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Harner Michael - La Senda Del Chaman

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El Compás de Oro
SWAN
AVANTOS h HAKFJDAMA
LAáENEft
DEL CHAMAN
Mchasl Hamsr
El Compás de Oro
Q inrm
Concepción, diseño y realización de portada: Avantos & Hakeldama.
Diseño de edición: Avantos & Hakeldama.
Dirección técnica y de imagen: Alijares.
Portada: Jeroglífico de los indios navajos pintado sobre la arena.
Ilustraciones de solapas: Sudama ante la ciudad dorada de Krisbna. Pintura
hindú y Lot y sus hijas (fragmento). Alberto Durero.
Primera edición: Enero 1987.
I.S.B.N.: 84-85595-48-3.
Depósito Legal: M -l.755-1987.Producción y realización: A. Gallardo. Madrid.
Impresión: Lavel. Fuenlabrada (Madrid).
Adress: Editorial Swan. Colonia de la Iglesia, 31. Navacerrada (Madrid).
Printed and made in Castilla. Spain.
LA SENDA DEL CHAMÁN
SWAN
AVANTOS & HAKELDAMA
REAL SITIO
DE
SAN LORENZO DE EL ESCORIAL
MCMLXXXVII
Mis más sincero agradecimiento por dejarme utilizar material
registrado de los libros siguientes: Spirit, Spirit: Shaman Songs de
David Cloutier. Copyright 1973 por David Cloutier. Publicado con el
permiso del autor y de Copper Beech Press. «El juego de la mano de
los indios Cabeza Plana» de Alan P. Merriam. Journal o f A m erican
Folklore 68, 1955. Copyright 1955 del American Folklore Society.
También me gustaría agradecer a Bruce Woych y Karen Ciatyk su
ayuda en la investigación y los consejos de mi editor John Loudon así
como los de mi mujer Sandra Harner.
«...Los curanderos aborígenes, lejos de ser unos granujas, ignorantes o
charlatanes, son hombres de una gran categoría; esto quiere decir, hombres
que han llegado a un estado de conocimiento sobre la vida secreta, que va más
allá de lo que la conocen la mayoría de los adultos, esto implica disciplina,
entrenamiento mental, valor y perseverancia... son hombres que merecen
nuestro respeto, a menudo poseen una personalidad sobresaliente... son de
una gran importancia social, la salud psicológica de su grupo depende en gran
parte en la creencia en sus poderes... los numerosos poderes psíquicos que se
les atribuyen no deben ser dejados a un lado pensando que sólo se trata de
magia primitiva y "de mentirijillas”, ya que muchos de ellos se han especiali­
zado en el funcionamiento de la mente humana y en la influencia de la mente
en el cuerpo y de la mente sobre la propia mente...».
Tomado de Aboriginal Men o f High Degree del antropólogo australiano
A. P. Elkin (1945: 78-79).
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os CHAMANES. A q u ie n e s e n n u e s t r o m u n d o civilizado den om in a­
m os « curanderos » y «brujos», son p oseed ores d e un im p ortan te
corpus de antiguas técnicas que utilizan para curar y p rocu ra r
bienestar tanto a los m iem bros d e la com unidad com o a sí m ism os.
Curiosamente, estos m étodos cham ánicos son sim ilares en todo e l
mundo, incluso en tre pueblos cuyas culturas difieren en otros m u ch os
aspectos y que, separados p o r océanos y con tinentes durante decenas d e
m iles de años, no han tenido ningún tipo d e contacto.
Estos pueblos a los que llamamos prim itivos, al carecer d e nuestra
avanzada tecnología médica, tuvieron que desarrollar las capacidades
naturales d e la m en te en lo referen te a salud y m étodos curativos. La
uniform idad d e las técnicas chamánicos p a rece indicar que, a fuerza d e
probar y equivocarse, pueblos diversos llegaron a las mismas con clu ­
siones.
El cham anism o es una gran aventura m ental y em ocional, en la q u e
pa cien te y chamán participan en igual medida. Con sus esfuerzos y su
viaje heroico, e l cham án ayuda a sus pacien tes a trascender su c o n ce p ­
ción norm al y cotidiana de la realidad, que incluye la visión que d e s í
m ism os tien en com o enferm os. El chamán com parte sus pod eres e s p e ­
ciales con los pacien tes y, en un n ivel profundo d e conciencia, le s
con ven ce d e que hay alguien que p o n e lo m ejor de s í m ism o en ayudar­
les. El auto-sacrificio d el cham án provoca en e l p a cien te un co m p ro ­
miso m oral que le obliga a luchar codo a codo con aquél para ayudarse a
s í mismo.
Estamos em pezando a dam os cuenta d e que ni siquiera la m oderna
L
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MICHAEL HARNER
m edicina occidental, que a veces p a rece obrar milagros, p u ed e solucio­
nar todos los problem as que tien en los en ferm os o aquéllos que quieren
p reven ir la enferm edad. Profesionales y pacientes buscan cada día nue­
vos m étodos suplem entarios y m uchos d e los que se encuentran en tre la
población sana llevan a cabo ex perim entos p o r su cuenta para descubrir
alternativas viables que procuren bienestar. A menudo, en e l transcurso
d e estos experim entos, se hace difícil, no sólo para e l profano, sino
incluso para el profesional, distinguir lo falso de lo eficaz. Los antiguos
m étodos chamánicos, p o r e l contrario, han superado la prueba d el
tiem po; se han experim entado, d e hecho, durante m ucho más tiem po
que, p o r ejem plo, e l psicoanálisis y otras técnicas psicoterapéuticas. Uno
d e los propósitos d e este libro es brindar al hom bre occidental, p o r
prim era vez, la oportunidad d e beneficiarse de estos conocim ientos en
su búsqueda d e tratam ientos que com plem en ten la m edicina tecn oló­
gica actual.
Empleando los m étodos descritos en este libro tendrá Ud. la op or­
tunidad de adquirir experiencia en e l p od er chamánico para ayudarse a
s í m ism o y a los demás. En m is sem inarios d e aprendizaje de p o d er y
curación cham ánicos en N orteamérica y Europa, los estudiantes han
dem ostrado repetidam en te que a la mayoría de los occidentales se les
p u ed e iniciar sin dificultad en las técnicas chamánicas. Son tan pod ero­
sas y conectan tan profundam ente con la m en te humana que las creen ­
cias, principios y con cepcion es culturales resultan irrelevantes.
Quizá alguien se p regu n te si el chamanismo p u ed e aprenderse en
un libro. Hasta cierto punto la pregunta está justificada: en última
instancia, los conocim ientos cham ánicos sólo se pu ed en adquirir p o r
experiencia personal. Sin em bargo, hay que aprender los ?nétodos para
p od er utilizarlos, y esto se pu ed e hacer d e muchas maneras. Por ejem ­
plo, en tre los conibos d el Alto Amazonas «aprender d e los árboles » se
considera m ejor ?nétodo que aprender de otro chamán. En la Siberia
aborigen una d e las principales fu en tes de conocim iento cham ánico era
la experiencia m uerte/resurrección. En ciertas culturas preliterarias hay
g en te que respon d e d e manera espontánea a la « llamada » d el cham a­
nism o sin ningún entrenam iento específico, mientras que en otras se
aprende bajo la guía de un chamán practicante durante un período que
p u ed e abarcar d e uno a cinco años o más.
En la cultura occidental, la mayoría de la g en te jam ás conocerá un
LA SENDA DEL CHAMÁN
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chamán, p o r no hablar d e aprender con uno. Pero, dado que la nuestra
es una cultura literaria, no tien e p o r qué darse e l tándem m aestrodiscípulo; una guía escrita p u ed e o frecer la inform ación m etod ológica
esencial. Aunque al principio parezca difícil ap ren d er las técnicas chamánicas en un libro, no lo deje. Sus propias experiencias dem ostrarán
su eficacia. Como en cualquier otro cam po d e conocim iento, siem p re es
m ejor trabajar persona lm en te con un profesional. Aquéllos que así lo
d eseen pu ed en participar en los sem inarios (v e r ap én dice A).
En e l chamanism o, la conservación d e la propia energía es fu n d a ­
m ental para e l bienestar. El libro le enseñará algunos m étodos para
m anten er y recuperar esa energía y usarla en ayuda d e los débiles,
en ferm os o heridos. Las técnicas son sencillas y eficaces. Su utilización
no requiere « f e » ni cam bio alguno en las con cep cion es que se tien en d e
la realidad en un estado norm al d e conciencia. De hecho, el sistem a n i
siquiera requiere un cambio a n ivel d e conciencia profunda, porque só lo
«despierta » lo que ya está ahí. Sin em bargo, aunque los m étodos ch a ­
m ánicos elem en tales son sencillos y fáciles d e aprender, e l ejercicio
efectivo requiere autodisciplina y dedicación.
Al practicar e l chamanism o, uno se traslada d e lo que y o d en om in o
Estado N ormal d e Conciencia (ENC) a un Estado Chamánico d e Con­
ciencia (ECC). Estos estados d e concienca son la clave para en ten d er ;
p o r ejem plo, a qué se refiere Carlos Castañeda cuando habla d e « reali­
dad norm al» y «realidad no-norm al ». La diferencia en tre am bos estados
se p u ed e en ten d er m ejor si hablamos de animales: dragones, grifo s y
otros animales que en un ENC consideraríam os «m íticos», son « rea les »
en un ECC. La idea d e que hay animales «m íticos» es válida y útil en la
«vida cotidiana», p ero superfina e irrelevante en las ex periencias que se
tien en en un ECC. El térm ino « fantástica » se p u ed e aplicar a una
experiencia en ECC p o r una persona que se halle en ENC. A la inversa,
una persona en ECC p u ed e percibir que las experiencias en ENC so n
ilusorias en térm inos d el ECC. Ambas tien en razón, considerando e l
punto d e vista particular d e sus respectivos estados de conciencia.
El cham án tien e la ventaja de p od er trasladarse d e un estado a otro
a voluntad. Puede entrar en e l ENC d el no-cham án y com partir una
misma realidad con éste. Luego pu ed e vo lv er al ECC y ob ten er co n fir­
m ación directa d el testim onio d e otros que han relatado sus ex p erien ­
cias en tal estado.
22
MICHAEL HARNER
Observar con los propios sentidos es la base d e una definición
em pírica d e la realidad; y aún no se ha demostrado de manera feh a ­
ciente, ni siquiera en e l ám bito d e las ciencias de la «realidad norm al »,
que haya un único estado d e conciencia que perm ita observaciones
directas. El m ito entra dentro de la realidad norm al d e un ECC, m ien ­
tras que para e l ENC e l m ito p erten ece a una realidad no-normal. Es
m uy difícil em itir ju icios im parciales sobre la validez d e un estado
determ inado d e conciencia desde su opuesto.
Para com p ren d er la hostilidad « em ocional», profundam ente arrai­
gada, con que algunos círculos recibieron los trabajos d e Castañeda, hay
que ten er en cuenta que prejuicios d e este tipo son inevitables: Es
connatural al etnocen trism o en tre culturas. Pero en este caso no se trata
d e la estrechez de miras d e una experiencia cultural, sino mental. Los
que más prejuicios tien en respecto al con cepto d e realidad no-norm al
son aquéllos que jam ás la han experimentado. A este paralelo d el
etnocentrism o podríam os denom inarlo cognicentrismo.
Un paso hacia la solución d e tal problem a sería que cada vez
hubiera más chamanes, que la g en te experim entara p o r su cuenta el
ECC. Tales chamanes, com o se ha venido haciendo en otras culturas
desde tiem pos rem otos, podrían en ton ces transmitir sus vivencias en la
realidad no-norm al a aquellos que jam ás las han tenido. Su p a p el sería
com parable al d el antropólogo, quien, participando activam ente en una
cultura diferen te a la suya, p u ed e hacer com prender esa cultura a los
que la sien ten extraña, incom prensible e inferior.
Los antropólogos contribuyeron a que evitem os los peligros d el
etnocentrism o enseñándonos a com pren d er una cultura en térm inos de
las con cepciones que sobre la realidad tien e dicha cultura. Los cham anes
occidentales pu ed en rendir un servicio similar en lo que se refiere al
cognicentrism o. Los antropólogos nos han descubierto e l relativismo
cultural. Lo que los cham anes occidentales pueden hacem os com p ren ­
der, hasta cierto punto, es el relativismo cognitivo. Más tarde, una vez
que se haya adquirido un conocim iento em pírico d el ECC, em pezarán a
respetarse sus principios m etodológicos. Quizá entonces estarem os p r e­
parados para llevar a cabo un análisis imparcial y científico de las
experiencias en e l ECC desde un ENC.
Puede que algunas personas m antengan que la razón de que los
humanos pasem os la m ayor parte d e nuestra vida en el ENC se debe a
LA SENDA DEL CHAMÁN
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la selección natural, que lo estableció así porque ésta es la realidad real y
cualquier otro estado d e conciencia, a ex cepción d el sueño, es una
aberración que p o n e en peligro nuestra supervivencia. En otras pala­
bras, y segú n tal argum ento, percibim os la realidad com o lo ha cem os
porque es lo m ejor en térm inos d e supervivencia. Sin em bargo, avances
recien tes en neuroquímica han dem ostrado que e l cerebro hum ano
p o see sus propias sustancias alucinógenas, tales com o la dim etiltriptam inax. En térm inos d e selección natural, pues, p a rece im probable q ue
existieran tales sustancias si no fu era porque su capacidad de alterar e l
estado d e conciencia aporta ciertas ventajas. Es com o si la Naturaleza
m ism a hubiera decidido que, en determ inadas ocasiones, un estado d e
conciencia alterado es superior a un estado normal.
En O ccidente estam os sólo em pezando a dam os cuenta d e las
im portantes repercusiones que pu ed e ten er e l estado m ental en lo que
hasta ahora habíamos considerado cuestiones m era m en te «físicas».
Cuando, en un caso de em ergencia, un cham án aborigen australiano o
un lama d el Tíbet practican el «viaje rápido » —un estado d e trance o
técnica d el ECC que p erm ite recorrer largas distancias a m ucha
velocidad —, estam os claram ente fr e n te a un caso d e técnicas de su p er­
vivencia que, p o r definición, no son factibles en un ENC2.
Ahora sabem os tam bién que m uchos d e nuestros m ejores atletas
entran en un estado alterado de conciencia en e l transcurso d e las
pruebas en que consiguen sus m ejores marcas. En resum en, pues, n o
p a rece apropiado d ecir que un único estado d e conciencia es superior e n
cualquier circunstancia. El chamán sabe que tal afirm ación es, no só lo
falsa, sino peligrosa para la salud y e l bienestar. El chamán, haciendo
uso d e unos conocim ientos atesorados durante milenios, así com o de sus
experiencias personales, sabe cuándo es apropiado, e incluso necesario,
un cambio d e conciencia.
En el ECC, el cham án no sólo experim enta lo que es im posible e n
un ENC, sino que lo hace. Incluso si se dem ostrara que todo lo que
experim enta e l chamán que se encuentra en ECC es sólo fruto d e su
m ente, para él la realidad de ese m undo no sería m enor. De hecho, ta l
conclusión vendría a significar que las experiencias y las acciones d e l
cham án no son im posibles en térm inos absolutos.
Los ejercicios que ofrezco en este libro representan m i in terpreta­
ción personal d e algunos de los m étodos chamánicos, d e m iles d e años
24
MICHAEL HARNER
d e antigüedad, que y o h e aprendido directam ente de los indios d e Norte
y Sudamérica y que h e com pletado con la inform ación que brinda la
literatura etnográfica, incluyendo la de otros continentes. He adaptado
los m étodos d e manera que los lectores occidentales, cualesquiera que
sean sus creencias religiosas o sus preferen cias filosóficas, puedan usar
estas técnicas en la vida diaria. Los m étodos son para aquéllos que gozan
d e buena salud así com o para los que están «sin espíritu » o padecen
otro tipo d e enferm edad. D esde el punto de vista chamánico, la energía
personal es básica para la salud en cualquier circunstancia d e la vida.
Si se le quiere sacar el m ayor partido a este libro, hay que procurar
llevar a cabo los ejercicios precisa m en te en e l m ism o orden en que se
presentan y no pasar al sigu ien te hasta haber obtenido los resultados
deseados con e l anterior. Hay personas que pu eden cubrir las distintas
fases en sólo unos días, p ero lo más norm al es que se tarden sem anas o
meses. Lo im portante no es la rapidez, sino la práctica personal con s­
tante. M ientras se sigu e la disciplina en la práctica d e los m étodos que
se han aprendido, uno está en cam ino d e convertirse en chamán. ¿Y en
qué m om en to ya se es cham án? Tal status sólo pu ed e ser conferido p o r
aquéllos a quienes se in ten te ayudar en cuestiones que tien en que v er
con la energía y con la curación. En otras palabras, lo que determ ina la
condición d e chamán es e l éxito reconocido en la práctica d el
chamanismo.
Tendrá Ud. oportunidad de descubrir que, prescindiendo p o r com ­
pleto d el uso d e drogas, Ud. pu ed e alterar su estado d e conciencia y
entrar en la realidad no norm al d el chamanism o siguiendo los m étodos
cham ánicos clásicos. Una vez en e l ECC, pu ed e Ud. con vertirse en
viden te y lleva r a cabo personalm en te e l viaje chamánico con el fin d e
adquirir con ocim ien tos de prim era mano sobre un universo oculto.
Descubrirá tam bién cóm o beneficiarse d e sus viajes en térm inos de
curación y salud, usando antiguos m étodos que prefiguran, a la vez que
sobrepasan, la psicología, la m edicina y la espiritualidad occidentales.
Apre?iderá, además, otros métodos, aparte de los viajes, para conservar
y acrecentar la energía personal.
Los occidentales, al enfrentarse p o r prim era vez con estos ejercicios,
suelen sen tir una cierta inquietud. En todos los casos que y o conozco, sin
em bargo, la ansiedad inicial ha dado un paso a sentim ientos d e descu­
brimiento, excitación positiva y confianza en uno mismo. No es acci-
LA SENDA DEL CHAMÁN
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dental que e l térm ino éxtasis haga referencia tanto al trance cham ánico
o ECC com o a un estado d e gozo desbordante. La experiencia cham anica es d e carácter positivo, segú n se ha venido dem ostrando durante
m iles d e años y com o y o h e podido com probar repetidam en te en m is
sem inarios, cuyos participantes han representado una amplia gam a d e
personalidades.
P uede decirse que el ECC es más segu ro que soñar. En los su eñ os
uno no p u ed e librarse voluntariam ente de experiencias no deseadas o
pesadillas. En un ECC, p o r e l contrario, se entra a voluntad y, dado que
se trata d e un estado de vigilia con scien te , se p u ed e salir de é l con la
m ism a facilidad y regresa r en cualquier m om en to al ENC. A diferen cia
d e las experiencias que se tien en con los alucinógenos, no se da un plazo
d e tiem po prefijado quím icam ente durante el que uno deba hallarse e n
un estado alterado d e conciencia; tam poco existe la posibilidad d e v er se
atrapado en un «m al viaje». Los únicos p eligros dign os d e m en ción q ue
p u ed e acarrear e l cham anism o son, que y o sepa, d e carácter social o
político. Ser un cham án en Europa en tiem pos d e la Inquisición fue, sin
duda alguna, p eligroso; incluso hoy en día, en tre los jíbaros, se p u ed e
correr e l riesgo d e ser tachado d e brujo o cham án «m aléfico», que e s
una v ertien te d el cham anism o que no se enseña en este libro.
Esta presen tación es esencialm en te fen om en ológica . No voy a
explicar con cep tos y prácticas cham ánicos en térm inos d e psicoanálisis
o cualquier otro sistem a teórico occidental m oderno. Las razones últi­
mas d el cham anism o y los m étodos curativos cham ánicos son, d esd e
luego, m uy interesantes y m erecen un estudio afondo, p ero una in vesti­
gación científica encaminada a descubrir los m ecanism os d e fu n cion a ­
m iento d el cham anism o no es necesaria a la hora d e en señ ar e l m étodo,
que es lo que aquí se pretende. En otras palabras, las preguntas que e l
occidental pueda hacerse sobre p o r qué es efectivo e l cham anism o n o
son necesarias para apren der y p o n er en práctica los m étodos.
Intente prescin dir d e todo prejuicio crítico .cuando com ien ce a estu ­
diar las técnicas chamánicas y, sencillam ente, disfrute d e las aventuras
que éstas le brindan. Asimile lo que lea, póngalo en práctica y ob serve a
dónde le conducen sus exploraciones. En los días, sem anas y años
sigu ien tes a la utilización de estos métodos, ya tendrá tiem po d e reflexionar acerca de lo que significan desde un punto d e vista occidental. El
modo más efectivo d e apren der el sisteina d e los cham anes-es m a n e­
26
MICHAEL HARNER
jando los m ism os con ceptos básicos que ellos usan. Por ejem plo, cuando
hablo d e « espíritus » es porque ésa es la expresión que utilizan los
chamanes. Para practicar e l cham anism o resulta innecesario, y a v eces
perjudicial, preocu parse p o r llegar a una com prensión científica de lo
que los « espíritus » representan o d e p o r qué funciona e l chamanismo.
Los libros d e Carlos Castañeda, al m argen de las cuestiones que
hayan suscitado en lo con cern ien te a su grado de novelización, han
brindado un servicio inestim able a la hora de iniciar a los occidentales
en la excitante aventura d el cham anism o y los principios que lo
sustentan.
En las páginas que siguen no voy a resum ir el material recogido p o r
Castañeda ni a establecer equivalencias en tre sus con ceptos y los que
aquí se usan, aunque a m uchos lectores d e sus libros les resultarán
obvios ciertos paralelismos.
Lo que s í querría p o n er d e relieve es que las obras d e Castañeda no
hacen m ucho hincapié en la curación, aunque es una d e las fu nciones
más im portantes d el chamanismo. Quizá ello se debe a que su don Juan
cultiva básicam ente un tipo d e chamanism o gu errero (m ago o encan­
tador).
Mi principal objetivo es o frecer un manual introductorio sobre
m étodos cham ánicos d e curación y preservación de la salud. Aún habría
m ucho que escribir, y quizá lo haga algún día, p ero los puntos esenciales
quedan aquí expuestos para todo aquel que tenga capacidad y ganas de
em p ren d er la senda d el chamán. Los conocim ientos chamánicos, com o
cualesquiera otros, pu ed en usarse para diferentes fines, dependiendo de
com o se utilicen. El m étodo que y o le presen to es el d el sanador,-no el
d el mago, y las prácticas que se describen tienen com o fin la con secu ­
ción d el bienestar y la salud y e l p od er ayudar a los demás.
Para acabar, debo decir, si no resulta ya evidente, que y o tam bién
practico e l cham anism o; no porque entienda desde un ENC por qué
funciona, sino, sim plem en te, porque funciona. Pero no lo crean porque
y o lo digo: e l conocim iento cham ánico verdadero ha d e experimentarse
y no se pu ed e ob ten er d e m í o d e cualquier otro chamán. D espués de
todo, e l cham anism o es, básicamente, una estrategia que p erm ite
aprender p o r uno m ism o y actuar en base a ese aprendizaje. Yo le
ofrezco una parte d e esa estrategia y le doy la bienvenida a la antigua
aventura chamánica.
LA SENDA DEL CHAMÁN
NOTAS
1 E.g., Mandell 1978: 73.
2 Elkin 1945: 66-67; 72-73-
Descubriendo la senda
I
p r im e r t r a b a jo d e c a m p o de cierta duración como antro­
pólogo fue hace más de veinte años, en las laderas del este de
los Andes ecuatorianos entre los indios jíbaros, Untsuri
Shuar. Por aquel entonces los jíbaros eran conocidos por una práctica
casi desaparecida en nuestros días, la reducción de cabezas, y por el
ejercicio intensivo del chamanismo, que aún conservan. Entre 1956 y
1957 conseguí reunir gran cantidad de información sobre su cultura,
pero en lo que concierne al mundo de los chamanes no fui más que un
mero espectador.
Un par de años después el Museo Americano de Historia Natural
me ofreció hacer una expedición a la Amazonia peruana para estudiar,
durante un año, la cultura de los indios conibos de la región del río
Ucayali. Acepté, encantado de tener la oportunidad de investigar más a
fondo las culturas de la selva del Alto Amazonas. Ese trabajo de campo
tuvo lugar en los años 1960 y 1961.
Dos experiencias singulares entre los jíbaros y los conibos me
alentaron a seguir la senda del chamán; me gustaría compartirlas con
Ud. Quizá le descubran algo de ese mundo oculto e increíble que tiene
ante sí aquél que comienza su peregrinaje chamánico.
Llevaba casi un año viviendo en un poblado conibos a orillas de un
lago alimentado por un afluente del Ucayali. Mi investigación antropo­
lógica sobre la cultura conibos iba muy bien, pero cuando intenté
recabar información sobre sus prácticas religiosas no tuve mucho éxito.
La gente era amistosa, pero se mostraba muy reticente a hablar de lo
sobrenatural. Por fin, me dijeron que si de verdad quería aprender,
M
i
30
MICHAEL HARNER
tendría que tomar la bebida sagrada de los chamanes, hecha a base de
ayahuasca , la «planta del alma». Dije que sí con una mezcla de curiosi­
dad e inquietud, pues me advirtieron que la experiencia iba a ser
espantosa.
A la mañana siguiente, mi amigo Tomás, el más venerable anciano
del poblado, fue a la selva a cortar las plantas. Antes de marcharse me
dijo que ayunara: poco desayuno y nada de almorzar. Volvió a medio­
día con hojas y plantas de ayahuasca y cawa como para llenar una olla
de cincuenta litros. Le llevó toda la tarde cocerlo, hasta que sólo quedó
una cuarta parte del líquido negruzco. Lo echó en una botella vieja y lo
dejó enfriar hasta el atardecer, cuando, dijo, lo tomaríamos.
Los indios abozalaron a los perros de la aldea para que no ladrasen.
Me dijeron que los ladridos podían volver loco al que tomara la ayahuasca. Se hizo callar a los niños y el silencio invadió el poblado con la
caída del sol.
Cuando la oscuridad engulló el breve crepúsculo ecuatoriano,
Tomás vertió aproximadamente un tercio de la botella en un cuenco de
calabaza y me lo pasó. Todos los indios observaban. Me sentí como
Sócrates entre sus compatriotas atenienses aceptando la cicuta; recordé
que uno de los nombres que los pueblos de la Amazonia peruana
daban a la ayahuasca era «la pequeña muerte». Me tomé la poción sin
vacilar; tenía un sabor extraño, un poco amargo. Esperé entonces a que
Tomás bebiera, pero dijo que, al final, había decidido no participar.
Me tumbaron en el suelo de bambú bajo el gran techo de paja de la
choza comunal. En la aldea no se oían más que el chirriar de los grillos
y los gritos distantes de un mono aullador, allá en la jungla.
Mientras contemplaba la oscuridad que me rodeaba, aparecieron
difusas líneas de luz. Se hicieron más nítidas, más intrincadas, y estalla­
ron en brillantes colores. Venía un sonido de muy lejos, como de
catarata, cada vez más fuerte hasta Uenarme los oídos.
Unos minutos antes me había sentido decepcionado, convencido
de que la ayahuasca no me iba a hacer ningún efecto. Ahora el sonido
de aquel torrente inundaba mi cerebro. Sentí que se me entumecía la
mandíbula y cómo se me iban paralizando las sienes. Por encima del
mí, aquellas líneas pálidas se hacían más brillantes y, poco a poco, se
entrecruzaron hasta formar un dosel parecido a una vidriera de dibujos
geométricos. De un fuerte tono violeta, no dejaban de extenderse como
LA SENDA DEL CHAMÁN
31
haciendo un tejado que me cubría. Dentro de esta caverna celeste
escuché, cada vez más intenso, el ruido del agua y vi unas figuras
difuminadas que se movían vagamente. A medida que mis ojos se
acostumbraron a aquella penumbra, la escena fue tomando forma:
parecía una barraca de feria, un sobrenatual carnaval de demonios. En
el centro, cual maestro de ceremonias y mirándome a los ojos, había
una enorme cabeza de cocodrilo; enseñaba los dientes y de sus caverno­
sas fauces manaba un amplio torrente de agua. Paulatinamente las
aguas remitieron y con ellas se fue desvaneciendo el dosel, hasta que la
escena se resolvió en una simple dualidad: cielo azul arriba y mar abajo.
Todas aquellas criaturas habían desaparecido.
Desde donde me encontraba, junto a la superficie del agua, empecé
a ver dos extraños barcos meciéndose, flotando en el aire, acercándose
cada vez más. Se fundieron en una sola nave con una enorme proa de
cabeza de dragón, muy semejante a la de un barco vikingo. En medio
tenía una vela cuadrada. Poco a poco, mientras la nave se balanceaba
suavemente allá arriba, oí un rítmico chapoteo y vi que se trataba de un
gigantesco galeón con cientos y cientos de remos que se movían al
unísono.
Escuché entonces el más bello cántico que había oído en mi vida,
agudo y etéreo, que emanaba de miles de gargantas a bordo del galeón.
Me fijé en la cubierta y vi una multitud de seres con cabeza de arren­
dajo y cuerpo de hombre, parecidos a los dioses ornitocéfalos de los
frescos funerarios del antiguo Egipto. En ese momento una especie de
energía o fluido elemental comenzó a brotar de mi pecho hacia la nave.
Aunque era un ateo convencido, tuve la certeza de que me estaba
muriendo y que aquella gente con cabeza de pájaro había venido para
llevarse mi espíritu en aquel barco. A medida que el alma se me
escapaba por el pecho empecé a notar que se me entumecían los brazos
y las piernas. Parecía que mi cuerpo se estaba cuajando como el
cemento. No podía moverme ni hablar. Cuando aquella sensación de
parálisis me llegó al pecho, al corazón, intenté pedir auxilio a los indios
para que me dieran un antídoto. Pero no pude articular palabra. Noté
el cuerpo rígido como una piedra y tuve que hacer un tremendo
esfuerzo para que mi corazón siguiera latiendo. Empecé a llamarle
«amigo mío», «querido amigo», a hablarle, a animarle a latir con las
fuerzas que me quedaban. Entonces fui consciente de la presencia de
32
MICHAEL HARNER
mi cerebro. Sentí —físicamente— que se había compartimentado en
cuatro niveles distintos y separados. El superior, consciente del estado
de mi cuerpo, observaba y ordenaba, y se ocupaba de que el corazón me
siguiera latiendo; percibía, aunque sin tomar parte alguna en ellas, las
visiones que emanaban de lo que parecía ser la parte inferior de mi
cerebro. Inmediatamente por debajo de ese nivel había un estrato
paralizado, como si hubiera dejado de funcionar por efecto de la droga;
simplemente, no existía. El siguiente nivel era la fuente de mis visio­
nes, incluida la nave.
Ahora estaba completamente seguro de que iba a morir. Intenté
aceptar mi destino y entonces una parte aún más baja de mi mente
comenzó a transmitir más visiones e información. Me «dijeron» que
este nuevo material me estaba siendo revelado porque iba a morir y,
por tanto, estaba «a salvo» para recibirlo. Eran secretos reservados a
los moribundos y los muertos, según me comunicaron. Apenas podía
distinguir a quienes me transmitían tales pensamientos: enormes cria­
turas con aspecto de reptil agazapadas en las regiones más remotas de
mi cerebro, donde acababa la espina dorsal. Los entreveía en aquellas
oscuras, tenebrosas profundidades. Entonces proyectaron una escena
visual ante mí. Primero me mostraron la Tierra tal y como fue hace
millones de años, antes de que hubiera vida en ella. Vi un océano, tierra
yerma y un cielo azul y brillante. Del cielo cayeron entonces cientos de
partículas negras que aterrizaron ante mí, sobre el yermo. Vi que eran
unos seres gigantescos, negros y relucientes, con carnosas alas de perodáctilo y rechonchos cuerpos de ballena. No podía verles la cabeza. Se
dejaban caer como fardos, exhaustos por el viaje. Me explicaron, en
una especie de lenguaje telepático, que venían del espacio exterior y
habían llegado a la Tierra escapando de su enemigo.
Me mostraron luego cómo habían creado vida en el planeta para
enmascararse bajo múltiples formas y ocultar así su presencia. Ante
mis ojos se desarrolló, a escala y con una realismo imposible de descri­
bir, el esplendor de la creación y especialización de animales y plantas,
cientos de millones de años de actividad. Supe que aquellos seres
draconianos estaban en toda forma de vida, incluyendo al hombre*.
*
Ahora podría compararlos al ADN. Por aquel entonces (1961), sin embargo, yo no
sabía nada sobre tal tema.
LA SENDA DEL CHAMÁN
33
Eran, me dijeron, los verdaderos señores de la Humanidad y de todo el
planeta; los humanos no éramos sino meros receptáculos y servidores
de aquellas criaturas. Esa era la razón por la que podían hablarme
desde dentro de mi propio ser.
Estas revelaciones, que brotaban desde lo más recóndito de mi
mente, alternaban con visiones del galeón, que casi había completado
su tarea de trasladar mi espíritu a bordo; con su tripulación de
hombres-pájaro, empezaba a alejarse, arrastrando tras de sí mi fuerza
vital mientras enfilaba un gran fiordo flanqueado de colinas peladas y
romas. Me di cuenta de que sólo me quedaban unos momentos de vida,
pero, qué curioso, no tenía miedo de aquella gente; si iban a proteger
mi alma, que se la llevaran. Lo que sí temía es que mi espíritu, en vez
de permanecer a flote, pudiera, de algún modo que ignoraba pero que
temía, ser alcanzado y utilizado por aquellos monstruos que habitaban
el abismo.
De pronto fui consciente de mi humanidad, que me distinguía de
los reptiles, nuestros ancestros, y luché por alejarme de ellos, a los que
ya empezaba a ver como seres cada vez más ajenos y, no había duda,
malignos. Cada latido me suponía un esfuerzo indescriptible. Recurrí a
los humanos en busca de ayuda. En un último intento conseguí mur­
murar una sola palabra, dirigida a los indios: «¡Medicina!». Vi cómo se
apresuraban a preparar un antídoto y supe que no llegarían a tiempo.
Necesitaba de alguien que pudiera vencer a los dragones y traté deses­
peradamente de convocar a algún ser poderoso que me defendiera de
aquellos reptiles. Apareció uno ante mí y en ese mismo momento los
indios me abrieron la boca y me hicieron tragar el antídoto. Los
dragones fueron desapareciendo, hundiéndose en el abismo; ya no
había barco ni fiordo. Me sentí tranquilo y aliviado.
El antídoto me procuró un gran bienestar, pero no consiguió que
desaparecieran del todo las visiones, más superficiales ahora. Podía
controlarlas e incluso disfrutar de ellas: Hice fabulosos viajes por luga­
res remotos; llegué incluso más allá de la galaxia; podía crear edificios
de ensueño y obligar a los burlones diablillos a que pusieran en práctica
mis fantasías. A menudo me sorprendí a mí mismo riendo a carcajadas
al ver cuán incongruentes eran mis aventuras. Por fin, me dormí.
Me despertó el sol, que se filtraba por el tejado de paja. Me quedé
tumbado escuchando aquellos sonidos cotidianos del amanecer: los
34
MICHAEL HARNER
indios charlando, el llanto de los niños, el cacareo de los gallos. Me
sorprendió descubrir que me encontraba bien, descansado y en paz.
Mientras contemplaba el hermoso trenzado del techo me volvieron a
la mente los recuerdos de la noche anterior. Me esforcé en no recordar
más hasta haber cogido una grabadora que tenía en la mochila. Mien­
tras la buscaba, los indios me saludaron, sonrientes. Una anciana, la
mujer de Tomás, me ofreció un cuenco de pescado y sopa de plátano
para desayunar. ¡Qué bien sabía aquello! Me dispuse luego a grabar mis
experiencias antes de que se me olvidara algún detalle. No me resultó
difícil recordarlo todo, excepto una parte del trance que no conseguía
hacer volver a mi memoria. No había más que un espacio en blanco,
como cuando se borra una cinta. Estuve horas intentando acordarme
de qué había pasado y al fin lo conseguí; resultó ser la revelación de los
dragones, incluyendo lo que me habían dicho sobre su papel en la
evolución de la vida en el planeta y su dominación de la materia
viviente y del hombre. Descubrir aquello me emocionó sobremanera, y
no pude por menos que pensar en que, en teoría, no podía rememorar
tales cosas.
Llegué incluso a temer por mi propia seguridad, pues ahora poseía
un secreto que, según aquellos seres, sólo les estaba destinado a los
moribundos. Decidí compartirlo con otros de manera que saliera de mí
y así mi vida no corriese ningún peligro. Instalé el motor fueraborda en
una canoa y me puse en camino de la misión evangelista americana.
Llegué hacia el mediodía.
Bob y M illie1, la pareja que estaba al frente de la misión, eran
hospitalarios, compasivos y con gran sentido del humor, mucho más
simpáticos que la mayoría de los evangelistas que llegaban de los
Estados Unidos. Los conté mi historia. Cuando les describí el reptil de
cuya boca manaba agua se miraron, alcanzaron la Biblia y me leyeron el
siguiente versículo del capítulo 12 del Apocalipsis:
«Y la serpiente arrojó de su boca como un río de agua...»
Me explicaron que, en la Biblia, la palabra «serpiente» era sinó­
nimo de «dragón» y «Satanás». Seguí con mi relato y cuando mencioné
que los dragones procedían de- algún lugar lejos de la Tierra y que
habían llegado aquí para esconderse de sus perseguidores, Bob y Millie
LA SENDA DEL CHAMÁN
35
empezaron a ponerse nerviosos. Me leyeron entonces unas cuantas
líneas del mismo pasaje del Apocalipsis:
«Y hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles peleaban
con el dragón, y peleó el dragón y sus ángeles y no pudieron triunfar y
perdieron su lugar en el cielo. Y fue arrojado el gran dragón, la antigua
serpiente, llamada Diablo y Satanás, que extravía al universo todo. Fue
precipitado en la Tierra, y sus ángeles con él».
Escuché aquello con sorpresa y asombro. Por su parte, los misio­
neros parecían admirados de que un antropólogo ateo, tomando el
brebaje de los «médicos brujos», hubiera podido llegar a las mismas
santas verdades reveladas en el libro del Apocalipsis. Cuando acabé mi
narración me sentí aliviado por haber compartido lo que sabía, pero
estaba exhausto. Me quedé dormido en la cama de los misioneros
mientras ellos seguían comentando lo que acababan de escuchar.
Por la tarde, en el viaje de vuelta al poblado, la cabeza empezó a
latirme al ritmo trepidante del motor; creí volverme loco. Tuve que
taparme los oídos para alejar aquella sensación. Dormí bien, pero al
día siguiente tenía la cabeza pesada.
Me apremiaba el deseo de recabar la opinión del más experto
conocedor de lo sobrenatural entre los indios, un chamán ciego que
había viajado con frecuencia al mundo espiritual con la ayuda de la
ayahuasca. Me parecía lógico que mi guía en el mundo de las tinieblas
fuera un ciego.
Fui a su choza con el cuaderno de notas y le relaté mi experiencia
punto por punto. Al principio sólo le contaba los momentos culminan­
tes; así, cuando llegué a los dragones, me salté lo de su llegada y dije:
«Eran unos enormes animales negros, como murciélagos gigantes,
más grandes que esta cabaña, y me dijeron que eran los verdaderos
amos del mundo». En conibo no hay una palabra que signifique «dra­
gón», así que «murciélago gigante» era la expresión más apropiada
para describir lo que había visto.
Me miró con sus ojos ciegos y esbozó una sonrisa: «Siempre dicen
lo mismo. Pero no son más que los Señores de las Tinieblas
Exteriores».
Como sin darle importancia al gesto, alzó una mano al cielo y sentí
36
MICHAEL HARNER
un escalofrío en la espalda, pues aún no le había dicho que, en mi
trance, los había visto venir del espacio.
Me dejó pasmado. Mi experiencia le resultaba familiar a aquel
chamán ciego y descalzo; sabía de todo aquello por sus propios viajes al
mundo oculto en el que yo me había aventurado. En aquel momento
decidí aprender todo lo que pudiera sobre chamanismo. Y había algo
más que me animaba en la búsqueda. Tras relatar mis vivencias, aquel
hombre me dijo que no sabía de otro que hubiera llegado tan lejos y
visto tantas cosas en su primer viaje con la ayahuasca.
«No hay duda de que puedes llegar a ser un maestro chamán», dijo.
Así es como empecé a estudiar el chamanismo en serio. De los
conibos aprendí lo referente al Mundo Inferior y la recuperación del
espíritu, métodos que describiré más adelante. En 1961 regresé a los
Estados Unidos, pero volví a Sudamérica tres años después para pasar
una temporada con los jíbaros, con quienes ya había convivido en 1956
y 1957. Esta vez mi tarea no sólo consistía en estudios antropológicos,
sino en tener un conocimiento de primera mano sobre el chamanismo
tal y como lo practicaban los jíbaros. Lo que quería, por tanto, era ir a la
zona noroeste de la región jíbara, donde, según se decía, vivían los
chamanes más expertos.
Primero fui a Quito, Ecuador, en un trimotor Junkers. Aterricé en
un aeródromo al pie de los Andes, junto al río Pastaza. Desde allí un
monoplano me llevó a Macas, antiguo asentamiento blanco en pleno
corazón de la región jíbara.
Macas era un pueblo curioso. Lo había fundado en 1599 un puñado
de españoles que habían sobrevivido a las matanzas llevadas a cabo por
los indios en la legendaria Sevilla del Oro, y, durante siglos, fue quizá la
comunidad más aislada del mundo occidental. Antes de que se constru­
yera la pista de aterrizaje en 1940 su única conexión con el exterior
había sido un sendero resbaladizo que cruzaba los Andes, ocho días
cuesta arriba hasta alcanzar la ciudad de Riobamba. Tal aislamiento
había moldeado una comunidad blanca sin parangón en el mundo.
Incluso en el siglo XX los hombres cazaban con cerbatana, vestían a lo
indio y declaraban con orgullo que eran descendientes directos de los
conquistadores.
También tenían sus propias leyendas y sus mitos. Contaban, por
LA SENDA DEL CHAMÁN
37
ejemplo, que habían tardado casi un siglo en encontrar otro camino a
través de los Andes tras la masacre y posterior huida de Sevilla del Oro.
El hombre que lo había conseguido aún era recordado en los cuentos e
historias infantiles. Y también se hablaba de un caballo fantasma que,
con todos sus arreos y gran estrépito, cabalgaba cada noche por las
calles del pueblo mientras sus habitantes se agazapaban aterrados en
las chozas de palma. Aquellas incursiones acabaron en 1924, coinci­
diendo con al asentamiento permanente de los misioneros católicos.
Por cierto que, en aquel entonces, aún no había caballos en Macas; el
primero, un potrillo, lo trajeron a hombros desde Riobamba en 1928,
casi tres siglos y medio después de que se fundara la comunidad.
Sobre el pueblo, coronando la cordillera oriental de los Andes, se
alzaba el Sangay, un gran volcán en actividad, con la cima nevada, que
escupía humo durante el día y resplandecía de noche. A los macabeos
les gustaba decir que aquel resplandor lo producía el tesoro de los Incas,
que, al parecer, estaba enterrado en las faldas del Sangay.
Mi primer día en Macas transcurrió sin novedad. El guía, un
muchacho jíbaro, me recibió en el aeródromo y la gente se mostró
hospitalaria y generosa. La comida no escaseaba y había mucha carne.
Como no había modo de transportar el ganado por los Andes, tenían
que consumirlo allí mismo y todos los días había matanza. Me ofrecie­
ron también un té nativo, la guayusa, que los macabeos tomaban a
todas horas en lugar del café. Aquel té producía una cierta sensación de
euforia, y todo el mundo allí se pasaba el día ligeramente borracho. El
hábito que crea la guayusa es tal que cuando se le ofrece a un forastero,
se le suele decir que volverá muchas veces a la selva ecuatoriana.
Cuando me retiré a dormir aquella noche me envolvió una luz
brillante y rojiza. Tuve una visión de lo más curioso: curvas que se
entrelazaban, separaban y enroscaban formando preciosos dibujos;
luego vi unas caras de demonio, pequeñas y rojas, que hacían guiños y
muecas y se esfumaban para volver a aparecer. Me dio la sensación de
estat contemplando a los habitantes espirituales de Macas.
De repente hubo una explosión y una sacudida y estuve a punto de
caerme del camastro. Los perros de la aldea comenzaron a ladrar,
frenéticos. Mis visiones se desvanecieron. La gente gritaba. Se trataba
de un terremoto; el Sangay iluminaba el cielo nocturno con sus fuegos
de artificio. Pensé, no con mucha lógica desde luego, que la erupción
38
MICHAEL HARNER
del volcán era obra de aquellos demonios, que me daban así la bienve­
nida y me recordaban que su existencia no era un sueño. Me reí ante lo
absurdo de tal pensamiento. A la mañana siguiente, el misionero
católico me enseñaría su colección privada de fragmentos prehistóri­
cos, recogidos en los alrededores. Estaban decorados con trazos rojos,
casi idénticos a los que yo había visto la noche anterior.
Un día después, muy temprano, emprendí viaje al norte con el guía
jíbaro. Cruzamos el río Upano en piragua y continuamos a pie el resto
del camino. Al atardecer, ya exhaustos, llegamos a nuestro punto de
destino: la cabaña, oculta en la espesura, de Akachu, un famoso cha­
mán. Aquella tarde no tomamos guayusa. En su lugar, nos ofrecieron
cuencos y más cuencos de cerveza de mandioca, muy refrescante, de
carne de mono, y unas larvas crudas que no dejaban de retorcerse pero
que tenían un agradable sabor a queso. Cansado pero contento de
verme de nuevo entre chamanes, me quedé profundamente dormido
en el lecho de bambú.
Por la mañana Akachu y yo nos sentamos con mucha ceremonia
uno frente a otro, en escabeles de madera, mientras sus esposas nos
traían cerveza caliente. Akachu llevaba el pelo largo y negro recogido
en una coleta que sujetaba con una cinta roja y blanca que acababa en
una borla. Tenía algunas canas; calculé que debía andar por los sesenta.
«He venido», dije, «para hacerme con espíritus ayudantes, tsentsak».
Me miró muy serio sin decir una palabra; luego sus facciones se
relajaron un poco.
«Buen rifle ese», dijo, señalando con la barbilla el Winchester que
yo llevaba para cazar.
Estaba claro a qué se refería; entre los jíbaros el pago por iniciarse
en el chamanismo era, como poco, una escopeta de esas que se carga­
ban por la boca. El Winchester, de cartuchos, era muchísimo más
potente que cualquier escopeta y, por tanto, de más valor.
«Por adquirir conocimientos y los espíritus ayudantes te daré el
rifle y mis dos cajas de cartuchos», le dije.
Akachu aceptó y alargó el brazo como reclamando el Winchester;
lo cogí y se lo di. Lo sopesó y se lo acercó a la cara; apuntó. Entonces,
sin más miramientos, se lo puso sobre las rodillas.
«Primero has de bañarte en la catarata», dijo. «Luego ya veremos».
LA SENDA DEL CHAMÁN
39
Le dije que estaba dispuesto a hacer todo lo que me pidiera.
«Tú no eres un shuar , un indio», dijo Akachu. «No sé si consegui­
rás pasar las pruebas. Pero yo te ayudaré».
Señaló con la barbilla en dirección a los Andes, al oeste. «Pronto
nos pondremos en camino hacia la catarata».
Cinco días más tarde, Akachu, su yerno Tsangu y yo emprendimos
nuestro peregrinaje hacia la catarata sagrada. El guía, una vez term i­
nada su misión, había vuelto a casa.
El primer día seguimos un sendero junto al río, que serpenteaba
por el valle. Mis compañeros andaban a buen paso y me sentí aliviado
cuando, al caer la tarde, hicimos un alto junto a unos rápidos. Akachu y
Tsangu construyeron un entoldado de palma e hicieron unas camas
con hojas. Dormí sin sobresaltos, al abrigo del fuego que habían encen­
dido a la entrada del refugio.
El segundo día el camino fue todo cuesta arriba por la* jungla
envuelta en neblina. Allí el sendero se perdía y la ascensión se hacía
más difícil; paramos en un cañaveral a cortar unos palos que hicieran
las veces de bastones en que apoyarnos. Akachu se fue y volvió con un
palo de madera de balsa. Mientras descansábamos, le hizo con el
cuchillo unos sencillos dibujos geométricos y me lo dio.
«Este es tu bastón mágico», me dijo. «Te protegerá de los malos
espíritus. Si te topas con alguno, tíraselo. Es mucho mejor que una
escopeta».
Cogí el palo. No pesaba nada y la verdad es que no habría servido
de mucho para defenderme de algo «material». Pensé entonces que
éramos como niños, viviendo una aventura de mentirijillas. Pero aque­
llos hombres eran guerreros, siempre enzarzados en luchas a vida o
muerte con sus enemigos. ¿Acaso no dependía su supervivencia de un
contacto directo con la realidad?
A medida que avanzábamos, el camino se hacía más empinado y
resbaladizo. En aquel fango parecía que anduviéramos un paso y retro­
cediéramos dos. Teníamos que parar con frecuencia para recuperar las
fuerzas y tomarnos un trago del agua mezclada con cerveza de man­
dioca que llevábamos en la cantimplora; de vez en cuando, mis compa­
ñeros mordisqueaban un trozo de carne ahumada que llevaban en sus
morrales de piel de mono; a mí me habían prohibido tomar alimentos
sólidos.
40
MICHAEL HARNER
«Tienes que sufrir», me explicó Tsangu, «para que los abuelos se
apiaden de ti. Si no, el antiguo espíritu no aparecerá».
Aquella noche, bajo el colgadizo de palma que mis compañeros
habían construido en lo alto de una loma fría y húmeda, no pegué ojo.
Poco antes del alba empezó a llover. Estábamos empapados y tem­
blando de frío así que levantamos el campamento y seguimos casi a
tientas. La lluvia se hizo más densa. Empezaron a oírse truenos; los
relámpagos lo iluminaban todo con su resplandor fugaz. Los rayos
caían ya cerca de nosotros y tuvimos que echar a correr montaña abajo.
En aquella penumbra del amanecer casi no podía ver a los otros, que
estaban acostumbrados a un paso más rápido. Incluso en circunstancias
normales, los indios podían andar siete u ocho kilómetros por hora.
Ahora parecían diez.
Acabé por perderlos de vista; quizá pensaban que podía seguirles.
Seguramente estarían esperándome más adelante, así que continué,
empapado, sin fuerzas y medio muerto de hambre, aterrado de pensar
que podía perderme para siempre en aquella selva deshabitada e
inmensa. Pasaron una, dos, tres horas y no había rastros de ellos. Dejó
de llover y la luz se hizo más intensa. Busqué ramas rotas, algún indicio
de que hubieran pasado por allí. Nada.
Me senté en un tronco, intentando situarme. Con toda la potencia
de mis pulmones di un grito, una llamada especial de los indios que se
oye a cientos de metros de distancia. Grité dos veces más, pero no hubo
respuesta. Me hallaba al borde del pánico. No podía ni cazar, pues no
llevaba rifle; no sabía a donde ir. Los únicos seres humanos que había
en aquella jungla eran mis compañeros ausentes.
Recordé que habíamos caminado siempre hacia el oeste, pero las
copas de los árboles me impedían ver la dirección del sol. Había tantos
senderos y bifurcaciones que no sabía cuál elegir. Escogí uno al azar,
caminando con mucho cuidado, partiendo ramas cada pocos metros
para guiar a mis compañeros en caso de que me buscaran por allí. De
vez en cuando lanzaba el grito de llamada, pero nadie constestaba.
Llené la cantimplora en un riachuelo y me senté a descansar, sudando
por los cuatro costados. Docenas de mariposas revoloteaban a mi
alrededor y se me posaban en la cabeza, hombros y brazos; chupaban el
sudor y luego orinaban en él. Me levanté y seguí, apoyándome en el
bastón. Oscurecía. Corté con el puñal unas hojas de palma e improvisé
LA SENDA DEL CHAMÁN
41
una cabaña. Estaba agotado; tomé un poco de cerveza y, cubriéndome
con hojas, me eché a dormir.
La luz difusa que se filtraba a través del dosel de hojas me despertó.
Un estampido sordo taladró aquella verde quietud. Me cogió tan de
sorpresa que no pude distinguir de qué dirección venía. Escuché atenta­
mente; al cabo de unos quince minutos lo volví a oír, esta vez a mi
izquierda. No había duda, era un rifle. Me levanté de un salto y eché a
correr hacia el lugar del que procedían los tiros. Bajé por una pen­
diente, tropezando a cada paso, resbalándome. Otro estallido, a la
derecha ahora. Cambié de rumbo y pronto me vi al borde de un
escarpado cañón, por el que descendí agarrándome a las ramas para no
perder pie. Oí un retumbar lejano y constante, como un tren de mer­
cancías. De repente fui a parar a la orilla de un río; unos cientos de
metros río arriba una imponente catarata se precipitaba sobre el acan­
tilado de roca desnuda. Y cerca de la base estaban mis compañeros. En
aquel momento eran los mejores amigos que tenía en el mundo.
Tuve que trepar a gatas por los inmensos cantos rodados y vadear
los trechos de agua entre bancal y bancal. Según me iba acercando
sentía en la cara y los brazos la refrescante espuma que el viento traía
de la catarata. Tardé casi un cuarto de hora en llegar hasta donde
estaban Akachu y Tsangu, ante quienes me desplomé, rendido.
«Creíamos que te había llevado un demonio», dijo Akachu con
sorna.
Le devolví la sonrisa y acepté con alivio la cantimplora de cerveza
que me alargaba.
«Estás cansado», dijo. «Eso es bueno; así los abuelos se apiadarán
de ti. Y ahora, tienes que bañarte».
Señaló mi bastón. «Cógelo y ven conmigo».
Me llevó, saltando por las rocas, hasta el borde del pozo que
formaba la cascada y nos acercamos a la boca; las gotas de espuma nos
acribillaban la piel como diminutos alfileres. Akachu me cogió de la
mano y se dispuso a atravesar aquella masa de agua que nos caía
encima como si fuera sólida y casi nos arrastraba. Me ayudé del bastón
con una mano mientras con la otra me agarraba fuerte a Akachu.
Parecía imposible dar un paso más cuando, de pronto, nos encon­
tramos en el interior de una caverna oscura, bajo la cascada. Era como
una cueva encantada; la luz se filtraba a través de la inmensa cortina de
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MICHAEL HARNER
agua que nos aislaba del resto del mundo. Su incesante fragor era aún
más fuerte que aquél de mi primera visión, años atrás. Parecía penetrar
todo mi ser. Habíamos perdido todo contacto con el exterior, rodeados
por los elementos, agua y tierra.
«La Casa de los Abuelos», me gritó Akachu. Señaló mi bastón; ya
me había dicho antes de entrar lo que tenía que hacer. Empecé a
caminar de aquí para allá por aquella increíble estancia, poniendo el
bastón ante mí a cada paso que daba. Siguiendo las instrucciones de
Akachu, no dejaba de gritar «¡tau, tau, tau!», con el fin de llamar la
atención de los abuelos. Estaba tiritando de pies a cabeza, pues el agua
de la cascada venía de los lagos glaciales de las cumbres andinas. Seguí
caminando, entre gritos y escalofríos. Akachu iba a mi lado, pero él no
llevaba bastón.
Poco a poco una extraña calma invadió mi mente. Ya no sentía el
frío, el hambre ni el cansancio. El ruido de la cascada se alejaba hasta
convertirse en un sedante murmullo. Sentí que aquél era mi sitio, que
estaba en casa. La pared de agua brillaba con suaves irisaciones; era un
torrente hecho de miríadas de prismas líquidos. Verlos caer me hacía
sentir que flotaba, como si ellos estuvieran quietos y fuera yo el que se
moviera. ¡Volar por dentro de una montaña! Me hizo gracia lo absurdo
que era el mundo.
Al cabo de un rato Akachu me tocó el hombro y me detuve. Me
cogió de la mano y me sacó de la montaña mágica, de vuelta al exterior,
donde nos esperaba Tsangu. Sentí dejar aquel lugar sagrado.
Cuando nos reunimos con Tsangu en el bancal nos pusimos en
camino. íbamos en fila india, aferrándonos a las ramas que cubrían el
sendero para no resbalarnos; el suelo era puro fango. Estuvimos cami­
nando durante una hora; la espuma de la cascada, azotada por el
viento, nos empapaba. A punto de caer la noche, alcanzamos la cima
de una loma desde donde se precipitaba la catarata. Descansamos unos
minutos para reemprender viaje cruzando el altiplano. Al principio la
vegetación era tan espesa que apenas sí podíamos avanzar, pero no
habíamos recorrido mucho trecho cuando nos vimos enfilando un
corredor de enormes árboles. Al poco, Tsangu se detuvo y empezó a
cortar ramas para construir el colgadizo.
Akachu cogió un palo al que hizo dos cortes por un extremo, en
forma de V. Clavó el palo, por el otro extremo, en la tierra. Introdujo
LA SENDA DEL CHAMÁN
43
en los cortes dos pequeñas ramas que, con la presión, acabaron por
abrir el palo en cuatro. Sobre aquel improvisado soporte colocó un
cuenco de calabaza —del tamaño de un puño— que llevaba en su bolsa
de piel de mono. Sacó luego un manojo de tallitos verdes de maikua
(una datura de la especie Brugmansia) que había recogido antes de
emprender aquel viaje. Los fue pelando uno por uno sobre el cuenco,
que estaba casi lleno cuando terminó la operación. Akachu metió la
mano en la olla y cogió las virutas, que exprimió; cuando hubo sacado
todo el jugo verdoso que contenían, las tiró.
«Ahora lo pondremos al fresco», dijo. «Te lo tomarás al anochecer.
Sólo beberás tú, pues nosotros tenemos que velar por ti. No nos
apartaremos de tu lado un momento, así que no temas nada».
«Lo más importante», añadió Tsangu, «es que no tengas miedo. Si
ves algo que te asuste, no debes huir. Tienes que acercarte y tocarlo.»
Empecé a sentir que me invadía el pánico. Aquellas palabras no me
tranquilizaban, precisamente, y además había oído que la maikua podía
producir locura permanente e incluso la muerte. Los jíbaros contaban
casos de gente que, bajo los efectos de la planta, se había trastornado de
tal manera que había salido corriendo por la jungla sin saber a dónde
iba y había caído por un despeñadero o se había ahogado. Por eso
nunca se tomaba la maikua sin que hubiera alguien que te vigilara de
cerca2.
«¿Me sujetaréis fuerte?», pregunté.
«Pues claro que sí, hermano», dijo Akachu.
Era la primera vez que me dirigía tal apelativo y me calmé un
poco. Pero mientras esperaba a que oscureciera, no pude evitar que el
miedo, junto a una creciente curiosidad, se apoderara de mí.
Aquella noche no encendieron el fuego; la penumbra nos sorpren­
dió uno junto a otro con el oído atento al silencio de la selva y el
apagado murmullo de la catarata. Por fin, llegó el momento.
Akachu me dio el cuenco. Me lo acerqué a los labios y bebí. Sabía
un poco mal, como a tomates verdes. Sentí un entumecimiento y pensé
en aquel otro brebaje que tomé con los conibo hacía ya tres años y que
me había hecho venir hasta aquí. ¿Merecía la pena correr tales peligros
en pos de la sabiduría chamánica?
En pocos minutos todo pensamiento lógico desapareció de mi
mente para dar paso a una indescriptible sensación de terror. ¡Mis
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MICHAEL HARNER
compañeros iban a matarme! ¡Tengo que escapar! Traté de levan­
tarme, pero se me echaron encima. Tres, cuatro, infinidad de salvajes
me atacaban y conseguían acorralarme, reducirme, someterme. Veía
sus caras, sus muecas espantosas de malicia. Luego, la oscuridad.
Me despertó un relámpago, seguido de un trueno. La tierra tem­
blaba. Me levanté, horrorizado, y un viento huracanado me volvió a
tirar al suelo. Conseguí ponerme de nuevo en pie. La lluvia me acribi­
llaba y el viento me desgarraba la ropa. Restallaban los rayos y el
fragor de los truenos no cesaba. Me agarré fuerte a un arbusto para no
caer. Los indios habían desaparecido.
De repente, a unos cientos de metros, vi una masa luminosa que se
me acercaba flotando entre los árboles. Me quedé petrificado contem­
plando aquella cosa que se retorcía y se hacía cada vez más grande. Era
un reptil gigantesco; su cuerpo, tornasolado, lanzaba mil destellos de
verde, rojo y púrpura. Me miraba y sonreía de un modo extraño y
burlón.
Eché a correr y entonces me acordé del bastón. Lo busqué pero no
di con él. La serpiente se cernía sobre mí a escasos metros, enroscán­
dose y desenroscándose. Se dividió en dos. ¡Venían a por mí! Volvieron
a fundirse en una sola. A unos pasos vi un palo de unos treinta
centímetros. En un último intento desesperado, lo cogí y me abalancé
contra el monstruo. Un alarido ensordecedor llenó el aire y el bosque
quedó vacío de repente. El monstruo ya no estaba. Sólo había silencio y
calma.
Perdí el conocimiento.
Cuando desperté era mediodía. Akachu y Tsangu estaban en cucli­
llas junto a la hoguera; comían y charlaban en voz baja. Me dolía la
cabeza y tenía hambre; por lo demás, me encontraba bien. Al incorpo­
rarme, los indios se acercaron. Akachu me ofreció cerveza caliente y un
trozo de carne seca de mono. La comida me supo a gloria, pero yo
estaba ansioso de compartir mis experiencias con mis compañeros.
«Creí que ibais a matarme anoche», dije. «Entonces desaparecisteis
y hubo unos relámpagos espantosos...»
Akachu me interrumpió. «No debes contar a nadie, ni siquiera a
nosotros, lo que has visto, pues, si lo hicieras, tus sufrimientos habrían
sido en vano. Algún día —sabrás cuál cuando ese día llegue— podras
hablar, pero ahora no. Come, que en seguida volveremos a casa.»
LA SENDA DEL CHAMÁN
45
Una vez de regreso, y bajo la guía de Akachu, comencé a hacerme
con los tsentsak (dardos mágicos) esenciales a las tareas chamánicas. Se
cree que los tsentsak , o espíritus ayudantes, son los causantes de la
enfermedad a la vez que el remedio para curarla. Son invisibles para el
no-chamán; incluso los chamanes sólo pueden verlos en un estado
alterado de conciencia3.
Los chamanes «malos» o hechiceros hacen que estos espíritus se
introduzcan en el cuerpo de sus víctimas para que caigan enfermas o
mueran. Los buenos chamanes, los que curan, usan sus tsentsak para
que les ayuden a extraer, chupándolos, los espíritus que han hecho
enfermar a los miembros de la tribu. Los espíritus ayudantes forman
también un escudo que, junto con el poder del espíritu guardián del
chamán, le protegen de cualquier ataque.
Un chamán que empieza recoge toda clase de insectos, plantas y
otros objetos, que serán sus espíritus ayudantes. Cualquier cosa, inclu­
yendo gusanos y otros insectos vivos, puede convertirse en tsentsak
con tal de que sea lo bastante pequeña como para que el chamán pueda
introducírsela en la boca. Diferentes tipos de tsentsak se usan para
infligir o curar grados diferentes de enfermedad. Cuanto más amplia
sea la variedad de estos objetos, mayores serán las habilidades del
chamán como médico.
Todo tsentsak consta de un aspecto normal y un aspecto nonormal El aspecto normal del dardo mágico es el de un objeto material
corriente, según se ve sin beber ayahuasca. Pero el aspecto no-normal,
«verdadero» del tsentsak le es revelado al chamán cuando toma esta
planta; entonces los dardos mágicos aparecen como espíritus ayudan­
tes en sus formas ocultas: mariposas gigantes, jaguares, serpientes,
pájaros y monos, que, de una manera activa, ayudan al chamán en sus
tareas.
Cuando el chamán acude a ver a un paciente, lo primero, que hace
es un diagnóstico. Bebe ayahuasca , agua de tabaco verde y, a veces, el
jugo de una planta llamada pirípirt, en los momentos que preceden al
anochecer. Las sustancias alucinógenas le permiten ver a través del
cuerpo del paciente como si fuera de cristal. Si ha sido la brujería la que
ha producido la enfermedad, el chamán verá claramente el ser (nonormal) extraño que se ha introducido en el cuerpo del enfermo y
46
MICHAEL HARNER
decidirá qué espíritu ayudante es el apropiado para extraer aquel ser
mediante succión. El chamán extrae los dardos mágicos por la noche,
en un rincón oscuro de la casa, pues sólo en la oscuridad puede percibir
la realidad no-normal. A la caída del sol alerta a sus tsentsak silbando la
melodía de su canto de poder; unos quince minutos después, comienza
a cantar. Una vez preparado para succionar, el chamán se coloca en la
boca (uno junto a los dientes, el otro más atrás) dos tsentsak, del
mismo tipo que los que ha visto en el cuerpo del paciente. Están
presentes en sus dos aspectos, material y no-material, para apoderarse
del aspecto no-normal del dardo mágico que el chamán extrae del
paciente. El tsentsak más cercano a los labios del chamán tiene como
misión el absorber la esencia extraída. Si, por cualquier motivo, esta
esencia no-normal no llega a ser absorbida, el segundo espíritu ayu­
dante bloquea la garganta del chamán de manera que el agente
maligno no entre en su cuerpo y le dañe. Así, atrapada en la boca, la
esencia se incorpora a la sustancia material de uno de los tsentsak del
chamán, que lo «vomita» y lo enseña al paciente y los familiares de
éste, diciendo: «Ya lo he sacado. Aquí está».
Los no-chamanes pueden creer que ha sido el objeto material
mismo lo que el chamán ha extraído; éste no les desilusionará diciéndoles lo contrario. Y no les estará engañando,.porque él sabe que el
único aspecto importante de los tsentsak es el no-material, o nonormal, que cree sinceramente haber sacado del cuerpo del paciente.
Explicar que ya tenía esos objetos en la boca no serviría de nada y le
impediría mostrarlos después como prueba de que la curación se había
llevado a cabo.
La habilidad de succión del chamán depende en gran medida del
número y poder de sus tsentsak , de los que puede llegar a tener
centenares. Sus dardos mágicos adoptan el aspecto sobrenatural de
espíritus ayudantes cuando el chamán toma la ayahuasca, y los ve como
criaturas zoomórficas planeando sobre su cabeza, encaramados a sus
hombros o sobresaliendo de su piel. Ve cómo le ayudan a succionar el
cuerpo del paciente. Cada pocas horas, bebe agua de tabaco para «ali­
mentarlos» e impedir que le abandonen. Un médico chamán puede
sufrir daños infligidos por los tsentsak de un hechicero. Para evitar este
peligro bebe agua de tabaco a todas horas, día y noche. El agua de
tabaco contribuye a mantener alerta a sus propios tsentsak para que
LA SENDA DEL CHAMÁN
47
contrarresten los posibles efectos de dardos mágicos ajenos. El chamán
ni siquiera sale a dar un paseo sin llevar sus hojas de tabaco.
El grado de violencia y competencia en la sociedad jíbara es un
lugar común en antropología, y contrasta radicalmente con el carácter
pacífico de los conibos. Ambos pueblos difieren de los aborígenes
australianos y otras comunidades primitivas que han venido practi­
cando el chamanismo sin emplear alucinógenos. Con todo, el chama­
nismo jíbaro es muy sofisticado, complejo y excitante, así que volví en
1969 para completar mis conocimientos y en 1973 realicé algunas
prácticas chamánicas más con aquel pueblo.
Durante los diecinueve años que siguieron al primer contacto que
tuve con el chamanismo conibo, también he estudiado un poco con
chamanes de unas cuantas tribus indias de Norteamérica: los wintun y
los pomo en California, los salish de las costas del estado de W ashing­
ton, y los sioux lakota en Dakota del Norte. De ellos aprendí cómo se
puede practicar el chamanismo sin la ayuda de la ayahuasca y otros
alucinógenos empleados por los jíbaros y los conibos, lo cual ha sido
especialmente útil a la hora de enseñar a los occidentales. Aprendí
también muchas cosas de los libros que tratan el chamanismo en sus
múltiples variedades, información que completa y confirma lo que a mí
me enseñaron los propios chamanes. Y ahora ya puedo transmitir a
aquéllos que hasta ahora los desconocían algunos aspectos de este
antiguo legado de la Humanidad.
NOTAS
1 Se han cambiado sus nombres.
2 Este relato no implica una recomendación del uso de la ayahuasca o de la maikua por
parte del lector. La especie Datura es muy tóxica y su ingestión puede producir efectos
contraproducentes muy graves, incluida la muerte.
3 Más información del chamanismo jíbaro puede encontrarse en Harner 1972: 116124, 152-166; y en Harner 1968 ó 1973a.
El viaje chamánico: Introducción
II
de los tungus de Siberia y la usan
ya la mayoría de los antropólogos para referirse a ciertos indi­
viduos de culturas no occidentales a los que antes se conocían
como «médicos brujos», «hechiceros», «curanderos», «encantadores»,
«magos» y «videntes». Una de las ventajas del término «chamán» es
que carece de las connotaciones negativas que se asocian a las otras
palabras. Además, no todo curandero o médico brujo es un chamán.
Un chamán es una persona (hombre o mujer) que entra en un
estado alterado de conciencia para contactar con una realidad que
normalmente desconocemos, y utilizarla con el fin de adquirir sabidu­
ría y poder ayudar a otras personas. El chamán tiene, al menos, un
espíritu a su servicio*.
Según Mircea Eliade, el chamán se distingue de otro tipo de magos
y curanderos por el uso que aquél hace de un estado de conciencia que
Eliade, siguiendo a los místicos occidentales, denomina «éxtasis». Pero
la sola práctica del éxtasis, apunta el autor con acierto, no define al
chamán, que tiene técnicas específicas para entrar en tal estado. En
palabras de Eliade: «No todo el que experimenta un estado de éxtasis
puede ser calificado de chamán; éste se especializa en un tipo de trance
durante el que, se cree, su alma abandona el cuerpo y se eleva por los
cielos o desciende al Mundo Inferior»1. A lo cual yo añadiría que lo que
L
a p a la b r a «ch am án » p ro c e d e
*
De ahora en adelante, y para simplificar, usaré el género masculino para referirme a
chamán o paciente, pero que quede bien entendido que ambos papeles puede desempeñar­
los una mujer.
50
MICHAEL HARNER
suele hacer un chamán en trance es curar a un paciente «recargándole»
de energía vital o benéfica, o extrayendo la negativa. El viaje al que
alude Eliade se lleva a cabo para recuperar la energía o un espíritu
perdido.
El estado «extático» o alterado de conciencia y el aspecto aprendido
que caracteriza la tarea del chamán puede denominarse Estado Chamá­
nico de Conciencia (de ahora en adelante, ECC). El ECC no sólo
conlleva un trance o estado perceptivo transcendente, sino el conoci­
miento de los métodos y presupuestos que operan en un estado alte­
rado. El ECC contrasta con el Estado Normal de Conciencia (ENC), al
que regresa el chamán tras acabar su tarea. El ECC es una situación
cognitiva en la que uno percibe la «realidad no-normal» de Carlos
Castañeda y las «manifestaciones extraordinarias de la realidad» de
Robet Lowie2.
El componente aprendido del ECC incluye 1) información sobre la
geografía cósmica de la realidad no-normal, con el fin de conocer en
qué lugar determinado puede hallarse el animal o planta apropiado, u
otro tipo de poderes; 2) el mecanismo mediante el que el ECC permite
el acceso al Mundo Inferior chamánico, y 3) la toma de conciencia por
parte del chamán de que el entrar en un ECC responde a una misión
específica. En la realidad no-normal no se adentra uno por puro juego,
sino con intenciones serias.
El chamán es alguien que tiene una tarea que cumplir en el ECC, y
debe conocer los métodos básicos pára llevar a cabo su misión. Si, por
ejemplo, quiere recuperar del Mundo Inferior el animal guardián de
poder de algún individuo, debe saber cómo entrar a ese Mundo, encon­
trar el animal de poder y traerlo de vuelta sin incidentes. Además, en el
ENC, ha de darle las instrucciones pertinentes al paciente.
En un ECC el chamán suele experimentar un enorme regocijo con
lo que ve, a la vez que un gran asombro y admiración por los mundos
bellos y misteriosos que aparecen ante él. Es como si estuviera
soñando, pero despierto; en tales «sueños» se pueden controlar las
situaciones y dirigirlas. Mientras se encuentra en ECC, el chamán no
puede por menos de sorprenderse ante el realismo de lo que ve; ha
entrado en un antiguo universo, completamente nuevo para él, pero en
cierto modo familiar, que le suministra importante información sobre
el sentido de su propia vida y de su muerte y del lugar que ocupa en el
LA SENDA DEL CHAMÁN
51
plano del ser. En el transcurso de sus viajes, el chamán conserva
siempre un control sobre la dirección a seguir, pero no sabe qué es
lo que descubrirá. Seguro de sí mismo, explora las infinitas mansiones
de un universo oculto y magnífico. Terminado el viaje, regresa cargado
de descubrimientos, que ampliarán su campo de conocimiento y le
permitirán ayudar a los demás.
El chamán es un consumado vidente, que, normalmente, trabaja en
la oscuridad o, al menos, con los ojos tapados, con el fin de ver
claramente. Por eso suele realizar su tarea por la noche. Algunos tipos
de visión chamánica pueden llevarse a cabo con ios ojos abiertos, pero,
por lo general, las percepciones son de carácter más superficial. En la
oscuridad, la realidad normal no distrae tanto la mente, lo que hace
posible que el chamán se concentre en la realidad no-normal, que es la
esencia de sus prácticas. Sin embargo, la oscuridad por sí sola no es
suficiente. El vidente debe entrar en el ECC asistido por el sonido del
tambor y la maraca, por el canto y la danza.
La iluminación chamánica es la habilidad de alumbrar, literal­
mente, la oscuridad, para v er en ella lo que otros no pueden percibir.
Este puede ser, de hecho, el significado original de «iluminación».
Entre los chamanes esquimales Iglulik a esta capacidad especial de v er
se le llama qaumanEq, «lucidez», «iluminación», «que le permite ver
en la oscuridad, literal y metafóricamente hablando, pues puede,
incluso con los ojos cerrados, ver cuando está oscuro y percibir objetos
y hechos futuros ocultos a los demás; pueden ver el futuro y los
secretos de la gente»3.
Aua, un chamán esquimal, describía así su iluminación chamánica:
...Intenté convertirme en chamán con la ayuda de otros, pero fracasé.
Visité a muchos chamanes famosos y les hice grandes regalos... Busqué
la soledad y acabé por sentir una gran melancolía. De repente me daba
por llorar y me sentía muy triste sin saber por qué. Entonces, sin razón
aparente, todo cambió de pronto y sentí una alegría enorme, indescrip­
tible; un gozo tal que no podía contenerme y tenía que romper a cantar,
un canto poderoso hecho de una sola palabra: ¡Alegría! ¡Alegría! Tenía
que gritarlo a todo pulmón. Y entonces, en aquella exaltación miste­
riosa que me envolvía, me convertí en chamán, sin saber cómo había
sucedido. Pero era chamán. Podía ver y oír de un modo diferente. Había
alcanzado mi qaumanEq, mi iluminación, la luz chamánica mental y
52
MICHAEL HARNER
física, de tal manera que no sólo podía ver en la oscuridad, sino que
aquella misma luz emanaba de mi cuerpo, invisible para los humanos,
pero que podían percibir todos los espíritus del cielo, la tierra y el mar,
que vinieron a mí y se convirtieron en mis espíritus ayudantes4.
Entre los wiradjeri de Australia un neófito se convierte en «ilumi­
nado» al ser asperjado con un «agua sagrada y poderosa» que se cree
está hecha de cuarzo líquido. Eliade apunta: «Es como decir que uno se
convierte en chamán cuando se le impregna de "luz solidificada”, es
decir, con cristales de cuarzo». El autor sugiere que «se establece una
relación entre la condición de ser sobrenatural y una sobreabundancia
de luz»3.
La imagen del chamán como alguien que irradia luz, especialmente
en forma de «corona» o aura alrededor de la cabeza, existe también
entre los jíbaros. El halo, multicolor, se forma únicamente cuando el
chamán se halla en un estado alterado de conciencia producido por la
ayahuasca ; sólo puede verlo otro chamán en un estado mental similar
(ver fig. 1).
Fig. 1. Halo rodeando la cabeza de un chamán jíbaro en un estado alterado de
conciencia. El dibujo es de otro chamán jíbaro.
LA SENDA DEL CHAMÁN
53
A la vez que irradia luz, el chamán jíbaro es capaz de ver en la
oscuridad y a través de objetos opacos. Ya lo he descrito con
anterioridad:
Había bebido y se puso a cantar en voz baja. Poco a poco empezaron
a formarse líneas difusas en la oscuridad y la música estridente de los
tsentsak, espíritus ayudantes, lo envolvió. El poder del bebedizo los
alimentaba. Los llamó y vinieron. Primero pangi, la anaconda, que se
enroscó en torno a su cabeza, transfigurada en corona de oro. Luego
wampang, la mariposa gigante, revoloteando sobre su hombro y can­
tándole con sus alas. Serpientes, arañas, pájaros y murciélagos danzaban
en el aire, por encima de él. En sus brazos aparecieron un millar de ojos,
sus ayudantes demoníacos, escrutando la noche en busca de enemigos.
El sonido del agua fluyendo le llenaba los oídos y, escuchando su mur­
mullo, supo que poseía el poder de Tsungi, el primer chamán. Ahora
podía ver.6
Los chamanes suelen trabajar en total oscuridad, aunque a veces lo
hacen con un pequeño fuego o una luz tenue. Sin embargo, hasta un
diminuto foco de luz puede entorpecer la visión. Así, entre los chuckchee de Siberia, la sesión chamánica:
...comenzaba, como de costumbre, a oscuras, pero cuando el chamán
dejaba, repentinamente, de tocar el tambor, se volvía a encender la
lámpara y de inmediato se cubría la cara del chamán con una tela. La
dueña de la casa, mujer del chamán, cogía el tambor y empezaba a
tocarlos muy despacio, con suaves golpes, y no paraba hasta el final.:.7.
Yo, por mi parte, suelo dejar una vela encendida en el suelo de la
habitación cuando entro en el ECC y entonces, cuando me desplomo o
me tumbo, me tapo los ojos con el brazo. izquierdo.
Cuando el chamán cae al suelo, los chuckchee dicen que «se
hunde», lo que traduce no sólo el acto en sí, que los demás ven, sino la
«creencia de que el chamán, durante el período de éxtasis es capaz de
visitar otros mundos y, en especial, el subterráneo»8. De modo seme­
jante, al chamán esquimal que está a punto de hacer su viaje se le llama
«el que se hunde hasta el fondo del m ar»9. No sólo cae al suelo de la
casa, sino que se sumerge en un Mundo Inferior oceánico (ECC).
54
MICHAEL HARNER
El viaje es una de las funciones más importantes del chamán. La
vertiente básica de este viaje, generalmente la más fácil de aprender, es
el viaje al Mundo Inferior. Para llevarlo a cabo, el chamán cuenta con
un agujero especial de entrada a este mundo. La entrada existe tanto en
el plano normal como en el no-normal. Entre los indios de California,
por ejemplo, solía ser un manantial; más concretamente, de agua
caliente. Los chamanes viajaban cientos de kilómetros bajo tierra,
entrando por un manantial y saliendo por otro.
Asimismo, se cree que los chamanes australianos de la tribu Chepara se sumergían en la tierra y volvían a salir por donde querían; de
los de la isla Fraser se decía que «entraban en la tierra y salían de
nuevo, a considerable distancia»10. Un chamán bosquimano de Kung,
del desierto de Kalahari, Africa del Sur, contaba lo siguiente:
Amigo, así es este n/um (poder). Cuando cantan, yo bailo. Me
adentro en la tierra. Entro por un sitio como esos donde la gente bebe
agua (una charca). Hago un largo viaje; voy muy lejos11.
Otra entrada usada por los indios californianos era un tronco
hueco. Entre los arunta (Aranda) de Australia también podía ser un
tronco la entrada al Mundo Inferior12. Los conibos me enseñaron cómo
seguir las raíces de los gigantescos árboles catahm para adentrarme en
el suelo y llegar al Mundo Inferior. En ECC, mis amigos conibos y yo
veíamos esas raíces como serpientes negras por cuyos lomos nos desli­
zábamos hasra alcanzar regiones de bosques, lagos y ríos, y extrañas
ciudades relucientes como el día, iluminadas por un sol que ya había
desaparecido allí arriba, en el mundo normal, pues aquellos viajes los
hacíamos de noche.
Otros accesos al Mundo Inferior pueden ser cuevas, madrigueras, e
incluso orificios hechos en el suelo de barro de las casas. Los twana de
la costa noroccidental de Norteamérica cuentan que a menudo «el
suelo se abría» para que el chamán descendiera15.
La entrada al Mundo Inferior conduce, por lo general, a un túnel o
tubo por el que el chamán acaba saliendo a lugares maravillosos y
llenos de luz. Desde allí el chamán viaja a donde quiere, durante
minutos e incluso horas, para volver de nuevo al túnel y salir a la
superficie, por donde entró. Una buena descripción de este método
LA SENDA DEL CHAMÁN
55
clásico y can extendido es la que da Rasmussen de los esquimales
iglulik de la Bahía de Hudson:
...Ante los grandes (chamanes) se abría un orificio en la casa misma,
desde donde invocan a sus espíritus ayudantes; un sendero a través del
suelo, si están en una tienda en tierra firme, o bien a través del mar, si
es en un iglú; y por ahí el chamán baja sin toparse con ningún obstá­
culo. Casi se desliza, como si cayera por un tubo que se adaptara perfec­
tamente a su cuerpo y por el que se puede avanzar cómodamente. Este
tubo lo mantienen abierto para el chamán todas las almas de sus
tocayos, hasta que regresa de nuevo a la superficie14.
Cuando el chamán esquimal vuelve de su viaje al Mundo Inferior,
la gente que está en la tienda o en el iglú «le oye venir desde muy lejos;
por el pasadizo que sus espíritus le abren se le oye cada vez más cerca, y
con un grito estentóreo: "¡Plu-a-he-he!", emerge tras la puerta» 15.
A la mayoría de los que practicamos el viaje chamánico el túnel no
nos resulta angosto en absoluto; suele ser espacioso y permite una gran
libertad de movimientos. A veces el túnel puede hallarse obstruido,
pero siempre se encuentra una abertura o resquicio por los que seguir
adelante. Con un poco de paciencia se consigue continuar el viaje y no
tener que volver antes de tiempo.
A veces, una vez dentro del agujero, el chamán puede verse
inmerso en una especie de corriente o río que le empuja hacia arriba o
hacia abajo, sin que esté claro si este torrente forma o no parte del
túnel. Así lo indicaba un chamán samoyedo de Tagvi* al contar su
primer viaje al Mundo Inferior:
Mirando a mi alrededor vi un agujero en la tierra; cada vez se hacía
más grande. Por él descendimos (el chamán y su espíritu guardián) y
llegamos a un río que se bifurcaba en dos afluentes, que seguían direc­
ciones opuestas. «Mira», dijo mi compañero, «un riachuelo va del cen­
tro al norte; el otro va hacia el sur, a la tierra del sol»16.
Algunos chamanes destacados no sólo pueden ver en ECC, sino
* Los samoyedos pertenecen al grupo de mongoles siberianos. (N. del T.).
56
MICHAEL HARNER
también oír, sentir y percibir más allá de sus cinco sentidos, como este
chamán samoyedo que oía a su espíritu guardián, o aquella india pomo
de California, también chamán, que me contaba que había sentido
moverse bajo ella un gigantesco animal de poder mientras recorría el
túnel, esta vez dentro de una montaña17.
Se dice que entre los indios bellacoola todas las casas tenían un
agujero en el suelo que servía como entrada al Mundo Inferior:
El mundo que hay bajo nosotros... se llama Asiuta'nEm. Las descrip­
ciones (que tenemos de ese Mundo Inferior) son las que dan los chama­
nes que han visitado esas regiones durante el trance. Según dice una
anciana que visitó el Mundo Inferior cuando era niña, la entrada... se
efectúa por un agujero que hay en la casa, entre la puerta y la
chimenea18.
De un modo curiosamente similar, la entrada al Mundo Inferior en
las kivas circulares (cámaras ceremoniales) de los indios zuni del
suroeste de América es un agujero en el suelo. Lo que les diferencia de
los bellacoola es que este orificio, llamado sipapu, se encuentra entre la
pared y el hogar (la puerta de entrada está en el techo)19. Estos sipapu
eran corrientes en las kivas prehistóricas de los indios pueblo, pero no
hay rastro de ellos en grupos de pueblos más modernos. Es interesante
observar que, entre los zuni, donde aún se mantiene el sipapu en la
forma circular de la kiva, también sobreviven las sociedades médicas
chamánicas20. Aunque no tengo pruebas suficientes para afirmar tal
cosa, es posible que los miembros de estas sociedades usen tales orifi­
cios como entrada al Mundo Inferior en un estado de trance. Desde un
punto de vista etnológico ortodoxo, sin embargo, el sipapu no es más
que «un símbolo que representa el acceso mítico al mundo subterráneo
por el que se supone que nuestros ancestros lograron salir al
mundo»21. Los hopi, a diferencia de los zuni, no hacen sipapus en el
suelo de sus kivas22, pero creen que hay ciertas rocas o piedras que,
teniendo un agujero en la parte superior, son sipapus naturales, y,
como tales, sirven de entrada al Mundo Inferior (ver fig. 2).
No está demostrado que los hopi usen el sipapu para visualizar sus
viajes chamánicos, pero es muy posible que lo hagan así. Los no hopis
nunca podrán llegar a saber si es cierto, pues las tareas que desempe-
l.A SENDA DEL CHAMÁN
57
Fig. 2. Sepapu (sipapu). Entrada hopi al Mundo Inferior. Situado en el Gran
Cañón, al oeste de los asentamientos Hopi. Fuente: Centro de Investigación y
Estudios Astrogeológicos. E.E.U.U.
ñan las sociedades médicas de las tribus Pueblo se mantienen en el más
absoluto secreto. Sin embargo, hay indicios que parecen demostrar que
pueden darse tales prácticas; a este respecto, es muy ilustrativo el
dibujo de un artista hopi titulado «Se Pa Po Nah» (sipapu-nah), que
intenta reflejar la experiencia del túnel a modo de mandala (ver fig. 3).
Por cierto que los círculos concéntricos de un mandala a menudo
recuerdan el aspecto acanalado que suele presentar el túnel, y meditar
con la ayuda del mandala puede llevar a una experiencia que en parte
se asemeja al viaje por el túnel. Joan M. Vastokas, que ha llevado a
cabo estudios sobre ciertos aspectos del arte chamánico, ha observado
que «...el motivo concéntrico parece ser una característica de la expe­
riencia visionaria en sí, y representa la abertura por la que el chamán
se introduce en el mundo subterráneo o el aéreo, trascendiendo así el
universo físico»23.
La autora señala que las máscaras que usan los chamanes esquima­
les de Alaska tienen forma de «círculos concéntricos rodeando un
orificio central». La ilustración 4 muestra una máscara de estas caracte­
rísticas, que recuerda inmediatamente al túnel acanalado. De modo
semejante, en el budismo tibetano —muy influenciado por el chama­
nismo— hay mandalas muy elaborados que presentan un círculo cen­
58
MICHAEL HARNER
tral, como si fuera un túnel por el que se accede al mundo de los dioses
y espíritus representados a su alrededor (ver tanka tibetano —fig. 5—
y su parecido con el dibujo hopi de la fig. 3). En la oscuridad, y guiado
por los tambores, el chamán no se centra en el mandala, sino que entra
directamente en el túnel y continúa el viaje al más allá.
Fig. 3. Se Pa Po Nah (sipapu-nab). Dibujo contemporáneo del artista hopi
Milland Lomakema (Dawakema). Fuente: Pintura Hopi. El mundo de los
Hopi, de Patricia Janis Broder. Nueva York: Dutton, 1978.
LA SENDA DEL CHAMÁN
59
Fig. 4. Máscara de chamán esquimal del Bajo Yucón. Siglo XIX. Fuente:
Museo Nacional de Historia Natural, Instituto Smithsoniano. Fotografía de
Víctor E. Krantz.
El p rim er viaje
Ahora ya está Ud. preparado para su primer ejercicio chamánico
práctico. Será un simple viaje de exploración por el túnel hasta llegar al
60
MICHAEL HARNER
Fig. 5. Mandala de Kunrig. Tanka budista tibetano sobre tela. Siglo XV,
aprox. Fuente: Museo Real de Ontario.
Mundo Inferior. Su única misión consistirá en atravesar el túnel, ver,
quizá, lo que hay al final, y volver. Asegúrese de haber entendido bien
la5 instrucciones antes de empezar.
Para llevar a cabo el ejercicio necesita un tambor (o una grabación
de tambores chamánicos) y alguien que lo toque para Ud.*.
Para realizar estas prácticas debe estar tranquilo y relajado. Abs­
* El Apéndice A ofrece información sobre tambores y cassettes.
LA SENDA DEL CHAMÁN
61
téngase de tomar alcohol o alucinógenos durante las anteriores veinti­
cuatro horas, para que su poder de concentración sea bueno y su mente
no se vea asaltada por imágenes que puedan interferir el proceso.
Coma poco o ayune totalmente en las horas que precedan al ejercicio.
Elija una habitación oscura y tranquila. Quítese los zapatos; aflójese el
cinturón o cualquier otra prenda que le oprima y túmbese en el suelo;
póngase cómodo, pero no utilice una almohada. Respire profunda­
mente unas cuantas veces. Relaje los músculos de brazos y piernas.
Permanezca en esa posición unos minutos, meditando sobre su misión.
Cierre entonces los ojos y tápeselos con la mano o el brazo para evitar
la luz.
Visualice ahora una abertura en la tierra, un orificio que haya visto
en la vida real. Puede ser alguno que viera en su infancia o la semana
pasada, incluso hoy mismo. Cualquier entrada en la tierra servirá: una
madriguera, una cueva, un tronco hueco de árbol, un manantial, un
pantano, o incluso un orificio artificial excavado por el hombre. La
mejor entrada es la que le resulte más cómoda y la más fácil de
visualizar. Contémplela durante un par de minutos, sin entrar.
Observe sus detalles con atención.
Pida a su compañero que empiece a tocar el tambor, alto, a un
ritmo rápido y uniforme. No debe haber ruptura del ritmo ni cambio
alguno en la intensidad de los golpes; de unos 205 a 220 golpes por
minuto producen, normalmente, los efectos deseados. Calcule que tiene
unos diez minutos para hacer el viaje. Indique a su compañero que,
transcurridos los diez minutos, debe golpear fuerte el tambor cuatro
veces para avisarle de que es hora de volver. Inmediatamente después,
su ayudante debe tocar el tambor a un ritmo muy rápido durante
medio minuto para guiarle en el viaje de vuelta, y acabar con cuatro
golpes secos más como señal de que el experimento ha concluido.
Cuando el tambor empiece a sonar al comenzar el ejercicio, visua­
lice el orificio que ha elegido, entre por él y comience su viaje hasta
entrar en el túnel. Al principio el túnel puede parecerle oscuro y
lúgubre; tiene un grado de inclinación no muy grande, pero hay veces
que la pendiente es muy pronunciada; suele presentar un aspecto
acanalado y, a menudo, curvas y recodos. Suele suceder que uno va a
tanta velocidad por el túnel que ni siquiera puede ver cómo es. En
ocasiones quizá se tope Ud. con alguna piedra, muro u obstáculo
62
MICHA EL HARNER
similar; en ese caso, lo único que tiene que hacer es rodearlo o buscar
una rendija que le permita pasar a su través. Si no puede hacerlo así, lo
mejor es que regrese y lo intente otra vez. En cualquier caso, no se
esfuerce demasiado. Si hace lo indicado, hará el viaje sin cansarse. El
éxito radica en adoptar una actitud que sea el término medio entre
hacer un gran esfuerzo y no esforzarse lo suficiente.
Al final del túnel le espera un espacio abierto. Examine el paisaje,
con atención; viaje por él e intente recordar sus rasgos principales. Siga
explorando hasta que reciba la señal de volver y, entonces, regrese por
el túnel de la misma forma en que descendió. No toque ni se lleve nada
de lo que ha visto. Este viaje es de simple exploración.
Una vez en la superficie, incorpórese y abra los ojos. No se sienta
descorazonado si no lo consigue a la primera. Inténtelo de nuevo, con
un ritmo de tambor más lento o más rápido. El ritmo es cuestión de
personas y de momentos determinados.
Cuando haya completado el ejercicio, cuente a su compañero lo que
ha visto para no olvidar ningún detalle de su experiencia. Puede tam­
bién escribirlo o grabarlo. Recordando estos detalles empezará a acu­
mular conocimientos sobre el ECC.
Algunas de las personas que han asistido a mis seminarios me han
brindado amablemente sus primeras experiencias. Creo muy instruc­
tivo que las compare Ud. con las suyas propias. Puede leerlas a conti­
nuación; van precedidas de comentarios míos. Observará que en
algunos casos se menciona que yo les doy-la señal para que vuelvan;
esto suelo hacerlo en los seminarios para mantener un cierto orden de
participación de los asistentes.
Viajes
Lo que va Ud. a leer ahora son testimonios directos de personas
que hicieron su viaje chamánico al Mundo Inferior por primera vez.
Estas personas son, principalmente, americanos medios de proceden­
cia muy diversa. Podrá observar que no suelen utilizar expresiones
calificadoras del tipo de «Imaginé que...» o «Me figuré que...». Sólo con
el tambor y el sencillo método que he descrito más arriba, llegaron a
tener experiencias que no dudaron en calificar de reales y de entre las
LA SENDA DEL CHAMÁN
63
más importantes de sus vidas. Ud. puede también tener esas experien­
cias con sólo seguir el método.
El primer testimonio nos ofrece una estupenda descripción del
túnel y sus círculos concéntricos:
Cuando el tambor empezó a sonar, busqué en mi mente sitios que
conocía y que me pudieran servir de entrada. Visualicé un par de sitios
que tenían un significado especial para mí y que pensé serían apropia­
dos... pero resultó que no. Luego había una cueva junto al lago Pyramid,
en Nevada, misteriosa y con grandes vistas, pero me pareció que el
túnel hasta el mundo subterráneo sería demasiado largo. Por fin, encon­
tré una cueva que recordaba de la infancia, una cueva que visitaban
muchos turistas; me parece que se llamaba «Ruby Cave», pero no lo
recuerdo bien. Estaba en el sur, quizá en Georgia o Carolina del Norte.
Bueno, el caso es que estaba llena de estalactitas y estalagmitas... una
cueva DE VERDAD. Me adentré en la oscuridad por un estrecho
pasadizo y descubrí, no la cueva de mis fantasías infantiles, poblada de
dragones y animales de toda especie, sino un nuevo tipo de cueva.
Anillos concéntricos de luz y oscuridad aparecieron ante mí y me rodea­
ron; parecía que me llevasen. Lo que sentía no era tanto que me
estuviera moviendo por el túnel como que era él el que se desplazaba.
Al principio los anillos eran circulares; luego se hicieron elipses vertica­
les, pero siempre concéntricos y en movimiento. La alternancia de luz y
sombra me recordaba un poco a los reflejos que se producen en ciertas
estructuras onduladas de cartón o metal.
De vez en cuando, sentía una cierta impaciencia, pues el túnel parecía
no tener fin, pero pensaba que, aunque lo que había más allá de él
merecía la pena, el sólo hecho de viajar a través del túnel era ya toda
una experiencia. Las elipses verticales se hicieron horizontales y al cabo
de un rato se fueron abriendo hasta desaparecer; desemboqué en un
espacio tenuemente iluminado —un mar subterráneo— sobre el que
estuve mucho tiempo «navegando», viendo cómo se alzaban las olas y
rompían por debajo de mí.
El túnel que me había llevado hasta allí había ascendido en un ángulo
de unos quince grados; ahora, este cielo oscuro sobre el mar subterráneo
me condujo a otro túnel, que tenía una inclinación de noventa grados, y
me vi transportada por él. Sus paredes se abrían en los ya familiares
círculos concéntricos de luz y sombra, que me arrastraban; no tenía
sensación de caer, sino de hacer un movimiento hasta cierto punto
intencionado.
64
MICHAEL HARNER
Me sorprendí al oír que me llamaban para que volviera y, no con
muchas ganas, me dispuse a volver, un poco desilusionada por no haber
llegado al final del túnel y, al mismo tiempo, asombrada ante la expe­
riencia. El regreso fue fácil y rápido. Aún conservo la sensación de
descubrimiento y asombro que tuve.
La segunda persona también utilizó una cueva como entrada en la
tierra. Dijo haber experimentado un estado de conciencia que se ase­
mejaba al sueño:
Elegí una cueva que conocía bien. He estado allí cuatro o cinco veces.
Está en un bosque muy frondoso y la entrada tiene algo más de quince
metros de diámetro. Al entrar encuentras una gran «sala» con muchos
pasajes. Un poco más allá se alza un montículo. Tuve que salvar algunas
grietas bastante profundas y en algunos sitios había que retorcerse para
pasar —es muy dificultoso cuando va uno solo.
Seguí bajando, hasta el lugar más profundo en que había estado;
nunca había llegado más allá. Pero seguí descendiendo, no sé cómo,
hasta dar con otra entrada, en este caso, una salida, que me condujo
a una isla tropical con unas preciosas y extensas playas; sólo vegeta­
ción y pájaros tropicales. Vamos, ¡lo que se dice un paraíso! Luego
regresé. Fue casi como si hubiera estado durmiendo, pero ahora me
conozco lo suficiente para saber cuándo estoy dormido; y entonces no
lo estaba.
El siguiente caso es un ejemplo más de la cueva usada como acceso
al túnel:
Tardé mucho tiempo en «ponerme en camino». Por fin localicé una
cueva que había visitado en Francia, habitada por pueblos primitivos
hace miles de años. Entré y estuve andando bastante tiempo. El techo
no se inclinaba; podía andar sin tener que agacharme. Seguí así un buen
rato. Por fin, el pasadizo se ensanchó y fue a dar a una gran abertura.
Salí y había un acantilado. Lo rodeé y subí a lo alto de la abertura; allí
me senté, disfrutando del panorama, que era ancho y profundo. Enton­
ces regresé.
Hay ciertas personas que tienen un gran potencial chamánico y
pueden, incluso en esta primera experiencia, no sólo v er , sino también
LA SENDA DEL CHAMÁN
65
sentir, oír y oler. En el testimonio que sigue, la persona en cuestión
tuvo la sensación de que trepaba ayudado de manos y rodillas, de que
resbalaba y de que experimentaba la frialdad del agua, además del
mero hecho de ver:
Tomé como punto de partida un pequeño manantial que hay en la
finca donde vivo. Sentí que me hacía pequeñito al meterme por debajo
de una gran roca. Entré en un canal diminuto y húmedo que iba colina
arriba. Me vi trepando con las manos y las rodillas. Aquello estaba muy
oscuro y en seguida perdí de vista la entrada. Entonces el canal descen­
dió bruscamente; no sabía a donde me dirigía. Sentí que me resbalaba
por las rocas húmedas y caía en un lugar muy espacioso donde había
una especie de estanque. El agua estaba muy fría. Bajo la superficie se
veía una lucecita y sentía que debía haber algo debajo o fuera, así que me
metí en el agua, medio de pie, medio nadando. Recuerdo la sensación de
haber tenido mucho frío. Entonces apareció una especie de montículo
sobre un pequeño canal, como en una cueva. Salí a una pradera que era
muy verde y que cubría con su sombra un enorme roble. Me senté bajo
el roble y me vi vestido de pieles, como los indios. Estaba muy cómodo
bajo aquel árbol y entonces llegó la hora de volver, lo que me molestó;
pero, como era un buen discípulo, seguí las instrucciones y llegué al sitio
por el que tenía que trepar para salir del estanque. Descubrí que ya no
llevaba las ropas de indio, sino sólo unos vaqueros y mis botas de
escalar. Luego salí por el manantial. El cielo estaba gris, cubierto. Sentí
que había vuelto a mi sitio, que estaba en casa.
El viajero que nos narra ahora su experiencia no sólo sintió «un
suelo frío y húmedo», sino que también oyó el borboteo del agua, y
sintió el viento mientras se hallaba en la cima de una colina, en el
Mundo Inferior:
Al principio tuve problemas porque, cuando nos dijo Ud. que eligiéra­
mos un orificio de entrada, yo pensé en dos. Primero lo intenté con uno
que no era más que una especie de cueva excavada por un bulldozer en
la ladera dé una colina. Trepé hasta la cueva, pero no conducía a
ninguna parte. No conseguí visualizar que se abría para que yo entrara.
Así que fui al otro, que era un tronco hueco que había en la finca de un
amigo mío; estuve allí hace un mes, más o menos. Me metí allí a gatas y
descendí por una pequeña abertura en la que apenas si cabía. Iba arras-
66
MICHAEL HARNER
trándome boca abajo. No tenía la desagradable sensación de arrastrame
por el fango; sólo se trataba de un suelo frío y algo húmedo. Oí el
borboteo del agua por alguna parte. En la finca de la que hablo hay un
arroyo. Oía el murmullo del agua como si me encontrara bajo ese
arroyo. Seguí gateando un buen trecho y acabé saliendo a la cima de una
colina. Me sentía muy bien allí arriba, mirando a mi alrededor. Podía
sentir el viento a mi espalda. Parecía como si el viento inundara mi ser
de una sensación verdaderamente placentera.
Luego, cuando Ud. nos dio la señal de regresar, volví a adentrarme en
el suelo y empecé a desandar el camino. Me puse un poco nervioso
cuando el tambor empezó a sonar más rápido, como si mi corazón
latiera más deprisa; era como si no estuviera seguro de volver a tiempo.
Yo lo intentaba, pero la abertura era muy pequeña. Y, por fin, cuando
Ud le dio aquel golpe final al tambor, vi como un destello de luz.
La persona que a continuación nos relata su viaje no sólo tuvo la
experiencia de oler, sino que encontró una vía de salida distinta de la
que había utilizado para entrar:
Empecé nadando en el mar. Entonces caí en un enorme remolino de
cientos de metros de diámetro. Dando vueltas y vueltas, cada vez me
arrastraba más al fondo. Aquello duró la mitad del viaje. No dejaba de
pensar cómo iba a salir de allí sano y salvo. Por fin me abrí paso y caí
sobre aquella enorme margarita. Era lo bastante grande como para
servirme de colchoneta en la caída. Olía muy bien. Luego Ud. me dijo
que volviera y encontré una cueva, un grupo de ellas, y regresé por allí.
La siguiente descripción ilustra como la persona en ECC adquiere
nuevas habilidades, tales como «cruzar la tierra a nado». Así se van
acumulando experiencias chamánicas sobre cosas que serían imposi­
bles en la realidad normal:
Bajé hasta el fondo de un túnel, donde había agua; iba a meterme al
agua, pero estuve buscando aquí y allá un resquicio entre la roca; no
sabía cómo traspasa •• . entonces descubrí que si estiraba los brazos y
las piernas y procui .oa ponerme lo más horizontal posible, podía atra­
vesar el suelo a nado.
De modo similar, el chamán en ECC aprende a metamorfosearse
LA SENDA DEL CHAMÁN
67
en otras formas de existencia, como en el caso siguiente. Observe cómo
esta persona, incluso en medio de tan radical transformación, seguía
siendo consciente de la existencia de la realidad normal. Tener una
parte de la mente en ENC es muy corriente en las tareas chamánicas y
facilita una vuelta total, fácil y rápida a este estado:
Me adentré en un claro de un bosque que recordaba de cuando era
niño. Mientras caminaba por allí, era plenamente consciente de lo
pequeño que era, de que todo lo que me rodeaba era mucho más grande
que yo. Era como si me encontrara dentro de un túnel. Percibía clarísimamente los sonidos y olores del bosque, y mi pequeñez.
Entré en una cueva, pero no era muy profunda. De repente, me
disolví. Me convertí en agua, me colé por las grietas y ahí me quedé. Al
mismo tiempo, percibía con mucha nitidez lo que estaba ocurriendo
aquí en la habitación; le oía a Ud. tocar el tambor. Así que estaba, a la
vez, en dos realidades. Luego regresé por el mismo camino.
A veces, al atravesar el túnel, uno pierde el sentido de la orienta­
ción o «se queda encajonado». Esto les sucede incluso a los experimen­
tados chamanes jíbaros. Si no puede Ud. encontrar una salida, relájese
y espere un poco. Regresará sin esfuerzo alguno, aunque lentamente,
como en el siguiente caso:
Una vez vi esas ardillas terrestres cuando estaba de camping; había
madrigueras por todas partes. Así que elegí una de ellas para hacer el
viaje. Me adentré en el agujero y recorrí los pequeños túneles; de
repente, llegué a un punto en el que el túnel se inclinaba y bajé a toda
velocidad por él. No veía el final; así siguió un rato. No podía parar y no
tenía idea de a dónde iba. Todo estaba negro. Hubo un momento en que
estaba absolutamente desorientado allí dentro. No regresé a la superfi­
cie tan deprisa como había bajado, pero, al final, salí, aunque por un
sitio diferente al que utilicé como entrada.
Incluso un chamán ¿xperto puede fracasar en el intento de salvar
un obstáculo durante el descenso. En esos casos lo único que se puede
hacer es regresar, como hizo esta persona:
Bajé por un manantial de agua caliente que había en medio de un río.
Parecía surgir del fondo de las aguas. Bajé y visualicé más o menos
cómo era; no tenía colores ni nada. Desemboqué en una capa de lava o
68
MICHAEL HARNER
magma; no sabía cómo cruzarla, así que la seguí. Estaba atrapado allí y
no sabía qué hacer. Entonces Ud. golpeó el tambor para que volviéra­
mos y regresé.
Personas con buenas dotes chamánicas pueden, incluso en su pri­
mer viaje, encontrar animales, plantas y formas humanas, como en el
caso siguiente. Las potencialidades de esta persona en concreto se ven
reforzadas por el hecho de que incluso llegó a volar en su primera
experiencia. Obsérvese cómo tuvo que hacer un cierto esfuerzo para
traspasar el suelo, como el chamán esquimal del que hablamos más
arriba. El viaje chamánico, a veces, es difícil incluso para los que están
muy bien dotados:
Entré en unas grandes cavernas que conozco. Recordé que había una
zona que no había explorado aún, y allí me dirigí. Era muy estrecho y
tuve que reptar y arrastrarme para pasar. Sin previo aviso, el angosto
camino se ensanchó de manera considerable. Aquelllo era larguísimo y
no acababa de recorrerlo. Me di cuenta de que me quedaba mucho
trecho así que, de repente, eché a volar. Iba muy deprisa, todo el rato
volando. Cuando llegué a la mitad, más o menos, vi a todos esos
espíritus de la Naturaleza, por todas partes, con sus cuerpos etéreos. Al
principio no se movían, pero luego empezaron a bailar al ritmo del
tambor. Todos iban al mismo sitio, a la vez, y los había muy diversos.
Había uno que era una rana con ojos saltones y una apariencia muy
extraña; otro era un árbol, muy alto. Todos se movían al ritmo del
tambor. Cuando Ud. dio la señal, regresé.
También otra persona encontró animales; vio un «pterodáctilo» y,
gracias a su auto-confianza chamánica, no sintió temor alguno:
Bajé por el pozo de una mina abandonada y cuando estaba allí todo se
volvió oscuro. No sé qué pasaba que no podía emprender el viaje.
Apareció una plataforma con ruedas que me llevó pozo abajo. El pozo
se iluminaba cada vez más con un resplandor amarillo. Había pequeñas
cámaras individuales, cada una de las cuales contenía un animal prehis­
tórico, me pareció. Todos los animales hacían algo; no sé qué exacta­
mente, pero se movían muy agitados.
Entonces la plataforma aminoró la marcha. El pozo aún estaba
bañado de luz amarilla. Al volverme para contemplar aquellos anima­
les, salió de la pared una cosa que parecía un. pterodáctilo, rojo y negro.
69
LA SENDA DEL CHAMÁN
Estaba encapuchado y batía sus alas ante mí. Yo no estaba asustado; me
pareció juguetón más que otra cosa. Entonces Ud. nos llamó de vuelta y
el pájaro parecía no querer que yo me fuera. La plataforma se puso en
movimiento, pozo arriba, y regresé.
En nuestro último ejemplo, el viajero tuvo la sensación de haberse
traído de vuelta un «algo» benéfico o beneficioso. Esto suele suceder a
veces de manera accidental a los que experimentan por primera vez el
ECC Le pregunté a esta persona si tenía algún conocimiento previo
sobre lo que se hacía en mis seminarios, pues aquello podría explicar su
experiencia. Su respuesta fue la siguiente: «No. Intenté obtener infor­
mación sobre el seminario, pero no conseguí nada.» Probablemente
esta persona tuviera un considerable potencial chamánico:
Yo partí de un manantial; me sumergí en él de un salto y seguí el
curso de agua a través del túnel. Entonces fui a salir por otro manantial
que había en un claro en la ladera de un monte. Yo me encontraba de
cara al noroeste... por alguna razón, supe que era el noroeste. Me senté,
flanqueado por el manantial a mi izquierda y el bosque a la derecha.
Aquello era perfecto. Ningún otro sitio de por allí era bueno, pero éste
era perfecto.
Entonces regresé. Sólo tuve que sumergirme de un salto en el
manantial y volver a nado a la abertura por la que había entrado. Lo
curioso es que, una vez que había salido a la superficie, tuve la impre­
sión, muy clara, de que algo había venido conmigo. Estaba a mi espalda.
Era benéfico o benevolente; no era malo.
NOTAS
1 Eliade 1964: 5.
2 Lowie 1952: xvi-xvii.
5 Rasmussen 1929: 112.
4 Ibid.: 118-119.
» Eliade 1964: 138; Elkin 1945 : 96-97; Howitt 1904: 406, 582-583.
6 Harner 1968: 28; Harner 1973a: 15-16.
' Bogoras 1904-1909: 441.
8 Ibid.: 438.
9 Rasmussen 1929: 124.
MICHAEL HARNER
■o Elkin 1945: 107, 108.
" Halifax 1979: 56, Biesele 1975.
12 Spencer and Gillen 1927: 424, 266.
” Eells 1889: 667.
14 Rasmussen 1929: 126.
15 Ibid.: 127.
16 Popov 1968: 138.
17 Essie Parrish del Kashia Pomo, comunicación personal, 1965.
18 Boas 1900: 37.
Me. Gregor 1941: 304-305.
20 Bunzel 1932: 528-534. También en Bunzel, comunicación personal, 1980.
Me. Gregor 1941: 259-260.
« E.g., Ibid.: 301-302.
Vastokas 1973 á 1974: 137.
Chamanismo y estados de conciencia
III
el sistema metodológico de curación
mental y física más antiguo y extendido que se conoce. Las
pruebas arqueológicas y etnológicas parecen indicar que los
métodos chamánicos tienen al menos veinte o treinta mil años de
antigüedad, o incluso más, ya que, después de todo, los primeros p ri­
mates con características humanas que aparecieron en el planeta datan
de más de dos o tres millones de años.
Hoy en día, los conocimientos chamánicos se conservan principal­
mente entre pueblos que hasta hace poco tenían culturas primitivas;
estas técnicas han pasado de generación en generación desde tiempos
remotísimos. Los predecesores de estos pueblos aprendieron los méto­
dos con mucho esfuerzo y los usaron para mantener la buena salud y la
energía, tratar graves enfermedades y hacer frente a la muerte. Estos
guardianes de los antiguos métodos son de gran importancia para
nosotros, pues casi ninguna de sus culturas ha dejado testimonios
escritos. Así que sólo podemos aprender las técnicas chamánicas a
través de estas personas.
Uno de los rasgos más peculiares de los métodos chamánicos es
que éstos son muy similares entre pueblos muy separados unos de
otros, que, dispersos por todo el planeta, incluyen grupos aborígenes de
Australia, el continente americano, Siberia y el Asia Central, Europa
del este y septentrional y África del Sur. Incluso en la literatura histó­
rica de las culturas mediterráneas clásicas o en la Europa occidental
medieval y del Renacimiento encontramos pruebas de que se desarro­
llaban prácticas chamánicas comunes en aquel área hasta que la Inqui­
sición acabó con ellas.
E
l c h a m a n is m o r e p r e s e n t a
72
MICHAEL HARNER
Los puntos en común de las creencias y métodos chamánicos en
gran parte del mundo han sido documentados, con profusión de datos,
por Eliade en su obra ya clásica C hamanismol. Es, precisamente, por la
coherencia de este sistema curativo por lo que Eliade y otros pueden
hablar sin temor a equivocarse de la correspondencia metodológica que
existe entre pueblos largo tiempo aislados entre s í2. Un antropólogo
apunta, por ejemplo: «Donde quiera que se practique el chamanismo
hoy día, bien sea en Asia, Australia, África o el continente americano,
las funciones del chamán y las técnicas que emplea son prácticamente
las mismas: es el encargado de velar por el equilibrio psíquico y ecoló­
gico del grupo y sus miembros, el señor de los espíritus, el intermedia­
rio entre los mundos visible e invisible, el sanador sobrenatural, etc.»
El chamán es capaz de «trascender la condición humana y moverse
libremente por los diferentes planos cosmológicos...»3.
La coherencia del conocimiento chamánico extendido por todo el
globo ha sido también puesta de relieve por otros antropólogos. Wilbert, al escribir sobre el carácter que presenta el chamanismo entre los
indios warao de Venezuela, apunta: «Al que esté familiarizado con la
literatura sobre el chamanismo le será patente el hecho de que la
tradición warao contiene muchos elementos que podríamos calificar
casi de universales...» Wilbert aporta una extensa lista de prácticas y
principios que los chamanes warao comparten con los de Australia,
Indonesia, Japón, China, Siberia y comunidades nativas de México,
Norteamérica y Sudamérica. El autor concluye que existe una «corres­
pondencia digna de mención... no sólo en cuestiones generales, sino en
detalles específicos» entre los viajes chamánicos de los warao venezola­
nos y los de los wiradjeri de Australia, dos pueblos separados por un
océano y un continente4.
Los métodos chamánicos de curación se conservaron con caracte­
rísticas similares en culturas primitivas que, por lo demás, diferían
radicalmente en su adaptación particular al medio y otros problemas
de supervivencia material. Las migraciones prehistóricas y el aisla­
miento mantuvieron alejados unos de otros a estos grupos durante
diez o veinte mil años. Sin embargo, los conocimientos chamánicos no
parecen haber cambiado mucho en todo ese tiempo.
¿Cuál es la razón? Resulta evidente que la causa no fue la falta de
imaginación de los pueblos primitivos, pues se pueden apreciar nume­
LA SENDA DEL CHAMÁN
73
rosas variaciones en sus sistemas sociales, su arte, su economía y otros
muchos aspectos culturales. ¿Por qué, entonces, el bagaje chamánico
tiene ese carácter tan unitario en puntos tan lejanos y dispares?
Yo diría, lisa y llanamente, que se debe a su eficacia. Durante
muchos miles de años, a fuerza de probar y equivocarse, pueblos cuyos
ámbitos naturales y culturales eran absolutamente diferentes llegaron a
las mismas conclusiones y principios básicos que subyacen los métodos
chamánicos.
El chamanismo floreció en antiguas culturas que carecían de las
innovaciones tecnológicas de la medicina moderna. En mi opinión, fue
este escaso nivel tecnológico lo que obligó a los representantes de
dichas culturas a desarrollar hasta lo inimaginable la habilidad de la
mente humana de tratar serios problemas de salud y supervivencia.
Algunos de los métodos más interesantes que posee el ser humano con
respecto a las potencialidades curativas de la mente se pueden encon­
trar entre los chamanes de esas culturas tecnológicamente subdesarrolladas.
Para llevar a cabo su tarea, el chamán depende de un poder perso­
nal especial que emana de sus espíritus ayudantes y de su espíritu
guardián. Todo chamán tiene, por lo general, un espíritu guardián
—como mínimo— a su servicio, tanto si tiene también espíritus ayu­
dantes como si no. En su ya clásica obra sobre el concepto de espíritu
guardián entre los indios de Norteamérica, Ruth F. Benedict apunta
que «en casi todas las partes, con ligerísimas variaciones, el chama­
nismo se articula en torno a la dualidad visión-espíritu guardián...»5.
Al igual que en Norteamérica, el .espíritu guardián es también
importante en otras culturas, aunque se le conoce por otros nombres.
En Siberia se le denomina «espíritu tutelar»; en México y Guatemala
se le conoce como «nagual»; en Australia se le llama «tótem ayu­
dante», mientras que en la literatura antropológica europea encontra­
mos apelativos como «demonio familiar». Algunas veces se le consi­
dera simplemente como un «amigo» o «compañero». Como quiera que
se le llame, es la principal fuente de poder del chamán.
El método más conocido para adquirir un espíritu guardián es ir a
buscarlo a un lugar remoto y desierto. Puede ser una cueva, la cima de
una montaña, una catarata o incluso un sendero solitario, mejor si es de
74
MICHAEL HARNER
noche, como hacen los jíbaros. También, a veces, puede uno hacerse
con un espíritu guardián de manera involuntaria.
Sin un espíritu guardián es prácticamente imposible ser chamán,
pues el chamán debe contar con esta fuente de energía básica para
dominar los poderes espirituales o no-normales cuya existencia y
manifestaciones están normalmente ocultos al resto de las personas. A
menudo el espíritu guardián es un animal de p od er , un ser espiritual
que no sólo protege y sirve al chamán, sino que acaba por convertirse
en su alter ego.
El hecho de que una persona tenga un espíritu guardián no es
suficiente para conferir a aquélla la calidad de chamán. Como dicen los
jíbaros, un adulto, tanto si lo sabe como si no, tiene o ha tenido la ayuda
de un espíritu guardián en su infancia; de otro modo, no habría gozado
del poder protector necesario para alcanzar la madurez. La diferencia
más importante entre una persona normal y un chamán en lo que se
refiere a sus espíritus guardianes es que el chamán utiliza a su espíritu
guardián de una manera activa cuando se halla en un estado alterado de
conciencia. El chamán consulta a menudo con su espíritu guardián, se
desplaza con él en sus viajes chamánicos, hace que le ayude y se sirve
de su energía para curar a otras personas aquejadas de alguna enferme­
dad o afectadas por cualquier tipo de mal.
Además del espíritu guardián, el chamán con verdadero poder
tiene a su servicio un cierto número de espíritus ayudantes. Éstos son
poderes menores si se les compara con el espíritu guardián, pero
pueden representar un gran poder colectivo, ya que algunos chamanes
pueden poseer cientos de ellos. Estos espíritus ayudantes tienen funcio­
nes especiales y se utilizan para determinados propósitos. Por regla
general, el chamán tarda años en reunir un buen número de ellos.
No parece haber diferencias notorias entre los sexos cuando se
habla de aptitud y potencial chamánicos. Lo que ocurre es que en
muchas sociedades las mujeres están tan ocupadas cuidando a los niños
y desempeñando otras tareas similares que carecen del tiempo libre
necesario para aprender y practicar los métodos chamánicos. Por lo
tanto, la mayoría de los chamanes son hombres. Así es en el caso de los
jíbaros, cuyas mujeres se pasan el día preparando la comida, haciendo
cacharros de barro, cuidando a los niños y cultivando las huertas. Pero
una vez que los hijos han crecdo, también las mujeres pueden hacerse
LA SENDA DEL CHAMÁN
75
chamanes; y muy poderosas, por cierto. También en la Europa medie­
val y renacentista las viudas y las mujeres mayores solían ejercer la
medicina chamánica, en parte para ganarse la vida. Claro está que la
Inquisición las tachó de «brujas», que es el nombre que aún suelen
darle los misioneros a los chamanes en las sociedades no occidentales.
Los chamanes son, sobre todo, sanadores, pero también practican
la adivinación; pueden «leer» el presente, el pasado y el futuro de otros
miembros de la comunidad. El chamán es un vidente. Nuestra palabra
«vidente» designa este tipo de actividad y ha quedado como una reli­
quia de nuestra herencia chamánica europea, ya casi desaparecida. El
chamán también practica la clarividencia, y ve lo que está ocurriendo
en el momento, en cualquier parte.
El chamán se mueve entre distintas realidades, a modo de mágico
atleta de los estados de conciencia realizando hazañas míticas. Es un
intermediario entre la realidad normal y la no-normal, como ha des­
crito, de manera muy gráfica, Castañeda. Es, también, un «corredor o
agente de cambio de la energía», en el sentido de que utiliza el poder
espiritual para ayudar a la gente, para devolverle un sano equilibrio.
Se pueden requerir los servicios del chamán para que ayude a
alguien que se encuentra «sin espíritu», es decir, alguien que ha per­
dido su espíritu guardián personal o incluso su alma. En tales casos, el
chamán lleva a cabo un viaje curativo por la realidad no normal con el
fin de recuperar el alma o espíritu perdidos y devolverlo al paciente.
Otras veces, el paciente puede sufrir a causa de un dolor o enfermedad
localizados; entonces la tarea del chamán es extraer la energía dañina
para devolverle la salud al enfermo. Éstas son las dos vertientes básicas
de la curación chamánica: devolver la energía benéfica y extraer la
perjudicial.
Los chamanes han de ser capaces de trasladarse con facilidad de
una realidad a otra cuando están desempeñando estas funciones. Para
conseguirlo, algunos chamanes toman alucinógenos, pero hay otros
que no lo hacen6. De hecho, algunas sustancias psicoactivas pueden
interferir la concentración que precisa el chamán.
Uno de los aspectos interesantes del chamanismo es que, cuando se
usan las drogas, es el que cura quien las toma y no el paciente, aunque
hay excepciones en que las toman ambos. Este contraste con la medi­
cina occidental moderna se puede comprender fácilmente si se piensa
76
MICHAEL HARNER
que el chamán debe hacer su trabajo en un estado alterado de concien­
cia. Se trata de hallar un acceso a la realidad oculta, y eso es tarea del
chamán, no del paciente.
En su esencia, la iniciación chamánica es de carácter experimental y
gradual, y consiste en 1) aprender a entrar en un estado chamánico de
conciencia, y a ver y viajar en ese estado; 2) tomar conciencia de la
existencia del espíritu guardián de uno mismo y familiarizarse con él,
así como obtener su ayuda en el estado chamánico de conciencia, y 3)
aprender a ayudar a otros con sus poderes chamánicos.
La fase característica de que se ha llegado a un dominio del chama­
nismo es cuando uno tiene conocimiento de sus espíritus ayudantes.
Hay fases aún más avanzadas, así como ciertas experiencias chamánicas de gran importancia, que no se tratan en este libro. De cualquier
modo, si es Ud. capaz de alcanzar las tres fases que he mencionado más
arriba, puede considerarse chamán. Pero la iniciación chamánica es un
proceso sin fin, plagado de esfuerzos y alegrías, y, en última instancia,
serán aquéllos a quienes Ud. trate de ayudar los que darán la medida de
su status como chamán.
Un nuevo chamán, tras aprender los principios básicos, los méto­
dos y la cosmología del chamanismo, atesora conocimientos personales
y energía a través de la práctica y los viajes. Al adquirir estos conoci­
mientos, el chamán se convierte en guía de otras personas. Una per­
sona de la comunidad puede, por ejemplo, tener un sueño o una visión
y preguntarle al chamán qué es lo que aquello significa. Sobre la base
de lo que ha aprendido con la práctica hasta entonces, el maestro
chamán podrá decir: «Ah, sí; la experiencia que has tenido encaja
con...» El chamán está continuamente reorganizando sus reveladoras
experiencias personales como si se tratara de las piezas de un gran
rompecabezas cósmico. Por lo general, se necesitan muchos años de
experiencia chamánica para alcanzar un alto grado de conocimiento
sobre el puzle cósmico y ni siquiera los maestros chamanes tienen la
esperanza de completar el rompecabezas en el transcurso de una vida.
Un verdadero maestro chamán no pone en tela de juicio la validez
de las experiencias de otros, cosa que sí hacen a veces chamanes menos
capaces y humildes. El maestro chamán procurará integrar incluso las
experiencias más insólitas en su cosmología total, cosmología que se
basa, principalmente, en los viajes que el chamán lleva a cabo. Si puede
LA SENDA DEL CHAMÁN
77
hacer tal cosa sin dificultad, es, sin duda, un maestro, como aquel
chamán conibo que me dijo: «Siempre dicen lo mismo.»
El maestro chamán jamás dirá que lo que Ud. ha experimentado es
una fantasía. Esa es una de las diferencias que existen entre chama­
nismo y ciencia. Sin embargo, hay puntos comunes al chamán y al
científico. Ambos, cuando son buenos en sus campos respectivos, con­
templan con admiración la complejidad y magnificencia del Universo y
la Naturaleza, y son conscientes de que, a lo largo de sus vidas, sólo
llegarán a conocer y comprender una parte muy pequeña de todo ello.
Tanto el chamán como el científico llevan a cabo una investigación
personal de los misterios del Universo, y ambos creen que los procesos
causales que subyacen ese universo están ocultos a la vista normal. Ni
los maestros chamanes ni los científicos de relieve permiten que dog­
mas eclesiásticos y políticos interfieran sus averiguaciones. No fue
mera casualidad que Galileo fuera acusado de brujería (chamanismo).
El chamán es un empírico. Una de las definiciones de empiricismo
es «la práctica de dar relieve a la experiencia, esp. de los sentidos»
(Webster’s Third New International Dictionary). De hecho, el cha­
mán aprende fundamentalmente de la experiencia de primera mano,
que le aportan sus sentidos, a la hora de adquirir conocimientos.
Con todo, el maestro chamán es humilde. Al fin y al cabo, nadie
sabe con certeza cómo funciona el mundo. Todos nos hallamos lim ita­
dos por el punto de vista desde el que observamos el Universo. Como
una india mohave, llamada Hama: Utce, dijo una vez: :
Cada chamán cuenta una historia diferente sobre la creación. Se
puede oír contada de muchas maneras. Todas las historias relatan el
mismo hecho, pero de formas diferentes, como si lo narraran distintos
testigos que recordaran o hubieran olvidado detalles diferentes. Es
como si lo contaran un indio, un negro y un francés; o como si yo, mi
marido, Hivsu: Tupo: ma o Ud. estuviéramos describiendo un accidente
de coche que hubiéramos presenciado7.
Los chamanes no sólo son personas contemplativas, sino también
de acción. Cuando se les necesita, sirven a la comunidad trasladándose
a la realidad oculta. Pero sólo unos pocos chamanes llegan a ser verda­
deros maestros del conocimiento, el poder y la curación. Es normal
encontrar en la comunidad numerosos testimonios acerca de la eficien­
78
MICHA EL HARNER
cia de un determinado chamán. Las «hazañas» de los chamanes son
famosas y la gente decide a qué chamán acudir en casos de vida o
muerte. Por tanto, aunque muchos llegan a convertirse en chamanes,
sólo unos pocos pueden considerarse destacados.
Estado Chamánico d e Conciencia
El chamán opera en la realidad no-normal sólo una pequeña parte
de su tiempo, y exclusivamente si lo necesita para sus prácticas chamánicas, ya que el chamanismo es una actividad esporádica. En las tribus
de jíbaros, conibos, esquimales y casi todos los otros grupos primitivos,
el maestro chamán suele participar activamente en los asuntos econó­
micos, sociales e incluso políticos de la comunidad. Es normalmente un
gran cazador o agricultor, artesano y artista, pensador y un responsable
miembro de la familia y de la comunidad. Es más, la habilidad del
maestro chamán para operar en dos realidades diferentes con éxito se
interpreta como prueba evidente de su poder.
Cuando realiza actividades chamánicas sigue los preceptos de éstas,
y cuando no lo hace sigue los preceptos de la realidad normal. El
chamán se mueve deliberadamente entre dos realidades y con un serio
propósito. En cualquiera de las dos realidades, el chamán piensa y actúa
de manera adecuada a ésta, y tiene como objetivo el dominio de ambas
actividades, la normal y la no-normal. Sólo aquél que domina sus
acciones en ambos campos es maestro chamán.
Las dos realidades personales del chamán, la normal y la nonormal, tienen sus correlativos estados de conciencia. Sólo se puede
dominar cada una de estas realidades si uno se encuentra en el estado
de conciencia adecuado para ella. Por ejemplo, si se está cruzando una
calle en una ciudad con mucho tráfico, el estado de conciencia necesario
es distinto al que se requiere para entrar en el Mundo Inferior chamá­
nico. Un jefe chamán sabe perfectamente cuál es el estado adecuado
para cada situación con la que se enfrenta, y entra en ese estado de
conciencia según sus necesidades.
La percepción de dos realidades es típica del chamanismo, aunque
algunos filósofos de salón de occidente vienen negando la legitimidad
de esta división dual que hacen los pueblos primitivos entre mundo
LA SENDA DEL CHAMÁN
79
normal y un mundo oculto, aparentemente aduciendo que éstos son
incapaces de distinguir entre ambos mundos. Como ya expliqué con
anterioridad, los jíbaros no sólo hacen tal división conscientemente,
sino que le conceden mucha más importancia a la no-normal u oculta.
Estoy de acuerdo con Alce Hultkrantz cuando afirma:
«...si tales pueblos (primitivos) no establecen dicha dicotomía —y a
veces sí lo hacen— lo que sí hacen es ordenar inconscientemente sus
conocimientos según este modelo. Prueba de ello es el trance de los
chamanes. El mundo del éxtasis es el mundo de los poderes y agentes
sobrenaturales, por ello el chamán se sumerge en él. Su existencia se da
en dos mundos: cuando no está en trance vive la vida cotidiana de su
tribu, cuando está en trance es parte del mundo sobrenatural, compar­
tiendo con los espíritus algunas de sus capacidades: la capacidad de
volar, de autotransformarse, de unificarse con el espíritu ayudante,
etc...»9
La distinción que establezco entre las experiencias que se tienen en
el ECC y el ENC, o que Castañeda establece entre la realidad nonormal y la normal no suele darse en conversaciones entre chamanes y
de éstos con occidentales. Sin embargo si usted pudiera oír hablar a un
chamán jíbaro, podría oír en sus conversaciones cotidianas relatos de
experiencias y hechos que a usted, como occidental, le parecerían evi­
dentemente absurdos o imposibles. Le podría contar, por ejemplo,
cómo partir por la mitad un gran árbol desde lejos con su poder
chamánico, o cómo vio en el tórax de un vecino un arco iris invertido.
Al mismo tiempo, podría contarle que está haciendo una nueva cerba-.
tana, o que la mañana anterior fue de caza.
El problema no es, como sostienen algunos filósofos occidentales,
que los pueblos primitivos como los jíbaros tengan una mentalidad
«prelógica». El problema es que el hombre occidental es, desde el
punto de vista chamánico, un ser sencillamente no sofisticado. El jíbaro
no necesita especificar a sus compañeros de tribu en qué estado de
conciencia se encontraba cuando tuvo una determinada experiencia.
Ellos lo saben inmediatamente, porque ya han aprendido qué tipo de
experiencias tienen lugar en el ECC y cuáles en el ENC. Sólo el
occidental carece de este conocimiento previo.
La sofisticación de los jíbaros no es exclusiva; de hecho, es proba.
blemente característica de todas las culturas chamánicas.
80
MICHAEL HARNER
Lamentablemente los observadores occidentales que no tienen
gran experiencia con estados alterados de conciencia, a menudo olvi­
dan preguntar en qué estado cognitivo se encontraban sus informado­
res nativos cuando tuvieron experiencias «imposibles». Como acerta­
damente comenta el antropólogo australiano W. E. H. Stanner:
«Es increíblemente fácil para los europeos que se enfrentan a esta
clase de hechos por primera vez, suponer que este tipo de "misticismo”
domina todo pensamiento aborigen. Esto no es cierto. El pensamiento
"lógico" y la conducta "racional” están casi tan omnipresentes en la vida
aborigen como lo están en los niveles más simples de la vida europea...
y si se quiere presenciar una demostración realmente brillante de pen­
samiento deductivo, sólo hay que observar cómo (un aborigen) persigue
a un canguro herido, y pedirle que explique por qué interpreta una serie
de signos de cierta manera.»10
En otras palabras, los que están limitados no son los pueblos
primitivos, sino nosotros que somos incapaces de comprender la doble
naturaleza de sus experiencias y el respeto con que se refieren a ellas.
Puesto que nuestra cultura occidental no es chamánica es necesario, al
enseñar chamanismo, que establezcamos claramente las diferencias
entre el ECC y el ENC, o entre la realidad no-normal y la normal,
como hace Castañeda. Cuando usted llegue a convertirse en chamán, si
es que lo hace, y si tiene otros chamanes con los que conversar,
tampoco necesitará, como no lo hace un jíbaro o un aborigen austra­
liano, especificar en qué estado de conciencia se encontraba cuando
tuvo una determinada experiencia. Los que le escuchen, si comparten
sus conocimientos, lo sabrán.
El componente de alteración del estado de conciencia del ECC
incluye diversos grados de trance, que van desde esencialmente ligero
(como en el caso de muchos indios chamanes norteamericanos), hasta
muy profundo (como ocurre entre los lapones, donde un chamán
puede parecer temporalmente en estado de coma). Los chamanes de
Siberia actúan en todos los grados. Como señala Hultkrantz, «Es por lo
tanto errónea la afirmación de que el trance chamánico tiene invaria­
blemente el mismo grado de profundidad»11. Análogamente Eliade
dice: «Entre los ugrios el éxtasis chamánico no es tanto un trance como
un "estado de inspiración”; el chamán ve y oye espíritus, él "sale fuera
LA SENDA DEL CHAMÁN
81
de sí mismo” porque está viajando en éxtasis por regiones distantes,
pero no está inconsciente. Es un visionario e inspirado. Sin embargo la
experiencia básica es estática, y el principal medio de alcanzarla es,
como en otras regiones, la música mágico-religiosa.»12
Lo que es definitivo es que para la práctica chamánica es necesario
un cierto grado de alteración del estado de conciencia. A menudo los
observadores occidentales ajenos al chamanismo no han podido darse
cuenta de que un chamán estaba en trance leve, precisamente porque
eran observadores externos que carecían de experiencia chamánica
propia. Hultkrantz afirma con bastante acierto:
«Un chamán puede parecer que actúa en estado lúcido cuando, de
hecho, tiene su mente ocupada en visiones internas. Yo mismo he
presenciado cómo un hechicero norteamericano que efectuaba una cura,
operaba en un contexto de trance leve difícilmente observable por un
extraño; y su posterior testimonio de lo que vio durante la cura demos­
traba que había estado en trance leve.»15
Con anterioridad, en un momento crítico de su vida, antes de
iniciarse en el chamanismo, el chamán puede haberse encontrado en
un profundo estado de alteración mental, aunque hay muchas excep­
ciones individuales y culturales. A veces tal experiencia se obtiene en
una intencionada búsqueda de visión para obtener el poder del espíritu
guardián. Otras veces tiene lugar en el clímax de una enfermedad
grave, como ocurre entre algunos indios norte y sudamericanos, así
como entre los nativos de Siberia. Una experiencia tan radicalmente
profunda y reveladora a menudo estimula al individuo a iniciarse en la
senda del chamán. Mi propia experiencia psicodélica entre los indios
conibos en 1961 es un ejemplo personal. Aquí evitaremos, por lo
general, la palabra «trance» por las connotaciones que tiene para los
occidentales que implican que se trata de un estado no consciente.
Reinhard, análogamente, evita el uso de «trance», y explica: «...lo que
en realidad estamos intentando determinar es que el del chamán es un
estado psíquico no-normal que en ocasiones no implica la pérdida de
consciencia sino un estado alterado de conciencia.»14*
* Probablemente la definición de estado alterado de conciencia más ampliamente acep­
tada es la de Arnold M. Ludwig que lo describe como «cualquier estado(s) mental(es)
producido(s) por varios procedimientos o agentes fisiológicos, psicológicos o farmacológi-
82
MICHAEL HARNER
Es en el ECC cuando uno «ve» chamánicamente. A esto se le
podría llamar «visualizar», «imaginar» o como dicen los aborígenes
australianos «usar el ojo fuerte»15. Aunque este modo de v e r tiene
lugar en un estado alterado de conciencia, calificar estas visiones de
alucinaciones sería un prejuicio no empírico contrario a nuestro
empeño por llegar a la comprensión de tales fenómenos mediante la
experiencia directa. Como dice el distinguido antropólogo australiano
A. P. Elkin, la visión de un chamán aborigen «no es una nueva alucina­
ción. Es una formación mental visualizada y exteriorizada, que incluso
puede que exista en un tiempo independiente de su creador... Mientras
la persona experimenta la visión, no puede moverse, pero es cons­
ciente de lo que ocurre a su alrededor. Según me contó uno de los
chamanes de la tribu Kattanga, Nueva Gales del Sur (Australia)..., él
podía ver y saber lo que ocurtía pero estaba como muerto, no sentía
nada.»16
El ECC normalmente permite el completo recuerdo de la expe­
riencia cuando el chamán vuelve al ENC, a diferencia de los caracterís­
ticos trances de los médiums espiritistas occidentales o los participan­
tes en los bailes de posesión espiritista de los caribeños o los
javaneses17. En otras palabras, el ECC no conlleva la amnesia. En el
ECC, hay parte de la mente del chamán que normalmente está ligera­
mente conectada con la realidad cotidiana del entorno físico o material
que le rodea. La levedad de su trance hace a menudo necesario que un
ayudante tenga que tocar el tambor para mantenerle en el ECC. Si el
tambor deja de sonar, podría volver inmediatamente al ENC, y su
tarea fracasaría.
El tambor y la maraca son instrumentos básicos para entrar en el
ECC. El chamán suele limitar el uso de su tambor y su maraca para
eos que pueden ser reconocidos subjetivamente por el propio individuo (o un observador
objetivo del individuo) como representativos de una suficiente desviación en la experiencia
subjetiva o el funcionamiento psicológico de determinadas normas generales para ese
individuo durante el estado de consciencia alerta» (Ludwing 1972-11). Un problema de la
definición de Ludwig es que puede implicar que un estado de «alerta, despierto» no tiene
por qué caracterizar un estado mental alterado. Aunque el chamán en ocasiones no está ni
alerta ni despierto en el ECC, normalmente está muy alerta aún cuando no se encuentre
totalmente despierto; y muy a menudo en el ECC está alerta y despierto al mismo tiempo.
Katz (1976 a: 282-283) en su estudio de curación a través del trance de los bosquimanos
Kung también expresa sus reservas respecto a la definición de Ludwing.
LA SENDA DEL CHAMÁN
83
evocar y mantenerse en el ECC, y así su inconsciente los asocia auto­
máticamente con actividades chamánicas serias. El sonido inicial rít­
mico y monótono de la maraca y el tambor, que con anterioridad ha
sido asociado en repetidas ocasiones con el ECC, es una señal para que
su cerebro vuelva al ECC. De ahí que para un chamán con experiencia,
unos minutos del familiar sonido de los tambores y de las maracas
basten para alcanzar el trance leve en el que tienen lugar la mayoría de
las actividades chamánicas.
El sonido repetitivo del tambor suele ser fundamental para realizar
tareas chamánicas en el ECC. Es lógico que los siberianos y otros
chamanes a veces se refieran a sus tambores como el «caballo» o la
«canoa» que los transporta al Mundo Inferior o Superior. El ritmo
perseverante, monótono del tambor actúa de onda portadora que
ayuda al chamán a entrar en el ECC y a que se mantenga enel viaje.
Enlos siguientes versos chamánicos de los soyotes (Tuvas) de
Siberia se ilustra la importancia del tambor como «cabalgadura» o
«corcel»:
¡Oh! Mi tambor de colores
¡Tú que estás ahí enfrente!
¡Oh, mi alegre tambor pintado,
tú que estás aquí!
Que tu cuello y espaldas se fortalezcan.
¡Escucha, oh escucha caballo mío —tú, cierva, mi corcel!
¡Escucha, oh escucha caballo mío —tú oso!
¡Escucha, oh escucha (oso)!
¡Oh, tambor pintado que estás ahí enfrente!
Mis cabalgaduras —ciervo y cierva—
Guarda silencio, tambor sonoro,
tambor cubierto de piel,
haz que se cumplan mis deseos.
¡Como nubes livianas
llévame por las tierras del crepúsculo
y bajo el cielo plomizo
como el viento pasea majestuosamente
por las cimas de las montarías!18
84
M1CHAEL HARNER
Neher ha demostrado científicamente que el sonido del tambor
altera el sistema central nervioso. La estimulación rítmica afecta la
actividad eléctrica de «muchas zonas sensorias y motoras del cerebro,
que no son normalmente afectadas, debido a sus conexiones con la
zona sensorial que es estimulada»19. Parece ser que esto se debe en
parte al hecho de que el simple sonido del tambor contiene diversas
frecuencias de sonido, y por ello transmite simultáneamente impulsos
al cerebro a través de una variedad de vías nerviosas. Además, el
sonido de los tambores es casi siempre de baja frecuencia, lo que
significa que el sonido del tambor puede transmitir al cerebro más
energía que un estímulo sonoro de frecuencia más alta. Neher afirma
que esto es posible porque «los receptores del oído de baja frecuencia
son más resistentes a los daños que los delicados receptores de alta
frecuencia, y pueden soportar mayores amplitudes de sonido sin sentir
dolor»20.
Recientes investigaciones sobre los bailes espirituales chamánicos
de los indios salish de la costa noroeste ratifican los resultados de la
investigación de Neher sobre la capacidad de los tambores rítmicos de
provocar una alteración en el estado de consciencia. Jilek y Ormestad
descubrieron que en los procedimientos de iniciación en que se usan los
tambores salish de piel de ciervo, la frecuencia del sonido de los tambo­
res que dominaba pertenecía a la escala de frecuencia de las ondas theta
EEG (de 4 a 7 ondas por segundo). Ésta es la escala, dice Jilek, que «se
considera más efectiva para producir estados de trance»21.
Esperamos que con posterioridad a estas investigaciones se pro­
ceda a la medición telemétrica de los EEG de los chamanes que actúan
en el ECC. Parece lógico pensar que esta investigación llevará a la
conclusión de que el ECC tiene lugar tanto en el nivel theta como en el
menos profundo alpha.
El movimiento de la maraca del chamán estimula en el cerebro
vías de frecuencia más altas que el tambor, dando más fuerza al sonido
del tambor y aumentando el efecto sonoro del conjunto. Aunque es de
más alta frecuencia, el sonido de la mayoría de las maracas es de una
amplitud lo suficientemente baja como para no causar dolor en los
receptores del oído.
El chamán puede tocar el tambor mientras entra en el ECC, pero
para llegar a él totalmente se requiere la ayuda de alguien que continúe
LA SENDA DEL CHAMÁN
85
tocando el tambor como hacen los tungus de Siberia, para que se
mantenga la alteración del estado de consciencia del chamán22. Los
tungus practican una técnica alternativa, en la que un ayudante toca el
tambor todo el tiempo, incluso antes de que el chamán entre en el
ECC. Éste es el método que yo prefiero, pues las necesidades físicas
para tocar el tambor pueden interferir con mi transición al ECC. No
obstante, el chamán debe regular la velocidad del sonido de los tambo­
res, pues es el único que sabe cuál es el ritmo adecuado. En la técnica
que sigo, yo agito una maraca, comenzando por el típico ritmo lento
que voy incrementando según creo conveniente. El sonido de la maraca
no sólo guía al que toca el tambor, sino que también actúa como
suplemento de la acústica del sonido del tambor con una frecuencia
más alta. Cuando el chamán que utiliza este método entra por fin en el
ECC, ya no puede agitar la maraca y el que toca el tambor le sustituye
siguiendo con el tambor el último ritmo que oyó de la maraca.
Entre los tungus, el ayudante del chamán se encarga totalmente del
tambor, pero el chamán no utiliza la maraca; marca, sin embargo, el
compás con su danza, el ritmo de los cascabeles y objetos de bisutería
que cuelgan de su indumentaria, y así dirige al tambor y lo comple­
menta con sonidos de frecuencia más alta23. Esta técnica provoca en el
sistema nervioso del chamán un impulso, movimiento corporal que va
a la par de los sonidos, ya que, como dice Shirokogoroff «la "danza” es
suscitada por la necesidad de producir sonidos rítmicos»24.
El canto también ayuda a entrar en el ECC. Típicamente, el cha­
mán tiene «cantos de poder» especiales que entona en tales ocasiones.
Aunque las letras varían ligeramente dependiendo de los chamanes
aun dentro de la misma tribu, la melodía y el ritmo de estos cantos no
suelen ser invención del propio chamán, sino que son comunes a una
tribu o a una región.
Los cantos tienden a ser repetitivos y relativamente monótonos, y
en general aceleran el ritmo a medida que el chamán se acerca al ECC.
Pueden tener la función latente de afectar a la actividad del sistema
nervioso central de manera análoga a los ejercicios de respiración del
yoga, aunque no sé de ninguna investigación que establezca esto. A
menudo los miembros de la audiencia ayudan al chamán a entrar en el
ECC, y tienden a referirse a los guardianes y ayudantes espirituales del
chamán y a reafirmar su poder.
86
MICHAEL HARNER
El componente aprendido del ECC incluye la atribución de realidad
plena a lo que se ve, se siente, se oye y se experimenta en el estado
alterado de conciencia. El chamán no ve estas experiencias directas
empíricas como una fantasía, sino como realidad inmediata. Al mismo
tiempo, el chamán reconoce la separación entre la realidad del ECC y la
del ENC, y no las confunde. Sabe cuándo está en una y cuándo se
encuentra en la otra, y entra en cada una de ellas por decisión propia.
Los preceptos aprendidos que se utilizan en el ECC incluyen el
supuesto de que animales, plantas, seres humanos y otros fenómenos
que se ven en un estado alterado de conciencia son completamente
reales, dentro del contexto de realidad no material o no normal en que
son percibidos. El chamán entra en el ECC para percibir estas formas
no materiales y operar con ellas. Dichas formas no son visibles ni al
chamán ni a otros cuando se encuentra en el ENC, y no forman parte
de la realidad normal.
El aspecto aprendido del ECC supone un profundo respeto a todas
las formas de vida, y un reconocimiento humilde de nuestra dependen­
cia de las plantas, los animales e incluso de la materia inorgánica de
nuestro planeta. El chamán sabe que el ser humano está relacionado
con todas las formas de vida, que todas ellas son «familia nuestra»
como dicen los siux lakota. Tanto en el ECC como en el ENC, el
chamán se dirige a otras formas de vida con respeto y con una com­
prensión familiar. Reconoce su antigüedad, su relación y sus fuerzas
especiales.
Por consiguiente el chamán entra en el ECC sintiendo una gran
veneración por la Naturaleza, por las fuerzas inherentes del animal
salvaje y las especies vegetales y por su tenaz habilidad para sobrevivir
y florecer a lo largo de millones de años de existencia planetaria. Él
piensa que la Naturaleza, cuando uno se acerca a ella en un estado
alterado de conciencia con respeto y amor, puede revelar cosas no
observables en un estado de conciencia normal.
Muchas tribus norteamericanas todavía conservan un enfoque de la
realidad chamánica, como el que se desprende, por ejemplo, de este
comentario de un hopi:
«Para los hopis todas las formas de vida son una —son la misma.
Este mundo el que se vive es el mundo humano, y en él todos los
animales, aves, insectos, y todas las criaturas vivientes, así como los
LA SENDA DEL CHAMÁN
87
árboles y plantas que también tienen vida, aparecen encubiertas o en las
formas en que normalmente las vemos. Pero se dice que todas estas
criaturas y objetos vivos que comparten con los seres humanos la chispa
de la vida, tienen con seguridad otros lugares donde viven en formas
humanas igual que nosotros. Por eso, todos estos objetos vivos se
consideran como humanos y a veces, incluso en la tierra, pueden ser
vistas en su propia forma. Si los matamos, el alma de estas criaturas
puede volver a su propio mundo de donde nunca más podrá volver a
salir, pero sus descendientes ocuparán el lugar de estas criaturas en el
mundo humano, generación tras generación.»25
Incluso a plena luz del día, se puede aprender a ver chamánicamente los aspectos no-normales de los fenómenos naturales. Por
ejemplo, lo que veremos a continuación es un método para ver en las
piedras, una técnica que aprendí de un curandero sioux lakota. En
primer lugar piense en un problema que necesite solución. A continua­
ción simplemente pasee por una zona silvestre hasta que encuentre
una piedra de dos palmos que llame su atención. Cójala y llévela a un
lugar donde pueda sentarse cómodamente con ella.
Ponga la piedra en el suelo, frente a usted, y plantee la pregunta
que requiera respuesta. Estudie detenidamente la cara superior de la
piedra hasta que logre ver en sus líneas, grietas y otras irregularidades
una o más criaturas vivas; puede tardar varios minutos.
Cuando haya logrado distinguir uno o más animales, plantas, insec­
tos, caras, formas humanas o cualquier otro ser, en la cara de la piedra,
piense qué le está intentando decir la piedra sobre el problema que le
ha planteado usted. Retenga la conclusión en su mente y dele la vuelta
a la piedra. Repita el mismo procedimiento de ver y meditar con la
nueva cara de la piedra. Si la piedra lo permite, puede usted repetir el
mismo procedimiento con las otras dos caras de la piedra.
A continuación reflexione sobre la manera de unir las conclusiones
que ha sacado de cada cara para formar un mensaje que sea respuesta a
su pregunta. Luego, respetuosamente y con agradecimiento, vuelva a
dejar la piedra donde la encontró.
Cuando usted tenga suficiente experiencia chamánica, puede utili­
zar esta técnica para ayudar a otra persona. Haga que la persona siga
los mismos pasos arriba indicados. La diferencia está en que ahora son
los dos los que verán la respuesta al problema. Deje que sea él el que
88
MICHAEL HARNER
primero describa y analice lo que ve. Después usted, como chamán,
complete sus observaciones y análisis con los suyos. Debido a que usted
tiene más experiencia, puede sugerir la manera de combinar lo que los
dos han visto. Dé la vuelta a la piedra y complete el proceso con las
cuatro caras. Finalmente la persona hace su propia síntesis de las
cuatro caras en forma de respuesta general a su problema.
Es cierto que hay parecidos y diferencias entre esta forma de
aproximación chamánica y el test de Rorschach u otras técnicas psicoanalíticas de libre asociación. Pero el hecho de que haya diferencias no
quiere decir que la técnica chamánica sea menos efectiva. Desde «la
perspectiva chamánica, hay animales y otros seres en la piedra. El
concepto fantasía no tiene lugar en el mundo del chamán. Para él toda
forma de naturaleza tiene una realidad oculta, no-normal. Uno
aprende a ver esto siguiendo la senda del chamán.
Esta adaptación libre de David Cloutier de un poema chamán de la
tribu Chukchee, en Siberia, ilustra lo que digo:
Cosas que ve un chamán
Todo lo que existe
está vivo
en la escarpada ribera de un río
hay una voz que habla
yo he visto al amo de esa voz
él se inclinó para saludarme
hablé con él
él responde a todas mis preguntas
todo lo que existe
está vivo.
Un pajarillo gris
pecho azul
canta en una hueca rama
llama a sus espíritus, danza
canta sus canciones chamánicas
un pájaro carpintero en un árbol
que le sirve de tambor
LA SENDA DEL CHAMÁN
89
con su pico tamborilea
y tiembla el árbol
grita como un tambor
cuando el hacha muerde su costado
todas estas cosas responden
a mi llamada
todo lo que existe
está vivo
el farol se pasea
las paredes de esta casa tienen lengua
incluso este cuenco tiene un verdadero hogar
las pieles dormidas en sus bolsas
estuvieron hablando toda la noche
las cornamentas en las sepulturas
se levantan y rodean con un círculo los túmulos
mientras que los mismos muertos se levantan
y van a visitar a los vivos.26
NOTAS
1 Eliade 1964.
2 E.g., Halifax 1979: 3.
5 Furst 1929: ¿v.
4 Wilbert 1972: 81-82.
5 Benedict 1923: 67.
6 Ver Harner 1973c.
7 Devereux 1957: 1036.
8 Ver Harner 1972: 134-169; ó 1973a.
9 Hultkrantz 1973: 31.
10 Stanner 1956: 161.
11 Hultkrantz 1973: 28, 31.
12 Eliade 1964: 222-223.
1} Hultkrantz 1973: 28.
14 Reinhard 1975: 20.
15 Elkin 1945: 59.
!6 Ibid.: 74-75.
90
MICHAEL HARNER
17 E.g., ver Witckover 1970: 156-157.
18 Según Diószegi 1962: 162-163.
19 Neher 1962: 153. Ver también Neher 1961.
20 Neher 1962. 152-153.
21 Jilek 1974: 74-75.
22 Shirokogoroff 1935: 326, 329.
25 Ibid.: 326-327.
2< Ibid.
2’ Nequatewa 1967: 133-134.
26 Cloutier 1973: 32-33, adaptación libre de Bogoras 1909: 281.
Animales de poder
IV
o s CHAMANES s ie m p r e h a n c r e íd o que sus poderes eran los de los
animales, las plantas, el sol, los de las energías básicas del
Universo. Ellos han dirigido sus supuestos poderes en el jardín
de la Tierra para ayudar a otros seres humanos a salvarse de la enfer­
medad y de la muerte, para darles fuerzas en la vida cotidiana, para
comulgar con sus semejantes, y para vivir una existencia feliz en
armonía con la totalidad de la Naturaleza.
Ya siglos antes de Charles Darwin, los pueblos de culturas chamánicas estaban convencidos de que los humanos y los animales estaban
relacionados. En sus mitos, por ejemplo, los personajes animales
tenían una forma física esencialmente humana, aunque se distinguían
entre sí por los particulares rasgos característicos de los distintos tipos
de animales tal y como hoy existen en la naturaleza. Así el coyote se
caracteriza en las historias por su actitud perversa, y el cuervo por su
dependencia impropia de que los demás cacen para él. Entonces, según
diversos mitos de la creación, los animales tomaron las formas que
tienen hoy, diferenciándose físicamente. Por ello, explican los mitos,
los animales y los humanos ya no pueden hablar entre sí, ni los
animales pueden adoptar forma humana.
Aunque el paraíso mítico de la unidad de animales y humanos se
ha perdido en la realidad normal, es todavía accesible al chamán visio­
nario en la realidad no-normal. El concepto de los aborígenes australia­
nos de «Época del Sueño» encierra este conocimiento, pues se refiere a
un pasado mitológico que todavía existe en un tiempo paralelo a la
L
92
MICHAEL HARNER
realidad normal del día de hoy, y en el que se puede entrar en sueños y
visionesl. El chamán es el único entre los humanos que normalmente
puede llevar a cabo la unidad animal-humano al entrar en el ECC Para
el chamán que se encuentra en un estado alterado de conciencia el
pasado mítico es directamente accesible.
La mitología de los indios norte y sudamericanos está llena de
personajes animales, y los mitos no cuentan la historia de un coyote, un
cuervo o un oso, sino las aventuras de Coyote, Cuervo y Oso. En otras
palabras, los personajes individuales representan especies completas o
clases más grandes de animales. Esto es similar a la unidad que existe
entre el espíritu del animal guardián del individuo con todo el género o
la especie a que éste pertenece. Esta unidad significa que una persona
normalmente posee no sólo el poder de un oso o de un águila, sino el
poder de Oso o de Aguila. El poseedor de un animal guardián asume
normalmente el poder espiritual de todo el género o especie, aunque
evidentemente se asocie a ese poder a través de una manifestación
individual de éste.
La relación entre el mundo de los humanos y el animal es básica en
el chamanismo, y el chamán utiliza sus conocimientos y sus métodos
para participar del poder de ese mundo. Por medio de su espíritu
guardián o animal de poder, el chamán conecta con el poder del mundo
animal, los mamíferos, aves, peces y otros seres. El chamán ha de tener
un guardián particular para realizar su trabajo, y este guardián le ayuda
de una manera especial.
Los nativos norteamericanos se refieren, a veces, al espíritu guar­
dián como el animal de poder, como en el caso de los salish costeros y
los okanagon de Washington2. Este término es particularmente idó­
neo pues pone de relieve que el espíritu guardián da poder y que con
frecuencia se percibe en forma de animal. Pero los salish costeros
también se refieren a veces al espíritu guardián como el Indio , ya que
también puede presentársele en forma humana3. Esta dualidad animalhumana del espíritu guardián es un rasgo común a la cosmología de los
indios norte y sudamericanos y a la de los otros pueblos primitivos. De
este modo; entre los cocopas del valle del río Colorado, los animales se
aparecen en sueño como seres humanos4. Entre los jíbaros, un espíritu
guardián suele aparecerse primero en una visión como animal y luego
en un sueño con forma humana5.
LA SENDA DEL CHAMÁN
93
La capacidad de los animales de presentarse como humanos no es
extraña, dada la creencia extendida de que los humanos y los animales
están relacionados biológicamente (son especies afines) y antigua­
mente podían incluso hablar. En la realidad no normal, los animales
bien pueden manifestarse con formas humanas a otros humanos que
se encuentran en el ECC. El chamán, o la persona con tendencias
chamánicas, es el único que puede volver a asumir la capacidad perdida
para comunicarse con los (otros) animales. Así, en las tribus del
desierto occidental del sur de Australia, cuando un hombre se convierte
en chamán adquiere el poder de hablar con las aves y otros animales 6.
Cuando Castañeda entabla conversación con un coyote, está acercán­
dose al chamanismo7. Entre los jíbaros, de hecho, si un animal te habla,
se considera como evidencia de que ese animal es tu espíritu guardián.
Entre los siux lakota, los espíritus guardianes a menudo hablan
cuando se les aparecen a los clarividentes. Según cuenta Ciervo Cojo,
«De repente oí gritar a un gran pájaro, y acto seguido me golpeó en la
espalda, me tocó con sus alas extendidas. Oí el grito de un águila,
fuerte, por encima de las voces de otros muchos pájaros. Parecía decir
"Te hemos estado esperando. Sabíamos que vendrías. Ya estás aquí. Tu
senda comienza aquí... siempre llevarás contigo un espíritu, tu otro
yo.”» 8
La capacidad que tienen los espíritus guardianes animales de hablar
a un humano o de manifestarse con forma humana se entiende como
una señal de poder. Otra señal de su poder es cuando se hacen visibles
moviéndose en un elemento que no es su entorno «normal». Son
ejemplos comunes un mamífero terrestre o una serpiente que vuelan
por el aire, tengan o no tengan alas. Todas estas capacidades muestran
claramente que el animal es no-normal, que es portador de poder,
capaz de transcender la naturaleza de un animal normal y su existencia
normal. Cuando su transformación en humano tiene lugar, es un acto
mágico de poder. El animal de poder, cuando es poseído por un
chamán, actúa de alter ego, concediéndole al chamán el poder de
transformación, y especialmente el poder de transformarse de humano
en animal de poder, y otra vez en humano.
La creencia de algunos chamanes de que pueden metamorfosearse
en la forma de sus espíritus animales guardianes o animales de poder
está muy extendida y es obviamente antigua. Entre los arunta de
94
MICHAEL HARNER
Australia, solían adoptar la forma de águilas-halcones9. En el curso de
la iniciación de un chamán de la tribu australiana de los wiradjeri, éste
tuvo una experiencia no-normal en la que de sus brazos brotaban
plumas que se convertían en alas. Entonces le enseñaron a volar.
Posteriormente «plegó sus alas», y volviendo a la realidad normal,
volvió a la aldea y comentó su experiencia10. En la región más septen­
trional de Escandinavia, los chamanes lapones se transforman en
lobos, osos, renos y peces; los chamanes siberianos y esquimales, a
menudo, se transforman en lobos11. De modo similar, entre los indios
yuki de California llamaban «doctores oso» a los chamanes que creían
tener el poder de transformarse en osos. El doctor oso de los yuki «era
en realidad un chamán que tenía al oso como espíritu guardián» n . Un
chamán oso principiante «se relacionaba con auténticos osos, comía de
su comida, y a veces vivía con ellos», incluso durante todo el verano13.
La antigua creencia chamánica en la capacidad de transformarse en
animal sobrevivió en Europa occidental hasta el Renacimiento14. La
Iglesia cristiana, por supuesto, consideraba magos, brujas y hechiceros
a todos los que practicaban este tipo de metamorfosis y les persiguie­
ron durante la Inquisición. No obstante, un colega de Galileo, el alqui­
mista y científico Giovanni Battista Porta, en 1562, todavía tenía el
antiguo conocimiento necesario para experimentar tal metamorfosis, y
publicó la información en su famoso libro Natural M agick 15. Así
explica cómo, utilizando una poción alucinógena, un hombre podía
«creer que se había convertido en Pájaro o Animal». Porta señala:
«este hombre a veces parecía que se había transformado en pez; y
abriendo los brazos nadaba por el suelo: en ocasiones parecía que salía
a la superficie volviéndose a sumergir después. Otro creía que se había
transformado en oca y comía hierba, y con sus dientes golpeaba el
suelo, como hacen los gansos: de vez en cuando cantaba, y se esforzaba
en batir las alas»16. De modo similar, Castañeda, con la ayuda de una
mezcla alucinógena,- cuenta que tuvo una experiencia en que se convir­
tió en cuervo, y que don Genaro presenció cómo los chamanes pueden
convertirse en águilas y búhos17.
Sin embargo, no es necesario el uso de drogas alucinógenas para
que una persona experimente la metamorfosis en pájaro o en otro
animal. El método más extendido entre los chamanes de pueblos
primitivos para alcanzar un estado de conciencia chamánico que per­
LA SENDA DEL CHAMÁN
95
mita tener tal experiencia es la danza acompañada por el sonido de los
tambores. Entre los indios caribeños del norte de Sudamérica, en la
iniciación de los chamanes es necesaria, por ejemplo, la danzan noc­
turna en que los neófitos se mueven imitando a animales. Esto forma
parte del proceso de transformación en animales18.
Pero no son los chamanes o los iniciados en el chamanismo los
únicos que utilizan la danza para metamorfosearse en animales. En
muchas culturas primitivas, cualquiera que tenga un espíritu guardián
puede danzar como medio para evocar su alter ego. Entre los indios
salish costeros las danzas de la estación invernal ofrecen la oportuni­
dad de unificarse conscientemente con su animal de poderl9. «El espí­
ritu del danzante encuentra su forma de expresión en los pasos del
baile, el ritmo, los movimientos, gestos y semblantes: en el ritmo
ligero, después en los saltos del "guerrero" que grita ferozmente, o en
el trote tambaleante de la "osa madre” que llora amargamente; en la
"serpiente de dos cabezas” que se retuerce como un reptil de goma... en
el "lagarto" que derrama sus lágrimas por su retoño devorado o en la
poderosa "ballena” que caza peces más pequeños.»20. A menudo los
chamanes de la costa noroeste, que hacían estas danzas, llevaban care­
tas especiales y atuendos que contribuían a la unificación con sus
animales de poder. Entre los tsimshian, por ejemplo, un chamán podía
danzar no sólo llevando una careta de un águila, sino incluso garras de
cobre21. El deseo de unidad con los animales de poder queda bien
ilustrado en esta versión de Cloutier de una canción a un oso pardo de
la tribu de los tlingit de la costa noroeste:
¡Uh! ¡Oso!
¡Uh!
¡Uh!
Así dices tú
¡Uh Uh Uh!
Ven
Eres un hermoso joven
Tú Oso Pardo
Sal de tus pieles
Ven
Yo digo ¡Uh Uh Uh!
96
MICHAEL HARNER
Arrojo la grasa al fuego
Para ti
Oso Pardo
Somos uno!22
Muchas de las danzas en que se imita a los animales tienen como
objetivo la unificación de los animales de poder con los danzantes, aun
cuando los rituales no son puramente chamánicos en otros aspectos.
Así, la danza de los Dioses Animales de las sociedades hechiceras
chamánicas de los pueblo zuni, en el suroeste americano, tiene un
«gran parecido a sesiones de otros pueblos en que el chamán está
inspirado y en las que se convoca a los Dioses Animales con la danza,
la maraca y el tambor, y los danzantes enajenados tratan de imitar los
ruidos y movimientos de los animales»23. Los danzantes que asumen la
personalidad del oso pueden incluso llevar zarpas de verdad en las
manos24. Pero esta danza de los Dioses Animales es más que una
simple imitación, ya que el danzante zuni, igual que el indio de las
praderas norteamericanas que realiza el baile del Búfalo o del Águila,
está esforzándose por ir más allá de la imitación y unificarse con el
animal. Así, la serie de canciones de los indios osages, «El nacimiento
de los Hombres Toro Búfalo», pone de relieve la creación de una
conciencia de unidad con el animal
Nazco, nazco,
Yo, que con mi paso hago retumbar la tierra.
Nazco, nazco,
Yo, que tengo fuerza en las patas.
Nazco, nazco,
Yo, que cuando estoy furioso me golpeo la espalda con el rabo.
Nazco, nazco,
Yo, que tengo poder en mi espalda jorobada.
Nazco, nazco,
Yo, que agito mi crin cuando me enfado.
Nazco, nazco,
Yo, que tengo los cuernos afilados y curvos.25
De la misma manera el danzante zuni que lleva la máscara de uno
LA SENDA DEL CHAMÁN
97
de los dioses «Kachina» no sólo está interpretando el papel de los
«Kachina». La danza, el tambor, las maracas y el zumbido de los que
imitan el mugir del toro, le transportan a un estado de conciencia
alterado y él «se convierte durante ese tiempo en la encarnación del
espíritu que se cree reside en la careta»2<s. Como dijo un salish costero,
«cuando bailo no actúo, sólo sigo tu poder, simplemente sigo la senda
de tu poder.»27
Los chamanes, cuando danzan para invocar los espíritus de su
animal guardián, no sólo imitan los movimientos de sus animales de
poder, sino que también suelen imitar sus sonidos. En Siberia, entre los
nativos norte y sudamericanos, y en cualquier otro lugar, los chamanes
imitan el canto del pájaro, los gruñidos y gritos, y otros sonidos pro­
pios de sus animales de poder cuando experimentan sus transforma­
ciones28. Como dice Ciervo Cojo acerca del oso de poder: «Hacemos
los ruidos del oso... "Harrnh”...»29 De igual modo, Castañeda gruñe y
hace el gesto de enseñar las zarpas siguiendo el consejo de donjuán de
que enseñar las garras es una «buena práctica»30.
De lo que habla Ciervo Cojo no es de la posesión incontrolable de
los cultos vudús caribeños, sino de la reafirmación del chamán de su
unidad con su animal compañero. Según dice Eliade, «no es tanto una
posesión, como una transformación mágica del chamán en anim al»31.
Entre los indios de México y Guatemala, el espíritu guardián suele
conocerse con el término «nagual» derivado del azteca «nahualli».
«Nagual» se refiere tanto al espíritu del animal guardián como al
chamán que se convierte en ese animal de poder (las palabras com­
puestas que se derivan de nahualli tienen el significado de «disfrazado,
enmascarado»)32. «Nagual» también se suele aplicar en México al
chamán que es «capaz» de realizar tal transformación, la esté o no la
esté realizando en ese momento. Así, Castañeda, llama nagual a don
Juan, además de hablar de otras connotaciones del concepto33.
A propósito de esto, Castañeda compara al nagual con el «tonal»
en una explicación extensa y algo confusa34. Se puede disipar en cierto
modo la confusión si se entiende que «tonal» deriva del término
nahuatel o azteca, «tonalli». Esta palabra se refiere al alma vital de una
persona, y el signo del día en que ésta nació, que suele ser un animal. El
«tonalli» era parte de un elaborado sistema de calendario que impli­
caba predestinación, algo parecido a nuestro signo del zodíaco occiden­
98
MICHAEL HARNER
tal. Así, el concepto «tonal» implica hado, predestinación, y el destino
de una vida desde el nacimiento a la muerte. La explicación de Casta­
ñeda suele ser consecuente con esta creencia35. De este modo, se puede
creer que las experiencias de una persona en la realidad normal están
determinadas por el animal tonal; pero este animal es distinto al
nagual o al chamán, que, como los espíritus de animal guardián, está
conectado con el ECC y, como sugiere Castañeda, se encuetra más allá
de la realidad normal.
En la literatura antropológica sobre México y Guatemala, a veces el
animal tonal y el nagual se confunden. Esto puede deberse a un error
de aprendizaje y a la confusión de los dos animales en la cosmología de
algunos grupos mejicanos y guatemaltecos durante la época de las
colonias3<s.
Aunque se sabe que en algunas tribus todos los adultos tenían un
espíritu guardián, por ejemplo entre los indios Nitlakapamuk de la
Columbia británica o los twana del oeste de Washington, lo normal era
que no todos los adultos tuvieran espíritus guardianes37. Así, entre los
indios de las llanuras norteamericanas, había quienes no lograban
obtenerlo, y por ello se consideraba que estaban condenados a carecer
de poder y éxito en la vida. Entre los jíbaros, casi todos los hombres se
creían en posesión de éstos, ya que habían salido con éxito de la
aventura visionaria de las cataratas sagradas. Sin embargo, no era tan
importante para las mujeres el obtenerlo, porque las luchas entre
tribus, causa principal de muerte violenta, tenían lugar casi siempre
entre hombres y no entre mujeres y niños38.
El método más extendido para adquirir un espíritu guardián es la
búsqueda visionaria de un lugar solitario en medio de la naturaleza,
como entre las tribus de las praderas de Norteamérica39. El peregri­
naje de los jíbaros a unas cataratas sagradas es un ejemplo sudameri­
cano de este tipo de búsqueda visionaria. Sin embargo, incluso los
jíbaros pueden obtener el poder beneficioso de un espíritu guardián sin
necesidad de atravesar tal experiencia. De hecho, los padres de un
recién nacido le daban al bebé un alucinógeno para que éste pudiera
«ver» y así obtener un arutam wakanl o espíritu guardián. Los padres,
como es lógico, querían que el bebé tuviera la mayor protección posible
para que sobreviviera llegando a ser adulto. También existía un aluci­
nógeno algo más fuerte, uchich maikua, o «datura del niño», que se le
LA SENDA DEL CHAMÁN
99
daba al niño con el mismo propósito cuando era un poco mayor pero
no lo suficiente como para seguir la aventura de la búsqueda visionaria
de las cataratas sagradas.
Los jíbaros estaban convencidos de que era difícil que un niño
llegara a los seis, siete u ocho años sin algún tipo de protección del
espíritu guardián. No obstante, los padres no podían estar totalmente
seguros de que el bebé o el niño había obtenido una visión y el poder, y
así se juzgaba esencial que el chico atravesara finalmente la experiencia
para asegurarse de que éste tenía la protección del espíritu guardián.
Aunque en tal sociedad llena de rencillas la vida no era tan peligrosa
para las mujeres como para los hombres, las niñas atravesaban una
versión a menor escala de la búsqueda visionaria en el bosque cercano
al poblado.
En Norteamérica los okanagon sureños del estado de Washington
eran de una creencia similar a la de los jíbaros. Entre los okanagon, los
espíritus guardianes eran adquiridos involuntariamente sin necesidad
de que los niños atravesaran la experiencia40. Las visiones de los niños
a menudo se parecían a las de los jóvenes y adultos. «Al principio el
espíritu tenía aspecto humano, pero el niño veía qué animal era, una
vez que éste se había ido. Podía venir en cualquier momento del día o
de la noche y sin ninguna premeditación por parte del niño o del
padre.»41
Walter Cline afirma:
«Sólo un niño muy precoz podía conocer a su espíritu guardián a los
cuatro o cinco años... A no ser que fuera "muy.inteligente", (incluso unadolescente o un adulto joven) olvidaba la visión inmediatamente des­
pués, así como lo que el espíritu le había dicho, y en la mayoría de los
casos no volvía a encontrarse con el espíritu en varios años... Sin
embargo, si en este tiempo había algún caso de emergencia, el espíritu
estaba dispuesto a ayudarle.»42
En otras palabras, una persona puede tener o haber tenido la
protección y poder de un espíritu guardián sin ser consciente de ello.
En 1957, por ejemplo, un chamán jíbaro «vio» que yo tenía un espíritu
guardián, aunque ni yo mismo era consciente de ello.
Para un chamán es evidente que muchos occidentales tienen espíri­
tus guardianes, y esto se ve en su energía, buena salud y otras manifes­
100
MICHAEL HARNER
taciones externas de su poder. Desde el punto de vista del chamán, es
trágico que personas tan poderosas ignoren la fuente de su poder, y no
sepan por lo tanto cómo desarrollarlo al máximo. Es igualmente trá­
gico, desde su punto de vista, que haya adultos occidentales aletargados,
enfermos y desanimados porque los espíritus guardianes que les prote­
gían en su infancia les han abandonado. Aun peor, ni siquiera saben
que hay un medio de volver a obtenerlos.
Llamar a los Animales
Ahora pruebe este ejercicio que le permitirá ponerse en contacto
con uno o alguno de sus desconocidos espíritus guardianes, tanto pasa­
dos como presentes. Lo más probable es que en el pasado usted haya
tenido al menos uno, ya que, de lo contrario, no habría podido sobrevi­
vir a los avatares y enfermedades de su infancia. Aunque éste le haya
abandonado hace mucho tiempo, el ejercicio debería despertar recuer­
dos lejanos de ello. Es una sencilla y antigua técnica chamánica, que a
veces recibe el nombre de «llamar a los Animales», aunque en las
diferentes culturas recibe distintas denominaciones. Es el modo en que
los miembros de la comunidad evocan sus aspeaos animales por
medio de la danza y se ponen en contacto con ellos.
No olvide que el mismo espíritu guardián puede presentarse tanto
en forma de animal como humana, aunque lo más probable es que
usted vea o sienta el aspecto animal de su espíritu guardián.
Busque una habitación tranquila, en la penumbra, que no tenga
ningún mueble que pueda interferir en sus movimientos. Necesitará
dos buenas maracas (ver apéndice A sobre tambores y maracas). El
ejercicio consta de dos fases: (1) la danza inicial, y (2) la danza a su
animal. En ambas se agita firme y ruidosamente una maraca con cada
mano y se baila al compás de las maracas. Durante toda la danza se
mantienen los ojos entreabiertos. De este modo no tiene demasiada
luz y al mismo tiempo puede ver en qué parte de la habitación se
encuentra.
LA SENDA DEL CHAMÁN
101
El baile inicial
1. En pie, quieto y erguido, mire en dirección Este y agite rápida y
fuertemente la maraca cuatro veces. Esta es la señal para indicar que
está empezando, terminando o realizando una importante transición
en una seria tarea chamánica. Piense en el sol naciente, que es el que da
energía a todos los seres vivos (en total unos veinte segundos).
2. Todavía mirando en dirección Este, agite una maraca a un ritmo
estable de 150 veces por minuto aproximadamente, sin moverse. Haga
esto durante medio minuto mirando en dirección a los cuatro puntos
cardinales (puede rotar en dirección de las agujas del reloj, o al contra­
rio, como usted crea conveniente). Entre tanto, piense en sus parientes,
plantas y animales que están dispuestos a ayudarle. Vuelva a mirar en
dirección Este, y agite la maraca sobre su cabeza al mismo ritmo
durante medio minuto más. Piense en el Sol, la Luna, las estrellas y
todo el universo que hay sobre usted. A continuación agite la maraca
del mismo modo hacia el suelo. Piense en la Tierra, nuestro hogar (un
total de 3 minutos aproximadamente).
3. Todavía mirando en dirección Este, coja las dos maracas y
empiece a agitarlas al mismo ritmo que en el paso anterior, danzando
al mismo tiempo siguiendo el ritmo de las maracas. En esta danza
inicial, usted está demostrando a los animales de poder su sinceridad,
donde quiera que se encuentren, al ofrecerles su propia energía en
forma de danza. Es un modo de orar y evocar la simpatía de los
espíritus guardianes; en términos chamánicos se dice, con razón, que
uno baila para atraer a los espíritus (un total de 5 minutos aproxima­
damente).
4. Deje de danzar y vuelva al paso n.Q1. Esta señal indica que va a
realizar una importante transición y danzar a su animal.
Danzando a su Animal
5. Comience a agitar las maracas fuerte pero lentamente, 60 veces
por minuto aproximadamente, moviendo los pies al mismo ritmo.
Muévase despacio y libremente por la habitación y procure obtener la
sensación de tener algún mamífero, ave, pez, reptil o una combina­
102
MICHAEL HARNER
ción de éstos. Cuando tenga la sensación de este animal, sea el que sea,
concéntrese en él y mueva su cuerpo lentamente como si usted fuera el
animal. Ahora empieza a entrar en el ECC. Sea abierto, experimente
las emociones de este animal y no dude en emitir sus gritos o ruidos si
lo desea. Puesto que tiene los ojos sólo entreabiertos, puede ver tam­
bién el entorno no-normal en que se mueve el animal y quizás incluso
el propio animal. Para sentir y ver al animal se suele estar en el ECC,
(esto requiere una media de 5 minutos).
6. Sin parar, cambie a un ritmo más rápido de movimiento y de
maracas, unas 100 por minuto. Continúe como en el cuarto paso (unos
cuatro minutos).
7. No pare y aumente el ritmo a 180 por minuto aproximada­
mente, y dance igual que antes pero más deprisa (10 por segundo más
o menos).
8. Deje de danzar y mentalmente dé la bienvenida al animal para
que se quede dentro de su cuerpo. Inmediatamente después agite cua­
tro veces seguidas las maracas, y acérqueselas al pecho. (Esto lleva unos
10 segundos).
9. Repita el primer paso. Esta es la señal de que la tarea ha
terminado.
Para que el paso al ECC sea más profundo, yo recomiendo que
además de las maracas se utilice un tambor. Para ello necesitará un
ayudante que toque el tambor al mismo ritmo que usted agita las
maracas (para obtener información sobre los tambores ver apéndice
A). Su ayudante debe situarse al otro lado de la habitación y no intentar
participar en los movimientos mientras toca el tambor. Cuando él se
haya familiarizado con los pasos del ejercicio, puede que usted decida
olvidarse de las maracas y danzar, liberando su conciencia de la realidad
normal.
Muchos occidentales, cuando «danzan a sus animales», descubren
ser criaturas como Grulla, Tigre, Zorro, Águila, Oso, Ciervo, Marsopa,
e incluso Dragón (puesto que en el ECC no hay animales míticos,
Dragón es tan real como cualquier otro). Lo que suele quedar claro
para los danzantes es que bajo nuestra conciencia cultural humana hay
una conexión emocional casi universal con alter egos animales.
No olvide que aunque haya tenido éxito al danzar a su animal, ello
no prueba que continúe teniendo el poder de éste. Puede que usted
LA SENDA DEL CHAMÁN
10 3
haya danzado a un recuerdo. No obstante, si la experiencia ha resul­
tado, ya sabe al menos que en el pasado tuvo ese espíritu guardián y
puede que siga teniéndolo. Sin embargo, la danza no es prueba por sí
misma.
Dicho sea de paso, el poseedor de un espíritu guardián de animal
no está en peligro por muy fiero que éste parezca, ya que el animal de
poder es absolutamente inofensivo. Es únicamente una fuente de
poder; no tiene intenciones agresivas. Sólo acude a usted porque usted
necesita ayuda.
Si se desea continuar con la práctica chamánica, se debe transfor­
mar en el propio animal con regularidad para que el animal esté
contento y continúe ahí. Para ello se necesita danzar, cantar las cancio­
nes del animal e identificar los «grandes» sueños como mensajes del
guardián, del animal de poder. Danzar a su animal es un buen método
para mantenerlo contento y que no le abandone. El espíritu del animal
guardián que reside en la mente-cuerpo de una persona quiere disfru­
tar existiendo de nuevo materialmente. Es un intercambio, ya que la
persona recibe a cambio el poder de todo el género o especies, repre­
sentados por este espíritu guardián. Del mismo modo que una persona
que recibe a cambio el poder de todo el género o especie representado
puede querer experimentar la realidad no normal convirtiéndose en el
chamán, también un espíritu guardián puede querer experimentar la
realidad normal entrando en el cuerpo de un ser humano.
Los jíbaros me enseñaron hace años que, por mucho que se les
cuide, los espíritus guardianes sólo suelen permanecer unos años y
luego se marchan. De este modo, si tiene una vida larga y enérgica,
podrá usted tener varios, uno detrás de otro, lo sepa usted o no.
La danza no es el único medio para ejercitar su animal de poder
físicamente y mantenerle contento. También se puede ejercitar en
zonas naturales y, si no las hay, en áreas solitarias de parques públicos.
Recuerdo un joven occidental interesado en el chamanismo que traba­
jaba durante la semana en una librería, y que los domingos iba a un
parque donde llevaba a su puma a pasear por las colinas, nadie se lo
impedía y le gustaba más que ir a la iglesia.
Claro que hay un posible problema si se transforma en su animal
en público: es muy posible que la gente no le entienda, al menos en
nuestra cultura. Sin embargo, según me contó Castañeda, don Juan
104
MICHAEL HARNER
tenía un problema similar incluso con su público de indios mejicanos.
Me dijo que una de las razones por las que don Juan dejó de usar el
ungüento alucinógeno de datura fue que los indios se habían acostum­
brado a dispararle cuando saltaba por los árboles. La suerte del chamán
no siempre es afortunada.
Recuerde, los espíritus son siem p re benignos, nunca hacen mal a
sus poseedores. Y es usted quien posee el espíritu guardián; nunca es él
quien le posee a usted. En otras palabras, el animal de poder es un
espíritu totalmente benigno aunque aparente ser fiero. Es un espíritu
para ex perim entar no para exorcizar.
NOTAS
1 E.g., Gould 1969: 106; Stanner 1965; W arner 1958: 511.
2 Jelik 1974: 71; Cline 1938: 144.
J Jelik 1974: 71.
4 Park 1983: 83.
5 Ver Harner 1972: 138-139.
6 Elkin 1945: 114.
7 Ver Castañeda 1972: 296-297; 299-300.
8 Lame Deer and Erdoes 1972: 136-137.
9 Spencer and Gillen 1927: 400.
>° Elkin 1945 : 97.
11 Eliade 1964: 93.
12 Loeb 1926: 337.
i» Kroeber 1925: 200.
»« Harner 1973b: 140-145.
» Ver Porta 1658.
16 Citado en Harner 1973b: 142.
17 Castañeda 1968: 121-129; 1979: 122.
18 Eliade 1964: 128-129, especialmente siguiendo a Andrés 1938.
19 Jilek 1974: 25-26.
20 Ibid.: 92.
21 Boas 1916: 563.
22 Cloutier 1973: 57, adaptación libre de Swanton 1909: 392.
” Stewart 1964: 331-332.
24 Bunzel 1932: 531-532.
25 La Flesche 1925: 209. En la canción original, cada estrofa se repetía úna vez.
LA SENDA DEL CHAMÁN
26 Stewart 1946: 331, citando a R. Beals.
27 Wike 1941: 13.
28 E.g., Eliade 1964: 97-98.
29 Lame Deer y Erdoes 1972: 127.
»° Castañeda 1971: 185.
5' Eliade 1964: 99.
« Foster 1944: 88-89.
5J Ver Castañeda 1974: 217. Ver también Foster 1944: 89Castañeda 1974: 118-270.
»» E.g., Qstaneda 1974: 122-125, 132, 141. Ver Soustelle 1964: 196.
56 Foster 1944: 85-86, 95.
» Teit 1900: 354; Eells 1889: 672-673.
>8 Ver Harner 1972: 136.
” Ver Benedict 1923.
40 Cline 1938: 141.
41 Ibid.
42 Ibid.: 142.
105
El viaje para recuperar el poder
OS
ch am an es
CREEN
d e sd e
HACE
t ie m p o
V
q u e e l e s p í r it u g u a r d iá n
o tutelar le hace a uno resistente a las enfermedades. La razón es
muy sencilla: da p o d er al cuerpo para evitar la intrusión de
fuerzas externas. Desde el punto de vista chamánico, sencillamente en
un cuerpo lleno de poder no hay lugar para energías intrusas o dañinas
que en la realidad normal reciben el nombre de enfermedad.
Un animal de poder o espíritu guardián, según me enseñaron los
jíbaros, no sólo proporciona mayor energía física para resistir a las
enfermedades contagiosas, sino que aumenta el estado mental de alerta
y auto-confianza. El poder hace incluso que a uno le sea difícil mentir.
Tener poder es como tener un campo de fuerza dentro y alrededor
de uno, pues te hace resistente a las intrusiones de poder que son el
equivalente chamánico a infecciones. Para los chamanes las enferme­
dades son intrusiones de poder. No son naturales al cuerpo sino que se
introducen. Si tienes poder puedes resistirlas. De ahí que sea funda­
mental para la salud poseer un espíritu guardián. Sólo se pueden
padecer enfermedades graves cuando no se está en posesión de un
espíritu guardián, y se ha perdido su fuerza de energía. Cuando uno
está deprimido, débil, enfermizo, es señal de que ha perdido su animal
de poder y por eso ya no puede enfrentarse a las intrusiones o «infec­
ciones» de poder ni evitarlas.
Ya he dicho antes que aunque haya usted tenido éxito en la expe­
riencia de danzar a su animal, eso no quiere decir que todavía tenga su
poder; puede que le haya abandonado hace mucho tiempo. Para estar
10 8
MICHAEL HARNER
absolutamente seguro de que tiene un animal de poder, puede utilizar
ciertas técnicas; una de ellas es el viaje chamánico al Mundo Inferior
para recuperar el poder que perdió.
Los chamanes suelen emprender este viaje en solitario, pero entre
los indios salish, del estado Oeste de Washington, se practicaba una
versión no usual de este método para recuperar el poder del espíritu
guardián. Allí los chamanes realizaban el viaje en grupo. Para ello
formaban una «canoa espiritual» o «barca espiritual» y emprendían un
viaje con el propósito de recuperar del Mundo Inferior el espíritu
guardián de su paciente l. «No el alma de una persona en el sentido
general de la palabra, sino su espíritu guardián» lo que debía ser
devuelto al paciente2. Los salish costeros, como ya dije3, se refieren al
espíritu guardián como el anim al d e poder.
Estos complejos métodos salish para elaborar canoas espirituales
no son usuales4. Cuando un individuo tenía los primeros síntomas de
pérdida del espíritu, que para los salish podía ser la pérdida progresiva
de propiedades o riqueza, éste a veces contrataba de seis a doce chama­
nes para que juntos viajaran al Mundo Inferior e intentaran recuperar
su espíritu guardián5.
Se fijaba una fecha y esa noche los chamanes se alineaban en dos
filas paralelas en el interior de una casa grande formando dos canoas
imaginarias. Junto a cada chamán, clavada en el suelo, estaba su tabla
mágica de madera de cedro. Cada tabla estaba decorada con representa­
ciones de las experiencias del dueño en su primera visión de una canoa
espiritual. Además cada canoa sujetaba una vara que medía de 1,50 m.
a 2,50 m. con la que remaba o empujaba la canoa espiritual. El chamán
que estaba a la proa era el que remaba, el que iba a la popa hacía de
timonel.
Acompañados por el sonido de las maracas, los tambores y el canto
«los espíritus o mentes de los chamanes se sumergían en las profundi­
dades de la tierra», en un barco espiritual y «tenían poder para "con­
vertir en agua la tierra” por donde fueran» en el Mundo Inferior6. En
el viaje, cada chamán, comenzando por el que estaba a la proa, cantaba
la canción de su espíritu guardián. Sentados alrededor de la casa había
una gran audiencia de espectadores que acompañaban a los chamanes
en el canto para ayudarles7.
Algunas veces estos viajes de los salish duraban cinco o seis noches.
LA SENDA DEL CHAMÁN
10 9
Los chamanes dormían durante el día y por la tarde volvían a empren­
der el viaje en el punto en que lo habían dejado al amanecer. La
mayoría de las veces el viaje duraba sólo dos noches; en la primera
noche tenía lugar el viaje a la tierra de los espíritus y en la segunda
realizaban el regreso. En cuanto los chamanes lograban recuperar el
espíritu guardián del paciente emprendían el viaje de vuelta. Cuando
devolvían el espíritu al paciente, éste se levantaba y empezaba a
danzar8.
La canoa espiritual de los salish es una versión en grupo, a gran
escala, de otro método chamánico más común y simple para devolver
el poder al paciente. En este método sólo hay dos o tres participantes
esenciales: el chamán, el paciente y en muchas ocasiones un ayudante
que toca el tambor del chamán. Algunos maestros chamanes no necesi­
tan la ayuda de otro que toque el tambor, pero este acompañamiento
suele ser necesario.
Yo aprendí esta técnica en 1961, mientras vivía con los conibos,
que utilizaban a menudo esta técnica como tratamiento contra las
enfermedades. Al igual que muchos chamanes salish, los conibos tam­
bién viajan al Mundo Inferior en un barco espiritual, aunque en lugar
de ser una canoa no-normal, suele ser un transportador no-normal.
Además la tripulación de los conibos no la forman varios chamanes,
sino uno solo ayudado de una gran tripulación de espíritus.
Este uso de barcos esprituales en el viaje chamánico está extendido
por el mundo primitivo. Lo encontramos en Siberia, Malasia e Indone­
sia, donde se relaciona con el «bote de la muerte»9. A menudo la canoa
espiritual tiene forma de serpiente, como entre los aborígenes austra­
lianos, o como la «canoa serpiente» de los indios desdana en los
bosques tropicales de Sudamérica10. Se sabe poco de las canoas espiri­
tuales de otros grupos, como los tapirapés del centro de Brasil11. En
ocasiones, el chamán utiliza una bolsa espiritual, como en Siberia12.
En la mayoría de los casos, los chamanes no necesitan ningún tipo
de embarcación en el ECC para emprender el viaje chamánico, aunque
utilizan el mismo método básico. Es decir, se «sumergen» en el Mundo
Inferior para recuperar un espíritu, pero no se molestan en construir
una canoa ni ningún otro medio de transporte. Yo, por mi parte, sólo
visualizo la canoa cuando en grupo trabajamos al estilo salish, aunque
es el método que aprendí de los conibos. Cada chamán debería estar
110
MICHAEL HARNER
dispuesto a modificar y adaptar sus métodos con el paso del tiempo,
buscando lo que mejor le vaya a él.
Me gustaría explicarle un método relativamente sencillo, que es
una adaptación básica del viaje de recuperación que acabamos de ver.
La misma técnica básica, con pequeñas variaciones, se puede utilizar no
sólo para recuperar el espíritu guardián de otra persona, sino también
para recuperar el alma de una persona en estado comatoso que haya
perdido las constantes vitales. Sin embargo, se trata de trabajos avan­
zados que no trataremos aquí.
Uno de los elementos importantes de este método es tumbarse en
el suelo junto al paciente. Éste es un aspecto muy extendido del viaje
como método curativo. Una razón muy convincente de esta práctica es
que en ECC profundo es muy difícil mantenerse de pie. Pero incluso en
un ECC ligero, el chamán suele optar por tumbarse para v er y relajarse
completamente para experimentar el viaje con claridad, sin tener que
preocuparse por mantenerse de pie o sentado, lo que le mantendría en
la realidad normal. Un aborigen australiano yaralde, describió convin­
centemente esta necesidad de tumbarse para ver.
Si te levantas no verás estas escenas, pero cuando te vuelvas a tumbar
las verás, a no ser que te asustes demasiado. Si lo haces, romperás la red
(o el hilo) en la que están suspendidas estas escenas13.
En el método aquí descrito para recuperar el espíritu guardián, el
que actúa de chamán recupera el animal de poder e inmediatamente lo
vuelve a poner en el pecho del paciente. Los jíbaros me enseñaron que
el guardián de una persona reposa primordialmente en el pecho, aun­
que su poder fluye por todo el cuerpo. Cuando un chamán jíbaro
toma la ayabuasca, ve un arco iris invertido en el pecho del que posea
un guardián. Esta creencia de que el guardián reside primordialmente
en el pecho está muy extendida y se da también en-la Australia
aborigen, así como en el oeste de Norteamérica14.
• La fontanela, llamada punto de «debilidad» en el extremo poste­
rior de la cabeza donde concluye el hueso temporal y el occipital, es un
importante punto de entrada y de salida de poder, y es por esto por lo
que un chamán después de volver a poner el espíritu guardián en el
pecho, soplando, sopla después en la fontanela del paciente. Esto lo
hace para devolver lo que quede del poder que ha recuperado.
VA SENDA DEL CHAMÁN
111
tmsca d e una canción de p o d er
Afees de iniciar el viaje chamánico para recuperar su animal de
poder, uited debe buscar una canción de poder. Cada chamán tiene una
canción ¿ e poder y la utiliza para «despertar» su guardián y a otros
ayudantes para que le asistan en sus tareas de curación o de cualquier
o$ro tipo. Para conseguir una canción de poder, debe usted pasar un día
en solitario en plena naturaleza, donde no vaya a encontrarse con
gente y donde el entorno natural no esté estropeado por el paso del
hombre. jRasmussen, el gran experto en la vida de los esquimales, lo
exf&c* -bien:
...las mejores palabras mágicas son las que le vienen a uno estando
solo, entre los montes. Éstas son siempre las de efecto más poderoso. El
poder de la soledad es grande y alcanza más allá de nuestra compren­
sión 15.
El ideal es un bosque remoto o una zona montañosa, pero si no
puede encontrar un sitio así vaya al sitio más adecuado que encuentre.
No desayune, y ayune durante el día mientras pasea tranquilamente
sentándose de vez en cuando. No se establezca un itinerario; simple­
mente vaya a donde le lleven sus pies. Mientras vaga, descubra como
qué animal se siente. Puede que no sea el mismo al que danzó; intente
sentir como él y disfrute durante todo el día su identidad. Ya que es su
primera salida en busca de una canción, a lo mejor sólo encuentra la
melodía.
Si es así ya encontrará su propia letra más adelante. Pero por ahora
le doy la letra de una de las mías, que adquirí mientras estudiaba con
los jíbaros:
Tengo espíritus,
espíritus tengo yo.
Tengo espíritus,
espíritus tengó yo.
Tengo espíritus,
espíritus tengo yo.
Yo, yo, yo. :
(repítala otras tres veces y siga con otra estrofa)
112
MICHAEL HARNER
Mis espíritus
son como pájaros,
y las alas
y cuerpos son sueños.
Tengo espíritus,
espíritus tengo yo.
Yo, yo, yo.
(repita otras tres veces y vuelva a la primera estrofa).
Repita la canción tantas veces como crea necesario. Una canción de
poder también ayuda a entrar en el ECC, con su letra y su melodía.
Cuanto más utilice la canción en tareas chamánicas, más efectiva será
como complemento para alterar su estado de conciencia. Finalmente
podrá servir de disparador que le ayude a entrar en el ECC.
También se puede buscar una canción de poder especial para can­
tar durante el viaje. Cuando mejor se puede encontrar es precisamente
durante un viaje y suele ser una descripción de lo que uno ve. Veamos
como ejemplo esta adaptación libre de Cloutier de la canción de un
chamán tsimshio de la costa noroeste:
En mi visión
voy en canoa
por todas partes
voy flotando
por encima de los árboles
o por el agua
por todas partes
floto
entre torbellinos
por todas partes
floto
entre sombras
en mi visión
voy en canoa
por todas partes
113
LA SENDA DEL CHAMÁN
voy flotando
por encima de los árboles
o por el agua
¿de quién
es esta canoa
en la que voy
la canoa
en la que voy
con un extraño?
en mi visión
voy en canoa
por todas partes
voy flotando
por encima de los árboles
o por el agua16.
También puede usted adquirir involuntariamente una canción de
poder mientras está durmiendo. La difunta Essie Parrish, una chamán
india de California, relata cómo encontró en sueños su primera canción
de poder:
«Voy a contar otra historia de cuando yo era joven, la primera vez
que de niña canté una canción. Tenía once años. No la adquirí de modo
normal, la soñé.
Una noche, mientras dormía, tuve un sueño, oí que alguien cantaba
en el cielo. Como era pequeña, como no sabía de qué se trataba, no
presté atención (conscientemente), simplemente (pasivamente) escu­
ché mientras el hombre cantaba ahí arriba. No obstante él me hizo
aprender la canción; era como si ésta se metiera en lo más profundo de
mi pecho, como si la canción surgiera de mi propia garganta. Entonces
me pareció ver al hombre, vislumbrarlo.
Cuando me desperté estuve cantando para mis adentros esa canción
durante todo el día. Aunque yo no quería cantar, la canción sonaba en
mi garganta. Entonces intenté cantarla y sorprendentemente la canción
sonaba muy bien. Desde aquel día nunca la he olvidado.
114
MICHA EL HARNER
Poco después mi hermana mayor y yo acompañamos a mi abuela a
Danaká. Por entonces las dos éramos pequeñas, aunque ella era algo
mayor que yo. Fuimos ton ella (con mi abuela). Cuando bajamos a
Danaká nos quedamos ¿ vivir allí.
Una mañana temprarkj, fuimos a Madrone Beach a recoger algas.
Acompañadlos a mi abuela. Nosotras jugábamos a las muñecas senta­
das en una roca, y charlábamos y nos reíamos. Pero la canción seguía
sonando en mi interior. Entonces empecé a cantarla y mi hermana me
oyó.
«¿Qué cantas?» me preguntó. «Una canción» le respondí. «¡Qué
bonita es! ¿Dónde la aprendiste?» me preguntó. «La soñé» contesté. Al
decir esto me sentí avergonzada. «Por favor, cántala otra vez» me pidió.
Empecé a cantarla. «¡Oh! ¡qué bonita! Enséñamela» me dijo. Yo le
contesté, «No es para eso, no es para que la aprendas.» Pero como era
mayor que yo, me hizo cantarla, a pesar de que yo no quería.
Entonces canté la canción...
«Pero no se lo cuentes a nadie», le dije. «¿Por qué?» me preguntó.
«Podrían hacerme cantarla». «De acuerdo», dijo. Pero no cumplió su
promesa. Por la tarde volvimos a casa, mi hermana (a pesar de que lo
había prometido), se lo contó al hermano mayor de mi tía abuela que
era un tipo extraño, bobo. Dijo, «Me han dicho que te sabes una
canción.» «¿Y quién te lo ha dicho?» le pregunté. «Tu hermana mayor
dice que cantaste una canción preciosa. Por favor, cántala», me pidió.
Entonces volví a cantársela. Le sonó muy bien.
Esa fue la primera canción que canté de niña. Y ya no cuento nada
más17.
El viaje para recuperar al animal de p od er
Con anterioridad ha aprendido usted a realizar un viaje introducto­
rio al Mundo Inferior. Este otro viaje es sólo una continuación del
primero, pero también se trata de una seria tarea chamánica. Debe
usted haber completado los ejercicios anteriores con éxito. Antes de
empezar, lea varias veces y con detenimiento las instrucciones, para
recordar los distintos pasos.
Necesita un compañero que también haya estudiado el libro. Tam­
bién se requiere un tambor, (o una cassette con el sonido de tambores
LA SENDA DEL CHAMÁN
115
chamánicos) y una maraca. Si utiliza un tambor, necesitará además una
tercera persona que lo toque*.
Para devolverle a alguien el animal de poder, no se requiere que la
persona carezca totalmente de este poder. Según dicen los jíbaros, un
individuo puede tener hasta dos guardianes al mismo tiempo. Por
consiguiente, aunque tenga uno, todavía hay lugar para otro más, que
hace a su poseedor incluso más poderoso. En el improbable caso de que
usted ya tenga dos, es por lo tanto imposible que adquiera un tercer
animal de poder, aunque uno de ellos acabe de serle devuelto. En tal
caso, simplemente se marchará, y quizás más adelante pueda usted
necesitarle.
Este viaje tiene como objetivo recuperar un guardián que ha per­
dido su «paciente». Puesto que una persona puede tener, consciente o
inconscientemente, un gran número de diferentes animales de poder a
lo largo de su vida, no hay manera de saber de antemano si el animal es
aquél al que su '«paciente» danzó para adquirirlo, o por el contrario es
uno que perdió y que quiere recuperar. Los animales de poder llegan y
se van de una persona sin que ésta lo espere, especialmente después de
varios años. Por consiguiente este ejercicio es un buen método para
estar seguro de que se tiene poder. Del mismo modo, si una persona
tiene síntomas de pérdida de poder tales como una depresión o enfer­
medad, se debería realizar inmediatamente para complementar el tra­
tamiento médico o psicoterapéutico ortodoxo occidental, que se esté
utilizando.
Los pasos son los siguientes:
1. Reúnase una tarde con su compañero y una tercera persona.
Absténgase de tomar alcohol y drogas alucinógenas durante todo el día.
Tomen sólo un ligero almuerzo y no coman nada más.
2. Utilicen una habitación sin luz ni ruidos externos. Aparten los
muebles. Pongan una vela encendida en el suelo en un rincón de la
habitación, donde no dé mucha luz.
3. El que vaya a actuar de chamán, en este caso usted, debe seguir
los pasos descritos en las páginas anteriores, El baile inicial y Dan­
zando a su animal. Si hay alguien para tocar el tambor, haga que lo
* Para información sobre tambores y cassettes ver Apéndice A.
116
MICHAEL HARNER
toque al compás de su maraca, pero no antes de que usted esté bailando
(ver ilustración 6).
4. Agite su maraca cuatro veces en las seis direcciones (al frente,
atrás, izquierda, derecha, arriba y abajo) para llamar la atención de los
espíritus, donde quiera que se encuentren. A continuación silbe cuatro
veces para llamar a los espíritus. Entonces pase muy despacio
rodeando al paciente cuatro veces, agitando la maraca a un ritmo lento,
pero fuerte y estable, y vuelva a ponerse delante de él.
5. Comience a silbar su canción de poder, la canción con la que
invoca a sus espíritus para que le ayuden, acompañándola con la
maraca. Silbe durante unos cinco minutos, hasta que note que tiene una
alteración de su estado de conciencia.
Fig. 6. Tocando el tam bor pura el viaje chamánico. Dibujo de Bárbara Olsen.
LA SENDA DEL CHAMÁN
117
6. Ahora comience a cantar la canción con la letra, y siga agitando
la maraca al mismo tiempo con ritmo fuerte y lento.
7. Repita la canción hasta que note que su estado de conciencia se
está alterando. Con la práctica y la experiencia uno llega a reconocer
cuándp se alcanza este ligero trance. Algunos de los signos más eviden­
tes son el aumento del ritmo en el canto y las maracas, el temblor de
brazos, e incluso escalofríos incontrolables. En un momento dado,
experimentará un deseo casi irresistible de dejarse caer al suelo, junto
al paciente, hasta que no pueda evitar desplomarse.
8. Túmbese en el suelo, junto al paciente, hombro con hombro,
cadera con cadera, pie con pie. Inmediatamente empiece a agitar la
maraca en la oscuridad hacia delante y hacia atrás, sobre su pecho.
Cuando empiece a agitar la maraca, el encargado del tambor debe
comenzar a tocarlo al mismo ritmo.
9. Toque la maraca a un ritmo aproximado de 180 veces por
minuto. Aún tumbado en el suelo, cúbrase los ojos con el brazo para
evitar la luz de la vela y continúe la entrada al mundo inferior (ver
ilustración 7). (Es sólo usted, como chamán, el que ha de emprender el
viaje; su compañero, que actúa como paciente, no tiene por qué ver o
experimentar nada.) Cuando entre en trance, deje de tocar la maraca;
el tambor debe seguir sonando fuerte, al mismo ritmo que usted ha
venido siguiendo. El encargado del tambor debe hacerlo así durante
todo el viaje, hasta que usted le dé una señal agitando la maraca cuatro
veces (paso 14). El sonido del tambor es esencial para mantener el
viaje en canoa. En cierto modo, el tambor.es la canoa, como dicen los
chukchee de Siberia18. Mientras, el tambor sigue sonando.
10. Continúe visualizando la entrada o abertura de la tierra y
atraviésela. Siga el túnel o cueva que lleva hacia abajo. El pasadizo
puede parecer un tubo largo, acanalado. Puede consistir en una serie de
cavernas, tener el aspecto de un manantial (ver ilustración 8). Sígalo
hacia abajo, atravesando cualquier obstáculo que surja.
11. Evite los anim ales no m am íferos con aspecto am enazador y
voraz que se en cu en tre en e l viaje (en el capítulo 7 explicaremos las
razones chamánicas para ello). Evite especialmente las arañas o
enjambres de insectos así como las serpientes dentadas, reptiles denta­
dos y aquellos peces con dientes visibles. Si no puede pasarlos de largo,
118
Fig. 7. Entrada a la tierra. Dibujo de Bárbara Olsen.
MICHAEL HARNER
I.A SENDA DE!. CHAMÁN
l'jg. b. 1:1 túnel. Dibujo «.le Bárbara Olsen.
120
MICHAEL HARNER
salga del túnel y vuelva a intentarlo en otra ocasión. Debe hacerlo así
durante todo el viaje.
12. Cuando salga del túnel, se encontrará en el Mundo Inferior (ver
ilustración 9). Es ahí, en ese paisaje, donde debe buscar el espíritu
guardián o animal de poder de su compañero. Busque con los ojos
todavía cerrados, mientras el sonido del tambor le ayuda a continuar el
viaje.
13. El secreto para reconocer al animal de poder es simple: se le
aparecerá al menos cuatro veces con distintos aspectos o en diferentes
ángulos (ver ilustración 10). Será un mamífero o un ave (en cuyo caso
no importa si tiene aspecto amenazador), una serpiente, otro reptil o
un pez (suponiendo que en estos tres últimos casos no enseñe sus
colmillos o dientes). Podría incluso ser un animal «mítico» o tener
forma humana. Nunca se presenta con aspecto de insecto.
No se esfuerce en encontrar al animal. Si tiene la intención de
volver a su compañero, dejará que usté le lleve. No se preocupe de si se
presenta en forma viva, como una escultura de madera, piedra, o
cualquier otro material. Son válidas todas estas formas de presentación.
Le repito que no se esfuerce. Su búsqueda debe ser relativamente fácil,
puesto que está utilizando poderes superiores a los que tiene en un
estado normal.
14. Cuando haya visto al animal cuatro veces, cójalo con una mano
y llévelo a su pecho. El animal se dejará; de no ser así, no se habría
presentado. Una vez hecho esto, coja la maraca y hágala sonar fuerte­
mente cuatro veces. Esta señal hará que el encargado del tambor cese
momentáneamente de tocarlo. Luego agite la maraca a un ritmo muy
rápido (210 veces por minuto aproximadamente), marcando el ritmo
del tambor. Rápidamente vuelva a la habitación atravesando el túnel.
Normalmente se tarda menos de treinta segundos. Este viaje de
regreso suele ser rápido para no perder inadvertidamente al animal
guardián.
15. Deje a un lado la maraca, continúe sujetando al animal y
póngase de pie, mirando al paciente tumbado (el encargado del tambor
debe dejar de tocarlo en cuanto le vea a usted levantarse). Inmediata­
mente ponga sus manos, que contienen el espíritu guardián, en el
tórax de su compañero, sople con todas sus fuerzas en sus manos para
mandar el espíritu al pecho de su compañero (ver ilustración lia ). A
LA s e n d a d e l c h a m á n
121
l'ig. iJ. Salida del túnel al Mundo Inferior. Dibujo de Bárbara Olsen.
122
MICHAEI. HARNER
l'ig. 10. Cuatro ángulos del Anim al de Poder. Dibujo de Bárbara Olsen.
LA SENDA DEL CHAMÁN
123
Fig. 11. (a) Soplando para devolver el guardián al pecho del paciente, (b)
Soplando para devolver el guardián a la cabeza del paciente. Dibujo de Bár­
bara CMsea
MICHAEL HARNER
124
continuación con la mano izquierda, siente a su compañero, y ponga
sus manos en la parte posterior trasera de la cabeza del paciente (la
fontanela). Sople de nuevo enérgicamente para enviar a la cabeza los
residuos de poder (ver a e ra c ió n 11b). Coja la maraca. Agítela fuerte y
rápidamente, pásela en círculo cuatro veces alrededor de todo el cuerpo
del paciente completando la unión del poder y del cuerpo.
16. Dígale a su compañero en voz baja cuál es el animal que le ha
devuelto. Si es un animal cuyo nombre desconoce, descríbale su
aspecto. Cuéntele todos los detalles del viaje.
17. Ayude a su compañero a danzar a su animal y darle la bienve­
nida, dándole el placer de experimentar sus movimientos en forma
material. Mientras toca la maraca vaya aumentando poco a poco el
ritmo siguiendo los movimientos del paciente. El del tambor ha de
seguir el ritmo del chamán. Después de unos minutos agite la maraca
cuatro veces, y con esto cesa el sonido del tambor y la danza. Ayude al
danzante a sentarse en el suelo. Recuérdele que ha de danzar a su
animal con regularidad para que éste permanezca con él.
18. Ahora puede cambiar de papel con su compañero, y realizar el
viaje para su propio beneficio. Cuando recupere su animal también
debe usted danzarle.
La mayoría de los occidentales se sorprenden cuando descubren la
viveza y el realismo del viaje para recuperar el animal de poder.
Aparentemente, su capacidad de experimentar el viaje chamánico y de
ser videntes es mucho mayor de lo que esperaban. No se desanime si
usted o su compañero no tiene éxito. Vuelva a intentarlo más adelante.
Algunos de los que tienen mayor poder tardan al principio.
Esta versión de Cloutier de una canción tshimshia de la costa
noroeste, trata del viaje para recuperar un espíritu guardián, en este
caso, Nutria:
Ye hey
hyo
ye hey hey
hee
Viene Nutria
nada directa a mí
LA SENDA DEL CHAM ÁN
viene Nutria
yo navego con ella
ye hey
hyo
ye hey hey
hee
a mi lado
yo hago funcionar mi espíritu
el encanto de descubrir
lo que yace bajo todas las cosas
ye hey
hyo
ye hey hey
hee
Nutria se zambuye
nada por debajo de mí
ahí en el claro
bajo todas las cosas
ye hey
hyo
ye hey hey
hee
Nutria está en mí
en lo más profundo de mí
el Espíritu Nutria nada
por debajo de mí
ye hey
hyo
ye hey hey
hee19
125
126
MICHAEL HARNER
Viajes
Puede que a usted le interese comparar sus experiencias del viaje
para recuperar el espíritu guardián con su compañero. A continuación
puede ver algunos ejemplos representativos de mis seminarios.
En el primer caso, la persona esperó como se le había dicho hasta
que un animal se le presentó en cuatro ocasiones diferentes. También
es válida una visión detallada de una parte del animal, en tanto en
cuanto se vea claramente de qué animal se trata.
«Entré en el mismo agujero que había usado previamente esta tarde.
Al principio había agua. Después el agua se dividía en una especie de
canales. Yo saltaba de uno en otro, y luego al siguiente. Finalmente el
agua se convirtió en tierra. Yo seguía corriendo hacia adelante, aún
dentro de la misma cueva, pero apareció un puente de madera. Después
yo estaba cruzando el puente. Éste subía y al final había unas escaleras.
Subí por ellas durante mucho tiempo, hasta que por fin salí a lo que
parecía ser una llanura africana. Había muchos animales diferentes que
aparecían y desaparecían. Por fin vi un antílope junto a una charca. De
repente, el antílope parecía muy muy real y se presentó cuatro veces
consecutivas. ¡Oh! en una ocasión incluso estaba encima mío. La última
vez era una imagen muy detallada de un ojo. Después se lo traje de
vuelta a mi compañero.»
En el siguiente caso, el animal hizo una demostración usual de su
poder, atacando dos veces a la persona, incluso en una ocasión llegando
a atravesarla. Esto ocurre a menudo en las experiencias visionarias de
los indios de las llanuras norteamericanas y de los jíbaros, igual que la
pérdida de conocimiento después de la experiencia, como cuenta este
individuo. Él no sabía nada de todo esto. No importa que el animal de
poder sea un caballo, aunque se podría pensar que se trata de una
excepción a la regla ya que los animales domésticos no sirven como
espíritus guardianes. Sin embargo este caballo eS un caballo salvaje, sin
jinete y sin domar.
«Entré en el agujero que está en un lado de un acantilado de una isla
que una vez visité en la costa de .España. Por él se llega a una cueva
submarina de unos 10 metros de diámetro a la que sólo se puede llegar
I.A SENDA DEL CHAMÁN
127
buceando. Yo estaba sentado ahí dentro, esperando a que sucediera algo,
cuando un caballo empezó a correr hacia mí. Ya sabes, da mucho miedo
ver a un caballo que viene corriendo hacia ti; así que me imagino que
me quedé inconsciente. El caso es que cuando recobré la conciencia, casi
inmediatamente, vi un carnero blanco en el lugar en el que había estado
antes el caballo. Estaba moviendo la cabeza como indicándome que
mirara para otro lado. Miré hacia atrás. Detrás mío vi un caballo blanco
con la crin marrón —el mismo que había visto antes. Otra vez empezó
a correr hada mí. Yo pensé, ¡Oh! ¡Dios mío! aquí está otra vez. Vino
hacia mí y me atravesó. Entonces volví a ver al carnero. Bueno, ya había
visto dos veces al caballo y dos al carnero. Yo pensé, bueno ya son dos
veces y debería ver algo cuatro veces.
Después empecé a ver peces. Vi una especie de pez vela que se
sumergió dos veces en el agua y volvió a salir. Yo pensé, bueno, dos
veces, ya había tres animales que había visto dos veces. Entonces se
volvió a sumergir. Yo estaba mirando el lugar donde esperaba que
saliera, y allí apareció un bagro feísimo. En fin no era el pez vela.
Luego apareció un oso que empezó a acercarse a mí, pero se dio
media vuelta. Era como si yo le hubiera echado con mi poder. Después
empezaron a venir hacia mí unos lobos, y de repente apareció el caballo.
Se encabritó para defenderme de los lobos. Ya iban tres veces. Desapa­
reció, y yo miré hacia atrás para buscar el camino de vuelta, y ahí estaba,
justamente en la entrada. El caballo blanco con la crin marrón, entonces
lo cogí y lo traje de vuelta.»
A veces el chamán no logra recuperar el animal de poder de su
paciente, como vemos en la experiencia que se narra a continuación.
Sin embargo, en cada viaje, el chamán adquiere más conocimientos que
se van sumando a la otra información que obtiene en el ECC
«Este viaje, en particular, me resultó muy extraño. Viajé por un
mundo completamente deshabitado. Un mundo construido de un modo
totalmente artificial, edificado por seres humanos o por otras criaturas
inteligentes, cilindrico y muy geométrico. Parecía una estación espacial,
sin señales de vida. Sin embargo, era como si hubiera alguien allí
escondido, algún robot.»
En el siguiente caso, igual que ocurrió en el del caballo, el águila
demuestra su poder con un comportamiento feroz.
128
M1CHAEL HARNER
«Entré en la cueva que ya me es familiar, y empecé a retroceder.
Luego, me choqué con un túnel, y rápidamente empecé a bajar por él.
Más o menos sabía a dónde iba. Cuando salí del túnel estaba en el
mismo lugar que ya había visitado antes. Vi un águila pero salió
volando. Luego vi una ardilla roja en un árbol. No sabía si el guardián
iba a ser la ardilla o el águila. Esperé un rato, y de repente el águila
volvió y atacó a la ardilla. Yo pensé al principio que el águila iba a matar
a la ardilla, y luego comérsela, pero no lo hizo. Dejó de atacarla. Cuando
la ardilla desapareció, el águila empezó a volar a mi alrededor. La vi
desde varios ángulos y luego la traje de vuelta.»
Como ya dije antes los conibos utilizan las raíces de distintos
árboles para descender al Mundo Inferior. La persona que narra la
próxima experiencia descubrió por sí mismo esta técnica. Es un buen
ejemplo de cómo se acumulan los conocimientos chamánicos en el
ECC. Para no extendernos demasiado, sólo incluimos la primera parte
de la experiencia. (El tigre es el animal de poder de su compañero.)
«Entré en el agujero y paseé bajo tierra junto a las raíces de un pino.
Como el suelo era incómodo me subí a una raíz y paseé por encima de
ella. Las raíces se iban dividiendo en más raíces, haciéndose más peque­
ñas cada vez. Entonces vi la raíz algo más clara de color que había
utilizado en el anterior viaje, y pasé a ella. La seguí hasta que de repente
se acabó. Enfrente de mí había un pozo muy hondo, con las paredes
completamente negras. Me di cuenta de que tenía que descender por el
pozo y entonces salté. Caí durante mucho tiempo en medio de una gran
oscuridad, hasta que por fin vi debajo de mi algo estrecho. Era una de
las cuerdas de un puente colgante que cruzaba el pozo. Aterricé sobre la
cuerda, y me subí al puente. Empecé a caminar a la derecha. Cuando salí
del puente, vi un gran tigre a un lado que me estaba mirando...»
Sincronism os
Es muy interesante el hecho de que en un viaje en busca del
espíritu guardián, a menudo uno se enfrenta con sincronismos o coin­
cidencias asombrosas. Por ejemplo, muchas veces el paciente, después
de haber recibido un animal, le dice al chamán que ya anteriormente
había tenido alguna relación especial con éste. Puede tratarse de una
IA SENDA DEL CHAMÁN
129
asociación desde la infancia, un encuentro reciente-curioso, o una ten­
dencia desde hace tiempo a coleccionar imágenes o dibujos de ese
animal en particular.
También, a menudo, existe otro tipo de sincronismo, que consiste
en que el paciente experimenta algunos detalles del viaje, al mismo
tiempo que el chamán, aunque éste no se lo comunique verbalmente.
Esto es más espectacular cuando es un grupo de personas el que realiza
el viaje, como en la canoa espiritual. A veces, varios miembros de la
tripulación se encuentran repetidamente con el mismo animal y dan
detalles específicos de su aspecto cuando al final del viaje se cuentan las
experiencias.
Es importante al realizar tareas chamánicas estar alerta, por si hay
sincronismos positivos, ya que éstos son la prueba de que hay poderes
que están produciendo efectos más allá del límite de las probabilidades.
Observe la frecuencia de los sincronismos y considérelos una guía de
tipo de un radio direccional que emite señales para indicar que los
métodos son los adecuados.
Cuando frecuentemente se tiene «buena suerte», es señal de que el
chamán está actuando correctamente y sirviéndose del poder. A conti­
nuación veremos un par de casos representativos que ilustran los tipos
de sincronismos positivos que algunas veces tienen lugar en el viaje
para recuperar el espíritu guardián.
En el primer caso la persona que hacía de paciente vio el animal de
poder en cuanto se lo devolvieron soplándoselo sin que el chaman le
dijera nada.
El que actuó como chamán: «Bajé por la entrada de la tierra,
entrando en un túnel en el que ya había estado antes muchas veces.
Salté el pequeño arroyo que pasa por ahí. Esta vez entré en un pasadizo
de la cueva en el que nunca había estado anteriormente, ya que siempre
había pasado de largo tomando otro camino. Entonces fui a parar a un
lugar desértico, con muchos cactus de diferentes formas. Vi algunos de
los animales que generalmente se ven en el desierto. Luego vi un puma.
Esto ocurrió muy deprisa. El puma huyó de mí, como jugando conmigo,
pero corrió en diferentes direcciones, para que pudiera verlo desde
cuatro ángulos distintos. Luego lo traje de vuelta.»
El que actuó como paciente: «Inmediatamente después de que él me
sentara y me soplara en la cabeza, vi claramente la imagen de un gato
130
MICHAEL HARNER
con dientes, con la boca bien abierta, gruñendo. Me imaginé que estaba
relacionado porque lo vi muy claro. Y después me dijo que lo que me
había devuelto era un puma.»
En el siguiente caso, el participante A había hecho anteriormente
un viaje de exploración introductorio, en el que había visto una vieja
granja y una cabra montés en un monte cercano, y no se lo había
contado a nadie. Después cuando la participante B (que ignoraba la
experiencia de A) emprendió el viaje para recuperar un animal de
poder para A, encontró una granja y una cabra montés en un monte
cercano y la trajo de vuelta. Este tipo de sincronismo significa, desde el
punto de vista chamánico, que no hay duda de que es ése su animal de
poder, y que está deseando que le lleven junto al paciente.
Participante A: «Yo, sencillamente, me lancé al túnel. Sabía que era
un largo camino e iba muy rápido. Salí a un lugar que era como una
granja, parecía muy vieja y distante. Me quedé merodeando por la
granja un rato. Todo era de madera, nada moderno. Después subí al
monte, y allí vi una cabra, una cabra montés. Luego volví.»
Participante B: «Entré en mi cueva, y bajé por el agujero. No estaba
muy optimista, no sabía si encontraría algo. De repente, en el saliente,
vi una cabra montés, blanca y muy bonita. Me estaba mirando. Después
se fue corriendo hacia un prado. La seguí. En el prado había a lo lejos
una gran granja, era un prado precioso. Cuando llegué a la granja, vi la
cabra otra vez en el monte. La vi cuatro veces. La quinta vez estaba a
punto de meterse en un agujero. Yo quería seguirla, porque parecía que
me estaba invitando a ello, pero no lo hice, la cogí y regresé.»
Participante A: «Yo no le había contado a B lo de la cabra. Cuando
algo así ocurre, la parte más racional de mi mente se pregunta ¿es
realmente una experiencia externa o es nuestro subconsciente el que la
provocó? Pero la verdad es que la pregunta no tiene ningún sentido.»
La canoa espiritual de gru po
El método de la canoa espiritual de los salish, descrito anterior­
mente se puede adaptar y servir como una valiosa experiencia de
grupo, en la que muchas personas se unen en la canoa para recuperar
el animal de poder de alguien. Estas personas deberían dominar lo
LA SENDA DEL CHAMÁN
131
explicado hasta este capítulo, y uno de ellos tener experiencia como
chamán. Lo ideal es que el que actúa como paciente esté realmente
deprimido o enfermo, necesite poder, y así el esfuerzo del grupo estará
bien aprovechado.
En esta adaptación del método de la canoa espiritual el chamán se
tumba junto al paciente, como en el método normal de recuperación
del espíritu. A diferencia con la técnica que usted aprendió, en este
caso, los otros miembros del grupo se unen para formar una canoa
rodeando a la pareja y hacen las veces de remeros, del que lleva la
pértiga, del vigía y de los defensores, en el viaje al Mundo Inferior.
Los pasos básicos de esta adaptación son:
1. Todos los participantes, excepto el paciente, deben seguir los
pasos de La danza inicial y Bailando a su animal. Entre tanto, el
encargado del tambor lo tocará al ritmo de la maraca del chamán. Si los
participantes tienen maracas, pueden tocarlas mientras bailan al ritmo
que marque el chamán.
2. El paciente se tumba boca arriba sobre una manta extendida en
el suelo de una habitación tranquila y oscura. Los que forman la tripu­
lación chamánica se colocan alrededor del paciente formando una
canoa, cuya proa apunta en dirección a los pies del paciente. La tripula­
ción se coloca a los lados de la canoa, y hacen las veces de remeros.
Cada uno se mantiene en contacto con el de delante y detrás suyo con
las piernas, formando una cadena humana cerrada.
En la popa de la canoa se sienta el encargado del tambor que
marcará el ritmo de los remeros en el viaje al Mundo Inferior (ver
ilustración 6).
3. Cuando los remeros hayan formado la canoa, el chamán apaga
las luces dejando sólo una vela detrás del que toca el tambor, y se mete
dentro de la canoa.
4. Ahora el chamán sigue los pasos 4 y 5 explicados en El viaje
para recuperar e l animal de poder.
5. El grupo canta junto con el chamán su canción de poder. La
experiencia tiene más efecto si todo el mundo canta junto diciendo
también la letra.’
6. Ahora el chamán sigue los pasos del 6 al 9 de El viaje para
recuperar al animal d e poder.
7. Entonces, cuando empiece a sonar el tambor, la tripulación
132
MICHAEL HARNER
empieza a remar. Si quieren pueden remar físicamente al ritmo del
tambor, pero no necesitan remos o pértigas reales. En la oscuridad de
la habitación todos los participantes, el chamán, el del tambor y toda la
tripulación, están visualizando la entrada al Mundo Inferior.
El chamán, que está en el centro de la canoa, junto al paciente, es el
único encargado de buscar al espíritu guardián. Esto es responsabilidad
exclusivamente suya. No obstante, los otros miembros de la canoa
tienen la misión de ver , y buscarán en el Mundo Inferior para evitar los
peligros que perciban y para recoger información que, luego, una vez
terminado el viaje, compartirán. Al haber cantado junto al chamán la
canción de poder para llamar a sus espíritus, han traído a sus propios
guardianes. Con la ayuda de estos animales de poder, investigan el
túnel y después el Mundo Inferior. Si ven algún reptil dentado, insecto
voraz o criaturas no mamíferas que enseñan los dientes, exhortarán a
sus propios animales de poder para mantenerlos alejados de la canoa.
Al hacer esto pueden imitar el sonido de sus animales.
8. Ahora el chamán sigue los pasos del 10 al 14 explicados en El
viaje para recuperar e l animal de poder.
9. Cuando el chamán haga sonar fuertemente las maracas cuatro
veces seguidas será la señal para indicar al encargado del tambor y a la
tripulación que inmediatamente deben iniciar el viaje de regreso.
Visualizan la canoa girando rápidamente y volviendo por el túnel,
mientras reman con todas sus fuerzas. En cuanto el chamán deje de
tocar la maraca, la tripulación y el del tambor paran, pues es señal de
que la canoa ya ha regresado.
10. El chamán sigue los pasos 15 y 16 explicados en El viaje para
recuperar e l anim al d e poder.
11. Para que el paciente tenga espacio para danzar a su animal, los
miembros de la tripulación se abren formando un círculo y se sientan
mirando hacia el interior de éste. Cuando haya terminado la danza, el
chamán ayuda al danzante a que se siente a descansar. Le rodea con el
brazo animándole y describe a todos la experiencia del viaje. A conti­
nuación los miembros de la tripulación pueden ir explicando, uno
a uno, sus propias experiencias del viaje. El chamán hace comentarios,
complementando con sus conocimientos las experiencias que han
tenido.
Ahora el chamán tiene la oportunidad, en tanto en cuanto sus
LA SENDA DEL CHAMÁN
133
conocimientos lo permiten, de interpretar cómo las diferentes expe­
riencias tienen relación con el paciente y con la realidad no-normal.
Antes de ello el chamán puede preguntar al paciente si tiene algo que
decir. A menudo el paciente confiesa que el animal que le acaban de
devolver ha jugado un papel muy importante en su vida, especial­
mente en la infancia.
La canoa espiritual no siempre se usa para recuperar espíritus
guardianes; también sirve para recuperar almas vitales (de las que no
tratamos aquí) y para hacer viajes de exploración. En los viajes de
exploración no se necesita la presencia de un paciente en el centro de la
canoa. En éstos el encargado del tambor tiene una posición clave y el
chamán ha de ser un experto. La tripulación cuenta sus experiencias
después de cada viaje para ampliar sus conocimientos chamánicos.
En los viajes de exploración el chamán logra espíritus ayudantes
(ver capítulo 7) y aprende el tratamiento de diversas enfermedades. En
los viajes del ECC a menudo es guiado e instruido por su espíritu
guardián, que le lleva a los lugares donde se encuentran los distintos
espíritus. A continuación veremos parte del relato de un chamán
samoyedo tavgi de Siberia sobre su primer viaje al Mundo Inferior,
donde un espíritu le lleva a un lugar en el que aprende el tratamiento
de enfermedades mentales:
«Vimos nueve tiendas de campaña delante nuestro... me daba la
sensación de que estábamos en la calle. Entramos en la primera tienda,
y vimos a siete hombres y mujeres desnudos que no paraban de cantar
mientras que con sus dientes rasgaban sus cuerpos, me asusté mucho.
"Te lo voy a explicar yo mismo, porque si no no lo entenderás", me dijo
mi compañero (espíritu guardián): "Al principio se crearon siete mun­
dos, y (los hombres) pierden la cabeza a causa de los espíritus de estos
siete mundos. Algunos empiezan a cantar, otros se vuelven locos, huyen
y acaban muriéndose; otros se convierten en chamanes. Nuestro mundo
tiene siete promontorios, y en cada uno de ellos vive un loco. Cuanto te
conviertas en chamán tú mismo los podrás ver.”
Yo pensé "¿dónde voy a verlos? me has llevado por otro camino".
"Si no te muestro (a los espíritus), ¿cómo harías magia para los locos?...
Debes conocer todos los caminos de las enfermedades."»20
4
MICHAEL H ARN liK
NOTAS
1 Haeberlin 1918: 249; Dorsey 1902: 234-236.
2 Haeberlin 1918: 250.
3 Jilek 1974: 71.
4 Ver Dorsey 1902; Frachtenberg 1920; Haeberlin 1918; y Waterman 1930.
’ Haeberlin 1918; Waterman, 1930.
6 Waterman 1930: 137, 543.
7 Haberlin 1918.
8 Ibid.
9 Eliade 1964: 226, 355-360.
10 Cawte 1974: 64, Reichel-Dolmatoff 1971: 172-174.
11 Wagley 1977: 181, 185-186.
12 Eliade 1964: 238.
15 Elkin 1945: 71
14 E.g., Elkin 1945: 96, 143n; Cline 1938: 133.
15 Rasmussen 1929: 114.
16 Cloutier 1973: 67-68, adaptación libre de Barbeau 1958: 53.
17 Oswalt 1964: 219, 221.
18 Eliade 1964: 254.
19 Clutier 1973: 58-59, adaptación libre de Barbeau 1951: 122.
20 Popov 1968: 138-139.
Práctica del poder
L
VI
os c h a m a n e s n o se p o n e n d e a c u e r d o en lo referente a si es o
no recomendable decirle a la gente cuál es su espíritu guardián.
Para los jíbaros eso es un secreto importantísimo. Dicen que si
uno revela la identidad de su animal mientras todavía lo tiene, el
guardián podría abandonarle. Sin embargo, en las tribus de las llanuras
americanas, se oye a algunos hablando en público de sus espíritus
guardianes; de manera que usted decidirá. Yo, personalmente, quizás
por mi entrenamiento jíbaro, me inclino por no revelar la identidad de
los animales de poder. No obstante, en mis seminarios, en los que la
gente trabaja en grupos serios para ayudarse unos a otros, no parece
que el hecho de compartir tal información confidencial para mejorar
sus conocimientos y el poder chamánico ahuyente a los espíritus. Los
indios salish sinkaietk del Estado de Washington tienen una opinión
parecidal.
Utilice usted el poder de su animal guardián en la vida diaria •
siendo consciente de cómo se encuentra. Cuando se sienta poderoso,
con fuerzas, es el momento de superar algún problema o un reto
importante. Cuando se sienta desanimado, intente evitar las crisis, y no
trate de ayudar chamánicamente a otra persona.
136
MICHAEL HARNER
Consultar a un anim al de p od er
Antes de proceder a tareas más avanzadas, debería realizar algunos
viajes por el túnel para ver a su espíritu guardián y consultarle. Este
tipo de consulta recibe el nombre de «adivinación» en la literatura
antropológica. Es habitual que se consulte al animal de poder para que
le aconseje sobre algún problema personal. También para que le diga
el origen y el tratamiento no-normal de la enfermedad de un paciente2.
Para consultar simplemente siga los pasos que aprendió para realizar
un viaje. A medida que se vaya acostumbrando, podrá prescindir del
tambor para entrar en el ECC. Sin embargo, al principio tenga un
compañero para tocar el tambor o utilice una cassette de tambores
chamánicos (ver apéndice A).
Aunque el poder del guardián está con usted, el guardián se mueve
libremente, dejando su cuerpo y volviendo a él constantemente. Según
dicen los jíbaros y otros pueblos, el poder permanece hasta dos sema­
nas sin que el guardián regrese3. Es posible que no tenga usted que
viajar muy lejos para ver a su animal, ya que a menudo está cerca.
Muchas veces está en el túnel, o justamente al fondo de éste. Cuando
vea a su guardián, salúdele en silencio, y sin perderlo de vista, plantéele
la pregunta. Normalmente el animal le responderá moviendo su
cuerpo de forma inusual. Otras veces el animal le llevará de viaje por el
Mundo Inferior, y usted deberá ver en la experiencia la respuesta a su
pregunta. Sea como sea, usted debe intentar recordar claramente todos
los detalles, y luego regresar por el túnel a la consciencia normal.
Es mejor que las primeras veces que haga este ejercicio, plantee
una pregunta sencilla, que pueda tener un «sí» o un «no» como res­
puesta. Será más fácil que cuando el animal se mueva usted entienda la
respuesta. Cuando sea más experto y entienda mejor su «lenguaje»,
podrá hacer preguntas más complejas. Para que le sea más fácil recor­
dar los detalles de la información que obtenga, le recomiendo que
escriba un diario o grabe las experiencias en una cassette una vez
terminado el ejercicio. Esta es una buena costumbre que le recomiendo
en todas sus tareas chamánicas.
De cualquier modo, no espere a tener un problema para visitar a su
animal de poder. Aunque no le haga ninguna pregunta, el solo hecho
de verle es bueno. A menudo es después de estas visitas cuando tienen
LA SENDA DEL CHAMÁN
137
lugar los sincronismos positivos. Con frecuencia encontrará soluciones
a problemas que tiene en mente.
Viaje d e adivinación
El viaje chamánico también puede ser, si alguien lo pide, una
especie de adivinación de lo que le ocurrirá a esa persona en un viaje
planeado en la realidad normal. Cuenta un europeo que visitó a los
samoyedos yurak de Siberia:
«Cuando iba a emprender mi viaje de verano a la bahía de Tazovskaya le pregunté a un brujo (chamán) de Obdorsk qué suerte correría en
mi viaje. Él empezó a tocar el tambor, y salió, por decirlo de algún
modo, hacia ese lugar, viajando sobre nubes. Cuando llegó al río Pur,
empezó a dolerle la cabeza, lo que quería decir que allí caería yo
enfermo. Su canoa volcó en un remolino de la desembocadura del río
Pur, y eso era lo que me iba a suceder. Por fin, subiendo por el río Taz
se encontró con el espíritu numkypoi que "daba luz". Era señal de que
terminaría el viaje felizmente y volvería sano y salvo.»4
Desgraciadamente el autor no indica hasta qué punto el chamán
tenía razón. Éste es el tipo de información que incluso los antropólo­
gos simpatizantes tienden a omitir en sus relatos etnográficos. Kensinger es una excepción, un antropólogo de gran categoría que vivió
muchos años con los indios cashinahua, del Perú, que, como los coni­
bos y los jíbaros, suelen emprender viajes chamánicos con la ayuda de
la ayahuasca. Kensinger comenta con admiración el detalle de la infor­
mación que obtenían en sus viajes:
«Varios informadores que nunca han estado ni han visto fotos de
Pucalpa, la gran ciudad que hay al final de la Autopista central, junto al
río Ucayali, han descrito sus visitas bajo la influencia de la ayahuasca
con tal detalle que yo he podido reconocer determinadas vistas y tien­
das. El día siguiente a una fiesta de ayahuasca, seis de los nueve hom­
bres me dijeron que había visto morir a mi chai, "el padre de mi
madre”. Esto ocurrió dos días antes de que me informaran por radio
de su muerte.»5
138
MICHAEL HARNER
M antener e l p od er
Cuando a una persona se le devuelve el poder, suele sentirse mejor
inmediatamente, y poco a poco en los días siguientes experimenta
cómo su cuerpo emana poder. Si tiene usted esa suerte, no se conforme
con ello. Debería comenzar a ejercitar todas las semanas para retener
su poder manteniendo contento a su animal de poder, ya que el espí­
ritu ha entrado en su cuerpo, no sólo para asistirle a usted sino también
para ayudarse a sí mismo. Usted consigue el poder; él consigue la
alegría de volver a vivir en una forma material. Por eso, cada semana
debe dedicar unos minutos a danzar a su animal, ayudándose de unas
maracas como aprendió antes. Los que hacen esto todas las semanas,
invitan a sus animales a que permanezcan con ellos. Si no lo hace,
puede que no continúe mucho tiempo con el poder. A menudo dicen
que son capaces de enfrentarse a los problemas cotidianos, de no
ponerse enfermos con frecuencia, y de sentirse más sanos mental y
físicamente.
Aunque dance y ejercite su animal de poder, puede que éste poco a
poco se vaya inquietando y que mientras usted duerme éste se vaya lejos
errando por la noche. Aunque el guardián no esté en ese momento, el
poder permanece. Como dicen los salish sinkaietk: «El poder perma­
nece siempre con la persona, pero el espíritu puede ir muy lejos.» 6 Si
comienza a despertarse por las noches deprimido y desanimado, no
significa que su guardián esté vagabundeando, sino que se ha ido y le
ha abandonado.
Un animal de poder inquieto tiene un contacto con usted cada vez
más débil y menos frecuente. A lo mejor ha leído que en muchas
culturas primitivas la gente cree que uno puede enfermar gravemente
o incluso morir de un shock o un susto repentino. Desde el punto de
vista chamánico, esto puede ocurrir especialmente cuando su animal
guardián tiene una relación débil con usted. Un espíritu guardián
puede huir asustado para nunca más regresar. Puesto que el espíritu
guardián, o incluso el alma, puede estar errante mientras uno está
dormido, en las culturas primitivas tienen mucho cuidado al despertar
a las personas. Así, entre culturas chamánicas tan lejanas como son los
murngin de Australia y los warao de Suramérica, se considera peli­
groso despertar bruscamente a alguien7. Aparentemente los murngin
LA SENDA DEL CHAMÁN
139
opinan que es también peligroso durante el día: «En las tardes caluro­
sas los hombres a menudo duermen a la sombra, y si hay que despertar
a alguno, nunca se hace bruscamente, sino con mucho cuidado y delica­
deza...» 8 Entre los jíbaros se despierta a la gente con el mayor cuidado
posible, muchas veces lo hace alguien tocando música suave de flauta.
No hace falta decir que el uso del despertador no es saludable chamánicamente. De hecho, a veces es costumbre no despertar en absoluto a
los chamanes.
El tratamiento chamánico contra el shock o el susto está relacio­
nado con el viaje para recuperar el poder. Por ejemplo, si una persona
ha estado en un accidente de tráfico que fue traumático, un chamán le
daría un tratamiento sin tener en cuenta si la víctima fue herida
físicamente o no. Este ejercicio, por supuesto, es un complemento, y no
un sustituto, del tratamiento médico ortodoxo. El tratamiento especí­
fico, si la víctima no está en coma, es recuperar u obtener su espíritu
guardián para que le re-energice. Si la víctima está en coma, el trata­
miento consiste en tratar de recuperar primero su espíritu vital o alma
(una técnica avanzada que aquí no explicamos) para que no muera. El
viejo dicho inglés «to be frightened to death» (morirse del susto)
está probablemente basado en el antiguo conocimiento chamánico
europeo en esa materia.
Cuando alguien pierde su espíritu guardián, ello no quiere decir que
inmediatamente pierda también su poder. Como dicen los jíbaros, «su
poder es como el perfume» y permanece, disipándose poco a poco a lo
largo de varias semanas. En ese tiempo se debe buscar la ayuda de un
compañero para tomar otro animal de poder. Si se hace esto inmedia­
tamente, el nuevo animal puede «encerrar» el poder del antiguo que se
estaba disipando. Así una persona que siga esta técnica puede gradual­
mente, a lo largo de los años, adquirir el poder protector de varios
espíritus guardianes. El poder acumulado, no obstante, permanecerá
«encerrado» sólo en tanto en cuanto la persona tenga al menos un
animal de poder.
Grandes sueños
Los sueños, desde el punto de vista chamánico, pueden ser de dos
clases: sueños normales y no-normales, o «grandes» sueños. A los
140
MICHAEL HARNER
chamanes, normalmente, sólo les interesan estos últimos. Un gran
sueño es el que se repite varias veces de un mismo modo básico y en
diferentes noches, o puede tratarse de un solo sueño tan real que es
como si se estuviera despierto, es un sueño de poder inusual. Los
grandes sueños suelen ser comunicaciones de su espíritu guardián, de
su animal de poder. Unas veces el propio guardián aparece en el gran
sueño, mientras que otras veces no.
Los grandes sueños deben considerarse como mensajes literales, no
hay que analizarlos como si contuvieran simbolismos ocultos. Por
ejemplo, si tiene un gran sueño en el que resulta herido en un acci­
dente de coche, es una advertencia de su espíritu guardián previnién­
dole de que tal accidente va a ocurrir. Quizá usted no pueda evitarlo,
pero lo puede representar simbólicamente usted solo o con un amigo, a
una escala menor y de ese modo evitar una catástrofe mayor. En otras
palabras, el sueño no es un símbolo, pero su actuación sí lo es. Puede
hacerlos fácilmente en casa, sobre todo si tiene un compañero chamán
que le ayude a representarlo, y así evitar que alguien resulte herido.
Recree el sueño de un modo sencillo e inofensivo y acabe con él. Esta
es una técnica que ya conocen algunas tribus del noroeste y oeste de
Norteamérica 9.
Sobre el tema de los accidentes automovilísticos, tengo un informe
que recibí de una persona, muy poco después de que hubiera tenido
conocimiento de las actuaciones de los «grandes sueños», cuando parti­
cipó en uno de mis seminarios:
«Poco después de haber asistido al seminario, una noche tuve un
sueño extremadamente intenso; en él aparecía yo teniendo un accidente
de coche. Una vez hube examinado la imagen y todas mis emociones
dentro del sueño, vi que no estaba herida —más que nada estaba
asustada por lo que había ocurrido. Algo que recuerdo claramente del
accidente del sueño es que me golpeé con algo de metal.
Sabía —por aquel entonces— que debía representarlo para evitar la
realidad del accidente en el plano de la conciencia. Sin embargo, ya que
era una principiante, decidí de un modo consciente no hacer nada
relacionado con el sueño.
Un mes más tarde, más o menos, iba conduciendo con mi hijo —los
dos nos sentíamos en ese momento muy unidos y sentíamos que una
fuerza muy positiva nos unía—, cuando de repente apareció un coche
LA SENDA DEL CHAMÁN
141
delante de nosotros un momento antes del accidente. Mientras esperaba
que el coche girara 180 grados, me di cuenta que estaba siendo lanzada
contra mi hijo dentro del coche, debido a la velocidad del giro, observé
también que me encontraba fuera del coche y un poco por encima de él
y que podía ver como todo el "sueño” estaba ocurriendo de nuevo.
Durante todo el episodio notaba un sentimiento de profunda paz y la
certeza de que mi espíritu estaba allí conmigo protegiéndome del
"peligro”.
Cuando el choque sucedió, fui capaz de realizar todas las maniobras
necesarias con una frialdad total —comprobé si mi hijo y yo habíamos
resultado heridos, —me aseguré de que habían llamado a una ambulan­
cia, —calmé a la gente que se arremolinaba a nuestro alrededor —pedí
a un hombre de confianza que examinara a mi hijo, ya que parecía estar
bajo un ligero estado de shock y —apoyé mi rodilla, que presentaba un
corte, sobre el respaldo del asiento hasta que me pudieron sacar del
coche y me llevaron a un hospital para ser atendida.
Sólo hubo un aspecto del accidente soñado diferente del real: me
encontraba en una calle diferente. Además en el sueño solamente apa­
recía yo.
AI principio pensé que el conductor del otro coche había dado un golpe
al nuestro. Más tarde descubrí que había sido mi coche el que había
golpeado el suyo, mientras conduda delante nuestro. El patinazo se
interrumpió al chocarme contra la parte trasera de su coche. Todo era
exacto, choqué contra el metal y completé el accidente chocando contra
metal otra vez.
Aunque el accidente nos "afectó” a tres personas, yo fui la única que
resultó herida con el profundo corte en la rodilla.
He llegado a una importante conclusión después de este accidente:
No resulté gravemente herida y sólo conservo una cicatriz que me
recuerda que debo representar cualquier tipo de sueño de naturaleza
grave ¡inmediatamente! Hay otro aspecto de todo este asunto que
"encaja”. Cuando más tarde recuperé mi espíritu guardián, había algo
que denotaba bienestar material. La cicatriz de mi rodilla —aunque no
era demasiado dolorosa— fue considerada por la compañía de seguros
lo suficientemente grave, como para otorgarme una gran cantidad de
dinero... el suficiente para sentirme ahora "rica".»
Usted puede tener un gran sueño que sea bueno, no todos han de
ser siniestros. Se puede considerar como un mensaje de su guardián
que quiere experimentar el agradable suceso del sueño, gracias a que
142
MICHAEL HARNER
usted lo sufra físicamente. Así como un gran sueño «malo» debe ser
representado lo antes posible, en el caso de un gran sueño «bueno»
éste no tiene por qué evitarse con su representación.
Los espíritus guardianes son siempre buenos, pero si no hacen caso
de los mensajes de su animal de poder, o si no es ejercitado a través de
la danza, pueden llegar a molestarse y enfadarse y querrán abandonar
su cuerpo. Su malestar puede involuntariamente fluir a su propia
conciencia, provocando tensión y ansiedad. Si no hace nada por reme­
diar esta situación, pronto le abandonará y se encontrará de nuevo sin
su espíritu guardián.
Cómo recuperar el p o d er a distancia
Los jíbaros piensan que una persona que posee un espíritu guar­
dián queda, virtualmente, inmune a la muerte, excepto si ésta se pro­
duce debido a una enfermedad epidémica. Nadie puede resultar
gravemente herido o enfermo, excepto, como ya he dicho, a causa de
epidemias. No se sabe con seguridad cuántos pueblos primitivos man­
tenían la misma creencia, pero la de los jíbaros sobre esta capacidad del
espíritu guardián no puede ser probada ni refutada por los paradigmas
de una realidad normal. Desde el punto de vista jíbaros, la muerte de
una persona es la prueba de que ya ha perdido a su guardián. Puesto
que en la realidad normal no hay modo de preguntarles a los muertos
si, de hecho, perdieron a sus espíritus guardianes antes de morir, se
puede aducir en contra de esta creencia jíbara que sólo es una cuestión
de ideas.
Debido al poder protector del espíritu guardián, una persona no
resultará gravemente herida o enferma a no ser que haya perdjdo a su
espíritu. Naturalmente, entonces, la tarea urgente del chamán en tales
casos de curación será restablecer el espíritu guardián perdido, tan
pronto como le sea posible. No vivimos en una sociedad chamánica,
por tanto no suele ser posible realizar el trabajo necesario en la misma
habitación en la que la persona interesada está hospitalizada. En Esta­
dos Unidos, a veces, se toleran algunas excepciones si tanto el chamán
como el paciente son indios americanos. De hecho, en algunos hospita­
les, como el de la reserva de los navajos, las visitas de los curanderos
LA SENDA DEL CHAMÁN
143
nativos están aumentando pues el personal médico occidental se da
cuenta que son muy beneficiosos. Sin embargo, puede pasar mucho
tiempo antes de que se acepte el tratamiento complementario chamánico en los hospitales para el resto de los pacientes. Mientras tanto,
puede utilizar la técnica siguiente para restablecer el poder del
guardián.
Supongamos que un amigo o un pariente se encuentra hospitali­
zado a muchos kilómetros, y que nos gustaría ayudarle chamánicamente. Si dicha persona está en graves condiciones, probablemente es
que ha perdido a su espíritu guardián. Cierre los ojos en una habitación
tranquila y a oscuras, entone su canción de poder en voz baja o alta, y
use su maraca si es que la tiene. Invoque mentalmente a su animal de
poder para despertarlo, activarlo y para que le ayude.
En la oscuridad, mire en dirección hacia la ciudad o lugar en donde
se encuentra dicha persona, tápese los ojos con las manos y visualice al
paciente en detalle yaciendo en la cama. Trabajar a distancia, ya sea
para curar o para cualquier otra cosa, requiere una gran concentración
y una gran «clarividencia», tal y como nos informan los aborígenes
australianos10. Una vez visualizada la persona en cuestión, emprenda
viaje hacia el Mundo Inferior para recobrar el animal de poder de la
persona. Cuando lo haya recobrado, envíelo mental y emocionalmente
al paciente visualizado en la habitación del hospital.
Después, manteniendo los ojos cerrados, invoque a su propio ani­
mal de poder. Cuando sienta su fuerza, mande algo de ese poder al
guardián d el p u d en te para que empiece a danzar. Manténgase así hasta
que vea con claridad que el animal de poder del paciente se levanta y
empieza a saltar, danzar o correr en torno al paciente visualizado. Esto
puede hacerse a cualquier distancia. Naturalmente parece absurdo en
términos de ENC y, ciertamente no se ajusta a ningún modelo de
sugestión psicológica. Sin embargo, el sincronismo positivo de la recu­
peración asociado con este método es extraordinario. Una vez se haya
recuperado el paciente, pregúntele si tuvo visiones o sueños de algún
animal en particular. Puede que se sorprenda, como yo me he llegado a
sorprender, al escuchar las experiencias que el paciente ha tenido.
Cuando m ande energía de su propio animal d e p o d er para ayudar a
otra persona, asegúrese d e no mandarlo más que al anim al de su
paciente. No se lo mande directamente a la persona, porque puede
144
MICHAEL HARNER
provocar algún daño. Deje que el poder se filtre a través de su propio
guardián, ya que es el único animal de poder que puede ser de ayuda
inmediata. También ev ite enviar su propia energía para ayudar a otra
persona. Usted se agotaría y le resultaría difícil seguir trabajando, lo
cual afectaría a la persona que desea ayudar. En vez de eso, recurra
siempre al poder de su propio guardián. Si lo hace, terminará la sesión
de curación con más energía que nunca y sin haberse cansado.
Durante todo el período en el que el paciente permanezca en
estado crítico, repita el proceso de visualización del animal de poder del
paciente sobre su cuerpo tendido, cada pocas horas. Si ve que el animal
está tendido solamente, que no está alertado y que no hace nada,
entonces es qife el paciente se encuentra en una situación grave. Debe
usted reenergizarlo con el poder de su propio guardián, como hizo
anteriormente, hasta que éste vuelva a correr, saltar o danzar en torno
al paciente. Se ha de repetir este ejercicio cada pocas horas durante
unos cuantos días, hasta que el paciente salga del peligro definitiva­
mente. Incluso entonces, sería conveniente mantener el ejercicio una
vez al día. Después, si cree que esa persona puede estar interesada en el
chamanismo, vaya a visitarlo, explíquele lo que usted ha estado
haciendo, y sugiérale que él mismo trate de visualizar al animal «dan­
zando» en su habitación, mientras él está tumbado en la cama. Me
sorprendo constantemente al descubrir cuántos occidentales, que se
encuentran enfermos o que han sufrido un accidente, aceptan inmedia­
tamente la posibilidad de la existencia de su animal de poder y entran
en contacto con él felizmente.
El ju eg o d el hueso
La práctica del poder incluye algunos concursos y juegos, algunos
más difíciles y avanzados que otros. Para los que acaban de iniciarse en
el chamanismo, pero no exclusivamente para ellos, existe uno particu­
larmente bueno, conocido entre los indios de Norteamérica por nom­
bres tales como el juego del hueso,-el juego del palo o el juego de la
mano. Puede jugarse sólo entre dos personas, pero lo más normal es
que jueguen dos equipos formados por, al menos, seis miembros cada
uno. En este juego los dos equipos se turnan para intentar v er el lugar
LA SENDA DEL CHAMÁN
145
en el que uno o varios huesos marcados han sido escondidos por el
equipo contrario. Se designa a una persona como el «vidente» o el
«indicador» del equipo e intenta localizar el hueso o huesos marcados
dentro de las manos de los componentes del otro equipo, mientras que
éstos intentan impedir al vidente que encuentre los huesos que han
escondido.
El poder chamánico y la videncia se utilizan con gran seriedad en el
juego del hueso. Por ejemplo, en la zona de la costa de Salish en el
oeste del estado de Washington, donde el juego sigue siendo muy
popular, los chamanes (allí llamados «doctores indios») se reconocen
como los mejores videntes. Debido al poder de esos doctores, se consi­
dera presuntuoso intentar jugar con ellos. Como un indio salish dice:
«Poseen una mente poderosa, es inútil jugar cuando los doctores
indios están allí... lo único que hacen es mirarte y te dicen en qué mano
está, eso es todo... ya no se trata de adivinar, es conocimiento, sabe, no
se les puede engañar.»11
Entre los paviotso, o entre los paiute del Norte de Nevada, un
hombre puede incluso buscar una visión en una cueva por la noche
para obtener poderes adivinatorios en el juego. Según un paviotso, si la
visión llega, más tarde se dice que «puede ver a través de cualquier
cosa»12.
Antes de empezar el juego, es importante que los dos equipos se
apuesten algo importante, de este modo los participantes usarán sus
poderes muy seriamente, tanto para ver como para evitar la visión.
Antiguamente, entre los pueblos indios del oeste de Norteamérica,
grupos o pueblos jugaban entre sí apostando fuertemente. Por ejem­
plo, un grupo podía apostarse todas sus reservas de comida para el
invierno. Otros grupos o individuos podían apostarse sus caballos o
incluso sus mujeres.
En los juegos que he realizado en mi seminario, las apuestas son
mucho menos fuertes. Los equipos se ponen de acuerdo con frecuencia
en las siguientes apuestas: por ejemplo, que los miembros del equipo
perdedor den un masaje de media hora a los miembros del equipo
ganador, o que el equipo perdedor prepare una fiesta para el equipo
ganador. Existen muchas posibilidades y es impresionante la cantidad
de innovaciones que introducen los participantes.
146
MICHAEL HARNER
Para llegar a un acuerdo en la apuesta, alguien actúa como maestro
de ceremonias y coordinador de la apuesta. Lo primero que ha de hacer
es dividir el grupo en dos. Si las personas están sentadas en círculo,
esto se puede hacer simplemente asignando un equipo a la mitad de la
izquierda y el otro a la otra mitad de la derecha. Lo ideal es que los dos
grupos tengan el mismo número de componentes.
El maestro de ceremonias aconseja, entonces, a cada grupo que se
alejen para que no puedan oír sus deliberaciones. Por separado, cada
grupo llega a un acuerdo sobre lo que están dispuestos a perder y qué
aceptarían ganar. Las apuestas no tienen por qué ser las mismas. El
maestro de ceremonias va de un grupo a otro transmitiendo sus ofertas
y contra-ofertas. Asimismo, es su deber dejar claras las reglas del juego
y arbitrar en caso de malentendidos entre los equipos.
El proceso de negociación puede ser muy largo, pero también es
muy divertido. El prolongado período de negociación hace aumentar la
sensación de expectación preparatoria del concurso; es, además, una
parte muy valiosa del ejercicio. Cuando, con la ayuda del maestro de
ceremonias, los dos equipos se ponen de acuerdo en las apuestas, cada
uno de ellos puede empezar a prepararse para la competición.
Todos los miembros de los equipos tienen prohibido hablar una
vez realizada la confrontación, en línea unos enfrente de los otros, para
empezar el juego. Por ello es muy importante que los equipos discutan
y elaboren sus tácticas y estrategias de antemano. En otras palabras,
después, de haberse puesto de acuerdo en las apuestas, los dos equipos
pasan un rato preparando sus planes. Una de las cosas que hacen es
seleccionar a su primer indicador o vidente, posiblemente también
elegirán indicadores de reserva, que serán utilizados en caso de que el
primero no tenga éxito. Elegir un indicador y los de reserva, que suelen
ser bastante buenos videntes, es una parte importante de las delibe­
raciones.
En segundo lugar, se tiene que elegir un primer escondedor y los
correspondientes de reserva. Puede ocurrir que un equipo prefiera
esperar hasta que el juego haya empezado para elegir a sus videntes y
escondedores, porque hasta entonces no se sabe quién es el más habili­
doso para ver y esconder. Ya que no está permitido que los miembros
de los equipos hablen después de que empiece realmente el juego,
LA SENDA DEL CHAMÁN
147
tendrán que utilizar la comunicación no verbal para indicar si alguien
quiere ser el nuevo vidente o escondedor.
El maestro de ceremonias debería indicar a los equipos que los
mejores videntes a menudo trabajan con los ojos cerrados, ya que se
encuentran trabajando chamánicamente. Algunos videntes son incluso
mejores cuando dan la espalda al equipo contrario y trabajan de ese
modo. Otros videntes, en cambio, trabajan con los ojos abiertos. Cada
uno aprende con la experiencia cuál es el método que más le conviene.
Los equipos también decidirán de qué modo ayudarán en el pro­
ceso de videncia. Pueden decidir, por ejemplo, arrimarse unos a otros,
intentando crear una «piña» de poder para guiar al vidente. Asimismo
se les dice a los miembros del equipo que intenten romper la concen­
tración del vidente cuando éstos esconden los huesos. Pueden gritar,
bailar, hacer los ruidos de sus animales de poder, y todo lo que quieran
para desconcertar al vidente del equipo contrario.
Antes de empezar el juego, los equipos, si quieren, pueden cantar
canciones de poder que les sirvan de ayuda para desarrollar el desper­
tar de los espíritus, pero una vez que el juego ha comenzado, ninguna
canción con letra puede ser cantada, lo cual no impide tararear las
canciones. De hecho, una parte de la práctica del juego del hueso es utilizar nuestro aspecto animal conscientemente.
Cuando los dos equipos están preparados para empezar el juego, se
alinea uno enfrente del otro, a unos dos metros de distancia. Si se juega
al aire libre, el maestro de ceremonias trazará una línea divisoria entre
ellos; si se juega dentro, esta línea puede ser una cuerda o una fila de
velas (ver ilustración 12). Va en contra de las reglas del juego que
cualquier parte del cuerpo de los participantes, incluyendo las manos,
cruce la línea divisoria. Si esa infracción se comete, el maestro de
ceremonias actuando a modo de árbitro concede una ficha al equipo
contrario.
Las fichas pueden ser (si se juega en el interior) plumas de pavo
tendidas en el suelo, o (si se juega fuera) palos clavados en el suelo.
Estos palos se pintan con el color del equipo y suelen tener de dieciséis
a veinte cm. de longitud, afilados en un extremo y del grosor de un
lápiz. Unas tres o cuatro fichas a cada lado son suficientes tratándose
de un juego corto. Cada equipo deja en el suelo sus fichas, a su lado.
El objetivo del juego es ganar todas las fichas. El equipo no sólo
148
MICHAFI. HARNER
Fig. 12. El juego del hueso. Dibujo de Bárbara Olsen.
tiene que ganar las fichas del equipo contrario, sino también las suyas
propias, lo cual es un concepto diferente de los juegos europeos. O sea,
si cada equipo pone, digamos, tres fichas, entonces, cada uno tiene que
ganar primero las tres fichas del equipo contrario y luego las tres suyas
para ganar el juego. Es importante que el árbitro se responsabilice de
vigilar las fichas y de pasarlas al otro lado de la línea entre los dos
equipos.
En esta adaptación relativamente simple del juego de la mano,
solamente se usan dos huesos. Los dos huesos o palos son un poco más
pequeños que la palma de la mano, y suelen ser huesos de ala de pollo
o articulaciones de un centímetro de diámetro. Estos huesos o palos
deben ser lo más parecido posible, excepto en una característica: alre­
dedor del centro de uno de ellos, se ata una cuerda negra. Este envolto­
rio sirve para distinguirlo del otro hueso o palo. Para esconderlos se
hace del siguiente modo: el escondedor se pone de espaldas al equipo
LA SENDA DEL CHAMÁN
149
contrario y se pasa los dos huesos de una mano a otra para evitar que
se sepa en qué mano está el hueso envuelto con la cuerda; si no, lo que
también puede hacer el escondedor es mover los huesos de un lado a
otro, entre sus manos, bajo una manta o bajo un trapo sobre su regazo
de cara al equipo contrario; asimismo el escondedor puede pasarse los
huesos de una mano a otra a la espalda mientras da la cara al equipo
contrario.
Finalmente el escondedor muestra los puños cerrados, conteniendo
cada uno de ellos un hueso, en dirección al equipo oponente. Esto
significa que el escondedor y su equipo están listos para que el otro
equipo empiece a intentar adivinar dónde está el hueso del lazo negro.
De aquí en adelante no se permite mover los huesos, en esta versión
del juego.
Cuando el escondedor muestra los puños, su equipo empieza a
realizar toda clase de actividades y gritos con el fin de desconcertar al
adivinador; el maestro de ceremonias debe, al mismo tiempo, batir un
tambor a golpes regulares. Cuando comienza el tamborileo es la señal
para que empiece la puntuación. Cuando se para significa que el
vidente ha indicado en qué mano se encuentra el hueso marcado.
El equipo del vidente se queda callado, concentrándose para ofrecer
un escudo de tranquilidad y de poder en torno al vidente para que le
ayude a señalar correctamente. Una vez que el vidente señala una de
las manos, el maestro de ceremonias le pide al escondedor que abra la
mano. Si en el primer intento el vidente señala correctamente la mano
donde se encuentra el hueso marcado, entonces su equipo gana una de
las fichas del otro equipo. Ésta se coloca al otro lado de la línea, en el
lado de los ganadores. Si el vidente no acierta, su equipo pierde el turno
pero no entrega una ficha al equipo contrario. Resumiendo, las fichas
sólo pasan de un lado a otro si se trata de un acierto. Mientras el
equipo siga acertando, éste mantiene la vez sin interrupción. El equipo
que consiga todas las fichas será el que gane, a su vez, la apuesta
ofrecida por el equipo contrario y sobre la que habían llegado a un
acuerdo previo.
Existen muchas variaciones entre las tribus y regiones de los indios
occidentales de Norteamérica a la hora de jugar13. Lo dicho anterior­
mente es una simple adaptación del juego para principiantes. Si desea
avanzar y jugar de un modo más elaborado y usando cuatro huesos,
150
MICHAEL HARNER
consulte el apéndice B y así podrá conocer la versión que utilizan los
indios cabeza plana de Montana.
Objetos d e p o d er y e l cristal d e cuarzo
Cuando camine por el bosque o por cualquier otro lugar silvestre,
preste atención a los objetos que pueda incluir en su bolsa medicinal.
Objetos que le puedan atraer sin una razón consciente ya que, desde el
punto de vista chamánico, son objetos de poder cuyo aspecto espiritual
le puede ser revelado en el Mundo Inferior a través de un viaje. De
hecho puede que haya estado recogiendo objetos de poder durante años
sin saberlo. ¿Se acuerda de aquella pata de conejo de su niñez? ¿Y
aquella extraña concha que encontró en la playa? ¿O la pluma que
recogió de una pradera?. Todos éstos son posibles objetos de poder,
cosas llenas de recuerdos y asociaciones poderosas.
Un chamán puede agrupar todos estos objetos en una bolsa «medi­
cinal» o con poder. Especialmente incluirá aquellos objetos obtenidos
durante experiencias poderosas y personales conectadas a trabajos chamánicos. Si ha tenido una visión o un sentimiento como de poder en
un sitio en particular, mire a su alrededor por si ve algo distintivo que
le pueda servir.
Muchos chamanes guardan sus objetos de poder, sus «medicinas»,
en una piel de animal salvaje. Otros, en cambio, en una bolsa de tela,
en un morral de cuero, o incluso en una caja vieja de cartón. Una bolsa
de medicinas es donde un chamán guarda de todo. Desatarla sólo es
posible en los rituales. Los objetos que allí se encuentran son muy
personales y, como pasa también con otras cuestiones relativas al
poder, no es bueno enseñarlos o hablar demasiado de ellos; esto sería
jactancioso y el resultado podría ser una pérdida de poder. Cuando el
chamán desata su bolsa medicinal manipula los objetos; éstos son
nemotécnicos —reproducen en la memoria del chamán las experien­
cias chamánicas con las que están relacionados.
Casi todos los objetos pequeños pueden ser incluidos en una bolsa
medicinal. Como ocurre con otras cosas en el chamanismo, sólo es
usted el que debe decidir. Sólo usted sabe qué tiene significado en
términos de sus propias experiencias de poder. Abra la bolsa en pri­
LA SENDA DEL CHAMÁN
151
vado y revise los recuerdos que contiene, especialmente cuando vaya a
efectuar su trabajo chamánico. Si algún objeto no le evoca ya ningún
recuerdo o emoción poderosa, devuélvalo a su lugar en la naturaleza, ya
no lo necesita.
Aunque hay casi una infinita variedad de objetos de poder, existe
un tipo, en particular, que se encuentra regularmente en poder de los
chamanes. Se trata del cristal de cuarzo. En Norte y Suramérica, Aus­
tralia, sudeste de Asia y demás lugares, los chamanes atribuyen una
importancia singular a estas piedras sexagonales y puntiagudas que
suelen ser de color transparente y blanquecino. (Pueden verse en el
muro del túnel de la ilustración 8.) Los chamanes utilizan una gran
variedad de tamaños que van desde el de una articulación del dedo
meñique, hasta otras más raras, del tamaño de un pie por ejemplo.
Se considera que el cristal de cuarzo es el objeto que tiene más
poder, entre pueblos tan alejados entre sí como son los jíbaros de
Sudamérica y las tribus de Australia14. Pueblos tan distantes como los
aborígenes del este de Australia y los Habladores de Yuma del sur de
California y de la Baja California consideran el cristal de cuarzo como
algo «vivo» o «roca de la vida»15. El tan extendido uso del cristal de
cuarzo en el chamanismo abarca miles de años. En California, por
ejemplo, se han encontrado cristales de cuarzo en asentamientos
arqueológicos y en enterramientos prehistóricos de hasta 8.000 años de
antigüedad16.
El cristal de cuarzo, al igual que otros objetos de poder, es conside­
rado como un espíritu ayudante tanto por las tribus australianas, como
por las del alto Amazonas17. Los chamanes jíbaros reconocen que el
cristal de cuarzo entra dentro de sus espíritus ayudantes, no sólo en su
poder, sino también porque siempre se le aparece al chamán del
mismo modo, ya sea en el ECC o en el ENC. En otras palabras su
naturaleza espiritual y material es la misma. Los chamanes de los
yumas occidentales entran en una especie de asociación con los cristales
de cuarzo y deben «alimentarlos»; se trata de una reminiscencia de los
chamanes jíbaros cuando alimentan a sus espíritus ayudantes con agua
de tabaco18.
El cristal de cuarzo es de algún modo «luz solidificada», lo cual
tiene mucho que ver con «iluminación» y con la videncia. Existe un
fenómeno igual al concepto del «tercer ojo» entre los wiradjeri austra-
152
MICHAEL HARNER
líanos. Los chamanes en fase de entrenamiento llevaban un trozo de
cristal de cuarzo incrustado en la frente para que «pudieran ver directa­
mente a través de la cosas»19. También en Australia el cristal de cuarzo
era a menudo introducido o raspado en la piel de los iniciados, o si no,
se les frotaba por todo el cuerpo con el cristal para infundirles poder.
Además los wiradjeri vertían el «cuarzo líquido» sobre sus cuerpos20.
Los wiradjeri metían el cristal de cuarzo en agua para que los aprendi­
ces de chamán se los bebieran y de ese modo «poder ver fantasmas»21.
En Sudamérica los guijarros que van dentro de las maracas de los
chamanes warao son cristales de cuarzo, espíritus ayudantes que les
ayudan a extraer la causa dañina de sus pacientes22. Cuando le llega la
muerte, el alma del chamán warao se une a los cristales de cuarzo que
llenan su maraca y asciende al cielo en forma de luz23. La asociación del
cristal de cuarzo con el cielo y los fenómenos celestiales, es muy signifi­
cativa; está relacionada no sólo con la luz, sino también con el sol. El
alma de un chamán huichol mejicano puede regresar a la tierra desde
su residencia celestial en forma de cristal de cuarzo24, y un aprendiz de
chamán huichol puede hacer un viaje al cielo para devolver ese cristal
desde detrás del sol25.
En la Australia nativa, el cristal de cuarzo está asociado, del mismo
modo, con el cielo, y un chamán puede encontrarlo al pie del arco iris
donde acaba en un cuerpo de agua26. El chamán kabi o wakka austra­
liano «con muchos cristales en el cuerpo» podría viajar a los abismos
más profundos del océano donde vivía el espíritu del arco iris y así
recibir más cristales de cuarzo. Dicho chamán ascendería «lleno de
vida, y sería un hombre —medicinal— al más alto nivel»27.
Se podría pensar que el cristal de cuarzo es considerado como algo
poderoso sólo porque es una piedra transparente, pero la mica lo es
también y es raro que se haga referencia a ella en la literatura chamánica. Lo cual sugiere que hay algo más que la simple transparencia.
Podría ser el hecho de que los cristales de cuarzo puedan reflejar la luz
mostrando los colores del arco iris. Pero ¿es ésta explicación suficiente
para la importancia que tiene en la manipulación chamánica del
p o d er ? La respuesta puede encontrarse en una coincidencia de las más
curiosas. En la física moderna el cristal de cuarzo tiene mucho que ver
también con la manipulación de la energía. Sus extraordinarias propie­
dades electrónicas hicieron que fuera un elemento básico en los prime­
LA SENDA DEL CHAMÁN
153
ros transistores de radio y receptores. Las finas capas de cristal de
cuarzo pasaron a ser componente básico de la moderna maquinaria
electrónica del tipo de computadoras y relojes. Mientras que todo esto
puede ser una simple coincidencia, también puede ser uno de los
muchos sincronismos que hacen que el estudio del chamanismo sea
emocionante y a veces impresionante.
Los chamanes han utilizado el cristal de cuarzo durante mucho
tiempo para la videncia y la adivinación. No debe sorprendernos
entonces que los jugadores del juego de hueso lleven a veces un cristal
de cuarzo para que les dé suerte28. La bola de cristal a la que la gente de
nuestra cultura está acostumbrada, por lo menos de oídas, es sencilla­
mente una reliquia refinada del antiguo cristal chamánico. Entre los
yualai (Euahlayi) de Australia, los mejores chamanes miran a través
del cristal para «ver visiones del pasado, de lo que está ocurriendo en el
presente pero a distancia del futuro»29. Tanto los yualai como el lejano
pueblo de los tsimshian de la costa noroeste de Norteamérica envían al
cristal de cuarzo o a su espíritu a buscar la imagen de una persona
determinada, esta técnica fue incluso utilizada por los tshimshian para
efectuar curaciones a distancia. El chamán enviaba el cristal al anoche­
cer para que trajera la imagen del enfermo. Cuando la imagen llegaba,
el chamán se ponía a bailar en torno al cristal, agitando su maraca
(seguidamente entrando en ECC) y entonces ordenaba al cristal, al
igual que a su espíritu ayudante que sacara toda intrusión de poder
dañino de la imagen. La persona de la imagen resultaba de este modo
curada30.
El chamán suele llevar sus cristales de cuarzo ocultos a las miradas
de otras personas y a los rayos del sol. El chamán jíbaro los guarda en
su bolsa de piel de mono, con el resto de sus objetos de poder, hojas
verdes de tabaco y un pequeño cuenco de calabaza en donde empapa
las hojas con agua fría. El chamán australiano aborigen guarda de
modo parecido sus cristales de cuarzo dentro de su bolsa con el resto de
los objetos de poder31. A veces también los guarda en el estómago, del
mismo modo que el chamán jíbaro guarda a menudo a sus espíritus
guardianes32. El chamán tsimshian suele llevar un cristal de cuarzo en
una bolsa que lleva colgada al cuello33. Los pai-pai (yeruas occidenta­
les) hoy en día guardan los cristales de cuarzo en una pequeña bolsa de
piel de ciervo o en el bolsillo del pantalón. Este chamán depende del
154
MICHAEL HARNER
cristal de cuarzo de tal modo que éste puede llegar a funcionar más
como un espíritu guardián que como un espíritu ayudante. Un chamán
pai-pai declaraba:
«Cuando lo llevas en el bolsillo (el wii'i-pai —cristal de cuarzo—), los
sueños te lo dicen todo, te dice lo que vas a hacer, cualquier cosa que le
preguntas. Y te lo da todo. Necesitas llevarlo en el bolsillo Sí, si deseas
ser un chamán, tienes que hacerlo.»34
Los yeruas speekers del sur de California y de la Baja California,
utilizan técnicas especializadas para localizar y extraer cristal de cuarzo
de las entrañas de sus terrenos35. Del mismo modo Castañeda se
refiere a técnicas especiales que tienen el mismo propósito en
México36.
Cuando empiece a componer su propia bolsa medicinal, es desea­
ble que adquiera, al menos, un cristal de cuarzo. Estos cristales son el
centro de poder de muchas bolsas medicinales de chamanes. Su poder
se difumina a través de la bolsa y ayuda a dar energía y a mantener el
aspecto viviente del resto de los objetos de poder.
El mejor modo de empezar es visitar un almacén de suministros
minerales, entonces busque un cristal de cuarzo que le atraiga en
particular. No meta el cristal elegido inmediatamente en su bolsa, ni lo
mezcle con el resto de sus objetos de poder. Primero debe limpiarlo, ya
que para usted su historia le es desconocida. Limpie el cristal lavándolo
con agua de un manantial natural o del mar. Una vez hecho esto
guárdelo en un lugar que no sea su bolsa medicinal hasta que llegue el
invierno o el solsticio de verano. Llévelo entonces a un sitio alto y
aislado, puede ser la cima de una montaña. Divida en dos el extremo
de un palo, metiendo el otro extremo hacia la tierra y sitúe el cristal de
cuarzo mirando hacia arriba en la hendidura del palo. Déjelo allí
durante ocho días al sol para que se «recargue» antes de meterlo en su
bolsa medicinal.
Periódicamente entre los dos solsticios, debería sacar el cristal de la
bolsa y «despertar» su poder. Esto se hace golpeando con suavidad el
extremo romo en la protuberancia de una roca de mar o de un
manantial.
Algunos indios chamanes de California central poseían unos crista­
IA SENDA DEL CHAMÁN
155
les de cuarzo «matrices» muy grandes que eran considerados especial­
mente poderosos. Hace muchos años tuve la ocasión de observar como
los miwok de la costa de California «despertaban» un cristal matriz de
un modo parecido al que he descrito anteriormente, sólo que lo golpea­
ban lo más fuerte posible contra una roca en particular a pocos metros
de la costa del océano Pacífico37. En este caso golpear de tal modo el
cristal constituía una operación peligrosa. De acuerdo con las tradicio­
nes de esta tribu, el mundo terminaría el día que el cristal se rompa.
Esta creencia puede parecer exagerada a los occidentales pero «el fin
del mundo» (no es lo mismo que «la interrupción del mundo» de
Castañeda38) puede haber sido una descripción muy sutil de lo que
podía haber ocurrido a un nivel individual. El chamán podría haber
estado en peligro de acabar con el mundo para sí mismo. Pero ¿cómo?
Un famoso físico, Daniel Finkeltein, cuando conoció esta ciencia,
apuntó que la muerte del chamán podría haber sido bastante probable.
Declaró que si se golpea un cristal de cuarzo de ese tamaño, uno de los
golpes podría teóricamente liberar cientos de miles de voltios, o la
energía suficiente como para electrocutar al curandero39. La ciencia
occidental ha avanzando hasta el punto de reconocer que el cristal de
cuarzo es un objeto de poder, algo que los chamanes sabían desde hacía
miles de años.
NOTAS
1 Cline 1938: 136.
2 E.g., Park 1934: 104.
» Cf. Harner 1972: 140, y Cline 1938: 145.
* Lehtisalo 1924: 161.
5 Kensinger 1973: 12n.
6 Cline 1938: 145.
7 W arner 1958: 5 11; Wilbert 1972: 63.
8 Warner 1958: 511.
9 Probablemente la práctica más elaborada de esta técnica había que encontrarla entre
los indios iraqueses. Ver Wallace 1958.
‘o Ver Elkin 1945: 52-53.
“ Jelik 1974: 64-65.
11 Park 1934; 103.
156
MICHAEL HARNER
13 E.g., ver Culin 1907; Lesser 1978.
«< Elkin 1945: 44, 103, 120.
15 Elkin 1945: 44, Levi 1978; 43, 46.
16 Levi 1978: 42.
17 Elkin 1945: 42, 48.
18 Levi 1978: 49.
19 Elkin 1945: 97.
20 Ibid.: 29, 30, 32, 33, 47-48, 92, 94, 103, 122-125, 140.
21 Ibid.: 94.
22 Wilbert 1972: 65.
23 Wilbert 1973 / 1974: 93.
24 Furst 19 7 3/ 74 : 55; Prem Das, comunicación personal, 1980.
25 Ibid.
26 Elkin 1945: 44.
27 Ibid.: 107-108.
28 E.g., Levi 1978; 50.
29 Elkin 1945: 103.
30 Barbeau 1958: 73.
»• Elkin 1945: 108.
» Ibid.: 110.
» Barbeau 1958: 71.
54 Levi 1978: 50.
» Ibid.: 47.
36 Castañeda 1978: 245.
37 El gran cristal de cuarzo que se muestra en Kelly 1978: Fig. 5 era el que se usaba.
Estoy en deuda con David Peri por toda la información que me ha proporcionado sobre la
práctica y creencia del cristal de cuarzo de la Costa Miwok.
38 Castañeda 1972: 291-302.
39 David Finkelstein, comunicación personal, 1980. Desearía agradecer a Joan Halifax
su ayuda para obtener esta información.
Extracción de intrusiones dañinas
Vil
que le ofrecen los animales y las
plantas del jardín de la tierra. Todos, normalmente, reciben su
energía del sol. Mientras que los animales suelen actuar como
espíritus guardianes, las plantas tienden a servir como espíritus ayu­
dantes. A diferencia de los espíritus guardianes, los ayudantes sólo los
poseen los chamanes. Los que no son chamanes no tienen normal­
mente la energía de las plantas a su disposición.
Al igual que los poderes animales que actúan como espíritus guar­
dianes y que suelen ser especies salvajes y sin domesticar, la mayoría de
los espíritus ayudantes son también especies vegetales silvestres y sin
cultivar. Parece ser que la mayoría de los animales y plantas domésticas
no tienen el poder espiritual necesario para tener un importante signi­
ficado en el chamanismo. Desde el punto de vista chamánico, el mismo
hecho de que algunos animales y plantas hayan sido domesticados con
la comida y con otros tipos de explotación es suficientemente significa­
tivo de su falta de poder.
E
l c h a m á n u t il iz a el p o p e r
Plantas ayudantes
Estas plantas no poseen, individualmente, tanto poder como los
animales de poder, pero un chamán puede llegar a poseer cientos de
espíritus ayudantes, de tal modo que su poder acumulado puede igua­
larse de muchas maneras al del espíritu guardián. Pero la importancia
158
MICHAEL HARNER
de las plantas silvestres reside en la variedad de sus capacidades indivi­
duales. Estas plantas ayudantes tienen dos realidades, un aspecto nor­
mal y otro no-normal. La naturaleza no-normal de la planta podría
tener forma de insecto, por ejemplo una mariposa gigante, o cualquier
otra clase zoomórfica o incluso inanimada.
La mayoría de nosotros en nuestra «civilización» occidental, a
diferencia de nuestros antepasados, desconocemos la identidad de las
plantas silvestres. En consecuencia para casi todos nosotros, la acumu­
lación de espíritus ayudantes requiere la adquisición de un conoci­
miento elemental de las propiedades de las plantas silvestres: el tipo de
conocimiento que es normal entre los pueblos conocidos. He aquí
cómo sugiero que consiga su primer espíritu ayudante. La técnica será
la misma para los siguientes.
En primer lugar, camine por un bosque, pradera, desierto o cual­
quier otra zona salvaje. Mientras pasea por esta zona, sea consciente de
su misión: encontrar una planta que sea su ayudante. Cuando encuen­
tre una planta que le atraiga en particular, siéntese a su lado y familia­
rícese con todas sus formas. Explíquele que tiene que coger parte de
ella, o enteramente, para su trabajo, y discúlpese antes de arrancarlas.
Si se trata de un árbol o arbusto, quizá sólo necesite coger parte de una
rama lo cual le será suficiente para una identificación botánica. Si se
trata de una planta más pequeña, puede que necesite un especímen
floral completo. Lleve e l esp ecím en a alguien que sea capaz d e identifi­
carlo y decirle si es venenosa o no. Un granjero erudito o un campesino
podrán suministrarle esta información; si no también puede ir al
herbolario o a un museo local para que le ayuden.
Una vez que esté segu ro d e que la planta no es venenosa, vuelva al
mismo hábitat y encuentre una planta viva de la misma especie, discúl­
pese y, sin romperla, cómasela en cuatro pequeños pedazos, tan peque­
ños como sus hojas, Acto seguido envuelva dos trozos más juntos y
póngalos en su bolsa medicinal para usarlos más tarde del modo en
que le expliquemos.
Ahora está usted preparado para descubrir su aspecto escondido,
no-normal. El mismo día por la tarde, y ayudado por el sonido de un
tambor, realice el viaje chamánico al centro de la tierra para buscar dos
o más plantas de la misma clase. Hable con ellas del mismo modo en
que lo hizo en el ENC por la mañana. Siga estudiando las plantas hasta
LA SENDA DEL CHAMÁN
159
que adquieran la forma del espíritu no vegetal. Casi todas las formas
son posibles, menos la de los insectos, la de las serpientes, aves e
incluso piedras son bastante corrientes. Tan pronto como vea el cam­
bio, cómaselas en su forma no material en el ECC del mismo modo en
que lo hizo en su materia normal; pero esta vez ha de ingerirla en la
totalidad de cada una de ellas. Después regrese del viaje. Repita el
mismo proceso cada vez que quiera conseguir una nueva pareja de
espíritus ayudantes.
Esta operación es una adaptación de mi entrenamiento jíbaro, pero
el método básico también se practica en otros lugares del mundo
chamánico. Por ejemplo, el modo en que las plantas descubren su
naturaleza escondida y se hacen disponibles para los chamanes se
cuenta en este informe relativo a un viaje al Mundo Inferior realizado
por un chamán samoyedo de Siberia:
«Andando por la costa divisé dos cimas; una de ellas estaba cubierta
de una vegetación de brillante colorido, mientras que la otra era toda de
tierra negra. Entre las dos parecía haber una isleta con unas flores rojas
muy bonitas, que estaban floreciendo. Se parecían a las flores de las
bayas. ¿Qué es esto?, pensé. No había nadie cerca de mí, así que lo
averigüé yo solo. Cuando un hombre muere, su rostro se pone azul y
cambia: entonces el trabajo del chamán ha terminado. Observé que la
hierba roja crecía hacia arriba y la negra hacia abajo. De repente oí un
grito: "¡Coge una piedra!’’. Las piedras eran de color rojizo. Ya que yo
estaba destinado a sobrevivir, cogí una piedra roja. ¡Lo que había
tomado por flores eran piedras!»1
Para utilizar los espíritus ayudantes en curaciones, debría intentar
conseguir por lo menos doce plantas. Sería conveniente tener entre
ellos, en sus aspeaos no-normales: arañas, abejas, avispas, avispones y
serpientes. Cuanto mayor sea la variedad de sus espíritus ayudantes,
mayor serán las capacidades curativas de un chamán.
El chamán utiliza los espíritus ayudantes para curar a personas que
sufren intrusiones de poder dañino. La extracción de estas intrusiones
es una forma más difícil y avanzada de curación chamánica, que el
restablecimiento del animal guardián. Le recom iendo que no em p iece a
realizar estas tareas a no ser que haya ya pasado e l viaje chamánico, el
trabajo d el espíritu guardián y adquirido las plantas ayudantes, y a no
160
MICHAEL HARNER
s e r que con sidere e l cham anism o com o algo m uy serio. Eliade observa
muy correctamente lo siguiente: «Para exorcizar los espíritus malignos
del paciente, el chamán a menudo está obligado a acogerlos en su
propio cuerpo; al hacerlo, lucha y sufre más que el propio paciente.»2
Eliminación d e intrusiones
La enfermedad producida por la intrusión de energía se manifiesta
con síntomas como dolores localizados o malestar, a veces también se
presenta una subida de temperatura, que (desde el punto de vista
chamánico) está relacionado con la energía de la intrusión de energía
dañina. En algunos aspectos el concepto de la intrusión de energía no
es muy diferente del concepto médico occidental de la infección. El
paciente debería ser tratado en los dos sentidos, o sea como si fuera una
intrusión normal, y también desde el punto de vista no-normal de los
métodos chamánicos.
Las intrusiones energéticas al igual que las enfermedades contagio­
sas, parecen tener lugar con más frecuencia en las zonas urbanas,
donde las ploblaciones humanas son más densas. Desde el punto de
vista del ECC, esto se debe a que mucha gente, sin saberlo, posee
potencialmente el poder de dañar a sus semejantes con erupciones de
su energía personal, cuando entran en un estado de desequilibrio emo­
cional tal como la ira. Cuando decimos que alguien está «radiando
hostilidad», es casi una expresión latente del sentimiento chamánico.
Un chamán diría que es peligroso no tener ningún conocimiento
sobre el chamanismo. Muchas personas que ignoran los principios
chamánicos, no saben cómo protegerse de las intrusiones de energía
hostil a través del poder del espíritu guardián. También desconocen
que pueden dañar a otras personas sin intención alguna. Los chamanes
piensan que, debido a que no sabemos que nuestra energía hostil puede
penetrar en otras personas, estamos causando daño a nuestros seme­
jantes de un modo inconsciente.
La eliminación chamánica de las intrusiones de energía dañina, es
un trabajo difícil, ya que el chamán la absorbe física, mental y emocio­
nalmente. Esta técnica era muy conocida en las culturas chamánicas,
extendiéndose su uso desde Australia hasta América y Siberia.
LA SENDA DEL CHAMÁN
161
Si ha visto alguna vez la película Sucking Doctor, en la que se ven
los trabajos de curación de la chamán india Essie Parrish de California,
se encontrará ante un chamán extrayendo energía intrusa3. Los escép­
ticos occidentales apoyan que el chamán sólo hace como si absorbiera
algo de una persona, un objeto que el chamán ya se había metido en la
boca sin que nadie se enterara. Estos escépticos no se han preocupado
de descubrir por sí mismos qué es lo que ocurre.
Para saber lo que ocurre debemos remontarnos al hecho de que el
chamán es consciente de la existencia de dos realidades. Entre los
jíbaros el chamán está absorbiendo una energía intrusa que (en el
ECC) tiene el aspecto de una criatura en particular, por ejemplo una
araña, y que sabe que es la naturaleza escondida de una planta especial.
Cuando el chamán absorbe esa energía, captura su esencia espiritual en
un trozo de la misma clase de planta, lo cual es su casa material
normal. Ese trozo de planta es, en otras palabras, un objeto de poder.
El chamán puede almacenar en la boca, por poner un ejemplo, dos
ramitas de 6 cms. de largo de la planta que él sabe que es la «casa»
material de la energía peligrosa que está absorbiendo. Con uno de los
trozos captura la energía, mientras que el otro le sirve de ayuda. El
hecho de que el chamán pueda extraer el objeto de poder vegetal de la
boca y enseñárselo a su paciente o a la audiencia como prueba del ENC,
no refuta la realidad no-normal de lo que está ocurriendo en el ECC.
En la siguiente adaptación de la técnica de absorción, el chamán no
almacena ni utiliza trozos de plantas para meterse en la boca. He
llegado a la conclusión de que este uso tan particular de los objetos de
energía vegetal, parece dificultar más que ayudar las tareas chamánicas
de absorción de los occidentales. Parece extraño, pero los occidentales
empiezan a aceptar, por lo menos, la intangibilidad de la energía al
igual que sus colegas primitivos. Quizás sea debido en parte al conoci­
miento, por parte de los occidentales, de la invisibilidad de la energía
eléctrica y de la radiación. En cualquier caso, parece ser, que en esta
clase de trabajo el chamán occidental es más efectivo si une sólo el
aspecto espiritual o de ECC de sus plantas ayudantes.
Para realizar el trabajo de absorción satisfactoriamente, el chamán
debe alertar y ordenar a sus espíritus ayudantes para que le ayuden a
extraer las intrusiones de energía que haya en el paciente. Para ello el
chamán entona una de sus canciones de poder. Ya hemos hablado de
16 2
M1CHAEL HARNER
esto con anterioridad y en el capítulo V ofrezco la letra de una canción
que sólo se puede usar para este tipo de trabajo. Aquí aparece la
canción de un chamán del pueblo samoyedo de Siberia que utiliza para
hacer que sus espíritus empiecen a trabajar:
«Venid, venid
espíritus de la magia,
si no lo hacéis
iré a buscaros.
Despertad, despertad
llego a vosotros,
surgiendo del sueño»4
El procedimiento para extraer o arrancar la intrusión de energía es
el mismo que utilizamos para el viaje en la curación de un paciente,
excepto en un punto. Este punto se remonta a un momento del viaje,
antes de que el chamán se haya alejado mucho de la entrada a la tierra,
y mientras se encuentra todavía en el túnel que conduce al Mundo
Inferior. Si el paciente presenta una intrusión de energía dañina, el
chamán ve de repente una de las cosas siguientes: insectos voraces y
peligrosos, serpientes con colmillos, amén de otros reptiles y peces con
colmillos visibles o con dientes. Detiene inmediatamente el viaje para
tratar con estas intrusiones de energía. O sea, que la simple visión de
una de estas intrusiones es señal de que debe extraerse mediante
absorción. Sin em bargo, esta tarea debería hacerla sólo un chamán que
posea dos espíritus idénticos al espíritu de la intrusión d e energía que
acaba de ver. Si un chamán no está preparado para asumir esta tarea,
tiene dos opciones, volver por el túnel o pasar por el espíritu de la
intrusión de energía y disponerse a conseguir un espíritu guardián para
el paciente, lo cual es simplemente un tratamiento complementario
hasta que se pueda hacer la extracción de la intrusión.
Es difícil de explicar pero la visión de una de estas criaturas en el
túnel representa una total seguridad para el chamán de que éstas están
destrozando y devorando una parte del cuerpo de su paciente. En ese
momento se puede llegar a experimentar una increíble repugnancia y
tomar conciencia de que los insectos y demás criaturas son malignos y
representan tanto peligro para el paciente como para el chamán.
LA SENDA DEL CHAMÁN
163
Incluso un curandero sioux, como Ciervo Cojo, que siente gran reve­
rencia por las plantas y los animales, muestra su preocupación cuando
dice que la araña «también tiene poder pero es maligno»3 (ver ilustra­
ción 13).
Fig. 13. Intrusiones de energías dañinas en form a de arañas y serpientes.
Vistos en cuerpos d e pacientes p o r un cham án jíbaro durante el ECC. Dibujos
hechos por él como consecuencia de sus experiencias.
Estas visiones y este pasar entre insectos y demás criaturas voraces
y peligrosas fueron experimentados por un chamán tsimshian durante
un viaje de curación. Qoutier expresa estas experiencias de un modo
poético:
En la lejanía
grandes colmenas
Ando entre
estas grandes colmenas.
El espíritu de la abeja
me mira
vuela en lo alto
me dispara
Sangro por doquier
flechas por doquier
164
MICHAEL HARNER
voy a morir
voy a morir.
En la lejanía
grandes colmenas
Ando entre
estas grandes colmenas.
Mi abuela
me mira
yo, su pequeño,
me cura
me hace crecer
me alimenta
su pequeño
dentro.
En la lejanía
grandes colmenas
Ando entre
estas grandes colmenas.
Si un chamán cualificado se encuentra en el túnel con todas estas
criaturas, debe inmediatamente detener el viaje, levantarse y ponerse
de rodillas. Si se está usando el método de viaje en canoa, el tambori­
lero debe darse cuenta de que el viaje se ha interrumpido al ver al
chamán levantándose, entonces ha de dejar de tocar el tambor inme­
diatamente, abandonando la canoa «muerta en el agua». El dejar de
tocar el tambor, es, también, un mensaje para todos los miembros de la
tripulación, para que éstos dejen de remar y de empujar.
El chamán todavía de rodillas, empieza a entonar su canción de
poder, invocando a sus espíritus ayudantes para que le ayuden en la
extracción que va a realizar. Pone cerca suyo una cesta o un cuenco con
arena o agua; suele ser un cuenco que ha usado muchas veces antes; en
él escupe lo que extrae del paciente. El chamán se concentra e invoca a
sus espíritus ayudantes para que le ayuden en la extracción, a la vez
agita su maraca recorriendo todo el cuerpo del paciente y canta con
LA SENDA DEL CHAMÁN
165
fuerza (ver ilustración 14). La audiencia o los miembros de la tripu­
lación, se sientan en círculo rodeando al paciente y al chamán, entonces
se unen al canto de la canción de poder para ayudarle en su esfuerzo.
El chamán debe localizar el lugar donde se encuentran las intrusio­
nes de energía dañina dentro del paciente. Si no tiene ayabuasca para
tomar y ver a través del paciente, el chamán puede usar una técnica que
es algo así como usar la varita mágica. Cuando está en el ECC con los
ojos cerrados, extiende su mano libre por la cabeza y el cuerpo del
paciente, va descubriendo lentamente si siente alguna sensación espe­
cial de calor, energía o vibración que venga de un punto localizado del
cuerpo del paciente. Un chamán experimentado siente una sensación
definitiva de dónde se encuentra la intrusión de energía, cuando posa la
mano unos centímetros por encima del cuerpo del paciente. Otra
técnica consiste en pasar una pluma sobre el paciente para recoger
cualquier vibración.
Fig. 14. Preparándose para, absorber una intrusión d e en ergía dañina.
166
MICHAEL HARNER
Cuando el chamán siente el lugar en particular, invoca a los dos
espíritus ayudantes, ya sea en silencio o cantando, a la vez agita la
maraca continuamente sobre el paciente. En cuanto ve claramente que
los espíritus ayudantes se acercan en la oscuridad, se los mete en la
boca teniendo todavía los ojos cerrados. Allí podrían capturar y absorver la intrusión de energía que él extraiga del paciente. Cuando v e por
fin que los dos espíritus están en la boca, pide al resto de los espíritus
ayudantes que le ayuden, ahora está preparado para realizar el trabajo
de absorción.
El chamán absorbe con todas su fuerza (ver ilustración 15a) en la
parte del cuerpo del paciente donde sintió la intrusión dañina. Esto se
puede hacer a través de la ropa, pero suele ser más eficiente quitar la
ropa en ese punto determinado y chupar físicamente la piel donde está
localizada la intrusión. Este hecho no afecta solamente al cuerpo del
chamán, sino también a su mente y a sus emociones, las cuales emer­
gen poderosamente en el ECC y se encomienda enteramente a la tarea.
El chamán tien e que ten er m ucho cuidado con este p roceso y no
d eb e p erm itir que las ávidas criaturas que vio lleguen a través de la boca
y la garganta hasta el estóm ago. Sin embargo la criatura repugna tanto
mentalmente que hay pocas posibilidades de que el chamán se la
trague. Si, por un casual, se la traga debería inmediatamente ir en busca
de otro chamán para que la extraiga. (He aquí otra razón más para que
los chamanes deban tener compañeros.)
El chamán chupa una y otra vez y «vomita seco» todas las veces
que sea necesario. Es m uy im portante no tragarse la energía que se ha
chupado, y ha d e escupirla después de cada absorción en un recipien te
en el suelo (ver ilustración 15b). Esto se hace con unas fuertes, violen­
tas y a veces involuntarias náuseas que dan al chamán una sensación
real de limpieza, de vaciarse emocionalmente de toda la energía repug­
nante que ha extraído. El chamán, mientras extrae la instrusión de
energía del paciente, puede sentirse como tragado por ondas de la
energía extraída, ondas que le causan casi atrofia y que hacen que su
cuerpo tiemble. Después de cada vómito seco, recupera la concentra­
ción cantando su canción de poder y enfocando la asunción de sus
espíritus ayudantes de nuevo hasta que se siente lo suficientemente
fuerte como para repetir el proceso. Mantiene tales ciclos de absorción
hasta que finalmente, pasando la mano de un lado a otro sobre el
LA SENDA DEL CHAMÁN
167
Fig. 13. (a) Extrayendo una intrusión d e energía, (b) Expulsando la intrusión.
Dibujo de Bárbara Olsen.
168
MICHAEL HARNER
paciente, no siente ya ninguna emanación localizada de calor, energía o
vibraciones.
Después puede seguir absorbiendo en las zonas donde ya lo ha
hecho, o donde siente que todavía queda alguna suciedad residual de la
intrusión de energía; acto seguido volverá a vomitar en el recipiente.
Cuando ya no siente, definitivamente, ningún lugar contaminado o
sucio, entonces detiene el proceso de absorción. Puede seguir cantando
durante un rato más su canción de poder para así mantener el poder
protector de su animal y a sus espíritus ayudantes en torno suyo.
Finalmente, cuando se ha convencido de que el paciente está lim­
pio espiritualmente, agita su maraca por todo el cuerpo del paciente de
modo circular, lo hace cuatro veces, para proporcionarle una limitación
de la mitad de la zona limpia; demarcando sus límites para el mundo
espiritual. El paciente entonces puede permanecer tumbado o levan­
tarse.
Al llegar a este punto es importante que el chamán coja el reci­
piente donde vomitó la intrusión de energía y que lo tire fuera en lugar
seguro, para que no afecte ni al paciente ni al grupo. Después de tirar
el contenido, trae de vuelta el recipiente y lo llena con arena limpia o
agua, para volverlo a usar cuando lo necesite.
El viaje puede empezar inmediatamente o esperar un poco, depen­
diendo del sentido de poder que tenga el chamán, así como lo que élcrea que conviene más. Lo ideal sería resumir el viaje lo antes posible
para que el paciente pueda recibir en seguida el animal de poder, de
este modo se llenaría de energía y sería capaz de resistir cualquier otra
intrusión dañina.
Un ejem p lo
Como ya he indicado anteriormente, se debería llevar a cabo el tipo
de chamanismo por observación, sólo si uno está realmente preparado.
Sin embargo, en el caso siguiente, un chamán indicado que sólo poseía
cierto conocimiento del método de observación, se encontrá a sí mismo
sabiendo qué hacer en cada momento. Esto no debe sorprendernos,
una vez que un estudiante con aptitudes entiende los principios básicos
del poder chamánico, y de la curación, suele poder trabajar, lógica-
LA SENDA DEL CHAMÁN
169
mente, en base a esos principios, resolviendo los problemas con los que
se topa de un modo creativo. Su descripción ilustra de qué modo casual
el chamán va del ECC al ENC cuando realiza un curamiento. El
estudiante decidió llevar a cabo el viaje, pensando que sólo serviría
para recuperar el animal de poder, debido al profundo interés que
sentía por su amiga, «una chica de Viena, que tenía muchos problemas
con sus padres, y que se encontraba en un terrible estado ese preciso
día». No estaba entrenado ni preparado para absorber las criaturas
intrusas, pero espontáneamente realizó un trabajo creativo al extraer
la «suciedad» que acabo de mencionar.
«Bajé como de costumbre, pero justo detrás de la entrada había que
torcer a la izquierda y de repente todo se ensombreció. No era nada con
lo que yo pudiera haberme encontrado antes, todo era negro. A la
derecha, justo antes de la oscuridad, había una especie de masa viscosa
absolutamente repugnante, serpientes entrelazadas y arañas de patas
negras, azules y rojas. Después de intentar entrar en la oscuridad de la
izquierda, —lo que no pudo ser— me puse de frente a esta masa para
estudiar lo que podía hacer. Debía tener unos dos metros de alto,
comparándolo conmigo. No se movía, así es que, después de un rato,
empecé a escalar; absolutamente asqueroso, ¡créanme! Por encima
había un tubo a modo de chimenea con escalones a un lado, seguí
subiendo. El tubo era muy oscuro y vertical al principio, pero empezó a
aclararse a medida que iba subiendo. Después de llevar un rato
subiendo, todavía no podía ver el final, por lo que abandoné los escalo­
nes y fui volando el resto del camino. El tubo era muy alto y muy
brillante al final. Aparecí en un paisaje iluminado por el sol, y me
encontré en un tejado plano.
Estudié el tejado. Existía una entrada que llevaba a una escalera, que
formaba una construcción triangular, en pendiente hacia arriba y con
una puerta. Subí las escaleras para echar un vistazo desde arriba. Justo
cuando me inclinaba para mirar, un oso me agarró y me arrastró hacia
adentro. Y allá que nos fuimos. El oso me agarró bajo su brazo y siguió.
Después de un momento de temor decidí librarme de él. Lo conseguí.
No se dio cuenta y siguió su camino. Entonces me vi en una cueva muy
larga, bastante iluminada y de forma ovalada, más tarde la identifiqué
con el interior de mi propio torso. Observé que a mi izquierda (el lado
en que su paciente yacía en la realidad normal) había algunas grietas en
el muro de la cueva, el resto era bastante sólido. Algunas grietas rezu-
MICHAEL HARNER
maban lodo negro. Finalmente, conseguí hacer una abertura lo suficien­
temente grande como para poder pasar por ella, y eso fue lo que hice.
Me encontré entonces en una cueva parecida a la anterior, sólo que
ésta estaba toda llena de ese lodo negro, me cubría hasta la rodilla (en
algunos sitios más todavía). Al fondo había un hueco obstruido casi por
completo por piedras negras y por el lodo que se había formado.
Vadeaba con el lodo hasta la rodilla. A través de la cavidad se podía ver
algo de luz, como un sol cálido casi escondido. Al principio no supe qué
hacer. Así es que me puse de rodillas (en la realidad normal) y empecé a
examinar el cuerpo del paciente, desde fuera con ayuda de las manos.
No conseguí una sensación muy clara en un primer momento. Sentía
como si estuviera cubierto con telas de araña. Me las quité de encima
con los dedos y entonces sentí un foco de energía —no era ni frío ni
caliente, pero era todo alrededor del estómago y de la vejiga. Absorbí lo
que pude y lo eché en el recipiente, era repugnante. Después de enjua­
garme la boca para dejarla bien limpia de cualquier cosa, me volví a
tumbar al lado del paciente y regresé a la caverna. El nivel del lodo era
mucho más bajo ahora, también parecía estar más seco. Me quedé de
pie mirando en torno mío y sin saber qué hacer.
Entonces tuve una inspiración. Me quité el jersey y lo prendí. Con
esta antorcha prendí fuego al lodo por toda la cueva. Después de un rato
sólo quedaba una sustancia que parecía carbón y cenizas negras. Ya no
quedaba más lodo. No sé como sobreviví a este incendio, pero no
recuerdo que supusiera ningún problema. Cuando se apagó el fuego,
examiné la cueva un poco más y encontré, al final, en lo alto, un túnel
horizontal, era lo suficientemente grande para que un hombre pudiera
arrastrase por él con comodidad. Así es que me metí. Después de cinco
o seis metros más o menos, descendía abruptamente durante un metro
o dos, para volver a subir en la misma dirección. Dos metros más allá
terminaba, ensanchándose un poco.
Empecé a escarbar en el suelo al final del túnel. En seguida el agua
comenzó a fluir. Agrandé la cavidad y abandoné el túnel con rapidez,
mientras el agua continuaba fluyendo con más fuerza y amenazaba con
inudarlo todo.
El agua fluía con fuerza en la cueva, lo que hizo que todos los
desechos que habían quedado del incendio fueran arrastrados hasta el
final de la cueva, donde la cálida luz podía verse tenuemente a través de
una pequeña grieta. Bajé hasta allí, mientras el agua hacía fuerza contra
las rocas que obstruían la entrada. Di patadas a las piedras unas cuantas
veces. La entrada se agrandó y por fin quedó medio abierta. De hecho,
LA SENDA DEL CHAMÁN
171
se podía ver el cálido sol. La asquerosa agua empezaba a fluir por ella y
no se veía nada más. La luz y el aire comenzaron a inundar la cueva
desde el final. Ya no estaba oscuro. Me di cuenta de que lo había
limpiado todo. Los muros y el suelo de la cueva estaban iluminados, sólo
había unos pocos sitios donde todavía quedaba lodo negro. El agua
formó un arroyo que corría por el centro de la cueva hasta el final de
ésta, en donde desaparecía con el sol que brillaba en el exterior (¡un sol
inmenso! ¡que estaba bastante cerca!). Con el aire fresco entraron tam­
bién golondrinas. Volaban por todas partes en la cueva, haciéndola
revivir. Cogí una y me la llevé conmigo de vuelta para dársela al
paciente (un animal de poder).
En los momentos cruciales de mi viaje, el paciente empezaba a
respirar con dificultad, como si pudiera sentir qué era lo que estaba
pasando. Después ella me explicó que había sentido un relajamiento
gradual en la zona del abdomen. Cuando le conté lo que me había
encontrado, me confirmó que tenía problemas digestivos y de ovarios.
Me escribió seis semanas más tarde y me informó de las mejorías que
había experimentado. La sensación de pinchazón había desaparecido y
los conflictos concretos estaban saliendo al exterior. Espero volver a
verla pronto. Quizás entonces podamos establecer una conexión en la
parte superior del cuerpo.
Esta es la historia. Puede que le sea de utilidad. Para mí fue muy
interesante pues muy a menudo me encontraba desorientado, sin saber
qué hacer, y sin embargo terminé haciendo un montón de cosas que
nadie nunca me había contado.»
Una de las indias chamanes más famosas de Norteamérica, que
utilizaba el método de absorción en las últimas décadas, era Essie
Parrish. No era sólo una vidente de las intrusiones de energía, sino que
también podía oírlas. Afirmaba que cuando estaba en trance, «...se
puede oír algo en el paciente que yace... se puede oír cómo suena la
enfermedad. La enfermedad en el cuerpo de la gente es como una
locura y las enfermedades están vivas, muchas veces hacen ruidos,
como los insectos... viven allí como insectos...»7.
Los pacientes, ya sean indios o no indios, vienen desde muy lejos
para que Essie Parrish les cure; iba a menudo a Nevada y a Oregón, en
respuesta a las peticiones que le hacían los enfermos. En una visión
que tuvo sintió que debía revelar sus métodos chamánicos tanto a los
indios como a los no indios para que así todos se pudieran beneficiar, de
MICHA EL HARNER
172
sus conocimientos. Debido a esta visión cooperó en la realización de la
película Sucking Doctor, de la que ya hemos hablado anteriormente.
En ella explicaba a los espectadores su trabajo después de las sesiones
de curación. Era una especialista a la hora de extraer las intrusiones de
energía, por lo tanto encontraba que el siguiente enfermo, registrado
por Robert L. Oswald, es una explicación suplementaria muy valiosa
sobre el método de absorción para eliminar las intrusiones de energía.
El trabajo de absorción d e un doctor, contado p o r Essie Parrisb
«Voy a relatar algo sobre las curaciones, ya que es eso lo que quiere
saber sobre mí. He sido doctora y lo seguiré siendo toda mi vida, para
eso fui creada. Me pusieron sobre la tierra para curar a los hombres.
Cuando era joven no sabía nada de ello —cada vez que soñaba (tenía
visiones)— porque era el único modo en que soñaba. Creía que todo el
mundo era igual, creía que todos los niños eran iguales. Éstas son las
cosas que solía contar, lo que sabía y veía.
Cuando curé a la primera persona tenía más de doce años. Por aquel
entonces era difícil encontrar médicos blancos; vivíamos lejos de los
médicos (blancos).
Una vez mi hermana pequeña se puso enferma. Estaba muy
enferma, tenía heridas por toda la boca, creíamos que iba a morir. Mi tío
abuelo, que la había criado, debía estar pensando en algo que hacer, yo
no sabía nada de ello —me encontraba jugando fuera. Inesperadamente
me llamaron desde dentro. Todavía lo recuerdo, debían de ser las cuatro
de la tarde. Entonces, después de llamarme, dijo, «¿No podrías hacer
nada por tu hermana, pequeña? te digo que posees el cuerpo de un
profeta*. Con tu cuerpo de profeta, quizás podrías curarla. ¿Puedes
hacer algo?»
«Y ahora ¿qué puedo hacer?», pensaba para mí, porque era pequeña
y no sabía nada. Pero me dije «de acuerdo». Me habían dicho: «Si
alguien pide algo no debes decir que "no”, ése no es tu propósito. Tú
curas a la gente.» Por eso dije, «de acuerdo».
Después recé a los cielos. Puse la mano derecha sobre su cabeza.
Cuando lo hice, salió desde mi interior una canción que no conocía.
Sorprendentemente la canción salió de mí. Pero no la cantaba en alto;
* Mrs. Parrish era tanto profeta como chamán.
LA SENDA DEL CHAMÁN
173
cantaba dentro de mí. «Me pregunto cómo voy a curarla», pensaba.
Para mi asombro se puso bien unos días más tarde. Esa fue la primera
persona que curé...
De repente otra persona se puso mala. Decían que estaba a punto de
morirse.de lo que la gente llama «pneumonía doble». Yacía casi incons­
ciente. No había nigún médico (blanco) cerca. Su hermana mayor vino
a verme. Dijo: «He venido a pedirte un gran favor. Quiero que lo veas.
¡Tienes que verlo! aunque sé que se está muriendo, quiero que lo veas.»
Cuando llegué recorrí su cuerpo con la mano. Y lo absorbí. Sorpren­
dentemente se curó. Cuando curo me encuentro cada vez mejor. Al
igual que los blancos aprenden, yo aprendo. Cada vez que trato a la
gente, adelanto (en habilidad).
Mucho tiempo después, unos cuantos años, —puede que doce o trece
años— adelanté todavía más. Fue entonces cuando me di cuenta de que
tenía algo en la garganta con lo que podía extraer el dolor. Y el poder de
mi mano; descubrí el poder de mi mano. Ese poder siempre está
conmigo. El resto de la gente no puede verlo, sólo yo lo puedo ver.
Cuando me siento al lado de alguien, invoco a Nuestro Padre*. Ese es
mi poder, el que yo llamo Nuestro Padre. Entonces desciende el poder,
entra en mí. Y cuando el enfermo yace allí, suelo verlo (el poder). Todo
esto parece increíble, pero yo lo sé porque está en mí. Sé lo que veo. Así
es mi poder. Pueden dudarlo si no me quieren creer; no tienen por qué
creer, pero es mi trabajo.
Se introduce dentro del enfermo, hay algo. Es como ver a través de
las cosas, —si pones un pañuelo de papel encima de algo, puedes ver a
través. De ese modo, justamente, es como yo lo veo. Veo lo que ocurre y
puedo palparlo con mi mano, mi dedo corazón es el que tiene poder.
Cuando utilizo el poder de mi mano, es como cuando lanzas una caña
y el pez tira del cebo —parece como si el pez tirara de la caña— es igual.
Parece como si el dolor que se ha asentado dentro de la persona tirara
de la mano, no puede fallar. Permite que lo toques. Yo no coloco la
mano; es como si alguien —la enfermedad— estuviera tirando con una
cuerda. Es como lo que el hombre blanco llama un «imán». Así es la
enfermedad dentro de alguien, como un imán.
Y entonces lo toca. Y cuando el poder toca el dolor te quedas sin
aliento, no puedes respirar. Pero no tienes miedo. Es como si el pecho
se paralizara, se te corta la respiración. Si se respira mientras se está
* Mrs. Parrish en ese momento era dirigente de la iglesia vecinal del Latter Day Saints,
y como maestra chamán, integró algunos conceptos cristianos al chamanismo.
MICHAEL HARNER
agarrando el dolor, la enfermedad se puede esconder. Cuando el dolor
tranquiliza la respiración, puedes sentirlo, el resultado es que tu propia
mano puede extraerlo. Sin embargo, si la respiración no se cortara, no
podría extraer el dolor.
Cuando lo saco no puedes verlo. No puedes verlo con tus ojos. Una
vez que lo he expulsado, veo de qué enfermedad se trata. Cuando
alguien cae enfermo, los blancos llaman «gérmenes» pero los doctores
indios lo llaman «suciedad».
Voy a decir algo más sobre el poder de mi mano. La palma de la
mano tiene energía y el dedo corazón también. Esto no siempre fun­
ciona, sólo cuando me armo de ella.
Cuando tengo que descubrir a alguna persona enferma en algún sitio,
la mano puede encontrarla. Cuando alguien piensa en ella desde algún
lugar, dirige su pensamiento hacia mí, hacia la yema de mi dedo cora­
zón; es como un disparo, lo que los blancos llaman «shock». Si tocas la
electricidad, sabrás lo que es un «shock»; de ese modo responde el dedo
corazón. Así es como la energía me advierte de que alguien está pen­
sando en mí. De este modo descubro si alguien me necesita. Y siempre
es cierto. Éste es el poder de mi mano.
Pero todavía hay mucho más (sobre la curación). En mi garganta
también tengo poder para curar. No sé en qué lugar de la garganta se
asienta el poder. La primera vez que me llegó este poder de curación, yo
tenía, desde hacía unos cuatro años, una especie de bulto. Me había
atacado como si fuera difteria. Estuve a punto de morir al principio
porque me oprimía (la garganta) pero poco a poco empecé a darme
cuanta en lo que se estaba convirtiendo eso (poder).
Pero los que estaban conmigo no lo sabían; nunca les había dicho
nada. Sin embargo mi poder me había confiado: «Eso te pasa porque el
poder ha llegado hasta ti por allí.» Cuando ocurrió (lo del bulto) llama­
ron a un médico blanco para que me viera. El médico blanco no lo
reconoció y me dijo que probablemente se trataba de difteria. Pero yo
sabía lo que era. Cuando el bulto dejó de crecer me recuperé.
Era como si tuviera ahí una lengua que empezaba a moverse cuando
cantaba. Después creció y mi voz mejoró. Él contó el motivo por el cual
se estaba desarrollando. Me dijo: «El poder se está desarrollando.» Sin
él no podría extraer ninguna enfermedad. Hasta que no se desarrolló yo
no pude extraer el dolor.
Entonces me dio esta cosa con dibujos y dijo: «Éste es tu poder. Estos
dibujos de aquí son símbolos. Son palabras de enfermedad.» Y luego,
con voz más fuerte dijo: «Existen muchas reglas: no puedes tratar a una
LA SENDA DEL CHAMÁN
175
mujer que está con la menstruación y no puedes curar en una casa
donde haya una mujer con la menstruación. (En esas circunstancias) el
poder no será amigo tuyo; el poder no surgirá de ti.» Ha resultado ser
cierto.
La primera vez que curé con mi garganta, fue a una chica. Cuando la
atendí y extraje la enfermedad, una especie de burbuja salió de mi
garganta; como si estuviera inflando un globo, así salió de la boca. Todo
el mundo lo vio. Cuando salió de la boca sa había inflado bastante. Todo
el mundo lo vio. Parecían pompas de jabón; eso es lo que parecían al
principio.
Desde que ocurrió eso he estado extrayendo enfermedades. La enfer­
medad que extraigo funciona dentro como si también fuera un imán (al
igual que cuando uso el poder de mi mano). Por el mismo sitio
que dije que el poder entró en mi garganta, la enfermedad actúa tan
rápido como la electricidad, actúa en un instante, como un imán. Y te
corta la respiración. Cuando lo hace, cuando corta la respiración, al igual
que un imán sale muy, muy despacio.
Sin embargo, uno no se da cuenta de cuánto tiempo mantiene la
respiración. Es como estar en lo que los blancos llaman «trance». Mien­
tras me llega la enfermedad yo estoy en trance. Siempre me habla así:
«De este modo. Es esta o tal otra enfermedad. Este es el porqué.»
La enfermedad vuela y se pega a algún lugar en mi boca. Nuestros
dientes (los de los chamanes) tienen poder también; tenemos algo en
nuestros dientes. El poder se encuentra en un diente en particular y ahí
es donde se pega la enfermedad. A veces vuela por debajo de la lengua.
Y cuando se pega allí es muy difícil soltarla, es, como ya he dicho, un
imán. Luego muere ‘allí.
Escupo la enfermedad muerta. Después la pongo en mi mano para
que todo el mundo pueda verla. Siempre pueden ver la enfermedad que
he extraído. Pero no debe ser tocada por nadie más, es contagiosa.
Quien quiera que coja la enfermedad, ésta entrará dentro de él. Cuando
la agarro en mi mano se pega como un imán. No se cae aunque muevas
la mano, no se cae. Aunque la quieras soltar, no se suelta.
Se puede poner sobre un trozo de papel o en una cesta. Si eso es lo
que vas a hacer, tienes que cantar con ese propósito. Algunas enferme­
dades se asientan durante un rato —durante unos minutos—, otras son
más rápidas. Algunas enfermedades rápidas permanecen sólo unos
minutos después de ser extraídas, y luego desaparecen.
Todavía habría mucho más (que contar sobre la curación). Durante
176
MICHAEL HARNER
estos años en los que he estado atendiendo a la gente he visto muchas
clases diferentes de enfermedad8.
Trampas de tabaco
La extracción de las intrusiones de poder dañino es, como hemos
visto, una técnica chamánica avanzada que requiere una considerable
preparación. Una técnica mucho más sencilla es la que yo llamo «tram­
pas de tabaco»; se trata de una adaptación de un método que aprendí
de un curandero lakota sioux en Dakota del Sur. Este método estaba
basado en que a los espíritus les gusta el tabaco y que les atrae. Se trata
de una teoría consistente, desde el punto de vista jíbaro; como recor­
dará, el chamán guarda tsentsak, los espíritus responsables de las intru­
siones, en agua de tabaco. Este método sioux incluye el uso de hebras
de tabaco, o bolsas pequeñas que contengan tabaco.
En la trampa del tabaco, las hebras se usan como cebo para atraer y
capturar a los espíritus intrusos que se pueden encontrar en el cuerpo
de un enfermo. Uno de los modos de hacerlo es dibujar un círculo con
hebras de tabaco en torno al paciente, el cual yace en el suelo. Entonces,
cuando el chamán está trabajando intentando extraer las intrusiones de
poder dañino del paciente, tiene también la ayuda de las hebras del
tabaco, que atrae a los espíritus para que salgan. Cuando ya ha termi­
nado con la extracción, con mucho cuidado haga con las hebras una
bola y llévesela inmediatamente a un lugar muy alejado. Ahí, deshaga
la bola y cubra las ramas de un árbol con las hebras, de un modo
parecido al que la guirnalda cubre los árboles de navidad. Esto se hace
para permitir que los espíritus se dispersen lejos de los hombres a los
que pueden dañar.
A veces utilizo una adaptación que consiste en emplear las hebras
de tabaco para purificar a un grupo entero de personas sentadas en
círculo. En este enfoque del método, la persona a la izquierda del
chamán agarra la cuerda por un extremo. El chamán desenrolla toda la
cuerda por el círculo, en el sentido de las agujas del reloj, dejando la
cuerda lo suficientemente floja para que cada uno pueda atar una
hebra. A continuación se pasa en la misma dirección un gran trozo de
tela roja, cada persona corta un pequeño cuadrado con las tijeras y
LA SENDA DEL CHAMÁN
17 7
sigue pasando la tela y las tijeras. Después se pasa un paquete de tabaco
normal y cada uno pone una pizca de este tabaco (suele ser Bull
Durham) que pone dentro del pequeño cuadrado de tela, después
doblan los lados y hacen una bolsa. Cada participante se concentra en el
dolor individual que sienta de modo más grave y lo proyecta dentro de
su bolsa de tabaco. Todos atan su bolsa a la cuerda. Cuando cada una de
las personas del círculo hayan hecho esto, el chamán se levanta y da la
vuelta al grupo por fuera del círculo, agitando su maraca. Esto se hace
para ayudar a que el dolor, el daño, la enfermedad y la infelicidad
salgan de los individuos y entren en las bolsas de tabaco, que sujetan
ante ellos. El chamán rodea al grupo, sigue agitando la maraca hasta
que siente que empieza a entrar en el ECC.
Cuando el chamán vuelve a su sitio y deja la maraca, emprende la
parte más difícil de su tarea. Para realizarla, debe estar com pleta m en te
segu ro d e que está repleto d e p o d er para que ninguno d e los espíritus
causantes d el dolor y d e la en ferm eda d y que han sido proyectados en la
bolsa d e tabaco puedan p en etra r en él.
A la vez que canta su canción de poder, agarra uno de los extremos
de la cuerda y llega hasta el centro del círculo caminando lentamente.
Con cuidado sitúa este extremo en el suelo y continúa cantando,
empieza a tirar de la cuerda que asían las manos de los participantes, la
deja en el suelo, dentro del círculo formando una espiral abierta en el
sentido de las agujas del reloj. Durante el proceso puede que el chamán
experimente vibraciones de desesperación, enfermedad y dolor inun­
dándole mientras desata las bolsas de tabaco. Lo que siente es el dolor
que está extrayendo de los participantes. Puede llegar a ser una expe­
riencia emocional abrumadora. Cuando por fin desata la última bolsa
de tabaco, continúa cantando su canción de poder para protegerse.
Entonces, de rodillas, con gran lentitud y cuidado enrolla la cuerda y
hace una pelota con ella, empezando con el extremo exterior. Es
posible que mientras lo hace siga sintiendo una intensa sensación de
dolor, daño e infelicidad.
En cuanto el chamán recoge la pelota del suelo y la lleva un poco
alejada de él y saliendo muy rápido del círculo, a un lugar al menos a
unos 400 metros de distancia. Allí desenrolla la pelota y cubre un árbol
con las hebras de tabaco. Cierra los ojos, fuerza el poder rodeando el
árbol a cierta distancia y se marcha inmediatamente. El resto de los
17 8
MICHAEL HARNER
participantes pueden observar cómo hace esto a distancia. Luego vuel­
ven juntos al mismo sitio donde estaban antes, se sientan juntos en
círculo dándose las manos y cantan la canción de poder.
Conversión en pacien te
Una técnica relacionada con la curación chamánica es la de «con­
versión en paciente». Este método me lo enseñó un indio chamán
salish de la costa del estado de Washington hace algunos años. Al igual
que ocurre con otros m étodos chamánicos de extracción de espíritus
intrusos y dañinos, e l cham án sólo debe practicar este m étodo si está
lleno de poder, ya que en esta técnica lo que hace es embarcar dentro
suyo la(s) energía(s) que causan daño al paciente. El manto de energía
invisible que rodea al chamán salish le protege para que los espíritus
no entren dentro suyo9.
El modo en que se puede utilizar esta versión es la siguiente: en
primer lugar el paciente habla con el chamán sobre la naturaleza del
dolor o de la enfermedad. El chamán averigüa todo lo que sea posible
sobre la enfermedad o el dolor; y desarrolla un sentimiento sobre cómo
sería estar en esa situación. Le pide al paciente que le cuente cómo
empezó la enfermedad, de este modo llega a saber todo sobre las
sensaciones y circunstancias del paciente en ese momento. Sigue pre­
guntándole para enterarse de lo que es ser el paciente, cuál es el
concepto que tiene éste sobre la vida, cuáles son sus probleipas y
esperanzas, en otras palabras el chamán ha de hacer lo posible para
saber cómo se siente uno siendo el enfermo. Esta tarea, a diferencia del
psicoanálisis, lleva sólo unos días, dependiendo de la habilidad del
chamán y de su compenetración con el paciente.
Cuando el chamán está convencido de que puede identificarse emo­
cionalmente con el paciente, está preparado para llevar a cabo la fase
crítica de la curación.
Al llegar a este punto, el chamán y el paciente deberán ir juntos a
un lugar solitario lejos de viviendas humanas. El chamán, valiéndose
de su maraca y de su canción de poder, despertará su espíritu guardián
para que éste le ayude, mientras tanto el paciente se sienta tranquila­
mente a su lado.
LA SENDA DEL CHAMÁN
17 9
Cuando el chamán se siente lleno de poder, intercambia muy des­
pacio sus ropas con las del paciente. Mientras se va poniendo cada una
de las ropas del paciente, el chamán se concentra acogiendo todas las
enfermedades y afecciones del paciente y asumiendo su personalidad.
En el momento en el que el chamán se ponga una prenda empezará a
sentir que él es el paciente.
Entonces los dos empiezan a danzar acompañados de la maraca. El
chamán imita cada movimiento y gesto del paciente para convertirse
en éste. Más tarde, cuando el chamán sienta que su conciencia está
cambiando, posará las manos por el cuerpo del paciente hasta que note
que ha absorbido todo lo necesario para ser el paciente y todo lo que él
crea que puede absorber de la enfermedad de un modo seguro. Si se
hace bien, el chamán sentirá vibraciones de la enfermedad, dolor reco­
rriendo su cuerpo.
En ese preciso instante, el chamán tiene que salir corriendo unos
cuantos metros y meterse en la zona desierta, pararse y extender los
brazos. Se concentra con todas sus fuerzas en «expulsar» la energía
intrusa y dañina que es nociva para el paciente y que ahora habita en él.
Moviendo los brazos con fuerza y emitiendo cualquier tipo de sonido,
el chamán expulsa la energía dañina al lejano cielo, hacia el horizonte,
con toda su fuerza.
Este proceso de expulsión puede durar unos minutos o más. El
chamán sabe cuándo ha terminado porque sentirá cómo salen de su
cuerpo tanto la enfermedad como la personalidad del paciente. El
chamán se sentirá limpio y relajado.
Regresa con el paciente y se vuelven a cambiar las ropas. El
chamán termina su tarea cantando una canción de poder y quedándose
junto al paciente al abrigo del humo que sale del fuego hecho con salvia
silvestre y ramos de cedro para completar la purificación.
Esta técnica purificadora se puede utilizar con grupos en los semi­
narios especialmente si es para una demostración. Lo primero que
tiene que hacer el grupo es irse a una zona desierta, deshabitada. Un
voluntario se sienta en el centro del círculo hecho por los participantes
y éstos le hacen preguntas durante un corto rato. Cada uno de ellos le
hace una pregunta referente a cómo se siente el paciente, el dolor o la
enfermedad, las circunstancias en que comenzó la enfermedad, sus
gustos y sus aversiones y cualquier otra cosa que les ayude a sentir
18 0
MICHAEL HARNER
como el paciente. No es conveniente que en este ejercicio los partici­
pantes que no sean chamanes absorban individualmente demasiada
energía nociva para el paciente. El procedimiento que aquí se describe
les permitirá, a cada uno de ellos, absorber sólo una pequeña parte de
la energía dañina e intrusa y así no ponerse en peligro. Es muy
importante que el jefe del grupo le diga a los participantes que los que
no se sientan llenos de poder no actúen y que se conformen con ser
espectadores.
Entonces se le pide al paciente que dance del modo en el que le
plazca. Los miembros del grupo agitarán las maracas y tocarán el
tambor, adaptándose continuamente al ritmo que les marque el
paciente. Se pide que algunos voluntarios imiten en lo posible el modo
de danzar del paciente, lo que hacen cerca de él. Todos los movimien­
tos deberán ser imitados.
Cuando cada uno de los danzantes alcanza el punto en el que siente
que emocionalmente, y hasta cierto punto, se ha convertido en el
paciente, entonces deberá tocar por un momento al paciente y atraer
un poco de su energía dañina, después saldrá corriendo a unos cuantos
metros, a un lugar solitario y expulsará la energía como se describió
anteriormente.
Cuando todos hayan hecho esto y se sientan limpios, volverán al
grupo y abrazarán al paciente. Formarán un círculo de energía dándose
las manos e incorporando al paciente dentro, entonces el grupo cantará
una canción de poder (en consecuencia se puede llevar a cabo un viaje
para restablecer el animal de poder del paciente).
Es cierto que esta técnica presenta ciertas semejanzas interesantes
con el psicoanálisis, incluyendo el principio de contra-transferencia.
También es un ejemplo de cómo las técnicas chamánicas a menudo
presagian aspectos de algunos métodos curativos desarrollados muy
recientemente en Occidente. El método de «conversión en paciente»
de los salish costeros tiene también un análogo entre los bosquimanos
!Kung del sur de África, cuyos chamanes:
«...colocan sus temblorosas manos a cada lado del pecho del paciente, o
donde quiera que se encuentre la enfermedad. Le tocan ligeramente,
más a menudo hacen vibrar las manos cerca de la superficie de la piel, a
veces el curandero se abraza al paciente, restregando su sudor; se cree
que éste tiene propiedades curativas en el enfermo. La enfermedad es
LA SENDA DEL CHAMÁN
18 1
atraída dentro del curandero. Después el curandero expulsa la enferme­
dad de su propio cuerpo, sacudiéndola con las manos hacia el espacio
mientras su cuerpo se extremece por el dolor.»10
En la curación de los !Kung, el chamán «expulsa la enfermedad
con gritos extraños que harían estremecer la tierra y aullidos que
muestran el dolor y la dificultad de la curación.» El trabajo dura varias
horas11.
NOTAS
1 Popov 1968: 144.
2 Eliade 1964: 229.
3 La película se encuentra a su disposición en University Extensión Films, en la Univer­
sidad de California, Berkeley, CA 94720.
4 Mikhailowskii 1984: 141.
5 Ciervo Cojo y Erdoes 1972: 134.
6 Qoutier 1973: 64-65, adaptación libre de Barbeau 1958: 51-52.
7 Peri y Wharton, n.d.: 30, 34.
8 Oswalt 1964: 223, 225, 227, 229, 231. Mrs. Parrish observó que «otros doctores
escupían la enfermedad con gérmenes que estaban aún vivos». (Ibid.: 2 3 ln).
9 Amoss 1978: 14.
10 Katz 1976b: 82.
11 Ibid.: 86.
Epilogo
en un relato, «el hechicero logra
sus propósitos por la misma razón que el resto de nosotros
(los médicos) los logramos. Cada paciente lleva dentro de sí a
su propio médico. Vienen a vernos sin saber esta verdad; cuando más
logros conseguimos es cuando le damos una oportunidad de trabajar al
médico que reside dentro de cada paciente.»1
Quizás sea el chamán el único entre todos los facultativos de la
curación que está cualificado para dar «al médico que tenemos dentro
una oportunidad de trabajar». Mientras que la falta de técnicas de
curación modernas haya podido ser la causa para que los pueblos
primitivos desarrollaran sus latentes poderes chamánicos de curación,
incluso hoy en día se reconoce cada vez más que la salud «física» y la
curación requieren a veces algo más que un tratamiento tecnológico.
Existe una nueva conciencia sobre la salud «física» y «mental», se creen
que éstos están íntimamente relacionados y que factores emocionales
juegan un papel muy importante en el comienzo, progreso y curación
de la enfermedad. La reciente acumulación experimental prueba que
los pacientes de yoga y los pacientes de bioalimentación pueden influir
en los procesos básicos de su cuerpo, la medicina occidental pensaba
que estos procesos no podían ser controlados por la mente; esto es sólo
parte del reconocimiento actual de la relevancia que tienen los ejerci­
cios mentales y espirituales para la salud. Es particularmente apasio­
nante, e implícitamente apoya la tesis chamánica sobre salud y
A
LBERT S c h w it z e r OBSERVABA
184
MICHAEL HARNER
curación; el reciente testimonio médico en el que se afirma que en un
estado de conciencia alterado, la mente puede ordenar al sistema inmu­
nología) del cuerpo para que actúe a través del hipotálamo. Posible­
mente la ciencia termine por descubrir que la mente inconsciente del
paciente del chamán bajo la influencia de la transmisión sónica se
«programa» por medio del ritual de activación del sistema inmunolo­
gía) del cuerpo contra la enfermedad.
El poco desarrollado campo de la medicina holística muestra una
increíble cantidad de experimentos en los que se incluyen la utilización
de muchas técnicas practicadas desde hace mucho tiempo por el cha­
manismo, tales como la visualización, el estado de conciencia alterado,
algunos aspectos del psicoanálisis, hipnoterapia, meditación, aaitud
positiva, disminución del stress, expresión emocional y mental de
voluntad personal para la salud y la curación. De algún modo el
chamanismo está siendo redescubierto en Occidente porque se nece­
sita.
El desconocimiento que se siente hoy en día por la moderna medi­
cina impersonal, comercial e institucional, tiene mucho que ver con
una creciente comprensión sobre la insuficiencia de tratamientos pura­
mente tecnológicos para el tratamiento de la enfermedad. En el mundo
primitivo, los chamanes suelen formar parte de la familia del paciente,
lo cual implica un compromiso emocional con el bienestar personal del
paciente que no es típico del doctor de quince minutos de visita en su
consulta, tan normal en nuestra sociedad contemporánea. El chamán
puede llegar a pasarse trabajando toda la noche, o muchas noches para
conseguir la recuperación de un solo paciente, exigiendo mantener con
el paciente una fuerte alianza que entrelace el inconsciente de ambos,
un compañerismo heroico contra la enfermedad y la muerte. Pero esta
alianza es algo más, ya que se trata de una alianza con los secretos
ocultos de la naturaleza que no pueden ser vistos a la luz del día, debido
a que la intrusión material de la vida diaria supone una gran confusión
para la conciencia. En su lugar, el chamán y el paciente osan adentrarse
en la claridad de la oscuridad, donde los estímulos externos y superfi­
ciales no interrumpen al chamán, de tal modo que éste puede v er las
fuerzas ocultas relacionadas con las profundidades del inconsciente,
combatiéndolas para el bienestar y la salvación del paciente. Natural­
mente, algunos chamanes no son miembros de las familias del
LA SENDA DEL CHAMÁN
185
paciente y de hecho, en algunas sociedádes, los chamanes aceptan un
pago por su trabajo. Entre los tshimshian gitksan de la costa noroeste
de Norteamérica es normal que el chamán devuelva lo que le han
pagado si el paciente muere2.
Los logros de la ciencia occidental y de la medicina tecnológica son,
asimismo, en algunos aspeaos milagrosos, pero espero que los occi­
dentales terminen por respetar los conocimientos y los métodos cha­
mánicos, del mismo modo que los chamanes respetan la medicina
tecnológica occidental. Si existiera un respeto mutuo, las dos estrate­
gias podrían ayudar a que se hiciera realidad el enfoque sobre la salud y
la curación que tantas personas desean. Para usar el chamanismo no es
necesario entender en términos científicos su porqué, así como no
necesitamos saber en qué consiste la acupuntura para beneficiarnos de
su uso.
No existe ningún conflicto entre la práctica chamánica y los méto­
dos modernos de curación medicinal. Todos los indios de América del
Norte y del Sur a los que he preguntado sobre este asunto han coinci­
dido en que no existe tal conflicto. Los chamanes jíbaros están absolu­
tamente dispuestos a que sus pacientes vayan a ver al médico de la
misión, por ejemplo. De hecho, animan a sus pacientes para que
prueben todo tipo de tratamientos como les sea posible. Para el cha­
mán lo más importante es ver que su paciente se cura. Cualquier tipo
de tratamiento o medicina que contribuya al reforzamiento del
paciente y que ayude a combatir la enfermedad es bien acogido.
Un ejemplo actual de ayuda mutua y combinación de chamanismo
con la medicina tecnológica occidental es el trabajo, de sobra conocido,
que llevan a cabo el doctor O. Cari Simonton y Stephanie Matthews
Simonton a la hora de tratar a pacientes con cáncer. Aunque los
Simonton no seguían deliberadamente los métodos chamánicos, algu­
nas de sus técnicas de apoyo a la quimioterapia son increíblemente
parecidas a las de los chamanes. Los pacientes de los Simonton consi­
guen un sorprendente alivio de su dolor y consiguen, en muchos casos,
la remisión de la condiciones cancerígenas3.
Como parte del tratamiento, los pacientes se relajan en una habita­
ción tranquila y se visualizan a ellos mismos paseando hasta que se
encuentran con un «guía interior», que puede ser una persona o un
animal. Entonces el paciente le pide al «guía» ayuda para curarse4. Esta
186
MICHAEL HARNER
semejanza con el viaje chamánico, la recuperación del animal de poder
y su uso chamánico es tan obvio como sorprendente.
Además los Simonton, sin sugerir el significado, hacían que sus
pacientes visualizaran y dibujaran sus cánceres5. Los pacientes, de un
modo espontáneo, dibujaban serpientes y otras criaturas increíble­
mente parecidas a las que ven los chamanes en forma de intrusiones de
energía dañina en los cuerpos de sus pacientes. (Vea, por ejemplo, los
dibujos jíbaros de la ilustración 13). Los Simonton animaban luego a
sus pacientes para que visualizaran sus cánceres como «seres que pro­
ducen dolor» y para que se deshicieran de ellos6.
Pero las similitudes con el chamanismo no terminan aquí. Los
Simonton se dieron cuenta de que podían entrenar a sus pacientes para
que visualizaran cómo los glóbulos blancos de la sangre ingerían las
células cancerígenas y las expulsaban del cuerpo, del mismo modo que
un chamán visualiza y ordena a sus espíritus ayudantes que expulsen y
eliminen las intrusiones de energía dañina del cuerpo de su paciente.
Una de las principales diferencias es que los pacientes de los Simonton
actúan como si ellos fueran sus propios curanderos, algo que resulta
bastante difícil incluso para el mejor chamán. Quizás el enfermo de
cáncer podría recibir más ayuda si un chamán le ayudara. Un paciente
no debería ser su propio chamán, del mismo modo que se limita el
autotratamiento medicinal o la autoadministración de medicinas que
sólo pueden comprar se en farmacias.
Algún día, espero que pronto, una versión moderna del chama­
nismo será utilizada conjuntamente por los médicos ortodoxos occi­
dentales. De hecho esto está empezando a ocurrir ya en lugares donde
existen chamanes nativos, por ejemplo en algunas reservas de indios
en Norte América y en otros lugares de Australia. Igualmente intere­
sante es el proyecto de entrenar a los médicos para que utilicen méto­
dos chamánicos de curación y mantenimiento de la salud, de tal forma
que puedan combinar los dos métodos en sus tratamientos. Me alegra
notar que algunos médicos jóvenes empiezan a participar ya en mis
seminarios de entrenamiento y que están muy entusiasmados con lo
que han aprendido. Sólo el tiempo podrá decir si ha sido satisfactoria la
aplicación de los principios chamánicos a su trabajo.
Cualesquiera que sean sus intereses y esperanzas en relación a la
senda del chamán, se puede enunciar una pregunta básica: ¿A dónde se
LA SENDA DEL CHAMÁN
187
llega desde él? Usted no tiene que convertirse en chamán para seguir
las enseñanzas que se describen en este libro. Ser chamán trae consigo
una seria preocupación a la hora de ayudar a personas que tienen
problemas de salud y de energía. Puede que no le resulte cómoda tal
responsabilidad. Incluso en sociedades primitivas la mayoría de las
personas no se sentía a gusto con esa responsabilidad. En cualquier
caso puede trabajar para ayudarse a sí mismo de un modo serio y
regular si utiliza los métodos que ha aprendido aquí. Puede trabajar
solo, incluso sin tambor; no tiene más que utilizar una cinta grabada
con el redoble del tambor chamánico como se describe en el Apéndice
A. ¡A esto se llama tecnología del siglo veinte combinada con el
chamanismo!
Para aquellos de ustedes que deseen convertirse en chamanes pro­
fesionales, debo advertir que hay mucho más que aprender y experi­
mentar de lo que aparece en este libro, cosas como viajes al infinito, la
búsqueda de la visión, la experiencia chamánica de la resurrección y de
la muerte, el viaje órfico, chamanismo y vida futura, viajes al Mundo
Superior. Mientras tanto, sin embargo, lo más importante es que
practique con regularidad todo lo que ha aprendido. Un amigo o
pariente puede ayudarle, si éste desea trabajar como su compañero,
participando en seminarios de entrenamiento chamánico y desarro­
llando un círculo de amistades interesadas en el chamanismo y en
reunirse para ayudarse unos a otros.
He observado que se puede trabajar en solitario para ayudarse a
uno mismo, pero puede que usted piense que no es suficiente y desee
ayudar a otros chamánicamente. Sus mayores obstáculos para ello
serán de tipo social y cultural, no de tipo chamánico, pues vivimos en la
misma civilización que destruyó y persiguió a los poseedores de la
ciencia antigua. No será quemado en la hoguera, pero tampoco recibirá
el premio Nobel.
Entre los koryak de Siberia existía una útil diferencia entre el
chamanismo familiar y el profesional7. El primero consistía en ayudar
a parientes cercanos y lo ejercían los menos avanzados o los que
poseían un conocimiento chamánico menos poderoso. El chamanismo
profesional lo practicaban aquellos que estaban más avanzados y que
sabían más, también incluía el tratamiento a otras personas. Si desea
ayudar a otros de un modo chamánico, sugiero que siga el modelo de
MICHAEL HARNER
18 8
chamanismo familiar, de este modo ayudará a amigos íntimos y a
miembros de su familia que simpaticen con el chamanismo. Y
recuerde, trabaje como apoyo a un tratamiento médico ortodoxo occi­
dental y nunca para competir. El objetivo no es ser un purista, sino
contribuir para que todos consigan la salud y la felicidad, además de la
armonía con la naturaleza en todas las maneras. En el fondo, no existe
ninguna distinción en el chamanismo entre ayudar a otros y ayudarse a
sí mismo. Ayudando a otros chamánicamente uno se siente más pode­
roso, realizado y feliz. El chamanismo va más allá de una trascendencia
íntima primaria de la realidad normal. La trascendencia conlleva un
propósito más amplio, ayudar al ser humano. La ilustración del chama­
nismo es la capacidad de iluminar lo que otros perciben como oscuri­
dad, y por ello v er y viajar en nombre de una humanidad que se
encuentra peligrosamente cerca de perder su conexión con el resto de
sus semejantes, las plantas y los animales de esta tierra bendita.
Les dejo ahora con un poema de Josie Tamarin, uno de los compo­
nentes del pequeño, pero creciente, grupo de jóvenes que exploran la
senda del chamán8. El poema sirve para recordarnos que en la práctica
de los métodos chamánicos es donde se encuentra la senda que sólo
nosotros podemos hallar. Del mismo modo, como un espíritu le dijo a
un chamán samoyedo de Siberia: «Por medio del chamanismo encon­
trarás tu camino, por ti mismo.»9
Canción para el viaje
El águila vuela entre la turquesa y el índigo
atrayendo el sol en sus plumas veteadas en blanco
al ritmo del viento y de la inquietud
cantando y abatiéndose en los arroyos y tormentas
sola, previsora, danzando en el cielo.
el sol de fuego se sumerge en el serpenteante Mundo Inferior
y el águila desciende envuelta en una luz rosa, malva y ámbar
hasta su nido para caer en el largo sueño nocturno
el sueño rodea al águila
con la cabeza entre las alas
y así revela un parentesco primitivo
LA SENDA DEL CHAMAN
189
con seres escamosos y reptiles
que engullen el sol en la maraña de sus fauces
mientras el mundo perdido espera soñando en la oscuridad;
y en el mundo de los sueños los dioses y las diosas
aceleran los latidos del que ora
danzando cerca de pequeños fuegos
redoblando el tambor hacia una luz más alta
componiendo una canción con gritos de dolor
avivando las ardientes brasas de la tierra
alabando los colores:
el verde de la vegetación, el dorado del maíz
el marrón rico y suave del ciervo y de la tierra
los prismas del arco iris en la neblina y en el sol
las bulliciosas anémonas en primavera
las mandarinas y el siena de la muerte tostada del otoño
después del calor azul del verano
y la blanca quietud en medio
de la tranquilidad del invierno
y mientras la esperanza empieza a vacilar
en el oscuro e interminable túnel de la noche
el águila se agita en sueños
y en el sueño se desperezan los espíritus alados de los depredadores
en elementos extraños
en mares impenetrables de cobalto y oscuridad
que saltan por la superficie
entre el reflejo acuoso de la luna creciente
bajando en espiral hacia el líquido viaje
necesitamos la nítida imagen del águila:
abajo se vislumbran turbulencias
oscuras formas juntándose y retorciéndose
con fuerza volcánica las serpientes celosas
envuelven al sol y rodean la luz
en frenética batalla;
picos y garras afilados
las alas luchando contra el torbellino de la marea
moviéndose sin ceder
a tal poder,
chocan
durante un momento interminable los corazones se detienen en el
MICHAEL HARNER
los tambores no redoblan
mientras plumas, espirales, colmillos plateados y garras
se abrazan en la muerte de nuestros sueños;
entonces el sol se libera
y empieza a flotar luminosamente
hacia la fina membrana donde mar y cielo se encuentran
dejando una imagen de helada furia atrás
y finalmente, estalla
con el frágil sonido del silencio y el color
del alba se sostiene en las alas de luz
la vida se agita
la luz nos agita
y un águila vuela hacia el sol
a la vista de nuestro despertar
NOTAS
Cousins 1979: 68-69.
Barbeau 1958: 48.
Cari Simonton, comunicación personal, 1980.
Simonron et al. 1978: 194-197.
Cari Simonton, comunicación personal, 1980.
Simonton et al. 1978: 7, 204.
Jochelson 1905: 47-54.
Publicado con el amable permiso del autor.
Popov 1968: 143.
Apéndice A: Tambores, maracas
y demás ayudas
A
que
NO
v iv im o s e n
u n a s o c ie d a d
t r ib a l y p r i m i t i v a , la s
personas que se sienten atraídas por el chamanismo a veces
encuentran alguna dificultad a la hora de adquirir los tambores
y las maracas adecuados. Algunos de estos «chamanes noveles» han
descubierto el tambor liso, de una sola base, que utilizan los músicos
irlandeses, éste es muy parecido al que utilizan los chamanes esquima­
les y siberianos. Sin embargo, yo utilizo un tambor de dos bases,
especialmente porque produce un tono más grave el cual es muy
efectivo en los trabajos de grupo, tales como el viaje en canoa del
espíritu. Algunos de los mejores tambores están hechos con troncos
huecos de álamos de Virginia y cubiertos de cuero sin curtir que
construyen los indios taos de Nuevo México.
Las tribus Zuni, Hopi y Pueblo Río Grande hacen unas excelentes
maracas de dibujos preciosos con calabazas secas. A veces se pueden
encontrar a la venta en los bazares de artesanía de los indios america­
nos en Santa Fe, Nuevo México. Pero un modo más fácil de obtener
una maraca puede ser a través de una tienda de instrumentos. Reco­
miendo la «Maraca Profesional» (LP 281) fabricada por Latin Percussion, Inc., que es mucho mejor que la mayoría de las maracas
comerciales que se venden; posee el sonido duro y seco de las maracas
de los chamanes. Si desea hacerse usted mismo una, puede cortar el
extremo más estrecho de una calabaza y meterle guijarros muy peque­
ños, después póngale un mango a la calabaza. Existen muchos catálo­
gos que presentan una gran variedad de semillas de calabaza, si desea
192
MICHAliL HARNfcR
cultivar las suyas propias. Bien la compre o se haga usted la suya
propia, probablemente la encontrará más significativa si le pinta usted
mismo unos dibujos.
El uso de cintas grabadas con tamborileros chamánicos le permiten
a uno trabajar solo, lo cual es un paso muy importante para la tarea del
viaje chamánico. Cuando se escuchan estas cintas en un amplificador
estéreo, el efecto que producen en la habitación es esencialmente igual
al de un tambor de verdad.
Más información sobre cómo obtener los tambores taos y las cin­
tas, puede garantizarse si escribe a « Center fo r Shamanic Studies», Box
673, Belden Station, Norwalk, Connecticut, 06852. Este centro ofrece
también información sobre próximos seminarios de formación chamánica en diferentes lugares de Estados Unidos, Canadá y Europa.
Apéndice B: El juego de la mano de los indios
Cabeza plana descrito por Alan M erriam 1
de las reglas y métodos del
juego de la mano de los indios cabeza plana basada en un
trabajo de campo dirigido por Merriam en Montana, en el
verano de 1950. Las reglas y los métodos son bastante parecidos a los
de los salish y a los de otras tribus del Noroeste. Existe también una
grabación con las canciones d el ju eg o d el palo de los indios cabeza
plana, que pueden ayudarle a entender cómo se juega2.
E
s t a es u n a e x c e l e n t e d e sc r ip c ió n
Los preliminares del juego son informales; se puede empezar con
cualquier persona que tenga el deseo y entusiasmo suficientes como
para jugar. Éste será el que establezca los requisitos físicos del juego,
consistentes en dos palos o tablas de un tamaño y peso cómodos y de
unos 3 ó 4 metros de longitud. Se dejan estos palos o tablas en el suelo
separados unos de otros por un metro y medio, más o menos, y coloca­
dos paralelamente... El primer hombre de cada lado suele convertirse en
el "capitán” de su equipo, aunque esta regla puede ser violable; en
cualquier caso, si sabe escribir, será el que apunte las apuestas de su
equipo y escriba los nombres y cantidades apostadas en un papel.
Cuando se llega a un acuerdo con las apuestas, o más exactamente,
cuando se piense que ya no se llegará a más, los jugadores, incluyendo a
cualquiera que haya apostado y desee jugar, cogen unos palos que
pueden ser trozos de madera de un tamaño práctico para poder golpear
con ellos rítmicamente las tablas situadas delante de ellos. Se sientan
tras las tablas paralelas, cada equipo dando la cara al otro. Lo más
normal es que el número de jugadores de cada equipo vaya de ocho a
MICHAEL HARNER
diez; se puede jugar con tantos jugadores como se quiera, pero como
regla general, no juegan más de doce ni menos de cinco en cada equipo.
El capitán se hace cargo de cinco estacas de madera de unos diez o
doce cms. de diámetro. Las estacas suelen pintarse de colores brillantes
para que puedan ser fácilmente identificadas por los espectadores.
En el momento en que el autor estaba observando el juego parecía
que dos juegos de estacas eran los más usados. Diez de ellas eran de
color azul pálido y las otras diez estaban pintadas con listas rojas y
amarillas; en el caso del que hablamos, las estacas presentaban las listas
invertidas, o sea, las cinco estacas de un equipo eran rojas y amarillas y
las del otro amarillas y rojas. Las cinco estacas de cada equipo quedaban
clavadas en el suelo delante de las tablas, normalmente fuera del alcance
de los jugadores.
Una vez que se han colocado las estacas, se muestran dos juegos de
huesos compuestos por dos unidades. Los huesos varían de tamaño, y
en cierto modo, en forma, dependiendo si se trata de huesos de hom­
bres o de mujeres. Los huesos de los hombres, suelen ser huesos de la
pata de un caballo. Suelen medir, aproximadamente, unos 6 cms. de
largo y un centímetro de diámetro. Los huesos están muy limpios, y a la
sazón, los juegos de huesos más usados presentaban una raya de pintura
azul en los extremos de medio centímetro de ancho. En particular este
juego de huesos formaba parte de otro juego de un equipo de juego con
rayas azules a las que me refería anteriormente; estos pertenecían a uno
de los más perseverantes jugadores de la reserva. Antiguamente el
hueso marcado se distinguía de los demás porque en el medio se ataba
con un tendón o con un trozo de cuero; en cambio, hoy en día lo más:
normal es marcarlo con una cinta aislante negra, haciendo tres bandas
de aproximadamente un centímetro y separadas entre sí por tres milí­
metros.
Los huesos de las mujeres, por otra parte, son bastante más peque­
ños, esto se explica por el hecho de que las manos de las mujeres son
más pequeñas que las de los hombres. Suelen ser huesos de la pata de
un ciervo, suelen tener unos 6 cms. de largo y 3 cms. y medio de
diámetro. El hueso marcado se distingue también de los demás por las
bandas de cinta aislante negra pero sólo tiene dos en vez de tres...
Se puede empezar el juego de dos modos diferentes; el primero es
quizás más «apropiado» que el segundo. El «capitán» de cada equipo
coge un par de huesos, o sea, uno marcado y otro sin marcar, entonces
los esconde en el puño del modo en que se describe más adelante; una
vez escondidos, extiende los puños hacia adelante y hacia los lados. Cada
LA SENDA DEL CHAMÁN
19 5
«capitán» entonces, debe adivinar la posición del hueso sin marcar del
capitán del equipo contrario; si los dos lo adivinan, o si los dos fallan, se
produce un empate y el proceso tiene que repetirse. Sin embargo si uno
de ellos lo adivina y el otro falla, este último tendrá que entregar sus
huesos y uno de los palos que se utilizan como fichas. Es en ese
momento cuando empieza el juego de verdad En el otro modo de
empezar, uno de los «capitanes», normalmente el que ha empezado los
preliminares presentando la primera apuesta, coge los dos huesos y los
esconde. Se guarda uno en cada mano, reta al «capitán» oponente para
que adivine dónde está cada uno, si lo adivina pasan a su poder los
huesos y las fichas; si falla ocurre lo contrario. Este segundo método
para empezar el juego se usa muy a menudo y ofrece al menos una
ventaja psicológica al equipo que esconde los primeros huesos.
En cuanto se adivina dónde está cada hueso, el equipo ganador
empieza a cantar a la vez que golpea la tabla con las estacas que se han
cogido antes de empezar el juego. El «capitán» agarra las dos parejas de
huesos y después de cantar y hacer mímica, lanza un par a alguien, el
otro par a veces se lo queda él y otras veces también se lo da a alguien.
Los que han recibido los huesos tiran sus palos inmediatamente y
empiezan el proceso para esconder los huesos. Su selección es aparente­
mente arbitraria, aunque, obviamente, se elige más a menudo a los que
saben manejar mejor o a los que se sabe que tienen más suerte.
La pantomima que acompaña al juego puede presentar diferentes
formas, y la habilidad de un jugador suele juzgarse por su destreza a la
hora de esconder los huesos. Algunos informadores dicen que «hay que
conocer muy bien todos los movimientos para ser un buen jugador». Al
mismo tiempo, parece ser que ningún movimiento tiene un significado
en particular. Si el jugador es un hombre, suele estar siempre de rodillas
y si es una mujer se sienta con las piernas cruzadas. Los hombres
normalmente lanzan los huesos al aire como gesto preliminar, los
cogen y se echan hacia adelante hasta que la cara toca el suelo, es
entonces cuando esconden los huesos bajo el pecho. Probablemente
entonces se levantará de nuevo y mostrará a sus oponentes cómo ha
escondido los huesos, luego repetirá el proceso variando la posición de
los huesos. Puede esconder los huesos con las manos en la espalda, o si
no, también es muy típico cruzar los brazos y poner cada mano debajo
de una axila. Después de estos mecanismos preliminares, los huesos se
esconden definitivamente al cobijo de un sombrero o bajo un pañuelo
colocado en el suelo delante del jugador. Puede ocurrir que las mujeres
los escondan dentro de su camisa o bajo un chal o pañuelo, también los
MICHAEL HARNER
pueden esconder a la espalda; así mismo piden a veces prestado un
sombrero bajo el cual se pasan los huesos de una mano a otra. Es muy
corriente ver a una mujer con un pañuelo cogándole de la boca bajo el
cual esconde los huesos mientras canta sin parar. Durante este juego
preliminar, el equipo al que le toca esconder los huesos canta, grita e
insulta constantemente a los jugadores del equipo contrario. Los huesos
se esconden y se exponen a la vista de los jugadores y se vuelven a
esconder una y otra vez; este juego preliminar puede seguir durante
unos diez minutos en casos extremos.
Entre tanto, el equipo al que le toca adivinar permanece en silencio
casi todo el rato. El adivinador suele ser el «capitán» aunque le puede
asignar esa responsabilidad a cualquier otro jugador... Es muy corriente
que señale a uno de los jugadores, con un gesto muy particular que
consiste en colocar la mano izquierda sobre el hombro derecho y mien­
tras extender el brazo derecho desde el codo. Esto hace que parezca
como si el golpe de la mano izquierda sobre el hombro hiciera propul­
sar el brazo para que se extendiera. Mientras se extiende el brazo, sólo
se extiende el dedo índice que señala hacia aquél que tiene los huesos.
Esto se repite para señalar al otro jugador, y puede que vuelva a
repetirse durante todo el tiempo que dure la manipulación de los hue­
sos; sin embargo este tipo de movimientos no constituyen una verda­
dera adivinación.
Los dos jugadores que tienen los huesos trabajan independiente­
mente; cuando uno de ellos está listo para que el otro empiece la
adivinación, lo indica extendiendo los dos brazos hacia los lados,
dejando los nudillos de cara a los-adivinadores y escondiendo los huesos
dentro de los puños apretados; en seguida el otro jugador sigue el
ejemplo. A la hora de presentar los huesos para la adivinanza, una de
las manos puede estar extendida mientras que la otra se cruza sobre el
pecho extendiéndola bajo la axila del brazo contrario. La adivinación
tiene que ser rápida; si no, los huesos serán retirados y habrá que
empezar de nuevo el proceso. El adivinador indica dónde están los
huesos con el procedimiento descrito anteriormente; si se trata de una
elección definitiva el movimiento se debe acompañar con un gruñido
que significa que se ha tomado una decisión terminante. Existen cuatro
movimientos posibles, relativos todos ellos a los dos juegos de huesos:
1. Si el adivinador señala hacia la derecha con el dedo índice, signi­
fica qué cree que los dos huesos sin marca se encuentran en la mano
izquierda de los dos oponentes.
LA SENDA DEL CHAMÁN
197
2. Si señala hacia la izquierda, quiere decir que los dos huesos sin
marca se encuentran en la mano derecha de ambos jugadores.
3. Si señala hacia adelante con el brazo inclinado hacia abajo, signi­
fica que cree que los dos huesos sin marcar están en el centro; o sea, en
la mano derecha del jugador que se encuentra a su derecha, y en la
mano izquierda del que está a su izquierda.
4. Si extiende el pulgar y el índice, con la palma de la mano hacia
arriba y con el resto de los dedos cerrados, quiere decir que los huesos
sin marcar están por fuera; o sea, en la mano izquierda del jugador que
se encuentra a su derecha, y en la mano derecha del que está a su
izquierda.
Si el adivinador falla con los dos huesos, deberá ceder dos de las fichas
al equipo contrario, si se adivina dónde están los dos, recibirá los dos
huesos, pero no las fichas. Si se adivina dónde se encuentran los dos
juegos de huesos, éstos serán lanzados hacia él, pero el otro juego
permanecerá con el equipo que le corresponde y el adivinador tendrá
que entregar una de las fichas. En otras palabras, la posesión de los
huesos dura mientras el adivinador se equivoca; cada fallo le cuesta una
ficha. Por lo tanto el juego se gana cuando uno de los equipos posee
por lo menos uno de los juegos de huesos y si se ha empezado dando
ventaja a uno de los equipos, entonces deberá éste ganar los dos juegos
de huesos. Cuando uno de los equipos ha conseguido los dos juegos, el
equipo contrario empieza a cantar, a golpear la tabla y a esconder los
huesos.
Para completar el juego, uno de los dos equipos deberá conseguir diez
palos, aunque cada equipo empieza a jugar con cinco. Como ya hemos
indicado anteriormente, los palos se colocan en el suelo fuera del
alcance de los jugadores y delante de la tabla paralela que se encuentra
delante de ellos. Al tiempo se se van ganando los palos, éstos son
colocados detrás de la tabla hasta que los diez han sido ganados; en este
momento los palos pueden estar colocados en una pila o sencillamente
clavados en el suelo. Una vez que los diez palos hayan sido colocados
tras las tablas, significa que el juego está en pleno desarrollo. Supo­
niendo que el equipo A se encuentra en posesión de los huesos al
empezar el juego y que A consigue seis aciertos seguidos esto, natural­
mente, significa que ha ganado más palos de los que tiene el equipo B.
En este caso, el equipo B lanza sus cinco palos, pero al llegar al sexto
acierto, el equipo A cogerá un palo de delante de la tabla y lo colocará
tras ella, por lo tanto pone un sexto palo en juego. Si entonces el equipo
A pierde los huesos y comete un error, deberá pagar su error poniendo
MICHAEL HARNER
un palo nuevo y nunca uno de los que había ganado anteriormente al
equipo B.
El juego continúa hasta que uno de los equipos ha ganado los diez
palos...
La empatia y un cierto tipo de «adivinación» tienen su parte en el
juego. Por ejemplo, cuando a un equipo le- queda un solo palo, el
capitán, invariablemente, lo clava delante de la tabla y lo mueve con
fuerza en el suelo; se supone que esto hace más difícil que el otro equipo
lo obtenga. Cuando un equipo ha adivinado y conseguido un juego de
huesos, éstos son lanzados a un lado inmediatamente. A menudo el
«capitán» del equipo los manipula, aunque todavía le quede por conse­
guir el otro juego; a veces mira los huesos que hay en su mano y se los
enseña a las personas que se encuentran a su alrededor y después
intenta adivinar cómo están los huesos, fijándose en el modo en el que
han quedado los que tenía y que ha tirado al suelo.
Hoy en día el juego del palo lo juegan equipos de hombres sola­
mente, mujeres o mixtos. Se anima a los niños pequeños a que jueguen
y muchas veces el «capitán» lanza los huesos a los niños para que éstos
los escondan, a menudo a niños tan pequeños que sus manos son
demasiado menudas para esconder los huesos. En estos casos, se les
anima más todavía.
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Sobre el autor:
Michael J. Harner enseña en la Gradúate Faculty del New School
for Social Research de Nueva York, donde fue director del departa­
mento de Antropología desde 1973 hasta 1977. En la actualidad es
co-director de la Sección de Antropología de la Academia de Ciencias
de Nueva York. Harner ha enseñado en Columbia, Yale, y la Universi­
dad de California en Berkeley, donde se doctoró y desempeñó el puesto
de director adjunto del Museo Lowie de Antropología. Sus investiga­
ciones sobre las culturas de los indios americanos le han llevado a las
regiones amazónicas de Sudamérica, así como a muchos otros lugares
de México y Norteamérica. Entre los libros escritos por Harner se
encuentran The Jívaro, H allucinogens and Shamanism, y una reciente
novela, Cannibal, de la que es co-autor.
índice
Exordium
Capítulo I. Descubriendo la senda
Capítulo II. El viaje chamánico: Introducción
Capítulo III. Chamanismo y estados de conciencia
Capítulo IV. Animales de poder
Capítulo V. El viaje para recuperar el poder
Capítulo VI. Práctica del poder
Capítulo VII. Extracción de intrusiones dañinas
Epílogo
Apéndice A: Tambores,maracas ydemás ayudas
Apéndice B: El juego de lamano de los indioscabeza plana
Bibliografía
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29
49
71
91
107
135
157
183
191
193
199
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