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Reseña del Libro El Verdadero Pensamiento de Pablo

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EL VERDADERO PENSAMIENTO DE PABLO:
ENSAYO SOBRE LA TEOLOGÍA PAULINA
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Repaso de Libro
Presentado a
Dr. Terry Coy
Southwestern Baptist Theological Seminary
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Como requisito parcial
Para la clase Nuevo Testamento I NEWTS3313-IS
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Por
Rodrigo Vidal Mendoza
Marzo 20, 2022
Nicholas Thomas Wright. El Verdadero Pensamiento de Pablo: Ensayo Sobre la Teología
Paulina. Barcelona. España. Editorial CLIE, 2002. Versión Kindle. 207 pp. $7.00
Reseña Biográfica
Nicholas Thomas Wright, conocido como Tom Wright, es un destacadísimo experto
británico de Nuevo Testamento. Ha alcanzado notoriedad en las últimas décadas como una de
los más importantes conocedores a nivel mundial en la vida de Pablos y en las Epístolas
Paulinas.
Entre 2003 y su jubilación en 2010, fue obispo de Durham. Luego se convirtió en
Profesor de Investigación del Nuevo Testamento y el cristianismo primitivo en el St Mary's
College de la Universidad de Saint Andrews en Escocia. Wright es el erudito bíblico más
fecundo de las últimas décadas.
Resumen
El rol que desempeñó el Apóstol Pablo en los albores del cristianismo ha sido
debatido y cuestionado por diversidad de eruditos del mundo de la historiografía y de la
teología a través de los siglos, esto especialmente en la centuria pasada. Incluso, las
conclusiones de algunos de estos eruditos fueron que Pablo habría sido el verdadero
originador del cristianismo del primer siglo.
La discusión historiográfica acerca del protagonismo de Pablo en la fundación de la
Iglesia recobró fuerza con la publicación de varias obras relativas al tema durante el Siglo
XX. Es en este escenario que la presente obra de N.T. Wrigth sale a luz para contrarrestar las
falacias argumentativas que dan por sentado que Pablo hubiera sido el fundador del
cristianismo y no Jesús.
Las preguntas que buscan ser en contestada en el presente libro tienen que ver con
Pablo: ¿Quién era? ¿Cuál era su trasfondo cultural y religioso? ¿Quién era antes de llegar a
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ser Pablo? ¿Cómo influyeron sus creencias previas provenientes del judaísmo y como éstas
fueron redefinidas al encontrarse con el Cristo resucitado? ¿Cuál es el tema central de su
mensaje? ¿El mensaje de Pablo era eminentemente judíos o era griego? ¿Cuál fue el real
aporte de Pablo al origen del cristianismo?
Tom Wright busca contestar las preguntas anteriores y lo hace de manera concisa pero
efectiva. Explica a través de las páginas del “Verdadero Pensamiento de Pablo” cuáles
fueron las verdaderas contribuciones de Pablo en el origen del cristianismo. Por supuesto que
el análisis que realiza el autor de la aportación que hizo el apóstol al cristianismo naciente va
aparejada de una brillante introducción a los tópicos centrales de las enseñanzas de Pablo.
El evangelio, el Cristo victorioso, la justicia de Dios, la justificación, las implicancias
para nación judía, para los gentiles, para el mundo y la creación entera. Todos ellos temas
muy interesantes y tremendamente relevantes especialmente por sus implicaciones para los
cristianos de principios del siglo XXI.
Wright, a través de las páginas del libro El Verdadero Pensamiento de Pablo, hace
una seria confrontación a las posturas teológicas tradicionales. Partiendo de una base común a
lo que se entiende como “Evangelio”, es decir, la muerte y resurrección de Jesús el Cristo,
deriva hacia una explicación que marca un punto divergente con la postura reformada
tradicional de lo que se entiende como “Justificación”.
En este punto el autor destaca que el judaísmo (si es que se pudiera hablar de un solo
tipo de judaísmo ya que habrían existido varios de ellos) de la época de Pablo indicaba que
las señales que mostraban que una persona pertenecía al “pueblo del pacto” era el hecho de
que guardaba la ley de Moisés. Aquí es esencial entender en Wright la definición que da
acerca de la Justicia de Dios como “Fidelidad de Dios al pacto”.
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Por otra parte, el autor enfatiza que lo único necesario para pertenecer al pueblo del
pacto es la fe en el evangelio, es decir, fe en aquel que murió y resucitó conforme a las
Escrituras, Jesús el Cristo. De esta manera, Wright define “justificación” como formar parte
del pueblo del pacto. Es así como todo aquel que cree que Jesús en el Cristo que murió y
resucitó conforme a las Escrituras forma parte de pueblo del pacto, es decir, es justificado.
De igual forma, través de todo el libro, el autor va construyendo una crítica bien
fundamentada en contra de autores y escritores que comparten los argumentos de Wilson.
Wright muestra con toda claridad que no hay posibilidad alguna que permita decir que Pablo
fuera el verdadero fundador del cristianismo.
Análisis Crítico
En su libro, El Verdadero Pensamiento de Pablo, N.T. Wright desafía al lector a replantearse
el enfoque tradicional del evangelicalismo protestante en lo relativo a como se han de
entender las enseñanzas de Pablo. En dicho texto, Wright hace un llamado a revisar los
principios sobre los cuales se ha construido toda la enseñanza de lo que supuestamente era el
verdadero pensamiento del apóstol Pablo.
El autor no concuerda con la predicación tradicionalmente evangélica que establece
que el principal problema que Dios buscaba solucionar con la cruz de Cristo es “el orgullo y
el pecado de humano”. Afirma, muy atinadamente, que, aunque el pecado y el orgullo
humano forman parte del mensaje, habría otras “categorías más amplias” (29) que engloban a
estas últimas.
Wright establece muy acertadamente, como consecuencia de las raíces hebreas de
Pablo y del cristianismo, que habría tres puntos cardinales, propios de la teología judía (3637), desde los cuales se han de mirar las enseñanzas de Pablo: Hay un solo Dios verdadero, la
elección por parte de ese Dios verdadero de Israel como pueblo escogido y que en un
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momento de la historia Dios se revelará sí mismo, vencerá el mal y rescatará a su pueblo (el
elemento escatológico).
La argumentación sobre la cual construye sus planteamientos es considerar a “Pablo
como un pensador judío” (27) y al mismo tiempo como un judío que dirige sus críticas
internas al propio judaísmo. Pablo jamás se vio a sí mismo como ajeno a la ciudadanía de
Israel, es decir, como alguien externo al pueblo del pacto. Escribe como un judío que ha
encontrado en Jesús el Mesías prometido a los patriarcas. Y como tal proclama que Dios se
ha revelado a sí mismo en la persona de Su Hijo, Jesús el Cristo, a través de la resurrección
por el Espíritu de santidad.
Hay dos conceptos de tremenda importancia para Wright y que determinaría la
comprensión de toda la enseñanza del apóstol Pablo. El cómo define el Evangelio es el
primer principio fundamental y el segundo, que va de la mano del primero, es la justicia de
Dios. Aunque ambos principios estás íntimamente relacionados, la confusión que pudiera
producirse entre ambos tiene serias consecuencias. Un planteamiento brillante es que los
efectos del Evangelio no han de confundirse con el contenido del Evangelio (134).
El autor defiende, adecuadamente, que Pablo entendía al Evangelio como el Kerigma
(96) apostólico. Es decir, la proclamación que dice que Jesús es el Mesías, quién murió y que
ha sido proclamado como Hijo de Dios por medio de la resurrección por el Espíritu de
santidad, ante el cual se doblará toda rodilla porque Él es el Señor soberano. Y es en estos
hechos, que son parte de una historia verdadera que habría sido proclamada por los labios de
Pablo, el apóstol enfatiza que se ha producido un apocalipsis y dicho apocalipsis “revela y/o
manifiesta” la justicia de Dios.
Wright usa como argumento para definir la justicia de Dios el entendimiento que los
traductores de la LXX tenían acerca dicha palabra (105) y es por ello que el autor dice que la
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Justicia de Dios es la fidelidad de Dios a sus promesas y particularmente al pacto. Obvia que
la palabra hebrea original Tsedaká se traduce en 12 ocasiones como Eleomosune
(Misericordia) y otras 12 más como Aletheia (Fidelidad) en la Septuaginta. Habría sido
enriquecedor que para su argumentación hubiera incorporado tal dato ya que en el Evangelio
(la resurrección de Jesús el Cristo de entre los muertos) también se “revela el amor pactal de
Dios” (119).
En este sentido Wright también escribe, brillantemente, que “la justicia de Dios es su
amor en acción, haciendo cargar sobre sí mismo lo que hace sufrir a este mundo” (119).
Incluso llega a decir que el amor es la fuerza motriz de su justicia. No sería posible entender a
la justicia de Dios separada de elementos que son esenciales de la naturaleza de Dios, es
decir, su amor, su fidelidad, su palabra.
Pero el autor, al definir a la justicia de Dios como fidelidad de Dios al pacto, a las
promesas dadas a los patriarcas del pueblo de Israel, tiene consecuencias en cómo se ha de
definir la palabra “justificación”. La palabra “justicia” y la palabra “justificación” tendrían la
misma raíz tanto en español, en griego y en hebreo. Así, si se entiende la Justicia de Dios
como fidelidad de Dios al pacto, implica que quienes son los beneficiarios de dicha fidelidad
es el pueblo del pacto, el verdadero pueblo de Dios (100). De esta manera, “ser justificados”
es ser hecho parte del pueblo de Dios.
Pero ¿Cómo se llega a ser parte del pueblo de Dios? La respuesta es simple: se llega
ser parte del pueblo del pacto (se es justificado) por la fe en el evangelio (en el Cristo que
murió y resucitó y que es Señor sobre todos). De esta forma Wright se aleja de la
comprensión evangélica protestante tradicional estableciendo nuevas bases paradigmáticas
para la comprensión de las enseñanzas del apóstol Pablo.
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El autor entiende que la revelación de Dios mismo producida en la resurrección de
Cristo de entre los muertos es el “momento culminante” (40) en que todo ha sido
solucionado. El pecado, la muerte, el mal y el paganismo mismo han sido vencido en este
acto de Dios en la historia humana. La simpleza con que Wright enfrenta el tema es
sencillamente genial. La crucifixión y la resurrección serían los elementos básicos del
evangelio de Pablo.
La muerte de Cristo venció al pecado, al morir Cristo sin haber pecado. De esta forma
le era imposible a la muerte retener a Cristo ya que en él no había pecado alguno que le
hiciera merecedor de la muerte. Y como era imposible que la muerte lo retuviera (Hch 2:24),
venció a la muerte con el acto de la resurrección. Estando vencidos tanto el pecado como la
muerte, también fue vencido el que tenía el imperio de la muerte, esto es el diablo mismo
(Heb 2:14).
Según el autor, la resurrección demostraba, lo que Pablo creía firmemente y que los
verdaderos creyentes sostienen, que Cristo era el verdadero Rey (58). El autor identifica a los
que han confiado que Jesús es el Cristo, quién murió y resucito conforme a las Escrituras con
el hecho de haber sido “incorporados en el pueblo del Mesias” (60). Las expresiones usadas
por Pablo en Gálatas 3, tales como: “Bautizados en Cristo”, “de Cristo se han revestidos”,
“uno en Cristo” y “que son de Cristo”. Hablarían de esta incorporación al pueblo del pacto
“en Cristo”.
De acuerdo a Wright, cuando Pablo anunciaba el Evangelio lo que hacía era
proclamar una victoria y/o triunfo que era real. Lo más transcendental de todo es que al morir
Jesús de la manera en que lo hizo, en una cruz, llevó hasta las últimas consecuencias su
propia obediencia al Padre. Su muerte implicó que el imperio del pecado y de la muerte
fueran sustituidos por el reinado de la gracia y de la justicia.
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Se contempla la belleza y la grandeza de la fidelidad de Dios a sus promesas (que
sería la Justicia de Dios para Pablo) al llevar a Su Hijo a la cruz, pero esa belleza y grandeza
cobra todo el sentido cuando el Hijo es resucitado por el Espíritu Santo. Es el trino Dios
revelado en el Evangelio. Como muy bien escribe Wright: “El mensaje de Pablo para el
mundo pagano es el mensaje del cumplimiento de la promesa hecha a Israel” (97).
Por otra parte, es cuestionable el planteamiento de Wright que dice relación con que el
bautismo cristiano tiene algún papel que jugar en la incorporación para formar parte del
pueblo del pacto (125, 133, 152 y 153). A riesgo de caer en una crítica injusta, pareciera ser
que su trasfondo denominacional lo llevó a interpretar los pasajes en que Pablo habla del
bautismo (Romanos 6 en particular) como refiriéndose al rito cristiano del bautismo.
Efectivamente, la persona es incorporada en el pueblo o el cuerpo de Cristo por el bautismo,
pero quien lleva a cabo dicho bautismo es el Espíritu Santo (1 Cor 12.13).
Conclusión
Wright en su libro hace un llamado de principios. Define claramente el Evangelio
como el acto en el cual Dios interviene directamente en la historia de la humanidad al
resucitar a Jesús de entre los muertos y estableciéndolo como Señor y Cristo. Dicho acto
marcó el momento escatológico de la historia, el momento culmine del apocalipsis de Dios.
Dios mismo ha sido revelado en dicho Evangelio.
Sin embargo, el autor se aleja ostensiblemente de la conceptualización protestante
tradicional acerca de la justicia de Dios que está ligada a la ira de Dios. Ya que Wright la
define a partir de la comprensión encontrada en la Septuaginta, es decir, la justicia de Dios es
entendida como fidelidad de Dios a sus propias promesas, al pacto. Dicha definición tiene
consecuencia en cómo es explicada la “justificación”. Para el autor ser justificado no es una
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cuestión soteriológica sino más bien eclesiológica: ¿Cómo se pasa a formar parte del pueblo
de Dios?
La justificación tendría que ver con la justicia de Dios y de cómo dicha justicia de
Dios se manifiesta sobre los suyos (sobre su pueblo) como actividad salvadora. No entendida
como imputada, sino como aquella justicia que produce salvación y redención en aquellos a
quienes Dios llama “mi pueblo”.
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