IGLESIA CENTRO CRISTIANO APOSENTO ALTO VISION CELULAR PASTORES: JUAN Y MONICA OTONDO NOMBRE:

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IGLESIA CENTRO CRISTIANO APOSENTO ALTO
VISION CELULAR
PASTORES: JUAN Y MONICA OTONDO
NOMBRE:
LECCION N° 4
TEMA: El CRISTIANO Y SU SALVACIÓN
Segunda Parte: “El Sacrificio de Cristo”
INTRODUCCIÓN:
Hemos estudiado en La primera parte de esta Lección, acerca del pecado y las
terribles consecuencias que trajo para la humanidad. En esta lección vamos a ver que
ante este callejón sin salida, Dios mismo será quien provea la solución a través del
sacrificio de su Hijo. Mientras el pecado decía: ¡Muerte!; Dios a través de su Hijo dice:
¡Vida eterna!.
1. CRISTO. EL. CORDERO DE DIOS:
Dios había establecido desde el principio una sentencia: “...eI alma que pecare, esa
morirá..” (Ezequiel 18.4). Y toda la humanidad se vio alcanzada por este juicio, por
cuanto todos pecamos (Ro.3. 10; 3.23). Imagine por un instante que Ud. comete una
infracción a la ley en la misma presencia de un policía. Ud. podrá excusarse, discutir,
pero el policía le aplicará la multa, la sanción, porque Ud. ha transgredido la ley. Así
delante de Dios absolutamente todos estamos en infracción, todos estamos fuera de
la ley, y la pena que nos corresponde es la muerte eterna. No podemos excusamos
de esta responsabilidad, a menos que alguien pague por nosotros esa deuda:
¡GLORIA A DIOS POR JESUCRISTO!
“Ciertamente, apenas morirá alguno por un Justo; con todo,
pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros” (Ro.5.7-8).
a) El cordero y los sacrificios del Antiguo Testamento:
En el párrafo anterior esbozamos la idea de la víctima substituta, es decir, aquella que
ocupa el lugar que le corresponde a la otra persona. Esto no era nuevo para el pueblo
de Israel. Ya desde muchísimos años tenían ordenadas por Dios las leyes relativas a
los sacriflcos, que proclamaban el mismo principio. (Así por ej. en Lev. 4 y 5 en
cuanto a las ofrendas por el pecado; o en Lev. 16, el día de la expiación). A grandes
rasgos el procedimiento establecido era el siguiente: Un hombre cometía un pecado.
El sabia que estaba en falta delante de Dios y que merecía la muerte. ¿Qué hacia
entonces?: tomaba el animal, un cordero o un becerro según el caso, e iba delante
del sacerdote. El sacerdote lo miraba y le podría preguntar: “Para qué ha venido?’
aquel hombre afligido podría entonces contestarle: Bueno la verdad es que he
pecado, y sé que el juicio da Dios me condena a morir, pero traigo esta animal para
que Dios lo reciba en mi lugar”. Acto seguido este hombre ponía sus manos sobre
aquel Inocente cordero y confesando sus pecados le traspasaba, simbólicamente, los
pecados y decía
“Señor, tú sabes que he pecado y que merezco la muerte, pero te ruego que por tu
misericordia aceptes en mi lugar a este cordero; y yo creo de todo mi corazón que al
morir él, Tú cubrirás mi pecado, y estaremos a cuenta”.
El sacerdote inmediatamente degollaba el cordero y luego llevaba la sangre de ese
cordero para rociada en el altar de Dios que estaba en el Templo. La justicia de Dios
se satisfizo, y por fin aquel hombre se retiraba aliviado y tranquilo. Aunque, decir
verdad, no le iba a durar mucho, porque al pecar nuevamente, otra vez debería
repetir todo el procedimiento; porque estos sacrificios no eran perfectos, sino sombra
y figura de lo que habría de venir: el perfecto sacrificio, con el perfecto cordero,
nuestro Señor Jesucristo (así lo enseña el libro de Hebreos en los cap.9 y 10).
b) Cristo. el perfecto cordero. para el perfecto sacrificio:
Las primeras palabras de Juan El Bautista al verlo a Jesús fueron: “He aquí el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29). Cristo venía a
morir por todos nosotros. El venía “como un cordero sin mancha y sin
contaminación” (1Pedro 1.19), completamente santo e inocente, en la plenitud de
su vida, para cargar con nuestro pecado.
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su
propio camino, mas Jehová cargó en Él, eI pecado de todos nosotros.
Angustiado El, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al
matadero,
y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”
(Isaías 53. 6-7).
Ahora es nuestra responsabilidad poner la mano, por medio de la Fe, sobre el Cordero
de Dios, confesar arrepentidos nuestros pecados sobre El, y ser libres del juicio de
Dios, porque Cristo ya pagó por nosotros.
2 LA SANGRE DE JESUCRISTO:
La sangre que Jesucristo derramó en la cruz del Calvario, símbolo de su vida
derramada por nosotros delante de Dios, nos otorga en el presente, a los que
creemos, amplisimos y maravillosos beneficios.
a)
La sangre de Jesucristo nos remite todos nuestros pecados:
Ver Mt.26.28; Lc.24.46-47; Col.2.13; 1Juan 1.7-9.
La sangre de Jesús borra todos nuestros pecados, es decir: Los pecados pasados, los
presentes, y aún proveyó para los futuros (siempre que haya arrepentimiento
genuino) confesión y abandono del pecado).
b)
La sangre de Jesucristo nos declara Justos “JUSTIFICADOS” delante
de Dios:
En Ro.5.9 dice: “no que seamos verdaderamente justos, sino, que Dios, por
su misericordia, nos mira a través de la sangre de Cristo, y nos declara
justos”, “santos en Cristo” (Fil. 1.1).
c)
La sangre de Jesucristo no libra del juicio de la muerte:
Es la consecuencia de lo ya expuesto. Si Dios nos perdona y nos declara justos,
entonces ya no hay pena por aplicar. El Padre ve la sangre que he rociado sobre
nuestras vidas y pasa de largo su juicio:
“Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la
sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga ni mortandad,
cuando hiera la tierra de Egipto” (Exodo 12.13).
¡Bendita la sangre!
d)
La sangre de Jesucristo nos compra para Dios:
Ver 1ºPedro 1.18-19; 1Co .6.20; 7.23.
Este precioso y altísimo precio nos convierte en propiedad de Dios. Ahora le
pertenecemos a El y vivimos para El.
LA FIGURA DE LA REDENCIÓN: Es menester que dentro de este punto hablemos
acerca de la redención. La palabra “redención” lleva la idea de liberación o rescate
por precio.
Se ve claramente esta figura en, Lev. 25.47-49, donde se menciona la situación de
aquel que por deudas quedó esclavo de su acreedor extranjero, En esta situación un
hermano o un pariente cercano, que tuviere voluntad de hacerlo podría rescatarle
pagando el precio de su deuda. Así también nosotros, a causa del pecado, estábamos
esclavos del pecado, en las manos de Satanás; pero Cristo al encarnarse se hizo
”pariente cercano” nuestro, dejando su gloria y poder voluntariamente, porque así lo
quiso. Además pagó por nosotros el rescate al más alto precio: su sangre derramada
en la cruz (Efesios 1.7; Col. 1.14; Ap. 5 :9). Ahora somos de su propiedad.
e)
La sangre de Jesucristo nos hace estar en paz con Dios
Ver Ro 5.1; 5.9-10.
Cuando andamos sin Cristo en el mundo, llevando a cuestas nuestro propio pecado,
dice la palabra que somos enemigos de Dios. Nuestro pecado nos enfrente con El.
Cristo con su sangre quita nuestro pecado del medio, y nos reconcília con Dios (CoL
1.20-22).
Ahora, gracias al Señor podemos sentirnos en paz con Dios, no le debemos nada,
porque Jesús ya pagó nuestra deuda. Sin lugar a dudas es hermoso saber que
estamos en paz:
“Bienaventurado el varón (o mujer) a quien el Señor no inculpa de pecado”
(Ro.4. 8).
f)
La sangre de Jesucristo nos da libre acceso a la presencia de Dios:
Ver Hebreos 10.19-22.
El abismo existente entre la santidad de Dios y nuestro pecado, nos impedía tener
relación con Él. Cristo, por medio de su sangre, abrió un nuevo camino a la presencia
de Dios, donde el Padre de gloria siempre nos recibe. Si nos arrepentimos de
nuestros pecados, la sangre de Cristo nos limpia, y entonces el Padre siempre nos
recibe. Vale aclarar, que el medio para ir a la presencia de Dios es la oración.
Nuestra conciencia debe tomar debida nota de este perdón que hemos
recibido; y es nuestro deber purificarla con la sangre de Cristo, para que no
nos acuse de aquello que ya ha sido perdonado.
El diablo por su parte, es el “acusador de los hermanos” (Ap. 12:10), y quiere
lograr contaminar nuestra conciencia para que no nos sintamos perdonados, sabiendo
que si creemos esta mentira no nos sentiremos en condiciones para entrar en la
presencia de Dios. La realidad, es que no entrarnos a la presencia de Dios por méritos
personales, sino por las sangre del Cordero. La palabra dice: “la sangre de
Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado Resistamos pues a Satanás:
“..y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero” (Ap. 12.11).
Leamos muy atentamente Ro.8.33-34.
g)
La sangre de Jesucristo nos une en comunión con los hermanos:
Ver 1º Co.10.16; Ef.2.13.
Hay muchas cosas que nos distancian a los hombres: culturas, razas, idiomas, niveles
sociales, y aún cuestiones de nuestro corazón. La sangre de Jesucristo, a aquellos que
la recibimos, tiene la virtud de unirnos haciendo a un lado todas las distancias. Al
celebrar la Santa Cena conmemoramos la muerte y resurrección del Señor, pero
también proclamamos la unidad entre los hermanos y confesamos que somos uno en
El. Miro a mi hermano/a bajo la perspectiva de la sangre de Cristo. No solo yo me veo
perdonado, sino que a él/ella lo veo perdonado/a. Ya no lo juzgo, ni lo separo, ni lo
condeno. Le recibo así como Cristo el Señor le recibió (Ro. 14.5-7)
3 LA EXALTACIÓN DEL CORDERO:
¿Cuál es la realidad presente de aquel Cordero manso y humilde que fue inmolado por
nosotros?. Hay varios pasajes de las escrituras que contestan poderosamente esta
pregunta, poniendo de manifiesto que Cristo, por medio de la resurrección, fue
exaltado por el Padre y se encuentra a su diestra con todo poder y autoridad. Veamos
Fil.2.5-1 1; He. 1.34; Is.53. 10-12; en especial el capítulo 5 de Apocalipsis.
Dice Ap. 17.14:
“PeIearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque
Él es el Señor de Señores y Rey de Reyes...
...y los que estén con ti son llamados elegidos y fieles.”
Sin lugar a dudas. el momento culminante de la obra de Cristo se alcanza con su
resurrección y glorificación junto al Padre. El es hoy la máxima autoridad. Aquel que es
digno de tomarlo todo.
CONCLUSIÓN:
Hemos estudiado la solución de Dios frente al problema del pecado, a través de
Jesucristo.
Cabe destacar que la solución que Dios eligió es de muy alto precio, no olvidemos que
El entregó a su único Hijo para rescatamos y dio todo lo que tenia para damos vida.
También Jesús cuando se entregó, cargó el pecado de toda la humanidad y por
nosotros se hizo pecado. Nosotros también tenemos que tomar una determinación,
¿qué haré con el sacrificio que hizo Jesús en la cruz?; ¿Qué haré con su sangre que ha
sido derramada por mí en la cruz?. ...Decidamos aplicar a nuestra vida la sangre del
Cordero que quita el pecado del mundo”. Es necesario saber que para alcanzar la vida
eterna, debemos arrepentimos de nuestros pecados y de nuestra rebeldía, creyendo en
la obra y los beneficios de Cristo, y aceptar incondicionalmente su Señorío.
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