Universidad Católica y Tecnológica de Barahona UCATEBA Psicofarmacología. Profesor: Akhtar Ali Khan Begum Sustentante: Luz Del Carmen Vásquez Feliz Matricula: 2018-0296 Tema: Historia de la Psicofarmacología Cuatrimestre: Enero- Abril 2022 Trabajo Final Psicofarmacología Luz Del Carmen Vasque Feliz 2018-0296 Introducción En el siguiente trabajo podremos ver como se dio a conocer la psicofarmacología y como ha ido evolucionando. La psicofarmacología es el estudio de la utilización, los mecanismos y los efectos de los fármacos que actúan sobre el cerebro y en consecuencia alteran la conducta. David I Mach propuso el término psicofarmacología, englobando la ciencia que estudia los efectos de los fármacos sobre la conducta y los mecanismos fisiológicos por los que estos actúan. El uso de psicofármacos es tan viejo como la historia escrita, la primera referencia escrita sobre el opio, data de 4000 a.C en un texto sumerio. Aun así, el uso de fármacos con efectos psicoterapéuticos tiene un desarrollo relativamente reciente. Desde la antigüedad la medicina disponía de drogas a las que se les atribuían acción terapéutica en las enfermedades mentales: efecto real (opio)/efecto placebo. En la Odisea, por ejemplo, Homero habla del opio “que hace olvidar cualquier pena”. El opio se utilizaba para provocar placidez, seguido de somnolencia y sueño. Evolución de la psicofarmacología, retos actuales y desarrollos futuros A lo largo de la historia de la psicofarmacología se ha observado que muchos de sus descubrimientos no obedecen a un desarrollo lógico, puesto que la etiología de muchos trastornos psíquicos aún sigue sin conocerse: sólo cierto número de hipótesis patogénicas, somáticas o psicológicas han sido formuladas. De tal modo, la causalidad de estos trastornos debe interpretarse como factorial. Así, el tratamiento biológico no constituye más que una parte, que incluye igualmente una dimensión psicológica y social. Por otra parte, el tratamiento medicamentoso, modalidad esencial de los tratamientos somáticos, conlleva dos efectos conjugados, el propio efecto farmacológico y un efecto placebo. Este efecto placebo es, al mismo tiempo, somático y psicológico, que se añade o se resta al efecto propio del fármaco e introduce en la relación terapéutica una variable dependiente: la psicología de quien lo prescribe. Asimismo, otra circunstancia frecuente en la historia ha sido el descubrimiento de nuevos conocimientos en relación con los trastornos psíquicos, mediante la respuesta objetivada en el organismo ante determinados psicofármacos. Horace Walpole, en 1754, empleó por primera vez el término serendipity, que designa un descubrimiento realizado tanto por accidente como por sagacidad, a propósito de algo que no se buscaba. La utilización de psicofármacos se inicia con las antiguas civilizaciones, y se describe en los primeros textos de Babilonia y Egipto, así como en grabados precolombinos. El opio, la coca, el cannabis o el peyote fueron las primeras drogas consumidas por el hombre, sin poder establecer un orden cronológico entre ellas. El empleo de drogas con objeto de inducir modificaciones conductuales, emotivas o del humor es una práctica tan antigua como el propio hombre. En la orientación general de la actividad terapéutica se pueden distinguir dos líneas de actuaciones principales, más o menos fundidas entre sí, y con predominio de una u otra: el «empirismo» y la «magia». El empirismo consiste en recurrir a un remedio sólo porque su empleo ha sido o ha parecido ser favorable en casos semejantes al que se considera. Psicofarmacología en la actualidad Se ha observado que, a lo largo del desarrollo histórico de la psicofarmacología, ha primado la investigación de la bioquímica cerebral tanto de forma directa (estudio del modo de acción de los fármacos) como de forma indirecta (estudio de las bases bioquímicas de los trastornos mentales). Pero la influencia de la psicofarmacología ha sido más difusa y ha ido de la mano de la evolución de lo que puede denominarse la ideología psiquiátrica. La contribución de Estados Unidos ha sido significativa en el desarrollo histórico, no porque el movimiento se haya limitado a ese país, sino porque, por razones particulares, las transformaciones han sido más brutales. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la psiquiatría se ha visto dominada por las teorías dinámicas derivadas del psicoanálisis. La psicogénesis había sido invocada como etiología en la mayor parte de los trastornos mentales. Fueron numerosos los profesionales de esa orientación que se volvieron hacia una orientación más biológica durante la década de 1970, frustrados por unas expectativas terapéuticas que no se cumplieron. Era una perspectiva inédita que se convertiría en fuente de esperanza renovada. Si bien las tendencias biológicas no estaban ausentes antes del nacimiento de la psicofarmacología, las tendencias psicológicas y sociales le sobrevivieron. Pero lo que se modificó de forma significativa fue el abordaje multidisciplinario de los trastornos mentales, denominados hoy como abordaje biopsicosocial. El predominio biológico se mantiene desde hace más de 20 años, pero su supervivencia dependerá, sin duda, de su aptitud para responder a las expectativas puestas en ella. Se han visto a lo largo de la historia las dificultades para desarrollar nuevos fármacos de acción verdaderamente originales a partir de las hipótesis de la psiquiatría biológica y con la ayuda de técnicas de la farmacología animal. Para algunos autores, la fascinación que ejercen los mecanismos de la neurotransmisión intersináptica es excesiva y hace falta explorar otras perspectivas. Es seguro que la psicofarmacología continuará interactuando con la nosología y que este intercambio generará profundos cambios en ambas disciplinas. Sin embargo, faltan estudios objetivos sobre las mejores estrategias terapéuticas, especialmente en los tratamientos a largo plazo, y son necesarios nuevos esfuerzos para evaluar el efecto de los tratamientos, no solamente desde el punto de vista de la reducción de los síntomas, sino también de aquel mucho más global relativo a la calidad de vida. Incluso si nos contentáramos con las sustancias que poseemos en la actualidad, deberíamos realizar intentos para mejorar su utilización y ampliar los efectos de eso que se califica como «revolución psicofarmacológica» en psiquiatría. Aproximación histórica Las raíces de la farmacología en la psiquiatría se encuentran en una serie de eventos que comenzaron con el aislamiento de la morfina del opio por Ser Turner en 1806, el litio del petalitio por Arfwedson en 1817 y por el bromo del alga de mar por Ballard en 1926; continuado por la síntesis del hidrato cloral por Liebig en 1832 y el ácido barbitúrico por Bayer en 1863; y culminado por la síntesis de del anillo fenotiazina por Bernthsen en 1883, la estructura de la anfetamina (fenilpropilamina) por Edelman en 1887 y el núcleo iminodibenzil de Thiele y Holzinger en 1899. La historia de la farmacoterapia de la enfermedad mental se puede dividir en tres periodos: La introducción de la morfina, el bromuro de potasio, el hidrato cloral, escopolamina, paraldehído, etc. durante la segunda mitad del siglo XIX (primer periodo), lo que llevó a reemplazar las ataduras físicas por medios farmacológicos de control. La introducción del ácido nicotínico, penicilina, tiamina, etc. durante la primera mitad del siglo XX (segundo periodo), lo que llevó a cambios significativos en el diagnóstico y distribución de pacientes psiquiátricos; la psicosis debido a la pelagra y demencia debido a parálisis sifilítica general virtualmente desaparecieron de los hospitales psiquiátricos y la prevalencia de dismnesias disminuyó notablemente. El tratamiento con drogas terapéuticamente efectivas para la manía, esquizofrenia, depresión, desorden bipolar, desorden generalizado de ansiedad, desorden de pánico, desorden obsesivo compulsivo, enfermedad de Alzheimer, etc. durante la segunda mitad del siglo XX (tercer periodo) trajo atención a la heterogeneidad de las poblaciones entre las categorías de diagnósticos de esquizofrenia y depresión. La introducción de los primeros psicotrópicos y del espectrofotofluorímetro durante la década de 1950 dio inicio a desarrollo de la neuropsicofarmacología. La introducción de tecnología genética para la separación de subtipos de receptores en la década de 1980 abrió el camino para “diseñar” drogas psicotrópicas con diferente afinidad a los receptores hacia finales del Siglo XX. Precedentes El ser humano ha utilizado sustancias químicamente activas durante siglos para disminuir el dolor, atenuar la enfermedad, corregir el comportamiento y modificar la psique. Desde épocas muy remotas, las plantas y sus efectos psicoactivos han sido empleados con distintas finalidades: éxtasis religioso, participación en aquelarres, dominio de la mente, búsqueda de placer, o alivio de una gran variedad de condiciones patológicas, incluyendo las enfermedades mentales (Conesa y Brugger, 1998). Esta variedad de usos ha hecho difícil distinguir en los primeros tiempos entre una terapéutica empírica basada en la racionalidad y ciertas prácticas con un evidente contenido mágico-religioso. Se cree que el empleo de sustancias con propiedades psicoactivas se inicia con los paleo homínidos, que las consumieron en el marco de rituales religiosos que buscaban la purificación. No obstante, los primeros datos incuestionables sobre consumo de fármacos psicotrópicos se localizan en Asia Menor. En Mesopotamia, por ejemplo, la primera droga que llega al registro escrito es el opio. Los egipcios, 3.000 años antes de Cristo, ya tenían una colección de 26 volúmenes sobre medicina y drogas, entre las que se incluían el opio, el cáñamo, las solanáceas y algunas bebidas alcohólicas. Dos mil doscientos cincuenta años antes de Cristo aparece también uno de los primeros herbarios, en el seno de la cultura sumeria (que también consumió bebidas alcohólicas, como cerveza y vino). En los libros sagrados de Irán, los Vedas de la India y el Antiguo Testamento se citan, asimismo, multitud de drogas y sus diferentes indicaciones. Las sociedades prehistóricas de Irán, China, Japón, Corea y la América precolombina utilizaron igualmente las drogas y los fármacos procedentes de las hierbas para tratar las enfermedades y lograr estados de comunión con la divinidad (Escotado, 1999). El empleo de sustancias naturales con fines variados constituye un fiel reflejo de las ideas y creencias de cada época relativas a la salud, la enfermedad, la naturaleza de la existencia humana, las causas de las diversas patologías corporales y mentales, etc. A pesar de las grandes diferencias que pueden apreciarse en estos aspectos entre culturas como la griega, la islámica o la cristiana, hasta comienzos del siglo XIX la historia es relativamente constante en lo referente a la parquedad y falta de interés sobre la enfermedad mental, la monotonía en los recursos terapéuticos disponibles, y el rechazo social, más o menos manifiesto, con respecto a la locura. Surgimiento de la psicofarmacología moderna Entre los grandes avances de la medicina contemporánea, al tratamiento farmacológico de las enfermedades mentales se le considera como uno de los más prominentes. Contar ahora con medicamentos que pueden modificar la conducta, la cognición y las emociones, le ha permitido al médico resolver condiciones que hasta hace no mucho tiempo eran impensables de solucionar. Además, el uso actual de los psicofármacos se ha extendido de manera ostensible a otros campos de la medicina. Hoy en día es frecuente encontrar que medicamentos como los ansiolíticos y los antidepresivos se prescriban acertadamente y con éxito tanto por médicos de primer contacto como por especialistas de diversas ramas médicas. Esto se debe en buena medida a la aceptación y aplicación del concepto unitario biopsicosocial en el enfoque de casi todas las enfermedades y a que ahora hay psicofármacos más eficaces y seguros que antes. Está comprobado que, por una parte, la pérdida de la salud es una situación que genera temor y ansiedad en muchos individuos; enfrentarse a la enfermedad significa para muchos atravesar por un proceso de adaptación que no en pocas ocasiones genera síntomas emocionales. Estas reacciones son más claras, sobre todo en las enfermedades crónico-degenerativas, en las que cursan con dolor crónico e incapacidad y en las que los enfermos se enfrentan a un riesgo elevado de morir. Por otra parte, en la actualidad es insostenible dudar que el organismo sea una unidad integral, y que muchas de las enfermedades mentales generan alteraciones en otros órganos del cuerpo y que, a su vez, muchas alteraciones primarias de estos órganos pueden tener repercusiones patológicas sobre las funciones mentales. Por tanto, es primordial que no sólo el especialista en enfermedades mentales, sino todo médico, conozca los principios fundamentales para el uso racional de los diferentes psicofármacos a los que ahora tenemos acceso. El inicio de la era moderna de la psicofarmacología se puede situar a partir de la segunda mitad del siglo XX. Durante la década de 1950-1959, la psiquiatría empezó a experimentar un proceso de metamorfosis. El descubrimiento de fármacos capaces de atenuar los síntomas de ansiedad, depresión y de las manifestaciones psicóticas, sentó las bases para retornar a la conceptualización biológica de las enfermedades mentales y para abandonar los postulados psicoanalíticos que habían sido hasta entonces el eje teórico principal para comprenderlas. Este cambio progresivo se consolidó en el curso de los siguientes 20 años cuando surgió una nueva generación de psicofármacos producto de la investigación básica y clínica moderna, lo cual permitió mejorar su eficacia, su tolerabilidad y seguridad. Los psicofármacos, cuando se utilizan justificada y racionalmente, son un arma al servicio de la clínica que puede resolver problemas y mejorar la calidad de vida de muchos pacientes. Sin embargo, su uso irracional y sin bases que lo fundamenten puede generar riesgos y complicaciones. Por otro lado, el siglo XIX también va a ser testigo de los primeros estudios experimentales dedicados a analizar de forma sistemática los efectos de las sustancias psicoactivas. De este modo, numerosos trabajos científicos realizados en esta época constituyen para muchos autores el inicio de la psicofarmacología moderna. Son conocidos, por ejemplo, los artículos que sobre la cocaína publicó Sigmund Freud a finales del siglo XIX, en los que destacaba sus múltiples utilidades como estimulante, antiasmático, afrodisíaco y anestésico, aconsejando su utilización en el tratamiento del alcoholismo y la adicción opiácea (Baldessarini, 1996)6. Son asimismo destacables las investigaciones sobre el hachís realizadas por Moreau de Tours, que fueron publicadas en 1845 en un monográfico titulado “Du hachisch et de l’aliénation mentale”. El citado autor exploró la utilización de este alucinógeno en Egipto y en el Cercano Oriente, concluyendo que sus efectos se parecían a ciertos trastornos mentales, y sugirió que esta sustancia podía ser empleada para desarrollar modelos experimentales de psicosis7 (Caldwell, 1978; Conesa y Brugger, 1998; Schultes y Hofmann, 1993). Conclusión La psicofarmacología es una disciplina científica que estudia el efecto de fármacos con especial atención a las manifestaciones cognitivas, emocionales/motivacionales y conductuales. En este sentido, puede estar relacionada con el estudio o tratamiento farmacológico de la Psicopatología. Se trata de un campo del saber que tiene un marcado carácter multidisciplinario, al agrupar el interés que comparten médicos psiquiatras, generales y neurólogos, farmacólogos, y bioquímicos por el análisis de las sustancias que actúan modificando las funciones del sistema nervioso, y que se manifiestan en la conducta de los individuos.