Subido por William Carranza

La impugnacion o la invalidez de los ne

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ESPECIAL
¿LA IMPUGNACIÓN O LA INVALIDEZ DE LOS NEGOCIOS
JURÍDICOS UNILATERALES COLEGIALES ASOCIATIVOS?
Rómulo MORALES HERVIAS*
TEMA RELEVANTE
Ambas casaciones objeto de comentario no aplicaron adecuadamente las normas jurídicas a los casos propuestos, porque sus argumentos solo se sustentaron en el principio de
especialidad del artículo 92 del Código Civil sin tener en cuenta que tal artículo no puede
interpretarse aisladamente de la normativa de la invalidez del negocio jurídico. En opinión del autor, una interpretación sistemática hubiese señalado que los actos colegiales
asociativos con irmas falsas son un típico caso de ausencia de manifestación de voluntad
(por ser un negocio jurídico unilateral) y aquí sí cabe aplicar la causal de nulidad expresamente regulada en el artículo 219.1 del CC.
La Casación N° 2978-2011-Lima del 2 de julio
de 2013 se basó en un caso de falsiicación de un
acta de una asamblea asociativa. En la Casación
N° 3867-2010-Lima de 28 de junio de 2011 se discutieron tres casos: la asamblea asociativa no se
realizó en el lugar indicado para la convocatoria,
354 personas consignadas como asistentes habían
fallecido antes de la celebración de dicha asamblea
y dos asociados declararon no haber participado
en tal asamblea. ¿Los casos de falsiicación de irmas y del incumplimiento del requisito del lugar de
*
1
la convocatoria son casos de asambleas asociativas
contrarias a disposiciones legales de conformidad
con el artículo 92 del Código Civil peruano de 1984
(en adelante CC)? Al inal del presente estudio responderemos a dicha pregunta. Pero antes es necesario desarrollar algunos presupuestos fundamentales.
II. TRES INTERPRETACIONES DOCTRINARIAS DEL ARTÍCULO 92 DEL CÓDIGO CIVIL
PERUANO DE 1984
El artículo 921 del CC ha sido interpretado doctrinariamente de tres maneras.
Abogado por la Universidad de Lima. Magíster por la Universidad di Roma “Tor Vergata”. Diplomado en Derecho Romano; y en
Derecho de los Consumidores y de la Responsabilidad Civil por la Universidad di Roma “La Sapienza”. Doctor por la Pontiicia
Universidad Católica del Perú. Profesor de Derecho Civil en la Pontiicia Universidad Católica del Perú, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad de San Martín de Porres.
Artículo 92 del Código Civil peruano de 1984.- Todo asociado tiene derecho a impugnar judicialmente los acuerdos que violen
las disposiciones legales o estatutarias.
Las acciones impugnatorias deben ejercitarse en un plazo no mayor de sesenta días contados a partir de la fecha del acuerdo. Pueden ser interpuestas por los asistentes, si hubieran dejado constancia en acta de su oposición al acuerdo, por los asociados no concurrentes y por los que hayan sido privados ilegítimamente de emitir su voto.
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
ESPECIAL
I. DOS CASOS JURISPRUDENCIALES
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I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
En una primera interpretación se ha
dicho que la “impugnación” de los
actos colegiales que violen la ley o
el estatuto es un remedio especial
y excluyente de los remedios de la
nulidad y de la anulabilidad. El argumento es que dicha normativa es
especial y por tener plazos de caducidad diferentes a los de prescripción de nulidad y de anulabilidad.
En concreto, una doctrina nacional
ha dicho “que son dos cosas distintas y con características diferentes,
por un lado, la impugnación judicial
de acuerdos contra actos que sean
contrarios al Estatuto o la Ley y, por
otro lado, la solicitud de invalidez
de los actos asamblearios por causas que sean típicamente presupuestos de nulidad y que atenten contra el
orden público o contra normas imperativas (…)”. En el caso de las personas jurídicas sin inalidad lucrativa
no existe tal distinción en nuestro
Código Civil, debiendo entenderse
que las razones de la impugnación
de acuerdos se encuentran previstas en el artículo 92 del Código Civil
(violación de disposiciones legales
o estatutarias) y las razones de nulidad de actos derivados de las asambleas se rigen por las causales de
nulidad absoluta prescritas en el artículo 219 del Código Civil” (Cieza
Mora, 2013b, pág. 265; y 2011, pág.
20). Así se formulan argumentos de
defensa de esta primera interpretación: “Como hemos dicho reiteradamente no se puede utilizar el artículo
219 del Código Civil para resolver
situaciones que cuestionan las actas
de asambleas generales como en el
caso materia de comentario, para
eso, y solamente para eso, está el
artículo 92 del Código Civil. Del
artículo 92 de nuestro ordenamiento
civil se iniere que la impugnación de
acuerdos se efectúa contra las decisiones emanadas de las asociaciones
a través de sus respectivas asambleas
generales” (Cieza Mora, 2011, pág.
20). Para sustentar este argumento
se explica cómo funcionan las violaciones de la ley y del estatuto por las
asambleas asociativas: “En materia
asociativa, en lo que respecta al contenido de las normas legales o estatutarias que se vulneran, puede distinguirse entre aquellas que regulan
la forma en que se adoptó el acuerdo
(requisitos de convocatoria, quórum,
mayorías, lugar de celebración) y
aquellas que atienden al fondo (límites de competencia y poder, prohibiciones, etc.)” (Cieza Mora, 2013b,
pág. 265; y 2011, pág. 20). A propósito de la Casación Nº 3189-2012
–que constituirá el Quinto Pleno
Casatorio Civil– por el hecho de una
asamblea que nunca se había llevado a cabo (Cieza Mora, 2013b,
pág. 269), esta doctrina airma que:
“El caso materia del Pleno Casatorio se trata de una impugnación judicial del acuerdo de una asociación,
por lo que, en aplicación del principio de especialidad debe resolverse
al amparo del artículo 92 del Código
sustantivo y declararse la caducidad
de la acción planteada. De resolverse
de esta manera, se generaría seguridad jurídica en tanto los plazos para
ejercer la acción de nulidad del acto
jurídico y la de impugnación judicial de acuerdos son muy disímiles.
Para el primer caso, se tiene un plazo
de prescripción de 10 años, mientras
que para el segundo, existe un plazo
de 30 días de tomado el acuerdo o
60 días de inscrito para actos inscribibles. Es decir, si el Tribunal decidiese que se puede aplicar de manera
directa la nulidad de acto jurídico
para nuliicar los acuerdos asociativos, existiría una gran incertidumbre
respecto al tráico mercantil pues los
acuerdos podrían declararse nulos
hasta luego de pasados los 10 años
de acordados” (Cieza Mora, 2013b,
págs. 268-269). Esta posición invoca
como fundamentos la seguridad jurídica y la predictibilidad: “La cosa es,
en este caso, más sencilla de lo que
parece, pues se trata de comprender
e internalizar cierto orden mínimo en
las relaciones sociales y no generar
incertidumbre y carencia de predictibilidad en las relaciones intersubjetivas en las personas jurídicas, que
estarían condenadas a una anarquía
por la no consolidación de su [sic]
decisiones basadas en sus estatutos y
en la ley” (Cieza Mora, 2013a, págs.
86). De ahí que amparar pretensiones de nulidad “genera no solamente
incertidumbre sino falta de predictibilidad y perjudica el tráico mercantil o lo vuelve más lento generando situaciones que atentan contra
una adecuado desenvolvimiento de
Si el acuerdo es inscribible en el registro, la impugnación puede formularse dentro de los treinta días siguientes a la fecha en que la inscripción
tuvo lugar.
Cualquier asociado puede intervenir en el juicio, a su costa para defender la validez del acuerdo.
La impugnación se demanda ante el juez civil del domicilio de la asociación y se tramita como proceso abreviado” [Párrafo modiicado por la Primera Disposición Modiicatoria del Texto Único Ordenado del Código Procesal Civil, aprobado por Resolución Ministerial Nº 010-93-JUS. El
texto anterior al párrafo decía lo siguiente: La acción impugnatoria se interpone ante el juez de primera instancia del domicilio de la asociación y
se sujeta al trámite del juicio de menor cuantía].
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ESPECIAL
las personas jurídicas lucrativas y
no lucrativas. Esto se complementa
con el análisis económico del derecho aplicado a la empresa” (Cieza
Mora, 2011, pág. 14; y 2012, pág.
149). El principio de la especialidad
es otro fundamento de esta interpretación, el cual se corrobora en otra
doctrina nacional: La “impugnación” de nulidad “en atención del
principio de especialidad, tiene que
sujetarse al plazo previsto en el art.
92 c.c.” (Espinoza Espinoza, 2012,
pág. 301).
Entonces, la primera interpretación del artículo 92 del CC se sustenta en tres postulados: seguridad
jurídica, predictibilidad y especialidad que encuentran una feliz unión
en el análisis económico de las instituciones jurídicas. Ello se resume
en las siguientes expresiones: “Sostengo que en la impugnación de
acuerdos como parte de la figura
de las ineficacias negociales, sí se
toma en consideración la gravedad
de la vulneración a la ley y al estatuto de la persona jurídica, que pueden acarrear la invalidez de la decisión adoptada por el órgano que ha
visto afectada su correcta formación
volitiva, sin embargo, este cuestionamiento al acuerdo adoptado debe
hacerse tomando en consideración
las particularidades de la persona
jurídica no lucrativa dentro de los
cuales se encuentra el plazo previsto
en el artículo 92 del Código Civil,
al cual hay que regirse, por la especialidad, la seguridad jurídica y la
predictibilidad en materia asociativa.
Detrás de esta opción de establecer
‘plazos breves’ hay una racionalidad
no solamente económica sino social”
(Cieza Mora, 2013a, pág. 87). Sin
embargo, para explicar el contenido
de las asambleas asociativas se vale
de la doctrina comercialista argentina (Cieza Mora, 2013b, págs. 266268; y 2012, págs. 117-120), la cual
“
El artículo 92 del CC no puede
interpretarse aisladamente de la
normativa de las invalideces del
negocio jurídico del CC.
es totalmente impertinente en un discurso sobre la asociación que es una
persona jurídica sin ines de lucro.
Asimismo, la racionalidad social se
explica en otra sede: “Nadie discute
que la impugnación de acuerdos y
una sentencia estimatoria que declare
la nulidad del acuerdo impugnado no
tenga su base en la teoría general
del negocio jurídico, pero el Código
Civil y la Ley General de Sociedades regulan, como norma especíica,
que al tratarse del cuestionamiento a
los acuerdos tomados por los órganos de las personas jurídicas deben
utilizarse instrumentos jurídicos que
resuelvan las controversias planteadas de una manera ágil, sin perder
la seriedad en el análisis, que logre
alcanzar los ines del interés social
(en concordancia con los estatutos y
la ley) pero que al mismo tiempo permita un manejo eiciente y predictible en materia del desenvolvimiento
de la persona jurídica” (Cieza Mora,
2011, pág. 15). Dicha racionalidad
está más pensada en los intereses de
la asociación misma. Asimismo, esta
primera interpretación del artículo
92 del CC señala que las reglas de
nulidad del negocio jurídico deben
adaptarse a las reglas de la denominada “impugnación judicial de los
acuerdos asociativos”: “Las reglas de
la nulidad del negocio jurídico pueden ser aplicadas pero adaptándose
al proceso especial establecido. Lo
contrario es vaciar de contenido al
artículo 92 del Código Civil. Debe
desterrarse de una vez la posibilidad
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
de utilizar la vía de nulidad de acto
jurídico para aquellos supuestos de
acuerdos tomados por las Asambleas de Asociaciones” (Cieza Mora,
2013b, pág. 269).
Sin embargo, en la primera interpretación del artículo 92 del CC hay dos
argumentos que no se logran compatibilizar en que las nulidades deben
adaptarse a las “impugnaciones de
acuerdos de asambleas generales”.
Por un lado, el primer argumento
incompatible dice que la “impugnación de acuerdos de asambleas generales” es una nulidad de acuerdos:
“la impugnación de acuerdos, en el
fondo es una nulidad de acuerdos,
pero con el mismo énfasis reitero
que en el caso de las personas jurídicas se le ha dado un tratamiento
especial para impedir la incertidumbre durante el plazo en que se puede
plantear la nulidad de los negocios
jurídicos y también se le ha otorgado
causales más especíicas en concordancia con la isonomía y funcionamiento de la persona jurídica” (Cieza
Mora, 2011, pág. 19). Por otro lado,
el segundo argumento incompatible
expresa algo completamente diferente al primer argumento incompatible: “En el terreno de los acuerdos
derivados de las asambleas, señalamos que los acuerdos emanados de
tal órgano gozan de validez y despliegan sus efectos. Sin embargo,
un acuerdo puede ser cuestionado
de invalidez, dentro del plazo de
caducidad [¡!] previsto en el Código
Civil, por vicios en su convocatoria,
por patologías en su celebración o
por irregularidades en el contenido
del propio acuerdo. Esto implica que
el acuerdo puede ser perfectamente
concordante con la ley, con el estatuto o el pacto social, pero si en su
formación no se ha cumplido con el
procedimiento previsto, deberá ser
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I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
invalidado igual que si su contenido
fuese contrario a las normas imperativas que rigen la asociación” (Cieza
Mora, 2013b, pág. 269). ¿No eran
que las causales de nulidad se adaptaban a las dos causales de “impugnaciones de acuerdos de asambleas
generales”?
En cuanto al tercero ajeno a los asociados de la asociación, la primera
interpretación del artículo 92 del
CC dice que la norma “no menciona
alguna limitación para el tercero y
por lo tanto uno con legítimo interés en el acuerdo asociativo podría
invocar la nulidad del acuerdo en el
plazo que establece el artículo 2001
del Código Civil, es decir, hasta los
diez años de celebrado el acuerdo, lo
cual constituiría un contrasentido a
la norma invocada (art. 92 del CC).
Podrían darse situaciones en las cuales el socio por interpósita persona
(el tercero) puede plantear la nulidad
del acto jurídico, lo cual, desde mi
punto de vista, constituye un abuso
de derecho, sin embargo preferiría
que el tercero también tenga un plazo
corto para impugnar el acuerdo como
sí se hace en la Ley General de Sociedades en donde el tercero cuenta con
el plazo de un año para pedir la nulidad de un acuerdo asociativo” (Cieza
Mora, 2013b, pág. 269; y 2013a,
pág. 87). De este modo, la primera
interpretación del artículo 92 del CC
admite implícitamente que los terceros sí podrían ejercer la acción de
nulidad en la normativa civil vigente
y ello demuestra con claridad que la
primera interpretación del artículo 92
del CC rompe la coherencia que debe
tener toda interpretación y admite
la existencia de normas incompatibles. Ello es inaceptable: “Se dice
que un ordenamiento jurídico constituye un sistema porque en él no pueden coexistir normas incompatibles”
(Bobbio, 2012, pág. 186).
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Una segunda interpretación doctrinaria del artículo 92 del CC maniiesta que tal “impugnación” es un
tercer remedio diferente [complementario] a los remedios de nulidad
y de anulabilidad. El argumento es
que este remedio no excluye el ejercicio de los remedios de la nulidad
y de la anulabilidad: La “impugnación es independiente de la nulidad,
en consecuencia, por un lado, existen defectos especíicos que habilitan
el remedio impugnatorio; mientras
tanto, por otro lado, coexisten los
vicios de invalidez que prevé el Libro
II del Código Civil. El 92 CC establece un remedio complementario,
pues regula un tercer grupo de vicios,
al margen de la nulidad y anulabilidad.” (Gonzales Barrón, 2013, pág.
47). De ello se colige lo siguiente:
“¿cuándo el acuerdo colegial es
impugnable? Si se trata de un tercer grupo de defectos, que excluye
los casos de invalidez reiere. Para
arribar a una respuesta, debemos
recordar, en primer término, que los
acuerdos colegiales tienen una doble
dimensión (voluntad de la persona
jurídica-voluntad de los asociados
individuales), lo que implica que en
este tipo de negocio se presenta un
problema especíico, no existente en
otros actos; y que consiste en la posible disociación entre el interés social
y el interés individual, aun cuando
este último sea mayoritario. Por
tanto, la primera causa de impugnación son los conlictos de interés,
lo que normalmente no es problema
en los negocios jurídicos en los que
el propio individuo actúa para sí;
pues nadie se traiciona o es infiel
consigo mismo; sin embargo, todo
lo contrario se presenta en los actos
colegiales, cuya doble dimensión
permite que el grupo de asociados
mayoritarios pueda hacer prevalecer
su propio interés en contra del de la
asociación. En efecto, el artículo 92
del CC señala que son impugnables
los acuerdos contrarios al estatuto;
y es evidente que todo estatuto, en
forma expresa o implícita, establece
el deber de lealtad frente a la asociación. La ausencia de norma convencional no impide entenderla
incorporada por efecto de la común
intención de las partes (art. 1362 del
CC), que no es otra cosa que las cláusulas no escritas, pero deducidas de
la correcta interpretación del texto;
por tanto, se trata de una disposición
implícita, necesaria e imprescindible para la correcta actuación corporativa. También son impugnables
todos los casos de violación estatutaria, aun cuando exista mayoría,
como la elección de un consejo directivo sin seguir las reglas que exigen
la actuación de un comité electoral; o
el nombramiento de un representante
para un plazo mayor que aquel señalado en la norma convencional. Aquí
no se aplica el remedio de la nulidad,
pues la contravención no se produce
respecto de una ley, sino de un pacto.
Es impugnable, además, todo
acuerdo que implique abuso de la
mayoría sobre la minoría, pues, en
tales casos, o existe contravención de
la ley (cláusula general de abuso del
derecho) o existe contravención del
estatuto. Así ocurre en las exclusiones o expulsiones de asociados que
no tienen una justiicación razonable,
y que esconden la secreta intención
de deshacerse de los socios críticos
de la mayoría dominante” (Gonzales Barrón, 2013, pág. 52). De este
modo, esta doctrina formula un resumen de su posición: “Los acuerdos
colegiales de las personas jurídicas
tienen una doble dimensión (voluntad de la persona jurídica - voluntad de los asociados individuales), lo
que implica que en este tipo de negocio se presenta un problema especíico, no existente en otros actos; y
que consiste en la posible disociación entre el interés social y el interés
individual, aun cuando este último
ESPECIAL
sea mayoritario. En buena cuenta, la
impugnación de los acuerdos incide
sobre su contenido, ya sea que estos
se originen por violaciones estatutarias, o violaciones legales, siempre
que impliquen una grave disociación
entre la voluntad social y la voluntad
individual. Aquí se encuentran los
casos de conlicto de interés, la violación legal o estatutaria en los que se
aprecie la citada disociación, y todos
los casos de violación estatutaria,
cualquiera sea su causa. Por el contrario, la invalidez negocial se reiere
a las fallas en el procedimiento de
formación de voluntad, por vicios
de esta, por voluntad simulada o por
voluntad dirigida a un in ilícito o en
contravención de normas imperativas” (Gonzales Barrón, 2013, pág.
56). Así se reairma su posición en
los siguientes términos: “Por tanto,
la única tesis viable es considerar
que la impugnación del artículo 92
del CC es un tercer remedio frente a
los acuerdos colegiales defectuosos
que se aplica en dos disposiciones:
i) contravención a las normas legales que exigen el respeto de la buena
fe objetiva para evitar los conlictos
de intereses entre la persona jurídica
y los asociados que toman acuerdos;
y ii) contravención a las normas estatutarias” (Gonzales Barrón, 2014b,
pág. 156). Esta posición toma partido
por interpretar el artículo 92 del CC
como una norma que regula un conlicto entre ines de la voluntad de la
asociación y ines de la voluntad de
los asociados: “La patología se concentra en las hipótesis de discrepancia entre los ines de la voluntad corporativa y los ines de las voluntades
individuales, en los que el tema de
fondo es sustancialmente patrimonial, razón por la que estos defectos se subsanan con la aquiescencia o asentimiento del perjudicado”
(Gonzales Barrón, 2013, pág. 56).
Dicho presupuesto del conlicto de
ines se resalta como preponderante
en defensa de la segunda interpretación del artículo 92 del CC: “Por
el contrario, la impugnación de los
acuerdos, prevista en el artículo 92
del CC, incide en los defectos meramente privados (contravenciones al
estatuto) o en defectos legales por
conlicto de intereses que se maniiesta en la grave disociación entre la
voluntad social y la voluntad individual. Los acuerdos colegiales de las
personas jurídicas tienen una doble
dimensión (voluntad de la persona
jurídica - voluntad de los asociados
individuales), lo que implica que en
este tipo de negocio se presenta un
problema especíico, que no existe
en otros actos; y que no existe en
otros actos, y que consiste en la posible disociación entre el interés social
y el interés individual, aun cuando
este último sea mayoritario. ¿Cómo
justiicar esta restricción de los casos
impugnables que aparentemente no
tiene base en el texto normativo?
Muy simple: el artículo 92 del CC
restringe la legitimación para impugnar acuerdos a los asociados que no
votaron o que votaron en contra del
acuerdo, y dejaron constancia de tal
hecho; en consecuencia, los votantes
a favor y los terceros quedan excluidos de tal potestad. Por tanto, esta
igura se reiere exclusivamente a los
defectos cuya relevancia se circunscribe al interés particular de los asociados, por lo que su voluntad favorable puede convalidar los defectos;
por tal motivo, la patología se concentra en las hipótesis de discrepancia entre los ines de la voluntad corporativa y los ines de las voluntades
individuales, en los que el tema de
fondo es sustancialmente patrimonial, razón por la que estos defectos se subsanan con la aquiescencia o
asentimiento del perjudicado. Jamás
podría pensarse que el in ilícito o la
simulación se convalidan ‘acuerdo’,
pues de esa forma, entonces, tales
vicios nunca podrían atacarse, pues
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
precisamente en ellos existe acuerdo
para engañar o defraudar. Menos
todavía aplicarse el 92 para las falsiicaciones en las que no existe el
acuerdo, ni los votos en contra, ni a
favor, de los asociados” (Gonzales
Barrón, 2014b, pág. 153; y 2014a,
pág. 53).
Una tercera interpretación establece
que la referida “impugnación” es
una anulabilidad especial donde las
causales de nulidad se han convertido en causales de anulabilidad. Esta
doctrina asevera que “por disposición expresa del artículo 92 del CC,
para los asociados, aun las causas de
nulidad se han convertido en causas
de anulabilidad, y es este el remedio que aquellos tienen a su disposición y que –nuevamente por disposición expresa del citado artículo– solo
podrá ser utilizado dentro de los
60 o 30 días” (Ronquillo Pascual,
2014, pág. 148). Esta doctrina sostiene que el artículo 92 del CC tiene
como antecedente al artículo 58 del
Código Civil de 1936 y este a su vez
se basó en el artículo 75 del Código
Civil suizo de 1912 que regula la
categoría del Derecho alemán de la
impugnabilidad “que no es otra que
aquella que en nuestro ordenamiento
denominamos anulabilidad. En consecuencia, en el artículo 92 del CC
no se está reconociendo una tercera
especie de invalidez, ni tampoco se
está estableciendo la categoría de
la anulabilidad como remedio para
hacer frente a los acuerdos que vulneren disposiciones legales o estatutarias; pero una anulabilidad especial, no solo por todas las patologías
a las que –por disposición expresa de
la ley– podrá hacer frente sino y principalmente por el término en el que
podrá ser accionada, pues, no será el
de dos años (como es la regla: inciso
4 del artículo 2001 del CC) sino el
de 60 días desde la adopción del
acuerdo o 30 desde la inscripción,
25
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
en caso de que este se haya inscrito”
(Ronquillo Pascual, 2014, pág.143).
Así, “transcurrido el plazo indicado
sin accionar la anulación del acuerdo
viciado, este deviene en inatacable
para los asociados” (Ronquillo Pascual, 2014, pág. 146). El artículo 92
del CC según esta segunda interpretación “ha convertido las causas de
nulidad en causas de anulabilidad,
situación que, por lo demás, no se
encuentra reñida con la sistemática de la invalidez negocial ya que
el inciso 4 del artículo 221 del CC
establece que un acto será anulable
cuando una norma lo declare como
tal, esto es, sin importar el vicio del
que se trate (y, en el caso, tal norma
sería precisamente el artículo 92),
mientras que el inciso 8 del artículo
219 establece que el acto será nulo
cuando contravenga el orden público
o las buenas costumbres, salvo que
la ley establezca sanción diversa
(y, en el caso, dicha sanción diversa
sería la anulabilidad)” (Ronquillo
Pascual, 2014, págs.146-147). Al
igual que la primera interpretación
del artículo 92 del CC, esta tercera
interpretación incurre en incoherencia interpretativa: Los “terceros con
interés y el Ministerio Público (primer párrafo del artículo 220) podrán
cuestionar los acuerdos subsumibles en los supuestos contemplados
en el artículo 219 del CC vía nulidad de ‘acto jurídico’, es decir, dentro de los diez años según lo establecido en el inciso 1 del artículo
2001 del CC” (Ronquillo Pascual,
2014, pág. 148). La doctrina que
defiende la segunda interpretación
objeta los presupuestos teóricos de
la tercera interpretación: “En primer
lugar, la anulabilidad es una modalidad de invalidez, y es valor conocido que las normas de competencia
–aquellas que establecen los requisitos y procedimientos para la validez
de los actos jurídicos– son establecidas por el legislador, pero no por
26
acto de voluntad de los particulares,
pues ello implicaría que estos pudiesen saltarse la ley, por lo que el orden
jurídico se construiría por actos de
voluntad sin límites. Es conocida la
máxima ‘la nulidad se declara por
ley’, lo que es correcto en el sentido
de que la ley establece las normas de
validez, aunque no es correcto como
exigencia de nulidades textuales.
Pues bien, si es un postulado incontrastable que la nulidad (o anulabilidad) se declara por ley, entonces
el autor de esta errada tesis parece
no haber leído que el artículo 92 del
CC permite impugnar acuerdos contrarios a disposiciones estatutarias
que no son otra cosa que actos de
voluntad; por tanto, la postura aquí
criticada, sin darse cuenta, pretendería decir que el incumplimiento
de una estipulación meramente convencional traería como efecto la anulabilidad, es decir, los particulares
podrían establecer normas de competencia a su libre albedrío, lo que
constituye un error técnico clamoroso. En segundo lugar, la anulabilidad es un vicio que puede atacarse
por el perjudicado, aunque este haya
manifestado su voluntad favorable al
acto, aunque viciosa, empero, en la
impugnación solo están legitimados
los que no manifestaron su voluntad.
En tercer lugar, la anulabilidad puede
demandarse en el plazo de prescripción extintiva de dos años, mientras
la impugnación tiene un breve término de caducidad de 60 días desde
el acuerdo, y 30 desde la inscripción.
En conclusión, según la tercera tesis
[tercera interpretación doctrinaria] –
sin dudas la de menor sustento–, el
artículo 92 es una ‘anulabilidad especial’, pero con la particularidad de
que no tiene similitud alguna con
la anulabilidad, pues serviría para
atacar el incumplimiento de normas
convencionales, lo que por sí mismo
descarta que realmente se trate de
una hipótesis de anulabilidad; y
además todas las otras particularidades de esta no coinciden con las de
impugnación. Por lo tanto, no puede
haber ‘anulabilidad especial’ cuando
lo ‘especial’ signiica que todas son
diferencias, y que no tiene nada en
común con la normativa ‘general’ de
la anulabilidad” (Gonzales Barrón,
2004b, págs. 150-151). Finalmente,
se objeta la airmación que “cualquier
tercero sí puede impugnar los acuerdos viciados según las reglas generales de invalidez; entonces, ¿para
qué existe un régimen ‘especial’ que
supuestamente deja sin efecto el
régimen ‘general’, si inalmente este
sigue igualmente vigente? Es difícil
encontrar un mínimo de racionalidad
en toda esta artiiciosa construcción
teórica” (Gonzales Barrón, 2004b,
pág. 151). No obstante estas críticas,
la segunda y la tercera interpretación
coinciden en que las asambleas asociativas con irmas falsas son inexistentes (Ronquillo Pascual, 2014, pág.
147; y Gonzales Barrón, 2013, pág.
47; y 2014, pág. 50).
Según la tercera interpretación doctrinaria del artículo 92 del CC podemos deducir que tales actos colegiales asociativos serán nulos en
cualquiera de las causales siguientes:
(i) cuando haya ausencia de manifestación de voluntad; (ii) los referidos actos se hayan celebrado con
asociados incapaces absolutamente;
(iii) cuando su objeto sea imposible
físicamente o cuando su objeto sea
imposible jurídicamente o cuando
su objeto sea indeterminado; (iv)
cuando su in sea ilícito; (v) cuando
sea simulados absolutamente; y (vi)
cuando incumplan formalidades
prescritas bajo sanción de nulidad.
Asimismo, tales actos serán anulables si son celebrados con asociados incapaces relativamente; o con
algún vicio de la manifestación de la
voluntad (error, dolo o intimidación).
En esta tercera interpretación, dichas
ESPECIAL
causales de nulidad y de anulabilidad
se reducen o se subsumen a los casos
de violación de la ley o de violación
del estatuto.
Además, la tercera interpretación
doctrinaria del artículo 92 del CC
se basa en la normativa italiana de
las sociedades comerciales, la cual
es impertinente en un discurso sobre
asociaciones sin ines de lucro (Ronquillo Pascual, 2014, págs. 144-145)
y menos si se cita a una doctrina italiana (Prosperi, 1980, págs. 265-269)
que no aporta ningún argumento
propio (Ronquillo Pascual, 2014,
pág. 145).
En resumen, la primera interpretación doctrinaria del artículo 92 del
CC propugna la adaptación de las
nulidades a las “impugnaciones”; y
la tercera interpretación doctrinaria
deiende la tesis de la subsunción de
las causales de nulidad en las causales de anulabilidad referidas exclusivamente a las asambleas asociativas
contrarias a la ley y al estatuto. En
este punto hay una indudable conexión de signiicados porque ambas
interpretaciones eliminan la aplicación autónoma de las causales de
nulidad de los negocios jurídicos. En
otros términos, subsumen las causales de nulidad del negocio jurídico
en las causales de asambleas asociativas violadoras de la ley y del estatuto como si el artículo 92 del CC
tuviera un poder de absorción inimaginable en el mundo jurídico pero
imaginable en un sueño de fantasía.
El artículo 92 del CC sería la norma
2
3
general y el artículo 219 de CC sería
la norma especial porque ella es
absorbida por la norma general que
será la absorbente. Lo decimos con
el fundamento necesario cuando describamos la verdadera evolución de
la normativa de los actos colegiales
asociativos contrarios a la ley y al
estatuto en base a los Derechos Civiles de Italia y de Portugal.
En el presente estudio, se propone
una cuarta interpretación al artículo
92 del CC. Ella consiste en sostener
que hay una anulabilidad de los actos
de las asambleas asociativas con plazos de caducidad diferentes a los plazos de prescripción de las anulabilidades del negocio jurídico. Ello no es
incoherente sistemáticamente como
se demuestra de la codiicación civil
italiana y portuguesa. A mayor abundamiento, el numeral 4 del artículo
2212 del CC permite una anulabilidad diferente a las causales de incapacidad relativa de obrar, error, dolo
e intimidación o violencia moral.
La diversidad de plazos para ejercer
las acciones de anulabilidad sucede
igual en los Códigos Civiles de Italia
y de Portugal como lo explicaremos
más adelante. Un tipo de anulabilidad constituye cuando las asambleas
asociativas violan la ley y el estatuto
según el artículo 92 del CC. Dichas
violaciones son contrarias a normas
imperativas. En efecto, el CC establece en el artículo 13543 del CC que
los contratos no deben ser contrarios a normas imperativas sin establecer la sanción. Ello no sucede con
el artículo 92 del CC que en realidad
regula anulabilidades por contravenir normas imperativas (ley y estatuto). Esta aseveración se corrobora
en las experiencias jurídicas de Italia y de Portugal al sostenerse que
los actos de las asambleas asociativas son anulables por violar normas
imperativas (ley y estatuto). Evidentemente, serán nulos los actos
de las asambleas asociativas con
ines ilícitos consistentes en contravenir el orden público o las buenas
costumbres.
Para desarrollar la cuarta interpretación al artículo 92 del CC partiremos
que los actos de las asambleas asociativas son negocios jurídicos unilaterales colegiales: “Negocio unilateral,
en el sentido de negocio celebrado
por una parte sola (…), en virtud de
una única o idéntica legitimidad para
el negocio, es, ante todo, α) el negocio subjetivamente simple, o sea, el
negocio con un solo autor, de modo
que tal negocio no puede ser más que
unilateral, ya que aun si la declaración se dirige a un destinatario determinado (…) este no constituye parte
del negocio, puesto que no es llamado a concurrir con su consentimiento; β) el negocio subjetivamente
complejo, cuando la participación de
varias personas en un mismo negocio
se produce en virtud de una común e
igual legitimidad (…) para la tutela
de un mismo interés y, por tanto,
de modo que aquellas actúan desde
un mismo lado. Este segundo fenómeno tiene lugar en los actos colegiales en sentido amplio; es decir,
en los actos y negocios realizados
Artículo 221 del Código Civil peruano de 1984.El acto jurídico es anulable:
4. Cuando la ley lo declara anulable.
Artículo 1354 del Código Civil peruano de 1984.- Las partes pueden determinar libremente el contenido del contrato, siempre que no sea contrario a norma legal de carácter imperativo.
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
27
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
por varias personas en calidad, (a)
de componentes del mismo órgano,
o (b) de varios órganos colaboradores de una persona jurídica, o (c) de
simultáneamente investidos con la
representación de una persona; o (d)
en cualquier otra forma cooperadores en el ejercicio del interés de esta”
(Betti, 2002, pág. 303). También otra
doctrina italiana desarrolla la naturaleza jurídica de los actos de las asambleas asociativas: “El acto colegial
asociativo [delibera] es un acto de
un órgano colegial que se perfecciona con el concurso de la mayoría de las declaraciones paralelas”
(Bianca, 2002, pág. 369). De ahí que
es impropio decir “acuerdo colegial
asociativo”: “El acto colegial asociativo [delibera] no es un contrato, o
una convención que se perfecciona
con el acuerdo de las partes, sino es
por el contrario un negocio, esto es,
un acto de autonomía privada, al cual
se aplican las normas del contrato en
cuanto compatibles con su naturaleza” (Bianca, 2002, pág. 369).
En la codificación civil italiana
y portuguesa se utiliza la expresión “actos colegiales asociativos”
cuando se refieren los actos de la
asamblea general. Usaremos indistintamente las expresiones “negocios
jurídicos unilaterales colegiales” o
“actos colegiales asociativos”.
III.ANULABILIDAD O NULIDAD O
“IMPUGNABILIDAD” DE LOS
NEGOCIOS JURÍDICOS UNILATERALES COLEGIALES ASOCIATIVOS SEGÚN LA CODIFICACIÓN CIVIL ITALIANA Y
PORTUGUESA; Y SUS CORRESPONDIENTES DOCTRINAS
Una referencia obligada para desarrollar la acción que ostentan los asociados contra las decisiones de las
asambleas asociativas es la normativa y la doctrina de Italia. La norma
civil italiana dice textualmente lo
siguiente:
28
“Artículo 23 del Código civil
italiano de 1942. Anulabilidad
[annullamento] y suspensión de
los actos colegiales asociados
[deliberazioni].- Los actos colegiales asociativos [deliberazioni]
de la asamblea contrarios a la ley,
al acto constitutivo o al estatuto
pueden ser anulados [possono
essere annullate] a solicitud de
los órganos de la entidad, de cualquier asociado o del ministerio
público.
La anulabilidad [l’annullamento]
del acto colegial asociativo [deliberazione] no perjudica los derechos adquiridos de los terceros
de buena fe sobre la base de los
actos realizados en ejecución del
acto colegial asociativo [deliberazione] mismo.
El presidente del tribunal o el
juez instructor, oídos los administradores de la asociación,
puede suspender, a instancia de
quien ha propuesto la impugnación [l’impugnazione], la ejecución de acto colegial asociativo impugnado [deliberazione
impugnata], cuando existan graves motivos. El decreto de suspensión debe ser motivado y se
notiica a los administradores.
La ejecución de los actos colegiales asociativos [deliberazioni]
contrarios al orden público o a
las buenas costumbres puede suspenderse también por la autoridad gubernativa”.
Como lo ha sostenido acertadamente
la doctrina italiana, esta normativa
tiene un fundamento de control estatal a las asambleas asociativas: “La
segunda limitación a la capacidad
de las persona jurídica, derivada del
derecho objetivo, concierne al desarrollo general de la actividad del
ente. Se concreta en una injerencia
o control por parte del Estado sobre
la misma actividad, control variable cualitativa y cuantitativamente,
según la naturaleza y función de
varios entes y de los propósitos que
se preestablecen (…) La vigilancia
o control de legitimidad, de carácter general, está dirigida a asegurar la
conformidad de la actividad del ente
a las normas del derecho objetivo, y
comporta la facultad de anulabilidad
[annullamento] del acto ilegítimo del
sujeto bajo control. Tal sanción de
anulabilidad [dell’annullamento] se
admite en todo caso, incluso en el
silencio de la ley, como consecuencia inherente de la existencia misma
del control. A este respecto cualquier
duda se considerará eliminada, en
base al principio general regulado en
el art. 23 del Código Civil de 1942”
(Menotti De Francesco, 1965, pág.
1047). En concordancia con lo dicho
se dice con certeza: “El control judicial es necesario para la tutela de
los particulares asociados del ente
mismo y de los intereses generales”
(Trimarchi, 2003, pág. 78).
Ahora bien, cabe hacerse la siguiente
pregunta sobre los alcances de la
acción de anulabilidad contra los
actos colegiales asociativos frente
a las invalideces del contrato en el
Derecho Civil italiano: “Y debe preguntarse hasta qué punto la regulación establecida en materia de asociaciones deroga los principios
generales en materia de invalidez”
(Auricchio, 1958, pág. 908).
Un sector de la doctrina italiana se
basa en la subsunción de las invalideces del contrato en la anulabilidad de la norma citada (artículo 23
del Código Civil italiano de 1942)
con base en alguna jurisprudencia
italiana. Dicha posición se sustenta
en un postulado discutible que consiste en tutelar a las asambleas asociativas por ser soberanas de sus
ESPECIAL
decisiones: “Se ha afirmado que
como el art. 23 c.c. prevé solo hipótesis de anulabilidad [annullabilità]
y no de nulidad de los actos colegiales asociativos [delibere] debe considerarse que, con tal norma, el legislador haya convertido las causales
de nulidad en causas de anulabilidad
[annullabilità]: Cass., 17 de marzo
de 1975, n. 1018, en Giur. It. Mass.,
1975, 275; Cass., 17 de mayo de
1957, n. 1571, cit. También la doctrina prevalente es concordante en
considerar que la regulación para
aplicar a los actos colegiales asociativos [delibere] inválidos es la anulabilidad [annullabilità] (…) Deben
considerarse sujetos a la anulabilidad
[annullabilità] los actos colegiales
asociativos [delibere] que han violado las normas que regulan el procedimiento de la asamblea, aquellos
cuyo contenido resulte contrario a
normas imperativas, orden público
y buena costumbre (…) Los motivos que justiican la general previsión de anulabilidad deben probablemente buscarse en la concesión
de una más amplia soberanía de la
asamblea” (De Giorgi, 1988, pág. 7).
Y como el artículo 23 del Código
Civil de 1942 no regula un plazo para
el ejercicio de la acción de anulabilidad se recurre al plazo general de
la acción de la anulabilidad: “Por el
contrario, el art. 23 c.c. regulan algunas hipótesis según la cual el vicio
no se reiere a la formación del acto,
sino a su contenido. La regulación
de tales actos colegiales asociativos
[deliberazioni] corresponde en línea
máxima a la anulabilidad [annullabilità]: (…) la prescripción quinquenal
4
de la acción, y la posibilidad de conirmación por parte de misma asamblea” (Auricchio, 1958, pág. 909).
Tampoco dicha norma regula la nulidad en casos diferentes a la violación
de la ley, del acto constitutivo o del
estatuto por parte de negocios jurídicos unilaterales asociativos; y por
tal motivo se recurre a la doctrina de
la inexistencia: “Para encontrar hipótesis de actos colegiales asociativos
[delibere] nulos no se necesita referirse al art, 23 c.c., sino a aquellas
normas que regulan el iter formativo
de los actos colegiales asociativos
[delibere]. Será nulo el acto colegial
asociativo [deliberazione] cuando
falta la convocatoria de algunos de
los asociados, o cuando los participantes no alcanzan el número legal, o
el acto colegial asociativo [deliberazione] se formó con la mayoría simple y no con aquella caliicada requerida para el particular objeto. Estas
hipótesis no están explícitamente
reguladas en la ley, y por eso son
solucionadas según los principios
generales: la falta de correspondencia entre el abstracto acto legislativo
y el acto concreto que históricamente
se realiza determina la ineficacia
absoluta del acto colegial asociativo
[deliberazione], o mejor decir de su
inexistencia” (Auricchio, 1958, pág.
909). En concordancia con lo anterior: “A falta de una especíica previsión, la doctrina considera que debe
aplicarse la prescripción quinquenal, propia de la acción de la anulabilidad (...) Por el contario, la acción
debe considerarse imprescriptible en
la hipótesis de actos colegiales asociativos [delibere] inexistentes, para
usar el término elaborado en la teoría
del negocio, y luego a propósito de
los actos colegiales [delibere] de las
sociedades. Son tales los actos colegiales asociativos [delibere] adoptados por un órgano que sea imposible reconocer una asamblea, o con
un número insuficiente de votos o
aquellos cuya mayoría se formó con
la participación de personas extrañas” (De Giorgi, 1988, pág. 8).
¿Cómo queda la subsunción de las
invalideces?
Para ahondar en la contradicción de
esta doctrina italiana se confunde la
subsunción de las nulidades con el
control estatal de suspensión de los
actos colegiales asociativos: La “contrariedad a la ley, al orden público y
a la buena costumbre no pueden ser
consideradas como causal de nulidad,
como sucede en los contratos (art.
13434 c.c), sino especialmente como
causal de anulabilidad” (Auricchio,
1958, pág. 909). Esta airmación se
sostiene al considerar erróneamente
que una tutela estatal de suspensión sustituya al remedio de la nulidad: “Siempre en tutela del interés
público, la autoridad administrativa
está legitimada para dictar un proveimiento de suspensión de decisiones contrarias al orden público o a las
buenas costumbres (art. 23, inc. 4).
Y este es el único control público
previsto por la ley sobre la actuación
de los órganos de las asociaciones)”
(Bigliazzi Geri, Breccia, Busnelli y
Natoli, 1995, pág. 310).
Otra doctrina italiana opuesta a la
anterior diferencia con claridad los
casos de anulabilidad del artículo 23
Artículo 1343 del Código Civil italiano de 1942. Causa ilícita.- La causa es ilícita cuando es contraria a normas imperativas, al orden público
o a las buenas costumbres.
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
29
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
del Código Civil italiano de 1942, los
casos de las anulabilidades del contrato aplicables a los negocios jurídicos unilaterales por aplicación del
artículo 13245 y los casos de nulidades: Unos casos son anulables por la
norma mencionada: “Una particular
regulación de invalidez está previsto
en el código, el cual sanciona la anulabilidad [annullabilità] de los actos
colegiales asociativos [delibere] contrarios a la ley, al acto constitutivo
o al estatuto. La acción por anulabilidad [annullabilità] ante la autoridad judicial puede ser propuesta
por los órganos del ente, del Ministerio Público o de cualquier asociado”
(Bianca, 2002, pág. 369). Pero los
actos colegiales asociativos pueden
ser anulables: “El acto colegial asociativo [delibera] además podría ser
impugnado por vicios del consentimiento de los votantes quienes hayan
incurrido en error o hayan sido víctimas de dolo o violencia” (Bianca,
2002, pág. 369) y nulos: “La norma
no menciona sin embargo la contravención al orden público o a la
buena costumbre. En cuanto el acto
colegial asociativo [la delibera] es
un acto negocial debe considerarse
nulo si es contrario al orden público
o a la buena costumbre, en aplicación de un principio válido en general para los contratos y los negocios”
(Bianca, 2002, pág. 370).
En el mismo sentido de la doctrina
italiana inmediatamente citada, los
actos colegiales asociativos de la
asamblea que violan la ley, el acto
constitutivo o el estatuto son anulables: “se denomina en sentido técnico ‘anulabilidad’ [annullabilità],
es decir, en el sentido de los artículos
5
30
1441-46, es evidente que la disposición del primer párrafo del art. 23, en
el sentido que la anulabilidad [annullabilità] del acto colegial asociativo
[deliberazione], es el mismo modo
que la anulabilidad [annullabilità]
del contrato (art. 1445), ‘no perjudica los derechos adquiridos de los
terceros de buena fe sobre la base de
los actos realizados en ejecución del
acto colegial asociativo [deliberazione] mismo’. De ahí que la regulación para aplicar a los actos colegiales asociativos [deliberazioni]
inválidos es, en todos los aspectos, el
de la anulabilidad [annullabilità] del
contrato: regulación aplicable a los
actos colegiales asociativos [deliberazioni] de asamblea, que consisten
en la suma de pluralidades de actos
unilaterales, según el art. 1324. Ahí
está un fenómeno que es común a
los actos colegiales asociativos [deliberazioni] societarios (art. 2377):
según el cual la violación de toda
norma de ley, incluso la violación
de normas imperativas, comporta la
simple anulabilidad [annullabilità]
del acto colegial asociativo [deliberazione], en contraposición con el
principio general, codificado en el
art. 1418, de la nulidad del acto contrario a normas imperativas” (Galgano, 1999, pág. 654). Esto último
es muy importante porque la anulabilidad [annullabilità] es un remedio
cuando se violan normas imperativas
por autorización expresa de la ley:
“Esta regla fundamental está incluida
en el art. 1418, primer párrafo: ‘el
contrato es nulo cuando es contrario a normas imperativas, salvo que
la ley disponga lo contrario’” (Galgano, 1999, pág. 261). De ahí que
es coherente decir si los actos de las
asambleas asociativos tienen una
causa ilícita cuando ella es contraria
al orden público o a las buenas costumbres (Artículo 1343 del Código
Civil italiano de 1942), dichos actos
son nulos y no anulables.
Esta doctrina italiana admite la inclusión de casos que no están contemplados en el artículo 23 del Código
Civil italiano de 1942: “Hoy es
ampliamente utilizado el concepto
de inexistencia, más que para los
contratos, para aquellos actos unilaterales que son actos colegiales
[deliberazioni] de las asambleas: la
jurisprudencia considera inexistente,
en lugar de anulable por ser contrario a la ley (art. 2377), actos colegiales [deliberazioni] de las asambleas de las sociedades por acciones
adoptados solo por mayoría aparente
(como en el caso en que el acto colegial [deliberazione] de la asamblea
hayan participado, con voto determinante, personas extrañas a la
sociedad), o el acto colegial [deliberazione] adoptado sin la previa
convocatoria a todos los socios en
asamblea. En estos casos se considera ausente aquel mínimo de elementos que permite hablar de acto
colegial [deliberazione]; pero aquí
hay una razón especíica que explica
el amplio uso al concepto de inexistencia: si se hiciera valer la contrariedad de estos actos colegiales [deliberazioni] a las normas de ley sobre el
funcionamiento de la asamblea, ellos
serían simplemente anulables, por la
especial regla poco antes recordada,
con la consecuencia que, transcurrido el breve término para la anulabilidad, se convertirían inatacables”
Artículo 1324 del Código Civil italiano de 1942. Normas aplicables a los actos unilaterales.- Salvo disposición distinta de la ley, las normas
que regulan los contratos se observan, en cuanto fueren compatibles, en los actos unilaterales entre vivos que tengan contenido patrimonial.
ESPECIAL
(Galgano, 1999, pág. 266). Entonces,
la doctrina de la inexistencia cumple un rol fundamental para ampliar
su aplicación a los casos de anulabilidades de los actos de las asambleas asociativas contrarias a normas
imperativas: “Con los actos colegiales asociativos [deliberazioni] anulables [annullabili] no se confunden
con los inexistentes o del todo ineicaces, como las decisiones tomadas
en la hipótesis extrema y macroscópica en la cual sea imposible reconocer en el órgano deliberativo una
asamblea o aquellas viciadas por
defecto de legitimidad (por ejemplo, porque la asamblea no se constituyó regularmente). Los actos colegiales asociativos [deliberazioni] así
adoptados, siendo tales solo en apariencia, no tienen fuerza vinculante
y por lo tanto no están sujetos a la
anulabilidad [annullabilità]” (Perlingieri y Lisella, 1997, pág. 143).
Por consiguiente, la aplicabilidad de
la doctrina de la inexistencia en Italia demuestra que la subsunción de
las invalideces se desvanece y solo
opera como una simple aseveración
sin contenido.
En cuanto al plazo para la acción de
anulabilidad de los actos de las asambleas asociativas, hay plazos de anulabilidad para otro tipo de casos sin
alterar el instituto de la anulabilidad: “A esta regla [el plazo general para la acción de anulabilidad es
de cinco años] se establecen excepciones en las impugnaciones a los
actos colegiales [delibere] de la
copropiedad en general [comunione]
(art. 1109 c.c.), a los actos colegiales [delibere] de la copropiedad en
6
los ediicios [condominio] (art. 1137
c.c.), a los actos colegiales [delibere]
de las sociedades de capitales (…)
Para estos casos la ley utiliza en lugar
de la prescripción quinquenal por
el más breve plazo de treinta días”
(Franzoni, 2002, págs. 403-404). Esta
diversidad de plazos no quita coherencia a la anulabilidad en Italia.
Artículo 179. Protección de los
derechos de tercero.- La anulabilidad [anulação] de los actos colegiales asociativos [deliberações]
de la asamblea no perjudica los
derechos que el tercero de buena
fe hubiera adquirido en ejecución
de los actos colegiales asociativos
[deliberações] anulables.
Otra experiencia jurídica importante
es la que constituye el Derecho Civil
portugués. Su normativa se resume
en los siguientes articulados:
La normativa civil portuguesa de
la invalidez de los actos colegiales
asociativos [deliberações] tuvo una
inluencia en la solución del Código
de Sociedades Comerciales “para
permitir la consolidación de actos
colegiales [deliberações] y que no
sean rápidamente impugnados, de
modo de facilitar el giro comercial”
(Menezes Cordeiro, 2011, pág. 772).
No obstante ello, esta regulación no
comporta la eliminación de la aplicación de la normativa de las invalideces: “es evidente que un acto colegial
asociativo [deliberação] contrario a
ley expresa o de objeto imposible
nunca podría ser meramente anulable [anulável], bajo sanción de consolidarse con el transcurso del plazo;
otro tanto será obvio en lo que se
refiere a los actos colegiales asociativos [deliberações] contrarios
a las buenas costumbres o al orden
público. Admitimos, al lado de los
actos colegiales asociativos [deliberações] anulables, actos colegiales
asociativos [deliberações] verdaderamente nulos” (Menezes Cordeiro,
2011, pág. 773). Ello es coherente
en el Derecho Civil portugués que
autoriza a sancionar con anulabilidad a los negocios jurídicos unilaterales colegiales contrarios a normas
imperativas6. Pero ello no es óbice
Artículo 177. Actos colegiales
asociativos [deliberações] contrarios a la ley o a los estatutos.Los actos colegiales asociativos
[deliberações] de la asamblea
general contrarios a la ley o a los
estatutos, sea por su objeto, sea
por irregularidades producidas en
la convocatoria de los asociados o
en el funcionamiento de la asamblea, son anulables [anuláveis].
Artículo 178. Regulación de la
anulabilidad [anulabilidade]
1. La anulabilidad [anulabilidade] prevista en los artículos
anteriores puede ser formulada,
dentro del plazo de seis meses,
por el órgano de la administración o por cualquier asociado que
no haya votado en el acto colegial
asociativo [deliberação].
2. En el caso del asociado que
no fue convocado regularmente
para la reunión de la asamblea,
el plazo comienza a transcurrir
a partir del momento que tuvo
conocimiento del acto colegial
asociativo [deliberação].
Artículo 294 del Código Civil portugués de 1966. Negocios celebrados contra la ley.
Los negocios jurídicos celebrados contra disposición legal de carácter imperativo son nulos, salvo en los casos en que otra solución resulte de la ley.
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
31
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
de aplicar las nulidades: “De ahí
resulta que los actos colegiales asociativos [deliberações] física o legamente imposibles, contrarios a la
ley o indeterminados son nulos, tal
como son nulos los que contradigan
el orden público o que ofendan las
buenas costumbres. Los actos colegiales asociativos [deliberações]
que recaigan sobre materia que, por
naturaleza, escape a las decisiones
de las asambleas serán igualmente
nulos, por imposibilidad jurídica”
(Menezes Cordeiro, 2011, pág.
774). Y la protección de los terceros
7
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32
por las anulabilidades se subordina
al remedio de la nulidad: “En nombre de la conianza que las personas colectivas siempre deben suscitar a terceros, por eso defendemos
la aplicación del artículo 179 también en los casos de nulidad de los
actos colegiales asociativos [deliberações]. Sin embargo, tratándose
de situaciones claramente inviables, contrarias a la ley, al orden
público o a las buenas costumbres,
ningún tercero podrá pretender la
buena fe” (Menezes Cordeiro, 2011,
pág. 775).
Por último, el plazo para ejercitar la acción de anulabilidad contra los actos de las asambleas asociativas es diferente al plazo para
ejercitar la acción de anulabilidad
contra negocios jurídicos en general sin que constituya una incoherencia sistemática como lo sostiene
una doctrina portuguesa: “El régimen legal a la anulabilidad (contenido en los artículos 2857, 2878, 2889,
28910, 29011, 29112, 29213 y 29314 del
CC) determina que ella sea demandada apenas durante un periodo de
tiempo, correspondiente a un año,
Artículo 285 del Código Civil portugués de 1966. Disposición general.A falta de régimen especial, son aplicables a la nulidad y a la anulabilidad del negocio jurídico las disposiciones de los artículos siguientes.
Artículo 287 del Código Civil portugués de 1966. Anulabilidad.1. Solo tienen legitimidad para formular la anulabilidad las personas en cuyo interés la ley las establece, y solamente dentro del año subsiguiente
a la cesación del vicio que le sirve como fundamento.
2. Sin embargo, si el negocio no se hubiese cumplido, la anulabilidad puede ser formulada, sin dependencia del plazo, tanto por vía de la acción
como por vía de la excepción.
Artículo 288 del Código Civil portugués de 1966. Conirmación.1. La anulabilidad es sanable mediante la conirmación.
2. La conirmación compete a la persona a quien pertenece el derecho de anulación, y solamente es eicaz cuando fue posterior a la cesación del
vicio que sirve de fundamento a la anulabilidad y su autor tuvo conocimiento del vicio y del derecho a la anulación.
3. La conirmación puede ser expresa o tácita y no depende de una forma especial.
4. La conirmación tiene eicacia retroactiva, asimismo en relación al tercero.
Artículo 289 del Código Civil portugués de 1966. Efectos de la declaración de nulidad y de anulabilidad.1. Tanto la declaración de nulidad como la de anulabilidad del negocio tienen efecto retroactivo, debiendo ser restituido todo lo que ha sido prestado o, si la restitución en especie no fuera posible, en el valor correspondiente.
2. Si alguna de las partes enajenó gratuitamente la cosa que debe restituir, y no se puede hacer efectiva la restitución del valor de ella contra el
enajenante, el adquirente está obligado en lugar de él, pero solamente en la medida de su enriquecimiento.
3. Es aplicable en cualquiera de los casos previstos en los numerales anteriores, directamente o por analogía, lo dispuesto en los artículos 1269
[Las normas que se hacen mención están referidas a los efectos de la posesión] y siguientes.
Artículo 290 del Código Civil portugués de 1966. Momento de la restitución.Las obligaciones recíprocas de restitución que incumben a las partes por fuerza de la nulidad o de la anulabilidad del negocio deben ser cumplidas simultáneamente, siendo extensivas al caso, en la parte aplicable, a las normas relativas a la excepción de no cumplimiento del contrato.
Artículo 291 del Código Civil portugués de 1966. Inoponibilidad de la nulidad y de la anulabilidad.1. La declaración de nulidad o de anulabilidad del negocio jurídico respecto a bienes inmuebles, o a bienes muebles sujetos a inscripción, no perjudica los derechos adquiridos sobre los mismos bienes, a título oneroso, por el tercero de buena fe, si la inscripción de la adquisición fue anterior
a la inscripción de la acción de nulidad o de anulabilidad o a la inscripción del acuerdo entre las partes acerca de la invalidez del negocio.
2. Los derechos del tercero no son, todavía, reconocidos, si la acción fue formulada e inscrita dentro de los tres años posteriores a la celebración
del negocio.
3. Se considera de buena fe al tercero adquirente que en el momento de la adquisición desconocía, sin su culpa, el vicio del negocio nulo o
anulable.
Artículo 292 del Código Civil portugués de 1966. Reducción.La nulidad o anulación parcial no determina la invalidez de todo el negocio, salvo cuando se muestre que este no se habría celebrado sin la parte
viciada.
Artículo 293 del Código Civil portugués de 1966. Conversión.El negocio nulo o anulado puede convertirse en un negocio de tipo o contenido diferente, que contenga los requisitos esenciales de sustancia y de
forma, cuando el in perseguido por las partes permita suponer que ellas lo habrían querido, si hubiesen previsto la invalidez.
ESPECIAL
contado a partir del momento en que
ocurra el vicio que le sirve de fundamento (artículo 287, N° 1, CC),
aunque, si la ley lo establece, se
puede considerar un plazo diferente
– la anulabilidad de actos colegiales asociativos [deliberações] de las
asambleas generales de los asociados puede ser demandada dentro del
plazo de seis meses, por la organización de la administración o por cualquier interesado que no haya votado
en el acto colegial asociativo [deliberação] (artículo 178, n.° 1, CC). Después del transcurrido el plazo destinado a demandar la anulabilidad el
negocio jurídico se conirma y, para
el orden jurídico, pasa a ser irremediablemente válido” (Pinto Pereira,
2013, pág. 303).
Luego de haber descrito las experiencias jurídicas de Italia y de
Portugal analizaremos la codificación peruana y sus interpretaciones exegéticas para formular una
cuarta interpretación doctrinaria del
artículo 92 del CC.
IV. LA INEVITABLE E IMPRESCINDIBLE CUARTA INTERPRETACIÓN
DOCTRINARIA A LA DENOMINADA “IMPUGNACIÓN DE
ACUERDOS ASOCIATIVOS”
Frente a lo desarrollado por la codiicación civil; y las doctrinas de Italia y de Portugal queda un sinsabor al conocer los contenidos de las
15
16
tres interpretaciones doctrinarias al
artículo 92 del CC. De ahí que no
se puede evitar proponer una cuarta
interpretación. Esta inevitabilidad va
acompañada de un sentimiento de
obligatoriedad de proponerla frente
al peligro de que prospere el aniquilamiento de las aplicaciones de las
causales de las invalideces (las nulidades y las anulabilidades) por obra
y gracia del Quinto Pleno Casatorio
Civil (Casación Nº 3189-2012).
El Código Civil suizo de 1912 fue
el antecedente del Código Civil
peruano de 1936:
“Artículo 75 del Código Civil
suizo de 1907 15 .- Todo asociado tiene, por ley, el derecho
de demandar ante los tribunales
las decisiones contrarias a la ley
o a los estatutos que él no se haya
adherido en el plazo de un mes
desde que tuvo conocimiento”.
Pero hay que tener cuidado de no confundir dicha regulación con la impugnabilidad del Derecho Civil alemán.
La norma civil suiza no regula la
denominada “impugnabilidad” que
se ejerce extrajudicialmente: “Si bien
según el C.C. el negocio impugnable es provisionalmente válido, se le
considera como nulo desde su origen si el sujeto activo de la impugnación emite una declaración dirigida a hacerla valer (§ 142 ap. 116).
Por tanto, la impugnabilidad es, en
realidad, una nulidad pendiente
de la voluntad del titular del derecho de impugnación, unida a la
admisión de una validez provisional. 1. De este concepto resulta que
el negocio eicazmente impugnado
equivale al negocio nulo” (Enneccerus, 1981, pág. 754). En Alemania, la nulidad no requiere una acción
de nulidad: “Si el negocio nulo está
privado en absoluto de los efectos
que con él perseguían, la consecuencia natural de ello es que esa nulidad
se dé por sí misma, que para que se
dé no sea necesaria ni una declaración de las partes emitida al efecto,
ni una sentencia judicial. Es verdad
que con frecuencia sucede que el
juez, en vía procesal, declare nulo
un negocio, por ejemplo, desestima
por esa razón la demanda formulada
en reclamación, del cumplimiento
de un negocio ilegal o contrario a la
moral” (Oertmann, 1929, pág. 72).
Ello explica la siguiente airmación:
“No es menester una acción para
producir la nulidad. Esta resulta por
sí sola de la impugnación” (Enneccerus, 1981, pág. 755). En cambio, la
impugnación tiene algunas características importantes: (i) “La existencia de un derecho de impugnación.
Cuándo existe y a quién corresponde
lo determinan las disposiciones sobre
cada una de las causas de impugnación” (Enneccerus, 1981, pág. 756);
En suizo: “Tout sociétaire est autoricé de par la loi à attaquer en justice, dans le mois à compter du jour où il en a eu connaissance, le décisions
auxquelles il n`a pas adhéré et qui violent des dispositions légales ou statutaires”. En alemán: “Beschlüsse, die das Gesetz oder die Statuten verletzen, kann jedes Mitglied, das nicht zugestimmt hat, von Gesetzes wegen binnen Monatsfrist, nachdem es von ihnen Kenntnis erhalten hat, beim
Gericht anfechten”. En francés: Tout sociétaire est autorisé de par la loi à attaquer en justice, dans le mois à compter du jour où il en a eu connaissance, les décisions aux mois à compter du jour où il en a eu connaissance, les décisions aux tutaires. En Italiano: “Ogni socio ha, per legge, il
diritto di contestare davanti al giudice le risoluzioni contrarie alla legge od agli statuti ch’egli non abbia con consentite, entro un mese da quando
ne ha avuto conoscenza”.
§ 142 del Código Civil alemán de 1896. Eicacia de la impugnación
(1) Si es impugnado un negocio jurídico impugnable, se considera que es nulo desde el inicio.
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
33
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
(ii) “La declaración de impugnación
tiene que dirigirse a la parte contraria a la impugnación” (Enneccerus,
1981, pág. 757); y (iii) “La impugnabilidad queda excluida si el titular del derecho de impugnación ha
confirmado el negocio (§ 144 17).”
(Enneccerus, 1981, pág. 759). Entonces, se puede describir a la impugnabilidad en los siguientes términos:
“La impugnabilidad es una nulidad
pendiente de la voluntad de un participante determinado, unida a la
admisión de una validez provisional. En lugar de hacer pasar a primer plano la posibilidad de enervar
el negocio puede ponerse el acento
sobre su validez provisional. Según
esto es impugnable un negocio jurídico cuando en primer término ha
producido los efectos de un negocio
jurídico sin defecto, pero queda enervado a virtud de la declaración de
voluntad de un participante determinado (§ 142). Es impugnable el negocio jurídico provisionalmente válido,
pero que puede ser enervado a consecuencia de la declaración de un participante determinado. El derecho a
enervar se conigura como derecho
de formación (§ 14318)” (Lehmann,
2005, pág. 48).
En este sentido, la impugnabilidad
alemana es diferente a la anulabilidad aplicable al CC. El Código Civil
italiano de 1942 desarrolla la acción
de anulabilidad semejante al CC. Se
denomina anulable “el negocio que,
17
18
19
34
aun no careciendo de los elementos
esenciales del tipo y hasta originando
una nueva situación jurídica que
según el Derecho vincula tipo legal,
puede –tras la reacción de la parte
interesada– ser removido con fuerza
retroactiva como precepto, y considerado como si nunca hubiera existido. La nulidad, como actual carencia de efectos, surge aquí solo por
defecto de sentencia (constitutiva),
cuando un interesado tome la iniciativa de hacerla pronunciar por el juez,
como consecuencia de los vicios que
afectan al negocio. La anulabilidad
corresponde (…) a deiciencias del
negocio menos graves que las que
producen la nulidad, según una valoración contingente que la ley hace de
los intereses para proteger. En general, se puede decir que la anulabilidad se presenta cuando falte un presupuesto de validez, o bien, cuando
un elemento esencial del negocio se
halle simplemente viciado, mientras que se tiene nulidad solo cuando
un elemento del negocio está, precisamente ausente (…) La iniciativa
de demandar la anulabilidad representa el ejercicio de un poder para
que el negocio bilateral (art. 144119
del CC) solo está legitimado quien
es parte (…) del negocio e interesado
en él (…) Puede ser ejercitarse por el
medio procesal de la acción o por el
de la excepción, según que el interesado asuma la iniciativa del proceso
de anulabilidad, o bien, se encuentre en la necesidad de defenderse en
un procedimiento promovido para
hacer valer los efectos jurídicos del
negocio anulable. En todo caso, el
negocio produce en vía precaria
tales efectos hasta que la iniciativa
que pretenda anularlos haya alcanzado el éxito a través de una sentencia constitutiva. En cambio, si es llamado a constatar aquellos efectos, el
juez no puede señalar de oicio las
circunstancias de que la anulabilidad depende, aun si resultan de los
actos, sino en cuanto el interesado
(cuya iniciativa no puede suplir) proponga la excepción dirigida a hacerlas valer” (Betti, 2002, págs. 463464). La acción de anulabilidad es
diversa a la impugnabilidad alemana:
“El negocio anulable es un acto concreto de efecto opcional; ofrece al
legitimado un poder de elección
bien ilustrado por la norma escrita,
según hace un siglo medio de aclaraciones legales y doctorales. La elección, como comúnmente se enseña,
se efectúa de modo formalizado al
máximo, esto es, proponiendo una
demanda en un proceso (así en Italia; diversamente en Alemania)”
(Sacco, 2005, pág. 51). Así, la anulabilidad tiene las siguientes características: (i) “la prescriptibilidad de
la acción de anulabilidad (porque
no puede durar al ininito una situación de pendencia); la reserva de la
legitimación a la anulabilidad a un
círculo cerrado de interesados (porque se pensaba que la legitimidad puede competer a cualquier
§ 144 del Código Civil alemán de 1896. Conirmación del negocio jurídico anulable
(1) La impugnación queda excluida si el negocio jurídico impugnable es conirmado por el legitimado para la impugnación.
(2) La conirmación no requiere la misma forma exigida para el negocio jurídico.
§ 143 del Código Civil alemán de 1896. Eicacia de la impugnación
(1) La impugnación se realiza mediante declaración frente la parte contraria en la impugnación.
Artículo 1441 del Código Civil italiano de 1942. Legitimación.- La anulabilidad del contrato puede ser demandada solo por la parte en cuyo
interés aquella ha sido concedida por la ley.
La incapacidad del condenado en estado de interdicción legal puede ser hecha valer por cualquiera que tenga interés.
ESPECIAL
interesado solo si está en juego un
interés colectivo, y en tal caso la sanción será sobre todo la nulidad); la
conirmación del acto anulable (porque los legitimados pueden renunciar a la impugnativa)” (Sacco, 2004,
págs. 521-522); (ii) “La contraposición entre nulidad y anulabilidad
es la contraposición entre dos tratamientos jurídicos del negocio. La
nulidad comporta la improductividad automática y general de efectos.
Por el contrario, del acto anulable se
puede decir que produce precariamente sus efectos jurídicos típicos,
pero puede ser reducido en nulidad
de un hecho sucesivo (que normalmente será el pronunciamiento judicial precedido de la demanda del
legitimado). Así interviene, en la
idea misma de anulabilidad, el elemento de la provisoria eicacia del
negocio (y, en consecuencia, la naturaleza constitutiva del pronunciamiento judicial de la anulabilidad)”
(Sacco, 2004, pág. 522). En efecto,
“la anulabilidad protege intereses
más particulares (esencialmente el
interés a la salvaguarda de las condiciones subjetivas de la autonomía
privada, puesta en crisis por la condición subjetiva de uno de los contratantes)” (Roppo, 2009, pág. 697).
Por lo tanto, la anulabilidad es un
caso de invalidez que tiene sus propias características: “La anulabilidad es aquella forma de invalidez
que somete el contrato a la sanción
de la ineficacia por medio de una
declaración judicial. A diferencia del
contrato nulo, el contrato anulable
produce, provisionalmente, sus efectos, pero es susceptible de hacerse
ineicaz mediante una sentencia (de
anulación). La anulación se declara
por petición de la parte legitimada,
a la que le corresponde entonces la
decisión de mantener o no el contrato con vida. Está legitimada la
parte en cuyo interés se prevé la
“
En cambio, en los actos colegiales asociativos con firmas falsas
es un típico caso de ausencia de
una manifestación de voluntad
(por ser un negocio jurídico unilateral) y aquí sí cabe aplicar la
causal de nulidad expresamente
regulada (numeral 1 del artículo
219 del CC).
invalidez del contrato. La anulabilidad es, justamente, un remedio
judicial que tutela a la parte que por
incapacidad o vicio de la voluntad
no expresa consentimiento integral y
consciente. Otros casos de anulabilidad se prevén de manera especíica
(…) La anulabilidad es una forma
de invalidez que tutela, en general,
un interés particular, en el sentido
de que tutela el interés de la parte
que se encuentra en posición inferior,
debido a sus condiciones o a su situación individual. El interés general
que siempre subyace a las acciones
de invalidez se realiza en este caso
de manera apropiada, con la concesión al sujeto tutelado de un remedio personal, de modo tal de dejarle
a él mismo la decisión de mantener
o no el negocio. El contrato se hace
definitivamente eficaz luego de la
prescripción de la acción de anulación o luego de su convalidación”
(Bianca, 2007, págs. 662-663). En
resumen, la diferencia con la nulidad es clara: “Así, la sanción de la
anulabilidad indica una valoración
normativa de menor gravedad que la
nulidad, que hace que se vea como
oportuno depender la suerte del contrato de una apreciación discrecional
de quien detenta el interés lesionado”
(Bianca, 2007, pág. 666).
Ahora bien, el Código Civil peruano
de 1936 utilizó el término “impugnación”, pero indudablemente no en el
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
sentido del Derecho Civil alemán. El
texto decía lo siguiente:
“Artículo 58 del Código Civil
peruano de 1936.- Todo asociado tiene derecho de impugnar judicialmente las decisiones a que
no se haya adherido y que violen
las disposiciones legales o estatutarias”.
La doctrina nacional de la época
resaltó la función de control judicial de la norma citada: “El control judicial se hace aquí presente en
cuanto se permite a un asociado entablar acción ante el juez, para reclamar de la decisión que viole una disposición legal o estatutaria; es decir,
alguna de las normas que estructuran la existencia y el funcionamiento
de la institución. El conjunto de disposiciones legales y estatutarias forman el ordenamiento regulador a que
deben someterse los órganos de la
asociación, de modo que la infracción por aquellos es un desconocimiento al régimen jurídico predeterminado; por lo cual es menester
establecer una garantía que ampare
el mismo, restableciendo el ordenamiento quebrantado. El remedio propio es recurrir a la revisión judicial”
(León Barandiarán, 1991, pág. 249).
Lo interesante de esta doctrina es el
reconocimiento que la violación de
la ley o del estatuto constituyen violaciones a normas imperativas: “Por
la naturaleza de la salvaguarda establecida en el artículo 58, el mandato
de este es de jus cogens; cualquier
cláusula estatutaria que desconociera
el derecho en el asociado de que
ahora se trata, sería írrita. La interposición de la demanda judicial es
viable cuando se violan disposiciones legales o estatutarias, sea porque
la medida fué [sic] acordada sin que
se respetasen los procedimientos exigidos, sea porque ella contraría una
determinación substantiva sobre la
35
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
razón de ser y las actividades sociales. Así, por ejemplo, si se reforma el
estatuto sin el quórum necesario, o si
se cambia el in social, (...). El control judicial no es, pues, total: solo
se enfrenta a las decisiones infractorias de las disposiciones legales o
estatutarias. No cabe reclamar contra
una decisión que no atentando contra las mismas, se considere por el
asociado inconveniente; la intervención judicial es de mera casación. La
sentencia judicial si es que ampara el
reclamo del interesado, ordenará que
quede sin efecto la decisión asociacional, sin poder ordenar nada sobre
otra decisión que debe adoptarse en
substitución” (León Barandiarán,
1991, págs. 249-250).
Nótese que esta doctrina no elimina
la aplicación de las invalideces. También esta doctrina advierte la laguna
en cuanto al plazo para ejercer la
acción denominada “impugnación”:
“El numeral citado no ija un plazo
de caducidad para intentar la acción
judicial. Su modelo, el 75 del Código
suizo, contiene el de un mes desde
que el asociado adquirió conocimiento de la decisión. Habría sido de
desear, pues aparece como indispensable, señalar un plazo dies ad quem
breve a este respecto” (León Barandiarán, 1991, pág. 250).
La doctrina que inluyó en la redacción del artículo 92 del CC no desarrolló qué significa la acción de
impugnación y resalta el control
estatal de dicha norma: “El artículo
92 reconoce el derecho del asociado
de impugnar judicialmente los acuerdos que violen la ley o el estatuto. En
este sentido recoge la prescripción
del numeral 58 del Código Civil de
1936. No obstante, regula más extensamente el ejercicio del derecho y
establece, a in de no hacerlo ilusorio, que el procedimiento judicial
pertinente será el juicio de menor
cuantía.
36
Se trata de una norma que garantiza los derechos inherentes al asociado y le permite ejercer un control sobre las decisiones que adopten
tanto la asamblea general de asociados como el consejo directivo, facultándolo para actuar judicialmente
contra los acuerdos que sean contrarios a la ley o al estatuto. El segundo
apartado de la norma establece un
plazo de sesenta días, contados a partir de la fecha del acuerdo, para que
el asociado interponga la correspondiente acción judicial impugnatoria.
Por razones de seguridad en las relaciones jurídicas se ha considerado un
plazo prudencialmente breve. En el
tercer apartado se prescribe que si
el acuerdo es inscribible en el registro la impugnación ha de efectuarse
dentro de los treinta días siguientes
a la fecha en que la inscripción tuvo
lugar” (Fernández Sessarego, 1985,
págs. 194-195). Nótese que esta doctrina menciona a la seguridad como
fundamento de la brevedad del plazo
para las “impugnaciones”. Otra doctrina nacional cuestiona el fundamento del derecho de control por
parte de los asociados: “Sin embargo,
en nuestra opinión, se trata más
bien de la limitación del derecho de
acción de los asociados en el ámbito
de los acuerdos de la asociación, Así,
si no se hubiera regulado el derecho
de impugnación judicial de acuerdos en el artículo bajo comentario,
los asociados tendrían el derecho de
solicitar la declaración de invalidez
de los acuerdos de la persona jurídica
en virtud del derecho de acción que
ostentan, que permite a todo sujeto
de derecho acudir a los tribunales
pidiendo la solución a un conlicto
de intereses intersubjetivo o a una
incertidumbre jurídica. Dicho derecho de acción no se vería limitado
por los breves plazos para la impugnación de acuerdos que establece la
norma, ni se encontraría sujeto su
ejercicio a las exigencias formales
que en el artículo bajo comentario
se establecen” (Aldana, 2003, págs.
448-449). Esta doctrina nacional se
adhiere a la airmación de que solo
los terceros podrían ejercer la acción
de nulidad de los actos de las asambleas asociativas y dejando a los asociados desprovistos de este remedio: “Si se hubieran violado normas
imperativas, se trataría de acuerdos
nulos, conforme al artículo V del
Título Preliminar del Código Civil.
Al respecto, cabe preguntarse si la
nulidad podrá ser alegada por cualquier interesado, o por el Ministerio Público, o ser declarada de oicio por el juez, tal como lo dispone
el artículo 220 del Código al regular
la nulidad del acto jurídico. La respuesta dependerá del modo en que se
interprete el artículo 92: puede interpretarse que ha limitado la facultad
de cuestionar la validez de los acuerdos, de manera que únicamente los
asociados podrán impugnarlos. Contrariamente a ello, puede interpretarse que el artículo bajo comentario
ha regulado el modo en que los asociados pueden impugnar los acuerdos, pero el modo en que los terceros pueden hacerlo se regula por las
reglas generales de nulidad del acto
jurídico, interpretación que consideramos apropiada” (Aldana, 2003,
págs. 448-449). La incompatibilidad
de dicha airmación se constata en
las siguientes expresiones: “Ahora
bien, si los plazos han vencido, los
asociados no podrán impugnarlos
judicialmente, pero –en nuestra opinión–, ello no impedirá que terceros con intereses legítimos demanden la declaración de invalidez de los
acuerdos, resultando de aplicación
para los terceros los plazos generales
de anulabilidad y nulidad” (Aldana,
2003, pág. 452).
Un grupo de trabajo integrado por
profesores de Derecho coordinados
por el Centro de Investigación de la
ESPECIAL
Facultad de Derecho de la Universidad de Lima, propuso en 1992 dos
reformas legislativas al Código Civil
peruano de 1984 (Fernández Sessarego, 2009, pág. 683) y que luego
formó parte del Proyecto de Ley de
Enmiendas de 1997 aprobada por la
Comisión encargada de elaborarlo y
constituida mediante Ley N° 26394
(Fernández Sessarego, 2004, págs.
277-280):
“Artículo 92.- Procede impugnar los acuerdos de las asamblea
general que violen las disposiciones legales, el acto constitutivo
o el estatuto, o que lesionen, en
beneicio directo o indirecto de
uno o más asociados, los intereses sociales.
La demanda impugnatoria puede
ser presentada solo por los asociados que hubiesen dejado constancia en el acta de su oposición
al acuerdo, por los no concurrentes o por los que hubiesen sido
privados ilegítimamente de emitir su voto. La demanda será dirigida contra la asociación.
Artículo 93.- La demanda impugnatoria a que se reiere el artículo
92 debe presentarse dentro del
plazo no mayor de sesenta días
contados desde la fecha del
acuerdo o dentro de treinta días
a la fecha del asiento de inscripción, si dicho acuerdo es
inscribible.
Cualquier asociado puede intervenir en el proceso como tercero
coadyuvante de la demanda.
La impugnación se interpone,
en su caso, ante el juez civil del
domicilio de la asociación y se
tramita como proceso abreviado”.
También se ha hecho otra propuesta
legislativa (Cieza Mora, 2012,
pág. 251):
“Artículo 92.- Todo asociado
tiene derecho a impugnar judicialmente los acuerdos que violen las disposiciones legales o
estatutarias.
Las acciones impugnatorias (los
procesos de impugnación de
acuerdos) deben iniciarse en un
plazo no mayor de sesenta días
contados a partir de la fecha del
acuerdo en el caso de acuerdos no inscribibles. Pueden ser
interpuestas por los asistentes si
hubieran dejado constancia en
acta de su oposición al acuerdo
o de ser imposible si lo acredita mediante carta notarial
dirigida a la persona jurídica,
por los asociados no concurrentes y por los que hayan sido privados ilegítimamente de emitir
su voto.
Si el acuerdo es inscribible en el
registro, la impugnación puede
formularse dentro de los treinta
días siguientes a la fecha en que
la inscripción tuvo lugar. Sin
embargo, el acuerdo también
puede impugnarse desde el
momento que se adoptó.
Cualquier asociado puede intervenir en el juicio, a su costa para
defender la validez del acuerdo.
La impugnación se demanda ante
el Juez Civil del domicilio de la
asociación y se tramita como proceso abreviado”.
Dichas dos propuestas no aportan
nada a la discusión de fondo la cual
es qué signiica la “acción de impugnación” y cómo se ejercer. Por eso,
proponemos interpretar la acción del
artículo 92 del CC como una acción
de anulabilidad de los actos colegiales asociativos contrarios a la ley y al
contenido del estatuto.
Veamos algunos ejemplos.
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
Los actos colegiales asociativos son
anulables por ser contrarios a normas
imperativas cuando incurran en las
siguientes causales: (i) los libros de
la asociación no cumplen el contenido determinado por la ley (artículo
83 del CC); (ii) cuando algún órgano
de la asociación le sustrae a la asamblea general la competencia de ser
órgano supremo de la asociación
(artículo 84 del CC); (iii) cuando la
convocatoria a la asamblea general
no cumple requisitos indicado por la
ley (artículo 85 del CC); (iv) cuando
la asamblea general omite decidir sobre asuntos establecidos obligatoriamente por la ley (artículo 86
del CC); (v) cuando la asamblea
general de la asociación no respeta
el quórum ni la representación de
los asociados (artículo 87 del CC);
(vi) cuando se otorga a un asociado
el derecho a más de un voto (artículo
88 del CC); (vii) cuando no se cumple el procedimiento para la disolución por liquidación (artículo 95 del
CC); y (viii) cuando no se cumple el
procedimiento del destino del haber
neto resultante (artículo 96 del CC).
Y habrán actos colegiales asociativos
anuables por ser contrarios al contenido del estatuto cuando incurran en
las siguientes causales: (i) no se toma
en cuenta la denominación o la duración o el domicilio de la asociación
(Numeral 1 del artículo 82 del CC.);
(ii) no se consideran los ines de la
asociación (Numeral 2 del artículo
82 del CC.); (iii) no se toma en cuenta
los bienes que integran el patrimonio
social (Numeral 3 del artículo 82 del
CC.); (iv) no se respeta la constitución y el funcionamiento de la asamblea general de asociados, consejo
directivo y demás órganos de la asociación (Numeral 4 del artículo 82
del CC.); (v) se vulneran las condiciones para la admisión, renuncia y exclusión de sus miembros
(Numeral 5 del artículo 82 del CC.);
37
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
(vi) se restringen los derechos y se
amplían los deberes de los asociados ya preestablecidos en el estatuto (Numeral 6 del artículo 82 del
CC.); (vii) se omite el cumplimiento
de los requisitos para la modificación del estatuto (Numeral 7 del
artículo 82 del CC.); (viii) se dejan
de lado las normas para la disolución
y la liquidación de la asociación; y
las relativas al destino inal de sus
bienes (Numeral 8 del artículo 82
del CC.); y (ix) no se cumplen los
demás pactos y condiciones que se
establezcan (Numeral 9 del artículo
82 del CC.); y (x). cuando se apruebe
la continuidad del funcionamiento
de la asociación a pesar que ella ya
no puede funcionar según su estatuto
(artículo 94 del CC).
Aquí es relevante defender la doctrina del negocio jurídico como
fuente de normas jurídicas: “Si el
privado no fuera dotado de autoridad
normativa, ni siquiera podría ser destinatario de las normas que regulan
la producción, así el legislador estaría impedido a priori de la tarea de
incidir sobre este aspecto y guiar de
tal modo la actividad de los privados.
Solo admitiendo una fuerza causal
del privado sobre el negocio al legislador puede precisamente “regular
la fase de producción” y perseguir
mediatamente las especíicas inalidades. La fuerza causal del privado
sobre la regla negocial, no constituye
por ello un postulado dogmático, ni
una exigencia ideológica, sino un
principio de racionalidad y de oportunidad, porque solo sobre tal presupuesto el ordenamiento pude interferir sobre la actividad de producción
de normas privadas” (Ugas, 2002,
pág. 258). En tal sentido, la validez
de los negocios jurídicos implica el
modo de los privados de crear ellos
mismos sus normas y la invalidez de
los negocios jurídicos comporta el
modo que el ordenamiento jurídico
38
valora y califica las normas creadas por particulares. De ahí que para
aplicar la impugnación de “los acuerdos contrarios al estatuto” (Gonzales Barrón, 2013, pág. 52) no es que
los asociados incumplieron el deber
de lealtad frente a la asociación sino
por el contrario la asociación como
persona jurídica no lucrativa incumplió dicho deber al violar las normas estatutarias. Ello no debe sorprender por la siguiente aseveración:
“La verdad es que las normas sobre
la invalidez negocial, regulan no un
hecho (jurídico) sino la producción
de una norma y excluyen la existencia de una norma jurídica (no de un
hecho jurídico, esta última operación
totalmente inútil)” (Ugas, 2002, pág.
297). El negocio jurídico no se limita
a crear relaciones jurídicas como se
sostiene comúnmente: “Por tanto, el
sistema jurídico reconoce el poder de
los individuos para crear relaciones
jurídicas sobre la base de su voluntad, pero en concordancia con el bien
común que se expresa en las reglas
de competencia” (Gonzales Barrón,
2013, pág. 44). El negocio jurídico
también es creador de normas jurídicas privadas. Este concepto de
negocio como fuente de producción
de normas jurídicas individuales se
entiende mejor si se deine la autonomía privada como competencia normativa: “La expresión competencia
para la conformación de las relaciones jurídico privadas equivale a la
competencia para la conformación
de normas jurídicas individuales:
cuando las normas jurídicas generales admiten y reconocen un determinado tipo de negocio jurídico,
atribuye a los sujetos de derecho privado la competencia para crear normas jurídicas individuales para que
se den ellos mismos su propia ley.
Como la autonomía privada es una
competencia para la conformación
de normas jurídicas individuales, se
analiza en dos aspectos: en la libertad de crear normas jurídicas y en la
obligatoriedad de las normas jurídicas creadas” (Pinto Oliveira, 2011,
pág. 150).
Entonces, el legitimado para ejercer
la acción de anulabilidad del artículo
92 del CC es el asociado que no votó
o que votó en contra del acto colegial asociativo y dejó contancia de
tal hecho. Los asociados que votaron
en contra del acto colegial asociativo pero no dejaron constancia de tal
hecho no pueden ejercer dicha acción
porque su comportamiento caliica de
conirmación tácita según el artículo
231 del CC: Hay conirmación tácita
si se cumplen tres requisitos: “comportamientos que con toda probabilidad, revelan la intención de consolidar el negocio; cuando el interesado
prescinda de invocar anulabilidades;
cuando se produzca un comportamiento concluyente, con ese contenido” (Menezes Cordeiro, 2014, pág.
961). Por otro lado, es erróneo decir
que “el asociado que estaba presente
en la asamblea y haya expresado su
voto favorable es como consecuencia del deber de coherencia de la conducta individual, que la doctrina más
antigua lo resumía en la prohibición
del venire contra factum propium, y
que haya positivo fundamento en la
general normativa de lealtad [correttezza] y buena fe” (De Giorgi, 1988,
pág. 8). Es equivocada esta aseveración porque si un asociado votó
favorablemente habrá habido una
confirmación expresa con su conducta. Tampoco los terceros podrán
pedir la anulabilidad porque dicha
acción solo corresponde a los perjudicados de dicha asamblea asociativa
por tener intereses individuales coligados al funcionamiento de la asociación. No hay duda que dichos perjudicados son solo los asociados.
ESPECIAL
En consecuencia, los votantes a
favor, los votantes que votaron contra del acto colegial asociativo pero
no dejaron constancia de tal hecho;
y los terceros quedan excluidos de
ejercer la acción de anulabilidad. Los
asociados tienen la acción de anulabilidad por su situación de perjudicado menos el asociado que conirmó tácitamente.
V. PALABRAS FINALES
El análisis económico de las instituciones jurídicas constituye el presupuesto para la invocación de la
seguridad y de la predictibilidad para
sustentar la primera interpretación
doctrinaria del artículo 92 del CC.
Ya una doctrina civilista con sustento
dogmático nos advertía lo siguiente:
“La economía tiene sus leyes, pero,
como ocurre también con las leyes
físicas, el derecho, si bien no tiene
el poder para anular su fuerza vinculante, sí tiene la capacidad de gobernar la conducta de las personas, para
evitar que se realicen las causas económicas nocivas o para remediar los
efectos económicos dañosos” (Falzea, 2010, pág. 413). ¿Se puede
dudar que inaplicar las causales de
invalideces de los negocios jurídicos no generará efectos económicos
dañosos? Las expresiones de esta
doctrina civilista con gran inluencia dogmática se complementan con
otras relexiones profundas formuladas por una doctrina atenta a la
defensa de la autonomía de la ciencia jurídica frente a la ciencia económica: “No se repite suicientemente
que la ciencia jurídica es ciencia
antropológica, ciencia del hombre,
de sus acciones. Sobre esta dimensión genérica puede ser abordaba
la ciencia económica. Es innegable la existencia de “correspondencias” entre la experiencia económica
y la experiencia jurídica, las cuales sin embargo no compromete la
autonomía de las relativas ciencias.
En efecto, hay una clara diversidad
entre los planos de aquellas experiencias que da lugar a fundamentales diversidades de exigencias, las
cuales inluyen decididamente sobre
la constitución del objeto de las dos
ciencias, y por lo tanto también sobre
el método y sobre la técnica. La ciencia económica considera al hombre
como individuo, sus “necesidades” y
sus correlativos “comportamientos”;
la ciencia jurídica considera al hombre como elemento de una colectividad, el hombre en sociedad, en las
relaciones con otros hombres: pero el
hombre “social” (por así llamarlo) no
es cualquier cosa diverso del homo
economicus, al contrario este mismo
homo economicus se le ve, más concretamente, en las relaciones con
sus simulares, integrado en aquella
condición social, que es la normal,
en lugar de la natural condición
humana. En consecuencia, la ciencia jurídica no considera el comportamiento del hombre en orden a las
propias necesidades, sino la acción
en sus relejos hacia los otros hombres y de la colectividad, las acciones
de los hombres y sus interferencias,
así como la fundamental exigencia
de coordinar tales acciones y de eliminar los posibles conlictos.
Acciones y comportamientos humanos son manifestaciones concretos
de la voluntad tendiente a un in.
Y este es un dato común a la experiencia económica y a la experiencia jurídica, en lugar del dato que
caracteriza el hombre social como un
hombre económico. En cuanto sujeto
del mundo económico, el hombre actúa para satisfacer sus propias necesidades; en cuanto sujeto
del mundo jurídico, para realizar sus
propios intereses. Aquí se encuentra el fenómeno de la cooperación
recíproca o común, y el fenómeno
de la competencia o del conlicto,
que constituyen la razón práctica
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
la cual está ligada la génesis y la
función del derecho. La acción del
hombre correlativa a aquella del otro
hombre requiere espontáneamente
una regla, una regulación, necesarias: a) para que la sociedad se mantenga y no perezca (la regla jurídica “quae servata servat societatem
corrupta corrumpit”); b) para que la
sociedad se refuerce y se desarrolle”
(Pugliatti, 2011, págs. 904-905). Por
todo ello discrepamos abiertamente
que el análisis económico del derecho “es importante en nuestra formación humanística y jurídica” (Cieza
Mora, 2013a, págs. 86). Al contrario,
el análisis económico del derecho
subordina la experiencia jurídica a la
experiencia económica y logra indirectamente que la ciencia económica
avasalle a la ciencia jurídica y la deje
sin contenido. Se usan como puros
pretextos secundarios a los principios, a las normas, a los conceptos
y a los institutos jurídicos pero ellos
siempre deben leerse y aplicarse en
dependencia de los postulados del
análisis económico del derecho. La
elaboración de construcciones jurídicas duró miles de años para usarlas al servicio del ser humano en
experiencias jurídicas concretas. Sin
embargo, el análisis económico del
derecho las deja de lado por postulados económicos que no admiten
intervención alguna de la ciencia
jurídica. Al contrario y felizmente,
la ciencia jurídica tiene su autonomía inquebrantable porque no solo
sus postulados han sido construidos
y aplicados por diferentes experiencias jurídicas, sino además porque
ellos se basan en valores jurídicos
inexistentes en la ciencia económica.
Tampoco el principio de la especialidad es un criterio de aplicación para
inaplicar la normativa de las invalideces del negocio jurídico según la
primera interpretación doctrinaria
del artículo 92 del CC: “Por ello no
se ha podido consolidar, en general,
39
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
respecto al criterio de especialidad,
regla interpretativa alguna. Puede
quizás observarse que el principio de
especialidad incluye el principio de
conservación de los textos. Esto es
así, dado que cuando más se expanden los significados del enunciado
“general” y del “especial”, tanto más
se expande el área de la incompatibilidad: y en esta área, la norma que
constituye el significado del enunciado “especial” prevalece, pero sin
perjudicar ni mínimamente al documento de la norma general” (Tarello, 2013, págs. 152-153). Si uno se
adhiriera a la primera interpretación
doctrinaria del artículo 92 del CC llegaríamos a la conclusión que dicha
norma especial prevalecería sobre la
normativa general de las invalideces del negocio jurídico del CC: “La
norma especial está jerárquicamente
supra ordenada a la general. En este
caso, el criterio de especialidad debe
sonar así: la norma especial deroga
a la norma general a ella subordinada, sin provocar su invalidez (si
la norma general fuese sin más inválida, entonces estaría operando el
criterio jerárquico y no el criterio de
especialidad). Ahora bien, no existe
ninguna duda de que la norma especial supraordenada “prevalece” sobre
la general subordinada; esto es, que
la norma especial debe ser aplicada
(cuando concurran, se entiende, los
presupuestos para ello), y la norma
general desaplicada. Debe notarse,
no obstante, que la norma especial, en este caso, prevalece sobre la
general no en cuanto especial, sino
en cuanto jerárquicamente superior” (Guastini, 2010, pág. 79). De
esta manera, la primera interpretación doctrinaria del artículo 92 del
CC en el fondo propone que la norma
en mención es jerárquicamente superior al artículo 219 del CC que
regula la nulidad del negocio jurídico. Ello es inaceptable. Entonces,
¿cómo sería viable utilizar el criterio
40
de especialidad para darle autonomía interpretativa al artículo 92 del
CC? No hay duda que mediante el
uso de las siguientes premisas: “Es
bastante dudoso, en cambio, que la
norma general deba considerarse no
ya inválida, sino simplemente derogada, y quedaría todavía válida (y,
por tanto, aplicable cuando no concurran los presupuestos para aplicar la norma especial). Este es un
problema de interpretación; en particular, es uno de esos problemas
que pueden resolverse solamente
haciendo uso de la interpretación llamada sistemática. En línea máxima,
la norma general debería considerarse sin más inválida; por lo menos,
siempre que pueda argumentarse con
persuasión que la norma especial no
tiene carácter “excepcional”, pero
que expresa un principio de derecho, de tal forma que arrolla a cualquier norma en contraste con ella.
La norma especial está jerárquicamente subordinada a la general. En
este caso, el criterio de especialidad debería sonar así: la norma especial no deviene inválida por la norma
general superior, sino que constituye
una derogación a ella (restringe su
campo de aplicación). En esta versión, el criterio de especialidad no
tiene ningún fundamento” (Guastini, 2010, págs. 79-80). Si seguimos
dichas premisas, los valores jurídicos
del artículo 92 del CC deben prevalecer a los valores jurídicos del artículo
219 del CC; y a la larga comportaría
derogarla tácitamente. Dicha airmación no solo es absurda sino impracticable y carente de fundamento.
Entonces, el artículo 92 del CC
regula la pretensión de anulabilidad de los actos colegiales asociativos contrarios a la ley y al contenido del estatuto. Aquí seguimos
a una doctrina basada en la Teoría
General del Derecho: “La formulación de una norma es un banal acto
de lenguaje; en consecuencia es un
hecho que tiene lugar en el tiempo
y en el espacio, como tal susceptible
de observación empírica. Un hecho
de este tipo es condición necesaria y suiciente para que una norma
“tenga vida [prenda vita]”, adquiera
existencia: adquirir la disposición de
interactuar causalmente con otros
componentes del mundo, como por
ejemplo sus destinatarios de carne y
hueso. En resumen, “Existe la norma
N” signiica “Alguno ha formulado
N”” (Guastini, 2013. pág. 147). Ello
es así porque cabe distinguir “entre
normas-enunciados (enunciados normativos, formulaciones normativas)
y normas-signiicados (normas propiamente dichas). Por ello, el análisis
debe desarrollarse en dos etapas: la
existencia de enunciados normativos
y la existencia de normas, respectivamente” (Guastini, 2013. pág. 146).
Así por ejemplo apliquemos lo dicho
al primer párrafo del artículo 92 del
CC. La norma-enunciado dice textualmente: “Todo asociado tiene el
derecho a impugnar judicialmente
los acuerdos que violen las disposiciones legales o estatutarias”.
La cuarta interpretación (la normasignificado sugerida) del primer
párrafo del artículo 92 del CC señala
lo siguiente: “Todo asociado tiene el
derecho de ejercer la acción de anulabilidad de los acuerdos que violen las disposiciones legales o estatutarias”. La cuarta interpretación
del artículo 92 del CC se sustenta
en una interpretación correctora: “la
interpretación correctora se presenta
obviamente como desviación del significado “propio” de las palabras
(y eventualmente, como “corrección” de la voluntad legislativa, si se
asume que el legislador siempre dice
exactamente lo que pretende decir y
que, por ello, la interpretación literal
es la más respetuosa con la intención
del legislador). Pero, si en cambio
ESPECIAL
se piensa que no existe en absoluto
algo que sea el signiicado propio de
las palabras, es necesario buscar una
noción de interpretación correctora
que sea más aceptable (aunque sea
menos precisa). Diremos entonces
que es correctora toda interpretación
que no atribuya a un texto normativo el signiicado literal más inmediato sino un significado distinto”
(Guastini, 1999, pág. 217). Adicionalmente, la cuarta interpretación del
artículo 92 del CC utiliza una técnica
de la interpretación correctora que
es la interpretación sistemática: “A
grandes rasgos, se llama sistemática
a toda interpretación que pretenda
obtener el signiicado de una disposición a partir de su ubicación en el
‘sistema’ del derecho: algunas veces,
en el sistema jurídico en su conjunto;
más frecuentemente, en un subsistema del sistema jurídico, esto es,
en el conjunto de las disposiciones
que regulan una determinada materia o una determinada institución. El
sistema jurídico y los subsistemas
que lo componen son generalmente
concebidos como conjuntos de normas coherentes (sin contradicciones o antinomias) y completos (sin
lagunas). En la práctica, se realiza
una interpretación sistemática cada
vez que, para decidir el signiicado
de una disposición, no se observa la
propia disposición de forma aislada
sino el contexto en el que está ubicada. Ese contexto puede ser más o
menos amplio: los otros párrafos de
un mismo artículo, los otros artículos de una misma ley, hasta llegar
a la totalidad de las disposiciones
que componen un ordenamiento jurídico” (Guastini, 1999, págs. 227228). El artículo 92 del CC no puede
interpretarse aisladamente de la normativa de las invalideces del negocio
jurídico del CC.
Volviendo a la pregunta formulada
al inicio si los casos de falsiicación
de irmas y del incumplimiento del
requisito del lugar de la convocatoria son casos de asambleas asociativas contrarias a disposiciones legales
según el artículo 92 del CC. En general, los casos de las casaciones mencionadas no están contemplados en
el artículo 92 del CC.
Así, la respuesta la dividiremos en
dos partes.
Una primera respuesta es que la falsificación de firmas es un caso de
asambleas asociativas nulas por falta
de manifestación de voluntad (numeral 1 del artículo 219 del CC). No
es necesario acudir a la doctrina de
la inexistencia en este caso. Por eso
discrepamos de las siguientes aseveraciones: “En puridad, la falsiicación de actas, de irmas o de declaraciones juradas ni siquiera debe ser
atacada con el remedio de nulidad,
sino con el de inexistencia del negocio jurídico, por lo que el plazo de
reacción es indefinido, sin caducidad ni prescripción extintiva” (Gonzales Barrón, 2013, pág. 47; y 2014,
pág. 50). Justamente la norma en
mención se refiere a los negocios
jurídicos unilaterales como son
los actos colegiales asociativos sin
que dicha normativa excluya otros
casos como por ejemplo la violencia física impuesta a una declaración de voluntad. En el derecho italiano, un contrato con irmas falsas
es nulo porque se regula expresamente la causal de nulidad de ausencia de acuerdo20: “En las nulidades
estructurales existe una apariencia
de declaración contractual referida
a la parte (aunque una indagación
que vaya más allá de la apariencia
muestra que en realidad no existe
una declaración referida a la parte):
piénsese en el contrato con firma
falsa” (Roppo, 2009, pág. 696). El
CC no regula la ausencia del acuerdo
como causal de nulidad. Al contrario, la ausencia del acuerdo es inexistente según el artículo 1359 del CC.
Una doctrina nacional explica acertadamente lo señalado: “Si el negocio adolece de falta de manifestación
de voluntad o formalidad obligatoria,
será nulo. En cambio, si el acto de
autonomía privada adolece de partes, objeto o causa deberá ser considerado inexistente. El remedio apenas aludido también será aplicable a
los escenarios de falta de acuerdo, en
el ámbito de los contratos, por aplicación del artículo 1359 del Código
Civil peruano. Esta coniguración de
inexistencia permite al intérprete llenar lagunas legislativas en el tema de
invalidez de los negocios” (Vásquez
Rebaza, 2012, pág. 187). En cambio,
en los actos colegiales asociativos
con irmas falsas es un típico caso
de ausencia de una manifestación de
voluntad (por ser un negocio jurídico unilateral) y aquí sí cabe aplicar
la causal de nulidad expresamente
(20) Código Civil italiano de 1942
Artículo 1325. Indicación de los requisitos.- Los requisitos del contrato son:
1) El acuerdo de las partes.
Segundo párrafo del Artículo 1418. Causas de la nulidad del contrato.Producen la nulidad del contrato, la falta de alguno de los requisitos indicados por el artículo 1325 (…).
DIÁLOGO CON LA JURISPRUDENCIA Nº 190
41
I MPUGNACIÓN Y NULIDAD DE ACUERDOS ASOCIATIVOS: VÍAS Y PLAZOS APLICABLES
regulada (numeral 1 del artículo 219
del CC). La inexistencia es impertinente invocarla para actos colegiales
asociativos con irmas falsas.
La segunda respuesta es que incumplimiento del requisito del lugar de
la convocatoria la convierte en indeterminada y en este caso cabe aplicar la indeterminación del objeto
como causal de nulidad (numeral 3
del artículo 219 del CC).
En conclusión, ambas casaciones
comentadas no aplicaron adecuadamente las normas jurídicas a los
casos propuestos porque sus argumentos solo se sustentaron en el
principio de especialidad del artículo
92 del CC (Fundamento Doce de
la Casación N° 2978-2011-Lima
y Fundamento Tercero de la Casación N° 3867-2010-Lima). Entonces, dicha argumentación denota
una motivación insuiciente que vulnera el derecho constitucional del
debido proceso al inaplicar inconstitucionalmente las causales de nulidad del negocio jurídico (numerales 1 y 3 del artículo 219 del CC).
De esta manera, dichas casaciones
requieren con urgencia una revisión
ante los Tribunales Constitucionales
de Justicia.
Como corolario es importante señalar que las doctrinas deben basarse
en perspectivas teleológicas. Así lo
explica una gran doctrina civilista
dogmática que nos enseña cómo tener
tales perspectivas: “nos parece que
la experiencia jurídica, constituida
por el mismo desarrollo de la acción
humana de la praxis en su esencia y
en la concreta realización, no debe
concebirse divorciada del momento
teleológico; y correlativamente, no
se puede hablar de una ciencia jurídica que excluya de la propia investigación el aspecto teleológico de los
fenómenos jurídicos. No se trata de
la elección de un punto de vista, ni el
42
seguimiento de particulares teorías,
sino de la adhesión al dato objetivo
del peculiar campo de la experiencia
que constituye el objeto de nuestra
ciencia: es decir, una exigencia a la
que consideramos que debemos vincularnos necesariamente” (Pugliatti,
2011, págs. 907-908). Por ello, nos
parece muy generosa la caliicación
de “dogmática” a la primera interpretación doctrinaria del artículo 92 del
CC: Para aquella doctrina considera
que “la impugnación es la única vía
por la cual se pueden cuestionar los
defectos de cualquier tipo que sufran
los acuerdos colectivos, incluso los
vicios de nulidad o anulabilidad del
acto jurídico, por tanto, la invalidez queda subsumida en la impugnación. De esta forma, el artículo 92
es un remedio especial, en el sentido que mantiene el mismo régimen
de invalidez negocial, pero con algunas particularidades. En lo sucesivo,
la llamaremos ‘tesis dogmática’”
(Gonzales Barrón, 2013, pág. 36; y
2014a, pág. 50). Nada más contraria a la dogmática es la primera interpretación doctrinaria del artículo 92
del CC porque deja de lado los valores jurídicos de las invalideces del
negocio jurídico. En cambio, la dogmática tiene necesariamente sustento axiológico: “la tarea del pensamiento teleológico no es, en cuanto
interesa en tal contexto, aquella de
hallar una reglamentación de cualquier modo “justa” a priori en sus
contenidos –por ejemplo, en el sentido del derecho natural o de la doctrina del “derecho justo”– sino solamente aquella de considerar en sus
extremas consecuencias una valoración (primaria) que forma parte de
su ser, aplicarla a casos comparables,
eliminar contradicciones con otras
valoraciones ya existentes; y prevenir las antinomias cuando se invocan
nuevas valoraciones” (Canaris, 2009,
pág. 49). El artículo 92 del CC tutela
a los asociados como sujetos del
intereses personales contra los intereses impersonales de la asociación
que “es un sujeto jurídico diverso del
individuo humano” (Basile y Falzea,
1983, pág. 265). De este modo, la
asociación como “centro de intereses impersonales” (Basile y Falzea,
1983, pág. 275) puede ser demandada por anulabilidad por sus actos
colegiales asociativos cuando afecten los intereses de los asociados
conforme el artículo 92 del CC. Los
asociados no son los demandados
según dicha normativa por parte de
la asociación. Pero ello no es obstáculo que el asociado demande a la
asociación por nulidad o por anulabilidad según las normas generales
del negocio jurídico del CC. Dicha
normativa se fundamenta en la protección de valores jurídicos completamente alejados de los intereses
impersonales de la asociación. Tampoco los terceros con interés están
impedidos demandar la nulidad por
los actos colegiales asociativos.
La teoría del negocio jurídico es una
conquista de la ciencia del derecho
de la mano del Derecho Civil. En
consecuencia, dicha teoría es insuiciente para entenderla y aplicarla a
la realidad. Ella requiere necesariamente de la teoría general del derecho para que adquiera la nacionalidad que tiene la ciencia jurídica:
conocimiento para realizar valores
jurídicos y no conocimiento sin valores jurídicos. La dogmática civil es
axiológica y sin axiología ella se
convierte en un conjunto de conocimientos sin contenido.
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