Subido por Carlos German Narvaez Arteaga

ACTIVIDAD 1.2 FACTORES BIOLÓGICOS, COGNITIVOS Y AFECTIVOS

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ANÁLISIS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO
FACTORES BIOLÓGICOS, COGNITIVOS Y AFECTIVOS
ACTIVIDAD 1.2
TRABAJO PRESENTADO POR:
CARLOS GERMAN NARVAEZ ARTEAGA
MATRICULA:
EDCO16043
PRESENTADO A:
ADRIÁN ABREGO RAMIREZ
Febrero 20 de 2016
FACTORES BIOLÓGICOS, COGNITIVOS Y AFECTIVOS
Teniendo en cuenta el estudio del comportamiento humano desde sus
diferentes factores como los son: el biológico apaleando a la genética, el
cognitivo teniendo en cuenta la inteligencia, y el afectivo en donde se explora
los sentimientos, se puede determinar que estos interactúan de manera
conjunta para establecer el comportamiento que va a tener un individuo en sus
diferentes etapas de desarrollo durante la vida.
Ahora bien, abordando el factor biológico desde la genética del ser
humano, Ochando (2002) comenta sobre el “determinismo biológico” lo cual
significa que parte del comportamiento humano se encuentra codificado en
nuestros genes, lo que significa hablar de ciertos comportamientos que tendrá
el individuo y que serán inevitables de ejercer.
Pero también es importante destacar dentro del desarrollo del ser
humano, que en sus iniciaciones se producen cambio biológicos como
resultado de una excesiva o falta de secreción de ciertas hormonas, y que el
contenido genético el cual va a determinar el comportamiento de cierto
individuo es contrario a ese resultado, lo que produce un sentido inverso a la
constitución cromosómica real. Como lo sustenta Lewontin (1984), en donde
las diferencias biológicas constituyen una señal para la diferenciación de
papeles sociales, pero no parecen ser necesariamente su causa. Contrario a
esto, no se debe olvidar que el ser humano al nacer, tiene pocas vías
neuronales construidas, por lo cual las conexiones neuronales se van
estableciendo basadas no solo en un programa epigenético, sino y
fundamentalmente a la luz de la experiencia, lo cual es adaptativo en el
desarrollo de la capacidad de aprendizaje y de enfrentamiento de nuevas
situaciones.
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Lo anterior lo podemos sustentar en los procesos realizados en los
zoológicos, en donde a las hembras chimpancés se les ponen videos para
enseñarles el “instinto maternal” por lo cual se podría concluir que no es tan
instintivo y que se necesita refuerzo del contacto temprano y cierto grado de
aprendizaje para el normal desarrollo de dicho instinto.
También son interesantes los estudios que expone Ochando (2002)
sobre la conducta agresiva, en donde los estudios recientes y preliminares
arrojan que un gen mutante que produce alteraciones del metabolismo
cerebral da como resultado algunas formas de comportamiento agresivo y
violento, desencadenado a menudo por la cólera, el miedo o la frustración.
Igualmente estudios sobre psicosis maniaco depresiva indican la clara
influencia del medio ambiente, como el sucedido después de la segunda
guerra mundial, en donde existen unas tasas superiores de depresión sobre
cada generación sucesiva después del evento.
Por lo anterior se concluye que resulta absurdo el confrontar los genes y
el ambiente, y que más bien, para el desarrollo de un ser vivo, el organismo,
el individuo, el fenotipo, es resultado de la necesidad de genes y ambiente, por
lo cual dicho de otra forma, “genotipo más ambiente originan como producto,
el fenotipo, el organismo” (Ochando, 2002. p. 31).
Abordando ahora la inteligencia como un factor cognitivo respecto al
comportamiento humano, se tiene una primera apreciación por parte de Deci
y Ryan (2002), en donde se propone que la capacidad humana para la
interacción interpersonal constituye una capacidad cognitiva diferenciada y
motivada, la cual propone tres necesidades orgánicas básicas, la cuales
requieren de los otros para lograr una satisfacción, la cuales son: la autonomía,
la competencia y la vinculación. Entendiéndose la autonomía como la
necesidad de elegir cuando y como regular la conducta, en donde la persona
elige por si misma frente a la posibilidad de que sea el entorno, decidiendo que
hacer, cuando hacerlo, cómo hacerlo y cuando dejar de hacerlo, teniendo
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nuestra conducta lo más relacionada posible con nuestros intereses,
preferencias y deseos (Deci y Ryan, 1985). La otra necesidad básica es la
competencia, la cual se define como necesidad de ser eficiente en las
interacciones con el entorno, reflejando el deseo que tienen las personas por
ejercitar sus capacidades y habilidades buscando superar sus retos (Deci y
Ryan, 1985), una experiencia de ésta necesidad puede ser la de una persona
que puede manipular y ejercer un efecto en su entorno de acuerdo con sus
intenciones. Finalmente, la vinculación tomada como la necesidad de
establecer lazos emocionales cercanos con otras personas, expresan el deseo
de estar emocionalmente conectados e interpersonalmente implicados en
relaciones cálidas (Baumeister y Leary, 1995; Guisinger y Blatt, 1994, Ryan,
1991), lo que conlleva a un mejor funcionamiento de la persona haciéndola
más resistente al estrés y soportando mejor las dificultades.
Dentro de este factor también es importante tener en cuenta la capacidad
de el apego, que para Bowlby (1973, 1980, 1982/1969) lo presenta como un
dispositivo conductual innato, el cual tiene importantes implicaciones en la
conformación de la personalidad y en la conducta interpersonal, en donde éste
se activa si percibe amenaza o peligro, con lo cual el individuo busca personas
cercanas que puedan protegerlo, sintiéndose así seguro y activando
representaciones mentales positivas sobre los otros y sobre sí mismo. Con lo
cual se mantiene una estabilidad emocional, desarrollo de una buena autoimagen y la formación de actitudes positivas, manteniendo relaciones
interpersonales cercanas durante toda la vida, teniendo en los primeros años
a los padres, para luego pasar a los amigos, la pareja, el grupo entre otros.
Para culminar con el factor cognitivo respecto del comportamiento
humano, dentro de las evidencias arrojadas por investigaciones del enfoque
social constructivista o de cualquiera de sus variantes, se infiere que existe
una predisposición, una naturaleza biológica que nos define como seres
sociales, en donde existe un impacto de las relaciones previas sobre las
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nuevas, la capacidad para discriminar la valencia de las expectativas de la
conducta de los otros en la relación, las experiencias previas con la figura del
apego y el contenido de las metas interpersonales (Gámez y Marrero, 2005).
Finalizando con el factor afectivo y teniendo en cuenta los sentimientos
sobre el comportamiento humano, abordaremos primero que todo el término
afecto, el cual según Ciompi (2007), lo define como un estado psicofísico
global de calidad, duración y grado de conciencia variable, el cual puede ser
consciente o inconsciente y puede durar entre segundos a semanas, además
de ser psicosomático manifestándose simultáneamente en lo psicológico y lo
corporal.
Una de estas formas en la que se relaciona el afecto (psicológico) y la
actividad biológica (corporal), es por ejemplo, en los estados de rabia o de
pánico, llamados simpaticotónicos, donde se movilizan y derrochan enormes
cantidades de energía en un corto lapso de tiempo, a diferencia de los estados
parasimpaticotónicos como el júbilo o el amor, en donde la energía biológica
se derrocha de manera lenta y mesurada.
Ahora bien, los afectos no solo funcionan como un proveedor de energía
(motor o freno) de cualquier actividad intelectual, sino que influyen
continuamente en el pensamiento y las acciones mediante una serie de
“efectos conmutadores” que determinan en todo momento lo que es importante
de lo que no lo es, centrando su foco de atención en el estado afectivo ordinario
e ignorando lo que no le incumbe Ciompi (2007).
Otro de los componentes del factor afectivo son los programas integrados
de sentimientos, pensamiento y comportamientos (SPC), los cuales cuando
son vividos simultáneamente en una situación determinada, tienden a
grabarse en la memoria como unidades funcionales, las cuales reaccionaran
en situaciones semejantes y se diferenciaran y se modificaran eventualmente
bajo la influencia de nuevas experiencias. Así lo afirma Ciompi (2007) quien
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asevera que los programas SPC adquiridos en la primera infancia pueden ser
el origen de líneas de comportamiento que persisten durante toda la vida.
Es de tener en cuenta según la lógica afectiva, que tiene una gran
importancia el ambiente emocional en donde se desarrolla una cierta
comunicación, por lo cual, los docentes debemos explotar un humor afectivo
de los estudiantes para que el mensaje sea mucho más fácilmente
comprensible y aceptado, activando en el interlocutor los programas
integrados del sentir, del pensar y del comportarse provocando poco a poco
cambios efectivos.
Para concluir, podríamos decir que desde el punto de vista del sexo de
un
individuo, éste puede aprender cualquier comportamiento y que la
socialización
puede
redirigir
el
desarrollo
de
éste
minimizándolo,
maximizándolo o anulando las diferencias.
También se puede inferir que tanto el genotipo como el ambiente son
necesarios, imprescindibles, y ninguno por separado es suficiente para el
desarrollo del fenotipo. Cada individuo es una historia única de formas,
fisiologías y comportamientos cuya historia inicia en la concepción y termina
después de la muerte.
Finalmente, la creencia del poder del más fuerte para sobrevivir, está
cambiando para ahora entrar a afirmar que la capacidad de trabajar en
armonía, de colaborar en una forma diferente, de manera económica y con
amor, es la invención más fructífera de la evolución a largo plazo.
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Bibliografía
Baumeister, R. F. y Leary, M. R. (1995). The need to belong: Desire for
interpersonal attachments as a fundamental human motivation,
Psychological Bulletin, 117,497-529.
Bowly, J. (1969/1982). Attachment and Loss, vol. 1. Attachment. London:
Hoghart Press.
Bowly, J. (1973). Attachment and Loss, vol. 2. Separation. New York: Basic
Books.
Bowly, J. (1980). Attachment and Loss, vol. 3. Sadness and depression. New
York: Basic Books.
Ciompi, L. (2007). Sentimientos, afectos y lógica afectiva: Su lugar en nuestra
comprensión del otro y del mundo. Revista de la Asociación Española de
Neuropsiquiatría, XXVII. 425-443.
Deci, E. L. y Ryan, R. M. (1985). The General Causality Orientations Scale:
Self-determination in personality. Journal of Research in Personality, 19,
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Deci, E. L. y Ryan, R. M. (2002). Handbook of self-determination. Rocherster:
University of Rochester Press.
Gámez, E. y Marrero, H. (2005). Bases cognitivas y motivacionales de la
capacidad humana para las relaciones interpersonales. Anuario de
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Guisinger, S. y Blatt, S. J. (1994). Individuality and relatedness: Evolution of a
fundamental dialectic. American Psychologist, 49, 104-111.
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Lewontin, R., (1984). La diversidad humana. Edit. Labor. Versión original
inglesa Scientific American Books, 1982.
Ochando, M. D. (2002). Genes y comportamiento de género: azar o
necesidad?.
Departamento
de
Genética.
Facultad
de
Ciencias
Biológicas. Universidad Complutense. Madrid.
Ryan, R. M. (1991).The nature of the self in autonomy and relatedness. En J.
Strauss y G.R. Goethals (Eds.), The self: Interdisciplinary approaches
(pp.208-238). New York: Springer-Verlag.
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