Subido por Lionel Jaimes Ortegón

ELIMINACIÓN DE PROCURADURÍA - AVANCE PREVIO 1.0

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Eliminación de la Procuraduría General de la Nación,
¿Inconveniente o necesidad?
Pues bien, la medida de eliminar la Procuraduría General de la Nación ha traído
distintas opiniones tanto en la palestra pública, como dentro de los círculos de
discusión constitucional, jurídica y de administración pública.
Para ampliar dicho debate, es pertinente mencionar que la procuraduría tiene entre
sus funciones principales, la de la protección de derechos fundamentales en la
sociedad, aplicar el régimen disciplinario a los servidores públicos cuando estos
trasgredan las normas a conveniencia propia, atenten contra la conveniencia
general o que bajo sus funciones generen detrimento a las finanzas, bienes o
intereses del Estado, así como ser órgano sancionatorio administrativo para con los
servidores públicos; mismamente, la competencia de esta última función es el punto
de inflexión entre decidir la pertinencia o no de la institución dentro del Estado
colombiano.
El debate no es nuevo, pero es claro que el momento más álgido se dio, alrededor
del incidente de la destitución de Gustavo Petro como alcalde electo de Bogotá en
2013 y la posterior sentencia de la CIDH que condenó al Estado colombiano y
determinó que a su vez, no solamente debía reversar la decisión y restituir al
funcionario en mención sino que además, deberá modificar el órgano de control,
toda vez que, una entidad administrativa no debería tener la potestad de destituir
funcionarios públicos de elección popular, ya que dicha función debe recaer en
manos de un organismo penal.
Justamente, ese argumento alrededor de la no potestad sancionatoria es la que
pone en vilo la necesidad real del organismo de control, ya que, si no está bajo su
tutela destituir funcionarios de elección popular, ¿Sus otras tareas y funciones
ameritan una institución tan grande como la Procuraduría General de la nación?,
siendo que, por su tamaño, es un aparato burocrático significativo y con un peso
fiscal importante para la nación.
Continuando el hilo argumentativo anterior, entones la procuraduría general de la
nación debe desaparecer porque principalmente ya no tiene funciones dentro del
sistema penal acusatorio en los procesos penales, la labor de defender los derechos
fundamentales de la población ya está encomendado a los jueces penales de
garantías, los cuales la cumplen a cabalidad. Además, no tiene facultad legal para
separar de sus cargos ni temporal ni definitivamente a funcionarios públicos de
elección popular, ni siquiera aun cuando se modificó el código disciplinario con ese
propósito, modificación que seguramente será declarada inexequible por la corte
constitucional y en tercer lugar debe desaparecer porque las funciones disciplinarias
pueden llevarse a cabo por una entidad más pequeña que la procuraduría. Siendo
que sumado a todo lo anterior, los índices de desempeño recientes de la entidad en
materia de resultados contra la corrupción no son alentadores.
Ahora bien, la contraparte que defiende a la institución argumenta desde la
preocupación por el trabajo que conllevaría el traslado de la procuraduría a la rama
judicial (tal como sugiere la CIDH) bajo un ala de la fiscalía general de la nación a
cargo de penalizar a los servidores públicos en busca de una lucha contra la
corrupción más eficaz y certera.
Si bien es cierto, esta modificación parece ser la más ecuánime y ajusta al fallo de
la CIDH, según algunos detractores de la medida, tiene buenas intenciones, pero
no es del todo clara en cuanto a cómo se articulará con la fiscalía, ni mucho menos
cuál será el método de transición de funciones. Pues es sabido, que, dentro de los
órganos sancionatorios del Estado, bien sea penales o administrativos en cuanto a
castigar la corrupción, existen duplicidad de funciones entre la fiscalía, procuraduría
e incluso contraloría, lo que muchas veces permite campos grisáceos en los trámites
y condenas o sanciones.
Un argumento más, que se suma a la preocupación de esta medida, es que la
reducción de la procuraduría y posterior traslado a la fiscalía, recargaría aún más el
trabajo ya de por si acumulado de la rama judicial, es bien sabido que existe en el
país hace años una crisis en la justicia por cuenta del congestionamiento general
de toda la rama judicial, que, con un traslado de la procuraduría a su cobijo, según
algunos, agudizaría la crisis, lo que resultaría en demoras aún más profundas en
los procesos represados en los juzgados del país.
Ahora bien, el debate sobre esta medida es, o sería, un paso importante en la
búsqueda de un estado austero y eficiente, promesa recurrente en las campañas
presidenciales. Pero más allá de la necesidad o no de la supresión total o parcial
con traslado de la procuraduría, también la discusión sobre la medida se aborda
desde ya en el campo jurídico constitucional, es claro que llevar a la realidad esta
acción, es una modificación a la estructura del Estado, que está consagrada en la
constitución del 91, por tanto, requerirá de una reforma de esta, pero ¿Cómo se
abordará esta reforma? Se habla de un acto legislativo que pasaría por debate y
aprobación del Congreso, o incluso se ha ido más allá estableciendo que más que
una modificación es una sustitución constitucional, por lo cual requeriría de una
aprobación popular amplia, bien sea mediante referendo o asamblea constituyente.
Debate que se aclarará en los próximos meses o años.
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