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Estudio Bíblico ELA 05 Al Este de la Frontera (Deuteronomio)

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ESTUDIOS BÍBLICOS
ELA:
AL ESTE DE LA
FRONTERA
(DEUTERONOMIO)
Ediciones las Américas, A.C.
Apartado Postal 78, 72000, Puebla, Pue., México
Teléfonos. 48 39 23 y 48 23 23 FAX 49 59 84
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas
están tomadas de la Versión Reina Valera 1960.
Primera edición, 1994
© 1994 por Ediciones Las Américas, A. C.
Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción parcial o total.
ISBN 968–6529–22–5
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CONTENIDO
1.
El pueblo fracasado
Deuteronomio 1:1–46
2. El pueblo preparado
Deuteronomio 2:1–4:43
3. Lo más importante
Deuteronomio 4:44–6:25
4. El pueblo escogido
Deuteronomio 7:1–8:20
5. ¡Recuerden!
Deuteronomio 9:1–11:32
6. La adoración en Israel
Deuteronomio 12:1–16:17
7. Liderazgo en Israel
Deuteronomio 16:18–18:22
8. ¡Sed justos!
Deuteronomio 19:1–26:19
9. ¡Sed santos!
Deuteronomio 19:1–26:19
10. El pacto palestino
Deuteronomio 27:1–30:20
11. El pacto protegido
Deuteronomio 31:1–32:47
12. Ultimos acontecimientos en la vida de Moisés
Deuteronomio 32:48–34:12
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AL ESTE DE LA FRONTERA
SEGUNDO
INTRODUCCION
DISCURSO DE
Y PRIMER
DISCURSO DE
MOISES 4:44–
MOISES 1:1–4:43 26:19
Introducción
Introducción 4:44
general 1:1–4
–49
Introducción al
Ley general 5:1–
discurso 1:5–8
11:32
Eventos al comienzo El pacto
mosaico
5:1–6:3
de la
peregrinación 1:9 El gran
mandamiento
6:4–
–46
11:32
Organización del
pueblo
1:9–18
Fracaso en CadesBarnea
1:19–46
Leyes
específicas
26:15
Eventos al final de la
peregrinación 2:1
–4:43
Pueblos
liberados
2:1–23
Pueblos
2:24–3:11
derrotados
Tribus en
Transjordania
3:12–
22
Moisés no pasará el
Jordán
3:23–29
Exhortación a la
obediencia
4:1–40
Ciudades de
refugio
4:41–43
12:1–
Acerca de la
adoración
12:1–16:17
Acerca de la
administración
16:18
–18:22
Acerca de asuntos
diversos
19:1–25:19
Acerca de dos
ceremonias 26:1–15
DETERONOMIO
TERCER
DISCURSO DE
MOISES 27:1–
30:20
Israel dentro de la
tierra 27:1–28:62
Una lección
objetiva
27:1–10
Maldiciones de la
27:11
desobediencia
–26 28:15–68
Bendiciones de la
obediencia
28:1–14
Israel fuera de la
tierra 28:63–29:1
Israel de regreso a la
tierra 29:2–30:14
Recuerden
29:2–8
Obedezcan
29:9–13
Enseñen
29:14–29
Arrepiéntanse
30:1–
14
Reto final
20
30:15–
DE MOISES A
JOSUE 31:1–
34:12
Josué
comisionado 31:1
–8, 14–23
Los testigos contra
Israel 31:9–13,
24–30 32:1–47
La ley escrita y
leída
31:9–13, 24–27
El cántico
entonado
31:19–22,
30; 32:1–47
Los cielos y la
tierra
31:28–29
Moisés ve la
tierra 32:48–52
Moisés bendice a las
tribus 33:1–29
Moisés muere y
Josué es
instalado 34:1–12
Exhortación
final 26:16–19
1
El pueblo fracasado
Deuteronomio 1:1–46
Viajar de Panamá hasta los Estados Unidos de Norteamérica es una excursión
fascinante. Los países de Centroamérica son muy pequeños, por lo que a intervalos
cortos se deben cruzar distintas fronteras. Esta experiencia es siempre una aventura. El
viajero nunca sabe qué va a suceder al encontrarse con los oficiales de aduana. Aunque
todos sus papeles estén en regla, con cada paso fronterizo surge algo de preocupación.
Cuando todo el procedimiento ha terminado, y el carro se desliza por carretera abierta,
se siente un alivio extraordinario, porque ha terminado otra etapa de la aventura.
Los israelitas iban viajando de Egipto a la tierra prometida. El registro de
Deuteronomio comprende los acontecimientos que sucedieron cuando el pueblo se
encontraba en la frontera entre Transjordania y Canaán, al este de la tierra prometida.
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En aquel entonces no había puestos de migración ni aduana, pero tal vez la nación sentía
preocupación al enfrentar la aventura de cruzar la frontera y después el río Jordán, para
tomar posesión de la tierra que el Señor les había ofrecido.
INTRODUCCIÓN GENERAL AL LIBRO DE
DEUTERONOMIO
Situación histórica
En Deuteronomio, Moisés recuerda al pueblo una y otra vez que Jehová los había
sacado de Egipto y liberado de la opresión. El Exodo ya era historia pasada (5:6; 1:6).
Los israelitas ya habían pasado cuarenta años peregrinando en el desierto (1:3; 2:7; 8:2,
4; 29:5). Al final de ese período, se encontraban listos para cruzar el Jordán y ocupar la
tierra (1:8). Se encontraban en la frontera oriental, y seguramente que sufrían las
mismas inquietudes que nosotros cuando cruzamos una frontera para penetrar en país
extraño.
Autor y fecha
Los eruditos bíblicos discuten mucho estos aspectos, pero no hay razones de peso
que nos convenzan de que el autor y fecha sean diferentes a los que encontramos en el
mismo libro. Deuteronomio siempre pone a Moisés como el autor (1:1, 5, 9) y la fecha
aproximada es a finales de la peregrinación (1:1–5).
Además de esta evidencia interna, tenemos que tomar en cuenta el testimonio de
Cristo y los apóstoles, quienes al citar el libro de Deuteronomio lo atribuyeron a
Moisés.
Testigo
CRISTO
PEDRO
ESTEBAN
PABLO
Autor de
Hebreos
Nuevo Testamento
Mat. 19:7–8
Mat. 22:24
Juan 8:5
Hechos 3:22
Hechos 7:37
Romanos 10:19 1 Cor. 9:9
Hebreos 10:28 12:21
Deuteronomio
24:1–4
25:5
22:22–23
18:15, 18
18:15, 18
32:21 25:4
17:2–6; 19:15 9:19
Es interesante notar que el contenido de los textos de Deuteronomio no se encuentra
en ninguna otra parte del Pentateuco. Pero los personajes citados arriba afirmaron
claramente que Moisés era el autor de esas citas.
La fecha aproximada en que Moisés se dirigió al pueblo fue 1400 a. C. al final de
los cuarenta años de vagar por el desierto.
Esencia
¿Cuál es la esencia de este libro y de qué se trata? ¿Qué tipo de literatura es? En los
primeros versículos tenemos por lo menos dos indicios que nos ayudan a contestar estas
preguntas. El primero tiene que ver con el nombre del libro. Los hebreos tenían la
costumbre de denominar un libro usando la primera palabra o frase del mismo. Entre
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ellos, el nombre más popular para este quinto libro del Pentateuco es “Estas son las
palabras” (1:1). La frase agrega que Moisés es quien las comunica.
La Biblia castellana adoptó el mismo nombre que el que aparece en la Septuaginta y
la Vulgata Latina. Estas versiones interpretaron mal una palabra que se encuentra en
17:18. En vez de “una copia de esta ley” tradujeron “esta segunda ley”
(Deutero=segunda, nomos=ley). Así que del versículo primero aprendemos que
Deuteronomio contiene las palabras o discursos de Moisés. Conviene notar que casi
todo el libro incluye los sermones que Moisés dirigió al pueblo.
El versículo cinco nos proporciona la segunda pista. La frase clave es “resolvió
Moisés declarar esta ley”. El verbo “declarar” significa literalmente grabar en piedra y
se usa en 27:8 en la frase “escribirás muy claramente en las piedras”. La idea es de
exponer y hacer claro el significado. Moisés no estaba dictando una segunda ley, sino
sólo exponiendo la ya existente, la mosaica. El libro en su totalidad es una exposición
de la ley de Moisés y no solamente una repetición de ella.
Importancia
El libro que estudiamos ejerció mucha influencia en Israel a través de toda su
historia. Durante el reinado de Josías (2 Reyes 22) se descubrió un “libro de la ley”
mientras limpiaban el templo. Algunos creen que este pasaje se refiere a Deuteronomio
y otros afirman que fue todo el Pentateuco. En cualquier caso, Deuteronomio influyó en
el avivamiento que comenzó después de su lectura. En la época de Nehemías hubo otro
avivamiento que también se basó en la lectura de, cuando menos, el libro que estamos
estudiando (Nehemías 8–9). Por lo que sabemos, en esas dos ocasiones, los sermones de
Moisés provocaron una renovación espiritual en el pueblo de Israel.
¡PENSEMOS!
Tome el tiempo necesario para leer y meditar en 2 Reyes
22:3–23:3 y en Nehemías capítulos ocho y nueve. ¿Cómo se
produjo el avivamiento por la lectura de la ley? ¿Piensa que
hoy en día se puede hacer la misma obra? Analice sus
hábitos de estudio bíblico. Si busca renovar su vigor
espiritual, debe descubrir de nuevo su Biblia.
Otra indicación de la importancia de Deuteronomio en Israel se encuentra por el uso
que se hace de él en el Nuevo Testamento. Cristo repelió la tentación de Satanás
citándolo tres veces (Mateo 4:4, 7, 10). Los escritores sagrados se refirieron a él por lo
menos 80 veces, convirtiéndolo así en uno de los más citados de todo el Antiguo
Testamento.
Propósito
Recuerde que el pueblo se encontraba en la frontera oriental de la tierra prometida
después de haber pasado 40 años vagando por el desierto. La forma más sencilla de
expresar el objetivo de Deuteronomio es decir que los discursos de Moisés eran para
preparar a la nación para entrar y posesionarse de Canaán.
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La preparación se plasmó en exposiciones de la ley que Israel había recibido hacía
cuarenta años. Moisés recalcó que si querían disfrutar de todas las bendiciones divinas,
tendrían que vivir de acuerdo con las estipulaciones de la ley. Esta se dio no como una
dura carga que debían soportar, sino como un manual de instrucciones que debían seguir
si deseaban disfrutar del bienestar total (shalom). A su vez, Moisés les instruyó sobre
qué hacer para asegurar que la ley ocupara el lugar debido en su vida.
Tema central
La enseñanza principal del libro puede expresarse por medio del título divino que
más se ocupa en él: “Jehová [pronombre] Dios”. El primer elemento (Jehová) se usaba
para referirse al Dios del pacto, quien se relacionaba directamente con Israel. El
segundo (Elohim) enfoca su inmenso poder y majestad. Combinando los dos,
aprendemos que Moisés quería enseñar que el Señor era Soberano de Israel. Toda la
vida tenía que relacionarse con ese Dios omnipotente. La soberanía divina sobre su
pueblo es el tema central.
El pronombre en el título cambia según el cuadro:
JEHOVÁ SU DIOS 2 VECES
JEHOVÁ MI DIOS 3 VECES
JEHOVÁ NUESTRODIOS 23 VECES
JEHOVÁ VUESTRODIOS 48 VECES
JEHOVÁ TU DIOS 228 VECES
Es obvio que Moisés quería personalizar su mensaje. Hay tres textos en que el
último título se repite tres veces en el mismo versículo (10:12; 12:18; 23:5). La
enseñanza llega a su clímax cuando en 28:58 el predicador dice: “temiendo este nombre
glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS”. Jehová tenía que ser el Soberano y Señor de la
vida de cada israelita como individuo.
Texto clave
Todas las verdades básicas de Deuteronomio se encuentran en el texto clave: 7:6–
11. Jehová es tu Dios: porque te amó (vv. 7–8), te escogió (vv. 6–7), te redimió (v. 8b)
y entró en pacto contigo (vv. 8–9). Tomando esto en cuenta, debes amarlo (v. 9) y
obedecerlo (vv. 9, 11). Si haces su voluntad, habrá bendición (v. 9) y si no la haces,
habrá maldición (v. 10). Estos temas se repiten vez tras vez por todo el libro.
El mensaje era clarísimo. Si querían vivir en la tierra prometida, disfrutando de
todas las bendiciones divinas, tenían que reconocer la soberanía divina en todos los
aspectos de su vida. El Señor es Señor de todo.
Estructura literaria
Todos los eruditos bíblicos reconocen que Moisés arregló su material para seguir el
mismo patrón de los pactos que se hacían entre soberanos y vasallos en el tiempo del
segundo milenio antes de Cristo. Cada sección de Deuteronomio representa un elemento
de tal tratado.
Preámbulo:
El mediador del pacto 1:1–5
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Prólogo histórico:
La historia del pacto 1:6–4:49
Estipulaciones del pacto: La vida bajo el pacto.
a. El gran mandamiento 5:1–11:32
b. Los mandamientos complementarios 12:1–26:19
Sanciones del pacto:
Ratificación del pacto, bendiciones y maldiciones, juramento del pacto
30:20.
Disposición dinástica:
La continuidad del pacto 31:1–34:12.
El bosquejo que usaremos en este comentario es el siguiente:
27:1–
INTRODUCCIÓN GENERAL 1:1–4
I. PRIMER DISCURSO DE MOISÉS PRÓLOGO
HISTÓRICO 1:5–4:43
II. SEGUNDO DISCURSO DE MOISÉS PACTO MOSAICO 4:44–
26:19
III. TERCER DISCURSO DE MOISÉS PACTO PALESTINO 27:1–
30:20
IV. DE MOISÉS A JOSUÉ 31:1–34:12
La introducción general (1:1–4) contiene toda la información que necesitamos para
ubicarnos. Por lo menos tres preguntas se contestan. ¿Quién? Moisés es el autor de los
sermones que tenemos en el libro (vv. 1, 3). ¿Dónde? Se encontraban en Transjordania
al oriente del río Jordán (vv. 1,5). ¿Cuándo? Después de pasar cuarenta años vagando
por el yermo (v. 3).
La primera división principal abarca desde 1:5 hasta 4:43. En estos capítulos
encontramos el primer discurso de Moisés. El enfoque principal de este sermón es el
pasado. En preparación para cruzar la frontera a la tierra prometida, Moisés recuerda a
los israelitas lo que Dios ya había hecho por su pueblo. Su mensaje central es que
puesto que el Señor había hecho tanto en el pasado, el pueblo podría esperar que hiciera
cosas semejantes en el futuro, cuando entraran en Canaán.
INTRODUCCIÓN AL PRIMER DISCURSO 1:5–8
Moisés expresa que su propósito es declarar (exponer, elucidar) la ley que Dios
había dado a su pueblo en Horeb (Sinaí) hacía cuarenta años (vv. 5–6a). En su
introducción, expone dos mandatos y una promesa. En el primer mandato (vv. 6–7),
Jehová dio la orden de que la nación se movilizara.
Debían salir del monte Sinaí y comenzar el viaje que les llevaría hasta el río
Eufrates. Antes de salir de Horeb, el Omnipotente les dio una promesa inquebrantable:
“Yo os he entregado la tierra” (v. 8a). Esta promesa divina es la base de otro mandato
que sólo los humanos podían cumplir: “Entrad y poseed la tierra que Jehová juró a
vuestros padres”. La victoria estaba asegurada, pero no podrían verla si no obedecían la
orden de entrar y tomarla en posesión. Este recordatorio era muy propicio en las
circunstancias históricas en que se encontraba el pueblo.
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SUCESOS AL PRINCIPIO DE LA PEREGRINACIÓN 1:9–
46
El predicador divide su mensaje entre los acontecimientos al comienzo y al final de
la peregrinación por el desierto. Los primeros se encuentran en el capítulo uno y los
segundos en los capítulos 2–4. De los tantos sucesos acaecidos, seleccionó los más
relevantes para el pueblo que se encontraba próximo a entrar en la tierra.
La organización del pueblo 1:9–18
Recién salidos de Egipto y antes de recibir la ley en Sinaí, Moisés se dio cuenta de
que el pueblo tenía que ser organizado (Exodo 18:13–27). Cuarenta años después,
expuso este suceso para recordar a la nación que al entrar en la tierra prometida,
tendrían que conservar la misma organización justa y no caer en la anarquía ni la
administración injusta.
El problema vv. 9–12. El primer aspecto del problema era la incapacidad de Moisés
de gobernar al pueblo. El confesó: “Yo solo no puedo llevaros” (v. 9). No podía ni debía
él llevar toda la responsabilidad. El tamaño de la multitud lo hacía imposible (vv. 10–
11). Según Números 1:45–46, había 603, 550 varones que podían salir a pelear. Los
demógrafos dicen que con mujeres, niños y ancianos, el total de israelitas en el desierto
sería cerca de dos millones. ¿Qué individuo podría atenderles solo? Además de esto, el
pueblo era bastante problemático (v. 12). Padecía de molestias (término general que se
refiere a toda carga o dificultad), cargas (tributos injustos impuestos a la fuerza o juicios
pronunciados contra otros), y pleitos (demandas legales).
La solución vv. 13–18. ¿Cómo podría Moisés salir de este problema? Organizando
al pueblo y delegando las responsabilidades. Esa fue la sugerencia de su suegro Jetro. El
gran caudillo primeramente nombró líderes (vv. 13–15). El texto usa cuatro títulos para
ellos: jefes es término general que significa literalmente cabezas (vv. 13b, 15a),
capitanes (jefes de millares, etc.) enfoca sus deberes militares (v. 15b), gobernadores
(escribas o sobreveedores) que implica su papel político (v. 15c), y jueces, indicando su
responsabilidad judicial (v. 16). Habiendo nombrado a los líderes, procedió a darles las
instrucciones básicas. Su ministerio debía caracterizarse por la justicia (v. 16), la
imparcialidad (v. 17a) y la temeridad (v. 17b). En casos difíciles, todos contarían con
Moisés como último recurso (17c). Note que los requisitos que necesitaban llenar se
encuentran en el versículo 13: sabiduría, discernimiento y buena reputación.
¡PENSEMOS!
¿Cuál es su actitud hacia el liderazgo? ¿Cree que usted
mismo o algún otro es capaz de hacerlo todo solo?
Reconozca que esto es imposible y que el plan de Dios es
tener múltiples individuos participando activamente en la
ejecución de su obra.
Cuando cruzaran la frontera y entraran a ocupar la tierra, tendrían que mantener esta
misma organización equitativa y justa para que el pueblo prosperara.
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El fracaso en Cades-barnea 1:19–46
El segundo incidente que expuso Moisés era para exhortar al pueblo acerca de las
actitudes que debían tener al cruzar el límite de Canaán. Cades-barnea era el último
pueblo antes de entrar en la tierra desde el sur. Lógicamente, habiendo llegado hasta
allí, la nación seguiría de frente y ocuparía la buena tierra, pero eso no sucedió. El
siervo de Dios les recordó lo sucedido para que no pasara lo mismo en la segunda vez
que los israelitas llegarían a la frontera.
Obediencia v. 19. El pueblo obedeció el mandato de 1:6–7a. Salieron de Horeb y en
aproximadamente once días llegaron a Cades-barnea. Habían comenzado bien, pero
veremos que siguieron mal.
Misión de los doce espías vv. 20–25. En vez de subir y tomar posesión de la tierra,
decidieron enviar una comisión para reconocerla y, basándose en el informe, decidir si
seguirían obedeciendo o no. Los espías reportaron que, por un lado, la tierra era en
verdad buena (v. 25b), pero, por otro lado, había obstáculos que impedirían su conquista
(v. 28b).
Rebelión del pueblo. Primera fase vv. 26–40. Casi todo el pueblo siguió la
recomendación de la mayoría de los espías y optaron por no seguir adelante. Dijeron: no
entraremos. El texto menciona cuatro acciones rebeldes: no quisieron (v. 26a), fueron
rebeldes (v. 26b), murmuraron (vv. 27–28) y no creyeron (v. 32).
Hebreos 3:18–19 dice que no entraron en la tierra por desobediencia e incredulidad.
Deuteronomio indica que el problema principal fue la cobardía del pueblo. Tenían
miedo (vv. 21, 28–29). En vez de estar temerosos debían confiar en Jehová. Moisés les
dio tres razones (vv. 29–33). Debían creer en el Señor porque él:
PELEABA POR ELLOS COMO GUERRERO V. 30
LOS PROTEGÍA COMO PADRE V. 31
LOS GUIABA COMO PASTOR V. 33
La reacción del Señor a la rebelión de Israel se relata en los versículos 34–40.
Prohibió la entrada de la mayoría rebelde (vv. 34–35, 37). Prometió la entrada a algunos
(vv. 36, 38–39). Emitió un nuevo mandato (v. 40). En vez de seguir adelante, debían
regresar al desierto hasta que murieran todos los que no podían entrar.
Rebelión del pueblo. Fase dos vv. 41–46. La voluntad de Dios era muy clara.
Debían volverse al yermo y no entrar en la tierra prometida. Frente a este mandato
inconfundible, el pueblo dijo: subiremos y pelearemos (v. 41). Esta actitud fue
condenada por Jehová en el versículo 42: “No subáis, ni peleéis”. Desobedecieron, y el
resultado fue una derrota rotunda (v. 44). El problema en esta ocasión fue la altivez (v.
43). Depositaban toda su confianza en sí mismos y sufrieron las consecuencias.
Cuarenta años después, Israel se encontraba en la frontera y su caudillo les enseñó
que no debían enfrentar la conquista de la tierra ni con temor ni altivez, sino confiando
en y obedeciendo a Jehová su Dios, el Soberano del universo.
¡PENSEMOS!
¿Qué actitud tiene cuando se enfrenta con el reto de hacer
suyas las promesas del Señor? Puede responder como lo hizo
Israel: con miedo o con altivez. Ambos sentimientos están
equivocados. Las actitudes correctas son la confianza y la
obediencia. Pídale al Padre que le dé el valor necesario para
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ser confiado y obediente.
2
El pueblo preparado
Deuteronomio 2:1–4:43
La nación de Israel se encontraba en la frontera de la tierra que Jehová había
prometido a sus antepasados los patriarcas. El Señor su Dios había cuidado de ellos
durante cuarenta años desde el Exodo de Egipto. En vías de preparación para entrar en
la tierra, Moisés les predicó una serie de mensajes que son el contenido de
Deuteronomio. Su primer discurso cubre los capítulos 1–4 y su enfoque principal es
histórico. El capítulo 1 mira hacia atrás 40 años a los sucesos que acontecieron al
principio de la peregrinación en el páramo. La porción que estudiamos abarca los
capítulos 2–4 y hace hincapié en lo pasado recientemente. Esta segunda parte del primer
sermón de Moisés se puede denominar, sucesos al final de la peregrinación por el
desierto.
La preparación del pueblo para entrar y tomar posesión de la tierra ahora enfoca
ciertos sucesos que habían acontecido muy poco tiempo antes. Por lo tanto, aún estaban
frescos en la memoria de la gente.
Es interesante notar aquí que hay un lapso de unos 38 años (2:14) entre el final del
capítulo uno y el principio del dos. Parece que dos años habían transcurrido entre el
Exodo y el fracaso del pueblo en Cades-barnea. Así que transcurrió un período total de
cuarenta años entre la redención de Israel y los acontecimientos que estudiamos.
PREPARACIÓN MILITAR 2:1–3:11, 21–22
La realidad es que Israel había tenido muy poca experiencia militar (Exodo 17;
Números 21) y esta era una de las razones por los que se llenaron de miedo al meditar
en que tendrían que conquistar por las armas a las ciudades amuralladas y luchar contra
gigantes espantosos. Moisés quiso enseñarles que Jehová su Dios era más que capaz de
encargarse de la situación militar. El caudillo recuerda al pueblo que en meses próximos
pasados el Señor les había dado victorias portentosas y que seguiría haciendo lo mismo
al cruzar el río Jordán.
Pueblos liberados 2:1–23
La primera lección que tenían que aprender era que su Dios era soberano en asuntos
militares. Sólo podían hacer la guerra contra los pueblos indicados por él. Ciertos
grupos no debían ser molestados. Israel debía hacer todo lo posible para no provocarlos.
Por orden directa de Jehová, no atacarían a tres pueblos.
Edom (Esaú, Seir) vv. 4–8. En su ruta de sur a norte, la primera nación que
encontrarían sería Edom. Israel no debía meterse con ellos porque su territorio no
formaba parte de la tierra prometida. El Altísimo lo había dado a Esaú como herencia
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(v. 5b). La segunda razón es que eran hermanos por ser descendientes de Esaú (Edom) y
Jacob (Israel). Los israelitas tenían la responsabilidad de tratarlos como hermanos
cercanos y no pelear contra ellos. Edom nunca respetó esta relación y por tanto fue
condenado por Abdías (vv. 10–14).
Moab (vv. 9–18) y Amón (vv. 19–23). Estos dos pueblos eran el fruto de la relación
incestuosa entre Lot y sus hijas (Génesis 19:30–38). Jehová dijo claramente “no te daré
posesión de su tierra” (vv. 9, 19) porque ese territorio ya había sido entregado a los
hijos de Lot (vv. 9, 19). Estos tres pueblos se salvaron de un enfrentamiento militar con
Israel por instrucción explícita de Dios.
Pueblos derrotados 2:24–3:11
Dos áreas de Transjordania (Hesbón y Basán) se habían incluido como parte de la
tierra prometida y por esto tenían que ser conquistadas. Es con estos sucesos que Israel
comenzó a tomar posesión de su herencia.
Sehón rey de Hesbón 2:24–37. Tome nota de los mandatos y promesas que aparecen
en los versículos 24–25. No cabía duda. Jehová iba a darles la victoria sobre este rey y
los suyos. La oferta de una travesía pacífica por su territorio fue rechazada
rotundamente por Sehón (vv. 26–30). El corazón de éste fue endurecido por el Señor,
acto por el cual Jehová confirmó lo que el rey mismo había hecho. Sehón se había
endurecido y por esto Dios hizo que fuera obstinado (v. 30). En el 31 de nuevo vemos la
disyuntiva “yo he comenzado a entregar…; comienza a tomar posesión”. La promesa y
el mandato siempre van juntos. Fíjese bien en el resultado del conflicto: Jehová entregó
(vv. 31a, 33, 36b) e Israel tomó (vv. 31b, 34, 35). Al fin y al cabo la victoria pertenecía
al Omnipotente, no a los israelitas.
Og rey de Basán 3:1–11. En este caso también vemos la combinación de mandato y
promesa. Jehová entregó a Og rey de Basán y todos sus dominios a los israelitas (v. 3) y
estos tomaron posesión de todo su territorio (vv. 4, 7, 8–10). Este monarca fue el último
de los gigantes. Las medidas que se dan son de su sarcófago o ataúd y no de su cama.
JEHOVÁ ENTREGÓ… ISRAEL TOMÓ
Propósito de estas acciones 2:25; 3:21–22
El texto mismo menciona dos propósitos concretos de estas victorias militares
Infundir temor en los pueblos 2:25. Cuando los habitantes de la tierra prometida
escucharan las noticias de las derrotas de Sehón y Og, comenzarían a temer al pueblo
vencedor. Aun antes de entrar en la tierra, el enemigo estaba atemorizado. Este
conocimiento serviría para animar a los israelitas.
Animar a los israelitas 3:21–22. Ya habían experimentado la victoria militar sobre
dos reyes muy poderosos. El Señor había cumplido sus promesas. Este triunfo pasado
les llenaría de ánimo. No tenían por qué temer al enemigo al otro lado del Jordán.
A través de estos acontecimientos, el pueblo de Dios se preparó militarmente para
reconocer que Jehová era soberano en todos los movimientos bélicos (2:37) y que la
victoria siempre era de él: “porque Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros”
(3:22). Desde el principio, la geografía no había cambiado: ya fuera en Transjordania o
en Cisjordania, “Jehová tu Dios” siempre daba el triunfo.
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¡PENSEMOS!
En nuestra batalla espiritual tenemos que reconocer los
mismos principios básicos que hemos visto en las
experiencias de Israel. El enemigo ha sido derrotado por
Cristo por su muerte y resurrección, pero para que nosotros
hagamos nuestra la victoria, tenemos que obedecer al Señor
y depender totalmente de él. Pidale al Señor que le dé el
triunfo constante en la vida cristiana.
PREPARACIÓN ADMINISTRATIVA 3:12–20; 4:41–43
Cuando adquirieran su herencia terrenal, tendrían que adoptar algún sistema
administrativo. Si no fuera así, el pueblo caería en la anarquía. Por medio de dos
incidentes, Moisés les enseñó algo sobre cómo debían gobernar a la gente, pero siempre
bajo la dirección de “Jehová su Dios”.
Repartición del territorio conquistado 3:12–20
El caudillo, guiado por el Señor, repartió las tierras conquistadas entre las tribus de
Rubén, Gad y la media tribu de Manasés (vv. 12–17). Cada entidad recibió su herencia
de acuerdo a sus necesidades. Este ejemplo sirvió para instruir a Israel en la forma en
que el resto de la tierra sería distribuida. Primeramente, se dieron cuenta de que los
líderes jugarían un papel importante en la distribución. En segundo lugar, aprendieron
que la división sería equitativa. Cada tribu recibiría exactamente lo que necesitaba.
Las tribus beneficiadas en esta primera repartición fueron instruidas acerca de su
obligación de pelear junto a sus hermanos hasta lograr la conquista total y división de la
tierra prometida (vv. 18–20). La solidaridad entre los hermanos era indispensable. La
conquista era del pueblo entero, no de las tribus individuales.
Designación de ciudades de refugio 4:41–43
La enseñanza completa sobre este tema se encuentra en Deuteronomio 19:1–13.
Antes de entrar en Canaán, Israel ya tenía el ejemplo que debían seguir en todo su
territorio. Tal como habían apartado ciudades de refugio en Transjordania, así debían
hacer dentro de la tierra prometida. Esta medida demuestra el interés divino en preservar
la vida de los inocentes en caso de homicidio no premeditado.
Todo esto preparó a la gente para administrar bien la tierra que iba a heredar. Estos
patrones se diseñaron para ayudar a Israel a dirigir sus asuntos correctamente, con la
bendición de “Jehová su Dios”.
PREPARACIÓN PERSONAL 3:23–29
Le pareció a Moisés que con las victorias en Hesbón y Basán, Dios se había
olvidado de su prohibición contra la entrada de él en la tierra prometida (Números
20:12). Se sentía tan confiado, que oró pidiendo que el Señor le permitiera pasar el
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Jordán (vv. 23–25). La respuesta fue inmediata y negativa (vv. 26–27). Pero el pueblo
ya sabía que Josué tomaría el mando y encabezaría la conquista.
Obviamente, este es uno de los temas que más preocupaba a Moisés cuando daba
sus mensajes. Seis veces en el libro hace alusión a su exclusión de la tierra (1:37; 3:23–
27; 4:21–22; 31:2; 32:48–52; 34:1–5). El contexto de cuatro de esas porciones incluye
la enseñanza positiva de que Josué iba a guiar al pueblo después de Moisés (1:38; 3:28;
31:3, 7, 8, 23; 34:9). El mensaje era claro:
MOISÉS NO ENTRARÍA, PERO JOSUÉ SÍ
Este relato preparó personalmente a Moisés y al pueblo. El mensaje era el mismo
para todos: NO SE PREOCUPEN, YO CONTROLO TODO, DICE EL SEÑOR. Nadie
tenía que afanarse, y todos debían someterse a la soberanía absoluta de “Jehová su
Dios”.
¡PENSEMOS!
¿Cuál será la solución a la preocupación y ansiedad que hay
en su vida, aun en relación con cosas mínimas? Entregarse a
la voluntad de su Dios soberano. El tiene un plan perfecto
diseñado para su vida (Efesios 2:10) y mientras se consagra
a vivir de acuerdo con ese plan, no hay por qué preocuparse.
PREPARACIÓN ESPIRITUAL 4:1–40
Este es el clímax del primer discurso. Tomando en cuenta todo lo que el Señor había
hecho por ellos, ¿cómo debía responder el pueblo? Esta es la aplicación del sermón. Se
puede decir que en lo práctico, esta es la sección más importante del mensaje. Se puede
resumir con tres imperativos: obedezcan, recuerden, eviten.
Obedezcan 4:1–8
El verbo clave es “oye” que significa “obedece”. El que oye, hace. El que no
obedece, es que no escuchó. Debían poner por obra toda la ley de Jehová
exclusivamente. No debían agregarle ni quitarle nada (vv. 1–2). Hay una razón muy
personal para obedecer. La desobediencia trae consecuencias muy nefastas (v. 3), y la
obediencia siempre resulta en bendiciones múltiples (v. 4). La única forma de asegurar
la total bendición divina al entrar en la tierra era cumplír toda la ley de Dios.
El cumplimiento resultaría en dos beneficios muy importantes (vv. 5–8). Los
mismos israelitas serían sabios e inteligentes (v. 6). Solamente viviendo vidas de
obediencia podría la gente experimentar el “shalom” divino. El bienestar completo sólo
se aprovecha cuando las personas se muestran sabias e inteligentes por medio de su
acatamiento a la ley de Dios. Es correcto obedecer.
El segundo resultado tiene que ver con las naciones paganas (vv. 6–8). Los pueblos
que rodeaban a Israel observarían la conducta de ese pueblo y comentarían sobre ella.
La nación sería engrandecida por los paganos, porque tenían un Dios muy cercano (v. 7)
y porque vivían vidas que se caracterizaban por la justicia (v. 8). Todo esto atraería a los
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incrédulos a la adoración del Dios que dio una ley tan sabia y equitativa. Podemos decir
que el cumplimiento de la ley ayudaría a Israel en la realización de su responsabilidad
misionera.
Recuerden 4:9–14
Los humanos somos olvidadizos por naturaleza. Moisés recuerda al pueblo la
necesidad de ser diligentes y no olvidarse de lo que habían experimentado en el monte
Sinaí. Con el fin de mantenerlo en su memoria, debían enseñar a sus hijos y nietos todo
lo acontecido (v. 9–10). Esta es la primera referencia a la importancia de la enseñanza
que encontramos a través de todo el libro (6:7, 20; 11:19; 31:13; 32:46).
Moisés hace hincapié en dos elementos de la experiencia en Sinaí: el fuego y el
pacto, mismos que se mencionan en toda su plática. El fuego simbolizaba la
omnipotencia divina y el hecho de que va más allá de su creación (trascendencia). El es
absolutamente soberano (vv. 11–12), pero no está tan alejado que no pueda comunicarse
con el hombre. Más bien, entró en pacto con la nación (inminencia) por medio del pacto
de los Diez Mandamientos. A través de ese pacto, el Señor manifestó su absoluta pureza
moral. Todas las generaciones debían aprender que Jehová es soberano y santo.
NO OLVIDES…, SINO ENSEÑA
Eviten 4:15–38
El propósito principal de obedecer y recordar era evitar la idolatría. Antes de entrar
en la tierra, el pueblo tenía que darse cuenta de cuánto aborrece Jehová esta
abominación. De los diez mandamientos, Moisés seleccionó el segundo para una
exposición exhaustiva. Estos versículos se consideran como un comentario sobre él. La
primera parte (vv. 15–18) es la expresión más completa de la prohibición. El peligro
inherente de tener imágenes es que la gente tiende a adorarlas (v. 19a). El resto del
mensaje contesta la pregunta, ¿por qué no debían tener ídolos? La primera razón es
porque ellos eran un pueblo especial (vv. 19b–22). Todos los pueblos tenían dioses e
imágenes, pero los seguidores de Jehová debían ser diferentes.
La segunda razón tiene que ver con el carácter divino (vv. 23–38). El orador enfoca
cuatro cualidades del Señor.
1. Su trascendencia: “Jehová tu Dios es fuego consumidor” (v. 24a). El es soberano
y no se le puede comparar con nada ni con nadie. Por esto es que no habían visto
ninguna figura en el monte (v. 15).
2. Su celo: “Dios celoso” (vv. 24b–28). El no tolera que los hombres adoren a otros
dioses. Es celoso por su posición exclusiva. Es el único Dios. Se enoja cuando su
pueblo practica la idolatría (v. 25) y castiga cualquier infracción de esa ley. Trae
destrucción en la tierra (v. 26), destierro (v. 27), e idolatría forzada (v. 28).
3. Su misericordia: “porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios” (vv. 29–31).
Siempre recordará el pacto y cuando los suyos se arrepienten y comienzan a buscarlo, él
los perdonará y recibirá.
4. Su inminencia (vv. 32–38). El Dios trascendente entró en relación muy personal
con Israel por medio del pacto. El Dios lejano se hizo muy cercano. Tome nota de todas
las acciones personales de Jehová hacia su pueblo en estos versículos.
Cuando llegara a su tierra, el pueblo tendría que evitar la idolatría a toda costa. Esta
preparación espiritual era la más importante, porque el incumplimiento en esta esfera
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traería fracaso en las áreas militares, administrativas y personales. Lo más urgente era
evitar la idolatría.
¡PENSEMOS!
El idolo es cualquier cosa que ocupa el lugar que sólo Dios
merece. Dudo que usted los tenga en su casa, pero es posible
que se encuentren en su corazón. Analice su vida para ver si
en ella hay algo más importante que el Señor. Ese es su
idolo. Memorice 1 Juan 5:21.
La conclusión del asunto se encuentra en los versículos 39 y 40. El 39 enfoca el
carácter divino y el 40 nuestra respuesta a él. La única actitud aceptable y que producirá
bienestar, es la obediencia a sus mandatos. Por eso, conviene obedecer.
3
Lo más importante
Deuteronomio 4:44–6:25
No sabemos cuánto tiempo pasó entre el final del primer discurso (4:43), y el
comienzo del segundo (5:1), pero es probable que el lapso sea bastante corto. Algunos
estiman que el contenido de todo el libro se predicó durante aproximadamente un mes.
El segundo mensaje de Moisés (4:44–26:19) es el corazón del libro. En él, el caudillo
expone las estipulaciones del pacto sinaítico. Recuerde que no sólo repite la ley, sino
que la explica. Por esta razón, lo que tenemos en Deuteronomio es en algunos casos
diferente a lo que se encuentra en el resto del Pentateuco.
Este libro se dedica a aplicar la ley al pueblo que está por entrar en la tierra
prometida. Moisés, bajo la dirección del Espíritu Santo, seleccionó el material más
apropiado para el caso. He aquí el bosquejo breve de este segundo discurso:
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA 4:44–49
I. ESTIPULACIONES GENERALES DEL PACTO 5:1–11:32
II. ESTIPULACIONES ESPECÍFICAS DEL PACTO 12:1–26:15
CONCLUSIÓN EXHORTATORIA 26:16–19
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA 4:44–49
Por lo que respecta a los temas que trata, esta introducción es muy semejante a 1:1–
4. Esencialmente enseña que la situación en que el mensaje se pronunció, no había
cambiado. El orador, el lugar, y la ocasión eran todos iguales. Israel todavía estaba en la
frontera recibiendo la instrucción de “Jehová su Dios” para prepararles para ocupar la
tierra prometida.
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Antes de proceder, vale la pena definir los términos que hallaremos en todo el libro.
El vocablo “ley” es muy general y significa literalmente “instrucción”. Era la enseñanza
que el pueblo tenía que obedecer para disfrutar de todas las bendiciones.
“Mandamiento” es una orden recibida directamente de Dios por revelación especial,
como los Diez Mandamientos. Los otros términos describen la instrucción recibida por
mediación de Moisés. “Estatutos” se refiere a leyes condificadas y escritas, “decretos u
ordenanzas” (ambos son traducción de la misma palabra hebrea), denotan decisiones
hechas por los jueces y “testimonios” tiene que ver con las estipulaciones relacionadas
directamente con un pacto.
La primera parte de este discurso abarca desde 5:1 hasta 11:32. Los expositores
están de acuerdo en que esta sección es la médula del libro. El resto de él depende de la
enseñanza de esta parte central porque en ella se sientan las bases de todo lo demás.
Hace muy patente que lo más importante para Israel era poner a “Jehová su Dios” en
primer lugar. No debían jugar con la adoración de otros dioses. Su Dios era
absolutamente soberano y único. Solamente él merecía todo su amor, devoción, y
adoración. Esta es la constitución de Israel de la cual se derivaban todas las leyes (12:1–
26:15). Se divide en dos partes: Los Diez Mandamientos (5:1–6:3) y el Gran
Mandamiento (6:4–11:32).
LOS DIEZ MANDAMIENTOS 5:1–6:3
Alguien ha dicho que el Señor no nos dio diez sugerencias, sino que Diez
Mandamientos. Son imperativos absolutos que emanan del mismo carácter de Dios. El
que viola estos mandatos lo hace para su propio mal. Uno de los problemas principales
con nuestra sociedad actual es que considera que sólo son sugerencias divinas. Los
obedecen si les da la gana y hacen caso omiso de ellos si quieren. No debe extrañarnos
la corrupción y maldad que nos rodea.
Prólogo 5:1–5
Este discurso comienza (v. 1) y termina (26:16–19) con un llamamiento a la
obediencia a la ley de Jehová. En seguida (vv. 2–5), el predicador hace hincapié en el
hecho de que el pacto que Dios concertó con Israel en Sinaí no sólo se hizo con aquella
generación, sino también con la nueva a la que él se estaba dirigiendo. Era para todas las
generaciones de Israel y cada israelita tenía que aceptarlo como suyo.
Marco de referencia 5:6–21
La base para estas instrucciones se encontraba en la persona y obras de Dios (v. 6).
Por causa del pacto, el Señor podía declarar: “Yo soy Jehová tu Dios” y en esa calidad
redimió al pueblo de la esclavitud en Egipto. Tenía todo derecho para mandar a su
gente.
He aquí algunas observaciones generales acerca del Decálogo.
1. Son Diez Mandamientos, pero no hay acuerdo en cuanto a su enumeración. Para los
judíos, el primero es el versículo 6, recordando que en hebreo, literalmente son diez
“palabras” según Exodo 34:28; Deuteronomio 4:13 y 10:4. Ellos unen los versículos 7–
10 en un solo mandamiento y así resultan con diez “palabras” que salieron de la boca de
Dios. Para los luteranos y católicos los versículos 7–10 forman uno, igual que los
judíos, pero dividen el último en dos para que resulte la cantidad completa. Lo
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importante es reconocer que el contenido es igual, aunque hay diferentes formas de
enumerarlos.
2. Fueron dados específicamente a Israel y componen la esencia del pacto mosaico. Por
lo tanto, no son vigentes para la iglesia (2 Corintios 3:3–11), pero, tomando en cuenta el
hecho de que todos, menos el cuarto, se repiten en el Nuevo Testamento, es imposible
afirmar que no son vigentes para nosotros.
3. Son reglas universales que todo humano de toda época y cultura tiene que obedecer si
quiere disfrutar al máximo en esta vida. Es interesante notar que los mandamientos 7–
10 se encuentran en todos los códigos legales del Antiguo Medio Oriente. El que
desobedece estas instrucciones tendrá una vida problemática.
4. Nadie se salvará guardándolos, pero los salvos los obedecen. Su propósito principal
es crear en el humano el sentimiento de culpabilidad (Romanos 3:20; 5:13; 7:7–9, 13)
con el fin de que busque al Señor para la salvación.
5. Sus enseñanzas cubren todas las esferas principales de la vida:
RELACIÓN CON DIOS
(Lo espiritual) Mandamientos 1–4
RELACIONES EN LA FAMILIA
Mandamiento 5
RELACIONES CON LOS DEMÁS
(La sociedad) Mandamientos 6–10
Todos se encuentran en la segunda persona singular, enfocando así la responsabilidad
individual de cumplirlos.
Son los siguientes:
v. 7 Contra el politeísmo. La fidelidad absoluta a Jehová.
vv. 8–10 Contra la idolatría. La adoración exclusiva a Jehová.
v. 11 Contra el abuso del nombre divino. La honestidad en todo.
vv. 12–15 El día de descanso para adorar, descansar y recordar.
v. 16 El respeto a los padres y a todas las autoridades.
v. 17 Contra el asesinato. La santidad de la vida humana.
v. 18 Contra el adulterio. La santidad del matrimonio.
v. 19 Contra el robo. La santidad de la propiedad privada.
v. 20 Contra el perjurio. El testimonio veraz.
v. 21 Contra la codicia. La motivación interna.
¡PENSEMOS!
Tome unos minutos para meditar en estos mandatos divinos.
¿Obedece usted todos, o hay alguno en que falla en forma
constante? Este pequeño ejercicio debe dejarle humillado
ante el Dios tres veces santo. Pida su perdón y ayuda para
triunfar sobre el pecado y vivir una vida que refleje el
carácter divino que demanda el Decálogo.
Contexto histórico 5:22–31
Habiendo delineado las diez “palabras”, Moisés regresa a exponer algo sobre las
circunstancias en que fueron dadas. El Señor mismo habló y escribió los mandamientos
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y el pueblo escuchó su voz (vv. 22–24). Parece que la nación sospechaba que todavía
habría más revelación, y pidió que Moisés fuera el intermediario entre Jehová y ellos
(vv. 25–27). El Altísimo dio su aprobación a este plan (vv. 28–31). Israel sólo recibió el
Decálogo por revelación directa, el resto de la ley vino por mediación mosaica.
Exhortación a la obediencia 5:32–6:3
El varón de Dios terminó su exposición de los Diez Mandamientos en la forma
esperada: una exhortación a la obediencia, estipulando los beneficios que se obtienen de
ella
EL GRAN MANDAMIENTO 6:4–11:32
El resto de esta sección del segundo mensaje expone la verdad central del libro: Ya
que Jehová era su Dios y que él es el único soberano del universo, tenían que adorarle y
servirle exclusivamente, sin caer en la abominación de la idolatría. Bien se ha dicho que
estos capítulos son una exposición detallada de los primeros dos mandamientos del
decálogo. Lo más importante era la entrega total a la adoración de Jehová.
Su declaración 6:4–5
Estos dos textos son de los más importantes para el judío. Contienen una expresión
positiva de los primeros dos mandamientos que se encuentran en forma negativa. El
mensaje de ambas porciones es igual. Sólo Jehová merecía toda la adoración de su
pueblo. Esta declaración consiste en dos elementos.
La confesión v. 4. Esta es la expresión más concisa de la esencia de la fe israelita.
“Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. La primera frase enfoca el hecho de que Israel
había entrado en pacto con el Señor y por eso podía confesar que era su Dios. Expresa la
confianza del pueblo de que tenía una relación única con el Omnipotente. La segunda
frase es más difícil de interpretar.
El hebreo puede traducirse en dos formas, ambas legítimas. La primera se refleja en
la versión de 1960, “Jehová uno es”, y hace hincapié en la unidad del carácter divino. El
es uno e indivisible. La segunda se nota en la Versión Popular, “es el único Señor.”.
Esta traducción enfatiza la singularidad de Jehová. El es el único Dios vivo y verdadero
que ha concertado pacto con su pueblo.
Ambas maneras de verter el texto son aceptables, pero ¿cuál es la mejor? Tomando
en cuenta el contexto, creo que la segunda es la que cuadra mejor. El énfasis está en la
exclusividad. Israel confiesa que solamente Jehová es su Dios. No hay otro. Es una
confesión que excluye totalmente la idolatría y toda competencia entre Jehová y las
deidades falsas. Es la expresión positiva de la verdad que se expresa negativamente en
4:35, 39; 5:7 y 6:13–15.
“EL SEÑOR NUESTRO DIOS
ES EL ÚNICO SEÑOR”
(Deuteronomio 6:4, Versión Popular)
La conclusión v. 5. Considerando que Jehová era el único Dios de Israel, ¿cómo
debía tratarle el pueblo? Sólo hay una contestación lógica a esta pregunta: darle el lugar
preeminente en su vida. El hijo de Dios debía estar totalmente entregado (corazón, alma
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y fuerzas) a él. No podía haber rival alguno. El había de ser el único objeto de
adoración, lealtad y amor de Israel y también de nosotros. Esta es la única conclusión
válida que podemos sacar de esta confesión. El es absolutamente soberano, y por eso,
debo someterme totalmente a él. No hay otra alternativa.
¡PENSEMOS!
Nuestro Dios es el mismo que se encuentra en el “shema”. En
aquel tiempo no toleraba rivales y tampoco lo hace hoy.
Haga una lista por escrito de las cosas que tienden a
competir con el Señor por su lealtad. ¿Alguna de ellas se
encuentra en su vida? Si su respuesta es afirmativa, aplique
1 Juan 1:9 al caso.
Su centralidad 6:6–9
El gran mandamiento, expresado en los versículos 4–5, debía ocupar el lugar central
de la vida de toda israelita. “Estas palabras” (las de vv. 4–5) habían de ser memorizadas
(v. 6b), enseñadas a los hijos (v. 7a), proclamadas en toda situación y a toda hora (v. 7b)
y recordadas concretamente (vv. 8–9). Todos los medios se usarían para asegurar que el
pueblo no se olvidara del hecho de la exclusividad de Jehová y el deber de amarlo sobre
todas las cosas.
El contenido de los versículos 4–9 se conocen como el shema. En él se encierra la
médula de la fe de Israel. A diario, en las oraciones matutinas, los judíos rezan esta
porción y le han agregado otros trozos selectos. No pueden escaparse de la verdad que
sólo existe un Dios y que ese es el suyo.
Un peligro 6:10–19
El Señor reconocía que, a pesar de todas las medidas tomadas en los versículos 6–9,
existía la posibilidad de que su pueblo olvidara todo lo que él había hecho por ellos. La
perspectiva era la de Israel habitando en la tierra que no merecían, pero que habían
recibido de pura gracia. Fíjese en el énfasis de lo que no habían hecho (v. 10–11).
Moisés hizo hincapié en tres obras que los israelitas jamás debían olvidar: el juramento
hecho por Dios a los patriarcas (v. 10b), la redención del pueblo de la esclavitud en
Egipto (v. 12), y la conquista de la tierra prometida (vv. 10a, c,11). La gracia del Señor
se había manifestado gloriosamente entre los suyos y no debían olvidarlo.
Si no se acordaban constantemente de estos hechos, sería muy fácil incurrir en
pecados bastante nefastos. Son cuatro los resultados negativos del olvido.
1. Perder el temor de Jehová (v. 13a).
2. Dejar de adorarlo en forma exclusiva (vv. 13b–15). El es celoso y no tolera
rivales. Siempre protege lo que le pertenece, la soberanía. El no puede compartir la
gloria con otro.
3. Tentarle poniendo condiciones antes de hacer su voluntad (v. 16). Uno tienta al
Rey Soberano cuando dice, “Si tú…, entonces yo…”
4. No obedecerle (vv. 17–19). Si no eran obedientes, jamás entrarían en la tierra.
Su transmisión 6:20–25
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Era necesario que el contenido del shema, el gran mandamiento, se transmitiera de
generación en generación. ¿Qué metodología debía usarse para lograr esta meta?
Los padres tenían la responsabilidad de enseñar a sus hijos en el momento en que
estos, siendo vencidos por la curiosidad, solicitaran una explicación. La situación no
debía forzarse, sino ser natural. La pregunta de los hijos se registra en el versículo 20 y
la respuesta en 21–25. Los padres no sólo repetían el shema, sino que debían agregar
una explicación.
La contestación contenía tres elementos: (1) Lo que el Señor hizo, enfatizando la
esclavitud en Egipto (v. 21a), el éxodo (vv. 21b–23a), y la introducción a la tierra (v.
23b). (2) Lo que hizo es la base para lo que él mandó (v. 24a). Jehová ordenó dos cosas:
la obediencia y el temor. (3) Al que guardara estos mandamientos, Jehová prometió el
bienestar (v. 24b) y la justicia (v. 25).
¡PENSEMOS!
El método divino no ha cambiado. Su deseo es que los padres
transmitan la fe a sus hijos. La instrucción neotestamentaria
se encuentra en Efesios 6:4. El varón, cabeza del hogar, tiene
la responsabilidad ineludible de enseñar verdades
espirituales a su prole. Padres, ¿cumplen con su deber?
No hay duda de que Moisés trataba de exponer las enseñanzas más importantes para
el pueblo antes de que cruzara el Jordán.
4
El pueblo escogido
Deuteronomio 7:1–8:20
El gran mandamiento tenía tanta importancia para los israelitas, que cuando entraran
a la tierra prometida tendrían que tomar medidas muy severas para protegerlo y evitar
que cayeran en la idolatría. El cumplimiento de esta responsabilidad era de suma
importancia para la continuidad de la nación. Si la descuidaban, pondrían en peligro su
existencia. Así que Moisés continuó su discurso animando al pueblo escogido a cumplir
su tarea de protección.
COMISIONADOS PARA DESTRUIR 7:1–11
Son dos las preguntas que se contestan acerca de proteger la santidad del gran
mandamiento
¿Cómo se iba a proteger? 7:1–5
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Por medio de la guerra santa. Jehová encabezaría al ejército israelita en la conquista
y destrucción de los cananeos, ya que solamente erradicándolos se podría garantizar la
continuación de la adoración exclusiva a Jehová por el pueblo escogido. La eliminación
de la cultura impía era absolutamente necesaria.
La parte divina vv. 1–2a. Jehová, como poderoso guerrero, se comprometió a hacer
tres cosas: introducir al pueblo en la tierra (v. 1a), echar a las naciones paganas de
delante de ellos (v. 1b), y entregarlas en sus manos (v. 2a). Esta victoria divina era la
base de las acciones humanas.
La parte humana vv. 2b–3, 5. Israel tenía que atacar a las naciones y derrotarlas (v.
2b) en batalla. Fíjese bien en la coordinación perfecta entre la actividad divina y la
humana. Pero ganar la victoria sobre ellas no era suficiente. Se les mandó destruirlas
totalmente. No debían dejar rastro de su civilización. El asolamiento afectaría su
pertenencias (v. 2c), pero especialmente todo lo que se relacionaba con su culto pagano
(v. 5; 12:2–3). El Dios soberano no toleraría rivales en su tierra. Además, no debían
tener relación alguna con los sobrevivientes (v. 2d–3).
Esta instrucción revela que el Señor omnisciente sabía que no iban a cumplir con
esta comisión. El mandato era que destruyeran todo, que no dejaran a nadie con vida. El
Antiguo Testamento es el relato de las consecuencias de la desobediencia a este
mandamiento.
¿Por qué se debía proteger? 7:4, 6–11
Los versículos 4 y 6 comienzan con la palabra “porque” y dan las razones por las
cuales los israelitas debían proteger el gran mandamiento por medio de una destrucción
total
Por el peligro de la contaminación v. 4. Todos sabemos que lo malo se contagia. El
Señor sabía que si no se efectuaba la destrucción total, el pueblo se expondría a la
contaminación de la perversidad de los cananeos paganos. Jehová no quería que estos
desviaran (v. 4) o sirvieran de tropiezo (v. 16) a los suyos. Si los israelitas seguían el
ejemplo perverso, también sufrirían la destrucción (v. 4; 8:19–20).
Son tres las esferas en que se podrían corromper.
1. La idolatría (vv. 4–5; 20:18). Este era el peligro más grande. Si su culto no se
erradicaba sin dejar vestigio, el pueblo de Israel quedaría expuesto a seguir en pos de
dioses ajenos y violar así los dos primeros mandamientos y el gran mandamiento. La
historia nos enseña que esto es exactamente lo que pasó.
2. La impiedad (9:4–5). Moisés hace muy patente que las naciones iban a ser
eliminadas por su impiedad. Los descubrimientos arqueológicos han comprobado que
los cananeos eran de los más perversos del mundo de aquel entonces. Su gran
inmoralidad los llevó a practicar la prostitución religiosa y el sacrificio infantil. El
Santísimo no quería que su pueblo se contaminara con esta suciedad.
3. El ocultismo (18:12). Las naciones practicaban todo tipo de ocultismo. Eran
expertos en magia blanca y negra. En vez de consultar al Señor, buscaban controlar las
cosas por medio de artes mágicas. Todo esto estaba terminantemente prohibido para el
pueblo de Israel.
Estas naciones idólatras, impías y dadas al ocultismo, bien merecían ser destruidas
totalmente.
¡PENSEMOS!
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Tal vez nosotros nos sintamos ofendidos al pensar en que el
Dios de amor mandara la eliminación de esos pueblos, pero
esto sólo sucede cuando nos olvidamos de la santidad y
justicia de él. Recuerde siempre que el Señor siempre hace lo
correcto.
Por la posición de Israel vv. 4, 6–11. En el primer capítulo vimos que esta porción
es el texto clave de todo el libro. Ella describe la relación especial que Israel tenía con
Jehová. Al fin y al cabo era el único pueblo que confesaba: “Jehová nuestro Dios,
Jehová uno es” (6:4).
ERAN LOS ÚNICOS MONOTEÍSTAS EN UN MUNDO
POLITEÍSTA.
Por lo tanto, tenían que mantener esa posición. La ocupaban por causa de:
1. Lo que Dios había hecho vv. 6–8. Moisés delineó cuatro obras divinas que Jehová
había realizado en Israel por su gracia soberana: (a) Había hecho juramento con los
patriarcas (v. 8b), comenzando con Abraham en Génesis 12:2–3. (b) Amó a su pueblo
(vv. 7a, 8a) con un amor que Jeremías llama “eterno” (Jeremías 31:3). (c) Rescató a
Israel de la opresión en Egipto (v. 8c) por el juramento que había hecho con los
patriarcas. (d) Escogió a la nación (v. 6b, 7b) desde antes de la fundación del mundo
según su plan eterno, y en el tiempo y el espacio la apartó para sí en el monte Sinaí
cuando entró en pacto con ella (v. 9; Exodo 19:1–8). Desde ese día, hacía cuarenta años,
Israel era el único pueblo santo (apartado v. 6a) y especial (propiedad muy valiosa, su
tesoro v. 6b) para Dios. Debía protegerse de toda cosa que violara o manchara esa
relación tan singular.
2. Lo que Israel debía hacer vv. 9–11. Siendo nación tan privilegiada, le tocaba
corresponder a la inmensa gracia divina con una conducta correcta que le conservaría en
el sitio de bendición. Tenía que hacer tres cosas. (a) Reconocer que su Dios era fiel en el
cumplimiento de los pactos que había concertado con su pueblo (v. 9a) y que jamás
quebrantaría sus promesas. Al recordar la fidelidad divina estaba obligada a evaluar su
lealtad a él. (b) Amar a Jehová con todo su ser (v. 9b, 6:5). Este era un amor que excluía
a todo lo demás. (c) Obedecer al Señor en todo (v. 9c, 11), reconociendo que la
obediencia trae bendición hasta mil generaciones (v. 9c) y que la desobediencia acarrea
maldición (v. 10).
Este pueblo escogido se encontraba en la frontera entre Moab y la tierra prometida.
En esta encrucijada, tenía que reconocer su relación especial con Jehová y una vez que
cruzara el Jordán, sería fatal olvidarla. Su razón de ser era vivir como el pueblo santo y
especial del Señor.
BENDICIONES A DISFRUTAR 7:12–26
Las múltiples bendiciones en su grado máximo se derramarían sobre los que
guardaran y pusieran por obra los mandamientos y decretos del Señor
LA CONDUCTA CORRECTA SIEMPRE TRAE
CONSECUENCIAS BENÉVOLAS
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A continuación, listamos las bendiciones prometidas a Israel cuando estuviera en la
tierra prometida. Las primeras dos son generales, pero muy importantes: Jehová
guardaría el pacto y la misericordia (vv. 12b, 9) y seguiría amando a su pueblo (v. 13a).
Siguen cuatro bendiciones muy concretas (vv. 13b–26):
— Abundancia de bienes materiales (v. 13b)
— Fecundidad en la reproducción (v. 14)
— Salud (v. 15)
— Triunfo en las batallas (vv. 16–26).
Fíjese en las muchas veces que dice que “Jehová tu Dios” iba a hacer estas cosas,
pero note también la participación humana en lograr la victoria.
¡PENSEMOS!
Haga un breve estudio del triunfo como aparece en los vv.
16-26. Apunte las tres cosas que Israel tenia que hacer y las
seis cosas que correspondían a Jehová. ¿Qué tiene que hacer
usted para lograr la victoria en su vida diaria? ¿La relación
del Señor con usted es diferente de la que sostenía con
Israel? ¿En qué aspectos?
CUIDADO DE RECORDAR 8:1–20
Este capítulo se caracteriza por verbos que se relacionan con el concepto de
recordar. Acordarse se encuentra dos veces (vv. 2, 18) y olvidarse tres (vv. 11, 14, 19).
El mensaje mosaico era clarísimo: una de las mejores armas que tenía el pueblo
escogido para evitar caer en la apostasía era su memoria. El problema es que los
hombres tendemos a usarla indebidamente. Es demasiado fácil olvidarnos de todo lo
que el Señor ha hecho por nosotros. Este peligro se podría evitar por medio de hacer
cuatro cosas.
Debían recordar la peregrinación por el desierto 8:1–6
Tome nota de que los versículos 1 y 6 forman un marco para este pasaje. Todo lo
que se dice en 2–5 tiene como base indispensable el acatamiento de los mandamientos
del Señor. La memoria saludable siempre se usa cuando uno anda bien con Cristo. Si
somos rebeldes, no podemos recordar las obras positivas que el Omnipotente ha hecho
en nuestra vida.
Nótese que Israel debía acordarse no tanto de los acontecimientos sino de los
propósitos de la peregrinación que duró cuarenta años. Debían meditar constantemente
en ellos para evitar que tuvieran que pasar por lo mismo otra vez. La porción (vv. 2–5)
habla de cuatro finalidades distintas por las cuales Dios mantuvo a Israel en el yermo
por tanto tiempo.
1. Para eliminar de ellos todo sentimiento de orgullo y autosuficiencia. Recuerde
que cuando salieron de Cades-barnea estaban llenos de altivez (1:43). Nuestro texto dice
dos veces que Jehová quiso afligirlos (vv. 2b, 3a). Una traducción más acertada sería
humillarlos. Su orgullo tenía que ser quebrantado.
2. Para probarlos v. 2c. La primera vez que llegaron a la frontera, fracasaron. Su
rebeldía y desobediencia deliberada enojó al Señor. Por cuarenta años los hizo pasar por
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pruebas muy duras con el fin de determinar sus motivaciones (“lo que había en tu
corazón”) y si iban a ser obedientes. Parece que la segunda vez aprobaron, pero nunca
debían olvidarse de esas duras pruebas para que siempre siguieran poniendo por obra la
ley de Jehová.
3. Para enseñarles su fidelidad vv. 3–4. El concepto de la enseñanza se encuentra en
el versículo 3, “para hacerte saber.” La lección que les dio fue que el Dios de Israel es
siempre fiel a sus promesas aun cuando su pueblo sea rebelde. Tenían que aprender que
el Señor siempre sustenta a los suyos cuando dependen de él. Lo importante es lo
espiritual: “todo lo que sale de la boca de Jehová,” y no lo material: “no sólo de pan.”
En ese lapso de cuarenta años, ni siquiera tuvieron que conseguir ropa nueva y a pesar
de caminar tanto en el desierto, no se molestaron de los pies. El Señor Jehová
controlaba fielmente todas las circunstancias.
4. Para castigarlos v. 5. Como cualquier padre que disciplina a sus hijos porque los
ama, el Santo de Israel castigaba a los suyos. La verdad es que su pueblo merecía una
disciplina severa, porque su pecado era grave. No confiaban en su Dios e ignoraban sus
instrucciones tan claras. El castigo era inevitable, y vino en la forma de vagar cuarenta
años por el desierto.
Cuando los israelitas se acordaran de estos propósitos divinos y de cuantas cosas
experimentaron, se fortalecerían en su fe y se animarían a seguir y servir fielmente a su
Señor.
Debían entrar en la tierra prometida 8:7–10
La descripción de la tierra que tenemos en los versículos 7–9 es la más completa de
toda la Biblia. Al fin y al cabo, tenía todo lo que los israelitas podían necesitar o desear.
Era región sumamente rica en sus recursos naturales. ¿Qué debía hacer el pueblo al
ocuparla? Disfrutarla.
Su deber se describe en el versículo 10. Habían de hacer tres cosas: comer, saciarse,
y bendecir (una traducción mejor sería alabar). En otras palabras, debían disfrutar los
bienes de la tierra hasta suplir todas sus necesidades y después alabar al Señor por todo.
DEBÍAN COMER, SACIARSE,
Y ALABAR A JEHOVÁ
Debían tener cuidado de no olvidar 8:11–18
Estando dentro de la tierra, su responsabilidad era siempre recordar el hecho de que
todo lo que tenían venía de la mano bondadosa de “Jehová su Dios”. Por esto, era
necesario que obedecieran los mandatos del Señor y agradecieran su gracia abundante
(vv. 11, 18).
Moisés predijo el comportamiento del pueblo. En vez de comer, saciarse y alabar al
Altísimo (v. 10), ellos comerían (v. 12a), se saciarían (v. 12b), se enriquecerían (v. 12c–
13), se enorgullecerían (v. 14a), se olvidarían (v. 14b–16) y dirían que todo era
resultado de su propio esfuerzo (v. 17). Dicho en otra forma, Moisés profetizó que el
egoísmo y las riquezas serían sus ídolos y violarían lo dicho en 5:7–10 y 6:4–5. Parece
que la advertencia cayó en oídos sordos.
Debían reconocer las consecuencias de olvidar 8:19–20
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Si no usaban bien su memoria, tendrían que sufrir los resultados funestos de la
desobediencia. El primero es la idolatría. Igual que en Israel, el que se olvida de las
grandes obras de Dios en su vida, inevitablemente comenzará a participar en la
adoración a las imágenes (v. 19a). El castigo que Jehová aplicaba a la práctica de esta
abominación era la destrucción (vv. 19b–20). Pero la única forma de evitar la idolatría y
destrucción era hacer buen uso de la memoria y obedecer, atendiendo la voz de Jehová.
Estando en la frontera, los israelitas aprendieron por boca de Moisés que para
proteger la santidad de los primeros dos mandamientos y el gran mandamiento tenían
que destruir al enemigo, disfrutar de la abundancia de la tierra y cuidar su memoria.
¡PENSEMOS!
Nuestra memoria puede ser usada tanto para bien como
para mal. Todo depende de cómo la ocupamos. Podemos
controlarla y recordar lo que debemos y rechazar lo que no
nos conviene. Ejercite su memoria pensando en las obras
positivas que Dios ha realizado en su vida. Haga una lista de
ellas, y medite en ellas constantemente.
5
¡Recuerden!
Deuteronomio 9:1–11:32
El cumplimiento del gran mandamiento era la responsabilidad más grande del
pueblo del Señor. Moisés lo consideraba de tanta importancia, que usó seis capítulos (6–
11) para exponer el tema. En este capítulo, estudiaremos la última sección de su
exposición. Hagamos de cuenta que somos israelitas, que vivimos en la tierra prometida
y que vamos a escudriñar esta porción bíblica. ¿Qué lecciones aprenderíamos además
del deber ineludible de poner a Jehová en el lugar preeminente de nuestra vida?
Hay tres temas que se repiten constantemente en estos capítulos: ¿Quién es Jehová?
¿Qué ha hecho? ¿Cómo debemos responder? En esta sección enfocaremos la tercera
pregunta. Tomando en cuenta la persona y las obras del Señor, ¿qué debemos hacer?
Son tres las respuestas: depender de Jehová (9:1–10:11), complacer a Jehová (10:12–
22) y obedecer a Jehová (11:1–32). El israelita que hiciera estas tres cosas no tendría
problemas con la idolatría. La base de su cumplimiento era el recuerdo de quién era y
qué había hecho su Dios. Por eso titulamos este capítulo: “¡Recuerden!”
DEPENDER DE JEHOVÁ 9:1–10:11
Una de las características del ser humano es que quiere ser autosuficiente. Su ego
sufre un golpe severo si tiene que depender de otra persona. Esto es especialmente
cierto en nuestra cultura y parece que lo fue también para los israelitas. Por tal razón,
Moisés hacía hincapié en la necesidad de depender totalmente del Señor y dejar de
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confiar en sí mismos. Pero en vez de ser dependientes, los hijos de Israel tendían a ser
presuntuosos y rebeldes.
No debían ser presuntuosos porque Dios les había dado la tierra 9:1–6ª
Una vez dentro de la tierra prometida, el pueblo podría pensar que el Señor se las
había dado por causa de algo bueno que hubiera en ellos (su justicia o rectitud). Pero la
negativa que encierran los versículos 4, 5 y 6 desmiente esta idea. Su capacidad y virtud
no tenía nada que ver con su éxito.
Imposibilidad de la conquista vv. 1–2. Dadas las circunstancias, sería imposible que
los israelitas pudieran derrotar a ejércitos más numerosos y poderosos, tomar ciudades
bien fortificadas y vencer a gigantes espantosos. Era cosa risible presumir que por sí
solos podrían conquistar a sus enemigos.
Pero Jehová… v. 3. No eran ellos, sino la combinación de Jehová con ellos, la que
daría la victoria.
DIOS + UNO = LA MAYORÍA
El crédito principal debía atribuirse al Señor. Los cananeos fueron entregados a
Israel por el Dios soberano y nunca debían olvidarlo.
¿Por qué los metió en la tierra? vv. 4–6a. Al fin y al cabo, les había regalado la
tierra por pura gracia, no porque la merecieran. Ni porque hubiera algo bueno en ellos
como pudieran pensar. Según el versículo 5, el Señor tenía dos propósitos para darles su
herencia.
1. Porque los pueblos cananeos eran sumamente impíos. Israel sería el agente usado
por Dios para castigar y erradicar esa impiedad. Les dio la tierra para purificarla.
2. Porque quería mostrarse fiel a sus promesas. Había concertado pacto con los
patriarcas y tenía que cumplir su palabra. Así que debían recordar que su triunfo no
dependía de ellos, sino del Señor. No había motivo alguno para vanagloriarse. Toda la
gloria era para el Omnipotente y debían depender totalmente de él.
No debían ser rebeldes aunque siempre lo habían sido 9:6b–10:11
Moisés se valió de otra técnica para eliminar cualquier autosuficiencia del pueblo.
Les recordó que siempre habían sido rebeldes a la voluntad del Señor. En vez de
depender de él, siempre hacían lo que él prohibía.
La acusación vv. 6b–7. Durante los cuarenta años de su peregrinación, desde el
Exodo hasta llegar a la frontera, siempre se habían caracterizado por ser rebeldes y
duros de cerviz. Fíjese en el énfasis que Moisés pone sobre recordar: “Acuérdate, no
olvides.” Con sólo hacer memoria de su historia, la soberbia se desvanecería. La gracia
y misericordia de Jehová serían reconocidas por los israelitas.
La evidencia 9:8–10:11. Acusar es una cosa; comprobar es otra. ¿Confirmaría la
historia que su pueblo era rebelde? Sí. El caudillo seleccionó algunos incidentes
acaecidos en el desierto como evidencia que callaría definitivamente las objeciones de
los suyos.
1. Lo sucedido en Horeb 9:8–21, 25–10:11. Estos eventos acontecieron cuarenta
años antes de este discurso de Moisés. Lo primero que hizo el pueblo después de recibir
los Diez Mandamientos fue romper adrede los primeros dos. La rebeldía era patente y
resultó en idolatría, la más crasa abominación delante el Señor. He aquí un resumen de
los sucedido en su ordern cronológico.
Moisés recibió las dos tablas de la ley directamente de Dios (vv. 8–11) e
inmediatamente la revelación de que el pueblo había apostatado y que el plan divino era
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destruirlo por ese pecado gravísimo (vv. 12–14). Acto seguido, el Dador de la Ley bajó
del monte y encontró al pueblo jubiloso con su becerro de oro (vv. 15–16). Su reacción
tuvo tres aspectos: rompió las tablas para simbolizar el hecho de que Israel había roto
los primeros dos mandamientos (v. 17), intercedió por el pueblo (el hecho se encuentra
en vv. 18–20 y el contenido en 25–29) y destruyó la imagen (v. 21).
Entonces Dios, en su gracia, tomó la iniciativa. Renovó el pacto dando nuevas tablas
a Moisés (10:1–5). Hizo lo necesario para que el culto genuino siguiera, nombrando un
nuevo sumo sacerdote y apartando a los levitas para el ministerio (vv. 6–9). Perdonó al
pueblo como respuesta a la intercesión mosaica, y animó a los suyos a que siguieran
adelante hasta tomar posesión de su herencia (vv. 10–11).
En medio de este relato, Moisés incluyó otra evidencia de la rebeldía israelita (9:2224). No expone estos casos. Sólo los menciona.
2. Lo sucedido en Tabera (v. 22a) cuando se quejaron contra el Señor y fueron
castigados (Números 11:1–3).
3. Lo sucedido en Masah (v. 22b) cuando murmuraron por la falta de agua (Exodo
17:1–7).
4. Lo sucedido en Kibrot-hataava (v. 22c) cuando pidieron carne en vez de maná
(Números 11:4–34). Estos tres sucesos reflejan la inconformidad del pueblo frente a la
provisión divina.
5. Lo sucedido en Cades-barnea (v. 23) cuando desobedecieron el mandato tan claro
del Señor. En ese caso, el pecado fue la insubordinación.
CUIDADO CON LOS PECADOS DE IDOLATRÍA,
INCONFORMIDAD,
E INSUBORDINACIÓN
La conclusión v. 24. Después de presentar evidencias tan contundentes en contra del
pueblo, la única conclusión que pudo sacar Moisés fue: “Rebeldes habéis sido a Jehová
desde el día que yo os conozco”.
Para generaciones futuras, el mensaje sería claro: Recuerden su pasado. No sean
presuntosos ni rebeldes. Dependan totalmente del Señor.
¡PENSEMOS!
A finales del siglo veinte, es muy fácil que el creyente asuma
la pose de autosuficiencia. Nos cuesta abandonar la
confianza en nosotros mismos y vivir por fe en el Señor.
¿Qué puede hacer para despojarse de su independencia de
Dios? Durante esta semana, ¿en qué punto específico planea
vivir por fe?
COMPLACER A JEHOVÁ 10:12–22
Cuando el pueblo estuviera en la tierra, además de depender de Jehová, debía
recordar la instrucción de Moisés en cuanto a lo que tenían que hacer para complacer al
Señor. Las preguntas claves eran: ¿Qué pide Jehová nuestro Dios de nosotros? ¿Qué
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tenemos que hacer para agradarle y así disfrutar de sus bendiciones? La contestación
mosaica fue cuádruple. Jehová pedía:
Una vida dedicada totalmente a él 10:12–15, 20
Ya que él es el único Dios vivo y verdadero, era necesario que los suyos vivieran
vidas que mostraran que él era su Soberano absoluto
Su descripción se encuentra en los versículos 12–13 y 20. Habían de temerle (vv.
12, 20), obedecerle (vv. 12, 13), amarle (v. 12), servirle exclusivamente a él (significa
adorarle, vv. 12, 20), seguirle (v. 20) y jurar por su nombre (v. 20). Este tipo de vida
produciría la prosperidad para los que la practicaran (v. 13).
Su razón vv. 14–15. Son dos las razones por las que los hijos de Dios debían tener
este estilo de vida: porque Jehová es el Soberano sobre toda la creación (v. 14) y porque
él escogió a Israel debido a su gracia (v. 15).
Un arrepentimiento genuino 10:16–18
Moisés reconocía que el pueblo no viviría siempre de acuerdo con este ideal. Dada
su historia, sabía que caerían en pecado. Cuando eso sucediera, ¿qué debían hacer? El
único remedio sería que experimentaran una conversión completa a Jehová y dieran su
fidelidad a él.
Su descripción se halla en el versículo 16 bajo dos figuras. La primera (la
circuncisión) representa la purificación y la segunda (no endurecer la cerviz) significa
sumisión. Por medio de un arrepentimiento genuino, el pueblo mostraría su intención de
conservarse puro y sujetarse a Jehová.
Su razón vv. 17–18. Uno tenía que conformarse al carácter y las obras del Señor.
Por causa de lo que Dios era y hacía, el pueblo debía arrepentirse y reflejar fielmente la
imagen divina en el mundo.
Amor hacia el extranjero 10:19
Este amor debía basarse en el hecho de que Dios ama al extranjero (v. 18) y no hace
acepción de personas (v. 17). También provendría de una reflexión concienzuda acerca
de su experiencia como extranjeros en Egipto.
La alabanza de su pueblo 10:21–22
Dios debía ser el único objeto de su alabanza. Era necesario que recordaran todas
sus obras, y especialmente la multiplicación milagrosa del pueblo, que había aumentado
de setenta cuando llegaron a Egipto, hasta alcanzar unos dos millones. El
agradecimiento a su Dios por todas sus ricas bendiciones serviría para asegurar la
adoración exclusiva de él.
¡PENSEMOS!
Esto es lo que Dios pedía y sigue pidiendo: la entrega total, el
arrepentimiento genuino, el amor sin reservas y la alabanza
exclusiva. ¿Qué sucede en su vida? Haga una evaluación
franca de su comportamiento basándose en estas normas
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bíblicas. ¿Dónde falla? Arregle cuentas con el Señor y
¡adelante!
OBEDECER A JEHOVÁ 11:1–32
Este capítulo es el clímax de esta sección del segundo discurso de Moisés y su
mensaje está claro: Lo más importante es obedecer al Señor en toda circunstancia. El
capítulo comienza (v. 1) y termina (v. 32) con una exhortación a la obediencia. Tres
veces en medio del capítulo, al inicio de cada nueva sección, la amonestación se repite
(vv. 8, 13, 22). También podemos mencionar que en los versículos 27 y 28, el verbo oir
significa obedecer. El énfasis es clarísimo: la obediencia es primordial.
LO MÁS IMPORTANTE ES OBEDECER
Para animarse a ser obedientes, los israelitas debían valerse de su memoria. Habían
cuatro cosas que debían recordar.
Las grandes maravillas que Jehová había hecho a su favor 11:1–7
Ellos habían experimentado en carne propia los grandes portentos realizados por el
Señor en relación con el Exodo y la peregrinación por el desierto. El recuerdo de estas
experiencias personales debería impulsarlos a la obediencia. Su pensar debía ser:
¿Cómo puedo desobedecer al que tanto ha hecho por mí?
Que todas las bendiciones dependen de la obediencia 11:8–17,22–25
Cada una de las tres subsecciones de este punto comienza con una exhortación a la
obediencia indicando que su contenido depende de ella
La entrada en la tierra vv. 8–12. Acatar los mandamientos era el requisito para
entrar y poseer la tierra que era una posesión muy especial, ya que gozaba de agua
abundante que el Señor enviaba en forma de lluvia. No tendrían que regar sus hortalizas
como en Egipto. Además, era una tierra privilegiada porque Jehová cuidaba de ella
como de ninguna otra.
El gozar de las bendiciones de la tierra vv. 13–17. Note la relación que hay entre el
amor a Dios y la obediencia resultante (v. 13). El mismo nexo se encuentra en los
versículos 1 y 22. El que ama, obedece. No hay otra alternativa.
EL AMOR SE DEMUESTRA POR LA OBEDIENCIA
Las lluvias tempranas caían en forma de aguaceros fuertes durante octubre y
noviembre, y las tardías con las tormentas de marzo y abril. Note que la apostasía, el
seguir a dioses ajenos, resultaría en desastres agrícolas (vv. 16–17).
La victoria sobre todos los enemigos vv. 22–25. El pueblo ocuparía toda la tierra
cuyas límites generales se mencionan en el versículo 24.
Sin lugar a duda, sin obediencia no habría bendición divina. Los israelitas habían de
recordar esto.
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Que las palabras del Señor dadas por Moisés deberían ocupar un lugar
prominente en sus vidas 11:18–21
Estos versículos suenan muy similares a 6:6–9. En formas concretas, el pueblo debía
mantener la ley siempre en su mente. Los padres tenían la responsabilidad de enseñarla
a sus hijos.
Que bajo el pacto, la obediencia trae bendición, y la falta de ella,
maldición 11:26–32
Estos versículos son una de las declaraciones más claras de este principio bíblico. El
versículo 27 expone el aspecto positivo y el 28, el negativo. Ellos tenían que escoger
entre las dos opciones (v. 26). Hasta les dio una lección objetiva de esta verdad (vv. 29–
30). Ella se expone más ampliamente en Deuteronomio 27 y vemos su práctica en Josué
8.
El capítulo termina con unas palabras de ánimo, asegurándoles que iban a poseer y
habitar en la tierra (v. 31) y una exhortación final a la obediencia (v. 32).
Si Israel olvidara todas las cosas vistas en estos capítulos, quedaría expuesto a la
posibilidad de violar el primero y segundo mandamientos y negar el “shema”. Jehová es
el único Dios vivo y verdadero, y exige obediencia y adoración. Ir en pos de otros
dioses los pondría en peligro de castigo y hasta de ser destruidos (muerte física).
¡PENSEMOS!
Nuestro Padre exige obediencia a todas sus instrucciones.
Haga un estudio breve de Efesios 4:25–32. Apunte cada uno
de los mandatos. Analice su significado. Evalúe su
comportamiento. ¿Cuánta bendición recibirá del Señor por
ser obediente?
6
La adoración en Israel
Deuteronomio 12:1–16:17
Con el capítulo 12 entramos en la segundo mitad (12:1–26:19) del segundo discurso
de Moisés. Los capítulos 5–11 insisten en la necesidad imperante de que Israel se
dedicara a la adoración exclusiva a Jehová. Una y otra vez, el predicador les advierte
contra toda forma de idolatría. Lo más importante cuando estuvieran viviendo en la
tierra prometida, era la obediencia absoluta al Señor en todos los detalles de su diario
vivir. Estos capítulos contienen instrucciones generales sin entrar en pormenores. En la
segunda parte de su mensaje, el caudillo pone las estipulaciones específicas.
Es importante reconocer que aunque su propósito no era exponer los primeros dos
mandamientos y el gran mandamiento, como lo hizo en los capítulos 5–11, no deja de
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dar algunas enseñanzas acerca del tema. En 5–11 se insta a la adoración exclusiva de
Jehová. En los capítulos que estudiaremos en esta sección, Moisés de los detalles en
relación con esa adoración. Se contestan las preguntas dónde, cómo y cuándo debían
adorar.
Antes de entrar en materia, Moisés hizo dos cosas. Primeramente, animó a los suyos
a obedecer. Así comienza (12:1) y termina (26:16–19) esta sección. En segundo lugar,
les instruye a eliminar todo rastro de culto pagano. Sólo así evitarían la tentación de ir
en pos de los dioses ajenos. Debían destruir los altares, los implementos que ocupaban y
hasta los nombres de los dioses falsos (12:2–3). No debía quedar vestigio de ellos.
Habiendo cumplido con esta fase negativa, los israelitas podrían dedicarse a la
adoración exclusiva del Señor.
¿DÓNDE DEBÍAN ADORAR? 12:4–28
La primera pregunta que Moisés contesta, se relaciona con el lugar de la adoración.
¿Podían los israelitas adorar en cualquier lugar como los paganos, o su culto debía
practicarse en un lugar único? La enseñanza obvia de esta porción es que sólo habría un
sitio donde podrían adorar legítimamente. Los teólogos hablan de esta doctrina del
santuario central y discuten su significado. Creo que la enseñanza de la porción es que
en un tiempo dado, habría un sólo sitio aprobado con el fin de proteger el mandamiento
contra la idolatría.
El santuario central escogido por Jehová 12:5, 11, 14, 18, 21, 26
Esta es la enseñanza más clara del pasaje. Ningún hombre determinaría cuál iba a
ser el sitio del santuario, el lugar donde los israelitas podrían realizar su culto. La
evidencia bíblica es que el Señor eligió diferentes lugares hasta que se eligió a Jerusalén
como el sitio definitivo.
EL SANTUARIO FUE ESCOGIDO POR JEHOVÁ
En tiempos de Josué, los líderes “se presentaron delante de Dios” (Josué 24:1) en
Siquem. Los libros de Jueces y 1 Samuel mencionan dos lugares como “la casa de
Dios”: Silo (Jueces 18:31; 1 Samuel 1:3) y Bet-el (Jueces 20:18, 26–27). Los últimos
dos textos indican que la casa de Dios se ubicaba donde se encontraba el arca del pacto.
Jerusalén se convirtió en el santuario central cuando David pasó el arca para allá
según se relata en 2 Samuel 6. El rey Josías, como parte de su movimiento de
avivamiento, destruyó todos los lugares no autorizados y centralizó el culto en Jerusalén
(2 Crónicas 34:3–7). Aun en el futuro, durante el milenio, la adoración al Señor se
llevará a cabo en Jerusalén (Isaías 2:1–3; Zacarías 14:16–17).
La enseñanza de Moisés en el capítulo 12 es bastante repetitiva. Ella puede
resumirse bajo tres temas:
Instrucciones positivas
El santuario central era el sitio en que varias cosas positivas debían realizarse:
Allí debían llevar todas sus ofrendas vv. 6, 11, 17, 26–27. Sin excepción, todos los
sacrificios y dádivas para Jehová debían llevarse al lugar que el Señor escogiera.
Ninguna ofrenda podía presentarse legítimamente en otro lugar.
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Allí debían tener la comida de acción de gracias vv. 7a, 17–18a. El Señor dispuso
que una parte de las ofrendas quedara en manos de los oferentes para que realizaran una
comida con los suyos y los necesitados. Sólo en el santuario central podrían participar
de esa comida.
Allí debían alegrarse vv. 7b, 12, 18b. Fíjese bien en este enfoque en la alegría en el
culto. Muchas veces nosotros hacemos hincapié en la solemnidad de la adoración. En la
religión israelita, la reunión era una verdadera celebración llena de gozo.
Allí debían manifestar su obediencia vv. 1, 28, 32. Moisés siempre regresaba a este
tema, porque sin obediencia, ningún culto tendría valor.
¡PENSEMOS!
Israel tenía que limitar su adoración formal a un sólo lugar.
Nosotros tenemos el privilegio de rendir culto al Señor en
cualquier lado (Juan 4:20–24). Nuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). ¿Cómo va a aprovechar
usted esta bendición esta semana?
Advertencias negativas
Era necesario cuidarse de no participar en ciertas prácticas proscritas por el Señor:
No hacer lo que querían vv. 8–10. Cuando entraran en su reposo, debían tener
mucho cuidado de no adorar a Jehová siguiendo sus antojos, “cada uno como bien le
parece” (v. 8b). El culto debía realizarse siguiendo las instrucciones explícitas que el
Omnipotente indicaría.
No ofrecer sacrificios en cualquier lugar vv. 13–14. Esa era la práctica pagana.
Como ya vimos, los israelitas sólo estaban autorizados a presentar ofrendas en el
santuario central.
No desamparar al levita v. 19. Cuando celebraran sus comidas de agradecimiento,
siempre debían incluir a los levitas, porque ellos no tenían otra provisión.
Aclaración necesaria
Con tanto énfasis como pone el autor en la necesidad de ofrecer todos los sacrificios
en el lugar central, muchos se preguntarían: ¿Podemos sacrificar animales en nuestros
pueblos para suplir nuestras necesidades alimenticias? La contestación mosaica consta
de dos partes
Sí era legítimo matar y comer animales en sus ciudades con tal de que no se usaran
para la adoración (vv. 15, 20–22). Pero debían tener cuidado de no comer sangre (vv.
16, 23–25) porque ésta representaba la vida del animal que al fin y al cabo, pertenecía a
Jehová. El que sacrificaba la bestia, debía derramar la sangre sobre la tierra en
reconocimiento a la soberanía del Señor sobre la vida.
¿CÓMO DEBÍAN ADORAR? 12:29–15:23
En esta sección, Moisés trata el tema de las formas que debían utilizarse en la
adoración
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No como los paganos 12:29–32
Para evitar caer en la idolatría y prácticas paganas, el israelita no debía
familiarizarse con los cultos abominables. Ni siquiera debía preguntar acerca de sus
dioses (v. 30). Había una costumbre que era repugnante al Señor y que debía evitar: el
sacrificio infantil (v. 31).
No siguiendo a otros dioses 13:1–18
Una vez más, Moisés regresa al tema de la idolatría. Reconocía que, a pesar de
tantas advertencias, el pueblo buscaría a dioses ajenos. Siempre existiría quien quisiera
animar a Israel para que apostatara. Los hijos de Dios debían rechazar toda invitación a
la idolatría, viniera de donde viniere.
Invitación de profetas falsos vv. 1–5. Esta es la primera afirmación bíblica de que
hay que tener cuidado con los profetas, porque hay algunos que no vienen del Señor.
Aunque se cumplieran sus predicciones, el pueblo no debía seguirlos si los incitaban a
la idolatría. Jehová permitiría su existencia para probar la fidelidad de su pueblo, para
ver si en verdad vivían de acuerdo con el shema (6:4–5). Podríamos escribir la palabra
solamente sobre el versículo 4. La muerte sería el castigo para el profeta idólatra.
Invitación de parientes vv. 6–11. El diablo es astuto y sabe que algunas veces
seguimos los consejos de nuestros parientes. Esta misma verdad operaba en Israel.
Cuando un israelita apostatara e incitara a su parientes a seguir su ejemplo, el pariente
fiel debía denunciar el pecado y ser el primero en arrojar las piedras en la ejecución del
infiel.
Invitación de una ciudad vv. 12–18. Algunas ciudades se destacarían como centros
idolátricos y estimularían a las otras a imitarle. En este caso, el pueblo fiel tendría que
averiguar bien las acusaciones. Si se confirmaban, tenían que destruir esa población y
dedicar todo el botín al Señor. Tal ciudad nunca debía volver a edificarse.
En todos los casos, la muerte era el castigo irremisible para la infracción de la
idolatría.
Como pueblo escogido 14:1–21
La clave a la interpretación de esta porción es la observación que se incluye al
principio y al final. Los versículos 1–2 y 21 forman un marco dentro del cual se
encuentra la enseñanza principal de la porción.
El marco contiene dos elementos bien balanceados. El primero es que debían
apartarse de las prácticas paganas. El versículo 1b menciona herirse el cuerpo y raparse
la cabeza como señales de duelo. Ambas costumbres se basaban en la idolatría. El
versículo 21c termina la porción prohibiendo la práctica cananea de cocer el cabrito en
la leche de su madre, violando así la santidad de la vida y usando para matar una cosa
que tenía como propósito alimentar la vida.
¿Por qué debían apartarse de estas costumbres? Porque eran hijos de Jehová (v. 1a),
pueblo único por elección (v. 2b), y pueblo SANTO (vv. 2a y 21b). Puesto que
ocupaban este lugar tan privilegiado, debían separarse de toda costumbre dañina.
La enseñanza central vv. 3–21a. La santidad se conservaba en forma positiva
comiendo solamente lo limpio. Sólo el Señor determinaba qué comidas eran limpias e
inmundas. Parece que la única razón es que él lo quiso así. Si observaban estas leyes
dietéticas, Israel demostraría su santidad, y sería diferente a todas las demás naciones,
dedicado completamente a Jehová. El cumplimiento de estas normas también serviría de
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evidencia de su obediencia al Señor en los detalles insignificantes de la vida diaria. La
santidad y obediencia se demuestran aun en la dieta.
LOS SANTOS DEBEN SER DIFERENTES
Con sus bienes materiales 14:22–15:23
Una de las formas de adorar al Señor era presentando diferentes ofrendas. Esta
porción habla de tres sacrificios materiales: el diezmo, el año de remisión, y la
consagración de los primogénitos.
El diezmo 14:22–29. La mayoría de los expositores bíblicos aceptan la
interpretación de los judíos acerca de los diezmos. Se sabe que había dos diferentes: el
primero y el segundo. Cada año debían trae el primer diezmo al Señor. Este fue
designado por Dios para el sostén de los levitas, quienes servían el la obra del ministerio
y no gozaban de herencia como las demás tribus (Levítico 27:30–32; Números 18:21–
24).
El segundo diezmo, el diez por ciento de lo que quedaba después del primero,
también era traído para adorar al Omnipotente cada año. Jehová regresaba una parte a
los oferentes para que tuvieran una comida de acción de gracias con su familia, los
pobres, y los levitas. Cada tercer año, este segundo diezmo permanecía en los pueblos.
Así se suplían las necesidades de los pobres y levitas en todas las poblaciones (14:28–
29). Todas las referencias que se hacen al diezmo en Deuteronomio tienen que ver con
el segundo.
Vale la pena notar que el propósito del diezmo era enseñar a los israelitas a temer a
Jehová (v. 23). Por este medio, se veían obligados a confiar en él y no en sus propios
esfuerzos.
El año de remisión 15:1–18. En Israel, cada séptimo año era a la vez año sabático
(Exodo 23:10–11; Levítico 25:1–7) y año de remisión (15:1–18). Es muy importante
notar que todas estas leyes tenían que ver con el trato de los mismos israelitas a sus
paisanos (vv. 2, 3, 7, 9, 11, 12). Los extranjeros recibían un trato diferente. Todas las
instrucciones tenían como objetivo el aliviar la pobreza. En el año de remisión, el
acreedor tenía que perdonar las deudas a sus hermanos. El pasaje indica que la remisión
debía ser total, y no sólo de la parte que correspondía a ese año. Si se cumpliera esta ley,
no habría ningún israelita endeudado cuando finalizara ese año (vv. 1–6).
Moisés reconocía que los suyos podrían tener la tendencia a ser mezquinos y no
conceder préstamos durante el año antes de la remisión, sabiendo que tendrían que
perdonar esa deuda. Por eso, los exhortó a que fueran liberales en conceder préstamos a
pesar de lo que les iba a costar (vv. 7–11). El propósito de estas leyes, que era eliminar
la pobreza, se encuentra en el versículo 4a. Pero la realidad de la desobediencia
produciría el resultado opuesto (v. 11a).
Había otro sacrificio económico que el judío pudiente tenía que hacer en el año de
remisión: dejar en libertad a sus hermanos que le habían servido por necesidad (vv. 12–
18). La actitud del amo debía ser positiva. Se le requería hacerlo de buena gana, porque
a fin de cuentas no le había costado nada (v. 18), y con liberalidad, abasteciendo a los
libertos de todo lo necesario para establecerse en la vida en forma independiente (vv.
13–14). El que no quisiera aceptar la libertad, podría optar por un arreglo de
servidumbre permanente con el amo a quien amaba (vv. 16–17).
Todas estas leyes del año de remisión tenían como propósito recordar a los israelitas
el período de servidumbre y su rescate milagroso de Egipto. El acatamiento de ellas
siempre traería bendición al individuo (vv. 4b, 10b, 18b) y a la nación (v. 6).
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LA PRÁCTICA DE OFRENDAR
SIEMPRE RESULTA EN BENDICIÓN
La consagración de los primogénitos machos vv. 19–23. Cada año (v. 20a), el
hebreo tenía que apartar los primogénitos machos como ofrenda al Señor. Debía
llevarlos al santuario central y celebrar la comida de acción de gracias delante del
Omnipotente. Pero sólo si no tenían defectos. Si eran defectuosos, entonces la
consagración y comida se llevaría a cabo en la ciudad de cada uno, siempre siguiendo el
mandato de disponer correctamente de la sangre. Sin duda, esta ceremonia les recordaría
la muerte de los primogénitos en Egipto.
Sí, los israelitas adoraban a Jehová por medio de sus ofrendas. Cuando sumamos el
primer y el segundo diezmos, los primogénitos y las remisiones, descubrimos que los
hijos de Dios bajo el antiguo pacto, daban por obligación más del veinte por ciento de
sus bienes.
¡PENSEMOS!
Bajo la gracia no estamos obligados a dar nada. Damos,
porque queremos agradecer al Señor por todo lo que ha
hecho por nosotros. ¿Sería correcto bajo la gracia, dar
menos de lo que los judíos daban bajo la ley? Evalúe su
práctica de ofrendar. ¿Qué ajustes debe hacer para
conformarse más al ejemplo de Israel?
¿CUÁNDO DEBÍAN ADORAR? 16:1–17
Deuteronomio no menciona en este contexto la adoración semanal del día de reposo.
El enfoque está en las festividades especiales, las solemnes convocaciones en que todos
los varones debían reunirse en Jerusalén. Por obligación, tres veces al año se
congregaban en el santuario central (vv. 16–17).
La fiesta de la pascua 16:1–8
Esta fiesta se celebraba en marzo o abril y conmemoraba el rescate del pueblo de
Egipto. Incluía la fiesta de los panes sin levadura (Levítico 23:4–8) y también la de las
primicias (vv. 9–12). Originalmente se celebraba en las casas, pero con el
establecimiento del santuario central, sólo allí se podría practicar.
La fiesta de las semanas 16:9–12
Esta se llevaba a cabo en mayo o junio, y también se conocía como Pentecostés por
celebrarse cincuenta días después de la de las primicias (Levítico 23:15–21). Festejaban
la bondad del Señor por darles buena cosecha de los granos.
La fiesta de los tabernáculos 16:13–15
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Era una festividad otoñal que se celebraba en septiembre u octubre. En esta época
terminaban la cosecha de los frutos y las olivas. Les recordaba en forma especial la
provisión divina durante la peregrinación por el desierto. Su reglamentación detallada se
encuentra en Levítico 23:33–43.
Vale la pena notar que la solemnidad (vv. 8, 10, 13, 14, 16) se mantenía a pesar de
la mucha alegría (vv. 11, 14, 15).
¡PENSEMOS!
Viviendo bajo la nueva dispensación, tenemos otras
festividades anuales para celebrar los grandes
acontecimientos del cristianismo: la Navidad y la Semana
Santa. También debemos observarlas con solemnidad y
alegría.
7
Liderazgo en Israel
Deuteronomio 16:18–18:22
La adoración era prioritaria, y por eso Moisés la expuso antes de pasar al tema del
liderazgo en la nación. Todo conjunto de personas necesita de alguna organización y así
era con Israel. Mientras todavía estaban en la frontera, el caudillo dio instrucciones en
cuanto a los grupos de líderes que se encargarían de administrar al pueblo. Algunos
expositores ven en estos capítulos una extensión del quinto mandamiento. Así como los
hijos debían honrar y respetar a sus padres, todos los israelitas estaban obligados a estar
sujetos a las autoridades establecidas por Dios. La enseñanza de estos capítulos cubre
las esferas principales de la vida en comunidad: lo jurídico, lo administrativo, lo
religioso y la revelación.
LOS JUECES Y OFICIALES 16:18–17:13
Moisés comenzó con la esfera jurídica, el aspecto del gobierno que se encargaría de
asegurar la justicia en todos los tratos. Los oficiales encargados se ocuparían de la ley
civil y criminal. El hecho que viene en primer lugar, y que recibe la explicación más
extensa, indica que esto tenía gran importancia.
Su nombramiento 16:18ª
Cada ciudad tendría la responsabilidad de nombrar sus jueces y oficiales. Los
primeros ocupaban el lugar preeminente y se seleccionaban de entre los ancianos de la
población (19:12). Los últimos servían como asistentes de ellos. Es interesante notar
que estos líderes fueron nombrados por la misma gente del pueblo. Así se aseguraba que
fueran imparciales en sus juicios.
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Su deber 16:18b–20
Los jueces tenían una sola responsabilidad: juzgar con justicia y de acuerdo a
derecho. Se les advierte que no practiquen favoritismos ni acepten sobornos, porque
estas costumbres propiciaban la perversión de la justicia. El versículo 20a podría
traducirse: “La justicia, solamente la justicia seguirás”. Eso era lo único necesario para
que la gente viviera en paz en Canaán.
SOBRE TODAS LAS COSAS, LA JUSTICIA
La infracción principal 16:21–17:7
No debe extrañarnos que la infracción principal fuera la idolatría. En esta porción,
vemos que la ley civil y la religiosa se mezclaban. Lo religioso afectaba todas las demás
esferas de la vida. Los versículos 16:21–17:1 dan la prohibición explícita. Toda práctica
idolátrica quedaba terminantemente prohibida.
La forma de tratar el quebrantamiento de esta ley (17:2–7) era el patrón que debía
seguirse en todos los juicios. Hay cinco elementos en el modelo:
1. El hecho de la infracción (vv. 2–3)
2. La denuncia (v. 4a)
3. La investigación que tenía que incluir por lo menos dos testigos (vv. 4b, 6)
4. El fallo de culpabilidad (v. 4c)
5. La sentencia y la ejecución (vv. 5, 7).
Note que los testigos tenían que arrojar las primeras piedras. Así asumían la
responsabilidad principal de lo sucedido. Esta medida servía para disuadir a los posibles
testigos falsos.
Los casos difíciles 17:8–13
El Señor reconocía que en algunas ocasiones, los oficiales locales no serían capaces
de actuar en ciertos casos difíciles que se ejemplifican en el versículo 8a. ¿Qué debían
hacer al surgir uno de estos casos? Recurrir a la corte suprema de la nación, que se
encontraba en el sitio del santuario central (v. 8b). Allí el caso se presentaba ante los
sacerdotes (v. 9a, 12) y el juez (el sumo sacerdote, vv. 9b, 12). Se suponía que estos
estaban mejor calificados por ser más experimentados y tener mayor sabiduría. Note
que este tribunal no era de apelaciones, sino para tratar casos dificiles en los que las
autoridades locales se sentían incapaces de dictaminar. La sentencia de la corte suprema
era inapelable (vv. 9c–13). Se consideraba que al hablar ellos, Dios mismo daba el fallo.
El que rehusaba cumplir con la sentencia, estaba en peligro de muerte porque estaba en
franca rebelión contra el Señor.
Bajo la ley, cada individuo en Israel tenía ciertos derechos. Cuando eran violados, el
hijo de Dios podía recurrir a los jueces y demandar justicia.
¡PENSEMOS!
¿Qué se debe hacer cuando la impureza entra en la iglesia de
Cristo? ¿Pasarla por alto? Definitivamente no. Hay que
juzgarla justamente y si es necesario, expulsar al infractor.
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Estudie estas porciones para entender mejor cómo aplicar la
disciplina bíblica: Mateo 18:15–17; 1 Corintios 5; 2
Corintios 13:1–2.
EL REY 17:14–20
La segunda esfera que se trató fue la administrativa. ¿Cómo se íba a gobernar el
pueblo? La historia de Josué y Jueces revela que en sus inicios, Israel era una teocra en
la que Jehová reinaba por medio de los jefes de las tribus. La porción que analizamos
tiene que ver con la siguiente etapa: el reino de Dios por medio de una monarquía. Este
es el único pasaje en el Pentateuco que enseña acerca de este tema.
Su inevitabilidad 17:14
El Señor reconocía que sin lugar a duda, el día vendría en que el pueblo pediría un
rey. No estaba juzgando si su petición sería correcta o no, pero sí previó la solicitud, y
dio instrucciones para asegurar que el nombrado supiera qué hacer.
Su selección 17:15
En este texto tenemos un ejemplo de la unión de esfuerzos entre Dios y el hombre.
Al fin y al cabo, el rey sería seleccionado por Jehová (v. 15a). Pero los hombres
tendrían que discernir quién era el que el Señor había elegido para ponerlo sobre el
pueblo (v. 15a, b). Un solo requisito se estipuló: tenía que ser israelita y no extranjero
(v. 15c).
Su comportamiento 17:16–20
La conducta del rey se regiría por tres reglas negativas y una positiva
Negativamente (vv. 16–17), habían tres prácticas en que no debía participar.
1. La búsqueda del poder militar (v. 16). Esto se ve en la prohibición de acumular
caballos.
2. La adquisicíón de muchas mujeres (v. 17a). Puesto que muchas veces, los
matrimonios se relacionaban con la concertación de alianzas políticas para adquirir
ventajas.
3. La acumulación de bienes materiales (v. 17b).
Todas estas eran costumbres de los reyes paganos. En vez de seguir su ejemplo, el
rey de Israel debía aprender a depender totalmente de Jehová para todas sus
necesidades. El verdadero rey era el Dios omnipotente y el rey humano tenía que
confiar en él para todo, como el siervo con su amo.
LA DEPENDENCIA EN DIOS
ES MUY IMPORTANTE
Positivamente (vv. 19–20), el rey estaba bajo la obligación de guiarse siempre por
las instrucciones de la Palabra de Dios. La ley a que se refiere esta porción es
concretamente el libro de Deuteronomio, no todo el Pentateuco. Lo primero que tenía
que hacer al asumir el reino era mandar copiar la ley en un libro especial (v. 18). El
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único ejemplo bíblico que tenemos de esta práctica se halla en 1 Samuel 10:25. Ese
ejemplar de la ley debía estar siempre con el monarca (v. 19a). Tenerlo consigo no era
suficiente. También se requería que leyera parte de él todos los días. Debía
familiarizarse con su contenido (v. 19b). Pero lo más importante era obedecerlo (vv.
19c–20). Sólo así podría disfrutar de una larga dinastía.
Es interesante notar que en el versículo 15 se enseña que el rey debía ser puesto
“sobre” el pueblo, pero en el 20, amonesta al monarca a no elevarse “sobre” la gente. En
la primera instancia, se usaba la autoridad y en la segunda, se abusaba de ella. En vez de
elevarse encima de los suyos, debía darles ejemplo de humildad, dependiendo siempre
del rey verdadero, Jehová.
LOS SACERDOTES LEVITAS 18:1–8
Otra esfera importante de la vida era la religiosa. ¿Qué provisión hizo el Señor para
que no faltaran líderes en el aspecto religioso del diario vivir?
Su identificación 18:1ª
La frase “sacerdotes levitas” es algo ambigua porque dentro de la tribu de Leví
había dos grupos: los sacerdotes y los levitas. Se podría decir que todos los sacerdotes
eran levitas, pero no todos los levitas eran sacerdotes. Estos formaban una minoría en la
tribu y consistía solamente de los descendientes directos de Aarón (Números 3:10).
Radicaban en Jerusalén. Los levitas eran la mayoría de la tribu de Leví. Servían a los
sacerdotes y casi todos ellos vivían en los pueblos.
Sus responsabilidades 18:5,7; 10:8
Indicaciones de sus deberes se encuentran en varios lugares de Deuteronomio.
Podemos resumirlos usando los dos textos mencionados.
Administrar (v. 5) o ministrar (v. 7). Es probable que bajo esta categoría podemos
incluir su papel como jueces (17:9, 12; 21:5) y consejeros militares (20:2–4).
Llevar el arca del pacto (10:8a). En realidad se encargaban de transportar todas las
partes del tabernáculo cuando se trasladaba de un lugar a otro.
Estar delante de Jehová para servirle (10:8b). Esto incluía poner el incienso y hacer
sacrificios (33:10b). Este trabajo correspondía los sacerdotes exclusivamente.
Bendecir en el nombre del Señor (10:8c). Los que vivían en los pueblos harían lo
que llamamos el trabajo pastoral, visitando y aconsejando a los israelitas en sus cuitas
contidianas. Una de las bendiciones más grandes era la de enseñar la ley de Jehová al
pueblo (33:10a).
Su sostén 18:1b–4
Este grupo de líderes, igual que los reyes, tenían que depender del Señor para su
sustento diario. Para ellos, la independencia significaría no tener nada.
No tenían parte ni heredad como los demás israelitas (vv. 1b, 2a). Cuando entraron
en la tierra y ésta fue repartida, a la tribu de Leví no se le dio nada. Dependían de las
otras tribus, las que tenían la obligación de apartar ciudades para ellos dentro de su
herencia (v. 6; Números 35:1–8). Su heredad era Jehová y dependían totalmente del él.
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Sí tenían derecho a sostén (vv. 1c, 3–4). Los sacerdotes se quedaban con parte de
los sacrificios que hacían. Y todos los levitas recibían como remuneración todos los
diezmos dados en Israel (Números 18:21, 24).
Su traslado voluntario 18:6–8
Cualquier levita que viviera en las poblaciones, tenía el derecho de trasladarse
voluntariamente a Jerusalén para servir en el santuario central (v. 6–7). En cuanto a
remuneración, debía ser tratado igual que los demás. Se les prohibió hacer acepción de
personas (v. 8).
¡PENSEMOS!
Los sacerdotes levitas dedicaban su tiempo completo a servir
al Señor y recibían sostén completo. ¿Qué nos enseña esto en
relación con nuestros obreros cristianos que trabajan en el
ministerio? ¿Cómo han de sostenerse? Estudie 1 Corintios
9:1–18 y 1 Timoteo 5:17.
LOS PROFETAS 18:9–22
El último grupo de líderes era el de los profetas. Estos hombres fueron el medio que
Jehová utilizó para comunicar su voluntad al pueblo. Eran intermediarios de la
revelación especial. Se relacionaban con las otras autoridades porque eran como su
conciencia. Si el juez, rey o levita necesitaba consejo especial, recurría al profeta. Si
andaban mal, le tocaba al profeta reprenderlos y comunicarles el mensaje divino. La
pregunta básica que se trata en esta porción es: ¿Cómo puede el hombre saber la
voluntad de Dios? La contestación es triple.
No por medios paganos 18:9–14
Los israelitas nunca debían ocupar los métodos abominables de los incrédulos que
los rodeaban. Son dos que se mencionan.
El sacrificio de infantes (v. 10a). Algunos pensaban que podían persuadir a sus
dioses a que se revelaran por medio de estos sacrificios tan especiales.
Las artes mágicas (vv. 10b–14). Son ocho las prácticas que se encuentran en la lista.
Las primeras tres tienen que ver con la adivinación. Siguen dos que se relacionan con la
magia. Las últimas tres atañen al espiritismo.
Todos estos métodos paganos son abominación, y los que los practican también lo
son. Por esto el Señor echó a estas naciones de su tierra (v. 12). Su gente debía ser
perfecta y rechazar rotundamente todas esas prácticas.
Sí, por medio de profetas 18:15–19
Moisés (vv. 15–16) y Jehová (vv. 17–18) prometieron el establecimiento de un
linaje de profetas. Todos serían israelitas (vv. 15a, 18a) y todos hablarían la palabra que
Dios mismo pondría en su boca (v. 18b). Esta es la definición bíblica del profeta.
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EL PROFETA ES PORTAVOZ DE DIOS
Estos voceros especiales no fabricaban su mensaje, sino que lo recibían por
revelación especial y lo comunicaban al pueblo bajo la inspiración del Espíritu Santo. El
pueblo tenía que obedecer las instrucciones del profeta y si no lo hacía, tendría que
rendir cuentas al Altísimo (v. 19).
Cuidado con los profetas falsos 18:20–22
Siempre existía el peligro de los falsos profetas. Los que no procedían del Señor.
Ellos usurpaban la autoridad divina hablando en su lugar sin su autorización.
¿Qué decían? v. 20. Hablaban sus propias palabras, no las de Dios y exponían un
mensaje que beneficiaba a los dioses falsos.
¿Cómo debían tratarlos? vv. 20c, 22c. Considerando que no tenían autoridad
alguna, no debían temerles (v. 22c). Más bien, los fieles tenían que ejecutarlos por su
pecado tan detestable (v. 20c).
¿Cómo confirmar su falsedad? vv. 21–22b. El falso profeta sería presuntuoso en su
actitud (vv. 22b, 20a). Sus profecías no se cumplirían en el tiempo y la historia (v. 22a).
Además tenderían a promover el culto a dioses falsos (13:1–5). El profeta genuino era
humilde, sus predicciones siempre se cumplían, y su mensaje jamás perjudicaba la
adoración de Jehová.
¡PENSEMOS!
En nuestros días hay muchos que afirman ser profetas.
Tomando en cuenta de definición bíblica, ¿cree que son
genuinos? Debemos tener mucho cuidado, así como los
israelitas debían tenerlo. No cualquier “profeta” viene de
Dios. Hay que discernir los espíritus si son de él o vienen por
su propia cuenta (1 Juan 4:1–6).
8
¡Sed justos!
Deuteronomio 19:1–26:19
Las leyes relacionadas con la adoración y los líderes eran bastante generales. Estas
últimas se dedicaban especialmente al nombramiento y requisitos de los que iban a
gobernar al pueblo en la tierra prometida. La sección que nos toca estudiar en este
capítulo y el siguiente, es la más detallada de todo el libro. Los expertos la llaman “el
Código de Deuteronomio”.
En él se registran una serie de leyes bastante específicas que ayudarían a los
encargados de la nación a saber cómo decidir en ciertos casos. Algunas de las leyes son
muy escuetas, pero otras se dan en forma bastante amplia. El problema es que
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aparentemente no se dieron en orden lógico. Por esta razón, seguiremos el ejemplo de
muchos comentaristas, y veremos estos capítulos en forma temática. Todas las leyes
serán incluidas, pero bajo el tema seleccionado por el autor.
LEYES RELACIONADAS CON LA JUSTICIA
El tema de la justicia es uno de los más importantes en el libro. Ya hemos estudiado
tres porciones donde se hace hincapié en la necesidad de actuar con completa rectitud en
todos los tratos (1:16–17; 4:8; 16:18–20). Veamos varias esferas en que el Señor quería
ver la justicia manifestada en forma especial.
En los tribunales
El material cubre los dos elementos de cualquier juicio: los testigos y los castigos
Testigos 19:15–20. Por segunda vez, Moisés recalca la necesidad de que hubiera
más de un testigo, un mínimo de dos y de preferencia tres (vv. 15; 17:6–7). Pero, a
veces, sólo existía uno, que era el que acusaba. Nuestro texto habla de él como “testigo
falso” (vv. 16–19), pero una traducción mejor sería “testigo malicioso” o que quiere
causar daño al acusado. Los dos tenían que comparecer ante los sacerdotes y jueces.
Si la acusación resultaba ser falsa, el acusador recibiría el castigo que merecía el
supuesto crimen. Fíjese bien que la aplicación del castigo serviría para detener la
maldad (v. 20). Esto está en contraste con el pensar moderno, porque estas leyes eran
una exposición del noveno mandamiento (5:20).
Castigos 19:21; 21:22–23; 25:1–3, 11–12. Dos de estas porciones tienen que ver con
la “lex talionis,” de la justa retribución. La declaración de ella se halla en 19:21.
VIDA POR VIDA, OJO POR OJO, DIENTE POR DIENTE
Las autoridades, no los individuos, tenían el deber de imponer castigos de acuerdo
con la seriedad del crimen. Tenemos el único ejemplo concreto de la aplicación de esta
ley en 25:11–12. Se refiere al supuesto caso de que hubiera una riña donde interviniera
una mujer asiéndose de las partes nobles del enemigo. A ella se le debía cortar la mano
infractora. En las culturas circunvecinas, este tipo de castigo era muy común, y se
aplicaba a una gran variedad de infracciones. Pero en Israel, el castigo nunca debía ser
demasiado severo.
Otra regla que guiaba la aplicación de castigos era la que tomaba en cuenta la
dignidad del castigado (25:1-3). Azotar al reo más de cuarenta veces, equivaldría a
tratarlo como bestia. Por otro lado, el mismo juez tenía que presenciar el castigo.
Las culturas paganas vecinas de Israel acostumbraban exhibir el cadáver del reo
hasta que se descomponía en vez de enterrarlo. Pero los israelitas no debían seguir esa
práctica (21:22–23). Sí, había infracciones que merecían la pena capital y sí podían
exhibir el cuerpo muerto, pero debían inhumarlo el mismo día de su ejecución. Pablo
usa este pasaje para enseñar que Cristo fue condenado en nuestro lugar (Gálatas 3:13).
En casos de homicidio
El propósito de estas leyes era preservar la dignidad de la vida humana y deben
interpretarse a la luz del sexto mandamiento (5:17)
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El caso de homicida desconocido 21:1–9. La vida humana era tan importante, que
en casos de que no se descubriera al homicida, alguien tenía que asumir la
responsabilidad y hacer expiación por el pecado. Si no se conocía al individuo
responsable del crimen, entonces el pueblo más cercano tenía que asumir la culpabilidad
y seguir las instrucciones estipuladas. Las autoridades civiles (vv. 2, 5) tenían que
sacrificar una becerra que simbólicamente recibiría el castigo que el asesino merecía.
Casos de homicidio involuntario (19:1–10) y voluntario (vv. 11–13). Precisamente
para proteger la vida de los asesinos accidentales, se apartaban en Israel las ciudades de
refugio (Números 35:9–34; 4:41–43). Esto se hacía para evitar la venganza personal de
parte de quien quisiera vengar la sangre del muerto (el pariente más cercano era el que
se encargaba de buscar la justa retribución en ese caso, y hasta podía constituirse en
verdugo si era necesario). El que mataba adrede no podía refugiarse en esas ciudades y
se hacía acreedor a la pena capital.
En disputas acerca de tierras 19:14
Hay que recordar que en Israel el dueño de toda la tierra era Jehová. Los israelitas
sólo eran mayordomos de los terrenos que el Señor les había encomendado. Cualquiera
podría robar tierra de su prójimo muy fácilmente, con sólo mover los hitos para cambiar
los linderos. En esencia, esta es un ley contra el robo de la propiedad privada, que es
una infracción de los mandamientos octavo y décimo (5:19, 21). Esta ley se refleja
también en 27:17. El usurpador merecía la maldición, porque a fin de cuentas, el robo
era contra el Señor mismo, no sólo contra el vecino.
En los negocios
Moisés incluyó dos leyes que revelaban que eramenester actuar con justicia en todos
los tratos comerciales. Estas leyes también tienen que ver con los mandamientos octavo
y décimo.
Pesas y medidas justas 25:13–16. Los comerciantes de nuestros días harían bien en
seguir este consejo. Todos los negocios tenían que desarrollarse con absoluta rectitud.
Sólo así habría bendición del Altísimo sobre la transacción.
Remuneración inmediata 24:14–15. Algunos amos tendían a aplazar el pago a sus
trabajadores. Esta ley enseña que los jornaleros tenían derecho a recibir su sueldo
diariamente. El aplazamiento propiciaba el olvido, por lo que retener el pago equivalía a
oprimir al trabajador.
¡PENSEMOS!
El tema de las relaciones entre patrón y empleado se trata
también en el Nuevo Testamento. Lea Efesios 6:5–9;
Colosenses 3:22–4:1 y 1 Pedro 2:18–20. Apunte las
responsabilidades del empleado en una lista y las el amo en
otra. Evalúe su vida a la luz de esta enseñanza.
LEYES RELACIONADAS CON LA FAMILIA
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Las Escrituras enseñan que la familia fue la primera institución social creada por
Dios (Génesis 2:18–25). Por ende, tiene mucha importancia. Su preservación determina
la estabilidad de cualquier sociedad. Es lógico que la ley incluyera ciertas estipulaciones
para regular la vida de la familia. Veremos las relaciones matrimoniales y las que
regulaban a padres e hijos.
Matrimonios
La relación entre esposo y esposa es la más fundamental, y a los ojos divinos es
indisoluble (Mateo 19:6). Hay varios leyes en el “Código de Deuteronomio” que
protegen el matrimonio. Todas se refieren al séptimo mandamiento (5:18).
Exención del servicio militar 24:5. Esta es la primera ley que protege al matrimonio.
Los recién casados tenían derecho a vivir tranquilamente por un año porque el
matrimonio era más importante que el servicio militar. Se suponía que durante ese año,
habría procreación y el padre tendría descendientes que le sucedieran por si falleciera en
batalla. La prioridad divina estaba en el matrimonio.
Divorcio y nuevo matrimonio 24:1–4. Esta ley también tenía como propósito
preservar la relación matrimonial. Los expertos concuerdan en enseñar que el énfasis
principal de esta regla recae en el nuevo matrimonio (v. 4). Note que el nuevo
casamiento no era pecado en sí (v. 2). Más bien se esperaba. Lo que se sancionaba era el
casarse de nuevo bajo las condiciones específicas mencionadas en el versículo 3.
Contraer nupcias en esa situación, sería el equivalente a incesto según el pensamiento
judío. Los comentaristas señalan tres posibles propósitos de esta ley.
1. Indicar que el divorcio es algo negativo que se debe evitar.
2. Hacer que cuando sucediera, fuera más difícil de llevarlo a cabo. El esposo
tendría que buscar a una autoridad para que le escribiera la carta de separación, la cual
aprovecharía el momento para aconsejarle. El mismo marido tenía que entregarla,
forzándolo así a reflexionar.
3. Proteger el segundo matrimonio (vv. 2–3). Véase la enseñanza de Cristo (Mateo
5:31–32; 19:1–9) y de Pablo (1 Corintios 7:10–16).
Castidad 22:13–30. El Señor conocía perfectamente la relación que podía haber
entre hombre y mujer. Estas leyes se dieron con el fin de conservar la integridad de la
familia. Las dos palabras claves que rigen todas estas relaciones son: pureza y fidelidad.
Estas dos cualidades en asuntos sexuales son esenciales para la preservación del
bienestar de cualquier sociedad. Encontramos que esta ley tiene cinco partes:
1. Contra las relaciones prematrimoniales vv. 13–21. Esta ley tendía a asegurar que
la novia fuera virgen al casarse.
2. Contra el adulterio v. 22. A esta ley se refirieron los fariseos cuando trataron de
poner una trampa a Jesús (Juan 7:53–8:11).
3. Contra la violación de una mujer desposada (vv. 23–27). Note la diferencia en los
casos de violación en la ciudad (vv. 23–24) y en el campo (vv. 25–27). Esta regla se
refiere a las mujeres que se encontraban en la primera etapa del casamiento según la
tradición judía. La única forma de romper esa relación era por medio del divorcio
(Mateo 1:18–25).
4. Contra la violación de una señorita (vv. 28–29). Los involucrados tenían que
casarse y no tenían la opción de divorcio.
5. Contra el incesto v. 30. Lo que se condena aquí es que alguien se casara con su
madrastra cuando quedara viuda. En lo que se refiere a relaciones sexuales, los
conceptos claves son:
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DIOS PIDE PUREZA Y FIDELIDAD
EN EL MATRIMONIO
Levirato 25:5–10. Esta es la única excepción a las leyes contra el incesto. La palabra
se deriva del latín “levir” que significa cuñado. Tener descendientes era tan importante
en la cultura israelita, que Dios hizo esta provisión. Fíjese bien en que existían dos
condiciones para que el cuñado se casara con la viuda de su hermano: (1) Los dos
hermanos tenían que vivir juntos (v. 5a). Esto significa que habían heredado en forma
mancomunada las propiedades de su padre fallecido. (2) El primer matrimonio tenía que
haber quedado sin prole varonil (v. 5b).
Los propósitos de esta ley eran dos. (1) Proteger a la viuda de la tentación de casarse
con un pagano. En la cultura israelita, sería muy dificil conseguir nuevo marido. (2)
Producir un heredero varón para poder conservar la propiedad dentro de la familia del
muerto. Note bien que el cuñado tenía la opción de no cumplir con su deber pero, si no
lo hacía, sería vergonzoso (vv. 7–10).
Padres e hijos
Son tres las leyes que tienen que ver con la relación entre padres e hijos. Todas se
relacionan con el quinto mandamiento (5:16).
Derecho de primogenitura 21:15–17. La costumbre de tener más de una esposa
nunca recibió la aprobación explícita del Señor y siempre provocaba problemas. Una de
ellas atañía al asunto del derecho de primogenitura. La ley puso en claro que el
primogénito era el primer hijo varón procreado por un hombre, sin importar que fuera
de la primera o de la segunda mujer, de la amada o de la aborrecida. La doble porción
siempre correspondía al que había nacido primero. Un propósito de esta instrucción era
evitar favoritismos en la familia.
Hijo contumaz 21:18–20. Los hijos rebeldes siempre han sido problema en todas las
culturas. Pero en Israel, esta infracción tenía una importancia especial. El que rechazaba
la autoridad de sus padres haría lo mismo con la de la comunidad y en última instancia,
con la de Dios mismo. Lo grave de este pecado se ve por medio de la severidad del
castigo, que era la muerte. No se podía tolerar la rebeldía en el seno del hogar. Vale la
pena notar que no tenemos registro alguno de la aplicación de esta ley, pero su mera
inclusión en el código es evidencia de la actitud divina hacia esta transgresión.
Responsabilidad individual 24:16. Cada miembro de la familia era responsable ante
el Señor por el pecado cometido. Cada uno sufriría el castigo por su propia iniquidad.
Pero cierto es que si el padre ponía el ejemplo de conducta pecaminosa, el hijo seguiría
su modelo. En este sentido, Jehová advirtió que él visita “la maldad de los padres sobre
los hijos” (5:9b).
¡PENSEMOS!
Tome unos quince minutos para hacer una evaluación de su
familia a la luz de los principios encontrados en las leyes que
hemos estudiado. ¿Hay pureza y fidelidad en la relación
matrimonial? ¿Existen favoritismos? ¿Anda algún hijo en
rebeldia? Pídale al Señor que le dé valor para hacer las
modificaciones necesarias para que su familia sea
auténticamente cristiana.
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LEYES RELACIONADAS CON LA ECOLOGÍA
El diccionario define a la ecología como el “estudio de las relaciones entre los
organismos y el medio en que viven.” Este es tema de mucha actualidad, pero también
muy antiguo, tanto como la ley de Moisés. Son varias las instrucciones que pueden
aplicarse a este tema. La primera tiene que ver con la relación entre el hombre y sus
entornos.
SOMOS MAYORDOMOS DE LA CREACIÓN
Higiene humana 23:12–14. Para mantener un medio ambiente sano, es necesario
que el hombre se deshaga de sus desechos en forma adecuada. Si no lo hace, propicia
enfermedades. Para prevenir el cólera en México, el gobierno recomienda a la gente del
campo que no defeque sobre el suelo, sino que siempre entierre sus desechos. Tenemos
que cuidar de la higiene para protegernos a nosotros y nuestros prójimos.
Arboles 20:19–20. Los ejércitos paganos tenían la práctica de talar los terrenos que
rodeaban las ciudades cuando las sitiaban. Es precisamente por esto que hay tan pocos
árboles en Israel en la actualidad. Pero los israelitas sólo podían talar los árboles no
frutales, protegiendo así la fuente de alimentos para el pueblo.
Aves 22:6–7. El ave hembra no podía ser tomada con sus huevos o pollitos. Hacer lo
contrario, destruiría una fuente de alimentación para el futuro y esto perjudicaría al
pueblo.
Animales 22:1–4; 25:4. Algunos autores escriben acerca de los derechos de los
animales. Mejor sería hablar de la obligación de la humanidad de tratar bien a los
animales, especialmente a los que trabajan para el hombre. Cuando se extravían, hay
que buscarlos; si están en dificultades, es menester ayudarlos. Si trabajan para nosotros,
tenemos que darles el alimento que merecen.
El cumplimiento de estas leyes mostraría la actitud correcta hacia la creación sobre
la cual el Señor nos ha dejado como mayordomos.
¡PENSEMOS!
¿Qué hace para conservar el medio ambiente? ¿Lo trata
como algo que se puede cuidar solo? ¿Qué medidas
concretas puede tomar para mejorar la higiene en su casa?
¿Cómo ayudará a tener más y mejores áreas verdes? ¿Qué
hará para proteger a los animales y aves?
9
¡Sed santos!
Deuteronomio 19:1–26:19
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LEYES HUMANITARIAS
Todas las leyes que veremos bajo esta categoría son distintas formas en que
podemos cumplir el mandato de Levítico 19:18b: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”
Trato a los pobres
El Señor siempre ha mostrado especial interés en el bienestar de los necesitados.
Los extranjeros, huérfanos y viudas ocupan un lugar prominente en el corazón de Dios.
Los israelitas debían mostrar el mismo sentimiento y cuidar de ellos en forma singular.
Trato justo 24:17–18. Las personas marginadas tenían ciertos derechos (v. 17a) y la
ley general era que siempre debían ser tratados de acuerdo con ellos. La justicia reinaba
por medio del derecho.
Préstamos. En Israel, estos no se utilizaban para lucrar o ganar dinero, sino con
fines humanitarios para ayudar a los que caían en desgracia. Los más ricos estaban
obligados a ayudar a los menesterosos bajo dos condiciones:
1. No podían exigir ninguna garantía que pusiera en peligro la vida del pobre
(24:6), o que violara la dignidad de su persona u hogar (vv. 10–13). Se dan más
enseñanzas acerca de este tema en 15:1–11.
2. No podían cobrar intereses por el uso del dinero. La usura estaba
terminantemente prohibida entre los israelitas (23:19–20). Tratándose de extraños que
fueran comerciantes, sí se les podía cobrar intereses, pero era injusto que uno
comerciara con un hermano pobre. Note que había una bendición para los que
obedecieran estas instrucciones (23:20b; 24:13b).
Espigueo o rebusco 24:19–22. Los que viven en el campo saben que la cosecha
nunca es completa. Siempre queda algo del producto sobre la tierra. Así era en Israel
también. A los hijos de Dios se les prohibía rebuscar y recoger toda la cosecha al
momento de la siega. Los pobres tenían el derecho a espigar el grano y rebuscar los
olivos y las viñas. Rut se acogió a esta ley espigando en los campos de Booz (Rut 2).
Recuerde que los pobres también sacaban beneficio del segundo diezmo al igual que
los levitas (14:28–29).
Todas estas medidas ayudarían a aliviar la penuria de los menesterosos.
¡PENSEMOS!
¿Qué actitud tiene hacia los pobres y oprimidos de este
mundo? Sería muy fácil cerrar los ojos e ignorar su
condición, pero eso no reflejaría la preocupación divina por
ellos. ¿Qué puede hacer para aliviar la situación de los
hermanos necesitados en su iglesia? Estudie Gálatas 6:9–10
y Hebreos 13:16 antes de evaluarse y tomar una
determinación.
Conservación de la vida 22:8
Hay que recordar que las casas de aquel entonces no tenían techos de dos aguas. Por
el contrario, estos eran planos y en las épocas más calientes, la gente subía para
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refrescarse y hasta para dormir en la azotea. Para evitar accidentes fatales, el que
construía una casa, tenía que poner pretil a su terrado. Esta ley muestra una vez más la
preocupación divina por la preservación de la vida.
Protección del prójimo
El israelita tenía la obligación de cuidar a su hermano en toda ocasión. Su cuidado
también se extendía a los extranjeros que vivían entre ellos. Tenía que tratar a todos en
forma altruista.
Hospitalidad 23:24–25. A los viajeros se les daba el derecho de entrar en los
campos de un hermano israelita y recoger espigas y uvas suficientes para satisfacer su
hambre del momento. Esto no perjudicaría al dueño. Lo que no podía hacer era llenar un
cesto de fruto y llevárselo para otra ocasión. Esto sería robo. Por eso, los discípulos del
Señor se sintieron con libertad para recoger espigas y comerlas hasta saciarse (Mateo
12:1–8).
Animales 22:1–4. Ya vimos esta porción desde el punto de vista de la bestia, ahora
nos toca verla pensando en el dueño. La esencia de esta ley era que siempre debían
apoyar a su hermano en la conservación de su propiedad privada. Lo perdido debía ser
cuidado por el que lo encontraba hasta que su dueño lo reclamara, fuera animal (vv. 1–
3a), ropa (v. 3b) o cualquier posesión (v. 3c). Cuando los animales estaban en
dificultades, el vecino siempre debía ofrecer su ayuda. No había lugar para decir, “no
me incumbe”.
SOMOS GUARDA DE NUESTRO HERMANO Y SUS POSESIONES
Secuestros 24:7. El robo de una persona con el fin de hacerla esclava o venderla
para ganancia, estaba prohibido. La infracción era muy seria porque privaba a una
persona de su libertad y dignidad. Equivalía a esclavizar a alguien que es a la imagen de
Dios y por lo tanto, merecía la pena capital.
Refugiados 23:15–16. Esta regla se refería a los esclavos extranjeros que se habían
escapado de sus señores y emigrado a Israel. Regresarlos implicaría la muerte casi
segura, tomando en cuenta el trato que los paganos daban a los esclavos. Los israelitas
debían darles acogida y no oprimirlos. En forma indirecta, esta ley se pronuncia contra
la esclavitud.
LEYES RELACIONADAS CON LA GUERRA SANTA
Este tema tiene bastante importancia a través de todo el libro de Deuteronomio.
Además de las porciones que veremos bajo este punto, uno debe consultar 7:1–5, 16–
26; 9:1–6 y 31:1–8. Todos estos pasajes instruyeron a los israelitas en cuanto a cómo
debían pelear y conquistar la tierra prometida después de cruzar la frontera del río
Jordán.
Ley general 20:1–18
Esta es la porción más extensa sobre el tema de la guerra santa. En ella encontramos
todas las estipulaciones generales.
Bases vv. 1–4. Cuando salieran a guerrear, los israelitas no debían atemorizarse
frente al enemigo aunque fuera más poderoso, porque el Dios que los había sacado
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milagrosamente de Egipto, estaría con ellos para darles la victoria. Lo único que tenían
que hacer era confiar en él.
Exenciones vv. 5–9; 24:5. Estos textos enseñan claramente que los problemas de
familia tenían precedencia sobre la guerra santa. Estaban exentos de presentar servicio
militar los que tenían asuntos pendientes en el hogar (20:5–7). Asimismo, los recién
casados no tenían que salir a pelear por un año (24:5). Además, los cobardes debían
regresar a sus casas para evitar que corrompieran el ánimo de los demás (20:8).
Trato a las ciudades enemigas lejanas vv. 10–15. Estas poblaciones se encontraban
fuera de la tierra prometida y por eso debían tratarse con más compasión. Los pueblos
que se rindieran sin pelear, serían tributarios y siervos de Israel (vv. 10–11) y los que
insistieran en pelear, serían sitiados, conquistados, y se daría muerte a los varones. El
botín sería para que los conquistadores lo disfrutaran (vv. 12–15).
Trato a las ciudades cercanas vv. 16–18. Todas las ciudades que estaban dentro de
la tierra prometida, serían completamente destruidas y todos sus habitantes eliminados
con el fin de que no contaminaran a los hijos de Dios con sus idolatrías y cayeran bajo
anatema (7:25–26; Josué 6:17–19; 7:11–15). Las cosas que estaban bajo anatema se
dedicaban a Jehová para ser enteramente destruidas.
LA GUERRA SANTA ERA NECESARIA
PARA PROTEGER EL MONOTEÍSMO
ESTRICTO DE ISRAEL
Leyes específicas
Moisés dio dos instrucciones negativas y dos positivas. Las primeras dos tenían que
ver con las prácticas que seguían los ejércitos paganos y que las tropas israelitas debían
evitar.
No desnudar la tierra 20:19–20. Estaba estrictamente prohibido talar los árboles
frutales cuando tenían sitiada una ciudad.
No violar a las mujeres 21:10–14. A través de la historia, las tropas conquistadoras
han acostumbrado dar mal trato a las mujeres. Pero ante los ojos divinos, la mujer tenía
tanto valor como el hombre, y por eso se debía preservar su dignidad. El israelita podía
tomar una cautiva, pero no tener relaciones con ella hasta después de un mes de tenerla
en casa, y sólo después de que ella se hubiera despojado de todo lo que la hacía
fisicamente atractiva. Si todavía la quería, al final del mes, el judío podío tomarla como
mujer. En caso de que no le agradara, la ley requería que le diera su libertad y no la
tratara como esclava.
Mantener la pureza 23:9–14. Para asegurar la bendición divina sobre la campaña (v.
14), los soldados tenían que mantenerse ceremonialmente limpios. Moisés dio dos
ejemplos de cosas que los harían ritualmente impuros. Note bien que no se involucra el
pecado o la impureza moral, sino la ceremonial.
Porque Dios lo decretó así, el hombre que tuviera una emisión nocturna se
consideraba impuro por un día, y tenía que permanecer fuera del campamento. Las
necesidades fisiológicas habían de aliviarse fuera del mismo y en forma adecuada, para
no perjudicar a los demás. El campamento, en medio del cual el Señor radicaba, tenía
que mantenerse ritualmente santo.
Destruir a los amalecitas 25:17–19. “Acuérdate… no lo olvides” (vv. 17a, 19b).
Israel siempre debía acordarse del trato malévolo que Amalec les había dado en el
desierto (vv. 17–18). Jamás debían olvidarse del mandato de destruirlo del todo (v. 19).
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Pasaron varios siglos hasta que el Señor dijo que era tiempo de llevar a cabo la orden y
aún entonces, la obediencia fue parcial (1 Samuel 15:2–9).
¡PENSEMOS!
Hoy en día no practicamos la guerra santa, pero eso no
quiere decir que el Señor no esté interesado en nuestra
santidad. Debemos ser tan perfectos y santos comó nuestro
Padre celestial (Mateo 5:48; 1 Pedro 1:15–17). ¿Qué medidas
debe tomar para tener victoria en la batalla espiritual y
conservarse puro?
LEYES RELACIONADAS CON EL CULTO
En la cultura israelita, toda la vida estaba influenciada por la religión, porque toda la
existencia estaba bajo el señorío de Jehová. Por esta razón, tenían que tener mucho
cuidado en conservar la santidad en el culto.
Mantener las distinciones religiosas
Era de suma importancia que Israel se mantuviera diferente a las demás naciones.
Debían tomar todas las medidas necesarias para evitar que el culto pagano se infiltrara
en la religión hebrea.
Exclusión de ciertos grupos de la congregación. Varias leyes normaban a quienes
no podían participar en el culto para protegerlo de perversiones paganas.
1. Los que habían mutilado sus cuerpos haciéndose eunucos como parte del culto
pagano (23:1).
2. Los que habían nacido de una relación incestuosa, de casamiento entre israelita y
pagano, o como resultado de la prostitución ritual (23:2).
3. Los amonitas y moabitas (23:3–6).
4. Los edomitas y egipcios de las primeras dos generaciones (23:7–8).
5. Los leprosos (compare 24:8–9 con Levítico 13:46). La palabra “lepra” se usaba
para describir varias enfermedades dades de la piel y no sólo se refiere a la lepra en sí.
Representaba cualquier cosa que hiciera a uno ceremonialmente inmundo.
6. Los que prostituían sus cuerpos de ambos sexos y especialmente los que se
involucraban en sexo ritual en los cultos paganos (23:17–18).
No mezclar las cosas que Dios había separado 22:5, 9–11. Los ejemplos que se dan
atañen a violaciones del orden natural, como juntar dos cosas que el Señor ha separado.
Por ejemplo, un transvestista que trata de borrar la distinción entre los sexos (v. 5). Esta
práctica era peligrosa, porque abría la puerta al homosexualismo. Las tres prohibiciones
de los versículos 9–11 se relacionan con combinaciones antinaturales. Lo natural ya
había sido determinado por Dios mismo. Es probable que todas estas mezcolanzas eran
de procedencia pagana.
QUE NO HAYA MEZCLA DE
ELEMENTOS PAGANOS Y SANTOS
EN NUESTROS CULTOS
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Usar flecos 22:12. En la porción paralela (Números 15:37–41), se llaman franjas, y
se revelan sus propósitos: a) recordar la ley del Señor para obedecerla (v. 39a), b) no
hacer caso de la cultura pagana (39c) y c) lograr un pueblo santo (v. 40c).
Cumplir con los votos 23:21–23
El israelita agradecido al Señor podía hacer un voto que involucrara el pago de una
cantidad de dinero (vv. 21, 23). El voto se incluía como uno de los sacrificios en 12:6,
11, 17 y 26. Pero este pago no sería aceptable si procediera de fuentes inaceptables
(23:18). La promesa se hacía voluntariamente (v. 22), pero una vez hecha, tenía que
cumplirse prontamente (v. 23). La falta de cumplimiento era pecado (vv. 21, 22).
Participar en dos ritos 26:1–15
Es importante observar que estos ritos se realizarían después de que cruzaran la
frontera y conquistaran la tierra prometida para poderla cultivar. Cuando llegara el
momento, los israelitas como familias debían celebrar estos rituales con el fin de
agradecer al Señor el regalo que les había dado (vv. 1–3).
Primicias vv. 1–11. Cada familia debía ir al santuario central con su ofrenda y
presentarla ante el sacerdote (vv. 1–4). La médula del rito era la confesión del oferente
(vv. 5–10a). En ella, repasaba la historia de Israel desde los días de Jacob (“Un arameo
a punto de perecer” v. 5) hasta entrar en la tierra y tener la primera cosecha (v. 10a).
Muchos creen que estos versículos combinados con 6:20–25 son el credo básico de la fe
de Israel. La ceremonia terminaba con la adoración gozosa a Jehová (vv. 10b–11). Todo
el énfasis está en el hecho de que el Señor dio a Israel como regalo la tierra prometida
(vv. 1, 2, 3, 9, 10a, 11).
Diezmos del tercer año vv. 12–15. La porción paralela es 14:28–29. La confesión
admitía que el oferente no había usado nada del diezmo para fines personales (vv. 13–
14). La petición, suplicando la bendición de Jehová sobre la tierra, se hacía a base de la
obediencia (v. 14b).
¡PENSEMOS!
Haga una evaluación de su vida religiosa pensando en cómo
se distingue de la de su vecino incrédulo. ¿Qué tan bueno es
en cumplir sus promesas hechas al Señor? ¿Cómo es el
contenido de sus cultos? ¿Contribuye todo a resaltar la
santidad de Dios y la suya?
EXHORTACIÓN FINAL 26:16–19
Este pequeño trozo es la conclusión del segundo discurso de Moisés (4:44–26:19).
Como era de esperarse, termina con una exhortación a la obediencia (v. 16). En los
últimos dos versículos, encontramos cierta terminología técnica relacionada con los
pactos. El verbo “declarar” se usaba cuando cada pactante aceptaba los términos del
pacto y se comprometía a cumplir con su parte. En el versículo 17, el pueblo acepta la
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alianza prometiendo obediencia y en 18–19, Jehová reafirma su promesa. El
cumplimiento final de ella tendría que esperar al establecimiento del reino mesiánico.
10
El pacto palestino
Deuteronomio 27:1–30:20
Los capítulos que nos toca estudiar en esta lección contienen el tercer discurso de
Moisés. En el segundo, el caudillo de Israel enfocó la importancia de reconocer siempre
la soberanía de Dios y vivir de acuerdo a ella. Asimismo, estipuló que la idolatría y toda
práctica religiosa pagana violaban el Decálogo y el gran mandamiento. Toda la vida del
israelita tenía que conformarse a estas instrucciones si quería disfrutar de bienestar total
dentro de la tierra prometida.
Este mensaje tiene que ver con la relación de Israel con la tierra. La enseñanza de
estos capítulos nos proporciona una historia profética del pueblo de Dios desde su
entrada en la tierra hasta su restauración después de un período largo de vivir en el
exilio.
Algunos consideran que estos capítulos contienen un pacto completamente nuevo
entre Jehová y los israelitas, pero la mayoría reconoce que es una extensión de dos de
los pactos anteriores. El pacto abrahámico había prometido una tierra específica al
patriarca (Génesis 13:14–16; 15:18–21).
Por su parte, el pacto palestino amplía esa promesa y relata la historia de la relación
entre la nación y su tierra. El pacto sinaítico dio las leyes que el israelita debía obedecer
si quería disfrutar de la bendición divina mientras viviera en la tierra.
La nación descuidó su deber de obedecer durante la peregrinación por el desierto.
Entonces, el pacto palestino fue un rededicación del pueblo a la obediencia del pacto
dado en Horeb. Por segunda vez, la nación prometió acatar la ley mosaica para poder
disfrutar de todos los beneficios del pacto.
ISRAEL DENTRO DE LA TIERRA 27:1–28:62
Esta sección profetiza lo que sucedería al pueblo mientras permaneciera dentro de la
tierra prometida. Históricamente, abarca desde el tiempo de la conquista (aprox. 1400
a.C.) hasta 722 a.C. (en el caso del reino del Norte) y 586 a.C. (en el del Sur).
Dos lecciones objetivas 27:1–10
Cuando el pueblo de Dios por fin entrara y tomara posesión de su heredad, los
israelitas debían levantar dos monumentos como recordatorio de la obra divina que se
había manifestado entre ellos. Antes de analizar este pasaje, conviene notar que está
colocado precisamente dentro del marco de los versículos 1 y 9–10 donde Moisés
vuelve a recordar al pueblo con marcada insistencia diciendo que la obediencia era de
primordial importancia.
LA OBEDIENCIA ES LO MÁS IMPORTANTE
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Monumentos perdurables vv. 2–4, 8. En primer lugar, los israelitas debían revocar
unas piedras grandes y grabar en ellas el contenido del libro de Deuteronomio. La
escritura debía ser muy clara (v. 8), para que nadie tuviera pretexto de no poder
entenderla. Estas servirían como recuerdo permanente del pacto entre Jehová y su
pueblo.
Altar de piedras no talladas vv. 5–7. Sobre él ofrecerían holocaustos al Señor para
agradecer su fiel cuidado, así como las ofrendas de paz para celebrar juntos su ingreso
en la tierra. Esta fiesta espiritual les recordaría lo que el Señor había hecho por ellos y
su deber de guardar las estipulaciones de la ley.
Encontramos el cumplimiento de estas dos lecciones objetivas en Josué 8:30–32.
Maldiciones de la desobediencia 27:11–26; 28:15–68
En el Medio Oriente, siempre se incluía en los tratados entre soberanos y vasallos
una sección de maldiciones y bendiciones, haciendo énfasis principal en las
maldiciones. Moisés sigue este patrón, haciendo mucho hincapié en lo que sufrirían los
que insistieran en desobedecer.
Dramatizadas en los montes Gerizim y Ebal 27:11–26. Estos dos montes se
encontraban en el centro de la tierra prometida y formaban un anfiteatro natural. Las
tribus de la bendición estaban sobre Gerizim (v. 12) y las de la maldición sobre Ebal (v.
13). Los sacerdotes levitas (v. 14) se encontraban en el valle de enmedio. Estos
pronunciaban las bendiciones y maldiciones, y el pueblo demostraba su acuerdo
diciendo “Amén” después de cada una.
Sólo se registran las maldiciones para llamar la atención a la seriedad de la
desobediencia. Son doce las maldiciones concretas (vv. 15–26). Se ha notado que casi
todas las infracciones tienen que ver con pecados que se cometen en secreto.
El cumplimiento de esta ceremonia de renovación del pacto se halla en Josué 8:33–
35.
Profetizadas en la frontera 28:15–68. En la sección anterior, vimos maldiciones
generales para pecados específicos. En esta, veremos maldiciones específicas para el
pecado general de la desobediencia.
Los versículos 15–19 son una introducción y contienen maldiciones generales que
corresponden a bendiciones generales que se registran en los vv. 3–6. En el resto de la
porción, Moisés relató las consecuencias concretas de la rebeldía. Comenzó con lo
menos severo, pasando después a lo más serio, desde el punto de vista de los israelitas.
Se pueden agrupar de la manera siguiente:
1. Desastres naturales (vv. 20–26)
2. Enfermedades y situaciones incurables que provocarían una frustración total en el
pueblo (vv. 27–37)
3. Trabajo agrícola que no daría fruto (vv. 38–42)
4. Opresión de los extranjeros que residían entre ellos (vv. 43–46)
5. Invasión de sus enemigos y el sitio espantoso que la acompañaría (vv. 47–62), y
6. Destierro (vv. 63–68).
Este castigo es el que más temía el pueblo del Señor.
Bendiciones de la obediencia 28:1–14
La promesa del Señor era incondicional: Daría la tierra a los suyos porque él es fiel
a su palabra, pero el disfrutar de los beneficios del pacto dependería de la obediencia del
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pueblo. Antes de desglosar las maldiciones, Moisés dedicó sólo catorce versículos a las
bendiciones que recibirían por acatar los mandatos del Señor. El cumplimiento de estas
promesas pendía del hilo de la obediencia (vv. 1–2, 13b–14). El individuo y la nación
serían colmados de bienes si ponían por obra la ley de Jehová.
La historia de Israel revela que en casi todas las épocas, el pueblo vivió en
desobediencia y sufrió las consecuencias nefastas de ella.
¡PENSEMOS!
Tome unos minutos para evaluar su vida en lo que se refiere
a la obediencia. Haga una lista de las bendiciones recibidas
durante las semana pasada y otra lista de las dificultades
que ha experimentado. ¿Qué clasificación predomina?
¿Existe alguna desobediencia que impida que haya más
bendición? Memorice Juan 14:21.
ISRAEL FUERA DE LA TIERRA 28:63–29:1
Israel fue expulsado de su tierra en tres etapas. La primera fue durante el cautiverio
asirio (722a.C.) cuando las diez tribus del reino del norte (Israel) fueron llevadas al
exilio para nunca regresar.
La segunda fue el cautiverio babilónico (586 a.C.) en que las dos tribus del reino del
sur (Judá) vivieron en Babilonia por unos setenta años antes de regresar a su tierra
(Esdras y Nehemías).
La tercera fue la definitiva. Se llevó a cabo en el año 70 d.C. cuando los romanos
expulsaron a los judíos. Estos vivieron errabundos en el mundo hasta que se creó la
nación de Israel en mayo de 1948.
Pero este no fue el cumplimiento cabal de la profecía, la cual se cumplirá en el
futuro. Este será el período más largo de la historia israelita.
El destierro 28:63–64a, 68
Esta era la maldición más temida por el pueblo. Nada podría compararse con la
desesperación que vendría a la nación al ser echada de la tierra después de haberla
disfrutado por tantos siglos. Estas palabras harían temblar a la gente: “y seréis
arrancados de sobre la tierra… Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos…” (vv. 63b–
64a). Todos están de acuerdo en que lo profetizado en el versículo 68 es exactamente lo
que sucedió en la historia de Israel cuando fue desterrado por Roma en 70 d.C.
Vida en el destierro 28:64b–67
Estos versículos nos dan una descripción acertada de la situación del pueblo
viviendo entre otras naciones, especialmente desde 70 d.C. El primer elemento de la
descripción es que caerían en la idolatría porque se dejarían contaminar por los gentiles
y sus religiones antibíblicas.
El segundo elemento es el más negativo humanamente hablando. La profecía dice
que serían objecto de tribulación constante, que jamás tendrían reposo, y que de
continuo vivirían en temor.
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Esta es la situación que se ha repetido tantas veces a través de la historia. El
antisemitismo ha sido permanente. El holocausto de la Segunda Guerra Mundial es el
ejemplo por excelencia de lo que produjo este pecado.
También durante la gran tribulación, Israel sufrirá como nunca ha sufrido. El mismo
diablo lo perseguirá en el intento final de acabar con el pueblo de Dios (Apocalipsis
12:13–17).
¡PENSEMOS!
¿Cuál es su actitud hacia los judíos que conoce? ¿Participa
del antisemitismo consciente o inconscientemente? Según
Salmos 122:6–9, ¿qué actitudes y acciones debe tener? ¿Qué
aprende de Romanos 1:16?
Pacto renovado 29:1
Los textos hebreos incluyen este versículo como parte del capítulo anterior (es
28:69) porque consideraban que se relacionaba con lo que va antes, no con lo que viene
después. Indica que este acto era para renovar el pacto sinaítico. El pueblo por segunda
vez se comprometió a acatar sus requerimientos.
ISRAEL DE REGRESO A LA TIERRA 29:2–30:14
El cumplimiento cabal de la promesa del regreso de Israel a la tierra se cumplirá a
finales de la tribulación. En ese tiempo, Israel será recogido milagrosamente de todas
partes del mundo y se establecerá nuevamente en su tierra (Isaías 11:11–14; Ezequiel
37; Mateo 24:31). Entonces, el pueblo vivirá en paz y Jerusalén será la capital del
mundo durante el reino mesiánico (Isaías 2:1–4).
Medidas preventivas 29:2–21
Estos versículos contienen consejos de Moisés acerca de lo que el israelita debía
hacer si deseaba evitar sufrir el destierro. Son medidas preventivas y no es la primera
vez que hace alusión a ellas. Al fin y al cabo, son temas que hemos visto a través de
todo el libro. Para eludir el esparcimiento por todo el mundo, el pueblo debía hacer tres
cosas:
Recordar vv. 2–8. Una vez más, Moisés realza la importancia de ejercer la memoria
para prevenir el desastre nacional. Les convenía recordar el éxodo (vv. 2–3). Jehová
mismo les animaba a hacer memoria de la peregrinación por el desierto y de cómo los
había traído hasta la frontera victoriosamente (vv. 5–8).
El versículo 4 es importante porque explica la razón por la cual los israelitas todavía
no comprendían el significado de todo lo que el Señor había hecho a su favor.
Obedecer vv. 9–13. Guardar el pacto era la medida preventiva más importante.
Todo el pueblo, desde los pequeños hasta los grandes, de los líderes hasta la gente
común (vv. 10b–11), tenían que juntarse para renovar el pacto (vv. 10a, 12a–13). Israel
era el pueblo del pacto. Por tanto, debía cumplir con sus responsabilidades como nación
escogida por Jehová.
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Enseñar vv. 14–21. Tomando en cuenta que el pacto no era sólo con la generación
que estaba en la frontera, sino con todas las generaciones futuras (vv. 14–15), debían
instruir a sus descendientes en el pacto y su historia. Este conocimiento era vital para la
supervivencia de la nación.
Medidas remediales 29:22–30:14
El Señor suponía que los suyos no iban a acatar su ley y que iban a ser deportados;
estando en esa condición, ¿qué debían hacer para remediar la situación y regresar a la
tierra? Moisés plantea cinco conceptos
Avergonzarse 29:22–28. Tendrían que sufrir la vergüenza de enfrentar su castigo
frente a los paganos. Estos preguntarían: ¿Por qué pasaban los israelitas por el destierro
y la disciplina divina? Porque habían hecho a un lado el pacto y practicaban la idolatría.
No cumplían con su deber de ser pueblo santo, dedicado totalmente a la adoración de
Jehová. Esta vergüenza los impulsaría a buscar de nuevo al Señor.
Recordar la revelación 29:29. Dios no había revelación exhaustiva a Israel, pero sí
había dado una revelado todo lo que necesitaban saber para agradarle. El problema era
que no habían actuado conforme al conocimiento que tenían. Si querían retornar a la
tierra, sólo tendrían que regresar al camino de la obediencia. La revelación fue dada
para que se cumpliese en todas las generaciones.
Arrepentirse 30:1–2. Note el tono de seguridad que existe en estos versículos. No
hay duda. La palabra clave es “cuando”. El día vendría seguramente. Entonces, sólo
tendrían que arrepentirse, convertirse a Jehová y obedecer. El hecho de hacerlo se
asegura, el tiempo está en duda.
Aceptar la intervención divina 30:3–9. El arrepentimiento de Israel sería el primer
paso. Al cumplir ellos, el Señor mismo entraría en acción para redimir el remanente fiel
esparcido por el mundo entero. Se les llama:
1. Remanente recogido vv. 4–5.
2. Remanente iluminado v. 6. Jehová remediará el problema del 29:4 y dará corazón
nuevo al pueblo para que pueda entender. Este texto debe relacionarse también con
10:16. Estas tres porciones relacionan el pacto palestino con el pacto nuevo que el Señor
hará con Israel (Ezequiel 36:22–28).
3. Remanente bendecido vv. 7–9.
“OS DARÉ CORAZÓN NUEVO, Y PONDRÉ
ESPÍRITU NUEVO DENTRO DE VOSOTROS”
Ezequiel 36:26ª
Seguir obedeciendo 30:10–14. El mandamiento no se escondería, sino que Dios lo
haría muy patente y accesible. Estaría dentro de su propio corazón. No había excusa. Lo
único que se pedía al pueblo era obediencia completa a lo que el Señor les había
revelado.
RETO FINAL 30:15–20
Moisés termina su tercer discurso con un reto final que se encuentra en los
versículos 15 y 19b, c: “os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la
maldición; escoge, pues, la vida”
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Los expositores consideran que este es el clímax del libro. Las indicaciones para que
poseyeran la vida eran tres (v. 20a): amar, obedecer y seguir a Jehová. Sólo así se
garantizaba la permanencia en la tierra (v. 20b).
¡PENSEMOS!
¿Cómo sabe que ama al Señor? Haga una lista de por lo
menos diez evidencias concretas de que lo ama. Medite en 1
Juan 5:3 y 2 Juan 6 antes de formularla.
En su gran mayoría, Israel vive en la actualidad en desobediencia y lejos de la tierra
prometida, pero esta condición no será permanente. El día vendrá en que el remanente
fiel se arrepentirá y será transportado milagrosamente a su tierra para no ser arrancado
de ella jamás (Amós 9:14–15). El Señor es fiel a sus promesas.
11
El pacto protegido
Deuteronomio 31:1–32:47
La útima sección de Deuteronomio se denomina: “De Moisés a Josué” y abarca los
capítulos 31–34. En ella encontramos una variedad de material, incluyendo dos
capítulos poéticos (32:1–43; 33:2–29). El tema general de toda la porción es el cambio
de mando de manos de Moisés a las de Josué como dirigente de Israel. Comienza con la
comisión de Josué (31:1–8, 23) y termina con su instalación como líder (34:9).
El tema general que se traza a través de los capítulos 31 y 32 es la protección del
pacto. Dios, Moisés y el pueblo, sabían muy bien que algo tenía que hacerse para
asegurar que nadie pudiera alegar ignorancia de las estipulaciones de la alianza entre
Jehová y el pueblo escogido. Algo era necesario hacer para garantizar que las
generaciones venideras supieran sus privilegios y responsabilidades como pueblo del
pacto.
JOSUÉ COMISIONADO 31:1–8, 14–23
La primera forma que Jehová usó para proteger el pacto fue nombrando a un nuevo
líder que siguiera las pisadas de Moisés. Esta continuidad en el liderazgo de la nación
ayudaría al pueblo a imitar a sus guías en la obediencia a la ley mosaica.
Por Moisés 31:1–8
El nuevo dirigente de la nación fue comisionado primeramente por su predecesor.
Este acto se hizo en cumplimiento del mandato dado por Dios en 1:28 y 3:28. La
comisión fue dada en dos formas.
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Indirectamente a todo el pueblo vv. 1–6. El versículo uno hace hincapié en que
Moisés habló primeramente a todo el pueblo. Inicialmente confesó que él no podría
seguir con la responsabilidad por dos razones: (1) ya no era tan activo y no podía llevar
la carga y (2) Jehová le había prohibido entrar en la tierra (v. 2). El caudillo se retiró del
puesto.
En segundo lugar, informó al pueblo que Josué tomaría su lugar (v. 3c). Estos dos
datos hicieron necesario que Moisés diera otra enseñanza que tenía como propósito
infundir confianza en la gente. Primeramente, aseguró que la relación de Dios con ellos
no cambiaría porque el fin y al cabo, él seguía siendo el Rey de Israel y el guerrero que
conquistaría a todos sus enemigos (vv. 3a, b,4–5). La victoria no dependería del caudillo
humano, sino de Dios mismo. Note todas las promesas que se encuentran en tiempo
futuro.
Después, les dio una exhortación animando a sus seguidores a que fueran valientes e
hicieran su parte y obedecieran al Señor. El reto fue igual al que recibió en que
combiaran el miedo por la confianza. No había por qué temer, porque Jehová estaría con
ellos siempre (v. 6).
Directamente a Josué vv. 7–8. Después de dirigirse al pueblo, Moisés llamó a Josué
y lo puso delante de todos para darle su comisión (v. 7a). Sus palabras comienzan y
terminan con el mismo mensaje, pero en forma positiva y negativa respectivamente:
“Esfuérzate y anímate (v. 7b)… no temas ni te intimides (v. 8c)”.
El líder podría ser siempre valiente por dos razones: (1) porque entraría en la tierra y
la repartiría entre las tribus israelitas (v. 7c) y (2) porque la presencia divina estaba
garantizada (v. 8a, b). Igual que el pueblo, Josué tenía que cambiar el miedo por la
confianza.
CAMBIE EL MIEDO POR LA CONFIANZA
Por Jehová 31:14–23
La comisión de Moisés no era suficiente. Para asegurar que Josué no iba a titubear
en su nuevo puesto, Dios mismo confirmó su nombramiento.
Convocación vv. 14–15. El Señor llamó a Moisés y a Josué para que se presentaran
delante de él en la puerta del tabernáculo para comunicarse con ellos directamente.
Conversación con Moisés vv. 16–22. El Omnipotente se dirigió primeramente a
Moisés para informarle de la condición en que caería Israel después de su muerte. Sin
lugar a duda, comenzarían a practicar la idolatría de las naciones que les iban a rodear.
Con esta conducta, invalidarían el pacto y caerían bajo la ira de su Dios, quien los
abandonaría y escondería su rostro de ellos (vv. 16–18).
Acto seguido, Jehová lo instruyó para que compusiera un cántico para recordar a las
generaciones venideras el pacto que habían quebrantado (vv. 19–22).
Comisión de Josué v. 23. Este líder comenzó su comisión con las mismas palabras
que Moisés había usado en el versículo 7 y continuó con las mismas promesas: victoria
en la conquista y presencia divina. Parece que Josué se sentía incapaz de asumir el
mando, porque varias veces se le tuvo que exhortar a que se esforzara y tuviera ánimo
(31:7 por Moisés, 31:23 y Josué 1:6, 7, 9 por Jehová, y Josué 1:18 por el pueblo). Los
detalles de la ceremonia de instalación del nuevo caudillo se hallan en Números 27:12–
23.
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¡PENSEMOS!
El Señor tiene un trabajo especial para cada uno de sus
hijos. Algunos son dificiles y otros relativamente fáciles, pero
todos requieren la capacitación divina. Dios ha dado dones
espirituales a todos los suyos para que desempeñen una
función dentro de su cuerpo (1 Corintios 12:12–31). ¿Cuál es
su don y cómo lo utiliza? Si teme servir al Padre, recuerde la
comisión de Josué. Las exhortaciones y promesas también
son para nosotros.
TESTIGOS CONTRA ISRAEL 31:9–13,19–22,24–30; 32:1–
47
Hay una segunda forma en que el Altísimo proveyó para la protección del pacto.
Mandó establecer testigos perpetuos contra el pueblo. Cada uno de ellos tendría un
doble propósito, primeramente, de prevención. Cuando los israelitas participaran en los
ritos de leer la ley y entonar el cántico de Moisés, se animarían a ser obedientes y no
caerían en la apostasía.
En segundo lugar, tenemos el objetivo remedial. Si hubieran caído en la desgracia
por seguir las prÁcticas paganas, estas ceremonias servirían para llamarles la atención e
impulsarlos al arrepentimiento. Son tres los testigos contra Israel:
La ley preservada 31:9–13,24–27
La preservación de una copia de la ley, probablemente sólo el libro de
Deuteronomio, era de suma importancia. La tradición oral se podía olvidar o ignorar,
pero un libro escrito no.
Escrita por Moisés vv. 9a, 24. Todo lo que él había predicado en la frontera quedó
registrado en un libro.
Guardada por los sacerdotes levitas vv. 9b, 24–27. Estos tenían la responsabilidad
de mantener esta copia de la ley junto al area del pacto. Las tablas del Decálogo se
encontraban dentro de ese mueble sagrado y representaban toda la esencia de la ley
moral. El libro de la ley contenía los mandatos de la voluntad divina. No se perdería
mientras estuviera bajo el cuidado del sacerdocio.
Leída ante el pueblo vv. 10–13. La ley no serviría mucho si se mantenía como pieza
de museo junto al arca. Tenía que ser leída, para que el pueblo la escuchara. Una vez
cada siete años, durante la celebración de la fiesta de los tabernáculos, el libro debía ser
sacado y leído ante la congregación de todo Israel. Con este sistema, cada niño
escucharía la lectura de la ley una o dos veces durante su niñez, cuando era más
moldeable.
La historia de Israel registra una sola ocasión en que el pueblo cumplió con este
mandato. Se encuentra en Nehemías 8:13–18 y 9:1–3. El contexto indica que la lectura
de la Palabra de Dios surtió efecto en la gente y hubo gran avivamiento.
Note que el versículo 26 enseña que la ley escrita, guardada y leída era uno de los
testigos contra Israel.
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¡PENSEMOS!
La lectura pública de las Escrituras siempre ha sido uno de
los elementos esenciales en provocar avivamiento espiritual.
Estudie todo el contexto de Nehemías 8 y 9 y también 2
Reyes 22:3–23:3. El Nuevo Testamento hace hincapié en la
importancia de la lectura pública de la Biblia en el culto
cristiano. Véase 1 Tesalonicenses 5:27; Colosenses 4:16; 1
Timoteo 4:13. ¿Cuánto se escucha la lectura en voz alta en
los cultos de su iglesia?
El cántico entonado 31:19–22,30; 32:1–47
El segundo testigo contra Israel (31:19, 21) era un cántico que Dios mandó a Moisés
componer. Todos sabemos que la música es muy eficaz para reforzar la enseñanza. Una
vez aprendido un canto, jamás se olvida, y de vez en cuando viene a la memoria.
El prólogo 31:19–22, 30. El cántico fue compuesto específicamente como testigo
contra Israel cuando cayera en la apostasía. Debía escribirse y enseñarse a todos los
israelitas. Los padres tenían la responsabilidad de enseñarlo a sus hijos para que cada
generación conservara su mensaje de reproche al pueblo por haber abandonado al Señor
y servido a dioses ajenos.
El cántico 32:1–43. Este es una joya de la literatura hebrea. Se puede dividir en tres
secciones principales.
1. Introducción (vv. 1–6). Esta plantea las ideas principales que se van a desarrollar
en todo el canto. Primeramente, enfoca el carácter divino. El Dios de Israel era fiel
(“verdad” v. 4) y absolutamente justo (“obra perfecta…rectitud…ninguna iniquidad…
justo y recto” v. 4). En contraste, su pueblo era corrupto, manchado, torcido, perverso,
loco e ignorante (vv. 5–6a). ¡Qué disparidad más grande entre el padre y sus hijos (v.
6b)! Todos reconocen que los hijos deben parecerse a su progenitor, pero era todo lo
contrario en la relación entre Dios y su pueblo.
DE TAL PALO, TAL ASTILLA
2. Cuerpo (vv. 7–33). Lo primero que Israel debía hacer era acordarse (v. 7–14).
Esta es la última vez en que encontramos esta exhortación en el libro (la primera fue en
4:10). Debían traer a la memoria tres cosas concretas: su elección por Jehová para ser su
porción y heredad (vv. 8–9), el éxodo de Egipto, el fiel cuidado del Señor en el desierto
(vv. 10–12) y la entrega de la tierra al pueblo por su Dios (vv. 13–14). Si se olvidaran
de estos hechos, estarían expuestos a la tentación de buscar a otros dioses.
La segunda sección principal abarca los versículos 15–18 en los cuales Jehová acusa
a Israel de apostasía. Se olvidaron de quiénes eran y quéa había hecho Dios por ellos. El
versículo 18 hace énfasis en la relación padre/hijos. La Biblia de Las Américas capta
mejor la idea del hebreo. “Despreciaste la Roca que te engendró [era su padre], y
olvidaste al Dios que te dio a luz [era su madre]”.
En los versículos 19–33 encontramos la reacción divina a la rebeldía de su pueblo.
Algunos llaman esta sección la sentencia dictaminada después de que la nación fuera
hallada culpable. El castigo general se desglosa en los versículos 19–22. Jehová se
llenaría de ira (vv. 19, 22), escondería su rostro (v. 20) y los movería a celos (v. 21). La
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disciplina específica se halla en los versículos 23–27. Los últimos textos de la porción
(vv. 28–33) pintan a Dios razonando con Israel y procurando forzar a la nación a entrar
en razón. Los acusa de ser un pueblo insensato (vv. 28–29). ¿Cómo hubieran podido
llegar a ocupar la tierra derrotando a sus enemigos si su Señor no les hubiera dado la
victoria? No hay otra explicación adecuada (vv. 30–31). Lo que los dioses falsos
ofrecen es amargura y maldición, no bendición. ¿Por qué los seguían (vv. 32–33)?
3. Conclusión vv. 34–43. Igual que en la introducción, el mensaje principal de la
conclusión es que Dios es justo. Su justicia se manifiesta en dos formas: Al castigar a
sus enemigos que dañaron a sus pueblo (vv. 34–35, 41–42). Esta es la venganza y
retribución justa. Ninguno que hace mal a su pueblo, queda impune (Génesis 12:3a).
Por otro lado, es justo en juzgar (en el sentido de vindicar) a los suyos sacándolos de
todos sus apuros (vv. 36–40). El los ama y se arrepiente cuando su pueblo se convierte a
él (v. 36).
En realidad, los dioses falsos nunca los habían ayudado. La apostasía de Israel
consistía en que confiaban en las divinidades ajenas, pero estas sólo consumían sus
sacrificios. Nunca los ayudaron (vv. 37–38a). En 38b Jehová reta a sus rivales a hacer lo
que nunca habían hecho. El cuidado y la salvación de Israel dependían solamente del
Señor (vv. 39, 12).
Estas verdades debían provocar la alabanza del Omnipotente por parte de su pueblo
y las naciones (v. 43a). Además de vengarse de sus enemigos (v. 43b) y vindicar a su
pueblo (v. 43c), Jehová también “hará expiación por su tierra y su pueblo” (v. 43d,
Biblia de las Américas).
ALABEMOS AL SEÑOR POR SU JUSTICIA PERFECTA
El epílogo vv. 44–47. Moisés y Josué dieron el contenido del cántico a todo el
pueblo (vv. 44–45) y terminó Moisés animando a sus seguidores a aplicar el mensaje de
su himno a sus vidas diarias e instándoles a enseñarlo a sus hijos. El cumplimiento de la
ley les proporcionaría la vida abundante dentro de la tierra prometida.
Los cielos y la tierra 31:28–29
Toda la creación sería testigo contra Israel (v. 28). El pueblo no podía escapar de
esta evidencia. Moisés se valió del mismo testigo en 30:19 y comenzó su cántico
solicitando la atención de los cielos y la tierra (32:1).
¡PENSEMOS!
Nosotros también tenemos que evaluar nuestra vida a la luz
del testimonio de las Escrituras, los mensajes de nuestros
himnos y el hecho de que la creación observa todo lo que
hacemos. Anote un texto bíblico de reprensión y el título de
un himno que le redarguya de pecado en su vida.
Humanamente hablando, Dios había hecho todo lo posible para proteger el pacto
con su pueblo. El líder fiel siempre llevaría a la nación a la obediencia. La lectura de las
Escrituras y la entonación del canto llamaría la atención a las faltas que habían de
remediar. El conocimiento de que toda la creación daría testimonio en su contra,
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siempre llevaría al pueblo a vivir una vida completamente consagrada a la obediencia al
pacto.
12
Últimos acontecimientos en la
vida de Moisés
Deuteronomio 32:48–34:12
Estos capítulos nos llevan al final de una de las épocas más importantes en la
historia de Israel. Relatan los últimos sucesos de la vida del caudillo más grande de la
nación y también son la conclusión de la sección del canon hebreo que los judíos llaman
“La Ley de Moisés” o Tora. Nosotros denominamos a esta porción de nuestra Biblia el
pentateuco, porque se compone de cinco libros. Esta instrucción (sentido literal de la
palabra hebrea “tora”), incluía todo lo que la nación necesitaba saber para vivir una vida
holgada dentro de la tierra prometida. Cualquier persona de cualquier época que viva de
acuerdo a las normas generales de esta ley, disfrutará de bienestar total.
MANDATO DE SUBIR EL MONTE 32:48–52
Esta porción es una de las muchas que hablan del final de la vida de Moisés. Para
tener el cuadro completo, se tiene que estudiar conjuntamente con los siguientes textos:
Números 20:1–13, 22–29; 27:12–14; Deuteronomio 1:37; 3:25–27; 4:21; 31:2; 34:1–4.
La gran cantidad de referencias a este acontecimiento indica que es un tema de mucha
importancia. A continuación, intentaremos sacar la enseñanza completa de todas las
citas enumeradas.
¿Cuándo recibió el mandato?
Parece que Moisés escuchó este mandato divino por lo menos en dos ocasiones
Primera ocasión. Esta se encuentra en dos porciones: Números 27:12–14 y
Deuteronomio 3:26–27. Sucedió en el contexto del primer discurso cuando Moisés
comenzó la preparación del pueblo.
Última ocasión 32:48–52. Al cabo de aproximadamente un mes, tiempo que ocupó
para dar sus discursos, recibió por segunda y última vez el mandato de subir al monte.
Según el versículo 48, el Señor le dio la instrucción en el mismo día en que terminó de
enseñar su cántico a la nación.
¿A dónde subió?
Esta es una pregunta algo dificil de contestar, porque hay muchas referencias que se
deben armonizar. He aquí una forma de interpretar la evidencia.
1. El monte se encontraba en la tierra de Moab (Deuteronomio 32:49; 34:1, 6).
2. La región dentro de Moab se llamaba Mosera (Deuteronomio 10:6).
3. Era una de las montañas en la sierra de Abarim (Números 27:12; Deuteronomio
32:49).
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4. El campamento de los israelitas se encontraba en las faldas del monte Nebo en un
lugar denominado monte Hor (Números 20:22–28; 33:37–38; Deuteronomio 32:50).
5. De las faldas subió al monte Nebo (Deuteronomio 32:49; 34:1). (Otra
interpretación es que Hor y Nebo son dos nombres para la misma montaña).
6. La cumbre de Pisga era el pico más alto de la montaña (Deuteronomio 3:27; 34:1;
Números 20:28). Moisés llegó a la cima para poder ver la tierra sin estorbo alguno.
¿Con qué propósito subió?
Las Escrituras son claras en este punto. Tenía dos fines al escalar la montaña.
Ver la tierra prometida Deuteronomio 32:49b, 52. Casi todas las porciones paralelas
contienen el registro de la prohibición de entrar en la tierra y, a la vez, la promesa de
que la iba a ver de lejos.
Morir Deuteronomio 32:50. La enseñanza consistente de todos los textos es que el
caudillo iba a morir estando a solas con Dios en el monte.
¿Por qué no pudo entrar en la tierra?
Esta es una pregunta que se tiene que contestar. Ya que había tanta insistencia en el
hecho de que no entraría, es lógico hacerla.
El incidente histórico Números 20:1–13. El pueblo se hallaba en el desierto de Zin y
pensaban que morirían de sed. En esta situación se pusieron en contra de Moisés y
Aarón acusándolos de haberlos sacado de Egipto para morir en el desierto. Los líderes
consultaron al Señor y él les dio el plan a seguir. Habían de hablar a la piedra para que
saliera agua de ella. Moisés la golpeó dos veces, e inmediatamente brotó un manantial
de agua.
El pecado cometido Deuteronomio 32:51a. La porción que estudiamos dice
sencillamente que Moisés había pecado. ¿Cuál fue el delito específico? Los textos
mencionan por lo menos tres cosas.
1. No ejerció la fe (Números 20:12b). La porción acusa: “no creísteis en mí”. Parece
que pensaba que no era suficiente con sólo hablar a la peña, como le instruyó el Señor.
No confió en la Palabra de Dios.
2. No santificó al Señor (Números 20:12c; 27:14b; Deuteronomio 32:51). Este es el
pecado que más se menciona. Su acción fue una negación de la soberanía divina con la
cual no se discutía ni jugaba. Había de doblegarse y hacer exactamente lo que Jehová
había mandado. Primera de Pedro 3:15 y Mateo 6:33 indican que santificar al Señor
significa darle el lugar que sólo él merece, el primero. En el concepto del pueblo,
Moisés quitó al Señor del sitio preeminente de su vida y de la nación entera.
EL SEÑOR MERECE SER PREEMINENTE EN NUESTRA VIDA
Isaías 8:13 enseña que no santificarlo equivale a no temerlo o reverenciarlo.
3. Fue rebelde (Números 27:14a). Esta es la única denuncia positiva. La rebeldía es
igual a la desobediencia directa. Por un acto de su voluntad, Moisés había dicho no al
Señor. Decidió que su método era mejor. La rebeldía se equipara con la idolatría (1
Samuel 15:22–23). Con este acto rebelde, el caudillo violó públicamente los primeros
dos mandamientos y el gran mandamiento. Jehová no podía tolerar esta desobediencia
de parte del líder del pueblo y tenía que castigarla severamente.
La prohibición de entrar. Esta negativa divina se encuentra registrada no menos que
ocho veces (Números 20:12; 27:13; Deuteronomio 1:37; 3:25–26; 4:21; 31:2; 32:52;
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34:4). Sin lugar a duda, a Moisés le fue muy difícil aceptar este castigo tan severo, pero
la seriedad de la disciplina reflejaba la de la infracción.
¡PENSEMOS!
Es muy fácil descuidarnos e incurrir en algún pecado. A
veces, a nuestro modo de ver, es insignificante, pero con
frecuencia es bastante serio. Creemos que el Señor pasará
por alto nuestras transgresiones porque nos ama. Pero no es
asi. Somos responsables y recibiremos la disciplina merecida
para cada pecado no confesado. Aprovechémonos
constantemente de la promesa de 1 Juan 1:9.
LA BENDICIÓN DE LAS TRIBUS 33:1–29
El último acto de Moisés antes de subir a la montaña fue bendecir a las tribus de
Israel. En esta forma se despidió de la nación. Este capítulo se puede comparar con
Génesis 49 en el que Jacob bendijo a sus hijos. La costumbre era que el líder bendijera a
los suyos antes de fallecer. Muchos intérpretes modernos dicen que estas palabras no
son de Moisés, sino de diferentes autores en épocas distintas de la nación. Dicen que se
escribieron en un contexto histórico específico y después se compilaron por un editor
que las atribuyó a Moisés. La interpretación evangélica es que todo el capítulo procede
de boca del caudillo (v. 1) y en esencia son profecías. En cada trozo tenemos un
pequeño vislumbre de cosas que sucederían a las tribus respectivas.
El capítulo se puede bosquejar como sigue:
ALABANZA VV. 2–5
BENDICIONES VV. 6–25
ALABANZA VV. 26–29
Note que las bendiciones están enmarcadas dentro de la alabanza. La verdad es que
uno puede pasar del versículo 5 al 26 sin interrumpir el pensamiento del autor. Por esta
razón, vamos a tratar primero la alabanza y después las bendiciones.
Alabanza 33:2–5,26–29
Esta se puede dividir en dos partes. Ambas contienen bendiciones generales que
Jehová derramaba sobre la nación como una totalidad.
Por lo que había hecho en el pasado vv. 2–5, 26–27. La alabanza comienza con la
perspectiva pretérita, recordando una vez más las grandes maravillas realizadas por
Jehová a favor de su pueblo. El primer portento fue que Dios les dio la ley por
mediación de Moisés (vv. 2, 4). Sigue el hecho de que el Señor, por amor al pueblo, los
había dirigido durante los cuarenta años en el yermo (v. 3). En tercer lugar, actuó como
Rey y Dios de Jesurún para ayudarles cabalgando como guerrero (vv. 5, 26–27a).
Finalmente, los llevó a la tierra y destruyó a sus enemigos de delante de ellos (v. 27b).
Por lo que haría en el futuro vv. 28–29. Una vez introducidos en la tierra, el Señor
los mantendría allí (“habitará confiado,… habitará sola” v. 28a). También les colmaría
de bendiciones (vv. 28b–29). Tendrían las condiciones óptimas para que el suelo
produjera abundantemente (v. 28b). Su salvación vendría constantemente de Jehová,
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quien sería su escudo y espada (v. 29a). Su victoria sobre sus enemigos estaba
garantizada (v. 29b).
Bendiciones de las tribus 33:6–25
Todas ellas enfocan la fidelidad del Omnipotente en cuidar a los suyos en todas las
circunstancias de la vida
Rubén v. 6. Aparentemente esta tribu llegaría al punto en que por alguna crisis
quedaría cerca de la extinción, por esto Moisés pidió que sobreviviera y que aumentara
el elemento varonil.
Judá v. 7. Según Números 2:9, los de Judá iban al frente de las tropas en tiempos de
guerra. Necesitaba de protección especial que se solicita en esta bendición.
Leví vv. 8–11. Ya que no entraban en guerra ni poseían territorio, Moisés tenía que
bendecirlos en la esfera de su trabajo de dirigir al pueblo por medio del uso del Urim y
Tumim, enseñar la ley y ofrecer sacrificios. También pidió protección contra todos sus
adversarios.
Benjamín v. 12. Merecía un lugar privilegiado, muy cercano la Señor. Siglos
después, el templo fue construido en el territorio de esta tribu.
José (Efraín y Manasés) vv. 13–17. Esta es la bendición más larga de todas.
Primeramente pidió prosperidad agrícola. Note la serie de frases que se introducen con
la preposición “con” (vv. 13–16a). También solicitó el cuidado de la gracia divina que
sería una bendición espiritual (v. 16b). En el v. 17, usó símbolos que ilustraban el poder
militar que tendrían.
Zabulón e Isacar vv. 18–19. Por alguna razón juntó estas dos tribus, tal vez porque
eran pequeñas y colindaban una con otra. La primera sería agresiva (“cuando salieres”)
y la segunda más sedentaria (“en tus tiendas”). Tendrían algo de dominio sobre los
demás y se harían sacrificios en sus tierras. Aunque no estaban en la costa Mediterránea,
sacarían mucho provecho del mar porque su territorio iba a ser atravesado por las rutas
comerciales.
Gad vv. 20–21. Ryrie comenta que era “veloz y fuerte como un león (v. 20), obtuvo
una heredad propia de un gobernador, además ayudó a las otras tribus en la conquista de
Canaán (cap.v. 21b)” [Biblia de Estudio Ryrie, p.320].
Dan v. 22. La porción de él quedaba en el sur, pero siendo guerreros vigorosos,
emigraron al norte y radicaron en Basán.
Neftalí v. 23. Una bendición general se pidió para esta tribu que heredó territorios en
la ribera sudoccidental del mar de Galilea.
Aser vv. 24–25. Sería una tribu muy próspera por la abundancia de olivos de su
tierra. Mojar los pies en aceite era un verdadero lujo. Siendo la más norteña, necesitaba
de fuerza especial para proteger la frontera.
Simeón. Hay que notar que esta tribu no se incluyó en la lista. La razón probable es
que su herencia quedaba en el centro de la de Judá, y muy pronto fue absorbida por ella
(Josué 19:1–9).
¡PENSEMOS!
El Señor siempre sabía cómo bendecir a su pueblo en todas
sus necesidades. ¿Piensa que se puede decir lo mismo acerca
de su pueblo actual, la iglesia y sus componentes? ¿Sabe Dios
lo que nos depara el futuro, o vivimos en un mundo
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gobernado por la casualidad? Recuerde que Jehová es
siempre fiel a sus promesas.
LA MUERTE DE MOISÉS 34:1–8
Es obvio que este capítulo no vino de la pluma de Moisés. La mayoría de los
intérpretes cree que fue escrito por Josué poco después de los acontecimientos.
Cumplimiento del mandato 34:1ª
Por fin el caudillo pudo obedecer la instrucción de subir el monte Nebo. Me imagino
que Moisés se llenó de emoción como en ninguna otra ocasión de su vida.
Cumplimiento de los propósitos 34:1b–8
Recordará que había dos fines al subir el monte. Ambos se cumplieron. En forma
milagrosa, el Señor le mostró toda la tierra prometida. Comenzó de norte a sur en
sentido contrario a las manecillas del reloj. Una vez más, Jehová le aseguró que
cumpliría con el pacto hecho con los patriarcas (vv. 1b–4). Su muerte sucedió
inmediatamente después de contemplar la tierra. Aparentemente, fue sepultado por Dios
mismo, en un lugar desconocido para que no fuera objeto de adoración (vv. 5–7). Como
era costumbre, el pueblo estuvo de luto por treinta días antes de seguir su marcha hacia
Canaán (v. 8).
INSTALACIÓN DE JOSUÉ 34:9
En cumplimiento de las promesas hechas en el capítulo 31, Josué recibió una
porción especial del Espíritu Santo para poder gobernar al pueblo. Desde ese momento,
la nación comenzó a obedecer a Josué como lo habían hecho con Moisés.
EL ESPÍRITU SANTO CAPACITABA PARA GOBERNAR
ELOGIO A MOISÉS 34:10–12
Es muy apropiado que este libro y el pentateuco terminen con unas palabras de
alabanza para el hombre que había sido el protagonista principal de los acontecimientos
de Exodo hasta Deuteronomio. Se le recuerda como profeta único en su clase (v. 10) y
como hacedor de milagros que nadie igualaba (vv. 11–12).
¡PENSEMOS!
Si el Señor no viene a arrebatarnos, todos moriremos y
seremos sepultados. ¿Cómo lo recordará la gente? ¿Qué
características suyas se elogiarán en su sepelio? O, ¿es que
no tendrán nada bueno que decir de usted? Prepárese ahora
porque ese día llegará.
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Todo estaba listo. Por medio de la instrucción de Moisés, el pueblo había sido
preparado para cruzar la frontera y para gozar de todas las bendiciones de su herencia.
Todo les iría bien mientras se acordaran de que eran responsables ante “Jehová tu
Dios”. El cumpliría su pacto incondicionalmente, pero el disfrutar de las bendiciones
permanentes dependía de la obediencia del pueblo. Lo mismo sucede con nosotros, los
cristianos que vivimos a finales del siglo veinte.
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