EL SENTIDO DE LAS ARTES ADIVINATORIAS Rodolfo Sánchez Garrafa Julio Gilberto Muñiz Caparó A lo largo de su desarrollo, las sociedades humanas han evidenciado preocupación más allá de sus respectivos presentes, les ha importado conocer lo más posible acerca de lo que el futuro les podía deparar. Es así que los pueblos considerados “primitivos o simples”, elaboraron diversidad de ideas al respecto, traducidas en creencias que dieron lugar a toda suerte de "artes adivinatorias". Habilidades y métodos de videncia o adivinación sustentan la idea de que es posible predecir hechos venideros. La capacidad de anticipar el futuro es una creencia que resuelve, a su modo, la ansiedad producida por la incertidumbre y se sustenta originalmente en marcos cosmogónicos de orden mágico-religioso, aunque las sociedades modernas, apelando a la filosofía y la ciencia, tiendan a cuestionarla desde el punto de vista lógico. La discusión puramente racional respecto a las profecías sobre el futuro se remonta, al menos, a los tiempos de la antigua Grecia. La posibilidad de predecir el futuro encontraba fundamento, por un lado, en la existencia del destino y, por otro, en el orden necesario del mundo. Entre los estoicos, Crisipo afirmaba que los adivinos no podrían acertar en sus presagios si todas las cosas no estuvieran determinadas por el destino. Plotino, por su parte, explica que el orden total del universo hace que el comportamiento de cada cosa pueda ser considerada como un signo de las demás; de este modo, la observación de los astros, bien podía dar señales sobre el acontecer en el mundo, en una especie de determinismo astrológico. No fue necesario arribar al conocimiento científico para cuestionar la posibilidad de alcanzar la clarividencia y con ella cualquier eficacia que le pudiera ser atribuida. El romano Marco Tulio Cicerón en su texto De Divinatione o "Sobre la adivinación" (43 a. C.), encuentra que esta actividad no cuenta con un campo propio de aplicación, ya que los sentidos, la capacidad de aprendizaje, la filosofía, son suficientes para atender la necesidad de contar con un conocimiento verdadero. Si todo ocurriese a consecuencia del destino, de nada serviría la adivinación. No puede intuirse aquello que va a ocurrir por pura casualidad o por un giro de la suerte. Ni el delirio o el sueño, como discurrir de una mente libre de inhibición, se libraron de ser cuestionados por Cicerón, dado que venían a ser 1 producto de la casualidad, de pura coincidencia y que los oráculos pronunciados con oscuridad y doblez no soportaban el examen dialéctico. A pesar de todo, el deseo de articular los porvenires –tanto universales como personales– ha trascendido a los avances del conocimiento humano de todos los tiempos. Sigue interesando entender las artes adivinatorias, en la medida en que se ha elaborado teorías que conjugan la voluntad, esto es la libre determinación, con la programación natural del desarrollo biológico humano. Este hecho es el que nos anima a entender las prácticas adivinatorias, sin asumir incondicionalmente su magia, por la capacidad de análisis que supone su práctica aún vigente y su correspondencia con la realidad, dentro de los respectivos contextos culturales en los que se encuadran. Pensamos, sobre todo, en el caso concreto de las sociedades andinas contemporáneas y su legado cultural milenario. Las artes adivinatorias como cultura popular Un interesante enfoque actual, sobre el asunto que examinamos, es desarrollado por Alberto Valdés Cobos (2011), quien aborda las denominadas artes adivinatorias como saberes populares cuya práctica forma parte del chamanismo, la medicina alternativa, la magia, adivinación y etnociencias campesinas, en América Latina. Valdes arranca explicando la noción de cultura popular como un concepto sociológico antagónico a la cultura elitista, de los de arriba, de la clase alta. Nos dice que, en situaciones de diversidad cultural, esta cultura popular se manifiesta como relación entre cultura dominante y cultura dominada y que, según algunos estudiosos, es lo opuesto a la cultura nacional y la alta cultura, con las características de ser autogestionaria, proveniente de culturas subalternas y nacionalista. Advierte, sin embargo, que estas artes suelen mediatizarse y masificarse por acción de periódicos, radio, televisión e Internet, que estimulan su integración a la clase media. La idea corriente de cultura, entendida como algo sofisticado, depurado y vinculado a estratos privilegiados de la sociedad, es excluyente. El uso común de la palabra cultura induce a pensar que la cultura elitista es superior a la cultura popular. La prevalencia de este sentido en América Latina, coadyuva a las consecuencias del denominado choque de culturas producido por la invasión que interrumpió el desarrollo de la civilización andina. En efecto, según el filósofo Juan Pablo Anticona Cebrián, los ocupantes originarios, considerados incultos, en aplicación de los estereotipos occidentales y la influencia de la 2 religión católica, no pudieron evitar el empobrecimiento de la cultura ancestral poseedora del arte, ciencia y filosofía tradicionales. A juicio de los europeos, “los seres andinos no alcanzaron a construir Filosofía y apenas accedieron a una cosmovisión como una forma singular de ver el mundo” (Anticona 2017). Resistencia de las culturas tradicionales y del pensamiento andino El choque de culturas, afectó severamente al pueblo andino que quedó arrinconado en las brumas de la historia oficial; pero la ciencia, transcurridos cinco siglos, ha empezado a demostrar que la sociedad ancestral era una civilización organizada, integrada y unida por elevados principios y finalidades. Se comprueba sistemáticamente la racionalidad de tecnologías ancestrales que encuentran auspiciosa aplicación en la arquitectura, los sistemas de regadío, el agro, la zootecnia, los canales de irrigación, la metalurgia y contribuyen con éxito en beneficio de un mejor conocimiento en diversos campos de interés para la ciencia. Se ha establecido que “(…) los conocimientos tradicionales andinos han jugado, y juegan aún, un papel importante en áreas vitales como la seguridad alimentaria, el desarrollo agrícola y los tratamientos medicinales” (Correa 2011). En efecto, tomando al Perú de hoy como ejemplo, se puede afirmar que todas las clases sociales utilizan medicina alternativa y complementaria a través de conocimientos tradicionales que se articulan en los sistemas de salud convencional. Las familias peruanas, en todos los recintos, hacen uso de los saberes ancestrales que se han convertido en saberes populares. Esto ocurre con las llamadas "artes adivinatorias" que, como dice Valdés Cobos “coexisten con las distintas manifestaciones de la ciencia moderna y la ciencia del futuro" (Valdes Op.cit.), esto es, dando forma a lo que se conoce como medicina alternativa o popular, y a muchos otros saberes que interesan a las etnociencias. La sabiduría popular de hoy en los Andes peruanos, al igual que en México y otros ámbitos del continente americano, hunde sus raíces en las culturas originarias cuyos conocimientos han ido incorporando elementos de la cultura occidental del siglo XV en adelante. En esto sobresalen la magia y adivinación del futuro como prácticas comunes de la época. Sabemos que desde hace milenios, en todos los continentes, hombres y mujeres conjugan en el seno de las sociedades mal llamadas "primitivas" las funciones de médico, sacerdote, profeta, adivino y sabio. En la América indígena contemporánea, las habilidades y funciones de quienes se dedican a este 3 ejercicio, es decir, chamanes, curanderos, adivinos, entre otros, han ido cambiando con el tiempo, aunque quizás se han modificado más en las formas, pero no tanto en el fondo. De acuerdo con Bernardino de Sahagún, autor de Historia General de las Cosas de Nueva España “en los tiempos pasados antes de que viniesen los españoles a esta tierra, los naturales de ella tenían muchos agüeros por donde adivinaban las cosas futuras” (Sahagún de, 1999: 269). La tarea rigurosa de adivinación estaba confiada a especialistas chamanes, con diversos nombres. La esencia del chamanismo todavía consiste en la capacidad que el mediador especialista posee para entrar en trance o en un estado onírico en el cual la conciencia está alterada (Curatola y Ziólkowski 2008). Los chamanes dicen penetrar en el mundo supernatural, en el que emplean su capacidad para influir sobre los espíritus y provocar cambios en el mundo físico. Personas expertas asumen la función de sanadores, pueden predecir el futuro, interpretar sueños y alejar los malos espíritus, empleando hierbas y ejecutando rituales de purificación. En 500 años de hegemonía occidental, la sabiduría y el conocimiento de muchos pueblos ha tenido que escapar de la extirpación de idolatrías y sobrevivir de manera clandestina; no obstante, las prácticas tradicionales revelan una antigua concepción de la vida y el mundo que de alguna manera persiste y se conserva, poniéndose a resguardo de la modernidad y sus instituciones (Boucage 2000: 57). Las artes adivinatorias como sabiduría Las artes adivinatorias son equiparables con la sabiduría. No sólo se trata de un conocimiento distinto a la ciencia, sino que la adivinación se asimila a la sabiduría como forma de conocimiento que implica respuestas trascendentales (sobre el sentido de la vida) que no están en el ámbito de la ciencia. El modelo ideal de esta sabiduría descansa en la cosmología aprehendida por chamanes y otros personajes mediadores. La sabiduría de augures y adivinos es un tipo de saber distinto al conocimiento científico y, por lo mismo, no está constreñida por objetivos epistemológicos, instrumentales y pragmáticos, sino que se proyecta a la esfera espiritual y mágico-religiosa del hombre a través de su función simbólica. El pensamiento mágico-religioso se sustenta en la convicción de que la realidad no se agota en todo aquello que perciben nuestros sentidos cuando estamos despiertos. Hay 4 un mundo espiritual que no es concebido como “otro mundo” ajeno y distante, sino como otra forma de existir en el mismo universo. Para nuestras sociedades tradicionales es natural la posibilidad de que existan otras realidades aparte de la perceptible por los sentidos, y la vinculación con esas otras realidades compromete la participación de determinados agentes mediadores, entre los cuales se hallan los gobernantes y los especialistas a quienes se les reconoce la posesión de ciertos poderes y/o facultades extraordinarias. Los quechuas del mundo andino contaron con sacerdotes chamanes en diversos grados, dentro de escalas de jerarquía en cuya base se hallaban los iniciados o aprendices. A fuerza de administrar energía y de exigirse cada vez una mayor disciplina y autocontrol, los aprendices podían alcanzar el nivel de sapiencia correspondiente a los maestros. Los adivinos en culturas tradicionales de Centro y Sudamérica actúan ante requerimientos de auxilio y alerta en situaciones difíciles o riesgosas, para satisfacer la demanda de pronósticos sobre el comportamiento de la naturaleza, a fin de encontrar solución a enigmas surgidos de la vida real o de experiencias oníricas (Polia 1996). Los campesinos vaticinan el tiempo interpretando señas que proporciona la propia naturaleza, a través de los cambios que se operan en el ambiente, en la flora y en el comportamiento de los animales. Los sanadores populares conservan parte de los conocimientos de los antiguos especialistas de la salud muy enterados de las propiedades curativas de las plantas y otras sustancias que administran en contextos de compleja ritualidad, mediando o no percepciones sensitivas. El adivino tradicional percibe algo, un hecho, que sucedió, sucederá o está sucediendo en algún sitio, y a partir de tal percepción estructura su predicción, otras veces puede simplemente poner de manifesto su propio convencimiento de las cosas o su estimación sobre lo que es o no conveniente en una situación dada. En el mundo andino, la adivinación se sirve de diversos elementos, pero destaca el conjunto de prácticas y creencias relacionadas con la "coca" considerada una hierba sagrada por sus diversas aplicaciones y propiedades para mitigar el cansancio, aliviar enfermedades, sortear el hambre, calmar las penas e incluso develar misterios ocultos. La coca es usada por los pueblos originarios como un vehículo entre los seres terrenales y los dioses y está presente en los ritos 5 ceremoniales. La adivinación o "lectura" de las hojas de coca se practica en regiones como Cuzco, Puno y Ayacucho, donde este arte es transmitido de generación en generación. Se dice que únicamente un descendiente del ande tiene el don para leer las hojas de coca. La lectura suele empezar con la masticación (akulliku o chacchado) de las hojas, tras lo cual el sabor del jugo determina si la lectura es apta o no; si es dulce, se entiende que puede proseguirse, si es amargo se recomienda suspender la operación. No es asunto que con simplicidad pueda denominarse arcaísmo, pues vale la pena reparar en que hoy mismo, las sociedades modernas ensayan diversas formas de anticipar los acontecimientos. La lógica general de los procedimientos es análoga. Usamos predictores para anunciar el futuro, pronosticar y vaticinar. Estamos siempre en procura de mejorar nuestra pericia en la predicción temprana del posible comportamiento laboral de los candidatos a un puesto y, para ello, nos servimos de perfiles de competencia; los predictores en salud se asocian a la aparición posterior de un fenómeno o patología; en cuanto a la educación, empleamos predictores o precursores de la lectura considerando variables relacionadas con el procesamiento fonológico, la capacidad de nombrar frente a estímulos visuales familiares, la escritura temprana, etc.; de manera que cabe admitir la correspondencia de prácticas adivinatorias con los contextos culturales correspondientes. En este vasto campo de las anticipaciones, una nueva actitud intercultural lleva a demandar un reexamen menos prejuicioso de los saberes tradicionales a través de las denominadas etnociencias (etnohistoria, etnoarquelogía, etnomedicina, etnopsiquiatría, etnobiología, etnoecología, etnoveterinaria, etnoedafología, etnoentomología, y otras más) que se nutren de información levantada en sociedades nativas, comunidades campesinas, áreas periurbanas, y otros sectores que pudieran conservar tales saberes. Referencias bibliográficas ANTICONA CEBRIÁN, Juan Pablo 2017 La Filosofía en los Incas. Tesis de Licenciatura en Filosofía. UNMSM, Lima. BOUCAGE, Pierre 2000 La etnociencia, su desarrollo y sus problemas actuales. En Cronos, 3 (1) 4792. Valencia. CICERÓN, Marco Tulio 6 1988 De Divinatione [De la adivinación, 43 a.C.]. 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