ÍNDICE INTRODUCCIÓN 6:30 6:35 6:45 7:00 7:15 7:30 7:40 7:45 8:00 8:05 8:15 8:30 8:35 8:45 8:50 8:55 PRIMERA PARTE LA MAÑANA: DESPERTAR, ALISTARSE Y SALIR a.m.: Insight o energía: ¿deberías silenciar el despertador? a.m.: Diferencia entre el sueño y la vigilia a.m.: Usa el poder de la novedad para despertar tus sentidos a.m.: ¿Cantas con los gallos o ululas con los búhos? a.m.: Esto es lo que le gusta desayunar a tu cerebro a.m.: ¡Mañanas! ¡Pánico! ¡Hacer mil cosas al mismo tiempo! a.m.: El poder (contrario) del pensamiento positivo a.m.: Cómo planear tu día a.m.: El problema con los rompecabezas a.m.: Cómo recordar dónde quedaron las llaves del auto a.m.: Programa tu reloj de positivismo a.m.: ¿Por qué no puedes recordar los nombres de las calles o las indicaciones? a.m.: Cómo elegir una estación de radio en el auto a.m.: ¿Por qué los cerebros estadounidenses viajan solos? a.m.: ¿Deberías besarte con tu pareja mientras conduces? a.m.: Cómo estacionarte en paralelo SEGUNDA PARTE EL DÍA: TRABAJO, HABILIDADES DE PENSAMIENTO Y FUERZA DE VOLUNTAD 9:05 a.m.: Cómo prestar atención 9:15 a.m.: Catorce maneras en que eres juguete de tu inconsciente 9:30 a.m.: Si crees que tienes más fuerza de voluntad, la tendrás 10:00 a.m.: Cómo progresar, y no palidecer, frente al estrés en el trabajo 10:30 a.m.: ¿Deberías pintar tu oficina de rojo o de azul? 11:00 a.m.: Si no es el CI, ¿entonces qué? La inteligencia práctica te ayuda a resolver los dilemas laborales Mediodía: ¿Cuál es tu estilo de aprendizaje? 12:30 p.m.: Cómo lograr que una idea creativa se materialice 1:00 p.m.: ¿Deberías hacer hoy lo que podrías dejar para mañana? 1:15 p.m.: Empaca tu memoria de trabajo 2:00 p.m.: Apenas son las dos de la tarde. ¿Ya estás agotado? 2:30 p.m.: Cómo leer la mente de tus colegas 3:00 p.m.: El secreto para resolver todos tus problemas 3:30 p.m.: Cómo encontrar lo que necesitas en internet 4:00 p.m.: Cómo ser un innovador 5:00 5:15 5:20 5:30 5:45 6:00 6:15 6:45 7:00 7:20 7:30 8:00 8:30 9:00 TERCERA PARTE LA NOCHE: SALUD, FAMILIA, AMOR Y DISTRACCIÓN p.m.: ¿A tu cerebro le gusta una copa al día? p.m.: ¡Ejercita tu cerebro! p.m.: Tu cerebro vs. la tienda de abarrotes p.m.: ¿Por qué los niños pelean en el asiento trasero del auto? p.m.: Tener hijos cambia al cerebro p.m.: El amor es una combinación química embriagadora p.m.: Cómo saber si tu relación durará p.m.: ¿Deberías discutir con tu cónyuge cuando estás enojado? ¿Qué tal cuando estás triste? p.m.: Un pequeño trozo de evidencia que sugiere que sigues teniendo el cerebro de un cavernícola p.m.: Cómo leer la mente de la persona amada p.m.: Felicidad, bienestar y Twinkies p.m.: No desprecies el efecto placebo p.m.: La tecnología está devorándote el cerebro p.m.: ¿Por qué deberías cerrar tu libro e irte a dormir? Acerca del autor Créditos INTRODUCCIÓN L a marimba siempre ha tenido un sonido muy relajante, con sus mazas de tela que golpean las barras de madera y que son perfectas para reproducir los sonidos de las gotas de lluvia sobre las charcas en el bosque. Luego vino el iPhone y se apropió de ese sonido para hacer su alarma estándar. Ahora el sonido de la marimba provoca que los viajeros en cualquier tren suburbano se lancen a revisar los bolsillos de sus sacos. Considera a este libro como tu marimba. Llegó la hora de despertar, reiniciar tu cerebro y desgarrar el velo del hábito, de las percepciones erróneas y de la irracionalidad que tus neuronas crean entre tú y la realidad. Pero despertar apenas es el principio. Desde el instante en que suena la marimba hasta que tus ojos se cierran por la noche (¡y más allá!), evalúas el mundo que te rodea, evalúas tu mundo interno, decides y eliges, planeas cómo alcanzar pequeñas metas, como llegar a tiempo al trabajo, y mantienes la vista en las metas más grandes, como ser un buen padre o pareja, todo esto en medio de un panorama de distracciones y tentaciones. Cada segundo de cada día tienes la oportunidad de usar tu cerebro para bien o para mal. Tienes la oportunidad de dar en el clavo o de meter la pata, y, cuando das en el clavo o te equivocas, tienes la oportunidad de aprender. El asunto es que, en alguna parte, alguien ha estudiado cada uno de los trozos diminutos de las cosas que hace tu cerebro durante el día. Desde las mil tareas que realizas al mismo tiempo que tomas el café de las mañanas, hasta tus intentos por exprimir el contenido de tu estado semiconsciente antes de dormir para buscar fragmentos de comprensión, hay alguien por allí que tiene un doctorado y que viste una bata de laboratorio —o, más bien, jeans y camiseta— y que sabe cómo hacerlo mejor. Este libro condensa el conocimiento más preciso sobre cómo maximizar el uso de tu cerebro, organizado en términos generales según las situaciones que ocurren en un día, cuando es probable que uses esas habilidades. Algunas de las secciones tratan sobre hechos divertidos que puedes usar para asombrar a tus interlocutores mientras comparten un plato de ensalada; otras ofrecen discernimientos sobre una nueva manera de ver las cosas que haces y por qué las haces, y otras más sugieren pequeñas acciones o ejercicios que pueden ayudar a que uses tu cerebro para dominar en mejor forma los retos que enfrentas cada día y a lo largo de tu vida. Aquí tienes 24 horas en la vida de tu cerebro, una manera divertida de esclarecer esos rincones oscuros de tu mente en los que generalmente solo entran los nervios craneales, además de una oportunidad de explorar la evolución de nuestros conocimientos sobre el cerebro como un medio que puede ayudarte a tener una vida mejor. PRIMERA PARTE LA MAÑANA: DESPERTAR, ALISTARSE Y SALIR Insight 1 o energía: ¿deberías silenciar el despertador? Y a has oído de las ondas cerebrales y aquí te explicamos cómo funcionan. Piensa en los 86 mil millones de neuronas de tu cabeza como si fueran grillos. Cuando canta uno de los grillos no pasa gran cosa; no es como si el canto de un grillo pudiera lograr que sirvas una taza de café o te ayude a recordar ese comentario agudo que querías decir. Los grillos en tu cerebro no se dedican cada uno a lo suyo. Se sincronizan de modo que crean la rítmica discordancia de una noche de verano. El asunto es que los grillos pueden sincronizarse a ritmos diferentes. Los grillos neuronales de tu cerebro «cantan» más lentamente cuando duermes que cuando estás despierto. Del mismo modo que en una noche de verano, las ondas cerebrales que se crean a partir de los cantos de tus neuronas son como el ruido de fondo que está presente mientras suceden otras cosas. Cuando estás despierto, todo lo que haces o piensas sucede contra el telón de fondo del patrón, que se conoce como ondas beta. El sueño profundo ocurre mientras se producen las ondas delta. Si escucharas con atención, las ondas beta sonarían como un canto agudo, en tanto que las ondas delta sonarían como grillos que tocan la sección de bajos de la orquesta. Entre estos dos patrones —ondas beta del estado de alerta y ondas delta del sueño profundo— están las ondas alfa, del estado de relajación cuando estás despierto, y las ondas theta, del sueño ligero. Así, existen muchos patrones de ondas cerebrales que se crean gracias a la sincronicidad de tus grillos cerebrales, y cada onda del cerebro se asocia con un nivel de sueño o conciencia. El propósito de la alarma del despertador es molestar a estos grillos y obligarlos a cantar al ritmo que tú quieres. Por supuesto, tienes una última línea de defensa contra la dictadura de tu despertador: ¡el botón silenciador! El deseo de golpear el botón silenciador está en los primeros sitios de la lista de tentaciones humanas y compite únicamente con la necesidad de revisar Facebook mientras conduces y con la abrumadora compulsión de rascarte una picadura de mosquito en un nudillo. La pregunta es: ¿deberías hacerlo? He aquí por qué no deberías: quizá si programaras la alarma cinco, diez o quince minutos más tarde, no necesitarías usarla en absoluto. Si te deshicieras del hábito de silenciar el despertador, podrías dormir un poco más y esos pocos minutos quizá sean todo lo que necesite tu cerebro para alcanzar el estado natural de vigilia sin que se le lance el balde de agua helada que representa el despertador. Cuando te apegas a un horario regular de sueño, tu cuerpo sabe con precisión cuándo ha alcanzado el nivel final de lo que se conoce como sueño N1, y entonces despiertas, en lugar de entrar otra vez en el ciclo de sueño. Si los quince minutos que pasas en general apretando el botón silenciador te permiten alcanzar este N1 final, tu cuerpo y tu cerebro saldrían mejor beneficiados al utilizar este tiempo para dormir realmente, en lugar de estar silenciando el despertador una y otra vez a media luz. Sin embargo, sí hay algo que puede decirse a favor de permanecer en esta transición N1 entre las ondas alfa y theta. ¿Alguna vez te ha llegado una idea que te deja pasmado? ¿Alguna vez has tenido un destello (insight) que te da en la cabeza como si te cayera un piano? ¿Cuándo sucedió? ¿Ocurrió durante una ducha tibia o en medio de la noche? La razón es que un cerebro que está flotando en el colchón de las ondas theta está listo para un destello —cuando te relajas en la ducha o te deslizas por la frontera entre las ondas alfa y theta del sueño N1, pones a tu cerebro en un estado en el que está listo para recibir los mensajes del más allá—. Allí estás tú, entre los ciclos de sueño en una fase N1 o con la mirada perdida mientras ves una tarde lluviosa por la ventana, y ¡bum!: tienes un destello (que en tu cerebro parece como un estallido de ondas gama de alta frecuencia). Si necesitas llenarte de energía, olvídate del botón silenciador y esfuérzate en tener un ciclo regular de sueño que te permita despertar en forma natural. Pero, si lo que necesitas es tener un destello, intenta seguir apretando el botón silenciador y surfea entre las ondas theta y alfa: la frontera que separa el sueño de la vigilia. Es posible que descubras que tu cerebro inunda con la certidumbre del destello en lo que antes se había mantenido obstinadamente confuso. Notas: 1 Insight, que literalmente es «visión interna», es un término psicológico que significa un entendimiento o comprensión precisa y profunda que ocurre de manera súbita, acerca de algo o alguien. (N. de la T.) Diferencia entre el sueño y la vigilia ¿ Por qué estamos aquí? ¿Estamos solos en el universo? ¿Qué es la conciencia? ¿Por qué las fotos de gatos se vuelven virales en Facebook? Existe una respuesta satisfactoria para precisamente una de estas preguntas: la relativa a la conciencia, y explica qué sucede cuando reingresas a tu cuerpo en las mañanas. La explicación proviene de una larga línea de investigaciones de Francis Crick (famoso por descubrir el ADN) y Christof Koch, del Allen Institute for Brain Science (Instituto Allen de Ciencias del Cerebro), en Seattle. Estos investigadores iniciaron con una pregunta simple: ¿existe un área del cerebro que se activa durante todas las tareas de la conciencia? Si todas estas cosas sensoriales, motoras y cognitivas fueran círculos en un diagrama de Venn, ¿en qué puntos se superpondrían? Lo que encontraron es el claustro: una lámina de neuronas que mide un milímetro de espesor y que divide los hemisferios cerebrales. Todos los mamíferos la tienen y está conectada con los principales protagonistas dentro de tu cráneo, que incluyen a la corteza prefrontal, la corteza auditiva, la corteza visual, la corteza motora primaria, la corteza premotora y muchas otras áreas de funcionamiento. Así que Crick y Koch se metieron dentro de la cabeza de la gente y les dieron choques eléctricos a sus claustros cerebrales para ver si eso alteraba su conciencia. En realidad no fue así; debido a esos detalles incómodos como la ética y la moral, no puedes freírles el cerebro a las personas para ver qué pasa; bueno, excepto en circunstancias muy especiales. Una de esas circunstancias es el tratamiento de la epilepsia. En la epilepsia, hay una falla en un área del cerebro que provoca que la electricidad se «filtre» a los tejidos vecinos y que rebote por el cerebro como la bala de un pistolero que entra en una caja torácica (a veces con consecuencias igualmente devastadoras). Para tratar los casos de epilepsia grave e incapacitante, los médicos exploran dentro de los cerebros de los pacientes en estado de conciencia para descubrir el origen del problema, en cuyo momento pueden curar o disminuir a veces los síntomas al insertar un complejo marcapasos eléctrico. El asunto es que la epilepsia puede vivir en casi cualquier área del cerebro y, en ocasiones, descubrir su origen requiere una exploración importante. Eso es lo que hicieron Mohamad Koubeissi y sus colaboradores con una mujer de cincuenta y cuatro años que tenía lo que ellos describen como «epilepsia intratable». En un estudio que publicaron en 2014 en la revista Epilepsy and Behavior, narran lo que sucedió durante lo que denominaron un mapeo de estimulación eléctrica, donde los cirujanos casualmente estuvieron hurgando en el claustro cerebral de la paciente. Escriben que: «La estimulación del electrodo colocado en el claustro cerebral provocó de manera reproducible una interrupción completa del comportamiento volitivo, inconciencia y amnesia sin síntomas motores negativos o simple afasia». En cristiano, eso significa que, cuando Koubeissi le dio un choque eléctrico al claustro de la mujer, esta quedó inconsciente. Cuando apagaron la electricidad, recobró de inmediato la conciencia. Durante el mapeo cerebral, por lo general los pacientes leen en voz alta o realizan alguna otra tarea cerebral que pueda mostrarles a los médicos cómo sus exploraciones afectan el funcionamiento. En este caso, al momento en que Koubeissi introdujo los impulsos eléctricos dentro del claustro cerebral de su paciente (es decir, cuando «le dio un toque»), ella dejó de leer y de responder al equipo de cirujanos, y su cuerpo entró tranquilamente en un estado de relajación profunda. Cuando las señales cesaron, abrió los ojos y pudo continuar con la lectura. En un artículo para la revista Forbes, Koubeissi llamó al claustro cerebral el «interruptor del sueño» y lo comparó con girar la llave en el encendido de un automóvil. La comprensión de esta diferencia entre estar dormido y despierto, consciente o inconsciente, sigue en sus primeras etapas y las oportunidades de verificar el descubrimiento no se presentan con mucha frecuencia que digamos. Pero esta es la parte divertida: ahora que empezamos a entender la ubicación y funcionamiento de la conciencia humana, eso podría posibilitarnos no solo comprender las raíces de nuestra conciencia, sino también reproducirla. Conocer la diferencia entre el sueño y la vigilia en tu cerebro puede hacer posible que creemos en forma artificial el «despertar». Deslices verbales Aparte del gran interruptor de la Conciencia con mayúscula, están esos pequeños lapsus de conciencia, como cuando dices que «no está el porno para bollos» o cuando conviertes estómago en estógamo. El primero se conoce como malapropismo (cuando inviertes el significado) y el segundo es una metátesis (cuando inviertes los sonidos en una palabra). Busca hoy este tipo de ejemplos. Usa el poder de la novedad para despertar tus sentidos C uando despiertas, tu cerebro está aburrido y simplemente porque tengas abiertos los ojos en la mañana no significa que esté ocurriendo algo allí arriba. De hecho, los estudios han demostrado que, incluso cuando los investigadores pueden mostrar que las áreas de la corteza visual primaria están recibiendo información, es posible que tu cerebro no tenga conciencia de ello. Es posible que tu cerebro reciba la información física de “ver” sin estar consciente de estar viendo. Lo mismo ocurre con el oído, el olfato, el gusto y el tacto: una vez que te acostumbras a algo, dejas de reconocerlo. Si vives cerca del aeropuerto, es posible que dejes de oír los aviones. Si vives cerca de una fábrica de papel, podrías dejar de oler la pulpa caliente. Y gran parte de la razón por la que rascarte una comezón hace que esta empeore es por la concienciación que provoca esa fricción. Sin la acción dirigida de frotar la uña contra aquello que te pica, te acostumbras a la sensación de comezón, que a la larga se difumina hacia el fondo inadvertido de tu cerebro. Rascarse la comezón la vuelve novedosa y provoca que la notes de nuevo. Esto significa que por la mañana luchas no solo contra el cerebro, que quizá haya tenido que salir por fuerza del sueño debido a la brutal agresión del despertador, sino también contra la aburrida combinación de ocho horas de monotonía en tu habitación. Así que, si quieres despertar, dale algo nuevo a tus sentidos. Esto puede ser tan sencillo como pensar en una nueva idea. Del mismo modo que no puedes dormir por las noches si los pensamientos acerca de tu siguiente gran invento o plan de escribir un libro chocan unos con otros en tu cabeza, traer a tu mente ideas interesantes, atractivas y creativas al momento de despertar puede ayudarte a exorcizar el atolondramiento de un cerebro vacío. Considera poner en marcha tu cerebro con una idea interesante anotada en un cuaderno que dejes abierto en tu mesita de noche. O bien, puedes forzar a tu cerebro a lidiar con algo nuevo en el mundo. Una patineta al tope de las escaleras debería bastar. Pero intentemos con algo menos extremo: si programas tu alarma en una estación de radio impredecible o inviertes en un sistema que golpee tu bulbo olfatorio con un nuevo aroma al momento de despertar, eso puede desafiar a tu cerebro a conectarse y empezar a darle sentido a las cosas. Por último, no ignores el poder de la anticipación. Si tu cerebro está más motivado por lo que se le está obligando a dejar (es decir, la tibia cama) que por el deseo de aquello que anticipa en el futuro (es decir, una mañana frenética y un día lleno de trabajo…), quizá se resista a despertar. En lugar de sufrir por la pérdida de tu cama, encuentra algo que anheles, aunque sea solo el café y en gran cantidad. Despierta con… ¡el estrés! Si una nueva idea, una nueva experiencia sensorial o algo que anticipar no te despierta por la mañana, intenta con el estrés. Un estudio con empleados públicos británicos mostró que los niveles de cortisol en el cerebro que ocurren a causa del estrés provocaron que la gente pudiera levantarse temprano para el trabajo. Pero esa es magia negra: a la larga, demasiado cortisol inducido por el estrés puede degradar el cerebro. ¿Cantas con los gallos o ululas con los búhos? Y o lo sé, tú lo sabes, todos sabemos que el asunto de los «madrugadores» y los «noctámbulos» está en el cerebro de la gente a la que le gusta ver ese programa televisivo de media noche o que prefiere los noventa minutos que tiene por las mañanas antes de que despierten los niños. La ciencia coincide: todo está en sus cerebros. Pero eso no significa que no sea real. Por ejemplo, la gente que se considera a sí misma como madrugadora crea literalmente la experiencia química de «despertar» más rápido que las personas que se consideran noctámbulas. Todo tiene que ver con el cortisol —los madrugadores tienen mayores concentraciones de cortisol en la saliva una hora después de despertar en comparación con los noctámbulos—. Eso ocurre incluso cuando los noctámbulos y los madrugadores duermen la misma cantidad de tiempo e informan la misma calidad de sueño. Además, mira lo siguiente: según el National Center for Education Statistics (Centro de Estadísticas Educativas de Estados Unidos), el horario promedio de inicio de las secundarias públicas en Estados Unidos es las 7:59 de la mañana. Es probable que hayas escuchado que ese horario es cruel para los adolescentes y, si miras en sus cerebros, sabrás la razón. Justo al lado del área del cerebro adolescente que almacena las incomprensibles abreviaturas de los mensajes de texto y el área que se mantiene hiperactivamente al día en cuanto a cómo verse a la moda, se encuentra la combinación perfecta de factores que hace que despertar temprano se vuelva no solo inconveniente, sino diabólicamente cruel para la gente que sufre por estar entre los doce y dieciocho años. Todos estamos a merced de los ritmos circadianos: sin importar cuánto durmamos o no, nuestro cerebro quiere dormir cuando oscurece y despertar cuando sale el sol. Existen dos vías en las que el ritmo circadiano te provoca somnolencia: un aumento en la hormona melatonina y un descenso en la temperatura corporal. Al combinarlos, tienes una imagen muy precisa del instante en que el cuerpo quiere irse a dormir. La melatonina aumenta y la temperatura corporal disminuye más tarde en los cuerpos de los adolescentes que en el organismo del ser humano normal. Esa es la primera ráfaga de la tormenta perfecta. La segunda es que los adolescentes necesitan más sueño que los humanos mayores o más jóvenes: cerca de ocho y media a nueve y media horas de sueño por noche, según la American Academy of Pediatrics (AAP, Academia Estadounidense de Pediatría). Si un adolescente que necesita más sueño tiene un bloqueo fisiológico para dormirse hasta que llegan las 11 de la noche y luego tiene que levantarse a las 7 para llegar a tiempo a la escuela a las 8, no hay manera, aparte de poder viajar en el tiempo, en que pueda tener suficientes horas de sueño. El cerebro adolescente está programado para la impulsividad y si a eso le sumas la privación crónica de sueño, el resultado que obtienes, de nuevo según la AAP, es la receta para la depresión, obesidad, bajas calificaciones y, básicamente, un escenario salido de una de esas novelas postapocalípticas que tanto leen los chicos hoy en día. Si no fuera por la mecánica de la jornada laboral adulta que hace mucho más fácil llevar a los niños a la escuela a las ocho de la mañana y la necesidad de los adolescentes por llegar a casa máximo a las cuatro de la tarde para ver televisión, cualquier persona racional y compasiva iniciaría las clases más tarde, digamos a las 9:00 am, cuando mucho. El asunto es que existe la posibilidad de que en tu cerebro se oculte un adolescente, sin importar la edad que tengas. En otras palabras, es injusto decir que todos los supuestos adultos pueden levantarse temprano, en tanto que lo mejor para todos los adolescentes es dormirse tarde. Esas son generalizaciones y tu experiencia tal vez varíe. Y si tú simplemente no puedes despertar en la mañana, quizá se deba a que tu cerebro quiere que seas un noctámbulo. Dicho esto, hay algunas cosas buenas relacionadas con ser madrugador. Los estudios muestran que los madrugadores son, en general, personas más estables, responsables, afables y optimistas, pero también ese es un asunto como el del huevo y la gallina: ¿ser un madrugador te vuelve más afable o las personas afables son casualmente madrugadoras? Eso significa que, si estás programado para ser un noctámbulo, quizá despertar temprano con la esperanza de volverte optimista y afable te volverá un noctámbulo infeliz y que sufre privación de sueño. Si no puedes adaptar tu cerebro a tu vida, pregúntate si puedes adaptar tu vida a tu cerebro. Si eres un noctámbulo, ¿puedes aceptar tus necesidades y dormir un poco más? Intenta decirle a tu empleador que dentro de tu cabeza vive el cerebro de un adolescente. Cuando eso no funcione, pregúntale si puedes reestructurar tus mañanas para que puedas dejar que tu personalidad noctámbula duerma un poquito más. ¿Melatonina para el jet lag? Tu ritmo circadiano se adapta a tu horario de comidas. Un estudio de Harvard demostró que puedes reprogramar tu ritmo circadiano si ayunas durante 12 a 16 horas. Luego, al momento de despertar y comer, tu cuerpo se reconecta de nuevo, como si la hora en que despertaras fuera la mañana natural. También puedes alterar tus concentraciones de melatonina. Un estudio en el British Medical Journal descubrió que tomar un suplemento de melatonina durante los tres días anteriores a un viaje exactamente a la hora en que irás a dormir en tu nuevo destino puede servir para adaptarte al jet lag. Esto es lo que le gusta desayunar a tu cerebro T u cerebro marcha con azúcar pura y de gran octanaje, y consume gran cantidad de ella. Aunque tu cerebro representa solo cerca de 2% de tu masa corporal, incluso en reposo consume alrededor de 20% de la energía del organismo. La glucosa atraviesa la barrera hematoencefálica hacia las células de tu cerebro y luego pasa a los pequeños organismos independientes llamados mitocondrias que viven en tus células, donde esa glucosa se convierte en la energía básica de la célula, llamada ATP, en un proceso que se conoce como ciclo de Krebs, que quizás recuerdes haber visto impreso en tu frente cuando te miraste al espejo luego de quedarte dormido sobre el texto de biología de la secundaria. En cualquier caso, tu cerebro no puede almacenar la glucosa y, en consecuencia, al igual que un colibrí, necesita comer constantemente. Cuando comes azúcar, tu cerebro recibe un estallido de glucosa que luego se consume, como pasa con uno de esos motores de los cohetes de juguete. Y si no comes nada, bueno, tu cuerpo puede metabolizar parte de la grasa de tu organismo para evitar que se te seque el cerebro, pero eso no es precisamente el ideal. Todo esto es para decirte que tu cerebro necesita un buen desayuno. Desde las actividades intelectuales, la toma de decisiones y la velocidad de procesamiento hasta la memoria y la fuerza de voluntad, si no alimentas tu cerebro, este te castigará. Un estudio tras otro muestran que el cerebro no alimentado está por debajo del cerebro alimentado en casi cualquier labor que se te ocurra. Si nos ponemos quisquillosos, los cerebros que se alimentan con desayunos con bajo índice glucémico tienen un desempeño superior al de los cerebros que se alimentan solo con comida azucarada. Por ejemplo, una investigación con 290 niños, publicada en la revista PLOS ONE, muestra que los chicos que ingerían desayunos con bajo índice glucémico a base de arroz tenían un volumen más alto de sustancia gris y un CI (coeficiente intelectual) general superior al de los niños que se alimentaban con una dieta con alto índice glucémico y basada en pan. Además, cuando unos investigadores británicos hicieron comparaciones entre el cereal Cheerios, una bebida de glucosa y ningún desayuno en 29 niños de edad escolar, descubrieron que los grupos en los que se usó la bebida de glucosa y ningún desayuno tuvieron un desempeño desastroso en las pruebas cognitivas que se llevaron a cabo posteriormente durante la mañana. Desayuno para el cerebro Sí: Avena preparada de modo tradicional, pan tostado de trigo entero, cereal de salvado con pasas, jugo de toronja. No: Avena instantánea, bagel, cereal con azúcar, jugo de manzana, pasas. Fuente: Índice glucémico de más de 100 alimentos de la Harvard Medical School. No quiere decir que un poco de azúcar sea el máximo asesino del cerebro que deba evitarse como el mercurio en los mariscos. De hecho, se ha demostrado que un poco de azúcar funciona como un buen energizante en las mañanas y quizás esa sea la razón por la que las culturas de todo el mundo han desarrollado cocinas que tienden a incluir más dulce en los desayunos que en la comida o la cena (recuerda esos panqueques bañados de miel y las dos cucharadas de azúcar en el café). Pero es como dice ese viejo refrán: mucho ruido (azúcar) y pocas nueces (alimentos con bajo índice glucémico) y tu estado de alerta por las mañanas durará poco. En términos del desayuno, si vas a hacer mucho ruido, será mejor que también tengas las nueces del bajo índice glucémico para que lo acompañen. Desayuna y pierde peso Por lo menos si te saltas el desayuno podrás adelgazar, ¿verdad? Pues no. Aunque saques a relucir todos los factores socioeconómicos y demográficos que puedas imaginar que pudieran ser diferentes entre las personas que desayunan y las que no lo hacen, la gente que no desayuna tiene una probabilidad mucho mayor de tener un alto índice de masa corporal. Incluso se han hecho pruebas clínicas, aprobadas por la FDA, que muestran que recetar el desayuno ayuda a promover la pérdida de peso. ¿Cómo es posible que comer te ayude a adelgazar? Simplemente porque ingerir un desayuno hace que tu cerebro sea capaz de resistirse a comer golosinas poco sanas a lo largo del día. Si quieres adelgazar, empieza por ser realista: desayuna. ¡Mañanas! ¡Pánico! ¡Hacer mil cosas al mismo tiempo! H aces el desayuno. Empacas el almuerzo. Das de comer a las mascotas. Arreglas a tus hijos. Arreglas a tu esposo. Te arreglas tú. Ves el correo electrónico. Resuelves el problema mundial del hambre. Bebes más café. Meditas un momento. Te vistes. Recuerdas que necesitas pasar por leche. Programas tu tarde. La mañana es un momento de acción y nunca jamás va en una sola dirección. En lugar de ello, es el momento de las multitareas. Algunos somos mejores en eso que otros… De hecho, en realidad existe un término médico para describir a quienes no podemos hacer múltiples tareas al mismo tiempo: se llama trastorno de aplicación de estrategias y es un tipo de disfunción del lóbulo frontal en el que la gente presenta «desorganización, distracción y problemas con la planificación y toma de decisiones en la vida diaria, a pesar de tener un desempeño normal en las pruebas neuropsicológicas tradicionales», según indica la investigación que publicó Paul Burgess en la revista Psychological Research en el año 2000. Tómate un instante para digerir esto. Esa persona encantadora que comparte tu vida, y que es normal aparte del hecho de que no puede hacer más de una cosa al mismo tiempo, quizá tenga un cerebro que está diseñado de manera diferente al tuyo. Es posible que la persona amada esté programada en términos biológicos para doblar la ropa, asegurarse de que se haya metido al hámster a la casa después de que se escapó o pensar en el clima, pero no puede hacerlo en forma simultánea. No te burlarías de alguien que tiene una conmoción cerebral y no deberías hacerlo con esa persona que amas y que solo es capaz de hacer una tarea a la vez. Si lo haces, eres una mala persona. En el extremo opuesto del espectro está un grupo de personas a las que recientemente se identificó como supertaskers (algo así como «supermultitareas»). Según un estudio que realizó en 2014 Davis Strayer, de la Universidad de Utah, de la misma forma que el cerebro de quienes pueden hacer una sola cosa a la vez es diferente de la mayoría de los cerebros, el cerebro de los «supermultitareas» también es diferente: precisamente 2% de las personas tienen áreas del cíngulo anterior (o circunvolución del cíngulo) y de la corteza frontotemporal posterior que les posibilitan hacer muchas cosas a la vez. El 98% restante quizá tengamos el mismo potencial cerebral en cuanto a CI y otras cosas bonitas, pero cuando juntamos la tarea A con la tarea B, nos lleva más tiempo y tenemos un peor desempeño que si nos centráramos en la tarea A y luego pasáramos por completo a la tarea B. El secreto para tener éxito en las multitareas no es, como podrías esperarlo, dividir tu mente en dos partes y que cada una se ocupe de vigilar y llevar a cabo una tarea demandante. El secreto es cambiar la atención del cerebro de una tarea a otra con tanta rapidez que parezca como si estuvieras haciendo dos cosas al mismo tiempo. Empiezas colocando el reflector sobre la tarea A y luego lo giras a la tarea B, yendo y viniendo entre ellas con tal rapidez que pareciera que puedes alumbrar ambas al mismo tiempo. Los psicólogos le llaman conmutación de tareas. Cuando cambias de una tarea demandante a otra, se requiere tiempo para orientarse; es decir, pagas una sanción en tiempo, en precisión, o ambos, y las dos tareas salen perdiendo. Bueno, a menos que seas un supermultitareas. Existe debate sobre si puedes cambiar lo suficiente a tu cerebro para pasar de ser una persona promedio en la solución de tareas a convertirte en un supermultitareas, pero lo que sí hay son reglas que pueden ayudarte a parecerlo. Estas son cuatro cosas que puedes hacer para mejorar tu capacidad para las multitareas: 1. Puedes lograr que las tareas demandantes en un sentido cognitivo sean menos exigentes, la sanción será menor cuando las combines. Eso parece lógico: si empacas los almuerzos de manera automática, podrás hacerlo mientras preparas un omelette. Si estás pensando en los almuerzos, eso afecta tu capacidad para pensar en el omelette. Si una tarea demandante se vuelve más automática, reduces la demanda sobre tu atención y, en consecuencia, asignas más atención a la segunda (tercera y cuarta…) tarea. 2. Elije tareas que utilicen áreas alejadas del cerebro; digamos, una tarea motora como darle vuelta al omelette, junto con una tarea cognitiva como recordar qué refrigerio le gusta a cada uno de tus niños. Si dos tareas están muy alejadas en tu cerebro, es casi como si ni siquiera estuvieras haciendo dos cosas a la vez. 3. Intenta «hacer» las tareas en tu mente. Por ejemplo, si puedes recordar con precisión dónde te quedaste en la preparación de la tortilla, puedes aprender a regresar exactamente a ese punto sin pagar la «sanción por la conmutación» que tendrías que sufrir al tener que reorientarte. Practica decirte: «estoy picando cebolla» o «cuando regrese, añadiré el queso», antes de pasar a otra tarea y eso debería facilitarte que regreses después al omelette. 4. Busca recursos externos que te anuncien cuándo debes conmutar las tareas. Si te preocupa voltear a tiempo la tortilla de huevo mientras empacas los almuerzos, esta última actividad saldrá perdiendo. El secreto se llama señalización de tareas: programa el temporizador de la cocina para que te recuerde cuándo debes voltear el omelette (que señale cuándo debes conmutar las tareas). Si estás tratando de poner al día a tu pareja que tiene un trastorno en aplicación de estrategias, la señalización de tareas podría funcionar como un recordatorio constante para esa persona de lo que debería estar haciendo en cada momento determinado. Inténtalo y tu pareja te lo agradecerá. Capacitación para las multitareas Si estás dispuesto a esforzarte un poco para mejorar tu capacidad para las multitareas, busca en internet los juegos para «conmutación de tareas», como la Prueba de Rastreo (Test Making Test), el Test de Clasificación de Tarjetas de Wisconsin (Wisconsin Card Sorting Task) y el Test de Colores y Palabras Stroop (Stroop Color and Word Test). Básicamente, estos juegos te obligan a conmutar ágilmente entre conjuntos de reglas, al tiempo que inhibes las distracciones. La práctica en la conmutación de tareas conduce a una gran habilidad para las multitareas. El poder (contrario) del pensamiento positivo L legó la mañana y las posibilidades del día están frente a ti. ¿Qué quieres lograr hoy? O, cuando menos, ¿en qué quieres trabajar hoy para lograrlo? ¿Se trata de perder peso, conseguir un empleo, recuperarte de una lesión o conseguir pareja? En cada caso, los estudios muestran que, mientras más positivos sean los resultados que imaginas, menos probable será que los consigas. «El pensamiento positivo engaña a nuestra mente para que percibamos que ya logramos nuestra meta, provocando que nuestra disposición a tratar de alcanzarla se vuelva más perezosa», dice Gabriele Oettingen, profesora de psicología de la Universidad de Nueva York, en un artículo que escribió para el New York Times. Por ejemplo, cuando les pidió a sus alumnos que escribieran cómo sería una semana feliz y luego los sometió a pruebas al final de la semana, resultó que terminaron sintiéndose menos llenos de energía y lograron menos que los estudiantes que habían descrito una semana realista. Lo mismo ocurre con esas afirmaciones positivas que solía recomendar Stuart Smiley en el programa Saturday Night Live y que, según demuestran los estudios, tienen un efecto totalmente contrario a su intención. En apariencia, cuando te miras al espejo y te dices que eres suficientemente bueno y la gente te quiere, eso puede activar tus pensamientos de que, en realidad, quizá no seas suficientemente bueno y la gente no te quiere. Tu cerebro sabe cuándo estás exagerando. Y cuando las afirmaciones positivas son demasiado lejanas de la realidad en la que tu cerebro sabe que vives, las afirmaciones positivas sobre ti mismo resultan deprimentes, en lugar de levantarte el ánimo. Pero también debemos tomar en cuenta al optimismo, que está en el lado contrario de este resultado científico aparentemente lúgubre sobre el pensamiento positivo. Las personas optimistas tienen mayores puntuaciones en pruebas, tienen una mejor salud mental en general y viven más tiempo. Según muestra Oettingen, la diferencia entre el pensamiento positivo y el optimismo es que el primero depende de la fantasía, en tanto que el segundo depende de las expectativas. Por ejemplo, en un famoso estudio que hizo Oettingen con mujeres obesas que trataban de bajar de peso, la investigadora evaluó sus expectativas de lograr finalmente su peso deseado y, también, sus fantasías sobre alcanzar mágicamente su meta de peso. En este caso, la palabra expectativa se parece mucho al optimismo —predecir cosas buenas para el futuro— y las mujeres del estudio de Oettingen que esperaban cosas buenas las lograron. Pero las mujeres que fantasearon sobre despertar delgadas tuvieron menos probabilidad de haber perdido peso un año después. Así que pregúntate sobre tus metas esta mañana. ¿Qué esperas y en qué cosas fantaseas? Si las divagaciones de tu mente están demasiado alejadas de la realidad, quizás esas fantasías sean lo más cercano que estés de conseguirlas. Pero si puedes afianzar tu optimismo en un resultado que tu cerebro considere asequible, eso puede funcionar como la zanahoria que te impulse a lograr tu meta. Sí puedo, sí puedo… La automotivación tiene sus beneficios. Los estudios acerca de tirar dardos y el ejercicio de resistencia muestran que decirse a uno mismo versiones del mantra «Sí puedo, voy a dominarlo» mejoran el desempeño. Lo único que debes hacer es asegurarte de limitar las afirmaciones positivas a acciones y no a percepciones de ti mismo. La automotivación puede forzarte a visualizar el mejor resultado y mejorar las acciones. La autopercepción no es tan fácil de engañar. Cómo planear tu día L a mañana es la zona cero para la planificación. ¿Qué debe llevar a la escuela un niño de segundo año de primaria para mostrarlo en clase? ¿Cuándo recogerás la ropa de la tintorería? ¿Hoy tienes tiempo para ir al gimnasio y, en ese caso, deberías llevar tus tenis nuevos o tus zapatillas usadas? ¿Cuándo debes pasear a los perros para que no deambulen por la casa buscando los cojines que puedan desgarrar y esparcir por el patio mientras estás en la oficina? ¿Quién irá por los niños o deberían llevarse sus sacos de dormir y cepillos de dientes a la escuela para que vayas por ellos hasta mañana? La lista es interminable y es un milagro del cerebro que algunos de los planes que haces por la mañana siquiera se concreten justo como los pensaste. La habilidad para planificar de manera exitosa depende de algo que se llama función ejecutiva, que habita en un pequeño trozo de tu lóbulo frontal. Por las mañanas usas tu función ejecutiva para ver al futuro: imaginas el futuro que deseas, generas opciones de comportamientos que crearían ese futuro y, finalmente, decides la mejor opción para llegar allí desde donde estás ahora, a ese futuro idílico que imaginaste (en el que todos son felices, comieron, se bañaron, fueron a la escuela, hicieron ejercicio, se enriquecieron y están dormidos para las 8:30 de la noche). Sin la función ejecutiva no puedes ver hacia el futuro, no puedes planear y, en consecuencia, te vuelves impulsivo y actúas de modos que tienen resultados inmediatos pero que quizá sean negativos a la larga. En pocas palabras, sin la función ejecutiva te vuelves un adolescente: impulsivo e incapaz de tomar decisiones que parezcan buenas en retrospectiva. Los adolescentes tienen una excusa, ya que la corteza prefrontal, donde reside la función ejecutiva y su habilidad para planificar por anticipado, no está del todo desarrollada hasta que se llega más o menos a los veinticinco años. En un sentido técnico, el cerebro adolescente sigue «podando» las vías nerviosas para que la función ejecutiva se vuelva más eficiente. Esto significa que, para bien o para mal, a medida que emprendes ese gran viaje de tus años de adolescencia, todas las posibilidades de la función ejecutiva aún están frente a ti. Sigue pareciéndote que quizá es buena idea montar tu patineta y saltar del techo mientras te observa una linda chica o que tal vez está bien abandonar a tu amiga para bailar con un tipo guapísimo en un concierto. El cerebro adolescente aún no se ha deshecho de estas posibilidades. Todavía no integra la habilidad para ver al futuro y pronosticar consecuencias, por lo que no puede planear: no puede visualizar el futuro que quiere, generar estrategias para llegar allí y elegir aquella que tenga la mayor probabilidad de llevar del punto A al punto B. Primero necesita librarse de todas esas sinapsis que conducen por vías secundarias y por una serie de rodeos, esas molestas sinapsis ineficientes que convierten a los adolescentes en los protagonistas de la gran mayoría de los videos graciosos de «caídas» en YouTube. Esta mañana, mientras planeas cómo será tu día, tu única excusa para el fracaso es que olvides utilizar tu corteza prefrontal. La clave para los planes exitosos es poner al mando a tu yo futuro: imaginar en la mañana que estás viendo en retrospectiva cómo fue ese día. ¿Qué desearás haber hecho? Por ejemplo, los estudios acerca de la compra de abarrotes muestran que imaginar de manera intencional que tu yo futuro está al mando provoca que la gente compre alimentos más sanos. La otra lección que obtenemos de los estudios sobre planificación es que la única manera de mejorar es con la práctica: solo si planificas te volverás mejor para hacerlo. Empieza adquiriendo conciencia de qué te funciona y qué no. ¿De verdad puedes combinar la actividad de recoger la ropa en la tintorería con la compra de alimento para perro en tu viaje de regreso a casa? ¿Realmente puedes pasear al perro el tiempo suficiente durante el descanso del medio día para evitar que devore toda la casa? Como en el cerebro de un adolescente, mientras más podes las vías neurales ineficientes que provocan que te olvides de recoger a los niños luego de la práctica de futbol y que no saques a pasear al perro, menos fallas encontrarás en tu capacidad para planificar exitosamente el día. Entrena tu cuerpo, entrena tu cerebro Un estudio de 2011 que se publicó en la revista Science recopila todas las estrategias probadas para estimular la función ejecutiva. Incluye cosas que serían esperables, como el entrenamiento cerebral por computadora, pero también habla de cosas que van desde el ejercicio aeróbico hasta el entrenamiento en atención plena. Parece ser que un cuerpo eficiente se traduce en una mente eficiente, al menos en lo que se refiere a la habilidad de planificación de la función ejecutiva. El problema con los rompecabezas ¿ Te despiertas con el Sudoku mientras tomas un café? ¿Haces el crucigrama del periódico mientras viajas al trabajo? ¡Felicidades! ¡Es probable que te hayas vuelto muy bueno para el Sudoku o para los crucigramas! Ahora bien, si tu vida diaria depende de colocar números o letras en cuadrículas, eres muchísimo más hábil en esa práctica, pero no tanto en otros sentidos. Tu práctica con esos rompecabezas quizá eleve tu confianza en tus habilidades mentales, ya que, como ocurre con las pastillas de azúcar que se usan como placebo, la creencia de que sí funciona provoca que funcione. Pero, aparte del efecto placebo, tu destreza en los crucigramas apenas está por encima de un truco de salón. La razón es algo que se llama transferencia: ¿las habilidades cerebrales necesarias para resolver un crucigrama se transfieren a las habilidades importantes en tu vida? ¿Y hasta dónde se transfiere el entrenamiento cerebral de un crucigrama? Por desgracia, tu cerebro es bastante malo para transferir la lección de una habilidad que practiques a otra, sin importar cuánto se relacionen. Por ejemplo, ¿recuerdas el Tetris? Es ese videojuego donde caen bloques y tienes que acomodarlos para que encajen entre sí y formen filas completas. Lo creas o no, se han hecho amplios estudios del Tetris como prueba de las habilidades visoespaciales, específicamente (como podrás imaginar) como prueba de rotación de figuras, o de la capacidad de tu mente para imaginar cómo se verá algo si se gira de lado o se voltea de cabeza. Demos una rápida ojeada dentro del entrenamiento cerebral del Tetris. Lo que vemos es bastante representativo de cualquier tipo de rompecabezas. Primero está el ángulo esperanzador: muchos estudios muestran cambios cerebrales luego del entrenamiento con el Tetris, de los cuales el más notable es el descenso en la activación de las áreas frontal y parietal del cerebro que se asocian con las tareas de rotación mental. En otras palabras, luego de jugar Tetris, te vuelves más eficiente para girar esas formas en tu mente y requieres menos capacidad mental para imaginar cómo se verían al girarlas. ¡Eso es genial! Lo único que necesitas son doce horas de entrenamiento en Tetris para ver cambios físicos, reales, en el cerebro. Este entrenamiento en Tetris hace que los sujetos tengan mayor capacidad para estacionarse en paralelo, empacar maletas en los depósitos que están arriba de los asientos en un avión, determinar cuántos paquetes de alimentos congelados caben en el congelador y organizar en el garaje los recipientes de Tupperware con decoraciones navideñas. En realidad, no es así. Para nada. El entrenamiento en Tetris es tan específico del juego que ni siquiera te vuelve más apto para girar figuras que no aparecen en el Tetris. Y cuando la gente entrenada en Tetris gira esas figuras en su mente, lo hacen en sentido de las manecillas del reloj, exactamente como en el juego. La moraleja de la historia es que el Tetris te vuelve mejor para el Tetris. Y el Sudoku te vuelve mejor para el Sudoku. Incluso los crucigramas te vuelven mejor para los crucigramas (aunque, en este último caso, existen algunas evidencias de que mejora el proceso de rememoración, así que inclúyelo en la columna de tal vez). La lección es que cualquier rompecabezas te vuelve mejor solo para el rompecabezas. ¡Ay de mí! ¿No existe esperanza de aumentar tu capacidad cerebral esta mañana mientras tomas tu café? ¿No existe manera de lograr neuronas más felices y numerosas con los rompecabezas? De hecho, sí y el secreto es tanto simple como intuitivo: mientras que practicar un crucigrama te vuelve mejor solo para el crucigrama, aprender cómo resolver un nuevo tipo de rompecabezas desafía a tu cerebro a darle sentido constantemente a la información nueva y si hay una sola cosa que deberías aprender de este libro es que hacer constantemente cosas nuevas es bueno para tu cerebro. Una vez que entiendas cómo resolver el Sudoku, llegó el momento de dejarlo atrás. Cuando entiendas el Tetris, llegó la hora de seguir adelante. El proceso de averiguar cómo hacer algo nuevo, y no la práctica repetitiva de algo que ya entiendes, es lo que hará que tu cerebro adquiera facilidad con los tipos de cosas que realmente importan para tu vida. Esta mañana: un rompecabezas misterioso Esta mañana, mientras tomas tu café o durante el viaje a tu trabajo, busca un tipo de rompecabezas que nunca hayas hecho antes. Quizá puedas tratar de entender finalmente de qué se trata la sopa de letras del periódico matutino. O busca en internet «acertijo del puente y la antorcha» o «Hashiwokakero» para encontrar un nuevo tipo de crucigrama, popular en Japón, que posiblemente no hayas visto antes. Dale una hora o un día o una semana, el tiempo suficiente para que entiendas las instrucciones y te sientas cómodo con algunos de los matices. En ese momento ya has obtenido la capacidad de entrenamiento cerebral del rompecabezas y ¡llegó el momento de proseguir con otro tipo! Cómo recordar dónde quedaron las llaves del auto P asaste todo ese tiempo haciendo planes y ahora que preparas la salida de la casa, todos tus planes salen flotando por los aires del olvido como las semillas de un diente de león. Cada vez más lejos está el recuerdo de esa llamada telefónica que harías a las nueve y media de la mañana y el hecho de que tu hijo debía llevar hoy una camiseta blanca para la clase de arte. Todavía más oculta está la localización de las llaves de tu auto, aunque recuerdas vagamente que las pusiste en algún sitio raro. ¿Podrían estar en la repisa del baño? No, eso no es del todo correcto. ¿Quizá en la mesa que usas para doblar la ropa en el cuarto de lavandería? Posiblemente. Esta sección te ayudará a mantener vivos tus planes de esta mañana, ¡incluso minutos u horas después de formularlos! Considéralo como un breve recordatorio matutino. Por supuesto que el tema de la memoria es enorme y se han escrito docenas de libros acerca del cerebro que solo se ocupan del tema del entrenamiento de la memoria. En parte eso se debe a que la «memoria» se refiere a un puñado de habilidades relacionadas, aunque no idénticas. El modo en que recuerdas un olor es diferente del modo en que recuerdas como hacer un tiro libre, que es diferente de cómo recuerdas la lista de tus actividades diarias. Pero todos los tipos de memoria comparten las tres etapas generales de codificación, almacenamiento y recuperación —cómo lo introduces en tu mente, lo guardas y lo vuelves a sacar— y para cada una de ellas existe la manera de aprender a hacerlo mejor. La clave está en aprovechar las estructuras cerebrales que participan en cada una de estas tareas. Por ejemplo, tu hipocampo es la estructura que introduce los datos en tu cabeza. Tus sentidos captan las experiencias y luego tu hipocampo las empaca para almacenarlas en un sitio profundo del cerebro. El problema es que tus sentidos bombardean a tu hipocampo con más información de la que puede manejar y, en consecuencia, tiene que clasificar las experiencias en aquellas que te servirá recordar y aquellas que puedes olvidar de inmediato. El hipocampo hace este trabajo mediante «rotular» las cosas con pequeñas etiquetas adhesivas de prioridad. Puedes ayudar a tu hipocampo a etiquetar las cosas que quieres recordar. Por ejemplo, si colocas las llaves del auto en el plato de la mantequilla dentro del refrigerador, es posible que nunca vuelvas a encontrarlas, pero con solo decirte «estoy poniendo las llaves del auto en el plato de la mantequilla», obligas al hipocampo a etiquetar el recuerdo con una mayor prioridad. Estás haciendo que sea más probable que recuerde las cosas que haces de manera consciente que las que haces en forma automática o sin pretenderlo realmente. Pero si quieres almacenar los recuerdos con la máxima prioridad, las etiquetas de la conciencia no bastan. Para eso necesitas las etiquetas de la emoción y, para conseguirlas, necesitarás la ayuda de otra estructura cerebral que se conoce como amígdala. Algunas personas le llaman el «cerebro reptiliano» porque las dos estructuras con forma de canica que constituyen las amígdalas es donde radican el temor y el deseo, y son los centros del aprendizaje emocional de tu cerebro. Si cuando tenías nueve años quedaste atrapada en el elevador, tu amígdala es la que provoca que ahora tengas claustrofobia (y, como veremos después, la respuesta emocional de la amígdala, equilibrada por los pensamientos racionales de tu corteza prefrontal, también es lo que crea muchas de tus decisiones). Y, si pasaste una hora espantosa buscando las llaves del coche, las cuales arrojaste por accidente a la basura cuando ibas tarde a una junta importante, el recuerdo emocional de ese suceso es lo que te ayuda ahora a recordar dónde las pusiste. Si realmente quieres recordar algo, conviértelo en algo emocional. Tips de memoria +1 Etiquetado +1 Emoción -1 Estrés. La gente que gana competencias de memoria conoce este truco. Para memorizar el orden de un mazo de cartas barajado, los campeones de memoria se cuentan historias lujuriosas y llenas de emoción en las que las cartas representan personajes. Quizá no recuerdes la reina de diamantes, el tres de bastos y la jota de espadas, pero es poco probable que olvides una trama en la que Madonna le enseñó los senos a George Clooney (es decir, si tu cerebro incluye que la «Chica Material» de Madonna representa a la reina de diamantes, la imagen del tres de bastos es una representación de senos prominentes y a George Clooney como un galán encantador parecido a la jota de espadas). Tiene lógica pensar que los recuerdos emocionales son duraderos: recordar el temor que sentiste cuando casi caíste de las ramas más altas de un árbol puede impedir que lo hagas de nuevo. La única excepción a la regla de la asociación entre emoción y memoria es el estrés. Si un recuerdo se relaciona con un solo suceso estresante, como la búsqueda de tus llaves, es posible que ese hecho quede grabado de manera indeleble en tu cerebro. Pero contra un telón de fondo de estrés crónico, no tienes tan buen aprendizaje; es como si el estrés te privara de parte de tu capacidad para crear nuevos recuerdos. De este modo, el estrés es un asunto complejo: el estrés específico asociado con un recuerdo específico crea cosas como la reviviscencia de recuerdos en el trastorno de estrés postraumático, pero un alto nivel general y constante de estrés hace que sean más difíciles de recordar los sucesos que ocurren en ese entorno. Ya hemos hablado sobre la codificación y el almacenamiento, y ahora es momento de hablar de la rememoración: tu capacidad para extraer los recuerdos del almacén que está en el interior de tu cerebro. La memoria a largo plazo se recupera mediante la asociación. Una cosa te hace pensar en otra, como cuando le das las medicinas al perro y las cubres con un trozo de mantequilla, y de pronto recuerdas que metiste las llaves en el plato de la mantequilla. La recuperación señalizada también es la razón por la que la canción «Escalera al cielo» te hace pensar en los bailes de la secundaria y por la que ir a un juego de beisbol puede hacer que un alcohólico recaiga en el vicio. Así que para recordar dónde pones las llaves del auto, puedes tratar de tranquilizarte para que tu memoria no tenga el obstáculo del estrés, y puedes vincular emociones con esos recuerdos. Luego, cuando esas estrategias no funcionen, cedes a las realidades del cerebro moderno y haces una lista. Esa es la recuperación señalizada: un par de garabatos en un papel pueden representar la señal para la información que necesitas recordar. Puedes lograr lo mismo con un hilo atado a tu dedo o una piedrita en el bolsillo. Ahora bien, ¿dónde fue que pusiste la lista? Construye una memoria espacial Las pruebas con imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) que se les han hecho a los campeones de memoria muestran que las habilidades espaciales son las que les permite tener éxito, como si estas personas estuvieran caminando por una compleja mansión llena de habitaciones, en lugar de mirando a un mazo de cartas. La casa llena de habitaciones no está lejos de la estrategia real: al construir una historia con personajes y movimiento, los campeones de memoria toman símbolos abstractos y les asignan un significado. Por ejemplo, después de competir en el Campeonato Mundial de Memoria de 2006, en las Examination Schools de la Universidad de Oxford, Ed Cooke, quien tiene veintitrés años, le dijo a Discover Magazine cómo lo logra: Cooke le asigna a cada carta una persona, acción o cosa; por ejemplo, la reina de bastos es su amiga Henrietta, la acción es golpear con el bolso y la cosa es un armario lleno de ropas de diseñador. Memoriza las cartas en grupos de tres: la primera carta se representa con la persona, la segunda con la acción y la tercera con la imagen. Así podría decir: «Las cantantes de Destiny’s Child están golpeando a Franz Schubert con sus bolsos de mano». Cuando trates de memorizar símbolos o cosas abstractas, dales un significado; haz que esas cosas representen recuerdos con una carga emocional y las recordarás. Programa tu reloj de positivismo N o nos valuamos a nosotros mismos en términos absolutos. Desde la riqueza y la felicidad hasta el éxito y la sensación de satisfacción al final de un largo día, el valor que nos concedemos es por comparación con nuestras expectativas. Es como en la bolsa de valores: quizá no sean los ingresos de la empresa lo que impulse el precio de sus acciones, sino la comparación entre esos ingresos y el pronóstico. Puedes ver ese mismo fenómeno en el servicio a clientes. Un artículo clásico de 1993, que se publicó en la Journal of Marketing Research, señala que la percepción de un consumidor acerca del servicio a clientes está «en función de las expectativas previas del cliente en cuanto a lo que ocurre y lo que debería ocurrir durante un encuentro de servicio». Si los clientes esperan que lo más probable sea que les cuelguen la llamada, estarán felices de simplemente comunicarse con alguien. Si los clientes esperan que el representante de servicio vaya a su casa a limpiar el piso del baño, incluso una política de devoluciones sin peguntas no parecerá suficientemente buena. Y veamos a la gente que baja 3 kilogramos en un programa de pérdida de peso. Un estudio de 1997 muestra que aquellos a los que se les dijo que perderían 2.27 kilogramos estuvieron más que felices de bajar 3 kilos, pero, si se les decía que perderían 4.5 kilogramos, se decepcionaban. Por último, en cuanto al «bienestar subjetivo» —lo que la gente informa que siente sobre cómo le va en la vida—, todo depende de lo que espere, a tal grado que, en términos históricos, la gente en China ha informado el mismo bienestar subjetivo que los estadounidenses, a pesar de que la mediana del ingreso por hogar en Estados Unidos es de $84 300 dólares, contra $10 220 dólares en China (según cifras de Forbes para el 2009), y existe un promedio de 12 años de escolaridad en Estados Unidos contra solo 6.4 años en China. En Estados Unidos, la población simplemente espera más y se siente insatisfecha cuando no lo consigue. Debido a las expectativas, las mediciones de la satisfacción promedio con la vida son consistentemente mayores en India que en Japón. Está bien, está bien, allá va otro ejemplo. Imagina que tu equipo deportivo favorito pierde un juego en su propia casa. ¿Cómo te sientes al respecto? Bueno, según el economista Gordon Dahl de la UC San Diego, lo que importa es si tu equipo era el favorito o no. ¿Cuál era el resultado esperado? Si el equipo de casa no es el favorito y pierde, no pasa gran cosa. Pero cuando el equipo favorito pierde en su propia casa, Dahl mostró que se presenta un aumento en las cifras de violencia doméstica en esa ciudad. Cuando un equipo deportivo no da la talla de acuerdo a las expectativas, sus fanáticos se enojan de maneras viscerales y muy feas. Lo que esto significa es que esta mañana, y todas las mañanas, tienes la oportunidad de determinar las expectativas para ese día que afectarán si te sientes bien o mal al respecto al momento de llegar la noche. Pero este es un asunto complejo: no quieres reducir tus expectativas tan solo para que puedas sentirte agradablemente sorprendido. Reducir tus expectativas quizá conduzca a menores resultados. Por ejemplo, la esperanza de obtener una mediana de ingreso por hogar de $84 300 dólares y terminar 12 años de educación quizá nos ayude a lograr esas cosas. Puede ser que esperar un buen servicio a clientes signifique que recibas buen servicio como cliente. Y si esperas tener un seis de calificación en tus exámenes, es posible que te sientas encantado de alcanzar un siete, pero de todas formas no te servirá para que te acepten en Harvard. Así que estás caminando por la cuerda floja sobre un río infestado de cocodrilos. Espera menos y quizá recibas menos. Pero si esperas demasiado, te estás predisponiendo a una decepción. La solución es el realismo. Si estableces expectativas realistas y luego fallas en lograrlas, quizá la decepción te motive a hacer un mayor esfuerzo en la siguiente ocasión. Y cuando superas esas expectativas, sigue siendo posible que te sientas agradablemente sorprendido. ¿Comerás solo un refrigerio poco sano este día? ¿Correrás 5 kilómetros sin engañarte pensando que correrás dieciséis? ¿Pasarás quince minutos al teléfono hablando con tu madre? Al ser realista tienes la misma probabilidad de tener éxito que de fallar, concediéndote el placer de superar tu desempeño esperado, al tiempo que mantienes la motivación de fallar a veces en tus metas. Enfoca tus expectativas en el proceso, no en el producto Entonces, ¿qué pasa cuando estableces expectativas realistas y luego la mala suerte hace que no las alcances? Ya sabes, eso llega a suceder. Y no es necesario que te decepciones cuando un mal resultado no es por tu culpa. Una solución es establecer tus expectativas realistas para el proceso y no para el producto. Si esperas hacer tu mejor esfuerzo, tienes la posibilidad de sentirte complacido incluso cuando fallas por causa de la mala suerte. O si esperas trabajar de manera eficiente, puedes irte a dormir sintiéndote exitoso, aunque te falte resolver un par de tareas. Esto también se relaciona con las expectativas acerca de los demás. Por ejemplo, los estudios muestran que, si elogias el esfuerzo de un niño y no sus cualidades innatas, como la inteligencia, el niño tendrá mayor probabilidad de esforzarse para conseguir sus metas, en lugar de depender de su (cuestionable) agudeza mental para salir victorioso. A final del día, reconocer y recompensar estos elementos del proceso te ayudará a tener éxito con más frecuencia en lo referente al producto. ¿Por qué no puedes recordar los nombres de las calles o las indicaciones? por la puerta! ¡Lo lograste! Si tan solo pudieras recordar a dónde vas… ¡S aliste Pero si dependes de tu teléfono inteligente para que te diga que «a 1.80 metros gire a la izquierda» cuando vas de la cocina al baño, ¿tu capacidad para orientarte es superflua? Esperemos que la respuesta sea sí, porque es absolutamente cierto que estamos perdiendo esta capacidad. Los estudios muestran que, debido en gran parte a lo que se conoce como mapas «egocéntricos» —que te indican dónde estás—, el cerebro humano está perdiendo su capacidad para orientarse según puntos de referencia y las direcciones de la brújula. Esta capacidad depende de algo que se llama células de «lugar» y de «rejilla». En 2014, el hallazgo de estas células hizo que sus descubridores obtuvieran el Premio Nobel de Medicina o Fisiología. En 1971, John O’Keefe descubrió las células que nos indican dónde estamos y, en 2005, el equipo que forman el matrimonio de May-Britt y Edvard Moser descubrió las células que nos ayudan a llegar al sitio al que vamos. Cuando conduces al trabajo o a la escuela, utilizas estos dos tipos de células —o, cuando menos, solías hacerlo—. Así es cómo funcionan. Las «células de lugar» que encontró O’Keefe son neuronas del hipocampo que se activan cuando estás en una ubicación específica; tu hipocampo contiene pequeños mapas de los sitios que conoce y cada lugar en esos mapas se asocia con un pequeño grupo diferente de neuronas del hipocampo que se activan al mismo tiempo. Cuando vas a un nuevo lugar, construyes un nuevo mapa mental y tu cerebro asigna diferentes agrupamientos de neuronas para representar esos sitios en tu hipocampo. En teoría, aunque todavía no de manera práctica, deberíamos poder ver dentro del hipocampo de una persona y, a partir del patrón de activación nerviosa, descubrir donde se localiza esa persona. El matrimonio Moser retomó el tema en el punto donde lo dejó O’Keefe e inició sus investigaciones con una pregunta simple: ¿qué se conecta con el hipocampo y sus células de lugar? Para averiguar la respuesta, examinaron los cerebros de las ratas mientras recorrían laberintos. Cerca del hipocampo se encuentra un área llamada corteza entorrinal, que podrás recordar porque suena como una operación que se realizaría dentro de un enorme rinoceronte africano. Se ha observado que entre las funciones de la corteza entorrinal (CE) se encuentran cosas como el monitoreo de la dirección a la que apunta tu cabeza y te ayuda a formar memorias conscientes de los sitios en los que has estado; existe una importante conexión entre tu hipocampo y tu corteza prefrontal, que es la base de tu conciencia. Cuando los Moser observaron la CE de las ratas que corrían por laberintos, vieron algo estupendo: cuando las ratas pasaban una marca indicadora y luego la siguiente y la siguiente, se activaban ciertas células dentro de la CE. Resultó ser que estas células representaban puntos en una rejilla hexagonal «similar a la disposición hexagonal de orificios en una colmena», señala la Fundación Nobel. Al activarse en determinados patrones, la rejilla podía dar seguimiento al movimiento de un animal y permitir que los animales planearan los pasos que deberían seguir para llegar de una célula de lugar que indica «aquí» a una célula de lugar que representa «allá». Los Moser las llamaron «células de rejilla». Podemos ver una versión de estas células de rejilla en los cerebros de los humanos que juegan videojuegos. Por medio de electrodos sumamente delgados, los investigadores pueden registrar la descarga de neuronas individuales. Al igual que en las ratas que recorren un laberinto, cuando los investigadores examinan las descargas de una sola neurona en la corteza entorrinal de personas que juegan videojuegos, pueden determinar, por ejemplo, si la persona está haciendo que uno de los personajes corra en el sentido de las manecillas del reloj o al revés. Así que si quieres llegar de tu casa al trabajo, las células de lugar te dirán dónde estás y las células de rejilla te dirán cómo estás viajando. Es interesante señalar que una manera de garantizar que el GPS de tu cerebro siga siendo preciso es durmiendo suficiente. Imagina que una rata activa una secuencia de células de lugar mientras corre un laberinto. Al dormir, el cerebro de la rata activará estas mismas células en el mismo orden, a medida que consolida esta memoria espacial. Al día siguiente, las ratas a las que se ha permitido dormir pueden recorrer con más éxito los laberintos que están en su memoria que las ratas que no durmieron. Otra manera de llegar a un lugar sin tu teléfono inteligente es llegar a un lugar sin tu teléfono inteligente. De nuevo, esto tiene que ver con el hipocampo. Los estudios muestran que los taxistas londinenses, quienes deben memorizar gran cantidad de información espacial como parte de The Knowledge (El conocimiento) —la prueba para obtener la licencia—, tienen un mayor volumen promedio de sustancia gris en sus hipocampos. Y las personas que navegan según la estrategia de estímulo-respuesta del GPS de sus teléfonos tienen hipocampos más pequeños que la gente que utiliza sus mapas mentales para viajar. No solo se trata de que «textear» mientras conduces aumente la probabilidad de que choques (después hablaremos más sobre eso), sino que permitir que tu teléfono inteligente te indique cómo llegar al sitio que vas puede significar que tu cerebro se vuelva menos capaz de encontrar tu destino sin él. Prueba de patrones visuales A diferencia de los taxistas de Londres, no tienes que recordar la disposición espacial de «todas las rutas posibles por la ciudad, al igual que memorizar los puntos de referencia y sitios de interés, museos, parques, estaciones de policía, iglesias, teatros y escuelas, y no solo los puntos de referencia famosos como el Palacio de Buckingham y la Columna de Nelson» (tomado de theknowledgetaxi.co.uk). Pero sería bonito llegar de la casa a la cafetería sin depender del punto azul en tu teléfono. Si temporalmente perdiste esta capacidad (es decir, no recuerdas dónde está tu teléfono), intenta entrenarte con la Prueba de patrones visuales. Es como el juego de «Simón dice», pero tendrás que hacer tus propios patrones. Copia y recorta los cuadros de la página 64 (o hazlos en papel cuadriculado) y luego colócalos en largas cadenas de patrones. Al tocar el extremo superior derecho, superior izquierdo, inferior derecho e inferior izquierdo, ¿cuántos cuadros en una fila puedes reproducir antes de olvidar qué sigue? Cómo elegir una estación de radio en el auto ¿ Qué quieres mientras viajas a tu destino por la mañana? ¿Quieres tranquilidad o enriquecer tu mente? Primero vayamos con los datos sólidos: la gente con ciertas personalidades prefiere determinados tipos de música. Por ejemplo, un estudio con 1443 personas de doce a diecinueve años encontró que aquellos que prefieren la música «elitista», que incluye jazz y clásica, tiende a ser afable, escrupulosa y abierta a experiencias nuevas, pero menos estable en un sentido emocional. Aquellos a los que les gusta el rock, aunque están abiertos a experiencias nuevas, son mucho menos escrupulosos. Los adolescentes que prefieren la música urbana o pop/dance son extrovertidos y afables. Durante los tres años del estudio, los chicos que cambiaron en forma mensurable su personalidad, también cambiaron sus preferencias musicales. Una gran pregunta es si el cambio ocurre en dirección contraria: si al cambiar la música que escuchas puedes cambiar tu personalidad. Parte del acertijo es que nos gusta lo que hemos escuchado antes. Por ejemplo, en un famoso estudio que se publicó en la revista Memory and Cognition se le pidió a los participantes que escucharan melodías. Luego de pasar algún tiempo, se reprodujeron de nuevo estas melodías, junto con música distractora que se compuso para que sonara parecida, aunque no idéntica, a las melodías originales. Se pidió a los sujetos que calificaran cuánto les gustaba cada melodía y, como es de suponer, incluso aunque no sabían al nivel consciente cuáles de ellas habían escuchado y cuáles eran nuevas, prefirieron las melodías que habían oído antes. Esa es la razón por la que te gusta la música que escuchaste en tu juventud y adolescencia: ya la oíste antes, es familiar y la familiaridad conduce al placer. Así que forzarte a escuchar Mozart todas las mañanas mientras vas al trabajo logrará que, a la larga, te guste Mozart. Pero persiste la duda: ¿eso hará que finalmente seas el tipo de persona a la que le gusta Mozart? A largo plazo, en realidad no sabemos. Lo que sí se sabe es que, a corto plazo, la música puede tener un enorme efecto sobre tu estado de ánimo. Estudios muestran que escuchar música que nos es familiar es relajante, mientras que la música nueva puede evocar ansiedad. Esta es otra cosa que sabemos sobre la música que tocas en el coche: poner la música que conoces y disfrutarla durante el traslado de 24.5 minutos entre la casa y el trabajo, que es el promedio en Estados Unidos, implica casi media hora en la que tu cerebro no está obligado en realidad a hacer nada más. Esas canciones que conoces y te fascinan quizá te ayuden a regular tu estado de ánimo (en especial debido a que las vinculas con recuerdos personales y emocionales), pero no te sirven gran cosa para desarrollar tu cerebro. La música novedosa te ayuda a ampliar tu mente. Del mismo modo que cuando se aprende un nuevo idioma, escuchar nueva música puede impulsar a tu cerebro para que se salga de su zona de confort preprogramada, incentivándolo a desarrollar nuevas conexiones entre neuronas que no se han dirigido la palabra desde que decidiste que eras fanático de Pearl Jam y que no te gustaba Kenny Rogers. Si quieres recibir una caricia tranquilizadora, sigue oyendo la música que conoces, pero, si quieres desarrollar tu cerebro, intenta con una nueva estación. Control mental musical Hoy intenta escuchar la banda sonora que suena de música de fondo para tu vida y, mientras lo haces, reconoce que cada opción musical tiene un propósito: su meta es lograr que hagas algo. ¿La música que se oye en el taxi tiene la finalidad de agradarte a ti o al conductor? ¿Qué mensaje intenta transmitir una empresa con la música que se oye cuando te dejan en llamada de espera? ¿Te descubres tarareando la música de la cafetería? ¿Y qué estaciones o géneros te atraen en diferentes momentos del día? Esto no es casual. Por ejemplo, la música con un ritmo rápido puede hacerte sentir feliz, pero aumenta la percepción del tiempo que pasas en espera; cerca de setenta a cien pulsaciones por minuto parecen el ideal para la música en las llamadas en espera. Y una multitud de estudios muestran los efectos de la música en la conducta de gasto: en los restaurantes, la música clásica hace que aumente la probabilidad de que los comensales ordenen entradas «sofisticadas» que, por supuesto, cuestan más. De nuevo, en lugar de permitir que la música ambiental de los espacios que habitas pase desapercibida, intenta escucharla. Al adquirir conciencia de este ruido ambiental, puedes elegir que te influya o protegerte contra los sentimientos y acciones que esta música tiene el propósito de crear. ¿Por qué los cerebros estadounidenses viajan solos? et your motor runnin’… head out on the highway! Looking for adventure… and whatever comes my wa-ay! 2 ¡Vamos! Canta ese clásico de Steppenwolf. Cuando escuchas esta canción, no puedes evitar más que imaginar la línea blanca del camino que se extiende hasta el horizonte. En contraste, existen muy pocas canciones evocadoras de una sensación de libertad que mencionen, digamos, tomar el metro. Pero si de verdad quieres saber por qué los estadounidenses odian el transporte público, lo mejor que puedes hacer es preguntarles. Eso es lo que hizo un estudio del 2007 que apareció en la revista Transportation Research: pidieron a diecinueve personas que viajaban entre su casa y trabajo en su propio automóvil que respondieran a preguntas abiertas sobre su opinión del porqué elegían conducir, y luego examinaron las transcripciones de esas conversaciones para analizar los temas que surgían. Las cinco razones más citadas con respecto a conducir el propio automóvil fueron «preocupaciones de tiempo; reducción del esfuerzo; problemas relacionados con el espacio personal; y costo monetario», según señala el artículo. Sin embargo, la investigación destaca que, si el tiempo y el dinero son preocupaciones, entonces los viajeros estarían en una mejor situación si tomaran el tren. Y la «mejor situación» no termina en lo que se refiere a los asuntos mecánicos. En 2010, una encuesta de Gallup mostró que mientras más largo sea el viaje que tiene que hacer una persona entre su casa y trabajo, mayores son el dolor de espalda, la fatiga, la preocupación y la probabilidad de presentar G obesidad. En otro estudio, el afamado psicólogo Daniel Kahneman pidió a un grupo de trabajadores que llevaran un seguimiento de sus emociones positivas y negativas, y demostró que la proporción de emociones negativas era mayor durante el viaje de ida y vuelta del trabajo que en cualquier otro momento del día. Asimismo, el economista de MIT Robert Frank mostró que aceptar un viaje más largo a cambio de la mayor cantidad de metros cuadrados de una casa en los suburbios es una compensación negativa en lo referente al bienestar; es fácil proyectar tus expectativas de placer y disfrute hacia una casa más grande que esté más lejos de tu trabajo en la ciudad, pero, una vez que la gente toma esa decisión, resulta que aceptar la necesidad de un viaje más largo por el privilegio de una casa más grande reduce el bienestar. Los efectos del viaje en auto particular se han medido en casi cualquier sentido que puedas imaginar (incluyendo el hecho de que nos estamos asfixiando con ello) y en casi cada una de estas mediciones, viajar entre la casa y el trabajo es un asco. ¿Pero por qué, Dios, por qué seríamos tan obstinados de no explorar las alternativas? No existe una respuesta racional, pero sí existe una multitud de respuestas irracionales, y, en el cerebro, estas tienden a estar más que bien. Esta es una: sabemos cómo es viajar solos en nuestro auto y no sabemos cómo es tomar el tren. Los economistas han observado un giro en esto: cuando elegimos una casa más grande, aunque más lejana, en comparación con una casa más pequeña y cercana, sabemos la diferencia exacta en metros cuadrados entre las dos casas, pero solo podemos suponer la diferencia en bienestar que ocurrirá por el trayecto más largo. Tu cerebro tiene aversión al riesgo; es decir, inclina engañosamente la balanza de la racionalidad para que te aferres a lo que tienes, en lugar de arriesgarte por algo que pudieras tener. ¿Echarías $100 dólares a la suerte si pudieras ganar $201 dólares? Esta aversión al riesgo hace que te aferres a los metros cuadrados conocibles de una casa, al mismo tiempo que subvaloras el efecto desconocido del tiempo adicional de trayecto. La segunda razón por la que nos aferramos a nuestra costumbre de viajar en el auto es que no evaluamos en realidad ese trayecto por lo horrible que es, sino que lo comparamos con qué tan horrible fue para todos los demás. En un artículo de Transportation Research que se publicó en 2011, se expone que la satisfacción general con el trayecto entre la casa y el trabajo depende de la felicidad comparativa. Cuando examinas el contenido del estudio aparece un elemento de especial interés: aquellos que viajan en auto son más felices cuando comparan el tiempo de su recorrido con el de otros viajeros que usan auto, algunos de los cuales tienen que recorrer distancias mayores. Y los viajeros que utilizan formas de transporte no motorizadas o que toman transporte público son más felices cuando se comparan con quienes usan un automóvil. Eso significa que una de las principales razones por las que permanecemos aferrados a viajar en nuestro auto es porque todos los demás están aferrados a viajar en su auto y, cuando menos, a ti no te va tan mal como a Francisco, el que trabaja en contabilidad. La capacidad para comparar tu trayecto con un rebaño de otros viajeros que usan su auto hace que tu viaje al trabajo no parezca tan malo. El estudio de Transportation Research también sugiere que, si comparas tu viaje entre la casa y el trabajo con el de las personas que usan el tren, tu satisfacción general sería menor y, quizá, a la larga harías algo al respecto. Gandhi nos dijo que fuéramos el cambio que deseamos ver en el mundo y Bill Murray señala que nos volvamos uno con la pelota. En algún punto de esta mezcla de iniciativa e imaginación se encuentra el valor para explorar otras opciones que no sean viajar solos en nuestro auto particular. Cómo se viaja en Suecia Compara a los Estados Unidos con Suecia. Como ya vimos, en el primero las emociones son más negativas durante el viaje entre la casa y el trabajo que en cualquier otro momento del día: un largo viaje es como darle navajazos al bienestar. En Suecia, un estudio que apareció en Social Indicators Research y que examinó las tres áreas urbanas más grandes del país, indica que «la satisfacción con el viaje entre la casa y el trabajo contribuye a la felicidad general». La culpa de todo la tiene el coche. Como escribe el autor del estudio: «Los posibles factores que explican este resultado incluyen el ejercicio físico deseable de caminar y usar la bicicleta, además de que los trayectos cortos proporcionan un área de amortiguación entre las esferas laboral y privada». Viajar entre la casa y el trabajo en un automóvil particular quizá sea tu única opción, pero, si no lo es, quizá llegó la hora de explorar las alternativas, es decir, si quieres elevar tu felicidad y bienestar. Notas: 2 Letra de la canción «Born to be wild» de Steppenwolf. «¡Pon el motor en marcha… lánzate por la carretera! ¡Buscando aventuras… y cualquier cosa que se cruce en mi camino!». (N. de la T.) ¿Deberías besarte con tu pareja mientras conduces? A lguna vez Albert Einstein dijo que «cualquier hombre que puede conducir de manera segura al mismo tiempo que besa a una linda chica simplemente no está dando al beso la atención que merece». Tal vez lo dijo Mark Twain. ¿O fue Yogi Berra? Quizá Lao Tsé. En cualquier caso, lo importante no es quién lo dijo. El asunto principal es el siguiente: tienes una cantidad limitada de atención y cualquier atención que utilices para otras actividades que no se relacionen con conducir un automóvil es la misma que le restas a conducir. Eso deja en claro la duda de si se debe conducir mientras se está distraído, pero, como muchas de las demás cosas relacionadas con el cerebro, las cosas no quedan allí. El hecho de si deberías besar a tu pareja mientras conduces depende de cuánta atención te demande conducir, cuánta atención le brindas al beso y cuánta atención tienes en total. Si la atención que necesitas para manejar, más la que necesitas para los besos, es menor que la reserva de atención que puedes gastar, ¿por qué no podrían besarse mientras estás detrás del volante? Por supuesto que el tema del que estamos hablando aquí es de los mensajes de texto. ¿Tu cerebro puede «textear» con seguridad mientras conduces? ¿Y cómo se compara el «texteo» con el besarse? He aquí una breve respuesta del American Journal of Public Health: «Después de disminuir de 1999 a 2005, las muertes debido a las distracciones al volante aumentaron 28% después de 2005, elevándose de 4 572 fallecimientos a 5 870 en 2008. En los accidentes aumentó la cifra de conductores varones que viajaban solos y que chocaron con obstrucciones en las calles en zonas urbanas. Pronosticamos que el incremento en los volúmenes de mensajes de texto condujo a más de 16 000 muertes adicionales por accidentes vehiculares entre 2001 y 2007». Esas sí que son palabras mayores. Si eres un conductor varón que está propenso a enviar mensajes de texto mientras conduce solo por zonas urbanas, quizá deberías detenerte justo aquí. Pero el asunto con las estadísticas es que, aunque son bastante buenas para describir la perspectiva desde 3 000 metros de altura acerca de lo que tiende a suceder en grandes poblaciones de personas, son bastante malas para pronosticar lo que sucederá con cualquier persona en específico. En términos generales, no es buena idea que la gente envíe mensajes mientras conduce. ¿Pero qué hay con respecto a ti? ¿Estás en un sitio especial en la curva normal de atención, habilidad y conducción de vehículos para que la actividad de «textear» mientras se conduce sea mala para otras personas pero lo correcto para ti? ¿Cuánto estás dispuesto a apostar? Algo que puede nublar tu juicio es la excesiva confianza en tus habilidades. ¿Sabías que aproximadamente 80% de las personas son conductores «superiores al promedio»? Por supuesto que eso es imposible, pero los estudios muestran que un porcentaje desmesurado de personas cree que son conductores superiores al promedio. Eso quiere decir que quizá no estés siendo muy racional en lo que se refiere a valorar tus propias habilidades cuando estás detrás del volante de un vehículo automotor. Otra cosa que afecta tu suposición es qué tantas de las características de tu teléfono inteligente te afectan al conducir. Un artículo de la revista Environment and Behavior muestra que incluso la presencia de un teléfono inteligente sobre una mesa reduce la calidad de la conversación en curso. Si incluso algo tan importante como tratar de conquistar a alguien durante una cena se va al caño por la mera presencia de un celular, ¿realmente crees que eres inmune a la distracción de los mensajes de texto mientras conduces? Cuando juntas estos dos datos, te encuentras con una situación en la que no puedes confiar realmente en tu evaluación de tus habilidades para conducir ni en tu opinión de que, por supuesto, tu teléfono inteligente no es una distracción. Además, la verdad es que no sabes realmente si, mientras conduces por zonas urbanas, estás en tanto riesgo como un conductor varón propenso a enviar mensajes de texto o si, de algún modo, estás exento de la estadística. La incapacidad del cerebro para ser racional acerca de sus propias capacidades y desafíos detrás del volante significa que, incluso si no sientes que es un riesgo, podría serlo. Ahora bien, besarte es un asunto totalmente diferente y, hasta que exista investigación sólida en contra de esa práctica, no pareciera haber necesidad de contraindicar algo que es tan agradable. ¿Temor o reglas para evitar el «texteo» en adolescentes? ¿Quieres lograr que tu hijo o hija adolescente deje de enviar mensajes de texto mientras conduce? Un artículo de la Academy of Marketing Studies Journal muestra que tu mejor estrategia depende de si el adolescente es varón o mujer. El estudio con 840 adultos jóvenes muestra que las chicas fueron más receptivas a las «peticiones basadas en el temor» a través de las redes sociales —por ejemplo, mostrar imágenes de terribles accidentes provocados por enviar mensajes de texto mientras se conduce—, en tanto que los varones jóvenes «estuvieron de acuerdo en mucho mayor porcentaje que las mujeres en sugerir el uso de leyes y acciones judiciales para desalentar las distracciones al conducir». Reglas o temor: si ajustas la petición según el género correcto del adolescente, tendrás una mejor probabilidad de evitar los mensajes de texto mientras conducen. Cómo estacionarte en paralelo N o hay manera de evitarlo: llegó la hora de hablar de los estereotipos y trataremos dos en particular: la noción de que los hombres tienen mejores habilidades espaciales que las mujeres y que los hombres son mejores para estacionarse en paralelo que las mujeres. Pongamos sobre la mesa estos estereotipos y veamos si se trata de una invención o de un hecho. Primero examinemos el argumento de los hechos. Todo tipo de pruebas indican que los varones tienen puntuaciones consistentemente más altas que las mujeres en pruebas de habilidades especiales (un ejemplo entre muchos es el multicitado estudio canadiense de 2003 que apareció en Memory and Cognition y en el que, casualmente, las dos autoras son mujeres). Si tu pregunta es si la mayoría de los hombres tienen mejores habilidades de visualización espacial que la mayoría de las mujeres, la respuesta, muy aparte de tu ideología, opinión y perspectiva informada de género, es sí. Por desgracia, esta diferencia no es solo una observación interesante —al estudiarla a la par o separada del género, se ha mostrado que la habilidad espacial pronostica elevadas destreza en geometría durante los estudios de educación media superior, al igual que altas calificaciones en las secciones de matemáticas de los exámenes de admisión a la universidad. Las habilidades espaciales tienen consecuencias reales que van más allá de dañar la pintura de la defensa de tu auto y cuando comparas a todos los hombres con todas las mujeres, la mayoría de los varones tienen resultados un poco mejores. Entonces, la pregunta es por qué. ¿Existe algún ingrediente innato o genético en el cerebro masculino que lo vuelve más capaz de imaginar las posibilidades de las figuras? En efecto, tenemos la capacidad de observar las tareas de rotación mental en el cerebro: cuando los investigadores del Montreal Neurological Institute (Instituto Neurológico de Montreal) observaron a través de IRMf los cerebros de personas que realizaban tareas de equiparación de figuras que se presentaban en otras orientaciones, el flujo sanguíneo en el cerebro aumentó en la corteza parietal posterosuperior derecha, en la corteza parietal inferior izquierda, la región parietal inferior izquierda y en la cabeza del núcleo caudado derecho. No tienes que aprenderte esos nombres para aprobar un examen, pero baste decir que sabemos en qué sitios del cerebro se procesa la información espacial. Y, aunque los resultados no son concluyentes del todo, en realidad no existe gran diferencia entre los cerebros de hombres y mujeres cuando giran las figuras en su mente. Además de que con toda seguridad podemos afirmar que no existe un gen masculino que se vincule con la capacidad espacial. Así que si la diferencia de género en capacidad espacial no reside necesariamente en las capacidades estructurales de nuestro cerebro, ¿dónde habita? Una respuesta es que es posible que la diferencia se deba a la crianza y no a la naturaleza. Quizá la manera en que los hombres tienden a desarrollarse en nuestra cultura los capacita para las habilidades espaciales de modos a los que las mujeres no tienen acceso. Aunque muchas de las preguntas que implican la relación entre la cultura y el cerebro se topan con una mezcolanza de datos contradictorios, en este caso en particular sí sabemos la respuesta, que proviene de un estudio con 1 300 personas que se publicó en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences; en otras palabras, es evidencia bastante sólida. En 2010, los investigadores de la Universidad de California en San Diego viajaron al noreste de India para comparar a las personas de las tribus Khasi y Karbi. Estas tribus viven una al lado de la otra en las colinas alrededor de la ciudad de Shillong y las pruebas genéticas demuestran que tienen una estrecha relación entre sí. En la tribu Karbi, no se supone que las mujeres posean tierras y el hijo varón mayor hereda la propiedad: son una sociedad patrilineal. En la tribu Khasi, la hija menor es quien hereda la propiedad, los varones no tienen permitido poseer tierras y se supone que entreguen sus ingresos a su esposa o hermana: son una sociedad matrilineal. Este tipo de división natural provoca que a los investigadores se les caiga la baba. Y después de que se les cayó la baba (o quizá al mismo tiempo), los investigadores le pidieron a 1 279 personas de estas comunidades que resolvieran un rompecabezas visual; cualquiera que resolviera la prueba en menos de treinta segundos obtendría un bono de veinte rupias, que es aproximadamente una cuarta parte del salario diario. Esto es lo que encontraron: en la tribu patrilineal de los Karbi, los varones tenían mejores habilidades de visualización espacial; en tanto que en la tribu matrilineal Khasi, las habilidades espaciales de las mujeres eran tan buenas como las de los hombres. Lo que es más, había un par de hogares en la tribu Karbi que rompían con la norma patrilineal. Casualmente, en estos pocos hogares Karbi las mujeres eran propietarias de la tierra y el dinero, y la brecha de género en habilidades espaciales era solo de un tercio de la magnitud que en los hogares más comunes dominados por varones. La brecha de género en habilidades de visualización espacial se debe a la crianza y no necesariamente al sexo. E incluso en nuestra sociedad occidental tan evolucionada, seguimos siendo más Karbi que Khasi. De hecho, la brecha de género en capacidades espaciales va más allá del entrenamiento, ya que también existe una desafortunada diferencia en el desempeño de ambos sexos en las pruebas. A cierto nivel, muchos de nosotros estamos conscientes de este estereotipo sobre el dominio masculino y tanto los hombres como las mujeres llevan consigo esta concienciación a situaciones como, por ejemplo, los exámenes de ingreso a la universidad. Cuando llevamos nociones preconcebidas sobre una habilidad a una situación llena de presiones, ocurre algo desafortunado; eso se conoce como amenaza del estereotipo. Tu cerebro tiene una capacidad mental limitada, en especial en el área de la memoria de trabajo, que es la parte de tu conciencia donde manipulas la información en dirección al logro de una meta. Necesitas toda la capacidad de tu memoria de trabajo para tener un desempeño adecuado en las pruebas y es bien sabido que tu memoria de trabajo tiene espacios limitados —estos son los «fragmentos de información», como dígitos u otros trozos de información, que puedes mantener presentes en tu mente en cualquier momento determinado—. La investigación muestra que las preocupaciones literalmente ocupan espacio en tu memoria de trabajo, expulsando otra información útil o capacidad de procesamiento. Eso significa que mientras más preocupado estés de que tendrás un mal desempeño en un examen, más probable será que tengas un mal desempeño. Ahora sustituye la palabra preocupación con las palabras amenaza del estereotipo. En muchos casos asociados con los estereotipos, se ha demostrado que la gente que encaja en un grupo que tiene un estereotipo negativo se preocupa de que su desempeño se ajuste a dicho estereotipo, con lo cual bloquean espacio en su memoria de trabajo y ayudan a garantizar que su desempeño confirme el estereotipo negativo. En este caso, las mujeres que se dicen a sí mismas que son malas para la geometría se preocupan cuando llegan a la sección de geometría de los exámenes de admisión y sus memorias de trabajo, que están llenas de preocupaciones, tienen menos espacio para encontrar las respuestas correctas. ¿Esto significa que las mujeres están condenadas a tener un desempeño inferior al de los varones en cuanto a habilidades espaciales, a tener calificaciones más bajas en pruebas de matemáticas y a seguir teniendo una representación menor en áreas como la ingeniería, las ciencias y la tecnología? Difícilmente. Es muy posible romper en mil pedazos el entrenamiento y la amenaza del estereotipo si, por ejemplo, se hace algo tan sencillo como jugar un videojuego durante un par de horas. Los investigadores de la Universidad de Toronto examinaron a hombres y mujeres en una prueba de visualización espacial y encontraron que los varones tenían mejores puntuaciones que las mujeres. Luego pidieron a ambos grupos que jugaran un videojuego de acción que requería moverse con rapidez dentro de un espacio tridimensional. Luego de diez horas de juego, se eliminó la diferencia de género en habilidades de visualización espacial. Sí, este ejemplo es un poco simplista; no vamos a resolver la brecha de género en las áreas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas mediante jugar videojuegos. Pero eso demuestra que la brecha de género en habilidades espaciales es real y que también se puede eliminar si se ofrece a hombres y mujeres exactamente el mismo tipo de entrenamiento. Considera el asunto en términos de la habilidad para estacionarse en paralelo. ¿Qué entrenamiento se ofrece a varones y mujeres? Para responder esto, imagina lo que sucede en la mayoría de las relaciones entre hombres y mujeres en Estados Unidos cuando ambos miembros de la pareja se suben al auto. ¿Crees que en la mayoría de las relaciones conduce el hombre o conduce la mujer? Esa es la parte del entrenamiento. Ahora imagina que viene la parte de la prueba: ¿estás consciente del estereotipo de que los hombres son mejores para estacionarse en paralelo que las mujeres? Si es así, entonces estás ayudando a crear una profecía autocumplida. O puedes decidir que ya basta de represión por la violencia inherente en el sistema, que te importa un bledo estacionarte en paralelo y que te conseguirás un auto que lo haga solo. La prueba de figuras plegadas Busca en internet los términos «paper folding test» (prueba de figuras plegadas o de doblado de papel); hay una excelente versión en spatiallearning.org. En esta tarea ingeniosa y retorcida, se dobla una hoja de papel y luego se perfora un orificio mientras está doblada. ¿Cómo se verá el papel perforado cuando se despliegue? Igualar los dobleces y perforar el orificio correcto te obliga a torcer las habilidades espaciales de tu mente junto con el papel. Hazlo las veces suficientes y mejorarás tus habilidades espaciales. El hecho de que esto se traduzca en una mejor habilidad para estacionarte en paralelo dependerá en gran parte de lo que creas. Si entrenar tus habilidades espaciales te hace sentir que eres mejor para estacionarte, eso puede aplastar las influencias del estrés y de la amenaza del estereotipo en tu cerebro, lo cual hará que mejores en tu habilidad/destreza para estacionarte. SEGUNDA PARTE EL DÍA: TRABAJO, HABILIDADES DE PENSAMIENTO Y FUERZA DE VOLUNTAD Cómo prestar atención C omo lo sabe cualquier niño, incluso el día más soleado no es abrasador; para quemar a una hormiga se necesita una lupa. Una cosa similar pasa con tu cerebro. Puedes tener todo el CI del mundo, pero debes enfocar esa capacidad en lograr las cosas. Como muchas de las habilidades que se describen en este libro, el desafío de la atención está en elegir cómo debemos distribuir un recurso limitado entre muchas posibilidades. Considéralo como algo parecido a gastar tu presupuesto de regalos de Navidad en tu familia y amigos. A menos de que seas Bill Gates o que tengas una lista de regalos muy limitada, es probabe que no puedas gastar $100 dólares en cada persona. En lugar de ello, gastas más en algunos y menos en otros. Tienes que tomar la misma decisión difícil cuando se trata de la atención. Por ejemplo, imagina que estás en una junta. Mientras más atención ocupes en una cosa determinada, menos tendrás para las otras. ¿Qué puedes hacer? Bueno, primero distribuyes tu atención de manera más o menos equilibrada, repartiéndola entre la mayor cantidad de elementos de la escena como puedas captar de inmediato. Hay cosas que podrían llamar tu atención, como la compañera que derramó su café, pero, aparte de cualquier asalto obvio sobre tu atención, aplicas tus criterios personales de búsqueda a la escena. Si eres otro asistente a la junta, podrías notar quién está. Si tú eres quien dirige la junta, podrías notar quién no está. Y cuando te topas con algo que encaja en estos criterios, centras tu atención. Ahora tu atención está más enfocada: un pequeño trozo de la escena consume una gran parte de tu atención y utilizas la misma capacidad mental para obtener más información de un menor espacio. Si estás especialmente interesado en obtener información de aquello que es relevante en términos personales para ti, tu concentración podría ser tan estrecha que te ciegues a otras cosas que quizá quieras notar en el ambiente, como la taza de café de tu compañera que se está inclinando sobre tu laptop. Esto se llama ceguera por inatención y se observa en el famoso experimento del «gorila invisible». En este experimento, a los sujetos se les pide que observen un video de personas que juegan en una cancha de baloncesto y que cuenten el número de pases. Muchos de los sujetos no se percatan de una persona con traje de gorila que camina entre los jugadores. La ceguera por inatención llega incluso más lejos. En un estudio de 2012 que se publicó en la revista Psychological Science, el investigador de Harvard Tafton Drew pidió a veinticuatro radiólogos que interpretaran radiografías y que buscaran nódulos en el pulmón, lo cual es una tarea común. En la última radiografía, Drew insertó la imagen de un gorila que tenía cuarenta y ocho veces el tamaño del nódulo promedio. El rastreo de los movimientos oculares mostró que la gran mayoría de estos veinticuatro radiólogos miró directamente al gorila; sin embargo, 83% de ellos no lo vieron. Es fácil imaginar que, si observas atentamente en una junta quién está tomando notas y quién no lo hace, pases por alto cosas como la pregunta directa de tu jefe (¿Gutiérrez? ¿Gutiérrez?). ¿Notarías al gorila? Si tu atención está enfocada en otra parte, no estés tan seguro. Entonces, ¿qué sucede cuando no puedes evitar que las distracciones obstaculicen tu atención? Una fascinante línea de investigación, que inició con un artículo clásico de 1974 que apareció en la revista Sociometry, demuestra que, si estás distraído mientras escuchas propaganda, estás en mayor probabilidad de creerla. Para evaluar un mensaje persuasivo, debes darle toda tu atención y, si se te asigna una tarea al mismo tiempo que escuchas, los estudios muestran que no solo se te persuadirá más, sino que encontrarás menos argumentos en contra y recordarás menos del contenido general del mensaje persuasivo; si estás distraído, aceptas el argumento como si fueras un borrego. Ahora piensa esto en términos de tu junta. Si estás distraído, será más probable que te tragues cualquier cosa que se diga allí. Catorce maneras en que eres juguete de tu inconsciente T u cerebro está constantemente bajo la influencia de la «facilitación» desde que abres los ojos hasta que los cierras, así que más vale que aprendas estos consejos y trucos desde las primeras horas del día para que puedas estar pendiente de ellos, en lugar de hacerlo más tarde cuando tu inconsciente ya te haya conducido a caer en la trampa de las acciones y decisiones ilógicas. Es hora de echar una mirada al modo en que las cosas que ocurren más allá de tu conciencia afectan lo que piensas y haces: cómo esas pequeñas cosas, que en apariencia son inconsecuentes, causan diferencias profundas en tu experiencia del mundo. Esta es una muestra de descubrimientos interesantes de los estudios sobre la facilitación. Haz lo que gustes con ellos. • Lo que lees en los medios de comunicación matutinos o escuchas de camino al trabajo influye en tus acciones durante el día. Por ejemplo, luego de que estudiantes universitarios leyeron oraciones que incluían palabras como gris, Florida y bingo, lo cual facilitaba que pensaran en ancianos, caminaron de manera más lenta por el pasillo luego de salir del laboratorio. • Las cifras grandes provocan que esperes cifras grandes. Por ejemplo, si escuchas un cálculo elevado de la población del país, del precio de un teléfono inteligente (gracias, Steve Jobs) o de la edad de una persona, es probable que tu propio cálculo de la población, costo o edad sea mayor. • Cuando te sientas frustrado en el trabajo, imagina una conversación con tu pareja. Los estudios sobre facilitación muestran que imaginar la conversación te ayudará a ofrecer soluciones más inteligentes para los problemas. • Cuando la empleada de la cafetería te entrega una taza de café, ¿cuál es la temperatura? Los estudios señalan que las personas que sostienen en la mano una bebida caliente evalúan en términos más positivos a los desconocidos que las personas que sostienen bebidas frías. •¿Ves gente enferma? Cuando una persona estornuda, eso facilita que te preocupes de la muerte, incluso por riesgos de salud no relacionados como los infartos y la criminalidad. Asimismo, las muestras de sangre muestran que ver imágenes de personas enfermas puede facilitar de hecho que tu sistema inmunitario luche contra las enfermedades. • Si necesitas creatividad, intenta colocarte junto a una caja de cartón, lo cual puede facilitar que pienses «fuera de los parámetros establecidos». • A veces necesitas actuar con enojo o con alegría. En ese caso, facilita tu actitud mediante los recuerdos de momentos en los que te hayas sentido de ese modo. Tener a la mano un «archivo de facilitación emocional» con recuerdos puede ayudarte a encontrar la emoción que necesitas en el momento. • Ten cuidado con la influencia facilitadora de los estereotipos que representas. Por ejemplo, cuando se provocó que mujeres estadounidenses de origen asiático se identificaran con el estereotipo asiático, tuvieron mejor desempeño en una prueba de matemáticas, pero cuando se propició que se identificaran con los estereotipos de las mujeres, su desempeño fue peor en la prueba. Del mismo modo, las estudiantes mujeres de una escuela de humanidades tuvieron un peor desempeño en una prueba de habilidades espaciales cuando se utilizó un cuestionario breve que facilitaba que recordaran los estereotipos de género. Se requiere de esfuerzo y concienciación para evitar la atracción de tus estereotipos. •¿Necesitas crear un lazo de simpatía? Puedes facilitarlo con el lenguaje corporal: él se rasca la oreja, tú te rascas la oreja; ella encoje los hombros, tú encojes los hombros. Se ha observado que reproducir el lenguaje corporal de un interlocutor en una conversación aumenta el entendimiento y la conexión. (Bueno, a menos de que el otro te pesque). • Las autoridades te observan. Si en tu oficina comparten algo con base en normas de respeto —por ejemplo, un minibar o espacio para refrigerios— considera colgar sobre él la imagen de unos ojos. Un estudio encontró que cuando se colocaba una imagen de ojos sobre una caja donde la gente pagaba los refrigerios de acuerdo a normas de respeto, la cantidad de dinero se triplicó; cuando se colocó la imagen de unas flores, la gente los robó. ¿Quizá el follaje sirve para ocultar? • Tu ambiente te influye de manera inconsciente. En un ejemplo de muchos, cuando los sujetos leen palabras que se presentan en rápida sucesión en una pantalla de computadora, y luego leen descripciones de un personaje que tiene un comportamiento ambiguo, aquellos que leyeron palabras hostiles, como odio y puñetazo, estuvieron en mayor probabilidad de encontrar malas intenciones en el personaje que los que leyeron palabras neutrales. • Sonríe. La manera en que usas tu cuerpo puede influir en tu mente. Por ejemplo, en un famoso experimento se pidió a los sujetos que sostuvieran un lápiz en la boca mientras oían un discurso. Con la boca en una posición que fuerce la sonrisa, te sentirás más alegre. Si necesitas sentirte contento, finge que lo estás hasta que lo consigas: sonríe y te sentirás mejor. • Mantén en orden la sala de personal. En un estudio, la gente que olía un producto de limpieza y luego comía un refrigerio de galletas que se desmigaban estuvo en mayor probabilidad de limpiar las migajas. Considera cómo puedes facilitar el comportamiento que deseas. Cómo manipular el inconsciente de tu pareja ¡Ay, Dios, las posibilidades son interminables y deliciosas! ¿Puedes facilitar mejores hábitos de higiene personal en tu pareja si colocas jabón en la vela de aromaterapia? ¿Puedes facilitar una mejor noche con esa persona si la recibes en la puerta con una bebida caliente? Cuando se ven uno a uno, los experimentos de facilitación son geniales; cuando se ven en conjunto, nos muestran que afectamos nuestro ambiente y que este nos afecta mucho más de lo que pudimos imaginar. Además de utilizar la facilitación para tus propósitos diabólicos, percátate hoy de la manera en que todo tipo de opiniones y comportamientos facilitan, con intención y sin ella, que tú reacciones de cierto modo. Si crees que tienes más fuerza de voluntad, la tendrás ¿ Puedes resistir la tentación de media mañana de ir a la máquina expendedora? ¿Qué tal con ese frasco de dulces que sabes que está en el escritorio de la pasante? O a mitad de integrar ese informe, ¿puedes impedirte cliquear en esa ventana abierta del buscador para revisar los chismes de las celebridades? La fuerza de voluntad es la capacidad de tu cerebro para mantener la atención, incluso cuando se enfrenta a la tentación, la distracción o la incomodidad. Existen dos corrientes de pensamiento acerca de la fuerza de voluntad. Una afirma que si te esfuerzas lo suficiente, siempre podrás encontrar un poco más. La otra señala que, cuando se termina tu fuerza de voluntad, se acabó, y en ese momento necesitas hacer algo para reabastecer la reserva. La investigación sustenta ambas creencias o, con más precisión, algunos investigadores creen que la fuerza de voluntad es un recurso ilimitado y otros piensan que es un recurso limitado. Una cosa en la que todos coinciden es que la fuerza de voluntad es buena. Se ha relacionado con asuntos diversos que incluyen «relaciones interpersonales más sanas, mayor popularidad, mejor salud mental, una mayor cantidad de habilidades eficaces de afrontamiento, menor agresión, aprovechamiento académico superior, al igual que menos susceptibilidad a la drogadicción y el alcoholismo, delincuencia y trastornos de la conducta alimentaria», según indican Roy Baumeister y sus colegas de la Universidad del Estado de Florida en la revista Personality and Individual Differences. Por cierto, Baumeister pertenece a la postura del «recurso limitado». Aunque la fuerza de voluntad pareciera ser una de esas habilidades que, como la creatividad, flotan por allí en el cerebro humano, burlándose de los intentos de los investigadores por determinar su ubicación, Baumeister cree que es un asunto mucho más mecánico. Para él, la fuerza de voluntad tiene todo que ver con el azúcar. ¿Recuerdas la sección donde hablamos sobre el azúcar y un desayuno sano? El flujo constante de glucosa a tu cerebro se vuelve especialmente importante cuando llegas a la escuela o al trabajo y te enfrentas con la decisión de hacer lo que debes o navegar de manera subrepticia por las noticias del espectáculo en la página de Huffington Post. La mayor parte del cerebro sigue funcionando moderadamente bien a medida que la glucosa disminuye o aumenta un poco. No ocurre lo mismo con la fuerza de voluntad. Baumeister indica que cuando las cosas se ponen difíciles, eso demanda azúcar; por ejemplo, las puntuaciones en pruebas que requieren sostener la atención (es decir, fuerza de voluntad) disminuyen de manera notable cuando la glucosa cerebral es baja y las puntuaciones en pruebas difíciles (pero no mundanas) de simulación de la conducción de vehículos son más bajas cuando la glucosa también es baja. De hecho, en una serie de experimentos Baumeister plantea un argumento bastante persuasivo a favor de la glucosa como moneda de cambio de la fuerza de voluntad, resumiendo sus hallazgos de este modo: «En primer término, las mediciones de la glucosa en sangre mostraron descensos súbitos importantes después de actos de autocontrol, principalmente entre los participantes que se esforzaron más. Segundo, la baja glucosa después de una tarea inicial de autocontrol se relacionó con un autocontrol deficiente en una tarea posterior. Tercero, las manipulaciones experimentales de la glucosa redujeron o eliminaron las disminuciones en el autocontrol que se derivaban de una tarea inicial de autocontrol». En otras palabras, el autocontrol quema glucosa; una vez que se agotan las reservas disponibles de glucosa, hay menor autocontrol y administrar glucosa a una persona que ha agotado sus reservas lo revitaliza. Si te sientes tentado a ver las noticias de las celebridades en lugar de trabajar, bebe un Tropicana Twister (¡4.38 gramos de azúcar por cada 30 mililitros!). Y luego tenemos la otra postura: los investigadores que creen que la fuerza de voluntad es un recurso ilimitado y que, incluso sin la influencia de las bebidas azucaradas, pueden seguir sacando fuerzas de flaqueza. Encontrar investigadores que exhiban públicamente una diferencia de opinión a través de revistas científicas contrarias es como encontrar oro científico. Y es difícil no interpretar la siguiente declaración de un grupo de investigadores de Stanford, dirigidos por Carol Dweck, más como un desafío lanzado de manera más o menos directa hacia el grupo de Florida. Este artículo que se publicó en 2010, justo después del artículo de Baumeister, asevera lo siguiente: «Mucha de la investigación reciente sugiere que la fuerza de voluntad —la capacidad de ejercer autocontrol— es un recurso limitado que se agota después del esfuerzo. Nosotros proponemos que el que suceda o no una reducción depende de la creencia de la persona acerca de si la fuerza de voluntad es un recurso limitado». Esa es una estupenda afirmación, pero ¿dónde está la queja? Como afirma Baumeister, la «queja» se exhibe en una serie de experimentos. En el primero, Dweck y sus colaboradores de Stanford mostraron que, en el caso de algunas personas, la fuerza de voluntad disminuye luego de una tarea agotadora para el cerebro, en tanto que otros continúan al siguiente reto sin fatiga de la fuerza de voluntad. La diferencia entre los dos grupos se encuentra en sus creencias. Para la gente que cree que la fuerza de voluntad es limitada, efectivamente lo es; en contraste, para quienes creen que es un recurso inagotable, es ilimitada. El segundo estudio manipuló las creencias de los sujetos acerca de la fuerza de voluntad y después los sometió a prueba. De nuevo, las personas a las que se les enseñó a creer la teoría del recurso ilimitado siempre podían encontrar más fuerza de voluntad, mientras que aquellos a los que se les enseñó que se agotaba perdieron la fuerza de voluntad luego de la primera tarea difícil. El tercer experimento de Dweck demostró que la gente en ambas posturas consideró que la tarea era igualmente agotadora, pero los individuos que pensaban que la fuerza de voluntad era ilimitada no permitieron que los agotara. Por último, el cuarto estudio se asomó al mundo, a las vidas de las personas que tienen estas dos teorías de la fuerza de voluntad. Un cuestionario por internet evaluó la opinión de los estudiantes acerca de la fuerza de voluntad y les pidió que enumeraran sus metas personales. Posteriormente, durante la semana de exámenes, el cuestionario interrogó a los estudiantes acerca de la frecuencia con la que veían televisión en lugar de estudiar, la frecuencia con la que consumían alimentos con alto contenido de grasa o azúcar, y su progreso hacia lograr sus metas personales. Es probable que adivines el resultado: los estudiantes que creían que la fuerza de voluntad es un recurso finito habían consumido más comida chatarra, habían visto más televisión y habían trabajado menos para lograr su meta que las personas que pensaban que la fuerza de voluntad es infinita. Ahora que has visto los dos argumentos, ¿cuál crees? ¿Le crees a Dweck en Stanford o a Baumeister en la Universidad Estatal de Florida? ¿La fuerza de voluntad es limitada y depende de la glucosa o su única limitación es tu creencia? Si necesitas ponerte a trabajar y terminar ese proyecto mientras inhibes el impulso por revisar los chismes de la farándula, ¿crees que es mejor redoblar esfuerzos o beberte un refresco? Si crees que siempre puedes encontrar más fuerza de voluntad, la encontrarás. En caso contrario, darle un empujón a tu fuerza de voluntad quizá requiera que te tomes una Pepsi o que afrontes las consecuencias. Tu cintura te agradecerá que primero intentes con la primera estrategia. Cómo progresar, y no palidecer, frente al estrés en el trabajo H e aquí un bonito descubrimiento sobre el estrés que proviene de nuestras amigas, las truchas arcoíris juveniles. En apariencia, en «las truchas arcoíris juveniles de tamaño similar y sin diferencias obvias en antecedentes sociales», la capacidad para ganar las peleas por el dominio social es mayor en peces que ignoran los efectos del estrés, según un estudio que se publicó en la revista Hormones and Behavior en 2003. Para la trucha juvenil promedio sin problemas sociales especialmente angustiantes, su trabajo es darles una paliza a las demás truchas y la trucha promedio hace mejor su labor cuando no está estresada. Es probable que veas claramente a dónde vamos con esto. ¡Pero espera! Si no eres una trucha estresada sino una hormiga macho estresada, ¡el efecto del estrés ocurre al revés! En un encantador artículo intitulado «El apareamiento con machos estresados aumenta la adaptación de las hormigas reinas», los investigadores señalan que el apareamiento con machos alados —que tienden a estar completamente estresados en comparación con las hormigas no aladas— «afecta en forma positiva el período de vida y la fecundidad de las reinas jóvenes»; debes admitir que es un beneficio desde cualquier perspectiva que se mire. Entonces, viene aquí la pregunta: ¿eres una trucha o una hormiga? Cuando el estrés llega al máximo en el trabajo, ¿respondes de modo positivo o negativo? Cuando estás bajo presión, ¿no puedes dar la batalla como una trucha o aumentas el período de vida y la fecundidad de la reina? De hecho, es probable que ocurran ambas cosas, dependiendo del nivel de estrés que sientas. La mayoría de los seres humanos tienen una respuesta al estrés que describe una forma de U invertida, en la que su desempeño es malísimo cuando no existe estrés o cuando el estrés es excesivamente elevado, pero se encuentran en su mejor momento en el nivel Ricitos de Oro, donde no es demasiado alto ni demasiado bajo. Eso tiene lógica: el estrés le pone un poco de energía a tu vida, pero en exceso puede aplastarte. El asunto es que puedes manejar tu experiencia del estrés para ampliar la zona de Ricitos de Oro. Así es como se logra. En primer lugar, el estrés crónico es malo. Puedes mantenerte ecuánime con un alto nivel basal de estrés por un tiempo determinado hasta que te derrumba. La Clínica Mayo indica que el estrés crónico aumenta el riesgo de ansiedad, depresión, problemas digestivos, enfermedades cardíacas, problemas de sueño, aumento de peso y alteraciones de la memoria y la concentración. Incluso existe cierta evidencia de que el estrés puede ser la explicación de algunos de los efectos sobre la salud de vivir en un nivel socioeconómico bajo. Un artículo del Instituto de Cáncer de la Universidad de Pittsburg señala que las personas de nivel socioeconómico más bajo tienden a vivir en condiciones que contribuyen al estrés crónico, incluyendo «hacinamiento, delincuencia, contaminación por ruido, discriminación y otros riesgos» y que el nivel basal más alto de estrés que se presenta con este nivel socioeconómico contribuye a problemas de salud que tienden a acompañar a la pobreza. Sin importar desde qué punto de vista lo veas, el estrés crónico no sirve de motivación ni es productivo, y a la larga provoca que te sientas como un tembloroso cultivo bacteriano. De verdad, si intentas ser productivo, sano o ambos, tienes que bajarle al estrés crónico. ¿Pero qué hay con lo que los investigadores denominan estrés «agudo»: ese proyecto o desafío inesperado que lleva tu nivel de estrés de cero a cien, pero que luego te permite regresar al punto inicial? Por ejemplo, los investigadores han estudiado esta reacción al estrés agudo mediante lanzar ratas a una piscina de agua fría. Un estudio clásico de la respuesta humana al estrés proviene de una circunstancia sorprendentemente similar: propietarios de pequeñas empresas en Pennsylvania que cayeron en las frías aguas de una inundación. Los investigadores entrevistaron a 102 propietarios de pequeños negocios luego de que el Huracán Agnes barriera con el área central de Pennsylvania en 1972. Encontraron que en la Escala de Estrés Percibido, que abarca puntuaciones entre cero y 100, un nivel de entre 40 y 48 pronosticaba el desempeño más alto; los propietarios de negocios que obtuvieron este rango de puntuaciones lograron más cosas. Pero aquí viene otro dato interesante: el nivel percibido de estrés de estos propietarios de negocios no tenía nada que ver con cuánto habían perdido a causa del huracán. El nivel de estrés que sentían era completamente independiente de si habían perdido 5% o 100% en la inundación. Esto significa que el estrés y la capacidad para mantenerlo dentro de la zona productiva de Ricitos de Oro no dependen necesariamente de lo que te sucede, sino de cómo lo evalúas y transformas. En lo que se refiere a pronosticar qué tan bueno será tu desempeño, las cosas que te ocurren no son tan importantes como tu percepción de ello. Un secreto de las personas que tienen éxito bajo presión es la capacidad para controlar esa presión. ¿Puedes reestructurar las situaciones triviales para que tengan un nivel aunque sea moderado de estrés, de modo que puedas cosechar la motivación que se deriva de un poco de estrés? Por otro lado, ¿puedes bajarle el volumen a tu experiencia de estrés catastrófico hasta que lo percibas como fuente de motivación pero como algo manejable? En ese caso, puedes aprender a funcionar bajo presión. Este estudio también muestra que, sin importar con cuánto estrés te encuentres, lo que importa es tu manera de afrontarlo. En términos específicos, esta investigación detectó tres estilos generales de afrontamiento del estrés: personas que lidian con la situación estresante, personas que lidian con la experiencia emocional del estrés y personas que usan ambas estrategias de afrontamiento. Pero fíjate en lo siguiente: los individuos que afrontan la experiencia emocional del estrés tienen un desempeño terrible hasta que las cosas se ponen realmente difíciles, en tanto que las personas que enfrentan la situación son fuertes hasta que el estrés llega a niveles muy altos y las circunstancias finalmente los abruman. A medida que el estrés aumenta más allá del punto donde puedes tener un control razonable de la situación, se vuelve cada vez más importante que controles tu experiencia emocional de la situación estresante. Afrontamiento del estrés desde dos posturas La siguiente ocasión en que estés aburrido al máximo o que el estrés te llegue a la coronilla, intenta pensar en la figura de «U invertida» del estrés y el desempeño: un poco es bueno, pero mucho es malo. Luego, si no puedes más que persistir en un punto de la curva donde el estrés amenaza con dominarte, intenta acompañar tu tendencia natural de afrontamiento con estrategias del otro lado del manejo del estrés. Si eres de esas personas que se enfoca en resolver situaciones, intenta abocarte a tus emociones; si eres de quienes se enfocan en liberarse del estrés, intenta resolver la situación que lo provoca. Al abordar el estrés desde los frentes situacional y emocional, puedes darte la mejor oportunidad de controlarlo de manera eficiente. ¿Deberías pintar tu oficina de rojo o de azul? M ira esto: un estudio que apareció en 1996 en la revista British Medical Journal, sobre las pastillas de placebo, mostró que los placebos rojos son más eficaces como estimulantes y que los placebos azules son más eficaces como auxiliares para conciliar el sueño. Otro estudio sobre lucha grecorromana en las olimpiadas de 2004 indica que los luchadores a los que se asignó aleatoriamente un uniforme rojo en lugar de azul ganaron 55% de los encuentros. ¿Quieres más? Hay evidencia de que la luz azul en el exterior de una casa puede reducir los delitos. Ya lo has oído antes y la ciencia lo confirma: el color influye en tu estado de ánimo. Vaya, el color te influye aunque no tengas conciencia de haberlo visto. Por ejemplo, en un estudio que se publicó en Psychological Science, cuando se proyectaban de manera rápida discos verdes, azules o blancos, eso afectaba las percepciones posteriores de otros colores, aunque los sujetos no tuvieran conciencia del color que habían visto. Por lo menos en este experimento, no es como si la percepción del color convirtiera a los gatitos en tigres, pero sí muestra que no tienes que estar consciente del color para que te afecte. Si crees en el punto de vista tradicional de que evolucionamos nuestra capacidad para ver el color con el propósito de descubrir cuál fruta está madura, el efecto del color sobre nuestras emociones no tiene gran sentido. ¿Por qué una fruta verde nos haría tranquilizarnos, en tanto que una fruta madura nos haría sentir agitados? ¿Pero qué tal si la capacidad humana de percibir los colores con nuestros ojos no evolucionó para que calibráramos el color de la fruta sino para ayudarnos a interpretar emociones? Porque verás, resulta ser que los receptores del color en nuestros ojos, llamados conos, están exactamente preparados para detectar los cambios en color debidos a la oxigenación de la sangre: el rojo de la sangre oxigenada y el azul de la sangre que transporta menos oxígeno por el torrente sanguíneo. Además, los primates que han desarrollado la capacidad para ver el color también son los mismos cuyos rostros, traseros, o ambos, carentes de vello, les permiten demostrar emociones a través de la piel cubierta de vasos sanguíneos. Aunque es importante saber cuál es la mejor fruta para comer, quizá sea incluso más importante conocer las emociones de quienes nos rodean mientras estamos comiendo. Y una vez que los millones de años de evolución capacitaron al cerebro humano para considerar al rojo como símbolo de agresión y al azul como símbolo de tranquilidad, no es una minucia que tu mente cognitiva pueda pasar por alto así como así. Entonces, cuando un luchador ve que su oponente lleva un uniforme rojo, pareciera como si este fuera agresivo y furioso. Quizá llevar un traje rojo provoque que incluso el contrincante sea un poco más agresivo y furioso. Debido a que la biología básica de tus ojos está optimizada para reconocer estos colores y tu cerebro evolucionó para interpretarlos, es posible que te sientas un poco más sumiso cuando llevas un uniforme azul. O podrías esperar que la pastilla azul te haga sentir como si le faltara oxígeno a tu sangre, mientras que la pastilla roja te hace sentirte lleno de potente hemoglobina. Podría ser que una oficina roja te haga sentir estresado y molesto, en tanto que una oficina azul te haga sentir tranquilo (¿y soñoliento?). La pregunta de cuál debería ser el color con el que pintes tu oficina se reduce a cómo te quieres sentir mientras estás en el trabajo. Píntala de rojo si necesitas la agresión y de azul si necesitas estar tranquilo. Si no es el CI, ¿entonces qué? La inteligencia práctica te ayuda a resolver los dilemas laborales U na enorme razón por la que los empleados experimentados son tan valiosos para una organización es que, sin importar qué tan inteligente seas —o cuán listo parezca el chico maravilla recién egresado de la carrera de informática de una universidad de renombre—, la inteligencia práctica específica del puesto, que se obtiene gracias a la experiencia, no es algo que se pueda enseñar. Como empleado, sabes cosas que no sabes que sabías: es todo ese conocimiento previo, supuesto, que permite que resuelvas con facilidad las situaciones, incluso nuevas, sin que se te indique lo que debes hacer. Los investigadores le llaman inteligencia práctica. En el extremo opuesto del espectro de tu inteligencia práctica al estilo Oliver Twist, se encuentra la computadora (y ese dinámico y odioso chico maravilla). Por ejemplo, imagina que le dices a una computadora cómo preparar un emparedado de mantequilla de maní con mermelada. En tu cerebro humano, podrías entender que cuando dices «untar mermelada», tu propósito es que se haga con ayuda de un cuchillo o cuando menos de una cuchara, pero la computadora no lo entiende. No tiene los conocimientos que suponemos que son mutuamente comprensibles. Una vez que se unta la mermelada, tienes que decirle a la computadora que coloque los lados con mantequilla de maní y con mermelada uno contra el otro, para que la mermelada entre en contacto con la mantequilla de maní; de otro modo podrías terminar con un emparedado que está al revés. ¿Cuántas personas conoces que son como esa computadora: con toneladas de capacidad de procesamiento, pero sin la inteligencia práctica para utilizarla en su beneficio? Vamos, todos conocemos a alguien así. O tal vez es uno de esos momentos en los que miras a derecha y a izquierda, y eres tú quien tiene dificultades para resolver las sutilezas de las situaciones que los demás parecen solventar con gran facilidad. Todos tenemos una cantidad diferente de inteligencia práctica en general. Como ocurre con el CI, la creatividad o la estatura, tú posees una cantidad mensurable de inteligencia práctica que te hace saber cómo manejar las cosas o desconocer cómo manejar las cosas. Cada persona también posee una inteligencia práctica que es específica de las situaciones. Es posible que tú sepas que, en la cultura de tu grupo específico de cubículos, está bien hablar con palabrotas de un cubículo al otro acerca de lo que pasó o no pasó el fin de semana. O podrías saber que para reducir el número de juntas departamentales innecesarias, es más productivo platicar en la sala de descanso con la secretaria del jefe, quien filtrará la opinión de los altos mandos, en lugar de ir directamente con el jefe. Eso es la inteligencia práctica. Y en tanto que la inteligencia depende de tu mente consciente, la inteligencia práctica depende en gran parte de la mente inconsciente. En lugar de aprender las cosas de manera intencional, las captas sin darte cuenta de ello; en lugar de aprender en forma explícita, cargar información en tu inteligencia práctica depende del aprendizaje implícito. Para agilizarla, intenta pasar del inconsciente a la conciencia el contenido de tu inteligencia práctica. A lo largo de este libro intentaremos alejarnos de los movimientos de muletilla que no se han sometido (o hecho frente) a las intervenciones de la ciencia. Dicho esto, pareciera ser que la conciencia plena es más que una moda esotérica californiana. En términos básicos, la conciencia plena es la diferencia entre estar sentado simplemente frente a la televisión mientras te comes un paquete entero de galletas de chocolate y sentarte frente a la televisión con tu paquete de galletas, pero con la conciencia de lo que haces y el porqué. No es que la conciencia plena prohíba o confirme cualquier comportamiento específico; tan solo implica que puedes lograr que las cadenas de tu inconsciente te obliguen menos a hacer, pensar, sentir y creer cosas que tu yo consciente preferiría que no fueran así. Cuando examinas tus acciones, en lugar de simplemente llevarlas a cabo, tienes la oportunidad de traer a la conciencia las cosas que en general quedan ocultas. Tienes la posibilidad de lograr que las cosas implícitas se vuelvan explícitas y de utilizar tu inteligencia para estimular tu inteligencia práctica. ¿Quieres aprender cómo? Sigue leyendo. Conciencia plena e inteligencia práctica Ahora estamos metidos en el lío de las cosas interconectadas que reciben nombres diferentes aunque se agrupan entre sí y que incluyen la inteligencia práctica, inteligencia emocional, inteligencia cultural y más. Para cada uno de estos términos un tanto imprecisos, existe un estudio que muestra que la conciencia plena sirve para mejorarlas. Aquí va una manera de practicarla. Pregúntate qué conocimiento previo necesitaría una computadora para lograr una de las tareas que llevas a cabo en tu trabajo. ¿Qué necesitaría saber la computadora para hablar con tus donantes en organizaciones sin fines de lucro? ¿O con tu jefe? ¿O con los enanos? ¿Cuál es el equivalente laboral de saber que el lado con la mantequilla de maní tiene que estar en contacto con el lado de la mermelada en un emparedado? Y luego, pregúntate también por qué, lo cual tiene la misma importancia. Al utilizar la conciencia plena para volver explícito el aprendizaje implícito, puedes obtener una mayor inteligencia práctica de estas situaciones que requieren saber sin saberlo. ¿Cuál es tu estilo de aprendizaje? S eguramente habrás escuchado mucho acerca de los estilos de aprendizaje: algunas personas aprenden mejor cuando leen, otros cuando escuchan, algunos lo harán mediante la práctica e incluso otros aprenderán por observación, y así sucesivamente… o por lo menos eso se dice. Para algunos de nosotros lo siguiente es difícil de digerir: cuando los investigadores han examinado tras la cortina de los estilos de aprendizaje, puede decirse que en lugar de encontrar la magia del Gran y Poderoso Oz, se han topado con un charlatán de Kansas que tira de manivelas y lanza grandes pronunciamientos. Claro, la gente sabe cuáles estilos de aprendizaje prefiere, pero no existe evidencia de que equiparar el estilo de instrucción con el estilo de aprendizaje que prefiere el individuo mejore el aprendizaje. Por ejemplo, un informe de 2012, que comisionó el Departamento de Educación de Estados Unidos, observa que: «En pocas palabras, existen unos cuantos hallazgos positivos, con magnitudes desconocidas de efecto, que quedan eclipsados por una cantidad mucho mayor de investigaciones publicadas que presentan ausencia de evidencia, y sospechamos que existe una mayor cantidad de hallazgos nulos que están guardados en los archivos de los investigadores». Lo que esto significa es que cuando se estudia una sola materia, como por ejemplo las matemáticas, y se enseña de modo visual para los estudiantes visuales, de manera auditiva para los estudiantes auditivos y de manera cinestésica para los estudiantes cinestésicos, no se han encontrado mejores resultados que utilizar un solo método de instrucción con todos los alumnos. De hecho, cuando se intenta enseñar matemáticas a través de la cinestesia o arte mediante hablar de ello, de modo que la instrucción equipare las preferencias de los estudiantes, el aprendizaje sufre. Eso se debe a que, por mucho que algunos padres quieran lo contrario, el movimiento no es la mejor forma de enseñar matemáticas y el arte es un ejercicio visual, no auditivo. En lugar de esforzarse por equiparar la instrucción con los estilos de aprendizaje de los estudiantes, el informe del Departamento de Educación sugiere que «los educadores deberían enfocarse en desarrollar los modos más eficaces y congruentes de presentar contenidos específicos, lo cual a menudo implica la combinación de diferentes formas de instrucción, como diagramas y palabras, en formas que se refuercen mutuamente». Lo mismo es válido para ti en el trabajo. Lo que más importa no es necesariamente cómo te gusta aprender nuevas habilidades e información, sino cuál es la mejor manera de presentar las habilidades e información específicas. Por mucho que te asuste Excel, Photoshop o la mecánica interpersonal de aprender una nueva habilidad directamente de alguien que ya la conoce, si esa es la mejor manera de obtener la información, así es, muy aparte de cuál creas que es tu estilo de aprendizaje. El costo de la investigación sobre los estilos de aprendizaje Daniel Willingham, catedrático de psicología en la Universidad de Virginia y principal desacreditador del mito de los estilos de aprendizaje, señala que la creencia en dichos estilos no solo condena al «aprendiz cinestésico» a un intento ineficiente de aprender matemáticas a través de brincar una cuerda, sino que la investigación que se invierte en los estilos de aprendizaje le roba recursos a otras cosas más importantes y prometedoras que se podrían estar estudiando. ¿Las chisporroteantes neuronas de todos esos investigadores educativos podrían utilizarse con mayor provecho en resolver los problemas reales del aprendizaje y los sistemas escolares? Tu tarea de hoy es dejar de creer en los estilos de aprendizaje. Simplemente déjalo ya. Cómo lograr que una idea creativa se materialice S egún Gordon Kane, director del Centro de Física Teórica de Michigan, en la Universidad de Michigan, en Ann Arbor, las partículas cuánticas diminutas nacen y desaparecen. Se crean de la nada «violando temporalmente la conservación de la energía», escribe Kane en un artículo para Scientific American. Pareciera que eso es lo que sucede con una idea creativa: cobra vida de la nada. Pero eso es absolutamente falso. En lugar de que un foco se encienda sobre tu cabeza, la creatividad lo construye con las partes sobrantes que encuentra por allí en tu cerebro: el vidrio de aquí con el filamento de allá y la rosca de metal de otro sitio. En lugar de generar algo nuevo, una enorme cantidad de investigación muestra que la creatividad proviene de hacer nuevas conexiones entre la información e ideas que ya existen en tu cerebro. En otras palabras, depende de algo que se conoce como conocimiento específico de dominio. A fin de ser un ingeniero electricista creativo, necesitas tener los conocimientos relacionados con la ingeniería eléctrica; para ser un artista creativo, necesitas saber de arte. Considera cada «cosa» que sabes como si fuera un pequeño punto sobre una cuadrícula. Mientras más puntos haya, más formas tienes de conectarlos. Como demuestran los videos en YouTube, un gato que camina sobre las teclas de un piano puede romper las reglas de la teoría musical occidental, pero se requiere del conocimiento de esas reglas para romperlas de un modo que sea verdaderamente creativo. Ahora bien, el verdadero reto de la creatividad es conjuntar estos puntos de información sin quedar restringido por cómo se conectan en términos generales. Por ejemplo, cuando aprendes acerca de la pintura, puedes enterarte de que los pintores utilizan el pincel de cierta forma para esparcir la pintura sobre un lienzo. Si esta conexión te limita, nunca te convertirás en un Jackson Pollock. (Es interesante destacar que una vez que la creatividad de Pollock rompió esta conexión entre la pintura y el uso de un pincel, hubo toda una explosión de artistas que pintaban, escupían, rociaban o distribuían de otros modos la pintura sobre el lienzo sin la aplicación tradicional de un pincel.) Una manera de reunir conocimiento sin que te limite consiste en recopilarlo de muchas áreas. Veamos el famoso ejemplo de Pete Gogolak, que sin duda ya conoces. Gogolak se crio en Hungría como jugador de futbol. Luego terminó jugando futbol americano cuando era estudiante en la Universidad Cornell. Como sabía patear, se convirtió en pateador. Sin embargo, no pateaba el balón como solía hacerse en el futbol americano, sino que trajo el conocimiento de otra área —el futbol— y en lugar de abordar la patada en línea recta desde atrás, lo hacía desde dos pasos atrás y tres pasos a un lado, para lanzarla como si fuera un balón de futbol. Gogolak llegó a jugar con los Gigantes de Nueva York durante los decenios de 1960 y 1970 y para el final de su carrera casi todos pateaban los goles de campo al estilo futbol. Tenía el conocimiento específico de dominio sobre patear la pelota, pero lo conectó de un nuevo modo con el futbol americano. Esta infusión de creatividad de otras áreas es la razón por la que los alumnos de MIT harían bien en tomar clases de humanidades. Para ser un ingeniero electricista creativo, necesitas el conocimiento específico de dominio de la ingeniería eléctrica, pero también te ayudaría tener conocimiento de campos ajenos a esta profesión para integrarlos a ella. Limitar la amplitud de tu conocimiento restringe la profundidad de tu creatividad. También es necesario que puedas escuchar a tu creatividad. El asunto con establecer nuevas conexiones en tu cerebro es que rara vez hacen tanto ruido como los gritos de las conexiones establecidas. El modo en que se han hecho las cosas en el pasado tiende a ahogar cómo se podrían hacer en el futuro. Tienes que atender con cuidado para oír a tu creatividad por encima del estruendo de tu experiencia. Los experimentos demuestran que mientras más experiencia tengas, mayor es el estruendo. Ya hemos visto un modo de lograrlo: silenciando la alarma del despertador. Un cerebro que está en la cúspide del sueño o en un estado de relajación y sin un enfoque específico está libre en gran medida de las ideas preconcebidas y dispuesto para el surgimiento de un destello creativo. De igual manera, un artículo clásico que apareció en la Journal of Creative Behavior, en el cual se informa un seguimiento de estudiantes de pregrado de la Universidad Cornell (aunque no se menciona a Gogolak) durante un período de años después de que aprendieron la técnica de meditación trascendental, afirma que los estudiantes que siguieron utilizando la técnica pudieron aplicarla a generar pensamientos creativos. Seamos francos: «volver la atención al interior, hacia los niveles más sutiles del pensamiento, hasta que la mente trasciende la experiencia del estado más sutil del pensamiento y llega al origen del pensamiento», como recomienda el Maharishi Mahesh Yogi, probablemente suena un poco extraño. Y si eso te suena demasiado raro como para intentarlo, es probable que nunca seas tan creativo como podrías ser. Eso se debe a que el ingrediente final de la creatividad es el trozo de tu personalidad que determina cuánto te limitan las normas culturales. ¿Te sentirías terriblemente mortificado si tus compañeros de trabajo o escuela te vieran sentado, descalzo y con las piernas cruzadas, profundamente inmerso en la meditación? ¿Alguna vez modelarías desnudo para una clase de dibujo al natural? ¿Te imaginas despreciando la tradición artística que proviene de la Florencia del siglo XIV y lanzando pintura sobre un lienzo? Si has sido diligente en tu adquisición de conocimiento específico de dominio, has buscado influencias más allá de tu área de conocimiento, estás dispuesto a escuchar los murmullos que provienen de los rincones de tu mente y estás predispuesto (o puedes encontrar el valor) para agitar las aguas, entonces estás listo para dar el siguiente paso a la creatividad, ya sea en la ingeniería eléctrica, el arte o patear un balón. ¿La creatividad está dentro de los parámetros establecidos? Una reseña del 2004, que apareció en la revista Creativity Research Journal, examinó las lecciones derivadas de setenta estudios que muestran que, de hecho, es posible entrenar la creatividad. Hay cosas que puedes hacer y que te volverán más creativo. La reseña también señala qué funciona: a saber, el entrenamiento cognitivo es mejor que aquel que intenta acceder a la creatividad desde los ángulos social, motivacional o de personalidad. Esto implica que para elevar la creatividad se requiere del cambio en el modo de pensar, no necesariamente de ajustar el estado de ánimo o la motivación. Para volver más creativos tus pensamientos, enfócate en identificar problemas, generar ideas y combinar conceptos de maneras diferentes —la reseña muestra que el entrenamiento en estas áreas ofrece el mayor estímulo—. Es interesante que la habilidad de lluvia de ideas, que se asocia con el «pensamiento divergente», no fue lo que condujo a una mayor promoción de la creatividad, sino las habilidades que participan en el análisis de los problemas, como el pensamiento convergente (definir las preguntas), el pensamiento crítico y la identificación de limitaciones. Si deseas producir soluciones creativas, primero define lo que sabes y lo que puedes (y no puedes) hacer, y luego practica trabajar dentro de estos parámetros para crear nuevas cosas a partir de información antigua. ¿Deberías hacer hoy lo que podrías dejar para mañana? oy es el día en que finalmente te pones las pilas y organizas todos los archivos de la unidad compartida en la red de tu departamento. O vas a la biblioteca del campus para sacar los libros para tu proyecto de investigación sobre la antigua Mesopotamia. O limpias las hojas de las canaletas del techo de tu casa. Me refiero a que sabes que los archivos desorganizados te cuestan un par de minutos todos los días, que a la larga tendrás que aprender sobre la antigua Mesopotamia y que, si dejas las hojas cuando venga la siguiente tormenta importante, las canaletas se desprenderán del techo, con el potencial de aplastar a las niñas exploradoras que vienen a tu puerta a venderte galletas, por lo cual te quedarás sin galletas. Pero hoy sabes que ocuparías más tiempo organizando los archivos del que perderías buscando entre ellos, que no debes entregar el trabajo de investigación hasta el lunes y que no hay pronóstico de lluvia esta semana. En consecuencia, cedes a lo que un artículo de la revista Psychological Bulletin denomina: «una forma prevalente y perniciosa de fracaso en la autorregulación». Vaya, eso suena un poco severo, pero, en realidad, ¿qué tan malo es procrastinar? Primero, es suficientemente malo como para que, cuando tratas de estudiarlo, encuentres cosas como esta: «Las personas con altas puntuaciones en la escala de procrastinación estuvieron en mayor probabilidad de entregar tarde el inventario respondido», como aparece en un artículo de la Journal of Research in Personality. ¿Quiénes son estos holgazanes cuya misma naturaleza les dificulta evaluar de manera consistente? H En su mayoría son el tipo de gente que esperarías: personas desorganizadas, impulsivas y distraídas que están en probabilidad de dar calificaciones más altas a su disfrute de los proyectos cuando el tiempo que se requiere para llevarlos a cabo es menor. Cuando menos, ese es el caso cuando la asignación del proyecto depende de fuerzas ajenas a ellos. Porque has de saber que los procrastinadores también creen en su propia autoeficacia y los motivan otros factores que no son el logro. Es cada vez más frecuente que la investigación muestre que la procrastinación no es un defecto en la capacidad, sino más bien una falta de conexión entre las demandas de una tarea y aquello que motiva al procrastinador. Estos individuos tienen una motivación intrínseca, no extrínseca, lo cual significa que no es posible tentarlos con recompensas ni advertirles que se caerá el cielo como forma de aumentar su motivación para que inicien acciones. En lugar de ello, el procrastinador tiene que querer hacer algo. Es posible que en este instante empiece a construir un modelo de un antiguo zigurat mesopotámico, pero no hay amenazas ni lisonjas suficientes que obliguen a esa persona a escribir un informe sobre ese mismo tema. Si tú eres un procrastinador (¡en serio!), el secreto para reducir esa conducta —que es algo que afirma desear 95% de los procrastinadores— no es enfocarte en las recompensas o castigos, o crear nuevas recompensas y castigos, sino encontrar aspectos de un proyecto que te motiven. Las razones que argumente cualquier otra persona no te harán poner manos a la obra, sino descubrir los aspectos de un proyecto que te sean afines y que te ayuden a iniciarlo. Según los autores del artículo en Psychological Bulletin, hay una cosa segura: «Es necesario que la investigación adicional sobre el tema de la procrastinación no se demore». La zanahoria y el látigo Si la motivación intrínseca para un proyecto es demasiado difícil de encontrar, considera otro truco mental para reducir la procrastinación: regálate una recompensa por terminar. Esta es la estrategia de «termina el trabajo para que puedas jugar». Colocar una tarea motivadora al final de otra tarea no motivadora puede hacer que te esfuerces para eliminar el obstáculo. Ese es el abordaje de la zanahoria, pero también está el látigo: puedes tratar de imponerte fechas límite costosas. Por ejemplo, si no terminas para un tiempo determinado, donarás $5 dólares a una causa política opuesta a tus ideas. Sin embargo, un artículo de Dan Ariely en Psychological Science muestra que somos bastante malos para establecer estas fechas límite autoimpuestas. Cuando se pagó a los estudiantes por la corrección de estilo de los artículos de investigación, aquellos que se impusieron una fecha límite (en lugar de trabajar de acuerdo a una fecha establecida por otras personas) encontraron menos errores y ganaron menos del dinero del investigador. De nuevo, los individuos predispuestos a la procrastinación tuvieron mejores resultados cuando se dieron a sí mismos una zanahoria interna, en lugar de cuando se les imponía (o se autoimponían) un látigo externo. Empaca tu memoria de trabajo S i alguna vez has empacado una mochila para pasar una noche en un viaje de excursionismo, sabes que todo tiene su lugar: tu bolsa de dormir se guarda dentro del espacio con cierre en la base de la mochila; la pesada bolsa de comida está en la parte baja y bien afianzada atrás de tu espalda; la colchoneta aislante de goma está enrollada en la parte externa y la colchoneta inflable que va encima está metida en la mochila; los bolsillos para cosas pequeñas llevan tus accesorios de cocina, ropa adicional y artículos de aseo personal. Todo eso está empacado para cuando lo necesites durante el viaje. Pero en el bolsillo superior de tu mochila, ah, allí es donde metes las cosas importantes, todo lo que necesitas durante el día: tus refrigerios, protector solar, mapa y brújula, rollo de cinta para proteger las ampollas y la pluma UV para purificar el agua. Al día siguiente pasarás al bolsillo superior nuevos alimentos de la bolsa que tienes guardada dentro de la mochila, pero por el momento tienes accesible allí todo lo que podrías necesitar. Tu cerebro es igual. Tienes muchos tipos de memoria, cada una en su sitio. La memoria cinestésica es diferente de la memoria emocional, que a su vez es diferente de la memoria de rostros, que es diferente del almacén de datos. La mayoría de estas cosas están empacadas en un sitio profundo de nuestro cerebro y las cosas que realmente necesitamos al momento es lo que pasa al bolsillo superior del cerebro: la memoria de trabajo. Si quieres poder trabajar con más información, tendrás que ampliar la capacidad de ese bolsillo superior que es tu memoria de trabajo. Debido a que la memoria de trabajo es donde manipulamos la información para cualquier propósito imaginable, la capacidad de esta memoria es absolutamente esencial para casi cualquier cosa que hagas con tu cerebro. Hemos visto que, si se bloquea la memoria de trabajo con la amenaza del estereotipo, es posible que tengas un desempeño pésimo cuando te estacionas o cuando presentas una prueba de matemáticas. Además, el límite de tu memoria de trabajo es parte de la razón por la que no puedes hacer múltiples tareas al mismo tiempo; simplemente no puedes tener presentes tantas cosas. Eso es porque en realidad no tiene tanta capacidad de almacenamiento. La opinión equivocada es que tu memoria de trabajo puede almacenar siete «fragmentos» de información y es posible que hayas escuchado el añadido, también incorrecto, de que tu memoria de trabajo de siete dígitos es la razón por la que los números telefónicos tienen siete dígitos. Ahora sabemos que muy pocas personas tienen los siete fragmentos completos, pero también sabemos que, con la práctica, conocimiento y pericia, podemos llegar a almacenar una gran cantidad de información dentro de cada fragmento. Este es un ejemplo fácil: si tratas de recordar el número telefónico de alguien que vive en el sur de Ontario, aferrarte al código de área 519 quizá demande tres fragmentos completos de tu memoria de trabajo; pero si tratas de llamar a un amigo en el pueblo de Reeves, Luisiana, seguramente solo requerirías un fragmento para recordar el código 666. (O, por lo menos, ese solía ser, porque los habitantes de este pueblo pequeño y muy religioso tuvieron éxito en solicitar al gobierno federal que rompiera la relación entre su pueblo y el número de la Bestia, pero esto no viene a cuento.) De igual forma, tendrías mucha dificultad para recordar las letras m-a-s-c-a-r-p-o-n-e, pero al unirlas en la palabra mascarpone (en especial si tienes conocimientos de la ortografía italiana) solo requeriría de un fragmento o menos de tu memoria de trabajo. Es probable que ya seas un experto en recordar un número con dígitos repetidos o letras que forman palabras. Si eres experto en ajedrez, podría ocurrir lo mismo con una pirámide de peones: al verla, de inmediato la reconocerías y catalogarías, y enviarías todo el patrón a un fragmento de tu memoria de trabajo. Si piensas que el ajedrez se juega tomando las piezas de tu oponente, podría ser que tengas que recordar las posiciones individuales de cada uno de estos peones, por lo cual usarías mucha más memoria de trabajo. Algo similar ocurre con cualquier tipo de especialización: mientras más experto seas, más podrás integrar en un solo «fragmento grande» una variedad de trozos de información que ya sabes que están relacionados. Piensa en ello. ¿Qué cosas conoces? Es decir, ¿en qué áreas de tu trabajo, pasatiempos, familia o conocimientos esotéricos eres experto? Si sabes de beisbol, podrás introducir en un «fragmento grande» toda la secuencia de una entrada; si sabes cómo cocinar un suflé, la lista de ingredientes quizá no requiera todo un espacio completo; si sabes cómo construir caballetes, es posible que no necesites escribir con todo detalle cada medida. Sin embargo, ten cuidado de tus intentos expertos por categorizar y agrupar en un fragmen-to. Otra característica de la memoria de trabajo experta es la tendencia a suponer que cada nuevo caso es igual a lo que ya conoces, lo cual significa que los expertos están propensos a pasar por alto cosas importantes. Puedes verlo en el caso del ajedrez. Existe una clasificación en la que los jugadores de ajedrez son muy buenos para excavar en sus memorias de trabajo expertas y encontrar movidas adecuadas para la mayoría de las posiciones en el tablero… y existe una clasificación mucho más alta en la que los maestros conocen las movidas «correctas», pero no se ven limitados por ellas. La clasificación más alta es el pináculo de la memoria de trabajo. Cómo ampliar tu cerebro Los investigadores han encontrado que la práctica repetitiva con juegos intelectuales sumamente difíciles puede ampliar tu memoria de trabajo y uno de los bandos en un acalorado debate dentro del campo de la investigación sobre la inteligencia cree, incluso, que entrenar la memoria de trabajo puede aumentar el CI. Un prometedor ejercicio de entrenamiento cerebral, que se conoce como «dual n-back» (n ensayos duales en orden inverso), requiere que recuerdes secuencias de información —no una sucesión de números escritos en papel o una sucesión de letras escuchadas por medio de audífonos, sino ambas tareas al mismo tiempo—. Monitoreas estas secuencias y luego informas la letra, número o símbolo que escuchaste hace dos, tres o cuatro elementos (de allí la n de «n-back»). Para ti, los ejercicios n-back están en la punta de tus dedos con una simple búsqueda en Google. Si realmente quieres hacer algo importante para ampliar tu capacidad cerebral y no le temes al trabajo duro, este entrenamiento puede expandir el área de tu cerebro donde logras hacer las cosas. Apenas son las dos de la tarde. ¿Ya estás agotado? E stás en el último tercio de un largo día de trabajo, al final de una larga semana, al final de un largo año, al final de tus fuerzas. Concentras toda tu energía en hacer adminículos, pero ¿con qué propósito? Estás agotado, más en sentido emocional que físico, pero tu falta de energía emocional provoca que cada acción te parezca como atravesar por un espeso pantano. Esos adminículos podrían importarte poco. De hecho, sientes que, si hoy tienes que ver otro de ellos, lo lanzarás por la ventana. Es comprensible, ¿no? Todos nos cansamos de las cosas con las que trabajamos, de las cosas que hacemos. Sin embargo, ¿qué pasa cuando el «adminículo» es una persona? El agotamiento puede ser igual o incluso más grave en las profesiones humanas. Y en ese caso, las consecuencias quizá vayan más allá de fabricar un mal artículo y llegan a convertirse en un peligro emocional o físico para las personas que están en el otro extremo de tu agotamiento. El ejemplo clásico es el de las enfermeras. En primer término, está el asunto de la escasez: cada paciente que se añade a la carga de trabajo de una enfermera tiene 7% adicional de probabilidades de morir en los treinta días posteriores al internamiento. Además, cada paciente que se agrega a la carga de trabajo de una enfermera también aumenta en 23% la probabilidad de agotamiento profesional. Claro, es más difícil hacer malabares con siete pelotas que con seis, pero, además de la dificultad de cuidar de más personas, uno de los principales componentes del agotamiento o desgaste profesional en el caso de las enfermeras es el cinismo y la despersonalización. Esto se refiere a que las enfermeras (y otros profesionales en áreas de servicio) no solo empiezan a ver a la gente como objetos, sino que también presentan una actitud cínica acerca de las motivaciones de los pacientes, son pesimistas sobre sus habilidades y comienzan a creer en la inevitabilidad de los resultados funestos. «Esta percepción insensible e incluso deshumanizada acerca de los demás puede conducir al personal a considerar que los clientes merecen de alguna forma los problemas que les aquejan», señala un artículo en la Journal of Occupational Behavior. Se han planteado muchas soluciones al problema del agotamiento profesional que van desde más tiempo de descanso para recuperar los recursos emocionales hasta el cambio de puesto dentro de una organización, a fin de evitar el agotamiento por aburrimiento o autosuficiencia. Pero, si realmente quieres combatir o curar el agotamiento profesional, lo mejor que puedes hacer es encontrar un modo de aumentar tu percepción de logro personal. Esto es cierto. El Maslach Burnout Inventory (Inventario de Agotamiento Profesional de Maslach), que es la prueba más común de agotamiento actual o inminente, muestra que al otro lado de la despersonalización y del desgaste emocional que pronostican el agotamiento profesional se encuentra el logro personal, que sirve como protección. Resulta que el agotamiento profesional incluye por necesidad la falta de logro personal y que los «sentimientos de competencia y logro exitoso en el propio trabajo con personas» pueden proteger contra este fenómeno. Si puedes responder afirmativamente a preguntas como «¿Siento que tengo una influencia positiva sobre la vida de otras personas a través de mi trabajo?», «¿He logrado muchas cosas valiosas en este empleo?» y «¿Puedo lidiar de manera muy eficiente con los problemas de mis clientes?», entonces es bastante probable que sobrevivas, aun en un empleo que te agote emocionalmente. Se refiere a marcar la diferencia. Y si a últimas fechas no lo has sentido, es momento de encontrarlo fuera de él, de evaluar cómo puedes hacer tu trabajo de otro modo o de buscar otro trabajo más lucrativo. En la cara opuesta de la moneda, quedarse sumido en el lodo de la ineficiencia es la receta para el agotamiento profesional. Con una pequeña ayuda… Los estudios con enfermeras muestran que centrar la atención en el valor de tus compañeros puede ayudarte a evitar el agotamiento profesional. Es como si el reconocimiento de que tus compañeros de trabajo siguen siendo personas te ayudara a aferrarte a la idea de que tus clientes también lo son. «A través de la solidaridad, los cuidadores estarán mejor equipados para superar el estrés de atender a la gente», indica un artículo de la revista Nursing Clinics of North American. Si estás a punto de sufrir agotamiento profesional, reúnete con las personas que van en el mismo barco. Cómo leer la mente de tus colegas A llí está, ese guapo compañero con el que sueñas en tus fantasías más íntimas, y está comiendo un emparedado de carne mientras mira por el corredor a tu oficina con una mirada de absoluto éxtasis. Allí está, tu jefa, que se acomoda los lentes de carey sobre el puente de la nariz mientras lee el informe que acabas de dejar en su escritorio. ¿Qué mensaje transmiten estas personas con esos gestos? El secreto consiste en ponerte en sus zapatos e intentar los mismos gestos para ver qué significarían si estuvieras haciendo las mismas cosas. De hecho, tu cerebro lo hace en forma automática. Lo sabemos porque, en los años ochenta, un grupo de investigadores italianos insertaron electrodos en los cerebros de monos para registrar la activación de las neuronas en respuesta a los movimientos del mono. Cuando el mono movía un brazo, las neuronas se activaban o no, y a través de este minucioso proceso de sondear y verificar, los investigadores trazaron un mapa de las ubicaciones de esos movimientos en el cerebro del mono. Pero observar los cerebros de los monos es un trabajo que provoca mucha hambre y, en lugar de tomarse un descanso de la labor de vigilancia del mono, los investigadores llevaron su comida al laboratorio. Puedes imaginarte a los científicos que observaban a los monos mientras estos se llevaban una y otra vez la comida del plato a la boca, al mismo tiempo que los monos veían a los investigadores hacer lo propio. Por supuesto que los investigadores observaban esta acción de ingerir alimentos en los cerebros de los monos —la mano a la comida, la comida a la boca, activación de las neuronas y repetir hasta el infinito. Sin embargo, los investigadores italianos no observaron la activación de estas neuronas «alimentarias» en los cerebros de los monos solo cuando estos comían. Cuando los investigadores se alimentaban, los cerebros de los monos se activaban como si ellos mismos estuvieran comiendo. Ya conoces esa sensación de estar con un grupo de personas cuando alguien trae un latte y el resto lo ve y empieza a babear. Tu envidia proviene en parte del hecho de que tu cerebro experimenta lo que sentiría si también estuvieras tomando un latte. Cuando los monos observan que los investigadores comen, sus cerebros imitan la acción. Cuando experimentas a otra persona, tu cerebro no puede evitar más que reflejar sus acciones y emociones, percibiéndolas como si fueran propias. Este reflejo se debe a células especiales que se llaman neuronas espejo y que habitan en tu cerebro, aunque mantienen la vista fija en la gente que te rodea. Cuando alguien te sonríe, tus neuronas espejo ponen en práctica la sonrisa en tu propio cerebro; cuando alguien frunce el ceño o come M&Ms, es como si tú mismo fruncieras el ceño o comieras M&Ms. A pesar de lo que hayas leído en otra parte, hasta allí llega nuestro conocimiento sobre las neuronas espejo: existen, imitan las acciones ajenas y son absolutamente geniales. Existen tres teorías sobre la razón por la que tenemos neuronas espejo. Quizá las tenemos porque en nuestro pasado evolutivo era conveniente saber que Ug te estaba sugiriendo que hicieran equipo para matar a un mamut o te indicaba que pensaba darte una muerte muy violenta. Otra teoría es que desarrollamos neuronas espejo a lo largo de la evolución para poder aprender de la experiencia de los demás. Ya sabes que aprendes gracias a tu propia experiencia: mientras más lanzas un dardo o das pinceladas o golpeas una pelota de tenis, mejor te vuelves para esas cosas. Pero también puedes aprender gracias a la observación de otras personas que hacen esas cosas, y tal vez las neuronas espejo te permitan codificar con mayor precisión las acciones ajenas dentro de tu cerebro. Es posible que al imitar en forma automática las acciones de los demás, obtengas una versión destilada de este entrenamiento. Por último, las neuronas espejo quizá te permitan sentir empatía. Cuando le dices a un amigo que «entiendes su pena como si fuera tuya», es posible que las neuronas espejo lo vuelvan literalmente cierto y esta representación reflejada de la emoción del otro tal vez sea la razón por la que, cuando estás con alguien ansioso, deprimido o eufórico, puedes sentir los residuos emocionales de su experiencia. De esta perspectiva sobre el papel de las neuronas espejo en la empatía se deriva la propuesta de un vínculo entre la disfunción de esas neuronas y el autismo. Esa relación tiene su propio nombre pegadizo: la teoría del «espejo roto» acerca del autismo. Sin embargo, por ahora existen artículos convincentes de ambas posturas opuestas. Monos de imitación En un trastorno fascinante que se conoce como ecopraxia, la gente imita de manera compulsiva los movimientos ajenos —lo que ves, eso haces— y existe cada vez más evidencia que demuestra que el trastorno se puede deber a la incapacidad para inhibir los deseos de las neuronas espejo. Cuando observas que otra persona realiza una acción, la mayoría de los cerebros recrea una versión de ese movimiento, pero eso permanece dentro del cerebro. En la ecopraxia, las neuronas espejo detonan movimientos reales. Todos hemos tenido un asomo de esa compulsión: cuando un interlocutor en la conversación sube el codo a la mesa quieres hacer lo mismo (y mientras mayor sea la empatía que sientes por esa persona, más fuerte la compulsión a imitarla). La siguiente vez que tengas una conversación, trata de adquirir conciencia de la manera en que las acciones de tu interlocutor influyen en las tuyas y, si quieres, trata de lograr que la otra persona copie tus ademanes o lenguaje corporal. El grado de imitación puede mostrarte cuánto se activan en tu honor las neuronas espejo del otro. El secreto para resolver todos tus problemas A menos que seas muy afortunado, o muy desafortunado, tu trabajo y tu vida requieren muy poca solución de problemas. Piénsalo un poco: la mayoría de los desafíos que enfrentas de manera regular son problemas que has resuelto antes y, a menos que tengas la suerte de estar en una profesión que demande que generes nuevo conocimiento o que tengas la mala suerte de verte forzado por las circunstancias a resolver nuevos problemas que afectan tu vida, en la mayoría de los casos puedes valerte de las soluciones que generaste en el pasado. Para unos cuantos nuevos retos que no has enfrentado, en general puedes contratar a la persona experta, en lugar de tropezarte tú mismo con el proceso de solución de problemas. Por ejemplo, imagina que instalarás una nueva lavadora de platos. A menos que ya sepas cómo instalar la plomería desde el triturador de basura, parecería más sencillo esforzarte un poco más en tu propio trabajo para pagarle al plomero, en lugar de tratar de instalar tu mismo la lavadora. Ya sabes, tú podrías hacerlo… pero te llevaría tiempo descubrir cómo. El resto de este capítulo trata sobre esas veces en que no puedes evitar la necesidad de descubrirlo, en especial cuando una solución no proviene de la repetición y necesita un toquecito de creatividad. Como en la perspectiva de la «innovación» que tratamos al hablar de la creatividad, la solución creativa de los problemas sigue siendo una cuestión de relacionar la información de maneras novedosas, pero existen algunas estrategias nuevas en este aspecto de la creatividad que pueden ayudarte a tener éxito. Estas son algunas cosas que puedes poner en práctica. Primero, intenta evitar la tentación de la solución. ¡Es difícil! Eso es lo que quieres; entonces, ¿por qué no simplemente la tomas? Una de las principales lecciones de los estudios sobre solución de problemas es que, mientras más pronto tomes la manzana a expensas de comprender el ecosistema del árbol, menos probable será que encuentres una solución fructífera para tu problema. En la solución creativa de problemas, el elemento central es la comprensión del problema. En términos específicos, se trata de entender lo que los investigadores denominan el estado inicial y las limitaciones, en otras palabras, tener en claro cuál es el problema, las reglas, tus recursos y las metas. Por ejemplo, veamos este clásico problema que se utiliza en los estudios de solución de problemas y que proviene del libro Lateral Thinking Puzzlers (Enigmas del pensamiento lateral): «Fuera bombas: Una noche durante la Segunda Guerra Mundial, un bombardero aliado estaba en misión sobre Alemania. El avión estaba en perfectas condiciones y todo funcionaba como debía. Cuando llegó a su blanco, el piloto ordenó que se abrieran las compuertas de lanzamiento. Estas se abrieron. Luego ordenó que se soltaran las bombas. Estas se soltaron. Pero las bombas no cayeron del avión. ¿Por qué sucedería eso?». Ahora esfuérzate en comprender la condición inicial y las limitaciones. Imagina en tu mente el problema y luego pregúntate, con base en la información proporcionada, si la imagen que tienes en la mente debe ser como la imaginas. ¿El avión debe estar volando? Bueno, si dice que estaba «sobre Alemania», entonces debe haber estado en vuelo. ¿Las bombas deben estar sueltas para caer? Si «se soltaron», entonces debes suponer que así fue. ¿Se aplican las leyes de la gravedad? Si no se afirma lo contrario, tendrías que suponer que no se alteraron las leyes de la física. Imagina el problema como si abrieras una mano que sostiene una pelota de tenis. ¿La pelota cayó? Bueno, la pelota caerá si tu mano abierta está con la palma hacia abajo. ¿Ahora ves la solución? Si eres como la mayoría de las personas, supusiste algo sobre el estado inicial del problema, pero nada en el problema afirma que el avión volara al derecho. Por supuesto, la solución es que el avión volaba al revés y, en consecuencia, cuando las compuertas se abrieron y se soltaron las bombas, estas no fueron a ninguna parte. Reduzcamos el asunto de la solución creativa de problemas a una forma más sencilla e intentemos de nuevo. Las personas que estudian estas cosas han analizado ampliamente las analogías y es probable que ya las hayas visto antes: ¿en qué se parece A a B? Bueno, es bastante fácil deducir que las manzanas son a las frutas lo mismo que el trigo es con relación a los granos (ambos son tipos de la categoría). Pero ahora intenta con los siguientes: MACERACIÓN: LÍQUIDO A. Sendero: Camino B. Evaporación: Humedad C. Sublimación: Gas D. Erosión: Clima E. Decisión: Distracción Resulta tentador desenfocar la vista y empezar a anotar opciones de respuesta junto a cada reactivo y ver qué te dicen tus corazonadas. Si estás en total contacto con tu destello (revisa lo que dijimos antes sobre la creatividad), esto podría funcionar. Pero si la solución derivada del destello no te suena de manera visceral, tendrás que realizar algún tipo de análisis. Para este momento, deberías saber que en la solución creativa eso comienza con la comprensión del problema: ¿cuál es su estado inicial y sus limitaciones? Mientras más tiempo pases esforzándote en comprender cómo funciona el problema, más pronto encontrarás una solución. Entonces pregúntate: ¿Cuál es la relación entre la maceración y el líquido? Si tenemos suerte, sabrás que macerar significa «masticar», lo cual te permite llegar a la siguiente conclusión: «La maceración convierte una cosa en líquido». (Y si no es así, bueno, pues allí es donde el conocimiento puede ayudar para la solución de problemas.) Ahora puedes ir a las opciones de respuesta. ¿Un sendero convierte algo en un camino? Más o menos, pero no en realidad. ¿La evaporación convierte algo en humedad? De nuevo, más o menos, pero no. ¿La sublimación convierte algo en un gas? Otra vez, la solución de este problema requiere algún conocimiento —es decir, que sepas la definición de sublimación— pero la respuesta es definitivamente sí, en efecto es así. (O podrías haber aplicado tu inteligencia práctica para saber que la respuesta siempre es C.) Intentemos uno más, de nuevo del libro de Paul Sloane: «Un hombre entra en una cantina y le pide un vaso de agua al cantinero. Este saca una pistola y le apunta al hombre. El hombre le da las gracias y sale». En lugar de buscar de inmediato una solución, esfuérzate por entender el problema. Busca las suposiciones falsas. ¿Podría haber otra definición de pistola? (No.) ¿«Apuntar» podría ser otra cosa que no sea lo obvio? (No.) ¿Cuál supones que es la intención de las acciones del cantinero? ¿Supones que está enojado porque el hombre le pidió agua? Al examinar tus suposiciones, es posible que encuentres otras posibilidades además de las obvias. ¿Es posible que el cantinero haya tratado de ayudar al cliente? Y, en ese caso, ¿cuál es el problema que el cliente pensaba que se resolvería con un vaso de agua y que podría solucionarse al mirar el cañón de una pistola? Descubrir que es falsa la suposición del enojo del cantinero te conduce a descubrir la respuesta: el hombre tenía hipo y el cantinero se lo curó con un buen susto. Solución de problemas según el I-Ching La solución de problemas es una gran habilidad y existen docenas, sino es que cientos, de consejos y trucos probados que sirven para aumentarla. Uno que quizá no hayas oído antes proviene de un artículo del 2013 en la revista Thinking Skills and Creativity: aplicar las estrategias de solución de problemas del antiguo texto filosófico chino I-Ching. El estudio observó a 188 estudiantes que aplicaron los principios del I-Ching durante el desafío GreenMech de 2011, en el que grupos de cuatro personas tienen que «ensamblar las piezas de un sistema de reacción con base en principios científicos y conceptos ecológicos» (similar al reto de Rube Goldberg, pero naturista).3 En el modelo BaGua4 del I-Ching, existen cuatro fuerzas apareadas de solución de problemas: la sensibilidad al problema se equilibra con el descubrimiento de una solución, la exaltación del ánimo se equilibra con el razonamiento lógico, la quietud interna se equilibra con la acción externa y la confrontación se equilibra con el apoyo. El estudio integró el BaGua con un modelo tradicional de solución creativa de problemas para sugerir las siguientes cinco etapas de solución creativa de problemas. Con la práctica, también puedes aplicar la antigua sabiduría de BaGua a tus intentos por solucionar los problemas en forma creativa. 1. El proceso de percibir que ha ocurrido u ocurrirá un problema. 2. La activación de la memoria de trabajo durante la solución creativa de problemas sugiere que los procesos de generación o recolección de ideas se estimulan a través de la exaltación del ánimo y el razonamiento lógico. 3. Los procesos de generación y recolección de ideas incluyen las interacciones individuales con personas, datos y cosas, al igual que el razonamiento meditativo durante los intervalos de tranquilidad. 4. El proceso de transformación de ideas abarca los dos extremos para refinar las ideas: reducir el conflicto sobre una idea nueva y deliberar acerca de las ideas. 5. La valoración de ideas con base en las consecuencias se utiliza para examinar la eficacia de las diferentes opciones. Notas: 3 Rube Goldberg fue un ingeniero y caricaturista estadounidense famoso por diseñar máquinas estrambóticas. Actualmente, la organización que lleva su nombre realiza competencias y talleres dirigidos a la creación de este tipo de máquinas con objetos cotidianos, como un medio para promover la creatividad y la educación. (N. de la T.) 4 BaGua significa, literalmente, «ocho símbolos». Son ocho trigramas que representan los principios fundamentales de la realidad. (N. de la T.) Cómo encontrar lo que necesitas en internet N ombra un ave pequeña y ruidosa. Una ardilla rayada. ¿En qué mes del embarazo la mujer empieza a parecer embarazada? Septiembre ¿Di un nombre de hombre que empiece con la letra K? Kentucky Fried Chicken. ¿Algo que un ladrón no querría ver al robar una casa? Una abuela desnuda. Aunque no lo crean, estas son respuestas reales que dieron los sujetos en un estudio de asociación libre que publicó la cadena de televisión estadounidense ABC bajo el rubro de 100 mexicanos dijeron. Como sabrán, para jugar en este concurso, un simpático presentador le hace una pregunta a los concursantes utilizando un tono un tanto lascivo, en cuyo momento el concursante, que está bajo presión, intenta encontrar la respuesta inocente que fue más frecuente entre cien personas a las que se encuestó antes y que no estaban bajo presión para responder. Es la misma habilidad que en tu trabajo puede hacer la diferencia entre una búsqueda de cinco segundos en Google y noventa minutos de navegar por la red para encontrar la información que necesitas. Piénsalo un poco. ¿Cuántas veces en el día de trabajo promedio buscas información en línea? ¿Y cómo aprendiste a hacer esas búsquedas? Si eres como la mayoría, la respuesta a esta última pregunta es por ensayo y error. Ahora llegó el momento de introducir un poco de conocimiento científico en tus estrategias de búsqueda por internet. En primer lugar, hay una tonelada de estrategias de búsqueda entre las que puedes elegir, muchas de las cuales probablemente ya utilizas sin saberlo. Toma un minuto para determinar cuál de las siguientes estrategias, que se indican en un artículo de 2012 dentro de la revista Information Processing and Management, ya estás aplicando en tus búsquedas: • Identificar canales de búsqueda para iniciar (p. ej., decidir que buscarás en CNN.com en lugar de en todo Google) • Crear un enunciado de búsqueda • Modificar el enunciado de búsqueda (p. ej., si «¿Por qué mi sistema operativo me odia?» fue demasiado general, podrías intentar con «¿Por qué Mac OS 10.7.5 me odia?») • Evaluar los resultados de búsqueda • Evaluar los términos individuales • Llevar un registro • Proseguir • Regresar • Aprender (p. ej., aprender cómo utilizar una interfaz de búsqueda más avanzada) • Explorar • Organizar (p. ej., clasificar los resultados por fecha en lugar de hacerlo por nombre) • Monitoreo • Y, por último, utilizar Esta es la parte importante: algunas de estas estrategias funcionan mejor que otras. Sabemos qué funciona, porque los investigadores han comparado los comportamientos de los expertos en búsquedas con aquellos de los novatos. Aquí va la primicia: los expertos en búsquedas por internet pasan mucho más tiempo que los novatos en la evaluación de los resultados de búsqueda, regresando y organizando esos resultados; es como si hicieran más con menos términos de búsqueda, llegando de manera inteligente a un «aproximado de búsqueda» y luego prosiguiendo sistemáticamente a partir de allí (en lugar de lanzar muchas búsquedas optimistas contra la pared y ver cuál pega). He aquí otro matiz experto fantástico: «evaluar los resultados de búsqueda» no consiste en hacer clic en cada vínculo para ver si te da la información que quieres, sino examinar la calidad general de la lista de resultados. ¿Tus términos de búsqueda te llevaron a una aproximación? En ese caso, ¿podrías ajustar levemente los términos de búsqueda para reducir esa aproximación? Por último, los expertos saben cómo no perderse siguiendo pistas falsas: si un clic los aleja en lugar de acercarlos a sus metas de información, los expertos se regresan a la página más reciente que iba en dirección correcta. No temas cliquear el botón de regresar y luego organízate de un modo que evite que entres de nuevo en un callejón sin salida. En conjunto, el proceso de la búsqueda experta en internet se parece mucho al proceso mismo de solución de problemas: una búsqueda eficiente requiere de ocupar tiempo al principio, diseñando la estrategia de solución de problemas, y de gastar mucho menos tiempo en la ejecución de esta estrategia en sí. Utiliza tus capacidades de asociación libre al estilo de 100 mexicanos dijeron para buscar los términos que la mayoría de la gente asocia con tu información. Afina los términos para pulir los resultados. Y, cuando tengas duda, regresa en lugar de proseguir. ¿Cuántos minutos u horas piensas que puedes ahorrarte durante la semana laboral de cuarenta horas si afinas tus capacidades de búsqueda por internet? Asociación libre para todo público ¿Quieres someter a prueba tu capacidad para ganar en Family Feud… y en el proceso de volverte un poco mejor en la elección de términos de búsqueda por internet? Consulta la base de datos de las Free Association Norms (Normas de asociación libre) de la Universidad del Sur de Florida (por suerte, la búsqueda exacta de esas palabras te llevará de inmediato allí).5 En términos básicos, la base de datos te proporciona una palabra estímulo, como cena, y luego te muestra las palabras que la gente tiende a asociar con ella, como comer y merienda. También muestra qué tanto asociamos esos términos con el estímulo. Por ejemplo, si regresamos al asunto de Family Feud, si la palabra estímulo es cena, entonces merienda estaría en un sitio un poco más alto de la lista que comer. Inténtalo. Entra a la base de datos y practica un poco. ¿Cuánto se acercan tus asociaciones a las de la gente encuestada para esta versión sofisticada de Family Feud? Notas: 5 Existe una versión en castellano de la Universidad de Salamanca a la que se puede ingresar en la dirección inico.usal.es/usuarios/gimc/normas/index_nal.asp. (N. de la T.) Cómo ser un innovador S on las cuatro de la tarde y, a menos que estés atorado con algo, hay buenas probabilidades de que hayas manejado las crisis del día y que estés entrando en el terreno despejado de las últimas horas de la tarde. Esta es otra manera de verlo: ya hiciste la mayoría de las cosas que sabes que debes hacer todos los días —llegaste al final de las tareas que te indica tu experiencia— y ahora llegó el momento del día en que puedes optar por vegetar o avanzar. Existe aun otra manera de verlo: después de haber manejado las crisis, finalmente tienes un poco de espacio para ejercer tu creatividad y, tal vez, incluso tu innovación. Esta es la manera de hacerlo. Los estudios, principalmente los de K. Anders Ericsson de la Universidad Estatal de Florida, muestran que no se necesita de ninguna magia para volverse experto, solo se requieren unas diez mil horas de práctica para desarrollar pericia en casi cualquier cosa, incluyendo la música, el deporte, el ajedrez y las profesiones altamente calificadas. Si desglosas esa cifra, eso representa 250 semanas de práctica durante cuarenta horas por semana, o menos de cinco años de práctica a tiempo completo. Si solo puedes encontrar cuatro horas en lugar de ocho para practicar todos los días de la semana, extiende el tiempo total necesario a lo largo de diez años de práctica a tiempo parcial. Si quieres ser el segundo violín de la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh, ganarte la vida como profesional en el club de golf, ganar más partidas de ajedrez en Central Park o resolver las demandas de un trabajo altamente calificado, empieza a practicar hoy mismo. Pero ¿qué se requiere para llegar incluso más lejos? ¿Qué tal si quieres ser un artista en lugar de un artesano? ¿Qué pasa si quieres ser Steve Jobs en lugar de un simple engrane en la maquinaria del departamento de informática? ¿O un golfista famoso en lugar de un profesional que da clases en el club de golf? ¿Qué distingue a un compositor de música para comerciales de coches de un compositor que se gana un Pulitzer? ¿O un científico que da el siguiente paso del científico que hace el siguiente gran descubrimiento? Diez mil horas de práctica te volverán un experto pero necesitarás algo más si quieres ser un innovador. El psicólogo Dan Keith Simonton, uno de los principales investigadores de la creatividad, muestra que esto es algo que se debe por igual a la lógica, el zeitgeist y la suerte. Por ejemplo, Simonton señala a los programas de cómputo, como el que se llama BACON (en honor a Sir Francis Bacon y no por ese diabólicamente exquisito producto del cerdo), que utiliza solo la lógica para determinar ideas «creativas», como la ley de Ohm y la tercera ley del movimiento planetario de Kepler. En lugar de surgir prístino del éter, tu genio innovador puede provenir de la capacidad para deducir en forma lógica cosas nuevas a partir de información anterior. El otro lado de la moneda es que «los grandes científicos son justo aquellos que tienen la capacidad de apartarse de la lógica», escribe Simonton. En otras palabras, hacer deducciones que resultan lógicas en retrospectiva quizá requiera de razonar de un modo que no pareciera lógico de inicio para la mayoría de la gente. Y luego está la perspectiva del zeitgeist, que imagina al genio creativo como el producto inevitable de los tiempos: solo el final de los años sesenta podría haber creado a Jimi Hendrix y el hecho de que tantos Premios Nobel se hayan distribuido entre descubridores contemporáneos e independientes muestra que las ideas geniales posiblemente floten en el éter cultural, a espera de que alguien las tome. Por último está la simple suerte. Las personas creativas van montadas sobre los hombros de otras personas creativas, pero los únicos a los que reconocemos como «innovadores» son aquellos que, por casualidad, estuvieron allí con la innovación o descubrimiento a la mano cuando finalmente fructifica. ¿Creías que James Watt inventó la máquina de vapor en 1781? Eso se debió a que Thomas Newcomen hizo avances significativos en 1712 y Thomas Savery patentó en 1698 lo que él llamó «bomba de vapor». Estas tres cosas: la lógica, el zeitgeist y la suerte pueden ayudarte a innovar — digamos, al esforzarte por llegar a conclusiones lógicas a partir de lo que ha venido antes o al vivir en el núcleo del zeitgeist (p. ej., si te mudas a San Mateo cuando te dedicas al software o a Portland, Oregon, si haces cerveza)—. Hay otra cosa más que debes hacer si quieres innovar y ya aludimos a ella en el principio: tienes que evitar la trampa de tu propio conocimiento experto y conservar la flexibilidad, aunque tu experiencia te indique las «mejores» formas de hacer las cosas. No es fácil. Por ejemplo, cuando existe la «mejor» movida en el ajedrez, los jugadores expertos quizá pasen por alto las opciones innovadoras, y cuando los síntomas médicos se presentan en agrupamientos clásicos, los doctores pueden pasar por alto un diagnóstico que no es rutinario. En estos casos, el mero hecho de la pericia es lo que aplasta la innovación. Aun si cierta combinación de lógica, zeitgeist y suerte está a tu favor, la innovación sigue requiriendo que te preguntes de manera constante qué más hay, aunque creas que ya sabes la respuesta. Creatividad + Inteligencia práctica = Innovación La creatividad y la innovación no son lo mismo. La creatividad es algo que haces en la privacidad de tu propio sótano; la innovación es lo que sucede cuando la creatividad se conecta con un público. Y los estudios muestran un ingrediente que representa una diferencia importante entre ambas: además de la creatividad, la innovación demanda inteligencia práctica. La creatividad puede convertirse en innovación solo si se entiende cómo comunicarse con la gente. TERCERA PARTE LA NOCHE: SALUD, FAMILIA, AMOR Y DISTRACCIÓN ¿A tu cerebro le gusta una copa al día? parte del mundo ya son las cinco de la tarde y ese lugar es aquí! ¿E nPeroalguna aparte de que te conviertas en boxeador profesional o en buzo que pretenda alcanzar el récord de profundidad, beber demasiado alcohol durante un largo período es lo peor que puedes hacerle a tu cerebro. Con una ingestión excesiva de alcohol se reducen la memoria a corto plazo, la memoria a largo plazo y las habilidades motoras. Incluso luego de años de abstinencia, los alcohólicos no pueden recuperar la memoria a largo plazo. ¿Pero qué sucede con esos bebedores moderados de los que hemos oído? ¿Una copa al día — preferiblemente de vino tinto— aumenta realmente el desempeño cognitivo? ¿Tu cerebro agradece un agradable baño de etanol? Vayamos a las fuentes de información y, en ese sentido, nadie tiene más autoridad en la materia que un estudio de 1988 que se publicó en la New England Journal of Medicine y que exploró las enfermedades coronarias y las embolias en una población de 87 526 enfermeras. Los autores señalan: «Entre las mujeres de mediana edad, el consumo moderado de alcohol reduce el riesgo de cardiopatía coronaria y accidente cerebrovascular isquémico». ¡Ese fue el estudio que abrió un mundo de posibilidades! ¡Beber es bueno para tu salud! Pero aparte de los efectos benéficos de tres a siete copas por semana sobre el sistema circulatorio, las cosas son un poco más indefinidas. Veamos qué pasó con esas mismas enfermeras, esta vez en 1999 cuando 12 480 de ellas tenían entre setenta y ochenta y un años de edad. De nuevo, «las bebedoras moderadas tuvieron mejores puntuaciones cognitivas que las no bebedoras». Cuando examinaron a estas enfermeras dos años después, las bebedoras moderadas mayores también tenían una menor probabilidad de presentar un deterioro cognitivo. Ahora bien, la razón para que los bebedores moderados tengan cerebros mejores es un poco más difícil de determinar. En primer lugar, está el asunto del beneficio cardiovascular: un tanto como sucede con la aspirina, un poco de alcohol, administrado en pequeñas cantidades durante un tiempo, puede adelgazar la sangre, de modo que esta transita con mayor facilidad a través del sistema cardiopulmonar, lo cual lleva un poco más de oxígeno y nutrientes a tu cerebro. Y luego está la idea de que la ingestión moderada de alcohol puede ser benéfica para la personalidad y la sociabilidad. Es un hecho, es más probable que los bebedores moderados sean más sociables que sus pares alcohólicos o abstemios. Y de igual manera que el boxeo y el buceo de profundidad aplastará las neuronas como uvas en un barril de vino, la sociabilidad es uno de los métodos más potentes para que las neuronas sean felices. Algo similar ocurre con el estado de ánimo. Desde que la humanidad tuvo su primera experiencia con los jugos fermentados, hemos sabido que el consumo moderado de alcohol causa un poco de euforia en la gente. En la sociedad moderna se ha demostrado que la ingestión moderada de alcohol reduce el estrés, elimina la probabilidad de depresión clínica y crea «la expresión afectiva en general, felicidad, euforia, convivialidad, y sentimientos agradables y despreocupados», según una reseña en la revista Drug and Alcohol Dependence. En pocas palabras, el consumo moderado de alcohol te vuelve una mejor persona. Además de que existen cientos de beneficios cerebrales asociados con un ánimo ligeramente mejor, desde la protección fisiológica contra el estrés crónico hasta, de nuevo, una mayor probabilidad de salir con más frecuencia al mundo social. ¿Puedes obtener los mismos beneficios del consumo moderado sin la bebida? La respuesta es que tal vez o, incluso, probablemente. Puedes ser sociable sin el alcohol y, de igual modo, puedes estar de buen humor sin necesidad de beber. Pero cuando examinas una población, la gente que bebe un poco —¡pero no mucho!— es la que se desliza de manera natural en este ritmo de buenas vibras. Truco útil para el cerebro En esta sección que destaca que beber es bueno debe tenerse muy en cuenta la palabra moderación. Más allá de una copa al día, los beneficios para la salud caen como si se lanzaran por un precipicio. Si le temes a ese precipicio, una opción mucho mejor sería encontrar un modo de relajarte, disfrutar y ser sociable sin la bebida. ¡Ejercita tu cerebro! la hora de inflar esos músculos! ¿No te encanta? ¿No amas ir al ¿L legó gimnasio? Es posible que no te guste pasar por el gimnasio cuando regresas a casa, pero a tu cerebro sí que le gusta. Tan solo piensa en cómo se eleva la percepción positiva de ti mismo cuando sufres de manera deliberada, como aquellos fanáticos de la historia que vestían cilicios y caminaban por la calle azotándose con cuerdas llenas de nudos (una práctica que conforma muchos de los ejercicios de la disciplina moderna del CrossFit). Sí, ya sé, la absurda austeridad del masoquismo autoimpuesto no es la única razón para ejercitarse. También es bueno para la estructura física de tu cerebro. Durante decenas de años hemos visto los efectos de entrenamiento cerebral que tiene un ambiente físicamente enriquecido sobre los animales de laboratorio: los ratones que tienen oportunidad de ejercitarse aprenden más rápido que aquellos que viven en la típica jaula de 15 por 20 centímetros, con una taza de agua y una migaja de pan seco. Y eso no solo pasa con los ratones. De hecho, una enorme cantidad de estudios que examinan la relación entre el ejercicio físico y las habilidades cerebrales en niños de cuatro a dieciocho años encuentran una mejoría en las puntuaciones de habilidad perceptual, cociente de inteligencia, aprovechamiento, pruebas verbales, pruebas de matemáticas, memoria, nivel de desarrollo y preparación para iniciar la instrucción académica en los niños que se ejercitan. Al otro extremo del espectro de edades, el ejercicio protege a los adultos mayores de muchas formas de deterioro cognitivo asociado con el envejecimiento, con el potencial incluso de retrasar el inicio de la enfermedad de Alzheimer. ¿Pero por qué? Una razón son las sustancias químicas que se liberan en tu cerebro durante el ejercicio, como el factor neurotrófico derivado del cerebro o FNDC. No lo busques en la lista de ingredientes de ese frasco de suplemento para conseguir músculos de macho. Más bien, el FNDC es una proteína que produce el gen de FNDC y que ayuda al cerebro a cambiar para enfrentar las necesidades del ambiente. La capacidad del cerebro para adaptarse se conoce como neuroplasticidad y depende en gran medida del FNDC. Los investigadores han observado que las concentraciones de FNDC aumentan en los seres humanos y ratones que se ejercitan y, posteriormente, pudieron detectar mejorías en comparación con los humanos y ratones sedentarios en cosas como recorrer laberintos (en los ratones, no en los humanos). Cuando los investigadores bloquearon la actividad del FNDC en los cerebros de los ratones, estos no presentaron mejoría en recorrer laberintos luego de ejercitarse; la sustancia inducida por el ejercicio es lo que aumentó la capacidad de los roedores para aprender de su entorno. Estas sustancias químicas que se liberan durante el ejercicio también afectan el estado de ánimo. Por ejemplo, en la parte de este libro que trata sobre el amor leerás acerca de la dopamina, la serotonina y la noradrenalina. Estas mismas sustancias se secretan durante el ejercicio. La dopamina es placentera en sentido físico, la serotonina crea la sensación de estar despierto y con energía, y la noradrenalina aumenta la alerta y la excitación. En combinación, estos químicos te levantan el ánimo. Hay muchas cosas que decir a favor de tomar una siesta cuando estás cansado, pero también puede decirse lo mismo de lo contrario: cuando te sientes agotado en sentido físico o mental, el ejercicio cardiovascular puede transformar el panorama químico de tu cerebro y llenarlo de energía enfocada. El ejercicio también ayuda al oxígeno y a los nutrientes a recorrer tu cuerpo y una parte de tu cuerpo es tu cerebro. Los romanos decían que mens sana in corpore sano, que significa «mente sana en cuerpo sano», y cada vez está más claro que la relación entre ambos se encuentra en el sistema cardiovascular. Cuando entrenas a tu corazón y tus pulmones, adquieren mayor capacidad para enviar oxígeno y nutrientes a tu cerebro: los estudios han mostrado una diferencia de 40% en el volumen de la sustancia gris entre las personas que ejercitan y aquellas que no lo hacen en áreas que incluyen la corteza del cíngulo, la corteza prefrontal, el área motora suplementaria y la circunvolución frontal media. No serás examinado sobre el nombre de estas estructuras. Por ejemplo, un estudio de 2011, que se publicó en Proceedings of the National Academy of Sciences con el optimista título de «El ejercicio aumenta el tamaño del hipocampo y mejora la memoria», muestra justo eso: en una muestra de adultos mayores, los hipocampos de las personas que se ejercitaba crecieron en alrededor de 2% durante el curso del año, en tanto que los hipocampos de las personas que no se ejercitaban se redujeron en cerca de 1%. El resultado en la memoria es lógico: tu hipocampo te ayuda a crear nuevos recuerdos. A pesar de las demandas de la mayoría de los empleos en interiores en esta época de internet, los seres humanos no están hechos para sentarse a pensar. (Examina las estadísticas sobre el síndrome del túnel carpiano y verás que tampoco estamos hechos para sentarnos a escribir en un teclado.) De hecho, la idea tradicional de sentarse a pensar quizá sea la peor forma de aplicar las capacidades mentales a los problemas complejos. Si quieres que tu cerebro funcione a su mejor nivel, dale lo que quiere: ejercicio. Tiene que encantarte Una multitud de estudios muestra por qué no nos ejercitamos: pensamos que será un asco. Además, la recompensa a largo plazo en una mejor salud no puede enfrentar el temor a corto plazo de que el ejercicio será difícil y espantoso. Si quieres obtener salud a largo plazo para tu cuerpo y tu cerebro, es hora de encontrar algún tipo de ejercicio que no te cause pavor. Sea que vayas a «mover el esqueleto» o que saques a pasear al perro, la única manera de apegarte a tu rutina de ejercicio es si te gusta. Tu cerebro vs. la tienda de abarrotes T ienes una lista. Tienes una estrategia. Pero la meta de la tienda de abarrotes es desviarte de esa estrategia para inducirte a comprar cosas que no necesitas. Hay ofertas dirigidas para todo tipo de personalidad: relucientes juguetes de plástico que cuelgan en el pasillo de alimentos enlatados y cuyo propósito es tentar las manos de los más pequeños; bebidas de colores neón, con símbolos de rayos, que prometen poner en forma a los gerentes intermedios de mediana edad y convertirlos en dioses y diosas griegos; frutas y verduras brillantes por el rocío, junto a las alternativas orgánicas que te preguntan: «¿la salud de tu familia no vale otros 50 centavos por kilo?». Una vez que lograste atravesar la tormenta, finalmente estás listo para sentirte orgulloso de ti mismo en la fila de pago. Y la recompensa está justo allí, al nivel de tu vista y de tus manos, en forma de dulces y revistas provocativas. Compraste los plátanos orgánicos y te abstuviste de comprar la docena de donas glaseadas, ¿no mereces un chocolate? Como en las atracciones de Disneylandia, que te llevan directo a las tiendas que comercializan los personajes de esa atracción, o el casino de Las Vegas que tiene las máquinas tragamonedas de menor costo junto a las puertas, la tienda de abarrotes es un sistema diseñado para ponerte de cabeza para que salga de tus bolsillos hasta el último billete, moneda y promesa de pago a través de un plástico. El éxito que tengas para conservar tu solvencia ante esta gran paliza depende de tu cerebro. Los investigadores pueden mirar dentro de tu cerebro para observar las decisiones de compra en tiempo real. En ello participan dos estructuras generales: tu amígdala y tu corteza prefrontal. Tu amígdala ansía el chocolate, mientras que tu corteza prefrontal se pregunta si es una buena idea. Cuando los investigadores utilizan las IMRf para ver la activación de estas regiones cerebrales, el equilibrio entre ambas puede ayudar a pronosticar si compras o te abstienes. El fascinante y potencialmente malévolo campo del neuromarketing también analiza la manera de empacar y poner precio a los productos de modos que te induzcan a sacar el dinero de tu bolsillo. De verdad: si el empaque de un producto asegura algo que transmite un mensaje a tu amígdala, lo quieres y si el precio es suficientemente bajo, tu amígdala tiene el poder que necesita para vencer a tu corteza prefrontal. En los estudios de laboratorio (aunque no en uso generalizado), las técnicas de mercadotecnia que equilibran la activación de la amígdala con la activación prefrontal pueden ayudar a las empresas a establecer precios de sus productos que maximicen las ganancias sin perder las ventas. Esta balanza en la que ponderas lo que «quieres» y lo que «deberías» en tu cerebro también representa la genialidad del lema publicitario de Miller Lite durante el decenio de 1980: «Sabe fabuloso, llena menos». Tu amígdala anticipa el sabor y a tu corteza prefrontal le encanta la idea de que esta cerveza baja en calorías sea una opción sana. Pero esta balanza entre desear y deber es solo el telón de fondo contra el cual tomas tus decisiones de compra, después de lo cual todo, desde el estado de ánimo hasta el hambre, pasando por la personalidad, el dinero y el estrés, pesa sobre un lado u otro de la balanza. Por ejemplo, si tienes menos tiempo disponible para comprar, lo más probable es que en tu carrito entren menos de los artículos de tu lista y más artículos no planeados. Eso es lógico: las decisiones que se toman bajo el estrés de las limitaciones de tiempo probablemente no sean tan meditadas y mesuradas como las decisiones que tomas cuando el control lo tiene tu cerebro racional. Pero también considera el siguiente corolario desafortunado, que actúa a través de un canal similar: es posible que la gente que tiene menos dinero esté más propensa a hacer comprar por impulso en la fila de pago. Esto se reduce a algo que el psicólogo social Roy Baumeister llama agotamiento del yo (que también se conoce como fatiga de decisión). Parece ser que después de tomar muchas decisiones difíciles, nos desmoronamos y tomamos la decisión fácil. Por ejemplo, cuando los investigadores ofrecen opciones de bocadillos después de las pruebas de laboratorio, observan que cuando la prueba es difícil, los sujetos eligen las donas en lugar de la fruta: su yo queda tan agotado por la prueba que no pueden luchar contra las tentaciones que podrían vencer en un estado más pleno del yo. (¡Tu capacidad de negarte a comer un bocadillo tiene sus límites!) Las delicias de la tienda de abarrotes no son lo único que provoca agotamiento del yo. Por ejemplo, el economista de Princeton Dean Spears ofreció a los habitantes de una aldea en India la opción de comprar barras de jabón que se vendía con un gran descuento, pero que, de todas formas, tenían un precio excesivo para muchos de ellos. Posteriormente, Spears les pidió a los aldeanos que metieran las manos en un cubo de agua helada —una tarea que es un sustituto común para la fuerza de voluntad—. Con un yo agotado por la difícil decisión de compra del jabón, los aldeanos mantuvieron las manos en el agua helada durante un tiempo más corto. Esta es la parte fascinante: la reducción en fuerza de voluntad, medida a través de la tarea del cubo de agua helada, fue exactamente proporcional a los ingresos de los aldeanos. Cuando la decisión de comprar el jabón era más estresante, ponderada quizá contra la decisión de comprar otros artículos necesarios, produjo más agotamiento del yo y menor fuerza de voluntad en los aldeanos para las tareas subsiguientes. Mientras menos dinero tenía una persona, menos fuerza de voluntad mostraba luego de las decisiones económicas. Llevemos esto de nuevo a la tienda de abarrotes. La compra de alimentos en general requiere decisiones, pero la compra de comida con un presupuesto requiere decisiones difíciles. Ahora imaginemos a dos compradores diferentes que llegan a la caja: uno ha pasado la experiencia de compra tomando con facilidad una decisión tras otra y sabe que su tarjeta de débito pasará al primer intento, mientras que el segundo comprador acaba de pasar cuarenta y cinco minutos sopesando la necesidad de comprar la comida contra la necesidad de reparar el auto mientras trata de tener en mente la secuencia de tarjetas de crédito que podrían servirle para pagar. Y luego allí está la barra de chocolate, exhibida de modo que ambos compradores no puedan evitar sentir la tentación. Si pensamos en el agotamiento del yo y el equilibro entre deseo y deber en tu cerebro, ¿quién piensas que lanzará esa barra de chocolate sobre el mostrador de la caja? Guiado por la nariz Ya sabes sobre la música y el diseño de iluminación, pero una nueva área de trucos mercadotécnicos tiene que ver con el diseño de aromas en la tienda. Por ejemplo, cuando los investigadores aromatizaron zonas de un casino durante un fin de semana, el uso de las tragamonedas subió 45% en comparación con las zonas no aromatizadas. Y un fascinante estudio que apareció en Marketing Review muestra que las marcas propias pueden aprovecharse de las esencias que proporcionan las marcas costosas: oler una crema de manos elegante provoca que evalúes más favorablemente una marca de imitación. Algunas tiendas por departamentos distribuyen aromas a través del sistema de aire acondicionado y otras utilizan estaciones de esencias para personalizar los aromas de diferentes departamentos. La siguiente vez que vayas de compras, además de tomar conciencia de la música y de las compras por impulso que se colocan de manera intencional, huele el ambiente: ¿crees que ese olor es accidental? ¿Por qué los niños pelean en el asiento trasero del auto? L os recogiste de la escuela, los llevaste a una actividad, los recogiste de nuevo y ahora regresan a casa. Todo el tiempo se han estado peleando en el asiento trasero sin razón aparente. Lo primero que debes revisar es si existe una distribución inequitativa de la tecnología digital: nada crea más peleas en el asiento trasero que la desesperada injusticia de distribuir una iPad entre más de un niño. Dicho eso, existe una fórmula compleja para la imparcialidad. Por ejemplo, si un niño juega con un dispositivo digital mientras espera que termine la actividad de otro niño, ¿eso significa que, cuando termine la actividad, el niño que antes estaba ocupado debería tener ahora el dispositivo? Si leer un libro permite que un niño mayor tenga acceso al dispositivo electrónico, pero un niño más pequeño todavía no puede leer, ¿jugar un juego educativo en la iPad le otorga al niño menor el permiso para ocupar el dispositivo para divertirse? Esos son cálculos importantes que tienen el potencial de crear paz y armonía, o rencor y desdicha en general dentro del auto. Además, estos cálculos no se limitan a tus hijos. ¿Cómo divides las obligaciones con tu pareja? ¿Qué es justo? ¿Recoger los desechos del perro en el patio una vez por semana equilibra lavar los platos todas las noches? ¿Un poco de trabajo calificado, como volver a colgar la lámpara del techo, es equivalente a un trabajo más general como doblar la ropa lavada? Si uno de ustedes lleva a los niños a una fiesta de cumpleaños en un salón de juegos para niños, de modo que el otro tenga tiempo para quedarse a trabajar, ¿aquel que llevó a los niños a la fiesta se ganó el derecho de darse un tiempo libre mientras que el padre que se quedó en casa a trabajar cuida de los niños? ¿Ese cálculo cambia si la fiesta ocurrió en un lugar un poco menos infernal que en un salón de juegos para niños? La idea de la justicia es subjetiva y está abierta a negociación. Pero cuando se inclina la balanza de la justicia, el resultado son los sentimientos negativos. Este no es un problema nuevo. Casi todas las religiones y filosofías tienen ideas acerca de la justicia. Por ejemplo, los Edda, un conjunto de versos islandeses del siglo XIII que forman gran parte de lo que ahora se conoce sobre la mitología nórdica medieval, dicen: «El hombre debe ser un amigo para su amigo y retribuir un regalo con otro. La gente debe responder con sonrisa a las sonrisas y con mentiras a la traición». Casi podrías ver a un pobre tipo de gran barba roja y casco con cuernos que está sentado en la parte delantera de un largo barco y que garrapatea estas palabras sobre pergaminos, mientras sus hijos intentan llegar hasta la última banca para golpearse entre sí con pequeños martillos de piedra, que serían el equivalente vikingo de los juguetes que regalan en los restaurantes de comida rápida. En tiempos más recientes, la idea de la justicia ha pasado de los campos de la filosofía, la religión y el gobierno a los laboratorios de investigación en economía. Veamos el famoso juego del ultimátum. En su forma clásica, dos personas se dividen un montón de dinero. El primero propone una división y si el segundo la acepta, ambos reciben el pago. Pero si la segunda persona rechaza el trato, ninguno de los dos recibe nada. Imagina que ambos jugadores son racionales. Si el jugador A propone dividir una pila de centavos en noventa y nueve a uno, el jugador B se da cuenta de que recibir un centavo es mejor que no recibir nada y, en consecuencia, acepta la propuesta. Pero eso no es en absoluto lo que pasa en la vida real. En la vida real, el jugador B tiende a decirle al jugador A que se meta el centavo por donde le quepa: no es racional, pero es justo. De hecho, una gran cantidad de investigaciones sobre el tema muestra que se tiende a rechazar las divisiones propuestas que superan el 20% de desigualdad. ¿Por qué rechazarías una distribución que le diera sesenta y un centavos al otro y treinta y nueve a ti? Ya sabes, por lo menos recibirías treinta y nueve ¿no? Una respuesta es que, al luchar por la justicia, promueves que perdure una sociedad humana en la que los vecinos se ayudan entre sí, todos respetamos las señales de tránsito y nadie tira basura en los parques. Cuando la gente juega más de una ronda de estos juegos económicos, los investigadores observan que todos son más justos. Eso tiene sentido: si esperas que el pago sea ojo por ojo, probablemente no actúes de modos que saquen ese primer ojo. Puedes observar esto en otro famoso juego económico: el dilema del prisionero. En este, a dos ladrones los atrapan y los encierran en celdas separadas. Ahora tienen que decidir, cada uno por su parte, si delatarán al otro. Si ambos se niegan a hablar, los dos cumplen un año de prisión con una acusación reducida. Si uno delata y el otro se queda callado, el que hizo el trato con la autoridad sale libre, mientras que el otro cumple tres años de prisión. Si ambos delatan a su cómplice, los dos cumplen una condena de dos años. Sin importar lo que haga tu compinche, tu mejor opción es delatarlo: si tu compañero se queda callado, tú sales de la cárcel en lugar de cumplir un año, y si tu compañero te delata, cumples dos años de prisión en lugar de tres. Pero si puedes confiar en que el otro ladrón vaya contra sus propios intereses y cierre el pico, podrías hacer lo mismo y reducir el tiempo total de condena: cada uno cumpliría con un año, para un total de dos años de encarcelamiento, al contrario de alguna combinación de condenas que equivalga a un total de cuatro años. El dilema del prisionero y el juego del ultimátum parecen como las creaciones artificiales de gente que pasa demasiado tiempo con los números y no lo suficiente con las personas… hasta que lo ves a través del cristal de estos juegos en el mundo real. La carrera armamentista de la Guerra Fría fue un gran dilema del prisionero: tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética estuvieron en mejor posición al construir armas, sin importar cuál fuera la decisión del otro país (pero, si ambos se hubieran detenido, los dos se hubieran beneficiado). El uso de dopaje en el ciclismo profesional y en el beisbol es otro ejemplo: si nadie utilizara hormona del crecimiento para adquirir el tamaño de una pequeña nación isleña, entonces nadie tendría una ventaja; si todos utilizaran la hormona, también desaparecería la ventaja y todos terminarían con dolor nervioso, inflamación y síndrome del túnel carpiano. Pero, si algunas personas la utilizan, en tanto que otras no lo hacen, los usuarios ganan trofeos y tratos comerciales por promoción, mientras que los no usuarios terminarían ajustando ruedas de entrenamiento en la parte trasera de un taller de bicicletas. Como en el dilema del prisionero, detener el dopaje en los deportes requiere que los atletas confíen en que todos los demás actuarán de manera equitativa. Otra solución es la experiencia humana misma de la justicia. Cuando alguien hace trampa y logra salirse con la suya, cuando un hermano logra subrepticiamente tener más tiempo la iPad o tu pareja ve malos programas de televisión mientras que tú lavas los platos, sabes que se te ha cometido una injusticia y te sientes tentado a vengarte, aunque eso signifique perder la ganancia personal para cobrarle a la gente que actuó injustamente contigo. En el juego del ultimátum, tu experiencia interna irracional de justicia provoca que rechaces un trato de nueve a uno, porque vale la pena perder una moneda con tal de evitar que el desgraciado injusto que te propuso esa distribución se quede con nueve. Con la idea de que cosechas lo que sembraste integrada dentro de nuestros cerebros al nivel de especie, nos sentimos impulsados a actuar con justicia. El problema es que aquello que es «justo» depende de tu punto de vista. Una persona que ofrece tres monedas y se queda con siete podría decir: «Vamos, estoy siendo muy amable de darle a esa persona tres monedas que no tendría de otro modo», en tanto que la persona que mira las tres monedas sobre la mesa lo ve de manera diferente: para él, la única distribución «justa» es 50/50. Solo cuando la opinión de lo que es «justo» se superpone con la opinión de «justicia» del otro existe posibilidad de llegar a un acuerdo que complazca a todos. Y esa es una de las principales razones por las que la mayoría de los juegos del ultimátum terminan en una división de 60/40: una distribución con la que pueden vivir ambas partes. Este es el propósito de la discusión que ocurre en el asiento trasero: encontrar una solución que complazca la definición de justicia de ambas partes. Y cuando no existe un punto medio entre las opiniones de justicia —cuando uno de los chicos se apropia de la iPad o tu pareja no alza un dedo en la casa— la discrepancia se expresa en indignación. Allí es cuando al ganador se le obliga a pagar un «castigo de justicia»: cuando, como ha ocurrido durante toda nuestra larga historia humana, uno de los niños golpea al otro en el asiento trasero de un medio de transporte. Elimina el sentido de justicia egocéntrico de tus hijos La justicia es del color del cristal con que se mire. Un estudio de 2002 en la Journal of Applied Psychology muestra que esto es incluso más válido en las culturas individualistas, como la de Estados Unidos, que en las culturas colectivistas, como Japón: si sientes que tu poder personal es más importante que el bien del sistema en general, tu idea de justicia puede ser muy egocéntrica. Así que logra que esos pequeños demonios del asiento trasero piensen como una colectividad. Los estudios han demostrado que exhibir los símbolos de una cultura colectivista debería conseguir este propósito… ¿quizá podrías colgar del espejo retrovisor un ejemplar del Libro Rojo de Mao? Los investigadores también inducen el pensamiento colectivista al pedir a los sujetos que piensen en los grupos a los que pertenecen, que encuentren las semejanzas con otras personas o que enumeren las razones por las que sería bueno «integrarse». Si puedes encontrar el modo de ayudar a tus hijos a recordar que tu familia tiene un propósito en común, es posible que todos sobrevivan el viaje a casa. Tener hijos cambia el cerebro ¿ Tienes hijos? En ese caso, tu cerebro es diferente del de las personas que no los tienen. Muchos de estos cambios hacen que tengas menos probabilidad de comerte a tus crías esta noche, luego de que se hayan peleado en el asiento trasero del coche cuando los llevabas a casa. Por ejemplo, mira a los ratones, una especie en la que es mucho más fácil insertar cables en su cerebro para observar el crecimiento de las neuronas que, digamos, en los seres humanos. En los días posteriores al nacimiento de sus crías, se presenta un brote de nuevas neuronas que crecen en el cerebro del papá ratón; bueno, eso si, como dice un estudio en Nature Neuroscience, este permanece en contacto con sus cachorros. El olor por sí solo no basta, pero, con la proximidad física, el nuevo papá ratón desarrolla neuronas en su hipocampo (memoria) y bulbo olfatorio (olfato) que le ayudan a reconocer el olor individual de sus cachorros, una habilidad que conserva a lo largo de su vida y que permite que el papá ratón siga reconociendo a sus crías, incluso luego de que han crecido. La clave está en la hormona prolactina, que es la misma que inicia la lactancia en las madres. La paternidad también reduce la producción de testosterona en los varones humanos. Un estudio de 2011, que se publicó en Proceedings of the National Academy of Sciences, muestra que los hombres con altos niveles de testosterona están en mayor probabilidad de engendrar, luego de lo cual la testosterona disminuye en un promedio de 30%. Esta es la parte más interesante: como ocurre con el ratón macho que desarrolla neuronas según el grado de contacto con sus crías, el nivel al que desciende la testosterona del hombre cuando se convierte en padre se relaciona directamente con cuánto tiempo pasa con su hijo. Podrías pensar que la testosterona es una cosa «física» y seguramente lo es, ya que contribuye a la formación de músculos, pero también es una cosa cerebral, y una disminución en sus concentraciones significa que papá se vuelve menos agresivo y más nutricio: en pocas palabras, se vuelve más un padre y menos un tipo cualquiera. También existe una diferencia notable entre los cerebros de las personas que son padres y no padres en respuesta al sonido del llanto de un bebé, aunque este no sea su hijo. Cuando un bebé llora, el cerebro de padres y madres muestra activación en la amígdala y la corteza prefrontal, como si el cerebro del progenitor estuviera programado para sentir la ansiedad del bebé (amígdala) y de inmediato se preguntara qué se puede hacer al respecto (corteza prefrontal). ¿Qué pasa con los cerebros de quienes no tienen hijos? No mucho. Para su cerebro, el sonido del llanto de un bebé no es diferente de cualquier otro ruido chillón. De verdad, el «cerebro parental» es solo uno de una gran cantidad de cambios relacionados con la edad y la etapa de vida en tu sustancia gris. Cuando eras muy pequeño, no sabías nada y, en consecuencia, tu cerebro estaba programado para un aprendizaje súper rápido, de modo que pudieras adquirir algún conocimiento. En los años de la adolescencia, nuestros ancestros tuvieron que luchar por obtener un sitio en la jerarquía social, lo cual a veces requería de comportamientos arriesgados y agresivos, de modo que el cerebro adolescente está programado para este tipo de idiotez extravagante. Como joven adulto, se te programó para buscar pareja y, si tuviste éxito, tu cerebro se reestructura para priorizar las necesidades de los hijos que tengas. Esta noche finalmente llegó el momento de dejar de luchar contra tu cerebro. Si eres padre o madre, percátate de que tu cerebro nunca será el mismo que era antes de que tuvieras hijos. Pero eso no es malo por necesidad. Más bien, es el resultado de la estupenda capacidad de tu cerebro para adaptarse a tus necesidades. Si tienes hijos, necesitas un cerebro de padre. En caso contrario, tu cerebro puede seguir oyendo el llanto de un bebé como si fuera lo mismo que el sonido de uñas que raspan un pizarrón. Actúa como si lo fueras hasta que lo consigas La moraleja de todo este asunto del cerebro parental es que las acciones conducen al desarrollo: mientras más actúes como padre o como no padre, más probabilidad existe de que tu cerebro se transforme para adecuarse a la situación. La cantidad de tiempo que madres y padres pasan con su hijo crea estados cerebrales maternos y paternos. Cuida de tu hijo y tu cerebro se ajustará en consecuencia. El amor es una combinación química embriagadora S i sientes que sabes qué pasa en tu cerebro esta noche mientras experimentas el amor, primero tienes que definir los términos. ¿Te refieres a enamorarte o a estar enamorado? Ambos son como una droga. Si alguna vez te sentiste eufórico y mareado después de una cita prometedora, sabes que enamorarse se parece a la respuesta física a una droga recreativa. Sin embargo, no es por despreciar a Cupido ni nada por el estilo, pero estar enamorado es muy diferente: se parece más a despertar dos semanas después sobre una bolsa de Cheetos con los inicios de un entendimiento acerca de la adicción. Eso se debe a que enamorarse depende en parte de nuestra vieja amiga la dopamina: la sustancia cerebral gratificante cuyos efectos imitan los opioides, como la heroína, y que, como la heroína, crea la liberación de dopamina en el cerebro. No es solo que esta dopamina te haga sentir literalmente un poco aletargado al bloquear el dolor e inducir placer, sino que el placer de la liberación de dopamina te provoca hacer cosas que conducen a más placer. La dopamina en tu cerebro luego de una primera cita que salió bien ayuda a garantizar que haya una segunda cita. Y luego también recibes una cierta dosis de oxitocina. No, ese no es el fármaco que se utiliza como droga de abuso y que se llama OxyContin o la adictiva oxicodona, sino un neurotransmisor que existe naturalmente y que facilita el proceso de vinculación afectiva en los humanos. De hecho, la oxitocina no solo crea la vinculación en los humanos sino que se ha demostrado que crea la vinculación entre madre y cría en ratones de laboratorio. Un aerosol nasal de oxitocina provoca que las personas que colaboran en experimentos sean más cooperativas. Y, de igual manera que provoca que te vincules con las personas que consideras como amigos, aliados o amantes, la oxitocina también causa que excluyas a las personas que consideras ajenas, lo cual significa que un chorrito de oxitocina mientras te enamoras te ayuda a centrar tu atención en la persona amada, al tiempo que te ciega a las otras opciones. Durante la relación sexual, a la oxitocina se le suma la vasopresina, una hormona que participa en la regulación de la retención de agua y la vasodilatación en el organismo. La investigación con topillos de la pradera muestra que la vasopresina podría ser lo que crea la experiencia de vinculación del sexo; con la vasopresina, los topillos se vinculan después del apareamiento y cuando se bloquea la vasopresina, los topillos tienen una aventura de una noche. Esa es la parte interesante: cuando los investigadores administraron vasopresina a parejas de topillos de la pradera, estas formaron un vínculo incluso sin aparearse. Cuando menos en los topillos, es la combinación química, y no mucho más, lo que crea la experiencia vinculante del amor. Y que Dios nos ampare si no podemos ver lo mismo en los humanos: mientras más bueno sea tu cerebro para utilizar la oxitocina y la vasopresina, más probable será que tengas un vínculo en tu relación. De verdad: tus neuronas tienen receptores diseñados para atrapar estas hormonas y existe cierta evidencia de que las personas con menos receptores de oxitocina y vasopresina están en mayor probabilidad de divorciarse y de tener una menor satisfacción con sus relaciones amorosas. Pero allí no termina el asunto. Como el traficante de éxtasis que rebaja la droga con todo tipo de sustancias que se utilizan habitualmente para impedir que las plagas entren a tu casa, el amor combina incluso más químicos dentro de tu pobre y enamorado cerebro. Uno de ellos es la noradrenalina, que provoca que te palpite el corazón. La liberación de noradrenalina durante la euforia del amor es parte de la respuesta de pelea o huída de tu organismo y aumenta tu capacidad para saltar por campos de tulipanes con tu nueva pareja. Por último está la serotonina. «El amor reduce las concentraciones de serotonina, lo cual es común en personas que tienen trastorno obsesivocompulsivo», señala la doctora en obstetricia Mary Lynn, codirectora de la Loyola Sexual Wellness Clinic (Clínica de bienestar sexual Loyola). «Esto puede explicar por qué nos concentramos en pocas cosas aparte de nuestra pareja durante las primeras etapas de una relación». Así, tienes la dopamina, que te hace sentir drogado; la oxitocina, que te hace dependiente; la noradrenalina, que provoca que te exaltes, y la serotonina, que te vuelve obsesivo. Con el tiempo, te vuelves incapaz de existir sin esta mezcolanza de neurotransmisores. Mientras más estés en una relación, más se acostumbrará tu cerebro a estas sustancias y eso reajustará tus puntos de referencias de un modo que produce que las necesites. La comparación con la adicción es tan fuerte que cuando Helen Fisher, investigadora de la Universidad Rutgers, les mostró a los estudiantes de primer grado que acababan de romper con su novio o novia una fotografía de sus antiguas parejas, observó que se activaban las mismas áreas del cerebro que se estimulan cuando se tienen ansias por una droga. Eso parece lógico. Nuestros cerebros no evolucionaron para sentir placer en respuesta a las drogas; las drogas son simplemente un modo artificial de apropiarse del sistema del placer que se diseñó con otro propósito, que es ayudarte a sentir amor y vinculación. Para tu cerebro, el amor es una droga y las drogas son el amor. Mete eso en una pipa y fúmatelo. Contacto, sol y amor Aparte de buscar en Amazon a los comerciantes legítimos del aerosol nasal de oxitocina (no pierdas tu tiempo) o de darle utilidad a tu doctorado al crear por ingeniería genética una forma de aumentar la liberación de serotonina, tendrás que limitarte a obtener esos químicos cerebrales del amor a través del método conocido: por medio de experimentar el amor. Si te es difícil conseguirlo, el contacto físico será suficiente. Incluso un abrazo platónico crea la liberación de oxitocina y algunas investigaciones indican que la gente que anhela el contacto humano luego de períodos de aislamiento experimenta una especie de abstinencia de oxitocina. Además, un artículo del 2007 de la Journal of Psychiatry and Neuroscience recomienda la luz brillante para crear una liberación de serotonina similar al enamoramiento. ¿Pensabas que «cubrirte con la cálida luz del amor» es solo una metáfora? Resulta que es un poco más literal que eso. Si estás hambriento de amor y contacto humano, puedes tener un asomo de cómo se siente eso si te das un baño de sol. Cómo saber si tu relación durará A hora que ya sabes qué pasa dentro de tu cerebro mientras estás enamorado, la pregunta obvia es: ¿durará? John Gottman tiene la respuesta. El afamado investigador sobre las relaciones y profesor emérito de psicología en la Universidad de Washington pasó su carrera extrayendo las palabras, acciones, reacciones y emociones que están contenidas dentro de una relación amorosa y que pueden pronosticar el éxito o fracaso. Por ejemplo, grabó videos de sujetos casados que hablaban uno con el otro, al mismo tiempo que media su temperatura corporal y frecuencia cardíaca y les pedía que oprimieran palancas para indicar la fortaleza de sus sentimientos mientras hablaban. Posteriormente pidió a estudiantes de posgrado entrenados que registraran las expresiones faciales de las parejas mientras hablaban. Resultó ser que había cuatro cosas que observó de manera consistente en las parejas que luego se divorciaron: crítica, actitud defensiva, actitud evasiva y desprecio. Es probable que conozcas el significado general de estas cosas, pero vale la pena detallarlas para ver qué ocurre con exactitud dentro de estos factores a los que Gottman llama los «Cuatro Jinetes del Apocalipsis» que provocan que una relación se desmorone. Claro, hay cosas que hace tu pareja que te desagradan: odias que se le olvide oprimir el botón de «infusión oscura» de la cafetera y que el café de la mañana esté aguado; odias que en las fiestas ella minimice su experiencia en programación de computadoras. Y quieres hablarle a la persona amada de esas cosas que te desagradan; quieres criticar. Gottman dice que lo hagas. Sea que tu expectativa de que tu pareja cambie las cosas que hace y que te molestan sea realista o no, es totalmente ilusorio esperar que te muerdas la lengua cuando observas circunstancias en la relación que desearías que fueran diferentes. No es la crítica de las acciones de tu pareja lo que Gottman incluye en la lista de los Cuatro Jinetes, sino la crítica del carácter de tu pareja. Cuando la queja sobre el modo en que tu pareja hace algo se convierte en crítica sobre la parte del carácter o personalidad de tu pareja que lo vuelve de ese modo, ese es el indicio de un muy mal agüero para la relación. Piénsalo un momento: dices «Odio que dejes levantado el asiento del excusado» o «¿Qué tipo de maldito desconsiderado deja levantado el asiento del excusado?». La actitud defensiva es justo como suena: el intento por desviar un ataque. La forma de actitud defensiva que realmente destruye las relaciones es más un reflejo de la culpa; en lugar de esquivar el ataque, lo regresas contra tu pareja. También se refiere a estar presto para ver una agresión cuando quizá ni siquiera exista. Este tipo de defensa no es una evitación o debate constructivo. Es más como una ofensiva en la que se usa el fuego para combatir el fuego, aunque eso implique incendiar de manera preventiva a tu pareja, quien no ha encendido aún su propia antorcha. La actitud evasiva es esa mirada perdida que recibe tu pareja cuando lo criticas. Es abstraerse de una interacción antes de llevarla a una conclusión o negarse a participar de inicio en las discusiones difíciles. Si un miembro de la pareja está siendo evasivo es como si ya se hubiera salido de la relación. Y luego está el desprecio. Es un poco como la crítica, pero con una sarcástica falta de respeto. El desprecio no solo se refiere a que desees que tu pareja sea diferente, sino que devalúas cómo es. Para Gottman, esas respuestas burlonas que se acompañan de miradas de exasperación son el más destructivo de los Cuatro Jinetes e indican un antiguo resentimiento que se ha estado gestando bajo la superficie. Esto suena como las observaciones superficiales de un blog de autoayuda hasta que examinas de dónde vinieron. Desde 1989, Gottman reclutó a 130 parejas de recién casados del área de Seattle para que participaran en un estudio longitudinal: ninguna de las parejas tenía hijos y habían estado casadas menos de seis meses. Luego les pidió que llenaran cuestionarios y que se sometieran a una entrevista grabada en la que discutirían un problema actual de su elección. Después Gottman dio seguimiento a estas parejas a lo largo de seis años. En ese tiempo ocurrieron diecisiete divorcios. ¿Qué habían hecho de manera diferente estas parejas dentro de las entrevistas en el laboratorio de Gottman, en comparación con las 113 parejas que siguieron casadas? De allí es de donde surgieron los Cuatro Jinetes: las parejas que después se divorciaron estuvieron en mucha mayor probabilidad que las demás de criticar la naturaleza de su pareja, actuar en forma defensiva, ser evasivos y ser despectivos. El modelo de Gottman pronostica el divorcio con una precisión de 83% y predice la satisfacción marital con una precisión de 80%. Eso significa que, si observas la presencia de los Cuatro Jinetes en tu relación, todavía existe la posibilidad de que todo resulte bien… pero podría ser momento de atender con un poco más de cuidado a la manera de bajarte del caballo de la negatividad en la relación antes de que sea demasiado tarde. «¿Te gustan las películas de terror?» Para saber acerca de la compatibilidad de las parejas, puedes observar a muchas de ellas o, en la época del internet, puedes observar muchas cifras. Eso es lo que hicieron los matemáticos de Harvard y fundadores del sitio web de citas en línea OK Cupid para descubrir las tres preguntas de su cuestionario de compatibilidad que tienen mejores resultados para pronosticar qué parejas terminarán juntas. Estas son: «¿Te gustan las películas de terror?», «¿Alguna vez has viajado solo(a) por todo el país?» y «¿No sería divertido dejarlo todo e ir a vivir en un velero?». Podría parecer una tontería pero, más que miles de otras preguntas de encuesta, la combinación de estas tres da un estupendo resultado para pronosticar la compatibilidad a largo plazo. ¿Deberías discutir con tu cónyuge cuando estás enojado? ¿Qué tal cuando estás triste? A llí está de nuevo, ese pequeño demonio del enojo que está sentado sobre tu hombro, picoteándote el cuello con su maldito tridente. Sabes que ese pequeñuelo seguirá pinchándote hasta que peles con la persona amada. Todos hemos oído que es poco prudente discutir cuando estás enojado, porque terminarás gritando algo que realmente no crees y que no podrás remediar, y que en general harás un desastre del mundo como lo conoces. Pero debido a los encantadores engranajes de tu cerebro, no solo es más probable que pierdas el control de tus comportamientos cuando te enojas, sino que también es posible que pierdas control de tus creencias. Tu interpretación de las intenciones y el carácter de tu pareja, y su semejanza genética con la basura, depende de tu estado de ánimo y puedes apostar que, cuando estás enojado, estás predispuesto a creer lo peor. Esto es más o menos así: Imagina que estás conduciendo por el abarrotado estacionamiento de un supermercado y frente a ti se detiene un hombre que lleva un teléfono móvil. Mientras sigue con el teléfono en la oreja, levanta una mano y te muestra la palma. ¿Qué te indica con ese ademán? ¿Y cuál es la respuesta adecuada? ¿Deberías devolverle el mismo gesto o deberías mostrarle el dedo medio de tu mano? Tu interpretación del ademán del hombre —como disculpa, agradecimiento u orden— depende en gran medida de tu propio estado de ánimo. Si estás de mal humor, es más probable que consideres que la señal de este hombre representa una insistencia a su derecho a atravesarse en medio del tránsito mientras parlotea por el teléfono; si estás de buen humor, lo más probable es que le concedas el beneficio de la duda y consideres el ademán como disculpa por el inconveniente causado y como agradecimiento de que no lo hayas dejado aplastado sobre el pavimento. Esto se debe a algo que se denomina efecto de «congruencia del estado de ánimo» y significa que cuando sientes que hierves de cólera, piensas que los demás también se sienten así. Eso tiene lógica, pero el asunto es que no todas las variedades de cólera son iguales para tu cerebro. El enojo vive en tu amígdala y esta variedad del mal humor en el «cerebro reptiliano» es lo que aumenta tu pulso, presión arterial y secreción de adrenalina. Por otro lado, la tristeza habita en el hipocampo: es una experiencia más cognitiva del mal humor que se basa en la memoria y en tu interpretación de las experiencias, sin afectar necesariamente a tu organismo. ¿Las personas enojadas interpretan las señales sociales de modo diferente que aquellos que están tristes? Demos un paseo con Galen Bodenhausen, profesor de psicología de la Universidad Northwestern, para dar un vistazo a esto. Inicialmente pidió a estudiantes universitarios que «recordaran de manera vívida un episodio que los hubiera hecho sentir muy enojados y que describieran en detalle cómo ocurrió el suceso». Otros estudiantes hicieron lo mismo con un recuerdo triste. A un tercer grupo se le permitió mantenerse en el estado de ánimo que tenían cuando llegaron al laboratorio. Luego pidió a los estudiantes que imaginaran que participaban en un comité estudiantil de evaluación, encargado de juzgar los casos de mal comportamiento de sus compañeros: uno de los casos implicaba la acusación de copiar en los exámenes y otro implicaba agresión física. En la mitad de los casos, el acusado ficticio tenía un nombre hispano obvio. ¿Cómo juzgaban estos estudiantes tristes, enojados o neutrales a sus compañeros hispanos o de origen neutro? Por desgracia, como podrás suponer, cuando los estudiantes universitarios estaban enojados, pero no cuando estaban tristes o neutrales, estuvieron en mayor probabilidad de encontrar culpabilidad en los sujetos hispanos, pero no aumentó su probabilidad de encontrar culpabilidad en los casos que incluían a un acusado con nombre neutro. Para Bodenhausen, esto es evidencia del «procesamiento heurístico de la información»: cuando estás enojado, en lugar de usar tu cerebro racional, juzgas según reacciones viscerales y, en este caso, la visceralidad de los estudiantes incluía el estereotipo. En otras palabras, el enojo provocó que los estudiantes perdieran la razón. Posteriormente, Bodenhausen hizo lo mismo con el asunto de la persuasión. De nuevo provocó enojo, tristeza o un ánimo neutro en los estudiantes universitarios y les pidió que leyeran un ensayo que defendía el aumento de la edad legal para conducir de los dieciséis a los dieciocho años. A la mitad de los estudiantes se les dijo que los autores eran «un grupo de expertos en política del transporte de la Universidad de Princeton», en tanto que a la otra mitad se le dijo «un grupo de estudiantes de la Universidad Comunitaria Sinclair en New Jersey» habían escrito el ensayo. ¿Qué tan persuasivos les parecieron estos argumentos a los estudiantes universitarios? Resultó que los estudiantes tristes permitieron que su cerebro racional los guiara y se formaron una opinión basada principalmente en el contenido del argumento escrito; para los estudiantes enojados, la fuente del argumento prevaleció sobre el contenido. Bodenhausen encontró lo mismo cuando utilizó la confiabilidad de las fuentes en lugar de su pericia en el tema. Cuando la información provenía de una fuente prejuiciada, los estudiantes enojados permitieron que los gobernara su desconfianza de la fuente más que la información en sí, en tanto que los estudiantes tristes y neurales sentían desconfianza por la fuente, pero siguieron basando sus opiniones en el contenido del argumento. Esto significa que el enojo embota tu capacidad para ser racional. Es probable que ya lo supieras, pero el enojo afecta la racionalidad de un modo muy interesante, ya que abre un canal directo de comunicación a tus prejuicios, instintos y heurística: todas las creencias y reglas generales de toma de decisiones que utilizas como último recurso cuando no prevalecen los dictados de tu mente consciente. Cuando estás enojado, juzgas a la persona y no al contenido y también te persuade la persona y no el contenido. Si discutes con tu pareja cuando estás enojado, tu opinión de que es idiota y poco confiable supera cualquier cosa inteligente, real o perspicaz que pueda decirte. Por otro lado, si intentas mantener tu atención en tu perspectiva de un problema, aún frente a un cónyuge carismático y persuasivo, es posible que tu enojo provoque que te persuadan con más facilidad. Cuando estás triste, puedes discutir y conservar de todas maneras la lógica. Pero discutir cuando estás enojado deja el control de la situación en manos de tu cerebro reptiliano, y, con demasiada frecuencia, los beneficios para ti quedan en el olvido Un pequeño trozo de evidencia que sugiere que sigues teniendo el cerebro de un cavernícola A l elegir esta noche cómo interactuarás en casa con las personas amadas, o en el gimnasio, restaurante o bar para solteros con aquellos a los que te gustaría amar, conviene saber que tu cerebro te permite ser mucho más que esa bruta herramienta de reproducción que creó la evolución. Desde cuando menos los tiempos de la Ilustración, o quizá desde la Revolución Industrial, nos independizamos de alas leyes de la evolución y nos liberamos de la interferencia de Darwin en nuestro cerebro. En lugar de estar comprometidos con nuestros instintos animales, somos entes racionales con un propósito evolucionado que supera la necesidad de procrear (aun si no sabemos con exactitud cuál podría ser ese propósito). ¿Pero en realidad es así? ¿De verdad estás más allá de la evolución? Podríamos deforestar los bosques septentrionales para obtener la pulpa de todo el papel que se necesitaría para describir todos los estudios que muestran que hombres y mujeres seguimos condenados a actuar según nuestros impulsos evolutivos. Por ejemplo, veamos un artículo que se publicó en 2000 en la revista Nature. Comienza con un recuento de los estudios anteriores que han mostrado que los hombres altos tienen una ventaja, con respecto a los hombres de baja estatura, en el aprendizaje académico, salud, ingresos y estatus social. En serio, eso debería bastar por sí solo: ¿Por qué la estatura influiría en tu éxito profesional? Pero el estudio llega incluso más lejos, al señalar que los hombres altos tienen más hijos. Incluso en esta época ilustrada en la que vivimos, la estatura proporciona una ventaja evolutiva básica a los hombres altos. Por elevado que sea el nivel evolutivo que seguramente has alcanzado, sigue habiendo espacio para crecer. Sobre qué debes conversar en la primera cita El economista conductual Dan Ariely mostró que la gente conversa de manera incorrecta en las primeras citas románticas. Tendemos a hablar de generalidades, como el clima o la comida —que son temas que garantizan un tipo blandengue de acuerdo—. Pero, según Ariely, apegarse a los temas seguros, como los pasatiempos y empleos, produce una cita común y corriente que se olvida con rapidez. Cuando Ariely obligó a las parejas a elegir de una lista de preguntas incisivas como «¿Alguna vez le has roto el corazón a alguien?» y «¿Cuántas parejas has tenido?», tanto aquellos que preguntaron como aquellos que respondieron calificaron las conversaciones como más agradables. Recurrir a temas que garantizan un equilibrio es la opción segura. Pero agitar las aguas conduce a una buena cita. Cómo leer la mente de la persona amada « Oye amor, ¿qué te parece si invitamos a mi mamá a cenar este fin de semana?». «En lugar de ir a esquiar durante las vacaciones, ¿qué te parece si tomamos un crucero de Disney?». Existen respuestas políticamente correctas para estas preguntas, es decir, que eviten que uno de los dos duerma en la sala. Y luego están las respuestas reales: aquello que piensas en realidad detrás de esa fachada refinada de cortesía y transigencia. Si quieres saber lo que piensa tu pareja, necesitas una ventana que se asome más allá de las maquinaciones de su corteza prefrontal: más allá de la máscara que tan hábilmente nos ponemos para ocultar nuestras emociones e intenciones. Esta ventana existe en algo que se conoce como micro-expresiones. Como la demora que existe entre ver que los platillos de la banda escolar chocan entre sí y escuchar su estruendo, existe una breve demora entre sentir una emoción y nuestra capacidad para ocultarla. En esos milisegundos, el rostro humano presenta su verdadera emoción. Si haces una rápida búsqueda de imágenes en internet bajo el tema de «microexpresiones de Ekman» (en honor al investigador Paul Ekman, quien acuñó el término y más ha contribuido a los principales estudios en esa área), te llevará a cientos de buenos ejemplos de microexpresiones a través de fotografías que presentan rostros atrapados en el acto de expresión emocional. Pero en el mundo real, un secreto para detectar esas microexpresiones consiste en no parpadear. Ekman señala que las microexpresiones duran apenas de una decimoquinta a una vigesimoquinta parte de un segundo, luego de lo cual la gente tiende a ocultarlas de manera consciente o inconsciente. Esta pequeña ventana ofrece información importante. Un estudio encontró que la capacidad de un médico para reconocer las microexpresiones de sus pacientes se correlacionaba con las valoraciones de los pacientes acerca de la empatía del médico. Otro estudio mostró la videograbación de un discurso de George H. W. Bush en la que los investigadores eliminaron siete microexpresiones de sonrisa. Sin los apoyos amistosos inconscientes del discurso, los sujetos se sintieron más amenazados y molestos. Otro estudio evidenció que las personas que pueden detectar las microexpresiones son más capaces de descubrir a los mentirosos, siempre y cuando los mentirosos estén falseando algo que tenga contenido emocional, lo cual crea lo que los investigadores llaman «filtración facial» (que significa que, si mientes, deberías tratar de separar la emoción de la mentira). Incluso subconscientemente, las microexpresiones influyen en tus percepciones del mundo y aprender a observarlas con tu mente consciente puede darte indicios de los pensamientos y sentimientos de tu pareja que quizá no detectarías de cualquier otro modo. La pregunta es si puedes aprender a percatarte de estas microexpresiones al nivel consciente. Las computadoras definitivamente sí pueden hacerlo. Al mencionar su uso en un sistema de detección de mentiras, los investigadores chinos describen un sistema automático que reconoce e interpreta las microexpresiones con 85.42% de precisión, que ellos señalan como «más alto que el desempeño de sujetos humanos capacitados». Pero incluso sin la capacidad de una computadora para tomar una instantánea y luego analizar cuadro por cuadro mientras calculas datos a la velocidad de un chip de silicón, puedes aprender a extraer información de las microexpresiones. Ekman ofrece una variedad de herramientas (que tienen un costo) para capacitarte a detectar y utilizar las microexpresiones. Pero una cosa que sí puedes hacer de manera gratuita en este mismo instante es simplemente esforzarte por aumentar tu concienciación de la existencia de las microexpresiones. Pasamos por alto la información que nos proporcionan porque no pensamos en buscarlas. La siguiente vez que tengas una conversación importante, sea la evaluación de un candidato a un puesto, la charla con un amigo o esta noche, mientras intentas sacar información oculta de la gente que amas, observa con cuidado para ver si el asomo de una expresión se reemplaza con la máscara de otra. Esta breve ventana puede ofrecerte una mirada a la verdad, las mentiras y las verdaderas emociones que siente la gente. Felicidad, bienestar y Twinkies L a Constitución de Estados Unidos no garantiza la felicidad. En parte eso se debe a que todo el asunto de «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad» está en la Declaración de la Independencia y no en la Constitución de ese país. Pero otra razón importante es que, aunque el gobierno puede garantizar el derecho a buscar la felicidad (o cuando menos la idea sirve como una fantástica propaganda), nada puede garantizar que se alcance, así que mientras te sientas esta noche en tu sillón a leer este libro y a examinar cómo te fue en tu día, pregúntate: ¿eres feliz? Primero pregúntate si la «felicidad» es lo que deseas. Si estás abatido, seguramente así pareciera. E incluso si estás bastante contento, tienes que admitir que siempre se puede ser más feliz, ¿no? Me refiero a que, mientras lees esto ¿estás sentado en una hamaca en la playa con una copa de margarita a tu derecha? Y en ese caso, ¿cómo está la temperatura? ¿La brisa es conducente a tu felicidad? ¿En qué magnitud de la felicidad eres realmente feliz? Arístipo, un filósofo griego que vivió en el siglo IV a.C., se hizo la misma pregunta y llegó a la sencilla respuesta de que si te sientes más bien que mal, entonces eres feliz. Para él, la meta de la vida era maximizar las ocasiones de felicidad, en tanto que se minimizan las ocasiones de tristeza. En fechas recientes, el campo de la economía ha proporcionado una tonelada de evidencias de que eso es exactamente lo que hacemos. En muchos sentidos, los seres humanos son creaturas simples que «maximizan la utilidad» a través de buscar el placer en lugar del dolor, al grado en que el afamado economista de Princeton Daniel Kahneman recomienda medir tu felicidad anotando los hechos de tu día en un diario y contando con cuánta frecuencia e intensidad la felicidad supera a la infelicidad. ¿Pero la felicidad podría ser más que tan solo sentirte bien sin sentirte mal (y, quizá, con un ligero destello de petulancia)? Allí es donde entra la participación de los eudemonistas. No, los eudemonistas no son un montón de locos que buscan el significado oculto en las proporciones matemáticas de las pirámides de Egipto, ni la gente que usa máscaras y que participa en extraños rituales orgiásticos en las películas de Oliver Stone. O, si lo son, eso es independiente de su eudemonismo. Un eudemonista es una persona que cree, al igual que Aristóteles, que la vida es más que la respuesta refleja de nuestros deseos. Casi podrías oír los entusiastas gritos del águila Sam de Los Muppets mientras describe los beneficios de cosas como la fuerte fibra moral. Desde la perspectiva eudemónica, la felicidad puede ser una verdadera tontería. Veamos el caso de Panamá. Según las cifras de UNICEF, en 2012 Panamá tenía un ingreso per cápita de $9 910 dólares, solo cuarenta y cinco usuarios de internet por cada cien habitantes y 6.6% de su población vivía por debajo del nivel internacional de pobreza de $1.65 dólares al día. Comparemos eso con el poderoso Estados Unidos, en el que las estadísticas de UNICEF señalan ingresos per cápita de $50 120 dólares en el 2012, ochenta y seis usuarios de internet por cada cien habitantes y un porcentaje enormemente menor de personas que vivían con menos de $1.65 dólares diarios. Es obvio que con más dinero y la posibilidad de ver cosas como el video del Nyan Cat, la gente en Estados Unidos es más feliz que la gente en Panamá, ¿no? Pues no, según el Índice Gallup-Healthways de 2013, que encuestó a 133 000 personas en 135 países para un informe titulado The State of Global Well-Being (Estado del bienestar global). Cuando se examina el bienestar de los ciudadanos de esos países, Panamá está en primer sitio de la lista. Los Estados Unidos se sitúan en el puesto cuarenta y uno. Eso se debe a que, además de la experiencia de felicidad en el momento presente, la encuesta de Gallup tomó en cuenta los rubros de propósito (sentir gusto por lo que se hace a diario y estar motivado para lograr tus metas), social (tener relaciones comprensivas y amor en tu vida), económico (controlar tu vida en sentido económico para reducir el estrés y aumentar la seguridad), comunidad (disfrutar del sitio donde se vive, sentirte seguro y tener orgullo de tu comunidad) y físico (tener buena salud y suficiente energía para lograr lo que debes hacer a diario). De acuerdo con este informe, el bienestar de las personas de Estados Unidos se reafirma por el propósito y el bienestar social, pero disminuye por la falta de bienestar en los aspectos comunitarios, físicos y económicos —en apariencia, a pesar de nuestro poder económico—. Los estadounidenses sienten que no pueden cubrir sus necesidades. Siria y Afganistán, que son países destruidos por la guerra, están al final de la lista, ya que solo 1% de la población de ambos está «prosperando». Al tope de la lista, y luego de Panamá, están Costa Rica, Dinamarca, Austria y Brasil. Imaginemos que lo que deseas es bienestar y no felicidad. ¿Qué puedes hacer al respecto? Una cosa que puedes hacer para mejorar tu bienestar y, en consecuencia, contribuir en pequeña medida al bienestar de Estados Unidos, es encontrar una pareja a largo plazo, lo cual fomenta las probabilidades de que, como estadounidense, obtengas puntuaciones entre quienes «prosperan» y que subas del deprimente 13% al todavía deprimente 17% (que, por lo menos, te da la capacidad de mirar con sorna a los que están por debajo de ti). El bienestar físico en Estados Unidos también es lúgubre… y de un modo interesante. Sí, estamos hablando de la obesidad y este es un ejemplo de muchos en los que quizá tengas que cambiar la felicidad por el bienestar. Veamos el ejemplo de los Twinkies. Si maximizas tu felicidad a través de devorarte diez o veinte de esos deliciosos pastelillos rellenos de crema, es probable que experimentes la felicidad inmediata, seguida de un descenso vertiginoso en tu bienestar que incluye, aunque no se limita, al desprecio por ti mismo y el vómito explosivo. El caso del Twinkie muestra que sentirse bien no siempre es mejor. ¡Pero es tan fácil poner a la felicidad de un lado de la balanza y a la tristeza en el otro y marcar la inclinación como medida de una vida feliz! Pues lo siento: vivimos en una época de ambigüedad y algo que parece tan puro como la felicidad quedó cubierto del mismo lodo que otras cosas irrefutablemente buenas, como las grasas trans y los partidos políticos. Y en este mundo ambiguo en el que ni el dinero, ni la educación ni la mortalidad antes de los cinco años es una medida absoluta de la felicidad personal o social, tu evaluación de tu propia vida quizá no se refiera a lo que te sucede, sino a cómo lo interpretas. Los estudios sobre la personalidad señalan que: «las personas típicamente felices tienden a interpretar los mismos sucesos y encuentros de manera más favorable que las personas infelices», según indicaron los investigadores Richard Ryan y Edward Deci en 2001. En las inmortales palabras de Bobby McFerrin, si quieres ser feliz, sé feliz ahora. La felicidad está en la búsqueda y la opción de buscar depende de ti. Encuentra tu bienestar ¿Quieres saber las maneras de elevar tu bienestar? La siguiente lista quizá te suene banal, pero en multitud de estudios se ha probado que cada uno de esos elementos te ayudan a sentirte mejor contigo mismo y con tu vida de una manera extraordinaria: cuida de tu cuerpo, encuentra oportunidades de reír, expresa tus emociones en lugar de reprimirlas, vive según tus valores, practica la gratitud y el perdón. (Ah, y reduce el tiempo de recorrido entre la casa y el trabajo.) No desprecies el efecto placebo C omo dijo Jack Nicholson en El resplandor: «Al fin llegó la hora de que tomes tu medicina, mocoso». Pero, de verdad, ¿cuál de los quince frascos de medicamentos para la noche que tienes alineados en la repisa junto al dentífrico es el que necesitas tomar? Quizá todos. O… quizá ninguno. ¡Eso es porque los placebos se están volviendo más fuertes! ¡Sí, esas pastillas de azúcar que usan los médicos e investigadores para engañar a los grupos control en las pruebas clínicas están funcionando mejor cada día! Estas pastillas, supuestamente inocuas e inertes, son tan potentes que se está volviendo cada vez más difícil vencerlas con los verdaderos medicamentos. Eso parecería fantástico —¡algún día podrías tomarte una cápsula vacía en lugar de tu antidepresivo!— pero también significa, como señala un artículo en la revista JAMA: Psychiatry, que «el aumento en las tasas de respuesta a los placebos contribuye a una disminución en las diferencias entre los placebos y los fármacos, y a un aumento en la cantidad de pruebas fallidas con los medicamentos antipsicóticos; ambos factores incrementan el costo del desarrollo de medicamentos, demoran la disponibilidad clínica de los nuevos fármacos antipsicóticos e, incluso, precipitan las reducciones en la investigación sobre trastornos psiquiátricos que llevan a cabo las empresas farmacéuticas». La razón por la que los placebos se están volviendo más potentes puede deberse a la confianza cada vez mayor de tu cerebro en el poder de estas medicinas. En comparación con el decenio de 1960, es más frecuente que esperemos ser capaces de deshacernos de nuestros problemas por medio de una medicina. Esperamos que los fármacos funcionen y así lo hacen. De hecho, casi todo lo que esperes que tenga un efecto, lo tendrá, desde las terapias alternativas que muestran asombrosos beneficios para la salud, hasta el efecto «nocebo»: en un estudio sobre un medicamento común para la próstata, a algunos de los sujetos varones se les dijo que la medicina podía causar disfunción sexual y estos individuos tuvieron el doble de la tasa de disfunción sexual que los varones a los que no se les habló sobre el posible efecto secundario. Nos burlamos del poder de los factores psicosomáticos diciendo que «todo está en tu mente», pero ¿qué hay dentro de tu mente que tiene el asombroso potencial de filtrarse a través de la cubierta que rodea tu sustancia gris e inundar el resto de tu cuerpo? El poder de tu mente puede hacer que aquello que crees sobre tu cuerpo se vuelva realidad. Pero la excesiva confianza en los medicamentos también puede provocar que funcionen peor. Cuando esperas que algo funcione, así sucede. Pero cuando esperas que un tratamiento farmacológico sea una cura o una varita mágica que resuelva todas tus cuitas, quizá debilite la motivación para hacer todas esas cosas aparte del medicamento que podrían servirte. Vamos, si tomas la partilla mágica, ¿por qué deberías ejercitarte y llevar una dieta sana? En este caso, quizá estés dando dos pasos hacia delante con la medicina, pero también un paso hacia atrás a causa de tus malos hábitos de salud. En tiempos de antaño desconfiábamos de las medicinas y, en consecuencia, seguíamos haciendo todo lo demás que estaba en nuestro poder para estar bien, lo cual provocaba que aquellos que tomaban esas medicinas fueran más sanos en general y que el efecto del fármaco pareciera más fuerte. El mensaje para ti esta noche mientras buscas tus medicinas es que existen productos maravillosos en el mercado que pueden ayudar a tu cuerpo y cerebro a sanar y mantenerse de maneras sorprendentes. Pero no olvides todas esas otras cosas que podrías, y probablemente deberías, estar haciendo. Creer en el poder de una pastilla le ayudará a funcionar, ya sea que sea la correcta o no. Pero creer que eso es todo lo que necesitas puede hacer que el grado de tu bienestar físico se vincule con una sustancia química equivocada. Sanación con cristales Llegó el momento de dejar de burlarte de la sanación con cristales y del poder de los relojes magnéticos. Aquello que crees que funcionará, probablemente lo hará. ¿Realmente te importa sentirte mejor debido al poder de un cristal o al poder de tu mente? Esta semana encuentra algo en lo que creas y ponlo a prueba. Lo importante es la experiencia subjetiva que tu cerebro crea para tu cuerpo (y no las extrañas miradas que te lanzan porque llevas un casco de papel aluminio). La tecnología está devorándote el cerebro A dmítelo: ¿este libro es tu segunda fuente de consumo de medios en este momento? ¿Cuál es la primera? ¿Es un teléfono inteligente? ¿Una tableta? ¿Uno de esos inventos antiguos como el televisor a color? En ese caso, se están comiendo tu cerebro con tanta seguridad como si fueras un personaje secundario anónimo en una película de zombis de los setenta. Regresemos al asunto de la tele a color. En 2011, un artículo en la revista Dreaming describió una interesante característica de los sueños de 2 077 personas a las que se encuestó en 1993, y otras 1 328 a las que se encuestó en 2009. La característica se refería a si la gente soñaba a color. En general, las personas más jóvenes soñaban a color —80% en comparación con solo 20% de los individuos de sesenta años—. Eso es fantástico: pareciera como si la capacidad de soñar a color fuera propia de los cerebros jóvenes. Pero he aquí el dato interesante: los sueños coloridos aumentaron de 1993 a 2009 solo en las personas que tenían entre veinte y cincuenta años. Por alguna razón, el sistema se estaba llenando de personas jóvenes que soñaban a color. Para descubrir la razón, tienes que examinar lo que sucedía treinta años antes. De 1964 a 1978 —los años formativos de esta nueva generación de personas que soñaban a color— el porcentaje de hogares con televisores a color creció de 3.1% a 78%. Los investigadores del artículo de Dreaming culpan al televisor a color, y no a la juventud, de la capacidad para tener sueños coloridos. No está claro qué porcentaje de estos sueños a color se relacionaba específicamente con las películas Tiburón o los Niños del maíz. Pero lo que sí es evidente es que la tecnología tiene un potencial muy real de cambiar a tu cerebro: vamos, la televisión a color cambia el aspecto de tus sueños. La tecnología también nos está robando el sueño. Cuando Thomas Edison inventó el foco, libró para siempre a la humanidad de los ritmos diurnos y nocturnos. Tu mente cognitiva puede burlarse de los ritmos circadianos, pero no se le avisó de ello a tu cerebro reptiliano, que sigue queriendo dormir cuando está oscuro y despertar cuando hay luz. Porque debes saber que se supone que la iluminación disminuya en la noche cuando nos relajamos para ir a la cama. Cuando lees en tu dispositivo electrónico, no tiene que suceder eso (y cuando, en lugar de leer, juegas esa aplicación que induce que suba tu adrenalina, tu cuerpo tampoco se relaja). La melatonina es la sustancia química que te hace sentir sueño. Cuando el mundo se vuelve más mortecino, tu cerebro produce melatonina y te sientes adormilado. Pero cuando el mundo permanece iluminado, sin importar la hora, tus ojos le dicen a tu cerebro que produzca menos melatonina, lo cual dificulta que concilies el sueño. En un artículo para CNN, Mariana Figueiro, directora del Lighting Research Center (Centro de Investigación sobre Iluminación), en el Instituto Politécnico Rensselaer, recomienda utilizar anteojos con tinte anaranjado cuando estás en cama leyendo en una iPad, ya que esos anteojos filtran la luz azul a la que nuestros ojos son especialmente sensibles. (Esa quizá sea una buena idea.) Aún aparte de los efectos destructivos que tiene la privación de sueño sobre la memoria, la tecnología arruina tu capacidad para tener dominio de la información. En 2007, Ian Robertson, director del Institute of Neuroscience (Instituto de Neurociencias), de Trinity College en Dublín, pidió a trescientas personas que recordaran información personal básica: su número telefónico, dirección personal, cumpleaños de un familiar. Ahora bien, todos sabemos que las personas de mayor edad tienen dificultades para recordar las cosas, así que dales una oportunidad. De hecho, no fue así: 87% de los individuos mayores de cincuenta años podían recordar el cumpleaños de un familiar, pero menos del 40% de las personas menores de treinta podían hacer lo mismo. Un tercio de los sujetos entre veinte y treinta años no podían recordar su propio número telefónico y tuvieron que buscarlo en sus dispositivos digitales. ¡Y eso fue en 2007! Entonces, luego de que olvidas la información básica que te conecta con otros seres humanos, Goggle se encarga del resto. Una serie de estudios publicados en Science muestran que, cuando nos enfrentamos con una tarea difícil de memoria, en lugar de buscar de inmediato en el fondo de nuestra memoria, ahora nuestros cerebros están programados para pensar en las computadoras: nuestra primera idea no es «Dios mío, me pregunto si puedo recordar el nombre de ese actor que tengo en la punta de la lengua», sino «Dios mío, debería buscar en Google el nombre de ese actor que tengo en la punta de la lengua». Y cuando sabes que habrá un modo de encontrar después la información, permites que tu memoria la olvide. Desde hace años que sabemos esto gracias a las listas: escribir una lista del supermercado permite que olvides qué incluye. Y Google funciona como una enorme lista cultural. Debido a que lista todo, puedes olvidarlo todo. El artículo de Science señala que la rememoración asistida por la tecnología es comparable a una neuroprótesis: el apoyo de un miembro artificial del que puedes depender para que compense la función que perdiste. Con el tiempo, llevar un soporte lumbar causa que pierdas fuerza en tu centro de gravedad y, con el tiempo, el apoyo de Google puede hacer que tu memoria se vuelva igualmente flácida. La pregunta no es si la tecnología cambió y sigue cambiando el cerebro humano, sino si está cambiando nuestros cerebros de modos que son benéficos o perjudiciales en general. ¿Realmente necesitas ocupar espacio cerebral en recordar los nombres de todos los presidentes de tu país cuando podrías buscarlos con tanta facilidad? ¿El espacio cerebral que en el pasado se ocupaba con las capitales de los estados y los cumpleaños de los familiares podría reutilizarse para tareas como la creatividad y el destello? ¿Y la alteración de nuestros patrones de sueño debido a las tabletas brillantes compensaría los beneficios del sueño de no tener a una pareja al otro lado de la cama que contamine tu sueño con la luz de su lámpara de noche? De verdad, este asunto es demasiado novedoso como para determinarlo. Si puedes, pon una anotación junto a esta duda sobre la influencia de la tecnología y regresa a ella en unos veinte o cincuenta años… bueno, si te acuerdas. ¿Por qué deberías cerrar tu libro e irte a dormir? A quí estás de nuevo, metido muy a gusto bajo las mantas en tu cama. Vaya día tuviste: para tu cuerpo, para tu cerebro y para el sistema que forman los dos cuando se entrelazan. ¿Hoy hiciste cosas buenas para tu cerebro? ¿Cosas malas? ¿Tu cerebro hizo cosas buenas para ti, al ayudarte a tomar decisiones, tener ideas y realizar acciones que, en retrospectiva, te hacen sentir orgulloso? ¿Te enfocaste, resististe la tentación, resolviste problemas, recordaste las cosas que debías recordar, jugaste bien con los demás, ayudaste a desarrollar los cerebros de quienes te rodean, estuviste en general más feliz que triste o, cuando menos, conservaste la esperanza y el optimismo a pesar de los malos humores? En términos generales, ¿sientes los chisporroteos de tu sustancia gris que señalan un día bien invertido? No te preocupes: mañana tendrás otra oportunidad. Y entre ese momento y ahora hay una buena noche de sueño. Pero eso parecería contraproducente; ¡piensa en cuántas cosas más podrías hacer si te quedas despierto! No vale la pena y esta es la razón. Allá por los años sesenta, cuando los investigadores podían meterle agujas a la gente durante treinta y ocho noches seguidas e inyectarles fármacos como el fenobarbital, un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington mostró que la hormona del crecimiento tiene su máxima secreción durante el sueño profundo. Esta hormona, de la que tanto se abusa en los deportes profesionales, aumenta la masa muscular y la síntesis de proteínas, y estimula al sistema inmunitario (entre otras funciones). Si quieres obtener hormona del crecimiento de manera natural, ten una buena noche de sueño: una de las funciones del sueño es reparar lo que descompusiste a lo largo del día. El sueño también permite que el cerebro deseche la adenosina, una sustancia que es subproducto del funcionamiento neuronal. Mientras piensas y actúas, se acumula adenosina, y, mientras duermes, la adenosina desaparece. De hecho, se ha mostrado que la acumulación de adenosina es una de las señales que provoca somnolencia en el cerebro y los efectos vigorizantes de la cafeína se deben en parte a la capacidad de la molécula para bloquear el efecto de esta sustancia en el cerebro. Mientras más tiempo permaneces despierto, más adenosina inunda tu cerebro hasta que, finalmente, lo convierte en chucrut. Y el asunto de que el sueño restaura la belleza también es real. Unos investigadores en Estocolmo tomaron fotografías de personas luego de una noche normal de sueño y, de nuevo, después de treinta y un horas de vigilia. Posteriormente pidieron a sesenta y cinco personas no entrenadas que calificaran la belleza de esas fotografías. A pesar de llevar una vestimenta y arreglo equivalentes, las fotografías de las personas a las que se les había privado del sueño se calificaron como menos sanas, menos atractivas y más agotadas, en comparación con las imágenes de las mismas personas después de que habían dormido. El beneficio final del sueño es algo que probablemente ya oíste antes: el sueño ayuda a consolidar tus recuerdos. Pero la investigación reciente muestra que la consolidación de la memoria durante el sueño va más allá de la idea de guardar los recuerdos de modos más eficientes. Es posible que el sueño promueva la capacidad general del cerebro para ser maleable y la memoria más eficiente es un subproducto de este remodelamiento avanzado que ocurre en el curso de la noche. Puedes observar esto en los cerebros de las personas que aprenden a escribir en un teclado: después de practicar las habilidades de mecanografía, las personas que durmieron ocho horas, y luego tomaron una prueba de mecanografía, tuvieron resultados mucho mejores que aquellos que llevaron el mismo entrenamiento, pero que permanecieron despiertos durante ocho horas. Desde el aprendizaje visual hasta el aprendizaje emocional, pasando por las definiciones tradicionales de la memoria, el sueño permite que tu cerebro se cambie a sí mismo de maneras que optimizan aquello que necesitas, mientras que al mismo tiempo se libra de lo que no te hace falta. En términos básicos, el sueño es el momento en que el cerebro hace la gran mayoría de las labores de remodelación que necesita para lograr que mañana sea diferente de hoy. Así que apaga la luz. Apaga los dispositivos electrónicos. Olvídate del estrés y de las intrigas del día —de todas las cosas que deberías y no debiste haber hecho hoy, y de las cosas que deberías y no deberías hacer mañana— y duerme bien. Tu cerebro será mucho mejor gracias a ello. Perdónate para poder dormir Si quieres quedarte dormido, perdónate. Cuando los investigadores examinaron las estrategias de control del pensamiento de 406 estudiantes universitarios, encontraron que abstraerse de los pensamientos desagradables a favor de ideas más placenteras funciona mejor que tratar de controlar los pensamientos negativos a través de flagelarte por ellos. Si tus remordimientos, fracasos, preocupaciones o temores te mantienen despierto, no te sientas avergonzado: intenta abstraerte de esos pensamientos desagradables y busca recuerdos y esperanzas más amables que te ayuden a poner a dormir tanto a tus preocupaciones como a tu cerebro. Acerca del autor MARBLES, THE BRAIN STORE es una cadena de tiendas dedicada a alcanzar el potencial del cerebro humano. Sus juegos y productos han aparecido reseñados en Good Housekeeping, Real Simple, USA Today, y Wired, así como en programas televisivos como Today y Martha Stewart Living, en Estados Unidos. GARTH SUNDEM es autor de libros como Geek Logik, The Geeks’ Guide to World Domination, Brain Candy, Brain Trust, y Beyond IQ. Vive en Boulder, Colorado. Título Original: Your Daily Brain: 24 Hours in the Life of Your Brain © by Marbles: The Brain Store with Garth Sundem Publicado originalmente en 2015 en Estados Unidos por Three Rivers Press, una editorial de Crown Publishing Group, una división de Penguin Random House LLC, Nueva York. Diseño de portada: Domingo Martínez / Estudio la fe ciega Diseño de interiores: Pulso.inc Traducción: Gloria Padilla Sierra © 2015, Marbles Holdings, Inc., con el nombre comercial de Marbles: The Brain Store Publicada mediante acuerdo con The Crown Publishing Group, una división de Penguin Random House, LLC, of 1745 Brodway, Nueva York, Nueva York, 10019, EUA a través de Interntational Editors Co., Provenza 276, 1r, Barcelona 08008, España. Derechos mundiales exclusivos en español. © 2016, Ediciones Culturales Paidós, S.A. de C.V. Bajo el sello editorial PAIDÓS M.R. Avenida Presidente Masarik núm. 111, Piso 2 Colonia Polanco V Sección Delegación Miguel Hidalgo C.P. 11560, Ciudad de México www.planetadelibros.com.mx www.paidos.com.mx Primera edición: noviembre de 2016 ISBN: 978-607-747-293-3 Primera edición en formato epub: noviembre de 2016 ISBN: 978-607-747-294-0 No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal). Hecho en México Conversión eBook: TYPE TE DAMOS LAS GRACIAS POR ADQUIRIR ESTE EBOOK Visita Planetadelibros.com y descubre una nueva forma de disfrutar de la lectura Regístrate y sé parte de la comunidad de Planetadelibros México, donde podrás: Acceder a contenido exclusivo para usuarios registrados. Enterarte de próximos lanzamientos, eventos, presentaciones y encuentros frente a frente con autores. Concursos y promociones exclusivas de Planetadelibros México. Votar, calificar y comentar todos los libros. Compartir los libros que te gustan en tus redes sociales con un sólo click Planetadelibros.com