXOLOGÍA Y MATERIALIDAD DEL SEXO Entre lo obsceno y lo científico: pornografía, sexología y materialidad del sexo Resumen: A partir de una comparación entre los discursos de la pornografía y la sexología, este artículo explora cuestiones sobre muchas manifestaciones de la sexualidad en la cultura, el desarrollo de guiones eróticos y las operaciones a través de las cuales se materializa el sexo mediante regímenes de producción de verdad. Aunque parezca insólito, sugerimos que ambos ejemplos son formas de conocimiento sexual que comparten referencias y medios de acción, incitando a pensar en la distinción de algunas normas de género, y en las interpretaciones contemporáneas sobre la producción de la materialidad del sexo. Palabras clave: Sexualidad; Pornografía; Sexología; Antropología del cuerpo. Estudos Feministas, Florianópolis, 24(3): 715-737, septiembre-diciembre/2016 737