Subido por Altea Mcleod

To the sticking place - Jack e Ianto

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CHAPTER 1: PART I
TO THE STICKING PLACE
Macbeth
¿Y si fallamos?
Lady Macbeth
¿Quién? ¿Nosotros?
Tensa hasta donde puedas las cuerdas de tú
valor y no fallaremos.
Macbeth Acto I, escena 7.
PARTE ILas discusiones a gritos de Jack por teléfono no son especialmente extrañas, pero después
de diez minutos de insultos sucesivos, Suzie Costello suspira y sube las escaleras para
decirle a Jack que se calle porque está asustando a la chica nueva.
—¡No tienen derecho a interferir en la forma en que dirijo las cosas aquí! —Oye gritar a
Jack cuando se acerca lo suficiente como para distinguir sus palabras— ¡Teníamos un
jodido trato, Hartman! ¡No te atrevas a pensar que puedes entrar aquí y decirnos en qué
mierda fall- Oh Por favor, el mundo no se ha acabado todavía! ¡Nos defendimos de esos
Caxtarids bien sin tu ayuda o la de UNIT!
Suzie abre la puerta lentamente, con cuidado de no hacer ruido, y se adentra en el
despacho de Jack de la forma más discreta posible, aunque no tenía por qué molestarse, ya
que Jack está demasiado ocupado con la más reciente, en una larga serie de discusiones
con la perra administradora de Torchwood One, Yvonne Hartman, como para fijarse en ella.
—Mi equipo —gruñe Jack en el auricular, con la mano enroscada alrededor del teléfono con
tanta fuerza que parecía como si fuera a romperse— Son perfectamente competentes tanto
en el combate cuerpo a cuerpo como en el manejo de armas de fuego. No queremos uno de
tus robots psicópatas y xenófobos. Me enfrentaré a los Caxtáridos, a los Plasmavores y a
los Daleks antes de dejar que cualquiera de su escoria asesina se meta en esto- ¿Cómo
que no tengo elección? ¿Qué vas a hacer, matarme?
Suzie hace una mueca y resiste el impulso de arrancar el teléfono de la mano de Jack antes
de que pueda hacer más daño. Aunque Torchwood Three es básicamente autosuficiente,
Torchwood Londres aún tenían el poder de hacerles las cosas bastante difíciles si tuvieran
la motivación adecuada. Aunque por razones diferentes, Suzie quiere la interferencia de
Torchwood Londres casi tan poco como Jack. Le gusta el ambiente caótico de Torchwood
Three y la ausencia total de burocracia, con un jefe al que le importan poco los protocolos y
las normas. Cruza los brazos sobre su pecho, nerviosa, y mira con desdén las enormes
pilas de papeles que hay sobre su escritorio, maldiciendo a Jack por cualquier locura que
haya hecho para atraer la ira de Torchwood One sobre ellos.
De repente, el rostro de Jack se nubla de furia y se pone en pie de un salto.
—¡¿Qué ella dijo que?!
El frío miedo brota en su interior y tiene que hablar.
—¿Qué pasa, Jack? —pregunta, y sus ojos se mueven hacia ella abruptamente, pero no
responde.
—Ella no puede hacer eso —dice, enfadado y desesperado al mismo tiempo—. ¡Hay una
maldita grieta en el tiempo y el espacio aquí! ¿Cómo se supone que vamos a hacer nuestro
maldito trabajo si ella nos corta la financiación? Y tú, ¿qué demonios le has dicho?
—Jack —susurra Suzie.
—Tú —gruñe Jack, ahora temblando furiosamente—. Tú… Cómo te atreves… Eres… —se
esfuerza por encontrar una palabra que describa su rabia y acaba gritando algo en un
idioma que Suzie no reconoce en el teléfono antes de golpearlo en su cubierta haciendo
que un montón de papeles caigan y se esparzan por todo el suelo.
—¡Mierda! —grita Jack, llevándose las dos manos al pelo— ¡Maldita sea!
—¡Jack! —Suzie grita, empezando a preocuparse seriamente— ¿Qué está pasando?
—Al parecer, ahora, después de cinco putos años, nos falta personal —sisea él, golpeando
con un puño el duro roble de su escritorio—. ¡Ahora decide “colaborar”!
—¿Vamos a recibir nuevos miembros? —deduce Suzie, preguntándose por qué esto es tan
importante. En sus cuatro años en Torchwood nunca había visto a Jack tan enfadado.
—Hartman, esa completa arpía —gruñe Jack, comenzando a pasearse de arriba abajo
frente a la pared de cristal de su despacho—. ¡Convenció a la Reina de que somos una
especie de… de rama de delincuentes y ahora, si rechazamos las transferencias, nos
cortará la financiación!.
—¿Crees que será un espía? —pregunta Suzie, pasando directamente por delante del
escritorio de Jack. Al otro lado de la ventana ve a Owen y al nuevo técnico, Toshiku, o algo
así, observando con recelo la escena que se desarrolla sobre ellos.
—Oh, sé que serán espías —dice Jack, apretando los dientes de forma poco atractiva, o al
menos de forma poco atractiva fuera del sexo—. Podría lidiar con los malditos espías, pero
Hartman ha decidido que nos faltan agentes de campo, así que va a enviar a uno de sus
londinenses… ¡Asesinos! —Escupió la palabra como una maldición—. Hay una razón por la
que no he tenido mucho contacto con Torchwood One desde que me hice cargo. Son todos
"dispara primero y pregunta después" y "si es alienígena, es nuestro". Idiotas xenófobos,
todos ellos. Y ahora están enviando uno aquí.
Se hunde en su silla y apoya los codos en el escritorio, acunando su cabeza.
—Está intentando echarme en cara todo lo que he trabajado. Por fin, cuando acabo de
poner este lugar en pie… Uno de sus mejores agentes, hecho.
Suzie observa el Hub, desordenado y sucio como siempre, el escritorio de Owen y la
técnica temblorosa que se esconde detrás de su ordenador (Dios, solo lleva una semana
aquí y ya su actitud aterrorizada está cabreando a Suzie), y se pregunta qué pensará de
este lugar el agente de Torchwood One, tan acostumbrado a la reluciente torre de Canary
Wharf.
Más tarde, cuando Yvonne Hartman logra darles el nombre, Suzie se siente algo
decepcionada cuando Jack saca el expediente de Ianto Jones. La mayor parte está sellada,
incluso las circunstancias de su reclutamiento, pero solo tiene veintidós años. Prácticamente
un bebé. No se avergüenza de admitir que deseaba algo más emocionante.
Pero cuando Jack consigue llegar a la información sellada a través de "viejos amigos" de
Torchwood One, ella se arrepiente de ese deseo.
***
Ellos lo saben. Es el primer pensamiento que pasa por la mente de Ianto Jones en el
momento en que se le presenta el equipo de cuatro personas que forma Torchwood Three.
La odiosa reacción del capitán Jack Harkness cuando Ianto lo conoció en el Plass podría
explicarse, porque todo el mundo en Torchwood One que es alguien sabe que Harkness
desprecia todo y cualquier cosa que tenga que ver con la oficina central, pero las miradas
de horror, asco, miedo y aversión que recibe del resto del equipo cuando entra en el Hub a
través de su ridículamente impráctico "ascensor invisible" no pueden ser ignoradas. Ianto no
está especialmente sorprendido de que hayan conseguido descubrir la información
clasificada de su expediente, pero mentiría si negara que esperaba poder empezar de
nuevo en Cardiff.
Torchwood Cardiff es un desastre, piensa Ianto con desprecio, concentrándose en
inspeccionar el pequeño Hub subterráneo. Es un completo desorden, basura, pizzas a
medio comer y papeleo desorganizado esparcido por todas partes, maquinaria
descaradamente alienígena a la intemperie, ¿y eso es una mano humana en un frasco?
—Este es Ianto Jones —dice Harkness con brusquedad, sin molestarse en ocultar el hecho
de que Ianto le resulta aborrecible—. Jones, este es Owen Harper, nuestro oficial médico.
Señala a un hombre bajito y de pelo oscuro que le dirige una mirada de profundo rechazo.
Ianto hace una nota mental para mantenerlo a distancia.
—Toshiko Sato, nuestra experta en tecnología —Harkness señala a la mujer asiática,
japonesa por el nombre, sentada frente a varios monitores. Ella ni siquiera se atreve a
establecer contacto visual con él y encorva los hombros a la defensiva en lo que parece ser
una reacción automática cuando Harkness la señala.
—Y Suzie Costello —La mujer levanta las cejas de forma confrontativa mientras Ianto le
dedica un breve y educado asentimiento, con la boca torcida por el disgusto—. La segunda
al mando. Ella se encargará de tu integración en tu nuevo puesto aquí. Cualquier pregunta
puede pasar por ella. ¿Alguna pregunta?
Ianto levanta una ceja burlona y Harkness frunce el ceño, pareciendo darse cuenta de su
error.
—No importa —se corrige Harkness, e Ianto se mantiene en silencio, atento, a pesar de que
tiene un montón de preguntas—. Pero déjame aclarar una cosa —dice sombríamente,
dejando de lado toda pretensión de profesionalidad—. Descubrirás que aquí llevamos las
cosas de otra manera. Ahora recibes mis órdenes, lo que significa que seguirás las reglas
de Torchwood Three, no las de Londres. ¿Entendido?
—Sí, señor —dice Ianto con calma, porque aunque Harkness se haya hundido al nivel de la
petulancia infantil, ciertamente no lo va a hacer.
Por alguna razón, esto solo parece indignar aún más al jefe de Torchwood Three.
—No asumas que sabes cuáles son esas reglas —advierte Harkness e Ianto se da cuenta,
con un toque de irritación, de que eso probablemente significa que no hay un manual de
Código de Conducta. —Eres un novato aquí, un par de manos extra, hasta que
encontremos reclutas adecuados en otra parte —Él y luego puedo deshacerme de ti está
implícito. —Y sal de esa ridícula postura. Aquí tampoco hacemos ninguna de las tonterías
de los saludos. ¿Está claro?
—Sí, señor —repite Ianto, relajándose de su postura de atención. —Sin embargo, debo
informarle de que sus órdenes son sustituidas por las de Londres en determinadas
situaciones.
La cara de Harkness se llena de rabia, e Ianto nota que el vaso sanguíneo de su sien se
abulta con irónica diversión. Aprieta los dientes y parece contenerse para no dar un
puñetazo a Ianto en ese mismo momento.
—¿Y esas situaciones serían…? —pregunta Harkness con acidez, enderezándose y
metiendo los puños en los bolsillos de su excesivamente vistoso abrigo militar. (Aunque es
un abrigo muy bonito).
—Clasificado —responde Ianto con frialdad, preguntándose sinceramente por qué, si Jack
Harkness es realmente tan obstinado, Hartman no lo ha hecho matar todavía.
Los ojos de Harkness se entrecierran, pero Ianto se niega a apartar la mirada, tranquilo y
sereno como siempre.
—Me lo imagino —dice Harkness casi con hosquedad, dándose la vuelta, e Ianto se
sorprende de la inmadurez de un hombre más de una década mayor que él. Eso es lo que
parece, de todos modos; el archivo de Harkness está extrañamente desprovisto de
cualquier información útil, incluyendo, extrañamente, su edad.
—Estaré en mi despacho —anuncia innecesariamente el nuevo jefe de Ianto, como si fuera
a estar en otro lugar, y se dirige a las escaleras del segundo piso del búnker subterráneo—.
¡Es todo tuyo, Suzie!
Ianto lo mira irse con creciente escepticismo (¿realmente tenía que sacudir su abrigo de esa
manera?) y luego se vuelve hacia Costello.
—Por aquí entonces. Supongo que te haré una visita guiada —dice Costello, mirando con
atención su equipo de operaciones encubiertas.
No se lo reprocha; desde el momento en que entró en la habitación (¿descendió del techo?)
era obvio que sobresalía como un pulgar dolorido.
—Una pregunta rápida —comienza con curiosidad— ¿Cuántas armas llevas encima?
—Diecisiete, señora —responde Ianto de forma automática y tanto Harper como Sato
levantan la cabeza del trabajo que fingían hacer mientras él y Harkness se enfrentaban para
mirarle fijamente.
—¿Diecisiete? —repite Harper, como si no hubiera escuchado perfectamente la primera
vez.
Ianto frunce el ceño. No es tan exagerado, teniendo en cuenta la cantidad de bolsillos que
tiene en su chaleco.
Sin embargo, la cantidad de armamento que lleva Ianto no parece molestar a Costello tanto
como a Harper.
—¿Acabas de llamarme señora? —pregunta ella, horrorizada— Dios, sé que los de Londres
son unos cabrones frígidos, pero nunca me llames señora.
—Anotado —responde Ianto formalmente. Después de todo, ella es la segunda al mando.
Ella lo conduce primero por la planta principal, antes de proceder a los niveles inferiores, e
Ianto finge no notar los ojos de Harper y Sato observando cada uno de sus movimientos.
El día a día es sorprendentemente diferente en Torchwood Three, más de lo que Ianto
podría haber imaginado cuando se le informó de su traslado. Por un lado, aunque no era
completamente fuera de lo común ser despertado en medio de la noche debido a un suceso
relacionado con el trabajo en Londres, ciertamente no era la norma. En Cardiff, parece que
cada dos noches le despiertan a las tres de la madrugada para ocuparse del siguiente
alienígena, cada vez más ridículo, que llega a través de la Grieta.
El reducido número de personal y el estrecho espacio en el que se ven obligados a trabajar
son un hecho, pero lo que realmente sorprende a Ianto es lo diferente que es la gente en
Torchwood Three. Son brillantes, sin duda, pero en un equipo tan pequeño tendría que ser
un requisito ser brillante (eso o ser realmente bueno disparando cosas.) Pero son tan…
inadecuados para el trabajo de Torchwood. Tan ruidosos, cuestionando todo, tan
despreocupados y groseros, rozando la insubordinación. Ninguno de ellos es galés, lo que
le molesta de una manera vaga, y parecen asumir que porque lo es, habla el idioma con
fluidez. Algo ridículo, ya que menos de una cuarta parte de la población de Gales lo hace y
casi todos viven en el campo.
Harkness es el hombre más imprudente que Ianto ha conocido, siempre se lanza de cabeza
al peligro, a diferencia de cualquier líder del que Ianto haya oído hablar antes. Harper es
cáustico e insultante, más parecido a un adolescente hormonal que a un hombre con un
título de médico, y nunca pierde la oportunidad de arremeter contra Ianto por su
comportamiento profesional, su uniforme y el hecho de que Ianto no sea propenso a los
arrebatos emocionales. Tiene más sentido después de leer su expediente, pero Ianto lo
encuentra aburrido e insípido, y trata de evitarlo si es posible.
Sato, por su parte, le tiene bastante miedo. Intenta hacerse lo más pequeña posible cada
vez que él entra en la habitación, pero como ha pasado los últimos ocho meses en un
centro de detención de la UNIT, él la perdona. Incluso Costello, la única que habla
voluntariamente con él (lo que dice más de ella que de él), tiene una personalidad cruel
totalmente inapropiada para su posición. Todos ellos son tan cegadoramente… bueno,
humanos, comparados con el frío e impersonal Torchwood de Londres al que está
acostumbrado, que le hacen sentirse muy viejo, a pesar de ser el más joven de todos ellos.
Todos son contratados por Harkness, por supuesto, lo cual es algo en sí mismo cuando
Ianto se da cuenta de su juventud y atractivo. Esto se corresponde con todos los rumores
desagradables que circulan alrededor de One y que Ianto nunca creyó realmente, pero tiene
que decir que, durante las primeras semanas de escuchar sus incesantes comentarios
sobre su vida sexual (¡incluso Sato participó de vez en cuando!) se preguntó si todos se
estaban cogiendo a los demás.
Son perezosos e incompetentes en las tareas más básicas. Ni siquiera tenían un sistema
para archivar cuando él llegó, solo una habitación llena de archivadores vacíos cubiertos de
pilas de papel desorganizadas. Y cuando Ianto pregunta por ello, Harkness le sugiere con
sarcasmo que, si tanto le molesta, puede organizarlo él mismo. Es algo bastante estúpido,
ya que técnicamente da su aprobación para que Ianto revise todos sus archivos, pero Ianto
se horroriza al descubrir que ni siquiera es su principal motivación para hacerlo.
Las cosas están imposiblemente ocupadas en Torchwood Three o imposiblemente
aburridas, y mientras Sato siempre puede estar ocupada trabajando en la actualización del
ordenador central de Torchwood, los demás navegan por la web (Ianto está bastante seguro
de que tanto Harkness como Harper pasan la mayor parte de su tiempo en el Hub viendo
porno) o juegan a juegos inútiles. A Ianto no le sirven ninguna de las dos actividades y el
tiempo que uno puede pasar en el campo de tiro o haciendo café bebestible es limitado. Así
que es él quien acaba limpiando después de ellos. También le da una excusa para quedarse
cuando Harkness sale, para poder entrar en los archivos privados de Harkness y registrar
su despacho. Harkness no es completamente estúpido, algunos de los dispositivos de
bloqueo son bastante difíciles de atravesar, pero en siete meses Ianto ha revisado todos los
archivos y ha informado de cualquier cosa de interés a Hartman. En su mayoría se trata de
tecnología alienígena que Harkness había rebuscado y de la que no había informado a
Londres, pero hay una cantidad alarmante de referencias al "Doctor" en sus notas
personales, tanto en su diario como en su ordenador. Harkness parece haberlo conocido
personalmente en el pasado y parece estar deseando encontrarse con él de nuevo. Por
supuesto, Ianto se pregunta qué tipo de relación (no que clase de relación, Dios, Three
le
estaba pudriendo el cerebro) tenía con el enemigo número uno de Torchwood, pero en
realidad no es asunto suyo. No es más que un peón de Londres en la actual lucha de poder
entre One y Harkness y si Hartman sabe cuál es la conexión de Harkness con el Doctor,
desde luego no le informa.
Pero aun así, Three es tan… Ni siquiera sostienen sus armas de fuego de la manera
correcta, llevándolas siempre de manera descuidada y casual, sin fundas la mayor parte del
tiempo, lo que sugiere que se enseñaron a sí mismos a disparar. O, dado que todos las
llevan de la misma manera, es más probable que Harkness les haya enseñado,
transmitiendo su método incorrecto a sus subordinados, e Ianto tiene que recordarse que
debe no hacer una mueca de dolor cada vez que ve a alguno de ellos empuñar un arma. Si
tuviera más autoridad, arrastraría personalmente a cada uno de ellos al campo de tiro y les
enseñaría la forma correcta, pero no la tiene, así que mantiene la boca cerrada. En un
momento dado, encuentran un pterodáctilo (¿o pteranodonte?) y deciden tenerlo como
mascota. Ianto está de acuerdo en que es bastante magnífico, pero aun así. Evita
comentarlo, trata de mantener los comentarios secos al mínimo, porque la única razón por
la que no han hecho comentarios groseros y condescendientes sobre su edad es porque
están demasiado ocupados sintiéndose asqueados y asustados por él. En el momento en
que se sienten demasiado cómodos con su presencia… bueno, ya puede imaginar qué
burlas creativas se le ocurrirán a Harper y no hay nada en el universo que odie más que ser
condescendiente.
No les gusta particularmente. Corrección: no les gusta en absoluto. No les gusta la facilidad
con la que maneja sus armas, su disposición a matar si es necesario; Dios santo, Harkness
prácticamente hizo un berrinche cuando le voló los sesos a un Weevil. (Es demasiado serio,
demasiado convencional, demasiado… Torchwood One para su gusto. No es brillante como
los demás, solo decidido y sobrio. Piensan que su opinión de que los extraterrestres son
una amenaza es de mente estrecha, piensan que es un monstruo cuando todas sus
acciones han sido para salvar vidas humanas, pero la verdad es que son ellos los que se
engañan. Están demasiado perdidos en la maravilla del universo que les rodea como para
ver la muerte y la destrucción que provoca en la gente corriente que solo intenta vivir su
vida.
Sin embargo, a veces es agradable estar rodeado de gente que no está tan hastiada y es
tan cínica como él, gente que puede maravillarse con las complejidades de la tecnología
alienígena lejana en lugar de tratar inmediatamente lo que encuentran como un recurso que
puede ser utilizado para promover los intereses de Gran Bretaña. Para su horror, descubre
que después de un tiempo se ha encariñado con sus excentricidades y su comportamiento
caprichoso. Harkness es valiente y dedicado (vive en la base), Harper es de humor negro y
firme, Costello es entusiasta y trabajadora, Sato es brillante y leal, y más tarde, Cooper es
de principios, casi hasta la ingenuidad, pero de buen corazón en formas que Ianto a veces
desearía ser.
Pero tiene un trabajo que hacer, fue enviado aquí para monitorear las actividades de
Torchwood Three (además, aún no ha logrado hackear el mainframe y a pesar de sus
talentos con la tecnología, no es nada comparado con Sato) y separarse de su personaje
sin rostro de "Agente de Torchwood One" solo complicaría las cosas. Así que le odian, y con
sus comentarios despectivos se asegura de que piensen que también le caen mal, aunque
con el paso del tiempo no podría estar más lejos de la realidad y de acuerdo, quizá eso
duele un poco. Pero desde el momento en que se apoderaron de su expediente siempre
iban a odiarle, así que no se lo toma a pecho.
Incluso después de un año de trabajo en Torchwood Three sigue siendo el forastero, la
persona que hace que todas las conversaciones se detengan cada vez que entra en la sala,
el riguroso de las reglas, siempre recordándoles lo peligroso y contrario a los protocolos que
son sus acciones. Se desvanece en un segundo plano cuando las cosas van despacio, pero
durante los combates es el asesino inmoral y sin sentimientos del que todos tienen que
cuidarse, para mantenerse a raya. En realidad, no ha matado a nadie desde que fue
transferido a Cardiff
(una de las primeras órdenes explícitas de Harkness fue que Ianto no matara a nadie a
menos que tuviera su aprobación), pero sigue siendo el que disparó en las piernas al
traficante humano de productos alienígenas para evitar que escapara, el que hace estallar
Weevils sin la menor duda, el que no puede preocuparse por el bienestar de los visitantes
alienígenas "accidentales".
Ianto ha metido su conciencia destrozada en lo más profundo de su ser y está dispuesto a
hacer casi cualquier cosa para cumplir con su trabajo. Ianto no puede contar cuántas veces
Harkness le ha agarrado por el cuello, le ha golpeado contra la pared y le ha gritado
obscenidades después de que hiciera algo que el otro hombre obviamente considera
deplorable.
Pero, después de todo, ese es su propósito. Hace todas las cosas sucias que otras
personas no podrían vivir con ellas mismas después de hacerlas, las cosas de las que
preferirían no oír hablar, y las hace casi siempre sin quejarse. Lo hace porque nadie más lo
hace y alguien tiene que hacerlo para que la raza humana sobreviva al duro e implacable
universo en el que se encuentra. Pero, sobre todo, lo hace porque puede, porque la parte
de él que habría protestado contra sus acciones murió hace mucho tiempo y le importa un
bledo.
No solía ser así. Hubo un tiempo, hace años, en el que Ianto se parecía más a la media de
los hombres (niños) de su edad. Solía ir al pub, ver películas de James Bond, tener citas.
Pero Torchwood tiene una forma de embotar esa parte de su vida, haciendo que sus
antiguos intereses parezcan mundanos y sin sentido, a veces incluso infantiles. Trabajar
para Torchwood es como si el agua fluyera y diera forma a una piedra. Es lento, inevitable, y
al final, serás completamente irreconocible de lo que una vez fuiste. Pero esto es algo que
Ianto Jones aceptó hace años. Ya casi no le molesta.
Y Jack Harkness, el maldito Jack Harkness… Ianto lo odia a veces. Odia su estúpido acento
americano, su molesta sonrisa brillante, sus ingeniosos comentarios cuando todos podrían
ser asesinados por alienígenas en cualquier momento, y sobre todo su cegadoramente
irracional enamoramiento del hombre. A Ianto ya le gustaban los hombres, así que no es
nada nuevo, pero nunca le había gustado su jefe, y menos un jefe que le odiara a muerte.
Pero Ianto es muy profesional, así que entierra su absurdo enamoramiento (para hacer
compañía a su conciencia, digamos) y la vida continúa.
Por supuesto, esto es Torchwood Three, así que la pérdida de sus últimos restos de
dignidad tiene que ocurrir en algún momento y, cuando ocurre, lo hace de la peor manera
posible. Nunca.
Y no es gracioso, no importa lo que diga Owen.
***
Jack Harkness bosteza somnoliento, estirando los brazos sin ganas. Se pone del otro lado y
levanta más el edredón, dejando escapar un suave gemido. Hay un crujido a su lado y luego
la cama se sacude violentamente.
—Qué. Mierda. —Una voz desconocida enuncia, sonando asesina y- Oh, tienes que estar
bromeando.
Jack abre los ojos y se gira horrorizado para ver a Jones a su lado en la cama, obviamente
desnudo, sentado y agarrando la sábana alrededor de su cintura con un apretón de muerte,
pálido y conmocionado.
—Oh, no, no, no, esto no está sucediendo —dice Jack, mirando salvajemente alrededor de
su habitación en busca de alguna señal de que esto es solo un mal sueño. Un sueño muy
malo. Una pesadilla.
—Tú… —Jones comienza furiosamente, la mano derecha va hacia su cadera donde estaría
su cinturón de armas si, como Jack recuerda claramente con una saludable cantidad de
temor, no se lo hubiera quitado con los dientes en algún momento de la noche anterior.
—Está bien —dice Jack, levantando las manos a la defensiva, aunque por la forma en que
Jones se aferra a la sábana, probablemente no va a saltar sobre él e intentar estrangularlo
con sus propias manos— Bien. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? No. Esa es una mala
pregunta.
—¿Cómo puede ser una mala pregunta? —Jones sisea con rabia. Jack lo ignora.
—Vale, lo último que recuerdo es… Mierda, ¿qué hice ayer? Además de lo obvio.
Jones balbucea y se pone rojo.
—Justo entonces, hubo informes de disturbios en algún centro comercial elegante- —Jack
dice, levantando la mano para pasársela por el pelo distraídamente.
—… St. David’s —interviene Jones automáticamente.
—… Fuimos a investigar, Tosh trajo ese nuevo escáner que desarrolló—… Hiciste que nos echaran de Marks & Spencer por coquetear con el gerente—… Lo rastreamos hasta esa perfumería en Queen’s St—… Y el subdirector—… Tosh encontró algo raro en una de las muestras, así que la llevamos al Hub—… Harper la roció accidentalmente junto al ventilador… —Jones añade y luego hace una
pausa, pareciendo ponerse aún más pálido, su torso con cicatrices de bala se pone rígido.
Hay una plétora de moretones sospechosos en su cuello.
—Voy a vestirme ahora —dice con cuidado, el acento galés extrañamente amplificado— y
qué tal si no volvemos a mencionar esto.
Jones se levanta de la cama, arrastrando las sábanas rojas con él, recoge sus pantalones
del suelo y se dirige a la puerta.
—¡Eh! ¡Esas son mis sábanas! —le grita Jack a su espalda (también llena de cicatrices,
aunque no tan graves como las de su pecho) y Jones le hace un gesto muy grosero como
respuesta.
—Hijo de… —Jack gruñe mientras desaparece de su vista y de repente se siente en la
necesidad desesperada de una ducha, casi histérico por la necesidad de quitarse a Jones
de la piel.
Cuando era más joven, y un hombre muy diferente, apenas le habría importado que
acabara de acostarse con un sociópata asesino, de hecho se acostó con bastantes en su
día, pero esto era diferente (era Jones, por el amor de Dios) y se siente bastante enfermo.
Se sentó a la orilla de la cama, se limpia los ojos sin poder evitarlo y hace una mueca de
dolor que le resulta familiar.
Oh, no. Oh, no, no, no. ¿En serio? ¿En serio? Ya es bastante malo que haya tenido que
cogerse a Jones, pero ¿ni siquiera había estado encima?
Maldiciendo creativamente en voz baja, Jack va a las duchas, tratando de calmarse con el
pensamiento agradable de todas las diferentes maneras en que puede asesinar a Owen.
Para su sorpresa, encuentra a Owen en las duchas, tarareando alegremente en voz baja
mientras se lava el pelo con champú.
—Te ves como la mierda —le dice Owen cuando lo ve, el más alegre que Jack haya visto
nunca— Mala suerte, amigo.
—Tú —dice Jack con calma—, acabas de hacer un trío con Suzie y Toshiko, ¿verdad?.
—Y fue jodidamente glorioso —anuncia Owen triunfalmente.
—Te voy a descontar la paga este mes —responde Jack con maldad.
Owen lo mira con extrañeza.
—¿Qué demonios se te ha metido en el culo, Harkne…? Oh, Dios, Jones.
—Cállate. Cállate.
—¿Tuviste a Jones? —Owen suelta alegremente— Oh, Cristo, eso es… eso es… ¿Cómo
reaccionó? Por favor, dime que se volvió un poco loco, por favor.
—Digamos que, si tuviera su pistola, estoy 100% seguro de que me habría disparado.
Owen se ríe de la manera menos simpática posible, y Jack contempla todas las formas en
que puede matar a Owen y deshacerse del cuerpo sin que nadie se entere.
—Ehh, podrías haberlo hecho peor —dice Owen generosamente, lavando ahora el champú.
Está de tan buen humor que ni siquiera ha hecho un comentario sobre el hecho de que Jack
lo haya visto desnudo.
—Supongo que Jones es atractivo… en, ya sabes, una especie de forma de Jailbait
—continúa, sonando dudoso— Quiero decir, objetivamente…
—Termina esa frase y realmente te descontaré la paga —amenaza Jack y Owens sonríe
con maldad.
—¡Sí, señor! —dice, saludando, alcanzando el jabón y Jack le hace soltarlo a propósito.
***
—No te metas con Jones —es una de las primeras cosas que Tosh y Owen le dicen a Gwen
Cooper cuando llega a trabajar a Torchwood.
Ella no está segura de si están bromeando cuando se lo dicen por primera vez, porque
todavía está procesando que, bueno, los extraterrestres no solo existen, sino que también
hay un montón de ellos en Cardiff, de todos los lugares, y un asesino en serie se voló los
sesos delante de ella hace apenas unos días. Además, parece que hacen una cantidad
desmesurada de bromas, así que ¿cómo se supone que ella lo sabe?
—No, en serio —dice Tosh en voz baja, con un aspecto muy serio mientras todos empacan
el todoterreno lleno de cosas para rastrear el cometa en su primer día (¿noche?) de
trabajo— Hay un montón de otras reglas también, pero eso es lo primero de la lista.
—De acuerdo… —Dice Gwen, mirando al joven serio que lleva el tipo de ropa que suelen
llevar los agentes militares secretos en las películas. Supone que es Jones. Está revisando
una lista de lo que probablemente sea el inventario al otro lado del garaje— ¿Por qué?
Owen y Tosh se miran.
—No es exactamente… —Tosh comenzó.
—Mató a su novia hace un par de años —la interrumpe Owen, con el asco patente en su
rostro— Los dos trabajaban para nuestra sucursal de Londres y ella se volvió rebelde. No
sé cuáles son los detalles, pero ella rompió las reglas y él la mató. Así es como llegó a
agente de campo.
Gwen tragó con cuidado y volvió a mirar a Jones, el horror hizo que todo su cuerpo se
sintiera como si lo hubieran sumergido en agua helada.
—¿Y el capitán Harkness lo contrató? —susurró innecesariamente.
—Por supuesto que no —dijo Owen con vehemencia, mirándola como si fuera su culpa no
saber lo que estaba pasando— Fue trasladado aquí por los superiores. Uno, porque
estamos cortos de personal, pero también para vigilarnos. Jack y Torchwood One, que es
nuestra base de operaciones en Londres, no se llevan bien. En absoluto. Tienen una idea
diferente de cómo lidiar con los alienígenas. En su mayoría implican matarlos. Según su
archivo, Jones tiene un recuento de muertes de más de treinta personas. Eso son solo
humanos, claro. Torchwood One no lleva la cuenta de los alienígenas de la misma manera.
Gwen vuelve a mirar al joven y se pregunta, no por primera vez, si aceptar este trabajo fue
un gran error. Tal vez debería haberse quedado en la policía, lejos de este tipo de violencia
institucionalizada…
—¡No te preocupes! —Tosh dice tranquilizador, probablemente viendo la mirada de miedo
en su cara—. Aquí no hacemos ese tipo de cosas, y Jack tampoco dejará a Jones. Lleva
aquí algo más de un año y no ha matado a nadie, lo juro —Se vuelve hacia Owen,
obviamente esperando que la respalde. Él asiente y Gwen se siente un poco mejor.
—Pensamos que deberías saberlo, porque…
—De acuerdo, ¡dense prisa! —grita Jack cogiendo un maletín metálico de al lado de Jones
y entonces todos están entrando en el todoterreno y no hay tiempo para hablar.
Sin embargo, horas más tarde, antes de lo que le gustaría, descubre exactamente la clase
de hombre que es Ianto Jones.
—¿Pero qué pasa si no muerde el anzuelo? —Gwen pregunta preocupada, sosteniendo la
pistola tan lejos de su cuerpo como se lo permite el estrecho asiento trasero del
todoterreno—. ¿Y si no abandona su cuerpo? ¿Cómo lo matamos entonces?"
—Si ella muere, el alienígena también, ¿no? —pregunta Jones, al otro lado del asiento
trasero—. Entonces la matamos.
—¿M-matarla? —Gwen se queda boquiabierta, inclinándose hacia delante para mirarle
fijamente, el resto del coche se ha quedado muy callado—. No podemos… ¡Es solo una
pobre chica cuyo cuerpo ha sido secuestrado por esa cosa alienígena de gas!.
—Son dos personas ya muertas —responde Jones, mirándola en parte con desdén y en
parte con confusión—, Y si no podemos sacárselo, está muerta de todos modos. No
podemos arriesgarnos a que mate a más civiles y aquí Harper ya ha demostrado que no es
segura ni siquiera encerrada.
—Vete a la mierda, Jones —dice Owen desde el asiento del copiloto.
—¡Pero no es su culpa! —Protesta Gwen, sintiéndose mal—. ¡No puedes sacrificarla como
a un animal! No está bien, es…
—Nadie va a sacrificar nada —dice Harkness con irritación y, desde su asiento detrás de él,
puede ver sus manos agarrando el volante con fuerza— ¿Entendido, Jones?
—Sí, señor —responde Jones, casi con un aire de concesión cansada.
Gwen traga saliva y mira el arma en sus manos, la duda la inquieta el doble de fuerte que
antes. Levanta la vista y ve a Harkness mirando a Jones por el espejo retrovisor. Jones no
parece darse cuenta.
Jack es fiel a su palabra. Nadie muere, excepto el parásito, pero en el fondo de su mente,
Gwen teme cómo la cambiará este nuevo y emocionante trabajo.
El tiempo alivia la mayoría de esos temores. Resulta que Jones no sugiere casualmente el
asesinato de chicas inocentes de forma (tan) habitual y se mantiene casi siempre al margen
de los demás. A veces, en los días lentos, Gwen incluso se olvida de que está allí. Incluso
después del horrible incidente con Jasmine.
Pero ni siquiera eso cambia nada en realidad, porque Jack lo controla y no le permite hacer
ningún daño mientras esté al mando. Jones le escucha, probablemente por obligación, no
como si realmente respetara las opiniones de Jack, pero es mucho mejor que la otra
alternativa. Gwen confía en Jack y, a pesar de su malestar, se obliga a no sentir recelos y se
concentra en hacer su trabajo.
***
Según Jack, las hadas no pueden ser contenidas. No se les puede matar, no se les puede
detener. Han estado secuestrando niños desde los albores de la humanidad y lo único que
quieren es a sus "Elegidos".
—Si quieren pueden hacer grandes tormentas, mares salvajes, convertir el mundo en hielo.
Matar a todo ser vivo —dice la niña, luchando contra Jack—. ¡Déjame ir!
Es fácil ver cuál es el siguiente movimiento lógico.
El arma de Ianto Jones es sacada antes de que ninguno de ellos la vea venir y la presiona
hábilmente contra la sien de la niña.
—¿Y si la matamos? —pregunta con calma. Todo el bosque se queda en calma, incluso
Jack, Gwen y la niña se congelan a su lado— Ella es su Elegida. ¿Qué te pasa si la mato?
—¡Jones, NO! —grita Jack, agarrando a jasmine con fuerza—. ¡Baja la puta pistola!
Ianto le ignora.
—Tonto —sisea con rabia la voz del hada, con el rostro feo y nudoso retorciéndose—, te
haremos trizassssss…
—¿Antes o después de meterle una bala en el cerebro? —presiona, esperando contra toda
esperanza que su teoría sea correcta.
—¡Jones! —Gwen grita—. ¿Qué estás haciendo?
—No nos harás daño matando a la niña —gruñe el hada—. Pero te destruiremos si matas al
Elegido.
La voz es de un tono de enfado, no de miedo, e Ianto cree a regañadientes sus palabras.
—De acuerdo, entonces —dice con calma y baja el arma.
Jack suelta a Jasmine y le agarra del cuello.
—Hijo de puta —le gruñe en la cara, pero Ianto solo siente decepción porque su plan no ha
funcionado, no miedo a Jack.
Vuelve a mirar estoicamente a los ojos furiosos de Jack. Jack ve lo que tiene que hacer
ahora y lo está matando, e Ianto no le importa que descargue su ira contra él.
Jack se gira, dejando caer una mano para agarrar el hombro de Jasmine, pero manteniendo
la otra firmemente en la parte delantera de su chaleco. Su rostro se contorsiona, sus ojos
comienzan a brillar con desconfianza, pero finalmente llega a la única decisión que tiene
algún sentido.
—¿No le harán daño al niño? —pregunta desesperadamente.
Ianto se da la vuelta, enfundando su arma de fuego.
Ninguno del resto del equipo habló con Jack después de eso, pero incluso entre la
búsqueda desesperada de su perdón, Jack aún encuentra tiempo para enfadarse con él.
Sería divertido, se encontró inesperadamente en la posición que Ianto habita cada día si no
fuera por el hecho de que cualquiera con ojos puede darse cuenta de que se siente
miserable. Por su parte, Ianto lo evita durante el resto del día simplemente para eludir la fría
y furiosa mirada de Jack. Por desgracia, Jack tiene otros planes.
Ianto se despierta a las dos de la mañana con el sonido de alguien forzando su cerradura.
No solía tener un sueño tan ligero, pero el trastorno de estrés postraumático tenía que servir
para algo, ¿no?
Coge la pistola de la mesilla de noche y se incorpora lentamente, amartillándola. Está a
punto de lanzar los dos pies sobre el lado de la cama cuando la puerta cede. El intruso la
cierra silenciosamente tras él y da los primeros pasos familiares en el piso de Ianto.
Reconocería esos pasos en cualquier lugar, porque, en realidad, ¿cuánta gente lleva
pantalones de vestir de la época de la Segunda Guerra Mundial?.
Considera la extrañeza de la situación durante unos segundos, y luego vuelve a dejar la
pistola en la mesilla de noche con ligereza. Vuelve a tumbarse, pasando los brazos por
debajo de la cabeza, y se queda mirando el techo.
Los pasos se acercan y se detienen en la puerta abierta de su habitación. Ianto oye el ligero
sonido amortiguado de la lana contra la madera; Jack Harkness se apoya en el marco de su
puerta, sin entrar en su habitación. Hay un largo silencio.
—¿A menudo irrumpes en los lugares de residencia de tus empleados? —pregunta Ianto a
la oscuridad con calma, todavía mirando al techo.
A su favor, Jack no reacciona al hecho de que Ianto sea consciente de su presencia.
—La chica —dice Jack, con voz fría—. ¿De verdad le habrías disparado?
—Si eso las hubiera matado —responde Ianto con sinceridad—. Pero no lo habría hecho,
así que ¿cuál es exactamente el objetivo de esto?
—¿Así que asesinarías a una niña inocente solo para acabar con lo que consideras una
amenaza alienígena? —pregunta Jack en tono sombrío, su desaprobación de las políticas
de Torchwood One emana de sus palabras con tanta potencia que ni siquiera tiene que
mencionar su base de operaciones por su nombre.
—No —responde Ianto, intentando que la irritación no se filtre en su voz—. Habría
asesinado a una niña inocente para salvar a los demás niños que habrían sido
secuestrados después de ella.
—¿Eso es todo para ti, entonces? —Jack insiste—. ¿Un juego de números?
—Todo es un juego de números —murmura Ianto y Jack se burla con disgusto, poniéndose
en posición vertical.
—¿Así que no hay nadie en todo el mundo a quien no sacrificarías? —Jack pregunta
desapasionadamente, con un tono de voz que sugiere que está a segundos de golpear a
Ianto con algo contundente y pesado.
—Así es —responde Ianto, pero es mentira. Hay aproximadamente cinco personas en el
mundo (que aún están vivas) a las que nunca podría disparar. Está emparentado con cuatro
por sangre o matrimonio, pero la quinta está de pie en esta habitación.
Pero eso no es asunto de Jack, y es realmente más fácil para todos los involucrados si
Torchwood Three continúa pensando en él como un soldado sin emociones.
—Estás enfermo —dice Jack con disgusto.
—Sí, por supuesto —murmura Ianto, clavando los dedos en la colcha para controlar lo
furioso que está de repente—. Pero dígame, señor, ¿cuál es la diferencia entre sacrificar un
niño o… digamos, doce niños, otra vez?.
Jack inhala bruscamente e Ianto se arrepiente de haber sacado el tema, pero ahora está
demasiado enfadado para que le importe.
—¿Cómo…? —Jack comienza, sonando tenso.
—Los registros militares no son ni de lejos tan seguros como al gobierno le gustaría que
fueran —responde Ianto, sentándose ahora sobre los codos para mirar la forma de la figura
de Jack en la oscuridad.
Jack no dice nada, e Ianto no puede ver la expresión de su rostro.
—No sé qué hacías en 1965 —dice Ianto, observando al otro hombre con atención—.
También tenía la impresión de que el viaje en el tiempo aún no se había dominado, pero no
importa. La verdadera pregunta es qué demonios crees que estás haciendo en mi piso.
No es lo único que le pregunta a Jack, pero no cree que sea necesario vocalizarlo para que
Jack lo entienda.
Apenas ve el rostro de Jack moverse en la oscuridad, pero al final no responde.
—Vete —suelta Ianto y lo hace, cerrando la puerta de su piso infantilmente detrás de él.
Ianto vuelve a tumbarse en la cama e intenta convencerse de que la sensación de malestar
en la boca del estómago no es culpa.
Y luego están… bueno, los caníbales.
Owen se había pasado todo el trayecto hasta el pequeño pueblo de Brecon Beacons
quejándose, tanto del campo en general como de Gales, y había sido realmente molesto.
Pero ahora, encerrado en un sótano lleno de restos humanos que están siendo devorados
por los habitantes de la casa con un fuerte dolor de cabeza, empieza a pensar que Owen
tiene razón. El lado positivo es que Gwen no está jugando a juegos escolares estúpidos, lo
que hace que Owen le siga el juego y le pregunte cruelmente quién fue la última persona a
la que besó Ianto. Técnicamente, es Jack, pero la última persona a la que realmente besó
fue Lisa y se necesita todo su autocontrol para ni siquiera molestarse en mirar hacia arriba
(por no hablar de la ruptura de Owen) de la tienda de campaña que está intentando montar
mientras le dice que no es asunto suyo.
Pero eso no viene al caso, la cuestión es que están encerrados en un sótano y aunque a
Ianto no le importa morir en el cumplimiento del deber, preferiría no ser cortado en pedazos
y comido.
Tosh está trabajando para sacarlos; Ianto sabe que Jack le enseñó a salir incluso de la
celda más segura después de que UNIT la liberara, pero no tienen las herramientas
adecuadas. Habría tenido algo útil en su chaleco, pero se lo han llevado junto con sus
armas y se siente desnudo sin él. De repente, la puerta se abre y entra una mujer de
mediana edad con un rifle.
Ianto ya ha sido humillado una vez hoy y piensa. "Por favor", antes de arrebatarle el arma
con destreza y golpearla en la cabeza con la culata antes de que pueda siquiera parpadear.
—¡Jones! —Tosh grita mientras la mujer cae al suelo.
—Bien —dice Ianto, inspeccionando a la mujer—. Parece humana, supongo.
—Entonces… —Tosh susurra, aún ligeramente conmocionado—. ¿Son humanos entonces?
—Podrían estar poseídos por algo —dice Ianto en tono sombrío— Vamos. Aunque yo en tu
lugar me agarraría a eso —dice haciendo un gesto hacia la palanca que ella sostiene y Tosh
asiente.
Solo que no llegan muy lejos antes de ser acorralados por un hombre grande en una cocina
que ha sido convertida en una carnicería improvisada.
Sin embargo, incluso con el hedor de los restos humanos a su alrededor, Ianto no empieza
a sentirse mal hasta que nota la forma lujuriosa en que el hombre mira a Tosh.
***
Normalmente, Toshiko Sato intenta no pensar en Jones. No es que él le haya hecho nada,
pero cada vez que lo mira ve a los antipáticos guardias de la prisión de UNIT que la
encerraron en una diminuta celda durante ocho meses de su vida que nunca recuperará. Y
cada vez que él la mira, siente el áspero y raído mono granate contra su piel y las paredes
parecen cerrarse a su alrededor. No es justo que él esté aquí porque ella ha mejorado
mucho, ha progresado mucho, y él solo se interpone. Ha dejado de saltar ante los pequeños
ruidos, ha vencido su miedo a los ascensores y otros espacios reducidos (en su mayoría) y,
en general, está recuperando gran parte de la confianza perdida.
Pero al estar atrapada por un caníbal asesino que podría estar planeando comérsela o
violarla, o ambas cosas, Tosh empieza a apreciar su presencia.
—¿Me estás tomando el pelo? —dice Jones de repente, sin ningún tipo de miedo en su
rostro— ¿Hemos venido hasta aquí y solo son un montón de idiotas endogámicos?
Los ojos del hombre se apartan de ella y vuelve su rostro enloquecido hacia Jones,
levantando ligeramente el arma para compensar la diferencia de sus alturas.
—¿Qué has dicho? —pregunta lentamente, con el enfado reflejado en su rostro.
—Porque, esto es, bueno, bastante patético, ¿no? —Jones dice con esa voz
condescendiente que Tosh odia. Su acento se ha vuelto más marcado y de repente suena
mucho más obrero que hace cinco minutos.
En el suelo, al otro lado de la habitación, un adolescente con las manos atadas a la espalda
gime de dolor.
—Esperaba algo un poco más interesante, ¿sí? —Jones continúa, mirando por el cañón de
la pistola del caníbal—, Tal vez algo maligno, con colmillos y garras y similares, lo
suficientemente rabioso como para que el maldito Jack Harkness me dejara dispararle,
porque, Cristo, déjame decirte, es un poco idiota a veces. Pero no, por supuesto que no,
porque tenía que ser algo tan patético como los malditos caníbales.
—¿Quieres morir, carne? —gruñe el hombre, empujando el cañón del rifle más en la cara
de Jones.
—Oh, por favor, probablemente te has olvidado de cargar la maldita pistola —dice Ianto
burlonamente— Creo que eres tan estúpido como esa fulana encerrada abajo con los sesos
por el suelo, ¿no?
Los ojos del hombre se abren de par en par y gira la cabeza para gritar.
—¡Gildas! ¡Percy! ¡Baja aquí! Ve a ver si HelJones ataca. Aparta el arma y da una fuerte patada al hombre en el estómago, haciéndole
chocar contra la mesa de madera del centro de la habitación. Con un destello, su mano
derecha sale y entonces la nariz del hombre estalla en una salpicadura de sangre. Ianto le
da una patada más en la cabeza y se desploma inconsciente sobre una lámina de plástico.
—Bueno, eso está resuelto entonces —dice Jones, sonando vicioso.
Tosh deja escapar una exhalación temblorosa mientras Jones se limpia la sangre del
hombre en los pantalones.
—C-Cierto —dice, maldiciéndose por su tartamudez— Deberíamos…
—¡Eh, a qué carajos están jugando! —llega un grito desde el otro lado de la habitación y
dos hombres irrumpen a través de las láminas de plástico, armas en mano.
Jones la agarra por la chaqueta.
—¡Corre! —sisea y la empuja hacia la salida.
Y ella lo hace. Rompe las láminas de plástico, abre la puerta de un tirón y sale corriendo en
la fría noche, a través del bosque. Oye gritos y, oh Dios, disparos, pero es una cobarde
asquerosa y no se detiene hasta que casi choca con Owen.
—¡Tosh! —Gwen jadea— Dios mío, Tosh, ¿qué ha pasado?
—No son… —tiembla ella, aferrándose a Owen mientras él la revisa para ver si tiene
heridas— Son humanos, caníbales. Han asesinado a todos los aldeanos. Me dijo que
corriera, así que yo… Oh, lo dejé allí, está—¿Caníbales? —Gwen susurra— Quieres decir—Está bien —murmura Owen— Y no te preocupes, Tosh, es Jones. Deberíamos
preocuparnos por lo que le pase a los caníbales.
—¡Oye, por aquí! —Gwen grita, presumiblemente a Jack, pero en su lugar un agente está
apartando los arbustos, con la pistola a la cabeza.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —pregunta Owen con enfado, dándose la
vuelta y Tosh se agarra a su espalda con fuerza, con una fría ola de miedo recorriéndola.
El agente sonríe, tan joven, probablemente de la misma edad que Jones, con hoyuelos en
las mejillas.
—Dejen sus armas de fuego —dice fríamente— Despacio.
Diez minutos más tarde, los obligan a volver a la Casa Grande y Tosh jadea ante la escena
que tiene delante.
—¿Qué? —se atragantó el alguacil— ¿Qué demonios ha pasado aquí?
Todo el lugar es un desastre. Las mesas, las sillas y los armarios están hechos pedazos en
el suelo, las láminas de plástico han sido arrancadas por completo y hay cinco cuerpos
esparcidos por la habitación. Para su horror, el que está en el extremo de la habitación,
justo al lado de las escaleras, es Jones, golpeado casi hasta quedar irreconocible.
—¡Ha matado a Percy y a Trysta! —gime uno de los dos únicos hombres que están en pie,
señalando la forma tendida de Jones y sujetando con fuerza su brazo sangrante— ¡Está
jodidamente loco, eso es lo que es!
—¡Hijo de… tío Evan! —empuja el agente para examinar al hombre que la había
amenazado en la cocina. Sigue en el mismo lugar donde Jones lo dejó.
El único otro hombre en pie, más viejo, probablemente de unos sesenta años, les apunta
con su pistola antes de que puedan aprovechar el movimiento del alguacil.
—¿Ustedes son… ustedes son los aldeanos? —Tosh se da cuenta con horror.
—Pero los aldeanos están muertos —susurra Gwen.
—¡Cállate! —gruñe el hombre mayor.
—Por supuesto —dice Owen, medio sarcástico, medio horrorizado— ¡Solo en el maldito
campo! Malditos enfermos.
—¡He dicho que te calles! —grita el hombre y dispara un tiro al suelo.
Owen abre la boca para replicar, pero entonces la habitación empieza a vibrar y Jack llega
como siempre, solo un poco tarde, para salvar el día.
Cuando Jack ha dejado de disparar, Tosh se precipita hacia Jones.
—¡Owen! —grita y Owen abandona al caníbal que estaba revisando para unirse a ella.
—Oh, Dios —gime Owen, levantando la camisa de Jones para revelar el desastre que es su
pecho— ¡Mierda, podría haber una hemorragia interna!
Jack se acerca a mirar a Jones y su cara se tuerce de asco, pero no hace ningún
comentario.
—No creo que le hayan disparado —dice Owen, revisando las piernas y los brazos de
Jones— Definitivamente una conmoción cerebral, contusiones probablemente costillas
rotas, el brazo derecho también, su rodilla está destrozada bastante baJones emite un gemido sordo de dolor y sus ojos se abren y se cierran.
—Jones —dice Owen, agarrando su mano— Jones, quédate conmigo, intenta no
desmayarte, por el amor de Dios no te muevas, viene una ambulancia—Kd —murmura Jones.
—¿Qué? —susurra Tosh, inclinándose para tocarle la cara con vacilación.
—Kid —murmura Jones, con la cabeza ladeada— Kid está arriba.
—¡Gwen! —Jack le grita—. Ese es el niño de arriba, vete… no importa, yo iré.
Tosh levanta la vista y por primera vez se da cuenta de que toda la parte inferior izquierda
de la chaqueta de Gwen está empapada de sangre.
En el suelo, Jones deja escapar una breve risita.
Dos horas más tarde, ella, Jack y Owen están sentados en la sala de espera del Brecon
War Memorial Hospital mientras Gwen y Jones son tratados. Gwen sale enseguida y luego
Jones, con el brazo derecho enyesado, cojeando y con aspecto aturdido.
—¿Qué demonios haces levantado? —gruñe Owen, dirigiéndose a él en cuanto entra en la
habitación— Te vas a quedar aquí al menos una semana después de…
—Cállate —refunfuña Jones, agitando una mano descoordinada hacia él—. Estoy bien.
—Jones, tal vez sería mejor- —Tosh comienza tímidamente, pero la ignora.
—Vamos —gruñe, caminando mientras cojeaba junto a ellos y empujando las puertas
dobles bajo el cartel de salida.
—Bien, entonces… —dice Jack, frunciendo el ceño tras Jones— Salgamos de este páramo.
—Gracias a Dios —dice Owen levantando los ojos hacia arriba aunque sabe que es un ateo
acérrimo.
En el camino de vuelta, Jones apoya su cara magullada contra la ventanilla del asiento
trasero, y tanto él como Gwen hacen una mueca de dolor cada vez que pasan por un bache
especialmente grande. Tosh tiene que contenerse físicamente para no mirarle porque
parece asombrosamente joven, lo más joven que ha parecido en el año y medio que lleva
trabajando con ellos.
—¡Oye, Jones! —dice Owen desde el asiento del copiloto por sexta vez—. No te duermas,
te lo dije. Mierda, sabía que teníamos que haberte dejado en el hospital.
Jones deja escapar un bufido de diversión.
—Por favor, esto no es nada comparado con ser torturado por Kirllitane.
Se produce un largo y horrorizado silencio y todos se giran lentamente para mirar a Jones.
—O Foamasi —añade Jones.
—Creo que estás confundido, —dice Jack, volviendo a mirar a Jones a través del espejo
retrovisor— Los Foamasi son una especie intrínsecamente pacífica.
—Sí, pero nunca se callan —responde Jones, con la voz ligeramente amortiguada por el
cristal.
Hay otra pausa y Owen se gira en su asiento para mirar a Jones.
—¿Acabas de hacer una broma? —pregunta, sonando horrorizado— Oh, joder, es el fin del
universo.
—Tengo una conmoción cerebral por haber recibido una paliza de unos pueblerinos de
mediana edad procedentes de la puta nada —murmura Jones, cerrando los ojos— Tendrás
que disculparme, este no es mi mejor momento.
A su lado, Gwen suelta una carcajada que rápidamente se convierte en tos.
—Eran de mediana edad —coincide Tosh— Pero eran caníbales de mediana edad. Eso
tiene que contar para algo, ¿no?
Incluso en la oscuridad del todoterreno, ve que la comisura de la boca de Jones se levanta
ligeramente.
***
Jones se sienta encorvado en la mesa de autopsias sin camisa y Owen Harper le mira el
torso mientras examina cómo se ha curado. Es de suponer que el muy cabrón esté
arañado. Por supuesto, tiene las cicatrices que lo acompañan y Owen pasará de ellas,
muchas gracias.
—Estoy bien —subraya Jones, pareciendo incómodo— Ha pasado una semana y todavía
no me he desplomado.
Se pone la camiseta negra con la mano derecha con cuidado y luego se encoge el chaleco.
—Duerme mucho —prescribe Owen en breve— No hagas horas extras y, por el amor de
Dios, no vayas a disparar nada durante un tiempo.
—Puedo disparar con la izquierda, ya sabes —responde Jones, haciendo una ligera mueca
de dolor mientras se desliza fuera de la mesa.
—Eso no significa que debas hacerlo —murmura Owen en tono sombrío— Ahora quítate de
en medio, tengo que mirar esa baba alienígena.
Jones obedece, lanzándole una mirada ligeramente despectiva mientras se va.
Owen realmente, realmente lo odia a veces, No, eso es una mentira. Lo odia todo el tiempo.
Sabe que no fue idea de Jack que lo transfirieran aquí, ¿pero no podía disparar
accidentalmente al hombre y quitárselo de encima?
Ya es bastante malo que tengan que tener a Torchwood One vigilando todos sus
movimientos, pero de todas las personas que podrían haber enviado, tenía que ser el
psicópata que había ejecutado a su novia por ser una "amenaza para la seguridad del
Imperio" o alguna tontería de Torchwood One como esa. Owen no puede imaginar lo
retorcido que debe estar para pensar siquiera en hacer algo así y entonces piensa en la
pobre Katie y odia aún más a Jones.
La cosa se pone aún peor cuando Jones informa obedientemente de sus heridas a sus jefes
en One, lo que da lugar a otra pelea entre Jack e Yvonne Hartman sobre su capacidad de
liderazgo.
Pero la vida sigue, él tontea un poco más con Gwen, Tosh se enamora de un pájaro
alienígena y casi consigue que los maten a todos, y resulta que ella ha estado escuchando
todos sus pensamientos durante los últimos días.
Él y Gwen tienen que esperar para preguntarle qué es exactamente lo que ha oído, porque
el cuerpo de Mary sigue enfriándose en el suelo del Hub, con una bala en el centro exacto
de la frente (Jones no es nada si no es un asesino eficiente) y sigue en estado de shock
mientras Jack la interroga en la sala de conferencias.
Finalmente, Jack sale y pasa por delante de ellos y entran vacilantes en la habitación, Gwen
le dirige una mirada severa, diciendo claramente que sea amable o si no.
—Tosh —dice con cuidado, cambiando torpemente de un pie a otro— ¿Estás bien?
Ella asiente distraídamente, con vetas de lágrimas aún en sus mejillas.
—Sí.
Hay una pausa.
—Mira —dice Owen, pero Gwen le da un golpe en el brazo.
—Solo nos preguntábamos… —Gwen dice suavemente— ¿Cuándo tuviste esta… no sé…
habilidad?.
La mirada de ella lo dice todo y Owen maldice interiormente, pero antes de que pueda
cerciorarse, Jones entra en la habitación y coge un par de carpetas de archivos en el
extremo más alejado de la mesa de conferencias.
—¡Jones! —dice Tosh de repente mientras se da la vuelta para salir y se detiene, dándose
la vuelta para mirarla.
No parece en absoluto preocupado por la habilidad de Tosh, lo que hace que Owen
recuerde por qué a veces se pregunta si Jones es en secreto un robot malvado.
—Tú… —dice en voz baja— ¿Es el trabajo lo único en lo que piensas?
Jones ni siquiera duda, como si fuera la misma pregunta que cualquier otra.
—Sí.
Mira entre él, Gwen y Tosh con desagrado.
—¿Algo más?"
Tosh baja rápidamente la mirada a la mesa, como si estuviera avergonzado. Ha estado
hablando más con Jones desde el desastre en el campo, probablemente porque el imbécil
le salvó la vida.
Jones se va, y él y Gwen se vuelven de mala gana hacia Tosh.
Una vez que es obvio que Tosh sabe de su pequeña aventura, Owen deja que Gwen se
ponga sentimental y baja a buscar su chaqueta para ir a casa.
—… ¿Qué quiso decir? —Jones le pregunta a Jack, ocupado con su maldito y brillante café
que después de probarlo por primera vez, todos hicieron un pacto para, uno, no volver a
dejar que nadie más haga café, y dos, no dejar que Jones lo sepa.
—Ella dijo que olías diferente —continúa Jones— Preguntó qué eras.
Jack le lanza una mirada fría.
—Eso no es de tu incumbencia, ¿verdad? —dice.
Su capitán coge su abrigo de campamento y se dirige a la salida, Jones le mira con recelo.
Parece que apenas tienen un respiro después de eso, porque entonces Suzie vuelve a la
vida, la matan de nuevo, y entonces Owen conoce a Diane.
Y Diane… Diane es maravillosa, divertida, sexy y tan adelantada a su tiempo. Se
desperdició entre los mojigatos de 1953, y por primera vez en tres años y medio Owen no
piensa en Katie mientras está con otra mujer.
Pero entonces todo se va a la mierda, ella se va a pesar de que él le ruega que no se vaya,
él termina con Gwen, está toda la debacle con el weevil, y todavía no puede llorar a Diane
adecuadamente porque entonces Torchwood Uno es masacrado.
Las llamadas de socorro comienzan a llegar a última hora de la noche del jueves, pero
antes de que puedan averiguar lo que está pasando, Jack recibe una llamada de UNIT
diciéndole que Torchwood One ha caído en manos de una raza alienígena llamada Sycorax
que quería vengarse de algún agravio del pasado que Owen recuerda haber leído hace dos
navidades. Por lo que se sabe, Torchwood One derribó al Sycorax con ellos, y eso parece
ser el final de todo, hasta que Jack descubre alguna referencia al "Doctor", sea quien sea, y
de repente declara que todos van a Londres a buscar los restos de Torchwood One.
—¿Quién demonios es "el Doctor" de todos modos? —pregunta Owen mientras preparan el
todoterreno.
—¿No lo sabes? —dice Jones con incredulidad, hablando por primera vez en días. El shock
de la caída de Torchwood One parece haberle golpeado bastante fuerte, piensa Owen con
crueldad.
Jones se vuelve hacia Tosh y Gwen, que parecen no estar sorprendidos.
—¿Cómo no saben quién es el Doctor? —pregunta— Después de todo, se le menciona en
nuestra carta fundacional.
—¿De verdad? —pregunta Gwen, con cara de curiosidad— ¿Qué pasa con él?
—Es un alienígena. El enemigo número 1 de Torchwood —dice Jones simplemente—
Enemigo de la Corona es lo que está escrito en los estatutos.
—Bueno, ya no —dice Jack con malicia, desde detrás de ellos, depositando alrededor de la
caja metálica en el maletero.
Owen se vuelve para mirarlo confundido.
—¿Cómo que ya no?
—Bueno, parece que somos los únicos que quedamos, además de Two, que realmente no
cuenta —explica Jack con frialdad. También ha estado actuando de forma extraña desde
que revisó la lista de las más de 800 personas que murieron, a pesar de que Jack ha
deseado constantemente que la existencia de Torchwood One desaparezca.
—Así que ahora parece que estoy al mando —dice, volviéndose para mirar a Jones. Jones
levanta una ceja, pero no dice nada, el rostro sigue tan pálido como cuando escucharon la
noticia del ataque
—Y el Doctor no es nuestro enemigo —continúa Jack— Nunca lo ha sido realmente.
—¡Jack! —exclama Gwen, con cara de desconcierto— ¡Pero este doctor alienígena estaba
allí! ¿Cómo sabes que no tuvo nada que ver?
—Porque lo conozco —dice él, con un aire de finalidad en su voz.
—Pero Torchwood se fundó en 1879, ¿no es así? —dice Tosh y todos se vuelven hacia
ella— ¿Cómo fue siquiera… quiero decir, qué es, inmortal?.
Jack suelta una extraña carcajada, con la boca curvada hacia arriba, no muy divertida.
—No exactamente —responde y se niega a decir nada más sobre el tema.
Gwen se queda para vigilar el Hub (sobre todo para evitar que ese idiota de su novio
sospeche) y el resto se amontona en el todoterreno y conducen tres horas y media hasta los
restos que quedan de Torchwood One.
UNIT había retirado todos los cadáveres antes de que Jack los echara, pero hay manchas
de sangre por todas partes y todo está destrozado. Jack desaparece nada más llegar y
mientras Tosh se las arregla para rebuscar lo que encuentra útil, a Owen todo le parece
igual, así que acaba vagando por los pasillos vacíos con Jones, que sigue más callado y
pálido que de costumbre. Sin embargo, Owen piensa en privado que no es debido a la
carnicería que tiene ante sí, sino que probablemente sea por la conmoción de que toda la
estructura de poder de Torchwood haya sido puesta patas arriba.
Están en uno de los sótanos cuando Owen abre una puerta de una patada y encuentra
varias habitaciones largas llenas de archivadores que parecen estar intactos.
—Esto es…
—Los archivos —dice Jones, entrando en la habitación y tocando ligeramente uno de los
archivadores— Probablemente Harkness querrá todo esto, ya que el ordenador central está
frito.
—Encantador —refunfuña Owen, imaginando todo el trabajo que les espera— Será mejor
que haga que UNIT nos lo envíe porque estoy bastante seguro de que no tenemos fondos
para esto.
Jones tira de uno de los cajones que había quedado abierto y saca una carpeta, la abre y
hace una mueca de dolor al ver la sangre seca en las páginas.
—Bueno, este está completamente arruinado —dice con naturalidad.
—¿Qué carajos te pasa? —Owen gruñe, la rabia por la pérdida de Diane y la brutalidad a su
alrededor se dirige a Jones— Aquí ha muerto gente, ¡muestra un poco de maldito respeto!
Jones deja la carpeta encima del archivador.
—La gente muere en todas partes —le dice con frialdad, y es en momentos como este
cuando Owen no puede creer que Jones solo tenga veintitrés años— No creas que estas
personas son especiales solo porque las mataron los extraterrestres. Todo el mundo es
igual en la muerte.
Se da la vuelta y camina hacia la siguiente habitación antes de que Owen pueda replicar, y
no tiene más remedio que seguirle la pista, intentando evitar pisar sangre seca mientras
avanza.
La siguiente habitación es más grande, parece ser una biblioteca, llena de estantes y
estantes de libros y pergaminos.
—Oh, todavía está aquí —dice Jones, sonando satisfecho. Camina con decisión sobre las
estanterías caídas y los libros dispersos, y Owen le sigue hasta el espacio vacío del centro
de la sala, donde hay varios ordenadores de referencia destrozados y más manchas de
sangre.
Jones se dirige al centro de la sala y se pone en cuclillas lentamente, apoyando la palma de
la mano en el suelo. Se queda mirando su mano, no, mirando la mancha que hay debajo de
su mano. Después de lo que parece ser un largo tiempo, se levanta.
—Solía trabajar aquí —dice Jones de repente— Mi primer trabajo en Torchwood.
—¿Qué? —Owen dice, a pesar de sí mismo. Solo ha mirado el expediente de Jones una
vez y estaba un poco preocupado con todo el asunto del asesinato de la novia como para
molestarse con el trabajo de Jones antes de ser agente de campo, después de todo.
—Investigador junior —dice, como si las palabras le resultaran extrañas, pero está mirando
en la otra dirección para que Owen no pueda ver su expresión, todavía con la mirada fija en
el punto del suelo— Hace cuatro… casi cinco años.
—¿Te contrataron cuando tenías diecinueve años? —pregunta Owen, sorprendido no solo
por la corta edad, sino también por el hecho de que Jones estuviera trabajando para
Torchwood antes que él— ¿Qué, no fuiste a la universidad?
—No todo el mundo puede permitirse una educación superior —dice Jones con frialdad,
recogiendo un libro del suelo y hojeándolo, poniéndose de lado para que Owen pueda ver
su perfil.
Si se tratara de cualquier otra persona, Owen se habría sentido al menos un poco
avergonzado, pero se trata de Jones, el hombre que había asesinado a su novia por su
maldito trabajo, y se niega a conceder el terreno moral a un hombre que obviamente no lo
merece.
—Me voy de aquí —dice Owen— Tengo mejores cosas que hacer que verte rememorar tu
antiguo trabajo de chupatintas.
Jones no protesta, pero le sigue por la biblioteca hasta la siguiente sala, con una mirada
contemplativa.
Se marchan un par de días después, tras catalogar todo el equipo, los libros y los archivos
útiles para que UNIT los envíe. Jack es el único que trae algo personalmente, una bolsa
negra llena de una pistola de aspecto extraño, un par de gafas 3D y un montón de otros
instrumentos extraños que Owen no reconoce y a los que Jack no deja acercarse.
Jack está malhumorado e irritable durante los siguientes días y luego él y Tosh son
absorbidos por la Grieta, acaban en 1941 y el maldito Ianto Jones se interpone para traerlos
de vuelta.
—No te atrevas —gruñe, apretando la llave de la Grieta— No te atrevas a intentar
detenerme, Jones, bastardo.
—Pon. Lo. Abajo. —Jones enuncia, con el arma apuntando directamente a su corazón.
—Hijo de puta —grita Owen—. ¡Están atrapados en el puto 1941! Morirán allí y sé que a ti
no te importa, pero a mí sí. Esa grieta se llevó a mi amante y a mi capitán y voy a
recuperarlos.
—Ustedes —sisea Jones, con aspecto furioso y decidido— Te enamoras tan a menudo como
lavas la ropa. Supérala, Harper. La conociste una maldita semana. Se ha ido, te ha dejado y
no va a volver. No sabes la clase de caos que podrías traer sobre nosotros si abres la
Grieta. Todos podríamos ser absorbidos. ¿Merece la pena tu semana de sexo?"
—¡Cállate la puta boca! —Owen grita, demasiado enfadado para tener miedo de Jones
ahora— ¿Qué sabes tú de eso? Estás enfermo, Jones, lo estás. La última vez que lo
comprobé, asesinaste a tu novia por un maldito ascenso, así que no pretendas saber nada
de m-
Se dispara un tiro y Owen se congela, el dolor lo envuelve. Se mira el hombro y luego
vuelve a mirar a Jones.
—Tú —jadea, con la agonía que lo atraviesa— ¿Qué…?
Pero aún no ha terminado, así que se lanza hacia el Manipulador de la Grieta, con la llave
aún en la mano, pero antes de que pueda llegar a él suena otro disparo y grita de dolor
mientras su otro hombro arde en un tormento insoportable. Cae al suelo, la llave se le
escapa de la mano y observa entumecido cómo las botas negras de serie de Jones bajan
las escaleras y se acercan a él.
No, piensa. No, esto no va a terminar así. No se rendirá, no dejará que gane un asesino vil y
repugnante que nunca conocerá el amor. Cuando Jones se acerca, diciendo algo que es
demasiado silencioso para que Owen lo escuche, ataca. Con lo último de sus fuerzas, le
hace una tijera en las piernas, haciendo tropezar a Jones y se lanza a por el Manipulador de
la Grieta, forzando la llave en su lugar. Jones lo agarra y lo arroja a las escaleras, pero es
demasiado tarde, la máquina se pone en marcha y está hecho
Owen solloza en agonía por la colisión, Jones grita:
—¡Idiota! —y luego todo se vuelve negro.
Cuando se despierta, está tumbado en la mesa de autopsias y Jones se cierne sobre él,
aplicando yeso a sus heridas.
—¡Hijo de puta! —Owen logra jadear— Pequeño y asqueroso…
—Silencio —gruñe Jones— o te dispararé de nuevo, en algún lugar vital esta vez, como
debería haberlo hecho la primera vez.
—Hijo de puta —contesta Owen, y luego gime de dolor cuando Jones le presiona un poco
demasiado el hombro izquierdo.
—Owen, ¿dónde están los analgésicos? —Gwen dice temblorosamente, su rostro pálido y
preocupado nadando a la vista.
—Mi botiquín está en él… -ugh, joder- está en mi escritorio, en el bolsillo exterior…
La cabeza de Gwen desaparece de su vista y la oye trepar por las escaleras.
—Tú… —Owen jadea—, estás jodidamente despedido. Tus jefes han sido aniquilados, no
hay nada que te salve de…
—Yo estaría más preocupado por ti —dice Jones con frialdad—. Has roto la regla número
uno aquí: has abierto la Grieta.
—Sí, bueno —Owen se detiene, y se da cuenta de que es así—. Jack, ¿está…?
—Estoy aquí —dice la voz de Jack desde arriba, sonando disgustado— Y no puedo creer
que esté diciendo esto, pero Jones tiene razón. No deberías haberte metido con la Grieta.
—Hice lo que tenía que hacer —sisea Owen, furioso porque Jack no está más agradecido—
Te he salvado el pellejo, maldita sea.
—Por ahora —dice Jones, y escucha a Gwen bajando las escaleras de nuevo— Todavía no
hay rastro de Bilis, pero no te equivoques —Jones le agarra la barbilla y obliga a Owen a
mirarle—, la próxima vez que intentes abrir la Grieta, te mataré…
—Es suficiente —interrumpe Jack y Jones suelta la barbilla de Owen, con la antipatía escrita
en su joven rostro.
Gwen le inyecta suficientes analgésicos como para hacerle olvidar que le han disparado y,
en ese momento, Owen se incorpora y examina los vendajes de su pecho.
—¿No deberíamos llevarlo al hospital? —oye preguntar a Tosh.
—Estoy bien —gruñe Owen, mirando a Jones— Este es el peor trabajo de vendaje que he
visto.
—Ya se te pasará —responde Jones y sale de la enfermería.
***
—No me vas a disparar —le dice Gwen Cooper a Jones, de forma salvaje, desesperada—.
Bilis tenía razón, dijo que abriera la Grieta y todo volviera a la normalidad. Owen tiene
razón. Voy a recuperar a Rhys.
—Aléjate de la computadora, Gwen —ordena Jack, pero nada en esta Tierra puede hacer
que Gwen obedezca.
—No te atrevas a intentar darme órdenes —gruñe—. ¡Mira con quién te has puesto, Jack
Harkness!
Ella agita su mano en dirección a Jones.
—¿Realmente eres igual a él?
Owen se pone delante de ella de forma protectora y ella siente una oleada de afecto por él y
por Tosh que está detrás de ellos trabajando para abrir la Grieta porque seguramente eso
los salvará a todos y Rhys, el pobre y maravilloso Rhys, volverá.
—Esto es una trampa. Todas estas grietas alrededor del mundo, son distracciones —dice
Jack, mentiras—. ¡Esto es lo que Bilis quiere!
—¿De qué tienes miedo, Jack? —Owen ladro.
—Oh, por favor —gruñe Jones con maldad—. Todos ustedes son tontos. Todos han visto las
visiones, ¿no?
El tecleo de Tosh se detiene y Gwen parpadea sorprendida a Jones.
—¿Qué? —dice Jack, mirando entre ellos, confundido.
—Son una mentira —continúa condescendiente—. Eres muy ingenua, ¿realmente te las has
creído? Son un truco de Bilis y están cayendo en él como los imbéciles que obviamente
son.
—¡Cállate! —le grita ella.
—Están muy ciegos —les sisea y cada palabra es como un cuchillo en su pecho—.
Después de todo lo que hemos visto hoy, ¿realmente crees que saldrá algo bueno de abrir
la Grieta?
—¡No sabes una mierda! —grita Owen.
Al lado de Jones, Jack saca de repente su pistola también.
—He dicho… —dice en voz baja y mortal— Muévete.
—¿Qué demonios estás haciendo? —pregunta Tosh con rabia.
Gwen respira profundamente, rezando a cualquier deidad en la que pueda pensar para que
le permita encontrar las palabras para convencer a Jack de lo que hay que hacer.
—Vamos, Jack —susurra.
—¿Así que ahora son un frente unido? —dice Jack con malicia—. ¿Toshiko, la pobre chica
que se tira a cualquier alienígena de paso que le da un colgante? Y Owen, tan fuerte que se
mete en una jaula con un Weevil, desesperado por ser mutilado.
—Por favor —susurra Gwen, dando un paso tembloroso hacia adelante a pesar de que las
armas de Jack y Jones la apuntan—. Tengo que recuperar a Rhys.
Jack baja brevemente su arma, torciendo la boca por despecho.
—Sí, porque estás tan enamorada de Rhys que pasas la mitad del tiempo en la cama de
Owen.
La rabia aparece en su visión y le da un puñetazo antes de darse cuenta de lo que está
haciendo.
—¡Vete a la mierda! —grita, los ojos lagrimean tanto que casi no ve a Owen recogiendo la
pistola que se le cayó a Jack.
—No te muevas —dice Jones en voz baja y entonces se oye la presión del cañón de una
pistola contra su sien.
Ella se congela y Owen se gira para apuntarle con el arma de Jack.
—¡Bájala! —exige y el labio de Jones se curva con fastidio.
—¡Mierda! —grita Tosh—. ¡Necesitamos escáneres de retina!
Jack intenta levantarse y Owen le empuja al suelo, apuntando de nuevo con su arma a su
capitán.
—Nosotros —grita furioso—. Te estamos relevando del mando, "Capitán". Estamos abriendo
esa grieta y recuperando lo que hemos perdido.
—¿Cuántas putas veces tengo que decírtelo? —Dice Jones, con el arma aún apretada
contra su cabeza—. ¡Están muertos y abrir la Grieta no los traerá de vuelta!
—Tengo… —sisea Gwen— que recuperarlo. No espero que lo entiendas.
—¿A qué precio? —se ríe— ¿Sabes cuánta gente podría morir? ¿Cuántos novios y novias
de otras personas? No eres el centro del maldito universo.
—Sí, tú lo sabrías todo sobre las novias, ¿verdad, Jones? —Owen dice sombríamente y
Jones se mueve, apuntando hábilmente su arma a Owen ahora, con la cara contorsionada
por la ira.
—Owen —dice Jack desde el suelo— Baja el arma.
—¡Quédate en el suelo! —Owen le grita, moviendo su arma de un lado a otro entre él y
Jones.
—¿Tú estás al mando, Owen? —pregunta Jack con fiereza, poniéndose de pie— ¡Tienes
que tener las pelotas bastante más grandes!".
Owen abre fuego. Gwen observa horrorizada cómo Jack cae hacia atrás, muerto.
—¡Estoy harto de que la gente dude de mí! —grita Owen, disparando varias veces más.
El arma contra su sien cae al suelo con un estruendo.
—¿Qué…? —Jones jadea a su lado, con la voz repentinamente aguda por el shock— ¿Qué
has…?
Ella ataca antes de que él pueda matarlos a todos, dándole un rodillazo en la ingle y un
puñetazo en la cara. Él cae de rodillas, pero luego la tira al suelo y forcejean hasta que, de
repente, se oye un zumbido y Gwen se aleja mientras Jones se sacude espasmódicamente,
y Tosh le clava una pistola eléctrica en el costado. Cae inconsciente en el suelo y Gwen se
vuelve para mirar el cuerpo de Jack.
—De acuerdo —susurra Owen, temblando y todavía sujetando la pistola— Vamos.
Horas después, están todos de pie junto al cuerpo de Jack en la morgue.
—¿Estás seguro? —susurra ella.
—Está frío… —responde Owen, sonando como si algo se le hubiera atascado en la
garganta— No tiene signos vitales.
—Pero —empieza ella, agarrándose a un clavo ardiendo— Sobrevivió cuando le disparaste.
Cuando me incorporé, dijo que no podía morir.
—Estaba equivocado.
—Brillante —gruñe Jones desde el otro lado de Owen— Gran trabajo. Simplemente…
brillante.
Se aleja y Gwen apenas reprime un sollozo.
—Quiero sentarme con él —dice por qué Jack no puede estar muerto, simplemente no
puede.
Se despierta tres días después y el alivio es como una bebida fresca en el desierto. Le da
las gracias, abraza a Tosh, perdona a Owen, incluso le hace un gesto de reconocimiento a
Jones, y todo es perfecto.
Y entonces él se va, maldita sea.
***
Han pasado diez meses, una semana y cuatro días y no se ve el final de la tortura de Jack
Harkness. Ha intentado escapar seis veces en vano y está cansado, tan, tan, cansado.
Gwen y Owen están muertos. El Amo mostró alegremente a Jack sus últimos momentos en
una enorme pantalla hace tres meses. Owen, tan abnegado y decidido, murió salvando a un
niño, y Gwen, tan hermosa y despiadada, dejando que las balas que iban dirigidas a Owen
le destrozaran el cuerpo, gritando maldiciones mientras se lanzaba al peligro. No ha sabido
nada de Tosh, ni siquiera de Jones, y vive con la esperanza (como si tuviera opción) de que
ellos, junto con la pobre Martha, sigan vivos.
La sala de calderas es tan caliente, tan caliente todo el tiempo y los humos son tan espesos
que apenas puede recordar a qué sabe una bocanada de aire fresco, apenas puede
recordar lo que es no tener grilletes confinando su movimiento, implacables contra sus
muñecas. Pero no puede romperse. Por el Doctor, por Gwen, Owen y Tosh, por Martha y
por la pobre Tish, que le lleva la comida todos los días. Lo han apuñalado, disparado,
volado, decapitado, desollado, quemado, muerto de hambre, ahogado, golpeado,
electrocutado, estrangulado, aplastado, mutilado y envenenado, pero no se quiebra.
Tish le dice la fecha todos los días, pero aun así, el tiempo no parece funcionar aquí de la
misma manera que en la Tierra o en los cientos de otros planetas que ha visitado. Incluso
después de vivir cientos de años en Cardiff, el tiempo nunca había sido tan deformado y
extraño.
Por eso, cuando oye el sonido de un disparo amortiguado y el cuerpo de su guardia
cayendo al suelo, no sabe muy bien cuánto tiempo ha pasado desde su último intento de
fuga. Parpadea sin fuerzas a través del humo cuando la puerta se abre unos segundos más
tarde y se queda boquiabierto al darse cuenta de la identidad de la figura que se encuentra
ante él.
—Hola, Jack —dice Jones, sonriendo ligeramente mientras se acerca a él.
—¿J-Jones? —pregunta, mirándolo de arriba abajo con sorpresa.
Lleva la ropa más informal que le ha visto nunca, vaqueros y una camisa de cuello sucio, el
pelo algo más largo de lo que Jack recuerda. Tiene una cicatriz bastante desagradable en la
mejilla que se parece sospechosamente a una hoja de Toclafane.
—¿Qué? ¿Cómo demonios has llegado hasta aquí? —consigue toser mientras Jones saca
una horquilla de su bolsillo. Se coloca justo delante de él, tan cerca que puede oler la
pólvora en su ropa. Jones estira la mano para agarrar el grillete derecho de Jack y empieza
a manipular la cerradura.
—Estibado en una nave de suministros —explica Jones con una sonrisa de satisfacción
—La seguridad se está volviendo muy floja, creo que deberías quejarte.
Jack suelta una breve carcajada que incluso le sorprende a él mismo.
—Veo que has aprendido algunos trucos desde la última vez que te vi —Jones sonríe, pero
mantiene los ojos en su trabajo.
—En realidad, esto lo aprendí hace años, en mi juventud de infractor de la ley, por supuesto.
—Jones —suelta Jack, dándose cuenta de lo que realmente significa que esté aquí—.
Owen… Owen y Gwen están…
—Lo sé —dice Jones, en voz baja, desapareciendo la sonrisa.
—¡Tosh! —Jack susurra frenéticamente—. ¿Qué pasa con Toshiko?
Jones hace una pausa en su trabajo durante una fracción de segundo y es la única señal
que Jack necesita. Inhala bruscamente y cierra los ojos cuando siente que empiezan a
humedecerse.
—Ha sido rápido —dice Jones en voz baja, mirándole a los ojos con seriedad y entonces se
oye un suave clic y la mano derecha de Jack se libera.
—Bien —dice Jack con seriedad, agradecido. Gira el brazo y la muñeca de forma
experimental, haciendo una mueca de dolor por la rigidez.
—Así que soy el único que queda —dice Jones, y una sonrisa de autodesprecio le hace ver
sus labios mientras se desplaza para trabajar en la mano izquierda de Jack.
Jack ha trabajado con Jones durante dos años y nunca le ha visto sonreír tanto como en
estos últimos minutos. Es impactante, lo mucho que ha cambiado en este último año. Jack
recuerda los últimos momentos de Gwen, la mirada fría de Tish. Todas las personas con las
que Jack ha tenido contacto se han endurecido hasta convertirse en personas crueles que
apenas reconoce, pero Jones, al parecer, se ha ablandado.
—Increíblemente irónico —continúa Jones, con el aliento rozando su oreja izquierda
mientras trabaja—, si lo piensas. Me convertí en agente de campo para que me mataran, ¿y
qué consigo? Soy el último maldito agente de Torchwood en la Tierra.
—Jones… —Jack empieza, conmocionado, pero le corta el sonido de las sirenas y se
congela.
—¡Alerta Roja! —una voz mecánica resuena. "¡ALERTA ROJA! ¡INTRUSOS! ¡INTRUSOS!"
—¡Maldita sea! —Jones maldice, dejando caer las manos y dándose la vuelta. Cierra los
ojos e inhala profundamente, apretando los puños.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Jack sisea— ¡Corre!
Jones se gira y le dedica otra sonrisa, esta vez triste:
—Es demasiado tarde, Jack.
—¡No! —Jack gruñe.
—Se acabó… —le dice Jones, horriblemente tranquilo ante su inminente muerte—. Siempre
supe que era el resultado más probable, pero tenía que intentarlo.
—¡Estarán aquí en cualquier momento! —Jack grita, luchando contra la esposa que le
queda— ¡Sal de aquí!
Jones sacude la cabeza suavemente y Jack se precipita todo lo que puede, poniendo una
mano en el pecho de Jones y empujándolo hacia atrás.
—¡Corre, idiota!
Jones retira la mano de su pecho y la aprieta con fuerza. Alarga la mano para coger el lado
de la cara de Jack, se inclina y lo besa.
Jack hace un suave ruido de sorpresa, pero luego cierra los ojos con fuerza, soltando la
mano de Jones para rodear su cuello con el brazo libre, devolviéndole el beso con
desesperación. Atrae a Jones tan cerca de él como es humanamente posible, saboreando
la sensación de los brazos de Jones alrededor de su cintura, su pecho y sus caderas y su
boca y su lengua contra la suya, con sabor a metal y a pólvora y lo mejor de todo, a vida.
Pero entonces se oye el sonido de voces gritando en la distancia y el momento se acaba.
Jones rompe el beso, con los labios hinchados, la cara enrojecida y los párpados a media
asta, con la frente pegada a la de Jack.
—Jack… —dice en voz baja, y el sonido de la voz baja de Jones diciendo su nombre, un
sonido entrecortado con un tinte galés, hace que Jack se estremezca.
Jones se aleja, dando un paso atrás y luego otro.
—Me aseguraré de llevarme unos cuantos cuando me vaya.
Dice y Dios, todavía sonriendo, y saca su arma de fuego de la parte trasera de sus
pantalones. Los gritos son más fuertes ahora y Jack puede oír el sonido de varios pares de
pasos también, pero todo lo que puede mirar es Jones
—Y lo siento, Jack.
Se aleja a un lado de los largos y sinuosos bajos del Valiant, justo segundos antes de que
los guardias irrumpan a través de la puerta metálica de eslabones, casi tropezando con el
cuerpo de su compatriota muerto. El hombre que va delante levanta la vista con furia al ver
a Jack medio libre y levanta su arma.
—Maldito estúpido… —y entonces hay un disparo, dolor, y todo se vuelve negro.
Se despierta, con la mano derecha retenida, justo a tiempo para ver cómo el cuerpo de
Jones, acribillado a balazos, es arrastrado lentamente por el suelo.
Jack grita.
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