Subido por Carolina Carbone

Belvedresi resumen

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Belvedresi. E. Rosa Memorias en Pugna y pasado reciente
Se identifica a la memoria como un valor que la sociedad debe preservar; en este sentido, me
interesa más bien lo que podríamos llamar la memoria como estrategia “cultural”.
En relación a esto último, hay un consenso general en que los aportes de los testigos, deben
ser interpretado y puestos en relación con el resto de los datos que conforman lo que
podríamos llamar la “base empírica” del historiador. Esto significa que el testigo (…) carece de
ventaja epistémica para dar cuenta de que fue lo que ocurrió. Podríamos cuestionar incluso si
tiene una perspectiva propia, cuya significación puede no estar disponible para los
contemporáneos o puede ser radicalmente transformada por sucesos posteriores. Sin
embargo la información aportada por los testigos a adquirido cada vez más relevancia y paso
de ser una mera recolección de los dichos, a una “disciplina empírica en la que el concepto de
evidencia, en el sentido de elemento de prueba para una hipótesis, se complejizo tanto como
para incluir cualquier referencia del mundo presente (entre ellos el propio testimonio) que
pueda servir para la producción y puesta a prueba de hipótesis historiográficas.”
A su vez Belvedresi nos dice que en la forma actual en que se considera a la memoria se puede
detectar un “deslizamiento que se produce cuando el sujeto deja de ser una autoridad por su
condición de contemporáneo al suceso, para pasar a ser valorado por su condición de víctima
de una situación traumática a la que ha sobrevivido”. Entonces ese “sobreviviente reclama
para si el derecho de ser oído por la sociedad, no solo por su condición de sobreviviente, sino
también porque porta las voces de los que han muerto. El testigo resulta investido por una
autoridad moral que es incuestionable. Este es el testigo representado (…) por los
sobrevivientes del holocausto nazi o de los campos clandestinos de detención en Argentina”.
Al mismo tiempo en que se produce esa homologación entre victima - sobreviviente - testigo,
se produce otro deslizamiento que genera la exclusión de otros actores que intervinieron en el
conflicto: “la exclusión de los testimonios de otros testigos, como el de los perpetradores o el
de los desaparecedores (termino de P. Calveiro)”. La autora agrega que estos deslizamientos
deben ser analizados ya que: “más que aclarar o facilitar el acceso al pasado reciente, pueden
oscurecerlo, en la medida en que favorecen representaciones estáticas y de buena conciencia
antes que una vinculación sincera y abierta con él”(146).
La autora intenta caracterizar como se constituye la figura del testigo-victima-sobreviviente a
partir de la consideración de que esa figura nos brinda una vía de acceso al análisis de casos en
los que se dan memorias en pugna sobre un mismo hecho: “así la elección de un punto de vista
(el de la víctima y no el del verdugo) y, por lo tanto, la descripción que ese punto de vista hace
posible, del hecho, por sobre otro/s, involucra una decisión fundamental” pues la elección de
una de esas dos memorias que se hallan en pugna definirán el análisis de nuestro trabajo y lo
orientaran en relación a la información que podamos recoger de esa memoria.
El testimonio, entonces, resulta un elemento insoslayable para dar cuenta de determinadas
situaciones históricas, por ejemplo la desaparición de personas en argentina. Esas situaciones
históricas son analizadas a partir de dos aspectos que Belvedresi define de la siguiente
manera: “ por un lado, se marca el carácter extremo de los hechos históricos que supusieron el
sufrimiento de personas, o, para decirlo de modo mas enfático, hechos históricos en los que se
ha puesto de manifiesto una magnitud inimaginable de la capacidad que los seres humanos
tenemos de dañarnos unos a otros. Por otro lado, ese carácter extremo tiene también
consecuencias metodológicas, así, se considera que son sucesos cuya naturaleza hace
imposible su representación en los términos tradicionales en que la historiografía lo hubiese
hecho” en el sentido de un relato razonado que exponga antecedentes, marco general,
situaciones desencadenantes, consecuencias, etc.) Aquí la autora realiza una crítica sobre una
insistencia difundida que considera que las narraciones de este tipo de hechos corre el riesgo
de normalizarlos. Por el contrario Belvedresi dice que: “si la historia normaliza (…) la memoria,
a través del testimonio, permite una aproximación a los acontecimientos en toda su
especificidad. (…) un testimonio permite hacer visible (metafóricamente) el horror (…)” 148 en
la expresión de esas situaciones. Continua desarrollando que a diferencia del relato histórico,
que a través de la recuperación de procesos totales y, de acuerdo a la lectura que se hace de
ellos, instituye a los héroes, los testimonios, “constituyen relatos fragmentarios con
protagonistas individuales, que ni pretendían constituirse en héroes ni relatar historias
heroicas.” En línea con lo desarrollado la autora plantea dos preguntas:
1- ¿Qué distingue al sobreviviente como testigo frente a otros testigos posibles?
Los testigos que han sobrevivido no solo dan su testimonio si no que muchas veces portan la
voz de los “testigos mudos”, es decir aquellos que no han sobrevivido y “cuyas experiencias
subjetivas se mantienen desconocidas para nosotros”. Muchos sobrevivientes relatan
justamente el deber moral que asume para ellos dar testimonio, y hablar por los que ya no
pueden hacerlo. Respecto a los otros testigos posibles, dentro de los cuales entran los
perpetradores, o “desaparecedores”, su testimonio resulta valioso desde el objetivo de definir
responsabilidades y desnudar el punto de vista de aquellos que formaron parte del sistema de
opresión (validez judicial). Sin embargo no se incluyen en el conjunto de testimonios que se
rescatan para ser recordados por la memoria publica, “ni resulta de interés conservarlos en su
forma originaria. Más bien son objeto de sospecha (…), a diferencia de los cuidados con los que
se trata el testimonio de las víctimas”. A los cuidados a los que se refiere la autora sobre los
testimonios de las victimas es, por ejemplo en el caso de no realizar preguntas directas sobre
la tortura, sino que se realizan preguntas indirectas sobre el tema y si el entrevistado tiene la
iniciativa de responder, ahí recién el entrevistador repregunta.148
2- ¿Es posible cualificar la categoría de víctima-sobreviviente?
En esta categoría de sobrevivientes que se presenta a continuación Belvedresi aclara que es
una tipología general, ya que es posible que una persona atraviese por más de uno de estos
estados:
“(…) están quienes han resistido lo más posible la situación de inhumanidad por la que han
pasado. Están quienes se quebraron, categoría que incluye a aquellos que se sintieron
doblegados por los tormentos, a tal punto en muchos casos, que estaban casi entregados a la
muerte en cautiverio. Están aquellos que colaboraron con sus carceleros, aquellos que
sortearon el calvario del maltrato y el aislamiento a cambio de ser parte del sistema de control
y encierro (sistema en el que, de todos modos, estaban insertos, en cuanto también eran
prisioneros).”
Lo importante a destacar, dice la autora es que “ser un sobreviviente es un estado al que las
personas han llegado por una multiplicidad de razones que, la mayoría de las veces no han
dependido de ellas, en un gran número de casos, se han debido al azar, y en algunos otros, los
más conmovedores, a la ayuda de otros que no han tenido la misma suerte.” 149
Las memorias disponibles acerca del pasado reciente poseen un carácter plural, por tal motivo
puede resultar que estas se enfrenten, “respecto al modo en que describen lo que sucedió”. Y
esto no refiere solo a los desajustes adjudicados a las experiencias disímiles por las que han
pasado las personas, “se trata más bien del caso de que no se puedan reducir los testimonios
disponibles a una única versión de lo sucedido.” En esta cuestión la existencia de diferencias
empíricas no resulta una cuestión importante, “lo que importa es que la propia descripción del
acontecimiento involucra una distancia radical entre los testimonios”, y es justamente en estos
casos en los que, para Belvedresi, “es posible distinguir memorias que pugnan entre si.” 150
Sobre esto la autora dice que mas allá de la imposibilidad epistemológica de reducir estos
testimonios a un único relato consistente, “me interesa plantear el hecho de que quizás dicha
reducción no sea deseable. Porque (…) la tensión y el riesgo ultimo de fragmentación que una
pluralidad de relatos conllevan, (sea tal vez) una alternativa eficaz para mostrar los hechos
recordados en su compleja especificidad”. En este sentido señala además que la diversidad de
memorias que se expresan en los testimonios “no solo discuten entre sí, sino que también
pueden llegar a luchar contra una memoria oficial, que pretenda una memoria publica
ordenada y controlada”. 150 “Esta claro que en estos casos se juega un fuerte factor
emocional y político por parte del receptor del testimonio”; ello hace que nuestra respuesta
frente a éste sea “un conjunto denso de sentimientos y juicios de valor entremezclados, que
señalan claramente la incapacidad de hacer comprensible la vivencia del límite.” Y a esto
agrega que si bien pueden comprenderse un montón de cuestiones que hacen al fenómeno
histórico sobre el cual los sobrevivientes testimonian, (contexto socio-político, coyuntura,
alcances, etc.) estos relatos constituyen un aporte que dista de una comprensión racional y
teórica del suceso histórico. 151
Como solución al problema expuesto sobre la recepción que nosotros generamos frente a los
testimonios lo cual nos imposibilita para comprender “la vivencia del límite”, Belvedressi
“propone pensar en alguna forma de “distanciamiento” como condición para comprender y
explicar, en el sentido de proponer hipótesis y someterlas a prueba”. Sin embargo habría que
pensar también, recomienda la autora, en “si esa es la prioridad de una comunidad cuando se
impone el deber de recordar. (…) este deber resulta más bien exigido por el grupo de
sobrevivientes al resto de la sociedad (…)” porque, por su parte, la sociedad “siempre
encuentra o bien la forma de olvidar lo que la pone en cuestión, o bien la manera de hacer
desaparecer la carga dramática y el señalamiento de responsabilidades que el testimonio viene
a exponer. Algo de eso se ve en la publicidad de las situaciones traumáticas: cuando es
exagerada y sin matices termina mercantilizándose (…)”151
“En estos casos el pasado resulta encapsulado y su rememoración se agota en si misma sin
aportar a la comprensión histórica del presente”.152
“La pregunta fundamental sigue siendo ¿Para qué recordar?” Pregunta que nos interroga
acerca de si seremos capaces de reactualizar todo el tiempo las experiencias que esos
testimonios nos trasmiten y “hacer que, de esta manera, nos orienten en nuestra vida actual y
en nuestras perspectivas del futuro. Esta, y no otra, es la razón por la que no queremos incluir
los testimonios de los perpetradores”. Supongo ,dice la autora, que esto se pone de manifiesto
en la demanda de “”recordar el pasado para no repetirlo”, es decir transformar esos
testimonios en algo más que un mero registro de una situación, sino mas bien en una fuente de
acción en el presente.” 152
Entender el “deber” de la memoria, “como una exigencia de acción más que una de
simplemente recordar nos permite sobrellevar la sensación abrumadora que nos producen los
testimonios de los sobrevivientes” porque “hay un dolor que se reproduce cada vez en quien
emite el testimonio y en quien lo recibe” y de lo que se trata, dice Belvedresi es de que “ese
dolor nos ponga en acción,(…) del reconocimiento sincero de que no siempre podemos
responder al deber de la memoria, y, (…) finalmente, se trata de aceptar que, así como el
presente resulta ser una composición en tensión de múltiples proyectos y orientaciones hacia el
futuro; así también el pasado reciente nos confronta desde una pluralidad de voces . Definir
cual o cuales de ellas rescatar del olvido y escuchar es una tarea difícil y compartida (…) se
trata de asumirla con sinceridad y transformarla en pauta de acción, para evitar la actitud
fingida de recogimiento frente al dolor del pasado mientras permanecemos ciegos y sordos
frente a las injusticias del presente.” 152 - 153
Palabras claves: pasado reciente, memoria, testigo -victima - sobreviviente, categoría de
testigos, testimonio - relato, memorias en pugna, deber de la memoria.
Resumen: Rosa E. Belvedresi da cuenta de cómo el pasado reciente apela a la memoria, a
través de los testimonios, reconstruyendo un tipo de relato que difiere del relato histórico en
tanto es la persona, el testigo que vivió el fenómeno histórico que abordamos, quien nos
acercara a este a través de sus experiencias. De este modo frente a la multiplicidad de testigos
que pueden existir en torno a un hecho histórico, quienes aportaran esos testimonios serán los
testigos -victimas - sobrevivientes del hecho histórico, que tiene la particularidad de haber
constituido una experiencia traumática para quien nos lo está relatando. Como puede
apreciarse en la pluralidad al decirlo, las memorias de los testigos-victimas-sobrevivientes
tiene la particularidad de ser plurales, en el sentido de que existen muchos de ellos y que en
reiteradas ocasiones entran en pugna no solo entre sí, sino también con la memoria oficial del
hecho a investigar. Es allí donde nos encontramos frente al problema de la imposibilidad de
reconstruir un único relato a partir de todas ellas. Pero la autora propone la solución de
incluirlas a todas, pues ello nos permitirá mostrar la complejidad de los hechos recordados en
su especificidad. Sin embargo la autora, también se pregunta acerca de los otros testigos
posibles, dentro de los cuales entran los perpetradores de los hechos horrorosos a los que los
testigos victimas sobrevivientes fueron sometidos; ¿Por qué se los excluye en la reconstrucción
de los hechos? La respuesta a esto, según ella, radicaría en que la memoria posee un deber de
acción el cual debería impulsarnos a construir un relato, a partir de los testimonios del testigo victima - sobreviviente, que nos orienten en nuestra vida actual y en nuestras perspectivas de
futuro. Y ese sería el motivo, básicamente, por el que excluimos a los otros testigos; por la
demanda de “recordar el pasado para no repetirlo”. Siendo sincera con la complejidad que
esto implica la autora nos dice que aunque reconstruir un hecho a partir de los testimonios de
esa categoría de testigo - victima - sobreviviente en base al “deber” de la memoria no siempre
sea posible es necesario, por lo menos, asumir con sinceridad la tarea de recuperar las voces
del pasado e intentar transformarlas en pautas de acción para no permanecer ciegos y sordos
frente a las injusticias del presente.
Borrelli. Marcelo, Carretero. Mario: Memorias Recientes y pasados en conflicto: ¿Cómo
enseñar historia reciente en la escuela?, Universidad de Buenos Aires- FLACSO - CONICET
(argentina), Universidad Autónoma de Madrid - FLACSO (Argentina), 2008.
Memorias Recientes y pasados en conflicto: ¿Cómo enseñar historia reciente en la escuela?
INTRODUCCION:
Existe una extensa investigación en el campo didáctico y cognitivo en el ámbito de la
enseñanza de la historia. “sin embargo, vincular la enseñanza de la historia con la construcción
de la memoria colectiva es un empeño mas reciente y sobre el que existen menos trabajos”.
Un trabajo de este tipo requiere “reflexionar sobre una de las funcones fundamentales de la
enseñanza de la historia(…): su rol cultural y político en la gestión del pasado.”. Es en tal
sentido que “la psicología sociocultural ha estudiado a la historia como materia escolar
portadora de significados y símbolos” y a dejado en evidencia que “los contenidos relativos a la
historia escolar son vertebradores de las representaciones socioculturales. De allí que,
acercarnos a las representaciones históricas de los sujetos nos permite, también, acercarnos a
sus representaciones en torno a la identidad sociocultural.”
Los autores proponen que este tema, en la actualidad, debe ser enmarcado en el proceso de
globalización, porque este “ha erosionado la centralidad de los estados nacionales como
fuente única de legitimación identitaria” instalando una “crisis de legitimidad de los relatos
estatales”. En tal sentido, dicen los autores, se advierte una “revisión profunda de las historias
oficiales en diversos países y ámbitos como el de la sociedad civil, el político, el educativo y el
académico”. En todos estos casos se pueden encontrar aspectos comunes y contradictorios
que los autores resumen en ciertas tendencias:
a- la búsqueda de un pasado representado de contenidos significativos para la identidad
propia (sea nacional, local o cultural).
b- la demanda de historias más objetivadas y menos míticas.
c- la elaboración de conflictos pasados con vistas a emprender proyectos futuros.
d- la incipiente practica que compara versiones históricas alternativas de un mismo pasado.
Sin embargo los autores señalan que “estudiar este conjunto de elementos en un contexto
internacional y con una mirada comparativa que integre la mirada de los otros es una
demanda aun pendiente en el campo de las Ciencias Sociales” 203. Una revisión del pasado de
este tipo implica entrometernos en “una disputa entre diferentes versiones de la historia. Es
lo que podemos denominar como luchas culturales en torno a la gestión de la memoria en
sociedades que se destacan por su mnemotropismo (orientación social hacia la práctica de la
memoria)”
Historia Reciente un campo en construcción:
Pese a los avances que se han experimentado a partir de la Segunda Guerra Mundial en el
campo de la historia reciente, “aun hoy es conflictivo para la historiografía determinar su
objeto de estudio, en tanto permanece el debate dentro del campo académico para definir a
que hace referencia “la Historia reciente”, es decir ¿Cuál es su objeto de estudio? “ algunas
variantes (con las que se denomina a ese objeto) son historia reciente, pasado cercano,
historia contemporánea, historia actual, entre otros. Diferentes criterios se han utilizado para
determinar cuál es su objeto: cronológicos, metodológicos y epistemológicos relativos a la
historiografía. En nuestro caso, coincidimos con Franco y Levin en que tal vez la especificidad
de esta historia (…) se defina (…) con criterios subjetivos y cambiantes que al interpelar a las
sociedades contemporáneas transforman los hechos del pasado reciente en problemas
actuales.” Esto ocurre con los hechos que son considerados traumáticos: “la amplia gama de
investigaciones sobre eventos traumáticos o de alto impacto social en diversas sociedades
demuestra que es un criterio que ha intervenido en la delimitación del objeto de estudio de la
historia reciente. Un criterio que no responde únicamente a demandas disciplinares, sino
sociales, éticas y también políticas.” Entonces los autores nos dicen que la delimitación del
objeto de estudio en la historia reciente ha surgido de la propia construcción de este campo,
es decir, fueron las innumerables investigaciones sobre eventos traumáticos o de alto impacto
social sumado al análisis de estos trabajos por académicos que debatieron por la definición de
la historia reciente en todos sus aspectos, quienes brindaron un criterio para delimitar el
objeto de estudio.” 204
Otra variable controversial, vinculada con las definiciones sobre la historia reciente, es la
relación entre historia y memoria (de la que habla Belvedresi o Jelin). Al igual que Belvedresi,
pero ahondando un poco más en la explicación, los autores señalan que “cierta postura
deudora de la búsqueda de objetividad “positivista” opone de manera irreconciliable el ámbito
de la historia con el de la memoria (…)” sosteniendo una oposición entre el campo de la
historia, “regulado, imparcial, critico y ligado al develamiento de la “verdad histórica”, y el
campo de la memoria, parcial, subjetivo, deformado y fragmentario por definición. Contrario a
esto existe una visión que contempla a “la historia y la memoria en un mismo nivel,
planteando que todo relato histórico se basa en la memoria y que toda historia es una ficción,
un relato construido en base a memorias”. Por otro lado, para superar estas dos visiones pero
sin dejar de reconocerlas como “registros diferenciados de apropiación del pasado” podríamos
postular una visión que medie entre ambos registros. Tal postulado aparece en La Capra, y las
autoras Marina Franco y Florencia Levín lo citan al decir que “La memoria puede señalar desde
la ética y la política cuáles son los hechos del pasado que la historia debe preservar y
trasmitir” (La Capra, 1998, p.20; cit. Por Franco y Levín, 2007, p. 42). Esta interesante reflexión
es recuperada por los autores Borrelli y Carretero y a ella agregan, como alternativa, que la
memoria puede “transformarse en una fuente privilegiada - no neutral - para la historia ante la
imposibilidad de acceso a otras fuentes.” (Borrelli y Carretero, 2008, p.204). Pero ¿Cuál sería el
papel de la historia dentro de esta visión intermedia? Los autores, citando nuevamente a
Franco y Levín, quienes a su vez toman un cita de Jelin, nos responden: “Por su parte, la
historia puede ofrecer su saber disciplinar para advertir sobre ciertas alteraciones sobre las
que se asienta la memoria”(Jelin, 2002, s.f; s.p; cit. Por Franco y Levín, 2007, p. 43; cit. por
Borrelli y Carretero, 2008, p.204) a lo que los autores agregan que no estaríamos
anteponiendo verdad histórica a deformación de la historia, sino que, como explica Ricouer
(1991, p.41; cit. Por Lorenz, 2006, p.208) “la historia se vincula con el discurso de la memoria
como un aporte documental, un modo explicativo y otro critico (el documental aporta
elementos para la construcción de una memoria, el explicativo ofrece la narración histórica
que despliega explicaciones sobre el pasado y el crítico pone bajo juicio crítico a los discursos
de la memoria)” (cit. Por Borrelli y Carretero, 2008, p.204).
Propuestas para abordar el pasado reciente en la escuela:
Los contenidos vinculados a la historia reciente suelen estar acompañados por un carácter
conflictivo que pareciera generar en los docentes una especie de rechazo, o como dicen los
autores citando a Sarlo al parecer “existe un componente “intratable” en el pasado” que
terminaría postulando un “no recordar” (Sarlo, 2005, p.9; cit. por cit. Por Borrelli y Carretero,
2008, p.205). Contrario a esto los autores proponen que la escuela no rechace el tratamiento
de los problemas del pasado reciente, que estos contenidos sean abordados didácticamente a
partir de una política activa ejercida desde la escuela (2008, p. 205). Al respecto y citando a
Lorenz nos dicen que las visiones dispares que existen sobre el pasado reciente son “una
realidad con la que debe trabajarse” (Lorenz, 2006, p. 282; cit. por cit. Por Borrelli y Carretero,
2008, p.205) que no podemos ignorarla aludiendo a una precaución metodológica; en tal
sentido es que nos proponen visualizar los conflictos desde una perspectiva que los desligue
del sentido negativo con que normalmente se lo carga al concepto vinculándolo al caos o al
desorden, la perspectiva a la que aluden Borrelli y Carretero sobre la noción de conflicto en
historia, y, que tiene un sentido más positivo, es aquella que lo postula “como promotor de
cambios y fuente de creación” (2008, p.205). Para Trilla, nos dicen los autores, los contenidos
históricos tratan cuestiones socialmente controvertidas cuando conllevan algún conflicto entre
valores y son percibidos públicamente como relevantes y es por tal motivo que él considera
que tales cuestiones deben ser introducidas en el aula, siempre y cuando tengan la suficiente
significatividad, en el contexto social específico, y actualidad, para el interés público.
“constatado estas características, es atendible explicitar al alumnado por qué se recuerda el
pasado reciente (…) también sería indispensable no trasmitir el pasado en términos absolutos
y sagrados que se vuelvan intangibles para el educando. Esto puede devenir en una
ritualización del pasado, banalizándolo y tornando irrelevantes los valores que se trasmiten”
(Borrelli y Carretero, 2008, p.205). Aludiendo a Lorenz nos proponen como una vía de entrada
a los temas - problemas a estudiar, contextualizarlos históricamente: qué pasó, cómo pasó y
fundamentalmente por qué pasó (Lorenz, 2008; Borrelli y Carretero, 2008).
Sin embargo todo lo expuesto no es suficiente a la hora de abordar estos tipos de contenidos
ligados a la historia reciente, además hay que tener en cuenta que:
“los actos humanos integran una compleja red de determinantes sociales y
deben ser explicitados a través de su interrelación con acontecimientos
políticos, ideológicos, sociales, económicos y culturales. Es una prioridad
para la enseñanza de la historia analizar la estructura social, vinculando
actos humanos con condiciones sociales” (Borrelli y Carretero, 2008, p.205)
Pero aquí surgiría un problema recurrente, dicen los autores, que ocurre cuando intentamos
trasmitir esos hechos aberrantes de la historia obstaculizando, más que propiciando la
comprensión de estos. (Borrelli y Carretero, 2008). Esta situación puede ocurrir de diversas
maneras:
-
-
Cuando, con el objetivo de facilitarles la comprensión a nuestros alumnos, recurrimos a
explicaciones simplistas y desprovistas de la carga conflictiva”
Cuando se apela a explicaciones antinómicas, reduciendo la complejidad de los hechos a
una cuestión de enfrentamiento entre buenos y malos.
Cuando se promueve una visión presentista o poco empática sobre los acontecimientos,
privando a los alumnos de comprender que las sociedades del pasado tuvieron creencias,
valores y metas que difieren de las actuales.
Si los acontecimientos históricos son analizados en términos de juicios morales,
obstruyendo el desarrollo del pensar históricamente.
La gestión del pasado reciente en la escuela (…) una aproximación al caso de Argentina:
Retomamos la hipótesis de la que parten Borrelli y Carretero:
“entre los factores decisivos que generan apropiaciones diferentes del
pasado reciente en cada sociedad se encuentran, no solo la perspectiva
sobre lo que sucedió en el pasado, sino fundamentalmente la situación del
presente desde la cual cada sociedad recuerda y el horizonte de futuro que
cada sociedad imagina colectivamente para sí misma en esa coyuntura.”
(Borrelli y Carretero, 2008, p.208)
Los autores analizan aquí los casos de España, Chile y Argentina, nosotros tomaremos solo el
caso argentino, no solo por ser este el país en que residimos, sino por la interesante
observación que ellos hacen respecto a la influencia y la vigencia de la historia reciente en la
actualidad del pais. Al respecto los autores nos dicen que: los países que presentan:
“(…) un presente conflictivo que indica un futuro incierto -donde causas y
escenarios del pasado reciente permanecen sin poder resolverse- el olvido
y el silencio se rechaza (todo ello condicionado por las situaciones políticas
especificas de cada sociedad y las relaciones de fuerza entre sus diferentes
actores).” (Borrelli y Carretero, 2008, p.208)
Ese sería nuestro caso, el caso argentino, que tiene una enorme deuda para con la sociedad
respecto a los hechos ocurridos durante la última dictadura militar, aquella que inicio en 1976
y termino en 1983 con el retorno a la democracia. Sin embargo, a partir del retorno a la
democracia y en los periodos posteriores, se abrieron un sinfín de debates académicos en
torno a la búsqueda de respuesta sobre los baches que dejo la dictadura y que no fueron
suplidos en su totalidad con el juicio a las juntas. Los autores nos dicen que en argentina, “(…)
el olvido fue rechazado del escenario político y social” y que esto se encontraba en tensión con
“las políticas oficiales de olvido y reconciliación de la década de 1990.” Esto se dio así porque
“la democracia argentina no pacto la transición con los militares y fue el
único país latinoamericano en democracia que juzgo a las cúpulas militares
que actuaron en el periodo 1976 - 1983. La sociedad civil, tras una pujante
insistencia de los derechos humanos acepto la premisa de “recordar para
no repetir” las atrocidades del pasado dictatorial. Lo cierto es que el pasado
reciente dictatorial ha estado vigente en la agenda de la democracia
Argentina”
Pese a ello la escuela comenzó a abordar el tema hacia 1996, recién ahí aparece la dictadura
militar en los manuales escolares, porque la tradición escolar de entonces desvalorizaba los
contenidos de historia contemporánea argentina bajo un pretexto pedagógico común que
sostenía un rechazo hacia ellos por despertar pasiones y emociones. Sin embargo el retraso en
el tratamiento de estos temas en la escuela también se debió a la “escasa producción
historiográfica sobre la historia reciente que diera sustento pedagógico”, alternativo de
aquella visión pedagógica que lo desestimaba. Y en la actualidad la problemática sobre el
abordaje del pasado reciente en argentina está lejos de resolverse debido a que “el enfoque
actual tiende a rebatir la “teoría de los dos demonios” de los primeros años democráticos”.
Pero además de esto aparecen otros problemas: “la configuración de una memoria oficial
sobre como recordar la dictadura militar, aun mas cuando desde el año 2003 existe una
política oficial de Estado que ha instalado la necesidad del recuerdo” pese al valor que esto
tiene, no solo para el abordaje y producción de trabajos sobre la historia reciente, sino para la
sociedad en su conjunto y las futuras generaciones, “la cristalización de un discurso sobre
como recordar el pasado reciente dictatorial que recree la visión de “héroes y villanos” puede
obturar la aprehensión compleja de ese pasado e inducir a una aceptación acrítica y formalista
de la democracia y la actitud ciudadana.” 212
Aceves. E. Jorge: “Las fuentes de la memoria: problemas metodológicos”; en: Voces
Recobradas. Revista de Historia Oral, Nº7, ed. Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires,
Capital Federal, Bs As, Argentina; 2000.
Pensar la memoria.
El autor afirma que el campo de la investigación socio histórica “resalta y eleva en primer
término los enfoques cualitativos, la mirada y escucha que despliega el historiador oral reposa
y se nutre de las diversas fuentes que se nos presentan al convocar y tratar con la memoria”
(ACERVES; 2000; p.6). De manera que su afirmación nos permite reflexionar sobre la
importancia de la historia oral para los enfoques de análisis histórico de tipo cualitativo y sobre
una de las herramientas principales que vamos a utilizar en nuestro análisis: la memoria, la
cual se expresa a través de los testimonios. Sin embargo, y como hemos expuesto líneas más
arriba, el trabajo con la herramienta memoria presenta ciertas controversias que derivan de
los “problemas metodológicos que con frecuencia se reconocen en el trabajo del historiador
oral”. Es por ello necesario reflexionar sobre las maneras y estilos específicos con los que
construimos y comunicamos nuestras observaciones:
“las ideas que orientan y modelan nuestro trabajo, el tipo y los procesos
para reconstruir y estructurar nuestros datos significativos, las versiones
que exponen los diversos puntos de vista y concepciones del mundo, y en
fin, la necesaria inquietud por no dejar pasar sin explicitar y dejar por
sentado (…), la propia experiencia del hacer y pensar el proceso total de la
investigación.” (ACERVES; 2000; p.7)
Es decir, debemos dejar en claro como trabajamos con esa memoria, dar cuenta de cómo
reconstruiremos un tipo de relato que apela esa memoria y consideramos que ello tiene
relación con una intención del autor de revalorizar el papel de la memoria como fuente
documental; ese pedido de explicitación de todo lo que se haga en un trabajo con la memoria
o las memorias tiene que ver con esa revalorización, con un intento de darle credibilidad a
aquellos trabajos que se basan únicamente en ese tipo de fuente. En definitiva, sería una
manera de despejarle cualquier duda al lector de un trabajo de ese tipo, y de darle la
seguridad también, de que la información que está leyendo tiene la misma validez y seriedad
que cualquier otro tipo de fuente primaria. Quizás este esfuerzo que Acerves nos propone
guarde una relación con los cuestionamientos que surgen al momento de pensar en la
memoria como fuente a incluir en una investigación. La subjetividad con la que los seres
humanos vivimos las diversas experiencias que nos atraviesan a lo largo de nuestra vida y la
percepción que tenemos sobre los distintos discursos, o ideologías, que se insertan en un
entorno social dado y en un periodo de tiempo determinado es uno de los cuestionamientos
que se le hace a la memoria, por ser esta entendida en términos negativos ya que representa
lo opuesto a el termino objetividad, y a esto se suma otra relacionada con el contraste entre la
memoria y otros tipos de fuentes, que podrían llegar a generar deformaciones de la memoria,
o simplemente podría tornarse inverificable lo que nos brinda esa memoria con las otras
fuentes disponibles para el análisis de un acontecimiento o proceso histórico cualquiera. En
relación con nuestras afirmaciones Acerves sostiene que “la memoria ha estado en la mira
reflexiva como un problema a desentrañar (…) la utilización especifica que los historiadores
orales han realizado de la memoria ha sido en varias ocasiones cuestionada, pero según
parece, relativamente mal comprendida” (2000; p.7). Frente a las críticas a las que son
sometidos los historiadores orales y, su herramienta de trabajo, la memoria, Acerves,
parafraseando al profesor e historiador oral Ronald J. Grele nos explica qué busca el
historiador oral en el análisis de la memoria:
“el indagador de la oralidad, no busca en la memoria de los individuos
cúmulos de hechos y evidencias empíricas necesariamente verificables, no
busca ni fechas, ni descripciones precisas, ni tampoco informes cien por
ciento comprobables. El testimonio evocado como reflejo verídico de la
supuesta realidad no (es) el objetivo central de la caza por la memoria, era,
y aun lo es, la construcción de los significados de tales experiencias
humanas”
De esta manera comprobamos que la subjetividad con que se viven las experiencias, que mas
arriba señalamos como una de las criticas que ciertos académicos de las Ciencias Sociales
hacen a la memoria como fuente de información y reconstrucción de un periodo o proceso
histórico, pierde el sentido negativo y adquiere una noción mas positiva. A diferencia de la
información objetivada que puede reflejar un documento escrito, la memoria, entonces, nos
brinda otro tipo de información, nos muestra la forma en la que los diversos testigos vivieron
sus experiencias y de esa manera, tal vez nos permita acércanos a los paradigmas en boga por
los que se rigió una sociedad en un momento histórico dado. Consideramos que esto, a su vez,
nos permitirá realizar establecer otro tipo de relaciones como por ejemplo: Paradigmas en
boga - sociedad (que paradigmas existían en un periodo determinado, que aspectos de esos
paradigmas tomo la sociedad a estudiar, de qué manera se “acomodaron” esos paradigmas en
la sociedad a analizar) sociedad y clases sociales (en el sentido de la forma en que la sociedad
se encontraba particionada en ese momento especifico), clases sociales - ideologías (que
recepción tenían las diversas ideas existentes en ese periodo en las distintas clases sociales)
ideología hegemónica - clases sociales (que tipo de recepción tuvo la ideología hegemónica,
fundada en base a ciertos paradigmas en boga, en las distintas clases sociales, que pasaba con
el resto de las ideologías que también tuvieron un impacto en esas clases sociales, y con los
otros paradigmas, o con las otras “partes” de esos paradigmas que no tuvieron recepción o
fueron excluidos de la sociedad a analizar). Si aplicamos esto al caso Malvinas podríamos decir
que reconstruir la experiencia de la guerra a partir de diversos testimonios de excombatientes
podría darnos una idea de la manera en la que cada uno de ellos percibió la magnitud de lo
que estaba haciendo, de qué clase social provenían y, a partir de allí pensar qué relación
guardaba esa pertenencia con la ideología que ellos adoptaron en ese momento, de qué
manera vivieron esa experiencia de la guerra, que significado tuvo para ellos haber participado
de un conflicto bélico siendo, algunos, muy jóvenes; tenían otras aspiraciones, otros planes,
pudieron elegir formar parte de esa guerra. Sabiendo que hay casos de excombatientes que
participaron por voluntad propia, cual fue la razón, que los impulso a hacerlo; por último, qué
relación tiene todo ello con los paradigmas por los que se regía esa sociedad en la que estaban
inmersos, que relación guardaban esos paradigmas con el discurso hegemónico de entonces y
que diferencias podemos establecer frente a la visión actual que ellos puedan tener de la
guerra y los distintos discursos hegemónicos que se fueron sucediendo a partir del retorno a la
democracia, es decir la evolución que pudo haberse producido en torno a sus pensamientos
sobre la guerra ( teniendo en cuenta que a partir del final de la dictadura militar se sucedieron
varios discursos hegemónicos en los distintos gobiernos que siguieron al de Raúl Alfonsín)
Los cuestionamientos presentados nos surgen a partir de otra afirmación de Grele, que
Acerves recoge en su trabajo:
“La historia oral debiera interesarse por registrar y provocar la narración de
eventos (…) no tanto con la intención de acumular textos narrativos e
informes empíricos sino con el afán de aprehender el “sentido” histórico
que tales hechos, acontecimientos y experiencias tienen - en el presente - y
tuvieron - en el pasado - para los narradores. Por ello, la memoria colectiva
y el olvido colectivo también son necesariamente materia de gran
relevancia e interés para cualquier historiador oral, en cuanto que las
personas experimentan los hechos como individuos pero también como
miembros insertos en una particular cultura ubicada en un tiempo y espacio
específicos. Por lo tanto (…) discutir la memoria debiera (…) incorporar la
dimensión simbólica - o (…) cultural - como resultado de relacionarse y vivir
en una sociedad”
De modo que, en lineamiento con Acerves y Grele, nuestras consideraciones sobre la inclusión
de testimonios de excombatientes de Malvinas en nuestro trabajo tiene la misma importancia
que el análisis de fuentes periodísticas escritas. Así mismo consideramos que el testimonio que
podamos obtener de los periodistas locales de la época también tienen gran importancia, no
solo porque el eje de nuestro trabajo sea el análisis de los diarios “la campaña” y “la Razón”, si
no porque, como sabemos, los periodistas, y a modo más general, los periódicos para los que
trabajan, también responden a una clase social hegemónica, detentora de un discurso
hegemónico. Sin embargo consideramos que quienes formaron parte del periodismo local,
directores, editores, redactores, periodistas pudieron haber participado en la reproducción de
un discurso hegemónico que tal vez no compartía, teniendo en cuenta que trabajaban en la
prensa, divulgando información, en un momento en que la libertad de expresión estaba
anulada. Si ello fuese así habría que interiorizarnos un poco más sobre que ideas tenían al
respecto esos hombres, que acceso a la verdad tenían y que contradicciones se plantean entre
estas cuestiones y su accionar en aquel periodo específico. Lo mismo para el caso del retorno
de los excombatientes a su localidad, nos interesaría indagar sobre la recepción que esto tuvo
en los medios de prensa locales, si esa recepción se enmarco en el discurso hegemónico
general y de qué forma vivieron esos periodistas locales, la experiencia de tener que
reproducir ese discurso si es que no lo compartían. Aquí solo nos referimos a excombatientes y
periodistas locales, pero debemos aclarar que los planteos, las preguntas que nos surgen, son
extensibles a otros actores que se encontraban en ese momento en el escenario local se nos
ocurre por ejemplo: familiares de excombatientes, integrantes del gobierno municipal de
entonces, docentes de escuela (considerando que la escuela reproduce paradigmas sociales y
actúa como formadora de sujetos en el sentido foucaultiano de la palabra). Por el tiempo
disponible para la realización del análisis que abordaremos existe una probabilidad de que
muchas de nuestras aspiraciones queden pendientes para un trabajo futuro, pues
reconocemos que Malvinas es un tema muy amplio y puede abordarse desde diversos ejes de
análisis, por lo tanto y humildemente esperamos que este trabajo se constituya en un aporte
más para abordajes futuros, o en un puntapié inicial para la ampliación de la mirada con que
nos proponemos realizarlo.
Configuración de la memoria.
Hasta aquí nos queda claro que las visiones que se tienen sobre la memoria como fuente y
sobre la dimensión desde la que se la analiza, la Historia Oral, ha evolucionado positivamente.
Para reforzar esto, Acerves, citando al antropólogo y lingüista Charles Brigs, nos muestra cómo
ha cambiado la manera en que se trabaja con la memoria. Lo que Brigs dice al respecto esta
relacionado con lo que expusimos sobre observar cual es la percepción actual que los
excombatientes de Malvinas tienen actualmente sobre la guerra y los ideales que los
nucleaban en ese entonces:
“(…) La historia oral, (…) ya no trabaja con la memoria tal como si fuera un
archivo de recuerdos incólumes, no tocados por el paso del tiempo o las
vivencias de los individuos. (…) es un acierto que los historiadores orales
consideren a las fuentes de la memoria como “percepciones sociales” de los
hechos, los cuales están inmersos en procesos y contextos sociales más
amplios, por lo que la búsqueda de los sentidos sociales se vuelve entonces
un objetivo pertinente y posible. No obstante, la naturaleza y el significado
de los contextos, y no solo de la situación de la entrevista no había sido
suficientemente atendida por los practicantes de la historia oral”. (Brigs,
1986, p. 4; cit. por Acerves; 2000, p. 8)
Sobre esto último, Brigs señala una problemáticas que debemos tener presentes al momento
de intentar direccionar nuestro análisis en ese sentido, la cual está dada por la insuficiencia de
los aportes sobre el análisis y etnografía del habla y de la comunicación no verbal que si bien
podrían apoyar dicho propósito, aun no lo han logrado.
Sin embargo Acerves nos dice que ahora:
“la cuestión es pensar la memoria como un constructo simbólico
sistematizado desde el tiempo presente, y por lo tanto contemporáneo al
investigador y al narrador, pero también adecuado y en sintonía, no exenta
de tensiones (…), a los objetivos, condiciones y marcos sociales
referenciales de la investigación que los anima” (Acerves, 2000, p.8)
De esta forma podemos concebir a la entrevista, en la historia oral, como un “diálogo entre el
pasado y el presente enmarcadas en la peculiar naturaleza bifocal y sintética que produce la
historia oral” (Brigs, 1986, p. 5; cit. por Acerves; 2000, p. 8)
La memoria en la historia oral: formatos, rompecabezas y laberintos.
Nos preguntamos, que lineamientos existen para indagar la memoria, como podemos extraer
de esta la información que necesitamos para configurar el fragmento del paso que deseamos
configurar. Las entrevistas son el soporte a partir del cual establecemos conversaciones con
los testigos y por la cual podremos extraer los relatos que nos permitan tal configuración. Sin
embargo existen distintos formatos a los que podemos apelar para lograr nuestro cometido.
Al respecto Acerves nos introduce a los formatos de la entrevista, medio por el cual indagamos
la memoria, recordándonos que:
“ la memoria producto de la situación de la entrevista es una configuración solicitada al
narrador, con base a un posicionamiento mutuo en la vida social y en los entendidos culturales
que nos permiten interaccionar. El resultado es un constructo cargado de sentido, producto de
una relación social concreta: la entrevista como escenario e instrumento para el intercambio
de subjetividades”
Al trabajar con la memoria, nuestro objetivo se centrara en “incursionar en el sentido de las
vivencias del pasado”, con el fin de “exponerlas, selectiva, publica y coherentemente narradas
para dar cuenta de la trayectoria de la vida personal en sociedad.” Y he aquí el punto que nos
interesa desarrollar y que expresamos más arriba, que formatos podemos utilizar para
configurar la memoria; para esto debemos entender a la memoria narrada: “como algo por
construir”, aunque ello implique por un lado el beneficio de la reflexión y por el otro la
dificultad en la indagación de la memoria individual y colectiva. Comprendido esto, al trabajar
con la memoria como construcción se pueden tomar diversos caminos y formas plurales:
“como un “rompecabezas” (en el cual) hay que ir configurando cada una de las piezas,
armando el sentido y composición verídicos y donde las piezas y relatos de vida adquieren
sintonía y equilibrio”
El resultado del armado de este rompecabezas será una versión general del conjunto de las
piezas intencionalmente agrupadas. La memoria que se expone y se discurre es entonces una
síntesis de la evocación premeditada y jerarquizada, enmarcada en la situación social y
respondiendo a las expectativas acordadas por la situación social de la interacción de la
entrevista. Por ello Acerves dice: el formato de memoria como rompecabezas es un constructo
problemático
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