Ser semejante a Cristo2

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Ser semejante a Cristo (parte 2)
La vida centrada en la oración
Una de las características más sobresaliente en la vida de Jesús es su intimidad con el
Padre. “…el hijo no puede hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre;
porque todo lo que él hace, esto también lo hace el hijo de igual manera. Porque el
Padre ama al hijo y le muestra todas las cosa que él mismo hace…” (Jn. 5: 19-20; cf. 5:
30; 14: 10).
En esta relación de intimidad la oración era una actividad constante en la vida de Jesús.
Fue bautizado por Juan “…mientras oraba…” (Lc. 3: 21). Para elegir a sus doce
discípulos “…paso toda la noche en oración a Dios” (Lc. 6: 12). Con frecuencia, después
de días de trabajo intenso, se levantaba de madrugada y se iba “…a un lugar desierto y
allí oraba” (Mr. 1: 35). Fue “mientras él estaba orando aparte” (Lc. 9: 18) que le
preguntó a sus discípulos que pensaban de él.
El Señor acompañó la oración con momentos a solas con Dios. No inició su ministerio
sin pasar intensos momento de soledad “fue llevado por el Espíritu al desierto… por
cuarenta días (Mt. 4: 1-2). Después de oír la noticia de la muerte de Juan el Bautista “se
apartó en una barca a un lugar desierto y apartado” (Mt. 14: 13). Luego del milagro de
alimentar a cinco mil personas “subió al monte para orar a solas; y cuando llegó la
noche estaba allí solo” (Mt. 14: 23). Era una práctica constante de Jesús estar con el
Padre a solas “…él se apartaba a los lugares desiertos y oraba” (Lc. 5: 16).
Jesús no solo modeló una vida de intimidad con Dios sino que enseñó a sus seguidores
a orar y hacerlo de manera que honraran a Dios (Mt. 6: 6-15). Además les exigió que le
pidieran al Padre por más “obreros a su mies” (Mt. 9: 38).
Los seguidores de Cristo estamos llamado a imitarlo en todo. Esto incluye reproducir la
vida de intimidad y de oración del Señor.
Cómo se origina la vida de oración:
1. Debe venir como respuesta al amor de Dios. “Nosotros amamos a Dios, porque
él nos amó primero” (1 Jn. 4: 19). En la medida que desarrollamos un profundo
amor por Dios fluye desde nosotros un gran deseo de “estar con él”. Esa
relación nos envuelve y nos reconforta
2. Debe venir de una confianza pura en Dios. “Y sin fe es imposible agradar a Dios,
porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es
galardonador de los que le buscan” (He. 11: 6). No es un mero asentimiento
intelectual, es una entrega plena a Dios.
 Confianza para abrir el corazón transparentemente y mostrar nuestras
heridas, resentimientos y malicias que nos afectan (Sal. 139: 23-24)


Confianza para descansar en el perdón y en la misericordia de Dios
Confianza para expresar nuestras quejas y frustraciones (Sal. 44: 23-24;
Hab. 1: 2)
 Confianza para aceptar la voluntad de Dios para nuestras vidas. La
oración no debe centrarse en pedirle a Dios que cumpla nuestros deseos,
sino en descubrir su plan para nuestras vidas. Confía en la sabiduría de
Dios (Lc. 22: 42).
3. Debe venir de una intensa necesidad de Dios. “Como ansia el venado las
corrientes de las aguas, así te ansia a ti, oh Dios el alma mía. Mi alma tiene sed
de Dios, del Dios vivo ¿Cuándo iré para presentarme delante de Dios? (Sal. 42: 12)
Qué frutos se obtienen de una vida de oración:
1. El amor. En la medida que pasamos tiempo con Dios, va creciendo una profunda
pasión por Dios (Mt. 22: 37)
2. Gozo. Hay una mayor experiencia de deleite y profundo gozo (Sal. 37: 4).
3. Paz. Aún en medio de grandes dificultades, nace una paz que no se puede
entender humanamente. (Fil. 4: 6-7)
4. Sabiduría. Dios te dará conocimiento divino para responder sabiamente a las
exigencias de la vida (Sant. 1 : 5)
5. Carácter. Gradualmente nuestros hábitos, sentimientos y pensamientos son
transformados a la imagen de Cristo.
6. Misión. Nos unimos a Dios en su misión redentora al mundo
Cómo iniciarnos en la vida de oración:
1. Dedíquese a la oración. “Orad sin cesar” (1 Tes. 5: 17). Esté consciente de Dios
cuando piense, hable y actúe.
2. Planifique tiempos para estar a solas con Dios. Es necesario apartar un día o
varios días cada cierto tiempo para renovar la pasión por Dios.
3. Simplifica tu vida cotidiana. La vida podría ser muy complicada y se requiere
eliminar algunos compromisos para tener más tiempo para Dios. Hay que tomar
tiempo para detenernos, descansar, pasar ratos de soledad y esperar en Dios
(Sal. 46: 10)
4. Haz un acto de entrega a Dios de cada área de tu vida (Prov. 3: 5-6)
5. Ora las Escrituras. Lee una porción de la Palabra de Dios, medita en ella,
aprópiate de sus verdades y ora a Dios identificándote con esos valores bíblicos.
6. Ora en el Espíritu (Ro. 8: 26.27).
Pr. Aner González
13 de marzo 2012
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