Subido por leidycarolinet

catacumbas

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Catacumbas de Roma
Las catacumbas de Roma (en italiano, Catacombe di Roma) son una red
de catacumbas antiguas, utilizadas como un lugar de sepultura a inicios de
la cristiandad. En total, incluye más de 60 catacumbas diferentes1 en unos 150 a
170 kilómetros de longitud, con cerca de 750 000 tumbas, la mayoría de las cuales
se encuentra bajo tierra a lo largo de la Vía Apia. Estas catacumbas consisten en
un sistema de túneles subterráneos de toba que forma un laberinto. En sus
paredes, se construyeron nichos rectangulares (en latín, loculi en plural) de
diferentes tamaños, para los entierros, sobre todo para un cadáver, aunque a
veces podían yacer dos y rara vez una mayor cantidad.
Historia
Los primeros cristianos que vivían en Roma en número reducido sepultaban a sus
muertos según era costumbre en necrópolis al aire libre. Lo más probable es que
pasado el tiempo los nuevos cristianos se asociaran siguiendo así también la
costumbre pagana de formar collegia o grupos privativos.
Estructura y distribución del espacio
Distribución del espacio
Por lo general el espacio consta de diversos núcleos, dispuestos en pisos, casi
siempre excavados en distintas épocas. Cada piso tenía su entrada propia hasta
que con el tiempo se fueron comunicando hasta quedar reunidos.
En el trazado las catacumbas se distinguen varias partes: una parte laberíntica de
galerías denominada «criptas», de una altura de cerca de 2 m y anchura de 80 o
90 cm, las cuales a veces se ensanchan formando una especie de cámaras
poligonales llamadas «cubículos» que son generalmente de planta cuadrada y
están cubiertas con bóveda semiesférica o de arista o de cañón o plana, donde se
enterraban los muertos por martirio. Es frecuente encontrar estos cubículos
decorados con pintura mural al fresco.3
Las fosas de enterramiento excavadas en las paredes de las catacumbas podían
ser de dos tipos: rectangulares, denominadas loculi, o semicirculares,
llamadas arcosolio.
Al principio las paredes no tenían ningún tipo de ornamentación, solo tomaron
como práctica el fijar en los muros monedas y camafeos y de este modo señalar la
fecha. Esta costumbre ha facilitado mucho el estudio y la datación a los
arqueólogos. Algunas monedas llevan la efigie de Domiciano (51-96), incluso de
emperadores más antiguos (como Vespasiano o Nerón). Solo más tarde y durante
los periodos de calma, se fueron llenando las paredes de pinturas.
Decoración e iconografía
La decoración se concentra en los cubículos y la técnica utilizada es la pintura al
fresco, que muestra una ejecución muy rudimentaria. Su iconografía evolucionó a
lo largo del tiemp:


Al principio, con fuerte influencia del helenismo, eran temas del mundo animal o
vegetal con significado místico: la paloma (el alma), el pavo real (la eternidad), la vid o
la espiga (eucarísticos). También el pez, palabra que en griego contiene las iniciales
del Salvador: ΙΧΘΥΣ ijcís (Ἰησοῦς Χριστὸς Θεοῦ Υἱὸς Σωτήρ Iesús Jristós Theú Yos
Sotér "Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador"), relacionada con el rito del bautismo.
Más tarde, en el siglo III, surgen temas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Entre estos últimos se encuentra la imagen de Jesucristo o de la Virgen. Y así
Jesucristo es representado como Buen Pastor (basándose en el Moscóforo griego),
visible en la catacumba de San Calixto, o bien como en la catacumba de Priscila,
donde aparece como Maestro al estilo de los filósofos greco-romanos (también
siguiendo el evangelio de San Mateo), y donde la Virgen es representada como
madre, con el Niño sentado en su regazo, como después imitará el arte bizantino con
la Theotokos, modelo iconográfico este último que trascenderá al estilo románico.5
Los nombres
Entre la gran cantidad de cementerios subterráneos de Roma, unos 60 son
conocidos por su nombre. De entre ellos, unos toman los nombres de un santo o
de varios que fueron allí sepultados; tal es caso de Santa Inés o San Pancracio.
Otros cementerios conservan el nombre primitivo de las localidades donde se
habían establecido, como Ad Ursum Pileatum, Ad Sextum Philippi. Otros tomaron
el nombre de los propietarios del terreno debajo del cual se hicieron los
enterramientos, o bien el nombre de sus fundadores o de algún personaje que lo
amplió. A partir de la época de Constantino, muchos de esos cementerios fueron
perdiendo poco a poco sus primitivos nombres y se convirtieron en santuarios o
lugares consagrados a algún santo importante.
De esta manera, la catacumba de Domitila (que sería una propietaria) se convirtió
en cementerio de los santos Nereo, Aquileo y Petronila. El de Balbina se llamó de
San Marcos y el de Calixto fue San Sixto y Santa Cecilia. Siguiendo el estudio de
estas denominaciones, los arqueólogos han podido averiguar las dos fechas
cumbres: la de las persecuciones y la del triunfo.
Los enterramientos de las catacumbas pudieron ser excavados de manera legal
porque o bien las tierras habían sido compradas o bien sus propietarios se
convirtieron al cristianismo o al menos simpatizaron con los nuevos cristianos. Las
matronas romanas, mujeres muy piadosas, dieron buen ejemplo de generosidad
ofreciendo parte de sus tierras. Testimonio de este hecho son los numerosos
nombres dados a los cementerios: Priscila, que era la madre del senador Pudens,
dio lugar a la catacumba de santa Priscila, un vasto cementerio sobre la vía
Salaria. Ella misma fue enterrada en este sitio. Luciana, Justa y muchas otras,
cuyas propiedades están muy bien documentadas.6
Usos
Enterramientos
Las catacumbas son, por encima de todo, cementerios. Las múltiples galerías o
corredores que se multiplican en todas ellas no son solo para acceder de un lugar
a otro, sino que están destinados a ser ellos mismos un cementerio. Sus paredes
están repletas de nichos, donde se disponen los cuerpos en horizontal por niveles.
En algunas hay hasta 12 niveles y en otras tan solo 3. Todo depende de la altura
de la galería construida, además de la solidez de la roca. Los corredores son
largos y estrechos, tan estrechos que malamente pueden caber dos personas que
se crucen. Se cortan los unos a los otros de mil maneras y el resultado es un
verdadero laberinto que puede llegar a ser peligroso si no hay un guía. 7
Ejercicio del culto
Las catacumbas también servían como lugar de culto en determinadas ocasiones.
En algunos casos tenían luz solar que entraba por una abertura que daba al
campo y que servía también para introducir los cadáveres. Pero estas aberturas
no eran muy frecuentes; lo común era que la iluminación se diese por medio de las
lámparas de bronce suspendidas de la bóveda por unas cadenas. Las galerías
tenían asimismo su iluminación con unas lámparas de arcilla que se ponían en los
entrantes de los propios nichos. Hoy, todavía, se pueden apreciar las manchas de
humo.
Estos cementerios son abandonados en la época en que
los lombardos conquistaron el norte y centro de Italia (años 568 y 572), y más
tarde con el gobierno de los musulmanes. En estos momentos de crisis, los papas
deciden sacar de allí las reliquias y las depositan en las basílicas urbanas donde
pueden cuidarlas mejor. Desde ese momento hasta entrado el siglo XIII ya no se
vuelve a hablar de las catacumbas; quedan completamente olvidadas. Después
vuelve a renacer su memoria, pero con el cisma de Aviñón en el siglo XIV y
el Renacimiento del XV y XVI, el olvido es total.
Las catacumbas de Roma
Las catacumbas de Roma son galerías subterráneas utilizadas durante varios siglos como
cementerios. Las catacumbas empezaron a realizarse en el siglo II y no fueron terminadas sino
hasta el siglo V. Aquí se enterraba los ciudadanos paganos, judíos y los primeros cristianos de
Roma.
La palabra catacumba significa "al lado de la cantera", proviene del hecho de las primeras
excavaciones realizadas para ser utilizadas como lugar de enterramiento se realizaron en las
afueras de Roma, junto al terreno de una cantera. Los cristianos no compartían la costumbre
pagana de incinerar los cuerpos y para solucionar los problemas de la falta de espacio y del alto
costo de la tierra, se crearon estos enormes cementerios bajo tierra.
Las catacumbas se componen de una infinidad de túneles subterráneos que forman auténticos
laberintos de kilómetros a lo largo de los que se excavaron varias filas de nichos rectangulares. Los
cadáveres eran envueltos en una sábana y colocados en estos nichos que más tarde eran cerrados
con lápidas de mármol o barro cocido donde se grababa el nombre del difunto con un símbolo
cristiano.
¿Qué son hoy las Catacumbas en ROMA?
En la ciudad de Roma existen más de sesenta catacumbas compuestas por kilómetros de túneles
subterráneos en los que se encuentran miles de tumbas. Actualmente solo 5 de todas ellas se
encuentran abiertas al público:
Catacumbas de San Sebastián se encuentran en Via Appia Antica, 136. Cuentan con 12 km de
extensión y toman el nombre de San Sebastián por un soldado que fue martirizado por haberse
convertido al cristianismo.
Catacumbas de San Calixto se encuentran en Via Appia Antica, 110/126. Cuentan con una red de
20 km de galerías y albergan las tumbas de 16 pontífices y decenas de mártires cristianos.
Catacumbas de Priscila se encuentran en Via Salaria, 430. En su interior se encuentran
conservados algunos frescos de importancia para la historia del arte como las primeras
representaciones de la Virgen María.
Catacumbas de Domitila se encuentran en Via delle Sette Chiese, 280. Estas catacumbas de más de
15 km fueron descubiertas en 1593 y toman su nombre de la nieta de Vespasiano.
Catacumbas de Santa Inés se encuentran en Via Nomentana, 349. Santa Inés fue enterrada en
estas catacumbas después de haber sido martirizada por su fe cristiana, de aquí su nombre.
Eruditos y arqueólogos
Durante los periodos en que la hegemonía estuvo de parte de los godos, vándalos
y musulmanes, hubo una total devastación en Roma. Y mucho más tarde, ya en el
siglo XVIII, se impuso la traslación de reliquias desde las catacumbas a las
iglesias. Por todo ello no ha sido fácil para los eruditos y arqueólogos reconocer
con exactitud la Roma subterránea y sus denominaciones. Sin embargo, el
entusiasmo de algunos hombres amantes de la Antigüedad, su trabajo y sus
investigaciones, hicieron que en la actualidad se tenga bastante información de lo
que fueron y de lo que son las catacumbas. He aquí los precursores.
El primer estudioso del tema surgió a mediados del siglo XVI. Se
llamaba Panvinio. Tomó como guía para sus investigaciones el martirologio
titulado Actos sinceros de lleno en las aportaciones de estos textos y fue anotando
concienzudamente notas importantes hasta formar un catálogo con los nombres
de los papas y mártires sepultados en cada uno de los cementerios. Este trabajo
fue muy importante y de mucha ayuda para los futuros investigadores. 9
Otro estudioso de la Antigüedad fue el dominico Alfonso Ciacconio. La casualidad
vino a ayudarle. En 1578 hubo un derrumbe de terreno en la vía Salaria a
consecuencia del cual salió a la luz uno de estos cementerios subterráneos, la
llamada catacumba de Priscila. Acudió al lugar y bajó y visitó las partes
accesibles. Su entusiasmo le llevó a hacer un examen exhaustivo del sitio y al final
confeccionó un interesante álbum en el que había copiado in situ todas las
pinturas encontradas y en el que había dibujado los sarcófagos y otras esculturas.
Por aquellos años apareció otro enamorado de la Antigüedad: Philips van
Wingh (1560-1592), natural de Lovaina, que se puso en contacto con Ciacconio
para intercambiar conocimientos. Les llegó a unir una gran amistad. Hizo la misma
visita que él a la catacumba, corrigiendo errores y aumentando la información;
copió las pinturas con los colores naturales y originales, organizando su trabajo
con verdadera pericia. Sus escritos y sus dibujos se han perdido.9
El siguiente gran personaje del estudio e investigación de las catacumbas
es Antonio Bosio (de mediados del siglo XVI), natural de la isla de Malta, que fue
agente de la orden de Malta en Roma donde residía, y que fue conocido como el
Cristóbal Colón de las catacumbas. Fue otro entusiasta de la Antigüedad y
consagró al estudio de las catacumbas 35 años de su vida, así como sumas
considerables de dinero. Con la ayuda de múltiples documentos, con su sagacidad
y con el acompañamiento del azar (excavación de un pozo, de una bodega,
derrumbes de terreno...) pudo registrar y estudiar las catacumbas en todos los
sentidos. No había obstáculos para él. Redactó la historia y la topografía de las
catacumbas, dedicándose a estos temas con más intensidad que lo hecho hasta el
momento y dejando un poco de lado la crítica de los monumentos desde el punto
de vista artístico. Su valioso manuscrito fue impreso 30 años después de su
muerte. Los estudios de Bosio dieron lugar a nuevos y fructíferos estudios. Un rico
complemento fue la obra escrita en italiano, aparecida en 1720, del canónigo
de Santa María en Trastevere, Observaciones sobre los cementerios de los santos
mártires y de los antiguos cristianos de Roma.
A partir de ese momento y durante todo el siglo XVIII se hizo el silencio y la
oscuridad. Cuando entró el siglo XIX, apareció otro erudito que se entregó, igual
que sus antiguos compañeros, en cuerpo y alma al estudio de las catacumbas.
Fue el padre Marchi. Tuvo la gran fortuna de descubrir el cementerio (catacumba)
de santa Inés. Tuvo además la gran suerte de contar con un alumno aventajado e
inteligente, Giovanni Battista de Rossi, que llegó a completar el estudio con un
trabajo sistemático, llegando a la conclusión de que “cada cementerio tenía su
propia existencia aparte, porque cada uno se debía a una causa determinada y
partía de un centro propio”. Su mejor conquista, su mayor éxito fue el
descubrimiento de la catacumba de Calixto. Escribió y diseñó la geografía y la
topografía de las catacumbas y llegó incluso a hacer unos perfectos planos de
nivel. Su labor fue un tesoro para los siguientes investigadores. Esto es falso En la
actualidad, el tema de las catacumbas está bastante bien estudiado, con la ayuda
de todos estos personajes y con la asistencia de todos los medios modernos
puestos a disposición de los arqueólogos y demás estudiosos.
La persecución a cristianos en el Imperio romano, se produjo de forma intermitente
durante un período de más de dos siglos entre el Gran incendio de Roma en el año 64
bajo Nerón y el Edicto de Milán en el 313, en el cual los emperadores romanos Constantino el
Grande y Licinio legalizaron la religión cristiana.
La persecución a los cristianos en el Imperio romano fue llevada a cabo por el Estado y
también por las autoridades locales de manera esporádica y puntual, a menudo a capricho de
las comunidades locales. A partir del año 250, la persecución en todo el imperio tuvo lugar
como consecuencia indirecta de un edicto del emperador Decio. Este edicto estuvo en vigor
dieciocho meses, durante los cuales algunos cristianos fueron asesinados mientras que
otros apostataron para escapar de la ejecución.
Estas persecuciones influyeron fuertemente en el desarrollo del cristianismo, dando forma a
la teología cristiana y a la estructura de la Iglesia. Los efectos de las persecuciones incluyeron
la redacción de explicaciones y defensas del cristianismo.
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