Papel Prensa: La alianza entre los 3 diarios y las 3 armas Seis meses después del Golpe del '76, la orden fue clara y terminante: un grupo judío no podía ser propietario de Papel Prensa. La Junta Militar, integrada por Jorge Rafael Videla, Eduardo Emilio Massera y Orlando Ramón Agosti, venía -en teoría- a reestablecer un modo "occidental y cristiano de vida", a sangre y fuego. Y el Grupo Graiver, cuya cabeza visible era David "Dudi" Graiver, dueño de las acciones de la que iba a ser la principal productora de materia prima para diarios y revistas, no encajaba entre las familias de "reconocida solvencia moral y material" -a decir del almirante Massera, fundador de la ESMA -o "responsables e interesadas"- según el flamante ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, verdugo de la industria y la producción, que podían seguir los lineamientos del "Proceso de Reorganización Nacional". Por esa razón, es decir, por la suma de intereses, prosapia e ideología compartidas, decidieron que los propietarios de los diarios Clarín, La Nación y La Razón, debían ser los ejecutores del emprendimiento. Esta fue una decisión estratégica del poder militar, tomada mientras la maquinaria de represión política, social, sindical y cultural consumía a una generación completa de argentinos y el país entero se convertía en un gigantesco campo de concentración, sin que los diarios de mayor tiraje testimoniaran lo que ocurría. La alianza entre la dictadura y los dueños de la verdad publicable, con eje comercial en Papel Prensa, quedó asentada en diferentes documentos secretos y en 18 declaraciones tomadas por la justicia de la democracia a las que accedió Tiempo Argentino, tras una investigación de tres meses que incluyó el rastreo de información inédita en archivos públicos, privados, nacionales y extranjeros, y 20 entrevistas a los protagonistas de esta trama, hasta hoy desconocida en sus de- talles más escabrosos. Estos documentos comprueban, por ejemplo, que mientras la familia Graiver sufría la tortura, la desaparición y el asesinato de sus miembros, la Junta Militar accedió a todas las peticiones de Clarín, La Nación y La Razón en aras de crear un monopolio, aun cuando estas perjudicaran al propio Estado Nacional y al resto de los diarios del país, según surge del documento "reservado y secreto" de la Armada Argentina, fechado el 15 de diciembre de 1976, que se reproduce por pri- mera vez en estas páginas. Los tres diarios querían Papel Prensa y las tres armas hicieron lo imposible para satisfacerlos. Y aún más. Conviene prestar atención a los nombres y apellidos, los movimientos accionarios y la simultaneidad de operaciones militares y campañas psicológicas que, finalmente, concretaron la utopía militar empresaria: generar una prensa adicta a un modelo de país que tenía como principal víctima a la democra- cia y a sus ciudadanos. Eran oficialistas del terror. Todo comenzó con el final de una vida: la de "Dudi" Graiver, muerto en un misterioso accidente aéreo el 7 de agosto de 1976, en Chilpancingo, Méjico. Horas después del episodio, el teléfono de la casona mejicana donde estaba Lidia Papaleo, la viuda, sonó con amenazas de supuestos integrantes de Montoneros, que le reclamaban el reintegro de 17 millones de dólares, más los intereses de 130 mil dólares mensuales que -insistían- venían siendo abonados desde 1974, por David, lugarteniente de Bruno Gelbard y presunto broker de la guerrilla peronista. Lidia sintió que sei ba a desmayar. Se encerró en su cuarto hasta la noche. Recién entonces le dijo a Eva Gitnacht, la madre de David, lo que pasaba. También la escucharon Juan Graiver, el padre del David; Lidia Brodsky, la mujer de Isidoro; y la secretaria Lidia Gesualdi. Esa llamada fue el detonante para que los Graiver pidieran audiencia con Jorge Rafael Videla. Tenían miedo: fueron a buscar protección sin saber que la buscaban donde no debían. Videla nunca los recibió, pero Marta Botón, secretaria del dictador, estampó el sello de "recibida" en una carta de la familia, donde detallaban el problema que tenían, en nombre de las 33 empresas que integraban el Grupo Graiver, que empleaba a 2500 personas. A principios de ese dramático año para los Graiver, Ernestina Herrera de Noble, Héctor Magnetto, Bernardo Sofovich, Patricio, Sergio, Marcos y Hugo Peralta Ramos; los diarios La Nación, Arte Gráfico Editorial Argentino, editora de Clarín, y La Razón constituyeron la sociedad anónima FAPEL. Nombraron como presidente a Manuel José Benito Campos Carlés y al propio Magnetto, como vicepresidente, hombres clave en la estrategia. A los problemas que ya sufrían, los Graiver sumaron otros: desde FAPEL se los comenzó a presionar para que vendieran las acciones de Papel Prensa, a la que la Junta Militar consideraba "prioridad política de gobierno para el autoabastecimiento nacional de papel". Nadie negocia bien cuando está preso del terror. Los Graiver tampoco. La oportunidad para los militares y los diarios surgió de la mano de una información económica sensible: el 3 de noviembre al mediodía debía concretarse una asamblea del directorio de Papel Prensa para tratar la transferencia de las acciones clase "A", de los socios fundadores (Doretti, Rey y Civita) al Grupo Graiver (representado por la sociedad Galería Da Vinci y por Rafael Ianover, testaferro de David, quien las había comprado en enero de 1974). "El Estado no quería estar asociado, aunque fuese por un breve lapso, con el Grupo Graiver. No estaba dispuesto a aprobarlo", aseguró Pedro Jorge Martínez Segovia, el presidente de Papel Prensa y pariente y hombre de José Alfredo Martínez de Hoz en la empresa. Si el Grupo Graiver no conseguía esa aprobación corría el riesgo de "no obtener el reintegro del precio abonado al grupo vendedor, más los intereses y actualizaciones, así como las sumas importantes que se habían invertido para continuar con la construcción de la planta industrial", según denunció Isidoro Graiver, hermano de David. Frente a esa debilidad, la alianza militar y editorial de las tres armas y los tres diarios presionaron a la vez y obligaron a los Graiver a negociar en situación adversa. Lidia Papaleo recibió un llamado telefónico. Era Miguel de Anchorena, el abogado de la familia. Quería advertirle que Francisco Manrique, el ex ministro de Bienestar Social (1970-1972) y mano derecha de Pedro Eugenio Aramburu, le había dicho que la Junta "vería con agrado la desaparición del conjunto empresario Graiver, para lo que sería necesario la venta de los paquetes accionarios del Banco Comercial del Plata, del Banco de Hurlingham y del control accionario de Papel Prensa, estimando que los compradores lógicos eran los diarios La Nación, Clarín y La Razón". Eran momentos difíciles para oponerse a los dictadores. El te- rrorismo de Estado devoraba a una persona cada media hora, doce por día, 367 por mes. Ya sabemos que la cifra llegó a 30 mil en siete años. "Son el comprador indicado", insistió Anchorena. Y no fue el único. También lo dijo el presidente de Papel Prensa, Martínez Segovia. Lidia recibió otro llamado a mediados de octubre. Martínez Segovia le dijo que necesitaba reunirse, pero no en las oficinas de Suipacha 1111, donde funcionaba EGASA (Empresas Graiver Asociadas Sociedad Anónima). Lidia aceptó. Tomaron el té en el Plaza Hotel. "Quiero que sepa que no puede vender Papel Prensa ni a judíos ni extranjeros", le dijo Martínez Segovia v se lo remarcó cuantas veces fue necesario, durante el té y la caminata posterior, que terminó en Plaza San Martín. "Si lo hice, no me acuerdo", aseguró el pariente de Martínez de Hoz, en sede judicial, años después. Lidia Papaleo e Isidoro Graiver ya estaban avisados. Ahora faltaba que la presión llegara hasta Rafael Ianover, el vicepresidente de la empresa y testaferro de David Graiver. Llegó de la voz de uno de los apoderados del diario La Nación y presidente de la flamante sociedad anónima FAPEL, Manuel José Benito Campos Caries. Sin inmutarse le dijo a Ianover que el Secretario de Desarrollo Industrial, Raymundo Podestá, le ordenaba que no se presentara a la asamblea del 3 de noviembre en la que el grupo Graiver podía concretar la transferencia accionaria, para que no se evidenciara la falta de quorum que impulsaba el Estado. "El pedido de un funcionario de esa jerarquía me obligaba a colaborar con los intereses del Estado", dijo Ianover. Y, por ende, con los interés de Clarín, La Nación y La Razón. "Me vino a ver Peralta Ramos y me dijo que tenía que vender. Le pregunté por mi libertad, me preocupaba, me dijo que me quedara tranquilo, qué no me iba a pasar nada. Le hice caso, vendí, pero después un grupo de tareas vino a mi ca- sa y me secuestró". Así pagaba el Diablo en aquellos años. Los llamados continuaron. Siguió el de Guillermo Gainza Paz. Los directores de los diarios querían reunirse con Isidoro Graiver. El encuentro se concretó en las oficinas de Clarín. La oferta sonó tan absurda a los oídos de Isidoro que la reunión duró apenas unos minutos. En nombre del Grupo Graiver, Isidoro suspendió las tratativas. Pero no fue tan sencillo como decir "no". El 15 de septiembre, la Junta había girado los antecedentes de los Graiver a Martínez de Hoz para que elaborara un informe. Los militares tenían las garras puestas en el grupo. El cerco era perfecto. Isidoro decidió hablar con Manrique, a quien conocía de antes. Le dijo que el Comando en Jefe del Ejército les quería robar su patrimonio. Manrique se puso, entonces, en contacto con Viola y este se lo negó. Manrique, viejo conocedor de los códigos del poder, habló con Lidia y le aseguró que era así, y que una de las caras visibles era Raymundo Podestá. El ex funcionario lo fue a ver personalmente. Tuvieron una discusión: "Mire (le dijo), robarle a un ladrón merece cien años de perdón". Los tres diarios volvieron a la carga. Pedían "una reunión urgente para hacer una oferta para la compra de las acciones", según le comunicó Anchorena a Isidoro. Esta vez el encuentro fue en las oficinas de La Nación, la "tribuna de doctrina", en la calle Florida. Los Graiver ya sabían que la Junta Militar no aprobaba la transferencia de su paquete accionario. Que tenían que vender a los tres diarios "occidentales y cristianos". Que había sido una decisión de Estado. Del Terrorismo de Estado. Y que no les quedaba tiempo. El 2 de noviembre de 1976, un día antes de la asam- blea a la que los militares ya habían sentenciado que no irían, perjudicando a los Graiver, tuvieron que vender. Bajo presión. Juan Graiver, el padre de David, Eva Gitnacht, la madre, y Lidia Papaleo se presentaron en el estudio de Anchorena, en Reconquista 336, Io "A", junto a Benito Manuel Campos Carlés en nombre de FAPEL (la empresa de los tres diarios). Transfirieron 985.907 acciones clase C y 3.800.000 acciones clase E de Papel Prensa. "El precio de la venta se establece en 996 mil dólares, pagaderos de la siguiente forma: a) siete mil dólares se depositan en el día de la fecha en manos del escribano Emilio Poggi, b) siete mil dólares serán depositados en la misma escribanía dentro de los treinta días (...) el saldo de 981 mil dólares será pagado a los noventa días corridos". Un negocio redondo, compraron algo que valía casi un millón de dólares, sin que los vendedores cobraran más que el 0,70 % del valor total de la operación. Había un detalle clave que lo complicó todo: la sucesión de los Graiver, abierta con la muerte de "Dudi". La transacción se hizo "ad referendum de la autorización judicial". Recién "en caso de haberse aprobado por el señor juez de la sucesión de David Graiver la venta, cesión, transferencia objeto del presente, el escribano procederá a entregar la totalidad de dichas sumas a los vendedores sin más trámi- tes", establece el acuerdo. Esto nunca ocurrió. Catorce días después, FAPEL, es decir los tres diarios, se cedieron a ellos mismos, es decir, a sí mismos, las acciones clase C y E "en la proporción del 33,33%", para cada uno. La visita de Peralta Ramos a Ianover determinó la compra de 21.253.744 acciones clase A, que les permitió controlar el paquete accionario. El 12 de abril, Ianover fue secuestrado. "Compraron a precio vil. David en vida me encargó que vendiera parte de las acciones a otros diarios. Las ofrecí y Clarín ni gratis las había querido comprar. Tenían problema porque eran judíos. Después, terminaron comprando a precio vil", aseguró el propio Ianover. Nada podía detener las obras de Papel Prensa. Era una prioridad política. El moño de un acuerdo estratégico entre los que imponían el terror y los que callaban las atrocidades. Para eso se había dictado una ley (la 18.312), creando el "Fondo para el desarrollo de la producción de papel prensa", en base a la grabación impositiva del 10 por ciento a las importaciones, que hacían todos los diarios del país. Este impuesto se mantendría hasta la puesta en marcha de la planta nacional. Perú cuando los militares le quisieron poner una mínima condición a los tres diarios, a cambio de posicionarlos para el negocio, los diarios se negaron de modo tajante, casi histérico. ¿Qué era? Se les pedía que dejaran entrar en el negocio al resto de los periódicos del país y que les ofrecieran "hasta un 49 por ciento de las cantidades por ellos adquiridas en las mismas condiciones de precio y plazo". Los diarios lo rechazaron de inmediato. Ellos querían un monopolio. Y vaya si lo consiguieron. En el Anexo II del Acta Secreta 14, del 15 de diciembre del '76, lo que podría considerarse un verdadero atentado a la libertad de expresión, quedó registrado para la Historia y hoy, por primera vez, toma estado público. "Luego de pocas horas de tomar conocimiento -especifica el documento-, los diarios manifestaron la imposibilidad de contemplar favorablemente (el pedido), no creían prudente ceder acciones de la Clase A a otros posibles usuarios, pues se compartiría y debilitaría la conducción". Se debilitaba el monopolio, en otras palabras. El que había sido construido sobre la base de la presión y los vejámenes a los Graiver. El 18 de enero de 1977 se concretó la asamblea extraordinaria de los nuevos accionistas y se aprobó la compra de los tres diarios, puertas adentro de la empresa. Los Graiver desaparecieron, en principio, de los papeles. Sin embargo, todavía necesitaban de ellos. Porque la compra se había hecho ad referendum de la apro- bación del juez que llevaba la sucesión. Y, en sede judicial, en esa causa se acumulaban las fojas con informes sobre la valuación de las acciones de Papel Prensa y de todo el patrimonio del empresario. El 9 de marzo de 1977, Lidia siguió acatando las órdenes y presentó un escrito en el que pidió la aprobación de la venta de las acciones clase C y E. Pero el juzgado no resolvió nada. Ya no podía hacer nada más. En ese momento, la secuestraron. No los montoneros. Los grupos de tareas de la dictadura. "A mí me dijeron que tenía que vender todo, no hubo sugerencias, fue 'firma o te mato'. Mi nombre de desaparecida era 'la impura' porque me había acostado con un judío. A mí me llevaron a La Nación, me acuerdo más de los ojos y de la cara de Magnetto que la de mis torturadores", aseguró Lidia Papaleo, años más tarde. El "Operativo Amigo", así se llamó, estaba en marcha, bajo las órdenes del coronel Ramón Camps. Lidia fue torturada, quemada, al punto de perder sus pechos, su abdomen y sus genitales. Fue golpeada en la cabeza hasta que se le formaron coágulos, que debieron ser operados. Vio morir a muchos. Incluso chicos. "Tenían a los pa- dres y, si no hablaban, mataban a sus niños", describió. En una carta fechada el 27 de julio de 1977, había escrito: "Me encuentro detenida desde el 14 de marzo e ignoro cuándo cambiará mi situación (...) La certeza de mi total desvinculación con los temas subversivos que se investigan y mi fe en Dios me dan fuerza para sobrellevar esta prueba. Todo me parece tan irreal". Y lo era. | Las secretarias del grupo, Silvia Fanjul y Lidia Gesualdi también fueron secuestradas. Tres días después, corrieron el mismo destino Isidoro, Juan y Eva Graiver, Rafael Ianover y el abogado Jorge Rubinstein, mano derecha de Dudi, quien falleció como consecuencia de las torturas. Es una víctima más del genocidio. Casi un mes después el 19 de abril de 1977, la Junta Militar blanqueó el secuestro de los integrantes del clan Graiver. Y le impuso las sanciones establecidas en el artículo 2 del acta del 18 de junio de 1976, incisos a, d y e, a "Juan, Isidoro, Lidia y Rafael Ianover". Y a los fallecidos David Graiver y Jorge Rubisntein, "en lo que respecta a los bienes sucesorios". ¿Qué quiere decir esto? Que bajo la imputación de sus presuntos vínculos con Montoneros, la Junta Militar pasaba a administrar los bienes de los Graiver, a través de la CONAREPA, la Comisión Nacional de Responsabilidad Patrimonial, creada con ese fin. Además de perder la ciudadanía, los Graiver tenían "la prohibición de administrar y disponer de sus bienes, hasta tanto justifiquen la legitimidad de la adquisición de los mismos". La coartada legal para borrarlos del negocio que para ese entonces administraban Clarín, La Nación y La Razón. El 2 de diciembre de 1977, el agente fiscal Juan Carlos Forestier le recordó al juez a cargo de la sucesión que él pasaba a ser la nada misma. Que cualquier resolución que dictara era "inoficioso y carente de contenido (...) ha de recordarse que por la ley 21.618 Papel Prensa, intervención, atribuciones del veedor interventor, se intervino la sociedad Papel Prensa y que el funcionario designado a ese efecto debe investigar el origen, en cada caso, de! capital de compra de las acciones de las personas jurídicamente (...) y debía determinar la legitimidad de las mencionadas operaciones". Es decir que, a esta altura, para la Junta Militar todavía no estaba claro qué bienes de los Graiver serían considerados legítimos. Y las acciones de Papel Prensa estaban dentro de ese esquema. Por eso, los Graiver eran torturados una y otra vez e interrogados sobre su patrimonio. No solamente sobre sus relaciones con la guerrilla: querían los datos comerciales, el documento secreto del Consejo de Guerra Especial Estable número 2, Comando Zona I, del Ejército Argentino, que hoy se conoce por primera vez. lo prueba. "En la sesión del día 7 de setiembre de 1977 por el imputado Isidoro Miguel Graiver, preguntado ¿cómo arregló la deuda con el señor (José) Rodríguez (sindicalista de SMATA)? Contestó: la deuda se le pagó con departamentos. Se le entregaron nueve departamentos terminados, en un edificio de Villa Tessei. Preguntado: ¿se transfirieron efectivamente esos departamentos? Contestó: se hicieron boletos, pero cree que no se escrituraron. Preguntado: ¿a nombre de quién estaban los departamentos? Contestó: estaban a nombre de un empleado de ellos, pero en realidad pertenecían al grupo familiar, incluido en él el propio David Graiver. Preguntado: ¿dichos departamentos fueron declarados en la sucesión de David? Contestó: no". El patrimonio de los Graiver y la sucesión de David eran razón de Estado. De hecho, es la CONAREPA la que resuelve la venta, por intermedio del Banco Nacional de Desarrollo, de la totalidad de los cupones correspondientes a las acciones de Papel Prensa que tenía en custodia la institución. El asesor de menores, tutor de María Sol, porque su madre estaba detenida, presta confor- midad. Y da puntapié a un ida y vuelta entre el Banco y la CONAREPA increíble para el abogado de los Graiver, Horacio Roldan. El 20 de marzo de 1978 Roldan presenta un escrito en el juzgado denunciando que "le imponen a mis representados la prohibición de administrar y disponer de su patrimonio libremente, en abierta contradicción al artículo 14 de la constitución (...) Es im- prescindible para mis mandantes determinar fehacientemente quién o quiénes son los llamados a entender en el sucesorio en forma real y objetiva". Y es ante la CONAREPA que se presentan La Nación, Clarín y La Razón, el 14 de junio de 1978, para formular manifestaciones. Todos, menos los Graiver, reco- nocían la autoridad de la Junta Militar, aun por sobre la Justicia. Los tres diarios legitimaban el horror. Era el reino del revés. Quienes debían dar protección no la daban: el asesor de menores César Hernán Cozzi sostuvo que "los herederos de Graiver están inhibidos para administrar los bienes componentes del haber hereditario hasta que no se acredite la legitimidad en su adquisición (...) como consecuencia de esta excepcional situación resulta que en la especie existe un sucesorio sin patrimonio (...) al no existir haber hereditario, no se justifica tomar las medidas en salvaguarda de bienes que aún se ignora si pertenecerán a los herederos o no". Lo mismo considera el juez Molteni, a cargo de la sucesión, el 15 de agosto de 1978. Y la Cámara, integrada por Jorge Escuti Pizarra, Feliz de Igarzábal y Alfredo Di Pietro. "Hay un significativo error conceptual de considerar al Código Civil de jerarquía superior (...) frente a la claridad del texto enunciado y a lo dispuesto por la resolución 3 de la Junta Militar no cabía otra solución (...) ello no importa la desprotección jurisdiccional de los recurrentes. (...) El Tribunal de este proceso carece de jurisdicción para tratar cualquier problema relativo a la administración de bienes, la que compromete al referido organismo de aplicación". Por esos días, el 27 de septiembre de 1978, Videla, Ibérico Saint Jean, Podestá, Ernestina Herrera de Noble, Magnetto y Bartolomé Mitre inauguraron la planta de Papel Prensa. Sí, todos juntos, sellando lo que juntos habían construidos desde las mazmorras y la precaria legalidad del gobierno genocida. Un saqueo presentado como un gran negocio por los diarios de la dictadura. Dueño de un cinismo inigualable, ese día Videla habló de libertad de expresión. Todos aplaudieron. Noble brindó con champán (ver aparte). Los Graiver siguieron detenidos hasta los albores de la democracia. Recién el 30 de diciembre de 1981 se ordenó su liberación. Los tres diarios siguieron adelante con la empresa de papel. Resistieron el informe del interventor, al Capitán de Navío Alberto Máximo D'Agostino, quien los acusó de "no haber cumplido con el contrato con el Estado, haber efectuado movimientos contables poco claros en la integración de $ 280.650.250 correspondientes a las acciones de David Graiver, no solucionar con la necesaria celeridad el problema accionario de la empresa negando de ese modo la posibilidad a terceros aportantes de normalizar su situación como accionistas"." También sortearon las acusaciones hechas en democracia. Esta vez, de Ricardo Molinas, a cargo de la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas. Dijo Molinas: "la vida de Papel Prensa no por corta ha dejado de ser azarosa y plena de vicisitudes lo cual la ha convertido para la opinión pública en una etapa con nombre propio de la historia argentina reciente (...) Sin olvidar las constantes reclamaciones de los otros periódicos por presuntos privilegios conferidos a la empresa por el Estado Nacional, Papel Prensa ha sido motivo de duras y públicas polémicas y de intricados y, por momentos, abstrusos trámites judiciales y administrativos." En resumen, estas fueron algunas de las observaciones del fiscal: "El precio (pagado por las acciones de Papel Prensa) fue objetado por bajo en el juicio sucesorio por el representante del Ministerio Público lo que moti- vó que diez años después de la ventano estuviese aún aprobada por la oposición de quien tutelaba los intereses de la hija menor de David Graiver (...) La Junta de Comandantes sin hacer ninguna referencia a estos hechos y sin realizar ninguna acción tendiente a desbaratar el negocio realizado por los Graiver y Montoneros, trató y aprobó la transferencia del paquete accionario (a los tres diarios) sin denunciar las irregularidades comprobadas:” Al proponerse a la junta de Comandantes en Jefe la aprobación de la venta de las acciones Graiver a los diarios, no se exigió a éstos documentación alguna ni se ha efectuado ningún estudio que acredite su capacidad económica y financiera." Ante las prórrogas que pedían los tres diarios para la terminación de la planta y la autorización permanente de la Junta denunció que "queda claramente demostrado que la conducta del Presidente de la República de facto (Videla) implicó un grave abuso de autoridad al autorizar la prórroga del contrato sin que se diesen los extremos que el contrato fijaba como necesarios." "El resto de los periódicos individualmente o agrupados de las distintas entidades representativas como la Asociación de Entidades Periodísticas (ADEPA), la Asociación de Diarios del Interior (ADIRA), la Asociación de Diarios Entrerrianos (ADDE), la Asociación de Prensa Técnica Argentina (APTA) sostenía públicamente que las medidas protectoras de la producción de Papel Prensa en especial las Aduaneras resultaban manifiestamente inconstitucionales por atentar contra la libertad de industria y comercio y la libertad de prensa y, además, creaban un monopolio papelero en manos de los tres diarios que constituían la competencia." Y dictaminó que "el Poder Ejecutivo adopte los recaudos tendientes a declarar la nulidad, al menos parcial de los convenios y evitar los perjuicios que puedan acarrear al erario público" y denunció a Videla por los delitos de encubrimiento, abuso de autoridad, administración fraudulenta y a Massera y Agosti por incumpli- miento de los deberes de funcionarios públicos y encubrimiento y a Martínez de Hoz por incumplimiento de los deberes de funcionario público y administración fraudulenta. El 12 de abril de 1989 el juez Néstor Blondi resolvió declarar la causa "extinguida por prescripción de la acción (penal)". Y un año después, Jorge Pinzón, el fiscal que reemplazó a Molinas, ordeno chivar sin más trámite". Mientras tanto, Juan y Eva Graiver, Lidia Brodskyy las secretarias Silvia y Lidia lograron que la justicia de la democracia los sobreseyera definitivamente. El Estado Nacional, con Raúl Alfonsín cabeza, firmó cuatro convenios para indemnizarlos. Precisamente en el primero de ellos les pagó a los Graiver por las acciones de Papel Prensa: "punto 10 de la cláusula 3 de acciones de Papel Prensa (Rafael Ianover): australes 1.861.474 en concepto de car 949.352 en concepto de intereses. Punto 11, acciones de Papel Prensa SA sucesión David Graiver 988.181 de capital y 503.972 en concepto de intereses". Y se aclaró "que no tenían derecho al dinero depositado en consignación en la escribanía de Poggi, porque si no cobraban dos veces". Poggi fue el escribano que recibió el dinero de parte de los representantes de Clarín, La Nación y La Razón, sin que los Graiver pudieran cobrar Io que les correspondía a cambio de vender bajo presión las acciones de Papel Prensa. "Sólo cobramos una seña, el saldo no, porque estábamos desaparecidos cuando se cumplían las fechas de vencimiento para que nos pagaran", aseguró Isidoro. Esta es la historia de construcción de un monopolio manchado con sangre. Había que contarlo. Tuvimos que esperar 27 años para poder investigarlo.