Christian Baylon & Paul Fabre LA SEMANTICA1 9. Polisemia y homonimia 1. La polisemia 1.1. El signo es la noción básica de toda ciencia del lenguaje. Pero por esto mismo es una de las más difíciles de determinar. Definido por Saussure como arbitrario, lineal y discreto, el signo es la unión de un significante (la imagen acústica de su cara fónica) y de un significado (el concepto, la clase de realidades no lingüísticas a las que remite). Pero desde el momento en que el estudioso que se dedica a describir los fenómenos de la lengua emprende la tarea de establecer una lista de signos elementales para una lengua particular, comienzan las dificultades. En el eje sintagmático, es laborioso enumerar aquello que constituye un enunciado, trazar las fronteras entre los significantes de diversos signos en la cadena hablada, de ahí el que se recurra a las nociones de «significantes discontinuos», de variantes de significantes, de «amalgama» (véase Martinet, 1967, cap. 4) que manifiestan un fracaso relativo. (99) En el eje paradigmático se tropieza con idénticas dificultades: no hay una correspondencia biunívoca entre las secuencias de fonemas, por una parte, y los significados, por otra. A un significante no le corresponde siempre un único significado, y viceversa (véase Mignot, 1972, fascículo I, pags. 1-22). A una misma expresión pueden corresponderle significaciones completamente diferentes (/kabo/ = «accidente geográfico»; kabo/«graduación militar»; y viceversa, entidades diferentes en cuanto a la expresión remiten a significaciones análogas o idénticas (docto, erudito, instruido, letrado, ilustrado...). En fin, si en vez de considerar las relaciones entre signos, atendemos a la organización pluralista del signo, un signo puede tener varios sentidos y, por tanto, perder su identidad (taro = «costoso», «querido»). Para caracterizar estos hechos, los gramáticos han forjado sucesivamente los términos de homonimia, de sinonimia y de polisemia. 1. un significado-varios significantes: sinonimia: bello-bonito; 2. un significante-varios significados; a) varios sentidos de un solo signo: polisemia: partida de nacimiento, partida de cartas, se despiden a la partida del tren; b) varios signos con un significante idéntico: homonimia: /aya/ = haya, aya (y halla para las pronunciaciones yeístas). 1.2. La polisemia se ha definido como un fenómeno diacrónico consistente en la adición de acepciones nuevas al sentido básico del signo; esta multiplicación de sentidos desembocó, en el plano sincrónico, en la coexistencia de varias significaciones pertenecientes a un mismo signo. Así, el término del latín 1 Baylon & Fabre (1994). La semántica. Paidós. Barcelona: España rosarium (de rosa, «rosa») evolucionó a rosario, rezo de la Iglesia en que se conmemoran los quince misterios principales de la vida de Jesucristo y de la Virgen; y de aquí se nombró a la sarta de cuentas que se usa para seguir este rezo o a las personas que se reúnen en este rezo. Pero además del ámbito religioso, ha llegado a emplearse como sinónimo de serie (rosario de desdichas), ha dado nombre a una máquina elevadora formada por una sucesión de piezas organizadas o ha servido para designar el espinazo de los vertebrados. Por lo tanto, hoy en día la misma palabra puede aglutinar varias significaciones diferentes: rezar el rosario, sufrir un rosario de penalidades, perder las sartas del rosario, el rosario de un gato, usar un rosario para levantar materiales pesados, acabar como el rosario de la aurora... La polisemia no se limita a una palabra; se da también en un rango superior, es decir, existe también en el sintagma o en la oración (un gran bebedor; hacédselo ver); existe también en todos los monemas, léxicos o gramaticales. El sufijo -on puede adquirir un valor aumentativo (comida, comilona) o de carencia (rabón, pelón); el prefijo re- puede señalar la acción en sentido inverso (retomar), la repetición (rehacer) o el aumento (redoblar esfuerzos, dotaciones, materiales...). Hay elementos de composición que pueden presentar varios significados para una misma forma: tele a distancia / de o por televisión / de o por teléfono. Se distinguen dos tipos de polisemia, la polisemia observable en las estructuras de la lengua (polisemia paradigmática que no especifica las relaciones entre los diferentes signos sino la estructura interna del significado; y la polisemia observable en la estructura del enunciado (polisemia textual que señala el problema de la identidad de una palabra en el eje del discurso, de la adecuación de una palabra en el eje del tiempo). En un texto bastante extenso, la palabra televisión, por ejemplo, se convierte en polisémica por ser diferente la información que transmite al comienzo y al final del texto, hasta el punto de que puede encontrar dos traducciones diferentes en otra lengua, por ejemplo, televisión y stupid box, en inglés. 1.3. Según una tendencia de la lingüística actual, la ambigüedad seria connatural al lenguaje, la pluralidad de sentidos, lejos de ser un hecho excepcional, se reconocería en numerosos signos. Si nos entretenemos en comprobar las argucias de que se sirve, veremos que incluso decide que el valor comer adquiere un sentido diferente con cada uno de los alimentos que se consume: «podemos decir tomar sopa o comer sopa. Entonces, en uno de sus sentidos comer corresponde a beber... Si decidimos que hay dos sentidos de comer debemos preguntarnos si comer un helado de fresa es lo mismo que comer caramelos (que implica masticación) o comer bombones (que implica succión)» (citado por Palmer, 1977: 65-66). Hay que ir con cuidado, de lo contrario, buscar todas las diferencias de sentido cuando no se dispone de criterios consistentes para afirmar la similitud o la diferencia de sentido puede parecer un mero entretenimiento lúdico. Parece ser que la polisemia (que no es una relación entre signos) sirve para expresar —o para disfrazar— la impotencia a la hora de describir con precisión la noción misma de significado. (101) 2. La homonimia 2.1. Aunque tengan puntos en común, no hay que confundir polisemia con homonimia (véase Müller, 1962: 49-54). Según la Concepción más extendida, son homónimos dos o más de dos signos que comportan significantes idénticos (los mismos fonemas en el mismo orden, con los mismos rasgos prosódicos y, en su defecto, cuando se trata de un signo complejo, las mismas pausas o «junturas») sin que esta identidad se de también en los significados (véase Godel, 1948: 7-15): homonimia: diferencia de sentido parcial: diferencia semántica + diferencia gramatical absoluta: idéntica clase gramatical homofonía: identidad en la forma fónica haya - aya tuvo - tubo homografía: identidad ortografía par (adj) par (nombre) cabe (v. caber) cave (v. cavar) bala de paja bala de fusil La homonimia es, en cierto modo, un tipo de relación paradigmática entre signos (véase Martinet, 1974: 37-45). Solo tiene sentido en sincronía —su génesis no importa mucho— e implica una pluralidad de signos distintos. De su definición resulta que las propiedades fundamentales del signo, las que le permiten ser identificado al oponerse a los signos comparables, tienen que ver con su significado: los signos que tienen significados diferentes son, a su vez, diferentes entre sí. Por lo tanto, el significado prima sobre el significante. La homonimia no se limita a la palabra: también aparece en otras unidades de la lengua, en los fonemas de la oración. Respecto a los fonemas como unidades distintivas, Martinet (1967, § 3.9.) da un ejemplo de homonimia funcional tomada del danés: «el sonido [a] es una realización del fonema /a/ en nat, «noche», pero del fonema /ae/ en ret, «correcto». Los afijos pueden ser homónimos: in- privativo (insalubre) o con el significado de «en» (infiltrar); -or forma adjetivos (reparador, reparadora) o nombres de cualidades (verdor). En gramática generativa, la estructura superficial de los homónimos sintácticos puede corresponder a dos estructuras profundas diferentes: identificación del que habla corresponde a identificación del que habla por parte del oyente o a identificación de algo o alguien por parte del que habla. (102) 2.2. La existencia de palabras homógrafas plantea el problema semántico de la distinción entre polisemia y homonimia. Dado que la forma cola tiene diferentes significados —«extremidad «posterior del cuerpo», «pasta pegajosa» y «semilla»—, ¿deberíamos distinguir tres acepciones (polisemia) o considerar tres palabras distintas? Las razones para optar por una u otra vía habría que buscarlas en las causas históricas (etimología) o en las relaciones existentes entre las unidades integrantes del léxico actual. Tradicionalmente, los diccionarios consideran homónimos los significantes idénticos que se remontan a étimos distintos. Pero estas consideraciones diacrónicas no son determinantes (véase Malmberg, 1972: 202). Una única palabra puede dar lugar a dos palabras homónimas completamente diferentes: las palabras inglesas flower («flor») y flour («harina») se consideran hoy en día homónimos (pronunciación idéntica [flaua] aunque históricamente se remonten a una misma palabra, a un mismo étimo (latín florem, antiguo francés flour). Por otra parte, palabras de etimología diferente han acabado identificándose por razones semánticas: en francés emoi («emoción») se asocia con emouvoir («emocionar»), del latín ex-movere, con emu («emocionado») y con emouvant («emocionante»); aunque emoi tenga un origen completamente distinto (germánico magan). En sincronía, los homónimos presentan derivados diferentes: fruto («Orgánico vegetal que sucede a la flor») —> frutero, frutería, fruto («provecho, resultado») —> fructuoso, infructuoso. Las diversas acepciones de una palabra polisémica presentarán un denominador semántico común, «sentidos vinculados entre sí por transiciones»: bote «salto», bote «vasija», bote «barco», bote «macho cabrío» y bote, que forma la expresión de bote en bote, poseen significantes idénticos y significados tan extremadamente diferentes que se les consideraría homónimos. Una palabra polisémica poseería varios sinónimos, en concordancia con los diferentes sentidos; los homónimos se caracterizarían por los antónimos diferentes. Así, distinguiríamos seis palabras homónimas de grado basándonos en una serie de oposiciones Esta decisión parece dudosa ya que el hablante ve un denominador común en todas ellas; parece más aceptable interpretar este hecho como polisemia. Ninguno de los criterios enumerados hasta ahora nos sirve para trazar de manera certera una Línea de demarcación entre polisemia y homonimia. Y esta oposición apenas se explota en las teorías semánticas más recientes (véase por ejemplo, Weinreich, 1972: 35-36). La lingüística generativa propone una solución basada en el rendimiento: una unidad léxica determinada sufrirá un tratamiento polisémico más que homonimico, o viceversa, tan solo en la medida en que este proceder resulte el más simple y económico. 2.3. De hecho, la oposición polisemia / homonimia no tiene demasiado interés en el discurso en la medida en que la multiplicidad de sentidos posibles se encuentra reducida a la unidad, gracias al contexto y a la situación. Aunque es esencial en la lengua, por lo que respecta al tratamiento de las unidades léxicas y, sobre todo, en las entradas del diccionario (véase J. y Cl. Dubois, 1971: 66-83). Desde una concepción homonimica, el diccionario registra como entradas distintas dos o más signos lingüísticos con sentidos diferentes y con grafías idénticas. Desde un punto de vista sincrónico, se considera que cada ocurrencia tiene su propio sentido; veamos el siguiente ejemplo tornado del Dictionnaire languedoc-en-francois del Abate de Sauvages (1756: 141): «DESCARNA, Echarner, término usado por curtidores, guitar la carne que queda» (echarner, «descansar»). «DESCARNA uno den, Dechausser un diente con un dechaussoir, que es un instrumento de dentista» (dichausser, dechaussoir, «descarnar» y «descarnador» respectivamente). «DESCARNA, término de cocina. Decharner, separar la carne de los huesos». «DESCARNA, termino de agricultura. Cerner o dechausser la cepa de un árbol que se quiere arrancar» (cerner, «cercenar»). El número de entradas en este diccionario es mayor; las palabras están desprovistas de ambigüedad, pero descarna se tendrá que buscar en artículos distintos según el contexto. Desde una concepción polisémica, una misma entrada lexicográfica abarca sentidos diferentes. Desde un punto de vista etimológico, la descripción de varios sentidos, a menudo clasificados y numerados, se halla bajo una entrada común «AMOULOUNA, v. & p., Entasser, colocar en montones, si se habla de heno o de paja - Courbe, cuando se habla de personas [es entonces sinónimo de amouchouna]» (ibid., pag. 18) (entasser, courber, «amontonar» e «inclinarse», respectivamente). «TROUL1A, Fouler la uva; y en sentido figurado patrouiller, "pisar" y "chapotear", respectivamente» (ibid., pag. 471). Este diccionario contiene menos entradas que el anterior y las palabras adolecen de cierta ambigüedad. Las distintas interpretaciones de una palabra deben buscarse en la entrada general. Una solución más elaborada, sugerida por Kurylowicz (citado por Weinreich, 1972: 36), quedaría formulada así: una entrada de diccionario W aparecerá con dos subentradas W I y W2 si y solo si la lengua presenta una subentrada Z I de una entrada Z que es sinónima de W1 y diferente de W2: Esto reafirma la solidaridad de las nociones de polisemia y de sinonimia (véase capítulo 10): teóricamente no es sostenible considerar la una sin la otra. 3. La ambigüedad 3.1. «Se ha hablado tanto de la ambigüedad en lingüística y sobre todo en el marco de la traducción automática que este termino abarca ya los fenómenos más variados, todas las trampas del acto semiológico» (véase D. Francois y F. Francois, 1967: 150-179). Son muchos los que han hecho de la «eliminación de la ambigüedad» una de sus grandes preocupaciones: lógicos, generativistas. Sin negar el interés de sus investigaciones, habría que preguntarse sobre la importancia dada a este fenómeno (véase Katz y Postal, 1973; Culioli, 1973: 83-91...). 3.2. A la misma realidad fónica pueden llegar a corresponder varias realidades radicalmente diferentes: ¿este banco, María?, ¿Esteban con María? Este fenómeno de homonimia o de ambigüedad es muy diferente de otros fenómenos parecidos enumerados por Ducrot (1972: 303-305): - determinación contextual: la situación en la que se usa una expresión puede modificar el significado: abierto los sábados = ¿«abierto solo los sábados»? ¿«abierto incluso los sábados»?; - polisemia: hay leyes generales que inciden relativamente para que se pase de una significación a otra: una figura retórica (véase cap. 14) ayuda a comprender que la palabra café designa o bien la semilla (tostar el café) o bien al conjunto de los consumidores reunidos en un establecimiento público en el que se consume la bebida preparada con esta semilla (animar el café); - extensión semántica: un signo puede tener la facultad de ser aplicado a un número más o menos extenso de objetos (vehículo, pieza...) o de dar cuenta de un número más o menos extenso de situaciones (querer, comer...); - significación por oposición: los adjetivos pueden ser ambiguos en la expresión este pequeño gran hombre o en la palabra occitana pichonas (pichón = pequeño; as = sufijo aumentativo), pero lo que le interesa al lingüista es la oposición pequeño vs. grande, que no es ambigua. «Al contrario de las situaciones que se acaban de señalar, la homonimia, o ambigüedad, autentica supone que no hay un número común, ni incluso continuidad, entre las diferentes significaciones de la misma expresión, lo que hace imposible explicar unas en relación a las otras, y derivarlas todas de una significación básica» (Ducrot, 1972: 304-305). 3.3. Una vez reducida la ambigüedad a la homonimia, léxica o sintáctica, se aprecia que «para el hablante la homonimia no existe. Cuando dice /por/ sabe de antemano si quiere decir porc o port» (Jakobson, 1963: 94). Aunque bien es cierto que, inducido por otras necesidades distintas a las de la comunicación (elaboración poética del lenguaje, búsqueda de forma ludica de mensajes con doble sentido...), el hablante puede producir un enunciado con carácter equivoco, intencionalmente pensado para descodificaciones múltiples; en este caso, no se trata de un fallo del sistema lingüístico sino más bien todo lo contrario: se trata de una sobreexplotación con conocimiento de causa —«a un mensaje con doble sentido le corresponde un destinador desdoblado, un destinatario desdoblado y, además, una referencia desdoblada» (ibíd., pag. 238). En la mayoría de los casos, inducido por las necesidades de la comunicación, el hablante no sabrá ser ambiguo para consigo mismo, salvo casos patológicos; con esta intención, procede necesariamente a elecciones sucesivas y en la decisión no puede permanecer atento a su propio discurso. Por lo tanto, la ambigüedad lingüística se produce siempre en el momento de la recepción del mensaje. «... a las diferentes funciones del lenguaje corresponden diversos tipos de ambigüedad, ambigüedad lúdica, ambigüedad poética... solo la práctica de la función de la comunicación permite captar la ambigüedad lingüística propiamente dicha» (D. Francois y F. Francois, 1967: 153). 3.4. Aunque la ambigüedad se reduzca a homonimia para el receptor, esta se produce en un corpus, en una situación dada: en un enunciado emitido y recibido dentro del fin de la comunicación, el oyente debe elegir entre dos descodificaciones posibles ya que el emisor es incapaz de conformar la oposici6n adecuada. Por una parte, los diferentes sistemas y niveles de unidad se ayudan mutuamente, compensándose, así, las insuficiencias; el sintagma va en ayuda del paradigma, la sintaxis aporta información para diferenciar los significados de las unidades mínimas... Por otra parte, la percepción actual, el conocimiento previo y la situación desempeñan un papel de selección. Si es posible inventar ambigüedades sin una voluntad explícita o sin recurrir a un aislamiento (ausencia de contexto) abusivo, si los usuarios de una lengua toleran ciertas dosis de ambigüedad (económica y soportable en la medida en que permite un buen equilibrio entre los esfuerzos memorísticos y los esfuerzos sintagmáticos), no es menos cierto «que no se puede entender un mensaje que presente una dificultad irresoluble por una u otra vía» (D. Francois y F. Francois, 1967: 178).