TEJIENDO CADENAS DE PERDÓN PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA

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PARA REFLEXIONAR CON LA PALABRA
TEJIENDO CADENAS DE PERDÓN
SE TRATA SIMPLEMENTE DE RECONOCER QUE TODOS COMETEMOS ERRORES Y QUE SÓLO DÁNDONOS UNA NUEVA OPORTUNIDAD TENDREMOS FUTURO.
JUEVES 16 DE AGOSTO DE 2012
Del Evangelio según san Mateo18, 21—19, 1
Se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: -«Señor, si mi hermano me ofende,
¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contesta: -«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a
propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar
las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno
que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó
que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que
pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten
paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado
aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te
lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo
que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y
fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le
dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve
compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que
pagara toda la deuda. Lo mismo hará con ustedes mi Padre del cielo, si cada
cual no perdona de corazón a su hermano.» Cuando acabó Jesús estas
palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS:
EZEQUIEL 12, 1-12 - EMIGRA A LA LUZ DEL DÍA, A LA VISTA DE TODOS
SALMO 77 - NO OLVIDEN LAS ACCIONES DE DIOS
CONTEXTO – La instrucción acerca de cómo deben ser tratados
los pecadores termina con una parábola, que expresa la raíz más
profunda de la vida comunitaria. En ella se comparan dos deudas
exageradamente desiguales y se subraya la diferencia entre una
gran cantidad de dinero y una suma ridícula. El rey en la parábola
representa a Dios que ha perdonado toda nuestra deuda con su
oferta de gracia. Por eso los discípulos de Jesús deben perdonar sin
límites y su perdón debe alcanzar a todos. Quien ha experimentado
la misericordia de Dios, no puede andar calculando las fronteras del
perdón y de la aceptación del hermano.
EL MAESTRO NOS ENSEÑA LA LIBERTAD DEL PERDÓN Nosotros nos vemos amenazados por la misma tentación de reproducir en nuestra vida la misma violencia que domina la cultura social. Creemos que la agresión indiscriminada, el individualismo y el
egoísmo nos hacen más fuertes, pero puede ser que signifique todo
lo contrario, y no sólo nos debilitemos nosotros, sino que erosionemos las mismas bases de nuestra fe cristiana.
SETENTA VECES SIEMPRE
El número siete, simbólicamente, remite a la perfección y a lo
divino; de allí la pregunta de Pedro a Jesús: cree que la perfección y la voluntad de Dios pasan por perdonar hasta siete veces
las ofensas del hermano.
Pero es un tiempo nuevo, el tiempo de la Gracia, el tiempo de
más allá de toda frontera de mezquindad: por ello el Maestro
dirá que el perdón no será cosa de siete veces, sino de ¡setenta
veces siete! No se trata de un factor multiplicador y mensurable. Se trata de hacer viva una herencia que tenemos
como hijas e hijos.
El Maestro va más allá de todo límite que imponemos en nuestras mentalidades calculadoras, y nos invita a perdonar setenta
veces...siempre.
De allí la parábola que nos regala: el gran motor de la historia,
si seguimos con fidelidad sus pasos, debería ser la compasión y
la misericordia y no el ansia de poder y venganza.
Aún cuando la ofensa del otro sea grave, ruin y espantosa, aún
cuando se quiebre todo rasgo de humanidad, el que me ofende
y me hace mal es mi hermano. Y así como puede terminar con
mi existencia terrena del peor y más cruel de los modos, ante
todo el daño primordial e incurable es el que se infiere el ofensor a sí mismo.
No es fácil, claro que no.
Quizás debamos mirarnos cuando, ahogados en nuestras miserias, suplicamos unas migajas de misericordia y consuelo...
y Abbá Padre de Jesús y Padre Nuestro, por puro afecto, por
rotundo amor, no mide lo imprescindible para subsanar ese
momento de crisis.
Frente a las migajas suplicadas, nos regala canastas enteras de panes de vida que desbordan cualquier medida
imaginable.
Tal vez, entonces, los justos clamores de justicia y liberación, de
ruptura de cadenas de opresión de tantos hermanos deban tener por impulso la compasión, la reconciliación y el perdón, que
son las flores primeras y perfectas de la misma esencia del
Creador: el amor.
PARA REFLEXIONAR
-Señor, si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?
¿No había entendido todavía? ¿Es pues tan difícil entender que
Dios es bueno, misericordioso, capaz de perdonar infinitamente?
¿Por qué continuamos con nuestras imágenes de un Dios riguroso y duro?
PARA ORAR
Señor Dios nuestro:
Tú quieres que vivamos no en el pasado, sino para el futuro.
Danos corazones suficientemente generosos
para olvidar el pasado, que pasado está,
y para construir todos juntos una comunidad de paz
en la que nos aceptemos unos a otros
con nuestras cualidades y nuestros defectos,
como tú nos aceptas a nosotros,
en Jesucristo nuestro Señor. Amén.
PARA ACTUAR – Puede ser que la justicia comience por
allí, por reconocer al otro -ofensor, agresor, el que nos lastima- también como hijo de nuestro Padre.
PERDÓN, SEÑOR
Por nuestra insensibilidad y rutina,
por nuestras dudas y desconfianzas,
por nuestros cansancios y miedos,
por nuestras cobardías a la hora de ser cristianos,
por nuestra falta de testimonio,
por nuestra búsqueda de seguridades,
por nuestra escasa relación contigo…
Perdón, Señor, por nuestras faltas de fe.
Por nuestros desánimos y desencantos,
por nuestra tristeza y pesimismo,
por nuestras impaciencias y prisas,
por nuestras alienaciones y aturdimientos,
por nuestras rebajas a tus promesas,
por nuestra ceguera a los signos de los tiempos,
por nuestras faltas de vigilancia y compromiso…
Perdón, Señor, por nuestras faltas de fe.
Por el cinismo de nuestras relaciones humanas,
por la pequeñez y dureza de nuestro corazón,
por nuestras violencias y enemistades,
por nuestra insolidaridad con los hermanos,
por nuestro egoísmo y ansia de poseer,
por nuestras injusticias individuales y colectivas,
por nuestra insensibilidad ante el dolor de los demás…
Perdón, Señor, por nuestras faltas de fe.
«Perdona hasta setenta veces siete»
Hoy he aprendido:
 Que dos pueden ser uno.
 Que ser positivo es usar mi inteligencia.
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