Subido por Nora Durante

24 HORAS EN LA VIDA DE TU CEREBRO

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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
6:30
6:35
6:45
7:00
7:15
7:30
7:40
7:45
8:00
8:05
8:15
8:30
8:35
8:45
8:50
8:55
PRIMERA PARTE LA MAÑANA:
DESPERTAR, ALISTARSE Y SALIR
a.m.: Insight o energía: ¿deberías silenciar
el despertador?
a.m.: Diferencia entre el sueño y la vigilia
a.m.: Usa el poder de la novedad para despertar
tus sentidos
a.m.: ¿Cantas con los gallos o ululas con los búhos?
a.m.: Esto es lo que le gusta desayunar a tu cerebro
a.m.: ¡Mañanas! ¡Pánico! ¡Hacer mil cosas al mismo
tiempo!
a.m.: El poder (contrario) del pensamiento positivo
a.m.: Cómo planear tu día
a.m.: El problema con los rompecabezas
a.m.: Cómo recordar dónde quedaron
las llaves del auto
a.m.: Programa tu reloj de positivismo
a.m.: ¿Por qué no puedes recordar los nombres
de las calles o las indicaciones?
a.m.: Cómo elegir una estación de radio en el auto
a.m.: ¿Por qué los cerebros estadounidenses
viajan solos?
a.m.: ¿Deberías besarte con tu pareja
mientras conduces?
a.m.: Cómo estacionarte en paralelo
SEGUNDA PARTE EL DÍA:
TRABAJO, HABILIDADES DE PENSAMIENTO
Y FUERZA DE VOLUNTAD
9:05 a.m.: Cómo prestar atención
9:15 a.m.: Catorce maneras en que eres juguete
de tu inconsciente
9:30 a.m.: Si crees que tienes más fuerza de voluntad,
la tendrás
10:00 a.m.: Cómo progresar, y no palidecer,
frente al estrés en el trabajo
10:30 a.m.: ¿Deberías pintar tu oficina de rojo o de azul?
11:00 a.m.: Si no es el CI, ¿entonces qué? La inteligencia
práctica te ayuda a resolver los dilemas laborales
Mediodía: ¿Cuál es tu estilo de aprendizaje?
12:30 p.m.: Cómo lograr que una idea creativa
se materialice
1:00 p.m.: ¿Deberías hacer hoy lo que podrías dejar
para mañana?
1:15 p.m.: Empaca tu memoria de trabajo
2:00 p.m.: Apenas son las dos de la tarde.
¿Ya estás agotado?
2:30 p.m.: Cómo leer la mente de tus colegas
3:00 p.m.: El secreto para resolver todos tus problemas
3:30 p.m.: Cómo encontrar lo que necesitas en internet
4:00 p.m.: Cómo ser un innovador
5:00
5:15
5:20
5:30
5:45
6:00
6:15
6:45
7:00
7:20
7:30
8:00
8:30
9:00
TERCERA PARTE LA NOCHE:
SALUD, FAMILIA, AMOR Y DISTRACCIÓN
p.m.: ¿A tu cerebro le gusta una copa al día?
p.m.: ¡Ejercita tu cerebro!
p.m.: Tu cerebro vs. la tienda de abarrotes
p.m.: ¿Por qué los niños pelean en el asiento
trasero del auto?
p.m.: Tener hijos cambia al cerebro
p.m.: El amor es una combinación química
embriagadora
p.m.: Cómo saber si tu relación durará
p.m.: ¿Deberías discutir con tu cónyuge cuando
estás enojado? ¿Qué tal cuando estás triste?
p.m.: Un pequeño trozo de evidencia que sugiere
que sigues teniendo el cerebro
de un cavernícola
p.m.: Cómo leer la mente de la persona amada
p.m.: Felicidad, bienestar y Twinkies
p.m.: No desprecies el efecto placebo
p.m.: La tecnología está devorándote el cerebro
p.m.: ¿Por qué deberías cerrar tu libro e irte a dormir?
Acerca del autor
Créditos
INTRODUCCIÓN
L
a marimba siempre ha tenido un sonido muy relajante, con sus mazas de tela
que golpean las barras de madera y que son perfectas para reproducir los
sonidos de las gotas de lluvia sobre las charcas en el bosque. Luego vino el
iPhone y se apropió de ese sonido para hacer su alarma estándar. Ahora el sonido
de la marimba provoca que los viajeros en cualquier tren suburbano se lancen a
revisar los bolsillos de sus sacos.
Considera a este libro como tu marimba. Llegó la hora de despertar, reiniciar
tu cerebro y desgarrar el velo del hábito, de las percepciones erróneas y de la
irracionalidad que tus neuronas crean entre tú y la realidad. Pero despertar
apenas es el principio. Desde el instante en que suena la marimba hasta que tus
ojos se cierran por la noche (¡y más allá!), evalúas el mundo que te rodea, evalúas
tu mundo interno, decides y eliges, planeas cómo alcanzar pequeñas metas,
como llegar a tiempo al trabajo, y mantienes la vista en las metas más grandes,
como ser un buen padre o pareja, todo esto en medio de un panorama de
distracciones y tentaciones. Cada segundo de cada día tienes la oportunidad de
usar tu cerebro para bien o para mal. Tienes la oportunidad de dar en el clavo o
de meter la pata, y, cuando das en el clavo o te equivocas, tienes la oportunidad
de aprender.
El asunto es que, en alguna parte, alguien ha estudiado cada uno de los
trozos diminutos de las cosas que hace tu cerebro durante el día. Desde las mil
tareas que realizas al mismo tiempo que tomas el café de las mañanas, hasta tus
intentos por exprimir el contenido de tu estado semiconsciente antes de dormir
para buscar fragmentos de comprensión, hay alguien por allí que tiene un
doctorado y que viste una bata de laboratorio —o, más bien, jeans y camiseta—
y que sabe cómo hacerlo mejor. Este libro condensa el conocimiento más preciso
sobre cómo maximizar el uso de tu cerebro, organizado en términos generales
según las situaciones que ocurren en un día, cuando es probable que uses esas
habilidades. Algunas de las secciones tratan sobre hechos divertidos que puedes
usar para asombrar a tus interlocutores mientras comparten un plato de ensalada;
otras ofrecen discernimientos sobre una nueva manera de ver las cosas que haces
y por qué las haces, y otras más sugieren pequeñas acciones o ejercicios que
pueden ayudar a que uses tu cerebro para dominar en mejor forma los retos que
enfrentas cada día y a lo largo de tu vida.
Aquí tienes 24 horas en la vida de tu cerebro, una manera divertida de
esclarecer esos rincones oscuros de tu mente en los que generalmente solo entran
los nervios craneales, además de una oportunidad de explorar la evolución de
nuestros conocimientos sobre el cerebro como un medio que puede ayudarte a
tener una vida mejor.
PRIMERA
PARTE
LA MAÑANA:
DESPERTAR,
ALISTARSE
Y SALIR
Insight 1
o energía:
¿deberías
silenciar el
despertador?
Y
a has oído de las ondas cerebrales y aquí te explicamos cómo funcionan.
Piensa en los 86 mil millones de neuronas de tu cabeza como si fueran
grillos. Cuando canta uno de los grillos no pasa gran cosa; no es como si el canto
de un grillo pudiera lograr que sirvas una taza de café o te ayude a recordar ese
comentario agudo que querías decir. Los grillos en tu cerebro no se dedican cada
uno a lo suyo. Se sincronizan de modo que crean la rítmica discordancia de una
noche de verano.
El asunto es que los grillos pueden sincronizarse a ritmos diferentes. Los
grillos neuronales de tu cerebro «cantan» más lentamente cuando duermes que
cuando estás despierto. Del mismo modo que en una noche de verano, las ondas
cerebrales que se crean a partir de los cantos de tus neuronas son como el ruido
de fondo que está presente mientras suceden otras cosas. Cuando estás despierto,
todo lo que haces o piensas sucede contra el telón de fondo del patrón, que se
conoce como ondas beta. El sueño profundo ocurre mientras se producen las
ondas delta. Si escucharas con atención, las ondas beta sonarían como un canto
agudo, en tanto que las ondas delta sonarían como grillos que tocan la sección de
bajos de la orquesta. Entre estos dos patrones —ondas beta del estado de alerta y
ondas delta del sueño profundo— están las ondas alfa, del estado de relajación
cuando estás despierto, y las ondas theta, del sueño ligero.
Así, existen muchos patrones de ondas cerebrales que se crean gracias a la
sincronicidad de tus grillos cerebrales, y cada onda del cerebro se asocia con un
nivel de sueño o conciencia. El propósito de la alarma del despertador es
molestar a estos grillos y obligarlos a cantar al ritmo que tú quieres. Por
supuesto, tienes una última línea de defensa contra la dictadura de tu
despertador: ¡el botón silenciador! El deseo de golpear el botón silenciador está
en los primeros sitios de la lista de tentaciones humanas y compite únicamente
con la necesidad de revisar Facebook mientras conduces y con la abrumadora
compulsión de rascarte una picadura de mosquito en un nudillo. La pregunta es:
¿deberías hacerlo?
He aquí por qué no deberías: quizá si programaras la alarma cinco, diez o
quince minutos más tarde, no necesitarías usarla en absoluto. Si te deshicieras del
hábito de silenciar el despertador, podrías dormir un poco más y esos pocos
minutos quizá sean todo lo que necesite tu cerebro para alcanzar el estado
natural de vigilia sin que se le lance el balde de agua helada que representa el
despertador. Cuando te apegas a un horario regular de sueño, tu cuerpo sabe con
precisión cuándo ha alcanzado el nivel final de lo que se conoce como sueño N1,
y entonces despiertas, en lugar de entrar otra vez en el ciclo de sueño. Si los
quince minutos que pasas en general apretando el botón silenciador te permiten
alcanzar este N1 final, tu cuerpo y tu cerebro saldrían mejor beneficiados al
utilizar este tiempo para dormir realmente, en lugar de estar silenciando el
despertador una y otra vez a media luz.
Sin embargo, sí hay algo que puede decirse a favor de permanecer en esta
transición N1 entre las ondas alfa y theta. ¿Alguna vez te ha llegado una idea que
te deja pasmado? ¿Alguna vez has tenido un destello (insight) que te da en la
cabeza como si te cayera un piano? ¿Cuándo sucedió? ¿Ocurrió durante una
ducha tibia o en medio de la noche? La razón es que un cerebro que está
flotando en el colchón de las ondas theta está listo para un destello —cuando te
relajas en la ducha o te deslizas por la frontera entre las ondas alfa y theta del
sueño N1, pones a tu cerebro en un estado en el que está listo para recibir los
mensajes del más allá—. Allí estás tú, entre los ciclos de sueño en una fase N1 o
con la mirada perdida mientras ves una tarde lluviosa por la ventana, y ¡bum!:
tienes un destello (que en tu cerebro parece como un estallido de ondas gama de
alta frecuencia).
Si necesitas llenarte de energía, olvídate del botón silenciador y esfuérzate en
tener un ciclo regular de sueño que te permita despertar en forma natural. Pero,
si lo que necesitas es tener un destello, intenta seguir apretando el botón
silenciador y surfea entre las ondas theta y alfa: la frontera que separa el sueño de
la vigilia. Es posible que descubras que tu cerebro inunda con la certidumbre del
destello en lo que antes se había mantenido obstinadamente confuso.
Notas:
1
Insight, que literalmente es «visión interna», es un término psicológico que significa un entendimiento o
comprensión precisa y profunda que ocurre de manera súbita, acerca de algo o alguien. (N. de la T.)
Diferencia entre
el sueño y la
vigilia
¿
Por qué estamos aquí? ¿Estamos solos en el universo? ¿Qué es la conciencia?
¿Por qué las fotos de gatos se vuelven virales en Facebook? Existe una
respuesta satisfactoria para precisamente una de estas preguntas: la relativa a la
conciencia, y explica qué sucede cuando reingresas a tu cuerpo en las mañanas.
La explicación proviene de una larga línea de investigaciones de Francis
Crick (famoso por descubrir el ADN) y Christof Koch, del Allen Institute for
Brain Science (Instituto Allen de Ciencias del Cerebro), en Seattle. Estos
investigadores iniciaron con una pregunta simple: ¿existe un área del cerebro que
se activa durante todas las tareas de la conciencia? Si todas estas cosas sensoriales,
motoras y cognitivas fueran círculos en un diagrama de Venn, ¿en qué puntos se
superpondrían?
Lo que encontraron es el claustro: una lámina de neuronas que mide un
milímetro de espesor y que divide los hemisferios cerebrales. Todos los
mamíferos la tienen y está conectada con los principales protagonistas dentro de
tu cráneo, que incluyen a la corteza prefrontal, la corteza auditiva, la corteza
visual, la corteza motora primaria, la corteza premotora y muchas otras áreas de
funcionamiento. Así que Crick y Koch se metieron dentro de la cabeza de la
gente y les dieron choques eléctricos a sus claustros cerebrales para ver si eso
alteraba su conciencia. En realidad no fue así; debido a esos detalles incómodos
como la ética y la moral, no puedes freírles el cerebro a las personas para ver qué
pasa; bueno, excepto en circunstancias muy especiales.
Una de esas circunstancias es el tratamiento de la epilepsia. En la epilepsia,
hay una falla en un área del cerebro que provoca que la electricidad se «filtre» a
los tejidos vecinos y que rebote por el cerebro como la bala de un pistolero que
entra en una caja torácica (a veces con consecuencias igualmente devastadoras).
Para tratar los casos de epilepsia grave e incapacitante, los médicos exploran
dentro de los cerebros de los pacientes en estado de conciencia para descubrir el
origen del problema, en cuyo momento pueden curar o disminuir a veces los
síntomas al insertar un complejo marcapasos eléctrico. El asunto es que la
epilepsia puede vivir en casi cualquier área del cerebro y, en ocasiones, descubrir
su origen requiere una exploración importante.
Eso es lo que hicieron Mohamad Koubeissi y sus colaboradores con una
mujer de cincuenta y cuatro años que tenía lo que ellos describen como
«epilepsia intratable». En un estudio que publicaron en 2014 en la revista
Epilepsy and Behavior, narran lo que sucedió durante lo que denominaron un
mapeo de estimulación eléctrica, donde los cirujanos casualmente estuvieron
hurgando en el claustro cerebral de la paciente. Escriben que: «La estimulación
del electrodo colocado en el claustro cerebral provocó de manera reproducible
una interrupción completa del comportamiento volitivo, inconciencia y amnesia
sin síntomas motores negativos o simple afasia». En cristiano, eso significa que,
cuando Koubeissi le dio un choque eléctrico al claustro de la mujer, esta quedó
inconsciente. Cuando apagaron la electricidad, recobró de inmediato la
conciencia. Durante el mapeo cerebral, por lo general los pacientes leen en voz
alta o realizan alguna otra tarea cerebral que pueda mostrarles a los médicos
cómo sus exploraciones afectan el funcionamiento. En este caso, al momento en
que Koubeissi introdujo los impulsos eléctricos dentro del claustro cerebral de su
paciente (es decir, cuando «le dio un toque»), ella dejó de leer y de responder al
equipo de cirujanos, y su cuerpo entró tranquilamente en un estado de relajación
profunda. Cuando las señales cesaron, abrió los ojos y pudo continuar con la
lectura.
En un artículo para la revista Forbes, Koubeissi llamó al claustro cerebral el
«interruptor del sueño» y lo comparó con girar la llave en el encendido de un
automóvil. La comprensión de esta diferencia entre estar dormido y despierto,
consciente o inconsciente, sigue en sus primeras etapas y las oportunidades de
verificar el descubrimiento no se presentan con mucha frecuencia que digamos.
Pero esta es la parte divertida: ahora que empezamos a entender la ubicación y
funcionamiento de la conciencia humana, eso podría posibilitarnos no solo
comprender las raíces de nuestra conciencia, sino también reproducirla. Conocer
la diferencia entre el sueño y la vigilia en tu cerebro puede hacer posible que
creemos en forma artificial el «despertar».
Deslices verbales
Aparte del gran interruptor de la
Conciencia con mayúscula, están esos
pequeños lapsus de conciencia, como
cuando dices que «no está el porno para
bollos» o cuando conviertes estómago
en estógamo. El primero se conoce
como malapropismo (cuando inviertes el
significado) y el segundo es una metátesis
(cuando inviertes los sonidos en una
palabra). Busca hoy este tipo de ejemplos.
Usa el poder de
la novedad para
despertar tus
sentidos
C
uando despiertas, tu cerebro está aburrido y simplemente porque tengas
abiertos los ojos en la mañana no significa que esté ocurriendo algo allí
arriba. De hecho, los estudios han demostrado que, incluso cuando los
investigadores pueden mostrar que las áreas de la corteza visual primaria están
recibiendo información, es posible que tu cerebro no tenga conciencia de ello. Es
posible que tu cerebro reciba la información física de “ver” sin estar consciente
de estar viendo.
Lo mismo ocurre con el oído, el olfato, el gusto y el tacto: una vez que te
acostumbras a algo, dejas de reconocerlo. Si vives cerca del aeropuerto, es posible
que dejes de oír los aviones. Si vives cerca de una fábrica de papel, podrías dejar
de oler la pulpa caliente. Y gran parte de la razón por la que rascarte una
comezón hace que esta empeore es por la concienciación que provoca esa
fricción. Sin la acción dirigida de frotar la uña contra aquello que te pica, te
acostumbras a la sensación de comezón, que a la larga se difumina hacia el fondo
inadvertido de tu cerebro. Rascarse la comezón la vuelve novedosa y provoca que
la notes de nuevo.
Esto significa que por la mañana luchas no solo contra el cerebro, que quizá
haya tenido que salir por fuerza del sueño debido a la brutal agresión del
despertador, sino también contra la aburrida combinación de ocho horas de
monotonía en tu habitación. Así que, si quieres despertar, dale algo nuevo a tus
sentidos. Esto puede ser tan sencillo como pensar en una nueva idea. Del mismo
modo que no puedes dormir por las noches si los pensamientos acerca de tu
siguiente gran invento o plan de escribir un libro chocan unos con otros en tu
cabeza, traer a tu mente ideas interesantes, atractivas y creativas al momento de
despertar puede ayudarte a exorcizar el atolondramiento de un cerebro vacío.
Considera poner en marcha tu cerebro con una idea interesante anotada en un
cuaderno que dejes abierto en tu mesita de noche.
O bien, puedes forzar a tu cerebro a lidiar con algo nuevo en el mundo. Una
patineta al tope de las escaleras debería bastar. Pero intentemos con algo menos
extremo: si programas tu alarma en una estación de radio impredecible o
inviertes en un sistema que golpee tu bulbo olfatorio con un nuevo aroma al
momento de despertar, eso puede desafiar a tu cerebro a conectarse y empezar a
darle sentido a las cosas.
Por último, no ignores el poder de la anticipación. Si tu cerebro está más
motivado por lo que se le está obligando a dejar (es decir, la tibia cama) que por
el deseo de aquello que anticipa en el futuro (es decir, una mañana frenética y un
día lleno de trabajo…), quizá se resista a despertar. En lugar de sufrir por la
pérdida de tu cama, encuentra algo que anheles, aunque sea solo el café y en gran
cantidad.
Despierta con… ¡el estrés!
Si una nueva idea, una nueva experiencia
sensorial o algo que anticipar no te
despierta por la mañana, intenta con el
estrés. Un estudio con empleados públicos
británicos mostró que los niveles de
cortisol en el cerebro que ocurren a causa
del estrés provocaron que la gente pudiera
levantarse temprano para el trabajo. Pero
esa es magia negra: a la larga, demasiado
cortisol inducido por el estrés puede
degradar el cerebro.
¿Cantas con los
gallos o ululas
con los búhos?
Y
o lo sé, tú lo sabes, todos sabemos que el asunto de los «madrugadores» y los
«noctámbulos» está en el cerebro de la gente a la que le gusta ver ese
programa televisivo de media noche o que prefiere los noventa minutos que tiene
por las mañanas antes de que despierten los niños. La ciencia coincide: todo está
en sus cerebros. Pero eso no significa que no sea real. Por ejemplo, la gente que
se considera a sí misma como madrugadora crea literalmente la experiencia
química de «despertar» más rápido que las personas que se consideran
noctámbulas. Todo tiene que ver con el cortisol —los madrugadores tienen
mayores concentraciones de cortisol en la saliva una hora después de despertar en
comparación con los noctámbulos—. Eso ocurre incluso cuando los
noctámbulos y los madrugadores duermen la misma cantidad de tiempo e
informan la misma calidad de sueño.
Además, mira lo siguiente: según el National Center for Education Statistics
(Centro de Estadísticas Educativas de Estados Unidos), el horario promedio de
inicio de las secundarias públicas en Estados Unidos es las 7:59 de la mañana. Es
probable que hayas escuchado que ese horario es cruel para los adolescentes y, si
miras en sus cerebros, sabrás la razón. Justo al lado del área del cerebro
adolescente que almacena las incomprensibles abreviaturas de los mensajes de
texto y el área que se mantiene hiperactivamente al día en cuanto a cómo verse a
la moda, se encuentra la combinación perfecta de factores que hace que despertar
temprano se vuelva no solo inconveniente, sino diabólicamente cruel para la
gente que sufre por estar entre los doce y dieciocho años.
Todos estamos a merced de los ritmos circadianos: sin importar cuánto
durmamos o no, nuestro cerebro quiere dormir cuando oscurece y despertar
cuando sale el sol. Existen dos vías en las que el ritmo circadiano te provoca
somnolencia: un aumento en la hormona melatonina y un descenso en la
temperatura corporal. Al combinarlos, tienes una imagen muy precisa del
instante en que el cuerpo quiere irse a dormir.
La melatonina aumenta y la temperatura corporal disminuye más tarde en los
cuerpos de los adolescentes que en el organismo del ser humano normal. Esa es
la primera ráfaga de la tormenta perfecta. La segunda es que los adolescentes
necesitan más sueño que los humanos mayores o más jóvenes: cerca de ocho y
media a nueve y media horas de sueño por noche, según la American Academy
of Pediatrics (AAP, Academia Estadounidense de Pediatría). Si un adolescente
que necesita más sueño tiene un bloqueo fisiológico para dormirse hasta que
llegan las 11 de la noche y luego tiene que levantarse a las 7 para llegar a tiempo
a la escuela a las 8, no hay manera, aparte de poder viajar en el tiempo, en que
pueda tener suficientes horas de sueño. El cerebro adolescente está programado
para la impulsividad y si a eso le sumas la privación crónica de sueño, el
resultado que obtienes, de nuevo según la AAP, es la receta para la depresión,
obesidad, bajas calificaciones y, básicamente, un escenario salido de una de esas
novelas postapocalípticas que tanto leen los chicos hoy en día.
Si no fuera por la mecánica de la jornada laboral adulta que hace mucho más
fácil llevar a los niños a la escuela a las ocho de la mañana y la necesidad de los
adolescentes por llegar a casa máximo a las cuatro de la tarde para ver televisión,
cualquier persona racional y compasiva iniciaría las clases más tarde, digamos a
las 9:00 am, cuando mucho.
El asunto es que existe la posibilidad de que en tu cerebro se oculte un
adolescente, sin importar la edad que tengas. En otras palabras, es injusto decir
que todos los supuestos adultos pueden levantarse temprano, en tanto que lo
mejor para todos los adolescentes es dormirse tarde. Esas son generalizaciones y
tu experiencia tal vez varíe. Y si tú simplemente no puedes despertar en la
mañana, quizá se deba a que tu cerebro quiere que seas un noctámbulo.
Dicho esto, hay algunas cosas buenas relacionadas con ser madrugador. Los
estudios muestran que los madrugadores son, en general, personas más estables,
responsables, afables y optimistas, pero también ese es un asunto como el del
huevo y la gallina: ¿ser un madrugador te vuelve más afable o las personas afables
son casualmente madrugadoras? Eso significa que, si estás programado para ser
un noctámbulo, quizá despertar temprano con la esperanza de volverte optimista
y afable te volverá un noctámbulo infeliz y que sufre privación de sueño. Si no
puedes adaptar tu cerebro a tu vida, pregúntate si puedes adaptar tu vida a tu
cerebro. Si eres un noctámbulo, ¿puedes aceptar tus necesidades y dormir un
poco más? Intenta decirle a tu empleador que dentro de tu cabeza vive el cerebro
de un adolescente. Cuando eso no funcione, pregúntale si puedes reestructurar
tus mañanas para que puedas dejar que tu personalidad noctámbula duerma un
poquito más.
¿Melatonina para el jet lag?
Tu ritmo circadiano se adapta a tu horario
de comidas. Un estudio de Harvard
demostró que puedes reprogramar tu
ritmo circadiano si ayunas durante 12 a 16
horas. Luego, al momento de despertar y
comer, tu cuerpo se reconecta de nuevo,
como si la hora en que despertaras fuera
la mañana natural. También puedes alterar
tus concentraciones de melatonina. Un
estudio en el British Medical Journal
descubrió que tomar un suplemento de
melatonina durante los tres días anteriores
a un viaje exactamente a la hora en que
irás a dormir en tu nuevo destino puede
servir para adaptarte al jet lag.
Esto es lo que le
gusta desayunar
a tu cerebro
T
u cerebro marcha con azúcar pura y de gran octanaje, y consume gran
cantidad de ella. Aunque tu cerebro representa solo cerca de 2% de tu masa
corporal, incluso en reposo consume alrededor de 20% de la energía del
organismo. La glucosa atraviesa la barrera hematoencefálica hacia las células de
tu cerebro y luego pasa a los pequeños organismos independientes llamados
mitocondrias que viven en tus células, donde esa glucosa se convierte en la
energía básica de la célula, llamada ATP, en un proceso que se conoce como ciclo
de Krebs, que quizás recuerdes haber visto impreso en tu frente cuando te
miraste al espejo luego de quedarte dormido sobre el texto de biología de la
secundaria. En cualquier caso, tu cerebro no puede almacenar la glucosa y, en
consecuencia, al igual que un colibrí, necesita comer constantemente. Cuando
comes azúcar, tu cerebro recibe un estallido de glucosa que luego se consume,
como pasa con uno de esos motores de los cohetes de juguete. Y si no comes
nada, bueno, tu cuerpo puede metabolizar parte de la grasa de tu organismo para
evitar que se te seque el cerebro, pero eso no es precisamente el ideal.
Todo esto es para decirte que tu cerebro necesita un buen desayuno. Desde
las actividades intelectuales, la toma de decisiones y la velocidad de
procesamiento hasta la memoria y la fuerza de voluntad, si no alimentas tu
cerebro, este te castigará. Un estudio tras otro muestran que el cerebro no
alimentado está por debajo del cerebro alimentado en casi cualquier labor que se
te ocurra. Si nos ponemos quisquillosos, los cerebros que se alimentan con
desayunos con bajo índice glucémico tienen un desempeño superior al de los
cerebros que se alimentan solo con comida azucarada. Por ejemplo, una
investigación con 290 niños, publicada en la revista PLOS ONE, muestra que los
chicos que ingerían desayunos con bajo índice glucémico a base de arroz tenían
un volumen más alto de sustancia gris y un CI (coeficiente intelectual) general
superior al de los niños que se alimentaban con una dieta con alto índice
glucémico y basada en pan. Además, cuando unos investigadores británicos
hicieron comparaciones entre el cereal Cheerios, una bebida de glucosa y ningún
desayuno en 29 niños de edad escolar, descubrieron que los grupos en los que se
usó la bebida de glucosa y ningún desayuno tuvieron un desempeño desastroso
en las pruebas cognitivas que se llevaron a cabo posteriormente durante la
mañana.
Desayuno para el cerebro
Sí: Avena preparada de modo tradicional,
pan tostado de trigo entero, cereal de
salvado con pasas, jugo de toronja.
No: Avena instantánea, bagel, cereal con
azúcar, jugo de manzana, pasas.
Fuente: Índice glucémico de más de 100
alimentos de la Harvard Medical School.
No quiere decir que un poco de azúcar sea el máximo asesino del cerebro que
deba evitarse como el mercurio en los mariscos. De hecho, se ha demostrado que
un poco de azúcar funciona como un buen energizante en las mañanas y quizás
esa sea la razón por la que las culturas de todo el mundo han desarrollado
cocinas que tienden a incluir más dulce en los desayunos que en la comida o la
cena (recuerda esos panqueques bañados de miel y las dos cucharadas de azúcar
en el café). Pero es como dice ese viejo refrán: mucho ruido (azúcar) y pocas
nueces (alimentos con bajo índice glucémico) y tu estado de alerta por las
mañanas durará poco. En términos del desayuno, si vas a hacer mucho ruido,
será mejor que también tengas las nueces del bajo índice glucémico para que lo
acompañen.
Desayuna y pierde peso
Por lo menos si te saltas el desayuno podrás
adelgazar, ¿verdad? Pues no. Aunque saques
a relucir todos los factores socioeconómicos y
demográficos que puedas imaginar que pudieran
ser diferentes entre las personas que desayunan
y las que no lo hacen, la gente que no desayuna
tiene una probabilidad mucho mayor de tener
un alto índice de masa corporal. Incluso se han
hecho pruebas clínicas, aprobadas por la FDA,
que muestran que recetar el desayuno ayuda a
promover la pérdida de peso. ¿Cómo es posible
que comer te ayude a adelgazar? Simplemente
porque ingerir un desayuno hace que tu cerebro
sea capaz de resistirse a comer golosinas poco
sanas a lo largo del día. Si quieres adelgazar,
empieza por ser realista: desayuna.
¡Mañanas!
¡Pánico! ¡Hacer
mil cosas al
mismo tiempo!
H
aces el desayuno. Empacas el almuerzo. Das de comer a las mascotas.
Arreglas a tus hijos. Arreglas a tu esposo. Te arreglas tú. Ves el correo
electrónico. Resuelves el problema mundial del hambre. Bebes más café. Meditas
un momento. Te vistes. Recuerdas que necesitas pasar por leche. Programas tu
tarde.
La mañana es un momento de acción y nunca jamás va en una sola
dirección. En lugar de ello, es el momento de las multitareas. Algunos somos
mejores en eso que otros…
De hecho, en realidad existe un término médico para describir a quienes no
podemos hacer múltiples tareas al mismo tiempo: se llama trastorno de aplicación
de estrategias y es un tipo de disfunción del lóbulo frontal en el que la gente
presenta «desorganización, distracción y problemas con la planificación y toma
de decisiones en la vida diaria, a pesar de tener un desempeño normal en las
pruebas neuropsicológicas tradicionales», según indica la investigación que
publicó Paul Burgess en la revista Psychological Research en el año 2000. Tómate
un instante para digerir esto. Esa persona encantadora que comparte tu vida, y
que es normal aparte del hecho de que no puede hacer más de una cosa al mismo
tiempo, quizá tenga un cerebro que está diseñado de manera diferente al tuyo. Es
posible que la persona amada esté programada en términos biológicos para
doblar la ropa, asegurarse de que se haya metido al hámster a la casa después de
que se escapó o pensar en el clima, pero no puede hacerlo en forma simultánea.
No te burlarías de alguien que tiene una conmoción cerebral y no deberías
hacerlo con esa persona que amas y que solo es capaz de hacer una tarea a la vez.
Si lo haces, eres una mala persona.
En el extremo opuesto del espectro está un grupo de personas a las que
recientemente se identificó como supertaskers (algo así como «supermultitareas»).
Según un estudio que realizó en 2014 Davis Strayer, de la Universidad de Utah,
de la misma forma que el cerebro de quienes pueden hacer una sola cosa a la vez
es diferente de la mayoría de los cerebros, el cerebro de los «supermultitareas»
también es diferente: precisamente 2% de las personas tienen áreas del cíngulo
anterior (o circunvolución del cíngulo) y de la corteza frontotemporal posterior
que les posibilitan hacer muchas cosas a la vez. El 98% restante quizá tengamos
el mismo potencial cerebral en cuanto a CI y otras cosas bonitas, pero cuando
juntamos la tarea A con la tarea B, nos lleva más tiempo y tenemos un peor
desempeño que si nos centráramos en la tarea A y luego pasáramos por completo
a la tarea B.
El secreto para tener éxito en las multitareas no es, como podrías esperarlo,
dividir tu mente en dos partes y que cada una se ocupe de vigilar y llevar a cabo
una tarea demandante. El secreto es cambiar la atención del cerebro de una tarea
a otra con tanta rapidez que parezca como si estuvieras haciendo dos cosas al
mismo tiempo. Empiezas colocando el reflector sobre la tarea A y luego lo giras a
la tarea B, yendo y viniendo entre ellas con tal rapidez que pareciera que puedes
alumbrar ambas al mismo tiempo. Los psicólogos le llaman conmutación de
tareas.
Cuando cambias de una tarea demandante a otra, se requiere tiempo para
orientarse; es decir, pagas una sanción en tiempo, en precisión, o ambos, y las
dos tareas salen perdiendo. Bueno, a menos que seas un supermultitareas. Existe
debate sobre si puedes cambiar lo suficiente a tu cerebro para pasar de ser una
persona promedio en la solución de tareas a convertirte en un supermultitareas,
pero lo que sí hay son reglas que pueden ayudarte a parecerlo. Estas son cuatro
cosas que puedes hacer para mejorar tu capacidad para las multitareas:
1. Puedes lograr que las tareas demandantes en un sentido cognitivo sean
menos exigentes, la sanción será menor cuando las combines. Eso parece
lógico: si empacas los almuerzos de manera automática, podrás hacerlo
mientras preparas un omelette. Si estás pensando en los almuerzos, eso
afecta tu capacidad para pensar en el omelette. Si una tarea demandante se
vuelve más automática, reduces la demanda sobre tu atención y, en
consecuencia, asignas más atención a la segunda (tercera y cuarta…) tarea.
2. Elije tareas que utilicen áreas alejadas del cerebro; digamos, una tarea
motora como darle vuelta al omelette, junto con una tarea cognitiva como
recordar qué refrigerio le gusta a cada uno de tus niños. Si dos tareas están
muy alejadas en tu cerebro, es casi como si ni siquiera estuvieras haciendo
dos cosas a la vez.
3. Intenta «hacer» las tareas en tu mente. Por ejemplo, si puedes recordar con
precisión dónde te quedaste en la preparación de la tortilla, puedes
aprender a regresar exactamente a ese punto sin pagar la «sanción por la
conmutación» que tendrías que sufrir al tener que reorientarte. Practica
decirte: «estoy picando cebolla» o «cuando regrese, añadiré el queso», antes
de pasar a otra tarea y eso debería facilitarte que regreses después al
omelette.
4. Busca recursos externos que te anuncien cuándo debes conmutar las tareas.
Si te preocupa voltear a tiempo la tortilla de huevo mientras empacas los
almuerzos, esta última actividad saldrá perdiendo. El secreto se llama
señalización de tareas: programa el temporizador de la cocina para que te
recuerde cuándo debes voltear el omelette (que señale cuándo debes
conmutar las tareas). Si estás tratando de poner al día a tu pareja que tiene
un trastorno en aplicación de estrategias, la señalización de tareas podría
funcionar como un recordatorio constante para esa persona de lo que
debería estar haciendo en cada momento determinado. Inténtalo y tu
pareja te lo agradecerá.
Capacitación para
las multitareas
Si estás dispuesto a esforzarte un poco
para mejorar tu capacidad para las
multitareas, busca en internet los juegos
para «conmutación de tareas», como la
Prueba de Rastreo (Test Making Test),
el Test de Clasificación de Tarjetas de
Wisconsin (Wisconsin Card Sorting Task)
y el Test de Colores y Palabras Stroop
(Stroop Color and Word Test). Básicamente,
estos juegos te obligan a conmutar
ágilmente entre conjuntos de reglas, al
tiempo que inhibes las distracciones.
La práctica en la conmutación de
tareas conduce a una gran habilidad
para las multitareas.
El poder
(contrario) del
pensamiento
positivo
L
legó la mañana y las posibilidades del día están frente a ti. ¿Qué quieres
lograr hoy? O, cuando menos, ¿en qué quieres trabajar hoy para lograrlo? ¿Se
trata de perder peso, conseguir un empleo, recuperarte de una lesión o conseguir
pareja? En cada caso, los estudios muestran que, mientras más positivos sean los
resultados que imaginas, menos probable será que los consigas.
«El pensamiento positivo engaña a nuestra mente para que percibamos que
ya logramos nuestra meta, provocando que nuestra disposición a tratar de
alcanzarla se vuelva más perezosa», dice Gabriele Oettingen, profesora de
psicología de la Universidad de Nueva York, en un artículo que escribió para el
New York Times. Por ejemplo, cuando les pidió a sus alumnos que escribieran
cómo sería una semana feliz y luego los sometió a pruebas al final de la semana,
resultó que terminaron sintiéndose menos llenos de energía y lograron menos
que los estudiantes que habían descrito una semana realista.
Lo mismo ocurre con esas afirmaciones positivas que solía recomendar Stuart
Smiley en el programa Saturday Night Live y que, según demuestran los estudios,
tienen un efecto totalmente contrario a su intención. En apariencia, cuando te
miras al espejo y te dices que eres suficientemente bueno y la gente te quiere, eso
puede activar tus pensamientos de que, en realidad, quizá no seas
suficientemente bueno y la gente no te quiere. Tu cerebro sabe cuándo estás
exagerando. Y cuando las afirmaciones positivas son demasiado lejanas de la
realidad en la que tu cerebro sabe que vives, las afirmaciones positivas sobre ti
mismo resultan deprimentes, en lugar de levantarte el ánimo.
Pero también debemos tomar en cuenta al optimismo, que está en el lado
contrario de este resultado científico aparentemente lúgubre sobre el
pensamiento positivo. Las personas optimistas tienen mayores puntuaciones en
pruebas, tienen una mejor salud mental en general y viven más tiempo. Según
muestra Oettingen, la diferencia entre el pensamiento positivo y el optimismo es
que el primero depende de la fantasía, en tanto que el segundo depende de las
expectativas. Por ejemplo, en un famoso estudio que hizo Oettingen con mujeres
obesas que trataban de bajar de peso, la investigadora evaluó sus expectativas de
lograr finalmente su peso deseado y, también, sus fantasías sobre alcanzar
mágicamente su meta de peso. En este caso, la palabra expectativa se parece
mucho al optimismo —predecir cosas buenas para el futuro— y las mujeres del
estudio de Oettingen que esperaban cosas buenas las lograron. Pero las mujeres
que fantasearon sobre despertar delgadas tuvieron menos probabilidad de haber
perdido peso un año después.
Así que pregúntate sobre tus metas esta mañana. ¿Qué esperas y en qué cosas
fantaseas? Si las divagaciones de tu mente están demasiado alejadas de la realidad,
quizás esas fantasías sean lo más cercano que estés de conseguirlas. Pero si puedes
afianzar tu optimismo en un resultado que tu cerebro considere asequible, eso
puede funcionar como la zanahoria que te impulse a lograr tu meta.
Sí puedo, sí puedo…
La automotivación tiene sus beneficios.
Los estudios acerca de tirar dardos y el
ejercicio de resistencia muestran que
decirse a uno mismo versiones del mantra
«Sí puedo, voy a dominarlo» mejoran el
desempeño. Lo único que debes hacer
es asegurarte de limitar las afirmaciones
positivas a acciones y no a percepciones
de ti mismo. La automotivación puede
forzarte a visualizar el mejor resultado y
mejorar las acciones. La autopercepción no
es tan fácil de engañar.
Cómo planear
tu día
L
a mañana es la zona cero para la planificación. ¿Qué debe llevar a la escuela
un niño de segundo año de primaria para mostrarlo en clase? ¿Cuándo
recogerás la ropa de la tintorería? ¿Hoy tienes tiempo para ir al gimnasio y, en ese
caso, deberías llevar tus tenis nuevos o tus zapatillas usadas? ¿Cuándo debes
pasear a los perros para que no deambulen por la casa buscando los cojines que
puedan desgarrar y esparcir por el patio mientras estás en la oficina? ¿Quién irá
por los niños o deberían llevarse sus sacos de dormir y cepillos de dientes a la
escuela para que vayas por ellos hasta mañana? La lista es interminable y es un
milagro del cerebro que algunos de los planes que haces por la mañana siquiera
se concreten justo como los pensaste.
La habilidad para planificar de manera exitosa depende de algo que se llama
función ejecutiva, que habita en un pequeño trozo de tu lóbulo frontal. Por las
mañanas usas tu función ejecutiva para ver al futuro: imaginas el futuro que
deseas, generas opciones de comportamientos que crearían ese futuro y,
finalmente, decides la mejor opción para llegar allí desde donde estás ahora, a ese
futuro idílico que imaginaste (en el que todos son felices, comieron, se bañaron,
fueron a la escuela, hicieron ejercicio, se enriquecieron y están dormidos para las
8:30 de la noche).
Sin la función ejecutiva no puedes ver hacia el futuro, no puedes planear y,
en consecuencia, te vuelves impulsivo y actúas de modos que tienen resultados
inmediatos pero que quizá sean negativos a la larga. En pocas palabras, sin la
función ejecutiva te vuelves un adolescente: impulsivo e incapaz de tomar
decisiones que parezcan buenas en retrospectiva. Los adolescentes tienen una
excusa, ya que la corteza prefrontal, donde reside la función ejecutiva y su
habilidad para planificar por anticipado, no está del todo desarrollada hasta que
se llega más o menos a los veinticinco años. En un sentido técnico, el cerebro
adolescente sigue «podando» las vías nerviosas para que la función ejecutiva se
vuelva más eficiente. Esto significa que, para bien o para mal, a medida que
emprendes ese gran viaje de tus años de adolescencia, todas las posibilidades de la
función ejecutiva aún están frente a ti. Sigue pareciéndote que quizá es buena
idea montar tu patineta y saltar del techo mientras te observa una linda chica o
que tal vez está bien abandonar a tu amiga para bailar con un tipo guapísimo en
un concierto. El cerebro adolescente aún no se ha deshecho de estas
posibilidades. Todavía no integra la habilidad para ver al futuro y pronosticar
consecuencias, por lo que no puede planear: no puede visualizar el futuro que
quiere, generar estrategias para llegar allí y elegir aquella que tenga la mayor
probabilidad de llevar del punto A al punto B. Primero necesita librarse de todas
esas sinapsis que conducen por vías secundarias y por una serie de rodeos, esas
molestas sinapsis ineficientes que convierten a los adolescentes en los
protagonistas de la gran mayoría de los videos graciosos de «caídas» en YouTube.
Esta mañana, mientras planeas cómo será tu día, tu única excusa para el
fracaso es que olvides utilizar tu corteza prefrontal. La clave para los planes
exitosos es poner al mando a tu yo futuro: imaginar en la mañana que estás
viendo en retrospectiva cómo fue ese día. ¿Qué desearás haber hecho? Por
ejemplo, los estudios acerca de la compra de abarrotes muestran que imaginar de
manera intencional que tu yo futuro está al mando provoca que la gente compre
alimentos más sanos. La otra lección que obtenemos de los estudios sobre
planificación es que la única manera de mejorar es con la práctica: solo si
planificas te volverás mejor para hacerlo. Empieza adquiriendo conciencia de qué
te funciona y qué no. ¿De verdad puedes combinar la actividad de recoger la
ropa en la tintorería con la compra de alimento para perro en tu viaje de regreso
a casa? ¿Realmente puedes pasear al perro el tiempo suficiente durante el
descanso del medio día para evitar que devore toda la casa? Como en el cerebro
de un adolescente, mientras más podes las vías neurales ineficientes que
provocan que te olvides de recoger a los niños luego de la práctica de futbol y
que no saques a pasear al perro, menos fallas encontrarás en tu capacidad para
planificar exitosamente el día.
Entrena tu cuerpo, entrena
tu cerebro
Un estudio de 2011 que se publicó en
la revista Science recopila todas las
estrategias probadas para estimular
la función ejecutiva. Incluye cosas que
serían esperables, como el entrenamiento
cerebral por computadora, pero también
habla de cosas que van desde el ejercicio
aeróbico hasta el entrenamiento en
atención plena. Parece ser que un cuerpo
eficiente se traduce en una mente eficiente,
al menos en lo que se refiere a la habilidad
de planificación de la función ejecutiva.
El problema
con los
rompecabezas
¿
Te despiertas con el Sudoku mientras tomas un café? ¿Haces el crucigrama
del periódico mientras viajas al trabajo? ¡Felicidades! ¡Es probable que te
hayas vuelto muy bueno para el Sudoku o para los crucigramas! Ahora bien, si tu
vida diaria depende de colocar números o letras en cuadrículas, eres muchísimo
más hábil en esa práctica, pero no tanto en otros sentidos. Tu práctica con esos
rompecabezas quizá eleve tu confianza en tus habilidades mentales, ya que, como
ocurre con las pastillas de azúcar que se usan como placebo, la creencia de que sí
funciona provoca que funcione. Pero, aparte del efecto placebo, tu destreza en
los crucigramas apenas está por encima de un truco de salón.
La razón es algo que se llama transferencia: ¿las habilidades cerebrales
necesarias para resolver un crucigrama se transfieren a las habilidades
importantes en tu vida? ¿Y hasta dónde se transfiere el entrenamiento cerebral de
un crucigrama? Por desgracia, tu cerebro es bastante malo para transferir la
lección de una habilidad que practiques a otra, sin importar cuánto se
relacionen. Por ejemplo, ¿recuerdas el Tetris? Es ese videojuego donde caen
bloques y tienes que acomodarlos para que encajen entre sí y formen filas
completas. Lo creas o no, se han hecho amplios estudios del Tetris como prueba
de las habilidades visoespaciales, específicamente (como podrás imaginar) como
prueba de rotación de figuras, o de la capacidad de tu mente para imaginar cómo
se verá algo si se gira de lado o se voltea de cabeza.
Demos una rápida ojeada dentro del entrenamiento cerebral del Tetris. Lo
que vemos es bastante representativo de cualquier tipo de rompecabezas.
Primero está el ángulo esperanzador: muchos estudios muestran cambios
cerebrales luego del entrenamiento con el Tetris, de los cuales el más notable es
el descenso en la activación de las áreas frontal y parietal del cerebro que se
asocian con las tareas de rotación mental. En otras palabras, luego de jugar
Tetris, te vuelves más eficiente para girar esas formas en tu mente y requieres
menos capacidad mental para imaginar cómo se verían al girarlas. ¡Eso es genial!
Lo único que necesitas son doce horas de entrenamiento en Tetris para ver
cambios físicos, reales, en el cerebro.
Este entrenamiento en Tetris hace que los sujetos tengan mayor capacidad
para estacionarse en paralelo, empacar maletas en los depósitos que están arriba
de los asientos en un avión, determinar cuántos paquetes de alimentos
congelados caben en el congelador y organizar en el garaje los recipientes de
Tupperware con decoraciones navideñas. En realidad, no es así. Para nada. El
entrenamiento en Tetris es tan específico del juego que ni siquiera te vuelve más
apto para girar figuras que no aparecen en el Tetris. Y cuando la gente entrenada
en Tetris gira esas figuras en su mente, lo hacen en sentido de las manecillas del
reloj, exactamente como en el juego.
La moraleja de la historia es que el Tetris te vuelve mejor para el Tetris. Y el
Sudoku te vuelve mejor para el Sudoku. Incluso los crucigramas te vuelven
mejor para los crucigramas (aunque, en este último caso, existen algunas
evidencias de que mejora el proceso de rememoración, así que inclúyelo en la
columna de tal vez). La lección es que cualquier rompecabezas te vuelve mejor
solo para el rompecabezas.
¡Ay de mí! ¿No existe esperanza de aumentar tu capacidad cerebral esta
mañana mientras tomas tu café? ¿No existe manera de lograr neuronas más
felices y numerosas con los rompecabezas? De hecho, sí y el secreto es tanto
simple como intuitivo: mientras que practicar un crucigrama te vuelve mejor
solo para el crucigrama, aprender cómo resolver un nuevo tipo de rompecabezas
desafía a tu cerebro a darle sentido constantemente a la información nueva y si
hay una sola cosa que deberías aprender de este libro es que hacer
constantemente cosas nuevas es bueno para tu cerebro. Una vez que entiendas
cómo resolver el Sudoku, llegó el momento de dejarlo atrás. Cuando entiendas el
Tetris, llegó la hora de seguir adelante. El proceso de averiguar cómo hacer algo
nuevo, y no la práctica repetitiva de algo que ya entiendes, es lo que hará que tu
cerebro adquiera facilidad con los tipos de cosas que realmente importan para tu
vida.
Esta mañana: un
rompecabezas misterioso
Esta mañana, mientras tomas tu café
o durante el viaje a tu trabajo, busca un
tipo de rompecabezas que nunca hayas
hecho antes. Quizá puedas tratar de
entender finalmente de qué se trata la
sopa de letras del periódico matutino. O
busca en internet «acertijo del puente
y la antorcha» o «Hashiwokakero» para
encontrar un nuevo tipo de crucigrama,
popular en Japón, que posiblemente no
hayas visto antes. Dale una hora o un día
o una semana, el tiempo suficiente para
que entiendas las instrucciones y te sientas
cómodo con algunos de los matices. En ese
momento ya has obtenido la capacidad de
entrenamiento cerebral del rompecabezas
y ¡llegó el momento de proseguir con
otro tipo!
Cómo recordar
dónde quedaron
las llaves del
auto
P
asaste todo ese tiempo haciendo planes y ahora que preparas la salida de la
casa, todos tus planes salen flotando por los aires del olvido como las
semillas de un diente de león. Cada vez más lejos está el recuerdo de esa llamada
telefónica que harías a las nueve y media de la mañana y el hecho de que tu hijo
debía llevar hoy una camiseta blanca para la clase de arte. Todavía más oculta
está la localización de las llaves de tu auto, aunque recuerdas vagamente que las
pusiste en algún sitio raro. ¿Podrían estar en la repisa del baño? No, eso no es del
todo correcto. ¿Quizá en la mesa que usas para doblar la ropa en el cuarto de
lavandería? Posiblemente. Esta sección te ayudará a mantener vivos tus planes de
esta mañana, ¡incluso minutos u horas después de formularlos! Considéralo
como un breve recordatorio matutino.
Por supuesto que el tema de la memoria es enorme y se han escrito docenas
de libros acerca del cerebro que solo se ocupan del tema del entrenamiento de la
memoria. En parte eso se debe a que la «memoria» se refiere a un puñado de
habilidades relacionadas, aunque no idénticas. El modo en que recuerdas un olor
es diferente del modo en que recuerdas como hacer un tiro libre, que es diferente
de cómo recuerdas la lista de tus actividades diarias.
Pero todos los tipos de memoria comparten las tres etapas generales de
codificación, almacenamiento y recuperación —cómo lo introduces en tu mente,
lo guardas y lo vuelves a sacar— y para cada una de ellas existe la manera de
aprender a hacerlo mejor. La clave está en aprovechar las estructuras cerebrales
que participan en cada una de estas tareas.
Por ejemplo, tu hipocampo es la estructura que introduce los datos en tu
cabeza. Tus sentidos captan las experiencias y luego tu hipocampo las empaca
para almacenarlas en un sitio profundo del cerebro. El problema es que tus
sentidos bombardean a tu hipocampo con más información de la que puede
manejar y, en consecuencia, tiene que clasificar las experiencias en aquellas que
te servirá recordar y aquellas que puedes olvidar de inmediato. El hipocampo
hace este trabajo mediante «rotular» las cosas con pequeñas etiquetas adhesivas
de prioridad. Puedes ayudar a tu hipocampo a etiquetar las cosas que quieres
recordar. Por ejemplo, si colocas las llaves del auto en el plato de la mantequilla
dentro del refrigerador, es posible que nunca vuelvas a encontrarlas, pero con
solo decirte «estoy poniendo las llaves del auto en el plato de la mantequilla»,
obligas al hipocampo a etiquetar el recuerdo con una mayor prioridad. Estás
haciendo que sea más probable que recuerde las cosas que haces de manera
consciente que las que haces en forma automática o sin pretenderlo realmente.
Pero si quieres almacenar los recuerdos con la máxima prioridad, las etiquetas
de la conciencia no bastan. Para eso necesitas las etiquetas de la emoción y, para
conseguirlas, necesitarás la ayuda de otra estructura cerebral que se conoce como
amígdala. Algunas personas le llaman el «cerebro reptiliano» porque las dos
estructuras con forma de canica que constituyen las amígdalas es donde radican
el temor y el deseo, y son los centros del aprendizaje emocional de tu cerebro. Si
cuando tenías nueve años quedaste atrapada en el elevador, tu amígdala es la que
provoca que ahora tengas claustrofobia (y, como veremos después, la respuesta
emocional de la amígdala, equilibrada por los pensamientos racionales de tu
corteza prefrontal, también es lo que crea muchas de tus decisiones). Y, si pasaste
una hora espantosa buscando las llaves del coche, las cuales arrojaste por
accidente a la basura cuando ibas tarde a una junta importante, el recuerdo
emocional de ese suceso es lo que te ayuda ahora a recordar dónde las pusiste. Si
realmente quieres recordar algo, conviértelo en algo emocional.
Tips de memoria
+1 Etiquetado
+1 Emoción
-1 Estrés.
La gente que gana competencias de memoria conoce este truco. Para
memorizar el orden de un mazo de cartas barajado, los campeones de memoria
se cuentan historias lujuriosas y llenas de emoción en las que las cartas
representan personajes. Quizá no recuerdes la reina de diamantes, el tres de
bastos y la jota de espadas, pero es poco probable que olvides una trama en la
que Madonna le enseñó los senos a George Clooney (es decir, si tu cerebro
incluye que la «Chica Material» de Madonna representa a la reina de diamantes,
la imagen del tres de bastos es una representación de senos prominentes y a
George Clooney como un galán encantador parecido a la jota de espadas). Tiene
lógica pensar que los recuerdos emocionales son duraderos: recordar el temor
que sentiste cuando casi caíste de las ramas más altas de un árbol puede impedir
que lo hagas de nuevo.
La única excepción a la regla de la asociación entre emoción y memoria es el
estrés. Si un recuerdo se relaciona con un solo suceso estresante, como la
búsqueda de tus llaves, es posible que ese hecho quede grabado de manera
indeleble en tu cerebro. Pero contra un telón de fondo de estrés crónico, no
tienes tan buen aprendizaje; es como si el estrés te privara de parte de tu
capacidad para crear nuevos recuerdos. De este modo, el estrés es un asunto
complejo: el estrés específico asociado con un recuerdo específico crea cosas
como la reviviscencia de recuerdos en el trastorno de estrés postraumático, pero
un alto nivel general y constante de estrés hace que sean más difíciles de recordar
los sucesos que ocurren en ese entorno.
Ya hemos hablado sobre la codificación y el almacenamiento, y ahora es
momento de hablar de la rememoración: tu capacidad para extraer los recuerdos
del almacén que está en el interior de tu cerebro. La memoria a largo plazo se
recupera mediante la asociación. Una cosa te hace pensar en otra, como cuando
le das las medicinas al perro y las cubres con un trozo de mantequilla, y de
pronto recuerdas que metiste las llaves en el plato de la mantequilla. La
recuperación señalizada también es la razón por la que la canción «Escalera al
cielo» te hace pensar en los bailes de la secundaria y por la que ir a un juego de
beisbol puede hacer que un alcohólico recaiga en el vicio.
Así que para recordar dónde pones las llaves del auto, puedes tratar de
tranquilizarte para que tu memoria no tenga el obstáculo del estrés, y puedes
vincular emociones con esos recuerdos. Luego, cuando esas estrategias no
funcionen, cedes a las realidades del cerebro moderno y haces una lista. Esa es la
recuperación señalizada: un par de garabatos en un papel pueden representar la
señal para la información que necesitas recordar. Puedes lograr lo mismo con un
hilo atado a tu dedo o una piedrita en el bolsillo. Ahora bien, ¿dónde fue que
pusiste la lista?
Construye una memoria espacial
Las pruebas con imágenes por resonancia
magnética funcional (IRMf) que se les han hecho
a los campeones de memoria muestran que las
habilidades espaciales son las que les permite
tener éxito, como si estas personas estuvieran
caminando por una compleja mansión llena de
habitaciones, en lugar de mirando a un mazo
de cartas. La casa llena de habitaciones no
está lejos de la estrategia real: al construir
una historia con personajes y movimiento,
los campeones de memoria toman símbolos
abstractos y les asignan un significado. Por
ejemplo, después de competir en el Campeonato
Mundial de Memoria de 2006, en las Examination
Schools de la Universidad de Oxford, Ed Cooke,
quien tiene veintitrés años, le dijo a Discover
Magazine cómo lo logra: Cooke le asigna a cada
carta una persona, acción o cosa; por ejemplo,
la reina de bastos es su amiga Henrietta, la
acción es golpear con el bolso y la cosa es un
armario lleno de ropas de diseñador. Memoriza
las cartas en grupos de tres: la primera carta
se representa con la persona, la segunda con
la acción y la tercera con la imagen. Así podría
decir: «Las cantantes de Destiny’s Child están
golpeando a Franz Schubert con sus bolsos de
mano». Cuando trates de memorizar símbolos
o cosas abstractas, dales un significado; haz
que esas cosas representen recuerdos con una
carga emocional y las recordarás.
Programa
tu reloj de
positivismo
N
o nos valuamos a nosotros mismos en términos absolutos. Desde la riqueza
y la felicidad hasta el éxito y la sensación de satisfacción al final de un largo
día, el valor que nos concedemos es por comparación con nuestras expectativas.
Es como en la bolsa de valores: quizá no sean los ingresos de la empresa lo que
impulse el precio de sus acciones, sino la comparación entre esos ingresos y el
pronóstico. Puedes ver ese mismo fenómeno en el servicio a clientes. Un artículo
clásico de 1993, que se publicó en la Journal of Marketing Research, señala que la
percepción de un consumidor acerca del servicio a clientes está «en función de
las expectativas previas del cliente en cuanto a lo que ocurre y lo que debería
ocurrir durante un encuentro de servicio». Si los clientes esperan que lo más
probable sea que les cuelguen la llamada, estarán felices de simplemente
comunicarse con alguien. Si los clientes esperan que el representante de servicio
vaya a su casa a limpiar el piso del baño, incluso una política de devoluciones sin
peguntas no parecerá suficientemente buena.
Y veamos a la gente que baja 3 kilogramos en un programa de pérdida de
peso. Un estudio de 1997 muestra que aquellos a los que se les dijo que
perderían 2.27 kilogramos estuvieron más que felices de bajar 3 kilos, pero, si se
les decía que perderían 4.5 kilogramos, se decepcionaban. Por último, en cuanto
al «bienestar subjetivo» —lo que la gente informa que siente sobre cómo le va en
la vida—, todo depende de lo que espere, a tal grado que, en términos históricos,
la gente en China ha informado el mismo bienestar subjetivo que los
estadounidenses, a pesar de que la mediana del ingreso por hogar en Estados
Unidos es de $84 300 dólares, contra $10 220 dólares en China (según cifras de
Forbes para el 2009), y existe un promedio de 12 años de escolaridad en Estados
Unidos contra solo 6.4 años en China. En Estados Unidos, la población
simplemente espera más y se siente insatisfecha cuando no lo consigue. Debido a
las expectativas, las mediciones de la satisfacción promedio con la vida son
consistentemente mayores en India que en Japón.
Está bien, está bien, allá va otro ejemplo. Imagina que tu equipo deportivo
favorito pierde un juego en su propia casa. ¿Cómo te sientes al respecto? Bueno,
según el economista Gordon Dahl de la UC San Diego, lo que importa es si tu
equipo era el favorito o no. ¿Cuál era el resultado esperado? Si el equipo de casa
no es el favorito y pierde, no pasa gran cosa. Pero cuando el equipo favorito
pierde en su propia casa, Dahl mostró que se presenta un aumento en las cifras
de violencia doméstica en esa ciudad. Cuando un equipo deportivo no da la talla
de acuerdo a las expectativas, sus fanáticos se enojan de maneras viscerales y muy
feas.
Lo que esto significa es que esta mañana, y todas las mañanas, tienes la
oportunidad de determinar las expectativas para ese día que afectarán si te sientes
bien o mal al respecto al momento de llegar la noche. Pero este es un asunto
complejo: no quieres reducir tus expectativas tan solo para que puedas sentirte
agradablemente sorprendido. Reducir tus expectativas quizá conduzca a menores
resultados. Por ejemplo, la esperanza de obtener una mediana de ingreso por
hogar de $84 300 dólares y terminar 12 años de educación quizá nos ayude a
lograr esas cosas. Puede ser que esperar un buen servicio a clientes signifique que
recibas buen servicio como cliente. Y si esperas tener un seis de calificación en
tus exámenes, es posible que te sientas encantado de alcanzar un siete, pero de
todas formas no te servirá para que te acepten en Harvard.
Así que estás caminando por la cuerda floja sobre un río infestado de
cocodrilos. Espera menos y quizá recibas menos. Pero si esperas demasiado, te
estás predisponiendo a una decepción.
La solución es el realismo. Si estableces expectativas realistas y luego fallas en
lograrlas, quizá la decepción te motive a hacer un mayor esfuerzo en la siguiente
ocasión. Y cuando superas esas expectativas, sigue siendo posible que te sientas
agradablemente sorprendido. ¿Comerás solo un refrigerio poco sano este día?
¿Correrás 5 kilómetros sin engañarte pensando que correrás dieciséis? ¿Pasarás
quince minutos al teléfono hablando con tu madre? Al ser realista tienes la
misma probabilidad de tener éxito que de fallar, concediéndote el placer de
superar tu desempeño esperado, al tiempo que mantienes la motivación de fallar
a veces en tus metas.
Enfoca tus expectativas en el
proceso, no en el producto
Entonces, ¿qué pasa cuando estableces
expectativas realistas y luego la mala
suerte hace que no las alcances? Ya sabes,
eso llega a suceder. Y no es necesario que
te decepciones cuando un mal resultado no
es por tu culpa. Una solución es establecer
tus expectativas realistas para el proceso
y no para el producto. Si esperas hacer
tu mejor esfuerzo, tienes la posibilidad de
sentirte complacido incluso cuando fallas
por causa de la mala suerte. O si esperas
trabajar de manera eficiente, puedes irte a
dormir sintiéndote exitoso, aunque te falte
resolver un par de tareas. Esto también
se relaciona con las expectativas acerca
de los demás. Por ejemplo, los estudios
muestran que, si elogias el esfuerzo
de un niño y no sus cualidades innatas,
como la inteligencia, el niño tendrá mayor
probabilidad de esforzarse para conseguir
sus metas, en lugar de depender de
su (cuestionable) agudeza mental para
salir victorioso. A final del día, reconocer
y recompensar estos elementos del
proceso te ayudará a tener éxito con más
frecuencia en lo referente al producto.
¿Por qué no
puedes recordar
los nombres de
las calles o las
indicaciones?
por la puerta! ¡Lo lograste! Si tan solo pudieras recordar a dónde vas…
¡S aliste
Pero si dependes de tu teléfono inteligente para que te diga que «a 1.80
metros gire a la izquierda» cuando vas de la cocina al baño, ¿tu capacidad para
orientarte es superflua? Esperemos que la respuesta sea sí, porque es
absolutamente cierto que estamos perdiendo esta capacidad. Los estudios
muestran que, debido en gran parte a lo que se conoce como mapas
«egocéntricos» —que te indican dónde estás—, el cerebro humano está
perdiendo su capacidad para orientarse según puntos de referencia y las
direcciones de la brújula.
Esta capacidad depende de algo que se llama células de «lugar» y de «rejilla».
En 2014, el hallazgo de estas células hizo que sus descubridores obtuvieran el
Premio Nobel de Medicina o Fisiología. En 1971, John O’Keefe descubrió las
células que nos indican dónde estamos y, en 2005, el equipo que forman el
matrimonio de May-Britt y Edvard Moser descubrió las células que nos ayudan
a llegar al sitio al que vamos. Cuando conduces al trabajo o a la escuela, utilizas
estos dos tipos de células —o, cuando menos, solías hacerlo—. Así es cómo
funcionan. Las «células de lugar» que encontró O’Keefe son neuronas del
hipocampo que se activan cuando estás en una ubicación específica; tu
hipocampo contiene pequeños mapas de los sitios que conoce y cada lugar en
esos mapas se asocia con un pequeño grupo diferente de neuronas del
hipocampo que se activan al mismo tiempo. Cuando vas a un nuevo lugar,
construyes un nuevo mapa mental y tu cerebro asigna diferentes agrupamientos
de neuronas para representar esos sitios en tu hipocampo. En teoría, aunque
todavía no de manera práctica, deberíamos poder ver dentro del hipocampo de
una persona y, a partir del patrón de activación nerviosa, descubrir donde se
localiza esa persona.
El matrimonio Moser retomó el tema en el punto donde lo dejó O’Keefe e
inició sus investigaciones con una pregunta simple: ¿qué se conecta con el
hipocampo y sus células de lugar? Para averiguar la respuesta, examinaron los
cerebros de las ratas mientras recorrían laberintos. Cerca del hipocampo se
encuentra un área llamada corteza entorrinal, que podrás recordar porque suena
como una operación que se realizaría dentro de un enorme rinoceronte africano.
Se ha observado que entre las funciones de la corteza entorrinal (CE) se
encuentran cosas como el monitoreo de la dirección a la que apunta tu cabeza y
te ayuda a formar memorias conscientes de los sitios en los que has estado; existe
una importante conexión entre tu hipocampo y tu corteza prefrontal, que es la
base de tu conciencia.
Cuando los Moser observaron la CE de las ratas que corrían por laberintos,
vieron algo estupendo: cuando las ratas pasaban una marca indicadora y luego la
siguiente y la siguiente, se activaban ciertas células dentro de la CE. Resultó ser
que estas células representaban puntos en una rejilla hexagonal «similar a la
disposición hexagonal de orificios en una colmena», señala la Fundación Nobel.
Al activarse en determinados patrones, la rejilla podía dar seguimiento al
movimiento de un animal y permitir que los animales planearan los pasos que
deberían seguir para llegar de una célula de lugar que indica «aquí» a una célula
de lugar que representa «allá». Los Moser las llamaron «células de rejilla».
Podemos ver una versión de estas células de rejilla en los cerebros de los
humanos que juegan videojuegos. Por medio de electrodos sumamente delgados,
los investigadores pueden registrar la descarga de neuronas individuales. Al igual
que en las ratas que recorren un laberinto, cuando los investigadores examinan
las descargas de una sola neurona en la corteza entorrinal de personas que juegan
videojuegos, pueden determinar, por ejemplo, si la persona está haciendo que
uno de los personajes corra en el sentido de las manecillas del reloj o al revés.
Así que si quieres llegar de tu casa al trabajo, las células de lugar te dirán
dónde estás y las células de rejilla te dirán cómo estás viajando.
Es interesante señalar que una manera de garantizar que el GPS de tu cerebro
siga siendo preciso es durmiendo suficiente. Imagina que una rata activa una
secuencia de células de lugar mientras corre un laberinto. Al dormir, el cerebro
de la rata activará estas mismas células en el mismo orden, a medida que
consolida esta memoria espacial. Al día siguiente, las ratas a las que se ha
permitido dormir pueden recorrer con más éxito los laberintos que están en su
memoria que las ratas que no durmieron.
Otra manera de llegar a un lugar sin tu teléfono inteligente es llegar a un
lugar sin tu teléfono inteligente. De nuevo, esto tiene que ver con el hipocampo.
Los estudios muestran que los taxistas londinenses, quienes deben memorizar
gran cantidad de información espacial como parte de The Knowledge (El
conocimiento) —la prueba para obtener la licencia—, tienen un mayor volumen
promedio de sustancia gris en sus hipocampos. Y las personas que navegan según
la estrategia de estímulo-respuesta del GPS de sus teléfonos tienen hipocampos
más pequeños que la gente que utiliza sus mapas mentales para viajar. No solo se
trata de que «textear» mientras conduces aumente la probabilidad de que
choques (después hablaremos más sobre eso), sino que permitir que tu teléfono
inteligente te indique cómo llegar al sitio que vas puede significar que tu cerebro
se vuelva menos capaz de encontrar tu destino sin él.
Prueba de patrones
visuales
A diferencia de los taxistas de Londres, no
tienes que recordar la disposición espacial
de «todas las rutas posibles por la ciudad,
al igual que memorizar los puntos de
referencia y sitios de interés, museos,
parques, estaciones de policía, iglesias,
teatros y escuelas, y no solo los puntos
de referencia famosos como el Palacio
de Buckingham y la Columna de Nelson»
(tomado de theknowledgetaxi.co.uk).
Pero sería bonito llegar de la casa a la
cafetería sin depender del punto azul en
tu teléfono. Si temporalmente perdiste
esta capacidad (es decir, no recuerdas
dónde está tu teléfono), intenta entrenarte
con la Prueba de patrones visuales. Es
como el juego de «Simón dice», pero
tendrás que hacer tus propios patrones.
Copia y recorta los cuadros de la página
64 (o hazlos en papel cuadriculado)
y luego colócalos en largas cadenas
de patrones. Al tocar el extremo superior
derecho, superior izquierdo, inferior derecho
e inferior izquierdo, ¿cuántos cuadros
en una fila puedes reproducir antes de
olvidar qué sigue?
Cómo elegir
una estación de
radio en el auto
¿
Qué quieres mientras viajas a tu destino por la mañana? ¿Quieres
tranquilidad o enriquecer tu mente? Primero vayamos con los datos sólidos:
la gente con ciertas personalidades prefiere determinados tipos de música. Por
ejemplo, un estudio con 1443 personas de doce a diecinueve años encontró que
aquellos que prefieren la música «elitista», que incluye jazz y clásica, tiende a ser
afable, escrupulosa y abierta a experiencias nuevas, pero menos estable en un
sentido emocional. Aquellos a los que les gusta el rock, aunque están abiertos a
experiencias nuevas, son mucho menos escrupulosos. Los adolescentes que
prefieren la música urbana o pop/dance son extrovertidos y afables. Durante los
tres años del estudio, los chicos que cambiaron en forma mensurable su
personalidad, también cambiaron sus preferencias musicales.
Una gran pregunta es si el cambio ocurre en dirección contraria: si al cambiar
la música que escuchas puedes cambiar tu personalidad. Parte del acertijo es que
nos gusta lo que hemos escuchado antes. Por ejemplo, en un famoso estudio que
se publicó en la revista Memory and Cognition se le pidió a los participantes que
escucharan melodías. Luego de pasar algún tiempo, se reprodujeron de nuevo
estas melodías, junto con música distractora que se compuso para que sonara
parecida, aunque no idéntica, a las melodías originales. Se pidió a los sujetos que
calificaran cuánto les gustaba cada melodía y, como es de suponer, incluso
aunque no sabían al nivel consciente cuáles de ellas habían escuchado y cuáles
eran nuevas, prefirieron las melodías que habían oído antes. Esa es la razón por
la que te gusta la música que escuchaste en tu juventud y adolescencia: ya la oíste
antes, es familiar y la familiaridad conduce al placer.
Así que forzarte a escuchar Mozart todas las mañanas mientras vas al trabajo
logrará que, a la larga, te guste Mozart. Pero persiste la duda: ¿eso hará que
finalmente seas el tipo de persona a la que le gusta Mozart? A largo plazo, en
realidad no sabemos. Lo que sí se sabe es que, a corto plazo, la música puede
tener un enorme efecto sobre tu estado de ánimo. Estudios muestran que
escuchar música que nos es familiar es relajante, mientras que la música nueva
puede evocar ansiedad. Esta es otra cosa que sabemos sobre la música que tocas
en el coche: poner la música que conoces y disfrutarla durante el traslado de 24.5
minutos entre la casa y el trabajo, que es el promedio en Estados Unidos, implica
casi media hora en la que tu cerebro no está obligado en realidad a hacer nada
más. Esas canciones que conoces y te fascinan quizá te ayuden a regular tu estado
de ánimo (en especial debido a que las vinculas con recuerdos personales y
emocionales), pero no te sirven gran cosa para desarrollar tu cerebro. La música
novedosa te ayuda a ampliar tu mente. Del mismo modo que cuando se aprende
un nuevo idioma, escuchar nueva música puede impulsar a tu cerebro para que
se salga de su zona de confort preprogramada, incentivándolo a desarrollar
nuevas conexiones entre neuronas que no se han dirigido la palabra desde que
decidiste que eras fanático de Pearl Jam y que no te gustaba Kenny Rogers. Si
quieres recibir una caricia tranquilizadora, sigue oyendo la música que conoces,
pero, si quieres desarrollar tu cerebro, intenta con una nueva estación.
Control mental musical
Hoy intenta escuchar la banda sonora que
suena de música de fondo para tu vida
y, mientras lo haces, reconoce que cada
opción musical tiene un propósito: su meta
es lograr que hagas algo. ¿La música que se
oye en el taxi tiene la finalidad de agradarte
a ti o al conductor? ¿Qué mensaje intenta
transmitir una empresa con la música que se
oye cuando te dejan en llamada de espera?
¿Te descubres tarareando la música de la
cafetería? ¿Y qué estaciones o géneros te
atraen en diferentes momentos del día? Esto
no es casual. Por ejemplo, la música con un
ritmo rápido puede hacerte sentir feliz, pero
aumenta la percepción del tiempo que pasas
en espera; cerca de setenta a cien pulsaciones
por minuto parecen el ideal para la música
en las llamadas en espera. Y una multitud de
estudios muestran los efectos de la música
en la conducta de gasto: en los restaurantes,
la música clásica hace que aumente la
probabilidad de que los comensales ordenen
entradas «sofisticadas» que, por supuesto,
cuestan más. De nuevo, en lugar de permitir
que la música ambiental de los espacios que
habitas pase desapercibida, intenta escucharla.
Al adquirir conciencia de este ruido ambiental,
puedes elegir que te influya o protegerte
contra los sentimientos y acciones que esta
música tiene el propósito de crear.
¿Por qué
los cerebros
estadounidenses
viajan
solos?
et your motor runnin’… head out on the highway! Looking for adventure…
and whatever comes my wa-ay! 2 ¡Vamos! Canta ese clásico de Steppenwolf.
Cuando escuchas esta canción, no puedes evitar más que imaginar la línea blanca
del camino que se extiende hasta el horizonte. En contraste, existen muy pocas
canciones evocadoras de una sensación de libertad que mencionen, digamos,
tomar el metro.
Pero si de verdad quieres saber por qué los estadounidenses odian el
transporte público, lo mejor que puedes hacer es preguntarles. Eso es lo que hizo
un estudio del 2007 que apareció en la revista Transportation Research: pidieron a
diecinueve personas que viajaban entre su casa y trabajo en su propio automóvil
que respondieran a preguntas abiertas sobre su opinión del porqué elegían
conducir, y luego examinaron las transcripciones de esas conversaciones para
analizar los temas que surgían. Las cinco razones más citadas con respecto a
conducir el propio automóvil fueron «preocupaciones de tiempo; reducción del
esfuerzo; problemas relacionados con el espacio personal; y costo monetario»,
según señala el artículo. Sin embargo, la investigación destaca que, si el tiempo y
el dinero son preocupaciones, entonces los viajeros estarían en una mejor
situación si tomaran el tren.
Y la «mejor situación» no termina en lo que se refiere a los asuntos
mecánicos. En 2010, una encuesta de Gallup mostró que mientras más largo sea
el viaje que tiene que hacer una persona entre su casa y trabajo, mayores son el
dolor de espalda, la fatiga, la preocupación y la probabilidad de presentar
G
obesidad. En otro estudio, el afamado psicólogo Daniel Kahneman pidió a un
grupo de trabajadores que llevaran un seguimiento de sus emociones positivas y
negativas, y demostró que la proporción de emociones negativas era mayor
durante el viaje de ida y vuelta del trabajo que en cualquier otro momento del
día. Asimismo, el economista de MIT Robert Frank mostró que aceptar un viaje
más largo a cambio de la mayor cantidad de metros cuadrados de una casa en los
suburbios es una compensación negativa en lo referente al bienestar; es fácil
proyectar tus expectativas de placer y disfrute hacia una casa más grande que esté
más lejos de tu trabajo en la ciudad, pero, una vez que la gente toma esa
decisión, resulta que aceptar la necesidad de un viaje más largo por el privilegio
de una casa más grande reduce el bienestar.
Los efectos del viaje en auto particular se han medido en casi cualquier
sentido que puedas imaginar (incluyendo el hecho de que nos estamos asfixiando
con ello) y en casi cada una de estas mediciones, viajar entre la casa y el trabajo es
un asco. ¿Pero por qué, Dios, por qué seríamos tan obstinados de no explorar las
alternativas? No existe una respuesta racional, pero sí existe una multitud de
respuestas irracionales, y, en el cerebro, estas tienden a estar más que bien.
Esta es una: sabemos cómo es viajar solos en nuestro auto y no sabemos
cómo es tomar el tren. Los economistas han observado un giro en esto: cuando
elegimos una casa más grande, aunque más lejana, en comparación con una casa
más pequeña y cercana, sabemos la diferencia exacta en metros cuadrados entre
las dos casas, pero solo podemos suponer la diferencia en bienestar que ocurrirá
por el trayecto más largo. Tu cerebro tiene aversión al riesgo; es decir, inclina
engañosamente la balanza de la racionalidad para que te aferres a lo que tienes,
en lugar de arriesgarte por algo que pudieras tener. ¿Echarías $100 dólares a la
suerte si pudieras ganar $201 dólares? Esta aversión al riesgo hace que te aferres a
los metros cuadrados conocibles de una casa, al mismo tiempo que subvaloras el
efecto desconocido del tiempo adicional de trayecto.
La segunda razón por la que nos aferramos a nuestra costumbre de viajar en
el auto es que no evaluamos en realidad ese trayecto por lo horrible que es, sino
que lo comparamos con qué tan horrible fue para todos los demás. En un
artículo de Transportation Research que se publicó en 2011, se expone que la
satisfacción general con el trayecto entre la casa y el trabajo depende de la
felicidad comparativa. Cuando examinas el contenido del estudio aparece un
elemento de especial interés: aquellos que viajan en auto son más felices cuando
comparan el tiempo de su recorrido con el de otros viajeros que usan auto,
algunos de los cuales tienen que recorrer distancias mayores. Y los viajeros que
utilizan formas de transporte no motorizadas o que toman transporte público
son más felices cuando se comparan con quienes usan un automóvil. Eso
significa que una de las principales razones por las que permanecemos aferrados a
viajar en nuestro auto es porque todos los demás están aferrados a viajar en su
auto y, cuando menos, a ti no te va tan mal como a Francisco, el que trabaja en
contabilidad. La capacidad para comparar tu trayecto con un rebaño de otros
viajeros que usan su auto hace que tu viaje al trabajo no parezca tan malo. El
estudio de Transportation Research también sugiere que, si comparas tu viaje
entre la casa y el trabajo con el de las personas que usan el tren, tu satisfacción
general sería menor y, quizá, a la larga harías algo al respecto.
Gandhi nos dijo que fuéramos el cambio que deseamos ver en el mundo y Bill
Murray señala que nos volvamos uno con la pelota. En algún punto de esta mezcla
de iniciativa e imaginación se encuentra el valor para explorar otras opciones que
no sean viajar solos en nuestro auto particular.
Cómo se viaja en Suecia
Compara a los Estados Unidos con
Suecia. Como ya vimos, en el primero las
emociones son más negativas durante
el viaje entre la casa y el trabajo que en
cualquier otro momento del día: un largo
viaje es como darle navajazos al bienestar.
En Suecia, un estudio que apareció en
Social Indicators Research y que examinó
las tres áreas urbanas más grandes del
país, indica que «la satisfacción con el
viaje entre la casa y el trabajo contribuye
a la felicidad general». La culpa de todo la
tiene el coche. Como escribe el autor del
estudio: «Los posibles factores que explican
este resultado incluyen el ejercicio físico
deseable de caminar y usar la bicicleta,
además de que los trayectos cortos
proporcionan un área de amortiguación
entre las esferas laboral y privada». Viajar
entre la casa y el trabajo en un automóvil
particular quizá sea tu única opción, pero, si
no lo es, quizá llegó la hora de explorar las
alternativas, es decir, si quieres elevar tu
felicidad y bienestar.
Notas:
2
Letra de la canción «Born to be wild» de Steppenwolf. «¡Pon el motor en marcha… lánzate por la carretera!
¡Buscando aventuras… y cualquier cosa que se cruce en mi camino!». (N. de la T.)
¿Deberías
besarte con tu
pareja mientras
conduces?
A
lguna vez Albert Einstein dijo que «cualquier hombre que puede conducir
de manera segura al mismo tiempo que besa a una linda chica simplemente
no está dando al beso la atención que merece». Tal vez lo dijo Mark Twain. ¿O
fue Yogi Berra? Quizá Lao Tsé. En cualquier caso, lo importante no es quién lo
dijo. El asunto principal es el siguiente: tienes una cantidad limitada de atención
y cualquier atención que utilices para otras actividades que no se relacionen con
conducir un automóvil es la misma que le restas a conducir.
Eso deja en claro la duda de si se debe conducir mientras se está distraído,
pero, como muchas de las demás cosas relacionadas con el cerebro, las cosas no
quedan allí. El hecho de si deberías besar a tu pareja mientras conduces depende
de cuánta atención te demande conducir, cuánta atención le brindas al beso y
cuánta atención tienes en total. Si la atención que necesitas para manejar, más la
que necesitas para los besos, es menor que la reserva de atención que puedes
gastar, ¿por qué no podrían besarse mientras estás detrás del volante?
Por supuesto que el tema del que estamos hablando aquí es de los mensajes
de texto. ¿Tu cerebro puede «textear» con seguridad mientras conduces? ¿Y cómo
se compara el «texteo» con el besarse? He aquí una breve respuesta del American
Journal of Public Health: «Después de disminuir de 1999 a 2005, las muertes
debido a las distracciones al volante aumentaron 28% después de 2005,
elevándose de 4 572 fallecimientos a 5 870 en 2008. En los accidentes aumentó
la cifra de conductores varones que viajaban solos y que chocaron con
obstrucciones en las calles en zonas urbanas. Pronosticamos que el incremento
en los volúmenes de mensajes de texto condujo a más de 16 000 muertes
adicionales por accidentes vehiculares entre 2001 y 2007».
Esas sí que son palabras mayores. Si eres un conductor varón que está
propenso a enviar mensajes de texto mientras conduce solo por zonas urbanas,
quizá deberías detenerte justo aquí. Pero el asunto con las estadísticas es que,
aunque son bastante buenas para describir la perspectiva desde 3 000 metros de
altura acerca de lo que tiende a suceder en grandes poblaciones de personas, son
bastante malas para pronosticar lo que sucederá con cualquier persona en
específico. En términos generales, no es buena idea que la gente envíe mensajes
mientras conduce. ¿Pero qué hay con respecto a ti? ¿Estás en un sitio especial en
la curva normal de atención, habilidad y conducción de vehículos para que la
actividad de «textear» mientras se conduce sea mala para otras personas pero lo
correcto para ti?
¿Cuánto estás dispuesto a apostar?
Algo que puede nublar tu juicio es la excesiva confianza en tus habilidades.
¿Sabías que aproximadamente 80% de las personas son conductores «superiores
al promedio»? Por supuesto que eso es imposible, pero los estudios muestran que
un porcentaje desmesurado de personas cree que son conductores superiores al
promedio. Eso quiere decir que quizá no estés siendo muy racional en lo que se
refiere a valorar tus propias habilidades cuando estás detrás del volante de un
vehículo automotor.
Otra cosa que afecta tu suposición es qué tantas de las características de tu
teléfono inteligente te afectan al conducir. Un artículo de la revista Environment
and Behavior muestra que incluso la presencia de un teléfono inteligente sobre
una mesa reduce la calidad de la conversación en curso. Si incluso algo tan
importante como tratar de conquistar a alguien durante una cena se va al caño
por la mera presencia de un celular, ¿realmente crees que eres inmune a la
distracción de los mensajes de texto mientras conduces?
Cuando juntas estos dos datos, te encuentras con una situación en la que no
puedes confiar realmente en tu evaluación de tus habilidades para conducir ni en
tu opinión de que, por supuesto, tu teléfono inteligente no es una distracción.
Además, la verdad es que no sabes realmente si, mientras conduces por zonas
urbanas, estás en tanto riesgo como un conductor varón propenso a enviar
mensajes de texto o si, de algún modo, estás exento de la estadística. La
incapacidad del cerebro para ser racional acerca de sus propias capacidades y
desafíos detrás del volante significa que, incluso si no sientes que es un riesgo,
podría serlo. Ahora bien, besarte es un asunto totalmente diferente y, hasta que
exista investigación sólida en contra de esa práctica, no pareciera haber necesidad
de contraindicar algo que es tan agradable.
¿Temor o reglas para
evitar el «texteo» en
adolescentes?
¿Quieres lograr que tu hijo o hija
adolescente deje de enviar mensajes de
texto mientras conduce? Un artículo de la
Academy of Marketing Studies Journal
muestra que tu mejor estrategia depende
de si el adolescente es varón o mujer. El
estudio con 840 adultos jóvenes muestra
que las chicas fueron más receptivas
a las «peticiones basadas en el temor»
a través de las redes sociales —por
ejemplo, mostrar imágenes de terribles
accidentes provocados por enviar mensajes
de texto mientras se conduce—, en tanto
que los varones jóvenes «estuvieron de
acuerdo en mucho mayor porcentaje que
las mujeres en sugerir el uso de leyes y
acciones judiciales para desalentar las
distracciones al conducir». Reglas o temor:
si ajustas la petición según el género
correcto del adolescente, tendrás una
mejor probabilidad de evitar los mensajes
de texto mientras conducen.
Cómo
estacionarte
en paralelo
N
o hay manera de evitarlo: llegó la hora de hablar de los estereotipos y
trataremos dos en particular: la noción de que los hombres tienen mejores
habilidades espaciales que las mujeres y que los hombres son mejores para
estacionarse en paralelo que las mujeres. Pongamos sobre la mesa estos
estereotipos y veamos si se trata de una invención o de un hecho. Primero
examinemos el argumento de los hechos. Todo tipo de pruebas indican que los
varones tienen puntuaciones consistentemente más altas que las mujeres en
pruebas de habilidades especiales (un ejemplo entre muchos es el multicitado
estudio canadiense de 2003 que apareció en Memory and Cognition y en el que,
casualmente, las dos autoras son mujeres). Si tu pregunta es si la mayoría de los
hombres tienen mejores habilidades de visualización espacial que la mayoría de
las mujeres, la respuesta, muy aparte de tu ideología, opinión y perspectiva
informada de género, es sí. Por desgracia, esta diferencia no es solo una
observación interesante —al estudiarla a la par o separada del género, se ha
mostrado que la habilidad espacial pronostica elevadas destreza en geometría
durante los estudios de educación media superior, al igual que altas calificaciones
en las secciones de matemáticas de los exámenes de admisión a la universidad.
Las habilidades espaciales tienen consecuencias reales que van más allá de dañar
la pintura de la defensa de tu auto y cuando comparas a todos los hombres con
todas las mujeres, la mayoría de los varones tienen resultados un poco mejores.
Entonces, la pregunta es por qué. ¿Existe algún ingrediente innato o genético
en el cerebro masculino que lo vuelve más capaz de imaginar las posibilidades de
las figuras? En efecto, tenemos la capacidad de observar las tareas de rotación
mental en el cerebro: cuando los investigadores del Montreal Neurological
Institute (Instituto Neurológico de Montreal) observaron a través de IRMf los
cerebros de personas que realizaban tareas de equiparación de figuras que se
presentaban en otras orientaciones, el flujo sanguíneo en el cerebro aumentó en
la corteza parietal posterosuperior derecha, en la corteza parietal inferior
izquierda, la región parietal inferior izquierda y en la cabeza del núcleo caudado
derecho. No tienes que aprenderte esos nombres para aprobar un examen, pero
baste decir que sabemos en qué sitios del cerebro se procesa la información
espacial. Y, aunque los resultados no son concluyentes del todo, en realidad no
existe gran diferencia entre los cerebros de hombres y mujeres cuando giran las
figuras en su mente. Además de que con toda seguridad podemos afirmar que no
existe un gen masculino que se vincule con la capacidad espacial.
Así que si la diferencia de género en capacidad espacial no reside
necesariamente en las capacidades estructurales de nuestro cerebro, ¿dónde
habita? Una respuesta es que es posible que la diferencia se deba a la crianza y no
a la naturaleza. Quizá la manera en que los hombres tienden a desarrollarse en
nuestra cultura los capacita para las habilidades espaciales de modos a los que las
mujeres no tienen acceso. Aunque muchas de las preguntas que implican la
relación entre la cultura y el cerebro se topan con una mezcolanza de datos
contradictorios, en este caso en particular sí sabemos la respuesta, que proviene
de un estudio con 1 300 personas que se publicó en la revista Proceedings of the
National Academy of Sciences; en otras palabras, es evidencia bastante sólida.
En 2010, los investigadores de la Universidad de California en San Diego
viajaron al noreste de India para comparar a las personas de las tribus Khasi y
Karbi. Estas tribus viven una al lado de la otra en las colinas alrededor de la
ciudad de Shillong y las pruebas genéticas demuestran que tienen una estrecha
relación entre sí. En la tribu Karbi, no se supone que las mujeres posean tierras y
el hijo varón mayor hereda la propiedad: son una sociedad patrilineal. En la
tribu Khasi, la hija menor es quien hereda la propiedad, los varones no tienen
permitido poseer tierras y se supone que entreguen sus ingresos a su esposa o
hermana: son una sociedad matrilineal. Este tipo de división natural provoca que
a los investigadores se les caiga la baba. Y después de que se les cayó la baba (o
quizá al mismo tiempo), los investigadores le pidieron a 1 279 personas de estas
comunidades que resolvieran un rompecabezas visual; cualquiera que resolviera
la prueba en menos de treinta segundos obtendría un bono de veinte rupias, que
es aproximadamente una cuarta parte del salario diario.
Esto es lo que encontraron: en la tribu patrilineal de los Karbi, los varones
tenían mejores habilidades de visualización espacial; en tanto que en la tribu
matrilineal Khasi, las habilidades espaciales de las mujeres eran tan buenas como
las de los hombres. Lo que es más, había un par de hogares en la tribu Karbi que
rompían con la norma patrilineal. Casualmente, en estos pocos hogares Karbi las
mujeres eran propietarias de la tierra y el dinero, y la brecha de género en
habilidades espaciales era solo de un tercio de la magnitud que en los hogares
más comunes dominados por varones.
La brecha de género en habilidades de visualización espacial se debe a la
crianza y no necesariamente al sexo. E incluso en nuestra sociedad occidental tan
evolucionada, seguimos siendo más Karbi que Khasi. De hecho, la brecha de
género en capacidades espaciales va más allá del entrenamiento, ya que también
existe una desafortunada diferencia en el desempeño de ambos sexos en las
pruebas. A cierto nivel, muchos de nosotros estamos conscientes de este
estereotipo sobre el dominio masculino y tanto los hombres como las mujeres
llevan consigo esta concienciación a situaciones como, por ejemplo, los exámenes
de ingreso a la universidad. Cuando llevamos nociones preconcebidas sobre una
habilidad a una situación llena de presiones, ocurre algo desafortunado; eso se
conoce como amenaza del estereotipo. Tu cerebro tiene una capacidad mental
limitada, en especial en el área de la memoria de trabajo, que es la parte de tu
conciencia donde manipulas la información en dirección al logro de una meta.
Necesitas toda la capacidad de tu memoria de trabajo para tener un desempeño
adecuado en las pruebas y es bien sabido que tu memoria de trabajo tiene
espacios limitados —estos son los «fragmentos de información», como dígitos u
otros trozos de información, que puedes mantener presentes en tu mente en
cualquier momento determinado—. La investigación muestra que las
preocupaciones literalmente ocupan espacio en tu memoria de trabajo,
expulsando otra información útil o capacidad de procesamiento. Eso significa
que mientras más preocupado estés de que tendrás un mal desempeño en un
examen, más probable será que tengas un mal desempeño.
Ahora sustituye la palabra preocupación con las palabras amenaza del
estereotipo. En muchos casos asociados con los estereotipos, se ha demostrado que
la gente que encaja en un grupo que tiene un estereotipo negativo se preocupa de
que su desempeño se ajuste a dicho estereotipo, con lo cual bloquean espacio en
su memoria de trabajo y ayudan a garantizar que su desempeño confirme el
estereotipo negativo. En este caso, las mujeres que se dicen a sí mismas que son
malas para la geometría se preocupan cuando llegan a la sección de geometría de
los exámenes de admisión y sus memorias de trabajo, que están llenas de
preocupaciones, tienen menos espacio para encontrar las respuestas correctas.
¿Esto significa que las mujeres están condenadas a tener un desempeño
inferior al de los varones en cuanto a habilidades espaciales, a tener calificaciones
más bajas en pruebas de matemáticas y a seguir teniendo una representación
menor en áreas como la ingeniería, las ciencias y la tecnología? Difícilmente. Es
muy posible romper en mil pedazos el entrenamiento y la amenaza del
estereotipo si, por ejemplo, se hace algo tan sencillo como jugar un videojuego
durante un par de horas. Los investigadores de la Universidad de Toronto
examinaron a hombres y mujeres en una prueba de visualización espacial y
encontraron que los varones tenían mejores puntuaciones que las mujeres. Luego
pidieron a ambos grupos que jugaran un videojuego de acción que requería
moverse con rapidez dentro de un espacio tridimensional. Luego de diez horas
de juego, se eliminó la diferencia de género en habilidades de visualización
espacial.
Sí, este ejemplo es un poco simplista; no vamos a resolver la brecha de género
en las áreas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas mediante jugar
videojuegos. Pero eso demuestra que la brecha de género en habilidades
espaciales es real y que también se puede eliminar si se ofrece a hombres y
mujeres exactamente el mismo tipo de entrenamiento.
Considera el asunto en términos de la habilidad para estacionarse en paralelo.
¿Qué entrenamiento se ofrece a varones y mujeres? Para responder esto, imagina
lo que sucede en la mayoría de las relaciones entre hombres y mujeres en Estados
Unidos cuando ambos miembros de la pareja se suben al auto. ¿Crees que en la
mayoría de las relaciones conduce el hombre o conduce la mujer? Esa es la parte
del entrenamiento. Ahora imagina que viene la parte de la prueba: ¿estás
consciente del estereotipo de que los hombres son mejores para estacionarse en
paralelo que las mujeres? Si es así, entonces estás ayudando a crear una profecía
autocumplida. O puedes decidir que ya basta de represión por la violencia
inherente en el sistema, que te importa un bledo estacionarte en paralelo y que te
conseguirás un auto que lo haga solo.
La prueba de figuras plegadas
Busca en internet los términos «paper
folding test» (prueba de figuras plegadas
o de doblado de papel); hay una
excelente versión en spatiallearning.org.
En esta tarea ingeniosa y retorcida,
se dobla una hoja de papel y luego
se perfora un orificio mientras está
doblada. ¿Cómo se verá el papel
perforado cuando se despliegue?
Igualar los dobleces y perforar el
orificio correcto te obliga a torcer las
habilidades espaciales de tu mente junto
con el papel. Hazlo las veces suficientes
y mejorarás tus habilidades espaciales.
El hecho de que esto se traduzca en
una mejor habilidad para estacionarte
en paralelo dependerá en gran parte de
lo que creas. Si entrenar tus habilidades
espaciales te hace sentir que eres
mejor para estacionarte, eso puede
aplastar las influencias del estrés
y de la amenaza del estereotipo
en tu cerebro, lo cual hará que
mejores en tu habilidad/destreza para
estacionarte.
SEGUNDA
PARTE
EL DÍA:
TRABAJO,
HABILIDADES DE
PENSAMIENTO
Y FUERZA DE
VOLUNTAD
Cómo prestar
atención
C
omo lo sabe cualquier niño, incluso el día más soleado no es abrasador;
para quemar a una hormiga se necesita una lupa. Una cosa similar pasa con
tu cerebro. Puedes tener todo el CI del mundo, pero debes enfocar esa capacidad
en lograr las cosas.
Como muchas de las habilidades que se describen en este libro, el desafío de
la atención está en elegir cómo debemos distribuir un recurso limitado entre
muchas posibilidades. Considéralo como algo parecido a gastar tu presupuesto
de regalos de Navidad en tu familia y amigos. A menos de que seas Bill Gates o
que tengas una lista de regalos muy limitada, es probabe que no puedas gastar
$100 dólares en cada persona. En lugar de ello, gastas más en algunos y menos
en otros. Tienes que tomar la misma decisión difícil cuando se trata de la
atención. Por ejemplo, imagina que estás en una junta. Mientras más atención
ocupes en una cosa determinada, menos tendrás para las otras. ¿Qué puedes
hacer? Bueno, primero distribuyes tu atención de manera más o menos
equilibrada, repartiéndola entre la mayor cantidad de elementos de la escena
como puedas captar de inmediato. Hay cosas que podrían llamar tu atención,
como la compañera que derramó su café, pero, aparte de cualquier asalto obvio
sobre tu atención, aplicas tus criterios personales de búsqueda a la escena. Si eres
otro asistente a la junta, podrías notar quién está. Si tú eres quien dirige la junta,
podrías notar quién no está. Y cuando te topas con algo que encaja en estos
criterios, centras tu atención. Ahora tu atención está más enfocada: un pequeño
trozo de la escena consume una gran parte de tu atención y utilizas la misma
capacidad mental para obtener más información de un menor espacio.
Si estás especialmente interesado en obtener información de aquello que es
relevante en términos personales para ti, tu concentración podría ser tan estrecha
que te ciegues a otras cosas que quizá quieras notar en el ambiente, como la taza
de café de tu compañera que se está inclinando sobre tu laptop. Esto se llama
ceguera por inatención y se observa en el famoso experimento del «gorila
invisible». En este experimento, a los sujetos se les pide que observen un video de
personas que juegan en una cancha de baloncesto y que cuenten el número de
pases. Muchos de los sujetos no se percatan de una persona con traje de gorila
que camina entre los jugadores.
La ceguera por inatención llega incluso más lejos. En un estudio de 2012 que
se publicó en la revista Psychological Science, el investigador de Harvard Tafton
Drew pidió a veinticuatro radiólogos que interpretaran radiografías y que
buscaran nódulos en el pulmón, lo cual es una tarea común. En la última
radiografía, Drew insertó la imagen de un gorila que tenía cuarenta y ocho veces
el tamaño del nódulo promedio. El rastreo de los movimientos oculares mostró
que la gran mayoría de estos veinticuatro radiólogos miró directamente al gorila;
sin embargo, 83% de ellos no lo vieron. Es fácil imaginar que, si observas
atentamente en una junta quién está tomando notas y quién no lo hace, pases
por alto cosas como la pregunta directa de tu jefe (¿Gutiérrez? ¿Gutiérrez?).
¿Notarías al gorila? Si tu atención está enfocada en otra parte, no estés tan
seguro.
Entonces, ¿qué sucede cuando no puedes evitar que las distracciones
obstaculicen tu atención? Una fascinante línea de investigación, que inició con
un artículo clásico de 1974 que apareció en la revista Sociometry, demuestra que,
si estás distraído mientras escuchas propaganda, estás en mayor probabilidad de
creerla. Para evaluar un mensaje persuasivo, debes darle toda tu atención y, si se
te asigna una tarea al mismo tiempo que escuchas, los estudios muestran que no
solo se te persuadirá más, sino que encontrarás menos argumentos en contra y
recordarás menos del contenido general del mensaje persuasivo; si estás distraído,
aceptas el argumento como si fueras un borrego. Ahora piensa esto en términos
de tu junta. Si estás distraído, será más probable que te tragues cualquier cosa
que se diga allí.
Catorce maneras
en que eres
juguete de tu
inconsciente
T
u cerebro está constantemente bajo la influencia de la «facilitación» desde
que abres los ojos hasta que los cierras, así que más vale que aprendas estos
consejos y trucos desde las primeras horas del día para que puedas estar
pendiente de ellos, en lugar de hacerlo más tarde cuando tu inconsciente ya te
haya conducido a caer en la trampa de las acciones y decisiones ilógicas. Es hora
de echar una mirada al modo en que las cosas que ocurren más allá de tu
conciencia afectan lo que piensas y haces: cómo esas pequeñas cosas, que en
apariencia son inconsecuentes, causan diferencias profundas en tu experiencia
del mundo. Esta es una muestra de descubrimientos interesantes de los estudios
sobre la facilitación. Haz lo que gustes con ellos.
• Lo que lees en los medios de comunicación matutinos o escuchas de
camino al trabajo influye en tus acciones durante el día. Por ejemplo, luego
de que estudiantes universitarios leyeron oraciones que incluían palabras
como gris, Florida y bingo, lo cual facilitaba que pensaran en ancianos,
caminaron de manera más lenta por el pasillo luego de salir del laboratorio.
• Las cifras grandes provocan que esperes cifras grandes. Por ejemplo, si
escuchas un cálculo elevado de la población del país, del precio de un
teléfono inteligente (gracias, Steve Jobs) o de la edad de una persona, es
probable que tu propio cálculo de la población, costo o edad sea mayor.
• Cuando te sientas frustrado en el trabajo, imagina una conversación con tu
pareja. Los estudios sobre facilitación muestran que imaginar la
conversación te ayudará a ofrecer soluciones más inteligentes para los
problemas.
• Cuando la empleada de la cafetería te entrega una taza de café, ¿cuál es la
temperatura? Los estudios señalan que las personas que sostienen en la
mano una bebida caliente evalúan en términos más positivos a los
desconocidos que las personas que sostienen bebidas frías.
•¿Ves gente enferma? Cuando una persona estornuda, eso facilita que te
preocupes de la muerte, incluso por riesgos de salud no relacionados como
los infartos y la criminalidad. Asimismo, las muestras de sangre muestran
que ver imágenes de personas enfermas puede facilitar de hecho que tu
sistema inmunitario luche contra las enfermedades.
• Si necesitas creatividad, intenta colocarte junto a una caja de cartón, lo
cual puede facilitar que pienses «fuera de los parámetros establecidos».
• A veces necesitas actuar con enojo o con alegría. En ese caso, facilita tu
actitud mediante los recuerdos de momentos en los que te hayas sentido de
ese modo. Tener a la mano un «archivo de facilitación emocional» con
recuerdos puede ayudarte a encontrar la emoción que necesitas en el
momento.
• Ten cuidado con la influencia facilitadora de los estereotipos que
representas. Por ejemplo, cuando se provocó que mujeres estadounidenses
de origen asiático se identificaran con el estereotipo asiático, tuvieron
mejor desempeño en una prueba de matemáticas, pero cuando se propició
que se identificaran con los estereotipos de las mujeres, su desempeño fue
peor en la prueba. Del mismo modo, las estudiantes mujeres de una escuela
de humanidades tuvieron un peor desempeño en una prueba de
habilidades espaciales cuando se utilizó un cuestionario breve que facilitaba
que recordaran los estereotipos de género. Se requiere de esfuerzo y
concienciación para evitar la atracción de tus estereotipos.
•¿Necesitas crear un lazo de simpatía? Puedes facilitarlo con el lenguaje
corporal: él se rasca la oreja, tú te rascas la oreja; ella encoje los hombros, tú
encojes los hombros. Se ha observado que reproducir el lenguaje corporal
de un interlocutor en una conversación aumenta el entendimiento y la
conexión. (Bueno, a menos de que el otro te pesque).
• Las autoridades te observan. Si en tu oficina comparten algo con base en
normas de respeto —por ejemplo, un minibar o espacio para refrigerios—
considera colgar sobre él la imagen de unos ojos. Un estudio encontró que
cuando se colocaba una imagen de ojos sobre una caja donde la gente
pagaba los refrigerios de acuerdo a normas de respeto, la cantidad de dinero
se triplicó; cuando se colocó la imagen de unas flores, la gente los robó.
¿Quizá el follaje sirve para ocultar?
• Tu ambiente te influye de manera inconsciente. En un ejemplo de
muchos, cuando los sujetos leen palabras que se presentan en rápida
sucesión en una pantalla de computadora, y luego leen descripciones de un
personaje que tiene un comportamiento ambiguo, aquellos que leyeron
palabras hostiles, como odio y puñetazo, estuvieron en mayor probabilidad
de encontrar malas intenciones en el personaje que los que leyeron palabras
neutrales.
• Sonríe. La manera en que usas tu cuerpo puede influir en tu mente. Por
ejemplo, en un famoso experimento se pidió a los sujetos que sostuvieran
un lápiz en la boca mientras oían un discurso. Con la boca en una posición
que fuerce la sonrisa, te sentirás más alegre. Si necesitas sentirte contento,
finge que lo estás hasta que lo consigas: sonríe y te sentirás mejor.
• Mantén en orden la sala de personal. En un estudio, la gente que olía un
producto de limpieza y luego comía un refrigerio de galletas que se
desmigaban estuvo en mayor probabilidad de limpiar las migajas.
Considera cómo puedes facilitar el comportamiento que deseas.
Cómo manipular el
inconsciente de tu pareja
¡Ay, Dios, las posibilidades son
interminables y deliciosas! ¿Puedes facilitar
mejores hábitos de higiene personal en
tu pareja si colocas jabón en la vela de
aromaterapia? ¿Puedes facilitar una mejor
noche con esa persona si la recibes en la
puerta con una bebida caliente? Cuando
se ven uno a uno, los experimentos de
facilitación son geniales; cuando se ven
en conjunto, nos muestran que afectamos
nuestro ambiente y que este nos afecta
mucho más de lo que pudimos imaginar.
Además de utilizar la facilitación para tus
propósitos diabólicos, percátate hoy de la
manera en que todo tipo de opiniones y
comportamientos facilitan, con intención
y sin ella, que tú reacciones
de cierto modo.
Si crees que
tienes más
fuerza de
voluntad, la
tendrás
¿
Puedes resistir la tentación de media mañana de ir a la máquina
expendedora? ¿Qué tal con ese frasco de dulces que sabes que está en el
escritorio de la pasante? O a mitad de integrar ese informe, ¿puedes impedirte
cliquear en esa ventana abierta del buscador para revisar los chismes de las
celebridades?
La fuerza de voluntad es la capacidad de tu cerebro para mantener la
atención, incluso cuando se enfrenta a la tentación, la distracción o la
incomodidad. Existen dos corrientes de pensamiento acerca de la fuerza de
voluntad. Una afirma que si te esfuerzas lo suficiente, siempre podrás encontrar
un poco más. La otra señala que, cuando se termina tu fuerza de voluntad, se
acabó, y en ese momento necesitas hacer algo para reabastecer la reserva.
La investigación sustenta ambas creencias o, con más precisión, algunos
investigadores creen que la fuerza de voluntad es un recurso ilimitado y otros
piensan que es un recurso limitado. Una cosa en la que todos coinciden es que la
fuerza de voluntad es buena. Se ha relacionado con asuntos diversos que
incluyen «relaciones interpersonales más sanas, mayor popularidad, mejor salud
mental, una mayor cantidad de habilidades eficaces de afrontamiento, menor
agresión, aprovechamiento académico superior, al igual que menos
susceptibilidad a la drogadicción y el alcoholismo, delincuencia y trastornos de la
conducta alimentaria», según indican Roy Baumeister y sus colegas de la
Universidad del Estado de Florida en la revista Personality and Individual
Differences.
Por cierto, Baumeister pertenece a la postura del «recurso limitado». Aunque
la fuerza de voluntad pareciera ser una de esas habilidades que, como la
creatividad, flotan por allí en el cerebro humano, burlándose de los intentos de
los investigadores por determinar su ubicación, Baumeister cree que es un asunto
mucho más mecánico. Para él, la fuerza de voluntad tiene todo que ver con el
azúcar.
¿Recuerdas la sección donde hablamos sobre el azúcar y un desayuno sano?
El flujo constante de glucosa a tu cerebro se vuelve especialmente importante
cuando llegas a la escuela o al trabajo y te enfrentas con la decisión de hacer lo
que debes o navegar de manera subrepticia por las noticias del espectáculo en la
página de Huffington Post. La mayor parte del cerebro sigue funcionando
moderadamente bien a medida que la glucosa disminuye o aumenta un poco.
No ocurre lo mismo con la fuerza de voluntad. Baumeister indica que cuando las
cosas se ponen difíciles, eso demanda azúcar; por ejemplo, las puntuaciones en
pruebas que requieren sostener la atención (es decir, fuerza de voluntad)
disminuyen de manera notable cuando la glucosa cerebral es baja y las
puntuaciones en pruebas difíciles (pero no mundanas) de simulación de la
conducción de vehículos son más bajas cuando la glucosa también es baja. De
hecho, en una serie de experimentos Baumeister plantea un argumento bastante
persuasivo a favor de la glucosa como moneda de cambio de la fuerza de
voluntad, resumiendo sus hallazgos de este modo: «En primer término, las
mediciones de la glucosa en sangre mostraron descensos súbitos importantes
después de actos de autocontrol, principalmente entre los participantes que se
esforzaron más. Segundo, la baja glucosa después de una tarea inicial de
autocontrol se relacionó con un autocontrol deficiente en una tarea posterior.
Tercero, las manipulaciones experimentales de la glucosa redujeron o eliminaron
las disminuciones en el autocontrol que se derivaban de una tarea inicial de
autocontrol».
En otras palabras, el autocontrol quema glucosa; una vez que se agotan las
reservas disponibles de glucosa, hay menor autocontrol y administrar glucosa a
una persona que ha agotado sus reservas lo revitaliza. Si te sientes tentado a ver
las noticias de las celebridades en lugar de trabajar, bebe un Tropicana Twister
(¡4.38 gramos de azúcar por cada 30 mililitros!).
Y luego tenemos la otra postura: los investigadores que creen que la fuerza de
voluntad es un recurso ilimitado y que, incluso sin la influencia de las bebidas
azucaradas, pueden seguir sacando fuerzas de flaqueza. Encontrar investigadores
que exhiban públicamente una diferencia de opinión a través de revistas
científicas contrarias es como encontrar oro científico. Y es difícil no interpretar
la siguiente declaración de un grupo de investigadores de Stanford, dirigidos por
Carol Dweck, más como un desafío lanzado de manera más o menos directa
hacia el grupo de Florida. Este artículo que se publicó en 2010, justo después del
artículo de Baumeister, asevera lo siguiente: «Mucha de la investigación reciente
sugiere que la fuerza de voluntad —la capacidad de ejercer autocontrol— es un
recurso limitado que se agota después del esfuerzo. Nosotros proponemos que el
que suceda o no una reducción depende de la creencia de la persona acerca de si
la fuerza de voluntad es un recurso limitado».
Esa es una estupenda afirmación, pero ¿dónde está la queja? Como afirma
Baumeister, la «queja» se exhibe en una serie de experimentos. En el primero,
Dweck y sus colaboradores de Stanford mostraron que, en el caso de algunas
personas, la fuerza de voluntad disminuye luego de una tarea agotadora para el
cerebro, en tanto que otros continúan al siguiente reto sin fatiga de la fuerza de
voluntad. La diferencia entre los dos grupos se encuentra en sus creencias. Para la
gente que cree que la fuerza de voluntad es limitada, efectivamente lo es; en
contraste, para quienes creen que es un recurso inagotable, es ilimitada.
El segundo estudio manipuló las creencias de los sujetos acerca de la fuerza
de voluntad y después los sometió a prueba. De nuevo, las personas a las que se
les enseñó a creer la teoría del recurso ilimitado siempre podían encontrar más
fuerza de voluntad, mientras que aquellos a los que se les enseñó que se agotaba
perdieron la fuerza de voluntad luego de la primera tarea difícil.
El tercer experimento de Dweck demostró que la gente en ambas posturas
consideró que la tarea era igualmente agotadora, pero los individuos que
pensaban que la fuerza de voluntad era ilimitada no permitieron que los agotara.
Por último, el cuarto estudio se asomó al mundo, a las vidas de las personas
que tienen estas dos teorías de la fuerza de voluntad. Un cuestionario por
internet evaluó la opinión de los estudiantes acerca de la fuerza de voluntad y les
pidió que enumeraran sus metas personales. Posteriormente, durante la semana
de exámenes, el cuestionario interrogó a los estudiantes acerca de la frecuencia
con la que veían televisión en lugar de estudiar, la frecuencia con la que
consumían alimentos con alto contenido de grasa o azúcar, y su progreso hacia
lograr sus metas personales. Es probable que adivines el resultado: los estudiantes
que creían que la fuerza de voluntad es un recurso finito habían consumido más
comida chatarra, habían visto más televisión y habían trabajado menos para
lograr su meta que las personas que pensaban que la fuerza de voluntad es
infinita.
Ahora que has visto los dos argumentos, ¿cuál crees? ¿Le crees a Dweck en
Stanford o a Baumeister en la Universidad Estatal de Florida? ¿La fuerza de
voluntad es limitada y depende de la glucosa o su única limitación es tu creencia?
Si necesitas ponerte a trabajar y terminar ese proyecto mientras inhibes el
impulso por revisar los chismes de la farándula, ¿crees que es mejor redoblar
esfuerzos o beberte un refresco? Si crees que siempre puedes encontrar más
fuerza de voluntad, la encontrarás. En caso contrario, darle un empujón a tu
fuerza de voluntad quizá requiera que te tomes una Pepsi o que afrontes las
consecuencias. Tu cintura te agradecerá que primero intentes con la primera
estrategia.
Cómo progresar,
y no palidecer,
frente al estrés
en el trabajo
H
e aquí un bonito descubrimiento sobre el estrés que proviene de nuestras
amigas, las truchas arcoíris juveniles. En apariencia, en «las truchas arcoíris
juveniles de tamaño similar y sin diferencias obvias en antecedentes sociales», la
capacidad para ganar las peleas por el dominio social es mayor en peces que
ignoran los efectos del estrés, según un estudio que se publicó en la revista
Hormones and Behavior en 2003. Para la trucha juvenil promedio sin problemas
sociales especialmente angustiantes, su trabajo es darles una paliza a las demás
truchas y la trucha promedio hace mejor su labor cuando no está estresada.
Es probable que veas claramente a dónde vamos con esto. ¡Pero espera! Si no
eres una trucha estresada sino una hormiga macho estresada, ¡el efecto del estrés
ocurre al revés! En un encantador artículo intitulado «El apareamiento con
machos estresados aumenta la adaptación de las hormigas reinas», los
investigadores señalan que el apareamiento con machos alados —que tienden a
estar completamente estresados en comparación con las hormigas no aladas—
«afecta en forma positiva el período de vida y la fecundidad de las reinas
jóvenes»; debes admitir que es un beneficio desde cualquier perspectiva que se
mire.
Entonces, viene aquí la pregunta: ¿eres una trucha o una hormiga? Cuando el
estrés llega al máximo en el trabajo, ¿respondes de modo positivo o negativo?
Cuando estás bajo presión, ¿no puedes dar la batalla como una trucha o
aumentas el período de vida y la fecundidad de la reina?
De hecho, es probable que ocurran ambas cosas, dependiendo del nivel de
estrés que sientas. La mayoría de los seres humanos tienen una respuesta al estrés
que describe una forma de U invertida, en la que su desempeño es malísimo
cuando no existe estrés o cuando el estrés es excesivamente elevado, pero se
encuentran en su mejor momento en el nivel Ricitos de Oro, donde no es
demasiado alto ni demasiado bajo. Eso tiene lógica: el estrés le pone un poco de
energía a tu vida, pero en exceso puede aplastarte. El asunto es que puedes
manejar tu experiencia del estrés para ampliar la zona de Ricitos de Oro. Así es
como se logra.
En primer lugar, el estrés crónico es malo. Puedes mantenerte ecuánime con
un alto nivel basal de estrés por un tiempo determinado hasta que te derrumba.
La Clínica Mayo indica que el estrés crónico aumenta el riesgo de ansiedad,
depresión, problemas digestivos, enfermedades cardíacas, problemas de sueño,
aumento de peso y alteraciones de la memoria y la concentración. Incluso existe
cierta evidencia de que el estrés puede ser la explicación de algunos de los efectos
sobre la salud de vivir en un nivel socioeconómico bajo. Un artículo del Instituto
de Cáncer de la Universidad de Pittsburg señala que las personas de nivel
socioeconómico más bajo tienden a vivir en condiciones que contribuyen al
estrés crónico, incluyendo «hacinamiento, delincuencia, contaminación por
ruido, discriminación y otros riesgos» y que el nivel basal más alto de estrés que
se presenta con este nivel socioeconómico contribuye a problemas de salud que
tienden a acompañar a la pobreza. Sin importar desde qué punto de vista lo veas,
el estrés crónico no sirve de motivación ni es productivo, y a la larga provoca que
te sientas como un tembloroso cultivo bacteriano. De verdad, si intentas ser
productivo, sano o ambos, tienes que bajarle al estrés crónico.
¿Pero qué hay con lo que los investigadores denominan estrés «agudo»: ese
proyecto o desafío inesperado que lleva tu nivel de estrés de cero a cien, pero que
luego te permite regresar al punto inicial? Por ejemplo, los investigadores han
estudiado esta reacción al estrés agudo mediante lanzar ratas a una piscina de
agua fría. Un estudio clásico de la respuesta humana al estrés proviene de una
circunstancia sorprendentemente similar: propietarios de pequeñas empresas en
Pennsylvania que cayeron en las frías aguas de una inundación. Los
investigadores entrevistaron a 102 propietarios de pequeños negocios luego de
que el Huracán Agnes barriera con el área central de Pennsylvania en 1972.
Encontraron que en la Escala de Estrés Percibido, que abarca puntuaciones entre
cero y 100, un nivel de entre 40 y 48 pronosticaba el desempeño más alto; los
propietarios de negocios que obtuvieron este rango de puntuaciones lograron
más cosas. Pero aquí viene otro dato interesante: el nivel percibido de estrés de
estos propietarios de negocios no tenía nada que ver con cuánto habían perdido
a causa del huracán. El nivel de estrés que sentían era completamente
independiente de si habían perdido 5% o 100% en la inundación. Esto significa
que el estrés y la capacidad para mantenerlo dentro de la zona productiva de
Ricitos de Oro no dependen necesariamente de lo que te sucede, sino de cómo
lo evalúas y transformas. En lo que se refiere a pronosticar qué tan bueno será tu
desempeño, las cosas que te ocurren no son tan importantes como tu percepción
de ello.
Un secreto de las personas que tienen éxito bajo presión es la capacidad para
controlar esa presión. ¿Puedes reestructurar las situaciones triviales para que
tengan un nivel aunque sea moderado de estrés, de modo que puedas cosechar la
motivación que se deriva de un poco de estrés? Por otro lado, ¿puedes bajarle el
volumen a tu experiencia de estrés catastrófico hasta que lo percibas como fuente
de motivación pero como algo manejable? En ese caso, puedes aprender a
funcionar bajo presión.
Este estudio también muestra que, sin importar con cuánto estrés te
encuentres, lo que importa es tu manera de afrontarlo. En términos específicos,
esta investigación detectó tres estilos generales de afrontamiento del estrés:
personas que lidian con la situación estresante, personas que lidian con la
experiencia emocional del estrés y personas que usan ambas estrategias de
afrontamiento. Pero fíjate en lo siguiente: los individuos que afrontan la
experiencia emocional del estrés tienen un desempeño terrible hasta que las cosas
se ponen realmente difíciles, en tanto que las personas que enfrentan la situación
son fuertes hasta que el estrés llega a niveles muy altos y las circunstancias
finalmente los abruman. A medida que el estrés aumenta más allá del punto
donde puedes tener un control razonable de la situación, se vuelve cada vez más
importante que controles tu experiencia emocional de la situación estresante.
Afrontamiento del estrés
desde dos posturas
La siguiente ocasión en que estés aburrido
al máximo o que el estrés te llegue a la
coronilla, intenta pensar en la figura de
«U invertida» del estrés y el desempeño:
un poco es bueno, pero mucho es malo.
Luego, si no puedes más que persistir
en un punto de la curva donde el estrés
amenaza con dominarte, intenta acompañar
tu tendencia natural de afrontamiento con
estrategias del otro lado del manejo del
estrés. Si eres de esas personas que se
enfoca en resolver situaciones, intenta
abocarte a tus emociones; si eres de
quienes se enfocan en liberarse del estrés,
intenta resolver la situación que lo provoca.
Al abordar el estrés desde los frentes
situacional y emocional, puedes darte
la mejor oportunidad de controlarlo de
manera eficiente.
¿Deberías pintar
tu oficina de
rojo o de azul?
M
ira esto: un estudio que apareció en 1996 en la revista British Medical
Journal, sobre las pastillas de placebo, mostró que los placebos rojos son
más eficaces como estimulantes y que los placebos azules son más eficaces como
auxiliares para conciliar el sueño. Otro estudio sobre lucha grecorromana en las
olimpiadas de 2004 indica que los luchadores a los que se asignó aleatoriamente
un uniforme rojo en lugar de azul ganaron 55% de los encuentros. ¿Quieres
más? Hay evidencia de que la luz azul en el exterior de una casa puede reducir los
delitos.
Ya lo has oído antes y la ciencia lo confirma: el color influye en tu estado de
ánimo. Vaya, el color te influye aunque no tengas conciencia de haberlo visto.
Por ejemplo, en un estudio que se publicó en Psychological Science, cuando se
proyectaban de manera rápida discos verdes, azules o blancos, eso afectaba las
percepciones posteriores de otros colores, aunque los sujetos no tuvieran
conciencia del color que habían visto. Por lo menos en este experimento, no es
como si la percepción del color convirtiera a los gatitos en tigres, pero sí muestra
que no tienes que estar consciente del color para que te afecte.
Si crees en el punto de vista tradicional de que evolucionamos nuestra
capacidad para ver el color con el propósito de descubrir cuál fruta está madura,
el efecto del color sobre nuestras emociones no tiene gran sentido. ¿Por qué una
fruta verde nos haría tranquilizarnos, en tanto que una fruta madura nos haría
sentir agitados? ¿Pero qué tal si la capacidad humana de percibir los colores con
nuestros ojos no evolucionó para que calibráramos el color de la fruta sino para
ayudarnos a interpretar emociones? Porque verás, resulta ser que los receptores
del color en nuestros ojos, llamados conos, están exactamente preparados para
detectar los cambios en color debidos a la oxigenación de la sangre: el rojo de la
sangre oxigenada y el azul de la sangre que transporta menos oxígeno por el
torrente sanguíneo. Además, los primates que han desarrollado la capacidad para
ver el color también son los mismos cuyos rostros, traseros, o ambos, carentes de
vello, les permiten demostrar emociones a través de la piel cubierta de vasos
sanguíneos.
Aunque es importante saber cuál es la mejor fruta para comer, quizá sea
incluso más importante conocer las emociones de quienes nos rodean mientras
estamos comiendo. Y una vez que los millones de años de evolución capacitaron
al cerebro humano para considerar al rojo como símbolo de agresión y al azul
como símbolo de tranquilidad, no es una minucia que tu mente cognitiva pueda
pasar por alto así como así. Entonces, cuando un luchador ve que su oponente
lleva un uniforme rojo, pareciera como si este fuera agresivo y furioso. Quizá
llevar un traje rojo provoque que incluso el contrincante sea un poco más agresivo
y furioso. Debido a que la biología básica de tus ojos está optimizada para
reconocer estos colores y tu cerebro evolucionó para interpretarlos, es posible que
te sientas un poco más sumiso cuando llevas un uniforme azul. O podrías esperar
que la pastilla azul te haga sentir como si le faltara oxígeno a tu sangre, mientras
que la pastilla roja te hace sentirte lleno de potente hemoglobina.
Podría ser que una oficina roja te haga sentir estresado y molesto, en tanto
que una oficina azul te haga sentir tranquilo (¿y soñoliento?). La pregunta de
cuál debería ser el color con el que pintes tu oficina se reduce a cómo te quieres
sentir mientras estás en el trabajo. Píntala de rojo si necesitas la agresión y de
azul si necesitas estar tranquilo.
Si no es el CI,
¿entonces qué?
La inteligencia
práctica te
ayuda a
resolver
los dilemas
laborales
U
na enorme razón por la que los empleados experimentados son tan valiosos
para una organización es que, sin importar qué tan inteligente seas —o
cuán listo parezca el chico maravilla recién egresado de la carrera de informática
de una universidad de renombre—, la inteligencia práctica específica del puesto,
que se obtiene gracias a la experiencia, no es algo que se pueda enseñar. Como
empleado, sabes cosas que no sabes que sabías: es todo ese conocimiento previo,
supuesto, que permite que resuelvas con facilidad las situaciones, incluso nuevas,
sin que se te indique lo que debes hacer. Los investigadores le llaman inteligencia
práctica. En el extremo opuesto del espectro de tu inteligencia práctica al estilo
Oliver Twist, se encuentra la computadora (y ese dinámico y odioso chico
maravilla). Por ejemplo, imagina que le dices a una computadora cómo preparar
un emparedado de mantequilla de maní con mermelada. En tu cerebro humano,
podrías entender que cuando dices «untar mermelada», tu propósito es que se
haga con ayuda de un cuchillo o cuando menos de una cuchara, pero la
computadora no lo entiende. No tiene los conocimientos que suponemos que
son mutuamente comprensibles. Una vez que se unta la mermelada, tienes que
decirle a la computadora que coloque los lados con mantequilla de maní y con
mermelada uno contra el otro, para que la mermelada entre en contacto con la
mantequilla de maní; de otro modo podrías terminar con un emparedado que
está al revés.
¿Cuántas personas conoces que son como esa computadora: con toneladas de
capacidad de procesamiento, pero sin la inteligencia práctica para utilizarla en su
beneficio? Vamos, todos conocemos a alguien así. O tal vez es uno de esos
momentos en los que miras a derecha y a izquierda, y eres tú quien tiene
dificultades para resolver las sutilezas de las situaciones que los demás parecen
solventar con gran facilidad. Todos tenemos una cantidad diferente de
inteligencia práctica en general. Como ocurre con el CI, la creatividad o la
estatura, tú posees una cantidad mensurable de inteligencia práctica que te hace
saber cómo manejar las cosas o desconocer cómo manejar las cosas.
Cada persona también posee una inteligencia práctica que es específica de las
situaciones. Es posible que tú sepas que, en la cultura de tu grupo específico de
cubículos, está bien hablar con palabrotas de un cubículo al otro acerca de lo que
pasó o no pasó el fin de semana. O podrías saber que para reducir el número de
juntas departamentales innecesarias, es más productivo platicar en la sala de
descanso con la secretaria del jefe, quien filtrará la opinión de los altos mandos,
en lugar de ir directamente con el jefe.
Eso es la inteligencia práctica. Y en tanto que la inteligencia depende de tu
mente consciente, la inteligencia práctica depende en gran parte de la mente
inconsciente. En lugar de aprender las cosas de manera intencional, las captas sin
darte cuenta de ello; en lugar de aprender en forma explícita, cargar información
en tu inteligencia práctica depende del aprendizaje implícito.
Para agilizarla, intenta pasar del inconsciente a la conciencia el contenido de
tu inteligencia práctica. A lo largo de este libro intentaremos alejarnos de los
movimientos de muletilla que no se han sometido (o hecho frente) a las
intervenciones de la ciencia. Dicho esto, pareciera ser que la conciencia plena es
más que una moda esotérica californiana. En términos básicos, la conciencia
plena es la diferencia entre estar sentado simplemente frente a la televisión
mientras te comes un paquete entero de galletas de chocolate y sentarte frente a
la televisión con tu paquete de galletas, pero con la conciencia de lo que haces y
el porqué. No es que la conciencia plena prohíba o confirme cualquier
comportamiento específico; tan solo implica que puedes lograr que las cadenas
de tu inconsciente te obliguen menos a hacer, pensar, sentir y creer cosas que tu
yo consciente preferiría que no fueran así.
Cuando examinas tus acciones, en lugar de simplemente llevarlas a cabo,
tienes la oportunidad de traer a la conciencia las cosas que en general quedan
ocultas. Tienes la posibilidad de lograr que las cosas implícitas se vuelvan
explícitas y de utilizar tu inteligencia para estimular tu inteligencia práctica.
¿Quieres aprender cómo? Sigue leyendo.
Conciencia plena e
inteligencia práctica
Ahora estamos metidos en el lío
de las cosas interconectadas que
reciben nombres diferentes aunque
se agrupan entre sí y que incluyen la
inteligencia práctica, inteligencia emocional,
inteligencia cultural y más. Para cada uno
de estos términos un tanto imprecisos,
existe un estudio que muestra que la
conciencia plena sirve para mejorarlas. Aquí
va una manera de practicarla. Pregúntate
qué conocimiento previo necesitaría una
computadora para lograr una de las tareas
que llevas a cabo en tu trabajo. ¿Qué
necesitaría saber la computadora para
hablar con tus donantes en organizaciones
sin fines de lucro? ¿O con tu jefe? ¿O con
los enanos? ¿Cuál es el equivalente laboral
de saber que el lado con la mantequilla
de maní tiene que estar en contacto con el
lado de la mermelada en un emparedado?
Y luego, pregúntate también por qué, lo
cual tiene la misma importancia. Al utilizar
la conciencia plena para volver explícito
el aprendizaje implícito, puedes obtener
una mayor inteligencia práctica de estas
situaciones que requieren saber sin saberlo.
¿Cuál es tu estilo
de aprendizaje?
S
eguramente habrás escuchado mucho acerca de los estilos de aprendizaje:
algunas personas aprenden mejor cuando leen, otros cuando escuchan,
algunos lo harán mediante la práctica e incluso otros aprenderán por
observación, y así sucesivamente… o por lo menos eso se dice. Para algunos de
nosotros lo siguiente es difícil de digerir: cuando los investigadores han
examinado tras la cortina de los estilos de aprendizaje, puede decirse que en lugar
de encontrar la magia del Gran y Poderoso Oz, se han topado con un charlatán
de Kansas que tira de manivelas y lanza grandes pronunciamientos. Claro, la
gente sabe cuáles estilos de aprendizaje prefiere, pero no existe evidencia de que
equiparar el estilo de instrucción con el estilo de aprendizaje que prefiere el
individuo mejore el aprendizaje. Por ejemplo, un informe de 2012, que
comisionó el Departamento de Educación de Estados Unidos, observa que: «En
pocas palabras, existen unos cuantos hallazgos positivos, con magnitudes
desconocidas de efecto, que quedan eclipsados por una cantidad mucho mayor
de investigaciones publicadas que presentan ausencia de evidencia, y
sospechamos que existe una mayor cantidad de hallazgos nulos que están
guardados en los archivos de los investigadores».
Lo que esto significa es que cuando se estudia una sola materia, como por
ejemplo las matemáticas, y se enseña de modo visual para los estudiantes
visuales, de manera auditiva para los estudiantes auditivos y de manera
cinestésica para los estudiantes cinestésicos, no se han encontrado mejores
resultados que utilizar un solo método de instrucción con todos los alumnos. De
hecho, cuando se intenta enseñar matemáticas a través de la cinestesia o arte
mediante hablar de ello, de modo que la instrucción equipare las preferencias de
los estudiantes, el aprendizaje sufre. Eso se debe a que, por mucho que algunos
padres quieran lo contrario, el movimiento no es la mejor forma de enseñar
matemáticas y el arte es un ejercicio visual, no auditivo.
En lugar de esforzarse por equiparar la instrucción con los estilos de
aprendizaje de los estudiantes, el informe del Departamento de Educación
sugiere que «los educadores deberían enfocarse en desarrollar los modos más
eficaces y congruentes de presentar contenidos específicos, lo cual a menudo
implica la combinación de diferentes formas de instrucción, como diagramas y
palabras, en formas que se refuercen mutuamente».
Lo mismo es válido para ti en el trabajo. Lo que más importa no es
necesariamente cómo te gusta aprender nuevas habilidades e información, sino
cuál es la mejor manera de presentar las habilidades e información específicas.
Por mucho que te asuste Excel, Photoshop o la mecánica interpersonal de
aprender una nueva habilidad directamente de alguien que ya la conoce, si esa es
la mejor manera de obtener la información, así es, muy aparte de cuál creas que
es tu estilo de aprendizaje.
El costo de la investigación
sobre los estilos de
aprendizaje
Daniel Willingham, catedrático de psicología
en la Universidad de Virginia y principal
desacreditador del mito de los estilos de
aprendizaje, señala que la creencia en
dichos estilos no solo condena al «aprendiz
cinestésico» a un intento ineficiente de
aprender matemáticas a través de brincar
una cuerda, sino que la investigación que
se invierte en los estilos de aprendizaje
le roba recursos a otras cosas más
importantes y prometedoras que se podrían
estar estudiando. ¿Las chisporroteantes
neuronas de todos esos investigadores
educativos podrían utilizarse con mayor
provecho en resolver los problemas reales
del aprendizaje y los sistemas escolares?
Tu tarea de hoy es dejar de creer en los
estilos de aprendizaje. Simplemente
déjalo ya.
Cómo lograr
que una idea
creativa se
materialice
S
egún Gordon Kane, director del Centro de Física Teórica de Michigan, en
la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, las partículas cuánticas
diminutas nacen y desaparecen. Se crean de la nada «violando temporalmente la
conservación de la energía», escribe Kane en un artículo para Scientific American.
Pareciera que eso es lo que sucede con una idea creativa: cobra vida de la nada.
Pero eso es absolutamente falso. En lugar de que un foco se encienda sobre tu
cabeza, la creatividad lo construye con las partes sobrantes que encuentra por allí
en tu cerebro: el vidrio de aquí con el filamento de allá y la rosca de metal de
otro sitio.
En lugar de generar algo nuevo, una enorme cantidad de investigación
muestra que la creatividad proviene de hacer nuevas conexiones entre la
información e ideas que ya existen en tu cerebro. En otras palabras, depende de
algo que se conoce como conocimiento específico de dominio. A fin de ser un
ingeniero electricista creativo, necesitas tener los conocimientos relacionados con
la ingeniería eléctrica; para ser un artista creativo, necesitas saber de arte.
Considera cada «cosa» que sabes como si fuera un pequeño punto sobre una
cuadrícula. Mientras más puntos haya, más formas tienes de conectarlos. Como
demuestran los videos en YouTube, un gato que camina sobre las teclas de un
piano puede romper las reglas de la teoría musical occidental, pero se requiere
del conocimiento de esas reglas para romperlas de un modo que sea
verdaderamente creativo.
Ahora bien, el verdadero reto de la creatividad es conjuntar estos puntos de
información sin quedar restringido por cómo se conectan en términos generales.
Por ejemplo, cuando aprendes acerca de la pintura, puedes enterarte de que los
pintores utilizan el pincel de cierta forma para esparcir la pintura sobre un
lienzo. Si esta conexión te limita, nunca te convertirás en un Jackson Pollock.
(Es interesante destacar que una vez que la creatividad de Pollock rompió esta
conexión entre la pintura y el uso de un pincel, hubo toda una explosión de
artistas que pintaban, escupían, rociaban o distribuían de otros modos la pintura
sobre el lienzo sin la aplicación tradicional de un pincel.)
Una manera de reunir conocimiento sin que te limite consiste en recopilarlo
de muchas áreas. Veamos el famoso ejemplo de Pete Gogolak, que sin duda ya
conoces. Gogolak se crio en Hungría como jugador de futbol. Luego terminó
jugando futbol americano cuando era estudiante en la Universidad Cornell.
Como sabía patear, se convirtió en pateador. Sin embargo, no pateaba el balón
como solía hacerse en el futbol americano, sino que trajo el conocimiento de otra
área —el futbol— y en lugar de abordar la patada en línea recta desde atrás, lo
hacía desde dos pasos atrás y tres pasos a un lado, para lanzarla como si fuera un
balón de futbol. Gogolak llegó a jugar con los Gigantes de Nueva York durante
los decenios de 1960 y 1970 y para el final de su carrera casi todos pateaban los
goles de campo al estilo futbol. Tenía el conocimiento específico de dominio
sobre patear la pelota, pero lo conectó de un nuevo modo con el futbol
americano.
Esta infusión de creatividad de otras áreas es la razón por la que los alumnos
de MIT harían bien en tomar clases de humanidades. Para ser un ingeniero
electricista creativo, necesitas el conocimiento específico de dominio de la
ingeniería eléctrica, pero también te ayudaría tener conocimiento de campos
ajenos a esta profesión para integrarlos a ella. Limitar la amplitud de tu
conocimiento restringe la profundidad de tu creatividad.
También es necesario que puedas escuchar a tu creatividad. El asunto con
establecer nuevas conexiones en tu cerebro es que rara vez hacen tanto ruido
como los gritos de las conexiones establecidas. El modo en que se han hecho las
cosas en el pasado tiende a ahogar cómo se podrían hacer en el futuro. Tienes
que atender con cuidado para oír a tu creatividad por encima del estruendo de tu
experiencia. Los experimentos demuestran que mientras más experiencia tengas,
mayor es el estruendo. Ya hemos visto un modo de lograrlo: silenciando la
alarma del despertador. Un cerebro que está en la cúspide del sueño o en un
estado de relajación y sin un enfoque específico está libre en gran medida de las
ideas preconcebidas y dispuesto para el surgimiento de un destello creativo. De
igual manera, un artículo clásico que apareció en la Journal of Creative Behavior,
en el cual se informa un seguimiento de estudiantes de pregrado de la
Universidad Cornell (aunque no se menciona a Gogolak) durante un período de
años después de que aprendieron la técnica de meditación trascendental, afirma
que los estudiantes que siguieron utilizando la técnica pudieron aplicarla a
generar pensamientos creativos.
Seamos francos: «volver la atención al interior, hacia los niveles más sutiles
del pensamiento, hasta que la mente trasciende la experiencia del estado más
sutil del pensamiento y llega al origen del pensamiento», como recomienda el
Maharishi Mahesh Yogi, probablemente suena un poco extraño. Y si eso te suena
demasiado raro como para intentarlo, es probable que nunca seas tan creativo
como podrías ser. Eso se debe a que el ingrediente final de la creatividad es el
trozo de tu personalidad que determina cuánto te limitan las normas culturales.
¿Te sentirías terriblemente mortificado si tus compañeros de trabajo o escuela te
vieran sentado, descalzo y con las piernas cruzadas, profundamente inmerso en la
meditación? ¿Alguna vez modelarías desnudo para una clase de dibujo al natural?
¿Te imaginas despreciando la tradición artística que proviene de la Florencia del
siglo XIV y lanzando pintura sobre un lienzo?
Si has sido diligente en tu adquisición de conocimiento específico de
dominio, has buscado influencias más allá de tu área de conocimiento, estás
dispuesto a escuchar los murmullos que provienen de los rincones de tu mente y
estás predispuesto (o puedes encontrar el valor) para agitar las aguas, entonces
estás listo para dar el siguiente paso a la creatividad, ya sea en la ingeniería
eléctrica, el arte o patear un balón.
¿La creatividad está dentro de los
parámetros establecidos?
Una reseña del 2004, que apareció en
la revista Creativity Research Journal,
examinó las lecciones derivadas de
setenta estudios que muestran que, de
hecho, es posible entrenar la creatividad.
Hay cosas que puedes hacer y que
te volverán más creativo. La reseña
también señala qué funciona: a saber,
el entrenamiento cognitivo es mejor
que aquel que intenta acceder a la
creatividad desde los ángulos social,
motivacional o de personalidad. Esto
implica que para elevar la creatividad
se requiere del cambio en el modo de
pensar, no necesariamente de ajustar el
estado de ánimo o la motivación. Para
volver más creativos tus pensamientos,
enfócate en identificar problemas,
generar ideas y combinar conceptos
de maneras diferentes —la reseña
muestra que el entrenamiento en estas
áreas ofrece el mayor estímulo—.
Es interesante que la habilidad de
lluvia de ideas, que se asocia con el
«pensamiento divergente», no fue lo
que condujo a una mayor promoción
de la creatividad, sino las habilidades
que participan en el análisis de los
problemas, como el pensamiento
convergente (definir las preguntas),
el pensamiento crítico y la identificación
de limitaciones. Si deseas producir
soluciones creativas, primero define lo
que sabes y lo que puedes (y no puedes)
hacer, y luego practica trabajar dentro
de estos parámetros para crear nuevas
cosas a partir de información antigua.
¿Deberías hacer
hoy lo que
podrías dejar
para mañana?
oy es el día en que finalmente te pones las pilas y organizas todos los
archivos de la unidad compartida en la red de tu departamento. O vas a la
biblioteca del campus para sacar los libros para tu proyecto de investigación
sobre la antigua Mesopotamia. O limpias las hojas de las canaletas del techo de
tu casa. Me refiero a que sabes que los archivos desorganizados te cuestan un par
de minutos todos los días, que a la larga tendrás que aprender sobre la antigua
Mesopotamia y que, si dejas las hojas cuando venga la siguiente tormenta
importante, las canaletas se desprenderán del techo, con el potencial de aplastar a
las niñas exploradoras que vienen a tu puerta a venderte galletas, por lo cual te
quedarás sin galletas.
Pero hoy sabes que ocuparías más tiempo organizando los archivos del que
perderías buscando entre ellos, que no debes entregar el trabajo de investigación
hasta el lunes y que no hay pronóstico de lluvia esta semana. En consecuencia,
cedes a lo que un artículo de la revista Psychological Bulletin denomina: «una
forma prevalente y perniciosa de fracaso en la autorregulación».
Vaya, eso suena un poco severo, pero, en realidad, ¿qué tan malo es
procrastinar?
Primero, es suficientemente malo como para que, cuando tratas de
estudiarlo, encuentres cosas como esta: «Las personas con altas puntuaciones en
la escala de procrastinación estuvieron en mayor probabilidad de entregar tarde
el inventario respondido», como aparece en un artículo de la Journal of Research
in Personality. ¿Quiénes son estos holgazanes cuya misma naturaleza les dificulta
evaluar de manera consistente?
H
En su mayoría son el tipo de gente que esperarías: personas desorganizadas,
impulsivas y distraídas que están en probabilidad de dar calificaciones más altas a
su disfrute de los proyectos cuando el tiempo que se requiere para llevarlos a
cabo es menor. Cuando menos, ese es el caso cuando la asignación del proyecto
depende de fuerzas ajenas a ellos. Porque has de saber que los procrastinadores
también creen en su propia autoeficacia y los motivan otros factores que no son
el logro.
Es cada vez más frecuente que la investigación muestre que la procrastinación
no es un defecto en la capacidad, sino más bien una falta de conexión entre las
demandas de una tarea y aquello que motiva al procrastinador. Estos individuos
tienen una motivación intrínseca, no extrínseca, lo cual significa que no es
posible tentarlos con recompensas ni advertirles que se caerá el cielo como forma
de aumentar su motivación para que inicien acciones. En lugar de ello, el
procrastinador tiene que querer hacer algo. Es posible que en este instante
empiece a construir un modelo de un antiguo zigurat mesopotámico, pero no
hay amenazas ni lisonjas suficientes que obliguen a esa persona a escribir un
informe sobre ese mismo tema.
Si tú eres un procrastinador (¡en serio!), el secreto para reducir esa conducta
—que es algo que afirma desear 95% de los procrastinadores— no es enfocarte
en las recompensas o castigos, o crear nuevas recompensas y castigos, sino
encontrar aspectos de un proyecto que te motiven. Las razones que argumente
cualquier otra persona no te harán poner manos a la obra, sino descubrir los
aspectos de un proyecto que te sean afines y que te ayuden a iniciarlo.
Según los autores del artículo en Psychological Bulletin, hay una cosa segura:
«Es necesario que la investigación adicional sobre el tema de la procrastinación
no se demore».
La zanahoria y el látigo
Si la motivación intrínseca para un
proyecto es demasiado difícil de encontrar,
considera otro truco mental para reducir la
procrastinación: regálate una recompensa por
terminar. Esta es la estrategia de «termina
el trabajo para que puedas jugar». Colocar
una tarea motivadora al final de otra tarea
no motivadora puede hacer que te esfuerces
para eliminar el obstáculo. Ese es el abordaje
de la zanahoria, pero también está el látigo:
puedes tratar de imponerte fechas límite
costosas. Por ejemplo, si no terminas para
un tiempo determinado, donarás $5 dólares
a una causa política opuesta a tus ideas.
Sin embargo, un artículo de Dan Ariely en
Psychological Science muestra que somos
bastante malos para establecer estas fechas
límite autoimpuestas. Cuando se pagó a
los estudiantes por la corrección de estilo
de los artículos de investigación, aquellos
que se impusieron una fecha límite (en
lugar de trabajar de acuerdo a una fecha
establecida por otras personas) encontraron
menos errores y ganaron menos del dinero
del investigador. De nuevo, los individuos
predispuestos a la procrastinación tuvieron
mejores resultados cuando se dieron a sí
mismos una zanahoria interna, en lugar de
cuando se les imponía (o se autoimponían) un
látigo externo.
Empaca tu
memoria de
trabajo
S
i alguna vez has empacado una mochila para pasar una noche en un viaje de
excursionismo, sabes que todo tiene su lugar: tu bolsa de dormir se guarda
dentro del espacio con cierre en la base de la mochila; la pesada bolsa de comida
está en la parte baja y bien afianzada atrás de tu espalda; la colchoneta aislante de
goma está enrollada en la parte externa y la colchoneta inflable que va encima
está metida en la mochila; los bolsillos para cosas pequeñas llevan tus accesorios
de cocina, ropa adicional y artículos de aseo personal. Todo eso está empacado
para cuando lo necesites durante el viaje. Pero en el bolsillo superior de tu
mochila, ah, allí es donde metes las cosas importantes, todo lo que necesitas
durante el día: tus refrigerios, protector solar, mapa y brújula, rollo de cinta para
proteger las ampollas y la pluma UV para purificar el agua. Al día siguiente
pasarás al bolsillo superior nuevos alimentos de la bolsa que tienes guardada
dentro de la mochila, pero por el momento tienes accesible allí todo lo que
podrías necesitar.
Tu cerebro es igual. Tienes muchos tipos de memoria, cada una en su sitio.
La memoria cinestésica es diferente de la memoria emocional, que a su vez es
diferente de la memoria de rostros, que es diferente del almacén de datos. La
mayoría de estas cosas están empacadas en un sitio profundo de nuestro cerebro
y las cosas que realmente necesitamos al momento es lo que pasa al bolsillo
superior del cerebro: la memoria de trabajo. Si quieres poder trabajar con más
información, tendrás que ampliar la capacidad de ese bolsillo superior que es tu
memoria de trabajo.
Debido a que la memoria de trabajo es donde manipulamos la información
para cualquier propósito imaginable, la capacidad de esta memoria es
absolutamente esencial para casi cualquier cosa que hagas con tu cerebro. Hemos
visto que, si se bloquea la memoria de trabajo con la amenaza del estereotipo, es
posible que tengas un desempeño pésimo cuando te estacionas o cuando
presentas una prueba de matemáticas. Además, el límite de tu memoria de
trabajo es parte de la razón por la que no puedes hacer múltiples tareas al mismo
tiempo; simplemente no puedes tener presentes tantas cosas.
Eso es porque en realidad no tiene tanta capacidad de almacenamiento. La
opinión equivocada es que tu memoria de trabajo puede almacenar siete
«fragmentos» de información y es posible que hayas escuchado el añadido,
también incorrecto, de que tu memoria de trabajo de siete dígitos es la razón por
la que los números telefónicos tienen siete dígitos. Ahora sabemos que muy
pocas personas tienen los siete fragmentos completos, pero también sabemos
que, con la práctica, conocimiento y pericia, podemos llegar a almacenar una
gran cantidad de información dentro de cada fragmento. Este es un ejemplo
fácil: si tratas de recordar el número telefónico de alguien que vive en el sur de
Ontario, aferrarte al código de área 519 quizá demande tres fragmentos
completos de tu memoria de trabajo; pero si tratas de llamar a un amigo en el
pueblo de Reeves, Luisiana, seguramente solo requerirías un fragmento para
recordar el código 666. (O, por lo menos, ese solía ser, porque los habitantes de
este pueblo pequeño y muy religioso tuvieron éxito en solicitar al gobierno
federal que rompiera la relación entre su pueblo y el número de la Bestia, pero
esto no viene a cuento.) De igual forma, tendrías mucha dificultad para recordar
las letras m-a-s-c-a-r-p-o-n-e, pero al unirlas en la palabra mascarpone (en especial
si tienes conocimientos de la ortografía italiana) solo requeriría de un fragmento
o menos de tu memoria de trabajo.
Es probable que ya seas un experto en recordar un número con dígitos
repetidos o letras que forman palabras. Si eres experto en ajedrez, podría ocurrir
lo mismo con una pirámide de peones: al verla, de inmediato la reconocerías y
catalogarías, y enviarías todo el patrón a un fragmento de tu memoria de trabajo.
Si piensas que el ajedrez se juega tomando las piezas de tu oponente, podría ser
que tengas que recordar las posiciones individuales de cada uno de estos peones,
por lo cual usarías mucha más memoria de trabajo. Algo similar ocurre con
cualquier tipo de especialización: mientras más experto seas, más podrás integrar
en un solo «fragmento grande» una variedad de trozos de información que ya
sabes que están relacionados.
Piensa en ello. ¿Qué cosas conoces? Es decir, ¿en qué áreas de tu trabajo,
pasatiempos, familia o conocimientos esotéricos eres experto? Si sabes de beisbol,
podrás introducir en un «fragmento grande» toda la secuencia de una entrada; si
sabes cómo cocinar un suflé, la lista de ingredientes quizá no requiera todo un
espacio completo; si sabes cómo construir caballetes, es posible que no necesites
escribir con todo detalle cada medida. Sin embargo, ten cuidado de tus intentos
expertos por categorizar y agrupar en un fragmen-to. Otra característica de la
memoria de trabajo experta es la tendencia a suponer que cada nuevo caso es
igual a lo que ya conoces, lo cual significa que los expertos están propensos a
pasar por alto cosas importantes. Puedes verlo en el caso del ajedrez. Existe una
clasificación en la que los jugadores de ajedrez son muy buenos para excavar en
sus memorias de trabajo expertas y encontrar movidas adecuadas para la mayoría
de las posiciones en el tablero… y existe una clasificación mucho más alta en la
que los maestros conocen las movidas «correctas», pero no se ven limitados por
ellas. La clasificación más alta es el pináculo de la memoria de trabajo.
Cómo ampliar tu cerebro
Los investigadores han encontrado que la
práctica repetitiva con juegos intelectuales
sumamente difíciles puede ampliar tu
memoria de trabajo y uno de los bandos en
un acalorado debate dentro del campo de
la investigación sobre la inteligencia cree,
incluso, que entrenar la memoria de trabajo
puede aumentar el CI. Un prometedor
ejercicio de entrenamiento cerebral, que
se conoce como «dual n-back» (n ensayos
duales en orden inverso), requiere que
recuerdes secuencias de información —no
una sucesión de números escritos en papel
o una sucesión de letras escuchadas por
medio de audífonos, sino ambas tareas
al mismo tiempo—. Monitoreas estas
secuencias y luego informas la letra,
número o símbolo que escuchaste hace
dos, tres o cuatro elementos (de allí la n
de «n-back»). Para ti, los ejercicios n-back
están en la punta de tus dedos con una
simple búsqueda en Google. Si realmente
quieres hacer algo importante para ampliar
tu capacidad cerebral y no le temes al
trabajo duro, este entrenamiento puede
expandir el área de tu cerebro donde
logras hacer las cosas.
Apenas son las
dos de la tarde.
¿Ya estás agotado?
E
stás en el último tercio de un largo día de trabajo, al final de una larga
semana, al final de un largo año, al final de tus fuerzas. Concentras toda tu
energía en hacer adminículos, pero ¿con qué propósito? Estás agotado, más en
sentido emocional que físico, pero tu falta de energía emocional provoca que
cada acción te parezca como atravesar por un espeso pantano. Esos adminículos
podrían importarte poco. De hecho, sientes que, si hoy tienes que ver otro de
ellos, lo lanzarás por la ventana.
Es comprensible, ¿no? Todos nos cansamos de las cosas con las que
trabajamos, de las cosas que hacemos. Sin embargo, ¿qué pasa cuando el
«adminículo» es una persona? El agotamiento puede ser igual o incluso más
grave en las profesiones humanas. Y en ese caso, las consecuencias quizá vayan
más allá de fabricar un mal artículo y llegan a convertirse en un peligro
emocional o físico para las personas que están en el otro extremo de tu
agotamiento.
El ejemplo clásico es el de las enfermeras. En primer término, está el asunto
de la escasez: cada paciente que se añade a la carga de trabajo de una enfermera
tiene 7% adicional de probabilidades de morir en los treinta días posteriores al
internamiento. Además, cada paciente que se agrega a la carga de trabajo de una
enfermera también aumenta en 23% la probabilidad de agotamiento profesional.
Claro, es más difícil hacer malabares con siete pelotas que con seis, pero, además
de la dificultad de cuidar de más personas, uno de los principales componentes
del agotamiento o desgaste profesional en el caso de las enfermeras es el cinismo
y la despersonalización. Esto se refiere a que las enfermeras (y otros profesionales
en áreas de servicio) no solo empiezan a ver a la gente como objetos, sino que
también presentan una actitud cínica acerca de las motivaciones de los pacientes,
son pesimistas sobre sus habilidades y comienzan a creer en la inevitabilidad de
los resultados funestos.
«Esta percepción insensible e incluso deshumanizada acerca de los demás
puede conducir al personal a considerar que los clientes merecen de alguna
forma los problemas que les aquejan», señala un artículo en la Journal of
Occupational Behavior.
Se han planteado muchas soluciones al problema del agotamiento profesional
que van desde más tiempo de descanso para recuperar los recursos emocionales
hasta el cambio de puesto dentro de una organización, a fin de evitar el
agotamiento por aburrimiento o autosuficiencia. Pero, si realmente quieres
combatir o curar el agotamiento profesional, lo mejor que puedes hacer es
encontrar un modo de aumentar tu percepción de logro personal.
Esto es cierto. El Maslach Burnout Inventory (Inventario de Agotamiento
Profesional de Maslach), que es la prueba más común de agotamiento actual o
inminente, muestra que al otro lado de la despersonalización y del desgaste
emocional que pronostican el agotamiento profesional se encuentra el logro
personal, que sirve como protección. Resulta que el agotamiento profesional
incluye por necesidad la falta de logro personal y que los «sentimientos de
competencia y logro exitoso en el propio trabajo con personas» pueden proteger
contra este fenómeno. Si puedes responder afirmativamente a preguntas como
«¿Siento que tengo una influencia positiva sobre la vida de otras personas a través
de mi trabajo?», «¿He logrado muchas cosas valiosas en este empleo?» y «¿Puedo
lidiar de manera muy eficiente con los problemas de mis clientes?», entonces es
bastante probable que sobrevivas, aun en un empleo que te agote
emocionalmente. Se refiere a marcar la diferencia. Y si a últimas fechas no lo has
sentido, es momento de encontrarlo fuera de él, de evaluar cómo puedes hacer tu
trabajo de otro modo o de buscar otro trabajo más lucrativo. En la cara opuesta
de la moneda, quedarse sumido en el lodo de la ineficiencia es la receta para el
agotamiento profesional.
Con una pequeña ayuda…
Los estudios con enfermeras
muestran que centrar la atención
en el valor de tus compañeros
puede ayudarte a evitar el
agotamiento profesional. Es como
si el reconocimiento de que tus
compañeros de trabajo siguen siendo
personas te ayudara a aferrarte a la
idea de que tus clientes también lo
son. «A través de la solidaridad, los
cuidadores estarán mejor equipados
para superar el estrés de atender
a la gente», indica un artículo de
la revista Nursing Clinics of North
American. Si estás a punto de sufrir
agotamiento profesional, reúnete con
las personas que van en
el mismo barco.
Cómo leer la
mente de
tus colegas
A
llí está, ese guapo compañero con el que sueñas en tus fantasías más íntimas,
y está comiendo un emparedado de carne mientras mira por el corredor a tu
oficina con una mirada de absoluto éxtasis. Allí está, tu jefa, que se acomoda los
lentes de carey sobre el puente de la nariz mientras lee el informe que acabas de
dejar en su escritorio. ¿Qué mensaje transmiten estas personas con esos gestos? El
secreto consiste en ponerte en sus zapatos e intentar los mismos gestos para ver
qué significarían si estuvieras haciendo las mismas cosas. De hecho, tu cerebro lo
hace en forma automática.
Lo sabemos porque, en los años ochenta, un grupo de investigadores italianos
insertaron electrodos en los cerebros de monos para registrar la activación de las
neuronas en respuesta a los movimientos del mono. Cuando el mono movía un
brazo, las neuronas se activaban o no, y a través de este minucioso proceso de
sondear y verificar, los investigadores trazaron un mapa de las ubicaciones de
esos movimientos en el cerebro del mono. Pero observar los cerebros de los
monos es un trabajo que provoca mucha hambre y, en lugar de tomarse un
descanso de la labor de vigilancia del mono, los investigadores llevaron su
comida al laboratorio. Puedes imaginarte a los científicos que observaban a los
monos mientras estos se llevaban una y otra vez la comida del plato a la boca, al
mismo tiempo que los monos veían a los investigadores hacer lo propio. Por
supuesto que los investigadores observaban esta acción de ingerir alimentos en
los cerebros de los monos —la mano a la comida, la comida a la boca, activación
de las neuronas y repetir hasta el infinito.
Sin embargo, los investigadores italianos no observaron la activación de estas
neuronas «alimentarias» en los cerebros de los monos solo cuando estos comían.
Cuando los investigadores se alimentaban, los cerebros de los monos se activaban
como si ellos mismos estuvieran comiendo. Ya conoces esa sensación de estar con
un grupo de personas cuando alguien trae un latte y el resto lo ve y empieza a
babear. Tu envidia proviene en parte del hecho de que tu cerebro experimenta lo
que sentiría si también estuvieras tomando un latte.
Cuando los monos observan que los investigadores comen, sus cerebros
imitan la acción. Cuando experimentas a otra persona, tu cerebro no puede
evitar más que reflejar sus acciones y emociones, percibiéndolas como si fueran
propias.
Este reflejo se debe a células especiales que se llaman neuronas espejo y que
habitan en tu cerebro, aunque mantienen la vista fija en la gente que te rodea.
Cuando alguien te sonríe, tus neuronas espejo ponen en práctica la sonrisa en tu
propio cerebro; cuando alguien frunce el ceño o come M&Ms, es como si tú
mismo fruncieras el ceño o comieras M&Ms. A pesar de lo que hayas leído en
otra parte, hasta allí llega nuestro conocimiento sobre las neuronas espejo:
existen, imitan las acciones ajenas y son absolutamente geniales.
Existen tres teorías sobre la razón por la que tenemos neuronas espejo. Quizá
las tenemos porque en nuestro pasado evolutivo era conveniente saber que Ug te
estaba sugiriendo que hicieran equipo para matar a un mamut o te indicaba que
pensaba darte una muerte muy violenta. Otra teoría es que desarrollamos
neuronas espejo a lo largo de la evolución para poder aprender de la experiencia
de los demás. Ya sabes que aprendes gracias a tu propia experiencia: mientras
más lanzas un dardo o das pinceladas o golpeas una pelota de tenis, mejor te
vuelves para esas cosas. Pero también puedes aprender gracias a la observación de
otras personas que hacen esas cosas, y tal vez las neuronas espejo te permitan
codificar con mayor precisión las acciones ajenas dentro de tu cerebro. Es posible
que al imitar en forma automática las acciones de los demás, obtengas una
versión destilada de este entrenamiento. Por último, las neuronas espejo quizá te
permitan sentir empatía. Cuando le dices a un amigo que «entiendes su pena
como si fuera tuya», es posible que las neuronas espejo lo vuelvan literalmente
cierto y esta representación reflejada de la emoción del otro tal vez sea la razón
por la que, cuando estás con alguien ansioso, deprimido o eufórico, puedes sentir
los residuos emocionales de su experiencia.
De esta perspectiva sobre el papel de las neuronas espejo en la empatía se
deriva la propuesta de un vínculo entre la disfunción de esas neuronas y el
autismo. Esa relación tiene su propio nombre pegadizo: la teoría del «espejo
roto» acerca del autismo. Sin embargo, por ahora existen artículos convincentes
de ambas posturas opuestas.
Monos de imitación
En un trastorno fascinante que se conoce
como ecopraxia, la gente imita de manera
compulsiva los movimientos ajenos —lo
que ves, eso haces— y existe cada vez
más evidencia que demuestra que el
trastorno se puede deber a la incapacidad
para inhibir los deseos de las neuronas
espejo. Cuando observas que otra
persona realiza una acción, la mayoría de
los cerebros recrea una versión de ese
movimiento, pero eso permanece dentro
del cerebro. En la ecopraxia, las neuronas
espejo detonan movimientos reales. Todos
hemos tenido un asomo de esa compulsión:
cuando un interlocutor en la conversación
sube el codo a la mesa quieres hacer lo
mismo (y mientras mayor sea la empatía
que sientes por esa persona, más fuerte
la compulsión a imitarla). La siguiente vez
que tengas una conversación, trata de
adquirir conciencia de la manera en que
las acciones de tu interlocutor influyen
en las tuyas y, si quieres, trata de lograr
que la otra persona copie tus ademanes
o lenguaje corporal. El grado de imitación
puede mostrarte cuánto se activan en tu
honor las neuronas espejo del otro.
El secreto para
resolver todos
tus problemas
A
menos que seas muy afortunado, o muy desafortunado, tu trabajo y tu vida
requieren muy poca solución de problemas. Piénsalo un poco: la mayoría de
los desafíos que enfrentas de manera regular son problemas que has resuelto
antes y, a menos que tengas la suerte de estar en una profesión que demande que
generes nuevo conocimiento o que tengas la mala suerte de verte forzado por las
circunstancias a resolver nuevos problemas que afectan tu vida, en la mayoría de
los casos puedes valerte de las soluciones que generaste en el pasado.
Para unos cuantos nuevos retos que no has enfrentado, en general puedes
contratar a la persona experta, en lugar de tropezarte tú mismo con el proceso de
solución de problemas. Por ejemplo, imagina que instalarás una nueva lavadora
de platos. A menos que ya sepas cómo instalar la plomería desde el triturador de
basura, parecería más sencillo esforzarte un poco más en tu propio trabajo para
pagarle al plomero, en lugar de tratar de instalar tu mismo la lavadora. Ya sabes,
tú podrías hacerlo… pero te llevaría tiempo descubrir cómo.
El resto de este capítulo trata sobre esas veces en que no puedes evitar la
necesidad de descubrirlo, en especial cuando una solución no proviene de la
repetición y necesita un toquecito de creatividad. Como en la perspectiva de la
«innovación» que tratamos al hablar de la creatividad, la solución creativa de los
problemas sigue siendo una cuestión de relacionar la información de maneras
novedosas, pero existen algunas estrategias nuevas en este aspecto de la
creatividad que pueden ayudarte a tener éxito. Estas son algunas cosas que
puedes poner en práctica.
Primero, intenta evitar la tentación de la solución. ¡Es difícil! Eso es lo que
quieres; entonces, ¿por qué no simplemente la tomas? Una de las principales
lecciones de los estudios sobre solución de problemas es que, mientras más
pronto tomes la manzana a expensas de comprender el ecosistema del árbol,
menos probable será que encuentres una solución fructífera para tu problema.
En la solución creativa de problemas, el elemento central es la comprensión del
problema. En términos específicos, se trata de entender lo que los investigadores
denominan el estado inicial y las limitaciones, en otras palabras, tener en claro
cuál es el problema, las reglas, tus recursos y las metas.
Por ejemplo, veamos este clásico problema que se utiliza en los estudios de
solución de problemas y que proviene del libro Lateral Thinking Puzzlers
(Enigmas del pensamiento lateral): «Fuera bombas: Una noche durante la
Segunda Guerra Mundial, un bombardero aliado estaba en misión sobre
Alemania. El avión estaba en perfectas condiciones y todo funcionaba como
debía. Cuando llegó a su blanco, el piloto ordenó que se abrieran las compuertas
de lanzamiento. Estas se abrieron. Luego ordenó que se soltaran las bombas.
Estas se soltaron. Pero las bombas no cayeron del avión. ¿Por qué sucedería
eso?».
Ahora esfuérzate en comprender la condición inicial y las limitaciones.
Imagina en tu mente el problema y luego pregúntate, con base en la información
proporcionada, si la imagen que tienes en la mente debe ser como la imaginas.
¿El avión debe estar volando? Bueno, si dice que estaba «sobre Alemania»,
entonces debe haber estado en vuelo. ¿Las bombas deben estar sueltas para caer?
Si «se soltaron», entonces debes suponer que así fue. ¿Se aplican las leyes de la
gravedad? Si no se afirma lo contrario, tendrías que suponer que no se alteraron
las leyes de la física. Imagina el problema como si abrieras una mano que sostiene
una pelota de tenis. ¿La pelota cayó? Bueno, la pelota caerá si tu mano abierta
está con la palma hacia abajo. ¿Ahora ves la solución?
Si eres como la mayoría de las personas, supusiste algo sobre el estado inicial
del problema, pero nada en el problema afirma que el avión volara al derecho.
Por supuesto, la solución es que el avión volaba al revés y, en consecuencia,
cuando las compuertas se abrieron y se soltaron las bombas, estas no fueron a
ninguna parte.
Reduzcamos el asunto de la solución creativa de problemas a una forma más
sencilla e intentemos de nuevo. Las personas que estudian estas cosas han
analizado ampliamente las analogías y es probable que ya las hayas visto antes:
¿en qué se parece A a B? Bueno, es bastante fácil deducir que las manzanas son a
las frutas lo mismo que el trigo es con relación a los granos (ambos son tipos de la
categoría). Pero ahora intenta con los siguientes:
MACERACIÓN: LÍQUIDO
A. Sendero: Camino
B. Evaporación: Humedad
C. Sublimación: Gas
D. Erosión: Clima
E. Decisión: Distracción
Resulta tentador desenfocar la vista y empezar a anotar opciones de respuesta
junto a cada reactivo y ver qué te dicen tus corazonadas. Si estás en total
contacto con tu destello (revisa lo que dijimos antes sobre la creatividad), esto
podría funcionar. Pero si la solución derivada del destello no te suena de manera
visceral, tendrás que realizar algún tipo de análisis. Para este momento, deberías
saber que en la solución creativa eso comienza con la comprensión del problema:
¿cuál es su estado inicial y sus limitaciones? Mientras más tiempo pases
esforzándote en comprender cómo funciona el problema, más pronto
encontrarás una solución. Entonces pregúntate: ¿Cuál es la relación entre la
maceración y el líquido? Si tenemos suerte, sabrás que macerar significa
«masticar», lo cual te permite llegar a la siguiente conclusión: «La maceración
convierte una cosa en líquido». (Y si no es así, bueno, pues allí es donde el
conocimiento puede ayudar para la solución de problemas.) Ahora puedes ir a las
opciones de respuesta. ¿Un sendero convierte algo en un camino? Más o menos,
pero no en realidad. ¿La evaporación convierte algo en humedad? De nuevo, más
o menos, pero no. ¿La sublimación convierte algo en un gas? Otra vez, la solución
de este problema requiere algún conocimiento —es decir, que sepas la definición
de sublimación— pero la respuesta es definitivamente sí, en efecto es así. (O
podrías haber aplicado tu inteligencia práctica para saber que la respuesta
siempre es C.)
Intentemos uno más, de nuevo del libro de Paul Sloane: «Un hombre entra
en una cantina y le pide un vaso de agua al cantinero. Este saca una pistola y le
apunta al hombre. El hombre le da las gracias y sale».
En lugar de buscar de inmediato una solución, esfuérzate por entender el
problema. Busca las suposiciones falsas. ¿Podría haber otra definición de pistola?
(No.) ¿«Apuntar» podría ser otra cosa que no sea lo obvio? (No.) ¿Cuál supones
que es la intención de las acciones del cantinero? ¿Supones que está enojado
porque el hombre le pidió agua? Al examinar tus suposiciones, es posible que
encuentres otras posibilidades además de las obvias. ¿Es posible que el cantinero
haya tratado de ayudar al cliente? Y, en ese caso, ¿cuál es el problema que el
cliente pensaba que se resolvería con un vaso de agua y que podría solucionarse
al mirar el cañón de una pistola? Descubrir que es falsa la suposición del enojo
del cantinero te conduce a descubrir la respuesta: el hombre tenía hipo y el
cantinero se lo curó con un buen susto.
Solución de problemas
según el I-Ching
La solución de problemas es una gran
habilidad y existen docenas, sino es que
cientos, de consejos y trucos probados
que sirven para aumentarla. Uno que quizá
no hayas oído antes proviene de un artículo
del 2013 en la revista Thinking Skills and
Creativity: aplicar las estrategias de solución
de problemas del antiguo texto filosófico
chino I-Ching. El estudio observó a 188
estudiantes que aplicaron los principios del
I-Ching durante el desafío GreenMech de
2011, en el que grupos de cuatro personas
tienen que «ensamblar las piezas de un
sistema de reacción con base en principios
científicos y conceptos ecológicos» (similar
al reto de Rube Goldberg, pero naturista).3
En el modelo BaGua4 del I-Ching, existen
cuatro fuerzas apareadas de solución de
problemas: la sensibilidad al problema se
equilibra con el descubrimiento de una
solución, la exaltación del ánimo se equilibra
con el razonamiento lógico, la quietud
interna se equilibra con la acción externa y
la confrontación se equilibra con el apoyo.
El estudio integró el BaGua con un modelo
tradicional de solución creativa de problemas
para sugerir las siguientes cinco etapas
de solución creativa de problemas. Con la
práctica, también puedes aplicar la antigua
sabiduría de BaGua a tus intentos por
solucionar los problemas en forma creativa.
1. El proceso de percibir que ha ocurrido
u ocurrirá un problema.
2. La activación de la memoria de trabajo
durante la solución creativa de problemas
sugiere que los procesos de generación
o recolección de ideas se estimulan a
través de la exaltación del ánimo y el
razonamiento lógico.
3. Los procesos de generación y
recolección de ideas incluyen las
interacciones individuales con personas,
datos y cosas, al igual que el razonamiento
meditativo durante los intervalos
de tranquilidad.
4. El proceso de transformación de ideas
abarca los dos extremos para refinar
las ideas: reducir el conflicto sobre una
idea nueva y deliberar acerca de las ideas.
5. La valoración de ideas con base en
las consecuencias se utiliza para examinar
la eficacia de las diferentes opciones.
Notas:
3
Rube Goldberg fue un ingeniero y caricaturista estadounidense famoso por diseñar máquinas
estrambóticas. Actualmente, la organización que lleva su nombre realiza competencias y talleres dirigidos a
la creación de este tipo de máquinas con objetos cotidianos, como un medio para promover la creatividad y
la educación. (N. de la T.)
4
BaGua significa, literalmente, «ocho símbolos». Son ocho trigramas que representan los principios
fundamentales de la realidad. (N. de la T.)
Cómo encontrar
lo que necesitas
en internet
N
ombra un ave pequeña y ruidosa. Una ardilla rayada. ¿En qué mes del
embarazo la mujer empieza a parecer embarazada? Septiembre ¿Di un
nombre de hombre que empiece con la letra K? Kentucky Fried Chicken. ¿Algo
que un ladrón no querría ver al robar una casa? Una abuela desnuda.
Aunque no lo crean, estas son respuestas reales que dieron los sujetos en un
estudio de asociación libre que publicó la cadena de televisión estadounidense
ABC bajo el rubro de 100 mexicanos dijeron. Como sabrán, para jugar en este
concurso, un simpático presentador le hace una pregunta a los concursantes
utilizando un tono un tanto lascivo, en cuyo momento el concursante, que está
bajo presión, intenta encontrar la respuesta inocente que fue más frecuente entre
cien personas a las que se encuestó antes y que no estaban bajo presión para
responder. Es la misma habilidad que en tu trabajo puede hacer la diferencia
entre una búsqueda de cinco segundos en Google y noventa minutos de navegar
por la red para encontrar la información que necesitas. Piénsalo un poco.
¿Cuántas veces en el día de trabajo promedio buscas información en línea? ¿Y
cómo aprendiste a hacer esas búsquedas? Si eres como la mayoría, la respuesta a
esta última pregunta es por ensayo y error. Ahora llegó el momento de introducir
un poco de conocimiento científico en tus estrategias de búsqueda por internet.
En primer lugar, hay una tonelada de estrategias de búsqueda entre las que
puedes elegir, muchas de las cuales probablemente ya utilizas sin saberlo. Toma
un minuto para determinar cuál de las siguientes estrategias, que se indican en
un artículo de 2012 dentro de la revista Information Processing and Management,
ya estás aplicando en tus búsquedas:
• Identificar canales de búsqueda para iniciar (p. ej., decidir que buscarás en
CNN.com
en lugar de en todo Google)
• Crear un enunciado de búsqueda
• Modificar el enunciado de búsqueda (p. ej., si «¿Por qué mi sistema
operativo me odia?» fue demasiado general, podrías intentar con «¿Por qué
Mac OS 10.7.5 me odia?»)
• Evaluar los resultados de búsqueda
• Evaluar los términos individuales
• Llevar un registro
• Proseguir
• Regresar
• Aprender (p. ej., aprender cómo utilizar una interfaz de búsqueda más
avanzada)
• Explorar
• Organizar (p. ej., clasificar los resultados por fecha en lugar de hacerlo por
nombre)
• Monitoreo
• Y, por último, utilizar
Esta es la parte importante: algunas de estas estrategias funcionan mejor que
otras. Sabemos qué funciona, porque los investigadores han comparado los
comportamientos de los expertos en búsquedas con aquellos de los novatos. Aquí
va la primicia: los expertos en búsquedas por internet pasan mucho más tiempo
que los novatos en la evaluación de los resultados de búsqueda, regresando y
organizando esos resultados; es como si hicieran más con menos términos de
búsqueda, llegando de manera inteligente a un «aproximado de búsqueda» y
luego prosiguiendo sistemáticamente a partir de allí (en lugar de lanzar muchas
búsquedas optimistas contra la pared y ver cuál pega). He aquí otro matiz
experto fantástico: «evaluar los resultados de búsqueda» no consiste en hacer clic
en cada vínculo para ver si te da la información que quieres, sino examinar la
calidad general de la lista de resultados. ¿Tus términos de búsqueda te llevaron a
una aproximación? En ese caso, ¿podrías ajustar levemente los términos de
búsqueda para reducir esa aproximación? Por último, los expertos saben cómo
no perderse siguiendo pistas falsas: si un clic los aleja en lugar de acercarlos a sus
metas de información, los expertos se regresan a la página más reciente que iba
en dirección correcta. No temas cliquear el botón de regresar y luego organízate
de un modo que evite que entres de nuevo en un callejón sin salida.
En conjunto, el proceso de la búsqueda experta en internet se parece mucho
al proceso mismo de solución de problemas: una búsqueda eficiente requiere de
ocupar tiempo al principio, diseñando la estrategia de solución de problemas, y
de gastar mucho menos tiempo en la ejecución de esta estrategia en sí. Utiliza tus
capacidades de asociación libre al estilo de 100 mexicanos dijeron para buscar los
términos que la mayoría de la gente asocia con tu información. Afina los
términos para pulir los resultados. Y, cuando tengas duda, regresa en lugar de
proseguir. ¿Cuántos minutos u horas piensas que puedes ahorrarte durante la
semana laboral de cuarenta horas si afinas tus capacidades de búsqueda por
internet?
Asociación libre para todo público
¿Quieres someter a prueba tu capacidad
para ganar en Family Feud… y en el proceso
de volverte un poco mejor en la elección de
términos de búsqueda por internet? Consulta
la base de datos de las Free Association
Norms (Normas de asociación libre) de la
Universidad del Sur de Florida (por suerte,
la búsqueda exacta de esas palabras te llevará
de inmediato allí).5 En términos básicos, la base
de datos te proporciona una palabra estímulo,
como cena, y luego te muestra las palabras
que la gente tiende a asociar con ella, como
comer y merienda. También muestra qué tanto
asociamos esos términos con el estímulo. Por
ejemplo, si regresamos al asunto de Family
Feud, si la palabra estímulo es cena, entonces
merienda estaría en un sitio un poco más alto de
la lista que comer. Inténtalo. Entra a la base de
datos y practica un poco. ¿Cuánto se acercan tus
asociaciones a las de la gente encuestada para
esta versión sofisticada de Family Feud?
Notas:
5
Existe una versión en castellano de la Universidad de Salamanca a la que se puede ingresar en la dirección
inico.usal.es/usuarios/gimc/normas/index_nal.asp. (N. de la T.)
Cómo ser un
innovador
S
on las cuatro de la tarde y, a menos que estés atorado con algo, hay buenas
probabilidades de que hayas manejado las crisis del día y que estés entrando
en el terreno despejado de las últimas horas de la tarde. Esta es otra manera de
verlo: ya hiciste la mayoría de las cosas que sabes que debes hacer todos los días
—llegaste al final de las tareas que te indica tu experiencia— y ahora llegó el
momento del día en que puedes optar por vegetar o avanzar. Existe aun otra
manera de verlo: después de haber manejado las crisis, finalmente tienes un poco
de espacio para ejercer tu creatividad y, tal vez, incluso tu innovación. Esta es la
manera de hacerlo.
Los estudios, principalmente los de K. Anders Ericsson de la Universidad
Estatal de Florida, muestran que no se necesita de ninguna magia para volverse
experto, solo se requieren unas diez mil horas de práctica para desarrollar pericia
en casi cualquier cosa, incluyendo la música, el deporte, el ajedrez y las
profesiones altamente calificadas. Si desglosas esa cifra, eso representa 250
semanas de práctica durante cuarenta horas por semana, o menos de cinco años
de práctica a tiempo completo. Si solo puedes encontrar cuatro horas en lugar de
ocho para practicar todos los días de la semana, extiende el tiempo total
necesario a lo largo de diez años de práctica a tiempo parcial. Si quieres ser el
segundo violín de la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh, ganarte la vida como
profesional en el club de golf, ganar más partidas de ajedrez en Central Park o
resolver las demandas de un trabajo altamente calificado, empieza a practicar hoy
mismo.
Pero ¿qué se requiere para llegar incluso más lejos? ¿Qué tal si quieres ser un
artista en lugar de un artesano? ¿Qué pasa si quieres ser Steve Jobs en lugar de un
simple engrane en la maquinaria del departamento de informática? ¿O un
golfista famoso en lugar de un profesional que da clases en el club de golf? ¿Qué
distingue a un compositor de música para comerciales de coches de un
compositor que se gana un Pulitzer? ¿O un científico que da el siguiente paso del
científico que hace el siguiente gran descubrimiento? Diez mil horas de práctica
te volverán un experto pero necesitarás algo más si quieres ser un innovador.
El psicólogo Dan Keith Simonton, uno de los principales investigadores de la
creatividad, muestra que esto es algo que se debe por igual a la lógica, el zeitgeist
y la suerte. Por ejemplo, Simonton señala a los programas de cómputo, como el
que se llama BACON (en honor a Sir Francis Bacon y no por ese
diabólicamente exquisito producto del cerdo), que utiliza solo la lógica para
determinar ideas «creativas», como la ley de Ohm y la tercera ley del movimiento
planetario de Kepler. En lugar de surgir prístino del éter, tu genio innovador
puede provenir de la capacidad para deducir en forma lógica cosas nuevas a
partir de información anterior. El otro lado de la moneda es que «los grandes
científicos son justo aquellos que tienen la capacidad de apartarse de la lógica»,
escribe Simonton. En otras palabras, hacer deducciones que resultan lógicas en
retrospectiva quizá requiera de razonar de un modo que no pareciera lógico de
inicio para la mayoría de la gente.
Y luego está la perspectiva del zeitgeist, que imagina al genio creativo como el
producto inevitable de los tiempos: solo el final de los años sesenta podría haber
creado a Jimi Hendrix y el hecho de que tantos Premios Nobel se hayan
distribuido entre descubridores contemporáneos e independientes muestra que
las ideas geniales posiblemente floten en el éter cultural, a espera de que alguien
las tome.
Por último está la simple suerte. Las personas creativas van montadas sobre
los hombros de otras personas creativas, pero los únicos a los que reconocemos
como «innovadores» son aquellos que, por casualidad, estuvieron allí con la
innovación o descubrimiento a la mano cuando finalmente fructifica. ¿Creías
que James Watt inventó la máquina de vapor en 1781? Eso se debió a que
Thomas Newcomen hizo avances significativos en 1712 y Thomas Savery
patentó en 1698 lo que él llamó «bomba de vapor».
Estas tres cosas: la lógica, el zeitgeist y la suerte pueden ayudarte a innovar —
digamos, al esforzarte por llegar a conclusiones lógicas a partir de lo que ha
venido antes o al vivir en el núcleo del zeitgeist (p. ej., si te mudas a San Mateo
cuando te dedicas al software o a Portland, Oregon, si haces cerveza)—.
Hay otra cosa más que debes hacer si quieres innovar y ya aludimos a ella en
el principio: tienes que evitar la trampa de tu propio conocimiento experto y
conservar la flexibilidad, aunque tu experiencia te indique las «mejores» formas
de hacer las cosas. No es fácil. Por ejemplo, cuando existe la «mejor» movida en
el ajedrez, los jugadores expertos quizá pasen por alto las opciones innovadoras, y
cuando los síntomas médicos se presentan en agrupamientos clásicos, los
doctores pueden pasar por alto un diagnóstico que no es rutinario. En estos
casos, el mero hecho de la pericia es lo que aplasta la innovación.
Aun si cierta combinación de lógica, zeitgeist y suerte está a tu favor, la
innovación sigue requiriendo que te preguntes de manera constante qué más
hay, aunque creas que ya sabes la respuesta.
Creatividad + Inteligencia
práctica = Innovación
La creatividad y la innovación no son lo
mismo. La creatividad es algo que haces
en la privacidad de tu propio sótano; la
innovación es lo que sucede cuando
la creatividad se conecta con un público.
Y los estudios muestran un ingrediente
que representa una diferencia importante
entre ambas: además de la creatividad,
la innovación demanda inteligencia
práctica. La creatividad puede convertirse
en innovación solo si se entiende cómo
comunicarse con la gente.
TERCERA
PARTE
LA NOCHE:
SALUD,
FAMILIA, AMOR
Y DISTRACCIÓN
¿A tu cerebro le
gusta una copa
al día?
parte del mundo ya son las cinco de la tarde y ese lugar es aquí!
¿E nPeroalguna
aparte de que te conviertas en boxeador profesional o en buzo que
pretenda alcanzar el récord de profundidad, beber demasiado alcohol durante un
largo período es lo peor que puedes hacerle a tu cerebro. Con una ingestión
excesiva de alcohol se reducen la memoria a corto plazo, la memoria a largo
plazo y las habilidades motoras. Incluso luego de años de abstinencia, los
alcohólicos no pueden recuperar la memoria a largo plazo. ¿Pero qué sucede con
esos bebedores moderados de los que hemos oído? ¿Una copa al día —
preferiblemente de vino tinto— aumenta realmente el desempeño cognitivo?
¿Tu cerebro agradece un agradable baño de etanol?
Vayamos a las fuentes de información y, en ese sentido, nadie tiene más
autoridad en la materia que un estudio de 1988 que se publicó en la New
England Journal of Medicine y que exploró las enfermedades coronarias y las
embolias en una población de 87 526 enfermeras. Los autores señalan: «Entre las
mujeres de mediana edad, el consumo moderado de alcohol reduce el riesgo de
cardiopatía coronaria y accidente cerebrovascular isquémico». ¡Ese fue el estudio
que abrió un mundo de posibilidades! ¡Beber es bueno para tu salud!
Pero aparte de los efectos benéficos de tres a siete copas por semana sobre el
sistema circulatorio, las cosas son un poco más indefinidas. Veamos qué pasó
con esas mismas enfermeras, esta vez en 1999 cuando 12 480 de ellas tenían
entre setenta y ochenta y un años de edad. De nuevo, «las bebedoras moderadas
tuvieron mejores puntuaciones cognitivas que las no bebedoras». Cuando
examinaron a estas enfermeras dos años después, las bebedoras moderadas
mayores también tenían una menor probabilidad de presentar un deterioro
cognitivo.
Ahora bien, la razón para que los bebedores moderados tengan cerebros
mejores es un poco más difícil de determinar. En primer lugar, está el asunto del
beneficio cardiovascular: un tanto como sucede con la aspirina, un poco de
alcohol, administrado en pequeñas cantidades durante un tiempo, puede
adelgazar la sangre, de modo que esta transita con mayor facilidad a través del
sistema cardiopulmonar, lo cual lleva un poco más de oxígeno y nutrientes a tu
cerebro.
Y luego está la idea de que la ingestión moderada de alcohol puede ser
benéfica para la personalidad y la sociabilidad. Es un hecho, es más probable que
los bebedores moderados sean más sociables que sus pares alcohólicos o
abstemios. Y de igual manera que el boxeo y el buceo de profundidad aplastará
las neuronas como uvas en un barril de vino, la sociabilidad es uno de los
métodos más potentes para que las neuronas sean felices. Algo similar ocurre con
el estado de ánimo. Desde que la humanidad tuvo su primera experiencia con los
jugos fermentados, hemos sabido que el consumo moderado de alcohol causa un
poco de euforia en la gente. En la sociedad moderna se ha demostrado que la
ingestión moderada de alcohol reduce el estrés, elimina la probabilidad de
depresión clínica y crea «la expresión afectiva en general, felicidad, euforia,
convivialidad, y sentimientos agradables y despreocupados», según una reseña en
la revista Drug and Alcohol Dependence. En pocas palabras, el consumo
moderado de alcohol te vuelve una mejor persona. Además de que existen
cientos de beneficios cerebrales asociados con un ánimo ligeramente mejor,
desde la protección fisiológica contra el estrés crónico hasta, de nuevo, una
mayor probabilidad de salir con más frecuencia al mundo social.
¿Puedes obtener los mismos beneficios del consumo moderado sin la bebida?
La respuesta es que tal vez o, incluso, probablemente. Puedes ser sociable sin el
alcohol y, de igual modo, puedes estar de buen humor sin necesidad de beber.
Pero cuando examinas una población, la gente que bebe un poco —¡pero no
mucho!— es la que se desliza de manera natural en este ritmo de buenas vibras.
Truco útil para el cerebro
En esta sección que destaca que beber
es bueno debe tenerse muy en cuenta la
palabra moderación. Más allá de una copa
al día, los beneficios para la salud caen
como si se lanzaran por un precipicio. Si le
temes a ese precipicio, una opción mucho
mejor sería encontrar un modo de relajarte,
disfrutar y ser sociable sin la bebida.
¡Ejercita
tu cerebro!
la hora de inflar esos músculos! ¿No te encanta? ¿No amas ir al
¿L legó
gimnasio? Es posible que no te guste pasar por el gimnasio cuando regresas
a casa, pero a tu cerebro sí que le gusta. Tan solo piensa en cómo se eleva la
percepción positiva de ti mismo cuando sufres de manera deliberada, como
aquellos fanáticos de la historia que vestían cilicios y caminaban por la calle
azotándose con cuerdas llenas de nudos (una práctica que conforma muchos de
los ejercicios de la disciplina moderna del CrossFit). Sí, ya sé, la absurda
austeridad del masoquismo autoimpuesto no es la única razón para ejercitarse.
También es bueno para la estructura física de tu cerebro.
Durante decenas de años hemos visto los efectos de entrenamiento cerebral
que tiene un ambiente físicamente enriquecido sobre los animales de laboratorio:
los ratones que tienen oportunidad de ejercitarse aprenden más rápido que
aquellos que viven en la típica jaula de 15 por 20 centímetros, con una taza de
agua y una migaja de pan seco. Y eso no solo pasa con los ratones. De hecho,
una enorme cantidad de estudios que examinan la relación entre el ejercicio
físico y las habilidades cerebrales en niños de cuatro a dieciocho años encuentran
una mejoría en las puntuaciones de habilidad perceptual, cociente de
inteligencia, aprovechamiento, pruebas verbales, pruebas de matemáticas,
memoria, nivel de desarrollo y preparación para iniciar la instrucción académica
en los niños que se ejercitan. Al otro extremo del espectro de edades, el ejercicio
protege a los adultos mayores de muchas formas de deterioro cognitivo asociado
con el envejecimiento, con el potencial incluso de retrasar el inicio de la
enfermedad de Alzheimer.
¿Pero por qué?
Una razón son las sustancias químicas que se liberan en tu cerebro durante el
ejercicio, como el factor neurotrófico derivado del cerebro o FNDC. No lo
busques en la lista de ingredientes de ese frasco de suplemento para conseguir
músculos de macho. Más bien, el FNDC es una proteína que produce el gen de
FNDC y que ayuda al cerebro a cambiar para enfrentar las necesidades del
ambiente. La capacidad del cerebro para adaptarse se conoce como
neuroplasticidad y depende en gran medida del FNDC. Los investigadores han
observado que las concentraciones de FNDC aumentan en los seres humanos y
ratones que se ejercitan y, posteriormente, pudieron detectar mejorías en
comparación con los humanos y ratones sedentarios en cosas como recorrer
laberintos (en los ratones, no en los humanos). Cuando los investigadores
bloquearon la actividad del FNDC en los cerebros de los ratones, estos no
presentaron mejoría en recorrer laberintos luego de ejercitarse; la sustancia
inducida por el ejercicio es lo que aumentó la capacidad de los roedores para
aprender de su entorno.
Estas sustancias químicas que se liberan durante el ejercicio también afectan
el estado de ánimo. Por ejemplo, en la parte de este libro que trata sobre el amor
leerás acerca de la dopamina, la serotonina y la noradrenalina. Estas mismas
sustancias se secretan durante el ejercicio. La dopamina es placentera en sentido
físico, la serotonina crea la sensación de estar despierto y con energía, y la
noradrenalina aumenta la alerta y la excitación. En combinación, estos químicos
te levantan el ánimo. Hay muchas cosas que decir a favor de tomar una siesta
cuando estás cansado, pero también puede decirse lo mismo de lo contrario:
cuando te sientes agotado en sentido físico o mental, el ejercicio cardiovascular
puede transformar el panorama químico de tu cerebro y llenarlo de energía
enfocada.
El ejercicio también ayuda al oxígeno y a los nutrientes a recorrer tu cuerpo y
una parte de tu cuerpo es tu cerebro. Los romanos decían que mens sana in
corpore sano, que significa «mente sana en cuerpo sano», y cada vez está más claro
que la relación entre ambos se encuentra en el sistema cardiovascular. Cuando
entrenas a tu corazón y tus pulmones, adquieren mayor capacidad para enviar
oxígeno y nutrientes a tu cerebro: los estudios han mostrado una diferencia de
40% en el volumen de la sustancia gris entre las personas que ejercitan y aquellas
que no lo hacen en áreas que incluyen la corteza del cíngulo, la corteza
prefrontal, el área motora suplementaria y la circunvolución frontal media. No
serás examinado sobre el nombre de estas estructuras. Por ejemplo, un estudio de
2011, que se publicó en Proceedings of the National Academy of Sciences con el
optimista título de «El ejercicio aumenta el tamaño del hipocampo y mejora la
memoria», muestra justo eso: en una muestra de adultos mayores, los
hipocampos de las personas que se ejercitaba crecieron en alrededor de 2%
durante el curso del año, en tanto que los hipocampos de las personas que no se
ejercitaban se redujeron en cerca de 1%. El resultado en la memoria es lógico: tu
hipocampo te ayuda a crear nuevos recuerdos.
A pesar de las demandas de la mayoría de los empleos en interiores en esta
época de internet, los seres humanos no están hechos para sentarse a pensar.
(Examina las estadísticas sobre el síndrome del túnel carpiano y verás que
tampoco estamos hechos para sentarnos a escribir en un teclado.) De hecho, la
idea tradicional de sentarse a pensar quizá sea la peor forma de aplicar las
capacidades mentales a los problemas complejos. Si quieres que tu cerebro
funcione a su mejor nivel, dale lo que quiere: ejercicio.
Tiene que encantarte
Una multitud de estudios muestra por qué
no nos ejercitamos: pensamos que será un
asco. Además, la recompensa a largo plazo
en una mejor salud no puede enfrentar
el temor a corto plazo de que el ejercicio
será difícil y espantoso. Si quieres obtener
salud a largo plazo para tu cuerpo y tu
cerebro, es hora de encontrar algún tipo
de ejercicio que no te cause pavor. Sea
que vayas a «mover el esqueleto» o que
saques a pasear al perro, la única manera
de apegarte a tu rutina de ejercicio
es si te gusta.
Tu cerebro vs.
la tienda de
abarrotes
T
ienes una lista. Tienes una estrategia. Pero la meta de la tienda de abarrotes
es desviarte de esa estrategia para inducirte a comprar cosas que no necesitas.
Hay ofertas dirigidas para todo tipo de personalidad: relucientes juguetes de
plástico que cuelgan en el pasillo de alimentos enlatados y cuyo propósito es
tentar las manos de los más pequeños; bebidas de colores neón, con símbolos de
rayos, que prometen poner en forma a los gerentes intermedios de mediana edad
y convertirlos en dioses y diosas griegos; frutas y verduras brillantes por el rocío,
junto a las alternativas orgánicas que te preguntan: «¿la salud de tu familia no
vale otros 50 centavos por kilo?». Una vez que lograste atravesar la tormenta,
finalmente estás listo para sentirte orgulloso de ti mismo en la fila de pago. Y la
recompensa está justo allí, al nivel de tu vista y de tus manos, en forma de dulces
y revistas provocativas. Compraste los plátanos orgánicos y te abstuviste de
comprar la docena de donas glaseadas, ¿no mereces un chocolate?
Como en las atracciones de Disneylandia, que te llevan directo a las tiendas
que comercializan los personajes de esa atracción, o el casino de Las Vegas que
tiene las máquinas tragamonedas de menor costo junto a las puertas, la tienda de
abarrotes es un sistema diseñado para ponerte de cabeza para que salga de tus
bolsillos hasta el último billete, moneda y promesa de pago a través de un
plástico. El éxito que tengas para conservar tu solvencia ante esta gran paliza
depende de tu cerebro.
Los investigadores pueden mirar dentro de tu cerebro para observar las
decisiones de compra en tiempo real. En ello participan dos estructuras
generales: tu amígdala y tu corteza prefrontal. Tu amígdala ansía el chocolate,
mientras que tu corteza prefrontal se pregunta si es una buena idea. Cuando los
investigadores utilizan las IMRf para ver la activación de estas regiones
cerebrales, el equilibrio entre ambas puede ayudar a pronosticar si compras o te
abstienes. El fascinante y potencialmente malévolo campo del neuromarketing
también analiza la manera de empacar y poner precio a los productos de modos
que te induzcan a sacar el dinero de tu bolsillo. De verdad: si el empaque de un
producto asegura algo que transmite un mensaje a tu amígdala, lo quieres y si el
precio es suficientemente bajo, tu amígdala tiene el poder que necesita para
vencer a tu corteza prefrontal. En los estudios de laboratorio (aunque no en uso
generalizado), las técnicas de mercadotecnia que equilibran la activación de la
amígdala con la activación prefrontal pueden ayudar a las empresas a establecer
precios de sus productos que maximicen las ganancias sin perder las ventas.
Esta balanza en la que ponderas lo que «quieres» y lo que «deberías» en tu
cerebro también representa la genialidad del lema publicitario de Miller Lite
durante el decenio de 1980: «Sabe fabuloso, llena menos». Tu amígdala anticipa
el sabor y a tu corteza prefrontal le encanta la idea de que esta cerveza baja en
calorías sea una opción sana.
Pero esta balanza entre desear y deber es solo el telón de fondo contra el cual
tomas tus decisiones de compra, después de lo cual todo, desde el estado de
ánimo hasta el hambre, pasando por la personalidad, el dinero y el estrés, pesa
sobre un lado u otro de la balanza. Por ejemplo, si tienes menos tiempo
disponible para comprar, lo más probable es que en tu carrito entren menos de
los artículos de tu lista y más artículos no planeados. Eso es lógico: las decisiones
que se toman bajo el estrés de las limitaciones de tiempo probablemente no sean
tan meditadas y mesuradas como las decisiones que tomas cuando el control lo
tiene tu cerebro racional. Pero también considera el siguiente corolario
desafortunado, que actúa a través de un canal similar: es posible que la gente que
tiene menos dinero esté más propensa a hacer comprar por impulso en la fila de
pago. Esto se reduce a algo que el psicólogo social Roy Baumeister llama
agotamiento del yo (que también se conoce como fatiga de decisión). Parece ser
que después de tomar muchas decisiones difíciles, nos desmoronamos y
tomamos la decisión fácil. Por ejemplo, cuando los investigadores ofrecen
opciones de bocadillos después de las pruebas de laboratorio, observan que
cuando la prueba es difícil, los sujetos eligen las donas en lugar de la fruta: su yo
queda tan agotado por la prueba que no pueden luchar contra las tentaciones
que podrían vencer en un estado más pleno del yo. (¡Tu capacidad de negarte a
comer un bocadillo tiene sus límites!)
Las delicias de la tienda de abarrotes no son lo único que provoca
agotamiento del yo. Por ejemplo, el economista de Princeton Dean Spears
ofreció a los habitantes de una aldea en India la opción de comprar barras de
jabón que se vendía con un gran descuento, pero que, de todas formas, tenían un
precio excesivo para muchos de ellos. Posteriormente, Spears les pidió a los
aldeanos que metieran las manos en un cubo de agua helada —una tarea que es
un sustituto común para la fuerza de voluntad—. Con un yo agotado por la
difícil decisión de compra del jabón, los aldeanos mantuvieron las manos en el
agua helada durante un tiempo más corto. Esta es la parte fascinante: la
reducción en fuerza de voluntad, medida a través de la tarea del cubo de agua
helada, fue exactamente proporcional a los ingresos de los aldeanos. Cuando la
decisión de comprar el jabón era más estresante, ponderada quizá contra la
decisión de comprar otros artículos necesarios, produjo más agotamiento del yo
y menor fuerza de voluntad en los aldeanos para las tareas subsiguientes.
Mientras menos dinero tenía una persona, menos fuerza de voluntad mostraba
luego de las decisiones económicas.
Llevemos esto de nuevo a la tienda de abarrotes. La compra de alimentos en
general requiere decisiones, pero la compra de comida con un presupuesto
requiere decisiones difíciles. Ahora imaginemos a dos compradores diferentes que
llegan a la caja: uno ha pasado la experiencia de compra tomando con facilidad
una decisión tras otra y sabe que su tarjeta de débito pasará al primer intento,
mientras que el segundo comprador acaba de pasar cuarenta y cinco minutos
sopesando la necesidad de comprar la comida contra la necesidad de reparar el
auto mientras trata de tener en mente la secuencia de tarjetas de crédito que
podrían servirle para pagar. Y luego allí está la barra de chocolate, exhibida de
modo que ambos compradores no puedan evitar sentir la tentación. Si pensamos
en el agotamiento del yo y el equilibro entre deseo y deber en tu cerebro, ¿quién
piensas que lanzará esa barra de chocolate sobre el mostrador de la caja?
Guiado por la nariz
Ya sabes sobre la música y el diseño de
iluminación, pero una nueva área de trucos
mercadotécnicos tiene que ver con el
diseño de aromas en la tienda. Por ejemplo,
cuando los investigadores aromatizaron
zonas de un casino durante un fin de
semana, el uso de las tragamonedas subió
45% en comparación con las zonas
no aromatizadas. Y un fascinante estudio
que apareció en Marketing Review
muestra que las marcas propias pueden
aprovecharse de las esencias que
proporcionan las marcas costosas: oler
una crema de manos elegante provoca
que evalúes más favorablemente una
marca de imitación. Algunas tiendas por
departamentos distribuyen aromas a
través del sistema de aire acondicionado
y otras utilizan estaciones de esencias
para personalizar los aromas de diferentes
departamentos. La siguiente vez que vayas
de compras, además de tomar conciencia de
la música y de las compras por impulso
que se colocan de manera intencional,
huele el ambiente: ¿crees que ese olor
es accidental?
¿Por qué los
niños pelean en el
asiento
trasero del
auto?
L
os recogiste de la escuela, los llevaste a una actividad, los recogiste de nuevo y
ahora regresan a casa. Todo el tiempo se han estado peleando en el asiento
trasero sin razón aparente. Lo primero que debes revisar es si existe una
distribución inequitativa de la tecnología digital: nada crea más peleas en el
asiento trasero que la desesperada injusticia de distribuir una iPad entre más de
un niño. Dicho eso, existe una fórmula compleja para la imparcialidad. Por
ejemplo, si un niño juega con un dispositivo digital mientras espera que termine
la actividad de otro niño, ¿eso significa que, cuando termine la actividad, el niño
que antes estaba ocupado debería tener ahora el dispositivo? Si leer un libro
permite que un niño mayor tenga acceso al dispositivo electrónico, pero un niño
más pequeño todavía no puede leer, ¿jugar un juego educativo en la iPad le
otorga al niño menor el permiso para ocupar el dispositivo para divertirse?
Esos son cálculos importantes que tienen el potencial de crear paz y armonía,
o rencor y desdicha en general dentro del auto. Además, estos cálculos no se
limitan a tus hijos. ¿Cómo divides las obligaciones con tu pareja? ¿Qué es justo?
¿Recoger los desechos del perro en el patio una vez por semana equilibra lavar los
platos todas las noches? ¿Un poco de trabajo calificado, como volver a colgar la
lámpara del techo, es equivalente a un trabajo más general como doblar la ropa
lavada? Si uno de ustedes lleva a los niños a una fiesta de cumpleaños en un salón
de juegos para niños, de modo que el otro tenga tiempo para quedarse a trabajar,
¿aquel que llevó a los niños a la fiesta se ganó el derecho de darse un tiempo libre
mientras que el padre que se quedó en casa a trabajar cuida de los niños? ¿Ese
cálculo cambia si la fiesta ocurrió en un lugar un poco menos infernal que en un
salón de juegos para niños?
La idea de la justicia es subjetiva y está abierta a negociación. Pero cuando se
inclina la balanza de la justicia, el resultado son los sentimientos negativos.
Este no es un problema nuevo. Casi todas las religiones y filosofías tienen
ideas acerca de la justicia. Por ejemplo, los Edda, un conjunto de versos
islandeses del siglo XIII que forman gran parte de lo que ahora se conoce sobre la
mitología nórdica medieval, dicen: «El hombre debe ser un amigo para su amigo
y retribuir un regalo con otro. La gente debe responder con sonrisa a las sonrisas
y con mentiras a la traición». Casi podrías ver a un pobre tipo de gran barba roja
y casco con cuernos que está sentado en la parte delantera de un largo barco y
que garrapatea estas palabras sobre pergaminos, mientras sus hijos intentan llegar
hasta la última banca para golpearse entre sí con pequeños martillos de piedra,
que serían el equivalente vikingo de los juguetes que regalan en los restaurantes
de comida rápida.
En tiempos más recientes, la idea de la justicia ha pasado de los campos de la
filosofía, la religión y el gobierno a los laboratorios de investigación en
economía. Veamos el famoso juego del ultimátum. En su forma clásica, dos
personas se dividen un montón de dinero. El primero propone una división y si
el segundo la acepta, ambos reciben el pago. Pero si la segunda persona rechaza
el trato, ninguno de los dos recibe nada. Imagina que ambos jugadores son
racionales. Si el jugador A propone dividir una pila de centavos en noventa y
nueve a uno, el jugador B se da cuenta de que recibir un centavo es mejor que no
recibir nada y, en consecuencia, acepta la propuesta. Pero eso no es en absoluto
lo que pasa en la vida real. En la vida real, el jugador B tiende a decirle al jugador
A que se meta el centavo por donde le quepa: no es racional, pero es justo. De
hecho, una gran cantidad de investigaciones sobre el tema muestra que se tiende
a rechazar las divisiones propuestas que superan el 20% de desigualdad.
¿Por qué rechazarías una distribución que le diera sesenta y un centavos al
otro y treinta y nueve a ti? Ya sabes, por lo menos recibirías treinta y nueve ¿no?
Una respuesta es que, al luchar por la justicia, promueves que perdure una
sociedad humana en la que los vecinos se ayudan entre sí, todos respetamos las
señales de tránsito y nadie tira basura en los parques. Cuando la gente juega más
de una ronda de estos juegos económicos, los investigadores observan que todos
son más justos. Eso tiene sentido: si esperas que el pago sea ojo por ojo,
probablemente no actúes de modos que saquen ese primer ojo.
Puedes observar esto en otro famoso juego económico: el dilema del
prisionero. En este, a dos ladrones los atrapan y los encierran en celdas separadas.
Ahora tienen que decidir, cada uno por su parte, si delatarán al otro. Si ambos se
niegan a hablar, los dos cumplen un año de prisión con una acusación reducida.
Si uno delata y el otro se queda callado, el que hizo el trato con la autoridad sale
libre, mientras que el otro cumple tres años de prisión. Si ambos delatan a su
cómplice, los dos cumplen una condena de dos años.
Sin importar lo que haga tu compinche, tu mejor opción es delatarlo: si tu
compañero se queda callado, tú sales de la cárcel en lugar de cumplir un año, y si
tu compañero te delata, cumples dos años de prisión en lugar de tres. Pero si
puedes confiar en que el otro ladrón vaya contra sus propios intereses y cierre el
pico, podrías hacer lo mismo y reducir el tiempo total de condena: cada uno
cumpliría con un año, para un total de dos años de encarcelamiento, al contrario
de alguna combinación de condenas que equivalga a un total de cuatro años.
El dilema del prisionero y el juego del ultimátum parecen como las
creaciones artificiales de gente que pasa demasiado tiempo con los números y no
lo suficiente con las personas… hasta que lo ves a través del cristal de estos
juegos en el mundo real. La carrera armamentista de la Guerra Fría fue un gran
dilema del prisionero: tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética
estuvieron en mejor posición al construir armas, sin importar cuál fuera la
decisión del otro país (pero, si ambos se hubieran detenido, los dos se hubieran
beneficiado). El uso de dopaje en el ciclismo profesional y en el beisbol es otro
ejemplo: si nadie utilizara hormona del crecimiento para adquirir el tamaño de
una pequeña nación isleña, entonces nadie tendría una ventaja; si todos
utilizaran la hormona, también desaparecería la ventaja y todos terminarían con
dolor nervioso, inflamación y síndrome del túnel carpiano. Pero, si algunas
personas la utilizan, en tanto que otras no lo hacen, los usuarios ganan trofeos y
tratos comerciales por promoción, mientras que los no usuarios terminarían
ajustando ruedas de entrenamiento en la parte trasera de un taller de bicicletas.
Como en el dilema del prisionero, detener el dopaje en los deportes requiere que
los atletas confíen en que todos los demás actuarán de manera equitativa.
Otra solución es la experiencia humana misma de la justicia. Cuando alguien
hace trampa y logra salirse con la suya, cuando un hermano logra
subrepticiamente tener más tiempo la iPad o tu pareja ve malos programas de
televisión mientras que tú lavas los platos, sabes que se te ha cometido una
injusticia y te sientes tentado a vengarte, aunque eso signifique perder la
ganancia personal para cobrarle a la gente que actuó injustamente contigo. En el
juego del ultimátum, tu experiencia interna irracional de justicia provoca que
rechaces un trato de nueve a uno, porque vale la pena perder una moneda con tal
de evitar que el desgraciado injusto que te propuso esa distribución se quede con
nueve. Con la idea de que cosechas lo que sembraste integrada dentro de
nuestros cerebros al nivel de especie, nos sentimos impulsados a actuar con
justicia.
El problema es que aquello que es «justo» depende de tu punto de vista. Una
persona que ofrece tres monedas y se queda con siete podría decir: «Vamos, estoy
siendo muy amable de darle a esa persona tres monedas que no tendría de otro
modo», en tanto que la persona que mira las tres monedas sobre la mesa lo ve de
manera diferente: para él, la única distribución «justa» es 50/50. Solo cuando la
opinión de lo que es «justo» se superpone con la opinión de «justicia» del otro
existe posibilidad de llegar a un acuerdo que complazca a todos. Y esa es una de
las principales razones por las que la mayoría de los juegos del ultimátum
terminan en una división de 60/40: una distribución con la que pueden vivir
ambas partes.
Este es el propósito de la discusión que ocurre en el asiento trasero: encontrar
una solución que complazca la definición de justicia de ambas partes. Y cuando
no existe un punto medio entre las opiniones de justicia —cuando uno de los
chicos se apropia de la iPad o tu pareja no alza un dedo en la casa— la
discrepancia se expresa en indignación. Allí es cuando al ganador se le obliga a
pagar un «castigo de justicia»: cuando, como ha ocurrido durante toda nuestra
larga historia humana, uno de los niños golpea al otro en el asiento trasero de un
medio de transporte.
Elimina el sentido de justicia
egocéntrico de tus hijos
La justicia es del color del cristal con que
se mire. Un estudio de 2002 en la Journal
of Applied Psychology muestra que esto
es incluso más válido en las culturas
individualistas, como la de Estados Unidos,
que en las culturas colectivistas, como
Japón: si sientes que tu poder personal es
más importante que el bien del sistema
en general, tu idea de justicia puede ser
muy egocéntrica. Así que logra que esos
pequeños demonios del asiento trasero
piensen como una colectividad. Los
estudios han demostrado que exhibir
los símbolos de una cultura colectivista
debería conseguir este propósito… ¿quizá
podrías colgar del espejo retrovisor
un ejemplar del Libro Rojo de Mao?
Los investigadores también inducen
el pensamiento colectivista al pedir a los
sujetos que piensen en los grupos a
los que pertenecen, que encuentren las
semejanzas con otras personas o que
enumeren las razones por las que sería
bueno «integrarse». Si puedes encontrar el
modo de ayudar a tus hijos a recordar que
tu familia tiene un propósito en común, es
posible que todos sobrevivan el
viaje a casa.
Tener hijos
cambia el
cerebro
¿
Tienes hijos? En ese caso, tu cerebro es diferente del de las personas que no
los tienen. Muchos de estos cambios hacen que tengas menos probabilidad
de comerte a tus crías esta noche, luego de que se hayan peleado en el asiento
trasero del coche cuando los llevabas a casa. Por ejemplo, mira a los ratones, una
especie en la que es mucho más fácil insertar cables en su cerebro para observar el
crecimiento de las neuronas que, digamos, en los seres humanos. En los días
posteriores al nacimiento de sus crías, se presenta un brote de nuevas neuronas
que crecen en el cerebro del papá ratón; bueno, eso si, como dice un estudio en
Nature Neuroscience, este permanece en contacto con sus cachorros. El olor por sí
solo no basta, pero, con la proximidad física, el nuevo papá ratón desarrolla
neuronas en su hipocampo (memoria) y bulbo olfatorio (olfato) que le ayudan a
reconocer el olor individual de sus cachorros, una habilidad que conserva a lo
largo de su vida y que permite que el papá ratón siga reconociendo a sus crías,
incluso luego de que han crecido. La clave está en la hormona prolactina, que es
la misma que inicia la lactancia en las madres.
La paternidad también reduce la producción de testosterona en los varones
humanos. Un estudio de 2011, que se publicó en Proceedings of the National
Academy of Sciences, muestra que los hombres con altos niveles de testosterona
están en mayor probabilidad de engendrar, luego de lo cual la testosterona
disminuye en un promedio de 30%. Esta es la parte más interesante: como
ocurre con el ratón macho que desarrolla neuronas según el grado de contacto
con sus crías, el nivel al que desciende la testosterona del hombre cuando se
convierte en padre se relaciona directamente con cuánto tiempo pasa con su hijo.
Podrías pensar que la testosterona es una cosa «física» y seguramente lo es, ya que
contribuye a la formación de músculos, pero también es una cosa cerebral, y una
disminución en sus concentraciones significa que papá se vuelve menos agresivo
y más nutricio: en pocas palabras, se vuelve más un padre y menos un tipo
cualquiera.
También existe una diferencia notable entre los cerebros de las personas que
son padres y no padres en respuesta al sonido del llanto de un bebé, aunque este
no sea su hijo. Cuando un bebé llora, el cerebro de padres y madres muestra
activación en la amígdala y la corteza prefrontal, como si el cerebro del
progenitor estuviera programado para sentir la ansiedad del bebé (amígdala) y de
inmediato se preguntara qué se puede hacer al respecto (corteza prefrontal).
¿Qué pasa con los cerebros de quienes no tienen hijos? No mucho. Para su
cerebro, el sonido del llanto de un bebé no es diferente de cualquier otro ruido
chillón.
De verdad, el «cerebro parental» es solo uno de una gran cantidad de
cambios relacionados con la edad y la etapa de vida en tu sustancia gris. Cuando
eras muy pequeño, no sabías nada y, en consecuencia, tu cerebro estaba
programado para un aprendizaje súper rápido, de modo que pudieras adquirir
algún conocimiento. En los años de la adolescencia, nuestros ancestros tuvieron
que luchar por obtener un sitio en la jerarquía social, lo cual a veces requería de
comportamientos arriesgados y agresivos, de modo que el cerebro adolescente
está programado para este tipo de idiotez extravagante. Como joven adulto, se te
programó para buscar pareja y, si tuviste éxito, tu cerebro se reestructura para
priorizar las necesidades de los hijos que tengas.
Esta noche finalmente llegó el momento de dejar de luchar contra tu cerebro.
Si eres padre o madre, percátate de que tu cerebro nunca será el mismo que era
antes de que tuvieras hijos. Pero eso no es malo por necesidad. Más bien, es el
resultado de la estupenda capacidad de tu cerebro para adaptarse a tus
necesidades. Si tienes hijos, necesitas un cerebro de padre. En caso contrario, tu
cerebro puede seguir oyendo el llanto de un bebé como si fuera lo mismo que el
sonido de uñas que raspan un pizarrón.
Actúa como si lo fueras
hasta que lo consigas
La moraleja de todo este asunto del
cerebro parental es que las acciones
conducen al desarrollo: mientras más
actúes como padre o como no padre,
más probabilidad existe de que tu
cerebro se transforme para adecuarse a
la situación. La cantidad de tiempo que
madres y padres pasan con su hijo crea
estados cerebrales maternos y paternos.
Cuida de tu hijo y tu cerebro se ajustará
en consecuencia.
El amor es una
combinación
química
embriagadora
S
i sientes que sabes qué pasa en tu cerebro esta noche mientras experimentas
el amor, primero tienes que definir los términos. ¿Te refieres a enamorarte o
a estar enamorado? Ambos son como una droga. Si alguna vez te sentiste
eufórico y mareado después de una cita prometedora, sabes que enamorarse se
parece a la respuesta física a una droga recreativa. Sin embargo, no es por
despreciar a Cupido ni nada por el estilo, pero estar enamorado es muy diferente:
se parece más a despertar dos semanas después sobre una bolsa de Cheetos con
los inicios de un entendimiento acerca de la adicción.
Eso se debe a que enamorarse depende en parte de nuestra vieja amiga la
dopamina: la sustancia cerebral gratificante cuyos efectos imitan los opioides,
como la heroína, y que, como la heroína, crea la liberación de dopamina en el
cerebro. No es solo que esta dopamina te haga sentir literalmente un poco
aletargado al bloquear el dolor e inducir placer, sino que el placer de la liberación
de dopamina te provoca hacer cosas que conducen a más placer. La dopamina en
tu cerebro luego de una primera cita que salió bien ayuda a garantizar que haya
una segunda cita.
Y luego también recibes una cierta dosis de oxitocina. No, ese no es el
fármaco que se utiliza como droga de abuso y que se llama OxyContin o la
adictiva oxicodona, sino un neurotransmisor que existe naturalmente y que
facilita el proceso de vinculación afectiva en los humanos. De hecho, la oxitocina
no solo crea la vinculación en los humanos sino que se ha demostrado que crea
la vinculación entre madre y cría en ratones de laboratorio. Un aerosol nasal de
oxitocina provoca que las personas que colaboran en experimentos sean más
cooperativas. Y, de igual manera que provoca que te vincules con las personas
que consideras como amigos, aliados o amantes, la oxitocina también causa que
excluyas a las personas que consideras ajenas, lo cual significa que un chorrito de
oxitocina mientras te enamoras te ayuda a centrar tu atención en la persona
amada, al tiempo que te ciega a las otras opciones.
Durante la relación sexual, a la oxitocina se le suma la vasopresina, una
hormona que participa en la regulación de la retención de agua y la
vasodilatación en el organismo. La investigación con topillos de la pradera
muestra que la vasopresina podría ser lo que crea la experiencia de vinculación
del sexo; con la vasopresina, los topillos se vinculan después del apareamiento y
cuando se bloquea la vasopresina, los topillos tienen una aventura de una noche.
Esa es la parte interesante: cuando los investigadores administraron vasopresina a
parejas de topillos de la pradera, estas formaron un vínculo incluso sin aparearse.
Cuando menos en los topillos, es la combinación química, y no mucho más, lo
que crea la experiencia vinculante del amor.
Y que Dios nos ampare si no podemos ver lo mismo en los humanos:
mientras más bueno sea tu cerebro para utilizar la oxitocina y la vasopresina, más
probable será que tengas un vínculo en tu relación. De verdad: tus neuronas
tienen receptores diseñados para atrapar estas hormonas y existe cierta evidencia
de que las personas con menos receptores de oxitocina y vasopresina están en
mayor probabilidad de divorciarse y de tener una menor satisfacción con sus
relaciones amorosas.
Pero allí no termina el asunto. Como el traficante de éxtasis que rebaja la
droga con todo tipo de sustancias que se utilizan habitualmente para impedir
que las plagas entren a tu casa, el amor combina incluso más químicos dentro de
tu pobre y enamorado cerebro. Uno de ellos es la noradrenalina, que provoca
que te palpite el corazón. La liberación de noradrenalina durante la euforia del
amor es parte de la respuesta de pelea o huída de tu organismo y aumenta tu
capacidad para saltar por campos de tulipanes con tu nueva pareja.
Por último está la serotonina. «El amor reduce las concentraciones de
serotonina, lo cual es común en personas que tienen trastorno obsesivocompulsivo», señala la doctora en obstetricia Mary Lynn, codirectora de la
Loyola Sexual Wellness Clinic (Clínica de bienestar sexual Loyola). «Esto puede
explicar por qué nos concentramos en pocas cosas aparte de nuestra pareja
durante las primeras etapas de una relación».
Así, tienes la dopamina, que te hace sentir drogado; la oxitocina, que te hace
dependiente; la noradrenalina, que provoca que te exaltes, y la serotonina, que te
vuelve obsesivo. Con el tiempo, te vuelves incapaz de existir sin esta mezcolanza
de neurotransmisores. Mientras más estés en una relación, más se acostumbrará
tu cerebro a estas sustancias y eso reajustará tus puntos de referencias de un
modo que produce que las necesites. La comparación con la adicción es tan fuerte
que cuando Helen Fisher, investigadora de la Universidad Rutgers, les mostró a
los estudiantes de primer grado que acababan de romper con su novio o novia
una fotografía de sus antiguas parejas, observó que se activaban las mismas áreas
del cerebro que se estimulan cuando se tienen ansias por una droga.
Eso parece lógico. Nuestros cerebros no evolucionaron para sentir placer en
respuesta a las drogas; las drogas son simplemente un modo artificial de
apropiarse del sistema del placer que se diseñó con otro propósito, que es
ayudarte a sentir amor y vinculación. Para tu cerebro, el amor es una droga y las
drogas son el amor. Mete eso en una pipa y fúmatelo.
Contacto, sol y amor
Aparte de buscar en Amazon a los
comerciantes legítimos del aerosol nasal
de oxitocina (no pierdas tu tiempo) o de
darle utilidad a tu doctorado al crear por
ingeniería genética una forma de aumentar
la liberación de serotonina, tendrás
que limitarte a obtener esos químicos
cerebrales del amor a través del método
conocido: por medio de experimentar
el amor. Si te es difícil conseguirlo, el
contacto físico será suficiente. Incluso
un abrazo platónico crea la liberación de
oxitocina y algunas investigaciones indican
que la gente que anhela el contacto
humano luego de períodos de aislamiento
experimenta una especie de abstinencia
de oxitocina. Además, un artículo del
2007 de la Journal of Psychiatry and
Neuroscience recomienda la luz brillante
para crear una liberación de serotonina
similar al enamoramiento. ¿Pensabas que
«cubrirte con la cálida luz del amor» es
solo una metáfora? Resulta que es un poco
más literal que eso. Si estás hambriento de
amor y contacto humano, puedes tener un
asomo de cómo se siente eso si te das
un baño de sol.
Cómo saber
si tu relación
durará
A
hora que ya sabes qué pasa dentro de tu cerebro mientras estás enamorado,
la pregunta obvia es: ¿durará? John Gottman tiene la respuesta. El afamado
investigador sobre las relaciones y profesor emérito de psicología en la
Universidad de Washington pasó su carrera extrayendo las palabras, acciones,
reacciones y emociones que están contenidas dentro de una relación amorosa y
que pueden pronosticar el éxito o fracaso.
Por ejemplo, grabó videos de sujetos casados que hablaban uno con el otro,
al mismo tiempo que media su temperatura corporal y frecuencia cardíaca y les
pedía que oprimieran palancas para indicar la fortaleza de sus sentimientos
mientras hablaban. Posteriormente pidió a estudiantes de posgrado entrenados
que registraran las expresiones faciales de las parejas mientras hablaban. Resultó
ser que había cuatro cosas que observó de manera consistente en las parejas que
luego se divorciaron: crítica, actitud defensiva, actitud evasiva y desprecio. Es
probable que conozcas el significado general de estas cosas, pero vale la pena
detallarlas para ver qué ocurre con exactitud dentro de estos factores a los que
Gottman llama los «Cuatro Jinetes del Apocalipsis» que provocan que una
relación se desmorone.
Claro, hay cosas que hace tu pareja que te desagradan: odias que se le olvide
oprimir el botón de «infusión oscura» de la cafetera y que el café de la mañana
esté aguado; odias que en las fiestas ella minimice su experiencia en
programación de computadoras. Y quieres hablarle a la persona amada de esas
cosas que te desagradan; quieres criticar. Gottman dice que lo hagas. Sea que tu
expectativa de que tu pareja cambie las cosas que hace y que te molestan sea
realista o no, es totalmente ilusorio esperar que te muerdas la lengua cuando
observas circunstancias en la relación que desearías que fueran diferentes. No es
la crítica de las acciones de tu pareja lo que Gottman incluye en la lista de los
Cuatro Jinetes, sino la crítica del carácter de tu pareja. Cuando la queja sobre el
modo en que tu pareja hace algo se convierte en crítica sobre la parte del carácter
o personalidad de tu pareja que lo vuelve de ese modo, ese es el indicio de un
muy mal agüero para la relación. Piénsalo un momento: dices «Odio que dejes
levantado el asiento del excusado» o «¿Qué tipo de maldito desconsiderado deja
levantado el asiento del excusado?».
La actitud defensiva es justo como suena: el intento por desviar un ataque. La
forma de actitud defensiva que realmente destruye las relaciones es más un
reflejo de la culpa; en lugar de esquivar el ataque, lo regresas contra tu pareja.
También se refiere a estar presto para ver una agresión cuando quizá ni siquiera
exista. Este tipo de defensa no es una evitación o debate constructivo. Es más
como una ofensiva en la que se usa el fuego para combatir el fuego, aunque eso
implique incendiar de manera preventiva a tu pareja, quien no ha encendido aún
su propia antorcha.
La actitud evasiva es esa mirada perdida que recibe tu pareja cuando lo
criticas. Es abstraerse de una interacción antes de llevarla a una conclusión o
negarse a participar de inicio en las discusiones difíciles. Si un miembro de la
pareja está siendo evasivo es como si ya se hubiera salido de la relación.
Y luego está el desprecio. Es un poco como la crítica, pero con una sarcástica
falta de respeto. El desprecio no solo se refiere a que desees que tu pareja sea
diferente, sino que devalúas cómo es. Para Gottman, esas respuestas burlonas
que se acompañan de miradas de exasperación son el más destructivo de los
Cuatro Jinetes e indican un antiguo resentimiento que se ha estado gestando
bajo la superficie.
Esto suena como las observaciones superficiales de un blog de autoayuda
hasta que examinas de dónde vinieron. Desde 1989, Gottman reclutó a 130
parejas de recién casados del área de Seattle para que participaran en un estudio
longitudinal: ninguna de las parejas tenía hijos y habían estado casadas menos de
seis meses. Luego les pidió que llenaran cuestionarios y que se sometieran a una
entrevista grabada en la que discutirían un problema actual de su elección.
Después Gottman dio seguimiento a estas parejas a lo largo de seis años. En ese
tiempo ocurrieron diecisiete divorcios. ¿Qué habían hecho de manera diferente
estas parejas dentro de las entrevistas en el laboratorio de Gottman, en
comparación con las 113 parejas que siguieron casadas?
De allí es de donde surgieron los Cuatro Jinetes: las parejas que después se
divorciaron estuvieron en mucha mayor probabilidad que las demás de criticar la
naturaleza de su pareja, actuar en forma defensiva, ser evasivos y ser despectivos.
El modelo de Gottman pronostica el divorcio con una precisión de 83% y
predice la satisfacción marital con una precisión de 80%. Eso significa que, si
observas la presencia de los Cuatro Jinetes en tu relación, todavía existe la
posibilidad de que todo resulte bien… pero podría ser momento de atender con
un poco más de cuidado a la manera de bajarte del caballo de la negatividad en
la relación antes de que sea demasiado tarde.
«¿Te gustan las películas
de terror?»
Para saber acerca de la compatibilidad de
las parejas, puedes observar a muchas
de ellas o, en la época del internet,
puedes observar muchas cifras. Eso es lo
que hicieron los matemáticos de Harvard y
fundadores del sitio web de citas en línea
OK Cupid para descubrir las tres preguntas
de su cuestionario de compatibilidad que
tienen mejores resultados para pronosticar
qué parejas terminarán juntas. Estas son:
«¿Te gustan las películas de terror?»,
«¿Alguna vez has viajado solo(a) por todo
el país?» y «¿No sería divertido dejarlo
todo e ir a vivir en un velero?». Podría
parecer una tontería pero, más que
miles de otras preguntas de encuesta, la
combinación de estas tres da un estupendo
resultado para pronosticar la compatibilidad
a largo plazo.
¿Deberías
discutir con tu
cónyuge cuando
estás enojado?
¿Qué tal cuando
estás triste?
A
llí está de nuevo, ese pequeño demonio del enojo que está sentado sobre tu
hombro, picoteándote el cuello con su maldito tridente. Sabes que ese
pequeñuelo seguirá pinchándote hasta que peles con la persona amada. Todos
hemos oído que es poco prudente discutir cuando estás enojado, porque
terminarás gritando algo que realmente no crees y que no podrás remediar, y que
en general harás un desastre del mundo como lo conoces. Pero debido a los
encantadores engranajes de tu cerebro, no solo es más probable que pierdas el
control de tus comportamientos cuando te enojas, sino que también es posible
que pierdas control de tus creencias. Tu interpretación de las intenciones y el
carácter de tu pareja, y su semejanza genética con la basura, depende de tu estado
de ánimo y puedes apostar que, cuando estás enojado, estás predispuesto a creer
lo peor.
Esto es más o menos así: Imagina que estás conduciendo por el abarrotado
estacionamiento de un supermercado y frente a ti se detiene un hombre que lleva
un teléfono móvil. Mientras sigue con el teléfono en la oreja, levanta una mano y
te muestra la palma. ¿Qué te indica con ese ademán? ¿Y cuál es la respuesta
adecuada? ¿Deberías devolverle el mismo gesto o deberías mostrarle el dedo
medio de tu mano? Tu interpretación del ademán del hombre —como disculpa,
agradecimiento u orden— depende en gran medida de tu propio estado de
ánimo. Si estás de mal humor, es más probable que consideres que la señal de
este hombre representa una insistencia a su derecho a atravesarse en medio del
tránsito mientras parlotea por el teléfono; si estás de buen humor, lo más
probable es que le concedas el beneficio de la duda y consideres el ademán como
disculpa por el inconveniente causado y como agradecimiento de que no lo
hayas dejado aplastado sobre el pavimento.
Esto se debe a algo que se denomina efecto de «congruencia del estado de
ánimo» y significa que cuando sientes que hierves de cólera, piensas que los
demás también se sienten así. Eso tiene lógica, pero el asunto es que no todas las
variedades de cólera son iguales para tu cerebro. El enojo vive en tu amígdala y
esta variedad del mal humor en el «cerebro reptiliano» es lo que aumenta tu
pulso, presión arterial y secreción de adrenalina. Por otro lado, la tristeza habita
en el hipocampo: es una experiencia más cognitiva del mal humor que se basa en
la memoria y en tu interpretación de las experiencias, sin afectar necesariamente
a tu organismo. ¿Las personas enojadas interpretan las señales sociales de modo
diferente que aquellos que están tristes? Demos un paseo con Galen
Bodenhausen, profesor de psicología de la Universidad Northwestern, para dar
un vistazo a esto.
Inicialmente pidió a estudiantes universitarios que «recordaran de manera
vívida un episodio que los hubiera hecho sentir muy enojados y que describieran
en detalle cómo ocurrió el suceso». Otros estudiantes hicieron lo mismo con un
recuerdo triste. A un tercer grupo se le permitió mantenerse en el estado de
ánimo que tenían cuando llegaron al laboratorio. Luego pidió a los estudiantes
que imaginaran que participaban en un comité estudiantil de evaluación,
encargado de juzgar los casos de mal comportamiento de sus compañeros: uno
de los casos implicaba la acusación de copiar en los exámenes y otro implicaba
agresión física. En la mitad de los casos, el acusado ficticio tenía un nombre
hispano obvio. ¿Cómo juzgaban estos estudiantes tristes, enojados o neutrales a
sus compañeros hispanos o de origen neutro? Por desgracia, como podrás
suponer, cuando los estudiantes universitarios estaban enojados, pero no cuando
estaban tristes o neutrales, estuvieron en mayor probabilidad de encontrar
culpabilidad en los sujetos hispanos, pero no aumentó su probabilidad de
encontrar culpabilidad en los casos que incluían a un acusado con nombre
neutro.
Para Bodenhausen, esto es evidencia del «procesamiento heurístico de la
información»: cuando estás enojado, en lugar de usar tu cerebro racional, juzgas
según reacciones viscerales y, en este caso, la visceralidad de los estudiantes
incluía el estereotipo. En otras palabras, el enojo provocó que los estudiantes
perdieran la razón.
Posteriormente, Bodenhausen hizo lo mismo con el asunto de la persuasión.
De nuevo provocó enojo, tristeza o un ánimo neutro en los estudiantes
universitarios y les pidió que leyeran un ensayo que defendía el aumento de la
edad legal para conducir de los dieciséis a los dieciocho años. A la mitad de los
estudiantes se les dijo que los autores eran «un grupo de expertos en política del
transporte de la Universidad de Princeton», en tanto que a la otra mitad se le
dijo «un grupo de estudiantes de la Universidad Comunitaria Sinclair en New
Jersey» habían escrito el ensayo. ¿Qué tan persuasivos les parecieron estos
argumentos a los estudiantes universitarios? Resultó que los estudiantes tristes
permitieron que su cerebro racional los guiara y se formaron una opinión basada
principalmente en el contenido del argumento escrito; para los estudiantes
enojados, la fuente del argumento prevaleció sobre el contenido. Bodenhausen
encontró lo mismo cuando utilizó la confiabilidad de las fuentes en lugar de su
pericia en el tema. Cuando la información provenía de una fuente prejuiciada,
los estudiantes enojados permitieron que los gobernara su desconfianza de la
fuente más que la información en sí, en tanto que los estudiantes tristes y
neurales sentían desconfianza por la fuente, pero siguieron basando sus
opiniones en el contenido del argumento.
Esto significa que el enojo embota tu capacidad para ser racional. Es
probable que ya lo supieras, pero el enojo afecta la racionalidad de un modo muy
interesante, ya que abre un canal directo de comunicación a tus prejuicios,
instintos y heurística: todas las creencias y reglas generales de toma de decisiones
que utilizas como último recurso cuando no prevalecen los dictados de tu mente
consciente. Cuando estás enojado, juzgas a la persona y no al contenido y
también te persuade la persona y no el contenido.
Si discutes con tu pareja cuando estás enojado, tu opinión de que es idiota y
poco confiable supera cualquier cosa inteligente, real o perspicaz que pueda
decirte. Por otro lado, si intentas mantener tu atención en tu perspectiva de un
problema, aún frente a un cónyuge carismático y persuasivo, es posible que tu
enojo provoque que te persuadan con más facilidad. Cuando estás triste, puedes
discutir y conservar de todas maneras la lógica. Pero discutir cuando estás
enojado deja el control de la situación en manos de tu cerebro reptiliano, y, con
demasiada frecuencia, los beneficios para ti quedan en el olvido
Un pequeño
trozo de evidencia
que sugiere que
sigues teniendo
el cerebro de un
cavernícola
A
l elegir esta noche cómo interactuarás en casa con las personas amadas, o en
el gimnasio, restaurante o bar para solteros con aquellos a los que te gustaría
amar, conviene saber que tu cerebro te permite ser mucho más que esa bruta
herramienta de reproducción que creó la evolución. Desde cuando menos los
tiempos de la Ilustración, o quizá desde la Revolución Industrial, nos
independizamos de alas leyes de la evolución y nos liberamos de la interferencia
de Darwin en nuestro cerebro. En lugar de estar comprometidos con nuestros
instintos animales, somos entes racionales con un propósito evolucionado que
supera la necesidad de procrear (aun si no sabemos con exactitud cuál podría ser
ese propósito). ¿Pero en realidad es así? ¿De verdad estás más allá de la evolución?
Podríamos deforestar los bosques septentrionales para obtener la pulpa de
todo el papel que se necesitaría para describir todos los estudios que muestran
que hombres y mujeres seguimos condenados a actuar según nuestros impulsos
evolutivos. Por ejemplo, veamos un artículo que se publicó en 2000 en la revista
Nature. Comienza con un recuento de los estudios anteriores que han mostrado
que los hombres altos tienen una ventaja, con respecto a los hombres de baja
estatura, en el aprendizaje académico, salud, ingresos y estatus social. En serio,
eso debería bastar por sí solo: ¿Por qué la estatura influiría en tu éxito
profesional? Pero el estudio llega incluso más lejos, al señalar que los hombres
altos tienen más hijos. Incluso en esta época ilustrada en la que vivimos, la
estatura proporciona una ventaja evolutiva básica a los hombres altos.
Por elevado que sea el nivel evolutivo que seguramente has alcanzado, sigue
habiendo espacio para crecer.
Sobre qué debes conversar
en la primera cita
El economista conductual Dan Ariely mostró
que la gente conversa de manera incorrecta
en las primeras citas románticas. Tendemos
a hablar de generalidades, como el clima o
la comida —que son temas que garantizan
un tipo blandengue de acuerdo—. Pero,
según Ariely, apegarse a los temas seguros,
como los pasatiempos y empleos, produce
una cita común y corriente que se olvida con
rapidez. Cuando Ariely obligó a las parejas
a elegir de una lista de preguntas incisivas
como «¿Alguna vez le has roto el corazón a
alguien?» y «¿Cuántas parejas has tenido?»,
tanto aquellos que preguntaron como aquellos
que respondieron calificaron las conversaciones
como más agradables. Recurrir a temas que
garantizan un equilibrio es la opción segura.
Pero agitar las aguas conduce a una buena cita.
Cómo leer la
mente de la
persona amada
«
Oye amor, ¿qué te parece si invitamos a mi mamá a cenar este fin de
semana?».
«En lugar de ir a esquiar durante las vacaciones, ¿qué te parece si tomamos
un crucero de Disney?».
Existen respuestas políticamente correctas para estas preguntas, es decir, que
eviten que uno de los dos duerma en la sala. Y luego están las respuestas reales:
aquello que piensas en realidad detrás de esa fachada refinada de cortesía y
transigencia. Si quieres saber lo que piensa tu pareja, necesitas una ventana que
se asome más allá de las maquinaciones de su corteza prefrontal: más allá de la
máscara que tan hábilmente nos ponemos para ocultar nuestras emociones e
intenciones.
Esta ventana existe en algo que se conoce como micro-expresiones. Como la
demora que existe entre ver que los platillos de la banda escolar chocan entre sí y
escuchar su estruendo, existe una breve demora entre sentir una emoción y
nuestra capacidad para ocultarla. En esos milisegundos, el rostro humano
presenta su verdadera emoción.
Si haces una rápida búsqueda de imágenes en internet bajo el tema de
«microexpresiones de Ekman» (en honor al investigador Paul Ekman, quien
acuñó el término y más ha contribuido a los principales estudios en esa área), te
llevará a cientos de buenos ejemplos de microexpresiones a través de fotografías
que presentan rostros atrapados en el acto de expresión emocional. Pero en el
mundo real, un secreto para detectar esas microexpresiones consiste en no
parpadear. Ekman señala que las microexpresiones duran apenas de una
decimoquinta a una vigesimoquinta parte de un segundo, luego de lo cual la
gente tiende a ocultarlas de manera consciente o inconsciente.
Esta pequeña ventana ofrece información importante. Un estudio encontró
que la capacidad de un médico para reconocer las microexpresiones de sus
pacientes se correlacionaba con las valoraciones de los pacientes acerca de la
empatía del médico. Otro estudio mostró la videograbación de un discurso de
George H. W. Bush en la que los investigadores eliminaron siete
microexpresiones de sonrisa. Sin los apoyos amistosos inconscientes del discurso,
los sujetos se sintieron más amenazados y molestos. Otro estudio evidenció que
las personas que pueden detectar las microexpresiones son más capaces de
descubrir a los mentirosos, siempre y cuando los mentirosos estén falseando algo
que tenga contenido emocional, lo cual crea lo que los investigadores llaman
«filtración facial» (que significa que, si mientes, deberías tratar de separar la
emoción de la mentira).
Incluso subconscientemente, las microexpresiones influyen en tus
percepciones del mundo y aprender a observarlas con tu mente consciente puede
darte indicios de los pensamientos y sentimientos de tu pareja que quizá no
detectarías de cualquier otro modo. La pregunta es si puedes aprender a
percatarte de estas microexpresiones al nivel consciente. Las computadoras
definitivamente sí pueden hacerlo. Al mencionar su uso en un sistema de
detección de mentiras, los investigadores chinos describen un sistema automático
que reconoce e interpreta las microexpresiones con 85.42% de precisión, que
ellos señalan como «más alto que el desempeño de sujetos humanos
capacitados».
Pero incluso sin la capacidad de una computadora para tomar una
instantánea y luego analizar cuadro por cuadro mientras calculas datos a la
velocidad de un chip de silicón, puedes aprender a extraer información de las
microexpresiones. Ekman ofrece una variedad de herramientas (que tienen un
costo) para capacitarte a detectar y utilizar las microexpresiones. Pero una cosa
que sí puedes hacer de manera gratuita en este mismo instante es simplemente
esforzarte por aumentar tu concienciación de la existencia de las
microexpresiones. Pasamos por alto la información que nos proporcionan
porque no pensamos en buscarlas.
La siguiente vez que tengas una conversación importante, sea la evaluación
de un candidato a un puesto, la charla con un amigo o esta noche, mientras
intentas sacar información oculta de la gente que amas, observa con cuidado para
ver si el asomo de una expresión se reemplaza con la máscara de otra. Esta breve
ventana puede ofrecerte una mirada a la verdad, las mentiras y las verdaderas
emociones que siente la gente.
Felicidad,
bienestar y
Twinkies
L
a Constitución de Estados Unidos no garantiza la felicidad. En parte eso se
debe a que todo el asunto de «la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad» está en la Declaración de la Independencia y no en la Constitución de
ese país. Pero otra razón importante es que, aunque el gobierno puede garantizar
el derecho a buscar la felicidad (o cuando menos la idea sirve como una
fantástica propaganda), nada puede garantizar que se alcance, así que mientras te
sientas esta noche en tu sillón a leer este libro y a examinar cómo te fue en tu
día, pregúntate: ¿eres feliz?
Primero pregúntate si la «felicidad» es lo que deseas. Si estás abatido,
seguramente así pareciera. E incluso si estás bastante contento, tienes que admitir
que siempre se puede ser más feliz, ¿no? Me refiero a que, mientras lees esto
¿estás sentado en una hamaca en la playa con una copa de margarita a tu
derecha? Y en ese caso, ¿cómo está la temperatura? ¿La brisa es conducente a tu
felicidad? ¿En qué magnitud de la felicidad eres realmente feliz?
Arístipo, un filósofo griego que vivió en el siglo IV a.C., se hizo la misma
pregunta y llegó a la sencilla respuesta de que si te sientes más bien que mal,
entonces eres feliz. Para él, la meta de la vida era maximizar las ocasiones de
felicidad, en tanto que se minimizan las ocasiones de tristeza. En fechas recientes,
el campo de la economía ha proporcionado una tonelada de evidencias de que
eso es exactamente lo que hacemos. En muchos sentidos, los seres humanos son
creaturas simples que «maximizan la utilidad» a través de buscar el placer en
lugar del dolor, al grado en que el afamado economista de Princeton Daniel
Kahneman recomienda medir tu felicidad anotando los hechos de tu día en un
diario y contando con cuánta frecuencia e intensidad la felicidad supera a la
infelicidad.
¿Pero la felicidad podría ser más que tan solo sentirte bien sin sentirte mal (y,
quizá, con un ligero destello de petulancia)?
Allí es donde entra la participación de los eudemonistas. No, los
eudemonistas no son un montón de locos que buscan el significado oculto en las
proporciones matemáticas de las pirámides de Egipto, ni la gente que usa
máscaras y que participa en extraños rituales orgiásticos en las películas de Oliver
Stone. O, si lo son, eso es independiente de su eudemonismo. Un eudemonista
es una persona que cree, al igual que Aristóteles, que la vida es más que la
respuesta refleja de nuestros deseos. Casi podrías oír los entusiastas gritos del
águila Sam de Los Muppets mientras describe los beneficios de cosas como la
fuerte fibra moral.
Desde la perspectiva eudemónica, la felicidad puede ser una verdadera
tontería. Veamos el caso de Panamá. Según las cifras de UNICEF, en 2012
Panamá tenía un ingreso per cápita de $9 910 dólares, solo cuarenta y cinco
usuarios de internet por cada cien habitantes y 6.6% de su población vivía por
debajo del nivel internacional de pobreza de $1.65 dólares al día. Comparemos
eso con el poderoso Estados Unidos, en el que las estadísticas de UNICEF señalan
ingresos per cápita de $50 120 dólares en el 2012, ochenta y seis usuarios de
internet por cada cien habitantes y un porcentaje enormemente menor de
personas que vivían con menos de $1.65 dólares diarios. Es obvio que con más
dinero y la posibilidad de ver cosas como el video del Nyan Cat, la gente en
Estados Unidos es más feliz que la gente en Panamá, ¿no? Pues no, según el
Índice Gallup-Healthways de 2013, que encuestó a 133 000 personas en 135
países para un informe titulado The State of Global Well-Being (Estado del
bienestar global). Cuando se examina el bienestar de los ciudadanos de esos
países, Panamá está en primer sitio de la lista. Los Estados Unidos se sitúan en el
puesto cuarenta y uno.
Eso se debe a que, además de la experiencia de felicidad en el momento
presente, la encuesta de Gallup tomó en cuenta los rubros de propósito (sentir
gusto por lo que se hace a diario y estar motivado para lograr tus metas), social
(tener relaciones comprensivas y amor en tu vida), económico (controlar tu vida
en sentido económico para reducir el estrés y aumentar la seguridad), comunidad
(disfrutar del sitio donde se vive, sentirte seguro y tener orgullo de tu
comunidad) y físico (tener buena salud y suficiente energía para lograr lo que
debes hacer a diario).
De acuerdo con este informe, el bienestar de las personas de Estados Unidos
se reafirma por el propósito y el bienestar social, pero disminuye por la falta de
bienestar en los aspectos comunitarios, físicos y económicos —en apariencia, a
pesar de nuestro poder económico—. Los estadounidenses sienten que no
pueden cubrir sus necesidades. Siria y Afganistán, que son países destruidos por
la guerra, están al final de la lista, ya que solo 1% de la población de ambos está
«prosperando». Al tope de la lista, y luego de Panamá, están Costa Rica,
Dinamarca, Austria y Brasil.
Imaginemos que lo que deseas es bienestar y no felicidad. ¿Qué puedes hacer
al respecto? Una cosa que puedes hacer para mejorar tu bienestar y, en
consecuencia, contribuir en pequeña medida al bienestar de Estados Unidos, es
encontrar una pareja a largo plazo, lo cual fomenta las probabilidades de que,
como estadounidense, obtengas puntuaciones entre quienes «prosperan» y que
subas del deprimente 13% al todavía deprimente 17% (que, por lo menos, te da
la capacidad de mirar con sorna a los que están por debajo de ti).
El bienestar físico en Estados Unidos también es lúgubre… y de un modo
interesante. Sí, estamos hablando de la obesidad y este es un ejemplo de muchos
en los que quizá tengas que cambiar la felicidad por el bienestar. Veamos el
ejemplo de los Twinkies. Si maximizas tu felicidad a través de devorarte diez o
veinte de esos deliciosos pastelillos rellenos de crema, es probable que
experimentes la felicidad inmediata, seguida de un descenso vertiginoso en tu
bienestar que incluye, aunque no se limita, al desprecio por ti mismo y el vómito
explosivo. El caso del Twinkie muestra que sentirse bien no siempre es mejor.
¡Pero es tan fácil poner a la felicidad de un lado de la balanza y a la tristeza en
el otro y marcar la inclinación como medida de una vida feliz! Pues lo siento:
vivimos en una época de ambigüedad y algo que parece tan puro como la
felicidad quedó cubierto del mismo lodo que otras cosas irrefutablemente
buenas, como las grasas trans y los partidos políticos. Y en este mundo ambiguo
en el que ni el dinero, ni la educación ni la mortalidad antes de los cinco años es
una medida absoluta de la felicidad personal o social, tu evaluación de tu propia
vida quizá no se refiera a lo que te sucede, sino a cómo lo interpretas. Los
estudios sobre la personalidad señalan que: «las personas típicamente felices
tienden a interpretar los mismos sucesos y encuentros de manera más favorable
que las personas infelices», según indicaron los investigadores Richard Ryan y
Edward Deci en 2001.
En las inmortales palabras de Bobby McFerrin, si quieres ser feliz, sé feliz
ahora. La felicidad está en la búsqueda y la opción de buscar depende de ti.
Encuentra tu bienestar
¿Quieres saber las maneras de elevar
tu bienestar? La siguiente lista quizá te
suene banal, pero en multitud de estudios
se ha probado que cada uno de esos
elementos te ayudan a sentirte mejor
contigo mismo y con tu vida de una
manera extraordinaria: cuida de tu cuerpo,
encuentra oportunidades de reír, expresa
tus emociones en lugar de reprimirlas,
vive según tus valores, practica la gratitud
y el perdón. (Ah, y reduce el tiempo de
recorrido entre la casa y el trabajo.)
No desprecies el
efecto placebo
C
omo dijo Jack Nicholson en El resplandor: «Al fin llegó la hora de que
tomes tu medicina, mocoso». Pero, de verdad, ¿cuál de los quince frascos de
medicamentos para la noche que tienes alineados en la repisa junto al dentífrico
es el que necesitas tomar? Quizá todos. O… quizá ninguno. ¡Eso es porque los
placebos se están volviendo más fuertes! ¡Sí, esas pastillas de azúcar que usan los
médicos e investigadores para engañar a los grupos control en las pruebas clínicas
están funcionando mejor cada día! Estas pastillas, supuestamente inocuas e
inertes, son tan potentes que se está volviendo cada vez más difícil vencerlas con
los verdaderos medicamentos.
Eso parecería fantástico —¡algún día podrías tomarte una cápsula vacía en
lugar de tu antidepresivo!— pero también significa, como señala un artículo en
la revista JAMA: Psychiatry, que «el aumento en las tasas de respuesta a los
placebos contribuye a una disminución en las diferencias entre los placebos y los
fármacos, y a un aumento en la cantidad de pruebas fallidas con los
medicamentos antipsicóticos; ambos factores incrementan el costo del desarrollo
de medicamentos, demoran la disponibilidad clínica de los nuevos fármacos
antipsicóticos e, incluso, precipitan las reducciones en la investigación sobre
trastornos psiquiátricos que llevan a cabo las empresas farmacéuticas».
La razón por la que los placebos se están volviendo más potentes puede
deberse a la confianza cada vez mayor de tu cerebro en el poder de estas
medicinas. En comparación con el decenio de 1960, es más frecuente que
esperemos ser capaces de deshacernos de nuestros problemas por medio de una
medicina. Esperamos que los fármacos funcionen y así lo hacen. De hecho, casi
todo lo que esperes que tenga un efecto, lo tendrá, desde las terapias alternativas
que muestran asombrosos beneficios para la salud, hasta el efecto «nocebo»: en
un estudio sobre un medicamento común para la próstata, a algunos de los
sujetos varones se les dijo que la medicina podía causar disfunción sexual y estos
individuos tuvieron el doble de la tasa de disfunción sexual que los varones a los
que no se les habló sobre el posible efecto secundario. Nos burlamos del poder
de los factores psicosomáticos diciendo que «todo está en tu mente», pero ¿qué
hay dentro de tu mente que tiene el asombroso potencial de filtrarse a través de
la cubierta que rodea tu sustancia gris e inundar el resto de tu cuerpo? El poder
de tu mente puede hacer que aquello que crees sobre tu cuerpo se vuelva
realidad.
Pero la excesiva confianza en los medicamentos también puede provocar que
funcionen peor. Cuando esperas que algo funcione, así sucede. Pero cuando
esperas que un tratamiento farmacológico sea una cura o una varita mágica que
resuelva todas tus cuitas, quizá debilite la motivación para hacer todas esas cosas
aparte del medicamento que podrían servirte. Vamos, si tomas la partilla mágica,
¿por qué deberías ejercitarte y llevar una dieta sana? En este caso, quizá estés
dando dos pasos hacia delante con la medicina, pero también un paso hacia atrás
a causa de tus malos hábitos de salud. En tiempos de antaño desconfiábamos de
las medicinas y, en consecuencia, seguíamos haciendo todo lo demás que estaba
en nuestro poder para estar bien, lo cual provocaba que aquellos que tomaban
esas medicinas fueran más sanos en general y que el efecto del fármaco pareciera
más fuerte.
El mensaje para ti esta noche mientras buscas tus medicinas es que existen
productos maravillosos en el mercado que pueden ayudar a tu cuerpo y cerebro a
sanar y mantenerse de maneras sorprendentes. Pero no olvides todas esas otras
cosas que podrías, y probablemente deberías, estar haciendo. Creer en el poder
de una pastilla le ayudará a funcionar, ya sea que sea la correcta o no. Pero creer
que eso es todo lo que necesitas puede hacer que el grado de tu bienestar físico se
vincule con una sustancia química equivocada.
Sanación con cristales
Llegó el momento de dejar de burlarte
de la sanación con cristales y del poder
de los relojes magnéticos. Aquello que
crees que funcionará, probablemente lo
hará. ¿Realmente te importa sentirte mejor
debido al poder de un cristal o al poder
de tu mente? Esta semana encuentra
algo en lo que creas y ponlo a prueba. Lo
importante es la experiencia subjetiva que
tu cerebro crea para tu cuerpo (y no las
extrañas miradas que te lanzan porque
llevas un casco de papel aluminio).
La tecnología está
devorándote el
cerebro
A
dmítelo: ¿este libro es tu segunda fuente de consumo de medios en este
momento? ¿Cuál es la primera? ¿Es un teléfono inteligente? ¿Una tableta?
¿Uno de esos inventos antiguos como el televisor a color? En ese caso, se están
comiendo tu cerebro con tanta seguridad como si fueras un personaje secundario
anónimo en una película de zombis de los setenta.
Regresemos al asunto de la tele a color. En 2011, un artículo en la revista
Dreaming describió una interesante característica de los sueños de 2 077
personas a las que se encuestó en 1993, y otras 1 328 a las que se encuestó en
2009. La característica se refería a si la gente soñaba a color. En general, las
personas más jóvenes soñaban a color —80% en comparación con solo 20% de
los individuos de sesenta años—. Eso es fantástico: pareciera como si la
capacidad de soñar a color fuera propia de los cerebros jóvenes.
Pero he aquí el dato interesante: los sueños coloridos aumentaron de 1993 a
2009 solo en las personas que tenían entre veinte y cincuenta años. Por alguna
razón, el sistema se estaba llenando de personas jóvenes que soñaban a color.
Para descubrir la razón, tienes que examinar lo que sucedía treinta años antes.
De 1964 a 1978 —los años formativos de esta nueva generación de personas que
soñaban a color— el porcentaje de hogares con televisores a color creció de 3.1%
a 78%. Los investigadores del artículo de Dreaming culpan al televisor a color, y
no a la juventud, de la capacidad para tener sueños coloridos. No está claro qué
porcentaje de estos sueños a color se relacionaba específicamente con las películas
Tiburón o los Niños del maíz. Pero lo que sí es evidente es que la tecnología tiene
un potencial muy real de cambiar a tu cerebro: vamos, la televisión a color
cambia el aspecto de tus sueños.
La tecnología también nos está robando el sueño. Cuando Thomas Edison
inventó el foco, libró para siempre a la humanidad de los ritmos diurnos y
nocturnos. Tu mente cognitiva puede burlarse de los ritmos circadianos, pero no
se le avisó de ello a tu cerebro reptiliano, que sigue queriendo dormir cuando
está oscuro y despertar cuando hay luz. Porque debes saber que se supone que la
iluminación disminuya en la noche cuando nos relajamos para ir a la cama.
Cuando lees en tu dispositivo electrónico, no tiene que suceder eso (y cuando,
en lugar de leer, juegas esa aplicación que induce que suba tu adrenalina, tu
cuerpo tampoco se relaja). La melatonina es la sustancia química que te hace
sentir sueño. Cuando el mundo se vuelve más mortecino, tu cerebro produce
melatonina y te sientes adormilado. Pero cuando el mundo permanece
iluminado, sin importar la hora, tus ojos le dicen a tu cerebro que produzca
menos melatonina, lo cual dificulta que concilies el sueño. En un artículo para
CNN, Mariana Figueiro, directora del Lighting Research Center (Centro de
Investigación sobre Iluminación), en el Instituto Politécnico Rensselaer,
recomienda utilizar anteojos con tinte anaranjado cuando estás en cama leyendo
en una iPad, ya que esos anteojos filtran la luz azul a la que nuestros ojos son
especialmente sensibles. (Esa quizá sea una buena idea.)
Aún aparte de los efectos destructivos que tiene la privación de sueño sobre la
memoria, la tecnología arruina tu capacidad para tener dominio de la
información. En 2007, Ian Robertson, director del Institute of Neuroscience
(Instituto de Neurociencias), de Trinity College en Dublín, pidió a trescientas
personas que recordaran información personal básica: su número telefónico,
dirección personal, cumpleaños de un familiar. Ahora bien, todos sabemos que
las personas de mayor edad tienen dificultades para recordar las cosas, así que
dales una oportunidad. De hecho, no fue así: 87% de los individuos mayores de
cincuenta años podían recordar el cumpleaños de un familiar, pero menos del
40% de las personas menores de treinta podían hacer lo mismo. Un tercio de los
sujetos entre veinte y treinta años no podían recordar su propio número
telefónico y tuvieron que buscarlo en sus dispositivos digitales. ¡Y eso fue en
2007!
Entonces, luego de que olvidas la información básica que te conecta con
otros seres humanos, Goggle se encarga del resto. Una serie de estudios
publicados en Science muestran que, cuando nos enfrentamos con una tarea
difícil de memoria, en lugar de buscar de inmediato en el fondo de nuestra
memoria, ahora nuestros cerebros están programados para pensar en las
computadoras: nuestra primera idea no es «Dios mío, me pregunto si puedo
recordar el nombre de ese actor que tengo en la punta de la lengua», sino «Dios
mío, debería buscar en Google el nombre de ese actor que tengo en la punta de
la lengua». Y cuando sabes que habrá un modo de encontrar después la
información, permites que tu memoria la olvide. Desde hace años que sabemos
esto gracias a las listas: escribir una lista del supermercado permite que olvides
qué incluye. Y Google funciona como una enorme lista cultural. Debido a que
lista todo, puedes olvidarlo todo. El artículo de Science señala que la
rememoración asistida por la tecnología es comparable a una neuroprótesis: el
apoyo de un miembro artificial del que puedes depender para que compense la
función que perdiste. Con el tiempo, llevar un soporte lumbar causa que pierdas
fuerza en tu centro de gravedad y, con el tiempo, el apoyo de Google puede
hacer que tu memoria se vuelva igualmente flácida.
La pregunta no es si la tecnología cambió y sigue cambiando el cerebro
humano, sino si está cambiando nuestros cerebros de modos que son benéficos o
perjudiciales en general. ¿Realmente necesitas ocupar espacio cerebral en
recordar los nombres de todos los presidentes de tu país cuando podrías
buscarlos con tanta facilidad? ¿El espacio cerebral que en el pasado se ocupaba
con las capitales de los estados y los cumpleaños de los familiares podría
reutilizarse para tareas como la creatividad y el destello? ¿Y la alteración de
nuestros patrones de sueño debido a las tabletas brillantes compensaría los
beneficios del sueño de no tener a una pareja al otro lado de la cama que
contamine tu sueño con la luz de su lámpara de noche? De verdad, este asunto es
demasiado novedoso como para determinarlo. Si puedes, pon una anotación
junto a esta duda sobre la influencia de la tecnología y regresa a ella en unos
veinte o cincuenta años… bueno, si te acuerdas.
¿Por qué
deberías cerrar
tu libro e irte
a dormir?
A
quí estás de nuevo, metido muy a gusto bajo las mantas en tu cama. Vaya
día tuviste: para tu cuerpo, para tu cerebro y para el sistema que forman los
dos cuando se entrelazan. ¿Hoy hiciste cosas buenas para tu cerebro? ¿Cosas
malas? ¿Tu cerebro hizo cosas buenas para ti, al ayudarte a tomar decisiones,
tener ideas y realizar acciones que, en retrospectiva, te hacen sentir orgulloso?
¿Te enfocaste, resististe la tentación, resolviste problemas, recordaste las cosas
que debías recordar, jugaste bien con los demás, ayudaste a desarrollar los
cerebros de quienes te rodean, estuviste en general más feliz que triste o, cuando
menos, conservaste la esperanza y el optimismo a pesar de los malos humores?
En términos generales, ¿sientes los chisporroteos de tu sustancia gris que señalan
un día bien invertido?
No te preocupes: mañana tendrás otra oportunidad.
Y entre ese momento y ahora hay una buena noche de sueño. Pero eso
parecería contraproducente; ¡piensa en cuántas cosas más podrías hacer si te
quedas despierto! No vale la pena y esta es la razón.
Allá por los años sesenta, cuando los investigadores podían meterle agujas a la
gente durante treinta y ocho noches seguidas e inyectarles fármacos como el
fenobarbital, un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Washington mostró que la hormona del crecimiento tiene su máxima secreción
durante el sueño profundo. Esta hormona, de la que tanto se abusa en los
deportes profesionales, aumenta la masa muscular y la síntesis de proteínas, y
estimula al sistema inmunitario (entre otras funciones). Si quieres obtener
hormona del crecimiento de manera natural, ten una buena noche de sueño: una
de las funciones del sueño es reparar lo que descompusiste a lo largo del día.
El sueño también permite que el cerebro deseche la adenosina, una sustancia
que es subproducto del funcionamiento neuronal. Mientras piensas y actúas, se
acumula adenosina, y, mientras duermes, la adenosina desaparece. De hecho, se
ha mostrado que la acumulación de adenosina es una de las señales que provoca
somnolencia en el cerebro y los efectos vigorizantes de la cafeína se deben en
parte a la capacidad de la molécula para bloquear el efecto de esta sustancia en el
cerebro. Mientras más tiempo permaneces despierto, más adenosina inunda tu
cerebro hasta que, finalmente, lo convierte en chucrut.
Y el asunto de que el sueño restaura la belleza también es real. Unos
investigadores en Estocolmo tomaron fotografías de personas luego de una
noche normal de sueño y, de nuevo, después de treinta y un horas de vigilia.
Posteriormente pidieron a sesenta y cinco personas no entrenadas que calificaran
la belleza de esas fotografías. A pesar de llevar una vestimenta y arreglo
equivalentes, las fotografías de las personas a las que se les había privado del
sueño se calificaron como menos sanas, menos atractivas y más agotadas, en
comparación con las imágenes de las mismas personas después de que habían
dormido.
El beneficio final del sueño es algo que probablemente ya oíste antes: el
sueño ayuda a consolidar tus recuerdos. Pero la investigación reciente muestra
que la consolidación de la memoria durante el sueño va más allá de la idea de
guardar los recuerdos de modos más eficientes. Es posible que el sueño
promueva la capacidad general del cerebro para ser maleable y la memoria más
eficiente es un subproducto de este remodelamiento avanzado que ocurre en el
curso de la noche. Puedes observar esto en los cerebros de las personas que
aprenden a escribir en un teclado: después de practicar las habilidades de
mecanografía, las personas que durmieron ocho horas, y luego tomaron una
prueba de mecanografía, tuvieron resultados mucho mejores que aquellos que
llevaron el mismo entrenamiento, pero que permanecieron despiertos durante
ocho horas.
Desde el aprendizaje visual hasta el aprendizaje emocional, pasando por las
definiciones tradicionales de la memoria, el sueño permite que tu cerebro se
cambie a sí mismo de maneras que optimizan aquello que necesitas, mientras
que al mismo tiempo se libra de lo que no te hace falta. En términos básicos, el
sueño es el momento en que el cerebro hace la gran mayoría de las labores de
remodelación que necesita para lograr que mañana sea diferente de hoy.
Así que apaga la luz. Apaga los dispositivos electrónicos. Olvídate del estrés y
de las intrigas del día —de todas las cosas que deberías y no debiste haber hecho
hoy, y de las cosas que deberías y no deberías hacer mañana— y duerme bien.
Tu cerebro será mucho mejor gracias a ello.
Perdónate para poder dormir
Si quieres quedarte dormido, perdónate.
Cuando los investigadores examinaron las
estrategias de control del pensamiento de
406 estudiantes universitarios, encontraron
que abstraerse de los pensamientos
desagradables a favor de ideas más
placenteras funciona mejor que tratar
de controlar los pensamientos negativos
a través de flagelarte por ellos. Si tus
remordimientos, fracasos, preocupaciones
o temores te mantienen despierto, no te
sientas avergonzado: intenta abstraerte de
esos pensamientos desagradables y busca
recuerdos y esperanzas más amables que
te ayuden a poner a dormir tanto a tus
preocupaciones como a tu cerebro.
Acerca del autor
MARBLES, THE BRAIN STORE es una cadena de tiendas dedicada a alcanzar el
potencial del cerebro humano. Sus juegos y productos han aparecido reseñados
en Good Housekeeping, Real Simple, USA Today, y Wired, así como en programas
televisivos como Today y Martha Stewart Living, en Estados Unidos.
GARTH SUNDEM es autor de libros como Geek Logik, The Geeks’ Guide to World
Domination, Brain Candy, Brain Trust, y Beyond IQ. Vive en Boulder, Colorado.
Título Original: Your Daily Brain: 24 Hours in the Life of Your Brain © by
Marbles: The Brain Store with Garth Sundem
Publicado originalmente en 2015 en Estados Unidos por Three Rivers Press, una editorial de Crown Publishing Group, una división
de Penguin Random
House LLC, Nueva York.
Diseño de portada: Domingo Martínez / Estudio la fe ciega
Diseño de interiores: Pulso.inc
Traducción: Gloria Padilla Sierra
© 2015, Marbles Holdings, Inc., con el nombre comercial de Marbles: The
Brain Store
Publicada mediante acuerdo con The Crown Publishing Group, una división
de Penguin Random House, LLC, of 1745 Brodway, Nueva York, Nueva
York, 10019, EUA a través de Interntational Editors Co., Provenza 276, 1r,
Barcelona 08008, España.
Derechos mundiales exclusivos en español.
© 2016, Ediciones Culturales Paidós, S.A. de C.V.
Bajo el sello editorial PAIDÓS M.R.
Avenida Presidente Masarik núm. 111, Piso 2
Colonia Polanco V Sección
Delegación Miguel Hidalgo
C.P. 11560, Ciudad de México
www.planetadelibros.com.mx
www.paidos.com.mx
Primera edición: noviembre de 2016
ISBN: 978-607-747-293-3
Primera edición en formato epub: noviembre de 2016
ISBN: 978-607-747-294-0
No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier
forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por
escrito de los titulares del copyright.
La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la
Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal).
Hecho en México
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