BALANCE ENTREGA 1-marzo

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PROYECTO: El problema del tiempo en la obra “El queso y los gusanos” de Carlo
Ginzburg. Estudio comparado entre la perspectiva microhistórica del tiempo y la larga
duración en Fernand Braudel.
J. ALEXANDER ROJAS RAMOS
1. Balance historiográfico.
Reflexionar sobre las prácticas historiográficas del siglo XX resulta hoy, desde el lugar
privilegiado del nuevo siglo y de una sociedad tecnológicamente más avanzada, más
pertinente, sobre todo, si su investigación permite contrastar éstas con el estrato más
próximo de su desarrollo, caracterizado por una fase inicial de modernización (s.XVIXIX), pero también con respecto al desarrollo de larga duración que ha tenido la
escritura de la historia como fundamento de la cultura occidental y del mundo
intelectual. La proliferación, consolidación y diversificación teórica y metodológica de
los estudios sobre la disciplina histórica parecen ser fruto de una toma de conciencia
interna que estuvo determinada por dos fenómenos concomitantes de la historia cultural
e intelectual del siglo XX. Por un lado, la gestación del posmodernismo tras la
revolución cultural de los sesenta como una corriente de pensamiento
fundamentalmente teórica cuyos profundos cuestionamientos a los valores de la ciencia
y la cultura modernas obligaron a una reflexión sistemática y seria en torno a aspectos
del oficio de la historia que hasta entonces habían sido considerados como lógicos –la
realidad histórica, la verdad histórica, la escritura, el lugar de producción, las prácticas
científicas o los condicionamientos del autor1-; y, por otra parte, la extraordinaria
evolución de las ciencias sociales por medio de tendencias como la interdisciplinariedad
y la consecuente adopción, cada vez más recurrente, de herramientas metodológicas de
las ciencias duras, las cuales fueron fortaleciendo el estatus epistemológico de un
conocimiento que hasta muy entrado el siglo XX seguía adscrito a las facultades de
1
Bajo el concepto de situated knowledge las tesis posmodernas de los setenta, que pusieron en duda toda
posibilidad objetiva de recuperar el pasado ante la ausencia de una única verdad sino de múltiples
representaciones individuales, han encontrado un nuevo y prolijo desarrollo bajo la expresión del
conocimiento localizado. Se trata, aquí, de poner de manifiesto y como aspecto preeminente los
condicionamientos sociales, sexuales, políticos, ideológicos, etc., que están a la base de toda producción
intelectual. No obstante la importancia de su evidencia (en Certeau este condicionamiento está ligado al
lieu social de fabrication) en el proceso de configuración de los textos historiográficos, sus peligros
radican, por un lado, en una fragmentación política de la sociedad a raíz de la radicalización de la
multiplicidad de los conocimientos localizados, pues cada grupo escribiría la historia que le conviene
según sus propios presupuestos, prejuicios o intereses; pero, asimismo, en una pérdida del acto
historiográfico fundamental de la comprobación del conocimiento, contrastando las perspectivas,
opiniones o, incluso, su objetividad con el hecho fáctico. Para C. Ginzburg se trata de “ir más allá”
buscando una comunicación posible y un conocimiento factible de probar y aceptar, “incluso cuando
supone verdades desagradables y dolorosas” (En María Lúcia G. Pallares-Burke. La nueva historia.
Nueve entrevistas. Valencia: PUV, 2005 p. 247). Para una aproximación a la tesis sobre el conocimiento
localizado se puede revisar HARAWAY, Donna. “Situated Knowledge”. En Feminist Studies, v. 14,
p.575-599, 1988.
Artes liberales o humanísticas. Ambos fenómenos definieron profundamente el carácter
de la historiografía contemporánea al haber impulsado una transformación de base en
los elementos compositivos del oficio: desde su estatus epistemológico en el universo
global de los saberes actuales, los objetos de estudio, los modelos globales de
explicación, las teorías, los conceptos, los métodos, los paradigmas, las técnicas y
herramientas, hasta su rol y los usos sociales que le han dado indistintamente grupos
profesionales, políticos o culturales.
En este contexto de cambios radicales, unos de ruptura y otros de lenta mutación, la
microstoria italiana ha representado uno de las corrientes más significativas en el
proceso de desarrollo de la historiografía de las últimas décadas. Surgida en un umbral
de la historia del siglo XX, entre dos puntos extremos, el primero marcado por los
efectos sociales, culturales e intelectuales que desencadenó la revolución de los sesenta
y la consolidación del posmodernismo; y, el segundo, marcado por la Crisis del 89 que
supuso, fundamentalmente, una deslegitimación de las propuestas intelectuales y
políticas de izquierda y, paralelamente, la legitimación desde la historia de la hegemonía
liberal-capitalista como única vía posible de organización social2. Bajo esta atmósfera
de transición histórica los contenidos, las referencias y los fundadores de esta corriente
han estado indiscutiblemente condicionados por su tiempo, pues la historia es hija de su
tiempo y no son precisamente los hombres los que hacen la historia, según la sentencia
que haría famosa Treitschke, sino que la historia también hace a los hombres y modela
su destino3.
Elementos centrales de la microhistoria como su método de reducción de escala y
también la inclusión de “fenómenos periféricos”, han representado un punto de quiebre
con las tendencias dominantes de la investigación histórica que encabezó la nouvelle
histoire hasta los setenta, particularmente, entre los Annales y la historia social
británica. Por lo tanto, el análisis de esta corriente en el contexto general de la
historiografía del s.XX resulta una parte inicial del balance historiográfico para
establecer una valoración de conjunto sobre aspectos como su lugar y rol en el plano
global de la disciplina, los motivos y fuentes del método microhistórico, el instrumental
de investigación y, por supuesto, su vigencia actual.
Para Josep Fontana uno de los fenómenos determinantes dentro de lo que denomina “La crisis del 89”
fue aquello que LAWRENCE STONE analizó en su artículo de 1981 como “el retorno a la narrativa”.
Tendencia ambivalente que se caracterizó, por un lado, en el retorno a la narrativa como medio de
superación de la historia estructural y analítica por medio de proyectos histórico-narrativos que
privilegiaban las habilidades comunicativas antes que el objeto; y, por otra parte, como método de
escritura idóneo para los nuevos objetos de investigación que comenzaron a surgir a partir de los estudios
de las mentalités de la tercera generación de Annales. FONTANA, Josep. La historia de los hombres: el
siglo XX. Barcelona: Crítica, 2002, 1ra.ed.2002, 2da.reimpresión 2010. STONE, Lawrence. “El renacer
de la narrativa: reflexiones sobre una nueva vieja historia”. En: Revista Eco, tomo XLIII/5, sept.1981,
no.239.
3
BRAUDEL, Fernand. La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza, 1968, pp. 19 y 27.
2
1.1. Lugar y rol de la microhistoria en la historiografía del siglo XX.
Los análisis de la microhistoria en el conjunto más amplio de la historiografía del siglo
XX, pueden organizarse bajo tres perspectivas principales. La primera sitúa esta
corriente en contraposición directa a la tendencia dominante del posmodernismo de los
años setenta. Así, las posiciones teóricas en contra de las metanarrativas y a favor de los
petits récits como representaciones individualizadas y contrahegemónicas de los
grandes discursos, desembocaron muy pronto en un relativismo peligroso frente a la
objetividad del hecho histórico. En este contexto, Corcuera considera la obra de Carlo
Ginzburg y, en general, de la microhistoria, como una restitución del concepto rankeano
de realidad, es decir, como “lo que realmente sucedió”, en contra de la disolución de la
frontera quehabía tradicionalmente distinguido la ficción de la comprobación fáctica del
hecho histórico.
“No debemos abandonar esa vieja noción rankeana de realidad que significa «precisamente lo
que sucedió» […]. Hay algo irreductible que, para bien o para mal, yo todavía llamaría realidad.
Sin esta realidad, ¿cómo podemos establecer una diferencia entre ficción e historia”4.
La segunda a través de una taxonomía de las corrientes historiográficas post-68 entre
polos fuertes y polos emergentes5, sitúa la microhistoria como una de las tendencias
dominantes de las últimas décadas del siglo, entre la cuarta generación de Annales, la
historia socialista británica y el movimiento de historiadores agrupados en torno al
Fernand Braudel Center de la Universidad de New York, el cual dirige Immanuel
Wallerstein. El significado para la disciplina está determinado por su apertura a la
“construcción de una historia cultural desde el punto de vista de las víctimas, es decir,
desde la comprensión de las clases populares, oprimidas y casi siempre silenciadas y
marginadas”6.
Por último, bajo la tercera perspectiva podrían agruparse los análisis de Eric
Hobsbawm7 y Josep Fontana8, los cuales convergen en torno a la tesis de Lawrence
Stone9 sobre el fenómeno del “retorno a la narrativa” como la tendencia dominante en la
escritura de la historia a partir de los setenta. Tras la paulatina decadencia de la nouvelle
histoire que había dominado los círculos historiográficos a partir de la segunda mitad
del siglo XX y que se erigió como la impulsora de una historia económica y social
contrapuesta a la historia política del siglo anterior, los cambios acaecidos tras la
4
GINZBURG, Carlo. Just one witness. En: SAUL FRIEDLANDER (COMP), probing the limits of
representation. Nazism and the final solution, Cambridge University Press, 1993.
5
AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio. La historiografía en el siglo XX. Historia e historiadores entre
1848 y ¿2025? Bogotá: Ediciones desde abajo, 2010. En la colección “Clásicos de la historia crítica.
6
AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio. La historiografía en el siglo XX. Historia e historiadores entre
1848 y ¿2025? Bogotá: Ediciones desde abajo, 2010. En la colección “Clásicos de la historia crítica, p.
146.
7
HOBSBAWM, Eric. Años interesantes. Una vida en el siglo XX. Barcelona: Crítica, 2da. Ed., mayo
2003.
8
Josep Fontana. La historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona: Crítica, 2002, 1ra.ed.2002,
2da.reimpresión 2010.
9
STONE, Lawrence. “El renacer de la narrativa: reflexiones sobre una nueva vieja historia”. En: Revista
Eco, tomo XLIII/5, sept.1981, no.239
revolución cultural de los años sesenta se convirtieron en la base de un nuevo periodo
de la disciplina histórica cuyos máximos representantes serían el posmodernismo, por
un lado, y la antropología cultural de Geertz, como una de las referencias más
determinantes de los nuevos historiadores. Entre las grandes características de esta
nueva historia como los enfoques microscópicos, los modelos descriptivos y los nuevos
temas y sujetos -sentimientos, vidas y conductas de pobres antes que de grandes- el
estilo narrativo destaca como la forma más acorde para explicar estos nuevos
problemas, pero a su vez como un medio para “mostrar el verdadero funcionamiento de
determinados aspectos de la sociedad […] y evitar formalizaciones abusivas”10.
1.2. Fuentes y referencias del método microhistórico.
1.3. El instrumental microhistórico.
1.4. Vigencia actual.
Perspectivas críticas en torno a Il formaggio e i vermi
La cuestión del tiempo microhistórico
10
Josep Fontana. La historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona: Crítica, 2002, 1ra.ed.2002,
2da.reimpresión 2010, p. 150.
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