Subido por david cangialosi

fenomeno aluvional en mza

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“El fenómeno aluvional en Mendoza:
experiencia y conciencia del 4 de enero de 1970”
Indice
1. Introducción
2. Antecedentes
3. Origen del problema
4. Legislación
5. Anecdotas de la tragedia
6. Repercusiones inmediatas tras la inundación
7. Después de la tormenta
8. Creación de nuevos organismos
9. Operatividad del Sistema de Alerta Hidrológica de las cuencas aluvionales
10. Veinticuatro años después
11. Conclusión
12. Bibliografía y fuentes
1. Introducción
Las condiciones ambientales a que está sometida la ciudad de Mendoza, hace que, por ejemplo,
una gran precipitación en la precordillera ó en el piedemonte, derive en rápido torrentes que buscan la
huella originaria por donde discurrir, en forma atenuada ó vertiginosa, según haya sido la magnitud de la
tormenta. Mientras que, en el cono urbano, el fenómeno torrencial no se produce, o apenas se evidencia
en forma de lluvia muy leve. Es decir, un panorama tranquilo y austero puede transformarse en un caos
de agua y barro, que súbitamente irrumpe sobre la ciudad. Es entonces, cuando vemos el trabajo
esforzado que hace, a través de sus mecanismos, por deshacerse rápidamente de la inundación, para lo
que necesita de numerosas acequias, perfectamente limpias y abiertas, sin techumbres que las cieguen.
El destino, impuesto por el hombre, ha emplazado a la ciudad de Mendoza en las últimas
hondonadas de la cordillera de Los Andes. A veces, pasos naturales de las aguas primigenias, esos
accidentes topográficos se han ido cubriendo con el crecimiento de la ciudad. No obstante ha sabido
defenderse. Salvo algunas catastróficas excepciones, ha esparcido las aguas haciéndolas menos
peligrosas y justamente las excepciones se han debido, además, a otros factores, humanos en muchos
casos, que han operado negativamente complicando aún más, una situación de tipo natural, por la zona
de asentamiento urbano.
Nuestro tema, la grave inundación del 4 de Enero de 1970 es ejemplo de lo dicho. Hecho al que
habría contribuido el hombre, el mismo habitante de la ciudad casi indefensa, ante una geografía de
naturaleza hostil y de una composición humana distraído, negligente y hasta hace poco tiempo
indiferente.
Por ello creemos que esa tragedia pudo evitarse ó atenuarse.
En la búsqueda de aclarar los interrogantes, analizaremos todos los elementos a nuestro
alcance.
Nuestra hipótesis fundamental apunta entonces, a buscar grados de responsabilidad colectiva,
en el marco de este fenómeno y principalmente, en los eventos previos a la tragedia de Enero de 1970.
Otro objetivo propuesto, es rastrear las funciones de los organismos responsables, creados en
torno al problema aluvional de Mendoza. También trataremos de descubrir, si nuestra conciencia, como
individuos responsables que habitamos este medio, se ha modificado después del último gran llamado
de atención.
Si no fuera posible concluir de acuerdo a nuestras aseveraciones, nos conformaremos con el
objetivo general, que es buscar las causas que pudieron agravar aquella inundación, no para reprender
u hostilizar a los responsables, sino para tratar de evitar su recurrencia; como así también para recordar
a los que advirtieron del riesgo, a los que como héroes, actuaron solidariamente en el período de
reconstrucción moral y material. También a los que posteriormente trabajaron y trabajan para que la
tragedia no vuelva a ocurrir.
El fenómeno aluvional abarca toda el área de la región andina. En nuestro tema está restringido
a investigar las causas y consecuencias del aluvión del 4 de Enero de 1970. Por ello nos centraremos
en el estudio de los aspectos que, espacialmente, se sitúan al Oeste de la urbe mendocina, (piedemonte
y entorno del zanjón Frías); principales avenidas y canal Cacique Guaymallén. Sectores más afectados
por el suceso.
Y lo haremos introduciéndonos en los días previos a la inundación, a cuyo comentario nos
dedicaremos más profundamente. Luego avanzaremos a través de los meses y los años, alumbrando
ella trabajo posterior que conlleva importantes medidas y realizaciones, que aún hoy: 1994, se llevan a
cabo; asumiéndose la responsabilidad de un compromiso con el medio ambiente y con la sociedad que
descansa en ella.
Si bien esta problemática siempre ha sido motivo de estudio, éste ha sido parcial y dirigido a la
consecución de algún fin específico y estructural, como lo ha sido la construcción de diques, canales,
puentes y últimamente, antes del emplazamiento de un nuevo barrio sobre el sector Oeste de la capital.
También, se nos presentan hoy diversos estudios sobre el medio geográfico y ambiental que nos rodea,
que responde a una preocupación generalizada y universal del hombre: la conservación de lo natural en
el planeta. La Ecología, es la nueva ciencia que canaliza y ordena todas estas inquietudes.
Hasta hoy, no se han englobado todos estos elementos, junto con la narración de los hechos
que acaecieron en el aluvión de 1970; no obstante, estar íntimamente relacionados.
Las fuentes que más datos nos han aportado son los periódicos locales (Los Andes y Mendoza).
También hemos conseguido el valioso aporte de testigos vivientes del trágico hecho, e importante
bibliografía para el estudio de los antecedentes. Además, el interesante material de trabajos actuales,
producidos en el CRICYT, que nos ha cedido gentilmente.
También acudimos, al conocimiento y experiencia de profesores de la Universidad Nacional de
Cuyo, quienes se han sentido atraídos por este estudio anteriormente y cuyos trabajos han sido nuestra
guía y marco de referencia para éste.
La naturaleza nos ha advertido, nos ha hecho entender que este paisaje lacónico y seco se
estremece, se inunda y embarra fácilmente cuando llueve, tornándose peligroso, en estos casos, por su
marcada inclinación.
Somos nosotros, habitantes de esta ciudad, quienes tienen la responsabilidad de crear las
condiciones y los medios, lo más eficientes posibles, para seguir permaneciendo en ella.
2. Antecedentes
Síntesis aluvional de Mendoza
Al estudiar la historia de la ciudad de Mendoza, advertimos la gran cantidad de víctimas y
daños materiales provocados por los escurrimientos que bajan del área pedemontana. Para ilustrar este
aspecto de nuestra realidad, como habitantes en riesgo permanente de una zona alterable, recurrimos a
una síntesis de los eventos más importantes 1.
En 1716 una gran inundación destruyó gran parte de los edificios céntricos, entre los que se
hallaba la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto.
En 1754 una inundación puso en peligro a los pobladores de la vieja ciudad fundada en 1561.
En el año 1895 se precipitó sobre la ciudad y los alrededores, una lluvia de características
inusuales, provocando una verdadera catástrofe. El agua que descendía de la cerrillada del Oeste,
arrastraba a su paso, puentes, troncos de árboles, numerosos puestos de la sierra, y posteriormente,
ropas, muebles, animales muertos y enceres de las casas de los barrios pobres, situados al oeste de la
ciudad. Este aluvión produjo 24 víctimas, doscientos heridos e infinidad de familias sumidas en la
miseria, por haberlo perdido todo por su causa.
En el año 1900 se produce una crecida en el río Mendoza, que destruye parte del Dique Luján,
hoy Cipolletti, y deja sin agua al canal Zanjón que proveía este elemento a la ciudad. Dos días después
una fuerte lluvia caída en las serranías del oeste, provocó una avenida torrencial que inundó
propiedades, viñas y casas.
En 1920, el 18 de Enero, una crecida del río Mendoza, destruye parte de las obras de defensa
existentes en La Toma. El hecho se repite el 31 de Enero del mismo año, provocando nuevamente
pánico en la población.
En el año 1934 se produjo en el río Mendoza una crecida, que provocó cuantiosos daños. La
catástrofe se originó en Punta de Vacas, en la confluencia del río Tupungato con el río Mendoza. Un
glaciar obstruyó el cauce del río, produciéndose una especie de dique de contención, que al ser
arrasado por la fuerza de las aguas produjo una crecida que se prolongó hasta la localidad de Palmira.
Las aguas destruyeron la Usina de Cacheuta, el Hotel de esa localidad, casas, caminos, puentes,
1
Programa de Investigación y Desarrollo. Manejo Ecológico del Piedemonte del Cricyt. Mendoza, 1993.
edificios y vías férreas que se hallaban a su paso. El número de víctimas sobrepasó las 20 personas y
los daños se estimaron en más de 250.000 dólares.
En los años 1954, 1956 y 1957, se produjeron considerables crecidas en el río Mendoza que
provocaron daños, especialmente en las zonas de Cacheuta y Potrerillos.
El 31 de diciembre de 1959 una intensa lluvia, caída en las cerrilladas del oeste y sobre la
ciudad misma, provocaron inundaciones y daños en le centro de Mendoza. El comercio resultó muy
perjudicado pero no se registraron víctimas. Las pérdidas económicas fueron superiores a los 220.000
dólares.
El 4 de Enero de 1968, se produjo otro evento de importancia en el departamento de Las Heras.
Las pérdidas fueron calculadas en 435.000 dólares. El mismo día, otra avenida torrencial asoló el
departamento de Tupungato que arrasa plantaciones y las pérdidas se estimaron en 2.150.000 dólares.
Otro acontecimiento digno de ser destacado en el aluvión que asoló el departamento de Las
Heras, el 4 de Febrero de 1968. Una enorme masa de arena y barro se desplazó sobre ese
departamento y quedó depositada en importantes arterias y propiedades aledañas.
La peor catástrofe soportada por la provincia ocurrió el 4 de Enero de 1970. Una fuerte tormenta
se precipitó sobre la cuenca del Frías, que provocó la destrucción del dique homónimo, originando una
avalancha de agua y lodo que inundaron las zonas de influencia del dique. El hecho provocó más de 24
víctimas fatales y los accidentados se estimaron entre 1500 y 2000 personas. Los daños materiales se
calcularon en una suma superior a los 23.000.000 de dólares. A las referencias anteriores deben
sumarse las pérdidas millonarias por inundaciones, en Chacras de Coria, Vistalba, Costa de Araujo y
Perdriel. Además de las pérdidas de cosechas, que en algunos lugares fueron totales, debe tenerse en
cuenta el lucro cesante, ya que muchas plantaciones no dieron frutos hasta dos años después.
Referente a la red vial, solamente en reparación de caminos destruidos debieron invertirse más de
790.000 dólares.
3. Origen del problema
Para hablar del origen del problema aluvional de Mendoza, que provocó la gravosa inundación
del 4 de Enero de 1970, es necesario sustraerse de esa sensación ciega que nos lleva a manifestarnos
como dueños de la tierra. Dominantes, nos hemos asentado sobre ella para levantar las paredes que
nos han ido obstruyendo la visión majestuosa y natural de la cordillera de Los Andes. Unica dueña de la
realidad, de su geografía amplia y avasalladora, a cuyos pies nos hemos puesto a existir.
Esa realidad, a veces poco observada, posee condiciones naturales imposibles de modificar:
pronunciadas pendientes, escasa vegetación, cauces torrenciales cuya vida se relaciona con la
intensidad, frecuencia y duración de las precipitaciones2 .
La actividad del hombre también está ligada al problema, al involucrare en el crecimiento de las
ciudades3. Situación que creemos corresponde a Mendoza, (en lo referente al origen del problema),
puesto que el aluvión ya bajaba antes de que el mendocino extendiera la ciudad. Es decir, las aguas
excedentes de las precipitaciones intensas, ya inundaban las huertas de los Huarpes instalados en
estos valles, quienes no tenían otra posibilidad para sobrevivir que el cultivar y asentarse cerca de estos
cauces, que si bien evolucionaban repentinamente, proveían benéficamente a su existencia. Esto indica
que la ciudad de Mendoza no habría prosperado en la forma que los hizo, si sus comienzos hubieran
sido cimentados en el desierto de La Paz, por ejemplo.
Entonces, el crecimiento de la ciudad de Mendoza no modificó el origen del problema, sino que
sus habitantes pusieron en riesgo su vida al enfrentar el fenómeno, porque las simientes de los primeros
pobladores, produjeron profundísimas raíces imposibles de transplantar. Por instinto quizás ó por
necesidad, al igual que el hombre primitivo, seguimos habitando este suelo impredecible como la
naturaleza.
De esta manera, a través de la historia de Mendoza, la ciudad creció para dejar de ser una
simple aldea del oeste argentino y más habitantes fueron quedando expuestos al escurrir de las aguas
pluviales, provocando el fenómeno aluvional de consecuencias catastróficas.
La situación se ha transformado en un problema, porque al darse las condiciones para que la
ciudad creciera, su habitante ignoró los arroyos naturales, que desde siempre han descendido de las
altas cumbres, cerrándoles el paso y desviándolos de su curso; ocultándolos bajo una pesada capa de
asfalto, provocando la obstaculización de sus funciones naturales y específicas: el escurrimiento de los
excesos pluviales de la precordillera y el piedemonte.
Bertranou, A. y otros. Uso del Agua y Ambiente Hídrico. El caso de Mendoza. 1978, cap. IV, p.
119-128.
3 Ibiden.
2
Si observamos retrospectivamente la forma en que fue extendiéndose la ciudad de Mendoza,
tomando como elemento los diversos planos existentes desde su fundación en 1561, notaremos como,
por diversos motivos, se han ignorado en estos registros, los accidentes geográficos del valle de
Huentota4.
No ocurre lo mismo con el plano de 1802 5, registro topográfico que muestra las zonas cultivadas
del Gran Mendoza, dando una gran importancia a los canales que riegan los sembradíos; aunque
resulta difícil ubicarlos, se advierte como influyeron en el desarrollo agrícola de Mendoza. Todos corren
de Sur a Norte, menos el del Desagüe y la parte final del Zanjón, quienes lo hacen de Oeste a Este. Una
interesante característica es que, aparece un zanjón más, que corre en esta dirección y que podría ser
el Frías6.
Existen algunas pruebas de que el Frías habría atravesado el Tajamar y el Zanjón en sus
grandes avenidas y se haya prolongado hasta Rodeo de la Cruz 7. Esto evidencia su peligrosidad desde
antiguo.
Se afirma que se confeccionó un plano de la ciudad de Mendoza en 1810, pero
lamentablemente no ha sido posible hallarlo.
En 1822 se preparó otro plano8. En él se aprecia la realidad topográfica de aquel momento. La
ciudad se ha extendido hacia el Sur y el Norte, y sus manzanas aparecen ya obstaculizando algunos
cursos de aguas que seguramente, se desviaban hacia el Tajamar, quien junto con el canal Cacique
Guaymallén, son los únicos que aparecen indicados en este plano 9.
El plano de 185610 muestra una ciudad que se ha extendido tres manzanas más hacia el Sur
bloqueando, aún más los cauces naturales.
Producido el terremoto del 20 de Marzo de 1861, se trasladó la ciudad al Sudoeste de la
antigua, construyéndose en los terrenos públicos de la Hacienda de San Nicolás. Pero la vieja ciudad
siguió en pie, volviendo a levantarse en medio de las ruinas. Por estas circunstancias, es que aparecen
juntas (la nueva y la vieja), en el plano de 1872 11. Aquí el Zanjón Frías aparece con el nombre de
Astorga, con un brazo que se dirige al Sur, desconocido hasta entonces y que denominan “Río Seco”
más abajo, cae en el cauce del actual Cacique Guaymallén con el nombre de Zanjón Escarpe. Otro río
seco aparece desde la Acequia del Estado hasta llegar, en forma muy sinuosa a la Avenida San Martín,
en las proximidades de la actual calle Godoy Cruz12.
Esta interpretación de Dragui Lucero, aporta datos referidos a los ríos secos, que hoy no
podemos hallar en sus sitios originales y confirma la situación de bloqueo ha que han sido sometidos,
desviando sus aguas por otros cauces que sumadas a las propias, ciegan su función.
Otros canales que aparecen en el plano de 1872 son, la Acequia del Estado (actual Jarillal);
Acequia Guevara (actual calle Paso de Los Andes), que hoy no puede observarse; el Tajamar y el
Zanjón (actual Cacique Guaymallén); y canales Tobar Grande y Tobar Chico.
La anarquía edilicia continúa complicando a la geografía, y obstinadamente, el mendocino busca
instalarse más hacia el oeste, obstruyendo cada vez más a las acequias, que poco a poco irán
desapareciendo bajo elegantes viviendas, rústicos albergues y empinadas avenidas.
De esta manera, en el plano de 1908 13, se proyecta la continuación al Oeste de las calles de la
nueva ciudad.
“Este requerimiento de las zonas altas obedece a un imperativo de salubridad
pública. Se busca afanosamente el aire fresco, el agua pura y un sentido
estético al acercarse a la montaña y tener dominio visual del panorama del Este
que brinda la altura”14.
Ahora, ¿no habían ocurrido ya acontecimientos aluvionales catastróficos?. Recordemos la
inundación devastadora de 1895. No obstante, en 1911 se aprobó el proyecto de expansión de la ciudad
Dragui Lucero, Juan. Integración de la ciudad de Mendoza a través de su evolución histórica. En Actas
de la XV Semana de Geografía. Mendoza, UNC, 1951, p. 16-18.
5 Ibídem. p. 19.
6 Ibídem. p. 22.
7 Ibídem. p. 22.
8 Ibídem. p. 23.
9 Ibídem. p. 24.
10 Ibídem. p. 26.
11 Ibídem. p. 30-31.
12 Ibídem. p. 31.
13 Ibídem. p. 33.
14 Ibídem.
4
hacia el sudoeste, sin incluir una sola plaza y ni una sola avenida que corriera de Sur a Norte, en medio
de 100 manzanas. Y ¿qué decir de las acequias y canales?. Simplemente no se mencionan. ¿Por qué?.
Según Dragui Lucero:
“Esta forma increíblemente simplista y maciza de proyectar una ciudad revela la
despreocupación más elemental por las exigencias urbanísticas más irrenunciables”15
Ricardo Ponte 16 , no cuestiona estas situaciones y muestra a una ciudad sin culpas,
evolucionando de acuerdo a sus posibilidades y necesidades.
Confirma nuestra apreciación sobre la ubicación de la ciudad de Mendoza, en zona de riesgo
natural cuando dice:
“La ciudad está allí donde existe la posibilidad del agua (para riego y consumo)
originada en los deshielos cordilleranos”17.
Comparte la opinión de Dragui Lucero sobre el crecimiento urbano en planos escalonados, que
él llama “bandas” e ilustra esa opinión en forma gráfica.
“La ciudad nació en su porción más baja, por donde ya circulaba el agua de riego y su
crecimiento hacia el Oeste fue a contrapendiente, mediante el riego artificial a través de
acequias, que fueron apareciendo en su desarrollo histórico” 18
Menciona en principio, tres bandas que responden al uso agrícola primero y urbano después,
como consecuencia del crecimiento. Después una cuarta banda conformada a mediados de este siglo,
posee otras características, porque no le ha dado origen un curso de agua, sino la voluntad de ganar el
piedemonte. Esto, respondería según Dragui Lucero, en su citada obra, a un interés estético. Ponte
nada dice de ello.
Finalmente manifiesta que la forma palmeada del Gran Mendoza, responde a la forma de
discurrir el agua por sus hijuelas de riego que son como nervaduras de una palma y vincula el
crecimiento urbano con este sistema de riego de origen prehispánico, en algunos casos.
Es decir, Mendoza urbana fue creciendo entorno a estas acequias que antiguamente regaron
sus vides. También sus calles se alinearon paralelamente a las hijuelas. Se trata de una necesidad
imperiosa para sobrevivir en medio de un desierto que no contempla la anarquía urbana como
consecuencia.
En cuanto a la desertificación de zonas rurales, sí podríamos culpar al hombre, pero solamente
a la que se produce irracionalmente y que no es fruto del hombre que vive en estas zonas y que se nutre
de las posibilidades naturales para conseguir sus necesidades básicas, (leña, piedras, frutos silvestres,
etc.), sino de aquel que busca enriquecimiento, transformando su actividad en depredación.
Además, existe un fenómeno también natural, que está expandiendo continuamente los
desiertos.
El pastoreo primitivo, también está inserto en el origen del problema, ya que produciría la
desaparición de la escasa flora del piedemonte. Este tipo de pastoreo ya no existe prácticamente,
aunque sí persiste la necesidad de proveerse de alimentos por parte de los que hoy, por distintas
razones, habitan el piedemonte y que poseen ganado caprino para industrializar productos que servirán
para su propio sustento y/o para comercializar por otros, que cubran otras necesidades. Sin embargo, al
no tener grandes dimensiones, no influye aumentando el riesgo aluvional.
Por lo tanto, el fenómeno aluvional se ciñe a, un piedemonte erosionado por torrentes que
provocaron las precipitaciones estivales, irregulares y desiguales en tiempo y espacio, de gran magnitud
(81 mm/hora el 31 de diciembre de 1959). Estos elementos, más la existencia de pendientes del orden
del 5 % al 10 %, dan como resultado un fenómeno de alta peligrosidad aluvional, que puede llegar a
producir pérdidas humanas y materiales en construcciones civiles, carreteras, ferrocarril, sector industrial
y, geográficamente, acentúa el grado de erosión, constituyendo un peligro más ante la posibilidad de
una futura inundación.
4. Legislación
Numerosas leyes y normas han tratado de reglamentar el curso de las aguas pluviales, la
desforestación y forestación de bosques en pendientes, sin lograr la efectividad necesaria, debido a que
por lo general, no se aplican ó porque se trata de programas costosos y difícilmente realizables, por su
gran envergadura espacial.
15
16
17
18
Ibídem. p. 35.
Ponte, Ricardo. Aquella Ciudad de Barro. Municipalidad de la Ciudad de Mendoza. 1987.
Ibídem. p. 564.
Ibídem. p. 565.
Así, el artículo 201 de la Ley de Aguas prevé el problema de la deforestación de cuencas en
función del buen régimen de las aguas. El monte propio de la precordillera, atenúa la crecida deteniendo
y dispersando los torrentes aluvionales. Viniendo a constituirse en pequeños diques que hay que
preservar.
La ley n° 3596-69 sobre loteos, especifica que el fraccionamiento de terrenos dentro de los
cauces aluvionales, (hecho muy común en nuestra región, por la geografía en la que está ubicada la
ciudad de Mendoza), deberán contar con un adecuado sistema de defensas, alcantarillado y acequias
que permiten el libre escurrimiento de las aguas.
Esta ley, por ejemplo, no debió alcanzar a ser puesta en práctica antes de 1970, ya que fue
sancionada en 1969. Y aún hoy, cabe preguntase, ¿cuántos barrios del oeste poseen estas defensas
que prevé la ley?.
Al respecto, hace pocos días, durante una de esas tormentas repentinas, varias viviendas del
barrio La Favorita, fueron destruidas por el paso de un torrente descontrolado, que bajó de la cerrillada.
La causa, según los residentes de la población, es la falta de defensas, aunque también se debió a la
falta de precaución, de quienes irresponsablemente se asientan para vivir, sobre hechos de ríos
dormidos. Este tipo de actitudes se han vuelto muy comunes en los últimos veinte años, por la evolución
demográfica, por la acción de un sistema socioeconómico, que ha ido marginando a muchos individuos
alrededor de la ciudad, o atraídos por un mundo mejor, abandonaron las zonas rurales improductivas y
también por la actitud benévola e indiferente, que ha permitido el ingreso de inmigrantes marginales en
sus propios países, que han engrosado los caseríos del piedemonte y aumentado el número de
personas al que el pueblo y gobierno mendocinos, deben proveer de defensas y otras infraestructuras,
que muchas veces no están al alcance de los recursos financieros provinciales, y que se necesitan para
atender a la sociedad local.
Por lo tanto, es necesario realizar un mayor y más eficiente control del crecimiento urbano, en la
periferia de la ciudad de Mendoza y constatar si los nuevos asentamientos, que las circunstancias
mencionadas producen, se hallan en áreas protegidas del riesgo aluvional. Si esto no fuese así, debería
advertirse a los habitantes de esas villas, acerca de la situación en que se encuentran, o proceder a su
erradicación en caso de que no sea posible la realización de obras antialuvionales, en el sector del
problema.
Si exceptuamos esta situación social, que forma parte de nuestra realidad y que está
relacionada con el espíritu solidario y abierto; apreciamos que se producen falencias y falta de
valoración en las provisiones de defensa aluvional.
“Se favorecen programas ó proyectos más fáciles de evaluar, en detrimento de aquellos
que teniendo más sentido, resultan más difícilmente cuantificables” 19.
Esto está relacionado, con los beneficios que produce la concreción de u proyecto, que en el
caso aluvional, es muy difícil de evaluar, por la naturaleza del fenómeno, (dispersión espacial amplia de
los aluviones). Como consecuencia de ello, las inversiones públicas en defensa antialuvional, queda
rezagadas con relación a otras inversiones públicas.
“Además carecen de espectacularidad política, con relación a otras más impactantes y
fáciles de publicar”20.
No estamos de acuerdo con la afirmación anterior. La sociedad, en general, sabe apreciar el
valor de las obras públicas, siempre que se nos informe de su importancia. Cierto es que estas obras no
se realizaban muy a menudo en la época de estas declaraciones y si se efectuaban, poco importaba la
opinión pública en 1978.
5. Anécdotas de la tragedia
Las obras necesarias no se realizaron y las construidas hasta entonces no funcionaron en forma
óptima. Así, un diluvio de agua y barro se abalanzó contra el dique, que débilmente pudo contenerlo, y
apenas lleno, se desplomó liberando al mortífero caudal en dirección a la ciudad.
¿Hacia dónde huyó la gente para salvarse de la creciente?. ¿Qué percibieron y qué oyeron?.
¿Qué vieron?. Dejemos que ellos mismo, testigos vivos de los hechos, que no han olvidado aquella
inesperada masa barrosa avanzando por las calles, barriendo con todo a su paso; nos cuenten su
experiencia, y de esta manera respondan a la incertidumbre de los que estuvimos ausentes y nos sirva
para continuar planificando el futuro, que inciertamente nos enfrenta a un medio hostil.
19
Bertranou,...... op. cit. p. 119-128.
Solanes, Miguel R. y otros. Aspectos sociales, institucionales y legales el manejo de áreas
inundables. INCYTH. Mza. 1977.
20
Mirta Tuler21, que en 1970 tenía 17 años y residía sobre calle Belgrano, frente al Barrio Cívico, a
una cuadra de Peltier; recuerda que se encontraba en la planta alta de su casa y con su familia, cuando
una gran tormenta produjo la interrupción del servicio eléctrico. Encendieron la radio a transistores
donde se informaba sobre el meteoro y daban recomendaciones para que la población no se dirigiera
hacia la montaña. Instantes después oyeron un estruendo lejano, un trueno. La tormenta ya había
cesado. Minutos después un rumor extraño, las llevó a las ventanas desde done vieron, una masa de
agua muy oscura que avanzaba rápidamente cubriendo toda la calle. Tras éste primer avance, el
torrente se tornó más lento y pastoso. Muchos elementos que se debatían en él, lo hacían
impresionante. El zanjón Frías, había desaparecido bajo esas aguas y junto con la calle conformaban un
gran río que, frente al domicilio de Mirta, subió hasta el medio metro, dejando un sedimento de treinta
centímetros, acumulado en el garaje.
Como si escapara de los abrumadores recuerdos de la trágica tarde, comenta que formaba
parte de un grupo literario, por entonces, relacionado con el escritor Ramponi. Cuya esposa quedó muy
afectada por la inundación, incluso tratada psicológicamente, debido a la pérdida de sus obras
pictóricas, desarrolladas durante los últimos diez años, depositadas en el sótano de su casa.
Lo que más impactó a Mirta, recuerda súbitamente, fueron las imágenes que aparecieron al día
siguiente en los diarios: una gran fotografía con la imagen de una mujer fallecida, asfixiada por el lodo.
En aquel instante advirtió cuán grande y trágico había sido aquel fenómeno, que estrepitosamente
transformara, en un día turbulento, aquel domingo apacible de verano.
Edgar Tarico22, ex sacerdote, que en 1970 dirigía la capilla de Nuestra Señora Virgen del Valle
de Villa Hipódromo, recuerda aquel día como un gran sobresalto en las vidas de los que residían en la
villa, y sobre todo, para los que ocupaban las manzanas junto al canal. “Aquel día llovió durante horas”,
expresa reflexivamente.
Por la tarde, la lluvia se detuvo y habiendo terminado sus obligaciones religiosas, salió a respirar
aire fresco. Dirigiéndose casi instintivamente hacia el Frías, a tan sólo una cuadra de su casa, detrás de
la capilla.
Con tanta agua caída, imaginó que el cauce habría crecido. Extrañamente, eso no había
ocurrido. Observó la montaña advirtiendo la gran tempestad que se abatía en la cerrillada. La impresión
le produjo temor.
Otros vecinos se le acercaron Menos cautos, no presentían ninguna desgracia. Sin embargo,
algunos de ellos tenían sus viviendas junto al canal y en una cavidad que abarcaba una cuadra ó más,
con un desnivel de alrededor de cinco metros, respecto a la calle y al resto del barrio. Separaba a este
conglomerado urbano del peligroso zanjón, un muro de unos cinco metros por tres de ancho, y de tierra.
Es decir, que vivían en una verdadera olla. Incluso había algunas casas en el mismo lecho del Frías.
Esta situación se debía al incumplimiento del contrato de una empresa, que había extraído
arena y ripio del lugar, con el compromiso de rellenar el sitio, para después proceder al loteo
correspondiente. Al no producirse ninguno de los dos actos, familias procedentes de las zonas rurales,
excluidas de su medio, por diferentes razones, se fueron asentando en ese terreno baldío pero
peligroso.
Recuerda el ex cura, que trató de advertir a los vecinos contagiándoles su temor, pero ya era
tarde. A sus espaldas un estruendo interrumpió la conversación. No estaban muy lejos de donde se
iniciaba la tragedia. En tres ó cuatro minutos, el torrente llegó hasta donde se encontraban. Algunos
moradores del bajo alcanzaron a huir con lo puesto solamente, porque las aguas envistieron el muro e
inundaron la olla que pronto se convirtió, en un oscuro remolino a donde la creciente penetraba
fatalmente, para ahogar a sus víctimas, que junto a enceres domésticos y animales, flotaban sobre las
pastosas aguas.
El padre Tarico vio pasar los cuerpos de los que habitaban más arriba, bajando trágicamente,
enredados entre ramas y alimañas, en un viaje vertiginoso y fatal. Y no pudo más que llorar y rezar. Sus
manos, sus fuerzas no podían alcanzarlos sin ser arrastrado él mismo. Lentamente, las aguas fueron
descendiendo. En la cuadra trágica flotaban varios cuerpos amortajados por el barro. Ya no era tiempo
Tuler, Mirta. Testimonio oral. Docente de enseñanza primaria en la escuela n° 1531, Coronel Moyano,
Maipú, Mendoza.
22 Tarico, Edgar. Testimonio oral. Ex sacerdote de la capilla de Nuestra Sra. de la Virgen del Valle. Villa
del Parque. Mza.
21
de llorar. Solo de obrar. Para eso estaba vivo. Para eso había dejado su misión oficial en Tunuyán: para
acompañar a los desamparados.
Hizo que sonara el campanario convocando a la comunidad. Los primeros en llegar, fueron los
bomberos, dedicándose a la tarea de rescatar cuerpos sin vida.
Mientras tanto, la noche ya había encubierto la tragedia, pero los inundados sin techo
comenzaron a llegar a la capilla. El padre, ya había abierto las puertas del templo y con los vecinos más
próximos, se disponían a improvisar un albergue, en el no muy amplio edificio sagrado. Hacia las 22,
otro diluvio descargó sus aguas sobre la ciudad. Los curiosos y no afectados, se habían retirado a sus
casas, pero pronto regresaron con ayuda y con los días, la cadena solidaria creció. Tuvieron suficientes
suministros, que la misma sociedad les proveyó.
Cuesta creerlo, pero según Tarico, ningún funcionario del gobierno se acercó al lugar, excepto el
cuerpo de asistentes sociales, que organizarían otros albergues en Godoy Cruz.
Entre treinta y cuarenta familias se aglutinaron en torno al padre Tarico y a su colaborador, el
padre Contreras, cuyo aporte valora enormemente el ex sacerdote. Este hombre, les infundiría las ideas
de cómo luchar para recuperar sus viviendas. Entre otras cosas, hizo que los afectados formaran una
comisión que los mantuviera unidos y organizados, para así efectuar con éxito sus reclamos. Tarico fue
el portavoz del grupo:
“Yo careteaba en todos lados por los inundados, siempre quise estar junto a los pobres,
por eso me fui a ejercer a Villa del Parque, después de la rebelión de los 27 sacerdotes,
tras el Concilio Vaticano II de 1965”.
A los cinco ó seis días de hecho, dispusieron ocupar los terrenos fiscales, que se hallaban
detrás del hospital José Néstor Lencinas, por la falta de acción gubernamental. Con adobes levantaron
algunas paredes, que se transformaron en aleros, que divididos con trozos de telas y bolsas, fueron el
albergue para algunas familias.
Advertidas las autoridades y temiendo el surgimiento de una nueva villa, fueron desalojados por
la policía montada. El grupo insistió en el pedido de carpas, que anteriormente se les habían negado.
Finalmente, se consiguieron, gracias a la organización y persistencia de los inundados.
La policía no entró más al barrio de emergencia, tras la promesa de que no se seguirían
levantando casas de emergencia. Pero la fatiga de esos días y noches, velando por los afectados,
provocaron al padre Contreras una seria tuberculosis. Tarico continuaría solo al frente de la lucha.
Ante la noticia de la llegada del presidente Onganía a la provincia y a la visita que haría a la
zona afectada, el ex sacerdote organizó una convocatoria, para que se hicieran los reclamos al primer
mandatario. Pero, como lo prueban las crónicas periodísticas, Onganía y su comitiva, cruzaron
velozmente las calles de Villa del Parque, para dirigirse directamente y visitar solamente el destruido
dique Frías. Esta indiferencia, motivó que Tarico organizara una poblada, que anunció por el altavoz de
la Capilla. Rápidamente una columna de cerca de quinientas personas, se dirigió hacia la casa de
gobierno, donde concluiría la visita del presidente. Con sus pancartas ignoradas por la comitiva, llegaron
a la explanada. La concurrencia se había aumentado con otro grupo proveniente de una zona también
muy afectada de Godoy Cruz: “Confín Desagüe”.
Todo fue inútil. Ignorados por los funcionarios, estos sólo accedieron a reunirse con Tarico,
quien se negó por no permitir que lo acompañaran algunos de los damnificados.
Entre cánticos nacionales y voces de protesta, fueron dispersados por la policía, mientras en el
interior del edificio de gobierno se homenajeaba al presidente, con un almuerzo, antes de su partida en
visita oficial a Chile.
Unas semanas después comenzaría la construcción de un barrio en cuyas obras, se empleó a
muchos de los albergados, pero cuando éstos, empezaron a denunciar falencias en el manejo de los
materiales, se los alejó de la tarea. No obstante, se construyeron 150 casas aproximadamente, que
junto con $300, se adjudicaron a los afectados por la inundación.
Pero antes de eso, había llegado el invierno, con sus padecimientos y hubo que seguir
trabajando para mantener a esas gentes desprovistas de casi todo. Una olla popular salvó la situación
alimentaria, gracias a la labor de estos sacerdotes y a la comunidad solidaria.
María Cristina Amitrano23, joven asistente social por entonces. Recuerda que fue convocada por
la subsecretaría de Acción Social y Vivienda, para atender los barrios de emergencia del sudoeste.
Realizó su tarea en la Escuela Rawson de Godoy Cruz, durante los meses de febrero y marzo
de 1970. Luego se otorgaron tres meses de alojamiento, alimentos y control sanitario a 200 personas
aproximadamente. La tarea consistía en controlar a la gente y observar a los niños; es decir, hacer todo
lo posible para que esa gente reunida se adaptara a las circunstancias.
23
Amitrano, María C. Testimonio oral. Actual directora de Asistencia Social del Hospital Central. Mza.
Seis meses después del trágico hecho, continuaba trabajando en el campamento de Parque
Sur, levantado, especialmente para damnificados totalmente desprotegidos, con la colaboración de un
sacerdote. Se fabricaban los adobes para las primeras viviendas en la Municipalidad de Godoy Cruz.
No recuerda mucho más, que haber visto bastante miseria, pero considera que la ayuda
gubernamental fue más que suficiente. Tanto es así, que debieron comenzar a estimular a los padres de
familia, para que retornaran a sus trabajos ó buscaran nuevos empleos, ya que no manifestaban, por sí
mismos, muchos deseos de hacerlo.
Esta contradicción con respecto al testimonio anterior, es bastante extraña; y sin dudar de ellos,
hemos podido averiguar, que la ayuda y atención de los damnificados, varió según las zonas, de
acuerdo al grado de destrucción que produjo el aluvión y a la concentración demográfica.
Seguramente, la opinión de los testigos responde a la situación que experimentaron de acuerdo
al sitio en que les correspondió actuar, que como dijimos, varió en calidad y cantidad, según el sector.
Creemos también que, el papel que asumieron los sacerdotes y la comunidad de Villa del
Parque, contribuyó a que la atención de los funcionarios, se desviara a lugares numéricamente más
castigados y con menor carácter organizativo.
Nelly Gray de Cerdán24, en aquella época, se aprestaba a preparar su tesis doctoral y el hecho
que nos ocupa, fue el tema de la misma, cuyos resultados fueron publicados por el Diario Los Andes.
Pero además de esto, fue testigo presencial de la tragedia en momentos en que regresaba de un día de
campo, como muchos mendocinos, ese día de verano.
Cuenta que salieron apresuradamente del club en donde se hallaban, preocupados por la gran
tormenta que se abatió sobre Chacras de Coria, alrededor de las 17, pero cuando llegaron a la
intersección de la calle Ugarte y Panamericana, unos 20 metros antes, el motor del automóvil se detuvo,
por efecto de la fuerte lluvia y las aguas que ya corrían por el camino, salidas del cauce de un zanjón
que se hallaba a esa distancia y que descendía del piedemonte.
Se mantuvieron en el interior del vehículo y cuando amenguó la tormenta, limpiaron los vidrios
empañados del parabrisas. Entonces observaron el patético espectáculo que traía el canal: heladeras,
troncos, etc. El agua comenzó a desbordarse peligrosamente y saliendo del auto, se refugiaron en un
sitio más alto, donde debieron permanecer hasta las seis de la mañana, en que el caudal descendió
dejando más ó menos visible el puente, por donde debían cruzarlo.
Después vino la tarea en la Universidad, su colaboración con el grupo del Profesor Capitanelli,
quien fue convocado por el gobierno para ser consultado respecto al fenómeno aluvional, por su gran
experiencia en el tema.
Recuerda una visita que se hizo, a las obras aluvionales durante el mes de setiembre de 1969,
en que se advirtieron algunas falencias en el sistema aluvional. Denunciadas, no puede asegurar que se
realizaran las correspondientes reparaciones. Pero sí cree, que había preocupación por parte de las
autoridades respecto al peligro aluvional, a que está sometido el área del Gran Mendoza.
“Lo que ocurre, es que en aquella época no existía el criterio ecologista con que hoy tratamos estos
temas, se confiaba mucho más en la tecnología, en las grandes obras. Unico medio que podía darnos la
protección necesaria. Actualmente, por suerte, esa filosofía de los grandes diques, se está
complementando con otras obras menores, pero de gran importancia, como son los “gaviones”, que
controlan el escurrimiento de las aguas y sedimentos en el mismo piedemonte, haciendo más lento el
descenso de los torrentes temporarios”25.
Este sistema ya había sido aconsejado, antes de la gran inundación, pero lamentablemente no
hubo tiempo, ó tal vez no se creyó necesario realizarlos.
Indudablemente, se ha evolucionado muchísimo en este campo, no obstante, la incertidumbre
se mantiene: serán suficientes y eficientes las obras actuales para soportar una próxima inundación de
igual ó mayor magnitud, que la del 4 de enero de 1970?.
Todos esperamos que se lo sean.
6. Repercusiones inmediatas tras la inundación
Primeras investigaciones
Como suele ocurrir, tras los hechos, funcionarios e instituciones se movilizaron rápidamente,
instrumentado un operativo de emergencia social. También se apresuraron en buscar las causas que
produjeron la tragedia. Así, se organizaron comisiones especiales que investigaron en las diversas áreas
del problema.
Gray de Cerdán, Nelly. Testimonio oral. Profesora de Geografía y actual Directora del CIFOT en la
Fac. de Filosofía y Letras.
25 Ibídem. Parte de su testimonio.
24
La sociedad y la conciencia habían sido golpeadas profundamente. Las pérdidas habían sido
muy grandes.
Mendoza toda iniciaría un movimiento de concientización de su riesgosa ubicación geográfica y
de la necesidad de preservar el medio ambiente, lo mejor posible.
De esta nueva corriente de ideas surgirían nuevos organismos y una nueva estructuración de
áreas, que antes tenían una competencia confusa.
La comisión que ordenó el Ministro de Obras y Servicios Públicos, se formará por resolución n°
1 de 1970, para que examinara técnicamente el origen del desastre. Fue una de las primeras acciones
gubernamentales.
Dicha comisión fue la encargada de investigar la destrucción del dique Frías, después de la
crecida del 4 de enero de 1970. Concluyó en su informe elevado al Ministro que, el estado de la presa
era óptimo para cumplir con el objetivo para el cual se había levantado: “atenuación de crecientes”26.
Respecto al material de embarque, el mismo cuerpo informó que tras una serie de verificaciones
en las paredes laterales de la cuenca del Frías, aquel se encontraba a 11 metros aproximadamente por
debajo del coronamiento que alcanzaba los 14 metros desde el lecho del dique, antes de su destrucción.
Es decir, que el volumen de sedimentos depositados, era de 3 metros aproximadamente; se trata del 7.2
% (10.000 m’) de la capacidad máxima de embalse, calculada en 140.000 m’, según el proyecto 27.
El mismo informe continúa diciendo que, el fenómeno del 4 de enero aportó un volumen de agua
que sobrepasó la capacidad del vaso y determinó el funcionamiento forzado de la obra de toma y del
aliviadero, a pesar de los cuales, éstos no lograron atenuar el caudal que bajó de la cerrillada.
Según el Ministro de Obras y Servicios Públicos, Luis M. Magistochi, el sistema estaba en
perfectas condiciones y el dique Frías se hallaba limpio, cuando fue inspeccionado, justamente un día
antes del desastre28
Sin embargo, gente del lugar dijo a la prensa que el embalse se hallaba embancado en un
cuarto de su parte 29 . A estas afirmaciones, el Ministro agregó que el embanque habría ayudado a
mantenerlo en pie, algunos minutos más y que de haber estado totalmente limpio, no habría contenido a
las aguas.
Esto nos indica, en primer lugar, una aparente contradicción en las declaraciones del funcionario
y la falta de certeza en los datos que habría poseído la institución.
Luego, deducimos que el Ministro acepta que el dique se hallaba embancado en un gran
porcentaje, pero agrega inmediatamente, que dicho estado de embancamiento habría servido para
prevenir que el muro de contención se desmoronara antes.
Sin demasiado conocimiento de las leyes de hidráulica, cualquiera puede deducir, que el daño
habría sido menor, si el dique hubiera funcionado correctamente, liberando a las aguas por sus
conductos correspondientes y limpios. Y que, si su destino era derrumbarse, menos nocivo habría sido,
que ello se produjera antes de que la presión y el volumen de líquidos y elementos acumulados, fuese
mayor, sin esperar a que el embanque depositado en el lecho del dique, “lo mantuviera en pie algunos
minutos más”; Afirmación ésta, que pertenece al Ministro Luis A. Magistochi.
Vecinos y personas que lo habían visitado informaron a los medios que el dique presentaba
grietas en sus paredes. Construido en 1942, bajo la dirección del Ingeniero Federico Tapper, quien
también acudió al lugar e hizo declaraciones a la prensa, algunas de las cuales confirmarían el mal
estado de conservación del Frías30
Al respecto, hay que aclarar que fue muy poca ó nula la importancia que se dio a sus
declaraciones, posiblemente muy valiosas, por su participación en la obra y por su experiencia e interés
al presentarse espontáneamente, en el lugar de los hechos. También extraña que sea su única aparición
en la prensa, ya que no se advierte su presencia en actividad pública alguna, después de visitar el lugar
y hacer declaraciones como estas:
(....) “el dique no funcionó gracias a la mala conservación de sus dispositivos. Con sólo
tres metros de margen para trabajar desde la base de embancado hasta el
coronamiento, la torre de descarga y posiblemente el canal aliviadero, no funcionó” 31.
26
Comisión Investigadora del Ministerio de O. y S. Públicos. Gobierno de Mza Enero de 1970. p. 13.
.
27
28
29
30
31
Ibídem. p. 11.
Diario Mendoza. 6-1-70, p. 1-13.
Diario Los Andes. 7-1-70, p. 5-8.
Ibídem. p. 5-8.
Ibídem. p. 5-8.
Aclaró luego que, la pared del dique tenía por única misión evitar que el agua se filtrara a través
de las piedras, es decir, era impermeabilizado; y que la contención sería realizada por acumulación de
piedras.
“El dique Frías fue concebido para controlar el paso del agua, no para contenerla. Los
excesos de los caudales serían eliminados por la torre de evacuación y por el vertedero
aliviador”32.
Todo el sistema dependía de un cuidado constante, consistente en el desembanque y la
limpieza de las bocas de entrada de los dispositivos que permiten dar una salida paulatina, al agua
acumulada en el cuenco del dique. Su conclusión fue:
(...) “imposibilitado el dique de realizar su función de drenaje y con un margen de
seguridad de sólo tres metros, fue fácilmente arrasado por la masa de agua que
descendió de las montañas. En buenas condiciones, los dispositivos, hubieran podido
impedir el desastre ó, por lo menos reducir sus consecuencias” 33.
Estas consideraciones del Ingeniero Tapper, contrastan bastante con lo manifestado por el
Ministro Magistochi, quien parece haber reducido el control del dique, a un sobrevuelo en helicóptero, el
día anterior; después del cual habría considerado, que la presa, se hallaba en buen estado de
funcionamiento.
Sin embargo, el Ingeniero Tapper, tampoco escaparía a ciertas contradicciones, o por lo menos
a la falta de criterio y quizás de conocimientos de la zona y su peligro aluvional. Al seguir con la lectura
del informe que presentara la comisión, antes mencionada, observamos que en el proyecto elevado al
Inspector General de la ex Dirección Nacional de Irrigación, Ing. C.A. Volpi, en mayo de 1939, el Ing.
Tapper defiende su proyecto porque reemplazaría con ventajas a otro que consideraba la construcción
de dos diques: el “A”, en el sitio donde confluyen actualmente los ríos secos y forman el zanjón Frías, y
el “B” que no se ha conseguido ubicar.
Consideraba sin objeto la construcción del conducto de desagüe que atraviesa la escollera,
para este tipo de presa que debía contener agua por pocas horas y para las escasas lluvias que se
precipitan en la cuenca 34.
Se aprecia aquí la falta de conocimiento del medio y la falta de experiencia, al emprender una
obra que debía resguardar a una ciudad de una vía natural de aguas. Que ya en aquella época, había
manifestado importantes avenidas aluvionales. Tal es el caso de la crecida de 1936, con una
precipitación de 15.6 mm.
El dique propuesto regularía hasta el doble de lo registrado en aquella oportunidad. Evidentemente no
sirvió para posteriores inundaciones como la registrada en 1959 y por supuesto tampoco en la de 1970.
Lo cierto es que el dique se construyó bajo la dirección de Tapper, pero su proyecto fue modificado
incluyéndose la torre y el conducto de desagüe; y así mismo, la obra resultó inútil para el gran volumen
de líquido y sedimentos, que fueron a dar contra el dique que no pudo evacuar los afluentes resultantes
de aquel diluvio de 50 mm. precipitados en 1 hora, aproximadamente.
Por huellas de sedimentos en las laderas de la olla, el volumen de agua y barro, llegó a superar
en 0.78 metros. el coronamiento del dique, que cedió por la presión del material de arrastre, al no
encontrar cabida en el lecho del embalse, ocupado ya por diversas capas de sedimentos, acumuladas a
través del tiempo.
Al respecto, la opinión en cuanto a los niveles de embanque, motivo principal para dilucidar las
causas del desastre, varían según la fuente de donde provenga.
La Comisión Oficial dice que, el nivel se hallaba por debajo de los 11 metros de la corono del
dique, que alcanza 14; por lo tanto, la torre con celdas de desagüe de 10 metros se hallaba obstruida en
un 30 %; y el canal aliviador parcialmente obstruido. Si esto es correcto y teniendo en cuenta el gran
volumen de sedimentos que produjo la bajante, la obstrucción por falta de desembancado, ayudó para
que el proceso se completara antes de que el dique alcanzara a evacuar. Hecho que sí se produjo en
diciembre de 1939 y durante la finalización de la construcción del dique, cuando el pluviómetro ubicado
en la obra registró, una lluvia de 46.8 mm. Entonces; cómo es que no pudo contener el agua de la lluvia
del 4 de enero de 1970 de 55mm, y con el dique terminado y en perfectas condiciones de
funcionamiento, según las autoridades de turno.
Para Tapper, el nivel de embancado, habría alcanzado hasta 11 metros, obstruyendo la torre y
el canal aliviador.
32
33
34
Ibídem.
Ibídem.
Op. cit. p.10.
Según los vecinos, la pared estaba agrietada y el zanjón, aguas abajo, no estaba asegurado con
paredes de refuerzo.
Casi todos los que han expresado su opinión, coinciden en la falta de atención y mantenimiento
del sistema aluvional, por lo menos en lo que se refiere a la simple observación directa de los que por
esos días, serían testigos del desafortunado hecho.
Actualmente, es otra la impresión que un tiene al visitar el lugar. La obra ya no se presenta
como un simple muro para contener las crecidas, sino un monumental dique de gran extensión y altura,
con la torre y sus celdas completamente a la vista, con un importante canal aliviador de aguas,
perfectamente limpio. Agua abajo, el zanjón Frías, se presenta igualmente limpio, canalizado y firme.
Llama la atención, la proximidad de viviendas junto al gran canal. También han quedado
incluidas, en el actual cuenco del embalse, un grupo de viviendas sobre unas lomas y entre las cuales
se observan huellas de avenidas aluvionales. Si nos imaginamos esta gran olla, repleta de aguas,
aquellas casas quedarían cubiertas totalmente.
¿Por qué están ahí?. Tal vez no conozcan la historia del lugar y por qué esa gran muralla ciñe la
quebrada.
¿Quién les autorizó a instalarse allí?.
Preguntas como estas hay que responderlas ahora, no ignorarlas como se hizo en 1969, por
ejemplo. Porque el lugar y su obra nos dan la sensación de estar bien protegidos, aquí en la ciudad y en
nuestras casas; pero, si un asciende al dique, se asombrará de arribar en tan poco tiempo, a la gran
pendiente que lo sostiene y la inmensidad solitaria que lo inunda. Se tiene la sensación de que está
abandonado, fuera de control y que puede comportarse a su antojo, si la naturaleza se lo exige.
Creo que estas sensaciones, no se experimentaron antes de la inundación de 1970, o no le ocurrió lo
mismo, alguien observó el lugar desde un helicóptero, el día anterior a la catástrofe.
¿Falta de responsabilidad, de experiencia, de datos precisos ó falta de consulta de los mismos?.
Después de ocurrido el hecho, vemos aparecer los antecedentes: 1939: 46 mm.; 1959: otra gran
inundación, después de la cual, el dique fue reparado y limpiado en 1962, después de que fuera creada
la Dirección de Defensa contra aluviones (ley 2797 del 23-1-61)35.
En 1967, se habría realizado el desembancado nuevamente con máquinas de la D.P.V., en el
tramo comprendido entre el camino que conduce al cuenco del Frías, hasta el dique mismo, según el
Ingeniero Daniel E. Cardone de la Dirección de Hidráulica. Pero del desembancado mismo del cuenco,
nada informa. Sólo insiste en que al día de la inundación se hallaba desembancado, confirmado esto,
personalmente y durante el mismo día 4 de enero de 1970, en horas de la mañana. Agrega que esto
puede ser constatado por fotografías tomadas en octubre de 1969.
Esto es muy curioso y hasta confunde nuestro juicio. Una vez más tenemos que hacer frente a
diversas opiniones: la del responsable, quien culpa a lo impredecible de la naturaleza y que como
hombre de ciencia explica la variedad de elementos, que se ponen en juego en una determinada
situación, que deriva en caos, según el grado y dimensión que alcancen, (densidad de cúmulos, altura,
humedad, tiempo de precipitación, etc.); y la del simple observador y afectado que sabiamente intuye,
pero que no posee los medios para hacer frente a las advertencias de su espíritu.
Al consultar al ingeniero Fonetti36, sobre la posibilidad de que se hubiera podido evitar que la
inundación causara tantos desastres, nos respondió que la prevención de estos siniestros era imposible.
Para calcular el volumen aluvional era necesario tener un control durante unos 50 años. Aseguró, que
era difícil saber si ocurriría una tormenta crítica, (y lo es todavía), hasta que se produzca, hasta que
precipite. Agregó que, el Frías, soportaría 90 mm. en 25 minutos, actualmente.
Con respecto a la formación de estas tormentas, aclaró que los cúmulos suelen alcanzar 25 Km.
de altura y se calcula que pueden descargar un tercio de su volumen; pero dónde es el interrogante.
Luego comentó que:
(...) “esto podía darse en el mismo sitio y con cierta intensidad; desplazarse y descargar
en un área muy amplia; o puede no hacerlo; o hacerlo en forma de granizo. El radar
detecta la formación de tormentas (hasta 200 en la época crítica de diciembre a marzo),
de esas 200, unas 80 representan serio peligro y en las que, habría que evacuar”. 37
En este sentido dijo que, se hacía imposible movilizar poblaciones tantas veces, si teníamos en
cuenta que en la mayoría de las ocasiones no se producen, ya que para que descarguen, deben darse
ciertas condiciones, tales como: una fuerte evaporación, más ingreso de aire húmedo del sudeste.
35
36
37
Ibídem. p. 43.
Ingeniero Fonetti. Dirección de Hidráulica. Testimonio oral.
Ibídem.
Otro elemento que es importante analizar, es el de la Estación Meteorológica de San Martín, que
detecta tormentas en un radio de 500 Km y que, justamente aquel día (4-1-70), localizaba la formación
de una gran tormenta hacia el Oeste, cinco horas antes de que precipitara. Da la sensación de que su
única función era localizar tormenta y nada más, porque nada se hizo o no se supo que hacer.
Hablamos de 1970, época en que ya existían los teléfonos, automóviles, altavoces. Estos tres
elementos, solamente, podrían haber salvado las vidas de algunas personas, que se hallaban junto a las
vías naturales de torrentes pluviales más riesgosas: zanjón Frías, calle San Martín, Cacique
Guaymallén; vías estas, en torno a las cuales se ciñe, históricamente, la mayor concentración
demográfica. El sistema de alerta al que hacemos referencia y en el que confluyen los tres elementos
mencionados arriba, más una estación meteorológica, funciona efectivamente, en la zona de las sierras
de Córdoba, salvando la vida de turistas y residentes, atraídos por las cálidas y transparentes aguas de
sus arroyos, que abruptamente, suelen transformarse, en peligrosos torrentes de líquidos pluviales, que
bajan de las altas sierras, donde se producen fuertes lluvias, haciendo elevar sus niveles hasta 10
metros, tornando un paisaje agreste y plácido en una trampa mortal; de la cual se encarga de salvar, un
equipo de emergencia que, informado, transita por una senda adyacente a los cauces, advirtiendo a las
personas, que se alejen de los ríos y arroyos.
Cabe preguntarse, si este sistema funcionaba en dicha zona en 1970 y si pudo adaptarse y
funcionar también en Mendoza.
Mientras preguntas como éstas quedan flotando en nuestra conciencia, el tiempo transcurre.
También fue así en la época que nos ocupa: tiempos de trabajo, investigación y responsabilidad y en los
que se vislumbra ese nuevo criterio de enfrentar el entorno natural. Se trata de convivir con él, lo más
armónicamente posible y no de avasallarlo.
7. Despues de la tormenta
“Hombre versus naturaleza” 38
Disipadas las negras aguas de la inundación, reseco y lánguido otra vez el terreno
pedemontano, reconstruidos los hogares y los espíritus; un año después, llega el tiempo del estudio y la
reflexión.
Aparecen publicaciones de análisis profundo sobre el fenómeno aluvional, una mayor
observación de nuestro entorno, evidencia la preocupación del mendocino por el comportamiento de la
naturaleza y ratifica su decisión de permanecer en su tierra, pero mejorando la relación con ella. Luego
vendrá la experiencia ecológica, controlando los residuos, ampliando espacios verdes, etc. Cuanto más
limpia esté Mendoza, más rápido y menos caótica será la inundación.
Parte del título de este capítulo, forma parte del artículo que la Profesora Nelly Gray de Cerdán
de la UNC., y que publicara un año después de la catástrofe. Para ella, el fenómeno aluvional de
Mendoza responde a:
(...) “una complicada y rápida evolución del paisaje que nos rodea. Se trata de
una zona de equilibrios críticos que pueden transformar el medio rápidamente.
Estos son: alta sismicidad, el clima seco con un régimen pluvial de 100 a 200
mm., concentrado en cuatro ó cinco precipitaciones de tipo torrencial” 39
.
Estas provocan serias y rápidas transformaciones del medio por que adquieren gran poder,
debido a la fuerte pendiente y se encauzan peligrosamente, cargadas de un volumen impresionante de
materiales sólidos, por estrechos cauces que desembocan en zonas pobladas.
Otro elemento causante de estos equilibrios críticos, es el hombre, cuya acción constante
modifica el medio ambiente que llega a perder, en muchos casos “su fisonomía de conjunto estable”,
advierte la misma Profesora y continúa diciendo:
“El hombre se ha involucrado con la naturaleza al organizar el espacio voluntaria o
involuntariamente. De manera que nos movemos en medio de un paisaje fruto del
hombre, antrópico, no natural. Los mendocinos hemos creado un oasis en medio del
desierto, pero a la para hemos roto un equilibrio natural. Esto hace que la labor diaria
dependa de la inteligencia que el hombre emplea en defensa de la naturaleza que pugna
constantemente por imponer y mantener su ritmo” 40.
Es decir, que el fenómeno aluvional, es un fenómeno natural y violento, al que el hombre
contribuiría interfiriendo negativamente y que se manifiesta en la creación de diques no adecuados,
38
39
40
Diario Los andes, Mendoza, 4-1-71. p. 4.
Ibídem.
Ibídem.
estrechamiento de los cauces, la reducción del número de cauces que naturalmente, antes atravesaban
la ciudad y puentes angostos que aumentan la velocidad de las bajantes.
Para esta investigadora, las soluciones a esta marcada inestabilidad de nuestro medio, sólo son
posibles mediante una profunda meditación coordinada de todos los aspectos, naturales y humanos,
asimilando esa situación de convergencia de factores que explican la realidad actual.
Si estamos de acuerdo con la Profesora de Cerdán, tendremos que concluir, en que el nuevo y
gran dique Frías y el sofisticado sistema hidrológico n solucionan el problema aluvional. Según ella, la
falta de estudios especializados y el encarar el problema, desde un punto de vista muy parcial, condujo
a la equivocación que pagamos constantemente por:
(...) “negar la individualidad del comportamiento de los arroyos que atraviesan nuestra
ciudad, e instalar un solo tipo de dique para todos igual” 41.
Cada aparato torrencial tiene un estilo propio de funcionamiento. Además, las precipitaciones no
son siempre intensas en la misma proporción en cada cuenca. El tipo de lluvias mendocinas es
localizado y afecta en distintos momentos a cada uno de ellos.
Este planteo se confirma si observamos el cuadro irregular, resultante de la inundación. 42.
“El dique San Isidro ha desaparecido prácticamente debajo de un espeso manto de
piedra y lodo, arrastrados por el mismo arroyo, el Frías fue destruido en forma explosiva
en pocas horas y los diques Maure y Papagallos se encuentran en diferentes estados de
conservación” 43.
Esto nos indica que no se puede ignorar la experiencia que nos dejó la inundación; es decir,
ignorar el comportamiento irregular de las aguas, antes de que lleguen a los cuencos de los diques, para
ser retenidas. Como sigue diciendo la Profesora Cerdán:
“Es necesario conocer la potencia de los arroyos superiores y sus cuencas, que es
justamente donde reciben su carga máxima y donde realizan un rápido y violento trabajo
de remoción de materiales de todo peso y calibre. Corrección y no contención; es decir,
retardar el tiempo de concentración en las cuencas altas”. 44
La investigadora termina su nota denunciando, que esta “corrección”, no se ha comenzado y
que es ésta y no la simple contención de los torrentes, la que debe ser objeto de estudios técnicos
minuciosos. Exhorta sobre la necesidad de un plan de acción orgánico a muy largo plazo, que permita la
vigilancia constante de los procesos geomorfológicos, a fin de concebir y construir un sistema de
defensas, que no caduque, que se adecue constantemente a las necesidades de la zona, hasta lograr
un control completo de las aguas.
En parte, estos requerimientos han sido cumplidos en forma paulatina. La red
hidrometeorológica, que opera en INCYTH, la limpieza de diques y cauces, el llamado a concientizar a la
población suburbana, sobre los riesgos de la deforestación y mal asentamiento, etc. Pero no se ha
tenido en cuenta, sino hasta hoy, en que se están realizando obras de acuerdo a las investigaciones de
la UNC, respecto del control superior de las cuencas, mediante pequeños diques de contención, que
corrigen el escurrimiento brusco de las aguas, de manera que llegando al dique Frías, puedan ser
evacuadas cómodamente y sin grandes riesgos de desmoronamiento, debido a la fuerza del agua, que
desciende por una pendiente marcada verticalidad.
Todo esto ha sido posible, gracias al trabajo y perseverancia de investigadores que, mendocinos
al fin, tratan de que hombre y naturaleza, puedan resolver positivamente, este enfrentamiento, que ya es
inevitable.
También se debe a la responsabilidad de las nuevas autoridades de gobierno que, igualmente,
imbuidas de esa naciente idea ecológica, han estado más abiertas a las opiniones fundamentadas por
técnicos y profesionales, muchas veces, desinteresados. Y han otorgado los medios, para que se creen,
los organismos de control necesarios y se efectúen obras de carácter prioritario, como así también, los
grupos de emergencia que, increíblemente, no existían en 1970.
8. Creación de nuevos organismos
Con esta última y grave experiencia, se ha tomado la debida conciencia y los diversos
organismos, se han puesto a trabajar. Se han creado otros para áreas que no existían anteriormente.
Tal es el caso del Centro Regional Andino del INCYTH (Instituto Nacional de Ciencia y Técnica
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Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Hídricas). Dicho organismo, opera desde el año 1975 una red hidrometeorológica, en un área de 600
Km cuadrados al oeste de la ciudad de Mendoza. A partir de 1982, se automatiza y se extiende 45.
La aplicación más importante de esta red, es el “servicio de alerta hidrológica” para el río
Mendoza y las cuencas aluvionales del oeste del gran Mendoza. Esto permite aumentar la seguridad de
las obras hidráulicas, que se operan en la región y las que se construyan en el futuro 46.
Las características de este sistema le permiten trabajar en “tiempo real”, es decir, que la
información sobre precipitación ó escurrimiento, está disponible en una central de recepción y
procesamiento, simultáneamente con la ocurrencia del fenómeno hidrológico ó meteorológico en estudio
ó evaluación47.
Es importante aclarar que, los objetivos de la red han sido elaborados considerando el aluvión
del 4 de enero de 1970 y uno de ellos es, disponer de un sistema de alerta hidrológica de aluviones para
la ciudad de Mendoza y departamentos vecinos. 48.
El sistema funciona mediante la instalación de estaciones pluviométricas, seis de las cuales
están situadas en áreas urbanas de los departamentos Capital, Godoy Cruz, Luján y Rivadavia; el
resto, en la zona pedemontana.
El río Mendoza también se halla controlado a través de sus dos afluentes (Tupungato y Cuevas),
debido a los antecedentes de obstrucción del río Plomo (afluente del Tupungato), por parte del glaciar
homónimo; en 1985 produjo un endicamiento y embalse de aguas con características peligrosas.
Durante un curso de postgrado, entre el 28 de setiembre y el 23 de octubre de 1992, sobre
recursos hídricos, se trató el tema de alerta hidrológica en Mendoza. De las exposiciones se obtiene la
siguiente información:
(...) “en la zona pedemontana de Mendoza no existen ríos como tales, sólo torrentes que
permanecen secos la mayor parte del año. En esta área, las nevadas son débiles y poco
frecuentes, la precipitación media anual raramente supera los 300 mm. Sin embargo, la
mayor parte de estas lluvias precipita durante el verano, originadas por tormentas de tipo
convectivo de alta intensidad y corta duración. Existen registros históricos de 90 mm. en
una hora y registros instantáneos de 5 mm. por minuto”. 49
Estos datos, estarían confirmando la resistencia y funcionamiento del Frías (actual), a pesar de
que no se dan fechas exactas de aquellos registros.
“El tiempo real”, característica del sistema del que hablamos, se hace imprescindible por la
morfología del lugar y por los tiempos de concentración de los líquidos que oscilan, entre pocas horas
a 15-30 minutos, según el área y pendientes; los puntos más altos, están a 3000 metros y los más bajos
a 800 metros, separados entre sí, por menos de 30 kilómetros.50
Todo esto, sumado a la escasa protección vegetal, por depredación humana y animal, crea
condiciones muy dificultosas para un sistema de alerta hidrológica, exigiendo un equipo de transmisión
en verdadero tiempo real.
Considerando estos informes, es necesario reflexionar sobre los medios o elementos que se
están utilizando actualmente, en este tipo de instalaciones 51 y que no estaban al alcance de los
funcionarios e investigadores de los años 60. Lo que no justifica, la desactualización de obras
antialuvionales, su mantenimiento y un mejor y progresivo ordenamiento urbano y social.
9. Operatividad del Sistema de Alerta Hidrológica de las cuencas aluvionales
Sin entrar en detalles del complejo sistema de alerta hidrológica del INCYTH 52 , nos
aproximaremos a su cometido, tratando de describir sus características más notorias.
Por supuesto, la campaña en torno a este sistema se organiza durante el verano, época en que
existe el peligro aluvional. La información básica parte del Servicio Meteorológico Nacional, quien tras un
sondeo, comunica al Centro Regional andino las posibilidades de formación de tormenta y su
localización.
En caso de que comience a precipitar sobre las estaciones de la red, que están situadas
estratégicamente, estas comienzan a transmitir automáticamente: identificación de la estación,
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INCYTH. Sistema de alerta hidrológica en Mendoza. Fernández, Pedro y otros. Mza., 1992, pp. 1.
Ibídem.
Ibídem. p. 2.
Ibídem. p. 2.
Ibídem. p. 4.
Ibídem. p. 4.
Ibídem. p. 5-7.
Ibídem. p. 8.
acumulación de mm. y hora. Esto en sólo milisegundos y sincronizado por un solo reloj, él de la
computadora.
Luego, se define el nivel de alerta de cada cuenca en relación con las posibilidades de
escurrimiento de la cuenca afectada y su grado de control y peligrosidad.
En caso de que los datos computados deriven en un alerta 53 , el operador de turno avisará
telefónicamente o radialmente, a las personas a cargo de los organismos pertinentes, pera lo cual
dispone de una lista de nombres y teléfonos oficiales y particulares.
Uno de esos organismos es el Departamento General de Irrigación, cuya función ante
situaciones de alta precipitación, es ejecutar las maniobras necesarias en el sistema de riego, a fin de
preservar vidas y bienes54.
La Dirección Provincial de Defensa Civil posee un plan de emergencia muy vasto y eficiente que
no existía como tal, en 1970 y con el que hoy podemos contar felizmente. Tiene como misión ejecutar
las tareas de generar la “alerta selectiva”, en las probables zonas afectadas. El plan incluye los
departamentos de Capital, Godoy Cruz, Guaymallén, Las Heras, Maipú, Luján y Lavalle.
Posee una estructura especial para atender el sistema de alerta hidrológica que emana del
INCYTH y de la que no se informa a personas ajenas al organismo55.
Estos datos seguramente nos tranquilicen, porque sabemos ahora, que se está trabajando,
velando por la seguridad de los habitantes de una ciudad en “riesgo natural”. Pero la amenaza sigue
latente, la inundación puede regresar y llevarse nuestro patrimonio, a nuestra propia ciudad ó tan sólo
maltratarla.
Podremos alejarnos cuando se nos alerte de los torrentes aluvionales, pero no podremos salvar
a la ciudad, a nuestras posesiones.
La lucha contra el aluvión continúa.
10. Veinticuatro años después
Muchos, sobre todo los que no fueron afectados directamente por el desastre, casi no lo
recuerdan. Otros, tal vez crean que nada se está haciendo para prevenir un próximo aluvión.
Como ya se ha dicho. Este fenómeno es impredecible. Pero hoy, gracias a las importantes obras
que se realizan, es posible mitigarlos.
La lucha contra el aluvión continúa y esta se entabla, actualmente, en el mismo piedemonte y en
la misma precordillera; allí donde se origina el problema, en un área muy vasta que es necesario
controlar, porque de nada servirá el nuevo dique Frías, en caso de que una fuerte precipitación se
produzca fuera de sus cuencas y fuera de la de los otros diques, (Maure, Papagallos, etc.).
Por ello, el Ministerio de Medio Ambiente Urbanístico y Vivienda avaló el Programa de
Investigación y Desarrollo Manejo Ecológico del Piedemonte56, que se inició en agosto de 1992, en la
cuenca del Maure.
El programa “engloba aspectos referidos a corrección de torrentes y control de erosión,
mejoramiento del hábitat, investigación de procesos físicos y biológicos y educación” 57. Si bien sus
objetivos y actividades son muy amplios, uno de ellos, capta especialmente nuestra atención: es el de la
disminución del riesgo de catástrofe por aluviones, mediante la conservación de la diversidad biológica y
funcional del piedemonte, “corrigiendo, mejorando y restaurando su capacidad de bienes y servicios a la
sociedad”.58
Una de sus características, es la austeridad del plan de actividades, ya que parte del mismo se
realiza a muy bajo costo financiero, nucleando acciones voluntarias y de instituciones educacionales. La
forestación, por ejemplo, se efectúa a través de las escuelas situadas en las cercanías de las cuencas
referidas, creando así, una conciencia más latente de los problemas de un ecosistema tan frágil.
Las obras que se realizan son de carácter intensivo y extensivo:
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Ibídem. p. 10.
Gobierno de Mendoza. Defensa Civil. Alerta Hidrológica. p. 7.
Ibídem. p. 8-9.
Unidad de Manejo Ecológico de Cuencas. CRICYT. Mza. 1993.
Ibídem. p. 5.
Ibídem. p. 6
“Las de carácter intensivo, que son la realización de pequeñas obras: trampas de agua,
diques de gaviones, etc. y las de carácter extensivo, que es el mejoramiento de la
vegetación natural presente” 59.
Las “trampas de agua” permiten el aprovechamiento de las aguas aluvionales, al quedar
retenidas en el vaso, facilitando el enriquecimiento subsuperficial y la recarga de acuíferos. Así, su
entorno, se vuelve más húmedo y favorece el progreso de las especies transplantadas. Luego, los
“diques de gaviones”, construidos por debajo del sector de las trampas; módulos de tejido de alambres
rellenos de piedras, retienen los acarreos por su estructura flexible, y en caso de rotura de alguna de
las trampas(aguas arriba), brindan protección, soportando el flujo que genera la destrucción de aquellas.
Además, su construcción, resulta sumamente económica ya que se utilizan elementos de poco costo y
autóctonos (cantos rodados); además no requiere mano de obra calificada como la construcción de
estructuras de mampostería.
“Una ventaja adicional del empleo de pequeñas obras es que el sistema de corrección
actúa, con la primera obra construida; situación que no se presenta cuando se construye
una gran obra como las que existen” 60.
Como vemos, aquella idea que expresaran los investigadores en las publicaciones periodísticas
de 197161, ha sido concretada, esperamos que de manera eficiente, para que reduzcan el riesgo natural
ante el cual vivimos expuestos. Sólo nos queda esperar, para comprobar, si lo materializado desde
1970, rinde sus frutos. Puede asegurarse que si el próximo aluvión proviniera de las misma cuencas que
aquel, sería controlado por las obras actuales. Pero, como esto no es predecible, debemos seguir
atentos a la investigación y trabajos encaminados al control del fenómeno.
11. Conclusión
Tras el desarrollo de los acontecimientos relatados, de las erráticas primeras declaraciones en
torno a lo acaecido el fatídico domingo 4 de enero de 1970, que costó tantas vidas y bienes, mucho se
dijo y especuló. Si bien es cierto que también se asumieron responsabilidades, fueron de carácter tardío.
Tan tarde, que a un año del desastre, en plena y nueva temporada estival y con peligro de grandes
precipitaciones, el panorama del Frías continuaba igual.
Vendrían otros hombres, más capaces y con más elementos a su alcance que capitalizarían la
experiencia e iniciarían una serie de acciones que continuarían hasta hoy.
Pero, quién responde a los interrogantes de aquel aluvión. Viviendas riesgosamente asentadas,
cauces y diques no controlados y con averías, etc.
Es difícil hacer un análisis pormenorizado de todos y de cada uno de los elementos que
engloban el fenómeno aluvional, por el tipo de comportamiento que manifiestan; pero existen y siempre
han existido las señales de la naturaleza, en evidente advertencia. Lo hemos visto ya a través de los
registros de otras inundaciones y en los ríos secos que aparecen ya en los planos de la ciudad de
Mendoza, del siglo pasado.
Honesto sería entonces confesar que, la tragedia no pudo evitarse porque no existían los
medios para hacerlo, porque no se concientizó con las experiencias de 1939 y 1959, porque tal vez no
hubo preocupación por estos temas y sólo se trató de mantener lo que se había construido en 1940; un
muro de tres metros de ancho, relleno de piedras y cubierto de una fina capa de asfalto; de poca altura y
que al estar realizado en la confluencia de tres ríos secos, que luego forman el Frías, se habría ido
cubriendo de embanque con las periódicas bajantes. Se sabe que estas acumulaciones no permiten el
buen funcionamiento de los diques de contención.
Antes de derrumbarse, el dique Frías habría recibido varios aportes de sedimentos, debido a
que se había producido en sus inmediaciones, una seguidilla de tormentas con fuertes precipitaciones
durante los tres días anteriores a la catástrofe.
Era solamente el preludio de lo que ocurriría el 4 de enero por la tarde y que acabaría con el
inerme dique Frías, el que no estuvo en condiciones para cumplir con el cometido de su creación:
contener y controlar los aluviones precordilleranos.
Pero, no sólo no sirvió porque el volumen de aguas aluvionales fuera impresionante para su
capacidad, sino porque no fue mantenido en condiciones, reforzado y controlado debidamente.
La tragedia pudo evitarse, simplemente porque, de haber estado emplazado el dique actual, que
soporta 90 mm. en 25 minutos, podría haberlo hecho con menos volumen en 1970. Se aduce que para
estudiar y controlar el fenómeno se necesitan 50 años de registros estadísticos. Pensamos que con 30
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61
Ibídem. p. 115-119.
Ibídem. p. 117.
Ver p. 23-24.
años, llenos de antecedentes desde 1939, se podría haber avanzado algo más, que la simple
observación y escasa manutención del Frías y otros cauces.
Creemos que lo que ocurrió, fue por la falta de toma de conciencia, responsabilidad real y estudio de las
condiciones ambientales que nos rodeaban.
Así como hemos venido construyendo los últimos 50 años, nuestras casas, de manera tal que
puedan prevenirnos de un resultado desastroso, ante un temblor de gran intensidad, como ocurrió en
25 de enero de 1985; debieron, los que tuvieron la autoridad y los medios para hacerlo, construir el
dique que hoy nos protege, junto con otras obras de características especiales que hemos analizado. Y
además crear los organismos esenciales para que actuaran ante una emergencia.
Al respecto, resulta casi vergonzoso descubrir, que en 1970, no existían, ni plan ni organismo de
Defensa Civil.
No obstante estas carencias de carácter social, junto con medidas de acción ambientales de los
funcionarios de la época, hay que decir, que la ayuda a los sectores más castigados por la inundación,
fu rápida y eficaz, incluso excesiva, (según palabras de la asistente social María C. Amitrano), gracias al
trabajo de los efectivos sociales que actuaron en los distintos albergues, que dispuso el gobierno
inmediatamente de conocidos los hechos.
Fue una labor improvisada, pero eficiente; de carísimos resultados, que esperamos hayan
servido de experiencia real a todos; desde los que indiferentes arrojamos residuos a nuestras acequias,
agudizando ya, aquí abajo el problema aluvional; hasta los funcionarios de turno, que
responsablemente, deben atender y proveer a los estudios que realizan investigadores de la nueva
corriente ambiental y ecológica, tendiente a conseguir una convivencia armónica, con el medio,
preservándolo para que así contribuya finalmente, a nuestra propia permanencia.
12. Bibliografía y fuentes
Programa de Investigación y Desarrollo. Manejo Ecológico del Piedemonte del CRICYT, Mza. 1993
Bertranou, A. y otros. “Uso del Agua y Ambiente Hídrico. El caso de Mendoza”. CRICYT. Mza. 1978.
Dragui Lucero, Juan. “Integración de la ciudad de Mendoza a través de su evolución histórica”. En
Actas de la XV Semana de Geografía. Mza. UNC. 1951.
Ponte, Ricardo. “Aquella Ciudad de Barro”. Municipalidad de Mendoza. 1987.
> Solanes, Miguel R. y otros. “Aspectos sociales, institucionales y legales del manejo de
áreas inundables. INCYTH., Mza. 1977.
> Informe oficial de la Comisión Investigadora del Ministerio de Obras y Servicios Públicos. Gobierno de
Mza. 1970.
> Sistema de alerta hidrológica en Mendoza. INCYTH, 1992.
> Alerta hidrológica de la Defensa Civil. Gno. de Mza.
de Manejo Unidad Ecológico de Cuencas. CRICYT. Mza. 1993.> Diarios Los Andes y Mendoza.
Trabajo enviado por:
Lic. José Osvaldo Antequera
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