Subido por Alfonso Vieira Origoni

Viaje a Ixtlan - Carlos Castaneda

Anuncio
CARLOS CASTAÑEDA
VIAJE A XTLÁN
I
CARLOS CASTAÑEDA
Viaje a Ixtlán
En el tercer libro sobre su ini­
ciación como hombre de cono­
cimiento, Castañeda desanda
camino hasta los primeros tra­
tos con su maestro, el brujo ya­
qui don Juan, y añade al recuento de prodigios las ar­
duas lecciones de disciplina física y mental que, desde
un principio, lo preparaban para un acto decisivo de po­
der: parar el mundo, suspender la percepción ordinaria,
situarse entre esta realidad y la otra, la inculcada por el
maestro. Esa realidad aparte, eje de las enseñanzas anteriomente reveladas, cobra así nuevo sentido como
punto de apoyo, y el centro se desplaza hacia la mística
del guerrero, el hombre sin rutinas, libre, fluido, impre­
visible, que, fiel a su esencial naturaleza terrena, vive
una vida impecable. El tema cierra con el relato del via­
je al que alude el título, intimación dramática de la sole­
dad y la áspera nobleza de tal vida.
VIAJE A IX TLÁ N
LAS LECCIONES DE DON JUAN
COLECCIÓN POPULAR
143
CARLOS CASTAÑEDA
V iaje a Ixtlán
LAS LECCIONES DE DON JUAN
FONDO DE CULTURA ECONOMICA
MÉXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPAÑA
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA - PERÚ - VENEZUELA
Prim era edición en inglés, 1972
Prim era edición en español (FCE-México), 1975
D ecim oquinta reim presión (FCE-España), 1995
Decim osexta reim presión (FCE-España), 1997
T raducción de:
J uan T ovar
T ítulo original:
Journey to Ixtlan. The lessons of Don Juan
© 1972 Carlos Castañeda
D. R. © 1976, Fondo de C ultura E conómica
Avda. Picacho Ajusco, 227. 14200 México D. F.
Fondo de C ultura E conómica de E spaña, S. L.
Vía de los Poblados, s/n (Edif. Indubuilding-Goico, 4.o, 15). 28033 M adrid
I.S.B.N. 84-375-0139-3
D epósito legal: M. 9608-1997
Im preso en España
ÍNDICE
Introducción ............................................................................
7
P rimera P arte
“PARAR EL MUNDO”
I. L as re a firm a c io n e s d el m u n d o q u e nos
r o d e a ......................................................................................19
II. B o rra r la h is to ria p e rso n a l . . . .
30
III. P e rd e r la im p o r ta n c ia ...............................................41
IV . L a m u e rte co m o u n a co n sejera . . .
52
V . H acerse r e s p o n s a b l e .............................................65
V I. V olverse c a z a d o r ....................................................79
V II. S er in a c c e s ib le ............................................................94
V III. R o m p e r las ru tin a s d e la v id a . .
109
IX . L a ú ltim a b a ta lla so b re la tie rra . . . 119
X . H acerse accesib le al p o d e r . . . .
132
X I. E l á n im o d e u n g u e r r e r o ...................................153
X II. U n a b a ta lla d e p o d e r ...........................................174
X I I I . L a ú ltim a p a ra d a d e u n g u e rre ro .
198
X IV . L a m a rc h a d e p o d e r ............................................ 219
X V . N o h a c e r ...........................................................................253
X V I. E l a n illo d e p o d e r ....................................................278
X V II. U n ad v ersario q u e v ale la p e n a .
296
Segunda P arte
EL VIAJE A IXTLÁN
X V III. E l a n illo d e p o d e r d e l b ru jo .
.319
X IX . P a ra r el m u n d o ..................................................338
X X . E l v ia je a I x t l á n ..................................................351
INTRODUCCIÓN
E l sábado 22 de mayo de 1971 fui a Sonora, México,
para ver a don Juan Matus, un brujo yaqui con quien
tenía contacto desde 1961. Pensé que mi visita de ese
día no iba a ser en nada distinta de las veintenas de
veces que había ido a verlo en los diez años que lleva­
ba como aprendiz suyo. Sin embargo, los hechos que
tuvieron lugar ese día y el siguiente fueron decisivos
para mí. En dicha ocasión mi aprendizaje llegó a su
etapa final.
Ya he presentado el caso de mi aprendizaje en dos
obras anteriores: Las enseñanzas de don Juan y Una
realidad aparte.
Mi suposición básica en ambos libros ha sido que
los puntos de coyuntura en aprender brujería eran los
estados de realidad no ordinaria producidos por la
ingestión de plantas psicotrópicas.
En este aspecto, don Juan era experto en el uso
de tres plantas: Datura inoxia, comúnmente conocida
como toloache; Lophophora williamsii, conocida como
peyote, y un hongo alucinógeno del género Psilocybe.
Mi percepción del mundo a través de los efectos de
estos psicotrópicos había sido tan extraña e impresio­
nante que me vi forzado a asumir que tales estados
eran la única vía para comunicar y aprender lo que
don Juan trataba de enseñarme.
Tal suposición era errónea.
7
Con el propósito de evitar cualquier mala interpre­
tación relativa a mi trabajo con don Juan, me gusta­
ría clarificar en este punto los aspectos siguientes.
Hasta ahora, no he hecho el menor intento de
colocar a don Juan en un determinado medio cul­
tural. El hecho de que él se considere indio yaqui
no significa que su conocimiento de la brujería se
conozca o se practique entre los yaquis en general.
Todas las conversaciones que don Juan y yo tuvi­
mos a lo largo del aprendizaje fueron en español, y
sólo gracias a su dominio completo de dicho idioma
pude obtener explicaciones complejas de su sistema
de creencias.
He observado la práctica de llamar brujería a ese
sistema, y también la de referirme a don Juan como
brujo, porque éstas son las categorías empleadas por
él mismo.
Como pude escribir la mayoría de lo que se dijo
al principiar el aprendizaje, y todo lo que se dijo en
fases posteriores, reuní voluminosas notas de campo.
Para hacerlas legibles, conservando a la vez la unidad
dramática de las enseñanzas de don Juan, he tenido
que reducirlas, pero lo que he eliminado es, creo,
marginal a los puntos que deseo plantear.
En el caso de mi trabajo con don Juan, he limi­
tado mis esfuerzos exclusivamente a verlo como brujo
y a adquirir membrecia en su conocimiento.
Con el fin de presentar mi argumento, debo antes
explicar la premisa básica de la brujería según don
Juan me la presentó. Dijo que, para un brujo, el
mundo de la vida cotidiana no es real ni está allí,
como nosotros creemos. Para un brujo, la realidad, o
8
el mundo que todos conocemos, es solamente una
descripción.
Para validar esta premisa, don Juan hizo todo lo
posible por llevarme a una convicción genuina de
que lo que mi mente consideraba el mundo inme­
diato era sólo una descripción del mundo: una des­
cripción que se me habia inculcado desde el momento
en que nací.
Me señaló que todo el que entra en contacto con
un niño es un maestro que le describe incesantemente
el mundo, hasta el momento en que el niño es ca­
paz de percibir el mundo según se lo describen. De
acuerdo con don Juan, no guardamos recuerdo de
aquel momento portentoso, simplemente porque nin­
guno de nosotros podía haber tenido ningún punto
de referencia para compararlo cón cualquier otra
cosa. Sin embargo, desde ese momento el niño es un
miembro. Conoce la descripción del mundo, y su
membrecia, supongo, se hace definitiva cuando él
mismo es capaz de llevar a cabo todas las interpreta­
ciones perceptuales adecuadas, que validan dicha des­
cripción ajustándose a ella.
Para don Juan, pues, la realidad de nuestra vida
diaria consiste en un fluir interminable de interpreta­
ciones perceptuales que nosotros, como individuos que
comparten una membrecia específica, hemos apren­
dido a realizar en común.
La idea de que las interpretaciones perceptuales
que configuran el mundo tienen un fluir es congruen­
te con el hecho de que corren sin interrupción y
rara vez, o nunca, se ponen en tela de juicio. De
hecho, la realidad del mundo que conocemos se da a
tal grado por sentada que la premisa básica de la
9
brujería, la de que nuestra realidad es apenas una
de muchas descripciones, difícilmente podría tomarse
como una proposición seria.
Afortunadamente, en el caso de mi aprendizaje, a
don Juan no le preocupaba en absoluto el que yo
pudiese, o no, tomar en serio su proposición, y pro­
cedió a dilucidar sus planteamientos pese a mi opo­
sición, mi incredulidad y mi incapacidad de com­
prender lo que decía. Así, como maestro de brujería,
don Juan trató de describirme el mundo desde la
primera vez que hablamos. Mi dificultad para asir
sus conceptos y sus métodos derivaba del hecho de
que las unidades de su descripción eran ajenas e
incompatibles con las de la mfa propia.
Su argumento era que me estaba enseñando a “ver”,
cosa distinta de solamente "mirar”, y que “parar el
mundo” era el primer paso para “ver”.
Durante años, la idea de “parar el mundo” fue
para mí una metáfora críptica que en realidad nada
significaba. Sólo durante una conversación informal,
ocurrida hacia el final de mi aprendizaje, llegué a
advertir por entero su amplitud e importancia como
una de las proposiciones principales en el conoci­
miento de don Juan.
Él y yo habíamos estado hablando de diversas cosas
en forma reposada, sin estructura. Le conté el dilema
de un amigo mío con su hijo de nueve años. El niño,
que había estado viviendo con la madre durante los
cuatro años anteriores, vivía entonces con mi amigo, y
el problema era qué hacer con él. Según mi amigo, el
niño era un inadaptado en la escuela, sin concentra­
ción y no se interesaba en nada. Era dado a berrin­
ches, a conducta destructiva y a escaparse de la casa.
10
—Menudo problema se carga tu amigo —dijo don
Juan, riendo.
Quise seguirle contando todas las cosas “terribles”
que el niño liada, pero me interrumpió.
—No hay necesidad de decir más sobre ese pobre
niñito —dijo—. No hay necesidad de que tú o yo
pensemos de sus acciones de un modo o del otro.
Su actitud fue abrupta y su tono firme, pero luego
sonrió.
—¿Qué puede hacer mi amigo? —pregunté.
—Lo peor que puede hacer es forzar al niño a estar
de acuerdo con él —dijo don Juan.
—¿Qué quiere usted decir?
—Quiero decir que el padre no debe pegarle ni
asustarlo cuando no se porta como él quiere.
—¿Cómo va a enseñarle algo si no es firme con él?
—Tu amigo deberla dejar que otra gente le pe­
gara al niño.
—¡No puede dejar que una persona ajena toque a
su niño! —dije, sorprendido de la sugerencia.
Don Juan pareció disfrutar mi reacción y soltó una
risita.
—Tu amigo no es guerrero —dijo—. Si lo fuera,
sabría que no puede hacerse nada peor que enfrentar
sin más ni más a los seres humanos.
—¿Qué hace un guerrero, don Juan?
—Un guerrero procede con estrategia.
—Sigo sin entender qué quiere usted decir.
—Quiero decir que si tu amigo fuera guerrero ayu­
darla a su niño a parar el mundo.
—¿Cómo puede hacerlo?
—Necesitaría poder personal. Necesitarla ser brujo.
—Pero no lo es.
11
—En tal caso debe usar medios comunes y corrien­
tes para ayudar a su hijo a cambiar su idea del mun­
do. No es parar el mundo, pero de todos modos da
resultado.
Le pedí explicar sus aseveraciones.
—Yo, en el lugar de tu amigo —dijo don Juan—,
empezaría por pagarle a alguien para que le diera sus
nalgadas al muchacho. Iría a los arrabales y me arre­
glaría con el hombre más feo que pudiera hallar.
—¿Para asustar a un niñito?
—No nada más para asustar a un niñito, idiota. Hay
que parar a ese escuincle, y los golpes que le dé su
padre no servirán de nada.
“Si queremos parar a nuestros semejantes, siempre
hay que estar fuera del círculo que los oprime. En
esa forma se puede dirigir la presión.”
La idea era absurda, pero de algún modo me atraía.
Don Juan descansaba la barbilla en la palma de
la mano izquierda. Tenía el brazo izquierdo contra el
pecho, apoyado en un cajón de madera que servía
como una mesa baja. Sus ojos estaban cerrados, pero
se movían. Sentí que me miraba a través de los pár­
pados. La idea me espantó.
—Dígame qué más debería hacer mi amigo con su
niño —dije.
—Dile que vaya a los arrabales y escoja con mucho
cuidado al tipo más feo que pueda —prosiguió él—.
Dile que consiga uno joven. Uno al que todavía le
quede algo de fuerza.
Don Juan dilineó entonces una extraña estrategia.
Yo debía instruir a mi amigo para que hiciera que
el hombre lo siguiese o lo esperara en un sitio a
donde fuera a ir con su hijo. El hombre, en respues­
12
ta a una seña convenida, dada después de cualquier
comportamiento objetable por parte del pequeño, de­
bía saltar de algún escondite, agarrar al niño y darle
una soberana tunda.
—Después de que el hombre lo asuste, tu amigo
debe ayudar al niño a recobrar la confianza, en cual­
quier forma que pueda. Si sigue este procedimiento
tres o cuatro veces, te aseguro que el niño cambiará
su sentir con respecto a todo. Cambiará su idea del
mundo.
—¿Y si el susto le hace daño?
—El susto nunca daña a nadie. Lo que daña el
espíritu es tener siempre encima alguien que te pe­
gue y te diga qué hacer y qué no hacer.
“Cuando el niño esté más contenido, debes decir a
tu amigo que haga una última cosa por él. Debe hallar
el modo de dar con un niño muerto, quizá en un
hospital o en el consultorio de un doctor. Debe llevar
allí a su hijo y enseñarle el niño muerto. Debe ha­
cerlo tocar el cadáver una vez, con la mano izquierda,
en cualquier lugar menos en la barriga. Cuando el
niño haga eso, quedará renovado. El mundo nunca
será ya el mismo para él.”
Me di cuenta entonces de que, a través de los años
de nuestra relación, don Juan había estado usando
conmigo, aunque en una escala diferente, la misma
táctica que sugería para el hijo de mi amigo. Le pre­
gunté al respecto. Dijo que todo el tiempo había
estado tratando de enseñarme a "parar el mundo”.
—Todavía no lo paras —dijo, sonriendo—. Parece
que nada da resultado, porque eres muy terco. Pero
si fueras menos terco, probablemente ya habrías para­
13
do el mundo con cualquiera de las técnicas que te
he enseñado.
—¿Qué técnicas, don Juan?
—Todo lo que te he dicho era una técnica para
parar el mundo.
Pocos meses después de aquella conversación, don
Juan logró lo que se había propuesto: enseñarme a
“parar el mundo”.
Ese monumental hecho de mi vida me obligó a re­
examinar en detalle mi trabajo de diez años. Se me
hizo evidente que mi suposición original con respecto
al papel de las plantas psicotrópicas era erróneo. Tales
plantas no eran la faceta esencial en la descripción
del mundo usada por el brujo, sino únicamente una
ayuda para aglutinar, por así decirlo, partes de la
descripción que yo había sido incapaz de percibir de
otra manera. Mi insistencia en adherirme a mi ver­
sión normal de la realidad me hacía casi sordo y
ciego a los objetivos de don Juan. Por tanto, fue sólo
mi carencia de sensibilidad lo que propició el uso de
los alucinógenos.
Al revisar la totalidad de mis notas de campo, ad­
vertí que don Juan me había dado la parte principal
de la nueva descripción al principio mismo de nues­
tras relaciones, en lo que llamaba “técnicas de parar
el mundo”. En mis obras anteriores, descarté esas
partes de mis notas porque no se referían al uso de
plantas psicotrópicas. Ahora las he reinstaurado en el
panorama total de las enseñanzas de don Juan, y
abarcan los primeros diecisiete capítulos de esta obra.
Los últimos tres capítulos son las notas de campo
relativas a los eventos que culminaron cuando logré
"parar el mundo”.
14
Resumiendo, puedo decir que, cuando inicié el
aprendizaje, había otra realidad, es decir, había una
descripción del mundo, correspondiente a la brujería,
que yo no conocía.
Don Juan, como brujo y maestro, me enseñó esa
descripción. £1 aprendizaje que atravesé a lo largo
de diez años consistía, por tanto, en instaurar esa rea­
lidad desconocida por medio del desarrollo de su
descripción, añadiendo partes cada vez más comple­
jas conforme yo progresaba.
La conclusión del aprendizaje significó que yo ha­
bía aprendido, en forma convincente y auténtica, una
nueva descripción del mundo, y así había obtenido
la capacidad de deducir una nueva percepción de las
cosas que encajaba con su nueva descripción. En otras
palabras, había obtenido membrecia.
Don Juan declaraba que para llegar a “ver” pri­
mero era necesario “parar el mundo”. La frase “parar
el mundo” era en realidad una buena expresión de
ciertos estados de conciencia en los cuales la realidad
de la vida cotidiana se altera porque el fluir de la
interpretación, que por lo común corre ininterrum­
pido, ha sido detenido por un conjunto de circuns­
tancias ajenas a dicho fluir. En mi caso, el conjunto
de circunstancias ajeno a mi fluir normal de inter­
pretaciones fue la descripción que la brujería hace
del mundo. El requisito previo que don Juan ponía
para "parar el mundo” era que uno debía estar con­
vencido;* en otras palabras, había que aprender la
nueva descripción en un sentido total, con el propó­
sito de enfrentarla con la vieja y en tal forma romper
la certeza dogmática, compartida por todos nosotros,
de que la validez de nuestras percepciones, o nuestra
15
realidad del mundo, se encuentra más allá de toda
duda.
Después de “parar el mundo", el siguiente paso
fue "ver”. Con eso, don Juan se refería a lo que me
gustaría categorizar como "responder a los estímulos
perceptuales de un mundo fuera de la descripción
que hemos aprendido a llamar realidad”.
Mi argumento es que todos estos pasos sólo pueden
comprenderse en términos de la descripción a la cual
pertenecen; y como es una descripción que don Juan
luchó por darme desde el principio, debo dejar que
sus enseñanzas sean la única fuente de acceso a ella.
Así pues, he dejado que las palabras de don Juan
hablen por sí mismas.
C. C.
1972
16
PRIMERA PARTE
“PARAR EL MUNDO”
I. LAS REAFIRMACION ES DEL MUNDO
QUE NOS RODEA
—Entiendo que usted conoce mucho de plantas, se­
ñor —dije al anciano indígena frente a mi.
Un amigo mío acababa de ponernos en contacto
para luego salir de la habitación, y nos habíamos
presentado el uno al otro. El viejo me había dicho
que se llamaba Juan Matus.
—¿Te dijo eso tu amigo? —preguntó casualmente.
—Sí, en efecto.
—Corto plantas, o mejor dicho ellas me dejan que
las corte —dijo con suavidad.
Estábamos en la sala de espera de una terminal de
autobuses en Arizona. Le pregunté con mucha for­
malidad:
—¿Me permitiría el caballero hacerle algunas pre­
guntas?
Me miró inquisitivamente.
—Soy un caballero sin caballo —dijo con una gran
sonrisa, y luego añadió—: Ya te dije que mi nombre
es Juan Matus.
Me gustó su sonrisa. Pensé que, obviamente, era un
hombre capaz de apreciar la franqueza, y decidí lan­
zarle con audacia una petición.
Le dije que me interesaba reunir y estudiar plan­
tas medicinales. Dije que mi interés especial eran los
19
usos del cacto alucinógeno llamado peyote, que yo
había estudiado con detalle en la Universidad en
Los Ángeles.
Mi presentación me pareció muy seria. La hice con
gran sobriedad y me sonó perfectamente verosímil.
El anciano meneó despacio la cabeza y yo, animado
por su silencio, añadí que sin duda ambos sacaría­
mos provecho de juntarnos a hablar del peyote.
En ese momento alzó la cabeza y me miró de lleno
a los ojos. Fue una mirada formidable. Pero no era
amenazante ni aterradora en modo alguno. Fue una
mirada que me atravesó. Inmediatamente se me trabó
la lengua y no pude proseguir mis peroratas. Ése fue
el final de nuestro encuentro. Pero al irse dejó un
rastro de esperanza. Dijo que tal vez pudiera yo visi­
tarlo algún día en su casa.
Resulta difícil valorar el efecto de la mirada de
don Juan si mi inventario de experiencias personales
no se relaciona de alguna manera con la peculiaridad
de aquel evento. Cuando empecé a estudiar antropo­
logía era ya un experto en “hallar el modo”. Años
antes había dejado mi hogar y eso significaba, según
mi evaluación, que era capaz de cuidarme solo. Cada
vez que sufría un desaire podía, por lo general, ga­
narme a la gente con halagos, hacer concesiones, ar-'
gumentar, enojarme, o si nada resultaba me ponía
chillón y quejumbroso; en otras palabras, siempre
había algo que yo me sabía capaz de hacer bajo las
circunstancias dadas, y jamás en mi vida había halla­
do un ser humano que detuviera mi impulso tan
veloz y definitivamente como don Juan aquella tarde.
Pero no era sólo cuestión de quedarme sin palabras;
en otras ocasiones me había sido imposible decir nada
20
a mi oponente a causa de algún respeto inherente
que yo le tenía, pero mi ira o frustración se manifes­
taban en mis pensamientos. La mirada de don Juan,
en cambio, me atontó hasta el punto de impedirme
pensar con coherencia.
Aquella mirada estupenda me llenó de curiosidad,
y decidí buscarlo.
Me preparé durante seis meses, tras ese primer en­
cuentro, leyendo sobre los usos del peyote entre los
indios americanos, y especialmente sobre el culto del
peyote entre los indios de la planicie. Me familiaricé
con todas las obras a mi disposición y cuando me
sentí preparado regresé a Arizona.
Sábado, diciembre 17, 1960
Hallé su casa tras largas y cansadas inquisiciones
entre los indios locales. Empezaba la tarde cuando
llegué y me estacioné enfrente. Lo vi sentado en un
cajón de leche. Pareció reconocerme y me saludó
cuando bajé del coche.
Intercambiamos cortesías sociales durante un rato
y luego, en términos llanos, confesé haber sido muy
engañoso con él la primera vez que nos vimos. Había
alardeado de mis grandes conocimientos sobre el pe­
yote, cuando en realidad no sabía nada al respecto.
Se me quedó mirando. Sus ojos eran muy amables.
Le dije que durante seis meses había estado leyendo
con el fin de prepararme para nuestro encuentro, y
que ahora sí sabía mucho más.
Rio. Obviamente, había algo en mis palabras que
le patéela chistoso. Se reía de mí, y yo me sentí algo
confuso y ofendido.
21
Pareció notar mi desazón y me aseguró que, pese a
mis buenas intenciones, no había en realidad ningún
modo de prepararme para nuestro encuentro.
Me pregunté si sería conveniente preguntarle si esa
frase tenía algún sentido oculto, pero no lo hice; sin
embargo, él parecía estar a tono con mi sentir y
procedió a explicar a qué se refería. Dijo que mis
esfuerzos le recordaban un cuento sobre cierta gente
que, en otro tiempo, un rey había perseguido y ma­
tado. Dijo que en el cuento los perseguidos sólo se
distinguían de los perseguidores en que los primeros
insistían en pronunciar ciertas palabras de un modo
peculiar, propio solamente de ellos; esa falla, por
supuesto, los delataba. £1 rey cerró los caminos en
puntos críticos, donde un oficial pedía a todos los
que pasaban pronunciar una palabra clave. Quienes
la pronunciaban igual que el rey conservaban la vida,
pero quienes no podían eran muertos en el acto. El
meollo del cuento es que cierto día un joven decidió
prepararse para pasar la barrera aprendiendo a pro­
nunciar la palabra de prueba en la forma en que al
rey le gustaba.
Don Juan dijo, con ancha sonrisa, que de hecho
el joven tardó ‘‘seis meses” en aprenderse la pro­
nunciación. Y luego vino el día de la gran prueba;
el joven, con mucha confianza, se acercó a la barrera
y esperó que el oficial le pidiese pronunciar la pa­
labra.
En ese punto, don Juan interrumpió muy dramá­
ticamente su relato y me miró. Su pausa era muy
estudiada y me pareció algo cursi, pero seguí el juego.
Yo había oído antes la trama del cuento. Tenía que
ver con los judíos en Alemania y con la forma en
22
que podía saberse quién era judío por la pronuncia­
ción de ciertas palabras. También conocía el remate
del chiste: el joven era atrapado porque el oficial
olvidaba la palabra clave y le pedía pronunciar otra,
muy similar, pero que el joven no había aprendido
a decir correctamente.
Don Juan parecía esperar que yo preguntara qué
había sucedido, de modo que lo hice.
—¿Qué le pasó? —pregunté, tratando de sonar in­
genuo e interesado en la historia.
—El joven, que era todo un zorro —dijo él—, se
dio cuenta de que el oficial había olvidado la palabra
clave, y antes de que le pidieran decir cualquier otra,
confesó que se había preparado durante seis meses.
Hizo otra pausa y me miró con un brillo malicioso
en los ojos. Esta vez me había cambiado la partida.
La confesión del joven era un nuevo elemento, y yo
ya no sabía cómo acabaría el relato.
—Bueno, ¿qué pasó entonces? —pregunté con ver­
dadero interés.
—Lo mataron en el acto, por supuesto —dijo él y
estalló en una risotada.
Me gustó mucho la forma en que había atrapado
mi interés; sobre todo, me agradó cómo había ligado
el cuento con mi propio caso. De hecho, parecía ha­
berlo construido a mi medida. Se burlaba de mí con
mucho arte y sutileza. Reí junto con él.
Después le dije que, por más estupideces que yo
dijera, me interesaba realmente aprender algo sobre
las plantas.
—A mí me gusta caminar mucho —dijo.
Pensé que cambiaba deliberadamente el tema de la
23
conversación para evitar responderme. No quise antagonizarlo con mi insistencia.
Me preguntó si me gustaría acompañarlo a una
corta caminata por el desierto. Le dije con entusias­
mo que me encantaría caminar en el desierto.
—Esto no es un paseo de campo —dijo en tono de
advertencia.
Contesté que tenía deseos muy serios de trabajar
con él. Dije que necesitaba información, cualquier
tipo de información, sobre los usos de las hierbas
medicinales, y que estaba dispuesto a pagarle su tiem­
po y su esfuerzo.
—Estaría usted trabajando para mí —dije—. Y le
pagaré un sueldo.
—¿Qué tanto me pagarías? —preguntó.
Detecté en su voz un matiz de codicia.
—Lo que a usted le parezca apropiado —dije.
—Págame mi tiempo... con tu tiempo —dijo él.
Pensé que era un tipo de lo más peculiar. Declaré
no entender a qué se refería. Repuso que no había
nada qué decir acerca de las plantas, de modo que
no podía ni pensar en aceptar mi dinero.
Me miró penetrantemente.
—¿Qué haces en tu bolsillo? —preguntó, fruncien­
do el entrecejo—. ¿Estás jugando con tu pito?
Se refería a que yo tomaba notas en un cuaderno
diminuto, dentro de los enormes bolsillos de mi rompevientos.
Cuando le dije lo que hacía, rio de buena gana.
Expliqué que no deseaba molestarlo escribiendo
frente a él.
—Si quieres escribir, escribe —dijo—. No me mo­
lestas.
24
Caminamos por el desierto en torno hasta que casi
era de noche. No me mostró ninguna planta ni habló
de ellas para nada. Nos detuvimos un momento a
descansar junto a unos arbustos grandes.
—Las plantas son cosas muy peculiares —dijo sin
mirarme—. Están vivas y sienten.
En el momento mismo en que hizo tal afirmación,
una fuerte racha de viento sacudió el chaparral de­
sértico en nuestro derredor. Los arbustos produjeron
un ruido crujiente.
—¿Oyes? —me preguntó, poniéndose la mano iz­
quierda junto a la oreja como para escuchar mejor—.
Las hojas y el viento están de acuerdo conmigo.
Reí. El amigo que nos puso en contacto ya me
había advertido que tuviera cuidado porque el viejo
era muy excéntrico. Pensé que el “acuerdo con las
hojas” era una de sus excentricidades.
Caminamos un rato más, pero siguió sin mostrarme
plantas, y tampoco cortó ninguna. Simplemente ca­
minaba con vivacidad entre los arbustos, tocándolos
suavemente. Luego se detuvo para sentarse en una
roca y me dijo que descansara y mirase alrededor.
Insistí en hablar. Una vez más le hice saber que
tenía muchos deseos de aprender cosas de las plantas,
especiálmente del peyote. Le supliqué que se convir­
tiera en informante mío a cambio de alguna recom­
pensa monetaria.
—No tienes que pagarme —dijo—. Puedes pregun­
tarme lo que quieras. Te diré lo que sé y luego te
diré qué se puede hacer con eso.
Me preguntó si estaba de acuerdo con el arreglo.
Yo me hallaba deleitado. Luego añadió una frase
críptica:
25
—A lo mejor no hay nada que aprender de las
plantas, porque no hay nada que decir de ellas.
No comprendí lo que había dicho ni a qué se re­
fería.
—¿Cómo dice usted? —pregunté.
Repitió su afirmación tres veces, y luego toda la
zona se estremeció con el rugido de un aeroplano de
la Fuerza Aérea que pasó volando bajo.
—[Ya vesl El mundo está de acuerdo conmigo
—dijo, llevándose la mano izquierda al oído.
Me resultaba muy divertido. Su risa era contagiosa.
—¿Es usted de Arizona, don Juan? —pregunté, en
un esfuerzo por mantener la conversación centrada
en la posibilidad de que fuera mi informante.
Me miró y asintió con la cabeza. Sus ojos parecían
fatigados. Se veía el blanco debajo de las pupilas.
—¿Nació usted en esta localidad?
Asintió de nuevo sin responderme. Parecía un gesto
afirmativo, pero también el asentimiento nervioso de
alguien que está pensando.
—¿Y tú de dónde eres? —preguntó.
—Vengo de Sudamérica —dije.
—Es grande ese sitio. ¿Vienes de todo él?
Sus ojos me miraban, penetrantes de nuevo.
Empecé a explicar las circunstancias de mi naci­
miento, pero me interrumpió.
. —En esto nos parecemos —dijo—. Yo ahora vivo
aquí, pero en realidad soy un yaqui de Sonora.
—¡Ño me diga! Yo soy d e...
No me dejó terminar.
—Ya sé, ya sé —dijo—. Tú eres quien eres, de
donde eres, igual que yo soy un yaqui de Sonora.
Sus ojos relucían y su risa era extremadamente
26
inquietante. Me hizo sentir como si me hubiera atra­
pado en una mentira. Experimenté una peculiar sen­
sación de culpa. Tuve el sentimiento de que él co­
nocía algo que yo no sabía o no quería decir.
Mi extraña incomodidad creció. Debe haberla ad­
vertido, porque se puso en pie y me preguntó si
quería ir a comer en una fonda del pueblo.
Caminar de regreso a su casa, y luego el viaje en
coche al pueblo, me hizo sentirme mejor, pero no me
hallaba completamente relajado. De algún modo
me sentía amenazado, aunque no podía precisar el
motivo.
En la fonda, quise invitarle a una cerveza. Dijo que
nunca bebía, ni siquiera cerveza. Reí para mis aden­
tros. No le creía; el amigo que nos puso en contacto
me había dicho que “el viejo andaba perdido de
borracho casi todo el tiempo”. En realidad no me
importaba que me mintiera diciendo que no bebía.
Me agradaba; había algo muy tranquilizante en su
persona.
Debí haber tenido una expresión de duda en el
rostro, pues él pasó a explicar que de joven le daba
por la bebida, pero que un buen día la había dejado.
—La gente casi nunca se da cuenta de que podemos
cortar cualquier cosa de nuestras vidas en cualquier
momento, así nomás —chasqueó los dedos.
—¿Piensa usted que uno puede dejar de fumar o
de beber asi de fácil? —pregunté.
—¡Seguro! —dijo con gran convicción—. El cigarro
y la bebida no son nada. Nada en absoluto si quere­
mos dejarlos.
En ese mismo instante, el agua que hervía en la
cafetera hizo un ruido fuerte y vivaz.
27
—|Oye! —exclamó don Juan, con un brillo en los
ojos—. £1 agua hirviendo está de acuerdo conmigo.
Luego añadió, tras una pausa:
—Uno puede recibir acuerdos de todo lo que lo
rodea.
En ese momento crucial, la cafetera produjo un
gorgoteo verdaderamente obsceno.
Don Juan miró la cafetera y dijo suavemente:
“Gracias”; asintió con la cabeza y luego estalló en
carcajadas.
Me desconcerté. Su risa era un poco demasiado
fuerte, pero yo me divertía genuinamente con todo
aquello.
Mi primera sesión propiamente dicha con mi “in­
formante” llegó entonces a su fin. Se despidió en la
puerta de la fonda. Le dije que tenía que visitar a
unos amigos, y que me gustaría verlo de nuevo a fi­
nes de la semana siguiente.
—¿Cuándo estará usted en su casa? —pregunté.
Me escudriñó.
—Cuando vengas —repuso.
—No sé exactamente cuándo pueda venir.
—Pues ven y no te preocupes.
—¿Y si usted no está?
—Allí estaré —dijo, sonriendo, y se alejó.
Corrí tras él y le pregunté si podría llevar conmigo
una cámara para tomar fotos suyas y de su casa.
—Eso está fuera de cuestión —dijo con el entre­
cejo fruncido.
—¿Y una grabadora? ¿Le molestaría?
—Me temo que tampoco de eso hay posibilidad.
Me molesté y empecé a agitarme. Dije que no veía
ningún motivo lógico para su rechazo.
28
Don Juan movió la cabeza en sentido negativo.
—Olvidalo —dijo con fuerza—. Y si todavía quie­
res verme, no vuelvas a mencionarlo.
Presenté una débil queja final. Dije que las fotos
y las grabaciones eran indispensables para mi trabajo.
Él respondió que sólo una cosa era indispensable para
todo lo que hacíamos. La llamó “el espíritu”.
—No se puede prescindir del espíritu —dijo—. Y
tú no lo tienes. Preocúpate de eso y no de tus fotos.
—¿A qué se...?
Me interrumpió con un ademán y retrocedió algu­
nos pasos.
—No te olvides de volver —dijo con suavidad, y
agitó la mano en despedida.
29
II. BORRAR LA HISTORIA PERSONAL
Jueves, diciembre 22, 1960
Don J uan estaba sentado en el suelo, junto a la puer­
ta de su casa, con la espalda contra la pared. Volteó
un cajón de madera para leche y me pidió tomar
asiento y ponerme cómodo. Le ofrecí unos cigarrillos.
Había llevado un paquete. Dijo que no fumaba, pero
aceptó el regalo. Hablamos sobre el frío de las no­
ches dél desierto y otros temas ordinarios de conver­
sación."
Le pregunté si no interfería yó con su rutina nor­
mal. Me miró como frunciendo el entrecejo y re­
puso que no tenía rutinas, y que yo podía estarme
con él toda la tarde si asi lo deseaba.
Yo había preparado algunas cartas de genealogía
y parentesco que deseaba llenar con ayuda suya. Tam­
bién había compilado, a través de la literatura etno­
gráfica, una larga serie de rasgos culturales pertene­
cientes, se decía, a los indígenas de la zona. Quería
révisar con él la lista y marcar todos los elementos
que le fuesen familiares.
Empecé con las cartas de parentesco.
—¿Cómo llamaba usted a su padre? —pregunté.
—Lo llamaba papá —dijo él con rostro muy serio.
Me sentí algo molesto, pero procedí sobre la supo­
sición de que no había comprendido.
30
Le mostré la carta y expliqué: un espacio era para
el padre y otro para la madre. Di como ejemplo las
distintas palabras usadas para padre y madre en in­
glés y en español.
Pensé que tal vez habría debido empezar por la
madre.
—¿Cómo llamaba usted a su madre? —pregunté.
—La llamaba mamá —repuso con tono ingenuo.
—Quiero decir, ¿qué otras palabras usaba usted
para llamar a su padre y a su madre? ¿Cómo los lla­
maba usted? —dije, tratando de ser paciente y cortés.
Se rascó la cabeza y me miró con una expresión
estúpida.
—jCarayl —dijo—. Me la pusiste difícil. Déjame
pensar.
Tras un momento de titubeo, pareció recordar algo,
y yo me dispuse a escribir.
—Bueno —dijo, como inmerso en serios pensa­
mientos—, ¿de qué otra forma los llamaba? ¡oye,
oye, papá! |Oye, oye, mamá!
Reí contra mi voluntad. Su expresión era verdade­
ramente cómica y en ese momento no supe si era un
viejo absurdo que me jugaba bromas, o si en verdad
era un simplón. Usando cuanta paciencia había en
mí, le expliqué que éstas eran preguntas muy serias,
y que para mi trabajo tenía gran importancia llenar
los formularios. Traté de hacerle comprender la idea
de una genealogía e historia personal.
—¿Cuáles eran los nombres de su padre y su ma­
dre? —pregunté.
Él me miró con ojos claros y amables.
—No pierdas tu tiempo con esa mierda —dijo sua­
vemente, pero con fuerza insospechada.
31
No supe qué decir; parecía que alguien más hu­
biese pronunciado esas palabras. Un momento antes,
don Juan había sido un indio estúpido y destanteado
rascándose la cabeza, y de buenas a primeras había
cambiado los papeles. Yo era el estúpido, y él me
contemplaba con una mirada indescriptible que no
era de arrogancia, ni de desafío, ni de odio, ni de
desprecio. Sus ojos eran claros y bondadosos y pe­
netrantes.
—No tengo ninguna historia personal —dijo tras
úna larga pausa—. Un día descubrí que la historia
personal ya no me era necesaria y la dejé, igual que
la bebida.
Yo no acababa de entender el sentido de sus pala­
bras. Le recordé que él mismo me había asegurado
que estaba bien hacerle preguntas. Reiteró que eso
no lo molestaba en absoluto.
—Ya no tengo historia personal —dijo, y me miró
con agudeza—. La dejé un día, cuando sentí que ya
no era necesaria.
Me le quedé viendo, tratando de detectar los sig­
nificados ocultos de sus palabras.
—¿Cómo puede uno dejar su historia personal?
—pregunté en tono de discusión.
—Primero hay que tener el deseo de dejarla —di­
jo—. Y luego tiene uno que cortársela armoniosa­
mente, poco a poco.
—¿Por qué iba uno a tener tal deseo? —exclamé.
Yo tenía un apego terriblemente fuerte a mi his­
toria personal. Mis raíces familiares eran hondas.
Sentía, con toda honradez, que sin ellas mi vida no
tendría continuidad ni propósito.
32
—Quizá debería usted decirme a qué se refiere con
lo de dejar la historia personal —dije.
—A acabar con ella, a eso me refiero —respondió
cortante.
Insistí en que sin duda yo no entendía el plan­
teamiento.
—Usted, por ejemplo —dije—. Usted es un yaqui.
No puede cambiar eso.
—¿Lo soy? —preguntó sonriendo—. ¿Cómo lo sabes?
—¡Cierto! —dije—. No puedo saberlo con certeza,
en este punto, pero usted lo sabe y eso es lo que
cuenta. Eso es lo que hace que sea historia personal.
Sentí haber remachado un clavo bien puesto.
—El hecho de que yo sepa si soy yaqui o no, no
hace que eso sea historia personal —replicó él—.
Sólo se vuelve historia personal cuando alguien más
lo sabe. Y te aseguro que nadie lo sabrá nunca de
cierto.
Yo había anotado torpemente sus palabras. Dejé de
escribir y lo miré. No podía hallarle el modo. Repasé
mentalmente las impresiones que de él tenía: la for­
ma misteriosa e insólita en que me miró durante
nuestro primer encuentro, el encanto con que había
afirmado recibir corroboraciones de todo cuanto lo
rodeaba, su molesto humorismo y su viveza, su ex­
presión de auténtica estupidez cuando le pregunté
por su padre y su madre, y luego la insospechada
fuerza de sus aseveraciones, que me había partido
en dos.
—No sabes quién soy, ¿verdad? —dijo como si le­
yera mis pensamientos—. Jamás sabrás quién soy ni
qué soy, porque no tengo historia personal.
Me preguntó si tenía padre. Le dije que sí. Afirmó
33
que mi padre era un ejemplo de lo que él tenía en
mente. Me instó a recordar lo que mi padre pensaba
de mí.
—Tu padre conoce todo lo tuyo —dijo—. Así pues,
te tiene resuelto por completo. Sabe quién eres y qué
haces, y no hay poder sobre la tierra que lo haga
cambiar de parecer acerca de ti.
Don Juan dijo que todos cuantos me conocían te­
nían una idea sobre mí, y que yo alimentaba esa idea
con todo cuanto hacía.
—¿No ves? —preguntó con dramatismo—. Debes
renovar tu historia personal contando a tus padres,
o a tus parientes y tus amigos todo cuanto haces. En
cambio, si no tienes historia personal, no se necesi­
tan explicaciones; nadie se enoja ni se desilusiona
con tus actos. Y sobre todo, nadie te amarra con sus
pensamientos.
De pronto, la idea se aclaró en mi mente. Yo casi
la había sabido, pero nunca la examiné. El carecer
de historia personal era en verdad un concepto atra­
yente, al menos en el nivel intelectual; sin embargo,
me daba un sentimiento de soledad ominoso y des­
agradable. Quise discutir con él mis sentimientos,
pero me frené; algo había de tremenda incongruen­
cia en la situación inmediata. Me sentí ridículo por
intentar meterme en una discusión filosófica con un
indio viejo que obviamente no tenía el “refinamien­
to” de un estudiante universitario. De algún modo,
don Juan me había apartado de mi intención origi­
nal de interrogarlo sobre su genealogía.
—No sé cómo terminamos hablando de esto cuando
yo nada más quería unos nombres para mis cartas
34
—dije, tratando de reencauzar la conversación hacia
el tema que yo deseaba.
—Es muy sencillo —dijo él—. Terminamos ha­
blando de ello porque yo dije que hacer preguntas
sobre el pasado de uno es un montón de mierda.
Su tono era firme. Sentí que no habla forma de
moverlo, así que cambié mis tácticas.
—Esta idea de no tener historia personal ¿es algo
que hacen los yaquis? —pregunté.
—Es algo que hago yo.
—¿Dónde lo aprendió usted?
—Lo aprendí en el curso de mi vida.
—¿Se lo enseñó su padre?
—No. Digamos que lo aprendí solo, y ahora voy a
darte el secreto, para que no te vayas hoy con las
manos vacías.
Bajó la voz hasta un susurro dramático. Reí de su
histrionismo. Había que admitir su excelencia en ese
renglón. Por mi mente cruzó la idea de que me
hallaba ante un actor nato.
—Escríbelo —dijo con arrogante condescenden­
cia—. ¿Por qué no? Parece que así estás más a gusto.
Lo miré, y mis ojos deben haber delatado mi con­
fusión. El se dio palmadas en los muslos y rio con
gran deleite.
—Vale más borrar toda historia personal —dijo
despacio, como dando tiempo a mi torpeza de anotar
sus palabras— porque eso nos libera de la carga de
los pensamientos ajenos.
No pude creer que en verdad estuviera diciendo
eso. Tuve un momento de gran confusión. El, sin
duda, leyó en mi rostro mi agitación interna, y la
utilizó de inmediato.
35
—Aquí estás tú, por ejemplo —prosiguió—. En
estos momentos no sabes si vas o vienes. Y eso es por­
que yo he borrado mi historia personal. Poco a poco,
he creado una niebla alrededor de mí y de mi vida.
Y ahora, nadie sabe de cierto quién soy ni qué hago.
—Pero usted mismo sabe quién es, ¿no? —inter­
calé.
—Por supuesto que... no —exclamó y rodó por el
suelo, riendo de mi expresión sorprendida.
Había hecho una pausa lo bastante larga para ha­
cerme creer que iba a decir que sí sabía, como yo
anticipaba. El subterfugio me resultó muy amena­
zante. En verdad me dio miedo.
—Ese es el secretito que voy a darte hoy —dijo
en voz baja—> Nadie conoce mi historia personal.
Nadie sabe quién soy ni qué hago. Ni siquiera yo.
Achicó los ojos. No miraba en mi dirección sino
más allá, por encima de mi hombro derecho. Estaba
sentado con las piernas cruzadas, tenía la espalda
derecha y sin embargo parecía de lo más relajado.
En aquel instante era la imagen misma de la fiereza.
Lo imaginé fantasiosamente como un jefe indio, un
“guerrero de piel roja” en las románticas sagas fron­
terizas de mi niñez. Mi romanticismo me arrastró, y
un sentimiento de ambivalencia sumamente insidio­
so tejió su red en torno mío. Podía decir sincera­
mente que don Juan me simpatizaba mucho, y añadir
en el mismo aliento que le tenía un miedo mortal.
Sostuvo esa extraña mirada durante un momento
largo.
—¿Cómo puedo saber quién soy, cuando soy todo
esto? —dijo, barriendo el entorno con un gesto de
su cabeza.
36
Luego posó en mí los ojos y sonrió.
—Poco a poco tienes que crear una niebla en tu
alrededor; debes borrar todo cuanto te rodea hasta
que nada pueda darse por hecho, hasta que nada sea
ya cierto. Tu problema es que eres demasiado cierto.
Tus empresas son demasiado ciertas; tus humores son
demasiado ciertos. No tomes las cosas por hechas.
Debes empezar a borrarte.
—¿Para qué? —pregunté, belicoso.
Se me aclaró que don Juan me estaba dando reglas
de conducta. A lo largo de toda mi vida, yo había
llegado al punto de ruptura cuando alguien trataba
de decirme qué hacer; la sola idea de que me dijeran
qué hacer me ponía de inmediato a la defensiva.
—Dijiste que querías aprender los asuntos de las
plantas —dijo él calmadamente— ¿Quieres recibir
algo a cambio de nada? ¿Qué te crees que es esto?
Quedamos en que tú me harías preguntas y yo te
diría lo que sé. Si no te gusta, no tenemos nada más
qué decirnos.
Su terrible franqueza me despertó resentimiento, y
a regañadientes concedí que él tenía la razón.
—Entonces mírala por este lado —prosiguió—. Si
quieres aprender los asuntos de las plantas, como en
realidad no hay nada que decir de ellas, debes, entre
otras cosas, borrar tu historia personal.
—¿Cómo? —pregunté.
—Empieza por lo fácil, como no revelar lo que
verdaderamente haces. Luego debes dejar a todos los
que te conozcan bien. Así construirás una niebla en
tu alrededor.
—Pero eso es absurdo —protesté—. ¿Por qué no va
a conocerme la gente? ¿Qué hay de malo en ello?
37
—Lo malo es que, una vez que te conocen, te dan
por hecho, y desde ese momento no puedes ya romper
el lazo de sus pensamientos. A mí en lo personal me
gusta la libertad ilimitada de ser desconocido. Nadie
me conoce con certeza constante, como te conocen a
ti, por ejemplo.
—Pero eso sería itaentir.
—No me importan las mentiras ni las verdades
—dijo con severidad—. Las mentiras son mentiras
solamente cuando tienes historia personal.
Argumenté que no me gustaba engañar delibera;
damente a la gente ni despistarla. Su respuesta fue
que de cualquier manera yo despistaba a todo el
mundo.
£1 viejo había tocado una llaga abierta en mi vida.
No me detuve a preguntarle qué quería decir con
eso ni cómo sabia que yo engañaba a la gente todo
el tiempo. Simplemente reaccioné a su afirmación,
defendiéndome a través de explicaciones. Dije tener
la dolorosa conciencia de que mi familia y mis ami­
gos me consideraban indigno de confianza, cuando
en realidad jamás había dicho una mentira en toda
mi vida.
—Siempre supiste mentir —dijo él—. Lo único
que faltaba era que no sabías por qué hacerlo. Ahora
lo sabes.
Protesté.
—¿No ve usted que estoy harto de que la gente
me considere indigno de confianza? —dije.
—Pero sí eres indigno de confianza —repuso con
convicción.
—¡Que no, hombre, me llevan los demonios! —ex­
clamé.
38
Mi actitud, en vez de forzarlo a la seriedad, lo
hizo reír histéricamente. Sentí un enorme desprecio
hada el anciano por su engreimiento. Desdichada­
mente, estaba en lo derto con respecto a mí.
Tras un rato me calmé y él siguió hablando.
—Cuando uno no tiene historia personal —expli­
có—, nada de lo que dice puede tomarse como una
mentira. Tu problema es que tienes que explicarle
todo a todos, por obligadón, y al mismo tiempo quie­
res conservar la frescura, la novedad de lo que haces.
Bueno, pues como no puedes sentirte estimulado des­
pués de explicar todo lo que has hecho, dices men­
tiras para seguir en marcha.
Me hallaba en- verdad perplejo por la gama de
nuestra conversadón. Escribía lo mejor posible todos
los detalles del diálogo, concentrándome en lo que
don Juan decía en lugar de detenerme a deliberar en
mis prejuidos o en el sentido de sus palabras.
—De ahora en adelante —dijo él—, debes simple­
mente enseñarle a la gente lo que quieras enseñarle,
pero sin dedrle nunca con exactitud cómo lo has
hecho.
—¡Yo no puedo guardar secretos1 —exclamé—. Lo
que usted dice es inútil para mi.
—¡Pues cambial —dijo en tono cortante y con un
brillo feroz en la mirada.
Parecía un extraño animal salvaje. Y sin embargo
era tan coherente en sus ideas, y tan verbal. Mi mo­
lestia cedió el paso a un estado de confusión irri­
tante.
—Verás —prosiguió—: sólo tenemos una alterna­
tiva: o tomamos todo por cierto, o no. Si hacemos
lo primero, terminamos muertos de aburrimiento con
39
nosotros mismos y con el mundo. Si hacemos lo se­
gundo y borramos la historia personal, creamos una
niebla a nuestro alrededor, un estado muy emocio­
nante y misterioso en el que nadie sabe por dónde
va a saltar la liebre, ni siquiera nosotros mismos.
Repuse que borrar la historia personal sólo acre­
centaría nuestra sensación de inseguridad.
—Cuando nada es cierto nos mantenemos alertas,
de puntillas todo el tiempo —dijo él—. Es más emo­
cionante no saber detrás de cuál matorral se esconde
la liebre, que portarnos como si conociéramos todo.
No dijo una palabra más durante un rato muy lar­
go; acaso una hora transcurrió en completo silencio.
Yo no sabía qué preguntar. Finalmente, se puso de
pie y me pidió llevarlo al pueblo cercano.
Yo ignoraba el motivo, pero nuestra conversación
me había agotado. Tenía ganas de dormir. Él me pi­
dió parar en el camino y me dijo que, si deseaba
descansar, debía trepar a la cima plana de una loma
al lado de la carretera y acostarme bocabajo con la
cabeza hacia el este.
Parecía tener un sentimiento de urgencia. Yo no
quise discutir, o acaso me encontraba demasiado can­
sado hasta para hablar. Subí al cerro e hice lo que
él me había indicado.
Dormí sólo dos o tres minutos, pero fueron sufi­
cientes para que mi energía se renovara.
Llegamos al centro del pueblo, donde quiso que lo
dejase.
—Vuelve —dijo al bajar del coche—. Acuérdate de
volver.
40
III. PERDER LA IMPORTANCIA
T uve oportunidad de discutir mis dos visitas previas
a don Juan con el amigo que nos puso en contacto.
Su opinión fue que yo estaba perdiendo el tiempo.
Le relaté, con todo detalle, la gama de nuestras con­
versaciones. Él pensó que yo exageraba y romantizaba a un viejo chiflado y tonto.
No había en mí mucha visión romántica que apli­
car a tan absurdo anciano. Sentía sinceramente que
sus críticas sobre mi personalidad habían socavado
en forma grave mi simpatía hacia él. Pero tenía que
admitirlo; siempre habían sido oportunas, ciertas y
agudamente precisas.
En ese punto, el centro de mi dilema era que re­
husaba a aceptar que don Juan era muy capaz de
desbaratar todas mis ideas preconcebidas acerca del
mundo y a concordar con mi amigo en la creencia
de que “el viejo indio estaba simplemente loco”.
Me sentí compelido a hacerle otra visita antes de
resolver el problema.
Miércoles, diciembre 28, 1960
Inmediatamente después de que llegué a su casa, me
llevó a caminar por el chaparral del desierto. Ni si­
quiera miró la bolsa de comestibles que yo le llevé.
Parecía haberme estado esperando.
41
Caminamos durante horas. Él no cortó plantas ni
me las mostró. En cambio, me enseñó una “forma
correcta de andar”. Dijo que yo debía curvar suave­
mente los dedos mientras caminaba, para conservar
la atención en el camino y los alrededores. Aseveró
que mi forma ordinaria de andar debilitaba, y que
nunca había que llevar nada en las manos. De ser
necesario transportar cosas, debía usarse una mochila
o cualquier clase de red portadora o bolsa para los
hombros. Su idea era que, obligando a las manos a
adoptar una posición específica, uno era capaz de
mayor energía y mayor lucidez.
No vi caso en discutir; curvé los dedos como él
indicaba y seguí caminando. Mi lucidez no varió en
modo alguno, ni tampoco mi vigor.
Iniciamos nuestra excursión en la mañana y nos
detuvimos a descansar a eso del mediodía. Yo sudaba
y quise beber de mi cantimplora, pero él me detuvo
diciendo que era mejor tomar sólo un sorbo de agua.
De un pequeño arbusto amarillento, cortó algunas
hojas y las mascó. Me dio unas y señaló que eran
excelentes; si las mascaba despacio, mi sed desapare­
cería. No fue así, pero tampoco sentí malestar.
Pareció haber leído mis pensamientos, y explicó
que yo no advertía los beneficios de la “forma correc­
ta de andar", ni los de masticar las hojas, porque era
joven y fuerte y mi cuerpo no percibía nada por ser
un poco estúpido.
Rio. Yo no estaba de humor para risas y eso pa­
reció divertirle más aún. Corrigió su frase anterior,
diciendo que mi cuerpo no era realmente estúpido,
sino que estaba adormilado.
En ese instante un cuervo enorme voló por encima
42
de nuestras cabezas, graznando. Sobresaltado, eché a
reír. Me pareció que la ocasión pedía risa, pero para
mi absoluto asombro él sacudió con fuerza mi brazo
y me calló. Su expresión era sumamente seria.
—Eso no fue chiste —dijo con severidad, como si
yo supiera a qué se refería.
Pedí una explicación. Era incongruente, le dije,
que se enojara porque yo reía del cuervo, cuando nos
habíamos reído de la cafetera.
—iLo que viste no era sólo un cuervol —exclamó.
—Pero yo lo vi y era un cuervo —insistí.
—No viste nada, idiota —dijo, hosco.
Su brusquedad era injustificada. Le dije que no
me gustaba hacer enojar a la gente y que tal vez
sería mejor irme, pues él no parecía estar de humor
para tolerar compañía.
£1 rio a carcajadas, como si yo fuese un payaso que
actuaba para él. Mi molestia e irritación crecieron
proporcionalmente.
—Eres muy violento —comentó despreocupado—
Te tomas demasiado en serio.
—¿Pero no estaba usted haciendo lo mismo? —in­
terpuse—. ¿Tomándose en serio cuando se enojó con­
migo?
Dijo que enojarse conmigo era lo que más lejos
estaba de su pensamiento. Me miró con ojos pe­
netrantes.
—Lo que viste no era un acuerdo del mundo —di­
jo—. Los cuervos que vuelan o graznan no son nunca
un acuerdo. ¡Eso fue una señal 1
—¿Una señal de qué?
—Una indicación muy importante acerca de ti —re­
puso crípticamente.
43
En ese mismo instante, el viento arrastró hasta
nuestros pies la rama seca de un arbusto.
—¡Eso £ue un acuerdo! —exclamó él, y mirándome
con ojos relucientes estalló en una carcajada.
Tuve la sensación de que, por molestarme, inven­
taba sobre la marcha las reglas de su extraño juego;
así, él podía reír, pero yo no. Mi irritación volvió a
expandirse y le dije lo que pensaba de él.
No se disgustó ni se ofendió para nada. Rio, y su
risa acrecentó más aún mi angustia y mi frustración.
Pensé que deliberadamente me humillaba. Decidí allí
mismo que ya estaba harto del “trabajo de campo”.
Me puse en pie y le dije que deseaba emprender
el regreso a su casa, porque tenía que salir rumbo
a Los Ángeles.
—¡Siéntate! —dijo, imperioso—. Te pones de ma­
las como señora vieja. No puedes irte ahora, porque
todavía no terminamos.
Lo odié. Pensé que era un hombre despectivo.
Empezó a cantar una idiota canción ranchera. Ob­
viamente, estaba imitando a algún cantante popular.
Alargaba ciertas sílabas y contraía otras, convirtiendo
la canción en todo un objeto de farsa. Era tan có­
mico que acabé por reír.
—Ya ves, te ríes de la canción estúpida —dijo—.
Pero el que canta así, y los que pagan por oírlo, no
se ríen; piensan que es seria.
—¿Qué quiere usted decir? —pregunté.
Pensé que había urdido el ejemplo para decirme
que yo reí del cuervo por no haberlo tomado en se­
rio, igual que no había tomado en serio la canción.
Pero me desconcertó de nuevo. Dijo que yo era como
el cantante y la gente a quien le gustaban sus can44
dones: lleno de arroganda y seriedad con respecto
a una idiotez que a nadie en su sano juicio debía
importarle un pepino.
Luego recapituló, como tpara refrescar mi memoria,
todo cuanto había dicho antes sobre el tema de
“aprender los asuntos de las plantas”. Recalcó enfá­
ticamente que, si yo en verdad quería aprender, debía
remodelar la mayor parte de mi conducta.
Mi molestia creció, hasta que incluso el tomar no­
tas me costaba un esfuerzo supremo.
—Te tomas demasiado en serio —dijo, despacio—.
Te das demasiada importancia. ]Eso hay que cam­
biarlo! Te sientes de lo más importante, y eso te da
pretexto para molestarte con todo. Eres tan impor­
tante que puedes marcharte así nomás si las cosas
no salen a tu modo. Sin duda piensas que con eso
demuestras tener carácter. ¡Eres débil y arrogante!
Traté de formular una protesta, pero él no quitó
el dedo del renglón. Señaló que, en el curso de mi
vida, yo jamás había podido terminar nada, a causa
de ese sentido de importancia desmedida que yo
mismo me atribuía.
La certeza con que hizo sus aseveraciones me des­
concertó por completo. Eran verdad, desde luego, y
eso me hacía sentirme no sólo enojado, sino también
bajo amenaza.
—La arrogancia es otra cosa que hay que dejar, lo
mismo que la historia personal —dijo en tono dra­
mático.
Yo no quería en modo alguno discutir con él. Re­
sultaba obvia mi tremenda desventaja; él no iba a
regresar a su casa hasta que se le antojase, y yo no
conocía el camino. Tenía que quedarme con él.
45
Hizo un movimiento extraño y súbito: pareció hus­
mear el aire en torno suyo, su cabeza se sacudió leve
y rítmicamente. Se le veía en un estado de alerta
fuera de lo común. Se volvió y fijó en mí los ojos,
con una expresión de extrañeza y curiosidad. Me
miró de pies a cabeza como buscando algo específico;
luego se levantó abruptamente y empezó a caminar
con rapidez. Casi corría. Lo seguí. Mantuvo un paso
muy acelerado durante poco menos de una hora.
Finalmente se detuvo junto a una colina rocosa y
nos sentamos a la sombra de un arbusto. £1 trote
me había agotado por completo, aunque me hallaba
de mejor humor. Era extraña la forma en que había
cambiado. Me sentía casi alborozado, pero cuando
habíamos empezado a trotar, después de nuestra dis­
cusión, me hallaba furioso con él.
—Es muy extraño —dije—, pero me siento de veras,
bien.
Oí a la distancia el graznar de un cuervo. £1 se
llevó el dedo a la oreja derecha y sonrió.
—Eso fue una señal —dijo.
Una piedra cayó rebotando cuestabajo y aterrizó
con estruendo en el chaparral.
Él rio con fuerza y señaló con el dedo en dirección
del sonido.
—Y eso fue un acuerdo —dijo.
Luego preguntó si me encontraba dispuesto a ha­
blar de mi arrogancia. Reí; mi sentimiento de ira
parecía tan lejano que ni siquiera podía yo concebir
cómo me había disgustado con ‘don Juan.
—No entiendo qué me está pasando —dije—. Me
enojé y ahora no sé por qué ya no estoy enojado.
46
—El mundo que nos rodea es muy misterioso —dijo
él—. No entrega fácilmente sus secretos.
Me gustaban sus frases crípticas. Eran un reto y
un misterio. No podía yo determinar si estaban lle­
nas de significados ocultos o si eran sólo puros sin­
sentidos.
—Si alguna vez regresas aquí al desierto —dijo—,
no te acerques a ese cerrito pedregoso donde nos de­
tuvimos hoy. Húyele como a la plaga.
—¿Por qué? ¿Qué ocurre?
—Éste no es el momento de explicarlo —dijo—
Ahora nos importa perder la arrogancia. Mientras
te sientas lo más importante del mundo, no puedes
apreciar en verdad el mundo que te rodea. Eres como
un caballo con anteojeras: nada más te ves tú mismo,
ajeno a todo lo demás.
Me examinó un momento.
—Voy a hablar aquí con mi amiguita —dijo, se­
ñalando una planta pequeña.
Se arrodilló frente a ella y empezó a acariciarla y
a hablarle. Al principio no entendí lo que decía, pero
luego cambió de idioma y le habló a la planta en
español. Parloteó sandeces durante un rato. Luego se
incorporó.
—No importa lo que le digas a una planta —di­
jo—. Lo mismo da que inventes las palabras; lo
importante es sentir que te cae bien y tratarla como
tu igual.
Explicó que alguien que corta plantas debe discul­
parse cada vez por hacerlo, y asegurarles que algún
día su propio cuerpo les servirá de alimento.
—Conque, a fin de cuentas, las plantas y nosotros
47
estamos parejos —dijo—. Ni ellas ni nosotros tene­
mos más ni menos importancia.
“Anda, háblate a la plantita -—me instó—. Dile que
ya no te sientes importante.”
Llegué incluso a arrodillarme frente a la planta,
pero no pude decidirme a hablarle. Me sentí ridículo
y reí. Sin embargo, no estaba enojado.
Don Juan me dio palmadas en la espalda y dijo
que estaba bien, que al menos había dominado mi
temperamento.
—De ahora en adelante, habla con las plantitas
—dijo—. Habla hasta que pierdas todo sentido de
importancia. Háblales hasta que puedas hacerlo en­
frente de los demás.
“Ve a esos cerros de ahí y practica solo.”
Le pregunté si bastaba con hablar a las plantas en
silencio, mentalmente.
Rio y me golpeó la cabeza con un dedo.
—jNo! —dijo—. Debes hablarles en voz clara y
fuerte si quieres que te respondan.
Caminé hasta el área en cuestión, riendo para mí
de sus excentricidades. Incluso traté de hablar a las
plantas, pero mi sentimiento de hacer el ridículo era
avasallador.
Tras lo que consideré una espera apropiada, volví
a donde estaba don Juan. Tuve la certeza de que él
sabía que yo no había hablado a las plantas.
No me miró. Me hizo seña de tomar asiento junto
a él.
—Obsérvame con cuidado —dijo—. Voy a plati­
car con mi amiguita.
Se arrodilló frente a una planta pequeña y duran­
48
te unos minutos movió y contorsionó el cuerpo, ha­
blando y riendo.
Pensé que se habla salido de sus cabales.
—Esta plantita me dijo que te dijera que es buena
para comer —dijo al ponerse en pie—. Me dijo que
un manojo de estas plantitas mantiene sano a un
hombre. También dijo que hay un buen montón cre­
ciendo por allá.
Don Juan señaló un área sobre una ladera, a unos
doscientos metros de distancia.
—Vamos a ver —dijo.
Reí de su actuación. Estaba seguro de que halla­
ríamos las plantas, pues él era un experto en el te­
rreno y sabía dónde hallar las plantas comestibles y
medicinales.
Mientras íbamos hacia la zona en cuestión, me dijo
como al acaso que debía fijarme en la planta, por­
que era alimento y también medicina.
Le pregunté, medio en broma, si la planta acababa
de decirle eso. Se detuvo y me examinó con aire in­
crédulo. Meneó la cabeza de lado a lado.
—¡Ah! —exclamó, riendo—. Te pasas de listo y
resultas más tonto de lo que yo creía. ¿Cómo puede
la plantita decirme ahora lo que he sabido toda mi
vida?
Procedió a explicar que conocía desde antes las
diversas propiedades de esa planta específica, y que
la planta sólo le había dicho que un buen montón
de ellas crecía en el área recién indicada por él, y
que a ella no le molestaba que don Juan me lo dijera.
Al llegar a la ladera encontré todo un racimo de
las mismas plantas. Quise reír, pero don Juan no me
dio tiempo. Quería que yo diese las gracias al mon49
ton de plantas. Sentí una timidez torturante y no
pude decidirme a hacerlo.
£1 sonrió con benevolencia e hizo otra de sus aseve­
raciones crípticas. La repitió tres o cuatro veces,
como para darme tiempo de descifrar su sentido.
—El mundo que nos rodea es un misterio —dijo—
Y los hombres no son mejores que ninguna otra cosa.
Si una plantita es generosa con nosotros, debemos
darle las gracias, o quizá no nos deje ir.
La forma en que me miró al decir eso me produjo
un escalofrío. Apresuradamente me incliné sobre las
plantas y dije: “Gracias” en voz alta.
£1 empezó a reír en estallidos calmados, bajo
control.
Caminamos otra hora y luego iniciamos el camino
de vuelta a su casa. En cierto momento me quedé
atrás y él tuvo que esperarme. Revisó mis dedos
para ver si los había curvado. No era así. Me dijo,
imperioso, que cuando yo anduviera con él tenía que
observar y copiar todas sus maneras, o de lo contrario
mejor haría no yendo.
—No puedo estarte esperando como si fueras un
niño —dijo en tono de regaño.
Esa frase me hundió en las profundidades de la
vergüenza y el desconcierto. ¿Cómo era posible que
un hombre tan anciano caminase mucho mejor
que yo? Me creía de constitución atlética y fuerte,
y sin embargo él había tenido que esperar a que yo
me le emparejara.
Curvé los dedos y, extrañamente, pude mantener­
me a su paso sin ningún esfuerzo. De hecho, en
ocasiones sentía que las manos me jalaban hada
adelante.
50
Me sentí exaltado. Era por completo feliz cami­
nando tontamente con ese extraño viejo indio. Em­
pecé a hablar y le pregunté repetidas veces si podría
mostrarme algunas plantas de peyote. Él me miró,
pero no dijo una sola palabra.
51
IV. LA MUERTE COMO UNA
CONSEJERA
Miércoles, enero 25, 1961
—¿Me e n s e ñ a r á usted algún día lo que sabe del peyo­
te? —pregunté.
Él no respondió y, como habla hecho antes, se
limitó a mirarme como si yo estuviera loco.
Le había mencionado el tema, en conversación ca­
sual, varias veces anteriores, y en cada ocasión arrugó
el ceño y meneó la cabeza. No era un gesto afirma­
tivo ni negativo; más bien expresaba desesperanza e
incredulidad.
Se puso en pie abruptamente. Habíamos estado
sentados en el piso frente a su casa. Una sacudida
casi imperceptible de cabeza fue la invitación a se­
guirlo.
Entramos en el chaparral, caminando más o me­
nos hacia el sur. Durante la marcha, don Juan men­
cionó repetidamente que yo debía darme cuenta de
lo inútiles que eran mi arrogancia y mi historia per­
sonal.
—Tus amigos —dijo volviéndose de pronto hacia
mí—. Esos que te han conocido durante mucho tiem­
po: debes ya dejar de verlos.
Pensé que estaba loco y que su insistencia era idio­
ta, pero no dije nada. Él me escudriñó y echó a reír.
52
Tras una larga caminata nos detuvimos. Estaba a
punto de sentarme a descansar, pero él me dijo que
fuera a unos veinte metros de distancia y hablara, en
voz alta y clara, a un grupo de plantas. Me sentí in­
cómodo y aprensivo. Sus extrañas exigencias eran
más de lo que yo podía soportar, y le dije nueva­
mente que no me era posible hablar a las plantas,
porque me sentía ridículo. Su único comentario fue
que me daba yo una importancia inmensa. Pareció
hacer una decisión súbita, y dijo que yo no debía
tratar de hablar a las plantas hasta que me sintiera
cómodo y natural al respecto.
—Quieres aprender todo lo de las plantas, pero no
quieres trabajar para nada —dijo, acusador—. ¿Qué
te propones?
Mi explicación fue que yo deseaba información
fidedigna sobre los usos de las plantas; por eso le
habla pedido ser mi informante. Incluso había ofre­
cido pagarle por su tiempo y por la molestia.
—Debería usted aceptar el dinero —dije—. En
esta forma los dos nos sentiríamos mejor. Yo, enton­
ces, podría preguntarle lo que quisiera, porque usted
trabajaría para mí y yo le pagarla. ¿Qué le parece?
Me miró con desprecio y produjo con la boca un
ruido majadero, exhalando con gran fuerza para ha­
cer vibrar su labio inferior y su lengua.
—Eso es lo que me parece —dijo, y rio histérica­
mente de la expresión de sorpresa absoluta que debo
haber tenido en el rostro.
Obviamente, no era un hombre con el que yo pu­
diera vérmelas fácilmente. Pese a su edad, estaba
lleno de entusiasmo y de una fuerza increíble. Yo
habla tenido la idea de que, por ser tan viejo, resul­
53
tarla un "informante” perfecto. La gente vieja, se me
habla hecho creer, era la mejor informante porque
se hallaba demasiado débil para hacer otra cosa
que no fuese hablar. Don Juan, en cambio, era un
pésimo sujeto. Yo lo sentía incontrolable y peligroso.
El amigo que nos presentó tenía razón. Era un indio
viejo y excéntrico, y aunque no se halla perdido de
borracho la mayor parte del tiempo, como mi amigo
había dicho, la cosa era peor aún: estaba loco. Sentí
renacer las tremendas dudas y temores que había ex­
perimentado antes. Creía haber superado eso. De
hecho, no tuve ninguna dificultad para convencerme
de que deseaba visitarlo nuevamente. Sin embargo,
la idea de que acaso yo mismo estaba algo loco se
coló en mi mente cuando advertí que me gustaba
estar con él. Su idea de que mi sentimiento de im­
portancia era un obstáculo, me había producido
un verdadero impacto. Pero todo eso era al parecer un
mero ejercicio intelectual por parte mía; apenas me
hallaba cara a cara con su extraña conducta, empe­
zaba a experimentar aprensión y deseaba irme.
Dije que éramos tan distintos que, pensaba, no ha­
bía posibilidad de llevarnos bien.
—Uño de nosotros tiene que cambiar —dijo él,
mirando el suelo—. Y tú sabes quién.
Empezó a tararear una canción ranchera y, de re­
pente, alzó la cabeza para mirarme. Sus ojos eran
fieros y ardientes. Quise apartar los míos o cerrarlos,
pero para mi completo asombro no pude zafarme de
su mirada.
Me pidió decirle lo que había visto en sus ojos.
Dije que no vi nada, pero él insistió en que yo debía
dar voz a aquello de lo que sus ojos me habían hecho
54
darme cuenta. Pugné por hacerle entender que sus
ojos no me daban conciencia más que de mi desazón,
y que la forma en que me miraba era muy incómoda.
No me soltó. Mantuvo la mirada fija. No era de­
claradamente maligna ni amenazante; era más bien
un mirar misterioso pero desagradable.
Me preguntó si no me recordaba un pájaro.
—¿Un pájaro? —exclamé.
Soltó una risita de niño y apartó sus ojos de mi.
—Sí —dijo con suavidad—. |Un pájaro, un pájaro
muy raro!
Volvió a atrapar mis ojos con los suyos y me ordenó
recordar. Dijo con extraordinaria convicción que él
“sabía” que yo había visto antes esa mirada.
Mi sentir de aquellos momentos era que el ancia­
no me encolerizaba, pese a mi buena voluntad, cada
vez que abría la boca. Me le quedé viendo con obvio
desafío. En vez de enojarse echó a reír. Se golpeó el
muslo y gritó como si cabalgara un potro salvaje.
Luego se puso serio y me indicó la importancia su­
prema de que yo dejara de pelear con él y recordar­
se aquel pájaro raro del cual hablaba.
—Mírame a los ojos —dijo.
Sus ojos eran extraordinariamente fieros. Tenían
un aura que en verdad me recordaba algo, pero yo
no estaba seguro de qué cosa era. Me esforcé un mo­
mento y entonces, de pronto, me di cuenta: no la
forma de los ojos ni de la cabeza, sino cierta fría fie­
reza en la mirada, me recordaba los ojos de un halcón.
En el mismo instante en que lo advertí, don Juan me
miraba de lado, y por un segundo mi mente experi­
mentó un caos total. Creí haber visto las facciones
de un halcón en vez de los de don Juan. La imagen
55
fue demasiado fugaz y yo me hallaba demasiado so­
bresaltado para haberle prestado más atención.
En tono de gran excitación, le dije que podría ju­
rar haber visto las facciones de un halcón en su ros­
tro. Él tuvo otro ataque de risa.
He visto cómo miran los halcones. Solía cazarlos
cuando era niño, y en la opinión de mi abuelo me
desempeñaba bien. El abuelo tenia una granja de
gallinas Leghorn y los halcones eran una amenaza
para su negocio. Dispararles no era sólo funcional,
sino también “justo”. Yo había olvidado, hasta ese
momento, que la fiera mirada de las aves me obse­
sionó durante años; se hallaba en un pasado tan re­
moto que creía haber perdido memoria de ella.
—Yo cazaba halcones —dije.
—Lo sé —repuso don Juan como si tal cosa.
Su tono contenía tal certeza que empecé a reír.
Pensé que era un tipo absurdo. Tenía el descaro de
hablar como si en verdad supiese que yo cazaba hal­
cones. Lo desprecié enormemente.
—¿Por qué te enojas tanto? —preguntó en un tono
de genuina preocupación.
Yo ignoraba por qué. Él se puso a sondearme de
un modo muy insólito. Me pidió mirarlo de nuevo
y hablarle del "pájaro muy raro” que me recordaba.
Luché contra él y, por despecho, dije que no había
nada de qué hablar. Luego me sentí forzado a pre­
guntarle por qué había dicho saber que yo solía cazar
halcones. En lugar de responderme, volvió a comen­
tar mi conducta. Dijo que yo era un tipo violento,
capaz de “echar espuma por la boca” al menor pre­
texto. Protesté, negando que eso fuera cierto; siem­
pre había tenido la idea de ser bastante simpático y
56
calmado. Dije que era culpa suya por sacarme de
mis casillas con sus palabras y acciones inesperadas.
—¿Por qué la ira? —preguntó.
Hice un avalúo de mis sentimientos y reacciones.
Realmente no tenía necesidad de airarme con él.
Insistió nuevamente en que mirara sus ojos y le
hablara del “extraño halcón”. Había cambiado su
fraseo; el “pájaro muy raro” de que hablaba antes
se había vuelto el “extraño halcón”. El cambio de pa­
labras resumió un cambio en mi propio estado de
ánimo. De repente me había puesto triste.
Achicó los ojos hasta convertirlos en ranuras, y dijo
en tono sobreactuado que estaba “viendo” un halcón
muy extraño. Repitió su afirmación tres veces, como
si en verdad estuviera viéndolo allí frente a él.
—¿No lo recuerdas? —preguntó.
Yo no recordaba nada por el estilo.
—¿Qué de extraño tiene el halcón? —pregunté.
—Eso me lo debes decir tú —repuso.
Insistí en que no tenía forma de saber a qué se
refería; por tanto, no podía decirle nada.
—]No luches conmigo! —dijo—. Lucha contra tu
pereza y recuerda.
Durante un momento me esforcé seriamente por
desentrañar su intención. No se me ocurrió que igual
podría haber tratado de acordarme.
—En un tiempo viste muchos pájaros —dijo como
apuntándome.
Le dije que de niño viví en una granja y cacé cien­
tos de aves.
Respondió que, en tal caso, no me costaría trabajo
recordar a todas las aves raras que había cazado.
57
Me miró con una pregunta en los ojos, como si
acabara de darme la última pista.
—He cazado tantos pájaros —dije— que no recuer­
do nada de ellos.
Este pájaro es especial —repuso casi en un susu­
rro—. Este pájaro es un halcón.
Nuevamente me puse a pensar a dónde querría
llevarme. ¿Se burlaba? ¿Hablaba en serio? Tras un
largo intervalo, me instó otra vez a recordar. Sentí
que era inútil tratar de acabar con su juego; sólo me
quedaba jugar con él.
—¿Habla usted de un halcón que yo he cazado?
-—pregunté.
—Sí —murmuró con los ojos cerrados.
—De modo que, ¿esto pasó cuando yo era niño?
—Sí.
—Pero usted dijo que está viendo ahora un halcón
frente a usted.
—Lo veo.
—¿Qué trata usted de hacerme?
—Trato de hacerte recordar.
—¿Qué cosa? ¡Por amor de Diosl
—Un halcón rápido como la luz —dijo mirándome
a los ojos.
Sentí que mi corazón se detenía.
—Ahora mírame —dijo.
Pero no lo hice. Percibía su voz como un sonido
leve.. Cierto recuerdo colosal se había posesionado de
mi. ¡El halcón blanco!
Todo empezó con el estallido de' ira que tuvo mi
abuelo al contar sus pollos Leghom. Habían estado
desapareciendo en forma continua y desconcertante.
Él organizó y ejecutó personalmente una meticulosa
58
vigilia, y tras días de observación constante vimos
finalmente una gran ave blanca que se alejaba volan­
do con un pollo en las garras. £1 ave era rauda y al
parecer conocía su ruta. Descendió desde el cobijo
de unos árboles, aferró el pollo y voló por una aber­
tura entre dos ramas. Ocurrió tan rápido que mi
abuelo casi ni vio al ave, pero yo sí, y supe que era
en verdad un halcón. Mi abuelo dijo que, en ese
caso, debía ser un albino.
Iniciamos una campaña contra el halcón albino y
dos veces creí tenerlo cazado. Incluso dejó caer la
presa, pero escapó. Era demasiado veloz para mí.
También era muy inteligente; nunca regresó a aso­
lar la granja de mi abuelo.
Yo habría olvidado el asunto si el abuelo no me
hubiese aguijoneado a cazar el ave. Durante dos meses
perseguí al halcón albino por todo el valle donde
vivíamos. Aprendí sus hábitos y casi me era posible
intuir su ruta de vuelo, pero su velocidad y lo brusco
de sus apariciones siempre me desconcertaban. Po­
día yo alardear de haberle impedido cobrar su presa,
quizá todas las veces que nos encontramos, pero nun­
ca logré echarlo en mi morral.
En los dos meses en que libré la extraña guerra
contra el halcón albino, sólo una vez estuve cerca de
él. Había estado cazándolo todo el día y me hallaba
cansado. Me senté a reposar y me quedé dormido
bajo un eucalipto. El grito súbito de un halcón me
despertó. Abrí los ojos sin hacer ningún otro movi­
miento, y vi un ave blancuzca encaramada en las ra­
mas más altas del eucalipto. Era el halcón albino.
La caza había terminado. Iba a ser un tiro difícil;
yo estaba acostado y el ave me daba la espalda. Hubo
59
una repentina racha de viento y la aproveché para
ahogar el sonido de alzar mi rifle 22 largo para apun­
tar. Quería esperar que el halcón se volviera o em­
pezara a volar, para no fallarle. Pero el ave perma­
neció inmóvil. Para mejor dispararle, habría tenido
que moverme, y era demasiado rápida para ello. Pen­
sé que mi mejor alternativa era aguardar. Y eso hice
durante un tiempo largo, interminable. Acaso me
afectó la prolongada espera, o quizá fue la soledad
del sitio donde el halcón y yo nos hallábamos; de
pronto sentí un escalofrío ascender por mi espina y,
en una acción sin precedente, me puse en pie y me
fui. Ni siquiera vi si el halcón había volado.
Jamás atribuí ningún significado a mi acto final
con el halcón albino. Pero fue muy raro que no le
disparara. Yo había matado antes docenas de halco­
nes. En la granja donde crecí, matar aves o cazar
cualquier tipo de animal era cosa común y corriente.
Don Juan escuchó atentamente mientras yo narra­
ba la historia del halcón albino.
—¿Cómo supo usted del halcón blanco? —pregun­
té al terminar.
—Lo vi —repuso.
—¿Dónde?
—Aquí mismo, frente a ti.
Ya no me quedaban ánimos para discutir.
—¿Qué significa todo esto? —pregunté.
Él dijo que un ave blanca como ésa era un augu­
rio, y que no dispararle era lo único correcto que
podía hacerse.
—Tu muerte te dio una pequeña advertencia
—dijo con tono misterioso—. Siempre llega como es­
calofrío.
60
—¿De qué habla usted? —dije con nerviosismo.
En verdad me había puesto nervioso con sus pala­
bras fantasmagóricas.
—Conoces mucho de aves —dijo—. Has matado
demasiadas. Sabes esperar. Has esperado paciente­
mente horas enteras. Lo sé. Lo estoy viendo.
Sus palabras me produjeron gran turbación. Pensé
que lo más molesto en él era su certeza. No sopor­
taba yo su seguridad dogmática con respecto a ele­
mentos de mi vida de los que ni yo mismo estaba se­
guro. Inmerso en mis sentimientos de depresión, no
lo vi inclinarse sobre mí hasta que me susurró algo
al oído. No entendí al principio, y él lo repitió. Me
dijo que volviera la cabeza como al descuido y mi­
rara un peñasco a mi izquierda. Dijo que mi muerte
estaba allí, mirándome, y que si me volvía cuando él
me hiciera una seña, tal vez fuese capaz de verla.
Me hizo una seña con los ojos. Volví la cara y me
pareció ver un movimiento parpadeante sobre el pe­
ñasco. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, los múscu­
los de mi abdomen se contrajeron involuntariamente
y experimenté una sacudida, un espasmo. Tras un
momento recobré la compostura y expliqué la som­
bra fugaz que había visto como una ilusión óptica
causada por volver la cabeza tan repentinamente.
—La muerte es nuestra eterna compañera —dijo
don Juan con un aire sumamente serio—. Siempre
está a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo.
Te vigilaba cuando tú vigilabas al halcón blanco; te
susurró en la oreja y sentiste su frío, como lo sentiste
hoy. Siempre te ha estado vigilando. Siempre lo es­
tará hasta el día en que te toque.
Extendió el brazo y me tocó levemente en el hom­
61
bro, y al mismo tiempo produjo con la lengua un so­
nido profundo, chasqueante. El efecto fue devasta­
dor; casi volví el estómago.
—Tú eres el muchacho que acechaba su caza y es­
peraba pacientemente, como la muerte espera; sabes
muy bien que la muerte está a nuestra izquierda,
igual que tú estabas a la izquierda del halcón blanco.
Sus palabras tuvieron la extraña facultad de pro­
vocarme un terror injustificado; la única defensa era
mi compqlsión de poner por escrito todo cuanto él
decía.
—¿Cómo puede uno darse tanta importancia sa­
biendo que la muerte nos está acechando? —preguntó.
Sentí que mi respuesta no era en realidad necesa­
ria. De cualquier modo, no habría podido decir na­
da. Un nuevo estado de ánimo se había posesionado
de mí.
—Cuando estés impaciente —prosiguió—, lo que
debes hacer es voltear a la izquierda y pedir consejo
a tu muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad
se pierde con sólo que tu muerte te haga un gesto, o
alcances a echarle un vistazo, o nada más con que
tengas la sensación de que tu compañera está allí vi­
gilándote.
Volvió a inclinarse y me susurró al oído que, si
volteaba de golpe hacia la izquierda, al ver su señal,
podría ver nuevamente a mi muerte en el peñasco.
Sus ojos me hicieron una seña casi imperceptible,
pero no me atreví a mirar.
Le dije que le creía y que no era necesario llevar
más lejos el asunto, porque me hallaba aterrado. £1
soltó una de sus rugientes carcajas.
Respondió que el asunto de nuestra muerte nunca
62
se llevaba lo bastante lejos. Y yo argumenté que para
mí no tendría sentido seguir pensando en mi muerte,
ya que eso sólo produciría desazón y miedo.
—¡Eso es pura idiotezl —exclamó—. La muerte es
la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que
sientas, como siempre lo haces, que todo te está sa­
liendo mal y que estás a punto de ser aniquilado,
vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto.
Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada im­
porta en realidad más que su toque. Tu muerte te
dirá: "Todavía no te he tocado."
Meneó la cabeza y pareció aguardar mi respuesta.
Yo no tenía ninguna. Mis pensamientos corrían de­
senfrenados. Don Juan había asestado un tremendo
golpe a mi egoísmo. La mezquindad de molestarme
con él era monstruosa a la luz de mi muerte.
Tuve el sentimiento de que se hallaba plenamente
consciente de mi cambio de humor. Había vuelto las
tablas a su favor. Sonrió y empezó a tararear una
canción ranchera.
—Sí —dijo con suavidad, tras una larga pausa—.
Uno de los dos aquí tiene que cambiar, y aprisa. Uno
de nosotros tiene que aprender de nuevo que la
muerte es el cazador, y que siempre está a la izquier­
da. Uno de nosotros tiene que pedir consejo a la
muerte y dejar la pinche mezquindad de los hombres
que viven sus vidas como si la muerte nunca los fue­
ra a tocar.
Permanecimos en silencio más de una hora; luego
echamos a andar nuevamente. Caminamos sin rum­
bo, durante horas, por el chaparral. No le pregunté
si eso tenía algún propósito; no importaba. De algu­
na manera, me había hecho recobrar un viejo senti­
63
miento, olvidado por completo: el puro gozo de mo­
verse, simplemente, sin añadir a eso ningún propósi­
to intelectual.
Quise que me permitiera echar otro vistazo a lo
que yo habla percibido sobre la roca.
—Déjeme ver esa sombra otra vez —dije.
—Te refieres a tu muerte, ¿no? —replicó con un
toque de ironía en la voz.
Durante un momento sentí renuencia de decirlo.
—Sí —dije por fin—. Déjeme ver otra vez a mi
muerte.
—Ahora no —respondió—. Eres demasiado sólido.
—¿Perdón?
Echó a reír, y por alguna razón desconocida su risa
ya no era ofensiva e insidiosa, como anteriormente.
No pensé que fuera distinta, desde el punto de vista
de su timbre, su volumen, o el espíritu que la anima­
ba; el nuevo elemento era mi propio humor. En vis­
ta de mi muerte inminente, los miedos y la irritación
eran tonterías.
—Entonces déjame hablar con las plantas —dije.
Rio a más no poder.
—Ahora eres demasiado bueno —dijo, aún entre
risas—. Te vas de un extremo al otro. Apacigúate.
No hay necesidad de hablar con las plantas a menos
que quieras conocer sus secretos, y para eso necesitas
el más recio de los empeños. Conque guárdate tus
buenos deseos. Tampoco hay necesidad de ver a tu
muerte. Basta con que sientas su presencia cerca de ti.
64
V. HACERSE RESPONSABLE
Martes, abril 11, 1961
Llegué a casa de don Juan temprano en la mañana
del domingo 9 de abril.
—Buenos días, don Juan —dije—. iQué gusto me
da verlol
Él me miró y echó a reír suavemente. Se había
acercado a mi coche cuando yo lo estacionaba, y man­
tuvo la puerta abierta mientras yo reunía unos pa­
quetes de comida que le llevaba.
Caminamos hasta la casa y nos sentamos junto a la
puerta.
Ésta era la primera vez que yo tenía verdadera
conciencia de lo que hada allí. Durante tres meses
había aguardado con impaciencia el retomo al “cam­
po”. Fue como si una bomba de tiempo puesta den­
tro de mí hubiera estallado, y de pronto recordé algo
que me era trascendente. Recordé que una vez en mi
vida había sido muy paciente y eficaz.
Antes de que don Juan pudiese decir algo, le hice
la pregunta que pesaba sobre mi mente. Llevaba tres
meses obsesionado por la imagen del halcón albino.
¿Cómo supo él de eso, cuando yo mismo lo había
olvidado?
Rio sin responder. Le imploré que me contestara.
—No fue nada —dijo que su convicción de costum­
65
bre—. Cualquiera puede darse cuenta de que eres
extraño. Estás adormilado, eso es todo.
Sentí que nuevamente estaba minando mis defensas
y empujándome a un rincón donde yo no tenía de­
seos de hallarme.
—¿Es posible ver nuestra muerte? —pregunté, en
un intento por seguir dentro del tema.
—Claro —dijo riendo—. Está aquí con nosotros.
—¿Cómo lo sabe usted?
—Soy viejo; con la edad uno aprende toda clase de
cosas.
—Yo conozco mucha gente vieja, pero jamás ha
aprendido esto. ¿Por qué usted sí?
—Bueno, digamos que conozco toda clase de cosas
porque no tengo historia personal, y porque no me
siento más importante que ninguna otra cosa, y por­
que mi muerte está sentada aquí conmigo.
Extendió el brazo izquierdo y movió los dedos
como si en verdad acariciara algo.
Reí. Supe a dónde me llevaba. El viejo endemo­
niado iba a apalearme de nuevo, probablemente con
lo de mi importancia, pero esta vez no me molestaba.
El recuerdo de haber tenido otrora una paciencia
magnífica me llenaba de una extraña euforia tranqui­
la que disipaba casi por entero mi nerviosismo y mi
intolerancia hacia don Juan; lo que sentía en vez de
eso era una cierta maravilla por sus actos.
—¿Quién es usted en realidad? —pregunté.
Pareció sorprenderse. Abrió desmesuradamente los
ojos y parpadeó como un ave, bajando los párpa­
dos como un obturador. Bajaron y subieron de nue­
vo y los ojos conservaron su enfoque. La maniobra
66
me sobresaltó; me eché hacia atrás, y él rio con aban­
dono infantil.
—Para ti soy Juan Matus, y estoy a tus órdenes
—dijo con exagerada cortesía.
Formulé entonces mi otra pregunta candente:
—¿Qué me hizo usted el primer día que nos vimos?
Me refería a la forma en que me miró.
—¿Yo? Nada —repuso en tono de inocencia.
Le describí cómo me había sentido cuando él me
miró, y lo incongruente que para mí resultó el que
eso me dejara mudo.
Rao hasta que las lágrimas rodaron por sus meji­
llas. Volví a sentir un brote de animosidad hacia
él. Pensé que, mientras yo era tan serio y considera­
do, él se portaba muy “indio” con sus modales bastos.
Pareció darse cuenta de mi estado de ánimo y dejó
de reír de un momento a otro.
Tras un largo titubeo le dije que su risa me había
molestado porque yo trataba seriamente de entender
qué cosa me ocurrió.
—No hay nada que entender —repuso, impasible.
Le repasé la secuencia de hechos insólitos que ha­
bían tenido lugar desde que lo conocí, empezando
con la mirada misteriosa que me había dirigido, has­
ta el recuerdo del halcón albino y el percibir en el
peñasco y la sombra que según él era mi muerte.
—¿Por qué me hace usted todo esto? —pregunté.
No había beligerancia en mi interrogación. Sólo
tenía curiosidad de saber por qué me lo hacía a mí
en particular.
—Tú me pediste que te enseñara lo que sé de las
plantas —dijo.
67
Noté en su voz un matiz de sarcasmo. Sonaba como
si estuviera siguiéndome la corriente.
—Pero lo que me ha dicho hasta ahora no tiene
nada que ver con plantas —protesté.
Su respuesta fue que aprender sobre ellas tomaba
tiempo.
Sentí que era inútil discutir con él. Tomé con­
ciencia entonces de la idiotez total de los propósitos
fáciles y absurdos que me había hecho. En mi casa,
me prometí nunca más perder los estribos ni irri­
tarme con don Juan. Pero ya en la situación real, ape­
nas me sentí desairado tuve otro ataque de malhu­
mor. Sentía que no había manera de interactuar
con él y eso me llenaba de risa.
—Piensa ahora en tu muerte —dijo don Juan de
pronto—. Está al alcance de tu brazo. Puede tocar­
te en cualquier momento, así que de veras no tienes
tiempo para pensamientos y humores de cagada. Nin­
guno de nosotros tiene tiempo para eso.
“¿Quieres saber qué te hice el día que nos conoci­
mos? Te vi, y vi que tú creías que estabas mintien­
do. Pero no lo estabas, en realidad.”
Le dije que esta explicación me confundía más aún.
Repuso que ése era el motivo de que no quisiera
explicar sus actos, y que las explicaciones no eran
necesarias. Dijo que lo único que contaba era la
acción, actuar en vez de hablar.
Sacó un petate y se acostó, apoyando la cabeza en
un bulto. Se puso cómodo y luego me dijo que ha­
bía otra cosa que yo debía realizar si verdaderamente
quería aprender de plantas.
—Lo que andaba mal contigo cuando te vi, y lo
que anda mal contigo ahora, es que no te gusta acep­
68
tar la responsabilidad de lo que haces —dijo despa­
cio, como para darme tiempo de entender sus pala­
bras—. Cuando me estabas diciendo todas esas cosas
en la terminal, sabías muy bien que eran mentiras.
¿Por qué mentías?
Expliqué que mi objetivo había sido hallar un
“informante clave” para mi trabajo.
Don Juan sonrió y empezó a tararear una tonada.
—Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir
hasta el fin —dijo—, pero debe aceptar responsabili­
dad por lo que hace. Haga lo que haga, primero
debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante
con sus acciones sin' tener dudas ni remordimientos
acerca de ellas.
Me examinó. No supe qué decir. Finalmente aven­
turé una opinión, casi una protesta.
—|Eso es una imposibilidad! —dije.
Me preguntó por qué y dije que acaso, idealmente,
eso era lo que todos pensaban que debían hacer. En
la práctica, sin embargo, no había manera de evitar
la duda y el remordimiento.
—Claro que hay manera —repuso con convicción.
—Mírame a mí —dijo—. Yo no tengo duda ni re­
mordimiento. Todo cuanto hago es mi decisión y
mi responsabilidad. La cosa más simple que haga,
llevarte a caminar en el desierto, por ejemplo, puede
muy bien significar mi muerte. La muerte me acecha.
Por eso, no tengo lugar para dudas ni remordimien­
tos. Si tengo que morir como resultado de sacarte a
caminar, entonces debo morir.
“Tú, en cambio, te sientes inmortal, y las decisio­
nes de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse
o dudarse. En un mundo donde la muerte es el ca­
69
zador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, amigo
mío. Sólo hay tiempo para decisiones.”
Argumenté, de buena fe, que en mi opinión ése
era un mundo irreal, pues se construía arbitraria­
mente, tomando una forma idealizada de conducta y
diciendo que ésa era la manera do proceder.
Le narré la historia de mi padre, que solía lanzar­
me interminables sermones sobre las maravillas de
mente sana en cuerpo sano, y cómo los jóvenes de­
bían templar sus cuerpos con penalidades y con ha­
zañas de competencia atlética. Era un hombre joven:
cuando yo tenía ocho años él andaba apenas en los
veintisiete. Por regla general, durante el verano, lle­
gaba de la ciudad, donde daba clases en una escuela,
a pasar por lo menos un mes conmigo en la granja
de mis abuelos, donde yo vivía. Era para mí un mes
infernal. Conté a don Juan un ejemplo de la con­
ducta de mi padre, el cual me pareció aplicable a la
situación inmediata.
Casi inmediatamente después de llegar a la granja,
mi padre insistía en dar un largo paseo conmigo,
para que pudiéramos hablar, y mientras hablábamos
hacía planes para que fuésemos a nadar todos los
días a las seis de la mañana. En la noche, ponía el
despertador a las cinco y media para tener tiempo
suficiente, pues a las seis en punto debíamos estar
en el agua. Y cuando el reloj sonaba en la mañana,
él saltaba del lecho, se ponía los anteojos, iba a la
ventana y se asomaba.
Yo incluso había memorizado el monólogo subsi­
guiente.
—Hum... Un poco nublado hoy. Mira, voy a
acostarme otros cinco minutos, ¿eh? ¡No más de cin­
70
co! Sólo voy a estirar los músculos y a despertar del
todo.
Invariablemente se quedaba dormido hasta las diez,
a veces hasta mediodía.
Dije a don Juan que lo que me molestaba era su ne­
gación a abandonar sus resoluciones obviamente falsas.
Repetía este ritual cada mañana, hasta que yo final­
mente hería sus sentimientos rehusándome a poner
el despertador.
—No eran resoluciones falsas —dijo don Juan, evi­
dentemente tomando partido por mi padre—. Nada
más no sabía cómo levantarse de la cama, eso era
todo.
—En cualquier caso —dije—, siempre recelo de las
resoluciones irreales.
—¿Cuál sería entonces una resolución real? —pre­
guntó don Juan con leve sonrisa.
—Si mi padre se hubiera dicho que no podía ir a
nadar a las seis de la mañana, sino tal vez a las tres
de la tarde.
—Tus resoluciones dañan el espíritu —dijo don
Juan con aire de gran seriedad.
Me pareció incluso percibir, en su tono, una nota
de tristeza. Estuvimos callados largo tiempo. Mi in­
quina se había desvanecido. Pensé en mi padre.
—No quería nadar a las tres de la tarde. ¿No ves?
—dijo don Juan.
Sus palabras me hicieron saltar.
Le dije que mi padre era débil, y lo mismo su mun­
do de actos ideales jamás ejecutados. Hablé casi a
gritos.
Don Juan no dijo una sola palabra. Sacudió la ca­
beza lentamente, en forma rítmica. Me sentí terrible­
71
mente triste. El pensar en mi padre siempre me
afligía.
—Piensas que tú eras más fuerte, ¿verdad? —pre­
guntó él en tono casual.
Le dije que sí, y empecé a narrarle toda la turbu­
lencia emotiva que mi padre me hizo atravesar, pero
él me interrumpió.
¿Era malo contigo? —preguntó.
—No.
—¿Era mezquino contigo?
—No.
—¿Hacía por ti todo lo que podía?
—Sí.
—¿Entonces qué tenía de malo?
De nuevo empecé a gritar que era débil, pero me
contuve y bajé la voz. Me sentía un poco ridículo
ante el interrogatorio de don Juan.
—¿Para qué hace usted todo esto? —dije—. Se su­
pone que deberíamos estar hablando de plantas.
Me sentía muy molesto y deprimido que nunca. Le
dije que él no tenía motivo alguno, ni la más mínima
capacidad, para juzgar mi conducta, y estalló en una
carcajada.
—Cuando te enojas siempre te crees en lo justo,
¿verdad? —dijo, y parpadeó como ave.
Estaba en lo cierto. Yo tenía la tendencia a sen­
tirme justificado por mi enojo.
—No hablemos de mi padre —dije—, fingiendo
buen humor—. Hablemos de plantas.
—No, hablemos de tu padre —insistió él—. Ése es
el sitio donde hay que comenzar hoy. Si piensas que
eras mucho más fuerte que él, ¿por qué no ibas a
nadar a las seis de la mañana en lugar suyo?
72
Le dije que no podía creer que me estuviera pre­
guntando eso en serio. Siempre había pensado que
nadar a las seis de la mañana era asunto de mi pa­
dre, no mío.
—También era asunto tuyo desde el momento en
que aceptaste su idea —dijo don Juan con brus­
quedad.
Repuse que nunca la había aceptado, que siempre
había sabido que mi padre no era veraz consigo mis­
mo. Don Juan me preguntó, como si tal cosa, por
qué no había yo expresado entonces mis opiniones.
—Uno no le dice esas cosas a su padre —dije, en
débil explicación.
—¿Por qué no?
—Eso no se hacía en mi casa, es todo.
—Tú has hecho cosas peores en tu casa —declaró
como un juez desde el tribunal—. Lo único que nun­
ca hiciste fue lustrar tu espíritu.
Sus palabras, llenas de fuerza devastadora, resona­
ron en mi mente. Derribó todas mis defensas. No
podía yo discutir con él. Tomé refugio en la escri­
tura de mis notas.
Intenté una última explicación desvaída y dije que
toda mi vida había encontrado gente como mi padre,
que al igual que él me habían metido de algún modo
en sus maquinaciones, y por lo general me dejaron
colgado.
—Lamentos —dijo él con suavidad—. Te has la­
mentado toda tu vida porque nunca te haces respon­
sable de tus decisiones. Si te hubieras hecho responsa­
ble de la idea que tu padre tenía que nadar a las
seis de la mañana, habrías nadado tú solo en caso
necesario, o lo hubieras mandado a callar la primera
73
vez que abrió la boca cuando ya conocías sus mañas.
Pero no dijiste nada. Por tanto, eras tan débil como
tu padre.
“Hacernos responsables de nuestras decisiones sig­
nifica estar dispuestos a morir por ellas.”
. —¡Espere, espere! —dije—. Está usted enredando
todo.
No me dejó terminar. Yo iba a decirle que sólo
había usado a mi padre como ejemplo de una forma
irreal de actuar, y que nadie en su sano juicio esta­
ría dispuesto a morir por una cosa tan idiota.
—No importa cuál sea la decisión —dijo él—. Na­
da podría ser más ni menos serio que ninguna otra
cosa. ¿No ves? En un mundo donde la muerte es el
cazador no hay decisiones grandes ni pequeñas. Sólo
hay decisiones que hacemos a la vista de nuestra
muerte inevitable.
No pude decir nada. Transcurrió quizás una hora.
Don Juan se hallaba perfectamente inmóvil sobre su
petate, aunque no dormía.
—¿Por qué me dice usted todo esto, don Juan?
—pregunté—. ¿Por qué me hace esto?
—Tú viniste conmigo —dijo él—. No, no fue ése
el caso: te trajeron conmigo. Y yo tengo un gesto
contigo.
—¿Cómo dice usted?
—Tú habrías podido tener un gesto con tu padre
nadando en su lugar, pero no lo hiciste, a lo mejor
porque eras demasiado joven. Yo he vivido más que
tú. No tengo nada pendiente. No hay ninguna pri­
sa en mi vida, por eso puedo tener contigo un gesto
como es debido.
74
En la tarde salimos de excursión. Mantuve con faci­
lidad su paso y me maravillé nuevamente de su estu­
penda condición física. Caminaba con tanta agilidad,
y con pisada tan firme, que junto a él yo era como
un niño. Fuimos más o menos hacia el este. Noté
que no le gustaba hablar mientras caminábamos. Si
yo le decía algo, se detenía para responderme.
Tras un par de horas llegamos a un monte; tomó
asiento y me hizo seña de sentarme a su lado. En
tono de dramatismo paródico, anunció que iba a
contarme un cuento.
Dijo que había una vez un joven, un indio deshe­
redado que vivía entre los blancos, en una ciudad.
No tenía casa, ni parientes, ni amigos. Habla llega­
do a la ciudad en busca de fortuna y sólo encontró
miseria y dolor. De vez en cuando ganaba algunos
centavos trabajando como muía: apenas lo bastante
para un bocado; de lo contrario tenía que mendigar
o robar comida.
Don Juan dijo que cierto día el joven fue al mer­
cado. Caminó ofuscado de un lado a otro de la calle,
con los ojos locos de ver todas las cosas buenas allí
reunidas. Sufría tal frenesí que no veía por dónde
caminaba, y terminó tropezando con unas canastas
y cayendo encima de un anciano.
El viejo llevaba cuatro enormes guajes y acababa
de sentarse a comer y descansar. Don Juan sonrió
con aire sapiente y dijo que al anciano le pareció
muy raro que el joven hubiese tropezado con él. No
se enojó por la molestia; lo asombraba el porqué es­
te joven en particular le había caído encima. El jo­
ven, en cambio, estaba enojado y le dijo que se qui­
tara del paso. Para nada le preocupaba la razón
75
recóndita del encuentro. No había advertido que los
caminos de ambos se habían cruzado.
Don Juan imitó los movimientos de quien persi­
gue un objeto que rueda. Dijo que los guajes del
anciano cayeron y rodaban calle abajo. Al verlos, el
joven pensó haber hallado su comida para ese día.
Ayudó al viejo a levantarse e insistió en ayudarlo
a cargar los pesados guajes. El viejo le dijo que iba
camino a su casa en las montañas, y el joven insistió
en acompañarlo, por lo menos parte del camino.
El viejo tomó el camino a las montañas, y mien­
tras caminaban dio al joven parte de la comida que
había comprado en el mercado. El joven comió hasta
llenarse y, ya satisfecho, empezó a notar cuánto pe­
saban los guajes y los aferró con fuerza.
Don Juan abrió los ojos y sonrió diabólicamente
al decir que el joven preguntó: “¿Qué lleva usted en
estos guajes?” El anciano, en vez de responder, le dijo
que iba a mostrarle un compañero que podía aliviar
sus penas y darle consejo y sabiduría en los caminos
del mundo.
Don Juan hizo un gesto majestuoso con ambas ma­
nos y dijo que el anciano hizo venir al venado más
hermoso que el joven había visto en su vida. El ve­
nado era tan manso que se acercó a él y caminó en
torno suyo. Resplandecía y brillaba. El joven, cauti­
vado, supo en el acto que se trataba de un “espíritu
venado”. El viejo le dijo que, si deseaba tener ese
amigo y su sabiduría, lo único que debía hacer era
soltar los guajes.
La sonrisa de don Juan expresó ambición; dijo
que los deseos mezquinos del joven se avivaron al
oír tal petición. Los ojos de don Juan se hicieron
76
pequeños y diabólicos cuando prestó voz a la pre­
gunta del joven: “¿Qué lleva usted en estos cuatro
guajes enormes?’’
El anciano, dijo don Juan, repuso serenamente
que llevaba comida: pinole y agua. Don Juan dejó
de narrar la historia y caminó en círculo un par de
veces. Yo no supe qué estaba haciendo. Pero apa­
rentemente era parte de la historia. El círculo pare­
cía representar las deliberaciones del joven.
Don Juan dijo que, por supuesto, el joven no
creyó una sola palabra. Calculó que si el viejo, quien
obviamente era un brujo, se hallaba dispuesto a dar
un “espíritu venado” a cambio de sus guajes, éstos
debían estar llenos de un poder más allá de lo ima­
ginable.
Don Juan contrajo nuevamente su rostro en una
sonrisa demoniaca y dijo que el joven declaró que
deseaba quedarse con los guajes. Hubo una larga
pausa que al parecer marcaba el final del cuento.
Don Juan permaneció callado, pero me sentí seguro
de que deseaba una pregunta mía, y la hice.
—¿Qué pasó con el joven?
—Se llevó los guajes —repuso él con una sonrisa
de satisfacción.
Hubo otra larga pausa. Reí. Pensé que éste había
sido un verdadero “cuento de indios”.
Los ojos de don Juan brillaban; me sonreía. Lo
circundaba un aire de inocencia. Empezó a reír en
suaves estallidos y me preguntó:
—¿No quieres saber de los guajes?
—Claro que quiero saber. Creí que allí acababa
el cuento.
—Oh no —dijo con una luz maliciosa en los ojos—.
77
El joven tomó sus guajes y corrió a un sitio aparta­
do y los abrió.
—¿Qué halló? —pregunté.
Don Juan me observó y tuve el sentimiento de
que se hallaba al tanto de mi gimnasia mental. Me­
neó la cabeza, riendo por lo bajo.
—Bueno —lo insté—. ¿Estaban vacíos los guajes?
—Sólo había pinole y agua adentro de los guajes
—dijo él—. Y el joven, en un arranque de furia, los
rompió contra las piedras.
Dije que su reacción era natural: cualquiera en su
lugar habría hecho lo mismo.
La respuesta de don Juan fue que el joven era un
tonto que no sabía lo que andaba buscando. Igno­
raba lo que era el “poder”, de modo que no podía
decir si lo había encontrado o no. No se hizo res­
ponsable de su decisión, por ello lo enfureció su
error. Esperaba ganar algo y en vez de ello no obtu­
vo nada. Don Juan especuló que, si yo hubiera sido
el joven y hubiese seguido mis inclinaciones, me ha­
bría entregado a la furia y al remordimiento para,
sin duda, pasar el resto de mi vida compadeciéndome
por lo que había perdido.
Luego explicó la conducta del viejo. Astutamente,
alimentó al joven para darle el “valor de un estóma­
go lleno”, de modo que el joven, al hallar sólo co­
mida en los guajes, los rompió en un arrebato de
ira.
—Si hubiera estado consciente de su decisión y se
hubiera hecho responsable de ella —dijo don Juan—,
se habría dado por bien satisfecho con la comida. Y
a lo mejor hasta se hubiera dado cuenta de que esa
comida también era poder.
78
VI. VOLVERSE CAZADOR
Viernes, junio 23, 1961
A p e n a s tomé asiento empecé a bombardear a don
Juan con preguntas. Él no respondió y, con un ade­
mán impaciente, me indicó guardar silencio. Parecía
estar de humor grave.
—Estaba pensando que no has cambiado nada en
el tiempo que llevas tratando de aprender los asun­
tos de las plantas —dijo en tono acusador.
Empezó a pasar revista, en alta voz, a todos los
cambios de personalidad que me había recomendado
emprender. Dije que había considerado muy seria­
mente el asunto, y hallado que no me era posible
cumplirlos porque cada uno era contrario a mi esen­
cia. Replicó que considerar el asunto no era suficien­
te, y que lo que me había dicho no era ningún
chiste. Insistí en que, pese a lo poco que había he­
cho en lo referente a ajustar mi vida personal a sus
ideas, yo quería realmente aprender los usos de las
plantas.
Tras un silencio largo e incómodo, le pregunté
con audacia:
—¿Me va usted a enseñar cómo usar el peyote,
don Juan?
Dijo que mis intenciones por sí solas no eran sufi­
cientes, y que conocer los asuntos del peyote —lo
79
llamó “Mescalito” por vez primera— era cosa seria.
Al parecer, no había nada más que decir.
Pero, al anochecer, me puso una prueba; planteó
un problema sin darme ninguna pista para su reso­
lución: hallar un sitio benéfico en el área frente a
su puerta, donde siempre nos sentábamos a hablar;
un sitio donde supuestamente pudiera sentirme per­
fectamente feliz y vigorizado. Durante el curso de la
noche, mientras rodaba en el suelo tratando de ha­
llar el “sitio”, noté dos veces un cambio de colora­
ción en el piso de tierra, uniformemente oscuro, del
área designada.
El problema me agotó y me quedé dormido en
uno de los lugares donde percibí el cambio de color.
En la mañana, don Juan me despertó para anunciar
que mi experiencia había tenido gran éxito. No sólo
había hallado el sitio benéfico que buscaba, sino
también su opuesto, un sitio enemigo o negativo, y
los colores asociados con ambos.
Sábado, junio 24, 1961
Temprano en la mañana salimos al chaparral. Mien­
tras caminábamos, don Juan me explicó que hallar
un sitio “benéfico” o "enemigo” era una importante
necesidad para un hombre en el desierto. Quise
llevar la conversación hacia el tema del peyote, pero
él rehusó, de plano, hablar de eso. Me advirtió que
no debía haber mención del asunto, a menos que él
mismo lo planteara.
Nos sentamos a descansar a la sombra de unos ar­
bustos altos, en una zona de vegetación densa. El
chaparral en torno no estaba aún enteramente seco;
80
el día era caluroso y las moscas me acosaban de con
tinuo, pero no parecían molestar a don Juan. M(
pregunté si él simplemente las ignoraba, pero luegc
advertí que no se posaban jamás en su rostro.
—A veces es necesario hallar aprisa un sitio bené­
fico, a campo abierto —prosiguió don Juan—. O a
lo mejor es necesario determinar aprisa si el sitio
en que uno va a descansar es o no un mal sitio. Una
vez, nos sentamos a descansar junto a un cerro y tú
te pusiste muy enojado y molesto. Ese sitio era ene­
migo tuyo. Un cuervito te lo advirtió, ¿recuerdas?
Recordé que él me había dicho, con énfasis, que
evitase en lo futuro aquella zona. También recordé
haberme enojado porque don Juan no me dejó reír.
—Creí que el cuervo que pasó volando en esa oca­
sión era una señal para mí solo —dijo—. Nunca se
me hubiera ocurrido pensar que los cuervos fuesen
también amigos tuyos.
—¿De qué habla usted?
—El cuervo era un augurio —prosiguió—. Si su­
pieras cómo son los cuervos, le habría huido a ese
sitio como a la peste. Pero no siempre hay cuervos
que den la advertencia, y tú debes aprender a ha­
llar, por ti mismo, un sitio apropiado para acampar
o descansar.
Tras una larga pausa, don Juan se volvió de re­
pente hacia mí y dijo que, para hallar el sitio apro­
piado donde descansar, sólo tenía uno que cruzar
los ojos. Me dirigió una mirada sapiente y, en tono
confidencial, dijo que yo había hecho precisamente
eso cuando rodaba en el pórtico de su casa, y que así
pude hallar dos sitios y sus colores. Me hizo saber
que mi hazaña lo impresionaba.
81
—No sé en verdad qué cosa hice —dije.
—Cruzaste los ojos —repitió con énfasis—. Ésa es
la técnica; eso debes haber hecho, aunque no te
acuerdes.
Don Juan me describió la técnica, cuyo perfeccio­
namiento llevaba años; consistía en forzar gradual-,
mente a los ojos a ver por separado la misma imagen.
La carencia de conversión en la imagen involucraba
una percepción doble del mundo; esta doble percep­
ción, según don Juan, daba a uno oportunidad de
evaluar cambios en el entorno, que los ojos eran
por lo común incapaces de percibir.
Don Juan me animó a hacer la prueba. Me ase­
guró que no dañaba la vista. Dijo que yo debía em­
pezar lanzando miradas cortas, casi con el rabo del
ojo. Señaló un gran arbusto y me puso el ejemplo.
Tuve un sentimiento extraño al verlo dirigir mira­
das increíblemente rápidas al arbusto. Sus ojos me
recordaban los de un animal mañoso que no puede
mirar de frente.
Caminamos cosa de una hora mientras yo trataba
de no enfocar mi vista en nada. Luego don Juan
me pidió empezar a separar las imágenes percibidas
por cada uno de mis ojos. Después de otra hora, o
algo así, me dio una jaqueca terrible y tuve que pa­
rarme.
—¿Crees que podrías hallar, tú solo, un sitio apro­
piado para que descansemos? —preguntó.
Yo no tenía idea de cuál era el criterio acerca de
un “sitio apropiado”. Me explicó pacientemente que
mirar en vistazos cortos permitía a los ojos apresar
visiones insólitas.
—¿Como qué? —pregunté.
82
—No son visiones propiamente dichas —dijo él—.
Son más bien sensaciones. Si miras un arbusto o un
árbol o una piedra donde tal vez te gustaría descan­
sar, tus ojos pueden darte a sentir si ése es o no el
mejor sitio de reposo.
De nuevo lo insté a describir qué eran aquellas
sensaciones, pero él no podía describirlas o bien, sen­
cillamente, no quería. Dijo que yo debía practicar
eligiendo un sitio, y él entonces me diría si mis
ojos estaban trabajando o no.
En cierto momento percibí lo que me pareció un
guijarro que reflejaba luz. No podía verlo si enfo­
caba en él mis ojos, pero recorriendo el área con
vistazos rápidos percibía una especie de resplandor
leve. Señalé a don Juan el sitio. Se hallaba en me­
dio de una zona llana, sin sombra, privada de ar­
bustos densos. Don Juan rio a carcajadas y luego me
preguntó por qué había elegido ese lugar específi­
co. Expliqué que estaba viendo un resplandor.
—No me importa lo que veas —dijo—. Daría
igual que estuvieras viendo un elefante. Lo impor­
tante es qué cosa sientes.
Yo no sentía nada en absoluto. £1 me lanzó una
mirada misteriosa y dijo que habría querido ser cor­
tés y sentarse a descansar allí conmigo, pero que iba
a sentarse en otro sitio mientras yo probaba mi elec­
ción.
Tomé asiento; él me observaba con curiosidad a
diez o doce metros de distancia. Tras unos minutos
empezó a reír fuerte. Por algún motivo su risa me
ponía nervioso. Me irritaba sobremanera. Sentí que
se burlaba de mí y eso me enojó. Empecé a poner
en duda los motivos que ne empujaban para estar
83
allí. Había algo definitivamente erróneo en la ma­
nera como toda mi empresa con don Juan iba des­
arrollándose. Sentí ser un simple peón en sus garras.
De pronto don Juan me embistió, a toda velocidad, y
tomándome del brazo me arrastró en peso tres o cua­
tro metros. Me ayudó a incorporarme y se enjugó
el sudor de la frente. Noté entonces que se había
esforzado hasta el límite. Me palmeó la espalda y
dijo que yo había elegido el sitio equivocado y que
él tuvo que rescatarme a toda prisa, porque vio
que el sitio estaba a punto de apoderarse de todos
mis sentimientos. Reí. La imagen de don Juan
embistiéndome era muy graciosa. Había corrido ver­
daderamente como un joven. Sus pies se movían como
si aferrara la suave tierra roja del desierto para cata­
pultarse sobre mí. Yo lo había visto reír y luego, en
cosa de segundos, me estaba jalando del brazo.
Tras un rato me instó a seguir buscando un sitio
adecuado para descansar. Reanudamos el camino,
pero no noté ni “sentí” nada. Quizá, de haberme
hallado menos tenso, otro hubiera sido el caso. Pero
había cesado mi enojo contra don Juan. Por fin, él
señaló unas rocas y nos detuvimos.
—No te descorazones —dijo—. Lleva mucho tiem­
po educar a los ojos como se debe.
No dije nada. No iba a descorazonarme por algo
que no entendía en modo alguno. Sin embargo, debía
admitir que ya en tres ocasiones, desde que comen­
zaron mis visitas a don Juan, me había enojado mu­
cho, y me había agitado casi hasta el punto de enfer­
marme, hallándome sentado en sitios que él llamaba
malos.
—El truco es sentir con los ojos —dijo—. Tu pro­
84
blema es el no saber qué sentir. Pero ya te vendrá,
con la práctica.
—Quizá usted debería decirme, don Juan, qué es
lo que debo sentir.
—Eso es imposible.
—¿Por qué?
—Nadie puede decirte lo que debes sentir. No es
calor, ni luz, ni brillo, ni color. Es otra cosa.
—¿No puede usted describirla?
—No. Sólo puedo darte la técnica. Una vez que
aprendas a separar las imágenes y veas dos de cada
cosa, debes poner atención en el espacio entre las
dos imágenes. Cualquier cambio digno de notarse
ocurrirá allí, en ese espacio.
—¿Qué clase de cambios son?
—Eso no importa. El sentimiento que recibes es lo
que cuenta. Cada hombre es distinto. Tú viste hoy
un resplandor, pero eso no quería decir nada porque
faltaba el sentimiento. No te puedo decir cómo sentirte. Eso debes aprenderlo tú solo.
Descansamos un rato en silencio. Don Juan se cu­
brió la cara con el sombrero y permaneció inmóvil,
como dormido. Yo me absorbí en escribir mis notas,
hasta que un súbito movimiento suyo me sobresaltó.
Se enderezó abruptamente y me encaró, ceñudo.
—Tienes facilidad para la cacería —dijo—. Y eso
es lo que debes aprender: a cazar. Ya no vamos a
hablar de plantas.
Infló las quijadas un instante; luego añadió con
candidez: —De todos modos creo que nunca habla­
mos, ¿verdad?— y rio.
Pasamos el resto del día caminando en todas direc­
ciones, mientras él me daba una explicación increí­
85
blemente detallada acerca de las serpientes de casca­
bel. La forma en que anidan, la forma en que se
desplazan, sus hábitos de temporada, sus caprichos
de conducta. Luego procedió a corroborar cada uno
de los puntos señalados y finalmente atrapó y mató
una serpiente grande; le cortó la cabeza, la destripó,
la despellejó y asó la carne. Sus movimientos tenían
tal gracia y habilidad que ya el estar cerca de él era
un placer. Yo lo había escuchado y observado, in­
merso. Mi concentración era tan completa que el
resto del mundo había desaparecido prácticamente
para mí.
Comer la serpiente fue un duro retorno al mundo
de los asuntos ordinarios. Sentí náusea al empezar a
mascar un bocado de carne. £1 asco no tenía funda­
mento, pues la carne era deliciosa, pero mi estómago
parecía ser una unidad independiente. Apenas me fue
posible pasarlo. Pensé que don Juan sufriría un ata­
que cardiaco de tanto reírse.
Después nos sentamos a reposar a nuestras anchas
a la sombra de unas rocas. Empecé a trabajar en mis
notas, y lo copiosas que eran me hizo darme cuenta
de que don Juan me había dado una cantidad asom­
brosa de información sobre las serpientes de cascabel.
—Tu espíritu de cazador ha vuelto a ti —dijo él
de pronto, con rostro grave—. Ahora estás engan­
chado.
—¿Cómo dijo?
Quise que detallara su afirmación de que me halla­
ba enganchado, pero él sólo rio y la repitió.
—¿Cómo estoy enganchado? —insistí.
—Los cazadores siempre cazan —dijo—. Yo tam­
bién soy cazador.
86
—¿Quiere usted decir que caza para vivir?
—Cazo para poder vivir. Puedo vivir de la tierra,
ni cualquier parte.
Indicó con un ademán todo el derredor.
—Ser cazador significa que uno conoce mucho
prosiguió—. Significa que uno puede ver el mun­
do en formas distintas. Para ser cazador, hay que estar
<n perfecto equilibrio con todo lo demás; de lo conii ario la caza sería una faena sin sentido. Por ejem­
plo, hoy agarramos una culebrita. Tuve que pedirle
disculpas por quitarle la vida tan de repente y tan
definitivamente; hice lo que hice sabiendo que mi
propia vida se cortará algún día en una forma muy
semejante: repentina y definitiva. Asi que, a fin de
cuentas, nosotros y las culebras estamos parejos. Una
de ellas nos alimentó hoy.
—Jamás concebí un equilibrio de ese tipo cuando
cazaba —dije.
—Eso no es cierto. Tú no matabas animales por
las puras. Tú y tu familia se comían la caza.
Sus afirmaciones tenían la convicción de alguien
que hubiera estado allí presente. Por supuesto, tenía
razón. Hubo épocas en las que yo proveía la carne
de caza que completaba ocasionalmente la dieta fa­
miliar.
—¿Cómo lo supo usted? —pregunté tras un mo­
mento de titubeo.
—Hay ciertas cosas que sé, así nomás —dijo—. No
puedo decirte cómo.
Le conté que mis parientes, con mucha seriedad,
llamaban “perdices” a todas las aves que yo cobraba.
Don Juan dijo que podía imaginárselos llamando
“una perdiz chiquita” a un gorrión, y añadió una
87
versión cómica de la manera como lo masticarían.
Los extraordinarios movimientos de su quijada me
hicieron sentir que en efecto estaba masticando un
pájaro entero, con huesos y todo.
—De verdad creo que tienes buena mano para ca­
zar —dijo, mirándome con fijeza—. Y nos estábamos
yendo por donde no era. A lo mejor estarás dispuesto
a cambiar tu forma de vida para volverte cazador.
Me recordó que, con sólo un poco de esfuerzo por
mi parte, yo había descubierto que en el mundo ha­
bía sitios buenos y malos para mí; añadió que también
había hallado los colores específicos asociados con
ellos.
—Eso significa que tienes facilidad para la caza
—declaró—. No cualquiera hallaría sus sitios y sus
colores al mismo tiempo.
Ser cazador sonaba bonito y romántico, pero me
resultaba un absurdo porque a mí no me interesaba
especialmente cazar.
—No tiene que interesarte ni que gustarte —repuso
él a mi queja—. Tienes una inclinación natural. Creo
que a los mejores cazadores nunca les gusta cazar; lo
hacen bien, eso es todo.
Tuve el sentimiento de que don Juan, con su don
de palabra, podía salir de cualquier atolladero; sin
embargo, él afirmó que no le gustaba hablar.
—Es como lo que te dije de los cazadores. No es
necesario que me guste hablar. Nada más tengo faci­
lidad para ello y lo hago bien, eso es todo.
Su agilidad mental me hizo verdadera gracia.
—Los cazadores tienen que ser individuos excep­
cionalmente agudos —prosiguió—. Un cazador deja
muy pocas cosas al azar. He estado tratando mil ma­
88
ñeras de convencerte de que debes aprender a vivir
en forma distinta. Hasta ahora no he podido. No
había nada de lo que pudieras agarrarte. Ahora es
diferente. He hecho volver tu viejo espíritu de caza­
dor; a lo mejor cambias a través de él.
Protesté: no quería hacerme cazador. Le recordé
que al principio sólo había querido que me hablara
de plantas medicinales, pero él me había hecho apar­
tarme a tal grado de mi propósito original, que ya
no me era posible recordar claramente si en verdad
había querido aprender de plantas.
—Eso está bueno —dijo él—. Realmente muy bue­
no. Si no tienes una imagen tan clara de lo que quie­
res, tal vez te hagas más humilde.
“Vamos a ponerlo de otro modo. Para tus fines, no
importa en realidad que aprendas de plantas o de
cacería. Tú mismo me lo has dicho. Te interesa todo
lo que cualquiera pueda decirte. ¿No es cierto?”
Yo le había dicho eso tratando de definir el terre­
no de la antropología, y con el fin de reclutarlo como
informante.
—Soy un cazador —dijo como si leyera mis pensa­
mientos—. Dejo muy pocas cosas al azar. Quizá deba
explicarte que aprendí a ser cazador. No siempre he
vivido como vivo ahora. En cierto punto de mi vida
tuve que cambiar. Ahora te estoy señalando el cami­
no. Te estoy guiando. Sé lo que digo; alguien me en­
señó todo esto. No lo inventé, ni lo aprendí por mí
mismo.
—¿Quiere decir, don Juan, que tuvo un maestro?
—Digamos que alguien me enseñó a cazar como yo
quiero enseñarte ahora —dijo rápidamente, y cambió
el tema.
89
—Creo que en otro tiempo la caza era una de las
mayores acciones que un hombre podía ejecutar —di­
jo—. Todos los cazadores eran hombres poderosos. De
hecho, un cazador tenía que ser poderoso por prin­
cipio de cuentas, para soportar los rigores de esa
vida.
De pronto se me despertó la curiosidad. ¿Se refe­
ría acaso a una época anterior a la Conquista? Empecé
a interrogarlo.
—¿Cuándo fue la época de que usted habla?
—En otro tiempo.
—¿Cuándo? ¿Qué significa “en otro tiempo”?
—Significa en otro tiempo, o a lo mejor significa
ahora, hoy. No tiene importancia. En un tiempo todo
el mundo sabía que un cazador era el mejor de los
hombres. Ahora no todos lo saben, pero sí un nú­
mero suficiente de personas. Yo lo sé, algún día tú
lo sabrás. ¿Ves lo que quiero decir?
—¿Tienen los indios yaquis las mismas ideas acerca
de los cazadores? Eso es lo que quiero saber.
—No necesariamente.
—¿Y los indios pimas?
—No todos. Pero algunos.
Nombré varios grupos indígenas vecinos. Quería
comprometerlo a la declaración de que la caza era
una creencia y práctica compartida por algún pueblo
determinado. Pero como evitó responderme directa­
mente, cambié el tema.
—¿Por qué hace usted todo esto por mí, don Juan?
—pregunté.
Se quitó el sombrero y se rasgó las sienes en fin­
gido desconcierto.
—Tengo un gesto contigo —dijo suavemente—
90
Otras personas han tenido contigo un gesto similar;
algún día tú mismo tendrás el mismo gesto con otros.
Digamos que esta vez me toca a mí. Un día descubrí
que, si quería ser un cazador digno de respetarme a
mí mismo, tenía que cambiar mi forma de vivir. Me
gustaba lamentarme y llorar mucho. Tenía buenas
razones para sentirme víctima. Soy indio y a los in­
dios los tratan como a perros. Nada podía yo hacer
para remediarlo, de modo que sólo me quedaba mi
dolor. Pero entonces mi buena suerte me salvó y al­
guien me enseñó a cazar. Y me di cuenta de que
la forma como vivía no valía la pena de vivirse...
así que la cambié.
—Pero yo estoy contento con mi vida, don Juan.
¿Por qué tendría que cambiarla?
Empezó a cantar una canción ranchera, muy suave­
mente, y luego tarareó la tonada. Su cabeza oscilaba
hacia arriba y hacia abajo, siguiendo el ritmo.
—¿Crees que tú y yo somos iguales? —preguntó con
voz nítida.
La pregunta me agarró desprevenido. Experimenté
en los oídos un zumbido peculiar, como si don Juan
hubiera gritado, cosa que no hizo; sin embargo, su
voz tenía un sonido metálico que reverberó en mis
oídos.
Me rasqué, con el meñique izquierdo, el interior
de la oreja del mismo lado. Desde hacia algún tiem­
po tenia comezón en las orejas, y había desarrollado
una forma rítmica y nerviosa de frotarlas por dentro
con el meñique de cualquier mano. El movimiento
era, más exactamente, una sacudida de todo el brazo.
Don Juan observó mis movimientos con fascina­
ción aparente.
91
—Bueno... ¿somos iguales? —preguntó.
—Por supuesto que somos iguales —dije.
Naturalmente, condescendía. Le tenía mucho afec­
to al anciano, aunque a veces no supiera qué hacer
con él; sin embargo conservaba aún en el trasfondo
de mi mente —sin que jamás fuera a darle voz— la
creencia de que, siendo un estudiante universitario,
un hombre del refinado mundo occidental, yo era su­
perior a un indio.
—No —dijo él calmadamente—, no lo somos.
—Por supuesto que lo somos —protesté.
—Nó —dijo él con voz suave—. No somos iguales.
Yo soy un cazador y un guerrero, y tú eres un cabrón.
Quedé boquiabierto. No podía creer que don Juan
hubiera dicho eso. Dejé caer mi cuaderno y lo miré
atónito y luego, por supuesto, me enfurecí.
Él me miró con ojos serenos y apacibles. Esquivé
su mirada. Y entonces empezó a hablar. Pronunciaba
claramente las palabras. Fluían sin interrupción ni
misericordia. Dijo que yo alcahueteaba para otros.
Que no planeaba mis propias batallas, sino las ba­
tallas de unos desconocidos. Que no me interesaba
aprender de plantas ni de cacería ni de nada. Y que
su mundo de actos, sentimientos, y decisiones precisas
era infinitamente más efectivo que la torpe idiotez
que yo llamaba “mi vida”.
Cuando terminó, quedé mudo. Había hablado sin
agresividad ni presunción, pero con tal fuerza, y a la
vez tal sosiego, que yo ni siquiera estaba ya enojado.
Permanecimos en silencio. Me sentía apenado y no
se me ocurría nada apropiado que decir. Esperé que
él tomara la palabra. Transcurrieron las horas. Don
Juan se inmovilizó gradualmente hasta que su cuerpo
92
adquirió una rigidez extraña, casi atemorizante; su
silueta se hizo difícil de discernir conforme la luz
menguaba y finalmente, cuando todo estuvo negro a
nuestro alrededor, pareció haberse disuelto en la ne­
grura de las piedras. Su estado de inmovilidad era tan
total que él parecía ya no existir.
Era medianoche cuando al fin me di cuenta de
que don Juan podía quedarse inmóvil tal vez para
siempre en ese desierto, en esas rocas, y que lo haría
en caso necesario. Su mundo de actos y decisiones y
sentimientos precisos era en verdad superior.
Toqué calladamente su brazo, y el llanto me
inundó.
93
VII. SER INACCESIBLE
Jueves, junio 29, 1961
N uevamente don Juan, como había hecho a diario
durante casi una semana, me tuvo cautivado con su
conocimiento de detalles específicos sobre el compor­
tamiento de la caza. Explicó, y luego corroboró, va­
rias tácticas de cacería basadas en lo que llamaba “los
caprichos de las perdices’’. A tal grado me abstraje en
sus explicaciones que todo un día transcurrió sin
que yo notara el paso del tiempo. Incluso se me ol­
vidó almorzar. Don Juan hizo notar, bromeando, que
perder una comida era en mí algo insólito.
Al finalizar el día habíamos capturado cinco per­
dices en una trampa muy ingeniosa que él me enseñó
a armar e instalar.
—Con dos nos alcanza —dijo, y soltó tres.
Luego me enseñó a asar perdices. Yo habría que­
rido cortar unos arbustos y hacer una fosa para bar­
bacoa como mi abuelo solía hacerla, forrada de ramas
verdes y sellada con tierra, pero don Juan dijo que
no había necesidad de dañar los arbustos, pues ya
habíamos dañado a las perdices.
Cuando terminamos de comer, caminamos sin prisa
alguna hacia un área rocosa. Tomamos asiento en una
ladera de piedra arenisca y dije, en tono de chiste,
que si él hubiera dejado el asunto en mis manos, yo
94
habría cocinado a las cinco perdices, y que mi bar­
bacoa hubiera sabido mucho mejor que su asado.
—Sin duda —dijo—. Pero si haces todo eso, tal vez
nunca saldríamos enteros de este sitio.
—¿Qué quiere usted decir? —pregunté—. ¿Qué nos
lo impediría?
—Los matorrales, las perdices, todo lo de aquí se
juntaría.
—Nunca sé cuándo habla usted en serio —dije.
Hizo un gesto de impaciencia fingida y chasqueó
los labios.
—Tienes una idea rara de lo que significa hablar
en serio —dijo—. Yo rio mucho porque me gusta
reír, pero todo lo que digo es totalmente en serio,
aunque rio lo entiendas. ¿Por qué debería ser el mun­
do sólo como tú crees que es? ¿Quién te dio la auto­
ridad para decir eso?
—No hay prueba de que el mundo sea de otro
modo —dije.
Oscurecía. Me pregunté si no sería hora de regresar
a casa de don Juan, pero él no parecía tener prisa y
yo me divertía.
El viento era frío. De súbito, don Juan se puso en
pie y me dijo que debíamos trepar a la cima del cerro
y pararnos en un espacio libre de arbustos.
—No tengas miedo —dijo—. Soy tu amigo y veré
que nada malo te ocurra.
—¿A qué se refiere usted? —pregunté con alarma.
Don Juan tenía una insidiosa facilidad para ha­
cerme pasar del contento puro al susto sin fin.
—El mundo es muy extraño a esta hora del día
—dijo—. A eso me refiero. Veas lo que veas, no ten­
gas miedo.
95
—¿Qué cosa voy a ver?
—No sé todavía -—dijo escudriñando la distancia
hacia el sur.
No parecía preocupado. Yo también fijé la mirada
en la misma dirección.
De pronto se irguió y, con la mano izquierda, se­
ñaló una zona oscura en el matorral del desierto.
—Allí está —dijo, como si hubiera estado esperan­
do algo que de repente había aparecido.
—¿Qué es? —pregunté.
—Allí está —repitió—. ¡Mira! ¡Mira!
Yo no veía nada, sólo los arbustos.
—Ahora está aquí —dijo con gran urgencia en la
voz—. Está aquí.
Una repentina racha de viento me golpeó en ese
instante e hizo arder mis ojos. Miré hacia la zona en
cuestión. No había absolutamente nada fuera de lo
común.
—No veo nada —dije.
—Acabas de sentirlo —repuso. Ahora mismo. Se te
metió en los ojos y te impidió ver.
—¿De qué habla usted?
—A propósito te traje a la punta de un cerro —di­
jo—. Aquí nos notamos mucho y algo se nos viene
encima.
—¿Qué cosa? ¿El viento?
—No sólo el viento —dijo con severidad—. A ti te
parece viento porque el viento es todo lo que conoces.
Esforcé los ojos mirando los arbustos. Don Juan
estuvo un momento en silencio junto a mí y luego
se adentró en el chaparral cercano y empezó a arran­
car ramas grandes de los matorrales en torno; reunió
ocho y formó un bulto. Me ordenó hacer lo mismo
96
y pedir disculpas en voz alta a las plantas, por muti­
larlas.
Cuando tuvimos dos bultos me hizo correr con ellos
a la cima del cerro y acostarme bocabajo entre dos
grandes rocas. Con tremenda rapidez acomodó las ra­
mas de mi bulto para que me cubrieran todo el cuer­
po; luego se cubrió en la misma forma y susurró, por
entre las hojas, que observara yo cómo el supuesto
viento dejaba de soplar una vez que nos volvíamos
inconspicuos.
En cierto instante, para mi asombro total, el viento
dejó realmente de soplar como don Juan había pre­
dicho. Ocurrió de modo tan gradual que yo no hu­
biera notado el cambio de no estar deliberadamente
esperándolo. Durante un rato el viento silbó atrave­
sando las hojas sobre mi cara y luego, poco a poco,
todo quedó quieto en torno nuestro.
Susurré a don Juan que el viento había cesado y
él respondió, también en un susurro, que no debía
yo hacer ningún ruido o movimiento notorio, pues
lo que llamaba el viento no era viento en absoluto,
sino algo que tenía voluntad propia y era capaz de
reconocernos.
Reí de nerviosismo.
En voz apagada, don Juan me llamó la atención
ton respecto a la quietud que nos rodeaba, y susurró
que iba a ponerse en pie y yo debía seguirlo, apar­
tando suavemente las ramas con la mano izquierda.
Nos incorporamos al mismo tiempo. Don Juan
miró un momento la distancia hacia el sur y luego
se volvió abruptamente para encarar el oeste.
—Traicionero. Muy traicionero —murmuró, seña­
lando un área hacia el suroeste.
97
—]Mira! ¡Mira! —me instó.
Miré con toda la intensidad de que era capaz.
Quería ver aquello a lo que él se refería, fuera lo que
fueFa, pero no advertí nada que no hubiera visto an­
tes; había únicamente arbustos que parecían agitados
por un viento suave: ondulaban.
—Aquí está —dijo don Juan.
En ese momento sentí una bocanada de aire en la
cara. Al parecer, el viento había en verdad empezado
a soplar después de que nos levantamos. Yo no po­
día creerlo; tenía que haber una explicación lógica.
Don Juan soltó una risita suave y me dijo que no
forzara mi cerebro buscando las razones.
—Vamos a juntar otra vez los arbustos —dijo—
No me gusta hacerles esto a las plantitas, pero hay
que pararte.
Recogió las ramas que habíamos usado para cubrir­
nos y apiló piedras y tierra sobre ellas. Luego, repi­
tiendo los movimientos que hicimos antes, cada uno
de nosotros juntó otras ocho ramas. Mientras tanto, el
viento soplaba sin cesar. Yo lo sentía encrespar el
cabello en torno a mis oídos. Don Juan susurró que,
una vez que me cubriese, yo no debía hacer el más
leve sonido o movimiento. Con mucha rapidez puso
las ramas sobre mi cuerpo, y luego se tendió y se
cubrió a su vez.
Permanecimos en esa posición unos veinte minutos,
y durante ese tiempo ocurrió un fenómeno extraordi­
nario: el viento volvió a cambiar, de una racha dura
y continua, a una vibración apacible.
Contuve el aliento, esperando la señal de don Juan.
En un momento dado, apartó suavemente las ramas.
Hice lo mismo y nos incorporamos. La cima del cerro
98
estaba muy quieta. Sólo había una leve y suave vi­
bración de hojas en el chaparral en torno.
Los ojos de don Juan se hallaban fijos en una
/ona de los matorrales al sur de nosotros.
—¡Allí está otra vez! —exclamó en voz recia.
Salté involuntariamente, casi perdiendo el equili­
brio, y él me ordenó mirar, en tono fuerte e impe­
rioso.
—¿Qué se supone que vea? —pregunté, desesperado.
Dijo que aquello, el viento o lo que fuese, era como
una nube o un remolino que, bastante por encima
del matorral, avanzaba dando vueltas hacia el cerro
donde estábamos.
Vi un ondular formarse en los arbustos, a distancia.
—Ahí viene —me dijo don Juan al oído—. Mira
cómo nos anda buscando.
En ese momento una racha de viento fuerte y cons­
tante golpeó mi rostro, como anteriormente. Pero
esta vez mi reacción fue distinta. Me aterré. No había
visto lo descrito por don Juan, pero sí un extraño
escarceo agitando los arbustos. No deseando sucum­
bir al miedo, busqué deliberadamente cualquier tipo
de explicación adecuada. Me dije que en la zona
debía haber continuas corrientes de aire y don Juan,
conocedor de toda la región, no sólo tenía conciencia
de eso sino era capaz de calcular mentalmente su re­
currencia. No tenía más que acostarse, contar y es­
perar que el viento amainara; y una vez de pie sólo
le era necesario esperar que empezase de nuevo.
La voz de don Juan me arrancó de mis delibera­
ciones. Me decía que era hora de irse. Hice tiempo;
quería quedarme para comprobar que el viento amai­
naría.
99
—Yo no vi nada, don Juan —dije.
—Pero notaste algo fuera de lo común.
—Quizá debería usted volver a decirme qué se su­
ponía que viera.
—Ya te lo dije —repuso—. Algo que se esconde en
el viento y parece un remolino, una nube, una niebla,
una cara que da vueltas.
Don Juan hizo un gesto con las manos para des­
cribir un movimiento horizontal y uno vertical.
—Se mueve en una dirección específica —prosi­
guió—. Da tumbos o da vueltas. Un cazador debe
conocer todo eso para moverse en forma correcta.
Quise decir algo para seguirle la corriente, pero se
veía tan concentrado en dejar claro el tema, que no
me atreví. Me miró un momento y aparté los ojos.
—Creer que el mundo sólo es como tú piensas, es
una estupidez —dijo— El mundo es un sitio miste­
rioso. Sobre todo en el crepúsculo.
Señaló hacia el viento con un movimiento de bar­
billa.
—Esto puede seguirnos —dijo—. Puede fatigarnos,
o hasta matarnos.
—¿Ese viento?
—A esta hora del día, en el crepúsculo, no hay
viento. A esta hora sólo hay poder.
Estuvimos sentados en el cerro durante una hora.
El viento sopló fuerte y constante todo ese tiempo.
Viernes, junio 30, 1961
Al declinar la tarde, después de comer, don Juan y
yo nos instalamos en el espacio frente a su puerta.
Tomé asiento en mi "sitio” y me puse a trabajar en
100
mis notas. Él se acostó de espaldas, con las manos
unidas sobre el estómago. Todo el día habíamos per­
manecido cerca de la casa por razón del “viento”. Don
Juan explicó que habíamos molestado adrede al vien­
to, y que lo mejor era no buscarle tres pies al gato.
Incluso debería dormir cubierto de ramas.
Una racha repentina hizo a don Juan incorporarse
en un salto increíblemente ágil.
—Me lleva la chingada —dijo—. El viento te anda
buscando.
—No puedo aceptar eso, don Juan —-dije, rien­
do—. De veras no puedo.
No estaba terqueando; simplemente me resultaba
imposible secundar la idea de que el viento tenia
voluntad propia y andaba en mi busca, o de que
realmente nos había localizado en la cima del cerro
y se había lanzado contra nosotros. Dije que la idea
de un “viento voluntarioso” era una visión del mundo
bastante simplista.
—¿Entonces qué es el viento? —preguntó en tono
de reto.
Con toda paciencia le expliqué que las masas de
aire caliente y frío producen distintas presiones y que
la presión hace a las masas de aire moverse en sentido
vertical y horizontal. Me tomó un buen rato explicar
todos los detalles de la meteorología básica.
—¿Quieres decir que el viento no es otra cosa que
aire caliente y frío? —preguntó en tono desconcer­
tado.
—Me temo que así es —dije, y en silencio gocé mi
triunfo.
Don Juan parecía hallarse pasmado. Pero entonces
me miró y soltó la risa.
101
—Tus opiniones son definitivas —dijo con un ma­
tiz de sarcasmo—. Son la última palabra, ¿no? Pues
para un cazador, tus opiniones son pura mierda. No
importa para nada que la presión sea uno o dos o
diez; si vivieras aqui en el desierto sabrias que du­
rante el crepúsculo el viento se transforma en poder.
Un cazador digno de serlo, sabe eso y actúa de
acuerdo.
—¿Cómo actúa?
—Usa el crepúsculo y ese poder oculto en el viento.
—¿Cómo?
—Si le conviene, el cazador se esconde del poder
cubriéndose y quedándose quieto hasta que el cre­
púsculo pasa y el poder lo tiene envuelto en su pro­
tección.
Don Juan hizo gesto de envolver algo con las
manos.
—Su protección es como un........
Se detuvo en busca de una palabra, y sugerí “ca­
pullo”.
—Eso es —dijo—. La protección del poder te en­
cierra como un capullo. Un cazador puede quedarse a
campo raso sin que ningún puma o coyote o bicho
pegajoso lo moleste. Un león de montaña puede acer­
carse a la nariz del cazador y olfatearlo, y si el caza­
dor no se mueve, el león se va. Te lo garantizo.
“En cambio, si el cazador quiere darse a notar, todo
lo que tiene que hacer es pararse en la punta de un
cerro a la hora del crepúsculo, y el poder lo acosará
y lo buscará toda la noche. Por eso, si un cazador
quiere viajar de noche, o quiere que lo tengan des­
pierto, debe ponerse al alcance del viento.
“En eso consiste el secreto de los grandes cazadores.
102
En ponerse al alcance, y fuera del alcance, en la
vuelta justa del camino.”
Me sentí algo confuso y le pedí recapitular. Con
mucha paciencia, don Juan explicó que había utili­
zado el crepúsculo y el viento para indicar la crucial
importancia de la interacción entre esconderse y mos­
trarse.
—Debes aprender a ponerte adrede al alcance y
fuera del alcance —dijo-—. Como anda tu vida ahora,
estás todo el tiempo al alcance sin saberlo.
Protesté. Sentía que mi vida se hacía cada vez más
y más secreta. Él dijo que yo no lo había compren­
dido, y que ponerse fuera del alcance no signifi­
caba ocultarse ni guardar secretos, sino ser inacce­
sible.
—Deja que te lo diga de otro modo —prosiguió, pa­
cientemente—. No tiene caso esconderte si todo mun­
do sabe que estás escondido.
“Tus problemas de ahora surgen de allí. Cuando
estás escondido, todo mundo sabe que estás escondi­
do, y cuando no, te pones enmedio del camino para
que cualquiera te dé un golpe.”
Empezaba a sentirme amenazado, y apresurada­
mente intenté defenderme.
—No des explicaciones —dijo don Juan con seque­
dad—. No hay necesidad. Todos somos tontos, todi­
tos, y tú no puedes ser diferente. En un tiempo de
mi vida yo, igual que tú, me ponía enmedio del ca­
mino una y otra vez, hasta que no quedaba nada de
mí para ninguna cosa, excepto si acaso para llorar.
Y eso hacía, igual que tú.
Don Juan me miró de pies a cabeza y suspiró
fuerte.
103
—Sólo que yo era más joven que tú —prosiguió—,
pero un buen día me cansé y cambié. Digamos que
un día, cuando me estaba haciendo cazador, aprendí
el secreto de estar al alcance y fuera del alcance.
Le dije que no veía el objeto de sus palabras. Ver­
daderamente no podía entender a qué se refería con
lo de “ponerse al alcance” y “ponerse enmedio del
camino”.
—Debes ponerte fuera dél alcance —explicó—. De­
bes rescatarte de enmedio del camino. Todo tu ser
está allí, de modo que no tiene caso esconderte; sólo
te figuras que estás escondido. Estar enmedio del ca­
mino significa que todo el que pasa mira tus ires y
venires.
Su metáfora era interesante, pero al mismo tiempo
oscura.
—Habla usted en enigmas —dije.
Me miró con fijeza un largo momento y luego em­
pezó a tararear una tonada. Enderecé la espalda y me
puse alerta. Sabía que, cuando don Juan tarareaba
una canción, estaba a punto de soltarme un golpe.
—Oye —dijo, sonriendo, y me escudriñó—. ¿Qué
pasó con tu amiga la güera? Esa muchacha que tanto
querías.
Debo haberlo mirado con cara de idiota. Rio con
enorme deleite. Yo no sabía qué decir.
—Tú me contaste de ella —afirmó, tranquilizante.
Pero yo no recordaba haberle contado de nadie,
mucho menos de una muchacha rubia.
—Nunca le he mencionado nada por el estilo —dije.
—Por supuesto que sí —dijo como dando por ter­
minada la discusión.
Quise protestar, pero me detuvo diciendo que no
104
importaba cómo supiera él de la chica: lo importante
era que yo la había querido.
Sentí gestarse en mi interior una oleada de animo­
sidad en contra de él.
—No te andes por las ramas —dijo don Juan se­
camente—. Ésta es la ocasión en que debes olvidar
tu idea de ser muy importante.
“Una vez tuviste una mujer, una mujer muy que­
rida, y luego, un día la perdiste.”
Empecé a preguntarme si alguna vez le había ha­
blado de ella. Concluí que nunca había habido oca­
sión. Pero era posible. Cada vez que viajábamos en
coche hablábamos sin cesar de todos los temas. Yo no
recordaba cuanto habíamos dicho porque no podía
tomar notas mientras manejaba. Me sentí algo tran­
quilizado por mis conclusiones. Le dije que tenía ra­
zón. Había habido una muchacha rubia muy impor­
tante en mi vida.
—¿Por qué no está contigo? —preguntó.
—Se fue.
—¿Por qué?
—Hubo muchas razones.
—No tantas. Hubo sólo una. Te pusiste demasiado
al alcance.
Anhelosamente, le pedí explicar sus palabras. De
nuevo me había tocado en lo hondo. Consciente, al
parecer, del efecto de su toque, frunció los labios para
ocultar una sonrisa maliciosa.
—Todo el mundo sabía lo de ustedes dos —dijo
con firme convicción.
—¿Estaba mal eso?
—Totalmente mal. Ella era una magnífica persona.
Expresé el sincero sentimiento de que su pesquisa
105
a oscuras me resultaba odiosa, y sobre todo el hecho
de que siempre afirmaba las cosas con la seguridad de
alguien que hubiera estado en la escena y lo hubiese
visto todo.
—Pero es cierto —dijo con candor inatacable—. Lo
he visto todo. Era una magnífica persona.
Supe que no tenía caso discutir, pero me hallaba
enojado con él por tocar esa llaga abierta y dije que
la muchacha en cuestión no era después de todo tan
magnífica persona, que en mi opinión era bastante
débil.
—Igual que tú— dijo calmadamente—. Pero eso no
importa. Lo que cuenta es que la has buscado en
todas partes; eso la hace una persona especial en tu
mundo, y para una persona especial no hay que tener
más que buenas palabras.
Me sentí avergonzado; una gran tristeza se mió
sobre mí.
—¿Qué me está usted haciendo, don Juan? —pre­
gunté—. Usted siempre logra entristecerme. ¿Por qué?
—Ahora te entregas al sentimentalismo —dijo, acu­
sador.
—¿Qué objeto tiene todo esto, don Juan?
—El objeto es ser inaccesible —declaró—. Te traje
el recuerdo de esta persona sólo como un medio de
enseñarte directamente lo que no pude enseñarte con
el viento.
“La perdiste porque eras accesible; siempre estabas
a su alcance y tu vida era de rutina.”
—¡No! —dije—. Se equivoca usted. Mi vida jamás
fue una rutina.
—Fue y es una rutina —dijo en tono dogmático—.
Es una rutina fuera de lo común y eso te da la im106
presión de que no es una rutina, pero yo te aseguro
que lo es.
Quise deprimirme y perderme en la hosquedad,
pero de algún modo sus ojos me inquietaban; pare­
cían empujarme sin tregua hacia adelante.
—El arte de un cazador es volverse inaccesible
—dijo—. En el caso de esa güera, quería decir que
tenías que volverte cazador y verla lo menos posible.
No como hiciste. Te quedaste con ella día tras día,
hasta no dejar otro sentimiento que el fastidio.
¿Verdad?
No respondí. Sentí que no era necesario. Don Juan
tenía razón.
—Ser inaccesible significa tocar lo menos posible el
mundo que te rodea. No comes cinco perdices; comes
una. No dañas las plantas sólo por hacer una fosa
para barbacoa. No te expones al poder del viento a
menos que sea obligatorio. No usas ni exprimes a la
gente hasta dejarlá en nada, y menos a la gente que
amas.
—Jamás he usado a nadie —dije sinceramente.
Pero don Juan mantuvo que sí, y quizá por eso
pude declarar sin tapujos que la gente me cansaba y
me aburría.
—Ponerse fuera del alcance significa que evitas, a
propósito, agotarte a ti mismo y a los otros —prosi­
guió él—. Significa que no estás hambriento y deses­
perado, como el pobre hijo de puta que siente que
no volverá a comer y devora toda la comida que pue­
de, ¡todas las cinco perdicesl
Definitivamente, don Juan golpeaba debajo del
cinturón. Reí y eso pareció complacerlo. Tocó leve­
mente mi espalda.
107
—Un cazador sabe que atraerá caza a sus trampas
una y otra vez, así que no se preocupa. Preocuparse es
ponerse al alcance, sin quererlo. Y una vez que te
preocupas, te agarras a cualquier cosa por desespe­
ración; y una vez que te aterras, forzosamente te ago­
tas o agotas a la cosa o la persona de la que estás
agarrado.
Le dije que en mi vida cotidiana la inaccesibili­
dad era inconcebible. Me refería a que, para funcio­
nar, yo tenía que estar al alcance de todo el que
tuviera algo que ver conmigo.
—Ya te dije que ser inaccesible no significa escon­
derse ni andar con secretos —dijo él calmadamente—.
Tampoco significa que no puedas tratar con la gente.
Un cazador usa su mundo lo menos posible y con
ternura, sin importar que el mundo sean cosas o
plantas, o animales, o personas o poder. Un cazador
tiene trato íntimo con su mundo, y sin embargo
es inaccesible para ese mismo mundo.
—Eso es una contradicción —dije—. No puede ser
inaccesible si está allí en su mundo, hora tras hora,
día tras día.
—No entendiste —dijo don Juan con paciencia—.
Es inaccesible porque no exprime ni deforma su mun­
do. Lo toca levemente, se queda cuanto necesita que­
darse, y luego se aleja raudo, casi sin dejar señal
alguna.
108
VIII. ROMPER LAS RUTINAS
DE LA VIDA
Domingo, julio 16, 1961
Pasamos toda la mañana observando unos roedores
que parecían ardillas gordas; don Juan las llamaba
ratas de agua. Señaló que eran muy veloces para huir
del peligro, pero después de haber dejado atrás a cual­
quier atacante tenían el pésimo hábito de detenerse,
o incluso trepar a una roca, para, erguidas sobre sus
patas traseras, mirar en torno y acicalarse.
—Tienen muy buenos ojos —dijo don Juan—. Sólo
debes moverte cuando vayan corriendo; por eso, debes
aprender a predecir cuándo y dónde van a pararse,
para que tú también te pares al mismo tiempo.
Me concentré en vigilarlas, y tuve lo que habría
sido un día provechoso para cazadores, pues localicé
muchas. Y finalmente, podía predecir sus movimien­
tos casi sin fallar.
Luego, don Juan me mostró cómo hacer trampas
para capturarlas. Explicó que un cazador debía to­
marse tiempo para observar los sitios donde comían
o anidaban, con el fin de determinar la colocación
de las trampas; luego las instalaba durante la noche,
y al día siguiente todo lo que tenía que hacer era
asustar a los roedores para que éstos se dispersaran
y cayesen en los artefactos.
109
Reunimos algunas varas y nos pusimos a construir
las trampas. Yo tenía la mía casi terminada y me
preguntaba con excitación si funcionaría o no, cuan­
do de pronto don Juan se detuvo y miró su muñeca
izquierda, como consultando un reloj que nunca ha­
bía tenido, y dijo que era la hora del almuerzo. Yo
tenía en las manos una vara larga y trataba de do­
blarla en círculo para convertirla en aro. Automáti­
camente la puse a un lado con el resto de mis arreos
de caza.
Don Juan me miró con expresión de curiosidad.
Luego hizo el sonido ululante de una sirena de fábri­
ca a la hora del almuerzo. Reí. Su sonido de sirena
era perfecto. Caminé hacia él y noté que me miraba
con fijeza. Meneó la cabeza de lado a lado.
—Con una chingada —dijo.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Volvió a hacer el ulular de un silbato de fábrica.
—Se acabó el almuerzo —dijo—. Regresa a tra­
bajar.
Por un instante me sentí confundido, pero luego
pensé que don Juan estaba bromeando, acaso porque
en realidad no había nada con que preparar el al­
muerzo. Me había concentrado en los roedores al
grado de olvidar que no teníamos provisiones. Re­
cogí nuevamente la vara y traté de doblarla. Tras
un momento, don Juan hizo sonar otra vez su “si­
rena”.
—Hora de irse a la casa —dijo.
Examinó su reloj imaginario y luego me miró y
guiñó el ojo.
—Son las cinco en punto —dijo con el aire de quien
revela un secreto. Pensé que de repente se había
110
hartado de cazar y estaba desistiendo del asunto.
Simplemente dejé todo y empecé a prepararme para
irnos. No lo miré. Sup> e que también preparaba
sus cosas. Al acabar, alcé la cara y lo vi sentado a
unos metros, con las piernas cruzadas.
—Ya acabé —dije—. Podemos irnos cuando sea.
Se levantó para trepar a una roca. Parado allí, a
más de metro y medio sobre el suelo, me miró. Puso
las manos a ambos lados de la boca y emitió un so­
nido muy prolongado y penetrante. Era como una
sirena de fábrica, amplificada. Girando, describió un
círculo completo mientras producía el ulular.
—¿Qué hace usted, don Juan? —pregunté.
Dijo que estaba dando la señal para que todo el
mundo se fuera a su casa. Yo me hallaba completa­
mente desconcertado. No podía saber si don Juan
bromeaba o si sencillamente había perdido la razón.
Lo observé con atención y traté de relacionar lo que
hacía con algo que hubiera dicho antes. Apenas si
habíamos hablado en toda la mañana, y no pude re­
cordar nada de importancia.
Don Juan seguía parado encima de la roca. Me
miró, sonrió y guiñó de nuevo el ojo. De pronto me
alarmé. Don Juan puso las manos a los lados de la
boca y dejó oír otro largo sonido de silbato.
Dijo que eran las ocho de la mañana y que volvie­
ra a disponer mis arreos, porque teníamos un día en­
tero por delante.
Para entonces, me encontraba hundido en la con­
fusión. En cuestión de minutos, mi temor se convir­
tió en un deseo irresistible de salir corriendo. Pensé
que don Juan estaba loco. Me disponía a huir cuan­
do él se deslizó al suelo y vino a mí, sonriente.
111
—Crees que estoy loco, ¿no? —preguntó.
Le dije que su inesperado comportamiento me es­
taba sacando de mis casillas.
Respondió que estábamos a mano. No comprendí
a qué se refería. Me preocupaba hondamente la idea
de que sus acciones parecían totalmente insanas. Ex­
plicó que con la pesadez de su conducta inesperada
había tratado a propósito de sacarme de mis casillas,
porque yo mismo lo estaba desquiciando con la pesa­
dez de mi conducta esperada. Añadió que mis rutinas
eran igual de locas como su ulular de silbato.
Sobresaltado, afirmé que en realidad no tenía nin­
guna rutina. De hecho, dije, creía que mi vida era
un lío a causa de mi carencia de rutinas saludables.
Don Juan rio y me hizo seña de sentarme junto a
él. Toda la situación había vuelto a cambiar miste­
riosamente. Mi miedo se desvaneció al empezar don
Juan a hablar.
—¿Cuáles son mis rutinas? —pregunté.
—Todo cuanto haces es una rutina.
—¿No somos todos así?
—No todos. Yo no hago cosas por rutina.
—¿A qué viene todo esto, don Juan? ¿Qué cosa
hice o dije para que usted actuara como actuó?
—Te estabas preocupando por el almuerzo.
—Yo no le dije nada; ¿cómo supo usted que me
preocupaba por el almuerzo?
—Te preocupas por comer todos los días a eso de
las doce, y a eso de las seis de la tarde, y a eso de las
ocho de la mañana —dijo con una sonrisa malicio­
sa—. A esas horas te preocupas por comer, aunque
no tengas hambre.
‘‘Para mostrar tu espíritu de rutina, me bastó con
112
tocar mi silbato. Tu espíritu está entrenado para tra­
bajar con una señal.”
Se me quedó viendo con una pregunta en los ojos.
No pude defenderme.
—Ahora te dispones a convertir la caza en una ru­
tina —prosiguió—. Ya has marcado tu paso en la
cacería; hablas a cierta hora, comes a cierta hora, y
te quedas dormido a cierta hora.
Yo no tenía nada que decir. La forma en que don
Juan había descrito mis hábitos alimenticios era la
norma que yo usaba para todo lo de mi vida. Sin
embargo, sentía vigorosamente que mi vida era me­
nos rutinaria que las de casi todos mis amigos y co­
nocidos.
—Ya conoces mucho de caza —continuó don
Juan—. Te será fácil darte cuenta de que un buen
cazador conoce sobre todo una cosa; conoce las ruti­
nas de su presa. Eso es lo que lo hace buen cazador.
“Si recuerdas el modo como te he ido enseñando a
cazar, tal vez entiendas lo que digo. Primero te en­
señé a hacer y a instalar tus trampas, luego te enseñé
las rutinas de los animales que perseguías, y luego
probamos las trampas contra sus rutinas. Esas partes
son las formas externas de la caza.
"Ahora tengo que enseñarte la parte final, y defi­
nitivamente la más difícil. Tal vez pasarán años
antes de que puedas decir que la entiendes y que eres
un cazador.”
Don Juan hizo una pausa como para darme tiem­
po. Se quitó el sombrero e imitó los movimientos
de aseo de los roedores que habíamos estado obser­
vando. Me resultó muy gracioso. Su cabeza redonda
lo hacía parecer uno de tales roedores.
11S
—Ser cazador es mucho más que sólo atrapar aní­
males —prosiguió—. Un cazador digno de serlo no
captura animales porque pone trampas, ni porque
conoce las rutinas de su presa, sino porque él mismo
no tiene rutinas. Ésa es su ventaja. No es de ningún
modo como los animales que persigue, fijos en ruti­
nas pesadas y en caprichos previsibles; es libre, flui­
do, imprevisible.
Lo que don Juan decía me sonaba a idealización
arbitraria e irracional. No podía yo concebir una
vida sin rutinas. Quería ser muy honesto con él, y
no sólo estar de acuerdo o en desacuerdo con sus
pareceres. Sentía que la idea que él tenía en mente
no era realizable ni por mí ni por nadie más.
—No me importa lo que sientas —dijo—. Para ser
cazador debes romper las rutinas de tu vida. Has
progresado en la caza. Has aprendido rápido y aho­
ra puedes ver que eres como tu presa, fácil de pre­
decir.
Le pedí especificar y darme ejemplos concretos.
—Estoy hablando de la caza —dijo calmadamen­
te—. Por tanto, me interesan las cosas que los ani­
males hacen; los sitios donde comen; el sitio, el
modo, la hora en que duermen; dónde anidan; cómo
andan. Éstas son las rutinas que te estoy señalando
para que tú puedas darte cuenta de ellas en tu pro­
pio ser.
“Has observado las costumbres de los animales en
el desierto. Comen o beben en ciertos lugares, ani­
dan en determinados sitios, dejan sus huellas en de­
terminada forma; de hecho, un buen cazador puede
prever o reconstruir todo cuanto hacen.
"Como ya te dije, tú en mi parecer te portas como
114
tu presa. Una vez en mi vida alguien me señaló a
mí lo mismo, de modo que no eres el único. Todos
nosotros nos portamos como la presa que persegui­
mos. Eso, por supuesto, nos hace ser la presa de al­
gún otro. Ahora bien, el propósito de un cazador,
que conoce todo esto, es dejar de ser él mismo una
presa. ¿Ves lo que quiero decir?”
Expresé de nuevo el parecer de que su meta era
inalcanzable.
—Toma tiempo —dijo don Juan—. Podrías em­
pezar no almorzando todos los días a las doce en
punto.
Me miró con una sonrisa benévola. Su expresión
era muy chistosa y me hizo reír.
—Pero hay ciertos animales que son imposibles de
rastrear —prosiguió—. Hay ciertas clases de venado,
por ejemplo, que un cazador con mucha suerte pue­
de encontrarse, a lo mejor, una vez en su vida.
Don Juan hizo una pausa dramática y me miró
con ojos penetrantes. Parecía esperar una pregunta,
pero yo no tenía ninguna.
—¿Qué crees que los hace tan difíciles de hallar, y
tan únicos? —preguntó.
Alcé los hombros porque no sabía qué decir.
—No tienen rutinas —dijo él en tono de revela­
ción—. Eso es lo que los hace mágicos.
—Un venado tiene que dormir de noche —dije—
¿No es eso una rutina?
—Seguro; si el venado duerme todas las noches a
tal hora y en tal sitio. Pero esos seres mágicos no se
portan así. Tal vez algún día puedas verificarlo por
ti mismo. Acaso sea tu destino perseguir a uno de
ellos el resto de tu vida.
115
—¿Qué quiere usted decir?
—A ti te gusta cazar; tal vez algún día, en algún
lugar del mundo, tu camino se cruce con el camino
de un ser mágico y vayas en pos de él.
“Un ser mágico es cosa de verse. Yo tuve la for­
tuna de cruzarme con uno. Nuestro encuentro tuvo
lugar cuando yo ya había aprendido y practicado mu­
cha cacería. Una vez estaba en un bosque de árboles
densos, en las montañas de Oaxaca, cuando de re­
pente oí un silbido muy dulce. Era desconocido para
mí; nunca, en todos mis años de andar por las sole­
dades, había escuchado un sonido así. No podía si­
tuarlo en el terreno; parecía venir de distintos sitios.
Pensé que a los mejor estaba rodeado por un hatajo
de animales desconocidos.
"Volví a oír él encantador silbido; parecía venir
de todas partes. Entonces me di cuenta de mi buena
suerte. Supe que era un ser mágico, un venado. Sa­
bía también que un venado mágico conoce las ruti­
nas de los hombres comunes y las rutinas de los ca­
zadores.
"Es muy sencillo figurarse qué haría un hombre
cualquiera en una situación así. Primero que nada,
su miedo lo convertiría inmediatamente en una presa.
Una vez que se convierte en presa, le quedan dos
cursos de acción. O corre o se planta. Si no está
armado, por lo común huye a campo abierto y corre
para salvar la vida. Si está armado, prepara su arma
y se planta, congelándose en su sitio o tirándose al
suelo.
"Un cazador, en cambio, cuando se adentra en el
monte, nunca se mete a ninguna parte sin fijar sus
puntos de protección; por tanto, se pone de inmedia­
116
to a cubierto. Deja caer su poncho al suelo, o lo cuel­
ga de una rama, como señuelo, y luego se esconde y
espera a ver qué hace la pieza.
”Así pues, en presencia del venado mágico no
me porté como ninguno de los dos. Rápidamente me
paré de cabeza y me puse a llorar bajito; derramé
lágrimas de verdad, y sollocé tanto tiempo que esta­
ba a punto de desmayarme. De pronto sentí un airecito suave; algo me estaba husmeando el cabello atrás
de la oreja derecha. Traté de voltear la cabeza para
ver qué era, y me caí al suelo y me senté a tiempo
de ver una criatura radiante que me miraba. El ve­
nado me veía y yo le dije que no le haría daño. Y
el venado me habló.”
Don Juan se detuvo y me miró. Sonreí involunta­
riamente. La idea de un venado parlante era entera­
mente increíble, por decir lo menos.
—Me habló —dijo don Juan sonriendo.
—¿El venado habló?
—Eso mismo.
Don Juan se puso en pie y recogió el bulto de sus
arreos de caza.
—¿De veras habló? —pregunté en tono de perple­
jidad.
Don Juan echó a reír.
—¿Qué dijo? —pregunté, medio en guasa.
Pensé que me estaba embromando. Don JuaQ que­
dó callado un momento, como si intentara recordar;
luego, con ojos brillantes, me dijo las palabras del
venado.
—El venado mágico dijo: “¿Qué tal, amigo? —pro­
siguió don Juan—. Y yo respondí: “Qué tal”. En­
tonces me preguntó: “¿Por qué lloras?” y yo le dije:
117
“Porque estoy triste”. Entonces, la criatura mágica
se acercó a mi oído y dijo, tan clarito como estoy
hablando ahora: “No estés triste”.
Don Juan me miró a los ojos. Tenía un resplan­
dor de malicia pura. Empezó a reír a carcajadas.
Dije que su diálogo con el venado había sido algo
tonto.
¿Qué esperabas? —preguntó, riendo aún—. Soy
indio.
Su sentido del humor era tan extraño que no pude
hacer más que reír con él.
—No crees que un venado mágico hable, ¿verdad?
—Lo siento mucho, pero no puedo creer que ocu­
rran cosas así —dije.
—No te culpo —repuso, confortante—. De veras
que está del carajo.
118
IX. LA ÚLTIMA BATALLA SOBRE
LA TIERRA
Lunes, julio 24, 1961
A media tarde, tras horas de recorrer el desierto, don
Juan eligió un sitio para descansar, en un espacio
sombreado. Apenas tomamos asiento empezó a ha­
blar. Dijo que yo había aprendido mucho de cace­
ría, pero no había cambiado tanto como él quisiera.
—No basta con saber hacer y colocar trampas
—dijo—. Un cazador debe vivir como cazador para
sacar lo máximo de su vida. Por desdicha, los cam­
bios son difíciles y ocurren muy despacio; a veces un
hombre tarda años en convencerse de la necesidad
de cambiar. Yo tardé años, pero a lo mejor no tenía
facilidad para la caza. Creo que para mí lo más di­
fícil fue querer realmente cambiar.
Le aseguré que comprendía la cuestión. De hecho,
desde que había empezado a enseñarme a cazar, yo
mismo empecé a revaluar mis acciones. Acaso el des­
cubrimiento más dramático fue que me agradaban
los modos de don Juan. Me simpatizaba como perso­
na. Había cierta solidez en su comportamiento; su
forma de conducirse no dejaba duda alguna acerca
de su dominio, y sin embargo jamás había ejercido
su ventaja para exigirme nada. Su interés en cam­
biar mi forma de vivir era, sentía yo, semejante a
119
una sugerencia impersonal, o quizá a un comentario
autoritario sobre mis fracasos. Me habia hecho co­
brar aguda conciencia de mis fallas, pero yo no veía
en qué forma su línea de conducta podría remediar
nada en mí. Creía sinceramente qne, a la luz de lo
que yo deseaba hacer en la vida, sus modos sólo me
habrían producido sufrimiento y penalidades, de aquí
el callejón sin salida. Sin embargo, había aprendido
a respetar su dominio, que siempre se expresaba en
términos de belleza y precisión.
—He decidido cambiar mis tácticas —dijo.
Le pedí explicar; su frase era vaga y yo no estaba
seguro de si se refería a mí.
—Un buen cazador cambia de proceder tan a me­
nudo como lo necesita —respondió—. Tú lo sabes.
—¿Qué tiene usted en mente, don Juan?
—Un cazador no sólo debe conocer los hábitos de
su presa; también debe saber que en esta tierra hay
poderes que guían a los hombres y los animales y
todo lo que vive.
Dejó de hablar. Esperé, pero parecía haber llega­
do al final de lo que quería decir.
—¿De qué clase de poderes habla usted? —pregun­
té tras una larga pausa.
—De poderes que guían nuestra vida y nuestra
muerte.
Don Juan calló; al parecer tenía tremendas difi­
cultades para decidir qué cosa decir. Se frotó las
manos y sacudió la cabeza, hinchando las quijadas.
Dos veces me hizo seña de guardar silencio cuando
yo empezaba a pedirle explicar sus crípticas declara­
ciones.
—No vas a poder frenarte fácilmente —dijo por
120
fin—. Sé que eres terco, pero eso no importa. Mien­
tras más terco seas, mejor será cuando al fin logres
cambiarte.
—Estoy haciendo lo posible —dije.
—No. No estoy de acuerdo. No estás haciendo lo
posible. Nada más dices eso porque te suena bien;
de hecho, has estado diciendo lo mismo acerca de
todo cuanto haces. Llevas años haciendo lo posible,
sin que sirva de nada. Algo hay que hacer para re­
mediar eso.
Como de costumbre, me sentí impulsado a defen­
derme. Don Juan parecía atacar, por sistema, mis
puntos más débiles. Recordé entonces que cada in­
tento por defenderme de sus críticas había desem­
bocado en el ridículo, y me detuve a la mitad de un
largo discurso explicativo.
Don Juan me examinó con curiosidad y rio. Dijo,
en tono muy bondadoso, que ya me había dicho que
todos somos unos tontos. Yo no era la excepción.
—Siempre te sientes obligado a explicar tus actos,
como si fueras el único hombre que se equivoca en
la tierra —dijo—. Es tu viejo sentimiento de impor­
tancia. Tienes demasiada; también tienes demasiada
historia personal. Por otra parte, no te haces respon­
sable de tus actos; no usas tu muerte como consejera
y, sobre todo, eres demasiado accesible. En otras pa­
labras, tu vida sigue siendo el.desmadre que era cuan­
do te conocí.
De nuevo tuve un genuino empellón de orgullo
y quise rebatir sus palabras. Él me hizo seña de
callar.
—Hay que hacerse responsable de estar en un
121
mundo extraño —dijo—. Estamos en un mundo ex­
traño, has de saber.
Moví la cabeza en sentido afirmativo.
—No estamos hablando de lo mismo —dijo él—.
Para ti el mundo es extraño porque cuando no te
aburre estás enemistado con él. Para mí el mundo
es extraño porque es estupendo, pavoroso, misterio­
so, impenetrable; mi interés ha sido convencerte de
que debes hacerte responsable por estar aquí, en este
maravilloso mundo, en este maravilloso desierto, en
este maravilloso tiempo. Quise convencerte de que
debes aprender a hacer que cada acto cuente, pues
vas a estar aquí sólo un rato corto, de hecho, muy cor­
to para presenciar todas las maravillas que existen.
Insistí que aburrirse con el mundo o enemistarse
con él era la condición humana.
—Pues cámbiala —repuso con sequedad—. Si no
respondes al reto, igual te valdría estar muerto.
Me instó a nombrar un asunto, un elemento de
mi vida que hubiera ocupado todos mis pensamien­
tos. Dije que el arte. Siempre quise ser artista y du­
rante años me dediqué a ello. Todavía conservaba
el doloroso recuerdo de mi fracaso.
—Nunca has aceptado la responsabilidad de estar
en este mundo impenetrable —dijo en tono acusa­
dor—. Por eso nunca fuiste artista, y quizá nunca seas
cazador.
—Hago lo mejor que puedo, don Juan.
—No. No sabes lo que puedes.
—Hago cuanto puedo.
—Te equivocas otra vez. Puedes hacer más. Hay
una cosa sencilla que anda mal contigo: crees tener
mucho tiempo.
122
Hizo una pausa y me miró como aguardando mi
reacción.
—Crees tener mucho tiempo —repitió.
—¿Mucho tiempo para qué, don Juan?
—Crees que tu vida va a durar para siempre.
—No. No lo creo.
—Entonces, si no crees que tu vida va a durar
para siempre, ¿qué cosa esperas? ¿Por qué titubeas en
cambiar?
—¿Se le ha ocurrido alguna vez, don Juan, que a
lo mejor no quiero cambiar?
—Sí, se me ha ocurrido. Yo tampoco quería cam­
biar, igual que tú. Sin embargo, no me gustaba mi
vida; estaba cansado de ella, igual que tú. Ahora no
me alcanza la que tengo.
Afirmé con vehemencia que su insistente deseo de
cambiar mi forma de vida era atemorizante y arbitra­
rio. Dije que en cierto nivel estaba de acuerdo, pero
el mero hecho de que él fuera siempre el amo que
decidía las cosas me hacía la situación insostenible.
—No tienes tiempo para esta explosión, idiota
—dijo con tono severo—. Esto, lo que estás haciendo
ahora, puede ser tu último acto sobre la tierra. Pue­
de muy bien ser tu última batalla. No hay poder
capaz de garantizar que vayas a vivir un minuto más.
—Ya lo sé —dije con ira contenida.
—No. No lo sabes. Si lo supieras, serías un ca­
zador.
Repuse que tenía conciencia de mi muerte inmi­
nente, pero que era inútil hablar o pensar acerca de
ella, pues nada podía yo hacer para evitarla. Don
Juan rio y me comparó con un cómico que atraviesa
mecánicamente su número rutinario.
125
—Si ésta fuera tu última batalla sobre la tierra, yo
diría que eres un idiota —dijo calmadamente—. Es­
tas desperdiciando en una tontería tu acto sobre la
tierra.
Estuvimos callados un momento. Mis pensamien­
tos se desbordaban. Don Juan tenía razón, desde
luego.
—No tienes tiempo, amigo mío, no tienes tiempo.
Ninguno de nosotros tiene tiempo —dijo.
—Estoy de acuerdo, don Juan, pero...
—No me des la razón por las puras —tronó—. En
vez de estar de acuerdo tan fácilmente, debes actuar.
Acepta el reto. Cambia.
—¿Así no más?
—Como lo oyes. El cambio del que hablo nunca
sucede por grados; ocurre de golpe. Y tú no te estás
preparando para ese acto repentino que producirá un
cambio total.
Me pareció que expresaba una contradicción. Le
expliqué que, si me estaba preparando para el cam­
bio, sin duda estaba cambiando en forma gradual.
—No has cambiado en nada —repuso—. Por eso
crees estar cambiando poco a poco. Pero a lo mejor
un día de éstos te sorprendes cambiando de repente
y sin una sola advertencia. Yo sé que así es la cosa, y
por eso no pierdo de vista mi interés en convencerte.
No pude persistir en mi argumentación. No estaba
seguro de qué deseaba decir realmente. Tras una
corta pausa, don Juan reanudó sus explicaciones.
—Quizás haya que decirlo de otra manera —dijo—
Lo que te recomiendo que hagas es notar que no te­
nemos ninguna seguridad de que nuestras vidas van
a seguir indefinidamente. Acabo de decir que el cam124
bío llega de pronto, sin anunciar, y lo mismo la
muerte. ¿Qué crees que podamos hacer?
Pensé que la pregunta era retórica, pero él hizo un
gesto con las cejas instándome a responder.
—Vivir lo más felices que podamos —dije.
—¡Correcto! ¿Pero conocéis a alguien que viva feliz?
Mi primer impulso fue decir que si; pensé que po­
día usar como ejemplos a varias personas que conotía. Pero al pensarlo mejor supe que mi esfuerzo
sería sólo un hueco intento de exculparme.
—No —dije—. En verdad no.
—Yo sí —dijo don Juan—. Hay algunas personas
que tienen mucho cuidado con la naturaleza de sus
actos. Su felicidad es actuar con el conocimiento
pleno de que no tienen tiempo; así, sus actos tienen
un poder peculiar; sus actos tienen un sentido d e...
Parecían faltarle las palabras. Se rascó las sienes
y sonrió. Luego, de pronto, se puso de pie como si
nuestra conversación hubiera concluido. Le supliqué
terminar lo que me estaba diciendo. Volvió a sentarse
y frunció los labios.
—Los actos tienen poder —dijo—. Sobre todo cuan­
do la persona que actúa sabe que esos actos son su
última batalla. Hay una extraña felicidad ardiente
en actuar con el pleno conocimiento de que lo que
uno está haciendo puede muy bien ser su último
acto sobre la tierra. Te recomiendo meditar en tu
vida y contemplar tus actos bajo esa luz.
Yo no estaba de acuerdo. Para mí, la felicidad
consistía en súponer que había una continuidad in­
herente a mis actos y que yo podría seguir haciendo,
a voluntad, cualquier cosa que estuviera haciendo en
ese momento especialmente si la disfrutaba. Le dije
125
que mi desacuerdo, lejos de ser banal, brotaba de la
convicción de que el mundo y yo mismo poseíamos
una continuidad determinable.
Don Juan pareció divertirse con mis esfuerzos por
lograr coherencia. Rio, meneó la cabeza, se rascó el
cabello, y finalmente, cuando hablé de una “conti­
nuidad determinable”, tiró su sombrero al suelo y lo
pisoteó.
Terminé riendo de sus payasadas.
—No tienes tiempo, amigo mío —dijo él—. Ésa es
la desgracia de los seres humanos. Ninguno de nos­
otros tiene tiempo suficiente, y tu continuidad no
tiene sentido en este mundo de pavor y misterio.
“Tu continuidad sólo te hace tímido. Tus actos
no pueden de ninguna manera tener el gusto, el po­
der, la fuerza irresistible de los actos realizados por
un hombre que sabe que está librando su última ba­
talla sobre la tierra. En otras palabras, tu continui­
dad no te hace feliz ni poderoso.”
Admití mi temor de pensar en que iba a morir, y
lo acusé de provocarme una gran aprensión con sus
constantes referencias a la muerte.
—Pero todos vamos a morir —dijo.
Señaló unos cerros en la distancia.
—Hay algo allí que me está esperando, de seguró;
y voy a reunirme con ello, también de seguro. Pero
a lo mejor tú eres distinto y la muerte no te está es­
perando en ningún lado.
Rio de gesto de desesperanza.
—No quiero pensar en eso, don Juan.
—¿Por qué no?
—No tiene caso. Si está allí esperándome, ¿para
qué preocuparme por ella?
126
—Yo no dije que te preocuparas por ella.
—¿Entonces qué hago?
—Usarla. Pon tu atención en el lazo que te une
con tu muerte, sin remordimiento ni tristeza ni pre­
ocupación. Pon tu atención en el hecho de que no
tienes tiempo, y deja que tus actos fluyan de acuerdo
con eso. Que cada uno de tus actos sea tu última
batalla sobre la tierra. Sólo bajo tales condiciones
tendrán tus actos el poder que les corresponde. De
otro modo serán, mientras vivas, los actos de un hom­
bre tímido.
—¿Es tan terrible ser tímido?
—No. No lo es si vas a ser inmortal, pero si vas a
morir no hay tiempo para la timidez, sencillamente
porque la timidez te hace agarrarte de algo que sólo
existe en tus pensamientos. Te apacigua mientras
todo está en calma, pero luego el mundo de pavor y
misterio abre la boca para ti, como la abrirá para
cada uno de nosotros, y entonces te das cuenta de
que tus caminos seguros nada tenían de seguro. La
timidez nos impide examinar y aprovechar nuestra
suerte como hombres.
—No es natural vivir con la idea constante de
nuestra muerte, don Juan.
—Nuestra muerte espera, y este mismo acto que
estamos realizando ahora puede muy bien ser nuestra
última batalla sobre la tierra —respondió en tono
solemne—. La llamo batalla porque es una lucha.
La mayoría de la gente pasa de acto a acto sin luchar
ni pensar. Un cazador, al contrario, evalúa cada
acto; y como tiene un conocimiento intimo de su
muerte, procede con juicio, como si cada acto fuera
su última batalla. Sólo un imbécil dejaría de notar
127
la ventaja que un cazador tiene sobre sus semejantes.
Un cazador da a su última batalla el respeto que me­
rece. Es natural que su último acto sobre la tierra
sea lo mejor de sí mismo. Así es placentero. Le
quita el filo al temor.
—Tiene usted razón —concedí—. Sólo que es difí­
cil de aceptar.
—Tardarás años en convencerte, y luego tardarás
años en actuar como corresponde. Ojalá te quede
tiempo.
—Me asusta que diga usted eso —dije.
Don Juan me examinó con una expresión grave en
el rostro.
—Ya te dije: éste es un mundo extraño —dijo—.
Las fuerzas que guían a los hombres son imprevisi­
bles, pavorosas, pero su esplendor es digno de verse.
Dejó de hablar y me miró de nuevo. Parecía estar
a punto de revelarme algo, pero se contuvo y sonrió.
—¿Hay algo que nos guía? —pregunté.
—Seguro. Hay poderes que nos guían.
—¿Puede usted describirlos?
—En realidad no; sólo llamarlos fuerzas, espíritus,
aires, vientos o cualquier cosa por el estilo.
Quise seguir interrogándolo, pero antes de que pu­
diera formular otra pregunta él se puso en pie. Me
le quedé viendo, atónito. Se había levantado en un
solo movimiento; su cuerpo, simplemente, se estiró
hacia arriba y quedó de pie.
Me hallaba meditando todavía en la insólita peri­
cia necesaria para moverse con tal rapidez, cuando él
me dijo, en seca voz de mando, que rastreara un co­
nejo, lo atrapara, lo matara, lo desollase, y asara la
carne antes del crepúsculo.
128
Miró el cielo y dijo que tal vez me alcanzara el
tiempo.
Puse automáticamente manos a la obra, siguiendo
el procedimiento usado veintenas de veces. Don Juan
<aminaba a mi lado y seguía mis movimientos con
una mirada escudriñadora. Yo estaba muy calmado
y me movía cuidadosamente, y no tuve ninguna difi­
cultad en atrapar un conejo macho.
—Ahora mátalo —dijo don Juan secamente.
Metí la mano en la trampa para agarrar al conejo.
Lo tenía asido de las orejas y lo estaba sacando cuan­
do me invadió una súbita sensación de terror. Por
primera vez desde que don Juan había iniciado sus
lecciones de caza, se me ocurrió que nunca me había
enseñado a matar animales. En las numerosas oca­
siones que habíamos recorrido el desierto, él mismo
sólo había matado un conejo, dos perdices y una
víbora de cascabel.
Solté el conejo y miré a don Juan.
—No puedo matarlo —dije.
—¿Por qué ño?
—Nunca lo he hecho.
—Pero has matado cientos de aves y otros ani­
males.
—Con un rifle, no a mano limpia.
—¿Qué importancia tiene? El tiempo de este cone­
jo se acabó.
El tono de don Juan me produjo un sobresalto;
era tan autoritario, tan seguro, que no dejó en mi
inente la menor duda: él sabía que el tiempo del
conejo había terminado.
—¡Mátalo! —ordenó con ferocidad en la mirada.
—No puedo.
129
Me gritó que el conejo tenía que morir. Dijo que
sus correrías por aquel hermoso desierto habían lle­
gado a su fin. No tenía caso perder tiempo, porque
el poder o espíritu que guía a los conejos había lle­
vado a ése a mi trampa, justo al filo del crepúsculo.
Una serie de ideas y sentimientos confusos se apo­
deró de mí, como si los sentimientos hubieran estado
allí esperándome. Sentí con torturante claridad la
tragedia del conejo: haber caído en mi trampa. En
cuestión de segundos mi mente recorrió los momen­
tos decisivos de mi propia vida, las muchas veces que
yo mismo había sido el conejo.
Lo miré y el conejo me miró. Se había arrincona­
do contra un lado de la jaula; estaba casi enroscado,
muy callado e inmóvil. Cambiamos una mirada
sombría, y esta mirada, que supuse de silenciosa des­
esperanza, selló una identificación completa por par­
te mía.
—Al carajo —dije en voz alta—. No voy a matar
nada. Ese conejo queda libre.
Una profunda emoción me estremecía. Mis brazos
temblaban al tratar de asir al conejo por las orejas;
se movió aprisa y fallé. Hice un nuevo intento y
volví a errar. Me desesperé. Al borde de la náusea,
patee rápidamente la trampa para romperla y liberar
al conejo. La jaula resultó insospechadamente fuerte
y no se quebró como yo esperaba. Mi desesperación
creció convirtiéndose en una angustia insoportable.
Usando toda mi fuerza, pisotee la esquina de la jaula
con el pie derecho. Las varas crujieron con estruen­
do. Saqué el conejo. Tuve un alivio momentáneo,
hecho trizas al instante siguiente. El conejo colgaba
inerte de mi mano. Estaba muerto.
130
No supe qué hacer. Quise descubrir el motivo de
su muerte. Me volví hacia don Juan. Él me miraba.
Un sentimiento de terror atravesó mi cuerpo en es<alofrío.
Me senté junto a unas rocas. Tenía una jaqueca
icrrible. Don Juan me puso la mano en la cabeza
y me susurró al oído que debía desollar y asar al
(onejo antes de terminado el crepúsculo.
Sentía náuseas. Él me habló con mucha paciencia,
romo dirigiéndose a un niño. Dijo que los poderes
que guían a los hombres y a los animales habían lle­
vado hacia mí a ese conejo, en la misma forma en
que me llevarán a mi propia muerte. Dijo que la
muerte del conejo era un regalo para mí, exactamente
tomo mi propia muerte será un regalo para algo o
alguien más.
Me hallaba mareado. Los sencillos eventos de ese
día me habían quebrantado. Intenté pensar que no
era sino un conejo; sin embargo, no podía sacudir­
me la misteriosa identificación que había tenido
con él.
Don Juan dijo que yo necesitaba comer de su car­
ne, aunque fuera sólo un bocado, para validar mi ha­
llazgo.
—No puedo hacerlo —protesté débilmente.
—Somos basuras en manos de esas fuerzas —me
dijo, brusco—. Conque deja de darte importancia
y usa <Mc regalo como se debe.
Re<<' í el conejo; estaba caliente.
Don Juan se inclinó para susurrarme al oído:
—Tu trampa fue su última batalla sobre la tierra.
Te lo dije: ya no tenía más tiempo para corretear
por este maravilloso desierto.
131
X. HACERSE ACCESIBLE AL PODER
Jueves, agosto 17, 1961
Apenas bajé del coche, me quejé con don Juan de no
sentirme bien.
—Siéntate, siéntate —dijo suavemente, y casi me
llevó de la mano a su pórtico. Sonrió y me palmeó
la espalda.
Dos semanas antes, el 4 de agosto, don Juan, como
había dicho, cambió de táctica conmigo y me permi­
tió ingerir unos botones de peyote. Durante la parte
álgida de mi experiencia alucinatoria, jugué con un
perro que vivía en la casa donde la sesión tuvo lu­
gar. Don Juan interpretó mi interacción con el perro
como un evento muy especial. Aseveró que en mo­
mentos de poder como el que yo viví entonces, el
mundo de los asuntos ordinarios no existía y nada
podía darse por hecho; que el perro no era en reali­
dad un perro sino la encarnación de Mescalito, el
poder o deidad contenido en el peyote.
Los efectos posteriores de aquella experiencia fue­
ron un sentido general de fatiga y melancolía, así
como la incidencia de sueños y pesadillas excepcional­
mente vividos.
—¿Dónde está tu equipo de escribir? —preguntó
don Juan cuando tomé asiento en el pórtico.
Yo había dejado mis cuadernos en el coche. Don
132
Juan fue y sacó con cuidado mi portafolio y lo trajo
a mi lado.
Preguntó si al caminar solía llevar mi portafolio.
Dije que sí.
—Eso es una locura —repuso—. Te he dicho que
cuando camines no lleves nada en las manos. Con­
sigue una mochila.
Reí. La idea de llevar mis notas en una mochila
era absurda. Le dije que por lo común usaba traje,
y que una mochila sobre un traje de tres piezas ofre­
cería un espectáculo risible.
—Ponte el saco encima de la mochila —dijo él—.
Mejor que la gente te crea jorobado, y no que te
arruines el cuerpo cargando todo esto.
Me instó a sacar mi libreta y escribir. Parecía es­
forzarse deliberadamente por ponerme a mis anchas.
Volví a quejarme de la sensación de incomodidad
física y el extraño sentimiento de desdicha que expe­
rimentaba. Don Juan rio y dijo:
—Estás empezando a aprender.
Tuvimos entonces una larga conversación. Dijo
que Mescalito, al permitirme jugar con él, me había
señalado como un “escogido" y que don Juan, aun­
que el oráculo lo desconcertaba porque yo no era in­
dio, iba a pasarme ciertos conocimientos secretos.
Dijo que él mismo había tenido un “benefactor" que
le enseñó a convertirse en “hombre de conocimiento”.
Sentí que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
La revelación de que yo era su escogido, junto con la
indudable rareza de sus modos y el efecto devastador
que el peyote había tenido sobre mí, creaban un es­
tado de aprensión e indecisión insoportables. Pero
don Juan desechó mis sentimientos, recomendándome
133
pensar únicamente en la maravilla de Mescalito ju­
gando conmigo.
—No pienses en nada más —dijo—. El resto te lle­
gará solo.
Se puso en pie y me dio palmaditas en la cabeza y
dijo con voz muy suave:
—Te voy a enseñar a hacerte guerrero del mismo
modo que te he enseñado a cazar. Pero te hago la ad­
vertencia de que aprender a cazar no te ha hecho ca­
zador, ni el aprender a ser guerrero te hará guerrero.
Experimenté un sentimiento de frustración, una
desazón física que bordeaba en la angustia. Me quejé
de los vividos sueños y pesadillas que tenía. Don Juan
pareció deliberar un momento y volvió a sentarse.
—Son sueños raros —dije.
—Siempre has tenido sueños raros —replicó.
—Le digo, esta vez son de veras más raros que cua­
lesquiera que haya tenido.
—No te preocupes. Sólo son sueños. Como los sue­
ños de cualquier soñador común y corriente, no tie­
nen poder. Conque ¿de qué sirve preocuparse por
ellos o luihlar de ellos?
Me molestan, don Juan. ¿No hay algo que pue­
da yo hacer para detenerlos?
—Natía. Déjalos pasar —dijo—. Ya es tiempo de
que te hagas accesible al poder, y vas a comenzar
abordando el soñar.
El tono con que dijo "soñar” me hizo pensar que
usaba la palabra en un sentido muy particular. Me­
ditaba una pregunta pertinente cuando él habló de
nuevo.
—Nunca te he dicho del soñar, porque hasta aho­
ra sólo me proponía enseñarte a ser cazador —di­
IM
jo—. Un cazador no se ocupa de manipular poder;
por eso sus sueños son sólo sueños. Pueden calarle
hondo, pero no son soñar.
“Un guerrero, en cambio, busca poder, y una de las
avenidas al poder es el soñar. Pjuedes decir que la di­
ferencia entre un cazador y un guerrero es que el gue­
rrero va camino al poder, mientras el cazador no sabe
nada de él, o muy poco.”
"La decisión de quién puede ser guerrero y quién
puede ser sólo cazador, no depende de nosotros. Esa
decisión está en el reino de los poderes que guían a
los hombres. Por eso tu juego con Mescalito fue una
señal tan importante. Esas fuerzas te guiaron a mí;
te llevaron a aquella terminal de autobuses, ¿recuer­
das? Un payaso te llevó a donde yo estaba. Un au­
gurio perfecto: un payaso dándome la señal. Asi, te
enseñé a ser cazador. Y luego la otra señal perfecta:
Mescalito en persona jugando contigo. ¿Ves a qué me
refiero?”
Su extraña lógica me avasallaba. Sus palabras crea­
ban visiones en las que yo sucumbía a algo tremendo
y desconocido, algo que yo no buscaba y cuya existen­
cia no había concebido ni en mis fantasías más des­
bordantes.
—¿Qué propone usted que haga? —pregunté.
—Hacerte accesible al poder; abordar tus sueños
—repuso—. Los llamas sueños porque no tienes po­
der. Un guerrero, siendo un hombre que busca poder,
no los llama sueños, los llama realidades.
—¿Quiere usted decir que el guerrero toma sus sue­
ños como si fueran realidad?
—No toma nada como si fuera ninguna otra cosa.
Lo qüe tú llamas sueños son realidades para un gue135
rrero. Debes entender que un guerrero no es ningún
tonto. Un guerrero es un cazador inmaculado que
anda a caza de poder; no está borracho, ni loco, y no
tiene tiempo ni humor para fanfarronear, ni para
mentirse a sí mismo, ni para equivocarse en la jugada.
La apuesta es demasiado alta. Lo que pone en la
mesa es su vida dura y ordenada, que tanto tiempo
le llevó perfeccionar. No va a desperdiciar todo eso
por un estúpido error de cálculo, o por tomar una
cosa por lo que no es.
"El soñar es real para un guerrero porque allí pue­
de actuar con deliberación, puede escoger y rechazar;
puede elegir, entre una variedad de cosas, aquellas
que llevan al poder, y luego puede manejarlas y usar­
las, mientras que en un sueño común y corriente no
puede actuar con deliberación.”
—¿Quiere usted decir entonces, don Juan, que el
soñar es real?
—Claro que es real.
—¿Tan real como lo que estamos haciendo ahora?
—Si se trata de hacer comparaciones, yo diría que
a lo mejor es más real. En el soñar tienes poder; pue­
des cambiar las cosas; puedes descubrir incontables
hechos ocultos; puedes controlar lo que quieras.
Las premisas de don Juan siempre me resultaban
atractivas a cierto nivel. Yo comprendía fácilmente
su gusto por la idea de que uno podía hacer cual­
quier cosa en los sueños, pero no me era posible to­
marlo en serio. El salto era demasiado grande.
Nos miramos un momento. Sus aseveraciones eran
locas, y sin embargo, hasta donde yo sabía, él era uno
de los hombres más cuerdos que yo había conocido.
Le dije que no podía creerlo capaz de tomar sus
136
sueños por realidades. Él rio chasqueando la lengua,
como si conociese la magnitud de mi posición insos­
tenible; luego se levantó sin decir palabra y entró en
la casa.
Quedé sentado largó rato, en un estado de estupor,
hasta que don Juan me llamó a la parte trasera de
su casa. Había preparado atole de maíz, y me dio un
cuenco.
Le pregunté por las horas de vigilia. Quería saber
si daba a ese tiempo un nombre en particular. Pero
él no comprendió o no quiso responder.
—¿Cómo llama usted a lo que estamos haciendo
ahora? —pregunté, queriendo decir que lo que está­
bamos haciendo era realidad, en contraposición con
los sueños.
—Yo lo llamo comer —dijo, conteniendo la risa.
—Yo lo llamo realidad —dije—. Porque nuestro
comer está verdaderamente teniendo lugar.
—£1 soñar también tiene lugar —repuso con una
risita—. Y lo mismo el cazar, el caminar, el reír.
No insistí en la discusión, a pesar de que ni estirán­
dome más allá de mis límites me era posible aceptar
su planteamiento. Él parecía deleitarse con mi de­
sesperación.
Apenas terminamos de comer, dijo como al acaso
que íbamos a salir de excursión, pero no recorrería­
mos el desierto como habíamos hecho antes.
—Esta vez será distinto —dijo—. De ahora en ade­
lante vamos a ir a sitios de poder; vas a aprender a
ponerte al alcance del poder.
Expresé nuevamente mi conflicto. Dije no estar ca­
lificado para tal empresa.
—Vamos, te estás entregando a miedos tontos —di­
137
jo él en voz baja, dándome palmadas en la espalda
y sonriendo con benevolencia—. He estado alimen­
tando tu espíritu de cazador. Te gusta dar vueltas
conmigo por este hermoso desierto. Es demasiado
tarde para volverte atrás.
Echó a andar para adentrarse en el chaparral. Con
la cabeza me hizo gesto de seguirlo. Yo habría podi­
do ir a mi coche y marcharme, pero me gustaba an­
dar con él por ese hermoso desierto. Me gustaba la
sensación, experimentada sólo en su compañía, de que
éste era en verdad un mundo tremendo y misterioso,
pero bello. Como él decía, me hallaba enganchado.
Don Juan me condujo a los cerros hacia el este.
Fue una larga caminata. El día era cálido; sin em­
bargo, el calor, que de ordinario me habría parecido
insoportable, pasaba desapercibido de alguna manera.
Nos adentramos bastante en una cañada, hasta que
don Juan hizo un alto y tomó asiento a la sombra
de unos peñascos. Yo saqué de mi mochila unas ga­
lletas, pero me dijo que no perdiera mi tiempo en eso.
Dijo que debía sentarme en un sitio prominente.
Señaló un peñasco aislado, casi redondo, a tres o cua­
tro metros de distancia, y me ayudó a trepar a la
cima. Pensé que también él se sentaría allí, pero es­
caló sólo parte del camino para darme unos trozos
de carne seca. Me dijo, con una expresión mortal­
mente seria, que era carne de poder y debía mascarse
muy despacio y no había que mezclarla con otra co­
mida. Luego regresó a la zona sombreada y tomó
asiento con la espalda contra una roca. Parecía rela­
jado, casi soñoliento. Permaneció en la misma pos­
tura hasta que hube acabado de comer. Entonces en­
derezó la espalda e inclinó la cabeza a la derecha.
138
Parecía escuchar con atención. Me miró dos o tres
veces, se puso en pie abruptamente y empezó a reco­
rrer el entorno con los ojos, como haría un cazador.
Automáticamente me congelé en mi sitio; sólo movía
los ojos para seguir sus movimientos. Con mucho
cuidado se metió detrás de unas rocas, como si espe­
rara que llegasen presas al área donde nos hallába­
mos. Advertí entonces que estábamos en un recodo
redondo, a manera de ensenada en la cañada seca, ro­
deado por peñascos de piedra arenisca.
Repentinamente, don Juan dejó la protección de
las rocas y me sonrió. Estiró los brazos, bostezó y fue
hacia el peñasco donde me encontraba. Relajé mi
tensa posición y tomé asiento.
—¿Qué pasó? —pregunté en un susurro.
£1 me respondió, gritando, que no había por allí
nada de qué preocuparse.
Sentí de inmediato una sacudida en el estómago.
La respuesta estaba fuera de lugar, y me resultaba
inconcebible que hablase a gritos sin tener una razón
específica para ello.
Empecé a deslizarme hacia tierra, pero él gritó que
debía quedarme allí un rato más.
—¿Qué hace usted? —pregunté.
Sentándose, se ocultó entre dos rocas al pie del pe­
ñasco donde yo estaba, y luego dijo, en voz muy alta,
que sólo había estado cerciorándose porque le pareció
haber oído un ruido.
Pregunté si había oído a algún animal grande. Se
llevó la mano a la oreja y gritó que no me oía y que
yo debía gritar a mi vez. Me sentía incómodo voci­
ferando, pero él me instó, en voz alta, a hablar fuerte.
Grité que quería saber qué ocurría, y él respondió de
139
igual manera que de verdad no había nada por allí.
Preguntó si veía yo algo fuera de lo común desde la
cima del peñasco. Dije que no, y me pidió descri­
birle el terreno hacia el sur.
Conversamos a gritos durante un rato, y luego me
hizo seña de bajar. Cuando estuve a su lado, me su­
surró al oído que los gritos eran necesarios para dar
a conocer nuestra presencia, pues yo tenía que hacer­
me accesible al poder de ese ojo de agua específico.
Miré en torno, pero no vi el ojo de agua. Don Juan
indicó que estábamos parados sobre él.
—Aquí hay agua —dijo en un susurro— y también
poder. Aquí hay un espíritu y tenemos que sonsacar­
lo; a lo mejor viene tras de ti.
Quise más información acerca del supuesto espíritu,
pero don Juan insistió en el silencio total. Me acon­
sejó permanecer absolutamente quieto, sin dejar es­
capar un susurro ni hacer el menor movimiento que
traicionara nuestra presencia.
Al parecer, le era fácil pasar horas enteras en com­
pleta inmovilidad; para mí, sin embargo, resultaba
una tortura. Se me durmieron las piernas, la espalda
me dolía, y la tensión aumentaba en tomo a mi cue­
llo y mis hombros. Tenía todo el cuerpo frío e in­
sensible. Me hallaba en gran incomodidad cuando
don Juan finalmente se puso de pie. Simplemente
se incorporó de un salto y me tendió la mano para
ayudarme a levantarme.
AI tratar de estirar las piernas, tomé conciencia
de la facilidad inconcebible con que don Juan se
puso en pie tras horas de inmovilidad. Mis músculos
tardaron un buen rato en recobrar la elasticidad
necesaria para caminar.
140
Don Juan emprendió el regreso a la casa. Cami­
naba con extrema lentitud. Marcó un largo de tres
pasos como la distancia a la cual yo debía seguirlo.
Dio rodeos en torno a la ruta de costumbre y la cruzó
cuatro o cinco veces en distintas direcciones; cuando
por fin llegamos a su casa, la tarde declinaba.
Traté de interrogarlo sobre los eventos del día.
Explicó que hablar era innecesario. Por el momento,
debía abstenerse de hacer preguntas hasta que estu­
viésemos en un sitio de poder.
Me moría por saber a qué se refería e intenté su­
surrar una pregunta, pero él me recordó, con una
mirada fría y severa, que hablaba en serio.
Estuvimos horas sentados en su pórtico. Yo traba­
jaba en mis notas. De tiempo en tiempo, él me daba
un trozo de carne seca; finalmente, la penumbra se
adensó demasiado para escribir. Traté de pensar en
los acontecimientos del día, pero alguna parte de mí
mismo rehusó hacerlo y me quedé dormido.
Sábado, agosto 19, 1961
Ayer en la mañana, don Juan y yo fuimos al pueblo
y desayunamos en una fonda. £1 me aconsejó no cam­
biar demasiado drásticamente mis hábitos alimen­
ticios.
—Tu cuerpo no está acostumbrado a la carne de
poder —dijo—. Te enfermarías si no comieras tu
comida.
£1 mismo comió con gran apetito. Cuando hice
una broma al respecto, se limitó a decir:
—A mi cuerpo le gusta todo.
A eso del mediodía regresamos a la cañada. Pro­
141
cedimos a darnos a notar al espíritu por medio de
“conversación a viva voz” y de un silencio forzado
que duró horas.
Cuando dejamos el lugar, en vez de dirigirse a la
casa, don Juan echó a andar en dirección de las mon­
tañas. Llegamos primero a unas cuestas suaves, y lue­
go trepamos a la cima de unos cerros altos. Allí, eligió
un sitio para descansar en el área abierta, sin sombra.
Me dijo que debíamos esperar hasta el crepúsculo y
que me condujera en la forma más natural posible,
lo cual incluía preguntar cuanto quisiera.
—Sé que el espíritu anda por ahí, al acecho —dijo
en voz muy baja.
—¿Dónde?
—-Ahí, en los matorrales.
—¿Qué clase de espíritu es?
Me miró con expresión intrigada y repuso:
—¿Cuántas clases hay?
Ambos reímos. Yo hacía preguntas por puro ner­
viosismo.
—Saldrá a la puesta del sol —dijo—. Nomás te­
nemos que esperar.
Permanecí en silencio. Me había quedado sin pre­
guntas.
—Ahora es cuando hay que seguir hablando —di­
jo—. La voz humana atrae a los espíritus. Hay uno
ahí acechando en estos momentos. Nos estamos po­
niendo a su alcance, así que sigue hablando.
Experimenté un sentido idiota de vacuidad. No se
me ocurría nada que decir. Don Juan rio y me palmeó
la espalda.
—Eres todo un caso —dijo—. Cuando tienes que
hablar, pierdes la lengua. Anda, dale a las encías.
142
Hizo un gesto hilarante de entrechocar las encías,
abriendo y cerrando la boca a gran velocidad.
—Hay ciertas cosas de las que sólo hablaremos, de
hoy en adelante, en sitios de. poder —prosiguió—.
Te he traído aquí porque ésta es tu primera prueba.
Éste es un sitio de poder, y aquí sólo podemos hablar
de poder.
—Yo en realidad no sé lo que es el poder —dije.
—El poder es algo con lo cual un guerrero se las
ve —repuso— Al principio es un asunto increíble,
traído a la mala; hasta pensar en el poder es difícil.
Eso es lo que te está pasando ahora. Luego, el poder
se convierte en cosa seria; uno capaz ni lo tenga, o
ni siquiera se dé cuenta cabal de que existe, pero uno
sabe que hay algo allí, algo que no se notaba antes.
Es en ese entonces que el poder se manifiesta como
algo incontrolable que le viene a uno. No me es
posible decir cómo viene ni qué es en realidad. No
es nada, y sin embargo hace aparecer maravillas de­
lante de tus propios ojos. Y finalmente, el poder es
algo dentro de uno mismo, algo que controla nuestros
actos y a la vez obedece nuestro mandato.
Hubo una corta pausa. Don Juan me preguntó si
había entendido. Me sentí ridículo al responder que
sí. Él pareció advertir mi desaliento, y chasqueó la
lengua.
—Voy a enseñarte aquí mismo el primer paso hacia
el poder —dijo como si me estuviera dictando una
carta—. Voy a enseñarte cómo arreglar los sueños.
Volvió a mirarme y me preguntó si entendía lo que
él quería decir. No lo había comprendido. Me sonaba
casi incoherente. Explicó que "arreglar los sueños”
significaba tener un dominio conciso y pragmático
143
de la situación general de un sueño, comparable al
dominio que uno tiene en el desierto sobre cualquier
decisión que uno haga, como la de trepar a un cerro
o quedarse en la sombra de una cañada.
—Tienes que empezar haciendo algo muy sencillo
—dijo—. Esta noche, en tus sueños, debes mirarte las
manos.
Solté la risa. Su tono era tan objetivo que parecía
estarme indicando algo común y corriente.
—¿De qué te ríes? —preguntó, sorprendido.
—¿Cómo puedo mirarme las manos en sueños?
—Muy sencillo, enfoca en ellas tus ojos, así.
Inclinó la cabeza hacia adelante y se quedó viendo
sus manos, con la boca abierta. El gesto era tan cómi­
co que no pude menos que reír.
—En serio, ¿cómo espera usted que haga eso? —pre­
gunté.
—Como te dije —respondió, seco—. Claro, puedes
mirarte lo que te dé tu chingada gana: los pies, o la
panza, o el pito, si quieres. Te dije las manos porque
fueron lo que a mí se me hizo más fácil mirar. No
pienses que es un chiste. Soñar es igual de serio que
ver o morir o cualquier otra cosa en este temible y
misterioso mundo.
“Tómalo como una cosa divertida. Imagina todas
las cosas inconcebibles que podrías lograr. Un hom­
bre que caza poder no tiene casi ningún límite en su
soñar."
Le pedí darme algunas indicaciones o señales más
precisas.
—No hay ninguna indicación —dijo. Sólo que
te mires las manos.
144
—Tiene que haber algo más que usted puede de­
cirme insistí.
Sacudió la cabeza y achicó los ojos, lanzándome
vistazos breves.
—Cada uno de nosotros es distinto —dijo por
fin—. Lo que tú llamas señales precisas no sería sino
lo que yo mismo hice cuando estaba aprendiendo. No
somos iguales; ni siquiera nos parecemos un poco.
—Quizá me ayude cualquier cosa que usted diga.
—Sería más sencillo que empezaras a mirarte las
inanos, y ya.
Parecía estar organizando sus ideas; su cabeza osci­
ló de arriba a abajo.
—Cada vez que miras una cosa en tus sueños, esa
cosa cambia de forma —dijo tras un largo silencio—.
La movida de arreglar los sueños, está claro, no es
sólo mirar las cosas, sino mantenerlas a la vista. El
soñar es real cuando uno ha logrado poner todo en
foco. Entonces no hay diferencia entre lo que haces
cuando duermes y lo que haces cuando no estás dor­
mido. ¿Ves a qué me refiero?
Confesé que, si bien comprendía lo que me había
dicho, era incapaz de aceptar su planteamiento. Hice
la observación de que, en un mundo civilizado, nu­
merosas personas sufrían ilusiones y no podían dis­
tinguir entre los hechos del mundo real y lo que tenía
lugar en sus fantasías. Tales personas, dije, eran sin
duda enfermos mentales, y mi inquietud crecía siem­
pre que don Juan me recomendaba actuar como un
loco.
Después de mi larga explicación, don Juan hizo
un cómico gesto de desesperanza llevándose las manos
a las mejillas y suspirando hondamente.
145
—Deja en paz tu mundo civilizado —dijo—. ]Dé­
jalo! Nadie te pide que te portes como un loco. Ya
te lo he dicho: un guerrero necesita ser perfecto para
manejar los poderes que caza; ¿cómo puedes concebir
que un guerrero no sea capaz de diferenciar las cosas?
“En cambio, tú, amigo mío, que conoces lo que es
el mundo real, te perderías y morirías en un instante
si tuvieras que depender de tu capacidad para distin­
guir qué cosa es real y cuál no."
Evidentemente, yo no había expresado lo que en
verdad tenía en mente. Cada vez que protestaba, no
hacía más que dar voz a la insoportable frustración
de hallarme en una posición insostenible.
—No trato de convertirte en un hombre enfermo
y loco —prosiguió don Juan—. Eso puedes hacerlo
tú mismo sin ayuda mía. Pero las fuerzas que nos
guían te trajeron a mí, y yo me he esforzado por
enseñarte a cambiar tus costumbres idiotas y vivir la
vida fuerte y clara de un cazador. Luego las fuerzas
volvieron a guiarte y me dijeron que debes aprender
a vivir la vida impecable de un guerrero. Al parecer
no puedes. Pero ¿quién sabe? Somos tan misteriosos
y tan temibles como este mundo impenetrable, con­
que ¿quién sabe de lo que seas capaz?
Un tono de tristeza se entramaba en la voz de
don Juan. Quise disculparme, pero él empezó a ha­
blar de nuevo.
—No tienes que mirarte las manos —dijo—. Como
ya te dije, escoge cualquier cosa. Pero escógela por
anticipado y encuéntrala en tus sueños. Te dije que
tus manos porque tus manos siempre estarán allí.
“Cuando empiecen a cambiar de forma, debes apar­
tar la vista de ellas y elegir alguna otra cosa, y cuan146
(lo esa otra cosa empiece a cambiar de forma debes
mirarte otra vez las manos. Lleva mucho tiempo per­
feccionar esta técnica.”
Me había concentrado tanto en escribir que no ha­
bía notado que estaba oscureciendo. £1 sol ya había
desaparecido en el horizonte. £1 cielo estaba nublado
y el crepúsculo era inminente. Don Juan se puso en
pie y miró de soslayo hacia el sur.
—Vámonos —dijo—. Tenemos que caminar al sur
hasta que el espíritu del ojo de agua se manifieste.
Caminamos una media hora. El terreno cambió
abruptamente y llegamos a una zona sin arbustos.
Había un cerro grande y redondo donde había ardi­
do la maleza. Parecía una cabeza calva. Caminamos
hacia él. Pensé que don Juan iba a subir la suave la­
dera, pero en vez de ello se detuvo y adoptó una
postura muy atenta. Su cuerpo pareció haberse con­
traído como una sola unidad, y se estremeció por un
instante. Luego se relajó de nuevo y quedó en pie,
flácido. No pude explicarme cómo se mantenía erecto
con los músculos relajados a tal punto.
En ese momento, una racha muy fuerte de viento
me sacudió. El cuerpo de don Juan giró en la direc­
ción del viento, hacia el oeste. No usó los músculos
para dar la vuelta, o al menos no los usó como yo los
usaría al girar. Más bien, pareció que lo jalaban des­
de afuera. Eta como si otra persona le hubiese aco­
modado el cuerpo para que pudiera mirar en otra di­
rección.
Yo tenía la vista fija en él. Don Juan me miraba
con el rabo del ojo. En su rostro había una expresión
decidida, resuelta. Todo su ser se hallaba alerta, y
yo lo contemplaba marav 'lado. Jamás me había visto
147
en una situación que requiriese una concentración
tan extraña.
De pronto, su cuerpo se estremeció como rociado
por un súbito c1iuI>:imo de agua fría. Experimentó
otra sacudida v luego echó a andar como si nada
hubiera pasado.
Lo seguí. Flanqueamos el cerro pelado, por el cos­
tado oriental, hasta hallarnos en su parte media; allí
se detuvo, volviéndose a encarar el oeste.
Desde donde estábamos, la cima del cerro no era
tan redonda y lisa como había parecido a distancia.
Había una cueva, o un hoyo, cerca de la cumbre.
Fijé allí la vista porque don Juan hacía lo mismo.
Otra fuerte racha de viento hizo trepar un escalofrío
por mi espina dorsal. Don Juan volteó hacia el sur
y escudriñó el área con los ojos.
—¡Allí! —dijo en un susurro y señaló un objeto
en el suelo.
Esforcé los ojos por ver. Había algo en el suelo,
a unos seis metros de distancia. Era café claro y se
estremeció mientras lo miraba. Enfoqué allí toda mi
atención. El objeto era casi redondo y parecía acurru­
cado; de hecho, se veía como un perro hecho bola.
—¿Qué es? —susurré a don Juan.
—No sé —respondió, también susurrando, mientras
observaba el objeto—. ¿Qué te parece a ti?
Le dije que parecía ser un perro.
—Demasiado grande para perro —aseveró él.
Di unos pasos hacia el objeto, pero don Juan me
detuvo con gentileza. Lo examiné de nuevo. Era de­
finitivamente algún animal dormido o muerto. Casi
podía verle la cabeza; sus orejas sobresalían como las
de un lobo. Para entonces, me hallaba seguro de que
148
na un animal acurrucado. Pensé que podía ser un
lernero café. Se lo dije a don Juan, en susurro. Él
respondió que era demasiado compacto para ternero,
y además tenía las orejas picudas.
El animal volvió a estremecerse y entonces noté
que estaba vivo. Pude ver que respiraba; sin embargo,
no parecía respirar rítmicamente. Los alientos que
lomaba eran más bien como temblores irregulares. En
ese momento me di cuenta de algo.
—Es un animal que se está muriendo —susurré a
don Juan.
—Tienes razón —respondió susurrando—. ¿Pero
qué clase de animal?
Yo no podía distinguir sus rasgos específicos. Don
|uan dio dos pasos cautos en su dirección. Lo seguí.
Ya estaba entonces muy oscuro, y tuvimos que dar
otros dos pasos para mantener el animal a la vista.
—Cuidado —me susurró don Juan al oído—. Si es
un animal moribundo, puede saltarnos encima con
sus últimas fuerzas.
El animal, fuera lo que fuese, parecía estar al borde
de la muerte; su respiración era irregular, su cuerpo
se estremecía espasmódicamente, pero no cambiaba
de postura. En determinado momento, sin embargo,
un espasmo tremendo lo elevó por encima del suelo.
Oí un chillido inhumano y el animal estiró las patas:
sus garras eran más que ate-rradoras, eran repugnan­
tes. El animal cayó de lado después de estirar las
patas y luego rodó sobre el lomo.
Oí un gruñido formidable y la voz. de don Juan
(jue gritaba:
—¡Corre! ¡Corre!
Y eso fue exactamente lo que hice. Corrí hacia la
149
cúspide del cerro con increíble rapidez y agilidad. A
medio camino me volví y vi a don Juan parado en
el mismo sitio. Me hizo seña de bajar. Descendí co­
rriendo la ladera.
—¿Qué pasó? —pregunté, sin aliento.
—Creo que el animal está muerto —dijo.
Avanzamos cautelosamente hacia el animal. Estaba
tendido de espaldas. Al acercarme, casi grité de susto.
Me di cuenta de que todavía no se hallaba muerto
por completo. Su cuerpo temblaba aún. Las patas,
estiradas hacia arriba, se sacudían frenéticamente. El
animal estaba sin duda en sus últimas boqueadas.
Caminé delante de don Juan. Una nueva sacudida
movió el cuerpo del animal y pude ver su cabeza. Me
volví hacia don Juan, horrorizado. A juzgar por su
cuerpo, el animal era a las ciaras un mamífero; sin
embargo, tenía pico de ave.
Lo miré fijamente, presa de un horror total y
absoluto. Mi mente rehusaba creerlo. Me hallaba
atontado. Ni siquiera podía articular una palabra.
Nunca en toda mi existencia había visto nada de tal
naturaleza. Algo inconcebible se hallaba ahí frente
a mis propios ojos. Quería que don Juan me expli­
cara ese animal increíble, pero sólo pude mascullar
incoherencias. Don Juan me miraba. Yo lo miré y
miré al animal, y entonces algo dentro de mí arregló
el mundo y supe de inmediato qué cosa era el ani­
mal. Fui hasta él y lo recogí. Era una rama grande
de arbusto. Se había quemado, y posiblemente el
viento arrastró basura chamuscada que se atoró en la
rama seca dándole la apariencia redonda y abultada de
un animal grande. La basura quemada la hada ver­
se café claro en contraste con la vegetación verde.
150
R e í d e m i estu p id ez y, e x citad o , e x p liq u é a d o n
Ju a n q u e el v ie n to , al so p la r a trav és d e la ra m a , la
h a b ía h e c h o p a re c e r u n a n im a l vivo. P en sé q u e le
c o m p lacería la fo rm a en q u e reso lví el m isterio , p e ro
él d io la m e d ia v u e lta y em pezó a s u b ir al cerro. L o
seguí. A g ach án d o se, e n tró e n la d e p re sió n q u e p a re ­
cía cueva. N o era u n hoyo, sin o u n a m uesca p oce
p ro fu n d a en la p ie d ra aren o sa.
D o n J u a n to m ó a lg u n a s v a rita s y las usó p a ra b a ­
rre r la tie rra a c u m u la d a e n el fo n d o d e la d e p resió n .
— H ay q u e q u ita r las g a rra p a ta s — d ijo .
M e h izo señ a d e to m a r a sie n to y d ijo q u e m e p u ­
siera có m o d o p o rq u e íb am o s a p a sa r allí la noche.
E m p ecé a h a b la r d e la ra m a , p e ro él m e h izo
c allar.
— L o q u e h as h ech o n o es n in g ú n triu n fo — d ijo — .
D esp erd ic iaste u n p o d e r h erm o so , u n p o d e r q u e in ­
fu n d ió v id a en a q u e lla ra m a seca.
D ijo q u e el triu n fo v e rd a d e ro h a b ría sido d e ja rm e
ir e n po s d e l p o d e r h a sta q u e el m u n d o h u b ie ra ce­
sado d e ex istir. N o p a re c ía d isg u sta d o co n m ig o n i
d esilu sio n a d o co n m i d e sem p eñ o . D eclaró re p e tid a s
veces q u e éste era sólo el p rin c ip io , q u e m a n e ja r p o ­
d e r lle v a b a tie m p o . P a lm e á n d o m e el h o m b ro , d ijo en
son d e b ro m a q u e ese m ism o d ía , u n as h o ras an tes,
yo era la p e rso n a q u e co n o cía q u é era re a l y q u é no.
M e sen tí a p e n a d o . E m p ecé a p e d ir d iscu lp as p o r m i
te n d e n c ia a esta r sie m p re ta n seg u ro d e m is supu esto s.
— N o im p o rta — d ijo él— . E sa ra m a era u n a n im a l
v e rd a d e ro y estab a viva e n el m o m e n to en q u e el p o ­
d e r la tocó. S ien d o el p o d e r lo q u e le d a b a v id a, la
m o v id a era, co m o e n el soñar, p ro lo n g a r su visión.
¿Ves a q u é m e refiero ?
151
Q u ise p re g u n ta r o tra cosa, p e ro m e calló y d ijo
q u e yo d e b ía p e rm a n e c e r e n co m p leto silencio, p ero
d esp ie rto , to d a la n o ch e, y q u e él ib a a h a b la r u n
ra to .
D ijo q u e, com o el e sp íritu co n o cía su voz, p o d ía
ap la c a rse al o írla y d e ja rn o s e n paz. E x p lic ó q u e la
id e a d e h acerse accesib le al p o d e r te n ía g raves im p li­
caciones. E l p o d e r era u n a fu erza d e v a sta d o ra q u e fá­
c ilm e n te p o d ía c o n d u c ir a la m u e rte , y h a b ía q u e
tra ta rlo co n e n o rm e cu id a d o . H a b ía q u e p o n e rse sis­
te m á tic a m e n te al alcan ce d e l p o d e r, p e ro sie m p re con
g ra n cau tela.
Se p ro c e d ía p o n ie n d o e n ev id e n c ia la p resen cia
p ro p ia a trav és d e u n d esp lieg u e c o n te n id o d e p a la ­
b ra s e n voz a lta o c u a lq u ie r o tro tip o d e ac tiv id a d
ru id o sa , y lu eg o e ra o b lig a to rio o b serv ar u n silen cio
p ro lo n g a d o y to ta l. U n e sta llid o c o n tro la d o y u n a
q u ie tu d c o n tro la d a e ra n la m a rc a d e u n g u errero .
D ijo q u e, p ro p ia m e n te , yo d e b ía h a b e r so sten id o u n
ra to m ás la v isió n d e l m o n stru o vivo. E n fo rm a d o ­
m in a d a , sin p e rd e r la razó n n i tra s to rn a rm e d e exci­
ta c ió n o m ied o , d e b í h a b e r p u g n a d o p o r “ p a ra r el
m u n d o ” . D o n J u a n señ aló q u e , d esp ués d e m i carrera
c e rro a rrib a , m e h a lla b a en u n estad o p e rfe c to p a ra
“ p a ra r el m u n d o ” . E n ta l estad o se c o m b in a b a n el
tem o r, la im p o te n c ia , el p o d e r y la m u e rte ; d ijo q u e
sería b a s ta n te d ifíc il re p e tir u n estad o así.
— ¿Q u é q u ie re u ste d d e c ir co n “ p a ra r el m u n d o ” ?
— le su su rré al o ído.
M e lan zó u n a m ira d a feroz a n tes d e re sp o n d e r q u e
era u n a técn ica p ra c tic a d a p o r q u ie n e s cazab an p o der,
u n a técn ica p o r v ir tu d d e la cu al el m u n d o , ta l com o
lo conocem os, se d e rru m b a b a .
152
XI. EL ÁNIMO DE UN GUERRERO
L legué a la casa d e d o n J u a n el ju ev es 31 d e ag o sto
d e 1961 y él, sin d a rm e siq u ie ra tie m p o d e sa lu d a r,
m e tió la cabeza p o r la v e n ta n illa d e m i coche, m e so n ­
rió y d ijo :
T ie n e s q u e m a n e ja r u n tre c h o m u y larg o , a u n
sitio d e p o d e r, y ya casi es m e d io d ía .
A b rió la p u e rta d el coche, se sen tó ju n to a m í en
el asie n to d e la n te ro y m e in d ic ó m a rc h a r h a c ia el
su r d u ra n te u n o s cien to v e in te k iló m e tro s; lu eg o to ­
m am o s h a c ia el este p o r u n ca m in o d e tie rra y lo
seguim os h a s ta lle g a r a las fald as d e las m o n ta ñ a s.
E stac io n é el coche a u n la d o d e l cam in o , e n u n a h o n ­
d o n a d a q u e d o n J u a n elig ió p o rq u e era lo b a sta n te
p ro fu n d a p a ra o c u lta r el v e h íc u lo a la vista. D esde
allí fu im o s d ire c ta m e n te a la cim a d e los cerros b ajos,
cru z a n d o u n lla n o v asto y d eso lad o .
C u a n d o se h izo d e n o ch e, d o n J u a n escogió u n si­
tio p a ra d o rm ir. E x ig ió silen cio co m p leto .
A la m a ñ a n a sig u ie n te co m im os fru g a lm e n te y co n ­
tin u a m o s n u e stro v ia je m ás o m en o s h a c ia el este. L a
v eg etació n ya n o co n stab a d e m a to rra le s desérticos,
sin o d e densos arb u sto s y árb o les verdes, d e m o n ta ñ a .
A l m e d ia r la ta rd e tre p a m o s a la cim a d e u n g i­
gan tesco risco d e roca c o n g lo m erad a, com o u n m u ro .
D o n J u a n to m ó asien to y m e h izo seña d e im ita rlo .
153
-—É ste es u n sitio d e p o d e r — d ijo tra s u n a p au sa
m o m e n tá n e a — . É ste es el sitio d o n d e los g u e rre ro s se
e n te rra b a n h ace m u c h o tiem p o .
E n a q u e l in s ta n te u n cu erv o v o ló so b re n u estra s
cabezas, g razn an d o . D o n J u a n sig u ió su v u e lo co n u n a
m ira d a fija.
E x a m in é la ro ca, y m e p re g u n ta b a cóm o y d ó n d e
h a b ría n e n te rra d o a los g u e rre ro s c u a n d o d o n J u a n
m e tocó el h o m b ro .
— A q u í n o , id io ta — d ijo so n rie n d o — . A llá ab ajo .
S eñ aló el cam p o a n u e stro s pies, al fo n d o d el risco,
h a c ia el este; ex p licó q u e d ic h o cam p o e stab a ro d e a d o
p o r u n c o rra l n a tu r a l d e peñascos. D esd e d o n d e m e
h a lla b a , vi u n áre a q u e te n d ría com o cien m e tro s d e
d iá m e tro y p arecía u n círcu lo .perfecto. A rb u sto s es­
pesos c u b ría n su su p e rficie , c a m u fla n d o los peñascos.
Yo n o h a b ría n o ta d o su re d o n d e z p e rfe c ta si d o n J u a n
n o m e la h u b ie ra señ alad o.
D ijo q u e h a b ía m o n to n e s d e sitio s así esp arcid o s
e n el v ie jo m u n d o d e los in d io s. N o e ra n e x a c ta m e n te
sitio s d e p o d e r, com o cierto s cerros o fo rm acio n es d e
tie rra q u e e ra n m o ra d a d e e sp íritu s, sin o m ás b ie n
sitio s d e in stru c c ió n d o n d e u n o p o d ía re c ib ir leccio­
nes, reso lv er dilem as.
T o d o lo q u e tie n e s q u e h a c e r es v e n ir a q u í — d i­
jo — . O p a sa r la n o c h e e n esta ro ca p a ra p o n e r en
o rd e n tu s sen tim ien to s.
— ¿V am os a p a sa r la n o c h e aq u í?
— E so p en sab a yo, p e ro u n c u e rv ito aca b a d e d e c ir­
m e q u e n o lo hag am o s.
T r a té d e a v e rig u a r m ás so b re el cu erv o , p e ro él m e
silen ció con u n a d e m á n im p acien te.
— M ira ese c írc u lo d e peñascos — d ijo — . G rá b a te lo
154
en la m e m o ria y luego, a lg ú n d ía , u n cu erv o te lle ­
v ará a o tro d e estos sitios. M ie n tra s m ás p e rfe c ta sea
su re d o n d ez, m a y o r es su p o d e r.
— ¿ T o d a v ía están sep u ltad o s a q u í los huesos d e los
guerrero s?
D o n J u a n h izo u n có m ico gesto d e d esco n cie rto y
lu eg o so n rió a m p lia m e n te .
— É ste n o es u n c e m e n te rio — d ijo — . N a d ie está
s e p u lta d o a q u í. D ije q u e en o tro tie m p o los g u e rre ro s
se e n te rra b a n a q u í. Q u ise d e c ir q u e v e n ía n a e n te ­
rra rse u n a n o ch e, o d o s días, o el tie m p o q u e nece­
sita ra n . N o d ecía q u e a q u í e stu v ie ra n e n te rra d o s h u e ­
sos d e m u erto s. N o m e in te re sa n los cem en terio s. N o
h ay p o d e r e n ellos. E n los h u esos d e u n g u e rre ro sí h ay
p o d e r, p e ro n u n c a están en cem en terio s. Y e n los
h uesos d e u n h o m b re d e c o n o c im ie n to to d a v ía h ay
m ás p o d e r, p e ro sería p rá c tic a m e n te im p o sib le e n ­
co n trarlo s.
— ¿ Q u ién es u n h o m b re d e co n o cim ien to , d o n J u a n ?
— C u a lq u ie r g u e rre ro p o d ría lle g a r a ser h o m b re
d e c o n o cim ien to . C o m o ya te d ije , u n g u e rre ro es u n
cazad or im p e c a b le q u e caza p o d e r. Si lo g ra cazar,
p u e d e ser u n h o m b re d e co n o cim ien to .
— ¿Q ué es lo q u e u s t e d ...?
D etu v o m i p re g u n ta co n u n a d e m á n . Se p u so en
p ie, m e h izo seña d e seg u irlo y em pezó a d e sc e n d e r
p o r la e m p in a d a la d e ra o rie n ta l d el risco. H a b ía u n a
v ered a d e fin id a en la su p e rfic ie casi p e rp e n d ic u la r,
y lle v a b a al á re a re d o n d a .
D escen d im o s le n ta m e n te p o r el p elig ro so sen d ero ,
y al lle g a r a tie rra d o n J u a n , sin d ete n e rse p a ra n a d a ,
m e g u ió p o r el d en so c h a p a rra l h a sta el c e n tro d e l
círcu lo. A llí u tiliz ó u n a gruesas ram as secas p a ra b a ­
155
r re r u n sitio d o n d e sen ta rn o s. E l sitio era ta m b ié r
p e rfe c ta m e n te re d o n d o .
— T e n ía la in te n c ió n d e e n te rra rte a q u í to d a la
n o ch e — d ijo — , P ero a h o ra sé q u e to d av ía n o te da.
N o tienes p o d e r. N a d a m ás voy a e n te rra rte u n ra tito .
M e p u se m u y n erv io so con la id e a d e v erm e sep u l­
ta d o y le p re g u n té cóm o p la n e a b a e n te rra rm e . R io
co m o u n n iñ o trav ieso y em pezó a ju n ta r ram as secas.
N o m e d e jó ay u d a rlo ; d ijo q u e m e se n ta ra y a g u a r­
dase.
E ch ó las ram as q u e ju n ta b a d e n tro d el c írc u lo des­
p e jad o . L u eg o m e h izo a co starm e con la cabeza h acia
el este, p u so m i saco b a jo m i cabeza e h izo u n a
ja u la en to rn o a m i c u erp o . L a co n stru y ó clav an d o
en la tie rra suave trozos d e ram as, d e u n o s 75 c e n tí­
m e tro s d e largo; las ram as, te rm in a d a s e n h o rq u e ta s,
sirv ie ro n d e so po rtes p a ra u n o s palos largos q u e d ie ­
ro n a la ja u la u n m a rco y la a p a rie n c ia d e u n a ta ú d
a b ie rto . C e rró esa especie d e caja co lo c an d o ram as
p e q u e ñ a s y h o jas so bre las varas largas, e n c a jo n á n ­
d o m e d e los h o m b ro s p a ra ab ajo . D ejó m i cabeza
fu era, con el saco co m o alm o h a d a .
L u eg o to m ó u n tro zo g ru eso d e m a d e ra seca y,
u sá n d o lo com o coa, a flo jó la tie rra e n to rn o d e m í y
c u b rió co n ella la ja u la .
E l m a rco era ta n só lid o y las h o jas e sta b a n ta n
b ie n p u estas q u e n o e n tró tie rra . Yo p o d ía m o v er
lib re m e n te las p ie rn a s y, d e hech o , e n tra r y salir, deslizán do m e.
D o n J u a n d ijo q u e p o r lo co m ú n el g u e rre ro cons­
tru ía la ja u la y lu e g o se m e tía en ella y la sellab a
d esd e a d e n tro .
— ¿Y los an im ales? — p re g u n té — . ¿P u e d e n rascar la
156
tie rra d e en cim a y co larse e n la ja u la y h a c e r d a ñ o
al h o m b re?
— N o, ésa n o es p re o c u p a c ió n p a ra u n g u e rre ro . Es
p re o c u p a c ió n p a ra ti p o rq u e tú n o tien es p o d e r. U n
g u e rre ro , en cam b io , está g u ia d o p o r su e m p e ñ o in ­
flex ib le y p u e d e a le ja r c u a lq u ie r cosa. N in g u n a ra ta ,
n i se rp ie n te , n i p u m a p o d ría m o lestarlo .
— ¿P ara q u é se e n tie rra n , d o n Ju a n ?
— P a ra re c ib ir in stru c c ió n y p a ra g a n a r p o d e r.
E x p e rim e n té u n s e n tim ie n to e x tre m a d a m e n te a g ra ­
d a b le d e paz y satisfacció n ; el m u n d o en a q u e l m o ­
m e n to p a re c ía e n calm a. L a q u ie tu d era e x q u isita y
al m ism o tie m p o en e rv a n te . N o m e h a lla b a ac o stu m ­
b ra d o a ese tip o d e silencio. T r a té d e h a b la r, p ero
d o n J u a n m e calló. T ra s u n ra to , la tra n q u ilid a d d el
sitio afectó m i estad o d e án im o . M e p u se a p e n sa r en
m i v id a y en m i h isto ria p e rso n a l y e x p e rim e n té u n a
fa m ilia r sen sación d e tristeza y re m o rd im ie n to . D ije
a d o n J u a n q u e yo n o m e re c ía esta r allí, q u e ,su m u n ­
d o era fu e rte y b e llo y yo era d é b il, y q u e m i e sp íritu
h a b ía sid o d e fo rm a d o p o r las circu n stan cias d e m i
vida.
É l rio y am en azó co n c u b rirm e la cabeza con tie rra
si seguía h a b la n d o en esa vena. D ijo q u e yo era u n
h o m b re . Y com o c u a lq u ie r h o m b re , m erecía to d o lo
q u e era la su e rte d e los h o m b re s — aleg ría, d o lo r,
tristeza y lu c h a — , y la n a tu ra le z a d e n u e stro s actos
carecía d e im p o rta n c ia sie m p re y c u a n d o a c tu á ra m o s
com o g u errero s.
B a ja n d o la voz casi h a sta u n su su rro , d ijo q u e , si
en v e rd a d se n tía yo q u e m i e s p íritu estab a d e fo rm a d o ,
sim p le m e n te d e b ía c o m p o n e rlo — p u rific a rlo , h a c e r­
lo p erfec to — p o rq u e en to d a n u e stra v id a n o h a ­
157
b ía o tra ta re a m ás d ig n a d e em p ren d e rse. N o a rre g la r
el e sp íritu era b u sc ar la m u e rte , y eso e ra ig u a l q u e
n o b u sc a r n a d a , p u es la m u e rte nos ib a a alcan zar
d e c u a lq u ie r m a n e ra.
H izo u n a la rg a p a u sa y lu e g o d ijo , co n u n to n o d e
p ro fu n d a convicció n :
— B u scar la p erfec ció n d el e s p íritu d e l g u e rre ro es
la ú n ic a ta re a d ig n a d e n u e s tra h o m b ría .
Sus p a la b ra s a c tu a ro n co m o u n c a talizad o r. S entí
el peso d e m is acciones p asad as com o u n a carg a in so ­
p o rta b le y estorbo sa. A d m ití q u e n o h a b ía esp eran za
p a ra m í. E m p ecé a llo ra r, h a b la n d o d e m i v id a. D ije
q u e lle v a b a ta n to tie m p o d e a n d a r e rra n te q u e m e
h a b ía en callecid o a l d o lo r y a la tristeza, ex cep to en
ciertas o casiones en la s q u e m e d a b a c u e n ta d e m i
so led ad y d e m i im p o te n c ia .
D o n J u a n n o d ijo n a d a . M e to m ó p o r los sobacos
y m e sacó a ra stra s d e la ja u la . M e sen té al v erm e
lib re . É l ta m b ié n to m ó asien to . U n silen cio in c ó m o d o
se a h o n d ó e n tre noso tro s. P ensé q u e m e estab a d a n ­
d o tie m p o d e re c o b ra r la co m p o stu ra. T o m é m i c u a ­
d e rn o y, p o r nerv iosism o , m e p u se a g a ra b a te a r.
— T e sientes co m o u n a h o ja a m erced d e l v ie n to ,
¿no? — d ijo al fin , m irá n d o m e .
A sí m e se n tía e x actam en te . D o n J u a n p a re c ía com ­
p e n e tra d o d e m is se n tim ien to s. D ijo q u e m i estad o
d e á n im o le re c o rd a b a u n a c a n c ió n y em pezó a c a n ­
ta rla en to n o b a jo ; su voz c a n ta n te era m u y a g ra d a ­
b le y la le tra m e a rre b a tó : “ Q u é lejos e sto y ,d e l su elo
d o n d e h e n acid o . In m e n sa n o sta lg ia in v a d e m i
p e n sa m ie n to . A l v erm e ta n solo y triste c u a l h o ja
al v ie n to , q u isie ra llo ra r, q u isie ra m o rir d e sen­
tim ie n to .”
158
C a llam o s larg o ra to . F in a lm e n te , él ro m p ió el si­
lencio.
— D esd e el d ía e n q u ^ n aciste, d e u n a fo rm a u
o tra , a lg u ie n te h a e sta d o h a c ie n d o alg o — d ijo .
— E so es co rrec to — d ije.
— Y te h a n estad o h a c ie n d o alg o en c o n tra d e tu
v o lu n ta d .
— C ie rto .
— Y a h o ra estás d e sa m p a ra d o , cu al h o ja al v ie n to .
— C o rrecto . A sí es.
D ije q u e las c irc u n sta n c ia s d e m i v id a h a b ía n sido,
a veces, d ev asta d o ra s. É l escuchó con a te n c ió n , p e ro
n o p u d e sab er si só lo lo h a c ía p o r a m a b ilid a d , o si
estab a g e n u in a m e n te p re o c u p a d o , h a sta q u e lo sor­
p re n d í tra ta n d o d e esc o n d e r u n a sonrisa.
— P o r m u c h o q u e te g u ste co m p ad ec erte a ti m is­
m o, tie n e s q u e c a m b ia r eso — d ijo co n voz suav e— .
N o e n c a ja c o n la v id a d e u n g u errero .
R io y c a n tó n u e v a m e n te la can ció n , p e ro co n to rsio n a n d o la e n to n a c ió n d e ciertas p a la b ra s; el re su l­
ta d o fu e u n la m e n to risib le. S eñaló q u e el m o tiv o d e
q u e m e g u sta ra la c a n c ió n era q u e e n m i p ro p ia v id a
yo n o h a b ía h ech o sin o la m e n ta rm e y h a lla r defecto s
en tod o . N o p u d e d isc u tir co n él. E stab a e n lo cierto .
S in em b a rg o , yo creía te n e r m o tivo s su ficien tes p a ra
ju stific a r m i s e n tim ie n to d e ser com o u n a h o ja al
v ien to .
— L o m ás d ifícil e n este m u n d o es a d o p ta r el á n i­
m o d e u n g u e rre ro — d ijo él— . D e n a d a sirve estar
triste y q u e ja rs e y se n tirse ju stific a d o d e h acerlo , cre­
y en d o q u e a lg u ie n no s está sie m p re h a c ie n d o algo.
N a d ie le está h a c ie n d o n a d a a n ad ie , m u c h o m eno s
a u n g u e rre ro .
159
“T ú estás a q u í, co n m ig o , p o rq u e q u ie re s e sta r aq u í.
Y a d e b e ría s h a b e r asu m id o la re sp o n sa b ilid a d com ­
p le ta , y la id e a d e q u e estás a m erced d e l v ie n to d e ­
b e ría ser in a d m isib le .”
Se p u so d e p ie y em pezó a d e sa rm a r la ja u la . V olvió
a p o n e r la tie rra e n d o n d e la h a b ía to m a d o , y c u i­
d a d o sa m e n te esp arció las ram as en el c h a p a rra l. L u eg o
c u b rió con d esechos el c írc u lo lim p io , d e ja n d o el áre a
co m o si n a d a la h u b ie se to c a d o jam ás.
C o m e n té su eficacia. D ijo q u e u n b u e n cazad o r sa­
b ría q u e h a b ía m o s e sta d o allí p o r m ás c u id a d o q u e
él tuviese, p o rq u e las h u e lla s d e los h o m b res n o p u e ­
d e n b o rra rse p o r en tero .
T o m ó asie n to co n las p ie rn a s cru zad as y m e in d ic ó
s e n ta rm e lo m ás có m o d o p o sib le, d a n d o la c a ra al
sitio d o n d e m e h a b ía e n te rra d o , y q u e d a rm e q u ie to
h a sta q u e m i á n im o d e tristeza se h u b ie ra d isip a d o .
— U n g u e rre ro se e n tie rra p a ra h a lla r p o d e r, n o
p a ra llo ra r d e p e n a — d ijo .
I n te n té ex p licar, p e ro él m e d e tu v o con u n m o ­
v im ie n to im p a c ie n te d e cabeza. D ijo q u e h a b ía te n id o
q u e sacarm e ap risa d e la ja u la p o rq u e m i á n im o era
in to le ra b le y él te m ió q u e el sitio re sin tie se m i d e b i­
lid a d y m e h ic ie ra d a ñ o .
L a p e n a n o e n c a ja c o n el p o d e r — d ijo — . E l á n i­
m o d e u n g u e rre ro im p lic a q u e el g u e rre ro se co n ­
tro la y al m ism o tie m p o se a b a n d o n a .
— ¿C óm o p u e d e ser? — p re g u n té — . ¿C óm o se p u e ­
d e d o m in a r y a b a n d o n a r al m ism o tiem p o ?
— Es u n a técn ica d ifíc il — d ijo .
P a re c ió cav ila r si d e b e ría seg u ir h a b la n d o o no.
D os veces estuvo a p u n to d e d e c ir algo, p e ro se c o n ­
tu v o y so n rió .
160
— T o d a v ía n o te so b rep o n es a tu tristeza — d ijo — .
T o d a v ía te sientes d é b il y n o tie n e caso h a b la r a h o ra
d el á n im o d e u n g u e rre ro .
C asi u n a h o ra tra n s c u rrió e n c o m p le to silen cio .
L u eg o , d o n J u a n m e p re g u n tó d e b u e n a s a p rim e ra s
si h a b ía yo lo g ra d o a p re n d e r las técn icas d e “so ñ a r”
q u e él m e en señ ó . Y o h a b ía p ra c tic a d o a sid u a m e n te
y, tra s u n esfuerzo m o n u m e n ta l, p u d e o b te n e r c ie rto
g ra d o d e c o n tro l so bre m is sueños. D o n J u a n te n ia
m u c h a ra z ó n a l d e c ir q u e los ejercicio s p o d ía n to m a r­
se co m o d iv ersió n . P o r p rim e ra vez e n m i v id a , esp e­
ra b a yo c o n a n sia la h o ra d e d o rm ir.
L e d i u n d e ta lla d o re p o rte d e m i progreso.
A p re n d e r a so sten er la im a g e n d e m is m a n o s h a b ía
sid o re la tiv a m e n te fácil u n a vez q u e a p re n d í a d a rm e
la o rd e n d e m ira rla s. M is visiones, a u n q u e n o siem ­
p re e ra n d e m is p ro p ia s m a n o s, d u ra b a n u n tie m p o
a p a re n te m e n te larg o , h a s ta q u e te rm in a b a p o r p e rd e r
el c o n tro l y su m erg irm e en su eñ os com u n es, im p re v i­
sibles. Y o carecía d e to d a v o lic ió n co n resp ecto al
m o m e n to e n q u e m e d a b a la o rd e n d e m ira r m is
m ano s, o d e m ira r o tro s e le m e n to s d el su eñ o. Sim ­
p le m e n te suced ía. E n d e te rm in a d o in s ta n te re c o rd a ­
ba q u e d e b ía m ira rm e las m a n o s y d esp u és v e r el
e n to rn o . S in em b a rg o , h a b ía no ch es e n las q u e n o
te n ía m e m o ria d e h a b e rlo hech o .
D o n J u a n p areció satisfech o y q u iso sab er cuáles
e ra n los elem en to s h a b itu a le s q u e yo h a b ía estad o
h a lla n d o e n m is visiones. N o se m e o c u rrió a lg u n o
en p a rtic u la r, y em pecé a e la b o ra r so b re u n su eñ o
p esad illesco q u e h a b ía te n id o la n o ch e a n te rio r.
— U y, ya te estás h a c ie n d o el loco — d ijo c o n se­
quedad.
161
L e d ije q u e e stab a a n o ta n d o todos los d e ta lle s d e
m is sueños. D esd e q u e h a b ía em p ezad o la p rá c tic a
d e m ira rm e las m ano s, m is su eñ os h a b ía n a d q u irid o
m u c h a in te n s id a d y m i c a p a c id a d d e evocarlos h a b ía
a u m e n ta d o h a sta el p u n to d e q u e m e e ra p o sib le
re c o rd a r d e ta lle s m in ú scu lo s. £1 d ijo q u e fija rse en
eso e ra u n a p é rd id a d e tie m p o , p o rq u e los d e ta lle s y
la vividez n o te n ía n n in g u n a im p o rta n c ia .
— L os sueños co m u n es se v u elv en m u y vivid o s a p e ­
n as em piezas a arreglar los sueños — d ijo — . E sa v iv i­
dez y c la rid a d es u n a b a rre ra fo rm id ab le, y tú estás
p e o r q u e c u a lq u ie ra q u e yo h ay a co n o cid o e n m i vid a.
T ie n e s la p e o r m a n ía . E scribes to d o lo q u e puedes.
C o n to d a justeza, yo creía estar h a c ie n d o lo a d e ­
cu ad o . L le v a r u n re c u e n to m e ticu lo so d e m is sueños
m e d a b a c ie rto g ra d o d e c la rid a d co n resp ecto a la
n a tu ra le z a d e las visiones q u e te n ía e sta n d o d o rm id o .
— ¡D éjalo! — d ijo él, im p erio so — . N o sirve d e n ad a.
L o ú n ic o q u e estás h a c ie n d o es d is tra e rte d e l p ro p ó ­
sito d e l soñar, q u e es el c o n tro l y el p o d e r.
Se acostó y se c u b rió los o jo s co n el so m b re ro y
h a b ló sin m ira rm e .
— V oy a re c o rd a rte to d a s las técnicas q u e deb es
p ra c tic a r — d ijo — . P rim e ro enfocas la m ira d a e n tus
m an o s, com o p u n to d e p a rtid a . L u eg o pasas la m ira d a
a o tra s cosas y les echas vistazos cortos. E n fo ca la m i­
ra d a e n ta n ta s cosas co m o p u ed as. R e c u e rd a q u e si
sólo m ira s u n m o m e n to las im ágenes n o cam b ian .
L u eg o regresa a tu s m anos.
“C a d a vez q u e te m ira s las m an o s re n u e v a s el p o ­
d e r n ecesario p a ra so ñ ar, c o n q u e al p rin c ip io n o m i­
res d em a siad as cosas. C u a tro cad a vez se rá n su fic ien ­
tes. M ás a d e la n te , p o d rá s irla s a u m e n ta n d o h a sta q u e
162
c u b ras to d as las q u e q u ieras, p e ro a p e n a s las im ág e­
nes e m p iece n a c a m b ia r y sie n tas q u e estás p e rd ie n d o
el d o m in io , regresa a tu s m ano s.
" C u a n d o te sientas cap az d e m ira r las cosas in d e ­
fin id a m e n te , estarás listo p a ra u n a n u e v a técn ica. T e
la voy a e n se ñ a r ah o ra , p e ro n o esp ero q u e la u tilices
sin o h a sta q u e estés listo .”
E stu v o c a lla d o u n o s q u in c e m in u to s. P o r fin se
sen tó y m e m iró .
— E l sig u ie n te paso p a ra arreglar los sueños es
a p re n d e r a v ia ja r — d ijo — . D e la m ism a fo rm a en
q u e h a s a p re n d id o a m ira rte las m ano s, p u ed es m o ­
v e rte con la v o lu n ta d , ir a c u a lq u ie r sitio . P rim e ro
tien es q u e d e te rm in a r a d ó n d e q u ieres ir. E scoge u n
lu g a r b ie n co n o cid o — p u e d e ser tu escuela, o u n p a r­
q u e, o la casa d e u n am ig o — y lu e g o p o n tu v o lu n ta d
e n ir allí.
“ E sta técn ica es m u y d ifícil. D ebes re a liz a r d o s ta ­
reas: d eb es tra s la d a rte co n la v o lu n ta d al sitio espe­
cífico, y lu eg o , c u a n d o h ay as d o m in a d o esa técn ica,
tien es q u e a p re n d e r a c o n tro la r el tie m p o e x acto d e
tu v ia je ."
M ie n tra s a n o ta b a sus p a la b ra s, se n tía h a lla rm e re a l­
m e n te c h ifla d o . E stab a d e h ech o a n o ta n d o a b e rra c io ­
nes sin sen tid o , esfo rzán d o m e al m á x im o p o r seg u ir­
las. E x p e rim e n té u n a o le a d a d e re m o rd im ie n to y v e r­
güenza.
— ¿Q u é m e está u sted h a c ie n d o , d o n J u a n ? — p re ­
g u n té , sin q u e re r d e c irlo re a lm e n te .
P a reció so rp re n d id o . M e m iró u n in s ta n te y lu eg o
sonrió.
— Ya m e h as p re g u n ta d o m il veces lo m ism o. Yo
n o te estoy h a c ie n d o na ?a. T ú te estás p o n ie n d o al
163
alcan ce d e l p o d e r; lo estás cazan d o y yo n a d a m ás
te g u ío .
In c lin ó la cabeza h a c ia u n la d o y m e e x am in ó . M e
to m ó p o r la b a rb illa co n u n a m a n o y p o r la n u c a con
la o tra y lu eg o m o v ió m i cabeza h a c ia a d e la n te y h a ­
cia a trás. L os m ú scu lo s d e m i cu ello e sta b a n m u y
tensos, y el m o v im ie n to re d u jo la ten sió n .
D o n J u a n alzó los o jo s al cielo p o r u n m o m e n to
y p are c ió o b se rv ar algo.
— Es h o ra d e irse — d ijo secam en te y se p u so e n pie.
C a m in a m o s m ás o m e n o s h a c ia el o rie n te h asta
lle g a r a u n b o sq u e c illo d e á rb o les p eq u eñ o s, en u n
v a lle e n tre dos e n o rm e s co lin as. E ra n casi las cinco
d e la ta rd e . D o n J u a n d ijo , e n to n o casu al, q u e tal
vez tu v ié ra m o s q u e p a sa r la n o c h e en ese lu g a r. Se­
ñ a ló los árb o les y d ijo q u e p o r a h í h a b ía ag u a.
T e n s ó el c u e rp o y em pezó a o lfa te a r el a ire com o
u n a n im a l. P u d e v e r los m ú scu lo s d e su estóm ag o
c o n tra e rse en espasm os cortos, m u y rá p id o s, m ie n tra s
él e x h a la b a e in h a la b a p o r la n a riz en veloz sucesión.
M e in stó a im ita rlo y a d e sc u b rir p o r m í m ism o d ó n ­
d e e stab a el agua. H ic e la p ru e b a , con re n u e n c ia . T ra s
cin co o seis m in u to s d e re s p ira r a p risa m e h a lla b a
m a re a d o , p e ro m i n a riz se h a b ía d e sp e ja d o e n fo rm a
e x tra o rd in a ria y m e e ra p o sib le d e te c ta r el o lo r d e
sauces d e río . S in em b a rg o , n o p o d ía d e c ir d ó n d e
estab an .
D o n J u a n m e in d ic ó d e sc a n sa r u n o s m in u to s y lu e ­
go m e p u so a o lfa te a r d e n u ev o. L a se g u n d a ro n d a
fu e m ás in te n sa . P u d e d is tin g u ir u n a b o c a n a d a d e
o lo r a sauce q u e lle g a b a d e m i d erech a. N os e n c a m i­
n am o s e n esa d ire c c ió n y h alla m o s, a cosa d e m e d io
k iló m e tro , u n sitio p a n ta n o so co n ag u a estan cad a.
164
R o d e á n d o lo , su b im o s a u n a m eseta p la n a lig e ra m e n te
m ás a lta . E n c im a y e n to rn o d e la m eseta el c h a p a rra l
e ra m u y d enso.
— E ste lu g a r está lle n o d e p u m a s y o tro s g ato s d e
m o n te m ás chicos — d ijo d o n J u a n com o si ta l cosa.
C o rrí a su lad o y él so ltó la risa.
— D e p la n o , yo n o v e n d ría p o r a q u í p a ra n a d a
— d ijo — . P e ro el cu erv o señ aló e n esta d irecció n . D eb e
h a b e r alg o esp ecial en este sitio.
— ¿ T en em o s re a lm e n te q u e e sta r a q u í, d o n J u a n ?
— Sí. D e lo c o n tra rio , e v ita ría yo este sitio.
Y o m e h a b ía p u e sto e x tre m a d a m e n te n ervioso. D o n
J u a n m e d ijo q u e escu ch ara sus p a la b ra s co n to d a
a ten ció n .
— L o ú n ic o q u e p u e d e h acerse en este sitio es cazar
p u m a s — p ro sig u ió — . A sí q u e voy a e n se ñ a rte eso.
“ H a y u n m o d o especial d e c o n s tru ir u n a tra m p a
p a ra las ra ta s d e ag u a q u e v iv en cerca d e los o jo s
d e ag u a. S irv en d e cebo. L os lad o s d e la ja u la están
hech o s d e m o d o q u e se caen, y al cae r d e ja n al des­
c u b ie rto p ú as m u y filosas. L as p ú a s n o se v en c u a n d o
la tra m p a está p u esta, y n o a fe c ta n n a d a a m eno s q u e
algo caig a so b re la ja u la ; en ese caso los lad os se
caen y las p ú a s a tra v ie sa n lo q u e h ay a p eg ad o e n la
tra m p a .”
Y o n o e n te n d ía , p e ro él trazó u n d ia g ra m a en el
suelo y m e m o stró q u e, si los so p o rtes v erticales d e la
ja u la se co lo c ab an e n hoyos cóncavos h ech o s en el
m a rco a g u isa d e pivotes, la ja u la se d e sp lo m a ría p a ra
u n la d o o el o tro c u a n d o alg o e m p u ja ra su p a rte
su p e rio r.
L as p ú a s e ra n aguzadas a stillas p u n tia g u d a s d e m a ­
165
d e ra d u ra , q u e se co lo c ab an en to d o el c o n to rn o d e l
m a rco y se ase g u ra b a n a él.
D o n J u a n d ijo q u e, p o r lo co m ú n , se p o n ía u n a
p esad a carg a d e p ie d ra s so b re u n a re d d e v aras conec­
ta d a a la ja u la y co lg a d a e n cim a d e e lla, a b u e n a
a ltu ra . C u a n d o el g a to m o n té s lle g a b a a la tra m p a
ce b a d a co n las ra ta s d e a g u a, g e n e ra lm e n te in te n ta b a
ro m p e rla d e u n fu e rte zarp azo; en to n ce s las p ú a s le
a tra v e sa b a n las p a ta s y el a n im a l, fren ético , d a b a
el salto , ech án d o se e n c im a u n a a v a la n c h a d e p ie d ras.
— A lo m e jo r a lg ú n d ía n ecesitas a tr a p a r u n g a to
m o n té s —d ijo d o n J u a n — . T ie n e n p o d e re s especiales.
S on tre m e n d o s y m u y listos, y la ú n ic a m a n e ra d e
a tra p a rlo s es en g a ñ á n d o lo s c o n el d o lo r y c o n el a ro ­
m a d e los sauces d e río .
C o n ra p id e z aso m b ro sa a rm ó u n a tra m p a , y tras
la rg a esp era c a p tu ró tres ro ed o res rech o n ch o s, con
asp ecto d e a rd illas.
M e in d ic ó c o rta r u n p u ñ a d o d e m im b re s d e la
o rilla d el p a n ta n o y fro ta r co n ellos m i ro p a . É l h izo
lo m ism o . L u eg o, co n ra p id e z y h a b ilid a d , te jió con
ju n c o s dos sen cillas re d e s p o rta d o ra s, reco g ió d e l p a n ­
ta n o u n g ra n m o n tó n d e lo d o y p la n ta s verdes, y lo
llevó a la m eseta, d o n d e se o cu ltó .
M ie n tra s ta n to , los ro ed o res h a b ía n em p e zad o a
c h illa r a to d o v o lu m en .
D o n J u a n h a b ló d esd e su esco n d ite p a ra in d ic a rm e
q u e u sa ra la o tra re d , ju n ta r a u n a b u e n a c a n tid a d d e
p la n ta s y lo d o , y trep ase a las ra m a s b a ja s d e u n
á rb o l cerc an o a la ja u la d o n d e e sta b a n los ro ed o res.
D o n J u a n d ijo q u e n o q u e ría h a c e r n in g ú n d a ñ o
al p u m a n i a las ra ta s d e ag u a, d e m o d o q u e ib a a
a rro ja rle lo d o al le ó n si éste se acercab a a la tra m p a .
166
M e d ijo q u e estuviese a le rta y g o lp e a ra al p u m a con
m i b u lto d e lo d o d esp u é s d e q u e él lo h u b ie ra hech o ,
p a ra asu starlo . M e re c o m e n d ó m u c h o c u id a d o p a ra
n o caer d el árb o l. Sus in stru c c io n e s fin a le s fu e ro n
p e rm a n e c e r ta n q u ie to q u e m e c o n fu n d ie ra co n las
ram as.
Yo n o p o d ía v e r d ó n d e e sta b a d o n J u a n . E l c h illa r
d e los ro ed o res se h izo e x tre m a d a m e n te fu e rte . L legó
a e sta r ta n o scu ro q u e a p e n a s m e era p o sib le d is tin ­
g u ir la c o n fig u ra c ió n g e n e ra l d e l te rre n o . P e rc ib í el
sú b ito so n id o cercan o d e pasos suaves y u n a e x h a la ­
ció n fe lin a a m o rtig u a d a , lu e g o u n g ru ñ id o m u y suav e
y las ra ta s d e a g u a cesaro n d e c h illa r. E n ese m ism o
in s ta n te vi la m asa o scu ra d e u n a n im a l ju s ta m e n te
d e b a jo d e l á rb o l d o n d e m e e n c o n tra b a . In c lu so a n tes
d e q u e yo p u d ie ra estar seg u ro d e q u e era u n p u m a ,
se lan zó c o n tra la tra m p a , p e ro n o llegó a a lc a n z a rla
p o rq u e alg o lo g o lp eó y lo h izo re c u la r. A rro jé m i
b u lto , com o d o n J u a n m e h a b ía d ic h o . N o d io e n el
b la n c o , p e ro h izo m u c h o ru id o . E n ese in s ta n te d o n
J u a n so ltó u n a serie d e g rito s p e n e tra n te s q u e m e
p ro d u je ro n escalofríos, y el p u m a , co n e x tra o rd in a ria
a g ilid a d , sa ltó a la m eseta y d esap areció .
D o n J u a n sig u ió h a c ie n d o u n ra to los ru id o s p e ­
n e tra n te s y lu eg o m e d ijo q u e b a ja ra d el á rb o l, reco­
g ie ra la ja u la co n las ra ta s d e ag u a, c o rrie ra a la
m eseta y lle g a ra lo m ás rá p id o p o sib le a d o n d e él se
h a lla b a .
E n u n tie m p o in c re íb le m e n te c o rto m e e n c o n tré
p a ra d o ju n to a d o n J u a n . M e d ijo q u e im ita ra sus
g rito s lo m e jo r p o sib le p a ra te n e r al g a to a d ista n c ia
m ie n tra s él d e sa rm a b a la ja u la y lib e ra b a a los ro e ­
dores.
167
E m p ecé a g rita r, p e ro n o p o d ía p ro d u c ir el m ism o
electo . M i voz estab a ro n c a a' cau sa d e la ex citació n .
É l d ijo q u e m e d e ja ra ir y g rita ra co n v e rd a d e ro
se n tim ie n to , p o rq u e el le ó n to d a v ía a n d a b a p o r ah í.
D e p ro n to co b ré p le n a c o n cien cia d e la situ a c ió n . E l
le ó n e ra real. P ro rru m p í e n u n a m a g n ífica serie d e
g rito s p e n e tra n te s.
D o n J u a n rio a carcajad as.
M e d e jó g rita r u n m o m e n to y lu eg o d ijo q u e d e ­
b ía m o s d e ja r ese sitio lo a n te s p o sib le, pu es, el p u m a
n o era n in g ú n to n to y p ro b a b le m e n te estab a e n ese
m o m e n to d e sa n d a n d o sus pasos d irig ié n d o se a d o n d e
no s h allá b am o s.
— D e seg u ro n o s va a seg u ir -—d ijo — . P o r m u ch o
c u id a d o q u e ten g am o s, d e ja re m o s u n ra s tro d e l an c h o
d e la c a rre te ra p a n a m e ric a n a .
C a m in é m u y cerca d e d o n J u a n . D e vez en c u a n d o
él se d e te n ía u n in s ta n te a escuchar. E n d e te rm in a d o
m o m e n to echó a c o rre r en la o scu rid ad , y yo lo seguí
c o n las m a n o s e x te n d id a s fre n te a los ojos p a ra p ro ­
teg erm e d e las ram as.
P o r fin llegam o s al p ie d el risco d o n d e estuv im o s
an tes. D o n J u a n d ijo q u e si lo g rá b a m o s tre p a r a la
cim a sin q u e el le ó n n o s a ta c a ra , estaríam o s a salvo.
T o m ó la d e la n te ra p a ra m o stra rm e el cam in o . E m p e ­
zam os a tre p a r e n la o sc u rid a d . N o su p e cóm o, p ero
lo seguí co n paso firm e y certero . C u a n d o estáb am o s
cerca d e la cim a oí u n p e c u lia r c la m o r a n im a l. E ra
casi com o el m u g id o d e u n a vaca, p e ro u n po co m ás
la rg o y m ás áspero.
— ¡A rrib a! ¡A rrib a! — g ritó d o n J u a n .
T r e p é v elo zm en te e n la o sc u rid a d to ta l, a d e la n tá n ­
168
d o m e a d o n J u a n . C u a n d o él llegó al re m a te p la n o
d el risco yo ya estab a se n ta d o re c u p e ra n d o el a lien to .
R o d ó p o r el suelo. P o r u n seg u n d o p en sé q u e el
esfuerzo h a b ía sid o d e m a sia d o p a ra él, p e ro e n re a ­
lid a d e sta b a rie n d o d e m i ra u d o ascenso.
E stu v im o s sen tad o s u n p a r d e h o ras en co m p leto
silen cio y lu eg o em p re n d im o s la m a rc h a h a c ia el
coche.
Domingo, septiembre
3, 1961
D o n J u a n n o estab a e n la casa c u a n d o d esp erté. T r a ­
b a jé en m is n o tas y tu v e tie m p o d e ju n ta r le ñ a en
el c h a p a rra l c irc u n d a n te a n te s d e q u e él reg resara.
M e h a lla b a co m ien d o c u a n d o e n tró en la casa. E m ­
pezó a re ír d e lo q u e lla m a b a m i ru tin a d e co m er
al m e d io d ía , p e ro to m ó d e m is em p a red ad o s.
L e d ije q u e lo o c u rrid o c o n el p u m a era d esco n cer­
ta n te p a ra m í. E n re tro sp e c tiv a , p arecía e n te ra m e n te
irre a l. E ra com o si to d o se h u b ie ra escen ificad o p a ra
m i b en eficio . L a su cesión d e ev en tos fu e ta n rá p id a
q u e n o tu v e e n re a lid a d tie m p o d e asu starm e. T u v e
tie m p o p a ra a c tu a r, p e ro n o p a ra d e lib e ra r so b re m is
circu n stan cias. A l e scrib ir m is n o ta s se p la n te ó la
in te rro g a n te d e si h a b ía v isto re a lm e n te a l p u m a . L a
a lu c in a c ió n d e la ra m a seca estab a to d a v ía fresca en
m i m e m o ria.
— E ra u n p u m a — d ijo d o n J u a n en to n o im p erio so .
— ¿E ra u n v e rd a d e ro a n im a l d e c a rn e y hueso?
— Seguro.
L e d ije q u e m is sospechas h a b ía n d e sp e rta d o a cau ­
sa d el fácil d e sa rro llo d e to d o el ev en to. E ra co m o si
el g a to h u b ie ra estad o a llí a g u a rd a n d o y h u b ie ra sido
169
e n tre n a d o p a ra h a c e r e x a c ta m e n te lo q u e d o n J u a n
p la n e a ra .
M i a lu d d e o b se rv acion es escépticas n o le h izo la
m e n o r m e lla. Se rio d e m í.
— E res u n tip o ch isto so — d ijo — . T ú v iste y o íste
al g ato . E sta b a a b a jito d e l á rb o l d o n d e tú estabas.
Si n o te o lfa te ó y te sa ltó fu e p o r los m im b res. M a ta n
c u a lq u ie r o tro o lo r, h a s ta p a ra los gatos. T ú ten ias
e n los b razos u n a carg a d e lodo.
D ije q u e n o e ra q u e d u d a ra d e él, sin o q u e to d o
lo o c u rrid o a q u e lla n o c h e e ra e x tre m a d a m e n te a je n o
a los sucesos d e m i v id a c o tid ia n a . D u ra n te u n ra to ,
al e sc rib ir m is n o tas, tu v e in c lu so el se n tim ie n to d e
q u e d o n J u a n p o d ía h a b e r h e c h o el p a p e l d e leó n .
S in em b a rg o , h u b e d e d e s c a rta r la id e a p o rq u e yo
h a b ía v isto re a lm e n te la silu e ta o scu ra d e u n a n im a l
d e c u a tro p a ta s lan zán d o se h a c ia la ja u la y lu e g o sal­
ta n d o a la m eseta.
— ¿P or q u é te haces ta n to lío? — d ijo él— . N o era
m ás q u e u n g a to g ra n d e . H a d e h a b e r m iles d e gatos
e n esos m o n tes. G ra n cosa. C o m o d e c o stu m b re , d ir i­
ges la a te n c ió n a d o n d e n o debes. N o im p o rta p a ra
n a d a q u e fu e ra u n p u m a o m is calzones. L o q u e sen ­
tía s e n ese in s ta n te e ra lo q u e c o n ta b a .
E n to d a m i v id a, yo n u n c a h a b ía v isto n i o íd o la
ro n d a d e u n g ra n fe lin o salvaje. A l p e n sa r e n ello, n o
p o d ía re p o n e rm e d e l h e c h o d e h a b e r e sta d o a ta n
p o ca d ista n c ia d e u n o .
D o n J u a n escuchó p a c ie n te m e n te m ie n tra s yo re ­
p a sa b a to d a la ex p erien cia.
— ¿P o r q u é ta n ta re v e re n c ia co n el g ato te? — p re ­
g u n tó co n e x p re sió n in q u is itiv a — . H a s e sta d o cerca
170
d e casi to d o s los a n im ales q u e v iv en p o r a q u í y ja m á s
te h a n im p re sio n a d o ta n to . ¿ T e g u sta n los gatos?
— N o.
'
— B u en o , en to n ce s o lv íd alo . D e c u a lq u ie r m o d o , la
lecció n n o te n ía n a d a q u e v e r co n cazar leones.
— ¿Y co n q u é te n ía q u e ver?
— E l c u e rv ito m e señ aló ese sitio específico, y e n ese
sitio vi la o p o r tu n id a d d e h a c e rte e n te n d e r cóm o
a c tú a u n o c u a n d o tie n e á n im o d e g u errero .
‘‘T o d o lo q u e h ic iste a n o c h e lo h ic iste c o n u n
á n im o co rrecto . T e n ía s c o n tro l y a la vez estab as
a b a n d o n a d o c u a n d o saltaste d e l á rb o l p a ra reco g er la
ja u la y lle v á rm e la c o rrie n d o . N o te p a ra liz ó el m ied o .
Y luego , casi e n lo a lto d e l risco, c u a n d o el le ó n so ltó
u n g rito , te m o v iste m u y b ie n . E stoy seg u ro d e q u e n o
creerías lo q u e h ic iste si v ieras el risco d e d ía . T e n ía s
c ie rto g ra d o d e a b a n d o n o , y al m ism o tie m p o cierto
g ra d o d e c o n tro l so b re ti m ism o . N o te so ltaste al g ra ­
d o d e o rin a rte e n los calzones, p e ro te so ltaste y
tre p a ste ese m u ro e n c o m p le ta o scu rid ad . P o d rías
h a b e r d a d o u n p aso e n falso y m a ta rte . T r e p a r ese
m u ro e n la o sc u rid a d re q u e ría q u e te c o n tu v ie ra s y
te so lta ra s al m ism o tie m p o . E so es lo q u e yo lla m o
el á n im o d e u n g u e rre ro .”
D ije q u e c u a n to h u b ie se h e c h o a q u e lla n o c h e fu e
el p ro d u c to d e m i m ied o , y n o el re s u lta d o d e n in g ú n
e stad o d e d o m in io y a b a n d o n o .
— L o sé — d ijo , s o n rie n d o — . Y q u ise e n se ñ a rte q u e
te p u e d e s esp o lea r m ás a llá d e tu s lím ite s si estás e n el
á n im o correcto . U n g u e rre ro crea su p ro p io án im o .
T ú n o lo sabías. E l m ied o te m e tió e n el á n im o d e
u n g u e rre ro , p e ro a h o ra q u e lo conoces, c u a lq u ie r
cosa p u e d e serv ir p a ra q u e te m etas e n él.
171
Q u ise d isc u tir, p e ro m is razo n es n o e ra n claras. E x ­
p e rim e n ta b a u n a m o le stia in e x p lic a b le .
— E s c o n v e n ie n te a c tu a r sie m p re co n ese á n im o
— p ro sig u ió — . A cab a co n la id io tez y lo d e ja a u n o
p u rific a d o . T e sen tiste m u y b ie n c u a n d o llegaste a
la cim a d e l risco. ¿O no?
L e d ije q u e c o m p re n d ía lo q u e m e e stab a d ic ie n d o ,
p e ro se n tía q u e sería id io ta tra ta r d e a p lic a r sus ense­
ñ an zas a m i v id a c o tid ia n a .
— U n o n ecesita el á n im o d e u n g u e rre ro p a ra cad a
u n o d e sus actos — d ijo — . D e o tro m o d o u n o se e n ­
c h u e c a y se afea. N o h a y p o d e r e n u n a v id a q u e ca­
rece d e este án im o . M íra te tú m ism o. T o d o te o fen d e
y te in q u ie ta . C h illa s y te q u e ja s y sien tes q u e to d o
el m u n d o te h ace b a ila r a su son. E res u n a h o ja a
m e rc e d d e l v ie n to . N o h ay p o d e r e n tu v id a. ¡Q u é
feo d e b e d e se n tirse eso!
“ U n g u e rre ro , en cam b io , es u n cazador. T o d o lo
calc u la . E so es co n tro l. P e ro u n a vez te rm in a d o s sus
•cálculos, actú a . Se d e ja ir. E so es a b a n d o n o . U n g u e­
rre ro n o es u n a h o ja a m e rced d el v ie n to . N a d ie lo
e m p u ja ; n a d ie lo o b lig a a h a c e r cosas e n c o n tra d e
sí m ism o o d e lo q u e ju z g a co rrecto . U n g u e rre ro está
e n to n a d o p a ra so brev iv ir, y so brev iv e d e l m e jo r m o d o
p o sib le .”
M e g u stó su p o sició n , a u n q u e la co n sid eré fa lta d e
realism o . P a recía d e m a sia d o sim p lista p a ra el com ­
p le jo m u n d o d o n d e yo vivía.
R io d e m is a rg u m e n to s y yo in sistí e n q u e el á n im o
d e u n g u e rre ro n o p o d ía e n m o d o a lg u n o a y u d a rm e
a s u p e ra r el se n tim ie n to d e o fensa, o el d a ñ o co n creto ,
n acid o s d e las acciones d e ,m is sem ejan tes, co m o en
el caso h ip o té tic o d e ser v e ja d o física m en te p o r u n a
172
p erso n a cru e l y m alicio sa co lo cad a en u n a p o sició n d e
a u to rid a d .
Se carcajeó y a d m itió q u e el e je m p lo v en ía al caso.
— U n g u e rre ro p o d ría su frir d a ñ o , p e ro n o o fensa
— d ijo — . P a ra u n g u e rre ro n o h ay n a d a o fensivo en
los actos d e sus sem ejan tes m ie n tra s él m ism o esté
a c tu a n d o d e n tr o d e l á n im o correcto .
“ L a o tra n o ch e, n o te o fe n d iste co n el gato. E l
h ech o d e q u e no s p e rsig u ió n o te h izo en o ja r. N o te
oí m a ld ecirlo , n i te o í d e c ir q u e n o tu v ie ra d e re c h o
a seg u irn o s. F á c ilm e n te p o d ría h a b e r sid o u n g a to
cru el y m alicioso. P e ro eso n o te p re o c u p a b a m ie n ­
tras tra ta b a s d e h u irle . L o ú n ic o q u e v en ía al caso
e ra so b rev iv ir. Y eso lo h ic iste m u y b ien .
“ Si h u b ie ra s estad o solo y el p u m a te h u b ie ra al­
can zad o y h ech o garras, jam á s h a b ría s p en sad o siq u ie ­
ra e n q u e ja rte o en s e n tirte o fe n d id o p o r sus acto s.”
“ E l á n im o d e u n g u e rre ro n o es ta n d escab ella d o
p a ra tu m u n d o n i p a ra el d e n a d ie . L o necesitas p a ra
sa lirte d e to d as las id io teces.”
E x p liq u é m i fo rm a d e ra z o n a r. E l p u m a y m is se­
m e ja n te s n o e sta b a n en el m ism o n iv el, p o rq u e yo
con o cía los recovecos h u m a n o s p e ro n o sab ía n a d a d el
p u m a . L o q u e m e o fe n d ía d e m is sem ejan tes era q u e
a c tu a b a n co n m a licia y a sab iend as.
— Ya sé, ya sé — d ijo d o n J u a n con p acie n c ia — .
L o g ra r el á n im o d e u n g u e rre ro n o es cosa sencilla.
Es u n a re v o lu c ió n . C o n sid e ra r ig u ales al p u m a y a las
ra ta s d e ag u a y a n u estro s sem e jan tes es u n acto m a g ­
n ífico d e l e s p íritu d el g u e rre ro . Se n ecesita p o d e r
p a ra lle v a rlo a cabo.
173
XII. UNA BATALLA DE PODER
Jueves, diciembre 28, 1961
I niciamos u n v ia je a p rim e ra
h o ra d e la m a ñ a n a .
F u im o s h a c ia el s u r y lu e g o h a c ia el este, a las m o n ­
tañ as. D o n J u a n llev ó g u aje s con co m id a y agu a.
C o m im o s en m i coche a n te s d e em p e zar a c a m in a r.
— N o te m e d esp eg ues — d ijo — . É sta es u n a re g ió n
q u e n o conoces y n o h a y n ecesid ad d e arriesg arse.
V as e n b u sc a d e p o d e r y to d o c u a n to haces cu e n ta .
V ig ila el v ie n to , so b re to d o al fin d el d ía. O b serv a
c u a n d o ca m b ie d e d ire c c ió n , y ca m b ia tu p o sició n
p a ra q u e yo te re sg u a rd e sie m p re d e él.
— ¿Q u é v am os a h a c e r e n estas m o n ta ñ a s, d o n
Ju an ?
— E stás cazan d o p o d e r.
— D igo , ¿q u é v am os a h a c e r e n p a rtic u la r?
— N o h a y p la n c u a n d o se tra ta d e cazar p o der.
C a z a r p o d e r o cazar a n im a le s es lo m ism o. U n cazad or
caza lo q u e se le p resen te. A sí q u e d e b e e sta r siem ­
p re p re p a ra d o .
“ Y a sabes d el v ie n to , y p u e d e s cazar p o r ti m ism o
el p o d e r d e l v ie n to . P e ro h a y o tra s cosas q u e n o
conoces y q u e son, co m o el v ie n to , c e n tro d e p o d e r
a ciertas h o ras y en cierto s lugares.
” E1 p o d e r es u n a s u n to m u y p e c u lia r. N o p u e d o
d e c ir con e x a c titu d lo q u e re a lm e n te es. Es u n sen­
174
tim ie n to q u e u n o tie n e so b re ciertas cosas. E l p o d e r
es p erso n al. P e rte n e c e a u n o n a d a m ás. M i b e n e fa c to r,
p o r ejem p lo , p o d ía en fe n a r d e m u e rte a u n a p e r­
so n a co n sólo m ira rla . L as m u je re s se co n su m ía n d es­
p u é s d e q u e él les p o n ía los ojos en cim a. P e ro n o
e n fe rm a b a a la g en te to d o el tie m p o ; n a d a m ás c u a n ­
d o in te rv e n ía su p o d e r p e rso n a l.”
— ¿C óm o eleg ía a q u ié n e n ferm ar?
— E so n o lo sé. N i él m ism o lo sabía. A sí es el p o ­
d e r. T e m a n d a , y sin e m b a rg o te obedece.
‘‘U n caz ad o r d e p o d e r lo a tra p a y lu eg o lo g u a rd a
co m o su h alla zg o p erso n al. A sí, el p o d e r p e rso n a l cre­
ce, y p u e d e d a rse el caso d e u n g u e rre ro q u e , d e ta n to
p o d e r p e rso n a l q u e tien e, se h ace h o m b re d e c o n o ­
c im ie n to .”
— ¿C óm o g u a rd a u n o el p o d e r, d o n Ju a n ?
— E so ta m b ié n es u n se n tim ie n to . D e p e n d e d e la
clase d e p erso n a q u e sea el g u e rre ro . M i b e n e fa c to r
era u n h o m b re d e n a tu ra le z a v io le n ta . G u a rd a b a p o ­
d e r a trav és d e ese se n tim ie n to . T o d o c u a n to h a c ía
e ra fu e rte y d irecto . D e ja b a la im p re sió n d e alg o
q u e p a sa b a a p la sta n d o las cosas. Y to d o c u a n to le
o c u rrió tu v o lu g a r d e ese m o d o .
M e d e c la ré incap az d e c o m p re n d e r cóm o se a lm a ­
cen ab a el p o d e r a través d e u n sen tim ie n to .
— N o h ay fo rm a d e e x p lic a rlo — d ijo tras u n a la rg a
p au sa— . T ie n e s q u e h a c e rlo tú m ism o.
R eco gió los g u ajes d e c o m id a y los a tó a su esp ald a.
M e en treg ó u n co rd el con o ch o trozos d e c a rn e seca
colgados d e él, e h izo q u e m e lo p u sie ra al cu ello.
— É sta es c o m id a d e p o d e r — d ijo .
-— ¿Q u é es lo q u e la h ace c o m id a d e p o d e r, d o n
Ju a n ?
175
— E s la c a rn e d e u n a n im a l q u e te n ía p o d e r. U n
v en ad o , u n v e n a d o ú n ic o . M i p o d e r p e rso n a l m e lo
tra jo . E sta c a rn e nos m a n te n d rá d u ra n te sem anas e n ­
teras, d u r a n te m eses si es necesario . Vela m a sc an d o
p o r p ed acito s, y m áscala m n y b ie n . Que el p o d e r se
h u n d a d e sp a c io en tu cu erp o .
E ch am o s a a n d a r. E ra n casi las o n ce d e la m a ñ a n a .
D o n J u a n m e re c o rd ó u n a vez m ás el p ro c e d im ie n to
a seguir.
— V ig ila el v ie n to — d ijo — . N o d ejes q u e te h ag a
p e rd e r el paso. Y n o d ejes q u e te fatig u e. M asca tu
co m id a d e p o d e r y escó n d ete d e l v ie n to d e trá s d e m i
cu erp o . E l v ie n to n o m e h a rá d a ñ o a m í; no s co n o ­
cem os m u y b ie n .
M e g u ió a u n a v ered a q u e ib a re c ta h a c ia las altas
m o n ta ñ a s. E l d ía era n u b la d o y estab a a p u n to d e
llover. P u d e v er cóm o, d e lo a lto d e las m o n ta ñ a s,
n u b e s b ajas y n ie b la d e sc e n d ía n a la zo n a d o n d e
estáb am o s.
C a m in a m o s en c o m p le to silen cio h a sta eso d e las
tres d e la ta rd e . M a stic a r la c a rn e seca e ra e n v e rd a d
v ig o rizan te. Y o b se rv a r los cam b io s re p e n tin o s en la
d ire c c ió n d el v ie n to se c o n v irtió e n u n a su n to m iste­
rio so , h a sta el p u n to d e q u e to d o m i c u e rp o p arecía
s e n tir los cam b io s a n te s d e q u e o c u rrie ra n . T e n ía
la im p re sió n d e p o d e r s e n tir las o le ad as d e aire
co m o u n a especie d e p re sió n e n la p a rte s u p e rio r d e
m i pech o , en los b ro n q u io s. C a d a vez q u e m e h a lla b a
a p u n to d e s e n tir u n a ra c h a d e v ie n to , e x p e rim e n ­
ta b a com ezón e n el p ech o y la g a rg a n ta .
D o n J u a n se d e tu v o u n m o m e n to y m iró e n to rn o .
P a re c ió o rie n ta rse y d io v u e lta a la d erech a. N o té
q u e ta m b ié n m ascab a c a rn e seca. Yo m e se n tía m u y
176
fresco y n o te n ía n a d a d e can san cio . L a ta re a d e
a te n d e r a los cam bios en el v ie n to h a b ía sid o ta n
a b so rb e n te q u e n o tu v e co n cien cia d el tiem p o .
N os a d e n tra m o s en u n a p ro fu n d a c a ñ a d a y lu e g o
su b im o s u n o d e sus lad o s h a sta u n a p e q u e ñ a m eseta
e n la e m p in a d a la d e ra d e u n a m o n ta ñ a en o rm e. Es­
táb am o s b a sta n te alto , casi e n la cim a.
D o n J u a n tre p ó a u n a g ra n ro ca e n el e x tre m o
d e la m eseta y m e ay u d ó a h a c e r lo m ism o. L a ro ca
estab a co locad a en ta l fo rm a q u e p arecía u n a c ú p u la
so b re m u ro s escarpados. L e d im o s la v u e lta , cam i­
n a n d o d espacio. F in a lm e n te , tu v e q u e se n ta rm e p a ra
seg u ir el re c o rrid o , a sién d o m e a la su p e rficie co n los
talo n es y las m anos. E sta b a e m p a p a d o d e s u d o r y
te n ía q u e secarm e las m a n o s re p e tid a s veces.
D esde el o tro lad o , p u d e v er u n a cueva m u y g ra n ­
de, d e escasa h o n d u ra , cerca d e la cim a d e la m o n ­
ta ñ a . P a re c ía u n re c in to e sc u lp id o e n la ro ca. L a
e ro sió n h a b ía fo rm ad o , e n la p ie d ra aren isca, u n a
especie d e b a lc ó n co n do s co lu m n as.
D o n J u a n d ijo q u e íb a m o s a a c a m p a r allí, q u e ése
era u n sitio m u y seg u ro p o r ser d em a siad o po co p ro ­
fu n d o p a ra c u b il d e leo nes o d e c u a lq u ie r o tra fiera,
d em a siad o a b ie rto p a ra n id o d e ratas, y d e m a sia d o
v en to so p a ra los insectos. R io y d ijo q u e e ra u n sitio
id e a l p a ra el h o m b re , p o rq u e n in g u n a o tra c ria tu ra
v iv ie n te p o d ía so p o rta rlo .
T r e p ó h a c ia a llá com o u n a c a b ra m o n tés. M e m a ­
ra v illó su e stu p e n d a a g ilid a d .
L e n ta m e n te m e a rra stré , sen ta d o , ro ca a b a jo , y
lu e g o tra té d e s u b ir c o rrie n d o la la d e ra d é la m o n ­
ta ñ a co n el fin d e alca n z a r la salien te. L os ú ltim o s
m e tro s m e a g o ta ro n p o r co m p leto . E n so n d e b ro m a ,
177
p re g u n té a d o n J u a n c u á n to s añ o s te n ía e n re a lid a d .
O p in é q u e , p a ra lle g a r a l lu g a r com o él lo h a b ía
h ech o , e ra n ecesario ser m u y jo v e n y e sta r en p erfec­
tas co n d icio n es.
— Soy ta n jo v e n co m o q u ie ro — d ijo él— . E sto ta m ­
b ié n es cosa d e p o d e r p e rso n a l. Si vas ju n ta n d o p o d er,
tu c u e rp o p u e d e re a liz a r h a z a ñ a s in creíb les. E n cam ­
b io , si d isip a s el p o d e r, te p o n e s v ie jo y g o rd o d e
la n o c h e a la .m a ñ a n a .
E l la rg o d e la sa lie n te e stab a o rie n ta d o en u n a
lín e a este-oeste. E l la d o a b ie rto d e la c o n fig u ra c ió n
q u e sem e jab a u n b a lc ó n q u e d a b a h a c ia el su r. C a ­
m in é h a s ta el e x tre m o oeste. L a v ista e ra e stu p e n d a .
L a llu v ia no s h a b ía sacad o la v u e lta . Se v eía com o
u n a lá m in a d e m a te ria l tra n s p a re n te co lg ad a so b re la
tie rra b aja.
D o n J u a n d ijo q u e te n ía m o s su fic ie n te tie m p o
p a ra c o n s tru ir u n alb erg u e. M e d ijo q u e a p ila ra to d as
las ro cas q u e p u d iese lle v a r a l re b o rd e m ie n tra s él ju n ­
ta b a ram as p a ra h a c e r u n techo.
E n u n a h o ra , h a b ía c o n s tru id o u n m u ro d e 30 cen ­
tím e tro s d e espesor e n el e x tre m o o rie n ta l d e la sa­
lie n te . T e n d r ía m ás d e m e d io m e tro d e la rg o y casi
u n m e tro d e alto . T e jie n d o y a ta n d o u n o s b u lto s
d e ra m a s q u e h a b ía re u n id o , d o n J u a n h izo u n te­
cho; lo aseg u ró a do s p alo s larg o s te rm in a d o s e n h o r­
q u e ta . O tro la d o d e l m ism o larg o , su je to al tech o en
sí, lo so sten ía d el o tro la d o d e l m u ro . L a e s tru c tu ra
p a re c ía u n a m esa a lta co n tres p atas.
D o n J u a n to m ó a sie n to b a jo ella, c ru z a n d o las
p ie rn a s, e n la o rilla m ism a d el re b o rd e . M e in d icó
se n ta rm e ju n to a él, a su d erech a. P erm an ec im o s
c allad o s u n rato .
178
D o n J u a n ro m p ió el silencio. D ijo e n u n su su rro
q u e yo d e b ía a c tu a r com o si n o h u b ie ra n a d a fu e ra
d e lo co m ú n . P re g u n té si h a b ría d e h a c e r algo e n p a r­
tic u la r. R e sp o n d ió q u e m e p u sie ra a escrib ir, co m o si
estu v iera a n te m i e scrito rio sin n in g u n a o tra p re o c u ­
p a c ió n en el m u n d o . E n d e te rm in a d o m o m e n to él
m e d a ría u n codazo y en to n ce s yo d e b ía m ira r h a c ia
d o n d e sus o jo s se ñ a la ra n . M e a d v irtió q u e , v ie ra lo
q u e viese, n o p ro n u n c ia ra u n a sola p a la b ra . Sólo él
p o d ía h a b la r co n im p u n id a d , p o rq u e e ra c o n o cid o d e
to d o s los p o d eres en esas m o n ta ñ a s.
Seguí sus in stru ccio n es y escrib í d u ra n te m ás d e
u n a h o ra. M e em b e b í en la ta re a . D e p ro n to se n tí u n
leve to q u e en el b razo y vi q u e los ojos y la cabeza
d e d o n J u a n se m o v ían p a ra se ñ a la r u n b a n c o d e
n ie b la q u e se h a lla b a a u n o s d o scien to s m e tro s d e d is­
ta n c ia y d escen d ía d e la cim a d e la m o n ta ñ a . D o n
J u a n m e su su rró al o íd o , e n u n to n o ap e n a s a u d ib le
in c lu so a ta n co rta d ista n c ia .
— M u ev e los ojos d e u n la d o a o tro a lo larg o d el
b an co d e n ie b la ' — d ijo — . P e ro n o lo m ires d e llen o .
A b re y c ie rra los o jo s y n o los en fo q u es en la n ie b la .
C u a n d o veas u n sitio v e rd e e n el b an co d e n ie b la ,
señ álam elo co n los ojos.
M oví los ojos d e iz q u ie rd a a d erech a a lo larg o d el
b an co d e n ie b la q u e le n ta m e n te caía so b re nosotros.
P asó tal vez m e d ia h o ra. E sta b a o scu recien d o. L a n ie ­
b la se m o v ía c o n e x tre m a le n titu d . E n c ie rto m o m e n ­
to, tu v e la sensación s ú b ita d e h a b e r v islu m b ra d o u n
leve re s p la n d o r a m i d e re c h a . E n u n p rin c ip io creí
h a b e r visto u n secto r d e m a to rra l v erd e a trav és d e
la n ie b la . A l m ira rlo d ire c ta m e n te n o n o ta b a n ad a,
179
p e ro m ira n d o sin e n fo car p o d ía p e rc ib ir u n a vaga
zo n a v erdosa.
L a señ alé a d o n J u a n . É l ach icó los ojo s y la o b ­
servó.
— E n fo ca los o jo s en ese lu g a r — m e su su rró al
o íd o — . M ira sin p a rp a d e a r h a sta q u e veas.
Q u ise p re g u n ta r q u é se su p o n ía q u e yo v ie ra, p e ro
él m e m iró co n fiereza co m o p a ra re c o rd a rm e q u e n o
d e b ía h a b la r.
O b serv é d e n u ev o. E l tro zo d e n ie b la q u e h a b ía
d e scen d id o co lg ab a co m o u n p ed azo d e m a te ria sólida.
Se a lin e a b a e n el sitio ju s to d o n d e a d v e rtí el tin te
v erd e. C o n fo rm e m is ojo s se fa tig a b a n d e n u ev o , y
b iz q u e a b a n , vi p rim e ro el tro zo d e n ie b la su p e rp u e s­
to a l b a n c o d e n ie b la , y lu e g o vi e n tre am b o s u n a
d e lg a d a tira d e n ie b la q u e p a re c ía u n a escu eta es­
tru c tu ra sin so po rtes, u n p u e n te q u e u n ía la m o n ­
ta ñ a p o r en cim a d e m í y el b a n c o d e n ie b la fre n te
a m í. P o r u n m o m e n to creí v er cóm o la n ie b la tra n s­
p a re n te , e m p u ja d a m o n ta ñ a a b a jo p o r el v ie n to , p a ­
sab a p o r el p u e n te sin a lte ra rlo . E ra com o si el p u e n te
fuese e n v e rd a d sólido. E n c ie rto in s ta n te el esp ejism o
se h izo ta n co m p leto q u e yo p o d ía d isc e rn ir la oscu­
rid a d d e la p a rte b a jo el p u e n te p ro p ia m e n te d ich o ,
en c o n tra ste con el claro co lo r aren o so d e su costado.
A tó n ito , c o n te m p lé el p u e n te . Y e n to n ce s m e alcé
a su n iv el, o b ie n el p u e n te b a jó al m ío . D e p ro n to
m e h a lla b a m ira n d o u n a v iga re c ta fre n te a m í. E ra
u n a v iga só lid a in m e n sa m e n te larg a, a n g o sta y sin
b a ra n d a le s, p e ro lo b a s ta n te a m p lia p a ra c a m in a r so­
b re ella.
D o n J u a n m e sacu d ió v ig o ro sam en te p o r el b razo.
S e n tí m i cabeza o scilar d e a rrib a a a b a jo y lu e g o n o té
180
q u e los o jo s m e a rd ía n te rrib le m e n te . M e los fro té
en fo rm a p o r e n te ro in c o n scien te. D o n J u a n siguió
sa c u d ié n d o m e h a sta q u e v o lv í a ab rirlo s. V irtió ag u a
d el g u a je e n el cu en co d e su m a n o y m e ro c ió la cara.
L a sen sación fu e m u y d e sa g ra d a b le . T a n fría estab a
el ag u a q u e se n tí las g o tas co m o llagas e n la p iel.
A d v ertí en to n ce s q u e te n ía el c u e rp o m u y calien te .
E stab a feb ril.
A p re su ra d a m e n te , d o n J u a n m e d io d e b e b e r y
lu eg o salp icó ag u a e n m is o íd o s y m i cuello.
O í, m u y fu e rte , u n g rito d e av e( e x tra ñ o y p ro lo n ­
gado. D o n J u a n escuchó c o n a te n c ió n u n in s ta n te y
lu eg o e m p u jó con el p ie las rocas d el m u ro , d e rri­
b a n d o el techo. L o a rro jó e n los m a to rra le s y, u n a
p o r u n a , tiró las p ie d ra s p o r el b o rd e.
-—B ebe u n poco d e a g u a y m asca tu c a rn e seca
— su su rró e n m i o íd o — . N o p o d e m o s q u e d a rn o s a q u í.
Ese g rito n o fu e d e p á ja ro .
D escen d im o s d e l re b o rd e y em pezam o s a c a m in a r
a p ro x im a d a m e n te h a c ia el este. D e u n m o m e n to a
o tro o scu reció ta n to q u e e ra com o si h u b ie se u n a
c o rtin a fre n te a m is ojos. L a n ie b la se a n to ja b a u n a b a ­
rre ra im p e n e tra b le . N u n c a m e h a b ía d a d o c u e n ta
d e lo p a ra liz a n te q u e e ra la n ie b la d e n o ch e. N o p o ­
d ía co n c e b ir cóm o c a m in a b a d o n J u a n . Yo m e asía
a su b razo com o u n ciego.
D e a lg ú n m o d o , te n ía la sen sació n d e c a m in a r al
b o rd e d e u n p recip icio . M is p ie rn a s re h u s a ro n seg u ir
a d e la n te . M i razó n c o n fia b a e n d o n J u a n y se h a lla b a
d isp u e sta a p ro seg u ir, p e ro n o así m i cu erp o , y d o n
J u a n tu v o q u e a rra stra rm e e n la o sc u rid a d to ta l.
D eb e h a b e r c o n o cid o el te rre n o h a s ta el ú ltim o
d e ta lle . E n c ie rto p u n to se d e tu v o y m e h izo to m a r
181
asien to . Yo n o m e a tre v ía a so lta r su brazo. M i cu erp o
sen tía, sin el m e n o r lu g a r a d u d a s, q u e m e h a lla b a
se n ta d o e n u n m o n te p e la d o co n fo rm a d e c ú p u la ,
y q u e si m e m o v ía u n a p u lg a d a a la d e re c h a caería,
so b rep asa d o el p u n to d e to le ra n c ia , en u n abism o.
E sta b a yo a b so lu ta m e n te seg u ro d e e n c o n tra rm e en
u n a la d e ra cu rv a, p o rq u e m i c u e rp o se m o v ía in co n s­
c ie n te m e n te a la d erech a. P ensé q u e lo h a c ía p a ra
co n serv ar la v e rtic a lid a d , d e m o d o q u e in te n té com ­
p e n sa r in c lin á n d o m e a la izq u ierd a, c o n tra d o n J u a n ,
lo m ás p osible.
D e re p e n te , d o n J u a n se a p a rtó d e m í, y sin el
ap o y o d e su c u e rp o caí al suelo. A l to c a r tie rra reco ­
b ré m i se n tid o d el e q u ilib rio . Y acía e n u n á re a lla n a .
E m p ecé a e x p lo ra r a tie n ta s m i e n to rn o in m e d ia to .
R e co n o cí h o ja s y ra m a s secas.
H u b o u n sú b ito re lá m p a g o q u e ilu m in ó to d a la
zona, y u n tru e n o tre m e n d o . V i a d o n J u a n d e p ie
a m i iz q u ie rd a . V i árb o les en o rm e s y u n a cu ev a pocos
m e tro s d e trá s d e él.
D o n J u a n m e d ijo q u e m e m e tie ra e n el hoyo. E n ­
tré p o r él, re p ta n d o , y m e sen té d e esp ald a s c o n tra la
roca.
S e n tí a d o n J u a n in c lin a rse so bre m í p a ra su su rra r
q u e yo d e b ía g u a rd a r silen cio co m p leto .
H u b o tres relám p ag o s, u n o tras o tro . D e u n vis­
tazo p e rc ib í a d o n J u a n se n ta d o a m i iz q u ie rd a con
las p ie rn a s cruzadas. L a cueva era u n a c o n fig u ra c ió n
có n cav a lo b a s ta n te g ra n d e p a ra q u e d o s tre s persosonas se se n ta ra n d e n tro . E l h o yo p a re c ía h a b e r sido
la b ra d o e n la p a rte in fe rio r d e u n p eñasco. S e n tí q u e
e n v e rd a d h a b ía sid o p ersp icaz el e n tr a r a rra s trá n ­
182
d o m e, p o rq u e d e h a b e rlo h ech o e rg u id o m e h a b ría
g o lp ead o la cabeza c o n tra la roca.
E l b rillo d e los relá m p a g o s m e d a b a u n a id e a d e
la d e n sid a d d el b a n c o d e n ie b la . N o té los tro n c o s
de árb o les gigan tesco s com o silu e ta s oscuras c o n tra la
o p aca m asa g ris claro d e la n ie b la .
D o n J u a n su su rró q u e la n ie b la y el ray o e sta b a n
c o n fa b u la d o s y q u e yo d e b ía re a liz a r u n a v ig ilia ag o ­
ta d o ra p o rq u e estab a m e tid o e n u n a b a ta lla d e p o d er.
E n ese m o m e n to , u n esp lé n d id o d este llo h izo fa n ta s­
m a g ó rica to d a la escena. L a n ie b la e ra com o u n filtro
b la n c o q u e escarch ab a la luz d e la descarg a eléctrica
y la d ifu n d ía u n ifo rm e m e n te ; la n ie b la era co m o u n a
d en sa su stan cia b la n q u e c in a co lg ad a e n tre los alto s
árb o les, p e ro ju s to fre n te a m í, al n iv el d el suelo, la
n ie b la e stab a d isip án d o se. D isc ern í co n c la rid a d las
cara cte rísticas d e l te rre n o . E stáb am o s e n u n b o sq u e
d e pin o s. Á rb o le s d e g ra n a ltu r a no s ro d e a b a n . E ra n
ta n e x tre m a d a m e n te g ran d es q u e, d e n o h a b e r sab id o
p re v ia m e n te n u e s tro p a ra d e ro , yo p o d ría h a b e r ju ­
ra d o q u e no s h a llá b a m o s e n tre los gigantescos p in o s
ro jo s d e C a lifo rn ia .
H u b o u n b o m b a rd e o d e rayos q u e d u ró v ario s m i­
n u to s. C a d a d este llo h a c ía m ás d isce rn ió les los d e ta ­
lles q u e yo h a b ía o b serv ad o. A l fre n te d e m í vi u n
sen d ero d e fin id o . N o te n ía veg etación . P a re c ía te r­
m in a r e n u n esp acio d e sp e ja d o d e árboles.
L os relám p a g o s e ra n ta n frecu en tes q u e n o m e era
p o sib le sa b e r d e d ó n d e v e n ía cad a u n o . S in em b arg o ,
el c o n to rn o se ilu m in a b a ta n p ro fu sa m e n te q u e m e
se n tía m u c h o m ás tra n q u ilo . M is tem o res e in c e rti­
d u m b re s h a b ía n d e sap arecid o ap e n a s h u b o luz su fi­
c ie n te p a ra alzar la p esad a c o rtin a d e la o sc u rid a d .
183
A sí, c u a n d o se p ro d u jo u n a la rg a p a u sa e n tre los des­
tellos, la n e g ru ra e n to rn o ya n o m e d e so rie n tó .
D o n J u a n su su rró q u e p ro b a b le m e n te y a h a b ía yo
v ig ila d o b a sta n te , y q u e d e b ía e n fo c a r m i a te n c ió n
en el so n id o d el tru e n o . P a ra m i aso m b ro , a d v e rtí
q u e n o h a b ía h ech o n in g ú n caso d e l tru e n o , pese al
h e c h o d e q u e e n v e rd a d era tre m e n d o . D o n J u a n
a ñ a d ió q u e sig u ie ra yo el so n id o y m ira ra e n la d i­
re c c ió n d e la cu al p a re c ie ra v en ir.
Y a n o h a b ía estallid o s c o n tin u o s d e rayos y tru en o s,
sin o sólo d estello s esp o rád ico s d e luz y so n id o in te n ­
sos. E l tru e n o p a re c ía v e n ir sie m p re d e m i d erech a.
L a n ie b la se a lzab a y, ya a c o stu m b ra d o a las tin ie ­
blas, yo p o d ía d is c e rn ir m asas d e v eg etación . E l ray o
y el tru e n o c o n tin u a b a n , y d e p ro n to se a b rió to d o
el la d o d e re c h o y p u d e v e r el cielo.
L a to rm e n ta e léctrica p a re c ía d esp lazarse h a c ia m i
d e re c h a . H u b o o tro re lá m p a g o y vi u n a m o n ta ñ a
d is ta n te a m i e x tre m a d erech a. L a luz ilu m in ó el
tra sfo n d o , d e ja n d o e n silu e ta la v o lu m in o sa m asa d e
la m o n ta ñ a . V i á rb o le s e n su cim a; p a re c ía n p u lcro s
reco rtes neg ro s su p e rp u e sto s al cielo b la n c o b rilla n te .
V i in c lu so n u b e s tip o c ú m u lo so b re las m o n ta ñ a s.
L a n ie b la se h a b ía d isip a d o , p o r e n te ro e n to rn o
n u e stro . S o p lab a u n v ie n to c o n tin u o y yo o ía c ru jir
las ram as d e los g ra n d e s á rb o les a m i iz q u ie rd a . L a
to rm e n ta eléctrica e stab a d em a siad o lejos p a ra ilu m i­
n a r los árb o les, p e ro sus m asas oscuras p e rm a n e c ía n
d isce rn ib les. L a luz d e la to rm e n ta m e p e rm itió esta­
b lecer, sin em b a rg o , q u e h a b ía a m i d e re c h a u n a co r­
d ille ra d is ta n te y q u e el b o sq u e se h a lla b a lim ita d o
h a c ia el la d o iz q u ierd o . A l p a re c e r m ira b a yo u n
v a lle o scuro, q u e n o p o d ía v er e n a b so lu to . L a co r­
184
d ille ra so b re la cu al te n ía lu g a r la to rm e n ta eléctrica
estab a e n el o tro lad o d e l valle.
E n to n ces com enzó a llover. P eg u é la esp ald a a la
ro ca lo m ás q u e p u d e . M i so m b re ro servía com o u n a
b u e n a p ro te cció n . M e h a lla b a se n ta d o co n las ro d illa s
c o n tra el pech o , y sólo se m o ja ro n m is p a n to rrilla s y
m is zapatos.
L lo v ió la rg o ra to . L a llu v ia e ra tib ia . L a se n tía
c o n tra los pies. Y lu eg o m e d o rm í.
M e d e sp e rtó el ru id o d e los p ájaro s. M iré a lre d e d o r
b u sc a n d o a d o n J u a n . N o estab a allí; d e o rd in a rio
m e h u b ie ra p re g u n ta d o si n o m e h a b ría d e ja d o solo
e n ese sitio , p e ro el so b resa lto d e v er en to rn o casi
m e p aralizó .
M e p u se en pie. M is p ie rn a s e sta b a n e m p a p a d a s,
el ala d e m i so m b rero se h a b ía re b la n d e c id o y te n ía
a ú n u n p o co d e ag u a, q u e m e cayó en cim a. N o es­
ta b a e n n in g u n a cueva, sin o b a jo u n o s a rb u sto s es­
pesos. E x p e rim e n té u n m o m e n to d e co n fu sió n sin p a ­
ralelo . M e h a lla b a p a ra d o e n u n p ed azo d e tie rra
lla n a e n tre do s cerrito s c u b ie rto s d e m atas. N o h a b ía
árb o les a m i iz q u ie rd a n i v alle a m i d erech a. J u sto
fre n te a m í, d o n d e vi el c a m in o en el b o sq u e, h a b ía
u n a rb u s to gigantesco.
R e h u sé cree r lo q u e p resen ciab a. L a in c o n g ru e n c ia
d e m is d o s versiones d e re a lid a d m e hizo te n ta le a r
en b u sca d e c u a lq u ie r ex p licac ió n . Se m e o c u rrió q u e
era p e rfe c ta m e n te p o sib le q u e d o n J u a n , a p ro v e c h a n ­
d o m i p ro fu n d o sueño, m e h u b ie ra lle v a d o a cuestas
h a sta o tro sitio sin d esp ertarm e .
E x a m in é el lu g a r d o n d e h a b ía estad o d o rm id o . L a
185
tie rra estab a seca, y lo m ism o e n el sitio d e ju n to , el
q u e ocupó don Ju an .
L o lla m é u n p a r d e veces y lu eg o tu v e u n a ta q u e
d e a n g u stia y b ra m é su n o m b re lo m ás fu e rte q u e
p u d e . S alió d e trá s d e u n a s m atas. In m e d ia ta m e n te m e
d i c u e n ta d e q u e él sab ía lo q u e p asab a. S u so nrisa
te n ía ta n ta m a licia q u e acab é p o r so n re ír a m i vez.
N o q u e ría p e rd e r tie m p o ju g a n d o co n él. D ije sin
m á s n i m ás lo q u e m e o c u rría . E x p liq u é co n to d o el
c u id a d o p o sib le cad a d e ta lle d e m i p ro lo n g a d a a lu ­
c in a c ió n n o c tu rn a . É l escuchó sin in te rru m p ir. N o
p o d ía , sin em b arg o , co n se rv a r la seried ad , y do s veces
le g a n ó la risa, p e ro re c o b ró e n el acto la com p o s­
tu ra .
E n tres o c u a tro ocasiones p e d í sus c o m e n tario s; se
lim itó a m e n e a r la cabeza com o si to d o el a s u n to fu e­
ra ta m b ié n in c o m p re n sib le p a ra él.
C u a n d o te rm in é m i re c u e n to , m e m iró y d ijo :
— T e ves d e la c h in g a d a . A lo m e jo r necesitas ir
al m a to rra l.
S o ltó u n a b rev e risa, co m o u n cacareo, y a ñ a d ió
q u e m e q u ita r a las ro p a s y las e x p rim ie ra p a ra q u e
se secaran.
L a lu z d el sol e ra ra d ia n te . H a b ía m u y pocas n u ­
bes. E ra u n fresco d ía d e v ie n to .
D o n J u a n se alejó , d ic ié n d o m e q u e ib a a b u sc ar
u n as p la n ta s y q u e yo d e b ía p o n e rm e en o rd e n y
co m e r alg o y n o lla m a rlo h a sta h a lla rm e c alm ad o
y fu erte.
M i ro p a estab a e n v e rd a d m o ja d a . M e sen té e n el
sol a secarm e. S entí q u e la ú n ic a m a n e ra d e re la ja rm e
era sacar m i lib re ta y escrib ir. C o m í m ie n tra s tra b a ­
ja b a en m is n o tas.
186
D esp ués d e u n p a r d e h o ra s m e h a lla b a m ás tr a n ­
q u ilo , y lla m é a d o n J u a n . R e sp o n d ió d esd e u n sitio
cercan o a la c u m b re d e la c o lin a. M e d ijo q u e reco ­
g ie ra los g u ajes y subiese a d o n d e se e n c o n tra b a .
C u a n d o lle g u é al sitio , lo e n c o n tré se n ta d o en u n a
roca lisa. A b rió los g u ajes y se sirv ió co m id a. M e d io
dos g ra n d e s trozos d e carn e.
Y o n o sab ía p o r d ó n d e em pezar. H a b ía m u ch as
cosas q u e d eseab a p re g u n ta rle . É l p arecía co n scien te
d e m i estad o d e á n im o y rio co n g ra n d eleite.
— ¿C óm o te sientes? — p re g u n tó p a ro d ia n d o a m a ­
b ilid a d .
N o q u ise d e c ir n ad a. Seguía tra sto rn a d o .
D o n J u a n m e in stó a to m a r a sie n to e n la laja. D ijo
q u e esa p ie d ra era u n o b je to d e p o d e r y q u e yo m e
re n o v a ría d esp ués d e estar a llí u n rato .
— S ié n ta te — m e o rd e n ó c o n seq u ed ad .
N o so n reía. Su m ira d a e ra p e n e tra n te . O b ed ecí
a u to m á tic a m e n te .
D ijo q u e, a l a c tu a r d e m a la g an a, e stab a yo tr a ­
ta n d o co n d escu id o el p o d e r, y q u e, si n o p o n ía u n
alto , el p o d e r se v o lv ería c o n tra n o so tro s y ja m á s
sald ríam o s co n v id a d e aq u e llo s m o n tes desolados.
T ra s u n a p a u sa m o m e n tá n e a , p re g u n tó en to n o
casual:
— ¿C óm o v a tu soñar?
L e e x p liq u é c u á n d ifíc il se h a b ía v u e lto el d a rm e
la o rd e n d e m ira r m is m anos. A l p rin c ip io h a b ía sid o
re la tiv a m e n te fácil, q u iz á p o r la n o v e d a d d e l co n ­
cepto. N o te n ía yo el m e n o r p ro b le m a p a ra re c o r­
d a rm e q u e d e b ía m ira rm e las m anos. P e ro la ex ci­
ta c ió n se h a b ía g astado , y alg u n a s n o ch es n o p o d ía
h acerlo e n a b so lu to .
187
— D ebes p o n e rte u n a b a n d a e n la cabeza cu a n d o
te vayas a d o rm ir — d ijo él— . C o n se g u ir u n a b a n d a
tie n e sus d ificu ltad es. N o p u e d o d á rte la , p o rq u e tú
m ism o deb es h a c e rla d esd e el p rin c ip io . P e ro n o p u e­
des h a c e rla h a sta q u e n o ten g as u n a v isió n d e e lla al
soñar. ¿Ves lo q u e te decía? L a b a n d a tie n e q u e h a ­
cerse d e a c u e rd o a la v isió n p a rtic u la r. Y d e b e te n e r
u n a tira a lo larg o q u e a ju ste b ie n en la cabeza. O
m u y b ie n p u e d e ser u n a g o rra a p re ta d a . Soñar es
m á s fácil c u a n d o se tie n e u n o b je to d e p o d e r en ­
cim a d e la cabeza. P o d ría s u sa r tu so m b re ro o p o n e rte
c a p u c h a , com o u n fraile, y lu eg o d o rm irte , p e ro esas
cosas sólo c a u sa ría n su eñ os inten so s, n o soñar.
Q u e d ó e n silen cio u n m o m e n to y lu e g o p ro c e d ió a
d ecirm e , en rá p id a a n d a n a d a v erb al, q u e la v isió n
d e la b a n d a n o te n ía q u e o c u rrir ex c lu siv a m e n te al
“so ñ a r” , sin o q u e p o d ía p re se n ta rse en estad os d e
v ig ilia y co m o re su lta d o d e c u a lq u ie r e v e n to a je n o y
sin re la c ió n a lg u n a , com o el o b se rv ar el v u e lo d e las
aves, el m o v im ie n to d el ag u a, las n u b e s, y así p o r el
estilo.
— U n cazad or d e p o d e r v ig ila to d o — p ro sig u ió — .
Y cad a cosa le d ice a lg ú n secreto.
— ¿P ero cóm o p u e d e u n o esta r seg u ro d e q u e las
cosas d ic e n secretos? — p re g u n té .
P en sé q u e ta l vez te n ía u n a fó rm u la específica q u e
le p e rm itía h a c e r in te rp re ta c io n e s “co rrec tas” .
— L a ú n ic a fo rm a d e e sta r seg u ro es seg u ir to d a s las
in stru ccio n es q u e te h e e stad o d a n d o d esd e el p rim e r
d ía q u e v in iste a v erm e — d ijo — . P a ra te n e r p o d e r,
h a y q u e v iv ir co n p o d e r.
S o n rió , b en év o lo . P a re c ía h a b e r p e rd id o su fiereza;
in c lu so m e d io u n leve cod azo e n el brazo.
188
— C o m e tu co m id a d e p o d e r — m e instó.
E m p ecé a m ascar u n p o co d e c a rn e seca, y en ese
m o m e n to tu v e la s ú b ita o c u rre n c ia d e q u e tal vez la
c a rn e c o n te n ía u n a su stan cia p sico tró p ic a, d e a llí las
alu cin ac io n es. P o r u n m o m e n to casi se n tí alivio . Si
d o n J u a n h a b ía p u esto algo en la carn e, m is espe­
jism os e ra n p e rfe c ta m e n te co m p ren sib les. L e p e d í d e ­
cirm e si h a b ía c u a lq u ie r cosa e n la “ c a rn e d e p o d e r” .
R io , p e ro sin d a r u n a re sp u e sta d irecta. In sistí, ase­
g u rá n d o se q u e n o estab a en o ja d o , n i siq u ie ra m o lesto,
p ero te n ía q u e sab er p a ra p o d e r e x p lic a r a m i p ro p ia
satisfacció n los ev en tos d e la n o c h e p asad a. L o in sté
a d e c irm e la v erd ad , tra té d e sacársela con h alag o s, y
fin a lm e n te le su p liq u é .
-—E stás m ás loco q u e u n a c a b ra — d ijo él, m e n e a n ­
d o la cabeza en u n gesto d e in c re d u lid a d — . T ie n e s
u n a te n d e n c ia in sid io sa. In sistes en tra ta r d e e x p li­
carlo to d o a tu satisfacció n . N o h ay n a d a e n la c a rn e
m ás q u e p o d e r. E l p o d e r n o lo p u se yo, n i n in g u n a
o tra p erso n a, sin o el p o d e r m ism o. Es la c a rn e seca
d e u n v en a d o y ese v e n a d o fu e u n reg alo p a ra m í
en la m ism a fo rm a e n q u e cierto co n ejo fu e reg alo
p a ra ti n o h ace m u ch o . N i tú n i yo pu sim os n a d a en
el co n ejo. N o te p e d í secar la c a rn e d el co n ejo , p o r­
q u e ese ac to re q u e ría m ás p o d e r d e l q u e ten ías. Sin
em b arg o , te d ije q u e co m ieras la carn e. N o com iste
casi n a d a , a causa d e tu p ro p ia estupidez.
“ L o q u e te su ced ió a n o c h e n o fu e u n ch iste n i u n a
m a ld a d . T u v is te u n e n c u e n tro c o n el p o d e r. L a n ie ­
b la, la o sc u rid a d , el tru e n o y la llu v ia to m a b a n p a rte
e n u n a g ra n b a ta lla d e p o d e r. T u v is te la su e rte d e u n
to n to . U n g u e rre ro d a ría c u a lq u ie r cosa p o r u n a b a ­
ta lla así.”
189
M i a rg u m e n to fu e q u e el ev en to n o p o d ía ser u n a
b a ta lla d e p o d e r p o rq u e n o h a b ía sid o real.
— ¿Y q u é cosa es real? -—m e p re g u n tó d o n J u a n
co n m u c h a calm a.
— E sto, lo q u e estam o s v ie n d o es re a l — d ije , señ a­
la n d o e n d e rre d o r.
— P e ro ta m b ié n lo e ra el p u e n te q u e v iste an o ch e,
y ta m b ié n el b o sq u e y to d o lo dem ás.
— P e ro si e ra n reales, ¿d ó n d e e stá n ah o ra?
— E s tá n aq u í. Si tu v ie ra s su fic ien te p o d e r, p o d ría s
h a c e r q u e vo lv ieran . E n este m o m e n to n o p u ed es
p o rq u e te p a re c e m u y ú til seg u ir d u d a n d o y d isc u ­
tie n d o . N o lo es, am ig o m ío . N o lo es. H a y m u n d o s
so b re m u n d o s, a q u í m ism o fre n te a noso tro s. Y n o
so n cosa d e risa. A n o ch e, si n o te h u b ie ra a g a rra d o
el b razo , h a b ría s c a m in a d o p o r ese p u e n te , q u isieras
o n o . Y u n poco m ás te m p ra n o tu v e q u e p ro te g e rte
d el v ie n to q u e te a n d a b a b u scan d o .
— ¿Q u é h a b ría su ced id o si u ste d n o m e h u b ie ra
p ro te g id o ?
— C o m o n o tien es p o d e r su fic ien te, el v ie n to te h a ­
b ría h ech o p e rd e r el c a m in o y a lo m e jo r h a sta te
m a ta b a e m p u já n d o te a u n b a rra n c o . P e ro la n ie b la
fue, an o ch e, lo ú ltim o . D os cosas p u d ie ro n p a sa rte
e n la n ie b la . P u d iste c ru z a r el p u e n te h a sta el o tro
lad o , o p u d iste c a e rte y m a ta rte . C u a lq u ie ra d e las
do s h a b ría d e p e n d id o d e l p o d e r. P e ro u n a cosa es
cie rta . Si n o te h u b ie ra p ro te g id o , h a b ría s te n id o q u e
c a m in a r p o r ese p u e n te fu e ra com o fu era. É sa es la
n a tu ra le z a d el p o d e r. C o m o ya te d ije , te m a n d a y
sin e m b a rg o está a tu s ó rd en es. A noche, p o r ejem p lo ,
el p o d e r te h a b ría fo rzad o a c ru z a r el p u e n te y h a b ría
e sta d o a tu d isp o sic ió n p a ra so sten erte m ie n tra s cru-
190
zabas. T e d e tu v e p o rq u e sé q u e n o tienes m ed io s d e
u sar el p o d e r, y sin p o d e r el p u e n te se h u b ie ra caído.
— ¿V io u ste d el p u e n te , d o n Ju a n ?
— N o . N a d a m ás vi p o d e r. P o d ría h a b e r sid o c u a l­
q u ie r cosa. E l p o d e r p a ra ti, esta vez, íu e u n p u e n te .
N o sé p o r q u é u n p u e n te . Som os c ria tu ra s m isteriosas.
— ¿H a v isto u ste d a lg u n a vez u n p u e n te en la n ie ­
b la, d o n Ju a n ?
— N u n c a . P e ro eso es p o rq u e n o soy com o tú . Vi
o tra s cosas. M is b a ta lla s d e p o d e r son m u y d istin ta s
d e las tuyas.
— ¿Q u é vio u sted , d o n J u a n ? ¿M e lo p u e d e decir?
— V i a m is en em ig o s d u r a n te m i p rim e ra b a ta lla
d e p o d e r e n la n ie b la . T ú n o tienes enem igos. N o
o d ias a la g en te. Yo sí, e n a q u e l en ton ces, m i p asió n
era o d ia r g en te. Ya n o lo h ag o . H e v en cid o m i o d io ,
p e ro a q u e lla vez m i o d io estu v o a p u n to d e d e s tru ­
irm e.
i
,
“ T u b a ta lla d e p o d e r, e n cam b io , fu e n ítid a . N o te
co n sum ió. T ú solo te estás c o n su m ie n d o a h o ra , con
tu s id eas y tu s d u d a s estú p id as. É sa es tu m a n e ra d e
e n tre g a rte y su cu m b ir.
” L a n ie b la fu e im p e c a b le co n tig o . T ie n e s a fin id a d
con ella. T e d io u n p u e n te e stu p e n d o , y ese p u e n te
esta rá a llí en la n ie b la d e a h o ra en a d e la n te . Se te
re v e la rá u n a y o tra vez, h a sta q u e u n d ía te n d rá s
q u e cru zarlo .
” T e re c o m ie n d o m u c h o q u e , a p a rtir d e este d ía ,
n o te m e ta s solo en sitios co n n ie b la h a sta q u e sepas
lo q u e haces.
” E1 p o d e r es u n a su n to m u y e x tra ñ o . P a ra te n e rlo
y d isp o n e r d e él, h ay q u e te n e r p o d e r p o r p rin c ip io d e
cu en tas. Es p o sib le, sin em b a rg o , irlo ju n ta n d o poco
191
a poco, h a s ta te n e r lo su fic ie n te p a ra so sten erse en
u n a b a ta lla d e p o d e r.”
— ¿Q u é es u n a b a ta lla d e p o der?
— L o q u e te o c u rrió a n o c h e fu e el p rin c ip io d e u n a
b a ta lla d e p o d e r. L as escenas q u e c o n te m p la ste e ra n
el a sie n to d el p o d e r. A lg ú n d ía te n d rá n se n tid o p a ra
ti; esas escenas tie n e n m u c h o sen tid o .
— ¿N o p u e d e u ste d d e c irm e q u é se n tid o tie n e n ,
d o n Ju an ?
— N o . E sas escenas so n tu p ro p ia c o n q u ista p erso ­
n a l, q u e n o p u ed es c o m p a rtir con n a d ie . P e ro lo
o c u rrid o an o c h e fu e sólo el p rin c ip io , u n a escara m u ­
za. L a v e rd a d e ra b a ta lla te n d rá lu g a r c u a n d o cruces
ese p u e n te . ¿Q u é h a y d e l o tro lado? Sólo tú lo sabrás.
Y sólo tú sab rás q u é h ay al fin a l d e a q u e lla v ered a
e n el b o sq u e. P e ro to d o eso es algo q u e p u e d e o n o
p u e d e p asarte. V ia ja r p o r esas v ered as y p u e n te s d es­
con o cid o s d e p e n d e d e te n e r su fic ie n te p o d e r p ro p io .
— ¿Q u é p asa si u n o n o tie n e p o d e r suficien te?
— L a m u e rte sie m p re está esp eran d o , y c u a n d o el
p o d e r d e l g u e rre ro m e n g u a , la m u e rte s im p le m e n te lo
toca. P o r eso, a v e n tu ra rse a lo d esco n ocid o sin n in g ú n
p o d e r es estú p id o . Sólo se e n c u e n tra la m u e rte .
Y o n o escu ch ab a e n v erd ad . Seguía ju g a n d o co n la
id e a d e q u e la c a rn e seca p o d ía h a b e r sid o el a g en te
q u e p ro d u jo las alu cin ac io n es. E n tre g a rm e a ese p e n ­
sa m ie n to m e ap lacab a.
— N o te esfuerces q u e rie n d o reso lverlo — d ijo com o
si ley era m i m e n te — . E l m u n d o es u n m isterio . E sto,
lo q u e estás m ira n d o , n o es to d o lo q u e h ay. E l m u n ­
d o tie n e m u ch as m ás cosas, ta n ta s q u e es in a c a b a b le .
C u a n d o estás b u sc a n d o la resp u esta , lo ú n ic o q u e
haces e n re a lid a d es tr a ta r d e v o lv er fa m ilia r el
192
m u n d o . T ú y yo estam os a q u í m ism o, en el m u n d o
q u e lla m as re a l, sim p le m e n te p o rq u e los dos lo c o n o ­
cem os. T ú n o conoces el m u n d o d el p o d e r, p o r eso
n o p u ed es c o n v e rtirlo en u n a escena fam iliar.
— U ste d sab e q u e e n re a lid a d n o le p u e d o d is c u tir
ese p u n to — d ije — . P e ro m i m e n te tam p o co p u e d e
ace p tarlo .
R io y m e tocó lev em en te el brazo.
— D e veras estás loco — d ijo — . P ero n o im p o rta . Y o
sé lo d ifíc il q u e es v iv ir com o u n g u errero . Si h u b ie ­
ras seg u id o m is in stru ccio n es y e je c u ta d o tod o s los
actos q u e te enseñé, ya h a b ría s te n id o p o d e r su fi­
c ie n te p a ra c ru z a r el p u e n te aq u el. P o d e r su fic ie n te
p a ra ver y p a ra parar el mundo.
— P e ro ¿p o r q u é ten g o yo q u e q u e re r p o d e r, d o n
Ju a n ?
— A h o ra n o se te o c u rre u n a razó n . P ero si g u a rd a s
su fic ie n te p o d e r, el m ism o p o d e r te h a lla rá u n a b u e ­
n a razó n . S u en a a lo cu ra, ¿verdad?
— P a ra q u é q u e ría u sted p o d e r, d o n Ju a n ?
— Soy co m o tú . N o q u e ría . N o h a lla b a razó n p a ra
ten erlo . T u v e tod as las d u d a s q u e tú tien es y n u n c a
seguí las in stru c c io n e s q u e m e d a b a n , o n u n c a creí
seguirlas; sin em b arg o , pese a m i estup id ez, ju n té su ­
ficien te p o d e r, y u n d ía m i p o d e r p e rso n a l h izo d es­
p lo m arse el m u n d o .
— ¿P ero p a ra q u é q u e rría a lg u ie n parar el mundo ?
— N a d ie q u ie re , ésa es la cosa. N a d a m ás o cu rre.
Y u n a vez q u e sabes có m o es parar el mundo, te das
c u e n ta d e q u e h ay ra z ó n p a ra ello. V erás, u n a d e las
arte s d el g u e rre ro es d e rrib a r el m u n d o p o r u n a r a ­
zón específica y lu eg o re s ta u ra rlo p a ra seg u ir v iv ien d o .
L e d ije q u e ta l vez la fo rm a m ás seg u ra d e a y u ­
193
d a rm e sería d á n d o m e u n e je m p lo d e razó n específica
p a ra d e rrib a r el m u n d o .
P e rm a n e c ió c a lla d o u n tiem p o . P a recía esta r p e n ­
sa n d o q u é decir.
— N o p u e d o d e c irte eso — d ijo — . Se necesita d e m a ­
sia d o p o d e r p a ra sab erlo . A lg ú n d ía v iv irás com o
g u e rre ro , pese a ti m ism o; p a ra tal en to n ce s h ab rás
q u izá g u a rd a d o su fic ie n te p o d e r p erso n al p a ra re sp o n ­
d e r tú m ism o esa p re g u n ta .
“T e h e en señ ad o casi to d o lo q u e u n g u e rre ro n e­
cesita co n o cer p a ra lan zarse al m u n d o a ju n ta r p o d e r
p o r sí solo. P e ro sé q u e n o p u ed es h a c e rlo y d e b o ser
p a c ie n te co n tig o . Sé d e p la n o q u e se n ecesita lu c h a r
to d a u n a v id a p a ra e sta r a solas e n el m u n d o del
p o d e r.”
D o n J u a n m iró el cielo y las m o n ta ñ a s. E l sol ya
d escen d ía h acia el o este y en las m o n ta ñ a s se for­
m a b a n rá p id a m e n te n u b e s d e llu v ia. Y o n o sab ía la
h o ra ; h a b ía o lv id a d o d a r c u e rd a a m i relo j. L e p re ­
g u n té si p o d ía d e c irm e q u é h o ra era, y tu v o ta l a ta q u e
d e risa q u e ro d ó d e la la ja y fu e a p a ra r en el m a ­
to rra l.
Se p u so d e p ie y e stiró los brazos, bostezand o .
— Es te m p ra n o — d ijo — . D ebem os e sp e ra r h asta
q u e se ju n te n ie b la en la cim a de la m o n ta ñ a , y
lu e g o d eb es p a ra rte tú solo en esta la ja y ag rad ecer
a la n ie b la sus favores. D e ja q u e llegu e y te en v u elv a.
Yo estaré cerca p a ra p re sta r ay u d a, si es necesario.
P o r a lg ú n m o tiv o , la p ersp ectiv a d e q u e d a rm e a
solas e n la n ie b la m e a te rra b a . M e sen tí id io ta p o r
re a c c io n a r d e esc m o d o irracio n al.
— N o p u ed es d e ja r estos m o n tes d eso lad o s sin d a r
las gracias — d ijo él con to n o firm e— . U n g u e rre ro
194
ja m á s v u elv e la esp ald a al p o d e r sin p a g a r los favores
recibidos.
Se acostó b o c a rrib a con las m a n o s d e trá s d e la ca­
beza y se c u b rió el ro stro co n el so m b rero .
— ¿C óm o h e d e e sp e ra r la n ieb la? — p re g u n té — .
¿Q ué hago?
— ¡E scribe! — d ijo a través d el so m b rero — . P e ro n o
cierres los ojo s n i le des la esp alda.
T r a té d e escrib ir, p ero n o p o d ía co n c e n tra rm e . M e
pu se e n p ie y fui d e u n la d o a o tro , in q u ie to . D o n
J u a n alzó su so m b re ro y m e m iró con a ire d e m o ­
lestia.
— ¡S iéntate! — m e o rd en ó .
D ijo q u e la b a ta lla d e p o d e r to d a v ía n o te rm in a b a ,
y q u e yo d e b ía e n se ñ a r a m i e sp íritu a ser im p asib le.
N a d a d e lo q u e h ic ie ra d e b e ría re v e la r lo q u e en re a ­
lid a d sen tía, a m en o s q u e d e seara q u e d a rm e a tra p a d o
en esos m o n tes.
Se se n tó y m o v ió las m a n o s en u n a d e m á n d e u r ­
gencia. D ijo q u e yo d e b ía a c tu a r com o si n o h u b ie se
n a d a fu e ra d e lo co m ú n , p o rq u e los sitios d e p o d e r,
com o ése e n el q u e estáb am o s, te n ía n la p ro p ie d a d d e
ab so rb er a q u ie n se h a lla b a in q u ie to . Y e n tal fo rm a
u n o p o d ía d e sa rro lla r lazos e x tra ñ o s y d a ñ in o s con
u n lu g ar.
-— E sos lazos lo a n c la n a u n o a u n sitio d e p o d e r, a
veces p o r to d a la v id a — d ijo — . Y éste n o es el sitio
p a ra ti. N o lo h a lla ste p o r ti m ism o. C o n q u e fá ja te
y n o p ie rd a s los calzones.
Sus a d v erten cias m e h ic ie ro n efecto d e fó rm u la m á ­
gica. E scrib í d u ra n te h o ra s sin in te rru p c ió n .
D o n J u a n v olvió a d o rm irse y n o d e sp e rtó h asta
q u e la n ie b la estab a a u n o s cien m e tro s d e d ista n c ia ,
195
d escen d ie n d o d e la c u m b re d el m o n te. Se p u so e n p ie
y e x a m in ó el d e rre d o r. L o m iré en to rn o sin volver
la esp ald a. L a n ie b la ya h a b ía in v a d id o las tie rras
b ajas, d escen d ie n d o d e las m o n ta ñ a s a m i d erech a. A
m i iz q u ie rd a el p a isa je estab a d esp eja d o ; el v ie n to ,
sin em b arg o , p arecía v e n ir d e la d erech a, y e m p u ja b a
la n ie b la a las tie rra s b a ja s com o p a ra ro d earn o s.
D o n J u a n m e su su rró q u e p e rm a n e c ie ra im p asib le,
p a ra d o d o n d e m e h a lla b a , sin c e rra r los ojos, y q u e
n o d e b ía m o v erm e a n in g ú n la d o m ie n tra s la n ie ­
b la n o m e ro d e a ra p o r e n te ro ; sólo en to n ces sería
p o sib le in ic ia r n u e stro descenso.
Se refu g ió al p ie d e u n a s rocas, a lg u n o s m e tro s
a trá s d e m í.
E l silen cio en a q u e lla s m o n ta ñ a s e ra alg o m a g n ífico
y al m ism o tie m p o im p o n e n te . E l suave v ie n to q u e
tra n s p o rta b a la n ie b la m e d a b a la sen sación d e
q u e ésta silb ab a en m is oídos. G ra n d e s trozos d e n ie ­
b la v e n ía n cu e sta b a jo com o co n g lo m erad o s sólidos
d e m a te ria b lan cu zca q u e ro d a ra n h a c ia m í. O lí la
n ie b la . E ra u n a m ezcla p e c u lia r d e o lo r ace rb o y
frag an te. Y e n to n ce s m e vi en v u e lto en ella.
T u v e la im p resió n d e q u e la n ie b la o p e ra b a so b re
m is p á rp a d o s. Se s e n tía n p esados y q u ise c e rra r los
ojos. T e n ía frío. L a g a rg a n ta m e d a b a com ezón y
q u e ría toser, p e ro n o m e atrev ía. A lcé la b a rb illa y es­
tiré el cu ello p a ra d is ip a r la tos, y al a lz a r la v ista
tu v e la sen sación d e q u e p o d ía ver c o n c re ta m e n te el
espesor d e l b an co d e n ie b la . E ra co m o si m is ojos
p u d ie ra n ta sa r el esp eso r atrav esán d o lo . L os ojos em ­
p e z a ro n a cerrársem e y n o m e era p o sib le lu c h a r co n ­
tra el deseo d e d o rm ir. S en tí q u e en c u a lq u ie r m o ­
m e n to ib a a d e rru m b a rm e p o r tie rra . E n ese in s ta n te
196
d o n J u a n d io u n salto y m e a fe rró p o r los b razos y
m e sacu d ió . E l so b resa lto b a stó p a ra re s ta u ra r m i
lucidez.
M e su su rró al o íd o q u e c o rrie ra c u e sta b a jo lo m ás
rá p id o p o sib le. É l iría d e trá s p o rq u e n o q u e ría q u e
lo a p la s ta ra n las rocas q u e yo ec h a ra a ro d a r e n m i
cam in o . D ijo q u e yo e ra el g u ía, pu es se tra ta b a d e
m i b a ta lla d e p o d e r, y q u e n ec e sita b a c la rid a d y a b a n ­
d o n o p a ra sacarn o s d e a llí sanos y salvos.
— D ale — d ijo en voz a lta — . Si n o tie n e s el á n im o
d e u n g u e rre ro , n u n c a sald rem o s d e la n ie b la .
T itu b e e u n m o m en to . N o e sta b a seg u ro d e p o d e r
h a lla r el c a m in o p a ra b a ja r d e esos m ontes.
— ¡C orre, con ejo! — g ritó d o n J u a n e m p u já n d o m e
con su a v id a d la d e ra ab ajo .
197
XIII. LA ÚLTIMA PARADA
DE UN GUERRERO
Domingo, enero 28, 1962
A eso d e las diez d e la m a ñ a n a d o n J u a n e n tró en
su casa. H a b ía salid o al ro m p e r el alb a. L o salud é.
C h a sq u e ó la le n g u a y, e n so n d e guasa, m e d io la
m a n o y m e salu d ó cere m o n io sam en te .
— V am os a ir a u n v ia je c ito — d ijo — . V as a lle­
v arn o s a u n sitio m u y esp ecial en b usca d e p o d e r.
D esp legó dos red es p o rta d o ra s y p u so e n c a d a u n a
dos g u aje s lleno s d e co m id a, las a tó con u n m ecate
y m e e n tre g ó u n a d e ellas.
V iajam o s sin p risa h a c ia el n o rte y, al cab o d e
u n os seiscientos k iló m e tro s d ejam o s la c a rre te ra
p a n a m e ric a n a y to m am o s u n cam in o d e g rav a h acia
el oeste. M i coche p a re c ía h a b e r sid o el ú n ic o ve­
h íc u lo e n la c a rre te ra d u ra n te v arias h o ras. M ie n tra s
seguíam os a d e la n te a d v e rtí q u e n o p o d ía v e r p o r el
p arab risas. M e esforcé d e se sp e ra d a m e n te p o r m ira r
los a lred ed o res, p e ro e stab a d em a siad o o scu ro y el
p a ra b risa s se h a lla b a c u b ie rto d e p o lv o y d e insectos
ap lastad o s.
*
D ije a d o n J u a n q u e d e b ía d e te n e rm e p a ra lim p ia r
m i p arab risas. M e o rd e n ó seg u ir a d e la n te a u n q u e
tu v ie ra q u e ir a do s k iló m e tro s p o r h o ra , sacan d o la
cabeza p o r la v e n ta n illa p a ra v er a d e la n te . D ijo q u e
198
n o p o d íam o s d e te n e rn o s h a s ta alca n z a r n u e stro des­
tin o .
E n c ie rto sitio m e in d ic ó d o b la r a la d erech a. E s­
ta b a ta n o scu ro y h a b ía ta n tó p o lv o q u e n i los faros
e ra n m u c h a ay u d a. M e salí d el ca m in o co n g ra n
n erviosism o. T e n ía m ied o d e atascarm e, p e ro la tie ­
rr a e stab a a p re ta d a .
M a n e jé u n o s cien m e tro s a la m e n o r v elo c id ad p o ­
sible, so sten ien d o la p u e rta a b ie rta p a ra m ira r h a c ia
afu era . P o r fin , d o n J u a n m e d ijo q u e p a ra ra . A ñ a ­
d ió q u e m e h a b ía esta c io n a d o ju s ta m e n te d e trá s d e
u n a ro ca e n o rm e q u e o c u lta ría m i coche a la vista.
B a jé d el a u to y m e p u se a c a m in a r, g u ia d o p o r los
faros. Q u e ría e x a m in a r el e n to rn o p o rq u e n o te n ía
id e a d e d ó n d e estaba. P e ro d o n J u a n ap ag ó las lu ­
ces. D ijo m u y a lto q u e n o h a b ía tie m p o q u e p e rd e r,
q u e c e rra ra m i coche p a ra q u e nos p u siéra m o s en
m arch a.
M e e n tre g ó m i re d con gu ajes. E stab a ta n oscu ro
q u e tro p e c é y estuve a p u n to d e d e ja rla s caer. E n
to n o firm e y suave, d o n J u a n m e o rd e n ó to m a r a sien ­
to h a sta q u e m is o jo s se a c o s tu m b ra ra n a la o scu ri­
d ad . P e ro m is ojos n o e ra n el p ro b le m a . Y a fu e ra
d el coche, p o d ía v er b a s ta n te b ie n . L o m a lo e ra u n
n erv iosism o p e c u lia r q u e m e h a c ía a c tu a r com o si
estuviese d istra íd o . V eía to d o n a d a m ás p o r en cim a.
— ¿A d ó n d e vam os? — p re g u n té .
— V am os a c a m in a r en c o m p le ta o sc u rid a d a u n
sitio especial — d ijo .
— ¿P ara q ué?
— P a ra sab er d e cierto si eres o n o cap az d e seg u ir
cazan do p o d e r.
L e p re g u n té si lo q u e p ro p o n ía era u n a p ru e b a y
199
si, e n caso d e q u e n o la p asara, seg u iría h a b lá n d o m e
y d ic ié n d o m e d e su co n o cim ien to .
E scu ch ó sin in te rru m p ir. D ijo q u e lo q u e h a c ía ­
m os n o era u n a p ru e b a , q u e estáb am o s e sp e ra n d o u n a
señ al, y si la señ al n o lle g a b a la co n clu sió n sería q u e
yo n o h a b ía te n id o é x ito e n m i cacería d e p o d e r, en
cu y o caso m e v e ría lib re d e c u a lq u ie r im p o sició n fu ­
tu r a y p o d ría ser to d o lo e stú p id o q u e m e v in iese en
g an a. D ijo q u e, sin im p o rta r lo q u e p asara, él era
m i a m ig o y sie m p re m e h a b la ría .
D e a lg ú n m o d o , yo sab ía q u e ib a a fallar.
— L a señ al n o v e n d rá — d ije en b ro m a — . L o sé.
T e n g o u n p o q u ito d e p o d e r.
R io y m e d io p a lm a d ita s en la esp alda.
— N o te a p u re s — re p u so — . L a señ al v en d rá. Yo
lo sé. T e n g o m ás p o d e r q u e tú.
S u p ro p ia resp u esta le p a re c ió h ila ra n te . Se g o lp eó
los m uslos y d io p alm ad as, carcajeán d o se.
D o n J u a n m e a tó a la e sp ald a m i red p o rta d o ra y
d ijo q u e yo d e b ía c a m in a r u n p aso a trá s d e él y h o lla r
sus p isad as ta n to com o p u d ie ra .
E n u n to n o m u y d ra m á tic o , su su rró :
— É sta es u n a c a m in a ta d e p o d e r, así q u e to d o
cu e n ta .
D ijo q u e, si yo c a m in a b a so bre sus h u e lla s, el p o ­
d e r q u e él d isip a b a al a n d a r se m e tra sm itiría .
M iré m i re lo j; e ra n las o n ce d e la noche.
M e h izo p a ra rm e com o u n so ld ad o e n p o sició n de
firm es. L u eg o e m p u jó h a c ia a d e la n te m i p ie rn a iz­
q u ie rd a y m e h izo q u e d a rm e com o si a c a b a ra d e d a r
u n p aso al fren te. Se a lin e ó d e la n te d e m í en la m is­
m a p o stu ra y luego echó a a n d a r, tras re p e tir las in s­
tru c c io n e s d e q u e yo d e b ía tr a ta r d e seg u ir sus p isa­
200
das a la p erfecció n . D ijo en u n cla ro su su rro q u e yo
n o d e b ía p re o c u p a rm e p o r n a d a m ás q u e p o r p isa r
sus h u e lla s; n o d e b ía m ira r al freñios n i a los lados,
sin o el p iso d o n d e él c a m in a b a .
Se p u so e n m a rc h a a u n p aso m u y d escan sad o . N o
tu v e n in g ú n p ro b le m a p a ra seg u irlo ; el te rre n o era
re la tiv a m e n te d u ro . D u ra n te u n o s tre in ta m e tro s
m a n tu v e su p aso y seguí p e rfe c ta m e n te sus p isadas;
lu eg o v o lv í la ca ra u n in s ta n te y c u a n d o m e d i c u e n ta
ya h a b ía ch o cad o con él.
S oltó u n a risita y m e aseg u ró q u e yo n o le h a b ía
la stim a d o el to b illo al p isárse lo con m is zap ato n es,
p e ro q u e si m e p ro p o n ía seg u ir to n te a n d o u n o d e
n o so tro s se q u e d a ría lisiad o a n te s d el am an ecer. D ijo ,
rie n d o , e n u n a voz m u y b a ja p e ro firm e, q u e n o te­
n ía in te n c ió n d e lastim a rse a cau sa d e m i e stu p id ez
y fa lta d e co n cen tració n , y q u e si lo p isa b a d e n u e v o
yo te n d ría q u e c a m in a r descalzo.
— N o p u e d o c a m in a r sin zap ato s — d ije en voz a lta
y rasposa.
D o n J u a n se d o b ló d e risa y tu v im o s q u e esp erar
h a sta q u e le pasó el acceso.
M e aseg u ró n u e v a m e n te q u e h a b la b a en serio. I b a ­
m os en u n v ia je p a ra c a la r p o d e r, y las cosas te n ía n
q u e ser p erfectas.
L a id e a d e c a m in a r descalzo en el d e sie rto m e asus­
ta b a m ás a llá d e lo v ero sím il. D o n J u a n hizo el chis­
te d e q u e m i fam ilia era sin d u d a d e aq u e llo s g ra n ­
jero s q u e n o se q u ita n los zap ato s n i p a ra d o rm ir.
T e n ía razó n , d esd e luego. Y o n u n c a h a b ía a n d a d o
descalzo, y c a m in a r sin zap ato s e n el d e sie rto h a b ría
sid o su ic id a p a ra m í.
201
i
— E ste d e sie rto rezu m a p o d e r — m e su su rró d o n
J u a n al o íd o — . N o h ay tie m p o p a ra co rted ad es.
E ch am o s a a n d a r d e n u ev o. D o n J u a n m a n tu v o
u n paso calm ado . T ra s u n ra to a d v e rtí q u e h a b ía ­
m os d e ja d o el te rre n o d u ro y c am in áb am o s so bre a re ­
n a suave. L os pies d e d o n Ju a n se h u n d ía n en ella
y d e ja b a n h u e lla s p ro fu n d a s.
C a m in am o s d u ra n te h o ra s a n te s d e q u e d o n J u a n
se d e tu v ie ra . N o lo hizo re p e n tin a m e n te ; p rim e ro m e
a d v irtió q u e ib a a p a ra rse , p a ra q u e n o ch o c a ra yo
con él. E l te rre n o era d u ro d e n u ev o, y al p arece r
su b íam o s u n a p e n d ie n te .
D o n J u a n d ijo q u e, si yo n ecesita b a ir al m a to rra l,
lo hiciese, p o rq u e d e a llí en a d e la n te nos q u e d a b a
u n b u e n trech o sin u n a sola p au sa. M iré m i re lo j;
era la u n a.
T ra s u n descanso d e diez o q u in c e m in u to s, d o n
J u a n m e h izo a lin e a rm e tras él y nos p u sim o s o tra
vez en m a rch a. T e n ía razó n : fue u n trech o en o rm e.
Ja m á s h a b ía h ech o yo alg o q u e re q u irie ra tal c o n ­
c e n tra c ió n . E l p aso d e d o n J u a n era ta n rá p id o , y
la te n sió n d e v ig ilar cad a p isad a alcan zó tales a ltu ra s,
q u e e n d e te rm in a d o m o m e n to ya n o m e era p o sib le
s e n tir q u e c a m in a b a . N o se n tía las p ie rn a s n i los
pies. E ra com o si an d u v ie se sobre el a ire y a lg u n a
fu erza m e tra n s p o rta ra sin cesar. M i co n c e n tra c ió n
era ya ta n to ta l q u e n o a d v e rtí el cam b io g ra d u a l d e
luz. D e p ro n to m e d i c u e n ta d e q u e p o d ía v er a d o n
J u a n fre n te a m í. V eía sus pies y sus h u ellas, en vez
d e m e d io a d iv in a rla s co m o h a b ía h ech o la m a y o r p a r­
te d e la noche.
E n c ie rto m o m e n to , d o n J u a n saltó in e sp e ra d a ­
m e n te h a c ia u n lad o , y m i in e rc ia m e h izo av an zar
202
to d a v ía u n o s v e in te m etro s. C u a n d o d is m in u í la ve­
lo cid ad , m is p ie rn a s se d e b ilita ro n y e m p e zaro n a
te m b la r, h a sta q u e fin a lm e n te cal p o r tie rra .
A lcé la v ista p a ra m ira r a d o n J u a n , q u e m e ex a­
m in a b a co n to d a calm a. N o p a re c ía fatig a d o . Yo
ja d e a b a , fa lto d e aire, y e stab a e m p a p a d o d e su d o r
frío.
J a lá n d o m e d el b razo, d o n J u a n m e d io la v u e lta
en m i p o sició n yacente. D ijo q u e, si q u e ría re c u p e ­
ra r fuerzas, m e q u e d a ra aco stad o con la cabeza h a c ia
el este. P o co a poco m i c u e rp o d o lo rid o se re la jó y
descansó. P o r fin co b ré e n e rg ía su fic ie n te p a ra le­
v a n ta rm e . Q u ise v er m i re lo j, p e ro él m e lo im p id ió
p o n ié n d o m e la m a n o en la m u ñ eca . C o n m u c h a g en ­
tileza m e h izo g ira r p a ra q u e m ira ra al este y d ijo
q u e n o h a b ía n ecesid ad d e m i c o n d e n a d o re lo j, q u e
estáb am o s en u n a h o ra m ágica y q u e íb am o s a sab er
con se g u rid a d si era yo cap az o n o d e p e rse g u ir el
p o der.
M iré e n to rn o . E stáb am o s en la cim a d e u n cerro
alto, m u y g ran d e. Q u ise c a m in a r en d irecció n d e alg o
q u e p arecía u n re b o rd e o u n a g rie ta e n la ro ca, p e ro
d o n J u a n d io u n salto y m e co n tu v o .
M e o rd e n ó im p e rio sa m e n te p e rm a n e c e r en el sitio
d o n d e h a b ía caíd o h a sta q u e el sol sa liera d e trá s d e
u n o s neg ro s picos d e m o n ta ñ a a co rta d istan cia.
S eñaló el este y lla m ó m i a te n c ió n h a c ia u n p esad o
b an co d e n u b e s so bre el h o riz o n te . D ijo q u e sería
b u e n a señ al si el v ie n to se lle v a b a las n u b e s a tie m p o
p a ra q u e los p rim ero s ray o s d e l sol d ie ra n en m i c u e r­
po, allí en lo a lto d el cerro.
M e in d ic ó q u e d a rm e q u ie to , d e p ie, con la p ie rn a
d erech a al fren te, com o si e stu v ie ra c a m in a n d o , y n o
203
m ira r d ire c ta m e n te el h o riz o n te , sin o m ira rlo sin e n ­
focar.
L as p ie rn a s se m e p u sie ro n m u y tiesas y las p a n to ­
rrilla s m e d o lía n . E ra u n a p o stu ra to r tu ra n te y los
m ú scu lo s d e m is p ie rn a s e sta b a n d em a siad o a d o lo ri­
d o s p a ra sosten erm e. S o p o rté lo m ás q u e p u d e . M e
h a lla b a a p u n to d e caer. L as p ie rn a s m e te m b la b a n
fu e ra d e c o n tro l c u a n d o d o n J u a n p u so fin al asu n to .
M e a y u d ó a sen ta rm e.
E l b a n c o d e n u b e s n o se h a b ía m o v id o y n o h a b ía ­
m os visto el.sol d e s p u n ta r en el h o riz o n te.
E l ú n ic o c o m e n ta rio d e d o n J u a n fue:
— N i m odo.
N o q u ise p re g u n ta r d e in m e d ia to cuáles e ra n las
v erd ad eras im p lica cio n es d e m i fracaso, p e ro co n o ­
c ie n d o a d o n J u a n sab ía con certeza q u e él d e b ía se­
g u ir el d ic ta d o d e sus señales. Y esa m a ñ a n a n o h a ­
b ía h a b id o señal. Se d isip ó el d o lo r d e m is p a n to rr i­
llas y se n tí u n a o le ad a d e b ie n e sta r. M e p u se a tro ­
ta r p a ra so lta r m is m úsculos. E n voz m u y suave, d o n
J u a n m e d ijo q u e c o rrie ra a u n cerro a d y acen te y co r­
ta ra a lg u n a s h o ja s d e u n a rb u sto específico p a ra fro ­
ta rm e las p ie rn a s y a liv ia r el d o lo r m u scu lar.
D esde d o n d e m e h a lla b a , p u d e v e r c la ra m e n te u n
g ra n a rb u sto , v erd e vivo. L as h o jas p a re c ía n m u y
h ú m ed as. L as h a b ía u sad o an tes. N u n c a se n tí q u e
m e h u b ie se n ay u d ad o , p ero d o n J u a n sie m p re a firm a ­
b a q u e el efecto d e las p la n ta s v e rd a d e ra m e n te am is­
tosas e ra ta n su til q u e casi n o se n o ta b a , p e ro q u e
sie m p re p ro d u c ía n los re su lta d o s deb id o s.
C o rrie n d o , b a jé el cerro y su b í el o tro. A l lle g a r
a la cim a m e d i c u e n ta d e q u e el esfuerzo casi h a b ía
sid o d em a siad o p a ra m í. T u v e d ific u lta d e s p a ra re ­
204
c u p e ra r el a lie n to , y m i estóm ag o se rev o lvía. M e
a c u clillé y lu e g o m e ag azap é u n m o m e n to h a sta sen­
tirm e re la ja d o . L u eg o m e in c o rp o ré y e stiré la .m a n o
p a ra c o rta r las h o ja s in d icad as. P e ro n o h a llé el a r­
b u sto . M iré e n to rn o . E sta b a seg u ro d e h a lla rm e en
el sitio co rrecto , p e ro e n esa zona d e l c e rro n o h a b ía
n a d a q u e se p a re c ie ra n i re m o ta m e n te a esa p la n ta
p a rtic u la r. S in em b arg o , ése te n ía q u e ser el sitio
d o n d e la vi. C u a lq u ie r o tro q u e d a ría fu e ra d e l cam ­
p o d e q u ie n q u ie ra q u e m ira se d esd e el lu g a r d o n d e
d o n J u a n e stab a p arad o .
A b a n d o n é la b ú sq u e d a y v o lv í al o tro cerro. D o n
J u a n so n rió co n b en ev o len cia c u a n d o e x p liq u é m i
eq u iv o cació n .
— ¿P or q u é d ices q u e fu e u n a eq u iv o cació n ? — p re ­
g u n tó .
— P o r lo v isto el a rb u s to n o está a llí — d ije.
— P e ro tú lo viste, ¿o no?
— C re í verlo.
— ¿Q u é ves a h o ra e n su lug ar?
— N ada.
N o h a b ía a b so lu ta m e n te n in g u n a v eg etació n e n el
lu g a r d o n d e a n te s m e p a re c ió v er la p la n ta . In te n té
a tr ib u ir lo q u e h a b ía v isto a u n a d isto rsió n visu al,
u n a especie d e espejism o. Y o m e h a lla b a re a lm e n te
e x h au sto , y a causa d e ello p u d e fá c ilm e n te cre e r q u e
v eía alg o q u e esp erab a v er allí, p e ro q u e n o estaba.
D o n J u a n ch asq u eó su av em en te la le n g u a y se m e
q u e d ó v ie n d o u n b rev e in sta n te .
— Y o n o veo n in g u n a eq u iv o cac ió n — d ijo — . L a
p la n ta está a llí a rrib a d e ese cerro.
F u e m i tu r n o d e reír. E sc u d riñ é c u id a d o sa m e n te
to d a el área. N o h a b ía p la n ta s d e ésas a la v ista y lo
205
q u e yo h a b ía e x p e rim e n ta d o era, h a sta d o n d e m i co­
n o c im ie n to llegaba, u n a a lu cin ac ió n .
C o n m u c h a calm a, d o n J u a n em pezó a b a ja r la
la d e ra y m e hizo señ a d e seg u irlo . S u b im o s ju n to s
al o tro cerro y nos p a ra m o s e n el m e ro sitio d o n d e
creí v e r el a rb u sto .
C h a sq u e e la le n g u a co n la a b so lu ta certeza d e estar
e n lo cierto . D o n J u a n m e im itó .
— V e al o tro la d o d e l cerro — d ijo — . A llí en co n ­
tra rá s la p la n ta .
H ic e n o ta r q u e el o tro la d o d el cerro h a b ía estad o
fu e ra d e m i cam p o d e v isió n ; ta l vez h u b ie ra allí u n a
p la n ta , p ero eso n o sig n ificab a n ad a.
D o n J u a n hizo u n m o v im ie n to d e cabeza p a ra in ­
d ic a r q u e lo sig u iera. R o d e ó la c u m b re d el cerro en
vez d e a tra v e sa rla d ire c ta m e n te , y con d ra m a tism o se
d e tu v o ju n to a u n a rb u s to v erd e, sin m ira rlo .
Se v o lv ió y m e m iró . F u e u n a m ira d a p e c u lia rm e n ­
te p e n e tra n te .
— H a d e h a b e r cien to s d e esas p la n ta s p o r a q u í
— d ije .
D o n J u a n , con m u c h a p acien cia, d escen d ió la o tra
la d e ra d e l cerro, c o n m ig o en pos suyo. B uscam os en
to d as p a rte s u n a rb u sto sim ilar. P e ro n o h a b ía n in ­
g u n o a la vista. C u b rim o s cosa d e m e d io k iló m e tro
a n te s d e e n c o n tra r o tra p la n ta .
S in d e c ir p a la b ra , d o n J u a n m e g u ió d e reg reso al
p rim e r cerro. E stu v im o s en él u n m o m e n to y luego
m e llevó a o tra ex cu rsió n , p e ro en d ire c c ió n o p u esta.
R e co rrim o s con m in u c io sid a d el áre a y h a lla m o s otros
dos arb u sto s, com o a k iló m e tro y m e d io d e d istan cia.
H a b ía n crecid o ju n to s y re sa lta b a n com o u n p arch e
206
d e v erd e v iv id o e in ten so , m ás lozan o q u e tod o s los
o tro s arb u sto s e n to rn o .
D o n J u a n m e m iró co n e x p re sió n d e seried ad . Yo
n o sab ía q u é p e n sa r d el asu n to .
— É sta es u n a señ al m u y e x tra ñ a — d ijo .
R egresam o s a la cim a d el p rim e r cerro, d a n d o u n
a m p lio ro d e o p a ra lle g a r d esd e u n a n u e v a d irecció n .
D o n J u a n p a re c ía estar h a c ie n d o lo p o sib le p o r d e ­
m o stra rm e q u e h a b ía m u y pocas p la n ta s d e ésas
e n los alred ed o res. N o e n c o n tra m o s n in g u n a o tra en
n u e s tro cam in o . D esp ués d e s u b ir al cerro, nos se n ta ­
m os e n silen cio to tal. D o n J u a n d esató sus guajes.
— T e se n tirá s m e jo r d esp u és d e co m er — d ijo .
N o p o d ía o c u lta r su reg o cijo . L u c ía u n a so n risa d e
o re ja a o re ja al d a rm e p a lm a d ita s e n la cabeza. Yo
m e se n tía d e so rie n ta d o . L os n u ev o s a co n tecim ien to s
e ra n in q u ie ta n te s , p e ro m e h a lla b a d em a siad o h a m ­
b rie n to y can sad o p a ra m e d ita r re a lm e n te en ellos.
D esp ués d e co m er tu v e m u c h o sueño. D o n J u a n
m e in stó a u sa r la técn ica d e m ira r sin e n fo c a r p a ra
d e sc u b rir u n sitio a p ro p ia d o p a ra d o rm ir en el cerro
d o n d e vi el a rb u sto .
E legí u n o . D o n J u a n reco g ió las h o jas secas d e l sitio
e h izo co n ellas u n círcu lo d el ta m a ñ o d e m i cu erp o .
C o n m u c h a g en tileza, ja ló u n as ram as tie rn a s d e los
arb u sto s y b a rrió el á re a d e n tro d el círcu lo . Sólo
hizo la m ím ica d e b a rre r; n o tocó el su elo co n las r a ­
m as. L u e g o ju n tó to d as las p ie d ra s q u e h a b ía d e n tro
d el círcu lo y las p u so en el ce n tro , d esp ués d e d iv i­
d irla s m e ticu lo sam en te, p o r ta m a ñ o , en dos m o n to n e s
d e ig u a l c a n tid a d .
— ¿Q u é va a h acer u ste d c o n esas p iedras? — p re ­
g u n té.
207
— N o son p ie d ra s — d ijo — . Son cu erd as. V an a
m a n te n e r su sp e n d id o tu sitio.
T o m ó las rocas m ás p e q u e ñ a s y m a rcó c o n ellas la
c irc u n fe re n c ia d el círcu lo. Ig u a ló las d ista n c ia s e n tre
ellas y con ay u d a d e u n a v a ra aseg u ró firm e m e n te
cad a p ie d ra en el suelo, co m o h a ría u n a lb a ñ il.
N o m e d ejó e n tra r en el círcu lo; m e d ijo q u e cam i­
n a ra e n to rn o y v ie ra lo q u e él estab a h a c ie n d o . C o n ­
tó d ie cio ch o rocas, sig u ie n d o u n a d ire c c ió n c o n tra ria
a las m a n e cillas d el relo j.
— A h o ra co rre al p ie d e l cerro y esp era — d ijo — .
Y yo m e aso m aré d esd e la o rilla p a ra v er si estás p a ­
ra d o d o n d e debes.
— ¿Q ué va u sted a hacer?
— T e voy a tira r estas cu erd as u n a p o r u n a — d ijo
se ñ a la n d o el m o n tó n d e p ie d ras m ás g ran d es— . Y tú
tie n e s q u e p o n e rla s e n el suelo, e n el sitio q u e te in ­
d iq u e , d el m ism o m o d o q u e yo h e p u e sto las o tras.
“T ie n e s q u e te n e r u n a c a u te la in fin ita . C u a n d o
u n o m a n e ja p o d e r, h ay q u e ser p erfecto . L os erro res
son m o rta le s a q u í. C a d a u n a d e éstas es u n a cu erd a,
u n a c u e rd a q u e p o d ría m a ta rn o s si la d ejam o s su elta
p o r ah í, c o n q u e sim p le y sen c illa m e n te n o p u ed es
c o m e te r erro res. D ebes clav ar la v ista en el sitio d o n ­
d e yo tir e la cu erd a. Si te d istraes con c u a lq u ie r cosa,
la c u e rd a sé c o n v e rtirá en u n a p ie d ra c o m ú n y co­
rrie n te y n o p o d rás d is tin g u irla d e las o tra s p ie d ras
a h í tira d a s.”
S u g erí q u e sería m ás fácil q u e yo b a ja ra las "c u e r­
d a s” u n a p o r u n a.
D o n J u a n rio y m e n e ó la cabeza en se n tid o n eg a­
tivo.
208
— É stas son cu erd as — in sistió — . Y yo te n g o q u e
tira rla s y tú tien es q u e recogerlas.
L lev ó h o ra s c u m p lir la ta re a . E l g ra d o d e co n cen ­
tra c ió n n ecesario era su m a m e n te a rd u o . E n cad a o ca­
sión, d o n J u a n m e re c o rd a b a q u e estu v iera a te n to y
en focase la m ira d a . T e n ía ra z ó n e n h acerlo . D iscer­
n ir u n a p ie d ra específica q u e se p re c ip ita b a cuestab ajo , e m p u ja n d o o tra s p ie d ra s e n su cam in o , e ra en
v e rd a d cosa d e locos.
C u a n d o h u b e c e rra d o c o m p le ta m e n te el círcu lo y
su b id o a la cim a, m e. se n tía a p u n to d e caer m u e rto .
D o n J u a n h a b ía ac o lc h o n a d o el c írcu lo con ram as p e­
q u eñ as. M e d io u n as h o jas y m e d ijo q u e las p u sie ra
d e n tro d e m is p a n ta lo n e s, c o n tra la p ie l d e la re g ió n
u m b ilic a l. D ijo q u e m e d a ría n calo r y q u e n o n ecesi­
ta ría c o b ija p a ra d o rm ir. M e d esp lo m é d e n tr o d el
círcu lo. L as ram as fo rm a b a n u n lech o b a sta n te b la n ­
do , y m e d o rm í en el acto.
A ta rd e c ía c u a n d o d esp erté. E sta b a n u b la d o y h a c ía
v ie n to . L as n u b e s so bre m i cabeza e ra n c ú m u lo s com ­
p actos, p e ro h a c ia el oeste h a b ía cirro s d elg ad o s y el
sol b a ñ a b a la tie rra d e tie m p o en tiem p o .
E l su eñ o m e h a b ía ren o v ad o . M e se n tía v igoroso
y feliz. E l v ie n to n o m e m o lestab a. N o te n ía frío.
A lcé la cabeza a p o y á n d o la e n los brazos y m iré a lre ­
d e d o r. N o m e h a b ía d a d o c u e n ta , p ero el cerro era
b a s ta n te alto . E l p a isa je h a c ia el o este e ra im p re sio ­
n a n te . V eía yo u n a v asta á re a d e m o n tes b ajo s y
lu e g o el d esierto . H a b ía u n a c o rd ille ra d e picos café
oscu ro h a c ia el n o rte y el este, y e n d irecció n s u r u n a
e x te n sió n in te rm in a b le d e tie rra y cerros y d ista n te s
m o n ta ñ a s azules.
209
T o m é asien to . D o n J u a n n o estab a a la vista. T u v e
u n re p e n tin o a ta q u e d e m ied o . P ensé q u e ta l vez m e
h a b ía d e ja d o a llí solo, y yo n o sab ía có m o v o lv er a
m i coche. V olví a a co starm e e n el co lch ó n d e ram as
y, c u rio sa m e n te , se d isip ó m i ap re n sió n . N u e v a m e n te
e x p e rim e n té u n se n tim ie n to d e q u ie tu d , u n e x q u isito
b ie n e sta r. E ra u n a sen sación e x tre m a d a m e n te n u ev a
p a ra m í; m is p e n sa m ie n to s p a re c ía n h a b e r sid o des­
co n ectad o s. E ra feliz. M e se n tía sano. U n a eferves­
cen cia m u y tra n q u ila m e lle n a b a . U n v ie n to suave
so p la b a d el o este y b a rría to d o m i c u e rp o sin d a rm e
frío. L o se n tía en la ca ra y e n to rn o a los oídos,
co m o u n a suave o la d e a g u a tib ia q u e m e b a ñ a b a y
lu e g o re tro c e d ía y volvía a b a ñ a rm e . E ra u n e x tra ñ o
estad o d e ser, sin p a ra le lo e n m i a g ita d a y d islo cad a
v id a. E m p ecé a llo ra r, n o p o r tristeza n i au tocom p asió n sin o a cau sa d e u n a ale g ría in e fab le , in e x p licacable.
Q u e ría q u e d a rm e p a ra sie m p re e n ese sitio y tal
vez a llí seg u iría si d o n J u a n n o h u b ie ra lle g a d o a
sacarm e d e u n tiró n .
— Y a descan saste b a s ta n te — d ijo al ja la rm e p a ra
q u e m e in c o rp o ra ra .
M e llevó m u y c a lm a d a m e n te a c a m in a r p o r la p e­
rife ria d e la cim a. C a m in a m o s d esp acio y en silen cio
co m p leto . É l p a re c ía in te re sa d o e n h acerm e o b serv ar
el p a isa je e n to rn o . S e ñ a la b a n u b e s o m o n ta ñ a s con
u n m o v im ie n to d e los ojos o d e la b a rb illa .
E l p aisa je d e a ta rd e c e r era esp lé n d id o . E v o cab a en
m í sensaciones d e rev e re n c ia y desesp eran za. M e re ­
c o rd a b a escenas vistas en la niñez.
T re p a m o s a la p a rte m ás a lta d el cerro, u n a p u n ta
d e ro ca ígn ea, y nos sen ta m o s c ó m o d a m e n te d e e sp al­
210
d as c o n tra la roca, m ira n d o al sur. L a e x te n sió n in ­
te rm in a b le d e tie rra q u e se v eía e n esa d ire c c ió n era
en v e rd a d m ajestu o sa.
— G ra b a to d o esto en tu m e m o ria — m e su su rró d o n
J u a n al o íd o — . E ste sitio es tuyo. E sta m a ñ a n a viste,
y ésa fu e la señal. E n c o n tra ste este sitio viendo. L a
señ al fu e in e sp e ra d a , p e ro se p resen tó . V as a cazar
p o d e r, te g u ste o no. N o es u n a d ecisió n h u m a n a , no
es tu y a n i m ía.
“ A h o ra, h a b la n d o con p ro p ie d a d , este cerro es tu
lu g ar, tu q u e re n c ia ; to d o lo q u e te ro d e a está b a jo
tu cu id a d o . D ebes c u id a r to d o lo d e a q u í y to d o , a
su vez, te c u id a rá .’’
E n so n d e b ro m a le p re g u n té si to d o era m ío. D ijo
sí en u n to n o m u y serio. R ie n d o , le d ije q u e lo q u e
h acíam o s m e re c o rd a b a la h isto ria d e cóm o los esp a­
ñoles q u e c o n q u is ta ro n el N u e v o M u n d o d iv id ie ro n
la tie rra en n o m b re d e su rey. S o lían tre p a r a la cim a
d e u n a m o n ta ñ a y re c la m a r to d a la tie rra q u e p o d ía n
ver e n c u a lq u ie r d ire c c ió n específica.
— Ésa es u n a b u e n a ¡dea — d ijo — . V oy a d a rte
to d a la tie rra q u e p u ed es ver, n o en u n a d irecció n
sin o e n to d o tu a lred ed o r.
Se p u so e n p ie y señ aló co n la m a n o e x te n d id a , g i­
ra n d o el c u e rp o p a ra c u b rir u n círcu lo co m p leto .
— T o d a esta tie rra es tu y a — d ijo .
R e í co n fuerza. É l so ltó u n a risita y p re g u n tó :
— ¿P or q u é no? ¿P or q u é n o p u e d o d a rte esta tie rra?
— N o es u sted el d u e ñ o — d ije .
— ¿Y q u é? T a m p o c o los esp añ o les e ra n los d u eñ o s,
p e ro d e tod o s m o d o s la d iv id ía n y la re g a la b a n . C o n ­
q u e ¿p o r q u é n o p u ed es to m a r posesión d e e lla en la
m ism a vena?
211
L o escu d riñ é p a ra v er si p o d ía d e te c ta r el v e rd a ­
d e ro estad o d e á n im o d el ro stro risu e ñ o . T u v o u n a
e x p lo sió n d e risa y casi se cae d e la roca.
— T o d a esta tie rra , h a s ta d o n d e p u ed es ver, es tuya
— p ro sig u ió , a ú n so n rie n te — . N o p a ra u sa rla sino
p a ra re c o rd a rla . P e ro este cerro es tu y o p a ra q u e lo
uses el resto d e tu v id a. T e lo doy p o rq u e tú m ism o
lo h alla ste. Es tuyo. A cép talo.
R e í, p e ro d o n J u a n p arecía h a b la r m u y e n serio.
A ex cep ció n d e su so n risa chistosa, te n ía to d a la cara
d e cre e r q u e p o d ía d a rm e a q u e l cerro.
— ¿P or q u é no? — p re g u n tó com o ley en d o m is p e n ­
sam ien to s.
— L o ace p to — d ije m e d io en b ro m a.
Su so n risa d esap areció . A chicó los ojos p a ra m i­
rarm e.
— C a d a p ie d ra y g u ija rro y p la n ta so b re este cerro,
esp ecialm en te en la cim a, está b a jo tu c u id a d o — d i­
jo — . C a d a g u sa n o q u e v ive a q u í es tu am igo. P u e ­
des u sarlo s y ellos p u e d e n u sarte.
P e rm an ec im o s en silen cio u n o s m in u to s. M is p e n ­
sam ien to s e ra n in u s ita d a m e n te escasos. S e n tía v ag a­
m e n te q u e este s ú b ito ca m b io d e á n im o a n u n c ia b a
alg o e n m í, p e ro n o m e h a lla b a tem eroso n i a p re n ­
sivo. S im p lem en te ya n o q u e ría h a b la r. D e a lg ú n
m o d o , las p a la b ra s se a n to ja b a n in ex actas, y sus sig­
n ifica d o s difíciles d e p recisar. Ja m á s h a b ía yo se n tid o
eso co n resp ecto a las p a la b ra s, y al d a rm e c u e n ta d e
m i á n im o in só lito m e a p re su ré a h a b la r.
— ¿P ero q u é p u e d o h a c e r co n este cerro, d o n Ju a n ?
— G rá b a te en la m e m o ria cad a u n o d e sus d etalles.
É ste es el sitio al q u e v e n d rá s en tu soñar. É ste es el
212
sitio d o n d e te e n c o n tra rá s co n los p o deres, d o n d e a l­
g ú n d ía se te re v e la rá n secretos.
“E stás caz an d o p o d e r y éste es tu sitio , el sitio d o n ­
d e ju n ta rá s tu s recursos.
“A h o ra esto n o tie n e se n tid o p a ra ti. C o n q u e d e ja
q u e sea u n sin sen tid o , p o r lo p ro n to .”
B ajam o s d e la ro ca y m e llev ó a u n a p e q u e ñ a d e ­
p resió n , a m a n e ra d e cuen co , e n el la d o o este del
cerro. A llí no s sen tam o s a com er.
S in lu g a r a d u d a s h a b ía alg o in d e sc rip tib le m e n te
p la c e n te ro p a ra m í e n lo a lto d e ese cerro. C o m er,
com o d escan sar, era u n a e x q u isita sen sación desco ­
n o cid a.
L a luz d e l sol p o n ie n te te n ía u n re sp la n d o r in te n ­
so, casi cobrizo, y to d o a lre d e d o r p arecía u n ta d o d e
u n tin te d o ra d o .
h a lla b a e n tre g a d o p o r e n te ro a
o b se rv ar el p aisaje: n i siq u ie ra d eseab a p en sar.
D o n J u a n m e h .th .o casi e n u n su su rro . M e d ijo
q u e o b se rv ara cad a d e ta lle d e l e n to rn o , p o r m ás p e ­
q u e ñ o y triv ia l q u e p a re c ie ra . E sp e cia lm en te los ele­
m e n to s d el p aisa je q u e e ra n m ás p ro m in e n te s p o r el
la d o d el p o n ie n te . M e in d ic ó m ira r el sol sin en fo ­
carlo , h a sta q u e d e sa p a re c ie ra tra s el h o riz o n te.
. L os ú ltim o s m in u to s d e luz, in m e d ia ta m e n te an tes
d e q u e el sol lle g a ra a u n p a lio d e n u b e s b a ja s o d e
n ie b la , fu e ro n m a gn ífico s e n el se n tid o to ta l d e la ex­
p resió n . E ra com o si el sol in flam ase la tie rra , la
e n c e n d ie ra com o u n a h o g u e ra . T u v e e n la ca ra u n a
sen sación d e rojez.
— ¡P árate! — g ritó d o n J u a n , ja lá n d o m e .
Se a p a rtó d e u n salto y m e o rd e n ó , e n to n o im p e ra ­
tiv o p e ro u rg e n te , tro ta r e n el sitio d o n d e m e h a lla b a
d e pie.
213
M ie n tra s c o rría sin av an zar, em pecé a s e n tir u n a
calidez in v a d ir m i cu erp o . E ra u n a calid ez cobriza.
L a se n tía e n el p a la d a r y e n el “ te c h o ” d e los ojos.
E ra com o si la p a rte su p e rio r d e m i cabeza ard iese
en u n fuego fresco q u e irra d ia b a algo así com o u n
b rillo d e cobre.
A lgo d e n tro d e m í m e h izo tro ta r m ás y m ás r á p i­
d o c o n fo rm e el sol em p ezab a a d esap arecer. E n d e­
te rm in a d o m o m e n to m e se n tí en v e rd a d ta n ligero
q u e h u b ie ra p o d id o v o lar. D o n J u a n asió co n m u ch a
firm eza m i m u ñ e c a d erech a. L a sen sación causada
p o r la p resió n d e su m a n o m e d ev o lv ió u n se n tid o
d e so b rie d a d y co m p o stu ra. M e d ejé caer en el suelo
y él se sen tó ju n to a m í.
T ra s u n o s m in u to s d e rep o so se p u so c a lla d a m e n ­
te e n p ie, m e tocó el h o m b ro y m e h izo señ a d e se­
g u irlo . V olvim os a escalar h a sta la p u n ta d e roca
íg n ea d o n d e h a b ía m o s e stad o an tes. L a ro ca nos es­
c u d a b a d el v ie n to frío. D o n J u a n ro m p ió el silencio.
— F u e u n a e stu p e n d a señ al — d ijo — . ¡Q u é e x tra ­
ño! S ucedió al te rm in a r el d ía . T ú y yo som os m u y
d istin to s. T ú eres m ás c ria tu ra d e la no ch e. Y o p re ­
fiero el b rillo jo v en d e la m a ñ a n a . O m e jo r d ich o ,
el b rillo d el sol m a tu tin o m e busca, p ero d e ti se es­
co n d e. E n cam b io , el sol p o n ie n te te b a ñ ó . Sus lla ­
m as te a b ra sa ro n sin q u e m a rte . ¡Q u é ex tra ñ o !
— ¿P or q u é es ex tra ñ o ?
— N u n c a lo h a b ía visto p asar. L a señ al, c u a n d o
sucede, h a sid o sie m p re en el re in o d el sol jov en .
— ¿P or q u é es así, d o n J u a n ?
— N o es h o ra d e h a b la r d e eso -— rep u so , c o rta n te — .
E l c o n o c im ie n to es p o d e r. T o m a m u c h o tie m p o ju n ­
ta r el p o d e r su fic ien te in c lu so p a ra h a b la r d e él.
214
T r a té d e in sistir, p e ro él ca m b ió d e te m a a b r u p ta ­
m e n te. In q u irió so bre m i p ro g reso e n “ so ñ a r” .
Y o h a b ía em p ezad o a so ñ a r e n sitio s específicos,
com o la escuela y las casas d e alg u n o s am igos.
— ¿E stabas en esos sitio s d u r a n te el d ía o d u ra n te
la noche? — p re g u n tó .
M is su eños c o rre sp o n d ía n c o n la h o ra d el d ía a la
q u e solía estar en tales sitios: e n la escuela d u r a n te
el d ía , e n casa d e m is am igos p o r la noche.
S u g irió q u e p ro b a ra yo “ s o ñ a r” m ie n tra s ec h a b a
u n a siesta d e d ía , y ver si p o d ía v isu alizar el sitio ele ­
g id o co m o estab a a la h o ra en q u e yo “ so ñ a b a ” . Si
yo “ so ñ a b a ” d e n o ch e, m is visiones d el local d e b ía n
ser n o c tu rn a s. D ijo q u e lo q u e u n o e x p e rim e n ta al
“so ñ a r” d e b e ser c o n g ru e n te co n la h o ra e n q u e
el " s o ñ a r” tie n e lu g a r; d e o tra fo rm a las visiones q u e
u n o te n g a n o serán “so ñ a r”, sin o sueños com unes.
— P a ra a y u d a rte d eb ía s escoger u n o b je to d e te rm i­
n a d o q u e p erten ezca al sitio d o n d e q u ie re s ir, y e n ­
focar e n él tu a te n c ió n — p ro sig u ió — . E n este cerro,
p o r ejem p lo , tienes ya u n a p la n ta d e te rm in a d a q u e
deb es O bservar h a sta q u e ten g a u n lu g a r e n tu m e­
m o ria. P u ed es reg resar a q u í e n tu soñar sim p le m e n ­
te re c o rd a n d o esa p la n ta , o re c o rd a n d o esta ro ca d o n ­
d e estam os sen tado s, o re c o rd a n d o c u a lq u ie r o tra
cosa d e a q u í. Es m ás fácil v ia ja r al soñar c u a n d o p u e ­
des e n fo c a rte e n u n sitio d e p o d e r, com o éste. P e ro
si n o q u ie re s v e n ir a q u í p u ed es u sar c u a lq u ie r o tro
sitio. A lo m e jo r la escuela d o n d e vas es p a ra ti u n
sitio d e p o d e r. Ú salo. E n fo ca tu a te n c ió n en c u a l­
q u ie r o b je to d e allí, y lu eg o e n c u é n tra lo al soñar.
“ D el o b je to específico q u e recu erd es, d eb es v o lv er
a tu s m an o s, y luego a o tro o b je to y así sucesiv am en te.
215
“ P e ro a h o ra deb es e n fo car la a te n c ió n en to d o lo
q u e ex iste en cim a d e este cerro, p o rq u e éste es el sitio
m ás im p o rta n te d e tu v id a .”
M e m iró com o so n d e a n d o el efecto d e sus p alab ras.
— É ste es el sitio e n q u e m o rirás — d ijo co n voz
suave.
M e m o v í con nerv iosism o , c a m b ia n d o d e p o stu ra,
y él so nrió .
— T e n d r é q u e v e n ir co n tig o u n a y o tra vez a este
c e rro — d ijo — . Y lu e g o tú te n d rá s q u e v e n ir solo
h a s ta q u e estés s a tu ra d o d e él, h a sta q u e el cerro te
rezu m e. S abrás la h o ra en q u e estés lle n o d e él. E ste
cerro , com o es a h o ra , será en to n ce s el sitio d e tu ú l­
tim a d an za.
— ¿Q u é q u ie re u ste d d e c ir co n m i ú ltim a d an za,
d o n Ju a n ?
— É sta es tu ú ltim a p a ra d a — d ijo — . M o rirá s aq u í,
estés d o n d e estés. C a d a g u e rre ro tie n e u n sitio p a ra
m o rir. U n sitio d e su p red ilec ció n , d o n d e ev en tos
p o dero so s d e ja ro n su h u e lla ; u n sitio d o n d e h a p re ­
se n c ia d o m a rav illas, d o n d e se le h a n rev elad o secre­
tos; u n sitio d o n d e h a ju n ta d o su p o d e r p erso n al.
“ U n g u e rre ro tie n e la o b lig a c ió n d e reg resar a ese
sitio d e su p re d ile c c ió n c a d a vez q u e a b so rb e p o d e r,
p a ra g u a rd a rlo allí. V a a llí c a m in a n d o o b ie n so­
ñando.
"Y p o r
fin, u n d ía q u e su tie m p o e n la tie rra h a
te rm in a d o y sie n te el to q u e d e la m u e rte e n el h o m ­
b ro izq u ierd o , su e sp íritu , q u e sie m p re está listo , v u ela
a l sitio d e su p re d ile c c ió n y a llí el g u e rre ro b a ila a n te
su m u e rte .
"C a d a g u e rre ro tie n e u n a fo rm a específica, u n a d e ­
te rm in a d a p o stu ra d e p o d e r, q u e d e sa rro lla a lo larg o
216
d e su v id a. Es u n a especie d e d an za. U n m o v im ie n to
q u e él h ace b a jo la in flu e n c ia d e su p o d e r p e rso n a l.”
“Si el g u e rre ro m o rib u n d o tie n e p o d e r lim ita d o , su
d a n z a es co rta; si su p o d e r es g ran d io so , su d a n z a es
m ag n ífica. P e ro ya sea su p o d e r p e q u e ñ o o m a g n ífi­
co, la m u e rte d e b e p a ra rse a p re se n c ia r su ú ltim a p a ­
ra d a so b re la tie rra . L a m u e rte n o p u e d e llevarse al
g u e rre ro q u e c u e n ta p o r ú ltim a vez la la b o r d e su
v id a, h a s ta q u e h ay a ac a b a d o su d a n z a .”
L as p a la b ra s d e d o n J u a n m e d ie ro n u n escalofrío.
E l silen cio , el crep ú scu lo , el e sp lé n d id o p aisaje: to d o
p arecía h a b e r sid o co locad o a llí co m o tra m o y a p a ra
la im ag en d e la ú ltim a d an za d e p o d e r d e u n g u e rre ro .
— ¿P u ed e u sted e n se ñ a rm e esa d a n z a a u n q u e n o
sea yo g u errero ? — p re g u n té .
— T o d o h o m b re q u e caza p o d e r tie n e q u e a p re n d e r
esa d a n z a — re p u so — . P e ro n o te la p u e d o en se ñ a r
a h o ra . T a l vez ten gas p ro n to u n ad v ersario q u e v alga
la p e n a y e n to n ce s te e n se ñ a ré el p rim e r m o v im ie n to
d e p o d e r. T ú m ism o d eb es a ñ a d ir los o tro s c o n fo rm e
sigas v iv ien d o . C a d a m o v im ie n to d e b e a d q u irirs e d u ­
ra n te u n a lu c h a d e p o d e r. A sí q u e, h a b la n d o con
p ro p ie d a d , la p o stu ra , la fo rm a d e u n g u e rre ro , es la
h is to ria d e su v id a, u n a d a n z a q u e crece c o n fo rm e
él crece e n p o d e r p erso n al.
— ¿D e veras se p a ra la m u e rte a v er b a ila r al g u e ­
rrero ?
— U n g u e rre ro n o es m ás q u e u n h o m b re. U n h o m ­
b re h u m ild e . N o p u e d e c a m b ia r los d esig n io s d e su
m u e rte . P e ro su e sp íritu im p ecab le, q u e h a ju n ta d o
p o d e r tra s p e n a lid a d e s en o rm es, p u e d e c ie rta m e n te
d e te n e r a su m u e rte u n m o m e n to , u n m o m e n to lo
b a sta n te larg o p a ra p e rm itirle reg o cijarse p o r ú ltim a
217
vez e n el re c u e rd o d e su p o d e r. P o d em o s d e c ir q u e
ése es u n gesto q u e la m u e rte tie n e co n q u ie n e s p o ­
seen u n e sp íritu im p ecab le.
E x p e rim e n té u n a a n g u stia a v asalla d o ra y h a b lé sólo
p o r aliv ia rla . L e p re g u n té si h a b ía co n o cid o g u e rre ­
ro s q u e m u rie ro n , y e n q u é fo rm a su ú ltim a d an za
h a b ía afec tad o su m o rir.
— Y a p á ra le — d ijo c o n se q u e d a d — . M o rir es algo
m o n u m e n ta l. Es alg o m u c h o m ás q u e e stira r la p a ta
y p o n e rte tieso.
— ¿B ailaré yo ta m b ié n a n te m i m u e rte , d o n Ju a n ?
— Sin d u d a . E stás caz an d o p o d e r p e rso n a l a u n q u e
to d a v ía n o vivas com o g u e rre ro . H o y el sol te d io
u n a señal. L o m e jo r q u e p ro d u z cas en el tra b a jo d e
tu v id a se h a rá al fin a l d el d ía . P o r lo visto n o te
g u sta el jo v e n re s p la n d o r d e la luz te m p ra n a . V ia ja r
en la m a ñ a n a n o te lla m a la ate n c ió n . P e ro tu g u sto
es el sol p o n ie n te , a m a rillo viejo , y m a d u ro . N o te
g u sta el calo r, te g u sta el re sp la n d o r.
“ Y así b a ila rá s a n te tu m u e rte , a q u í, en la cim a de
este cerro, al ac a b a r el d ía . Y en tu ú ltim a d an za
d irá s d e tu lu c h a , d e las b a ta lla s q u e h as g a n a d o y
d e las q u e has p e rd id o ; d irá s d e tu s aleg rías y des­
co n cierto s al e n c o n tra rte co n el p o d e r p erso n al. T u
d a n z a h a b la rá d e los secretos y las m a rav illas q u e has
ateso rad o . Y tu m u e rte se se n ta rá a q u í a o b serv arte.
”E1 sol p o n ie n te b rilla rá so bre ti sin q u e m a r, com o
lo h izo hoy. E l v ie n to será suave y d u lc e y tu cerro
te m b la rá . A l lle g a r al fin a l d e tu d a n z a m ira rá s el
sol, p o rq u e n u n c a v o lv erás a v erlo n i d e sp ie rto n i
soñando, y en to n ces tu m u e rte a p u n ta rá h a c ia el sur.
H a c ia la in m e n sid a d .”
218
XIV. LA MARCHA DE PODER
Sábado, abril 8, 1962
— ¿Es la m u e rte u n p e rso n aje , d o n J u a n ? — p re g u n té
al to m a r asie n to e n el p ó rtico .
H u b o u n a ire d e d esco n cie rto en la m ira d a d e
d o n J u a n . E stab a so sten ien d o u n a bo lsa d e p ro v isio ­
nes q u e yo le h a b ía tra íd o . L a d e jó c u id a d o sa m e n te
en el su elo y se sen tó fre n te a m í. M e se n tí a n im a d o
y e x p liq u é q u e d eseab a sab er si la m u e rte era u n a
p erso n a, o sem e ja n te a u n a p erso n a, c u a n d o o b se r­
v ab a la ú ltim a d an za d e u n g u e rre ro .
— ¿Es im p o rta n te sa b e r esto? — p re g u n tó d o n J u a n .
L e d ije q u e la im ag en m e re s u lta b a fa scin an te y
d eseab a sab er cóm o llegó a ella. C ó m o sab ía q u e
así era.
-—Es m u y sencillo — d ijo — . U n h o m b re d e co n o ci­
m ie n to sabe q u e la m u e rte es el ú ltim o testig o p o r­
q u e la ve.
— ¿ Q u iere d ecir q u e u sted m ism o h a p re se n c ia d o
la ú ltim a d an za d e u n g u errero ?
— N o. N o se p u e d e ser testig o d e eso. Sólo la m u e r­
te p u ed e. P e ro h e visto a m i p ro p ia m u e rte o b se rv ar­
m e, y h e b a ila d o a n te ella co m o si m e estu v iera m u ­
rie n d o . A l fin a l d e m i d an za, la m u e rte n o a p u n tó
en n in g u n a d irecció n , n i el sitio d e m i p re d ile c c ió n
se estrem eció d ic ié n d o m e adiós. D e m o d o q u e m i
219
tie m p o so b re la tie rra n o se h a b ía a c a b a d o to d av ía,
y n o m o rí. C u a n d o to d o eso tu v o lu g a r, yo ten ía
p o d e r lim ita d o y n o e n te n d ía los d esig n io s d e m i
p ro p ia m u e rte ; p o r eso creía estarm e m u rie n d o .
— E ra su m u e rte co m o u n a perso n a?
— Y a te estás h a c ie n d o el loco o tra vez. P ien sas q u e
to d o lo vas a e n te n d e r h a c ie n d o p re g u n ta s. Yo no
creo q u e lo logres, p e ro ¿ q u ié n soy p a ra decir?
“ L a m u e rte n o es com o u n a p erso n a. Es m ás b ien
u n a p resen cia. P e ro ta m b ié n p o d ría u n o d e c ir q u e
n o es n a d a y sin e m b a rg o es tod o . U n o te n d ría razón
e n to d o s aspectos. L a m u e rte es c u a lq u ie r cosa q u e
u n o desee.
”Y o m e sie n to a g u sto co n la g en te, d e m o d o q u e
la m u e rte es p a ra m í u n a p erso n a. T a m b ié n soy d a d o
a los m isterios, d e m o d o q u e la m u e rte tie n e p a ra m í
o jo s huecos. P u e d o m ira r a trav és d e ellos. Son com o
d o s v en ta n a s, p ero se m u e v e n com o ojos. A sí p u e d o
d e c ir q u e la m u e rte , co n sus ojos h uecos, m ira a u n
g u e rre ro m ie n tra s él b a ila p o r ú ltim a vez e n la tie rra .”
— ¿P ero es así sólo p a ra u sted , d o n J u a n , o es lo
m ism o p a ra o tro s g u errero s?
— Es lo m ism o p a ra cad a g u e rre ro q u e tie n e u n a
d a n z a d e p o d e r, y sin e m b a rg o n o lo es. L a m u e rte
p resen cia la ú ltim a d a n z a d el g u errero , p e ro la m a­
n e ra en q u e el g u e rre ro ve a su m u e rte es a su m o
p e rso n a l. P u ed e ser c u a lq u ie r cosa: u n p á ja ro , u n a
luz, u n a p erso n a, u n a m a ta , u n a p ie d rita , u n trozo
d e n ie b la , o u n a p resen cia d esconocida.
E sas im ág en es d e la m u e rte m e in q u ie ta ro n . N o
p u d e h a lla r p a la b ra s a d e c u a d a s p a ra d a r voz a m is
p re g u n ta s, y ta rta m u d e é . D o n J u a n m e m iró con fi­
jeza, so n rie n d o , y m e a n im ó a h a b la r.
220
L e p re g u n té si la fo rm a e n q u e u n g u e rre ro veía
a su m u e rte d e p e n d ía d e cóm o lo h u b ie ra n ed u cad o .
U sé co m o ejem p lo s a los in d io s y um as y yaquis. M i
p ro p ia id e a era q u e la c u ltu ra d e te rm in a b a el m o d o
en q u e u n o se re p re se n ta b a a la m u erte.
— N o im p o rta cóm o lo h a y a n criad o a u n o — d ijo
él— . L o q u e d e te rm in a el m o d o en q u e u n o h ace
c u a lq u ie r cosa es el p o d e r p erso n al. U n h o m b re n o es
m ás q u e la su m a d e su p o d e r p erso n al, y esa su m a
d e te rm in a cóm o vive y cóm o m u ere.
— ¿Q ué es el p o d e r p erso n al?
— E l p o d e r p e rso n a l es u n se n tim ie n to — d ijo — .
A lgo co m o te n e r su erte. O p o d ría m o s lla m a rlo u n
estad o d e án im o . E l p o d e r p e rso n a l es alg o q u e u n o
a d q u ie re sin im p o rta r su p ro p io o rig en . Ya te h e d i­
ch o q u e u n g u e rre ro es u n cazad or d e p o d e r, y q u e
te estoy e n se ñ a n d o a cazarlo y g u a rd a rlo . L o d ifícil
co n tig o , q u e es lo d ifíc il co n tod o s noso tro s, es q u e
te convenzas. N ecesitas cree r q u e el p o d e r p e rso n a l
p u e d e u sarse y q u e es p o sib le g u a rd a rlo , p e ro h a sta
a h o ra n o te h as co n v en cid o .
L e d ije q u e se h a b ía d a d o a e n te n d e r y q u e yo
estab a ta n co n v en cid o com o ja m á s lo estaría. R io .
— N o h a b lo d e ese tip o d e convicció n — d ijo .
D io d o s o tres p u ñ e taz o s suaves en m i h o m b ro y
a ñ a d ió c o n u n cacareo:
— N o n ecesito q u e m e sigas la c o rrie n te , ya lo
sabes.
M e se n tí o b lig a d o a a se g u ra rle q u e h a b la b a en
serio.
— N o lo d u d o -—d ijo — . P e ro estar co n v en cid o sig­
n ifica q u e p u ed es a c tu a r p o r ti m ism o. T o d a v ía te
co stará u n a g ra n c a n tid a d d e esfuerzo el h acerlo .
221
Q u e d a m u c h o p o r h acer. A p en as em piezas.
Q u e d ó e n silen cio u n m o m en to . Su ro s tro a d q u i­
rió u n a ex p re sió n d e placidez.
— Es m u y e x tra ñ o , p e ro a veces m e haces a c o rd a r
a m í m ism o — p ro sig u ió — . T a m p o c o yo q u e ría seguir
el cam in o d el g u e rre ro — . C reía q u e ta n to tra b a jo
era p a ra n a d a , y p u e sto q u e todos vam os a m o rir,
¿qué im p o rta b a el ser g u errero ? M e eq u iv o cab a. P ero
tu v e cjue d e sc u b rirlo p o r m i p ro p ia cu e n ta . C u a n d o
llegu es a d e sc u b rir q u e te equivocas, y q u e c ie rta ­
m e n te h ay u n m u n d o d e d ife re n c ia , p o d rá s d e c ir q u e
estás co n v en cid o . Y en to n ce s p u ed es seg u ir a d e la n te
p o r tu c u e n ta . Y a lo m e jo r, p o r tu c u e n ta , h a s ta te
haces h o m b re d e co n o cim ien to .
L e p e d í e x p lic a r q u é q u e ría d e c ir con h o m b re d e
co n o cim ien to .
— U n h o m b re d e c o n o c im ie n to es a lg u ie n q u e h a
seg u id o d e v e rd a d las p e n u ria s d el a p re n d iz a je — d i­
jo — . U n h o m b re q u e, sin a p u ra rse ni d esfallecer, h a
lle g a d o lo m ás lejos q u e p u e d e e n d e s e n tra ñ a r los
secretos d el p o d e r p erso n al.
D isc u tió el co n cep to e n té rm in o s breves y lu e g o lo
d esechó com o tem a d e co n v ersació n, d ic ie n d o q u e yo
sólo d e b ía p re o c u p a rm e p o r la id e a d e a lm a c e n a r
p o d e r p erso n al.
— E so es in c o m p re n sib le — p ro te sté — . D e veras, no
p u e d o fig u ra rm e q u é es lo q u e está u sted d ic ie n d o .
— C azar p o d e r es u n e v en to p e c u lia r — d ijo — . P r i­
m e ro tie n e q u e ser u n a idea, lu eg o h ay q u e a rre g la rlo ,
paso a paso, y luego ¡pum ! Sucede.
— ¿C óm o sucede?
D o n J u a n se p u so en p ie. E m p ezó a e stira r los b ra ­
zos, a rq u e a n d o la e sp a ld a com o gato. Sus huesos, com o
222
d e co stu m b re, p ro d u je ro n u n a serie d e so nid o s ch as­
q u e a n te s.
-—V ám o n o s — d ijo — . T e em os q u e h acer u n larg o
viaje.
— P e ro ten g o ta n ta s cosas q u e p re g u n ta rle — d ije.
— V am os a u n sitio d e p o d e r — re sp o n d ió al e n tra r
e n su casa— . ¿P or q u é n o g u a rd a s tu s p re g u n ta s p a ra
c u a n d o estem os allí? A lo m e jo r ten em o s o p o rtu n id a d
d e h a b la r.
P ensé q u e iría m o s en coche, d e m o d o q u e m e le­
v a n té y fu i a m i a u to , p e ro d o n J u a n m e lla m ó d esde
la casa y m e in d icó to m a r m i re d co n gu ajes. M e
estab a e sp e ra n d o a la o rilla d e l c h a p a rra l d esértic o
d e trá s d e su casa.
— H a y q u e a p u ra rs e — d ijo .
A eso d e las tres d e la ta rd e llegam os a las p rim e ra s
fald as d e la S ierra M a d re o ccid en tal. H a b ía sid o u n
d ía c álid o , p e ro h a c ia el a ta rd e c e r el v ie n to se en frió .
D o n J u a n to m ó asie n to en u n a ro ca y m e h izo seña
d e im ita rlo .
— ¿Q u é vam os a h acer a q u í esta vez, d o n Ju a n ?
— Sabes m u y b ie n q u e v en im o s a cazar p o der.
— L o sé. ¿P ero q u é vam os a h acer a q u í e n p a r­
tic u lar?
— Sabes q u e n o ten g o la m e n o r idea.
— Q u ie re u sted d e c ir q u e n u n c a sig u e u n p lan?
— C a zar p o d e r es u n a s u n to m u y e x tra ñ o — d ijo — .
N o h ay m a n e ra d e p la n e a rlo p o r a n tic ip a d o . Eso es
lo em o c io n an te. P ero d e todos m o d o s u n g u e rre ro
p ro ced e co m o si tu v ie ra u n p la n , p o rq u e co n fía en
su p o d e r p erso n al. S abe d e c ie rto q u e lo h a rá a c tu a r
en la fo rm a m ás a p ro p ia d a .
223
S eñalé q u e sus asev eracio n es e ra n d e a lg u n a m a
ñ e ra co n tra d ic to ria s. Si u n g u e rre ro ya te n ía p o d e r
p erso n al, ¿p o r q u é ib a a cazarlo?
D o n J u a n alzó las cejas e h izo u n falso gesto d e
fastid io .
— T ú eres el q u e está cazan d o p o d e r p e rso n a l — d i­
jo — . Y yo soy el g u e rre ro q u e ya tien e. M e p re g u n ­
taste si te n ía u n p la n y yo d ije q u e c o n fío e n q u e
m i p o d e r p e rso n a l m e g u íe y q u e n o n ecesito te n e r
u n p la n .
N o s q u ed am o s a llí u n m o m e n to y lu e g o echam os
a a n d a r n u e v a m e n te . L as cuestas e ra n m u y e m p in a ­
das, y tre p a rla s m e re s u lta b a m u y d ifíc il y e x tre m a ­
d a m e n te fatigoso. P o r o tra p a rte , el v ig o r d e d o n
J u a n p a re c ía n o te n e r fin. N o c o rría n i se a p re su ra b a .
Su a n d a r era c o n tin u o e in can sab le. N o té q u e n i si­
q u ie ra su d a b a , in c lu so d esp u és d e tre p a r u n a la d e ra
e n o rm e y casi v ertic al. C u a n d o yo lle g u é a su p a rte
su p e rio r, d o n J u a n ya estab a allí, e sp erán d o m e. A l
se n ta rm e ju n to a él se n tí q u e el co razó n se m e ib a
a sa lir d el pecho. M e acosté b o c a rrib a y el su d o r
m a n ó , lite ra lm e n te , d e m is cejas.
D o n J u a n rio co n fu erza y m e ro d ó d e u n la d o a
o tro d u ra n te u n rato . E l m o v im ie n to m e a y u d ó a re ­
c o b ra r el alien to .
L e d ije q u e su a p titu d física m e te n ía en v erd ad
a tó n ito .
— T o d o el tie m p o h e e stad o tra ta n d o d e d á rte la a
n o ta r — d ijo .
— ¡U sted n o es v ie jo p a ra n a d a , d o n Ju a n !
— C la ro q u e no. H e e sta d o tra ta n d o d e q u e lo notes.
— ¿C óm o le h ace usted?
— N o h ag o n ad a. M i c u e rp o se sie n te p erfectam en 224
te, eso es to d o . M e tra to m u y b ie n ;, p o r eso n o ten g o
m o tiv o p a ra se n tirm e c a n sa d o o in c ó m o d o . E l secre­
to n o está e n lo q u e tú m ism o te haces, sin o m ás
b ie n e n lo q u e n o haces.
E sp e ré u n a ex p licac ió n . É l p a re c ía co n scie n te d e
m i in c a p a c id a d d e c o m p re n d e r. S o n rió y se p u so
d e p ie.
— É ste es u n sitio d e p o d e r — d ijo — . E n c u e n tra u n
lu g a r p a ra q u e aca m p em o s a q u í e n esta cim a.
E m p ecé a p ro te sta r. Q u e ría q u e m e e x p lic a ra q u é
era lo q u e n o d e b ía yo h a c e rle a m i cu erp o . H izo u n
gesto im p erio so .
— D é ja te d e to n te ría s — d ijo co n su a v id a d — . E sta
vez n a d a m ás actú a , p a ra v a ria r. N o im p o rta c u á n to
te tard es e n h a lla r u n sitio a p ro p ia d o p a ra d escan sar.
T a l vez te lleve to d a la n o ch e. T a m p o c o es im p o r­
ta n te q u e h a lle s el sitio ; lo im p o rta n te es q u e tra te s
d e h a lla rlo .
G u a rd é m i b lo q u e d e n o ta s y m e p u se e n pie.
D o n J u a n m e reco rd ó , com o h a b ía h e c h o in c o n ta b le s
veces — sie m p re q u e m e h a b ía p e d id o h a lla r u n lu ­
g a r d e rep o so — , q u e m ira ra sin en fo car n in g ú n si­
tio p a rtic u la r, a c h ic a n d o los o jo s h a sta e m b o rro n a r
la v isión.
E ch é a a n d a r, e sc u d riñ a n d o el su elo co n m is ojos
en tre c e rra d o s. D o n J u a n c a m in a b a u n m e tro a m i
d e re c h a y u n p a r d e pasos a trá s d e m í.
C u b rí p rim e ro la p e rife ria d e la cim a. M i in te n c ió n
era ir e n e sp ira l h a c ia el ce n tro . P e ro c u a n d o h u b e
c u b ie rto la c irc u n fe re n c ia d e la cim a, d o n J u a n m e
h izo d e te n e rm e .
M e acu só d e p e rm itir q u e m i p re fe re n c ia p o r las
ru tin a s to m a ra las rie n d a s. E n to n o sarcástico a ñ a d ió
225
q u e c ie rta m e n te c u b ría yo el á re a e n fo rm a sistem á­
tica, p e ro d e u n m o d o ta n seco y e stéril q u e n o sería
cap az d e p e rc ib ir el sitio co n v en ien te. D ijo q u e él
m ism o sab ía d ó n d e e stab a d ic h o sitio , d e m o d o q u e
n o h a b ía p o sib ilid a d d e im p ro v isacio n es p o r m i p arte.
— ¿Q u é d e b e ría h a c e r en to n ce s e n lu g a r d e esto?
— p re g u n té .
D o n J u a n m e h izo sen ta rm e. L u eg o a rra n c ó u n a
sola h o ja d e diversos a rb u sto s y m e las d io . M e o rd e n ó
a co starm e d e esp aldas y a flo ja r m i c in tu ró n y p o n e r
las h o ja s c o n tra la p ie l d e m i re g ió n u m b ilic a l. S u­
p erv isó m is m o v im ien to s y m e in d ic ó p re s io n a r con
a m b a s m a n o s las h o ja s c o n tra m i cu erp o . L u eg o m e
o rd e n ó c e rra r los ojos y m e a d v irtió q u e , si d eseab a
re su lta d o s perfecto s, n o d e b ía so lta r las h o jas, n i a b rir
los ojos, n i tra ta r d e s e n ta rm e c u a n d o él m oviese m i
c u e rp o a u n a p o sició n d e p o d er.
M e a g a rró p o r el sobaco d e re c h o y m e d io v u elta.
T u v e u n in v e n c ib le deseo d e a tisb a r a trav és d e m is
p á rp a d o s e n tre a b ie rto s, p e ro d o n J u a n m e p u so la
m a n o so bre los ojos. M e o rd e n ó o c u p a rm e ú n ic a m e n ­
te d e la sen sación d e c a lo r q u e sa ld ría d e las h ojas.
D esp ués d e yacer in m ó v il u n m o m en to , em pecé a
s e n tir u n a e x tra ñ a calid ez q u e e m a n a b a d e las h ojas.
P rim e ro la n o té e n las p a lm a s d e las m an o s, luego
se e x te n d ió a m i a b d o m e n , y p o r fin in v a d ió lite ra l­
m e n te to d o m i cu erp o . E n cu estió n d e m in u to s m is
pies a rd ía n co n u n c a lo r q u e m e re c o rd a b a m o m e n ­
tos en q u e tu v e a lta te m p e ra tu ra .
H a b lé a d o n J u a n d e la sen sación d e sa g ra d a b le y
el deseo d e q u ita rm e los zapatos. É l d ijo q u e m e ib a
a a y u d a r a in c o rp o ra rm e , q u e n o a b rie ra los ojos
h a sta q u e él m e dijese, y q u e c o n tin u a ra a p re ta n d o
226
las h o ja s c o n tra m i estóm ag o h a sta e n c o n tra r el sitio
ad e c u a d o p a ra descan sar.
C u a n d o estuv e d e p ie , m e su su rró al o íd o q u e
a b rie ra los o jo s y c a m in a ra sin p la n , d e ja n d o q u e el
p o d e r d e las h o ja s m e ja la ra y m e g u iara.
E m p ecé a c a m in a r a l azar. E l ca lo r d e m i c u e rp o
era d e sag rad ab le. C reí q u e te n ía fieb re, y m e a b stra je
tra ta n d o d e c o n ceb ir p o r q u é m ed io s la h a b ía p ro ­
d u c id o d o n J u a n .
É l c a m in a b a tras d e m í. D e p ro n to so ltó u n g rito
q u e casi m e p aralizó . E x p licó , rie n d o , q u e los ru id o s
b ru sco s e s p a n ta n a los e sp íritu s n o grato s. A c h iq u é
los o jo s y a n d u v e d e u n la d o a o tro d u ra n te cosa d e
m e d ia h o ra . E n ese tie m p o , el in c ó m o d o ca lo r d e m i
c u e rp o se c o n v irtió en u n a tib ie z a p la c e n te ra . E x p e ­
rim e n té u n a sen sación d e lig ereza al re c o rre r la cim a
h a c ia a d e la n te y h a c ia atrás. S in em b arg o , m e se n tía
d e silu sio n a d o ; p o r a lg ú n m o tiv o h a b ía e sp erad o n o ­
ta r a lg ú n tip o d e fe n ó m e n o v isu al, p e ro n o h a b la el
m e n o r c a m b io e n la periferia de m i cam p o d e v isió n :
n i colores in só lito s, ni resplandor, n i m asas oscuras.
P o r fin m e cansé de te n e r los ojos e n tre c e rra d o s
y los a b rí. M e h a lla b a fre n te a u n a p e q u e ñ a sa lie n te
d e p ie d ra aren isca, uno d e los pocos lu g ares yerm os
y rocosos e n la cim a; el resto era tie rra co n p e q u e ñ o s
a rb u sto s m u y espaciados. A l p a re c e r la v eg etació n se
h a b ía q u e m a d o a lg ú n tie m p o a n te s y los n u ev os b ro ­
tes n o m a d u ra b a n a ú n p o r co m p leto . P o r a lg u n a
ra z ó n d esco n o cid a, la sa lie n te aren isca m e p a re c ió
h erm o sa. E stu v e larg o ra to p a ra d o m irá n d o la . Y lu e ­
go, sim p le m en te, m e sen té en ella.
— ¡B ie n ! ¡B ien! — d ijo d o n J u a n y m e p a lm e ó la
esp alda.
227
L u eg o m e d ijo q u e sacara c u id a d o sa m e n te las h o jas
d e b a jo m is ro p a s y las colocase en la roca.
A p e n a s h u b e re tira d o las h o jas d e m i p ie l, em pecé
a refrescarm e. M e to m é el p u lso . P a re c ía n o rm a l.
D o n J u a n rio y m e d ijo “d o c to r C a rlo s’’ y m e p re ­
g u n tó si n o le to m a b a el p u lso ta m b ié n a él. D ijo
q u e lo q u e sen tí fu e el p o d e r d e las h o jas, y q u e ese
p o d e r m e d e sp e jó y m e p e rm itió c u m p lir m i tarea.
A firm é, co n to d a sin c e rid a d , q u e n o h a b ía h ech o
n a d a e n p a rtic u la r, y q u e m e sen té e n ese sitio p o r­
q u e estab a c an sad o y p o rq u e el co lo r d e la p ie d ra
m e re su ltó m u y a tra y e n te .
D o n J u a n n o d ijo n a d a . E sta b a p a ra d o cerca d e m í.
S ú b ita m e n te saltó h a c ia a trás, c o rrió c o n a g ilid a d
in c re íb le y, s a lta n d o u n o s arb u sto s, lleg ó a u n a a lta
cresta d e rocas, a c ie rta d istan cia.
— ¿Q ué pasa? — p re g u n té , a la rm a d o .
— V ig ila la d irecció n en la q u e el v ie n to se lle v a rá
tu s h o ja s — d ijo — . C u é n ta la s rá p id o . E l v ie n to viene.
G u a rd a la m ita d y v u élv etelas a p o n e r e n la b arrig a.
C o n té v e in te ho jas. M e tí diez b a jo m i cam isa, y
e n to n c e s u n a fu e rte ra c h a d e v ie n to esp arció las otras
diez e n u n a d ire c c ió n o cc id e n ta l. A l v e r v o la r las h o ­
jas, tu v e la e x tra ñ a sen sación d e q u e u n a e n tid a d
re a l las b a rría d e lib e ra d a m e n te h a c ia la m asa am o rfa
d e m a to rra le s verdes.
D o n J u a n v o lv ió a d o n d e m e h a lla b a y se sen tó
ju n to a m í, a m i iz q u ie rd a , m ira n d o al sur.
N o d ijim o s p a la b ra en la rg o tie m p o . Y o n o sab ía
q u é d ecir. E sta b a e x h au sto . Q u e ría c e rra r los ojos,
p e ro n o m e a trev ía. D o n J u a n d e b e h a b e r n o ta d o m i
c o n d ic ió n y d ijo q u e estab a b ie n d o rm irse. M e in d ic ó
p o n e r las m an o s e n el a b d o m e n , so b re las h o jas, y
228
tra ta r d e se n tir q u e m e h a lla b a su sp e n d id o en el le­
cho d e “c u e rd a s” q u e él m e h a b ía p re p a ra d o en el
“sitio d e m i p re d ile c c ió n ” . C e rré los ojos, y el re c u e r­
d o d e la paz y p le n itu d q u e e x p e rim e n té d u rm ie n d o
en a q u e l o tro cerro m e in v a d ió . Q u ise d e sc u b rir si en
v e rd a d p o d ía se n tirm e su sp en d id o , p ero m e d o rm í.
D esp erté ju s ta m e n te a n te s d e l crep ú scu lo . E l su eñ o
m e h a b ía refrescad o y v ig o rizad o . D o n J u a n ta m b ié n
se h a b ía d o rm id o . A b rió los ojo s al m ism o tie m p o
q u e yo. S o p lab a v ie n to , p e ro yo n o te n ía frío. L as
h o ja s so b re m i estóm ag o p a re c ía n h a b e r a c tu a d o com o
estufa, co m o u n a especie d e c a le n ta d o r.
E x a m in é el d e rre d o r. E l sitio q u e h a b ía eleg ido
p a ra d escan sar era com o u n a p e q u e ñ a cu en ca. E ra
p o sib le sen ta rse en él co m o en u n d iv á n larg o ; h a b ía
su fic ie n te m u ro rocoso p a ra serv ir d e resp ald o . T a m ­
b ié n d e sc u b rí q u e d o n J u a n h a b ía tra íd o m is lib re ­
tas y las h a b ía p u esto b a jo m i cabeza.
— H a lla s te el sitio c o rre c to — d ijo co n u n a so n ­
risa— . Y to d a la o p e ra c ió n tu v o lu g a r co m o yo te
d ije. E l p o d e r te g u ió a q u í sin n in g ú n p la n d e tu
p a rte .
— ¿Q u é clase d e h o ja s m e d io usted? — p re g u n té .
E l ca lo r q u e irra d ia b a d e las h o ja s y m e co n ser­
v ab a e n u n estad o ta n có m o d o sin m a n ta s n i ro p a
g ru esa, era en v e rd a d u n fe n ó m e n o a b so rb e n te p a ra
m í.
— N a d a m ás e ra n h o ja s — d ijo d o n J u a n .
— ¿Q u ie re u ste d d e c ir q u e yo p o d ría a g a rra r h o ja s
d e c u a lq u ie r a rb u s to y m e p ro d u c iría n el m ism o
efecto?
— N o. N o q u ie ro d e c ir q u e tú m ism o p u e d a s h acer
229
eso. T ú n o tie n e s p o d e r p erso n al. Q u ie ro d e c ir q u e
c u a lq u ie r clase d e h o ja s ay u d a, sie m p re y c u a n d o la
p e rso n a q u e te las d é te n g a p o d e r. L o q u e te ay u d ó
hoy n o fu e ro n las h o jas, sin o el p o d e r.
— ¿El p o d e r d e u sted , d o n Ju a n ?
— S u p o n g o q u e p u e d e s d e c ir q u e fu e m i p o d er,
a u n q u e eso n o es re a lm e n te ex acto . E l p o d e r n o p e r­
ten ece a n a d ie . A lg u n o s d e n o so tro s p o d em o s g u a r­
d a rlo , y lu eg o se le p o d ría d a r d ire c ta m e n te a o tra
p erso n a. V erás, la clav e d e l p o d e r así g u a rd a d o es
q u e só lo p u e d e usarse p a ra a y u d a r a a lg u ie n m ás a
g u a rd a r p o d er.
L e p re g u n té si eso sig n ificab a q u e su p o d e r estab a
lim ita d o e x clu siv am en te a a y u d a r a los otros. D o n
J u a n ex p lic ó p a c ie n te m e n te q u e él p o d ía u sa r su p o ­
d e r p e rso n a l en la fo rm a q u e q u isie ra , e n c u a lq u ie r
cosa q u e d eseara, p e ro c u a n d o se tra ta b a d e d a rlo
d ire c ta m e n te a o tra p erso n a, e ra in ú til a m e n o s q u e
esa p e rso n a lo u tiliz a ra p a ra su p ro p ia b ú sq u e d a d e
p o d e r p erso n al.
— T o d o lo q u e h a c e u n h o m b re g ira so b re su p o ­
d e r p e rso n a l — p ro sig u ió d o n J u a n — . A sí pues, p a ra
q u ie n n o tie n e , los h ech o s d e u n h o m b re p o d e ro so
so n in creíb les. Se n ecesita p o d e r h a sta p a ra co n c e b ir
lo q u e es el p o d e r. E sto es lo q u e h e estad o tra ta n d o
d e d e c irte to d o el tie m p o . P e ro sé q u e n o en tie n d e s,
n o p o rq u e n o q u ie ra s sin o p o rq u e tien es m u y poco
p o d e r p erso n al.
— ¿Q u é d e b o h acer, d o n J u a n ?
— N a d a . S igue co m o vas. E l p o d e r h a lla rá el m o d o .
Se p u so d e p ie y d io la v u e lta e n c írc u lo co m p leto ,
c la v a n d o la m ira d a e n to d o lo q u e h a b ía e n to rn o .
Su c u e rp o se m o v ía al m ism o tie m p o q u e sus ojos;
230
el efecto to ta l e ra el d e u n h ie rá tic o ju g u e te m ecá­
n ic o q u e g ira b a e je c u ta n d o u n m o v im ie n to c irc u la r
p reciso e in m u ta b le .
L o m iré c o n la b o ca a b ie rta . É l o c u ltó u n a so nrisa,
co n scie n te d e m i sorpresa.
— H o y vas a cazar p o d e r en la o sc u rid a d d el d ía
— d ijo y to m ó asien to .
— ¿C óm o d ijo ?
— E sta n o c h e te a v e n tu ra rá s e n aq u e llo s cerro s d es­
conocidos. E n la o sc u rid a d esos n o son cerros.
— ¿Q u é son?
— S on o tra cosa. A lgo q u e n o te im ag in as, p o rq u e
n u n c a h as p re se n c ia d o su ex isten cia.
— ¿Q u é q u ie re u sted d ecir, d o n J u a n ? S ie m p re m e
asu sta u ste d c o n esas cosas fan tasm ag ó ricas.
Se rio y p a te ó su a v e m e n te m i p a n to rrilla .
— E l m u n d o es u n m iste rio — d ijo — . Y n o es p a ra
n a d a co m o te lo re p resen tas.
P a reció re fle x io n a r u n m o m e n to . Su cabeza em pezó
a s u b ir y b a ja r rítm ic a m e n te ; lu e g o so n rió y a ñ a d ió :
— B u en o , ta m b ié n es com o te lo re p re se n ta s, p e ro
eso n o es to d o lo q u e h ay en el m u n d o ; h a y m u c h o
m ás. H as e stad o d e sc u b rie n d o eso to d o el tie m p o , y
a lo m e jo r esta n o c h e añ a d e s u n p ed azo m ás.
Su e n to n a c ió n m e d io escalofríos.
— ¿Q u é p la n e a usted? — p re g u n té .
— Yo n o p la n e o n a d a . T o d o lo d ecid e el m ism o
p o d e r q u e te p e rm itió e n c o n tra r este sitio.
D o n J u a n se p u so e n p ie y señ aló alg o a la d is­
tan cia. S u p u se q u e d eseab a q u e m e lev an tase a m i­
ra r. T r a té d e in c o rp o ra rm e d e u n salto, p e ro a n te s
d e q u e p u d ie ra e n d e re z a rm e p o r e n te ro d o n J u a n m e
e m p u jó h a c ia a b a jo con te rrib le fuerza.
231
— N o te p e d í se g u irm e — d ijo co n voz severa. L u e ­
go su avizó el to n o y a ñ a d ió : — E sta n o c h e la vas a
p a sa r u n p o co d ifícil, y n ecesita rás to d o el p o d e r
p e rso n a l q u e p u e d a s ju n ta r . Q u é d a te d o n d e estás y
g u á rd a te p a ra m ás ta rd e .
E x p lic ó q u e n o e stab a se ñ a la n d o n a d a , sin o sólo
ce rc io rá n d o se d e q u e ciertas cosas e sta b a n allí. M e
aseg u ró q u e to d o se h a lla b a e n o rd e n y q u e yo d e b ía
s e n ta rm e e n silen cio y o c u p a rm e e n alg o, p o rq u e
te n ía m u c h o tie m p o p a ra e sc rib ir a n te s d e q u e la
o sc u rid a d te rm in a ra d e c u b rir la tie rra . Su so n risa
e ra c o n ta g io sa y m u y c o n fo rta n te .
— ¿P ero q u é v am o s a h acer, d o n Ju a n ?
M e n e ó la cabeza d e la d o a la d o en u n gesto ex a­
g e ra d o d e in c re d u lid a d .
— ¡E scribe! — o rd e n ó y m e v o lv ió la esp ald a.
N o m e q u e d a b a n a d a m ás q u e h acer. T r a b a jé en
m is n o ta s h a sta q u e o scu reció d em a siad o .
D o n J u a n con serv ó la m ism a p o sició n to d o el tie m ­
p o q u e estuv e tra b a ja n d o . P a re c ía a b so rto e n c o n ­
te m p la r la d ista n c ia h a c ia el oeste. P e ro a p e n a s m e
d e tu v e se v o lv ió h a c ia m í y d ijo en to n o jocoso q u e
las ú n ic a s m a n e ra s d e c a lla rm e e ra n d a rm e d e com er,
h a c e rm e e sc rib ir o d o rm irm e .
Sacó d e su m o c h ila u n b u lto p e q u e ñ o , y cere m o ­
n io sa m e n te lo a b rió . C o n te n ía trozos d e c a rn e seca.
M e d io u n o y to m ó o tro p a ra sí y em pezó a m ascarlo.
M e in fo rm ó , com o al d escu id o , q u e e ra c o m id a d e
p o d e r, n ecesaria p a ra am b o s e n esa o casión. Y o estab a
d e m a sia d o h a m b rie n to p a ra p e n sa r e n la p o sib ilid a d
d e q u e la c a rn e c o n tu v ie se a lg u n a su sta n c ia psico tró p ic a. C o m im o s en c o m p le to silen cio h a s ta q u e la ca r­
n e se acabó , y p a ra e n to n ce s la o sc u rid a d e ra to tal.
232
D o n J u a n se p u so en p ie y estiró los b razos y la
esp ald a. M e su g irió h a c e r lo m ism o. D ijo q u e era
b u e n a c o stu m b re e stira r to d o el c u e rp o d esp u és d e
d o rm ir, esta r se n ta d o o c a m in a r.
S eguí su co n sejo y a lg u n a s d e las h o ja s q u e co n ser­
v a b a b a jo la cam isa se e sc u rrie ro n p o r las p ie rn a s d e
m i p a n ta ló n . M e p re g u n té si d e b e ría tr a ta r d e re c o ­
gerlas, p e ro él d ijo q u e lo o lv id a ra , q u e ya n o h a b ía
n in g u n a n ecesid ad d e ellas y q u e las d ejase c a e r d o n ­
d e q u isie ra n .
E n to n ces d o n J u a n se acercó m u c h o y m e su su rró
en el o íd o d e re c h o q u e yo d e b ía seg u irlo m u y d e
cerca e im ita r to d o lo q u e h ic ie ra . D ijo q u e e stáb a­
m os a salvo en el sitio d o n d e no s h a llá b a m o s, p o rq u e
estáb am o s, p o r así d ecirlo , al filo d e la no ch e.
— E sto n o es la n o c h e -—su su rró , p a te a n d o la ro ca
d o n d e p isáb am o s— . L a n o c h e está a llá afu era .
S e ñ a ló la o sc u rid a d q u e nos c irc u n d a b a .
L u e g o revisó m i re d p o rta d o ra p a ra v e r si los g u a ­
jes d e co m id a y m is c u a d e rn o s d e n o ta s e sta b a n ase­
g u ra d o s, y e n voz suave d ijo q u e u n g u e rre ro sie m p re
se c e rc io ra b a d e q u e to d o estuv iese en o rd e n , n o p o r­
q u e crey era q u e ib a a so b rev iv ir la p ru e b a q u e se
h a lla b a n a p u n to d e e m p re n d e r, sin o p o rq u e e ra p a rte
d e su c o n d u c ta im p ecab le.
E n vez d e p ro d u c irm e aliv io , sus a d m o n ic io n e s crea­
ro n la a b s o lu ta certeza d e q u e m i fin se acercab a.
Q u ise llo ra r. D o n J u a n , sin d u d a , te n ía p le n a c o n ­
cien cia d el efecto d e sus p a la b ra s.
—C o n fía e n tu p o d e r p e rso n a l — m e d ijo a l o íd o — .
E so es to d o lo q u e u n o tie n e e n to d o este m u n d o m is­
terioso .
M e ja ló c o n g en tileza y ech am o s a a n d a r. T o m ó la
233
d e la n te ra u n p a r d e pasos fre n te a m í. L o seg u í con
la v ista fija en el suelo. p o r a lg ú n m o tiv o n o o saba
m ira r e n to rn o , y e n fo car los ojos e n el su elo m e d a b a
u n a e x tra ñ a calm a; casi m e h ip n o tiz a b a .
T r a s u n c o rto cam in o , d o n J u a n se d e tu v o . S u­
su rró q u e la o sc u rid a d to ta l estab a cerca y q u e él
ib a a a d e la n ta rse , p e ro m e d a ría su p o sició n im ita n d o
el c a n to d e c ie rto b u h o p e q u e ñ o . M e re c o rd ó q u e yo
ya co n o cía su im ita c ió n p a rtic u la r: rasp o sa al p rin ­
c ip io y desp ués flu id a co m o el c a n to d e u n b u h o v e r­
d a d e ro . M e a d v irtió c u id a rm e m u c h ísim o d e o tro s
c a n to s d e teco lo te q u e n o lle v a ra n esa m a rca.
A l te rm in a r d o n J u a n d e d a rm e esas in stru ccio n es,
yo e ra ya p resa d e l p á n ic o . L o a fe rré p o r el b ra z o y
m e n e g u é a so ltarlo . T r a té do s o tres m in u to s en
c a lm a rm e lo su fic ien te p a ra p o d e r a rtic u la r m is p a la ­
b ras. U n a o le ad a n erv io sa c o rría a lo la rg o d e m i
estó m ag o y a b d o m e n y m e im p e d ía h a b la r c o n co h e­
ren cia.
E n voz tra n q u ila y suav e, d o n J u a n m e in stó a
d o m in a rm e , p o rq u e la o sc u rid a d era com o el v ie n to :
u n a e n tid a d d esco n o cid a e in d ó m ita q u e p o d ía en g a­
tu sa rm e si n o m e c u id a b a . Y p a ra v érm ela s c o n ella
te n ía q u e esta r p e rfe c ta m e n te calm o.
— T ie n e s q u e d e ja rte ir p a ra q u e así tu p o d e r p e r­
so n a l se a ú n e con el p o d e r d e la n o c h e — m e d ijo
al o íd o .
D ijo q u e ib a a a d e la n ta rs e y tu v e u n a ta q u e d e
m ie d o irra c io n a l.
— E sto es u n a lo c u ra — p ro te sté.
D o n J u a n n o se e n o jó n i se im p a c ie n tó . R io ca lla ­
d a m e n te y m e d ijo a l o íd o alg o q u e n o aca b é d e
e n te n d e r.
234
— ¿Q u é d ijo usted? — p re g u n té e n voz a lta , m ie n tra s
m is d ie n te s c a sta ñ e te a b a n .
D o n J u a n m e p u so la m a n o e n la b o ca y su su rró
q u e u n g u e rre ro a c tu a b a co m o si su p ie ra lo q u e h a ­
c ía / a u n q u e e n re a lid a d n o sab ía n a d a . R e p itió u n a
frase tre s o c u a tro veces, co m o si q u isie ra q u e yo la
m e m o rizara. D ijo :
— U n g u e rre ro es im p e c a b le c u a n d o co n fía e n su
p o d e r p e rso n a l, sin im p o rta r q u e sea p e q u e ñ o o
en o rm e.
T ra s u n a b re v e esp era m e p re g u n tó si e stab a b ie n .
A sen tí y se p e rd ió v e lo z m en te d e v ista casi sin u n
so nid o .
T r a té d e m ira r e n to m o . P a re c ía h a lla im e e n u n a
zo n a d e v eg etació n tu p id a . Sólo p o d ía d is c e rn ir la
m a sa o scu ra d e u n o s arb u sto s, o acaso árb o les p e q u e ­
ños. C o n c e n tré m i a te n c ió n e n los sonidos, p e ro n in ­
g u n o re sa lta b a . E l silb a r d e l v ie n to so focaba to d o s
los o tro s ru id o s, ex cep to el esp o rád ic o g rito p e n e tra n ­
te d e b u h o s g ran d es y el tr in a r d e o tra s aves.
A g u a rd é u n ra to en u n e stad o d e a te n c ió n e x tre ­
m a. Y e n to n ce s llegó el c a n to rasp o so y p ro lo n g a d o
d e u n b u h o p e q u e ñ o . N o d u d é q u e fu e ra d o n J u a n .
Se oyó e n u n sitio a m is esp aldas. D i la v u e lta y
eché a a n d a r en esa d irecció n . M e m o v ía d esp acio
p o rq u e m e se n tía in e x tric a b le m e n te e sto rb a d o p o r las
tin ieb la s.
A n d u v e u n o s diez m in u to s. D e p ro n to , u n a m asa
o scu ra sa ltó fre n te a m í. D i u n g rito y caí h a c ia atrás,
d e n algas. M is o ídos e m p e z a ro n a z u m b ar. E l su sto
fu e ta n g ra n d e q u e m e c o rtó el a lie n to . T u v e q u e
a b r ir la b o ca p a ra re sp ira r.
235
— P á ra te — d ijo d o n J u a n su av em en te— . N o qu ise
a su sta rte . N a d a m ás v in e a tu e n c u e n tro .
D ijo q u e h a b ía e stad o o b se rv a n d o m i a b s u rd a for­
m a d e a n d a r, y q u e al m o v erm e en la o sc u rid a d p a ­
recía yo u n a v ie jita lisia d a q u e rie n d o c a m in a r de
p u n tita s e n tre ch arco s d e lod o . L a im a g e n le hizo
g ra c ia y rio fu erte.
P ro c e d ió lu e g o a m o stra rm e u n a fo rm a esp ecial d e
c a m in a r e n la o sc u rid a d , u n a fo rm a q u e lla m a b a “ la
m a rc h a d e p o d e r” . Se ag ach ó fre n te a m í y m e hizo
p a sa r las m a n o s so b re su e sp a ld a y sus ro d illa s, con
el fin d e d a rm e u n a id e a d e la p o sició n d e su cu erp o .
E l tro n c o d e d o n J u a n e sta b a lig e ra m e n te in c lin a d o
h a c ia a d e la n te , p ero su e sp in a se h a lla b a d erech a.
T a m b ié n sus ro d illa s e sta b a n u n po co d o b lad as.
C a m in ó d esp acio fre n te a m í p a ra h a c e rm e n o ta r
q u e a lzab a las ro d illa s casi h a sta el p ech o cad a vez q u e
d a b a u n paso. Y lu e g o ech ó a c o rre r p e rd ié n d o se d e
v ista y reg resó d e n u ev o. Y o n o co n ceb ía có m o p o d ía
c o rre r e n la o sc u rid a d to ta l.
— I^a m a rc h a d e p o d e r es p a ra c o rre r d e n o ch e — m e
su su rró al o íd o .
M e in stó a h a c e r la p ru e b a . L e d ije q u e sin d u d a
m e ro m p e ría las p ie rn a s al cae r en u n a g rie ta o c o n ­
tra u n a roca. D o n J u a n d ijo con m u c h a calm a q u e la
m a rc h a d e p o d e r e ra c o m p le ta m e n te segura.
L e señ alé q u e la ú n ic a m a n e ra e n q u e yo p o d ía
c o m p re n d e r sus actos e ra s u p o n ie n d o q u e co n o cía a
la p erfec ció n esos m o n te s y así e v ita b a los p eligros.
D o n J u a n to m ó m i cabeza e n tre las m a n o s y su ­
s u rró co n en erg ía:
— [É sta es la noche! ¡Y eso es p o d er!
M e so ltó la cabeza y a ñ a d ió , e n voz suave, q u e d e
236
n o ch e el m u n d o era d is tin to , y q u e su h a b ilid a d p a ra
c o rre r e n lo o scu ro n o te n ía n a d a q u e v e r co n su
c o n o c im ie n to d e esos cerros. D ijo q u e la clav e era
d e ja r al p o d e r p e rso n a l flu ir lib re m e n te , p a ra q u e se
m ezclara co n el p o d e r d e la n o ch e; u n a vez q u e ese
p o d e r to m a b a las rie n d a s n o h a b ía p o sib ilid a d d e res­
b a la r. A greg ó , en u n to n o d e seried ad a b so lu ta , q u e
si yo lo d u d a b a d e b ía re c a p a c ita r p o r u n m o m e n to
e n lo q u e e stab a p a sa n d o . P a ra u n h o m b re d e su
ed ad , c o rre r p o r el m o n te a esa h o ra sería su icid a
si el p o d e r d e la n o c h e n o lo e stu v ie ra g u ia n d o .
— ¡M ira! — d ijo , y c o rrió v elo zm en te a d e n trá n d o s e
e n la o sc u rid a d y reg resó d e n u ev o .
Su c u e rp o se m o v ía e n u n a fo rm a ta n e x tra o rd i­
n a ria q u e yo n o p o d ía cre e r lo q u e veía. C o rrió sin
a v a n z a r d u r a n te u n m o m e n to . L a m a n e ra co m o a l­
zab a las p ie rn a s m e re c o rd a b a los ejercicio s d e c a le n ­
ta m ie n to d e los co rred o res.
M e d ijo e n to n ce s q u e lo sig u iera. L o h ice, ten so
e in c ó m o d o e n e x trem o . C o n la m a y o r c a u te la tr a ­
ta b a d e v er d ó n d e p o n ía los pies, p e ro e ra im p o sib le
ju z g a r la d istan cia. D o n J u a n reg resó y tro tó ju n to
a m í. S u su rró q u e yo d e b ía a b a n d o n a rm e al p o d e r
d e la n o c h e y c o n fia r en el p o q u ito p o d e r p e rso n a l
q u e te n ía , p u es d e lo c o n tra rio n u n c a p o d ría m o v er­
m e c o n lib e rta d , y q u e la o sc u rid a d m e e sto rb a b a
só lo p o rq u e yo co n fia b a en m i v ista p a ra to d o c u a n to
h acía, sin sa b e r q u e o tro m o d o d e m o v erse e ra p e r­
m itie n d o q u e el p o d e r fu e ra el gu ía.
H ic e v ario s in te n to s sin n in g ú n éx ito . S im p le m e n te
n o p o d ía so ltarm e. E l te m o r d e d a ñ a rm e las p ie rn a s
e ra m ás fu e rte q u e yo. D o n J u a n m e o rd e n ó seg u ir­
237
m e m o v ie n d o e n el m ism o sitio y tr a ta r d e s e n tir q u e
e n v e rd a d e sta b a u sa n d o la m a rc h a d e p o d e r.
D ijo lu e g o q u e ib a a c o rre r a d e la n te y q u e e sp erara
su c a n to d e teco lote. D esap areció e n la o sc u rid a d a n ­
tes q u e yo p u d ie ra re sp o n d e r. C e rra n d o a ra to s los
ojos, tro té e n el m ism o sitio , coii las ro d illa s y el
tro n c o d o b lad o s, d u r a n te cosa d e u n a h o ra . P o co a
p o co m i te n sió n em pezó a d ism in u ir, h a s ta q u e m e
se n tí b a s ta n te a g usto. E n to n ces o í la señ al d e d o n
Juan.
C o rrí cin co o seis m e tro s e n la d ire c c ió n d e d o n d e
v in o el so nid o , tra ta n d o d e “ a b a n d o n a rm e ” , com o
d o n J u a n h a b ía su g erid o . P e ro al tro p e z a r en u n a r­
b u sto re c o b ré d e in m e d ia to m is se n tim ie n to s d e in ­
se g u rid ad .
D o n J u a n m e e stab a e sp e ra n d o y c o rrig ió m i po s­
tu ra . In sistió e n q u e p rim e ro p le g a ra yo los d ed o s
c o n tra las p alm as d e las m an o s, e s tira n d o el p u lg a r
y el ín d ice. L u eg o d ijo q u e, e n su o p in ió n , yo n a d a
m ás m e estab a, co m o sie m p re, e n tre g a n d o a m is sen­
tim ie n to s d e in c a p a c id a d , y q u e eso era a b s u rd o p u es­
to q u e yo sab ía d e c ie rto q u e sie m p re m e e ra p o sib le
v e r b a s ta n te b ie n , p o r m ás o scu ra q u e estuv iese la
n o ch e, si e n vez d e e n fo c a r c u a lq u ie r cosa b a rría con
los o jo s el su elo e n fre n te d e m í. L a m a rc h a d e p o d e r
e ra sim ila r a la b ú sq u e d a d e u n sitio d o n d e rep o sar.
A m b o s in v o lu c ra b a n u n se n tid o d e a b a n d o n o y u n
se n tid o d e co n fian za. L a m a rc h a d e p o d e r re q u e ría
q u e u n o p u sie ra los ojo s e n el su elo d ire c ta m e n te
e n fre n te , p o rq u e c u a lq u ie r vistazo a los lad o s p ro d u ­
cía u n a a lte ra c ió n e n el flu ir d e l m o v im ie n to . E x p li­
có q u e era n ecesario in c lin a r el tro n c o h a c ia a d e ­
la n te p a ra b a ja r los ojos, y q u e la razó n p a ra le v a n ­
238
ta r las ro d illa s h a s ta el p ech o e ra q u e los pasos d e b ía n
ser co rto s y seguros. M e a d v irtió q u e al p rin c ip io
tro p e z a ría m u ch o , p e ro aseg u ró q u e, co n p rá c tic a , p o ­
d ría yo c o rre r co n la m ism a ra p id e z y se g u rid a d q u e
a la lu z d e l d ía.
D u ra n te h o ra s tra té d e im ita r sus m o v im ie n to s y
d e p ro d u c irm e el á n im o q u e re c o m e n d a b a . É l, con
m u c h a p a cien cia, tro ta b a e n el m ism o sitio e n fre n te
d e m í, o ec h a b a u n a c a rre ra c o rta y v o lv ía a d o n d e
m e h a lla b a , p a ra e n se ñ a rm e cóm o se m o v ía. In c lu ­
so m e e m p u ja b a p a ra h a c e rm e c o rre r u n o s c u a n to s
m etro s.
L u eg o se fu e y m e lla m ó co n u n a serie d e g rito s
d e b u h o . D e a lg u n a m a n e ra in e x p lic a b le , m e m o v í
co n u n g ra d o in e sp e ra d o d e co n fian za en m í m ism o.
Q u e yo su p ie ra , n a d a h a b ía h ech o p a ra d e s p e rta r ese
se n tim ie n to , p e ro m i c u e rp o p a re c ía te n e r co n o ci­
m ie n to d e las cosas sin p e n s a r en ellas. P o r ejem p lo ,
n o m e e ra p o sib le v e r re a lm e n te las rocas d e n ta d a s
e n m i cam in o , p e ro m i c u e rp o sie m p re se las a rre ­
g la b a p a ra p is a r los b o rd e s y n o las ra n u ra s , con
ex cep ció n d e a lg u n a s ocasiones en q u e p e rd í el e q u i­
lib rio p o r d istra e rm e . E l g ra d o d e c o n c e n tra c ió n
n ecesario p a ra ir b a rrie n d o el á re a d ire c ta m e n te en ­
fre n te te n ía q u e ser to ta l. C o m o d o n J u a n m e h a b ía
a d v e rtid o , c u a lq u ie r leve vistazo a los lad os, o d e m a ­
siad o lejos al fre n te , a lte ra b a el flu ir.
L o calicé a d o n J u a n tras u n a la rg a b ú sq u e d a . Es­
ta b a s e n ta d o ju n to a u n a s fo rm as oscuras q u e p a re ­
cía n ser árb o les. V in o h a c ia m í y d ijo q u e ib a yo
m u y b ie n , p e ro era h o ra d e te rm in a r p o rq u e h a b ía
e stad o u s a n d o su silb id o b a s ta n te tie m p o y d e seg u ro
ya p a ra en to n ces o tro s p o d ría n im ita rlo .
239
E stu v e d e a c u e rd o en q u e era h o ra d e p a ra r. M is
in te n to s m e te n ía n al b o rd e d e l a g o ta m ie n to . M e
se n tí a liv ia d o y le p re g u n té q u ié n im ita ría su lla ­
m ad o .
— P o d eres, aliad o s, esp íritu s, q u ié n sab e — d ijo en
u n su su rro .
E x p lic ó q u e esas “ e n tid a d e s d e la n o c h e ” so lían
h a c e r so n id o s m u y m elo d ioso s, p e ro se h a lla b a n en
d e sv e n ta ja p a ra re p ro d u c ir lo rasp o so d e los g rito s
h u m a n o s o los c an to s d e aves. M e re c o m e n d ó d e ja r
d e m o v erm e sie m p re q u e o y era u n so n id o d e ésos, y
te n e r e n m e n te to d o lo q u e él m e d ecía, p o rq u e q u izá
a lg u n a o tra vez n e c e sita ra re a liz a r la id e n tific a c ió n
c o rre sp o n d ie n te . E n to n o c o n fo rta n te , d ijo q u e yo
ya te n ía u n a m u y b u e n a id e a d e có m o e ra la m a rc h a
d e p o d e r, y q u e p a ra d o m in a rlo n o n e c e sita b a sin o
u n lig ero e m p u jó n , q u e p o d ía m o s d e ja r p a ra el fu ­
tu ro , c u a n d o nos av e n tu rá se m o s d e n u e v o e n la n o ­
che. M e d io p a lm a d ita s e n el h o m b ro y a n u n c ió q u e
e stab a listo p a ra irse.
— V ám o n o s d e a q u í — d ijo y echó a co rrer.
— ¡E spere! ¡E spere! — g rité , fren ético — . V am os ca­
m in a n d o .
D o n J u a n se d e tu v o y se q u itó el so m b rero .
— ¡C aray! — d ijo e n to n o p e rp le jo — . E stam o s fre­
gados. Y a sabes q u e n o p u e d o c a m in a r en lo oscuro.
S ólo p u e d o co rrer. M e ro m p e ría las p ie rn a s si cam in o .
T u v e la sen sación d e q u e so n re ía al d e c ir eso, a u n ­
q u e n o p o d ía v erle la cara.
A ñ a d ió e n to n o c o n fid e n c ia l q u e era d em a siad o
v ie jo p a ra c a m in a r y q u e lo p o q u ito d e la m a rc h a
d e p o d e r q u e yo h a b ía a p re n d id o esa n o c h e d e b ía
estira rse p a ra c u m p lir c o n la ocasión.
240
— Si n o u sam o s la m a rc h a d e p o d e r, n o s c o rta rá n
com o h ie rb a — m e su su rró a l oído.
— ¿Q uiénes?
— H a y cosas e n la n o c h e q u e a c tú a n so b re la g en te
— su su rró e n u n to n o q u e m e p ro d u jo escalofríos.
D ijo q u e n o e ra im p o rta n te q u e m e m a n tu v ie ra a
la p a r co n él, p o rq u e ib a a d a r señ ales re p e tid a s
—c u a tro g rito s d e b u h o a la vez— p a ra p e rm itirm e
seg u irlo .
S u g erí q u e no s q u e d á ra m o s e n esos m o n te s h a s ta
el a m a n e c e r y d esp u és n o s fu éram o s. R e p lic ó , e n u n
to n o m u y d ra m á tic o , q u e p e rm a n e c e r a llí sería su i­
cid a; e in c lu so si salíam o s c o n v id a, la n o ch e h a b ría
c h u p a d o n u e s tro p o d e r p e rso n a l h a sta el p u n to e n
q u e n o p o d ría m o s e v ita r ser v íctim as d el p rim e r aza r
d e l d ía.
— N o p e rd a m o s m á s tie m p o — d ijo co n u n tim b re
d e u rg e n c ia e n la voz— . V ám o n o s d e aq u í.
M e aseg u ró q u e tra ta ría d e ir lo m ás d esp acio p o ­
sible. Sus in stru c c io n e s fin ale s fu e ro n q u e n o tra ta ra
yo d e e m itir so n id o a lg u n o , n i siq u ie ra u n ja d e o ,
p a sa ra lo q u e pasase. M e d io la d ire c c ió n g e n e ra l q u e
íb a m o s a se g u ir y em pezó a c o rre r a u n p aso m a rc a ­
d a m e n te m ás le n to . L o seguí, p e ro p o r m ás d esp acio
q u e él a v a n z a ra n o p o d ía m a n te n e rm e a la p a r, y n o
ta rd ó e n d esa p a re c e r e n la o sc u rid a d a n te m is ojos.
D esp u és d e q u e d a rm e solo to m é c o n cien cia d e q u e
h a b ía a d o p ta d o u n a n d a r b a s ta n te rá p id o sin d a rm e
cu e n ta . Y eso fu e u n c h o q u e p a ra m í. T r a té larg o
ra to d e m a n te n e r ese paso, y e n to n ce s o í el lla m a d o
d e d o n J u a n lig e ra m e n te a m i d erech a. S ilb ó c u a tro
veces en sucesión.
T r a s u n r a to m u y c o rto v o lv í a o ír su c a n to d e
241
b u h o , esta vez to ta lm e n te a la d erech a. P a ra seg u irlo ,
tu v e q u e d a r u n a v u e lta d e c u a re n ta y cin co g rados.
E m p ecé a a v a n z a r e n la n u e v a d ire c c ió n , e sp e ra n d o
q u e los o tro s tres silb id o s d e la serie m e p e rm itie ra n
u n a m e jo r o rie n ta c ió n .
O í u n n u e v o lla m a d o , q u e co lo cab a a d o n J u a n
casi e n la d ire c c ió n d e d o n d e v en íam o s. M e d e tu v e
a escu ch ar. O í u n so n id o m u y n ítid o a c o rta d ista n c ia .
A lgo co m o d o s p ie d ra s g o lp e a d a s u n a c o n tra o tra . M e
esforcé p o r escu ch ar y n o té u n a serie d e ru id o s suaves,
co m o si a lg u ie n fro ta ra do s p ie d ra s su av em en te. H u b o
o tro c a n to d e b u h o y e n to n c e s su p e a q u é se h a b ía
re fe rid o d o n J u a n . H a b ía e n el so n id o alg o v e rd a ­
d e ra m e n te m e lo d ioso . E ra d e fin itiv a m e n te m á s larg o
q u e el c a n to d e u n b u h o v e rd a d e ro , e in c lu so m ás
d u lce.
E x p e rim e n té u n a e x tra ñ a sen sación d e susto. M i
estóm ag o se c o n tra jo co m o si alg o ja la ra h a c ia a b a jo
la p a rte m e d ia d e m i cu erp o . D i la v u e lta y em pecé
a se m itro ta r e n la d ire c c ió n c o n tra ria .
O í u n a p a g a d o c a n to d e b u h o en la d ista n c ia . H u b o
u n a r á p id a sucesión d e o tro s tres grito s. E ra n d e d o n
J u a n . C o rrí e n su d irecció n . S e n tí q u e d e b ía ya d e
esta r co m o a m e d io k iló m e tro , y si m a n te n ía ese p aso
n o ta rd a ría e n d e ja rm e irre m e d ia b le m e n te solo en
a q u ello s cerros. Y o n o c o m p re n d ía p o r q u é d o n J u a n
se a d e la n ta b a , c u a n d o p o d ría h a b e r c o rrid o e n to rn o
m ío , si n ec e sita b a m a n te n e r ese paso.
A d v e rtí en to n ces q u e alg o p arecía m o v erse c o n m i­
go, a m i iz q u ie rd a . C asi p o d ía v erlo e n la p e rife ria
e x tre m a d e m i c am p o visu al. E sta b a a p u n to d e ced er
al p á n ic o , p e ro u n a id e a tra n q u iliz a n te cru zó m i
m e n te . N o e ra p o sib le q u e viese n a d a e n la o scu ri­
242
d ad . Q u ise m ira r e n esa d irecció n , p e ro te m ía p e rd e r
im p u lso .
O tro g rito d e b u h o m e sacó b ru sc a m e n te d e m is
d elib era cio n es. V en ía d e m i iz q u ie rd a . N o lo seguí
p o rq u e e ra sin d u d a el g rito m ás d u lc e y m elo d io so
q u e ja m á s h a b ía o íd o . S in em b a rg o , n o m e asustó.
H a b ía e n él alg o m u y a tra y e n te , o q u iz á obsesivo, o
in c lu so triste.
E n to n ces, u n a m a sa o scu ra m u y veloz cru zó d e iz­
q u ie rd a a d e re c h a d e la n te d e m í. L o re p e n tin o d e su
m o v im ie n to m e h iz o m ira r a d e la n te , p e rd í el e q u ili­
b rio y c h o q u é ru id o sa m e n te c o n tra u n o s arb u sto s.
C a í d e co stad o y e n to n ce s o í el so n id o m elo d io so
u n o s pasos a m i iz q u ie rd a . M e lev an té, p e ro a n te s d e
q u e p u d ie ra a v a n z a r d e n u e v o h u b o o tro so n id o , m ás
u rg e n te y a p re m ia n te q u e el p rim e ro . E ra co m o si
alg o q u e h a b ía a llí q u isie ra h a c e r q u e m e d e tu v ie se
y escu ch ara. E l so n id o d e l c a n to d e b u h o fu e ta n
p ro lo n g a d o y su av e q u e calm ó m is tem o res. M e h a b ría
d e te n id o e n v e rd a d , d e n o h a b e r o íd o e n ese p reciso
m o m e n to los c u a tro silb id o s rasposos d e d o n J u a n .
P a re c ía n m ás cerca. D i u n sa lto y eché a c o rre r e n esa
d irecció n .
T ra s u n m o m e n to n o té d e n u e v o cierto p a rp a d e o ,
o u n a o n d a , e n la o sc u rid a d a m i iz q u ie rd a . N o era
p ro p ia m e n te u n a p e rc e p c ió n visu al, sin o m ás b ie n
u n se n tim ie n to , y sin em b a rg o m e h a lla b a casi se­
g u ro d e e sta rlo c a p ta n d o c o n los ojos. Se m o v ía m ás
a p risa q u e yo, y d e n u e v o cru zó d e iz q u ie rd a a d e ­
rech a, h a c ié n d o m e p e rd e r el e q u ilib rio . E sta vez n o
caí, y e x tra ñ a m e n te el n o c a e r m e m olestó. D e p ro n to
m e p u se fu rio so , y la in c o n g ru e n c ia d e m is se n tim ie n ­
tos m e p ro d u jo u n v e rd a d e ro p á n ic o . T r a té d e acele­
243
r a r m i paso. Q u e ría la n z a r yo m ism o u n c a n to d e
te co lo te p a ra q u e d o n J u a n su p ie ra m i p a ra d e ro , p ero
n o m e a tre v ía a d eso b e d e cer sus in stru ccio n es.
E n ese m o m e n to , u n a cosa g ro tesca se p re se n tó a
m i a te n c ió n . H a b ía e n v e rd a d alg o com o u n a n im a l
a m i iz q u ie rd a , casi to c án d o m e. S alté in v o lu n ta ria ­
m e n te y v iré a la d erech a. E l su sto casi m e sofocó.
M e h a lla b a ta n in te n s a m e n te d o m in a d o p o r el m ied o
q u e n o h a b ía p e n sa m ie n to s en m i m e n te m ie n tra s
c o rría e n las tin ie b la s lo m ás rá p id o p o sib le. E l m ied o
p a re c ía ser u n a sen sación física sin n a d a q u e v er con
m is ideas. E sa c o n d ic ió n m e re s u lta b a in só lita . E n el
cu rso d e m i v id a, m is tem o res sie m p re h a b ía n te n id o
com o m a rco u n a m a triz in te le c tu a l, y se h a b ía n e n ­
g e n d ra d o en situ acio n es sociales o m inosas, o e n rasgos
p elig ro so s e n la c o n d u c ta d e la g e n te h a c ia m í. E sta
vez, e m p e ro , m i m ie d o e ra u n a v e rd a d e ra n o v e d a d .
P ro c e d ía d e u n a p a rte d esco n o c id a d e l m u n d o y m e
a fe c ta b a e n u n a p a rte d esco n o c id a d e m i ser.
O í u n c a n to d e b u h o m u y cerca, lig e ra m e n te a m i
iz q u ie rd a . N o p u d e c a p ta r los d e ta lle s d e su tim b re,
p e ro p a re c ía ser d e d o n J u a n . N o e ra m e lo d io so
A m a in é m i carrera. S ig u ió o tro can to . T e n ía la asp e­
reza d e los silb id o s d e d o n J u a n , d e m o d o q u e a p re ­
su ré el paso. L leg ó u n te rc e r silb id o , d esd e u n a d is­
ta n c ia m u y co rta. P u d e d is c e rn ir u n a m a sa o scu ra d e
rocas, o ta l vez árb o les. O í o tro g rito d e b u h o y p en sé
q u e d o n J u a n m e estab a e sp e ra n d o p o rq u e ya h a b ía ­
m os sa lid o d e l cam p o d e p elig ro . M e h a lla b a casi al
filo d e l á re a m ás o scu ra c u a n d o u n q u in to silb id o
m e congeló. P u g n é p o r m ira r al fre n te , a la zo n a os­
c u ra , p e ro u n s ú b ito so n id o c ru jie n te a m i iz q u ie rd a
m e h iz o v o lv erm e a tie m p o p a ra n o ta r u n o b je to
244
n eg ro , m á s n e g ro q u e el e n to rn o , ro d a n d o o d e sli­
zán d o se a m i lad o . B o q u e a n d o , m e a p a rté d e u n salto .
O í u n c h a sq u id o , co m o si a lg u ie n c h a sq u e a ra los
lab io s, y en to n ce s u n a m asa o scu ra m u y g ra n d e b ro tó
d e g o lp e d e l á re a m ás o scu ra. E ra re c ta n g u la r, com o
u n a p u e rta , y te n d ría do s y m e d io o tres m e tro s d e
alto .
Su a p a ric ió n re p e n tin a m e h iz o g rita r. P o r u n m o ­
m e n to m i su sto fu e e n te ra m e n te d e sp ro p o rc io n a d o ,
p e ro u n seg u n d o d esp u é s m e h a lla b a in m erso e n u n a
c alm a im p re sio n a n te , m ira n d o la fo rm a oscu ra.
M is reaccio n es fu e ro n , e n lo q u e a m í c o n cern ía,
o tra n o v e d a d a b so lu ta . C ie rta p a rte d e m í m ism o
p a re c ía ja la rm e con e x tra ñ a in siste n c ia h a c ia el á re a
o scu ra, m ie n tra s o tra p a rte resistía. E ra com o si p o r
u n la d o q u isie ra cerc io rarm e, y p o r o tro tu v ie ra g an as
d e sa lir c o rrie n d o h isté ric a m e n te .
A p en as o ía los silb id o s d e d o n J u a n . P a re c ía n m u y
cercanos y fren ético s; e ra n m ás larg o s y m ás rasposos,
com o si estu v ie ra la n z á n d o lo s al c o rre r h a c ia m í.
D e p ro n to p arecí re c o b ra r el d o m in io d e m í m ism o
y p u d e d a r m e d ia v u e lta , y d u r a n te u n m o m e n to
c o rrí e x a c ta m e n te co m o d o n J u a n h a b ía q u e rid o q u e
lo h ic ie ra.
— ;D o n J u a n ! — g rité al e n c o n tra rlo .
M e p u so la m a n o e n la b o ca y m e h izo señ a d e
seg u irlo , y am b o s tro ta m o s a u n p aso m u y có m o d o
h a sta lle g a r a la sa lie n te d e p ie d ra are n isc a d o n d e
estu v im o s an tes.
N o s sen ta m o s e n la s a lie n te y p e rm a n e c im o s en
co m p leto silen cio d u r a n te cosa d e u n a h o ra , h a s ta el
am an ecer. L u eg o to m am o s co m id a d e los g u ajes. D o n
J u a n d ijo q u e d eb ía m o s p e rm a n e c e r e n la sa lie n te
245
h a sta m e d io d ía , y q u e n o íb a m o s a q u e d a rn o s d o r­
m id o s sin o q u e h a b la ría m o s com o si n o h u b ie se n a d a
fu e ra d e lo co m ú n .
M e p id ió re la ta r c o n d e ta lle to d o lo o c u rrid o des­
d e el m o m e n to e n q u e m e d ejó . C u a n d o te rm in é m i
re la to , p e rm a n e c ió e n silen cio u n b u e n ra to . P arecía
in m e rso en p en sam ien to s p ro fu n d o s.
— L a cosa n o está ta n b u e n a q u e d ig am o s — d ijo
p o r fin — . L o q u e te su ced ió an o c h e fu e m u y grave,
ta n g rav e q u e ya n o p u e d e s a v e n tu ra rte so lo e n la
n o ch e. D e a h o ra e n a d e la n te , las e n tid a d e s d e la n o ­
ch e n o te d e ja rá n e n paz.
— ¿Q u é m e su ced ió an o ch e, d o n Ju a n ?
— T ro p e z a ste co n u n a s e n tid a d e s q u e e stá n e n el
m u n d o , y q u e a c tú a n so b re la g en te. N o sabes n a d a
d e ellas p o rq u e n u n c a las h a s e n c o n tra d o . Q u iz á sería
m ás p ro p io lla m a rla s e n tid a d e s d e las m o n ta ñ a s; n o
p e rte n e c e n re a lm e n te a la n o ch e. L as lla m o en tid a d e s
d e la n o ch e p o rq u e e n la o sc u rid a d se las p u e d e p e r­
c ib ir c o n m a y o r fac ilid a d . E stá n a q u í, a n u e s tro a lre ­
d e d o r, a to d a h o ra . Sólo q u e d e d ía es m ás d ifícil
p e rc ib irla s, sim p le m e n te p o rq u e el m u n d o n o s es fa­
m ilia r, y lo q u e es fa m ilia r se sale a d e la n te . E n cam ­
b io , e n la o sc u rid a d to d o es ig u a lm e n te e x tra ñ o y
m u y pocas cosas se salen a d e la n te , así q u e d e n o ch e
som os m á s su scep tib les a esas en tid ad es.
— ¿P ero so n reales, d o n J u a n ?
— ¡Seguro! S on ta n reales q u e p o r lo co m ú n m a ta n
a la g en te, so b re to d o a los q u e se p ie rd e n en el m o n ­
te y n o tie n e n p o d e r p erso n al.
— S i u ste d sab ía q u e so n ta n peligrosas, ¿p o r q u é
m e d e jó solo allí?
— S ólo h ay u n m o d o d e a p re n d e r: p o n ie n d o m an o s
246
a la o b ra . N o tie n e caso e sta r n o m á s h a b la n d o d e l
p o d e r. Si q u ie re s co n o cer lo q u e es el p o d e r, y si q u ie ­
res g u a rd a rlo , d eb es e m p re n d e r to d o p o r tu c u e n ta .
“E l c a m in o d e l c o n o c im ie n to y el p o d e r es m u y
d ifíc il y m u y larg o . H a b rá s n o ta d o q u e , h a s ta a n o ­
che, n u n c a te h e d e ja d o a v e n tu ra rte solo en la o scu­
rid a d . N o te n ía s su fic ie n te p o d e r p a ra h acerlo . A h o ra
tien es su fic ie n te p a ra d a r u n a b u e n a b a ta lla , p e ro n o
p a ra q u e d a rte solo e n lo o scu ro .”
— ¿Q u é p a sa ría si lo h ic ie ra?
— M o rirías. L as e n tid a d e s d e la n o c h e te a p la s ta ­
ría n co m o a u n b ich o .
— ¿ Q u ie re eso d e c ir q u e n o p u e d o p a sa r la n o c h e
solo?
— P u e d e s p a sa r la n o c h e so lo e n tu cam a, p e ro n o
e n el m o n te .
— ¿Y e n el llano ?
— T e h a b lo d e l d e sp o b la d o , d o n d e n o h a y g en te ,
y esp e c ia lm e n te d e l d e sp o b la d o d e las m o n ta ñ a s altas.
C o m o las m o ra d a s n a tu ra le s d e las e n tid a d e s d e la
n o ch e so n las ro cas y las g rieta s, n o p u e d e s ir a las
m o n ta ñ a s d e a h o ra e n a d e la n te , a m eno s q u e h ay as
g u a rd a d o su fic ie n te p o d e r p e rso n a l.
— ¿P ero có m o p u e d o g u a rd a r p o d e r p erso n al?
■— L o estás h a c ie n d o a l v iv ir co m o te h e re c o m e n ­
d ad o . P oco a p o co estás ta p a n d o to d o s tu s p u n to s d e
d esagüe. N o tien es q u e h a c e rlo e n fo rm a d e lib e ra d a ,
p o rq u e el p o d e r sie m p re e n c u e n tra u n m o d o . A q u í
m e tie n e s a m í, p o r ejem p lo . Y o n o sab ía q u e e stab a
g u a rd a n d o p o d e r c u a n d o em pecé p o r vez p rim e ra a
a p re n d e r las cosas d e l g u e rre ro . Ig u a l q u e tú , creí
q u é n o e sta b a h a c ie n d o n a d a e n p a rtic u la r, p e ro n o
247
e ra así. E l p o d e r tie n e la p e c u lia rid a d d e q u e n o se
n o ta c u a n d o se lo está g u a rd a n d o .
L e p e d í e x p lic a r có m o h a b ía lle g a d o a la c o n c lu ­
sió n d e q u e era p elig ro so p a ra m í q u e d a rm e so lo en
la o scu rid ad .
— L as e n tid a d e s d e la n o ch e ib a n m o v ién d o se a tu
iz q u ie rd a — d ijo — . T r a ta b a n d e a u n a rse c o n tu m u e r­
te. S o b re to d o la p u e rta q u e viste. E ra u n a e n tra d a ,
sabes, y te h a b ría ja la d o h a s ta o b lig a rte a cru z a rla . Y
ése h a b ría sid o tu fin.
M e n cio n é, lo m e jo r q u e p u d e , q u e m e p a re c ía m u y
e x tra ñ o q u e sie m p re m e p a sa ra n cosas c u a n d o él es­
ta b a cerca, y q u e e ra co m o si él m ism o h u b ie ra estad o
u rd ie n d o to d o s los sucesos. L as veces q u e yo h a b ía
e sta d o solo e n el m o n te , d e n o ch e, to d o h a b ía sid o
p e rfe c ta m e n te n o rm a l y tra n q u ilo . Ja m á s e x p e rim e n té
so m b ras n i ru id o s e x trañ o s. D e h ech o , ja m á s m e asus­
tó n a d a .
D o n J u a n ch asq u eó la le n g u a su a v e m e n te y d ijo
q u e to d o era p ru e b a d e q u e él te n ía su fic ie n te p o d e r
p e rso n a l p a ra lla m a r e n su ay u d a u n a m iría d a d e
cosas.
T u v e el se n tim ie n to d e q u e acaso in s in u a b a h a b e r
lla m a d o re a lm e n te a a lg u n a s p erso n as co m o co n fe­
d erad o s. D o n J u a n p a re c ió le e r m is p e n sa m ie n to s
y rio fu erte.
— N o te fatig u es co n ex p licac io n es — d ijo — . L o q u e
d ije n o tie n e se n tid o p a ra ti, sim p le m e n te p o rq u e to ­
d a v ía n o tie n e s b a s ta n te p o d e r p erso n al. P e ro tienes
m ás q u e al p rin c ip io , así q u e h a n co m e n z ad o a p a ­
sa rte cosas. Y a tu v iste u n p o d e ro so e n c u e n tro co n la
n ie b la y el rayo. N o es im p o rta n te q u e c o m p re n d a s
lo q u e te p asó a q u e lla no ch e. L o im p o rta n te es q u e
248
h ay as a d q u irid o esa m e m o ria . E l p u e n te y to d o lo
d em á s q u e v iste a q u e lla n o c h e se re p e tirá n a lg ú n d ía ,
c u a n d o ten g a s b a s ta n te p o d e r p erso n al.
— ¿C on q u é o b je to se re p e tiría to d o eso, d o n J u a n ?
— N o sé. Y o n o soy tú . S ólo tú p u ed es re sp o n d e r.
T o d o s som os d istin to s. P o r eso tu v e q u e d e ja rte solo
an o ch e, a u n q u e sab ía q u e e ra m o rta lm e n te p elig ro so ;
ten ía s q u e te n e r u n d u e lo co n esas e n tid ad es. E l m o ­
tiv o p o r el q u e elegí el c a n to d e l te c o lo te fu e p o rq u e
los teco lo tes so n m e n sajero s d e las e n tid ad es. Im ita r
el c a n to d e l te co lo te las h a c e salir. Se v o lv ie ro n p e li­
grosas p a ra ti n o p o rq u e sean m a la s d e n a tu ra le z a ,
sin o p o rq u e n o fu iste im p ecab le. H a y e n ti alg o m u y
to rc id o y yo sé lo q u e es. N a d a m ás m e estás lle v a n d o
la c o rrie n te . T o d a tu v id a le h as lle v a d o la c o rrie n te
a to d o el m u n d o y eso, claro , te coloca a u to m á tic a ­
m e n te p o r e n cim a d e to d o s y d e todo. P e ro tú m ism o
sabes q u e eso n o p u e d e ser. E res sólo u n h o m b re , y tu
v id a es d e m a sia d o b rev e p a ra a b a rc a r to d as las m a ­
ra v illa s y to d o s los h o rro re s d e este m u n d o p ro d ig io ­
so. P o r eso, tu m a n e ra d e d a rle c u e rd a a la g e n te es
u n a cosa a sq u ero sa q u e te h a c e q u e d a r m u y m al.
Q u ise p ro te sta r. D o n J u a n h a b ía d a d o e n el clavo,
co m o d o cen as d e veces a n te rio rm e n te . P o r u n in s ta n te
m e en o jé. P ero , co m o h a b ía su ced id o an te s, el escri­
b ir m e d io el su fic ie n te d esp eg o p a ra p e rm a n e c e r
im p asib le.
— C re o q u e ten g o la c u ra — p ro sig u ió d o n J u a n tras
u n la rg o in te rv a lo — . H a s ta tú estarías d e a c u e rd o
c o n m ig o si reco rd aras lo q u e h ic iste an o ch e. C o rriste
ta n rá p id o com o c u a lq u ie r b ru jo sólo c u a n d o tu a d ­
v ersario se p u so in so p o rta b le . L os d o s sab em o s eso y
creo q u e ya te e n c o n tré u n d ig n o ad v ersario .
249
— ¿Q u é v a u ste d a h acer, d o n J u a n ?
N o resp o n d ió . Se p u so e n p ie y estiró el cu erp o .
P a reció c o n tra e r cad a m ú scu lo . M e o rd e n ó h a c e r lo
m ism o.
— D eb es e stira r tu c u e rp o m u ch as veces d u r a n te el
d ía — d ijo — . M ie n tra s m ás veces m e jo r, p e ro n a d a
m ás d esp u é s d e u n la rg o p e rio d o d e tra b a jo o u n
la rg o p e rio d o d e descanso.
— ¿Q u é clase d e a d v e rsa rio m e v a u ste d a p o n er?
— p re g u n té .
— P o r desg racia, sólo n u e stro s sem ejan tes so n n u es­
tro s d ig n o s ad v ersario s — d ijo — . O tra s e n tid a d e s n o
tie n e n v o lu n ta d p ro p ia y h a y q u e salirles a l e n c u e n tro
y so nsacarlas. N u e stro s sem ejan tes, e n c am b io , son
im p lacab les.
“ Y a h em o s h a b la d o b a s ta n te — d ijo d o n J u a n e n
to n o a b ru p to , y se v o lv ió h a c ia m í— . A n te s d e irte
deb es h a c e r u n a ú ltim a cosa, la m ás im p o rta n te d e
tod as. A h o ra m ism o voy a d e c irte alg o p a ra q u e sepas
p o r q u é estás a q u í y te tra n q u ilic e s. L a ra z ó n d e q u e
sigas v in ie n d o a v erm e es m u y sen cilla; to d as las ve­
ces q u e m e h as v isto, tu c u e rp o h a a p re n d id o ciertas
cosas, a u n sin tú q u e re rlo . Y fin a lm e n te a h o ra tu c u e r­
p o n ecesita re g re sa r c o n m ig o p a ra a p re n d e r m ás. D i­
g am o s q u e tu c u e rp o sab e q u e v a a m o rir, a u n q u e
tú ja m á s p iensas en eso. A sí pues, h e e sta d o d iciénd o le a tu c u e rp o q u e yo ta m b ié n voy a m o rir y q u e
a n te s d e eso m e g u sta ría e n se ñ a rle ciertas cosas, cosas
q u e tú m ism o n o p u ed es d a rle . P o r ejem p lo , tu c u e r­
p o n ecesita sustos. L e g u sta n . T u c u e rp o n ecesita la
o sc u rid a d y el v ie n to . T u c u e rp o con o ce ya la m a rc h a
d e p o d e r y a rd e e n deseos d e p ro b a rlo . T u c u e rp o
n ecesita p o d e r p e rso n a l y a rd e e n deseos d e te n e rlo .
250
D igam os, p u es, q u e tu c u e rp o reg resa a v erm e p o rq u e
soy am ig o su yo .”
D o n J u a n q u e d ó e n silen cio la rg o ra to . P a re c ía fo r­
ceje a r c o n sus p en sam ien to s.
— Y a te h e d ic h o q u e el secreto d e u n c u e rp o fu e rte
n o co n siste e n lo q u e h aces sin o e n lo q u e n o haces
— d ijo p o r fin — . A h o ra es tie m p o d e q u e n o h ag as
lo q u e sie m p re haces. S ié n ta te a q u í h a sta q u e nos
vayam os y no hagas.
— N o le e n tie n d o , d o n J u a n .
P u so las m a n o s so b re m is n o ta s y m e las q u itó .
C e rró c u id a d o sa m e n te las p á g in a s d e m i lib re ta , la
aseg u ró co n su lig a y lu e g o la a rro jó co m o u n disco
a lo lejos, al c h a p a rra l.
S o b resaltad o , em pecé a p ro te sta r, p e ro él m e ta p ó
la b o ca co n la m a n o . S e ñ a ló u n a rb u s to g ra n d e y
m e d ijo q u e fija ra m i a te n c ió n , n o e n las h o ja s, sin o
e n las so m b ras d e las h o jas. D ijo q u e el c o rre r e n
la o sc u rid a d , e n vez d e n a c e r d e l m ied o , p o d ía ser la
reac ció n m u y n a tu r a l d e u n c u e rp o ju b ilo so q u e sa­
b ía có m o “ n o h a c e r” . R e p itió u n a y o tra vez, s u su rra n ­
d o e n m i o íd o d erech o , q u e “ n o h a c e r lo q u e yo
sab ía h a c e r” era la clave d e l p o d e r. E n el caso d e
m ira r u n á rb o l, lo q u e yo sa b ía h a c e r e ra e n fo c a r
in m e d ia ta m e n te el fo llaje. N u n c a m e p re o c u p a b a n
las so m b ras d e las h o ja s n i los espacios e n tre las h o ­
jas. Sus reco m en d acio n es fin ale s fu e ro n q u e e m p e zara
a e n fo c a r las so m b ras d e las h o ja s d e u n a so la ra m a
p a ra luego , sin prisas, re c o rre r to d o el á rb o l, y q u e
n o d e ja ra a m is ojos v o lv er a las h o jas, p o rq u e el
p rim e r p aso d e lib e ra d o p a ra ju n ta r p o d e r p e rso n a l
era p e rm itir al c u e rp o “ n o -h a c e r”
A caso fu e p o r m i fatig a o p o r m i ex c ita c ió n n e rv io ­
251
sa, p e ro m e a b stra je a.' ta l g ra d o en las so m b ras d e las
h o ja s q u e p a ra c u a n d o d o n J u a n se p u so e n p ie yo
ya casi p o d ía a g ru p a r las m asas o scu ras d e so m b ra
ta n e fec tiv am e n te com o p o r lo c o m ú n a g ru p a b a el
fo llaje. E l efecto to ta l e ra so rp re n d e n te . D ije a d o n
J u a n q u e m e g u sta ría q u e d a rm e o tro ra to . É l rio y
m e d io p a lm a d a s e n la cabeza.
— T e lo d ije — re p u so — . A l c u e rp o le g u sta n estas
cosas.
L u e g o m e d ijo q u e d e ja ra a m i p o d e r a lm a c e n a d o
g u ia rm e a trav és d e los a rb u sto s h a sta m i lib re ta . M e
e m p u jó su a v e m e n te al c h a p a rra l. C a m in é al az a r u n
m o m e n to y en to n ce s la e n c o n tré . P ensé q u e d e b ía
h a b e r m e m o rizad o in c o n sc ie n te m e n te la d ire c c ió n e n
q u e d o n J u a n la a rro jó . É l e x p lic ó el e v e n to d ic ie n ­
d o q u e fu i d ire c ta m e n te a la lib re ta p o rq u e m i c u e r­
p o se h a b ía e m p a p a d o d u r a n te h o ra s en “ n o -h a c e r” .
252
I
XV. NO-HACER
Miércoles, abril 11, 1962
A l v o l v e r a su casa, d o n J u a n m e re c o m e n d ó tra b a ­
ja r en m is n o ta s com o si n a d a m e h u b ie ra p asad o , y
n o m e n c io n a r n in g u n o d e los ev en tos q u e e x p e rim e n ­
té, n i p re o c u p a rm e p o r ellos.
T ra s u n d ía d e descanso a n u n c ió q u e d e b ía m o s d e ­
ja r la re g ió n d u ra n te u n o s d ías, p o rq u e e ra aco n se­
ja b le p o n e r tie rra d e p o r m e d io e n tre n o so tro s y
a q u e lla s “ e n tid a d e s ” . D ijo q u e m e h a b ía n afec tad o
p ro fu n d a m e n te , a u n q u e to d a v ía yo n o n o ta r a su
efecto p o rq u e m i c u e rp o n o e ra lo b a s ta n te sensible.
S in em b a rg o , en m u y po co tie m p o m e e n fe rm a ría d e
g rav ed ad a m en o s q u e re g re sa ra al “ sitio d e m i p re ­
d ile c c ió n ” a lim p ia rm e y a re sta u ra rm e .
S alim os a n te s d el a m an ecer, ru m b o al n o rte , y tras
u n a g o ta d o r re c o rrid o e n coche y u n a r á p id a c a m in a ­
ta, llegam o s al a ta rd e c e r a la cim a d el cerro.
C o m o ya lo h a b ía h ech o an tes, d o n J u a n c u b rió
co n ra m a s y h o jas el sitio d o n d e yo h a b ía u n a vez
d o rm id o . L u e g o m e d io u n p u ñ a d o d e h o ja s p a ra
q u e las p u sie ra c o n tra la p ie l d e m i a b d o m e n y m e
d ijo q u e m e aco stara a d escansar. D isp u so o tro sitio
p a ra sí m ism o , lig e ra m e n te a m i d erech a, co m o a m e­
tro y m e d io d e m i cabeza, y se aco stó ta m b ié n .
E n cu e stió n d e m in u to s em p ecé a s e n tir u n ca lo r
253
e x q u isito y u n su p re m o b ie n e sta r. E ra u n a sensación
d e c o m o d id a d física, d e h a lla rm e su sp e n d id o e n el
aire. E stu v e to ta lm e n te d e a c u e rd o co n la asev era­
ció n d e d o n J u a n d e q u e la “cam a d e c u e rd a s” m e
te n d ría a flote. C o m e n té la in c re íb le c u a lid a d d e m i
e x p e rie n c ia sen so rial. D o n J u a n d ijo e n to n o o b je ­
tiv o q u e la “c a m a ” e stab a h e c h a p a ra ese p ro p ó sito .
— ¡N o p u e d o c re e r q u e esto sea p o sib lel — exclam é.
D o n J u a n to m ó lite ra lm e n te m i frase y m e reg añ ó .
D ijo e sta r can sad o d e q u e yo a c tu a ra co m o u n ser d e
im p o rta n c ia su p re m a , a q u ie n u n a y o tra vez h a b ía
q u e d a r p ru e b a s d e q u e el m u n d o es d esco n o c id o y
p ro d ig io so .
T r a té d e e x p lic a r q u e u n a ex clam a ció n re tó ric a n o
te n ía n in g ú n sig n ificad o . É l re p u so q u e, d e ser así,
yo p o d ría h a b e r escogido o tr a frase. A l p a re c e r esta­
b a se ria m e n te m o lesto co n m ig o . M e se n té a m edias
y em pecé a d isc u lp a rm e , p e ro él rio e, im ita n d o m i
m a n e ra d e h a b la r, su g irió u n a serie d e h ila ra n te s e x ­
clam acio n es re tó ric a s q u e yo p o d ría h a b e r e m p lead o .
T e rm in é rie n d o d e l a b s u rd o c a lc u la d o d e a lg u n a s de
las a lte rn a tiv a s p ro p u e stas.
É l so ltó u n a ris ita y en to n o suave m e re c o rd ó q u e
m e a b a n d o n a ra a la sen sación d e flo tar.
E l c o n fo rta n te s e n tim ie n to d e p az y p le n itu d q u e
yo e x p e rim e n ta b a e n ese m isterio so sitio d e sp e rtó en
m í em ocio n es h o n d a m e n te sep u ltad as. M e p u se a
h a b la r d e m i vid a. C o n fesé q u e n u n c a h a b ía te n id o
re sp e to n i sim p a tía p o r n a d ie , n i siq u ie ra p o r m í
m ism o , y q u e sie m p re h a b ía se n tid o ser in h e re n te ­
m e n te m a lo , d e a llí q u e m i a c titu d h a c ia los d em ás
sie m p re se h a lla ra v e la d a p o r c ie rta b ra v a ta y a u ­
d acia.
254
— C ie rto — d ijo d o n J u a n — . N o te q u ie re s n a d ita .
C o n u n a risa cascada, m e d ijo q u e h a b ía estad o
“v ie n d o ” m ie n tra s yo h a b la b a . Su reco m en d ació n
era q u e n o tu v iese yo re m o rd im ie n to p o r n a d a d e lo
q u e h a b ía h ech o , p o rq u e a isla r los p ro p io s acto s lla ­
m á n d o lo s m e zq u in o s, feos o m alo s era d arse u n a im p o rta n c ia in ju stific a d a .
M e m o v í co n n erv io sism o y el lecho d e h o ja s p ro ­
d u jo u n ru id o c ru jie n te . D o n J u a n d ijo q u e , si d e­
seab a re p o sa r, n o d e b ía a g ita r a m is h o jas, y q u e
d e b ía im ita rlo y q u e d a rm e tira d o sin h a c e r u n solo
m o v im ie n to . A ñ a d ió q u e en su “v e r” h a b ía tro p e z a ­
d o co n u n o d e m is estados d e án im o . P u g n ó u n m o ­
m e n to , al p a re c e r p o r h a lla r u n a p a la b ra a d e c u a d a , y
d ijo q u e el á n im o en cu estió n e ra u n a a c titu d m e n ta l
en la q u e yo caía c o n tin u a m e n te . L a d escrib ió com o
u n a especie d e esco tilla q u e e n m o m en to s in e sp e ra ­
dos se a b ría y m e tra g a b a .
L e p e d í ser m ás específico. R e sp o n d ió q u e e ra im ­
p o sib le ser específico co n resp ecto a l “v e r” .
A n te s d e q u e yo p u d ie ra d e c ir algo m ás, m e in d ic ó
re la ja rm e , p ero sin d o rm ir, y co n serv arm e e n estad o
d e a le rta el m a y o r tie m p o q u e p u d ie ra . D ijo q u e la
“cam a d e c u e rd a s” se h a c ía e x clu siv am en te p a ra p e r­
m itir q u e u n g u e rre ro lleg ase a c ie rto estad o d e paz
y b ie n e sta r.
E n to n o d ra m á tic o , d o n J u a n aseveró q u e el b ie n e s­
ta r e ra u n a co n d ició n q u e d e b ía cu ltiv arse, u n a co n ­
d ic ió n co n la q u e u n o te n ía q u e fam iliarizarse p a ra
b u sc arla.
— T ú n o sabes lo q u e es el b ie n e sta r p o rq u e n u n c a
lo h as se n tid o — d ijo .
Y o n o estuve d e a cu erd o . P e ro él sig u ió a rg u m e n ­
255
ta n d o q u e el b ie n e sta r e ra u n lo g ro q u e d e b ía b u s­
carse d e lib e ra d a m e n te . D ijo q u e lo ú n ic o q u e yo
sab ía b u sc a r era u n se n tim ie n to d e d e so rie n ta c ió n ,
m a le sta r y co n fu sió n .
R io co n b u rla y m e aseg u ró q u e, p a ra lo g ra r la
h a z a ñ a d e se n tirm e d esd ich ad o , yo d e b ía tra b a ja r en
fo rm a m u y in te n sa , y q u e era a b su rd o el q u e n u n c a
m e h u b ie ra d a d o c u e n ta d e q u e lo m ism o p o d ía tr a ­
b a ja r p a ra se n tirm e c o m p le to y fu erte.
— E l ch iste está en lo q u e u n o reca lca — d ijo — . O
nos h acem o s in felices o nos hacem o s fu ertes. L a c a n ­
tid a d d e tra b a jo es la m ism a.
C e rré los o jo s y v o lv í a re la ja rm e y em p ecé a sen­
tir q u e flo ta b a ; d u ra n te u n c o rto ra to fu e co m o si en
v e rd a d m e m o v ie ra p o r el espacio, ig u a l q u e u n a
h o ja . A u n q u e e n te ra m e n te p la c e n te ra , la sen sación
m e re c o rd ó d e a lg ú n m o d o veces en q u e m e e n fe r­
m a b a y m e m a re a b a y se n tía d a r v u eltas. P en sé q u e
acaso h a b ía co m id o algo m alo .
O í a d o n J u a n h a b la rm e , p e ro n o h ic e u n v e rd a ­
d e ro esfu erzo p o r escuchar. T r a ta b a d e lle v a r a cab o
u n in v e n ta rio m e n ta l d e to d as las cosas q u e h a b ía
c o m id o ese d ía, p e ro n o p o d ía in te re sa rm e n i e n eso.
N a d a p arecía im p o rta r.
— O b serv a cóm o ca m b ia la lu z d el sol — d ijo él.
Su voz era clara. P en sé q u e era com o ag u a, flu id a
y tib ia .
E l c ielo estab a to ta lm e n te d e sp e ja d o h a c ia el oeste
y la luz d e l sol era esp ectacu lar. A caso el h ech o d e
q u e d o n J u a n m e lla m a b a la a te n c ió n a l resp ecto
h a c ía v e rd a d e ra m e n te e sp lé n d id o el re s p la n d o r a m a­
rille n to d el sol v esp ertin o .
— D e ja q u e ese re s p la n d o r te e n c ie n d a — d ijo d o n
256
J u a n — . A n te s d e q u e el sol se o c u lte hoy, d e b e s es­
ta r p e rfe c ta m e n te tra n q u ilo y re c u p e ra d o , p o rq u e m a ­
ñ a n a o p a sa d o vas a a p re n d e r a no-hacer.
—¿A n o h a c e r qué? — p re g u n té .
— N o te a p u re s a h o ra — d ijo — . E sp e ra a q u e este­
m os e n esas m o n ta ñ a s d e lava.
S eñaló u n o s picos d is ta n te s h a c ia el n o rte , serra­
dos, oscuros y d e asp ecto o m in o so .
Jueves, abril 12, 1962
A l a ta rd e c e r llegam o s al d e sie rto a lto e n to rn o a las
m o n ta ñ a s d e lava. E n la d ista n c ia , los m o n te s café
o scu ro se v e ía n casi sin iestro s. E l sol estab a m u y
b a jo en el h o riz o n te y b rilla b a so bre la cara occi­
d e n ta l d e la lav a so lid ifica d a , p in ta n d o en su p a rd e z
o scu ra u n d e s lu m b ra n te c o n ju n to d e reflejo s a m a ­
rillo s.
Y o n o p o d ía a p a rta r la v ista. A q u ello s picos e ra n
en v e rd a d h ip n o tiz a n te s.
A l fin a l d e l d ía , las cuestas in ferio res d e las m o n ­
ta ñ a s e sta b a n a la vista. H a b ía m u y p o c a v eg eta­
ció n e n el d e sie rto alto ; to d o c u a n to yo p o d ía v er
e ra n cactos y u n a especie d e a rb u sto s q u e crec ían e n
m echones.
D o n J u a n se d e tu v o a d escan sar. T o m ó asien to ,
ap o y ó c u id a d o sa m e n te sus g u a je s d e co m id a c o n tra
u n a ro ca, y d ijo q u e íb a m o s a a c a m p a r e n ese sitio
d u ra n te la no ch e. H a b ía e leg id o u n lu g a r re la tiv a ­
m e n te a lto . D esde d o n d e m e e n c o n tra b a p o d ía v er
a u n a b u e n a d istan cia, e n to d o el d e rre d o r.
E ra u n d ía n u b la d o y el crep ú scu lo en v o lv ió r á p i­
d a m e n te el área. M e p u se a o b se rv ar la v elo cid ad
257
co n q u e las n u b e s esc a rla ta d e l o este se d e ste ñ ía n ad
q u irie n d o u n g ris o scu ro espeso y u n ifo rm e .
D o n J u a n se le v a n tó p a ra ir a los m a to rra le s. C u an
d o volvió, la silu e ta d e los m o n te s d e lav a e ra ya una
m asa oscu ra. Se se n tó ju n to a m í y lla m ó m i aten
c ió n h a c ia lo q u e p a re c ía ser u n a fo rm a c ió n n a tu ra l
e n las m o n ta ñ a s, h a c ia el n o reste. E ra u n sitio q u í­
te n la u n co lo r m u c h o m ás c la ro q u e sus alred ed o res
M ie n tra s to d a la c o rd ille ra v o lcán ica se v eía d e un
café o scu ro u n ifo rm e e n el crep ú scu lo , el sitio q u e él
s e ñ a la b a e ra a m a rille n to o b eige o scuro. N o p u d e
im a g in a rm e q u é cosa sería. L o m iré c o n fijeza largo
ra to . P a recía m overse; creí q u e p u lsab a. C u a n d o achi
cab a m is ojos, o n d e a b a co m o si el v ie n to lo agitase.
— ¡M íra lo fija m e n te l — m e o rd e n ó d o n J u a n .
E n c ie rto m o m e n to , tra s u n b u e n ra to d e obser
v ar, se n tí q u e to d a la c o rd ille ra se m o v ía h a c ia m í.
D ic h a sen sación fu e a c o m p a ñ a d a p o r u n a ag ita ció n
in s ó lita e n la b o ca d e l estóm ago. L a in c o m o d id a d
se h izo ta n a g u d a q u e m e p u se e n pie.
— ¡S ién tate! — g ritó d o n J u a n , p e ro yo ya estatía
lev a n ta d o .
D esde m i n u e v o p u n to d e vista, la co n fig u ra c ió n
a m a rille n ta se h a lla b a m ás b a ja e n la la d e ra d e los
m o n tes. V olví a se n ta rm e , sin a p a rta r los ojos, y la
c o n fig u ra c ió n se tra sla d ó a u n sitio m á s alto . L a
c o n te m p lé u n in s ta n te y d e p ro n to o rg a n ic é to d o en
la p ersp ectiv a co rrecta. M e d i c u e n ta d e q u e lo q u e
h a b ía estad o m ira n d o n o e stab a e n las m o n ta ñ a s, sin o
e ra e n re a lid a d u n tro zo d e te la v e rd e a m a rille n to
co lg ad o d e u n cacto a lto fre n te a m í.
R e í fu e rte y e x p liq u é a d o n J u a n q u e el cre p ú sc u ­
lo h a b ía ay u d a d o a c re a r u n a ilu sió n d e ó p tica.
258
É l se le v a n tó y fu e a l sitio d o n d e se h a lla b a el
tro zo d e tela, lo descolgó, lo d o b ló y lo p u so e n su
m o rra l.
— ¿P ara qu é' h ace u ste d eso? — p re g u n té .
— P o rq u e este tro zo d e te la tie n e p o d e r — d ijo en
to n o casu al— . D u ra n te u n m o m e n to ib a s m u y b ie n
con él, y n o h a y m a n e ra d e sa b e r q u é h a b ría p asad o
si te h u b ie ra s q u e d a d o sen tad o .
Viernes, abril 13, 1962
A l ro m p e r el a lb a no s en c a m in a m o s a las m o n ta ñ a s.
E sta b a n so rp re n d e n te m e n te lejos. A l m e d io d ía nos
a d e n tra m o s e n u n a d e las cañ ad as. H a b ía algo d e
a g u a e n ch arco s d e p o ca h o n d u ra . N o s sen ta m o s a
d escan sar e n la so m b ra d e u n a c a n tila d o o b licu o .
L os m o n te s e ra n a g lu tin a c io n e s d e u n m o n u m e n ta l
flu ir v o lcánico . L a lav a so lid ific a d a se h a b ía ero sio ­
n a d o a lo la rg o d e m ilen io s, h a s ta ser p ie d ra p o ro sa,
café o scuro. S ólo u n a s c u a n ta s y erb as resisten tes cre­
cía n e n tre las rocas y e n las g rietas.
A l alzar la v ista a lo s m u ro s casi p e rp e n d ic u la re s
d e la c a ñ a d a , e x p e rim e n té u n a e x tra ñ a sen sación en
la b o ca d e l estóm ago. L o s fa ra llo n e s te n ía n cien to s
d e m e tro s d e a lto y m e d a b a n a s e n tir q u e se c e rra ­
b a n so b re m í. E l sol e stab a casi p o r e n c im a d é n u es­
tras cabezas, lig e ra m e n te h a c ia el suroeste.
— P á ra te a q u í — d ijo d o n J u a n , y m a n io b ró m i
c u e rp o h a s ta q u e m e e n c o n tré m ira n d o a l sol.
M e d ijo q u e fija ra la v ista e n los fara llo n es so­
b re m í.
E l esp ectácu lo e ra e stu p e n d o . L a colosal a ltu ra d e
las p a re d e s d e lav a h a c ía ta m b a le a rse m i im a g in a ­
259
ció n. E m p ecé a p e n sa r q u é e ru p c ió n v o lc á n ic a d eb ía
h a b e r sid o a q u é lla . V arias veces su b í y b a jé los ojos
p o r los lad o s d e la c a ñ a d a . M e a b s tra je e n la riq u eza
d e co lo rid o so b re el fa ra lló n . H a b ía m a n c h a s d e to­
do s los m atices co n ceb ibles. H a b ía e n cad a ro ca tro
zos d e m u sg o o liq u e n g ris claro . M iré d ire c ta m e n te
h a c ia a rrib a y n o té q u e la lu z d e l sol p ro d u c ía re fle ­
jo s ex q u isito s al to c a r las m a n c h a s b rilla n te s d e la
lav a sólida.
C o n te m p lé u n á re a e n las m o n ta ñ a s d o n d e se re­
fle ja b a la luz. C o n fo rm e el sol se m o v ía, la in te n si­
d a d d ism in u ía ; lu e g o se ap a g ó p o r en tero .
M iré al o tro la d o d e la c a ñ a d a y vi o tra á re a d e
las m ism as e x q u isita s refraccio n es lu m in o sas. D ije a
d o n J u a n lo q u e e sta b a o c u rrie n d o , y e n to n ce s loca­
licé o tra zo n a d e luz, y lu e g o o tra m ás e n u n sitio
d is tin to , y o tra , h a sta q u e to d a la c a ñ a d a se h a lla b a
c u b ie rta d e g ra n d e s m a n c h a s d e luz.
M e se n tía m a re a d o ; a u n c u a n d o c e rra b a los ojos
seg u ía v ie n d o las b rilla n te s luces. C o n la cabeza e n ­
tre las m ano s, tra té d e m e te rm e b a jo el a c a n tila d o
salien te, p e ro d o n J u a n a fe rró m i b razo co n firm eza
e im p e rio sa m e n te m e in d ic ó m ira r los lad o s d e las
m o n ta ñ a s y tra ta r d e lo c aliza r m a n c h a s d e o sc u rid a d
p e sa d a e n m e d io d e los cam p o s d e luz.
Y o n o q u e ría m ira r, p o rq u e el re s p la n d o r m o lesta­
b a m is ojos. D ije q u e m e o c u rría alg o sim ila r a c u a n ­
d o se m ira b a u n a calle so lead a a trav és d e u n a v en ­
ta n a y lu e g o se veía el m a rco d e la v e n ta n a com o u n a
silu e ta o scu ra en to d as p artes.
D o n J u a n m e n e ó la cabeza d e la d o a la d o y em ­
pezó a re ír c h a sq u e a n d o la le n g u a. M e so ltó el b razo
y tom am o s a sien to n u e v a m e n te b a jo el a c a n tila d o .
260
Y o e sta b a a n o ta n d o m is im p resio n e s d e l e n to rn o
c u a n d o d o n J u a n , tra s la rg o silen cio , h a b ló s ú b ita ­
m e n te e n to n o d ra m á tic o .
— T e h e tra íd o a q u í p a ra e n se ñ a rte u n a cosa — d ijo ,
e h izo u n a p au sa— . V as a a p re n d e r a no-hacer. Y
tie n e s q u e h a c e rlo h a b la n d o d e ello p o rq u e n o h ay
o tra fo rm a d e q u e sigas a d e la n te . P ensé q u e a lo m e­
jo r te sa lía el no-hacer sin q u e yo tu v ie ra q u e d e c ir
n a d a . M e eq u iv o cab a.
— N o sé d e q u é h a b la u sted , d o n J u a n .
— N o im p o rta — d ijo — . V oy a h a b la rte d e algo
q u e es m u y sen cillo p e ro m u y d ifíc il d e e je c u ta r; voy
a h a b la rte d e no-hacer, pese a l h ech o d e q u e n o h ay
m a n e ra d e h a b la r d e eso, p o rq u e el cu e rp o es el q u e
lo ejecu ta.
M e m iró en vistazos y lu eg o d ijo q u e yo d e b ía p re s­
ta r la m á x im a a te n c ió n a lo q u e ib a a d ecirm e.
C e rré m i lib re ta p ero , p a ra m i a so m b ro ab so lu to ,
él in sistió e n q u e sig u iera escrib ien d o .
— No-hacer es ta n d ifíc il y ta n p o d e ro so q u e n o
d eb es m e n c io n a rlo — p ro sig u ió — h a sta q u e h ay as pa­
rado el mundo-, sólo en to n c e s p u ed es h a b la r d e ello
lib re m e n te , si eso es lo q u e q u ie re s hacer.
D o n J u a n m iró e n to rn o y lu e g o señ aló u n a ro ca
g ran d e.
-—E sa ro c a q u e está a llí es u n a ro ca a cau sa d el
hacer — d ijo .
N os m ira m o s y él so n rió . E sp e ré u n a ex p licac ió n ,
p e ro p e rm a n e c ió silencioso. F in a lm e n te tu v e q u e d e ­
c ir q u e n o h a b íá c o m p re n d id o sus p alab ras.
— ¡E so es hacerl — exclam ó.
— ¿C óm o d ijo?
— E so ta m b ié n es hacer.
261
— ¿D e q u é h a b la u ste d , d o n Ju a n ?
—Hacer es lo q u e h a c e esa ro ca u n a ro ca y esa
m a ta u n a m a ta . Hacer es lo q u e te h ace ser tú y a
m i ser yo.
L e d ije q u e su ex p lic a c ió n n o e x p lic a b a n a d a . R io
y se rascó lás sienes.
— E so es lo m a lo d e h a b la r — d ijo — . S iem p re lle­
va a c o n fu n d ir las cosas. Si u n o se p o n e a h a b la r d e
hacer, sie m p re te rm in a h a b la n d o d e algo m ás. L o
m e jo r es n o d e c ir n a d a y n o m ás a c tu a r.
“A h í tie n e s esa ro ca, p o r ejem p lo . M ira rla es ha­
cer, p e ro verla es no-hacer.”
T u v e q u e co n fesar q u e sus p a la b ra s n o te n ía n sen­
tid o p a ra m í.
¡O h sí, p o r su p u e sto q u e tie n e n sen tid o ! — ex cla­
m ó — , P e ro tú estás co n v e n c id o d e q u e n o lo tie n e n
p o rq u e ése es tu hacer. É sa es la fo rm a e n q u e actú as
co n m ig o y co n el m u n d o .
V o lv ió a se ñ a la r la roca.
— E sa ro ca es u n a ro c a p o r tod as las cosas q u e tú
sabes h acerle — d ijo — . Y o lla m o a eso hacer. U n
h o m b re d e c o n o c im ie n to sabe, p o r ejem p lo , q u e la
ro ca sólo es u n ro ca a cau sa d e hacer, y si n o q u ie re
q u e la ro ca sea u n a ro ca lo ú n ic o q u e tie n e q u e h a ­
cer es no-hacer. ¿Ves a q u é m e refiero ?
Y o n o le e n te n d ía e n lo ab so lu to . R ie n d o , h izo
o tro in te n to d e ex p licar.
— E l m u n d o es el m u n d o p o rq u e tú conoces el ha­
cer im p lic a d o e n h a c e rlo así — d ijo — . Si n o con o cie­
ra s su hacer, el m u n d o sería d istin to .
M e e x a m in ó co n c u rio sid a d . D ejé d e escrib ir. N o
q u e ría sin o escu ch arlo . S ig u ió e x p lic a n d o q u e sin ese
c ie rto “h a c e r” n o h a b ría n a d a fa m ilia r en el á m b ito .
262
Se ag ach ó a reco g er u n a p ie d re c illa y la sostuvo
a n te m is ojos e n tre el p u lg a r y el ín d ic e d e la m a n o
iz q u ie rd a .
— É sta es u n a p ie d ra p o rq u e tú conoces el hacer
q u e la h ace p ie d ra -—d ijo .
— ¿Q u é d ic e usted ? — p re g u n té co n u n s e n tim ie n to
d e g e n u in a co n fu sió n .
D o n J u a n so n rió . P a re c ía e sta r tra ta n d o d e o c u l­
ta r u n d e le ite m alicioso.
— N o sé p o r q u é te c o n fu n d e s ta n to — d ijo — . L as
p a la b ra s so n tu p red ilec ció n . D eb erías esta r e n el
cielo.
M e lan zó u n a m ira d a m isterio sa y alzó las cejas
d o s o tres veces. L u e g o v o lv ió a se ñ a la r la p ie d ra
q u e so sten ía fre n te a m is ojos.
— D ig o q u e tú haces d e esto u n a p ie d ra p o rq u e co­
noces el hacer n ecesario p a ra eso — d ijo — . A h o ra, si
q u ie re s parar el mundo, d eb es p a ra r d e hacer.
P a re c ió d a rse c u e n ta d e q u e yo seg u ía sin e n te n ­
d er, y so n rió m e n e a n d o la cabeza. L u eg o to m ó u n a
ra m a y señ aló el b o rd e d esig u al d e la p ie d ra .
— E n el caso d e esta p ie d r ita — p ro sig u ió — , lo p r i­
m e ro q u e h a c e el hacer es en co g erla y d e ja rla d e este
ta m a ñ o . P o r eso lo q u e d e b e h acerse, lo q u e h ace u n
g u e rre ro c u a n d o q u ie re parar el mundo, es a g ra n d a r
u n a p ie d rita , o c u a lq u ie r o tra cosa, p o r m e d io d e l
no-hacer.
Se p u so d e p ie y colocó el g u ija rro en u n peñ asco
y lu e g o m e p id ió ace rcarm e a e x a m in a rlo . M e d ijo
q u e m ira ra los ho yo s y las co n cav id ad es d el g u ija rro
y tra ta se d e p e rc ib ir sus m in u c ia s. Si lo g ra b a c a p ta r
el d e ta lle , d ijo , los hoyos y co n cav id ad es d esap arece­
ría n y yo e n te n d e ría el sig n ificad o d e “ n o -h acer” .
263
— E sta p in c h e p ie d ra te v a a v o lv er loco h o y — d ijo .
M i ro stro d e b e d e h a b e r re fle ja d o d esco n cierto .
D o n J u a n m e m iró y so ltó la carc aja d a . L u eg o fin g ió
e n o ja rse co n la p ie d ra y la g o lp eó dos o tres veces
co n su so m b rero .
L o in sté a c la rific a r su p ro p ó sito . A rg u m e n té q u e,
h a c ie n d o u n esfuerzo, le se ría p o sib le e x p lic a r c u a l­
q u ie r cosa q u e q u isiera.
M e m iró c o n a ire la d in o y m e n e ó la cabeza com o
si la s itu a c ió n fu e ra d esesp erad a.
— C la ro q u e p u e d o e x p lic a r c u a lq u ie r cosa — d ijo ,
rie n d o — . ¿P ero p o d rá s tú e n te n d e rla ?
S u in s in u a c ió n m e so b resaltó .
—Hacer te o b lig a a s e p a ra r la p ie d rita d e la p ie ­
d ra g ra n d e — c o n tin u ó — . Si q u ie re s a p re n d e r a nohacer, d ig am o s q u e d eb es ju n ta rla s .
S eñ aló la p e q u e ñ a so m b ra q u e el g u ija rro a rro ja ­
b a so b re el p eñ asco y d ijo q u e n o era u n a so m b ra
sin o u n a g o m a q u e a d h e ría a am bos. L u eg o d io la
m e d ia v u e lta y se a lejó , d ic ie n d o q u e m ás ta rd e v o l­
v e ría a e c h a rm e u n vistazo.
D u ra n te la rg o ra to m e q u e d é m ira n d o la p ied reci11a. N o m e era p o sib le en fo car la a te n c ió n e n los d i­
m in u to s d e ta lle s d e los a g u je ro s y las co n cav idades,
p e ro la p e q u e ñ ísim a so m b ra p ro y e c ta d a so b re el
p eñ asco a d q u irió u n e n o rm e in teré s. D o n J u a n te­
n ía razó n ; e ra com o u n p e g am e n to . Se m o v ía y flu ía.
T u v e la im p re sió n d e q u e alg o la e x p rim ía d esd e el
p ie d el g u ija rro .
A l v o lv er d o n J u a n , le d ije lo q u e h a b ía o b serv ad o
e n re la c ió n co n la so m b ra.
— £ s e es u n b u e n co m ien zo — re p u so — . U n g u e­
264
rre ro se e n te ra d e m u c h a s cosas fijá n d o se e n las
som bras.
L u eg o su g irió q u e to m ase yo el g u ija rro y lo e n te ­
rra ra e n a lg ú n sitio .
— ¿P or q u é? — p re g u n té .
— L o h a s estad o o b se rv a n d o m u c h o ra to — d ijo — .
Y a tie n e algo d e ti. U n g u e rre ro tra ta sie m p re d e
a fe c ta r la fu erza d e hacer c a m b iá n d o la e n no-hacer.
Hacer se ría d e ja r la p ie d ra p o r a h í p o rq u e n o es m ás
q u e u n a p ie d rita . No-hacer sería tra ta rla com o si fu e­
ra m u c h o m ás q u e u n a sim p le p ie d ra . E n este caso,
la p ie d rita se h a e m p a p a d o d e ti d u r a n te la rg o ra to
y a h o ra es tú , y p o r eso n o p u e d e s d e ja rla a h í n a d a
m ás, sin o d eb es e n te rra rla . P e ro si tu v ieras p o d e r
p e rso n a l, no-hacer sería c o n v e rtir esa p ie d ra e n u n
o b je to d e p o d e r.
— ¿P u ed o h a c e r eso ah o ra?
— T u v id a n o es lo b a s ta n te co m p ac ta. Si vieras,
sab rías q u e el peso d e tu p re o c u p a c ió n h a c o n v e rtid o
esa p ie d ra en algo sin n in g ú n ch iste, p o r eso lo m e­
jo r es c a v a r u n a g u je ro y e n te rra rla y d e ja r q u e la
tie rra a b so rb a la pesadez.
— ¿Es v e rd a d to d o esto, d o n Ju a n ?
— R e sp o n d e r sí o n o a tu p re g u n ta es hacer. P e ro
co m o estás a p re n d ie n d o a no-hacer, d e b o d e c irte q u e
e n re a lid a d n o im p o rta q u e to d o esto sea v e rd a d o
no . A q u í es d o n d e el g u e rre ro tie n e u n p u n to d e
v e n ta ja so b re el h o m b re co m ú n . A l h o m b re c o m ú n
le im p o rta q u e las cosas sean v e rd a d o m e n tira ; al
g u e rre ro no . E l h o m b re c o m ú n p ro ced e d e u n m o d o es­
p ecífico c o n las cosas q u e sab e ciertas, y d e m o d o
d is tin to c o n las cosas q u e sab e n o so n ciertas. Si se
d ic e q u e las cosas so n ciertas, él a c tú a y cree e n lo
265
q u e h ace. P e ro si se d ic e q u e las cosas n o so n cier­
tas, n o le im p o rta a c tu a r o n o cree e n lo q u e h ace. E n
cam b io , u n g u e rre ro a c tú a e n am b o s casos. Si le d ic en
q u e las cosas so n ciertas, a c tú a p o r hacer. Si le d i­
cen q u e n o so n ciertas, a c tú a d e tod o s m o d o s, p o r nohacer. ¿Ves lo q u e q u ie ro decir?
— N o , n o v eo p a ra n a d a a q u é se re fie re u ste d
— d ije.
L as asev eracio n es d e d o n J u a n d e s p e rta b a n m i á n i­
m o belicoso. Y o n o p o d ía h a lla r se n tid o a lo q u e
m e d ecía. D ije q u e e ra n in c o h eren cia s, y él se b u rló
d e m í y re p u s o q u e yo n i s iq u ie ra te n ía u n e s p íritu
im p e c a b le en lo q u e m á s m e g u sta b a h acer: h a b la r.
L leg ó a b u rla rs e d e m i d o m in io v e rb a l y a ta c h a rlo
d e d efectu o so e im p ro p io .
— Si vas a ser p u ra b o ca, sé u n g u e rre ro b o có n
—d ijo y rio a carcajadas.
M e se n tí a b a tid o . L os o íd o s m e zu m b a b a n . E x p e ­
rim e n té u n ca lo r in c ó m o d o en la cabeza. D e hech o ,
m e h a lla b a a p e n a d o , y p ro b a b le m e n te ru b o ro so .
M e p u se d e p ie y fu i a l c h a p a rra l y se p u lté la pied recilla.
— T e e stab a fre g a n d o u n poco — d ijo d o n J u a n
c u a n d o reg resé y v o lv í a se n ta rm e — . Y sin e m b a rg o
sé q u e si n o h a b la s n o e n tie n d es. H a b la r es hacer
p a ra ti, p e ro h a b la r n o v ie n e al caso y, si q u ie re s
sab er a q u é m e re fie ro c o n lo d e no-hacer, d eb es h a ­
cer u n ejercicio sencillo. C o m o no s o c u p a el no-hacer,
n o im p o rta si h aces el ejercicio a h o ra o d e n tr o d e
d iez años.
M e h iz o aco starm e y, to m a n d o m i b ra z o d erech o ,
lo d o b ló p o r el codo. L u e g o d io v u e lta a m i m a n o
h a sta q u e la p a lm a m ira b a al fren te; cu rv ó los d ed o s
266
co m o si a sie ra n u n a p e rilla d e p u e rta , y em pezó a
m o v er m i b razo h a c ia a d e la n te y h a c ia a trá s e n u n a
tra y e c to ria c irc u la r; la acc ió n sem e jab a la d e e m p u ­
ja r y ja la r u n a p a la n c a u n id a a u n a ru e d a .
D o n J u a n d ijo q u e u n g u e rre ro e je c u ta b a ese m o ­
v im ie n to cad a vez q u e d e se a b a sacar alg o d e su c u e r­
po: p o r ejem p lo , u n a e n fe rm e d a d o u n s e n tim ie n to
in d eseab le. L a id e a e ra é m p u ja r y ja la r u n a im a g i­
n a ria fu erza o p o n e n te h a sta s e n tir q u e u n o b je to p e ­
sado, u n c u e rp o sólido, fre n a b a el lib re m o v im ie n to
d e la m a n o . E n el caso d e l ejercicio , el " n o -h a c e r”
co n sistía e n re p e tirlo h a s ta s e n tir co n la m a n o el c u e r­
p o p esad o , a u n q u e d e h e c h o u n o ja m á s p u d ie ra cree r
q u e fuese p o sib le se n tirlo .
E m p ecé a m o v er el b razo y tra s c o rto ra to m i m a n o
se p u so fría com o el h ie lo . Y o h a b ía em p e zad o a
se n tir, en to rn o d e ella, u n a especie d e m a te ria p u l­
posa. E ra com o si m e h a lla ra a g ita n d o u n líq u id o d e
visco sid ad pesada.
D o n J u a n h izo u n m o v im ie n to sú b ito y asió m i
b razo p a ra d e te n e r el m o v im ie n to . T o d o m i c u e rp o
se estrem eció , com o a g ita d o p o r a lg u n a fu erza in v isi­
b le. É l m e e sc u d riñ ó m ie n tra s yo to m a b a asien to ; lu e ­
go c a m in ó e n to rn o m ío a n te s d e v o lv er a se n ta rse en
el sitio d o n d e h a b ía estado.
— Y a h ic iste b a sta n te — d ijo — . P u ed es h a c e r este
ejercicio e n o tra o casión, c u a n d o ten g as m ás p o d e r
p erso n al.
— ¿H ice alg o m al?
— N o. No-hacer es sólo p a ra g u errero s m u y fu ertes
y tú n o tie n e s a ú n el p o d e r p a ra a g a rra rte co n eso.
A h o ra n a d a m ás a tra p a ría s cosas h o rre n d a s c o n la
m a n o . C o n q u e h azlo p o q u ito a poco, h a s ta q u e ya
267
n o se te e n fríe la m a n o . C u a n d o co n serv a su calor,
p u e d e s se n tir co n e lla las lín e a s d el m u n d o .
H iz o u n a p a u sa co m o p a ra d a rm e tie m p o d e p re ­
g u n ta r co n resp ecto a las lín eas. P e ro a n te s d e q u e
yo tu v ie ra o p o r tu n id a d d e h acerlo , em pezó a e x p li­
c a rm e q u e h a b ía n ú m e ro s in fin ito s d e lín e a s q u e nos
ju n ta b a n a las cosas. D ijo q u e el ejercicio d e “noh a c e r” q u e a c a b a b a d e d e sc rib ir, a y u d a ría a c u a lq u ie ra
a s e n tir u n a lín e a b ro ta d a d e la m a n o e n m o v im ie n ­
to, u n a lín e a q u e u n o p o d ía c o lo c ar o a r r o ja r d o n d e
q u isie ra . D o n J u a n d ijo q u e éste e ra só lo u n eje rc i­
cio, p o rq u e las lín e a s fo rm a d a s p o r la m a n o n o e ra n
lo b a s ta n te d u ra d e ra s p a ra te n e r v a lo r re a l e n u n a
s itu a c ió n p ráctica.
— U n h o m b re d e c o n o c im ie n to u sa o tra s p a rte s d e
su c u e rp o p a ra p ro d u c ir lín eas d u ra d e ra s — d ijo .
— ¿Q u é p a rte s d e l c u e rp o , d o n Ju a n ?
— L as lín e a s m ás d u ra d e ra s q u e u n h o m b re d e co­
n o c im ie n to p ro d u c e, v ie n e n d e la p a rte m e d ia d el
c u e rp o — d ijo — . P e ro ta m b ié n p u e d e h a c e rla s con
los ojos.
— ¿Son lín eas reales?
— S eguro.
— ¿P u e d e n verse y tocarse?
-— D igam o s q u e p u e d e n sen tirse. L a p a rte m ás d i­
fícil d e l c a m in o d e l g u e rre ro es d a rse c u e n ta d e q u e
el m u n d o es u n se n tir. C u a n d o u n o no-hace, está sin ­
tie n d o el m u n d o , y se sie n te a trav és d e sus lín eas.
C a lló y m e e x a m in ó c o n cu rio sid ad . A lzó las cejas
y a b rió los o jo s y lu e g o p a rp a d e ó . E l efecto fu e com o
si u n p á ja ro p arp ad ease. C asi d e in m e d ia to e x p e ri­
m e n té u n a sen sación d e in c o m o d id a d y n áu sea. E ra,
d e h ech o , co m o si alg o p re sio n a ra m i estóm ago.
268
.— ¿Ves lo q u e q u ie ro d ecir? — p re g u n tó d o n J u a n ,
y a p a rtó los ojos.
M e n c io n é q u e se n tía n áu seas y él rep u so , com o si
ta l cosa, q u e ya lo sab ía, y q u e estab a tra ta n d o d e
h a c e rm e s e n tir las lín eas d e l m u n d o , co n sus ojos. Y o
n o p o d ía a c e p ta r la a firm a c ió n d e q u e él m ism o
m e e stab a h a c ie n d o se n tirm e así. D i voz a m is d u ­
das. A p e n a s p o d ía co n ceb ir la id e a d e q u e él e stu ­
viese c a u sa n d o m i n áu sea, p u e s n o h a b ía te n id o el
m e n o r c o n ta c to físico conm igo.
— No-hacer es m u y sen cillo p e ro m u y d ifícil
— d ijo — . N o es cosa d e e n te n d e rlo , sin o d e d o m in a r­
lo. Ver, p o r su p u esto , es la h a z a ñ a fin a l d e u n h o m ­
b re d e co n o c im ie n to , y sólo se lo g ra ver c u a n d o u n o
h a parado el mundo a trav és d e la técn ica d e no-
hacer.
S o n reí in v o lu n ta ria m e n te . N o h a b ía c o m p re n d id o
sus p alab ras.
— C u a n d o u n o h ace alg o con la g en te — dijo- —, sólo
d e b ía p re o c u p a rse p o r p re s e n ta r el caso a sus cuerp o s.
E so es lo q u e h e estad o h a c ie n d o co n tig o h a s ta a h o ­
ra : h a c e rle sa b e r a tu c u e rp o . ¿A q u ié n le im p o rta
q u e tú e n tie n d a s o no?
— P e ro eso n o es ju sto , d o n J u a n . Y o q u ie ro e n ­
te n d e rlo to d o ; d e o tra fo rm a, el v e n ir a q u í sería p e r­
d e r m i tiem p o .
— ¡P erd er tu tiem p o ! — ex clam ó , p a ro d ia n d o m i
to n o — . D e veras eres p resu m id o .
Se le v a n tó y m e d ijo q u e íb a m o s a tre p a r a la cim a
d el p ico d e lav a a n u e s tra d erech a.
E l ascenso a la cim a fu e pen o sísim o . E ra a lp in ism o
e n fo rm a, sólo q u e n o h a b ía c u erd as q u e n o s a y u ­
d a ra n y p ro te g ie ra n . R e p e tid a s veces, d o n J u a n m e
269
in d ic ó n o m ira r h a c ia a b a jo , y e n u n p a r d e ocasio­
n es tu v o q u e alzarm e e n v ilo , p u es em pecé a re sb a la r
p o r la ro ca. M e a p e n a b a te rrib le m e n te el q u e d o n
J u a n , a sus años, tu v ie ra q u e a u x ilia rm e . L e d ije q u e
m e h a lla b a e n p ésim as co n d icio n es físicas p o rq u e era
d e m a sia d o perezoso p a ra h a c e r c u a lq u ie r ejercicio.
R e p u so q u e, u n a vez a lc a n z a d o c ie rto n iv el d e p o d e r
p e rso n a l, se h a d a in n e c e sa rio el ejercicio o c u a lq u ie r
e n tre n a m ie n to d e ese tip o , ya q u e, p a ra h a lla rse en
fo rm a im p ecab le, la ú n ic a p rá c tic a n ecesaria e ra la
d e “ n o -h acer” .
C u a n d o llegam o s a la cim a, m e tiré a l suelo. E sta­
b a a p u n to d e v o m ita r. D o n J u a n m e h izo ro d a r de
u n la d o a o tro , co n el p ie, co m o h a b ía h e c h o u n a vez
a n te rio r. P o co a po co el m o v im ie n to re s ta u ró m i
e q u ilib rio . P e ro m e se n tía n erv ioso . E ra co m o si d e
a lg ú n m o d o a g u a rd a se la s ú b ita a p a ric ió n d e algo.
In v o lu n ta ria m e n te , m iré do s o tres veces a cad a lado.
D o n J u a n n o d ijo p a la b ra , p e ro ta m b ié n m iró e n la
d ire c c ió n q u e yo o b serv ab a.
— L as so m b ras son a su n to s p ecu liares —^ d ijo d e re ­
p e n te — . H a s d e h a b e r n o ta d o q u e u n a n o s v ie n e
sig u ien d o .
— N o h e n o ta d o n a d a sem e ja n te — p ro te sté e n voz
a lta.
D o n J u a n d ijo q u e m i c u e rp o h a b ía n o ta d o la p e r­
secu ció n, pese a m i o p o sició n o b stin a d a , y m e aseg u ró
e n to n o c o n fid e n c ia l q u e n o h a b ía n a d a fu e ra d e lo
c o m ú n e n ser seg u id o p o r u n a so m b ra.
— N o es m ás q u e u n p o d e r — d ijo — . E stas m o n ta ­
ñ as e stá n lle n a s d e eso. Es ig u a l q u e u n a d e esas e n ­
tid a d e s q u e te a su sta ro n la o tra noche.
Q u ise sa b e r si m e sería p o sib le p e rc ib irla p erso­
270
n a lm e n te . A firm ó q u e d u ra n te el d ía sólo p o d ría sen ­
tir su p resen cia.
Q u ise q u e m e ex p lic a ra p o r q u é la lla m a b a so m ­
b ra , c u a n d o o b v ia m e n te n o e ra co m o la so m b ra d e
u n peñ asco . R e p lic ó q u e am b a s te n ía n las m ism as
lín eas, p o r lo ta n to am b a s e ra n som bras.
S e ñ a ló u n p eñ asco a la rg a d o q u e se h a lla b a d ire c ­
ta m e n te fre n te a nosotros.
— M ira la so m b ra d e esa p e ñ a — d ijo — . L a so m ­
b ra es la p e ñ a , y sin e m b a rg o n o lo es. O b se rv a r la
p e ñ a p a ra sa b e r lo q u e es la p e ñ a , es hacer, p e ro
o b se rv ar su so m b ra es no-hacer.
“L as so m b ras son co m o p u e rta s, las p u e rta s d e
no-hacer. U n h o m b re d e co n o c im ie n to , p o r ejem p lo ,
p u e d e p e n e tra r los se n tim ie n to s ín tim o s d e la g e n te
m ira n d o sus so m b ras.”
— ¿H ay m o v im ie n to e n ellas? — p re g u n té .
— P u ed es d e c ir q u e h a y m o v im ie n to e n ellas, o
p u ed es d e c ir q u e e n ellas se m u e stra n las lín e a s d el
m u n d o , o p u e d e s d e c ir q u e los se n tim ie n to s v ie n e n
d e ellas.
— ¿P ero có m o p u e d e n los sen tim ie n to s sa lir d e las
so m b ras, d o n Ju a n ?
— C re e r q u e las so m b ras so n sólo so m b ras es hacer
— e x p licó — . E sa creen cia n o d e ja d e ser e stú p id a .
P ién salo e n esta fo rm a: h a b ie n d o ta n to m á s d e trá s
d e to d as las cosas d el m u n d o , sin d u d a d e b e h a b e r
alg o m ás d e trá s d e las som bras. D esp ués d e to d o , lo
q u e las h ace so m b ras es só lo n u e stro hacer.
H u b o u n larg o silencio. Y o n o sab ía q u é ag reg ar.
— Se acerca el fin a l d e l d ía — d ijo d o n J u a n , m i­
ra n d o el cielo— . T ie n e s q u e u sa r este sol b rilla n te
p a ra e je c u ta r u n ú ltim o ejercicio.
271
M e llev ó a u n sitio d o n d e do s picos d e l ta m a ñ o
d e u n h o m b re se e rg u ía n p a ra le lo s e n tre sí, a cosa de
m e tro y m e d io d e d ista n c ia . D o n J u a n se d e tu v o a
d iez m e tro s d e ellos, m ira n d o al oeste. M arcó u n lu ­
g a r p a ra q u e yo lo o c u p a ra y m e in d ic ó m ira r las
so m b ras d e los picos. M e d ijo q u e las o b se rv ara b iz­
q u e a n d o com o su elo h a c e r al e sc u d riñ a r el te rre n o en
busca d e u n lu g a r d e descanso. C la rific ó sus in stru c ­
ciones d ic ie n d o q u e , al b u sc a r u n sitio d e rep o so , h a ­
b ía q u e m ira r sin en fo car, p e ro a l o b se rv a r so m b ras
h a b ía q u e b iz q u e a r y, a l m ism o tie m p o , co n serv ar
e n fo c a d a u n a im a g e n c lara. L a id e a e ra c ru z a r los
o jo s p a ra q u e u n a so m b ra se so b rela p a se a la o tra.
E x p lic ó q u e p o r m e d io d e ese proceso e ra p o sib le
c o rro b o ra r u n c ie rto s e n tim ie n to e m a n a d o d e las
so m b ras. C o m e n té la v a g u e d a d d e sus p a la b ra s, p ero
él a firm ó q u e d e h e c h o n o h a b ía fo rm a d e d e sc rib ir
a q u e llo a lo cu al se refe ría .
M i in te n to d e e je c u ta r el ejercicio fu e fú til. P u g n é
h a s ta q u e m e d o lió la cabeza. D o n J u a n n o se p re ­
o c u p ó e n a b so lu to p o r m i fracaso. T re p ó a u n p ico en
fo rm a d e c ú p u la y m e g ritó d esd e a rrib a , in d ic á n d o ­
m e b u sc a r d o s trozos d e ro c a p e q u eñ o s, larg o s y es­
trechos. M o stró co n las m a n o s el ta m a ñ o q u e q u ería.
H a llé do s trozos y se los e n treg u é. D o n J u a n p u so
c a d a p ie d ra e n u n a g rie ta , m ás o m e n o s a tre in ta
c e n tím e tro s d e d ista n c ia , m e h iz o a ce rcarm e a m ira r­
las d esd e a rrib a , co n el ro s tro h a c ia el p o n ie n te , y
m e in d ic ó re p e tir c o n sus so m b ras el m ism o e je r­
cicio.
E sta vez el a su n to fu e m u y d istin to . C asi d e in ­
m e d ia to fu i capaz d e c ru z a r los ojos y d e p e rc ib ir las
so m b ras in d iv id u a le s co m o si se h u b ie ra n fu n d id o
272
e n u n a sola. A d v e rtí q u e el acto d e m ira r sin c o n ­
v erg er las im ág en es d a b a a la so m b ra ú n ic a fo rm a d a
p o r m í u n a p ro fu n d id a d in c re íb le y u n a especie d e
tra n sp a re n c ia . L a o bservé, d esco n certad o . C a d a h o yo
d e la ro ca, e n el á re a d o n d e m is o jo s se e n fo cab an ,
e ra n ítid a m e n te d isc e rn ib le , y la so m b ra c o m p u esta,
so b re la p a d a a ellos, e ra c o m o u n velo d e in d e sc rip ­
tib le tra n sp a re n c ia .
N o q u e ría yo p a rp a d e a r, p o r m ie d o a p e rd e r la
im a g e n q u e ta n p re c a ria m e n te re te n ía . F in a lm e n te el
escozor e n m is ojo s forzó el p a rp a d e o , p e ro n o p e rd í
en a b so lu to la v isió n d e los d etalles. D e h ech o , al
re h u m e d e c e rse m i có rn ea la im a g e n se h iz o a u n m ás
c lara. A d v e rtí en ese p u n to q u e p a re c ía h a lla rm e
m ira n d o , d esd e u n a a ltu ra in c o n m e n su ra b le , u n m u n ­
d o n u n c a a n te s visto. T a m b ié n n o té q u e p o d ía escu­
d r iñ a r el e n to rn o d e la so m b ra sin p e rd e r el foco d e
m i p e rc e p c ió n v isu al. L u eg o , p o r u n in s ta n te , p e rd í
la n o c ió n d e esta r m ira n d o u n a ro ca. S en tí q u e a te ­
rriz a b a e n u n m u n d o cu y a v a ste d a d s u p e ra b a c u a l­
q u ie r cosa q u e h u b ie se yo co n ceb id o . E sta e x tra o r­
d in a r ia p e rc e p c ió n d u ró u n seg u n d o y d esp u é s to d o
se ap ag ó . A lcé a u to m á tic a m e n te la m ira d a y v i a
d o n J u a n p a ra d o d ire c ta m e n te p o r e n c im a d e las
rocas, e n fre n tá n d o m e . Su c u e rp o ta p a b a el sol.
D escrib í la in só lita sen sació n q u e h a b ía te n id o , y él
e x p lic ó q u e se v io fo rzad o a in te rr u m p ir la p o rq u e
m e “ v io ” a p u n to d e e x tra v ia rm e e n ella. A ñ a d ió
q u e p a ra to d o s n o so tro s e ra n a tu r a l la te n d e n c ia d e
e n tre g a rn o s c u a n d o o c u rría n se n tim ie n to s d e ta l ín ­
d o le, y q u e al e n tre g a rm e yo casi h a b ía c o n v e rtid o
el “ n o -h a c e r” e n m i v ie jo “h a c e r” co tid ia n o . L o q u e
yo d e b e ría h a b e r h ech o , d ijo , e ra re te n e r la v isió n
273
sin s u c u m b ir a ella, p o rq u e e n c ie rto se n tid o “h a c e r”
e ra u n m o d o d e su c u m b ir.
M e q u e jé d e l h ech o q u e p o d ría h a b e rm e d ic h o d e
a n te m a n o q u é p o d ía e sp e ra r y h acer, p e ro él señ aló
q u e n o te n ía m o d o d e sa b e r si yo lo g ra ría o n o fu n ­
d ir las som bras.
H u b e d e co n fesar q u e “n o -h a c e r” m e d esc o n c e rta b a
m á s q u e n u n c a . L os co m e n ta rio s d e d o n J u a n fu e ro n
q u e yo d e b ía c o n te n ta rm e co n lo q u e h a b ía h ech o ,
p o rq u e p o r u n a vez h a b ía p ro c e d id o en fo rm a co rrec­
ta; q u e a l re d u c ir el m u n d o lo h a b ía a g ra n d a d o , y
q u e , a u n q u e estuv e lejos d e s e n tir las lín e a s d e l m u n ­
d o , usé a d e c u a d a m e n te la so m b ra d e las ro cas com o
u n a p u e rta a “ n o -h acer” .
L a a firm a c ió n d e q u e yo h a b ía a g ra n d a d o el m u n d o
al re d u c irlo m e in trig ó so b re m a n e ra . E l d e ta lle d e la
ro c a p o ro sa , e n la p e q u e ñ a á re a d o n d e m is ojos se
en fo c a b a n , fu e ta n v iv id o y ta n e x a c ta m e n te d e fin id o
q u e la cim a d el p ic o re d o n d o se c o n v irtió p a ra m í
e n u n v asto m u n d o ; y sin e m b a rg o se tra ta b a e n re a ­
lid a d d e u n a v isió n re d u c id a d e la roca. C u a n d o d o n
J u a n b lo q u e ó la luz y m e e n c o n tré m ira n d o com o
n o rm a lm e n te lo h ag o , el d e ta lle p reciso se op acó , los
ho yo s d im in u to s en la ro c a p o ro sa se h ic ie ro n m ás
g ran d es, el c o lo r p a rd o d e la lav a seca se n u b ló , y
to d o p e rd ió la tra n s p a re n c ia re lu c ie n te q u e h a c ía d e
la ro ca u n m u n d o real.
D o n J u a n to m ó e n to n ce s las d o s rocas, las colocó
g e n tilm e n te e n u n a g rie ta p ro fu n d a , y se se n tó co n
las p ie rn a s cruzadas, d e c a ra a l oeste, e n el s itio d o n ­
d e las ro cas h a b ía n estad o . P a lm e ó u n lu g a r ju n to a
él, a su iz q u ie rd a , y m e in d ic ó o c u p arlo .
P asam o s larg o ra to sin h a b la r. L u e g o com im os,
274
ta m b ié n e n silencio. Sólo c u a n d o el sol h u b o d escen ­
d id o , d o n J u a n se v o lv ió sú b ita m e n te y m e p re g u n tó
p o r m i p ro g reso e n “so ñ a r” .
L e d ije q u e al p rin c ip io h a b ía sid o fácil, p e ro q u e
p o r el m o m e n to ya h a b ía cesado p o r e n te ro d e h a lla r
m is m a n o s e n los sueños.
— C u a n d o em pezaste a soñar estab as u s a n d o m i
p o d e r p e rso n a l, p o r eso e ra m ás fácil — d ijo él— .
A h o ra estás vacío. P e ro d eb es se g u ir tra ta n d o h a sta
q u e ten g a s b a s ta n te p o d e r p ro p io . V erás: soñar es el
no-hacer d e los sueños, y c o n fo rm e pro g reses e n tu
no-hacer p ro g resarás ta m b ié n e n el soñar. E l ch iste
es n o d e ja r d e b u sc a rte las m a n o s ,-a u n q u e n o creas
q u e lo q u e haces ten g a a lg ú n sen tid o . D e h ech o ,
co m o ya te h e d ich o , u n g u e rre ro n o n ecesita creer,
p o rq u e m ie n tra s c o n tin ú e a c tu a n d o sin cre e r está
no-haciendo.
N o s m ira m o s u n m o m en to .
— N o h a y n a d a m ás q u e p u e d a yo d e c irte acerca
d e soñar — p ro sig u ió — . T o d o lo q u e p u d ie ra d e c irte
serla sólo no-hacer. P e ro si te lan zas d ire c ta m e n te al
no-hacer, tú m ism o sab rás q u é h a c e r al soñar. H a lla r­
te las m a n o s es sin e m b a rg o esen cial e n este m o ­
m e n to , y estoy seg u ro d e q u e lo h arás.
— N o sé, d o n J u a n . N o m e ten g o co n fian za.
— N o se tra ta d e te n e rle co n fian za a n a d ie . Se tra ta
d e u n a lu c h a d e g u e rre ro , y tú seg u irás lu c h a n d o , si
n o b a jo tu p ro p io p o d e r, e n to n ce s q u iz á b a jo el im ­
p a c to d e u n d ig n o a d v ersario , o co n la a y u d a d e a l­
g u n o s aliad o s, com o el q u e ya te a n d a sig u ien d o .
H ic e u n m o v im ie n to b ru sc o e in v o lu n ta rio c o n el
b ra z o d erech o . D o n J u a n d ijo q u e m i c u e rp o sab ía
m u c h o m ás d e lo q u e yo so sp echaba, p o rq u e la fu erza
275
q u e no s h a b ía estad o p e rsig u ie n d o se h a lla b a a m i
d erech a. M e co n fió, e n voz b a ja , q u e d o s veces ese
d ía el a lia d o se h a b ía ace rc a d o ta n to a m í q u e él
tu v o q u e in te rv e n ir y d e te n e rlo .
— D u ra n te el d ía , las so m b ras so n las p u e rta s d el
no-hacer — d ijo — . P e ro d e n o ch e, co m o en lo o scu ro
h ay m u y po co hacer, to d o es so m b ra, in c lu y e n d o a los
aliad o s. Y a te h a b lé d e esto c u a n d o te en señ é la m a r­
c h a d e p o d e r.
R e í e n voz a lta y m i p ro p ia risa m e asustó.
— T o d o c u a n to te h e e n se ñ a d o h a sta a h o ra h a sido
u n asp ecto d e no-hacer — p ro sig u ió d o n J u a n — . U n
g u e rre ro a p lic a el no-hacer a to d o e n el m u n d o , y sin
em b a rg o n o p u e d o d e c irte m ás al resp ecto d e lo q u e
te h e d ic h o hoy. D eb es d e ja r q u e tu p ro p io c u e rp o
d e sc u b ra el p o d e r y el s e n tir d e no-hacer.
T u v e o tro a ta q u e d e risa cascada, n erv iosa.
— Es u n a e stu p id ez q u e d esd eñ es los m isterio s d el
m u n d o n a d a m ás p o rq u e conoces el hacer d e l d esd én
— m e d ijo co n ro stro serio.
L e aseg u ré q u e yo n o d e sd e ñ a b a n a d a n i a n a d ie ,
p e ro q u e e ra m ás n erv io so e in c o m p e te n te d e lo q u e
él creía.
— S iem p re h e sid o así —-dije-— . Y q u ie ro c a m b iar,
p e ro n o sé cóm o. N o estoy a la a ltu ra .
— Y a sé q u e te crees p o d rid o — dijo-— . É se es tu
hacer. A h o ra , co n el fin d e a fe c ta r ese hacer, voy a
re c o m e n d a rte q u e a p re n d a s o tro . D e a h o ra e n a d e ­
la n te , y d u r a n te u n la p so d e o ch o días, q u ie ro q u e te
d ig a s m e n tira s. E n vez d e d e c irte la v e rd a d , q u e eres
feo y estás p o d rid o y n o tie n e s re m e d io , te d irá s ex ac­
ta m e n te lo c o n tra rio , sa b ie n d o q u e m ie n te s y q u e n o
h a y esp eran za p a ra ti.
276
— ¿P ero c u á l sería el o b je to d e m e n tir así, d o n
Ju a n ?
— A lo m e jo r te e n g a n c h a a o tro hacer, y a lo m e jo r
en to n ce s te d as c u e n ta d e q u e am b o s haceres so n
m e n tira , so n irreales, y q u e p re n d e rte e n c u a lq u ie ra
es u n a p é rd id a d e tie m p o , p o rq u e lo ú n ic o re a l es el
ser q u e h a y e n ti y q u e v a a m o rir. L le g a r a ese ser,
al ser q u e v a a m o rir es el no-hacer d e la p erso n a.
277
XVI. EL ANILLO DE PODER
Sábado, abril 14, 1962
Don J uan sopesó n u e stro s g u ajes y co n clu y ó q u e h a ­
b ía m o s ag o ta d o las p ro v isio n e s y q u e e rá tie m p o d e
e m p re n d e r el regreso. M en cio n é, e n to n o casu al, q u e
ta rd a ría m o s p o r lo m e n o s u n p a r d e d ía s en lle g a r
a su casa. D ijo q u e n o ib a a S o n o ra, sin o a u n p u e b lo
fro n te riz o d o n d e te n ía a su n to s q u e a te n d e r.
P e n sé q u e in ic ia ría m o s n u e s tro descenso a través
d e u n a cañ ad a, p e ro d o n J u a n se e n c a m in ó h acia
el n o ro e ste so bre las m esetas alta s d e las m o n ta ñ a s
v olcánicas. T ra s u n a h o ra d e a n d a r, m e g u ió a u n a
h o n d o n a d a p ro fu n d a , q u e te rm in a b a e n u n p u n to
d o n d e dos picos casi se ju n ta b a n . H a b ía a llí u n a
p e n d ie n te q u e casi lle g a b a a la p a rte su p e rio r d e la
c o rd ille ra : u n a p e n d ie n te e x tra ñ a q u e p arecía u n
p u e n te cóncavo, in c lin a d o , e n tre los do s picos.
D o n J u a n señ aló u n á re a en la ca ra d e la p e n ­
d ie n te .
— F ija a llí la m ira d a — d ijo — . E l sol está casi en
su p u n to .
E x p lic ó q u e , a l m e d io d ía , la lu z d e l sol p o d ía a y u ­
d a rm e a “ n o -h acer” . L u e g o m e d io u n a se rie d e ó r­
d en es: a flo ja rm e to d as las p re n d a s a p re ta d a s q u e tra ­
je ra pu estas, se n ta rm e c o n las p ie rn a s cru zad as, y
m ir a r c o n c e n tra d a m e n te el sitio especificado.
278
H a b ía m u y pocas n u b e s e n el cielo y n in g u n a h a c ia
el oeste. E ra u n d ía c á lid o y el sol b rilla b a so b re la
lav a só lid a. O b serv é c o n m u c h a a te n c ió n el á re a su ­
so dich a.
T r a s la rg a v ig ila n c ia p re g u n té q u é cosa específica
d e b ía tr a ta r d e ver. D o n J u a n m e silen ció c o n u n
a d e m á n im p a c ie n te .
M e h a lla b a can sad o . Q u e ría d o rm ir. E n tre c e rré los
ojos; m e a rd ía n y los fro té, p e ro te n ía las m a n o s p e ­
gajosas y el s u d o r m e p ro d u jo escozor. M iré los picos
d e lav a a trav és d e los p á rp a d o s en tre c e rra d o s, y d e
p ro n to la m o n ta ñ a e n te ra se en cen d ió .
D ije a d o n J u a n q u e , a c h ic a n d o los o jos, p o d ía
v er to d a la c o rd ille ra co m o u n a in trin c a d a tra m a d e
fib ra s lu m in o sas.
M e in d ic ó re s p ira r lo m en o s p o sib le, p a ra co n ser­
v a r la v isió n d e las fib ras, y n o e s c u d riñ a rla d ire c ta ­
m e n te , sin o m ira r e n fo rm a casu al u n p u n to e n el
h o riz o n te , d ire c ta m e n te e n c im a d e la p e n d ie n te . Se­
g u í sus in stru c c io n e s y p u d e so sten er la im a g e n d e
u n a e x te n sió n in te rm in a b le c u b ie rta p o r u n a re d
d e luz.
D o n J u a n d ijo , e n voz m u y suave, q u e yo d e b ía
tr a ta r d e a isla r zonas d e o sc u rid a d d e n tro d e l cam p o
d e las fib ra s lu m in o sas, y q u e a l h a lla r u n sitio os­
c u ro a b rie ra d e in m e d ia to los o jo s y c o n sta ta ra d ó n d e
se h a lla b a ese p u n to so b re la c a ra d e la p e n d ie n te .
F u i in c a p a z d e p e rc ib ir n in g ú n á re a o scu ra. V arias
veces e n tre c e rré los ojos p a ra lu e g o a b rirlo s. A cercán ­
dose, d o n J u a n señ aló u n sitio a m i d e re c h a , y des­
p u és o tro ju s ta m e n te fre n te a m í. I n te n té c a m b ia r la
p o sició n d e m i cu e rp o ; p en sé q u e acaso, si v a ria b a
m i p ersp ectiv a, m e sería p o sib le p e rc ib ir la su p u e sta
279
zo n a d e o sc u rid a d q u e él in d ic a b a , p e ro d o n J u a n
sa c u d ió m i b razo y m e d ijo , e n to n o severo, q u e m e
q u e d a se q u ie to y fu e ra p acien te .
V o lv í a ach icar los ojo s y u n a vez m ás v i la re d de
fib ra s lu m in o sas. L a m iré u n m o m e n to y lu e g o en
sa n c h é los ojos. E n ese in s ta n te o í u n lev e re tu m b a r
— p o d ría h a b e rse e x p lic a d o fá c ilm e n te co m o el so nid o
d is ta n te d e u n a e ro p la n o a reac ció n — y lu eg o , con
los o jo s d e p a r e n p a r, vi to d a la fila d e m o n ta ñ a s
fre n te a m í co m o u n e n o rm e c a m p o d e m in ú scu lo s
p u n to s d e luz. F u e co m o si p o r u n m o m e n to fuga?
cie rto s g ra n o s m e tá lic o s e n la lav a so lid ific a d a refle­
ja se n el sol a l u n íso n o . L u eg o la lu z se o p a c ó y se
ap a g ó d e re p e n te , y las m o n ta ñ a s se c o n v irtie ro n en
u n a m a sa d e ro c a café oscu ro , sin b rillo , y a l m ism o
tie m p o el v ie n to em pezó a s o p la r y e n frió el d ía .
Q u ise v o lv erm e p a ra v e r si u n a n u b e h a b ía ta p a d o
el sol, p e ro d o n J u a n m e d e tu v o la cab eza y n o m e
p e rm itió m o v erla. D ijo q u e , si m e v o lv ía, acaso a l­
c a n z a ra a v e r a u n a e n tid a d d e las m o n ta ñ a s, el a lia d o
q u e no s ib a sig u ien d o . M e aseg u ró q u e yo care cía d e
la fu erza n ecesaria p a ra s o p o rta r u n a v isió n d e tal
n a tu ra le z a , y a ñ a d ió e n to n o d e lib e ra d o q u e el ru m o r
lle g a d o a m is o íd o s e ra la fo rm a p e c u lia r e n q u e u n
a lia d o a n u n c ia b a su p resen cia.
L u e g o se p u so e n p ie y a n u n c ió q u e íb a m o s a s u b ir
p o r la la d e ra .
— ¿A d ó n d e vam os? — p re g u n té .
S e ñ a ló u n a d e las á re a s q u e h a b ía in d ic a d o com o
sitio d e o sc u rid a d . E x p lic ó q u e el " n o -h a c e r” le h a ­
b ía p e rm itid o d e sta c a r ese p u n to co m o u n p o sib le
c e n tro d e p o d e r, o q u iz á co m o u n lu g a r d o n d e p o ­
d r ía n h a lla rse o b je to s d e p o d e r.
280
T ra s u n p en o so ascenso, llegam o s a l s itio q u e te­
n ía e n m e n te . Se q u e d ó q u ie to u n m o m e n to , a p o ca
d ista n c ia d e m í. T r a té d e acercarm e, p e ro él m e h izo
u n a señ a c o n la m a n o y m e d e tu v e . P a recía estarse
o rie n ta n d o . Y o p o d ía v e r q u e su n u c a se m o v ía co m o
si sus ojo s b a rrie ra n la m o n ta ñ a d e a rrib a a a b a jo ;
luego , c o n p aso firm e, en cab ezó la m a rc h a h a c ia u n a
salien te. T o m ó a sie n to y se p u so a lim p ia r la sa lien te,
q u ita n d o c o n la m a n o la tie rra su elta. C av ó c o n los
d ed o s e n to m o d e u n p e q u e ñ o trozo d e ro ca q u e
so b resa lía d e l suelo, q u ita n d o la tie rra q u e lo ro d e a ­
b a . L u e g o m e o rd e n ó sacarlo.
C u a n d o h u b e d e sa lo ja d o el tro zo d e ro ca, d o n J u a n
m e in d ic ó m e te rlo d e in m e d ia to e n m i cam isa, p o rq u e
e ra u n o b je to d e p o d e r q u e m e p e rte n e c ía . D ijo
q u e m e lo d a b a p a ra su cu sto d ia, y q u e yo d e b ía
p u lirlo y c u id a rlo .
A cto seg u id o em pezam o s a d e sc e n d e r p o r u n a ca­
ñ a d a , y u n p a r d e h o ra s d esp u é s no s h a llá b a m o s en
el d e sie rto a lto , a l p ie d e las m o n ta ñ a s volcánicas.
D o n J u a n c a m in a b a u n o s tres m e tro s d e la n te d e m í,
a b u e n p aso co n sta n te . F u im o s h a c ia el s u r h a s ta q u e
el sol y a casi se h a b ía p u esto . U n p esad o b a n c o d e
n u b e s, h a c ia o ccid en te, lo o c u lta b a , p e ro d e tu v im o s
la m a rc h a h a s ta s u p o n e r q u e su disco h a b ía d e sa p a ­
re c id o tra s el h o riz o n te.
E n to n c e s d o n J u a n ca m b ió d e r u ta y m e g u ió h a c ia
el su reste. T ra sp u sim o s u n cerro ; e n la cim a av iso ré
c u a tro h o m b re s q u e v e n ía n d e l su r h a c ia n o so tro s.
M iré a d o n J u a n . Ja m á s h a b ía m o s e n c o n tra d o g e n ­
te e n n u e stra s ex cu rsio n es y yo ig n o ra b a q u é h a c e r
e n u n caso así. P e ro él n o p a re c ió p reo cu p arse. Si­
g u ió a n d a n d o co m o si n a d a o c u rrie ra .
281
L o s h o m b re s se m o v ía n sin p risa ; re p o sa d a y to r­
tu o sa m e n te v e n ía n a n o so tro s. C u a n d o e stu v ie ro n m ás
cerca n o té q u e e ra n c u a tro in d io s jóvenes. M o stra ro n
re c o n o c e r a d o n J u a n . É l les h a b ló e n esp añ o l. L o
tra ta b a n co n g ra n resp eto , y sus voces e ra n suaves.
S ólo u n o d e ellos m e h a b ló . P re g u n té a d o n J u a n ,
e n u n su su rro , si ta m b ié n yo p o d ía d irig irle s la p a ­
la b ra , y él m e n e ó la cabeza e n se n tid o a firm a tiv o .
U n a vez q u e les h a b lé , e stu v ie ro n m u y am ig ab les y
c o m u n icativ o s, esp ecialm en te el q u e m e h a b ía h a b la ­
d o p rim e ro . M e c o n ta ro n q u e b u sc a b a n cu arzo s d e
p o d e r. D ije ro n q u e lle v a b a n m u ch o s d ía s v a g an d o
p o r las m o n ta ñ a s d e lava, p e ro sin su erte.
D o n J u a n m iró en to m o y señ aló u n a zo n a rocosa
com o a d o scien to s m e tro s d e d istan cia.
— É se es b u e n sitio p a ra a c a m p a r u n ra to — d ijo .
E ch ó a a n d a r h a c ia las rocas y to d o s lo seguim os.
E l s itio eleg id o e ra m u y áspero. C a re c ía d e arb u s­
tos. N o s sen ta m o s e n las rocas. D o n J u a n a n u n c ió
q u e v o lv ía a l m a to rra l a re u n ir a lg u n a s ra m a s secas
p a ra h a c e r lefia.
Q u ise a y u d a rlo , p e ro m e su su rró q u e éste se ría u n
fu eg o esp ecial p a ra aq u e llo s jóv en es valerosos, y q u e
n o n e c e sita b a m i ay u d a.
L o s jó v en es se a p iñ a ro n en to rn o m ío . U n o d e
ellos to m ó a sie n to re c lin a n d o su e sp a ld a c o n tra la
m ía. M e se n tí u n p o co a p e n a d o .
A l v o lv er co n u n a p ila d e v aras, d o n J u a n en co m ió
lo cu id a d o so s q u e e ra n , y m e d ijo q u e , co m o a p re n ­
d ices d e b ru jo , te n ía n la re g la d e fo rm a r u n círcu lo,
c o n d o s p erso n as e n el cen tro , e sp ald a c o n tra esp al­
d a , c u a n d o sa lía n e n p a rtid a s a cazar o b jeto s d e p o d e r.
U n o d e los jó v en es m e p re g u n tó si a lg u n a vez h a ­
282
b ía yo e n c o n tra d o cristales d e cuarzo. L e d ije q u e
d o n J u a n n u n c a m e h a b ía lle v a d o a b u scarlos.
D o n J u a n escogió u n lu g a r cerc an o a u n g ra n p e­
ñ asco y em pezó a a rm a r u n a h o g u e ra . N in g u n o d e
los jóv en es a c u d ió a a y u d a rlo ; lo o b se rv a b a n co n
a te n c ió n . C u a n d o to d as las v a ra s a rd ía n , d o n J u a n
to m ó a sie n to c o n la e sp a ld a c o n tra el p eñasco. E l
fueg o q u e d a b a a su d erech a.
A l p arece r, los jó v en es se h a lla b a n al ta n to d e la
situ a c ió n , p e ro yo n o te n ía la m e n o r id e a acerca d el
p ro c e d im ie n to a seg u ir e n tra to s co n a p re n d ic e s d e
b ru je ría .
O b serv é a los jóvenes. F o rm a b a n u n sem icírcu lo
p erfecto , e n c a ra n d o a d o n J u a n . A d v e rtí q u e d o n J u a n
m e m ira b a d e fren te, y q u e d o s jóv en es h a b ía n to ­
m a d o a sie n to a m i iz q u ie rd a y los o tro s dos a m i
d erech a.
D o n J u a n em pezó a co n ta rle s q u e yo estab a e n las
m o n ta ñ a s d e lav a p a ra a p re n d e r a “ ’n o -h acer”, y q u e
u n a lia d o no s a n d a b a sig u ien d o . M e p a re c ió u n co­
m ien zo m u y d ra m á tic o , y p o r lo v isto lo era. L os
jóv en es c a m b ia ro n d e p o stu ra y se s e n ta ro n so b re la
p ie rn a iz q u ie rd a . Y o n o h a b ía o b se rv ad o q u é p o si­
ció n te n ía n an tes. S u p o n ía q u e te n ía n las p ie rn a s
cruzadas, ig u a l q u e yo. U n vistazo a d o n J u a n m e
rev eló q u e ta m b ié n él e stab a se n ta d o so b re la p ie rn a
iz q u ie rd a . H iz o co n la b a rb illa u n gesto a p e n a s p e r­
c e p tib le, se ñ a la n d o m i p o stu ra . P le g u é la p ie rn a con
d isim u lo .
D o n J u a n m e h a b ía d ic h o u n a vez q u e ésa e ra la
p o stu ra a d o p ta d a p o r u n b ru jo c u a n d o las cosas esta­
b a n in c ie rtas. P e ro sie m p re h a b ía re su lta d o , p a ra m í,
u n a p o sició n m u y fatigosa. S e n tí q u e m e c o sta ría u n
283
esfu erzo te rrib le q u e d a rm e se n ta d o asf m ie n tra s d u
ra ra su c h a rla . D o n J u a n p a re c ía c o m p re n d e r p o r en
te ro m i d esv e n ta ja , y e n fo rm a su c in ta ex p lic ó a los
jó v en es q u e los cristales d e cu arzo p o d ía n h a lla rse en
c ierto s sitios específicos d e a q u e lla zon a, y d e q u e u n a
vez h a lla d o s se re q u e ría n técn icas especiales p a ra co n ­
v en cerlo s d e d e ja r su m o ra d a . E n to n c e s lo s cu arzo s se
c o n v e rtía n e n el h o m b re m ism o , y su p o d e r escapaba
a l e n te n d im ie n to .
D ijo q u e p o r lo c o m ú n los cristales se e n c o n tra b a n
e n racim o s, y q u e a la p e rso n a q u e los h a lla se corres­
p o n d ía eleg ir cin co h o ja s d e cu arzo , d e las m ejores
y m á s larg as, y a rra n c a rla s d e su m a triz . E l d escu­
b rid o r te n ía la re sp o n sa b ilid a d d e ta lla rla s y p u lirla s
p a ra sacarles p u n ta y p a ra h a c e rla s a ju s ta r p e rfe c ta ­
m e n te a l ta m a ñ o y a la fo rm a d e los d ed o s d e su
m a n o d erech a.
L u e g o ag reg ó q u e lo s cu arzos e ra n a rm as u sad as
p a ra b ru je ría ; q u e p o r lo g e n e ra l se la n z a b a n a m a ­
ta r, y q u e, tras p e n e tra r el c u e rp o d e l en em ig o , r e ­
g re sa b a n a la m a n o d e l d u e ñ o co m o si n u n c a se h u ­
b ie ra n ido .
D esp u é s h a b ló so b re la b ú sq u e d a d e l e s p íritu q u e
c o n v e rtiría e n a rm a s los cu arzo s co m u n es, y d ijo q u e lo
p rim e ro e ra h a lla r u n sitio p ro p ic io p a ra lla m a r
a l e sp íritu . T a l sitio d e b ía e sta r e n la cim a d e u n
cerro , y se lo c aliza b a m o v ie n d o la m a n o , c o n la p a l­
m a v u e lta h a c ia la tie rra , h a s ta q u e c ie rto c a lo r se
d e te c ta b a e n la p a lm a d e la m a n o . H a b ía q u e e n ­
c e n d e r fu eg o e n ese sitio . D o n J u a n ex p lic ó q u e el
a lia d o , a tra íd o p o r las llam as, se m a n ife sta b a a tra ­
vés d e u n a serie c o n tin u a d a d e ru id o s. L a p erso n a
q u e b u sc a b a a lia d o d e b ía se g u ir la d ire c c ió n d e la
284
cu al v e n ía n los ru id o s y, c u a n d o el a lia d o se rev elab a,
lu c h a r c o n él y d e rrib a rlo al su e lo p a ra d o m e ñ a rlo .
E n ese p u n to , u n o p o d ía h a c e r q u e el a lia d o tocase
los cu arzo s p a ra in fu n d irle s p o d e r.
N o s a d v irtió q u e h a b ía o tra s fu erzas su e lta s e n
a q u e lla s m o n ta ñ a s d e lav a, fuerzas q u e n o se p a re ­
c ía n a los aliad o s; n o p ro d u c ía n r u id o alg u n o , a p a ­
re c ía n só lo co m o so m b ras fu gaces y c a re c ía n p o r
c o m p le to d e p o d er.
D o n J u a n a ñ a d ió q u e u n a p lu m a d e v iv id o s colo­
res, o u n o s cu arzo s m u y p u lid o s, a tra ía n la a te n c ió n
d e l a lia d o , p e ro a la la rg a u n o b je to c u a lq u ie ra sería
ig u a lm e n te efectivo, p o rq u e lo im p o rta n te n o e ra h a ­
lla r lo s o b je to s sin o h a lla r la fu erza q u e les in f u n ­
d ie ra p o d e r.
— ¿D e q u é les sirve te n e r cu arzo s b e lla m e n te p u li­
do s si ja m á s e n c u e n tra n a l e s p íritu d a d o r d e p o d er?
— d ijo — . E n cam b io , si n o tie n e n los cuarzos, p e ro
e n c u e n tra n a l e sp íritu , p u e d e n p o n e rle c u a lq u ie r cosa
en el c a m in o p a ra q u e la to q u e . P u e d e n p o n e rle la
v erg a si n o h a lla n o tr a cosa.
L o s jó v en es so lta ro n risitas. E l m á s au d az, el q u e
m e h a b ló p rim e ro , rio co n fuerza.
N o té q u e d o n J u a n h a b ía cru z a d o las p ie rn a s y
re la ja d o su p o stu ra . T a m b ié n los jó v en es te n ía n las
p ie rn a s cruzadas. T r a té d e a d o p ta r d e s e n fa d a d a m e n te
u n a p o sició n m ás có m o d a, p e ro m i ro d illa iz q u ie rd a
p a re c ía te n e r u n n e rv io to rc id o o u n m ú sc u lo d o lo ­
rid o . T u v e q u e p o n e rm e e n p ie y tr o ta r m a rc a n d o
el p aso u n o s c u a n to s m in u to s.
D o n J u a n h izo u n c o m e n ta rio e n b ro m a . D ijo q u e
yo h a b ía p e rd id o la p rá c tic a d e a rro d illa rm e p o rq u e
285
lle v a b a añ o s sin ir a co n fesión , d esd e q u e em pecé a
a n d a r co n él.
E so p ro d u jo u n a g ra n co n m o ció n e n tre los jóvenes.
R ie ro n a b o rb o to n e s. A lg u n o s se ta p a ro n la c a ra y
la n z a ro n risita s nerviosas.
— V oy a en señ arles alg o , m u ch ac h o s —d ijo d o n
J u a n , c o n d e sp re o c u p a c ió n , c u a n d o la risa d e los jó ­
v en es cesó.
S u p u se q u e n o s m o s tra ría a lg u n o s o b je to s d e p o d e r
sacados d e su m o rra l. D u ra n te u n seg u n d o creí q u e
los jóv en es ib a n a a p e ñ u sc a rse e n to rn o suyo, p u es
h ic ie ro n a l u n íso n o u n m o v im ie n to sú b ito . T o d o s se
in c lin a ro n u n po co h a c ia a d e la n te , co m o p a ra p o ­
n erse en p ie, p e ro lu e g o p le g a ro n la p ie rn a iz q u ie rd a
y re c u p e ra ro n esa m isterio sa p o sició n q u e ta n to m e
m a ltra ta b a las ro d illas.
C o n la m a y o r n a tu r a lid a d p o sib le, p u se m i p ie rn a
iz q u ie rd a b a jo m i cu erp o . D escu b rí q u e si n o m e sen ­
ta b a so b re el p ie iz q u ie rd o , es d ecir, si m a n te n ía u n a
p o stu ra m e d io a rro d illa d a , las ro d illa s n o m e d o lía n
ta n to .
D o n J u a n se le v a n tó y ro d e ó el g ra n p eñ asco h a sta
d esa p a re c e r d e n u e s tra vista.
S in d u d a a lim e n tó el fueg o a n te s d e p o n e rse en
p ie , m ie n tra s yo p le g a b a la p ie rn a , p u es las n u e ra s
v aras c h isp o rro te a ro n al e n c e n d e r, y b ro ta ro n larg as
llam as. E l efecto fu e e x tre m a d a m e n te d ra m á tic o . L as
lla m a s d u p lic a ro n su ta m a ñ o . D e p ro n to , d o n J u a n
d e jó el c u b ie rto d e p eñ asco y se p a ró d o n d e h a b ía
e sta d o se n ta d o . T u v e u n in s ta n te d e d esco n cierto .
D o n J u a n se h a b ía p u e sto u n cu rio so so m b re ro n e ­
gro. T e n ía picos a los lados, ju n to a los oídos, y co p a
re d o n d a . Se m e o c u rrió q u e era d e h e c h o u n som ­
286
b re ro d e p ira ta . D o n J u a n lle v a b a ta m b ié n u n a la rg a
casaca n e g ra , d e cola, a b ro c h a d a c o n u n so lo b o tó n
m e tá lico , b rilla n te , y te n ía u n a p ie rn a d e p alo .
R e í p a ra m is ad e n tro s. D o n J u a n se veía re a lm e n te
rid íc u lo e n su tra je d e p ira ta . E m p ecé a p re g u n ta rm e
d e d ó n d e h a b ía sacado ese d isfraz e n p le n o d esie rto .
A su m í q u e d e b ía h a b e rlo te n id o o c u lto d e trá s d e la
roca. C o m e n té p a ra m í m ism o q u e d o n J u a n n o n e ­
c esita b a m á s q u e u n p a rc h e so b re el o jo y u n lo ro
en el h o m b ro p a ra ser el p e rfe c to e ste re o tip o d e u n
b u c a n e ro .
D o n J u a n m iró a cad a m ie m b ro d el g ru p o , d e sli­
zan d o d e sp acio los ojos d e d e re c h a a iz q u ie rd a . L u eg o
alzó la v ista p o r en cim a d e n o so tro s y e sc u d riñ ó las
tin ie b la s a n u e stra s esp aldas; p e rm a n e c ió así u n m o ­
m e n to y lu e g o ro d e ó el p eñ asco y d esap areció .
N o m e fijé e n có m o c a m in a b a . O b v ia m e n te d e b ía
lle v a r la ro d illa d o b la d a p a ra re p re s e n ta r a u n h o m ­
b re co n p a ta d e p a lo ; c u a n d o d io la m e d ia v u e lta
p a ra ir tra s el p eñ asco d e b í h a b e r visto su p ie rn a d o ­
b la d a , p e ro m e h a lla b a ta n in trig a d o p o r sus actos
q u e n o p re sté a te n c ió n a lo s d etalles.
L as lla m as p e rd ie ro n fu erza e n el m o m e n to m ism o
q u e d o n J u a n ro d e ó el peñ asco . P ensé q u e su sin c ro ­
n iz a c ió n e ra m a g istral; in d u d a b le m e n te c a lcu ló c u á n ­
to tie m p o ta rd a ría n e n a rd e r las v aras a ñ a d id a s al
fuego, y d isp u so su a p a ric ió n y su sa lid a d e a c u e rd o
c o n ese cálcu lo.
E l ca m b io e n la in te n s id a d d e l fu eg o fu e m u y d ra ­
m á tic o p a ra el g ru p o ; h u b o u n escarceo d e n e rv io ­
sism o e n tre los jóvenes. C o n fo rm e las lla m as d ism i­
n u ía n d e ta m a ñ o , los c u a tro re c u p e ra ro n , al u n íso n o ,
u n a p o stu ra d e p ie rn a s cruzadas.
287
Y o e sp e ra b a q u e d o n J u a n re g resara d e in m e d ia to
y v o lv iera a to m a r a sien to , p e ro n o lo hizo. P e rm a ­
n eció in v isib le. A g u a rd é c o n im p a c ie n c ia . L o s jó v en es
te n ía n u n a e x p re sió n im p a s ib le e n sus ro stro s.
N o e n te n d ía cu ál e ra el p ro p ó s ito d e l h istrio n ism o
d e d o n J u a n . T r a s u n a la rg a esp era, m e v o lv í al jo ­
v en a m i d e re c h a y le p re g u n té en voz b a ja si a lg u n a
d e las p re n d a s q u e d o n J u a n se h a b ía p u e sto — el
so m b re ro ch isto so y la la rg a casaca d e co la— , o el h e ­
ch o d e q u e se su ste n ta ra e n u n a p ie rn a d e p alo ,
te n ía n a lg ú n s e n tid o p a ra él.
E l jo v e n m e m iró c o n u n a e x p re sió n ra ra , vacía.
P a re c ía c o n fu n d id o . R e p e tí m i p re g u n ta , y el jo v e n
ju n to a l p rim e ro m e m iró co n a te n c ió n p a ra p re sta r
o íd o .
Se m ira ro n e n tre sí, al p a re c e r p resas d e la co n ­
fu sió n to ta l. D ije q u e , a m is ojos, el so m b re ro y la
p a ta y la casaca c o n v e rtía n i d o n J u a n e n u n p ira ta .
P a ra en to n ces, los c u a tro jóv en es se h a b ía n c o n ­
g reg ad o a m i a lre d e d o r. R e ía n su a v e m e n te y el n e r­
vio sism o los a g ita b a . P a re c ía n falto s d e p a la b ra s. E l
d e m a y o r a u d a c ia m e h a b ló , fin a lm e n te . D ijo q u e
d o n J u a n n o lle v a b a so m b re ro , n o te n ía p u e s ta u n a ca­
saca la rg a , n i en m o d o a lg u n o se a p o y a b a e n u n a
p a ta d e p alo , sin o q u e lu c ía u n ch a l o u n a c a p u c h a
n e g ra so b re la cabeza y u n a tú n ic a n e g ro azabach e,
co m o d e fra ile , q u e lle g a b a h a s ta el su elo .
— ¡N o! — ex clam ó c o n su a v id a d o tro jo v e n — . N o
tra ía c ap u ch a.
— E s c ie rto — d ije ro n los otros.
E l jo v e n q u e h a b ló p rim e ro m e m iró c o n u n a ex ­
p re sió n d e in c re d u lid a d co m p leta.
L es d ije q u e d e b ía m o s re p a s a r lo o c u rrid o con
288
m u c h o c u id a d o y m u c h a calm a, y q u e yo te n ía la
se g u rid a d d e q u e d o n J u a n q u e ría q u e h ic ié ra m o s eso
y p o r e llo n o s h a b ía d e ja d o solos.
E l jo v e n a m i e x tre m a d e re c h a d ijo q u e d o n J u a n
v estía h a ra p o s. T e n ía u n a stro so p o n c h o , o u n a p re n ­
d a in d ia sim ila r, y u n so m b re ro m u y a p o rre a d o . L le ­
v a b a u n a c a n a sta co n cosas d e n tro , p e ro el jo v e n n o
sa b ía c o n certeza q u é cosas e ra n . A ñ a d ió q u e el a ta ­
v ío d e d o n J u a n n o e ra re a lm e n te el d e u n p o rd io ­
sero, sin o m á s b ie n el d e u n h o m b re q u e v o lv ía, car­
g a d o d e o b je to s e x tra ñ o s, d e u n v ia je in te rm in a b le .
E l jo v e n q u e v io a d o n J u a n co n c a p u c h a n e g ra
d ijo q u e el a n c ia n o n o lle v a b a n a d a e n las m an o s,
p e ro q u e su p e lo e ra la rg o y d eso rd e n a d o , co m o el
d e u n salv a je q u e a c a b a ra d e m a ta r a u n fra ile y d e
p o n e rse su h á b ito , sin lo g ra r c o n esto e n c u b rir su
salvajism o .
E l jo v e n a m i iz q u ie rd a c h a sq u e ó su a v e m e n te la
le n g u a y c o m e n tó lo e x tra ñ o q u e e ra to d o . D ijo q u e
d o n J u a n v estía co m o u n h o m b re im p o rta n te re c ié n
b a ja d o d e su cab allo . L u c ía c h a p a rre ra s d e cu ero ,
g ra n d e s esp u elas, u n fu e te q u e g o lp e a b a c o n tin u a ­
m e n te c o n tra la p a lm a d e su m a n o iz q u ie rd a , u n som ­
b re ro c h ih u a h u e ñ o d e co p a có n ica, y dos p isto la s
a u to m á tic a s c a lib re 45. D ijo q u e d o n J u a n e ra la
im a g e n d e u n ra n c h e ro aco m o d ad o .
E l jo v e n a m i e x tre m a iz q u ie rd a rio co n tim id e z
y se a b stu v o d e re v e la r lo q u e h a b ía visto. H ic e p o r
a n im a rlo , p e ro los d em á s n o se m o stra b a n in te re sa ­
dos. E l m u c h a c h o p a re c ía ser d e m a sia d o tím id o p a ra
h a b la r.
E l fu eg o estab a a p u n to d e e x tin g u irse c u a n d o d o n
J u a n salió d e tras el peñasco.
289
— M ás v ale q u e d ejem o s a los jóv en es e n sus la b o ­
res — m e d ijo — . D iles adiós.
N o los m iró . E m p ezó a alejarse, d esp acio , p a ra d a r­
m e tie m p o d e d e sp ed irm e.
L o s jó v en es m e ab ra z a ro n .
N o h a b ía lla m as en el fuego, p ero las b rasas d a b a n
su fic ie n te re sp la n d o r. D o n J u a n e ra com o u n a so m b ra
o scu ra a u n o s m e tro s d e d ista n c ia , y los jó v en es fo r­
m a b a n u n c írc u lo d e silu e ta s estáticas c la ra m e n te d e ­
fin id as. S e m ejab an u n a lín e a d e e statu as n eg ras com o
el azabach e, colocadas c o n tra u n fo n d o d e tin ieb la s.
F u e e n to n c e s c u a n d o el e v en to to ta l tu v o im p acto
so b re m í. U n escalo frío re c o rrió m is v érteb ras. A l­
can cé a d o n J u a n . É l m e d ijo , e n u n to n o d e g ra n
u rg e n c ia , q u e n o m e v o lv ie ra a m ira r a los jóvenes,
p o rq u e e n ese m o m e n to e ra n u n círcu lo d e som bras.
M i estóm ag o sin tió u n a fu erza v e n id a d e l e x te rio r.
E ra co m o si u n a m a n o m e a fe rra ra . G rité in v o lu n ta ­
ria m e n te . D o n J u a n su su rró q u e e n esos p a ra je s h a ­
b ía ta n to p o d e r q u e m e sería m u y fácil u s a r “ la m a r­
c h a d e p o d e r” .
T ro ta m o s d u r a n te h o ras. M e caí cin co veces. D o n
J u a n c o n ta b a e n voz a lta cad a vez q u e yo p e rd ía el
e q u ilib rio . L u e g o se d etu v o .
— S ién tate, a c u rrú c a te c o n tra las rocas, y c ú b re te
la b a rrig a c o n las m a n o s — m e su su rró al oído.
Domingo, abril 15, 1962
E n la m a ñ a n a , a p e n a s h u b o luz su fic ien te, echam os
a a n d a r. D o n J u a n m e g u ió a l sitio d o n d e d e jé m i
coche. Y o te n ía h a m b re , p e ro p o r lo d em ás m e sen tía
d escan sad o y lle n o d e vigor.
290
C o m im o s g alle tas y b e b im o s a g u a m in e ra l e m b o te ­
lla d a q u e yo tra ía e n el coche. Q u ise h a c e rle u n a s
p re g u n ta s q u e m e p re s io n a b a n c o n v io len cia, p e ro él
se llev ó el ín d ic e a los lab io s.
A m e d ia ta rd e no s h a lla m o s en el p u e b lo fro n te riz o
d o n d e él d eseab a q u ed arse. F u im o s a co m e r a u n res­
ta u ra n te . E sta b a d esie rto ; o cu p am o s u n a m esa ju n to
a u n a v e n ta n a q u e m ira b a el a je tre o d e la ca lle p r in ­
c ip al, y o rd e n a m o s n u e s tra co m id a.
D o n J u a n p a re c ía tra n q u ilo ; e n sus ojos b rilla b a
u n re fle jo m alicio so . M e se n tí p ro p ic ia d o e in ic ié u n
b o m b a rd e o d e p re g u n ta s. M ás q u e n a d a , in q u ir í so­
b re su disfraz.
— L es en señ é u n p o q u ito m i no-hacer — d ijo , y sus
ojos p a re c ía n brasas.
— P e ro n in g u n o v io el m ism o d isfraz — d ije — .
¿C óm o le h iz o usted?
— M u y sen cillo — re p lic ó — . E ra n só lo disfraces,
p u es to d o lo q u e h acem o s es, e n c ie rto se n tid o , u n
sim p le disfraz. T o d o c u a n to h acem os, com o ya te d ije ,
es a s u n to d e hacer. U n h o m b re d e c o n o c im ie n to p u e ­
d e así en g a n c h a rse c o n el hacer d e to d o el m u n d o y
sa lir c o n cosas e x tra ñ a s. P e ro n o so n re a lm e n te n i
ta n to . S o n e x tra ñ a s só lo p a ra q u ie n e s e stá n a tra p a ­
d o s e n el hacer.
“ N i esos c u a tro jóv en es n i tú a ú n se h a n d a d o c u e n ­
ta d e l no-hacer p o r eso fu e fácil e n g a tu sa rlo s a tod o s."
— ¿P ero cóm o no s e n g a ñ ó usted?
— N o te n d ría sen tid o p a ra ti. N o h a y m o d o d e q u e
lo e n tie n d as.
— P ru é b e m e , d o n J u a n , p o r favor.
— D igam o s q u e, c u a n d o nacem os, traem o s u n anillito d e p o d e r. C asi d esd e el p rin c ip io , em pezam o s a
291
u s a r ese a n illito . A sí q u e cad a u n o d e n o so tro s está
e n g a n c h a d o d esd e el n a c im ie n to , y n u e stro s a n illo s
d e p o d e r e stá n u n id o s co n los a n illo s d e to d o s los
dem ás. E n o tras p a la b ra s, n u e stro s a n illo s d e p o d e r
e stá n en g an ch ad o s al hacer d e l m u n d o p a ra c o n s tru ir
el m u n d o .
— D em e u n e je m p lo p a ra q u e e n tie n d a — d ije .
— P o r ejem p lo , n u e stro s a n illo s d e p o d e r, el tu y o
y el m ío , e stá n e n g a n c h a d o s a h o ra m ism o e n el ha­
cer d e este c u a rto . E stam o s c o n stru y e n d o este c u a rto .
N u estro s a n illo s d e p o d e r e stá n te jie n d o este c u a rto
e n este p reciso m o m en to .
— E spere, esp ere — d ije — . E ste c u a rto está a q u í
p o r sí m ism o. Y o n o lo estoy crea n d o . N o ten g o , n a d a
q u e v e r c o n él.
A d o n J u a n n o p a re c ía n im p o rta rle m is p ro te sta s
y arg u m e n to s. S ostuvo co n m u c h a calm a q u e el a p o ­
sen to d o n d e estáb am o s re c ib ía su ser y su o rd e n d e la
fu erza d e l a n illo d e p o d e r d e to d o s noso tro s.
— V erás — c o n tin u ó — , to d o s conocem os el hacer d e
los cu a rto s p o rq u e , e n u n a fo rm a o en o tra , h em os
p asad o e n cu a rto s g ra n p a rte d e n u e s tra v id a. U n
h o m b re d e c o n o cim ien to , e n cam b io , d e sa rro lla o tro
a n illo d e p o d e r. Y o lo lla m a ría el a n illo d e no-hacer,
p o rq u e está e n g a n c h a d o a no-hacer. A sí, co n ese a n i­
llo , p u e d e u r d ir o tro m u n d o .
U n a m esera jo v e n tra jo n u e s tra co m id a y p a re c ió
recelo sa d e nosotros. D o n J u a n m e su su rró q u e le p a ­
g ara, p a ra m o stra rle q u e tra ía d in e ro su ficien te.
— N o m e e x tra ñ a q u e d esco n fíe d e ti — d ijo , y so ltó
u n a c a rc a ja d a — T e ves d e l carajo .
P a g u é a la m u je r y le d i p ro p in a , y c u a n d o nos
d e jó solos m e q u e d é m ir a n d o a d o n J u a n , tra ta n d o d e
292
h a lla r la fo rm a d e re c o b ra r el h ilo d e n u e s tra co n ­
v ersació n . É l a c u d ió e n m i ay u d a.
— T u d ific u lta d es q u e to d a v ía n o d e sa rro lla s tu
o tro a n illo d e p o d e r y tu c u e rp o n o sab e no-hacer
— d ijo .
N o e n te n d í lo q u e decía. M i m e n te e stab a tra b a d a
co n u n a p re o c u p a c ió n re a lm e n te p ro saica. T o d o lo
q u e d eseab a sab er era si d o n J u a n se h a b ía p u e sto o
n o u n tra je d e p ira ta .
D o n J u a n n o m e re sp o n d ió ; echó a re ír c o n es­
tru e n d o . L e su p liq u é ex p licar.
— P e ro si aca b o d e e x p lic á rte lo — rep u so .
— ¿Es d e c ir, q u e n o se p u so u ste d n in g ú n disfraz?
— p re g u n té .
— T o d o lo q u e h ic e fu e e n g a n c h a r m i a n illo d e
p o d e r a tu p ro p io hacer — d ijo — . T ú m ism o h ic iste
el resto , y así h ic ie ro n los d em ás.
— jE so es in c re íb le l — exclam é.
— A to d o s n o so tro s n o s h a n en señ ad o a esta r d e
a c u e rd o e n hacer — d ijo su a v e m e n te — . N o tie n e s id e a
d e l p o d e r q u e ese a c u e rd o im p lic a . P ero , p o r fo rtu n a ,
no-hacer es ig u a l d e m ilag ro so y po dero so .
S e n tí u n a o n d u la c ió n in c o n tro la b le en el estóm ago.
H a b ía u n a b ism o in sa lv a b le e n tre m i e x p e rie n c ia d e
p rim e ra m a n o y la e x p licac ió n . M i ú ltim o re d u c to
fu e, co m o siem p re, u n tin te d e d u d a y d esco n fian za
q u e creó la p re g u n ta : “ ¿Q u é ta l si d o n J u a n estab a
d e a c u e rd o co n los m u c h a c h o s y él m ism o p re p a ró
to d o ?”
C a m b ié d e tem a y le p re g u n té p o r los c u a tro a p re n ­
dices.
— ¿M e d ijo u ste d q u e e ra n som bras? — p re g u n té .
— C ie rto .
293
— ¿E ran aliados?
— N o. E ra n a p re n d ic e s d e u n h o m b re q u e conozco.
— ¿P or q u é les d ijo u ste d som bras?
— P o rq u e e n ese m o m e n to los h a b ía to c a d o el p o ­
d e r d e no-hacer, y co m o n o so n ta n e stú p id o s com o
tú , c a m b ia ro n a alg o m u y d is tin to d e lo q u e tú c o n o ­
ces. P o r ese m o tiv o n o q u ise q u e los m ira ra s. Sólo te
h a b ría h ech o m al.
N o m e q u e d a b a n p re g u n ta s. T a m p o c o te n ía h a m ­
b re. D o n J u a n co m ió d e b u e n a g a n a y p a re c ía d e u n
h u m o r ex celen te. P e ro yo m e se n tía d e p rim id o . D e
p ro n to , u n a g ra n fatig a m e sa tu ró . T o m é co n cien cia
d e q u e el cam in o d e d o n J u a n e ra d em a siad o a rd u o
p a ra m í. C o m e n té q u e n o lle n a b a los re q u isito s p a ra
c o n v e rtirm e en b ru jo .
— Q u iz á o tro e n c u e n tro co n M escalito te ay u d e
— d ijo él.
L e aseg u ré q u e eso e ra lo q u e m ás lejos e stab a d e
m i m e n te , y q u e n i siq u ie ra to m a ría e n c u e n ta la
p o sib ilid a d .
— T ie n e n q u e p a s a rte cosas m u y d rá stic a s p a ra q u e
p e rm ita s a tu c u e rp o a p ro v e c h a r lo q u e h a s a p re n ­
d id o — d ijo .
A v e n tu ré la o p in ió n d e q u e , n o sie n d o in d io , ca­
recía d e las c u a lid a d e s básicas p a ra v iv ir la in só lita
e x isten cia d e u n b ru jo .
— T a l vez, si lo g ra ra d e sp re n d e rm e d e to d o s m is
co m p ro m iso s, p o d ría d esen v o lv erm e u n p o co m e jo r en
su m u n d o — d ije — . O si m e fu e ra co n u ste d al d esie r­
to, a v iv ir allí. C o m o e stá n las cosas, el h e c h o d e te n e r
u n p ie e n cad a m u n d o m e h a c e in ú til en am bos.
S e m e q u e d ó m ira n d o u n ra to .
— É ste es tu m u n d o — d ijo , se ñ a la n d o la ca lle tu ­
294
m u ltu o s a d e trá s d e la v e n ta n a — . E res h o m b re d e ese
m u n d o . Y a llá afu era , e n ese m u n d o , está tu cam p o
d e caza. N o h a y m a n e ra d e e scap ar a l hacer d e n u es­
tro m u n d o ; p o r eso, lo q u e h a c e u n g u e rre ro es co n ­
v e rtir su m u n d o e n su c a m p o d e caza. C o m o cazad or,
el g u e rre ro sab e q u e el m u n d o está h ech o p a ra usarse.
D e m o d o q u e lo u sa h a s ta lo ú ltim o . U n g u e rre ro es
com o u n p ir a ta q u e n o tie n e escrú p u lo s e n to m a r y
u s a r c u a lq u ie r cosa q u e desee, sólo q u e el g u e rre ro n o
se aflig e n i se o fe n d e c u a n d o lo u sa n y lo to m a n a él.
295
XVII. UN ADVERSARIO QUE VALE
LA PENA
Martes, diciembre 11, 1962
M is t r a m p a s e ra n p erfectas; la u b ic a c ió n e ra co rrec­
ta; v i conejos, a rd illa s y o tro s ro ed o res, p erd ices, p á ­
ja ro s, p e ro n a d a p u d e c a p tu ra r e n to d o el d ía .
D o n J u a n m e d ijo , c u a n d o salíam o s d e su casa m u y
d e m a ñ a n a , q u e ese d ía h a b ría d e e sp e ra r u n “ re ­
g a lo d e p o d e r” , u n a n im a l e x cep cio n al q u e ta l vez
cay era e n m is tra m p a s y cu y a c a rn e p o d ría yo secar
p a ra c o n v e rtir e n " c o m id a d e p o d e r” .
D o n J u a n p a re c ía p e n sa tiv o . N o h iz o u n a sola su ­
g e re n c ia o co m e n tario . C a si al te rm in a r e l d ía , h a b ló
p o r fin .
— A lg u ie n está in te rfirie n d o c o n tu cac ería — d ijo .
— ¿Q u ién ? — p re g u n té , v e rd a d e ra m e n te s o rp re n ­
d id o .
M e m iró y so n rió y m e n e ó la cabeza e n u n gesto
in c ré d u lo .
— T e p o rta s co m o si n o su p iera s q u ié n — d ijo — . Y
lo h a s sa b id o to d o e l d ía .
Y o ib a a p ro te sta r, p e ro n o le v i o b je to . S u p e q u e
d o n J u a n d ir ía “ la C a ta lin a ” , y si d e ese tip o d e
c o n o c im ie n to h a b la b a , te n ía razó n , yo sí sa b ía q u ié n .
— O no s v am os a h o rita a la casa — prosiguió-—, o
296
esp eram o s q u e oscurezca y u sam o s el cre p ú sc u lo p a ra
a g a rra rla .
P a re c ía e sp e ra r m i d ecisió n . Y o q u e ría m a rc h a rm e .
E m p ecé a le v a n ta r u n m e c a te q u e e stab a u sa n d o , p e ro
a n te s d e q u e p u d ie ra d a r voz a m i deseo él m e d e tu v o
c o n u n a o rd e n d irecta.
— S ié n ta te — d ijo — . L o m á s sen cillo y c u e rd o sería
irn o s y ya, p e ro éste es u n caso p e c u lia r y creo q u e
d eb em o s q u e d a rn o s. E sta fu n c ió n d e te a tro es n a d a
m ás p a ra ti.
— ¿Q u é q u ie re u ste d d ecir?
— A lg u ie n está in te rfirie n d o c o n tig o , e n p a rtic u la r,
p o r eso ésta es tu fu n ció n . Y o sé q u ié n y tú ta m b ié n
sabes q u ié n .
— M e asu sta u ste d -—d ije.
— Y o n o — rep u so , rie n d o — . T e asu sta esa v ie ja ,
q u e a n d a p o r a llí m e ro d e a n d o .
H izo u n a p a u sa com o si e sp e ra ra q u e el efecto d e
sus p a la b ra s se h ic ie ra v isib le e n m í. T u v e q u e a d ­
m itir m i te rro r.
M ás d e u n m es an tes, yo h a b ía te n id o u n a h o rre n d a
c o n fro n ta c ió n c o n u n a b r u ja lla m a d a " la C a ta lin a ” .
L a e n fre n té co n riesgo d e m i v id a p o rq u e d o n J u a n
m e co n v en ció d e q u e e lla d eseab a m a ta rlo y él e ra
in c a p a z d e c o n te n e r sus ata q u e s. C u a n d o h u b e e n tra ­
d o e n c o n ta c to c o n ella, d o n J u a n m e rev eló q u e la
m u je r n o h a b ía re p re se n ta d o e n re a lid a d n in g ú n p e ­
lig ro p a ra él, y q u e to d o el a s u n to h a b ía sid o u n a
tra m p a , n o e n el se n tid o d e tra v e su ra m a licio sa sin o
e n el d e u n lazo q u e m e h a b ía te n d id o .
S u m é to d o m e p a re c ió ta n c a re n te d e étic a q u e m e
e n fu re c í c o n él.
297
A l o ír m i e sta llid o ira c u n d o , d o n J u a n se p u so a
c a n ta r can cio n es ra n c h e ra s. Im itó c a n ta n te s p o p u la re s
y sus v ersion es e ra n ta n cóm icas q u e te rm in é rie n d o
co m o u n n iñ o . M e e n tre tu v o d u r a n te h o ras. Y o n o
sa b ía q u e tu v iese ta l re p e rto rio d e can cio n es id io ta s
— D é ja m e d e c irte alg o — d ijo fin a lm e n te en a q u e ­
lla o casión — . Si n o n o s p u s ie ra n tra m p a s, n u n c a
a p re n d e ría m o s. L o m ism o m e p asó a m í, y le p asa a
c u a lq u ie ra . E l a rte d e u n m a e stro es lle v a rn o s h a sta
el b o rd e . U n m a e stro sólo p u e d e se ñ a la r el ca m in o
y h a c e r tra m p a s. T e p u se u n a an tes. ¿N o re c u e rd a s
la fo rm a e n q u e re c o b ré tu e s p íritu d e cazador? T ú
m ism o m e d ijis te q u e caz ar te h a c ía o lv id a rte d e las
p la n ta s. E stu v iste d isp u e sto a h a c e r u n m o n tó n d e
cosas p a ra lle g a r a ser cazad or, cosas q u e n o h a b ría s
h e c h o p o r sa b e r d e las p la n ta s. A h o ra d eb es h acer
m u c h o m ás si q u ie re s so b rev iv ir.
Se m e q u e d ó m ira n d o y estalló en u n a rra n q u e d e
risa.
— T o d o esto es u n a lo c u ra — d ije — . Som os seres
racio n ales.
— T ú eres ra c io n a l — re p u so — . Y o no.
— P o r su p u e sto q u e sí — in sistí— . U ste d es u n o d e
los h o m b re s m ás ra c io n a le s q u e h e conocido.
— ¡M u y b ie n ! — ex clam ó — . N o d iscu tam o s. Soy r a ­
cio n a l, ¿y eso qué?
L o en v o lv í en el a rg u m e n to d e p o r q u é era n ece­
sario q u e dos seres racio n ales p ro c e d ie ra n e n fo rm a
ta n in s a n a com o n o so tro s h a b ía m o s p ro c e d id o c o n la
b ru ja .
— D e v eras eres ra c io n a l — d ijo él co n fiereza— . Y
eso sig n ifica q u e crees co n o cer m u c h o d e l m u n d o ,
p e ro ¿conoces? ¿C onoces e n v erd ad ? Sólo h as v isto las
298
acciones d e la g en te. T u s e x p erien cias se lim ita n ú n i­
c a m e n te a lo q u e la g e n te te h a h ech o o le h a h e c h o
a otros. N o sabes n a d a d e este m isterio so m u n d o des­
con o cid o .
M e h izo señ a d e seg u irlo a m i a u to , y v ia ja m o s al
p e q u e ñ o p u e b lo m e x ic a n o q u e h a b ía cerca.
N o p re g u n té q u é íb a m o s a h acer. M e h izo estacio ­
n a r el co ch e ju n to a u n a fo n d a, y lu e g o cam in am o s
ro d e a n d o la te rm in a l d e a u to b u se s y u n a lm a c é n ge­
n e ra l. D o n J u a n ib a a m i d erech a, g u iá n d o m e . D e
p ro n to m e d i p le n a c u e n ta d e q u e o tra p e rso n a ca­
m in a b a ju n to a m í, a m i iz q u ie rd a , p e ro d o n J u a n ,
sin d a rm e tie m p o a v o lv er el ro stro p a ra m ira r, h izo
u n m o v im ie n to veloz y s ú b ito ; se ag ach ó co m o si
reco g iera alg o d el suelo, y lu e g o m e asió p o r el so­
b aco c u a n d o estuv e a p u n to d e tro p e z a r co n él. M e
a rra stró al coche, y n o so ltó m i b ra z o n i siq u ie ra
p a ra p e rm itirm e a b rir la p u e rta . T a n ta le e u n m o ­
m e n to co n las llaves. £1 m e e m p u jó co n g e n tile z a al
in te rio r d el coche y lu eg o su b ió a su vez.
— M a n e ja d e sp acio y p á ra te fre n te a la tie n d a
— d ijo .
C u a n d o m e h u b e d e te n id o , d o n J u a n m e hizo, co n
la cabeza, seña d e m ira r. L a C a ta lin a estab a p a ra d a
en el sitio d o n d e d o n J u a n m e h a b ía a g a rra d o el
brazo. R e sp in g u é in v o lu n ta ria m e n te . L a m u je r d io
u n o s pasos h a c ia el co ch e y se p a ró d e sa fia n te . L a
e sc u d riñ é co n c u id a d o y c o n c lu í q u e e ra h erm o sa.
E ra m u y m o re n a y re c h o n c h a , p e ro p a re c ía fu e rte y
m u scu lar. T e n ía u n ro stro re d o n d o , lle n o , c o n p ó m u ­
los a lto s y do s larg as tren zas d e cab ello n eg rísim o . L o
q u e m ás m e s o rp re n d ió fu e su ju v e n tu d . N o p o d ría
te n e r m u c h o m ás d e tre in ta añ o s, a lo sum o.
299
— Q u e se a c e rq u e m ás si q u ie re — su su rró d o n
Ju an .
L a C a ta lin a d io tres o c u a tro pasos h a c ia m i coche
y se d e tu v o a u n o s tres m e tro s d e d ista n c ia . N o s m i­
ram os. E n ese m o m e n to se n tí q u e n o h a b ía en ella
n in g u n a am en aza. S o n reí y la sa lu d é co n la m a n o .
E lla rio , co m o n iñ ita tím id a , y se c u b rió la boca. M e
se n tí d ele ita d o . M e v o lv í a d o n J u a n p a ra c o m e n ta r
la a p a rie n c ia y la c o n d u c ta d e la m u c h a c h a , y él casi
m e m a ta d e su sto co n u n g rito .
— ¡N o le des la e sp a ld a a esa m u je r, h ijo d e la
ch in g ad a! — d ijo c o n voz c o n m in a n te .
M e volví rá p id a m e n te a m ira r a la C a ta lin a . H a ­
b ía d a d o o tro s pasos h a c ia el coche y se h a lla b a a
m e n o s d e m e tro y m e d io d e m i p u e rta . S o n reía; sus
d ie n te s e ra n g ran d es y b la n c o s y m u y lim p io s. P e ro
h a b ía alg o e x tra ñ o e n su sonrisa. N o e ra am isto sa;
e ra u n a m u ec a c o n te n id a ; sólo so n reía la b oca. L os
ojos, n eg ro s y fríos, m e m ira b a n con fijeza.
E x p e rim e n té u n escalo frío e n to d o el cu erp o . D o n
J u a n ech ó a re ír e n u n cacareo rítm ic o ; tra s u n m o ­
m e n to d e esp era, la m u je r re tro c e d ió d e sp acio y des­
a p a re c ió e n tre la g en te.
N o s alejam o s, y d o n J u a n esp ecu ló q u e , si yo n o
te m p la b a m i v id a y a p re n d ía , la C a ta lin a ib a a a p las­
ta rm e co n el p ie , co m o a u n b ic h o in d efen so .
— É sa es el ad v ersario q u e te d ije q u e te h a b ía e n ­
c o n tra d o — d ijo .
D o n J u a n d ijo q u e d eb ía m o s e sp e ra r u n a u g u rio , a n ­
tes d e sa b e r q u é h acíam o s co n la m u je r q u e in te rfe ­
ría m i caza.
— Si o ím o s o vem os u n cuerv o , será señ al d e q u e
300
p o d em o s esp erar, y ta m b ié n sab rem os d ó n d e e sp e ra r
— a ñ a d ió .
D io v u e lta , d esp acio, e n u n c írcu lo co m p leto , escu­
d riñ a n d o to d o el e n to rn o .
— É ste n o es el sitio p a ra e sp e ra r — d ijo e n u n su ­
su rro .
E ch am o s a a n d a r h a c ia el este. Y a h a b ía o scu reci­
d o b a sta n te . D e p ro n to , d o s cuervos sa lie ro n vo­
la n d o d e u n o s a rb u sto s alto s, y d e sa p a re c ie ro n tra s
u n cerro. D o n J u a n d ijo q u e el cerro era n u e s tro
d estin o .
C u a n d o llegam os, lo c irc u n d ó , y elig ió u n sitio
o rie n ta d o al su reste, al p ie d e l cerro. L im p ió d e ra ­
m as secas, h o ja s y o tra b a su ra , u n esp acio c irc u la r
d e m e tro y m e d io o do s m e tro s d e d iá m e tro . I n te n té
a y u d a rlo , p e ro m e rech azó co n u n vigo ro so a d e m á n .
Se p u so el ín d ic e so b re los lab io s e h izo gesto d e si­
len cio. A l te rm in a r, m e ja ló a l c e n tro d e l círcu lo ,
m e h izo m ira r al su r, co n el cerro a las esp aldas, y m e
su su rró a l o íd o q u e im ita ra sus m o v im ien to s. In ic ió
u n a especie d e d an za, p ro d u c ie n d o u n g o lp eteo con
el p ie d erech o ; co n sistía e n siete tie m p o s ig u ales, es­
p a c ia d o s p o r u n co n g lo m e ra d o d e tres p a ta d a s r á ­
p id as.
T r a té d e a d a p ta rm e a su ritm o , y tra s a lg u n o s in ­
te n to s d esm añ ad o s fu i m ás o m en o s cap az d e re p ro ­
d u c ir el g o lp eteo .
— ¿P a ra q u é es esto? — le su su rré al o íd o .
R e sp o n d ió , ta m b ié n su su rra n d o , q u e yo e stab a gol­
p e a n d o la tie rra com o u n co n ejo , y q u e ta rd e o te m ­
p ra n o la p resen cia ace ch an te, a tra íd a p o r el ru id o ,
v e n d ría a v er q u é p asab a.
U n a vez q u e h u b e c o p ia d o el ritm o , d o n J u a n
301
d e jó d e p a ta le a r, p e ro a m í m e h izo p ro seg u ir, m a r­
c a n d o el paso c o n u n m o v im ie n to d e su m an o .
D e tie m p o e n tie m p o escu ch ab a a te n to , co n la
cabeza lig e ra m e n te in c lin a d a h a c ia la d erech a, al p a ­
re c e r p a ra d isc e rn ir so nid o s e n tre el m a to rra l. E n
c ie rto p u n to m e h izo señ a d e cesar y m a n tu v o u n a
p o stu ra d e lo m ás a le rta ; e ra com o si se h a lla se p ro n ­
to a d a r u n salto y cae r so b re u n a s a lta n te d esco n o ­
c id o e inv isib le.
L u e g o m e in d ic ó re a n u d a r el g o lp eteo , y tras u n
ra to m e hizo p a ra r d e n u ev o . C a d a vez q u e yo m e
d e te n ía , él escu ch ab a co n ta l co n c e n tra c ió n q u e cad a
fib ra d e su c u e rp o p a re c ía ten sarse casi h a sta re v e n ta r.
D e p ro n to saltó a m i la d o y m e su su rró al o íd o
q u e el c rep ú scu lo e stab a e n p le n o p o der.
M iré alre d e d o r. E l m a to rra l e ra u n a m a sa oscura,
y lo m ism o los cerros y las rocas. E l cielo e ra azu l
o scu ro y yo n o d istig u ía ya las n u b es. E l m u n d o e n ­
te ro p a re c ía u n a m asa u n ifo rm e d e silu etas oscuras
sin lím ite s visibles.
O í a lo lejos el g rito esc a lo fria n te d e u n a n im a l:
u n co y o te o q u iz á u n av e n o c tu rn a . O c u rrió ta n d e
re p e n te q u e n o le p resté a te n c ió n . P e ro el cu e rp o
d e d o n J u a n am ag ó u n so b resalto . P a ra d o ju n to a él,
se n tí su v ib ra ció n .
— D ale d e n u ev o — su su rró — . P a te a o tra vez y p o n ­
te listo . Ya ella está aq u í.
E m p ecé a p a ta le a r c o n fu ria y d o n J u a n p u so su
p ie so b re el m ío y m e h iz o señas fren éticas d e q u e
m e c a lm a ra y g o lp ease rítm ic a m e n te .
— N o la asustes — m e d ijo al o íd o — . T ra n q u ilíz a ­
te y n o p ie rd a s el ju icio .
N u e v a m e n te em pezó a m a rc a rm e el paso, y la se302
g u n d a vez q u e m e h izo p a ra r v o lv í a escu ch ar el m is­
m o g rito . A h o ra p a re c ía ser el g rito d e u n ave q u e
v o la b a so b re el cerro.
D o n J u a n m e h izo p a ta le a r u n a vez m ás, y e n el
m o m e n to d e cesar oí a m i iz q u ie rd a u n p e c u lia r so­
n id o c ru jie n te . E ra el r u id o q u e p ro d u c iría u n a n i­
m a l p esad o a l cru z a r e n tre las m a ta s secas. P en sé
fu g azm en te en u n oso, p e ro caí en la c u e n ta d e q u e
n o h a b ía osos e n el d esie rto . M e cogí d e l b razo d e
d o n J u a n y él m e so n rió y se llevó el d e d o a la boca
e n gesto d e silen cio . F ijé la m ira d a e n la o sc u rid a d
h a c ia m i iz q u ie rd a , p e ro él m e in d ic ó n o h acerlo . Se­
ñ a ló re p e tid a m e n te alg o p o r en cim a d e m i cabeza y
lu eg o m e h izo g ira r, d esp acio y e n silen cio , h a sta q u e
m e vi e n c a ra n d o la m a sa o scu ra d e l cerro. D o n J u a n
m a n te n ía el d e d o a p u n ta n d o a cierto p u n to d e l ce­
rro . A d h e rí m i v ista a ;d ic h o sitio y d e p ro n to , com o
e n u n a p esad illa, u ñ a so m b ra n e g ra m e saltó en cim a.
C h illé y caí d e esp ald as al suelo. D u ra n te u n m o ­
m e n to la silu e ta se so b re im p u so al cielo azu l oscu ro
y lu eg o v o ló p o r el a ire y a te rriz ó m ás a llá d e no s­
o tro s, en el m a to rra l. O í el so n id o d e u n c u e rp o
p esad o q u e caía co n e s tru e n d o so b re los a rb u sto s, y
d esp ués u n e x tra ñ o clam or.
D o n J u a n m e a y u d ó a le v a n ta rm e y m e g u ió , en la
o sc u rid a d , a l sitio d o n d e h a b ía d e ja d o m is tram p as.
M e h iz o re u n irla s y d esarm arlas, y lu eg o d e sp a rra m ó
las p iezas e n to d as d ireccio nes. R ealizó to d o esto sin
d e c ir p a la b ra . N o h a b la m o s en el ca m in o a su casa.
— ¿Q u é q u ie re s q u e te diga? — p re g u n tó d o n J u a n
d esp u é s d e q u e lo h u b e in s ta d o re p e tid a s veces a ex ­
p lic a r los eventos aco n tecid o s u n a s h o ra s an tes.
303
— ¿Q u é cosa era? — p re g u n té .
— S abes m u y b ie n q u ié n e ra — d ijo — . N o m e v en ­
gas co n eso d e “q u é cosa e ra ” . L o im p o rta n te es
q u ié n era.
Y o h a b ía u rd id o u n a ex p lic a c ió n q u e p a re c ía satis­
facerm e. L a fig u ra q u e vi p o d ría h a b e r sid o u n p a ­
p a lo te : a lg u ie n lo h a b ía so lta d o a rrib a d e l cerro
m ie n tra s a lg u ie n m ás, a n u e s tra esp ald a, lo ja la b a al
suelo, d a n d o así el efecto d e u n a silu e ta o scu ra q u e
v o ló p o r el a ire cosa d e q u in c e o v e in te m etro s.
E scu ch ó a te n ta m e n te m i ex p lic a c ió n y lu e g o rio
h a s ta q u e se le sa lie ro n las lág rim as.
— Y a n o te a n d es p o r las ra m a s — d ijo — . A l g ran o .
¿N o era u n a m u jer?
T u v e q u e a d m itir q u e, al caer y alzar la v ista, v i
s a lta r so b re m í, en u n m o v im ie n to m u y le n to , la si­
lu e ta o scu ra d e u n a m u je r co n fa ld a larg a; luego
alg o p a re c ió ja la r a la silu e ta y ésta v o ló co n g ra n
v e lo c id a d y se e strelló e n los arb u sto s. D e h ech o , ese
m o v im ie n to fu e lo q u e m e d io la id e a d e u n p a ­
p a lo te .
D o n J u a n re h u só se g u ir d isc u tie n d o el in c id e n te .
A l o tro d ía , salió a c u m p lir a lg u n a m isió n m iste ­
rio sa y yo fu i a v isita r a u n o s am igos y aq u is d e o tra
c o m u n id a d .
Miércoles, diciembre 12, 1962
A p en as lle g u é a la c o m u n id a d y aq u i, el te n d e ro m e­
x ic a n o m e d ijo q u e u n a c o m p a ñ ía d e C iu d a d O b re ­
g ó n le h a b ía re n ta d o u n tocadiscos y v e in te discos
p a ra la fiesta q u e ib a a d a r esa n o c h e e n h o n o r d e la
V irg e n d e G u a d a lu p e . Y a h a b ía c o n ta d o a to d o s
304
cóm o h izo los arreglo s n ecesarios a través d e J u lio , el
a g e n te v ia je ro q u e lle g a b a a la p o b la c ió n y a q u i do s
veces p o r m es p a ra c o b ra r los ab o n o s d e la ro p a b a ­
ra ta q u e h a b ía lo g ra d o v en d er, a plazos, a alg u n o s
in d io s.
J u lio tra jo el tocadiscos te m p ra n o p o r la ta rd e , y
lo co n ectó a la d ín a m o q u e p ro d u c ía e le c tric id a d
p a ra la tie n d a . V erificó el fu n c io n a m ie n to , su b ió el
v o lu m e n a l m á x im o , re c o rd ó al te n d e ro q u e n o to c a­
ra los b o to n es, y em pezó a ac o m o d a r los v e in te discos.
— Sé c u á n to s ray o n es tie n e cad a u n o —a d v irtió al
te n d e ro .
— E so d íselo a m i h ija — re sp o n d ió el o tro .
— E l re sp o n sa b le eres tú , n o tu h ija .
— D e to d o s m odos, e lla es la q u e va a esta r cam ­
b ia n d o los discos.
J u lio reca lcó q u e a él n o le im p o rta b a q u ié n fu e­
ra a m a n e ja r el a p a ra to , sie m p re y c u a n d o el te n d e ro
p a g a ra los discos d a ñ a d o s. E l te n d e ro se p u so a d is­
c u tir co n J u lio . E l ro stro d e J u lio en ro jeció . D e
tie m p o e n tie m p o se v o lv ía h a c ia el n u tr id o g ru p o
d e y aq u is co n g reg ad o fre n te a la tie n d a y d a b a m u es­
tra s d e d esesp eran za o fru s tra c ió n m o v ie n d o las m a ­
nos o c o n to rsio n a n d o la c a ra e n u n a m u eca. C o m o
ú ltim o recu rso , ex ig ió u n d e p ó sito en efectivo. E so
p re c ip itó o tra la rg a d iscu sió n acerca d e q u é cosa d e ­
b ía to m a rse p o r u n disco d a ñ a d o . J u lio d e c la ró co n
a u to r id a d q u e c u a lq u ie r disco ro to te n ía q u e p ag arse
a p re c io d e n u ev o. E l te n d e ro se e n o jó m ás y e m p e­
zó a q u ita r sus ex ten sio n es eléctricas. P a re c ía d e c i­
d id o a d e sco n ectar el tocadiscos y can c e la r la fiesta.
A claró a sus clien tes, re u n id o s fre n te a la tie n d a , q u e
h a b ía h e c h o lo p o sib le p o r e n tra r en tra to s con J u ­
305
lio. D u ra n te u n m o m e n to p a re c ió q u e la fiesta fa­
lla ría an tes d e co m enzar.
B las, el v iejo y a q u i q u e m e a lo ja b a en su casa, h izo
en voz a lta c o m e n tario s despectiv o s acerca d el triste
estad o d e cosas e n tre los yaq u is, q u e n i siq u ie ra p o ­
d ía n c e le b ra r su festiv id ad relig io sa m ás re v e re n c ia ­
d a, el d ía d e la V irg en d e G u a d a lu p e .
Q u ise in te rv e n ir y o frece r m i ay u d a, p e ro B las lo
im p id ió . D ijo q u e, si yo c u b rie ra el d e p ó sito re q u e ­
rid o , el te n d e ro m ism o h a ría pedazos los discos.
— Es p e o r q u e c u a lq u ie ra — d ijo — . Q u e p a g u e él.
B ie n q u e nos c h u p a san g re. D é ja lo q u e pag u e.
T ra s u n a la rg a d iscu sió n en la q u e, e x tra ñ a m e n te ,
to d o s los p resen tes e sta b a n e n fav o r d e J u lio , el te n ­
d e ro lo g ró té rm in o s q u e sa stifíeiero n a am b as p a r­
tes. N o p ag ó el d e p ó sito e n efectivo, p e ro ace p tó
re sp o n sa b ilid a d p o r los discos y el a p a ra to .
L a m o to c ic le ta d e J u lio d e jó u n a estela d e p o lv o
c u a n d o el v ia ja n te se d irig ió a alg u n a s d e las casas
m á s rem o tas d e la lo c a lid a d . B las d ijo q u e estab a
tra ta n d o d e a g a rra r a sus clien tes a n te s d e q u e ellos
v in iesen a la tie n d a y g a s ta ra n to d o su d in e ro en
tragos. M ie n tra s h a b la b a , u n g ru p o d e in d io s salió
d e tras la tie n d a . B las los m iró y echó a re ír, y lo
m ism o h ic ie ro n tod o s los dem ás.
B las m e d ijo q u e esos in d io s e ra n clie n te s d e J u ­
lio y h a b ía n estad o esco n d id o s d e trá s d e la tie n d a ,
e sp e ra n d o q u e se fuera.
L a fiesta com enzó te m p ra n o . L a h ija d e l te n d e ro
p u so u n disco en la to rn a m e sa y b a jó el b razo ; h u b o
u n e stru e n d o c h illa n te y u n zu m b id o m u y a g u d o , y
lu e g o se oyó u n en so rd e c e d o r so n id o d e tro m p e ta
y a lg u n a s g u ita rra s.
306
L a fiesta co n sistía e n to c a r los discos a to d o v o lu ­
m en. H a b ía c u a tro m ex ican o s jóv en es q u e b a ila b a n
con las do s h ija s d el te n d e ro y co n o tra s tres m u c h a ­
chas m exican as. L os y aq u is n o b a ila b a n ; o b se rv a b a n
con a p a re n te d e le ite cad a m o v im ie n to d e los b a ila ri­
nes. P a re c ía n d iv e rtirse n a d a m ás m ira n d o y e n g u ­
lle n d o te q u ila b a ra to .
In v ité copas a todos los q u e conocía. Q u e ría evi­
ta r c u a lq u ie r re se n tim ie n to . C irc u lé e n tre los n u m e ­
rosos in d io s, h acién d o les p lá tic a y o frecién d o les tra ­
gos. M i p a tró n d e c o n d u c ta fu n c io n ó h a sta q u e se
d ie ro n c u e n ta d e q u e yo n o b eb ía . E so p a re c ió m o ­
le sta r s im u ltá n e a m e n te a to d o el m u n d o . E ra com o
si, co lectiv am en te , h u b ie ra n d esc u b ie rto q u e yo n o
e n c a ja b a allí. L os in d io s se p u sie ro n m u y hoscos y
m e d irig ía n m ira d a s d e reo jo .
L os m exican o s, q u e se h a lla b a n ta n b o rra c h o s com o
los in d io s, a d v irtie ro n al m ism o tie m p o q u e yo n o
h a b ía b a ila d o , y eso p a re c ió o fen d erlo s a u n g ra d o
in c lu so m ay o r. Se p u sie ro n m u y agresivos. U n o d e
ellos m e a g a rró el b ra z o y m e llev ó m ás cerca d el
tocadiscos; o tro m e sirv ió u n a taza e n te ra d e te q u ila
y q u iso q u e m e la to m a ra d e u n trag o p a ra d em o s­
tr a r q u e e ra m acho.
T r a té d e g a n a r tie m p o y re í e stú p id a m e n te , com o
si d is fru ta ra d e to d a esa situ ació n . D ije q u e m e gu s­
ta ría b a ila r p rim e ro y b e b e r después. U n o d e los
jó v en es g ritó el títu lo d e u n a can ció n . L a m u c h a c h a
a carg o d e l a p a ra to em pezó a b u sc ar e n la p ila d e
discos. P a re c ía alg o ac h isp a d a , a u n q u e n in g u n a d e las
m u je re s h a b ía b e b id o en p ú b lic o , y tu v o d ific u lta d e s
p a ra e n c a ja r el disco e n la espiga. U n jo v e n d ijo q u e
el disco eleg ido n o era u n twist; ella rev o lv ió la p ila ,
307
tra ta n d o d e h a lla r la m ú sica a d ecu ad a, y to d o el
m u n d o se cerró en to rn o a ella y m e d ejó . E so m e
d io tie m p o p a ra c o rre r d e trá s d e la tie n d a , sa lir d el
á re a ilu m in a d a y q u e d a r fu e ra d e vista.
P a ra d o a u n o s tre in ta m e tro s d e d ista n c ia , en la
o sc u rid a d d e u n o s m a to rra le s, tra té d e d e c id ir q u é
h acía. M e h a lla b a can sad o . S entí q u e era tie m p o d e
su b ir e n m i coche y v o lv er a casa. E ch é a a n d a r
h a c ia la v iv ien d a d e B las, d o n d e e stab a el coche.
C a lc u lé q u e, si m a n e ja b a d esp acio, n a d ie se d a ría
c u e n ta d e q u e m e iba.
A l p arecer, la g e n te a carg o d e la m ú sica seg u ía
b u sc a n d o el disco — to d o lo q u e yo p o d ía o ír era el
z u m b id o a g u d o d e la b o c in a — , p ero lu e g o su rg ió
el e s tru e n d o d e u n twist. R e í, p e n sa n d o q u e p ro b a ­
b le m e n te h a b ía n v u e lto los ojos b u sc án d o m e, sólo
p a ra d e sc u b rir m i d esa p a ric ió n .
V i silu etas oscuras d e p erso n as q u e ib a n e n d ire c ­
ció n o p u e sta , h a c ia la tie n d a . N os cru zam o s y m u r­
m u ra ro n : “ B u en as n o ch es.” L os reco n o cí y les h a ­
b lé . L es d ije q u e la fiesta estab a b u e n a .
A n tes d e lle g a r a u n b ru sco reco d o d el cam in o , m e
e n c o n tré co n o tra s do s p erso n as; n o las reco n o cí, p ero
las sa lu d é d e tod o s m odos. E l escán d alo d e l to cad is­
cos e ra casi ta n fu e rte allí, e n el cam in o , co m o fre n te
a la tie n d a . E ra u n a n o ch e o scu ra, sin estrellas, p ero
el b rillo d e las luces d e la tie n d a m e p e rm itía u n a
p e rc e p c ió n v isu al b a s ta n te b u e n a d e l c o n to rn o . L a
casa d e B las q u e d a b a m u y cerca, y aceleré el paso.
N o té en to n ces la fig u ra o scu ra d e u n a p erso n a, sen­
ta d a o ta l vez a c u c lilla d a a m i iz q u ie rd a , en el reco­
do. P ensé p o r. u n in s ta n te q u e p o d ía ser u n o d e los
asisten tes a la fiesta, q u e se h a b ía id o a n te s q u e yo.
308
L a p e rso n a p a re c ía esta r d e fe c a n d o al la d o d e l cam i­
no . E so re s u lta b a e x tra ñ o . L a g e n te d e la c o m u n id a d
se a d e n tra b a en el m a to rra l c u a n d o q u e ría h a c e r sus
necesidades. P ensé q u e q u ie n estab a fre n te a m í d e ­
b ía h a lla rse b o rra c h o .
L le g u é a l reco d o y d ije : “ B u en as n o ch es.” L a res­
p u e sta fu e u n a u llid o ásp ero , in h u m a n o . L os vellos
d e m i c u e rp o se e rizaro n . P o r u n seg u n d o q u e d é p a ­
ralizad o . L u eg o eché a a n d a r ap risa. L a n c é u n v ista­
zo b reve. V i q u e la silu e ta o sc u ra se h a b ía in c o rp o ra d o
a m ed ias; e ra u n a m u je r. Se h a lla b a en co rv ad a, in c li­
n a d a h a c ia a d e la n te ; c a m in ó u n o s m e tro s e n esa p o s­
tu r a y lu e g o saltó . E ch é a co rrer, m ie n tra s la m u je r
sa lta b a co m o p á ja ro a m i la d o , m a n te n ié n d o se a la
p a r. C u a n d o lle g u é a la casa d e B las, m e estab a co r­
ta n d o el cam in o y casi n o s tocábam os.
S alté u n a z a n jita seca fre n te a la casa y e n tré , casi
d e rrib a n d o la frág il p u e rta .
B las ya se e n c o n tra b a e n la casa y m i h is to ria n o
p a re c ió p re o c u p a rlo .
— T e ju g a ro n u n a b u e n a — d ijo , tra n q u iliz á n d o ­
m e— . A los in d io s les e n c a n ta c h in g a r a los yoris.
L a e x p e rie n c ia m e h a b ía e sp a n ta d o ta n to q u e al
d ía S ig u iente fu i a casa d e d o n J u a n e n vez d e v o l­
v er a la m ía com o h a b ía p la n e a d o .
D o n J u a n reg resó al ata rd e c e r. S in d a rle tie m p o a
d e c ir n a d a , b a rb o té la h is to ria c o m p leta, in c lu y e n d o
el c o m e n ta rio d e B las. L a c a ra d e d o n J u a n se e n ­
so m b reció . A caso fu e sólo m i im a g in a c ió n , p e ro p e n ­
sé q u e e stab a p re o c u p a d o .
— N o te fíes m u c h o d e lo q u e B las te d ijo — aco n ­
sejó e n to n o serio— . N o sab e n a d a d e las lu c h a s e n ­
tre b ru jo s.
309
“ D eb ías h a b e r sab id o q u e era alg o serio e n el m o ­
m e n to en q u e v iste la so m b ra a tu iz q u ie rd a . P ero
n o d eb iste c o rre r.”
— ¿Y q u é d e b e ría h a b e r hecho? ¿Q u e d a rm e a llí p a ­
rad o ?
— C o rrecto . C u a n d o u n g u e rre ro se e n c u e n tra con
su ad v ersario , y el a d v e rsa rio n o es u n ser h u m a n o
o rd in a rio , tie n e q u e p la n ta rse . E so es lo ú n ic o q u e
lo h a c e in v u ln e ra b le .
— ¿Q u é d ic e u sted , d o n Ju a n ?
— D igo q u e h as te n id o tu tercer e n c u e n tro co n el
a d v e rsa rio q u e v ale la p e n a . T e a n d a sig u ien d o , es­
p e ra n d o q u e ten g as u n m o m e n to d e d e b ilid a d . E sta
vez casi te a tra p a .
S e n tí u n b ro te d e a n g u stia y lo acusé d e p o n e rm e
riesgos innecesarios. M e q u e jé d e q u e e stab a ju g a n ­
d o co n m ig o u n ju e g o cru el.
— S ería c ru e l si esto le h u b ie ra p a sa d o a u n h o m ­
b re co m ú n y c o rrie n te — d ijo — . P e ro u n o d e ja d e ser
c o m ú n en el in s ta n te e n q u e em pieza a v iv ir com o
g u e rre ro . A dem ás, n o te b u sq u é u n a d v e rsa rio q u e
vale la p e n a p o rq u e q u ie ra ju g a r co n tig o , o fa stid ia r­
te, o e n o ja rte . U n a d v e rsa rio d ig n o p o d ría serv irte
d e acicate; b a jo la in flu e n c ia d e u n a o p o n e n te com o
la C a ta lin a , ta l vez ten g a s q u e ech ar m a n o d e to d o
c u a n to te h e en señ ad o . N o te q u e d a o tra a lte rn a tiv a .
G u a rd a m o s silen cio u n ra to . Sus p a la b ra s m e h a ­
b ía n p ro v o c ad o u n a tre m e n d a ap re n sió n .
L u eg o m e p id ió im ita r lo m e jo r p o sib le el g rito
q u e o í d esp ués d e d ecir: “ B u en as n o ch es.”
I n te n té re p ro d u c ir el so n id o y lan cé u n a u llid o
e x tra ñ o q u e m e asustó. A d o n J u a n d e b e h a b e rle
310
p a re c id o chisto sa m i in te rp re ta c ió n ; rio casi in c o n ­
tro la b le m e n te .
D esp ués m e h izo re c o n s tru ir la secu en cia to ta l: la
d ista n c ia q u e co rrí, la d ista n c ia a q u e la m u je r esta­
b a c u a n d o la e n c o n tré y a q u é d ista n c ia c u a n d o lle­
g u é a la casa, y el sitio e n q u e em pezó a saltar.
— N in g u n a in d ia g o rd a p o d ría b rin c a r así — d ijo
d esp ués d e so pesar to d a s a q u e lla s v ariab le s— . N i si­
q u ie ra p o d ría c o rre r ta n to .
M e h iz o sa lta r. N o p u d e c u b rir m ás d e u n m e tro
v e in te e n c a d a b rin c o , y si m i p e rc e p c ió n e ra co rrec­
ta, los salto s d e la m u je r h a b ía n sid o c u a n d o m eno s
d e tres m etro ?.
— B u e n o , h as d e sa b e r q u e d e a h o ra e n a d e la n te
d eb es e sta r sie m p re a le rta — d ijo d o n J u a n c o n g ra n
u rg e n c ia — . E sa m u je r v a a tr a ta r d e to c a rte el h o m ­
b ro iz q u ie rd o e n u n m o m e n to d e d escu id o y d e b i­
lid a d .
— ¿Q u é d e b o h acer? — p re g u n té .
— N o tie n e caso q u e ja rse — d ijo él— . D e a h o ra en
a d e la n te , lo q u e im p o rta es la e stra te g ia d e tu v id a.
Y o n o p o d ía c o n c e n tra rm e e n lo q u e d ecía. T o ­
m a b a n o ta s e n fo rm a a u to m á tic a . T ra s u n la rg o si­
len cio m e p re g u n tó si te n ía yo a lg ú n d o lo r e n la
n u c a o d e trá s d e las orejas. R e p u se q u e n o , y él m e
d ijo q u e , si h u b ie ra e x p e rim e n ta d o u n a sen sación
d e sa g ra d a b le e n c u a lq u ie ra d e esas d o s p artes, eso
h a b ría sig n ificad o q u e la C a ta lin a m e h a b ía h e c h o
d a ñ o a p ro v e c h a n d o m i torpeza.
— T o d o lo q u e h ic iste a n o c h e fu e u n a to rp e z a
— d ijo — . E n p rim e r lu g a r, fu iste a la fiesta a m a ta r
tie m p o , co m o si h u b ie ra tie m p o q u e m a ta r. E so te
d e b ilitó .
311
— ¿ Q u ie re u ste d d e c ir q u e n o d e b o ir a fiestas?
— N o , n o d ig o eso. P u ed es ir a d o n d e se te a n to je ,
p e ro si vas, d ebes a c e p ta r la e n te ra re sp o n sa b ilid a d
d e ese acto . U n g u e rre ro v ive su v id a e stra té g ic a m e n ­
te. S ólo a siste a u n a fiesta o a u n a re u n ió n así, en
caso d e q u e su e strateg ia lo p id a . E so sig n ifica, des­
d e luego , q u e tie n e d o m in io to ta l y realiza to d o s los
acto s q u e c o n sid e ra necesarios.
M e m iró c o n fijeza y so n rió ; luego se c u b rió la ca ra
y rio su av em en te.
— E stás e n u n b u e n a p rie to — d ijo — . T u a d v ersa­
rio te está p is a n d o los ta lo n e s y, p o r p rim e ra vez en
tu v id a, n o p u ed es p e rm itirte el lu jo d e a c tu a r p o r
las p u ras. E sta vez d eb es a p re n d e r u n hacer to ta l­
m e n te d is tin to , el hacer d e la estrateg ia. C o n sid é ra lo
así. E n caso d e q u e sobrevivas a los a ta q u e s d e la
C a ta lin a , a lg ú n d ía te n d rá s q u e d a rle las g racias p o r
h a b e rte fo rzad o a c a m b ia r d e hacer.
— ¡Q u é cosa ta n te rrib le ! — ex clam é— . ¿Y si n o so­
brevivo?
— U n g u e rre ro n u n c a se e n tre g a a esos p e n sa m ie n ­
tos — d ijo — . C u a n d o tie n e q u e a c tu a r co n sus sem e­
ja n te s, u n g u e rre ro sig u e el hacer d e la e strateg ia, y
e n ese hacer n o h ay v ic to rias n i d erro tas. E n ese ha­
cer sólo h a y acciones.
L e p re g u n té q u é im p lic a b a el hacer d e la estrateg ia.
— Im p lic a q u e u n o n o está a m erced d e la g en te
— re p u so — . E n esa fiesta, p o r ejem p lo , fu iste u n p a­
yaso, n o p o rq u e c o n v in ie ra a tu s p ro p ó sito s el ser
u n payaso, sin o p o rq u e te colocaste a m e rced d e
a q u e lla g en te . N u n c a tu v iste el m e n o r d o m in io y
p o r eso tu v iste q u e sa lir h u y e n d o .
— ¿Q u é d e b ía h a b e r hecho?
312
— N o ir a la fiesta, o b ie n ir a fin d e c u m p lir u n
acto específico.
“D esp ués d e trav esear co n los yoris estab as d é b il, y
la C a ta lin a usó esa o p o rtu n id a d . Se p u so a e sp e ra rte
en el cam in o .
" P e ro tu c u e rp o sa b ía q u e algo a n d a b a fu e ra d e
lu g a r, y así y to d o le h a b la ste . E so estu v o m u y m al.
N o d eb es d irig ir u n a sola p a la b ra a tu o p o n e n te d u ­
ra n te esos en c u e n tro s. L u e g o le d iste la esp ald a . Eso
estu v o p e o r to d av ía. L u e g o c o rriste d e ella, ¡y eso fu e
lo p e o r q u e p o d ría s h a b e r h ech o ! P a rece q u e la v ie ja
ésa es to rp e . U n a b r u ja d e las b u e n a s te h a b ría a g a ­
rra d o a llí m ism o, e n el in s ta n te e n q u e v o lv iste la
esp ald a y ech aste a co rrer.
” P o r lo p ro n to , tu ú n ic a d efen sa es p la n ta r te y
b a ila r tu d a n z a .”
— ¿D e q u é d a n z a h a b la usted ? — p re g u n té .
D ijo q u e el “p a ta le o d e c o n e jo ” q u e m e h a b ía
e n se ñ a d o e ra el p rim e r m o v im ie n to d e la d a n z a q u e
u n g u e rre ro c u ltiv a y a c re c ie n ta to d a su v id a, y lu eg o
e je c u ta e n su ú ltim a p a ra d a so b re la tie rra .
T u v e u n m o m e n to d e r a r a so b rie d a d y m e v in o
u n a serie d e p en sam ien to s. E n c ie rto n iv el, estab a
c la ro q u e lo o c u rrid o e n tre la C a ta lin a y yo, la p ri­
m e ra vez q u e la e n fre n té , era re a l. L a C a ta lin a era
re a l, y n o . p o d ía d escartarse la p o sib ilid a d d e q u e
v e rd a d e ra m e n te m e e stu v ie ra sig u ien d o . E n o tro n i­
vel, yo n o c o m p re n d ía có m o estab a sig u ién d o m e, y
eso d a b a p á b u lo a la lev e sospecha d e q u e d o n J u a n
m e e stu v ie ra e n g a ñ a n d o , y d e q u e él m ism o p ro d u ­
je ra d e a lg ú n m o d o los e x tra ñ o s efectos d e los q u e
fu i testigo.
D o n J u a n m iró d e p ro n to el cielo y m e d ijo q u e
313
to d a v ía h a b ía tie m p o d e ir a v er a la b ru ja . M e ase­
g u ró q u e co rríam o s m u y p o c o p elig ro , p o rq u e sólo
p asaríam o s en el coche fre n te a su casa.
— D ebes c o n firm a r su fo rm a — d ijo d o n J u a n — .
A sí ya n o q u e d a rá n d u d a s e n tu m e n te , en u n se n ti­
d o o e n o tro .
L as m a n o s m e e m p e z a ro n a su d a r p ro fu n d a m e n te
y tu v e q u e secarlas re p e tid a s veces co n u n a to a lla.
S u b im o s en m i coche y d o n J u a n m e e n c a m in ó a la
c a rre te ra p rin c ip a l y lu e g o a u n c a m in o a m p lio , sin
p a v im e n ta r. C o n d u je p o r la p a rte c e n tra l; cam ion es
y tra c to re s h a b ía n d e ja d o h o n d o s surcos y m i coche
te n ía la su sp en sió n d e m a sia d o b a ja p a ra ir p o r la
d erech a, o p o r la iz q u ie rd a . A v anzam os d esp acio e n ­
tre u n a espesa n u b e d e po lv o . L a tosca g ra v a u sad a
p a ra n iv e la r el ca m in o se h a b ía ap e lm a z a d o c o n la
tie rra d u ra n te las llu v ias, y p ie d ra s d e b a rro seco re ­
b o ta b a n c o n tra el fo n d o m e tá lic o d el coche, p ro d u ­
c ie n d o fu ertes so nid o s d e e x p lo sió n .
D o n J u a n m e in d ic ó re d u c ir la v e lo c id a d al acer­
carn o s a u n p u e n te p e q u e ñ o . H a b ía c u a tro in d io s
sen ta d o s a llí y nos s a lu d a ro n co n la m a n o . N o su p e
b ie n si los co n o cía o n o . P asam o s el p u e n te y el
c a m in o se cu rv ó co n su av id ad .
— É sa es la casa d e la m u je r — m e su su rró d o n
J u a n , se ñ a la n d o con los ojo s u n a casa b la n c a c irc u n ­
d a d a p o r u n a a lta cerca d e carrizo.
M e d ijo q u e d ie ra v u e lta e n U y m e d e tu v ie se a
m e d io cam in o ; esp eraríam o s a v er si la b ru ja c o b ra ­
b a su ficien tes sospechas p a ra d a r la cara.
E stu v im o s a llí u n o s diez m in u to s. M e p a re c ió u n
tie m p o in te rm in a b le . D o n J u a n n o d ijo p a la b ra . I n ­
m ó v il e n el asien to , m ira b a la casa.
314
— A llí está — d ijo , y su c u e rp o d io u n sa lto sú b ito .
V i la silu e ta o scu ra, o m in o sa , d e u n a m u je r p a ra d a
d e n tro d e la casa, m ira n d o a trav és d e la p u e rta
a b ie rta . E l in te rio r e sta b a e n p e n u m b ra s y eso sólo
a c e n tu a b a la o sc u rid a d d e la silu eta.
D esp u és d e u n o s m in u to s, la m u je r d e jó las som ­
b ra s d e l c u a rto y se p a ró e n el u m b ra l a o b se rv a r­
nos. L a m ira m o s u n m o m e n to y d o n J u a n m e d ijo
q u e sig u ie ra a d e la n te . Y o e sta b a sin h a b la . P o d ría
h a b e r ju r a d o q u e esa m u je r e ra la q u e v i sa lta n d o
ju n to al cam in o , e n la o sc u rid a d .
U n a m e d ia h o ra d esp u és, c u a n d o íb a m o s ya p o r
la c a rre te ra p a v im e n ta d a , d o n J u a n m e h a b ló .
— ¿Q u é dices? — p re g u n tó — . ¿R eco n o ciste la fo rm a?
V acilé u n la rg o ra to a n te s d e re sp o n d e r. T e n ía
m ie d o d el co m p ro m iso in v o lu c ra d o e n d e c ir sí. P re ­
p a ré c u id a d o sa m e n te m i c o n te sta c ió n y d ije q u e m e
p a re c ía q u e h a b ía estad o d e m a sia d o o scu ro p a ra te ­
n e r v e rd a d e ra certeza.
R ie n d o , m e d io u n o s g o lp ecito s suaves e n la ca­
beza.
— E ra ella, ¿verdad? — p re g u n tó .
N o m e d io tie m p o d e re sp o n d e r. P u so u n d e d o
so bre su b o ca e n gesto d e silen cio y m e su su rró al
o íd o q u e n o te n ía caso d e c ir n a d a y q u e, p a ra so b re ­
v iv ir a los a ta q u e s d e la C a ta lin a , yo d e b ía u s a r
to d o c u a n to él m e h a b ía en se ñ a d o .
315
Se g u n d a
parte
EL VIAJE A IXTLÁN
XVIII. EL ANILLO DE PODER
DEL BRUJO
E n mayo d e 1971, h ic e a d o n J u a n la ú ltim a v isita
d e m i a p re n d iz a je . F u i a v erlo , en a q u e lla o casión,
c o n el m ism o e s p íritu q u e d u ra n te los diez añ o s d e
n u e s tra re la c ió n ; es d ecir, b u sc a n d o u n a vez m ás la
a m e n id a d d e su c o m p añ ía.
Su a m ig o d o n G e n a ro , u n b ru jo m azateco, estab a
co n él. Y o h a b ía visto a am b o s d u ra n te m i v isita
p rev ia, seis m eses an tes. T itu b e a b a e n p re g u n ta rle s
si h a b ía n e stad o ju n to s to d o ese tiem p o , c u a n d o d o n
G e n a ro e x p licó q u e el d e sie rto d e l n o rte le g u sta b a
ta n to q u e h a b ía reg resad o ju s to a tie m p o p a ra v er­
m e. A m b o s rie ro n com o si c o n o cie ran u n secreto.
— R eg resé n a d a m ás p o r ti — d ijo d o n G en aro .
— Es c ie rto — c o rro b o ró d o n J u a n .
R e c o rd é a d o n G e n a ro q u e , la vez p asad a, sus in ­
ten to s d e a y u d a rm e a “ p a ra r el m u n d o ” m e h a b ía n
re s u lta d o desastrosos. F u e u n a m a n e ra am isto sa d e
d e c la ra r m i m ied o h a c ia él. R io in c o n te n ib le m e n te ,
sac u d ie n d o el c u e rp o y p a ta le a n d o com o n iñ o . D o n
J u a n ev itó m ira rm e y rio ta m b ié n .
— Y a n o v a u sted a tr a ta r d e ay u d arm e , ¿verd ad ,
d o n G en aro ? — p re g u n té .
M i frase les p ro d u jo espasm os d e risa. D o n G e n a ­
ro ro d ó p o r el suelo, e n tre carcajad as; lu eg o se acostó
b o c a b a jo y em pezó a n a d a r e n el piso. A l v erlo h a ­
319
cer eso, su p e q u e m e h a lla b a p e rd id o . E n ese m o ­
m e n to , d e a lg ú n m o d o , m i cu e rp o co b ró co n cien cia
d e h a b e r lle g a d o al fin . Y o ig n o ra b a c u á l era ese
fin . M i 'te n d e n c ia p e rso n a l a la d ra m a tiz a c ió n , y m i
e x p e rie n c ia p rev ia c o n d o n G e n a ro , m e h ic ie ro n creer
q u e p o d ía ser el fin d e m i vid a.
D u ra n te m i ú ltim a v isita, d o n G e n a ro h a b ía in ­
te n ta d o e m p u ja rm e al b o rd e d e “ p a ra r el m u n d o ” .
Sus esfuerzos fu e ro n ta n ex tra v a g a n te s y d irecto s q u e
el m ism o d o n J u a n tu v o q u e d e c irm e q u e m e m a r­
c h ara. L as d e m o stracio n es d e “ p o d e r” d e d o n G e n a ­
ro e ra n ta n e x tra o rd in a ria s y d esco n certan te s q u e m e
fo rz a ro n a u n a to ta l re v a lu a c ió n d e m í m ism o. F u i a
casa, revisé las n o ta s to m ad as e n el p rin c ip io m ism o d e
m i a p re n d iz a je , y m iste rio sa m e n te m e in v a d ió u n sen­
tim ie n to d el to d o n u ev o , a u n q u e n o tu v e co n cien cia
p le n a d e él h a sta v er a d o n G e n a ro n a d a r e n el piso.
E l ac to d e n a d a r e n el p iso , c o n g ru e n te co n o tras
acciones e x tra ñ a s y d esc o n c e rta n te s q u e d o n G e n a ro
h a b ía e je c u ta d o fre n te a m is p ro p io s ojos, se in ic ió
c u a n d o él yacía b o cab ajo . A l p rin c ip io re ía ta n d u ro
q u e su c u e rp o se sacu d ía co m o co n v u lsio n ad o ; luego
em pezó a p a ta le a r; fin a lm e n te , el m o v im ie n to d e las
p ie rn a s se c o o rd in ó con u n m o v im ie n to d e re m a r con
las m an o s, y d o n G e n a ro co m enzó a deslizarse p o r el
su elo com o si e stu v ie ra aco stad o en u n a ta b la con
ru ed as. C a m b ió d e d ire c c ió n v arias veces y c u b rió
to d o el espacio fre n te a la casa, m a n io b ra n d o en
to rn o a m í y a d o n J u a n .
D o n G e n a ro h a b ía p ay asead o a n tes e n m i p resen ­
cia, y e n cad a u n a d e tales ocasiones d o n J u a n a fir­
m ó q u e yo h a b ía e sta d o a p u n to d e “v e r” . N o lo
lo g ra b a a causa d e m i in siste n c ia en tra ta r d e e x p li­
320
car cad a acció n d e d o n G e n a ro desd e u n a p ersp ectiv a
ra c io n a l. E sta vez m e h a lla b a en g u a rd ia , y c u a n d o
se p u so a n a d a r n o in te n té e x p lic a r n i e n te n d e r el
h ech o . M e lim ité a o b serv ar. P e ro n o p u d e e v ita r
la sen sación d e h a lla rm e a tó n ito . D o n G e n a ro se
d eslizab a re a lm e n te so bre el estóm ag o y el pecho. A l
o b se rv arlo , em pecé a b iz q u e a r. S en tí u n e m p e lló n d e
recelo. E sta b a co n v en cid o d e q u e , si n o e x p lic a b a lo
q u e te n ía lu g a r, “v e ría ”, y la id e a m e lle n a b a d e u n a
a n g u stia in u sita d a . M i a n tic ip a c ió n n erv io sa e ra ta n ­
ta q u e e n a lg ú n se n tid o m e e n c o n tra b a d e v u e lta
e n el m ism o p u n to : e n c e rra d o u n a vez m ás en a lg u ­
n a em p resa d e racio cin io .
D o n J u a n d e b e h a b e r estad o o b se rv án d o m e. M e
tocó d e p ro n to ; a u to m á tic a m e n te m e volví a e n c a ­
ra rlo , y p o r u n in s ta n te a p a rté la v ista d e d o n G e n a ­
ro. C u a n d o lo m iré d e n u ev o , e stab a p a ra d o ju n to
a m í c o n la cabeza le v e m e n te in c lin a d a y la b a rb illa
casi a p o y a d a en m i h o m b ro d erech o . T u v e u n so b re­
sa lto re ta rd a d o . L o m iré u n seg u n d o y d esp u és salté
h a c ia atrás.
Su e x p re sió n d e so rp resa fin g id a fu e ta n cóm ica
q u e re í h isté ric a m e n te . P e ro n o p o d ía m eno s d e a d ­
v e rtir q u e m i risa se salía d e lo ac o stu m b ra d o . M i
c u e rp o se sacu d ía co n espasm os nerviosos o rig in a d o s
e n la p a rte m e d ia d e m i estóm ago. D o n G e n a ro m e
p u so la m a n o en el estóm ag o y las o n d u la c io n e s co n ­
v u lsio n a d a s cesaron.
— ¡E ste C a rlito s, sie m p re ta n ex ag erad o ! — ex cla­
m ó co n to n o d e g en te rem ilg ad a.
L u eg o a ñ a d ió , im ita n d o la voz y las in fle x io n e s
de don Ju an :
— ¿Q u é n o sabes q u e u n g u e rre ro jam á s se ríe así?
321
S u c a ric a tu ra d e d o n J u a n era ta n p e rfe c ta q u e
re í to d a v ía m ás fu erte.
D espués, am bo s se fu e ro n ju n to s y e stu v ie ro n fu e­
ra m á s d e dos h o ras, h a s ta eso d el m e d io d ía .
A l reg resar, to m a ro n a sie n to e n el esp acio fre n te
a la casa d e d o n J u a n . N o d ije ro n p a la b ra . P a re c ía n
so ñ o lien to s, cansados, casi d istra íd o s. P e rm a n e c ie ro n
in m ó v iles larg o ra to , p e ro se v eían có m o d o s y re la ja ­
dos. L a b oca d e d o n J u a n estab a lig e ra m e n te a b ie r­
ta, co m o si d u rm ie ra , p e ro te n ía las m a n o s u n id as
so b re el regazo y m o v ía rítm ic a m e n te los p u lg ares.
D u ra n te u n tie m p o m e ag ité, in q u ie to , y cam b ié
d e posiciones; lu eg o em p ecé a s e n tir u n a p lacidez
c o n fo rta n te . D eb o h a b e rm e d o rm id o . L a risa leve
d é d o n J u a n m e d esp ertó . A b rí los ojos. A m b o s m e
e sc u d riñ a b a n .
— Si n o h ab la s, te d u e rm e s — d ijo d o n J u a n , rie n d o .
— M e te m o q u e sí — d ije.
D o n G e n a ro se acostó d e esp ald as y em pezó a p a ­
ta le a r e n el aire. P o r u n m o m e n to p en sé q u e re in i­
c ia b a su in q u ie ta n te payaseo, p e ro él re c u p e ró d e
in m e d ia to su p o s tu ra a n te rio r, se n ta d o c o n las p ie r­
n as cruzadas.
— H a y alg o q u e ya p o r a h o ra d eb ías te n e r e n c u e n ­
ta —d ijo d o n J u a n — . Y o lo lla m o el c e n tím e tro
c ú b ic o d e su erte. T o d o s n o so tro s, g u e rre ro s o no ,
ten em o s u n c e n tím e tro cú b ico d e su e rte q u e salta
a n te n u estro s ojos d e tie m p o e n tiem p o . L a d ife re n ­
cia e n tre u n h o m b re c o m ú n y u n g u e rre ro es q u e el
g u e rre ro se d a c u e n ta , y u n a d e sus tareas consiste
e n h a lla rse a le rta , e sp e ra n d o co n d e lib e ra c ió n , p a ra
q u e c u a n d o salte su c e n tím e tro cú b ico él te n g a la
v e lo c id a d n ecesaria, la p resteza p a ra cogerlo.
322
“L a su e rte , la b u e n a fo rtu n a , el p o d e r p e rso n a l, o
co m o lo q u ie ra s lla m a r, es u n estad o p e c u lia r d e co­
sas. Es co m o u n p a lito q u e sale fre n te a n o so tro s y
n o s in v ita a a rra n c a rlo . P o r lo g e n e ra l a n d am o s d e­
m a siad o o cu p ad o s, o p reo c u p a d o s, o estú p id o s y p e re ­
zosos, p a ra d a rn o s c u e n ta d e q u e es n u e stro c e n tím e tro
c ú b ic o d e su erte. U n g u e rre ro , e n cam b io , sie m p re
está a le rta y d u ro y tie n e la e lasticid ad , el d o n a ire
n ecesario p a ra a g a rra rlo .”
— ¿Es tu v id a d u ra y a ju sta d a ? — m e p re g u n tó d e
p ro n to d o n G en aro .
— C reo q u e sí — d ije c o n co nvicción.
— ¿ T e crees capaz d e coger tu c e n tím e tro cú b ico
d e su erte? — m e p re g u n tó d o n J u a n co n to n o in ­
créd u lo .
— C re o h a c e rlo to d o el tie m p o — d ije.
— Y o creo q u e sólo te tie n e n a le rta las cosas q u e
ya conoces — d ijo d o n J u a n .
— Q u iz á m e en g añ e, p e ro d e veras creo q u e a c tu a l­
m e n te estoy m u c h o m ás d e sp ie rto q u e e n n in g u n a
o tra ép o ca d e m i v id a — d ije , y h a b la b a en serio.
D o n G e n a ro asin tió , a p ro b a n d o .
— Si — d ijo su av em en te, co m o h a b la n d o consigo
m ism o— . C a rlito s está d e veras co m p acto , y a b so lu ­
ta m e n te d esp ierto .
S en tí q u e m e seg u ían la c o rrie n te . P ensé q u e tal
vez les m o lestó la d e c la ra c ió n d e m i su p u e sta c o n d i­
c ió n d e co m p acid ad .
— N o q u ise p re su m ir — d ije .
D o n G e n a ro a rq u e ó las cejas y a g ra n d ó las fosas
nasales. M iró m i c u a d e rn o y fin g ió escrib ir.
— C reo q u e C a rlo s está m ás co m p ac to q u e a n te s — d ijo
d o n J u a n a d o n G en aro .
323
— A lo m e jo r está d e m a sia d o co m p ac to — d ev o lv ió
d o n G e n a ro .
— P u e d e m u y b ie n q u e sea así — co n ced ió d o n
Juan.
Yo n o su p e cóm o te rc ia r e n ese p u n to , así q u e
p e rm a n e c í callad o.
— R e c u e rd a s la vez q u é tra b é tu carro? — p re g u n tó
d o n J u a n com o al acaso.
Su p re g u n ta era a b ru p ta y n o te n ía re la c ió n con
la co n v ersació n. Se re fe ría a u n a o casió n e n la q u e
n o p u d e a rra n c a r m i coche h a sta q u e él m e d ijo q u e
ya p o d ía . D ije q u e n a d ie o lv id a ría u n e v e n to así.
— E so n o fu e n a d a — d ijo d o n J u a n e n to n o sere­
no— . N a d a en a b so lu to . ¿V erdad, G en aro ?
— V e rd a d -—d ijo d o n G en aro , in d ife re n te .
— ¿C óm o va u sted a d e c ir eso? — d ije e n to n o d e
p ro te sta — . L o q u e u ste d h iz o a q u e l d ía fu e algo q u e
v e rd a d e ra m e n te yo n u n c a p o d ré c o m p re n d e r.
— E so n o es d ecir g ra n cosa — re p u so d o n G e n a ro .
A m bos rie ro n d e b u e n a ga,na y lu e g o d o n J u a n m e
p a lm e ó la esp alda.
— G e n a ro p u e d e h a c e r algo m u c h o m e jo r q u e tra ­
b a r tu coche — p ro sig u ió — . ¿V erdad, G en aro ?
— V e rd a d — re sp o n d ió d o n G e n a ro , fru n c ie n d o los
lab io s co m o u n n iñ o .
— ¿Q u é p u e d e h acer? — p re g u n té , tra ta n d o d e p a re ­
cer d esp reo cu p ad o .
— ¡G en aro p u e d e llevarse tu c a rro e n tero ! — ex cla­
m ó d o n J u a n con voz re tu m b a n te ; lu eg o a ñ a d ió en
el m ism o to n o — : ¿V erdad, G en aro ?
— ¡V erdad! — co n te stó d o n G e n a ro e n el to n o d e
.voz h u m a n a m ás fu e rte q u e jam á s h a b ía yo escu­
ch ad o .
324
S alté in v o lu n ta ria m e n te . T re s o c u a tro espasm os
nerv ioso s c o n v u lsio n a ro n m i cu erp o .
— ¿Q u é es lo q u e q u iso u ste d d e c ir co n lo d e q u e
se p u e d e lle v a r m i carro?
— ¿Q u é q u ise d ecir, G en aro ? — p re g u n tó d o n J u a n .
— Q u isiste d e c ir q u e p u e d o su b irm e en su carro ,
e n c e n d e r el m o to r y lu e g o irm e m a n e ja n d o — re p li­
có d o n G e n a ro co n se rie d a d n a d a co n v in cen te.
— L lé v a te el carro , G e n a ro — lo in stó d o n J u a n en
to n o d e b ro m a .
— ¡H ech o l — d ijo d o n G e n a ro , fru n c ie n d o el e n tre ­
cejo y m irá n d o m e d e lad o .
N o té q u e , c u a n d o p o n ía ceñ o , sus cejas o n d u la ­
b a n , h a c ie n d o su m ira d a m alicio sa y p e n e tra n te .
— ¡M u y b ie n ! — d ijo d o n J u a n c a lm a d a m e n te — .
V am os a e x a m in a r el carro.
— ¡Sí! — re p itió d o n G e n a ro — . V am os a ex a m i­
n a rlo .
Se le v a n ta ro n , m u y d esp acio . P o r u n in s ta n te n o
su p e q u é h acer, p e ro d o n J u a n m e in d ic ó im itarlo s.
E m p ezam o s a su b ir el c e rrito fre n te a la casa d e
d o n J u a n . A m b o s m e fla n q u e a b a n , d o n J u a n a m i
d e re c h a y d o n G e n a ro a la iz q u ie rd a . Ib a n u n o s do s
m e tro s d e la n te d e m í, sie m p re d e n tro d e m i cam p o
c e n tra l d e visión.
— E x a m in e m o s el c a rro — d ijo d e n u e v o d o n G e­
n aro .
D o n J u a n m o v ió las m a n o s com o si te jie ra u n h ilo
in v isib le ; d o n G e n a ro h izo lo m ism o y re p itió : “ E x a ­
m in em o s el c a rro ." C a m in a b a n co n u n a especie d e
re b o te . Sus pasos e ra n m á s larg o s q u e d e c o stu m b re,
y sus m a n o s se m o v ían co m o si a z o ta ra n o b a tie ra n
o b je to s in v isib les fre n te a ellos. Y o n u n c a h a b ía vis­
325
to a d o n J u a n p ay asear en esa fo rm a, y m e sen tía
Casi av erg o n zad o d e m ira rlo .
L legam o s a la cim a y d irig í la v ista al esp acio al
b ie d e l c e rro — u n o s c in c u e n ta m e tro s d e d ista n c ia — ,
d o n d e h a b ía estacio n ad o m i coche. E l estó m ag o se
m e c o n tra jo c o n u n a sacu d id a. ¡El coche n o estaba!
C o rrí cu estab ajo . M i coche n o se v eía p o r n in g u n a
p a rte . E x p e rim e n té u n m o m e n to d e g ra n co n fu sió n .
M e h a lla b a d eso rie n tad o .
E l coche h a b ía estad o a llí d esd e q u e lle g u é te m ­
p ra n o e n la m a ñ a n a . C o sa d e m e d ia h o ra a n tes, yo
h a b ía v e n id o a sacar u n n u e v o c u a d e rn o d e p a p e l
p a ra escrib ir. Se m e o c u rrió en to n ces d e ja r a b ie rta s
las v e n ta n illa s a cau sa d e l c a lo r excesivo, p e ro la
a b u n d a n c ia d e m o sq u ito s y o tro s insectos v o lad o res
m e h izo c a m b ia r d e id ea, y d e jé el coche c e rra d o
com o d e co stu m b re.
V olví a m ira r e n to rn o . R e h u sa b a cre e r q u e m i
coche n o estuv iera. C a m in é h a sta el b o rd e d e l esp a­
cio d e sp eja d o . D o n J u a n y d o n G e n a ro se m e u n ie ­
ro n y se p a ra ro n ju n to a m í, h a c ie n d o e x a c ta m e n te
lo q u e yo h acía: e sc u d riñ a r la d ista n c ia p a ra v er si
av izo rab a el coche. T u v e u n m o m e n to d e e u fo ria
q u e ced ió el paso a u n a d e sc o n c e rta n te sen sación
irrita d a . E llos p a re c ie ro n a d v e rtirla y e m p e z a ro n a
c a m in a r e n to rn o m ío , m o v ie n d o las m a n o s co m o si
a m asaran .
— ¿Q u é crees q u e le p a sa ría al c arro , G en aro ?
— p re g u n tó d o n J u a n co n m a n se d u m b re .
— M e lo llevé — d ijo d o n G e n a ro , y realizó u n a
aso m b ro sa p a n to m im a d e c a m b ia r v elo cid ad es y c o n ­
d u c ir. D o b ló las p ie rn a s co m o si estu v iera se n ta d o y
co nservó esa p o stu ra u n o s m o m en to s, o b v ia m e n te sos­
326
te n id o sólo p o r los m ú scu lo s d e las p ie rn a s; lu eg o
ap o y ó su peso e n la p ie rn a d e re c h a y estiró el p ie
iz q u ie rd o co m o p isa n d o el em b rag u e . Im itó co n los
la b io s el ru id o d e u n m o to r, y fin a lm e n te , co m o b ro ­
ch e d e o ro , fin g ió h a b e r d a d o en u n b a c h e y se sacu ­
d ió h a c ia a rrib a y h a c ia a b a jo , d á n d o m e la e n te ra
sen sación d e u n c o n d u c to r in e p to q u e re b o ta e n el
asie n to sin so lta r el v o lan te.
L a m ím ica d e d o n G e n a ro e ra e stu p e n d a . D o n J u a n
rio h a s ta q u e d a rse sin a lie n to . Yo q u e ría u n irm e al
reg o cijo , p e ro m e era im p o sib le re la ja rm e . M e se n tía
am en a z a d o e in c ó m o d o , p o se íd o p o r u n a a n g u stia
q u e n o te n ía p reced en tes e n m i vid a. S e n tía a rd e r
p o r d e n tr o y em pecé a p a te a r p ie d ra s y te rm in é reco ­
g ié n d o las y a v e n tá n d o la s co n u n a fu erza in c o n sc ie n te
e im p rev isib le. E ra co m o si la ira estuviese re a lm e n te
fu e ra d e m í, y m e h u b ie ra e n v u e lto d e p ro n to . L u eg o
el se n tim ie n to d e m o le stia m e a b a n d o n ó , ta n re p e n ­
tin a m e n te co m o m e h a b ía in v a d id o . A sp iré h o n d o
y m e se n tí m e jo r.
N o m e a tre v ía a m ira r a d o n J u a n . M e a p e n a b a
m i d e m o stra c ió n d e ira , p e ro a l m ism o tie m p o te n ía
g an as d e re ír. D o n J u a n se acercó y m e d io u n a s p a l­
m a d a s e n la esp alda. D o n G e n a ro p u so el b ra z o e n
m i h o m b ro .
— ¡Á ndale! — d ijo d o n G e n a ro — . Q u e te d é u n co­
raje. P é g a te e n la n a riz y sácate sangre. L u eg o p u ed es
a g a rra r u n a p ie d ra y ro m p e rte los d ie n tes. ¡Q u é b ie n
te vas a sen tir! Y si eso n o te b asta , p u ed es p o n e r los
h u ev o s e n ese p eñ asco y h acerlo s p a p illa c o n la m is­
m a p ie d ra .
D o n J u a n so ltó u n a risita . L es d ije q u e m e sen tía
av erg o n zad o d e m i c o m p o rta m ie n to . N o sa b ía q u é
S27
cosa se m e m e tió . D o n J u a n d e c la ró h a lla rse seg u ro
d e q u e yo sab ía e x a c ta m e n te lo q u e p asab a, p e ro fin ­
g ía n o sa b e rlo y lo’ q u e m e e n o ja b a e ra el acto d e
fin g ir.
D o n G e n a ro estab a in s ó lita m e n te c o n fo rta n te ; m e
p a lm e ó la esp ald a re p e tid a s veces.
— A to d o s nos p asa lo m ism o — d ijo d o n J u a n .
— ¿A q u é se re fie re u ste d , d o n J u a n ? — p re g u n tó
d o n G e n a ro im ita n d o m i voz, p a ro d ia n d o m i h á b ito
d e h a c e r p re g u n ta s a d o n J u a n .
D o n J u a n d ijo cosas a b su rd a s com o: “ C u a n d o el
m u n d o está al revés n o so tro s estam os al d erech o , p ero
c u a n d o el m u n d o está a l d e re c h o n o so tro s estam o s al
revés. B u en o , p u es c u a n d o el m u n d o y n o so tro s es­
tam o s al d erech o , creem o s e sta r a l r e v é s .. . ” S ig u ió y
sig u ió d ic ie n d o in c o h e re n c ia s m ie n tra s d o n G e n a ro
im ita b a m i fo rm a d e to m a r n o tas. E scrib ía e n u n
c u a d e rn o in v isib le, co n los ojos m u y a b ie rto s y fijos
e n d o n J u a n . D o n G e n a ro h a b ía o b se rv ad o m is es­
fuerzos p o r escrib ir sin m ira r el p a p e l, p a ra n o a lte ra r
el flu jo n a tu r a l d e la co n v ersació n . Su m ím ic a e ra e n
v e rd a d h ila ra n te .
D e p ro n to m e se n tí a m is an ch as, feliz. L a risa d e
los viejo s e ra tra n q u iliz a n te . P o r u n m o m e n to m e
d e jé ir y so lté u n a c arc aja d a . P e ro lu eg o m i m e n te
e n tró en u n n u e v o e sta d o d e a p re n sió n , c o n fu sió n
y m o lestia. P en sé en la im p o s ib ilid a d d e a q u e llo q u e
estab a o c u rrie n d o ; era alg o in c o n c e b ib le seg ú n el
o rd e n lógico p o r el cu al ju z g o h a b itu a lm e n te el m u n ­
d o fre n te a m í. S in e m b a rg o yo, com o p e rc e p to r, p e r­
c ib ía q u e m i coche n o e stab a a llí. C o m o sie m p re q u e
d o n J u a n m e e n fre n ta b a c o n fen ó m en o s in e x p licab le s,
se m e o c u rrió la id e a d e q u e se m e e stab a e n g a ñ a n d o
328
p o r m e d io s o rd in a rio s. S iem p re, b a jo te n sió n , m i m e n ­
te re p e tía , e n fo rm a in v o lu n ta ria y co n sisten te, la
m ism a e la b o ra c ió n . M e p u se a c a lc u la r c u á n to s cóm ­
p lices h a b ría n n ecesita d o d o n J u a n y d o n G e n a ro
p a ra a lz a r m i coche y llevárselo . M e h a lla b a ab so ­
lu ta m e n te seg u ro d e h a b e r c e rra d o c o n llave, c o m p u l­
siv am en te, to d a s las p u e rta s; el fre n o d e m a n o estab a
p u e sto , ta m b ié n la v e lo c id ad , y el v o la n te te n ía se­
g u ro . P a ra m o v er el coche, h a b ría n te n id o q u e a l­
za rlo e n vilo . E sa ta re a re q u e ría u n a fu erza la b o ra l
q u e n in g u n o d e ellos p o d ría h a b e r re u n id o . O tra p o ­
s ib ilid a d e ra q u e a lg u ie n , d e a c u e rd o co n am bo s, h u ­
b ie ra fo rzad o la p o rte z u e la y co n ectad o el a la m b re d e
e n c e n d id o p a ra llevarse el a u to . E sa acció n im p lic a b a
u n c o n o c im ie n to esp ecializado m ás a llá d e sus m edios.
L a ú ltim a ex p lic a c ió n p o sib le e ra q u e ta l vez m e
e sta b a n h ip n o tiz a n d o . Sus m o v im ie n to s m e re s u lta ­
b a n ta n n u ev o s y ta n sospechosos q u e m e p u se a
g ira r e n racio n alizacio n es. P e n sé q u e , si m e h a lla b a
h ip n o tiz a d o , o c u p a b a u n e stad o d e co n cien cia a lte ­
ra d a . E n m i e x p e rie n c ia c o n d o n J u a n h a b ía n o ta d o
q u e , e n tales estados, u n o es in c a p a z d e lle v a r c u e n ta
c o h e re n te d e l p aso d e l tie m p o . E n ese resp ecto , ja ­
m ás h a b ía h a b id o u n o rd e n p e rd u ra b le en n in g u n o
d e los estad os d e re a lid a d n o o rd in a ria e x p e rim e n ta ­
dos p o r m í, y m i co n clu sió n fu e q u e , m a n te n ié n d o m e
a le rta , lle g a ría u n m o m e n to e n el q u e p e rd e ría m i
o rd e n d e tie m p o secu en cial. C o m o si, p o r ejem p lo ,
estuviese m ira n d o u n a m o n ta ñ a en d e te rm in a d o m o ­
m e n to , y luego , en m i sig u ie n te in s ta n te d e co n cien ­
cia, m e h a lla se m ira n d o u n v alle en la d ire c c ió n
o p u e sta , p e ro sin re c o rd a r h a b e r d a d o la v u e lta . S e n tí
q u e, d e o c u rrirm e alg o d e ta l n a tu ra le z a , ta l vez m e
329
sería p o sib le e x p lic a r lo q u e o c u rría co n m i coche
co m o u n caso d e h ip n o sis. D ecid í q u e lo ú n ic o a h acer
e ra o b se rv a r cad a d e ta lle c o n m in u c io sid a d ex trem a .
— ¿D ó n d e está m i carro? — p re g u n té , d irig ié n d o m e
a am bos.
— ¿D ó n d e está el c arro , G en aro ? — p re g u n tó d o n
J u a n c o n u n a ex p re sió n to ta lm e n te seria.
D o n G e n a ro em pezó a v o lte a r p ie d ra s p a ra m ira r
d e b a jo . T ra b a jó fe b rilm e n te en to d o el esp acio lla n o
d o n d e yo h a b ía esta c io n a d o el coche. N o p asó p o r
a lto u n a sola p ie d ra . A veces fin g ía en o ja rse y a rro ­
ja b a la p ie d ra al m a to rra l.
D o n J u a n p a re c ía d is fr u ta r la escena a u n g ra d o
in e x p re sa b le . R e ía y ch a sq u e a b a la le n g u a y casi ig­
n o ra b a m i presen cia.
D o n G e n a ro ac a b a b a d e a rro ja r u n a p ie d ra , e n u n
a rra n q u e d e fru stra c ió n m e n tid a , c u a n d o lle g ó a u n
peñ asco d e b u e n ta m a ñ o , la ú n ic a p ie d ra g ra n d e y
p e sa d a e n el área . In te n tó v o lca rla , p e ro p e sa b a d e ­
m a siad o y se h a lla b a in c ru sta d a e n el su elo . P u g n ó
y re so p ló h a s ta em p ezar a su d a r. L u e g o se se n tó en
la ro ca y lla m ó a d o n J u a n en su ay u d a.
D o n J u a n m e m iró co n u n a so n risa re sp la n d e c ie n ­
te y d ijo :
— A n d a , vam os a d a rle u n a m a n o a G e n a ro .
— ¿P ero q u é es lo q u e está h acien d o ? — p re g u n té .
— E stá b u sc a n d o tu c a rro — d ijo d o n J u a n co n des­
e n fa d o y n a tu ra lid a d .
— ¡P o r D ios! ¿C óm o v a a e n c o n tra rlo d e b a jo d e las
piedras?
— P o r D ios, ¿por q u é no? — re p u so d o n G e n a ro , y
am b o s se c arc aje aro n .
N o p u d im o s m o v er la roca. D o n J u a n su g irió q u e
330
fu éram o s a la casa a b u sc a r u n m a d e ro g ru eso q u e
u sar co m o p a lan ca.
E n el c a m in o a la casa, les d ije q u e sus actos e ra n
a b su rd o s y q u e eso q u e m e h a c ía n , fu e ra lo q u e fuese,
no te n ía caso.
D o n G e n a ro m e escu d riñ ó .
— G e n a ro es u n h o m b re m u y cab al — d ijo d o n J u a n
co n ex p re sió n seria— . Es ta n ca b a l y m e ticu lo so com o
tú . T ú m ism o d ijiste q u e n u n c a d ejas u n a sola p ie d ra
sin v o ltear. É l está h a c ie n d o lo m ism o.
D o n G e n a ro m e p a lm e ó el h o m b ro y d ijo q u e
d o n J u a n te n ía to d a la ra z ó n y q u e, d e h ech o , él
q u e ría ser com o yo. M e m iró co n u n b rillo d e lo c u ra
y a b rió las fosas nasales.
D o n J u a n chocó las m a n o s y a rro jó su so m b re ro
al suelo.
T ra s u n a la rg a b ú sq u e d a en to rn o a la casa, d o n
G e n a ro e n c o n tró u n tro n c o d e á rb o l, larg o y b a s ta n te
g rueso, p a rte d e u n a viga. L o carg ó a trav esad o e n los
h o m b ro s e in iciam o s el reg reso al sitio d o n d e h a b ía
estad o m i coche.
C u a n d o su b íam o s el c e rrito y estáb am o s a p u n to
d e a lcan zar u n reco d o d e l cam in o , d esde d o n d e se
veía el espacio lla n o , tu v e u n a o c u rre n c ia sú b ita .
P ensé q u e ib a a h a lla r el coche a n te s q u e ellos, p ero
al m ira r h a c ia a b a jo n o h a b ía n in g ú n coche al p ie
d el cerro.
D o n J u a n y d o n G e n a ro d e b e n h a b e r c o m p re n d id o
lo q u e yo te n ía e n m e n te y c o rrie ro n en pos d e m í,
rie n d o co n reg o cijo .
A p en as llegam os al p ie d el cerro, p u sie ro n m ano s
a la o b ra. L os o b serv é u n o s m o m en to s. Sus acciones
e ra n in c o m p ren sib les. N o u n g ía n tra b a ja r; se h a lla ­
331
b a n in m erso s d e lle n o en la ta re a d e v o lca r u n p e­
ñ asco p a ra v e r si m i coche estab a d e b a jo . E so era d e­
m a siad o p a ra m í, y m e u n í a ellos. R e so p la b a n y g ri­
ta b a n y d o n G e n a ro a u lla b a com o coyote. E sta b a n
e m p a p a d o s d e su d o r. N o té lo fu e rte q u e e ra n sus c u e r­
pos, so b re to d o el d e d o n J u a n . J u n to a ellos, yo era
u n jo v e n flácido.
N o ta rd é en su d a r ta m b ié n , co p io sam en te. P o r fin
lo g ram o s v o lte a r el p eñ asco y d o n G e n a ro e x a m in ó la
tie rra b a jo la ro ca co n la p acien cia y la m in u c io sid a d
m ás en lo q u ece d o ra s.
— N o . N o está a q u í — an u n c ió .
L a asev eració n h izo a am b o s tira rse e n el su elo d e
risa.
Y o re í co n nerviosism o. D o n J u a n p a re c ía te n e r
v e rd ad ero s espasm os d e d o lo r; se c u b rió el ro stro y se
acostó m ie n tra s su c u e rp o se sa cu d ía d e risa.
— ¿E n q u é d ire c c ió n v am os ah o ra? — p re g u n tó d o n
G e n a ro tra s u n la rg o descanso.
D o n J u a n señ aló co n u n m o v im ie n to d e cabeza.
— ¿A d ó n d e vam os? —-pregunté.
— ¡A b u sc ar tu carro! — d ijo d o n J u a n , sin la m e­
n o r sonrisa.
V o lv iero n a fla n q u e a rm e c u a n d o e n tra m o s e n el
m a to rra l. Sólo h a b ía m o s c u b ie rto u n o s c u a n to s m e­
tro s c u a n d o d o n G e n a ro h izo señas d e q u e n o s d e ­
tu v iéram o s. F u e d e p u n tilla s h a sta u n a rb u s to re d o n ­
d o q u e se h a lla b a a u n o s pasos, se aso m ó a las ra m a s
in te rn a s y d ijo q u e el co ch e n o estab a allí.
S eguim os c a m in a n d o u n ra to y lu eg o d o n G e n a ro
nos in m o v ilizó co n u n a d e m á n . P a ra d o d e p u n ta s,
a rq u e ó la e sp ald a y estiró los b razos p o r e n c im a d e
la cabeza. Sus d edos, c o n tra íd o s, se m e ja b a n u n a g arra.
332
D esde m i p o sició n , el c u e rp o d e d o n G e n a ro te n ía la
fo rm a d e u n a le tra S. C o n serv ó la p o stu ra u n in s­
ta n te y lu e g o se ab alan zó d e cabeza so b re u n a ra m a
larg a, co n h o ja s secas. L a le v a n tó co n c u id a d o y, des­
p u és d e e x a m in a rla , co m e n tó d e n u e v o q u e el coche
n o e stab a allí.
C o n fo rm e no s a d e n trá b a m o s e n el m a to rra l, él b u s­
cab a d e trá s d e los arb u sto s y tre p a b a p e q u e ñ o s á rb o ­
les d e p a lo v e rd e p a ra m ira r e n tre el fo llaje, sólo p a ra
c o n c lu ir q u e el coche ta m p o c o estab a allí.
M ie n tra s ta n to , yo lle v a b a co n cien zu d a s c u e n ta s d e
to d o c u a n to to c ab a o veía. M i v isió n secu en cial y o r­
d e n a d a d e l m u n d o en to rn o , e ra ta n c o n tin u a com o
siem p re. T o q u é rocas, a rb u sto s, árboles. M ira n d o p ri­
m e ro co n u n o jo y d esp u és co n el o tro , c a m b ié el
e n fo q u e d e u n p rim e r p la n o a u n p la n o g en eral. Se­
g ú n todos los cálculos, m e h a lla b a c a m in a n d o p o r el
c h a p a rra l co m o e n v e in te n a s d e ocasiones a n te rio re s
d u ra n te m i v id a c o tid ia n a .
L u eg o , d o n G e n a ro se acostó b o c a b a jo y no s p id ió
h a c e r lo m ism o . D escansó la b a rb illa en las m an o s
e n trelazad as. D o n J u a n lo im itó . A m b o s se q u e d a ro n
m ira n d o u n a serie d e p e q u e ñ a s p ro tu b e ra n c ia s e n el
suelo, sem e jan tes a cerros d im in u to s. D e p ro n to , d o n
G e n a ro h izo u n a m p lio m o v im ie n to co n la d ie stra y
asió algo. Se p u so en p ie a p re su ra d a m e n te , y lo m ism o
d o n J u a n . D o n G e n a ro nos m o stró la m a n o c e rra d a
y nos h iz o seña d e ir a m ira r. L u eg o, le n ta m e n te ,
em pezó a a b rir la m a n o . C u a n d o la tu v o e x te n d id a ,
u n g ra n o b je to n eg ro salió v o lan d o . £1 m o v im ie n to
fu e ta n sú b ito , y el o b je to v o la d o r ta n g ra n d e , q u e
salté h a c ia a trá s y estuv e a p u n to d e p e rd e r el e q u i­
lib rio . D o n J u a n m e a p u n ta ló .
333
— N o era el c a rro — se q u e jó d o n G e n a ro — . E ra
u n a p in c h e m osca. ¡N i m o d o l
A m b o s m e e sc u d riñ a b a n . Se h a lla b a n p a ra d o s fre n ­
te a m í y n o m e m ira b a n d ire c ta m e n te , sin o co n el
ra b o d e l o jo . F u e u n a m ira d a p ro lo n g a d a .
— E ra u n a m osca, ¿verdad? — m e p re g u n tó d o n G e­
n a ro .
— C re o q u e sí — d ije.
— N o creas — m e o rd e n ó d o n J u a n im p e ra tiv a m e n ­
te— . ¿Q u é viste?
— V i alg o d el ta m a ñ o d e u n cu erv o q u e salía vo­
la n d o d e su m a n o — d ije .
M i d e scrip ció n e ra c o n g ru e n te con m i p e rc e p c ió n y
n a d a te n ía d e chiste, p e ro ellos la re c ib ie ro n com o
u n a d e las frases m ás h ila ra n te s p ro n u n c ia d a s a q u e l
d ía . A m bos d ie ro n salto s y rie ro n h a sta a tra g a n ta rse .
— C re o q u e C a rlo s ya tu v o su fic ie n te — d ijo d o n
J u a n . Su voz estab a ro n c a p o r la risa.
D o n G e n a ro d ijo q u e estab a a p u n to d e e n c o n tra r
m i coche, q u e se n tía a n d a r cad a vez m ás c a lien te .
D o n J u a n o b servó q u e estáb am o s en u n a zo n a agreste
y q u e h a lla r a llí el coche n o era d eseab le. D o n G e­
n a ro se q u itó el so m b re ro y reac o m o d ó la c in ta con
u n tro zo d e co rd el sacad o d e su m o rra l; a c o n tin u a ­
ció n , a tó su c in tu ró n d e la n a a u n a b o rla a m a rilla
p e g a d a al ala.
— E stoy h a c ie n d o u n p a p a lo te con m i so m b rero
— m e d ijo .
L o observ é y su p e q u e b ro m e a b a . Y o sie m p re m e
h a b ía co n sid e ra d o u n e x p e rto e n p ap alo tes. D e n iñ o ,
so lía h a c e r com etas d e lo m ás co m p lejo , y sa b ía q u e
el a la d el so m b re ro d e p a ja era d em a siad o frág il p a ra
re sistir el v ie n to . P o r o tra p a rte , la co p a e ra d e m a ­
334
sia d o h o n d a y el a ire c irc u la ría d e n tr o d e ella, h a ­
c ie n d o im p o sib le el d esp eg ue.
— N o crees q u e v u ele, ¿v erdad? — m e p re g u n tó d o n
Ju an .
— Sé q u e n o v o la rá — d ije.
D o n G e n a ro , sin p re o c u p a rse , te rm in ó d e a ñ a d ir
u n la rg o co rd el a su p ap alo te-so m b re ro .
H a d a v ie n to , y d o n G e n a ro c o rrió c u e sta b a jo m ie n ­
tra s d o n J u a n so sten ía el so m b rero ; lu eg o d o n G e n a ro
ja ló el co rd el y la m a ld ita cosa ech ó a volar.
— ¡M ira, m ira el p a p a lo te l — g ritó d o n G e n a ro .
D io u n p a r d e tu m b o s, p ero p e rm a n e c ió e n el aire.
— N o q u ite s los ojo s d e l p a p a lo te — d ijo d o n J u a n
co n firm eza.
P o r u n m o m e n to m e se n tí m a read o . M ira n d o el
p a p a lo te , tu v e u n a v iv a m e m o ria d e o tro tie m p o ; era
co m o si yo m ism o estuviese v o la n d o u n a co m eta, co m o
so lía h a c e r c u a n d o so p la b a el v ie n to e n las co lin as
d e m i p u e b lo .
D u ra n te u n b rev e in sta n te , h u n d id o en el re c u e rd o ,
p e rd í c o n cien cia d el paso d e l tie m p o .
O í q u e d o n G e n a ro g rita b a alg o y vi el so m b re ro
d a r d e tu m b o s y luego cae r al suelo, d o n d e estab a
m i coche. T o d o o c u rrió con ta l v elo c id ad q u e n o tu v e
u n a p e rc e p c ió n c la ra d e lo o c u rrid o . M e se n tí m a ­
re a d o y d istra íd o . M i m e n te se a fe rra b a a u n a im a g e n
m u y co n fu sa. O h a b ía yo v isto q u e el so m b rero d e
d o n G e n a ro se c o n v e rtía en m i coche, o b ie n q u e el
so m b re ro caía en cim a d el coche. Q u ise c re e r lo ú l­
tim o , q u e d o n G e n a ro h a b ía u sa d o su so m b re ro p a ra
se ñ a la r m i coche. N o q u e im p o rta ra e n re a lid a d ; u n a
cosa e ra ta n im p re sio n a n te co m o la o tra , p e ro así y
335
to d o m i m e n te se a fe rra b a a ese d e ta lle a rb itr a rio co n
el fin d e co n serv ar su e q u ilib rio o rig in a l.
— N o lu ches — oí d e c ir a d o n J u a n .
S e n tí q u e alg o e n m i in te rio r e stab a a p u n to d e
em erg er. P e n sa m ie n to s e im ág en es a c u d ía n e n o le a­
das in c o n tro la b le s, co m o si m e e stu v ie ra q u e d a n d o
d o rm id o . M iré, a tó n ito , el coche. Se h a lla b a en u n
esp acio lla n o rocoso, a u n o s tre in ta m e tro s d e d is­
tan cia. P a re c ía co m o si a lg u ie n a c a b a ra d e co locarlo
allí. C o rrí h a c ia él y em p e cé a e x a m in a rlo .
— ¡C arajo! — ex clam ó d o n J u a n — . N o te q u ed es
v ié n d o lo . ¡Para el mundo!
L u eg o, com o e n tre sueños, lo o í g rita r:
— ¡E l so m b re ro de. G en aro ! ¡E l so m b re ro d e G e­
n aro !
L os m iré. M e m ira b a n d e fren te. Sus o jo s e ra n p e­
n e tra n te s. S en tí u n d o lo r e n el estóm ago. T u v e u n a
ja q u e c a in s ta n tá n e a y m e p u se en ferm o .
D o n J u a n y d o n G e n a ro m e m ira ro n co n cu rio si­
d a d . E stu v e u n ra to s e n ta d o ju n to al coche y luego,
e n fo rm a p o r c o m p le to a u to m á tic a , a b rí la p u e rta
p a ra q u e d o n G e n a ro subiese en la p a rte trasera.
D o n J u a n lo sig u ió y se sen tó a su lad o . E so m e p a ­
re c ió e x tra ñ o , p u es p o r lo c o m ú n él sie m p re v ia ja b a
e n el a sie n to d e la n te ro .
M a n e jé h a c ia la casa d e d o n J u a n . U n a especie d e
b ru m a m e envo lv ía. Y o n o era yo m ism o e n ab so lu to .
T e n ía el estóm ag o re v u e lto , y la sen sación d e n á u ­
sea d e m o lía to d a m i so b rie d a d . M a n e ja b a m e cán ic a­
m e n te.
O í q u e d o n J u a n y d o n G e n a ro re ía n e n el asie n to
trasero , com o n iñ o s. O í a d o n J u a n p re g u n ta rm e :
— ¿Ya estam os llegand o ?
336
H a sta en to n ces m e lijé d e lib e ra d a m e n te en el ca­
m in o . N os h a llá b a m o s m u y cerca d e su casa.
— Y a casi llegam os — m u rm u ré .
A u lla ro n d e risa. C h o c a ro n las m an o s y se g o lp e a ­
ro n los m uslos.
A l lle g a r a la casa, m e a p re su ré a u to m á tic a m e n te
a b a ja r y les a b rí la p u e rta . D o n G e n a ro b a jó p rim e ro
y m e felicitó p o r lo q u e lla m a b a el v ia je m ás tr a n ­
q u ilo y a g ra d a b le q u e h a b ía h ech o en to d a su v id a.
D o n J u a n d ijo lo m ism o. N o les p resté m u c h a a te n ­
ción.
C e rré el coche y a d u ra s p en as p u d e lle g a r a la
casa. A n tes d e d o rm irm e , o í las carc aja d a s d e d o n
J u a n y d o n G en aro .
S37
XIX. PARAR EL MUNDO
A l día sig u ien te, ap e n a s d esp erté, m e pu se a in te rro ­
g a r a d o n J u a n . E sta b a c o rta n d o le ñ a a trá s d e su
casa, p ero d o n G e n a ro n o se veía p o r n in g ú n lado.
D ijo q u e n o h a b ía n a d a d e q u é h a b la r. S eñalé q u e
yo h a b ía lo g ra d o c o n se rv a r la calm a y h a b ía o b ser­
v ad o a d o n G e n a ro “ n a d a r e n el p iso" sin q u e re r
n i p e d ir e x p licac ió n a lg u n a , p ero m i c o n te sta c ió n no
m e h a b ía a y u d a d o a e n te n d e r lo q u e p asab a. L u eg o,
tras la d e sa p a ric ió n d e l coche, m e en c e rré a u to m á ­
tic a m e n te e n la b ú sq u e d a d e u n a ex p lic a c ió n lógica,
p e ro eso tam p o co m e ay u d ó. D ije a d o n J u a n q u e
m i in siste n c ia en h a lla r ex p licacio n es n o e ra algo
q u e yo m ism o h u b ie se in v e n ta d o a rb itra ria m e n te ,
n a d a m ás p a ra p o n e rm e d ifícil, sin o alg o ta n h o n d a ­
m e n te e n ra iz a d o en m í q u e so b re p u ja b a c u a lq u ie r
o tra co n sid era ció n .
— Es co m o u n a e n fe rm e d a d — d ije.
-— N o h ay en fe rm e d a d e s — re p u so d o n J u a n con
to d a c alm a— . Sólo h a y idioteces. Y tú te haces el
id io ta al tr a ta r d e e x p lic a rlo todo. L as ex p licacio n es
ya n o son necesarias en tu caso.
In sistí en q u e sólo m e era p o sib le fu n c io n a r b ajo
c o n d icio n es d e o rd e n y co m p re n sió n . L e reco rd é q u e
yo h a b ía ca m b ia d o ra d ic a lm e n te m i p e rso n a lid a d d u ­
ra n te el tie m p o d e n u e s tra relació n , y q u e la c o n d i­
338
ció n q u e h iz o p o sib le ta l ca m b io fue q u e p u d e e x p li­
carm e las razo n es d e trá s d e él.
D o n J u a n rio su av em en te. E stu v o c a llad o larg o
rato .
— E res m u y listo — d ijo p o r fin — . R egresas a d o n ­
d e sie m p re h as estad o. P e ro esta vez se te acab ó el
ju eg o . N o tienes a d ó n d e reg resar. Y a n o voy a ex ­
p lic a rte n ad a. L o q u e G e n a ro te h izo ay er se lo h izo
a tu c u e rp o ; en to n ces, q u e tu cu e rp o d ecid a q u é
es qu é.
E l to n o d e d o n J u a n era am isto so , p e ro in u s ita d a ­
m e n te d esp eg ad o, y eso m e h izo se n tir u n a so led ad
av asalla n te. E x p resé m is se n tim ie n to s d e tristeza. É l
so nrió . Sus d e d o s a p re ta ro n su av em en te la p a rte su ­
p e rio r d e m i m an o .
— L os dos som os seres q u e v a n a m o rir — d ijo con
su a v id a d — . Y a n o h ay m ás tie m p o p a ra lo q u e h a ­
cíam os an tes. A h o ra d eb es e m p le a r to d o el no-hacer
q u e te h e en señ ad o , y parar el mundo.
V olvió a a p re ta rm e la m a n o . Su c o n ta c to e ra firm e
y am ig ab le; re a firm a b a su p re o c u p a c ió n y su afecto
p o r m í, y al m ism o tie m p o m e d a b a la im p resió n
d e u n p ro p ó sito in flex ib le .
— É ste es m i gesto q u e te n g o co n tig o — d ijo , p ro ­
lo n g a n d o u n in s ta n te el a p re tó n d e m a n o — . A h o ra
d eb es irte solo a esas m o n ta ñ a s am ig as — señ aló co n
la b a rb illa la d is ta n te c o rd ille ra h a c ia el sureste.
D ijo q u e yo d e b ía p e rm a n e c e r a llí h asta q u e m i
c u e rp o m e d ije ra q u e ya e ra b a sta n te , y lu eg o v o lv er
a su casa. N o q u e ría q u e yo d ijese n a d a n i esp erase
m ás tie m p o , y m e lo h izo sa b e r e m p u já n d o m e con
g en tileza e n d ire c c ió n d e l coche.
— ¿Q u é d e b o h acer allí? — p re g u n té .
339
E n vez d e re sp o n d e r m e m iró , m e n e a n d o la cabeza.
— Ya estuv o b u e n o — d ijo al fin.
L u eg o señ aló co n el d e d o h a c ia el sureste.
— Á n d a le — d ijo , c o rta n te .
F u i h acia el su r y lu e g o h a c ia el este, sig u ie n d o los
cam ino s q u e sie m p re h a b ía to m a d o al v ia ja r c o n d o n
J u a n . E stacio n é el coche cerca d el sitio d o n d e la
b re c h a te rm in a b a , y lu e g o seguí u n sen d ero co n o cid o
h a sta lle g a r a u n a a lta m eseta. N o te n ía id e a d e q u é
h a c e r allí. E m p ecé a p asearm e, b u sc a n d o u n sitio d e
reposo. D e p ro n to a d v e rtí u n p e q u e ñ o esp acio a m i
iz q u ie rd a . L a co m p o sició n q u ím ic a d el su elo p a re c ía
ser d is tin ta e n d ic h o sitio , p e ro c u a n d o e n fo q u é allí
los ojos n o vi n a d a q u e ex p licase la d ife re n c ia . P a ­
ra d o a co rta d ista n c ia , tra té d e “ s e n tir” , co m o d o n
J u a n m e re c o m e n d a b a siem p re.
Q u e d é in m ó v il cosa d e u n a h o ra. M is p e n sa m ie n ­
tos e m p e zaro n a d is m in u ir g ra d u a lm e n te , h a sta q u e
ya n o h a b la b a co n m ig o m ism o. T u v e e n to n ce s u n a
sen sación d e m o lestia. P a re c ía c o n fin a d a a m i estó­
m ag o y se a g u d iza b a c u a n d o yo e n fre n ta b a el sitio
en cu estió n . M e re p e lía y m e sen tí im p e lid o a a p a r­
ta rm e d e él. E m p ecé a e x a m in a r el área co n los ojos
cruzad o s, y tras c a m in a r u n p o co llegu é a u n a g ra n
ro ca p la n a . M e d e tu v e fre n te a ella. N o h a b ía en
la ro ca n a d a e n p a rtic u la r q u e m e a tra je ra . N o d e te c ­
té en e lla n in g ú n co lo r n i b rillo específico, p e ro m e
g u sta b a . M i cu e rp o se se n tía b ie n . E x p e rim e n té u n a
sen sación d e co m o d id a d física y to m é a sie n to u n rato .
T o d o el d ía v ag u é p o r la m eseta y las m o n ta ñ a s
c irc u n d a n te s, sin sab er q u é h a c e r n i q u é esp erar. A l
o scu recer v o lv í a la ro ca p la n a . S abía q u e p a sa n d o
a llí la n o ch e e staría a salvo.
340
A l d ía sig u ie n te m e a d e n tré m ás en las m o n ta ñ a s,
h a c ia el este. A l a ta rd e c e r lleg u é a o tra m eseta, to d a ­
v ía m ás a lta. M e p a re c ió h a b e r estad o allí an tes. M iré
en to rn o p a ra o rie n ta rm e , p e ro n o p u d e reco n o cer
n in g u n o d e los picos c irc u n d a n te s. T ra s eleg ir con
c u id a d o u n sitio , m e sen té a d escan sar al b o rd e d e
u n á re a y erm a y rocosa. A llí sen tía tib ieza y tr a n ­
q u ilid a d . Q u ise sacar co m id a d e m i g u aje , p e ro es­
ta b a vacío. B ebí u n poco d e ag u a. E sta b a tib ia y
aceda. P ensé q u e n o m e q u e d a b a m ás q u e v o lv er a
casa d e d o n J u a n , y em pecé a p re g u n ta rm e si d e b e ría
in ic ia r d e u n a vez m i c a m in o d e regreso. M e acosté
b o c a b a jo y ap o y é la cabeza e n el brazo. In q u ie to ,
cam b ié v arias veces d e p o stu ra , h a sta h a lla rm e d e cara
al oeste. E l sol ya d escen d ía. M is ojos e sta b a n can sa­
dos. M iré el su elo y vi u n g ra n escara b a jo negro.
S alió d e trá s d e u n a p ie d ra , e m p u ja n d o u n a b o la d e
estiérco l dos veces m ás g ra n d e q u e él. Seguí sus m o v i­
m ie n to s d u ra n te larg o rato . E l in secto p arecía a je n o
a m i p resen cia y seguía e m p u ja n d o su carg a so bre
rocas, raíces, d ep resio n es y p ro tu b e ra n c ia s. H a sta d o n ­
d e yo sab ía, el escara b a jo n o se d a b a c u e n ta d e q u e
yo estab a allí. Se m e o c u rrió la id e a d e q u e yo no
p o d ía e sta r seg u ro d e q u e el in secto n o tu v ie ra c o n ­
cien cia d e m í; esa id e a d e sa tó u n a serie d e e v a lu a ­
ciones racio n ales c o n resp ecto a la n a tu ra le z a del
m u n d o d e l insecto , en c o n tra p o sic ió n co n el m ío. El
escara b a jo y yo estáb am o s en el m ism o m u n d o , y o b ­
v ia m e n te el m u n d o no e ra el m ism o p a ra am bos. M e
co n c e n tré en o b serv arlo , m a ra v illa d o d e la fuerza
titá n ic a q u e n ecesita b a p a ra tra n s p o rta r su carg a p o r
rocas y p o r g rietas.
L arg o tie m p o observé al insecto , y e n to n ce s m e
341
d i c u e n ta del silen cio en to rn o . Sólo el v ie n to sil­
b a b a e n tre las ram as y h o jas d el m a to rra l. A lcé la
vista, m e volví a la iz q u ie rd a e n fo rm a r á p id a e in ­
v o lu n ta ria , y alcan cé a v er u n a leve so m b ra, o u n
c in tila r, sobre u n a ro ca cercan a. A l p rin c ip io n o pres­
té a te n c ió n , p ero lu eg o m e d i c u e n ta d e q u e el c in tila r
h a b ía estad o a m i iz q u ie rd a . M e volví d e n u ev o , sú ­
b ita m e n te , y p u d e p e rc ib ir con c la rid a d u n a so m b ra
en la roca. T u v e la e x tra ñ a sensación d e q u e la som ­
b ra se deslizó in m e d ia ta m e n te al su elo y la tie rra la
a b so rb ió com o u n secan te c h u p a u n a m a n c h a d e tin ­
ta. U n escalo frío re c o rrió m i esp ald a. P o r m i m e n te
cru zó la id ea d e q u e la m u e rte nos o b se rv ab a a m í
y al escarabajo .
B u sq u é d e n u ev o al insecto , p e ro n o p u d e h a lla rlo .
P ensé q u e d e b ía h a b e r lle g a d o a su d e stin o y a rro ja ­
d o su carg a a u n a g u je ro . A p o y é el ro stro c o n tra u n a
roca lisa.
E l escara b a jo su rg ió d e u n h o y o p ro fu n d o y se
d e tu v o a pocos ce n tím e tro s d e m i cara. P a re c ía m i­
ra rm e , y p o r u n in s ta n te se n tí q u e c o b ra b a c o n ­
cien cia d e m i p resen cia, ta l vez com o yo a d v e rtía la
p resen cia d e m i m u e rte . E x p e rim e n té u n estrem eci­
m ien to . E l escara b a jo y yo n o éram o s ta n d istin to s,
d esp u és d e todo. L a m u e rte , com o u n a so m b ra, nos
ace ch ab a a am b o s d e trá s d e l peñasco. T u v e u n ex ­
tra o rd in a rio m o m e n to d e jú b ilo . E l escara b a jo y yo
estáb am o s a la p a r. N in g u n o era m e jo r q u e el otro.
N u e stra m u e rte no s ig u a la b a .
M i jú b ilo y m i ale g ría fu e ro n ta n g ran d es q u e eché
a llo ra r. D o n J u a n te n ía razó n . S iem p re h a b ía te n id o
razón. Yo vivía en u n m u n d o lle n o d e m iste rio y,
co m o todos los d em ás, era u n ser lle n o d e m isterio ,
342
y sin em b a rg o n o te n ía m ás im p o rta n c ia q u e u n es­
c a ra b a jo . M e seq u é los ojos y, al fro tarlo s co n el d o rso
d e la m a n o , vi u n h o m b re , o alg o co n fig u ra h u m a ­
n a . Se h a lla b a a m i d erech a, a u n o s c in c u e n ta m e tro s
d e d istan cia. M e senté, erg u id o , y m e esforcé p o r
m ira r. E l sol e stab a casi en el h o riz o n te y su re s p la n ­
d o r a m a rillo m e im p e d ía te n e r u n a v isió n c lara. E n
ese in s ta n te oí u n ru g id o p e c u lia r. E ra com o el so­
n id o d e u n d ista n te a e ro p la n o a reacció n . C u a n d o m e
c o n c e n tré en él, el ru g id o a u m e n tó h a sta ser u n a g u ­
d o z u m b a r m e tá lico , y lu eg o , suav izánd o se, se v o lv ió
u n so n id o h ip n ó tic o , m elo d ioso . L a m e lo d ía e ra co m o
la v ib ra c ió n d e u n a c o rrie n te eléctrica. L a im a g e n
q u e a c u d ió a m i m e n te fu e la d e q u e do s esferas
electrizad as se u n ía n , o dos. b lo q u e s cú bicos d e m e ta l
eléctrico se fro ta b a n e n tre sí y, al estar p e rfe c ta m e n te
n iv elad o s el u n o co n el o tro , se d e te n ía n con u n g o l­
pe. N u e v a m e n te m e esforcé p o r v er si p o d ía d is tin g u ir
a la p e rso n a q u e p a re c ía escon d erse d e m í, p e ro n o
d e te c té sin o u n a fo rm a o scu ra c o n tra los arb u sto s.
P u se las m a n o s so bre los ojos fo rm a n d o u n a v isera.
E n ese in s ta n te cam b ió el b rillo d e l sol y a d v e rtí q u e
sólo v eía u n a ilu sió n ó p tica, u n ju e g o d e so m b ras y
fo llaje.
A p a rté los o jo s y vi u n coyote q u e c ru z a b a el c am p o
en tro te calm oso. E stab a cerca d e l sitio d o n d e yo creía
h a b e r visto al h o m b re. R e c o rrió u n o s c in c u e n ta m e ­
tro s e n d ire c c ió n su r y lu e g o se d etu v o , d io la v u e lta
y em pezó a c a m in a r h a c ia m í. D i u n o s g rito s p a ra
a su starlo , p e ro sig u ió ace rcán d ose. T u v e u n m o m e n to
d e a p re n sió n . P ensé q u e tal vez e sta b a rab io so y h a sta
se m e o c u rrió ju n ta r p ie d ra s p a ra d e fe n d e rm e e n caso
d e u n a ta q u e . C u a n d o el a n im a l estuv o a tres o c u a ­
343
tro m etro s d e d ista n c ia , n o té q u e n o se h a lla b a ag i­
ta d o e n fo rm a a lg u n a ; al c o n tra rio , p a re c ía tr a n ­
q u ilo y sin tem ores. A m a in ó su paso, d e te n ié n d o se
a u n m e tro o m e tro y m e d io d e m í. N o s m iram o s, y
el coyote se acercó m ás a ú n . Sus o jo s p a rd o s e ra n
am isto so s y lím p id o s. M e sen té en las rocas y el co­
y o te se d etu v o , casi to c á n d o m e .. Y o e sta b a a tó n ito .
J a m á s h a b ía visto ta n d e cerca a u n co y o te salvaje, y
lo ú n ic o q u e se m e o c u rrió e n to n ce s fu e h a b la rle . L o
h ic e co m o si h a b la ra co n u n p e rro am isto so . Y e n ­
tonces m e p a re c ió q u e el co y o te m e re sp o n d ía . T u v e
u n a a b s o lu ta certeza d e q u e h a b ía d ic h o algo. M e
se n tí co n fu so, p e ro n o h u b o tie m p o d e p o n d e ra r m is
se n tim ie n to s, p o rq u e el coyote v o lv ió a “h a b la r” . N o
e ra q u e el a n im a l p ro n u n c ia s e p a la b ra s co m o las q u e
su elo escu ch ar en voces h u m a n a s; m ás b ie n yo “ sen ­
tía ” q u e estab a h a b la n d o . P e ro n o e ra ta m p o c o la
sen sación q u e u n o tie n e c u a n d o u n a m a sc o ta p arece
c o m u n ic a rse co n su am o. E l coyote en v e rd a d decía
alg o; tra sm itía u n p e n sa m ie n to y esa co m u n icació n
se p ro d u c ía a trav és d e alg o m u y sim ila r a u n a frase.
Y o h a b ía d ic h o : “ ¿C óm o estás, co y o tito?” y creí o ír
q u e el a n im a l re sp o n d ía : "M u y b ie n , ¿y tú ? ” L u eg o
el co y o te re p itió la frase y yo m e le v a n té d e u n salto.
E l a n im a l n o h izo u n so lo m o v im ie n to . N i siq u ie ra
lo a la rm ó m i re p e n tin o b rin c o . Sus ojos seg u ían cla­
ros y am ig ab les. Se ech ó y, la d e a n d o la cabeza, p re ­
g u n tó : “ ¿P or q u é tie n e s m ied o ?” M e sen té fre n te a
él y llevé a cab o la co n v ersació n m ás e x tra ñ a q u e
ja m á s h a b ía ten id o . F in a lm e n te , m e p re g u n tó q u é h a ­
cía yo a llí y le d ije q u e h a b ía v e n id o a " p a r a r el
m u n d o ” . E l coyote d ijo “ ¡Q u é b u e n o !” y en to n c e s m e
d i c u e n ta d e q u e e ra u n coyote b ilin g ü e . L os su sta n ­
344
tivos y v erb o s d e sus frases e ra n en inglés, p e ro las
c o n ju n c io n e s y ex clam acion es e ra n e n esp añ o l. C ru z ó
p o r m i m e n te la id e a d e q u e m e h a lla b a en p resen cia
d e u n co y o te chican o . E ch é a re ír a n te lo a b su rd o d e
to d o eso, y re í ta n to q u e casi m e p u se h istérico . E n ­
tonces, la im p o sib ilid a d d e lo q u e estab a p a sa n d o m e
g o lp e ó d e lle n o y m i m e n te se ta m b aleó . E l coyote
se in c o rp o ró y n u estro s ojo s se e n c o n tra ro n . M iré los
suyos fija m e n te . S entí q u e m e ja la b a n , y d e p ro n to
el a n im a l se h izo irid isc e n te ; em pezó a resp lan d e cer.
E ra co m o si m i m e n te re p ro d u je se la m e m o ria d e o tro
suceso q u e h a b ía te n id o lu g a r diez añ o s an tes, c u a n ­
d o , b a jo la in flu e n c ia d e l p ey o te, p resen cié la m e ta ­
m o rfosis d e u n p e rro c o m ú n e n u n in o lv id a b le ser d e
irid iscen cia. E ra com o si el coyote h u b ie ra p ro v o c ad o
el re c u e rd o , y la im a g e n d e a q u e l suceso a n te rio r,
in v o cad a, se su p e rp u sie ra a la fo rm a d e l coyote; el
coyote era u n ser flu id o , líq u id o , lu m in o so . S u lu m i­
n o sid a d d e slu m b ra b a . Q u ise p ro te g e r m is ojo s c u ­
b rié n d o lo s co n las m an o s, p e ro n o p o d ía m overm e.
E l ser lu m in o so m e tocó e n a lg u n a p a rte in d e fin id a
d e m í m ism o y m i c u e rp o e x p e rim e n tó u n a tib ieza
y u n b ie n e sta r in d e sc rip tib le s, ta n ex q u isito s q u e el
to q u e p a re c ía h a b e rm e h ech o e stallar. M e tra n sfig u ré .
N o p o d ía s e n tir los pies, n i las p ie rn as, n i p a rte a l­
g u n a d e m i cu erp o , p e ro alg o m e so sten ía erecto .
N o te n g o id e a d e c u á n to tie m p o p e rm a n e c í e n esa
posició n . M ie n tra s ta n to , el co y o te lu m in o so y el m o n ­
te d o n d e m e h a lla b a se d iso lv iero n . N o h a b ía ideas
n i se n tim ie n to s. T o d o se h a b ía d esco n ectad o y yo
flo ta b a lib re m e n te .
D e sú b ito , se n tí q u e m i c u e rp o e ra g o lp e a d o , y
lu eg o e n v u e lto p o r alg o q u e m e en cen d ía. T o m é co n ­
345
cien cia en to n ce s d e q u e el sol b rilla b a so bre m í. Y o
d is tin g u ía v a g a m e n te u n a c o rd ille ra d is ta n te h a c ia el
o ccid en te. E l sol casi se o c u lta b a e n el h o riz o n te . Y o
lo m ira b a d e fren te, y en to n ce s vi las “ lín eas d e l m u n ­
d o ” . P e rc ib í e n v e rd a d u n a e x tra o rd in a ria p ro fu sió n
d e lín ea s b lan cas, flu o rescen tes, q u e se e n tre c ru z a b a n
e n to d o m i alre d e d o r. P o r u n m o m e n to p en sé q u e ta l
vez se tra ta b a d el sol re fra c ta d o p o r m is pestañas.
P a rp a d e e y volví a m ira r. L as lín eas e ra n co n stan tes,
y se s u p e rp o n ía n a to d o c u a n to h a b ía en to rn o , o lo
a tra v e sa b a n . M e d i v u e lta y e x a m in é u n m u n d o insó­
lita m e n te n u ev o. L as lín ea s e ra n v isibles y c o n stan tes
a u n q u e yo n o d ie ra la c a ra al sol.
M e q u e d é allí e n estad o d e éxtasis, d u ra n te lo q u e
p a re c ió u n tie m p o in te rm in a b le ; to d o d e b e h a b e r d u ­
ra d o sólo u n o s m in u to s, acaso ú n ic a m e n te el tie m p o
q u e el sol b rilló a n te s d e lle g a r al h o riz o n te , p e ro p a ra
m í fu e la e te rn id a d . S e n tía q u e algo tib io y co n fo r­
ta n te b ro ta b a d el m u n d o y d e m i p ro p io cu erp o .
S u p e h a b e r d e sc u b ie rto u n secreto. E ra ta n sencillo.
E x p e rim e n ta b a u n to rre n te d esco n o cid o d e se n tim ie n ­
tos. N u n c a en to d a m i v id a h a b ía te n id o ta l e u fo ria
d iv in a , ta l paz, ta n a m p lio alcan ce, y sin e m b a rg o
n o m e era p o sib le tra d u c ir el secreto a p a la b ra s, n i
siq u ie ra a p en sam ien to s, p e ro m i c u e rp o lo conocía.
L u e g o m e d o rm í o m e desm ayé. C u a n d o volví a
c o b ra r co n cien cia d e m í, yacía so b re las rocas. M e
p u se d e pie. E l m u n d o era com o yo sie m p re lo h a b ía
visto. E sta b a o scu recien d o, y a u to m á tic a m e n te in ic ié
el reg reso h a c ia m i coche.
D o n J u a n e stab a solo en la casa c u a n d o lle g u é a la
m a ñ a n a sig u ien te. L e p re g u n té p o r d o n G e n a ro y
346
d ijo q u e a n d a b a p o r allí, h a c ie n d o u n m a n d a d o . I n ­
m e d ia ta m e n te em pecé a n a rra rle las e x tra o rd in a ria s
e x p erien cias q u e tuve. E scuchó con o b v io in teré s.
— S e n c illam en te has parado el mundo — c o m e n tó
c u a n d o h u b e te rm in a d o m i re c u e n to .
Q u ed am o s u n ra to en silen cio y lu eg o d o n J u a n
d ijo q u e yo d e b ía d a r las gracias a d o n G e n a ro p o r
ay u d arm e . P a recía in u s ita d a m e n te c o n te n to conm igo.
M e p a lm e ó la esp ald a re p e tid a s veces, c h a sq u e a n d o
la le n g u a.
— P e ro es in c o n c e b ib le q u e u n coyote h a b le — d ije.
— E so n o fu e h a b la r — re p u so d o n J u a n .
— ¿Q u é era entonces?
— T u c u e rp o e n te n d ió p o r vez p rim e ra . P e ro fa­
llaste d e reco n o cer q u e, p o r p rin c ip io d e cu en tas, n o
era u n coyote, y q u e c ie rta m e n te n o h a b la b a com o
h a b la m o s tú y yo.
—-¡Pero el coyote d e veras h a b la b a , d o n Ju a n !
— M ira q u ié n es a h o ra el q u e d ic e idioteces. D es­
p u és d e ta n to s años d e a p re n d iz a je , d eb erías te n e r m ás
co n o cim ien to . A yer paraste el mundo, y a lo m e jo r
h a sta viste. U n ser m ágico te d ijo algo, y tu c u e rp o
fu e cap az d e e n te n d e rlo p o rq u e el m u n d o se h a b ía
d e rru m b a d o .
— E l m u n d o era com o es hoy, d o n J u a n .
— N o. H o y los coyotes n o te d ic e n n a d a , n i p u ed es
ver las lín eas d el m u n d o . A y er h ic iste to d o eso sim ­
p le m e n te p o rq u e algo se p a ró d e n tro d e ti.
— ¿Q u é cosa fue?
— L o q u e se p a ró ay er d e n tro d e ti fu e lo q u e la
g e n te te h a estad o d ic ie n d o q u e es el m u n d o . V erás,
d esd e q u e nacem os la g e n te nos d ice q u e el m u n d o
es así y asá, y n a tu ra lm e n te n o no s q u e d a o tro re ­
347
m e d io q u e ver el m u n d o en la fo rm a e n q u e la g en te
nos h a d ic h o q u e es.
N os m iram o s.
— A y er el m u n d o se h iz o co m o los b ru jo s te d icen
q u e es -—p ro sig u ió — . E n ese m u n d o h a b la n los coyo­
tes y ta m b ié n los v en ad o s, co m o te d ije u n a vez, y
ta m b ié n las v íb o ras d e cascabel y los árb o les y todos
los d em ás seres v iv ien tes. P e ro lo q u e q u ie ro q u e
a p re n d a s es ver. A lo m e jo r a h o ra ya sabes q u e el ver
o c u rre sólo c u a n d o u n o se cu ela e n tre los m u n d o s, el
m u n d o d e la g en te c o m ú n y el m u n d o d e los b ru jo s.
A h o ra estás ju s tito e n m e d io d e los dos. A y er creiste
q u e el co y o te te h a b la b a . C u a lq u ie r b ru jo q u e n o ve
c re e ría lo m ism o, p e ro a lg u ie n q u e ve sab e q u e creer
eso es q u e d a rse a to ra d o e n el re in o d e los b ru jo s. D e
la m ism a m a n e ra , n o cre e r q u e los coyotes h a b la n es
e sta r a to ra d o e n el re in o d e la g e n te co m ú n .
— ¿ Q u iere u sted d ecir, d o n J u a n , q u e n i el m u n d o
d e la g e n te c o m ú n n i el m u n d o d e los b ru jo s son
reales?
— S on m u n d o s reales. P u e d e n a c tu a r so b re ti. P o r
ejem p lo , p o d ría s h a b e rle p re g u n ta d o a ese coyote
c u a lq u ie r cosa q u e q u isie ra s sab er, y él se h a b ría
o b lig a d o a re sp o n d e rte . L o ú n ic o triste es q u e los co­
yotes n o so n d e fiar. S o n em bu stero s. Es tu d e stin o
n o te n e r u n co m p a ñ e ro a n im a l d e co n fian za.
D o n J u a n e x p licó q u e el coyote sería m i c o m p a ñ e ­
ro to d a la v id a y q u e , en el m u n d o d e los b ru jo s,
te n e r u n am ig o coyote n o era u n estad o d e cosas m u y
d e desear. D ijo q u e h a b ría sid o id e a l q u e yo h a b la ra
con u n a se rp ie n te d e cascabel, p u es so n c o m p añ eras
e stu p en d as.
— Y o e n tu lu g a r — a ñ a d ió — ja m á s m e fia ría d e u n
348
coyote. P e ro tú eres d is tin to y a lo m e jo r h a sta te
h a te s b ru jo coyote.
— ¿Q u é es u n b ru jo coyote?
U n o q u e saca m u ch as cosas d e sus h e rm a n o s coyotes.
Q u ise seg u ir h a c ie n d o p re g u n ta s, p e ro m e d e tu v o
co n u n gesto.
— H a s v isto las lín eas d e l m u n d o — d ijo — . H a s vis­
to u n ser lu m in o so . Y a casi estás listo p a ra e n c o n ­
tra rte c o n el a liad o . P o r su p u esto , sabes q u e el h o m ­
b re a q u ie n v iste e n el m a to rra l e ra el alia d o . O íste
su ru g id o com o el so n a r d e u n a v ió n d e ch o rro . T e
esta rá e sp e ra n d o a la o rilla d e u n lla n o , u n lla n o al
q u e yo m ism o te llevaré.
G u a rd a m o s silen cio larg o ra to . D o n J u a n te n ía las
m a n o s e n trelazad as p o r en cim a d e l estóm ago. Sus p u l­
gares se m o v ía n casi im p e rc e p tib le m e n te .
— T a m b ié n G e n a ro te n d rá q u e ir co n n o so tro s a
ese v a lle — d ijo d e p ro n to — . Es el q u e te h a a y u d ad o
a parar el mundo.
D o n J u a n m e m iró con ojo s p e n e tra n te s.
— V oy a d e c irte u n a cosa m á s — d ijo , y rio — . Ya
re a lm e n te n o im p o rta . E l o tro d ía , G e n a ro n u n c a
m o v ió tu c a rro d el m u n d o d e la g e n te co m ú n . N a d a
m ás te forzó a m ira r el m u n d o com o los b ru jo s, y tu
co ch e n o estab a en ese m u n d o . G e n a ro q u iso a b la n ­
d a r tu certeza. Sus pay asad as h a b la ro n a tu c u e rp o
acerca d e lo a b su rd o q u e es tra ta r d e e n te n d e rlo todo.
Y c u a n d o voló su p a p a lo te casi viste. H a lla ste tu co­
ch e y estab as e n los do s m u n d o s. L a razó n d e q u e casi
se nos re v e n ta ra n las trip a s d e ta n to re ír fu e q u e tú
d e veras p en sab as q u e n o s estab as tra y e n d o d e d o n d e
creiste h a lla r tu coche.
349
— ¿P ero cóm o m e forzó a ver el m u n d o com o los
b ru jo s?
— Y o estab a con él. L os d o s conocem os ese m u n d o .
Ya c o n o cié n d o lo , lo ú n ic o q u e se n ecesita p a ra p ro ­
d u c irlo es u sar ese o tro a n illo d e p o d e r q u e te h e d i­
c h o q u e los b ru jo s tie n e n . G e n a ro p u e d e h a c e rlo con
la m ism a fa c ilid a d co n la q u e m u ev e los d edos. T e
tu v o o c u p a d o v o lte a n d o p ie d ra s p a ra d is tra e r tu s p e n ­
sam ien to s y p e rm itir q u e tu c u e rp o viera.
L e d ije q u e los sucesos d e los tres ú ltim o s d ía s h a ­
b ía n cau sad o a lg ú n d a ñ o irre p a ra b le a m i id e a d el
m u n d o . D ije ,que, d u ra n te los diez añ o s q u e lle v a b a
d e v erlo , ja m á s h a b ía e x p e rim e n ta d o u n a sa c u d id a
ta l, n i siq u ie ra las veces q u e in g e rí p la n ta s p sicotrópicas.
— L as p la n ta s d e p o d e r so n sólo u n a a y u d a — d ijo
d o n J u a n — . L o d e v e rd a d es c u a n d o el c u e rp o se d a
c u e n ta d e q u e p u e d e ver. Sólo en to n ces som os c a p a ­
ces d e sab er q u e el m u n d o q u e co n te m p la m o s cad a
d ía n o es n a d a -m á s q u e u n a d escrip ció n . M i in te n ­
c ió n h a sid o m o stra rte eso. D esg raciad am e n te, te q u e ­
d a m u y po co tie m p o a n te s d e q u e el a lia d o te salga
al paso.
— ¿ T ie n e q u e salirm e a l paso?
— N o h ay m a n e ra d e e v ita rlo . P a ra ver h ay q u e
a p re n d e r la fo rm a en q u e los b ru jo s m ira n el m u n d o ;
p o r eso h ay q u e lla m a r al a lia d o , y u n a vez q u e se le
lla m a, viene.
— ¿N o p o d ía u sted e n se ñ a rm e a ver sin lla m a r al
aliad o ?
— N o. P a ra ver h ay q u e a p re n d e r a m ira r el m u n ­
d o en a lg u n a o tra fo rm a, y la ú n ica o tra fo rm a q u e
conozco es la d el b ru jo .
350
XX. EL VIAJE A IXTLÁN
D on G enaro regresó a eso d e l m e d io d ía y, sig u ie n d o
la su g e ren cia d e d o n J u a n , los tres fu im o s e n coche
a la c o rd ille ra d o n d e yo estu v e el d ía a n te rio r. C a ­
m in a m o s p o r el m ism o se n d e ro q u e seguí, p e ro en
vez d e d e te n e rn o s en la m e se ta a lta , co m o yo h a b ía
h ech o , c o n tin u a m o s asc e n d ie n d o h a sta a lc a n z a r la p a r­
te su p e rio r d e la c o rd ille ra m ás b a ja ; lu eg o em peza­
m os a d escen d er a u n v alle llano .
N o s d e tu v im o s a d escan sar en la cim a d e u n cerro
alto . D o n G e n a ro eligió el lu g ar. A u to m á tic a m e n te
m e sen té, com o sie m p re h e h ech o en c o m p a ñ ía d e
am bo s, co n d o n J u a n a m i d e re c h a y d o n G e n a ro a
m i iz q u ie rd a , fo rm a n d o u n triá n g u lo .
E l c h a p a rra l d esértico h a b ía a d q u irid o u n e x q u i­
sito lu stre h ú m e d o . Se veía v erd e b rilla n te tra s u n a
c o rta llu v ia d e p rim av era .
— G e n a ro te va a c o n ta r alg o — m e d ijo d o n J u a n
d e re p e n te — . T e va a c o n ta r la h is to ria d e su p ri­
m e r e n c u e n tro con su alia d o . ¿N o es cierto , G en aro ?
H a b ía u n m a tiz d e ru e g o e n la voz d e d o n J u a n .
D o n G e n a ro m e m iró y c o n tra jo los lab io s h a s ta q u e
su b o ca p a re c ía u n a g u je ro re d o n d o . D o b ló la len ­
g u a c o n tra el p a la d a r y em pezó a a b rir y c e rra r la
b o ca com o si tu v ie ra espasm os.
D o n J u a n lo m iró y rio c o n fuerza. Y o n o sab ía
cóm o to m a r a q u ello .
351
— ¿Q u é está h acien d o ? — p re g u n té a d o n J u a n .
— ¡Es u n a g a llin a ! -—d ijo él.
— ¿U n a g allin a?
— M ira , m ira su boca. É se es el cu lo d e la g a llin a ,
y está a p u n to d e p o n e r u n h u ev o.
L os espasm os d e d o n G e n a ro p a re c ie ro n a u m e n ta r.
T e n ía e n los ojos u n a e x p re sió n ra ra , d e lo c u ra. Su
b o ca se a b rió com o si los espasm os d ila ta ra n el a g u ­
je ro re d o n d o . P ro d u jo c o n la g a rg a n ta u n a especie
d e g razn id o , d o b ló los b razos so b re el p ech o c o n las
m a n o s h a c ia a d e n tro y lu eg o , sin n in g u n a c ere m o n ia ,
escupió.
— ¡C arajo! N o era u n h u ev o , e ra u n p o llo — d ijo
con e x p re sió n p re o c u p a d a .
L a p o stu ra d e su c u e rp o y la ca ra q u e te n ía e ra n
ta n rid ic u la s q u e n o p u d e m e n o s q u e reír.
— A h o ra q u e G e n a ro casi p u so u n h u ev o , a lo m e­
jo r te c u e n ta su p rim e r e n c u e n tro co n su a lia d o — in ­
sistió d o n J u a n .
— A lo m e jo r — d ijo d o n G e n a ro , sin in teré s.
L e s u p liq u é q u e m e lo c o n ta ra .
D o n G e n a ro se p u so d e p ie, estiró los b razo s y la
esp ald a . Sus h uesos c ru jie ro n . L u eg o v o lv ió a sen ­
tarse.
— E ra yo jo v e n c u a n d o m e e n fre n té p o r p rim e ra
vez c o n m i a lia d o — d ijo al fin — . R e c u e rd o q u e fu e
e n las p rim e ra s h o ras d e la ta rd e . Y o h a b ía estad o en
el c a m p o d esd e el a m a n e c e r e ib a d e v u e lta a m i casa.
D e re p e n te , el a lia d o salió y se in te rp u s o e n m i ca­
m in o . M e h a b ía estad o e sp e ra n d o d e trá s d e u n a m a ta
y m e in v ita b a a lu c h a r. Y o ib a a sa lir c o rrie n d o , p ero
m e v in o la id e a d e q u e yo e ra lo b a s ta n te fu e rte p a ra
e n fre n ta rm e co n él. D e to d o s m o d o s tu v e m ied o . U n
352
escalo li ío m e su b ió p o r la e sp a ld a y m i cu ello se p u so
tieso co m o ta b la . A p ro p ó sito , ésa es sie m p re la se­
ñ a l d e q u e u n o está listo; d ig o , c u a n d o el cu e llo se
p o n e d u ro .
Se a b rió la cam isa y m e e n se ñ ó ,su esp alda. T e n s ó
los m ú scu lo s d e su cu ello, b razo s y esp alda. N o té la
ex celen cia d e su m u sc u la tu ra . E ra com o si el re c u e r­
d o d el e n c u e n tro h u b ie se a c tiv a d o cad a m ú scu lo en
su torso.
— E n ta l situ a c ió n — p ro sig u ió — , sie m p re h ay q u e
c e rra r la boca.
Se v o lv ió a d o n J u a n y d ijo :
— ¿N o es cierto?
— Sí — d ijo d o n J u a n c a lm a d a m e n te — . E l c h o q u e
q u e u n o re c ib e al a g a rra r a u n a lia d o es ta n g ra n ­
d e q u e u n o p o d ría a rra n c a rse la le n g u a d e u n a m o r­
d id a o ro m p e rse los d ie n tes. E l c u e rp o d e b e esta r
recto y b ie n p la n ta d o , y los pies d e b e n a g a rra r el
suelo.
D o n G e n a ro se le v a n tó y m e en señ ó la p o sició n co­
rre c ta : el c u e rp o lig e ra m e n te d o b la d o en las ro d illa s,
los b razo s c o lg a n d o a los lad o s con los d ed o s c u rv a ­
do s su av em en te. P e rm a n e c ió e n esa p o stu ra u n in s­
ta n te , y c u a n d o creí q u e se se n ta ría , se lan zó d e sú­
b ito h a c ia a d e la n te e n u n sa lto estu p e n d o , co m o si
tu v ie ra reso rtes en los talo n es. Su m o v im ie n to fu e
ta n re p e n tin o q u e caí d e esp aldas; p e ro al caer tu v e
la clara im p re sió n d e q u e d o n G e n a ro h a b ía a g a rra ­
d o a u n h o m b re , o algo co n fo rm a d e h o m b re.
V olví a sen ta rm e. D o n G e n a ro co n serv ab a a ú n u n a
tre m e n d a te n sió n e n to d o el cu erp o ; lu e g o re la jó
a b ru p ta m e n te los m ú scu lo s y v o lv ió al lu g a r d o n d e
h a b ía e stad o y to m ó asien to .
353
— C arlo s aca b a d e ver a h o rita a tu a lia d o — o b ser­
vó d o n J u a n c a su a lm e n te — , p e ro to d a v ía está m u y
d é b il y se cayó.
— ¿D e veras? — p re g u n tó d o n G e n a ro e n to n o in ­
g e n u o , y a g ra n d ó las fosas nasales.
D o n J u a n le aseg u ró q u e yo lo h a b ía “ v isto ” .
D o n G e n a ro v o lv ió a s a lta r h a c ia a d e la n te , c o n ta l
fu erza q u e caí d e co stado . E je c u tó su sa lto co n ta n ­
ta ra p id e z q u e n o p u d e sa b e r có m o h a b ía a lcan zad o
a p o n e rse e n p ie a n te s d e lan zarse a l fren te.
A m b o s rie ro n co n fu erza y lu e g o la ris a d e d o n
G e n a ro se c o n v irtió e n u n a u llid o in d isc e rn ib le d el
d e u n coyote.
— N o creas q u e tie n e s q u e sa lta r co m o G e n a ro p a ra
a g a rra r a tu a lia d o — d ijo d o n J u a n e n to n o d e a d ­
v e rte n c ia — . G e n a ro sa lta ta n b ie n p o rq u e tie n e su
a lia d o q u e lo ay u d a. T o d o lo q u e tien es q u e h acer
es p la n ta rte c o n firm eza p a ra so p o rta r el im p acto .
T ie n e s q u e p a ra rte co m o e stab a G e n a ro a n te s d e sal­
ta r; lu e g o te av ie n ta s y a g a rra s al aliad o .
— P rim e ro tie n e q u e b e sa r su e sc a p u la rio — in te r­
v in o d o n G en aro .
D o n J u a n , con sev erid ad fin g id a, d ijo q u e yo n o
lle v a b a escap u lario s.
— ¿Y sus cu ad ern o s? — in sistió d o n G e n a ro — . T ie ­
n e q u e h a c e r algo c o n sus cu a d e rn o s: p o n e rlo s e n a l­
g u n a p a rte a n te s d e b rin c a r, o a lo m e jo r los usa p a ra
p e g a rle a l a liad o .
— ¡C arajo l — d ijo d o n J u a n con so rp resa a p a re n ­
te m e n te g e n u in a — . N u n c a se m e h a b ía o c u rrid o .
A p u e sto q u e será la p rim e ra vez q u e a lg u ie n d e rrib a
a u n a lia d o a cu ad ern azo s.
C u a n d o la risa d e d o n J u a n y el a u llid o coyotesco
354
d e d o n G e n a ro a m a in a ro n , to d o s estáb am o s d e m u y
b u e n h u m o r.
— ¿Q u é p asó c u a n d o a g a rró u ste d a su alia d o , d o n
G en aro ? — p re g u n té .
— F u e u n a g ra n sacu d id a — d ijo d o n G e n a ro tra s
u n titu b e o m o m e n tá n e o . P a re c ía h a b e r e stad o o rd e ­
n a n d o sus p en sam ien to s.
— N u n c a im a g in é q u e sería así — p ro sig u ió — . F u e
algo, algo, a lg o . . . com o n a d a q u e p u e d a yo decir.
D espués q u e lo ag arré , em pezam o s a d a r v u eltas. E l
a lia d o m e h izo d a r v u eltas, p ero yo n o lo solté. G ira ­
m os p o r el a ire ta n rá p id o y ta n fu e rte q u e yo ya n o
veía n a d a . T o d o era com o u n a n u b e . D im o s v u eltas,
y v u eltas, y m ás vueltas. D e re p e n te se n tí q u e estab a
p a ra d o o tra vez e n el suelo. M e m iré. E l a lia d o n o
m e h a b ía m a ta d o . E stab a yo e n te ro . ¡E ra yo m ism o!
S u p e e n to n ce s q u e h a b ía triu n fa d o . P o r fin te n ía u n
a liad o . M e p u se a s a lta r d e aleg ría. ¡Q u é sensación!
¡Q u é sen sación a q u élla!
“L u eg o m iré a lre d e d o r p a ra a v e rig u a r d ó n d e esta­
ba. N o co n o cía p o r ah í. P en sé q u e el a lia d o d e b ía
h a b e rm e lle v a d o p o r los aires p a ra tira rm e e n a lg ú n
sitio , m u y lejos d e l lu g a r d o n d e em pezam os a d a r
vueltas. M e o rie n té . P e n sa b a q u e m i casa d e b ía q u e ­
d a r h a c ia el este, así q u e em pecé a c a m in a r e n esa
d irecció n . T o d a v ía era te m p ra n o . E l e n c u e n tro con
el a lia d o n o llevó m u c h o tie m p o . A l ra to e n c o n tré
u n c a m in ito , y en to n ces vi u n g ru p o d e h o m b res y
m u je re s q u e v e n ía n h a c ia m í. E ra n in d io s. M e p a ­
re c ie ro n m azatecos. M e ro d e a ro n y p re g u n ta ro n a
d ó n d e iba.
“— V oy a m i casa, en Ix tlá n — les d ije.
”— ¿A ndas p erd id o ? — p re g u n tó a lg u ien .
355
”— Si — d ije — . ¿P or q ué?
”— P o rq u e Ix tlá n n o q u e d a p a ra allá. Ix tlá n está
p a ra el O tro lad o . N o so tro s vam os a llí — d ijo o tro .
”— ¡V ente con nosotros! — d ije ro n tod o s— . ¡T e n e ­
m o s co m id a !”
D o n G e n a ro d e jó d e h a b la r y m e m iró com o si es­
p e ra ra u n a p re g u n ta .
— B u en o , ¿qué pasó? — p re g u n té — . ¿Se fu e u sted
co n ellos?
— N o — d ijo — . P o rq u e n o e ra n reales. L o su p e
d e in m e d ia to , ap e n a s se m e acercaro n . H a b ía en sus
voces, e n su a m a b ilid a d alg o q u e los d e la ta b a , sobre
to d o c u a n d o m e p e d ía n ir con ellos. E ch é a co rrer.
M e lla m a ro n y m e ro g a ro n q u e v o lv iera. L as sú p li­
cas m e p erseg u ía n , p e ro yo seguí c o rrie n d o .
¿Q u ién es eran ? — p re g u n té .
— P erso n as — re p u so d o n G en aro , c o rta n te — . Sólo
q u e n o e ra n reales.
— E ra n com o a p a ric io n e s — e x p licó d o n J u a n — .
C o m o fantasm as.
— D esp ués d e c a m in a r u n ra to — p ro sig u ió d o n
G e n a ro — , co b ré m ás co n fian za. S u p e q u e Ix tlá n q u e ­
d a b a e n la d irecció n q u e yo llevaba. Y e n to n c e s vi
do s h o m b res q u e v e n ía n h a c ia m í p o r el cam ino .
T a m b ié n p a re c ía n m azatecos. T e n ía n u n b u rro car­
g ad o d e leñ a. P a sa ro n ju n to a m í y m u rm u ra ro n :
“— B u en as tard es.
" — ¡B u en as tard es! — d ije y seguí d e fre n te . N o m e
h ic ie ro n caso y c o n tin u a ro n su cam in o . D ism in u í el
paso , y com o si tal cosa m e volví a m irarlo s. E llos se
a le ja b a n sin p re o c u p a rse p o r m í. P a re c ía n reales.
C o rrí tras ellos g rita n d o :
”— ¡E sp eren , esperen!
356
" D e tu v ie ro n al b u rro y se p a ra ro n u n o a cad a lad o
d el a n im a l, com o p ro te g ie n d o la carga.
”— E stoy p e rd id o en estas m o n ta ñ a s — les d ije — .
¿P ara d ó n d e q u e d a Ix tlá n ?
"S e ñ a la ro n e n la d ire c c ió n e n q u e ib a n .
”— E stá u sted m u y lejos — m e d ijo u n o — -. Q u e d a
al o tro la d o d e esas m o n ta ñ a s. T a r d a r á u sted c u a tro
o cin co d ía s e n llegar.
"L u e g o d ie ro n la v u e lta y sig u ie ro n a n d a n d o . S entí
q u e e ra n in d io s d e v e rd a d y les ro g u é q u e m e d e ja ra n
ir co n ellos.
"C a m in a m o s ju n to s u n ra to , y luego u n o d e ellos
sacó su b a stim e n to y m e o freció d e com er. Y o m e
q u e d é q u ie to . H a b ía alg o m u y e x tra ñ o en la fo rm a
e n q u e m e o frecía su co m id a. M i c u e rp o se asustó,
d e m o d o q u e m e eché p a ra a trá s y co rrí. L os do s m e
d ije ro n q u e m o riría en las m o n ta ñ a s si n o ib a con
ellos, y tra ta ro n d e co n v en cerm e p a ra q u e volviera.
T a m b ié n sus ruegos e ra n m u y ex trañ o s, p e ro yo co rrí
d e ellos co n to d a m i fuerza.
"S eg uí a n d a n d o . S u p e e n to n ce s q u e ib a b ie n p a ra
Ix tlá n y q u e esos fan tasm as tra ta b a n d e a p a rta rm e
d e m i cam in o .
" E n c o n tré o tro s ocho; d e b e n h a b e r co n o cid o q u e
m i d ecisió n era in fle x ib le . Se p a ra ro n ju n to al cam i­
n o y m e m ira b a n con ojos im p lo ra n te s. L a m ay o ría
n o d ijo u n a sola p a la b ra , p e ro las m u jeres e ra n m ás
au d aces y m e ro g ab an . A lg u n a s m e e n se ñ a b a n co m i­
d a y o tra s cosas q u e se su p o n ía esta b a n v en d ien d o ,
co m o in o ce n tes v en d ed o ras al la d o d el cam in o . N o
m e d e tu v e n i las m iré.
"Y a e ra m u y d e ta rd e c u a n d o lle g u é a u n v a lle q u e
m e p a re c ió reconocer. A lg o te n ía d e fam ilia r. P ensé
357
q u e h a b ía estad o a n tes allí, p e ro en ta l caso m e h a lla ­
b a e n re a lid a d al su r d e Ix tlá n . E m p ecé a b u sc ar
p u n to s d e re fe re n c ia p a ra o rie n ta rm e d e b id a m e n te y
c o rre g ir m i ru ta , c u a n d o vi a u n n iñ o in d io q u e cu i­
d a b a u n a s cabras. T e n ía u n o s siete añ o s y v estía com o
yo h a b ía v estid o a su ed ad . D e hech o , m e re c o rd a b a
a m í m ism o , c u a n d o p a sto re a b a las dos c a b ra s d e m i
p a d re .
”L o observ é u n tie m p o ; el n iñ o h a b la b a solo, ig u a l
q u e yo en ton ces, y h a b la b a co n sus cab ras. P o r lo q u e
yo sab ía d e c u id a r cab ras, el m u c h a c h o e ra d e ve­
ras b u e n o p a ra eso. E ra cab al y cu id ad o so . N o m i­
m a b a a sus cab ras, p e ro tam p o co era cru e l co n ellas.
"D e c id í lla m a rlo . C u a n d o le h a b lé e n voz a lta , se
p a ró d e u n salto y c o rrió a u n re p e c h o y m e espió
esco n d id o d e trá s d e u n a s rocas. P a recía d isp u e sto a
c o rre r p o r su v id a. M e cayó b ie n . P a re c ía te n e r
m ied o , y sin e m b a rg o h a lló tie m p o p a ra p a sto re a r
las c a b ra s y q u ita rla s d e m i vista.
”L e h a b lé m u c h o ra to ; d ije q u e a n d a b a p e rd id o y
q u e n o sab ía el c a m in o a Ix tlá n . P re g u n té el n o m ­
b re d el sitio d o n d e estáb am o s y él d ijo q u e e ra el
sitio q u e yo p en sab a. E so m e hizo m u y d icho so . M e
d i c u e n ta d e q u e ya n o a n d a b a p e rd id o y p en sé e n
el p o d e r q u e m i a lia d o d e b ía te n e r p a ra tra n s p o rta r
to d o m i c u e rp o e n m en o s d e u n p a rp a d e o .
”D i las g racias al n iñ o y eché a c a m in a r. É l salió
co m o si ta l cosa d e su e sco n d ite y p a sto re ó sus cab ras
h a c ia u n a v ered a q u e a p e n a s se n o ta b a . L a v ered a
p a re c ía b a ja r al v alle. L la m é al n iñ o y n o co rrió .
C a m in é h a c ia él y, c u a n d o m e a c e rq u é d em a siad o ,
saltó á l m a to rra l. L o felicité p o r su c a u te la y em pecé
a h a c e rle p re g u n ta s.
358
”— ¿P ara d ó n d e va esta vered a? — p re g u n té .
”— P a ra a b a jo — d ijo él.
”— ¿D ó n d e vives?
”— A llá ab ajo .
”— ¿H ay m u ch as casas a llá ab ajo ?
”— N o , n a d a m ás u n a .
”— ¿D ó n d e están las o tra s casas?
”E1 n iñ o a p u n tó p a ra el o tro la d o d el v alle, con
in d ife re n c ia , com o h a c e n los n iñ o s d e su ed ad . L u eg o
em pezó a b a ja r la v ered a c o n sus cabras.
”— E sp e ra — le d ije — . E sto y m u y c a n sa d o y ten g o
m u c h a h a m b re . L lév am e c o n tu s p ap ás.
N o te n g o p ap ás — d ijo el n iñ o , y eso m e sacu ­
d ió . N o sé p o r q u é, p ero su voz m e h izo titu b e a r.
E l n iñ o , n o ta n d o m is d u d a s, se p a ró y v o lteó h a c ia
m í. — N o h a y n a d ie e n m i casa — d ijo — . M i tío se
fu e y su m u je r a n d a e n los cam pos. H a y b a s ta n te
co m id a. B a stan te. V en co n m ig o .
"C asi m e p u se triste. E l n iñ o era ta m b ié n u n fa n ­
tasm a. E l to n o d e su voz y su a n sie d a d lo h a b ía n
tra ic io n a d o . L os fan tasm as e sta b a n d isp u esto s a c a p ­
tu ra rm e , p e ro yo n o te n ía m ied o . S eguía a te rid o p o r
el e n c u e n tro con el a lia d o . Q u ise e n o ja rm e c o n el
a lia d o o co n los fan tasm as, p e ro p o r a lg u n a razó n n o
p u d e e n o ja rm e com o an tes, así q u e d ejé d e h a c e r el
irite n to . L u eg o q u ise en triste c e rm e , p o rq u e el n iñ ito
m e h a b ía caíd o b ie n , p e ro n o p u d e , así q u e ta m b ié n
d ejé eso en paz.
"D e p ro n to m e d i c u e n ta d e q u e te n ía u n a lia d o
y n a d a p o d ía n h acerm e los fan tasm as. Seguí al m u ­
ch ach o p o r la v ered a. O tro s fan tasm as sa lie ro n v elo ­
ces y tra ta ro n d e h a c e rm e c a e r a los p recip icio s, p ero
m i v o lu n ta d era m ás fu e rte q u e ellos. D eb en h a b e r­
359
lo se n tid o , p o rq u e d e ja ro n d e m o lestar. D esp ués de
u n ra to , n a d a m ás se q u e d a b a n p a ra d o s ju n to a m i
cam in o ; d e vez e n c u a n d o alg u n o s m e s a lta b a n en ci­
m a, p e ro yo los d e te n ía con m i v o lu n ta d . Y luego
d e ja ro n d e m o lestarm e en a b so lu to .”
D o n G e n a ro calló la rg o ra to .
D o n J u a n m e m iró .
— ¿Q u é o c u rrió d esp u és d e eso, d o n G en aro ? — p re ­
g u n té .
— S eguí c a m in a n d o — re sp o n d ió sin énfasis.
A l p arece r, h a b ía te rm in a d o su re la to y n o h a b ía
n a d a q u e d eseara a ñ a d ir.
L e p re g u n té p o r q u é el h e c h o d e q u e le o fre c ie ra n
co m id a e ra in d ic a tiv o d e su c o n d ic ió n d e fan tasm as.
N o co n testó . In q u ir í m ás a fo n d o y q u ise sab er si,
e n tre los m azatecos, era c o stu m b re n e g a r la co m id a,
o p re o c u p a rse m u c h o p o r asu n to s alim en tic io s.
D ijo q u e el to n o d e las voces, la an sie d a d p o r lle­
v árselo consigo, y la m a n e ra en q u e los fan tasm as
h a b la b a n d e co m id a, e ra n las in d icacio n es; y q u e él
su p o eso p o rq u e su a lia d o lo a y u d a b a . A firm ó q u e,
p o r sí solo, jam á s h a b ría n o ta d o esas p e c u lia rid a d e s.
— ¿ E ra n alia d o s esos fan tasm as, d o n G en aro ? — p re ­
g u n té .
— N o. E ra n g en te.
— ¿G ente? P e ro u ste d d ijo q u e e ra n fan tasm as.
— D ije q u e ya n o e ra n reales. D esp u és d e m i e n ­
c u e n tro co n el a lia d o , ya n a d a fu e real.
G u a rd a m o s silen cio u n ra to largo.
— ¿C uál fu e el re s u lta d o fin a l d e a q u e lla e x p e rie n ­
cia, d o n G en aro ? — p re g u n té .
— ¿R e su lta d o fin al?
360
— D igo, ¿cu án d o y có m o lleg ó u ste d p o r fin a
Ix tlá n ?
A m b o s e c h a ro n a re ír al m ism o tiem p o .
— C o n q u e ése es p a ra ti el re su lta d o fin a l — co­
m e n tó d o n J u a n — . D igam o s en to n ces q u e n o h u b o
n in g ú n re su lta d o fin a l e n el v ia je d e G en aro . N u n c a
h a b rá n in g ú n re su lta d o fin a l. ¡G en aro v a to d a v ía
c a m in o a Ix tlá n !
D o n G e n a ro m e m iró c o n o jo s p e n e tra n te s y luego
v o lv ió la cabeza p a ra o b se rv a r la d ista n c ia , h a c ia el
sur.
— N u n c a lle g a ré a Ix tlá n — d ijo .
Su voz e ra firm e p e ro suave, casi u n m u rm u llo .
— P e ro e n m is s e n tim ie n to s .. . en m is sen tim ie n to s
p ie n so a véces q u e estoy a u n solo p aso d e llegar.
P e ro n u n c a llegaré. É n m i v iaje, n i siq u ie ra e n c u e n ­
tro los sitios q u e conocía. N a d a es ya lo m ism o.
D o n J u a n y d o n G e n a ro se m ira ro n . H a b ía algo
m u y tris te e n sus ojos.
— E n m i v ia je a Ix tlá n sólo e n c u e n tro v ia je ro s
fan tasm as — d ijo su a v e m e n te d o n G en aro .
N o e n te n d í a q u é se refe ría . M iré a d o n J u a n .
— T o d o s aq u e llo s con los q u e G e n a ro se e n c u e n tra
e n su c a m in o a Ix tlá n so n n a d a m ás seres efím ero s
— e x p lic ó d o n J u a n — . T ú , p o r ejem p lo . E res u n
fan tasm a. T u s se n tim ie n to s y ty a n sie d a d so n los d e
la g en te. P o r eso d ic e q u e sólo se e n c u e n tra v ia je ro s
fan tasm as e n su v ia je a Ix tlá n .
D e p ro n to m e d i c u e n ta d e q u e el v ia je d e d o n
G e n a ro e ra u n a m e tá fo ra.
— E n to n ces, su v ia je a I x tlá n n o es re a l — d ije.
— ¡Es real! — re p u s o d o n G e n a ro — , L os v iajero s
n o so n reales.
361
S eñ aló a d o n J u a n c o n u n m o v im ie n to d e cabeza
y d ijo e n fá tic a m e n te :
— É ste es el ú n ic o q u e es real. E l m u n d o es real
sólo c u a n d o estoy con éste.
D o n J u a n so nrió .
— G e n a ro te c o n ta b a su h isto ria — d ijo — p o rq u e
ay er paraste el mundo, y él p ie n sa q u e ta m b ié n viste,
p e ro eres ta n to n to q u e tú m ism o n o lo sabes. Y o le
d ig o q u e eres u n ser m u y ra ro , y q u e ta rd e o te m p ra ­
n o verás. D e c u a lq u ie r m o d o , e n tu p ró x im o e n c u e n ­
tro c o n el alia d o , si acaso llega, te n d rá s q u e lu c h a r
con él y d o m a rlo . Si sobrevives al ch o q u e , d e lo cu al
estoy seguro, p u es eres fu e rte y h as estad o v iv ien d o
com o g u e rre ro , te e n c o n tra rá s vivo e n u n a tie rra des­
co n o cid a. E n to n ces, co m o es n a tu r a l p a ra to d o s n o ­
sotros, lo p rim e ro q u e q u e rrá s h a c e r es v o lv er a L os
Á ngeles. P e ro n o h ay m o d o d e v o lv er a L o s Á ngeles.
L o q u e d e ja ste a llí está p e rd id o p a ra siem p re. P a ra
en ton ces, claro , serás b ru jo , p e ro eso n o a y u d a; e n u n
m o m e n to así, lo im p o rta n te p a ra todos n o so tro s es el
h ech o d e q u e to d o c u a n to am am o s, o d iam o s, o d esea­
m os h a q u e d a d o atrás. P e ro los se n tim ie n to s d el
h o m b re n o m u e re n n i c a m b ia n , y el b ru jo in ic ia su
c a m in o a casa sa b ie n d o q u e n u n c a lle g a rá, sa b ie n d o
q u e n in g ú n p o d e r so b re la tie rra , así sea su m ism a
m u e rte , lo c o n d u c irá a l sitio , las cosas, la g e n te q u e
a m ab a. E so es lo q u e G e n a ro te d ijo .
L a ex p lic a c ió n d e d o n J u a n fu e com o u n cataliza­
d o r; el p le n o im p a c to d e la h is to ria d e d o n G e n a ro
m e g o lp e ó s ú b ita m e n te c u a n d o em pecé a re la c io n a r
el re la to con m i p ro p ia v id a.
— ¿Y las p erso n as q u e yo q u iero ? — p re g u n te a d o n
J u a n — . ¿Q u é les va a pasar?
362
— T o d a s se q u e d a rá n a trá s — d ijo .
— ¿P ero n o h a y m a n e ra d e recu p era rla s? ¿ P o d ría yo
rescatarlas y llev arlas conm igo?
— N o. T u a lia d o te lle v a rá, a ti solo, a m u n d o s
desconocidos.
— P e ro yo p o d ré v o lv er a L os Á ngeles, ¿no? P o d ría
to m a r el a u to b ú s o u n a v ió n e ir allí. L os Á ngeles
seg u irá allí, ¿no?
— S egu ro — d ijo d o n J u a n , rie n d o — . Y ta m b ié n
M a n te c a y T e m e c u la y T u c so n .
— Y T e c a te -—a ñ a d ió d o n G e n a ro co n g ra n se­
ried ad .
-—Y P ie d ra s N eg ras y T ra n q u ita s — d ijo d o n J u a n ,
so n rie n d o .
D o n G e n a ro agregó m ás n o m b res y lo m ism o hizo
d o n J u a n ; am b o s se d e d ic a ro n a e n u m e ra r u n a serie
d e h ila ra n te s e in c reíb les n o m b re s d e c iu d a d e s y
pueb lo s.
— D a r v u e lta s con tu a lia d o c a m b ia rá tu id e a d e l
m u n d o — d ijo d o n J u a n — . E sa id e a es to d o , y c u a n ­
d o cam b ia, el m u n d o m ism o cam b ia.
M e re c o rd ó q u e u n a vez le h a b ía leíd o u n p o em a
y q u iso q u e se lo re c ita ra . C itó u n a s c u a n ta s p a la b ra s
y m e aco rd é d e h a b e rle le íd o u n o s p o em as d e J u a n
R a m ó n Jim én ez. E l q u e te n ía e n m e n te se titu la b a
“ E l v ia je d e fin itiv o ” . L o recité:
...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
363
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huertó florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico...
— É se es el se n tim ie n to d e q u e h a b la G e n a ro — d ijo
d o n J u a n — . P a ra ser b ru jo , h ay q u e ser a p asio n ad o .
U n h o m b re a p a sio n a d o tie n e p osesiones en la tie rra
y cosas q u e le so n q u e rid a s, a u n q u e sea n a d a inás
q u e el c a m in o p o r d o n d e a n d a.
“ L o q u e G e n a ro te d ijo e n su h is to ria es p recisa­
m e n te eso. G e n a ro d e jó su p asió n e n Ix tlá n : su casa,
su g en te, to d a s las cosas q u e le im p o rta b a n . Y a h o ra
v aga al acaso p o r a q u í y a llá carg ad o d e sus se n ti­
m ien to s; y a veces, co m o d ice, está a p u n to d e llegar
a Ix tlá n . T o d o s n o so tro s ten em o s eso e n co m ú n . P a ­
ra G e n a ro es Ix tlá n ; p a ra ti será L os Á ngeles; p a ra
m í...”
N o q u ise q u e d o n J u a n m e h a b la ra d e sí m ism o.
H izo u n a p au sa co m o si h u b ie ra le íd o m i p en sa­
m ie n to .
G e n a ro su sp iró y p a ra fra se ó los p rim e ro s versos d el
p o em a.
— M e fu i. Y se q u e d a ro n los p ájaro s, c a n ta n d o .
D u ra n te u n in s ta n te se n tí q u e u n a o le ad a d e zozo­
b ra y so led ad in d e s c rip tib le nos e n v o lv ía a los tres.
M iré a d o n G e n a ro y su p e q u e, sie n d o u n h o m b re
a p a sio n a d o , d e b ió h a b e r te n id o ta n to s lazos d e l c o ra ­
zón, ta n ta s cosas q u e le im p o rta b a n y q u e sin em ­
b a rg o d e jó atrás. T u v e la c la ra sen sación d e q u e en
ese m o m e n to la fu erza d e su re c u e rd o ib a a p re c i­
p ita rs e e n ta lu d , y q u e d o n G e n a ro estab a al filo d el
lla n to .
364
A p a rté co n p re m u ra los ojos. L a p asió n d e d o n
G e n a ro , su so led ad su p rem a, m e h a c ía n llo ra r.
M iré a d o n J u a n . É l m e o b serv ab a.
— Sólo com o g u e rre ro se p u e d e so b rev iv ir e n el ca­
m in o d el c o n o c im ie n to — d ijo — . P o rq u e el a rte d el
g u e rre ro es e q u ilib ra r el te rro r d e ser h o m b re c o n el
p ro d ig io d e ser h o m b re.
C o n te m p lé a los dos, u n o p o r u n o . Sus ojo s e ra n
claro s y ap acib les. H a b ía n in v o c a d o u n a o le a d a d e
n o sta lg ia a v a sa lla d o ra y, c u a n d o p a re c ía n a p u n to d e
e sta lla r e n ap a sio n a d a s lág rim as, c o n tu v ie ro n la m a ­
rea. C re o q u e, p o r u n in sta n te , vi. Vi la so led ad
h u m a n a co m o u n a o la g ig an tesca c o n g ela d a fre n te a
m í, d e te n d id a p o r el m u ro in v isib le d e u n a m e tá fo ra .
M i tristeza e ra ta n ta q u e m e se n tí eu fó rico . A b racé
a los dos.
D o n G e n a ro so n rió y se p u so en pie. D o n J u a n
ta m b ié n se lev an tó , y colocó su av em en te la m a n o en
m i h o m b ro .
— V am os a d e ja rte a q u í — d ijo —■. H az lo q u e te
parezca co rrecto . E l a lia d o te esta rá e sp e ra n d o al
b o rd e d e a q u e l llan o .
S eñaló u n v alle oscu ro e n la d istan cia.
— Si to d a v ía n o sientes q u e sea tu h o ra , n o vayas
a la c ita — p ro sig u ió — . N a d a se g a n a fo rzan d o las
cosas. Si q u ie re s so brev iv ir, d ebes ser cla ro c o m o el
crista l y esta r m o rta lm e n te seg u ro d e ti m ism o.
D o n J u a n se a lejó sin m ira rm e , p ero d o n G e n a ro
se v olvió u n p a r d e veces y, co n u n g u iñ o y u n m o v i­
m ie n to d e cabeza, m e in stó a av an zar. L os m iré h a sta
q u e d e sa p a re c ie ro n en la d ista n c ia y lu e g o fu i a m i
coche y m e m arch é. S abía q u e a ú n n o h a b ía lle g a d o
m i h o ra.
365
Se terminó ele imprimir este libro
en el mes ele marzo ele 1997 en los talleres
ele Gráficas Ortf.ga, Avela. Valelelaparra, 35,
Pol. Incl. ele Alcobenelas,
Madrid.
Descargar