PALABRAS DE VIDA La Salle 14 Septiembre 2014 24 Tiempo Ordinario (A) Mateo 18, 21-35 Lectura de la Buena Noticia según S. Mateo En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola: Se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo". El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándolo lo estrangulaba diciendo: "Págame lo que me debes". El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré". Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?". Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano. VIVIR PERDONANDO Los discípulos le han oído a Jesús decir cosas increíbles sobre el amor a los enemigos, la oración al Padre por los que nos persiguen, el perdón a quien nos hace daño. Seguramente les parece un mensaje extraordinario pero poco realista y muy problemático. Pedro se acerca ahora a Jesús con un planteamiento más práctico y concreto que les permita, al menos, resolver los problemas que surgen entre ellos: recelos, envidias, enfrentamientos, conflictos y rencillas. ¿Cómo tienen que actuar en aquella familia de seguidores que caminan tras sus pasos. En concreto: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?». Antes que Jesús le responda, el impetuoso Pedro se le adelanta a hacerle su propia sugerencia: «¿Hasta siete veces?». Su propuesta es de una generosidad muy superior al clima justiciero que se respira en la sociedad judía. Va más allá incluso de lo que se practica entre los rabinos y los grupos esenios que hablan como máximo de perdonar hasta cuatro veces. Sin embargo Pedro se sigue moviendo en el plano de la casuística judía donde se prescribe el perdón como arreglo amistoso y reglamentado para garantizar el funcionamiento ordenado de la convivencia entre quienes pertenecen al mismo grupo. La respuesta de Jesús exige ponerse en otro (J.A. Pagola) registro. En el perdón no hay límites: «No te digo hasta siete veces sino hasta setenta veces siete». No tiene sentido llevar cuentas del perdón. El que se pone a contar cuántas veces está perdonando al hermano se adentra por un camino absurdo que arruina el espíritu que ha de reinar entre sus seguidores. Entre los judíos era conocido un "Canto de venganza" de Lámek, un legendario héroe del desierto, que decía así: "Caín será vengado siete veces, pero Lámek será vengado setenta veces siete". Frente esta cultura de la venganza sin límites, Jesús canta el perdón sin límites entre sus seguidores. En muy pocos años el malestar ha ido creciendo en el interior de la Iglesia provocando conflictos y enfrentamientos cada vez más desgarradores y dolorosos. La falta de respeto mutuo, los insultos y las calumnias son cada vez más frecuentes. Sin que nadie los desautorice, sectores que se dicen cristianos se sirven de internet para sembrar agresividad y odio destruyendo sin piedad el nombre y la trayectoria de otros creyentes. Necesitamos urgentemente testigos de Jesús, que anuncien con palabra firme su Evangelio y que contagien con corazón humilde su paz. Creyentes que vivan perdonando y curando esta obcecación enfermiza que ha penetrado en su Iglesia. DISCERNIMINETO, DIÁLOGO Y ORACION “koinonía” Para la revisión de vida “Ante Dios todos somos deudores insolventes”, dice el comentario bíblico. Es cierto: probablemente, todos tenemos mucho de que ser perdonados… ¿Rezo yo, con humildad, aquello de “perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…” Para la reunión de grupo “Ante Dios todos somos deudores insolventes”, dice el comentario bíblico... En algún sentido es cierto, lógicamente. Pero también expresa toda una imagen de Dios –y del ser humano- ante Quien nadie es santo, nadie es digno, todo es pecado… La teoría del pecado original, según la cual todos entramos en la existencia previa e irremediablemente ya descalificados por ese pecado, estaría en la misma línea. Cierto tipo de pastoral apostólica, muy extendida, se construía sobre el mecanismo de “convencer a la persona de sus pecados”, para suscitar la petición de la confesión, objetivo final de la acción apostólica. Hacer apostolado sería lograr que la gente se dé cuenta de que es pecadora y se confiese y comulgue. Y esa pastoral sería la máxima “misión cristiana”… ¿Estamos de acuerdo con esa concepción pecaminosa del ser humano? ¿Qué crítica se nos ocurre a la imagen de Dios –y de persona humana- ahí subyacente? Si nos despojáramos de la rutina -que todo lo puede llegar a ocultar-, ¿a qué suena la expresión “Señor, ten piedad”? En rigor, ¿sería una expresión adecuada para dirigirnos a Dios? Dice Tony de Melo que de/a Dios decimos a veces cosas que no nos atrevemos a decir de/a cualquier persona medianamente buena»… Para la oración de los fieles Por la Iglesia, para que sea signo permanente de reconciliación en el mundo y lo haga evidente empezando por ella misma. Oremos. Por los gobiernos de los pueblos, para que promuevan un orden social justo y respeten el derecho a la vida y a la libertad de todos los ciudadanos. Oremos. Por las diferentes legislaciones del mundo, para que en todas ellas se elimine la pena de muerte, se aplique una justicia igual para todos y se favorezca el perdón y la reinserción social. Oremos. Por todas las personas, para que colaboremos en crear un mundo mejor en el que seamos capaces de entendernos desde la igualdad y la justicia. Oremos. Por todos los que han sido ofendidos de cualquier manera, para que sepan perdonar y olvidar, y así fomentar un mundo en concordia, paz y justicia. Oremos. Por todos nosotros, para que vivamos en actitud permanente de perdón y la ejerzamos con generosidad. Oremos. Oración comunitaria Querido Dios: haz que descubramos la importancia que tiene para nuestras vidas el sabernos y sentirnos perdonados y perdonadas por Ti, de manera que también perdonemos de corazón a quienes nos han ofendido. Por Jesucristo. SIEMPRE (J. A. Pagola) Texto Complementario A Mateo se le ve muy preocupado por corregir los conflictos, disputas y enfrentamientos que pueden surgir en la comunidad de los seguidores de Jesús. Probablemente está escribiendo su evangelio en unos momentos en que, como se dice en su evangelio, «la caridad de la mayoría se está enfriando». Por eso concreta con mucho detalle cómo se ha de actuar para extirpar el mal del interior de la comunidad, respetando siempre a las personas, buscando antes que nada «la corrección a solas», acudiendo al diálogo con «testigos», haciendo intervenir a la «comunidad» o separándose de quien puede hacer daño a los seguidores de Jesús. Todo eso puede ser necesario, pero ¿cómo ha de actuar en concreto la persona ofendida?, ¿Qué ha de hacer el discípulo de Jesús que desea seguir sus pasos y colaborar con él en abrir caminos al reino de Dios: el reino de la misericordia y la justicia para todos? Mateo no podía olvidar unas palabras de Jesús recogidas por un evangelio anterior al suyo. No eran fáciles de entender, pero reflejaban lo que había en el corazón de Jesús. Aunque hayan pasado veinte siglos, sus seguidores no hemos de rebajar su contenido. Pedro se acerca a Jesús. Como en otras ocasiones, lo hace representando al grupo de seguidores: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?, ¿hasta siete veces?». Su pregunta no es mezquina, sino enormemente generosa. Le ha escuchado a Jesús sus parábolas sobre la misericordia de Dios. Conoce su capacidad de comprender, disculpar y perdonar. También él está dispuesto a perdonar «muchas veces», pero ¿no hay un límite? La respuesta de Jesús es contundente: «No te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete »: has de perdonar siempre, en todo momento, de manera incondicional. A lo largo de los siglos se ha querido rebajar lo dicho por Jesús: «perdonar siempre, es perjudicial»: «da alicientes al ofensor» «hay que exigirle primero arrepentimiento». Todo esto parece muy razonable, pero oculta y deja irreconocible lo que pensaba y vivía Jesús. Hay que volver a él. En su Iglesia hacen falta hombres y mujeres que estén dispuestos a perdonar como él, introduciendo entre nosotros su gesto de perdón en toda su gratuidad y grandeza. Es lo que mejor hace brillar en la Iglesia el rostro de Cristo.