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COMO HABLAR BIEN EN P�BLICO
E INFLUIR EN LOS HOMBRES DE NEGOCIOS
DALE CARNEGIE
COMO HABLAR
BIEN EN PUBLICO
E INFLUIR EN LOS HOMBRES
DE NEGOCIOS
Traducci�n y adaptaci�n de
JORGE CIANCAGLINI
EDITORIAL SUDAMERICANA
PRIMERA EDICION
Octubre de 1947
INTRODUCCION
2a. Reimpresi�n en M�xico: marzo, 2003
Queda hecho el dep�sito que
previene la Ley 11.723
C1947, Editorial Sudamericana, S.A.
Humberto 1531, Buenos Aires.
ISBN: 950-07-0155-3
T�tulo del original en ingl�s:
Men in Business
Public Speaking and Influencing
En toda la naci�n se est� produciendo un movimiento de
educaci�n adulta; y la fuerza m�s sorprendente de este movimiento es Dale Carnegie, un hombre que ha escuchado y
criticado m�s discursos de gente adulta que ning�n otro ser
humano. De acuerdo con un reciente "Cr�ase o no", de
Ripley, ha criticado 150.000 discursos. Si esa suma no nos
impresionare por s� sola, recordemos que significa un discurso por cada d�a transcurrido desde el descubrimiento de
Am�rica. O en otras palabras, si todos los hombres que hablaron delante de �l lo hubieran hecho durante s�lo tres
minutos cada uno, y en r�pida sucesi�n, habr�a debido escuchar un a�o completo, con sus d�as y sus noches.
La carrera de Dale Carnegie, llena de bruscos contrastes,
es un ejemplo de lo que puede lograr un hombre que est�
asediado por una idea original y aguijoneado por el entusiasmo.
Nacido en una alquer�a de Misuri, a diez millas del ferrocarril, no vi� un tranv�a hasta que tuvo doce a�os: hoy a
los cuarenta y seis, le resulta familiar cualquier rinc�n de la
tierra, desde Hong-Kong hasta Hammerfest; y en cierta oportunidad estuvo m�s cerca del Polo Norte que el almirante
Byrd del Polo Sur, en Little America.
Este muchacho de Misuri que cog�a moras y cortaba casta�as por cinco centavos la hora, gana hoy un d�lar por
minuto ense�ando a los jefes de grandes compa��as comerciales el arte de la expresi�n.
Este muchacho que fracas� por completo en las seis primeras veces que habl� en p�blico, fu� m�s tarde mi empre7
sario comercial. Gran parte de mi �xito lo debo a las ense�anzas de Dale Carnegie.
El joven Carnegie debi� luchar duramente para educarse,
porque la mala suerte sol�a ensa�arse con la vieja alquer�a
Desalentada ante una sucesi�n de fracasos, la faMisuri.
de
milia vendi� la alquer�a y compr� otra en el mismo Estado,
cerca de la Escuela Normal de Warrensburgo. Por un d�lar
diario le dar�an estancia y comida en el pueblo. Pero Carfue diariamente a
negie no lo ten�a. Se qued� en su ycasa
caballo a la escuela normal, que estaba a tres millas de
distancia.
Hab�a seiscientos estudiantes en la escuela, y Dale Carnegie era uno de los cuatro o cinco que no pod�an quedarse a
que hab�a algunos grupos
comer en la ciudad. Pronto vio
en la escuela que eran los que ejerc�an influencia y pose�an
eran los buenos jugadores de futbol y beisbol, y
prestigio:
los que ganaban los concursos de debates y elocuencia.
Puesto que los deportes no le atra�an, decidi� ganar un
concurso de oratoria. Pas� meses preparando sus discursos.
mientras galopaba de ida y de vuelta a la
Los practicaba
mientras orde�aba las vacas, y
normal; practicaba
escuela
se sub�a a una parva de heno, y con gran placer y entusiasmo
echaba un discurso a las asustadas palomas, exhort�ndolas a
interrumpir la inmigraci�n japonesa.
Pero a pesar de toda su vehemencia y preparaci�n, sufri�
no un
derrota tras derrota. Y de pronto comenz� a ganar,
concurso, sino todos los concursos de la escuela.
Otros estudiantes le pidieron que los adiestrara. Y tambi�n
ganaron.
Una vez graduado, comenz� a vender cursos por corresW yoming.
pondencia a los "rancheros" de Nebraska y
A pesar de su inquebrantable energ�a y entusiasmo, no
tuvo �xito. Se desalent� tanto, que regres� al cuarto de su
hotel, en Nebraska, se ech� sobre la cama y llor� amargamente. Deseaba volver a la escuela, deseaba replegarse de la
dura batalla de la vida; pero no era posible. Entonces decidi�
a Omaha y conseguir otro trabajo. No ten�a dinero para el
ir
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Pasaje, y viaj� en un tren de carga, alimentando y abrevando
dos vagones de caballos como pago de su viaje. Se ape�
en Omaha del Sur y consigui� san empleo de vendedor de
tocino, manteca de puerco y jab�n, para Armour y Compa��a.
Su territorio se extend�a desde las Tierras Malas hasta
el Pa�s Indio de Dakota Occidental. Recorr�a su territorio
en tren de carga, en diligencia y a caballo, durmiendo en
mesones de pioneers donde la c�nica divisi�n entre pieza y
pieza era una s�bana de muselina. Estudiaba libros sobre el
arte de vender, montaba potros salvajes, jugaba al p�ker
con mestizos y aprend�a a cobrar dinero. Cuando alg�n almacenero del interior del pa�s no pod�a pagar al contado el
tocino y el jab�n que le hab�a pedido, Dale Carnegie le sacaba de los anaqueles una docena de pares de zapatos, los
vend�a a los ferroviarios y giraba el producto a Armour y
Compa��a.
A los dos a�os, esta zona, que ocupaba el vig�simoquinto
lugar en importancia para la firma comercial, pas� a ocupar
el primero. La compa��a le quiso ascender. "Ha realizado
usted lo que parec�a imposible." Pero Carnegie rechaz� el
ascenso y renunci�. Renunci�, fu� a Nueva York
estudi�
en la Academia Americana de Arte Dram�tica, y recorri�
el pa�s representando el papel del doctor Hartley en Polly
l a del circo.
Nunca hubiese llegado a ser un Booth o un Barrymore. Tuvo
el tino de reconocerlo. Y se dedic� a las ventas nuevamente,
esta vez de autom�viles, para la Compa��a Packard.
Nada sab�a de mec�nica, y nada le importaba ignorarla.
Profundamente desdichado, ten�a que dedicarse todos los d�as
a sus tareas comerciales. Ansiaba tener tiempo para estudiar,
/,ara escribir los libros que hab�a so�ado escribir cuando era
e
studiante. Y renunci�. Se dedicar�a a escribir cuentos y
novelas, y se mantendr�a ense�ando en una escuela nocturna.
qu�? Contemplando su pasado, apreciando los
� Ense�ando
neficios de sus estudios, comprendi� que el bablar en p�blico le hab�a instilado
m�s confianza en s� mismo, m�s
prestancia, m�s valor, y ese don para tratar con hombres de
be
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negocios, que todas las otras asignaturas de la escuela juntas.
Entonces solicit� de las escuelas de la Asociaci�n Cristiana
de j�venes, en Nueva York, permiso para dar cursos de
de negocios.
oratoria
para hombres
�Qu�?
�Convertir a hombres de negocios en oradores? Absurdo. Lo sab�an por experiencia. Hab�an probado ya, y hab�an fracasado.
Cuando se negaron a pagarle un sueldo de dos d�lares
por noche, Carnegie accedi� a percibir un tanto por ciento
-caso que los hubiere-. A los tres a�os
de los beneficios
le pagaban treinta d�lares por noche sobre esa base, en vez
de los dos que �l hab�a pedido.
El curso se ampli�. La fama lleg� hasta otras Asociaciones
Cristianas de Nueva York, y luego de otras ciudades. Pronto
Carnegie efectuaba triunfales giras por Filadelfia, Baltimore
m�s tarde, Londres y Par�s. Los libros de texto eran
y,
demasiado acad�micos, poco pr�cticos para los que se agol
paban en las aulas del notable profesor. Lejos de acobardarle
hablar bien
antecedente, escribi� uno titulado C�moEste libro
este
en p�blico e influir en los hombres de negocios.
es hoy el texto oficial de todas las Asociaciones Cristianas de
j�venes, como tambi�n de la Asociaci�n Bancaria y de la
Asociaci�n Nacional de Cr�dito.
Hoy concurren muchos m�s adultos a las clases de Carnegie que a los cursos de oratoria de las universidades de
Columbia y Nueva York juntas.
Dale Carnegie afirma que cualquier hombre es capaz de
hablar cuando se excita. Dice que si alguien da un trompis
y tumba al m�s ignorante individuo de la ciudad, �ste se
incorporar� y hablar� con tanto ardor, �nfasis y elocuencia,
que Guillermo Bryan le envidiar�a. Alega que casi cualquier
persona puede hablar en p�blico pasaderamente si tiene confianza en s� misma y una idea que le est� abrasando el seso.
La mejor manera de lograr confianza en s� mismo, dice,
es hacer lo que tenemos que hacer, y dejar una estela de experiencias felices. Por esto obliga a todos sus alumnos a hablar
todos los d�as de clase. Los alumnos lo hacen de buena
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gana. Todos est�n en el mismo barco: y por la pr�ctica
constante, nutren su valor, confianza y entusiasmo, del que
ya no se desprender�n m�s.
Dale Carnegie nos dir� que se ha ganado la vida durante
todos estos a�os, no con la ense�anza de la oratoria
-eso
fi� accidental-, sino ayudando a los hombres a dominar sus
temores y a desarrollar su valor.
Comenz� simplemente con un curso de oratoria, pero sus
alumnos eran hombres de negocios. Muchos de ellos no hab�on visto un aula por treinta a�os. Los m�s de ellos pagaban la ense�anza a plazos. Quer�an eficacia, resultados, y
pronto; resultados que pudiesen aplicar en sus negocios al
d�a siguiente.
Esto le oblig� a ser r�pido y pr�ctico. Y as� es como ha
creado un m�todo de adiestramiento original, �nico, sorprendente combinaci�n de Arte de hablar en p�blico, Arte de
vender, Relaciones humanas, Desarrollo de la personalidad
y Psicolog�a aplicada.
William James sol�a decir que el hombre medio s�lo desarrolla un diez por ciento de sus posibilidades mentales latentes. Dale Carnegie, al incitar a hombres ya adultos a que
descubran sus vetas y exploten sus ocultos minerales, ha iniciado uno de los movimientos m�s importantes en la educaci�n de adultos.
LOWELL THOMAS.
CAP�TULO
I
DESARROLLO DEL VALOR Y DE LA CONFIANZA
EN SI MISMO
preciAunque todos los hombres no tienen
si�n de ser oradores, ni escritores p�blicos, o carecen de aptitud o disposici�n para estos oficios;
sin embargo tendr�n muchos de ellos, en difentes situaciones de la fortuna y destinos de la
re
vida civil, ocasiones de acreditar con el imperio
de la palabra su m�rito, su puesto, su estado, su
poaer o su talento
ANTONIO CAPMANY
Hemos dicho que ese sujeto escribi� muchos
Los lilibros. �S�, s�, �ndense ustedes con libros!
bros no sirven para nada en tanto que no se puedan pronunciar discursos. El hombre de la esta�
Se concibe un
tua y que no haya sido orador.
hombre que tenga estatua y que no haya sido
orador? �C�mo un hombre que no haya sido orador puede tener estatua? Horror nos causa el
Un hombre que no es capaz de hablar
pensarlo.
en p�blico una hora seguida, �qu� derecho puede
tener a que se le inmortalice en una efigie de
bronce?
AZOR�N
M�s de dieciocho mil hombres de negocios, desde 1912
hasta la fecha, han concurrido a las clases sobre el arte de
hablar en p�blico que el autor ha dictado. Los m�s de ellos,
a pedido de �ste, han narrado por escrito las causas que los
movieron a inscribirse para tal adiestramiento y el resultado
que esperaban obtener. El deseo primordial, la necesidad apremiante que todas estas cartas expresaban, era -desde luego
que con fraseolog�a muy diversa- uno solo: "Cuando las
circunstancias me obligan a hablar -escrib�a uno tras otro�
me pongo tan nervioso, me arredro tanto, que no puedo ya
razonar con fluidez, concentrar la atenci�n, ni recordar qu�
ten�a pensado decir. Quiero adquirir confianza en m� mismo,
serenidad, y suficiente presencia de �nimo para poder pensar
cuando estoy en pie delante de un auditorio. Quiero llegar
a dominar mis pensamientos, desarrollarlos seg�n ilaci�n l�gica, y expresarlos con claridad y vigor, as� delante del directorio de un banco como en una sala de conferencias". Eran
miles las confesiones a este tenor. Citemos un caso concreto.
Hace algunos a�os, un se�or llamado D. W. Ghent se inscribi� en mi curso de oratoria, en Filadelfia. Poco despu�s de
la clase inaugural me invit� a comer con �l en el C�rculo
ele Fabricantes. Era un hombre de mediana edad, y hab�a
llevado siempre una vida activa; dirig�a su propia f�brica y
era figura destacada en actividades c�vicas y religiosas.
Mientras est�bamos almorzando, se inclin� hacia
m� sobre la
mesa y me confes�:
-Muchas veces me han pedido que hable en una u otra
reuni�n,pero nunca he podido hacerlo. Me turbo tanto,
que pierdo la noci�n de mis ideas, por lo cual he tenido
que escabullirme toda la vida. Pero es el caso que ahora soy
15
presidente de la junta de s�ndicos de una universidad y, l�gi-camente, debo echarles un discurso de vez en cuando. �Cree
usted que me ser� posible aprender a esta altura de mi vida?
-respondi-. No es
-�Que si lo creo, se�or Ghent?
cuesti�n de que lo crea o no. Lo s�. S� que puede hacerlo,
y que lo har�, si se empe�a y sigue mis instrucciones.
Crey� que pintaba el cuadro de color de rosa, que me
Usted
mostraba con exceso optimista.
-Usted dice eso por amabilidad -respondi�me-.
no quiere desilusionarme .
Cuando termin� su adiestramiento dejamos de vernos por
alg�n tiempo. En 1921 nos encontramos y almorzamos nuevamente en el C�rculo de Fabricantes. Nos sentamos en el
mismo rinc�n y a la misma mesa que aquella primera
Luego de recordarle nuestra anterior conversaci�n, le
vez.
pregunt� si hab�a derrochado mucho optimismo en aquel enSin decir palabra, Ghent extrajo del bolsillo una
tonces.
libretilla de lomo rojo y me indic� una lista de compromisos
contra�dos para hablar en p�blico.
-La facultad de hacer esto -me confes�-, el placer que
obtengo haci�ndolo, y el mejor servicio que merced a ello
presto a la comunidad, est�n entre las satisfacciones m�s �n-
La rapidez con que este hombre super� todas las dificultades y triunf�, �est� acaso fuera de lo com�n? De ning�n
modo. Hay cientos de casos similares. Hace algunos a�os, para
citar otro caso concreto, un m�dico de Nueva York, a quien
llamaremos Curtis, pas� el invierno en la Florida, cerca del
campo de adiestramiento de un famoso centro futbol�stico.
Como sent�a verdadera pasi�n por el futbol, sol�a ir a ver
a los jugadores ejercit�ndose. A poco, trab� amistad con ellos,
cada vez m�s estrecha, y un buen d�a le invitaron a un banquete que se daba en honor del equipo. Al finalizar los
postres, se pidi� a varios convidados de nota que dijesen
"algunas palabras". De s�bito, con la precipitaci�n e intempestividad de un estallido, oy� decir:
-Se�ores, tenemos entre nosotros un m�dico, el doctor
Curtis, quien nos dir� algunas palabras sobre la salud del
j ugador de futbol.
Estaba preparado el doctor Curtis? Desde luego. Estaba
mejor preparado que otro cualquiera: hab�a estudiado higiene
y ejercido la medicina durante casi treinta a�os. Habr�a podido exponer sus conocimientos durante horas al compa�ero
de l a derecha o de la izquierda. Pero levantarse y decir estas
mismas razones delante de un concurso, aun peque�o, esto
era otro cantar. Esto erizaba los pelos.'
1 1 coraz�n del buen m�dico comenz� a latir con mayor
y hasta se deten�a en seco a veces. Nunca en su vida
hab�a
hablado en p�blico, y todas las ideas que ten�a se hicieron
uhacerm?Losï.Q¿nlp½aud.Tosmira
deantes
mi vida.
ti mas
Poco
de esta conversaci�n se hab�a celebrado en
la conferencia internacional para la limitaci�n
Washington
de armamentos. Cuando se supo que Lloyd George pensaba
concurrir a ella, los baptistas de Filadelfia le cablegrafiaron
invit�ndole a hablar en una gran reuni�n religiosa que se
fijas en �l. Intent� negarse con la cabeza, pero esto
celebrar�a en esa ciudad. Lloyd George respondi� que, si fuese
~ ' :a ument� los aplausos y la ovaci�n. Las voces de "�Que
Washington, aceptar�a la invitaci�n. Pues bien, el se�or
! �Que hable!", se tornaban a cada momento m�s
aGhent me inform� que le hab�an designado, entre todos los
�-.flis(-nclosas
e insistentes.
de la ciudad, para presentar al primer ministro
baptistas
Triste
situaci�n de impotencia y ridiculez! Sab�a que, de
brit�nico.
la, levantarse, no podr�a pronunciar m�s de diez o doce frases...
Y este era el hombre que, sentado a esa misma mesa,
por
fin se l evant� y, sin decir palabra a sus amigos,di�
auni no hac�a tres a�os, me hab�a preguntado gravemente
! s s vuelta y sali� del sal�n, aturdido y humillado.
me parec�a posible que llegase alguna vez a hablar en
nos extra�e, pues, que una de las primeras cosas que
si
p�blico!
17
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est� en pie que cuando est� sentado? Desde luego, todos
sabemos que no. M�s aun: debi�ramos discurrir mejor delante de un concurso. La presencia de varias personas que nos
escuchan debiera azuzarnos y alentarnos. Much�simos conferenciantes nos dicen que la presencia de un auditorio es
un est�mulo, una inspiraci�n que obliga al cerebro a trabajar
con mayor despejo y agudeza. En tales circunstancias, como
dec�a
Henry Beecher, hechos e ideas que no cre�amos dominar pasan como flotando por delante nuestro, y s�lo hay
que estirar la mano e irlos cogiendo con oportunidad. S�rvanos esto de experiencia propia. Probablemente llegue a
todo el per�odo.
Le suced�a precisamente lo que le hubiera sucedido a otro
serlo, si nos ejercitamos y perseveramos.
cualquiera en condiciones similares: la rapidez de sus proDe una cosa a lo menos podemos estar seguros: de que
gresos no cesaba de asombrarle y de sobrepasar sus m�s
el adiestramiento y la ejercitaci�n har�n desvanecer el temor
Despu�s de las primeras clases su nerdel auditorio, instil�ndonos por siempre confianza en noshalag�e�os c�lculos.
viosidad remiti� y la confianza en s� mismo gan� terreno de otros mismos y valor. No debemos creer que nuestra situad�a en d�a. Al cabo de dos meses ya llevaba la palma entre
ci�n sea �nica. Aun aquellos que luego llegaron a ser los
sus compa�eros de clase. Pronto comenz� a aceptar invitaoradores m�s elocuentes de su �poca, se vieron al principio
ciones para hablar en otros lugares. Le apasionaba la emoentorpecidos por este miedo y esta timidez ofuscadores.
ci�n y el regocijo de este pasatiempo, el respeto y los amigos
Mark Twain, la primera vez que debi� hablar, sinti� como
que su boca estuviese llena de algod�n y que su pulso coque le deparaba.
Un m�embro del Centro Republicano de Campa�a Elecrriese para obtener un premio.
toral, luego de o�r uno de sus discursos, le invit� a recorrer
Jean Jaur�s, el orador pol�tico m�s poderoso que produjo
la ciudad de Nueva York y arengar a la multitud en favor
Francia en su �poca, asisti� durante un a�o a la C�mara de
d� su partido. �Gentil sorpresa se hubiera llevado este pol�tico Diputados sin atreverse a decir palabra, y s�lo entonces conhubiese sabido que, un a�o antes, el doctor Curtis hab�a
i � hacerse de suficiente valor para pronunciar su discurso
incal.
si
tenido que retirarse de un banquete, avergonzado y confundido, porque el temor de un auditorio le hab�a atarugado!
Alejandro Lerroux, el famoso pol�tico espa�ol, hizo lo
La adquisici�n del valor y de la confianza en s� mismo, y
mismo que el doctor Curtis las dos primeras veces que le
la facultad de discurrir con calma y claridad mientras se
pidieron un discurso: se llam� Andana, sin excusarse ante
el concurso
habla a un concurso de oyentes, no presenta un d�cimo de la
dificultad que la mayor parte de la gente supone. No es un
Ossorio y Gallardo ha confesado que temblaba como una
conceda a un n�mero limitado de
l a primera vez que debi� hablar en -p�blico.
hoja
don que la naturaleza escogidos. Es como la facultad de jugar al golf. Cualquiera
�os Rosas, que lleg� a ser uno de los oradores m�s temiRios
puede desarrollar sus dotes latentes, con tal que tenga genuino
bles de las Cortes espa�olas del siglo pasado, llevaba varice`
nos de diputado cuando se anim� a pronunciar su primer
deseo de hacerlo.
�Se puede aducir el menor asomo de raz�n para que un discurso
con igual fluidez cuando;
exionar
individuo no pueda refl
haya hecho al volver a Nueva York fuera ir al edificio
central de la Asociaci�n Cristiana de j�venes y alistarse
y en
No
ten�a
intenci�n
de
hacer
el
rid�culo
la clase oratoria.
quedarse con la lengua comida por segunda vez.
Como estudiante, era de los que realmente agradan al
profesor: su celo por aprender ten�a algo
do a
seaba aprender a hablar en p�blico, y
lograr su prop�sito. Preparaba sus discursos con minuciosidad
y los estudiaba con entusiasmo. No falt� a ninguna clase en
19
18
"La primera vez que habl� en p�blico -confesaba Lloyd
George-, era el hombre m�s desdichado del mundo. No
es met�fora, sino la pura verdad, que la lengua se me peg�
al paladar; y, al principio, apenas pod�a articular palabra."
Jim�nez de As�a nos ha descrito la primera clase que debi�
dar, como profesor auxiliar de Derecho Penal en la Universidad de Madrid: "Se entraba al estrado por una peque�a
puerta y se ascend�a a �l por una breve escalera, oculta a los
alumnos por la propia mampara. Al subir aquellos escasos
pelda�os era tal mi terror, que no pude tenerme en pie: los
salv� caminando como un cuadr�pedo."
Disraeli dec�a que hubiera preferido conducir una carga
de caballer�a a enfrentarse con la C�mara de los Comunes
por primera vez. Su primer discurso fu� un rotundo fracaso.
Tambi�n lo fu� el de Sheridan.
Y es lo cierto que, tantos son los oradores famosos de
Inglaterra cuyos estrenos han sido deslucidos, que hoy se
cree en el Parlamento sea mal s�ntoma para un hombre
joven el iniciarse all� con �xito. Conque, ��nimo!
Despu�s de observar la carrera de tantos oradores, y de
haberlos ayudado algo, al autor no le disgusta que un estudiante tenga, al principio, cierta nerviosidad y turbaci�n.
Hablar en p�blico importa cierta responsabilidad-aun
cuando s�lo se hable a veinte o veinticinco personas en una
conferencia de negocios-, cierta turbaci�n, cierto esfuerzo,
cierta excitaci�n. Es menester multiplicarse a s� mismo, como
esos buenos caballos de carrera cuando est�n en la pista.
El inmortal Cicer�n dijo, hace dos mil a�os, que todo discurso
p�blico de verdadero m�rito se caracteriza por la nervosidad.
Los oradores experimentan esta sensaci�n a menudo, aun
cuando hablan por radio. "El miedo del micr�fono", se llama
a esto. Cuando Carlitos Chaplin se estren� en la radiotelefon�a, ley� su discurso desde el principio hasta el final. Desde
luego que estaba acostumbrado a los auditorios. Hab�a recorrido los Estados Unidos en 1912 y representado una piecezuela titulada "Una noche en el Music Hall". Y antes de
esto hab�a sido actor en Inglaterra. Sin embargo, cuando
20
entr� en el cuarto entapizado y se vi� frente a frente con
el micr�fono, sinti� cierta sensaci�n no del todo diferente a
la que se obtiene cruzando el Atl�ntico Norte durante un
invierno tormentoso.
A James Kirkwood, famoso actor y director de pel�culas,
le sucedi� algo parecido. En el tablado era un orador de
primera clase; pero cuando sali� de la sala de transmisi�n,
despu�s de haber hablado al invisible auditorio, sudaba a
mares. "Una noche de estreno en Broadway -confes�- no
es nada comparado con esto".
Algunas personas, no importa cu�n a menudo hablen en
p�blico, sienten cierta turbaci�n un momento antes de comenzar, pero pocos segundos despu�s la turbaci�n desaparece.
Hasta Abraham Lincoln se sent�a turbado en los primeros
minutos. "Al principio era muy torpe -cuenta su socio Herndon-, y parec�a costarle mucho trabajo el hacerse a su auditorio. Luchaba durante cierto tiempo con aparente falta de
confianza y timidez, lo cual s�lo hac�a m�s notoria su torpeza. He visto muchas veces a Lincoln en trances como �ste,
y me ha causado profunda l�stima. Cuando comenzaba sus
discursos, la voz se le tornaba chillona, aguda y desagradable. Sus gestos, su porte, su rostro moreno, p�lido, arrugado
y enjuto, su postura estrafalaria, sus movimientos poco seguros - todo parec�a estar en su contra, pero s�lo por muy
breve tiempo." En seguida adquir�a serenidad, entusiasmo, celo,
y entonces comenzaba su verdadero discurso.
Lo mismo puede suceder con nosotros.
A fin de obtener el mayor provecho de este adiestramiento,
y ello con prontitud y seguridad, son necesarias cuatro cosas:
PRIMERO: COMENZAR CON DESEO VIVO Y TENAZ
Esto es mucho m�s importante de lo que creemos. Si
nuestro instructor pudiera sondar nuestro espiritu y coraz�n,
y calcular el vigor de nuestros deseos, podr�a predecir, casi
con exactitud, la celeridad con que adelantaremos. Si nuestros deseos son p�lidos y fofos, nuestro progreso correspon21
de consecuci�n personal.Nos aparta de los otros hombres,
der� a ese tinte y a esa consistencia. Pero si ponemos empe�o
elev�ndonos por sobre ellos. Hay encanto m�gico en este arte
persistente en lograr nuestro fin, y lo hacemos con la misma
y una emoci�n de esas que jam�s se olvidan. "Dos minutos
energ�a con que el perro de presa se lanza en persecuci�n
antes de ponerme en pie -dec�a un orador- prefiero que
del gato, entonces nada en el mundo podr� derrotarnos.
me
den de azotes a empezar; pero dos minutos antes de senAlimentemos entonces nuestro entusiasmo para este estutarme
prefiero que me den un tiro a terminar."
dio. Enumeremos sus beneficios. Pensemos cu�nto significar�
En
todas
las clases hay alumnos que desmayan y quedan
la confianza en nosotros mismos y la capacidad de hablar y
rezagados
a
la vera del camino; de modo que debemos conconvencer. Pensemos en lo que puede significar, y lo que
centrar
nuestro
pensamiento en torno a lo que este curso
significar�, en pesetas y c�ntimos. Pensemos en lo que signisignifica
para
nosotros,
hasta que nuestro deseo est� canficar� socialmente; los amigos que nos brindar�
.; el acrecendente.
Debemos
comenzar
este programa con tal entusiasmo
tamiento de nuestra influencia personal; la mayor capacidad
que nos obligue a no perder clase, hasta terminar el curso
de mando. Ninguna otra ocupaci�n desarrollar� en nosotros
triunfalmente. Digamos a nuestros amigos que nos hemos
mayor capacidad de mando -ni con mayor rapidez- que
inscrito en este curso. Fijemos una noche a la semana para
esta de la oratoria.
leer
estas lecciones y preparar los discursos. En fin, hagamos
"No hay otra conquista -ha dicho Depew-, tan asequiel
avance
lo m�s f�cil posible. Hagamos lo m�s dif�cil posible para todos, que como el arte de hablar medianamente
ble
el
retroceso.
bien depare al hombre tanto porvenir y respeto."
Cuando julio C�sar cruz� el canal de la Mancha y desemPhilip D. Armour, despu�s de haber ganado varios mibarc�
con sus legiones en lo que hoy es Inglaterra, �qu�
llones d� d�lares, dijo: "Habr�a preferido ser un gran orahizo para asegurar el �xito de las armas? Una cosa muy
dor a un gran capitalista".
inteligente: hizo detener a sus soldados sobre los pe�ascos
Es un logro por el que casi todas las personas cultas susyesosos de D�ver y orden�les mirar hacia abajo: sobre las
piran. Cuando muri� Andrew Carnegie, se hall� entre sus
olas, a setenta metros de profundidad, rojas lenguas de fuego
papeles un plan que hab�a hecho para su vida a la edad
consum�an los barcos en que hab�an venido. En territorio
de treinta y tres a�os. �l cre�a a la saz�n que en dos a�os
enemigo, roto el �nico v�nculo con el continente, quemado
m�s podr�a disponer de sus negocios en tal manera que
el �nicomedio de retroceder, s�lo pod�an hacer una cosa:
tuviese una renta de cincuenta mil d�lares por a�o; y se proavanzar, conquistar. Eso, precisamente, es lo que hicieron.
pon�a, entonces, dejar los negocios a los treinta y cinco a�os,
As� era el esp�ritu del inmortal julio C�sar. �Por qu�
ir a Oxford y darse una educaci�n completa, "conespecial
nos apropiamos de este esp�ritu, en nuestra guerra para exterdedicaci�n al arte de hablar en p�blico".
minar el rid�culo temor de los auditorios?
Pensemos en la sensaci�n de satisfacci�n y placer que
resultar� del ejercicio de este nuevo poder. El autor ha recorrido no poco de la corteza de esta bola terrestre, y ha tenido
SEGUNDO: SABER CABALMENTE EL TEMA QUE VAMOS
A TRATAR
muchas y muy variadas experiencias; pero para satisfacci�n
completa e �ntimamente duradera, pocas cosas hay que se
A no ser que se haya meditado sobre el discurso, que se
puedan comparar a la de pararse delante de un auditorio y
lo
haya planeado, y que se sepa qu� se va a decir, no puede
hacer que todos piensen como uno. Esto proporciona sentiorador sentirse muy tranquilo cuando afronta su auditorio.
el
miento de fuerza, sensaci�n de poder. Halaga nuestro orgullo
22
23
Es como el ciego que quer�a guiar a otro ciego. En tales
circunstancias, el orador se sentir� cohibido, arrepentido, avergonzado de su negligencia.
"Sal� electo legislador durante el oto�o de 1881
-escriy comprob�
Theodore Roosevelt en su Autobiograf�a-,
b�a
que era el hombre m�s joven de la c�mara. Como a todos
los miembros j�venes e inexpertos, me result� sumamente
dif�cil aprender a hablar. Aprend� mucho con el consejo de
un viejo y perspicaz labrador (que sin saberlo estaba citando al duque de Wellington, quien a su vez estaba, sin
duda, citando a alg�n otro). El consejo era el siguiente:
�No hables hasta que est�s seguro de que tienes algo que
decir, y que sepas qu� es; entonces d�lo, y luego si�ntate�."
Este "viejo y perspicaz labrador" debi� haber hablado a
Roosevelt de otro recurso para sobreponerse a la nerviosidad.
Debi� haber agregado: "Te ser� provechoso para librarte de
tu turbaci�n, que encuentres algo que hacer delante del auditorio; si puedes mostrar algo, escribir una palabra en el
pizarr�n, o se�alar un punto sobre el mapa, o mover una
mesa, o abrir una ventana, o correr algunos libros y papeles,
cualquier movimiento f�sico, en fin, con intenci�n velada,
puede contribuir a que te sientas c�modo".
Ciertamente, no siempre es f�cil hallar excusa para hacer
estos movimientos, pero la sugesti�n ah� queda. Us�mosla si
podemos; pero us�mosla las primeras veces solamente. Los
ni�os no se asen de las sillas una vez que han aprendido
a caminar.
TERCERO: PROCEDER CON CONFIANZA
El m�s famoso psic�logo que haya producido Am�rica,
William James, ha escrito lo siguiente:
"La acci�n parece venir despu�s del sentimiento, pero en realidad ambos est�n estrechamente ligados; y regulando la acci�n,
que est� bajo el dominio directo de la voluntad, podemos indirectamente regular el sentimiento, que no lo est�.
"As�, el camino m�s eficaz de la voluntariedad para llegar a
24
la alegr�a-cuando nuestra alegr�a espont�nea est� perdidaes el de estarnos alegres y hablar y proceder como si dicho sentimiento se hubiere apoderado ya de nosotros. Si con esto no recobramos la alegr�a, entonces, por el momento, no habr� ya nada
que nos la haga recobrar.
"Por tanto, para sentir valor, procedamos como si fu�ramos
valientes, empe�emos toda nuestra voluntad para ese fin, ylo
m�s probable ser� que un rebato de entusiasmo reemplace el
estado de temor."
Apliquemos el consejo del profesor James. Para desarrollar el valor cuando estemos frente a un auditorio, procedamos como si lo tuvi�ramos. Desde luego, si no estarnos
preparados, por mucho valor que despleguemos no conseguiremos grandes efectos. Pero cuando sabemos de qu� vamos
a hablar, adelant�monos a la tribuna con energ�a y respiremos profundamente. Respiremos profundamente durante
treinta segundos antes de afrontar un auditorio.
Esta provisi�n aumentada de ox�geno nos sostendr� y nos
dar� valor. El famoso tenor Jean de Reszke sol�a decir que,
cuando se retiene el aliento de suerte que podamos "sentarnos
en �l", la nerviosidad desaparece.
Cuando un joven de la tribu de Peuls, en �frica Central,
llega a la virilidad y quiere casarse, se le obliga a arrostrar
l a ceremonia de la flagelaci�n. Las mujeres de la tribu se
refinen all�, cantando y palmoteando al ritmo de los tambores. El candidato se adelanta, desnudo de medio cuerpo
para arriba. De pronto, un hombre que empu�a un l�tigo
enorme comienza a castigar al muchacho, golpea su piel
desnuda, le tunde, le vapulea como un demonio. La espalda
se va llenando de cardenales; la sangre comienza a fluir;
aparecen cicatrices que durar�n toda la vida. Durante esta
azotaina, un juez venerable de la tribu se arrastra a los pies
de la v�ctima para ver si se mueve o si da la menor muestra de dolor. Para pasar la prueba con �xito, el torturado
j oven no s�lo debe aguantar todo esto, sino que, mientras
se l e azota, debe cantar un himno de alabanza.
En todos los tiempos, en todos los climas, los hombres
25
han admirado el valor; de modo que, por mucho que el coraz�n golpee dentro de nuestro pecho, debemos avanzar con
paso firme, detenernos, comportarnos como el joven de �frica
Central y, como �l, proceder como si estuvi�ramos content�simos.
Irg�monos plenamente, miremos el auditorio con firmeza,
y comencemos a hablar con tanta confianza como si todos
ellos fueran deudores nuestros. Imagin�monos que lo son,
realmente. Imagin�monos que se han reunido all� para pedirnos una pr�rroga. El efecto psicol�gico ser� beneficioso.
No nos abrochemos y desabrochemos nerviosamente la chaqueta, ni movamos torpemente las manos. Si no podemos evitar movimientos nerviosos, pongamos las manos detr�s de la
espalda y entrelacemos los dedos all� donde nadie puede
vernos. O movamos los dedos gordos del pie.
Como regla general, no es prudente que el orador se oculte
detr�s de un mueble; sin embargo, las primeras veces, alienta
un poco el estar detr�s de una mesa o de una silla y aferrarse
a ella. Tambi�n es bueno apretar una moneda en la palma
de la mano. C�novas del Castillo, en los momentos m�s
supremos de sus discursos, met�a una mano en el bolsillo
del chaleco, al mismo tiempo que con la otra se afianzaba
los quevedos.
Y �c�mo desarroll� Roosevelt su caracter�stico valor y
confianza en s� mismo? �Le hab�a dotado la naturaleza de
esp�rituatrevido y emprendedor? De ning�n modo. "Habiendo sido un muchacho m�s bien enfermizo y torpe -confiesa en su Autobiograf�a-, me sent�, cuando llegu� a la
juventud, inquieto y desconfiado de mi propio valor. Tuve
que ejercitarme severamente y con tes�n, no s�lo en lo que
respectaba a mi cuerpo, sino tambi�n en lo que respectaba a
mi esp�ritu y alma."
Afortunadamente, nos ha narrado c�mo logr� la transformaci�n: "Cuando era muchacho-a�ade-, le� un pasaje
en un libro de Marryat, que luego ha influ�do siempre sobre
m�. En este pasaje, el capit�n de un buque de guerra explica
al protagonista c�mo adquirir intrepidez. Y le dice que al
26
principio casi todos los hombres se asustan cuando entran
en acci�n, pero que lo que debe hacerse entonces es dominarse
de tal modo que se pueda proceder como si no se estuviese
asustado. Cuando esto se ha continuado por cierto tiempo, el
fingimiento se trueca en realidad, y el individuo se vuelve
realmente intr�pido a fuerza, �nicamente, de practicar la
intrepidez cuando no la siente. (Estoy usando mis propias
palabras.)
"Esta fu� la teor�a que llev� a la pr�ctica. Hab�a much
clases de cosas que me causaban pavor al principio, desde
los osos grises hasta los caballos ariscos y los bandoleros;
pero comport�ndome como si no tuviese miedo, llegu� gradualmente a perderlo. A casi todas las personas les ocurrir� lo
mismo, si as� se lo proponen."
A todos nos puede ocurrir lo mismo en este curso, si as�
lo deseamos. "En la guerra -dec�a el mariscal Foch-, la
mejor defensa es el ataque." Lanc�monos, pues, al ataque de
nuestra pusilanimidad. Salgamos a su encuentro, batallemos
contra ella, conquist�mosla a fuerza de denuedo, en cada oportunidad que nos salga al paso.
Pensemos un t�tulo largo de primer plano, y luego figur�monos que somos vendedores de diarios. Nadie repara en el
vendedor. Es la noticia lo que queremos. El mensaje, ah�
est� el quid. Record�moslo siempre. Interes�monos. Aprend�moslo hasta conocerlo como a la palma de la mano. Creamos
en �l de todo coraz�n. Y entonces, hablemos como si estuvi�semos decididos a decir el mensaje. Hag�moslo as�, y
tendremos diez probabilidades contra una de que seremos
due�os de las circunstancias y se�ores de nosotros mismos.
CUARTO: �PRACTICAR! �PRACTICAR! �PRACTICAR!
El �ltimo tema de que trataremos en este cap�tulo es,
sin duda alguna, el m�s importante. Aunque olvidemos todo
cuanto hemos le�do hasta aqu�, recordemos esto: el primer
m�todo, el �nico m�todo, el m�todo que nunca falla para
desarrollar la confianza en nosotros mismos cuando hablamos
27
en p�blico, consiste en... hablar. Todo el problema, en efecto, se reduce finalmente a un solo punto, que es esencial:
practicar; practicar; practicar. Tal el sine qua non del problema.
"Cualquier principiante -previene Roosevelt- puede caer
preso de la fiebre de gamo. La fiebre de gamo consiste en
una intensa excitaci�n nerviosa que muchas veces nada tiene
que ver con la timidez. Se puede coger esta fiebre la primera
vez que se habla a un auditorio numeroso, como se la puede
coger al ver por primera vez un gamo o cuando se entra
en combate. Lo que se requiere para contrarrestar esta fiebre,
no es valor, sino dominio del sistema nervioso, serenidad.
Esto s�lo se puede obtener mediante la pr�ctica. Se debe,
mediante el h�bito y repetidos ejercicios de dominio, llegar
a doblegar completamente los nervios. Esto es en gran parte
cuesti�n de costumbre. Costumbre, en el sentido de esfuerzo
repetido y de repetido ejercicio de fuerza de voluntad. El
hombre de val�a se fortalecer� a cada ejercicio."
�
Conque. hay que perseverar! No debemos faltar a una
clase porque los negocios de la semana nos hayan impedido
prepararnos. Preparados o no, vayamos. Dejemos que el instructor, que los otros alumnos, nos sugieran un tema cuando
ya estemos en clase.
Queremos deshacernos de nuestro temor de los auditorios,
�verdad?Veamos cu�les son sus causas.
"El miedo nace de la ignorancia y de la falta de certeza",
dice el profesor Robinson. En otras palabras: es el resultado
de la falta de confianza.
Y �cu�l es la causa de esto? El no saber de lo que cada
uno es capaz. Y el no saber esto es originado por la falta
de experiencia. Cuando se trae desde lo pasado una retahila
de experiencias triunfales, los temores desaparecen: se disipan
como la niebla de la noche cuando amanece el sol de junio.
S�lo una cosa es cierta: el modo m�s seguro para aprender
a nadar es lanzarse al agua. Ya hemos le�do este libro suficientemente. Cerr�moslo ahora y �manos a la obra!
Escojamos un tema, preferiblemente uno del que tenga28
mos conocimientos, y preparemos un discurso de tres minutos de duraci�n. Practiquemos el discurso a solas un n�mero
de veces. Y luego, pronunci�moslo, si es posible, delante del
concurso para quien lo hicimos, o a nuestros compa�eros de
clase. Cuidemos de poner en el esfuerzo todo nuestro empe�o
y poder.
SUMARIO
1. Varios miles de estudiantes de este curso escribieron al
autor manifest�ndole por qu� se hab�an inscrito y qu�
espe=raban del adiestramiento. La principal raz�n que dieron casi
todos fu� �sta: quer�an sobreponerse a su nerviosidad, aprender a pensar estando de pie y hablar con confianza y facilidad delante de cualquier concurso de oyentes.
2. La potestad de hacer esto no es dif�cil de adquirir. No
es un don que conceda la Providencia a unos pocos escogidos.
Es como la facultad de jugar al golf: cualquier persona,
todas las personas, pueden desarrollar su latente capacidad,
si lo desean con suficiente vehemencia.
3. Muchos oradores experimentados pueden pensar y hablar mejor cuando est�n frente a un grupo que cuando s�lo
tienen un interlocutor. La presencia de un concurso sirve
de est�mulo, de inspiraci�n. Si seguimos el curso con resol uci�n, llegar� un d�a en que a nosotros nos ocurrir� lo mismo;
y entonces consideraremos un exquisito placer el poder pronunciar un discurso.
4. No creamos que nuestro caso sea anormal. Muchos
hombres que m�s tarde llegaron a ser famosos oradores, se
encontraron, al principio de su carrera, entorpecidos por la
l a lta de confianza en s� mismos, y casi paralizados por el
temor del auditorio. As� le ocurri� a Disraeli, a Jean Jaur�s,
a Jim�nez de As�a, a R�os Rosas, a Lloyd George, a Ossorio
y Gallardo, y a muchos otros.
5. Por muy a menudo que hablemos, siempre estaremos
p ropensos a que se nos turbe el �nimo por esta falta de
confianza, momentos antes de comenzar; pero, a los pocos
29
segundos de habernos puesto en pie, ese sentimiento desaparecer�.
6. A fin de obtener el mayor provecho de este curso, y
ello con prontitud y celeridad, son necesarias cuatro cosas:
a) Comenzar con deseo vivo y tenaz. Enumeraremos
los beneficios que este adiestramiento nos proporcionar�.
Alimentemos nuestro entusiasmo. Pensemos en lo que
significar� para nosotros econ�micamente, socialmente, y
en lo que ata�e a nuestra influencia y dominio sobre otras
personas. Recordemos que de la viveza de nuestro deseo
depender� la celeridad de nuestro adelanto.
b) Prepar�monos de antemano. Mal podemos estar
tranquilos si no sabemos qu� vamos a decir.
c) Procedamos con confianza. "Para sentir valor
-aconseja William James-, procedamos como si fu�ramos valientes, empe�emos toda nuestra voluntad para
ese fin, y lo m�s probable ser� que un rebato de entusiasmo reemplace al estado de temor." Roosevelt ha
dicho que consigui� sobreponerse a su temor de los osos
grises, los caballos ariscos y los bandoleros mediante ese
m�todo.
d) Practiquemos. Este es el punto m�s importante de
todos. El temor nace de la falta de confianza; y la falta
de confianza es resultado de no conocer nuestra propia
capacidad; y esto a su vez es causado por la falta de experiencia. Hag�monos de una retahila de experiencias
felices, y toda pusilanimidad desaparecer�.
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Es error muy com�n, aun entre personas de mucha cultura, pronunciar erradamente los siguientes infinitivos:
INCORRECTO
CORRECTO
Verter
jalonar
Vertir
Jalonear
30
Disparatear
Amarillar
Manipulear
Diverger
Apu�alear
Descua jeringarse
Desvastar
Arrellenarse
Disparatar
Amarillear
Manipular
Divergir
Apu�alar
Descuajaringarse
Devastar
Arrellanarse
GRAM�TICA
Deber y deber de
El significado de deber como verbo auxiliar no es uno
mismo cuando le sigue la preposici�nde que cuando va sin
este puentecillo. Deber a secas implica obligaci�n.Deber de,
presunci�n, conjetura.Aqu�l se puede reemplazar por "es
menester que"; �ste, por "yo creo que". Lo entenderemos
mejor con ejemplos:
"Los soldados
go avance."
"Los soldados
deben resistir hasta la muerte cuando el enemi-
deben de estar cansados con tanto marchar."
"Debe de ser esta monja una elevada autoridad en su Orden."
"A todo historiador debe serle permitido colmar las lagunas
de la tradici�n hist�rica con suposiciones leg�timas, fundadas en
las leyes de la verosimilitud."
Miguel de Unamuno
Usar ajustadamente estos giros es signo casi inconfundible
de gran cultura idiom�tica, porque, as� en Espa�a como en
Am�rica, las m�s de las personas confunden los respectivos
significados y optan por emplear uno solo, con exclusividad
del otro.
31
EJERCICIO VOCAL. LA CORRECTA RESPIRACI�N
"En la perfecci�n de una hermosa voz -dec�a Melba-,
la correcta respiraci�n es el m�s importante requisito t�cnico."
Por tanto, el dominio de la respiraci�n correcta debiera ser,
debe ser nuestro primer paso hacia el mejoramiento de la voz.
La respiraci�n es el fundamento de la voz; es la materia prima con que construimos las palabras.
El uso adecuado de la respiraci�n nos da tonos completos,
profundos, redondeados; tonos atractivos, no sonidos chillones ni �speros; tonos que agradan; tonos que se dejan escu-
Desde luego, un poco ceden las costillas, pero el lugar m�s
f�cilde expansi�n es el piso de la caja, formado por un
delgado m�sculo que sirve. a la vez de techo del abdomen.
Este m�sculo, llamado diafragma, divide el tronco en dos
departamentos diferentes. El departamento superior contiene
el coraz�n y los pulmones; el inferior, abdomen, contiene el
est�mago, los intestinos, el h�gado y otros �rganos vitales.
Este enorme m�sculo est� arqueado como un techo, como
una b�veda.
Tomemos, por ejemplo, uno de esos platos de cart�n que
solernos comprar en los baratillos cuando preparamos una
char f�cilmente.
jira campestre. D�moslo vuelta y apret�moslo contra el
Si la respiraci�n correcta tiene tanta importancia, debemos
suelo. �Qu� sucede? Que se achata y se estira y se escapa
buscar en seguida qu� es y c�mo se practica.
por los cuatro costados a medida que hacemos fuerza. Esto
Los famosos maestros italianos de la canci�n han dicho
es,
precisamente, lo que sucede con el diafragma cuando los
siempre que esta respiraci�n correcta es la respiraci�n diapulmones,
llenos de aire, comprimen la parte superior de
fragm�tica. Y �qu� es eso? �Algo extra�o, nuevo, dif�cil? De
l a b�veda.
ning�nmodo. Lo hac�amos perfectamente cuando �ramos
Acost�monos.Respiremos profundamente. Apoyemos los
ni�os, en la cuna. Lo hacemos ahora en parte de las veintil odos de la mano justo por debajo del estern�n. �No senticuatro horas diarias: cuando estamos acostados; entonces
mos el movimiento del diafragma, achat�ndose y estir�ndose?
respiramos libremente, naturalmente, correctamente: empleaahora las manos sobre los costados de la caja,
mos la respiraci�n diafragm�tica. Por qui�n sabe qu� rara Apoyemos
las extremidades inferiores de las costillas. Respiremos
sobre
raz�n, es dif�cil respirar como se debe sino cuando estamos
profundamente. �No sentimos los pulmones empujando las
en posici�n horizontal.
costillas flotantes?
Nuestro problema, entonces, se reduce a esto: emplear el
Practiquemos esta respiraci�n diafragm�tica durante cinco
mismo m�todo de respiraci�n cuando estamos en pie que
minutos al acostarnos y durante cinco minutos antes de lecuando yacemos en el lecho. �Parece dif�cil?
vantarnos
Por la noche, esta respiraci�n nos calmar� los
Nuestro primer ejercicio, pues, ser� el siguiente: pong�nervios
con lo cual nos adormecer�. Por la ma�ana, nos
monos en dec�bito supino y respiremos profundamente. Obmimar� y despejar�. Si hacemos esto sin desmayar, no s�lo
servaremos que la actividad principal del proceso se conme j oraremos la voz, sino que viviremos algunos a�os m�s.
centra en medio del cuerpo. Cuando respiramos profundaI , ti cantantes de �pera y los maestros de canto llaman la
mente en esta posici�n, no alzamos los hombros.
me aci�n por su longevidad. El famoso Manuel Garc�a
-vivi�
Sucede lo siguiente: los esponjosos y porosos pulmones se
I a�os.Y atribu�a su larga vida a los ejercicios diarios
llenan de aire y necesitan extenderse, como un globo. Son dos
de respiraci�n profunda.
globos que quieren inflarse, pero, �c�mo?, �hacia d�nde?
Est�n encajonados hacia arriba y los costados por una caja
cuyas paredes son las costillas, la espina dorsal y el estern�n.
32
33
CAPITULO II
LA CONFIANZA EN S� MISMO DURANTE
LA PREPARACI�N
Confiar en la inspiraci�n del momento, tal la
frase fatal por la que se han arruinado much�simas carreras promisorias. El camino m�s seguro
para llegar a !a inspiraci�n es la preparaci�n. Muchos hombres de capacidad y valor conozco yo
que han fracasado por falta de industria. El dominio de !a elocuencia no se logra sino por el
dominio de! tema que se desea tratar.
LLOYD GEORGE
A�ade luego el orador que "hablar de repente
y sin pensar siempre lleva consigo al desacierto";
m�xima �sta
-porque lo son tales palabrasque debiera estar grabada para eterna memoria
en el Sal�n de Sesiones.
AZOR�N
Ha sido obligaci�n profesional del autor, y al mismo tiempo un placer, escuchar y criticar unos seis mil discursos Dor
temporada anual, desde 1912 hasta la fecha. Estos discursos
fueron pronunciados, no por estudiantes universitarios, sino
por profesionales y comerciantes adultos. Si de esta experiencia hubiese quedado en el esp�ritu del autor alguna cosa
mejor grabada que otra, esa cosa ser�a: la necesidad imperiosa de preparar el discurso antes de pronunciarlo, y tener
algo preciso y perentorio que decir, algo que haya dejado
i mpresi�n en el �nimo, algo, en fin, que no pueda quedar sin
ser dicho. �No nos sentimos acaso atra�dos por el orador en
quien percibimos que tiene en su cerebro y en su coraz�n
r r n
mensaje real, un mensaje que trata ardorosamente de
comunicar a nuestro cerebro y a nuestro coraz�n? He all�
una buena porci�n del secreto de hablar.
Cuando un orador cae en estado mental y emotivo de esa
especie, advierte un hecho muy significativo, a saber: que
su discurso se hace casi solo. El yugo resultar� llevadero; la
;r rga resultar� leve.Un discurso bien preparado est� casi
pronunciado.
La raz�n principal que ha movido a la mayor parte de
l os alumnos a inscribirse en el curso del autor es, como hemos
ficho en el cap�tulo primero, la de adquirir confianza, valor,
seguridad Y el error fatal en que incurren muchos consiste en
descuidar la preparaci�n de sus discursos. �Qu� esperanza
tienen de vencer esa cohorte que es el miedo, y esa caballer�a
que es la nerviosidad, entrando ellos en la batalla, como
entran, con p�lvora mojada y lanzas romas, o, en fin, sin
siquiera p�lvora ni lanzas?
En circunstancias tales, no nos extra�e pues que los ora-
c
37
zaban a ver el boscaje, por los pinos susurrantes y las p�ceas."
La clase se reun�a los viernes por la tarde de cinco a siete.
Uno de esos viernes, un caballero que formaba parte de un
banco importante -llam�mosle nosotros Emilio Cortez- se
encontr� con que hab�an dado las cuatro y media, y, �qu�
tema iba a tratar? Sali� de la oficina, compr� un ejemplar
de la "Gaceta Comercial" en un quiosco y, mientras iba en
el subterr�neo, ley� un art�culo titulado "S�lo tenemos diez
a�os para triunfar". Lo ley�, no porque tuviera ning�n inter�s
especial en el art�culo, sino porque deb�a hablar sobre alg�n
tema, sobre cualquier tema, a fin de llenar el espacio de
tiempo que ten�a asignado.
Una hora m�s tarde se levant� e intent� hablar amena
y contundentemente sobre el art�culo.�Cu�l
fu� el resultado
de esto, el resultado inevitable?
El se�or Cortez no hab�a digerido, no hab�a asimilado lo
que trataba de decir. Trataba de decir, �sa es la frase. Estaba
tratando. No hab�a en su esp�ritu un mensaje que pugnase
LA FORMA CORRECTA DE PREPARARSE
por salir; y no hab�a gesto ni tono de su voz que no le dela�Qu� es la preparaci�n? �Leer un libro? Esa es una forma, tara inconfundiblemente. �C�mo pod�a esperar que el auditorio se impresionase m�s que lo que se hab�a impresionado �l
pero no la mejor. La lectura puede servirnos de ayuda, pero
mismo?
Se refer�a insistentemente al art�culo, diciendo que
si nos hacemos de cierta cantidad de pensamientos envasados
su
autor
hab�a
dicho tal y tal cosa. La conferencia ol�a enory los espetamos inmediatamente como si fueran nuestros pror
nemente
a
"Gaceta
Mercantil". Pero, desgraciadamente, muy
pios, faltar� algo en la exposici�n. El auditorio no acertar�
poco a Emilio Cortez.
quiz�s a definir en qu� consiste esto que falta, pero no senEntonces el autor habl� al orador m�s o menos de esta
tir� entusiasmo por el orador.
suerte:
Veamos un ejemplo: Hace alg�ntiempo, el autor inici�
-Se�or Cortez, no tenemos inter�s en el oscuro autorzuelo
un curso de oratoria para banqueros neoyorquinos. Naturalque
escribi� ese art�culo.
No podemos verle. En lo que s�
mente, los alumnos de este curso, siendo personas muy ocuestamos
interesados es en usted y en sus ideas. H�blenos
padas, hallaban dificultad en prepararse adecuadamente, o en
sobre lo que usted piensa, personalmente, no sobre lo que otros
hacer lo que ellos cre�an era prepararse. Toda la vida hab�an
hayan dicho. Ponga un poco m�s de s�. �Por qu� no nos
estado rumiando sus propios pensamientos, alimentando sus
habla sobre este mismo asunto la semana que viene? �Por
propias convicciones, viendo las cosas desde sus propios y parqu�
no lee nuevamente el art�culo, y luego se plantea el proticulares puntos de vista, viviendo sus propias experiencias
blema:
estoy de acuerdo con este articulista o no? Y si lo
personales. De suerte que, haciendo todo eso, hab�an estado
est�,
p
iense
en las sugestiones que ofrece y exp�ngalas con
cuarenta a�os acumulando material para discursos. Pero a
de su propia experiencia. Si no est� de acuerdo
observaciones
algunos de ellos se les hac�a dif�cil comprenderlo. "No alcan-
dores no se sientan precisamente c�modos frente al auditorio.
"Creo -dec�a Lincoln en la Casa Blanca- que nunca tendr� suficiente experiencia para hablar sin turbarme cuando
no tengo nada que decir."
Si queremos tener confianza, �qu� mejor que recurrir a
aquello que lo produzca? "El amor perfecto -escrib�a San
Juan el Ap�stol- destruye el miedo." Y lo mismo hace la
perfecta preparaci�n.Webster dec�a que lo mismo le daba
aparecer semidesnudo delante de un auditorio, que aparecer
semipreparado.
�Por qu� no preparan sus conferencias con mayor cuidado
los alumnos de este curso? �Por qu�? Algunos no alcanzan
claramente en qu� consiste la preparaci�n, ni c�mo resolverla prudentemente; otros alegan falta de tiempo. De modo
que discutiremos estos problemas con cierta extensi�n-y,
esperamos, con cierta claridad y provecho- en este cap�tulo.
38
39
con �l, expl�quenos por qu�. Haga de este art�culo el punto
UN DISCURSO QUE NO PODIA FRACASAR
de partida para un nuevo discurso.
El se�or Cortez acept� la sugesti�n, reley� el art�culo Quince d�as m�s tarde sucedi� algo que hiri� en lo vivo
y lleg� a la conclusi�n de que disent�a del articulista. Esta al se�or Hurtado. Un ladr�n le rob� el autom�vil, que estaba
en un garaje p�blico. Corri� al departamento de polic�a
vez no se sent� en el subterr�neo para preparar su pr�ximo
y ofreci� recompensas, pero todo fu� en vano. La polic�a
discurso en tan breve tiempo. Lo dej� crecer. Esteera como
reconoci� que no estaba capacitada para recobrar el autoun hijo de su propio cerebro, y se desarrollaba y crec�a
m�vil; sin embargo, una semana antes, no le hab�a faltado a
como lo hab�an hecho sus hijos verdaderos. Y, como sus
hijos, �ste tambi�n crec�a de d�a y de noche, cuando menos �sta capacidad ni tiempo para andar callejeando por la ciudad,
tiza en mano, y aplicarle una multa por haberse excedido
�l lo supon�a. La lectura de alg�n peri�dico le suger�a un
quince
minutos en el estacionamiento. Estos "polizontes de
nuevo pensamiento; de la conversaci�n con alg�n amigo
la
tiza",
que por estar tan ocupados en molestar a los vecinos
surg�a inesperadamente el ejemplo que necesitaba. El asunto
respetables
no pod�an perseguir a los criminales, le hizo subir
se tornaba cada vez m�s vigoroso y extenso, mientras reflexiola mostaza a las narices. Estaba indignad�simo. Ahora s� ten�a
naba sobre �l en los momentos libre de la semana.
algo que decir, no algo sacado de un folleto impreso por
Cuando Emilio Cortez habl� nuevamente sobre ese tema,
el gobierno de Colombia, sino algo que surg�a en caliente de
ten�a ya algo que era suyo propio, mineral que hab�a exsu propia vida y experiencia. Esto era carne y hueso de la
tra�do de su propia mina, dinero acu�ado con su propia estamrealidad, era. algo que hab�a encendido su �nimo y sus
pil�a.Y, como remate, el hecho de estar en desacuerdo con
convicciones. Cuando escogi� a la ciudad de Bogot�, hab�a
el articulista contribuy� a hacer m�s brillante su exposici�n.
tenido que construir trabajosamente, a repelones, frase por
Nada espolea tanto como la disensi�n.
frase; pero ahora no tuvo sino que ponerse en pie y abrir
�Qu� contraste incre�ble entre estos dos discursos pronunl a boca, y su invectiva contra la polic�a sali� a la superficie,
ciados por un mismo hombre, en la misma quincena, sobre
Hirviente y vigorosa, como una erupci�n del Vesuvio. Un disel mismo tema! �Qu� diferencia extraordinaria trae consigo la
curso as� es de �xito casi seguro. Rar�sima vez fracasar�
preparaci�n bien efectuada!
Era
la suma de la experiencia m�s la reflexi�n.
Citemos otro caso de proceder correcto y proceder incorrecto. Un caballero a quien llamaremos Hurtado estaba inscrito en el curso de oratoria. Una tarde dedic� su turno a
EN QUE CONSISTE LA PREPARACI�N
elogiar a la ciudad de Santa Fe de Bogot�. Hab�a recogido
los datos, precipitada y superficialmente, de un folleto de pro�Consiste la preparaci�n de un discurso en pensar algunas
paganda publicado por el gobierno colombiano, que tra�a
frases intachables y anotarlas o aprenderlas de coro? No.
una porci�n de fotograf�as y sendos art�culos de Miguel Can�, ;Significa entonces la reuni�n de algunos pensamientos espoCordovez Moure, Isaacs y otros. El discurso no fu� mejor que
r�dicos, que poco o nada tengan que ver con nuestra persoel folleto: seco, inconexo, indigesto. No hab�a meditado sonalidad? Menos aun. Preparar un discurso significa reunir
los pensamientos propios, las ideas propias, las convicciones
bre el asunto suficientemente. No se hab�a provocado en �l
el entusiasmo. No sent�a lo que dec�a con intensidad necepropias, las necesidades propias. Y tenemos tales pensamientos.
saria para hablar con genuino inter�s. Era un discurso ins�Te vemos tales necesidades. Las tenemos en cada santo d�a de
pido, soso, in�til.
nuestra existencia. No nos abandonan ni cuando dormimos.
40
41
Toda nuestra vida est� llena de sensaciones y de experiencias.
Yacen en lo m�s profundo del subconsciente, tan reales como
los guijarros que yacen a la orilla del mar. La preparaci�n significa pensar, considerar, recordar y escoger de estas sensaciones y experiencias las que nos parecen mejores; pulirlas, forjarlas, tejerlas unas con otras. No parece tan dif�cil, �verdad?
Pues, �si no lo es! S�lo se necesita concentrarse un poco, pensar, con una meta definida.
�C�mo preparaba Dwight Moody aquellos discursos que
hicieron �poca en el siglo pasado? "No es ning�n secreto"
dec�a en respuesta a esa pregunta.
"Cuando elijo un tema, escribo el t�tulo de este tema en la
parte externa de un sobre. Tengo muchos sobres de esta clase. Si
mientras estoy leyendo hallo algo que conviene a alguno de estos
temas, lo anoto en el sobre correspondiente y lo dejo estar un
a�o o m�s. Cuando necesito un nuevo serm�n, reviso todos los
sobres que se han ido acumulando. Entre los que encuentro all�,
y los resultados de mis propios estudios, tengo material suficiente. De este modo, continuamente repaso mis sermones, quito
algo aqu�, agrego algo all�. As�, nunca enveiecen."
EL SABIO CONSEJO DEL DECANO BROWN
Hace algunos a�os, la Escuela de Divinidad de Yale celebr� el primer centenario de su fundaci�n. En esa ocasi�n,
el decano, doctor Charles R. Brown, pronunci� una serie
de conferencias sobre el arte de predicar. Estas conferencias
han sido publicadas recientemente por una editorial neoyorquina. El doctor Brown ha preparado discursos semanalmente durante un tercio de siglo, y ha adiestrado a otros en
el arte de la oratoria; de modo que estaba en condiciones de
dar buen consejo sobre este asunto, consejo que lo mismo
aprovechar� a un sacerdote que est� preparando una disertaci�n sobre el salmo noventa y uno, que a un zapatero que est�
preparando un discurso sobre sindicatos obreros. Me tomo,
pues, la libertad de citar al doctor Brown:
"Meditemos el texto y el tema. Medit�moslos hasta que se
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pongan tiernos y manejables. Empollaremos de este modo una
bandada completa de ideas promisorias al permitir que los min�sculos g�rmenes de vida all� contenidos se dilaten y desarrollen.
... Ser� mejor que este proceso se realice por tanto tiempo
cuanto sea posible, que dejarlo hasta el s�bado por la noche, cuando ya estamos haciendo la preparaci�n final para el domingo
siguiente. Si un sacerdote puede recordar una verdad cualquiera
durante un mes, o seis meses quiz�, o aun durante un a�o, antes de
que predique sobre ese tema encontrar� que surgen nuevas ideas
continuamente, hasta que el crecimiento es a toda luz abundante.
Puede meditarlo mientras camina por la calle, o mientras viaja
en tren, cuando los ojos est�n demasiado cansados para leer.
"Puede tambi�n meditarlo por la noche. Es mejor, para un
sacerdote, no llevarse el serm�n a la cama todas las noches; el
p�lpito es algo magn�fico para predicar desde �l, pero no es un
buen compa�ero de cama. A pesar de esto, yo me he levantado
muchas veces a medianoche para escribir los pensamientos que
se me ocurr�an, por miedo de olvidarlos antes del d�a siguiente.
"Cuando estemos ya dedicados enteramente a reunir material
para un serm�n determinado, escribamos todo lo que se nos ocurra respecto de dicho texto y tema. Escribamos qu� vimos en el
texto cuando lo elegimos. Escribamos todas las ideas asociadas
que se nos ocurran entonces.
. .. Anotemos todas estas ideas, en pocas palabras, las necesarias solamente para fijar la idea, y mantengamos la mente a la
caza de otras, como si nunca fu�ramos a ver otro libro en la vida.
Esta es la manera de hacer productivo el cerebro. Merced a este
proceso mantendremos los procesos mentales frescos, originales
y creadores.
... Escribamos todas estas ideas a que hemos dado nacimiento, sin ayuda. Son m�s preciosas para el desarrollo mental que
rub�es, diamantes u oro en polvo. Escrib�moslas, preferentemente, en pedazos de papel en las partes de atr�s de cartas viejas, en
retazos de sobres, en papel inservible, en cualquier cosa que
tengamos a mano. Esto es mucho m�s eficaz, en todo sentido, que
usar hojas de papel de oficio, limpias y grandes. No es s�lo por
econom�a, sino que nos ser� mas f�cil disponer y organizar estos
papeles sueltos cuando queramos poner el material en orden.
"Sigamos escribiendo cuantas ideas se nos ocurran, y para esto
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pensemos duro continuamente. No es necesario apresurar este
proceso. Es una de las operaciones mentales de mayor importancia en que tendremos el privilegio de intervenir. Es el m�todo
que hace que se desarrolle el poder productivo de la mente.
. . . Hallaremos que los sermones que m�s nos agradan, y los
que mas eficaces resultan para los feligreses, son los sermones
que han estado m�s largo tiempo en nuestro interior. Porque entonces son hueso de nuestro hueso, carne de nuestra carne, hijos
de nuestra propia labor mental, resultado de nuestra propia energ�a creadora. Los sermones escritos a tirones y compilados siempre tendr�n cierto sabor a cosa de segunda mano, a cosa recalentada. Los sermones que tienen vida, que se agitan y entran en el
templo con paso vivo, brincos y alabanzas de Dios, los sermones
que entran en el coraz�n de los hombres, movi�ndolos a remontarse con alas de �guila y a que caminen por la senda del deber.
sin desmayos-estos sermones reales son los que nacen de las
energ�as vitales del hombre que los pronuncia."
De vez en cuando, durante este proceso de consideraci�n
v "procreaci�n", anotaba algunas cosas, fragmentos, frases
sueltas, en sobres viejos, pedazos de papel, retazos quitados
de alg�n saco de cart�n, cualquier cosa que estuviese a la
mano. Estas anotaciones las guardaba luego en el techo de
su sombrero de copa y no las volv�a a ver hasta que tuviera
tiempo para sentarse y ordenarlas; luego escrib�a y revisaba
s 1 discurso, y le daba el pulimento final para pronunciarlo
publicarlo.
Durante los debates de la junta General, en 1858, el senador Douglas pronunciaba el mismo discurso en todas partes
adonde iba. Lincoln, en cambio, segu�a estudiando,meditando, reflexionando, hasta el punto que, dec�a �l mismo, le
resultaba m�s f�cil hacer un discurso nuevo todos los d�as
que repetir uno ya pronunciado. El asunto se ensanchaba y
aumentaba sin cesar en su mente.
C�MO PREPARABA LINCOLN SUS DISCURSOS
Pocos d�as antes de trasladarse a la Casa Blanca cogi�
�C�mo los preparaba Lincoln? Afortunadamente, sabemos
mi ejemplar de la Constituci�n, m�s los originales de tres disla respuesta; y leyendo aqu� el m�todo que �l segu�a veremos r asos, y se encerr� con ellos en un cuartucho sucio y polvo
que el decano Brown, en su conferencia, recomienda varios
tiento de un almac�n. Y all�, lejos de toda intromisi�n,
sbufaimoï¿e½nsjiaugrl. escri
de los procedimientos que Lincoln aplic� ochenta a�os antes.
Uno de los m�s famosos discursos de Lincoln es aquel en que
C�mo prepar� Lincoln su c�lebre discurso de Gettysburg?
declaraba, con visi�n prof�tica: "Una casa dividida contra
1 Desgraciadamente, se han soltado falsas versiones al respecto.
I versi�n verdadera es fascinante:
s�
no puede sino caer. Tengo para m� que este gobierno no
puede subsistir permanentemente, una mitad esclavo y una
Cuando la junta que estaba encargada del cementerio de
mitad libre." Este discurso fu� ideado mientras efectuaba
Gettysburg decidi� rendir un homenaje de consagraci�n a los
su trabajo cotidiano; mientras estaba a la mesa comiendo;
soldados que all� reposaban, invitaron a Edward Everett para
mientras caminaba por la calle; mientras orde�aba la vaca
que pronunciara el discurso principal. Everett hab�a sido
en el establo; mientras hac�a su viaje diario a la carnicer�a
ministro de Boston, presidente de la universidad de Harvard,
y al almac�n, vistiendo su vieja esclavina negra a los homg obernador de Massachusetts, senador de la naci�n, embabros, ocupado un brazo con la cesta, mientras al otro lado
jador ante el gobierno brit�nico y secretario de Estado; se le
su hijito no cesaba de charlar y hacer preguntas, impacienconsideraba uno de los oradores m�s capaces del pa�s. Se fij�,
t�ndose y tir�ndole de los dedos en vano esfuerzo de hacer
oralmente, el d�a 25 de octubre de 1863 para la ceremonia.
hablar a su padre. Lincoln segu�a caminando, abstra�do en
I v e rett declar�, con mucho tino, que le ser�a imposible presus reflexiones, pensando en su discurso, olvidado aparentepararse a tan breve plazo. De modo que se posterg� la ceremente de la existencia del ni�o.
m la hasta el 19 de noviembre, casi un mes, para darle
de prepararse. Los tres �ltimos d�as de este per�odo
44
45
1
s1
mo
tiempo
m(
los pas� en Gettysburg, recorriendo el campo de batalla, fami-No est�, precisamente, escrito. Ni siquiera est� termiliariz�ndose con cuanto hab�a ocurrido all�. Estos d�as denado. Lo he escrito dos o tres veces, y no estar� satisfecho
meditaci�n y consideraci�n fueron una preparaci�n exceFasta que le d� otro retoque.
lente. Torn� real, en su mente, la batalla.
Lleg� a Gettysburg la noche anterior al homenaje. El pueSe enviaron invitaciones para concurrir al acto a todos los
blo estaba lleno de bote en bote. Los mil trescientos habimiembros del congreso, al presidente de la rep�blica, y a su
tantes que eran su poblaci�n normal se hab�an aumentado
gabinete. La mayor parte rechaz� la invitaci�n, pero Lincoln,
s�bitamente hasta quince mil. Las aceras estaban abarrotadas;
con gran sorpresa de la junta, inform� que concurrir�a. �Le i ntransitables, y hombres y mujeres se ve�an obligados a capedir�an que hablase? Muchos se opusieron. No tendr�a tiemi ninar por las fangosas calles. Seis bandas tocaban m�sica.
po para prepararse. Adem�s, aunque tuviese tiempo, �era
La multitud cantaba. La gente se ape�uscaba delante de la
capaz de hacer un discurso? Desde luego, era un buen orador,
residencia del se�orWills, anfitri�n del presidente. Le cancuando se trataba de un debate sobre la esclavitud; pero nunca
taban serenatas. Le ped�an que hablase. Lincoln respondi�
hab�a pronunciado un discurso de consagraci�n. Este era un
con pocas palabras, que dejaban entrever, con m�s claridad
homenaje grave y solemne. No pod�an correr riesgos. �Le
que tacto quiz�, su deseo de no hablar hasta el d�a siguiente.
pedir�anque hablase? Discurr�an,discurr�an,desconcertaLo cierto es que pas� parte de la noche dando a su discurso
dos... Pero mil veces m�s desconcertados habr�an quedado si
"otro toque". Hasta fu� a una casa vecina, donde se hospehubiesen podido obtener una vislumbre, escrutar en lo futuro,
daba su ministro Seward, y le ley� el discurso para que lo
y ver que este hombre, de cuya capacidad oratoria estaban
criticara. Despu�s del desayuno, a la ma�ana siguiente, produdando, iba a pronunciar lo que hoy se considera uno de los
cedi� "'a darle otro toque", trabajando sin descanso, hasta que
discursos m�s importantes que jam�s se hayan pronunciado.
golpearon a la puerta para informarle que ya era hora de
Por fin, quince d�as antes del acto, enviaron a Lincoln una
ocupar su puesto en la procesi�n. "El coronel Carr, que iba
invitaci�n tard�a a que dijese "algunas palabras apropiadas".
detr�s del presidente, cuenta que, cuando se inici� la proce�
Vaya invitaci�n para un presidente de la rep�blica!
si�n, el presidente montaba erguido su caballo, como si desLincoln comenz� a prepararse inmediatamente. Escribi�
empe�ase su papel de general en jefe del ej�rcito. Pero, a
a Edward Everett, consigui� una copia del discurso que promedida que la procesi�n adelantaba, su cuerpo se fu� encornunciar�a este cl�sico humanista y, cuando dos o tres d�as m�s vando para adelante, los brazos perdieron la rigidez, y la
tarde fu� a una galer�a fotogr�fica a que le hiciesen un re- cabeza se inclin�. Parec�a perdido en sus pensamientos."
trato, llev� el manuscrito de Everett y lo ley� mientras espeS�lo podemos inferir que, aun en ese momento, estaba reparaba que el fot�grafo se aprestase. Pens� en el discurso dusando su corto discurso de diez inmortales oraciones, d�ndole
rante varios d�as, pens� mientras iba a la Casa Blanca, al
"otro toqu�'.
Ministerio ce la Guerra; mientras volv�a; pens� mientras
Algunos de los discursos de Lincoln, aquellos en 'que s�lo
descansaba en su catre de cuero, en el Ministerio de la Guerra,
ten�a inter�s superficial, fueron fracasos rotundos; pero era
a la espera de partes telegr�ficos.Redact� un bosquejo aproun orador -consumado cuando hablaba de la esclavitud y de
ximado en un papel de oficio, que luego guard� en su somla uni�n del Norte y el Sur. �Por qu�? Porque continuamente
brero de copa. Meditaba sin cesar sobre el discurso, y, sin
meditaba sobre estos problemas, y los sent�a profundamente.
cesar, el discurso iba cobrando forma. El domingo anterior
Un compa�ero que comparti� una pieza con �l una noche en
al acto dijo a un amigo:
una posada, se despert� a la ma�ana siguiente cuando sal�a
46
47
el sol, y vi� a Lincoln que, incorporado en su lecho, y mirando fijamente la pared, dec�a:
-Este gobierno no puede subsistir permanentemente, una
mitad esclavo y una mitad libre.
�C�mo preparaba Cristo sus discursos? Se apartaba de la
gente. Pensaba. Meditaba. Consideraba. S e fue solo al
desierto, y medit� y ayun� durante cuarenta d�as y cuarenta
noches. "Desde entonces en adelante -dice San Mateojes�s comenz� a predicar."
Poco tiempo despu�s, pronunci� uno de los discursos m�s
c�lebres de la historia: el Serm�n de la Monta�a.
-Todo esto es muy interesante -dir�n algunos-, pero
yo no quiero ser un orador famoso. Yo s�lo quiero echar
algunos discursos de vez en cuando, si se presenta la oportunidad.
Muy cierto, y comprendemos perfectamente tal deseo. Este
curso tiene el fin espec�fico de ense�arnos eso, precisamente.
Pero, por poca pretensi�n que tengan nuestros discursos, nos
pueden resultar �tiles, y hasta podemos emplear en cierto
modo los m�todos de famosos oradores del pasado.
C�MO PREPARAR UN DISCURSO
�Sobre qu� tema debemos hablar en las sesiones de este
curso? Sobre cualquiera que nos interese. Si es posible, elegiremos nosotros mismos el tema; y si el tema nos "elige"
a nosotros, miel sobre hojuelas. De todos modos, el instructor
nos proporcionar� temas si as� lo deseamos.
No incurramos en el error tan com�n de querer abarcar
muchos aspectos en una conferencia corta, que quien mucho
abarca poco aprieta y todo se le suelta. Tomemos uno o dos
puntos de vista y tratemos de desarrollarlos adecuadamente.
Nos podemos considerar dichosos si lo conseguimos, en los
cortos discursos a que la falta de tiempo nos obliga.
Fij�monos el tema con una semana de anticipaci�n, para
que podamos pensar en �l durante siete d�as y siete noches.
Que el tema sea lo �ltimo en que pensemos cuando nos vamos
48
a dormir. Pensemos en �l mientras nos afeitamos, mientras
nos ba�amos, mientras vamos a nuestras ocupaciones, mientras esperamos el ascensor, mientras aguardamos la comida,
mientras llega la persona que nos di� cita. Coment�moslo
con los amigos. Hagamos que nuestras conversaciones giren
en torno al tema.
Hag�monos todas las preguntas posibles con respecto al
asunto. Si, por ejemplo, tenemos que hablar sobre el divorcio,
pregunt�monos qu� causa el divorcio, econ�micamente, socialmente. �C�mo se puede remediar el mal? �Ser� mejor tener
leyes uniformes en todos los Estados? �Por qu�? �O ser� mejor no tener leyes al respecto? �No convendr� prohibir el
divorcio? �O hacerlo m�s dif�cil? �O m�s f�cil?
Supongamos que tenemos que hablar sobre las causas que
nos movieron a inscribirnos en este curso. En tal caso, nos
preguntaremos: �Qu� dificultades tengo yo? �Qu� espero
obtener de este adiestramiento? �He hablado alguna vez en
p�blico? �Cu�ndo? �Qu� sucedi�? �Por qu� creo yo q
adiestramiento tiene valor para m�? �Conozco a alguien que
est� progresando m�s en la vida gracias a la confianza en s�
mismo, a su porte, a su capacidad de hablar convincentemente? �Conozco a alguien que no tenga posibilidades de
alcanzar grandes �xitos por falta de estas cualidades? Seamos
expl�citos.
Narremos la vida de estos hombres, sin mencionar
sus nombres.
Si conseguimos ponernos en pie, pensar con lucidez, y
mantenernos hablando durante dos o tres minutos, habremos
hecho cuanto se espera de nosotros en los primeros discursos..
Un tema como el de Por qu�
me inscrib� en este
curro es
muy f�cil.No puede haber duda de ello. Si dedicamos un
poco de tiempo a la elecci�n y ordenamiento del material,
podemos estar seguros de que no lo olvidaremos, porque
estaremos hablando de nuestras propias observaciones, nuestros propios deseos, nuestra propia experiencia.
Por otra parte, supongamos que hemos elegido el tema de
nuestro empleo o de nuestra profesi�n. �Qu� haremos para
preparar ese discurso? Ya tenemos reunida una buena can49
Arg�elles, protestando contra las notas enviadas por potidad de material sobre este asunto. El problema, entonces,
tencias
extranjeras que trataban de inmiscuirse en los asuntos
consistir� en elegir y escoger ese material. No tratemos de
de Espa�a, concluy� del modo siguiente un brillante discurso.
decirlo todo en tres minutos. Ser�a imposible. El discurso
Reparemos en las pruebas hist�ricas que aduce para abonar
resultar�a excesivamente escueto, excesivamente fragmentario.
sus asertos.
Tomemos una fase del tema, y solamente una: adorn�mosla,
extend�mosla. Por ejemplo: �por qu� no hablamos de las
"El rey de Espa�a ha sido siempre v�ctima de las perfidias de
causas que nos movieron a seguir la carrera que hayamos
los extranjeros; pero yo conf�o en que se aprovechar� de las lecseguido? �Fu� resultado de nuestra decisi�n o de la casualiciones de la historia y de su propia experiencia. Pedro I, rey de
dad? Narremos nuestras primeras luchas, los reveses sufridos,
Castilla, muri� rodeado de extranjeros, asesinado por su hermano
las esperanzas abrigadas, los triunfos logrados. Hagamos una
Enrique en la tienda de Beltr�n Dugesclin. El pr�ncipe Negro,
heredero de Inglaterra, fu� v�ctima de los extranjeros, los que
narraci�n interesante, una pintura v�vida, basada sobre exdespu�s de su desgracia le abandonaron, y no hall� refugio entre
periencias propias. La historia real, �ntima de un hombre
los d�spotas, sino en la generosidad de la Rep�blica holandesa.
-cuando se la cuenta con modestia y sin asomo de petuLa
corte de San Petersburgo debe acordarse de que Pedro III,
lancia, que tanto irrita- es sumamente interesante. Es un
marido de la c�lebre Catalina 11, fu� destronado, y todas las sematerial que rara vez fracasa.
�ales evidentes que aparecieron en su muerte demostraron que
O contemplemos nuestra profesi�n desde otro punto de
hab�a sido envenenado. Es todav�a mas memorable lo ocurrido
vista: �qu�
desventajas ofrece? por ejemplo; �qu� consejo
con el emperador Pablo I, pero lo es aun mucho m�s el escandar�amos un
a joven que quisiera abrazar la misma prodaloso destronamiento de Gustavo Adolfo IV, que todav�a anda
fesi�n?
por Europa hecho un peregrino."
O hablemos de la gente con quien solemos estar en
Algunos alumnos, al pronunciar un discurso, cometen el error
contacto - los buenos, y los otros. Contemos los problemas
i
mperdonable
de situarse, en el plano que s�lo a ellos interesa.
que se nos presentan con aquellos con quienes debemos tratar
diariamente. �Qu� nos ha ense�ado nuestra profesi�n respecto No es su obligaci�n, acaso, hacer la "charla" amena, no
para s� propios, sino para sus oyentes? �No deben hacer lo
del tema m�s interesante de cuantos haya: la naturaleza
posible por satisfacer los intereses ego�stas del auditorio?
humana? Hablando sobre el aspecto t�cnico de nuestra proSi, por ejemplo, el orador es m�dico, �qu� mejor que explicar
fesi�n, sobre los pormenores, nuestra charla puede resultar
a sus oyentes el modo de cuidar el h�gado con m�todos camuy poco interesante a los dem�s. Pero la gente, las persoseros? Si es banquero, �qu� mejor que aconsejarles cu�les
nalidades de los individuos: es muy dif�cil desbarrar con seson las inversiones m�s seguras?
mejante material.
Mientras nos preparamos, analicemos nuestro auditorio. MeSobre todo, no hagamos de nuestro discurso una exposici�n
ditemos sobre sus necesidades, sus deseos. Esto, a veces, nos
abstracta. Eso suele aburrir. Entremezclemos en el una sugana la mitad del �xito.
cesi�n de ejemplos y de juicios generales. Pensemos en los
Al preparar un discurso, es muy beneficioso, si el tiempo
casos concretos que hayamos observado, y en las verdades
l
o
permite, leer un poco, averiguar qu� han pensado otros,
fundamentales que esos ejemplos espec�ficos ilustran. Verequ�
han dicho sobre el mismo asunto. Pero no leamos tanto
mos tambi�n que estos casos concretos son mucho m�s f�ciles
que
nuestras
propias ideas queden desplazadas. Esto es muy
de recordar que los abstractos; que son m�s f�ciles de exi
mportante.
Vayamos,
pues, a la biblioteca y consultemos al
poner. Hacen m�s brillante y m�s fl�ida nuestra exposici�n.
30
S1
bibliotecario. Dig�mosle que estamos preparando un discurso
sobre tal y tal asunto. Pid�mosle ayuda sin ambages. Si no
estamos acostumbrados a hacer trabajos de investigaci�n y
b�squeda, nos causar� probablemente sorpresa la ayuda que
el bibliotecario nos preste. Quiz� nos traiga un volumen que
trata especialmente de nuestro tema; bosquejos y res�menes
para pol�micas, en el que aduzcan las principales razones
para cada bando sobre los asuntos p�blicos del d�a. Casi todas
las revistas especializadas publican, cada tantos n�meros, los
�ndices que los comprenden. Existen a cientos las revistas que,
as� en Espa�a como en Am�rica, se publican sobre literatura,
pintura, ciencias, comercio, etc. La Enciclopedia Espa�a-Calpe,
una de las m�s importantes del mundo, es tambi�n un importante auxiliar. Todas las bibliotecas tienen ficheros, donde
hallaremos docenas de libros que nos ser�n de utilidad. Casi
todos los libros de estudio y de referencia traen bibliograf�as
de libros afines. Todo esto son las herramientas de nuestro
taller. Utilic�moslas.
PODER DEJADO EN RESERVA
Luther Burbank dijo, poco antes de morir: "A menudo he
criado hasta un mill�n de plantas de una misma especie, para
no encontrar m�s que uno o dos ejemplares realmente buenos. Y entonces he destru�do todos los otros." Los discursos
deben prepararse con �nimo similar de profusi�n y entresacadura. Reunamos cien pensamientos y descartemos noventa.
Hag�moslo en obsequio de la mayor confianza que merced a
ellos obtendremos, la mayor seguridad. Hag�moslo por el
efecto que producir� sobre nuestro esp�ritu, sobre nuestro
coraz�n, sobre nuestra manera toda de hablar. Es este un
factor principal�simo, fundamental; sin embargo, los oradores
suelen no prestarle atenci�n, tanto en sus conferencias p�blicas como en las privadas.
"Yo he adiestrado a cientos de vendedores y propagandistas -dice Arthur Dunn-, y el defecto principal que se
advierte en los m�s de ellos es su imposibilidad de compren52
der la importancia que tiene el saber todo cuanto se puede
con respecto a los productos, y en aprenderlo antes de iniciarse como vendedores.
"Muchos han venido a mi oficina que, despu�s de haber
obtenido una descripci�n del art�culo y algunas normas para
intentar su venta, se han sentido ansiosos por ganar la calle
y comenzar a vender. Muchos de estos vendedores no han
durado una semana en la casa, y no pocos han sido retirados
dentro de las cuarenta y ocho horas. Al educar y adiestrar
a estos vendedores para la venta de productos alimenticios,
he tratado de convertirlos en expertos del producto. Los he
obligado a estudiar informes del Ministerio de Agricultura,
en los que se indican la cantidad de agua, de prote�nas, de
hidratos de carbono, de grasa, de ceniza. Les he hecho estudiar
los elementos de que se componen los productos que deben
vender. Los he aleccionado durante d�as y les he hecho pasar
ex�menes. Los he obligado a ofrecerse los productos mutuamente. He ofrecido premios de est�mulo a los que hablasen
m�s convincentemente.
"He topado a menudo vendedores que durante el tiempo
preliminar requerido para estudiar los art�culos, se ponen impacientes. Y dicen: 'Nunca tendr� tiempo de decir todo esto
a mis clientes. Est�n muy ocupados. Si comienzo a hablarles
de prote�nas y de hidratos de carbono, no querr�n escucharme,
y si me escucharen, no entender�n lo que les diga.' Yo he respondido: nosotros no le ense�amos esto para beneficio de
su cliente, sino para beneficio suyo propio. Si usted consigue
familiarizarse de pe a pa con el producto, adquirir� usted
una seguridad dif�cil de calcular. Se hallar� usted tan s�lido,
tan fuerte, tan resuelto en su actitud mental, que ser� al
mismo tiempo irresistible e inconquistable."
Cierta vez se le pidi� a una conocida escritora, que a la
saz�n estaba en Par�s, escribiese un art�culo sobre el cable
telef�nico submarino, para publicarlo en una importante revista. Nuestra escritora se traslad� a Londres, se entrevist� con
el gerente para Europa del cable principal, y obtuvo de �ste
todos los datos necesarios para su prop�sito. Pero no se confor33
de antemano. S�lo quieren adquirir el h�bito de pensar de
m� con esto. Quer�a tener datos guardados en reserva; estupie y de intervenir en los debates a que concurren. Tales
di� todos los modelos de cables que se exhib�an en el Museo
estudiantes generalmente prefieren concurrir a clase, escuchar
de Londres; ley� libros sobre la historia del cable, y hasta
y luego comentar o impugnar lo que alg�n orador precedente
visit� f�bricas de las afueras de Londres para enterarse del
ha dicho. En cierta medida, esto puede resultar provechoso,
proceso de elaboraci�n.
pero no nos extralimitemos. Practiquemos las sugestiones que
�Por qu� reuni� diez veces m�s informaci�n de la que
se dan en este cap�tulo. Ellas nos facilitar�n la deseada fahumanamente pod�a utilizat? Lo hizo porque sab�a que esto
s cilidad y holgura, as� como la capacidad de preparar discursos
le iba a proporcionar poder de reserva; porque comprendi�
eficazmente.
que las cosas que supiese, aunque no las expresara, pre�ar�an
Si nos demoramos hasta tener un poco de tiempo libre para
de fuerza y color a las pocas que s� expresara.
planear
y preparar nuestro discurso, quiz� nunca 'lleguemos
Edwin James Cattell ha hablado a unos treinta millones
a
tener
ese
poco de tiempo libre. Sin embargo, aquello que
de personas durante su vida; y hace poco me confes� que si
es
habitual,
aquello que uno se acostumbra a hacer, resulta
no se daba de puntapi�s despu�s de un discurso por todas
f�cil,�no es verdad? �Por qu�, entonces, no dedicamos un
las cosas interesantes que no hab�a dicho, no lo hac�a porque
d�a de la semana, de ocho a diez de la noche, por ejemplo,
sab�aque de haberlas dicho todas pod�a haber fracasado.
especialmente para esta labor? Tal es el m�todo seguro, sis�Por qu�? Porque su larga experiencia le ense�aba que los
tem�tico. �Qu� cuesta probarlo?
discursos de verdadero m�rito son aquellos en los que hay
un desbordamiento de material de reserva, una pl�tora, una
profusi�n,mucho m�s de cuanto el orador tenga tiempo de
SUMARIO
mencionar.
1. Cuando el orador tiene un mensaje verdadero en su
'-Pero, �qu� diablos!
-pensar� el lector-. �Cree este
mente
y en su coraz�n, una necesidad perentoria de hablar,
autor que yo tengo tiempo para todo esto? Quisiera que viese
tiene
pocas
probabilidades de fracasar. Un discurso semiprepalos negocios que debo atender, la esposa, los hijos y los dos
rado
est�
semipronunciado.
perros "terrier" a quienes tengo que mantener... �Ha! Para
2.
�En
qu� consiste la preparaci�n? �En anotar algunas
ir a museos estoy yo, o para examinar cables, espigar libros
frases
faltas
de
vida sobre el papel? �O en aprenderlas de
o amanecer incorporado sobre la cama, mascullando mis discoro?
De
ning�n
modo. La verdadera preparaci�n consiste
cursos.
en
extraer
algo
de
nosotros
mismos, en reunir y ordenar
Querid�simo lector, ya conocemos bien su problema de usnuestros
propios
pensamientos,
en fomentar y nutrir nuestras
ted, y hemos dictado, comprensivamente, todas las providenpropias
convicciones.
(Ejemplo:
el se�or Cortez fracas� cuancias necesarias. No siempre se le pedir� a usted que prepare
do
quiso
repetir
los
pensamientos
recogidos de un art�culo
un discurso con anticipaci�n; se le dar� simplemente un
de
la
"Gaceta
Mercantil".
Pero
cuando
este art�culo le sirvi�
asunto f�cil para que usted improvise, despu�s de haber ensimplemente
como
punto
de
partida
para
su propio discurso,
carado el auditorio. Esto le proporcionar� una pr�ctica preciosa
cuando
discurri�
sus
propias
ideas
y
hall�
sus propios ejempara pensar de pie - que es como generalmente se debe
plos,
tuvo
�xito.)
hablar en las asambleas de cualquier suerte.
3. No nos sentemos a un escritorio y tratemos de fabricar
Algunas de las personas que se inscriben en este curso
un discurso en treinta minutos. No se puede hacer un discurso
tienen escaso inter�s en aprender a preparar sus discursos
53
a pedido como si se tratase de asar una chuleta. Los discursos
tienen que crecer. Escojamos el tema con una semana de anticipaci�n, pensemos en �l durante los ratos perdidos, medit�mosle, durm�monos pensando en �l, so�emos, en fin, con
�l.
Hablemos de nuestro tema con los amigos. Convirt�moslo
en motivo de conversaci�n. Hag�monos todas las preguntas
posibles con respecto a �l. Escribamos en pedazos de papel
todas las ideas y ejemplos que se nos ocurran, y sigamos discurriendo otros. Los pensamientos, las sugestiones, los ejemplos, ir�n apareciendo en los m�s diversos momentos, mientras nos ba�amos, mientras vamos en autom�vil, mientras
esperamos que nos sirvan la cena. Tal era el m�todo de
Lincoln. Y tal ha sido el m�todo de todos los buenos oradores.
4. Despu�s de haber pensado espont�neamente durante
algunos d�as, vayamos a la biblioteca y leamos libros o art�culos que se refieran a nuestro tema - siempre que tengamos
tiempo para ello. Consultemos con el bibliotecario. �1 puede
prestarnos gran ayuda.
5. Reunamos mucho m�s material del que pensamos emplear. Hagamos lo que Luther Burbank, que no pocas veces
criaba hasta millares de plantas en busca de una o dos
realmente excelentes. Hallemos cien ideas, y luego descartemos noventa.
6. La manera de desarrollar el poder de reserva consiste
en saber mucho m�s de cuanto podamos emplear; en tener
un dep�sito repleto de informaci�n. Al preparar un discurso,
pongamos en pr�ctica el m�todo que Arthur Dunn ense�aba
a sus vendedores, o el que empleaba aquella escritora que
debi� escribir sobre el cable submarino del Atl�ntico.
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Las palabras de la columna izquierda son dialectales. Aunque algunas de ellas han sido aceptadas por la Academia
56
Espa�ola de la Lengua, es preferible evitarlas y reemplazarlas
por las de la derecha:
INCORRECTO
CORRECTO
Changador
Fulgir
Lapicera
Aguatero
Curtiembre
Peritaje
Cortafierro
Yapa
Firuletes
Ba�adera
Altoparlante
Atorrante
Ganap�n, mozo de cordel
Fulgurar
Portaplumas, mango
Aguador
Curtidur�a, tener�a
Peritaci�n
Cortafr�o
Adehala, a�adidura
Arrequives
Ba�era
Altavoz
Vago, harapiento; pillo
GRAM�TICA
Sendos
Esta palabrita, que no tiene equivalencia en ning�n otro
i dioma, y que todos los idiomas nos envidian por lo �til y
elegante, carece de singular. Por tanto, no puede ser sin�nima
de enormes, extraordinarios, exorbitantes ni monstruosos, puesto que estos cuatro vocablos gozan de ambos n�meros.
Significa: "uno para cada cual de dos o m�s personas o cosas".
"Pasaron dos hombres con sendos garrotes" significa que llevaban uno cada cual. As� lo emplea Cervantes:
"Entraron dos viejos de bayeta con anteojos que los hac�an graves y dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadoras
cuentas en las manos."
Y Unamuno:
"De los escritores no digamos nada, porque es cosa sabida que,
si hay doscientos que gesticulen y vociferen en el tablado de las
57
letras, cada uno de ellos publica doscientos ejemplares de cada
una de sus obras. 7 con sendas dedicatorias. s e las reparten entre s�."
EJERCICIO VOCAL. LA CORRECTA RESPIRACI�N
El famoso cantante Jean de Reszke aconsejaba "llevar alta
la corbata". Pong�monos en pie y llevemos a la pr�ctica su
consejo, no subiendo los hombros, sino elevando el pecho
hasta su posici�n natural. Hagamos reposar todo nuestro peso
sobre los tacones. Apoyemos una mano sobre la cabeza.
Tratemos ahora de apartar la mano del pelo, sin levantar
los talones. Hag�moslo, no con los m�sculos del brazo, sino
tratando de conservar la m�xima altura que nos sea posible.
Eso es. Muy bien. Ahora estamos erguidos, el abdomen para
adentro, la corbata y el pecho altos, la nuca pegada al cuello
de la camisa. �Hemos levantados los hombros? En ese caso,
relaj�moslos, baj�moslos. Es el pecho el que debe estar alto,
no los hombros. Sin bajar el pecho, exhalemos. Manteng�moslo alto hasta que salga la �ltima pizca de aire.
Y henos ya listos para respirar correctamente. Inhalemos
profunda, lenta, tranquilamente por la nariz. Tratemos de
sentir la misma sensaci�n que sent�amos al practicar en la
cama la respiraci�n diafragm�tica que sugerimos en el cap�tulo I. Sintamos los pulmones extendi�ndose, extendi�ndose,
extendi�ndose, empujando hacia el costado las costillas inferiores: sintamos la sensaci�n debajo de los brazos. Sintamos
el diafragma comprimi�ndose y achat�ndose como un plato
de papel dado vuelta y aplastado desde arriba: sintamos el
diafragma extendi�ndose al poner los dedos sobre el "grito
de la mu�eca", como llaman los ni�os a la parte que queda
inmediatamente por debajo del estern�n. Exhalemos lentamente.
Ahora, una vez m�s. Inspiremos por la nariz. Advertir�
nuevamente que no se deben levantar los hombros ni querer
ensanchar los pulmones por la parte superior.
Con la corbata en alto, inspiremos nuevamente y sintamos
la expansi�n en medio del tronco.
58
"Yo practico la respiraci�n profunda todos los d�as" dec�a
l a Schumann-Heink.
Caruso hac�a lo mismo: por esto desarroll� un diafragma
de gran fuerza. Cuando los estudiantes ven�an a pedirle consejo sobre el arte de respirar, Caruso sol�a decirles. "Apoya
con toda tu fuerza el pu�o sobre mi diafragma". Y entonces,
con una r�pida y profunda inhalaci�n, comprim�a el diafragma con tanta violencia que arrastraba el pu�o con la mayor
facilidad.
Sin embargo, el solo conocimiento del buen respirar, que
estamos aprendiendo, no nos servir� de nada si no lo sabemos
aplicar.
Practiqu�moslo, pues, diariamente, mientras caminamos por
la calle. Practiqu�moslo cuando tengamos un momento libre
en la oficina. Practiqu�moslo despu�s de habernos concentrado
durante una hora con alg�n asunto: abramos la ventana y
llen�monos de aire los pulmones. Esto no ser� tiempo perdido. Ser� tiempo ahorrado, vigor reforzado, salud ganada.
Por otra parte, no es menester practicar por mucho tiempo:
si lo hacemos con constancia, se nos convertir� en costumbre.
Nos causar� extra�eza saber que antes respir�ramos de diferente modo. Respirar con la parte superior de los pulmones,
es respirar a medias solamente. Y "quien respire a medias
solamente -dice un antiguo pasaje s�nscrito- vive a medias
solamente".
Si seguimos diariamente las indicaciones que damos aqu�,
no s�lo mejoraremos la voz, sino que las probabilidades que
tengamos de contraer la tuberculosis ser�n escasas. Y las prohabilidades que tengamos de librarnos de los resfr�os que se
l e pegan a medio mundo durante el invierno, ser�n much�si mas.
59
CAP�TULO
III
C�MO PREPARABAN SUS DISCURSOS ALGUNOS
ORADORES FAMOSOS
La exposici�n desmenuzada engendra la impaciencia en los intelectos modernos, hechos a ver
claro y pronto ante la sola aparici�n de las cosas
en estos tiempos del tel�grafo y del vapor, sobre
todo. Del mismo modo que los dialectos se comen las s�labas, y con elipsis y t�rminos truncados y sobrentendidos se hacen m�s r�pidos y
vivos que la lengua materna, se procede hoy en
las lenguas, buscando rapidez y br�o.
BENEDETTO CROCE
La facultad de coger los puntos esenciales de
los problemas es la gran diferencia que existe
entre los esp�ritus cultivados y los no cultivados.
Sin duda, la m�s grande ventaja. que se obtiene
en las aulas superiores, es la disciplina de la
mente.
JOHN G. HIBBEN
El pol�tico espa�ol Alejandro Lerroux, al principio de su
carrera, ten�a
muy poco dominio de s� mismo como orador;
sent�a verdadero p�nico frente a un auditorio. Cierta vez, estando en los funerales de un colega, y despu�s de haber hablado ya varios oradores, alguien anunci� al p�blico que
hablar�a Lerroux. Siendo la ocasi�n demasiado solemne, no
pudo poner tierra de por medio como en otras circunstancias
hab�a hecho, y se defendi� como pudo. Cuentan que nunca
pudo recordar este discurso sin sufrir un estremecimiento.
"Correligionarios: Comprendan ustedes... es decir, no se
sorprendan ustedes de que yo, toco... poco... poco aguerrido, y tambi�n... Porque a los periodistas... por el h�bito de
escribir, se nos atrofia la palabra, y aunque yo, en esta ocasi�n,
queridos correligionarios, quisiera... quisiera... responder...
Pero, en fin... �Viva la Rep�blica!"
Hab�a pronunciado su discurso de la manera en que, seg�n
Rousseau, se deben escribir las cartas de amor: empezando
sin saber qu� iba a decir, y terminando sin saber qu� hab�a
dicho.
La moraleja del cuento es �sta: "Cuando un hombre no
tenga sus ideas en orden -como dec�a Herbert Spencer-,
cuantas m�s tenga, tanto mayor ser� su confusi�n."
Ninguna persona cuerda pensar�a en edificar una casa sin
Hacer previamente un plano. �Por qu� entonces se le puede
ocurrir pronunciar un discurso sin haber redactado siquiera
un bosquejo, un programa?
Un discurso es un viaje que tiene su meta, y antes de partir
se debe fijar el itinerario en el mapa. El hombre que no parte
de ning�n lugar, generalmente no llega a ning�n lugar.
63
Quisiera poder escribir el siguiente pensamiento de Napole�n con letras de oro, de un metro de altura, sobre las puertas
de todos los institutos del mundo donde se ense�e oratoria:
"El arte de la guerra es una ciencia en la que nada sale bien
si previamente no se lo calcula y medita."
Esto es tan cierto del arte de tirar tiros como del arte de
hablar en p�blico. Pero, �lo comprenden as� los oradores,
o -cuando lo comprenden- act�an de acuerdo con ese principio? Pues no. Con todo �nfasis: No. Muchos discursos hay
que no tienen m�s orden ni concierto que la Torre de Babel.
�Cu�l es la disposici�n m�s eficaz para una cierta cantidad
de ideas? Es este un problema siempre nuevo, una pregunta
eterna que todos los oradores deben hacerse y contestarse una
y otra vez. No se pueden dar reglas infalibles. Pero podemos,
por lo menos, explicar brevemente, con un ejemplo concreto,
qu� queremos decir con disposici�n ordenada.
EL FAMOSO DISCURSO DE NARI�O
Antonio Nari�o fu� un eminente patriota colombiano, precursor de la revoluci�n e introductor en Am�rica de los
Derechos del hombre, que �l mismo tradujo e imprimi�.
Despu�s de una vida azarosa y llena de sacrificios, tras haber
ocupado importantes cargos en el gobierno de su pa�s, el Congreso le eligi� senador en atenci�n a sus m�ritos. Pero sus
enemigos trataron de cerrarle la entrada de la augusta corporaci�n, acus�ndole de mala administraci�n de la Tesorer�a
de Diezmos y de traici�n a la patria. Fu� entonces cuando
pronunci� su c�lebre discurso de defensa, discurso que conmovi� profundamente a amigos y enemigos, y le abri� inmediatamente las puertas del Senado:
"Hoy me presento, se�ores, como reo ante el Senado de que
he sido nombrado miembro, y acusado por el Congreso que yo
mismo he instalado, y que ha hecho este nombramiento; si los
delitos de que se me acusa hubieran sido cometidos despu�s de
la instalaci�n del Congreso, nada tendr�a de particular esta acusaci�n; lo que tiene de admirable es ver a dos hombres que no
64
habr�an quiz� nacido cuando yo ya padec�a por la Patria, haciendo cargos de inhabilitaci�n para ser Senador, despu�s de
haber mandado en la Rep�blica, pol�tica y militarmente, en los
primeros puestos sin que a nadie le haya ocurrido hacerme tales
objeciones. Pero lejos de sentir este paso atrevido, yo les doy
l as gracias por haberme proporcionado la ocasi�n de poder hablar
en p�blico sobre unos puntos que daban p�bulo a mis enemigos
Lara sus murmuraciones secretas; hoy se pondr� en claro, y deber� a estos mismos enemigos, no mi vindicaci�n, de que jam�s he
cre�do tener necesidad, sino el poder hablar sin rubor de mis
propias acciones. �Qu� satisfactorio es para m�, se�ores, verme
hoy, como en otro tiempo Timole�n, acusado ante un Senado que
el hab�a creado, acusado por los j�venes, acusado por malversaci�n, despu�s de los servicios que hab�a hecho a la Rep�blica, y
el poderos decir sus mismas palabras al principiar el juicio: o�d
a mis acusadores -dec�a aquel grande hombre-, o�dlos, se�ores, advertid que todo ciudadano tiene derecho de acusarme, y
que en no permitirlo dar�ais un golpe a esa libertad que me es
tan glorioso haberos dado.
"No comenzar�, se�ores, a satisfacer estos cargos implorando,
omo se hace com�nmente, vuestra clemencia, y la compasi�n
que naturalmente reclama todo hombre desgraciado: no, se�ores,
me degradar�a si despu�s de haber pasado toda mi vida trabajando para que se viera entre nosotros establecido el imperio de las
l eyes, viniera-ahora al fin de mi carrera a solicitar que se violasen en mi favor. justicia severa y recta es lo que imploro en el
momento en que se va a abrir a los ojos del mundo entero el
primer cuerpo de la Naci�n y el primer juicio que se presenta.
Que el hacha de la ley descargue sobre mi cabeza, si he faltado
alguna vez a los deberes de hombre de bien, a lo que debo a
esta patria querida, a mis conciudadanos. Que la indignaci�n p�blica venga tras la justicia a confundirme, si en el curso de toda
mi vida se encontrase una sola acci�n que desdiga de mi acredicado patriotismo. Tampoco vendr�n en mi socorro documentos
que se puedan conseguir con el dinero, el favor y la autoridad;
los que os presentar� est�n escritos entre el cielo y la tierra, a
l a vista de toda la rep�blica, en el coraz�n de cuantos me han conocido, exceptuando s�lo un cort�simo n�mero de individuos del
Congreso, que no ve�an porque les ten�a cuenta no ver.
65
"Suponed, se�ores, que en lugar de haber establecido una imprenta a mi costa; en lugar de haber impreso los Derechos del
Hombre; en lugar de haber acopiado una exquisita librer�a de
muchos miles de libros escogidos; en lugar de haber propagado
las ideas de la libertad, hasta en los escritos de mi defensa, s�lo
hubiera pensado en mi fortuna particular, en adular a los virreyes, con quienes ten�a amistad, y en hacer la corte a los oidores, como mis enemigos se la han hecho a los expedicionarios.
�Cu�l habr�a sido mi caudal en los diecis�is a�os que transcurrieron hasta la revoluci�n? �Cu�l habr�a sido hasta el d�a?
"�Y porque todo lo he sacrificado por la patria, se me acusa
hoy, se me insulta con estos mismos sacrificios, se me hace un
crimen de haber dado lugar, con la publicaci�n de losDerechos
del hombre, a que se confiscaran mis bienes, se hiciera pagar a
mis fiadores, se arruinara m� fortuna, y se dejara en la mendicidad a mi familia, a mis tiernos hijos? En toda otra Rep�blica,
en otras almas, se habr�a propuesto, en lugar de una acusaci�n,
que se pagasen mis deudas del Tesoro p�blico, vista la causa
que las hab�a ocasionado, y los veintinueve a�os que despu�s
han transcurrido. Dudar, se�ores, de que mis sacrificios han sido
por amor a la Patria, es dudar del testimonio de vuestros propios ojos. �Hay entre las personas que me escuchan, hay en esta
ciudad y en toda la Rep�blica, una sola persona que ignore los
sucesos de estos veintinueve a�os? �Hay quien no sepa que la
mayor parte de ellos los he pasado encerrado en el Cuartel de
Caballer�a, de esta ciudad, en el de Milicias, de Santa Marta, en
el del Fijo de Cartagena, en las B�vedas de Bocachica, en el castillo del Pr�ncipe de la Habana, en Pasto, en el Callao de Lima,
y, �ltimamente, en los calabozos de la C�rcel de C�diz? �Hay
quien no sepa que he sido conducido dos veces en partida de
registro a Espa�a, y otra hasta Cartagena? Todos lo saben; pero
no saben ni pueden saber los sufrimientos, las hambres, las desnudeces, las miserias que he padecido en estos lugares de horror
por una larga serie de a�os. Que se levanten del sepulcro Miranda, Mont�far, el virtuoso Ord��ez, y digan si pudieron resistir a s�lo una parte de lo que yo por tantos a�os he sufrido:
que los vivos y los muertos os digan si en toda la Rep�blica
hay otro que os pueda presentar una cadena de trabajos tan continuados y tan largos como los que yo he padecido por la Patria, por esta Patria por quien hoy mismo se me est� haciendo
padecer.
66
"A la vista, se�ores, de cuanto he expuesto hasta aqu�, de
cuanto hab�is o�do, �cre�is que esta acusaci�n se ha intentad
por la salud de la Rep�blica, o por un ardiente celo, o por un
puro amor a las leyes? No, se�ores, hoy me conducen al Senado las mismas causas que me condujeron a Pasto: la perfidia,
la intriga, la malevolencia, el inter�s personal de unos hombres
que, por despreciables que sean, han hecho los mismos da�os
que el escarabajo de la f�bula. En Pasto, al concluir la campa�a, porque era yo el �ltimo punto
enemigo para llegar a Quito,
se me hace una traici�n, se me desampara, se corta el hilo de la
victoria, y, por sacrificarme, se sacrifica a la Patria. ���Qu� de
males van a seguir! ! ! ���Cu�ntas l�grimas, cu�nta sangre
derramarse!!! ���Qu� calamidades va a traer a la Rep�blica e
paso imprudente, necio, inconsiderado!!! No hablo, se�ores, ante
un pueblo desconocido; hablo en medio de la Rep�blica, en el
centro de la capital, a la vista de estas mismas personas que han
sufrido, que est�n sufriendo a�n los males que ocasion� aquel
d�a para siempre funesto. Yo me dirijo a vosotros y al p�blico
que me escucha. �Sin la traici�n de Pasto, hubiera triunfado
Morillo? �Se habr�an visto las atrocidades que por tres a�os
continuos afligieron a este desgraciado suelo? �Hubieran S�rnamo
y Morillo revolc�dose en la sangre de nuestros ilustres conciudadanos? No, se�ores, no; siempre triunfante habr�a llegado a
Quito, reforzado el ej�rcito, vuelto a la capital, y sosegado el
alucinamiento de mis enemigos con el testimonio de sus propios
ojos; hubi�ramos sido fuertes e invencibles. Santa Marta, antes
que llegase Morillo, habr�a sido sometida a la raz�n, y sin este
punto de apoyo Morillo no habr�a tomado a Cartagena, y esta
capital habr�a escapado de su guada�a destructora. Y despu�s
que se sacrific� mi persona, los intereses de la Patria, y se inmolaron tantas inocentes v�ctimas por viles y rid�culas pasiones,
�seme acusa de haber sido sacrificado quiz� por algunos de los
mismos que concurrieron a aquel sacrificio? S�, yo veo entre nosotros, no s�lo vivos, sino empleados acomodados, a muchos de
los que cooperaron en aquella cat�strofe.
"Si vosotros, se�ores, al presentaros a la faz del mundo como legisladores, como jueces, como defensores de la libertad y
la virtud, no dais un ejemplo de la integridad de Bruto, del desinter�s de Foci�n
y de la justicia severa del Tribunal de Atenas,
67
nuestra libertad va a morir en su nacimiento. Desde la hora en
que triunfe el hombre atrevido, desvergonzado, adulador, el
reino de Tiberio empieza, y el de la libertad acaba."
Analicemos un poco este discurso. Veamos qu� estructura
tiene, c�mo logra los efectos. En primer t�rmino, tiene un
comienzo y final. Esta es una rara virtud, querido lector,
m�s rara de lo que acaso te imagines. Comienza. Va al grano
del asunto. No se anda por las ramas. No pierde tiempo.
Notemos con qu� dejo de sincera amargura declara la juventud de sus acusadores y los sufrimientos que sobrellev� por
la patria. Con qu� hidalgu�a, iron�a y seguridad da las gracias por la ocasi�n que le ofrecen de "hablar en p�blico sobre
unos puntos que daban p�bulo a mis enemigos para sus secretas murmuraciones". Esta altiva, justa, amarga indignaci�n, que hiere y acosa a sus enemigos, la encontramos como
caracter�sticaprincipal de toda su oraci�n. Sin lloriquear,
mueve profundamente a l�grima.
Sin caer en vanagloria, nos
hace conocer sus relevantes m�ritos.
Notemos, todav�a en la introducci�n, el vigor cortante de
sus frases; esto traduce un �nimo varonil y seguro de s�
mismo, que para la ocasi�n ten�a fundamental importancia.
"Justicia severa y recta es lo que implor�"; "Que el hacha
de la ley descargue sobre mi cabeza si he faltado a mis deberes"; "los documentos que os presentar� est�n entre el cielo
y la tierra, a la vista de todos". Un acusado que se defiende
con tanto br�o y sinceridad no puede menos que predisponer
en su favor el �nimo del auditorio.
Luego aporta las pruebas. Menciona su amistad con los
virreyes, y la enorme fortuna que habr�a podido reunir en
los diecis�is a�os de la prerrevoluci�n. �Conque era amigo
del virrey? - piensa, naturalmente, el oyente que lo ignore.
Entonces, si no explot� estas amistades, y hasta luch� contra
ellas por amor de la patria, mal creo yo que pueda haber
malversado los caudales.
"�Cu�l habr�a sido mi caudal?" Reparemos que hace preguntas al auditorio, le invita a pensar con �l, le hace cobrar
mayor inter�s.
68
Y en seguida, otro p�rrafo her�ico,
devastador, majestuoso,
mordaz, sublime: "�Y porque todo lo he sacrificado por la
patria, se me acusa hoy, se me insulta, se me hace un crimen
de haber dade lugar a que se confiscaran mis bienes por
servir desinteresadamente a la Patria, a que se dejara en la
mendicidad a mi familia, a mis tiernos hijos?" Con suma listeza da por de contado que la malversaci�n de diezmos es
una excusa, una causa cercana, que el verdadero crimen que
le imputan es el de haber dado lugar a que se confiscaran
sus bienes. La menci�n que hace de su familia, de sus tiernos
hijos, parece hecha sin intenci�n de conmover a nadie, sino
porque ven�a casualmente a pelo, porque da mejor inteligencia de la situaci�n. Pero nos conmueve profundamente.
�Conque ten�a familia el general Nari�o? �Y quedaron en
la mendicidad sus tiernos hijos? Habr�n andado, quiz�, descalzos y desharrapados ... �
Pobre hombre!
Luego menciona sus c�rceles. Todos recuerdan que ha estado
preso varios a�os; "pero no saben los sufrimientos, las desnudeces, las miserias" que ha padecido. La cita de Miranda,
Mont�far y Ord��ez es de mucho efecto. Siempre conviene
mencionar a personas que el auditorio conoce y respeta.
Pero entonces, si no es realmente por malversaci�n que le
juzgan -porque, evidentemente, este hombre es el m�s noble
de cuantos he conocido-, �qu� causas le traen aqu� como
acusado? El mismo Nari�o se apresura a dec�rnoslo. "Hoy me
conducen al Senado las mismas causas que me condujeron a
Pasto: la perfidia, la intriga, la malevolencia, el inter�s personal de unos hombres despreciables."
Con este p�rrafo comienza el ataque y concluye la defensa.
Ya no mencionar� su defensa hasta, naturalmente, el p�rrafo
con que debe cerrar su discurso. Ha dicho cuanto deseaba
decir, y a otra cosa. Muchos oradores noveles suelen dejar
un punto a medio terminar, pasan a otro, y luego, cuando ya
est�bamos olvidados de aqu�l, vuelven y agregan alguna
cosa. Esto revela impericia. En vez de desarrollar sus puntos
en un orden, digamos de 1, 2, 3, 4, etc., lo desarrollan 27
34, 19, 2, etc. O, lo que es peor, 27, 34, 27, 19, 2, 34, 19,
69
ci�n, no sobre la propia conveniencia, sino sobre el prestigio
etc�tera. Son arroyuelos tortuosos, culebreantes, indecisos, no
un torrente impetuoso y recto como este discurso, que si aly la salud de la patria. Y en la oraci�n con que remata, los
guna desviaci�n tiene es desviaci�n vertical, es catarata que
pone en el dilema de declararle inocente o dejar que triunfen
los atrevidos, los desvergonzados y los aduladores.
se precipita y genera energ�a.
Nari�o, pues, comienza el
En un reciente art�culo que public� en la revista
Am�rica,
ataque. Hasta parece que es la parte del discurso que m�s
interesa al orador. Pareciera que s�lo se defendi� por protode Bogot�, Osvaldo D�az D�az escribi�: "No es un animal
colo, y que estaba deseando concluir la defensa para comenzar
acosado y cobarde al que est�n azuzando con estacas; es una
el ataque. Esto no se ve directamente, pero se siente, deja
hermosa fiera rampante, adulta y en plena madurez de sus
un poso en el �nimo. As� los buenos oradores, y los buenos
fuerzas, que golpea con zarpas seguras y eficaces. Uno a uno
escritores, y los buenos artistas. No se dejan ver nada direccaen los cargos bajo la pesadumbre de las cifras, bajo la
tamente, pero van creando en el �nimo una serie de sediacumulaci�n de los testimonios irrecusables, ante la corrosiva
mentos, una estratificaci�n de sensaciones. Tanta vehemencia,
iron�a de los argumentos."
tanta indignidad habr�a bastado para convencer al auditorio,
Todo esto en cuanto a la construcci�n del discurso. Ahora,
aun si el orador fuese realmente culpable de los delitos que
admirable como es, habr�a podido f�cilmente fracasar y no
le achacaban. Con este ataque desv�a, pues, el pensamiento del
causar el menor efecto, si lo hubiera dicho con voz cachaauditorio, lo arrastra lejos de su culpabilidad. Y lo desv�a en
zuda, con lentitud, con calma; pero Nari�o habl� con br�o,
un momento en que el auditorio est� inclinado en su favor,
con vehemencia, con la voz vibrante y viril de un hombre
conmovido por sus palabras. No le da tiempo de que se rejustamente indignado.
ponga, de que recuerde otras razones contrarias, de que surjan
ideas antag�nicas.Cierra la defensa por prepotencia, clava
EL M�TODO DE TRABAJO INTELECTUAL
all� con una estaca favorable la opini�n del auditorio y ya
no la deja menearse. "Por traicionarme se corta el hilo de
No l�hay, como ya he dicho antes, ninguna regla infalible
la victoria. ���Qu� de males van a seguir!!! ���Cu�ntas
para solucionar el problema de la disposici�n. No hay planes
grimas!!! Luego de una rese�a hist�rica viene aquello de
o f�rmulas que se adapten a todos o siquiera a una mayor�a
"yo veo entre nosotros, no s�lo vivos, sino empleados acomode los discursos. Pero dar� algunos consejos generales que
dados, a muchos de los que cooperaron en aquella cat�strofe".
resultar�n �tilesmuchos
en
casos. El primero es la rese�a
Esto era cierto. Todos lo sab�an. Pero lo hab�an olvidado, no
hab�an ca�do en la cuenta de que ten�a importancia y relaci�n de una conferencia pronunciada en Buenos Aires por el ilustre
soci�logo franc�s Andr� Siegfried, de la Academia Francesa,
con este asunto. A la gente hay que recordarle muchas cosas,
durante su �ltima visita a esta ciudad. Se titulaba la confedice Unamuno, que de puro sabidas las tienen olvidadas o
rencia: A la busca de un m�todo de trabajo intelectual, y
deformadas. Esta denuncia de Nari�o es categ�rica y demoleconsist�a en once consejos:
dora. Provoca un remolino en el �nimo del oyente. Pocas
cosas nos conmueven tanto como el que nos pongan en foco
1. Sacudir la pereza mental.
una de estas verdades que ten�amos deformadas. "Caramba,
Respetar el hecho: observarlo
�c�mo no par� mientes en esto?`
2.
Observar antes de discutir
tal como es.
Y, por fin, en el �ltimo p�rrafo, la habilidad con que
No creer lo que se desea creer.
exhorta a sus jueces a declararle inocente: basa su exhorta70
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den3. Masticaci�n y digesti�n. (Para esto es necesario
tadura y mejor est�mago.)
4.
Medir y pesar las cosas, compar�ndolas a
afinidad con ellas.
5. Situar el asunto.
6. Administrar bien la memoria: Recordar los hechos i mportantes, y olvidar los otros.
Reclutamiento de
ideas.
Movilizaci�n.
Concentraci�n
combate.
7. Proceder como un
en la guerra
8. Tener siempre presente
a los hombres en la vida (factor psicol�gico).
9. "La verdad est� siempre en la oposici�n" dec�a Paul Val�ry.
No debemos creer nada porque nos lo digan. La verdad
debe instalarse en nuestro esp�ritu merced a
pio esfuerzo.
Saber presentar el problema; determinar un
no apartarse de este eje; y si es necesario apartarse, no perderlo de vista. El hombre justo es aquel que tiene los pies
sobre el suelo. El hombre inteligente, pero no justo, puede
razonar brillantemente, pero sus razonamientos de nada
sirven, porque tiene los pies en el aire. Un problema bien
presentado es un problema medio resuelto.
11. Bosquejar, proponer las soluciones posibles.
Muchos estudiantes de mi curso han hallado �til yestimulante el siguiente plan:
1. Mostrar algo que est� mal.
2. Mostrar c�mo se lo puede remediar.
3. Pedir cooperaci�n.
O, dici�ndolo de otro modo:
1. He aqu� una situaci�n que debiera
ser remediada.
2. Debi�ramos hacer tal y tal cosa.
3. Ustedes debieran ayudar por tales y tales razones.
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En el cap�tulo XV de este libro, titulado
C�mo mover a
la acci�n,hay el bosquejo de otro plan para discursos. En
pocas palabras, es as�:
1. Atraigamos la atenci�n y el inter�s del p�blico.
2. Gan�monos la confianza del auditorio.
3. Digamos lo que tenemos que decir; eduquemos a la
gente respecto del m�rito de nuestra proposici�n.
4. Toquemos los resortes que hacen actuar a los hombres.
Si alguien est� interesado, que lea el cap�tulo XV ya y
estudie este plan al pormenor.
C�MO ARMABA EL ESQUELETO WOODROW WILSON
"Yo comienzo -dijo Woodrow Wilson cuando le pidieron
que explicase su m�todo- con una lista de los temas de
que quiero hablar, disponi�ndolosmentalmente en sus relaciones naturales: es decir, armo el esqueleto del tema; luego
lo escribo en taquigraf�a, que ahorra mucho tiempo. Hecho
esto, lo copio a m�quina, cambiando frases, corrigiendo per�odos y agregando material a medida que avanzo."
Roosevelt preparaba sus discursos en su manera caracter�stica: consegu�a cuantos datos pod�a, los reve�a, los pesaba,
los juzgaba y criticaba, y llegaba a sus conclusiones; llegaba
a sus conclusiones con una sensaci�n inconmovible de seguridad.
Entonces, con un taco de notas delante, comenzaba a dictar,
y dictaba r�pidamente para que su discurso tuviera impetuosidad y espontaneidad y halo de vida. Luego rele�a esta
copia dactilogr�fica, la revisaba, quitaba, borraba, agregaba
y la apostillaba, para por fin dictar de nuevo. "Nunca logr�
nada sino por ardua labor y mediante el empleo de mis mej ores talentos y cuidadoso planeamiento y trabajo con mucha
antelaci�n."
A menudo llamaba a cr�ticos para que le escucharan mientras dictaba o le�a un discurso. Siempre se rehusaba a hablar
con ellos sobre el esp�ritu de lo que hab�a dicho. En eso
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ya estaba resuelto, y resuelto de manera irrevocable. Quer�a
que le dijesen, no qu� decir, sino c�mo decirlo. Una y otra
vez revisaba las copias dactilogr�ficas, quitando, corrigiendo,
mejorando. Ese era el discurso que los diarios publicaban. Desde luego, no lo aprend�a de coro. Hablaba improvisadamente.
Por esto, el discurso pronunciado difer�a generalmente del
otro, m�s pulido, que los diarios publicaban. Pero la tarea
de dictar y revisar constitu�an excelente preparaci�n. Le familiarizaba con el material, con el orden de los puntos. Le
daba una suavidad y seguridad y lustre que dif�cilmente podr�a obtener de otro modo.
Sir Oliver Lodge me dijo cierta vez que el dictado de sus
discursos -el dictado r�pido y con sustancia, el dictado que
fuese como el propio discurso delante de un auditorio- era
para �l un medio excelente de preparaci�n y pr�ctica.
Muchos estudiantes de este curso han hallado que resulta
de sumo provecho el dictar los discursos a un dict�fono y
luego escucharse a s� mismo. �De mucho provecho? S�, y a
veces desilusionador y enmendador tambi�n. Es un ejercicio
muy sano. Lo recomiendo.
Esta pr�ctica de escribir lo que vamos a decir nos obligar�
a pensar. Aclarar� nuestras ideas. Las fijar� en la memoria.
Reducir� la ociosidad mental al m�nimo. Mejorar� la dicci�n.
LA HISTORIA CL�SICA DE BENJAMIN FRANKLIN
autobiograf�a
c�mo
Benjam�n Franklin nos cuenta en su
mejor� su dicci�n, c�mo desarroll� la facilidad de usar palabras y c�mo se autoadiestr� en la ordenaci�n de los pensamientos. Este relato de su vida es una p�gina cl�sica de la
literatura, e, inversamente de lo que sucede con los m�s de
los cl�sicos, la leemos con facilidad y nos resulta de todo
punto agradable. Es casi un modelo de lenguaje sencillo y
pulcro. Todos debi�ramos leerlo para placer y provecho.
Creo que a todos nos agradar�.
Era
"Por este tiempo top� un extra�o volumenEspectador.
del
el tercero. Nunca hab�a visto uno de estos libros. Lo compr�, lo
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le� y rele�, y me qued� sumamente complacido. El estilo me pareci� excelente, y decid�, de serme posible, imitarlo. A este prop�sito, cog� algunos de los art�culos, y, luego de escribir sucintas
anotaciones inspiradas en cada frase, las guard� por unos d�as;
luego, sin consultar el libro, trat� de rehacer los art�culos nuevamente, desarrollando completamente cada anotaci�n-con tanta
extensi�n como en el original- en las palabras m�s adecuadas
que se me ocurr�an. Luego compar� mi Espectador con el original, descubr� algunas de sus faltas y las correg�. Pero hall� una
porci�n de palabras, y tal facilidad para emplearlas, que pens�
las habr�a podido adquirir antes si hubiese continuado escribiendo poes�as; puesto que el continuo empleo de palabras de igual
significado pero de diferente largor para adaptarse a la medida, o
de diferente sonido para adaptarse a la rima, me hubieran colocado en la constante necesidad de buscar variedad, y tambi�n
hubiera esto propendido a fijar dicha variedad en la memoria.
Por tal raz�n, escog� algunos cuentos y los reconstru�. Otras veces
entremezclaba mis anotaciones para confundirlas todas, y despu�s
de algunas semanas trataba de volverlas al mejor orden posible,
para luego completar las frases y rehacer el art�culo. Esto hab�a
de ense�arme m�todo para la ordenaci�n de los pensamientos.
"Comparando luego mi trabajo con el original, descubr�a muchas faltas, que correg�a diligentemente; pero a veces ten�a el
regocijo de imaginarme que, en ciertos p�rrafos de poca importancia, hab�a sido suficientemente afortunado para mejorar el
m�todo de lenguaje, y esto me anim� � pensar que pudiese llegar
con el tiempo a ser un buen escritor ingl�s, de lo cual era extremadamente ambicioso."
JUGUEMOS AL SOLITARIO CON LAS NOTAS
En la �ltima lecci�n se nos aconsej� que tom�ramos notas.
Una vez escritas en pedazos de papel las varias ideas y ejemplos que se nos hayan ocurrido, juguemos al solitario con ellas;
separ�moslas en grupos afines. Subdividamos estos grupos en
otros m�s peque�os. Vayamos quitando las ahechaduras hasta
que s�lo quede trigo de primera calidad- y aun parte de
este trigo tendr� que ser dejado a un lado, sin emplearlo.
Nadie, si procede como debe, es capaz de usar m�s que una
parte del material reunido.
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Este proceso de revisi�n debe continuarse ininterrumpidamente hasta despu�s de pronunciado el discurso. Aun entonces
pueden ocurr�rsele al orador pormenores, mejoras y afinaciones que hubiera podido aplicar.
Un buen orador generalmente encuentra, despu�s de pronunciar un discurso, que se han fraguado cuatro versiones del
mismo: la que prepar�, la que dijo, la que los peri�dicos dicen
que dijo, y la que, de regreso a su casa, desear�a haber dicho.
�DEBEMOS EMPLEAR NOTAS MIENTRAS HABLAMOS?
Aunque excelente improvisador, Lincoln, desde que estuvo
en la Casa Blanca, no pronunci� nunca un discurso, ni siquiera los poco ceremoniosos que dec�a a su gabinete, sin haberlo
escrito antes cuidadosamente. Desde luego, estaba obligado a
leer el mensaje inaugural. La fraseolog�a exacta de discursos de
Estado que deben pasar a la historia es demasiado importante
para confiada a la improvisaci�n. Pero cuando estaba en
Illinois, Lincoln no usaba ni siquiera notas para hablar. "Tienden a cansar y confundir al oyente", dec�a.
Y �qui�n de nosotros, digo, ser� capaz de contradecirle?
�
No entibian las notas, acaso, un cincuenta por ciento de
nuestro inter�s en el discurso? �No impiden, o, por lo menos,
hacen dif�cil ese contacto tan precioso que debe existir entre
el orador y el auditorio? �No crean un ambiente de superficialidad? �No contribuyen a hacer creer al auditorio que el
orador carece de la confianza y poder de reserva de que no
debiera carecer?
Hagamos notas, repito, durante la preparaci�n. Notas circunstanciadas; notas en profusi�n. Quiz� parezca provechoso
consultarlas mientras ensayamos el discurso a solas. Quiz�
nos sintamos m�s c�modos si las tenemos en el bolsillo, ya
frente a frente con el auditorio; pero, como el martillo, hacha
y serrucho que traen los coches del ferrocarril, debemos considerarlas herramientas de emergencia, s�lo para usadas en
caso de desastre, de desbarajuste total, de muerte y de ruina
inminentes.
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Si hemos de usar notas, que sean muy breves, y escritas
con letras grandes, en una hoja tambi�n grande. Lleguemos
temprano al lugar donde debemos hablar y escondamos las
notas detr�s de algunos libros, sobre la mesa. D�mosles un
vistazo cuando tengamos necesidad, pero tratemos de ocultar
nuestra debilidad al auditorio. John Bright sol�a esconder
sus notas dentro de su enorme sombrero, que luego pon�a
sobre la mesa, delante de s�.
Sin embargo de todo lo dicho, hay ocasiones en que el
empleo de notas no revela m�s que prudencia. Por ejemplo,
algunas personas en los dos o tres primeros discursos que
pronuncian se vuelven tan nerviosas y turbadas que se les hace
de todo punto imposible recordar los discursos que hab�an
preparado. �Consecuencias? Que describen una tangente; olvidan el material que con tanto cuidado hab�an ensayado;
caen del camino real y echan a andar errantes y dando tumbos
por la marisma. �Qu� inconveniente hay en que tales personas tengan algunas notas muy escuetas en la mano durante
sus primeros intentos? Un ni�o ase los muebles cuando comienza a caminar; pero luego ya anda solo.
NO APRENDAMOS LOS DISCURSOS AL PIE DE LA LETRA
No leamos ni tratemos de recordar los discursos palabra
por palabra. Esto lleva tiempo e invita al desastre. A pesar
de esta advertencia, algunos de los que esto lean probar�n
a hacerlo. Pues bien, cuando se levanten a hablar, �en qu�
estar�n pensando?, �en el discurso? No. Estar�n tratando de
recordar la fraseolog�a exacta. Estar�n pensando hacia atr�s,
no hacia adelante, invirtiendo el proceso normal de la mente
humana. La exposici�n ser� dura, fr�a, ins�pida, inhumana.
No malgastemos, lo pido por favor, horas y energ�as en inutilidad semejante.
Cuando tenemos que celebrar conferencia con otra persona, con alg�n motivo importante, �aprendemos de coro
l o que tenemos que decir? �S� o no? Desde luego que no.
Reflexionamos hasta que tenemos bien grabados en la mente
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los conceptos principales. Acaso hagamos algunas notas y
revisemos algunos antecedentes. "Mencionar� tal y tal punto
-nos proponemos-. Le dir� que se debe hacer tal cosa
por tales razones..." Luego nos enumeramos las razones y
las aclaramos con ejemplos concretos. �No seguimos este
m�todo cuando tenemos que celebrar conferencia con otra
persona? �Por qu�, pues, no usamos este mismo m�todo de
sentido com�n cuando preparamos un discurso?
Cuando el general Lee pidi� al general Grant que escribiese las condiciones de la rendici�n, �ste se volvi� hacia el
general Parker y le pidi� recado de escribir. "Cuando puse
la pluma sobre el papel -cuenta Grant en sus Memorias-,
no sab�a con qu� palabra comenzar a escribir las condiciones.
S�lo sab�a lo que ten�a en la mente, y quer�a expresarlo con
claridad para que no hubiese mala interpretaci�n."
No era necesario que el general Grant supiese con qu�
palabra comenzar. Ten�a ideas.Ten�a convicciones.Ten�a
algo que ardientemente deseaba decir, y ello con claridad.
El resultado fu� que su fraseolog�a habitual surgi� sin esfuerzo consciente. Lo mismo sucede con todas las personas.
Si alguien hay que lo dude, pruebe a darle una trompada a
un basurero municipal; cuando el basurero reaccione, ya
hallar�, y con mucha facilidad por cierto, palabras para expresarse.
Hace dos mil a�os, Horacio escribi�:
"No busquemos palabras, sino hechos e ideas,
Y copiosas vendr�n las palabras no buscadas."
Luego que hemos fijado firmemente las ideas, ensayemos
el discurso desde el principio hasta el final. Hag�moslo en
silencio, mentalmente, mientras vamos por la calle, mientras
esperamos que llegue un tranv�a o un ascensor. Encerr�monos
solos en un cuarto y repit�moslo a voz normal, gesticulando,
poniendo en ello todo nuestro calor y nuestra energ�a. El
can�nigo Little, de Canterbury, sol�a decir que ning�n predicador pod�a comprender el verdadero significado de su serm�n sino despu�s de haberlo predicado seis veces. �Podemos
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nosotros, pues, esperar que comprenderemos el verdadero significado de nuestro discurso sin antes haberlo ensayado, por
lo menos, otras tantas veces?
Mientras ensayamos, imaginemos que tenemos un auditorio real delante de nosotros. Imagin�moslo con tanto vigor,
que cuando nos hallemos frente a frente con el auditorio nos
parezca una experiencia ya vieja. Esta es la raz�n por la
que tantos criminales son capaces de subir al cadalso blasonando de tan valientes; han subido tantas miles de veces en
su imaginaci�n, que no lo temen. Cuando se realiza la ejecuci�n real, les parece que es algo que ya han experimentado
anteriormente.
POR QUE LOS LABRIEGOS CREIAN QUE LINCOLN ERA
"LA MAR DE PEREZOSO"
Si ensayamos nuestros discursos en la manera que queda
dicho, estaremos siguiendo el ejemplo de muchos oradores
famosos: Lloyd George, cuando era miembro de una sociedad
de debates de su ciudad natal del reino de Gales, sol�a vagar
por los senderos agrestes, hablando y gesticulando a los �rboles y a los postes de las cercas.
Lincoln, en los d�as de su juventud, caminaba a menudo
treinta o cuarenta millas para escuchar a un orador famoso.
Volv�a tan excitado de estas escenas, tan resuelto a ser orador, que reun�a a los dem�s peones en medio de la campi�a y, subi�ndose sobre un toc�n, les echaba discursos y les
contaba cuentos. Los capataces se enfadaban y declaraban que
este Cicer�n campestre era "la mar de perezoso", y que con
sus cuentos y ret�ricas estaba echando a perder a todos los
otros peones. Woodrow Wilson tambi�n aprendi� a hablar en
una sociedad de debates. Beecher y Burke lo mismo.
Estudiemos la carrera de famosos oradores y hallaremos
un factor que se cumple en todos ellos: ensayaron. ENSAYARON. Y aquellos que adelantan con mayor rapidez en
este curso son aquellos que ensayan con mayor paciencia.
�Que no hay tiempo para esto? Pues hagamos entonces
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lo que Joseph Choate. Compraba �ste el peri�dico por la
ma�ana y hund�a en �l la cabeza mientras iba a su oficina
en el tranv�a, con lo cual nadie le importunaba. Pero, en
vez de leer las cr�nicas de esc�ndalos ef�meros y chismograf�as,
pensaba y planeaba sus discursos.
Depew llev� vida activa como presidente de ferrocarriles
y senador nacional. Sin embargo, durante todo el tiempo,
pronunciaba discursos casi diariamente. "Nunca dej� que
los discursos me distrajeran de los negocios -dec�a-. Los preparaba siempre despu�s de llegar a casa de la oficina, al
atardecer."
Todos tenemos tres horas por d�a para hacer lo que nos
venga en gana. Este era todo el tiempo de que dispon�a Charles Darwin para trabajar, por lo precario de su salud. Y tres
horas, de veinticuatro, empleadas sabiamente, le dieron fama
mundial.
Cuando Roosevelt estaba en la Casa Blanca, dedicaba a
menudo toda una ma�ana a una retahila de entrevistas de
cinco minutos de duraci�n. Sin embargo, ten�a siempre un
libro cerca de s� para aprovechar aun los breves segundos
libres que se produc�an entre compromiso y compromiso.
Si alguien hay que est� muy ocupado y a quien el tiempo
apremie, le ruego lea el libro de Arnold Bennett C�mo
vivir con veinticuatro horas por d�a.
Que arranque cien p�ginas y las guarde en el bolsillo; que las lea durante los
segundos libres. Yo le� el libro en dos d�as por ese m�todo.
Esto ense�a a ahorrar tiempo, a aprovechar mejor el d�a.
Es menester que tengamos descanso y variedad en nuestro trabajo diario. Trabajo y variedad es lo que debe ser el
ensayo. Si es posible, pong�monos de acuerdo con otros alumnos del curso para reunirnos una noche adicional por semana
a fin de ensayar. Si no podemos hacer esto, juguemos al
"juego de la improvisaci�n" en nuestra propia casa y con
nuestra propia familia.
C�MO SE DIVERT�AN CARLITOS CHAPLIN
Y DOUGLAS FAIRBANKS
Es perogrullada decir que Carlitos Chaplin y Douglas Fairbanks tienen suficiente dinero como para divertirse un poco;
pues, sin embargo de toda su riqueza y fama, no han hallado
mejor diversi�n,manera m�s agradable de pasar las noches,
que practicando la improvisaci�n.
Aqu� tenemos el relato, tal como lo escribi� Douglas
Fairbanks hace algunos a�os en laRevista Americana:
"Una noche est�bamos de juerga, y yo present� a Carlitos a
los comensales de un banquete imaginario. Este tuvo que levantarse y echar un discurso que armonizara con la presentaci�n. Y
de esto naci� un juego que hemos estado practicando casi todas
las noches durante dos a�os. Cada uno de los tres (Mary Pickford,
Chaplin y Fairbanks) escribe sendos temas sobre un pedazo de
papel. Luego los plegamos y mezclamos. Cada uno de nosotros
saca uno de estos papelitos. Cualquiera que sea la palabra, tenemos que levantarnos sucesivamente y hablar durante sesenta segundos sobre esa palabra. Nunca usamos la misma palabra dos
veces. Esto mantiene siempre nuevo el juego. Y usamos toda clase de palabras. Recuerdo una noche cuando dos de las palabras
eran Fe y Pantallas. Pantallas me toc� a m�, y fu� una de las tareas
mas engorrosas que haya tenido en mi vida esta de hablar durante sesenta segundos sobre Pantallas. Si alguien hay que lo crea
f�cil, trate de hacerlo. Se comienza con mucho valor: "Las pantallas tienen dos usos: modifican y menguan la luz, y sirven de
adorno". Y aqu� se atasca uno, a no ser que sepa bastante m�s
sobre pantallas de lo que yo s�. De alg�n modo, sin embargo, consegu� mantenerme a flote. Pero lo importante est� en c�mo se nos
ha aguzado el ingenio desde que comenzamos a jugar a esto.
Hemos ampliado nuestros conocimientos en una porci�n de objetos varios. Pero, lo que es mucho mejor, estamos aprendiendo
a concentrar nuestros conocimientos y pensamientos en cualquier
tema con s�lo un momento de plazo. Estamos aprendiendo a
pensar de pie. Digo estamos porque a�n seguimos con el juego.
No nos hemos cansado en casi dos a�os, lo cual significa que
todav�a nos est� aprovechando."
si
so
SUMARIO
1. "El arte de la guerra -dec�a Napole�n-, es una ciencia en la que nada sale bien si previamente no se la calcula
y medita." Esto es tan cierto del arte de tirar tiros como del
arte de hablar en p�blico. Un discurso es un viaje. El orador
que no arranca de alguna parte, generalmente no llega a ninguna parte.
2. No se pueden dar reglas infalibles, rigurosas, sobre
el ordenamiento de ideas y la construcci�n de todos los discursos. Cada discurso tiene sus problemas peculiares.
3. El orador debiera tratar completamente un punto mientras est� en �l, y luego no tocarlo m�s. Como ejemplo leamos
el discurso de Nari�o. No tiene �ste que ir de un lugar a otro,
sin rumbo, como un murci�lago al anochecer.
4. Andr� Siegfried ha dado el siguiente plan de trabajo
intelectual:
Respetar el hecho: observarlo
1. Sacudir la pereza mental.
tal como es.
2. Observar antes de discutir
No creer lo que se desea creer.
3. Masticaci�ny digesti�n. (Para esto es necesario
tadura y mejor est�mago.)
4. Medir y pesar las cosas, compararlas con
afinidad con ellas.
5c Situar el asunto.
G. Administrar bien la memoria:
cantes, y olvidar los otros.
Reclutamiento de
ideas.
7. Proceder como un general Movilizaci�n.
en la guerra.
Concentraci�n en los lugares de
combate.
Tener
siempre
presente
el
motivo
esencial que hace actuar
8c
a los hombres en la vida (factor psicol�gico).
9. "La verdad est� siempre en la oposici�n" dec�a Paul Val�ry.
No debemos creer nada porque nos lo digan." La verdad
debe instalarse en nuestro esp�ritu merced a nuestro propio esfuerzo."
Saber presentar el problema; determinar un eje al asunto, y
no apartarse de este eje; y si es necesario apartarse, no
perderlo de vista. El hombre justo es aquel que tiene los
pies en el suelo. El hombre inteligente, pero no justo,
puede razonar brillantemente, pero sus razonamientos de
nada sirven porque tiene los pies en el aire. Un problema bien presentado es un problema medio resuelto.
Bosquejar, proponer las soluciones posibles.
S. Tambi�n este plan puede resultar muy �til:
1. Mostrar algo que est� mal.
2. Mostrar c�mo se lo puede remediar.
3. Pedir cooperaci�n.
6. He aqu� un plan excelente.
(Para mayores detalles,
ver el cap�tulo XV):
1. Atraigamos la atenci�n y el inter�s del p�blico.
2. Ganemos la confianza del auditorio.
3. Digamos lo que tenemos que decir; eduquemos a la
gente respecto del m�rito de nuestra proposici�n.
4. Toquemos los resortes que hacen actuar a los hombres.
7. Antes de hablar, Lincoln meditaba sus conclusiones con
exactitud matem�tica. Cuando ten�a cuarenta a�os de edad,
y despu�s de haber sido miembro del Congreso, estudiaba
a�n a Euclides para descubrir sofismas y demostrar sus conclusiones.
8. Cuando Roosevelt preparaba un discurso, consegu�a
cuantos datos pod�a, escog�a los m�s �tiles y luego dictaba
su discurso apresuradamente, correg�a la copia dactilogr�fica,
y por fin lo dictaba de nuevo.
9. Si es posible, dictemos la conferencia a un dict�fono y
luego escuch�mosla.
10. Las notas destruyen un cincuenta por ciento del inter�s en nuestro discurso. Evit�moslas. Sobre todo, no leamos
nuestros discursos. Los auditorios apenas pueden soportar cosa
semejante.
11. Despu�s de haber pensado y dispuesto el discurso,
practiqu�moslo interiormentemientras vamos por la calle.
82
83
Entremos en alg�n lugar donde podamos estarsolos, y repas�moslo desdeel principio hasta el final, con gestos y calor.
Imaginemos que el auditorio est� frente a nosotros. Cuanto
m�s ensayemos,m�sc�modos nos sentiremos al llegar el momento de hablar.
"�Reci�n
ahora me lo dices!", por "�Pues no pudiste dec�rmelo antes!", "�Por qu� no me lo dijiste antes?", etc.
"Reci�n ahora comprendo su abnegaci�n", por "S�lo ahora
comprendo su abnegaci�n", etc.
EJERCICIO VOCAL. EL REPOSO ABSOLUTO
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
otras, se acenPor arca�smo unas veces, y por ignorancia
t�an err�neamente los siguientes vocablos:
CORRECTO
INCORRECTO
Transe�nte
Zafiro
C�firo
Endocrina
Poligloto
Fl�ido
Neumon�a
Represalia
Decigramo
Decilitro
Dec�metro
Ventriloquia
Telegrama
Transeunte
Z�firo
Cefiro
End�crina
Pol�gloto
Fluido
Neumonia
Represal�a
Decigramo
Decilitro
Dec�metro
Ventroloqu�a
Tel�grama
GRAM�TICA
Reci�n
se usa antepuesto a participios pasivos, tales
Reci�n s�lo
casado, etc.
venido,
llegado,
como
Reci�nllegado,
Reci�nnacido,
Reci�nterminado.
"Reci�nvino Juan", debe reemplazarse por "Acaba de
venir Juan."
84
"Se arruinan, probablemente, m�s voces por el esfuerzo
que por cualquier otra causa -dec�a la Schumann-Heink-.
El cantante debe estar en reposo. Esto no significa flojedad. No
significa que el cantante deba desfallecer. Reposo, como lo
entendemos los cantantes, es un maravilloso estado de fluctuaci�n, de ligereza, de libertad, de comodidad, y una falta
absoluta de tensi�n en todas partes. Cuando estoy en reposo,
tengo la sensaci�n de que cada �tomo del cuerpo flotara en
el espacio. No tengo un solo nervio- en tensi�n."
La Schumann-Heink se refiere al canta; pero, desde luego,
esto mismo se aplica al habla. El esfuerzo arruina las voces,
nos dice; y �qu� m�s com�n en esta �poca de apresur
miento que el esfuerzo y la tensi�n de los nervios? Todo
esto se nota tan claramente en la voz como en el rostro.
ï¿T
½ ranquilidad! �Reposo! Estos debieran ser nuestros lemas.
�
Reposo! �Tranquilidad!Tales palabras debieran ser nuestro santo y se�a. Bonci, un famoso cantante de �pera, dec�a
que el reposo era el fundamento de una buena voz.
�C�mo hacer para lograr esto? Primero, aprendamos a
"relajar" el cuerpo. Todo nuestro organismo influye sobre
las cuerdas vocales. La imperfecci�n en la caja de resonancia
de un piano, aunque s�lo sea un tornillo flojo, repercutir� en
el tono. Y como en nuestra voz repercuten tambi�n todas las
partes del cuerpo, un poco de tensi�n aqu� y all� impedir�
la perfecci�n que de suyo tenga.
�Podemos relajarnos? Es sencillo: relaj�monos y ya estamos al cabo de la calle. No hay que hacer nada. Hay que no
hacer. No es un esfuerzo que se requiera. Es precisamente la
falta de ese esfuerzo: Pongamos el brazo horizontal, hacia
adelante. Relaj�moslo. �Cay� como un p�ndulo, y oscil� varias
83
veces antes de quedarse quieto? Si no oscil�, no lo hemos
relajado. Lo hemos bajado simplemente. Probemos de nuevo.
�Qu� tal esta vez?
Todas las noches, cuando vayamos a la cama coloqu�monos
de espalda y respiremos profundamente, diafragm�ticamente,
tal como indicamos en los dos primeros cap�tulos. Pero antes
de comenzar este ejercicio, relaj�monos. Relajemos todo el
cuerpo. Relaj�monos completamente. Sint�monos inertes como un saco de algod�n. Imagin�monos que toda la energ�a
de los brazos, de las piernas, del cuello, fluye hacia el centro
del cuerpo. Debemos relajarnos tanto que la quijada se nos
abra. Logremos que los brazos, las piernas y el tronco pesen
sobre la cama, con tanto peso y tan sin vida que parezca
que nunca ya tendremos suficiente fuerza para levantarlas
de nuevo. Sint�monos perezosos. Ahora, respiremos profundamente, lentamente, naturalmente, sin pensar sino en estar
c�modos y en reposo completo.
Ciertamente, el pensamiento de las preocupaciones, los problemas, las ansiedades diarias, pueden invadirnos el cerebro
y bullir en �l como una copia de mosquitos que nos fastidiasen y nos pusiesen los nervios "de punta". Si sucede
esto, espantemos esos pensamientos como espantar�amos los
mosquitos. Espant�moslos con palabras tranquilizadoras a este
tenor: "Estoy tranquilo. Estoy en reposo absoluto. Me siento
como si no tuviese fuerzas para levantar el brazo. Estoy completamente relajado".
Estas palabras, y el ritmo de la profunda respiraci�n, deben
sumirnos en ese adormecimiento que pronto se convierte en
sue�o, ese sue�o que, al decir de Shakespeare, "teje la deshebrada seda de los cuidados, la muerte de cada diaria vida,
es el ba�o de la dura faena, el b�lsamo de los esp�ritus heridos", etc.
ï¿Q
½ u� refrescante, qu� calmante, qu� reparador ser� un sue�o as�!
Cuando hayamos desarrollado la deliciosa sensaci�n de
esta clase de reposo, tratemos de introducirla tambi�n en nuestra vida cotidiana. Y cuando hablemos, hagamos por sentirnos
86
como la Schumann-Heink cuando reposaba. "Tengo la sensaci�n de que cada �tomo del cuerpo flotara en el espacio. No
tengo un solo nervio en tensi�n".
Cuando hagamos esto y respiremos correctamente, y dominemos la respiraci�n, estaremos solamente a un paso de tener
buena voz.
87
CAP�TULO
IV
PERFECCIONAMIENTO DE LA MEMORIA
El aprendizaje est� relegado a la memoria,
que lo ejecuta de modo gen�ticamente aut�nomo,
es decir, independiente de la inteligencia. Pero
dejemos clara constancia de esto: aprender no
equivale completamente a "memorizar", el aprendizaje no ha de confundirse con la mnemotecnia.
"Memorizar" es concentrarse toda la persona sobre el material, y la reproducci�n de �ste es reacci�n de toda la persona, y, por lo tanto, limitadamente, creaci�n. Pero cuando la reproducci�n no
se realiza al pie de la letra, lo cual. sucede ordinariamente, esa es la m�s creativa de todas las reproducciones.
SANTE DE SANCTIS
Generalmente, los perezosos no ponen atenci�n
en lo que leen, y creen poderlo meter en la memoria leyendo y releyendo materialmente muchas veces, desde el principio al fin, el trozo que
han de aprender. Hay, en cambio, quienes en
quince minutos aprenden tanto como aqu�llos en
tres horas, y saben el sentido de lo aprendido,
que los otros ignoran. Lo cual es debido a que
�stos cuidan no tanto de la palabra como de su
interior significado; es decir: en su ejercicio se
sirven de la atenci�n.
"La persona media -dice el famoso psic�logo Charles
Seashore-, no emplea m�s del diez por ciento de su verdadera capacidad heredada para la memoria. Malgasta un noventa por ciento por violar las leyes naturales de la memoria.�Hay alguno entre nosotros que sea ese individuo medio?
Si lo hay, esa persona est� luchando con una desventaja social
e intelectual; la lectura y relectura de este cap�tulo le ser�
muy provechosa e interesante. Describe y explica estas leyes
naturales de la memoria y nos adiestra en el modo de emplearlas, as�para nuestras actividades generales como para
la oratoria.
Estas "leyes naturales de la recordaci�n" son muy sencillas. Son s�lo tres. Todos los llamados sistemas mnemot�cnicos se han fundado sobre la base de ellas. Y son, brevemente: la impresi�n,la repetici�n, yla asociaci�n.
El primer mandato de la memoria es: obtener una impresi�nprofunda, vivaz y duradera de la cosa que deseamos
retener. Y para esto, hemos menester concentrarnos. Don
Marcelino Men�ndez y Pelayo ten�a una memoria extraordinaria. Antes de los 20 a�os sab�a ya de memoria todo el
Quijote, toda la Historia de Espa�a de Mariana y parte de
la Biblia. Y no poco de esta extraordinaria facilidad se deb�a
a esto: las impresiones que recib�a quedaban grabadas en
acero, no escritas en la arena. Hab�a logrado, por la pr�ctica y por el inter�s apasionado que pon�a en sus estudios,
poder abstraerse en las m�s adversas circunstancias. Tan as�
es, que si su madre no velaba constantemente por �l, olvidaba comer y dormir durante d�as enteros. Tambi�n Canalej as goz� de memoria afortunada e intensa capacidad de abstracci�n.Ten�a la curiosa costumbre, cuando se engolfaba en
ROBERTO ARDIG�
91
sus pensamientos, de irse despojando de sus prendas. Se
quitaba primero el reloj, luego las monedas, los papeles, el
pa�uelo, y cuanto hab�a en los bolsillos. Luego se quitaba
la corbata, la americana, y, finalmente, la camisa. Todo esto
maquinalmente, sin sospechar siquiera que lo estuviese haciendo.
Cinco minutos de concentraci�n vivaz, vigorosa, dar� resultados m�s beneficiosos que d�as enteros de errar distra�dos
en sopor mental. "Una hora intensa -escrib�a Henry Beecher- es m�s provechosa que a�os vaporosos." "Si hay algo
que me haya parecido m�s importante que lo dem�s -dice
Eugene Grace-, y que pongo en pr�ctica todos los d�as y
en todas las circunstancias, es el reconcentramiento en lo que
est� haciendo."
Este es uno de los secretos del poder, especialmente del
poder de la memoria.
NO VE�AN UN CEREZO
Thomas Edison descubri� un d�a que veintisiete de sus asistentes hab�an estado usando, todos los d�as durante seis meses, cierto sendero que comunicaba su f�brica de l�mparas
con su f�brica general. En este sendero crec�a un cerezo y, sin
embargo, cuando se interrog� a estos hombres, se hall� que
ninguno de ellos hab�a reparado en la existencia del tal
cerezo.
"El cerebro del individuo medio -hace notar Edison con
vehemencia- no observa la mil�sima parte de cuanto observan los ojos. Es casi incre�ble la pobreza de nuestro er
de observaci�n, de verdadera observaci�n."
Presentemos al individuo medio a dos o tres amigos, y,
seguramente, a los dos o tres minutos no podr� ya recordar
el nombre de ninguno. �Por qu�? Porque no repar� en ellos
suficientemente, porque no los observ� con precisi�n. Probablemente nos diga que es flaco de memoria. Pues no lo es;
es flaco de observaci�n. Seguramente, no dir�a de una c�mara
fotogr�fica que no sirve porque en la niebla no saque fotogra92
f�as; sin embargo, espera que su mente retenga impresiones
borrosas y nebulosas en extremo. Desde luego, no puede ser.
Pulitzer ten�a tres palabras colocadas sobre su escritorio,
en la editorial:
PRECISI�N
PRECISION
PRECISI�N
Esto necesitamos. Escuchemos el nombre con precisi�n.
Pid�mosle que lo repita. Si es un nombre extranjero,preguntemos c�mo se escribe. Nuestra nueva relaci�n se sentir�
halagada por ese inter�s, y nosotrospodremos recordar su
nombre porque nos hemos concentrado. Hemos recibido una
impresi�n clara, precisa.
POR QUE LINCOLN LE�A EN VOZ ALTA
Lincoln, en su juventud, asist�a a una escuela cuyo piso
era de maderas rotas; en vez de vidrio, pon�an en las ventanas
sucias p�ginas de cuadernos para que entrase laluz. S�lo
hab�a un libro de texto, y el maestro lo le�a en voz alta.
Los alumnos repet�an sus palabras, todos a un tiempo. Era
un constante murmullo, y los vecinos dieron en llamar a
esta escuela "la escuela bulliciosa".
En la escuela bulliciosa Lincoln adquiri� una costumbre
que no perdi� m�s: la de leer siempre en voz alta cualquiera
cosa que desease aprender. Todas las ma�anas, al llegar a
su bufete de Illinois, se tiraba sobre un sof�, pasaba la larga
pierna por encima de la silla, y le�a el diario en voz alta.
"Me fastidiaba -dec�a su socio- hasta m�s no poder. Un
d�a le pregunt� por qu� le�a as�. Y esta fu� su explicac
�Cuando leo en voz alta, hay dos sentidos que cogen la
i dea: primero, veo lo que leo; segundo, lo oigo, y por tanto
lo puedo recordar mejor�."
Su memoria era poderosa. "Mi cerebro -dec�a �l mismoes como un pedazo de acero: muy dif�cil grabar nada sobre
�l,pero casi imposible, una vez que se ha grabado, de
borrarlo."
93
Aplicar dos de los sentidos era su m�todo. V� t�, y haz
esto mismo...
Lo ideal ser�a no s�lo ver y o�r lo que hemos de recordar,
sino tambi�n tocarlo y olerlo y gustarlo.
Pero, sobre todo, verlo. La vista es nuestro sentido m�s
desarrollado. Las impresiones visuales quedan. Muchas veces
podemos recordar la cara de una persona aunque hayamos olvidado su nombre. Los nervios que van de los ojos al cerebro
son veinte veces m�s largos que los que van de los o�dos.
Los chinos tienen un proverbio que dice: "Ver una vez equivale a escuchar mil veces".
Escribamos el nombre; el tel�fono; el subt�tulo del discurso
que queramos recordar. Mir�moslo. Cerremos los ojos. Represent�monoslo en letras de fuego.
C�MO APRENDI� MARK TWAIN A HABLAR SIN NOTAS
El descubrimiento de c�mo usar su memoria visual permiti� a Mark Twain descartar las notas que hab�an estorbado
sus discursos durante a�os.He aqu� la historia, tal como
la narr� �l:
"Las fechas son dif�ciles de recordar porque consisten
fras: las cifras son mon�tonamente lisas, en apariencia, y no se
fijan en la memoria. No forman ninguna figura, y entonces no
dan oportunidad de que se graben. Las figuras en cambio s� pueden grabar una fecha en la memoria. Pueden grabar casi cualquier cosa, sobre todo si la figura la hacemos nosotros mismos.
Este es, realmente, el punto principal: hacer la figura nosotros
mismos. Lo s� por experiencia. Hace treinta a�os daba yo una
conferencia aprendida de memoria, noche tras noche, y cada vez
que la pronunciaba ten�a que ayudarme de una p�gina de notas
para no confundirme. Las notas eran principios de p�rrafo, y sumaban once en total. Eran, m�s o menos, as�:
"En aquella regi�n el tiempo...
"A la saz�n era costumbre...
"Pero en California uno nunca escuchaba...
Me circunscrib�an la
a conferencia y me imped�an
"As�, once.
que me salteara alg�n punto. Pero todas eran iguales en la hoja
94
�sta;no formaban una figura. Las sab�a de memoria y, sin embargo, nunca pod�a con certeza recordar el orden de la sucesi�n;
por lo tanto, ten�a que estar constantemente con las notas en la
mano y mirarlas de vez en cuando. Cierta vez las perd�. No
creo que nadie pueda imaginar el terror indescriptible que sent�
aquella tarde. Entonces comprend� que deb�a inventar algo m�s
seguro. Aprend� de memoria diez letras iniciales, en el orden
que les correspond�a, E, A, P, etc., y sub� al tablado la pr�xima
noche con estas iniciales marcadas en las u�as. Pero no me di�
resultado. Record� en qu� dedo iba por un rato, pero luego ya no
supe cu�l era el-�ltimo que hab�a mirado. Ni pod�a borrarme las
letras a medida que las iba usando, porque, aunque esto hubiera
asegurado el �xito, habr�a despertado demasiada curiosidad. La
despert� bastante sin ese ardid. El auditorio cre�a que yo estaba
m�s interesado en mis u�as que en la conferencia. Una o dos
personas me preguntaron m�s tarde qu� me pasaba con las u�as.
"Fu� entonces cuando se me ocurri� la idea de las figuras.
Esto termin� con mis dificultades. En dos minutos hice seis figuras con mi pluma que reemplazaron, y con gran �xito, a las once
frases de clave. Tir� las figuras tan pronto como las hube dibujado, porque estaba seguro de que en cualquier momento, con
s�lo cerrar los ojos, las podr�a ver. Esto sucedi� hace un cuarto
de siglo. La conferencia se me olvid� hace m�s de veinte a�os,
pero podr�a volver a escribirla a partir de las figuras, porque a�n
las recuerdo."
Recientemente tuve ocasi�n de pronunciar de memoria un
discurso. Quer�a emplear, muy especialmente, el material de
este cap�tulo.Aprend� los puntos mediante im�genes.
Me
i magin� a Men�ndez y Pelayo leyendo mientras su madre le
llamaba in�tilmente a comer. Vi a Canalejas quit�ndose
sucesivamente las prendas. Vi a Edison contemplando un
cerezo. Me represent� a Linco1n leyendo en voz alta. Me
figur� M
a ark Twain quit�ndose la tinta de las u�as frente
a su auditorio.
�C�mo record� el orden de las im�genes? �Con uno, do
tres, cuatro? No; hubiera sido eso muy dif�cil. Convert� estos
n�meros en otras tantas im�genes, y combin� las im�genes
de los n�meros con las im�genes de los puntos. Por ejemplo,
uno suena igual que huno, de modo que Atila vino a reem9S
plazar al n�mero uno: me represent� a Men�ndez y Pelayo
luchando a brazo, partido con Atila. Para dos eleg� una palabra que se le pareciese, tos. Me imagin� que las prendas que
tres
Canalejas se iba quitando tos�an, desenfrenadamente. Para
pens� en una palabra que sonase como tres, res. Me represent�
a Lincoln tendido sobre una res y leyendo en voz alta. Para
cuatro busqu� una palabra que sonara como cuatro:catre.
Imagin� a Mark Twain acostado sobre un catre, borr�ndose la
tinta de las u�as, al tiempo que hablaba a su auditorio.
No se me escapa que muchas personas, al leer esto, pensar�n que semejante m�todo toca en lo rid�culo. Toca, en
efecto. Esa es una de las razones por las que da buen resultado. Es relativamente f�cil recordar lo grotesco y rid�culo.
Si hubiese tratado de recordar el orden de mis puntos mediante n�meros solamente, habr�a podido olvidarme f�cilmente. Pero, con el m�todo que acabo de describir, era casi imposible no recordarlo. Cuando quise saber cu�l era el tercer
punto no tuve m�s que preguntarme qu� hab�a sobre una
res. Instant�neamente ve�a a Lincoln.
Para mi propio uso, en gran parte, he convertido los veinte
primeros n�meros en otras tantas im�genes, seg�n el m�todo
ya explicado. Las he incluido aqu�. Si dedicamos media
hora a aprender estos n�meros-im�genes, cuando se nos d�
una lista de veinte objetos s�lo una vez podremos repetirlos
en el orden exacto, y podremos saltarnos a la ventura, diciendo cu�l objeto nos dijeron en octavo lugar, cu�l en el
d�cimocuarto, cu�l en el tercero, etc.
La
Estos son los n�meros-im�genes. Hagamosprueba.
la
encontraremos divertida:
Huno. Imagin�mos a Atilaen su caballo.
Tos. Represent�monos un cerezo tosiendo.
Res. Veamos el tercer objeto sobre una res.
Catre. O cualquier palabra que represente un
mal que suene como cuatro.
5. Brinco. Un caballo dando un brinco.
6. Reis. Veamos a un brasile�o contando dinero.
1.
2.
3.
4.
96
7. Ariete. Un grupo de guerreros batiendo las murallas de un
castillo sitiado.
8. Chocho.
9. Nieve. Est� nevando y los ni�os est�n haciendo un mu�eco, que tiene una pipa enorme en la boca. Hay que poner
vida en la imagen. Esto nos permite recordarla mejor.
10. Pies. Dos pares de pies que bailan una jota con suma agilidad.
11. Pensemos en los once jugadores de un equipo de futbol, corriendo todos juntos y llevando en alto el objeto que
desean recordar.
12. Coces. Una mula que da coces.
13. Trozo. Veamos a alguien que hace trozos del objeto d�cimotercero.
14. Divorcio. Un matrimonio que anda a la gre�a.
15. Lince. Un lince que ha cogido el objeto d�cimoquinto entre
los dientes, es acosado por una jaur�a de perros.
16. Desinter�s. Se le ofrece a una persona el d�cimosexto objeto
como premio, y �sta lo rechaza.
17. Brazalete. Una mujer muy hermosa tiene un brazalete con
el objeto grabado en �l.
18. Bizcocho. Un cocinero est� preparando bizcocho, y arroja
en la masa el d�cimoctavo objeto.
19c Aguanieve. Un temporal de aguanieve.
20. Venta. Una venta donde se vende el vig�simo objeto.
Si queremos probar esto, tenemos que aprender de memoria los n�meros-im�genes. O, si as� lo preferimos, podemos
formarnos im�genes propias. Paradiez, podemos pensar en
pez, o en fez, o en nuez, en fin, en cualquier palabra que
suene como diez. Supongamos que el d�cimo objeto es un
molino. Figur�monos entonces un pez sentado en lo alto
del molino, o veamos un molino tocado de fez. Y cuando nos
pregunten cu�l es el d�cimo objeto, no pensemos en diez. Pensemos simplemente: �d�nde estaba sentado el pez? Quiz� pensemos que no dar� resultado, pero intent�moslo. Pronto sorprenderemos a la gente con lo que ellas considerar�n una capacidad extraordinaria para recordar. De todos modos, como
ya le dije, lo encontraremos divertido.
97
DONDE SE APRENDE DE MEMORIA UN LIBRO CASI TAN
LARGO COMO EL NUEVO TESTAMENTO
Una de las universidades m�s grandes del mundo es la
de El Hozar, en el Cairo. Es una instituci�n mahometana que
tiene veinti�nmil estudiantes. En el examen de entrada se
exige a cada aspirante que repita el Cor�n de memoria.
El Cor�n es casi tan largo como el Nuevo Testamento, y se
necesitan tres d�as para leerlo.
Los estudiantes chinos, o "muchachos del estudio" como
los llaman all�, deben aprender de coro algunos de los libros
religiosos y cl�sicos de China.
�C�mo logran estos estudiantes �rabes y chinos, muchos
de ellos personas de talento mediocre, realizar estas haza�as
aparentemente prodigiosas de la memoria?
Por la repetici�n,segunda "ley natural de la memoria".
Podemos recordar una cantidad casi interminable de material si lo repetimos suficientemente a menudo. Repasemos lo
que queremos recordar. Us�moslo. Apliqu�moslo. Empleemos
las palabras reci�n aprendidas. Llamemos a los extra�os por
sus nombres si queremos recordarlos. Hablemos en nuestras
conversaciones sobre los puntos que vamos a tocar en nuestro discurso. Todos los conocimientos que son empleados
tienden a fijarse en la memoria.
LA CLASE DE REPETICI�N QUE APROVECHA
Pero el simple repetir, ciego y mec�nico, de una cosa, no
es suficiente. La repetici�n inteligente, la repetici�n efectuada
de acuerdo con ciertos rasgos bien establecidos del cerebro,
eso debemos hacer. Por ejemplo, el profesor Ebbinghaus di�
a sus estudiantes una larga lista de palabras que carec�an de
sentido, para que las aprendieran de memoria: "deyux", "qoli", etc. Y descubri� que estos estudiantes aprend�an igual
cantidad de palabras con treinta y ocho repeticiones, efectua-.
das en tres d�as, que con sesenta y ocho, cuando las hac�an
de una vez.
98
Otras pruebas psicol�gicas han arrojado, en repetidas ocasiones, resultados similares.
Este es un hallazgo muy significativo con respecto al funcionamiento de nuestra memoria. Quiere decir que sabemos
ahora que el individuo que se sienta y repite una cosa una
y otra vez hasta que por fin la fija en su memoria, est� gastando el doble de tiempo y energ�a que se necesita para
obtener el mismo resultado' dando se divide el proceso de
la repetici�n en sensatos intervalos.
Esta peculiaridad de nuestra mente -si podemos llamarla
peculiaridad- puede ser explicada por dos factores:
Primero: durante los intervalos entre las repeticiones, nuestro subconsciente est� ocupado en asegurar m�s fuertemente
las asociaciones. Como apunta muy cuerdamente William
James: "Aprendemos a nadar durante el invierno y a patinar
durante el verano".
Segundo: el cerebro, reanudando la tarea despu�s de intervalos, no se fatiga con el esfuerzo de una aplicaci�n constante. El traductor de "Las Mil y Una Noches" hablaba veintisiete idiomas con perfecci�n; sin embargo, confesaba que
nunca hab�a estudiado por m�s de quince minutos a la vez,
"puesto que pasado ese tiempo el cerebro pierde su frescura".
Seguramente que ahora, despu�s de haber le�do todas estas
razones, ninguna persona que se glor�e de tener sentido com�n dejar� la preparaci�n de su discurso para la v�spera del
d�a en que lo deba pronunciar. Si as� lo hace, su memoria
trabajar�, necesariamente, con s�lo una mitad de su eficacia
posible.
He aqu� otro hallazgo muy �til sobre la manera en que
olvidamos. Los experimentos psicol�gicos han demostrado, en
repetidas veces, que del nuevo material que hemos aprendido
olvidamos m�s en las primeras ocho horas que durante los
pr�ximos treinta d�as. �Vaya proporci�n! Conque, inmediatarnente antes de concurrir a una asamblea, inmediatamente antes de pronunciar un discurso, repasemos nuestros datos, pensemos en lo que vamos a decir, refresquemos nuestra memoria.
Lincoln conoc�a el valor de esta pr�ctica, y la empleaba.
99
El humanista Edward Everett le precedi� en el programa de
discursos de Gettysburg. Cuando vi� que Everett estaba acerc�ndoseal final de su extensa y cl�sica oraci�n, Lincoln "se
volvi� visiblemente nervioso, como le suced�a siempre que
otro hombre estaba hablando y tocaba a �l seguirle". Poni�ndose las gafas apresuradamente, extrajo su manuscrito del
bolsillo y lo ley� silenciosamente para refrescar su memoria.
WILLIAM JAMES EXPLICA EL SECRETO
DE UNA BUENA MEMORIA
Hasta aqu� lo que ata�e a las dos primeras leyes de la
memoria. La tercera, asociaci�n,es, sin embargo, elemento
indispensable para recordar. Lo cierto es que ella explica por
s�sola la memoria. "Nuestra mente -como hace observar
James- es en esencia una m�quina de asociaciones... Supongamos que me estoy callado por un momento y de pronto
�Obedece nuestra facultadde
digo: �Recordad! �Recordad!
memoria
y
reproduce
cualquiera
imagen precisa de lo pa-'
la
Desde
luego
que
no.
Se
queda
en lo vac�o, pregunsado?
Necesita,
entonces, una
�Qu�
quiere
que
recuerde?
tando:
sugesti�n. Pero, si yo digo que record�is la fecha de vuestro
nacimiento, o que record�is qu� tomasteis de desayuno esta
ma�ana, o que record�is la sucesi�n de notas de la escala
musical, entonces la memoria produce en seguida el resultado exigido: la sugesti�ndetermina un amplio juego de
potencialidades hacia un punto particular. Y si nos molestamos a ver c�mo sucede esto, advertiremos inmediatamente que
esta sugesti�nes algo asociado por contig�idad a la cosa recordada. Las palabras fecha de mi nacimiento tienen una
asociaci�n �ntima con un n�mero, mes y a�o determinados
las palabras desayuno esta ma�anacortan toda otra suerte
de recuerdo excepto el que se refiere al caf� con leche, tos
das y manteca; las palabras escala musical son las eternas vetinas mentales de do, re, mi, fa, sol, la, etc. Las leyes de
asociaci�n gobiernan todos aquellos movimientos del pen
que no est�n interrumpidos por sensaciones que nos llegue
100
desde fuera. Todo cuanto aparezca en la mente debe ser
introducido; y cuando se lo introduce, se asocia con algo
que ya hay all�. Esto es igualmente cierto de lo que se recuerda
que de todo lo que pensamos. Una memoria educada descansa
sobre un sistema organizado de asociaciones; y su bondad
depende de dos caracter�sticas: primero: la persistencia de
las asociaciones; y, segundo: su n�mero. El secreto de una
buena memoria es entonces el secreto de formar diversas y
m�ltiples asociaciones con todos los hechos e ideas que queramos retener. Y formar asociaciones con un hecho o idea,
�qu� es sino pensar en este hecho o idea tanto como sea posible? En pocas palabras, pues, de dos hombres que tienen
la misma experiencia exterior, el que medita m�s en sas
experiencias, y las entreteje en relaciones m�s sistem�ticas
entre s�, ser� el que tenga mejor memoria."
COMO LIGAR HECHOS E IDEAS
Muy bien, pero, �c�mo podemos enlazar nuestros datos
e ideas para que tengan todos relaci�n sistem�tica entre
s�?La respuesta es: hallando su significado, medit�ndolos.
Por ejemplo, si nos preguntamos y respondemos estas preguntas sobre cualquier hecho nuevo, tal proceso contribuir�
a enlazarlo en relaci�n sistem�tica con otros datos e ideas:
a. �Por qu� es esto as�?
b. �C�mo es esto as�?
c. �Cu�ndo es esto as�?
d. �D�nde es esto as�?
e. �Qui�n dijo que esto fuera as�?
Si es el nombre de un extra�o, por ejemplo, y es un apellido ordinario, podremos quiz�s enlazarlo con alg�n otro
amigo que lleve el mismo apellido. En caso contrario, si es
un apellido poco com�n, podemos aprovechar para decirlo
as�.
Esto a menudo hace que la otra persona hable de su
nombre. Por ejemplo: mientras escrib�a este cap�tulo,
me
presentaron a una se�ora llamada Soter. Le ped� que me
deletreara el nombre, e hice notar que me parec�a muy raro.
-S� --me dijo--, es muy raro. Es una palabra griega
que significa "el Salvador".
Luego me cont� la historia de la familia de su marido,
que hab�a venido de Atenas, y la encumbrada posici�n que
hab�an tenido en el gobierno de aquel pa�s. Siempre me ha
resultado f�cil hacer que la gente hable de su propio apellido,
y ello me ha permitido recordarlos con mayor facilidad.
Observemos fijamente el aspecto del extra�o. Reparemos
en el color de sus ojos y de su pelo, y miremos detenidamente
sus facciones. Fij�monos c�mo viste. Escuchemos su manera
de hablar; obtengamos una impresi�n clara, aguda, vivaz de
su aspecto y personalidad, y asociemos esto con su nombre.
Cuando estas agudas impresiones vuelvan a nuestra mente,
arrastrar�n el nombre tras s�.
�A qui�n no le ha ocurrido encontrar a una persona por
segunda o tercera vez, y comprobar que recuerda su profesi�n pero que ha olvidado el nombre? La raz�n es �sta:
la profesi�n de un hombre es algo definido y concreto. Tiene
significado. Se nos adhiere como esparadrapo, en tanto que
el nombre, sin significado alguno, se nos escurre como el
granizo que cae sobre un tejado pino. Por lo tanto, para
estar seguros de nuestra facultad de recordar el nombre de
una persona, construyamos una frase que se relacione con
el nombre y con la profesi�n. No puede haber duda alguna
con respecto a la eficacia de este m�todo. Por ejemplo: veinte
personas, desconocidas las unas de las otras, se reunieron
para estudiar este curso. Se pidi� a cada uno de ellos que
se levantara y dijera su nombre y profesi�n, y, a los pocos
minutos, todos los presentes pod�an repetir el nombre de
cada uno de los otros. Ni siquiera al final del curso se olvidaron de los nombres ni profesiones, porque estaban estrechamente unidos. Estaban adheridos.
Vayan aqu� los diez primeros nombres, por orden alfab�tico, del grupo mencionado; damos al lado las diez frases,
un poquito disparatadas, que se emplearon para enlazar nombres con profesiones.
102
Gloria Blanco (profesora) -"Las profesoras quieren que sus
alumnas vistan impecablemente de blanco."
Antonio Cadenas (poeta) -"Los poetas son tan d�biles que no
pueden romper caderas."
Tom�s Camino (m�dico) -"La medicina va por buen camino."
Antonio Casero (Estudiante de Filosof�a y Letras) -"Los estudiantes de filosof�a y letras suelen ser muy caseros."
Jos�Mar�a Gal�n (periodista) -"Cada periodista es un gal�n
en potencia."
Luis Dom�nguez (abogado) -"Los abogados no trabajan en
domingos."
Alberto Molares (banquero) -"Los molares de los banqueros
est�n revestidos de oro."
Edrnundo Montagne (estudiante de ingenier�a) -"Los
ingenietos perforan las monta�as con sus m�quinas."
Alfredo Rojas (oculista) -"Cuando los ojos se encarnizan y
ponen rojos, hay que ir al oculista."
Fernando Silva (dentista) -"Los dentistas, mientras sacan las
muelas, silban."
C�MO RECORDAR FECHAS
Las fechas se pueden recordar mejor si las relacionamos
con fechas fijadas ya firmemente en la memoria. �No es m�s
dif�cil,por ejemplo, recordar que Rub�n Dar�o muri� en
1916, que recordar que muri� a mediados de la Gran Guerra?
Si alguien que no sea australiano trata de recordar que la
primera colonizaci�n de Australia se efectu� en 1788, probablemente lo olvidar� en muy poco tiempo. Pero es mucho
m�s f�cil si lo relaciona con la Revoluci�n Francesa, y piensa
que la primera colonizaci�n australiana se llev� a cabo un
a�o antes de la toma de la Bastilla. Es como torcer una
tuerca sobre un tornillo flojo. All� se queda.
Conviene practicar este principio cuando buscamos un n�mero telef�nico. Por ejemplo, el n�mero del autor, durante
l a guerra, era 1776. Nadie ten�a dificultad para recordarlo,
porque es el a�o de la independencia de los Estados Unidos.
Si puede uno conseguir de la compa��a n�meros tales como
103
1492, 1810, 1914, 1918, etc., sus amigos no tendr�n necesidad de consultar la gu�a de tel�fonos. Podr�an quiz�s olvidar el n�mero si se lo damos sin llamarles la atenci�n; pero
lo recordar�n si les decimos:
-No te puedes olvidar de mi n�mero:
descubrimiento de Am�rica.
�Cu�l es el mejor modo de recordar las siguientes fechas?
a. 1616: Muerte de Cervantes;
b. 1713: Tratado de Utrecht;
c. 711: Invasi�n de Espa�a por los �rabes;
d. 1859: Nacimiento de Manuel Guti�rrez N�jera;
e. 1492: Conquista del reino de Granada.
Seguramente se nos har�a cansador aprender, por simple
repetici�nmec�nica, los nombres de las ocho rep�blicas centroamericanas en el orden en que se emanciparon de su
mediante una historia imagimetr�poli. Pero enlac�moslas
naria, y lo lograremos con s�lo una fracci�n del tiempo y
esfuerzo. Leamos el p�rrafo siguiente una sola vez. Reconcentr�monos.Al terminarlo, veremos que podemos repetir los
nombres en el orden deseado:
Guatemala,
"Un nicarag�ense
llamado Domingo, que viv�a en
se fu� a pasar las vacaciones C
a osta Rica. Y all� top� con un antiguo amigo y compatriota suyo, famoso por las honduras en que
sol�ameterse de estudiante, que se llamaba Salvador. Salvador,
que hab�a sido
un muchacho pobre y virtuoso, estaba ahora hecho
una cuba y gastaba g�neros de inmejorable calidad, zapatos del
panam�."
m�s fino cuero, y un valios�simo
podemos recordar nuestros puntos asoci�ndolos con algo que
ya tengamos en la mente. Debieran estar enlazados en orden
tan l�gico, que el primero conduzca inevitablemente al segundo y el segundo al tercero, tan naturalmente como la
puerta de una habitaci�n conduce a la habitaci�n pareda�a.
Esto puede parecer sencillo, pero acaso no lo sea tanto para
el principiante, cuya capacidad de razonar ha sido puesta
fuera de combate por el miedo.
Hay, sin embargo, un m�todo para enlazar los puntos, que
es a la vez f�cil, r�pido y seguro. Me refiero al uso de una
frase desatinada. Por ejemplo, supongamos que tenemos que
hablar sobre un verdadero revoltillo de ideas, no asociadas y,
por tanto, dif�ciles de recordar. Sean los puntos vaca,
cigarro,
Napole�n,casa y religi�n.Tratemos ahora de soldar estas
ideas como si fueran eslabones de una cadena, mediante esta
frase absurda: "La vaca fum� un cigarro y di� una cornada
a Napole�n, despu�s de lo cual la casa se incendi� de religi�n".
Y ahora, tapemos con la mano esta frase y respondamos
a las siguientes preguntas: �Cu�l es el tercer punto del discurso? �Cu�l el quinto, el cuarto, el segundo, el primero?
�
Da resultado el m�todo? �Por cierto que s�! Y pido a
los alumnos de este curso que lo empleen.
Cualquier grupo de ideas puede ser unido de este modo,
y cuanto m�s rid�cula sea la frase que resulta, tanto m�s
f�cil ser� el recordarla.
QU� HACER EN CASO DE OLVIDO COMPLETO
C�MO RECORDAR LOS PUNTOS DE NUESTROS DISCURSOS
Hay solamente dos modos posibles por los cuales podemos
pensar en algo; el primero es mediante un est�mulo externo.
El segundo, mediante asociaci�n con algo que ya tenemos
en la mente. Aplicado esto a discursos, significa, ni m�sm
menos: primero: que podemos recordar nuestros puntos mediante el auxilio de est�mulos, tales como notas
- pero, �a
qui�n le gusta ver a un orador que emplee notas? Segundo:
104
Supongamos que, a pesar de toda su preparaci�n y precauciones, un orador, en medio de su discurso, se encuentra
de pronto con que no tiene nada en el cerebro, se encuentra de pronto frente a frente con su auditorio, desbaratado,
i mposibilitado de seguir, en una situaci�n terrible por cierto.
Su orgullo le impide sentarse confundido y derrotado. Siente
que podr�a pensar en el pr�ximo punto, si s�lo tuviera diez
o quince segundos de gracia; pero aun quince segundos de
105
fren�tico silencio delante de un auditorio ser�a punto menos
que desastroso. �Qu� hacer? Cuando cierto senador muy conocido se hall� poco ha en esta situaci�n, pregunt� a su
auditorio si no hablaba demasiado quedo, si los de atr�s pod�an escucharle sin esfuerzo. Sab�a que s� pod�an escucharle.
No era informaci�n lo que buscaba. Buscaba tiempo. Y en
esa pausa moment�nea, retom� el hilo de su pensamiento y
prosigui�.
Pero quiz�s el mejor salvavidas en hurac�n mental semejante sea �ste: usar la �ltima palabra, frase o idea del �ltimo
p�rrafo, para principio del siguiente. Esto har� una cadena
interminable que, como el arroyo de Tennyson -y, lamento
decirlo, casi con tan poco prop�sito como el arroyo de Tennyson-, "correr� por siempre jam�s". Veamos c�mo funciona
en la pr�ctica. Imaginemos que un orador est� hablando sobre el �xito en los estudios y se encuentre en un callej�n
sin salida despu�s de haber dicho: "El estudiante medio no
descuella en sus estudios porque no se interesa suficientemente en las investigaciones fuera de la universidad, content�ndose con lo que su profesor le ense�a. Carece de iniciativa".
"Iniciativa". Comencemos otro p�rrafo con "iniciativa". Quiz� no tengamos idea sobre lo que vamos a decir, ni c�mo
vamos a empezar ni acabar el p�rrafo, pero, de todos modos,
comencemos. Hasta un disparate es m�s de desear que la derrota completa.
"La iniciativa significa originalidad; consiste en hacer algo porque a nosotros se nos ocurra, sin esperar eternamente a que nos
lo indiquen."
Esta no es una observaci�n muy chispeante. No formar�,
seguramente, �poca en la historia de la elocuencia humana.
Pero, �no es mejor que el silencio de muerte? �Cu�l fu�
nuestra �ltima frase? "Esperando eternamente a que nos
lo indiquen." Muy bien, comencemos un nuevo p�rrafo con
esa idea.
"Ese constante indicar y guiar de las narices a los estudiantes,
es una de las tareas m�s improductivas que se pueda imaginar."
106
Bueno, ya pasamos �sa tambi�n. Vamos otra vez. Digamos
algo ahora sobre la imaginaci�n.
"Imaginaci�n: he ah� lo que se necesita." Visi�n. "Donde no
haya visi�n-dijo Salom�n- el pueblo perecer�."
Esta vez lo hicimos sin necesidad de eslab�n. Anim�monos
y prosigamos:
"El n�mero de estudiantes que perecen cada a�o en la batalla
del estudio es realmente lamentable. Digo lamentable, porque con
un poco m�s de lealtad, un poco m�s de ambici�n, un poco m�s
de entusiasmo, estos mismos hombres y mujeres se habr�an podido elevar por sobre la l�nea de demarcaci�n entre el �xito y el
fracaso. Pero el fracaso en los estudios no admite alternativas."
Etc�tera, etc�tera...
Mientras el orador escarba estas perogrulladas en la parte m�s superficial del cerebro, deber�, al
mismo tiempo, pensar cu�l era el pr�ximo punto de su discurso planeado, qu� hab�a pensado decir en un principio.
Este m�todo inacabable de hablar har�, si se lo contin�a
demasiado, que el orador eche a hablar de cosas tan trascendentales como el bud�n de ciruelas o el precio de los canarios.
Sin embargo, es un primer auxilio eficac�simo para la mente
abatida temporalmente por un arrebato de amnesia; y, como
tal, su propinaci�n ha permitido resucitar m�s de un discurso
desmayado y moribundo.
NO PODEMOS PERFECCIONAR NUESTRA MEMORIA PARA
CUALQUIER CLASE DE COSAS
He se�alado en este cap�tulo c�mo podemos mejorar nuestros m�todos de obtener impresiones varias para repetir y
para enlazar hechos e ideas. Pero la memoria es tan esencialmente asunto de asociaci�n, que "no puede haber -como
William James indica- mejoramiento de la facultad general o elemental de la memoria; s�lo puede haber mejoramiento de nuestra memoria para sistemas especiales de ideas
o im�genes asociadas".
107
Aprendiendo de memoria, por ejemplo, una cita diaria de
Graci�n, o de la Biblia, o de Shakespeare, podemos desarrollar nuestra memoria de citas literarias hasta un grado insospechable. Para cada nueva cita encontraremos muchos amigos en nuestra mente con quienes la podemos enlazar. Pero
el que podamos repetir de coro todo el Critic�n,o todos
los Salmos y Proverbios, no quiere decir que nos ser� m�s
f�cilretener el nombre de los nuevos amigos o aprender
lat�n en menos horas.
Dig�moslo nuevamente: si aplicamos y usamos los prinmanera y eficipios vistos en este cap�tulo, mejoraremos la
cacia para recordar cualquier cosa; pero si no aplicamos estos
principios, entonces, el que sepamos diez millones de pormenores con respecto a la pintura moderna, no nos servir� de
nada para aprender Derecho Penal o Romano. Cosas tan
irrelacionadas no pueden entrelazarse. "Nuestra mente es,
en esencia, una m�quina de asociaci�n."
SUMARIO
1. "El individuo medio -dice Charles Seashore- no emplea m�s del diez por ciento de su verdadera capacidad heredada para la memoria. Malgasta un noventa por ciento por
violar las leyes naturales de la memoria."
2. Las leyes naturales de la memoria son tres: impresi�n,
repetici�n y asociaci�n.
3. Obtengamos una impresi�n profunda y vivaz de la
cosa que queramos recordar. Para ello debemos:
a. Concentrarnos. Ese era el secreto de la memoria
de Men�ndez y Pelayo.
b. Observar cuidadosamente. Una c�mara fotogr�fica
no toma fotograf�as en la niebla; la mente tampoco retiene impresiones borrosas.
c. Obtengamos nuestras impresiones por intermedio
de tantos sentidos como nos sea posible. Lincoln
le�a en voz alta lo que quer�a recordar, para obtener una impresi�n visual y otra auditiva.
108
d. Sobre todo, tratemos de obtener impresiones visuales. No se borran. Los nervios que van del ojo
al cerebro son veinte veces m�s largos que los que
van del o�do al cerebro.Mark Twain no pod�a
recordar el bosquejo de su discurso cuando usaba
notas; pero cuando dej� de usar notas y comenz�
a usar figuras que le recordasen los varios subt�tulos, cesaron todos sus cuidados.
4. La segunda ley de la memoria es la repetici�n. Miles
de estudiantes mahometanos aprenden de memoria el Cor�n,
que es casi tan largo como el Nuevo Testamento, y esto lo
consiguen muy principalmente merced a la repetici�n. Podemos aprender cualquier cosa -dentro de lo razonables�lo repetimos suficientemente. Pero recordemos esto:
a. No repitamos una cosa hasta que la tengamos grabada en la memoria. Repit�mosla un par de veces.
Dej�mosla.Volvamos m�s tarde a ella. Repiti�n
dola a intervalos lograremos aprenderla en la mitad de tiempo que habr�a sido necesario si lo hubi�semos intentado de una vez.
b. Despu�s de aprendida una cosa, olvidamos tanto
en las primeras ocho horas como en los pr�ximos
treinta d�as.Conque, repasemos nuestras notas minutos antes de levantarnos para hablar.
5. La tercera ley de la memoria es la asociaci�n. La �nica
manera en que se puede recordar una cosa, es asoci�ndola con
otra. "Todo cuanto aparezca en la mente -dice William
James- debe ser introducido; y, una vez introducido, queda
asociado a algo que ya estaba desde antes. Aquel que medita
m�s sobre sus experiencias y las enlaza m�s sistem�ticamente
las unas con las otras, ser� el que tenga mejor memoria."
6. Cuando deseemos asociar un hecho con otros ya fijados
en la memoria, pensemos en el nuevo hecho desde todos los
�ngulos.Hag�monos preguntas como �stas: �Por qu� es esto
as�?�C�mo es esto as�? �Cu�ndo es esto as�? �D
esto as�? �Qui�n dijo que esto fuese as�?
7. Para recordar un nombre extra�o, hagamos preguntas
109
respecto de �l. �C�mo se escribe?, etc. Observemos detenidamente el aspecto de quien lleva ese nombre. Tratemos de relacionar su cara con su nombre. Preguntemos qu� profesi�n
tiene, y urdamos alguna frase disparatada que relacione nombre y profesi�n.
8. Para recordar fechas, asoci�moslas con otras fechas importantes que ya sepamos. Por ejemplo, Guti�rrez N�jera naci� un a�o antes de comenzar la Guerra de Secesi�n en Am�rica del Norte.
9. Para recordar los puntos de nuestros discursos, dispong�moslos en orden l�gico que conduzca de uno a otro. Adem�s, podemos fraguar una frase disparatada con los puntos
principales, por ejemplo: "La vaca fum� un cigarro y di�
una cornada a Napole�n, despu�s de lo cual la casa se incendi� de religi�n."
10. Si a pesar de todas las precauciones, nos olvidamos
de pronto qu� �bamos a decir, podemos todav�a salvarnos del
fracaso completo usando las �ltimas palabras de nuestro �lti mo p�rrafo como primeras del pr�ximo. Se puede continuar
este procedimiento hasta que podamos pensar en el pr�ximo
punto.
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Las palabras y giros de la primera columna son, desde
luego, extranjeros. Se los emplea profusamente, pero tienen
equivalencia en castellano:
INCORRECTO
Hall
Amateur
Detective
Mandolina
Habitu�
Pierrot
Allegro
Team
Speaker
Pickles
Influenza
Alegro
Partido, equipo
Locutor
Encurtidos
Gripe
GRAM�TICA
Sur, Sud, Nord, Nor
Sur y Sud tienen, desde luego, id�ntico significado. Pero
usamos Sur cuando nos queremos referir al "punto cardinal
del horizonte diametralmente opuesto al Norte". Y Sud,
con d, lo usamos en composici�n: sudafricano, Sudoeste. Suramericano y Sur Am�rica
no son correctos. Se dice sudamericano y Sudam�rica,o, mejor aun, Am�rica del Sur.
Se dice
tambi�nSudeste, Sudoeste, Sudsudoeste, etc. Dir�, de paso,
que los nombres de los puntos cardinales se escriben con may�scula cuando tienen sentido absoluto, y con min�scula en
caso contrario:
El sol nace por el Este
Al sur de Madrid est� Toledo
En cuanto a Nor y Nord, que s�lo se emplean en composici�n, diremos que la segunda se antepone aEste, y la primera a Oeste o Ueste: Nordeste, Noroeste, Nornorueste, y
sus derivados nordestal, noroestear, etc.
CORRECTO
Vest�bulo
Aficionado
Pesquisante, pesquisidor
Bandol�n
Parroquiano
Payaso
EJERCICIO VOCAL. RELAJACI�N DE LA GARGANTA
El esfuerzo y la tensi�n, seg�n vimos en el �ltimo cap�tulo, malogran la voz y la tornan desagradable. �Desde d�nde
realiza su fatal labor esta tensi�n? �Desde qu� parte del
cuerpo?
No puede caber duda respecto de esto. Como una v�bora
surge la respuesta y lame con su leng�ezuela bifurcada un
unico lugar: la garganta. La tensi�n de los m�sculos de all�
produce aspereza en la voz, fatiga, ronquera y un dolor de
garganta. Existe un dolor de garganta de los maestros, un
dolor de garganta de los predicadores, un dolor de garganta
de los oradores. Una persona puede conversar en la taberna
todo el d�a, mes tras mes, sin tener dolor de garganta. �Por
qu�, entonces, tiene que contraer esta afecci�n cuando trata
de hablar en p�blico con cierta extensi�n? La respuesta es
una sola palabra: tensi�n.No emplea adecuadamente sus
�rganos de vocalizaci�n. Est� nervioso, e, inconscientemente,
contrae los m�sculos de la garganta. Respira profundamente,
levanta la caja tor�cica por esfuerzo muscular, y la deja
levantada, siempre con los m�sculos como apoyo, y el esfuerzo de estos m�sculos pone tensos los m�sculos de la
garganta. Quiere ser escuchado, y trata de arrancar las palabras. �El resultado?Que se producen tonos sofocados,
tonos chillones, tonos desagradables, tonos que no se oyen
adecuadamente.
Este no es el modo correcto de proceder. "Catad, yo vos
muestro un camino de m�s grande excelencia." Relajemos
completamente la garganta. Convirt�mosla en una simple
chimenea por donde pase la columna de aire que sale de los
pulmones. "Debe haber la menor conciencia posible de
esfuerzo en la garganta", dice la Galli-Curci. Los viejos maestros del canto italiano sol�an decir: "L'italiano non ha gola",
los cantantes italianos no tienen garganta. Ning�n gran cantante, Caruso, Melba, Patti, Mary Garden, ninguno cantaba
como si tuviese garganta. As� deben hablar los oradores.
Todos los m�sculos del pescuezo deben estar relajados. En
realidad, todos los m�sculos del tronco tambi�n.
�C�mo haremos para lograr esta tan deseable garganta
relajada y abierta? He aqu� una manera sencilla, una manera
que no podremos olvidar f�cilmente. Supongamos que alguien nos ha preguntado "�Tienen garganta los cantantes
italianos?" Vamos a responder que no. Cerremos los ojos.
Pensemos en un bostezo. Sint�monos a punto de bostezar.
Comienza, ya lo sabemos, con una profunda inspiraci�n; lo
cierto es que la necesidad de m�s ox�geno es lo que provoca
el bostezo. Al inspirar, y antes de que se produzca el bostezo,
la garganta est� abierta y relajada. Entonces, en vez de bostezar, hablemos. Pensemos en "No". Digamos "No". �Son�
bien? �Por qu�? Porque las condiciones en que se produjo
el sonido eran las adecuadas.
Hemos aprendido algunas lecciones fundamentales en la
producci�n de timbres: respiraci�n diafragm�tica profunda,
cuerpo relajado, y garganta abierta.
Practiquemos este ejercicio veinte veces por d�a. Comencemos a bostezar. Sintamos la parte inferior de los pulmones
llen�ndose de aire, empujando las costillas inferiores y la
espalda, y aplastando el diafragma. Y entonces, en vez de
bostezar, hablemos. Digamos una frase musical como �sta:
"P�rate un punto, �oh sol! yo te saludo
Y ext�tico ante ti me atrevo a hablarte."
A medida que hablamos, "bebamos" las palabras, no en la
boca, sino en las partes huecas de la cabeza. Sintamos
la misma vacuidad en esas partes que sentimos cuando respiramos profundamente por la nariz.
Por fin, despu�s de haber inspirado, relajemos completamente el pecho. Sintamos el aire como si fuese un almohad�n sobre el que descansa el tronco. El pecho, relajado, debe
ir como montado sobre el aire, del mismo modo que el autom�vilva montado sobre el aire de los neum�ticos.
Si no relajamos as� el pecho, el esfuerzo muscular que hagamos nos pondr� tensa la garganta. Por otra parte, no creamos que con esto quiero decir que el pecho deba quedar hundido. Nada de eso. Elevemos el pecho, que no los hombros,
cuando inspiramos, y luego dejemos que el aire situado en
medio del tronco nos lo sostenga.
CAP�TULO
V
C�MO EVITAR QUE EL AUDITORIO
SE DUERMA
Tienen las pasiones su lenguaje propio, sencillo
siempre y sin afectaci�n.
ANTONIO CAPMANY
Un ser sin pasiones es como un candil apagado: no produce humo, pero tampoco alumbra.
A. CASAL CASTEL
Digan lo que quieran los que no ven sino la
superficie, no soy un intelectual, sino un pasional. Casi todas las cosas que he dicho las han dicho cientos, miles, antes que yo; ni soy un erudito, ni soy un sabio, ni es grande la originalidad
de mis ideas. �De d�nde procede, pues, la eficacia que, gracias a Dios, he logrado? �De d�nde esas antipat�as y esas simpat�as y el que pueda
decir que, gracias a Dios tambi�n, casi nunca
paso entre !a indiferencia de mis lectores? Pues
ello viene de la pasi�n: ello viene del tono.
MIGUEL DE UNAMUMO
Sherman Rogers y yo hablamos juntos cierta vez en una
misma reuni�n celebrada en la C�mara de Comercio de San
Luis. Yo habl� primero, y, si hubiera tenido una buena excusa, habr�a terminado en seguida, porque Rogers era el
"orador de fondo". Sinceramente, esperaba aburrirme, porque suelo desconfiar de esta clase de discursos. Esta vez, sin
embargo, tuve una sorpresa grata. Sherman Rogers hizo uno
de los mejores discursos que haya yo escuchado.
Y �qui�n es Sherman Rogers? Un hachero que ha pasado
la mayor parte de su vida en los bosques. Es ignorante y no
se le dan un bledo las reglas sobre oratoria que con tanto
cuidado se han escrito en eruditos libros de elocuencia. A su
discurso le faltaba pulimento. Pero ten�a vigor. Le faltaba
delicadeza. Pero ten�a fuego. Cometi� algunos errores gramaticales y algunos otros que Capmany hubiera censurado.
Pero no son los defectos los que anulan los discursos. Es la
falta de virtudes.
Su discurso fu� una p�gina enorme, cruda, vivaz, de experiencia arrancada del libro de su propia vida de obrero y de
capataz. No ol�a a cosa artificial. Era algo vivo. Algo que
se arrastraba hasta el auditorio y se apoderaba de �l. Todo
cuanto dec�a sal�a caliente de su coraz�n. El efecto sobre el
auditorio era el�ctrico.
�Cu�l era el secreto de su �xito? El secreto de todo �xito
may�sculo: "Las pasiones son los �nicos oradores que convencen siempre -ha dicho La Rochefoucault-. Son como
un arte de la naturaleza en que las reglas fuesen infalibles;
y el hombre m�s sencillo persuade mejor que el m�s elocuente, si aqu�l est� entusiasmado y �ste no lo est�."
Deriva, esta palabra m�gica, de dos palabras griegas:
en, que significa dentro de, y theos, que significa Dios. El
hombre entusiasmado es aquel que habla como si estuviera
pose�do de los dioses.
Esta cualidad es la m�s eficaz, el factor m�s importante en
la influencia que ejerzamos sobre nuestro pr�jimo. "Nada
realmente grande ha sido logrado sin entusiasm�', ha dicho
Emerson.
Tiempo hubo en que yo me somet�a considerablemente a
las reglas de la oratoria; pero con el pasar de los a�os he venido a tener m�s y m�s fe en el br�o de la oratoria.
"La elocuencia -dec�a Bryan- puede ser definida como
el discurso de uno que sabe de qu�est�hablando, y siente
genuino inter�s por lo que dice-se lo piensa con fuego...
El saber tiene poca importancia para el orador que carece de
vehemencia. El discurso persuasivo va de coraz�n a coraz�n,
no de cerebro a cerebro. Es dif�cil para un orador enga�ar
al auditorio en punto a sus propios sentimientos... Hace casi
dos mil a�os, uno de los m�s grandes poetas latinos expres�
este pensamiento cuando dijo: Si quieres arrancar l�grimas
de los ojos de los dem�s, t� mismo debes mostrar las huellas
del dolor."
"Si quiero componer, o escribir, o rezar, o predicar bien
-dec�a Mart�n Lutero-, tengo que estar indignado. Entonces toda la sangre en mis venas se revuelve, y el entendimiento se me agudiza."
Quiz� no todos hayamos menester estar indignados, pero
por cierto que es imprescindible estar excitados y sentir sincero e intenso fervor.
Hasta los caballos son afectados por los discursos briosos
Un famoso adiestrador de animales dec�a que hab�a visto
cierta vez c�mo una palabra de ira elev� en diez latidos por
minuto el pulso de un caballo. Sin duda que un auditorio
no es menos sensible que un caballo. Los ni�os que asist�an
a las conferencias pol�ticas de Mart�, sin entender lo que tan
grande orador dec�a, romp�an a llorar cuando le escuchaban
He aqu� el factor m�s importante que debemos recordar:
cada vez que hablamos, modelamos la actitud de nuestros
oyentes. Los tenemos en la palma de la mano. Si nosotros
nos sentimos l�nguidos, ellos se sentir�n l�nguidos. Si nosotros nos mostramos reservados, ellos se mostrar�n reservados.
Si s�lo tenemos un poco de inter�s, ellos s�lo tendr�n un
poco de inter�s. Pero si sentimos con vehemencia lo que
decimos, y lo decimos con sentimiento y espontaneidad y
fuerza y contagiosa convicci�n, el auditorio no podr� evitar
el ser envuelto por nuestro esp�ritu.
Carlos Mart�nez Silva, escritor y pol�tico colombiano, nos
dice que "el genuino orador, sagrado o profano, no es el que
mejor discurre, ni el que m�s ideas l�cidas y precisas lleva
al esp�ritu de sus oyentes, sino el que mueve, arrebata y subyuga, sin que se sepa c�mo ni por qu�."
Con calor, y vehemencia y entusiasmo, la influencia de
un orador se expande como vapor. Puede incurrir en quinientas faltas; pero no puede fracasar. El gran Rubinstein,
seg�n dicen, tocaba miles de notas falsas; pero a nadie le
importaba, porque consegu�a comunicar la poes�a de Chopin
a almas que nunca hab�an visto antes otra cosa en una puesta
de sol que un disco rojo que se hund�a por detr�s de un
granero, en el horizonte.
La historia dice que cuando Pericles, el poderoso tribuno
ateniense, deb�a hablar, rogaba a los dioses que no se escapara de sus labios una sola palabra indigna. Pon�a el coraz�n
en sus discursos. Y sus discursos iban directamente al coraz�n
de una naci�n.
"Un ser sin pasiones -dice A. Casal Castel- es como un
candil apagado: no produce humo, pero tampoco alumbra."
Pasi�n... sentimiento... br�o... sinceridad emotiva...
Aderecemos nuestros discursos de estas cualidades, y los oyentes perdonar�n, no advertir�n casi, los errores menores. La
historia nos lo demuestra. Dem�stenes era tartamudo. Lincoln
hablaba en un tono desagradablemente alto. Abelardo L�pez
de Ayala era de palabra tarda. Aparisi y Guijarro era de
figura vulgar, de voz desagradable, y de maneras nada distinguidas. Pero todos estos hombres tra�an una vehemencia
que les permit�a arrollar todos los obst�culos; tra�an un im-
pulso emotivo que deshizo todas las desventajas y las redujo
a nada.
TENGAMOS ALGO QUE FERVIENTEMENTE DESEEMOS DECIR
"La esencia de un buen discurso -dec�a Brander Matthews
en un interesante art�culo publicado en El
Tiempo de Nueva
York- es que el orador tenga algo que fervientemente desee decir.
"Esto lo comprend� hace algunos a�os, cuando me nombraron juez para otorgar la medalla Curtis de oratoria en la
Universidad de Columbia. Hab�a seis graduados, todos ellos
muy bien ejercitados, todos muy ansiosos de hacer buen papel.
Pero, con excepci�n de uno, lo que todos quer�an era ganar
la medalla. Ten�an poco o ning�n deseo de convencer a
nadie. Hab�an elegido sus asuntos simplemente porque eran
asuntos que permit�an desarrollo oratorio.No ten�an profundo inter�s personal en los argumentos que forjaban. Por
lo cual sus respectivos discursos no fueron m�s que ejercicios
en,el arte de la elocuci�n. La excepci�n fu� un pr�ncipe zul�.
Hab�a elegido como tema:La contribuci�n de �frica a la
civilizaci�nmoderna. Pon�a intenso sentimiento en cada pal�bra que pronunciaba. Su discurso no era un ejercicio. Era
algo vivo, nacido de la convicci�n y del entusiasmo. Hablaba
como representante de su pueblo, de su continente. Ten�a
algo para decir que quer�a decir; y lo dec�a con agradable
sinceridad. Por esto le dimos la medalla, aunque probablemente no estaba m�s perfeccionado en esta arte que dos o tres
de sus rivales. Pero los jueces reconocimos que su alocuci�n
ten�a el genuino fuego del orador. Comparado con su ferviente discurso, los otros parec�an flores de papel."
En esto fracasan muchos oradores. Carecen de convicci�n;
no hay anhelo, �mpetu en su discurso.No hay p�lvora en
la bala.
-Ah, muy bien -dir� alguno-, pero �c�mo podr� yo
desarrollar esta vehemencia y este br�o y entusiasmo que aqu�
se alaban tanto?
120
Esto se puede asegurar: no lo desarrollaremos hablando
desde la superficie. Cualquier oyente observador sabr� en seguida si el orador habla con impresiones superficiales, o si
Habla lo que le surge de las profundidades. Conque, sac�d�monos de nuestra inercia. Pongamos el coraz�n en cuanto
hagamos. Clavemos. Busquemos las fuentes escondidas que
yacen enterradas dentro de nosotros. Obtengamos hechos, y
detr�s de los hechos, sus causas. Concentr�monos. Pensemos
en ellos, meditemos hasta que nos importen. En �ltimo an�lisis comprobemos que todo descanse sobre minuciosa preparaci�n, la verdadera forma de preparaci�n. La preparaci�n
del coraz�n es tan indispensable como la preparaci�n de la
cabeza. Veamos un ejemplo:
Cierta vez tuve que adiestrar a cierto n�mero de personas
para que hablaran en una campa�a en pro del ahorro que
patrocinaba un banco de ahorros. Uno de los hombres, en
particular, carec�a de vigor.Hablaba porque deseaba hablar,
pero no estaba encendido de celo por el ahorro. El primer
paso en la educaci�n de este hombre deb�a ser, por tanto,
infundirle entusiasmo en el esp�ritu y en el coraz�n. Le ped�
que comenzase a hablar hasta que se entusiasmara. Le record� que, seg�n las estad�sticas, el ochenta y cinco por ciento
de las personas que mueren no dejan un centavo al morir;
que s�lo el tres por ciento deja 150.000 pesetas o m�s. Deb�a
recordar constantemente que no estaba pidiendo favores ni
nada que nadie no quisiese hacer de grado. Deb�a decirse a s�
mismo: "Estoy ense�ando a esta gente c�mo tener pan y
ropa y comodidades en su ancianidad, y c�mo no dejar a sus
esposas e hijos en la miseria." Deb�a recordar que saldr�a
a prestar un gran servicio social. Deb�a estar inspirado por
la fe del cruzado, pues estaba predicando el Evangelio pr�ctico, aplicado, de jesucristo.
Pens� en todo esto. Lo acrisol� en su cerebro. Fu� comprendiendo claramente su importancia. Despert� su propio
inter�s, suscit� su propio entusiasmo, y lleg� a creer que su
ministerio era casi sagrado. Luego, cuando fu� a hablar, hab�a
un como halo alrededor de sus palabras, que produc�a el
convencimiento. Sus discursos sobre el ahorro atrajeron tanto
la atenci�n que le invitaron a formar parte del organismo del
banco m�s importante de las Am�ricas, y luego le enviaron
al extranjero.
EL SECRETO DE UN TRIUNFO
-Debo vivir -dec�a un joven a Voltaire.
-No veo la necesidad -le respondi� el fil�sofo.
Tal ser� en muchos casos, la actitud del mundo hacia
lo que tenemos que decir: no ver� la necesidad de que le
digamos algo. Pero nosotros, si queremos triunfar, hemos
menester sentir esa necesidad-si la hay. Debemos dejar
que ella se apodere de nosotros. Debe parecernos, de momento, la cosa m�s importante que haya sub solem.
Dwight Moody se enfrasc� tanto en la preparaci�n de su
serm�n sobre la Gracia, se abstrajo tanto en la b�squeda de
la verdad, que cogi� el sombrero, sali� a la calle, detuvo al
primer transe�nte que encontr� y sin m�s le espet� la pregunta: "�Sabe usted qu� es la Gracia?" �Es extra�o, entonces,
que un hombre encendido de semejante vehemencia e intensidad emotiva ejerza poder m�gico sobre sus auditorios?
Hace alg�n tiempo, un alumno de un curso que daba yo
en Par�s hablaba noche tras noche con mucha insulsez. Era
un hombre estudioso y ten�a datos a porrillo para ilustrar
sus discursos. Pero no soldaba los unos con los otros mediante
el calor de su propio inter�s. Le faltaban br�os. No hablaba
como si lo que dijese tuviera gran importancia, de modo que,
naturalmente, el auditorio prestaba poca atenci�n. Los oyentes apreciaban el discurso seg�n lo apreciaba el orador. Varias
veces le interrump� y trat� en vano de inyectarle un poco
de fuerza para despertarle: era querer sacar vapor de un
radiador fr�o. Por fin consegu� convencerle de que su m�todo
de preparaci�n era defectuoso. Le persuad� a que deb�a poner
en contacto la cabeza con el coraz�n. Le dije que no solamente deb�a decirnos los datos, sino que tambi�n deb�a revelar su actitud hacia esos datos.
122
La pr�xima semana se present� con nuevas ideas en las
que cre�a con suficiente ardor para hacer el discurso interesante. Por fin, pues, estaba apasionado por algo. Ten�a un
mensaje por el que sent�a cari�o, como sent�a cari�o Cervantes
por su don Quijote. Estaba decidido a arrostrar cualquier
dificultad por su mensaje, y el discurso que pronunci� cosech�
largos y sinceros aplausos. Fu� un triunfo absoluto. Hab�a
originado un poco de vehemencia sincera. Esto es una parte
fundamental de la preparaci�n. Como vimos ya en el cap�tulo II, la preparaci�n de un discurso, de un verdadero discurso, no consiste en anotar simplemente algunas palabras
mec�nicas sobre un papel, ni en aprender de coro algunas
frases. Tampoco consiste en desarrollar algunos pensamientos
de segunda mano, robados de alg�n libro o de alg�n art�culo
de peri�dico.No, no. Consiste en cavar profundamente en
nuestra mente, en nuestro coraz�n, en nuestra vida, y extraer
convicciones y entusiasmos genuinamente nuestros. �Nuestros!
�
NUESTROS! Cavemos. Cavemos, Cavemos. Hallaremos lo
que buscamos. No nos quepa la menor duda. Hay vetas riqu�simas, cantidades enormes, cuya existencia no hab�amos so�ado. "Dentro de ti llevas la luz misteriosa de todos los secretos", dijo Amado Nervo. William James afirmaba que el
hombre medio no desarrolla m�s del diez por ciento de su
capacidad mental. �Peor que un motor de ocho cilindros en
el cual s�lo funcionase uno!
S�,pues; lo m�s importante en un discurso no es la fr�a
fraseolog�a, sino el hombre, el br�o, la convicci�n que haya
detr�s de esa fraseolog�a. El renombrado ataque de Sheridan
contra Hastings en la C�mara de los Comunes fu�, seg�n
famosos oradores que lo escucharon -Pitt y Burke, Wilberforce y Fox- el discurso m�s elocuente que se haya pronunciado en Inglaterra. Sin embargo, Sheridan comprendi� que
el enorme m�rito de su alocuci�n era demasiado espiritual
e instable para ser cogido y encerrado por la fr�a imprenta;
por esta raz�n, rehus� una oferta de ochenta mil pesetas para
ser publicada; hoy no tenemos copia de esta oraci�n. Si pudi�ramos leerla, probablemente nos desilusionar�a. La cuali123
dad que la hizo genial ya no existe. S�lo tendr�amos la piel
mortecina, como esas �guilas embalsamadas, desplegadaslas
alas, que se ven en las vitrinas.
Recordemos siempre que nosotros somos el factor m�s
importante del discurso. �Escuchemos estas palabras de Emer"Cualquiera sea
son! Hay en ellas un mundo de sabidur�a:
el lenguaje que empleemos, nunca lograremos decir otra cosa
que lo que somos." Ese es uno de los pensamientos m�s importantes que haya le�do sobre el arte de expresarse; y, en
obsequio del �nfasis, lo repetir�:
"Cualquiera sea el lenguaje
que empleemos, nunca lograremos decir otra cosa que lo que
somos."
UN DISCURSO DE LINCOLN QUE GAN�UN PLEITO
Lincoln quiz� nunca haya le�do ese pensamiento, pero de
una cosa no hay duda: conoc�a la verdad que �l encerraba.
Cierto d�a, la viuda de un veterano de la guerra de emancipaci�n, vieja mujer agobiada por la edad, entr� en su bufete
y le cont� que un agente de pensiones le hab�a cobrado la
exorbitante tarifa de doscientos d�lares por reunirle una suma
de cuatrocientos que el gobierno le deb�a. Lincoln se indign�,
y promovi� querella inmediatamente.
�C�mo se prepar� para el juicio? Se prepar� leyendo una
biograf�a de
Washington y una historia de la guerra de emancipaci�n, encendiendo su entusiasmo, avivando sus sentimientos y afectos. Cuando habl�, relat� las opresiones que incitaron
a los patriotas a rebelarse y luchar por la libertad. Pint� las
mil y una penurias que debieron sufrir en el Valle Fragua,
hambrientos, arrastr�ndose descalzos por el hielo y la nieve.
Luego, encolerizado, se volvi� hacia el brib�n que hab�a robado la mitad de su pensi�n a la viuda de uno de estos
h�roes. Su mirada echaba chispas mientras de sus labios flu�a
la acusaci�n que, como �l hab�a dicho, "desollar�a" al culpado.
"El tiempo pasa -dijo al finalizar-. Los h�roes del 1876
ha�
-, muerto y est�n en la otra orilla. El soldado ha ido a descansar y ahora, lisiada, ciega, agotada, su viuda viene a vos-
otros y a m�, se�ores del jurado, para que enderecemos sus
entuertos. No siempre fu� como hoy es. Fu� otrora una joven
hermosa. Su paso era tan vivo, su rostro tan agraciado, su voz
tan dulce como la de cualquier moza de las monta�as de
Virginia. Pero ahora est� pobre e indefensa. Aqu�, en estas
praderas de Illinois, a muchas millas de las escenas de su
ni�ez, nos ruega a nosotros, a los que disfrutamos de los privilegios que nos legaron los patriotas de la Revoluci�n, para
que le prestemos conmovida ayuda y varonil protecci�n. Todo
cuanto pregunto es esto: �la protegeremos?"
Cuando termin�, a algunos miembros del jurado se les
ca�an las l�grimas, y el veredicto restituy� a la anciana hasta
el �ltimo centavo que reclam�. Lincoln sali� garante de costas, pag� el hotel y el viaje de regreso a la anciana, y no
cobr� honorarios por sus servicios.
Algunos d�as m�s tarde, el socioLincoln
de
recogi� un
pedazo de papel en la oficina, ley� en�l el bosquejo del
discurso de Lincoln y se ech� a re�r:
"No hay contrato. No hay servicios profesionales. Tarifa irrazonable. El dinero retenido por el acu". no fu� entregado a la d".
Guerra de la emancipaci�n. Describir las penurias del Valle Fragua. El marido de la d". El soldado se alista en el ej�rcito. Desollar
al acu". Terminar."
Espero haya quedado en claro ya que el primer requisito
para originar el propio calor y entusiasmo es prepararse hasta
que tengamos un mensaje verdadero que queramos comunicar. El pr�ximo paso es:
COMPORTARSE CON VEHEMENCIA
Como anotamos en el cap�tulo I, William James ha se�alado que la acci�n y el sentimiento est�n estrechamente ligados; y, regulando la acci�n, que depende directamente de la
voluntad, podemos regular el sentimiento, que es libre de ella.
De modo que, para sentir vehemencia y entusiasmo, comport�monos con vehemencia y entusiasmo.No nos apoyemos
125
124
contra la mesa. Estemos erguidos. Manteng�monos firmes.
No nos balanceemos hacia adelante y hacia atr�s. No saltemos sobre los talones. No mudemos el peso de un pie al
otro, como hacen los caballos cansados. En fin, no hagamos
esa serie de movimientos nerviosos que delatan nuestra falta
de serenidad y de dominio. Super�monos f�sicamente. Esto
nos dar� la sensaci�n de tranquilidad y poder. Levant�monos
y avancemos a nuestro puesto "como un hombre fuerte que
se regocija de intervenir en la justa". Repito: llenemos de
ox�geno los pulmones.Miremos de hito en hito al auditorio.
Mir�moslo como si tuvi�semos algo urgente que decirle, y de
lo cual conocemos la urgencia. Mir�moslo con confianza y
valor, como mira un maestro a sus alumnos, pues somos un
maestro, y ellos est�n all� para escucharnos y aprender. Hablemos, pues, con confianza y energ�a. "Levantemos la voz
Nada debemos
-dec�a el profeta Isa�as-, levant�mosla.
temer."
Y usemos ademanes enf�ticos. No nos importe, por ahora,
si no son gallardos o donosos. Tratemos solamente de que sean
vigorosos y espont�neos. Hag�moslos, no por la impresi�n que
causen en el auditorio, sino por el beneficio que nos rindan
a nosotros mismos. Nos los rendir�n maravillosos.Aun
cuando hablemos por radio, accionemos, accionemos. Nuestros ademanes, desde luego, no podr�n ser vistos por los invisibles oyentes, pero el resultado de estos movimientos s� los
echar�n de ver. Los ademanes dar�n mayor vivacidad y energ�a a nuestro tono y a nuestro estilo en general.
Cu�n a menudo he interrumpido en medio de su discurso a
un alumno falto de vigor, y le he ense�ado y ordenado
a hacer ademanes que �l hubiera preferido no hacer. Pero la
acci�n f�sica de los ademanes obligados le despert� finalmente,
y le estimul� hasta que comenz� a accionar espont�neamente.
Hasta su rostro se anim�, y todo su porte y actitud cobraron
viso de vehemencia y �nfasis.
Comport�ndonos como si estuvi�ramos vehementes, sentiremos vehemencia. "Pretendamos tener una virtud -dice
Shakespeare- si no la tenemos."
126
Sobre todo, abramos la boca y hablemos alto. Wickersham,
el procurador general, me dijo cierta vez: "El individuo medio,
cuando intenta hablar en p�blico, no es o�do a m�s de diez
metros de distancia."
�Parece exagerado esto?Recientemente fu� a escuchar un
discurso que pronunci� el presidente de una gran universidad.
Me sent� en la cuarta fila y apenas o� la mitad de lo que dijo.
El embajador de una importante naci�n europea pronunci�
hace poco el discurso de fin de curso en el Colegio Uni�n;
su mensaje era tan flojo, que a siete metros del tablado casi
no se o�a palabra.
Si los oradores avezados cometen semejantes errores, �qu�
hemos de esperar de los principiantes? �stos no est�n acostumbrados a aumentar el volumen de su voz para que los
escuche un auditorio. Y as�, cuando hablan con suficiente
vitalidad, imaginan que est�n gritando a voz en cuello y que
la gente est� pronta a re�rse de ellos.
Usemos el tono que empleamos en la conversaci�n; pero aumentemos el volumen. Intensifiqu�moslo. La letra menuda
la podemos leer poni�ndola a diez cent�metros de los ojos,
pero para leer a diez metros de distancia se necesitan tama�os
caracteres.
LO PRIMERO QUE HEMOS DE HACER CUANDO
EL AUDITORIO SE DUERME
Cierta vez, un sacerdote de aldea le pregunt� a un predicador famoso c�mo hab�a que hacer para que el auditorio no
se durmiese en una tarde calurosa de domingo; y el predicador le aconsej� que tuviese un ujier armado de un arp�n,
para que pinchara al sacerdote de vez en cuando.
Me gusta la respuesta. Es excelente. Es sentido com�n
puro. Esto ense�a m�s al orador medio que nueve d�cimas
partes de todos los eruditos tratados que se han escrito sobre
el arte de la elocuencia.
Una de las maneras m�s seguras de conseguir que un
alumno se ponga flexible y se deje llevar de su verba, ser�a
127
la de darle una tunda antes de que empezase. Esto pondr�a
fuego y br�os en su discurso. Don Santiago Ram�n y Cajal
cuenta que los leones, para entrar en furor heroico, necesitan
golpearse los costados del cuerpo con la cola, que est� provista en la punta de una u�eta especial. No pocos actores
siguen el ejemplo del le�n. Houdini sol�a saltar, entre bastidores, y azotar vigorosamente el aire con sus pu�os, en lucha
contra un contrincante imaginario. Mansfield se enojaba de
prop�sito con cualquier pretexto, quiz� porque alg�n actor
respiraba demasiado sonoramente; cualquier excusa era buena
para acrecentarle la energ�a, para levantarle el esp�ritu. He
visto a actores que, mientras esperan para entrar en escena,
se golpean salvajemente el pecho. Yo he enviado alumnos
a cuartos contiguos cuando faltaba poco para sus respectivos
turnos, y all� que se aporreasen hasta que les saliera sangre
y hasta que los ojos y el rostro resplandecieran de ardor.
A menudo obligo a un alumno, antes de que hable, a que repita el abecedario acompa�ado de ademanes violentos y con
todo el vigor y enojo de que le es posible disponer.
Inmediatamente antes de hablar, tomemos, si nos es posible, un buen descanso. Lo ideal es desnudarnos y dormir
unas cuantas horas. Si podemos, tomemos luego una ducha
Mejor aun, mucho mejor,
fr�a y d�monos masajes vigorosos.
nademos un rato.
Charles Frohman dec�a que contrataba a los actores teniendo en cuenta su vitalidad. El buen actuar, como el buen
hablar, desgasta mucha energ�a nerviosa y fuerza f�sica. Yo
he hachado nogales y partido le�os; y yo he hablado en p�blico durante dos horas seguidas. Ambas tareas son m�s o
menos igualmente agotadoras. Durante la Gran Guerra, Malone pronunci� un apasionado discurso en el Teatro del Siglo. En la parte m�s ardiente de su alocuci�n, despu�s de
haber hablado durante una hora y media, se desmay� exhausto y fu� retirado inconsciente del escenario.
De Daniel Webster se dijo que "era una m�quina de vapor
con pantalones".
"Los oradores de mayor �xito-ha declarado Beecher12 8
son hombres de gran vitalidad y capacidad recuperativa, hombres que poseen en grado extraordinario el poder explosivo
por el cual pueden arrojar sus materiales lejos de s�. Son
catapultas, y el p�blico se rinde ante ellos."
LAS 'PALABRAS COMADREJAS" Y LAS CEBOLLAS
Pongamos energ�a en lo que decimos y dig�moslo con seguridad. Pero no con mucha seguridad. S�lo los ignorantes
est�n seguros de todo. Sin embargo, es propio de baldragas
comenzar cada p�rrafo con unme parece, o un quiz�s, o un
tengo para m�.
La dificultad casi universal de los oradores noveles no es
la de que sean muy afirmadores, sino la de que deslucen sus
discursos con las t�midas frases apuntadas. Recuerdo
�un
orador que, describiendo un viaje, dijo: "A la izquierda del
camino hab�a
algo as� como
un sembrado de cebollas." �Vamos! �Qu� es esto de algo as� como un sembrado de cebollas?
O lo hab�a o no lo hab�a. No se necesitan poderes extraordi
narios para reconocer un sembrado de cebollas al verlo.
Esto nos ense�a hastaqu� absurdos extremos llega a veces
un orador.
Roosevelt llamaba a estas expresiones: "palabras comadrejas", porque la comadreja chupa la yema y la clara del huevo
y lo deja huero. Esto hacen tambi�n con nuestro discurso tales frases.
El apocamiento, el tono pusil�nime, y las frases hueras, no
engendran gran confianza ni convicci�n. Imaginemos frases
de propaganda como �sta: "Visite R�o de Janeiro. Creemos
que se divertir�"; "Veranee usted en San Sebasti�n. Dicen
que es uno de los balnearios m�s pintorescos del mundo."
"El que entra con se�or�o, ya en la conversaci�n, ya en el
razonamiento -escribi� Baltasar Graci�n-, h�cese mucho
lugar y gana de antemano el respeto; pero el que llega con
temor, �l mismo se condena de desconfiado y se confiesa vencido; con su desconfianza da pie al desprecio de los otros;
por lo menos, a la poca estimaci�n.
129
Cuando yo era peque�o, me llamaba la atenci�n que los
candidatos presidenciales estuvieran tan seguros de su elecci�n,
y lo declararan as� con tanto �nfasis. La explicaci�n es simple.
Estos hombres sab�an que la muchedumbre no puede hallar
diferencia entre el �nfasis y la prueba. Sab�an que, como ha
dicho Gustavo Leb�n, los hombres no pueden vivir sin certidumbres, y que, si repet�an una cosa suficientemente a menudo y con el necesario vigor, la mayor parte de los oyentes
acabar�a por creerla.
Los grandes conductores pol�ticos han hablado siempre como si no existiera la menor posibilidad bajo la capa del cielo
de que alguien refutara sus asertos. Cuando Buda estaba
moribundo, no razon� ni llorique�, ni discuti�. Habl� como
aquel que tiene autoridad: "Caminad como os lo he ordenado."
El Cor�n, que ha sido factor dominante en la vida de
millones de personas, en seguida de la oraci�n preliminar
inicia el texto con estas palabras: "No hay duda en este
libro; es una gu�a."
Cuando el carcelero de los Filipenses pregunt� a Pablo:
"�Qu� debo hacer para salvarme?", la respuesta no fu� una
opini�n,un equ�voco "Pues, te dir�. . . ", un "Yo creo
que..." Fu� una orden superior: "Cree en nuestro se�or
jesucristo y estar�s salvado."
Pero no seamos, como dije antes, muy afirmadores en cualquier ocasi�n.Hay momentos, hay lugares, hay temas, hay
auditorios que repugnan demasiada seguridad. Por regla general, cuanto m�s elevado sea el �ndice de inteligencia del
oyente, tanto menor ser� el �xito de los asertos. Las personas
que piensan quieren que se los gu�e, no que se los conduzca.
Quieren que se les presenten los hechos para luego sacar sus
propias conclusiones. Gustan de que se les hagan preguntas,
no de que se los abrume con un torrente de afirmaciones
crudas.
130
SIMPATICEMOS CON EL AUDITORIO
Hace algunos a�os tuve que adiestrar, en Inglaterra, a un
grupo de oradores comerciales, a pedido de la compa��a que
los empleaba. Despu�s de penosos y dif�ciles intentos, hubo
que eliminar a tres, y enviar a uno de ellos de vuelta a
Am�rica. El escollo principal con que se tropezaba era que
no estaban genuinamente interesados en sus auditorios. No
se les daba nada de los dem�s, sino de ellos mismos y los
sueldos que recib�an. Y esto saltaba a la vista. Eran fr�os
para con el auditorio; y el auditorio, en pago, era fr�o para
con ellos. El resultado fu� que estos oradores fracasaron en
toda la l�nea.
La bien conocida raza humana es muy lista para darse
cuenta de si un discurso viene del cerebro o si viene del
coraz�n. Hasta un perro se da cuenta de eso.
Yo he hecho un estudio especial sobre Lincoln como orador
p�blico. Es, sin duda, el hombre m�s querido que haya producido Norteam�rica; y, por cierto, ha pronunciado algunos
de los mejores discursos de los Estados Unidos. Aunque en
algunos aspectos era genial, creo yo que su influencia sobre
los auditorios se deb�a no poco a su simpat�a, honradez y
bondad. Amaba a la gente. "Su coraz�n -dec�a su esposaes tan grande como sus largos brazos." Era como un Cristo.
Y dos mil a�os atr�s, uno de los primeros libros escritos sobre
este arte describ�an al orador elocuente como "un hombre
bueno que sabe manejar la palabra."
"El secreto de mi �xito
-dec�a Mme. Schumann-Heink,
la famosa cantatriz- es mi absoluta devoci�n por el auditorio. Yo adoro mis auditorios. Todos son mis amigos. Siento
un v�nculo con ellos tan pronto como estoy delante de ellos."
Conque, tal era el secreto de su triunfo mundi�l. Tratemos
de cultivar la misma actitud.
El mayor placer que se siente al hablar, no es f�sico ni
mental. Es espiritual. El libro que ten�a Daniel
Webster sobre
la almohada de su lecho de muerte, es el libro que todos los oradores debieran tener sobre su escritorio "de vida".
jes�s amaba a los hombres, y el coraz�n de �stos ard�a en
su pecho cuando jes�s les hablaba. Si queremos leer un buen
tratado de oratoria, �qu� mejor que el Nuevo Testamento?
SUMARIO
1. Cada vez que hablamos, determinamos la actitud de
nuestros oyentes hacia lo que decimos. Si nos sentimos l�nguidos, ellos se sentir�n l�nguidos. Si nos mostramos poco
interesados, ellos se mostrar�n poco interesados. Si estamos
entusiasmados, nuestro entusiasmo se contagiar� a los oyentes. El entusiasmo es uno de los factores importantes -si
de todos- en el discurso.
no el m�s importante
"El
genuino
orador
sagrado o profano -dice don
2.
Carlos Mart�nez Silva-, no es el que mejor discurre, ni el
que m�s ideas l�cidas y precisas lleva al esp�ritu de sus oyentes, sino el que mueve, arrebata y subyuga, sin que se sepa
c�mo ni por qu�."
3. A pesar de la grande importancia de esta cualidad
que es la convicci�n y el entusiasmo contagiosos, los m�s
de los oradores carecen de ella.
4. "La esencia de un buen discurso -dec�a Brander Matthews- es que el orador tenga algo que fervientemente desee
decir."
5. Meditemos nuestros datos, fundemos su valor real en
nuestra mente. Creemos nuestro propio entusiasmo antes de
querer convencer a otros.
6. Pongamos en contacto la cabeza con el coraz�n. El
auditorio quiere, no que le demos datos solamente, sino que
revelemos nuestra actitud hacia esos datos.
7. "Cualquiera sea el lenguaje que empleemos, nunca lograremos decir sino lo que somos." Lo m�s importante en un
discurso no son las palabras, sino el esp�ritu del hombre que
hay detr�s de esas palabras.
8. Para acrecer la vehemencia, para sentir entusiasmo,
procedamos con entusiasmo. Manteng�monos,miremos al
auditorio de hito en hito. Hagamos ademanes enf�ticos.
132
9. Sobre todo, abramos la boca y hablemos para que nos
oigan. Muchos oradores no se dejan escuchar a m�s de diez
metros.
10. Cuando un sacerdote de aldea pregunt� a un famoso
predicador qu� era bueno para evitar que los feligreses no se
durmieran, �ste le respondi�: "Tener un ujier armado de un
arp�n,para que pinche al sacerdote de vez en cuando."
Este es uno de los mejores consejos que se hayan dado sobre
el arte de hablar en p�blico.
11. No debilitemos nuestro discurso con "palabras comadrejas" tales como yo creo que, tengo para m�, es mi
humilde opini�n,
etc.
12. Simpaticemos con el auditorio.
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Se llama metaplasmo cualquier alteraci�n sufrida por los
vocablos en su estructura. Los hay permitidos, como felice
por feliz, y vitandos, como los de la columna izquierda:
I NCORRECTO
Grampa
Carqueja
Retorsij�n
Sandial
Hornallas
Brazalete
Sacud�n
Grandul�n
Vagoroso
Fragranti
Promisor
Atingente
Cegat�n
Casona
Caleidoscopio
CORRECTO
Grapa
Carquexia
Retortij�n
Sandiar
Hornillas,
Brazalete
Sacud�n
Grandull�n,grandill�n
Vagaroso
Flagrante
Promisorio
Atinente
Cegato
Cas�n
Calidoscopio
133
GRAM�TICA
Primer, primero, primera
"La primer vez que oigo decir semejante cosa", dicen muchos.
Primer es la ap�cope de primera, postrer o tercer loson
de postrero y tercero. Por ello, s�lo se puede empleardelante de sustantivos masculinos:
El primer d�a del a�o
pero
La primera semana
El postrer deseo
pero
La postrera esperanza
El tercer premio
pero
La tercera etapa
Primero debe apocoparse indefectiblemente delante de sustantivo masculino; postrero y tercero quedan a merced del
"consumidor":
El postrero, o postrer, anhelo
El tercero, o tercer, llamamiento
EJERCICIO VOCAL
DOMINIO DE LA RESPIRACION
"Si en este momento tuviera que ense�ar a una ni�a
-dec�a Julia Claussen, la conocida cantante-, le dir�a simplemente que inspirara profundamente y mirar�a la expansi�n de su cintura a la altura del diafragma. Luego le pedir�a
que dijese tantas palabras como pudiese sin respirar de
nuevo, y que sostuviera el aire con los m�sculos adyacentes
del diafragma; es decir, que lo sostuviera sin contraerse ni
tratar de desalojarlo. La clave est� en conseguir el timbre
m�s agudo, no con mucho aire, sino con poco, y, sobre todo,
con el menor esfuerzo posible de la garganta, que debe pa134
recer un cendal flotante todo el tiempo... Para m�, la vocal
m�s dif�cil es a. Es la que hace abrir m�s la garganta, y la
que m�s impide el dominio del aire que sale. Por esto yo
comienzo mis pr�cticas con estas vocales: u, o, a, e, i, en
sucesi�n."
Muy bien, Julia Claussen. Nosotros no somos ni�as, ni
tenemos inter�s en cantar, pero vamos a aceptar tus consejos,
y los llevaremos a la pr�ctica para mejorar nuestra voz.
Primeramente, inspiremos profundamente. Comencemos a
bostezar mientras bebemos el aire, profunda, profundamente;
sintamos que los pulmones se nos inflan como globos; sint�moslos que nos empujan las costillas inferiores por los
costados y la espalda. Sint�moslos que nos aplastan ese m�scul o arqueado que se llama diafragma. Prestemos especial
atenci�n al diafragma. Es un m�sculo suave. Necesita fortalecimiento.
Ahora, antes de desembocar en el bostezo, comencemos a
cantar a. Cant�mosla por un buen rato, hasta que nos parezca
que no tenemos m�s aire en los pulmones. �Cu�nto durar�?
Depende del dominio que tengamos del aire respirado. La
tendencia natural ser� que el grueso del aire se escape como
por el agujero de un globo pinchado. �Por qu�? Porque los
pulmones son el�sticos, est�n dilatados y quieren contraerse.
Las costillas flotantes han sido repelidas, y al volver a su
posici�n normal comprimen los pulmones. Tambi�n el diafragma, a menos que lo dominemos, adopta r�pidamente su
forma arqueada, y desaloja el aire de los porosos pulmones
inflados.
Sin embargo, si dejamos que el aire salga con rapidez, hablaremos sofocadamente, entrecortadamente. Los tonos ser�n
poco claros. Poco agradables. Poco audibles. �C�mo, pues,
dominar esta fuga de vigor vocal? "Es imposible -dec�a
Caruso- cantar art�sticamente sin completo dominio del aire
respirado." Tambi�n es imposible tener voz agradable para
hablar sin ese requisito.
�C�mo, pues, dominar esta fuga de aire? Si no ponemos
cuidado, nuestra primera tendencia ser� dominarlo por la
135
contracci�n de los m�sculos de la garganta. �Hay algo peor
que esto? Ya lo dijo Julia Claussen: "La garganta debe
parecer un cendal flotante todo el tiempo."
La garganta no tiene nada que ver con la salida del aire.
La garganta no nos comprime los pulmones. Lo comprimen
el diafragma y las costillas. A �stos tenemos que dominar. Hagamos que la compresi�n sea lenta, delicada, al tiempo que
decimos a. Veamos por cu�nto tiempo podemos mantener este
tono sin oscilaciones.
Luego sigamos con las otras notas que Julia Claussen propone: u, o, a, e, �-
CAPITULO VI
ELEMENTOS INDISPENSABLES PARA HABLAR
CON �XITO
136
T�, por ventura, �sabes lo que vale un d�a?
�Entiendesde cu�nto precio es una hora? �Has
examinado el valor del tiempo? Cierto es que no,
pues as�, alegre, le dejas pasar, hurtado de la hora
que, fugitiva y secreta, te lleva precios�simo robo.
�Qui�n te ha dicho que lo que ya fu� volver�
cuando lo hayas menester si lo llamares? D�me,
�has visto algunas pisadas de los d�as? No, por
a re�rse
cierto; que ellos s�lo vuelven la cabeza
y burlarse de lor que as� los dejaron pasar.
FRANCISCO DE QUEVEDO
Y tenemos, sobre todo, la voluntad de la acci�n, la cual nunca es excesiva; porque hay que
querer, querer siempre, "querer aun cuando no
se pueda".
MIGUEL DE UNAMUNO
Para saber qu� camino se ha de seguir, es necesario saber d�nde se quiere llegar. El secreto
de la energ�a y el nervio de todas nuestras acciones consiste en eso, pues esa fijeza de objetivo
hace imposible las vacilaciones en los momentos
decisivos en que van a fijarse rumbos trascendentales.
CARLOS PELLEGRINI
El d�a en que escribo estas l�neas, 5 de enero, es el aniversario de la muerte de Sir Ernest Shackleton, el explorador.
Muri� mientras se dirig�a hacia el Sur en su barco "Quest ',
para explorar el oc�ano Ant�rtico. Lo primero que atra�a la
mirada de quien entrase en este barco eran estas estrofas,
grabadas sobre una plancha de bronce:
"Si sue�as, y los sue�os no te arroban
Si piensas, y pensar no es tu ambici�n;
Si al triunfo y al desastre te acomodas,
Y ves en uno y otro un impostor.
"Si a tu cerebro y pecho y nervio obligas
A estar despiertos, aunque ya agotados,
Y as� sigues bregando con la vida
Porque tu voluntad dice ;Sigamos!
"Si ocupas el minuto inexorable
De sesenta minutos de tu af�n,
Tuyo es el mundo, tuyos sus caudales,
Y t� eres, hijo, un hombre de verdad."
"El esp�ritu de Quest" llamaba el famoso explorador a
estos versos; y, verdaderamente, son el esp�ritu adecuado con
que un hombre debe comenzar la exploraci�n del Polo Sur,
o con que debe obtener confianza en s� mismo si quiere
llegar a hablar en p�blico.
Pero ese no es el esp�ritu, lamento confesarlo, con que la
mayor�a de las personas comienzan a estudiar el arte de
hablar en p�blico. Hace algunos a�os, cuando acababa de
i niciarme en las tareas educadoras, me qued� sorprendido
cuando vi cu�n numeroso era el tanto por ciento de los estudiantes que, habi�ndose inscrito en escuelas nocturnas de
139
diversa suerte, se cansaban y desmayaban en el camino, antes
de llegar a la meta. La cantidad es lamentable y sorprendente. Ello da triste prueba de la naturaleza humana.
Esta es la sexta lecci�n del curso, y la experiencia me ense�a que algunos de los que estas l�neas leen est�n ya desalent�ndose porque, en seis cortas semanas, no han logrado
vencer el temor del auditorio, ni desarrollado confianza en
s�
mismos. Es l�stima, porque "qu� pobre es aquel que carece
de paciencia. �Cu�l
es la herida que no haya sanado sino
gradualmente?"
NECESIDAD DE LA PERSISTENCIA
Cuando comenzamos a aprender algo, como franc�s,0
golf, u oratoria, no adelantamos de modo uniforme, constante.
No aprendemos gradualmente. Aprendemos a tirones repentinos, mediante avances bruscos. Luego permanecemos inactivos por un tiempo, o hasta podemos retroceder y perder
parte del terreno que hab�amos ganado. Estos per�odos de
estancamiento, o aun de retroceso, son bien conocidos de los
psic�logos, que los han llamado "mesetas en la l�nea del
aprendizaje". Los alumnos de oratoria a veces quedan detenidos semanas enteras en alguna de estas mesetas. Por muy
duro que estudien, no pueden salir de ellas. Y entonces los
d�biles se dan por vencidos, desesperados. Los que tienen
entereza, persisten, y se encuentran con que, de pronto, de
un d�a para otro, sin saber c�mo ni por qu�, han hecho un
gran progreso. Se han remontado como un ave. Bruscamente
han dado en el busilis. S�bitamente han adquirido naturalidad, fuerza y confianza en sus discursos.
Uno siempre puede, como hemos dicho, sentir peregrino
temor de cierta turbaci�n, un poco de nerviosa ansiedad en
los primeros momentos que se afronta un auditorio. Don
Angel Ossorio y Gallardo, despu�s de cerca de cincuenta
a�os de orador, confesaba sentir siempre cierta turbaci�n,
rayana a veces con el p�nico, al tomar la palabra. Lo mismo
le sucede a don Luis Jim�nez de As�a. Cuando habl�, don
14 0
Luis, en la Universidad de Buenos Aires, hace ya algunos
a�os, su nerviosidad era tan extrema que a punto estuvo de
verter la taza de caf� sobre el chaleco del marqu�s de Amposta, embajador a la saz�n de Espa�a. Hasta los grandes
m�sicos han sentido esto, a pesar de sus muchas apariciones
en p�blico. Paderewski jugaba nerviosamente con los pu�os
de la camisa inmediatamente antes de sentarse al piano.
Nordica sent�a que el coraz�n le lat�a con mayor prisa. Sembrich tambi�n. Pero en seguida se desvanec�a este temor,
como la niebla del amanecer en verano.
La experiencia de estas personas ser� nuestra. Si perseveramos, pronto borraremos todo, excepto este temor inicial.
Y el temor inicial nunca pasar� de temor inicial. Despu�s
de las primeras frases, recobraremos el dominio de nosotros
mismos. Y entonces el hablar ser� un verdadero placer.
NADA DE CEJAR
Cierta vez un joven que deseaba estudiar Derecho le escribi� a Lincoln pidi�ndole consejo, y Lincoln le respondi�:
"Si est� usted inflexiblemente resuelto a ser abogado, tiene
usted ya la mitad de las dificultades vencidas. Recuerde usted
siempre que su propia resoluci�n de triunfar es m�s importante que cualquier otra cosa."
Lincoln lo sab�a. �l hab�a pasado por esto. Nunca, en toda
su vida, tuvo m�s de un a�o de escuela. �Tuvo libros? Lincoln dijo cierta vez que hab�a conseguido prestados todos
los libros que hab�a a cincuenta millas en torno de su casa.
En la barraca en que viv�a se manten�a un le�o ardiendo
toda la noche. A veces le�a a la luz de este fuego. Los le�os
ten�an grietas, y all� pon�a Lincoln los libros para leerlos.
se trotaba
Ni bien amanec�a, arrollaba su lecho de hojas,
los ojos, cog�a el libro y comenzaba
a devorarlo.
Caminaba veinte o treinta millas por d�a para escuchar a
un orador, y, cuando volv�a a su casa, practicaba sus discursos en todas partes -en la campi�a, en los bosques,
delante de los parroquianos reunidos en el almac�n de Jones.
Se inscribi� en sociedades de debates, de ciudades cercanas, y
practic� sobre los temas de su tiempo, como ahora hacemos
nosotros en este curso.
Tuvo siempre complejo de inferioridad. Delante de las
mujeres se volv�a t�mido y enmudec�a. Cuando hac�a la corte
a quien fu� luego su esposa, sol�a sentarse con ella en la
sala, avergonzado y silencioso, incapaz de hallar palabras,
mientras ella hablaba por los dos. Sin embargo, este fu� el
hombre que, mediante pr�ctica y estudio, se convirti� en el
orador que lleg� a tener tan c�lebres pol�micas con el consumado parlamentario Douglas. Este fu� el hombre que, en
Gettysburg, y luego en su segundo mensaje inaugural, se
elev� hasta alturas de elocuencia rara vez alcanzadas en los
anales de la historia.
No nos extra�e, pues, que conociendo sus propias desventajas y su lucha empedernida, haya escrito: "Si est� usted
inflexiblemente resuelto a ser abogado, tiene usted la mitad
de las dificultades vencidas."
En la oficina del presidente de los Estados Unidos hay un
cuadro admirable de Abraham Lincoln. "Muchas veces, cuando ten�a. alg�n problema que resolver
-dec�a Theodore
Roosevelt-, algo complicado y de dif�cil soluci�n, algo donde
hab�a derechos e intereses en pugna, miraba el cuadro de
Lincoln, trataba de imagin�rmelo en mi lugar, trataba de
figurarme qu� har�a �l en tales circunstancias. Quiz� parezca
raro a muchos, pero, sinceramente, parec�a hacer m�s f�ciles
de resolver los problemas que me preocupaban."
�Por qu� no aplicamos la idea de Roosevelt? �Por qu�,
si estamos desalentados y tenemos gana de darnos por vencidos en nuestro intento de hacernos oradores, no miramos un
retrato de Lincoln y nos preguntamos qu� hubiera hecho �l
en parecidas circunstancias? Todos sabemos qu� hubiera hecho. Todos sabemos lo que hizo. Despu�s de haber sido derrotado en las elecciones para senador por Stephen A. Douglas,
dijo a sus partidarios que no deb�an "cejar por una ni por
cien derrotas".
142
LA ESPERANZA DEL PREMIO
Qu� no dar�a por ver a mis lectores con este libro abierto,
sobre la mesa, durante una semana seguida, hasta que hayan
aprendido de memoria estas palabras de William James:
"No sienta el joven ansiedad alguna en cuanto al resultado
final de su educaci�n, sean cuales fueren sus inclinaciones. Si se
mantiene firmemente activo hora tras hora, d�a tras d�a, puede
despreocuparse, sin riesgo, del resultado final. Sin la menor vacilaci�n, puede contar con que un buen d�a despertar� para hallar
que es uno de los hombres competentes de su generaci�n, en la
carrera que haya elegido."
Y ahora; respaldado por la autoridad de James, aprovechar� para afirmar que aquel que siga este curso con firmeza
y con entusiasmo, y que siga practicando inteligentemente,
puede, con toda confianza, estar seguro de que un buen d�a
despertar� para hallarse entre los oradores competentes de
su ciudad o pa�s.
Por muy fant�stico que esto pueda parecer a algunos, por
ahora, es cierto como principio general. Excepciones, desde
luego, siempre hay. Un hombre que tenga mentalidad y
personalidad inferiores no llegar� nunca a ser un Emilio
Castelar; pero, dentro de lo razonable, la afirmaci�n es
correcta.
Pongamos un ejemplo concreto.
El ex gobernador de Nueva jersey, Stokes, concurri� al
banquete con que dimos fin a un curso de oratoria, en Trenton. Y me confes� que los discursos pronunciados en esa
noche por los alumnos eran tan buenos como los que se o�an
en el Congreso de la Naci�n. Esos discursos hab�an sido
pronunciados por profesionales que pocos meses antes enmudec�an de miedo delante de un auditorio. No eran oradores
incipientes estos hombres. Eran profesionales t�picos con que
uno topa en cualquier ciudad del mundo. Sin embargo, un
buen d�a despertaron para hallarse entre los oradores competentes de su ciudad.
El problema de nuestro �xito como oradores gira en torno
143
de dos factores: nuestra capacidad ing�nita, y la profundidad
y fervor de nuestros deseos.
"Quered tan s�lo, y cambiar� la faz del mundo", dec�a
Lammenais, el fogoso te�logo y predicador franc�s. De la
intensidad de nuestro deseo depende la solidez de nuestros
logros. Si queremos ser buenos oradores, seremos buenos oradores; s�lo hemos menester desearlo en�rgicamente.
Yo he conocido y observado a miles de hombres, literalmente, en su lucha por adquirir confianza en s� mismos y
llegar a hablar en p�blico. De los que triunfaron, s�lo unos
pocos eran hombres de luces. Los dem�s eran profesionales
que estamos acostumbrados a ver en nuestras respectivas ciudades. Pero perseveraron. Hombres m�s inteligentes se desalentaron o se dedicaron a otros menesteres, y no llegaron
muy lejos; pero el individuo medio que s�lo ten�a firmeza
y unidad de prop�sito, "siendo de los �ltimos lleg� a ser de
los primeros".
Esto no es m�s que humano y natural. �No lo comprobamos, acaso, todos los d�as en cualquier manifestaci�n de
la vida? "No se concluye nada con el �mpetu del genio -ha
dicho Lamounty- si no se le agrega la paciencia." Por
mucho talento que el alumno tenga, nunca lograr� llegar
al fin de este curso si carece de la otra virtud.
El mariscal Foch, que llev� a la victoria a uno de los
ej�rcitosm�s grandes de que se tenga memoria, declar� que
solo pose�a una virtud: la de nunca perder las esperanzas.
Cuando los franceses se replegaron hacia el Marne, en
1914, el general Joffre di� instrucciones a sus generales, que
ten�an dos millones de hombres a su mando, de que interrumpieran el repliegue y comenzaran la ofensiva. La nueva
batalla, una de las m�s decisivas en la historia de la humanidad, se hab�a prolongado dos d�as ya cuando el mariscal
Foch, encargado del centro de Joffre, le envi� este impresionante telegrama: "Mi centro cede. Mi derecha pierde
terreno. La situaci�n es excelente.Atacar�."
Ese ataque salv� a Par�s.
Del mismo modo, querido orador, en lo m�s recio de la
144
lucha, cuando todo parezca perdido; cuando nuestro centro
ceda y la derecha pierda terreno, "la situaci�n es excelente".
�
Ataquemos! �Ataquemos! Ataquemos y salvaremos la mejor
parte de nuestra virilidad: el valor y la fe.
ESCALAMIENTO DEL "INDOMITO K�ISER"
Hace algunos veranos decid� escalar un pico de los Alpes
austr�acos llamado el
Ind�mito K�iser.
Me dijeron que la ascensi�n era dif�cil, y que los alpinistas aficionados necesitaban
imprescindiblemente de un gu�a. Nosotros, un amigo m�o
y yo, no ten�amos gu�a, y, por cierto, �ramos s�lo aficiona=
dos; alguien nos pregunt� si cre�amos que �bamos a llegar.
-Desde luego -respondimos nosotros.
-�Y qu� razones tienen para estar tan seguros?
-pregunt�.
-Pues, otros lo han hecho sin gu�a -dije-, por lo
cual s� que es posible hacerlo sin gu�a; y, adem�s, nunca
emprendo nada pensando que quiz� fracase.
Como alpinista, soy el novicio m�s torpe y chapucero de
cuantos hay. Pero esa es la actitud mental adecuada para
emprender cualquier cosa, desde hablar en p�blico hasta escalar el Aconcagua.
Pensemos en el �xito,en este curso. Imagin�monos hablando en p�blico con perfecto dominio de nosotros mismos.
Est� en las manos de todos nosotros el hacer esto. Creamos
que triunfaremos. Cre�moslo firmemente, y luego ya iremos
haciendo lo necesario para provocar el �xito.
El almirante Dupont di� varias razones para no haber
introducido sus ca�oneros en el puerto de Charleston. El almirante Farragut escuchaba atentamente sus razones.
-Pero hubo otra raz�n que usted no ha mencionado
-dijo, cuando Dupont acab� de exponer.
-�Cu�l?
-Que no crey� usted que podr�a hacerlo.
Lo m�s valioso que adquieren los alumnos de un curso de
oratoria es la confianza en s� mismos, la mayor fe en su ca145
pacidad de lograr sus prop�sitos. Y, �qu� m�s importante
que eso para el �xito de cualquier empresa?
LA VOLUNTAD DE VENCER
Miguel Antonio Caro, alt�simo poeta colombiano, y prosador incomparable, concluy� as� un discurso:
"�Qu� har� yo para ser santo?, pregunta un alma t�mida a Santo Tom�s, y el ang�lico doctor respondi� con una sola palabra:
pero queriendo de veras; y quien no persever�
�Queriendo! S�,
no quiso bien, pues la constancia es el comprobante de la firmeza de una resoluci�n. Un escritor eminente ha proclamado que
el genio es la paciencia; un fil�sofo insigne os inculca, en el sentido, sin duda, de la palabra de Santo Tom�s, que todo deseo
en�rgico se realiza; y para concluir, a todos y a cada uno de vosotros dir� yo con un gran poeta:
"Ten fijo en la memoria
Que nadie sin af�n y ardua fatiga
Supo arrancar las palmas de la gloria."
Napole�n,Wellington, Bol�var, Foch, todos los grandes
jefes militares, han reconocido que la voluntad de vencer
de un ej�rcito, y la confianza en su capacidad de hacerlo,
son el factor principal para lograr el �xito de las armas.
"Noventa mil hombres vencidos -dice el mariscal Fochse retiran ante noventa mil hombres vencedores s�lo porque
han sufrido demasiado, porque ya no creen en la victoria,
porque se han desmoralizado, porque est�n al extremo de su
resistencia moral:"
En otras palabras, los noventa mil hombres que se retiran
no lo hacen porque se les haya infligido un castigo f�sico muy
duro, sino porque se les ha infligido un castigo moral, porque han perdido el valor y la confianza. No hay esperanza
para un hombre as� vencido.
Victorio Alfieri, el gran poeta tr�gico de Italia, se dedic�
a las letras siendo ya adulto. Y para recuperar el tiempo
perdido, se encerr� en su habitaci�n y se dedic� a estudiar
146
y escribir intensamente. Cuando sus amigos le preguntaban
c�mo pudo vencer sus inclinaciones fr�volas para convertirse
en tan grande escritor, les respond�a: "Volli, sempre volli,
fermissimamente volli."
Antonio Maura, mallorqu�n, hablaba tan defectuosamente
el castellano, que cuando fu� a estudiar a Madrid, todos los
compa�eros re�an y se burlaban de �l. Pero Maura, decidido
a dominar el castellano, y a convertirse en famoso orador,
comenz� a estudiar con ahinco la lengua de Cervantes, llegando a los pocos a�os a ser uno de los oradores m�s castizos
de las Cortes, y, m�s tarde, a dirigir nada menos que la Real
Academia Espa�ola de la Lengua. Su refr�n favorito era el
tan tra�do, y por tra�do descuidado, de "Querer es poder".
Sea nuestra canci�n de batalla este soneto de Almafuerte,
el segundo de los siete medicinales:
No te des por vencido ni aun vencido;
No te sientas esclavo ni aun esclavo;
tr�mulo de pavor, pi�nsate bravo,
y acomete feroz, ya mal herido.
Ten el tes�n del clavo enmohecido,
que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
no la cobarde intrepidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios, que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
ï¿Q
½ ue muerda y vocifere, vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
SUMARIO
1. Nada aprendemos -sea franc�s, golf u oratoria- por
medio de mejoramiento gradual. Adelantamos a tirones repentinos, mediante avances bruscos. Luego permanecemos es147
tacionarios durante algunas semanas, y aun llegamos a perder
parte de la perfecci�n lograda. Los psic�logos llaman a estos
per�odos de estacionamiento "mesetas en la l�nea del aprendizaje". Quiz� tengamos que luchar duro por un tiempo, sin
lograr salir de una de estas mesetas ni seguir adelantando.
Algunas personas, por no conocer este curioso fen�meno de
nuestra manera de progresar, se desalientan al verse atascadas
y cesan en los esfuerzos. Esto es muy lamentable, porque si
persistieran, si siguieran practicando, comprobar�an que de
pronto se elevan como un ave y hacen gran progreso de
un d�a para otro.
2. Quiz� nunca logremos deshacernos de cierta nerviosa
ansiedad que se apodera de nosotros poco antes de comenzar.
Ossorio y Gallardo, Jim�nez de As�a, y muchos otros oradores, hasta el final de su vida, experimentaron esta nerviosidad inicial. Si perseveramos, pronto nos desharemos de
todas las dificultades, excepto de este temor; y, luego de hablar unos segundos, tal temor desaparecer�.
3. William james ha dicho que nadie ha de preocuparse
por el resultado final de su educaci�n, que si se mantiene
firmemente ocupado, "sin la menor vacilaci�n puede contar
con que un buen d�a despertar� para hallar que es uno de
los hombres competentes de su generaci�n, en la carrera que
haya elegido". Esta verdad psicol�gica que el famoso sabio
ha enunciado, tiene aplicaci�n en nosotros y en nuestros esfuerzos para aprender a hablar en p�blico. No puede haber
duda respecto de esto. Los hombres que han triunfado en este
curso no han sido, por regla general, hombres de dotes
extraordinarias. S�lo ten�an en su haber persistencia y tozuda
determinaci�n.No cejaron. Y llegaron.
4. Pensemos en el �xito con respecto a nuestros estudios.
Esto nos obligar� a hacer las cosas necesarias para provocar
el �xito.
5. Si nos desalentamos, miremos un retrato de Lincoln,
o de Victorio Alfieri, o de Antonio Maura, y pregunt�monos
qu� hubieran hecho ellos en circunstancias similares.
6. Cuando los amigos le preguntaban a Alfieri c�mo
14 8
hab�a vencido sus inclinaciones fr�volas, respond�a: "Quise,
siempre quise, firm�simamente quise."
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Todas las palabras que doy a continuaci�n en la columna
de la derecha, son correctas. Pero muchas personas desconocen
su verdadera pronunciaci�n.
INCORRECTO
CORRECTO
Impugne
Piemont�s
Irisi�n
Decolorar
Garraspera
Despaturrar
Contraversia
Desvastar
Decaecer
Mag�er
Aveniencia
Impune
Piamont�s
Irrisi�n
Descolorar
Carraspera
Despatarrar
Controversia
Devastar
Descaecer
Maguer
Avenencia
Descolorar tiene dos sustantivos sin�nimos, unoregular y
otro irregular: Decoloraci�n y descoloramiento.
No hay que confundir devastar con desbastar, que es quitar las partes bastas.
GRAM�TICA
"Tan es as�"
Tan, ap�cope detanto, puede usarse delante de adjetivo,
adverbio y otras partes de la oraci�n excepto el verbo. La
frase del ep�grafe debe ser "Tan as� es", o "Tanta es as�."
De balde y en balde
149
En balde quiere decir en vano.
De balde quiere decir gratis, graciosamente.
"Consegu� dos billetes
de balde para el teatro."
"Es en balde que vengas; no te recibir�."
"Si por los vuestros estuviese la victoria, ser� suya la honra,
y nuestro trabajo en balde."
Mariana
de balde,
"Aqu� enterraron
Por no hallarle una peseta...
No sigas: era poeta."
Mart�nez de la Rosa
De una persona que est� ociosa se dice que "est� de balde".
EJERCICIO VOCAL. LA PUNTA DE LA LENGUA
Caruso atribu�a gran parte de su �xito como cantante al
dominio extraordinario que ten�a de la lengua. Lo mismo la
Galli-Curci. Lo mismo much�simos otros grandes cantantes.
Caruso se ejercit� hasta que tuvo la punta de la lengua �gil
y fuerte en extremo. Utilizaba la punta de la lengua, mientras
la parte posterior estaba muerta y relajada. Esto tiene gran
importancia, pues los m�sculos de la parte posterior est�n unidos a la laringe. Por lo cual, si utilizamos dicha parte posterior, provocamos tensiones y contracciones innecesarias en
la garganta.
Uno de los mejores m�todos para desarrollar fuerza y actividad en la punta de la lengua consiste en gorjear la r.
Pronunci�mosla incesantemente, como un canario. Imitemos
el sonido de una ametralladora lejana. No es s�lo una sucesi�n de erres lo que necesitamos, es un gorjeo. �No ha o�do
nadie c�mo vibran los cascabeles de la serpiente antes del
ataque? Ello nos dar� una idea de la manera en que debe
vibrar la punta de la lengua contra el cielo de la boca, inmediatamente detr�s de los dientes. �Qui�n no ha o�do un pica150
maderos picoteando una rama seca al comenzar la primavera?
Nuestro gorjeo tiene que ser tan r�pido como un stacatto.
El gorjeo tiene que recordarnos la tapa de las calderas cuando
el agua comienza a hervir.
Comencemos a decir par. Cuando lleguemos a la erre, comentemos el gorjeo. Prmrrrrrrrrrr. Hagamos lo mismo con
zar y mar.
Comencemos ahora a bostezar, respirando profundamente,
sintiendo actividad en medio del tronco. Antes de que se produzca el bostezo, comencemos a gorjear la erre. Gorje�mosla
por cuanto nos quede aire. Apliquemos los m�todos de dominio del aire respirado que vimos en el cap�tulo V.
El gorjeo de la erre es un ejercicio importante; pero no
creamos que con ejecutar este y los otros ejercicios un minuto por semana, y olvidarlos el resto del tiempo, obtendremos halag�e�os resultados. "Los dioses venden todo a
buen preci�", dec�a Emerson. Y el buen precio que debemos
pagar por el mejoramiento de la voz es la pr�ctica, la pr�ctica, la pr�ctica.No necesitamos, desde luego, excluir otras
actividades para practicar. Podemos hacerlo mientras nos estamos ba�ando. Leamos en voz alta el siguiente poema. Sintamos c�mo la punta de la lengua nos toca r�pida, perentoriamente, las espaldas de los dientes. Sintamos c�mo recalcamos las ideas importantes con ese golpecito n�tido y
el�stico:
�Todo hacia la muerte avanza,
de concierto;
toda la vida es mudanza
hasta ser muerto!
�Qui�n
vi�
por tierra rodado
el almenar,
y tan alto levantado
el muladar!
�Mi existir se cambia y muda
todo entero,
como �rbol que se desnuda
en el enero!
�Fueron mis goces auroras
de alegr�as,
m�s fugaces que las horas
de los d�as!
�
l' m�s que la lanzadera
en el telar.
y la alondra tan ligera
en el volar!
�Alma, en tu recinto acoge
al dolor,
como la espiga en la troje
el labrador!
�Lev�ntate, coraz�n,
que est�s muerto!
�Esqueleto de le�n
en el desierto!
�Pide a la muerte posada,
peregrino,
como espiga que granada
va al molino!
�
La vida!... Polvo en el viento
volador.
�S�lo nos muda el cimiento
del dolor!
Ram�n del Valle-Incl�n
Despu�s que hayamos le�do esta poes�a en la manera indicada, le�mosla por segunda vez aplicando los principios
ense�ados por Julia Claussen en el cap�tulo V. Respiremos
con el diafragma. Prepar�monos para bostezar. Hablemos.
Pensemos que el sonido va a la cabeza, no a la garganta.
Dominemos el diafragma. No dejemos que el aire se nos
escape irrefrenable. Tratemos de leer correctamente esta poes�a con s�lo dos inspiraciones.
15 2
Es menester algo m�s que el simple conocimiento del tema. Es menester vestirlo de vehemencia. Es menester estar convencido de que
sabemos algo que la gente debe imprescindiblemente conocer.
BRYAN
Hagamos una cosa por vez, y esa cosa, como
si de ella dependiese nuestra vida.
Lema de EUGENE GRACE
Poco despu�s de terminada la Gran Guerra, conoc� en
Londres a los hermanos Ross y Keith Smith. Acababan de
efectuar el primer vuelo desde Londres hasta Australia; hab�an ganado el premio de cuatrocientas mil pesetas ofrecido
por el gobierno australiano; hab�an causado sensaci�n en
todo el Imperio Brit�nico; y hab�an sido armados caballeros
por el rey.
El capit�n Hurley, conocido fot�grafo, hab�a volado con
ellos en parte del viaje, para tomar pel�culas; yo, pues, les
ayud� a preparar un relato ilustrado del viaje y les ense��
a decirlo. Dos veces por d�a, durante cuatro meses, pronunciaron este discurso en el Edificio Filarm�nico de Londres:
uno hablaba por la tarde y otro hablaba por la noche.
Hab�an tenido exactamente la misma experiencia; hab�an
estado hombro con hombro mientras daban media vuelta al
mundo; y pronunciaban el mismo discurso, casi palabra por
palabra. Sin embargo, hab�a marcada diferencia entre uno
y otro.
Hay algo, aparte las palabras, que es decisivo. Me refiero
al sabor con que uno las dice. "No importa tanto lo que
decimos, cuanto c�mo lo decimos."
Cierta vez, en un concierto, me toc� estar al lado de una
joven que iba leyendo la partitura de una mazurca de Chopin
mientras Paderewski la ejecutaba al piano. Estaba perpleja.
No acertaba a comprender. Los dedos del maestro tocaban
exactamente las mismas notas que los suyos hab�an tocado
tantas veces. Sin embargo, la ejecuci�n suya hab�a sido vulgar, y la de Paderewski en cambio era inspirada, encerraba
inefable belleza, sojuzgaba el �nimo de los oyentes. No era
s�lo tocar las notas. Era la manera en que las tocaba, el
155
sentimiento, el arte, la personalidad que pon�a en su ejecuci�n lo que establec�a la diferencia entre la mediocridad y
el genio.
Brulloff, el gran pintor ruso, corrigi� en una ocasi�n el
dibujo de un alumno. El alumno mir� asombrado el dibujo
y exclam�:
-�C�mo! Lo ha reformado usted un poquito y, sin embargo, parece otro dibujo.
Y Brulloff respondi�:
-El arte comienza donde comienza el poquito.
Esto es tan cierto para la oratoria como lo es para la
pintura o para las ejecuciones de Paderewski.
Hay un antiguo dicho en el parlamento brit�nico, seg�n
el cual todo depende de la manera en que se habla, y no
de las palabras que se dicen. Esto lo dijo Quintiliano hace
alg�n tiempo, cuando Inglaterra era una de las colonias
de Roma.
Como a los m�s de los dichos antiguos, es menester tomar
a �ste cum grano salis; pero, indudablemente, un discurso
bien pronunciado puede convertir un tema desnudo en un
tema muy acicalado. Esto explica que Nicol�s Avellaneda,
ense�ando una asignatura tan poco atrayente cual era laEconom�a Pol�tica,
atrajese tanto p�blico a su aula de la Universidad de Buenos Aires.. He observado muchas veces, en los
concursos, que no siempre es el orador con mejor material
quien gana. Por regla general, gana el orador que, por hablar
bien, hace que su material parezca el mejor.
"Tres cosas importan en un discurso -dec�a con c�nica
picard�a Lord Morley-, y son: qui�n lo dice, c�mo lo dice,
y qu� dice. De todas tres, la �ltima es la menos importante."
�Es exageraci�n? S�, pero escarbemos un poco, y debajo de la
superficie de esta afirmaci�n hallaremos la verdad.
Pi y Margall escrib�a discursos brillantes en cuanto a l�gica, razonamiento y composici�n. Sin embargo, como orador, era un fracaso. No sab�a decir sus frases de modo que
resultasen interesantes y vigorosas. Cuando se levantaba para
hablar, los colegas comenzaban a salir de la sala, y s�lo
156
quedaban Castelar, C�novas, R�os Rosas, etc., que escuchaban con verdadero provecho sus discursos.
Podemos arrojar una bala de acero contra un hombre, y
no conseguiremos ni siquiera rasgar su vestido. Pero pongamos p�lvora detr�s de una vela de sebo, y perforaremos con
ella una tabla de pino. Muchos discursos de sebo, pero con
p�lvora, causanm�s impresi�n, lamento decirlo, que un
discurso de acero falto de fuerza propulsora.
Cuidemos, entonces, la elocuci�n.
�QU� ES LA ELOCUCI�N?
Cuando un enamorado hace sus protestaciones de amor a
la mujer amada, �le dice
Te adoro como quien dice Esta
noche ir� al teatro,
o emplea el tono y estilo adecuados para
impresionarla? Desgraciadamente, no todos los oradores alcanzan esto.
Veamos un ejemplo que es caracter�stico en miles de oradores. Hace un tiempo estaba en M�rren, un lugar de veraneo de los Alpes suizos. Me hospedaba en un hotel cuyo
directorio enviaba semanalmente dos conferenciantes para
que hablasen a los hu�spedes. Uno de estos conferenciantes
fu� una conocida novelista. Su tema fu�
El futuro de la novela. Confes� que no hab�a elegido el tema ella misma.
y el resultado de esto fu� que lo que dijo no le incumb�a
suficientemente para preocuparse de c�mo lo dec�a. Hab�a
preparado algunas notas apresuradamente; y all� estaba, frente al auditorio, haciendo poco caso de sus oyentes, sin mirarlos siquiera, ya fijando la mirada por sobre nuestras cabezas, ya contemplando el piso. Iba extrayendo la palabra
con mirada distra�da en los ojos y tono distra�do en la voz.
Esta clase de discursos est�n divorciados de la elocuci�n.
Son soliloquios. No existe en ellos el sentido de la comunicaci�n.Y �se es el principal elemento de un buen discurso:
el sentido de la comunicaci�n.
El oyente debe sentir que el mensaje surge de la mente
y del coraz�n del orador, para inundar directamente la men157
te y el coraz�n propios. La conferencia que acabo de describir habr�a podido, de igual modo, ser dada en el arenoso
desierto de Gobi. Y por cierto que parec�a m�s bien haber
sido pronunciada en lugar semejante que ante un grupo de
seres humanos.
El secreto de pronunciar un buen discurso es un proceso
a la vez muy sencillo y muy complicado. Y que se presta a
malas interpretaciones y a no pocas exageraciones.
EL SECRETO DE LA BUENA ELOCUCI�N
Sobre el arte de la elocuci�nse han escrito memeces y
disparates sin cuento. Se la ha rodeado de reglas, ritos y
artes misteriosos.
La antigua "elocuci�n pomposa", ese horror de los horrores, ha hecho que a menudo se la considere burlonamente. El
profesional medio que ha ido a las bibliotecas y librer�as en
busca de libros de oratoria, se ha encontrado con que la
mayor parte de tales libros no ten�an la menor aplicaci�n
pr�ctica.A pesar del progreso logrado en otras ramas, todav�a se nos quiere ense�ar a hablar de la manera exornada
en que hablaba un Castelar o un Mirabeau - lo que est�
tan fuera de lugar y de boga como los sombreros con que las
esposas de estos insignes oradores causaban la envidia de sus
contempor�neas.
En los tres cuartos de siglo �ltimos se ha ido formando
una nueva escuela de oratoria que est� m�s a tono con los
tiempos que corren. Es tan moderna como un cuadro de
Picasso, tan precisa como un telegrama, tan formal como una
funci�n de gala en el teatro Col�n.
Toda la pirotecnia verbal que en otro tiempo era indispensable, ya nadie la tolera en este a�o de gracia.
Un auditorio moderno, sean treinta alumnos en el aula
de una facultad, o sean mil personas en una tienda de lona,
quieren que el orador no haga rodeos in�tiles y que hable
del mismo modo que si estuviera charlando en un corrillo
de dos o tres personas.
158
Del mismo modo, dije; no con el mismo volumen de
voz. Si empleamos el mismo volumen de voz nadie nos oir�.
Precisamente para parecer m�s naturales, es menester que
hablemos con mayor energ�a delante de cuarenta personas
que delante de s�lo una, as� como una estatua a la que se
coloca sobre un edificio tiene que tener tama�o gigantesco
para que parezca proporcionada a quien la contempla desde
el suelo.
Al terminar Mark Twain un discurso que pronunci� en
un campamento de Nevada, se le acerc� un anciano buscador
de oro y le pregunt�:
-�Es �se su tono natural?
Esto quiere el auditorio: el tono natural, aumentado en
volumen.
Hablemos en un banquete del mismo modo que le hablar�amos a Fulano P�rez y P�rez. Al fin y al cabo, �qu� e
un banquete sino una colecci�n de P�rez y P�rez? Los mismos m�todos que son eficaces con cada uno de ellos individualmente, �no lo han de ser con todos colectivamente?
Acabo de describir la conferencia de cierta novelista. En el
mismo sal�n en que ella habl�, tuve el placer, algunos d�as
m�s tarde, de escuchar a Sir Oliver Lodge. El tema elegido
fu��tomos y mundos.Sir Oliver ha dedicado a este tema
m�s de cincuenta a�os de reflexiones, estudios, experimentos
e investigaciones. Ten�a para decir algo que era parte esencial de su coraz�n, de su cerebro, de su vida, algo que fervientemente deseaba decir. Olvid�-y yo, entre otros, agradezco a Dios que lo haya olvidado-, olvid�, digo, que
ten�a que hacer un discurso. Ese era su menor cuidado. Lo
que le importaba era explicar a su auditorio todo lo que
sab�a sobre �tomos, y dec�rselo con exactitud, claridad y vivacidad. Quer�a por todos los medios hacernos ver lo que
�l ve�a, y hacernos sentir lo que �l sent�a.
�Cu�l fu� el resultado? Que pronunci� un discurso excelente. Un discurso que ten�a encanto y vigor, y que caus�
impresi�n profunda. Sir Oliver es un orador consumado. Sin
embargo, tengo para m� que �l no lo sabe. Tengo para m�
159
que muy pocas de las personas que le oyen hablar le consideran para nada un orador.
Si nosotros, querido lector, hablamos en p�blico de tal
guisa que el auditorio sospeche que hemos recibido adiestramiento en oratoria, no haremos mucho honor a nuestro
profesor. El profesor quiere que hablemos con tanta y tan
grande naturalidad, que los oyentes nunca sospechen que hemos seguido un curso de elocuencia. Una buena ventana no
atrae la atenci�n hacia s�. Deja simplemente que pase la luz.
Lo mismo debe hacer el orador. Debe ser tan natural que
sus oyentes no reparen en su modo de hablar, sino solamente
en la sustancia de sus razones.
LA INDIVIDUALIDAD
"La desigualdad mental entre los individuos adultos de
la especie humana -escribe Jos� Ingenieros-, es un postulado b�sico de la psicolog�a. Podr�n las costumbres y las
leyes �establecer derechos comunes a todos los seres humanos,
pero �stos siempre ser�n desiguales entre s�. Cada individuo,
psicol�gicamente considerado, es una s�ntesis sistem�tica de
elementos afectivos, intelectuales y activos, diversos por su
origen, que se coordinan de manera varia y seg�n relaciones
complejas." Esto es especialmente cierto en lo que ata�e a
la oratoria. No hay en el mundo otra persona que sea como
nosotros. Cientos de millones de personas tienen un par de
ojos, una nariz y una boca; pero ninguno es exactamente
igual a ninguno de nosotros. Y as� tambi�n, ninguno de
ellos tiene las caracter�sticas,m�todos y vaciado de nuestra
mente. Muy pocos entre ellos hablar�n y se expresar�n del
mismo modo en que nosotros hablamos y nos expresamos
ordinariamente. En otras palabras: tenemos individualidad.
Como oradores, �sta es nuestra m�s preciosa virtud. Aferr�monos a ella. Cuid�mosla. Desarroll�mosla. Ella es la chispa
que encender� la fuerza y la sinceridad en nuestro discurso.
"Es nuestro �nico derecho a la importancia."
Sir Oliver Lodge habla diferentemente que otros hombres,
160
porque �l es diferente. La manera de hablar de una personaes
parte tan esencial de su individualidad como lo son su barba
y su cabeza calva. Si hubiera tratado de imitar a su compatriota Lloyd George, hubiese sido falso y habr�a fracasado.
En las Cortes espa�olas de mediados del siglo pasado
fueron famosos los debates entre don Antonio C�novas del
Castillo, jefe del partido conservador, y don Pr�xedes Mateo
Sagasta, jefe del partido liberal. C�novas ten�a el aspecto de
un hombre vulgar, as� por sus ademanes como por su atav�o.
Sagasta, en cambio, era elegant�simo y hasta coqueto. Estos
hombres eran tan diferentes en sus caracteres y mentalidad
como lo eran en su aspecto f�sico. Sagasta ten�a sonrisa
burlona, sarc�stica. C�novas la ten�a bonachona. Los ademanes y gestos de aqu�l eran impecables. Los de �ste, torpes.
Ten�a la costumbre de gui�ar, de torcer la boca y de hacer
cuatro o cinco subidas de hombros al terminar los per�odos.
C�novas pose�a una cultura universal que le permit�a improvisar eruditamente sobre cualquier tema. Sagasta era menos
culto, pero ten�a mayor rapidez mental y era viv�simo para
los duelos verbales y las respuestas instant�neas. Pose�a enorme
don de simpat�a y gran habilidad para persuadir. "M�s temo
a don Pr�xedes en una conferencia particular que en pleno
Parlamento", dijo C�novas cierta vez. C�novas, en cambio,
era de semblante tan duro que, sin serlo, ech� fama de orgulloso. Pero era tan consumado pol�tico y estadista, que cuando
llegaron las nuevas de su asesinato a Madrid, Sagasta coment�: "Despu�s de la muerte de C�novas todos los dem�s
pol�ticos podemos llamarnos de t�". Tanto uno como otro, sin
embargo, a pesar de sus diferencias, eran oradores consumados,
porque ten�an el valor de ser ellos mismos. Si uno de ellos
hubiera tratado de imitar al otro, habr�a fracasado lastimosamente. Pero cada uno, desarrollando en la mayor medida
posible sus talentos y modalidades propias, se hac�a individual
y poderoso. V� t�,
procede
y
en esta guisa.
Es esta una indicaci�n f�cil de dar. �Es tambi�n f�cil de
seguir? Por cierto que no. El mariscal Foch dec�a, a prop�sito del arte de la guerra: "Es bastante f�cil en cuanto a
concepci�n, pero desgraciadamentees complicado en cuanto
a ejecuci�n".
Es necesario practicar para llegar a ser natural delante de
un auditorio. Los actores lo saben bien. Cuando ten�amos
cuatro a�os, probablemente, si lo hubi�semos intentado, habr�amos podido subir a un tablado y recitar con naturalidad
delante de un auditorio. Pero ahora que tenemos veinticuatro,
o cuarenta y cuatro, �qu� sucede si subimos a un tablado y
comenzamos a hablar? �Daremos muestra de aquella inconsciente naturalidad que pose�amos a los cuatro a�os? Quiz�,
por excepci�n, pero lo m�s seguro es que nos pondremos tiesos, ceremoniosos y mec�nicos, y nos retraeremos en nuestras
corazas, como una tortuga herida.
El problema de ense�ar el arte de la elocuci�n no consiste
en acrecer el horizonte mental del alumno con nuevos conceptos, sino en extirpar escollos, en liberar de trabas al alumno, en lograr que hable con la misma naturalidad con que
hablar�a si alguien le diera un pu�etazo.
Cientos de veces he interrumpido a mis alumnos en medio
de sus discursos y les he rogado que "hablen como seres humanos". Cientos de noches he vuelto a mi casa mentalmente
fatigado y con el sistema nervioso exhausto de tanto adiestrar y obligar a, los alumnos a que hablen con naturalidad.
Por Dios, no es tan f�cil, no, como parece.
Y el �nico m�todo que hay bajo la capa del cielo para
adquirir esta naturalidad es la pr�ctica. Y si, mientras practicamos, caemos en la cuenta de que estamos ceremoniosos,
deteng�monos y orden�monos mentalmente: "�Ea! �Qu� pasa? �Despierta! �S� humano!" Busquemos luego con la vista
a alg�n oyente, el que tenga cara de m�s tonto, y dirij�monos a �l. Olvidemos que haya otros. Conversemos con �ste.
Supongamos que nos ha hecho una pregunta y que estamos
contest�ndole. Si �l llegara a ponerse en pie y a dirigirnos la
palabra, y nosotros fu�ramos a responderle, tal proceso, inmediata e inevitablemente; har�a m�s familiar, m�s natural,
m�s directo nuestro discurso. Hagamos la cuenta, pues, de
que tal cosa ha ocurrido, precisamente.
162
Hasta podemos hacernos preguntas a nosotros mismos y
luego contestarlas. Por ejemplo, en medio del discurso podemos interrumpir el hilo y decir: "Alguien quiz� quiera
saber qu� pruebas tengo de lo que afirmo. Tengo suficientes
pruebas, y las expondr� inmediatamente..." Y en seguida
procedamos a responder a la pregunta imaginaria. Esto se
puede hacer con naturalidad. Romper� la monoton�a del
discurso y lo har� m�s directo, m�s agradable, m�s �ntimo.
La sinceridad, el entusiasmo y la vehemencia contribuyen.
tambi�n a la naturalidad. Cuando una persona est� dominada
por la pasi�n, su verdadera personalidad surge a la superficie. Las barreras caen. El calor de sus sentimientos destruye
todas las vallas. Procede con espontaneidad. Habla con espontaneidad. Est� natural.
Conque, a la postre, hasta el problema de la elocuci�n se
reduce finalmente a lo que ya hemos repetido con tanta energ�a anteriormente: hay que poner el coraz�n en el discurso.
Orestes Ferrara, hablando de Jos� Mart�, dice que "era
tan sincero en su convicci�n, que sus acentos oratorios subyugaban a sus propios adversarios".
"Sincero en su convicci�n." He aqu� el secreto. Sin embargo,
no se me escapa que consejos as� no son populares. Parecen
vagos. Suenan a indeterminados. El alumno medio quiere reglas seguras. Algo preciso. Reglas tan exactas como las instrucciones para hacer funcionar un autom�vil.
Esto quiere. Esto quisiera yo darle. Ser�a m�s f�cil para
�l.Ser�a
m�s f�cil para m�. Y, a decir verdad, existen reglas
que re�nen esas condiciones. Pero tienen un inconveniente:
no dan resultado. Despojan al discurso de toda su naturalidad,
calor, espontaneidad y gracia. Cr�aseme. Cuando era joven,
malgast� no poca energ�a prob�ndolas.
No
aparecer�n
en estas
p�ginas, porque, como alguien hizo observar cierta vez, "para
nada sirve lo que no sirve para nada".
163
�HACEMOS ESTO CUANDO HABLAMOS EN P�BLICO?
Vamos a tratar a continuaci�n de las caracter�sticas de la
naturalidad en el discurso, a fin de hacerlas m�s claras y
vivaces. He vacilado antes de escribir esto, porque no faltar�
quien se diga: "Ah, ya, con que me obligue a llevar a la
pr�ctica estos consejos, tengo resuelto el problema". Pues
no lo tendr�. Quien seobligue a llevar estos consejos a la
m�s torpe y mec�nico que antes.
pr�ctica, ser�
Todos hemos aplicado estos principios hoy en nuestra
conversaci�n, los hemos aplicado tan inconscientemente como hemos digerido el almuerzo. As� es como debemos aplicarlos. Otro modo no hay. Y esto lo lograremos, en lo que
a hablar en p�blico se refiera, mediante el ejercitamiento.
PRIMERO: DESTAQUEMOS LAS PALABRAS IMPORTANTES
Y SUBORDINEMOS LAS NO IMPORTANTES
Cuando conversamos, golpeamos ciertas s�labas con bastante fuerza y luego decimos las siguientes a mayor prisa.
Por ejemplo: CanTAbrico, seLECto, biblioTEca, ALgido.
Igual cosa hacemos con las frases. Hacemos que una o dos
palabras importantes descuellen sobre las otras, como altozanos.
Esto no es un proceso extra�o o inusitado. Escuchemos.
Continuamente lo podemos o�r. Nosotros mismos lo hemos
llevado a cabo hoy cien veces, quiz� mil. Ma�ana, indudablemente, lo llevaremos a cabo cien veces m�s.
He aqu� un ejemplo. Leamos el siguiente p�rrafo, golpeando las palabras que est�n en may�sculas. Leamos las
otras r�pidamente. �Qu� sucede?
"Se necesita VALOR para sobrellevar las desgracias inesperadas. Para realizar los EMPE�OS. Para salir airoso y triunfante
de las posiciones DIF�CILES. Para no acobardarse ante los PELIGROS." Esteban Echeverr�a.
Esta no es la �nica manera en que se pueden leer estas
l�neas.Otros la leer�n de diferente modo. El �nfasis no
164
tiene reglas fijas, sino que depende de diversas circunstancias.
Leamos con vehemencia las citas que hay a continuaci�n,
tratando de que las ideas sean claras y convincentes. �Verdad
que acentuamos con fuerza las palabras importantes, mientras
decimos las otras con prisa, casi con descuido?
"Lo que no logres hoy quiz� ma�ana
Lo lograr�s; no es tiempo todav�a;
Nunca en el breve t�rmino de un d�a
Madura el fruto ni la espiga grana.
"No son jam�s en la labor humana
Vano el af�n ni in�til la porf�a:
El que con fe y valor lucha y conf�a,
Los mayores obst�culos allana.
"Trabaja y persevera, que en el mundo
Nada existe rebelde e infecundo
Para el poder de Dios, o el de la idea;
"Hasta la est�ril y deforme roca
Es manantial cuando Mois�s la toca
Y estatua cuando Fidias la golpea."
M. de Sandoval
"Hacese un general a costa de su sangre y de la ajena; un orador despu�s de mucho estudio y ejercicio; hasta un m�dico, que
para levantar a uno de la cama ech� ciento a la sepultura. Todos
se van haciendo hasta llegar al punto de la perfecci�n." Baltasar Graci�n.
SEGUNDO: VARIEMOS EL TONO DE VOZ
El tono de la voz, en la conversaci�n, recorre toda la escala
desde la nota m�s alta a la m�s grave, y viceversa, sin detenerse jam�s, constantemente inquieto como la superficie del
mar. �Por qu�? No lo sabemos, ni nos importa. Nunca nos
ense�aron a hacerlo. Lo aprendimos de ni�os, sin quererlo
ni saberlo. Ahora bien: que nos pongan delante de un audi165
como un rayo... Dedicaba tanto tiempo a cada palabra que detorio, y la voz se nos tornar� mon�tona, apagada e ins�pida
seara subrayar, como a cinco o seis de las otras."
como los desiertos de la Patagonia.
Cuando caigamos en la cuenta de que estamos hablando
Parecido m�todo ten�a Nicol�s Salmer�n. Describiendo su
con este tono mon�tono -generalmenteser� tono alto-,
oratoria, dice don Niceto Alcal�-Zamora:
deteng�monos un momento y dig�monos para nosotros: "Hete
"No era tarda, ni menos premiosa, la emisi�n de aquella voz
aqu� hablando como si fueras un destripaterrones.Conversa
singular; pero reflexiva y consciente, cuidaba la pausa, para dar
con estas personas. S� humano. S� natural".
a cada palabra el relieve de su individualidad, y aun dentro de
Levantando o bajando repentinamente el tono de voz soella a cada elemento el valor de su etimolog�a, todo con un enlabre una palabra o frase, podemos hacerlas resaltar como
ce perfecto que �l llamaba concatenaci�n."
pisadas en la nieve. As� hac�a Jos� Mart�, "el Ap�stol". As�
hac�a don Jos� Mar�a Rojas Garrido, el colombiano. As� don
Semejante m�todo no puede menos que fijar la atenci�n.
Melquiades Alvarez, el vibrante tribuno espa�ol. As� hacen
Vaya un ejemplo. A menudo, en mis conferencias, he citado
casi todos los buenos oradores.
un p�rrafo de Roberto Ardig� que hemos le�do m�s arriba.
Bajemos, en las citas que siguen, el tono de voz cuando
Yo quer�a recalcar la idea de que la monoton�a es deplorable.
leamos las palabras que est�n en bastardilla. �Qu� sucede?
Entonces me detuve en las palabras que anoto en bastardilla,
las aisl� de las otras, y habl� como si estuviera impresionado
"Nadie es due�o del p�blico sino cuando es due�o de s�; nadie
por ellas -como, por otra parte, lo estaba-. Leamos el p�es due�o de s� sino cuando
es due�o de la voz."
Ernesto Legouv�.
rrafo en voz alta, siguiendo el mismo m�todo, y observemos
"Es preciso dominarse mucho para vencer la monoton�a de la
el resultado.
voz. Cuando comenzamos en un tono y seguimos en el mismo,
"Es preciso dominarse mucho para vencer la monoton�a de la
los que nos escuchan dejan de estar atentos al poco tiempo." Rovoz.
Cuando comenzamos en un tono y seguimos en el mismo,
berto Ardig�.
los que escuchan dejan de estar atentos al poco tiempo." Roberto Ardig�.
TERCERO: VARIEMOS LA VELOCIDAD DEL DISCURSO
Probemos esto: digamos "dos millones de libros" r�pidaCuando un ni�o habla, o cuando hablamos nosotros, en la
mente y con talante trivial, de modo que parezca una canconversaci�n cotidiana,cambiamos constantemente la velocitidad peque�a. Digamos ahora "doscientos libros". Dig�mosdad del discurso. Lo cual es agradable. Es natural. Es inconslo lentamente, dig�moslo con emoci�n; dig�moslo como si
ciente. Es enf�tico. Es, en fin, nada menos que una de las
estuvi�ramos terriblemente asombrados de la enormidad del
mejores maneras de hacer resaltar un concepto con suficiente
n�mero. �No es verdad que hemos logrado hacer de dos
vigor.
millones una cantidad m�s peque�a que doscientos'
Walter Steven cuenta que el siguiente era uno de los m�CUARTO: HAGAMOS PAUSA ANTES Y DESPU�S
todos favoritos de Abraham Lincoln para dar eficacia a alg�n
DE LAS IDEAS IMPORTANTES
lugar:
Dec�a varias palabras
con gran rapidez, y al llegar a la palabra o frase que deseaba recalcar, su voz se tornaba lenta y fuerte
de expresi�n; y en seguida se lanzaba hastael final de la frase
166
Sagasta sol�a hacer muchas pausas en sus discursos. Cuando comenzaba a hablar, apoyaba las manos sobre el banco
y echaba un poco el cuerpo hacia adelante, mirando el suelo.
167
Se atusaba luego el pelo, con la mayor calma, y paseaba una
mirada magn�tica por el recinto. Este silencio, esta "pausa"
que hacia antes de comenzar, atra�a irresistiblemente la atenci�n de todos, y se hac�a en la sala un profundo silencio.
Luego repet�a el recurso cuando deseaba realzar un p�rrafo:
se deten�a, paseaba su mirada y su sonrisa burlona por la
C�mara, y lograba as� el m�ximo de intensidad en la atenci�n e inter�s de sus oyentes.
Sir Oliver Lodge hace tambi�n frecuentes pausas en sus
discursos, tanto antes como despu�s de enunciar las ideas importantes; hace pausa hasta tres y cuatro veces por frase, pero
lo hace naturalmente y sin caer en la cuenta de ello. Nadie,
a no ser que estuviese analizando el m�todo de Sir Oliver,
podr�a reparar en este pormenor.
"Al buen callar llaman Sancho", dice un viejo refr�n
castellano. Nunca es tan valioso el silencio como cuando
aprovechamos de �l con prudencia en medio del discurso.
Es un instrumento poderoso, demasiado importante para descuidado, y, sin embargo, los m�s de los oradores noveles le
atribuyen poca o ninguna importancia.
En el trozo que sigue, fragmento de la segunda catilinaria
ton que el gran escritor ecuatoriano Juan Montalvo apostrof�
al tirano Veintemilla, he marcado los puntos donde debiera
hacer pausa un orador. No pretendo que �stas sean las �nicas
posibles, ni siquiera las mejores. Los lugares donde hacer
las pausas no est�n sujetos a reglas fijas e inviolables. Es cuesti�n de temperamento, de sentido y de sentimiento. En un
mismo discurso, puede uno hacer pausa en tal lugar hoy, y
en tal otro ma�ana. Leamos este trozo en voz alta y sin hacer
pausas; luego le�moslo nuevamente, atendiendo a las indicaciones que van entre par�ntesis. �Qu� sucede?
"Una tiran�a fundada con enga�o (pausa para que se absorba
la idea de fundada con enga�o),sostenida por el crimen (pausa),
yacente en una insondable profundidad de vicios y tinieblas (pausa), podr� prevalecer por algunos a�os sobre la tuerza de los
pueblos (pausa para que se absorban todos estos conceptos). Las
m�s de las veces la culpa se la tienen ellos mismos (pausa) : co168
mo tocas las cosas, la tiran�a principia, madura y perece (pausa
para que se absorba esto) ; y como todas las enfermedades y los
males (pausa), al principio opone escasa resistencia, por cuanto
a�n no se ha dado el vuelo con que romper� despu�s por leyes y
costumbres (pausa). La tiran�a es como el amor (pausa), comienza burlando (pausa), toma cuerpo si hay quien lo sufra (pausa), y habremos de echar mano a las armas para contrarrestar al
fin sus infernales exigencias (esto dicho con rapidez. Pausa para
que el auditorio lo absorba). A la primera de las suyas (pausa),
alce la frente el pueblo (pausa), hiera el suelo con el pie (pausa),
�chele un grito (al llegar aqu�, hagamos una pausa mayor, tratando de crear ansiedad en el auditorio sobre qu� vamos a decir),
y de seguro se ahorra asaz de tribulaciones y desgracias."
Leamos los siguientes p�rrafos en voz alta, con vigor y
sentido.
"Por grandes y profundos que sean los conocimientos de un
hombre, el d�a menos pensado encuentra en el libro que menos
valga a sus ojos alguna frase que le ense�a algo que ignora."
Mariano Jos� de Larra.
"Car�cter quiere decir, en su significaci�n literal, alguna cosa
impresa, que permanece constante y, en consecuencia, invariable
como un sello; se refiere al modo de obrar en las contingencias
de la vida como una norma para cada individuo, que, en las circunstancias dif�ciles y graves, se estima como una cualidad preciosa." G. Sergi.
Pueden seguirse las indicaciones que he dado en esta lecci�n y, sin embargo de ello, cometer cien faltas. Puede el
orador hablar en p�blico como si se tratase de una conversaci�n y, como consecuencia, hablar con voz desagradable,
cometer errores gramaticales, ser torpe, ofender y muchas
otras cosas por el estilo. Quien quiera aplicar su manera
cotidiana de conversar a la oratoria necesitar�, probablemente,
gran n�mero de perfeccionamientos. Perfeccionemos nuestro m�todo de conversar, y luego podremos conversar sobre
el tablado.
169
SUMARIO
1. Hay algo, aparte las simples palabras, que es decisivo
en el discurso. Me refiero al sabor con que uno las dice.
"No importa tanto lo que decimos, cuanto c�mo lo decimos."
2. Muchos oradores no prestan atenci�n a sus oyentes y
dirigen sus miradas a la pared del fondo o al suelo. Se dir�a
que est�n hablando solos. No hay sensaci�n de contacto entre el auditorio y el orador, falta el "tome y traiga". Semejante actitud ser�a fatal en una conversaci�n. No lo es
menos en un discurso.
3. Buena elocuci�n significa el tono y precisi�n de la
Conversaci�n,aumentados. Hablemos en un banquete del
mismo modo que hablar�amos a Fulano P�rez y P�rez. Al
fin y al cabo, �qu� es un banquete sino un concurso de P�rez
y P�rez?
4. Todos tenemos en nosotros el don de la elocuencia.
Si alguien lo duda, pruebe a dar un pu�etazo al hombre
m�s ignorante que conozca. Cuando �ste se levante, muy probablemente le echar� un "discurso" en estilo casi impecable.
Esta naturalidad es lo que hemos menester para hablar en
p�blico.Para desarrollarla, debemos practicar. No imitemos
a otros. Si hablamos con espontaneidad, hablaremos de diferente manera que todos los oradores del mundo. Pongamos
en la elocuci�n nuestra propiaindividualidad, nuestras propias caracter�sticas.
5. Hablemos a nuestros oyentes como si en cualquier momento se fuesen a levantar y refutar lo que decimos. Si 'as�
lo hici�ramos no cabe duda de que nuestra elocuci�n mejorai�a inmediatamente y de manera notable. Imagin�monos, pues,
que alguien se ha puesto en pie y nos ha interrogado, y que
nosotros le estamos respondiendo. Digamos en voz alta: "alguien entre vosotros se preguntar� c�mo s� yo esto. Pues
bien, os lo dir�". Esto parecer� perfectamente natural, deshar� la formalidad de la fraseolog�a, dar� m�s calor y familiaridad a nuestra manera de hablar.
6. Pongamos el coraz�n en nuestro discurso. La sinceri170
dad verdadera y emotiva mejorar� m�s un discurso que todas
las reglas que haya bajo la capa del cielo.
7. He aqu� cuatro cosas que todos efectuamos inconscientemente en la conversaci�n acalorada. �Las efectuamos tambi�n cuando hablamos en p�blico? La mayor parte de los
alumnos no lo hacen:
a. �
Acentuamos las palabras importantes de una frase, para subordinar las no importantes? �Prestamos a
cada palabra, inclusive el y pero, el mismo grado de
atenci�n aproximadamente, o decimos una sentencia del
mismo modo que decimos CanTAbrico?
b. �Recorre nuestro tono de voz la escala de arriba
abajo y viceversa, como sucede con los ni�os cuando
hablan?
c. �Variamos la velocidad del discurso, diciendo r�pidamente las palabras de poca importancia, y deteni�ndonos m�s tiempo en las que queremos destacar?
d. �
Hacemos pausa antes y despu�s de los conceptos
importantes?
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Las palabras derivadas de la columna izquierda no son,
en rigor, incorrectas, porque est�n formadas de acuerdo con
el genio del idioma. Pero el uso de Castilla ha hecho prevalecer las de la columna derecha, que son las que debemos
preferir.
DERIVADAS
Evacuaci�n
Extinguidor
Ocultamiento
Retardamiento
Retardante
Vacilamiento
CASTIZAS
Evacuamiento
Extintor
Ocultaci�n
Retardaci�n, retardo
Retardador
Vacilaci�n
Adecuaci�n
Agregaci�n
Efectuamiento
Desbordamiento
Trasbordo
Rendimiento
Sugesti�n
Becario
Disparatador
Vitorear
Rosalera, rosaleda
Adecuamiento
Agregamiento
Efectuaci�n
Desborde
Trasborde
Rinde
Sugerencia
Becado
Disparatero
Vivar
Rosedal
GRAM�TICA
"Un alma despiadada"
El castellano rechaza el encuentro de dos vocales t�nicas
iguales, y por esta raz�n decimosel �guilaen vez de la
�guila,porque ambas aes son t�nicas. Pero no decimosel
afrenta, sino la afrenta, porque la a del art�culo es t�nica,
pero la primera de afrenta no lo es; luego no se repelen. Sea
aplicada la regla a una, esta, aquella, etc. �Tienen aes finales t�nicas?No, puesto que son graves. Luego, no repelen
las aes iniciales de ninguna palabra. "Un alma despiadada",
es tolerada por la Academia Espa�ola porque el uso general
lo ha impuesto, aunque castizamente deber�amos decir:una
etc.
alma, una arte pl�stica, aquella �nfora,
"Siento una aura juvenil que remoza mis a�os y enciende en
mi coraz�n la l�mpara de los sue�os."
Ricardo Le�n
EJERCICIO VOCAL. TONOS VIVOS Y ATRAYENTES
He aqu� tres ejercicios que, si los efectuamos con fidelidad,
nos avivar�n la voz y nos la tornar�n atrayente.
172
1. Desarrollar la resonancia nasal. Inspiremos profundamente, y observemos la sensaci�n libre, suelta, expansiva de
la nariz al entrar el aire. Repitamos las palabras que siguen.
Graduemos su tono en la nariz. Insistamos en el sonido nd,
de cada palabra, durante dos o tres segundos. Dejemos que
resuenen en la cavidad nasal como una campana que ta�ese
a muerto:
Cantando..........
Trayendo..........
Atuendo...........
Virando...........
Amando...........
Bando.............
Horrendo ..........
Pend�n............
P�ndulo ............
Esconde............
2. Por qui�n sabe qu� extra�a raz�n, la pr�ctica de
voz en falsete aumenta la vivacidad de los timbres naturales.
�C�mo se logra el falsete? Quiz� lo logremos as�: subamos
de tono hasta el m�s alto que nos sea posible, hasta que la
voz se confunda con un chillido. Es un tono c�mico, muy
afeminado. Nos fatigar� pronto. Dejemos de practicarlo no
bien comience a dolernos la garganta. Recitemos esta estrofa
en falsete:
"Madre, yo al oro me humillo:
�l es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
que pues, dobl�n o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero."
El poeta Longfellow aconsejaba a Mary Anderson, famosa
actriz dram�tica, que leyera todos los d�as algunas poes�as
j ocundas y l�ricas para aumentar el encanto de la voz. Los
tonos de felicidad, los tonos de alegr�a y optimismo, causan
siempre buena impresi�n, son siempre atrayentes. Si leemos
en voz alta poes�as optimistas, poes�as alegres, y las leemos
de coraz�n, nuestra voz aprehender� pronto los tonos que
173
estarnos imitando. No puede haber asomo de duda en punto
a la verdad psicol�gica de esto. (Ver la cita de William
James en el cap�tulo I.)
3. Galli-Curci dec�a que uno de los principios que le hab�an servido de gu�a era el de sentir "el gozo del canto" en
sus ensayos y actuaciones. Nuestros oyentes tienen que notar
en nosotros el gozo de hablar.
Leamos varias veces, en voz alta, la poes�a que doy m�s
abajo. Tratemos de sentir lo que sinti� el autor. Hagamos
por impregnarnos del esp�ritu que le anim� al escribirla.
Rezumamos este esp�ritu por el metal
de la voz. Abramos a
menudo el libro en esta p�gina, y leamos esta poes�a. O,
mejor, aprend�mosla de memoria eyxcusemos la lectura:
Cuanto el son y el verdor crece,
Tanto m�s crece - toda esperanza.
Sonido, aroma y color
Suene la gaita, - ruede la danza:
�nense en himnos de amor,
Que engendra el himno -- de la esperanza
Morir� la primavera:
Suene la gaita, - ruede la danza:
Mas cada a�o en la pradera
- de la esperanza.
Tornar� el manto
La inocencia de la vida
(Calle la gaita, - pare la danza)
No torna una vez perdida:
- �ay, mi esperanza!
ï¿P
½ erd� la m�a!
Pablo Piferrer
"Ya vuelve la primavera:
Suene la gaita, - ruede la danza:
Tiende sobre la pradera
El verde manto - de la esperanza.
Sopla caliente la brisa:
Suene la gaita, - ruede la danza:
Las nubes pasan aprisa,
Y el azur muestran -- de la esperanza.
La flor r�e en su capullo:
Suene la gaita, - ruede la danza:
Canta el agua en su murmullo
El poder santo - de la esperanza.
�La o�s que en los aires trina?
Suene la gaita - ruede la danza:
-"Abrid
a la golondrina,
Que vuelve en alas - de la esperanza.
Ni�a, la ni�a modesta:
Suene la gaita, - ruede la danza:
El Mayo trae tu fiesta
Que el logro trae - de tu esperanza.
Cubre la tierra el amor:
Suene la gaita, -- ruede la danza:
El perfume engendrador
Al ce�o sube - de la esperanza.
Todo zumba y reverdece:
Suene la gaita, - ruede la danza
17 4
175
Si la elocuencia no es nada sin la acci�n, y si,
aun sin la elocuencia, ella es poderosa, d�bese
afirmar que su funci�n es important�sima en la
oratoria". Y Oreste Ferrara explica que la acci�n
"es la voz, el gesto, la fisonom�a, la manera de dar
el per�odo y fijar
las pausas, en fin, la adaptaci�n
esc�nica,contenida pero sensibil�sima, de toda
la persona a las ideas que vierte, de manera que
�stas sean comprendidas por el oyente en tal forma perfecta que provoquen en toda su plenitud
los sentimientos deseados.
CICER�N
Son muy conocidas las an�cdotas de oradores
que, teniendo que improvisar, adornaron con gestos y gritos, no s�lo vacuidades y frases hechas,
sino ideas contrarias a las que debieran mover
al p�blico; y el resultado f u� el mismo. Huarte
dice agudamente que la gesticulaci�n "es tan importante en los predicadores, que con s�lo ella,
sin tener invenci�n ni disposici�n sino de cosas
de poco momento y vulgares, hacen un serm�n
que espanta al auditorio", por tener "acci�n", es
decir, gesto. "En esto, a�ade, hay una cosa notable en la cual se descubre cu�nto puede esta gracia -la gesticulaci�n�, y es que los sermones
que parecen bien por la mucha acci�n y esp�ritu,
puestos en el papel no valen nada ni se pueden
leer; y es !a causa que con la pluma no es posible pintar los meneos y gestos con los cuales parecieron bien en el p�lpito.
GREGORIO MARA��N
CAP�TULO
VIII
PORTE Y PERSONALIDAD EN LA TRIBUNA
El Instituto Carnegie de Tecnolog�a someti� cierta vez
a prueba a cien profesionales destacados. Y el resultado movi� a los psic�logos del Instituto a declarar que la personalidad contribuye m�s que la inteligencia al �xito en la vida.
Es una afirmaci�n importante. Para el profesional, el educador, el hombre de negocios, el orador.
La personalidad es -con excepci�n de la preparaci�n-,
probablemente el factor m�s importante del arte de hablar
en p�blico. "En el discurso elocuente-dec�a Hubbard-,
es el talante el que conquista, que no las palabras." Pero
la personalidad es algo vago y fugaz, que, como el perfume
de la violeta, elude el an�lisis. Es la combinaci�n total del
hombre, lo f�sico, lo espiritual, lo mental; sus caracter�sticas, sus predilecciones, sus tendencias, su temperamento,
el vaciado de su esp�ritu, el vigor, la experiencia, la cultura,
su vida en fin. Es algo tan complejo como la teor�a de la
relatividad de Einstein, y casi tan dif�cil de comprender.
La personalidad de un hombre es principalmente el resultado de su herencia. Est�, en gran parte, determinada
antes del nacimiento. Verdad es que el ambiente influir�
sobre ella, pero, por regla general, es un factor extremadamente dif�cil de
alterar. ni mejorar. Sin embargo de esto,
podemos, merced a nuestro esfuerzo, fortificarla en cierta
medida y hacerla m�s vigorosa y atractiva. Y, en el peor de
los casos, podemos esforzarnos para sacar el. mejor provecho
posible de este extra�o elemento con que Natura nos surti�.
El tema es de inmensa importancia para todos. Las posibilidades de mejoramiento, no obstante ser limitadas, son lo
suficientemente grandes para que se plantee en su torno la
discusi�n y se promueva la investigaci�n.
179
Si queremos aprovechar lo m�s posible nuestra individualidad, present�monos descansados ante el auditorio. Un hombre cansado no es magn�tico ni atractivo. No incurramos en
el tan com�n
. error de postergar la preparaci�n y el planeamiento del discurso para el �ltimo minuto, y entonces ponernos a trabajar como esclavos, afanosos de recuperar el
tiempo perdido. Si procedemos de este modo, acumularemos
toxinas corporales y cansancio cerebral, trabas terribles ambas que nos atar�n de pies y manos, nos minar�n la vitalidad
y nos debilitar�n los nervios y el cerebro.
Si hemos de pronunciar un discurso importante a las cuatro de la tarde, no nos entreguemos, si est� en nuestra mano
evitarlo, a las tareas ordinarias despu�s del almuerzo. Tomemos un almuerzo liviano y refresqu�monos con una siesta.
Descanso: eso necesitamos; descanso f�sico, mental y nervioso.
Geraldine Farrar sol�a asombrar a sus nuevas relaciones
cuando daba las buenas noches y se recog�a temprano, dejando a su esposo encargado de honrar a los hu�spedes por
el resto de la velada. Esta mujer conoc�a las exigencias que
su arte le impon�a.
La Nordica dec�a que ser cantatriz implicaba renunciar a
todo cuanto era agradable: compromisos sociales, amigos, yantares tentadores, etc.
Cuando tengamos que pronunciar un discurso importante,
no nos dejemos arrastrar por el hambre. Comamos tan sobriamente como un poeta pobre. Antes de pronunciar sus sermones, Henry Beecher no,come m�s que galletas y leche.
"Cuando tengo que cantar por la noche -dec�a la Melba-,
tomo tan s�lo una cena liviana a las cinco de la tarde, la
cual consiste en pescado, o en pollo, o en mollejas de ternera, con una manzana asada y un vaso de agua. Cuando
vuelvo de la �pera a casa, siempre tengo mucha hambre,
y entonces vuelvo a cenar."
Con cu�nta prudencia proced�an Beecher y la Melba, no
llegu� a comprenderlo hasta que fui orador profesional y
quise pronunciar un discurso de dos horas, diariamente, despu�s de haber comido op�paramente. La experiencia me ha
180
demostrado que no se puede gozar de un filet de role aux
pommes nature seguido de una chuleta con papas fritas a
la francesa, m�s ensalada, legumbres y postre, y, a la hora,
levantarse y tratar de complacer o a uno mismo, o al discurso, o al propio cuerpo. La sangre que debiera estar en el
cerebro est� en el est�mago, forcejeando con las chuletas y
las patatas. Paderewski ten�a raz�n: dec�a que cuando com�a
a hartarse antes de un concierto, el animal que llevaba adentro se le escapaba a la superficie, y se apoderaba hasta de
las puntas de sus dedos, por lo cual entorpec�a y desluc�a la
ejecuci�n.
POR QUE CIERTOS ORADORES ATRAEN MAS QUE OTROS
No tratemos de apagarnos la energ�a. La energ�a es magn�tica.La vitalidad, la vivacidad, el entusiasmo: he aqu�
algunas de las virtudes que he buscado siempre en mis instructores auxiliares. La gente se ape�usca alrededor de un
orador en�rgico, d�namo humana, como gansos salvajes en
un sembrado de trigo oto�al.
A menudo he visto la comprobaci�n de esto en los oradores al aire libre, en Hyde Park (Londres). Hay all�,
cerca de la entrada del Arco de M�rmol, un lugar de reuni�n
para los oradores de todos los credos y razas. Los domingos
por la tarde puede uno elegir entre un orador cat�lico que
expone la doctrina de la infalibilidad del Papa, y un socialista que propugna el evangelio econ�mico de Carlos Marx,
o un hind� que explica por qu� es justo y necesario que los
mahometanos tengan cuatro esposas, etc., etc. Alrededor de
un orador hay cientos de oyentes, en tanto que su vecino
s�lo tiene un pu�ado. �Por qu�? �Es el tema elegido la
raz�n adecuada de tama�a disparidad entre el poder de atracci�n de los diferentes oradores?No. Por regla general, la
explicaci�n estar� en el orador: est� m�s interesado y, por
tanto, es m�s interesante. Habla con m�s vida y br�os. Irradia
vitalidad y animaci�n.Y la atenci�n no puede ser sorda
a esto, y se doblega.
C�MO NOS AFECTAN LOS VESTIDOS
Un psic�logo, que es tambi�n presidente de una universidad, pregunt� a un grupo numeroso de personas qu� impresi�n les causaban las ropas.Un�nimemente, todos declararon que cuando estaban bien peinados, afeitados e impecablemente vestidos, la noci�n de esto, la sensaci�n, produc�a
un efecto que, aunque dif�cil de precisar, era definido y muy
positivo. Les aumentaba la confianza en s� mismos. Les produc�amayor fe, elevaba ante sus propios ojos el concepto
de sus personas. Confesaron que cuando ten�an aspecto de
triunfo les parec�a m�s f�cil pensar en el triunfo y lograrlo.
Tal es el efecto de los vestidos sobre la persona.
�Qu� efecto producen sobre el auditorio?
Yo he observado muchas veces que, si un orador tiene los pantalones
arrugados, la chaqueta y los zapatos sucios, el bolsillo superior
lleno de l�pices y estilogr�ficas, un peri�dico o una cajetilla
de tabaco en los bolsillos laterales, he observado, digo, que
el auditorio siente tan poco respeto por este hombre como el
que �l siente por su propia apariencia. �No es probable que
supongan que el cerebro de este hombre est� tan descuidado
como sus zapatos sucios o su pelo desgre�ado?
UNO DE LOS PESARES DEL GENERAL GRANT
Cuando el general Lee lleg� al Tribunal de Appomattox
para rendir su ej�rcito, vest�a impecable uniforme nuevo y
tra�a una espada de valor extraordinario. El general Grant,
en cambio, estaba sin chaqueta, sin espada, vistiendo el uniforme de campa�a de cualquier soldado. "Debo de haber producido muy extra�o contraste -escrib�a en Memoriassus
delante de un hombre tan finamente ataviado, de tan apuesta
estatura y tan impecable uniforme." El hecho de no haberse
vestido adecuadamente para ocasi�n tan hist�rica fu� una de
las cosas que m�s lament� Grant durante toda su vida. En el
Ministerio de Agricultura de Washington hay varios cientos
de panales experimentales de abejas. Cada panal tiene adhe182
rido un gran vidrio de aumento, y, apretando un bot�n, se
puede iluminar el interior. De este modo, noche y d�a, las
abejas pueden ser sometidas a minucioso escrutinio. Pues bien:
lo mismo sucede con un orador; est� rodeado de vidrio de
aumento, todas las miradas convergen hacia �l. La m�s m�nima desarmon�a en su apariencia personal ser� tan notoria
como un cometa en el cielo.
"ANTES DE HABLAR, YA ESTAMOS CONDENADOS
O APROBADOS"
Hace algunos a�os escrib� para
Revista
la Americana la
historia de un banquero. Ped� a uno de sus amigos que me
explicara la causa del �xito de este banquero. No poco, me
dijo, se deb�a a su sonrisa simp�tica. Quiz�s esto parezca, al
principio, algo exagerado, pero yo creo que es realmente
ver�dico.
Otros hombres, docenas, cientos, quiz�s hayan tenido
mayor experiencia y parecido talento financiero, pero �l ten�a
una ventaja de que aqu�llos carec�an: personalidad sumamente agradable. Y la sonrisa c�lida, amable, era una de
las. caracter�sticasprincipales de esta personalidad. Cuantos
le ve�an confiaban en �l inmediatamente. A todos nos agrada
ver triunfar a un hombre como �ste, y es un verdadero placer
prestarle nuestro apoyo. "Aquel que no pueda sonre�r
-dice
un proverbio chino- no debe tener tienda." �Y no resulta
i gualmente agradable la sonrisa, delante de un auditorio que
detr�s de un mostrador?Recuerdo en este momento a un
alumno de oratoria que siempre se presentaba al auditorio
con talante que parec�a decir "Me encanta estar aqu�. No hay
tarea m�s agradable que dirigiros la palabra". Sonre�a y se
comportaba como si estuviese content�simo de volver a vernos; y como consecuencia inmediata e inevitable, sus oyentes
sent�an simpat�a por este orador, y se alegraban tambi�n de
que les hablara.
Pero, en cambio, he visto oradores -alumnos de mi curso,
l amento decir- que suben al tablado con adem�n fr�o y descuidado, como si tuvieran alguna tarea desagradable que
183
llevar a cabo y que, al acabarla, dar�n gracias al cielo.
Nosotros, los oyentes, comenzamos pronto a sentirnos de la
misma manera. Estas actitudes son contagiosas.
"Ojo por ojo -dice el profesor Overstreet en su libro
De la influencia sobre la conducta humana-. Si nosotros nos
interesamos por nuestro auditorio, lo m�s probable es que
nuestros oyentes se interesen tambi�n por nosotros. Si les
ponemos mala cara, seguramente, interna o externamente,
ellos nos pondr�n mala cara a nosotros. Si nos mostramos
t�midos y un poco aturrullados, sin duda perder�n la confianza en nosotros. Si las echamos de descarados y jactanciosos, se recubrir�n de su propia defensa de egotismo. Aun
antes de hablar, las m�s veces, ya estamos condenados o
aprobados. Es, pues, el partido m�s razonable asegurarnos
que nuestra actitud sea tal que coseche un c�lido recibimiento."
HAGAMOS QUE EL AUDITORIO ESTE API�ADO
Como orador p�blico, muchas veces he hablado ante un
concurso poco numeroso de oyentes por la tarde, dispersos
todos en una inmensa sala, y, por la noche, y en el mismo
lugar, ante un concurso numeroso y api�ado. El auditorio
nocturno se ha desternillado de risa por chistes que a la
tarde s�lo hab�an producido sonrisas. El concurso nocturno
ha aplaudido generosamente ciertos lugares que no hab�an
causado la menor impresi�n algunas horas antes. �Por qu�?
Por una raz�n: las mujeres ancianas y los ni�os que suelen
asistir a las conferencias de la tarde no son tan vivaces en sus
exteriorizaciones como el concurso m�s fresco e inteligente
que asiste por la noche; pero esta es una explicaci�n parcial.
La verdad es que no se impresiona f�cilmente un auditorio que est� disperso.Nada ahoga tanto el entusiasmo como
los claros grandes y las butacas vac�as.
Henry Beecher dec�a en una conferenciasobre el arte
de predicar.
184
m�s fortificante hablar a un auditorio numeroso que no a un
auditorio peque�o?No, respondo yo. Me da lo mismo hablar
ante veinte personas que ante mil, siempre que estas veinte est�n
cerradas alrededor m�o, de tal modo que se toquen unos con
otros. Pero mil oyentes, situados a s�lo un metro de distancia los
unos de los otros, me causar�an la misma sensaci�n que una sala
vac�a.Api�emos el auditorio, y lo dominaremos con la mitad
del esfuerzo."
El hombre que forma parte de concursos numerosos tiende
a perder su personalidad. Se torna un miembro de la muchedumbre y entonces es m�s f�cil guiarle que como a individuo aislado. Reir� y aplaudir� pasajes que no se le hubieran
dado un bledo si s�lo hubiera con �l cinco o seis personas
escuchando nuestras palabras.
Es mucho m�s f�cil influir sobre las acciones de una muchedumbre que sobre las de un individuo solo. Los hombres
que van a las batallas, por ejemplo, sienten, invariablemente,
deseos de cometer la imprudencia m�s peligrosa que se puede cometer: amontonarse. Durante la Gran Guerra, muchos
soldados alemanes iban a la batalla de bracero con los camaradas.
�
Muchedumbres! �Muchedumbres! Constituyen un fen�meno curios�simo. Todos los grandes movimientos y reformas
populares han sido llevados a cabo merced a la mentalidad
reba�ega de la muchedumbre. Sobre este tema hay cuatro
libros muy interesantes, entre otros: Psicolog�a de las muchedumbres, de Gustavo Lebon, La rebeli�n de lar
masas, de Jos�
Ortega y Gasset, Ensayos liberales (Psicolog�a del gesto),de
Gregorio Mara��n,
Psicolog�a
y
colectiva,
de Sigmund Freud.
Si tenemos que hablar a un concurso reducido de oyentes,
debemos elegir una sala peque�a. Es mejor tener gente parada en los pasillos de un teatrillo que tenerlos desparramados entre los solitarios y desolados espacios de un sal�n inmenso.
Si nuestros oyentes est�n dispersos, pid�mosles que se adelanten y se sienten cerca de nosotros. Insistamos en esto antes
de comenzar a hablar.
185
Si el auditorio no es demasiado numeroso, y no hay raz�n
importante ni necesidad de que el orador hable desde el tablado, no lo usemos. Pong�monos al mismo nivel que los
oyentes. Estemos cerca de ellos. Violemos la formalidad.
Establezcamos cierto �ntimo contacto.Convirtamos el discurso en conversaci�n.
EL COMANDANTE QUE ROMP�ALOS VIDRIOS
Debemos compon�rnoslas para que haya ventilaci�n en la
sala. En el proceso del habla, el ox�geno es tan imprescindible como lo son la laringe, la faringe y la epiglotis. Ni toda
la elocuencia de Cicer�n ni toda la femenina belleza de la
Venus de Milo lograr�n mantener despierto a un auditorio
donde el aire est� viciado.
Durante catorce a�os el comandante James Pond, administrador de Henry Beecher, recorri� el pa�s para negociar
los sermones de aqu�l, a la saz�n en la cumbre de su popularidad como predicador. Antes de la conferencia, Pond visitaba indefectiblemente la sala, iglesia o teatro en que aqu�l
deb�a hablar, examinaba cuidadosamente la luz, asientos, temperatura y ventilaci�n.Pond hab�a sido un oficial tempestuoso y bramador, que gustaba de impartir �rdenes; cuando
el lugar era demasiado sofocante, o cuando no circulaba aire
y las ventanas no se pod�an abrir, les arrojaba algunos libros y
romp�a los cristales.Cre�a, con Spurgeon, que "despu�s de
la Gracia de Dios, nada hay tan valioso para el predicador
como el ox�geno".
"H�GASE LA LUZ"... SOBRE NUESTRO ROSTRO
A no ser que queramos demostrar una teor�a espiritista
delante de un grupo de oyentes, inundemos de luz la sala,
si esto es posible. M�s f�cil es demesticar una codorniz que
provocar el entusiasmo de un auditorio sumido en las tinieblas de una sala pobremente iluminada.
Leamos los art�culos de David Velasco sobre arte teatral,
186
y veremos que el orador medio no tiene la menor idea
sobre la enorme y tremenda importancia de la iluminaci�n
adecuada.
La luz debe darnos sobre el rostro. El p�blico quiere vernos. Las min�sculas alteraciones que se deben producir en
nuestras facciones, son una parte, y una parte muy importante, del proceso de la expresi�n.Oradores hubo que se
distinguieron m�s por la m�mica que por el verbo. Hablando
de Nocedal y Romea, famoso orador espa�ol, dice don Niceto
Alcal�-Zamora:
"En todos los oradores, si no por temperamento inicial, por
necesidad al cabo, el gesto ayuda, subraya, matiza, aclara, anticipa
o prolonga el efecto de la palabra; pero en Nocedal el gesto era
lo esencial, porque en su rostro hablaban todas las facciones: la
frente, las cejas, los ojos, la nariz, los p�mulos, la barba; el gesto
equival�a a un discurso, y por ello fu� el �nico orador, que sin
necesidad de pronunciar palabra, tuvo �xitos con el solo recurso
del mutis."
Es menester convencerse de que los gestos, como lo da
a entender claramente Alcal�-Zamora, son a veces m�s
i mportantes que las palabras. Si nos colocamos debajo de una
l�mpara,nuestro rostro quedar� probablemente oscurecido
por una sombra. Si la l�mpara est� detr�s de nosotros, no se
distinguir�
m�s que la forma de la cabeza. �No es prudente,
entonces, resolver antes de levantarnos cu�l sea el mejor
sitio desde donde hablar?
NADA DE CACHIVACHES EN TORNO DE NOSOTROS
Mucho cuidado con ocultarnos detr�s de una mesa. El p�blico nos quiere ver de cuerpo entero. Hasta estira el pescuezo para lograr este prop�sito.
Alguna persona bien intencionada seguramente nos instalar� una mesa, una garrafa y un vaso, pero si se nos seca la
garganta, un pellizco de sal o unas gotas de lim�n nos volver�n un torrente de saliva con m�s eficacia que el agua.
Conque, afuera con el agua y la garrafa. Afuera tambi�n
187
con todas esas garambainas in�tiles y nada vistosas que inundan generalmente los tablados y tribunas.
Las joyer�as de la calle Florida, en Buenos Aires, est�n
instaladas en edificios suntuosos, agradables a la vista. Las
perfumer�as de Par�s llaman la atenci�n tambi�n por el lujo
y el arte con que est�n dispuestas. �A qu� se debe esto?
A que es buen negocio. Se siente mayor respeto, mayor confianza, mayor admiraci�n, por una firma comercial tan decorosamente establecida.
Por la misma raz�n, el orador debe tener un fondo agradable. La disposici�n ideal, en mi opini�n, es no tener ning�n
mueble en el escenario o en el tablado. Nada debe haber
detr�s o al costado del orador que pueda atraer la atenci�n,
nada, excepto una cortina de terciopelo azul oscuro.
Pues, �qu� suele tener detr�s de s� elMapas,
orador?carteles, mesas, quiz�s un mont�n de sillas polvorientas, algunas
de ellas encimadas. �Y cu�l es la consecuencia? Que este
aspecto chabacano y desordenado repercute en el �nimo del
p�blico.Conque, al traste con los trastos.
"El factor m�s importante de una conferencia-dec�a
Henry Beecher- es el orador."
Hagamos que el orador resalte, pues, como la cima tocada
de nieve del Jungfrau, que se eleva hacia el cielo azul de
Suiza.
ESTEMOS SOLOS EN EL TABLADO
Cierta vez estuve en Londres de Ontario y concurr� a una
conferencia del primer ministro de Canad�. Estaba �ste hablando, cuando el conserje, provisto de una p�rtiga, comenz�
a abrir las ventanas de la sala para ventilaci�n. �Qu� ocurri�?Pues nada, que el auditorio, en forma casi simult�nea,
olvid� por un momento al primer ministro y se dedic� a contemplar al conserje, con tanto inter�s como si lo que este
hombre hac�a fuesen milagros.
Un auditorio no puede resistir, o, lo que es lo mismo, no
quiere resistir la tentaci�n de mirar algo que se mueve. Si los
alumnos recuerdan esta verdad, se ahorrar�n m�s de un disgusto y de una molestia innecesaria. En primer t�rmino, es
menester que no juguemos con los dedos ni con las ropas,
ni hagamos movimiento nervioso alguno que pueda quitarnos
m�rito.Recuerdo que, en una conferencia pronunciada por
un conocido orador, el p�blico pas� media hora observ�ndole
las manos mientras aqu�l hablaba y jugueteaba con un adorno
de la tribuna. En segundo t�rmino, debe tratar de que el
p�blico se vaya sentando de tal modo que los que llegan tarde
no distraigan la atenci�n de los ya sentados.
En tercer t�rmino, debe estar solo en el tablado o escenario. Entre las conferencias que pronunci� don Salvador de
Madariaga durante su �ltima visita a Buenos Aires, hubo una
quiz� m�s interesante que las otras. El tema fu� Lo espa�ol
en la historia, y la sala de la Sociedad Cient�fica Argentina
estaba de bote en bote. Much�simas personas, sin embargo,
terminada la conferencia, s�lo ten�an una idea desordenada
del discurso de don Salvador. La raz�n de esto: a pocos
pasos del orador, en el escenario, hab�a dos taqu�grafos que
tomaban raz�n de sus palabras. Y todos aquellos oyentes
-y no son pocos- cuya capacidad de atenci�n es un poquito
fr�gil, no pod�an evitar el distraerse del discurso para prestar
atenci�n a los �giles movimientos de los escribientes.
Otros oradores tienen la costumbre de invitar a amigos
y correligionarios a sentarse en el escenario. El mismo Madariada, en una conferencia pronunciada en el Teatro Argentino, llen� el escenario con la comisi�n del Centro Gallego.
Y bastaba que uno de los invitados se cruzase de piernas o se
sonase para que el auditorio quitase la mirada del orador
y la clavase en ese otro ser extraordinario, capaz, a lo que
parece, de semejantes haza�as. Si a un conferenciante amen�simo y cautivador como es Madariaga le ocurre esto, �qu�
no le suceder� a un orador novel?
David Velasco no consent�a en que hubiese flores rojas
en el escenario, porque atraen mucho la atenci�n. �Por qu�
entonces ha de permitir un orador que se siente un ser humano, m�vil como es, frente al auditorio mientras �l habla?
188
189
Esto no es nada prudente. Y, si tiene una pizca de sentido
com�n, no lo permitir�.
EL ARTE DE SENTARSE
�
No es cierto que conviene m�s no sentarse antes de empezar? �No es mejor llegar como "pescado fresco" que estar
ya all�?
Pero si hemos de sentarnos, cuidemos de qu� modo lo
hacemos. Todos hemos visto a esos individuos que buscan
una silla con los movimientos, m�s o menos, con que un
perro se echa a dormir. Van de un lado a otro, y, cuando
hallan una silla, se dejan caer con toda la gracia de un saco
de patatas.
Se sienta bien quien nota que sus piernas tocan la silla,
y entonces, con el cuerpo gr�cilmente er�ctil desde la cabeza
hasta la cadera, se hunde en la silla, manteniendo perfectamente el dominio de todo el cuerpo.
LA SERENIDAD EN EL PORTE
Ya dijimos m�s arriba que no debemos jugar con la ropa
porque llama la atenci�n. Pero hay otra raz�n aun: da sensaci�n de debilidad, de falta de dominio. Todo movimiento
que no mejore nuestro porte, lo empeora. No hay movimientos
neutrales. Ninguno. Conque, est�monos quietos y domin�monos f�sicamente. Esto dar� idea de dominio mental, de
serenidad.
Cuando nos levantamos para pronunciar el discurso, no
nos corra prisa por comenzar. Esto es la estampa que distingue a los oradores aficionados. Respiremos profundamente.
Paseemos nuestra mirada por el auditorio, como hac�an Sagasta y Ol�zaga, y, si se produce alg�n ruido o movimiento,
esperemos hasta que cese.
Saquemos pecho. Pero, �por qu� esperar hasta estar frente
a los oyentes para hacer esto? Hag�moslo de diario en casa,
y luego lo haremos inconscientemente en p�blico.
190
"No hay uno entre diez -dice Luther Gulick en La vida
eficaz- que se comporte de tal modo que cause la mejor
i mpresi�n posible... Apretemos el pescuezo contra el cuello
de la camisa." He aqu� el ejercicio diario que recomienda:
"Aspiremos lentamente y con tanta fuerza como nos sea posible. Al mismo tiempo apretemos el pescuezo fuertemente
contra el cuello de la camisa. Reteng�moslo all�. No hay
da�o alguno en hacer esto exageradamente. La finalidad es
fortalecer la parte de la espalda que est� directamente entre
los hombros. Esto agranda el pecho."
Y �qu� hacer con las manos? Olvidarnos de ellas. Si cuelgan con naturalidad, magn�fico. Si nos parecen un racimo
de pl�tanos, no nos aterroricemos figur�ndonos que el p�blico
les presta la m�nima atenci�n, o que tiene el m�nimo inter�s en ellas.
La mejor postura para las manos es la de pender naturalmente a los costados del cuerpo. As� es como menos atenci�n
fijan. Ni el m�s critic�n puede criticar esta postura. Adem�s,
estar�n desembarazadas y libres para efectuar cualquier adem�n cuando la necesidad de esto se haga sentir.
Pero supongamos que estamos demasiado nerviosos y que
nos parece que cruzar las manos por atr�s o ponerlas en los
bolsillos nos ayudar� a librarnos de nuestra nervosidad, �qu�
haremos entonces? Usar nuestro sentido com�n.Muchos
oradores, si no los m�s, se pon�an las manos en los bolsillos
a ratos. Bryan, el orador ingl�s, lo hac�a. Joarizti, diputado
espa�ol, no se quitaba las manos de los bolsillos cuando hablaba, ni para secarse el sudor de la frente. Hasta un pisaverde tan fastidioso como Disraeli sucumbi� a veces a esta
tentaci�n.El mundo no estall� en pedazos por ello, y, si mal
no recuerdo, el sol sali� al d�a siguiente como si nada hubiese ocurrido. Si el orador tiene algo importante que decir,
y lo dice con contagiosa convicci�n, importar� muy poco,
por cierto, qu� haga con las manos o con los pies. Si la
cabeza la tiene ocupada de lo que va a decir, y el coraz�n
lo tiene conmovido por el entusiasmo, estos pormenores secundarios se las arreglar�n por s� solos.
Al fin y al cabo, la
parte de importancia capital en un discurso es la posici�n
psicol�gica del orador, que no la de sus extremidades.
ANTIGUALLAS ABSURDAS QUE PASAN POR ADEMANES
Y as� desembocamos, naturalmente, en el tan tra�do asunto
de los ademanes. La primera lecci�n que recib� yo de oratoria me la di� el presidente de la Universidad del Medio
Oeste. Esta lecci�n, seg�n la recuerdo, trataba principalmente
de los ademanes. No s�lo era in�til, sino que mov�a a enga�o
y era decididamente perjudicial. Me ense��, por ejemplo,
a dejar que el brazo pendiera libremente con la palma hacia
atr�s, los dedos recogidos y el pulgar sobre la pierna. Me
ejercit� en elevar el brazo con curva graciosa, hacer un balanceo cl�sico con la mu�eca y desplegar los dedos, partiendo
del �ndice y terminando en el me�ique. Ejecutado este movimiento est�tico y ornamental, el brazo deb�a describir la
misma curva graciosa y artificial y volver a su primitiva
posici�n.Era esto torpe y melindroso. No hab�a all� nada
sensato ni honesto. Me ense�aron a comportarme como ninguna persona, en posesi�n de su juicio, ha procedido jam�s.
No hicieron el menor intento de desarrollar mi propia
individualidad en los movimientos que hac�a. No lo hicieron tampoco para darme a comprender y sentir la necesidad de los ademanes. El menor esfuerzo por canalizar el
mpetu y la sangre hacia el proceso de donde los ademanes
�
surgir�an inconscientes e inevitables.La menor instancia a
romper, como un pollito, esta c�scara de huevo que es la
indiferencia, a hablar y obrar como un ser humano. En vez,
todos los movimientos deb�an ser de lamentable mecanismo,
como los de un mecan�grafo, tan hueros de vida como un
nido de p�jaros abandonado, tan rid�culos como una jota
bailada con traje de etiqueta.
Esto sucedi� en 1902. Parece incre�ble que antiguallas tan
absurdas se hayan ense�ado en pleno siglo veinte; sin emHace apenas unos a�os
bargo, todav�a no est�n extirpadas.
se public� un libro sobre el arte de los ademanes, cuyo autor
192
es un profesor universitario: todo un libro dedicado a convertir en aut�matas a los oradores, ense��ndoles qu� adem�n
conviene a tal frase, cu�l se debe hacer con s�lo una mano,
cu�l con ambas a dos, cu�l alto, cu�l mediano, cu�l bajo,
c�mo colocar tal dedo, c�mo colocar tal otro. He visto a
veinte hombres delante de una clase, leyendo a veces los
mismos p�rrafos exornados y rumbosos, todos haciendo precisamente los mismos ademanes en precisamente las mismas
palabras, y todos poni�ndose precisamente en rid�culo.
Artificial, pesado, mec�nico, da�oso, este libro ha desacreditado el arte de la oratoria en muchos sectores. El decano
de cierta facultad me dijo recientemente que su instituci�n
no ten�a cursos de oratoria porque �l, personalmente, nunca
hab�a topado un m�todo que fuese realmente pr�ctico, un
m�todo que ense�ase a los hombres a hablar con sensatez.
He apoyado c�lidamente al decano.
Nueve d�cimas partes de cuanto se ha escrito sobre este
tema de los ademanes ha sido una lastimosa p�rdida -y aun
peor que eso- de impecables cuartillas de blanco papel, y de
donosos litros de negra tinta. Adem�n aprendido en libro,
no puede respirar vida. El mejor maestro es el coraz�n,
la mente, el inter�s que pongamos en el tema, el deseo de
hacer comprender a otros lo que nosotros ya comprendemos,
los propios impulsos, en fin. Los �nicos ademanes que tienen
valor son los que surgen por la excitaci�n del momento. Una
onza de espontaneidad vale m�s que diez arrobas de preceptos.
El adem�n no es algo que lo podemos calzar en nosotros
como un par de botines. Es s�lo la expresi�n externa de un
estado interno, como lo son los besos, los c�licos, la risa y e)
mareo de mar.
Y los ademanes de una persona, como el cepillo de dientes,
son algo personal. Y, como todos los hombres son diferentes,
sus ademanes ser�n individuales cuando los hagan con naturalidad.
No se debe ense�ar a dos hombres a que hagan sus ademanes exactamente de la misma manera. En el �ltimo cap�tulo he hablado de la diferencia que hab�a entre Sagasta y
193
C�novas del Castillo. Imagin�monos a Sagasta, tan impecable
en su vestimenta, tan elegante y caballeresco en su porte, haciendo los gui�os torpes y los ademanes pesados de C�novas.
Ser�a rid�culo.
"Lincoln -seg�n cuenta su bi�grafo y socio, Herndonno hac�a tantos ademanes con las manos cuantos gestos y
movimientos de la cabeza. Era frecuente verle menear la
cabeza hacia un lado y otro. Este movimiento era muy significativo cuando deseaba reforzar alg�n p�rrafo. A veces
la mov�a con sacud�n seco, tal como si arrojase chispas el�ctricas sobre material combustible. Nunca azot� el aire ni
r�sg� el espacio hasta convertirlo en jirones, como hacen
otros oradores. Jam�s busc� el efecto teatral. A medida que
se internaba en el discurso, adquir�a mayor soltura y desembarazo en los movimientos; en esto ten�a donaire. Pose�a
perfecta naturalidad e individualidad vigorosa. Y en esto
ten�a gravedad.Despreciaba el oropel, el rumbo, los ademanes aprendidos y estereotipados, y todo cuanto trajese consigo falsedad. Hab�a un mundo de sentido y de �nfasis en los
dedos peque�os y huesudos de su mano derecha cuando imprim�a sus ideas al auditorio.A veces, para expresar alegr�a
o placer, levantaba ambas manos hasta formar un �ngulo
de unos cincuenta grados, con las palmas hacia arriba, tal
como si quisiese abrazar el esp�ritu de lo que le hab�a agradado.
denunciaba la esclaSi su �nimo era de detestaci�n -cuando
vitud, por ejemplo-, agitaba sus brazos muy en alto, cerrados
los pu�os, con lo que expresaba verdaderamente sublime execraci�n.Este era uno de sus mas eficaces ademanes, que
expresaba con suma vivacidad su firme determinaci�n de
arrastrar el objeto de su odio por el suelo y de pisotearlo
hasta destruirlo. Siempre se paraba con severo erguimiento,
cuidando que los pulgares del pie estuviesen juntos; es decir,
nunca pon�a un pie delante del otro. Tampoco tocaba cosa
alguna ni se apoyaba en nada para sostenerse. Mudaba muy
poco sus posturas y actitudes. Nunca caminaba mientras hablaba. Para tener mayor libertad en los brazos se tomaba
frecuentemente la solapa de la chaqueta con la mano iz194
quierda, el pulgar hacia el cielo, dejando el brazo derecho
para los ademanes." Tal es la actitud en que le ha sorprendido Saint-Gaudens, uno de sus escultores. Roosevelt era
m�s vigoroso, m�s ardiente, m�s activo, su cara toda reflejaba
calor. Cerraba los pu�os cuando hablaba, y hac�a de su
cuerpo un instrumental de expresi�n. Calder�n Collentes hablaba tieso como una estatua, s�lo mov�a un poco la cabeza
hacia un lado u otro. Pi y Margall accionaba con la mano
derecha, cuyo �ndice apuntaba incesantemente nadie supo
nunca a qu� o a qui�n. C�novas sol�a golpear el pupitre.
Tambi�n Gladstone golpeaba la mesa con la mano, o golpeaba el suelo con el pie, con lo cual produc�a un baque
que resonaba por toda la sala, y que expresaba claramente
su energ�a.
Ah, pero antes hab�a ya energ�a en el pensamiento
y en la convicci�n del orador; esto hac�a que sus ademanes
fuesen robustos y espont�neos.
Espontaneidad, vida: tales son los valores principales de
la acci�n.Aparisi y Guijarro no era nada distinguido en sus
ademanes. Henry Irving ten�a la desventaja de una pierna
coja y de movimientos excesivamente rid�culos. Pi y Margall
era torpe en sus ademanes. Tambi�n lo era Lord Macaulay.
"La soluci�n, por tanto-dice Curzon en una conferencia
sobre Elocuencia Parlamentaria-, parece ser la de que los
oradores hagan sus propios ademanes, y, aunque un orador
bien parecido y de movimientos donosos tiene, indudablemente, una ventaja, no perjudica mucho el ser feo y torpe."
Algunos a�os atr�s escuch� un serm�n del famoso Gipsy
Smith. Me sent� transportado por la elocuencia de este hombre que ha convertido a tantos miles de incr�dulos. Y hac�a
ademanes, much�simos ademanes, pero los hac�a sin percatarse
de ello m�s que del aire que respiraba. Tal el modo ideal.
Y tal el modo en que t�, lector, llegar�s a hacer tus ademanes si practicas y aplicas los principios enunciados en este
curso. No puedo darte preceptos sobre el arte de los ademanes, porque todo depende del temperamento del orador,
de su entusiasmo, de su personalidad, del tema, del auditorio, de la oportunidad, en fin.
195
ALGUNOS CONSEJOS QUE ACASO RESULTEN PROVECHOSOS
Dar�, con todo, algunos consejos que quiz� resulten de
provecho. No repitamos un adem�n hasta que se torne mon�tono.No hagamos movimientos breves y r�pidos con el
antebrazo. Los movimientos del brazo completo parecen m�s
elegantes en la tribuna. No terminemos los ademanes con
demasiada brusquedad. Si queremos emplear el dedo �ndice
para reforzar la eficacia de un pensamiento, no temamos continuar ese adem�n por toda la sentencia. Es error muy com�n
y perjudicial interrumpirlo antes de tiempo, lo que deshace
el �nfasis y hace que lugares sin importancia parezcan importantes, y que otros que lo son realmente sepan a trivial
comparaci�n.
Cuando pronunciemos un discurso de veras ante un auditorio de verdad, hagamos tan s�lo los ademanes que nos
nazcan espont�neamente. Pero cuando practiquemos delante
de otros alumnos de la clase, obligu�monos, si es necesario,
a emplearlos. Obligu�monos, que, como indiqu� en el cap�tulo V, ello despertar� y estimular� nuestra soltura hasta que
los movimientos surjan por s� solos.
Cerremos este libro. No se puede aprender ademanes en
un texto impreso. Los propios impulsos, mientras hablamos,
son m�s de confiar que cuanto nos pueda ense�ar instructor
alguno.
Si acaso olvidamos todo cuanto hemos dicho sobre ademanes y elocuci�n, recordemos esto por lo menos: que cuando
una persona est� tan absorta en lo que tiene que decir, tan
ansiosa por comunicar a otros sus ideas que se olvide de s�
misma y hable y proceda con espontaneidad, entonces sus
ademanes y elocuci�n, por poco estudiados que est�n, ser�n
probablemente perfectos. Si ponemos en duda esto, d�mosle
un pu�etazo a cualquier desconocido.Deberemos reconocer,
cuando reaccione, que el discurso que nos eche raya en lo
perfecto como elocuencia.
He aqu� las once mejores palabras que haya le�do yo sobre
elocuencia:
196
Ll�neseel tonel.
Qu�tese el bitoque.
D�jese manar libremente el contenido.
SUMARIO
1. De acuerdo con experiencias realizadas por el Instituto
Tecnol�gico Carnegie, la personalidad contribuye m�s al �xito
en la vida que la inteligencia. Esto no es menos cierto de
la oratoria que de los negocios y profesiones. La personalidad, sin embargo, es algo tan intangible, tan fugaz y misterioso, que resulta poco menos que imposible dar consejos
para desarrollarla; sin embargo de esto, algunas de las sugestiones expresadas en este cap�tulo pueden ayudar al orador
a que perfeccione la suya, dentro de sus posibilidades.
2. No hablemos cuando estemos cansados. Descansemos,
recuper�monos, almacenemos energ�as.
3. Comamos frugalmente antes de hablar.
4. No hagamos nada que pueda reducir nuestra energ�a.
La energ�a es magn�tica. La gente se api�a alrededor del
orador en�rgico como gansos salvajes en un sembrado de
trigo oto�al.
5. Vistamos pulcra y elegantemente. La conciencia de
estar bien vestidos eleva ante nuestros propios ojos el concepto de nuestras propias personas. Cuando el orador tiene
los pantalones arrugados, el pelo sin peinar, y los zapatos
sucios, los bolsillos abarrotados de l�pices, estilogr�ficas, cajetillas de tabaco, etc., el auditorio no sentir� probablemente
m�s respeto por este orador que el que �l siente por s�
mismo.
6. Sonriamos. Present�monos ante el auditorio con actitud tal que indique nuestra alegr�a de verlos y hablarles.
"Ojo por ojo -dice Overstreet-. Si nosotros nos interesamos
por nuestro auditorio, lo m�s probable es que nuestros oyentes se interesen tambi�n por nosotros. Si les ponemos mala
cara, seguramente, interna o externamente, ellos nos pondr�n
mala cara a nosotros. Si nos mostramos t�midos y un poco
197
aturrullados, sin duda perder�n la confianza en nosotros. Si las
echarnos de descarados y jactanciosos, se recubrir�n de su
propia defensa del egotismo. Aun antes de hablar, las m�s
veces, ya estamos condenados o aprobados. Es, pues, el partido
m�s razonable asegurarnos de que nuestra actitud sea tal
que coseche un c�lido recibimiento."
7. Hagamos que el auditorio est� api�ado. Es dif�cil influir en el auditorio que est� desparramado. El individuo que
forma parte de un auditorio api�ado reir�, aplaudir� y aprobar� cosas que quiz� pondr�a en tela de juicio y aun rechazar�a si estuviese solo o en un concurso disperso de oyentes.
8. Si tenemos que hablar ante un grupo poco numeroso,
acomod�moslo en una sala peque�a. No hablemos desde un
tablado. Pong�monos al mismo nivel que los oyentes. Imprimamos a nuestro discurso un sello de intimidad, de familiaridad, de conversaci�n en corrillo.
9. Mantengamos el aire fresco.
10. Inundemos la sala de luces. Hablemos en tal lugar
donde la luz nos d� de frente en el rostro, para que se puedan
apreciar nuestros gestos.
11. No nos coloquemos detr�s de muebles. Hagamos a
un lado las sillas y las mesas. Despejemos el escenario de
carteles desagradables y otros trastos que a menudo se suele
poner all�.
12. Si tenemos invitados en el escenario, no hay duda de
que de vez en cuando efectuar�n alg�n movimiento; y, cada
vez que se muevan, fijar�n sobre s� la atenci�n del auditorio.
El auditorio no puede resistir la tentaci�n de mirar algo que
se mueve; �por qu�, entonces, fastidiarnos a nosotros mismos
y crearnos competencia?
13. No nos sentemos como si fu�semos un saco de patatas. Toquemos la silla con las piernas, y entonces, con el
cuerpo graciosamente erguido, hund�monosen la silla.
14. Est�monos quietos. No hagamos movimientos nerviosos, pues s�lo delatan nuestra nerviosidad.Movimiento que
no mejora nuestro porte, lo empeora.
15. Dejemos los brazos pendientes a los costados del cuer-
po. Esta es la posici�n ideal. Sin embargo, si nos resulta m�s
c�modo el cruzarlos por detr�s, o ponerlos en los bolsillos,
no hay inconveniente en que lo hagamos. Si la cabeza y el
coraz�n los tenemos ocupados de lo que tenemos que decir,
estos otros problemitas se resolver�n por s� solos.
16. No tratemos de aprender el arte de los ademanes en
un libro. Nuestros impulsos son el mejor maestro. Abandon�monos a ellos. La espontaneidad, la vida y la naturalidad
son los requisitos indispensables, que no la gracia melindrosa
y la obediencia a preceptos antiguos.
17. Al hacer ademanes, no repitamos un movimiento
hasta tornarlo mon�tono, ni hagamos movimientos breves
y r�pidos con el antebrazo. Sobre todo, sigamos los ademanes hasta el fin, de modo que la culminaci�n del movimiento coincida con la culminaci�n del pensamiento.
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Por una letra pronuncian muchos erradamente los siguientes vocablos:
I NCORRECTO
CORRECTO
Garr�n
Cabretilla
Melopea
Arrellenarse
Inficcionar
Pulimiento
Inapto
Aditamiento
Senusitis
Aereaci�n
Gorr�n
Cabritilla
Melopeya
Arrellanarse
Inficionar
Pulimento
Inepto
Aditamento
Sinusitis
Aeraci�n
199
198
GRAM�TICA
Cualquier, cualquiera
Esta palabra nada tiene que ver con las que integran el
grupo de primer-o postrer-o y tercer-o. Aqu�, el quita y pon
de la �ltima vocal no depende de regla fija, sino del criterio
y gusto euf�nico de quien la emplee. La dificultad de esta
palabra estriba en su plural, que pone en confusi�n a muchas personas. El plural de esta palabra, qae en otro tiempo
se escribi�cual quiera, es cualesquier o cualesquiera, as� como
el plural de hijodalgo (hijo de algo) es, naturalmente, hijosdalgo. Tambi�nquienquiera hace su plural con quienesquiera.
"Con aquel remedio pod�a acometer desde all� delante
cualesri�as, batallas, etc�tera."
quiera
MIGUEL DE CERVANTES
"En otras
cualesquier
no se hab�a de sospechar mal."
LA CELESTINA
EJERCICIO VOCAL. REPASO
1. He aqu� un ejercicio que Lampert, el famoso maestro
italiano de canto, hac�a practicar diariamente a sus alumnos. Es el ejercicio fundamental de la t�cnica de la respiraci�n.
Relajemos la quijada, dejando que se abra libremente. Sintamos el comienzo de un bostezo en la garganta. Empecemos
a respirar jadeantemente, haciendo que el aire entre y salga
en corta cantidad por la boca. Aumentemos la rapidez hasta
que produzcamos el t�pico sonido del perro acezoso. Este
sonido es consecuencia del choque del aire expelido contra
el paladar. Una garganta angostada, estrechada, no podr�a
producir este sonido. �D�nde est� el poder motor de este
jadeo? En el diafragma. �ste act�a como un fuelle para expulsar el aire en chorritos r�pidos.Ni m�s ni menos que
200
una bomba. No podemos menos que reparar en esto. Apoyemos la mano debajo del estern�n, y notaremos el movimiento con mayor evidencia.
2. Relaj�monos; sintamos en la garganta la fresca y deliciosa sensaci�n de un naciente bostezo; aspiremos profundamente una bocanada de aire. Sintamos el aire empuj�ndonos
l as costillas inferiores a los costados, y aplastando el arqueado
diafragma. Tratemos ahora de dominar, por medio del diafragma, la fuga de este aire. Acerqu�monos una vela encendida a la boca. Tratemos de vaciar los pulmones con tanta
lentitud y suavidad, que la llama no se menee un mil�metro
as� est� pegada a la boca. Es menester que practiquemos esto
hasta que podamos espirar firmemente durante treinta o cuarenta segundos sin que tiemble la llama de la vela.
Pero este ejercicio ser� m�s que in�til si estrechamos la
garganta. El escape del aire debe ser dirigido. No lo olvidemos nunca. Debemos dirigirlo desde donde notamos el
movimiento de bomba cuando jade�bamos.
Hagamos este ejercicio tres o cuatro veces. Luego apaguemos la vela con una bocanada de aire expulsada mediante
violenta contracci�n del diafragma.
3. Al final de este p�rrafo ponemos el inmortal consejo
que da Hamlet al grupo de actores. Es tambi�n un excelente
consejo para los estudiantes de oratoria. Le�moslo en voz
alta, poniendo en pr�ctica todo cuanto hemos aprendido ya
en punto a respiraci�n diafragm�tica y dominio de la respiraci�n. Imaginemos que el tono surge como de un bostezo,
o de un sollozo. Tengamos siempre una buena reserva de
aire en los pulmones. Recalquemos las ideas enf�ticas con
la punta de la lengua. Sint�mosla golpearnos levemente, r�pidamente, la parte posterior de los dientes y la parte anterior
del cielo de la boca. Hagamos esto. Y nos quedaremos probablemente halagados del metal de voz que nos salga. Qu�
claro y armonioso. Qu� atrayente.
Pertenece la traducci�n de este trozo a don Luis Astrana
Mar�n.
201
"Te ruego que recites el pasaje tal como lo he declamado yo,
con soltura y naturalidad, pues si lo haces a voz en grito, como
acostumbran muchos de vuestros actores, valdr� m�s que diera
mis versos a que los voceara el pregonero. Gu�rdate tambi�n de
aserrar demasiado el aire, as�, con la mano. Moderaci�n en todo,
pues hasta en medio del mismo torrente, tempestad, y aun podr�a
decir torbellino de tu pasi�n, debes tener y mostrar aquella templanza que hace suave y elegante la expresi�n. �Oh! me hiere
el alma o�r a un robusto jay�n con su enorme peluca desgarrar
una pasi�n hasta convertirla en jirones y verdaderos gui�apos,
hundiendo los o�dos de los "mosqueteros", que, por lo general,
son incapaces de apreciar otra cosa que incomprensibles pantomimas y barullo. De buena gana mandar�a azotar a ese energ�meno
por exagerar el tipo de Termagante. �Esto es ser m�s herodista
que Herodes! �Ev�talo t�, por favor!
"No seas tampoco demasiado t�mido; en
esto tu propia discreci�n debe guiarte. Que la acci�n corresponda a la palabra y
la palabra a la acci�n, poniendo un especial cuidado en no traspasar los l�mites de la sencillez de la Naturaleza, porque todo
lo que a ella se opone, se aparta igualmente del propio fin del
arte dram�tico, cuyo objeto, tanto en su origen como en los tiempos que corren, ha sido y es presentar, por decirlo as�, un espejo
a la humanidad; mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio
su verdadera imagen y a cada edad y generaci�n su fisonom�a y
sello caracter�sticos.
De donde resulta que s� se recarga la expresi�n o si �sta languidece, por m�s que ello haga re�r a los ignorantes, no podr� menos de disgustar a los discretos, cuyo dictamen, aunque se trate de un solo hombre, debe pesar m�s en
vuestra estima que el de todo un p�blico compuesto de los otros.
�Oh!, c�micos hay a quienes he visto representar y a los que he
o�do elogiar, y en alto grado, que, por no decirlo en malos t�rminos, no teniendo ni acento ni traza de cristianos, de gentiles,
ni tan siquiera de hombres, se pavoneaban y vociferaban de tal
modo, que llegu� a pensar si proponi�ndose alg�n mal art�fice
de la Naturaleza formar tal casta de hombres, le resultaron unos
engendros: �tan abominablemente imitaban la Humanidad!"
202
Si pertenec�is a un c�rculo de oradores p�bli-cos que refieren experiencias propias, oir�is a
menudo el siguiente comentario, a prop�sito de
!a construcci�n de un discurso: Haced un buen
principio y un buen final, y en medio poned lo
que os agrade.
VICTOR
MURDOCK
En los discursos p�blicos, es de primer�sima
importancia comenzar bien. En el de suyo arduo
proceso de pronunciar un discurso, nada es tan
arduo como establecer un contacto suave y h�bil
con el auditorio. Mucho depende de la primera
impresi�n y de las palabras iniciales. A menudos
se gana o se pierde un auditorio con !as cinco o
seis primeras frases.
LOCKWOOD THORPE
Cierta vez pregunt� al doctor Lyan H. Hough, presidente
que fu� de la Universidad del Noroeste, qu� era lo m�s importante que hab�a aprendido en su larga experiencia como
orador. Despu�s de meditar un momento me respondi�:
-Preparar un comienzo interesante, algo que arrebate la
atenci�n inmediatamente.
El doctor Hough prepara de antemano las palabras aproximadas con que piensa iniciar y terminar su oraci�n. Lo mismo hac�an Gladstone, Lincoln. R�os Rosas, y, en fin, casi
todos los oradores que tengan sentido com�n y experiencia.
Pero, �el principiante? �Lo hace tambi�n? Rara vez. Planear significa pensar, perder tiempo, tener fuerza de voluntad.
La cogitaci�n es un proceso doloroso. Thomas Edison ha hecho colgar en las paredes de sus f�bricas este pensamiento
de Reynolds:
"No hay arbitrio a que el hombre no recurra para zafarse del
trabajo de pensar."
El novicio generalmente conf�a en la inspiraci�nmodel
mento, y la consecuencia es que se halla
"sembrado de asechanzas y de bretes
el camino que debe recorrer."
El finado Lord Northcliffe, que de pobre asalariado semanal lleg� a ser, merced a su esfuerzo y talento, el periodista
m�s rico y poderoso del Imperio Brit�nico, dec�a que estas
tres palabras. de Pascal eran, de cuanto hab�a le�do, las que
m�s hab�an contribuido a su �xito:
"Prever es prevalecer"
205
He all� un excelente lema para tener sobre el escritorio
cuando se planea un discurso. Preveamos el comienzo mientras nuestro esp�ritu est� sereno para medir cada palabra.
Preveamos la �ltima impresi�n que hemos de dejar, porque,
una vez producida, nada la podr� ya alterar.
Desde los tiempos de Arist�teles, todos los libros que se
han escrito sobre este asunto han convenido en que la oraci�n se divide en tres partes: introducci�n, cuerpo y conclusi�n.Hasta hace relativamente poco tiempo, la introducci�n
era -y hab�a raz�n para ello- la parte m�s sencilla y f�cil del discurso. El orador oficiaba entonces de entretenedor
y novelero, y a menudo se le ve�a hacer el papel de peri�dico, radio, tel�fono y cinemat�grafo.
Pero las circunstancias han cambiado profundamente. El
mundo se ha reformado. Los inventos han acelerado m�s el
ritmo de la civilizaci�n en estos �ltimos cien a�os que en lo
que va de Nabucodonosor y Baltasar hasta Napole�n. Autom�viles, aeroplanos, radio, todo esto nos dice de la prisa creciente que se ha apoderado del mundo. Y el orador debe
entonces ir de consuno con el ritmo impaciente de nuestro
siglo. Si hemos de emplear la introducci�n, emple�mosla,
pero, por Dios, que sea lo m�s breve posible. La mayor parte
"�Tiene
de los auditorios modernos razonan m�s o menos as�:
usted algo que decir? Pues bien, d�galo presto y sin arrequives. �Nada de ret�ricas! Si tiene algo interesante que
contar, cu�ntelo pronto y luego si�ntese."
En el ap�ndice publicamos el primer discurso que pronunci� Emilio Castelar ante p�blico numeroso. Era ya muy
entrada la noche, hab�an hablado muchos oradores, y el
p�blico comenzaba a sentir sue�o. El comienzo de su discurso
no pudo ser m�s directo y breve:
"Se�ores:Voy a defender las ideas democr�ticas, si es que
dese�is o�rlas."
En un momento dif�cil de su presidencia, Nicol�s Avellaneda anunci� el tema y reconcentr� la atenci�n de los congresistas con esta frase - profunda y categ�rica:
206
"Nada hay dentro de la naci�n superior a la naci�n misma."
Santiago P�rez, ex-presidente de Colombia y escritor de
nota, al ser elegido para presidir una sesi�n del Ateneo de
Bogot�, emple� solamente dos oraciones para introducci�n.
Reparemos en la sencillez y brevedad de sus palabras iniciales:
"Se�oras y se�ores: Una designaci�n tan inmerecida como
indeclinable me impone el deber de abrir la presente sesi�n
y exponer su objeto. Voy, con vuestra aquiescencia, a desempe�ar mi tarea."
Pero, �dan muestra los oradores inexpertos de tan encomiable garbo y concisi�n en sus introducciones? Por respeto
de la verdad debemos reconocer que no. La mayor parte de
los oradores noveles comienzan sus discursos de una de dos
maneras - ambas igualmente p�simas. Veamos cu�les son.
�CUIDADO CON COMENZAR POR UN CUENTO
HUMOR�STICO!
Por no s� qu� malhadada raz�n, el novicio cree que debiera ser festivo en la tribuna. Quiz� sea, por naturaleza, m�s
serio y solemne que la enciclopedia, sin el menor asomo de
ligereza; pero, no bien se levanta a hablar, cree ya sentir,
o cree que debiera sentir, el esp�ritu de Vital Aza posesion�ndose de su persona. Y entonces se siente propenso a iniciar
el discurso con un cuento humor�stico, especialmente si est�
en un banquete. �Y qu� resulta? Pues nada: que en noventa
y cinco casos de ciento, la narraci�n, el modo de relatar de
un comerciante metido a cuentista es tan ameno como un
diccionario. Lo m�s probable es que su cuento no "encaj�".
En el lenguaje del inmortal Hamlet, resulta "tedioso, rancio,
i nsulso e infructuoso".
Si un c�mico profesional cometiera varios yerros a este tenor, el auditorio, que ha pagado la entrada, probablemente armar�a la gran rechifla. Pero el concurso medio de oyentes
que escuchan a un orador es m�s ben�volo; y as�, s�lo por
caridad, se las compondr� para fabricar algunas risitas; pero,
207
en lo profundo de sus corazones, s�lo sienten conmiseraci�n
hacia este pretendido orador, por su fracaso. Ellos mismos se
sienten inc�modos. �Qui�n no ha sido testigo, y muchas veces,
de fiascos a este tenor? El autor lo ha sido.
En el de por s� dif�cil reino de los discursos, �qu� hay de
m�s dif�cil, de m�s raro, que la habilidad de hacer re�r a un
auditorio? El buen humor en el discurso no es soplar y hacer
botellas. Es menester mucha personalidad, mucha individualidad. Nacemos para humoristas o no nacemos para humoristas, del mismo modo que nacemos con ojos casta�os o con
ojos azules. Cosas hay que son inmutables.
Recordemos esto: rara vez es el chiste lo que de suyo mueve
a risa. El �xito se debe exclusivamente a la manera de contarlo. Noventa y nueve hombres de ciento fracasar�n irremediablemente con los mismos relatos que hicieron famoso a
Mark Twain. Leamos los cuentos que Lincoln narraba en las
tabernas de Illinois. La gente recorr�a millas y millas de distancia s�lo por o�r estos relatos; y se estaba toda la noche
escuch�ndolos; seg�n un testigo presencial, hab�a veces en
que a los oyentes "les daba ataques de risa tan grandes que
se dejaban caer al suelo". Leamos estos cuentos a nuestra
familia y veamos si podemos cosechar siquiera una sonrisa.
He aqu� uno que Lincoln contaba con �xito clamoroso. �Por
qu� no lo probamos? Pero en privado, por Dios, que no
ante un auditorio. Un viajero retrasado trataba de llegar a
su casa por los fangosos caminos de las praderas de Illinois,
cuando de pronto rompi� a llover. La noche estaba oscura
como boca de lobo. La lluvia ca�a como si se hubiese roto
alg�n dique en el cielo. Horr�sonos truenos resgaban las ce�udas nubes como estallidos de dinamita. Los culebreantes
rel�mpagos hac�an ver los �rboles que la tempestad iba derribando. Por fin, un estr�pito m�s horrendo, m�s horroroso que
cuantos hab�a escuchado el pobre hombre en su vida, le hizo
caer de rodillas. No sab�a rezar, pero esta vez, "Oh, Se�or
-musit�-, si a ti te da lo mismo, haz que haya un poco
m�s de luz y un poco menos de ruido."
Quiz�s alguno de nosotros sea uno de esos raros escogidos
208
que tienen el exquisito don del humorismo. A �se yo le pido
que, por lo que m�s quiera, cultive este don. Ser� bienvenido en cualquier parte en que hable. Pero si nuestro talento
apunta hacia otra direcci�n, es locura, y aun traici�n, querer
seguir los pasos de un G�mez de la Serna.
Si fu�ramos a estudiar los discursos de estos hombres, y los
de muchos otros, Lincoln entre ellos, nos asombrar�a ver cu�n
pocos relatos humor�sticos hay en ellos, sobre todo en el
comienzo. James Cattell me dec�a que jam�s hab�a contado
un cuento s�lo por buen humor. Ten�a que venir muy a pelo,
deb�a ejemplificar alg�n punto. Sea el buen humor los confites que adornan el pastel, la crema que le da color, pero
no el pastel mismo. Gillilan, el mejor conferenciante humorista de los Estados Unidos, tiene por regla no contar nunca
una narraci�n humor�stica durante los tres primeros minutos
de sus conferencias. Si a �l le resulta prudente este sistema,
no veo c�mo no nos lo ha de resultar tambi�n a nosotros.
�Debe, entonces, el comienzo, ser pesado, torpe y excesivamente solemne? De ning�n modo. Movamos a risa, si podemos, mediante alguna referencia, algo que tenga que ver
con el momento y la ocasi�n, o con las ideas de alg�n otro
orador. Cuando don Pedro Mata ten�a que contestar, en el
Ateneo viejo, a un latoso orador que se apellidaba Malo,
provocaba la risa de todos con este comienzo:
"Nos dice el "bueno" del se�or
Malo..."
Pongamos sobre el tapete alg�n absurdo. Exager�moslo.
Esta clase de buen humor tiene cincuenta probabilidades m�s
de �xito que los anticuados cuentos de Pepe y Juanito, o de
la suegra o de la cabra.
El novelista Jos� Zahonero, que es muy feo, comenz� as�
una conferencia:
"El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios (aunque
mir�ndome a m� es cosa de ponerlo en duda)", etc., etc.
Esto no s�lo nos hace re�r a mand�bula batiente, sino que
nos despierta intensa simpat�a por este hombre capaz de chancearse con sus propios defectos f�sicos.
209
Quiz� la manera m�s f�cil de crear regocijo sea la de
contar un cuento en que nosotros seamos la v�ctima. Pint�monos en situaci�n rid�cula y apretada. Esto llega hasta la
esencia de lo c�mico. Los esquimales r�en cuando a un t�o
cualquiera se le rompe una pierna. Los chinos se desternillan
de risa cuando un perro cae desde un techo y se mata. Nosotros somos un poquito m�s ben�volos, pero, sin embargo,
no podemos contener la risa cuando vemos a alguien en persecuci�n de su sombrero, o d�ndose tremendo porrazo con
una c�scara de banana.
Cualquiera puede hacer re�r a un auditorio mediante la asociaci�n de dos o m�s ideas discordantes, como por ejemplo
la de aquel que dec�a que "tres males hay que son inevitables:
el olvido, la muerte y los impuestos".
Don Salvador de Madariaga comenz� una conferencia sobre
Galicia entre las Espa�asen la siguiente manera. Reparemos
que no son cuentos prefabricados que nos narra, sino algunas
experiencias propias, exageradas. Su comienzo tiene adem�s
otra virtud: despierta la curiosidad por lo inusitado de la confesi�n.Pero de esto hablaremos m�s adelante:
"Se�or presidente y miembros de la junta del Centro Gallego;
se�oras y se�ores: Aunque nacido en el n�mero 16 de la calle
de Orz�n, en la Coru�a, el 23 de julio de 1886, yo no me
enter� que era gallego hasta fines del a�o 1927, en Nueva York.
( Risas.) Porque esto de ser gallego es una cosa muy seria y hay
mucha gente que cree serlo y que no lo es, y un poco que lo
es y no sabe serlo. ( Risas.) En primer lugar, como todos los
que en esta gentil, y como dijo el se�or presidente, hospitalaria
tierra viven, o todos los que por ella han pasado, saben que hay
gallegos y gayegos. El gallego es el que naci� en Galicia, y el
gayego es todo espa�ol. Que yo eragayego lo sab�a; que era
gallego, no. ( Grandes risas.)
NO COMENCEMOS CON UNA DISCULPA
El segundo desatino garrafal que suelen cometer los principiantes es �ste: disculparse. "Yo no soy orador", "No estoy
preparado para hablar", "Qu� quieren que les diga yo", etc.
21 0
�
No hagamos esto nosotros! �No lo hagamos! Hay una poes�a
que dice: "�Para qu� continuar?" Esto es precisamente lo
que piensa el auditorio cuando un orador comienza de tal
modo.
Sea como fuere, si no estamos preparados, algunos lo echar�n de ver sin que se lo digamos. Otros, en cambio, no caer�n
en la cuenta. �Para qu� llamarles la atenci�n sobre ello?
�Por qu� insultar a los oyentes insinuando que no los cre�mos
dignos de molestarnos para preparar el discurso, y que supusimos que cualquier cosa ser�a buena para ellos? No, no.
Nadie quiere escuchar nuestras excusas. El auditorio est� all�
para aprender y pasar un rato agradable. Pasar un rato agradable, recordemos.
Tan pronto como llegamos frente al auditorio, �ste fija
su atenci�n en nosotros. Esto es natural e inevitable. No es
dif�cil retener en nosotros esta atenci�n durante los primeros
cinco segundos, pero s� lo es retenerla durante los primeros
cinco minutos. Si la perdemos una vez, ser� doblemente dif�cilreconquistarla. Comencemos entonces con algo interesante en la primera frase. No en la segunda. Ni en la tercera.
�
En la primera! PRI-ME-RA. �Primera!
"Y �c�mo?" preguntar� alguien. Un poquito dif�cil de responder la pregunta, lo reconozco. Y al tratar de reunir material para responder ser� menester andar por muchas sendas
tortuosas y oscuras, porque tanto hay que depende del orador,
tanto del auditorio, tanto del tema, tanto del material, tanto
de la ocasi�n. Sin embargo, espero que las sugestiones que
haga y ejemplifique en el resto del cap�tulo, dejar�n ense�anzas aprovechables y de valor.
DESPERTEMOS LA CURIOSIDAD
He aqu� un comienzo empleado por el se�or Howell Healy
en un discurso pronunciado en una de mis clases. �No es
agradable? �No nos atrae inmediatamente la atenci�n?
"Hace ochenta a�os, y aproximadamente por este tiempo, se
public� en Londres un librito, un cuento, destinado a ser inmor-
tal. Mucha gente lo ha llamado "el m�s grande libro peque�o
del mundo". Cuando apareci� por vez primera, los amigos, al
encontrarse en los lugares elegantes y c�ntricos de Londresst
era,
preguntaban unos a otros: "�Lo has le�do?" Y la respuesta
invariablemente: "S�, Dios lo bendiga, lo he le�do."
"En el d�a de su publicaci�n se vendieronejemplares.
mil
Antes de los quince d�as, la demanda hab�a sido
quince
de mil.
Desde entonces se han hecho inumerables ediciones y tiradas, v
se lo ha traducido a todas las lenguas del mundo. Hace alguno�
a�os, J. P. Morgan compr� el manuscrito original por una cantidad fabulosa; y ahora lo tiene entre sus otros inapreciables tesoros, en esa magn�fica galer�a de arte que posee en Nueva York.
y que �l llama su biblioteca.
"�Cu�l es este libro mundialmente
famoso? El Villancico de
Navidad, de Charles Dickens."
�No es �ste un buen comienzo? �Retuvo nuestra atenci�n? �Suscit� nuestro inter�s a medida que avanzaba? �Por
qu�? �No fu� acaso porque despert� nuestro inter�s y nos
mantuvo en suspenso?
�La curiosidad! �Qui�n no es sensible a su influjo?
Yo he visto volar los p�jaros por encima de mi cabeza
cuando he ido a un bosque, y estarse as� durante una hora,
movidos por pura curiosidad. Conozco a un cazador alpino
que para atraer las gamuzas arroja una s�bana al suelo y
comienza a reptar, despertando as� su curiosidad. Los perros
son curiosos, y tambi�n los gatos, y, en fin, todas las suertes
de animales, sin excluir el harto conocido genus homo.
Despertemos la curiosidad de nuestro auditorio con la primera frase, y habremos conquistado el inter�s de su atenci�n.
Yo sol�a comenzar mis conferencias sobre las aventuras de
Lawrence de Arabia en esta manera:
"Lloyd George dice que para �l Lawrence de Arabia esuno
�poca,"
de los caracteres m�s rom�nticos y pintorescos de nuestra
Este comienzo ten�a dos ventajas: Primera, que una cita
de un hombre eminente tiene considerable va'l'or para atraer
la atenci�n. Segunda: suscitaba curiosidad: "�Por qu� rom�n212
tico?" era la pregunta natural. "�Por qu� pintoresco? Nunca he o�do hablar de �l. �Qu� hizo?"
Lowell nomas comenz� su conferencia sobre el coronel
Lawrence con estas palabras:
"Iba yo un d�a caminando por la calle del Cristiano, en Jerusal�n, cuando top� con un hombre que vest�a las suntuosas ropas
de potentado oriental; al costado llevaba la corva espada de oro
que s�lo llevan los descendientes del profeta Mahoma. Pero este
hombre no ten�a ninguna caracter�stica �rabe. Ten�a ojos azules,
y los ojos de los �rabes son siempre negros o casta�os."
Esto excita nuestra curiosidad, �verdad? Queremos enterar.,
nos mejor. "�Qui�n era? �Por qu� vest�a a lo �rabe?
hac�a? �Qu� fu� de �l?"
El alumno que comenz� su discurso con esta pregunta:
"�Saben ustedes que hay diecisiete pa�ses en el mundo donde
todav�a hoy existe la exclavitud? ", no s�lo despert�
cu- la
riosidad, sino que adem�s asombr� a los oyentes. "�Esclavitud? �Hoy? �Diecisiete pa�ses? Parece incre�ble. �Qu� paï¿
Tambi�n se puede atizar la curiosidad comenzando conun efecto y dejando al auditorio ansioso de conocer la causa.
Uno de mis alumnos, por ejemplo, comenz� un discurso con
el siguiente aserto:
"Un miembro de una de nuestras legislaturas pidi� la palabra recientemente en la asamblea legislativa y propuso la votaci�n de una ley por la que se prohib�a que los renacuajos se
convirtiesen en sapos a menos de dos millas de una escuela."
Uno se sonr�e. �Se estar� chanceando el orador? Qu�
absurdo. �Ocurri� realmente semejante cosa? S�. El orador
procedi� a explicar.
En el primer p�rrafo del discurso de Madariaga citado un
poco m�s arriba, hay tambi�n un absurdo semejante.
Un art�culo titulado
Con los bandidos, que apareci� en
una revista semanal, comenzaba as�:
"�Est�n realmente organizados los bandidos?
Generalmente
s�.�C�mo?. . . "
213
Con s�lo ocho palabras, como vemos, el escritor de este
art�culo anunci� su tema, nos dijo algo del mismo y despert�
nuestra curiosidad sobre la manera en que l�s bandidos est�n
organizados. Muy encomiable. Todos los que aspiren a hablar
en p�blico debieran estudiar la t�cnica desarrollada por algunos periodistas para atraer la atenci�n del lector inmediatamente. Podemos aprender mucho m�s de ellos sobre la manera de comenzar un discurso, que por el estudio de recias
antolog�as de oratoria.
�POR QUE NO COMENZAR CON UNA NARRACI�N?
Sabido es que los novelistas y cuentistas son, de los hombres de letras, quienes m�s ganan. Un novelista tiene ganancias much�simo mayores que un historiador o un poeta de
talentos iguales y aun superiores. Emilio Zola se hizo rico
y famoso de la noche a la ma�ana con su segunda novela,
Men�ndez y Pelayo, en cambio, que se dedic� a otras
Nan�.
actividades literarias, no logr� nunca contar con ingresos
muy abundantes, no obstante tener s�lo veinte a�os cuando
su fama comenz� a echar firmes ra�ces en Europa. �Y cu�l
es la raz�n de esto? El af�n del p�blico porque le narren
cosas interesantes.
He aqu� un discurso pronunciado por Belisario Rold�n en
la C�mara de Diputados de la Argentina:
"Se�or Presidente: Cuenta una antigua y conocida f�bula lugare�a, que un buen d�a el diablo en persona se pavoneaba por
el mundo. En una aldea, donde qui�n sabe qu� travesuras andaba tramitando, lo sorprendi� un temporal, y he aqu� que no encontraba el muy ladino otro lugar para asilarse que una iglesia.
Parece que el diablo ten�a verg�enza de entrar en la iglesia; pero
el bueno del cura, que lo reconoci�, se adelant� a ofrecerle generosa hospitalidad, asegur�ndole que la casa de Dios era tambi�n
la casa de todos."
Esto gana la atenci�n del auditorio. Esta clase de comienzo
es casi infalible. Tiene movimiento propio. Camina. Y nosotros vamos detr�s. Queremos saber qu� va a suceder.
21 4
Si el relato pertenece a la experiencia propia de quien lo
narra, miel sobre hojuelas. Esto place mucho m�s aun al
p�blico.
Es la clase de comienzo que utilizamos en el Cap�tulo V
de este libro.
He aqu� las frases iniciales de dos cuentos aparecidos en
revistas:
1. "El seco amartillamiento de un rev�lver rasg� el silencio."
2. "El agrimensor Gleb Gavrilovitch Smirnof llega a la estaci�n de Chiluckki. Unos trece kil�metros lo separan de la hacienda adonde se dirige; esto admitiendo que el cochero no est�
borracho y que los caballos no sean unos rocines, en cuyo caso
el trayecto equivaldr� a 50 kil�metros." Anton Chejov.
Notemos que estos comienzos tienen vivacidad. Inician algo.
Despiertan nuestra curiosidad. Queremos seguir leyendo. Queremos enterarnos mejor. Queremos saber de qu� se trata.
Hasta los principiantes logran muchas veces comienzos
interesantes mediante la aplicaci�n acertada de esta t�cnica.
COMENCEMOS CON UN EJEMPLO PRECISO
Es dif�cil, es arduo, para el auditorio medio, seguir proposiciones abstractas por mucho rato. Los ejemplos son m�s
f�cilesde escuchar, mucho m�s f�ciles. �Por qu�, entonces,
no comenzar con un ejemplo? Es dif�cil convencer a los alumnos de esto. Lo s� bien. Yo he tratado de hacerlo. Creen
que deben comenzar con algunos juicios generales. Pero,
�por qu�? Comencemos con un ejemplo, avivemos el inter�s;
luego continuemos con observaciones generales. Encontraremos un ejemplo de esta t�cnica en el cap�tulo VIII de este
libro.
�Qu� t�cnica hemos aplicado para iniciar este cap�tulo?
MOSTREMOS ALG�N OBJETO
Quiz� la manera m�s sencilla del mundo para atraer la
atenci�n sea la de mostrar alg�n objeto para que el p�blico
215
lo mire. Hasta los salvajes y los idiotas, los nenes que todav�a est�n en la cuna, los monos de una jaula, y los perros
que van por la calle, prestar�n atenci�n a esa clase de est�mulos. A veces se lo puede usar con eficacia delante del auditorio m�s solemne. Por ejemplo, S. S. Ellis inici� una de sus
conferencia cogiendo una moneda entre el pulgar y el �ndice,
y levantando la mano por encima de la cabeza. Desde luego,
todos miraron. Y entonces pregunt�: "�Alguien entre ustedes
ha hallado alguna vez una moneda como �sta en la acera?
Ello quiere decir que quien haya terido esa suerte recibir�
graciosamente muchas m�s en tal y tal explotaci�n de bienes
Luego el se�or Ellis se intern� en el tema y prora�ces."
nunci� una excelente conferencia.
nuncia, como no sea entre hombres ruines y apocados, despierta
eco simp�tico en los corazones; enardece a las almas bien nacidas; causa en ellas entusiasmos y arrebatamientos, y cuando se
trata de alcanzar o conservar el bien que con ella se significa, es
aguij�n que las mueve a todo linaje de sacrificios."
Como comienzo, tiene este discurso varios rasgos encomiables. El nombre de Bossuet nos fija la atenci�n, y la cita
nos despierta la curiosidad y la duda. �Qu� intenciones se
trae el orador? �Hablar� en contra o en favor de la libertad?
�Qu� quiere decir con esto de alucinadora y enga�osa? Si
el orador hace una pausa despu�s de la cita,, el efecto es
mayor. Vamos, siga ya. Queremos saber su opini�n al respecto. Quiz� no concuerde con la nuestra, pero d�gala, de
todos modos.
HAGAMOS UNA PREGUNTA
El comienzo de Ellis tiene otra caracter�stica encomiable:
comenz� haciendo una pregunta, logrando que el auditorio
piense con el orador y coopere con �l. Notemos que el art�culo
sobre los bandidos comienza con dos preguntas en las tres
primeras frases: "�Est�n organizados los bandidos? ... �C�mo?" El uso de este recurso es uno de los m�todos m�s seguros y sencillos para abrir la mente de los oyentes y entrarnos en ella. Cuando otras estratagemas resulten in�tiles, recurramos a �sta.
�POR QU� NO COMENZAR CON UNA CITA DE
ALG�N ORADOR FAMOSO?
Las palabras de un hombre famoso siempre atraen la atenci�n.Por esto, una cita apropiada es la mejor manera de
iniciar una alocuci�n.He aqu� un comienzo de esta clase,
que pertenece al doctor Carlos Cort�s Lee, ex-secretario del
Arzobispado de Bogot�:
"Entre todas las palabras humanas -dice Bossuet- no hay
ninguna tan agradable como la palabra libertad, pero tampoco hay
otra igualmente enga�osa y alucinadora. Dondequiera que se pro216
VINCULEMOS NUESTRO TEMA CON AQUELLO POR LO QUE
NUESTROS OYENTES SIENTEN MAYOR INTER�S
Comencemos con alg�n punto que toque directamente los
ego�stas intereses del auditorio. Esta es una de las mejores
maneras de comenzar. No puede menos que atraer la atenci�n.Todos sentimos el mayor inter�s por lo que nos ata�e
grande y trascendentalmente.
Esto no es m�s que sentido com�n. Sin embargo, su aplicaci�n no es nada com�n. Por ejemplo, hace muy poco tiempo concurr� a una conferencia que versaba sobre el tema de
las revisiones peri�dicas de sanidad. Y �sab�is c�mo comenz�
el orador? Pues, narrando la historia del instituto de Acrecentamiento Vital, la manera en que estaba organizado y los
servicios que prestaba. �Absurdo! Los oyentes no ten�an el
m�s m�nimo, el m�s remoto inter�s en saber c�mo esta
organizado ning�n instituto del mundo; en cambio, est�n
enormemente y continuamente interesados en s� mismos.
�Por qu� no reconocer esta verdad fundamental? �Por qu�
no demostrarnos que ese instituto es de trascendental importancia para nosotros? �Por qu� no comenzar as�, o de parecido modo: "Sab�is vosotros cu�ntos a�os vais a vivir, de
217
acuerdo con las estad�sticas? La probabilidad de vida que
ten�is es de dos tercios del tiempo entre vuestra edad actual.
y los ochenta a�os. Por ejemplo, si ten�is treinta y cinco
a�os ahora, la diferencia entre vuestra edad actual y los ochenta es de cuarenta y cinco a�os; lo probable entonces es que
viv�is dos tercios de esta cantidad, o sea treinta a�os m�s.
�Es suficiente esto?No, por cierto. Todos estamos ansiosos
por vivir m�s. Estas estad�sticas, sin embargo, se basan sobre
millones de casos. �Podemos nosotros tener esperanzas de
superarlas? S�; tomando las precauciones necesarias, podemos
esperar tal cosa. Pero la primera providencia que debemos
dictar es la de hacernos revisar concienzudamente por el
m�dico. . . "
Entonces, si explicamos detalladamente por qu� es necesaria la revisi�n m�dica peri�dica, el oyente puede interesarse
en alg�n instituto creado especialmente a ese fin. Pero comenzar hablando sobre el instituto de modo tan impersonal
es desastroso. �Mort�fero!
Vaya otro ejemplo. Durante la �ltima temporada de clases,
un estudiante comenz� su discurso sobre la necesidad impostergable de conservar nuestros bosques. Comenz� as�: "Nosotros, como ciudadanos de este pa�s, debi�ramos sentirnos
orgullosos de los recursos nacionales..." Luego comenz� a
demostrarnos que est�bamos malgastando la madera a paso
vergonzoso e insostenible. Pero el comeenz� fu� p�simo;
demasiado general, demasiado vago. No hizo aparecer el tema
como algo de vital importancia para nosotros. Entre el auditorio hab�a un impresor. La destrucci�n de nuestros bosques
influir� funestamente sobre su industria. Hab�a tambi�n un
banquero; la destrucci�n afectar� a �l tambi�n puesto que
afectar� nuestra prosperidad general, etc., etc. �Por qu� no
comenzar, entonces, con estas palabras?: "El tema que voy
a tratar afecta sus negocios, se�or Mansilla, y los suyos, se�or
de Guzm�n. La verdad, afecta en cierto modo el precio de
la comida que comemos y el del alquiler que pagamos. Hiere,
en fin, el bienestar y la prosperidad de todos nosotros."
�Es esto exagerar la importancia de conservar nuestros
218
bosques? No lo creo. S�lo es observar aquello de que "se
debe pintar el cuadro grande y poner el asunto en �l de modo
que atraiga la atenci�n".
LA ATRACCI�N QUE EJERCE UN ASERTO SORPRENDENTE
Y EXTRAORDINARIO
"Un buen art�culo de revista
-dec�a Mc Clure, fundador
del peri�dico que lleva su nombre- es una serie de sorpresas."
Ellos sacuden y desbaratan nuestros arrobamientos diurnos,
para apoderarse de nuestra atenci�n. Vayan algunos ejemplos.
Ballantine comenz� un discurso sobre Las maravillasde la
radio con el siguiente aserto:
"�Saben ustedes que el sonido de una mosca que camina sobre
un panel de vidrio puede ser transmitido por radiotelefon�a hasta el coraz�n de �frica, y all� hacerlo bramar como si fuesen
las cataratas del Ni�gara?"
Henry Jones comenz� una conferencia sobre La situaci�n
criminal con estas palabras:
"La administraci�n de nuestro c�digo penal
-ha dicho William Taft, a la saz�n presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos- es una verg�enza para la civilizaci�n."
Este comienzo tiene la doble ventaja de que no s�lo es un
aserto sorprendente, sino que este aserto pertenece a una
autoridad en jurisprudencia.
Paul Gibbons, presidente del C�rculo de Optimistas de
Filadelfia, comenz� un discurso sobre El crimen con estos
i nteresant�simos p�rrafos:
"Los norteamericanos son los mayores criminales del mundo.
Aunque parezca esto extra�o, es la verdad. La ciudad de Cleveland tiene seis veces m�s criminales que todo Londres. Tiene
ciento setenta veces m�s ladrones, de acuerdo con su poblaci�n,
que la capital de Inglaterra. Roban o asaltan con fines de robo
a m�s gente en Cleveland que en Inglaterra, Escocia y Gales jun219
tas. Hay m�s asesinos en Nueva York que en toda Francia o Alemania o Italia o las Islas Brit�nicas. Lo m�s lamentable de todo
esto es que el criminal no es castigado. Si alguien comete un crimen, hay cien probabilidades contra una de que no se le ejecutar�.
Cualquiera de nosotros, como pac�ficos ciudadanos, tiene diez
veces m�s probabilidades de morir de c�ncer, que de morir colgado por matar a un hombre."
Este comienzo di� buen resultado, porque el se�or Gibbons puso el necesario vigor y vehemencia en sus palabras.
he
Y entonces sus palabras viv�an. Respiraban. Sin embargo,
o�do a otros estudiantes hablando sobre la situaci�n criminal,
y sin embargo de que comenzaban con frases parecidas a las
citadas, no pasaban de ser mediocres. �Por qu�? Palabras,
palabras, palabras. La t�cnica de su construcci�n era intamilo dec�an
chable, pero faltaban br�os. El modo en que
naba y zapaba cuanto dec�an.
EL VALOR DE UN COMIENZO APARENTEMENTE CASUAL
�Les parece eficaz a mis lectores el comienzo que cito a
continuaci�n? �Por qu�? Pertenece a un discurso que pronunci� Indalecio Prieto durante su �ltima visita a la Argentina, en 1939.
"D�as atr�s, durante una ma�ana espl�ndida, quienes constitu�amos la embajada extraordinaria que en representaci�n de
Espa�a hab�a concurrido a la transmisi�n del mando presidencial
en Chile, naveg�bamos por los aires desde Chile a la Argentina.
Al remontar los Andes, el sol hac�a rebrillar las tierras bermejas
de las cumbres, sobre las cuales montaba altaneramente su centinela, tocado de blanco, el Aconcagua. Refulg�a, bru�ido por el
sol, el aparato en que naveg�bamos, y cuando, poco despu�s,
transpuesta la majestuosa cordillera, asomamos sobre las llanuras mendocinas, hubimos de distinguir que a la par del c�ndor
de plata que a nosotros nos tra�a volaba abajo, a ras de tierra,
siguiendo nuestro mismo trayecto, un gran p�jaro negro. El avi�n,
para ganar suavidad en el descenso, describi� varias circunferencias en derredor de Mendoza, y el p�jaro grande que volaba a
ras de tierra sigui� ante nosotros, sumisamente sometido a nues220
tro recorrido, hasta que, al fin, cuando el avi�n se pos� en Los
Tamarindos, el p�jaro negro desapareci�. El avi�n se fundi� en �l,
embebi�ndolo, bes�ndolo. El p�jaro que nosotros distingu�amos
era el perfil, la sombra del aeroplano proyectada por el sol."
Luego el orador abandon� aparentemente esta alusi�n, y
continu� con la descripci�n del aterrizaje en Mendoza, primeras impresiones, etc. En seguida, relacion�ndolo con este
aterrizaje, entr� en el tema de su conferencia, que era La
actitud de los rebeldes ante las tradiciones espa�olas.Y termin� el discurso as�:
"Ahora recuerdo otra vez el viaje en el c�ndor de alas de plata en que naveg�bamos sobre los Andes los enviados extraordinarios que Espa�a hab�a mandado a Chile, a la transmisi�n de
los poderes presidenciales. Recuerdo el vuelo majestuoso sobre
la ingente cordillera de caperuzas nevadas y de tierras bru�idas
por el sol. Recuerdo la sombra del p�jaro oscuro que volaba por
debajo de nosotros, a ras de tierra: la sombra del avi�n con la
cual �ste se fundi�, a la cual �ste bes�, en la cual se embebi�. Me
imaginaba yo, abri�ndoseme el coraz�n ante el paisaje argentino,
que el avi�n interpuesto entre el sol y la tierra, los reflejos de
cuyas alas de plata acariciaban las nieves del Aconcagua y chispeaban en las tierras rojizas de las cumbres, era Espa�a, y la sombra, Am�rica, su hija. Entonces, cuando el avi�n y la sombra se
besaron, me parec�a que tambi�n se fund�an en el abrazo y en el
beso Espa�a, la inmortal, la eterna, y Am�rica, que empieza tambi�n a caminar por la senda de la eternidad!"
Personalmente, me gustan mucho estos comienzos. La primera frase es buena. Nos promete una reminiscencia interesante. Queremos escuchar los pormenores que vendr�n en seguida. Adem�s, sabe a natural, no tiene ese gustillo de lo
estudiado, lo de rigor. "D�as atr�s, durante una ma�ana espl�ndida, naveg�bamos los
poraires desde Chile a la Argentina." Nos parece espont�neo, natural, humano.Nos da la
sensaci�n de que es una persona que est� relatando un cuento
a otra. A los auditorios les agrada esto. Pero corre el peligro
quien lo use de dejarse notar la falta de genuinidad. Queremos el arte que oculta el arte.
221
SUMARIO
1. Un buen comienzo es dif�cil. Y es de suma importancia, porque la mente de nuestros oyentes est� fresca entonces
y es relativamente f�cil de impresionar. Es demasiado trascendental para dejado al azar. Es menester prepararlo cuidadosamente de antemano.
2. La introducci�n debe ser breve; constar�, a lo sumo,
de una o dos frases; a menudo se prescindir� de ella. Entremos en el coraz�n de nuestro tema con el menor n�mero
posible de palabras. Nadie se opondr�.
3. Los principiantes est�n propensos a empezar con un
cuento humor�stico o con una excusa. Ambos comienzos son
malos. Muy pocas personas -muy, muy pocas- pueden narrar una an�cdota humor�stica con �xito. Generalmente, el
auditorio queda desconcertado en vez de divertido. Los cuentos deben venir a pelo, que no tra�dos de los cabellos. El
humor debe ser los confites que adornan el pastel, no el
pastel mismo. No pidamos disculpas jam�s. Es afrentar al
auditorio; les aburre. Vayamos al grano, digamos lo que tenemos que decir y sent�monos.
4. El orador puede atraer inmediatamente la atenci�n
del auditorio de los siguientes modos:
guna tan agradable como la palabra libertad, pero tampoco hay otra igualmente enga�osa y alucinadora.")
g. Mostrando c�mo el tema afecta los intereses supremos del auditorio. (Ejemplo: "La probabilidad de vida
que ten�is es de dos tercios del tiempo entre vuestra edad
actual y los ochenta a�os. La primera providencia que
debemos dictar es la de hacernos revisar concienzudamente por el m�dico", etc., etc. )
h. Comencemos con acertos sorprendentes. (Ejemplo:
"La administraci�n de nuestro c�digo penal es una verg�enza para la civilizaci�n.")
5. No hagamos muy formal el comienzo. Ocultemos las
junturas. Hag�moslo aparecer desembarazado, inevitable, fruto de la casualidad. Esto se puede lograr refiri�ndose a algo
que acaba de ocurrir, o que ha sido dicho poco antes. (Ejemplo: "D�as atr�s, durante una ma�ana espl�ndida...")
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Hay verbos que tienen dos terminaciones en el infinitivo.
Se consideran m�s castizas las de la segunda columna, aunque
las otras son tambi�n correctas:
a. Despertando la curiosidad. (Ejemplo: El villancico
de Navidad, de Dickens. )
b. Relatando una narraci�n de inter�s.
cuento del diablo, de Belisario Rold�n.)
c. Comenzando con un ejemplo determinante. (Ejemplo: El comienzo del cap�tulo VII, de este libro.)
d. Atrayendo la atenci�n con alg�n objeto. (Ejemplo:
La moneda entre el pulgar y el �ndice.)
e:. Haciendo una pregunta. (Ejemplo: �Alguien entre
ustedes ha encontrado alguna vez una moneda como �sta
en la acera?)
f. Comenzando con la cita certera. (Ejemplo: "Entre
todas las palabras humanas -dice Bossuet- no hay nin222
Usurar
Mordisquear
Hachar
Vapulear
Cernir
Asperger
Hamacar
Besucar
Ventisquear
Ciza�ear
Cabriolear
Borbotear
Usurear
Mordiscar
Hachear
Vapular
Cerner
Asperjar
Hamaquear
Besuquear
Ventiscar
Ciza�ar
Cabriolar
Borbotar
223
1. Inclinemos la cabeza sobre el pecho hasta que la barba
nos toque la camisa. Levantemos toda la cabeza, excepto
la mand�bula inferior. Si la relajamos completamente, la
De color de
fuerza de la gravedad nos la mantendr� ca�da, del mismo
Si queremos decir que un objeto es verde, diremos: "este
modo que nos mantiene pegadas a los muslos las manos
relajadas.
objeto es de color verde", o, mejor aun, "este objeto es verde"
2. Sent�monos as�, con la mand�bula relajada, la boca
a secas. Decir que un objeto sea color verde, sin la preposiverde, quereci�n, es incorrecto. Si en vez de usar la palabra
abierta y el mirar perdido, como los imb�ciles, hasta que
mos usar la palabra oliva, como oliva no es un color sino
nos parezca un peso extra�o al resto de la cabeza el de la
mand�bula.
una planta, no diremos ya "de color oliva", sino "de color
3. Apoyemos los dedos a un cent�metro por delante de
de oliva"; con preposici�n antes de ambos sustantivos. La
palabra rosa es tambi�n una planta, que no un color. No se
los o�dos, donde la mand�bula inferior est� enquiciada. Abramos la boca. Mastiquemos. Notemos el movimiento debajo
debe, pues, decir
de los dedos. Cerremos la boca nuevamente, y dejemos caer
Un vestido rosa,
nuevamente la mand�bula. Si lo hemos hecho correctamente,
Un rostro color rosa,
no notaremos con los dedos el movimiento que notamos antes.
4. Cuando tratamos de escuchar una conversaci�n a la
sino
distancia, y no la podemos escuchar n�tidamente, �qu� haUn vestido de color de rosa,
cemos? Inconscientemente inspiramos profundamente, abriUn rostro �terosa, etc.
mos la boca y escuchamos con atenci�n, �verdad? Imagin�monos escuchando en esas circunstancias. Imaginemos que heEJERCICIO VOCAL. RELAJAMIENTO DE LA MANDIBULA
mos pescado alguna especie de esa conversaci�n que nos ha
causado profundo asombro. �Qu� hacemos? Dilatamos y erEn los ejercicios de los cap�tulos III y IV se�alamos la
guimos el tronco, hacemos una inspiraci�n mayor y abrimos
necesidad de la relajaci�n, sobre todo en el cuello. La maninconscientemente la garganta. Digamos ahora: "Oh, �sabes
d�bula tambi�n debe relajarse. Los m�s de nosotros tenemos
propensi�n a retenerla r�gida. �Cu�l es el resultado? Que el qu� dijo?" �Verdad que la voz sale libre y c�modamente?
Recordemos que s�lo podemos dominar la mand�bula relatono se ve obligado a zafarse como de una prisi�n: y se
j�ndola.
Practiquemos, pues, estos ejercicios hasta que la mantorna d�bil yforzado. Semejante tono, en semejantes condid�bula
sea
una d�cil servidora en vez de r�gida y entorpeciones, no agrada. El aire se transforma en palabras gracias,
cedora.
en gran parte, a los labios y a la lengua - a �sta m�s que
Ejercicio de repaso: 1. Leamos este p�rrafo de Alberto
a aqu�lla. Una quijada r�gida deforma este molde bucal, y
Gerchunoff, uno de los grandes escritores argentinos. Le�estropea la belleza y precisi�n de los sonidos que surgen
moslo en voz alta, en falsete, para mayor br�o. (Ver Ejerde �l.
cicio Vocal, cap�tulo VII.)
Adem�s, las quijadas r�gidas provocan generalmente len"El arte es nuestro consuelo. �Qu�
me importa, en realidad,
guas torpes; y son lenguas r�pidas, y fuertes, y el�sticas, lo que
un dolor, si al salir de la boca del sapo que est� en mi mesa, se
nosotros queremos.
transforma en b�lsamo, se vuelve mi propia confidencia?�Qu�
Probemos a vencer la mand�bula con estos ejercicios:
GRAM�TICA
224
223
me importa el ensue�o roto si vuelvo a enhebrarlo aqu�, sobre el
papel, en la madrugada en que me contemplo con pena? Al escribir, al pintar, al esculpir, dejamos de ser lo que somos. Nos
convertimos en esos geniecillos inocentes que cabalgan en un
rayo de luna, que se empe�an en recoger en su vocecilla los rumores imperceptibles que vagan bajo el cielo; y cuando el alba
sobreviene, cuando el d�a siguiente nos agobia de nuevo, no sabemos lo que hicimos la v�spera. Sabemos �nicamente que nos
confesamos, y, como dice Heine, hacemos canciones de nuestros
pesares."
2. Leamos este mismo p�rrafo, ahora con voz natural.
Usemos la punta de la lengua para reforzar las ideas enf�ticas.
( Ver Ejercicio Vocal, cap�tulo VI.)
3. Inspiremos profundamente, cuidando que el diafragma se aplaste, y con la garganta relajada digamo a. Dig�moslo sin el menor esfuerzo. Con comodidad.
4. Veamos el Ejercicio Vocal del cap�tulo VII, y leamos
nuevamente, con alegr�a, esos versos que comienzan:
"Ya vuelve la primavera:
Suene la gaita, - ruede la danza:
Tiende sobre la pradera
El verde manto - de la esperanza.
226
CAP�TULO X
C�MO GANAR INMEDIATAMENTE LA
VOLUNTAD DEL AUDITORIO
Para hacer escuchar lo que decimos, es menester ponernos en el lugar de aquellos a quienes nos
dirigimos.
J. J.
ROUSSEAU
�Ohmaravilloso poder del verbo! �qui�n te
resiste? �Oh formidable fuerza de la palabra!
�qui�n te vence?
En el medroso silencio, qu� biente insin�as
en la oreja t�mida; en el fragoroso estruendo, qu�
bien retumbas en el pecho esforzado.
�Qu� prudente, si aconsejas; qu� sutil, si enga�as; qu� blando, si acaricias; qu� r�stico, si
ofendes; qu� c�lido, si enamoras!
TOS� MAR�A PINEDO
Hace algunos a�os, la Compa��a de Combustibles y Hierro
de Colorado ten�a dificultades con los obreros. Hab�a habido
tiroteos y se hab�a derramado sangre. El aire estaba cargado
de odios profundos. El solo nombre de Rockefeller era una
anatema. Sin embargo, John D. Rockefeller (jr.) quer�a
hablar con los empleados de esa empresa. Quer�a explicarles,
persuadirlos, hacer que aceptasen sus opiniones. Comprendi�
que en el comienzo del discurso deb�a ya borrar todos los
malos sentimientos del auditorio, todos los antagonismos. Y
en los primeros p�rrafos lo logr�, de manera magn�fica y
sincera. La mayor parte de los oradores pueden estudiar con
provecho su m�todo:
"Este es un d�a inolvidable de mi vida. Es la primera vez que
tengo la buena suerte de encontrarme con los representantes de
los obreros de esta gran compa��a, con los capataces y superintendentes, todos juntos, y puedo asegurar que estoy orgulloso de
verme aqu�, y que recordar� esta reuni�n mientras viva. Si esta
asamblea se hubiese llevado a cabo dos'semanas atr�s, yo ser�a
un extra�o para los m�s de vosotros, y muy pocos rostros me
ser�an familiares. Pero habiendo tenido la oportunidad en la �ltima semana de visitar todas las minas de carb�n del Sur, y de
hablar con casi todos los representantes, s�lo exceptuados aquellos que estaban ausentes; habiendo visitado vuestros hogares,
conversado con muchas de vuestras esposas e hijos, hoy nos reunimos aqu�, no como extra�os, sino como amigos, y es con ese esp�ritu de mutua amistad que me congratulo de tener esta oportunidad para discutir con vosotros nuestros comunes intereses.
"Como esta es una asamblea de jefes de la compa��a y representantes de los empleados, es s�lo por vuestra cortes�a que estoy
yo aqu�, pues que no tengo la buena fortuna de ser ni lo uno ni
lo otro; y, sin embargo, me siento �ntimamente asociado con
229
vosotros, porque, en cierto modo, represento a los accionistas y
a los directores."
Esto es tino, sumo tino. Y el discurso, a pesar del profundo
odio existente, tuvo �xito. Los hombres que hab�an estado
luchando y haciendo huelgas para conseguir mejores sueldos,
no mencionaron m�s el asunto luego que Rockefeller les
hubo explicado los pormenores de la situaci�n.
UNA GOTA DE MIEL Y UN AUDITORIO DE ARMAS TOMAR
"Hay un viejo y sabio refr�n que dice que "una gota de miel
coge m�s moscas que una azumbre de hiel". Esto se puede aplicar a los hombres. Si queremos ganar un hombre a nuestra causa, convenz�mosle primero de que somos su sincero amigo. All�
ya hay una gotita de miel que agrada a su coraz�n; la miel, diga
�l lo que dijere, es el camino real que conduce a su coraz�n, el
cual, una vez conquistado, nos permitir�, con poco trabajo, convencerle de la justicia de nuestra causa, si, en realidad, tal causa
es verdaderamente justa."
Tal era el plan de Abraham Lincoln. En 1858, durante
su campa�a para la senadur�a nacional, se anunci� que iba
a pronunciar un discurso en lo que entonces era la semib�rbara
regi�n de Illinois del Sur, llamada "El Egipto". Los hombres
de estos parajes eran muy poco pac�ficos, por cierto, y llevaban sendas pistolas y cuchillos a la cintura, de los cuales
no se deshac�an ni en las fiestas p�blicas. Su odio por todos
los antiesclavistas era s�lo comparable a su amor por las ri�as
y la bebida. Muchos sure�os, due�os de esclavos algunos de
ellos, vinieron desde Kentucky y Misur� para no perderse la
de "padre y muy se�or m�o" que esperaban se iba a armar.
Y hab�a, por cierto, ambiente de discordia, porque los trapisondistas m�s consuetudinarios hab�an jurado que, si Lincoln trataba de hablar, "echar�an al maldito abolicionista de
la ciudad" y "le har�an colador".
Lincoln hab�a o�do estas amenazas, y sab�a que el horno
no estaba para bollos, que hab�a verdadero peligro. "Si me
dan la oportunidad de decir unas pocas palabras iniciales
230
-dijo- los dominar� f�cilmente." Antes de comenzar el
discurso se hizo presentar a los cabecillas, a quienes di� la
mano cordialmente. Su comienzo es uno de los m�s cautos y
atinados que haya le�do en mi vida:
"Conciudadanos de Illinois del Sur; conciudadanos del estado
de Kentucky; conciudadanos del estado de Misuri: Me dicen que
hay algunos entre vosotros los aqu� presentes que querr�an alborotarme el cortijo. No veo por qu� han de querer hacer esto. Soy
un hombre sencillo y com�n como vosotros todos; �por qu�, pues,
no he de tener el mismo derecho de expresar mis ideas que vosotros todos? Vamos, amigos m�os, yo soy uno de los vuestros. No
soy un intruso. Nac� en Kentucky y me cri� en Illinois, tal como
los m�s de vosotros, y luego fu� progresando merced a muchos
sacrificios. Conozco a la gente de Kentucky, y conozco a la gente
de Illinois del Sur, y creo que tambi�n conozco a los misurianos.
Soy uno de ellos, y por ende debiera conocerlos; y ellos debieran
conocerme a m� mejor, y si me conociesen mejor sabr�an que no
estoy dispuesto a perjudicarlos. �Por qu�, entonces, querr�n ellos,
o algunos entre ellos, perjudicarme a m�? No hag�is cosa tan disparatada, conciudadanos. Seamos amigos y trat�monos como amigos. Yo soy uno de los individuos m�s humildes y pac�ficos del
mundo -incapaz de agraviar a nadie ni de interponerme a los
derechos de nadie. Todo cuanto pido es que, por tener algo que
deciros, me prest�is razonable atenci�n.
Y, siendo vosotros illinoisenses, kentuckianos y misurianos -gente cort�s y valiente-,
estoy seguro de que as� lo har�is. Y ahora razonemos juntos, como
buenas personas que somos."
Mientras dec�a estas palabras, su rostro era la bondad personificada, y su voz vibraba con ben�vola vehemencia. Este
ma�oso comienzo calm� la tormenta que se avecinaba, hizo
callar a sus enemigos. La verdad, transform� a muchos de
ellos en amigos. El discurso fu� muy aplaudido, y, dos a�os
m�s tarde, estos toscos y rudos "egipcios" fueron sus m�s
ardientes sostenedores para la presidencia de la rep�blica.
"Muy interesante -dir� alg�n lector-, pero, �qu� tiene
que ver todo esto conmigo? Yo no soy Rockefeller. Yo no
voy a hablar ante un concurso de huelguistas hambrientos
que quieran estrangularme y dejarme sin resuello. Ni soy
231
Lincoln; nunca tendr� que hablar a un grupo de facinerosos
saturados de alcohol y de odio."
Cierto, muy cierto, pero �no hablamos, acaso, todos los
d�as de la vida con gente que disiente de nosotros en sus
opiniones? �No estamos constantemente tratando de ganar
gente hacia nuestra manera de pensar - en casa, en la oficina,
en la taberna? �Hay lugar para mejorar nuestros m�todos?
�C�mo comenzamos? �Con el tino de Lincoln? �O el de
Rockefeller? Si as� lo hacemos, somos personas de rara fineza
y extraordinaria discreci�n. Los m�s de los hombres comienzan, no con la mira puesta en las conveniencias y deseos del
opositor, no tratando de hallar una f�rmula de transacci�n que
convenga a ambos, sino descargando las propias opiniones.
Por ejemplo, he escuchado yo cientos de discursos sobre el
tan asendereado asunto de la Ley Seca. En casi todos los casos,
con delicadeza de toro en una tienda de porcelanas, el orador iniciaba el discurso con alg�n aserto terminante y quiz�
belicoso. Mostraba desde el principio y sin lugar a dudas
el camino que segu�a y la bandera que abrazaba. Indicaba que
est�ba tan firmemente convencido, que no exist�a la menor
posibilidad de que alguien le hiciera mudar de parecer. Sin
embargo, �l pretend�a que otros mudaran los suyos y aceptaran el de �l. �Cu�l era el efecto? El mismo de la mayor
parte de los argumentos: nadie se convenc�a. Instant�neamente, por culpa de su torpe y agresivo comienzo, perd�a la
atenci�n ben�vola de todos cuantos disent�an. Instant�neamente rechazaban cuanto hab�a dicho y cuanto iba a decir,
instant�neamente comenzaban a contradecir sus argumentos,
instant�neamente sent�an desprecio por las opiniones de este
orador. Su discurso s�lo serv�a para atrincherarlos m�s s�lidamente detr�s del baluarte de sus opiniones.
Desde el comienzo ya cometi� el error fatal de aguijonear
a los oyentes, con lo cual s�lo consigui� que �stos se echasen hacia atr�s y dijeran entre s�: "�No! �No! �No!"
No es esta una seria situaci�n cuando uno quiere ganar
�
adeptos a su modo de pensar? La siguiente p�gina del profesor Overstreet nos pone en claro muchas cosas:
232
"Un No como respuesta es la desventaja mas dif�cil de superar.
Cuando una persona ha dicho No, su pundonor exige que no se
contradiga. Podr�a m�s tarde creer que No
estedebi� haber sido
un S�. Pero, hay que tener en cuenta la negra honrilla. Una vez
que se ha dicho una cosa, hay que defenderla. Por esto es de la
mayor importancia que hagamos marchar al opositor en la direcci�n de lo afirmativo..." El orador avezado arranca "desde el
principio cierto n�mero de respuestas afirmativas. Con esto ha
puesto en movimiento el mecanismo psicol�gico de los oyentes en
la direcci�n de lo afirmativo. Es como el movimiento de una bola de billar. Impuls�mosla en cierta direcci�n, y se necesitar� un
i mpulso diferente para desviarla; y un impulso mucho mayor
para enviarla con sentido diametralmente opuesto.
"El juego psicol�gico est� aqu� bien claro. Cuando una persona dice No, y realmente as� lo siente, hace mucho m�s que pronunciar una palabra de dos letras. Todo su organismo -gl�ndu-las, nervios, m�sculos- se concentra para constituir un estado
de repulsa. Se produce, generalmente en grado muy peque�o
aunque no por ello inobservable, un repliegue f�sico, o un apresto
para el repliegue. El sistema neuro-muscular en pleno se pone en
guardia contra cualquiera concesi�n. Por otra parte, cuando una
persona dice S�, no ocurre ninguno de estos movimientos de repliegue. El organismo adopta actitud de adelantamiento, de concesi�n, de franqueza. Por esto, cuanto m�s S�es podamos lograr
desde el principio, tanto mayor ser� nuestra probabilidad de fijar
la atenci�n sobre nuestras palabras y lograr nuestra finalidad.
"Es una t�cnica muy sencilla, la t�cnica del S�, pero �cu�n descuidada! Muchas veces pareciera que la gente experimenta sensaciones de importancia disputando desde el principio. El radical
tiene una conferencia con sus hermanos conservadores; y luego
que llega ya los pone furiosos. �Para qu�, pregunto yo, sirve
semejante t�ctica? Si lo hace s�lo porque de ello espera obtener
alguna suerte de gozo, puede perdon�rsele. Pero si espera lograr
algo de su conducta, entonces es, psicol�gicamente, un est�pido.
"Haced que un estudiante diga No desde el principio, o un parroquiano, o un ni�o, o un marido, o una esposa, y se requerir� la
sabidur�a y la paciencia de todos los �ngeles para transformar esta
r�gida negaci�n en una afirmaci�n."
�C�mo lograr estos S�es tan aconsejables, desde el prin233
cipio? Muy sencillo. "Mi manera de iniciar y ganar una
discusi�n-dec�a Lincoln-, consiste en hallar primero un
punto com�n de acuerdo." Lincoln descubri� esta verdad
cuando ten�a que discutir el harto inflamable asunto de la
El Esesclavitud. "Durante la primera media hora -dec�a
pejo, diario neutral, comentando uno de sus discursos-, sus
adversarios no pod�an menos que aprobar cuanto dec�a. Luego empezaba a desviarse, poquito a poquito, hasta que parec�a tenerlos a todos de su lado."
EL TINO DEL SENADOR LODGE
Poco despu�s de terminada la Gran Guerra, invitaron al
senador Lodge y al se�or Lowell para un debate p�blico
sobre la Liga de las Naciones. Lodge sab�a que la mayor
parte del auditorio era hostil a su modo de ver el asunto; sin
embargo, ten�a que gan�rselo. �C�mo? �Mediante un ataque directo, frontal, agresivo, de sus convicciones? No, por
cierto. Lodge era demasiado astuto para echarlo todo a perder con t�ctica tan torpe. Comenz� con magn�fico tino, con
admirable fineza. M�s abajo citamos el comienzo de su
discurso. Reparemos que hasta sus m�s encarnizados enemigos no hubieran podido menos que aprobar sus doce primeras oraciones. Reparemos que recurre a l� emoci�n y patriotismo del auditorio al saludar: "Conciudadanos de Norteam�rica."Observemos c�mo hace aparecer �nfimas las diferencias de puntos de vista, y c�mo recalca, con habilidad,
los intereses y pareceres comunes.
Notemos c�mo ensalza a su contrincante, c�mo insiste en
decir que s�lo disienten en cuesti�n de detalles en cuanto al
m�todo, pero no en lo referente al fundamental asunto del
bienestar de los Estados Unidos y la paz del mundo. Hasta
va m�s all� y llega a admitir que est� en favor de una
suerte de Liga de las Naciones. Y as�, en �ltimo t�rmino,
s�lo disiente de su contrincante en esto: cree que debi�ramos
tener una Liga m�s perfecta e ideal.
234
"Su Excelencia, damas y caballeros, conciudadanos de Norte
Am�rica:
"Estoy muy agradecido al presidente Lowell por esta oportunidad que me brinda de hablar ante auditorio tan numeroso. $1
y yo somos amigos de muchos a�os, ambos republicanos. $1 es
presidente de nuestra universidad, uno de los lugares m�s importantes e influyentes de los Estados Unidos. Es tambi�n un eminente investigador e historiador de pol�tica y gobiernos. $1 y yo
podemos disentir en cuanto a m�todos en este magno problema
que el pueblo conoce, pero estoy seguro de que, en lo concerniente a la paz del mundo y al bienestar de nuestro pa�s, no
disentimos en nuestros prop�sitos.
"Dir� solamente dos palabras, si me lo permiten, respecto de
mi posici�n. Lo he tratado de explicar una y otra vez. Cre� haberla expresado en ingl�s sencillo y comprensible. Pero hay quienes
encuentran en la tergiversaci�n un arma conveniente para la controversia, y hay otros, personas excelentes, que quiz� no hayan alcanzado lo que yo dije y me han entendido mal. Se ha dicho que
yo estoy contra la Liga de las Naciones. Pues no lo estoy. Ni
mucho menos. Estoy ansioso por ver a todas las naciones, las
naciones libres del mundo, unidas en una liga -como nosotros
decimos-, una sociedad -como dicen los franceses-, pero unidos, para hacer cuanto sea posible en beneficio de la paz futura
del mundo, y para lograr el desarme general."
Por muy determinados que fu�ramos de antemano para
refutar al orador, un comienzo como �ste nos ablandar�a y
aplacar�a un poco, �no es as�? �No es verdad que luego de
o�do este comienzo querr�amos o�r m�s? �No nos dej
casi convencidos de la honestidad del orador?
�Qu� hubiera sucedido si el senador Lodge hubiera comenzado demostrando que quienes deseaban la Liga de las Naciones estaban en un error lamentable, que estaban alimentando un fantasma? Su discurso hubiera sido in�til; la siguiente cita de James Robinson nos explica por qu� hubiera sido in�til:
"A veces nos encontramos con que estamos mudando de parecer sin la menor resistencia ni gran emoci�n, pero si alguien
nos dice que estamos equivocados rechazamos el cargo y endure233
cemos nuestros corazones. Somos incre�blemente descuidados en
la formaci�n de nuestras opiniones, y sin embargo nos sentimos
llenos de il�cita pasi�n por ellas cuando alguien nos quiere despojar de su compa��a. Evidentemente, no son las ideas que nos
resultan caras, sino nuestra negra honrilla que est� en peligro. La
palabrita mi es la m�s importante en las relaciones humanas, y
tenerla en adecuada consideraci�n es el principio de la sabidur�a.
Tiene la misma fuerza si es mi cena, mi perro, o mi casa, que
si es mi fe, mi Dios y mi patria. No s�lo nos ofende la imputaci�n de que nuestro reloj atrasa, o de que nuestro autom�vil est�
viejo, sino que no toleramos que nuestra concepci�n de los canales de Marte, o de la pronunciaci�n de la palabra Schopenhauer,
o del valor medicinal de la salicina, o del siglo en que vivi� Ptolomeo, puedan ser dudados y reformados. Nos gusta seguir creyendo lo que estamos acostumbrados a tener por cierto, y el resenti miento que nos produce la duda de alguien sobre nuestros conceptos nos hace buscar toda suerte de excusas para aferrarnos a
ella. El resultado es que la mayor parte de lo que llamamos razonamientos consisten en hallar argumentos para seguir creyendo
lo que ya creemos."
EL MEJOR ARGUMENTO: UNA EXPLICACI�N
�
No es ya bien evidente que el orador que discute con el
auditorio s�lo logra despertar la tozudez de �ste, colocarlo a la
defensiva y tornar casi imposible su intento de hacerle mudar
de parecer? �Es prudente comenzar diciendo: "Voy a probaros tal y tal cosa?" �No es lo m�s probable que al auditorio
esto le sepa a reto, y se diga entre dientes: "Eso lo veremos"?
No es, entonces, m�s ventajoso comenzar afirmando enf�ticamente algo que tanto nosotros como el auditorio creemos, y luego traer alg�n problema pertinente que todos quisieran ver resuelto. Llevemos, entonces, al auditorio a buscar
esa soluci�n con nosotros. Y mientras buscamos, vayamos explicando nuestros puntos de vista, con tanta claridad que
inconscientemente los oyentes vayan acept�ndolos como si
les fueran propios. Tendr�n mucho mayor apego por una
verdad si creen haberla descubierto por su propia cuenta. "El
mejor argumento es aquel que s�lo parece una explicaci�n."
236
En cualquier controversia, por muy hondas y, enconadas
que sean las diferencias, siempre hay alg�n punto com�n
de acuerdo, a partir del cual el orador puede invitar a todos
los oyentes a unirse para la b�squeda de la verdad que �l
va a dirigir. Vaya un ejemplo. Hasta el jefe del Partido
Comunista, si tuviese que hablar en una convenci�n de la
Asociaci�n de Banqueros, podr�a hallar algunas opiniones
mutuas, algunos deseos an�logos que compartir con los oyentes. �No es verdad? Ve�moslo:
"La pobreza ha sido siempre uno de los problemas m�s crueles
de la sociedad humana. Como ciudadanos de este pa�s, siempre
hemos sentido que era nuestro deber mitigar, cuando quiera y
dondequiera que fuese posible, los sufrimientos de los pobres.
Somos una naci�n generosa. Ninguna otra naci�n del mundo ha
abierto sus arcas con tanta prodigalidad y altruismo para ayudar a
los desgraciados. Ahora, con esta misma generosidad mental, con
este mismo desinter�s espiritual que ha caracterizado nuestras donaciones en lo pasado, examinemos juntos la nueva realidad de
nuestra vida industrial y veamos si no podemos hallar alguna
f�rmula, razonable, justa y aceptable para todos, que tienda a
i mpedir, as� como a mitigar, los males de la pobreza."
�Qui�n puede oponerse a esto? �Puede oponerse Lord
Rothschild? �Puede oponerse Pati�o? �Puede oponerse el
conde de Romanones? No lo creo.
�Estamos contradiciendo aqu� cuanto dijimos en el cap�tulo V sobre el vigor, la energ�a, el entusiasmo? De ning�n
modo. Tiempo hay para todo. Y el tiempo para el vigor rara
vez est� al principio de un discurso. El tino suele ser lo
que se necesita entonces.
EL MEJOR DISCURSO QUE HAYA ESCRITO SHAKESPEARE
EN SU VIDA
El m�s famoso discurso que Shakespeare haya puesto en
boca de un personaje, la oraci�n f�nebre de Marco Antonio
ante el cad�ver de julio C�sar, es un ejemplo cl�sico de tino.
La situaci�n era �sta: C�sar se hab�a convertido en dicta237
dor. Naturalmente, inevitablemente, una veintena de sus
enemigos ten�an envidia de �l y estaban ansiosos por derrocarle, por destruirle, por detentar ellos el poder que aqu�l
Veintitr�s conspiradores, dirigidos por Bruto y Casio,
ten�a.
prepararon
una emboscada y le clavaron sus pu�ales.
le
Marco Antonio hab�a sido el ministro de Estado de julio
C�sar. Era un hombre bien parecido, Antonio, un �gil escritor y un poderoso orador. Pod�a representar bien el gobierno
en ceremonias p�blicas. No nos extra�e, pues, que C�sar le
haya escogido para hombre de confianza. Pero, y ahora, librados ya de C�sar, �qu� hacer con Marco Antonio? �Quitarle
de en medio? �Matarle? Hab�an derramado ya mucha sangre. Derramar m�s hubiera sido imprudencia. �Por qu�, entonces, no ganar para su causa al Antonio �ste, por qu� no
aprovechar su innegable influencia, su conmovedora elocuencia, para protecci�n y ayuda propias? Parec�a innocuo y
razonable. Se entrevistaron con �l y hasta le dieron permiso
para decir algunas palabras delante del cuerpo de quien hab�a dominado el mundo.
Antonio sube a la tribuna del foro romano. Delante de
s�est�C�sarasesinado. La muchedumbre se agita embravecida y amenazante alrededor de Marco Antonio, una chusma
partidaria de Bruto, Casio y los dem�s asesinos. La intenci�n
de Antonio es convertir este entusiasmo popular en odio
intenso, espolear a estos plebeyos a que se subleven y maten
a quienes hab�an ultimado a C�sar. Levanta las manos. El tumulto cesa, y comienza a hablar. Notemos con cu�nto ingenio, con cu�nta intenci�n comienza, alabando a Bruto y a
los otros conspiradores:
"Que Bruto es un var�n muy honorable, todos ellos lo son,
todos muy honorables."
Reparemos en que no discute. Gradualmente, sin dejar
traslucir completamente su verdadero m�vil, va diciendo ciertas cosas sobre C�sar. Dice que los rescates de los cautivos
llenaron las arcas del pueblo, que cuando los pobres gem�an,
�l sollozaba, que rechaz� la corona real, que dej� sus bienes
238
al pueblo. Presenta los hechos; hace preguntas a la multitud,
les deja sacar sus propias conclusiones. Les muestra lo evidente, no como algo nuevo, sino como algo que todos conoc�an pero hab�an olvidado moment�neamente.
"Yo s�lo os digo lo que ya sab�is".
Y con su lengua m�gica atiza los sentimientos, espolea
las emociones, suscita la piedad, enciende la ira. M�s abajo
damos la versi�n
completa de esta obra maestra de tino y
elocuencia. Busquemos donde queramos, recorramos todos
los anchurosos campos de la literatura y de la oratoria, no
creo que se encuentren media docena de discursos que igualen a �ste.Merece estudio cabal por parte de todo aquel
que aspire a sobresalir en el dif�cil arte de influir sobre
la naturaleza humana. Pero hay aun otra raz�n que nos debe
mover a leer y releer a los cl�sicos como Shakespeare: nadie
posee vocabulario tan amplio como los escritores de los
siglos de oro de cada pa�s. Y no se puede estudiar sus obras
sin pulir y aumentar inconscientemente la dicci�n, la pureza
de giros y el caudal de voces.
ANTONIO. Amigos romanos, compatriotas: Prestad aqu� un
adarme de atenci�n. Vengo a enterrar a C�sar, no a ensalzarle. El
mal que en vida hacemos, sobrevive; el bien baja a la tumba cou
los huesos. Sigamos, pues, la pauta. El noble Bruto dice que C�sar
era un ambicioso. De ser verdad, tal era horrenda falta, y horrendamente C�sar la ha pagado. Por la merced de Bruto y sus amigos -que Bruto es un var�n muy honorable, todos ellos lo son,
todos muy honorables- vengo a hacer mi oraci�n a estas exequias. C�sar era mi amigo, leal y justo; mas Bruto dice que era
un ambicioso, y Bruto es un var�n muy honorable. Trajo a Roma por cientos los cautivos, y a las arcas del pueblo sus rescates
envi� sin diezmarlos. �Parec�a esto en C�sar ambici�n? En
ver gemir a un pobre romp�a en llanto: yo cre�a la ambici�n
fuese m�s torva; mas Bruto dice que era un ambicioso, y Bruto es
un var�n muy honorable. Todos me visteis, en las Lupercales,
ofrecerle tres veces real corona, que �l tres veces rehus�. �Fu� esto
ambici�n?Mas Bruto dice que era un ambicioso, y, desde luego,
Bruto es honorable. Yo no quiero impugnar lo que �l os dijo;
239
pero aqu� estoy para decir verdad. Todos le amasteis, y con buen
motivo. �Con qu� motivo, entonces, no le honr�is? �Oh, buen
j uicio, has huido con las bestias, y los hombres perdida han la
raz�n... ! Dispensad. Mi coraz�n est� all� en ese f�retro. y he de
hacer pausa hasta que vuelva a m�.
I CIUDADANO. Veo yo mucha raz�n en sus palabras.
II CIUD. Considerando con detenimiento, le han inferido a
C�sar grande da�o.
III CIUD. �No es verdad que
s�?
Mucho me temo que venga
alguien peor.
IV CIUD. �Hab�is reparado en sus palabras? Se neg� a recibir
la corona. Por ende, vista est� su falta de ambici�n.
I CIUD. Si ello fuere verdad, alguien lo pagar�.
II CIUD. �Pobrecito! Sus ojos est�n encarnizados
como fuego
con tanto llorar.
III CIUD. No hay m�s
noble hombre en Roma que Marco Antonio.
IV CIUD. Catadle ya. Comienza a hablar de nuevo.
ANTONIO. Ayer tan s�lo su palabra hubiera resist�dose al
mundo. Hoy all� yace, sin que nadie se digne de honrarle. Oh,
amigos, si agitaros quisiera �nima y pechos a mot�n y furia, a
Bruto da�ar�a, y da�ar�a a Casio, que, como bien sab�is, son honorables. No quiero hacerles da�o. Antes lo hiciera al muerto, a m�
mismo, a vosotros, que no a dos ciudadanos tan egregios. Mas ved
este pergamino, que su sello ostenta. Lo hall� en su gabinete, es su
manda. Si el pueblo oyere aqueste testamento (que, perdonadme,
yo no pienso leer), ir�an a besarle sus heridas, y a empapar en
su sangre sus toalletas, s�, a rogar un cabello de recuerdo, y al
morir, mencion�ranlo en sus mandas, cedi�ndolo, cual muy rico
legado, a su progenie.
IV CIUD. Queremos o�r la manda; l�ela, Marco Antonio.
TODOS. ï¿L
½ a manda! �La manda! Queremos o�r la manda
de
C�sar.
ANTONIO. Tened (paciencia, que no debo hacerlo: conviene
no sep�is cuanto os amaba C�sar;sois
no madera, ni piedras, sino
hombres, y como hombres, el que os lea su manda, os enardecer�,
os llevar� a locuras. No conviene sep�is que sus herederos,
porque si lo supiereis, �oh! �qu� har�ais!
IV CIUD. ï¿L
½ ee la manda! Queremos o�rla,
la manda, la manda de C�sar!
240
ANTONIO. �Tendr�is paciencia? �Esperar�is un
Yapoco?
me dej� decir m�s que deb�a. Temo hacer da�o a estos honorables varones, cuyas dagas mataron a C�sar. Por cierto
que lo temo
IV CIUD. Eran traidores: �hombres honorables!
TODOS. �
La manda! �El testamento!
II CIUD. Fueron villanos, asesinos. �La manda! �Lee la manda!
ANTONIO. �
Me obligar�is entonces a leer la manda? Haced,
pues, corro aqu� en redor de C�sar, y dejadme que os muestre a
quien la hizo. �Puedo bajar de aqu�? �Me dais permiso?
TODOS. Baja.
II CIUD. Desciende.
III CIUD. Tienes permiso.
IV CIUD. �
En corro! �En derredor!
I CIUD. Apartaos del ata�d; apartaos del cad�ver.
II CIUD. �Lugar para Antonio! �el muy noble Antonio!
ANTONIO. No, no me ci��is tanto. Apartaos m�s.
TODOS. �
M�s atr�s! �lugar! �m�s atr�s!
ANTONIO. Si ten�is l�grimas, las verter�is ahora. Este manto
es de todos conocido. Yo recuerdo la vez primera en que visti�lo
C�sar. Fu� una noche de est�o, en su tienda, el d�a en que venci�
a los nervii. Catad, aqu� clav� su daga Casio. Mirad qu� rasgadura
dej� el p�rfido Casca. Por aqu� apu�al� su bienamado Bruto, y, al
extraer su malhadado acero, ved c�mo le sigui� detr�s la sangre,
como aquel que a la puerta se abalanza, por comprobar que era
en efecto Bruto quien tan grosero aldabonazo daba. Que Bruto,
bi�n sab�is, �ngel era de C�sar. �Juzgad, oh Dioses, el amor de
C�sar! �ste
fu� el m�s inicuo de los tajos, pues en vi�ndole C�sar,
la ingratitud, m�s recia que los brazos de los traidores, le venci�
por completo: entonces estall� su coraz�n brav�o, y emboz�ndose
el rostro con el manto, all�, a la misma base de la estatua de Pompeyo, todo el tiempo empapada de su sangre, cay� el gran C�sar.
�
Oh, que ca�da aqu�lla, compatriotas! Entonces yo, y vosotros,
todos nos tumbamos, mientras, sanguinolenta, la traici�n triunfaba. Ah, ahora llor�is; y observo que sent�s impulsos de piedad;
son gentiles l�grimas. Amables almas: �qu�! �llor�is s�lo de ver
la saya herida del buen C�sar? �Mirad aqu�, mirad al propio C�sar,
desfigurado por los traidores!
( Descubre el cad�ver)
I CIUD. �Oh, congojoso espect�culo!
II CIUD �
Oh, noble C�sar!
241
Oh, funesto d�a!
III CIUD. �
IV CIUD. �
Oh, traidores! �Oh, villanos!
I CIUD. �Oh, tan sangrienta visi�n!
11 CIUD. �Nos vengaremos!
TODOS. Venganza; ir,-buscar,-quemar,-incendiar,-matar,
asesinar,-�que no quede un solo traidor con vida!
ANTONIO. Calmaos, compatriotas.
I CIUD. �Ea! �Silencio all�! Escuchad al noble Antonio.
II. CIUD. Le escucharemos, le seguiremos, moriremos con �l.
ANTONIO. Dulces amigos, amigos buenos, no dej�is que os agite a este tan brusco af�n de rebeli�n. Los que esto hicieron son
hombres honorables. Qu� penas tengan �ntimas, ay, yo lo ignoro,
que a esto los movieran; sabios son, y honorables, y con razones os
responder�n, sin duda. Yo no vengo a robar los corazones. No soy
yo un orador, como lo es Bruto. Sino, todos me conoc�is, soy un
hombre sencillo y r�stico, que bien quiere a su amigo; y esto lo
saben bien quien permisi�n me dieron para hablar aqu�. Porque
no tengo ingenio, palabras, ni val�a, ni voz, ni m�mica, ni la facundia que incendie vuestra sangre. Digo lo que debo decir. Yo
s�lo os digo lo que ya sab�is. Os muestro las heridas del buen
C�sar, pobrecitas bocas mudas, y las hago hablar por m�. Pero
fuera yo Bruto, y Bruto Antonio, �tendr�ais un Antonio que os
conmover�a el esp�ritu, y pondr�a una lengua en cada herida de
C�sar que moviese las piedras de Roma en sedici�n y rebeld�a!
I CIUD. ï¿H
½ aremos sedici�n!
11 CIUD. �Incendiaremos la casa de Bruto!
III CIUD. �Vayamos, pues! �Vamos a los conspiradores!
ANTONIO. Escuchadme, aun, compatriotas. Dejadme hablar a�n.
Ea, silencio! Escuchad a Antonio; el muy noble AnTODOS. �
tonio.
ANTONIO. Oh, amigos, quer�is hacer no sab�is qu�. �Por qu�
mereci� C�sar tal cari�o?
�
Ay! No lo sab�is; preciso es que os lo
diga. Olvidasteis la manda de que habl�.
TODOS. Muy cierto; �la manda!
mos la manda.
ANTONIO. He aqu� la manda, con el sello suyo. A
ciudadanos da legado. A cada hombre, setenta y cinco
muerte.
II.CIUD. Oh, noble C�sar; vengaremos su
III CIUD. �Oh, regio C�sar!
ANTONIO. Escuchadme con paciencia.
242
TODOS. �
Ea, silencio!
ANTONIO. Adem�s, os deja sus paseos, sus cenadores priva-
dos, sus reci�n plantados huertos de aquende el T�ber; todo esto
os ha legado, y a vuestros herederos para siempre; recreos comunes donde barzonear y holgaros. �Este era un C�sar! �Cu�ndo
habr� otro as�!
I CIUD. �jam�s! �jam�s! �Vamos! �Largo ya! �Quemarem
su cad�ver en el lugar sagrado, y con los tizones incendiaremos
las casas de los traidores! �Levantad el cad�ver!
II CIUD. �Id por fuego!
III CIUD. ï¿R
½ etazad los bancos!
IV CIUD. ï¿D
½ estrozad los asientos, las ventanas, todo!
(Salen los ciudadanos con el cad�ver.)
ANTONIO. Y ahora que fermente. Da�o: est�s libre. V� por
cual senda quieras.
SUMARIO
1. Comencemos por un punto com�n. Logremos que todos est�n de acuerdo con nosotros desde el principio.
2. No presentemos nuestro tema de tal modo que el p�blico se diga entre s� "�No! �No!" desde el principio. Cuando
una persona ha dicho No una vez, su negra honrilla exige
que no se retracte. "Cuantos m�s s�es
podamos conseguir desde
el principio, tanto mayor ser� nuestra probabilidad de fijar
la atenci�n sobre nuestras palabras y lograr nuestra finalidad."
3. No comencemos diciendo que vamos a probar tal y tal
cosa. Esto puede provocar oposici�n. Los oyentes pueden pensar: "Eso lo veremos". Traigamos sobre el tapete alg�n problema pertinente y hagamos que nos sigan en la b�squeda
de una soluci�n. . . "El mejor argumento es aquel que parece
una explicaci�n."
4. El discurso m�s famoso que haya escritoWilliam
Shakespeare es la oraci�n f�nebre de Marco Antonio ante
el cad�ver de C�sar. La turba romana es partidaria de los
conspiradores. Notemos con cu�nta astucia Marco Antonio
convierte esta simpat�a en odio furibundo. Notemos que lo
hace sin discutir. Presenta los hechos y deja que el auditorio
forme sus propias opiniones.
243
VICIOS DE LENGUAJE
"Ha de permit�rseme que, con la moderada amplitud a que
dan lugar dos o tres art�culos, discurra a prop�sito de ella."
VOCABULARIO
Francisco Ayala
Muchas personas ponen gran escrupulosidad en pronunciar la b de obscuro, substancia, etc., o la n de transalpino,
transfregar, etc., culteranismos que deslucen el idioma. Y
cometen algunos de los siguientes errores de dicci�n:
INCORRECTO
C�nyugue
Prover
Todoh loh d�ah
Juvenilla
Puirred�n
Compan�a
Ojebto
Azar
Fider�a
Ust�
Alcol
Cuete
Pueta
Savedra
Albaca
Preveer
Utensillo
CORRECTO
C�nyuge
Proveer
Todos los d�as
Juvenilia
Pueyrred�n
Compa��a
Objeto
Azahar
Fideer�a
Usted
Alcohol
Cohete
Poeta
Saavedra
Albahaca
Prever
Utensilio
GRAM�TICA
A prop�sito, de prop�sito
Err�neamente se emplea el primer giro para las dos ideas.
A prop�sito, indica que algo es conveniente u oportuno
para determinado deseo o finalidad.
De prop�sito significa: con intenci�n, voluntariamente, deliberadamente:
244
"Quiero decirte, a prop�sito de tus confidencias, algo que refleje mi opini�n y mi consejo."
Ricardo Le�n
"De prop�sito, que no por olvido, hemos dejado llegar casi a
su t�rmino esta historia de lo pasado."
Antonio Flores
"La Sociedad se abstiene de prop�sito de publicar los trabajos
de todo el a�o, porque no quiere molestar con su menuda relaci�n a tan distinguido concurso, ni hacer vana ostentaci�n de sus
tareas."
Jovellanos
EJERCICIO VOCAL. FLEXIBILIDAD DE LOS LABIOS
La tensi�n nerviosa-a la que suele estar muy expuesto el
orador novel, sobre todo al comienzo de su discurso-, se
manifiesta casi siempre por el estiramiento de los m�sculos
de la garganta y la rigidez de la mand�bula y los labios. Ya
hemos explicado m�s arriba c�mo se puede relajar la mand�bula. Hablemos ahora de los labios r�gidos, inflexibles. Son
un inconveniente y un peligro. Los labios deben estar libres
y flexibles para que colaboren en la producci�n de tonos
claros y hermosos. Podemos lograr esta mayor atracci�n y
poder de sugesti�n con nuestra voz si estamos dispuestos a
pagarlos con el dinero de la atenci�n y la pr�ctica. Todo
cuanto puedo yo hacer es escribir la prescripci�n aqu�; al
lector cumple tomar luego el remedio. Sea la palabra sopa.
Al decir so, redondeemos los labios y pong�moslos salientes.
Al decir pa, recoj�moslos tanto como sea posible. Exageremos el movimiento. Hagamos una como sonrisa. Supongamos que estamos para fotografiarnos. Repit�moslo ahora r�pidamente: sopa, sopa, sopa.
245
Convirtamos esto en frase y sigamos practicando: yo bebo
ropa, sopa yo bebo, yo bebo sopa, sopa yo bebo...
Repitamos muchas veces las siguientes frases, exagerando
el movimiento de los labios:
Grande para dama soy.
Detente, sombra de mi bien esquivo.
Que tu forma fant�stica ce��a.
hacia aquella quim�rica
�bamos por el p�lido sendero
comarca.
Ejercicio de repaso. 1. Dominemos la mand�bula, dej�mosla que penda como peso muerto. Inspiremos profundamente como si quisi�semos ocupar de aire el est�mago, y
cantemos a con reposo, sin ning�n esfuerzo.
2. Inspiremos profundamente, y digamos con un adem�n amplio de la mano: "Estoy tranquilo. Mi mand�bula
est� relajada.Mi garganta est� abierta. No hay tensi�n en
ninguna parte del cuerpo".
3. Inspiremos profundamente y, aplicando lo ya aprendido sobre respiraci�n diafragm�tica, relajaci�n, dominio del
aire inspirado, contemos hasta que se nos acabe el ox�geno.
Dominemos bien la salida del aire en el diafragma, que
es, por otra parte, el solo lugar donde lo podemos dominar
sin alterar la voz.
4. Repitamos en falsete. (Ver cap�tulo VII) el siguiente
p�rrafo de Enrique G�mez Carrillo. Aunque empleemos el
tan rid�culo falsete, leamos con br�o este pasaje, que pertenece a La sonrisa de la Esfinge:
"No hay una palmera, ni una flor de lino, ni una espiga de
ma�z, ni una ca�a de papiro, ni una hoja de loto deba
que una
gota de roc�o al cielo. Todo lo que en la naturaleza palpita sale
de la onda fluvial. Ya el viejo Herodoto dec�a, hace dos mil a�os,
que el Egipto es un don del Nilo. �Don maravilloso, en verdad!
ï¿D
½ on que todo el universo ha aprovechado!"
246
El hombre largo da indicio de poco entendido: excuse el discreto el embarazar, y m�s a
hombres muy ocupados; que de desazonarlos pierde el negocio. Lo bien dicho se dice presto.
ALONSO DE ACEBEDO
Rara vez nos arrepentimos de haber hablado
poco; muchas veces de haber dicho demasiado.
M�xima trivial que todo el mundo sabe y todo
el mundo olvida.
LA BRUYERE
Los grandes habladores son como los vasos vac�os,que hacen m�s ruido que los que est�n
llenos.
FOCI�N
Quer�is saber en qu� parte del discurso tenemos mayor
probabilidad de revelar nuestra inexperiencia o nuestra pericia, nuestra ineptitud o nuestro tino? Os lo dir�: en el comienzo y en el final. Hay un viejo refr�n en el teatro, que
se refiere, desde luego, a los actores, y dice as�: "Por las
entradas y los mutis los conocer�is".
�El comienzo y el final!
Son las cosas m�s dif�ciles, en cualquier empresa, de manipular con acierto. Por ejemplo, en una recepci�n, �cu�les
son las proezas m�s decisivas, sino una entrada elegante y
una elegante despedida?
La terminaci�n es realmente el punto m�s estrat�gico de
un discurso. Lo que uno dice lo �ltimo, las �ltimas palabras
que quedan sonando en los o�dos del auditorio, son las que
probablemente ser�n recordadas por m�s largo tiempo. Los
principiantes, sin embargo, rara vez aprecian la importancia
de esta ventajosa posici�n. Sus terminaciones dejan mucho
que desear.
�Cu�les son sus errores m�s comunes? Analicemos algunos
y busquemos remedio.
Primero, tenemos el individuo que concluye diciendo: "Bueno, esto es todo cuanto ten�a que decir sobre este asunto, de
modo que ser� mejor que termine". Eso no es una terminaci�n.
Eso es un desatino. Esto hiede que apesta a noviciado. Es
casi imperdonable. Si ya se ha dicho todo cuanto se ten�a
que decir, �por qu� no dar el golpe de gracia directamente,
sentarse, y poner fin, sin hablar para nada de poner fin.
Hagamos esto, y la inferencia de que ya hemos dicho cuanto
ten�amos que decir lo dejaremos, con menor riesgo y mejor
gusto, librada al discernimiento del auditorio.
249
Est� luego el orador que dice cuanto ten�a que decir y
luego no sabe c�mo finalizar. Crec,ue
q fu� Pero Grullo quien
dijo que ser�a conveniente tumbar al novillo por la cola
en vez de por los cuernos, porque as� ser�a m�s f�cil soltarlo
luego. Este orador tiene el novillo cogido por las patas delanteras, y quiere separarse de �l, pero, por mucho que lo desee,
no se le acerca ninguna empalizada amistosa, ning�n �rbol
que le permita despedirse del animal sin que le patee. Y
as� comienza a describir luego un c�rculo vicioso, recorriendo
siempre los mismos lugares, repitiendo lo que ya dijo, dejando, en fin, p�sima impresi�n.
�El remedio?Un final debe ser planeado con tiempo,
�no es verdad? �Es prudente tratar de planearlo frente al auditorio, sometidos al esfuerzo y a la tensi�n del discurso,
ocupada la mente en lo que estamos diciendo? �No sugiere
el sentido com�n la conveniencia de prepararlo tranquilamente de antemano?
Hasta oradores tan consumados como Aparisi y R�os Rosa,
con su admirable dominio de la lengua castellana, sent�an
la necesidad de escribir y aprender de memoria las palabras
exactas con que pensaban terminar sus discursos.
El principiante que medre con la experiencia de estos
hombres rara vez tendr� que lamentarlo. Es menester que
sepa muy definidamente con qu� ideas o im�genes terminar�.
Debe ensayar el final varias veces, para lo cual no ser� necesario que emplee exactamente la misma fraseolog�a cada
vez, aunque s� que ponga claramente las ideas en palabras.
Un discurso improvisado, durante su pronunciaci�n, debe
muchas veces ser alterado grandemente; ha de cort�rselo y
mutil�rselo para hacer frente a circunstancias imprevistas,
para armonizar con las reacciones de los oyentes; por esto, es
muy prudente tener dos o tres terminaciones preparadas. Si
una de ellas no viene a pelo, otra probablemente s� venga.
Algunos oradores ni siquiera logran llegar al final. En
mitad del camino comienzan a chisporrotear y se atascan,
como un motor al cual se le terminase el combustible;
luego de algunas arremetidas desesperadas, concluyen por pa250
ralizarse completamente, derrumbando lo que hab�an logrado
edificar. Necesitan, evidentemente, mejor preparaci�n,m�s
pr�ctica- m�s combustible en el tanque.
Muchos novicios terminan demasiado de sopet�n. Ese m�todo de terminar carece por completo de tersura, de retoque. A decir verdad, no tienen terminaci�n, se limitan a cesar
de improviso, bruscamente. El efecto es desagradable, revela
noviciado. Es como si un amigo, en una reuni�n, dejara de
conversar repentinamente con nosotros y saliera de la sala
sin despedirse.
Nadie menos que Abraham Lincoln cometi� este error
en el borrador inicial de su primer mensaje inaugural. Era
un discurso para pronunciado en momentos de crisis. Las
negras nubes de la desuni�n y el odio oscurec�an el horizonte de los Estados del Norte y de los Estados del Sur.
Pocas semanas m�s tarde comenzar�a a azotar a la naci�n
horrendo hurac�n de sangre y destrucci�n. Lincoln, dirigi�ndose al pueblo sure�o, pensaba concluir as� el mensaje:
"En vuestras manos, mis insatisfechos conciudadanos, que no
en las m�as, est� el grave problema de la guerra civil.
El gobierno no os atacar�.No puede haber conflicto sin ser vosotros los
agresores. Vosotros no ten�is vuestro juramento registrado en el
cielo para destruir el gobierno, en tanto que yo s� lo tengo, y
muy solemne, para preservarlo, protegerlo y defenderlo. Vosotros
pod�is absteneros del ataque.Yo no puedo evitar su defensa. A
vosotros, que no a m�, queda librada la pregunta: �Tendremos
paz, o una espada?"
Envi� el discurso a su ministro Seward. Este indic�, con
mucho acierto, que la terminaci�n era demasiado descort�s,
demasiado brusca, demasiado provocadora. Entonces prob� �l
mismo a escribir una terminaci�n. Escribi� dos. Lincoln acept� una y la emple�, con algunas modificaciones, en lugar de
las tres �ltimas oraciones. El resultado fu� que su primer
mensaje inaugural perdi� la brusquedad provocativa y se
elev� hasta las alturas de lo amistoso, de la belleza pura y
de la elocuencia po�tica:
251
"Lamento tener que terminar. No somos enemigos sino amigos. No debemos ser enemigos. Aunque la pasi�n haya puesto
tensos los lazos de afecto que nos unen, no debemos permitir que
los rompa. Las armon�as m�sticas del recuerdo, que de los campos de batalla y de las tumbas de nuestros patriotas llega a cada
coraz�n que late y a cada llar con lumbre de este inmenso pa�s,
aumentar�n el coro de la Uni�n cuando de nuevo las ta�a, que
las ta�er�, el �ngel bueno de nuestra naturaleza."
�C�mo puede un principiante desarrollar el sentido apropiado para terminar un discurso? �Por reglas mec�nicas?
No. Como la cultura, esto es demasiado delicado para ello.
Debe ser resuelto por presentimiento, por intuici�n. A no
ser que el orador pueda sentir cuando alguien lo hace armoniosamente, atinadamente, �qu� esperanza tiene de hacerlo �l?
Sin embargo, este sentido puede ser cultivado. Esta pericia
puede ser desarrollada en parte, estudiando las maneras en
que oradores consumados han rematado sus piezas oratorias.
discurso de la trenza, de
Leamos la �ltima parte del famoso
Echegaray, que le vali� un ministerio. D�az Caneja ha pronunciado un minucioso discurso en pro de la unidad cat�lica,
y llega a decir que la iglesia nunca ha perseguido a las
personas. Entonces Echegaray se levanta y replica con un
brioso discurso cuyo final es as�:
"En esos bancos alternantes del Quemadero de la Cruz ver�is
capas de carb�n impregnadas en grasa humana, y despu�s restos
de huesos calcinados, y despu�s una capa de arena que se echaba
para cubrir todo aquello; y luego otra capa de carb�n, y luego
otra de huesos y otra de arena, y as� contin�a la horrible masa.
No ha muchos d�as, y yo respondo del hecho, revolviendo unos
chicos con un bast�n, sacaron de esas capas de ceniza tres objetos que tienen grande elocuencia, que son tres grandes discursos
en defensa de la libertad religiosa. Sacaron un pedazo de hierro
oxidado, una costilla humana calcinada casi toda ella, y una trenza de pelo quemada por una de sus extremidades.
"Esos tres argumentos son muy elocuentes. Yo desear�a que los
se�ores que defienden la unidad religiosa los sometieran a severo interrogatorio; yo desear�a que preguntasen a aquella trenza
252
cu�l fu� el fr�o sudor que empap� su ra�z al brotar la llama de
la hoguera, y c�mo se eriz� sobre la cabeza de la v�ctima. Yo de.
sear�a que preguntasen a la pobre costilla c�mo palpitaba contra ella el coraz�n de la infeliz jud�a. Yo desear�a que preguntasen a aquel pedazo de hierro, que fu� quiz� una mordaza, cu�ntos ayes dolorosos, cu�ntos gritos de angustia ahog�, y c�mo se
fu� oxidando al recibir el ensangrentado aliento de la v�ctima,
con lo cual el duro hierro tuvo m�s entra�as, tuvo m�s compasi�n, fu� m�s humano, se abland� m�s que los infames verdugos
de aquella famosa teocracia."
Si un ciego escuchase esto, ver�a que el orador ha terminado. El final no queda balance�ndose como una cuerda colgada. No queda harapiento y dentado. Queda redondo, terminado.
Uno de los m�s famosos discursos de Castelar, es el que
pronunci� en la C�mara de Diputados en defensa de la libertad de cultos. Fu� una oraci�n brillante, que dur� casi una
hora, y que termin� con el siguiente per�odo:
"Grande es Dios en el Sina�; el trueno le precede, el rayo le
acompa�a, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se
desgajan; pero hay un Dios m�s grande, m�s grande todav�a, que
no es el majestuoso Dios del Sina�, sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con
la hiel en los labios, y sin embargo diciendo: "�Padre m�o, perd�nalos, perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores,
porque no saben lo que hacen!' Grande es la religi�n del poder,
pero es m�s grande la religi�n del amor; grande es la religi�n
de la justicia implacable, pero es m�s grande la religi�n del
perd�n misericordioso; y yo, en nombre de esta religi�n; yo, en
nombre del Evangelio, vengo aqu� a pediros que escrib�is al
frente de vuestro c�digo fundamental la libertad religiosa, es
decir, libertad, fraternidad, igualdad entre todos los hombres."
Acabamos de leer, querido lector, uno de los finales de
discurso m�s hermosos que hayan pronunciado labios humanos.
Pero nosotros no iremos, probablemente, a pronunciar
discursos en la C�mara de Diputados, ni mensajes inaugurales en v�speras de una guerra civil. Quiz� nuestro problema
253
nunca llegue a m�s que a cerrar un discurso frente a un
concurso intrascendental de oyentes. �C�mo podemos hacerlo?
Busquemos un poco. Veamos de encontrar algunas sugestiones f�rtiles.
RESUMAMOS LOS PUNTOS
Hasta en discursos de s�lo tres a cinco minutos de duraci�n, el orador puede llegar a cubrir tantos puntos diferentes
que al final el auditorio no los recuerde claramente. Sin embargo, pocos oradores se dan cuenta de esto. Llegan a creer,
err�neamente, que porque estos puntos sean tan claros como
cristal en sus propias mentes, deben resultar igualmente di�fanos a los oyentes. Muy errados est�n. El orador ha considerado por cierto tiempo sus ideas. Pero para el auditorio son
completamente nuevas; para el p�blico es un pu�ado de perdigones que se le arroja a boca de jarro. Algunos dar�n en
el blanco, pero los m�s de ellos rodar�n por el suelo confusamente. Los oyentes, como Yago, "recordar�n una porci�n
de cosas, mas nada distintamente".
Alg�n pol�tico irland�s an�nimo ha dado esta receta para
hacer un discurso: "Primero dig�mosles qu� les vamos a decir. Segundo, dig�mosles. Tercero, dig�mosles qu� les hemos
dicho". No est� mal. Por cierto que muchas veces es sumamente ventajoso "decirles qu� les hemos dicho". Brevemente,
desde luego, r�pidamente, un simple bosquejo, un sumario.
He aqu� un ejemplo de un alumno, gerente de tr�nsito de un
ferrocarril:
"En resumen, caballeros, nuestra propia experiencia con este
mecanismo, la experiencia recogida en otras partes del pa�s, los
s�lidos principios de su funcionamiento, y la innegable demostraci�n del dinero ahorrado en un a�o para seguridad contra accidentes, me mueven a recomendar vehementemente y con plena
responsabilidad su adaptaci�n inmediata en nuestro ferrocarril."
�Est� claro lo que ha hecho? Lo podemos ver y sentir sin
haber escuchado la otra parte del discurso. Ha condensado,
254
en pocas palabras, en cincuenta y una palabras, pr�cticamente
todos los puntos tocados en su discurso.
�
No piensan mis lectores que un sumario as� es de provecho? Apropi�monos, pues, de esta t�cnica.
EXHORTEMOS A LA ACCI�N
El final que acabo de citar es un ejemplo excelente de
final con exhortaci�n a la acci�n. El orador quiere que se haga
algo: que se instale determinado mecanismo en el ferrocarril.
Bas� su pedido sobre el dinero que se ahorrar�a, y los accidentes que se impedir�an. El orador quer�a mover a la acci�n
y lo consigui�. El discurso citado no fu� un discurso de pr�ctica. Fu� pronunciado ante el directorio de un ferrocarril, y
la propuesta fu� aceptada.
En el cap�tulo XV trataremos, con mayor extensi�n, los
problemas que se presentan al orador cuando quiere incitar
a la acci�n, y c�mo solucionarlos.
UNA GALANTERIA SOBRIA Y SINCERA
"Zaragoza, que di� al cristianismo sus innumerables m�rtires;
a la Edad Media sus guerreros; al siglo d�cimosexto los �ltimos
tributos que lucharon con el absolutismo; a nuestro siglo los
h�roes de la independencia, que todos los pueblos oprimidos invocan, que todas las generaciones colocar�n al lado de los h�roes
de Salamina y de Platea en el agradecimiento de la humanidad;
Zaragoza se alzar� a la altura de su historia, y escribiendo la protesta en�rgica del derecho, salvar� con su actitud y con su ejemplo, que pronto seguir�n las dem�s ciudades, la causa de la libertad y la honra de la patria."
Con estas palabras termin� Castelar su discurso a los federales de Zaragoza, despu�s de votada la Constituci�n de
la monarqu�a por las Cortes Constituyentes. El auditorio qued� halagado, contento. Esta es una manera admirable de
concluir; pero, para que sea eficaz, tiene que ser sincera. Nada
de adulaciones toscas. Nada de extravagancias. Esta suerte de
255
terminaci�n,
si no sabe a sincera, sabr� a falsa, y a muy falsa.
Y, como las monedas de plomo, nadie la aceptar�.
TERMINACI�N HUMORISTICA
"Dejadlos siempre riendo -dec�a Jorge Cohan-, cuando
dig�isadi�s."Si tenemos facilidad para ello, y material,
magn�fico. Pero, �c�mo
lo haremos? Ese, como dec�a Hamlet, es el problema. Cada uno debe hacerlo en su modo
particular.
Posada Herrera un discurso en el
Veamos c�mo termin�
Congreso, en el que hizo una exhortaci�n a la uni�nlos
de
espa�oles:
"Yo s� que todos dese�is esto mismo, y que si no llev�is a efecto esta uni�n es porque en este pa�s conservamos algo de la
raza africana. (Risas.) Yo no s� por qu� os asust�is del sufragio
universal. Si no conced�is derecho elector al ciudadano que tiene
todos los dem�s derechos, al ciudadano completo, �con qu� derecho venimos aqu� nosotros a representar el pa�s?
"Si no llev�is a efecto la conciliaci�n, creo que no ha de ser
por este obst�culo. Ser� por lo mismo que refiere en un cuento
Walter Scott. Un misionero hac�a grandes esfuerzos por convertir
al cristianismo a un id�latra, y cuando ya el misionero cre�a haber
conseguido la conversi�n, el id�latra le dijo: 'Se�or, no os molest�is; conozco que el Dios verdadero es Cristo, pero debo tantos
favores al diablo, que no puedo dejar de servirle.' ( Risas.)
"Yo soy aficionado a estudiar las cosas en hechos pr�cticos.
Supongamos dos ciudadanos: el uno paga cinco c�ntimos de contribuci�n, y tiene derecho electoral; el otro no lo tiene, porque
(Granno es contribuyente. �Se�ores, todo por un perro chico!"
des risas. )
TERMINACI�N CON UNA CITA PO�TICA
De todos los m�todos de terminar un discurso, ninguno
tan aceptable cuando est� bien hecho como el del humorismo
y la poes�a. Por cierto que si tenemos la estrofa adecuada para
remate del discurso, ello es lo ideal. Da al discurso el sabor
256
apetecido. Lo realza, lo dignifica, lo embellece, le presta individualidad. As� termin� Belisario Rold�n su Oraci�n a la
Bandera:
"Por ella y para ella, todas las vibraciones del cerebro v todas
las pujanzas del m�sculo; por ella y para ella, soldados, hasta
la �ltima gota de sangre de las venas... Rija nuestra conducta,
en las jornadas de paz a que estamos destinados, el �Excelsior!
arrogante y estimulador; y si alguna vez sonara para la Rep�blica la hora de la sangre y los clarines, insp�rennos siempre, por
los siglos de los siglos, aquellas palabras como espartanas de la
Canci�n Nacional:
.. �Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir!"
Estos dos versos, dichos en tono vibrante, sacudieron hasta
la �ltima fibra del auditorio, entre el cual estaba el presidente
de la Rep�blica Argentina. Si Belisario Rold�n no hubiese
sido Belisario Rold�n y hubiera dicho esos versos con tono
apagado o poco entusiasta, �cu�l habr�a
sido el resultado?
Algunos aplausos de compromiso. Cuanto m�s ense�o oratoria, tanto m�s clara cuenta me doy de la imposibilidad de
dar reglas generales, porque cada orador y cada ocasi�n exigen un discurso diferente, resultante de la combinaci�n siempre diferente de complicados efectos. Cada cual, como dec�a
San Pablo, "debe labrarse su propia salvaci�n".
El discurso de Miguel Antonio Caro, citado en el cap�tulo VI, es un buen ejemplo de final con cita po�tica.�Lo
recuerdan mis lectores?:
"Y para concluir, a todos y a cada uno de vosotros dir� yo
con un gran poeta:
"Ten fijo en la memoria
Que nadie sin af�n y ardua fatiga
Supo arrancar las palmas de la gloria."
EL PODER DE UNA CITA B�BLICA
Podemos tenernos por afortunados si tenemos oportunidad
de hacer una cita b�blica. Generalmente producen hondo efec257
to. "porque en la Biblia -al decir de Donoso Cort�sest�n escritos los anales del cielo y de la tierra y del g�nero
humano; en ella, como en la divinidad misma, se contiene
lo, que fu�, lo que es y lo que ser�."
Cromwell, en la inauguraci�n de la asamblea de puritanos
establecida por �l, termin� as� su discurso:
"Nosotros sabemos qui�n es el que har� la guerra contra sus
enemigos: un pueblo escogido y creyente; esto podemos decir
sin adularnos. Dios est� en el camino de la guerra, y vosotros
sab�is que protege a este pueblo. Creo que estamos a la entrada
y que debemos levantar la cabeza y fortificarnos en el Se�or. Por
eso algunos de nosotros hemos cre�do que deb�amos seguir este
camino obrando, y no permanecer inactivos, confiados en la profec�a de Daniel: "El reino no pertenecer� a otro pueblo."
El cl�max o gradaci�n es una manera muy popular de
rematar el discurso. A menudo es dif�cil, y no se adapta a
cualquier orador ni a cualquier tema. Pero, bien hecha, es
excelente. Es el escalamiento de una monta�a, hacia un pico,
que se hace m�s vigoroso a cada frase.
Lincoln emple� este recurso al preparar un discurso sobre
las cataratas del Ni�gara.Notemos c�mo cada comparaci�n
es m�s fuerte que la anterior, c�mo obtiene un efecto acumulativo al comparar sucesivamente su edad con la de Col�n,
Cristo, Mois�s,Ad�n, etc.:
"Nos evoca lo pasado indefinido. Cuando Col�n busc� por
primera vez este continente, cuando Cristo sufri� en la cruz,
cuando Mois�s condujo a Israel a trav�s del Mar Rojo, no, m�s
aun, cuando Ad�n naci� de las manos de su Hacedor; entonces,
como ahora, rug�a aqu� el Ni�gara. Los ojos de esa especie de
gigantes ya extinta cuyos huesos llenan los t�mulos de Am�rica,
han contemplado el Ni�gara tal como nosotros ahora lo contemplamos. Contempor�nea de la primera raza de hombres, y m�s antigua que el primer hombre, est� tan fuerte y fresco el Ni�gara
hoy como lo estaba hace diez mil a�os. El mamut y el mastodonte, tanto tiempo ha muertos que s�lo los fragmentos de sus huesos monstruosos nos atestiguan que realmente existieron, han
contemplado el Ni�gara, ya en aquel lejano tiempo nunca quieto
25 8
por un momento, nunca seco, nunca helado, nunca dormido, nunca fatigado."
Wendell Phillips emple� este mismo m�todo en una conferencia sobre Toussaint 1'Ouverture. Citamos m�s abajo el
final. Se cita a menudo este ejemplo en libros de oratoria.
Tiene vigor, vitalidad. Es interesante, aunque quiz� demasiado exornada para estos pr�cticos tiempos. El discurso fu�
escrito hace ya m�s de medio siglo.
"Le llamar�aNapole�n, peroNapole�n lleg� al imperio
con juramentos quebrantados y a trav�s de un mar de sangre.
Este hombre nunca falt� a su palabra. 'Nada de venganzas',
fu� el gran lema y gu�a de su vida. Y las �ltimas palabras
que dijo al hijo, en Francia, fueron: 'Muchacho, alg�n d�a
volver�s a Santo Domingo. Olv�date que Francia mat� a tu
padre'. Le llamar�a Cromwell, pero Cromwell no fu� sino un
soldado, y el Estado que fund� baj� con �l a la turraba. Le
llamar�aWashington, pero el gran virginiano ten�a esclavos.
Este hombre arriesg� su imperio por no permitir el tr�fico
de esclavos en la m�s humilde aldehuela de sus dominios."
�IMETOSHA! �IMETOSHA!
Busquemos, estudiemos, probemos, hasta que tengamos una
buena conclusi�n y un buen comienzo. Y luego, no los separemos mucho.
El orador que no abrevia su discurso a fin de ponerse a
tono con este siglo, apresurado y febril, ser� mal venido y
aun repulsado por lo bajo. "No abusa de la tribuna -dice
Ca�amaque hablando de Echegaray-, y esta modestia le
recomienda siempre que habla."
Nadie menos que San Pablo de Tarso pec� en este respecto. Predic� hasta que uno de los oyentes, un joven llamado
Eutico, se durmi� y se cay� por la ventana, tras lo cual se
rompi� el pescuezo. Aun despu�s del incidente, es probable
que haya seguido hablando. �Qui�n lo sabe? Recuerdo que
cierta vez, en un banquete del Centro Universitario, le lleg�
el turno de hablar a un doctor. Hab�a sido un banquete largo.
259
Ya hab�an hablado muchos oradores. Eran las dos de la ma�ana cuando se puso en pie. Si hubiera tenido tino, delicadeza, discreci�n, habr�a dicho diez o doce frases y nos habr�a
dejado ir a dormir. Pues, �qu� cre�is que hizo el muy maldito? �Habl� sin detenerse durante cuarenta y cinco minutos
sobre vivisecci�n!Mucho antes de llegar a la mitad, el auditorio estaba deseando que, como Eutico, se cayera tambi�n
por la ventana el t�o �ste y se rompiera algo, �cualquier cosa!,
lo importante es que callara.
Lorimer, director de La Revista Vespertina de los S�bados,
me dijo cierta vez que siempre interrump�a los art�culos en
serie cuando estaban en lo m�s intenso de su popularidad,
con lo que la gente clamaba por ellos. �Por qu� los inte-dec�a
rrump�a? �Por qu� tan luego entonces? "Porque
Lorimer, y ten�a en estas cosas cierta experiencia- el punto
de hartazgo llega muy poco despu�s de haberse alcanzado la
cumbre de la popularidad."
Esta misma filosof�a se puede aplicar, y debe aplicarse, a
la oratoria. Deteng�monos mientras el auditorio est� ansioso.
"Preferible es que un Otelo excesivo -escribe Jos� Ingenieros- mate de veras sobre el tablado a una Desd�mona pr�xima a envejecer, o desnucarse el acr�bata en un salto prodigioso, o romp�rsele un aneurisma al orador mientras habla
a cien mil hombres que aplauden delirantes, o ser apu�alado
un don Juan por la amante m�s hermosa y sensual."
El discurso m�s trascendental que haya pronunciado Jesucristo, el Serm�n de la Monta�a, puede ser repetido en cinco
minutos. El discurso del general San Mart�n a los diputados
de Per�, cuando resign� el Poder Supremo al Congreso, s�lo
consta -magna e hist�rica como era la ocasi�n- de seis
per�odos que pueden ser le�dos en un minuto. La historia
del G�nesis puede leerse en menos tiempo que el necesario
para leer la cr�nica de un crimen en el peri�dico. Recordemos
siempre que "lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun
lo malo, si breve, no tan malo".
El doctor Johnson, arcediano de Niasa, ha escrito un libro
sobre los pueblos africanos. Ha vivido entre ellos, y los ha
260
observado, durante cuarenta y nueve a�os. Y cuenta que
cuando un orador habla por largo rato en las reuniones de
cierta tribu del Gwangwara, el auditorio le hace callar gritando "�Imetosha! �Imetosha!", que significa "�Suficiente!
�
Suficiente!"
Otra tribu permite que el orador hable por cuanto pueda
mantenerse sobre un solo pie. Cuando el dedo gordo del otro
pie toca el suelo, sanseacab�. Tiene que retirarse.
Y a los auditorios blancos, en general, aunque m�s corteses,
m�s refrenados, les fastidian los discursos largostanto como
a los negros del �frica.
Aceptad pues el consejo
(Aunque s� que no lo har�is)
Y aprended esta arte con ellos.
SUMARIO
1. El final de un discurso es realmente el elemento m�s
estrat�gico.Lo que se dice �ltimo tiene mayor probabilidad
de quedar en la memoria.
2. No terminemos: "Bueno, esto es todo cuanto ten�a
que decir sobre este asunto, por lo que ser� mejor que termine".
Terminemos sin decir que vamos a terminar.
3. Planeemos cuidadosamente el final de antemano, como hac�an Gladstone, R�os Rosas y Aparisi Guijarro. Ensayemos. Sepamos casi al pie de la letra c�mo vamos a terminar. Redondeemos el final. No lo dejemos duro y quebrado
como una roca mellada.
4. He aqu� siete m�todos
que se pueden emplear para
terminar:
a. Resumir, repetir y bosquejar brevemente los puntos principales que hemos tratado.
b. Exhortar a la acci�n.
c. Brindar una galanter�asincera al auditorio.
d. Provocar risas.
e. Citar algunos versos apropiados.
f. Citar un pasaje de la Biblia.
261
g. Producir un cl�max.
5. Busquemos una buena conclusi�n y un buen comienzo,
y luego, no los separemos mucho. Terminemos siempre antes
de lo que el auditorio desea. "El punto de hartazgo llega muy
poco despu�s de haberse alcanzado la cumbre de la popularidad."
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Los siguientes verbos, aunque est�n derivados de sustantivos y adjetivos que ya existen, no han sido aceptados por
los hablistas, que los reputan por innecesarios:
CORRECTO
INCORRECTO
Obstaculizar
Silenciar
Cloroformizar
Homenajear
Constatar
Valorizar
Influenciar
Intensificar
Transar
Financiar
Ovacionar
Estrenarse
Adjuntar
Distanciar
Ofertar
Auspiciar
Obstruir
Callar
Cloroformar
Agasajar
Comprobar, corroborar
Valorar
Influir
Intensar
Transigir
Costear
Aplaudir, aclamar
Adiestrarse, prepararse
Acompa�ar,enviar adjunto
Alejar, apartar
Ofrecer; pujar
Patrocinar
GRAM�TICA
Cien y ciento
grande de EsNadie dice "un gran de Espa�a" por "un
pa�a", ni "tan puede una mujer que llora" por "tanto pue262
de..." La apocopaci�n tiene sus reglas, diferentes, por lo
com�n, de un caso a otro, y quienes dicen"cien por cien de
probabilidades", "m�s vale un p�jaro en mano cien
que volando", la infringen. Ciento, como grande, se apocopa s�lo
delante de sustantivos.
Cien doblones.
"Cien caballeros con lanza en ristre."
En todos los dem�s casos diremos "ciento".
Ciento."
-"�Que cu�ntos primos tengo?
"M�s vale un p�jaro en mano ciento
que volando."
ciento
del
salario."
"Recib� el
ciento por
Hablando de ciento por ciento: quienes dicen porcentaje
caen en galicismo. Tenemos en castellano tanto por ciento;
que si no es tan breve, es mucho m�s castizo.
"Valen m�s cuatro en casa que ciento fuera."
Jovellanos
"La escuela principal donde se agilitaban estos indios corredores, era el primer adoratorio de M�jico,donde estaba el �dolo
sobre ciento y veinte gradas de piedras."
Sol�s
EJERCICIO VOCAL. L A RESONANCIA
Los tres principios fundamentales de la buena producci�n
de tonos son: el dominio del aire, la relajaci�n, y la resonancia. Ya hemos tratado de los dos primeros; veamos, pues,
el tercero: la resonancia. �Qu� fortalece y embellece el tono
de la radio o de la victrola? La trompa o altavoz.
Nuestro tronco sirve como caja de resonancia de la voz,
del mismo modo que la caja de un piano o de un viol�n
aumenta y embellece los sonidos producidos por el concertista. El tono inicial es producido por las cuerdas vocales,
pero �ste se eleva y repercute contra la huesosa contextura
pectoral, los dientes, el cielo de la boca, las cavidades nasales
y otras partes de la cara. Esta repercusi�n, este retumbo, da a
l a voz su m�s importante cualidad. Imagin�monos la voz
263
como un cohete que surge del diafragma, pasa por la garganta relajada y se deshace en una lluvia de sonidos contra
las ventanas de la nariz y otras partes huesosas de la cabeza.
Nuestro problema no consiste en hablar con resonancia.
Toda la vida hemos hablado con resonancia. No se nos podr�a o�r a diez pies si no fuera por ella. Nuestro problema
consiste en hablar con mayor resonancia. �C�mo lograrlo?
Leamos un interesante pasaje del libro "Caruso y el arte de
cantar", por Fucito y Beyer:
"Mucho se ha dicho en torno al tarareo como ejercicio
vocal... El tarareo, correctamente ejecutado, desarrolla la
resonancia de la voz. El tarareo de las m�s de las personas
parece un maullido, porque la mand�bula, los labios, la lengua y las membranas vocales est�n rid�culamente r�gidas.
Desde luego, los �rganos de la voz deben estar en la misma
posici�n para tararear que para producir un buen tono: debe
haber completa relajaci�n de los m�sculos faciales, la mand�bula y la lengua, tal como cuando estamos descansando
o durmiendo; los labios deben estar ligeramente unidos. As�,
la vibraci�n del tono no ser� sofocada por los m�sculos, ni
obligada a salir por la nariz a causa de la tensi�n: en vez,
resonar�n dentro de las cavidades nasales, y los sonidos saldr�n armoniosos y bellos."
Con la lengua, la garganta, los labios y la mand�bula relajados, tarareemos la m�sica deTorna a Surriento:
Vide'o mate quant'e bello
Spira tantu sentimente
Comme tu a chi tiene mente
Ca scetato ' o fa� sunn�
Guarda, gua chistu ciardino;
Siente, sie'sti sciure arance:
Nu profumo accusi fino
Dinto o�
co e se ne va...
Ma nun-me lass�
Nun darme stu turmiento!
Torna a Surriento,
Famme camp�.
264
La primera vez que tarareemos esto, apoyemos la palma
de la mano sobre la cabeza y sintamos las vibraciones que
all� se produzcan.
Nota importante: al practicar estos ejercicios para resonancia nasal, sea nuestro primer paso inspirar profundamente,
con achatamiento del diafragma, relajando el pecho y dej�ndolo que flote en el aire interior. Observemos la viva sensaci�n en la cara, la nariz y la cabeza cuando inspiremos. Al
empezar a tararear y exhalar el aire, no pensemos que estamos exhalando. Imaginemos que todav�a estamos inspirando,
que todav�a estamos sintiendo la sensaci�n de vivacidad. Esto
significa cavidades m�s abiertas, que refuerzan y aumentan
la resonancia. Cultivemos esta sensaci�n de inspiraci�n siempre que hablemos.
Tarareemos nuevamente la canci�n. Coloquemos esta vez
la mano en la nuca, y sintamos la misma vibraci�n all�.
Al tararearla por tercera vez, sintamos el tono en la nariz.
Sintamos como si estuviera fluyendo hacia la nariz la misma
sensaci�n que cuando inspiramos. Apoyemos el pulgar y el
�ndice a los costados de la nariz, inmediatamente debajo de
l os ojos, y sintamos la vibraci�n all�.
En obsequio de la variedad, tarareemos esta vez:
Amapola, lind�sima Amapola,
Ser� siempre mi alma tuya sola;
Yo te quiero, amada ni�a m�a,
Como quiere la flor la luz del d�a.
Amapola, lind�sima Amapola,
No seas tan ingrata, y �mame,
Amapola, Amapola,
�C�mo puedesvivir
t�tan sola?
Al tararearla ahora, pensemos de antemano con los labios.
Apoyemos el �ndice sobre los labios y sintamos c�mo vibran.
Deben vibrar hasta cosquillear.
Tarare�mosla ahora nuevamente, en el m�s bajo tono posible; apoyemos la mano abierta sobre el pecho, y sintamos
all� las vibraciones.
265
Tarare�mosla de nuevo, reteniendo la mano derecha sobre
el pecho y paseando la izquierda por las varias partes del
cr�neo y la cara. Sintamos las vibraciones de todo el cuerpo,
comprobemos su resonancia. Yo he conocido a cantantes que
buscaban vibraciones hasta en el dedo gordo del pie.
El canto es un magn�fico ejercicio vocal. Aplicando, pues,
todos las ense�anzas ya recogidas, cantemos estas canciones
que hemos estado tarareando.
266
Nueve de cada diez lectores toman por cierta
una afirmaci�n clara.
Enciclopedia Brit�nica
Una figura vale diez mil palabras.
Proverbio chino
Mi padre era un hombre de gran energ�a intelectual. �lme di� el mejor adiestramiento que
haya obtenido. Era intolerante con la vaguedad,
y desde que empec� a escribir hasta su muerte,
ocurrida en 1903, cuando ten�a ya ochenta y
un a�os de edad, siempre le mostr� cuanto escriMe hac�a leer en voz alta, lo cual me resulb�a.
taba doloroso. De vez en cuando me interrump�a
y me dec�a "�Qu� quieres decir con eso?" Yo !e
explicaba y, desde luego, al explicarle, me expresaba con m�s sencillez que lo hab�a hecho en el
-me
papel. "Pues, �por qu� no lo pones as�?
dec�a-. No dispares con perdigones, que se esparcen por todo el campo. Dispara con bala, y
pega a lo que tienes que decir."
WOODROW WILSON
"El orador llega a la ciudad o a la aldea -dice Jim�nez
de As�a- donde a nadie conoce, cuyos problemas locales
suele ignorar, y lanza ante aquellas gentes sencillas, que usan
un vocabulario elemental y reducid�simo, un discurso engolado con frases rebuscadas. El pe�n de campo gusta de lo
que oye, como espect�culo, pero nada entiende de cuanto se
le dice. Al a�o siguiente, visitando otros poblados granadinos
en labor de proselitismo, hube de escuchar a un maestro de
Montefr�o una de esas oraciones plagadas
de tropos e im�genes. Termin� aludiendo al rojizo mausoleo de Lenin".
Cuando me pregunt� mi juicio sobre sus palabras le contest�
abiertamente que me hab�a parecido muy mal. El orador
qued� fulminado, y al requerir explicaciones, le di �stas:
"Los oyentes, trabajadores campesinos, no saben lo que es
rojizo, ni qu� es mausoleo, ni qui�nLenin."
fu�
Todos los discursos tienen un m�vil.Y �qu� es este
m�vil?Ni m�s ni menos que lo siguiente: que cada discurso,
lo sepa o lo ignore el orador, tiene una de estas cuatro finalidades:
1.
2.
3.
4.
Poner algo en claro.
Impresionar y convencer.
Incitar a la acci�n.
Entretener.
Vayan algunos ejemplos concretos:
Lincoln, que siempre sinti� un poco de atracci�n por la
mec�nica, invent� y patent� cierta vez un artefacto para levantar barcos encallados de los bancos de arena y otros obst�culos.Trabajaba en un taller mec�nico cercano de su
bufete, construyendo un modelo de su aparato. Aunque a la
269
estaba entupostre la invenci�n no sirvi� para nada, Lincoln
siasmad�simo con sus posibilidades. Cuando sus amigos iban
a visitarle a la oficina para ver el modelo, no ahorraba esfuerzo para explicarles su funcionamiento. La finalidad de
sus explicaciones era la claridad.
Cuando Echegaray pronunci� su c�lebre
discurso de la
trenza, la finalidad que ten�a era la de impresionar y convencer. Ten�a que ser claro, desde luego, para poder convencer;
pero la claridad no era su mayor cuidado.
Cuando Jos� Mart� pronuriciaba sus c�lebres discursos o
predicaciones en Norteam�rica, en Guatemala, en Venezuela, en M�jico, el prop�sito era encender y mantener vivas
las ansias de libertad de sus compatriotas exilados, y conseguir donaciones para el fondo revolucionario. Quer�a mover
a la acci�n.
cuando habl� en Par�s monRam�n G�mez deSerna,
la
tado en un elefante, o cuando habl� desde lo alto de un
trapecio, y, en fin, en todas las conferencias que da, tiene casi
por �nica finalidad la de divertir a los oyentes, la de hacerles
pasar un rato agradable, la de entretenerlos. Pocos oradores
hay que hayan alcanzado perfecci�n en t�cnica tan dif�cil.
Es un caso t�pico del m�vil n�mero cuatro.
Todos estos oradores sab�an ad�nde quer�an llegar y c�mo
pod�an llegar.Y por ignorar esto, muchos oradores tropiezan, caen y quedan en rid�culo.
Otro ejemplo: hace muchos a�os vi c�mo el p�blico silb�
y oblig� a bajar del escenario constru�do en el Hip�dromo
Neoyorquino a un congresista nacional. El pobre hab�a elegido -inconscientemente, sin duda, pero, de todos modos,
con imprudencia- la claridad como m�vil. Fu� durante la
guerra del catorce. Comenz� a hablar sobre la manera en que
el pa�s se estaba preparando. La multitud no quer�a que le
dieran c�tedra. S�lo quer�a que la entretuvieran. Escucharon
cort�smente, pacientemente, durante diez minutos, quince minutos, con la esperanza de que terminara pronto. Pero no
terminaba nunca. El orador segu�a, dale que dale con sus
explicaciones. La paciencia fu� mermando. El auditorio no
270
pod�a tolerar ya m�s.
Alguien comenz� a vitorear ir�nicamente al orador. Otros se le a�adieron. En un periquete,
hab�a mil personas silbando y gritando. El orador, torpe e incapaz como era de echar de ver el temperamento del auditorio, tuvo el mal sentido de seguir hablando. Esto los enardeci�. Estaba por armarse la de San Quint�n. La impaciencia
se transform� en c�lera. Se resolvieron a hacerle callar.
Cada vez m�s fuerte, rug�a la tormenta de protestas. Por fin
el ruido ahog� sus palabras-no se le pod�a escuchar a cinco
metros. Entonces se vi� obligado a interrumpir, reconocer
su derrota y retirarse humillado.
S�rvanosde lecci�n este ejemplo.Conozcamos nuestra
finalidad. Escoj�mosla despu�s de meditada, antes de preparar el discurso. Sepamos c�mo hemos de llegar adonde
queremos. Y entonces pong�monos en camino, con habilidad
y con arte.
Todo esto ha menester conocimientos, adiestramiento especial y t�cnico.Y tan importante es esta fase de la construcci�n del discurso, que le dedicaremos cuatro cap�tulos.
En lo que queda de este cap�tulo veremos c�mo se hacen
claros los discursos. En el cap�tulo XIII veremos c�mo se
puede impresionar y convencer. En el cap�tulo XIV veremos
c�mo hacer interesante el discurso, y en el cap�tulo XV
trataremos de hallar un m�todo cient�fico para incitar a
la acci�n.
USEMOS COMPARACIONES PARA MAYOR CLARIDAD
La claridad: no desestimemos su importancia ni su dificultad. Cierto poeta irland�s nos di� hace poco tiempo una
velada durante la cual nos ley� sus propias poes�as. A lo
sumo el diez por ciento del auditorio, y esto por momentos,
habr� sabido de qu� hablaba. Con muchos oradores, as�
en p�blico como en privado, sucede lo mismo.
Cuando habl� con sir Oliver Lodge sobre los requisitos
primordiales de la oratoria, �ste, que ha hablado durante
cuarenta a�os a los alumnos de la universidad y al p�blico,
271
recalc� sobre todo la importancia: primero, del conocimiento
y la preparaci�n; y, segundo, de "trabajar duro en beneficio
�Y c�mo hizo claro David el cuidado y amor de Jehov�?
de la claridad".
"Jehov� es mi pastor;no habr� necesidad. �l me hace desEl gran general alem�n conde de Moltke, al comenzar
cansar
en las verdes dehesas, El me conduce adonde las aguas
la guerra franco-prusiana, dijo a sus oficiales: "Recordad,
tranquilas. . . "
caballeros, que �rdenes que puedan ser mal interpretadas
ser�nmal interpretadas."
Verdes dehesas en aquel pa�s de pastores... aguas tranNapole�n reconoc�a tambi�n este peligro. La instrucci�n
quilas donde las ovejas se abrevasen... todo esto lo pod�an
enf�tica y reiterada que daba a sus secretarios era: "�Sed clacomprender estas gentes campesinas.
ros! �Sed claros!"
He aqu� otro ejemplo extraordinario y hasta divertido del
Cuando los disc�pulos le preguntaron a Jesucristo por
principio que explicamos. Algunos misioneros estaban traqu� ense�aba al pueblo por par�bolas, Jes�s contest�: �Porque duciendo la Biblia al dialecto de una tribu que viv�a cerca
aquellos que tienen ojos no ven; y aquellos que tienen o�dos
del �frica ecuatorial.Llegaron hasta el vers�culo: "Aunque
no oyen; as� tampoco comprenden."
tus pecados sean rojos como escarlata, ser�n blancos como la
Y cuando nosotros hablamos sobre un tema extra�o a nuesnieve." �C�mo traducir esto? �Literalmente?
Absurdo. No
tro oyente u oyentes, �c�mo podemos esperar que se nos entendr�a sentido. Estos nativos no hab�an visto nieve en su
tienda m�s que lo esperaba el Salvador?
vida. Ni siquiera ten�an una palabra que la representase.
�Qu� hacer entonces? �Qu� hizo el Salvador cuando se
No ten�an ni remota idea de la diferencia que pod�a haber
vio en situaci�n parecida? Solucion� el problema en la maentre la nieve y el alquitr�n. Pero, en cambio, hab�an trepado
nera m�s sencilla y natural que imaginar se pueda: describi�
a los cocoteros muchas veces, y hab�an hecho caer cocos para
las cosas que la gente no conoc�a compar�ndolas con las que
alimentarse. Entonces los misioneros compararon lo descoya conoc�a. El Reino de los Cielos, �c�mo ser�a el Reino nocido con lo conocido y cambiaron el vers�culo: "Aunque tus
de los Cielos? �Qu� pod�an saber estos r�sticos palestinos?
pecados sean rojos como escarlata, ser�n blancos como la
Entonces Cristo se lo describ�a relacion�ndolo con objetos
pulpa de un coco."
y acciones que les eran familiares.
Vistas las circunstancias, ser�a dif�cil hacerlo mejor.
Cierta vez concurr� a una conferencia sobre Alaska, en la
"El reino de los cielos es semejante a la levadura que tom�
que
el conferenciante no logr�, en sobrados lugares, ser claro
una mujer, y escondi�en tres medidas de harina, hasta que todo
ni
interesante,
porque, a diferencia de aquellos misioneros,
qued� leudo.
no
quiso
relacionar
el tema con lo que el auditorio ya sab�a.
los
cielos
es
"Tambi�n el reino de
Nos dijo, por ejemplo, que Alaska ten�a una superficie aprotante, que busca buenas perlas.
ximada de 590.604 millas cuadradas, y una poblaci�n de
"Asimismo, el reino de los cielos es semejante a la red que,
04.356 almas.
echada en la mar, coge de toda suerte de peces."
Medio mill�n de millas cuadradas ...�qu� significa eso
Esto era di�fano, esto lo pod�an comprender. Las amas
para el individuo com�n? Punto menos que nada. No est�
de casa usaban levadura todas las semanas. Los pescadores
acostumbrado a pensar en millas cuadradas. No concibe
arrojaban a diario sus redes al mar. Los mercaderes trafininguna imagen mental. No sabe si ser� del tama�o de Port ugal o del tama�o de Brasil. Supongamos que el orador
caban con perlas.
t os hubiese dicho que la l�nea de costas de su pa�s era mayor
272
27 3
en longitud que la circunferencia del globo terr�queo, y que
su superficie era mayor que las superficies combinadas de
Espa�a e Italia. �No nos hubiera dado as� una idea clara
de la superficie de Alaska?
Dijo que la poblaci�n era de 64.356 habitantes. Estoy
seguro de que el noventa y cinco por ciento no record� este
n�mero cinco minutos, �qu� va!, un minuto siquiera. �Por
qu�? Porque la r�pida enunciaci�n de esta cantidad, "sesenta
y cuatro mil trescientos cincuenta y seis" no deja una impresi�nmuy n�tida. Deja s�lo una impresi�n deleble, insegura,
como palabras escritas en la, arena de la costa. Llega otra
ola de atenci�n y las borra. �No hubiera sido mejor relacionar la cantidad con algo que le fuera familiar al auditorio?
Por ejemplo, la ciudad de Saint Joseph no estaba lejos del
lugar de la conferencia. Muchos entre los oyentes conoc�an
a Saint Joseph. Y Alaska ten�a, entonces, diez veces menos
habitantes que la ciudad de Saint Joseph. �No hubiera estado
m�s claro el orador si hubiese dicho: "Alaska es ocho veces m�s grande que esta provincia pero s�lo tiene trece veces
m�s habitantes que este pueblo"?
de ellos est�m�s claEn los siguientes ejemplos, �cu�l
ro, a o b?
est� atreinta y cinco tri(a) La estrella m�s pr�xima
llones de millas de distancia.
(b) Un tren que marchara a milla por minuto tardar�a
cuarenta y ocho millones de a�os para llegar a la estrella m�s
pr�xima; si cantaran all� una canci�n, y el sonido pudiese
llegar hasta aqu�, pasar�an tres millones ochocientos mil a�os
antes que pudi�ramos escucharlo.Una tela de ara�a que
uniera esta estrella con nuestro planeta pesar�a quinientas
toneladas.
(a) La Catedral de San Pedro, en Roma, la m�s grande
del mundo, tiene 232 yardas de largo y 364 pies de ancho.
(b) La Catedral de San Pedro tiene el tama�o de dos
edificios como el Capitolio de Washington, puesto uno sobre
el otro.
Sir Oliver Lodge aplica con mucha felicidad este m�todo
27 4
cuando explica la naturaleza de los �tomos a un auditorio
profano. Yo le o� decir en una conferencia que pronunci�
en el Viejo Mundo, que hab�a tantos �tomos en una gota
de agua cuantas gotas de agua hab�a en el Mediterr�neo.
Y muchos de los oyentes hab�an estado una semana navegando desde Gibraltar hasta el Canal de Suez. Para ser m�s
expl�cito, a�adi� que hab�a tantos �tomos en una gota de
agua cuantas briznas de hierba hab�a en toda la tierra.
Richard Davis dijo ante un auditorio neoyorquino que la
mezquita de Santa Sof�a era "aproximadamente tan grande
como el audit�rium del teatro de la Quinta Avenida". De Brindis�dijo que "se parec�a a la ciudad de Long Island cuando
se llega a ella por detr�s".
En adelante, apliquemos este principio en nuestras conferencias. Si tenemos que describir la pir�mide de Keops,
digamos primero que tiene 451 pies de altura, y luego relacionemos esta altura con alg�n edificio que nuestros oyentes
vean a diario. Digamos cu�ntas manzanas de superficie cubrir�an la base. No hablemos nunca de tantos miles de litros
de tal cosa, de tantos miles de barriles de tal otra, sin decir
despu�s cu�ntas salas como aquella en que estamos se llenar�an con tanto l�quido. En vez de decir "diez metros de
altura", �por qu� no decimos "una vez y media m�s alto
que este techo"? En vez de hablar de distancias en t�rminos
de metros o de millas, �no resultar� m�s claro decir simplemente "como de aqu� hasta tal ciudad", "como de aqu� hasta
la calle de Ful�nez".
EVITEMOS PALABRAS T�CNICAS
Si la nuestra es una profesi�n de trabajo t�cnico, esto es,
si somos abogados, m�dicos, ingenieros, etc., tenemos que ser
doblemente cautos cuando hablamos a "profanos", a fin de
expresarnos con palabras comunes y explicar los pormenores
necesarios.
Digo "doblemente cautos" porque, como consecuencia de
mis tareas profesionales, he escuchado cientos de discursos
275
que fracasaban en este punto, y fracasaban rotundamente. Los
oradores parec�an completamente olvidados de la ignorancia
profunda y total en que, respecto de su especialidad particular, se hallaban los m�s de los oyentes. �Qu� suced�a
entonces? Hablaban y hablaban, expresando pensamientos
con palabras y giros que se acomodaban a su experiencia
y resultaban instant�nea y continuamente llenos de sentido
para ellos. Pero para quien no estaba iniciado, no eran m�s
claros que el cielo de Londres en una noche de niebla.
Debieran leer y re�Qu� debieran hacer estos oradores?
leer el siguiente consejo, salido de la �gil pluma de Beveridge:
"Es buena pr�ctica escoger el individuo de aspecto menos inteligente que haya en el auditorio, y tratar de interesarle en nuestros argumentos. Esto s�lo se puede lograr mediante presentaci�n
expl�cita de los hechos, y razonamiento claro. M�todo mejor aun
es el de dirigirnos exclusivamente a alg�n ni�o o ni�a que est�
con sus padres.
"Dig�monos entre nosotros-o dig�moslo al auditorio si queremos- que trataremos de ser tan expl�citos que ese ni�o pueda
entendernos y recordar nuestra explicaci�n, y aun repetirla despu�s de concluido el acto."
Recuerdo que un m�dico, alumno de mi curso, dijo en un
discurso que " la respiraci�n diafragm�tica es una ayuda enorme para la acci�n perist�ltica de los intestinos, y una bendici�n para la salud". Estaba por terminar esa fase de su
discurso con estas palabras y pasar a otra, cuando le interrump� y ped� al auditorio que levantasen la mano todos
aquellos que tuviesen un concepto acabado de c�mo la respiraci�n diafragm�tica difiere de otras clases de respiraci�n,
y por qu� fuese beneficiosa para. el bienestar f�sico, en qu�
El resultado de la voconsistiese la acci�n perist�ltica, etc.
taci�n asombr� al m�dico; entonces, por par�ntesis, explic�
y aument� lo que hab�a dicho:
"El diafragma es un m�sculo delgado que forma el piso del
pecho a la base de los pulmones, y el techo de la cavidad abdominal. Cuando est� inactivo y durante el proceso de respiraci�n
pulmonar, se arquea como una palangana invertida.
276
"Durante el proceso de respiraci�n abdominal, cada inhalaci�n
de aire aplasta este arco hacia abajo hasta que queda casi chato,
y es cuando los m�sculos del est�mago hacen fuerza sobre el cinto del pantal�n. Esta presi�n hacia abajo que hace el diafragma
fricciona y estimula los �rganos de la parte superior de la cavidad
abdominal - el est�mago, el h�gado, el p�ncreas, el bazo, el plexo solar.
"Cuando exhalamos el aire, el est�mago y los intestinos son
llevados nuevamente contra el diafragma, y reciben otra amasadura. Esta amasadura ayuda el proceso de la eliminaci�n.
"Buen n�mero de enfermedades se originan en los intestinos.
La indigesti�n, el estre�imiento y la autointoxicaci�n
desaparecer�an si nuestro est�mago e intestinos fuesen adecuadamente sobados mediante profunda respiraci�n diafragm�tica."
EL SECRETO DE LA CLARIDAD DE LINCOLN
Lincoln ten�a la inclinaci�n arraigada y benigna de exponer
las proposiciones de tal modo que todos las entendieran instant�neamente. En su primer mensaje al Congreso emple� la
frase con la mano untarla, por sobornado. Defrees, que era
uno de sus amigos personales, le hizo notar que, aunque la
palabra pod�a estar bien para un discurso callejero, no era
suficientemente seria para un discurso hist�rico.
-Hombre -le respondi� Lincoln-, si crees que llegar�
alg�n d�a en que la gente no pueda comprender lo que significa con la mano untada, la cambiar�. De lo contrario, creo
que la dejar� como est�.
Cierta vez le explic� a Gulliver, decano de una Facultad,
c�mo hab�a nacido su porf�a por el lenguaje sencillo, como
�l lo dec�a:
"Entre mis primeras impresiones, recuerdo c�mo, siendo muy
ni�o,me irritaba cuando alguien me hablaba de tal suerte que
no le comprendiese. Creo que nunca me enfad� por ninguna otra
cosa en mi vida. Pero eso siempre me fastidi�, y me fastidia a�n.
Recuerdo que me retiraba a mi peque�a alcoba, despu�s de o�r
a los vecinos charlar por las noches con mi padre, y pasaba buena parte del d�a caminando por mi pieza y tratando de compren277
der el sentido exacto de las para m� oscuras palabras y frases. No
pod�a dormir, aunque las m�s veces lo intentaba, cuando me hab�a
puesto a la caza de una idea, sino hasta que la ten�a; y entonces
no me quedaba satisfecho hasta que la hab�a repetido varias veces
y traduc�dola al lenguaje com�n para que cualquier muchacho la
pudiese comprender. Esto era una suerte de porf�a que yo ten�a, y
que a�n conservo."
�Una porf�a? S�, debe de haber llegado a tanto, porque
Mentor Graham, maestro de escuela de Nueva Salem, dijo:
"He visto a Lincoln estudiar durante varias horas cu�l era
la mejor manera, de tres, para expresar una idea."
Una raz�n
muy com�n por la que las personas no logran
ser expl�citas es �sta:
Lo que quieren expresar no est� claro
ni para s� mismas. �Impresiones confusas! �Ideas vagas, indistintas! �El resultado?Sus mentes no pueden trabajar eficazmente en medio de esta niebla mental, ni m�s ni menos
que una c�mara fotogr�fica no puede trabajar eficazmente
Es menester que lo oscuro y lo
en medio de una niebla f�sica.
como a Lincoln. Es meambiguo les turbe tanto el �nimo
nester que apliquen su m�todo.
RECURRAMOS AL SENTIDO DE LA VISTA
Los nervios que van del ojo al cerebro, como dijimos ya
en el cap�tulo IV, son muchas veces m�s grandes los
que
que van del o�do al cerebro. Y la ciencia nos dice que la
atenci�n que prestamos laos est�mulos visuales es veinticinco
veces mayor que la que prestamos a los est�mulos auditivos.
"Un ver -dice cierto viejo proverbio japon�ses mejor
que cien decires."
Entonces, si queremos. ser claros, hagamos gr�ficas nuestras
ideas, hag�moslas visibles.Tal era el plan de John Patterson,
presidente de la conocida compa��a de Cajas Registradoras
"National". Cierta vez escribi� un art�culo para una revista
sus aobreros
en el que describ�a el m�todo usado para hablar
y a sus vendedores:
27 8
"Tengo para m� que no es posible hacerse comprender s�lo
con el discurso, ni atraer y retener la atenci�n del auditorio. Se
necesita imprescindiblemente alg�n complemento. El mejor complemento, siempre que sea posible, es el de dibujos que muestren
la manera correcta y la incorrecta; los diagramas son m�s convincentes que las palabras, y los dibujos m�s convincentes que los
diagramas. La presentaci�n ideal de un tema es aquella en que
cada subdivisi�n est� representada por dibujos, y en que las palabras s�lo se usan para relacionar estos dibujos. En el trato con
las gentes, una de las primeras cosas que aprend� fu� que una
figura vale m�s que cuanto uno pueda decir.
"Los dibujos un poquito grotescos son extraordinariamente ef icaces. Yo tengo un equipo completo de cuadros o l�minas.
Un
c�rculo peque�o con un signo de pesos significa poca cantidad
de dinero. Un saco con el mismo signo significa mucho dinero.
Tambi�n se logran efectos buenos con la cara de la luna. Dibujamos un c�rculo, y con algunos trazos tenemos los ojos, la nariz,
la boca y los o�dos. Seg�n la forma que demos a estos trazos,
as� ser�n las expresiones. El hombre pesimista tiene las comisuras de los labios hacia abajo. El optimista, el jovial, las tiene
hacia arriba. Los dibujos son sencillos, carecen de arte, pero he
de advertir que los caricaturistas m�s eficaces no son los que
hacen dibujos m�s esmerados; el objeto es representar la idea y el
contraste.
"El saco grande y el saco peque�o, puestos el uno al lado del
otro, son el encabezamiento natural para dos columnas de Procede bien y Procede mal. Aqu�l produce mucho dinero, �ste poco.
Si dibujamos esto r�pidamente mientras hablamos, no hay peligro de que el auditorio eche a vagar la atenci�n; se ven obligados a mirar lo que hacemos y seguirnos por las sucesivas etapas
hasta llegar adonde nosotros los llevamos. Y, por otra parte,
estos dibujos c�micos ponen al p�blico de buen humor.
"Antes sol�a tener un dibujante profesional que visitaba los talleres conmigo y hac�a bosquejos de las cosas mal hechas. Luego
los bosquejos se convert�an en dibujos y entonces reun�a a los
obreros y les mostraba lo que hac�an. Cuando inventaron la linterna m�gica, compr� una inmediatamente y proyect� sobre el
lienzo los dibujos, lo cual, desde luego, los tornaba m�s eficaces
aun que sobre papel. Luego vino la cinematograf�a. Creo que yo
fui uno de los primeros en comprar un aparato de �stos. Ahora
279
tenemos una gran secci�n con muchas pel�culas y m�s de 60.000
placas coloreadas."
No todos los temas ni todas las ocasiones, desde luego, se
prestan a dibujos y estampas. Pero us�moslos cuando vengan
a prop�sito.Atraen la atenci�n, estimulan el inter�s y a
menudo hacen m�s claras nuestras explicaciones.
C�MO APARTABA LAS MONEDAS ROCKEFELLER
Rockefeller tambi�n relat� en la misma revista c�mo recurri� al sentido de la vista para hacer comprender claramente la situaci�n econ�mica de la Compa��a de Combustibles y Hierro de Colorado:
"Me enter� que ellos {los empleados de la compa��a] cre�an
que los Rockefeller obten�an ingentes ganancias con los intereses de Colorado. Much�sima gente se lo hab�a dicho as�. Entonces les pint� la verdadera situaci�n. Les demostr� que durante los
catorce a�os que hab�amos estado asociados con la Compa��a de
Colorado nunca hab�amos ganado un centavo en dividendos sobre
el capital com�n.
"En una de las reuniones les di un ejemplo pr�ctico del estado
de la hacienda. Puse algunas monedas sobre la mesa. Apart� cierta cantidad, que representaba sus sueldos-porque el primer cuidado de la compa��a es el sueldo de los obreros. Luego apart�
otra cantidad que representaba los sueldos de los jefes, y por �ltimo apart� cuantas quedaban, para representar los sueldos de los
directores. No quedaba ni una moneda para los accionistas. Y
entonces les pregunt�: Se�ores, �es justo que en esta corporaci�n, donde todos somos socios, tres de los socios obtengan todas
las ganancias -grandes o peque�as- y que el cuarto no obtenga
nada?
"Despu�s de esta demostraci�n pr�ctica uno de los obreros pronunci� un discurso en favor del aumento de sueldos. Yo le pregunt�: "�Le parece justo a usted pedir mayor sueldo cuando uno
de los socios no gana nada?' El obrero confes� que no parec�a,
muy justo. Fu� la �ltima vez que me hablaron de aumento de
salarios."
Hagamos representaciones visuales definidas y precisas.
280
Pintemos cuadros mentales que resalten con tanto relieve y
claridad como la cornamenta de un venado contra el horizonte del sol poniente. Por ejemplo, la palabra perro nos
produce una imagen m�s o menos definida de ese animal - quiz�s un sabueso, o un San Bernardo, o un dan�s,
o un Pomerania. Observemos cu�nto m�s determinada es la
imagen que se produce en la mente cuando decimos galgo-es una palabra menos extensa. Y si decimos un galgo
pintojo, �no es aun mucho m�s clara la imagen? �No es m�s
expl�cito decir un
percher�n tordilloque un caballo a secas?
Diciendo un tigre de Bengala con una espina en la mano
derecha, �no damos una idea mucho m�s precisa que diciendo
simplemente un tigre?
REPITAMOS LAS IDEAS IMPORTANTES CON DIFERENTES
PALABRAS
Napole�n dec�a que la repetici�n es el �nico principio
serio de la ret�rica. El sab�a esto, porque una idea que para
�l era clara no siempre los dem�s la alcanzaban con igual
facilidad. Sab�a que lleva tiempo comprender nuevas ideas,
que la mente debe estar centrada sobre ellas continuamente.
En fin, sab�a que era menester repetirlas.No al pie de la
letra. La gente se fastidia con esto, y no sin raz�n. Pero si
la repetici�n viene envuelta en diferente fraseolog�a, si es
variada, los oyentes nunca la considerar�n una repetici�n.
Veamos un ejemplo de Echegaray:
"Yo limpio a toda religi�n de toda mancha; toda religi�n para
m�, en sus aspiraciones nobles y levantadas, es pura y blanca como
la nieve."
La segunda oraci�n es simplemente una repetici�n y ampliaci�n de la primera, pero cuando las decimos, la mente
del oyente no tiene tiempo de darse cuenta que es repetici�n.S�losiente que la idea est� m�s clara.
Rara vez doy clase yo en mi curso de oratoria sin escuchar
por lo menos un discurso que habr�a estado m�s claro, hubiera
281
tenido mayor eficacia si el orador hubiese empleado el principio de la repetici�n. Es un principio casi ignorado de los
Y cu�nto pierden por no saberlo!
principiantes. �
PONGAMOS EJEMPLOS
Una de las maneras m�s f�ciles de hacer claros nuestros
asertos es la de poner ejemplos generales y casos concretos.
�Qu� diferencias hay entre ambos? El uno, como la palabra
l o dice, es general; el otro, determinado.
Ejemplifiquemos la diferencia que media entre ellos mediante un caso concreto. Tomemos esta oraci�n: "Hay profesionales que tienen ingresos sorprendentes."
�Est� claro esto? �Hemos formado en la mente una idea
precisa de lo que el orador nos quiere decir? No, y el orador
mismo no puede saber qu� asociaciones producir�n sus palabras en la mente de los oyentes. Un m�dico de aldea quiz�
piense en el m�dico amigo de una ciudad cercana que gana
veinte mil pesetas por a�o. A un ingeniero de minas le
puede hacer pensar en algunos colegas suyos que ganan cuatrocientas mil pesetas anuales. El aserto, tal como est�, es
demasiado vago y d�bil. Necesita ser reforzado, Es menester
dar algunos detalles explicativos para que el p�blico sepa
a qu� profesiones se refiere el orador, y qu� quiere decir con
"ingresos sorprendentes":
expl�cito si sacase a colaci�n algunas personas que todos
conozcamos, como en el siguiente ejemplo?
"Los grandes abogados Samuel Untermeyer y Max Stener ganan un mill�n de d�lares por a�o. La entrada anual de Jack Dempsey ha llegado a medio mill�n de d�lares. Joe
Louis, el joven
pugilista negro, a pesar de que no tiene a�n treinta a�os, ha llegado a ganar m�s de medio mill�n de d�lares. Irving Berlin, con
su m�sica popular, ha tenido entradas anuales de medio mill�n.
Sidney Kingsley ha recibido diez mil d�lares semanales por sus
obras de teatro. H. G. Wells ha dicho, en su autobiograf�a, que
su pluma le ha dado tres millones de d�lares. Catalina Cornell ha
rechazado-varias veces contratos de cinco mil d�lares semanales
para actuar en cinematograf�a. Lorenzo Tibbett y Gracie Moore
tienen una entrada anual de un cuarto de mill�n de d�lares
cada uno."
�
No es verdad que ahora s� tenemos una idea clara y vivaz
de lo que el orador quer�a decirnos?
Seamos concretos. Seamos exactos. Seamos precisos. La
exactitud no s�lo favorece la claridad, sino la eficacia, la convicci�n y el inter�s.
SUMARIO
1. Ser claro es de suma importancia y a menudo dif�cil.
Jes�sdijo
que ten�a que ense�ar por par�bolas, "Porque
"Hay abogados, pugilistas, m�sicos populares, novelistas, autoaquellos
{sus
oyentes} que ven, no ven, y aquellos que oyen,
res de obras de teatro, actores y cantantes que ganan m�s dinero
no
oyen;
as�,
tampoco comprenden".
que el presidente de la Rep�blica."
2. Jes�s pon�a en claro lo desconocido refiri�ndolo a lo
No tenemos ya una idea mucho m�s clara de lo que que�
conocido. Compar� el Reino del Cielo a la levadura, a las
r�a decir el orador? Sin embargo, no ha precisado a�n. Nos
redes arrojadas al mar, a los mercaderes que compraban
ha dado ejemplos generales, pero no casos concretos. Ha dicho
perlas. "V� t�, y haz esto mismo." Si queremos dar una idea
cantantes, pero no Rosa Ponselle, Mar�aBarrientos ni
clara de Alaska, no digamos la superficie que tiene en millas
Lily Pons.
cuadradas; nombremos los pa�ses conocidos que cabr�an en
Por esto, la afirmaci�n queda todav�a m�s o menos vaga.
ella. Refiramos la cantidad de habitantes que cuenta a aquella
No recordamos ning�n caso concreto que nos sirva de ejemcon que cuenta la ciudad donde estamos hablando.
plo. �No podr�a el orador darnos algunos? �No ser�a m�s
3. Evitemos las palabras t�cnicas cuando hablemos a un
auditorio "profano". Sigamos el plan de Lincoln de poner
282
28 3
las ideas en lenguaje tan sencillo que hasta un ni�o las
pueda comprender.
4. Asegur�monos antes que nada de que el tema que vamos a tratar est� tan claro como la luz del d�a en nuestra
mente.
5. Recurramos al sentido de la vista. Usemos cuadros,
l�minas, dibujos, siempre que nos sea posible. Seamos precisos. No digamos perro si queremos decir un dan�s pintojo
y rab�n que renquea con la pata izquierda.
6. Repitamos las ideas m�s importantes. Pero no usemos
las mismas palabras y frases. Variemos la enunciaci�n de
tal modo que el p�blico no caiga en la cuenta de que hemos
repetido.
7. Aclaremos los conceptos abstractos con ejemplos generales o, mejor aun, con ejemplos precisos y casos concretos.
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Todos conocen los nombres de las ciudades y pa�ses que
figuran en la primera columna. Pero muchos desconocen los
gentilicios correspondientes.
Teruel
Huesca
Salamanca
Gales
Turolense
Oscense
Salmantino
Gal�s
GRAM�TICA
"A pagar ma�ana"
A, preposici�n, denota a veces finalidad. Pero no se puede
emplear con esa acepci�n delante de un infinitivo. Si digo
"a juzgar por lo que dices. . . ", no cometo error, porque la
preposici�n indica all� conformidad. Pero es incorrecto decir:
"La asamblea a realizarse el lunes ser� muy numerosa"
por
"La asamblea que se realizar�
el lunes ser� muy numerosa."
Ni
"Los libros a corregir"
por
"Los libros para corregir", o "para ser corregidos", o "que
se deben corregir", "que hay que corregir", "para corregidos", etc.
GENTILICIO
LUGAR
Valladolid
Vallisoletano
Santafere�o
Santa Fe (de Bogot�)
Santafesino
Santa Fe (de la Argentina)
Santiagu�s
Santiago (de Compostela)
Santiago (de Chile)
Santiaguino
Santiague�o
Santiago (de la Argentina)
Santiaguero
Santiago (de Cuba)
Parisiense
Par�s
Burdeos
Bordel�s
Burgal�s
Burgos
Donostiarra
San Sebasti�n (de Guip�zcoa)
R�o de Janeiro
Fluminense
284
EJERCICIO VOCAL. RESONANCIA
El siguiente art�culo sobre resonancia fu� escrito especialmente para este curso por R. J. Hughes:
"Recuerdan mis lectores c�mo, de ni�os, sol�an meter la
cabeza en un tonel de lluvia semivac�o y emit�an cualquier
sonido para extasiarse con el hermoso eco que retumbaba en
los o�dos?Ese efecto se deb�a a la
resonancia o vibraci�n
simp�tica.El sonido producido en el tonel se multiplicaba
varias veces al comunicarse al aire casi encerrado de la parte
superior del tonel. Todos los instrumentos musicales, el
tambor con su caja, la flauta con su tubo, el piano con su
285
tabla de sonidos, el viol�n con su cuerpo de sazonada madera, todos est�n constru�dos sobre el principio de que un
sonido primitivamente d�bil puede ser reforzado y multiplicado en su potencia al comunicarlo con un medio adecuadamente el�stico, sea aire,madera o metal. La voz humana
sale de un instrumento que re�ne esas condiciones. El d�bil
zumbido de las cuerdas vocales es el sonido primitivo que
comunica vibraci�n al pecho, y a las cavidades parcialmente
abiertas de la faringe, la boca y la nariz, que la refuerzan considerablemente y le dan mayor potencia y majestad. Si s�lo
escuch�ramos el zumbido inicial de las cuerdas vocales, la
voz no se oir�a a varios pies de distancia, ni tendr�a ninguna
de la caracter�stica que nosotros conocemos. La resonancia del
pecho es en gran parte autom�tica, en tanto que las cavidades de la cabeza est�n sujetas al dominio de la voluntad,
por lo que se puede producir mediante el empleo h�bil de los
mismos efectos de voz hermosos y potentes. Un orador amigo
m�o, que ten�a voz particularmente �tona y vac�a, ha logrado,
por el estudio constante y la tesonera pr�ctica, completo
aprovechamiento de su resonancia en la cabeza, y de algunos
a�os a esta parte se le ha ponderado el agradable metal de
su voz y su facilidad para hablar en salas grandes sin esforzarse. La instrucci�n en el uso adecuado de los resonantes,
especialmente la boca y la nariz, debe ser parte importante
del adiestramiento de un futuro orador.
Cuando el aire deja la laringe o caja vocal, sigue hasta la
garganta y llega hasta el velo del paladar, al que podemos
ver al fondo de la boca, pendiente. Por debajo de su arco
entra parte de la corriente de aire, mientras otra parte se
eleva por el pasaje que hay detr�s de este velo o cortina
de la nariz.
De ambas cavidades, la nariz es m�s grande y tiene una
superficie irregular y variada como la de una caverna rocosa.
No hab�is hablado nunca en voz alta en una caverna?
�
Retumbos cuales nunca hab�ais escuchado saludaron vuestros
asombrados o�dos.De parecida manera se pegan cualidades
nobles a la voz en los irregulares espacios de la nariz y la
286
cabeza. Es lo que se llama "resonancia de la cabeza". Al
mismo tiempo, la otra corriente, que pasa por debajo del arco
del paladar, sufre un cambio completamente diferente. Adem�s de ser reforzado en volumen como la que entr� en la
cavidad nasal por la puerta posterior, esta segunda corriente
es modificada por la forma que la pl�stica lengua y los
movibles labios dan a la boca. Estas modificaciones de
los d�biles sonidos primitivos se llaman vocales. Por esto; las
vocales son simples resonancias bucales, sin intromisi�n de
las cuerdas. En la laringe todas las vocales son iguales. La
forma dada moment�neamente a la boca, sobre todo por
la lengua, determina la vocal que queremos pronunciar. As�, la
boca es la c�mara de las vocales, y tambi�n se producen en
ella las interferencias llamadas consonantes. Y ahora veremos
c�mo se deben usar, para mayor eficacia, las tres cavidades
de resonancia.
La cavidad pectoral resuena autom�ticamentecuando apoyamos firmemente el tono en el aire dominado, tal como visteis en el cap�tulo V. Lo podemos sentir al apoyar la mano
sobre el alto pecho. Es m�s fuerte en los tonos bajos, pero
se lo nota a trav�s de toda la escala de la voz del adulto.
Apoyemos la voz, en cada palabra, con los pulmones repletos
de aire. Lograremos as� el m�ximo socorro de la resonancia
pectoral.
En cuanto a la resonancia nasal, s�lo se puede obtener esta
valiosa ayuda mediante adiestramiento especial. Debemos conocer, antes que nada, la diferencia que existe entre resonancia nasal y hablar par la nariz. Hablar por la nariz significa que el tono no pasa libremente por la nariz. Tap�monos las ventanas con los dedos y digamos "una noche de
luna". Notemos el desagradable tonillo nasal. Aun sin apretar con los dedos, podemos repetir el mismo tonillo si impedimos voluntariamente que el sonido pase por la nariz.
Digamos ahora la misma frase, pero dejando que el tono
circule libremente por la nariz, El sonido desagradable habr�
desaparecido. La palabra debe ser pronunciada en la boca,
pero el tono debe pasar sin estorbo por la nariz, y al mismo
287
tiempo. He aqu� algunos ejercicios que nos dar�n buena resonancia en la cabeza, y mucho poder de sugesti�n en la voz.
Ejercicio NQ 1. Inspirar profundamente. Espirar gradualmente con un suave sonido sibilante que forme consonantes.
Repetir, y, sin dejar de silbar, cerrar repentinamente los labios
sin interrumpir la corriente de aire, que se desviar� hacia
la nariz, resolvi�ndose en una m nasal.
Ejercicio NQ 2. Inspirar profundamente. Canturrear la m.
Sin interrumpir el canturreo, transformarla en n abriendo los
labios y pegando al paladar la punta de la lengua. Intercalar la m con la n varias veces, manteniendo siempre la
repetida continuaresonancia, como con la palabra m�nimo
Observar
d�nde
se
percibe
la
sensaci�n
del aire que
mente.
vibra.
Ejercicio NQ 3. Variar el ejercicio NQ 2 mediante la introducci�n de la vocal i entre ambas consonantes, comominiminiminimi. Notar la clara resonancia de la vocal al frente
de la caja bucal, mientras el canturreo contin�a ininterrumpidamente por la nariz. Este canturreo durante la enunciaci�n de la vocal es importante. Sint�moslo al mismo tiempo
que lo escuchamos.
Ejercicio NQ 4. Repitamos el Ejercicio N4 3, y, sin interrumpir el flujo de resonancia, troquemos la i en a: mini-a,
lo cual nos dar� un l�mpido sonido de a, nacido al frente de
la boca por detr�s de los dientes superiores, al tiempo que
escuchamos el canturreo en las cavidades de la cabeza.
Ejercicio NQ 5. Repitamos lentamente mini, mana, varias
veces, sin interrumpir el flujo de resonancia en las cavidades
nasales.
Mira, a un auditorio no le caben, por lo general, m�s de tres
o cuatro ideas por hora, y el
arte del orador consiste en darle a cada una de
esas ideas cuatrocientas vueltas. Un buen orador es
ante todo y sobre todo un parafraseador. Es menester dar tiempo a que el p�blico se vaya enterando. Si se le echan demasiadas cosas a la vez
o de seguido no es posible que se entere. Se pueden tragar diez, doce, quince o veinte almendras
por minuto, pero no se pueden mascar otras
tantas en igual tiempo.
MIGUEL DE UNAMUNO
He aqu� un descubrimiento psicol�gico de extraordinaria
i mportancia: "Todas las ideas, conceptos y conclusiones que
entran en la mente -dice Walter Dill Scott, presidente de
la Universidad del Noroeste-, son considerados ciertos a no
ser que se oponga una idea antag�nica. Si transmitimos cualquier suerte de idea a otra persona, no ser� menester convencerla de la verdad de esta idea si logramos impedir que en
su mente surjan otras disidentes. Si hago leer a alguien la
frase las flores de cardo son las m�s bonitas,esta persona
creer� a pie juntillas que son las m�s bonitas, y esto sin necesidad de prueba, a no ser que en su mente se produzcan
ideas contrarias."
El doctor Scott habla aqu� de la sugesti�n, uno de los
recursos m�s poderosos para influir con que cuenta - el
orador
p�blico - y el privado tambi�n, desde luego.
Tres siglos antes de que los Reyes Magos siguieran la
estrella de Bel�n, despu�s de la primera Navidad, Arist�teles
ense�� que el hombre es un animal que razona, y que procede de acuerdo con los dictados de la l�gica. Fu� un elogio
exagerado que hizo de nosotros. Los actos de razonamiento
puro son tan raros como los pensamientos rom�nticos antes
del desayuno. La mayor parte de nuestras acciones son resultado de la sugesti�n.
Sugesti�n es hacer que la mente acepte una idea sin prueba
ni demostraci�n. Si yo digo "El vino Equis es absolutamente
puro y no tiene mezclas extra�as", y luego no trato de probar
este aserto, he recurrido a la sugesti�n. Si muestro el resultado de su an�lisis, y el testimonio de varios catadores conocidos, entonces estoy tratando de probar mi aserto.
Las personas que mejor logran influir en los dem�s se
291
apoyan m�s en la sugesti�n que en el argumento. El arte de
vender y la propaganda moderna se basan principalmente
sobre la sugesti�n.
Es f�cil creer.Dudar es m�s dif�cil. Es menester experiencia, conocimiento y materia gris antes de que podamos
dudar inteligentemente. Digamos a un ni�o que Pap� Noel
baja por las chimeneas, o aseguremos a un salvaje que el
trueno es la ira de los dioses, y ni�o y salvaje creer�n a pie
juntillas lo que les hemos dicho, hasta que por los conocimientos que adquirieren llegasen a dudar. Millones de personas en la India creen porfiadamente que las aguas del
Granges son sagradas, que las serpientes son dioses disfrazados, que es tan grave pecado matar a una vaca como matar
a un hombre, y, en cuanto a comer bistec... �ni pensar en
eso, que el canibalismo fuera menos horroroso! Aceptan todos
estos absurdos, no porque los tengan probados, sino porque
la sugesti�n est�
muy profundamente arraigada, y carecen
de la inteligencia, el conocimiento y la experiencia necesarios
para ponerlos en duda.
Sonre�mos... �pobres criaturas! �Qu� oscuridad la de sus
esp�ritus!Sin embargo, si nos examinamos detenidamente a
nosotros mismos, llegaremos a la conclusi�n de que las m�s
de nuestras opiniones, nuestras creencias m�s caras, los principios de conducta sobre los cuales basamos nada menos que
nuestra vida, son fruto de la sugesti�n m�s que del razonamiento. Citemos un caso concreto de nuestra vida diaria.
�Por qu� compramos siempre en determinada tienda, con
exclusividad de las otras, y bebemos determinado vino, y no
leemos m�s que el diario Equis, ni m�s novelas que las de
ciertos autores de moda, como si todos �stos fueran lo mejor
de lo mejor? �Tenemos suficiente raz�n para ello? �Raz�n,
dije? Los m�s de nosotros no tenemos un �pice de raz�n.
�Hemos hecho, acaso, una comparaci�n cuidadosa de valores?
�
Qu� va! Hemos llegado a creer cosas que nunca nadie demostr�. Los prejuicios, los influjos y los asertos reiterados,
que no la l�gica, han modelado nuestras creencias.
Somos criaturas sugestionables. Nadie puede negar esto.
292
Si nos hubieran sacado de nuestras cunas cuando ten�amos
seis meses y nos hubiera criado una familia hind� a la vera
del poderoso Bramaputra, a nosotros tambi�n nos habr�an
inculcado desde la ni�ez que las vacas son sagradas; nosotros
tambi�n habr�amos aprendido a besarlas
dando las top�semos en las calles de Benar�s, nosotros tambi�n mirar�amos
con horror a los "perros cristianos" que comen bistec. Tambi�n nosotros har�amos reverencias ante el dios mono, y el
dios elefante, y los dioses de madera y de piedra. Por esto,
nuestras creencias rara vez son hijas del razonamiento. Las
m�s veces son hijas de la sugesti�n y de la geograf�a.
Veamos un ejemplo sencillo que muestra c�mo cotidianamente influye sobre nosotros la sugesti�n.
Todos hemos le�do muchas veces que el caf� es da�oso.
Supongamos que un buen d�a nos decidimos a no tomarlo
m�s.Vamos a nuestro restaurante favorito a comer. Si el
mozo no conoce bien los secretos de su oficio, quiz� nos pregunte: "�Tomar� usted caf�?" Si nos lo pregunta, las razones
en pro y en contra batallar�n bravamente en nuestro �nimo,
y acaso gane el dominio sobre nosotros mismos. Preferimos
una buena digesti�n al placer moment�neo del paladar. Sin
embargo, si nos pregunta negativamente: "No tomar� caf�,
�verdad?", nos resulta m�s f�cil decir que no. La idea de
rehusarnos que el mozo ha introducido en nosotros se ha
transformado en acci�n. Pero supongamos que pregunta:
"�Quiere usted que le traiga el caf� ahora o m�s tarde?"
�
Qu� pasa entonces? Sutilmente ha supuesto que s� queremos
caf�;ha concentrado nuestra atenci�n sobrecu�ndo lo
queremos; as�, elimina otras razones de nuestra mente, tornando
dif�cil
el nacimiento de ideas contrarias, y haciendo que el
pensamiento de pedir caf� tenga mayor facilidad de transformarse en acci�n. �Qu� resulta de todo esto? Que decimos
"S�rvalo ahora", aunque en verdad pens�bamos no pedirlo.
Esto le ha ocurrido a la mayor parte de quienes leen estas
l�neas.Esto, y mil cosas como �sta, suceden de diario. En las
tiendas se ense�a a los vendedores a decir al comprador: "�Lo
llevar�?", porque la experiencia les ha ense�ado que cuando
293
la pregunta es "�Quiere que se lo enviemos", los gastos de
transporte aumentan inmediatamente.
No s�lo existe la tendencia de tener por ciertas las ideas
que entran en la mente, sino que es axioma en psicolog�a que
tienden a transformarse en acci�n. Por ejemplo, no podemos pensar en una letra del alfabeto sin mover, por muy
ligeramente que sea, los m�sculos que se emplean para pronunciarla. No podemos pensar en tragar algo sin mover,
aunque muy poco, los m�sculos que se emplean en ese acto.
El movimiento puede ser imperceptible para nosotros. Pero
hay aparatos lo suficientemente sensibles para registrar esas
reacciones musculares. La �nica raz�n por la cual no transformamos en acci�n cuanto pensamos es porque otra idea
-la inutilidad de dicha transformaci�n, el gasto, la molestia,
lo absurdo, el peligro o alg�n otro pensamiento a este
tenor- surge y anula el impulso.
NUESTRO PROBLEMA PRINCIPAL
De lo dicho arriba se desprende que el problema de hacer
que la gente acepte nuestras ideas u obre de acuerdo con
nuestras sugestiones se reduce a esto: introducir la idea en sus
mentes e impedir que surjan ideas contrarias y opuestas.
El que tenga habilidad para esto, ser� poderoso como orador
y como profesional o pol�tico.
AYUDAS QUE LA PSICOLOG�A NOS PRESTA
�Tiene la psicolog�a algunas sugestiones que nos resulten
de utilidad para esto? Por cierto que s�. Veamos cu�les son.
Primero: �hab�is reparado en que las ideas contrarias casi
no se producen cuando la idea principal viene revestida de
contagioso entusiasmo? Digo contagioso porque el entusiasmo
lo es. Adormece las facultades cr�ticas. Pone en fuga todas
las ideas disidentes, negativa y opuestas. Cuando nuestra
finalidad sea impresionar, recordemos que es m�s f�cil prodecir emociones que no hacer meditar. Los sentimientos son
294
Y para suscitarlos es
m�s poderosos que las ideas fr�as.
menester que el orador experimente intensa vehemencia. La
insinceridad da al traste con cualquier discurso. Por muy
bonitas frases que frag�emos, por acertados ejemplos que
reunamos, por mucha armon�a que tengamos en la voz y
mucho donaire en los ademanes, si no hablamos con sinceridad ser�n los adornos muy brillantes pero muy huecos. Si queremos impresionar al auditorio, comencemos por impresionarnos a nosotros mismos. El br�o de nuestro esp�ritu, brillando
por los ojos, vibrando por la voz, y proclam�ndose por nuestro talante todo, se contagiar�a a los auditorios.
ASEMEJEMOS LO QUE QUEREMOS QUE EL P�BLICO ACEPTE
A ALGO EN QUE YA CREA
Un ateo le dijo cierta vez a William Paley que no hab�a
Dios, y desafi� al rector ingl�s a confutar este aserto. Paley
extrajo muy tranquilamente su reloj del bolsillo, abri� la
tapa y mostr� la maquinaria al incr�dulo, al tiempo que
le dec�a: "Si yo le dijera que todos estos escapes y ruedecillas
y resortes se han hecho, se han acomodado con la disposici�n
que guardan, y se han echado a andar, todo por su propia
cuenta, �no dudar�a usted de mi inteligencia? Desde luego
que s�. Pues mire usted las estrellas. Todas tienen su ruta
y su movimiento perfectamente determinados-la tierra, los
planetas alrededor del sol, y todo el sistema traslad�ndose
por el espacio a m�s de un mill�n de millas por d�a. Cada
estrella es un sol con su propio grupo de mundos que recorre
el espacio tal como nuestro sistema solar lo recorre. Sin embargo, no hay choques, no hay desorden, no hay confusi�n.
Todo est� tranquilo, todo funciona bien, todo es gobernado.
�Esm�s f�cil creer que todo esto se hizo solo, o que lo hizo
alguien?"
Impresionante, �verdad? �Qu� t�cnica emple� Paley? Veamos. Comenz� por un punto com�n, oblig� a su antagonista
a decir que s�, y a que estuviese de acuerdo con �l, tal como
aconsejamos en el cap�tulo X. Luego procedi� a demostrar
295
que la creencia en una deidad es tan sencillo e inevitable
como la creencia en un relojero.
Supongamos que hubiera replicado al ateo: "�Que no hay
Dios? �Calle, hombre; no diga usted sandeces! Usted no tiene
noci�n de lo que se dice." �Qu� hubiera sucedido? Indudablemente, una justa verbal, una guerra de palabras, tan f�til
como fogosa. El ateo se hubiera puesto en pie, con todo su
celo imp�o y levantisco y habr�a defendido sus opiniones.
�Por qu�? Porque, como lo dijo el profesor Robinson, eran
sus opiniones, y su preciosa e indispensable negra honrilla
estaba amenazada; su orgullo y amor propio corr�an peligro.
Puesto que el orgullo es una caracter�stica tan fundamentalmente explosiva en la naturaleza humana, �no ser�a signo
de buen criterio lograr que este orgullo colabore con nosotros
en vez de irritarlo para que se nos oponga? �Y c�mo? Pues,
demostrando, como hizo Paley, que lo que nosotros afirmamos
se parece mucho a algo que nuestro antagonista ya conoce.
Esto logra que le resulte m�s f�cil asentir a nuestra afirmaci�n
que rechazarla. Impide que surjan en su mente ideas contrarias y opuestas que anulen lo que hemos dicho.
Paley demostr� delicado conocimiento del esp�ritu humano. Las m�s de las personas, desgraciadamente, carecen de
esta sutil habilidad para entrar en el castillo de las opiniones
de otro, de bracero con el castellano. Suponen erradamente
que para tomar el castillo es menester asaltarlo y demolerlo
mediante asalto frontal. �Y qu� sucede? Que as� como se inician las hostilidades se recoge el puente levadizo, se cierran y
trancan los portales, los arqueros, armados con sus cotas de
malla, preparan sus flechas y comienzan la batalla de palabras
y heridas. Estas escaramuzas siempre terminan en retreta.
Ninguno de los rivales logra convencer al otro de nada.
LA SAGACIDAD DE SAN PABLO
Este m�todo tan sensato que predicamos, no esnuevo.
Lo us� hace mucho tiempo San Pablo. Lo us�aquella
en
alocuci�n famosa que dirigi� a los atenienses enColina
la
296
de Marte, y lo emple� con tanto tino ysagacidad, que nos
pasma de admiraci�n hoy, despu�s de diecinueve siglos. Era
San Pablo un hombre de cultura acabada; y, despu�s de su
conversi�n al cristianismo, su elocuencia le convirti� en el
principal de los predicadores. Un d�a lleg� a Atenas, la Atenas posterior a Pericles, la Atenas que hab�a alcanzado la
cumbre de la gloria y estaba ahora en decadencia. La Biblia
dice de esta ciudad:
"Todos los atenienses y extranjeros que all� estaban no hac�an
sino narrar o escuchar cosas nuevas."
No hab�a radio, no hab�a tel�grafo, no hab�a Associated
Press. Se les deb�a de hacer cuesta arriba a los atenienses de
entonces conseguir algo fresco todas las tardes. Y entonces
lleg� Pablo. Esto era una novedad. Todos se api�aron en su
derredor, divertidos, curiosos, interesados. Le llevaron al
Are�pago y le dijeron:
"�Podemos saber qu� es esta nueva doctrina de la cual nos
hablas?
"Porque traes ciertas especies extra�as a nuestros o�dos: queremos, por ende, saber qu� significan estas especies."
En otras palabras, le invitaron a pronunciar un discurso;
y Pablo, ni corto ni perezoso, acept�. Lo cierto es que a esto
hab�a venido, precisamente. Quiz� se haya instalado sobre un
trozo de piedra, y, un poco nervioso, como todos los buenos
oradores cuando est�n por comenzar, quiz� se haya lavado las
manos en seco y desasperezado la garganta antes de iniciar
el discurso.
Sin embargo, no le gustaron las palabras usadas para invitarle: "nuevas doctrinas... especies extra�as". Esto era veneno. Era menester borrar estas ideas. Eran campo propicio
para la propagaci�n de opiniones contrarias y antag�nicas.
No quer�a presentar su fe como algo extra�o, for�neo. Quer�a
relacionarlo, compararlo con algo en que ya creyesen. Esto
aplacar�a las sugestiones disidentes. Pero, �c�mo lograrlo?
297
Pens� un momento; di� en un plan brillante, y comenz� as�
su inmortal discurso:
"Hombres de Atenas: percibo que en todas las cosas sois muy
supersticiosos."
Algunas traducciones dicen "muy religiosos". Creo que
�sta es mejor. Adoraban a muchos dioses; eran muy religiosos. Se enorgullec�an de ello. Les dijo una galanter�a, les
halag�. Sus oyentes empezaron a sentir simpat�a por �l. Una
de las reglas del arte de la oratoria es apoyar los asertos con
una prueba. As� lo hizo Pablo:
"Porque, mientras pase� y contempl� vuestros rezos, vi un
altar que ten�a esta inscripci�n: AL DIOS DESCONOCIDO."
Esto prueba que eran muy religiosos. Estaban tan temerosos de descuidar alguna deidad, que hab�an construido un
altar al Dios desconocido, una especie de p�liza de seguros
contra olvidos y descuidos involuntarios. Pablo, al mencionar
este altar, demostr� que no hablaba por adularlos, sino que
lo que dec�a era un aprecio genuino nacido de la observaci�n.
Y ahora llega la perfecci�n consumada de este comienzo:
"A Aquel, entonces, a quien ador�is sin saberlo, vengo yo a
declarar."
�"Nueva doctrina... especies extra�as"? �Qu� va! S�lo
hab�a venido a explicarles algunas cosas sobre un Dios a
quien ya adoraban sin saberlo. Asemej� lo que no cre�an con
algo que aceptaban apasionadamente: tal fu� su t�cnica maravillosa.
Propuso su doctrina de salvaci�n y resurrecci�n, cit� algunas palabras de uno de sus propios poetas griegos, y termin�.
El discurso no dur� dos minutos. Algunos de los oyentes se
mofaron, pero otros dijeron:
"Te escucharemos nuevamente sobre este asunto."
Reparemos, de paso, que esta es una de las ventajas de un
discurso de dos minutos: nos pueden pedir que hablemos otra
298
vez, como le pidieron a Pablo. Un pol�tico me dijo cierta
vez que las reglas principales para pronunciar un discurso
eran: brevedad y jugosidad. San Pablo, en esta ocasi�n, observ� ambas reglas.
Esta t�cnica que San Pablo us� en Atenas la emplean los
comerciantes modernos, de buen gusto, en sus propagandas.
He aqu� un p�rrafo extra�do de una carta de propaganda que
me lleg� hace poco, de una casa muy acreditada:
"El afamado papel Equisequis no cuesta cuatro c�ntimos m�s
que el papel del menor precio. Si escribimos a nuestros clientes
diez cartas por a�o, la influencia del papel Equisequis nos costar�
menos que pagar el tax�metro, menos que ofrecer a nuestro
cliente un buen cigarro cada cinco a�os."
�Qui�n se negar�a a pagar el tax�metro a un cliente, u
ofrecerle un buen habano dos veces por d�cada? Seguramente,
nadie. Y �usar nada menos que el papel Equisequis me costar�
s�lo ese gasto adicional? �No es verdad que esta carta impide
que se produzcan ideas contrarias con respecto a los art�culos
de lujo?
COMO HACER QUE LAS CANTIDADES GRANDES PAREZCAN
PEQUE�AS, Y VICEVERSA
Del mismo modo, se puede hacer que una cantidad grande
parezca peque�a distribuy�ndola por un per�odo largo de
tiempo y comparando el cociente diario con algo que parezca
trivial. Por ejemplo, el presidente de una compa��a de seguros de vida demostr� as� lo poco que cuesta un seguro:
"Un hombre menor de treinta a�os puede dejar, al morir,
ocho mil pesetas a su familia sacando diariamente de su sueldo
un real e invirtiendo la cantidad ahorrada en seguro. El hombre
de treinta y cuatro a�os que fuma cigarrillos por valor de una
peseta todos los d�as, puede estar m�s tiempo con su familia y
dejarle, al morir, doce mil pesetas m�s, si invirtiese en seguro
el dinero que gasta en tabaco."
Por otra parte, se puede lograr que las cantidades peque299
�as parezcan grandes mediante el proceso inverso, o sea la
agrupaci�n.Un jefe de la compa��a telef�nica amonton�
insignificantes minutos para impresionar a su auditorio con la
enormes cantidad de tiempo que pierden los neoyorquinos
al no responder con prontitud a las llamadas telef�nicas:
"De cada cien llamadas telef�nicas, siete son contestadas con
m�s de un minuto de demora. Todos los d�as se pierden por esta
raz�n 280.000 minutos. En el transcurso de seis meses, esta demora de un minuto, en Nueva York, es casi igual a todos los
d�as h�biles transcurridos desde que Col�n descubri� Am�rica."
El Vaticano tiene 15.000 piezas.
2
El Vaticano tiene tantas piezas que si alguien ocupara una
pieza diferente cada d�a durante cuarenta a�os, no llegar�a a
vivir en todas."
�Cu�l de los m�todos siguientes nos da idea m�s acabada
de los gastos incre�bles que tuvo Gran Breta�a durante la
guerra del catorce?
C�MO HACER QUE LOS N�MEROS IMPRESIONEN
Los n�meros y las cantidades no tienen de suyo mucho
vigor y eficacia. Es menester ampliarlos, referirlos, si es posible, a nuestra experiencia reciente, a nuestra experiencia
sensible. Por ejemplo, el concejal Lambeth us� esta t�cnica
cuando habl� al Concejo de Londres sobre las condiciones
de trabajo. Se detuvo bruscamente en medio del discurso,
extrajo el reloj y se qued� mirando en silencio al auditorio
durante un minuto y doce segundos. Los otros miembros del
concejo comenzaron a moverse intranquilos en sus asientos, a
mirar perplejos al orador, consult�ndose significativamente
con la mirada. �Qu� pasaba? �Si se habr�a vuelto loco el
concejal? Por fin, reasumiendo su discurso, dijo: "Han estado
ustedes revolvi�ndose en sus asientos durante una eternidad
de setenta y dos segundos, que es el tiempo empleado por
el alba�ilmedio para colocar un ladrillo."
�Fu� eficaz este m�todo? Vaya si lo fu�, que transmitieron
por telegraf�a a todo el mundo y apareci� en los diarios de
los cinco continentes. Tan eficaz fu�, que la Corporaci�n de
Gremios de Obreros de la Construcci�n pidi� en seguida la
huelga "como protesta por este menoscabo de nuestra dignidad".
�Cu�l de las afirmaciones que siguen tiene m�s eficacia
y vigor?
300
Gran Breta�a gast� aproximadamente mil millones de libras
esterlinas -o sea unas cuatrocientos mil millones de pesetasdurante la guerra.
�Les sorprender�a a ustedes enterarse de que Gran Breta�a
gast�, durante los cuatro a�os de la Gran Guerra, una cantidad
de siete libras esterlinas por cada minuto transcurrido desde que
se cre� el Virreinato del R�o de la Plata? Pues la cantidad es
aun m�s enorme. Gran Breta�a gast� en la Guerra Mundial siete
libras por cada minuto pasado, d�a y noche, desde que Col�n
descubri� Am�rica. Aun m�s colosal es la cantidad gastada. Gran
Breta�a consumi� en la guerra un tesoro de siete libras por
cada minuto transcurrido desde que Carlomagno fu� coronado
emperador. El expendio fu� aun m�s fabuloso que todo esto:
Gran Breta�a gast� durante la guerra siete libras por cada minuto transcurrido desde que naci� jesucristo. En otras palabras,
Gran Breta�a gast� siete mil millones de libras. Y s�lo han
transcurrido unos mil millones de minutos desde que naci� jes�s.
QU� SE CONSIGUE POR LA REPETICI�N
La repetici�n es otra arma que podemos esgrimir para
i mpedir que surjan ideas contrarias y, antag�nicas capaces de
301
desbaratar nuestros asertos. El siguiente di�logo, de Unamuno,
nos lo hace ver harto claramente:
'-Es torpe discutir y querer sacar a nadie de sus ideas; los
hombres no quieren dejarse convencer. Lo mejor es dejarlos.
'-No, sino repetir una y dos, y cien, y mil y millones de
veces la misma cosa, que en fuerza de o�rla acabar�n por.cre�rtelo
cuando ya no les suene a cosa extra�a. Un d�a y otro y otro,
siempre con la misma canci�n.
-Pero si una vez no se lo pruebas, �te lo van career la
mil�sima?
cosaa ex-Claro que s�. La cuesti�n es que no les suene ya
tra�a y nueva, que sea corriente, que est�n hartos de o�rla. Lo
que se oye a diario acaba por aceptarse, por absurdo que sea. El
valor del hombre est� en repetir constantemente su palabra.
Como se sepa dar forma cl�sica a un disparate, pasar�.
-�Y por qu� forma cl�sica?
'-Porque la forma cl�sica es la que se ha hecho ya corriente
y usual. Las nuevas ideas se rechazan porque hay que hacerles
lugar entre las viejas, variando cuando menos la colocaci�n de
�stas. Seg�n Begahot, un ingl�s de la clase media, con decir "�en
mi vida he o�do semejante cosa!" cree haber refutado un argumento.
"-Lo cual me recuerda algo que dice Schopenhauer acerca de
los tres grados por que pasa entre el p�blico toda doctrina nueva, y que, si no estoy trascordado, es que primero se hace el silencio en su derredor, despu�s se la mira como novedad peligrosa,
y acaba por decirse: Eso es muy antiguo."
Hiram Johnson conoc�a la verdad de lo dicho por Unamuno. Por ello recorri� el estado de California durante siete
meses, terminando casi todos sus discursos con esta misma
predicci�n:
"Recuerden esto, mis amigos; yo voy a ser el pr�ximo gobernador de California; y cuando lo sea, echar� del gobierno a Guillermo Herrin y el Ferrocarril del Pac�fico del Sur."
La madre de John Wesley conoc�a la verdad de lo dicho
por Unamuno. Por ello respondi� a su esposo, cuando �ste
le dijo que por qu� repet�a una misma cosa veinte veces a
302
los hijos: "Porque no han aprendido la lecci�n cuando se
la he repetido diecinueve veces."
Sim�n Bol�var conoc�a la verdad de lo dicho por Unamuno.
Por ello repiti� cuatro veces un mismo pensamiento, aunque
con muy diferentes palabras, cuando quiso encarecer a sus
soldados la compasi�n y caballerosidad que deb�an tener para
con los espa�oles en el combate que estaban pr�ximos a
librar:
"Os hablo, soldados, de la humanidad, de la compasi�n que
sentir�is por vuestros m�s encarnizados enemigos. Ya me parece
que leo en vuestros rostros la alegr�a que inspira la libertad, y
la tristeza que causa una victoria contra hermanos. �Soldados!
Interponed vuestros pechos entre los vencidos y vuestras armas
victoriosas, y mostraos tan grandes en generosidad como en valor.
Esta guerra no ser� de muerte, ni aun regular siquiera: ser� una
guerra santa; se luchar� por desarmar al adversario, no por destruirlo."
Sin embargo, a pesar de todo cuanto hemos dicho en elogio
del principio de la repetici�n, debemos prevenir que en manos
de un orador inexperto es un arma peligrosa. A no ser que
tenga fraseolog�a
muy variada, su reiteraci�n puede fracasar
y llegar a ser una repetici�n desnuda y demasiado evidente.
Esto es fatal. Si los oyentes nos cogen en una de �stas, comenzar�n a revolverse en sus asientos y a mirar la hora.
EJEMPLOS GENERALES Y CASOS CONCRETOS
Corremos poco riesgo, con todo, de aburrir al p�blico
cuando empleamos ejemplos generales y casos concretos. Interesantes y f�ciles de atender, tienen considerable valor cuando nuestra finalidad sea inculcar y convencer. Son un instrumento valioso para impedir que surjan ideas antag�nicas
en el �nimo del oyente.
"Pero, se�ores-dijo en un debate Castelar-, hay algo que
subleva cuando se ve lanzar a la frente de un Diputado republicano la acusaci�n de que no ha cumplido con un sentimiento
303
de humanidad; el sentimiento de ese deber le autoriz� para
venir aqu� a protestar contra el asesinato del general Prim, y a
decir que los pueblos que pierden las virtudes de Cincinato y de
Camilo no se salvan por la conjuraci�n de Casio ni por la daga
de Bruto."
Estas alusiones facilitan la comprensi�n.Veamos otro
ejemplo. El doctor Hillis, en un discurso, declar� que "la
desobediencia es esclavitud; la obediencia es libertad". Pero
le pareci� que este aserto, a no ser que diese un ejemplo,
no ser�a muy claro ni convincente; y entonces continu�: "La
desobediencia a la ley del fuego o del agua o del �cido significa la muerte. La obediencia a la ley del color da al artista
su habilidad. La obediencia a la ley de la elocuencia da al
orador su fuerza; la obediencia a la ley del hierro da al inventor sus herramientas."
Habr�a podido ser aun m�s expl�cito. Habr�a podido dar
m�s vigor y fuerza mediante la citaci�n de casos concretos.
�Por ejemplo? Veamos: "La obediencia a la ley del color
di� a Leonardo da Vinci su �ltima
Cena. La obediencia a
la ley de la elocuencia di� a Sagasta su discurso de Loja;
la obediencia a la ley del hierro di� a Gustavo Eiffel la
torre m�s alta del mundo.
�No est� mejor as�?
Al p�blico le gusta que el orador d� nombres y fechas
- algo que pueda examinar por su propia cuenta si as� lo
desea. Este proceder es franco, honrado. Gana confianza. Impresiona.
Por ejemplo, supongamos que yo diga: "Muchos autores
famosos comenzaron con poco �xito su carrera." No he
causado impresi�n. La proposici�n es muy vaga. No salta
de la p�gina para darnos una conmoci�n. Pronto lo olvidaremos. No es ni clara ni interesante ni convincente. El recuerdo
de art�culos le�dos en los peri�dicos donde se dec�a lo contrario surgir� en la mente para poner en tela de juicio tal
aserto.
Si yo creo que muchos hombres poderosos viven sencillamente, �c�mo llegu� a esa conclusi�n? Por la observaci�n
304
de varios casos concretos. Entonces, el mejor medio de hacer
creer a los dem�s lo que yo creo es d�ndoles la prueba palpable que nosotros conocemos. Si yo puedo mostrar a los
oyentes lo que yo he visto o conozco de buena tinta, los
oyentes llegar�n probablemente a la misma conclusi�n que
yo, y esto sin que yo tenga, quiz�, necesidad de apoyarla con
argumentos.
Cualquier conclusi�n que el orador deje descubrir a los
oyentes mediante casos concretos y pruebas que aduzca, tendr�n doble, triple, qu�ntuple valor que las conclusiones prefabricadas y presentadas en plantel.
Por ejemplo:
Paul Val�ry no se revel� como un gran escritor hasta sus
47 a�os, con la publicaci�nLadeJeune Parque.
Las dos primeras obras de Benito P�rez Gald�s pasaron
inadvertidas. Igualmente pasaron inadvertidas las dos primeras �peras de Rossini, que luego se convirti� en el hombre
m�s popular de Europa.
Josu� Carducci no logr� llamar la atenci�n con su primer
libro de rimas. Un cr�tico le acus� de "falta absoluta de toda
posible facultad po�tica".Hoy le consideran muchos el segundo poeta de Italia, depu�s de Dante Alighieri.
George Sand fu� durante mucho tiempo una gacetillera
mediocre, hasta que su novela Indiana le trajo fama y dinero.
�Qu� consecuencia traen a nuestro �nimo estos casos concretos? �Hacen v�vido el aserto de que los hombres poderosos
a menudo viven con sencillez? �Impresionan nuestro �nimo
con la veracidad de este hecho? �No es verdad que dif�cilmente se producir�n en nuestro �nimo ideas antag�nicas?
EL PRINCIPIO DE LA ACUMULACI�N
No esperemos que una referencia r�pida a uno, o quiz�
dos ejemplos produzcan el efecto apetecido.
"Debe haber -dice el profesor Phillips- una sucesi�n de
impresiones que recalquen la primera. Una y otra vez la mente debe concentrar su atenci�n sobre la idea de que se trata;
305
se debe acumular experiencia sobre experiencia hasta que el
mismo peso hunda la idea profundamente en los tejidos del
cerebro. Entonces se convierte en parte de �l, y ni el tiempo
ni los acontecimientos lograr�n ya borrarla. Y el principio
por el cual se produce esto se llama Acumulaci�n."
Observemos c�mo aplicamos este principio al disponer, m�s
arriba, el desfile de ejemplos con que probamos que hombres
muy poderosos a menudo viven con sencillez. Veamos c�mo
R�os Rosas, en un discurso con que hizo caer un ministerio,
aplic� este principio para combatir la centralizaci�n:
la centrali"�Sabe S.S., que nos hablaba de pante�smo, qu�
es
zaci�n?Pues es el pante�smo pol�tico. Con la centralizaci�n,
abajo el poder de la imprenta; con la centralizaci�n, abajo la
eficacia de la tribuna; con la centralizaci�n, abajo el prestigio de
la riqueza; con la centralizaci�n, abajo el ascendiente de la Iglesia; con la centralizaci�n, abajo todos los poderes, abajo todos los
derechos, abajo todas las influencias morales; no hay m�s Dios
que el Estado, no hay m�s poder que el ca��n, no hay m�s ministro que el tel�grafo.
COMPARACIONES GR�FICAS
Hace muchos a�os, un alumno m�o dijo en un discurso
el n�mero de casas que el fuego hab�a destru�do en el a�o
anterior. Luego a�adi� que si se colocaran estas casas una
detr�s de otra llegar�an de Nueva York a Chicago, y que si
los que hab�an perecido en estos siniestros fuesen colocados
a media milla de distancia, entre s�, la horripilante hilera
unir�a nuevamente a Chicago con Nueva York. Las cantidades
que di� las olvid� inmediatamente; pero han pasado diez a�os
y aun puedo ver, sin el menor esfuerzo, aquella l�nea de
casas llameantes que un�a las dos ciudades m�s grandes de
los Estados Unidos.
�Por qu� ocurre esto? Porque las impresiones auditivas son
m�s dif�ciles de retener. Se deslizan como la cellizca que choca
contra la suave corteza de las hayas. �Y las impresiones visuales? Hace algunos a�os vi una bala de ca��n empotrada
en la pared de una vieja casa situada a la orilla del Danubio.
Era una bala de ca��n que la artiller�a de Napole�n hab�a
disparado en la batalla de Ulm. Las impresiones visuales son
como esa bala: Dan con impacto tremendo y quedan empotradas. Quedan fijas. Tienden a desalojar cualquier idea antag�nica,del mismo modo que Bonaparte desaloj� a los
austr�acos.
La eficacia que tuvo la respuesta dada por William Paley
al ateo se debi� no poco al hecho de que era visual. Jos�
Manuel Estrada us� esta t�cnica cuando se despidi� de sus
alumnos de la Facultad de Derecho:
"De las astillas de las c�tedras destru�das por el despotismo,
haremos tribunas para ense�ar la justicia y predicar la libertad."
APOY�MONOS SOBRE AUTORIDADES
Siendo yo ni�o sol�a divertirme en el campo, donde viv�a, haciendo que las ovejas saltasen por encima de un palo
al pasar por determinada puerta. Despu�s que varias ovejas
hab�an saltado quitaba el palo. Y todas las otras ovejas segu�an saltando al pasar por la puerta, sobre un obst�culo imaginario. La sola raz�n por que saltaban era que las otras
hab�an saltado. La oveja no es el �nico animal que tiene
esta tendencia. Casi todos nosotros estamos propensos a hacer
lo que los dem�s hacen, a creer lo que otros creen, a aceptar,
sin ponerlo en tela de juicio, el testimonio de hombres de
nota. Belisario Rold�n sol�a citar autoridades en sus discursos:
"Afirma Ferri, volviendo a mi asunto, que la mano que se
adelanta a recibir limosna no es casi nunca la del m�s necesitado. Ello no probar�a, en resumen, sino que la caridad debe practicarse cautelosamente."
"Venga el debate; y si la palabra final que pronuncia la honorable C�mara es contraria a la idea del divorcio, que sus sostenedores puedan retirarse del recinto sin llevar un dejo de amargor en el alma y sin sentir que asoman a sus labios estas palabras hermos�simas pronunciadas por aquel de quien se ha dicho
307
que fu� el fil�sofo de los poetas y el poeta de los fil�sofos:
"Quieren oscurecernos el alma; nosotros queremos iluminar la
suya; nuestra revancha es la luz'."
Sin embargo, al citar autoridades, tengamos en cuenta los
cuatro puntos que siguen:
1.
Seamos precisos.
�Cu�l impresiona y convence m�s de estos asertos?
a) Los grandes centros del saber humano son obra de los
Papas, que no del protestantismo.
b) "�D�nde estaba el protestantismo, se�ores diputados,
cuando ya en el a�o 895 se fundaba la Universidad de
Oxford? �D�nde estaba cuando se fundaron las Universidades de Cambridge, el a�o 915, la de Padua, en 1179, la de
Salamanca en 1200, la de Viena en 1237, la de Montpellier
en 1289, la de Coimbra en 1290?" Manterola.
Cuidado entonces con comienzos tan vagos como, por ejemplo, "Las estad�sticasdemuestran. . . " �Qu� estad�sticas?
�Qui�n las reuni� y para qu�? �No nos descuidemos! "Los
n�meros no mienten; pero los mentirosos, s�."
La frase tan com�n "muchos autores declaran" es rid�culamente vaga. �Qui�nes son estos autores? Nombremos uno
o dos, a ver. Si no sabemos qui�nes son, �c�mo podemos estar
seguros de sus afirmaciones?
Seamos precisos. Esto nos gana la confianza del auditorio.
Le demuestra que sabemos de qu� hablamos. Uno de los principales cuidados de Belisario Rold�n era ser preciso en sus
discursos. Veamos c�mo cita autores en este p�rrafo:
-pregunt�. Y la voz an�nima, la
"'�D�nde est� el pueblo?'
que en todas las horas de la historia traduce las palpitaciones del
alma p�blica, contest�: '�El pueblo espera ser desobedecido para
mostrarse; que se toquen las campanas del Cabildo, y se ver�
bien! Aplausos.)
d�nde est� el pueblo (�Muy
"Dice Mitre, en la p�gina 335 del tomo primero de su Historia de Belgrano: 'Un rumor sordo de descontento cundi� hasta
los suburbios y empez� a circular por las calles y plazas de la
308
I
I
u
ciudad, concurso numeroso de gente que nadie hab�a citado ni
dirigido.'
"Dice L�pez: "Estaban todos inflamados y en pleno alzamiento, arrebatados por esa acci�n volc�nica que se produce a veces
en el seno impenetrable de los pueblos.'
"El doctor Ramos Mej�a, que escruta en el pasado con la honradez con que opera de cirujano... (�Muy
bien! Aplausos.) ...
dice en la p�gina 113 deLas multitudes argentinas, refiri�ndose
a este movimiento de las muchedumbres cuya acci�n desconoc�a
el se�or diputado por Tucum�n: "Esta mancomunidad de esfuerzos e impulsos peque�os, que produce resultados tan grandes y
trascendentales, desconcierta nuestra rutina, acostumbrada a no
cotizar sino la acci�n personal del hombre representativo."'
2.
Citemos a un hombre popular y querido.
Nuestros gustos y disgustos tienen m�s influencia sobre
nuestros juicios de lo que nos gustar�a confesar. Cierta vez vi
c�mo silbaban a un conocido orador en un debate socialista. Lo
que el orador dijo fu� bastante cort�s y, por lo menos as�
me pareci�, bastante inofensivo, bastante intrascendental. Pero
el orador era antisocialista y el auditorio no. Le odiaban.
Hubieran dudado hasta de la veracidad de la tabla de multiplicar si este orador la hubiese citado. Citemos, pues, a hombres que gocen del cari�o del auditorio, como Rold�n hizo
al citar a Mitre y a Ramos Mej�a.
3.
Citemos a autoridades locales.
Si el discurso lo pronunciamos en San Juan, citemos a alg�n hombre p�blico de San Juan. Nuestros oyentes pueden
consultarle, pueden investigar nuestro aserto. El testimonio
de un hombre a quien conocen les causar� mayor efecto que
el de alg�n desconocido de Rosario o Tres Arroyos.
4. Cuidemos que quien citamos tenga autoridad para decir
lo que dice.
Pregunt�monos: �Tiene esta persona a quien pienso citar
suficiente y reconocida autoridad respecto de este tema? �Por
qu�? �Es imparcial?
309
Pedro Vergniaud, uno de los jefes del partido girondino,
invoc� el nombre de dos autoridades para todos sus oyentes
indiscutibles, al disertar sobre el proyecto de Constituci�n:
"�Qu� Rep�blica quer�is dar a Francia? �Quer�is proscribir
la riqueza y el lujo que, seg�n Rousseau y Montesquieu, destruyen la igualdad? �Quer�is crear un gobierno austero, pobre y
belicoso como el de Esparta?
Y m�s adelante, en el mismo discurso:
"�Quer�is fundar, como en Roma, una Rep�blica conquistadora? Os dir�, y conmigo os lo dir� la historia, que las conquistas
siempre fueron fatales a la libertad; y con Montesquieu, que
la victoria de Salamina perdi� a Atenas, como la derrota de los
atenienses a Siracusa.
4. Usemos ejemplos generales. (El doctor Hillis: "La obediencia a la ley del color da al artista su habilidad.")
S. Citemos casos concretos. (Ejemplo: Muchos autores
famosos empezaron con poco �xito. De Josu� Carducci dijeron los cr�ticos que le faltaba toda posible facultad po�tica.)
6. Usemos comparaciones gr�ficas. Las impresiones auditivas se borran m�s f�cilmente. Las visuales se empotran como
una bala de ca��n. (Ejemplo: la hilera de casas ardiendo
entre Nueva York y Chicago.)
8. Apoyemos nuestras opiniones en autoridades imparciales. Seamos precisos como lo era Belisario Rold�n en sus discursos. Citemos a un hombre popular y querido. Citemos
a un hombre local. Citemos a alguien con suficiente autoridad
para decir lo que diga.
SUMARIO
"Todas las ideas, conceptos y conclusiones que entran en
la mente, son considerados ciertos a no ser que se oponga una
idea antag�nica." Nuestro problema, entonces, cuando el prop�sito de nuestro discurso sea impresionar y convencer, es
doble: primero: expresar nuestras propias ideas; segundo: impedir que surjan en el �nimo del oyente ideas opuestas, capaces de anular las nuestras. He aqu� ocho reglas que nos
ser�n de provecho para lograr tal finalidad:
1. Convenz�monos a nosotros mismos antes de querer
convencer a otros. Hablemos con entusiasmo contagioso.
2. Demostremos c�mo lo que queremos hacer que el auditorio acepte se parece mucho a algo en que ya cree. (Ejemplo: Paley y el ateo; San Pablo en Atenas; el papel Equisequis. )
3. Reiteremos las ideas. (Ejemplo: "Yo ser� el pr�ximo
gobernador de California." La arenga de Sim�n Bol�var.)
Cuando reiteremos una cantidad, ilustr�mosla. Por ejemplo: Gran Breta�a gast� siete mil millones de libras durante
la Gran Guerra, o sea m�s de cuatrocientas pesetas por
cada minuto transcurrido desde que naci� Jesucristo.
310
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Las palabras de la columna izquierda son extranjeras. Ninguna entre ellas es necesaria al castellano. Todas tienen equi
valencia.
INCORRECTO
CORRECTO
Quermese
Verbena, feria, romer�a, lada
Contentamiento
Mistificaci�n
Pud�n
Pasable
Congresal
Indiscriminado
Conferencista
Influenciar
Educacionista
Ancestral
Benevolente
Conformidad
Enga�o
Bud�n
Pasadero, aceptable
Congresista
Indistinto
Conferenciante
Influir
Educador, pedagogo
At�vico
Ben�volo
la duquesa de Fr�as.
Cuidemos de recalcar las combinaciones
mp, nd, nt, ng, nc, n final en s�laba t�nica, etc., como
Senos
Masacre
Reclame
Pechos
Matanza
Propaganda
GRAM�TICA
"Nuevecientos", "Veinte y cinco", "Treintiuno"
Hay palabras, como fuerte, cierto, bueno, que en determinadas circunstancias pierden el diptongo y vuelven a la vocal
latina: fortificar, certidumbre, bon�simo.Esto mismo sucede
a nueve cuando se une a ciento: novecientos.
Veinte, junto con diez, es el �nico dec�nico que no termina
en a (treinta, cuarenta, ochenta). Como la e y la i son primas
hermanas, concluyen por fundirse; y prevalece la i, que por
estar detr�s tienemayor peso pros�dico. Por esto se dice
veintiuno, veinticinco. Entre la a y la i tambi�n se produce
este fen�meno, pero con mucha menor intensidad, por lo
cual a�n no se han fundido:treinta y uno, setenta y seis.
EJERCICIO VOCAL. RESONANCIA NASAL
Durante su primera campa�a pol�tica, Theodore Roosevelt
se encontr� con que se le agotaba la voz poco despu�s de
iniciada la jira pol�tica en que deb�a pronunciar muchos
discursos. Contrat�, pues, a un profesor vocal para que viajase con �l en el tren; y entre estaci�n y estaci�n, Roosevelt
practicaba: "ding-dong, sing-song, hong-kong", recalcando el
sonido ng, haci�ndolo retumbar por la nariz, para desarrollar
la resonancia nasal. La resonancia nasal presta vivacidad y
atracci�n, y es sobremanera deseable para quien tenga que
hablar a la distancia. Practiquemos el ejercicio de Roosevelt.
Luego leamos en voz alta, no una vez, sino una vez por
Eleg�a
a la muerte de
d�a, esta poes�a de Nicasio Gallego,
la
31 2
Al sonante bramido
Del pi�lago feroz que el
viento ensa�a
Lanzando atr�s del Tura la
corriente;
Tres razones me mueven a recomendar la lectura de esta
poes�a. Es beneficiosa para la resonancia nasal. Las palabras
en bastardilla retumban en la caverna de la nariz, y, por
cierto, en todas las irregulares cavidades de la cabeza. Como
ya hemos se�alado en otros cap�tulos, inspiremos profundamente y luego tratemos de sentir, mientras leemos y desalojamos el aire, la misma sensaci�n en la cabeza que cuando
inspir�bamos. Leamos tambi�n esto para desarrollar la fuerza
y agilidad de la punta de la lengua. (Ver cap�tulo VI.) Y,
por �ltimo, leamos estos versos para adquirir tonos briosos,
tonos de �mpetu, de vitalidad. (Ver cap�tulo VIL)
Leamos el primer p�rrafo en falsete. (Ver cap�tulo VIL)
Al sonante bramido
Del pi�lago feroz que el viento ensa�a
Lanzando atr�s del Turia la corriente;
En medio al denegrido
Cerco de nubes que de Sirio empa�a
Cual velo funeral la roja frente;
Cuando el c�rabo oscuro
Ayes despide entre la bre�a inculta,
Y a tardo paso so�oliento Arturo
En el mar de occidente se sepulta;
A los mustios reflejos
Con que en las ondas alteradas tiembla
De moribunda luna el rayo fr�o,
Dar� del mundo y de los hombres lejos
Libre rienda al dolor del pecho m�o.
S�, que al mortal a quien del hado el ce�o
A infortunios sin t�rmino condena,
Sobre su cuello m�sero cargando
De uno en otro eslab�n larga cadena,
Ni en jard�n halag�e�o,
313
Ni al puro ambiente de apacible aurora
Soltar conviene el lastimero canto
Con que al cielo importuna.
Solitario arenal, sangrienta luna
Y embravecidas olas acompa�en
Sus lamentos fat�dicos. �Oh lira
Que escenas s�lo de aflicci�n recuerdas;
Lira que ven mis ojos con espanto
Y a recorrer tus cuerdas
Mi ya tr�mula mano se resiste!
Ven, lira del dolor. �Piedad no existe!
Tened siempre algo que decir. El hombre que
tiene algo que decir, y que tiene fama de no
hablar a menos que tenga algo que decir, es siempre escuchado con atenci�n. Sepamos siempre de
antemano lo que vamos a decir. Si en nuestra
mente hay confusi�n, la habr� mucho mayor en
la mente de los oyentes. Pongamos orden en
nuestros pensamientos. Por muy breves que sean,
sabr�nmejor si tienen principio, centro y final.
Y sobre todo, sed claros. Haceos entender claramente por el auditorio. En los debates, tratad de
adelantaros a los argumentos de vuestros adversarios. Responded con seriedad a sus mofas, y
con mofas a sus asertos serios. Meditemos siempre qu� clase de auditorio hemos de tener. Nunca, si est� en nuestra mano evitarlo, nos estemos
quietos o a la defensiva.
LORD BRYCE
Si fu�ramos hu�spedes de un hombre rico de ciertas regiones de China, ser�a correcto que arroj�semos los huesos de
los pollos y de las aceitunas por encima del hombro. Es una
galanter�a que hacemos a nuestro anfitri�n. Le significamos
con ello que sabemos que es rico y que tiene suficientes criados para limpiar despu�s de comer. Y el anfitri�n se siente
halagado.
Podemos hacer lo que nos venga en gana con los despojos
de una comida suntuosa en la casa de un hombre rico. Pero
en otras partes de China la gente pobre hasta tiene que guardar
el agua con que se ba�a. Calentarla cuesta tanto, que la tienen
que comprar en una venta de agua caliente. Luego que se
han ba�ado la llevan de nuevo y la venden de segunda mano
al ventero. Cuando el segundo parroquiano la ha ensuciado,
el agua todav�a tiene valor comercial, aunque el precio se ha
reducido un poco.
�Resultan interesantes estos datos sobre la vida en China?
�Sabe alguien por qu�? Lo dir�: porque son aspectos muy
poco comunes de cosas comunes en exceso. Son versiones muy
extra�as de acontecimientos tan ordinarios cuales son el comer
y el ba�arse.
Esto despierta nuestro inter�s: algo nuevo en cosas viejas.
Tomemos otro ejemplo. Esta p�gina en la que estamos
leyendo, esta hoja de papel que estamos mirando, parece
muy sencilla, �verdad? Hemos visto miles y miles de p�ginas
como �sta. Parece algo muerto e ins�pido. Pero si explico una
cosa con respecto a ella, todos se sentir�n, probablemente,
interesados. Manos a la obra, pues. Esta p�gina parece materia
s�lida a quienquiera la mire. Pero lo cierto es que se parece
m�s a una tela de ara�a que a materia s�lida. Todos sabemos
317
que est� compuesta de �tomos. Y �qu� tama�o tiene un �tomo? En el cap�tulo XII nos dijeron que hay tantos �tomos
en una gota de agua cuantas gotas de agua hay en el Mediterr�neo, que hay tantos �tomos en una gota de agua cuantas
briznas de hierba en el globo terr�queo. Y los �tomos que
componen este papel, �de qu� se componen? De part�culas
m�s peque�as aun llamadas electrones y protones. Estos electrones giran alrededor del prot�n del �tomo, guardando distancias tan extensas -relativamente- como las que separan
a la luna de la tierra. Y recorren sus �rbitas, los electrones
de este universo en miniatura, a la inconcebible velocidad
de diez mil millas por segundo aproximadamente. Los electrones que componen esta hoja de papel han recorrido, desde
que empezamos a leer esta oraci�n, un espacio igual al que
separa a Buenos Aires de Tokio.
Y hace dos minutos nos parec�a que esta hoja era la cosa
m�s tranquila del mundo. En cambio, es uno de los grandes
misterios de Dios. Un verdadero torbellino de energ�a.
Si ahora nos interesa, se debe a que hemos aprendido algo
nuevo y extra�o respecto de ella. En esto estriba el secreto
de la gente interesante. Esta es una verdad de importancia,
una verdad de la que nos debemos aprovechar en nuestras
conversaciones cotidianas. Lo que es completamente nuevo
carece de inter�s; lo que es completamente viejo no nos atrae.
Queremos que nos digan algo nuevo con respecto de algo
viejo. Ninguno de nosotros podr�a despertar el inter�s de un
destripaterrones de Arag�n con una descripci�n del Museo
del Louvre. Es algo demasiado nuevo para �l. No guarda ligaz�n con lo que ya le interesa. Pero quiz� logremos despertarle el inter�s si le explicamos c�mo los labriegos holandeses
aran tierras que est�n debajo del nivel del mar y cavan zanjas
que hacen las veces de palizadas, y construyen puentes que
utilizan como puertas. Quiz�s el buen ma�o abra tama�a boca
si le decimos que los granjeros holandeses hacen dormir las
vacas, durante el invierno, bajo el mismo techo que a su
familia, y que no es dif�cil pasar por una casa y ver una
vaca mirando, por entre las cortinas de encaje de la ventana,
31 8
la nieve que cae. El sabe qu� son vacas y qu� son palizadas
- nuevas versiones, como vemos, de cosas viejas.
-�Cortinas d'encaje! �Y pa una vaca, dizust�? �Redi�s
Y lo contar� a todos los ma�os de la vecindad.
He aqu� un discurso pronunciado por uno de mis alumnos.
Le�moslo, a ver si nos interesa. Si despierta nuestro inter�s,
�a qu� se debe?
COMO NOS AFECTA EL ACIDO SULF�RICO
"Los m�s de los l�quidos son medidos por pintas, azumbres,
litros o barricas. Generalmente hablamos de un cuarto de vino,
una pinta de leche, una barrica de melaza. Cuando se descubre
un nuevo pozo de petr�leo, decimos que su rendimiento es de
tantas barricas por d�a. Hay un l�quido, sin embargo, que por
fabricado y consumido en tan grandes cantidades, la unidad de
su medida es la tonelada. Este l�quido es el �cido sulf�rico.
"Est� relacionado con nuestra vida diaria en una veintena de
modos. Si no fuera por el �cido sulf�rico, nuestro autom�vil se
detendr�a y deber�amos volver a los tumbones y a los coches de
punto, puesto que se lo emplea profusamente en el refinamiento
del querosene y de la nafta. Las luces el�ctricas que iluminan
nuestra oficina, que brillan sobre nuestra mesa, que nos permiten
llegar a la cama por la noche sin tropezar, no ser�an posibles sin �l.
"Cuando nos levantamos por la ma�ana y hacemos caer agua
en la ba�era, empleamos un grifo niquelado, que requiere �cido sulf�rico en su fabricaci�n. Tambi�n lo requiri� la terminaci�n de la ba�era esmaltada. El jab�n que usamos ha sido, probablemente, hecho con grasas o aceites a los que se ha tratado
con este �cido. Nuestra toalla lo ha conocido antes que nosotros
hayamos conocido a nuestra toalla. Las cerdas del cepillo para el
pelo tambi�n lo han necesitado, y el peine de celuloide con que
nos peinamos no habr�a podido ser producido si faltase el �cido.
Nuestra navaja, indudablemente, ha sido tratada con �l despu�s
de la esmaltaci�n.
"Nos ponemos la ropa interior. Nos abotonamos la ropa exterior. El blanqueador, el fabricante de anilinas y el tintorero lo
han empleado. Muy posiblemente al fabricante de botones le fu�
necesario para terminar los botones. El curtidor usa �cido sulf�-
319
rico para preparar el cuero de nuestros zapatos, y nuevamente lo
utilizamos para lustrarlos.
"Bajamos a desayunarnos. La taza y la salsereta, si son blancas,
no habr�an podido serlo sin el auxilio del �cido. Se lo utiliza
para producir el color dorado y otros colores ornamentales. A
nuestra cuchara, cuchillo y tenedor les han dado, si son plateados,
sendos ba�os de �cido sulf�rico.
"El trigo con que se hace nuestro pan ha crecido gracias a la
aplicaci�n de un fertilizador de fosfato, la base de cuya fabricaci�n es este �cido. Si solemos tomar jarabes, el jarabe lo necesit� tambi�n.
"Y as�, todo el d�a, este �cido nos afecta en cuanto hagamos.
Vayamos adonde vayamos, no podemos hurtarnos a su influjo.
No podemos ir a la guerra sin �l, ni vivir sin �l en la paz. Conque parece casi imposible que este �cido, tan indispensable para
el hombre, sea tan completamente extra�o al individuo medio.
Y as� es, sin embargo."
LAS TRES COSAS MAS INTERESANTES DEL MUNDO
�A que nadie sabe cu�les son las tres cosas m�s interesantes
del mundo?: El sexo, la propiedad y la religi�n. Por la primera creamos la vida, por la segunda la mantenemos, por
la tercera esperamos continuarla en el otro mundo.
Pero lo que nos interesa es nuestro sexo, nuestra propiedad,
nuestra religi�n.Nuestros intereses giran en torno de nuestros yos.
No nos interesa, por ejemplo, una conferencia sobre C�mo
se hace un testamento en Noruega; pero en cambio nos
interesar�auna conferencia sobre C�mo sehacen nuestros
testamentos. No nos interesa, excepto, quiz�, por curiosidad,
la religi�n de los hind�es. Pero nos interesa fundamentalmente la religi�n que nos brindar� eterna felicidad en el mundo venidero.
Cuando le preguntaron a Lord Northcliffe qu� despertaba el inter�s de las personas, respondi� con s�lo dos palabras: "Ellos mismos". Y Northcliffe deb�a de saberlo bien,
puesto que era el m�s poderoso propietario de peri�dicos de
Gran Breta�a.
320
�Sabe alguien qu� clase de persona somos? Ah, este s�
que es un tema interesante. Estamos hablando de nosotros.
He aqu� un m�todo para mirarnos al espejo y vernos tal
cual somos. Prestemos atenci�n a nuestros ensue�os. �Qu�
son los ensue�os? El profesor James Robinson nos lo dir�:
" Todos parecemos estar continuamente pensando durante la vigilia, y los m�s de nosotros creemos seguir pensando en el sue�o,
con m�s simpleza aun que en la vigilia. A no ser que surja alg�n
incidente inusitado, nos sumimos continuamente en lo que ahora
llaman r�verie.Tal es nuestra forma espont�nea y favorita de
pensamiento. Dejamos que nuestras ideas escojan su rumbo, y
este rumbo lo determinan nuestros temores y nuestras esperanzas,
nuestros espont�neos deseos, su logro o frustraci�n; nuestros gustos y disgustos, nuestros cari�os, nuestros odios y resentimientos.
Nada nos es tan interesante como nosotros mismos. Cualquier
pensamiento que no sea dominado m�s o menos trabajosamente,
ir� a girar, inevitablemente, en derredor del amad�simo yo. Es a
la vez triste y divertido observar esta tendencia en nosotros y en
los dem�s. Cort�s y generosamente, aprendemos a no parar mientes en esta verdad, pero si nos atrevemos a contemplarla, la vemos
resplandeciente como el sol de medio d�a.
"Nuestros r�veriesnos dan la mejor pauta del fundamento de
nuestro car�cter. Son el reflejo de nuestra naturaleza interior, modificado por recuerdos reprimidos u olvidados a menudo. El r�verie influye, sin duda, todos nuestros pensamientos, por su persistente tendencia a magnificar y justificar el yo, que son sus
principales cuidados."
Recordemos entonces que la gente a quien hemos de hablar pasa la mayor parte del tiempo, cuando no est� ocupada en sus asuntos, pensando en s� misma, justific�ndose y
glorific�ndose.Recordemos que al hombre medio le preoocupa m�s el hecho de que su cocinero se vaya, que la deuda
de Italia a Francia. Se excitar� m�s con una hoja de afeitar
desafilada que con la abdicaci�n de alg�n rey europeo. Su
cepillo de dientes le desazonar� m�s que un terremoto en
Asia en el que hayan muerto medio mill�n de seres humanos. Prefiere que le digan algo agradable de s� mismo que
o�r
hablar de los diez hombres m�s eminentes del mundo.
321
EL ARTE DE CONVERSAR AGRADABLEMENTE
La raz�n por la cual tan pocas personas conversan bien
es que s�lo hablan de lo que les interesa a ellas. Y eso suele
ser terriblemente aburrido para los dem�s. Invirtamos el
proceso. Hagamos que el interlocutor hable de las cosas que
le interesan, de sus negocios, del campeonato de pelota que
gan�, de su �xito en la vida - o, si es una madre, de sus
hijos. Hagamos esto y escuchemos atentamente; y entonces
nos tendr�n por persona de conversaci�n agradable, aunque
hayamos hablado poco o nada.
El se�or Harold Dwight pronunci� ha poco tiempo un
discurso de extraordinario �xito en el banquete de fin de
cursos. Fu� hablando de cada persona que hab�a a la mesa,
explic� c�mo hablaba al empezar el curso, c�mo fu� mejorando luego, exager� sus peculiaridades, hizo re�r a todos y
a todos halag�. Con semejante material, era casi imposible
que fracasara. Era ideal en absoluto. Ning�n otro tema habr�a podido interesar tanto al concurso. El se�or Dwight sabe manejar la naturaleza humana.
UNA IDEA QUE GAN� DOS MILLONES DE LECTORES
Hace algunos a�os LaRevista Americana tuvo un crecimiento portentoso. Su repentino auge caus� sensaci�n en
el mundo period�stico. �Cu�l fu� el secreto? El secreto fu�
John M. Siddall y sus ideas. Cuando conoc� a Siddall, estaba
a cargo del Departamento de Personas Interesantes. Yo
hab�a colaborado con algunos art�culos; y un d�a me estuvo
hablando por un buen rato:
-La gente es ego�sta -me dec�a-. S�lo se interesan
por s� mismos. Poco les importa que el gobierno compre los
ferrocarriles; en cambio, quieren saber de qu� modo pueden
progresar, c�mo pueden ganar mayor sueldo, c�mo conservar
la salud. Si yo fuese director de esta revista -continu�-,
les dir�a a los lectores c�mo tienen que cuidarse los dientes,
c�mo tienen que ba�arse, c�mo mantenerse frescos en verano,
32 2
c�mo conseguir un empleo, c�mo manejar a los empleados,
c�mo comprar casas, c�mo desarrollar la memoria, c�mo
evitar los errores gramaticales, etc. A la gente le interesan
los cuentos reales; entonces conseguir�a que alg�n millonario
les explicase c�mo labr� su fortuna con inversiones en inmuebles. Har�a que banqueros de nota y presidentes de grandes corporaciones relataran la manera en que lograron llegar
al poder y a la riqueza.
Poco tiempo despu�s Siddall fu� nombrado director. La
revista, por causa de su reducida circulaci�n, era casi un
fracaso. Siddall cumpli� su palabra. �Cu�l fu� el resultado?
Asombroso. La circulaci�n aument� a doscientos mil ejemplares, trescientos mil, cuatrocientos mil, medio mill�n. Aqu�
hab�a cosas que el p�blico ansiaba. Poco despu�s compraban
la revista un mill�n de lectores, luego un mill�n y medio y
por fin dos millones. No se detuvo all�, sino que sigui�
aumentado durante muchos a�os. Siddall hab�a explotado el
ego�smo del p�blico.
COMO INTERESO EL DOCTOR CONWELL A MILLONES
DE OYENTES
El doctor Conwell pronunci� su c�lebre conferencia �reas
de diamantes m�s de quince mil setecientas veces. John M.
Siddall, en aquella conversaci�n que tuve con �l, la mencion�
y analiz�, y creo que el enorme �xito de su revista se debi�
en parte a la influencia de esta conferencia sobre Siddall.
El mismo doctor Conwell nos relata que una de las cosas
que cuidaba especialmente cuando iba a un pueblo o ciudad,
era enterarse de los pormenores de la ciudad, sus caracter�sticas y problemas sobresalientes, para luego alterar su discurso refiri�ndolo al lugar, con lo cual siempre parec�a fresco
y nuevo. "Hay que ir a los pueblos -dice Jim�nez de As�a-,
pernoctar en ellos, conocer sus necesidades �ntimas, hablar
con las gentes en el campo, en la taberna, en la casa. Despu�s, en lenguaje muy sencillo, comentar p�blicamente proyectos, ambiciones, necesidades y posibles remedios."
323
UN TEMA QUE SIEMPRE ATRAE
Hablando de cosas y de ideas, es posible que aburramos a
la gente; pero rara vez dejar�n de prestarnos atenci�n si
hablamos de otras personas. En este momento son miles
las conversaciones que est�n ocurriendo en Buenos Aires,
por encima de una tapia, a una mesa de t�, por el cable de
tel�fono, etc. �Y cu�l es la caracter�stica de estas charlas?
La chismograf�a. Fulano dijo tal cosa. Zutano hizo esto otro.
Ayer la vi haciendo esto, eso y aquello. Mengano de Tal
anda de novio, etc.
Muchas veces he hablado ante concursos de gente menuda,
escolares de pocos a�os. Y la experiencia me ense�� pronto
que era menester contarles cuentos acerca de gente si quer�a
mantenerlos interesados. No bien entraba en generalidades y
comenzaba a manejar ideas abstractas, Juanito comenzaba a
revolverse en el asiento, Anto�ito le hac�a una mueca a
alguien, Jos� arrojaba algo al pasillo.
Desde luego, estos auditorios estaban compuestos de ni�os;pero las pruebas de inteligencia que llev� a cabo el
ej�rcito durante el reclutamiento de la Gran Guerra demostr�, con gran asombro de todos, que el cuarenta y nueve por
ciento de los adultos s�lo tienen una edad mental de 13 a�os,
aproximadamente. Conque, dif�cilmente pecar� nadie por hacer uso de demasiados cuentos. Las revistas, que millones de
personas leen, y muchos diarios, est�n llenos de esta clase
de literatura.
Cierta vez, en un curso que di en Par�s, ped� a un grupo
de hombres de negocios que hablaran sobre el tema C�mo
triunfar. Los m�s de ellos alabaron las virtudes dom�sticas,
sermoneando y aburriendo a sus oyentes. Entonces interrump� la clase y dije:
-No queremos sermones. A nadie le gusta esto. Recuerden que tienen ustedes que entretenernos, de lo contrario
dejaremos de prestarles la m�s m�nima atenci�n. Recuerden
tambi�n que una de las cosas m�s interesantes del mundo es
la nunca bien ponderada chismograf�a. Relaten, pues, la vida
324
de dos hombres que hayan conocido. D�gannos por qu� uno
triunf� y el otro fracas�. De buena gana escucharemos eso,
lo recordaremos, y hasta lo aprovecharemos. Y, por otra
parte, les resultar� a ustedes m�s f�cil que estas ret�ricas abstractas y verbosas.
Hab�a un alumno en esa clase a quien se le hac�a particularmente dif�cil interesarse �l o interesar a su auditorio.
Esa noche, sin embargo, vi� nuevos horizontes en mi sugesti�n; y nos habl� de dos compa�eros de la universidad. Uno
de ellos era tan econ�mico, que hab�a comprado camisas en
las diferentes tiendas de la ciudad y hab�a hecho unas tarjetas donde anotaba cu�l se gastaba menos en el lavado,
duraba m�s y daba el mejor rendimiento por franco invertido. La unidad monetaria para �l era el centavo. Sin embargo, cuando se gradu� -era la Facultad de Ingenier�a-,
ten�a tan elevada opini�n de su importancia que, �Jes�s!,
�c�mo iba �l a comenzar desde abajo y escalar posiciones como
los dem�s? A los tres a�os de graduado, cuando se realiz�
la reuni�n anual de ex-alumnos, todav�a segu�a anotando
en las tarjetas, y a la espera de que algo extraordinariamente
bueno le saliera al camino. Nunca le sali�. Han pasado veinticinco a�os desde entonces, y este hombre, insatisfecho y
amargado de la vida, tiene todav�a un empleo de escasa
jerarqu�a.
El orador mostr� entonces el contraste de este fracaso
con la vida de otro compa�ero que excedi� cuanto esperaban
de �l. Era este chico la mar de simp�tico. Todos le quer�an.
Aunque ten�a ambici�n de hacer algo grande m�s adelante,
empez� como simple dibujante. Pero se manten�a siempre
a la expectativa de una buena oportunidad. Se estaban completando entonces los planes para la exposici�n Panamericana
de Buffalo. Nuestro amigo comprendi� que all� necesitar�an
ingenieros talentosos; entonces renunci� su empleo en Filadelfia y se traslad� a Buffalo. All�, gracias a la simpat�a
que irradiaba, gan� en seguida la confianza de un se�or muy
influyente. Se asociaron y comenzaron a trabajar inmediatamente en construcciones. La compa��a de tel�fonos le encarg�
325
important�simos trabajos, y por �ltimo esta misma casa le
emple� con un sueldo enorme. Hoy es millonario y uno
de los principales accionistas de la compa��a telef�nica.
Lo que acabamos de leer no es m�s que el bosquejo de
lo que dijo el orador. Su discurso, aderezado con una veintena de pormenores divertidos y reales, fu� interesante y
provechoso. Habl� y habl� -este alumno que nunca hab�a
podido hallar tema para hablar tres minutos seguidos-, y
cuando termin� no pod�a creer que hubiese tenido la palabra
durante media hora- El discurso hab�a sido tan interesante,
que a todos nos pareci� breve. Fu� el primer triunfo verdadero de este alumno.
Casi todos los alumnos pueden aprender de este caso. El
com�n de los discursos ser�a m�s atrayente y eficaz si tuviera
abundancia, riqueza de cuentos humanos y reales. El orador
debe tratar de tocar algunos puntos generales y luego ejemplificarlos con casos concretos. Este m�todo dif�cilmente dejar� escapar la atenci�n del oyente.
Si es posible, estos cuentos deben mencionar luchas, algo
por lo que haya habido contienda, victorias, etc. A todos nos
interesan enormemente las lidias y los combates. Hay un
viejo refr�n que dice que a todo el mundo le agradan los
enamorados. �Craso error! Lo que a todo el mundo le agrada
son las trifulcas y las trapatiestas. Le gusta ver a dos enamorados luchando por la mano de una misma mujer. Prueba
de esto son casi todas las novelas, casi todos los cuentos de
las revistas, casi todas las pel�culas. Cuando se han vencido
todos los obst�culos y el protagonista toma en sus brazos
a la hero�na, los espectadores comienzan a coger sombreros
y abrigos. Cinco minutos despu�s las mujeres comenzar�n a
chismear, montadas en sendas escobas.
Casi todos los cuentos de revistas se basan en esta
f�rmula. Hagamos que el lector se aficione con los dos protagonistas. Hagamos que el (o la) protagonista desee fervientemente algo. Hagamos que este algo parezca imposible
de obtener. Mostremos c�mo lucha por �l y lo logra.
La historia de un hombre que haya luchado en la vida
326
contra obst�culos desalentadores, y que haya ganado, es siempre interesante. Un periodista me dijo cierta vez que la vida
real, �ntima, de cualquier persona, es interesante. Si uno ha
luchado y combatido -�y qui�n no lo ha hecho?-, la
historia de su vida, correctamente narrada, atraer�.Nadie
lo dude.
SEAMOS CORRECTOS
El autor tuvo cierta vez como alumnos, en la misma clase,
a un doctor en filosof�a y a un individuo rudo que hab�a
pasado su juventud, treinta a�os antes, en la Marina Mercante. El refinado humanista era profesor de una universidad;
su compa�ero de los siete mares era propietario de una
empresa de mudanzas de segundo orden. Aunque parezca extra�o, los discursos del hombre tosco habr�an podido entretener a un auditorio popular mucho m�s eficazmente que
los del universitario. �Por qu�? El profesor ten�a dicci�n
perfecta, su porte indicaba a las claras cultura y refinamiento,
sus exposiciones eran claras y l�gicas; pero hab�a un ingrediente indispensable de que sus discursos carec�an: no eran
concretos. Eran demasiado vagos, demasiado generales. Por
lo contrario, el de las mudanzas no ten�a casi suficiente poder
de abstracci�n para generalizar. Cuando hablaba iba derechamente al grano. Era preciso. Era concreto. Esta cualidad,
unida a la virilidad de su expresi�n y a la frescura de su
fraseolog�a, tornaba interesantes sus discursos.
He citado este caso, no porque sea t�pico de todos los universitarios ni de todos los propietarios de empresas de mudanzas, sino porque ejemplifica el mayor poder de interesar
que posee quien -independientemente de la educaci�ntiene la feliz costumbre de ser concreto y preciso en su
discurso.
Este principio es tan importante, que daremos varios ejemplos para que quede firmemente grabado. Tratemos de recordarlo siempre, de no descuidarlo jam�s.
�Qu� resulta, por ejemplo, m�s interesante: decir que
327
Mart�n Lutero, siendo ni�o, era "testarudo y hura�o", o decir
que, seg�n sus propias confesiones, los maestros le zurraban
hasta "quince veces por ma�ana"?
Palabras tales como "testarudo y hura�o" tienen muy poco
poder de atenci�n. En cambio, �no resulta f�cil atender a
esta cantidad de azotes?
El antiguo m�todo de escribir biograf�as consist�a en encadenar una serie de generalidades que Arist�teles llamaba, y
por cierto que con mucha raz�n, "el refugio de las almas
d�biles".La nueva escala presenta datos concretos que hablan por s� solos. La antigua escuela dec�a que Juan P�rez
hab�a nacido de padres "pobres pero honrados". El nuevo
m�todo, en cambio, dir�a que el padre de Juan P�rez no
ten�a para comprar chanclos, de modo que, cuando llegaban
las nieves, deb�a envolverse los zapatos con arpillera para
que no se le humedecieran y enfriaran los pies; pero que, a
pesar de su pobreza, nunca bautiz� la leche ni vendi� por
bueno un caballo con hu�lfago. Todo esto indica bien a las
claras que sus padres eran "pobres pero honrados", �verdad?
Y �no resulta este m�todo mucho m�s interesante que aqu�l?
Pues si este m�todo da buen resultado con los bi�grafos
modernos, tambi�n lo dar� con los oradores modernos.
Tomemos un ejemplo. Supongamos que queremos hacer
ver que la energ�a perdida diariamente en las cataratas del
Ni�gara es pasmosa. Supongamos que hemos dicho esto y
que luego quisimos agregar que, de utilizarse y convertirse en
dinero los beneficios de este aprovechamiento, se podr�a alimentar y vestir a multitudes enteras. �Con decirlo as�, directamente, lograr�amos que interesara y entretuviera?No, por
No est� mejor como lo dijo Edvin Slosson en el
cierto. �
Diario de Noticias Cient�ficas?
Bolet�n
"Nos dicen que hay algunos millones de personas en la pobreza y mal alimentados y, sin embargo, aqu� en el Ni�gara, se malgasta diariamente el equivalente de 250.000 panes por hora.
Podemos ver con nuestra imaginaci�n
600.000 huevos frescos cayendo por el precipicio de hora en hora y convirti�ndose en una
gigantesca tortilla en el fondo. Si continuamente cayeran de los
328
telares tejidos en un r�o
de 1300 metros de ancho, como es el
r�o
Ni�gara, representar�a la misma destrucci�n de propiedad. Si
se pusiera una gran biblioteca p�blica debajo del chorro, en una
o dos horas se llenar�a de buenos libros.
O podemos imaginarnos
una gran tienda que venga flotando r�o abajo y caiga por la catarata para estrellarse contra las rocas, a cincuenta metros de profundidad. Ser�a un espect�culo extremadamente interesante y divertido, tan atractivo a la gente como el actual, y no m�s costoso.
Sin embargo, muchas personas que ahora se oponen al aprovechamiento de la energ�a hidr�ulica, se opondr�an a semejante proyecto por lo extravagante."
PALABRAS QUE EVOCAN IM�GENES
En este proceso de interesar al auditorio, hay un auxilio,
una t�cnica, de la mayor importancia. Sin embargo, todos
la ignoran. El orador medio parece no tener la menor noci�n
de su existencia. Probablemente nunca haya pensado, conscientemente, en ella. Me refiero al proceso de usar palabras
que evoquen im�genes. El orador f�cil de escuchar es aquel que
pone unas como figuras delante de nuestros ojos. El que emplea s�mbolos vagos, vulgares, ins�pidos, adormece al auditorio.
Im�genes, im�genes, im�genes. Tienen tanta soltura como
el aire que respiramos. Salpiqu�moslas sobre nuestros discursos y conversaciones; esto nos har� m�s interesantes, nos
dar� mayor influencia.
Por ejemplo, tomemos el p�rrafo de Slosson que acabamos
de citar. Reparemos en las palabras-im�genes. Van apareciendo y echan a correr en cada frase, en tanta cantidad como
las liebres en Australia: "250.000 panes por hora, 600.000
huevos frescos cayendo por el precipicio de hora en hora
y convirti�ndose en una gigantesca tortilla all� en el fondo,
telares que dejan caer continuamente tejidos en un r�o de
1300 metros de anchura, una gran biblioteca p�blica bajo
el chorro, libros, una gran tienda flotando r�o abajo y estrell�ndose contra las rocas, gente divirti�ndose con el espect�culo".
329
Nos resultar�a tan dif�cil desconocer un discurso o un
art�culo as�, como nos lo ser�a no prestar la menor atenci�n
a una pel�cula proyectada sobre el lienzo de un teatro.
Herbert Spencer, en su famoso ensayo titulado Filosof�a
del estilo, anot� ya la superioridad de las palabras que evocan im�genes:
"Nosotros no pensamos en t�rminos generales, sino en particulares. Deber�amos evitar proposiciones como �sta:
"Seg�n sean crueles y b�rbaras las maneras, costumbres y diversiones de un pueblo, as� ser�n de severas las prescripciones
de su c�digo penal."
"Y en vez de esto debi�ramos escribir:
"Seg�n se regodeen los hombres en batallas, corridas de toros
y combates de gladiadores, as� ser�n castigados por la horca, la
pira o el potro del tormento."
Abundan estas frases y palabras evocadoras de im�genes
en la Biblia y en muchos buenos autores. Leamos este pasaje
de Historia de la vida del busc�n,de Quevedo, donde el protagonista describe al d�mine Cabra:
"�l era un cl�rigo cerbatana, largo s�lo en el talle, una cabeza
peque�a, pelo bermejo. No hay m�s que decir para quien sabe
el refr�n que dice, ni gato ni perro de aquella color. Los ojos
avecinados en el cogote, que parec�a que miraba por cu�vanos;
tan hundidos y escaros, que era buen sitio el suyo para tienda
de mercaderes; la nariz entre Roma y Francia... ; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre, parec�a que amenazaba com�rselas: los dientes le faltaban no s� cu�ntos, y pienso que por holgazanos y vagabundos se los hab�an desterrado; el gaznate largo como avestruz, con una nuez tan salida,
que parec�a se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los
brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una.
Mirado de medio abajo parec�a tenedor, o comp�s con dos piernas
largas y flacas; su andar muy de espacio; si se descompon�a algo,
se sonaban los huesos como tablillas de San L�zaro."
No ha reparado nadie que los refranes y frases que van
�
pasando de generaci�n en generaci�n son casi todos dichos
visuales? "Da Dios habas a quien no tiene quijadas", "Cual
33 0
la madre tal la hija, y tal la manta que las cobija", "Las
manos del oficial, envueltas en un cendal". Lo mismo nos
demuestran todos los s�miles que nos han legado las generaciones anteriores: "blanco como la nieve", "astuto como un
zorro", "duro como una roca", etc.
EL INTER�S QUE DESPIERTAN LOS CONTRASTES
Escuchemos la condenaci�n que Macaulay hace de Carlos I. Reparemos que Macaulay no s�lo emplea im�genes,
sino que usa oraciones contrastadas. Los contrastes violentos casi siempre nos despiertan inter�s. Contrastes violentos
son los que componen el siguiente p�rrafo.
"Le acusamos de haber quebrantado su juramento de la coronaci�n; �y nos responde que respet� su voto matrimonial! Le acusamos de haber abandonado su pueblo a los despiadados castigos
del m�s fan�tico de los prelados; �y su defensa es que sent� a
su hijito en sus rodillas y le bes�! Le censuramos por haber violado los art�culos de la Petici�n del Derecho despu�s de haber
prometido, por buena y valiosa consideraci�n, que los observar�a;
ï¿y
½ nos dice que estaba acostumbrado a escuchar los rezos a las seis
de la ma�ana! Es a consideraciones como �stas, unidas a su vestimenta de Vandyke, a su cara agraciada, y a su barba puntiaguda,
que debe, creemos sinceramente, su popularidad entre la actual generaci�n."
EL INTER�S ES CONTAGIOSO
Hasta aqu� hemos hablado de la clase de material que
interesa al auditorio. Sin embargo, uno puede cumplir mec�nicamente todas las prescripciones dadas y ser un orador
insulso y cansador. Atraer y retener el inter�s de la gente
es cosa delicada, un asunto de sentimiento y de intuici�n. No
es como manejar una m�quina de vapor. No se puede dar
un libro de reglas precisas para esta arte. El inter�s, no lo
olvidemos nunca, es contagioso. Los oyentes sentir�n inter�s,
no hay casi duda, si el orador tambi�n lo siente. Hace alg�n
331
tiempo, un caballero, alumno m�o, se levant� en una clase
para prevenir al auditorio de que, si continuaban los m�todos
actuales para pescar peces de roca en la bah�a de Chesapeake,
se extinguir�a la especie... �y en muy �pocos a�os! Este
hombre sent�a el tema. Era importante. Estaba sinceramente
preocupado. Todo en �l lo demostraba. Cuando se levant�
a hablar, yo no sab�a que hubiese un animal en el mundo
llamado pez de roca. Creo que la mayor parte del auditorio
compart�a mi ignorancia y poco inter�s. Pero antes de que el
orador terminase, ya a todos se nos hab�a contagiado parte
de su ansiedad. Probablemente todos hubi�ramos de buena
gana firmado un petitorio a la legislatura para que protegiese por ley al pez de roca.
Cierta vez le pregunt� a Richard Child, a la saz�n embaador
en Italia, en qu� consist�a el secreto de su �xito como
j
escritor interesante. Y me dijo:
-"Ta vida me excita tanto, que no puedo estarme quieto. No tengo otra soluci�n que contar a la gente lo que
me pasa." �Qui�n puede resistirse al encanto de un escritor
como �ste?
Recientemente asist� a una conferencia en Europa. Cuando hubo terminado, uno de los que hab�an venido en el
grupo, novelista conocido, hizo notar que la �ltima parte
de la conferencia le hab�a agradado m�s que la primera.
Cuando le pregunt� por qu�, me respondi�:
-El orador parec�a m�s interesado en la �ltima parte,
y yo siempre dejo que el orador me contagie su entusiasmo e
inter�s.
Esto pasa con todos los oyentes. No lo olvidemos.
SUMARIO
ser� tenido por de muy agradable conversaci�n aunque hable poco.
4. La bendita chismograf�a, los cuentos que tratan de
otras personas, siempre atraen y retienen la atenci�n. El orador debiera enunciar algunos puntos generales y luego ejemplificarlos con ejemplos reales.
5. Seamos concretos y definidos. No nos asociemos a la
escuela de oradores "pobres pero honrados". No digamos que
Mart�n Lutero, de ni�o, era testarudo y hura�o. Anunciemos
esto, y luego reforc�moslo con la explicaci�n de que sus
maestros le zurraban hasta "quince veces por ma�ana". Esto
torna claro, vigoroso e interesante aquel aserto.
6. Salpiquemos los discursos con frases que creen im�genes, con palabras que pongan como figuras delante de
los ojos.
7. Empleemos oraciones contrarrestadas y contrastadas, si
es posible.
8. El inter�s es contagioso. El auditorio no podr� menos
que sentirlo si el orador tambi�n lo siente. Pero esto no se
consigue por la observaci�n mec�nica de simples preceptos.
VICIOS DE LENGUAJE
VOCABULARIO
Suelen confundirse los g�neros de las siguientes palabras:
MASCULINAS
FEMENINAS
Cortaplumas
Tiroides
Caparaz�n
Asma
Coliflor
Sart�n
Desmentida
Vislumbre
D�namo
Ap�cope
Enema
Vuelta
1. Nos interesan los datos extraordinarios de cosas ordinarias.
2. Nuestro principal inter�s somos nosotros mismos.
3. La persona que hace hablar a otros sobre s� mismos
y las cosas que les interesan, y escuchar con gran atenci�n,
33 2
333
Las palabras calor, tema, cometa, armaz�n yotras, tienen
dos g�neros, pero no se pueden usar indistintamente. Ruego
al lector que consulte el diccionario para averiguar sus acepciones en uno y otro g�nero. Otras palabras, comocolor,
arte, puente, etc., pueden usarse indistintamente en femenino o masculino sin que su significaci�n mude.
GRAM�TICA
Medio
Medio puede ser adjetivo y puede ser adverbio. Y sustantivo y verbo tambi�n, por cierto. Cuando es adjetivo
significa "igual a la mitad de una cosa".
Media calle,
Medio libro.
Cuando es adverbio: "no del todo, no enteramente".
Medio roto,
Medio ahogadas.
medio,
Como los adverbios carecen de g�nero y n�mero,
siempre que sea adverbio, har� caso omiso del g�nero y
n�mero de la palabra que modifica. Es esta la regla que se
infringe m�s a menudo. �Qui�n no ha o�do decir
Una mujer media borracha,
Unas casas medias destru�das?
Por si alguien entre mis lectores no recuerda la diferencia
que hay entre adverbios y adjetivos, refr�squele esto la memoria: el adjetivo califica o determina un sustantivo; el adverbio califica o determina un adjetivo, un verbo o un adverbio, pero nunca un sustantivo.
Cuando medio determine un sustantivo, como calle, podr�
alterar el g�nero y n�mero. Cuando determine un adjetivo,
deber� permanecer invariable.
como destru�das,
"Un tropel de muchachos medio desnudos se encarama por
proa y se cuelga al baupr�s como un racimo."
Ricardo Le�n
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EJERCICIO VOCAL. COMO LOGRAR QUE NOS OIGAN
A LA DISTANCIA
No es menester gritar a voz en cuello pata que nos oigan
en un sal�n grande o al aire libre. S�lo es menester emplear
adecuadamente la voz. Un susurro, reforzado por los tonos
correctos, se escuchar� en el m�s apartado rinc�n del m�s
amplio teatro.
He aqu� algunos consejos que nos permitir�n hacernos
escuchar m�s f�cilmente:
1. No miremos el piso. Esto es de principiantes. El auditorio se fastidia con esto. Destruye el v�nculo, la comunicaci�n, la sensaci�ndar
de y tomar entre los oradores y el
p�blico.Hace tambi�n que el tono baje demasiado, lo cual
i mpide que flote por sobre el auditorio.
2. "El aire contenido -dec�a la Schumann-Heink- es
la fuerza motriz de la voz. Sin dominarlo adecuadamente,
nada se logra. Lo mismo da querer ir en un autom�vil que
carezca de nafta, que querer cantar sin aire." Cantar, o hablar. Es como p�lvora que hay detr�s de las palabras. Siempre debe haber en los pulmones una reserva de aire para
que nos sirva como trampol�n, como catapulta, para lanzar
las palabras. Sin duda habremos visto alguna vez, en alguna
vidriera comercial, esas peque�as bolitas que bailotean en el
aire, mientras un chorro de agua las sostiene. As� debieran
bailotear nuestras palabras, sostenidas por el aliento. Deben
estar suspendidas como una cometa que el viento sostiene.
Respiremos, pues, profundamente, sintiendo la expansi�n de
los pulmones a la altura de las costillas inferiores, sintiendo
el diafragma aplast�ndose. Cuando comencemos a hablar, no
empleemos todo el aire en seguida. Racion�moslo. Dominemos su salida de acuerdo con lo explicado en el cap�tulo V.
3. Relajemos la garganta, los labios, la mand�bula. (Ver
los cap�tulos IV, IX y X). Los tonos que salgan de una
garganta estrechada tienen poca audibilidad, por su escasa
vibraci�n.
4. Si alguien golpea un trozo de hierro con un martillo,
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el ruido ser� desagradable y ensordecedor; no tendr� audibilidad. Pero una orquesta musical puede ser escuchada a
gran distancia, y a cualquier distancia agrada. �De d�nde
la diferencia? Muy sencillo. Los instrumentos de la orquesta
producen sonidos puros, armoniosos, sonidos con resonancia;
el martillo, en cambio, produce un estr�pito desagradable,
sordo, falto de resonancia. Hace poco, estuve al lado de un
m�sico que tocaba una corneta. Si el m�sico hubiera empleado la misma cantidad de aire para gritar, no se le hubiera escuchado desde muy lejos; pero este mismo aire, pasando por la corneta, vibrando en sus c�maras de resonancia,
produc�a ondas sonoras audibles a gran distancia.
Esto nos explica por qu� muchas voces que parecen potentes a quienes las escuchan de cerca, apenas las pueden
escuchar quienes est�n algo alejados; carecen de resonancia,
y es la resonancia lo que torna potentes los sonidos. La resonancia, la relajaci�n y la reserva de aire.
Practiquemos, pues, los ejercicios vocales ense�ados en los
cap�tulos IV, IX y X.
Mientras escuchamos la radio, tarareemos las melod�as que
toquen, apoyando la mano sobre el cr�neo, la nuca,la nariz,
los labios, las mejillas, el pecho, etc. Para aprovechar mejor
la resonancia natural, hablemos con la misma sensaci�n de
holgura en la cabeza que cuando aspiramos. Esto es muy
importante.
5. Pronunciemos las vocales con claridad. La vibraci�n
de las vocales es lo que llega lejos. No debemos, pues, descuidarlas. Es menester enunciarlas con naturalidad, con holgura,
con exactitud. Practiqu�moslas, a, e, i, o, u, con la mand�bula
relajada.
Repit�moslas por segunda vez, para ejercicio de los ' labios
ahora.
El empleo correcto de los labios es de gran importancia
para las vocales. La e y la i son vocales femeninas. Expresan
la delicadeza. Los labios forman "trompita" al pronunciarlas:
La o y la u son las vocales masculinas, que expresan fuerza, sonoridad, riqueza, profundidad: on, un, oun, uon.
6. El timbre de la voz debe variar, subir y bajar como
una escala. Ya tratamos esto en el cap�tulo VII. Esta variaci�n recalca cada palabra, la distingue de las dem�s.
7. Para que nos oigan a la distancia es menester tener
volumen. No confundamos esto con hablar a gritos. Quien
hable con poco inter�s y convencimiento, no ser� escuchado,
en igualdad de condiciones, a tanta distancia como aquel que
pone todo su ardor en lo que dice. No es la vacuidad lo
que hace potente la voz, sino la riqueza.
Una de las primeras cosas que el m�dico observa en el
paciente es la voz. La voz es reflejo de la vitalidad. Una
voz robusta y potente no puede nacer de un cuerpo enfermo
o siquiera cansado. Descansemos, pues, antes de hablar. Obedezcamos las leyes de la sensatez.
"Una hermosa voz, art�sticamente empleada
-dice la Melba-, s�lo puede surgir de un cuerpo sano... Es necesario
robusta salud para obtener �xitos grandes. Mucho aire libre,
comidas sencillas y nutritivas, y ocho o nueve horas de sue�o
es cuanto necesita el cantante, cuya laringe refleja invariablemente su estado f�sico."
en, in, ein, �en.
La a es la vocal vivaz, la de la alegr�a, la del optimismo.
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337
CAP�TULO
XV
C�MO INCITAR A LA ACCI�N
Los oradores verdaderamente eficaces nunca
han entronizado el ciego impulso como su dios.
Lo han dominado y dirigido con el juicio que
nace del cuidadoso estudio de las leyes que gobiernan la acci�n y las creencias.
EDUARDO PHILLIPS
El gran fin de la vida no es el conocimiento
sino la acci�n.
HUXLEY
que distingue la
La acci�n es la carcter�stica
grandeza.
SAINT ELMo LEWIIS
Quedamos m�s f�cilmente persuadidos, en general, por las razones que descubrimos de nuestra propia cuenta, que por las que nos vienen
~eridas de otros.
PASCAL
Si pudi�ramos duplicar o triplicar el poder de alguno de
los talentos que poseemos, con s�lo desearlo, �cu�l elegir�amos para beneficiado de semejante merced? �No elegir�amos,
seguramente, nuestra facultad de influir sobre los dem�s, o
sea de incitar a la acci�n? Esto traer�a consigo mayor poder,
mayor provecho, mayor placer.
�Debe esta arte-tan indispensable para nuestro �xito en
la vida- seguir siendo siempre una hija de la ventura?
�Esmenester que continuemos errando por obedecer nuestro
instinto? �O existe alguna manera racional de conseguirlo?
Hay, y lo veremos en seguida, un m�todo basado en
las reglas del sentido com�n, de la naturaleza humana, la
naturaleza de todos nosotros; un m�todo que el autor ha
empleado muchas veces, y que ha ense�ado a otros.
El primer paso en este m�todo es ganar atenta ate�ci�n. A
no ser que logremos esto, la gente no escuchar� cuidadosamente lo que decimos.
La manera de hacer esto lo hemos tratado extensamente ya
en los cap�tulos IX y XIV. �No ser�a conveniente revisarlos?
El segundo paso es ganarse la confianza de los oyentes.
Si no logramos esto, no tendr�n fe en lo que decimos. Y aqu�
es donde fracasan muchos oradores. Y muchos avisos de propaganda, muchas cartas comerciales, muchos empleados, muchas empresas de comercio. Aqu� es donde muchas personas
no logran ser eficaces dentro del ambiente que los rodea.
GAN�MONOS LA CONFIANZA MERECI�NDOLA
La mejor manera de ganarse la confianza es merecerla.
Alguien ha dicho que el car�cter es el elemento principal
para obtener buen nombre. Tambi�n lo es para gozar de
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la confianza del auditorio. He notado muchas veces que
oradores de palabra f�cil e ingeniosa-cuando estas eran
sus principales cualidades- no son ni con mucho tan eficaces como otros menos brillantes pero m�s sinceros.
Cierto alumno de un curso que el autor dictaba recientemente, estaba dotado de porte extraordinariamente atrayente; y cuando le lleg� el turno de hablar, comprobamos
que ten�a maravillosa fluidez de pensamiento y facundia
admirable. Sin embargo, cuando hubo terminado, el p�blico
se limit� a comentar: "un chico listo". La impresi�n que hab�a producido era ligera, superficial; pero s�lo superficial,
nunca lleg� a mucho. En el mismo grupo hab�a un comerciante, hombre de poca estatura, que ten�a a veces que buscar
una palabra, carente en absoluto de cualquier gracia de dicci�n; pero su profunda sinceridad se le descubr�a en el brillo
de los ojos y en las vibraciones de la voz. Los oyentes escuchaban atentamente lo que dec�a, ten�an fe en �l, sent�an
simpat�a sin saber conscientemente por qu�.
"Ni Mirabeau, ni Napole�n, ni Burns, ni Cromwell, ni
nadie capaz de hacer nada hay -dice Carlyle en H�roes y
veneraci�n de h�roesque no haya antes sentido vehemente
ansiedad, lo que yo llamo un hombre sincero. Yo dir�a que la
sinceridad, la sinceridad profunda, genuina, es la principal
caracter�sticade cualquier hombre por una u otra raz�n
heroico. No la sinceridad que a s� misma se llama sincera;
ah, no, �sa muy poco vale, por cierto; jactancia vac�a, sinceridad consciente, a menudo nada m�s que presunci�n. La
sinceridad de los grandes hombres es de tal suerte que no
se puede hablar de ella, no es consciente de ella."
Hace algunos a�os muri� uno de los oradores m�s brillantes y acabados de su generaci�n. En su juventud se hab�an
depositado en �l enormes esperanzas y se le hab�an profetizado grandes hechos. Pero muri� sin hacer nada. Ten�a
menos coraz�n que cabeza. Prostituy� sus innegables talentos,
habl� para defender cualquier causa que le trajese ventajas
moment�neas, o provecho econ�mico. Cobr� fama de insincero y di� as� al traste con su carrera p�blica.
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De nada sirve, como dec�a Webster, fingir simpat�as o
sinceridades que no sentimos. No dar� buen resultado. Es
menester que sea genuina, que tenga una aureola de legitimidad.
"El sentimiento m�s profundo de las muchedumbres -dice
Albert Beveridge-, el elemento m�s influyente en su car�cter, es el elemento religioso. Es tan instintivo y elemental
como la ley de la propia conservaci�n. Modela todo el intelecto y personalidad del pueblo. Y quien quiera influir
grandemente sobre el pueblo expresando sus pensamientos
informes, debe tener este grande e inanalizable lazo de simpat�a que lo una con �l."
Lincoln ten�a esta simpat�a con la gente. Muy pocas veces
deslumbraba. Creo que nadie le ha llamado "orador". En
sus famosos debates con Douglas, carec�a de la gracia, suavidad y galas ret�ricas de su antagonista. La gente di� a
Douglas el mote de El Gigante Peque�o. Y�qu�
mote le
di� a Lincoln?El Honesto Abraham.
Douglas era hombre de personalidad agradabil�sima y de
extraordinaria vitalidad; pero le gustaba jugar con dos cartas, quer�a nadar guardando la ropa, puso la astucia por
encima del principio, la conveniencia por sobre la justicia.
Esto le impidi� llegar m�s alto.
�Y Lincoln? Cuando Lincoln hablaba hab�a como un
halo que emanaba de s� y daba doble poder a sus palabras.
La gente percib�a su honestidad, su sinceridad, su car�cter
de Cristo. En lo que a conocimiento de leyes se refer�a,
hab�amuch�simosm�s hombres que le aventajaban. Pero
muy pocos ten�an tanta influencia sobre el jurado. Lincoln
se cuidaba poco de favorecer a Lincoln. Le interesaba mil
veces m�s servir a la justicia y a la verdad. Y la gente lo
echaba de ver cuando le escuchaba.
RELATEMOS COSAS DE NUESTRA EXPERIENCIA
La segunda manera de ganarse la confianza del auditorio
es relatar, discretamente, cosas de nuestra experiencia. Esto
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favorece enormemente. Si damos opiniones, el p�blico puede
ponerlas en tela de juicio. Si narramos cosas que nos han
dicho o repetimos lo que hemos le�do, el discurso sabr� a
"segunda mano". Pero lo que nos ha pasado a nosotros, eso
viene envuelto de un halo de pureza, un gustillo de cosa
cierta y verdadera; a la gente le agrada esto. Lo creen. Nos
reconocen como a la principal autoridad del mundo respecto
de ese tema.
Como ejemplo de la eficacia de esta t�cnica, leamos las
memorias de G�mez Carrillo,Treinta a�os de mi vida;
De Guernica a Buenos Aires pasando por Nueva York, de
Antonio de Aguirre y Lecube, y cualquiera de los much�simos otros libros donde sus autores nos relatan las experiencias vividas, las aventuras corridas, las cosas vistas.
SEAMOS PRESENTADOS ADECUADAMENTE
Muchos oradores no logran fijar inmediatamente la atenci�n del auditorio porque no son presentados adecuadamente.
prae, delante, y ens, ser,
Una presentaci�n-del lat�n
substancia-, debe poner delante, o sea exhibir, poner a la
vista, la substancia, que en este caso es el tema que el orador se propone tratar. Debe mostrarnos este tema lo suficientemente bien para que queramos que nos hablen de �l.
Debe suministrarnos datos �ntimos del orador, datos que nos
convenzan de que, en efecto, est� capacitado para tratar del
tema en cuesti�n. En otras palabras, debe dar a conocer el
tema al auditorio, y debe dar a conocer al orador. Y todo
esto en el menor espacio de tiempo posible.
Esto es lo que debiera hacer. Pero, �lo hace? Nueve veces
de diez, no. La mayor parte de las presentaciones son vulgares, y a m�s de esto, d�biles e imperdonablemente inadecuadas.
Por ejemplo, un orador muy conocido, un orador que no
debi� incurrir en el yerro que combato, present� al gran
poeta irland�s Keats. �ste iba a leer algunas poes�as suyas.
Tres a�os antes le hab�an concedido el premio Nobel de
literatura, la distinci�nm�s elevada que se pueda conceder
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a un hombre de letras. Estoy seguro de que no llegaba a un
diez por ciento del auditorio los que sab�an que el poeta
hab�a recibido este premio, ni la significaci�n que ten�a.
Ambas cosas debieron ser mencionadas, inexcusablemente.
Se las debi� decir aunque no se dijera m�s nada. Pero �qu�
hizo el orador? Pas� completamente por alto estos datos y
divag� extensamente sobre mitolog�a y poes�a griega. Indudablemente, ni sospechaba que era el propio yo que le impulsaba a querer impresionar al auditorio con su propio saber,
su propia importancia.
Este orador, a pesar de que goza de fama internacional como tal y ha sido presentado a su vez en mil oportunidades, al
presentar a otro fracas� en toda la l�nea. Si un hombre de
su calibre da semejante paso en falso, �qu� no har� el presentador medio?
Y �qu� providencias hemos de dictar para evitarnos esto?
Con toda compunci�n y humildad de esp�ritu, veamos al
presentador de antemano y ofrezc�mosle algunos datos para
que emplee en la presentaci�n. Nos agradecer� cualquiera
sugesti�n. Luego dig�mosle las cosas que querr�amos que mencione, las cosas que demuestran por qu� estamos capacitados
para hablar, los sencillos datos que el auditorio debiera conocer, los datos que nos ganar�n su atenci�n. Desde luego,
si se lo decimos s�lo una vez, el presentador olvidar� la
mitad de lo que le hemos dicho, y la otra mitad la confundir�,por esto es conveniente darle todo por escrito, a m�quina, uno o dos p�rrafos, a fin de que se refresque la
memoria antes de comenzar. Pero, �se la refrescar�? Probablemente, no. As� es la vida.
PASTO Y CENIZAS DE NOGAL
Hace un tiempo, en uno de mis cursos de oratoria, ten�a
como alumno a uno de los principales vendedores de una
gran casa comercial. Una noche nos hizo el absurdo anuncio
de que hab�a logrado pasto de dehesa sin semillas ni ra�ces.
Hab�a desparramado, seg�n dec�a, cenizas de nogal sobre
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terreno reci�n arado, y al poqu�simo tiempo hab�a nacido
el pasto. Cre�a firmemente que las cenizas de nogal, y solamente las cenizas de nogal, eran causantes del pasto de dehesa.
Al criticar su discurso, le hice observar, jovialmente, que
su fant�stico descubrimiento, de ser cierto, le convertir�a en
millonario, porque el pasto de dehesa vale varios c�ntimos
la libra. Le dije tambi�n que le har�a inmortal, que le conquistar�a un lugar entre los m�s grandes hombres de ciencia
de la historia. Y le inform� que nadie, vivo ni muerto, hab�a
logrado hacer el milagro que �l dec�a haber hecho, de producir vida en una sustancia inanimada.
Le dije todo esto con mucha tranquilidad, porque percib�a
que su error era tan palpable, tan absurdo, que se pod�a
excusar el �nfasis de la refutaci�n. Cuando termin�, todos
los otros alumnos hab�an comprendido la tontera de su
aserto; pero �l no la vi�, ni mucho menos. Estaba enardecido con su argumento. Se puso en pie y me inform� que
no estaba equivocado. �l no hab�a estado relatando hechos
te�ricos,me dijo, sino el resultado de su experiencia personal.
Sab�a de qu� hablaba. Sigui� hablando, ampliando lo ya dicho, dando otros pormenores, alegando nuevas pruebas, la
sinceridad y honestidad, a todo esto, rezum�ndose en su voz.
De nuevo le dije que no hab�a la m�s remota esperanza
de que tuviese raz�n, o un poquit�n de raz�n, o el m�s leve
asomo de la m�s �nfima pizca de raz�n. En menos que
canta un gallo ya estaba en pie nuevamente, y me dijo que
me apostaba cinco d�lares, con el Ministerio de Agricultura
para zanjar la cuesti�n.
Observ� que pronto hab�a ganado a su bando a varios
alumnos. Asombrado de su credulidad, les pregunt� por
qu� se hab�an convencido de la raz�n de mi antagonista.
Por su vehemencia -fu� la �nica explicaci�n que me pudieron dar-, por su vehemencia.
La vehemencia: el poder que tiene es incre�ble, especialmente con un auditorio poco intelectual.
Muy pocas personas tienen la facultad de ser mentalmente
independientes. Es algo tan raro como el topacio de Etiop�a.
Pero todos tenemos sentimientos y emociones, y todos sufrimos el influjo de los sentimientos del orador. Si �l cree
algo con suficiente vehemencia, y lo dice con suficiente vehemencia, aunque diga que puede producir pasto a partir de
cenizas de nogal, conseguir� algunos partidarios, algunos disc�pulos.Y hasta los conseguir� entre profesionales tenidos
por cultos y otra gente gorda.
Despu�s que hemos ganado la atenci�n interesada del
auditorio, y su confianza, comienza la verdadera labor. El
tercer paso es
EDUCAR AL P�BLICO SOBRE LOS M�RITOS DE NUESTRA
PROPOSICI�N
Esto es el coraz�n del discurso, la carne. A esto es a lo
que debemos dedicar mayor tiempo. Ahora ser� el momento
de aplicar todo lo aprendido en el cap�tulo XII sobre claridad, y todo lo aprendido en el cap�tulo XIII sobre el arte
de impresionar y convencer.
Aqu� es donde influir� la preparaci�n. Aqu� es donde su
falta se levantar� como el esp�ritu de Bancuo para re�rse
de nosotros.
A esta altura estamos ya sobre la l�nea de fuego. Y una
batalla -como dice el mariscal Foch- no da oportunidad
de estudio. Hay que hacer lo posible para aplicar lo que
uno ya sabe, y por lo tanto es necesario saber concienzudamente, y aprovechar este conocimiento con rapidez.
Aqu� es donde se torna necesario saber veinte veces m�s
cosas de las que pensamos decir. Cuando el Caballero Blanco,
en Alicia a trav�s del espejo,
se puso en viaje, se prepar� para
todas las contingencias posibles: llev� una trampa de ratones
por si topaba con ratones a la noche, y llev� una colmena por
si topaba con un enjambre de abejas. Si el Caballero Blanco
hubiese preparado discursos con tanta previsi�n, habr�a sido
un gran orador. Habr�a podido arrasar con un torrente de
informaciones todas las objeciones que se le hubieran puesto.
Habr�a conocido bien su tema y lo hubiera planeado tan a
conciencia que dif�cilmente habr�a podido fracasar.
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COMO RESPONDI� PATTERSON A LAS OBJECIONES
Si estamos hablando ante un grupo por alg�n asunto
que les afecta, no s�lo debemos darle informaci�n, sino
que debemos dejar que los oyentes nos den informaci�n a
- porque de lo
nosotros. Debemos averiguar qu� piensan
contrario quiz� vayamos completamente errados. Dej�mosles
que nos hablen. Respondamos a sus objeciones; entonces estar�nm�s tranquilos para escucharnos. He aqu� c�mo procedi� John Patterson, presidente de la Compa��a de Cajas
Registradoras "National", en una situaci�n de esta �ndole:
"Se torn� necesario elevar los precios de nuestras cajas registradoras. Los agentes y jefes de ventas protestaron; dijeron que
la casa se perjudicar�a, que los precios deb�an ser mantenidos
como estaban. Entonces los cit� a todos a Dayton y tuvimos una
asamblea. Present� el problema. Detr�s de m�, en el tablado,
hab�a una enorme hoja de papel y un pintor de letreros.
sus quejas por el aumento de
"Ped� al p�blico que expusiera
precios. Las objeciones empezaron a surgir de entre el auditorio
como disparos de ametralladora. As� como ven�an las hac�a anotar en la hoja por el pintor. Pasamos todo el primer d�a reuniendo objeciones. Yo s�lolos animaba. Cuando se levant� la asamblea, ten�amos una lista de, por
lo menos, cien razones diferentes
para no levantar los precios. Todas las razones posibles estaban
delante de los ojos del auditorio, que parec�a decidido a no
all�,
introducir ninguna alteraci�n. Entonces pasamos a cuarto intermedio.
"A la ma�ana siguiente, present� las objeciones, una por una,
y expliqu� con diagramas y palabras la falta de solidez de cada
una. El auditorio qued� convencido. �Por qu�? Porque todo cuanlo ten�an all� escrito con pintura
to pod�a ser dicho en contra
negra, y la discusi�n estaba centrada. No hab�a cabos sueltos. Todo
qued� resuelto en el acto."
UN DESEO CONTRA OTRO
El cuarto paso en este m�todo es tomar los motivos que
hacen actuar a los hombres.
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La tierra, y todo cuanto hay en ella y sobre ella y en
las aguas que hay debajo de ella, es dirigida, no al buen
tunt�n, sino de acuerdo con la ley inmutable de la causa
y el efecto,
"Que el mundo tiene su orden,
Los �tomos su armon�a."
Todo cuanto ha ocurrido u ocurrir�, ha sido o ser� el
efecto l�gico e inevitable de algo que le precedi�, la causa
l�gica e inevitable de algo que le sigue. Este principio, como
las leyes de los medas y los persas, "no conoce mutaci�n".
Es tan cierto de los terremotos como de la corbata de Mart�n
con sus muchos colores, y del graznido de los gansos, y de
los celos, y del precio de los callos guisados, y del diamante
de Kohinoor, y de los fiordos de Noruega-es tan cierto de
todo eso como lo es de poner una moneda en una ranura
y sacar una barra de chocolate. Cuando uno llega a comprender esto alcanza, de una vez por todas, por qu� las supersticiones son tan est�pidas, porque �de qu� modo pueden
alterar las leyes inmutables de la naturaleza trece personas
que se sientan a una mesa, o alguien que rompe un espejo?
Todos los actos conscientes y deliberados que realizamos
�son el efecto de qu�?
De un deseo. Las �nicas personas a
quienes no es dable aplicar esto est�n encerradas en los manicomios. Las cosas que nos hacen obrar no son muchas. Hora
tras hora, d�a y noche, estamos dominados por un n�mero
sorprendentemente peque�o de deseos.
Todo esto significa, ni m�s ni menos, que si sabemos cu�les
son estos motivos, y podemos
citarlos con suficiente vigor,
tendremos extraordinario poder. Esto es precisamente lo que
hacen los buenos oradores. Pero los inexpertos caminan ciegamente y sin meta conocida.
Por ejemplo, un padre descubre que su hijo -un muchacho de quince a�os- ha estado fumando subrepticiamente. Se enfurece, echa chispas, protesta, ordena al ni�o
que termine con este h�bito pernicioso, le previene que con
ello se arruinar� la salud.
349
Pero supongamos que al muchacho se le da un bledo
de su salud, que le gusta el sabor y la aventura de un cigarrillo m�s que lo que teme las consecuencias f�sicas. �Qu� suceder�? La exhortaci�n del padre ser� in�til. �Por qu�? Porque
el padre no fu� suficientemente astuto para invocar un motivo que afectase a su hijo. El padre invoc� s�lo los motivos
que le afectaban a �l. No se molest� en mirar el asunto desde el punto de vista del muchacho.
Sin embargo, es bastante probable que el muchacho anhele
con todo su coraz�n formar parte del equipo de futbol de
su escuela, o quiera intervenir en la carrera de cien metros,
o quiera sobresalir en atletismo. Entonces, si el padre deja
de considerar sus propios sentimientos, y hace ver al hijo que
el tabaco le impedir� lograr las tan caras aspiraciones atl�ticas, lograr� probablemente corregir al hijo en forma diplom�tica, y de una vez por todas; habr� recurrido al muy sensato procedimiento de contraponer un deseo m�s fuerte a un
deseo m�s d�bil. Esto es precisamente lo que sucede en las
famosas regatas de San Sebasti�n. Los fornidos remeros de
Donostia, Fuenterrab�a, Pasages, etc., se privan por propia
voluntad del tabaco y el alcohol durante el per�odo de adiestramiento. Comparado con el deseo de ganar, cualquier otro
deseo es secundario.
Uno de los problemas m�s serios que se le presentan hoy
al hombre es la guerra contra los insectos. Hace algunos
a�os lleg� a nuestro pa�s la polilla oriental de la fruta, en
unos cerezos que el gobierno japon�s enviaba como obsequio
para adornar la orilla de un lago en nuestra capital. El insecto
se propag� y amenaz� la cosecha de frutas en varios Estados.
Los rociadores no daban ning�n resultado; entonces el gobierno decidi� importar otro insecto del Jap�n y diseminarlo
para que terminara con esta alevilla. Nuestros expertos en
agricultura combaten as� una plaga con otra plaga.
El hombre diestro para incitar a la acci�n emplea t�ctica
similar Pone un motivo en pugna con otro. El m�todo es
tan sensato, tan sencillo; de tan completa evidencia, que
cualquiera creer�a que es universalmente aplicado. Lejos de
35 0
esto, sin embargo. Hartas veces vemos procederes tales que
nos hacen sospechar la rareza de su empleo.
Citar� un caso concreto: Hace poco concurr� a un banquete en un centro de cierta ciudad. Estaban organizando
un equipo de jugadores de golf para que jugasen en el campo
de un pueblo vecino. S�lo muy pocos socios se hab�an anotado. El presidente del centro no pod�a ocultar su contrariedad; algo por �l organizado estaba por fracasar. Su prestigio corr�apeligro. Entonces hizo un llamamiento -eso
crey� �l que era- para aumentar el n�mero de inscritos.
Su discurso fu� sumamente inadecuado; bas� la mayor parte de su pedido en el hecho de que �l quer�a que se inscribiesen. Esto no era un llamamiento. No estaba manejando
con habilidad la naturaleza humana. No hac�a sino considerar
sus propios sentimientos. Exactamente como aqu�l que descubri� a su hijo fumando, �ste no se preocup� de referir
su pedido a los deseos de los oyentes.
�Qu� habr�a debido hacer?
Habr�a debido emplear una
pr�diga cantidad de sentido com�n; habr�a debido hablar un
poco consigo mismo antes de querer hablar a los dem�s;
y habr�a debido decirse algo a este tenor: "�Por qu� van tan
pocos socios a este concurso de golf? Algunos quiz� por no
perder tiempo; otros quiz� teman gastar mucho dinero en el
viaje y la estada. �C�mo puedo vencer estas objeciones? Les
demostrar� que la recreaci�n no es tiempo perdido; que las
personas que se matan trabajando no son las que logran
m�s �xito; que se puede trabajar m�s en cinco d�as estando
fresco que en seis estando agotado. Desde luego, todos saben esto. Pero es menester record�rselo.Mencionar� cosas
que les despierten mayores deseos que el que ya tienen de no
incurrir en este menudo gasto. Les demostrar� que es una
inversi�n que hacen en salud y solaz. Les excitar� la imaginaci�n, les har� verse ya en el campo de golf, el viento del
oeste azot�ndoles el rostro, el verde c�sped bajo los pies, al
tiempo que sientan l�stima por los que, entre cuatro paredes,
viven s�lo para ganar dinero."
�
No creen mis lectores que as� hubiera tenido mayor �xito?
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LOS DESEOS QUE DETERMINAN NUESTRAS ACCIONES
�Cu�les son, pues, estos deseos fundamentales que rigen
nuestra conducta y nos hacen comportar como seres humanos? Si la comprensi�n y el aprovechamiento de ellos son
tan indispensables para lograr el triunfo, �qu� esperamos
para estudiarlos? Venga luz, y examin�moslos, anatomic�moslos y analic�moslos.
Dedicaremos el resto de este cap�tulo a contar y comentar
algunos cuentos. Tal es, nadie lo negar�, el modo de ense�ar
con claridad y eficacia, y de grabar profundamente estas ense�anzas en las paredes de la memoria.
Uno de los m�s ardientes entre estos deseos es... �cu�l
os parece? Ni m�s ni menos: el deseo de lucro. Esta es la
raz�n principal por la que varios millones de personas se
levantaron esta ma�ana dos o tres horas antes de lo que
se habr�an levantado a no existir este espolazo. �Es necesario insistir m�s en el poder de tan conocida instigaci�n?
Aun m�s poderoso que el m�vil econ�mico es el deseo de
conservaci�n. Todas las propagandas referentes a la salud se
basan sobre este deseo. Por ejemplo, cuando una ciudad hace
propaganda de su clima salubre, cuando una f�brica de comestibles pondera la pureza y valor vigorizante de sus productos; cuando un vendedor de drogas farmac�uticas enumera
todas las enfermedades que su f�rmaco aliviar�; cuando una
gran lecher�a anuncia que la leche es rica en vitaminas e
indispensable para el mantenimiento de la vida; cuando un
orador de la liga antitabaquista nos demuestra que el tres
por ciento del tabaco es nicotina pura, y que una gota de
nicotina puede matar a un perro, y que ocho gotas destruyen
a un caballo, todas estas personas explotan nuestro innato
deseo de preservar la vida.
Para explotar con eficacia y vigor este motivo, hemos de
hacerlo personal. No citemos, pongo por caso, estad�sticas
que demuestren que el c�ncer va en aumento. No. Enlacemos
esto con la gente que nos escucha, verbi gratia: "En esta sala
hay treinta personas. Suponiendo que todos llegaren hasta
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los cuarenta y cinco a�os, tres de los presentes, de acuerdo
con la ley de promedios m�dicos, morir�n de c�ncer. Quiz�s
esa persona sea usted, o usted, o aquel otro."
Tan fuerte como el deseo econ�mico -y en mucha gente
m�s fuerte aun- es el deseo de estar bien considerado, de
gozar de la admiraci�n.Hablo, se�ores, del orgullo. El Orgullo, con O may�scula. El Orgullo, en bastardilla. EL ORGULLO, todo en grande.
�
Orgullo! �cu�ntos cr�menes se cometen en tu nombre!
Durante muchos a�os, miles y miles de j�venes doncellas
de China sufrieron dolores indecibles; gimieron, lloraron,
y todo esto de buena gana, porque los dictados del orgullo
exig�an que se les vendasen los pies y no se les permitiese
crecer. En este mismo instante, miles de nativas, en ciertas
partes del �frica Central, llevan discos de madera en los
labios. Aunque parezca incre�ble, estos discos son tan grandes
como el plato en que comimos el postre hoy al mediod�a.
Cuando las peque�itas de esta tribu llegan a la edad de ocho
a�os, se les hace un corte en la porci�n externa de los labios
y se les inserta un disco. A medida que van pasando las
estaciones, los discos son reemplazados por otros cada vez m�s
grandes. Por fin hay que extirpar los dientes con el objeto de
hacer lugar para tan preciado ornamento. Estos engorrosos
adornos tornan de todo punto imposible a estas beldades de
�bano el emitir sonidos inteligibles. El resto de la tribu rara
vez entiende sus conatos de conversaci�n. Pero todo esto soportan estas mujeres con tal de parecer hermosas, con tal
de ser admiradas, con tal de estar satisfechas- de s� mismas,
con tal de aplacar el orgullo.
Aunque nosotros no exageramos tanto, o lo hacemos de
otra manera, el principio es el mismo para todos los seres
humanos.
Conque, la explotaci�n del orgullo, si est� bien hecha,
tiene muy poca potencia menos que la dinamita.
Pregunt�monos a nosotros mismos qu� nos movi� a seguir
este curso. �Influy� en nosotros hasta cierto punto el deseo
de causar mejor impresi�n? �Aspir�bamos a la �ltima satis353
facci�n que produce el pronunciar un buen discurso? �No
experimentaremos un orgullo muy perdonable del poder,
dominio y distinci�n a que se hacen naturales acreedores los
oradores?
Un director de revista declar� recientemente, en una conferencia, que de todas las cosas favorables al p�blico que se
pueden mencionar en una carta de propaganda comercial,
ninguna era tan eficaz como las que se dirigen directamente
al orgullo y al provecho.
Lincoln gan� cierta vez un juicio explotando el orgullo.
Sucedi� esto en 1847. Dos hermanos hab�an comprado dos
yuntas de bueyes y un arado a un se�or llamado Case. A pesar
de que los dos hermanos eran menores de edad, el se�or
Case acept� el pagar� que le firmaron por doscientos d�lares.
Cuando venci� el pagar�, el acreedor fu� a cobrar, y s�lo
consigui� que losmuchachos se le rieran en las barbas.
Entonces requiri� los servicios de Lincoln y entabl� demanda.
Los hermanos alegaron que eran menores de edad y que el
se�or Case lo sab�a cuando acept� el pagar�. Lincoln admiti�
todo cuanto dec�an y la validez del acta de minor�a. "S�, se�ores;me doy perfecta cuenta", respond�a a todos los puntos
aducidos. Parec�a que ya hab�a abandonado las esperanzas de
ganar. Sin embargo, cuando le lleg� la vez de hablar, dirigi�
las siguientes palabras a los doce hombres buenos del jurado:
"Se�ores del jurado, �est�is dispuestos a permitir que estos
muchachos entren en la vida con semejante verg�enza y tacha
de car�cter?El mejor juez del car�cter humano que haya
escrito, dej� estas palabras:
"El buen nombre del hombre y la mujer
Es la joya inmediata de sus almas:
Quien me roba la bolsa s�lo basura roba;
Es algo, es nada, hoy d�a, nada de �l,
Y esclava ya de miles.
Pero quien me despoja del buen nombre,
Me roba algo que no le enriquece
Y a m� me deja, ciertamente, pobre."
354
Luego se�al� que estos j�venes nunca hubieran descendido a cometer semejante villan�a si no hubiese sido por el
poco sabio consejo de su abogado. Luego de mostrar c�mo
la noble profesi�n del Derecho era a veces prostitu�da para
impedir en vez de para promover la justicia, se volvi� y censur� con acritud al otro abogado. "Y ahora, se�ores del jurado -concluy�-, queda en vuestras manos rehabilitar a
estos muchachos ante el mundo." Por cierto que ninguna de
estas personas querr�a comprometer su prestigio ni influencia
para escudar lo que era patente deshonestidad. No pod�an
seguir fieles a sus principios y hacer semejante cosa-esto
les hab�a dicho Lincoln. Explot�, como vemos, el orgullo de
los jueces. Y �stos, sin retirarse a deliberar, decidieron que
hab�a que pagar la deuda.
Lincoln explot� asimismo el innato amor de la justicia
que ten�an los miembros del jurado. Es un amor que casi
todos tenemos, que nos brota espont�neamente. Por �l nos detenemos en la calle a defender a un chicuelo que es castigado
por otro mayor.
Somos criaturas sentimentales que ansiamos comodidades
y placeres. Tomamos caf�, y llevamos medias de seda y vamos
al teatro, y dormimos en la cama en vez de en el suelo, no
porque hayamos llegado por razonamiento a la conclusi�n
de que esto es beneficioso, sino porque es agradable. Demostremos entonces que lo que proponemos acrecentar� nuestras
comodidades y aumentar� nuestro placer, con lo cual habremos tocado un resorte poderos�simo para remover la inercia
e incitar a la acci�n.
Cuando un corredor de seguros nos dice que debemos asegurarnos la vida para no correr el riesgo de que nuestra
esposa e hijos queden desamparados alg�n d�a, �qu� m�vil
nos explota? Uno muy poderoso, uno que es responsable de
gran parte de la conducta del mundo: el cari�o.
Tambi�n el patriotismo se basa sobre los m�viles del cari�o y el sentimiento.
A veces la explotaci�n de los sentimientos mover� a la
355
acci�n cuando todo lo dem�s fracase. Tal la experiencia de
un conocido subastador de inmuebles, de Nueva York. Merced
a su h�bil explotaci�n de este sentimiento consigui� hacer
la venta m�s importante de su vida. He aqu� su historia tal
como �l la cont�:
"La pericia t�cnica no lo es todo en el arte de vender. En la
venta particular m�s importante que haya hecho en mi vida, no
recurr� a conocimientos t�cnicos de ninguna clase. Hab�a estado
negociando con el se�or Gary la venta de un edificio de Broadway
a la Corporaci�n del Acero, que era donde hab�a tenido sus
oficinas hasta entonces. Yo cre� que ya estaba decidida la venta,
cuando, al ir a ver al se�or Gary, me dijo muy calmosamente
pero con mucha decisi�n:
" -Se�or Day, nos han ofrecido un edificio mucho m�s moderno cerca de aqu�, que nos resulta de mucho mayor conveniencia. Es (y me se�al� la obra de carpinter�a) un edificio mucho
mejor terminado. Esta casa es demasiado antigua; usted no ignora
que su estructura es muy vieja. Algunos de mis asociados piensan que, desde todos los puntos de vista, el otro edificio nos ser�
de mayor conveniencia que �ste.
"�Eran 5.000.000 de d�lares que se me escapaban por la ventana! No respond� nada por un momento, y el se�or Gary se abstuvo
de continuar. Me hab�a comunicado su decisi�n. Si hubiera ca�do
un alfiler al suelo, nos habr�a parecido una bomba. No intent�
responder a sus razones. En vez de ello, le pregunt�:
' -Se�or Gary, �d�nde estaba su primera oficina cuando vino
a Nueva York?
'-Aqu� mismo -respondi�-; o, mejor dicho, en la habitaci�n pareda�a.
-�D�nde se organiz� la Corporaci�n del Acero?
-Hombre, aqu� mismo, en estas oficinas -musit�; m�s que
contest�.Y luego, por su propia cuenta, agreg�:- Algunos de
mis gerentes m�s j�venes han remozado de tiempo en tiempo
sus oficinas. No les ha agradado el moblaje antiguo. Pero -agre-g�- ninguno de estos hombres sigue en la casa.
"La venta se produjo. A la semana siguiente firmamos los papeles.
"Desde luego, yo conoc�a el edificio que le hab�an ofrecido
al se�or Gary, y habr�a podido comparar los m�ritos arquitect�356
nicos de uno y otro. Pero entonces habr�a conseguido que el
se�or Gary se pusiese a discutir -consigo mismo si no conmigo- sobre pormenores materiales de construcci�n. En vez, recurr� a sus sentimientos."
MOTIVOS RELIGIOSOS
Hay otro grupo poderoso de motivos que influyen grandemente en nosotros. �C�mo los llamaremos? �Motivos religiosos? Con religiosos quiero decir, no la adoraci�n ortodoxa
o los dogmas de una secta cualquiera. Me refiero m�s bien
al amplio grupo de verdades hermosas y eternas que ense��
Jesucristo: la justicia, el perd�n, la caridad, el amar al pr�jimo como a nosotros mismos.
A nadie le gusta confesar, ni siquiera para su interior, que
no es bueno, amable y magn�nimo. Por esto nos encanta que
nos exploten estos sentimientos. Implica cierta nobleza de
alma. Esto nos enorgullece. Durante muchos a�os, Ward fu�
secretario de la junta Internacional de la Asociaci�n Cristiana de j�venes, y todo el tiempo lo dedic� a efectuar campa�as para aumentar la hacienda de la Asociaci�n y edificar
as�nuevos edificios. Cuando un hombre firma un cheque
por mil pesetas para la Asociaci�n Cristiana de su pueblo, no
es el instinto de conservaci�n lo que le impulsa a ello,
ni el deseo
de aumentar sus riquezas o de acrecentar su poder personal.
Pero muchos hay que lo hacen por ser nobles, justos y
�tiles.
Luego de iniciar la campa�a en cierta ciudad del Noroeste,
el se�or
Ward se entrevist� con un conocido hombre de negocios que nunca hab�a querido saber nada de iglesias ni de
movimientos sociales. �Qu�! �Pretend�aWard
el se�or
que
abandonara sus negocios durante una semana para intervenir
en la campa�a pro-fondos de la Asociaci�n Cristiana? �Absurdo! Por fin consinti� en concurrir a la reuni�n inaugural
de la campa�a. Y le emocion� tanto el discurso con que el
se�orWard explot� su nobleza y altruismo, que dedic� toda
una semana, entusiasmad�simo, a la campa�a pro-fondos.
357
Antes de terminada la semana, este hombre, que siempre
hab�a sido conocido por su profanidad religiosa, rezaba por
el �xito de la empresa.
Un grupo de personas visit� hace tiempo a James J. Hill
para convencerle de que estableciera Asociaciones Cristianas
a lo largo de sus l�neas de ferrocarriles. Se necesitaba dinero;
y, sabiendo que Hill era un astuto hombre de negocios, tuvieron el poco tino de basar los argumentos principales sobre su
deseo de lucro. Estas asociaciones, adujeron, aumentar�an la
felicidad y conformidad de sus obreros, con lo cual se elevar�a
el valor de sus propiedades.
-Han olvidado ustedes mencionar la �nica raz�n que me
mover� a establecer estas Asociaciones-respondi� el se�or
Hill-, y que es el deseo de respaldar la virtud y fomentar
el car�cter cristiano.
Ciertas viejas cuestiones de l�mites entre Chile y la Argentina hab�an colocado a estas dos naciones, en 1900, al borde
de la guerra. Se hab�an constru�do barcos de guerra, se hab�an
acumulado armamentos, se hab�an aumentado los impuestos
y se hab�a efectuado toda suerte de preparativos para zanjar la cuesti�n por las armas. En el d�a de Pascuas de 1900
un obispo argentino hizo, en nombre de Cristo, un apasionado
llamamiento en favor de la paz. Del otro lado de los Andes,
un obispo chileno recogi� y repiti� el mensaje. Ambos obispos
comenzaron a ir de ciudad en ciudad, exhortando a la paz
y al amor fraternal. Al principio, los auditorios estaban formados s�lo de mujeres; pero al cabo sus exhortaciones conmovieron a las dos naciones. Se hicieron peticiones populares;
y la opini�n p�blica oblig� a los gobiernos a recurrir al
juicio arbitral y a reducir las fuerzas armadas. Se desmantelaron las fortalezas fronterizas y los ca�ones fueron fundidos
para moldear un inmenso Cristo de bronce. Hoy, en lo alto
de la enorme cordillera que separa a ambos pa�ses, erigido
en guardi�n de la frontera que di� origen a la discordia, se
destaca la estatua del Pr�ncipe de la Paz, con su cruz en la
mano. Y en el pedestal se lee esta inscripci�n: "Estas monta�as se derrumbar�n y convertir�n en polvo antes que los
35 8
pueblos de Chile y de la Rep�blica Argentina olviden la
solemne palabra empe�ada a los pies de Cristo."
Tanto es el poder de una invocaci�n a los sentimientos
y convicciones religiosos.
SUMARIO
1. Despertar el inter�s.
2. Ganarnos la confianza del auditorio, mereci�ndola por
nuestra sinceridad, por una presentaci�n adecuada, por estar
capacitados para hablar del tema, por decir lo que la experiencia nos ha ense�ado.
3. Digamos lo que tenemos que decir, eduquemos al auditorio sobre los m�ritos de nuestra propuesta, respondamos
a sus objeciones.
4. Explotemos los motivos que hacen actuar a los hombres: el deseo de lucro, de conservaci�n, de placeres, el orgullo, los sentimientos, los afectos y los ideales religiosos,
tales como la justicia, la piedad, el perd�n, el amor.
Este m�todo, si es empleado con acierto, no s�lo ser� un
auxilio para el orador, sino para todas las personas, en los
diversos asuntos de la vida.
�
HA USADO CON �XITO EL AUTOR EL M�TODO
QUE ACABA DE DESCRIBIR?
Primer paso: �Ha despertado el autor el inter�s de sus
lectores al recalcar la importancia de influir en la naturaleza
humana, y al declarar que hay un m�todo cient�fico para conseguirlo y que de �l tratar�amos en seguida?
Segundo paso: �Conquist� el autor la confianza del lector al decirle que su sistema se basa en los preceptos del
sentido com�n, que �l hab�a empleado y hab�a ense�ad
a emplear a miles de personas?
Tercer paso: �Expuso el autor sus teor�as con claridad?
�Ense�� al lector el mecanismo y m�ritos del m�todo?
Cuarto paso: �Dej� convencido el autor al lector de que
359
este m�todo aumentar� su influjo personal y su provecho?
�Se esforzar� el lector, como consecuencia de la lectura de
este cap�tulo, en aplicar este m�todo? En diferentes palabras,
�ha incitado el autor a la acci�n? *
cuando son complemento directo de un verbo activo, seg�n
una regla acad�mica que ha ca�do en desuso. De modo que
si se dec�a: "Conquistar
a Berl�n", hoy se dice: "Conquistar
Berl�n",
Sitiar Roma,
Descubri� Am�rica,
Visitar Francia.
VICIOS DE LENGUAJE
GIROS
El uso correcto de las preposiciones es dif�cil en cualquier
idioma. Es com�n emplearlas erradamente en los siguientes
giros:
En cambio, a�n llevan la preposici�n los colectivos de personas, siempre que la acci�n que denota el verbo se ejerza
sobre los individuos:
Adular a la muchedumbre;
CORRECTO
INCORRECTO
Basta con verte
De arriba a abajo
Haber menester de algo
Entrar a un lugar
Bajo el punto de vista
Aparte de esto
Ejercer de m�dico
En caso que
Por amor a Dios
Camino a Madrid
En ancas
Quitarse del medio
Renunciar a un cargo
Contar con los dedos
Ganar de mano
De este tenor
Basta el verte
De arriba abajo
Haber menester algo
Entrar en un lugar
Desde el punto de vista
Aparte esto
Ejercer la medicina
En caso de que
Por amor de Dios
Camino de Madrid
A ancas, o las ancas
Quitarse de en medio
Renunciar un cargo
Contar por los dedos
Ganar por la mano
A este tenor
GRAM�TICA
Uso de la preposici�n
a
Los nombres de ciudades y pa�ses llevan la preposici�n
* El autor desea expresar su agradecimiento por este plan a
"Scientific selling and adArthur Dunn, que lo di� en su libro
vertising".
36 0
pero
Contemplar la muchedumbre.
En fin, la llevan tambi�n las cosas personificadas:
Con la pluma venci� a la espada
EJERCICIO VOCAL. HABLEMOS CON NITIDEZ
De acuerdo con un art�culo de
El Tiempo de Nueva York,
uno de cada siete hombres que presentaron solicitud de aspirantes a oficiales durante la Gran Guerra no fu� aprobado
en los ex�menes por "p�sima articulaci�n vocal, falta de voz
o enunciaci�n imperfecta".
Estas desventajas no lo son menos en la vida civil. �No nos
vemos, acaso, obligados muchas veces a pedir a alguien que
nos repita alguna frase, sobre todo si nos es un extra�o?
�
No nos ha fastidiado muchas veces el tener que escuchar
a alguien a quien se nos hac�a dif�cil entender?
Cu�ntas veces carecen de esa nitidez, esa impecable enunciaci�n, las personas a cuyo trato estamos acostumbrados.
Y qu� delicia escuchar a alguien que la posee. Es se�al casi
infalible de refinamiento y cultura.
Todos pueden mejorar su pronunciaci�n con ejercitamiento.
A los sordomudos se les ense�a a mover con exactitud los
361
m�sculos de los labios, mejillas y lengua.Y el resultado es
que aprenden a hablar m�s n�tidamente que cualquiera que
posea la facultad de o�r. Imaginemos, pues, lo que har�a
semejante adiestramiento a un hombre normal.
Los sonidos m�s f�ciles son las consonantes que se pronuncian cerrando los labios. Son tres: p, b (v), y m. He aqu�
algunas reglas:
Apretemos siempre los labios fuertemente para pronunciar
estos sonidos. M�s fuertemente de lo que estamos acostumbrados a hacer, y por mayor tiempo. Mucha gente apenas junta los
labios. Exageremos el sonido, casi como si fuera doble:
camma
cappa
cabbo
cama
Capa
cabo
Localicemos la sensaci�n, sintamos la compresi�n demla
de cama, de la p de capa, etc., al centro mismo de los labios.
Empleeemos entrambos lados. �Usamos todos el labio superior? El espejo nos lo dir�.
Ni temamos, por otra parte, sacar un poco los labios al
pronunciar estos sonidos, haciendo con ellos bocina. Esto es
necesario para la claridad.
Ejercicio: Repetir me-me-me-me-me; pep-pep-pep-pep-peppep; etc.
Repetir frases disparatadas como �stas:
Se preparan para aparecer problemas prohibitivos.
M�viles millones de memeces manifiestas.
Las siguientes consonantes son consecuencia del contacto
de la lengua con alguna parte del techo del paladar: t, d,
z, n, l, s, ch, j, r, k, g. Esta clase de consonantes intervienen
en casi todas las palabras. Para mayor conveniencia las dividiremos en tres grupos:
1. t, d, z, n, ch, j.
2. k, g.
n, ch y j, apretemos la lengua con fuerza contra el cielo de
la boca. La mayor parte de la gente es perezosa con 1-a lengua.
Esforc�mosla. Ci��mosla. Esto beneficiar� la claridad de nuestros sonidos.
Para pronunciar con rapidez y facilidad estas consonantes,
afilemos la lengua, y usemos s�lo la punta, medio cent�metro aproximadamente. No levantemos toda la lengua.
Y toquemos con la punta el cielo de la boca, inmediatamente
por detr�s de los dientes, ni m�s ni menos.
Pongamos un espejo frente a la boca y repitamos frases
disparatadas como estas que siguen, usando en�rgicamente
todos los m�sculos en la manera indicada. Y luego inventemos otras frases:
Lolita G�lvez teje un tejido de lino.
Alegres llegan doce gitanas por las monta�as y por los
llanos.
"La impecable articulaci�n de Caruso, seg�n Fucito y Beyer,
se deb�a a la gran flexibilidad de sus labios y lengua. Un excelente ejercicio para la flexibilidad de la lengua y los labios
(y tambi�n para la clara enunciaci�n de la erre)ira,
es: tre,
tro, tru y bra, bre, bro, bru.
Los maestros italianos de canto ense�an a sus disc�pulos
a pronunciar muchas eles. Con la punta de la lengua contra
el cielo de la boca, los labios salientes, la mand�bula sin tensi�n, digamos lul, lul, lul, lul, lul, lul, lul, lul.
La l, la n y la m reciben el nombre de consonantes musicales. Tienen de suyo m�sica, pero muchos oradores se la
quitan. La n es muy valiosa, porque da el mejor tono de
cabeza. Por eso las usamos en el �ltimo cap�tulo, al hablar
de las vocales: an, in, �en.
etc.
3. l. s, r.
Hablemos del primer grupo.
Para pronunciar con exactitud, rapidez y facilidad, t, d, z,
36 2
363
No basta saber imitar el talle del cuerpo, si
el corte del vestido no dice con la figura. �Y
qu� diremos del estambre de la tela, que es la
propiedad de las palabras? �sta tambi�n va perdiendo, y s�lo la lectura de nuestros autores antiguos puede reparar tanto da�o.
ANTONIO CAPMANY
Amo tambi�n a mi idioma, el idioma castellano; deseo que se conserve inc�lume en Am�rica,
y mi �nico sentimiento es no conocerlo a fondo - no poder escribirlo de una manera impecable.
JUAN ANTONIO ARGERICH
Hoy se emplean sin discriminaci�n cantidad
de voces. En este mismo instante he estado yo a
punto de cometer una impropiedad al ir a estampar palabra por voz. Lo que se habla es palabra, y lo que se escribe es voz o t�rmino.
AZOR�N
Cierto tiempo atr�s, un ingl�s, sin empleo y sin reservas
econ�micas, caminaba por las calles de Filadelfia en busca
de empleo. Entr� en las oficinas de Paul Gibbons, conocido
comerciante de la ciudad, y pidi� ver a �ste. Gibbons mir�
con desconfianza al extra�o. Su porte no le recomendaba ni
mucho menos. El traje lo ten�a ra�do y arrugado, y toda
su presencia revelaba claramente desgracia econ�mica. Un
poco por curiosidad, un poco por l�stima, Gibbons accedi�
a recibirle. Al principio pensaba escucharle s�lo un momento,
pero el momento se convirti� en minutos, y los minutos llegaron a una hora; y la conversaci�n continuaba. Y termin�
con un llamado telef�nico de Gibbons a otro amigo, poderoso comerciante de Filadelfia. Y �ste invit� al extra�o a
comer y le di� un empleo decoroso. �C�mo pudo este hombre cogerse de tan preciada aldaba en tiempo tan breve?
Podemos divulgar el secreto en una sola frase: su dominio
del idioma. Era, en realidad, un universitario de Oxford que
hab�a venido a Am�rica en misi�n comercial y acabado en
desastre. Hab�a quedado en la calle, sin dinero y sin amigos.
Pero hablaba el ingl�s con tanta precisi�n y belleza, que
quien le escuchaba se olvidaba de que los zapatos los ten�a
polvorientos, la chaqueta deshilachada y el rostro barbudo.
La refinada pureza de su idioma era un pasaporte que le abr�a
las puertas de los mejores c�rculos comerciales.
La aventura de este hombre es algo extraordinaria, pero
nos ejemplifica una verdad inconmovible y fundamental:
d�me c�mo hablas y te dir� qui�n eres. Las palabras que
empleamos revelan nuestro refinamiento. Le indican, al oyente observador, con qui�n est� tratando. Son los voceros de
nuestra cultura y de nuestra educaci�n.
367
S�lo tenemos, todos nosotros, cuatro formas de contacto
con el mundo. Se nos aprecia y clasifica por cuatro cosas:
por lo que hacemos, por lo que parecemos, por lo que decimos, y por la manera en que lo decimos. Sin embargo,
muchas personas erran por mucho tiempo despu�s de terminados los estudios, sin que hagan el menor esfuerzo consciente
por enriquecer su vocabulario, por dominar los matices de
Generalsignificado, por hablar con precisi�n y distinci�n.
mente, usan las ya por dem�s zarandeadas y exhaustas frases
de la oficina y de la calle. �Qu� mucho, entonces, que su conversaci�n carezca de distinci�n e individualidad? �Qu� mucho que violen una vez tras otra los preceptos -aun los m�s
elementales de gram�tica?Yo he o�do hasta se�ores graduados de la universidad diciendo haiga por haya o voy de
mi casa por voy a mi casa. Y si se�ores universitarios que
adornan sus nombres con llamativos t�tulos cometen estos errores, �qu� queda para aquellos cuya educaci�n debi� ser interrumpida tempranamente por dificultades econ�micas?
Hace algunos a�os estaba yo ensimismado frente al Coliseo de Roma. Un desconocido se me acerc�; era un ingl�s
de ultramar. Se present� y comenz� a darme lata en torno
aun
a sus aventuras por la Ciudad Eterna. No hab�a hablado
me
se
f
u�.
tres minutos cuando me solt� un agora y un
Aquella ma�ana, cuando se levant�, hab�a, mi hombre, lustr�dose los zapatos y vestido inmaculado traje blanco para
hacerse acreedor al respeto de cuantos le vieran; pero no hab�a hecho el menor esfuerzo por lustrar un poco sus frases y
decir per�odos impecables. Le causar�a verg�enza, por ejemplo, no quitarse el sombrero para hablar a una mujer; pero
no le avergonzaba -�qu� va!, ni siquiera reparaba en elloel violar los usos de la gram�tica, el ofender los o�dos de
interlocutores de mejor gusto y cultura. Sus propias palabras
le delataban, encasillaban y clasificaban. Su p�simo aprovechamiento del idioma heredado proclamaba al mundo, continua e inexorablemente, que no era persona educada.
El doctor Charles W. Eliot, despu�s de presidir la universidad de Harvard durante un tercio de siglo, declar�: "S�lo
368
una adquisici�n mental considero necesaria en la educaci�n
de una dama o de un caballero: el empleo preciso y refinado de su lengua materna." Esta es una opini�n de valor.
Medit�mosla.
Pero �c�mo
-preguntar� alguien- familiarizarme con
las palabras, y hablar con elegancia y precisi�n?Afortunadamente, no hay sombra de misterio en punto a los medios
que se deber�n emplear, no hay arte de birlibirloque. El m�todo es un secreto a voces. Lincoln lo emple� con extraordinario �xito.Ning�n otro norteamericano logr� construir
frases tan hermosas, ni produjo con la prosa tan delicada
m�sica: "sin malevolencia para nadie, con caridad para todos".
�
Hab�a dotado la naturaleza con semejante don de las palabras a este hombre cuyo padre era un carpintero perezoso
Y analfabeto, y cuya madre eta una mujer de condiciones
mediocres? No hay evidencia que abone tal suposici�n. Cuando le eligieron diputado, describi� su educaci�n en los archivos
de Washington con una sola palabra: deficiente. No hab�a
concurrido doce meses a la escuela en toda su vida. Y �qui�nes hab�an sido sus gu�as? Maestros rurales que viajaban de
un campamento de colonos a otro, buscando ni�os en edad
escolar a quienes educar a cambio de jam�n, trigo y ma�z
que comer. Lincoln obtuvo muy flaca ayuda, muy omisa
inspiraci�n ni est�mulo de estos hombres, ni de su ambiente
diario.
Los agricultores y comerciantes, los abogados litigantes con
quien convivi� en una nueva etapa de su vida no ten�an
dominio del vocabulario. Pero Lincoln no malgast�-y este
es un factor importante que debemos recordar-, Lincoln
no malgast� todo el tiempo con sus iguales e inferiores
mentales. Trab� amistad �ntima con los esp�ritus escogidos,
los poetas de todos los tiempos. Pod�a repetir de memoria
p�ginas enteras del inmortal poeta escoc�s Burns, o de los
rom�nticos ingleses Byron y Browning. Ten�a un ejemplar
de las poes�as de Byron en su casa y otro en la oficina. El ejemplar que ten�a en la oficina hab�a sido tan aprovechado que
siempre que uno lo cog�a quedaba abierto en el Don Juan.
369
Aun cuando estaba en la Casa Blanca, mientras la pesada
carga de la Guerra de Secesi�n le minaba las fuerzas y le
grababa profundos surcos en el rostro, se hac�a un poquito
de tiempo para leer a alg�n poeta favorito. A veces se despertaba a medianoche y, abriendo un libro, daba en versos
que le resultaban especialmente estimulantes o agradables. Levant�ndose con s�lo su camis�n de dormir y zapatillas, caminaba por los vest�bulos hasta que topaba a su secretario;
entonces le le�a poes�a tras poes�a. En la Casa Blanca se
hac�a tiempo para recitar largos pasajes de Shakespeare;
criticaba la versi�n de los actores y daba la suya individual.
"He recitado algunas obras de Shakespeare -escrib�a a un
actor- quiz� m�s frecuentemente que cualquier actor no
profesional. El Rey Lear, Ricardo III, Enrique VIII, Hamlet,
y especialmente Macbeth. Creo que no hay nada que pueda
Es maravillosa!"
igualarse a Macbeth. �
A Lincoln le agradaba la poes�a.No s�lo aprend�a de
memoria y repet�a poemas enteros, as� en privado como en
p�blico, sino que intent� escribirlos. Ley� uno de sus largos
poemas en el casamiento de su hermana. Luego, "en medio
del camino de la vida", ocup� un cuaderno de sus composiciones originales, pero era tan t�mido que nunca permiti� a
nadie -ni aun a sus mejores amigos- que las leyesen.
"Este autodidacto -escribe uno de sus bi�grafos- visti�
su esp�ritu con el indumento de aut�ntica cultura. Llamadle
genio, o llamadle talento, el proceso de su logro fu� el descrito por el profesor Emerton al hablar de la educaci�n de
Erasmo: "No sigui� m�s en la escuela, sino que se autoeduc�
con el �nico m�todo pedag�gico que haya producido resultados hasta ahora: el m�todo de la propia, infatigable energ�a,
aplicada al estudio y la pr�ctica continuos.
Este torpe colono, que sol�a descortezar ma�z y untar cerdos
por treinta y un centavos de d�lar diarios, pronunci� en
Gettisburg uno de los discursos m�s hermosos pronunciados
por labios humanos. Ciento setenta mil hombres lucharon
en Gettisburg. Siete mil murieron. Sin embargo, Carlos
Sumner dijo, poco despu�s del asesinato de Lincoln, que este
37 0
discurso ser�a recordado cuando la batalla ya estuviese olvidada, y que la batalla ser�a en gran parte recordada gracias
al discurso. �Qui�n duda de la correcci�n de esta profec�a?
�
No es cierta ya?
Edward Everett, que precedi� a Lincoln en el uso de la
palabra, habl� durante dos horas. Lincoln habl� por menos
de dos minutos. Un fot�grafo trat� de hacerle un retrato
mientras pronunciaba el discurso, pero Lincoln hab�a terminado antes de que la primitiva c�mara pudiese ser instalada
y puesta en foco.
El discurso de Lincoln ha sido fundido en bronce imperecedero y colocado en una biblioteca de Oxford, como muestra
de lo que se puede hacer con el lenguaje. Todos los estudiantes de oratoria debieran aprenderlo de memoria:
"Ochenta y siete a�os ha nuestros padres dieron a luz en esta
tierra una nueva naci�n, concebida en la libertad, y dedicada a la
proposici�n de que todos los hombres son creados en igualdad.
Hoy estamos comprometidos en una gran guerra civil, probando
si nuestra naci�n, o si cualquier naci�n as� concebida fin
y a tal
dedicada, puede subsistir por largo tiempo. Nos hemos reunido
en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a dedicar una porci�n de ese campo como postrer lugar de descanso
para quienes dieron aqu� sus vidas a fin de que la naci�n viviera.
Es de todo punto adecuado y correcto que hici�ramos esto. Pero,
en m�s amplio sentido, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar esta tierra. Los esforzados hombres
que aqu� bregaron la han consagrado ya muy por encima de
nuestra pobre facultad de agregar o sustraer. Poco reparar� el
mundo, ni recordar� por largo tiempo, cuanto decimos nosotros
aqu�; pero no podr� olvidar cuanto ellos hicieron aqu�.
Es deber
de nosotros, los vivos, dedicarnos al inconcluso trabajo que aquellos que aqu� lucharon tan hidalgamente as� han adelantado.
Es,
nuestro deber estarnos dedicados aqu� a la enorme tarea que queda frente a nosotros, porque tomemos de estos muertos honrados creciente devoci�n a la causa por la que ellos hicieron el
postrero y m�ximo esfuerzo de su devoci�n; porque resolvamos
solemnemente que estos muertos no han dado su vida en vano;
porque esta naci�n, protegida de Dios, tenga nuevo nacimiento
371
de libertad; y porque el gobierno del pueblo, por el pueblo, para
el pueblo, no perezca en la tierra."
Se cree com�nmente que Lincoln invent� la frase inmortal
con que concluy� su discurso. �La invent�, realmente? Su
socio le hab�a dado, algunos a�os antes, un ejemplar de la
antolog�a de discursos de Theodore Parker. Lincoln ley� y
subray� en este libro las siguientes palabras: "La democracia
es el autogobierno directo, sobre todo el pueblo, por todo el
pueblo y para todo el pueblo." Theodore Parker quiz� haya
sacado este pensamiento de Webster, quien dijo cuatro a�os
antes: "�l gobierno del pueblo, constitu�do por el pueblo y
responsable ante el pueblo." Y Webster quiz� se inspir� en
una frase de James Monroe, expresada treinta a�os antes.
Y de d�nde la sac� Monroe? Quinientos a�os antes de na�
cido Monroe, Wyclif, en el prefacio de su traducci�n de las
Escrituras, escribi� que "esta Biblia es para el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Y mucho antes de la �poca
de Wyclif, m�s de cuatrocientos a�os antes de Jesucristo,
Cle�n, en un discurso pronunciado en Atenas, habl� de un
gobierno "del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Y qu�
antigua fuente inspir� a Cle�n este pensamiento, es algo que
queda perdido en la nebulosidad y foscura de la antig�edad.
Cu�n pocas son las cosas realmente nuevas! �Cu�nto deben
�
los oradores, aun los m�s preclaros, a sus lecturas y a su frecuentaci�n de los libros!
�
Libros! He ah� el secreto. Quien quiera enriquecer y acrecentar su vocabulario debe empapar y te�ir constantemente
-exsu esp�ritu en las tinas de la literatura. "�Qu� l�stima!
clamaba Men�ndez y Pelayo-. �Tener que morirme con
tanto como me falta por leer!"
El amor que ten�a Larra cuando ni�o a los libros era tan
grande, que cuando le enviaban a dormir por las noches
romp�a a llorar.
C�novas del Castillo abandon� la escuela a muy temprana
edad por razones de familia. Sin embargo, su amistad con
los libros le permiti� adquirir un dominio extraordinario de
372
la lengua materna, y una cultura raramente universal. Pod�a
citar de memoria pasajes enteros de sus cl�sicos preferidos.
Su biblioteca particular constaba de 35.000 vol�menes. fambi�nMaura, cuya lengua materna era un dialecto del catal�n,
debi� a la lectura intensa y cuidadosa de los cl�sicos castellanos el dominio profundo de esta lengua. Sus discursos
fueron, gramaticalmente, los m�s depurados que se escucharon
en las Cortes de su �poca.
Charles James Fox le�a a Shakespeare en voz alta para
mejorar su estilo. Gladstone llamaba a su estudio el "Templo
de la Paz", y ten�a all� 15.000 vol�menes. Le resultaba particularmente provechosa, confesaba, la lectura de San Agust�n,de Butler, de Dante, de Arist�teles y de Homero. La
Il�ada y la Odisea le apasionaban. Escribi� seis libros sobre
la poes�a hom�rica y sobre la �poca de Homero.
El menor de los Pitt sol�a leer una p�gina o dos de griego
y lat�n y luego las escrib�a en su propia lengua. Hizo esto
diariamente durante diez a�os, y "adquiri� una habilidad casi
sin paralelo para dar forma verbal a sus pensamientos, sin
premeditaci�n y con palabras bien escogidas y dispuestas."
Dem�stenes copi� la historia de Tuc�dides ocho veces,
de su propio pu�o, a fin de poder adquirir la fraseolog�a
majestuosa e impresionante del famoso historiador. �El resultado? Dos mil a�os m�s tarde, a fin de castigar su estilo,
Woodrow Wilson estudi� las obras de Dem�stenes.
Tennyson estudiaba la Biblia a diario. Tolstoi ley� y reley� los Evangelios hasta saber largos pasajes de memoria.
"En �l aprendi� Petrarca a modular sus gemidos -dice Donoso Cort�s de este libro-; en �l vi� Dante sus terror�ficas
visiones; de aquella fragua encendida sac� el poeta de Sorrento los espl�ndidos resplandores de sus cantos...Y para
hablar de nuestra Espa�a, �qui�n ense�� al maestro Fray
Luis de Le�n a ser sencillamente sublime? �De qui�n aprendi�Herrera su entonaci�n alta, imperiosa y robusta? �Qui�n
inspiraba a Rioja aquellas l�gubres lamentaciones, llenas de
pompa y de majestad, henchidas de tristeza, que dejaba caer
sobre los campos marchitos, y sobre los mustios collados, y
373
sobre las ruinas de los imperios, como un pa�o de luto?"
Robert Louis Stevenson, fue un escritor de escritores. �C�mo desarroll� ese estilo que le hizo famoso? Afortunadamente, nos lo ha confesado:
"Siempre que le�a un libro o pasaje que me agradaba sobreo se hab�a logrado con
manera, en donde se hab�a dicho algo
propiedad un efecto, en el que hab�a alguna fuerza notable o
alguna distinci�n feliz en el estilo, ten�a que sentarme y ponerme
mal -y no lo ignoraba-, y lo
a imitar esa cualidad. Lo hac�a
intentaba de nuevo, y de nuevo lo hac�a mal, y siempre mal;
pero, por fin, en estos vanos combates, obtuve un poco de pericia en el ritmo, armon�a, construcci�n y coordinaci�n de las partes.
he remedado cuidadosamente a Hazzlit, Lamb, Words"As�,
worth, Thomas Browne, Defoe, Hawthorne, Montaigne.
"Ese, qui�raseo no, es el m�todo de aprender a escribir.
Haya aprendido yo o no, ese es el m�todo. Fu� el m�todo con
que aprendi� Keats, y jam�s hubo temperamento m�s delicado
para la literatura que Keats.
"Es lo cierto que en estas imitaciones siempre brilla, lejos del
alcance del estudiante, el modelo inimitable. Por mucho que
haga, siempre fracasar�. Pero muy viejo es el refr�n que nos
dice que el fracaso es el �nico camino que lleva al �xito."
Y basta ya de nombres y casos concretos. Ya conocemos el
secreto. Lincoln lo escribi� a un joven que ansiaba ser un buen
abogado: "No hay sino coger los libros y leerlos y estudiarlos
con cuidado. Trabajar, trabajar, trabajar es lo que importa."
Comencemos con el de Arnold Bennett
�Qu� libros?
Este libro ser� tan
C�mo vivir con veinticuatro horas por d�a.
estimulante como una ducha fr�a. Nos dir� muchas cosas respecto del m�s interesante de 'los temas: nosotros mismos.
Nos har� ver cu�nto tiempo malgastamos diariamente, c�mo
podemos poner fin a este malgasto, y c�mo utilizar el tiempo
adicional que nos resulte de este ahorro. El libro s�lo tiene
103 p�ginas. Lo podemos leer f�cilmente en una semana.
Arranqu�mosle veinte p�ginas todas las ma�anas y guard�moslas en el bolsillo. Y hagamos s�lo diez minutos de culto
ante el altar del peri�dico, en vez de los veinte o treinta
37 4
que son de rigor. "Por nuevas nos pen�is, que hacerse han
viejas y saberlas heis."
"He dejado los peri�dicos por T�cito y Tuc�dides, por
Newton y Euclides -escrib�a Thomas Jefferson- y vivo
mucho m�s feliz." �No creen mis lectores que, siguiendo el
ejemplo de Jefferson aunque s�lo sea hasta la reducci�n en
una mitad de nuestra lectura de peri�dicos, nos hallaremos
m�s felices y sabios a medida que pasen las semanas? �No
est�n dispuestos mis lectores a probarlo por un mes y dedicar
el tiempo as� ahorrado a la lectura m�s edificante y duradera
de buenos libros? �Por qu� no leemos esas p�ginas arrancadas
mientras esperamos el ascensor, el tranv�a, la comida, a una
persona que nos di� cita?
Despu�s de le�das estas veinte p�ginas, volv�moslas a su lugar y arranquemos otras veinte. Cuando hayamos terminado,
pongamos una faja de goma alrededor de las tapas para que no
se escapen las hojas. �No es mucho mejor tener un libro asesinado y mutilado de ese modo, pero con su contenido en la
cabeza que tenerlo impecable y sin abrir en los anaqueles
de un estante?
Despu�s que hayamos terminado con
C�mo vivir conveinticuatro horas por d�a
quiz� queramos leer otro libro del mismo autor. Leamos La m�quina humana.
Este libro nos ense�ar� a tratar con mayor tino a la gente. Aumentar� nuestra
serenidad y el dominio de nosotros mismos. Recomiendo estos
libros no s�lo por lo que dicen, sino por c�mo lo dicen, por
el enriquecimiento y refinamiento de vocabulario que nos
traer�n consigo.
Otros libros que recomiendo son El Pulpo y El hoyo de
Francis Norris, dos de las mejores novelas norteamericanas
que se hayan escrito. La primera trata de los disturbios y tragedias de los campos trigueros de California; la segunda
pinta las luchas de los osos contra los toros, en Chicago.
El hombre mediocre, de Jos� Ingenieros, es un libro edificante y de rico vocabulario. Tambi�n es provechoso
La simulaci�n en la lucha por la vida,
del mismo autor. El Ariel,
Vida de Shelley, de Andr� Maurois;
Viajes con un burro, de
375
Stevenson, y Charlas a los maestros, de William James. Sin
citar libros, recomendamos a los escritores espa�oles de la
llamada generaci�n del noventa y ocho: Azor�n, Valle-Incl�n,
Unamuno, Ortega y Gasset, Benavente, Ganivet, etc.
Hagamos de estos autores nuestros amigos de todos los
Dej�mosles que nos ense�en, nos estimulen, nos gu�en
d�as.
con p�ginas llenas de sugesti�n y belleza como esta de RuDar�o.
b�n
"Con la frente apoyada entre mis manos,
pienso y quiero expresar lo que medito,
N�menes soberanos.
Musa de la verdad, Verbo infinito,
dad vuestro apoyo al que demanda aliento;
que esta fiebre ardorosa en que me agito,
si hoy ensancha mi pobre pensamiento,
vigor me roba al darme sentimiento,
y a fuerza de pensar me debilito.
Temo que se me ofusque la mirada
si estoy de cara al sol; pero m�stemo
que vacile mi voz debilitada
al cantar el ideal de lo supremo.
El astro eterno luce; glorifica
la voz de lo inmortal su excelsa llama,
cuyo fulgor celeste se derrama
en oleada de luz que purifica.
Siento que en mi cerebro forcejea
y relucha la idea
por cobrar forma, por hallar salida;
esa insondable claridad me atrae;
pero al velar el �nimo decae
y me sale la voz desfallecida...
Pero... �valor! �arriba, pensamiento!
Vuela, atrevido acento;
alma ansiosa, sacude la cabeza
y a la altura los ojos endereza.
Basta de vacilar. Con ansia ardiente
dar� forma a la idea que concibo.
Basta de vacilar. Alzo la frente,
tomo la pluma, y lo que pienso escribo."
376
Pero, realmente, hemos dejado los mejores autores para
el final. �Qui�nes son? Cuando le pidieron a Irving una lista
de los cien mejores libros de la literatura mundial, respondi�:"antes que cien libros, dadme la lectura de dos: la
Biblia y Shakespeare". Ten�a raz�n. Abrev�monos en estas
dos fuentes de literatura. Abrev�monos generosamente y a
menudo. "La obra shakesperiana -dice don Mariano de
Vedia y Mitre- no puede considerarse patrimonio exclusivo
de una lengua o de una naci�n. Tal es su significado, que
no ha de llamarse hombre culto quien no la conozca, siquiera
sea fragmentariamente." Dejemos el diario a un lado esta
noche, y digamos: "Shakespeare, ven aqu� y h�blame en esta
noche de Romeo y su Julieta, de Macbeth y su ambici�n."
Si hacernos esto, �cu�l ser� la recompensa? Gradualmente,
pero inevitablemente, si leemos buenas traducciones, nuestro
vocabulario se tornar� m�s rico, m�s refinado. "Dime lo que
lees -dec�a Goethe- y te dir� qui�n eres."
Solac�monos con la lectura de nuestro libro fundamental,
Don Quijote. "�Qu� enanos todos los dem�s al lado de �l!
�Qu� peque�o se siente uno, Dios m�o, qu� peque�o!" escribï¿
el exquisito Flaubert de este libro. Este programa que propongo no requerir� sino un poco de fuerza de voluntad, un
poco de mejor aprovechamiento del tiempo. Circulan una
porci�n de ediciones baratas de cl�sicos de la literatura.
EL SECRETO DEL DOMINIO QUE TEN�A MARK TWAIN
DEL VOCABULARIO
�C�mo logr� Mark Twain su deliciosa facilidad en el empleo de palabras? Siendo joven, viaj� desde Misur� hasta
Nevada en una penosa y harto lenta diligencia. Hab�a que
llevar comida, y a las veces agua, para los pasajeros y los
caballos. Demasiado peso pod�a determinar la muerte y el
desastre. El transporte de equipaje se pagaba por onzas. Y
sin embargo, Mark Twain llevaba un voluminoso diccionario
por entre gargantas y desnudos desiertos, a trav�s de un pa�s
lleno de bandidos y de pieles-rojas. Quer�a ser amo de las
377
palabras, y con su caracter�stico valor y sentido com�n procedi� a hacer lo necesario para lograr su pr�p�sito.
Tambi�n Pitt y Chatham estudiaron por dos veces el diccionario, palabra por palabra. Browning sol�a leerlo todos los
d�as, en lo cual hallaba "un entretenimiento as� como una
instrucci�n". Lincoln se sentaba al atardecer, y le�a el diccionario hasta que ya no hab�a m�s luz. No hay excepciones
de importancia Todos los escritores y oradores de nota han
hecho lo mismo.
Cierto orador a quien se le alaban la solidez de sus per�odos
y la belleza sencilla de sus palabras, ha confesado recientemente el secreto de su habilidad para escoger las palabras
m�s precisas y vigorosas. Siempre que descubre una palabra
que no le es familiar, ya sea en la conversaci�n, ya en sus
lecturas, la anota en una libreta. Luego, antes de ir a dormir,
consulta el diccionario y se apropia de la palabra. Si no ha
topado ninguna palabra nueva en todo el d�a, estudia dos o
tres art�culosdel diccionario de Sin�nimos Castellanosde
Roque Barcia, y aprende as� las diferencias de matiz entre
palabras que �l habr�a dado por completamente sin�nimas.
Una palabra por d�a, tal es su lema. Esto significa, al cabo
del a�o trescientas sesenta y cinco herramientas adicionales
de expresi�n. Estas nuevas palabras son anotadas en una libreta, en la que revisa sus significados en los ratos perdidos.
Ha descubierto que cuando usa tres veces una palabra, la
convierte en adquisici�n permanente.
Para darnos una cuenta cabal de la riqueza del castellano,
A una coqueta.
leamos esta poes�a de Juan Somoza, titulada
Fu� dedicada a los estudiantes de Salamanca con el objeto de
interesarlos en el estudio del Diccionario. A la derecha damos
la "traducci�n", del propio autor:
Eres saga parancera,
Y dejan enteleridos
Tus ojos paradisleros
Los p�jaros en sus nidos.
El oro perchado cae
Y el altanero que pasa;
Eres bruja cazadora,
Y dejan sobrecogidos
Tus ojos acechadores
Los p�jaros en sus nidos.
El que est� en las ramas cae
Y el de alto vuelo que pasa;
378
Que es tu balc�n ara�uelo
Y cetrer�a tu casa.
Son tus labios ababoles
De tanta noxa ocasi�n,
Cual hoja de matarife
O abocardado ca��n.
No valen los paradigmas
Y el regate es por dem�s;
Ni nosom�ntica cura
Ni se da recle jam�s.
Ni del burdo dallador
Es tan ingrato el trabajo
Cuando en calina bracea
Con obrajero a destajo;
Pues los que, orzando, marean
De tu inconstancia en el mar,
Cual chusma a g�mena asidos
No dan tregua al salomar.
Repartes matreramente
El perfunctorio rigor,
Y en tu nefaria onomancia
Mueren semaxios de amor.
Pero, an�glifo, tu pecho
De alg�n recoqu�n ser�,
Y amante de paletoque,
La pancarpia ganar�.
Que es tu balc�n red sutil
Y cetrer�a tu casa.
Son tus labios amapolas
De tanto da�o ocasi�n,
Cual de un matarife el hacha
O de un trabuco el ca��n.
De nada sirven ejemplos;
El escape es por dem�s;
Remedio ni aun por ensalmo,
Y no hay respiro jam�s.
Ni del rudo segador
Es tan ingrato el trabajo
Cuando en agosto bracea
Con mayoral a destajo;
Pues los que, orzando, navegan
De tu inconstancia en el mar,
Cual chusma a maroma asidos
Bregan, gritan sin cesar.
H�bil y astuta repartes
El aparente rigor,
Y con tus artes malvadas
Mueren m�rtires de amor.
Mas, vaso tosco, tu pecho
De alg�n mascar�n ser�,
Y amante zafio y palurdo
La corona ganar�.
INTERESANTES HISTORIAS DE PALABRAS DE USO
COTIDIANO
Consultemos el diccionario no s�lo para averiguar el significado de las palabras, sino tambi�n para enterarnos de d�nde
derivan. El Diccionario de la Academia Espa�ola trae su
historia, su origen, antes de la definici�n. Porque, no vayamos
a creer que las palabras que empleamos diariamente sean
sonidos insulsos, faltos de vigor. Est�n llenos de color, exuberantes de vida y de sugesti�n. No podemos decir, por
ejemplo, una frase tan prosaica como "Llama por tel�fono
al almacenero y d�le que env�e az�car" sin usar palabras de
379
diferentes lenguas y civilizaciones. Tel�fono se compone de
tele, que significa lejos, y fono, que significa sonido. Az�car
los �rabes
es una palabra que tomamos del �rabe a�uccar;
la tomaron del persa x�car, y �stos del s�nscrito carkara, que
significa dulce..
Quiz�s alguno de nosotros trabaje en una compa��a comercial. Compa��a viene de com, con y papis, pan. Un compa�ero es uno con quien compartimos el pan. Y una compa��a
no es sino una asociaci�n de personas que tratan de ganar
el pan conjuntamente. Salario es el dinero para comprar sal.
Los soldados romanos ten�an un sueldo adicional para comprar sal, y cierto d�a a uno de ellos se le ocurri� llamar
salarium a su sueldo completo, con lo cual introdujo un
neologismo que ya ha mucho tiempo ha sido aceptado. Y la
misma palabra soldado es hermana de sueldo, y quiere decir:
el que ha recibido sueldo, el sueldado. Y sueldo viene de
s�lido,que designaba la moneda s�lida, en contraposici�n
de la fraccionada.
El s�ptimo mes del a�o, julio, obtuvo este nombre en honor
de julio C�sar. Cuando Augusto subi� al poder, para no
ser menos, llam� augustus al siguiente mes del a�o, que
vino a dar nuestro agosto. Pero el octavo mes ten�a s�lo
treinta d�as a la saz�n, y Augusto no pod�a tolerar que su
mes fuera m�s corto que el de C�sar. Entonces le rob� un
d�a a febrero y lo agreg� a agosto; y las consecuencias de
este robo las tenemos patentes en el calendario que usamos
hoy. Ciertamente, encontraremos fascinante la historia de las
palabras.
Busquemos en alg�n diccionario etimol�gico el origen de
estas palabras: atlas, biso�o, boycot, cereal, colosal, concordia,
educaci�n,fij�n,f inanza, lun�tico, p�nico, palacio, piropo,
pecuniario, zarzuela. Enter�monos de la historia que traen.
Esto nos las tornar� m�s llenas de color, m�s interesantes.
Y las emplearemos con acrecentado deleite y placer.
380
CASTIGO DEL ESTILO
Te�filoGautier, que era un gran amante de la perfecta
expresi�n de las ideas, y que dedicaba varias horas semanales
al estudio del diccionario, no ahorraba esfuerzo para traducir
a palabras y frases sus pensamientos y sensaciones. "Para el
poeta -dec�a- las palabras tienen en s� mismas, y fuera del
sentido que expresan, una belleza y un valor propios; como
piedras preciosas que a�n no han sido talladas y montadas
en pulseras y en collares, encantan al conocedor que las mira
y las saca de la copa en que estaban guardadas, como har�a
un joyero mientras medita la construcci�n de una joya. Hay
palabras diamantes, zafiros, rub�es, esmeraldas; otras hay que
brillan como f�sforo cuando se frotan, y no es poco trabajo
el escogerlas."
Esta paciencia de art�fice es com�n en los escritores franceses m�s que en los espa�oles. Unamuno re�a de buena gana
de esos escritores "cuyo mayor cuidado es poner juntas dos
palabras que nadie hab�a puesto juntas hasta ahora". Esta
chunga no se conforma mal con los gacetilleros inf�rtiles
que basan todo su esfuerzo en el alambicamiento de la
frase. Pero cuando el escritor tiene sustancia, como la ten�a
Gautier, como la ten�a Flaubert, como la ten�an los Goncourt -de quienes dir� algo en seguida-, como la tiene,
en fin, nuestro Azor�n, o nuestro Valle-Incl�n, el producto
es de refinada complejidad o consumada sencillez, y la obra
es creaci�n y es arte. Hasta Unamuno, aunque escrib�a casi
siempre a vuelta pluma, muchas veces no escatimaba esfuerzos ni tiempo para hallar la palabra exacta o la frase
perfecta.
El colombiano Francisco Ram�rez Torres nos relata, en un
reciente art�culo, la
manera en que escrib�an los Goncourt.
Le�mosle:
"Realizaron un trabajo de benedictinos. En sus obras se ve el
triunfo del detalle. Como fot�grafos de arte, enfocaban en los
bocetos los �ngulos, las perspectivas, los claros, las sombras. Para
crear comenzaban con los cimientos de la idea, despu�s la arma381
z�n de resistencia en los conceptos; los adornos y bellezas exteriores los cuidaban con celo digno de loa en los giros, met�foras
e im�genes. Sus obras pueden compararse con las catedrales g�ticas, m�s severas, m�s justas. Uno de ellos dijo al pintar la
labor del otro: 'A�n le veo leyendo las cuartillas escritas en
com�n, y que al principio no nos hab�an satisfecho; le veo limarlas, pulirlas durante d�as enteros con paciencia irritable, cambiando aqu� un ep�teto, all� una frase mal rimada, m�s all� un
giro seco; le veo fatig�ndose y gast�ndose el cerebro en busca
de esa perfecci�n tan dif�cil, tan imposible de lograr con nuestra lengua francesa en la expresi�n de sensaciones y de cosas modernas.' Ten�an la huella de la constante, obsesionante y enfermiza pasi�n de la frase perfecta. Muchas veces jugaban hasta
doce horas seguidas una partida de ajedrez para tener oportunidad de hallar un vocablo, un acento, una palabra musical. En un
peri�dico de Reims se public� una curiosa pincelada psicol�gica
en que se dec�a que sus comidas eran charlas consigo mismos. La
neurastenia en uno de los hermanos fu� ocasionada por esta labor.
Emplearon todos los neologismos bellos, hicieron de los adjetivos sustantivos, fabricaron verbos, inventaron a altas horas de la
noche palabras extra�as que tuviesen afinidad de ritmo con el
escrito suspendido, con la frase trunca. Desarticularon la frase
para hacerle cobrar br�os, y olvidando los preceptos hicieron
su obra."
Muchos de mis lectores probablemente no tengan tiempo
ni gana de buscar palabras con parejo tes�n. Citamos estos
casos para demostrar la importancia que los buenos escritores
asignan a la expresi�n correcta de las ideas, y con ello esperamos que aumente su inter�s por el diccionario. Desde luego,
no es prudente que un orador interrumpa su discurso para
buscar la palabra feliz, la palabra que exprese exactamente
el matiz que quiere exteriorizar; pero es menester que practique la precisi�n en sus conversaciones cotidianas, a fin de
ir adquiriendo inconscientemente tan preciosa y a las veces
necesaria virtud.
Milton emple� en sus libros ocho mil palabras, y Shakespeare quince mil. El diccionario de la Academia Espa�ola
contiene unas ochenta mil palabras. Sin embargo, el hombre
de la calle s�lo emplea unas dos mil diferentes. Tiene algunos
382
verbos, un pu�ado de sustantivos, varios adjetivos ra�dos, y
suficientes adverbios y preposiciones para enhebrarlos y hacerse comprender. Es demasiado perezoso, mentalmente, o est�
muy ocupado en sus negocios, para realizar el menor esfuerzo
en obsequio de la precisi�n y la exactitud. Hace poco o� a
una se�ora aplicando el mismo adjetivo a una ni�ita, a un
helado, al temperamento de un hombre y a un libro. Todos
eran "lindos".
�C�mo pudo haber dicho?
Un helado exquisito, sabroso, regalado, delicioso, gustoso, etc.
Un temperamento amable, ben�volo, bondadoso, afable,
condescendiente, manso, afectuoso, cordial, etc.
Una ni�a guapa, graciosa, donairosa, gentil, bonita, hermosa, donosa, encantadora, chusca, etc.
Un libro interesante, jugoso, original, enjundioso, ameno,
grato, instructivo, agradable, deleitoso, etc.
Tambi�n es pobreza usar el verbo
hacer en los casos siguientes, anotados todos ellos por don Ricardo Monner Sans:
Hacer pa�s,
por gobernar bien,
Hacer la lectura, por leer o dar lectura,
Hacer pol�tica,
por dedicarse a la pol�tica,
Hacer saber, por noticiar o informar,
Hacer conocer, por manifestar, dar a conocer,
Hacer la venta, por vender,
Hacer furor, por entusiasmar, alborotar,
Hacer efectivo, por efectuar,
Hacer moneda, por acu�ar,
Hacer fuego, por encender,
Hacerse ilusiones, por forjarse ilusiones,
�tc.,etc. Eviternos, asimismo, el empleo del adjetivo alto en
los casos siguientes:
Un alto empleado, por un empleado de jerarqu�a,
Un alto porvenir, por un porvenir promisorio,
Un alto sueldo, por un sueldo elevado,
Un alto escritor, por un escritor de nota,
383
Alta consideraci�n, pormerecida consideraci�n,
Tener alta opini�n, por tenerexcelente opini�n,
concepto,
Tener alto concepto, por tener �ptimo
Los altos destinos, por los venturosos, los felices destinos,
Alta nobleza, por rancia, o por encubrada nobleza,
Alto esp�ritude comprensi�n, pordelicado esp�ritude
comprensi�n,
Alta inteligencia, por prodigiosa, fecunda inteligencia.
Alta reputaci�n, porexcelente, inmejorable reputaci�n.
LOS LUGARES COMUNES
Tratemos no s�lo de ser exactos, sino tambi�n originales.
Tengamos el valor de decir las cosas tal como las sentimos.
Por ejemplo, poco despu�s del Diluvio Universal, alg�n esp�ritu innovador us� por primera vez la expresi�n "fr�o como
un pepino". A la saz�n era extraordinariamente eficaz porque
era extraordinariamente lozana. Quiz� haya conservado este
pr�stino vigor hasta el famoso banquete de Baltasar, donde
alguien acaso, la haya empleado en su discurso de sobremesa.
�Pero qui�n que se precie de original la repetir� en nuestros
d�as?
son tan
He aqu� algunos s�miles para usarfr�o.
con �No
eficaces como el tan trillado del pepino, y m�s lozanos, m�s
pasaderos?
Fr�o como un sapo.
Fr�o como una bolsa de agua caliente por la ma�ana.
Fr�o como un clavo.
Fr�o como una tumba.
Fr�o como las heladas monta�as de Groenlandia.
Fr�o como yeso.
Fr�o como una tortuga.
Fr�o como cellisca.
Fr�o como sal.
Fr�o como una lombriz.
384
Fr�o como el amanecer.
Fr�o como una lluvia de oto�o.
Mientras estamos en vena, inventemos nuevos s�miles para
expresar el fr�o. Tengamos el valor de ser diferentes de los
dem�s. Escrib�moslo aqu� mismo:
Fr�o
Fr�o
Fr�o
Fr�o
Fr�o
como
como
como
como
como
..............
..............
..............
..............
..............
Cierta vez le pregunt� a Kathleen Norris de qu� modo
se pod�a desarrollar el estilo. "Leyendo los cl�sicos de la poes�a y de la prosa -me respondi�- y eliminando con agudo
sentido cr�tico cuantos lugares comunes aparezcan en nuestros
escritos."
Un conocido director de peri�dico me confes� hace un
tiempo que cuando topaba dos o tres lugares comunes en un
cuento que le hubiesen remitido para publicado, lo devolv�a
a su autor sin terminar de leerlo: porque, agregaba, quien
carezca de originalidad en su expresi�n tiene muy poca originalidad en el pensamiento.
SUMARIO
1. S�lo tenemos cuatro contactos con la gente. Nos aprecian y clasifican por lo que hacemos, lo que parecemos, lo
que decimos y la manera en que lo decimos. Muy a menudo
nos juzgan por nuestra manera de expresarnos. El doctor
Charles W. Eliot, presidente que fu� de la Universidad de
Harvard, declar�: "S�lo una adquisici�n mental considero necesaria en la educaci�n de una dama o de un caballero:
el empleo preciso y refinado de su lengua materna."
2. Nuestro lenguaje es en gran parte reflejo de la gente
con quien tratamos. Sigamos, pues, el ejemplo de Lincoln,
y tratemos con los maestros de la literatura. Pasemos las
385
noches, como �l las pasaba, en compa��a de Shakespeare y
de todos los grandes poetas y prosadores. Hagamos esto, e
inconscientemente, inevitablemente, nuestro esp�ritu se pulir�
y nuestro lenguaje se aproximar� m�s al de nuestros compa�eros.
3. "He dejado de leer los peri�dicos a cambio de T�cito
y de Tuc�dides, de Newton y de Euclides -escrib�a Thomas
Jefferson- y soy mucho m�s feliz." �Por qu� no seguimos
su ejemplo? Ya dice el antiguo refr�n espa�ol: "De nuevas
non os curedes, que hacerse han viejas y saberlas hedes." No
desde�emos completamente la lectura de peri�dicos, pero dediqu�mosles s�lo la mitad del tiempo. Y el tiempo ahorrado
dediqu�moslo a leer libros de mayor valor Arranquemos las
p�ginas y le�moslas en los momento libres.
4. Tengamos siempre un diccionario a mano cuando leemos. Consult�moslo cuando quiera encontremos una palabra
desconocida. Y luego tratemos de aplicar esta nueva palabra,
con lo que mejor la grabaremos en la memoria.
5. Estudiemos la etimolog�a de las palabras. Su historia
no es pesada y �rida, sino viva y novelesca. Por ejemplo,
subasta significa debajo del asta, y viene el significado que
ahora tiene de que los romanos colocaban el bot�n de las
guerras debajo de un asta clavada en el suelo, y vend�an pieza
por pieza al mejor postor.
No usemos palabras comodines. Tratemos de ser precisos,
exactos. No digamos de todo cuanto nos gusta que es lindo.
Usemos palabras menos extensas, como exquisito, sabroso,
regalado, guapo, donairoso, gentil, donoso, chusco, encantador,
deleitoso, 'ameno, grato, etc.
7. No empleemos comparaciones demasiado trilladas. Tratemos de ser originales. Creemos s�miles propios. Tengamos
el valor de innovar.
VICIOS DE LENGUAJE
GIROS
Se emplean en general err�neamente los giros que siguen:
386
INCORRECTO
CORRECTO
lado tuyo
�Desde ya!
A lo que veo
Lo m�s fuerte de labatalla
Aceite de petr�leo
Golpe de pu�o
Golpe de vista
Vida accidentada
Terreno accidentado
Cambiar de aire
Ojos inyectados
Una cuesta pronunciada
El enfermo est� bien
Tiene una nariz aguile�a
Acordar un favor
Abrevarse de sangre
Vender a p�rdida
Ir a lo de Zutano
Ba�o Mar�a
Al
Al lado de ti
�
Desde luego!
Por lo que veo
Lo m�s recio de la batalla
Aceite mineral
Pu�etazo, trompis
Vistazo, mirada, ojeada
Vida borrascosa
Terreno quebrado, agrio
Mudar aires, mudar de aires
Ojos encarnizados
Una cuesta escarpada, pina
El enfermo est� bueno
Tiene nariz aguile�a
Conceder un favor
Abrevarse en sangre
Vender con p�rdida
Ir a casa de Zutano
Ba�o de Mar�a
GRAM�TICA
Los verbos irregulares
Hay en castellano una porci�n de verbos irregulares cuya
conjugaci�n pone en aprieto aun a los m�s avisados. Los
buenos diccionarios nos dan el verbo-tipo, con el cual ya no
podemos errar en la conjugaci�n. Muchos de estos verbos
coexisten con sustantivos o adjetivos vulgares, los cuales nos
dan tambi�n la clave de su conjugaci�n. As�, por ejemplo,
el verbo apretar coexiste con el sustantivo aprieto. Luego no
se conjuga Apreto, apretar, etc., sino Aprieto aprietas, etc.
Enredar coexiste con el sustantivo enredo; luego, no se conjuga
Enriedo, enriendas, etc., sino Enredo, enredas, enreda. Lo mismo podr�amos decir de
engrosar (grueso), poblar (pueblo),
descollar (cuello), errar (yerro).
387
Verbos defectivos son los que carecen de algunas formas
verbales. Abolir, por ejemplo, s�lo se puede emplear en
aquellas formas en que la desinencia comienza con i (abol�,
aboliste, abolir�, aboliesen).No se puede decir, ni nadie lo
dice, Abolgo, abolgues, etc. Para estas personas lo reemplazamos por derogar. Garantir tambi�n es defectivo. Es incorrecto decir yo garanto, t� garantes.Debemos reemplazarlo
en estas personas y tiempo por garantizar. En cambio decimos
bien garant�, garantimos, garantido.
Otros defectivos de esta clase son agredir, aterirse, despavorir y empedernir.
El verbo querer transforma su ere en erre en el futuro imPero no la
perfecto (querr�)y en el potencial (querr�a).
admite en el presente de subjuntivo:
Aunque no queramos.
EJERCICIO VOCAL. REPASO
1. Leamos La Rosa de Job, en el cap�tulo VI.
Le�mosla en voz alta, asegur�ndonos de cuatro cosas:
a. Que respiramos diafragm�ticamente.
b. Que guardamos una reserva de aire en los pulmones,
para trampol�n de las palabras.
c. Que la garganta est� relajada.
d. Que empleamos la resonancia nasal. Pronunciemos las
enes con sonoridad. Hag�moslas retumbar por la nariz.
2. Leamos en voz alta la siguiente poes�a, en falsete:
"Y aserr�n
aserr�n!
Los maderos
de San Juan
piden queso,
piden pan;
los de Roque
alfandoque
los de Rique
alfe�ique
388
los de Trique
triquitr�n.
ï¿T
½ riqui, triqui, triqui, tran!
ï¿T
½ riqui, triqui, triqui, tran!
3. Leamos en, voz alta los siguientes versos, prestando
especial atenci�n a la punta de la lengua. Sint�mosla golpeando las espaldas de los dientes con elasticidad. Esto da
vivacidad y sensaci�n de rapidez a la lectura. (Ver cap�tulo VI.)
Pertenece esta poes�a a Jos� Asunci�n Silva:
En tu aposento tienes,
en urna fr�gil,
clavadas mariposas
que, si brillante
rayo de sol las toca,
parecen n�cares
o pedazos de cielo,
cielos de tarde,
o brillos opalinos
de alas suaves;
y all� est�n las azules
hijas del aire,
fijas ya para siempre
las alas �giles,
las alas, peregrinas
de ignotos valles,
que como los deseos
de tu alma amante
a la aurora parecen
resucitarse,
cuando de tus ventanas
las hojas abres
y da el sol en tus ojos
y en los cristales.
4. Tarareemos la melod�a de
La paloma. De acuerdo con
lo ense�ado en el Ejercicio Vocal del cap�tulo XI, sintamos
la resonancia, las vibraciones en el cr�neo, nuca, pecho, ca389
vidades nasales, cara. Al tararear, tengamos en la cabeza la
sensaci�n que tenemos cuando inspiramos.
5. Leamos con entusiasmo y �nfasis estos altivos versos
Para entonces. Esta
de Manuel Guti�rrez N�jera, titulados
clase de poes�as es la mejor para desarrollar tonos vivaces,
coloridos:
Quiero morir cuando decline el d�a,
en alta mar y con la cara al cielo;
donde parezca sue�o la agon�a,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los �ltimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
m�s voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz, triste retira
sus �ureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.
Morir y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice a�n: soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona!
En fin, advirtamos a los estudiantes que la simple lectura
de todos estos preceptos no es suficiente. Es menester practicar
todos los d�as. El �xito estar� en proporci�n con los sacrificios.
Este discurso no es, ni mucho menos, de los mejores de
Emilio Castelar; pero dos circunstancias hacen que su lectura
resulte de provecho y est�mulo para los estudiantes de oratoria. La primera: el orador no tuvo tiempo de prepararse,
porque f u� invitado a hablar pocas horas antes de realizarse
el acto. La segunda, mucho m�s aleccionadora, �l mismo nos
la confiesa: "Las primeras palabras fueron recibidas con un
rumor sordo de desaprobaci�n y de disgusto, pues el p�blico
estaba cansado y era ya muy avanzada la hora. Mas a los
pocos minutos comenz� ese entusiasmo que se desahogaba en
aplausos, en aclamaciones, y que me interrump�a a cada
instante, no dej�ndome, con la conmoci�n profunda que llevaba a mi �nimo tan inesperada felicidad, ni tiempo siquiera
para coordinar mis ideas."
Fu� pronunciado el 22 de setiembre de 1854. Ten�a Emilio Castelar a la saz�n 21 a�os.
Se�ores:
Voy a defender las ideas democr�ticas, si es que dese�is o�rlas. Estas
ideas no pertenecen ni a los partidos, ni a los hombres; pertenecen
a la humanidad. Basadas en la raz�n, son, como la verdad, absolutas,
y como las leyes de Dios, universales. Por eso la persecuci�n no puede ahogarlas, ni la espada del tirano vencerlas; pues antes que el tiempo desplegara sus alas, fueron escritas en libros m�s inmensos que el
espacio por la mano misma del Eterno. As�, los hombres que se pierden en el oc�ano de la vida, los poetas que adoran lo eternamente
bello, los fil�sofos que leen la verdad absoluta en el puro cielo de la
conciencia, no hacen m�s que arrojarlas en ondas de luz sobre la
mente del pueblo. (Aplausos.)
Yo, se�ores, lleno de sentimientos, si desnudo de inteligencia, me
propongo ense�ar los dogmas del partido democr�tico, ya como prin393
cipios eternos de su escuela, ya como principios de aplicaci�n pr�ctica
en las actuales circunstancias. Convirtamos un instante nuestros ojos
a lo pasado. �Qu� espect�culo, se�ores, tan tremendo! La imprenta,
ese soldado de Dios que pelea como Ayax por la luz, encadenado al
pie de los tiranos (Aplausos); la tribuna, providencia del pueblo, sujeta al carro del vencedor; las obras del ingenio humano proscritas
porque dan generoso aliento al pecho de los oprimidos; la idea oculta en el fondo de la conciencia, estallando en el cerebro sin poder
alzar su vuelo y perderse en lo infinito; la fe vendida por una cartera
de ministro, y la raz�n y la libertad llorando en ignominioso calvario.
(Estrepitosos aplausos.) Todos hemos presenciado el martirio de la
libertad. Bravo Murillo intent� matarla con el pu�al del materialismo,
sin parar mientes en que las ideas son invulnerables; Esteban Collantes la insult� con sus sarcasmos; Domenech fu� su judas, pues cuando la crey� vencida, no dud� un punto en venderla a los seides del
absolutismo; Sartorius escribi� su epitafio como antes Donoso hab�a
escrito el evangelio de la reacci�n, sosteniendo que la raz�n y el
absurdo se aman con amor invencible; que fuera de la v�a cat�lica
nada hay tan despreciable como el hombre; que el siglo XVI con su
inquisici�n y sus frailes es el ideal de sociedad; que deb�amos por
nobleza amar la dictadura del sable; que la humanidad es la concentraci�n de todos los deberes, y la teocracia el m�s perfecto de todos
No sab�an que negando la libertad negalos gobiernos. �Insensatos!
ban al hombre, cuya esencia no es sino la libertad; que negando la
raz�n negaban a Dios, cuya existencia no se comprende sin la raz�n...
Pero hac�an bien. Negando al hombre negaban al eterno enemigo
de sus conjuraciones; negando a Dios, negaban al aterrador espectro
de sus conciencias. (Aplausos prolongados: interrupci�n del orador.)
Ense�ad a un hereje nuestras catedrales; mostradle sus arcos sosteniendo las b�vedas sembradas de l�mparas como el cielo de estrellas;
la c�pula que se lanza a lo infinito y se pierde en los arreboles del
aire; el santuario irradiando divina luz; las v�rgenes trazadas por el
pincel de nuestros artistas, subiendo al emp�reo en alas de los �ngeles, cuyo pecho agita el soplo del amor divino; los doctores, leyendo eternamente la verdad absoluta en sus libros de piedra; los
h�roes descansando en los sepulcros, sobre cuya losa se cierne la bienaventuranza: hacedles o�r las notas del �rgano que como roc�o de vida
anima estatuas y columnas; el c�ntico del sacerdote, que parece eco
perdido de las armon�as que forman las esferas; y bien pronto flaquear�n sus rodillas, se estremecer� su conciencia, cayendo de hinojos ante
394
la realidad de un Dios que se revela bajo los tres eternos atributos de
la divinidad, que son la virtud, la ciencia y la hermosura. (Extraordinarios aplausos.)
Condenarle a no ver tanta maravilla es lo mismo que arrancarle los
ojos al ateo para que no mire al cielo. (Repetidos aplausos.)
Se�ores: Para hacer nuestra revoluci�n verdaderamente popular, es
necesario que consagremos de una manera absoluta los derechos del
pueblo. Se�ores, no es mi prop�sito desencadenar las pasiones, ni mi
objeto oponerme a la triunfal carrera del gobierno; pero si me lo
permit�s hablar� con la prudencia que cumple a la libertad de mi
sentir respecto a los gobiernos doctrinarios. Hace ya largos aros que
un hombre encerrado en el secreto santuario de su propia conciencia
se propuso regenerar el mando cient�fico, abri�ndole horizontes infinitos. Este hombre se llamaba Descartes. �l demostr� que la humanidad era al mismo tiempo objeto y sujeto de la ciencia, y que debemos reconocer por �nico criterio cient�fico la raz�n, cuyo destino es
herir a la autoridad, como el rayo del cristianismo hiri� los �dolos
del Capitolio. Estas ideas descendieron bien pronto de la mente del
fil�sofo a la conciencia del pueblo; porque la Providencia difunde
con su divino soplo en los entendimientos los principios salvadores
que han de regenerar a las naciones. Entonces, entre el principio basado en las leyes del tiempo y el principio basado en las leyes de la
raz�n, se entabl� una contienda que pone espanto en el �nimo; pero
no olvid�is que se desencadenaban en la historia tempestades necesarias, que agitaban horriblemente la atm�sfera, sin romper por eso la
cadena que une a la tierra con los mundos. Entonces el pueblo pronunci� en su triunfo esta palabra, que no han podido borrar nunca
los gobiernos: Perme Reges regnant. El antiguo principio de autoridad subi� sin comprender su ruina del solio del poder al solio del
cadalso (Sensaci�n);
m�s despu�s, por razones que no es del momento referir se firm� un pacto entre la autoridad vencida y el pueblo
vencedor, pacto que ha sellado generosa y noble sangre. Pero este
pacto ha sido mil veces rasgado, y no es parte a salvarlo la espada de
la fuerza, pues lo aniquila hoy la espada de la justicia. Y si no, poned
frente a frente dos principios antit�ticos por naturaleza, y ver�is c�mo
son contradictorios por consecuencia. El principio de autoridad s�lo
luce el d�a de las revoluciones. Cuando triunfa el primero condena a
su contrario al ostracismo, pone mordazas en sus labios, grillos en
sus plantas, lo arrastra por el lodo, fabrica para �l sus c�rceles y le
asesina con la espada de la dictadura. Cuando triunfa el segundo,
395
suele ser, como en la revoluci�n de julio hemos visto, m�s generoso
con su enemigo, porque es m�s fuerte. �Por qu�, me dir�is, el principio reaccionario es tan tenebroso y el liberal tan sublime? Porque
el primero es un principio muerto, que si respira, respira el mef�tico aire de las tumbas; y el segundo es un principio lleno de vida,
puesto en el trono de la humanidad por la inflexible l�gica de Dios,
que se manifiesta centelleante en la historia.
Esto mismo explica c�mo en algunas �pocas instituciones sagradas,
venerandas, caen en manos de ciertas personas que afrentan a los
siglos y manchan a los pueblos. Los hombres no son m�s que puras
formas de las ideas. Cuando una idea generosa y levantada, como la
idea liberal, agita la conciencia de la humanidad, y se presenta a recoger los trofeos de su victoria, tiene poder para sacar centellas de misteriosa luz de los abismos del tiempo y del seno de la conciencia, y
Rousseau y Kant son sus profetas; Mirabeau, Vergniaud sus sacerdotes; Andr�s Chenier y Byron sus cantores; madame de Sta�l y de
Rolland sus hero�nas; y Hoche y Napole�n son sus soldados; pero
cuando una idea condenada por Dios, como la idea absolutista, se
Carlos IV,
empe�a en vivir entre los hombres, sus s�mbolos se llaman
aplauFernando VII, Fernando de N�poles y Napole�n el Chico. (Los
sos interrumpen largamente al orador, los concurrentes piden su
nombre, y establecida la calma el orador contin�a.)
Se�ores: la revoluci�n no puede ser popular si el sufragio no es
amplio; mejor dir�, si no es completo. Dicen que el pueblo no conoce sus derechos. �Ay! el jornalero que abandona su hogar, desoye el
lloro de su mujer y de sus hijos, �nicos lazos que le atan a la tierra,
se lanza a la calle ofreciendo desnudo pecho el plomo asolador del
despotismo, lucha con denuedo y muere con gloria, el pobre pueblo
siempre esclavo, �se ver� halagado el d�a tremendo de las contiendas
sangrientas, y vilmente proscrito el d�a feliz de las contiendas legales? (Prolongados y repetidos aplausos que impiden continuar al
no ha de resonar sino entre el esorador por un momento.) �Su voz
truendo de las fratricidas armas, y su majestuosa figura no ha de
lucir sino al p�lido resplandor de las hogueras? El pueblo da la vida
por su libertad, pero no puede dar por la libertad su voto. �Qu� sofisma!
Dicen que no es ilustrado; no lo cre�is. Si no temiere cansaros,
desenvolver�a una teor�a a mi entender l�gica y razonable; pero renuncio a ello por el temor de seros importuno. (Muchas voces: que
hable, que contin�e.)No tengo derecho a distraer por tanto tiempo
39 6
la atenci�n del auditorio.(Muchas voces: s�, s�, y el orador contin�a.)
Se�ores, la humanidad es como el hombre. Tres facultades intelectuales descubrimos en el hombre: la sensibilidad que le relaciona con
el mundo exterior; la inteligencia, esfera donde se forman las nociones; y la raz�n, �ltimo extremo de nuestras facultades, hermoso templo de las ideas. A estas tres facultades pertenecen tres per�odos hist�ricos. Cuando la sensibilidad predomin� en los pueblos, el feudalismo los cautiv� amedrent�ndolos con su tajante espada y deslumbr�ndolos con su colosal poder; pero cuando la inteligencia domin� la
sensibilidad, la tiran�a perdi� su fuerza, los magnates perdieron sus
fueros, y el trono, instituci�n veneranda, instituci�n antiqu�sima. concentr� en s� todos los derechos; hasta que la raz�n, soberana del mundo, levant� el pueblo al absoluto ejercicio de la soberan�a que por derecho le corresponde. (Aplausos generales.) Se�ores: �el pueblo del
siglo XIX no es ilustrado! Eso es mentira. Ese pueblo tiene por cetro
el rayo, por mensajero el rel�mpago. Ese pueblo mand� un d�a en la
convenci�n que la victoria le obedeciera y le obedeci� la victoria.
(Aplausos.) Ese pueblo ha recibido la herencia de todos los siglos y
ha reconquistado con la fuerza de sus ideas la completa serie de todos
sus derechos; ese pueblo, en fin, ha visto los fantasmas de lo pasado
caer tr�mulos de espanto a sus pies pidiendo un �sculo de paz. (Ruidosos aplausos.)
Necesita educaci�n; �Qui�n lo duda! He aqu�, se�ores, el instante
oportuno para hablar libremente de la libertad de ense�anza. Yo la
admito como principio absoluto, yo la rechazo como principio de aplicaci�n. Se�ores, no dudar�is que la Francia nos ha precedido en muchos per�odos de civilizaci�n, aunque despu�s haya abandonado vergonzosamente su gloriosa obra. �Sab�is, pues, qui�n defend�a en
Francia la libertad de ense�anza? La defend�a Montalambert. �Sab�is
qui�n atacaba en Francia la libertad de ense�anza? La atacaba V�ctor
Hugo. El mismo programa que estamos discutiendo ha comprendido
esta verdad al pedir que la ense�anza sea gratuita, pues si es gratuita no puede ser libre, y si es libre no puede ser gratuita; porque,
�con qu� derecho forzar�ais al hombre que necesita del trabajo para
vivir a que ense�ase gratuitamente? Entonces el pobre pueblo, ese
rey sin corona, caer�a en las tinieblas de la ignorancia, y de consiguiente en las cadenas de la esclavitud. Hoy las nuevas inteligencias
que se despiertan a la triste lucha de la vida, deben ser educadas por
el Estado y para el Estado. De otra suerte, la ense�anza vendr�a a
parar a nuestros enemigos, y nuestros enemigos, de seguro, no fe
397
dir�an al pueblo que son soldados de su inmortal cruzada el divino
Homero, creador de los Dioses; Esquilo, que desafiaba a los tiranos
en el campo y en la escena; S�focles, que cant� las miserias de los
reyes: el justo S�crates; el angelical Plat�n; y el triste Lucrecio; no le
recordar�an, no, que la libertad cuenta entre sus cantores al Dante,
entre sus ap�stoles a Santo Tom�s, y entre sus m�rtires a Dios.
(Aplausos repetidos y prolongados.)
Se�ores: Toda libertad no puede existir sin que tenga por l�mite
otra libertad. As� es que la libertad de ense�anza podr� realizarse
cuando la libertad de cultos sea completa; cuando la libertad de imprenta sea absoluta; y aqu�, se�ores, llamo vuestra atenci�n. La imprenta que, entre nosotros, es una organizaci�n, un poder, debe perder
esa forma, porque los poderes nos abruman. Sus ideas deben ser consideradas como ideas individuales; as�, se�ores, la imprenta no tendr�
fuerza para derribar a los gobiernos. Esto sucede en todos los pueblos
libres. En Inglaterra la imprenta dice todo lo decible del gobierno
sin que la sociedad se conmueva; en los Estados Unidos la imprenta
sostiene todo lo sostenible contra el presidente, sin que el presidente
caiga. Aqu�, se�ores, mientras la imprenta tenga fuero propio, mientras preste un dep�sito, ser�, fuerza es decirlo, ser� una aristrocracia;
y tened entendido que siendo de esta forma, la aristocracia del capital representa por lo mismo a la m�s temible y a la menos gloriosa
de todas las aristocracias. !Aplausos.) Se�ores, yo, por ejemplo, puedo
tener la cabeza llena de ideas levantadas y el coraz�n rebosando en
generosos sentimientos; pero como soy pobre, como no tengo dos mil
(Estreduros, me arrastrar� en la impotencia y morir� en el olvido.
pitosos aplausos.)
Se�ores: S�lo el partido democr�tico puede llevar a su cima nuestra gloriosa revoluci�n. Todos los principios que le han servido de
bandera forman nuestros dogmas y nuestros principios. Yo le dir�a
al partido progresista: �Qu� quieres? �soberan�a del pueblo? Pues
c�denos el puesto, porque nosotros queremos esa soberan�a con todas
sus l�gicas consecuencias; porque nosotros damos al pueblo por corona el derecho, y por cetro la ley. �Econom�as? Nadie sino el partido
democr�tico puede salvaros de la bancarrota que os amenaza, porque
el partido democr�tico, con su abnegaci�n, realizar� profundas econom�as sin lastimar por eso el cr�dito del pa�s, sin oponerse a todos los
derechos, que son sagrados. �Libertad? Nosotros la alzaremos en nuestros brazos, sin l�mites que la nieguen, sin barreras que la detengan,
sin instituciones que la limiten. He aqu� por qu� la uni�n que procla398
m�is es viciosa; y esta es la ocasi�n de hablar cuatro palabras sobre la
encomiada uni�n liberal, que aqu� se ha tratado de una manera lastimosa. (Risas.)
Las ideas no se unen, porque entre ideas opuestas no debe haber
l�gicamente armon�a; los partidos no se unen, porque el partido que
renuncia a sus ideas es ap�stata.
(Aplausos.) El antiguo partido liberal,
por m�s esfuerzos que haga, est� ya muerto. Ha puesto en pr�ctica
toda la serie posible de sus ideas, y no ha podido despu�s, se�ores, ni
por breve espacio, sostenerlas. Hoy dice que olvidemos lo pasado. Un
partido viejo, un partido decr�pito, renuncia a la historia, que debiera ser hoy su �nico t�tulo a la consideraci�n de las gentes.
(Prolongados aplausos.) Se�ores, tres Constituciones ha dado el partido liberal:
la Constituci�ndel 12, que enaltec�a el principio de la libertad; la
Constituci�n del 45, que enaltec�a el principio mon�rquico; y la Constituci�n del 37, t�rmino medio entre estos dos puntos extremos. Ahora bien: la Constituci�n del 12, que corri� azares de varia fortuna,
fu� rasgada por los hombres que la hab�an apoyado con sus ideas y
defendido con su sangre: la Constituci�n del 37 ni fu� respetada ni
fu� temida, y no le vali� el instinto de prudencia que hab�a presidido
a su elaboraci�n y nacimiento para libertarla de los tremendos golpes
que ocasionaron su muerte; y la Constituci�n del 45, que la suprema
inteligencia del partido moderado hab�a compuesto, fu� arrastrada
sin piedad por sus prohombres, y conducida al abismo de su perdici�n por sus mismos autores. El partido liberal est�, pues, muerto; ya
no hay ni puede haber en su coraz�n sentimientos; ya no hay ni puede
haber en su cerebro nuevas ideas. Si avanza, es nuestro el triunfo; si
retrocede, el triunfo es del absolutismo: �que elija!(Repetidos y
prolongados aplausos. El orador se ve abligado a suspender el discurso por algunos minutos; despu�s prosigue.)
Se�ores:Todos dicen que nuestra patria camina a la retaguardia
de la civilizaci�n. No lo cre�is. Espa�a est� destinada a ponerse a la
cabeza del mundo. En su privilegiado suelo, bajo ese hermoso horizonte que sonr�e como un �ngel de paz, debe ensayar las grandes ideas
que m�s tarde han de realizarse en todos los pueblos de la tierra.
�Qui�n puede poner en duda este privilegio, cuando Portugal nos
tiende sus brazos, cuando estamos en el deber de realizar, no la uni�n
de los partidos, sino la uni�n de los pueblos?(Estrepitosos aplausos.)
Hoy somos los soldados de la libertad, y por consecuencia los soldados de Dios. Los individuos ensayan en sus conciencias ideas que
aplican a los pueblos; los pueblos ensayan en sus conciencias ideas que
399
aplican a la humanidad. El sol, pues, el sol, sujeto en otro tiempo a
iluminar eternamente nuestro suelo, bendice hoy con sus rayos de
oro la bandera de nuestra victoriosa revoluci�n, que hace estremecer
de gozo a los oprimidos. Somos la naci�n salvadora. Si no, tended los
ojos conmigo por Europa. Inglaterra ha comerciado con la libertad
(Aplausos.); Francia, levantando a los pueblos de su postraci�n, los
ha vendido en el amargo d�a en que m�s necesitaban de su espada;
Alemania, �parece imposible!, Alemania, que ha pretendido la confederaci�n universal de todos los pueblos; que ha elevado en alas de la
libertad del pensamiento a todas las inteligencias a las �ltimas esferas de la filosof�a; Alemania, patria de Schiller y de Hegel, es hoy
esclava de Juliano el ap�stata.(Aplausos.)
La democracia es antigua, muy antigua en nuestro suelo. Nuestros
pueblos de la edad media entend�an el derecho de petici�n mejor
(Bien, muy bien.)
de lo que lo entienden los liberales de nuestros d�as.
�Sab�is d�nde est� nuestro porvenir? Nuestro porvenir est� en
�frica. All� deben ir nuestros ej�rcitos permanentes a ganar sus grados. (Risas y aplausos.)
No olvid�is que fuimos un d�a pueblo civilizado. Nosotros llevamos la civilizaci�n a la Am�rica. Verdad es que Am�rica fu� ingrata;
pero los pueblos tienen que ser ingratos con los pueblos para ser
agradecidos con la humanidad. (Muchos aplausos.) Un d�a recorri�
Espa�a a la sombra del Trono el espacio que separa Covadonga de
Granada; se lanz� a lo infinito, y nuevos mundos le tributaron homenaje; pobl� los mares con innumerables escuadras que merecieron
tener por enemigos la c�lera de Dios; que no otro pudiera vencer
a la invencible. (Estrepitosos aplausos.) Levant� el Escorial, s�mbolo
de nuestras instituciones, padr�n de nuestras artes. �Pues por qu� ahora con progresos m�s grandes no hemos de alcanzar d�as m�s felices? (Bien, bien.)
estoy muy
Se�ores, voy a concluir(Muchas voces: �No! �No!);
fatigado y el auditorio lo estar� tambi�n. (�No! �No!) Se�ores, alg�n
d�a ir�n nuestros hijos a registrar en las p�ginas de la historia los colosales poderes que han vivido en apartados siglos, y les causar� el
espanto y la admiraci�n que a nosotros nos causan las pir�mides de
Egipto; y en su espanto no sabr�n qu� admirar m�s, si la inmensa
grandeza de esos poderes, o la afrentosa esclavitud de sus progenitores.
(Estrepitosos aplausos que interrumpen al orador.)
Se�ores:Pidamos que se realice la fraternidad entre todos los
hombres, y la fraternidad entre todos los pueblos, porque todos nos
40 0
encaminamos a una patria que es el cielo. Pidamos que se realice en
todas sus aplicaciones la verdad cristiana; que la justicia sea el sol de
nuestras esferas sociales; que las clases menesterosas reciban el pan
de la inteligencia, no del Estado, sino de la libertad de su trabajo. El
trabajo, se�ores, que es a la propiedad lo que el cincel de Fidias es
al m�rmol(muchos aplausos), debe recibir de la justicia la debida
recompensa. (Reiterados aplausos.) En fin, se�ores, pidamos a Dios
que Inglaterra sea verdaderamente aliada de la libertad; que Alemania, mente del mundo, nos revele nuevos misterios de la ciencia, nuevos secretos del arte� que Francia sacuda su letargo y vuelva a ser el
tribuno de los pueblos; que Hungr�a y Polonia rasguen sus t�nicas
de esclavas, y que Italia, esa prodigiosa artista que regala con dulces
armon�as el sue�o de sus se�ores, se levante herida de sus recuerdos
y recoja del suelo la rota lanza de Bruto y de Cincinato, porque con
ideas tan grandes el triunfo de la libertad ser�, s�, eterno. He dicho.
(Aplausos generales y prolongados, los concurrentes acuden de todas
partes a saludar y abrazar al joven orador.)
401
MADRE AM�RICA
DISCURSO PRONUNCIADO POR
MARTI
JOS�
"Este discurso f u� pronunciado en
la fiesta ofrecida por
la Sociedad Literaria Hispano-Americana a los delegados ante
la primera Conferencia de Naciones Americanas. Fu� el primer discurso de verdadera sustancia que escucharon aquellos
fatigados o�dos
-apunta Jorge Ma�ach, El origen y formaci�n de las dos Am�ricas qued� contrastado en dos estampas breves y en�rgicas como dos aguafuertes, puestas en un
marco de f e y esperanza americanas."
Se�ores:
Apenas acierta el pensamiento, a la vez tr�mulo y desbordado, a
poner, en la brevedad que le manda la discreci�n, el j�bilo que nos
rebosa de las almas en esta noche memorable. �Qu� puede decir el
hijo preso, que vuelve a ver a su madre por entre las rejas de su
prisi�n?
Hablar es poco, y es casi imposible, m�s por el �ntimo y desordenado contento, por la muchedumbre de recuerdos, de esperanzas
y de temores, que por la certeza de no poder darles expresi�n digna.
Ind�cil y mal enfrenada ha de brotar la palabra de quien, al ver en
torno suyo, en la persona de sus delegados ilustres, los pueblos que
amamos con pasi�n religiosa; al ver c�mo, por mandato de secreta
voz, los hombres se han puesto como m�s altos para recibirlos, y las
mujeres como m�s bellas; al ver el aire t�trico y plomizo animado
como de sombras, sombras de �guilas que echan a volar, de cabezas
que pasan moviendo el penacho consejero, de tierras que imploran,
p�lidas y acuchilladas, sin fuerzas para sacarse el pu�al del coraz�n,
del guerrero magn�nimo del Norte, que da su mano de admirador,
desde el p�rtigo de Mount Vernon, al h�roe volc�nico del Sur, intenta
en vano recoger, como quien se envuelve en una bandera, el tumulto
de sentimientos que se le agolpa al pecho, y s�lo halla estrofas inacordes y odas ind�mitas para celebrar, en la casa de nuestra Am�rica,
la visita de la madre ausente, para decirle, en nombre de hombres y
de mujeres, que el coraz�n no puede tener mejor empleo que darse
todo a los mensajeros de los pueblos americanos. �C�mo podremos
405
A qu�
pagar a nuestros hu�spedes ilustres esta hora de consuelo?�
hemos de esconder, con la fals�a de la ceremonia, lo que se nos est�
viendo en los rostros? Pongan otros, florones y cascabeles y franjas de
oro a sus ret�ricas; nosotros tenemos esta noche la elocuencia de la
Biblia, que es la que mana, inquieta y regocijada como el arroyo natural, de la abundancia del coraz�n. �Qui�n de nosotros ha de negar,
en esta noche en que no se miente, que por muchas ra�ces que tengan
en esta tierra de libre hospedaje nuestra fe, o nuestros afectos, 'o
nuestros h�bitos, o nuestros negocios, por tibia que nos haya puesto
el alma la magia infiel del hielo, hemos sentido, desde que supimos
que estos hu�spedes nobles nos ven�an a ver, como que en nuestras
casas hab�a m�s claridad, como que and�bamos a paso vivo, como
que �ramos m�s j�venes y generosos, como que nuestras ganancias
eran mayores y seguras, como que en el vaso seco volv�a a nacer flor?
Y si nuestras mujeres quieren decirnos la verdad, �no nos dicen, no
nos est�n diciendo con sus ojos leales, que nunca pisaron m�s contentos la nieve ciertos pies de hadas; que algo que dorm�a en el coraz�n, en la ceguera de la tierra extra�a, se ha despertado de repente;
que un canario alegre ha andado estos d�as entrando y saliendo por
las ventanas, sin temor al fr�o, con cintas y lazos en el pico, yendo
y viniendo sin cesar, porque para esta fiesta de nuestra Am�rica
y primorosa? Esta es la verdad. A
ninguna flor parec�a bastante fina
unos nos ha echado aqu� la tormenta; a otros, la leyenda; a otros, el
comercio; a otros, la determinaci�n de escribir, en una tierra qu� no
es libre todav�a, la �ltima estrofa del poema de 1810; a otros les
mandan vivir aqu�, como su grato imperio, dos ojos azules. Pero por
grande que esta tierra sea, y por ungida que est� para los hombres
libres la Am�rica en que naci� Lincoln, para nosotros, en el secreto
de nuestro pecho, sin que nadie ose tach�rnoslo ni nos lo pueda tener
a mal, es m�s grande, porque es la nuestra y porque ha sido m�s
infeliz, la Am�rica en que naci� Ju�rez.
De lo m�s vehemente de la libertad naci� en d�as apost�licos la
Am�rica del Norte. No quer�an los hombres nuevos, coronados de
luz, inclinar ante ninguna otra su corona. De todas partes, al �mpetu
de la frente, saltaba hecho pedazos, en las naciones nacidas de la agrupaci�n de pueblos peque�os, el yugo de la raz�n humana, envilecida
en los imperios creados a punta de lanza, o de diplomacia, por la
gran rep�blica que se aloc� con el poder; nacieron los derechos modernos de las comarcas peque�as y aut�ctonas que hab�an elaborado
en el combate continuo su car�cter libre, y prefer�an las cuevas inde40 6
pendientes a la prosperidad servil. A fundar la rep�blica: le dijo al
rey que ven�a, uno que no se le quitaba el sombrero y le dec�a de t�.
Con mujeres y con hijos se f�an al mar, y sobre la mesa de roble del
camar�n fundan su comunidad, los cuarenta y uno de la "Flor de
Mayo". Cargan mosquetes, para defender las siembras; el trigo que
comen, lo aran; suelo sin tiranos es lo que buscan, para el alma sin
tiranos. Viene, de fieltro y blus�n, el puritano intolerante e integ�rrimo, que odia el lujo, porque por �l prevarican los hombres; viene
el cu�quero, de calzas y chupa, y con los �rboles que derriba levanta
la escuela; viene el cat�lico, perseguido por su fe, y funda un Estado
donde no se puede perseguir por su fe a nadie; viene el caballero, de
fusta y sombrero de plumas, y su mismo h�bito de mandar esclavos
le da altivez de rey para defender su libertad. Alguno trae en su
barco una negrada que vender, o un fan�tico que quema a las brujas,
o un gobernador que no quiere o�r hablar de escuelas; lo que los
barcos traen es gente de universidad y de letras, suecos m�sticos, alemanes fervientes, hugonotes francos, escoceses altivos, b�tavos econ�micos; traen arados, semillas, telares, arpas, salmos, libros. En la
casa hecha por sus manos viv�an, se�ores y siervos de s� propios; y
de la fatiga de bregar con la naturaleza se consolaba el colono valeroso al ver venir, de delantal y cofia, a la anciana del hogar, con la
bendici�n en los ojos y en la mano la bandeja de los dulces caseros,
mientras una hija abr�a el libro de los himnos y preludiaba otra en
el salterio o en el clavicordio. La escuela era de memoria y azotes;
pero el ir a ella por la nieve era la escuela mejor. Y cuando, de cara
al viento, iban de dos en dos por los caminos, ellos de cuero y escopeta, ellas de bayeta y devocionario, a o�r iban al reverendo nuevo,
que le negaba al gobernador el poder en las cosas privadas de la religi�n; iban a elegir sus jueces, o a residenciarlos. De afuera no ven�a
la casta inmunda. La autoridad era de todos, y la daban a quien se la
quer�an dar. Sus ediles eleg�an, y sus gobernadores. Si le pesaba al
gobernador convocar el consejo, por sobre �l le convocaban los "hombres libres". All�, por los bosques, el aventurero taciturno caza hombres y lobos, y no duerme bien sino cuando tiene de almohada un
tronco reci�n ca�do o un indio muerto. Y en las mansiones solariegas del Sur todo es minu� y buj�as, y coro de negros cuando viene el
coche del se�or, y copa de plata para el buen Madera. Pero no hab�a
acto de la vida que no fuera p�bulo de la libertad en las colonias
republicanas que, m�s que cartas reales, recibieron del rey certificados de independencia. Y cuando el ingl�s, por darla de amo, les im407
pone un tributo que ellas no se quieren imponer, el guante que le
echaron al rostro las colonias fu� el que el ingl�s mismo hab�a puesto
en sus manos. A su h�roe, le traen el caballo a la puerta. El pueblo
que luego hab�a de negarse a ayudar, acepta ayuda. La libertad que
triunfa es como �l, se�orial y sectaria, de pu�o y encaje y de dosel
de terciopelo, m�s de la localidad que de la humanidad; una libertad
que bambolea, ego�sta e injusta, sobre los hombros de una raza esclava, que antes de un siglo echa en tierra las andas de una sacudida,
y surge, con un hacha en la mano, el le�ador de ojos piadosos, entre
�
el estruendo y el polvo que levantan al caer las cadenas de un mill�n
de hombres emancipados! Por entre los cimientos desencajados en la
estupenda convulsi�n se pasea, codiciosa y soberbia, la victoria; reaparecen, acentuados por la guerra, los factores que constituyeron la naci�n; y junto al cad�ver del caballero, muerto sobre sus esclavos, luchan por el predominio en la rep�blica y en el universo, el peregrino
que no consent�a se�or sobre �l, ni criado bajo �l, ni m�s conquista
que la que hace el grano en la tierra y el amor en los corazones, y el
aventurero sagaz y rapante, hecho a adquirir y adelantar en la selva,
sin m�s ley que su deseo, ni m�s l�mite que el de su brazo, compa�ero solitario y temible del leopardo y el �guila.
Y �c�mo no recordar, para gloria de los que han sabido vencer a
pesar de ellos, los or�genes confusos y manchados de sangre de nuestra
Am�rica, aunque al recuerdo leal, y hoy m�s que nunca necesario, le
pueda poner la tacha de vejez inoportuna aquel a quien la luz de
nuestra gloria, de la gloria de nuestra independencia, estorbase para
el oficio de comprometerla o rebajarla? Del arado naci� la Am�rica
del Norte, y la Espa�ola, del perro de presa. Una guerra fan�tica sac�
de la poes�a de sus palacios a�reos al moro debilitado en la riqueza, y
la soldadesca sobrante, criada con el vino crudo y el odio a los herejes, se ech�, de coraza y arcabuz, sobre el indio de peto de algod�n.
Venos ven�an los barcos de caballeros de media loriga, de segundones
d desheredados de alf�reces rebeldes, de licenciados y cl�rigos hambrones. Traen culebrinas, rodelas, picas, quijotes, capacetes, espaldares,
yelmos, perros. Ponen la espada a los cuatro vientos, declaran la tierra
del rey, y entran a saco en los templos de oro. Cort�s atrae a Moctezuma al palacio que debe a su generosidad o a su prudencia, y en
su propio palacio lo pone preso. La simple Anacaona convida a su
fiesta a Ovando, a que viera el jard�n de su pa�s, y sus danzas alegres,
y sus doncellas; y los soldados de Ovando se sacan de debajo del disfraz las espadas, y se quedan con la tierra de Anacaona. Por entre las
408
divisiones y celos de la gente india adelanta en Am�rica el conquistador; por entre aztecas y tlascaltecas llega Cort�s a la canoa de Cuauhtemoc; por entre quich�s y zutujiles vence Alvarado en Guatemala;
por entre tunjas y bogotaes adelanta Quesada en Colombia; por entre
los de Atahualpa y los de Hu�scar pasa Pizarro en el Per�; en el
pecho del �ltimo indio valeroso clavan, a la luz de los templos incendiados, el estandarte rojo del Santo Oficio. Las mujeres, las roban. De
cantos ten�a sus caminos el indio libre, y despu�s del espa�ol no hab�a
m�s caminos que el que abr�a la vaca husmeando el pasto, o el indio
que iba llorando en su treno la angustia de que se hubiesen vuelto
hombres los lobos. Lo que come el encomendero, el indio lo trabaja;
como flores que se quedan sin aroma, caen muertos los indios; con
los indios que mueren se ciegan las minas. De los recortes de las casullas se hace rico un sacrist�n. De paseo van los se�ores; o a quemar
en el brasero el estandarte del rey; o a cercenarse las cabezas por
peleas de virreyes y oidores, o celos de capitanes; y al pie del estribo
lleva el amo dos indios de pajes y dos mozos de espuela. De Espa�a
nombran el virrey, el regente, el cabildo. Los cabildos que hac�an, los
firmaban con el hierro con que herraban las vacas. El alcalde manda
que no entre el gobernador en la villa, por los males que le tiene
hechos a la rep�blica, y que los regidores se persignen al entrar en
el cabildo, y que al indio que eche el caballo a galope se le den veinticinco azotes. Los hijos que nacen, aprenden a leer en carteles de toros
y en d�cimas de salteadores. "Quimeras despreciables" les ense�an
los colegios de entes y categor�as. Y cuando la muchedumbre se junta
en las calles, es para ir de cola de las tarascas que lleva el preg�n;
o para hablar, muy quedo, de las picanter�as de la tapada y el oidor;
o para ir a la quema del portugu�s; cien picas y mosquetes van delante, y detr�s los dominicos con la cruz blanca, y los grandes de
vara y espad�n, con la capilla bordada de hilo de oro, y en hombros
los ba�les de huesos, con llamas a los lados; y los culpables con la
cuerda al cuello, y las culpas escritas en la coroza de la cabeza; y los
contumaces con el sambenito pintado de im�genes del enemigo; y la
prohombr�a y el se�or obispo, y el clero mayor; y en la iglesia; entre
dos tronos, a la luz v�vida de los cirios, el altar negro; afuera, la hoguera. Por la noche, baile. �El glorioso criollo cae ba�ado en sangre,
cada vez que busca remedio a su verg�enza, sin m�s gu�a ni modelo
que su honor, hoy en Caracas, ma�ana en Quito, luego con los comuneros del Socorro; o compra, cuerpo a cuerpo, en Cochabamba, el
derecho de tener regidores del pa�s; o muere, como el admirable An409
tequera, profesando su fe en el cadalso del Paraguay, iluminado el
rostro por la dicha; o al desfallecer al pie del Chimborazo, "exhorta
a las razas a que afiancen su dignidad". El primer criollo que le nace
al espa�ol, el hijo de la Malinche, fu� un rebelde. La hija de Juan de
Mena, que lleva el luto de su padre, se viste de fiesta con todas sus
j oyas, porque es d�a de honor para la humanidad, el d�a en que Arteaga muere. �Qu� sucede de pronto, que el mundo se para a o�r, a maravillarse, a venerar? �De debajo de la capucha de Torquemada sale ensangrentado y acero en mano, el continente redimido! Libres se declaran los pueblos todos de Am�rica a la vez. Surge Bol�var con su cohorte
de astros. Los volcanes, sacudiendo los flancos con estruendo, lo aclaman y publican. �A caballo, la Am�rica entera! Y resuenan en la
noche, con todas las estrellas encendidas, por llanos y por montes, los
cascos redentores. Habl�ndoles a sus indios va el cl�rigo de M�xico.
Con la lanza en la boca pasan la corriente desnuda los indios venezolanos. Los rotos de Chile marchan juntos, brazo en brazo, con los
cholos del Per�. Con el gorro frigio del liberto van los negros cantando, detr�s del estandarte azul. De poncho y bota de potro, ondeando las bolas, van a escape de triunfo, los escuadrones de gauchos. Cabalgan, suelto el cabello, los pehuenches resucitados, voleando sobre
la cabeza la chuza emplumada. Pintados de guerrear vienen tendidos
sobre el cuello los araucos, con la lanza de tacuarilla coronada de plumas de colores; y al alba, cuando la luz virginal se derrama por los
despe�aderos, se ve a San Mart�n, all� sobre la nieve, cresta del monte
y corona de la revoluci�n, que va, envuelto en su capa de batalla, cruzando los Andes. �Ad�nde va la Am�rica, y qui�n la junta y la gu�a?
Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencer� sola.
Y todo ese veneno lo hemos trocado en savia! Nunca de tanta
�
oposici�n y desdicha naci� un pueblo m�s precoz, m�s generoso, m�s
firme. Sentina fuimos, y crisol comenzamos a ser. Sobre las hidras,
fundamos. Las picas de Alvarado, las hemos echado abajo con nuestros
ferrocarriles. En las plazas donde se quemaba a los herejes, hemos levantado bibliotecas. Tantas escuelas tenemos como familiares del Santo Oficio tuvimos antes. Lo que no hemos hecho, es porque no hemos
tenido tiempo para hacerlo, por andar ocupados en arrancarnos de la
sangre las impurezas que nos legaron nuestros padres. De las Misiones, religiosas e inmorales, no quedan ya m�s que paredes descascaradas, por donde asoma el buho el ojo, y pasea melanc�lico el lagarto.
Por entre las razas heladas y las ruinas de los conventos y los caballos
de los b�rbaros se ha abierto paso el americano nuevo, y convida a la
41 0
juventud del mundo a que levante en sus campos la tienda. Ha triunfado el pu�ado de ap�stoles. �Qu� importa que por llevar el libro
delante de los ojos no vi�ramos, al nacer como pueblos libres, que el
gobierno de una tierra h�brida y original, amasada con espa�oles retaceros y abor�genes torvos y aterrados, m�s sus salpicaduras de africanos y menceyes, deb�a comprender, para ser natural y fecundo, los
elementos todos que, en maravilloso tropel y por la pol�tica superior
escrita en la naturaleza, se levantaron a fundarla? �Qu� importan las
luchas entre la ciudad universitaria y los campos feudales? �Qu� importa el desd�n, repleto de guerras, del marqu�s lacayo al menestral
mestizo? �Qu� importa el duelo, sombr�o y tenaz, de Antonio de Nari�o y San Ignacio de Loyola? Todo lo vence y clava cada d�a su pabell�nm�s alto, nuestra Am�rica capaz e infatigable. Todo lo conquista, de sol en sol, por el poder del alma de la tierra, armoniosa y
art�stica, creada de la m�sica y beldad de nuestra naturaleza, que da
su abundancia a nuestro coraz�n y a nuestra mente la serenidad y altura de sus cumbres; por el influjo secular con que este orden y grandeza ambientes han compensado el desorden y mezcla alevosa de nuestros or�genes; y por la libertad humanitaria y expansiva, no local, ni
de raza, ni de secta, que fu� a nuestras rep�blicas en su hora de flor,
y ha sido despu�s, depurada y cernida, de las cabezas del orbe -libertad que no tendr�, acaso, asiento m�s amplio en pueblo alguno-,
ï¿p
½ usiera en mis labios el porvenir el fuego que marca! que el que se
les prepara en nuestras tierras sin l�mites para el esfuerzo honrado,
la solicitud leal y la amistad sincera de los hombres.
De aquella Am�rica enconada y turbia, que brot� con las espinas
en la frente y las palabras como lava saliendo, junto con la sangre
del pecho, por la mordaza mal rota, hemos venido, a pujo de brazo,
a nuestra Am�rica de hoy, heroica y trabajadora a la vez, y franca
y vigilante, con Bol�var de un brazo y Herbert Spencer de otro; una
Am�rica sin suspicacias pueriles ni confianzas c�ndidas, que convida
sin miedo a la fortuna de su hogar a las razas todas, porque sabe que
es la Am�rica de la defensa de Buenos Aires y de la resistencia del
Callao, la Am�rica del Cerro de las Campanas y de la Nueva Troya.
�Y preferir�a a su porvenir, que es el de nivelar en la paz libre, sin
codicias de lobo ni prevenciones de sacrist�n, los apetitos y los odios
del mundo; preferir�a a este oficio grandioso el de desmigajarse en
las manos de sus propios hijos, o desintegrarse en vez de unirse m�s,
o por celos de vecindad, mentir a lo que est� escrito por la fauna y
los astros y la Historia, o andar de zaga de quien se le ofreciese de
zagal, o salir por el mundo de limosnera, a que le dejen en el plato
la riqueza temible? �S�lo perdura, y es para bien, la riqueza que se
crea y la libertad que se conquista con las propias manos! No conoce
a nuestra Am�rica quien eso ose temer. Rivadavia, el de la corbata
siempre blanca, dijo que estos pa�ses se salvar�an: y estos pa�ses se
han salvado. Se ha arado en la mar. Tambi�n nuestra Am�rica levanta
palacios y congrega el sobrante �til del universo oprimido; tambi�n
doma la selva, y le lleva el libro y el peri�dico, el municipio y el ferrocarril; tambi�n nuestra Am�rica, con el sol en la frente, surge sobre
los desiertos coronados de ciudades. Y al reaparecer en esta crisis de
elaboraci�n de nuestros pueblos los elementos que lo constituyeron, el
criollo independiente es el que domina y se asegura; no el indio de
espuela, marcado de la fusta, que sujeta el estribo y le pone adentro el
pie, para que se vea de m�s alto a su se�or.
Por eso vivimos aqu�, orgullosos de nuestra Am�rica, para servirla
y honrarla. No vivimos, no, como siervos futuros ni como aldeanos
deslumbrados, sino con la determinaci�n y capacidad de contribuir a
que se la estime por sus m�ritos y se la respete por sus sacrificios;
porque las mismas guerras que de pura ignorancia le echan en cara
los que no la conocen, son el timbre de honor de nuestros pueblos,
que no han vacilado en acelerar con el abono de sus sangre el camino
del progreso, y pueden ostentar en la frente sus guerras como una
corona. En vano, faltos de roce y est�muld diario de nuestras luchas
y de nuestras pasiones, que nos llegan �a mucha distancia! del suelo
donde no crecen nuestros hijos, nos convida este pa�s con su magnificencia, y la vida con sus tentaciones, y con sus cobard�as el coraz�n,
a la tibieza y al olvido. �Donde no se olvida y donde no hay muerte
llevamos a nuestra Am�rica, como luz y como hostia; y ni el inter�s
corruptor, ni ciertas modas nuevas de fanatismo, podr�n arranc�rsela de all�! Ense�emos el alma como es a estos mensajeros ilustres que
han venido de nuestros pueblos, para que vean que la tenemos honrada y leal, y que la admiraci�n justa y el estudio �til y sincero de lo
ajeno, el estudio sin cristales de pr�sbita ni de miope, no nos debilita
el amor ardiente, salvador y santo de lo propio; ni por el bien de
nuestra persona, si en la conciencia sin paz hay bien, hemos de ser
traidores a lo que nos mandan hacer la naturaleza y la humanidad. Y
as�, cuando cada uno de ellos vuelva a las playas que acaso nunca
volvamos a ver, podr� decir, contento de nuestro decoro, a la que es
nuestra due�a, nuestra esperanza y nuestra gu�a: "�Madre Am�rica,
all� encontramos hermanos! �Madre Am�rica, all� tienes hijos!"
41 2
I NDICE
Introducci�n, por Lowell
Thomas ...........
7
I. Desarrollo del valor y de la confianza en s� mismo 13
II. La confianza en s� mismo durante la preparaci�n35
III. C�mo preparaban sus discursos algunos oradores
famosos ................................
61
IV. Perfeccionamiento de la memoria ............
89
V. C�mo evitar que el auditorio se duerma ........ 115
VI. Elementos indispensables para hablar con �xito . . 137
VII. El secreto de la buena elocuci�n .............. 153
VIII. Porte y personalidad en la tribuna .......... 177
IX. C�mo iniciar un discurso ..................203
X. C�mo ganar inmediatamente la voluntad del, auditorio ................................. 227
XI. C�mo terminar un discurso ................ 247
XII. C�mo hacernos entender claramente .......... 267
XIII. Inculcaci�n y convencimiento ............... 289
XIV. C�mo despertar el inter�s del auditorio ........
315
XV. C�mo incitar a la acci�n ....................
339
XVI. El lenguaje correcto ...................... 360
Ap�ndice:
Discurso pronunciado por Emilio Castelar ......
391
Madre Am�rica, discurso pronunciado por Jos�
Mart� ................................
403
C�mo hablar bien en p�blico,
de Dale Carnegie
se termin� de imprimir en marzo de 2003 en
Impresiones Gr�ficas de Arte Mexicano, S.A. de C.V.
Venado N� 104, Col. Los Olivos
M�xico, D. F.
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