Esquema L … Qué una persona sostenga un diálogo con otra no implica necesariamente la experiencia de un análisis. Esa obviedad no hace más que resaltar el hecho que a veces sí se obtenga ese resultado. ¿Qué debe ocurrir para que así sea? ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad para que tenga lugar esa experiencia? ¿Cómo se produce el recorrido que un análisis implica? ¿Cómo se ordena? Lacan dedicó su trabajo teórico a responder esas preguntas, a formalizarlas, a hacerlas transmisibles. En una elaboración sostenida a lo largo de cuarenta años fue construyendo una variedad de conceptos siempre ligados a la clínica – sosteniendo el espíritu inaugural, subversivo, del psicoanálisis - apoyándose en la filosofía, la lingüística, la lógica, la matemática, la antropología; elementos teóricos que le proporcionó su época. Allí encontramos preguntas que insisten, problemas que permanecen, y respuestas que cambian a partir de constatar sus consecuencias prácticas. Nociones que se transforman, que van variando su sentido antes de convertirse en otras, en función de sus efectos en la práctica misma. Freud concibe la primera tópica (Inconsciente, preconsciente y consciente) y la segunda (Ello, yo y superyó) para entender, establecer, llevar adelante su experiencia. En el mismo sentido Lacan establece las categorías de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario temprano en su enseñanza; redefiniendo y relacionando dichas categorías de diferentes maneras en la medida que progresa su elaboración. Si bien Lacan comienza a trabajar como psicoanalista en los años ´30, él mismo propone al “Discurso de Roma” i (1953) como el texto que inaugura su enseñanza, y son los conceptos que allí plantea los que enmarcan su elaboración inicial. Durante esa época Lacan discute con los psicoanalistas post freudianos - quienes habían hecho de la relación sexual genital y del yo autónomo el ideal y el medio del psicoanálisis. Él toma distancia de ellos poniendo el acento en que la experiencia del análisis es una experiencia de palabras, recuperando una dimensión que se había perdido para los analistas de entonces - al mismo tiempo que como dimensión está siempre en riesgo, hoy mismo vivimos en una época que enfatiza las imágenes y las fórmulas matemáticas más que cualquier otra – para establecer tanto las condiciones que determinan las palabras (en los dos sentidos, las que las determinan y las que son determinadas por ellas) como a qué se accede por el trabajo analítico. Se trataba entonces de poner de relieve la función de la palabra y el campo del lenguaje, como medio y soporte de la estructura donde se sostiene una dialéctica de las subjetivaciones que marcan el progreso del análisis. En búsqueda de claridad y rigurosidad en esa época Lacan construye el esquema Z (o Lambda), donde “está indicada una triplicidad en el sujeto” ii - es decir el esquema señala distintas instancias constitutivas de una subjetividad no concebida como unitaria ni individual y del cual aclara que “no debe tomarse en el sentido intuitivo del término de esquema, sino en otro sentido, que es el topológico – no se trata de localizaciones, sino de relaciones de lugar, por ejemplo interposición o sucesión, secuencia” iii El esquema propone entonces una suerte de funcionamiento. Está compuesto por cuatro letras (a, a´, S, A) conectadas entre sí por vectores que señalan la dirección que siguen dichas conexiones, estableciendo recorridos que relacionan los distintos elementos. La primera evidencia del esquema es la distinción de los registros (ejes) Simbólico e Imaginario – lo real en este momento de la elaboración de Lacan se confunde con este-, la separación del Sujeto y el yo, y del Otro como lugar del otro semejante. Además, permite expresar la experiencia analítica en términos de ascesis por lo simbólico, distinguiéndose de la disyunción post freudiana entre análisis del yo y análisis de las "relaciones de objeto". La letra A designa al "Otro" (con mayúsculas, Autre, en francés, por eso la letra que lo designa), se trata del lugar que recibe al cachorro humano, un lugar que es necesario que esté encarnado pero a la vez no se confunde con la persona que lo encarna. Es un lugar que está hecho de las palabras, los deseos, las marcas que preceden al nacimiento, independientes de cada uno, que nos ubican en una estructura familiar y social. Palabras fundadoras del sujeto, que lo marcan y lo apresan en la forma de una memoria ignorada y que el análisis apunta a permitir que pueda reconocerlas. Del lugar del Otro salen dos vectores y no llega ninguno, lo que indica que es un lugar determinante y no determinado. Uno de estos vectores va desde A hasta a y señala la determinación de lo imaginario por lo simbólico. a es el elemento que Lacan asigna al yo en el esquema, extremo del eje imaginario donde se percibe la imagen como propia. Lacan mostró que el origen del "yo" se encuentra en el exterior, constituido a partir de una imagen vista en el espejo donde encuentra un "otro" (a´, de autre, con minúsculas). De ahí la alienación fundamental sobre la que se organiza dicha instancia, en tensión permanente con el lugar del semejante, reflejo intercambiable, figura con la que se juegan los fenómenos de proyección, identificación, odioenamoramiento propios de la relación especular, del Estadio del espejo. “El yo es desde el inicio y por si mismo otro, porque se instaura en una dualidad interna. El yo es ese amo que el sujeto encuentra en el otro (a´) y que se instala en su función de dominio en lo más íntimo de sí mismo” iv, define Lacan en el Seminario 3. Que a sólo reciba vectores indica el lugar de vasallaje que Lacan atribuye al yo, en sintonía con el planteo freudiano y en oposición a la idea del "yo autónomo" que alentaban los post freudianos. Al eje imaginario Lacan lo llama también el "muro del lenguaje", ya que en ese plano las palabras entre a-a´ circulan en el registro de las significaciones establecidas, cada uno dice lo que quiere decir según su intención consciente de significación, Lacan las llama “palabras vacías” porque sirven para la reconfirmación de uno en el otro y viceversa, en ignorancia, desconocimiento del lugar de las determinaciones. El otro vector que parte del A hacia S constituye el eje simbólico e indica que es el “Otro” el que determina al "Sujeto" como efecto de lo que ha sido inscripto en aquel lugar (A). Es cuando una vacilación se produce en el muro del lenguaje, en la palabra vacía, que tiene lugar la palabra plena, “la palabra que hace acto” (así la define Lacan, la palabra que transforma el orden de las cosas), que como manifestación del discurso del Otro (definición del inconsciente para Lacan) señala el lugar del Sujeto, indica de una manera fugaz lo que el sujeto era hasta ese momento sin saberlo conscientemente. Para Lacan el aprisionamiento del sentido, su detención en significaciones establecidas, podía producir sufrimiento; y su movimiento, la liberación de esas significaciones, satisfacción. Es decir, una satisfacción simbólica en la producción de un sentido nuevo; a la que se contrapone el goce imaginario que ubica en la relación especular (a-a´) como estancamiento. El vector que va del Sujeto al a´ señala el terreno del deseo, la elección de los objetos libidinales determinada por la posición inconsciente. Los límites, las contradicciones, las inconsistencias que Lacan va encontrando en esos planteos lo llevan a ir reescribiendo muchos de sus conceptos; profundizando su elaboración de “la razón – la lógica - que se encuentra en el principio mismo de la posibilidad del análisis” v. Trata de situar cada vez con más precisión qué se juega en los estancamientos del deseo subjetivo; destacando que la intervención del analista es la que puede relanzar ese deseo e implica una dimensión ética. Así, paso a paso, reformulará las nociones de sujeto, de inconsciente, de deseo, de fantasma, de pulsión, de síntoma, de transferencia, etc.; en definitiva, cada uno de los conceptos en los que pone su atención es repensado y modificado más de una vez. El mismo Lacan realiza en el seminario 5 vi (seminario que dicta en 1957, año en que escribe su texto De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis) una puntuación de los temas abordados en cada uno de sus seminarios anteriores. Se advierte allí tanto la continuidad de la elaboración lacaniana como la paulatina complejización de las primeras nociones e ideas. El hecho de que esa puntuación difiera de la que hace sobre esos mismos seminarios anteriores un año antes, en el Seminario 4, no hace más que resaltar ese movimiento. En el Seminario 5 entonces va a señalar que el primer año de su seminario (o sea, en lo que se publicó como Seminario 1) "… consistió en introducir la función de lo simbólico como la única capaz de explicar lo que se puede llamar la determinación del sentido, en tanto que esta es la realidad fundamental de la experiencia freudiana… razón que se encuentra en el principio mismo de la posibilidad del análisis… Porque algo ha quedado anudado con algo semejante a la palabra, el discurso puede desanudarlo.” vii El Seminario 2 se articula con el primero en el punto en que “…destaca el factor de la insistencia repetitiva como proveniente del inconsciente. Identificando su consistencia con la estructura de una cadena significante…” viii. Con respecto al Seminario 3 dice, “… hablamos de las la psicosis en tanto que se fundan en una carencia significante primordial. Allí se da un mecanismo esencial de reducción del Otro, del Otro con mayúsculas, del Otro como sede de la palabra, al otro imaginario. Es una suplencia de lo simbólico mediante lo imaginario” ix; resaltando la distinción entre la dimensión y la función del Otro con mayúsculas de las del otro semejante. Del recorrido del Seminario 4 subraya que “…quise mostrarles que sólo hay sujeto en la referencia a este Otro” “… no hay objeto, salvo metonímico, siendo el objeto del deseo el objeto del deseo del Otro, y el deseo siempre deseo de Otra cosa, muy precisamente de lo que falta…” “… sólo hay sentido metafórico, el que surge en la sustitución de un significante por otro en la cadena simbólica” x. 1957 es un momento de la elaboración de Lacan que marca una fuerte inflexión en su trabajo, ya que paulatinamente reformula las nociones básicas en las que apoyaba su teorización hasta ese momento. Ese trabajo lo lleva a tomar “las formaciones del inconsciente” en detalle, desde la perspectiva de su definición de inconsciente como cadena significante. “El inconsciente, a partir de Freud, es una cadena de significantes que en algún sitio (en otro escenario, escribe él) se repite e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso efectivo y la cogitación que él informa” xi Es justamente a partir de un trabajo exhaustivo sobre lo que Freud llama mecanismos del proceso primario - trabajo que es evidente en la primera parte del seminario 5 y que encuentra su formalización más estricta en el escrito “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud” - sobre las operaciones freudianas de condensación y desplazamiento; que es posible la definición de esa cadena significante como un conjunto de elementos diferenciales, covariantes, con un lugar vacío central en la estructura que permite su permutación. Un conjunto donde cada elemento es y significa en función de los demás, no por sí mismo. Conjunto que se articula por medio de la combinatoria significante; el desplazamiento metonímico - que fragmenta la realidad que representa en elementos discretos haciendo desaparecer el plano de la necesidad en el hombre - y la condensación, sustitución metafórica - sede del poder creador de la metáfora; “la fuerza de engendramiento del mundo del sentido que constituye el acto de la metáfora” xii. Metáfora y metonimia a partir de allí, leyes del lenguaje. El vacío, el límite, no se relaciona ya con la prematuración biológica del cachorro humano, ni con su realización simbólica en el momento de su muerte, como en sus elaboraciones previas; sino con la muerte de la cosa por el significante y con lo que su articulación no puede, no llega a nombrar; a lo que va a llamar castración. “El inconsciente está estructurado como un lenguaje” es la tesis que comanda, a partir de allí y por mucho tiempo, ese nuevo momento conceptual de Lacan. Lo que lo lleva a la pregunta por la clase de sujeto que se le puede concebir xiii a ese inconsciente. Esto inicia un nuevo recorrido de Lacan por la lingüística (desarrollo que se encuentra en el texto “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”), donde distingue al sujeto del enunciado del sujeto de la enunciación en los shifters que indican la presencia, en el discurso efectivamente hablado, de otra dimensión, de una cadena significante, que insiste en él y que intentará cernir con la construcción del grafo del deseo. Nicolás Bousoño Lacan J. (1953) “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos I, Siglo XXI, Argentina, 1985. Pág. 227. ii Lacan J. Seminario 3, “Las Psicosis”, Ed. Paidos, Bs.As. pág. 26 iii Lacan J. Seminario 4, “La relación de objeto”, Ed. Paidos, Bs.As. pág. 12 iv Lacan J. Seminario 3, “Las Psicosis”, Ed. Paidos, Bs.As. pág. 134 v Lacan J. (1957-58) Seminario 5, “Las formaciones del inconsciente”, Ed. Paidos, Bs.As. pág. 12 vi Idem vii Idem viii Ibid V, pág. 13. ix Ibid V, pág. 14. x Ibid V, pág. 15. xi Lacan J. Escritos 2, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”. Ed. Siglo XXI, Bs. As. Pág. 779. xii Lacan J. Seminario 5, “Las formaciones del inconsciente”, Ed. Paidos, Bs.As. pág. 42. xiii Lacan J. Escritos 2, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”. Ed. Siglo XXI, Bs. As. Pág. 779. i