INSTITUTO HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA Fundado por san Juan Bosco y por santa María Dominica Mazzarello N.938 Guiadas por el Espíritu Santo Desde la Casa Santa Rosa de Castelgandolfo, donde estamos para terminar el plenum del verano, nos dirigimos a vosotras, queridas hermanas, que en vuestras comunidades lleváis adelante con entusiasmo y fidelidad la misión en sus varias expresiones. Están con nosotras dieciséis Neoinspectoras provenientes de cuatro continentes: África, América, Asia y Europa, para profundizar y compartir la experiencia de animación y gobierno en la prospectiva de la conversión al Amor. Esta consigna del CG XXII es un proceso que hace de las personas y de las comunidades profecía para el mundo de hoy. Sentimos el deseo de compartir con vosotras la alegría y el asombro de un tiempo inédito en la vida de la Iglesia y, por consiguiente, de nuestro Instituto. Las esperanzas y los sufrimientos del mundo nos interpelan y nos llevan a potenciar la confianza en la sabiduría de Dios que dirige la historia y la sostiene con la fuerza siempre nueva de su amor, capaz de asombrarnos con sus sorpresas. Un tiempo de gracia para la Iglesia Los acontecimientos vividos en estos meses nos permiten experimentar la obra del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo. Guardamos en el corazón las palabras de Benedicto XVI, que en su último saludo a los Cardenales (28-2-2013) remarcó que la Iglesia es una realidad viva y su corazón es Cristo; es un cuerpo vivo, animado por el Espíritu Santo, y vive realmente de la fuerza de Dios. La acción de Dios, continua y constante, se ha manifestado de forma evidente con el paso de testigo de Benedicto XVI al Papa Francisco. Con su gesto, el Papa emérito ha querido hacerse un instrumento dócil a disposición de la Providencia. Toda la Iglesia le debe agradecimiento por su alto Magisterio y por el estilo de su gobierno, marcado por la mansedumbre, la bondad y la humildad y, al mismo tiempo, por la claridad de pensamiento y de orientación. Su Pontificado ha creado las condiciones para la nueva primavera de la Iglesia de la que todos estamos gozando: creyentes y no creyentes. El Papa Francisco, con su manera de ser, nos hace palpar la presencia de un Dios cercano, atento a cada persona, sobre todo a los más frágiles y débiles. Él nos enseña que en la escucha del Espíritu se perciben los lenguajes sencillos que tocan el corazón y los gestos que interpelan la existencia y ponen en discusión las opciones de vida. Su primera Encíclica Lumen Fidei, que asume y lleva al cumplimiento y a la reflexión del tema elaborado por Benedicto XVI, es una invitación a recibir la fe como don gratuito de Dios que pide la humildad y la audacia de fiarse de un amor misericordioso, que siempre acoge, perdona, apoya y orienta la existencia; se muestra potente en la capacidad de enderezar los entuertos de la historia (cf. LF nn. 13 y 14). Todo esto es una fuerte llamada a leer con mirada creyente los signos presentes en nuestra vida y en la de la comunidad, para evidenciar lo positivo, a fin de no permitir que se nos robe la esperanza ni se nos involucre en la difusa cultura del lamento. La gente se siente profundamente tocada por los gestos concretos que son más elocuentes que muchas palabras. También nosotras, Hijas de María Auxiliadora, estamos llamadas a reavivar nuestra identidad y nuestras relaciones: relación de alianza con Dios, entre nosotras, con las jóvenes y los jóvenes, con la creación. A ser, cada vez más, signo y expresión del amor de Cristo por la juventud (cf. C 1, 11). Se trata de vivir la primacía de Dios en lo cotidiano, de manera que Él habite en nuestra casa y nosotras en Él. La oración consiste en este habitar, permaneciendo continuamente en su presencia como nuestros Fundadores nos enseñaron. Nuestras comunidades se convierten así en ambientes de espiritualidad donde se camina junto con los jóvenes hacia la santidad (cf. C 5). La fe nos da ojos nuevos para ver en cada persona una bendición, la luz del rostro de Dios que nos ilumina a través de los rostros de los hermanos y de las hermanas (cf. LF n. 54) y, especialmente, de los jóvenes más pobres que constituyen nuestra opción preferente. La próxima Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Río de Janeiro del 22 al 28 de este mes de julio, será una gran ocasión de renovar nuestra opción carismática y responder al profundo deseo de una vida grande (cf. LF n. 53) que los jóvenes llevan en el corazón. Con ellos estamos dispuestos a ensanchar los horizontes de la existencia para ser discípulas y misioneras de Jesús. EI protagonismo del Espíritu Santo en nuestra vida La acción del Espíritu está siempre presente en nuestro Instituto y sobre todo en este tiempo de preparación al CG XXIII. Él suscita entusiasmo en la acogida del tema capitular y disponibilidad en el trabajo de profundización en que las comunidades se están implicando de manera creativa, incluso haciendo camino como comunidad educativa. En las visitas canónicas y en los varios contactos con nuestra realidad mundial hemos podido constatar que las comunidades son conscientes no sólo de tener un deber que realizar y preguntas a las cuales responder, sino de implicarse en un proceso de renovación y de tener una nueva oportunidad para redescubrir, vivir y actualizar el carisma: una esperanza para el futuro. Ser hoy, con los jóvenes, casa que evangeliza es la meta hacia la cual estamos caminando. Sabemos que no sólo se conseguirá con los Capítulos inspectoriales y ni siquiera con el Capítulo general: el Espíritu, efectivamente, nos está involucrando en un nuevo dinamismo de peregrinación y búsqueda que implica toda la vida. El “viaje” que estamos recorriendo nos llevará hacia una casa verdadera donde el fuego arde porque hay pasión por Dios y por los jóvenes. Estamos convencidas de que si nuestras comunidades carecen de fuego se convierten en espacios de tibieza, sin grandes problemas, pero también sin grandes impulsos e ideales. Es maravilloso apasionarnos juntas por la misión, viviendo el espíritu de familia para renovar la casa. Deseamos dejarnos guiar por el Espíritu Santo: Él cuenta con nosotras y nos transforma, nos orienta hacia la santidad, que consiste en estar habitadas y vivificadas por Él. Sólo es posible evangelizar cuando se vive en un diálogo profundo y constante con el Espíritu. Podemos preguntarnos: ¿cómo hacer para que los Capítulos inspectoriales y el general sean la celebración del protagonismo del Espíritu y representen para nosotras mismas una experiencia de evangelización en el camino de la Iglesia hoy? ¿Cómo tomar mayor conciencia, personalmente y comunitariamente, de que es el Espíritu Santo el que nos pide acoger y vivir su proyecto? Como Hijas de María Auxiliadora pertenecemos a un Instituto educativo y es natural, para nosotras, elaborar programas, estrategias, proyectos y rezar para que el Señor los confirme. Pero en este tiempo estamos llamadas a realizar otro tipo de proceso, que parte ante todo de la apertura incondicional al Espíritu y a su misión en la Iglesia y en cada una de nosotras. No somos las primeras protagonistas: estamos a la escucha, somos colaboradoras y, al mismo tiempo, llamadas a expresar los dones con los que Dios nos ha enriquecido para afrontar desafíos siempre nuevos. La presencia de María: icono de escucha y colaboración María es la primera colaboradora del Espíritu Santo porque es dócil en acoger su presencia y convertirse en su morada. Mirémosla como Madre y guía en este camino de adhesión plena e incondicional al Espíritu para ser generadoras de nueva vida y para hacer crecer a Cristo en el corazón de los jóvenes (cf. C 7). El seminario mariano con el tema Filialidad: categoría que interpela la identidad mariana de las fma (Roma, Salesianum, 23-28 septiembre 2013), nos ayudará a profundizar esta dimensión esencial de nuestro carisma. Somos Hijas de María Auxiliadora: ser hijas quiere decir hacer visibles en nuestra vida los rasgos de la Madre. Como ella deseamos meditar la Palabra que se encarna en las personas y en los acontecimientos: custodiar la vida en el corazón y hacerla crecer; vivir «la felicidad de los creyentes y dedicarnos a una acción apostólica portadora de esperanza» (C 44) en una sociedad alterada por muchas tensiones y en los países donde la paz está continuamente amenazada. Con Ella queremos ser espacio de acogida y de encuentros para ofrecer una casa a quien no tiene casa, para ser lugar de la solidaridad, de la hospitalidad, de la escucha, de la comprensión para todos los pequeños y los pobres que el Señor nos confía. Queremos terminar con las palabras dirigidas por el Papa Francisco a los jóvenes seminaristas, novicios i novicias: «Sed positivos, cultivad la vida espiritual y, al mismo tiempo, id, sed capaces de encontrar a las personas especialmente las más despreciadas y desfavorecidas. No tengáis miedo de salir e ir contra corriente. Sed contemplativos y misioneros. Tened siempre a la Virgen con vosotros, rezad el Rosario, por favor… ¡No lo dejéis! Tened siempre a la Virgen con vosotros en vuestra casa, como la tenía el Apóstol Juan. Que Ella siempre os acompañe y os proteja.» (Roma, Aula Pablo VI, 6 de julio 2013) Con María, el 5 de agosto estaremos unidas en el canto del Magníficat al Señor por el tesoro del carisma salesiano y por la generosa fidelidad de nuestras hermanas en todo el mundo, de generación en generación. Invocaremos el don de las vocaciones y un nuevo ardor misionero para todo el Instituto. ¡Que el Señor os bendiga! Castelgandolfo, 16 de julio de 2013 Fiesta de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo Con afecto La Madre y las hermanas del Consejo