COMO HABLAR BIEN EN P�BLICO E INFLUIR EN LOS HOMBRES DE NEGOCIOS DALE CARNEGIE COMO HABLAR BIEN EN PUBLICO E INFLUIR EN LOS HOMBRES DE NEGOCIOS Traducci�n y adaptaci�n de JORGE CIANCAGLINI EDITORIAL SUDAMERICANA PRIMERA EDICION Octubre de 1947 INTRODUCCION 2a. Reimpresi�n en M�xico: marzo, 2003 Queda hecho el dep�sito que previene la Ley 11.723 C1947, Editorial Sudamericana, S.A. Humberto 1531, Buenos Aires. ISBN: 950-07-0155-3 T�tulo del original en ingl�s: Men in Business Public Speaking and Influencing En toda la naci�n se est� produciendo un movimiento de educaci�n adulta; y la fuerza m�s sorprendente de este movimiento es Dale Carnegie, un hombre que ha escuchado y criticado m�s discursos de gente adulta que ning�n otro ser humano. De acuerdo con un reciente "Cr�ase o no", de Ripley, ha criticado 150.000 discursos. Si esa suma no nos impresionare por s� sola, recordemos que significa un discurso por cada d�a transcurrido desde el descubrimiento de Am�rica. O en otras palabras, si todos los hombres que hablaron delante de �l lo hubieran hecho durante s�lo tres minutos cada uno, y en r�pida sucesi�n, habr�a debido escuchar un a�o completo, con sus d�as y sus noches. La carrera de Dale Carnegie, llena de bruscos contrastes, es un ejemplo de lo que puede lograr un hombre que est� asediado por una idea original y aguijoneado por el entusiasmo. Nacido en una alquer�a de Misuri, a diez millas del ferrocarril, no vi� un tranv�a hasta que tuvo doce a�os: hoy a los cuarenta y seis, le resulta familiar cualquier rinc�n de la tierra, desde Hong-Kong hasta Hammerfest; y en cierta oportunidad estuvo m�s cerca del Polo Norte que el almirante Byrd del Polo Sur, en Little America. Este muchacho de Misuri que cog�a moras y cortaba casta�as por cinco centavos la hora, gana hoy un d�lar por minuto ense�ando a los jefes de grandes compa��as comerciales el arte de la expresi�n. Este muchacho que fracas� por completo en las seis primeras veces que habl� en p�blico, fu� m�s tarde mi empre7 sario comercial. Gran parte de mi �xito lo debo a las ense�anzas de Dale Carnegie. El joven Carnegie debi� luchar duramente para educarse, porque la mala suerte sol�a ensa�arse con la vieja alquer�a Desalentada ante una sucesi�n de fracasos, la faMisuri. de milia vendi� la alquer�a y compr� otra en el mismo Estado, cerca de la Escuela Normal de Warrensburgo. Por un d�lar diario le dar�an estancia y comida en el pueblo. Pero Carfue diariamente a negie no lo ten�a. Se qued� en su ycasa caballo a la escuela normal, que estaba a tres millas de distancia. Hab�a seiscientos estudiantes en la escuela, y Dale Carnegie era uno de los cuatro o cinco que no pod�an quedarse a que hab�a algunos grupos comer en la ciudad. Pronto vio en la escuela que eran los que ejerc�an influencia y pose�an eran los buenos jugadores de futbol y beisbol, y prestigio: los que ganaban los concursos de debates y elocuencia. Puesto que los deportes no le atra�an, decidi� ganar un concurso de oratoria. Pas� meses preparando sus discursos. mientras galopaba de ida y de vuelta a la Los practicaba mientras orde�aba las vacas, y normal; practicaba escuela se sub�a a una parva de heno, y con gran placer y entusiasmo echaba un discurso a las asustadas palomas, exhort�ndolas a interrumpir la inmigraci�n japonesa. Pero a pesar de toda su vehemencia y preparaci�n, sufri� no un derrota tras derrota. Y de pronto comenz� a ganar, concurso, sino todos los concursos de la escuela. Otros estudiantes le pidieron que los adiestrara. Y tambi�n ganaron. Una vez graduado, comenz� a vender cursos por corresW yoming. pondencia a los "rancheros" de Nebraska y A pesar de su inquebrantable energ�a y entusiasmo, no tuvo �xito. Se desalent� tanto, que regres� al cuarto de su hotel, en Nebraska, se ech� sobre la cama y llor� amargamente. Deseaba volver a la escuela, deseaba replegarse de la dura batalla de la vida; pero no era posible. Entonces decidi� a Omaha y conseguir otro trabajo. No ten�a dinero para el ir 8 Pasaje, y viaj� en un tren de carga, alimentando y abrevando dos vagones de caballos como pago de su viaje. Se ape� en Omaha del Sur y consigui� san empleo de vendedor de tocino, manteca de puerco y jab�n, para Armour y Compa��a. Su territorio se extend�a desde las Tierras Malas hasta el Pa�s Indio de Dakota Occidental. Recorr�a su territorio en tren de carga, en diligencia y a caballo, durmiendo en mesones de pioneers donde la c�nica divisi�n entre pieza y pieza era una s�bana de muselina. Estudiaba libros sobre el arte de vender, montaba potros salvajes, jugaba al p�ker con mestizos y aprend�a a cobrar dinero. Cuando alg�n almacenero del interior del pa�s no pod�a pagar al contado el tocino y el jab�n que le hab�a pedido, Dale Carnegie le sacaba de los anaqueles una docena de pares de zapatos, los vend�a a los ferroviarios y giraba el producto a Armour y Compa��a. A los dos a�os, esta zona, que ocupaba el vig�simoquinto lugar en importancia para la firma comercial, pas� a ocupar el primero. La compa��a le quiso ascender. "Ha realizado usted lo que parec�a imposible." Pero Carnegie rechaz� el ascenso y renunci�. Renunci�, fu� a Nueva York estudi� en la Academia Americana de Arte Dram�tica, y recorri� el pa�s representando el papel del doctor Hartley en Polly l a del circo. Nunca hubiese llegado a ser un Booth o un Barrymore. Tuvo el tino de reconocerlo. Y se dedic� a las ventas nuevamente, esta vez de autom�viles, para la Compa��a Packard. Nada sab�a de mec�nica, y nada le importaba ignorarla. Profundamente desdichado, ten�a que dedicarse todos los d�as a sus tareas comerciales. Ansiaba tener tiempo para estudiar, /,ara escribir los libros que hab�a so�ado escribir cuando era e studiante. Y renunci�. Se dedicar�a a escribir cuentos y novelas, y se mantendr�a ense�ando en una escuela nocturna. qu�? Contemplando su pasado, apreciando los � Ense�ando neficios de sus estudios, comprendi� que el bablar en p�blico le hab�a instilado m�s confianza en s� mismo, m�s prestancia, m�s valor, y ese don para tratar con hombres de be 9 negocios, que todas las otras asignaturas de la escuela juntas. Entonces solicit� de las escuelas de la Asociaci�n Cristiana de j�venes, en Nueva York, permiso para dar cursos de de negocios. oratoria para hombres �Qu�? �Convertir a hombres de negocios en oradores? Absurdo. Lo sab�an por experiencia. Hab�an probado ya, y hab�an fracasado. Cuando se negaron a pagarle un sueldo de dos d�lares por noche, Carnegie accedi� a percibir un tanto por ciento -caso que los hubiere-. A los tres a�os de los beneficios le pagaban treinta d�lares por noche sobre esa base, en vez de los dos que �l hab�a pedido. El curso se ampli�. La fama lleg� hasta otras Asociaciones Cristianas de Nueva York, y luego de otras ciudades. Pronto Carnegie efectuaba triunfales giras por Filadelfia, Baltimore m�s tarde, Londres y Par�s. Los libros de texto eran y, demasiado acad�micos, poco pr�cticos para los que se agol paban en las aulas del notable profesor. Lejos de acobardarle hablar bien antecedente, escribi� uno titulado C�moEste libro este en p�blico e influir en los hombres de negocios. es hoy el texto oficial de todas las Asociaciones Cristianas de j�venes, como tambi�n de la Asociaci�n Bancaria y de la Asociaci�n Nacional de Cr�dito. Hoy concurren muchos m�s adultos a las clases de Carnegie que a los cursos de oratoria de las universidades de Columbia y Nueva York juntas. Dale Carnegie afirma que cualquier hombre es capaz de hablar cuando se excita. Dice que si alguien da un trompis y tumba al m�s ignorante individuo de la ciudad, �ste se incorporar� y hablar� con tanto ardor, �nfasis y elocuencia, que Guillermo Bryan le envidiar�a. Alega que casi cualquier persona puede hablar en p�blico pasaderamente si tiene confianza en s� misma y una idea que le est� abrasando el seso. La mejor manera de lograr confianza en s� mismo, dice, es hacer lo que tenemos que hacer, y dejar una estela de experiencias felices. Por esto obliga a todos sus alumnos a hablar todos los d�as de clase. Los alumnos lo hacen de buena 10 gana. Todos est�n en el mismo barco: y por la pr�ctica constante, nutren su valor, confianza y entusiasmo, del que ya no se desprender�n m�s. Dale Carnegie nos dir� que se ha ganado la vida durante todos estos a�os, no con la ense�anza de la oratoria -eso fi� accidental-, sino ayudando a los hombres a dominar sus temores y a desarrollar su valor. Comenz� simplemente con un curso de oratoria, pero sus alumnos eran hombres de negocios. Muchos de ellos no hab�on visto un aula por treinta a�os. Los m�s de ellos pagaban la ense�anza a plazos. Quer�an eficacia, resultados, y pronto; resultados que pudiesen aplicar en sus negocios al d�a siguiente. Esto le oblig� a ser r�pido y pr�ctico. Y as� es como ha creado un m�todo de adiestramiento original, �nico, sorprendente combinaci�n de Arte de hablar en p�blico, Arte de vender, Relaciones humanas, Desarrollo de la personalidad y Psicolog�a aplicada. William James sol�a decir que el hombre medio s�lo desarrolla un diez por ciento de sus posibilidades mentales latentes. Dale Carnegie, al incitar a hombres ya adultos a que descubran sus vetas y exploten sus ocultos minerales, ha iniciado uno de los movimientos m�s importantes en la educaci�n de adultos. LOWELL THOMAS. CAP�TULO I DESARROLLO DEL VALOR Y DE LA CONFIANZA EN SI MISMO preciAunque todos los hombres no tienen si�n de ser oradores, ni escritores p�blicos, o carecen de aptitud o disposici�n para estos oficios; sin embargo tendr�n muchos de ellos, en difentes situaciones de la fortuna y destinos de la re vida civil, ocasiones de acreditar con el imperio de la palabra su m�rito, su puesto, su estado, su poaer o su talento ANTONIO CAPMANY Hemos dicho que ese sujeto escribi� muchos Los lilibros. �S�, s�, �ndense ustedes con libros! bros no sirven para nada en tanto que no se puedan pronunciar discursos. El hombre de la esta� Se concibe un tua y que no haya sido orador. hombre que tenga estatua y que no haya sido orador? �C�mo un hombre que no haya sido orador puede tener estatua? Horror nos causa el Un hombre que no es capaz de hablar pensarlo. en p�blico una hora seguida, �qu� derecho puede tener a que se le inmortalice en una efigie de bronce? AZOR�N M�s de dieciocho mil hombres de negocios, desde 1912 hasta la fecha, han concurrido a las clases sobre el arte de hablar en p�blico que el autor ha dictado. Los m�s de ellos, a pedido de �ste, han narrado por escrito las causas que los movieron a inscribirse para tal adiestramiento y el resultado que esperaban obtener. El deseo primordial, la necesidad apremiante que todas estas cartas expresaban, era -desde luego que con fraseolog�a muy diversa- uno solo: "Cuando las circunstancias me obligan a hablar -escrib�a uno tras otro� me pongo tan nervioso, me arredro tanto, que no puedo ya razonar con fluidez, concentrar la atenci�n, ni recordar qu� ten�a pensado decir. Quiero adquirir confianza en m� mismo, serenidad, y suficiente presencia de �nimo para poder pensar cuando estoy en pie delante de un auditorio. Quiero llegar a dominar mis pensamientos, desarrollarlos seg�n ilaci�n l�gica, y expresarlos con claridad y vigor, as� delante del directorio de un banco como en una sala de conferencias". Eran miles las confesiones a este tenor. Citemos un caso concreto. Hace algunos a�os, un se�or llamado D. W. Ghent se inscribi� en mi curso de oratoria, en Filadelfia. Poco despu�s de la clase inaugural me invit� a comer con �l en el C�rculo ele Fabricantes. Era un hombre de mediana edad, y hab�a llevado siempre una vida activa; dirig�a su propia f�brica y era figura destacada en actividades c�vicas y religiosas. Mientras est�bamos almorzando, se inclin� hacia m� sobre la mesa y me confes�: -Muchas veces me han pedido que hable en una u otra reuni�n,pero nunca he podido hacerlo. Me turbo tanto, que pierdo la noci�n de mis ideas, por lo cual he tenido que escabullirme toda la vida. Pero es el caso que ahora soy 15 presidente de la junta de s�ndicos de una universidad y, l�gi-camente, debo echarles un discurso de vez en cuando. �Cree usted que me ser� posible aprender a esta altura de mi vida? -respondi-. No es -�Que si lo creo, se�or Ghent? cuesti�n de que lo crea o no. Lo s�. S� que puede hacerlo, y que lo har�, si se empe�a y sigue mis instrucciones. Crey� que pintaba el cuadro de color de rosa, que me Usted mostraba con exceso optimista. -Usted dice eso por amabilidad -respondi�me-. no quiere desilusionarme . Cuando termin� su adiestramiento dejamos de vernos por alg�n tiempo. En 1921 nos encontramos y almorzamos nuevamente en el C�rculo de Fabricantes. Nos sentamos en el mismo rinc�n y a la misma mesa que aquella primera Luego de recordarle nuestra anterior conversaci�n, le vez. pregunt� si hab�a derrochado mucho optimismo en aquel enSin decir palabra, Ghent extrajo del bolsillo una tonces. libretilla de lomo rojo y me indic� una lista de compromisos contra�dos para hablar en p�blico. -La facultad de hacer esto -me confes�-, el placer que obtengo haci�ndolo, y el mejor servicio que merced a ello presto a la comunidad, est�n entre las satisfacciones m�s �n- La rapidez con que este hombre super� todas las dificultades y triunf�, �est� acaso fuera de lo com�n? De ning�n modo. Hay cientos de casos similares. Hace algunos a�os, para citar otro caso concreto, un m�dico de Nueva York, a quien llamaremos Curtis, pas� el invierno en la Florida, cerca del campo de adiestramiento de un famoso centro futbol�stico. Como sent�a verdadera pasi�n por el futbol, sol�a ir a ver a los jugadores ejercit�ndose. A poco, trab� amistad con ellos, cada vez m�s estrecha, y un buen d�a le invitaron a un banquete que se daba en honor del equipo. Al finalizar los postres, se pidi� a varios convidados de nota que dijesen "algunas palabras". De s�bito, con la precipitaci�n e intempestividad de un estallido, oy� decir: -Se�ores, tenemos entre nosotros un m�dico, el doctor Curtis, quien nos dir� algunas palabras sobre la salud del j ugador de futbol. Estaba preparado el doctor Curtis? Desde luego. Estaba mejor preparado que otro cualquiera: hab�a estudiado higiene y ejercido la medicina durante casi treinta a�os. Habr�a podido exponer sus conocimientos durante horas al compa�ero de l a derecha o de la izquierda. Pero levantarse y decir estas mismas razones delante de un concurso, aun peque�o, esto era otro cantar. Esto erizaba los pelos.' 1 1 coraz�n del buen m�dico comenz� a latir con mayor y hasta se deten�a en seco a veces. Nunca en su vida hab�a hablado en p�blico, y todas las ideas que ten�a se hicieron uhacerm?Losï.Q¿nlp½aud.Tosmira deantes mi vida. ti mas Poco de esta conversaci�n se hab�a celebrado en la conferencia internacional para la limitaci�n Washington de armamentos. Cuando se supo que Lloyd George pensaba concurrir a ella, los baptistas de Filadelfia le cablegrafiaron invit�ndole a hablar en una gran reuni�n religiosa que se fijas en �l. Intent� negarse con la cabeza, pero esto celebrar�a en esa ciudad. Lloyd George respondi� que, si fuese ~ ' :a ument� los aplausos y la ovaci�n. Las voces de "�Que Washington, aceptar�a la invitaci�n. Pues bien, el se�or ! �Que hable!", se tornaban a cada momento m�s aGhent me inform� que le hab�an designado, entre todos los �-.flis(-nclosas e insistentes. de la ciudad, para presentar al primer ministro baptistas Triste situaci�n de impotencia y ridiculez! Sab�a que, de brit�nico. la, levantarse, no podr�a pronunciar m�s de diez o doce frases... Y este era el hombre que, sentado a esa misma mesa, por fin se l evant� y, sin decir palabra a sus amigos,di� auni no hac�a tres a�os, me hab�a preguntado gravemente ! s s vuelta y sali� del sal�n, aturdido y humillado. me parec�a posible que llegase alguna vez a hablar en nos extra�e, pues, que una de las primeras cosas que si p�blico! 17 16 est� en pie que cuando est� sentado? Desde luego, todos sabemos que no. M�s aun: debi�ramos discurrir mejor delante de un concurso. La presencia de varias personas que nos escuchan debiera azuzarnos y alentarnos. Much�simos conferenciantes nos dicen que la presencia de un auditorio es un est�mulo, una inspiraci�n que obliga al cerebro a trabajar con mayor despejo y agudeza. En tales circunstancias, como dec�a Henry Beecher, hechos e ideas que no cre�amos dominar pasan como flotando por delante nuestro, y s�lo hay que estirar la mano e irlos cogiendo con oportunidad. S�rvanos esto de experiencia propia. Probablemente llegue a todo el per�odo. Le suced�a precisamente lo que le hubiera sucedido a otro serlo, si nos ejercitamos y perseveramos. cualquiera en condiciones similares: la rapidez de sus proDe una cosa a lo menos podemos estar seguros: de que gresos no cesaba de asombrarle y de sobrepasar sus m�s el adiestramiento y la ejercitaci�n har�n desvanecer el temor Despu�s de las primeras clases su nerdel auditorio, instil�ndonos por siempre confianza en noshalag�e�os c�lculos. viosidad remiti� y la confianza en s� mismo gan� terreno de otros mismos y valor. No debemos creer que nuestra situad�a en d�a. Al cabo de dos meses ya llevaba la palma entre ci�n sea �nica. Aun aquellos que luego llegaron a ser los sus compa�eros de clase. Pronto comenz� a aceptar invitaoradores m�s elocuentes de su �poca, se vieron al principio ciones para hablar en otros lugares. Le apasionaba la emoentorpecidos por este miedo y esta timidez ofuscadores. ci�n y el regocijo de este pasatiempo, el respeto y los amigos Mark Twain, la primera vez que debi� hablar, sinti� como que su boca estuviese llena de algod�n y que su pulso coque le deparaba. Un m�embro del Centro Republicano de Campa�a Elecrriese para obtener un premio. toral, luego de o�r uno de sus discursos, le invit� a recorrer Jean Jaur�s, el orador pol�tico m�s poderoso que produjo la ciudad de Nueva York y arengar a la multitud en favor Francia en su �poca, asisti� durante un a�o a la C�mara de d� su partido. �Gentil sorpresa se hubiera llevado este pol�tico Diputados sin atreverse a decir palabra, y s�lo entonces conhubiese sabido que, un a�o antes, el doctor Curtis hab�a i � hacerse de suficiente valor para pronunciar su discurso incal. si tenido que retirarse de un banquete, avergonzado y confundido, porque el temor de un auditorio le hab�a atarugado! Alejandro Lerroux, el famoso pol�tico espa�ol, hizo lo La adquisici�n del valor y de la confianza en s� mismo, y mismo que el doctor Curtis las dos primeras veces que le la facultad de discurrir con calma y claridad mientras se pidieron un discurso: se llam� Andana, sin excusarse ante el concurso habla a un concurso de oyentes, no presenta un d�cimo de la dificultad que la mayor parte de la gente supone. No es un Ossorio y Gallardo ha confesado que temblaba como una conceda a un n�mero limitado de l a primera vez que debi� hablar en -p�blico. hoja don que la naturaleza escogidos. Es como la facultad de jugar al golf. Cualquiera �os Rosas, que lleg� a ser uno de los oradores m�s temiRios puede desarrollar sus dotes latentes, con tal que tenga genuino bles de las Cortes espa�olas del siglo pasado, llevaba varice` nos de diputado cuando se anim� a pronunciar su primer deseo de hacerlo. �Se puede aducir el menor asomo de raz�n para que un discurso con igual fluidez cuando; exionar individuo no pueda refl haya hecho al volver a Nueva York fuera ir al edificio central de la Asociaci�n Cristiana de j�venes y alistarse y en No ten�a intenci�n de hacer el rid�culo la clase oratoria. quedarse con la lengua comida por segunda vez. Como estudiante, era de los que realmente agradan al profesor: su celo por aprender ten�a algo do a seaba aprender a hablar en p�blico, y lograr su prop�sito. Preparaba sus discursos con minuciosidad y los estudiaba con entusiasmo. No falt� a ninguna clase en 19 18 "La primera vez que habl� en p�blico -confesaba Lloyd George-, era el hombre m�s desdichado del mundo. No es met�fora, sino la pura verdad, que la lengua se me peg� al paladar; y, al principio, apenas pod�a articular palabra." Jim�nez de As�a nos ha descrito la primera clase que debi� dar, como profesor auxiliar de Derecho Penal en la Universidad de Madrid: "Se entraba al estrado por una peque�a puerta y se ascend�a a �l por una breve escalera, oculta a los alumnos por la propia mampara. Al subir aquellos escasos pelda�os era tal mi terror, que no pude tenerme en pie: los salv� caminando como un cuadr�pedo." Disraeli dec�a que hubiera preferido conducir una carga de caballer�a a enfrentarse con la C�mara de los Comunes por primera vez. Su primer discurso fu� un rotundo fracaso. Tambi�n lo fu� el de Sheridan. Y es lo cierto que, tantos son los oradores famosos de Inglaterra cuyos estrenos han sido deslucidos, que hoy se cree en el Parlamento sea mal s�ntoma para un hombre joven el iniciarse all� con �xito. Conque, ��nimo! Despu�s de observar la carrera de tantos oradores, y de haberlos ayudado algo, al autor no le disgusta que un estudiante tenga, al principio, cierta nerviosidad y turbaci�n. Hablar en p�blico importa cierta responsabilidad-aun cuando s�lo se hable a veinte o veinticinco personas en una conferencia de negocios-, cierta turbaci�n, cierto esfuerzo, cierta excitaci�n. Es menester multiplicarse a s� mismo, como esos buenos caballos de carrera cuando est�n en la pista. El inmortal Cicer�n dijo, hace dos mil a�os, que todo discurso p�blico de verdadero m�rito se caracteriza por la nervosidad. Los oradores experimentan esta sensaci�n a menudo, aun cuando hablan por radio. "El miedo del micr�fono", se llama a esto. Cuando Carlitos Chaplin se estren� en la radiotelefon�a, ley� su discurso desde el principio hasta el final. Desde luego que estaba acostumbrado a los auditorios. Hab�a recorrido los Estados Unidos en 1912 y representado una piecezuela titulada "Una noche en el Music Hall". Y antes de esto hab�a sido actor en Inglaterra. Sin embargo, cuando 20 entr� en el cuarto entapizado y se vi� frente a frente con el micr�fono, sinti� cierta sensaci�n no del todo diferente a la que se obtiene cruzando el Atl�ntico Norte durante un invierno tormentoso. A James Kirkwood, famoso actor y director de pel�culas, le sucedi� algo parecido. En el tablado era un orador de primera clase; pero cuando sali� de la sala de transmisi�n, despu�s de haber hablado al invisible auditorio, sudaba a mares. "Una noche de estreno en Broadway -confes�- no es nada comparado con esto". Algunas personas, no importa cu�n a menudo hablen en p�blico, sienten cierta turbaci�n un momento antes de comenzar, pero pocos segundos despu�s la turbaci�n desaparece. Hasta Abraham Lincoln se sent�a turbado en los primeros minutos. "Al principio era muy torpe -cuenta su socio Herndon-, y parec�a costarle mucho trabajo el hacerse a su auditorio. Luchaba durante cierto tiempo con aparente falta de confianza y timidez, lo cual s�lo hac�a m�s notoria su torpeza. He visto muchas veces a Lincoln en trances como �ste, y me ha causado profunda l�stima. Cuando comenzaba sus discursos, la voz se le tornaba chillona, aguda y desagradable. Sus gestos, su porte, su rostro moreno, p�lido, arrugado y enjuto, su postura estrafalaria, sus movimientos poco seguros - todo parec�a estar en su contra, pero s�lo por muy breve tiempo." En seguida adquir�a serenidad, entusiasmo, celo, y entonces comenzaba su verdadero discurso. Lo mismo puede suceder con nosotros. A fin de obtener el mayor provecho de este adiestramiento, y ello con prontitud y seguridad, son necesarias cuatro cosas: PRIMERO: COMENZAR CON DESEO VIVO Y TENAZ Esto es mucho m�s importante de lo que creemos. Si nuestro instructor pudiera sondar nuestro espiritu y coraz�n, y calcular el vigor de nuestros deseos, podr�a predecir, casi con exactitud, la celeridad con que adelantaremos. Si nuestros deseos son p�lidos y fofos, nuestro progreso correspon21 de consecuci�n personal.Nos aparta de los otros hombres, der� a ese tinte y a esa consistencia. Pero si ponemos empe�o elev�ndonos por sobre ellos. Hay encanto m�gico en este arte persistente en lograr nuestro fin, y lo hacemos con la misma y una emoci�n de esas que jam�s se olvidan. "Dos minutos energ�a con que el perro de presa se lanza en persecuci�n antes de ponerme en pie -dec�a un orador- prefiero que del gato, entonces nada en el mundo podr� derrotarnos. me den de azotes a empezar; pero dos minutos antes de senAlimentemos entonces nuestro entusiasmo para este estutarme prefiero que me den un tiro a terminar." dio. Enumeremos sus beneficios. Pensemos cu�nto significar� En todas las clases hay alumnos que desmayan y quedan la confianza en nosotros mismos y la capacidad de hablar y rezagados a la vera del camino; de modo que debemos conconvencer. Pensemos en lo que puede significar, y lo que centrar nuestro pensamiento en torno a lo que este curso significar�, en pesetas y c�ntimos. Pensemos en lo que signisignifica para nosotros, hasta que nuestro deseo est� canficar� socialmente; los amigos que nos brindar� .; el acrecendente. Debemos comenzar este programa con tal entusiasmo tamiento de nuestra influencia personal; la mayor capacidad que nos obligue a no perder clase, hasta terminar el curso de mando. Ninguna otra ocupaci�n desarrollar� en nosotros triunfalmente. Digamos a nuestros amigos que nos hemos mayor capacidad de mando -ni con mayor rapidez- que inscrito en este curso. Fijemos una noche a la semana para esta de la oratoria. leer estas lecciones y preparar los discursos. En fin, hagamos "No hay otra conquista -ha dicho Depew-, tan asequiel avance lo m�s f�cil posible. Hagamos lo m�s dif�cil posible para todos, que como el arte de hablar medianamente ble el retroceso. bien depare al hombre tanto porvenir y respeto." Cuando julio C�sar cruz� el canal de la Mancha y desemPhilip D. Armour, despu�s de haber ganado varios mibarc� con sus legiones en lo que hoy es Inglaterra, �qu� llones d� d�lares, dijo: "Habr�a preferido ser un gran orahizo para asegurar el �xito de las armas? Una cosa muy dor a un gran capitalista". inteligente: hizo detener a sus soldados sobre los pe�ascos Es un logro por el que casi todas las personas cultas susyesosos de D�ver y orden�les mirar hacia abajo: sobre las piran. Cuando muri� Andrew Carnegie, se hall� entre sus olas, a setenta metros de profundidad, rojas lenguas de fuego papeles un plan que hab�a hecho para su vida a la edad consum�an los barcos en que hab�an venido. En territorio de treinta y tres a�os. �l cre�a a la saz�n que en dos a�os enemigo, roto el �nico v�nculo con el continente, quemado m�s podr�a disponer de sus negocios en tal manera que el �nicomedio de retroceder, s�lo pod�an hacer una cosa: tuviese una renta de cincuenta mil d�lares por a�o; y se proavanzar, conquistar. Eso, precisamente, es lo que hicieron. pon�a, entonces, dejar los negocios a los treinta y cinco a�os, As� era el esp�ritu del inmortal julio C�sar. �Por qu� ir a Oxford y darse una educaci�n completa, "conespecial nos apropiamos de este esp�ritu, en nuestra guerra para exterdedicaci�n al arte de hablar en p�blico". minar el rid�culo temor de los auditorios? Pensemos en la sensaci�n de satisfacci�n y placer que resultar� del ejercicio de este nuevo poder. El autor ha recorrido no poco de la corteza de esta bola terrestre, y ha tenido SEGUNDO: SABER CABALMENTE EL TEMA QUE VAMOS A TRATAR muchas y muy variadas experiencias; pero para satisfacci�n completa e �ntimamente duradera, pocas cosas hay que se A no ser que se haya meditado sobre el discurso, que se puedan comparar a la de pararse delante de un auditorio y lo haya planeado, y que se sepa qu� se va a decir, no puede hacer que todos piensen como uno. Esto proporciona sentiorador sentirse muy tranquilo cuando afronta su auditorio. el miento de fuerza, sensaci�n de poder. Halaga nuestro orgullo 22 23 Es como el ciego que quer�a guiar a otro ciego. En tales circunstancias, el orador se sentir� cohibido, arrepentido, avergonzado de su negligencia. "Sal� electo legislador durante el oto�o de 1881 -escriy comprob� Theodore Roosevelt en su Autobiograf�a-, b�a que era el hombre m�s joven de la c�mara. Como a todos los miembros j�venes e inexpertos, me result� sumamente dif�cil aprender a hablar. Aprend� mucho con el consejo de un viejo y perspicaz labrador (que sin saberlo estaba citando al duque de Wellington, quien a su vez estaba, sin duda, citando a alg�n otro). El consejo era el siguiente: �No hables hasta que est�s seguro de que tienes algo que decir, y que sepas qu� es; entonces d�lo, y luego si�ntate�." Este "viejo y perspicaz labrador" debi� haber hablado a Roosevelt de otro recurso para sobreponerse a la nerviosidad. Debi� haber agregado: "Te ser� provechoso para librarte de tu turbaci�n, que encuentres algo que hacer delante del auditorio; si puedes mostrar algo, escribir una palabra en el pizarr�n, o se�alar un punto sobre el mapa, o mover una mesa, o abrir una ventana, o correr algunos libros y papeles, cualquier movimiento f�sico, en fin, con intenci�n velada, puede contribuir a que te sientas c�modo". Ciertamente, no siempre es f�cil hallar excusa para hacer estos movimientos, pero la sugesti�n ah� queda. Us�mosla si podemos; pero us�mosla las primeras veces solamente. Los ni�os no se asen de las sillas una vez que han aprendido a caminar. TERCERO: PROCEDER CON CONFIANZA El m�s famoso psic�logo que haya producido Am�rica, William James, ha escrito lo siguiente: "La acci�n parece venir despu�s del sentimiento, pero en realidad ambos est�n estrechamente ligados; y regulando la acci�n, que est� bajo el dominio directo de la voluntad, podemos indirectamente regular el sentimiento, que no lo est�. "As�, el camino m�s eficaz de la voluntariedad para llegar a 24 la alegr�a-cuando nuestra alegr�a espont�nea est� perdidaes el de estarnos alegres y hablar y proceder como si dicho sentimiento se hubiere apoderado ya de nosotros. Si con esto no recobramos la alegr�a, entonces, por el momento, no habr� ya nada que nos la haga recobrar. "Por tanto, para sentir valor, procedamos como si fu�ramos valientes, empe�emos toda nuestra voluntad para ese fin, ylo m�s probable ser� que un rebato de entusiasmo reemplace el estado de temor." Apliquemos el consejo del profesor James. Para desarrollar el valor cuando estemos frente a un auditorio, procedamos como si lo tuvi�ramos. Desde luego, si no estarnos preparados, por mucho valor que despleguemos no conseguiremos grandes efectos. Pero cuando sabemos de qu� vamos a hablar, adelant�monos a la tribuna con energ�a y respiremos profundamente. Respiremos profundamente durante treinta segundos antes de afrontar un auditorio. Esta provisi�n aumentada de ox�geno nos sostendr� y nos dar� valor. El famoso tenor Jean de Reszke sol�a decir que, cuando se retiene el aliento de suerte que podamos "sentarnos en �l", la nerviosidad desaparece. Cuando un joven de la tribu de Peuls, en �frica Central, llega a la virilidad y quiere casarse, se le obliga a arrostrar l a ceremonia de la flagelaci�n. Las mujeres de la tribu se refinen all�, cantando y palmoteando al ritmo de los tambores. El candidato se adelanta, desnudo de medio cuerpo para arriba. De pronto, un hombre que empu�a un l�tigo enorme comienza a castigar al muchacho, golpea su piel desnuda, le tunde, le vapulea como un demonio. La espalda se va llenando de cardenales; la sangre comienza a fluir; aparecen cicatrices que durar�n toda la vida. Durante esta azotaina, un juez venerable de la tribu se arrastra a los pies de la v�ctima para ver si se mueve o si da la menor muestra de dolor. Para pasar la prueba con �xito, el torturado j oven no s�lo debe aguantar todo esto, sino que, mientras se l e azota, debe cantar un himno de alabanza. En todos los tiempos, en todos los climas, los hombres 25 han admirado el valor; de modo que, por mucho que el coraz�n golpee dentro de nuestro pecho, debemos avanzar con paso firme, detenernos, comportarnos como el joven de �frica Central y, como �l, proceder como si estuvi�ramos content�simos. Irg�monos plenamente, miremos el auditorio con firmeza, y comencemos a hablar con tanta confianza como si todos ellos fueran deudores nuestros. Imagin�monos que lo son, realmente. Imagin�monos que se han reunido all� para pedirnos una pr�rroga. El efecto psicol�gico ser� beneficioso. No nos abrochemos y desabrochemos nerviosamente la chaqueta, ni movamos torpemente las manos. Si no podemos evitar movimientos nerviosos, pongamos las manos detr�s de la espalda y entrelacemos los dedos all� donde nadie puede vernos. O movamos los dedos gordos del pie. Como regla general, no es prudente que el orador se oculte detr�s de un mueble; sin embargo, las primeras veces, alienta un poco el estar detr�s de una mesa o de una silla y aferrarse a ella. Tambi�n es bueno apretar una moneda en la palma de la mano. C�novas del Castillo, en los momentos m�s supremos de sus discursos, met�a una mano en el bolsillo del chaleco, al mismo tiempo que con la otra se afianzaba los quevedos. Y �c�mo desarroll� Roosevelt su caracter�stico valor y confianza en s� mismo? �Le hab�a dotado la naturaleza de esp�rituatrevido y emprendedor? De ning�n modo. "Habiendo sido un muchacho m�s bien enfermizo y torpe -confiesa en su Autobiograf�a-, me sent�, cuando llegu� a la juventud, inquieto y desconfiado de mi propio valor. Tuve que ejercitarme severamente y con tes�n, no s�lo en lo que respectaba a mi cuerpo, sino tambi�n en lo que respectaba a mi esp�ritu y alma." Afortunadamente, nos ha narrado c�mo logr� la transformaci�n: "Cuando era muchacho-a�ade-, le� un pasaje en un libro de Marryat, que luego ha influ�do siempre sobre m�. En este pasaje, el capit�n de un buque de guerra explica al protagonista c�mo adquirir intrepidez. Y le dice que al 26 principio casi todos los hombres se asustan cuando entran en acci�n, pero que lo que debe hacerse entonces es dominarse de tal modo que se pueda proceder como si no se estuviese asustado. Cuando esto se ha continuado por cierto tiempo, el fingimiento se trueca en realidad, y el individuo se vuelve realmente intr�pido a fuerza, �nicamente, de practicar la intrepidez cuando no la siente. (Estoy usando mis propias palabras.) "Esta fu� la teor�a que llev� a la pr�ctica. Hab�a much clases de cosas que me causaban pavor al principio, desde los osos grises hasta los caballos ariscos y los bandoleros; pero comport�ndome como si no tuviese miedo, llegu� gradualmente a perderlo. A casi todas las personas les ocurrir� lo mismo, si as� se lo proponen." A todos nos puede ocurrir lo mismo en este curso, si as� lo deseamos. "En la guerra -dec�a el mariscal Foch-, la mejor defensa es el ataque." Lanc�monos, pues, al ataque de nuestra pusilanimidad. Salgamos a su encuentro, batallemos contra ella, conquist�mosla a fuerza de denuedo, en cada oportunidad que nos salga al paso. Pensemos un t�tulo largo de primer plano, y luego figur�monos que somos vendedores de diarios. Nadie repara en el vendedor. Es la noticia lo que queremos. El mensaje, ah� est� el quid. Record�moslo siempre. Interes�monos. Aprend�moslo hasta conocerlo como a la palma de la mano. Creamos en �l de todo coraz�n. Y entonces, hablemos como si estuvi�semos decididos a decir el mensaje. Hag�moslo as�, y tendremos diez probabilidades contra una de que seremos due�os de las circunstancias y se�ores de nosotros mismos. CUARTO: �PRACTICAR! �PRACTICAR! �PRACTICAR! El �ltimo tema de que trataremos en este cap�tulo es, sin duda alguna, el m�s importante. Aunque olvidemos todo cuanto hemos le�do hasta aqu�, recordemos esto: el primer m�todo, el �nico m�todo, el m�todo que nunca falla para desarrollar la confianza en nosotros mismos cuando hablamos 27 en p�blico, consiste en... hablar. Todo el problema, en efecto, se reduce finalmente a un solo punto, que es esencial: practicar; practicar; practicar. Tal el sine qua non del problema. "Cualquier principiante -previene Roosevelt- puede caer preso de la fiebre de gamo. La fiebre de gamo consiste en una intensa excitaci�n nerviosa que muchas veces nada tiene que ver con la timidez. Se puede coger esta fiebre la primera vez que se habla a un auditorio numeroso, como se la puede coger al ver por primera vez un gamo o cuando se entra en combate. Lo que se requiere para contrarrestar esta fiebre, no es valor, sino dominio del sistema nervioso, serenidad. Esto s�lo se puede obtener mediante la pr�ctica. Se debe, mediante el h�bito y repetidos ejercicios de dominio, llegar a doblegar completamente los nervios. Esto es en gran parte cuesti�n de costumbre. Costumbre, en el sentido de esfuerzo repetido y de repetido ejercicio de fuerza de voluntad. El hombre de val�a se fortalecer� a cada ejercicio." � Conque. hay que perseverar! No debemos faltar a una clase porque los negocios de la semana nos hayan impedido prepararnos. Preparados o no, vayamos. Dejemos que el instructor, que los otros alumnos, nos sugieran un tema cuando ya estemos en clase. Queremos deshacernos de nuestro temor de los auditorios, �verdad?Veamos cu�les son sus causas. "El miedo nace de la ignorancia y de la falta de certeza", dice el profesor Robinson. En otras palabras: es el resultado de la falta de confianza. Y �cu�l es la causa de esto? El no saber de lo que cada uno es capaz. Y el no saber esto es originado por la falta de experiencia. Cuando se trae desde lo pasado una retahila de experiencias triunfales, los temores desaparecen: se disipan como la niebla de la noche cuando amanece el sol de junio. S�lo una cosa es cierta: el modo m�s seguro para aprender a nadar es lanzarse al agua. Ya hemos le�do este libro suficientemente. Cerr�moslo ahora y �manos a la obra! Escojamos un tema, preferiblemente uno del que tenga28 mos conocimientos, y preparemos un discurso de tres minutos de duraci�n. Practiquemos el discurso a solas un n�mero de veces. Y luego, pronunci�moslo, si es posible, delante del concurso para quien lo hicimos, o a nuestros compa�eros de clase. Cuidemos de poner en el esfuerzo todo nuestro empe�o y poder. SUMARIO 1. Varios miles de estudiantes de este curso escribieron al autor manifest�ndole por qu� se hab�an inscrito y qu� espe=raban del adiestramiento. La principal raz�n que dieron casi todos fu� �sta: quer�an sobreponerse a su nerviosidad, aprender a pensar estando de pie y hablar con confianza y facilidad delante de cualquier concurso de oyentes. 2. La potestad de hacer esto no es dif�cil de adquirir. No es un don que conceda la Providencia a unos pocos escogidos. Es como la facultad de jugar al golf: cualquier persona, todas las personas, pueden desarrollar su latente capacidad, si lo desean con suficiente vehemencia. 3. Muchos oradores experimentados pueden pensar y hablar mejor cuando est�n frente a un grupo que cuando s�lo tienen un interlocutor. La presencia de un concurso sirve de est�mulo, de inspiraci�n. Si seguimos el curso con resol uci�n, llegar� un d�a en que a nosotros nos ocurrir� lo mismo; y entonces consideraremos un exquisito placer el poder pronunciar un discurso. 4. No creamos que nuestro caso sea anormal. Muchos hombres que m�s tarde llegaron a ser famosos oradores, se encontraron, al principio de su carrera, entorpecidos por la l a lta de confianza en s� mismos, y casi paralizados por el temor del auditorio. As� le ocurri� a Disraeli, a Jean Jaur�s, a Jim�nez de As�a, a R�os Rosas, a Lloyd George, a Ossorio y Gallardo, y a muchos otros. 5. Por muy a menudo que hablemos, siempre estaremos p ropensos a que se nos turbe el �nimo por esta falta de confianza, momentos antes de comenzar; pero, a los pocos 29 segundos de habernos puesto en pie, ese sentimiento desaparecer�. 6. A fin de obtener el mayor provecho de este curso, y ello con prontitud y celeridad, son necesarias cuatro cosas: a) Comenzar con deseo vivo y tenaz. Enumeraremos los beneficios que este adiestramiento nos proporcionar�. Alimentemos nuestro entusiasmo. Pensemos en lo que significar� para nosotros econ�micamente, socialmente, y en lo que ata�e a nuestra influencia y dominio sobre otras personas. Recordemos que de la viveza de nuestro deseo depender� la celeridad de nuestro adelanto. b) Prepar�monos de antemano. Mal podemos estar tranquilos si no sabemos qu� vamos a decir. c) Procedamos con confianza. "Para sentir valor -aconseja William James-, procedamos como si fu�ramos valientes, empe�emos toda nuestra voluntad para ese fin, y lo m�s probable ser� que un rebato de entusiasmo reemplace al estado de temor." Roosevelt ha dicho que consigui� sobreponerse a su temor de los osos grises, los caballos ariscos y los bandoleros mediante ese m�todo. d) Practiquemos. Este es el punto m�s importante de todos. El temor nace de la falta de confianza; y la falta de confianza es resultado de no conocer nuestra propia capacidad; y esto a su vez es causado por la falta de experiencia. Hag�monos de una retahila de experiencias felices, y toda pusilanimidad desaparecer�. VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Es error muy com�n, aun entre personas de mucha cultura, pronunciar erradamente los siguientes infinitivos: INCORRECTO CORRECTO Verter jalonar Vertir Jalonear 30 Disparatear Amarillar Manipulear Diverger Apu�alear Descua jeringarse Desvastar Arrellenarse Disparatar Amarillear Manipular Divergir Apu�alar Descuajaringarse Devastar Arrellanarse GRAM�TICA Deber y deber de El significado de deber como verbo auxiliar no es uno mismo cuando le sigue la preposici�nde que cuando va sin este puentecillo. Deber a secas implica obligaci�n.Deber de, presunci�n, conjetura.Aqu�l se puede reemplazar por "es menester que"; �ste, por "yo creo que". Lo entenderemos mejor con ejemplos: "Los soldados go avance." "Los soldados deben resistir hasta la muerte cuando el enemi- deben de estar cansados con tanto marchar." "Debe de ser esta monja una elevada autoridad en su Orden." "A todo historiador debe serle permitido colmar las lagunas de la tradici�n hist�rica con suposiciones leg�timas, fundadas en las leyes de la verosimilitud." Miguel de Unamuno Usar ajustadamente estos giros es signo casi inconfundible de gran cultura idiom�tica, porque, as� en Espa�a como en Am�rica, las m�s de las personas confunden los respectivos significados y optan por emplear uno solo, con exclusividad del otro. 31 EJERCICIO VOCAL. LA CORRECTA RESPIRACI�N "En la perfecci�n de una hermosa voz -dec�a Melba-, la correcta respiraci�n es el m�s importante requisito t�cnico." Por tanto, el dominio de la respiraci�n correcta debiera ser, debe ser nuestro primer paso hacia el mejoramiento de la voz. La respiraci�n es el fundamento de la voz; es la materia prima con que construimos las palabras. El uso adecuado de la respiraci�n nos da tonos completos, profundos, redondeados; tonos atractivos, no sonidos chillones ni �speros; tonos que agradan; tonos que se dejan escu- Desde luego, un poco ceden las costillas, pero el lugar m�s f�cilde expansi�n es el piso de la caja, formado por un delgado m�sculo que sirve. a la vez de techo del abdomen. Este m�sculo, llamado diafragma, divide el tronco en dos departamentos diferentes. El departamento superior contiene el coraz�n y los pulmones; el inferior, abdomen, contiene el est�mago, los intestinos, el h�gado y otros �rganos vitales. Este enorme m�sculo est� arqueado como un techo, como una b�veda. Tomemos, por ejemplo, uno de esos platos de cart�n que solernos comprar en los baratillos cuando preparamos una char f�cilmente. jira campestre. D�moslo vuelta y apret�moslo contra el Si la respiraci�n correcta tiene tanta importancia, debemos suelo. �Qu� sucede? Que se achata y se estira y se escapa buscar en seguida qu� es y c�mo se practica. por los cuatro costados a medida que hacemos fuerza. Esto Los famosos maestros italianos de la canci�n han dicho es, precisamente, lo que sucede con el diafragma cuando los siempre que esta respiraci�n correcta es la respiraci�n diapulmones, llenos de aire, comprimen la parte superior de fragm�tica. Y �qu� es eso? �Algo extra�o, nuevo, dif�cil? De l a b�veda. ning�nmodo. Lo hac�amos perfectamente cuando �ramos Acost�monos.Respiremos profundamente. Apoyemos los ni�os, en la cuna. Lo hacemos ahora en parte de las veintil odos de la mano justo por debajo del estern�n. �No senticuatro horas diarias: cuando estamos acostados; entonces mos el movimiento del diafragma, achat�ndose y estir�ndose? respiramos libremente, naturalmente, correctamente: empleaahora las manos sobre los costados de la caja, mos la respiraci�n diafragm�tica. Por qui�n sabe qu� rara Apoyemos las extremidades inferiores de las costillas. Respiremos sobre raz�n, es dif�cil respirar como se debe sino cuando estamos profundamente. �No sentimos los pulmones empujando las en posici�n horizontal. costillas flotantes? Nuestro problema, entonces, se reduce a esto: emplear el Practiquemos esta respiraci�n diafragm�tica durante cinco mismo m�todo de respiraci�n cuando estamos en pie que minutos al acostarnos y durante cinco minutos antes de lecuando yacemos en el lecho. �Parece dif�cil? vantarnos Por la noche, esta respiraci�n nos calmar� los Nuestro primer ejercicio, pues, ser� el siguiente: pong�nervios con lo cual nos adormecer�. Por la ma�ana, nos monos en dec�bito supino y respiremos profundamente. Obmimar� y despejar�. Si hacemos esto sin desmayar, no s�lo servaremos que la actividad principal del proceso se conme j oraremos la voz, sino que viviremos algunos a�os m�s. centra en medio del cuerpo. Cuando respiramos profundaI , ti cantantes de �pera y los maestros de canto llaman la mente en esta posici�n, no alzamos los hombros. me aci�n por su longevidad. El famoso Manuel Garc�a -vivi� Sucede lo siguiente: los esponjosos y porosos pulmones se I a�os.Y atribu�a su larga vida a los ejercicios diarios llenan de aire y necesitan extenderse, como un globo. Son dos de respiraci�n profunda. globos que quieren inflarse, pero, �c�mo?, �hacia d�nde? Est�n encajonados hacia arriba y los costados por una caja cuyas paredes son las costillas, la espina dorsal y el estern�n. 32 33 CAPITULO II LA CONFIANZA EN S� MISMO DURANTE LA PREPARACI�N Confiar en la inspiraci�n del momento, tal la frase fatal por la que se han arruinado much�simas carreras promisorias. El camino m�s seguro para llegar a !a inspiraci�n es la preparaci�n. Muchos hombres de capacidad y valor conozco yo que han fracasado por falta de industria. El dominio de !a elocuencia no se logra sino por el dominio de! tema que se desea tratar. LLOYD GEORGE A�ade luego el orador que "hablar de repente y sin pensar siempre lleva consigo al desacierto"; m�xima �sta -porque lo son tales palabrasque debiera estar grabada para eterna memoria en el Sal�n de Sesiones. AZOR�N Ha sido obligaci�n profesional del autor, y al mismo tiempo un placer, escuchar y criticar unos seis mil discursos Dor temporada anual, desde 1912 hasta la fecha. Estos discursos fueron pronunciados, no por estudiantes universitarios, sino por profesionales y comerciantes adultos. Si de esta experiencia hubiese quedado en el esp�ritu del autor alguna cosa mejor grabada que otra, esa cosa ser�a: la necesidad imperiosa de preparar el discurso antes de pronunciarlo, y tener algo preciso y perentorio que decir, algo que haya dejado i mpresi�n en el �nimo, algo, en fin, que no pueda quedar sin ser dicho. �No nos sentimos acaso atra�dos por el orador en quien percibimos que tiene en su cerebro y en su coraz�n r r n mensaje real, un mensaje que trata ardorosamente de comunicar a nuestro cerebro y a nuestro coraz�n? He all� una buena porci�n del secreto de hablar. Cuando un orador cae en estado mental y emotivo de esa especie, advierte un hecho muy significativo, a saber: que su discurso se hace casi solo. El yugo resultar� llevadero; la ;r rga resultar� leve.Un discurso bien preparado est� casi pronunciado. La raz�n principal que ha movido a la mayor parte de l os alumnos a inscribirse en el curso del autor es, como hemos ficho en el cap�tulo primero, la de adquirir confianza, valor, seguridad Y el error fatal en que incurren muchos consiste en descuidar la preparaci�n de sus discursos. �Qu� esperanza tienen de vencer esa cohorte que es el miedo, y esa caballer�a que es la nerviosidad, entrando ellos en la batalla, como entran, con p�lvora mojada y lanzas romas, o, en fin, sin siquiera p�lvora ni lanzas? En circunstancias tales, no nos extra�e pues que los ora- c 37 zaban a ver el boscaje, por los pinos susurrantes y las p�ceas." La clase se reun�a los viernes por la tarde de cinco a siete. Uno de esos viernes, un caballero que formaba parte de un banco importante -llam�mosle nosotros Emilio Cortez- se encontr� con que hab�an dado las cuatro y media, y, �qu� tema iba a tratar? Sali� de la oficina, compr� un ejemplar de la "Gaceta Comercial" en un quiosco y, mientras iba en el subterr�neo, ley� un art�culo titulado "S�lo tenemos diez a�os para triunfar". Lo ley�, no porque tuviera ning�n inter�s especial en el art�culo, sino porque deb�a hablar sobre alg�n tema, sobre cualquier tema, a fin de llenar el espacio de tiempo que ten�a asignado. Una hora m�s tarde se levant� e intent� hablar amena y contundentemente sobre el art�culo.�Cu�l fu� el resultado de esto, el resultado inevitable? El se�or Cortez no hab�a digerido, no hab�a asimilado lo que trataba de decir. Trataba de decir, �sa es la frase. Estaba tratando. No hab�a en su esp�ritu un mensaje que pugnase LA FORMA CORRECTA DE PREPARARSE por salir; y no hab�a gesto ni tono de su voz que no le dela�Qu� es la preparaci�n? �Leer un libro? Esa es una forma, tara inconfundiblemente. �C�mo pod�a esperar que el auditorio se impresionase m�s que lo que se hab�a impresionado �l pero no la mejor. La lectura puede servirnos de ayuda, pero mismo? Se refer�a insistentemente al art�culo, diciendo que si nos hacemos de cierta cantidad de pensamientos envasados su autor hab�a dicho tal y tal cosa. La conferencia ol�a enory los espetamos inmediatamente como si fueran nuestros pror nemente a "Gaceta Mercantil". Pero, desgraciadamente, muy pios, faltar� algo en la exposici�n. El auditorio no acertar� poco a Emilio Cortez. quiz�s a definir en qu� consiste esto que falta, pero no senEntonces el autor habl� al orador m�s o menos de esta tir� entusiasmo por el orador. suerte: Veamos un ejemplo: Hace alg�ntiempo, el autor inici� -Se�or Cortez, no tenemos inter�s en el oscuro autorzuelo un curso de oratoria para banqueros neoyorquinos. Naturalque escribi� ese art�culo. No podemos verle. En lo que s� mente, los alumnos de este curso, siendo personas muy ocuestamos interesados es en usted y en sus ideas. H�blenos padas, hallaban dificultad en prepararse adecuadamente, o en sobre lo que usted piensa, personalmente, no sobre lo que otros hacer lo que ellos cre�an era prepararse. Toda la vida hab�an hayan dicho. Ponga un poco m�s de s�. �Por qu� no nos estado rumiando sus propios pensamientos, alimentando sus habla sobre este mismo asunto la semana que viene? �Por propias convicciones, viendo las cosas desde sus propios y parqu� no lee nuevamente el art�culo, y luego se plantea el proticulares puntos de vista, viviendo sus propias experiencias blema: estoy de acuerdo con este articulista o no? Y si lo personales. De suerte que, haciendo todo eso, hab�an estado est�, p iense en las sugestiones que ofrece y exp�ngalas con cuarenta a�os acumulando material para discursos. Pero a de su propia experiencia. Si no est� de acuerdo observaciones algunos de ellos se les hac�a dif�cil comprenderlo. "No alcan- dores no se sientan precisamente c�modos frente al auditorio. "Creo -dec�a Lincoln en la Casa Blanca- que nunca tendr� suficiente experiencia para hablar sin turbarme cuando no tengo nada que decir." Si queremos tener confianza, �qu� mejor que recurrir a aquello que lo produzca? "El amor perfecto -escrib�a San Juan el Ap�stol- destruye el miedo." Y lo mismo hace la perfecta preparaci�n.Webster dec�a que lo mismo le daba aparecer semidesnudo delante de un auditorio, que aparecer semipreparado. �Por qu� no preparan sus conferencias con mayor cuidado los alumnos de este curso? �Por qu�? Algunos no alcanzan claramente en qu� consiste la preparaci�n, ni c�mo resolverla prudentemente; otros alegan falta de tiempo. De modo que discutiremos estos problemas con cierta extensi�n-y, esperamos, con cierta claridad y provecho- en este cap�tulo. 38 39 con �l, expl�quenos por qu�. Haga de este art�culo el punto UN DISCURSO QUE NO PODIA FRACASAR de partida para un nuevo discurso. El se�or Cortez acept� la sugesti�n, reley� el art�culo Quince d�as m�s tarde sucedi� algo que hiri� en lo vivo y lleg� a la conclusi�n de que disent�a del articulista. Esta al se�or Hurtado. Un ladr�n le rob� el autom�vil, que estaba en un garaje p�blico. Corri� al departamento de polic�a vez no se sent� en el subterr�neo para preparar su pr�ximo y ofreci� recompensas, pero todo fu� en vano. La polic�a discurso en tan breve tiempo. Lo dej� crecer. Esteera como reconoci� que no estaba capacitada para recobrar el autoun hijo de su propio cerebro, y se desarrollaba y crec�a m�vil; sin embargo, una semana antes, no le hab�a faltado a como lo hab�an hecho sus hijos verdaderos. Y, como sus hijos, �ste tambi�n crec�a de d�a y de noche, cuando menos �sta capacidad ni tiempo para andar callejeando por la ciudad, tiza en mano, y aplicarle una multa por haberse excedido �l lo supon�a. La lectura de alg�n peri�dico le suger�a un quince minutos en el estacionamiento. Estos "polizontes de nuevo pensamiento; de la conversaci�n con alg�n amigo la tiza", que por estar tan ocupados en molestar a los vecinos surg�a inesperadamente el ejemplo que necesitaba. El asunto respetables no pod�an perseguir a los criminales, le hizo subir se tornaba cada vez m�s vigoroso y extenso, mientras reflexiola mostaza a las narices. Estaba indignad�simo. Ahora s� ten�a naba sobre �l en los momentos libre de la semana. algo que decir, no algo sacado de un folleto impreso por Cuando Emilio Cortez habl� nuevamente sobre ese tema, el gobierno de Colombia, sino algo que surg�a en caliente de ten�a ya algo que era suyo propio, mineral que hab�a exsu propia vida y experiencia. Esto era carne y hueso de la tra�do de su propia mina, dinero acu�ado con su propia estamrealidad, era. algo que hab�a encendido su �nimo y sus pil�a.Y, como remate, el hecho de estar en desacuerdo con convicciones. Cuando escogi� a la ciudad de Bogot�, hab�a el articulista contribuy� a hacer m�s brillante su exposici�n. tenido que construir trabajosamente, a repelones, frase por Nada espolea tanto como la disensi�n. frase; pero ahora no tuvo sino que ponerse en pie y abrir �Qu� contraste incre�ble entre estos dos discursos pronunl a boca, y su invectiva contra la polic�a sali� a la superficie, ciados por un mismo hombre, en la misma quincena, sobre Hirviente y vigorosa, como una erupci�n del Vesuvio. Un disel mismo tema! �Qu� diferencia extraordinaria trae consigo la curso as� es de �xito casi seguro. Rar�sima vez fracasar� preparaci�n bien efectuada! Era la suma de la experiencia m�s la reflexi�n. Citemos otro caso de proceder correcto y proceder incorrecto. Un caballero a quien llamaremos Hurtado estaba inscrito en el curso de oratoria. Una tarde dedic� su turno a EN QUE CONSISTE LA PREPARACI�N elogiar a la ciudad de Santa Fe de Bogot�. Hab�a recogido los datos, precipitada y superficialmente, de un folleto de pro�Consiste la preparaci�n de un discurso en pensar algunas paganda publicado por el gobierno colombiano, que tra�a frases intachables y anotarlas o aprenderlas de coro? No. una porci�n de fotograf�as y sendos art�culos de Miguel Can�, ;Significa entonces la reuni�n de algunos pensamientos espoCordovez Moure, Isaacs y otros. El discurso no fu� mejor que r�dicos, que poco o nada tengan que ver con nuestra persoel folleto: seco, inconexo, indigesto. No hab�a meditado sonalidad? Menos aun. Preparar un discurso significa reunir los pensamientos propios, las ideas propias, las convicciones bre el asunto suficientemente. No se hab�a provocado en �l el entusiasmo. No sent�a lo que dec�a con intensidad necepropias, las necesidades propias. Y tenemos tales pensamientos. saria para hablar con genuino inter�s. Era un discurso ins�Te vemos tales necesidades. Las tenemos en cada santo d�a de pido, soso, in�til. nuestra existencia. No nos abandonan ni cuando dormimos. 40 41 Toda nuestra vida est� llena de sensaciones y de experiencias. Yacen en lo m�s profundo del subconsciente, tan reales como los guijarros que yacen a la orilla del mar. La preparaci�n significa pensar, considerar, recordar y escoger de estas sensaciones y experiencias las que nos parecen mejores; pulirlas, forjarlas, tejerlas unas con otras. No parece tan dif�cil, �verdad? Pues, �si no lo es! S�lo se necesita concentrarse un poco, pensar, con una meta definida. �C�mo preparaba Dwight Moody aquellos discursos que hicieron �poca en el siglo pasado? "No es ning�n secreto" dec�a en respuesta a esa pregunta. "Cuando elijo un tema, escribo el t�tulo de este tema en la parte externa de un sobre. Tengo muchos sobres de esta clase. Si mientras estoy leyendo hallo algo que conviene a alguno de estos temas, lo anoto en el sobre correspondiente y lo dejo estar un a�o o m�s. Cuando necesito un nuevo serm�n, reviso todos los sobres que se han ido acumulando. Entre los que encuentro all�, y los resultados de mis propios estudios, tengo material suficiente. De este modo, continuamente repaso mis sermones, quito algo aqu�, agrego algo all�. As�, nunca enveiecen." EL SABIO CONSEJO DEL DECANO BROWN Hace algunos a�os, la Escuela de Divinidad de Yale celebr� el primer centenario de su fundaci�n. En esa ocasi�n, el decano, doctor Charles R. Brown, pronunci� una serie de conferencias sobre el arte de predicar. Estas conferencias han sido publicadas recientemente por una editorial neoyorquina. El doctor Brown ha preparado discursos semanalmente durante un tercio de siglo, y ha adiestrado a otros en el arte de la oratoria; de modo que estaba en condiciones de dar buen consejo sobre este asunto, consejo que lo mismo aprovechar� a un sacerdote que est� preparando una disertaci�n sobre el salmo noventa y uno, que a un zapatero que est� preparando un discurso sobre sindicatos obreros. Me tomo, pues, la libertad de citar al doctor Brown: "Meditemos el texto y el tema. Medit�moslos hasta que se 42 pongan tiernos y manejables. Empollaremos de este modo una bandada completa de ideas promisorias al permitir que los min�sculos g�rmenes de vida all� contenidos se dilaten y desarrollen. ... Ser� mejor que este proceso se realice por tanto tiempo cuanto sea posible, que dejarlo hasta el s�bado por la noche, cuando ya estamos haciendo la preparaci�n final para el domingo siguiente. Si un sacerdote puede recordar una verdad cualquiera durante un mes, o seis meses quiz�, o aun durante un a�o, antes de que predique sobre ese tema encontrar� que surgen nuevas ideas continuamente, hasta que el crecimiento es a toda luz abundante. Puede meditarlo mientras camina por la calle, o mientras viaja en tren, cuando los ojos est�n demasiado cansados para leer. "Puede tambi�n meditarlo por la noche. Es mejor, para un sacerdote, no llevarse el serm�n a la cama todas las noches; el p�lpito es algo magn�fico para predicar desde �l, pero no es un buen compa�ero de cama. A pesar de esto, yo me he levantado muchas veces a medianoche para escribir los pensamientos que se me ocurr�an, por miedo de olvidarlos antes del d�a siguiente. "Cuando estemos ya dedicados enteramente a reunir material para un serm�n determinado, escribamos todo lo que se nos ocurra respecto de dicho texto y tema. Escribamos qu� vimos en el texto cuando lo elegimos. Escribamos todas las ideas asociadas que se nos ocurran entonces. . .. Anotemos todas estas ideas, en pocas palabras, las necesarias solamente para fijar la idea, y mantengamos la mente a la caza de otras, como si nunca fu�ramos a ver otro libro en la vida. Esta es la manera de hacer productivo el cerebro. Merced a este proceso mantendremos los procesos mentales frescos, originales y creadores. ... Escribamos todas estas ideas a que hemos dado nacimiento, sin ayuda. Son m�s preciosas para el desarrollo mental que rub�es, diamantes u oro en polvo. Escrib�moslas, preferentemente, en pedazos de papel en las partes de atr�s de cartas viejas, en retazos de sobres, en papel inservible, en cualquier cosa que tengamos a mano. Esto es mucho m�s eficaz, en todo sentido, que usar hojas de papel de oficio, limpias y grandes. No es s�lo por econom�a, sino que nos ser� mas f�cil disponer y organizar estos papeles sueltos cuando queramos poner el material en orden. "Sigamos escribiendo cuantas ideas se nos ocurran, y para esto 43 pensemos duro continuamente. No es necesario apresurar este proceso. Es una de las operaciones mentales de mayor importancia en que tendremos el privilegio de intervenir. Es el m�todo que hace que se desarrolle el poder productivo de la mente. . . . Hallaremos que los sermones que m�s nos agradan, y los que mas eficaces resultan para los feligreses, son los sermones que han estado m�s largo tiempo en nuestro interior. Porque entonces son hueso de nuestro hueso, carne de nuestra carne, hijos de nuestra propia labor mental, resultado de nuestra propia energ�a creadora. Los sermones escritos a tirones y compilados siempre tendr�n cierto sabor a cosa de segunda mano, a cosa recalentada. Los sermones que tienen vida, que se agitan y entran en el templo con paso vivo, brincos y alabanzas de Dios, los sermones que entran en el coraz�n de los hombres, movi�ndolos a remontarse con alas de �guila y a que caminen por la senda del deber. sin desmayos-estos sermones reales son los que nacen de las energ�as vitales del hombre que los pronuncia." De vez en cuando, durante este proceso de consideraci�n v "procreaci�n", anotaba algunas cosas, fragmentos, frases sueltas, en sobres viejos, pedazos de papel, retazos quitados de alg�n saco de cart�n, cualquier cosa que estuviese a la mano. Estas anotaciones las guardaba luego en el techo de su sombrero de copa y no las volv�a a ver hasta que tuviera tiempo para sentarse y ordenarlas; luego escrib�a y revisaba s 1 discurso, y le daba el pulimento final para pronunciarlo publicarlo. Durante los debates de la junta General, en 1858, el senador Douglas pronunciaba el mismo discurso en todas partes adonde iba. Lincoln, en cambio, segu�a estudiando,meditando, reflexionando, hasta el punto que, dec�a �l mismo, le resultaba m�s f�cil hacer un discurso nuevo todos los d�as que repetir uno ya pronunciado. El asunto se ensanchaba y aumentaba sin cesar en su mente. C�MO PREPARABA LINCOLN SUS DISCURSOS Pocos d�as antes de trasladarse a la Casa Blanca cogi� �C�mo los preparaba Lincoln? Afortunadamente, sabemos mi ejemplar de la Constituci�n, m�s los originales de tres disla respuesta; y leyendo aqu� el m�todo que �l segu�a veremos r asos, y se encerr� con ellos en un cuartucho sucio y polvo que el decano Brown, en su conferencia, recomienda varios tiento de un almac�n. Y all�, lejos de toda intromisi�n, sbufaimoï¿e½nsjiaugrl. escri de los procedimientos que Lincoln aplic� ochenta a�os antes. Uno de los m�s famosos discursos de Lincoln es aquel en que C�mo prepar� Lincoln su c�lebre discurso de Gettysburg? declaraba, con visi�n prof�tica: "Una casa dividida contra 1 Desgraciadamente, se han soltado falsas versiones al respecto. I versi�n verdadera es fascinante: s� no puede sino caer. Tengo para m� que este gobierno no puede subsistir permanentemente, una mitad esclavo y una Cuando la junta que estaba encargada del cementerio de mitad libre." Este discurso fu� ideado mientras efectuaba Gettysburg decidi� rendir un homenaje de consagraci�n a los su trabajo cotidiano; mientras estaba a la mesa comiendo; soldados que all� reposaban, invitaron a Edward Everett para mientras caminaba por la calle; mientras orde�aba la vaca que pronunciara el discurso principal. Everett hab�a sido en el establo; mientras hac�a su viaje diario a la carnicer�a ministro de Boston, presidente de la universidad de Harvard, y al almac�n, vistiendo su vieja esclavina negra a los homg obernador de Massachusetts, senador de la naci�n, embabros, ocupado un brazo con la cesta, mientras al otro lado jador ante el gobierno brit�nico y secretario de Estado; se le su hijito no cesaba de charlar y hacer preguntas, impacienconsideraba uno de los oradores m�s capaces del pa�s. Se fij�, t�ndose y tir�ndole de los dedos en vano esfuerzo de hacer oralmente, el d�a 25 de octubre de 1863 para la ceremonia. hablar a su padre. Lincoln segu�a caminando, abstra�do en I v e rett declar�, con mucho tino, que le ser�a imposible presus reflexiones, pensando en su discurso, olvidado aparentepararse a tan breve plazo. De modo que se posterg� la ceremente de la existencia del ni�o. m la hasta el 19 de noviembre, casi un mes, para darle de prepararse. Los tres �ltimos d�as de este per�odo 44 45 1 s1 mo tiempo m( los pas� en Gettysburg, recorriendo el campo de batalla, fami-No est�, precisamente, escrito. Ni siquiera est� termiliariz�ndose con cuanto hab�a ocurrido all�. Estos d�as denado. Lo he escrito dos o tres veces, y no estar� satisfecho meditaci�n y consideraci�n fueron una preparaci�n exceFasta que le d� otro retoque. lente. Torn� real, en su mente, la batalla. Lleg� a Gettysburg la noche anterior al homenaje. El pueSe enviaron invitaciones para concurrir al acto a todos los blo estaba lleno de bote en bote. Los mil trescientos habimiembros del congreso, al presidente de la rep�blica, y a su tantes que eran su poblaci�n normal se hab�an aumentado gabinete. La mayor parte rechaz� la invitaci�n, pero Lincoln, s�bitamente hasta quince mil. Las aceras estaban abarrotadas; con gran sorpresa de la junta, inform� que concurrir�a. �Le i ntransitables, y hombres y mujeres se ve�an obligados a capedir�an que hablase? Muchos se opusieron. No tendr�a tiemi ninar por las fangosas calles. Seis bandas tocaban m�sica. po para prepararse. Adem�s, aunque tuviese tiempo, �era La multitud cantaba. La gente se ape�uscaba delante de la capaz de hacer un discurso? Desde luego, era un buen orador, residencia del se�orWills, anfitri�n del presidente. Le cancuando se trataba de un debate sobre la esclavitud; pero nunca taban serenatas. Le ped�an que hablase. Lincoln respondi� hab�a pronunciado un discurso de consagraci�n. Este era un con pocas palabras, que dejaban entrever, con m�s claridad homenaje grave y solemne. No pod�an correr riesgos. �Le que tacto quiz�, su deseo de no hablar hasta el d�a siguiente. pedir�anque hablase? Discurr�an,discurr�an,desconcertaLo cierto es que pas� parte de la noche dando a su discurso dos... Pero mil veces m�s desconcertados habr�an quedado si "otro toque". Hasta fu� a una casa vecina, donde se hospehubiesen podido obtener una vislumbre, escrutar en lo futuro, daba su ministro Seward, y le ley� el discurso para que lo y ver que este hombre, de cuya capacidad oratoria estaban criticara. Despu�s del desayuno, a la ma�ana siguiente, produdando, iba a pronunciar lo que hoy se considera uno de los cedi� "'a darle otro toque", trabajando sin descanso, hasta que discursos m�s importantes que jam�s se hayan pronunciado. golpearon a la puerta para informarle que ya era hora de Por fin, quince d�as antes del acto, enviaron a Lincoln una ocupar su puesto en la procesi�n. "El coronel Carr, que iba invitaci�n tard�a a que dijese "algunas palabras apropiadas". detr�s del presidente, cuenta que, cuando se inici� la proce� Vaya invitaci�n para un presidente de la rep�blica! si�n, el presidente montaba erguido su caballo, como si desLincoln comenz� a prepararse inmediatamente. Escribi� empe�ase su papel de general en jefe del ej�rcito. Pero, a a Edward Everett, consigui� una copia del discurso que promedida que la procesi�n adelantaba, su cuerpo se fu� encornunciar�a este cl�sico humanista y, cuando dos o tres d�as m�s vando para adelante, los brazos perdieron la rigidez, y la tarde fu� a una galer�a fotogr�fica a que le hiciesen un re- cabeza se inclin�. Parec�a perdido en sus pensamientos." trato, llev� el manuscrito de Everett y lo ley� mientras espeS�lo podemos inferir que, aun en ese momento, estaba reparaba que el fot�grafo se aprestase. Pens� en el discurso dusando su corto discurso de diez inmortales oraciones, d�ndole rante varios d�as, pens� mientras iba a la Casa Blanca, al "otro toqu�'. Ministerio ce la Guerra; mientras volv�a; pens� mientras Algunos de los discursos de Lincoln, aquellos en 'que s�lo descansaba en su catre de cuero, en el Ministerio de la Guerra, ten�a inter�s superficial, fueron fracasos rotundos; pero era a la espera de partes telegr�ficos.Redact� un bosquejo aproun orador -consumado cuando hablaba de la esclavitud y de ximado en un papel de oficio, que luego guard� en su somla uni�n del Norte y el Sur. �Por qu�? Porque continuamente brero de copa. Meditaba sin cesar sobre el discurso, y, sin meditaba sobre estos problemas, y los sent�a profundamente. cesar, el discurso iba cobrando forma. El domingo anterior Un compa�ero que comparti� una pieza con �l una noche en al acto dijo a un amigo: una posada, se despert� a la ma�ana siguiente cuando sal�a 46 47 el sol, y vi� a Lincoln que, incorporado en su lecho, y mirando fijamente la pared, dec�a: -Este gobierno no puede subsistir permanentemente, una mitad esclavo y una mitad libre. �C�mo preparaba Cristo sus discursos? Se apartaba de la gente. Pensaba. Meditaba. Consideraba. S e fue solo al desierto, y medit� y ayun� durante cuarenta d�as y cuarenta noches. "Desde entonces en adelante -dice San Mateojes�s comenz� a predicar." Poco tiempo despu�s, pronunci� uno de los discursos m�s c�lebres de la historia: el Serm�n de la Monta�a. -Todo esto es muy interesante -dir�n algunos-, pero yo no quiero ser un orador famoso. Yo s�lo quiero echar algunos discursos de vez en cuando, si se presenta la oportunidad. Muy cierto, y comprendemos perfectamente tal deseo. Este curso tiene el fin espec�fico de ense�arnos eso, precisamente. Pero, por poca pretensi�n que tengan nuestros discursos, nos pueden resultar �tiles, y hasta podemos emplear en cierto modo los m�todos de famosos oradores del pasado. C�MO PREPARAR UN DISCURSO �Sobre qu� tema debemos hablar en las sesiones de este curso? Sobre cualquiera que nos interese. Si es posible, elegiremos nosotros mismos el tema; y si el tema nos "elige" a nosotros, miel sobre hojuelas. De todos modos, el instructor nos proporcionar� temas si as� lo deseamos. No incurramos en el error tan com�n de querer abarcar muchos aspectos en una conferencia corta, que quien mucho abarca poco aprieta y todo se le suelta. Tomemos uno o dos puntos de vista y tratemos de desarrollarlos adecuadamente. Nos podemos considerar dichosos si lo conseguimos, en los cortos discursos a que la falta de tiempo nos obliga. Fij�monos el tema con una semana de anticipaci�n, para que podamos pensar en �l durante siete d�as y siete noches. Que el tema sea lo �ltimo en que pensemos cuando nos vamos 48 a dormir. Pensemos en �l mientras nos afeitamos, mientras nos ba�amos, mientras vamos a nuestras ocupaciones, mientras esperamos el ascensor, mientras aguardamos la comida, mientras llega la persona que nos di� cita. Coment�moslo con los amigos. Hagamos que nuestras conversaciones giren en torno al tema. Hag�monos todas las preguntas posibles con respecto al asunto. Si, por ejemplo, tenemos que hablar sobre el divorcio, pregunt�monos qu� causa el divorcio, econ�micamente, socialmente. �C�mo se puede remediar el mal? �Ser� mejor tener leyes uniformes en todos los Estados? �Por qu�? �O ser� mejor no tener leyes al respecto? �No convendr� prohibir el divorcio? �O hacerlo m�s dif�cil? �O m�s f�cil? Supongamos que tenemos que hablar sobre las causas que nos movieron a inscribirnos en este curso. En tal caso, nos preguntaremos: �Qu� dificultades tengo yo? �Qu� espero obtener de este adiestramiento? �He hablado alguna vez en p�blico? �Cu�ndo? �Qu� sucedi�? �Por qu� creo yo q adiestramiento tiene valor para m�? �Conozco a alguien que est� progresando m�s en la vida gracias a la confianza en s� mismo, a su porte, a su capacidad de hablar convincentemente? �Conozco a alguien que no tenga posibilidades de alcanzar grandes �xitos por falta de estas cualidades? Seamos expl�citos. Narremos la vida de estos hombres, sin mencionar sus nombres. Si conseguimos ponernos en pie, pensar con lucidez, y mantenernos hablando durante dos o tres minutos, habremos hecho cuanto se espera de nosotros en los primeros discursos.. Un tema como el de Por qu� me inscrib� en este curro es muy f�cil.No puede haber duda de ello. Si dedicamos un poco de tiempo a la elecci�n y ordenamiento del material, podemos estar seguros de que no lo olvidaremos, porque estaremos hablando de nuestras propias observaciones, nuestros propios deseos, nuestra propia experiencia. Por otra parte, supongamos que hemos elegido el tema de nuestro empleo o de nuestra profesi�n. �Qu� haremos para preparar ese discurso? Ya tenemos reunida una buena can49 Arg�elles, protestando contra las notas enviadas por potidad de material sobre este asunto. El problema, entonces, tencias extranjeras que trataban de inmiscuirse en los asuntos consistir� en elegir y escoger ese material. No tratemos de de Espa�a, concluy� del modo siguiente un brillante discurso. decirlo todo en tres minutos. Ser�a imposible. El discurso Reparemos en las pruebas hist�ricas que aduce para abonar resultar�a excesivamente escueto, excesivamente fragmentario. sus asertos. Tomemos una fase del tema, y solamente una: adorn�mosla, extend�mosla. Por ejemplo: �por qu� no hablamos de las "El rey de Espa�a ha sido siempre v�ctima de las perfidias de causas que nos movieron a seguir la carrera que hayamos los extranjeros; pero yo conf�o en que se aprovechar� de las lecseguido? �Fu� resultado de nuestra decisi�n o de la casualiciones de la historia y de su propia experiencia. Pedro I, rey de dad? Narremos nuestras primeras luchas, los reveses sufridos, Castilla, muri� rodeado de extranjeros, asesinado por su hermano las esperanzas abrigadas, los triunfos logrados. Hagamos una Enrique en la tienda de Beltr�n Dugesclin. El pr�ncipe Negro, heredero de Inglaterra, fu� v�ctima de los extranjeros, los que narraci�n interesante, una pintura v�vida, basada sobre exdespu�s de su desgracia le abandonaron, y no hall� refugio entre periencias propias. La historia real, �ntima de un hombre los d�spotas, sino en la generosidad de la Rep�blica holandesa. -cuando se la cuenta con modestia y sin asomo de petuLa corte de San Petersburgo debe acordarse de que Pedro III, lancia, que tanto irrita- es sumamente interesante. Es un marido de la c�lebre Catalina 11, fu� destronado, y todas las sematerial que rara vez fracasa. �ales evidentes que aparecieron en su muerte demostraron que O contemplemos nuestra profesi�n desde otro punto de hab�a sido envenenado. Es todav�a mas memorable lo ocurrido vista: �qu� desventajas ofrece? por ejemplo; �qu� consejo con el emperador Pablo I, pero lo es aun mucho m�s el escandar�amos un a joven que quisiera abrazar la misma prodaloso destronamiento de Gustavo Adolfo IV, que todav�a anda fesi�n? por Europa hecho un peregrino." O hablemos de la gente con quien solemos estar en Algunos alumnos, al pronunciar un discurso, cometen el error contacto - los buenos, y los otros. Contemos los problemas i mperdonable de situarse, en el plano que s�lo a ellos interesa. que se nos presentan con aquellos con quienes debemos tratar diariamente. �Qu� nos ha ense�ado nuestra profesi�n respecto No es su obligaci�n, acaso, hacer la "charla" amena, no para s� propios, sino para sus oyentes? �No deben hacer lo del tema m�s interesante de cuantos haya: la naturaleza posible por satisfacer los intereses ego�stas del auditorio? humana? Hablando sobre el aspecto t�cnico de nuestra proSi, por ejemplo, el orador es m�dico, �qu� mejor que explicar fesi�n, sobre los pormenores, nuestra charla puede resultar a sus oyentes el modo de cuidar el h�gado con m�todos camuy poco interesante a los dem�s. Pero la gente, las persoseros? Si es banquero, �qu� mejor que aconsejarles cu�les nalidades de los individuos: es muy dif�cil desbarrar con seson las inversiones m�s seguras? mejante material. Mientras nos preparamos, analicemos nuestro auditorio. MeSobre todo, no hagamos de nuestro discurso una exposici�n ditemos sobre sus necesidades, sus deseos. Esto, a veces, nos abstracta. Eso suele aburrir. Entremezclemos en el una sugana la mitad del �xito. cesi�n de ejemplos y de juicios generales. Pensemos en los Al preparar un discurso, es muy beneficioso, si el tiempo casos concretos que hayamos observado, y en las verdades l o permite, leer un poco, averiguar qu� han pensado otros, fundamentales que esos ejemplos espec�ficos ilustran. Verequ� han dicho sobre el mismo asunto. Pero no leamos tanto mos tambi�n que estos casos concretos son mucho m�s f�ciles que nuestras propias ideas queden desplazadas. Esto es muy de recordar que los abstractos; que son m�s f�ciles de exi mportante. Vayamos, pues, a la biblioteca y consultemos al poner. Hacen m�s brillante y m�s fl�ida nuestra exposici�n. 30 S1 bibliotecario. Dig�mosle que estamos preparando un discurso sobre tal y tal asunto. Pid�mosle ayuda sin ambages. Si no estamos acostumbrados a hacer trabajos de investigaci�n y b�squeda, nos causar� probablemente sorpresa la ayuda que el bibliotecario nos preste. Quiz� nos traiga un volumen que trata especialmente de nuestro tema; bosquejos y res�menes para pol�micas, en el que aduzcan las principales razones para cada bando sobre los asuntos p�blicos del d�a. Casi todas las revistas especializadas publican, cada tantos n�meros, los �ndices que los comprenden. Existen a cientos las revistas que, as� en Espa�a como en Am�rica, se publican sobre literatura, pintura, ciencias, comercio, etc. La Enciclopedia Espa�a-Calpe, una de las m�s importantes del mundo, es tambi�n un importante auxiliar. Todas las bibliotecas tienen ficheros, donde hallaremos docenas de libros que nos ser�n de utilidad. Casi todos los libros de estudio y de referencia traen bibliograf�as de libros afines. Todo esto son las herramientas de nuestro taller. Utilic�moslas. PODER DEJADO EN RESERVA Luther Burbank dijo, poco antes de morir: "A menudo he criado hasta un mill�n de plantas de una misma especie, para no encontrar m�s que uno o dos ejemplares realmente buenos. Y entonces he destru�do todos los otros." Los discursos deben prepararse con �nimo similar de profusi�n y entresacadura. Reunamos cien pensamientos y descartemos noventa. Hag�moslo en obsequio de la mayor confianza que merced a ellos obtendremos, la mayor seguridad. Hag�moslo por el efecto que producir� sobre nuestro esp�ritu, sobre nuestro coraz�n, sobre nuestra manera toda de hablar. Es este un factor principal�simo, fundamental; sin embargo, los oradores suelen no prestarle atenci�n, tanto en sus conferencias p�blicas como en las privadas. "Yo he adiestrado a cientos de vendedores y propagandistas -dice Arthur Dunn-, y el defecto principal que se advierte en los m�s de ellos es su imposibilidad de compren52 der la importancia que tiene el saber todo cuanto se puede con respecto a los productos, y en aprenderlo antes de iniciarse como vendedores. "Muchos han venido a mi oficina que, despu�s de haber obtenido una descripci�n del art�culo y algunas normas para intentar su venta, se han sentido ansiosos por ganar la calle y comenzar a vender. Muchos de estos vendedores no han durado una semana en la casa, y no pocos han sido retirados dentro de las cuarenta y ocho horas. Al educar y adiestrar a estos vendedores para la venta de productos alimenticios, he tratado de convertirlos en expertos del producto. Los he obligado a estudiar informes del Ministerio de Agricultura, en los que se indican la cantidad de agua, de prote�nas, de hidratos de carbono, de grasa, de ceniza. Les he hecho estudiar los elementos de que se componen los productos que deben vender. Los he aleccionado durante d�as y les he hecho pasar ex�menes. Los he obligado a ofrecerse los productos mutuamente. He ofrecido premios de est�mulo a los que hablasen m�s convincentemente. "He topado a menudo vendedores que durante el tiempo preliminar requerido para estudiar los art�culos, se ponen impacientes. Y dicen: 'Nunca tendr� tiempo de decir todo esto a mis clientes. Est�n muy ocupados. Si comienzo a hablarles de prote�nas y de hidratos de carbono, no querr�n escucharme, y si me escucharen, no entender�n lo que les diga.' Yo he respondido: nosotros no le ense�amos esto para beneficio de su cliente, sino para beneficio suyo propio. Si usted consigue familiarizarse de pe a pa con el producto, adquirir� usted una seguridad dif�cil de calcular. Se hallar� usted tan s�lido, tan fuerte, tan resuelto en su actitud mental, que ser� al mismo tiempo irresistible e inconquistable." Cierta vez se le pidi� a una conocida escritora, que a la saz�n estaba en Par�s, escribiese un art�culo sobre el cable telef�nico submarino, para publicarlo en una importante revista. Nuestra escritora se traslad� a Londres, se entrevist� con el gerente para Europa del cable principal, y obtuvo de �ste todos los datos necesarios para su prop�sito. Pero no se confor33 de antemano. S�lo quieren adquirir el h�bito de pensar de m� con esto. Quer�a tener datos guardados en reserva; estupie y de intervenir en los debates a que concurren. Tales di� todos los modelos de cables que se exhib�an en el Museo estudiantes generalmente prefieren concurrir a clase, escuchar de Londres; ley� libros sobre la historia del cable, y hasta y luego comentar o impugnar lo que alg�n orador precedente visit� f�bricas de las afueras de Londres para enterarse del ha dicho. En cierta medida, esto puede resultar provechoso, proceso de elaboraci�n. pero no nos extralimitemos. Practiquemos las sugestiones que �Por qu� reuni� diez veces m�s informaci�n de la que se dan en este cap�tulo. Ellas nos facilitar�n la deseada fahumanamente pod�a utilizat? Lo hizo porque sab�a que esto s cilidad y holgura, as� como la capacidad de preparar discursos le iba a proporcionar poder de reserva; porque comprendi� eficazmente. que las cosas que supiese, aunque no las expresara, pre�ar�an Si nos demoramos hasta tener un poco de tiempo libre para de fuerza y color a las pocas que s� expresara. planear y preparar nuestro discurso, quiz� nunca 'lleguemos Edwin James Cattell ha hablado a unos treinta millones a tener ese poco de tiempo libre. Sin embargo, aquello que de personas durante su vida; y hace poco me confes� que si es habitual, aquello que uno se acostumbra a hacer, resulta no se daba de puntapi�s despu�s de un discurso por todas f�cil,�no es verdad? �Por qu�, entonces, no dedicamos un las cosas interesantes que no hab�a dicho, no lo hac�a porque d�a de la semana, de ocho a diez de la noche, por ejemplo, sab�aque de haberlas dicho todas pod�a haber fracasado. especialmente para esta labor? Tal es el m�todo seguro, sis�Por qu�? Porque su larga experiencia le ense�aba que los tem�tico. �Qu� cuesta probarlo? discursos de verdadero m�rito son aquellos en los que hay un desbordamiento de material de reserva, una pl�tora, una profusi�n,mucho m�s de cuanto el orador tenga tiempo de SUMARIO mencionar. 1. Cuando el orador tiene un mensaje verdadero en su '-Pero, �qu� diablos! -pensar� el lector-. �Cree este mente y en su coraz�n, una necesidad perentoria de hablar, autor que yo tengo tiempo para todo esto? Quisiera que viese tiene pocas probabilidades de fracasar. Un discurso semiprepalos negocios que debo atender, la esposa, los hijos y los dos rado est� semipronunciado. perros "terrier" a quienes tengo que mantener... �Ha! Para 2. �En qu� consiste la preparaci�n? �En anotar algunas ir a museos estoy yo, o para examinar cables, espigar libros frases faltas de vida sobre el papel? �O en aprenderlas de o amanecer incorporado sobre la cama, mascullando mis discoro? De ning�n modo. La verdadera preparaci�n consiste cursos. en extraer algo de nosotros mismos, en reunir y ordenar Querid�simo lector, ya conocemos bien su problema de usnuestros propios pensamientos, en fomentar y nutrir nuestras ted, y hemos dictado, comprensivamente, todas las providenpropias convicciones. (Ejemplo: el se�or Cortez fracas� cuancias necesarias. No siempre se le pedir� a usted que prepare do quiso repetir los pensamientos recogidos de un art�culo un discurso con anticipaci�n; se le dar� simplemente un de la "Gaceta Mercantil". Pero cuando este art�culo le sirvi� asunto f�cil para que usted improvise, despu�s de haber ensimplemente como punto de partida para su propio discurso, carado el auditorio. Esto le proporcionar� una pr�ctica preciosa cuando discurri� sus propias ideas y hall� sus propios ejempara pensar de pie - que es como generalmente se debe plos, tuvo �xito.) hablar en las asambleas de cualquier suerte. 3. No nos sentemos a un escritorio y tratemos de fabricar Algunas de las personas que se inscriben en este curso un discurso en treinta minutos. No se puede hacer un discurso tienen escaso inter�s en aprender a preparar sus discursos 53 a pedido como si se tratase de asar una chuleta. Los discursos tienen que crecer. Escojamos el tema con una semana de anticipaci�n, pensemos en �l durante los ratos perdidos, medit�mosle, durm�monos pensando en �l, so�emos, en fin, con �l. Hablemos de nuestro tema con los amigos. Convirt�moslo en motivo de conversaci�n. Hag�monos todas las preguntas posibles con respecto a �l. Escribamos en pedazos de papel todas las ideas y ejemplos que se nos ocurran, y sigamos discurriendo otros. Los pensamientos, las sugestiones, los ejemplos, ir�n apareciendo en los m�s diversos momentos, mientras nos ba�amos, mientras vamos en autom�vil, mientras esperamos que nos sirvan la cena. Tal era el m�todo de Lincoln. Y tal ha sido el m�todo de todos los buenos oradores. 4. Despu�s de haber pensado espont�neamente durante algunos d�as, vayamos a la biblioteca y leamos libros o art�culos que se refieran a nuestro tema - siempre que tengamos tiempo para ello. Consultemos con el bibliotecario. �1 puede prestarnos gran ayuda. 5. Reunamos mucho m�s material del que pensamos emplear. Hagamos lo que Luther Burbank, que no pocas veces criaba hasta millares de plantas en busca de una o dos realmente excelentes. Hallemos cien ideas, y luego descartemos noventa. 6. La manera de desarrollar el poder de reserva consiste en saber mucho m�s de cuanto podamos emplear; en tener un dep�sito repleto de informaci�n. Al preparar un discurso, pongamos en pr�ctica el m�todo que Arthur Dunn ense�aba a sus vendedores, o el que empleaba aquella escritora que debi� escribir sobre el cable submarino del Atl�ntico. VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Las palabras de la columna izquierda son dialectales. Aunque algunas de ellas han sido aceptadas por la Academia 56 Espa�ola de la Lengua, es preferible evitarlas y reemplazarlas por las de la derecha: INCORRECTO CORRECTO Changador Fulgir Lapicera Aguatero Curtiembre Peritaje Cortafierro Yapa Firuletes Ba�adera Altoparlante Atorrante Ganap�n, mozo de cordel Fulgurar Portaplumas, mango Aguador Curtidur�a, tener�a Peritaci�n Cortafr�o Adehala, a�adidura Arrequives Ba�era Altavoz Vago, harapiento; pillo GRAM�TICA Sendos Esta palabrita, que no tiene equivalencia en ning�n otro i dioma, y que todos los idiomas nos envidian por lo �til y elegante, carece de singular. Por tanto, no puede ser sin�nima de enormes, extraordinarios, exorbitantes ni monstruosos, puesto que estos cuatro vocablos gozan de ambos n�meros. Significa: "uno para cada cual de dos o m�s personas o cosas". "Pasaron dos hombres con sendos garrotes" significa que llevaban uno cada cual. As� lo emplea Cervantes: "Entraron dos viejos de bayeta con anteojos que los hac�an graves y dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadoras cuentas en las manos." Y Unamuno: "De los escritores no digamos nada, porque es cosa sabida que, si hay doscientos que gesticulen y vociferen en el tablado de las 57 letras, cada uno de ellos publica doscientos ejemplares de cada una de sus obras. 7 con sendas dedicatorias. s e las reparten entre s�." EJERCICIO VOCAL. LA CORRECTA RESPIRACI�N El famoso cantante Jean de Reszke aconsejaba "llevar alta la corbata". Pong�monos en pie y llevemos a la pr�ctica su consejo, no subiendo los hombros, sino elevando el pecho hasta su posici�n natural. Hagamos reposar todo nuestro peso sobre los tacones. Apoyemos una mano sobre la cabeza. Tratemos ahora de apartar la mano del pelo, sin levantar los talones. Hag�moslo, no con los m�sculos del brazo, sino tratando de conservar la m�xima altura que nos sea posible. Eso es. Muy bien. Ahora estamos erguidos, el abdomen para adentro, la corbata y el pecho altos, la nuca pegada al cuello de la camisa. �Hemos levantados los hombros? En ese caso, relaj�moslos, baj�moslos. Es el pecho el que debe estar alto, no los hombros. Sin bajar el pecho, exhalemos. Manteng�moslo alto hasta que salga la �ltima pizca de aire. Y henos ya listos para respirar correctamente. Inhalemos profunda, lenta, tranquilamente por la nariz. Tratemos de sentir la misma sensaci�n que sent�amos al practicar en la cama la respiraci�n diafragm�tica que sugerimos en el cap�tulo I. Sintamos los pulmones extendi�ndose, extendi�ndose, extendi�ndose, empujando hacia el costado las costillas inferiores: sintamos la sensaci�n debajo de los brazos. Sintamos el diafragma comprimi�ndose y achat�ndose como un plato de papel dado vuelta y aplastado desde arriba: sintamos el diafragma extendi�ndose al poner los dedos sobre el "grito de la mu�eca", como llaman los ni�os a la parte que queda inmediatamente por debajo del estern�n. Exhalemos lentamente. Ahora, una vez m�s. Inspiremos por la nariz. Advertir� nuevamente que no se deben levantar los hombros ni querer ensanchar los pulmones por la parte superior. Con la corbata en alto, inspiremos nuevamente y sintamos la expansi�n en medio del tronco. 58 "Yo practico la respiraci�n profunda todos los d�as" dec�a l a Schumann-Heink. Caruso hac�a lo mismo: por esto desarroll� un diafragma de gran fuerza. Cuando los estudiantes ven�an a pedirle consejo sobre el arte de respirar, Caruso sol�a decirles. "Apoya con toda tu fuerza el pu�o sobre mi diafragma". Y entonces, con una r�pida y profunda inhalaci�n, comprim�a el diafragma con tanta violencia que arrastraba el pu�o con la mayor facilidad. Sin embargo, el solo conocimiento del buen respirar, que estamos aprendiendo, no nos servir� de nada si no lo sabemos aplicar. Practiqu�moslo, pues, diariamente, mientras caminamos por la calle. Practiqu�moslo cuando tengamos un momento libre en la oficina. Practiqu�moslo despu�s de habernos concentrado durante una hora con alg�n asunto: abramos la ventana y llen�monos de aire los pulmones. Esto no ser� tiempo perdido. Ser� tiempo ahorrado, vigor reforzado, salud ganada. Por otra parte, no es menester practicar por mucho tiempo: si lo hacemos con constancia, se nos convertir� en costumbre. Nos causar� extra�eza saber que antes respir�ramos de diferente modo. Respirar con la parte superior de los pulmones, es respirar a medias solamente. Y "quien respire a medias solamente -dice un antiguo pasaje s�nscrito- vive a medias solamente". Si seguimos diariamente las indicaciones que damos aqu�, no s�lo mejoraremos la voz, sino que las probabilidades que tengamos de contraer la tuberculosis ser�n escasas. Y las prohabilidades que tengamos de librarnos de los resfr�os que se l e pegan a medio mundo durante el invierno, ser�n much�si mas. 59 CAP�TULO III C�MO PREPARABAN SUS DISCURSOS ALGUNOS ORADORES FAMOSOS La exposici�n desmenuzada engendra la impaciencia en los intelectos modernos, hechos a ver claro y pronto ante la sola aparici�n de las cosas en estos tiempos del tel�grafo y del vapor, sobre todo. Del mismo modo que los dialectos se comen las s�labas, y con elipsis y t�rminos truncados y sobrentendidos se hacen m�s r�pidos y vivos que la lengua materna, se procede hoy en las lenguas, buscando rapidez y br�o. BENEDETTO CROCE La facultad de coger los puntos esenciales de los problemas es la gran diferencia que existe entre los esp�ritus cultivados y los no cultivados. Sin duda, la m�s grande ventaja. que se obtiene en las aulas superiores, es la disciplina de la mente. JOHN G. HIBBEN El pol�tico espa�ol Alejandro Lerroux, al principio de su carrera, ten�a muy poco dominio de s� mismo como orador; sent�a verdadero p�nico frente a un auditorio. Cierta vez, estando en los funerales de un colega, y despu�s de haber hablado ya varios oradores, alguien anunci� al p�blico que hablar�a Lerroux. Siendo la ocasi�n demasiado solemne, no pudo poner tierra de por medio como en otras circunstancias hab�a hecho, y se defendi� como pudo. Cuentan que nunca pudo recordar este discurso sin sufrir un estremecimiento. "Correligionarios: Comprendan ustedes... es decir, no se sorprendan ustedes de que yo, toco... poco... poco aguerrido, y tambi�n... Porque a los periodistas... por el h�bito de escribir, se nos atrofia la palabra, y aunque yo, en esta ocasi�n, queridos correligionarios, quisiera... quisiera... responder... Pero, en fin... �Viva la Rep�blica!" Hab�a pronunciado su discurso de la manera en que, seg�n Rousseau, se deben escribir las cartas de amor: empezando sin saber qu� iba a decir, y terminando sin saber qu� hab�a dicho. La moraleja del cuento es �sta: "Cuando un hombre no tenga sus ideas en orden -como dec�a Herbert Spencer-, cuantas m�s tenga, tanto mayor ser� su confusi�n." Ninguna persona cuerda pensar�a en edificar una casa sin Hacer previamente un plano. �Por qu� entonces se le puede ocurrir pronunciar un discurso sin haber redactado siquiera un bosquejo, un programa? Un discurso es un viaje que tiene su meta, y antes de partir se debe fijar el itinerario en el mapa. El hombre que no parte de ning�n lugar, generalmente no llega a ning�n lugar. 63 Quisiera poder escribir el siguiente pensamiento de Napole�n con letras de oro, de un metro de altura, sobre las puertas de todos los institutos del mundo donde se ense�e oratoria: "El arte de la guerra es una ciencia en la que nada sale bien si previamente no se lo calcula y medita." Esto es tan cierto del arte de tirar tiros como del arte de hablar en p�blico. Pero, �lo comprenden as� los oradores, o -cuando lo comprenden- act�an de acuerdo con ese principio? Pues no. Con todo �nfasis: No. Muchos discursos hay que no tienen m�s orden ni concierto que la Torre de Babel. �Cu�l es la disposici�n m�s eficaz para una cierta cantidad de ideas? Es este un problema siempre nuevo, una pregunta eterna que todos los oradores deben hacerse y contestarse una y otra vez. No se pueden dar reglas infalibles. Pero podemos, por lo menos, explicar brevemente, con un ejemplo concreto, qu� queremos decir con disposici�n ordenada. EL FAMOSO DISCURSO DE NARI�O Antonio Nari�o fu� un eminente patriota colombiano, precursor de la revoluci�n e introductor en Am�rica de los Derechos del hombre, que �l mismo tradujo e imprimi�. Despu�s de una vida azarosa y llena de sacrificios, tras haber ocupado importantes cargos en el gobierno de su pa�s, el Congreso le eligi� senador en atenci�n a sus m�ritos. Pero sus enemigos trataron de cerrarle la entrada de la augusta corporaci�n, acus�ndole de mala administraci�n de la Tesorer�a de Diezmos y de traici�n a la patria. Fu� entonces cuando pronunci� su c�lebre discurso de defensa, discurso que conmovi� profundamente a amigos y enemigos, y le abri� inmediatamente las puertas del Senado: "Hoy me presento, se�ores, como reo ante el Senado de que he sido nombrado miembro, y acusado por el Congreso que yo mismo he instalado, y que ha hecho este nombramiento; si los delitos de que se me acusa hubieran sido cometidos despu�s de la instalaci�n del Congreso, nada tendr�a de particular esta acusaci�n; lo que tiene de admirable es ver a dos hombres que no 64 habr�an quiz� nacido cuando yo ya padec�a por la Patria, haciendo cargos de inhabilitaci�n para ser Senador, despu�s de haber mandado en la Rep�blica, pol�tica y militarmente, en los primeros puestos sin que a nadie le haya ocurrido hacerme tales objeciones. Pero lejos de sentir este paso atrevido, yo les doy l as gracias por haberme proporcionado la ocasi�n de poder hablar en p�blico sobre unos puntos que daban p�bulo a mis enemigos Lara sus murmuraciones secretas; hoy se pondr� en claro, y deber� a estos mismos enemigos, no mi vindicaci�n, de que jam�s he cre�do tener necesidad, sino el poder hablar sin rubor de mis propias acciones. �Qu� satisfactorio es para m�, se�ores, verme hoy, como en otro tiempo Timole�n, acusado ante un Senado que el hab�a creado, acusado por los j�venes, acusado por malversaci�n, despu�s de los servicios que hab�a hecho a la Rep�blica, y el poderos decir sus mismas palabras al principiar el juicio: o�d a mis acusadores -dec�a aquel grande hombre-, o�dlos, se�ores, advertid que todo ciudadano tiene derecho de acusarme, y que en no permitirlo dar�ais un golpe a esa libertad que me es tan glorioso haberos dado. "No comenzar�, se�ores, a satisfacer estos cargos implorando, omo se hace com�nmente, vuestra clemencia, y la compasi�n que naturalmente reclama todo hombre desgraciado: no, se�ores, me degradar�a si despu�s de haber pasado toda mi vida trabajando para que se viera entre nosotros establecido el imperio de las l eyes, viniera-ahora al fin de mi carrera a solicitar que se violasen en mi favor. justicia severa y recta es lo que imploro en el momento en que se va a abrir a los ojos del mundo entero el primer cuerpo de la Naci�n y el primer juicio que se presenta. Que el hacha de la ley descargue sobre mi cabeza, si he faltado alguna vez a los deberes de hombre de bien, a lo que debo a esta patria querida, a mis conciudadanos. Que la indignaci�n p�blica venga tras la justicia a confundirme, si en el curso de toda mi vida se encontrase una sola acci�n que desdiga de mi acredicado patriotismo. Tampoco vendr�n en mi socorro documentos que se puedan conseguir con el dinero, el favor y la autoridad; los que os presentar� est�n escritos entre el cielo y la tierra, a l a vista de toda la rep�blica, en el coraz�n de cuantos me han conocido, exceptuando s�lo un cort�simo n�mero de individuos del Congreso, que no ve�an porque les ten�a cuenta no ver. 65 "Suponed, se�ores, que en lugar de haber establecido una imprenta a mi costa; en lugar de haber impreso los Derechos del Hombre; en lugar de haber acopiado una exquisita librer�a de muchos miles de libros escogidos; en lugar de haber propagado las ideas de la libertad, hasta en los escritos de mi defensa, s�lo hubiera pensado en mi fortuna particular, en adular a los virreyes, con quienes ten�a amistad, y en hacer la corte a los oidores, como mis enemigos se la han hecho a los expedicionarios. �Cu�l habr�a sido mi caudal en los diecis�is a�os que transcurrieron hasta la revoluci�n? �Cu�l habr�a sido hasta el d�a? "�Y porque todo lo he sacrificado por la patria, se me acusa hoy, se me insulta con estos mismos sacrificios, se me hace un crimen de haber dado lugar, con la publicaci�n de losDerechos del hombre, a que se confiscaran mis bienes, se hiciera pagar a mis fiadores, se arruinara m� fortuna, y se dejara en la mendicidad a mi familia, a mis tiernos hijos? En toda otra Rep�blica, en otras almas, se habr�a propuesto, en lugar de una acusaci�n, que se pagasen mis deudas del Tesoro p�blico, vista la causa que las hab�a ocasionado, y los veintinueve a�os que despu�s han transcurrido. Dudar, se�ores, de que mis sacrificios han sido por amor a la Patria, es dudar del testimonio de vuestros propios ojos. �Hay entre las personas que me escuchan, hay en esta ciudad y en toda la Rep�blica, una sola persona que ignore los sucesos de estos veintinueve a�os? �Hay quien no sepa que la mayor parte de ellos los he pasado encerrado en el Cuartel de Caballer�a, de esta ciudad, en el de Milicias, de Santa Marta, en el del Fijo de Cartagena, en las B�vedas de Bocachica, en el castillo del Pr�ncipe de la Habana, en Pasto, en el Callao de Lima, y, �ltimamente, en los calabozos de la C�rcel de C�diz? �Hay quien no sepa que he sido conducido dos veces en partida de registro a Espa�a, y otra hasta Cartagena? Todos lo saben; pero no saben ni pueden saber los sufrimientos, las hambres, las desnudeces, las miserias que he padecido en estos lugares de horror por una larga serie de a�os. Que se levanten del sepulcro Miranda, Mont�far, el virtuoso Ord��ez, y digan si pudieron resistir a s�lo una parte de lo que yo por tantos a�os he sufrido: que los vivos y los muertos os digan si en toda la Rep�blica hay otro que os pueda presentar una cadena de trabajos tan continuados y tan largos como los que yo he padecido por la Patria, por esta Patria por quien hoy mismo se me est� haciendo padecer. 66 "A la vista, se�ores, de cuanto he expuesto hasta aqu�, de cuanto hab�is o�do, �cre�is que esta acusaci�n se ha intentad por la salud de la Rep�blica, o por un ardiente celo, o por un puro amor a las leyes? No, se�ores, hoy me conducen al Senado las mismas causas que me condujeron a Pasto: la perfidia, la intriga, la malevolencia, el inter�s personal de unos hombres que, por despreciables que sean, han hecho los mismos da�os que el escarabajo de la f�bula. En Pasto, al concluir la campa�a, porque era yo el �ltimo punto enemigo para llegar a Quito, se me hace una traici�n, se me desampara, se corta el hilo de la victoria, y, por sacrificarme, se sacrifica a la Patria. ���Qu� de males van a seguir! ! ! ���Cu�ntas l�grimas, cu�nta sangre derramarse!!! ���Qu� calamidades va a traer a la Rep�blica e paso imprudente, necio, inconsiderado!!! No hablo, se�ores, ante un pueblo desconocido; hablo en medio de la Rep�blica, en el centro de la capital, a la vista de estas mismas personas que han sufrido, que est�n sufriendo a�n los males que ocasion� aquel d�a para siempre funesto. Yo me dirijo a vosotros y al p�blico que me escucha. �Sin la traici�n de Pasto, hubiera triunfado Morillo? �Se habr�an visto las atrocidades que por tres a�os continuos afligieron a este desgraciado suelo? �Hubieran S�rnamo y Morillo revolc�dose en la sangre de nuestros ilustres conciudadanos? No, se�ores, no; siempre triunfante habr�a llegado a Quito, reforzado el ej�rcito, vuelto a la capital, y sosegado el alucinamiento de mis enemigos con el testimonio de sus propios ojos; hubi�ramos sido fuertes e invencibles. Santa Marta, antes que llegase Morillo, habr�a sido sometida a la raz�n, y sin este punto de apoyo Morillo no habr�a tomado a Cartagena, y esta capital habr�a escapado de su guada�a destructora. Y despu�s que se sacrific� mi persona, los intereses de la Patria, y se inmolaron tantas inocentes v�ctimas por viles y rid�culas pasiones, �seme acusa de haber sido sacrificado quiz� por algunos de los mismos que concurrieron a aquel sacrificio? S�, yo veo entre nosotros, no s�lo vivos, sino empleados acomodados, a muchos de los que cooperaron en aquella cat�strofe. "Si vosotros, se�ores, al presentaros a la faz del mundo como legisladores, como jueces, como defensores de la libertad y la virtud, no dais un ejemplo de la integridad de Bruto, del desinter�s de Foci�n y de la justicia severa del Tribunal de Atenas, 67 nuestra libertad va a morir en su nacimiento. Desde la hora en que triunfe el hombre atrevido, desvergonzado, adulador, el reino de Tiberio empieza, y el de la libertad acaba." Analicemos un poco este discurso. Veamos qu� estructura tiene, c�mo logra los efectos. En primer t�rmino, tiene un comienzo y final. Esta es una rara virtud, querido lector, m�s rara de lo que acaso te imagines. Comienza. Va al grano del asunto. No se anda por las ramas. No pierde tiempo. Notemos con qu� dejo de sincera amargura declara la juventud de sus acusadores y los sufrimientos que sobrellev� por la patria. Con qu� hidalgu�a, iron�a y seguridad da las gracias por la ocasi�n que le ofrecen de "hablar en p�blico sobre unos puntos que daban p�bulo a mis enemigos para sus secretas murmuraciones". Esta altiva, justa, amarga indignaci�n, que hiere y acosa a sus enemigos, la encontramos como caracter�sticaprincipal de toda su oraci�n. Sin lloriquear, mueve profundamente a l�grima. Sin caer en vanagloria, nos hace conocer sus relevantes m�ritos. Notemos, todav�a en la introducci�n, el vigor cortante de sus frases; esto traduce un �nimo varonil y seguro de s� mismo, que para la ocasi�n ten�a fundamental importancia. "Justicia severa y recta es lo que implor�"; "Que el hacha de la ley descargue sobre mi cabeza si he faltado a mis deberes"; "los documentos que os presentar� est�n entre el cielo y la tierra, a la vista de todos". Un acusado que se defiende con tanto br�o y sinceridad no puede menos que predisponer en su favor el �nimo del auditorio. Luego aporta las pruebas. Menciona su amistad con los virreyes, y la enorme fortuna que habr�a podido reunir en los diecis�is a�os de la prerrevoluci�n. �Conque era amigo del virrey? - piensa, naturalmente, el oyente que lo ignore. Entonces, si no explot� estas amistades, y hasta luch� contra ellas por amor de la patria, mal creo yo que pueda haber malversado los caudales. "�Cu�l habr�a sido mi caudal?" Reparemos que hace preguntas al auditorio, le invita a pensar con �l, le hace cobrar mayor inter�s. 68 Y en seguida, otro p�rrafo her�ico, devastador, majestuoso, mordaz, sublime: "�Y porque todo lo he sacrificado por la patria, se me acusa hoy, se me insulta, se me hace un crimen de haber dade lugar a que se confiscaran mis bienes por servir desinteresadamente a la Patria, a que se dejara en la mendicidad a mi familia, a mis tiernos hijos?" Con suma listeza da por de contado que la malversaci�n de diezmos es una excusa, una causa cercana, que el verdadero crimen que le imputan es el de haber dado lugar a que se confiscaran sus bienes. La menci�n que hace de su familia, de sus tiernos hijos, parece hecha sin intenci�n de conmover a nadie, sino porque ven�a casualmente a pelo, porque da mejor inteligencia de la situaci�n. Pero nos conmueve profundamente. �Conque ten�a familia el general Nari�o? �Y quedaron en la mendicidad sus tiernos hijos? Habr�n andado, quiz�, descalzos y desharrapados ... � Pobre hombre! Luego menciona sus c�rceles. Todos recuerdan que ha estado preso varios a�os; "pero no saben los sufrimientos, las desnudeces, las miserias" que ha padecido. La cita de Miranda, Mont�far y Ord��ez es de mucho efecto. Siempre conviene mencionar a personas que el auditorio conoce y respeta. Pero entonces, si no es realmente por malversaci�n que le juzgan -porque, evidentemente, este hombre es el m�s noble de cuantos he conocido-, �qu� causas le traen aqu� como acusado? El mismo Nari�o se apresura a dec�rnoslo. "Hoy me conducen al Senado las mismas causas que me condujeron a Pasto: la perfidia, la intriga, la malevolencia, el inter�s personal de unos hombres despreciables." Con este p�rrafo comienza el ataque y concluye la defensa. Ya no mencionar� su defensa hasta, naturalmente, el p�rrafo con que debe cerrar su discurso. Ha dicho cuanto deseaba decir, y a otra cosa. Muchos oradores noveles suelen dejar un punto a medio terminar, pasan a otro, y luego, cuando ya est�bamos olvidados de aqu�l, vuelven y agregan alguna cosa. Esto revela impericia. En vez de desarrollar sus puntos en un orden, digamos de 1, 2, 3, 4, etc., lo desarrollan 27 34, 19, 2, etc. O, lo que es peor, 27, 34, 27, 19, 2, 34, 19, 69 ci�n, no sobre la propia conveniencia, sino sobre el prestigio etc�tera. Son arroyuelos tortuosos, culebreantes, indecisos, no un torrente impetuoso y recto como este discurso, que si aly la salud de la patria. Y en la oraci�n con que remata, los guna desviaci�n tiene es desviaci�n vertical, es catarata que pone en el dilema de declararle inocente o dejar que triunfen los atrevidos, los desvergonzados y los aduladores. se precipita y genera energ�a. Nari�o, pues, comienza el En un reciente art�culo que public� en la revista Am�rica, ataque. Hasta parece que es la parte del discurso que m�s interesa al orador. Pareciera que s�lo se defendi� por protode Bogot�, Osvaldo D�az D�az escribi�: "No es un animal colo, y que estaba deseando concluir la defensa para comenzar acosado y cobarde al que est�n azuzando con estacas; es una el ataque. Esto no se ve directamente, pero se siente, deja hermosa fiera rampante, adulta y en plena madurez de sus un poso en el �nimo. As� los buenos oradores, y los buenos fuerzas, que golpea con zarpas seguras y eficaces. Uno a uno escritores, y los buenos artistas. No se dejan ver nada direccaen los cargos bajo la pesadumbre de las cifras, bajo la tamente, pero van creando en el �nimo una serie de sediacumulaci�n de los testimonios irrecusables, ante la corrosiva mentos, una estratificaci�n de sensaciones. Tanta vehemencia, iron�a de los argumentos." tanta indignidad habr�a bastado para convencer al auditorio, Todo esto en cuanto a la construcci�n del discurso. Ahora, aun si el orador fuese realmente culpable de los delitos que admirable como es, habr�a podido f�cilmente fracasar y no le achacaban. Con este ataque desv�a, pues, el pensamiento del causar el menor efecto, si lo hubiera dicho con voz cachaauditorio, lo arrastra lejos de su culpabilidad. Y lo desv�a en zuda, con lentitud, con calma; pero Nari�o habl� con br�o, un momento en que el auditorio est� inclinado en su favor, con vehemencia, con la voz vibrante y viril de un hombre conmovido por sus palabras. No le da tiempo de que se rejustamente indignado. ponga, de que recuerde otras razones contrarias, de que surjan ideas antag�nicas.Cierra la defensa por prepotencia, clava EL M�TODO DE TRABAJO INTELECTUAL all� con una estaca favorable la opini�n del auditorio y ya no la deja menearse. "Por traicionarme se corta el hilo de No l�hay, como ya he dicho antes, ninguna regla infalible la victoria. ���Qu� de males van a seguir!!! ���Cu�ntas para solucionar el problema de la disposici�n. No hay planes grimas!!! Luego de una rese�a hist�rica viene aquello de o f�rmulas que se adapten a todos o siquiera a una mayor�a "yo veo entre nosotros, no s�lo vivos, sino empleados acomode los discursos. Pero dar� algunos consejos generales que dados, a muchos de los que cooperaron en aquella cat�strofe". resultar�n �tilesmuchos en casos. El primero es la rese�a Esto era cierto. Todos lo sab�an. Pero lo hab�an olvidado, no hab�an ca�do en la cuenta de que ten�a importancia y relaci�n de una conferencia pronunciada en Buenos Aires por el ilustre soci�logo franc�s Andr� Siegfried, de la Academia Francesa, con este asunto. A la gente hay que recordarle muchas cosas, durante su �ltima visita a esta ciudad. Se titulaba la confedice Unamuno, que de puro sabidas las tienen olvidadas o rencia: A la busca de un m�todo de trabajo intelectual, y deformadas. Esta denuncia de Nari�o es categ�rica y demoleconsist�a en once consejos: dora. Provoca un remolino en el �nimo del oyente. Pocas cosas nos conmueven tanto como el que nos pongan en foco 1. Sacudir la pereza mental. una de estas verdades que ten�amos deformadas. "Caramba, Respetar el hecho: observarlo �c�mo no par� mientes en esto?` 2. Observar antes de discutir tal como es. Y, por fin, en el �ltimo p�rrafo, la habilidad con que No creer lo que se desea creer. exhorta a sus jueces a declararle inocente: basa su exhorta70 71 den3. Masticaci�n y digesti�n. (Para esto es necesario tadura y mejor est�mago.) 4. Medir y pesar las cosas, compar�ndolas a afinidad con ellas. 5. Situar el asunto. 6. Administrar bien la memoria: Recordar los hechos i mportantes, y olvidar los otros. Reclutamiento de ideas. Movilizaci�n. Concentraci�n combate. 7. Proceder como un en la guerra 8. Tener siempre presente a los hombres en la vida (factor psicol�gico). 9. "La verdad est� siempre en la oposici�n" dec�a Paul Val�ry. No debemos creer nada porque nos lo digan. La verdad debe instalarse en nuestro esp�ritu merced a pio esfuerzo. Saber presentar el problema; determinar un no apartarse de este eje; y si es necesario apartarse, no perderlo de vista. El hombre justo es aquel que tiene los pies sobre el suelo. El hombre inteligente, pero no justo, puede razonar brillantemente, pero sus razonamientos de nada sirven, porque tiene los pies en el aire. Un problema bien presentado es un problema medio resuelto. 11. Bosquejar, proponer las soluciones posibles. Muchos estudiantes de mi curso han hallado �til yestimulante el siguiente plan: 1. Mostrar algo que est� mal. 2. Mostrar c�mo se lo puede remediar. 3. Pedir cooperaci�n. O, dici�ndolo de otro modo: 1. He aqu� una situaci�n que debiera ser remediada. 2. Debi�ramos hacer tal y tal cosa. 3. Ustedes debieran ayudar por tales y tales razones. 72 En el cap�tulo XV de este libro, titulado C�mo mover a la acci�n,hay el bosquejo de otro plan para discursos. En pocas palabras, es as�: 1. Atraigamos la atenci�n y el inter�s del p�blico. 2. Gan�monos la confianza del auditorio. 3. Digamos lo que tenemos que decir; eduquemos a la gente respecto del m�rito de nuestra proposici�n. 4. Toquemos los resortes que hacen actuar a los hombres. Si alguien est� interesado, que lea el cap�tulo XV ya y estudie este plan al pormenor. C�MO ARMABA EL ESQUELETO WOODROW WILSON "Yo comienzo -dijo Woodrow Wilson cuando le pidieron que explicase su m�todo- con una lista de los temas de que quiero hablar, disponi�ndolosmentalmente en sus relaciones naturales: es decir, armo el esqueleto del tema; luego lo escribo en taquigraf�a, que ahorra mucho tiempo. Hecho esto, lo copio a m�quina, cambiando frases, corrigiendo per�odos y agregando material a medida que avanzo." Roosevelt preparaba sus discursos en su manera caracter�stica: consegu�a cuantos datos pod�a, los reve�a, los pesaba, los juzgaba y criticaba, y llegaba a sus conclusiones; llegaba a sus conclusiones con una sensaci�n inconmovible de seguridad. Entonces, con un taco de notas delante, comenzaba a dictar, y dictaba r�pidamente para que su discurso tuviera impetuosidad y espontaneidad y halo de vida. Luego rele�a esta copia dactilogr�fica, la revisaba, quitaba, borraba, agregaba y la apostillaba, para por fin dictar de nuevo. "Nunca logr� nada sino por ardua labor y mediante el empleo de mis mej ores talentos y cuidadoso planeamiento y trabajo con mucha antelaci�n." A menudo llamaba a cr�ticos para que le escucharan mientras dictaba o le�a un discurso. Siempre se rehusaba a hablar con ellos sobre el esp�ritu de lo que hab�a dicho. En eso 73 ya estaba resuelto, y resuelto de manera irrevocable. Quer�a que le dijesen, no qu� decir, sino c�mo decirlo. Una y otra vez revisaba las copias dactilogr�ficas, quitando, corrigiendo, mejorando. Ese era el discurso que los diarios publicaban. Desde luego, no lo aprend�a de coro. Hablaba improvisadamente. Por esto, el discurso pronunciado difer�a generalmente del otro, m�s pulido, que los diarios publicaban. Pero la tarea de dictar y revisar constitu�an excelente preparaci�n. Le familiarizaba con el material, con el orden de los puntos. Le daba una suavidad y seguridad y lustre que dif�cilmente podr�a obtener de otro modo. Sir Oliver Lodge me dijo cierta vez que el dictado de sus discursos -el dictado r�pido y con sustancia, el dictado que fuese como el propio discurso delante de un auditorio- era para �l un medio excelente de preparaci�n y pr�ctica. Muchos estudiantes de este curso han hallado que resulta de sumo provecho el dictar los discursos a un dict�fono y luego escucharse a s� mismo. �De mucho provecho? S�, y a veces desilusionador y enmendador tambi�n. Es un ejercicio muy sano. Lo recomiendo. Esta pr�ctica de escribir lo que vamos a decir nos obligar� a pensar. Aclarar� nuestras ideas. Las fijar� en la memoria. Reducir� la ociosidad mental al m�nimo. Mejorar� la dicci�n. LA HISTORIA CL�SICA DE BENJAMIN FRANKLIN autobiograf�a c�mo Benjam�n Franklin nos cuenta en su mejor� su dicci�n, c�mo desarroll� la facilidad de usar palabras y c�mo se autoadiestr� en la ordenaci�n de los pensamientos. Este relato de su vida es una p�gina cl�sica de la literatura, e, inversamente de lo que sucede con los m�s de los cl�sicos, la leemos con facilidad y nos resulta de todo punto agradable. Es casi un modelo de lenguaje sencillo y pulcro. Todos debi�ramos leerlo para placer y provecho. Creo que a todos nos agradar�. Era "Por este tiempo top� un extra�o volumenEspectador. del el tercero. Nunca hab�a visto uno de estos libros. Lo compr�, lo 74 le� y rele�, y me qued� sumamente complacido. El estilo me pareci� excelente, y decid�, de serme posible, imitarlo. A este prop�sito, cog� algunos de los art�culos, y, luego de escribir sucintas anotaciones inspiradas en cada frase, las guard� por unos d�as; luego, sin consultar el libro, trat� de rehacer los art�culos nuevamente, desarrollando completamente cada anotaci�n-con tanta extensi�n como en el original- en las palabras m�s adecuadas que se me ocurr�an. Luego compar� mi Espectador con el original, descubr� algunas de sus faltas y las correg�. Pero hall� una porci�n de palabras, y tal facilidad para emplearlas, que pens� las habr�a podido adquirir antes si hubiese continuado escribiendo poes�as; puesto que el continuo empleo de palabras de igual significado pero de diferente largor para adaptarse a la medida, o de diferente sonido para adaptarse a la rima, me hubieran colocado en la constante necesidad de buscar variedad, y tambi�n hubiera esto propendido a fijar dicha variedad en la memoria. Por tal raz�n, escog� algunos cuentos y los reconstru�. Otras veces entremezclaba mis anotaciones para confundirlas todas, y despu�s de algunas semanas trataba de volverlas al mejor orden posible, para luego completar las frases y rehacer el art�culo. Esto hab�a de ense�arme m�todo para la ordenaci�n de los pensamientos. "Comparando luego mi trabajo con el original, descubr�a muchas faltas, que correg�a diligentemente; pero a veces ten�a el regocijo de imaginarme que, en ciertos p�rrafos de poca importancia, hab�a sido suficientemente afortunado para mejorar el m�todo de lenguaje, y esto me anim� � pensar que pudiese llegar con el tiempo a ser un buen escritor ingl�s, de lo cual era extremadamente ambicioso." JUGUEMOS AL SOLITARIO CON LAS NOTAS En la �ltima lecci�n se nos aconsej� que tom�ramos notas. Una vez escritas en pedazos de papel las varias ideas y ejemplos que se nos hayan ocurrido, juguemos al solitario con ellas; separ�moslas en grupos afines. Subdividamos estos grupos en otros m�s peque�os. Vayamos quitando las ahechaduras hasta que s�lo quede trigo de primera calidad- y aun parte de este trigo tendr� que ser dejado a un lado, sin emplearlo. Nadie, si procede como debe, es capaz de usar m�s que una parte del material reunido. 75 Este proceso de revisi�n debe continuarse ininterrumpidamente hasta despu�s de pronunciado el discurso. Aun entonces pueden ocurr�rsele al orador pormenores, mejoras y afinaciones que hubiera podido aplicar. Un buen orador generalmente encuentra, despu�s de pronunciar un discurso, que se han fraguado cuatro versiones del mismo: la que prepar�, la que dijo, la que los peri�dicos dicen que dijo, y la que, de regreso a su casa, desear�a haber dicho. �DEBEMOS EMPLEAR NOTAS MIENTRAS HABLAMOS? Aunque excelente improvisador, Lincoln, desde que estuvo en la Casa Blanca, no pronunci� nunca un discurso, ni siquiera los poco ceremoniosos que dec�a a su gabinete, sin haberlo escrito antes cuidadosamente. Desde luego, estaba obligado a leer el mensaje inaugural. La fraseolog�a exacta de discursos de Estado que deben pasar a la historia es demasiado importante para confiada a la improvisaci�n. Pero cuando estaba en Illinois, Lincoln no usaba ni siquiera notas para hablar. "Tienden a cansar y confundir al oyente", dec�a. Y �qui�n de nosotros, digo, ser� capaz de contradecirle? � No entibian las notas, acaso, un cincuenta por ciento de nuestro inter�s en el discurso? �No impiden, o, por lo menos, hacen dif�cil ese contacto tan precioso que debe existir entre el orador y el auditorio? �No crean un ambiente de superficialidad? �No contribuyen a hacer creer al auditorio que el orador carece de la confianza y poder de reserva de que no debiera carecer? Hagamos notas, repito, durante la preparaci�n. Notas circunstanciadas; notas en profusi�n. Quiz� parezca provechoso consultarlas mientras ensayamos el discurso a solas. Quiz� nos sintamos m�s c�modos si las tenemos en el bolsillo, ya frente a frente con el auditorio; pero, como el martillo, hacha y serrucho que traen los coches del ferrocarril, debemos considerarlas herramientas de emergencia, s�lo para usadas en caso de desastre, de desbarajuste total, de muerte y de ruina inminentes. 76 Si hemos de usar notas, que sean muy breves, y escritas con letras grandes, en una hoja tambi�n grande. Lleguemos temprano al lugar donde debemos hablar y escondamos las notas detr�s de algunos libros, sobre la mesa. D�mosles un vistazo cuando tengamos necesidad, pero tratemos de ocultar nuestra debilidad al auditorio. John Bright sol�a esconder sus notas dentro de su enorme sombrero, que luego pon�a sobre la mesa, delante de s�. Sin embargo de todo lo dicho, hay ocasiones en que el empleo de notas no revela m�s que prudencia. Por ejemplo, algunas personas en los dos o tres primeros discursos que pronuncian se vuelven tan nerviosas y turbadas que se les hace de todo punto imposible recordar los discursos que hab�an preparado. �Consecuencias? Que describen una tangente; olvidan el material que con tanto cuidado hab�an ensayado; caen del camino real y echan a andar errantes y dando tumbos por la marisma. �Qu� inconveniente hay en que tales personas tengan algunas notas muy escuetas en la mano durante sus primeros intentos? Un ni�o ase los muebles cuando comienza a caminar; pero luego ya anda solo. NO APRENDAMOS LOS DISCURSOS AL PIE DE LA LETRA No leamos ni tratemos de recordar los discursos palabra por palabra. Esto lleva tiempo e invita al desastre. A pesar de esta advertencia, algunos de los que esto lean probar�n a hacerlo. Pues bien, cuando se levanten a hablar, �en qu� estar�n pensando?, �en el discurso? No. Estar�n tratando de recordar la fraseolog�a exacta. Estar�n pensando hacia atr�s, no hacia adelante, invirtiendo el proceso normal de la mente humana. La exposici�n ser� dura, fr�a, ins�pida, inhumana. No malgastemos, lo pido por favor, horas y energ�as en inutilidad semejante. Cuando tenemos que celebrar conferencia con otra persona, con alg�n motivo importante, �aprendemos de coro l o que tenemos que decir? �S� o no? Desde luego que no. Reflexionamos hasta que tenemos bien grabados en la mente 77 los conceptos principales. Acaso hagamos algunas notas y revisemos algunos antecedentes. "Mencionar� tal y tal punto -nos proponemos-. Le dir� que se debe hacer tal cosa por tales razones..." Luego nos enumeramos las razones y las aclaramos con ejemplos concretos. �No seguimos este m�todo cuando tenemos que celebrar conferencia con otra persona? �Por qu�, pues, no usamos este mismo m�todo de sentido com�n cuando preparamos un discurso? Cuando el general Lee pidi� al general Grant que escribiese las condiciones de la rendici�n, �ste se volvi� hacia el general Parker y le pidi� recado de escribir. "Cuando puse la pluma sobre el papel -cuenta Grant en sus Memorias-, no sab�a con qu� palabra comenzar a escribir las condiciones. S�lo sab�a lo que ten�a en la mente, y quer�a expresarlo con claridad para que no hubiese mala interpretaci�n." No era necesario que el general Grant supiese con qu� palabra comenzar. Ten�a ideas.Ten�a convicciones.Ten�a algo que ardientemente deseaba decir, y ello con claridad. El resultado fu� que su fraseolog�a habitual surgi� sin esfuerzo consciente. Lo mismo sucede con todas las personas. Si alguien hay que lo dude, pruebe a darle una trompada a un basurero municipal; cuando el basurero reaccione, ya hallar�, y con mucha facilidad por cierto, palabras para expresarse. Hace dos mil a�os, Horacio escribi�: "No busquemos palabras, sino hechos e ideas, Y copiosas vendr�n las palabras no buscadas." Luego que hemos fijado firmemente las ideas, ensayemos el discurso desde el principio hasta el final. Hag�moslo en silencio, mentalmente, mientras vamos por la calle, mientras esperamos que llegue un tranv�a o un ascensor. Encerr�monos solos en un cuarto y repit�moslo a voz normal, gesticulando, poniendo en ello todo nuestro calor y nuestra energ�a. El can�nigo Little, de Canterbury, sol�a decir que ning�n predicador pod�a comprender el verdadero significado de su serm�n sino despu�s de haberlo predicado seis veces. �Podemos 78 nosotros, pues, esperar que comprenderemos el verdadero significado de nuestro discurso sin antes haberlo ensayado, por lo menos, otras tantas veces? Mientras ensayamos, imaginemos que tenemos un auditorio real delante de nosotros. Imagin�moslo con tanto vigor, que cuando nos hallemos frente a frente con el auditorio nos parezca una experiencia ya vieja. Esta es la raz�n por la que tantos criminales son capaces de subir al cadalso blasonando de tan valientes; han subido tantas miles de veces en su imaginaci�n, que no lo temen. Cuando se realiza la ejecuci�n real, les parece que es algo que ya han experimentado anteriormente. POR QUE LOS LABRIEGOS CREIAN QUE LINCOLN ERA "LA MAR DE PEREZOSO" Si ensayamos nuestros discursos en la manera que queda dicho, estaremos siguiendo el ejemplo de muchos oradores famosos: Lloyd George, cuando era miembro de una sociedad de debates de su ciudad natal del reino de Gales, sol�a vagar por los senderos agrestes, hablando y gesticulando a los �rboles y a los postes de las cercas. Lincoln, en los d�as de su juventud, caminaba a menudo treinta o cuarenta millas para escuchar a un orador famoso. Volv�a tan excitado de estas escenas, tan resuelto a ser orador, que reun�a a los dem�s peones en medio de la campi�a y, subi�ndose sobre un toc�n, les echaba discursos y les contaba cuentos. Los capataces se enfadaban y declaraban que este Cicer�n campestre era "la mar de perezoso", y que con sus cuentos y ret�ricas estaba echando a perder a todos los otros peones. Woodrow Wilson tambi�n aprendi� a hablar en una sociedad de debates. Beecher y Burke lo mismo. Estudiemos la carrera de famosos oradores y hallaremos un factor que se cumple en todos ellos: ensayaron. ENSAYARON. Y aquellos que adelantan con mayor rapidez en este curso son aquellos que ensayan con mayor paciencia. �Que no hay tiempo para esto? Pues hagamos entonces 79 lo que Joseph Choate. Compraba �ste el peri�dico por la ma�ana y hund�a en �l la cabeza mientras iba a su oficina en el tranv�a, con lo cual nadie le importunaba. Pero, en vez de leer las cr�nicas de esc�ndalos ef�meros y chismograf�as, pensaba y planeaba sus discursos. Depew llev� vida activa como presidente de ferrocarriles y senador nacional. Sin embargo, durante todo el tiempo, pronunciaba discursos casi diariamente. "Nunca dej� que los discursos me distrajeran de los negocios -dec�a-. Los preparaba siempre despu�s de llegar a casa de la oficina, al atardecer." Todos tenemos tres horas por d�a para hacer lo que nos venga en gana. Este era todo el tiempo de que dispon�a Charles Darwin para trabajar, por lo precario de su salud. Y tres horas, de veinticuatro, empleadas sabiamente, le dieron fama mundial. Cuando Roosevelt estaba en la Casa Blanca, dedicaba a menudo toda una ma�ana a una retahila de entrevistas de cinco minutos de duraci�n. Sin embargo, ten�a siempre un libro cerca de s� para aprovechar aun los breves segundos libres que se produc�an entre compromiso y compromiso. Si alguien hay que est� muy ocupado y a quien el tiempo apremie, le ruego lea el libro de Arnold Bennett C�mo vivir con veinticuatro horas por d�a. Que arranque cien p�ginas y las guarde en el bolsillo; que las lea durante los segundos libres. Yo le� el libro en dos d�as por ese m�todo. Esto ense�a a ahorrar tiempo, a aprovechar mejor el d�a. Es menester que tengamos descanso y variedad en nuestro trabajo diario. Trabajo y variedad es lo que debe ser el ensayo. Si es posible, pong�monos de acuerdo con otros alumnos del curso para reunirnos una noche adicional por semana a fin de ensayar. Si no podemos hacer esto, juguemos al "juego de la improvisaci�n" en nuestra propia casa y con nuestra propia familia. C�MO SE DIVERT�AN CARLITOS CHAPLIN Y DOUGLAS FAIRBANKS Es perogrullada decir que Carlitos Chaplin y Douglas Fairbanks tienen suficiente dinero como para divertirse un poco; pues, sin embargo de toda su riqueza y fama, no han hallado mejor diversi�n,manera m�s agradable de pasar las noches, que practicando la improvisaci�n. Aqu� tenemos el relato, tal como lo escribi� Douglas Fairbanks hace algunos a�os en laRevista Americana: "Una noche est�bamos de juerga, y yo present� a Carlitos a los comensales de un banquete imaginario. Este tuvo que levantarse y echar un discurso que armonizara con la presentaci�n. Y de esto naci� un juego que hemos estado practicando casi todas las noches durante dos a�os. Cada uno de los tres (Mary Pickford, Chaplin y Fairbanks) escribe sendos temas sobre un pedazo de papel. Luego los plegamos y mezclamos. Cada uno de nosotros saca uno de estos papelitos. Cualquiera que sea la palabra, tenemos que levantarnos sucesivamente y hablar durante sesenta segundos sobre esa palabra. Nunca usamos la misma palabra dos veces. Esto mantiene siempre nuevo el juego. Y usamos toda clase de palabras. Recuerdo una noche cuando dos de las palabras eran Fe y Pantallas. Pantallas me toc� a m�, y fu� una de las tareas mas engorrosas que haya tenido en mi vida esta de hablar durante sesenta segundos sobre Pantallas. Si alguien hay que lo crea f�cil, trate de hacerlo. Se comienza con mucho valor: "Las pantallas tienen dos usos: modifican y menguan la luz, y sirven de adorno". Y aqu� se atasca uno, a no ser que sepa bastante m�s sobre pantallas de lo que yo s�. De alg�n modo, sin embargo, consegu� mantenerme a flote. Pero lo importante est� en c�mo se nos ha aguzado el ingenio desde que comenzamos a jugar a esto. Hemos ampliado nuestros conocimientos en una porci�n de objetos varios. Pero, lo que es mucho mejor, estamos aprendiendo a concentrar nuestros conocimientos y pensamientos en cualquier tema con s�lo un momento de plazo. Estamos aprendiendo a pensar de pie. Digo estamos porque a�n seguimos con el juego. No nos hemos cansado en casi dos a�os, lo cual significa que todav�a nos est� aprovechando." si so SUMARIO 1. "El arte de la guerra -dec�a Napole�n-, es una ciencia en la que nada sale bien si previamente no se la calcula y medita." Esto es tan cierto del arte de tirar tiros como del arte de hablar en p�blico. Un discurso es un viaje. El orador que no arranca de alguna parte, generalmente no llega a ninguna parte. 2. No se pueden dar reglas infalibles, rigurosas, sobre el ordenamiento de ideas y la construcci�n de todos los discursos. Cada discurso tiene sus problemas peculiares. 3. El orador debiera tratar completamente un punto mientras est� en �l, y luego no tocarlo m�s. Como ejemplo leamos el discurso de Nari�o. No tiene �ste que ir de un lugar a otro, sin rumbo, como un murci�lago al anochecer. 4. Andr� Siegfried ha dado el siguiente plan de trabajo intelectual: Respetar el hecho: observarlo 1. Sacudir la pereza mental. tal como es. 2. Observar antes de discutir No creer lo que se desea creer. 3. Masticaci�ny digesti�n. (Para esto es necesario tadura y mejor est�mago.) 4. Medir y pesar las cosas, compararlas con afinidad con ellas. 5c Situar el asunto. G. Administrar bien la memoria: cantes, y olvidar los otros. Reclutamiento de ideas. 7. Proceder como un general Movilizaci�n. en la guerra. Concentraci�n en los lugares de combate. Tener siempre presente el motivo esencial que hace actuar 8c a los hombres en la vida (factor psicol�gico). 9. "La verdad est� siempre en la oposici�n" dec�a Paul Val�ry. No debemos creer nada porque nos lo digan." La verdad debe instalarse en nuestro esp�ritu merced a nuestro propio esfuerzo." Saber presentar el problema; determinar un eje al asunto, y no apartarse de este eje; y si es necesario apartarse, no perderlo de vista. El hombre justo es aquel que tiene los pies en el suelo. El hombre inteligente, pero no justo, puede razonar brillantemente, pero sus razonamientos de nada sirven porque tiene los pies en el aire. Un problema bien presentado es un problema medio resuelto. Bosquejar, proponer las soluciones posibles. S. Tambi�n este plan puede resultar muy �til: 1. Mostrar algo que est� mal. 2. Mostrar c�mo se lo puede remediar. 3. Pedir cooperaci�n. 6. He aqu� un plan excelente. (Para mayores detalles, ver el cap�tulo XV): 1. Atraigamos la atenci�n y el inter�s del p�blico. 2. Ganemos la confianza del auditorio. 3. Digamos lo que tenemos que decir; eduquemos a la gente respecto del m�rito de nuestra proposici�n. 4. Toquemos los resortes que hacen actuar a los hombres. 7. Antes de hablar, Lincoln meditaba sus conclusiones con exactitud matem�tica. Cuando ten�a cuarenta a�os de edad, y despu�s de haber sido miembro del Congreso, estudiaba a�n a Euclides para descubrir sofismas y demostrar sus conclusiones. 8. Cuando Roosevelt preparaba un discurso, consegu�a cuantos datos pod�a, escog�a los m�s �tiles y luego dictaba su discurso apresuradamente, correg�a la copia dactilogr�fica, y por fin lo dictaba de nuevo. 9. Si es posible, dictemos la conferencia a un dict�fono y luego escuch�mosla. 10. Las notas destruyen un cincuenta por ciento del inter�s en nuestro discurso. Evit�moslas. Sobre todo, no leamos nuestros discursos. Los auditorios apenas pueden soportar cosa semejante. 11. Despu�s de haber pensado y dispuesto el discurso, practiqu�moslo interiormentemientras vamos por la calle. 82 83 Entremos en alg�n lugar donde podamos estarsolos, y repas�moslo desdeel principio hasta el final, con gestos y calor. Imaginemos que el auditorio est� frente a nosotros. Cuanto m�s ensayemos,m�sc�modos nos sentiremos al llegar el momento de hablar. "�Reci�n ahora me lo dices!", por "�Pues no pudiste dec�rmelo antes!", "�Por qu� no me lo dijiste antes?", etc. "Reci�n ahora comprendo su abnegaci�n", por "S�lo ahora comprendo su abnegaci�n", etc. EJERCICIO VOCAL. EL REPOSO ABSOLUTO VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO otras, se acenPor arca�smo unas veces, y por ignorancia t�an err�neamente los siguientes vocablos: CORRECTO INCORRECTO Transe�nte Zafiro C�firo Endocrina Poligloto Fl�ido Neumon�a Represalia Decigramo Decilitro Dec�metro Ventriloquia Telegrama Transeunte Z�firo Cefiro End�crina Pol�gloto Fluido Neumonia Represal�a Decigramo Decilitro Dec�metro Ventroloqu�a Tel�grama GRAM�TICA Reci�n se usa antepuesto a participios pasivos, tales Reci�n s�lo casado, etc. venido, llegado, como Reci�nllegado, Reci�nnacido, Reci�nterminado. "Reci�nvino Juan", debe reemplazarse por "Acaba de venir Juan." 84 "Se arruinan, probablemente, m�s voces por el esfuerzo que por cualquier otra causa -dec�a la Schumann-Heink-. El cantante debe estar en reposo. Esto no significa flojedad. No significa que el cantante deba desfallecer. Reposo, como lo entendemos los cantantes, es un maravilloso estado de fluctuaci�n, de ligereza, de libertad, de comodidad, y una falta absoluta de tensi�n en todas partes. Cuando estoy en reposo, tengo la sensaci�n de que cada �tomo del cuerpo flotara en el espacio. No tengo un solo nervio- en tensi�n." La Schumann-Heink se refiere al canta; pero, desde luego, esto mismo se aplica al habla. El esfuerzo arruina las voces, nos dice; y �qu� m�s com�n en esta �poca de apresur miento que el esfuerzo y la tensi�n de los nervios? Todo esto se nota tan claramente en la voz como en el rostro. ï¿T ½ ranquilidad! �Reposo! Estos debieran ser nuestros lemas. � Reposo! �Tranquilidad!Tales palabras debieran ser nuestro santo y se�a. Bonci, un famoso cantante de �pera, dec�a que el reposo era el fundamento de una buena voz. �C�mo hacer para lograr esto? Primero, aprendamos a "relajar" el cuerpo. Todo nuestro organismo influye sobre las cuerdas vocales. La imperfecci�n en la caja de resonancia de un piano, aunque s�lo sea un tornillo flojo, repercutir� en el tono. Y como en nuestra voz repercuten tambi�n todas las partes del cuerpo, un poco de tensi�n aqu� y all� impedir� la perfecci�n que de suyo tenga. �Podemos relajarnos? Es sencillo: relaj�monos y ya estamos al cabo de la calle. No hay que hacer nada. Hay que no hacer. No es un esfuerzo que se requiera. Es precisamente la falta de ese esfuerzo: Pongamos el brazo horizontal, hacia adelante. Relaj�moslo. �Cay� como un p�ndulo, y oscil� varias 83 veces antes de quedarse quieto? Si no oscil�, no lo hemos relajado. Lo hemos bajado simplemente. Probemos de nuevo. �Qu� tal esta vez? Todas las noches, cuando vayamos a la cama coloqu�monos de espalda y respiremos profundamente, diafragm�ticamente, tal como indicamos en los dos primeros cap�tulos. Pero antes de comenzar este ejercicio, relaj�monos. Relajemos todo el cuerpo. Relaj�monos completamente. Sint�monos inertes como un saco de algod�n. Imagin�monos que toda la energ�a de los brazos, de las piernas, del cuello, fluye hacia el centro del cuerpo. Debemos relajarnos tanto que la quijada se nos abra. Logremos que los brazos, las piernas y el tronco pesen sobre la cama, con tanto peso y tan sin vida que parezca que nunca ya tendremos suficiente fuerza para levantarlas de nuevo. Sint�monos perezosos. Ahora, respiremos profundamente, lentamente, naturalmente, sin pensar sino en estar c�modos y en reposo completo. Ciertamente, el pensamiento de las preocupaciones, los problemas, las ansiedades diarias, pueden invadirnos el cerebro y bullir en �l como una copia de mosquitos que nos fastidiasen y nos pusiesen los nervios "de punta". Si sucede esto, espantemos esos pensamientos como espantar�amos los mosquitos. Espant�moslos con palabras tranquilizadoras a este tenor: "Estoy tranquilo. Estoy en reposo absoluto. Me siento como si no tuviese fuerzas para levantar el brazo. Estoy completamente relajado". Estas palabras, y el ritmo de la profunda respiraci�n, deben sumirnos en ese adormecimiento que pronto se convierte en sue�o, ese sue�o que, al decir de Shakespeare, "teje la deshebrada seda de los cuidados, la muerte de cada diaria vida, es el ba�o de la dura faena, el b�lsamo de los esp�ritus heridos", etc. ï¿Q ½ u� refrescante, qu� calmante, qu� reparador ser� un sue�o as�! Cuando hayamos desarrollado la deliciosa sensaci�n de esta clase de reposo, tratemos de introducirla tambi�n en nuestra vida cotidiana. Y cuando hablemos, hagamos por sentirnos 86 como la Schumann-Heink cuando reposaba. "Tengo la sensaci�n de que cada �tomo del cuerpo flotara en el espacio. No tengo un solo nervio en tensi�n". Cuando hagamos esto y respiremos correctamente, y dominemos la respiraci�n, estaremos solamente a un paso de tener buena voz. 87 CAP�TULO IV PERFECCIONAMIENTO DE LA MEMORIA El aprendizaje est� relegado a la memoria, que lo ejecuta de modo gen�ticamente aut�nomo, es decir, independiente de la inteligencia. Pero dejemos clara constancia de esto: aprender no equivale completamente a "memorizar", el aprendizaje no ha de confundirse con la mnemotecnia. "Memorizar" es concentrarse toda la persona sobre el material, y la reproducci�n de �ste es reacci�n de toda la persona, y, por lo tanto, limitadamente, creaci�n. Pero cuando la reproducci�n no se realiza al pie de la letra, lo cual. sucede ordinariamente, esa es la m�s creativa de todas las reproducciones. SANTE DE SANCTIS Generalmente, los perezosos no ponen atenci�n en lo que leen, y creen poderlo meter en la memoria leyendo y releyendo materialmente muchas veces, desde el principio al fin, el trozo que han de aprender. Hay, en cambio, quienes en quince minutos aprenden tanto como aqu�llos en tres horas, y saben el sentido de lo aprendido, que los otros ignoran. Lo cual es debido a que �stos cuidan no tanto de la palabra como de su interior significado; es decir: en su ejercicio se sirven de la atenci�n. "La persona media -dice el famoso psic�logo Charles Seashore-, no emplea m�s del diez por ciento de su verdadera capacidad heredada para la memoria. Malgasta un noventa por ciento por violar las leyes naturales de la memoria.�Hay alguno entre nosotros que sea ese individuo medio? Si lo hay, esa persona est� luchando con una desventaja social e intelectual; la lectura y relectura de este cap�tulo le ser� muy provechosa e interesante. Describe y explica estas leyes naturales de la memoria y nos adiestra en el modo de emplearlas, as�para nuestras actividades generales como para la oratoria. Estas "leyes naturales de la recordaci�n" son muy sencillas. Son s�lo tres. Todos los llamados sistemas mnemot�cnicos se han fundado sobre la base de ellas. Y son, brevemente: la impresi�n,la repetici�n, yla asociaci�n. El primer mandato de la memoria es: obtener una impresi�nprofunda, vivaz y duradera de la cosa que deseamos retener. Y para esto, hemos menester concentrarnos. Don Marcelino Men�ndez y Pelayo ten�a una memoria extraordinaria. Antes de los 20 a�os sab�a ya de memoria todo el Quijote, toda la Historia de Espa�a de Mariana y parte de la Biblia. Y no poco de esta extraordinaria facilidad se deb�a a esto: las impresiones que recib�a quedaban grabadas en acero, no escritas en la arena. Hab�a logrado, por la pr�ctica y por el inter�s apasionado que pon�a en sus estudios, poder abstraerse en las m�s adversas circunstancias. Tan as� es, que si su madre no velaba constantemente por �l, olvidaba comer y dormir durante d�as enteros. Tambi�n Canalej as goz� de memoria afortunada e intensa capacidad de abstracci�n.Ten�a la curiosa costumbre, cuando se engolfaba en ROBERTO ARDIG� 91 sus pensamientos, de irse despojando de sus prendas. Se quitaba primero el reloj, luego las monedas, los papeles, el pa�uelo, y cuanto hab�a en los bolsillos. Luego se quitaba la corbata, la americana, y, finalmente, la camisa. Todo esto maquinalmente, sin sospechar siquiera que lo estuviese haciendo. Cinco minutos de concentraci�n vivaz, vigorosa, dar� resultados m�s beneficiosos que d�as enteros de errar distra�dos en sopor mental. "Una hora intensa -escrib�a Henry Beecher- es m�s provechosa que a�os vaporosos." "Si hay algo que me haya parecido m�s importante que lo dem�s -dice Eugene Grace-, y que pongo en pr�ctica todos los d�as y en todas las circunstancias, es el reconcentramiento en lo que est� haciendo." Este es uno de los secretos del poder, especialmente del poder de la memoria. NO VE�AN UN CEREZO Thomas Edison descubri� un d�a que veintisiete de sus asistentes hab�an estado usando, todos los d�as durante seis meses, cierto sendero que comunicaba su f�brica de l�mparas con su f�brica general. En este sendero crec�a un cerezo y, sin embargo, cuando se interrog� a estos hombres, se hall� que ninguno de ellos hab�a reparado en la existencia del tal cerezo. "El cerebro del individuo medio -hace notar Edison con vehemencia- no observa la mil�sima parte de cuanto observan los ojos. Es casi incre�ble la pobreza de nuestro er de observaci�n, de verdadera observaci�n." Presentemos al individuo medio a dos o tres amigos, y, seguramente, a los dos o tres minutos no podr� ya recordar el nombre de ninguno. �Por qu�? Porque no repar� en ellos suficientemente, porque no los observ� con precisi�n. Probablemente nos diga que es flaco de memoria. Pues no lo es; es flaco de observaci�n. Seguramente, no dir�a de una c�mara fotogr�fica que no sirve porque en la niebla no saque fotogra92 f�as; sin embargo, espera que su mente retenga impresiones borrosas y nebulosas en extremo. Desde luego, no puede ser. Pulitzer ten�a tres palabras colocadas sobre su escritorio, en la editorial: PRECISI�N PRECISION PRECISI�N Esto necesitamos. Escuchemos el nombre con precisi�n. Pid�mosle que lo repita. Si es un nombre extranjero,preguntemos c�mo se escribe. Nuestra nueva relaci�n se sentir� halagada por ese inter�s, y nosotrospodremos recordar su nombre porque nos hemos concentrado. Hemos recibido una impresi�n clara, precisa. POR QUE LINCOLN LE�A EN VOZ ALTA Lincoln, en su juventud, asist�a a una escuela cuyo piso era de maderas rotas; en vez de vidrio, pon�an en las ventanas sucias p�ginas de cuadernos para que entrase laluz. S�lo hab�a un libro de texto, y el maestro lo le�a en voz alta. Los alumnos repet�an sus palabras, todos a un tiempo. Era un constante murmullo, y los vecinos dieron en llamar a esta escuela "la escuela bulliciosa". En la escuela bulliciosa Lincoln adquiri� una costumbre que no perdi� m�s: la de leer siempre en voz alta cualquiera cosa que desease aprender. Todas las ma�anas, al llegar a su bufete de Illinois, se tiraba sobre un sof�, pasaba la larga pierna por encima de la silla, y le�a el diario en voz alta. "Me fastidiaba -dec�a su socio- hasta m�s no poder. Un d�a le pregunt� por qu� le�a as�. Y esta fu� su explicac �Cuando leo en voz alta, hay dos sentidos que cogen la i dea: primero, veo lo que leo; segundo, lo oigo, y por tanto lo puedo recordar mejor�." Su memoria era poderosa. "Mi cerebro -dec�a �l mismoes como un pedazo de acero: muy dif�cil grabar nada sobre �l,pero casi imposible, una vez que se ha grabado, de borrarlo." 93 Aplicar dos de los sentidos era su m�todo. V� t�, y haz esto mismo... Lo ideal ser�a no s�lo ver y o�r lo que hemos de recordar, sino tambi�n tocarlo y olerlo y gustarlo. Pero, sobre todo, verlo. La vista es nuestro sentido m�s desarrollado. Las impresiones visuales quedan. Muchas veces podemos recordar la cara de una persona aunque hayamos olvidado su nombre. Los nervios que van de los ojos al cerebro son veinte veces m�s largos que los que van de los o�dos. Los chinos tienen un proverbio que dice: "Ver una vez equivale a escuchar mil veces". Escribamos el nombre; el tel�fono; el subt�tulo del discurso que queramos recordar. Mir�moslo. Cerremos los ojos. Represent�monoslo en letras de fuego. C�MO APRENDI� MARK TWAIN A HABLAR SIN NOTAS El descubrimiento de c�mo usar su memoria visual permiti� a Mark Twain descartar las notas que hab�an estorbado sus discursos durante a�os.He aqu� la historia, tal como la narr� �l: "Las fechas son dif�ciles de recordar porque consisten fras: las cifras son mon�tonamente lisas, en apariencia, y no se fijan en la memoria. No forman ninguna figura, y entonces no dan oportunidad de que se graben. Las figuras en cambio s� pueden grabar una fecha en la memoria. Pueden grabar casi cualquier cosa, sobre todo si la figura la hacemos nosotros mismos. Este es, realmente, el punto principal: hacer la figura nosotros mismos. Lo s� por experiencia. Hace treinta a�os daba yo una conferencia aprendida de memoria, noche tras noche, y cada vez que la pronunciaba ten�a que ayudarme de una p�gina de notas para no confundirme. Las notas eran principios de p�rrafo, y sumaban once en total. Eran, m�s o menos, as�: "En aquella regi�n el tiempo... "A la saz�n era costumbre... "Pero en California uno nunca escuchaba... Me circunscrib�an la a conferencia y me imped�an "As�, once. que me salteara alg�n punto. Pero todas eran iguales en la hoja 94 �sta;no formaban una figura. Las sab�a de memoria y, sin embargo, nunca pod�a con certeza recordar el orden de la sucesi�n; por lo tanto, ten�a que estar constantemente con las notas en la mano y mirarlas de vez en cuando. Cierta vez las perd�. No creo que nadie pueda imaginar el terror indescriptible que sent� aquella tarde. Entonces comprend� que deb�a inventar algo m�s seguro. Aprend� de memoria diez letras iniciales, en el orden que les correspond�a, E, A, P, etc., y sub� al tablado la pr�xima noche con estas iniciales marcadas en las u�as. Pero no me di� resultado. Record� en qu� dedo iba por un rato, pero luego ya no supe cu�l era el-�ltimo que hab�a mirado. Ni pod�a borrarme las letras a medida que las iba usando, porque, aunque esto hubiera asegurado el �xito, habr�a despertado demasiada curiosidad. La despert� bastante sin ese ardid. El auditorio cre�a que yo estaba m�s interesado en mis u�as que en la conferencia. Una o dos personas me preguntaron m�s tarde qu� me pasaba con las u�as. "Fu� entonces cuando se me ocurri� la idea de las figuras. Esto termin� con mis dificultades. En dos minutos hice seis figuras con mi pluma que reemplazaron, y con gran �xito, a las once frases de clave. Tir� las figuras tan pronto como las hube dibujado, porque estaba seguro de que en cualquier momento, con s�lo cerrar los ojos, las podr�a ver. Esto sucedi� hace un cuarto de siglo. La conferencia se me olvid� hace m�s de veinte a�os, pero podr�a volver a escribirla a partir de las figuras, porque a�n las recuerdo." Recientemente tuve ocasi�n de pronunciar de memoria un discurso. Quer�a emplear, muy especialmente, el material de este cap�tulo.Aprend� los puntos mediante im�genes. Me i magin� a Men�ndez y Pelayo leyendo mientras su madre le llamaba in�tilmente a comer. Vi a Canalejas quit�ndose sucesivamente las prendas. Vi a Edison contemplando un cerezo. Me represent� a Linco1n leyendo en voz alta. Me figur� M a ark Twain quit�ndose la tinta de las u�as frente a su auditorio. �C�mo record� el orden de las im�genes? �Con uno, do tres, cuatro? No; hubiera sido eso muy dif�cil. Convert� estos n�meros en otras tantas im�genes, y combin� las im�genes de los n�meros con las im�genes de los puntos. Por ejemplo, uno suena igual que huno, de modo que Atila vino a reem9S plazar al n�mero uno: me represent� a Men�ndez y Pelayo luchando a brazo, partido con Atila. Para dos eleg� una palabra que se le pareciese, tos. Me imagin� que las prendas que tres Canalejas se iba quitando tos�an, desenfrenadamente. Para pens� en una palabra que sonase como tres, res. Me represent� a Lincoln tendido sobre una res y leyendo en voz alta. Para cuatro busqu� una palabra que sonara como cuatro:catre. Imagin� a Mark Twain acostado sobre un catre, borr�ndose la tinta de las u�as, al tiempo que hablaba a su auditorio. No se me escapa que muchas personas, al leer esto, pensar�n que semejante m�todo toca en lo rid�culo. Toca, en efecto. Esa es una de las razones por las que da buen resultado. Es relativamente f�cil recordar lo grotesco y rid�culo. Si hubiese tratado de recordar el orden de mis puntos mediante n�meros solamente, habr�a podido olvidarme f�cilmente. Pero, con el m�todo que acabo de describir, era casi imposible no recordarlo. Cuando quise saber cu�l era el tercer punto no tuve m�s que preguntarme qu� hab�a sobre una res. Instant�neamente ve�a a Lincoln. Para mi propio uso, en gran parte, he convertido los veinte primeros n�meros en otras tantas im�genes, seg�n el m�todo ya explicado. Las he incluido aqu�. Si dedicamos media hora a aprender estos n�meros-im�genes, cuando se nos d� una lista de veinte objetos s�lo una vez podremos repetirlos en el orden exacto, y podremos saltarnos a la ventura, diciendo cu�l objeto nos dijeron en octavo lugar, cu�l en el d�cimocuarto, cu�l en el tercero, etc. La Estos son los n�meros-im�genes. Hagamosprueba. la encontraremos divertida: Huno. Imagin�mos a Atilaen su caballo. Tos. Represent�monos un cerezo tosiendo. Res. Veamos el tercer objeto sobre una res. Catre. O cualquier palabra que represente un mal que suene como cuatro. 5. Brinco. Un caballo dando un brinco. 6. Reis. Veamos a un brasile�o contando dinero. 1. 2. 3. 4. 96 7. Ariete. Un grupo de guerreros batiendo las murallas de un castillo sitiado. 8. Chocho. 9. Nieve. Est� nevando y los ni�os est�n haciendo un mu�eco, que tiene una pipa enorme en la boca. Hay que poner vida en la imagen. Esto nos permite recordarla mejor. 10. Pies. Dos pares de pies que bailan una jota con suma agilidad. 11. Pensemos en los once jugadores de un equipo de futbol, corriendo todos juntos y llevando en alto el objeto que desean recordar. 12. Coces. Una mula que da coces. 13. Trozo. Veamos a alguien que hace trozos del objeto d�cimotercero. 14. Divorcio. Un matrimonio que anda a la gre�a. 15. Lince. Un lince que ha cogido el objeto d�cimoquinto entre los dientes, es acosado por una jaur�a de perros. 16. Desinter�s. Se le ofrece a una persona el d�cimosexto objeto como premio, y �sta lo rechaza. 17. Brazalete. Una mujer muy hermosa tiene un brazalete con el objeto grabado en �l. 18. Bizcocho. Un cocinero est� preparando bizcocho, y arroja en la masa el d�cimoctavo objeto. 19c Aguanieve. Un temporal de aguanieve. 20. Venta. Una venta donde se vende el vig�simo objeto. Si queremos probar esto, tenemos que aprender de memoria los n�meros-im�genes. O, si as� lo preferimos, podemos formarnos im�genes propias. Paradiez, podemos pensar en pez, o en fez, o en nuez, en fin, en cualquier palabra que suene como diez. Supongamos que el d�cimo objeto es un molino. Figur�monos entonces un pez sentado en lo alto del molino, o veamos un molino tocado de fez. Y cuando nos pregunten cu�l es el d�cimo objeto, no pensemos en diez. Pensemos simplemente: �d�nde estaba sentado el pez? Quiz� pensemos que no dar� resultado, pero intent�moslo. Pronto sorprenderemos a la gente con lo que ellas considerar�n una capacidad extraordinaria para recordar. De todos modos, como ya le dije, lo encontraremos divertido. 97 DONDE SE APRENDE DE MEMORIA UN LIBRO CASI TAN LARGO COMO EL NUEVO TESTAMENTO Una de las universidades m�s grandes del mundo es la de El Hozar, en el Cairo. Es una instituci�n mahometana que tiene veinti�nmil estudiantes. En el examen de entrada se exige a cada aspirante que repita el Cor�n de memoria. El Cor�n es casi tan largo como el Nuevo Testamento, y se necesitan tres d�as para leerlo. Los estudiantes chinos, o "muchachos del estudio" como los llaman all�, deben aprender de coro algunos de los libros religiosos y cl�sicos de China. �C�mo logran estos estudiantes �rabes y chinos, muchos de ellos personas de talento mediocre, realizar estas haza�as aparentemente prodigiosas de la memoria? Por la repetici�n,segunda "ley natural de la memoria". Podemos recordar una cantidad casi interminable de material si lo repetimos suficientemente a menudo. Repasemos lo que queremos recordar. Us�moslo. Apliqu�moslo. Empleemos las palabras reci�n aprendidas. Llamemos a los extra�os por sus nombres si queremos recordarlos. Hablemos en nuestras conversaciones sobre los puntos que vamos a tocar en nuestro discurso. Todos los conocimientos que son empleados tienden a fijarse en la memoria. LA CLASE DE REPETICI�N QUE APROVECHA Pero el simple repetir, ciego y mec�nico, de una cosa, no es suficiente. La repetici�n inteligente, la repetici�n efectuada de acuerdo con ciertos rasgos bien establecidos del cerebro, eso debemos hacer. Por ejemplo, el profesor Ebbinghaus di� a sus estudiantes una larga lista de palabras que carec�an de sentido, para que las aprendieran de memoria: "deyux", "qoli", etc. Y descubri� que estos estudiantes aprend�an igual cantidad de palabras con treinta y ocho repeticiones, efectua-. das en tres d�as, que con sesenta y ocho, cuando las hac�an de una vez. 98 Otras pruebas psicol�gicas han arrojado, en repetidas ocasiones, resultados similares. Este es un hallazgo muy significativo con respecto al funcionamiento de nuestra memoria. Quiere decir que sabemos ahora que el individuo que se sienta y repite una cosa una y otra vez hasta que por fin la fija en su memoria, est� gastando el doble de tiempo y energ�a que se necesita para obtener el mismo resultado' dando se divide el proceso de la repetici�n en sensatos intervalos. Esta peculiaridad de nuestra mente -si podemos llamarla peculiaridad- puede ser explicada por dos factores: Primero: durante los intervalos entre las repeticiones, nuestro subconsciente est� ocupado en asegurar m�s fuertemente las asociaciones. Como apunta muy cuerdamente William James: "Aprendemos a nadar durante el invierno y a patinar durante el verano". Segundo: el cerebro, reanudando la tarea despu�s de intervalos, no se fatiga con el esfuerzo de una aplicaci�n constante. El traductor de "Las Mil y Una Noches" hablaba veintisiete idiomas con perfecci�n; sin embargo, confesaba que nunca hab�a estudiado por m�s de quince minutos a la vez, "puesto que pasado ese tiempo el cerebro pierde su frescura". Seguramente que ahora, despu�s de haber le�do todas estas razones, ninguna persona que se glor�e de tener sentido com�n dejar� la preparaci�n de su discurso para la v�spera del d�a en que lo deba pronunciar. Si as� lo hace, su memoria trabajar�, necesariamente, con s�lo una mitad de su eficacia posible. He aqu� otro hallazgo muy �til sobre la manera en que olvidamos. Los experimentos psicol�gicos han demostrado, en repetidas veces, que del nuevo material que hemos aprendido olvidamos m�s en las primeras ocho horas que durante los pr�ximos treinta d�as. �Vaya proporci�n! Conque, inmediatarnente antes de concurrir a una asamblea, inmediatamente antes de pronunciar un discurso, repasemos nuestros datos, pensemos en lo que vamos a decir, refresquemos nuestra memoria. Lincoln conoc�a el valor de esta pr�ctica, y la empleaba. 99 El humanista Edward Everett le precedi� en el programa de discursos de Gettysburg. Cuando vi� que Everett estaba acerc�ndoseal final de su extensa y cl�sica oraci�n, Lincoln "se volvi� visiblemente nervioso, como le suced�a siempre que otro hombre estaba hablando y tocaba a �l seguirle". Poni�ndose las gafas apresuradamente, extrajo su manuscrito del bolsillo y lo ley� silenciosamente para refrescar su memoria. WILLIAM JAMES EXPLICA EL SECRETO DE UNA BUENA MEMORIA Hasta aqu� lo que ata�e a las dos primeras leyes de la memoria. La tercera, asociaci�n,es, sin embargo, elemento indispensable para recordar. Lo cierto es que ella explica por s�sola la memoria. "Nuestra mente -como hace observar James- es en esencia una m�quina de asociaciones... Supongamos que me estoy callado por un momento y de pronto �Obedece nuestra facultadde digo: �Recordad! �Recordad! memoria y reproduce cualquiera imagen precisa de lo pa-' la Desde luego que no. Se queda en lo vac�o, pregunsado? Necesita, entonces, una �Qu� quiere que recuerde? tando: sugesti�n. Pero, si yo digo que record�is la fecha de vuestro nacimiento, o que record�is qu� tomasteis de desayuno esta ma�ana, o que record�is la sucesi�n de notas de la escala musical, entonces la memoria produce en seguida el resultado exigido: la sugesti�ndetermina un amplio juego de potencialidades hacia un punto particular. Y si nos molestamos a ver c�mo sucede esto, advertiremos inmediatamente que esta sugesti�nes algo asociado por contig�idad a la cosa recordada. Las palabras fecha de mi nacimiento tienen una asociaci�n �ntima con un n�mero, mes y a�o determinados las palabras desayuno esta ma�anacortan toda otra suerte de recuerdo excepto el que se refiere al caf� con leche, tos das y manteca; las palabras escala musical son las eternas vetinas mentales de do, re, mi, fa, sol, la, etc. Las leyes de asociaci�n gobiernan todos aquellos movimientos del pen que no est�n interrumpidos por sensaciones que nos llegue 100 desde fuera. Todo cuanto aparezca en la mente debe ser introducido; y cuando se lo introduce, se asocia con algo que ya hay all�. Esto es igualmente cierto de lo que se recuerda que de todo lo que pensamos. Una memoria educada descansa sobre un sistema organizado de asociaciones; y su bondad depende de dos caracter�sticas: primero: la persistencia de las asociaciones; y, segundo: su n�mero. El secreto de una buena memoria es entonces el secreto de formar diversas y m�ltiples asociaciones con todos los hechos e ideas que queramos retener. Y formar asociaciones con un hecho o idea, �qu� es sino pensar en este hecho o idea tanto como sea posible? En pocas palabras, pues, de dos hombres que tienen la misma experiencia exterior, el que medita m�s en sas experiencias, y las entreteje en relaciones m�s sistem�ticas entre s�, ser� el que tenga mejor memoria." COMO LIGAR HECHOS E IDEAS Muy bien, pero, �c�mo podemos enlazar nuestros datos e ideas para que tengan todos relaci�n sistem�tica entre s�?La respuesta es: hallando su significado, medit�ndolos. Por ejemplo, si nos preguntamos y respondemos estas preguntas sobre cualquier hecho nuevo, tal proceso contribuir� a enlazarlo en relaci�n sistem�tica con otros datos e ideas: a. �Por qu� es esto as�? b. �C�mo es esto as�? c. �Cu�ndo es esto as�? d. �D�nde es esto as�? e. �Qui�n dijo que esto fuera as�? Si es el nombre de un extra�o, por ejemplo, y es un apellido ordinario, podremos quiz�s enlazarlo con alg�n otro amigo que lleve el mismo apellido. En caso contrario, si es un apellido poco com�n, podemos aprovechar para decirlo as�. Esto a menudo hace que la otra persona hable de su nombre. Por ejemplo: mientras escrib�a este cap�tulo, me presentaron a una se�ora llamada Soter. Le ped� que me deletreara el nombre, e hice notar que me parec�a muy raro. -S� --me dijo--, es muy raro. Es una palabra griega que significa "el Salvador". Luego me cont� la historia de la familia de su marido, que hab�a venido de Atenas, y la encumbrada posici�n que hab�an tenido en el gobierno de aquel pa�s. Siempre me ha resultado f�cil hacer que la gente hable de su propio apellido, y ello me ha permitido recordarlos con mayor facilidad. Observemos fijamente el aspecto del extra�o. Reparemos en el color de sus ojos y de su pelo, y miremos detenidamente sus facciones. Fij�monos c�mo viste. Escuchemos su manera de hablar; obtengamos una impresi�n clara, aguda, vivaz de su aspecto y personalidad, y asociemos esto con su nombre. Cuando estas agudas impresiones vuelvan a nuestra mente, arrastrar�n el nombre tras s�. �A qui�n no le ha ocurrido encontrar a una persona por segunda o tercera vez, y comprobar que recuerda su profesi�n pero que ha olvidado el nombre? La raz�n es �sta: la profesi�n de un hombre es algo definido y concreto. Tiene significado. Se nos adhiere como esparadrapo, en tanto que el nombre, sin significado alguno, se nos escurre como el granizo que cae sobre un tejado pino. Por lo tanto, para estar seguros de nuestra facultad de recordar el nombre de una persona, construyamos una frase que se relacione con el nombre y con la profesi�n. No puede haber duda alguna con respecto a la eficacia de este m�todo. Por ejemplo: veinte personas, desconocidas las unas de las otras, se reunieron para estudiar este curso. Se pidi� a cada uno de ellos que se levantara y dijera su nombre y profesi�n, y, a los pocos minutos, todos los presentes pod�an repetir el nombre de cada uno de los otros. Ni siquiera al final del curso se olvidaron de los nombres ni profesiones, porque estaban estrechamente unidos. Estaban adheridos. Vayan aqu� los diez primeros nombres, por orden alfab�tico, del grupo mencionado; damos al lado las diez frases, un poquito disparatadas, que se emplearon para enlazar nombres con profesiones. 102 Gloria Blanco (profesora) -"Las profesoras quieren que sus alumnas vistan impecablemente de blanco." Antonio Cadenas (poeta) -"Los poetas son tan d�biles que no pueden romper caderas." Tom�s Camino (m�dico) -"La medicina va por buen camino." Antonio Casero (Estudiante de Filosof�a y Letras) -"Los estudiantes de filosof�a y letras suelen ser muy caseros." Jos�Mar�a Gal�n (periodista) -"Cada periodista es un gal�n en potencia." Luis Dom�nguez (abogado) -"Los abogados no trabajan en domingos." Alberto Molares (banquero) -"Los molares de los banqueros est�n revestidos de oro." Edrnundo Montagne (estudiante de ingenier�a) -"Los ingenietos perforan las monta�as con sus m�quinas." Alfredo Rojas (oculista) -"Cuando los ojos se encarnizan y ponen rojos, hay que ir al oculista." Fernando Silva (dentista) -"Los dentistas, mientras sacan las muelas, silban." C�MO RECORDAR FECHAS Las fechas se pueden recordar mejor si las relacionamos con fechas fijadas ya firmemente en la memoria. �No es m�s dif�cil,por ejemplo, recordar que Rub�n Dar�o muri� en 1916, que recordar que muri� a mediados de la Gran Guerra? Si alguien que no sea australiano trata de recordar que la primera colonizaci�n de Australia se efectu� en 1788, probablemente lo olvidar� en muy poco tiempo. Pero es mucho m�s f�cil si lo relaciona con la Revoluci�n Francesa, y piensa que la primera colonizaci�n australiana se llev� a cabo un a�o antes de la toma de la Bastilla. Es como torcer una tuerca sobre un tornillo flojo. All� se queda. Conviene practicar este principio cuando buscamos un n�mero telef�nico. Por ejemplo, el n�mero del autor, durante l a guerra, era 1776. Nadie ten�a dificultad para recordarlo, porque es el a�o de la independencia de los Estados Unidos. Si puede uno conseguir de la compa��a n�meros tales como 103 1492, 1810, 1914, 1918, etc., sus amigos no tendr�n necesidad de consultar la gu�a de tel�fonos. Podr�an quiz�s olvidar el n�mero si se lo damos sin llamarles la atenci�n; pero lo recordar�n si les decimos: -No te puedes olvidar de mi n�mero: descubrimiento de Am�rica. �Cu�l es el mejor modo de recordar las siguientes fechas? a. 1616: Muerte de Cervantes; b. 1713: Tratado de Utrecht; c. 711: Invasi�n de Espa�a por los �rabes; d. 1859: Nacimiento de Manuel Guti�rrez N�jera; e. 1492: Conquista del reino de Granada. Seguramente se nos har�a cansador aprender, por simple repetici�nmec�nica, los nombres de las ocho rep�blicas centroamericanas en el orden en que se emanciparon de su mediante una historia imagimetr�poli. Pero enlac�moslas naria, y lo lograremos con s�lo una fracci�n del tiempo y esfuerzo. Leamos el p�rrafo siguiente una sola vez. Reconcentr�monos.Al terminarlo, veremos que podemos repetir los nombres en el orden deseado: Guatemala, "Un nicarag�ense llamado Domingo, que viv�a en se fu� a pasar las vacaciones C a osta Rica. Y all� top� con un antiguo amigo y compatriota suyo, famoso por las honduras en que sol�ameterse de estudiante, que se llamaba Salvador. Salvador, que hab�a sido un muchacho pobre y virtuoso, estaba ahora hecho una cuba y gastaba g�neros de inmejorable calidad, zapatos del panam�." m�s fino cuero, y un valios�simo podemos recordar nuestros puntos asoci�ndolos con algo que ya tengamos en la mente. Debieran estar enlazados en orden tan l�gico, que el primero conduzca inevitablemente al segundo y el segundo al tercero, tan naturalmente como la puerta de una habitaci�n conduce a la habitaci�n pareda�a. Esto puede parecer sencillo, pero acaso no lo sea tanto para el principiante, cuya capacidad de razonar ha sido puesta fuera de combate por el miedo. Hay, sin embargo, un m�todo para enlazar los puntos, que es a la vez f�cil, r�pido y seguro. Me refiero al uso de una frase desatinada. Por ejemplo, supongamos que tenemos que hablar sobre un verdadero revoltillo de ideas, no asociadas y, por tanto, dif�ciles de recordar. Sean los puntos vaca, cigarro, Napole�n,casa y religi�n.Tratemos ahora de soldar estas ideas como si fueran eslabones de una cadena, mediante esta frase absurda: "La vaca fum� un cigarro y di� una cornada a Napole�n, despu�s de lo cual la casa se incendi� de religi�n". Y ahora, tapemos con la mano esta frase y respondamos a las siguientes preguntas: �Cu�l es el tercer punto del discurso? �Cu�l el quinto, el cuarto, el segundo, el primero? � Da resultado el m�todo? �Por cierto que s�! Y pido a los alumnos de este curso que lo empleen. Cualquier grupo de ideas puede ser unido de este modo, y cuanto m�s rid�cula sea la frase que resulta, tanto m�s f�cil ser� el recordarla. QU� HACER EN CASO DE OLVIDO COMPLETO C�MO RECORDAR LOS PUNTOS DE NUESTROS DISCURSOS Hay solamente dos modos posibles por los cuales podemos pensar en algo; el primero es mediante un est�mulo externo. El segundo, mediante asociaci�n con algo que ya tenemos en la mente. Aplicado esto a discursos, significa, ni m�sm menos: primero: que podemos recordar nuestros puntos mediante el auxilio de est�mulos, tales como notas - pero, �a qui�n le gusta ver a un orador que emplee notas? Segundo: 104 Supongamos que, a pesar de toda su preparaci�n y precauciones, un orador, en medio de su discurso, se encuentra de pronto con que no tiene nada en el cerebro, se encuentra de pronto frente a frente con su auditorio, desbaratado, i mposibilitado de seguir, en una situaci�n terrible por cierto. Su orgullo le impide sentarse confundido y derrotado. Siente que podr�a pensar en el pr�ximo punto, si s�lo tuviera diez o quince segundos de gracia; pero aun quince segundos de 105 fren�tico silencio delante de un auditorio ser�a punto menos que desastroso. �Qu� hacer? Cuando cierto senador muy conocido se hall� poco ha en esta situaci�n, pregunt� a su auditorio si no hablaba demasiado quedo, si los de atr�s pod�an escucharle sin esfuerzo. Sab�a que s� pod�an escucharle. No era informaci�n lo que buscaba. Buscaba tiempo. Y en esa pausa moment�nea, retom� el hilo de su pensamiento y prosigui�. Pero quiz�s el mejor salvavidas en hurac�n mental semejante sea �ste: usar la �ltima palabra, frase o idea del �ltimo p�rrafo, para principio del siguiente. Esto har� una cadena interminable que, como el arroyo de Tennyson -y, lamento decirlo, casi con tan poco prop�sito como el arroyo de Tennyson-, "correr� por siempre jam�s". Veamos c�mo funciona en la pr�ctica. Imaginemos que un orador est� hablando sobre el �xito en los estudios y se encuentre en un callej�n sin salida despu�s de haber dicho: "El estudiante medio no descuella en sus estudios porque no se interesa suficientemente en las investigaciones fuera de la universidad, content�ndose con lo que su profesor le ense�a. Carece de iniciativa". "Iniciativa". Comencemos otro p�rrafo con "iniciativa". Quiz� no tengamos idea sobre lo que vamos a decir, ni c�mo vamos a empezar ni acabar el p�rrafo, pero, de todos modos, comencemos. Hasta un disparate es m�s de desear que la derrota completa. "La iniciativa significa originalidad; consiste en hacer algo porque a nosotros se nos ocurra, sin esperar eternamente a que nos lo indiquen." Esta no es una observaci�n muy chispeante. No formar�, seguramente, �poca en la historia de la elocuencia humana. Pero, �no es mejor que el silencio de muerte? �Cu�l fu� nuestra �ltima frase? "Esperando eternamente a que nos lo indiquen." Muy bien, comencemos un nuevo p�rrafo con esa idea. "Ese constante indicar y guiar de las narices a los estudiantes, es una de las tareas m�s improductivas que se pueda imaginar." 106 Bueno, ya pasamos �sa tambi�n. Vamos otra vez. Digamos algo ahora sobre la imaginaci�n. "Imaginaci�n: he ah� lo que se necesita." Visi�n. "Donde no haya visi�n-dijo Salom�n- el pueblo perecer�." Esta vez lo hicimos sin necesidad de eslab�n. Anim�monos y prosigamos: "El n�mero de estudiantes que perecen cada a�o en la batalla del estudio es realmente lamentable. Digo lamentable, porque con un poco m�s de lealtad, un poco m�s de ambici�n, un poco m�s de entusiasmo, estos mismos hombres y mujeres se habr�an podido elevar por sobre la l�nea de demarcaci�n entre el �xito y el fracaso. Pero el fracaso en los estudios no admite alternativas." Etc�tera, etc�tera... Mientras el orador escarba estas perogrulladas en la parte m�s superficial del cerebro, deber�, al mismo tiempo, pensar cu�l era el pr�ximo punto de su discurso planeado, qu� hab�a pensado decir en un principio. Este m�todo inacabable de hablar har�, si se lo contin�a demasiado, que el orador eche a hablar de cosas tan trascendentales como el bud�n de ciruelas o el precio de los canarios. Sin embargo, es un primer auxilio eficac�simo para la mente abatida temporalmente por un arrebato de amnesia; y, como tal, su propinaci�n ha permitido resucitar m�s de un discurso desmayado y moribundo. NO PODEMOS PERFECCIONAR NUESTRA MEMORIA PARA CUALQUIER CLASE DE COSAS He se�alado en este cap�tulo c�mo podemos mejorar nuestros m�todos de obtener impresiones varias para repetir y para enlazar hechos e ideas. Pero la memoria es tan esencialmente asunto de asociaci�n, que "no puede haber -como William James indica- mejoramiento de la facultad general o elemental de la memoria; s�lo puede haber mejoramiento de nuestra memoria para sistemas especiales de ideas o im�genes asociadas". 107 Aprendiendo de memoria, por ejemplo, una cita diaria de Graci�n, o de la Biblia, o de Shakespeare, podemos desarrollar nuestra memoria de citas literarias hasta un grado insospechable. Para cada nueva cita encontraremos muchos amigos en nuestra mente con quienes la podemos enlazar. Pero el que podamos repetir de coro todo el Critic�n,o todos los Salmos y Proverbios, no quiere decir que nos ser� m�s f�cilretener el nombre de los nuevos amigos o aprender lat�n en menos horas. Dig�moslo nuevamente: si aplicamos y usamos los prinmanera y eficipios vistos en este cap�tulo, mejoraremos la cacia para recordar cualquier cosa; pero si no aplicamos estos principios, entonces, el que sepamos diez millones de pormenores con respecto a la pintura moderna, no nos servir� de nada para aprender Derecho Penal o Romano. Cosas tan irrelacionadas no pueden entrelazarse. "Nuestra mente es, en esencia, una m�quina de asociaci�n." SUMARIO 1. "El individuo medio -dice Charles Seashore- no emplea m�s del diez por ciento de su verdadera capacidad heredada para la memoria. Malgasta un noventa por ciento por violar las leyes naturales de la memoria." 2. Las leyes naturales de la memoria son tres: impresi�n, repetici�n y asociaci�n. 3. Obtengamos una impresi�n profunda y vivaz de la cosa que queramos recordar. Para ello debemos: a. Concentrarnos. Ese era el secreto de la memoria de Men�ndez y Pelayo. b. Observar cuidadosamente. Una c�mara fotogr�fica no toma fotograf�as en la niebla; la mente tampoco retiene impresiones borrosas. c. Obtengamos nuestras impresiones por intermedio de tantos sentidos como nos sea posible. Lincoln le�a en voz alta lo que quer�a recordar, para obtener una impresi�n visual y otra auditiva. 108 d. Sobre todo, tratemos de obtener impresiones visuales. No se borran. Los nervios que van del ojo al cerebro son veinte veces m�s largos que los que van del o�do al cerebro.Mark Twain no pod�a recordar el bosquejo de su discurso cuando usaba notas; pero cuando dej� de usar notas y comenz� a usar figuras que le recordasen los varios subt�tulos, cesaron todos sus cuidados. 4. La segunda ley de la memoria es la repetici�n. Miles de estudiantes mahometanos aprenden de memoria el Cor�n, que es casi tan largo como el Nuevo Testamento, y esto lo consiguen muy principalmente merced a la repetici�n. Podemos aprender cualquier cosa -dentro de lo razonables�lo repetimos suficientemente. Pero recordemos esto: a. No repitamos una cosa hasta que la tengamos grabada en la memoria. Repit�mosla un par de veces. Dej�mosla.Volvamos m�s tarde a ella. Repiti�n dola a intervalos lograremos aprenderla en la mitad de tiempo que habr�a sido necesario si lo hubi�semos intentado de una vez. b. Despu�s de aprendida una cosa, olvidamos tanto en las primeras ocho horas como en los pr�ximos treinta d�as.Conque, repasemos nuestras notas minutos antes de levantarnos para hablar. 5. La tercera ley de la memoria es la asociaci�n. La �nica manera en que se puede recordar una cosa, es asoci�ndola con otra. "Todo cuanto aparezca en la mente -dice William James- debe ser introducido; y, una vez introducido, queda asociado a algo que ya estaba desde antes. Aquel que medita m�s sobre sus experiencias y las enlaza m�s sistem�ticamente las unas con las otras, ser� el que tenga mejor memoria." 6. Cuando deseemos asociar un hecho con otros ya fijados en la memoria, pensemos en el nuevo hecho desde todos los �ngulos.Hag�monos preguntas como �stas: �Por qu� es esto as�?�C�mo es esto as�? �Cu�ndo es esto as�? �D esto as�? �Qui�n dijo que esto fuese as�? 7. Para recordar un nombre extra�o, hagamos preguntas 109 respecto de �l. �C�mo se escribe?, etc. Observemos detenidamente el aspecto de quien lleva ese nombre. Tratemos de relacionar su cara con su nombre. Preguntemos qu� profesi�n tiene, y urdamos alguna frase disparatada que relacione nombre y profesi�n. 8. Para recordar fechas, asoci�moslas con otras fechas importantes que ya sepamos. Por ejemplo, Guti�rrez N�jera naci� un a�o antes de comenzar la Guerra de Secesi�n en Am�rica del Norte. 9. Para recordar los puntos de nuestros discursos, dispong�moslos en orden l�gico que conduzca de uno a otro. Adem�s, podemos fraguar una frase disparatada con los puntos principales, por ejemplo: "La vaca fum� un cigarro y di� una cornada a Napole�n, despu�s de lo cual la casa se incendi� de religi�n." 10. Si a pesar de todas las precauciones, nos olvidamos de pronto qu� �bamos a decir, podemos todav�a salvarnos del fracaso completo usando las �ltimas palabras de nuestro �lti mo p�rrafo como primeras del pr�ximo. Se puede continuar este procedimiento hasta que podamos pensar en el pr�ximo punto. VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Las palabras y giros de la primera columna son, desde luego, extranjeros. Se los emplea profusamente, pero tienen equivalencia en castellano: INCORRECTO Hall Amateur Detective Mandolina Habitu� Pierrot Allegro Team Speaker Pickles Influenza Alegro Partido, equipo Locutor Encurtidos Gripe GRAM�TICA Sur, Sud, Nord, Nor Sur y Sud tienen, desde luego, id�ntico significado. Pero usamos Sur cuando nos queremos referir al "punto cardinal del horizonte diametralmente opuesto al Norte". Y Sud, con d, lo usamos en composici�n: sudafricano, Sudoeste. Suramericano y Sur Am�rica no son correctos. Se dice sudamericano y Sudam�rica,o, mejor aun, Am�rica del Sur. Se dice tambi�nSudeste, Sudoeste, Sudsudoeste, etc. Dir�, de paso, que los nombres de los puntos cardinales se escriben con may�scula cuando tienen sentido absoluto, y con min�scula en caso contrario: El sol nace por el Este Al sur de Madrid est� Toledo En cuanto a Nor y Nord, que s�lo se emplean en composici�n, diremos que la segunda se antepone aEste, y la primera a Oeste o Ueste: Nordeste, Noroeste, Nornorueste, y sus derivados nordestal, noroestear, etc. CORRECTO Vest�bulo Aficionado Pesquisante, pesquisidor Bandol�n Parroquiano Payaso EJERCICIO VOCAL. RELAJACI�N DE LA GARGANTA El esfuerzo y la tensi�n, seg�n vimos en el �ltimo cap�tulo, malogran la voz y la tornan desagradable. �Desde d�nde realiza su fatal labor esta tensi�n? �Desde qu� parte del cuerpo? No puede caber duda respecto de esto. Como una v�bora surge la respuesta y lame con su leng�ezuela bifurcada un unico lugar: la garganta. La tensi�n de los m�sculos de all� produce aspereza en la voz, fatiga, ronquera y un dolor de garganta. Existe un dolor de garganta de los maestros, un dolor de garganta de los predicadores, un dolor de garganta de los oradores. Una persona puede conversar en la taberna todo el d�a, mes tras mes, sin tener dolor de garganta. �Por qu�, entonces, tiene que contraer esta afecci�n cuando trata de hablar en p�blico con cierta extensi�n? La respuesta es una sola palabra: tensi�n.No emplea adecuadamente sus �rganos de vocalizaci�n. Est� nervioso, e, inconscientemente, contrae los m�sculos de la garganta. Respira profundamente, levanta la caja tor�cica por esfuerzo muscular, y la deja levantada, siempre con los m�sculos como apoyo, y el esfuerzo de estos m�sculos pone tensos los m�sculos de la garganta. Quiere ser escuchado, y trata de arrancar las palabras. �El resultado?Que se producen tonos sofocados, tonos chillones, tonos desagradables, tonos que no se oyen adecuadamente. Este no es el modo correcto de proceder. "Catad, yo vos muestro un camino de m�s grande excelencia." Relajemos completamente la garganta. Convirt�mosla en una simple chimenea por donde pase la columna de aire que sale de los pulmones. "Debe haber la menor conciencia posible de esfuerzo en la garganta", dice la Galli-Curci. Los viejos maestros del canto italiano sol�an decir: "L'italiano non ha gola", los cantantes italianos no tienen garganta. Ning�n gran cantante, Caruso, Melba, Patti, Mary Garden, ninguno cantaba como si tuviese garganta. As� deben hablar los oradores. Todos los m�sculos del pescuezo deben estar relajados. En realidad, todos los m�sculos del tronco tambi�n. �C�mo haremos para lograr esta tan deseable garganta relajada y abierta? He aqu� una manera sencilla, una manera que no podremos olvidar f�cilmente. Supongamos que alguien nos ha preguntado "�Tienen garganta los cantantes italianos?" Vamos a responder que no. Cerremos los ojos. Pensemos en un bostezo. Sint�monos a punto de bostezar. Comienza, ya lo sabemos, con una profunda inspiraci�n; lo cierto es que la necesidad de m�s ox�geno es lo que provoca el bostezo. Al inspirar, y antes de que se produzca el bostezo, la garganta est� abierta y relajada. Entonces, en vez de bostezar, hablemos. Pensemos en "No". Digamos "No". �Son� bien? �Por qu�? Porque las condiciones en que se produjo el sonido eran las adecuadas. Hemos aprendido algunas lecciones fundamentales en la producci�n de timbres: respiraci�n diafragm�tica profunda, cuerpo relajado, y garganta abierta. Practiquemos este ejercicio veinte veces por d�a. Comencemos a bostezar. Sintamos la parte inferior de los pulmones llen�ndose de aire, empujando las costillas inferiores y la espalda, y aplastando el diafragma. Y entonces, en vez de bostezar, hablemos. Digamos una frase musical como �sta: "P�rate un punto, �oh sol! yo te saludo Y ext�tico ante ti me atrevo a hablarte." A medida que hablamos, "bebamos" las palabras, no en la boca, sino en las partes huecas de la cabeza. Sintamos la misma vacuidad en esas partes que sentimos cuando respiramos profundamente por la nariz. Por fin, despu�s de haber inspirado, relajemos completamente el pecho. Sintamos el aire como si fuese un almohad�n sobre el que descansa el tronco. El pecho, relajado, debe ir como montado sobre el aire, del mismo modo que el autom�vilva montado sobre el aire de los neum�ticos. Si no relajamos as� el pecho, el esfuerzo muscular que hagamos nos pondr� tensa la garganta. Por otra parte, no creamos que con esto quiero decir que el pecho deba quedar hundido. Nada de eso. Elevemos el pecho, que no los hombros, cuando inspiramos, y luego dejemos que el aire situado en medio del tronco nos lo sostenga. CAP�TULO V C�MO EVITAR QUE EL AUDITORIO SE DUERMA Tienen las pasiones su lenguaje propio, sencillo siempre y sin afectaci�n. ANTONIO CAPMANY Un ser sin pasiones es como un candil apagado: no produce humo, pero tampoco alumbra. A. CASAL CASTEL Digan lo que quieran los que no ven sino la superficie, no soy un intelectual, sino un pasional. Casi todas las cosas que he dicho las han dicho cientos, miles, antes que yo; ni soy un erudito, ni soy un sabio, ni es grande la originalidad de mis ideas. �De d�nde procede, pues, la eficacia que, gracias a Dios, he logrado? �De d�nde esas antipat�as y esas simpat�as y el que pueda decir que, gracias a Dios tambi�n, casi nunca paso entre !a indiferencia de mis lectores? Pues ello viene de la pasi�n: ello viene del tono. MIGUEL DE UNAMUMO Sherman Rogers y yo hablamos juntos cierta vez en una misma reuni�n celebrada en la C�mara de Comercio de San Luis. Yo habl� primero, y, si hubiera tenido una buena excusa, habr�a terminado en seguida, porque Rogers era el "orador de fondo". Sinceramente, esperaba aburrirme, porque suelo desconfiar de esta clase de discursos. Esta vez, sin embargo, tuve una sorpresa grata. Sherman Rogers hizo uno de los mejores discursos que haya yo escuchado. Y �qui�n es Sherman Rogers? Un hachero que ha pasado la mayor parte de su vida en los bosques. Es ignorante y no se le dan un bledo las reglas sobre oratoria que con tanto cuidado se han escrito en eruditos libros de elocuencia. A su discurso le faltaba pulimento. Pero ten�a vigor. Le faltaba delicadeza. Pero ten�a fuego. Cometi� algunos errores gramaticales y algunos otros que Capmany hubiera censurado. Pero no son los defectos los que anulan los discursos. Es la falta de virtudes. Su discurso fu� una p�gina enorme, cruda, vivaz, de experiencia arrancada del libro de su propia vida de obrero y de capataz. No ol�a a cosa artificial. Era algo vivo. Algo que se arrastraba hasta el auditorio y se apoderaba de �l. Todo cuanto dec�a sal�a caliente de su coraz�n. El efecto sobre el auditorio era el�ctrico. �Cu�l era el secreto de su �xito? El secreto de todo �xito may�sculo: "Las pasiones son los �nicos oradores que convencen siempre -ha dicho La Rochefoucault-. Son como un arte de la naturaleza en que las reglas fuesen infalibles; y el hombre m�s sencillo persuade mejor que el m�s elocuente, si aqu�l est� entusiasmado y �ste no lo est�." Deriva, esta palabra m�gica, de dos palabras griegas: en, que significa dentro de, y theos, que significa Dios. El hombre entusiasmado es aquel que habla como si estuviera pose�do de los dioses. Esta cualidad es la m�s eficaz, el factor m�s importante en la influencia que ejerzamos sobre nuestro pr�jimo. "Nada realmente grande ha sido logrado sin entusiasm�', ha dicho Emerson. Tiempo hubo en que yo me somet�a considerablemente a las reglas de la oratoria; pero con el pasar de los a�os he venido a tener m�s y m�s fe en el br�o de la oratoria. "La elocuencia -dec�a Bryan- puede ser definida como el discurso de uno que sabe de qu�est�hablando, y siente genuino inter�s por lo que dice-se lo piensa con fuego... El saber tiene poca importancia para el orador que carece de vehemencia. El discurso persuasivo va de coraz�n a coraz�n, no de cerebro a cerebro. Es dif�cil para un orador enga�ar al auditorio en punto a sus propios sentimientos... Hace casi dos mil a�os, uno de los m�s grandes poetas latinos expres� este pensamiento cuando dijo: Si quieres arrancar l�grimas de los ojos de los dem�s, t� mismo debes mostrar las huellas del dolor." "Si quiero componer, o escribir, o rezar, o predicar bien -dec�a Mart�n Lutero-, tengo que estar indignado. Entonces toda la sangre en mis venas se revuelve, y el entendimiento se me agudiza." Quiz� no todos hayamos menester estar indignados, pero por cierto que es imprescindible estar excitados y sentir sincero e intenso fervor. Hasta los caballos son afectados por los discursos briosos Un famoso adiestrador de animales dec�a que hab�a visto cierta vez c�mo una palabra de ira elev� en diez latidos por minuto el pulso de un caballo. Sin duda que un auditorio no es menos sensible que un caballo. Los ni�os que asist�an a las conferencias pol�ticas de Mart�, sin entender lo que tan grande orador dec�a, romp�an a llorar cuando le escuchaban He aqu� el factor m�s importante que debemos recordar: cada vez que hablamos, modelamos la actitud de nuestros oyentes. Los tenemos en la palma de la mano. Si nosotros nos sentimos l�nguidos, ellos se sentir�n l�nguidos. Si nosotros nos mostramos reservados, ellos se mostrar�n reservados. Si s�lo tenemos un poco de inter�s, ellos s�lo tendr�n un poco de inter�s. Pero si sentimos con vehemencia lo que decimos, y lo decimos con sentimiento y espontaneidad y fuerza y contagiosa convicci�n, el auditorio no podr� evitar el ser envuelto por nuestro esp�ritu. Carlos Mart�nez Silva, escritor y pol�tico colombiano, nos dice que "el genuino orador, sagrado o profano, no es el que mejor discurre, ni el que m�s ideas l�cidas y precisas lleva al esp�ritu de sus oyentes, sino el que mueve, arrebata y subyuga, sin que se sepa c�mo ni por qu�." Con calor, y vehemencia y entusiasmo, la influencia de un orador se expande como vapor. Puede incurrir en quinientas faltas; pero no puede fracasar. El gran Rubinstein, seg�n dicen, tocaba miles de notas falsas; pero a nadie le importaba, porque consegu�a comunicar la poes�a de Chopin a almas que nunca hab�an visto antes otra cosa en una puesta de sol que un disco rojo que se hund�a por detr�s de un granero, en el horizonte. La historia dice que cuando Pericles, el poderoso tribuno ateniense, deb�a hablar, rogaba a los dioses que no se escapara de sus labios una sola palabra indigna. Pon�a el coraz�n en sus discursos. Y sus discursos iban directamente al coraz�n de una naci�n. "Un ser sin pasiones -dice A. Casal Castel- es como un candil apagado: no produce humo, pero tampoco alumbra." Pasi�n... sentimiento... br�o... sinceridad emotiva... Aderecemos nuestros discursos de estas cualidades, y los oyentes perdonar�n, no advertir�n casi, los errores menores. La historia nos lo demuestra. Dem�stenes era tartamudo. Lincoln hablaba en un tono desagradablemente alto. Abelardo L�pez de Ayala era de palabra tarda. Aparisi y Guijarro era de figura vulgar, de voz desagradable, y de maneras nada distinguidas. Pero todos estos hombres tra�an una vehemencia que les permit�a arrollar todos los obst�culos; tra�an un im- pulso emotivo que deshizo todas las desventajas y las redujo a nada. TENGAMOS ALGO QUE FERVIENTEMENTE DESEEMOS DECIR "La esencia de un buen discurso -dec�a Brander Matthews en un interesante art�culo publicado en El Tiempo de Nueva York- es que el orador tenga algo que fervientemente desee decir. "Esto lo comprend� hace algunos a�os, cuando me nombraron juez para otorgar la medalla Curtis de oratoria en la Universidad de Columbia. Hab�a seis graduados, todos ellos muy bien ejercitados, todos muy ansiosos de hacer buen papel. Pero, con excepci�n de uno, lo que todos quer�an era ganar la medalla. Ten�an poco o ning�n deseo de convencer a nadie. Hab�an elegido sus asuntos simplemente porque eran asuntos que permit�an desarrollo oratorio.No ten�an profundo inter�s personal en los argumentos que forjaban. Por lo cual sus respectivos discursos no fueron m�s que ejercicios en,el arte de la elocuci�n. La excepci�n fu� un pr�ncipe zul�. Hab�a elegido como tema:La contribuci�n de �frica a la civilizaci�nmoderna. Pon�a intenso sentimiento en cada pal�bra que pronunciaba. Su discurso no era un ejercicio. Era algo vivo, nacido de la convicci�n y del entusiasmo. Hablaba como representante de su pueblo, de su continente. Ten�a algo para decir que quer�a decir; y lo dec�a con agradable sinceridad. Por esto le dimos la medalla, aunque probablemente no estaba m�s perfeccionado en esta arte que dos o tres de sus rivales. Pero los jueces reconocimos que su alocuci�n ten�a el genuino fuego del orador. Comparado con su ferviente discurso, los otros parec�an flores de papel." En esto fracasan muchos oradores. Carecen de convicci�n; no hay anhelo, �mpetu en su discurso.No hay p�lvora en la bala. -Ah, muy bien -dir� alguno-, pero �c�mo podr� yo desarrollar esta vehemencia y este br�o y entusiasmo que aqu� se alaban tanto? 120 Esto se puede asegurar: no lo desarrollaremos hablando desde la superficie. Cualquier oyente observador sabr� en seguida si el orador habla con impresiones superficiales, o si Habla lo que le surge de las profundidades. Conque, sac�d�monos de nuestra inercia. Pongamos el coraz�n en cuanto hagamos. Clavemos. Busquemos las fuentes escondidas que yacen enterradas dentro de nosotros. Obtengamos hechos, y detr�s de los hechos, sus causas. Concentr�monos. Pensemos en ellos, meditemos hasta que nos importen. En �ltimo an�lisis comprobemos que todo descanse sobre minuciosa preparaci�n, la verdadera forma de preparaci�n. La preparaci�n del coraz�n es tan indispensable como la preparaci�n de la cabeza. Veamos un ejemplo: Cierta vez tuve que adiestrar a cierto n�mero de personas para que hablaran en una campa�a en pro del ahorro que patrocinaba un banco de ahorros. Uno de los hombres, en particular, carec�a de vigor.Hablaba porque deseaba hablar, pero no estaba encendido de celo por el ahorro. El primer paso en la educaci�n de este hombre deb�a ser, por tanto, infundirle entusiasmo en el esp�ritu y en el coraz�n. Le ped� que comenzase a hablar hasta que se entusiasmara. Le record� que, seg�n las estad�sticas, el ochenta y cinco por ciento de las personas que mueren no dejan un centavo al morir; que s�lo el tres por ciento deja 150.000 pesetas o m�s. Deb�a recordar constantemente que no estaba pidiendo favores ni nada que nadie no quisiese hacer de grado. Deb�a decirse a s� mismo: "Estoy ense�ando a esta gente c�mo tener pan y ropa y comodidades en su ancianidad, y c�mo no dejar a sus esposas e hijos en la miseria." Deb�a recordar que saldr�a a prestar un gran servicio social. Deb�a estar inspirado por la fe del cruzado, pues estaba predicando el Evangelio pr�ctico, aplicado, de jesucristo. Pens� en todo esto. Lo acrisol� en su cerebro. Fu� comprendiendo claramente su importancia. Despert� su propio inter�s, suscit� su propio entusiasmo, y lleg� a creer que su ministerio era casi sagrado. Luego, cuando fu� a hablar, hab�a un como halo alrededor de sus palabras, que produc�a el convencimiento. Sus discursos sobre el ahorro atrajeron tanto la atenci�n que le invitaron a formar parte del organismo del banco m�s importante de las Am�ricas, y luego le enviaron al extranjero. EL SECRETO DE UN TRIUNFO -Debo vivir -dec�a un joven a Voltaire. -No veo la necesidad -le respondi� el fil�sofo. Tal ser� en muchos casos, la actitud del mundo hacia lo que tenemos que decir: no ver� la necesidad de que le digamos algo. Pero nosotros, si queremos triunfar, hemos menester sentir esa necesidad-si la hay. Debemos dejar que ella se apodere de nosotros. Debe parecernos, de momento, la cosa m�s importante que haya sub solem. Dwight Moody se enfrasc� tanto en la preparaci�n de su serm�n sobre la Gracia, se abstrajo tanto en la b�squeda de la verdad, que cogi� el sombrero, sali� a la calle, detuvo al primer transe�nte que encontr� y sin m�s le espet� la pregunta: "�Sabe usted qu� es la Gracia?" �Es extra�o, entonces, que un hombre encendido de semejante vehemencia e intensidad emotiva ejerza poder m�gico sobre sus auditorios? Hace alg�n tiempo, un alumno de un curso que daba yo en Par�s hablaba noche tras noche con mucha insulsez. Era un hombre estudioso y ten�a datos a porrillo para ilustrar sus discursos. Pero no soldaba los unos con los otros mediante el calor de su propio inter�s. Le faltaban br�os. No hablaba como si lo que dijese tuviera gran importancia, de modo que, naturalmente, el auditorio prestaba poca atenci�n. Los oyentes apreciaban el discurso seg�n lo apreciaba el orador. Varias veces le interrump� y trat� en vano de inyectarle un poco de fuerza para despertarle: era querer sacar vapor de un radiador fr�o. Por fin consegu� convencerle de que su m�todo de preparaci�n era defectuoso. Le persuad� a que deb�a poner en contacto la cabeza con el coraz�n. Le dije que no solamente deb�a decirnos los datos, sino que tambi�n deb�a revelar su actitud hacia esos datos. 122 La pr�xima semana se present� con nuevas ideas en las que cre�a con suficiente ardor para hacer el discurso interesante. Por fin, pues, estaba apasionado por algo. Ten�a un mensaje por el que sent�a cari�o, como sent�a cari�o Cervantes por su don Quijote. Estaba decidido a arrostrar cualquier dificultad por su mensaje, y el discurso que pronunci� cosech� largos y sinceros aplausos. Fu� un triunfo absoluto. Hab�a originado un poco de vehemencia sincera. Esto es una parte fundamental de la preparaci�n. Como vimos ya en el cap�tulo II, la preparaci�n de un discurso, de un verdadero discurso, no consiste en anotar simplemente algunas palabras mec�nicas sobre un papel, ni en aprender de coro algunas frases. Tampoco consiste en desarrollar algunos pensamientos de segunda mano, robados de alg�n libro o de alg�n art�culo de peri�dico.No, no. Consiste en cavar profundamente en nuestra mente, en nuestro coraz�n, en nuestra vida, y extraer convicciones y entusiasmos genuinamente nuestros. �Nuestros! � NUESTROS! Cavemos. Cavemos, Cavemos. Hallaremos lo que buscamos. No nos quepa la menor duda. Hay vetas riqu�simas, cantidades enormes, cuya existencia no hab�amos so�ado. "Dentro de ti llevas la luz misteriosa de todos los secretos", dijo Amado Nervo. William James afirmaba que el hombre medio no desarrolla m�s del diez por ciento de su capacidad mental. �Peor que un motor de ocho cilindros en el cual s�lo funcionase uno! S�,pues; lo m�s importante en un discurso no es la fr�a fraseolog�a, sino el hombre, el br�o, la convicci�n que haya detr�s de esa fraseolog�a. El renombrado ataque de Sheridan contra Hastings en la C�mara de los Comunes fu�, seg�n famosos oradores que lo escucharon -Pitt y Burke, Wilberforce y Fox- el discurso m�s elocuente que se haya pronunciado en Inglaterra. Sin embargo, Sheridan comprendi� que el enorme m�rito de su alocuci�n era demasiado espiritual e instable para ser cogido y encerrado por la fr�a imprenta; por esta raz�n, rehus� una oferta de ochenta mil pesetas para ser publicada; hoy no tenemos copia de esta oraci�n. Si pudi�ramos leerla, probablemente nos desilusionar�a. La cuali123 dad que la hizo genial ya no existe. S�lo tendr�amos la piel mortecina, como esas �guilas embalsamadas, desplegadaslas alas, que se ven en las vitrinas. Recordemos siempre que nosotros somos el factor m�s importante del discurso. �Escuchemos estas palabras de Emer"Cualquiera sea son! Hay en ellas un mundo de sabidur�a: el lenguaje que empleemos, nunca lograremos decir otra cosa que lo que somos." Ese es uno de los pensamientos m�s importantes que haya le�do sobre el arte de expresarse; y, en obsequio del �nfasis, lo repetir�: "Cualquiera sea el lenguaje que empleemos, nunca lograremos decir otra cosa que lo que somos." UN DISCURSO DE LINCOLN QUE GAN�UN PLEITO Lincoln quiz� nunca haya le�do ese pensamiento, pero de una cosa no hay duda: conoc�a la verdad que �l encerraba. Cierto d�a, la viuda de un veterano de la guerra de emancipaci�n, vieja mujer agobiada por la edad, entr� en su bufete y le cont� que un agente de pensiones le hab�a cobrado la exorbitante tarifa de doscientos d�lares por reunirle una suma de cuatrocientos que el gobierno le deb�a. Lincoln se indign�, y promovi� querella inmediatamente. �C�mo se prepar� para el juicio? Se prepar� leyendo una biograf�a de Washington y una historia de la guerra de emancipaci�n, encendiendo su entusiasmo, avivando sus sentimientos y afectos. Cuando habl�, relat� las opresiones que incitaron a los patriotas a rebelarse y luchar por la libertad. Pint� las mil y una penurias que debieron sufrir en el Valle Fragua, hambrientos, arrastr�ndose descalzos por el hielo y la nieve. Luego, encolerizado, se volvi� hacia el brib�n que hab�a robado la mitad de su pensi�n a la viuda de uno de estos h�roes. Su mirada echaba chispas mientras de sus labios flu�a la acusaci�n que, como �l hab�a dicho, "desollar�a" al culpado. "El tiempo pasa -dijo al finalizar-. Los h�roes del 1876 ha� -, muerto y est�n en la otra orilla. El soldado ha ido a descansar y ahora, lisiada, ciega, agotada, su viuda viene a vos- otros y a m�, se�ores del jurado, para que enderecemos sus entuertos. No siempre fu� como hoy es. Fu� otrora una joven hermosa. Su paso era tan vivo, su rostro tan agraciado, su voz tan dulce como la de cualquier moza de las monta�as de Virginia. Pero ahora est� pobre e indefensa. Aqu�, en estas praderas de Illinois, a muchas millas de las escenas de su ni�ez, nos ruega a nosotros, a los que disfrutamos de los privilegios que nos legaron los patriotas de la Revoluci�n, para que le prestemos conmovida ayuda y varonil protecci�n. Todo cuanto pregunto es esto: �la protegeremos?" Cuando termin�, a algunos miembros del jurado se les ca�an las l�grimas, y el veredicto restituy� a la anciana hasta el �ltimo centavo que reclam�. Lincoln sali� garante de costas, pag� el hotel y el viaje de regreso a la anciana, y no cobr� honorarios por sus servicios. Algunos d�as m�s tarde, el socioLincoln de recogi� un pedazo de papel en la oficina, ley� en�l el bosquejo del discurso de Lincoln y se ech� a re�r: "No hay contrato. No hay servicios profesionales. Tarifa irrazonable. El dinero retenido por el acu". no fu� entregado a la d". Guerra de la emancipaci�n. Describir las penurias del Valle Fragua. El marido de la d". El soldado se alista en el ej�rcito. Desollar al acu". Terminar." Espero haya quedado en claro ya que el primer requisito para originar el propio calor y entusiasmo es prepararse hasta que tengamos un mensaje verdadero que queramos comunicar. El pr�ximo paso es: COMPORTARSE CON VEHEMENCIA Como anotamos en el cap�tulo I, William James ha se�alado que la acci�n y el sentimiento est�n estrechamente ligados; y, regulando la acci�n, que depende directamente de la voluntad, podemos regular el sentimiento, que es libre de ella. De modo que, para sentir vehemencia y entusiasmo, comport�monos con vehemencia y entusiasmo.No nos apoyemos 125 124 contra la mesa. Estemos erguidos. Manteng�monos firmes. No nos balanceemos hacia adelante y hacia atr�s. No saltemos sobre los talones. No mudemos el peso de un pie al otro, como hacen los caballos cansados. En fin, no hagamos esa serie de movimientos nerviosos que delatan nuestra falta de serenidad y de dominio. Super�monos f�sicamente. Esto nos dar� la sensaci�n de tranquilidad y poder. Levant�monos y avancemos a nuestro puesto "como un hombre fuerte que se regocija de intervenir en la justa". Repito: llenemos de ox�geno los pulmones.Miremos de hito en hito al auditorio. Mir�moslo como si tuvi�semos algo urgente que decirle, y de lo cual conocemos la urgencia. Mir�moslo con confianza y valor, como mira un maestro a sus alumnos, pues somos un maestro, y ellos est�n all� para escucharnos y aprender. Hablemos, pues, con confianza y energ�a. "Levantemos la voz Nada debemos -dec�a el profeta Isa�as-, levant�mosla. temer." Y usemos ademanes enf�ticos. No nos importe, por ahora, si no son gallardos o donosos. Tratemos solamente de que sean vigorosos y espont�neos. Hag�moslos, no por la impresi�n que causen en el auditorio, sino por el beneficio que nos rindan a nosotros mismos. Nos los rendir�n maravillosos.Aun cuando hablemos por radio, accionemos, accionemos. Nuestros ademanes, desde luego, no podr�n ser vistos por los invisibles oyentes, pero el resultado de estos movimientos s� los echar�n de ver. Los ademanes dar�n mayor vivacidad y energ�a a nuestro tono y a nuestro estilo en general. Cu�n a menudo he interrumpido en medio de su discurso a un alumno falto de vigor, y le he ense�ado y ordenado a hacer ademanes que �l hubiera preferido no hacer. Pero la acci�n f�sica de los ademanes obligados le despert� finalmente, y le estimul� hasta que comenz� a accionar espont�neamente. Hasta su rostro se anim�, y todo su porte y actitud cobraron viso de vehemencia y �nfasis. Comport�ndonos como si estuvi�ramos vehementes, sentiremos vehemencia. "Pretendamos tener una virtud -dice Shakespeare- si no la tenemos." 126 Sobre todo, abramos la boca y hablemos alto. Wickersham, el procurador general, me dijo cierta vez: "El individuo medio, cuando intenta hablar en p�blico, no es o�do a m�s de diez metros de distancia." �Parece exagerado esto?Recientemente fu� a escuchar un discurso que pronunci� el presidente de una gran universidad. Me sent� en la cuarta fila y apenas o� la mitad de lo que dijo. El embajador de una importante naci�n europea pronunci� hace poco el discurso de fin de curso en el Colegio Uni�n; su mensaje era tan flojo, que a siete metros del tablado casi no se o�a palabra. Si los oradores avezados cometen semejantes errores, �qu� hemos de esperar de los principiantes? �stos no est�n acostumbrados a aumentar el volumen de su voz para que los escuche un auditorio. Y as�, cuando hablan con suficiente vitalidad, imaginan que est�n gritando a voz en cuello y que la gente est� pronta a re�rse de ellos. Usemos el tono que empleamos en la conversaci�n; pero aumentemos el volumen. Intensifiqu�moslo. La letra menuda la podemos leer poni�ndola a diez cent�metros de los ojos, pero para leer a diez metros de distancia se necesitan tama�os caracteres. LO PRIMERO QUE HEMOS DE HACER CUANDO EL AUDITORIO SE DUERME Cierta vez, un sacerdote de aldea le pregunt� a un predicador famoso c�mo hab�a que hacer para que el auditorio no se durmiese en una tarde calurosa de domingo; y el predicador le aconsej� que tuviese un ujier armado de un arp�n, para que pinchara al sacerdote de vez en cuando. Me gusta la respuesta. Es excelente. Es sentido com�n puro. Esto ense�a m�s al orador medio que nueve d�cimas partes de todos los eruditos tratados que se han escrito sobre el arte de la elocuencia. Una de las maneras m�s seguras de conseguir que un alumno se ponga flexible y se deje llevar de su verba, ser�a 127 la de darle una tunda antes de que empezase. Esto pondr�a fuego y br�os en su discurso. Don Santiago Ram�n y Cajal cuenta que los leones, para entrar en furor heroico, necesitan golpearse los costados del cuerpo con la cola, que est� provista en la punta de una u�eta especial. No pocos actores siguen el ejemplo del le�n. Houdini sol�a saltar, entre bastidores, y azotar vigorosamente el aire con sus pu�os, en lucha contra un contrincante imaginario. Mansfield se enojaba de prop�sito con cualquier pretexto, quiz� porque alg�n actor respiraba demasiado sonoramente; cualquier excusa era buena para acrecentarle la energ�a, para levantarle el esp�ritu. He visto a actores que, mientras esperan para entrar en escena, se golpean salvajemente el pecho. Yo he enviado alumnos a cuartos contiguos cuando faltaba poco para sus respectivos turnos, y all� que se aporreasen hasta que les saliera sangre y hasta que los ojos y el rostro resplandecieran de ardor. A menudo obligo a un alumno, antes de que hable, a que repita el abecedario acompa�ado de ademanes violentos y con todo el vigor y enojo de que le es posible disponer. Inmediatamente antes de hablar, tomemos, si nos es posible, un buen descanso. Lo ideal es desnudarnos y dormir unas cuantas horas. Si podemos, tomemos luego una ducha Mejor aun, mucho mejor, fr�a y d�monos masajes vigorosos. nademos un rato. Charles Frohman dec�a que contrataba a los actores teniendo en cuenta su vitalidad. El buen actuar, como el buen hablar, desgasta mucha energ�a nerviosa y fuerza f�sica. Yo he hachado nogales y partido le�os; y yo he hablado en p�blico durante dos horas seguidas. Ambas tareas son m�s o menos igualmente agotadoras. Durante la Gran Guerra, Malone pronunci� un apasionado discurso en el Teatro del Siglo. En la parte m�s ardiente de su alocuci�n, despu�s de haber hablado durante una hora y media, se desmay� exhausto y fu� retirado inconsciente del escenario. De Daniel Webster se dijo que "era una m�quina de vapor con pantalones". "Los oradores de mayor �xito-ha declarado Beecher12 8 son hombres de gran vitalidad y capacidad recuperativa, hombres que poseen en grado extraordinario el poder explosivo por el cual pueden arrojar sus materiales lejos de s�. Son catapultas, y el p�blico se rinde ante ellos." LAS 'PALABRAS COMADREJAS" Y LAS CEBOLLAS Pongamos energ�a en lo que decimos y dig�moslo con seguridad. Pero no con mucha seguridad. S�lo los ignorantes est�n seguros de todo. Sin embargo, es propio de baldragas comenzar cada p�rrafo con unme parece, o un quiz�s, o un tengo para m�. La dificultad casi universal de los oradores noveles no es la de que sean muy afirmadores, sino la de que deslucen sus discursos con las t�midas frases apuntadas. Recuerdo �un orador que, describiendo un viaje, dijo: "A la izquierda del camino hab�a algo as� como un sembrado de cebollas." �Vamos! �Qu� es esto de algo as� como un sembrado de cebollas? O lo hab�a o no lo hab�a. No se necesitan poderes extraordi narios para reconocer un sembrado de cebollas al verlo. Esto nos ense�a hastaqu� absurdos extremos llega a veces un orador. Roosevelt llamaba a estas expresiones: "palabras comadrejas", porque la comadreja chupa la yema y la clara del huevo y lo deja huero. Esto hacen tambi�n con nuestro discurso tales frases. El apocamiento, el tono pusil�nime, y las frases hueras, no engendran gran confianza ni convicci�n. Imaginemos frases de propaganda como �sta: "Visite R�o de Janeiro. Creemos que se divertir�"; "Veranee usted en San Sebasti�n. Dicen que es uno de los balnearios m�s pintorescos del mundo." "El que entra con se�or�o, ya en la conversaci�n, ya en el razonamiento -escribi� Baltasar Graci�n-, h�cese mucho lugar y gana de antemano el respeto; pero el que llega con temor, �l mismo se condena de desconfiado y se confiesa vencido; con su desconfianza da pie al desprecio de los otros; por lo menos, a la poca estimaci�n. 129 Cuando yo era peque�o, me llamaba la atenci�n que los candidatos presidenciales estuvieran tan seguros de su elecci�n, y lo declararan as� con tanto �nfasis. La explicaci�n es simple. Estos hombres sab�an que la muchedumbre no puede hallar diferencia entre el �nfasis y la prueba. Sab�an que, como ha dicho Gustavo Leb�n, los hombres no pueden vivir sin certidumbres, y que, si repet�an una cosa suficientemente a menudo y con el necesario vigor, la mayor parte de los oyentes acabar�a por creerla. Los grandes conductores pol�ticos han hablado siempre como si no existiera la menor posibilidad bajo la capa del cielo de que alguien refutara sus asertos. Cuando Buda estaba moribundo, no razon� ni llorique�, ni discuti�. Habl� como aquel que tiene autoridad: "Caminad como os lo he ordenado." El Cor�n, que ha sido factor dominante en la vida de millones de personas, en seguida de la oraci�n preliminar inicia el texto con estas palabras: "No hay duda en este libro; es una gu�a." Cuando el carcelero de los Filipenses pregunt� a Pablo: "�Qu� debo hacer para salvarme?", la respuesta no fu� una opini�n,un equ�voco "Pues, te dir�. . . ", un "Yo creo que..." Fu� una orden superior: "Cree en nuestro se�or jesucristo y estar�s salvado." Pero no seamos, como dije antes, muy afirmadores en cualquier ocasi�n.Hay momentos, hay lugares, hay temas, hay auditorios que repugnan demasiada seguridad. Por regla general, cuanto m�s elevado sea el �ndice de inteligencia del oyente, tanto menor ser� el �xito de los asertos. Las personas que piensan quieren que se los gu�e, no que se los conduzca. Quieren que se les presenten los hechos para luego sacar sus propias conclusiones. Gustan de que se les hagan preguntas, no de que se los abrume con un torrente de afirmaciones crudas. 130 SIMPATICEMOS CON EL AUDITORIO Hace algunos a�os tuve que adiestrar, en Inglaterra, a un grupo de oradores comerciales, a pedido de la compa��a que los empleaba. Despu�s de penosos y dif�ciles intentos, hubo que eliminar a tres, y enviar a uno de ellos de vuelta a Am�rica. El escollo principal con que se tropezaba era que no estaban genuinamente interesados en sus auditorios. No se les daba nada de los dem�s, sino de ellos mismos y los sueldos que recib�an. Y esto saltaba a la vista. Eran fr�os para con el auditorio; y el auditorio, en pago, era fr�o para con ellos. El resultado fu� que estos oradores fracasaron en toda la l�nea. La bien conocida raza humana es muy lista para darse cuenta de si un discurso viene del cerebro o si viene del coraz�n. Hasta un perro se da cuenta de eso. Yo he hecho un estudio especial sobre Lincoln como orador p�blico. Es, sin duda, el hombre m�s querido que haya producido Norteam�rica; y, por cierto, ha pronunciado algunos de los mejores discursos de los Estados Unidos. Aunque en algunos aspectos era genial, creo yo que su influencia sobre los auditorios se deb�a no poco a su simpat�a, honradez y bondad. Amaba a la gente. "Su coraz�n -dec�a su esposaes tan grande como sus largos brazos." Era como un Cristo. Y dos mil a�os atr�s, uno de los primeros libros escritos sobre este arte describ�an al orador elocuente como "un hombre bueno que sabe manejar la palabra." "El secreto de mi �xito -dec�a Mme. Schumann-Heink, la famosa cantatriz- es mi absoluta devoci�n por el auditorio. Yo adoro mis auditorios. Todos son mis amigos. Siento un v�nculo con ellos tan pronto como estoy delante de ellos." Conque, tal era el secreto de su triunfo mundi�l. Tratemos de cultivar la misma actitud. El mayor placer que se siente al hablar, no es f�sico ni mental. Es espiritual. El libro que ten�a Daniel Webster sobre la almohada de su lecho de muerte, es el libro que todos los oradores debieran tener sobre su escritorio "de vida". jes�s amaba a los hombres, y el coraz�n de �stos ard�a en su pecho cuando jes�s les hablaba. Si queremos leer un buen tratado de oratoria, �qu� mejor que el Nuevo Testamento? SUMARIO 1. Cada vez que hablamos, determinamos la actitud de nuestros oyentes hacia lo que decimos. Si nos sentimos l�nguidos, ellos se sentir�n l�nguidos. Si nos mostramos poco interesados, ellos se mostrar�n poco interesados. Si estamos entusiasmados, nuestro entusiasmo se contagiar� a los oyentes. El entusiasmo es uno de los factores importantes -si de todos- en el discurso. no el m�s importante "El genuino orador sagrado o profano -dice don 2. Carlos Mart�nez Silva-, no es el que mejor discurre, ni el que m�s ideas l�cidas y precisas lleva al esp�ritu de sus oyentes, sino el que mueve, arrebata y subyuga, sin que se sepa c�mo ni por qu�." 3. A pesar de la grande importancia de esta cualidad que es la convicci�n y el entusiasmo contagiosos, los m�s de los oradores carecen de ella. 4. "La esencia de un buen discurso -dec�a Brander Matthews- es que el orador tenga algo que fervientemente desee decir." 5. Meditemos nuestros datos, fundemos su valor real en nuestra mente. Creemos nuestro propio entusiasmo antes de querer convencer a otros. 6. Pongamos en contacto la cabeza con el coraz�n. El auditorio quiere, no que le demos datos solamente, sino que revelemos nuestra actitud hacia esos datos. 7. "Cualquiera sea el lenguaje que empleemos, nunca lograremos decir sino lo que somos." Lo m�s importante en un discurso no son las palabras, sino el esp�ritu del hombre que hay detr�s de esas palabras. 8. Para acrecer la vehemencia, para sentir entusiasmo, procedamos con entusiasmo. Manteng�monos,miremos al auditorio de hito en hito. Hagamos ademanes enf�ticos. 132 9. Sobre todo, abramos la boca y hablemos para que nos oigan. Muchos oradores no se dejan escuchar a m�s de diez metros. 10. Cuando un sacerdote de aldea pregunt� a un famoso predicador qu� era bueno para evitar que los feligreses no se durmieran, �ste le respondi�: "Tener un ujier armado de un arp�n,para que pinche al sacerdote de vez en cuando." Este es uno de los mejores consejos que se hayan dado sobre el arte de hablar en p�blico. 11. No debilitemos nuestro discurso con "palabras comadrejas" tales como yo creo que, tengo para m�, es mi humilde opini�n, etc. 12. Simpaticemos con el auditorio. VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Se llama metaplasmo cualquier alteraci�n sufrida por los vocablos en su estructura. Los hay permitidos, como felice por feliz, y vitandos, como los de la columna izquierda: I NCORRECTO Grampa Carqueja Retorsij�n Sandial Hornallas Brazalete Sacud�n Grandul�n Vagoroso Fragranti Promisor Atingente Cegat�n Casona Caleidoscopio CORRECTO Grapa Carquexia Retortij�n Sandiar Hornillas, Brazalete Sacud�n Grandull�n,grandill�n Vagaroso Flagrante Promisorio Atinente Cegato Cas�n Calidoscopio 133 GRAM�TICA Primer, primero, primera "La primer vez que oigo decir semejante cosa", dicen muchos. Primer es la ap�cope de primera, postrer o tercer loson de postrero y tercero. Por ello, s�lo se puede empleardelante de sustantivos masculinos: El primer d�a del a�o pero La primera semana El postrer deseo pero La postrera esperanza El tercer premio pero La tercera etapa Primero debe apocoparse indefectiblemente delante de sustantivo masculino; postrero y tercero quedan a merced del "consumidor": El postrero, o postrer, anhelo El tercero, o tercer, llamamiento EJERCICIO VOCAL DOMINIO DE LA RESPIRACION "Si en este momento tuviera que ense�ar a una ni�a -dec�a Julia Claussen, la conocida cantante-, le dir�a simplemente que inspirara profundamente y mirar�a la expansi�n de su cintura a la altura del diafragma. Luego le pedir�a que dijese tantas palabras como pudiese sin respirar de nuevo, y que sostuviera el aire con los m�sculos adyacentes del diafragma; es decir, que lo sostuviera sin contraerse ni tratar de desalojarlo. La clave est� en conseguir el timbre m�s agudo, no con mucho aire, sino con poco, y, sobre todo, con el menor esfuerzo posible de la garganta, que debe pa134 recer un cendal flotante todo el tiempo... Para m�, la vocal m�s dif�cil es a. Es la que hace abrir m�s la garganta, y la que m�s impide el dominio del aire que sale. Por esto yo comienzo mis pr�cticas con estas vocales: u, o, a, e, i, en sucesi�n." Muy bien, Julia Claussen. Nosotros no somos ni�as, ni tenemos inter�s en cantar, pero vamos a aceptar tus consejos, y los llevaremos a la pr�ctica para mejorar nuestra voz. Primeramente, inspiremos profundamente. Comencemos a bostezar mientras bebemos el aire, profunda, profundamente; sintamos que los pulmones se nos inflan como globos; sint�moslos que nos empujan las costillas inferiores por los costados y la espalda. Sint�moslos que nos aplastan ese m�scul o arqueado que se llama diafragma. Prestemos especial atenci�n al diafragma. Es un m�sculo suave. Necesita fortalecimiento. Ahora, antes de desembocar en el bostezo, comencemos a cantar a. Cant�mosla por un buen rato, hasta que nos parezca que no tenemos m�s aire en los pulmones. �Cu�nto durar�? Depende del dominio que tengamos del aire respirado. La tendencia natural ser� que el grueso del aire se escape como por el agujero de un globo pinchado. �Por qu�? Porque los pulmones son el�sticos, est�n dilatados y quieren contraerse. Las costillas flotantes han sido repelidas, y al volver a su posici�n normal comprimen los pulmones. Tambi�n el diafragma, a menos que lo dominemos, adopta r�pidamente su forma arqueada, y desaloja el aire de los porosos pulmones inflados. Sin embargo, si dejamos que el aire salga con rapidez, hablaremos sofocadamente, entrecortadamente. Los tonos ser�n poco claros. Poco agradables. Poco audibles. �C�mo, pues, dominar esta fuga de vigor vocal? "Es imposible -dec�a Caruso- cantar art�sticamente sin completo dominio del aire respirado." Tambi�n es imposible tener voz agradable para hablar sin ese requisito. �C�mo, pues, dominar esta fuga de aire? Si no ponemos cuidado, nuestra primera tendencia ser� dominarlo por la 135 contracci�n de los m�sculos de la garganta. �Hay algo peor que esto? Ya lo dijo Julia Claussen: "La garganta debe parecer un cendal flotante todo el tiempo." La garganta no tiene nada que ver con la salida del aire. La garganta no nos comprime los pulmones. Lo comprimen el diafragma y las costillas. A �stos tenemos que dominar. Hagamos que la compresi�n sea lenta, delicada, al tiempo que decimos a. Veamos por cu�nto tiempo podemos mantener este tono sin oscilaciones. Luego sigamos con las otras notas que Julia Claussen propone: u, o, a, e, �- CAPITULO VI ELEMENTOS INDISPENSABLES PARA HABLAR CON �XITO 136 T�, por ventura, �sabes lo que vale un d�a? �Entiendesde cu�nto precio es una hora? �Has examinado el valor del tiempo? Cierto es que no, pues as�, alegre, le dejas pasar, hurtado de la hora que, fugitiva y secreta, te lleva precios�simo robo. �Qui�n te ha dicho que lo que ya fu� volver� cuando lo hayas menester si lo llamares? D�me, �has visto algunas pisadas de los d�as? No, por a re�rse cierto; que ellos s�lo vuelven la cabeza y burlarse de lor que as� los dejaron pasar. FRANCISCO DE QUEVEDO Y tenemos, sobre todo, la voluntad de la acci�n, la cual nunca es excesiva; porque hay que querer, querer siempre, "querer aun cuando no se pueda". MIGUEL DE UNAMUNO Para saber qu� camino se ha de seguir, es necesario saber d�nde se quiere llegar. El secreto de la energ�a y el nervio de todas nuestras acciones consiste en eso, pues esa fijeza de objetivo hace imposible las vacilaciones en los momentos decisivos en que van a fijarse rumbos trascendentales. CARLOS PELLEGRINI El d�a en que escribo estas l�neas, 5 de enero, es el aniversario de la muerte de Sir Ernest Shackleton, el explorador. Muri� mientras se dirig�a hacia el Sur en su barco "Quest ', para explorar el oc�ano Ant�rtico. Lo primero que atra�a la mirada de quien entrase en este barco eran estas estrofas, grabadas sobre una plancha de bronce: "Si sue�as, y los sue�os no te arroban Si piensas, y pensar no es tu ambici�n; Si al triunfo y al desastre te acomodas, Y ves en uno y otro un impostor. "Si a tu cerebro y pecho y nervio obligas A estar despiertos, aunque ya agotados, Y as� sigues bregando con la vida Porque tu voluntad dice ;Sigamos! "Si ocupas el minuto inexorable De sesenta minutos de tu af�n, Tuyo es el mundo, tuyos sus caudales, Y t� eres, hijo, un hombre de verdad." "El esp�ritu de Quest" llamaba el famoso explorador a estos versos; y, verdaderamente, son el esp�ritu adecuado con que un hombre debe comenzar la exploraci�n del Polo Sur, o con que debe obtener confianza en s� mismo si quiere llegar a hablar en p�blico. Pero ese no es el esp�ritu, lamento confesarlo, con que la mayor�a de las personas comienzan a estudiar el arte de hablar en p�blico. Hace algunos a�os, cuando acababa de i niciarme en las tareas educadoras, me qued� sorprendido cuando vi cu�n numeroso era el tanto por ciento de los estudiantes que, habi�ndose inscrito en escuelas nocturnas de 139 diversa suerte, se cansaban y desmayaban en el camino, antes de llegar a la meta. La cantidad es lamentable y sorprendente. Ello da triste prueba de la naturaleza humana. Esta es la sexta lecci�n del curso, y la experiencia me ense�a que algunos de los que estas l�neas leen est�n ya desalent�ndose porque, en seis cortas semanas, no han logrado vencer el temor del auditorio, ni desarrollado confianza en s� mismos. Es l�stima, porque "qu� pobre es aquel que carece de paciencia. �Cu�l es la herida que no haya sanado sino gradualmente?" NECESIDAD DE LA PERSISTENCIA Cuando comenzamos a aprender algo, como franc�s,0 golf, u oratoria, no adelantamos de modo uniforme, constante. No aprendemos gradualmente. Aprendemos a tirones repentinos, mediante avances bruscos. Luego permanecemos inactivos por un tiempo, o hasta podemos retroceder y perder parte del terreno que hab�amos ganado. Estos per�odos de estancamiento, o aun de retroceso, son bien conocidos de los psic�logos, que los han llamado "mesetas en la l�nea del aprendizaje". Los alumnos de oratoria a veces quedan detenidos semanas enteras en alguna de estas mesetas. Por muy duro que estudien, no pueden salir de ellas. Y entonces los d�biles se dan por vencidos, desesperados. Los que tienen entereza, persisten, y se encuentran con que, de pronto, de un d�a para otro, sin saber c�mo ni por qu�, han hecho un gran progreso. Se han remontado como un ave. Bruscamente han dado en el busilis. S�bitamente han adquirido naturalidad, fuerza y confianza en sus discursos. Uno siempre puede, como hemos dicho, sentir peregrino temor de cierta turbaci�n, un poco de nerviosa ansiedad en los primeros momentos que se afronta un auditorio. Don Angel Ossorio y Gallardo, despu�s de cerca de cincuenta a�os de orador, confesaba sentir siempre cierta turbaci�n, rayana a veces con el p�nico, al tomar la palabra. Lo mismo le sucede a don Luis Jim�nez de As�a. Cuando habl�, don 14 0 Luis, en la Universidad de Buenos Aires, hace ya algunos a�os, su nerviosidad era tan extrema que a punto estuvo de verter la taza de caf� sobre el chaleco del marqu�s de Amposta, embajador a la saz�n de Espa�a. Hasta los grandes m�sicos han sentido esto, a pesar de sus muchas apariciones en p�blico. Paderewski jugaba nerviosamente con los pu�os de la camisa inmediatamente antes de sentarse al piano. Nordica sent�a que el coraz�n le lat�a con mayor prisa. Sembrich tambi�n. Pero en seguida se desvanec�a este temor, como la niebla del amanecer en verano. La experiencia de estas personas ser� nuestra. Si perseveramos, pronto borraremos todo, excepto este temor inicial. Y el temor inicial nunca pasar� de temor inicial. Despu�s de las primeras frases, recobraremos el dominio de nosotros mismos. Y entonces el hablar ser� un verdadero placer. NADA DE CEJAR Cierta vez un joven que deseaba estudiar Derecho le escribi� a Lincoln pidi�ndole consejo, y Lincoln le respondi�: "Si est� usted inflexiblemente resuelto a ser abogado, tiene usted ya la mitad de las dificultades vencidas. Recuerde usted siempre que su propia resoluci�n de triunfar es m�s importante que cualquier otra cosa." Lincoln lo sab�a. �l hab�a pasado por esto. Nunca, en toda su vida, tuvo m�s de un a�o de escuela. �Tuvo libros? Lincoln dijo cierta vez que hab�a conseguido prestados todos los libros que hab�a a cincuenta millas en torno de su casa. En la barraca en que viv�a se manten�a un le�o ardiendo toda la noche. A veces le�a a la luz de este fuego. Los le�os ten�an grietas, y all� pon�a Lincoln los libros para leerlos. se trotaba Ni bien amanec�a, arrollaba su lecho de hojas, los ojos, cog�a el libro y comenzaba a devorarlo. Caminaba veinte o treinta millas por d�a para escuchar a un orador, y, cuando volv�a a su casa, practicaba sus discursos en todas partes -en la campi�a, en los bosques, delante de los parroquianos reunidos en el almac�n de Jones. Se inscribi� en sociedades de debates, de ciudades cercanas, y practic� sobre los temas de su tiempo, como ahora hacemos nosotros en este curso. Tuvo siempre complejo de inferioridad. Delante de las mujeres se volv�a t�mido y enmudec�a. Cuando hac�a la corte a quien fu� luego su esposa, sol�a sentarse con ella en la sala, avergonzado y silencioso, incapaz de hallar palabras, mientras ella hablaba por los dos. Sin embargo, este fu� el hombre que, mediante pr�ctica y estudio, se convirti� en el orador que lleg� a tener tan c�lebres pol�micas con el consumado parlamentario Douglas. Este fu� el hombre que, en Gettysburg, y luego en su segundo mensaje inaugural, se elev� hasta alturas de elocuencia rara vez alcanzadas en los anales de la historia. No nos extra�e, pues, que conociendo sus propias desventajas y su lucha empedernida, haya escrito: "Si est� usted inflexiblemente resuelto a ser abogado, tiene usted la mitad de las dificultades vencidas." En la oficina del presidente de los Estados Unidos hay un cuadro admirable de Abraham Lincoln. "Muchas veces, cuando ten�a. alg�n problema que resolver -dec�a Theodore Roosevelt-, algo complicado y de dif�cil soluci�n, algo donde hab�a derechos e intereses en pugna, miraba el cuadro de Lincoln, trataba de imagin�rmelo en mi lugar, trataba de figurarme qu� har�a �l en tales circunstancias. Quiz� parezca raro a muchos, pero, sinceramente, parec�a hacer m�s f�ciles de resolver los problemas que me preocupaban." �Por qu� no aplicamos la idea de Roosevelt? �Por qu�, si estamos desalentados y tenemos gana de darnos por vencidos en nuestro intento de hacernos oradores, no miramos un retrato de Lincoln y nos preguntamos qu� hubiera hecho �l en parecidas circunstancias? Todos sabemos qu� hubiera hecho. Todos sabemos lo que hizo. Despu�s de haber sido derrotado en las elecciones para senador por Stephen A. Douglas, dijo a sus partidarios que no deb�an "cejar por una ni por cien derrotas". 142 LA ESPERANZA DEL PREMIO Qu� no dar�a por ver a mis lectores con este libro abierto, sobre la mesa, durante una semana seguida, hasta que hayan aprendido de memoria estas palabras de William James: "No sienta el joven ansiedad alguna en cuanto al resultado final de su educaci�n, sean cuales fueren sus inclinaciones. Si se mantiene firmemente activo hora tras hora, d�a tras d�a, puede despreocuparse, sin riesgo, del resultado final. Sin la menor vacilaci�n, puede contar con que un buen d�a despertar� para hallar que es uno de los hombres competentes de su generaci�n, en la carrera que haya elegido." Y ahora; respaldado por la autoridad de James, aprovechar� para afirmar que aquel que siga este curso con firmeza y con entusiasmo, y que siga practicando inteligentemente, puede, con toda confianza, estar seguro de que un buen d�a despertar� para hallarse entre los oradores competentes de su ciudad o pa�s. Por muy fant�stico que esto pueda parecer a algunos, por ahora, es cierto como principio general. Excepciones, desde luego, siempre hay. Un hombre que tenga mentalidad y personalidad inferiores no llegar� nunca a ser un Emilio Castelar; pero, dentro de lo razonable, la afirmaci�n es correcta. Pongamos un ejemplo concreto. El ex gobernador de Nueva jersey, Stokes, concurri� al banquete con que dimos fin a un curso de oratoria, en Trenton. Y me confes� que los discursos pronunciados en esa noche por los alumnos eran tan buenos como los que se o�an en el Congreso de la Naci�n. Esos discursos hab�an sido pronunciados por profesionales que pocos meses antes enmudec�an de miedo delante de un auditorio. No eran oradores incipientes estos hombres. Eran profesionales t�picos con que uno topa en cualquier ciudad del mundo. Sin embargo, un buen d�a despertaron para hallarse entre los oradores competentes de su ciudad. El problema de nuestro �xito como oradores gira en torno 143 de dos factores: nuestra capacidad ing�nita, y la profundidad y fervor de nuestros deseos. "Quered tan s�lo, y cambiar� la faz del mundo", dec�a Lammenais, el fogoso te�logo y predicador franc�s. De la intensidad de nuestro deseo depende la solidez de nuestros logros. Si queremos ser buenos oradores, seremos buenos oradores; s�lo hemos menester desearlo en�rgicamente. Yo he conocido y observado a miles de hombres, literalmente, en su lucha por adquirir confianza en s� mismos y llegar a hablar en p�blico. De los que triunfaron, s�lo unos pocos eran hombres de luces. Los dem�s eran profesionales que estamos acostumbrados a ver en nuestras respectivas ciudades. Pero perseveraron. Hombres m�s inteligentes se desalentaron o se dedicaron a otros menesteres, y no llegaron muy lejos; pero el individuo medio que s�lo ten�a firmeza y unidad de prop�sito, "siendo de los �ltimos lleg� a ser de los primeros". Esto no es m�s que humano y natural. �No lo comprobamos, acaso, todos los d�as en cualquier manifestaci�n de la vida? "No se concluye nada con el �mpetu del genio -ha dicho Lamounty- si no se le agrega la paciencia." Por mucho talento que el alumno tenga, nunca lograr� llegar al fin de este curso si carece de la otra virtud. El mariscal Foch, que llev� a la victoria a uno de los ej�rcitosm�s grandes de que se tenga memoria, declar� que solo pose�a una virtud: la de nunca perder las esperanzas. Cuando los franceses se replegaron hacia el Marne, en 1914, el general Joffre di� instrucciones a sus generales, que ten�an dos millones de hombres a su mando, de que interrumpieran el repliegue y comenzaran la ofensiva. La nueva batalla, una de las m�s decisivas en la historia de la humanidad, se hab�a prolongado dos d�as ya cuando el mariscal Foch, encargado del centro de Joffre, le envi� este impresionante telegrama: "Mi centro cede. Mi derecha pierde terreno. La situaci�n es excelente.Atacar�." Ese ataque salv� a Par�s. Del mismo modo, querido orador, en lo m�s recio de la 144 lucha, cuando todo parezca perdido; cuando nuestro centro ceda y la derecha pierda terreno, "la situaci�n es excelente". � Ataquemos! �Ataquemos! Ataquemos y salvaremos la mejor parte de nuestra virilidad: el valor y la fe. ESCALAMIENTO DEL "INDOMITO K�ISER" Hace algunos veranos decid� escalar un pico de los Alpes austr�acos llamado el Ind�mito K�iser. Me dijeron que la ascensi�n era dif�cil, y que los alpinistas aficionados necesitaban imprescindiblemente de un gu�a. Nosotros, un amigo m�o y yo, no ten�amos gu�a, y, por cierto, �ramos s�lo aficiona= dos; alguien nos pregunt� si cre�amos que �bamos a llegar. -Desde luego -respondimos nosotros. -�Y qu� razones tienen para estar tan seguros? -pregunt�. -Pues, otros lo han hecho sin gu�a -dije-, por lo cual s� que es posible hacerlo sin gu�a; y, adem�s, nunca emprendo nada pensando que quiz� fracase. Como alpinista, soy el novicio m�s torpe y chapucero de cuantos hay. Pero esa es la actitud mental adecuada para emprender cualquier cosa, desde hablar en p�blico hasta escalar el Aconcagua. Pensemos en el �xito,en este curso. Imagin�monos hablando en p�blico con perfecto dominio de nosotros mismos. Est� en las manos de todos nosotros el hacer esto. Creamos que triunfaremos. Cre�moslo firmemente, y luego ya iremos haciendo lo necesario para provocar el �xito. El almirante Dupont di� varias razones para no haber introducido sus ca�oneros en el puerto de Charleston. El almirante Farragut escuchaba atentamente sus razones. -Pero hubo otra raz�n que usted no ha mencionado -dijo, cuando Dupont acab� de exponer. -�Cu�l? -Que no crey� usted que podr�a hacerlo. Lo m�s valioso que adquieren los alumnos de un curso de oratoria es la confianza en s� mismos, la mayor fe en su ca145 pacidad de lograr sus prop�sitos. Y, �qu� m�s importante que eso para el �xito de cualquier empresa? LA VOLUNTAD DE VENCER Miguel Antonio Caro, alt�simo poeta colombiano, y prosador incomparable, concluy� as� un discurso: "�Qu� har� yo para ser santo?, pregunta un alma t�mida a Santo Tom�s, y el ang�lico doctor respondi� con una sola palabra: pero queriendo de veras; y quien no persever� �Queriendo! S�, no quiso bien, pues la constancia es el comprobante de la firmeza de una resoluci�n. Un escritor eminente ha proclamado que el genio es la paciencia; un fil�sofo insigne os inculca, en el sentido, sin duda, de la palabra de Santo Tom�s, que todo deseo en�rgico se realiza; y para concluir, a todos y a cada uno de vosotros dir� yo con un gran poeta: "Ten fijo en la memoria Que nadie sin af�n y ardua fatiga Supo arrancar las palmas de la gloria." Napole�n,Wellington, Bol�var, Foch, todos los grandes jefes militares, han reconocido que la voluntad de vencer de un ej�rcito, y la confianza en su capacidad de hacerlo, son el factor principal para lograr el �xito de las armas. "Noventa mil hombres vencidos -dice el mariscal Fochse retiran ante noventa mil hombres vencedores s�lo porque han sufrido demasiado, porque ya no creen en la victoria, porque se han desmoralizado, porque est�n al extremo de su resistencia moral:" En otras palabras, los noventa mil hombres que se retiran no lo hacen porque se les haya infligido un castigo f�sico muy duro, sino porque se les ha infligido un castigo moral, porque han perdido el valor y la confianza. No hay esperanza para un hombre as� vencido. Victorio Alfieri, el gran poeta tr�gico de Italia, se dedic� a las letras siendo ya adulto. Y para recuperar el tiempo perdido, se encerr� en su habitaci�n y se dedic� a estudiar 146 y escribir intensamente. Cuando sus amigos le preguntaban c�mo pudo vencer sus inclinaciones fr�volas para convertirse en tan grande escritor, les respond�a: "Volli, sempre volli, fermissimamente volli." Antonio Maura, mallorqu�n, hablaba tan defectuosamente el castellano, que cuando fu� a estudiar a Madrid, todos los compa�eros re�an y se burlaban de �l. Pero Maura, decidido a dominar el castellano, y a convertirse en famoso orador, comenz� a estudiar con ahinco la lengua de Cervantes, llegando a los pocos a�os a ser uno de los oradores m�s castizos de las Cortes, y, m�s tarde, a dirigir nada menos que la Real Academia Espa�ola de la Lengua. Su refr�n favorito era el tan tra�do, y por tra�do descuidado, de "Querer es poder". Sea nuestra canci�n de batalla este soneto de Almafuerte, el segundo de los siete medicinales: No te des por vencido ni aun vencido; No te sientas esclavo ni aun esclavo; tr�mulo de pavor, pi�nsate bravo, y acomete feroz, ya mal herido. Ten el tes�n del clavo enmohecido, que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo; no la cobarde intrepidez del pavo que amaina su plumaje al primer ruido. Procede como Dios, que nunca llora; o como Lucifer, que nunca reza; o como el robledal, cuya grandeza necesita del agua y no la implora... ï¿Q ½ ue muerda y vocifere, vengadora, ya rodando en el polvo, tu cabeza! SUMARIO 1. Nada aprendemos -sea franc�s, golf u oratoria- por medio de mejoramiento gradual. Adelantamos a tirones repentinos, mediante avances bruscos. Luego permanecemos es147 tacionarios durante algunas semanas, y aun llegamos a perder parte de la perfecci�n lograda. Los psic�logos llaman a estos per�odos de estacionamiento "mesetas en la l�nea del aprendizaje". Quiz� tengamos que luchar duro por un tiempo, sin lograr salir de una de estas mesetas ni seguir adelantando. Algunas personas, por no conocer este curioso fen�meno de nuestra manera de progresar, se desalientan al verse atascadas y cesan en los esfuerzos. Esto es muy lamentable, porque si persistieran, si siguieran practicando, comprobar�an que de pronto se elevan como un ave y hacen gran progreso de un d�a para otro. 2. Quiz� nunca logremos deshacernos de cierta nerviosa ansiedad que se apodera de nosotros poco antes de comenzar. Ossorio y Gallardo, Jim�nez de As�a, y muchos otros oradores, hasta el final de su vida, experimentaron esta nerviosidad inicial. Si perseveramos, pronto nos desharemos de todas las dificultades, excepto de este temor; y, luego de hablar unos segundos, tal temor desaparecer�. 3. William james ha dicho que nadie ha de preocuparse por el resultado final de su educaci�n, que si se mantiene firmemente ocupado, "sin la menor vacilaci�n puede contar con que un buen d�a despertar� para hallar que es uno de los hombres competentes de su generaci�n, en la carrera que haya elegido". Esta verdad psicol�gica que el famoso sabio ha enunciado, tiene aplicaci�n en nosotros y en nuestros esfuerzos para aprender a hablar en p�blico. No puede haber duda respecto de esto. Los hombres que han triunfado en este curso no han sido, por regla general, hombres de dotes extraordinarias. S�lo ten�an en su haber persistencia y tozuda determinaci�n.No cejaron. Y llegaron. 4. Pensemos en el �xito con respecto a nuestros estudios. Esto nos obligar� a hacer las cosas necesarias para provocar el �xito. 5. Si nos desalentamos, miremos un retrato de Lincoln, o de Victorio Alfieri, o de Antonio Maura, y pregunt�monos qu� hubieran hecho ellos en circunstancias similares. 6. Cuando los amigos le preguntaban a Alfieri c�mo 14 8 hab�a vencido sus inclinaciones fr�volas, respond�a: "Quise, siempre quise, firm�simamente quise." VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Todas las palabras que doy a continuaci�n en la columna de la derecha, son correctas. Pero muchas personas desconocen su verdadera pronunciaci�n. INCORRECTO CORRECTO Impugne Piemont�s Irisi�n Decolorar Garraspera Despaturrar Contraversia Desvastar Decaecer Mag�er Aveniencia Impune Piamont�s Irrisi�n Descolorar Carraspera Despatarrar Controversia Devastar Descaecer Maguer Avenencia Descolorar tiene dos sustantivos sin�nimos, unoregular y otro irregular: Decoloraci�n y descoloramiento. No hay que confundir devastar con desbastar, que es quitar las partes bastas. GRAM�TICA "Tan es as�" Tan, ap�cope detanto, puede usarse delante de adjetivo, adverbio y otras partes de la oraci�n excepto el verbo. La frase del ep�grafe debe ser "Tan as� es", o "Tanta es as�." De balde y en balde 149 En balde quiere decir en vano. De balde quiere decir gratis, graciosamente. "Consegu� dos billetes de balde para el teatro." "Es en balde que vengas; no te recibir�." "Si por los vuestros estuviese la victoria, ser� suya la honra, y nuestro trabajo en balde." Mariana de balde, "Aqu� enterraron Por no hallarle una peseta... No sigas: era poeta." Mart�nez de la Rosa De una persona que est� ociosa se dice que "est� de balde". EJERCICIO VOCAL. LA PUNTA DE LA LENGUA Caruso atribu�a gran parte de su �xito como cantante al dominio extraordinario que ten�a de la lengua. Lo mismo la Galli-Curci. Lo mismo much�simos otros grandes cantantes. Caruso se ejercit� hasta que tuvo la punta de la lengua �gil y fuerte en extremo. Utilizaba la punta de la lengua, mientras la parte posterior estaba muerta y relajada. Esto tiene gran importancia, pues los m�sculos de la parte posterior est�n unidos a la laringe. Por lo cual, si utilizamos dicha parte posterior, provocamos tensiones y contracciones innecesarias en la garganta. Uno de los mejores m�todos para desarrollar fuerza y actividad en la punta de la lengua consiste en gorjear la r. Pronunci�mosla incesantemente, como un canario. Imitemos el sonido de una ametralladora lejana. No es s�lo una sucesi�n de erres lo que necesitamos, es un gorjeo. �No ha o�do nadie c�mo vibran los cascabeles de la serpiente antes del ataque? Ello nos dar� una idea de la manera en que debe vibrar la punta de la lengua contra el cielo de la boca, inmediatamente detr�s de los dientes. �Qui�n no ha o�do un pica150 maderos picoteando una rama seca al comenzar la primavera? Nuestro gorjeo tiene que ser tan r�pido como un stacatto. El gorjeo tiene que recordarnos la tapa de las calderas cuando el agua comienza a hervir. Comencemos a decir par. Cuando lleguemos a la erre, comentemos el gorjeo. Prmrrrrrrrrrr. Hagamos lo mismo con zar y mar. Comencemos ahora a bostezar, respirando profundamente, sintiendo actividad en medio del tronco. Antes de que se produzca el bostezo, comencemos a gorjear la erre. Gorje�mosla por cuanto nos quede aire. Apliquemos los m�todos de dominio del aire respirado que vimos en el cap�tulo V. El gorjeo de la erre es un ejercicio importante; pero no creamos que con ejecutar este y los otros ejercicios un minuto por semana, y olvidarlos el resto del tiempo, obtendremos halag�e�os resultados. "Los dioses venden todo a buen preci�", dec�a Emerson. Y el buen precio que debemos pagar por el mejoramiento de la voz es la pr�ctica, la pr�ctica, la pr�ctica.No necesitamos, desde luego, excluir otras actividades para practicar. Podemos hacerlo mientras nos estamos ba�ando. Leamos en voz alta el siguiente poema. Sintamos c�mo la punta de la lengua nos toca r�pida, perentoriamente, las espaldas de los dientes. Sintamos c�mo recalcamos las ideas importantes con ese golpecito n�tido y el�stico: �Todo hacia la muerte avanza, de concierto; toda la vida es mudanza hasta ser muerto! �Qui�n vi� por tierra rodado el almenar, y tan alto levantado el muladar! �Mi existir se cambia y muda todo entero, como �rbol que se desnuda en el enero! �Fueron mis goces auroras de alegr�as, m�s fugaces que las horas de los d�as! � l' m�s que la lanzadera en el telar. y la alondra tan ligera en el volar! �Alma, en tu recinto acoge al dolor, como la espiga en la troje el labrador! �Lev�ntate, coraz�n, que est�s muerto! �Esqueleto de le�n en el desierto! �Pide a la muerte posada, peregrino, como espiga que granada va al molino! � La vida!... Polvo en el viento volador. �S�lo nos muda el cimiento del dolor! Ram�n del Valle-Incl�n Despu�s que hayamos le�do esta poes�a en la manera indicada, le�mosla por segunda vez aplicando los principios ense�ados por Julia Claussen en el cap�tulo V. Respiremos con el diafragma. Prepar�monos para bostezar. Hablemos. Pensemos que el sonido va a la cabeza, no a la garganta. Dominemos el diafragma. No dejemos que el aire se nos escape irrefrenable. Tratemos de leer correctamente esta poes�a con s�lo dos inspiraciones. 15 2 Es menester algo m�s que el simple conocimiento del tema. Es menester vestirlo de vehemencia. Es menester estar convencido de que sabemos algo que la gente debe imprescindiblemente conocer. BRYAN Hagamos una cosa por vez, y esa cosa, como si de ella dependiese nuestra vida. Lema de EUGENE GRACE Poco despu�s de terminada la Gran Guerra, conoc� en Londres a los hermanos Ross y Keith Smith. Acababan de efectuar el primer vuelo desde Londres hasta Australia; hab�an ganado el premio de cuatrocientas mil pesetas ofrecido por el gobierno australiano; hab�an causado sensaci�n en todo el Imperio Brit�nico; y hab�an sido armados caballeros por el rey. El capit�n Hurley, conocido fot�grafo, hab�a volado con ellos en parte del viaje, para tomar pel�culas; yo, pues, les ayud� a preparar un relato ilustrado del viaje y les ense�� a decirlo. Dos veces por d�a, durante cuatro meses, pronunciaron este discurso en el Edificio Filarm�nico de Londres: uno hablaba por la tarde y otro hablaba por la noche. Hab�an tenido exactamente la misma experiencia; hab�an estado hombro con hombro mientras daban media vuelta al mundo; y pronunciaban el mismo discurso, casi palabra por palabra. Sin embargo, hab�a marcada diferencia entre uno y otro. Hay algo, aparte las palabras, que es decisivo. Me refiero al sabor con que uno las dice. "No importa tanto lo que decimos, cuanto c�mo lo decimos." Cierta vez, en un concierto, me toc� estar al lado de una joven que iba leyendo la partitura de una mazurca de Chopin mientras Paderewski la ejecutaba al piano. Estaba perpleja. No acertaba a comprender. Los dedos del maestro tocaban exactamente las mismas notas que los suyos hab�an tocado tantas veces. Sin embargo, la ejecuci�n suya hab�a sido vulgar, y la de Paderewski en cambio era inspirada, encerraba inefable belleza, sojuzgaba el �nimo de los oyentes. No era s�lo tocar las notas. Era la manera en que las tocaba, el 155 sentimiento, el arte, la personalidad que pon�a en su ejecuci�n lo que establec�a la diferencia entre la mediocridad y el genio. Brulloff, el gran pintor ruso, corrigi� en una ocasi�n el dibujo de un alumno. El alumno mir� asombrado el dibujo y exclam�: -�C�mo! Lo ha reformado usted un poquito y, sin embargo, parece otro dibujo. Y Brulloff respondi�: -El arte comienza donde comienza el poquito. Esto es tan cierto para la oratoria como lo es para la pintura o para las ejecuciones de Paderewski. Hay un antiguo dicho en el parlamento brit�nico, seg�n el cual todo depende de la manera en que se habla, y no de las palabras que se dicen. Esto lo dijo Quintiliano hace alg�n tiempo, cuando Inglaterra era una de las colonias de Roma. Como a los m�s de los dichos antiguos, es menester tomar a �ste cum grano salis; pero, indudablemente, un discurso bien pronunciado puede convertir un tema desnudo en un tema muy acicalado. Esto explica que Nicol�s Avellaneda, ense�ando una asignatura tan poco atrayente cual era laEconom�a Pol�tica, atrajese tanto p�blico a su aula de la Universidad de Buenos Aires.. He observado muchas veces, en los concursos, que no siempre es el orador con mejor material quien gana. Por regla general, gana el orador que, por hablar bien, hace que su material parezca el mejor. "Tres cosas importan en un discurso -dec�a con c�nica picard�a Lord Morley-, y son: qui�n lo dice, c�mo lo dice, y qu� dice. De todas tres, la �ltima es la menos importante." �Es exageraci�n? S�, pero escarbemos un poco, y debajo de la superficie de esta afirmaci�n hallaremos la verdad. Pi y Margall escrib�a discursos brillantes en cuanto a l�gica, razonamiento y composici�n. Sin embargo, como orador, era un fracaso. No sab�a decir sus frases de modo que resultasen interesantes y vigorosas. Cuando se levantaba para hablar, los colegas comenzaban a salir de la sala, y s�lo 156 quedaban Castelar, C�novas, R�os Rosas, etc., que escuchaban con verdadero provecho sus discursos. Podemos arrojar una bala de acero contra un hombre, y no conseguiremos ni siquiera rasgar su vestido. Pero pongamos p�lvora detr�s de una vela de sebo, y perforaremos con ella una tabla de pino. Muchos discursos de sebo, pero con p�lvora, causanm�s impresi�n, lamento decirlo, que un discurso de acero falto de fuerza propulsora. Cuidemos, entonces, la elocuci�n. �QU� ES LA ELOCUCI�N? Cuando un enamorado hace sus protestaciones de amor a la mujer amada, �le dice Te adoro como quien dice Esta noche ir� al teatro, o emplea el tono y estilo adecuados para impresionarla? Desgraciadamente, no todos los oradores alcanzan esto. Veamos un ejemplo que es caracter�stico en miles de oradores. Hace un tiempo estaba en M�rren, un lugar de veraneo de los Alpes suizos. Me hospedaba en un hotel cuyo directorio enviaba semanalmente dos conferenciantes para que hablasen a los hu�spedes. Uno de estos conferenciantes fu� una conocida novelista. Su tema fu� El futuro de la novela. Confes� que no hab�a elegido el tema ella misma. y el resultado de esto fu� que lo que dijo no le incumb�a suficientemente para preocuparse de c�mo lo dec�a. Hab�a preparado algunas notas apresuradamente; y all� estaba, frente al auditorio, haciendo poco caso de sus oyentes, sin mirarlos siquiera, ya fijando la mirada por sobre nuestras cabezas, ya contemplando el piso. Iba extrayendo la palabra con mirada distra�da en los ojos y tono distra�do en la voz. Esta clase de discursos est�n divorciados de la elocuci�n. Son soliloquios. No existe en ellos el sentido de la comunicaci�n.Y �se es el principal elemento de un buen discurso: el sentido de la comunicaci�n. El oyente debe sentir que el mensaje surge de la mente y del coraz�n del orador, para inundar directamente la men157 te y el coraz�n propios. La conferencia que acabo de describir habr�a podido, de igual modo, ser dada en el arenoso desierto de Gobi. Y por cierto que parec�a m�s bien haber sido pronunciada en lugar semejante que ante un grupo de seres humanos. El secreto de pronunciar un buen discurso es un proceso a la vez muy sencillo y muy complicado. Y que se presta a malas interpretaciones y a no pocas exageraciones. EL SECRETO DE LA BUENA ELOCUCI�N Sobre el arte de la elocuci�nse han escrito memeces y disparates sin cuento. Se la ha rodeado de reglas, ritos y artes misteriosos. La antigua "elocuci�n pomposa", ese horror de los horrores, ha hecho que a menudo se la considere burlonamente. El profesional medio que ha ido a las bibliotecas y librer�as en busca de libros de oratoria, se ha encontrado con que la mayor parte de tales libros no ten�an la menor aplicaci�n pr�ctica.A pesar del progreso logrado en otras ramas, todav�a se nos quiere ense�ar a hablar de la manera exornada en que hablaba un Castelar o un Mirabeau - lo que est� tan fuera de lugar y de boga como los sombreros con que las esposas de estos insignes oradores causaban la envidia de sus contempor�neas. En los tres cuartos de siglo �ltimos se ha ido formando una nueva escuela de oratoria que est� m�s a tono con los tiempos que corren. Es tan moderna como un cuadro de Picasso, tan precisa como un telegrama, tan formal como una funci�n de gala en el teatro Col�n. Toda la pirotecnia verbal que en otro tiempo era indispensable, ya nadie la tolera en este a�o de gracia. Un auditorio moderno, sean treinta alumnos en el aula de una facultad, o sean mil personas en una tienda de lona, quieren que el orador no haga rodeos in�tiles y que hable del mismo modo que si estuviera charlando en un corrillo de dos o tres personas. 158 Del mismo modo, dije; no con el mismo volumen de voz. Si empleamos el mismo volumen de voz nadie nos oir�. Precisamente para parecer m�s naturales, es menester que hablemos con mayor energ�a delante de cuarenta personas que delante de s�lo una, as� como una estatua a la que se coloca sobre un edificio tiene que tener tama�o gigantesco para que parezca proporcionada a quien la contempla desde el suelo. Al terminar Mark Twain un discurso que pronunci� en un campamento de Nevada, se le acerc� un anciano buscador de oro y le pregunt�: -�Es �se su tono natural? Esto quiere el auditorio: el tono natural, aumentado en volumen. Hablemos en un banquete del mismo modo que le hablar�amos a Fulano P�rez y P�rez. Al fin y al cabo, �qu� e un banquete sino una colecci�n de P�rez y P�rez? Los mismos m�todos que son eficaces con cada uno de ellos individualmente, �no lo han de ser con todos colectivamente? Acabo de describir la conferencia de cierta novelista. En el mismo sal�n en que ella habl�, tuve el placer, algunos d�as m�s tarde, de escuchar a Sir Oliver Lodge. El tema elegido fu��tomos y mundos.Sir Oliver ha dedicado a este tema m�s de cincuenta a�os de reflexiones, estudios, experimentos e investigaciones. Ten�a para decir algo que era parte esencial de su coraz�n, de su cerebro, de su vida, algo que fervientemente deseaba decir. Olvid�-y yo, entre otros, agradezco a Dios que lo haya olvidado-, olvid�, digo, que ten�a que hacer un discurso. Ese era su menor cuidado. Lo que le importaba era explicar a su auditorio todo lo que sab�a sobre �tomos, y dec�rselo con exactitud, claridad y vivacidad. Quer�a por todos los medios hacernos ver lo que �l ve�a, y hacernos sentir lo que �l sent�a. �Cu�l fu� el resultado? Que pronunci� un discurso excelente. Un discurso que ten�a encanto y vigor, y que caus� impresi�n profunda. Sir Oliver es un orador consumado. Sin embargo, tengo para m� que �l no lo sabe. Tengo para m� 159 que muy pocas de las personas que le oyen hablar le consideran para nada un orador. Si nosotros, querido lector, hablamos en p�blico de tal guisa que el auditorio sospeche que hemos recibido adiestramiento en oratoria, no haremos mucho honor a nuestro profesor. El profesor quiere que hablemos con tanta y tan grande naturalidad, que los oyentes nunca sospechen que hemos seguido un curso de elocuencia. Una buena ventana no atrae la atenci�n hacia s�. Deja simplemente que pase la luz. Lo mismo debe hacer el orador. Debe ser tan natural que sus oyentes no reparen en su modo de hablar, sino solamente en la sustancia de sus razones. LA INDIVIDUALIDAD "La desigualdad mental entre los individuos adultos de la especie humana -escribe Jos� Ingenieros-, es un postulado b�sico de la psicolog�a. Podr�n las costumbres y las leyes �establecer derechos comunes a todos los seres humanos, pero �stos siempre ser�n desiguales entre s�. Cada individuo, psicol�gicamente considerado, es una s�ntesis sistem�tica de elementos afectivos, intelectuales y activos, diversos por su origen, que se coordinan de manera varia y seg�n relaciones complejas." Esto es especialmente cierto en lo que ata�e a la oratoria. No hay en el mundo otra persona que sea como nosotros. Cientos de millones de personas tienen un par de ojos, una nariz y una boca; pero ninguno es exactamente igual a ninguno de nosotros. Y as� tambi�n, ninguno de ellos tiene las caracter�sticas,m�todos y vaciado de nuestra mente. Muy pocos entre ellos hablar�n y se expresar�n del mismo modo en que nosotros hablamos y nos expresamos ordinariamente. En otras palabras: tenemos individualidad. Como oradores, �sta es nuestra m�s preciosa virtud. Aferr�monos a ella. Cuid�mosla. Desarroll�mosla. Ella es la chispa que encender� la fuerza y la sinceridad en nuestro discurso. "Es nuestro �nico derecho a la importancia." Sir Oliver Lodge habla diferentemente que otros hombres, 160 porque �l es diferente. La manera de hablar de una personaes parte tan esencial de su individualidad como lo son su barba y su cabeza calva. Si hubiera tratado de imitar a su compatriota Lloyd George, hubiese sido falso y habr�a fracasado. En las Cortes espa�olas de mediados del siglo pasado fueron famosos los debates entre don Antonio C�novas del Castillo, jefe del partido conservador, y don Pr�xedes Mateo Sagasta, jefe del partido liberal. C�novas ten�a el aspecto de un hombre vulgar, as� por sus ademanes como por su atav�o. Sagasta, en cambio, era elegant�simo y hasta coqueto. Estos hombres eran tan diferentes en sus caracteres y mentalidad como lo eran en su aspecto f�sico. Sagasta ten�a sonrisa burlona, sarc�stica. C�novas la ten�a bonachona. Los ademanes y gestos de aqu�l eran impecables. Los de �ste, torpes. Ten�a la costumbre de gui�ar, de torcer la boca y de hacer cuatro o cinco subidas de hombros al terminar los per�odos. C�novas pose�a una cultura universal que le permit�a improvisar eruditamente sobre cualquier tema. Sagasta era menos culto, pero ten�a mayor rapidez mental y era viv�simo para los duelos verbales y las respuestas instant�neas. Pose�a enorme don de simpat�a y gran habilidad para persuadir. "M�s temo a don Pr�xedes en una conferencia particular que en pleno Parlamento", dijo C�novas cierta vez. C�novas, en cambio, era de semblante tan duro que, sin serlo, ech� fama de orgulloso. Pero era tan consumado pol�tico y estadista, que cuando llegaron las nuevas de su asesinato a Madrid, Sagasta coment�: "Despu�s de la muerte de C�novas todos los dem�s pol�ticos podemos llamarnos de t�". Tanto uno como otro, sin embargo, a pesar de sus diferencias, eran oradores consumados, porque ten�an el valor de ser ellos mismos. Si uno de ellos hubiera tratado de imitar al otro, habr�a fracasado lastimosamente. Pero cada uno, desarrollando en la mayor medida posible sus talentos y modalidades propias, se hac�a individual y poderoso. V� t�, procede y en esta guisa. Es esta una indicaci�n f�cil de dar. �Es tambi�n f�cil de seguir? Por cierto que no. El mariscal Foch dec�a, a prop�sito del arte de la guerra: "Es bastante f�cil en cuanto a concepci�n, pero desgraciadamentees complicado en cuanto a ejecuci�n". Es necesario practicar para llegar a ser natural delante de un auditorio. Los actores lo saben bien. Cuando ten�amos cuatro a�os, probablemente, si lo hubi�semos intentado, habr�amos podido subir a un tablado y recitar con naturalidad delante de un auditorio. Pero ahora que tenemos veinticuatro, o cuarenta y cuatro, �qu� sucede si subimos a un tablado y comenzamos a hablar? �Daremos muestra de aquella inconsciente naturalidad que pose�amos a los cuatro a�os? Quiz�, por excepci�n, pero lo m�s seguro es que nos pondremos tiesos, ceremoniosos y mec�nicos, y nos retraeremos en nuestras corazas, como una tortuga herida. El problema de ense�ar el arte de la elocuci�n no consiste en acrecer el horizonte mental del alumno con nuevos conceptos, sino en extirpar escollos, en liberar de trabas al alumno, en lograr que hable con la misma naturalidad con que hablar�a si alguien le diera un pu�etazo. Cientos de veces he interrumpido a mis alumnos en medio de sus discursos y les he rogado que "hablen como seres humanos". Cientos de noches he vuelto a mi casa mentalmente fatigado y con el sistema nervioso exhausto de tanto adiestrar y obligar a, los alumnos a que hablen con naturalidad. Por Dios, no es tan f�cil, no, como parece. Y el �nico m�todo que hay bajo la capa del cielo para adquirir esta naturalidad es la pr�ctica. Y si, mientras practicamos, caemos en la cuenta de que estamos ceremoniosos, deteng�monos y orden�monos mentalmente: "�Ea! �Qu� pasa? �Despierta! �S� humano!" Busquemos luego con la vista a alg�n oyente, el que tenga cara de m�s tonto, y dirij�monos a �l. Olvidemos que haya otros. Conversemos con �ste. Supongamos que nos ha hecho una pregunta y que estamos contest�ndole. Si �l llegara a ponerse en pie y a dirigirnos la palabra, y nosotros fu�ramos a responderle, tal proceso, inmediata e inevitablemente; har�a m�s familiar, m�s natural, m�s directo nuestro discurso. Hagamos la cuenta, pues, de que tal cosa ha ocurrido, precisamente. 162 Hasta podemos hacernos preguntas a nosotros mismos y luego contestarlas. Por ejemplo, en medio del discurso podemos interrumpir el hilo y decir: "Alguien quiz� quiera saber qu� pruebas tengo de lo que afirmo. Tengo suficientes pruebas, y las expondr� inmediatamente..." Y en seguida procedamos a responder a la pregunta imaginaria. Esto se puede hacer con naturalidad. Romper� la monoton�a del discurso y lo har� m�s directo, m�s agradable, m�s �ntimo. La sinceridad, el entusiasmo y la vehemencia contribuyen. tambi�n a la naturalidad. Cuando una persona est� dominada por la pasi�n, su verdadera personalidad surge a la superficie. Las barreras caen. El calor de sus sentimientos destruye todas las vallas. Procede con espontaneidad. Habla con espontaneidad. Est� natural. Conque, a la postre, hasta el problema de la elocuci�n se reduce finalmente a lo que ya hemos repetido con tanta energ�a anteriormente: hay que poner el coraz�n en el discurso. Orestes Ferrara, hablando de Jos� Mart�, dice que "era tan sincero en su convicci�n, que sus acentos oratorios subyugaban a sus propios adversarios". "Sincero en su convicci�n." He aqu� el secreto. Sin embargo, no se me escapa que consejos as� no son populares. Parecen vagos. Suenan a indeterminados. El alumno medio quiere reglas seguras. Algo preciso. Reglas tan exactas como las instrucciones para hacer funcionar un autom�vil. Esto quiere. Esto quisiera yo darle. Ser�a m�s f�cil para �l.Ser�a m�s f�cil para m�. Y, a decir verdad, existen reglas que re�nen esas condiciones. Pero tienen un inconveniente: no dan resultado. Despojan al discurso de toda su naturalidad, calor, espontaneidad y gracia. Cr�aseme. Cuando era joven, malgast� no poca energ�a prob�ndolas. No aparecer�n en estas p�ginas, porque, como alguien hizo observar cierta vez, "para nada sirve lo que no sirve para nada". 163 �HACEMOS ESTO CUANDO HABLAMOS EN P�BLICO? Vamos a tratar a continuaci�n de las caracter�sticas de la naturalidad en el discurso, a fin de hacerlas m�s claras y vivaces. He vacilado antes de escribir esto, porque no faltar� quien se diga: "Ah, ya, con que me obligue a llevar a la pr�ctica estos consejos, tengo resuelto el problema". Pues no lo tendr�. Quien seobligue a llevar estos consejos a la m�s torpe y mec�nico que antes. pr�ctica, ser� Todos hemos aplicado estos principios hoy en nuestra conversaci�n, los hemos aplicado tan inconscientemente como hemos digerido el almuerzo. As� es como debemos aplicarlos. Otro modo no hay. Y esto lo lograremos, en lo que a hablar en p�blico se refiera, mediante el ejercitamiento. PRIMERO: DESTAQUEMOS LAS PALABRAS IMPORTANTES Y SUBORDINEMOS LAS NO IMPORTANTES Cuando conversamos, golpeamos ciertas s�labas con bastante fuerza y luego decimos las siguientes a mayor prisa. Por ejemplo: CanTAbrico, seLECto, biblioTEca, ALgido. Igual cosa hacemos con las frases. Hacemos que una o dos palabras importantes descuellen sobre las otras, como altozanos. Esto no es un proceso extra�o o inusitado. Escuchemos. Continuamente lo podemos o�r. Nosotros mismos lo hemos llevado a cabo hoy cien veces, quiz� mil. Ma�ana, indudablemente, lo llevaremos a cabo cien veces m�s. He aqu� un ejemplo. Leamos el siguiente p�rrafo, golpeando las palabras que est�n en may�sculas. Leamos las otras r�pidamente. �Qu� sucede? "Se necesita VALOR para sobrellevar las desgracias inesperadas. Para realizar los EMPE�OS. Para salir airoso y triunfante de las posiciones DIF�CILES. Para no acobardarse ante los PELIGROS." Esteban Echeverr�a. Esta no es la �nica manera en que se pueden leer estas l�neas.Otros la leer�n de diferente modo. El �nfasis no 164 tiene reglas fijas, sino que depende de diversas circunstancias. Leamos con vehemencia las citas que hay a continuaci�n, tratando de que las ideas sean claras y convincentes. �Verdad que acentuamos con fuerza las palabras importantes, mientras decimos las otras con prisa, casi con descuido? "Lo que no logres hoy quiz� ma�ana Lo lograr�s; no es tiempo todav�a; Nunca en el breve t�rmino de un d�a Madura el fruto ni la espiga grana. "No son jam�s en la labor humana Vano el af�n ni in�til la porf�a: El que con fe y valor lucha y conf�a, Los mayores obst�culos allana. "Trabaja y persevera, que en el mundo Nada existe rebelde e infecundo Para el poder de Dios, o el de la idea; "Hasta la est�ril y deforme roca Es manantial cuando Mois�s la toca Y estatua cuando Fidias la golpea." M. de Sandoval "Hacese un general a costa de su sangre y de la ajena; un orador despu�s de mucho estudio y ejercicio; hasta un m�dico, que para levantar a uno de la cama ech� ciento a la sepultura. Todos se van haciendo hasta llegar al punto de la perfecci�n." Baltasar Graci�n. SEGUNDO: VARIEMOS EL TONO DE VOZ El tono de la voz, en la conversaci�n, recorre toda la escala desde la nota m�s alta a la m�s grave, y viceversa, sin detenerse jam�s, constantemente inquieto como la superficie del mar. �Por qu�? No lo sabemos, ni nos importa. Nunca nos ense�aron a hacerlo. Lo aprendimos de ni�os, sin quererlo ni saberlo. Ahora bien: que nos pongan delante de un audi165 como un rayo... Dedicaba tanto tiempo a cada palabra que detorio, y la voz se nos tornar� mon�tona, apagada e ins�pida seara subrayar, como a cinco o seis de las otras." como los desiertos de la Patagonia. Cuando caigamos en la cuenta de que estamos hablando Parecido m�todo ten�a Nicol�s Salmer�n. Describiendo su con este tono mon�tono -generalmenteser� tono alto-, oratoria, dice don Niceto Alcal�-Zamora: deteng�monos un momento y dig�monos para nosotros: "Hete "No era tarda, ni menos premiosa, la emisi�n de aquella voz aqu� hablando como si fueras un destripaterrones.Conversa singular; pero reflexiva y consciente, cuidaba la pausa, para dar con estas personas. S� humano. S� natural". a cada palabra el relieve de su individualidad, y aun dentro de Levantando o bajando repentinamente el tono de voz soella a cada elemento el valor de su etimolog�a, todo con un enlabre una palabra o frase, podemos hacerlas resaltar como ce perfecto que �l llamaba concatenaci�n." pisadas en la nieve. As� hac�a Jos� Mart�, "el Ap�stol". As� hac�a don Jos� Mar�a Rojas Garrido, el colombiano. As� don Semejante m�todo no puede menos que fijar la atenci�n. Melquiades Alvarez, el vibrante tribuno espa�ol. As� hacen Vaya un ejemplo. A menudo, en mis conferencias, he citado casi todos los buenos oradores. un p�rrafo de Roberto Ardig� que hemos le�do m�s arriba. Bajemos, en las citas que siguen, el tono de voz cuando Yo quer�a recalcar la idea de que la monoton�a es deplorable. leamos las palabras que est�n en bastardilla. �Qu� sucede? Entonces me detuve en las palabras que anoto en bastardilla, las aisl� de las otras, y habl� como si estuviera impresionado "Nadie es due�o del p�blico sino cuando es due�o de s�; nadie por ellas -como, por otra parte, lo estaba-. Leamos el p�es due�o de s� sino cuando es due�o de la voz." Ernesto Legouv�. rrafo en voz alta, siguiendo el mismo m�todo, y observemos "Es preciso dominarse mucho para vencer la monoton�a de la el resultado. voz. Cuando comenzamos en un tono y seguimos en el mismo, "Es preciso dominarse mucho para vencer la monoton�a de la los que nos escuchan dejan de estar atentos al poco tiempo." Rovoz. Cuando comenzamos en un tono y seguimos en el mismo, berto Ardig�. los que escuchan dejan de estar atentos al poco tiempo." Roberto Ardig�. TERCERO: VARIEMOS LA VELOCIDAD DEL DISCURSO Probemos esto: digamos "dos millones de libros" r�pidaCuando un ni�o habla, o cuando hablamos nosotros, en la mente y con talante trivial, de modo que parezca una canconversaci�n cotidiana,cambiamos constantemente la velocitidad peque�a. Digamos ahora "doscientos libros". Dig�mosdad del discurso. Lo cual es agradable. Es natural. Es inconslo lentamente, dig�moslo con emoci�n; dig�moslo como si ciente. Es enf�tico. Es, en fin, nada menos que una de las estuvi�ramos terriblemente asombrados de la enormidad del mejores maneras de hacer resaltar un concepto con suficiente n�mero. �No es verdad que hemos logrado hacer de dos vigor. millones una cantidad m�s peque�a que doscientos' Walter Steven cuenta que el siguiente era uno de los m�CUARTO: HAGAMOS PAUSA ANTES Y DESPU�S todos favoritos de Abraham Lincoln para dar eficacia a alg�n DE LAS IDEAS IMPORTANTES lugar: Dec�a varias palabras con gran rapidez, y al llegar a la palabra o frase que deseaba recalcar, su voz se tornaba lenta y fuerte de expresi�n; y en seguida se lanzaba hastael final de la frase 166 Sagasta sol�a hacer muchas pausas en sus discursos. Cuando comenzaba a hablar, apoyaba las manos sobre el banco y echaba un poco el cuerpo hacia adelante, mirando el suelo. 167 Se atusaba luego el pelo, con la mayor calma, y paseaba una mirada magn�tica por el recinto. Este silencio, esta "pausa" que hacia antes de comenzar, atra�a irresistiblemente la atenci�n de todos, y se hac�a en la sala un profundo silencio. Luego repet�a el recurso cuando deseaba realzar un p�rrafo: se deten�a, paseaba su mirada y su sonrisa burlona por la C�mara, y lograba as� el m�ximo de intensidad en la atenci�n e inter�s de sus oyentes. Sir Oliver Lodge hace tambi�n frecuentes pausas en sus discursos, tanto antes como despu�s de enunciar las ideas importantes; hace pausa hasta tres y cuatro veces por frase, pero lo hace naturalmente y sin caer en la cuenta de ello. Nadie, a no ser que estuviese analizando el m�todo de Sir Oliver, podr�a reparar en este pormenor. "Al buen callar llaman Sancho", dice un viejo refr�n castellano. Nunca es tan valioso el silencio como cuando aprovechamos de �l con prudencia en medio del discurso. Es un instrumento poderoso, demasiado importante para descuidado, y, sin embargo, los m�s de los oradores noveles le atribuyen poca o ninguna importancia. En el trozo que sigue, fragmento de la segunda catilinaria ton que el gran escritor ecuatoriano Juan Montalvo apostrof� al tirano Veintemilla, he marcado los puntos donde debiera hacer pausa un orador. No pretendo que �stas sean las �nicas posibles, ni siquiera las mejores. Los lugares donde hacer las pausas no est�n sujetos a reglas fijas e inviolables. Es cuesti�n de temperamento, de sentido y de sentimiento. En un mismo discurso, puede uno hacer pausa en tal lugar hoy, y en tal otro ma�ana. Leamos este trozo en voz alta y sin hacer pausas; luego le�moslo nuevamente, atendiendo a las indicaciones que van entre par�ntesis. �Qu� sucede? "Una tiran�a fundada con enga�o (pausa para que se absorba la idea de fundada con enga�o),sostenida por el crimen (pausa), yacente en una insondable profundidad de vicios y tinieblas (pausa), podr� prevalecer por algunos a�os sobre la tuerza de los pueblos (pausa para que se absorban todos estos conceptos). Las m�s de las veces la culpa se la tienen ellos mismos (pausa) : co168 mo tocas las cosas, la tiran�a principia, madura y perece (pausa para que se absorba esto) ; y como todas las enfermedades y los males (pausa), al principio opone escasa resistencia, por cuanto a�n no se ha dado el vuelo con que romper� despu�s por leyes y costumbres (pausa). La tiran�a es como el amor (pausa), comienza burlando (pausa), toma cuerpo si hay quien lo sufra (pausa), y habremos de echar mano a las armas para contrarrestar al fin sus infernales exigencias (esto dicho con rapidez. Pausa para que el auditorio lo absorba). A la primera de las suyas (pausa), alce la frente el pueblo (pausa), hiera el suelo con el pie (pausa), �chele un grito (al llegar aqu�, hagamos una pausa mayor, tratando de crear ansiedad en el auditorio sobre qu� vamos a decir), y de seguro se ahorra asaz de tribulaciones y desgracias." Leamos los siguientes p�rrafos en voz alta, con vigor y sentido. "Por grandes y profundos que sean los conocimientos de un hombre, el d�a menos pensado encuentra en el libro que menos valga a sus ojos alguna frase que le ense�a algo que ignora." Mariano Jos� de Larra. "Car�cter quiere decir, en su significaci�n literal, alguna cosa impresa, que permanece constante y, en consecuencia, invariable como un sello; se refiere al modo de obrar en las contingencias de la vida como una norma para cada individuo, que, en las circunstancias dif�ciles y graves, se estima como una cualidad preciosa." G. Sergi. Pueden seguirse las indicaciones que he dado en esta lecci�n y, sin embargo de ello, cometer cien faltas. Puede el orador hablar en p�blico como si se tratase de una conversaci�n y, como consecuencia, hablar con voz desagradable, cometer errores gramaticales, ser torpe, ofender y muchas otras cosas por el estilo. Quien quiera aplicar su manera cotidiana de conversar a la oratoria necesitar�, probablemente, gran n�mero de perfeccionamientos. Perfeccionemos nuestro m�todo de conversar, y luego podremos conversar sobre el tablado. 169 SUMARIO 1. Hay algo, aparte las simples palabras, que es decisivo en el discurso. Me refiero al sabor con que uno las dice. "No importa tanto lo que decimos, cuanto c�mo lo decimos." 2. Muchos oradores no prestan atenci�n a sus oyentes y dirigen sus miradas a la pared del fondo o al suelo. Se dir�a que est�n hablando solos. No hay sensaci�n de contacto entre el auditorio y el orador, falta el "tome y traiga". Semejante actitud ser�a fatal en una conversaci�n. No lo es menos en un discurso. 3. Buena elocuci�n significa el tono y precisi�n de la Conversaci�n,aumentados. Hablemos en un banquete del mismo modo que hablar�amos a Fulano P�rez y P�rez. Al fin y al cabo, �qu� es un banquete sino un concurso de P�rez y P�rez? 4. Todos tenemos en nosotros el don de la elocuencia. Si alguien lo duda, pruebe a dar un pu�etazo al hombre m�s ignorante que conozca. Cuando �ste se levante, muy probablemente le echar� un "discurso" en estilo casi impecable. Esta naturalidad es lo que hemos menester para hablar en p�blico.Para desarrollarla, debemos practicar. No imitemos a otros. Si hablamos con espontaneidad, hablaremos de diferente manera que todos los oradores del mundo. Pongamos en la elocuci�n nuestra propiaindividualidad, nuestras propias caracter�sticas. 5. Hablemos a nuestros oyentes como si en cualquier momento se fuesen a levantar y refutar lo que decimos. Si 'as� lo hici�ramos no cabe duda de que nuestra elocuci�n mejorai�a inmediatamente y de manera notable. Imagin�monos, pues, que alguien se ha puesto en pie y nos ha interrogado, y que nosotros le estamos respondiendo. Digamos en voz alta: "alguien entre vosotros se preguntar� c�mo s� yo esto. Pues bien, os lo dir�". Esto parecer� perfectamente natural, deshar� la formalidad de la fraseolog�a, dar� m�s calor y familiaridad a nuestra manera de hablar. 6. Pongamos el coraz�n en nuestro discurso. La sinceri170 dad verdadera y emotiva mejorar� m�s un discurso que todas las reglas que haya bajo la capa del cielo. 7. He aqu� cuatro cosas que todos efectuamos inconscientemente en la conversaci�n acalorada. �Las efectuamos tambi�n cuando hablamos en p�blico? La mayor parte de los alumnos no lo hacen: a. � Acentuamos las palabras importantes de una frase, para subordinar las no importantes? �Prestamos a cada palabra, inclusive el y pero, el mismo grado de atenci�n aproximadamente, o decimos una sentencia del mismo modo que decimos CanTAbrico? b. �Recorre nuestro tono de voz la escala de arriba abajo y viceversa, como sucede con los ni�os cuando hablan? c. �Variamos la velocidad del discurso, diciendo r�pidamente las palabras de poca importancia, y deteni�ndonos m�s tiempo en las que queremos destacar? d. � Hacemos pausa antes y despu�s de los conceptos importantes? VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Las palabras derivadas de la columna izquierda no son, en rigor, incorrectas, porque est�n formadas de acuerdo con el genio del idioma. Pero el uso de Castilla ha hecho prevalecer las de la columna derecha, que son las que debemos preferir. DERIVADAS Evacuaci�n Extinguidor Ocultamiento Retardamiento Retardante Vacilamiento CASTIZAS Evacuamiento Extintor Ocultaci�n Retardaci�n, retardo Retardador Vacilaci�n Adecuaci�n Agregaci�n Efectuamiento Desbordamiento Trasbordo Rendimiento Sugesti�n Becario Disparatador Vitorear Rosalera, rosaleda Adecuamiento Agregamiento Efectuaci�n Desborde Trasborde Rinde Sugerencia Becado Disparatero Vivar Rosedal GRAM�TICA "Un alma despiadada" El castellano rechaza el encuentro de dos vocales t�nicas iguales, y por esta raz�n decimosel �guilaen vez de la �guila,porque ambas aes son t�nicas. Pero no decimosel afrenta, sino la afrenta, porque la a del art�culo es t�nica, pero la primera de afrenta no lo es; luego no se repelen. Sea aplicada la regla a una, esta, aquella, etc. �Tienen aes finales t�nicas?No, puesto que son graves. Luego, no repelen las aes iniciales de ninguna palabra. "Un alma despiadada", es tolerada por la Academia Espa�ola porque el uso general lo ha impuesto, aunque castizamente deber�amos decir:una etc. alma, una arte pl�stica, aquella �nfora, "Siento una aura juvenil que remoza mis a�os y enciende en mi coraz�n la l�mpara de los sue�os." Ricardo Le�n EJERCICIO VOCAL. TONOS VIVOS Y ATRAYENTES He aqu� tres ejercicios que, si los efectuamos con fidelidad, nos avivar�n la voz y nos la tornar�n atrayente. 172 1. Desarrollar la resonancia nasal. Inspiremos profundamente, y observemos la sensaci�n libre, suelta, expansiva de la nariz al entrar el aire. Repitamos las palabras que siguen. Graduemos su tono en la nariz. Insistamos en el sonido nd, de cada palabra, durante dos o tres segundos. Dejemos que resuenen en la cavidad nasal como una campana que ta�ese a muerto: Cantando.......... Trayendo.......... Atuendo........... Virando........... Amando........... Bando............. Horrendo .......... Pend�n............ P�ndulo ............ Esconde............ 2. Por qui�n sabe qu� extra�a raz�n, la pr�ctica de voz en falsete aumenta la vivacidad de los timbres naturales. �C�mo se logra el falsete? Quiz� lo logremos as�: subamos de tono hasta el m�s alto que nos sea posible, hasta que la voz se confunda con un chillido. Es un tono c�mico, muy afeminado. Nos fatigar� pronto. Dejemos de practicarlo no bien comience a dolernos la garganta. Recitemos esta estrofa en falsete: "Madre, yo al oro me humillo: �l es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado, de continuo anda amarillo; que pues, dobl�n o sencillo, hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero." El poeta Longfellow aconsejaba a Mary Anderson, famosa actriz dram�tica, que leyera todos los d�as algunas poes�as j ocundas y l�ricas para aumentar el encanto de la voz. Los tonos de felicidad, los tonos de alegr�a y optimismo, causan siempre buena impresi�n, son siempre atrayentes. Si leemos en voz alta poes�as optimistas, poes�as alegres, y las leemos de coraz�n, nuestra voz aprehender� pronto los tonos que 173 estarnos imitando. No puede haber asomo de duda en punto a la verdad psicol�gica de esto. (Ver la cita de William James en el cap�tulo I.) 3. Galli-Curci dec�a que uno de los principios que le hab�an servido de gu�a era el de sentir "el gozo del canto" en sus ensayos y actuaciones. Nuestros oyentes tienen que notar en nosotros el gozo de hablar. Leamos varias veces, en voz alta, la poes�a que doy m�s abajo. Tratemos de sentir lo que sinti� el autor. Hagamos por impregnarnos del esp�ritu que le anim� al escribirla. Rezumamos este esp�ritu por el metal de la voz. Abramos a menudo el libro en esta p�gina, y leamos esta poes�a. O, mejor, aprend�mosla de memoria eyxcusemos la lectura: Cuanto el son y el verdor crece, Tanto m�s crece - toda esperanza. Sonido, aroma y color Suene la gaita, - ruede la danza: �nense en himnos de amor, Que engendra el himno -- de la esperanza Morir� la primavera: Suene la gaita, - ruede la danza: Mas cada a�o en la pradera - de la esperanza. Tornar� el manto La inocencia de la vida (Calle la gaita, - pare la danza) No torna una vez perdida: - �ay, mi esperanza! ï¿P ½ erd� la m�a! Pablo Piferrer "Ya vuelve la primavera: Suene la gaita, - ruede la danza: Tiende sobre la pradera El verde manto - de la esperanza. Sopla caliente la brisa: Suene la gaita, - ruede la danza: Las nubes pasan aprisa, Y el azur muestran -- de la esperanza. La flor r�e en su capullo: Suene la gaita, - ruede la danza: Canta el agua en su murmullo El poder santo - de la esperanza. �La o�s que en los aires trina? Suene la gaita - ruede la danza: -"Abrid a la golondrina, Que vuelve en alas - de la esperanza. Ni�a, la ni�a modesta: Suene la gaita, - ruede la danza: El Mayo trae tu fiesta Que el logro trae - de tu esperanza. Cubre la tierra el amor: Suene la gaita, -- ruede la danza: El perfume engendrador Al ce�o sube - de la esperanza. Todo zumba y reverdece: Suene la gaita, - ruede la danza 17 4 175 Si la elocuencia no es nada sin la acci�n, y si, aun sin la elocuencia, ella es poderosa, d�bese afirmar que su funci�n es important�sima en la oratoria". Y Oreste Ferrara explica que la acci�n "es la voz, el gesto, la fisonom�a, la manera de dar el per�odo y fijar las pausas, en fin, la adaptaci�n esc�nica,contenida pero sensibil�sima, de toda la persona a las ideas que vierte, de manera que �stas sean comprendidas por el oyente en tal forma perfecta que provoquen en toda su plenitud los sentimientos deseados. CICER�N Son muy conocidas las an�cdotas de oradores que, teniendo que improvisar, adornaron con gestos y gritos, no s�lo vacuidades y frases hechas, sino ideas contrarias a las que debieran mover al p�blico; y el resultado f u� el mismo. Huarte dice agudamente que la gesticulaci�n "es tan importante en los predicadores, que con s�lo ella, sin tener invenci�n ni disposici�n sino de cosas de poco momento y vulgares, hacen un serm�n que espanta al auditorio", por tener "acci�n", es decir, gesto. "En esto, a�ade, hay una cosa notable en la cual se descubre cu�nto puede esta gracia -la gesticulaci�n�, y es que los sermones que parecen bien por la mucha acci�n y esp�ritu, puestos en el papel no valen nada ni se pueden leer; y es !a causa que con la pluma no es posible pintar los meneos y gestos con los cuales parecieron bien en el p�lpito. GREGORIO MARA��N CAP�TULO VIII PORTE Y PERSONALIDAD EN LA TRIBUNA El Instituto Carnegie de Tecnolog�a someti� cierta vez a prueba a cien profesionales destacados. Y el resultado movi� a los psic�logos del Instituto a declarar que la personalidad contribuye m�s que la inteligencia al �xito en la vida. Es una afirmaci�n importante. Para el profesional, el educador, el hombre de negocios, el orador. La personalidad es -con excepci�n de la preparaci�n-, probablemente el factor m�s importante del arte de hablar en p�blico. "En el discurso elocuente-dec�a Hubbard-, es el talante el que conquista, que no las palabras." Pero la personalidad es algo vago y fugaz, que, como el perfume de la violeta, elude el an�lisis. Es la combinaci�n total del hombre, lo f�sico, lo espiritual, lo mental; sus caracter�sticas, sus predilecciones, sus tendencias, su temperamento, el vaciado de su esp�ritu, el vigor, la experiencia, la cultura, su vida en fin. Es algo tan complejo como la teor�a de la relatividad de Einstein, y casi tan dif�cil de comprender. La personalidad de un hombre es principalmente el resultado de su herencia. Est�, en gran parte, determinada antes del nacimiento. Verdad es que el ambiente influir� sobre ella, pero, por regla general, es un factor extremadamente dif�cil de alterar. ni mejorar. Sin embargo de esto, podemos, merced a nuestro esfuerzo, fortificarla en cierta medida y hacerla m�s vigorosa y atractiva. Y, en el peor de los casos, podemos esforzarnos para sacar el. mejor provecho posible de este extra�o elemento con que Natura nos surti�. El tema es de inmensa importancia para todos. Las posibilidades de mejoramiento, no obstante ser limitadas, son lo suficientemente grandes para que se plantee en su torno la discusi�n y se promueva la investigaci�n. 179 Si queremos aprovechar lo m�s posible nuestra individualidad, present�monos descansados ante el auditorio. Un hombre cansado no es magn�tico ni atractivo. No incurramos en el tan com�n . error de postergar la preparaci�n y el planeamiento del discurso para el �ltimo minuto, y entonces ponernos a trabajar como esclavos, afanosos de recuperar el tiempo perdido. Si procedemos de este modo, acumularemos toxinas corporales y cansancio cerebral, trabas terribles ambas que nos atar�n de pies y manos, nos minar�n la vitalidad y nos debilitar�n los nervios y el cerebro. Si hemos de pronunciar un discurso importante a las cuatro de la tarde, no nos entreguemos, si est� en nuestra mano evitarlo, a las tareas ordinarias despu�s del almuerzo. Tomemos un almuerzo liviano y refresqu�monos con una siesta. Descanso: eso necesitamos; descanso f�sico, mental y nervioso. Geraldine Farrar sol�a asombrar a sus nuevas relaciones cuando daba las buenas noches y se recog�a temprano, dejando a su esposo encargado de honrar a los hu�spedes por el resto de la velada. Esta mujer conoc�a las exigencias que su arte le impon�a. La Nordica dec�a que ser cantatriz implicaba renunciar a todo cuanto era agradable: compromisos sociales, amigos, yantares tentadores, etc. Cuando tengamos que pronunciar un discurso importante, no nos dejemos arrastrar por el hambre. Comamos tan sobriamente como un poeta pobre. Antes de pronunciar sus sermones, Henry Beecher no,come m�s que galletas y leche. "Cuando tengo que cantar por la noche -dec�a la Melba-, tomo tan s�lo una cena liviana a las cinco de la tarde, la cual consiste en pescado, o en pollo, o en mollejas de ternera, con una manzana asada y un vaso de agua. Cuando vuelvo de la �pera a casa, siempre tengo mucha hambre, y entonces vuelvo a cenar." Con cu�nta prudencia proced�an Beecher y la Melba, no llegu� a comprenderlo hasta que fui orador profesional y quise pronunciar un discurso de dos horas, diariamente, despu�s de haber comido op�paramente. La experiencia me ha 180 demostrado que no se puede gozar de un filet de role aux pommes nature seguido de una chuleta con papas fritas a la francesa, m�s ensalada, legumbres y postre, y, a la hora, levantarse y tratar de complacer o a uno mismo, o al discurso, o al propio cuerpo. La sangre que debiera estar en el cerebro est� en el est�mago, forcejeando con las chuletas y las patatas. Paderewski ten�a raz�n: dec�a que cuando com�a a hartarse antes de un concierto, el animal que llevaba adentro se le escapaba a la superficie, y se apoderaba hasta de las puntas de sus dedos, por lo cual entorpec�a y desluc�a la ejecuci�n. POR QUE CIERTOS ORADORES ATRAEN MAS QUE OTROS No tratemos de apagarnos la energ�a. La energ�a es magn�tica.La vitalidad, la vivacidad, el entusiasmo: he aqu� algunas de las virtudes que he buscado siempre en mis instructores auxiliares. La gente se ape�usca alrededor de un orador en�rgico, d�namo humana, como gansos salvajes en un sembrado de trigo oto�al. A menudo he visto la comprobaci�n de esto en los oradores al aire libre, en Hyde Park (Londres). Hay all�, cerca de la entrada del Arco de M�rmol, un lugar de reuni�n para los oradores de todos los credos y razas. Los domingos por la tarde puede uno elegir entre un orador cat�lico que expone la doctrina de la infalibilidad del Papa, y un socialista que propugna el evangelio econ�mico de Carlos Marx, o un hind� que explica por qu� es justo y necesario que los mahometanos tengan cuatro esposas, etc., etc. Alrededor de un orador hay cientos de oyentes, en tanto que su vecino s�lo tiene un pu�ado. �Por qu�? �Es el tema elegido la raz�n adecuada de tama�a disparidad entre el poder de atracci�n de los diferentes oradores?No. Por regla general, la explicaci�n estar� en el orador: est� m�s interesado y, por tanto, es m�s interesante. Habla con m�s vida y br�os. Irradia vitalidad y animaci�n.Y la atenci�n no puede ser sorda a esto, y se doblega. C�MO NOS AFECTAN LOS VESTIDOS Un psic�logo, que es tambi�n presidente de una universidad, pregunt� a un grupo numeroso de personas qu� impresi�n les causaban las ropas.Un�nimemente, todos declararon que cuando estaban bien peinados, afeitados e impecablemente vestidos, la noci�n de esto, la sensaci�n, produc�a un efecto que, aunque dif�cil de precisar, era definido y muy positivo. Les aumentaba la confianza en s� mismos. Les produc�amayor fe, elevaba ante sus propios ojos el concepto de sus personas. Confesaron que cuando ten�an aspecto de triunfo les parec�a m�s f�cil pensar en el triunfo y lograrlo. Tal es el efecto de los vestidos sobre la persona. �Qu� efecto producen sobre el auditorio? Yo he observado muchas veces que, si un orador tiene los pantalones arrugados, la chaqueta y los zapatos sucios, el bolsillo superior lleno de l�pices y estilogr�ficas, un peri�dico o una cajetilla de tabaco en los bolsillos laterales, he observado, digo, que el auditorio siente tan poco respeto por este hombre como el que �l siente por su propia apariencia. �No es probable que supongan que el cerebro de este hombre est� tan descuidado como sus zapatos sucios o su pelo desgre�ado? UNO DE LOS PESARES DEL GENERAL GRANT Cuando el general Lee lleg� al Tribunal de Appomattox para rendir su ej�rcito, vest�a impecable uniforme nuevo y tra�a una espada de valor extraordinario. El general Grant, en cambio, estaba sin chaqueta, sin espada, vistiendo el uniforme de campa�a de cualquier soldado. "Debo de haber producido muy extra�o contraste -escrib�a en Memoriassus delante de un hombre tan finamente ataviado, de tan apuesta estatura y tan impecable uniforme." El hecho de no haberse vestido adecuadamente para ocasi�n tan hist�rica fu� una de las cosas que m�s lament� Grant durante toda su vida. En el Ministerio de Agricultura de Washington hay varios cientos de panales experimentales de abejas. Cada panal tiene adhe182 rido un gran vidrio de aumento, y, apretando un bot�n, se puede iluminar el interior. De este modo, noche y d�a, las abejas pueden ser sometidas a minucioso escrutinio. Pues bien: lo mismo sucede con un orador; est� rodeado de vidrio de aumento, todas las miradas convergen hacia �l. La m�s m�nima desarmon�a en su apariencia personal ser� tan notoria como un cometa en el cielo. "ANTES DE HABLAR, YA ESTAMOS CONDENADOS O APROBADOS" Hace algunos a�os escrib� para Revista la Americana la historia de un banquero. Ped� a uno de sus amigos que me explicara la causa del �xito de este banquero. No poco, me dijo, se deb�a a su sonrisa simp�tica. Quiz�s esto parezca, al principio, algo exagerado, pero yo creo que es realmente ver�dico. Otros hombres, docenas, cientos, quiz�s hayan tenido mayor experiencia y parecido talento financiero, pero �l ten�a una ventaja de que aqu�llos carec�an: personalidad sumamente agradable. Y la sonrisa c�lida, amable, era una de las. caracter�sticasprincipales de esta personalidad. Cuantos le ve�an confiaban en �l inmediatamente. A todos nos agrada ver triunfar a un hombre como �ste, y es un verdadero placer prestarle nuestro apoyo. "Aquel que no pueda sonre�r -dice un proverbio chino- no debe tener tienda." �Y no resulta i gualmente agradable la sonrisa, delante de un auditorio que detr�s de un mostrador?Recuerdo en este momento a un alumno de oratoria que siempre se presentaba al auditorio con talante que parec�a decir "Me encanta estar aqu�. No hay tarea m�s agradable que dirigiros la palabra". Sonre�a y se comportaba como si estuviese content�simo de volver a vernos; y como consecuencia inmediata e inevitable, sus oyentes sent�an simpat�a por este orador, y se alegraban tambi�n de que les hablara. Pero, en cambio, he visto oradores -alumnos de mi curso, l amento decir- que suben al tablado con adem�n fr�o y descuidado, como si tuvieran alguna tarea desagradable que 183 llevar a cabo y que, al acabarla, dar�n gracias al cielo. Nosotros, los oyentes, comenzamos pronto a sentirnos de la misma manera. Estas actitudes son contagiosas. "Ojo por ojo -dice el profesor Overstreet en su libro De la influencia sobre la conducta humana-. Si nosotros nos interesamos por nuestro auditorio, lo m�s probable es que nuestros oyentes se interesen tambi�n por nosotros. Si les ponemos mala cara, seguramente, interna o externamente, ellos nos pondr�n mala cara a nosotros. Si nos mostramos t�midos y un poco aturrullados, sin duda perder�n la confianza en nosotros. Si las echamos de descarados y jactanciosos, se recubrir�n de su propia defensa de egotismo. Aun antes de hablar, las m�s veces, ya estamos condenados o aprobados. Es, pues, el partido m�s razonable asegurarnos que nuestra actitud sea tal que coseche un c�lido recibimiento." HAGAMOS QUE EL AUDITORIO ESTE API�ADO Como orador p�blico, muchas veces he hablado ante un concurso poco numeroso de oyentes por la tarde, dispersos todos en una inmensa sala, y, por la noche, y en el mismo lugar, ante un concurso numeroso y api�ado. El auditorio nocturno se ha desternillado de risa por chistes que a la tarde s�lo hab�an producido sonrisas. El concurso nocturno ha aplaudido generosamente ciertos lugares que no hab�an causado la menor impresi�n algunas horas antes. �Por qu�? Por una raz�n: las mujeres ancianas y los ni�os que suelen asistir a las conferencias de la tarde no son tan vivaces en sus exteriorizaciones como el concurso m�s fresco e inteligente que asiste por la noche; pero esta es una explicaci�n parcial. La verdad es que no se impresiona f�cilmente un auditorio que est� disperso.Nada ahoga tanto el entusiasmo como los claros grandes y las butacas vac�as. Henry Beecher dec�a en una conferenciasobre el arte de predicar. 184 m�s fortificante hablar a un auditorio numeroso que no a un auditorio peque�o?No, respondo yo. Me da lo mismo hablar ante veinte personas que ante mil, siempre que estas veinte est�n cerradas alrededor m�o, de tal modo que se toquen unos con otros. Pero mil oyentes, situados a s�lo un metro de distancia los unos de los otros, me causar�an la misma sensaci�n que una sala vac�a.Api�emos el auditorio, y lo dominaremos con la mitad del esfuerzo." El hombre que forma parte de concursos numerosos tiende a perder su personalidad. Se torna un miembro de la muchedumbre y entonces es m�s f�cil guiarle que como a individuo aislado. Reir� y aplaudir� pasajes que no se le hubieran dado un bledo si s�lo hubiera con �l cinco o seis personas escuchando nuestras palabras. Es mucho m�s f�cil influir sobre las acciones de una muchedumbre que sobre las de un individuo solo. Los hombres que van a las batallas, por ejemplo, sienten, invariablemente, deseos de cometer la imprudencia m�s peligrosa que se puede cometer: amontonarse. Durante la Gran Guerra, muchos soldados alemanes iban a la batalla de bracero con los camaradas. � Muchedumbres! �Muchedumbres! Constituyen un fen�meno curios�simo. Todos los grandes movimientos y reformas populares han sido llevados a cabo merced a la mentalidad reba�ega de la muchedumbre. Sobre este tema hay cuatro libros muy interesantes, entre otros: Psicolog�a de las muchedumbres, de Gustavo Lebon, La rebeli�n de lar masas, de Jos� Ortega y Gasset, Ensayos liberales (Psicolog�a del gesto),de Gregorio Mara��n, Psicolog�a y colectiva, de Sigmund Freud. Si tenemos que hablar a un concurso reducido de oyentes, debemos elegir una sala peque�a. Es mejor tener gente parada en los pasillos de un teatrillo que tenerlos desparramados entre los solitarios y desolados espacios de un sal�n inmenso. Si nuestros oyentes est�n dispersos, pid�mosles que se adelanten y se sienten cerca de nosotros. Insistamos en esto antes de comenzar a hablar. 185 Si el auditorio no es demasiado numeroso, y no hay raz�n importante ni necesidad de que el orador hable desde el tablado, no lo usemos. Pong�monos al mismo nivel que los oyentes. Estemos cerca de ellos. Violemos la formalidad. Establezcamos cierto �ntimo contacto.Convirtamos el discurso en conversaci�n. EL COMANDANTE QUE ROMP�ALOS VIDRIOS Debemos compon�rnoslas para que haya ventilaci�n en la sala. En el proceso del habla, el ox�geno es tan imprescindible como lo son la laringe, la faringe y la epiglotis. Ni toda la elocuencia de Cicer�n ni toda la femenina belleza de la Venus de Milo lograr�n mantener despierto a un auditorio donde el aire est� viciado. Durante catorce a�os el comandante James Pond, administrador de Henry Beecher, recorri� el pa�s para negociar los sermones de aqu�l, a la saz�n en la cumbre de su popularidad como predicador. Antes de la conferencia, Pond visitaba indefectiblemente la sala, iglesia o teatro en que aqu�l deb�a hablar, examinaba cuidadosamente la luz, asientos, temperatura y ventilaci�n.Pond hab�a sido un oficial tempestuoso y bramador, que gustaba de impartir �rdenes; cuando el lugar era demasiado sofocante, o cuando no circulaba aire y las ventanas no se pod�an abrir, les arrojaba algunos libros y romp�a los cristales.Cre�a, con Spurgeon, que "despu�s de la Gracia de Dios, nada hay tan valioso para el predicador como el ox�geno". "H�GASE LA LUZ"... SOBRE NUESTRO ROSTRO A no ser que queramos demostrar una teor�a espiritista delante de un grupo de oyentes, inundemos de luz la sala, si esto es posible. M�s f�cil es demesticar una codorniz que provocar el entusiasmo de un auditorio sumido en las tinieblas de una sala pobremente iluminada. Leamos los art�culos de David Velasco sobre arte teatral, 186 y veremos que el orador medio no tiene la menor idea sobre la enorme y tremenda importancia de la iluminaci�n adecuada. La luz debe darnos sobre el rostro. El p�blico quiere vernos. Las min�sculas alteraciones que se deben producir en nuestras facciones, son una parte, y una parte muy importante, del proceso de la expresi�n.Oradores hubo que se distinguieron m�s por la m�mica que por el verbo. Hablando de Nocedal y Romea, famoso orador espa�ol, dice don Niceto Alcal�-Zamora: "En todos los oradores, si no por temperamento inicial, por necesidad al cabo, el gesto ayuda, subraya, matiza, aclara, anticipa o prolonga el efecto de la palabra; pero en Nocedal el gesto era lo esencial, porque en su rostro hablaban todas las facciones: la frente, las cejas, los ojos, la nariz, los p�mulos, la barba; el gesto equival�a a un discurso, y por ello fu� el �nico orador, que sin necesidad de pronunciar palabra, tuvo �xitos con el solo recurso del mutis." Es menester convencerse de que los gestos, como lo da a entender claramente Alcal�-Zamora, son a veces m�s i mportantes que las palabras. Si nos colocamos debajo de una l�mpara,nuestro rostro quedar� probablemente oscurecido por una sombra. Si la l�mpara est� detr�s de nosotros, no se distinguir� m�s que la forma de la cabeza. �No es prudente, entonces, resolver antes de levantarnos cu�l sea el mejor sitio desde donde hablar? NADA DE CACHIVACHES EN TORNO DE NOSOTROS Mucho cuidado con ocultarnos detr�s de una mesa. El p�blico nos quiere ver de cuerpo entero. Hasta estira el pescuezo para lograr este prop�sito. Alguna persona bien intencionada seguramente nos instalar� una mesa, una garrafa y un vaso, pero si se nos seca la garganta, un pellizco de sal o unas gotas de lim�n nos volver�n un torrente de saliva con m�s eficacia que el agua. Conque, afuera con el agua y la garrafa. Afuera tambi�n 187 con todas esas garambainas in�tiles y nada vistosas que inundan generalmente los tablados y tribunas. Las joyer�as de la calle Florida, en Buenos Aires, est�n instaladas en edificios suntuosos, agradables a la vista. Las perfumer�as de Par�s llaman la atenci�n tambi�n por el lujo y el arte con que est�n dispuestas. �A qu� se debe esto? A que es buen negocio. Se siente mayor respeto, mayor confianza, mayor admiraci�n, por una firma comercial tan decorosamente establecida. Por la misma raz�n, el orador debe tener un fondo agradable. La disposici�n ideal, en mi opini�n, es no tener ning�n mueble en el escenario o en el tablado. Nada debe haber detr�s o al costado del orador que pueda atraer la atenci�n, nada, excepto una cortina de terciopelo azul oscuro. Pues, �qu� suele tener detr�s de s� elMapas, orador?carteles, mesas, quiz�s un mont�n de sillas polvorientas, algunas de ellas encimadas. �Y cu�l es la consecuencia? Que este aspecto chabacano y desordenado repercute en el �nimo del p�blico.Conque, al traste con los trastos. "El factor m�s importante de una conferencia-dec�a Henry Beecher- es el orador." Hagamos que el orador resalte, pues, como la cima tocada de nieve del Jungfrau, que se eleva hacia el cielo azul de Suiza. ESTEMOS SOLOS EN EL TABLADO Cierta vez estuve en Londres de Ontario y concurr� a una conferencia del primer ministro de Canad�. Estaba �ste hablando, cuando el conserje, provisto de una p�rtiga, comenz� a abrir las ventanas de la sala para ventilaci�n. �Qu� ocurri�?Pues nada, que el auditorio, en forma casi simult�nea, olvid� por un momento al primer ministro y se dedic� a contemplar al conserje, con tanto inter�s como si lo que este hombre hac�a fuesen milagros. Un auditorio no puede resistir, o, lo que es lo mismo, no quiere resistir la tentaci�n de mirar algo que se mueve. Si los alumnos recuerdan esta verdad, se ahorrar�n m�s de un disgusto y de una molestia innecesaria. En primer t�rmino, es menester que no juguemos con los dedos ni con las ropas, ni hagamos movimiento nervioso alguno que pueda quitarnos m�rito.Recuerdo que, en una conferencia pronunciada por un conocido orador, el p�blico pas� media hora observ�ndole las manos mientras aqu�l hablaba y jugueteaba con un adorno de la tribuna. En segundo t�rmino, debe tratar de que el p�blico se vaya sentando de tal modo que los que llegan tarde no distraigan la atenci�n de los ya sentados. En tercer t�rmino, debe estar solo en el tablado o escenario. Entre las conferencias que pronunci� don Salvador de Madariaga durante su �ltima visita a Buenos Aires, hubo una quiz� m�s interesante que las otras. El tema fu� Lo espa�ol en la historia, y la sala de la Sociedad Cient�fica Argentina estaba de bote en bote. Much�simas personas, sin embargo, terminada la conferencia, s�lo ten�an una idea desordenada del discurso de don Salvador. La raz�n de esto: a pocos pasos del orador, en el escenario, hab�a dos taqu�grafos que tomaban raz�n de sus palabras. Y todos aquellos oyentes -y no son pocos- cuya capacidad de atenci�n es un poquito fr�gil, no pod�an evitar el distraerse del discurso para prestar atenci�n a los �giles movimientos de los escribientes. Otros oradores tienen la costumbre de invitar a amigos y correligionarios a sentarse en el escenario. El mismo Madariada, en una conferencia pronunciada en el Teatro Argentino, llen� el escenario con la comisi�n del Centro Gallego. Y bastaba que uno de los invitados se cruzase de piernas o se sonase para que el auditorio quitase la mirada del orador y la clavase en ese otro ser extraordinario, capaz, a lo que parece, de semejantes haza�as. Si a un conferenciante amen�simo y cautivador como es Madariaga le ocurre esto, �qu� no le suceder� a un orador novel? David Velasco no consent�a en que hubiese flores rojas en el escenario, porque atraen mucho la atenci�n. �Por qu� entonces ha de permitir un orador que se siente un ser humano, m�vil como es, frente al auditorio mientras �l habla? 188 189 Esto no es nada prudente. Y, si tiene una pizca de sentido com�n, no lo permitir�. EL ARTE DE SENTARSE � No es cierto que conviene m�s no sentarse antes de empezar? �No es mejor llegar como "pescado fresco" que estar ya all�? Pero si hemos de sentarnos, cuidemos de qu� modo lo hacemos. Todos hemos visto a esos individuos que buscan una silla con los movimientos, m�s o menos, con que un perro se echa a dormir. Van de un lado a otro, y, cuando hallan una silla, se dejan caer con toda la gracia de un saco de patatas. Se sienta bien quien nota que sus piernas tocan la silla, y entonces, con el cuerpo gr�cilmente er�ctil desde la cabeza hasta la cadera, se hunde en la silla, manteniendo perfectamente el dominio de todo el cuerpo. LA SERENIDAD EN EL PORTE Ya dijimos m�s arriba que no debemos jugar con la ropa porque llama la atenci�n. Pero hay otra raz�n aun: da sensaci�n de debilidad, de falta de dominio. Todo movimiento que no mejore nuestro porte, lo empeora. No hay movimientos neutrales. Ninguno. Conque, est�monos quietos y domin�monos f�sicamente. Esto dar� idea de dominio mental, de serenidad. Cuando nos levantamos para pronunciar el discurso, no nos corra prisa por comenzar. Esto es la estampa que distingue a los oradores aficionados. Respiremos profundamente. Paseemos nuestra mirada por el auditorio, como hac�an Sagasta y Ol�zaga, y, si se produce alg�n ruido o movimiento, esperemos hasta que cese. Saquemos pecho. Pero, �por qu� esperar hasta estar frente a los oyentes para hacer esto? Hag�moslo de diario en casa, y luego lo haremos inconscientemente en p�blico. 190 "No hay uno entre diez -dice Luther Gulick en La vida eficaz- que se comporte de tal modo que cause la mejor i mpresi�n posible... Apretemos el pescuezo contra el cuello de la camisa." He aqu� el ejercicio diario que recomienda: "Aspiremos lentamente y con tanta fuerza como nos sea posible. Al mismo tiempo apretemos el pescuezo fuertemente contra el cuello de la camisa. Reteng�moslo all�. No hay da�o alguno en hacer esto exageradamente. La finalidad es fortalecer la parte de la espalda que est� directamente entre los hombros. Esto agranda el pecho." Y �qu� hacer con las manos? Olvidarnos de ellas. Si cuelgan con naturalidad, magn�fico. Si nos parecen un racimo de pl�tanos, no nos aterroricemos figur�ndonos que el p�blico les presta la m�nima atenci�n, o que tiene el m�nimo inter�s en ellas. La mejor postura para las manos es la de pender naturalmente a los costados del cuerpo. As� es como menos atenci�n fijan. Ni el m�s critic�n puede criticar esta postura. Adem�s, estar�n desembarazadas y libres para efectuar cualquier adem�n cuando la necesidad de esto se haga sentir. Pero supongamos que estamos demasiado nerviosos y que nos parece que cruzar las manos por atr�s o ponerlas en los bolsillos nos ayudar� a librarnos de nuestra nervosidad, �qu� haremos entonces? Usar nuestro sentido com�n.Muchos oradores, si no los m�s, se pon�an las manos en los bolsillos a ratos. Bryan, el orador ingl�s, lo hac�a. Joarizti, diputado espa�ol, no se quitaba las manos de los bolsillos cuando hablaba, ni para secarse el sudor de la frente. Hasta un pisaverde tan fastidioso como Disraeli sucumbi� a veces a esta tentaci�n.El mundo no estall� en pedazos por ello, y, si mal no recuerdo, el sol sali� al d�a siguiente como si nada hubiese ocurrido. Si el orador tiene algo importante que decir, y lo dice con contagiosa convicci�n, importar� muy poco, por cierto, qu� haga con las manos o con los pies. Si la cabeza la tiene ocupada de lo que va a decir, y el coraz�n lo tiene conmovido por el entusiasmo, estos pormenores secundarios se las arreglar�n por s� solos. Al fin y al cabo, la parte de importancia capital en un discurso es la posici�n psicol�gica del orador, que no la de sus extremidades. ANTIGUALLAS ABSURDAS QUE PASAN POR ADEMANES Y as� desembocamos, naturalmente, en el tan tra�do asunto de los ademanes. La primera lecci�n que recib� yo de oratoria me la di� el presidente de la Universidad del Medio Oeste. Esta lecci�n, seg�n la recuerdo, trataba principalmente de los ademanes. No s�lo era in�til, sino que mov�a a enga�o y era decididamente perjudicial. Me ense��, por ejemplo, a dejar que el brazo pendiera libremente con la palma hacia atr�s, los dedos recogidos y el pulgar sobre la pierna. Me ejercit� en elevar el brazo con curva graciosa, hacer un balanceo cl�sico con la mu�eca y desplegar los dedos, partiendo del �ndice y terminando en el me�ique. Ejecutado este movimiento est�tico y ornamental, el brazo deb�a describir la misma curva graciosa y artificial y volver a su primitiva posici�n.Era esto torpe y melindroso. No hab�a all� nada sensato ni honesto. Me ense�aron a comportarme como ninguna persona, en posesi�n de su juicio, ha procedido jam�s. No hicieron el menor intento de desarrollar mi propia individualidad en los movimientos que hac�a. No lo hicieron tampoco para darme a comprender y sentir la necesidad de los ademanes. El menor esfuerzo por canalizar el mpetu y la sangre hacia el proceso de donde los ademanes � surgir�an inconscientes e inevitables.La menor instancia a romper, como un pollito, esta c�scara de huevo que es la indiferencia, a hablar y obrar como un ser humano. En vez, todos los movimientos deb�an ser de lamentable mecanismo, como los de un mecan�grafo, tan hueros de vida como un nido de p�jaros abandonado, tan rid�culos como una jota bailada con traje de etiqueta. Esto sucedi� en 1902. Parece incre�ble que antiguallas tan absurdas se hayan ense�ado en pleno siglo veinte; sin emHace apenas unos a�os bargo, todav�a no est�n extirpadas. se public� un libro sobre el arte de los ademanes, cuyo autor 192 es un profesor universitario: todo un libro dedicado a convertir en aut�matas a los oradores, ense��ndoles qu� adem�n conviene a tal frase, cu�l se debe hacer con s�lo una mano, cu�l con ambas a dos, cu�l alto, cu�l mediano, cu�l bajo, c�mo colocar tal dedo, c�mo colocar tal otro. He visto a veinte hombres delante de una clase, leyendo a veces los mismos p�rrafos exornados y rumbosos, todos haciendo precisamente los mismos ademanes en precisamente las mismas palabras, y todos poni�ndose precisamente en rid�culo. Artificial, pesado, mec�nico, da�oso, este libro ha desacreditado el arte de la oratoria en muchos sectores. El decano de cierta facultad me dijo recientemente que su instituci�n no ten�a cursos de oratoria porque �l, personalmente, nunca hab�a topado un m�todo que fuese realmente pr�ctico, un m�todo que ense�ase a los hombres a hablar con sensatez. He apoyado c�lidamente al decano. Nueve d�cimas partes de cuanto se ha escrito sobre este tema de los ademanes ha sido una lastimosa p�rdida -y aun peor que eso- de impecables cuartillas de blanco papel, y de donosos litros de negra tinta. Adem�n aprendido en libro, no puede respirar vida. El mejor maestro es el coraz�n, la mente, el inter�s que pongamos en el tema, el deseo de hacer comprender a otros lo que nosotros ya comprendemos, los propios impulsos, en fin. Los �nicos ademanes que tienen valor son los que surgen por la excitaci�n del momento. Una onza de espontaneidad vale m�s que diez arrobas de preceptos. El adem�n no es algo que lo podemos calzar en nosotros como un par de botines. Es s�lo la expresi�n externa de un estado interno, como lo son los besos, los c�licos, la risa y e) mareo de mar. Y los ademanes de una persona, como el cepillo de dientes, son algo personal. Y, como todos los hombres son diferentes, sus ademanes ser�n individuales cuando los hagan con naturalidad. No se debe ense�ar a dos hombres a que hagan sus ademanes exactamente de la misma manera. En el �ltimo cap�tulo he hablado de la diferencia que hab�a entre Sagasta y 193 C�novas del Castillo. Imagin�monos a Sagasta, tan impecable en su vestimenta, tan elegante y caballeresco en su porte, haciendo los gui�os torpes y los ademanes pesados de C�novas. Ser�a rid�culo. "Lincoln -seg�n cuenta su bi�grafo y socio, Herndonno hac�a tantos ademanes con las manos cuantos gestos y movimientos de la cabeza. Era frecuente verle menear la cabeza hacia un lado y otro. Este movimiento era muy significativo cuando deseaba reforzar alg�n p�rrafo. A veces la mov�a con sacud�n seco, tal como si arrojase chispas el�ctricas sobre material combustible. Nunca azot� el aire ni r�sg� el espacio hasta convertirlo en jirones, como hacen otros oradores. Jam�s busc� el efecto teatral. A medida que se internaba en el discurso, adquir�a mayor soltura y desembarazo en los movimientos; en esto ten�a donaire. Pose�a perfecta naturalidad e individualidad vigorosa. Y en esto ten�a gravedad.Despreciaba el oropel, el rumbo, los ademanes aprendidos y estereotipados, y todo cuanto trajese consigo falsedad. Hab�a un mundo de sentido y de �nfasis en los dedos peque�os y huesudos de su mano derecha cuando imprim�a sus ideas al auditorio.A veces, para expresar alegr�a o placer, levantaba ambas manos hasta formar un �ngulo de unos cincuenta grados, con las palmas hacia arriba, tal como si quisiese abrazar el esp�ritu de lo que le hab�a agradado. denunciaba la esclaSi su �nimo era de detestaci�n -cuando vitud, por ejemplo-, agitaba sus brazos muy en alto, cerrados los pu�os, con lo que expresaba verdaderamente sublime execraci�n.Este era uno de sus mas eficaces ademanes, que expresaba con suma vivacidad su firme determinaci�n de arrastrar el objeto de su odio por el suelo y de pisotearlo hasta destruirlo. Siempre se paraba con severo erguimiento, cuidando que los pulgares del pie estuviesen juntos; es decir, nunca pon�a un pie delante del otro. Tampoco tocaba cosa alguna ni se apoyaba en nada para sostenerse. Mudaba muy poco sus posturas y actitudes. Nunca caminaba mientras hablaba. Para tener mayor libertad en los brazos se tomaba frecuentemente la solapa de la chaqueta con la mano iz194 quierda, el pulgar hacia el cielo, dejando el brazo derecho para los ademanes." Tal es la actitud en que le ha sorprendido Saint-Gaudens, uno de sus escultores. Roosevelt era m�s vigoroso, m�s ardiente, m�s activo, su cara toda reflejaba calor. Cerraba los pu�os cuando hablaba, y hac�a de su cuerpo un instrumental de expresi�n. Calder�n Collentes hablaba tieso como una estatua, s�lo mov�a un poco la cabeza hacia un lado u otro. Pi y Margall accionaba con la mano derecha, cuyo �ndice apuntaba incesantemente nadie supo nunca a qu� o a qui�n. C�novas sol�a golpear el pupitre. Tambi�n Gladstone golpeaba la mesa con la mano, o golpeaba el suelo con el pie, con lo cual produc�a un baque que resonaba por toda la sala, y que expresaba claramente su energ�a. Ah, pero antes hab�a ya energ�a en el pensamiento y en la convicci�n del orador; esto hac�a que sus ademanes fuesen robustos y espont�neos. Espontaneidad, vida: tales son los valores principales de la acci�n.Aparisi y Guijarro no era nada distinguido en sus ademanes. Henry Irving ten�a la desventaja de una pierna coja y de movimientos excesivamente rid�culos. Pi y Margall era torpe en sus ademanes. Tambi�n lo era Lord Macaulay. "La soluci�n, por tanto-dice Curzon en una conferencia sobre Elocuencia Parlamentaria-, parece ser la de que los oradores hagan sus propios ademanes, y, aunque un orador bien parecido y de movimientos donosos tiene, indudablemente, una ventaja, no perjudica mucho el ser feo y torpe." Algunos a�os atr�s escuch� un serm�n del famoso Gipsy Smith. Me sent� transportado por la elocuencia de este hombre que ha convertido a tantos miles de incr�dulos. Y hac�a ademanes, much�simos ademanes, pero los hac�a sin percatarse de ello m�s que del aire que respiraba. Tal el modo ideal. Y tal el modo en que t�, lector, llegar�s a hacer tus ademanes si practicas y aplicas los principios enunciados en este curso. No puedo darte preceptos sobre el arte de los ademanes, porque todo depende del temperamento del orador, de su entusiasmo, de su personalidad, del tema, del auditorio, de la oportunidad, en fin. 195 ALGUNOS CONSEJOS QUE ACASO RESULTEN PROVECHOSOS Dar�, con todo, algunos consejos que quiz� resulten de provecho. No repitamos un adem�n hasta que se torne mon�tono.No hagamos movimientos breves y r�pidos con el antebrazo. Los movimientos del brazo completo parecen m�s elegantes en la tribuna. No terminemos los ademanes con demasiada brusquedad. Si queremos emplear el dedo �ndice para reforzar la eficacia de un pensamiento, no temamos continuar ese adem�n por toda la sentencia. Es error muy com�n y perjudicial interrumpirlo antes de tiempo, lo que deshace el �nfasis y hace que lugares sin importancia parezcan importantes, y que otros que lo son realmente sepan a trivial comparaci�n. Cuando pronunciemos un discurso de veras ante un auditorio de verdad, hagamos tan s�lo los ademanes que nos nazcan espont�neamente. Pero cuando practiquemos delante de otros alumnos de la clase, obligu�monos, si es necesario, a emplearlos. Obligu�monos, que, como indiqu� en el cap�tulo V, ello despertar� y estimular� nuestra soltura hasta que los movimientos surjan por s� solos. Cerremos este libro. No se puede aprender ademanes en un texto impreso. Los propios impulsos, mientras hablamos, son m�s de confiar que cuanto nos pueda ense�ar instructor alguno. Si acaso olvidamos todo cuanto hemos dicho sobre ademanes y elocuci�n, recordemos esto por lo menos: que cuando una persona est� tan absorta en lo que tiene que decir, tan ansiosa por comunicar a otros sus ideas que se olvide de s� misma y hable y proceda con espontaneidad, entonces sus ademanes y elocuci�n, por poco estudiados que est�n, ser�n probablemente perfectos. Si ponemos en duda esto, d�mosle un pu�etazo a cualquier desconocido.Deberemos reconocer, cuando reaccione, que el discurso que nos eche raya en lo perfecto como elocuencia. He aqu� las once mejores palabras que haya le�do yo sobre elocuencia: 196 Ll�neseel tonel. Qu�tese el bitoque. D�jese manar libremente el contenido. SUMARIO 1. De acuerdo con experiencias realizadas por el Instituto Tecnol�gico Carnegie, la personalidad contribuye m�s al �xito en la vida que la inteligencia. Esto no es menos cierto de la oratoria que de los negocios y profesiones. La personalidad, sin embargo, es algo tan intangible, tan fugaz y misterioso, que resulta poco menos que imposible dar consejos para desarrollarla; sin embargo de esto, algunas de las sugestiones expresadas en este cap�tulo pueden ayudar al orador a que perfeccione la suya, dentro de sus posibilidades. 2. No hablemos cuando estemos cansados. Descansemos, recuper�monos, almacenemos energ�as. 3. Comamos frugalmente antes de hablar. 4. No hagamos nada que pueda reducir nuestra energ�a. La energ�a es magn�tica. La gente se api�a alrededor del orador en�rgico como gansos salvajes en un sembrado de trigo oto�al. 5. Vistamos pulcra y elegantemente. La conciencia de estar bien vestidos eleva ante nuestros propios ojos el concepto de nuestras propias personas. Cuando el orador tiene los pantalones arrugados, el pelo sin peinar, y los zapatos sucios, los bolsillos abarrotados de l�pices, estilogr�ficas, cajetillas de tabaco, etc., el auditorio no sentir� probablemente m�s respeto por este orador que el que �l siente por s� mismo. 6. Sonriamos. Present�monos ante el auditorio con actitud tal que indique nuestra alegr�a de verlos y hablarles. "Ojo por ojo -dice Overstreet-. Si nosotros nos interesamos por nuestro auditorio, lo m�s probable es que nuestros oyentes se interesen tambi�n por nosotros. Si les ponemos mala cara, seguramente, interna o externamente, ellos nos pondr�n mala cara a nosotros. Si nos mostramos t�midos y un poco 197 aturrullados, sin duda perder�n la confianza en nosotros. Si las echarnos de descarados y jactanciosos, se recubrir�n de su propia defensa del egotismo. Aun antes de hablar, las m�s veces, ya estamos condenados o aprobados. Es, pues, el partido m�s razonable asegurarnos de que nuestra actitud sea tal que coseche un c�lido recibimiento." 7. Hagamos que el auditorio est� api�ado. Es dif�cil influir en el auditorio que est� desparramado. El individuo que forma parte de un auditorio api�ado reir�, aplaudir� y aprobar� cosas que quiz� pondr�a en tela de juicio y aun rechazar�a si estuviese solo o en un concurso disperso de oyentes. 8. Si tenemos que hablar ante un grupo poco numeroso, acomod�moslo en una sala peque�a. No hablemos desde un tablado. Pong�monos al mismo nivel que los oyentes. Imprimamos a nuestro discurso un sello de intimidad, de familiaridad, de conversaci�n en corrillo. 9. Mantengamos el aire fresco. 10. Inundemos la sala de luces. Hablemos en tal lugar donde la luz nos d� de frente en el rostro, para que se puedan apreciar nuestros gestos. 11. No nos coloquemos detr�s de muebles. Hagamos a un lado las sillas y las mesas. Despejemos el escenario de carteles desagradables y otros trastos que a menudo se suele poner all�. 12. Si tenemos invitados en el escenario, no hay duda de que de vez en cuando efectuar�n alg�n movimiento; y, cada vez que se muevan, fijar�n sobre s� la atenci�n del auditorio. El auditorio no puede resistir la tentaci�n de mirar algo que se mueve; �por qu�, entonces, fastidiarnos a nosotros mismos y crearnos competencia? 13. No nos sentemos como si fu�semos un saco de patatas. Toquemos la silla con las piernas, y entonces, con el cuerpo graciosamente erguido, hund�monosen la silla. 14. Est�monos quietos. No hagamos movimientos nerviosos, pues s�lo delatan nuestra nerviosidad.Movimiento que no mejora nuestro porte, lo empeora. 15. Dejemos los brazos pendientes a los costados del cuer- po. Esta es la posici�n ideal. Sin embargo, si nos resulta m�s c�modo el cruzarlos por detr�s, o ponerlos en los bolsillos, no hay inconveniente en que lo hagamos. Si la cabeza y el coraz�n los tenemos ocupados de lo que tenemos que decir, estos otros problemitas se resolver�n por s� solos. 16. No tratemos de aprender el arte de los ademanes en un libro. Nuestros impulsos son el mejor maestro. Abandon�monos a ellos. La espontaneidad, la vida y la naturalidad son los requisitos indispensables, que no la gracia melindrosa y la obediencia a preceptos antiguos. 17. Al hacer ademanes, no repitamos un movimiento hasta tornarlo mon�tono, ni hagamos movimientos breves y r�pidos con el antebrazo. Sobre todo, sigamos los ademanes hasta el fin, de modo que la culminaci�n del movimiento coincida con la culminaci�n del pensamiento. VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Por una letra pronuncian muchos erradamente los siguientes vocablos: I NCORRECTO CORRECTO Garr�n Cabretilla Melopea Arrellenarse Inficcionar Pulimiento Inapto Aditamiento Senusitis Aereaci�n Gorr�n Cabritilla Melopeya Arrellanarse Inficionar Pulimento Inepto Aditamento Sinusitis Aeraci�n 199 198 GRAM�TICA Cualquier, cualquiera Esta palabra nada tiene que ver con las que integran el grupo de primer-o postrer-o y tercer-o. Aqu�, el quita y pon de la �ltima vocal no depende de regla fija, sino del criterio y gusto euf�nico de quien la emplee. La dificultad de esta palabra estriba en su plural, que pone en confusi�n a muchas personas. El plural de esta palabra, qae en otro tiempo se escribi�cual quiera, es cualesquier o cualesquiera, as� como el plural de hijodalgo (hijo de algo) es, naturalmente, hijosdalgo. Tambi�nquienquiera hace su plural con quienesquiera. "Con aquel remedio pod�a acometer desde all� delante cualesri�as, batallas, etc�tera." quiera MIGUEL DE CERVANTES "En otras cualesquier no se hab�a de sospechar mal." LA CELESTINA EJERCICIO VOCAL. REPASO 1. He aqu� un ejercicio que Lampert, el famoso maestro italiano de canto, hac�a practicar diariamente a sus alumnos. Es el ejercicio fundamental de la t�cnica de la respiraci�n. Relajemos la quijada, dejando que se abra libremente. Sintamos el comienzo de un bostezo en la garganta. Empecemos a respirar jadeantemente, haciendo que el aire entre y salga en corta cantidad por la boca. Aumentemos la rapidez hasta que produzcamos el t�pico sonido del perro acezoso. Este sonido es consecuencia del choque del aire expelido contra el paladar. Una garganta angostada, estrechada, no podr�a producir este sonido. �D�nde est� el poder motor de este jadeo? En el diafragma. �ste act�a como un fuelle para expulsar el aire en chorritos r�pidos.Ni m�s ni menos que 200 una bomba. No podemos menos que reparar en esto. Apoyemos la mano debajo del estern�n, y notaremos el movimiento con mayor evidencia. 2. Relaj�monos; sintamos en la garganta la fresca y deliciosa sensaci�n de un naciente bostezo; aspiremos profundamente una bocanada de aire. Sintamos el aire empuj�ndonos l as costillas inferiores a los costados, y aplastando el arqueado diafragma. Tratemos ahora de dominar, por medio del diafragma, la fuga de este aire. Acerqu�monos una vela encendida a la boca. Tratemos de vaciar los pulmones con tanta lentitud y suavidad, que la llama no se menee un mil�metro as� est� pegada a la boca. Es menester que practiquemos esto hasta que podamos espirar firmemente durante treinta o cuarenta segundos sin que tiemble la llama de la vela. Pero este ejercicio ser� m�s que in�til si estrechamos la garganta. El escape del aire debe ser dirigido. No lo olvidemos nunca. Debemos dirigirlo desde donde notamos el movimiento de bomba cuando jade�bamos. Hagamos este ejercicio tres o cuatro veces. Luego apaguemos la vela con una bocanada de aire expulsada mediante violenta contracci�n del diafragma. 3. Al final de este p�rrafo ponemos el inmortal consejo que da Hamlet al grupo de actores. Es tambi�n un excelente consejo para los estudiantes de oratoria. Le�moslo en voz alta, poniendo en pr�ctica todo cuanto hemos aprendido ya en punto a respiraci�n diafragm�tica y dominio de la respiraci�n. Imaginemos que el tono surge como de un bostezo, o de un sollozo. Tengamos siempre una buena reserva de aire en los pulmones. Recalquemos las ideas enf�ticas con la punta de la lengua. Sint�mosla golpearnos levemente, r�pidamente, la parte posterior de los dientes y la parte anterior del cielo de la boca. Hagamos esto. Y nos quedaremos probablemente halagados del metal de voz que nos salga. Qu� claro y armonioso. Qu� atrayente. Pertenece la traducci�n de este trozo a don Luis Astrana Mar�n. 201 "Te ruego que recites el pasaje tal como lo he declamado yo, con soltura y naturalidad, pues si lo haces a voz en grito, como acostumbran muchos de vuestros actores, valdr� m�s que diera mis versos a que los voceara el pregonero. Gu�rdate tambi�n de aserrar demasiado el aire, as�, con la mano. Moderaci�n en todo, pues hasta en medio del mismo torrente, tempestad, y aun podr�a decir torbellino de tu pasi�n, debes tener y mostrar aquella templanza que hace suave y elegante la expresi�n. �Oh! me hiere el alma o�r a un robusto jay�n con su enorme peluca desgarrar una pasi�n hasta convertirla en jirones y verdaderos gui�apos, hundiendo los o�dos de los "mosqueteros", que, por lo general, son incapaces de apreciar otra cosa que incomprensibles pantomimas y barullo. De buena gana mandar�a azotar a ese energ�meno por exagerar el tipo de Termagante. �Esto es ser m�s herodista que Herodes! �Ev�talo t�, por favor! "No seas tampoco demasiado t�mido; en esto tu propia discreci�n debe guiarte. Que la acci�n corresponda a la palabra y la palabra a la acci�n, poniendo un especial cuidado en no traspasar los l�mites de la sencillez de la Naturaleza, porque todo lo que a ella se opone, se aparta igualmente del propio fin del arte dram�tico, cuyo objeto, tanto en su origen como en los tiempos que corren, ha sido y es presentar, por decirlo as�, un espejo a la humanidad; mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su verdadera imagen y a cada edad y generaci�n su fisonom�a y sello caracter�sticos. De donde resulta que s� se recarga la expresi�n o si �sta languidece, por m�s que ello haga re�r a los ignorantes, no podr� menos de disgustar a los discretos, cuyo dictamen, aunque se trate de un solo hombre, debe pesar m�s en vuestra estima que el de todo un p�blico compuesto de los otros. �Oh!, c�micos hay a quienes he visto representar y a los que he o�do elogiar, y en alto grado, que, por no decirlo en malos t�rminos, no teniendo ni acento ni traza de cristianos, de gentiles, ni tan siquiera de hombres, se pavoneaban y vociferaban de tal modo, que llegu� a pensar si proponi�ndose alg�n mal art�fice de la Naturaleza formar tal casta de hombres, le resultaron unos engendros: �tan abominablemente imitaban la Humanidad!" 202 Si pertenec�is a un c�rculo de oradores p�bli-cos que refieren experiencias propias, oir�is a menudo el siguiente comentario, a prop�sito de !a construcci�n de un discurso: Haced un buen principio y un buen final, y en medio poned lo que os agrade. VICTOR MURDOCK En los discursos p�blicos, es de primer�sima importancia comenzar bien. En el de suyo arduo proceso de pronunciar un discurso, nada es tan arduo como establecer un contacto suave y h�bil con el auditorio. Mucho depende de la primera impresi�n y de las palabras iniciales. A menudos se gana o se pierde un auditorio con !as cinco o seis primeras frases. LOCKWOOD THORPE Cierta vez pregunt� al doctor Lyan H. Hough, presidente que fu� de la Universidad del Noroeste, qu� era lo m�s importante que hab�a aprendido en su larga experiencia como orador. Despu�s de meditar un momento me respondi�: -Preparar un comienzo interesante, algo que arrebate la atenci�n inmediatamente. El doctor Hough prepara de antemano las palabras aproximadas con que piensa iniciar y terminar su oraci�n. Lo mismo hac�an Gladstone, Lincoln. R�os Rosas, y, en fin, casi todos los oradores que tengan sentido com�n y experiencia. Pero, �el principiante? �Lo hace tambi�n? Rara vez. Planear significa pensar, perder tiempo, tener fuerza de voluntad. La cogitaci�n es un proceso doloroso. Thomas Edison ha hecho colgar en las paredes de sus f�bricas este pensamiento de Reynolds: "No hay arbitrio a que el hombre no recurra para zafarse del trabajo de pensar." El novicio generalmente conf�a en la inspiraci�nmodel mento, y la consecuencia es que se halla "sembrado de asechanzas y de bretes el camino que debe recorrer." El finado Lord Northcliffe, que de pobre asalariado semanal lleg� a ser, merced a su esfuerzo y talento, el periodista m�s rico y poderoso del Imperio Brit�nico, dec�a que estas tres palabras. de Pascal eran, de cuanto hab�a le�do, las que m�s hab�an contribuido a su �xito: "Prever es prevalecer" 205 He all� un excelente lema para tener sobre el escritorio cuando se planea un discurso. Preveamos el comienzo mientras nuestro esp�ritu est� sereno para medir cada palabra. Preveamos la �ltima impresi�n que hemos de dejar, porque, una vez producida, nada la podr� ya alterar. Desde los tiempos de Arist�teles, todos los libros que se han escrito sobre este asunto han convenido en que la oraci�n se divide en tres partes: introducci�n, cuerpo y conclusi�n.Hasta hace relativamente poco tiempo, la introducci�n era -y hab�a raz�n para ello- la parte m�s sencilla y f�cil del discurso. El orador oficiaba entonces de entretenedor y novelero, y a menudo se le ve�a hacer el papel de peri�dico, radio, tel�fono y cinemat�grafo. Pero las circunstancias han cambiado profundamente. El mundo se ha reformado. Los inventos han acelerado m�s el ritmo de la civilizaci�n en estos �ltimos cien a�os que en lo que va de Nabucodonosor y Baltasar hasta Napole�n. Autom�viles, aeroplanos, radio, todo esto nos dice de la prisa creciente que se ha apoderado del mundo. Y el orador debe entonces ir de consuno con el ritmo impaciente de nuestro siglo. Si hemos de emplear la introducci�n, emple�mosla, pero, por Dios, que sea lo m�s breve posible. La mayor parte "�Tiene de los auditorios modernos razonan m�s o menos as�: usted algo que decir? Pues bien, d�galo presto y sin arrequives. �Nada de ret�ricas! Si tiene algo interesante que contar, cu�ntelo pronto y luego si�ntese." En el ap�ndice publicamos el primer discurso que pronunci� Emilio Castelar ante p�blico numeroso. Era ya muy entrada la noche, hab�an hablado muchos oradores, y el p�blico comenzaba a sentir sue�o. El comienzo de su discurso no pudo ser m�s directo y breve: "Se�ores:Voy a defender las ideas democr�ticas, si es que dese�is o�rlas." En un momento dif�cil de su presidencia, Nicol�s Avellaneda anunci� el tema y reconcentr� la atenci�n de los congresistas con esta frase - profunda y categ�rica: 206 "Nada hay dentro de la naci�n superior a la naci�n misma." Santiago P�rez, ex-presidente de Colombia y escritor de nota, al ser elegido para presidir una sesi�n del Ateneo de Bogot�, emple� solamente dos oraciones para introducci�n. Reparemos en la sencillez y brevedad de sus palabras iniciales: "Se�oras y se�ores: Una designaci�n tan inmerecida como indeclinable me impone el deber de abrir la presente sesi�n y exponer su objeto. Voy, con vuestra aquiescencia, a desempe�ar mi tarea." Pero, �dan muestra los oradores inexpertos de tan encomiable garbo y concisi�n en sus introducciones? Por respeto de la verdad debemos reconocer que no. La mayor parte de los oradores noveles comienzan sus discursos de una de dos maneras - ambas igualmente p�simas. Veamos cu�les son. �CUIDADO CON COMENZAR POR UN CUENTO HUMOR�STICO! Por no s� qu� malhadada raz�n, el novicio cree que debiera ser festivo en la tribuna. Quiz� sea, por naturaleza, m�s serio y solemne que la enciclopedia, sin el menor asomo de ligereza; pero, no bien se levanta a hablar, cree ya sentir, o cree que debiera sentir, el esp�ritu de Vital Aza posesion�ndose de su persona. Y entonces se siente propenso a iniciar el discurso con un cuento humor�stico, especialmente si est� en un banquete. �Y qu� resulta? Pues nada: que en noventa y cinco casos de ciento, la narraci�n, el modo de relatar de un comerciante metido a cuentista es tan ameno como un diccionario. Lo m�s probable es que su cuento no "encaj�". En el lenguaje del inmortal Hamlet, resulta "tedioso, rancio, i nsulso e infructuoso". Si un c�mico profesional cometiera varios yerros a este tenor, el auditorio, que ha pagado la entrada, probablemente armar�a la gran rechifla. Pero el concurso medio de oyentes que escuchan a un orador es m�s ben�volo; y as�, s�lo por caridad, se las compondr� para fabricar algunas risitas; pero, 207 en lo profundo de sus corazones, s�lo sienten conmiseraci�n hacia este pretendido orador, por su fracaso. Ellos mismos se sienten inc�modos. �Qui�n no ha sido testigo, y muchas veces, de fiascos a este tenor? El autor lo ha sido. En el de por s� dif�cil reino de los discursos, �qu� hay de m�s dif�cil, de m�s raro, que la habilidad de hacer re�r a un auditorio? El buen humor en el discurso no es soplar y hacer botellas. Es menester mucha personalidad, mucha individualidad. Nacemos para humoristas o no nacemos para humoristas, del mismo modo que nacemos con ojos casta�os o con ojos azules. Cosas hay que son inmutables. Recordemos esto: rara vez es el chiste lo que de suyo mueve a risa. El �xito se debe exclusivamente a la manera de contarlo. Noventa y nueve hombres de ciento fracasar�n irremediablemente con los mismos relatos que hicieron famoso a Mark Twain. Leamos los cuentos que Lincoln narraba en las tabernas de Illinois. La gente recorr�a millas y millas de distancia s�lo por o�r estos relatos; y se estaba toda la noche escuch�ndolos; seg�n un testigo presencial, hab�a veces en que a los oyentes "les daba ataques de risa tan grandes que se dejaban caer al suelo". Leamos estos cuentos a nuestra familia y veamos si podemos cosechar siquiera una sonrisa. He aqu� uno que Lincoln contaba con �xito clamoroso. �Por qu� no lo probamos? Pero en privado, por Dios, que no ante un auditorio. Un viajero retrasado trataba de llegar a su casa por los fangosos caminos de las praderas de Illinois, cuando de pronto rompi� a llover. La noche estaba oscura como boca de lobo. La lluvia ca�a como si se hubiese roto alg�n dique en el cielo. Horr�sonos truenos resgaban las ce�udas nubes como estallidos de dinamita. Los culebreantes rel�mpagos hac�an ver los �rboles que la tempestad iba derribando. Por fin, un estr�pito m�s horrendo, m�s horroroso que cuantos hab�a escuchado el pobre hombre en su vida, le hizo caer de rodillas. No sab�a rezar, pero esta vez, "Oh, Se�or -musit�-, si a ti te da lo mismo, haz que haya un poco m�s de luz y un poco menos de ruido." Quiz�s alguno de nosotros sea uno de esos raros escogidos 208 que tienen el exquisito don del humorismo. A �se yo le pido que, por lo que m�s quiera, cultive este don. Ser� bienvenido en cualquier parte en que hable. Pero si nuestro talento apunta hacia otra direcci�n, es locura, y aun traici�n, querer seguir los pasos de un G�mez de la Serna. Si fu�ramos a estudiar los discursos de estos hombres, y los de muchos otros, Lincoln entre ellos, nos asombrar�a ver cu�n pocos relatos humor�sticos hay en ellos, sobre todo en el comienzo. James Cattell me dec�a que jam�s hab�a contado un cuento s�lo por buen humor. Ten�a que venir muy a pelo, deb�a ejemplificar alg�n punto. Sea el buen humor los confites que adornan el pastel, la crema que le da color, pero no el pastel mismo. Gillilan, el mejor conferenciante humorista de los Estados Unidos, tiene por regla no contar nunca una narraci�n humor�stica durante los tres primeros minutos de sus conferencias. Si a �l le resulta prudente este sistema, no veo c�mo no nos lo ha de resultar tambi�n a nosotros. �Debe, entonces, el comienzo, ser pesado, torpe y excesivamente solemne? De ning�n modo. Movamos a risa, si podemos, mediante alguna referencia, algo que tenga que ver con el momento y la ocasi�n, o con las ideas de alg�n otro orador. Cuando don Pedro Mata ten�a que contestar, en el Ateneo viejo, a un latoso orador que se apellidaba Malo, provocaba la risa de todos con este comienzo: "Nos dice el "bueno" del se�or Malo..." Pongamos sobre el tapete alg�n absurdo. Exager�moslo. Esta clase de buen humor tiene cincuenta probabilidades m�s de �xito que los anticuados cuentos de Pepe y Juanito, o de la suegra o de la cabra. El novelista Jos� Zahonero, que es muy feo, comenz� as� una conferencia: "El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios (aunque mir�ndome a m� es cosa de ponerlo en duda)", etc., etc. Esto no s�lo nos hace re�r a mand�bula batiente, sino que nos despierta intensa simpat�a por este hombre capaz de chancearse con sus propios defectos f�sicos. 209 Quiz� la manera m�s f�cil de crear regocijo sea la de contar un cuento en que nosotros seamos la v�ctima. Pint�monos en situaci�n rid�cula y apretada. Esto llega hasta la esencia de lo c�mico. Los esquimales r�en cuando a un t�o cualquiera se le rompe una pierna. Los chinos se desternillan de risa cuando un perro cae desde un techo y se mata. Nosotros somos un poquito m�s ben�volos, pero, sin embargo, no podemos contener la risa cuando vemos a alguien en persecuci�n de su sombrero, o d�ndose tremendo porrazo con una c�scara de banana. Cualquiera puede hacer re�r a un auditorio mediante la asociaci�n de dos o m�s ideas discordantes, como por ejemplo la de aquel que dec�a que "tres males hay que son inevitables: el olvido, la muerte y los impuestos". Don Salvador de Madariaga comenz� una conferencia sobre Galicia entre las Espa�asen la siguiente manera. Reparemos que no son cuentos prefabricados que nos narra, sino algunas experiencias propias, exageradas. Su comienzo tiene adem�s otra virtud: despierta la curiosidad por lo inusitado de la confesi�n.Pero de esto hablaremos m�s adelante: "Se�or presidente y miembros de la junta del Centro Gallego; se�oras y se�ores: Aunque nacido en el n�mero 16 de la calle de Orz�n, en la Coru�a, el 23 de julio de 1886, yo no me enter� que era gallego hasta fines del a�o 1927, en Nueva York. ( Risas.) Porque esto de ser gallego es una cosa muy seria y hay mucha gente que cree serlo y que no lo es, y un poco que lo es y no sabe serlo. ( Risas.) En primer lugar, como todos los que en esta gentil, y como dijo el se�or presidente, hospitalaria tierra viven, o todos los que por ella han pasado, saben que hay gallegos y gayegos. El gallego es el que naci� en Galicia, y el gayego es todo espa�ol. Que yo eragayego lo sab�a; que era gallego, no. ( Grandes risas.) NO COMENCEMOS CON UNA DISCULPA El segundo desatino garrafal que suelen cometer los principiantes es �ste: disculparse. "Yo no soy orador", "No estoy preparado para hablar", "Qu� quieren que les diga yo", etc. 21 0 � No hagamos esto nosotros! �No lo hagamos! Hay una poes�a que dice: "�Para qu� continuar?" Esto es precisamente lo que piensa el auditorio cuando un orador comienza de tal modo. Sea como fuere, si no estamos preparados, algunos lo echar�n de ver sin que se lo digamos. Otros, en cambio, no caer�n en la cuenta. �Para qu� llamarles la atenci�n sobre ello? �Por qu� insultar a los oyentes insinuando que no los cre�mos dignos de molestarnos para preparar el discurso, y que supusimos que cualquier cosa ser�a buena para ellos? No, no. Nadie quiere escuchar nuestras excusas. El auditorio est� all� para aprender y pasar un rato agradable. Pasar un rato agradable, recordemos. Tan pronto como llegamos frente al auditorio, �ste fija su atenci�n en nosotros. Esto es natural e inevitable. No es dif�cil retener en nosotros esta atenci�n durante los primeros cinco segundos, pero s� lo es retenerla durante los primeros cinco minutos. Si la perdemos una vez, ser� doblemente dif�cilreconquistarla. Comencemos entonces con algo interesante en la primera frase. No en la segunda. Ni en la tercera. � En la primera! PRI-ME-RA. �Primera! "Y �c�mo?" preguntar� alguien. Un poquito dif�cil de responder la pregunta, lo reconozco. Y al tratar de reunir material para responder ser� menester andar por muchas sendas tortuosas y oscuras, porque tanto hay que depende del orador, tanto del auditorio, tanto del tema, tanto del material, tanto de la ocasi�n. Sin embargo, espero que las sugestiones que haga y ejemplifique en el resto del cap�tulo, dejar�n ense�anzas aprovechables y de valor. DESPERTEMOS LA CURIOSIDAD He aqu� un comienzo empleado por el se�or Howell Healy en un discurso pronunciado en una de mis clases. �No es agradable? �No nos atrae inmediatamente la atenci�n? "Hace ochenta a�os, y aproximadamente por este tiempo, se public� en Londres un librito, un cuento, destinado a ser inmor- tal. Mucha gente lo ha llamado "el m�s grande libro peque�o del mundo". Cuando apareci� por vez primera, los amigos, al encontrarse en los lugares elegantes y c�ntricos de Londresst era, preguntaban unos a otros: "�Lo has le�do?" Y la respuesta invariablemente: "S�, Dios lo bendiga, lo he le�do." "En el d�a de su publicaci�n se vendieronejemplares. mil Antes de los quince d�as, la demanda hab�a sido quince de mil. Desde entonces se han hecho inumerables ediciones y tiradas, v se lo ha traducido a todas las lenguas del mundo. Hace alguno� a�os, J. P. Morgan compr� el manuscrito original por una cantidad fabulosa; y ahora lo tiene entre sus otros inapreciables tesoros, en esa magn�fica galer�a de arte que posee en Nueva York. y que �l llama su biblioteca. "�Cu�l es este libro mundialmente famoso? El Villancico de Navidad, de Charles Dickens." �No es �ste un buen comienzo? �Retuvo nuestra atenci�n? �Suscit� nuestro inter�s a medida que avanzaba? �Por qu�? �No fu� acaso porque despert� nuestro inter�s y nos mantuvo en suspenso? �La curiosidad! �Qui�n no es sensible a su influjo? Yo he visto volar los p�jaros por encima de mi cabeza cuando he ido a un bosque, y estarse as� durante una hora, movidos por pura curiosidad. Conozco a un cazador alpino que para atraer las gamuzas arroja una s�bana al suelo y comienza a reptar, despertando as� su curiosidad. Los perros son curiosos, y tambi�n los gatos, y, en fin, todas las suertes de animales, sin excluir el harto conocido genus homo. Despertemos la curiosidad de nuestro auditorio con la primera frase, y habremos conquistado el inter�s de su atenci�n. Yo sol�a comenzar mis conferencias sobre las aventuras de Lawrence de Arabia en esta manera: "Lloyd George dice que para �l Lawrence de Arabia esuno �poca," de los caracteres m�s rom�nticos y pintorescos de nuestra Este comienzo ten�a dos ventajas: Primera, que una cita de un hombre eminente tiene considerable va'l'or para atraer la atenci�n. Segunda: suscitaba curiosidad: "�Por qu� rom�n212 tico?" era la pregunta natural. "�Por qu� pintoresco? Nunca he o�do hablar de �l. �Qu� hizo?" Lowell nomas comenz� su conferencia sobre el coronel Lawrence con estas palabras: "Iba yo un d�a caminando por la calle del Cristiano, en Jerusal�n, cuando top� con un hombre que vest�a las suntuosas ropas de potentado oriental; al costado llevaba la corva espada de oro que s�lo llevan los descendientes del profeta Mahoma. Pero este hombre no ten�a ninguna caracter�stica �rabe. Ten�a ojos azules, y los ojos de los �rabes son siempre negros o casta�os." Esto excita nuestra curiosidad, �verdad? Queremos enterar., nos mejor. "�Qui�n era? �Por qu� vest�a a lo �rabe? hac�a? �Qu� fu� de �l?" El alumno que comenz� su discurso con esta pregunta: "�Saben ustedes que hay diecisiete pa�ses en el mundo donde todav�a hoy existe la exclavitud? ", no s�lo despert� cu- la riosidad, sino que adem�s asombr� a los oyentes. "�Esclavitud? �Hoy? �Diecisiete pa�ses? Parece incre�ble. �Qu� paï¿ Tambi�n se puede atizar la curiosidad comenzando conun efecto y dejando al auditorio ansioso de conocer la causa. Uno de mis alumnos, por ejemplo, comenz� un discurso con el siguiente aserto: "Un miembro de una de nuestras legislaturas pidi� la palabra recientemente en la asamblea legislativa y propuso la votaci�n de una ley por la que se prohib�a que los renacuajos se convirtiesen en sapos a menos de dos millas de una escuela." Uno se sonr�e. �Se estar� chanceando el orador? Qu� absurdo. �Ocurri� realmente semejante cosa? S�. El orador procedi� a explicar. En el primer p�rrafo del discurso de Madariaga citado un poco m�s arriba, hay tambi�n un absurdo semejante. Un art�culo titulado Con los bandidos, que apareci� en una revista semanal, comenzaba as�: "�Est�n realmente organizados los bandidos? Generalmente s�.�C�mo?. . . " 213 Con s�lo ocho palabras, como vemos, el escritor de este art�culo anunci� su tema, nos dijo algo del mismo y despert� nuestra curiosidad sobre la manera en que l�s bandidos est�n organizados. Muy encomiable. Todos los que aspiren a hablar en p�blico debieran estudiar la t�cnica desarrollada por algunos periodistas para atraer la atenci�n del lector inmediatamente. Podemos aprender mucho m�s de ellos sobre la manera de comenzar un discurso, que por el estudio de recias antolog�as de oratoria. �POR QUE NO COMENZAR CON UNA NARRACI�N? Sabido es que los novelistas y cuentistas son, de los hombres de letras, quienes m�s ganan. Un novelista tiene ganancias much�simo mayores que un historiador o un poeta de talentos iguales y aun superiores. Emilio Zola se hizo rico y famoso de la noche a la ma�ana con su segunda novela, Men�ndez y Pelayo, en cambio, que se dedic� a otras Nan�. actividades literarias, no logr� nunca contar con ingresos muy abundantes, no obstante tener s�lo veinte a�os cuando su fama comenz� a echar firmes ra�ces en Europa. �Y cu�l es la raz�n de esto? El af�n del p�blico porque le narren cosas interesantes. He aqu� un discurso pronunciado por Belisario Rold�n en la C�mara de Diputados de la Argentina: "Se�or Presidente: Cuenta una antigua y conocida f�bula lugare�a, que un buen d�a el diablo en persona se pavoneaba por el mundo. En una aldea, donde qui�n sabe qu� travesuras andaba tramitando, lo sorprendi� un temporal, y he aqu� que no encontraba el muy ladino otro lugar para asilarse que una iglesia. Parece que el diablo ten�a verg�enza de entrar en la iglesia; pero el bueno del cura, que lo reconoci�, se adelant� a ofrecerle generosa hospitalidad, asegur�ndole que la casa de Dios era tambi�n la casa de todos." Esto gana la atenci�n del auditorio. Esta clase de comienzo es casi infalible. Tiene movimiento propio. Camina. Y nosotros vamos detr�s. Queremos saber qu� va a suceder. 21 4 Si el relato pertenece a la experiencia propia de quien lo narra, miel sobre hojuelas. Esto place mucho m�s aun al p�blico. Es la clase de comienzo que utilizamos en el Cap�tulo V de este libro. He aqu� las frases iniciales de dos cuentos aparecidos en revistas: 1. "El seco amartillamiento de un rev�lver rasg� el silencio." 2. "El agrimensor Gleb Gavrilovitch Smirnof llega a la estaci�n de Chiluckki. Unos trece kil�metros lo separan de la hacienda adonde se dirige; esto admitiendo que el cochero no est� borracho y que los caballos no sean unos rocines, en cuyo caso el trayecto equivaldr� a 50 kil�metros." Anton Chejov. Notemos que estos comienzos tienen vivacidad. Inician algo. Despiertan nuestra curiosidad. Queremos seguir leyendo. Queremos enterarnos mejor. Queremos saber de qu� se trata. Hasta los principiantes logran muchas veces comienzos interesantes mediante la aplicaci�n acertada de esta t�cnica. COMENCEMOS CON UN EJEMPLO PRECISO Es dif�cil, es arduo, para el auditorio medio, seguir proposiciones abstractas por mucho rato. Los ejemplos son m�s f�cilesde escuchar, mucho m�s f�ciles. �Por qu�, entonces, no comenzar con un ejemplo? Es dif�cil convencer a los alumnos de esto. Lo s� bien. Yo he tratado de hacerlo. Creen que deben comenzar con algunos juicios generales. Pero, �por qu�? Comencemos con un ejemplo, avivemos el inter�s; luego continuemos con observaciones generales. Encontraremos un ejemplo de esta t�cnica en el cap�tulo VIII de este libro. �Qu� t�cnica hemos aplicado para iniciar este cap�tulo? MOSTREMOS ALG�N OBJETO Quiz� la manera m�s sencilla del mundo para atraer la atenci�n sea la de mostrar alg�n objeto para que el p�blico 215 lo mire. Hasta los salvajes y los idiotas, los nenes que todav�a est�n en la cuna, los monos de una jaula, y los perros que van por la calle, prestar�n atenci�n a esa clase de est�mulos. A veces se lo puede usar con eficacia delante del auditorio m�s solemne. Por ejemplo, S. S. Ellis inici� una de sus conferencia cogiendo una moneda entre el pulgar y el �ndice, y levantando la mano por encima de la cabeza. Desde luego, todos miraron. Y entonces pregunt�: "�Alguien entre ustedes ha hallado alguna vez una moneda como �sta en la acera? Ello quiere decir que quien haya terido esa suerte recibir� graciosamente muchas m�s en tal y tal explotaci�n de bienes Luego el se�or Ellis se intern� en el tema y prora�ces." nunci� una excelente conferencia. nuncia, como no sea entre hombres ruines y apocados, despierta eco simp�tico en los corazones; enardece a las almas bien nacidas; causa en ellas entusiasmos y arrebatamientos, y cuando se trata de alcanzar o conservar el bien que con ella se significa, es aguij�n que las mueve a todo linaje de sacrificios." Como comienzo, tiene este discurso varios rasgos encomiables. El nombre de Bossuet nos fija la atenci�n, y la cita nos despierta la curiosidad y la duda. �Qu� intenciones se trae el orador? �Hablar� en contra o en favor de la libertad? �Qu� quiere decir con esto de alucinadora y enga�osa? Si el orador hace una pausa despu�s de la cita,, el efecto es mayor. Vamos, siga ya. Queremos saber su opini�n al respecto. Quiz� no concuerde con la nuestra, pero d�gala, de todos modos. HAGAMOS UNA PREGUNTA El comienzo de Ellis tiene otra caracter�stica encomiable: comenz� haciendo una pregunta, logrando que el auditorio piense con el orador y coopere con �l. Notemos que el art�culo sobre los bandidos comienza con dos preguntas en las tres primeras frases: "�Est�n organizados los bandidos? ... �C�mo?" El uso de este recurso es uno de los m�todos m�s seguros y sencillos para abrir la mente de los oyentes y entrarnos en ella. Cuando otras estratagemas resulten in�tiles, recurramos a �sta. �POR QU� NO COMENZAR CON UNA CITA DE ALG�N ORADOR FAMOSO? Las palabras de un hombre famoso siempre atraen la atenci�n.Por esto, una cita apropiada es la mejor manera de iniciar una alocuci�n.He aqu� un comienzo de esta clase, que pertenece al doctor Carlos Cort�s Lee, ex-secretario del Arzobispado de Bogot�: "Entre todas las palabras humanas -dice Bossuet- no hay ninguna tan agradable como la palabra libertad, pero tampoco hay otra igualmente enga�osa y alucinadora. Dondequiera que se pro216 VINCULEMOS NUESTRO TEMA CON AQUELLO POR LO QUE NUESTROS OYENTES SIENTEN MAYOR INTER�S Comencemos con alg�n punto que toque directamente los ego�stas intereses del auditorio. Esta es una de las mejores maneras de comenzar. No puede menos que atraer la atenci�n.Todos sentimos el mayor inter�s por lo que nos ata�e grande y trascendentalmente. Esto no es m�s que sentido com�n. Sin embargo, su aplicaci�n no es nada com�n. Por ejemplo, hace muy poco tiempo concurr� a una conferencia que versaba sobre el tema de las revisiones peri�dicas de sanidad. Y �sab�is c�mo comenz� el orador? Pues, narrando la historia del instituto de Acrecentamiento Vital, la manera en que estaba organizado y los servicios que prestaba. �Absurdo! Los oyentes no ten�an el m�s m�nimo, el m�s remoto inter�s en saber c�mo esta organizado ning�n instituto del mundo; en cambio, est�n enormemente y continuamente interesados en s� mismos. �Por qu� no reconocer esta verdad fundamental? �Por qu� no demostrarnos que ese instituto es de trascendental importancia para nosotros? �Por qu� no comenzar as�, o de parecido modo: "Sab�is vosotros cu�ntos a�os vais a vivir, de 217 acuerdo con las estad�sticas? La probabilidad de vida que ten�is es de dos tercios del tiempo entre vuestra edad actual. y los ochenta a�os. Por ejemplo, si ten�is treinta y cinco a�os ahora, la diferencia entre vuestra edad actual y los ochenta es de cuarenta y cinco a�os; lo probable entonces es que viv�is dos tercios de esta cantidad, o sea treinta a�os m�s. �Es suficiente esto?No, por cierto. Todos estamos ansiosos por vivir m�s. Estas estad�sticas, sin embargo, se basan sobre millones de casos. �Podemos nosotros tener esperanzas de superarlas? S�; tomando las precauciones necesarias, podemos esperar tal cosa. Pero la primera providencia que debemos dictar es la de hacernos revisar concienzudamente por el m�dico. . . " Entonces, si explicamos detalladamente por qu� es necesaria la revisi�n m�dica peri�dica, el oyente puede interesarse en alg�n instituto creado especialmente a ese fin. Pero comenzar hablando sobre el instituto de modo tan impersonal es desastroso. �Mort�fero! Vaya otro ejemplo. Durante la �ltima temporada de clases, un estudiante comenz� su discurso sobre la necesidad impostergable de conservar nuestros bosques. Comenz� as�: "Nosotros, como ciudadanos de este pa�s, debi�ramos sentirnos orgullosos de los recursos nacionales..." Luego comenz� a demostrarnos que est�bamos malgastando la madera a paso vergonzoso e insostenible. Pero el comeenz� fu� p�simo; demasiado general, demasiado vago. No hizo aparecer el tema como algo de vital importancia para nosotros. Entre el auditorio hab�a un impresor. La destrucci�n de nuestros bosques influir� funestamente sobre su industria. Hab�a tambi�n un banquero; la destrucci�n afectar� a �l tambi�n puesto que afectar� nuestra prosperidad general, etc., etc. �Por qu� no comenzar, entonces, con estas palabras?: "El tema que voy a tratar afecta sus negocios, se�or Mansilla, y los suyos, se�or de Guzm�n. La verdad, afecta en cierto modo el precio de la comida que comemos y el del alquiler que pagamos. Hiere, en fin, el bienestar y la prosperidad de todos nosotros." �Es esto exagerar la importancia de conservar nuestros 218 bosques? No lo creo. S�lo es observar aquello de que "se debe pintar el cuadro grande y poner el asunto en �l de modo que atraiga la atenci�n". LA ATRACCI�N QUE EJERCE UN ASERTO SORPRENDENTE Y EXTRAORDINARIO "Un buen art�culo de revista -dec�a Mc Clure, fundador del peri�dico que lleva su nombre- es una serie de sorpresas." Ellos sacuden y desbaratan nuestros arrobamientos diurnos, para apoderarse de nuestra atenci�n. Vayan algunos ejemplos. Ballantine comenz� un discurso sobre Las maravillasde la radio con el siguiente aserto: "�Saben ustedes que el sonido de una mosca que camina sobre un panel de vidrio puede ser transmitido por radiotelefon�a hasta el coraz�n de �frica, y all� hacerlo bramar como si fuesen las cataratas del Ni�gara?" Henry Jones comenz� una conferencia sobre La situaci�n criminal con estas palabras: "La administraci�n de nuestro c�digo penal -ha dicho William Taft, a la saz�n presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos- es una verg�enza para la civilizaci�n." Este comienzo tiene la doble ventaja de que no s�lo es un aserto sorprendente, sino que este aserto pertenece a una autoridad en jurisprudencia. Paul Gibbons, presidente del C�rculo de Optimistas de Filadelfia, comenz� un discurso sobre El crimen con estos i nteresant�simos p�rrafos: "Los norteamericanos son los mayores criminales del mundo. Aunque parezca esto extra�o, es la verdad. La ciudad de Cleveland tiene seis veces m�s criminales que todo Londres. Tiene ciento setenta veces m�s ladrones, de acuerdo con su poblaci�n, que la capital de Inglaterra. Roban o asaltan con fines de robo a m�s gente en Cleveland que en Inglaterra, Escocia y Gales jun219 tas. Hay m�s asesinos en Nueva York que en toda Francia o Alemania o Italia o las Islas Brit�nicas. Lo m�s lamentable de todo esto es que el criminal no es castigado. Si alguien comete un crimen, hay cien probabilidades contra una de que no se le ejecutar�. Cualquiera de nosotros, como pac�ficos ciudadanos, tiene diez veces m�s probabilidades de morir de c�ncer, que de morir colgado por matar a un hombre." Este comienzo di� buen resultado, porque el se�or Gibbons puso el necesario vigor y vehemencia en sus palabras. he Y entonces sus palabras viv�an. Respiraban. Sin embargo, o�do a otros estudiantes hablando sobre la situaci�n criminal, y sin embargo de que comenzaban con frases parecidas a las citadas, no pasaban de ser mediocres. �Por qu�? Palabras, palabras, palabras. La t�cnica de su construcci�n era intamilo dec�an chable, pero faltaban br�os. El modo en que naba y zapaba cuanto dec�an. EL VALOR DE UN COMIENZO APARENTEMENTE CASUAL �Les parece eficaz a mis lectores el comienzo que cito a continuaci�n? �Por qu�? Pertenece a un discurso que pronunci� Indalecio Prieto durante su �ltima visita a la Argentina, en 1939. "D�as atr�s, durante una ma�ana espl�ndida, quienes constitu�amos la embajada extraordinaria que en representaci�n de Espa�a hab�a concurrido a la transmisi�n del mando presidencial en Chile, naveg�bamos por los aires desde Chile a la Argentina. Al remontar los Andes, el sol hac�a rebrillar las tierras bermejas de las cumbres, sobre las cuales montaba altaneramente su centinela, tocado de blanco, el Aconcagua. Refulg�a, bru�ido por el sol, el aparato en que naveg�bamos, y cuando, poco despu�s, transpuesta la majestuosa cordillera, asomamos sobre las llanuras mendocinas, hubimos de distinguir que a la par del c�ndor de plata que a nosotros nos tra�a volaba abajo, a ras de tierra, siguiendo nuestro mismo trayecto, un gran p�jaro negro. El avi�n, para ganar suavidad en el descenso, describi� varias circunferencias en derredor de Mendoza, y el p�jaro grande que volaba a ras de tierra sigui� ante nosotros, sumisamente sometido a nues220 tro recorrido, hasta que, al fin, cuando el avi�n se pos� en Los Tamarindos, el p�jaro negro desapareci�. El avi�n se fundi� en �l, embebi�ndolo, bes�ndolo. El p�jaro que nosotros distingu�amos era el perfil, la sombra del aeroplano proyectada por el sol." Luego el orador abandon� aparentemente esta alusi�n, y continu� con la descripci�n del aterrizaje en Mendoza, primeras impresiones, etc. En seguida, relacion�ndolo con este aterrizaje, entr� en el tema de su conferencia, que era La actitud de los rebeldes ante las tradiciones espa�olas.Y termin� el discurso as�: "Ahora recuerdo otra vez el viaje en el c�ndor de alas de plata en que naveg�bamos sobre los Andes los enviados extraordinarios que Espa�a hab�a mandado a Chile, a la transmisi�n de los poderes presidenciales. Recuerdo el vuelo majestuoso sobre la ingente cordillera de caperuzas nevadas y de tierras bru�idas por el sol. Recuerdo la sombra del p�jaro oscuro que volaba por debajo de nosotros, a ras de tierra: la sombra del avi�n con la cual �ste se fundi�, a la cual �ste bes�, en la cual se embebi�. Me imaginaba yo, abri�ndoseme el coraz�n ante el paisaje argentino, que el avi�n interpuesto entre el sol y la tierra, los reflejos de cuyas alas de plata acariciaban las nieves del Aconcagua y chispeaban en las tierras rojizas de las cumbres, era Espa�a, y la sombra, Am�rica, su hija. Entonces, cuando el avi�n y la sombra se besaron, me parec�a que tambi�n se fund�an en el abrazo y en el beso Espa�a, la inmortal, la eterna, y Am�rica, que empieza tambi�n a caminar por la senda de la eternidad!" Personalmente, me gustan mucho estos comienzos. La primera frase es buena. Nos promete una reminiscencia interesante. Queremos escuchar los pormenores que vendr�n en seguida. Adem�s, sabe a natural, no tiene ese gustillo de lo estudiado, lo de rigor. "D�as atr�s, durante una ma�ana espl�ndida, naveg�bamos los poraires desde Chile a la Argentina." Nos parece espont�neo, natural, humano.Nos da la sensaci�n de que es una persona que est� relatando un cuento a otra. A los auditorios les agrada esto. Pero corre el peligro quien lo use de dejarse notar la falta de genuinidad. Queremos el arte que oculta el arte. 221 SUMARIO 1. Un buen comienzo es dif�cil. Y es de suma importancia, porque la mente de nuestros oyentes est� fresca entonces y es relativamente f�cil de impresionar. Es demasiado trascendental para dejado al azar. Es menester prepararlo cuidadosamente de antemano. 2. La introducci�n debe ser breve; constar�, a lo sumo, de una o dos frases; a menudo se prescindir� de ella. Entremos en el coraz�n de nuestro tema con el menor n�mero posible de palabras. Nadie se opondr�. 3. Los principiantes est�n propensos a empezar con un cuento humor�stico o con una excusa. Ambos comienzos son malos. Muy pocas personas -muy, muy pocas- pueden narrar una an�cdota humor�stica con �xito. Generalmente, el auditorio queda desconcertado en vez de divertido. Los cuentos deben venir a pelo, que no tra�dos de los cabellos. El humor debe ser los confites que adornan el pastel, no el pastel mismo. No pidamos disculpas jam�s. Es afrentar al auditorio; les aburre. Vayamos al grano, digamos lo que tenemos que decir y sent�monos. 4. El orador puede atraer inmediatamente la atenci�n del auditorio de los siguientes modos: guna tan agradable como la palabra libertad, pero tampoco hay otra igualmente enga�osa y alucinadora.") g. Mostrando c�mo el tema afecta los intereses supremos del auditorio. (Ejemplo: "La probabilidad de vida que ten�is es de dos tercios del tiempo entre vuestra edad actual y los ochenta a�os. La primera providencia que debemos dictar es la de hacernos revisar concienzudamente por el m�dico", etc., etc. ) h. Comencemos con acertos sorprendentes. (Ejemplo: "La administraci�n de nuestro c�digo penal es una verg�enza para la civilizaci�n.") 5. No hagamos muy formal el comienzo. Ocultemos las junturas. Hag�moslo aparecer desembarazado, inevitable, fruto de la casualidad. Esto se puede lograr refiri�ndose a algo que acaba de ocurrir, o que ha sido dicho poco antes. (Ejemplo: "D�as atr�s, durante una ma�ana espl�ndida...") VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Hay verbos que tienen dos terminaciones en el infinitivo. Se consideran m�s castizas las de la segunda columna, aunque las otras son tambi�n correctas: a. Despertando la curiosidad. (Ejemplo: El villancico de Navidad, de Dickens. ) b. Relatando una narraci�n de inter�s. cuento del diablo, de Belisario Rold�n.) c. Comenzando con un ejemplo determinante. (Ejemplo: El comienzo del cap�tulo VII, de este libro.) d. Atrayendo la atenci�n con alg�n objeto. (Ejemplo: La moneda entre el pulgar y el �ndice.) e:. Haciendo una pregunta. (Ejemplo: �Alguien entre ustedes ha encontrado alguna vez una moneda como �sta en la acera?) f. Comenzando con la cita certera. (Ejemplo: "Entre todas las palabras humanas -dice Bossuet- no hay nin222 Usurar Mordisquear Hachar Vapulear Cernir Asperger Hamacar Besucar Ventisquear Ciza�ear Cabriolear Borbotear Usurear Mordiscar Hachear Vapular Cerner Asperjar Hamaquear Besuquear Ventiscar Ciza�ar Cabriolar Borbotar 223 1. Inclinemos la cabeza sobre el pecho hasta que la barba nos toque la camisa. Levantemos toda la cabeza, excepto la mand�bula inferior. Si la relajamos completamente, la De color de fuerza de la gravedad nos la mantendr� ca�da, del mismo Si queremos decir que un objeto es verde, diremos: "este modo que nos mantiene pegadas a los muslos las manos relajadas. objeto es de color verde", o, mejor aun, "este objeto es verde" 2. Sent�monos as�, con la mand�bula relajada, la boca a secas. Decir que un objeto sea color verde, sin la preposiverde, quereci�n, es incorrecto. Si en vez de usar la palabra abierta y el mirar perdido, como los imb�ciles, hasta que mos usar la palabra oliva, como oliva no es un color sino nos parezca un peso extra�o al resto de la cabeza el de la mand�bula. una planta, no diremos ya "de color oliva", sino "de color 3. Apoyemos los dedos a un cent�metro por delante de de oliva"; con preposici�n antes de ambos sustantivos. La palabra rosa es tambi�n una planta, que no un color. No se los o�dos, donde la mand�bula inferior est� enquiciada. Abramos la boca. Mastiquemos. Notemos el movimiento debajo debe, pues, decir de los dedos. Cerremos la boca nuevamente, y dejemos caer Un vestido rosa, nuevamente la mand�bula. Si lo hemos hecho correctamente, Un rostro color rosa, no notaremos con los dedos el movimiento que notamos antes. 4. Cuando tratamos de escuchar una conversaci�n a la sino distancia, y no la podemos escuchar n�tidamente, �qu� haUn vestido de color de rosa, cemos? Inconscientemente inspiramos profundamente, abriUn rostro �terosa, etc. mos la boca y escuchamos con atenci�n, �verdad? Imagin�monos escuchando en esas circunstancias. Imaginemos que heEJERCICIO VOCAL. RELAJAMIENTO DE LA MANDIBULA mos pescado alguna especie de esa conversaci�n que nos ha causado profundo asombro. �Qu� hacemos? Dilatamos y erEn los ejercicios de los cap�tulos III y IV se�alamos la guimos el tronco, hacemos una inspiraci�n mayor y abrimos necesidad de la relajaci�n, sobre todo en el cuello. La maninconscientemente la garganta. Digamos ahora: "Oh, �sabes d�bula tambi�n debe relajarse. Los m�s de nosotros tenemos propensi�n a retenerla r�gida. �Cu�l es el resultado? Que el qu� dijo?" �Verdad que la voz sale libre y c�modamente? Recordemos que s�lo podemos dominar la mand�bula relatono se ve obligado a zafarse como de una prisi�n: y se j�ndola. Practiquemos, pues, estos ejercicios hasta que la mantorna d�bil yforzado. Semejante tono, en semejantes condid�bula sea una d�cil servidora en vez de r�gida y entorpeciones, no agrada. El aire se transforma en palabras gracias, cedora. en gran parte, a los labios y a la lengua - a �sta m�s que Ejercicio de repaso: 1. Leamos este p�rrafo de Alberto a aqu�lla. Una quijada r�gida deforma este molde bucal, y Gerchunoff, uno de los grandes escritores argentinos. Le�estropea la belleza y precisi�n de los sonidos que surgen moslo en voz alta, en falsete, para mayor br�o. (Ver Ejerde �l. cicio Vocal, cap�tulo VII.) Adem�s, las quijadas r�gidas provocan generalmente len"El arte es nuestro consuelo. �Qu� me importa, en realidad, guas torpes; y son lenguas r�pidas, y fuertes, y el�sticas, lo que un dolor, si al salir de la boca del sapo que est� en mi mesa, se nosotros queremos. transforma en b�lsamo, se vuelve mi propia confidencia?�Qu� Probemos a vencer la mand�bula con estos ejercicios: GRAM�TICA 224 223 me importa el ensue�o roto si vuelvo a enhebrarlo aqu�, sobre el papel, en la madrugada en que me contemplo con pena? Al escribir, al pintar, al esculpir, dejamos de ser lo que somos. Nos convertimos en esos geniecillos inocentes que cabalgan en un rayo de luna, que se empe�an en recoger en su vocecilla los rumores imperceptibles que vagan bajo el cielo; y cuando el alba sobreviene, cuando el d�a siguiente nos agobia de nuevo, no sabemos lo que hicimos la v�spera. Sabemos �nicamente que nos confesamos, y, como dice Heine, hacemos canciones de nuestros pesares." 2. Leamos este mismo p�rrafo, ahora con voz natural. Usemos la punta de la lengua para reforzar las ideas enf�ticas. ( Ver Ejercicio Vocal, cap�tulo VI.) 3. Inspiremos profundamente, cuidando que el diafragma se aplaste, y con la garganta relajada digamo a. Dig�moslo sin el menor esfuerzo. Con comodidad. 4. Veamos el Ejercicio Vocal del cap�tulo VII, y leamos nuevamente, con alegr�a, esos versos que comienzan: "Ya vuelve la primavera: Suene la gaita, - ruede la danza: Tiende sobre la pradera El verde manto - de la esperanza. 226 CAP�TULO X C�MO GANAR INMEDIATAMENTE LA VOLUNTAD DEL AUDITORIO Para hacer escuchar lo que decimos, es menester ponernos en el lugar de aquellos a quienes nos dirigimos. J. J. ROUSSEAU �Ohmaravilloso poder del verbo! �qui�n te resiste? �Oh formidable fuerza de la palabra! �qui�n te vence? En el medroso silencio, qu� biente insin�as en la oreja t�mida; en el fragoroso estruendo, qu� bien retumbas en el pecho esforzado. �Qu� prudente, si aconsejas; qu� sutil, si enga�as; qu� blando, si acaricias; qu� r�stico, si ofendes; qu� c�lido, si enamoras! TOS� MAR�A PINEDO Hace algunos a�os, la Compa��a de Combustibles y Hierro de Colorado ten�a dificultades con los obreros. Hab�a habido tiroteos y se hab�a derramado sangre. El aire estaba cargado de odios profundos. El solo nombre de Rockefeller era una anatema. Sin embargo, John D. Rockefeller (jr.) quer�a hablar con los empleados de esa empresa. Quer�a explicarles, persuadirlos, hacer que aceptasen sus opiniones. Comprendi� que en el comienzo del discurso deb�a ya borrar todos los malos sentimientos del auditorio, todos los antagonismos. Y en los primeros p�rrafos lo logr�, de manera magn�fica y sincera. La mayor parte de los oradores pueden estudiar con provecho su m�todo: "Este es un d�a inolvidable de mi vida. Es la primera vez que tengo la buena suerte de encontrarme con los representantes de los obreros de esta gran compa��a, con los capataces y superintendentes, todos juntos, y puedo asegurar que estoy orgulloso de verme aqu�, y que recordar� esta reuni�n mientras viva. Si esta asamblea se hubiese llevado a cabo dos'semanas atr�s, yo ser�a un extra�o para los m�s de vosotros, y muy pocos rostros me ser�an familiares. Pero habiendo tenido la oportunidad en la �ltima semana de visitar todas las minas de carb�n del Sur, y de hablar con casi todos los representantes, s�lo exceptuados aquellos que estaban ausentes; habiendo visitado vuestros hogares, conversado con muchas de vuestras esposas e hijos, hoy nos reunimos aqu�, no como extra�os, sino como amigos, y es con ese esp�ritu de mutua amistad que me congratulo de tener esta oportunidad para discutir con vosotros nuestros comunes intereses. "Como esta es una asamblea de jefes de la compa��a y representantes de los empleados, es s�lo por vuestra cortes�a que estoy yo aqu�, pues que no tengo la buena fortuna de ser ni lo uno ni lo otro; y, sin embargo, me siento �ntimamente asociado con 229 vosotros, porque, en cierto modo, represento a los accionistas y a los directores." Esto es tino, sumo tino. Y el discurso, a pesar del profundo odio existente, tuvo �xito. Los hombres que hab�an estado luchando y haciendo huelgas para conseguir mejores sueldos, no mencionaron m�s el asunto luego que Rockefeller les hubo explicado los pormenores de la situaci�n. UNA GOTA DE MIEL Y UN AUDITORIO DE ARMAS TOMAR "Hay un viejo y sabio refr�n que dice que "una gota de miel coge m�s moscas que una azumbre de hiel". Esto se puede aplicar a los hombres. Si queremos ganar un hombre a nuestra causa, convenz�mosle primero de que somos su sincero amigo. All� ya hay una gotita de miel que agrada a su coraz�n; la miel, diga �l lo que dijere, es el camino real que conduce a su coraz�n, el cual, una vez conquistado, nos permitir�, con poco trabajo, convencerle de la justicia de nuestra causa, si, en realidad, tal causa es verdaderamente justa." Tal era el plan de Abraham Lincoln. En 1858, durante su campa�a para la senadur�a nacional, se anunci� que iba a pronunciar un discurso en lo que entonces era la semib�rbara regi�n de Illinois del Sur, llamada "El Egipto". Los hombres de estos parajes eran muy poco pac�ficos, por cierto, y llevaban sendas pistolas y cuchillos a la cintura, de los cuales no se deshac�an ni en las fiestas p�blicas. Su odio por todos los antiesclavistas era s�lo comparable a su amor por las ri�as y la bebida. Muchos sure�os, due�os de esclavos algunos de ellos, vinieron desde Kentucky y Misur� para no perderse la de "padre y muy se�or m�o" que esperaban se iba a armar. Y hab�a, por cierto, ambiente de discordia, porque los trapisondistas m�s consuetudinarios hab�an jurado que, si Lincoln trataba de hablar, "echar�an al maldito abolicionista de la ciudad" y "le har�an colador". Lincoln hab�a o�do estas amenazas, y sab�a que el horno no estaba para bollos, que hab�a verdadero peligro. "Si me dan la oportunidad de decir unas pocas palabras iniciales 230 -dijo- los dominar� f�cilmente." Antes de comenzar el discurso se hizo presentar a los cabecillas, a quienes di� la mano cordialmente. Su comienzo es uno de los m�s cautos y atinados que haya le�do en mi vida: "Conciudadanos de Illinois del Sur; conciudadanos del estado de Kentucky; conciudadanos del estado de Misuri: Me dicen que hay algunos entre vosotros los aqu� presentes que querr�an alborotarme el cortijo. No veo por qu� han de querer hacer esto. Soy un hombre sencillo y com�n como vosotros todos; �por qu�, pues, no he de tener el mismo derecho de expresar mis ideas que vosotros todos? Vamos, amigos m�os, yo soy uno de los vuestros. No soy un intruso. Nac� en Kentucky y me cri� en Illinois, tal como los m�s de vosotros, y luego fu� progresando merced a muchos sacrificios. Conozco a la gente de Kentucky, y conozco a la gente de Illinois del Sur, y creo que tambi�n conozco a los misurianos. Soy uno de ellos, y por ende debiera conocerlos; y ellos debieran conocerme a m� mejor, y si me conociesen mejor sabr�an que no estoy dispuesto a perjudicarlos. �Por qu�, entonces, querr�n ellos, o algunos entre ellos, perjudicarme a m�? No hag�is cosa tan disparatada, conciudadanos. Seamos amigos y trat�monos como amigos. Yo soy uno de los individuos m�s humildes y pac�ficos del mundo -incapaz de agraviar a nadie ni de interponerme a los derechos de nadie. Todo cuanto pido es que, por tener algo que deciros, me prest�is razonable atenci�n. Y, siendo vosotros illinoisenses, kentuckianos y misurianos -gente cort�s y valiente-, estoy seguro de que as� lo har�is. Y ahora razonemos juntos, como buenas personas que somos." Mientras dec�a estas palabras, su rostro era la bondad personificada, y su voz vibraba con ben�vola vehemencia. Este ma�oso comienzo calm� la tormenta que se avecinaba, hizo callar a sus enemigos. La verdad, transform� a muchos de ellos en amigos. El discurso fu� muy aplaudido, y, dos a�os m�s tarde, estos toscos y rudos "egipcios" fueron sus m�s ardientes sostenedores para la presidencia de la rep�blica. "Muy interesante -dir� alg�n lector-, pero, �qu� tiene que ver todo esto conmigo? Yo no soy Rockefeller. Yo no voy a hablar ante un concurso de huelguistas hambrientos que quieran estrangularme y dejarme sin resuello. Ni soy 231 Lincoln; nunca tendr� que hablar a un grupo de facinerosos saturados de alcohol y de odio." Cierto, muy cierto, pero �no hablamos, acaso, todos los d�as de la vida con gente que disiente de nosotros en sus opiniones? �No estamos constantemente tratando de ganar gente hacia nuestra manera de pensar - en casa, en la oficina, en la taberna? �Hay lugar para mejorar nuestros m�todos? �C�mo comenzamos? �Con el tino de Lincoln? �O el de Rockefeller? Si as� lo hacemos, somos personas de rara fineza y extraordinaria discreci�n. Los m�s de los hombres comienzan, no con la mira puesta en las conveniencias y deseos del opositor, no tratando de hallar una f�rmula de transacci�n que convenga a ambos, sino descargando las propias opiniones. Por ejemplo, he escuchado yo cientos de discursos sobre el tan asendereado asunto de la Ley Seca. En casi todos los casos, con delicadeza de toro en una tienda de porcelanas, el orador iniciaba el discurso con alg�n aserto terminante y quiz� belicoso. Mostraba desde el principio y sin lugar a dudas el camino que segu�a y la bandera que abrazaba. Indicaba que est�ba tan firmemente convencido, que no exist�a la menor posibilidad de que alguien le hiciera mudar de parecer. Sin embargo, �l pretend�a que otros mudaran los suyos y aceptaran el de �l. �Cu�l era el efecto? El mismo de la mayor parte de los argumentos: nadie se convenc�a. Instant�neamente, por culpa de su torpe y agresivo comienzo, perd�a la atenci�n ben�vola de todos cuantos disent�an. Instant�neamente rechazaban cuanto hab�a dicho y cuanto iba a decir, instant�neamente comenzaban a contradecir sus argumentos, instant�neamente sent�an desprecio por las opiniones de este orador. Su discurso s�lo serv�a para atrincherarlos m�s s�lidamente detr�s del baluarte de sus opiniones. Desde el comienzo ya cometi� el error fatal de aguijonear a los oyentes, con lo cual s�lo consigui� que �stos se echasen hacia atr�s y dijeran entre s�: "�No! �No! �No!" No es esta una seria situaci�n cuando uno quiere ganar � adeptos a su modo de pensar? La siguiente p�gina del profesor Overstreet nos pone en claro muchas cosas: 232 "Un No como respuesta es la desventaja mas dif�cil de superar. Cuando una persona ha dicho No, su pundonor exige que no se contradiga. Podr�a m�s tarde creer que No estedebi� haber sido un S�. Pero, hay que tener en cuenta la negra honrilla. Una vez que se ha dicho una cosa, hay que defenderla. Por esto es de la mayor importancia que hagamos marchar al opositor en la direcci�n de lo afirmativo..." El orador avezado arranca "desde el principio cierto n�mero de respuestas afirmativas. Con esto ha puesto en movimiento el mecanismo psicol�gico de los oyentes en la direcci�n de lo afirmativo. Es como el movimiento de una bola de billar. Impuls�mosla en cierta direcci�n, y se necesitar� un i mpulso diferente para desviarla; y un impulso mucho mayor para enviarla con sentido diametralmente opuesto. "El juego psicol�gico est� aqu� bien claro. Cuando una persona dice No, y realmente as� lo siente, hace mucho m�s que pronunciar una palabra de dos letras. Todo su organismo -gl�ndu-las, nervios, m�sculos- se concentra para constituir un estado de repulsa. Se produce, generalmente en grado muy peque�o aunque no por ello inobservable, un repliegue f�sico, o un apresto para el repliegue. El sistema neuro-muscular en pleno se pone en guardia contra cualquiera concesi�n. Por otra parte, cuando una persona dice S�, no ocurre ninguno de estos movimientos de repliegue. El organismo adopta actitud de adelantamiento, de concesi�n, de franqueza. Por esto, cuanto m�s S�es podamos lograr desde el principio, tanto mayor ser� nuestra probabilidad de fijar la atenci�n sobre nuestras palabras y lograr nuestra finalidad. "Es una t�cnica muy sencilla, la t�cnica del S�, pero �cu�n descuidada! Muchas veces pareciera que la gente experimenta sensaciones de importancia disputando desde el principio. El radical tiene una conferencia con sus hermanos conservadores; y luego que llega ya los pone furiosos. �Para qu�, pregunto yo, sirve semejante t�ctica? Si lo hace s�lo porque de ello espera obtener alguna suerte de gozo, puede perdon�rsele. Pero si espera lograr algo de su conducta, entonces es, psicol�gicamente, un est�pido. "Haced que un estudiante diga No desde el principio, o un parroquiano, o un ni�o, o un marido, o una esposa, y se requerir� la sabidur�a y la paciencia de todos los �ngeles para transformar esta r�gida negaci�n en una afirmaci�n." �C�mo lograr estos S�es tan aconsejables, desde el prin233 cipio? Muy sencillo. "Mi manera de iniciar y ganar una discusi�n-dec�a Lincoln-, consiste en hallar primero un punto com�n de acuerdo." Lincoln descubri� esta verdad cuando ten�a que discutir el harto inflamable asunto de la El Esesclavitud. "Durante la primera media hora -dec�a pejo, diario neutral, comentando uno de sus discursos-, sus adversarios no pod�an menos que aprobar cuanto dec�a. Luego empezaba a desviarse, poquito a poquito, hasta que parec�a tenerlos a todos de su lado." EL TINO DEL SENADOR LODGE Poco despu�s de terminada la Gran Guerra, invitaron al senador Lodge y al se�or Lowell para un debate p�blico sobre la Liga de las Naciones. Lodge sab�a que la mayor parte del auditorio era hostil a su modo de ver el asunto; sin embargo, ten�a que gan�rselo. �C�mo? �Mediante un ataque directo, frontal, agresivo, de sus convicciones? No, por cierto. Lodge era demasiado astuto para echarlo todo a perder con t�ctica tan torpe. Comenz� con magn�fico tino, con admirable fineza. M�s abajo citamos el comienzo de su discurso. Reparemos que hasta sus m�s encarnizados enemigos no hubieran podido menos que aprobar sus doce primeras oraciones. Reparemos que recurre a l� emoci�n y patriotismo del auditorio al saludar: "Conciudadanos de Norteam�rica."Observemos c�mo hace aparecer �nfimas las diferencias de puntos de vista, y c�mo recalca, con habilidad, los intereses y pareceres comunes. Notemos c�mo ensalza a su contrincante, c�mo insiste en decir que s�lo disienten en cuesti�n de detalles en cuanto al m�todo, pero no en lo referente al fundamental asunto del bienestar de los Estados Unidos y la paz del mundo. Hasta va m�s all� y llega a admitir que est� en favor de una suerte de Liga de las Naciones. Y as�, en �ltimo t�rmino, s�lo disiente de su contrincante en esto: cree que debi�ramos tener una Liga m�s perfecta e ideal. 234 "Su Excelencia, damas y caballeros, conciudadanos de Norte Am�rica: "Estoy muy agradecido al presidente Lowell por esta oportunidad que me brinda de hablar ante auditorio tan numeroso. $1 y yo somos amigos de muchos a�os, ambos republicanos. $1 es presidente de nuestra universidad, uno de los lugares m�s importantes e influyentes de los Estados Unidos. Es tambi�n un eminente investigador e historiador de pol�tica y gobiernos. $1 y yo podemos disentir en cuanto a m�todos en este magno problema que el pueblo conoce, pero estoy seguro de que, en lo concerniente a la paz del mundo y al bienestar de nuestro pa�s, no disentimos en nuestros prop�sitos. "Dir� solamente dos palabras, si me lo permiten, respecto de mi posici�n. Lo he tratado de explicar una y otra vez. Cre� haberla expresado en ingl�s sencillo y comprensible. Pero hay quienes encuentran en la tergiversaci�n un arma conveniente para la controversia, y hay otros, personas excelentes, que quiz� no hayan alcanzado lo que yo dije y me han entendido mal. Se ha dicho que yo estoy contra la Liga de las Naciones. Pues no lo estoy. Ni mucho menos. Estoy ansioso por ver a todas las naciones, las naciones libres del mundo, unidas en una liga -como nosotros decimos-, una sociedad -como dicen los franceses-, pero unidos, para hacer cuanto sea posible en beneficio de la paz futura del mundo, y para lograr el desarme general." Por muy determinados que fu�ramos de antemano para refutar al orador, un comienzo como �ste nos ablandar�a y aplacar�a un poco, �no es as�? �No es verdad que luego de o�do este comienzo querr�amos o�r m�s? �No nos dej casi convencidos de la honestidad del orador? �Qu� hubiera sucedido si el senador Lodge hubiera comenzado demostrando que quienes deseaban la Liga de las Naciones estaban en un error lamentable, que estaban alimentando un fantasma? Su discurso hubiera sido in�til; la siguiente cita de James Robinson nos explica por qu� hubiera sido in�til: "A veces nos encontramos con que estamos mudando de parecer sin la menor resistencia ni gran emoci�n, pero si alguien nos dice que estamos equivocados rechazamos el cargo y endure233 cemos nuestros corazones. Somos incre�blemente descuidados en la formaci�n de nuestras opiniones, y sin embargo nos sentimos llenos de il�cita pasi�n por ellas cuando alguien nos quiere despojar de su compa��a. Evidentemente, no son las ideas que nos resultan caras, sino nuestra negra honrilla que est� en peligro. La palabrita mi es la m�s importante en las relaciones humanas, y tenerla en adecuada consideraci�n es el principio de la sabidur�a. Tiene la misma fuerza si es mi cena, mi perro, o mi casa, que si es mi fe, mi Dios y mi patria. No s�lo nos ofende la imputaci�n de que nuestro reloj atrasa, o de que nuestro autom�vil est� viejo, sino que no toleramos que nuestra concepci�n de los canales de Marte, o de la pronunciaci�n de la palabra Schopenhauer, o del valor medicinal de la salicina, o del siglo en que vivi� Ptolomeo, puedan ser dudados y reformados. Nos gusta seguir creyendo lo que estamos acostumbrados a tener por cierto, y el resenti miento que nos produce la duda de alguien sobre nuestros conceptos nos hace buscar toda suerte de excusas para aferrarnos a ella. El resultado es que la mayor parte de lo que llamamos razonamientos consisten en hallar argumentos para seguir creyendo lo que ya creemos." EL MEJOR ARGUMENTO: UNA EXPLICACI�N � No es ya bien evidente que el orador que discute con el auditorio s�lo logra despertar la tozudez de �ste, colocarlo a la defensiva y tornar casi imposible su intento de hacerle mudar de parecer? �Es prudente comenzar diciendo: "Voy a probaros tal y tal cosa?" �No es lo m�s probable que al auditorio esto le sepa a reto, y se diga entre dientes: "Eso lo veremos"? No es, entonces, m�s ventajoso comenzar afirmando enf�ticamente algo que tanto nosotros como el auditorio creemos, y luego traer alg�n problema pertinente que todos quisieran ver resuelto. Llevemos, entonces, al auditorio a buscar esa soluci�n con nosotros. Y mientras buscamos, vayamos explicando nuestros puntos de vista, con tanta claridad que inconscientemente los oyentes vayan acept�ndolos como si les fueran propios. Tendr�n mucho mayor apego por una verdad si creen haberla descubierto por su propia cuenta. "El mejor argumento es aquel que s�lo parece una explicaci�n." 236 En cualquier controversia, por muy hondas y, enconadas que sean las diferencias, siempre hay alg�n punto com�n de acuerdo, a partir del cual el orador puede invitar a todos los oyentes a unirse para la b�squeda de la verdad que �l va a dirigir. Vaya un ejemplo. Hasta el jefe del Partido Comunista, si tuviese que hablar en una convenci�n de la Asociaci�n de Banqueros, podr�a hallar algunas opiniones mutuas, algunos deseos an�logos que compartir con los oyentes. �No es verdad? Ve�moslo: "La pobreza ha sido siempre uno de los problemas m�s crueles de la sociedad humana. Como ciudadanos de este pa�s, siempre hemos sentido que era nuestro deber mitigar, cuando quiera y dondequiera que fuese posible, los sufrimientos de los pobres. Somos una naci�n generosa. Ninguna otra naci�n del mundo ha abierto sus arcas con tanta prodigalidad y altruismo para ayudar a los desgraciados. Ahora, con esta misma generosidad mental, con este mismo desinter�s espiritual que ha caracterizado nuestras donaciones en lo pasado, examinemos juntos la nueva realidad de nuestra vida industrial y veamos si no podemos hallar alguna f�rmula, razonable, justa y aceptable para todos, que tienda a i mpedir, as� como a mitigar, los males de la pobreza." �Qui�n puede oponerse a esto? �Puede oponerse Lord Rothschild? �Puede oponerse Pati�o? �Puede oponerse el conde de Romanones? No lo creo. �Estamos contradiciendo aqu� cuanto dijimos en el cap�tulo V sobre el vigor, la energ�a, el entusiasmo? De ning�n modo. Tiempo hay para todo. Y el tiempo para el vigor rara vez est� al principio de un discurso. El tino suele ser lo que se necesita entonces. EL MEJOR DISCURSO QUE HAYA ESCRITO SHAKESPEARE EN SU VIDA El m�s famoso discurso que Shakespeare haya puesto en boca de un personaje, la oraci�n f�nebre de Marco Antonio ante el cad�ver de julio C�sar, es un ejemplo cl�sico de tino. La situaci�n era �sta: C�sar se hab�a convertido en dicta237 dor. Naturalmente, inevitablemente, una veintena de sus enemigos ten�an envidia de �l y estaban ansiosos por derrocarle, por destruirle, por detentar ellos el poder que aqu�l Veintitr�s conspiradores, dirigidos por Bruto y Casio, ten�a. prepararon una emboscada y le clavaron sus pu�ales. le Marco Antonio hab�a sido el ministro de Estado de julio C�sar. Era un hombre bien parecido, Antonio, un �gil escritor y un poderoso orador. Pod�a representar bien el gobierno en ceremonias p�blicas. No nos extra�e, pues, que C�sar le haya escogido para hombre de confianza. Pero, y ahora, librados ya de C�sar, �qu� hacer con Marco Antonio? �Quitarle de en medio? �Matarle? Hab�an derramado ya mucha sangre. Derramar m�s hubiera sido imprudencia. �Por qu�, entonces, no ganar para su causa al Antonio �ste, por qu� no aprovechar su innegable influencia, su conmovedora elocuencia, para protecci�n y ayuda propias? Parec�a innocuo y razonable. Se entrevistaron con �l y hasta le dieron permiso para decir algunas palabras delante del cuerpo de quien hab�a dominado el mundo. Antonio sube a la tribuna del foro romano. Delante de s�est�C�sarasesinado. La muchedumbre se agita embravecida y amenazante alrededor de Marco Antonio, una chusma partidaria de Bruto, Casio y los dem�s asesinos. La intenci�n de Antonio es convertir este entusiasmo popular en odio intenso, espolear a estos plebeyos a que se subleven y maten a quienes hab�an ultimado a C�sar. Levanta las manos. El tumulto cesa, y comienza a hablar. Notemos con cu�nto ingenio, con cu�nta intenci�n comienza, alabando a Bruto y a los otros conspiradores: "Que Bruto es un var�n muy honorable, todos ellos lo son, todos muy honorables." Reparemos en que no discute. Gradualmente, sin dejar traslucir completamente su verdadero m�vil, va diciendo ciertas cosas sobre C�sar. Dice que los rescates de los cautivos llenaron las arcas del pueblo, que cuando los pobres gem�an, �l sollozaba, que rechaz� la corona real, que dej� sus bienes 238 al pueblo. Presenta los hechos; hace preguntas a la multitud, les deja sacar sus propias conclusiones. Les muestra lo evidente, no como algo nuevo, sino como algo que todos conoc�an pero hab�an olvidado moment�neamente. "Yo s�lo os digo lo que ya sab�is". Y con su lengua m�gica atiza los sentimientos, espolea las emociones, suscita la piedad, enciende la ira. M�s abajo damos la versi�n completa de esta obra maestra de tino y elocuencia. Busquemos donde queramos, recorramos todos los anchurosos campos de la literatura y de la oratoria, no creo que se encuentren media docena de discursos que igualen a �ste.Merece estudio cabal por parte de todo aquel que aspire a sobresalir en el dif�cil arte de influir sobre la naturaleza humana. Pero hay aun otra raz�n que nos debe mover a leer y releer a los cl�sicos como Shakespeare: nadie posee vocabulario tan amplio como los escritores de los siglos de oro de cada pa�s. Y no se puede estudiar sus obras sin pulir y aumentar inconscientemente la dicci�n, la pureza de giros y el caudal de voces. ANTONIO. Amigos romanos, compatriotas: Prestad aqu� un adarme de atenci�n. Vengo a enterrar a C�sar, no a ensalzarle. El mal que en vida hacemos, sobrevive; el bien baja a la tumba cou los huesos. Sigamos, pues, la pauta. El noble Bruto dice que C�sar era un ambicioso. De ser verdad, tal era horrenda falta, y horrendamente C�sar la ha pagado. Por la merced de Bruto y sus amigos -que Bruto es un var�n muy honorable, todos ellos lo son, todos muy honorables- vengo a hacer mi oraci�n a estas exequias. C�sar era mi amigo, leal y justo; mas Bruto dice que era un ambicioso, y Bruto es un var�n muy honorable. Trajo a Roma por cientos los cautivos, y a las arcas del pueblo sus rescates envi� sin diezmarlos. �Parec�a esto en C�sar ambici�n? En ver gemir a un pobre romp�a en llanto: yo cre�a la ambici�n fuese m�s torva; mas Bruto dice que era un ambicioso, y Bruto es un var�n muy honorable. Todos me visteis, en las Lupercales, ofrecerle tres veces real corona, que �l tres veces rehus�. �Fu� esto ambici�n?Mas Bruto dice que era un ambicioso, y, desde luego, Bruto es honorable. Yo no quiero impugnar lo que �l os dijo; 239 pero aqu� estoy para decir verdad. Todos le amasteis, y con buen motivo. �Con qu� motivo, entonces, no le honr�is? �Oh, buen j uicio, has huido con las bestias, y los hombres perdida han la raz�n... ! Dispensad. Mi coraz�n est� all� en ese f�retro. y he de hacer pausa hasta que vuelva a m�. I CIUDADANO. Veo yo mucha raz�n en sus palabras. II CIUD. Considerando con detenimiento, le han inferido a C�sar grande da�o. III CIUD. �No es verdad que s�? Mucho me temo que venga alguien peor. IV CIUD. �Hab�is reparado en sus palabras? Se neg� a recibir la corona. Por ende, vista est� su falta de ambici�n. I CIUD. Si ello fuere verdad, alguien lo pagar�. II CIUD. �Pobrecito! Sus ojos est�n encarnizados como fuego con tanto llorar. III CIUD. No hay m�s noble hombre en Roma que Marco Antonio. IV CIUD. Catadle ya. Comienza a hablar de nuevo. ANTONIO. Ayer tan s�lo su palabra hubiera resist�dose al mundo. Hoy all� yace, sin que nadie se digne de honrarle. Oh, amigos, si agitaros quisiera �nima y pechos a mot�n y furia, a Bruto da�ar�a, y da�ar�a a Casio, que, como bien sab�is, son honorables. No quiero hacerles da�o. Antes lo hiciera al muerto, a m� mismo, a vosotros, que no a dos ciudadanos tan egregios. Mas ved este pergamino, que su sello ostenta. Lo hall� en su gabinete, es su manda. Si el pueblo oyere aqueste testamento (que, perdonadme, yo no pienso leer), ir�an a besarle sus heridas, y a empapar en su sangre sus toalletas, s�, a rogar un cabello de recuerdo, y al morir, mencion�ranlo en sus mandas, cedi�ndolo, cual muy rico legado, a su progenie. IV CIUD. Queremos o�r la manda; l�ela, Marco Antonio. TODOS. ï¿L ½ a manda! �La manda! Queremos o�r la manda de C�sar. ANTONIO. Tened (paciencia, que no debo hacerlo: conviene no sep�is cuanto os amaba C�sar;sois no madera, ni piedras, sino hombres, y como hombres, el que os lea su manda, os enardecer�, os llevar� a locuras. No conviene sep�is que sus herederos, porque si lo supiereis, �oh! �qu� har�ais! IV CIUD. ï¿L ½ ee la manda! Queremos o�rla, la manda, la manda de C�sar! 240 ANTONIO. �Tendr�is paciencia? �Esperar�is un Yapoco? me dej� decir m�s que deb�a. Temo hacer da�o a estos honorables varones, cuyas dagas mataron a C�sar. Por cierto que lo temo IV CIUD. Eran traidores: �hombres honorables! TODOS. � La manda! �El testamento! II CIUD. Fueron villanos, asesinos. �La manda! �Lee la manda! ANTONIO. � Me obligar�is entonces a leer la manda? Haced, pues, corro aqu� en redor de C�sar, y dejadme que os muestre a quien la hizo. �Puedo bajar de aqu�? �Me dais permiso? TODOS. Baja. II CIUD. Desciende. III CIUD. Tienes permiso. IV CIUD. � En corro! �En derredor! I CIUD. Apartaos del ata�d; apartaos del cad�ver. II CIUD. �Lugar para Antonio! �el muy noble Antonio! ANTONIO. No, no me ci��is tanto. Apartaos m�s. TODOS. � M�s atr�s! �lugar! �m�s atr�s! ANTONIO. Si ten�is l�grimas, las verter�is ahora. Este manto es de todos conocido. Yo recuerdo la vez primera en que visti�lo C�sar. Fu� una noche de est�o, en su tienda, el d�a en que venci� a los nervii. Catad, aqu� clav� su daga Casio. Mirad qu� rasgadura dej� el p�rfido Casca. Por aqu� apu�al� su bienamado Bruto, y, al extraer su malhadado acero, ved c�mo le sigui� detr�s la sangre, como aquel que a la puerta se abalanza, por comprobar que era en efecto Bruto quien tan grosero aldabonazo daba. Que Bruto, bi�n sab�is, �ngel era de C�sar. �Juzgad, oh Dioses, el amor de C�sar! �ste fu� el m�s inicuo de los tajos, pues en vi�ndole C�sar, la ingratitud, m�s recia que los brazos de los traidores, le venci� por completo: entonces estall� su coraz�n brav�o, y emboz�ndose el rostro con el manto, all�, a la misma base de la estatua de Pompeyo, todo el tiempo empapada de su sangre, cay� el gran C�sar. � Oh, que ca�da aqu�lla, compatriotas! Entonces yo, y vosotros, todos nos tumbamos, mientras, sanguinolenta, la traici�n triunfaba. Ah, ahora llor�is; y observo que sent�s impulsos de piedad; son gentiles l�grimas. Amables almas: �qu�! �llor�is s�lo de ver la saya herida del buen C�sar? �Mirad aqu�, mirad al propio C�sar, desfigurado por los traidores! ( Descubre el cad�ver) I CIUD. �Oh, congojoso espect�culo! II CIUD � Oh, noble C�sar! 241 Oh, funesto d�a! III CIUD. � IV CIUD. � Oh, traidores! �Oh, villanos! I CIUD. �Oh, tan sangrienta visi�n! 11 CIUD. �Nos vengaremos! TODOS. Venganza; ir,-buscar,-quemar,-incendiar,-matar, asesinar,-�que no quede un solo traidor con vida! ANTONIO. Calmaos, compatriotas. I CIUD. �Ea! �Silencio all�! Escuchad al noble Antonio. II. CIUD. Le escucharemos, le seguiremos, moriremos con �l. ANTONIO. Dulces amigos, amigos buenos, no dej�is que os agite a este tan brusco af�n de rebeli�n. Los que esto hicieron son hombres honorables. Qu� penas tengan �ntimas, ay, yo lo ignoro, que a esto los movieran; sabios son, y honorables, y con razones os responder�n, sin duda. Yo no vengo a robar los corazones. No soy yo un orador, como lo es Bruto. Sino, todos me conoc�is, soy un hombre sencillo y r�stico, que bien quiere a su amigo; y esto lo saben bien quien permisi�n me dieron para hablar aqu�. Porque no tengo ingenio, palabras, ni val�a, ni voz, ni m�mica, ni la facundia que incendie vuestra sangre. Digo lo que debo decir. Yo s�lo os digo lo que ya sab�is. Os muestro las heridas del buen C�sar, pobrecitas bocas mudas, y las hago hablar por m�. Pero fuera yo Bruto, y Bruto Antonio, �tendr�ais un Antonio que os conmover�a el esp�ritu, y pondr�a una lengua en cada herida de C�sar que moviese las piedras de Roma en sedici�n y rebeld�a! I CIUD. ï¿H ½ aremos sedici�n! 11 CIUD. �Incendiaremos la casa de Bruto! III CIUD. �Vayamos, pues! �Vamos a los conspiradores! ANTONIO. Escuchadme, aun, compatriotas. Dejadme hablar a�n. Ea, silencio! Escuchad a Antonio; el muy noble AnTODOS. � tonio. ANTONIO. Oh, amigos, quer�is hacer no sab�is qu�. �Por qu� mereci� C�sar tal cari�o? � Ay! No lo sab�is; preciso es que os lo diga. Olvidasteis la manda de que habl�. TODOS. Muy cierto; �la manda! mos la manda. ANTONIO. He aqu� la manda, con el sello suyo. A ciudadanos da legado. A cada hombre, setenta y cinco muerte. II.CIUD. Oh, noble C�sar; vengaremos su III CIUD. �Oh, regio C�sar! ANTONIO. Escuchadme con paciencia. 242 TODOS. � Ea, silencio! ANTONIO. Adem�s, os deja sus paseos, sus cenadores priva- dos, sus reci�n plantados huertos de aquende el T�ber; todo esto os ha legado, y a vuestros herederos para siempre; recreos comunes donde barzonear y holgaros. �Este era un C�sar! �Cu�ndo habr� otro as�! I CIUD. �jam�s! �jam�s! �Vamos! �Largo ya! �Quemarem su cad�ver en el lugar sagrado, y con los tizones incendiaremos las casas de los traidores! �Levantad el cad�ver! II CIUD. �Id por fuego! III CIUD. ï¿R ½ etazad los bancos! IV CIUD. ï¿D ½ estrozad los asientos, las ventanas, todo! (Salen los ciudadanos con el cad�ver.) ANTONIO. Y ahora que fermente. Da�o: est�s libre. V� por cual senda quieras. SUMARIO 1. Comencemos por un punto com�n. Logremos que todos est�n de acuerdo con nosotros desde el principio. 2. No presentemos nuestro tema de tal modo que el p�blico se diga entre s� "�No! �No!" desde el principio. Cuando una persona ha dicho No una vez, su negra honrilla exige que no se retracte. "Cuantos m�s s�es podamos conseguir desde el principio, tanto mayor ser� nuestra probabilidad de fijar la atenci�n sobre nuestras palabras y lograr nuestra finalidad." 3. No comencemos diciendo que vamos a probar tal y tal cosa. Esto puede provocar oposici�n. Los oyentes pueden pensar: "Eso lo veremos". Traigamos sobre el tapete alg�n problema pertinente y hagamos que nos sigan en la b�squeda de una soluci�n. . . "El mejor argumento es aquel que parece una explicaci�n." 4. El discurso m�s famoso que haya escritoWilliam Shakespeare es la oraci�n f�nebre de Marco Antonio ante el cad�ver de C�sar. La turba romana es partidaria de los conspiradores. Notemos con cu�nta astucia Marco Antonio convierte esta simpat�a en odio furibundo. Notemos que lo hace sin discutir. Presenta los hechos y deja que el auditorio forme sus propias opiniones. 243 VICIOS DE LENGUAJE "Ha de permit�rseme que, con la moderada amplitud a que dan lugar dos o tres art�culos, discurra a prop�sito de ella." VOCABULARIO Francisco Ayala Muchas personas ponen gran escrupulosidad en pronunciar la b de obscuro, substancia, etc., o la n de transalpino, transfregar, etc., culteranismos que deslucen el idioma. Y cometen algunos de los siguientes errores de dicci�n: INCORRECTO C�nyugue Prover Todoh loh d�ah Juvenilla Puirred�n Compan�a Ojebto Azar Fider�a Ust� Alcol Cuete Pueta Savedra Albaca Preveer Utensillo CORRECTO C�nyuge Proveer Todos los d�as Juvenilia Pueyrred�n Compa��a Objeto Azahar Fideer�a Usted Alcohol Cohete Poeta Saavedra Albahaca Prever Utensilio GRAM�TICA A prop�sito, de prop�sito Err�neamente se emplea el primer giro para las dos ideas. A prop�sito, indica que algo es conveniente u oportuno para determinado deseo o finalidad. De prop�sito significa: con intenci�n, voluntariamente, deliberadamente: 244 "Quiero decirte, a prop�sito de tus confidencias, algo que refleje mi opini�n y mi consejo." Ricardo Le�n "De prop�sito, que no por olvido, hemos dejado llegar casi a su t�rmino esta historia de lo pasado." Antonio Flores "La Sociedad se abstiene de prop�sito de publicar los trabajos de todo el a�o, porque no quiere molestar con su menuda relaci�n a tan distinguido concurso, ni hacer vana ostentaci�n de sus tareas." Jovellanos EJERCICIO VOCAL. FLEXIBILIDAD DE LOS LABIOS La tensi�n nerviosa-a la que suele estar muy expuesto el orador novel, sobre todo al comienzo de su discurso-, se manifiesta casi siempre por el estiramiento de los m�sculos de la garganta y la rigidez de la mand�bula y los labios. Ya hemos explicado m�s arriba c�mo se puede relajar la mand�bula. Hablemos ahora de los labios r�gidos, inflexibles. Son un inconveniente y un peligro. Los labios deben estar libres y flexibles para que colaboren en la producci�n de tonos claros y hermosos. Podemos lograr esta mayor atracci�n y poder de sugesti�n con nuestra voz si estamos dispuestos a pagarlos con el dinero de la atenci�n y la pr�ctica. Todo cuanto puedo yo hacer es escribir la prescripci�n aqu�; al lector cumple tomar luego el remedio. Sea la palabra sopa. Al decir so, redondeemos los labios y pong�moslos salientes. Al decir pa, recoj�moslos tanto como sea posible. Exageremos el movimiento. Hagamos una como sonrisa. Supongamos que estamos para fotografiarnos. Repit�moslo ahora r�pidamente: sopa, sopa, sopa. 245 Convirtamos esto en frase y sigamos practicando: yo bebo ropa, sopa yo bebo, yo bebo sopa, sopa yo bebo... Repitamos muchas veces las siguientes frases, exagerando el movimiento de los labios: Grande para dama soy. Detente, sombra de mi bien esquivo. Que tu forma fant�stica ce��a. hacia aquella quim�rica �bamos por el p�lido sendero comarca. Ejercicio de repaso. 1. Dominemos la mand�bula, dej�mosla que penda como peso muerto. Inspiremos profundamente como si quisi�semos ocupar de aire el est�mago, y cantemos a con reposo, sin ning�n esfuerzo. 2. Inspiremos profundamente, y digamos con un adem�n amplio de la mano: "Estoy tranquilo. Mi mand�bula est� relajada.Mi garganta est� abierta. No hay tensi�n en ninguna parte del cuerpo". 3. Inspiremos profundamente y, aplicando lo ya aprendido sobre respiraci�n diafragm�tica, relajaci�n, dominio del aire inspirado, contemos hasta que se nos acabe el ox�geno. Dominemos bien la salida del aire en el diafragma, que es, por otra parte, el solo lugar donde lo podemos dominar sin alterar la voz. 4. Repitamos en falsete. (Ver cap�tulo VII) el siguiente p�rrafo de Enrique G�mez Carrillo. Aunque empleemos el tan rid�culo falsete, leamos con br�o este pasaje, que pertenece a La sonrisa de la Esfinge: "No hay una palmera, ni una flor de lino, ni una espiga de ma�z, ni una ca�a de papiro, ni una hoja de loto deba que una gota de roc�o al cielo. Todo lo que en la naturaleza palpita sale de la onda fluvial. Ya el viejo Herodoto dec�a, hace dos mil a�os, que el Egipto es un don del Nilo. �Don maravilloso, en verdad! ï¿D ½ on que todo el universo ha aprovechado!" 246 El hombre largo da indicio de poco entendido: excuse el discreto el embarazar, y m�s a hombres muy ocupados; que de desazonarlos pierde el negocio. Lo bien dicho se dice presto. ALONSO DE ACEBEDO Rara vez nos arrepentimos de haber hablado poco; muchas veces de haber dicho demasiado. M�xima trivial que todo el mundo sabe y todo el mundo olvida. LA BRUYERE Los grandes habladores son como los vasos vac�os,que hacen m�s ruido que los que est�n llenos. FOCI�N Quer�is saber en qu� parte del discurso tenemos mayor probabilidad de revelar nuestra inexperiencia o nuestra pericia, nuestra ineptitud o nuestro tino? Os lo dir�: en el comienzo y en el final. Hay un viejo refr�n en el teatro, que se refiere, desde luego, a los actores, y dice as�: "Por las entradas y los mutis los conocer�is". �El comienzo y el final! Son las cosas m�s dif�ciles, en cualquier empresa, de manipular con acierto. Por ejemplo, en una recepci�n, �cu�les son las proezas m�s decisivas, sino una entrada elegante y una elegante despedida? La terminaci�n es realmente el punto m�s estrat�gico de un discurso. Lo que uno dice lo �ltimo, las �ltimas palabras que quedan sonando en los o�dos del auditorio, son las que probablemente ser�n recordadas por m�s largo tiempo. Los principiantes, sin embargo, rara vez aprecian la importancia de esta ventajosa posici�n. Sus terminaciones dejan mucho que desear. �Cu�les son sus errores m�s comunes? Analicemos algunos y busquemos remedio. Primero, tenemos el individuo que concluye diciendo: "Bueno, esto es todo cuanto ten�a que decir sobre este asunto, de modo que ser� mejor que termine". Eso no es una terminaci�n. Eso es un desatino. Esto hiede que apesta a noviciado. Es casi imperdonable. Si ya se ha dicho todo cuanto se ten�a que decir, �por qu� no dar el golpe de gracia directamente, sentarse, y poner fin, sin hablar para nada de poner fin. Hagamos esto, y la inferencia de que ya hemos dicho cuanto ten�amos que decir lo dejaremos, con menor riesgo y mejor gusto, librada al discernimiento del auditorio. 249 Est� luego el orador que dice cuanto ten�a que decir y luego no sabe c�mo finalizar. Crec,ue q fu� Pero Grullo quien dijo que ser�a conveniente tumbar al novillo por la cola en vez de por los cuernos, porque as� ser�a m�s f�cil soltarlo luego. Este orador tiene el novillo cogido por las patas delanteras, y quiere separarse de �l, pero, por mucho que lo desee, no se le acerca ninguna empalizada amistosa, ning�n �rbol que le permita despedirse del animal sin que le patee. Y as� comienza a describir luego un c�rculo vicioso, recorriendo siempre los mismos lugares, repitiendo lo que ya dijo, dejando, en fin, p�sima impresi�n. �El remedio?Un final debe ser planeado con tiempo, �no es verdad? �Es prudente tratar de planearlo frente al auditorio, sometidos al esfuerzo y a la tensi�n del discurso, ocupada la mente en lo que estamos diciendo? �No sugiere el sentido com�n la conveniencia de prepararlo tranquilamente de antemano? Hasta oradores tan consumados como Aparisi y R�os Rosa, con su admirable dominio de la lengua castellana, sent�an la necesidad de escribir y aprender de memoria las palabras exactas con que pensaban terminar sus discursos. El principiante que medre con la experiencia de estos hombres rara vez tendr� que lamentarlo. Es menester que sepa muy definidamente con qu� ideas o im�genes terminar�. Debe ensayar el final varias veces, para lo cual no ser� necesario que emplee exactamente la misma fraseolog�a cada vez, aunque s� que ponga claramente las ideas en palabras. Un discurso improvisado, durante su pronunciaci�n, debe muchas veces ser alterado grandemente; ha de cort�rselo y mutil�rselo para hacer frente a circunstancias imprevistas, para armonizar con las reacciones de los oyentes; por esto, es muy prudente tener dos o tres terminaciones preparadas. Si una de ellas no viene a pelo, otra probablemente s� venga. Algunos oradores ni siquiera logran llegar al final. En mitad del camino comienzan a chisporrotear y se atascan, como un motor al cual se le terminase el combustible; luego de algunas arremetidas desesperadas, concluyen por pa250 ralizarse completamente, derrumbando lo que hab�an logrado edificar. Necesitan, evidentemente, mejor preparaci�n,m�s pr�ctica- m�s combustible en el tanque. Muchos novicios terminan demasiado de sopet�n. Ese m�todo de terminar carece por completo de tersura, de retoque. A decir verdad, no tienen terminaci�n, se limitan a cesar de improviso, bruscamente. El efecto es desagradable, revela noviciado. Es como si un amigo, en una reuni�n, dejara de conversar repentinamente con nosotros y saliera de la sala sin despedirse. Nadie menos que Abraham Lincoln cometi� este error en el borrador inicial de su primer mensaje inaugural. Era un discurso para pronunciado en momentos de crisis. Las negras nubes de la desuni�n y el odio oscurec�an el horizonte de los Estados del Norte y de los Estados del Sur. Pocas semanas m�s tarde comenzar�a a azotar a la naci�n horrendo hurac�n de sangre y destrucci�n. Lincoln, dirigi�ndose al pueblo sure�o, pensaba concluir as� el mensaje: "En vuestras manos, mis insatisfechos conciudadanos, que no en las m�as, est� el grave problema de la guerra civil. El gobierno no os atacar�.No puede haber conflicto sin ser vosotros los agresores. Vosotros no ten�is vuestro juramento registrado en el cielo para destruir el gobierno, en tanto que yo s� lo tengo, y muy solemne, para preservarlo, protegerlo y defenderlo. Vosotros pod�is absteneros del ataque.Yo no puedo evitar su defensa. A vosotros, que no a m�, queda librada la pregunta: �Tendremos paz, o una espada?" Envi� el discurso a su ministro Seward. Este indic�, con mucho acierto, que la terminaci�n era demasiado descort�s, demasiado brusca, demasiado provocadora. Entonces prob� �l mismo a escribir una terminaci�n. Escribi� dos. Lincoln acept� una y la emple�, con algunas modificaciones, en lugar de las tres �ltimas oraciones. El resultado fu� que su primer mensaje inaugural perdi� la brusquedad provocativa y se elev� hasta las alturas de lo amistoso, de la belleza pura y de la elocuencia po�tica: 251 "Lamento tener que terminar. No somos enemigos sino amigos. No debemos ser enemigos. Aunque la pasi�n haya puesto tensos los lazos de afecto que nos unen, no debemos permitir que los rompa. Las armon�as m�sticas del recuerdo, que de los campos de batalla y de las tumbas de nuestros patriotas llega a cada coraz�n que late y a cada llar con lumbre de este inmenso pa�s, aumentar�n el coro de la Uni�n cuando de nuevo las ta�a, que las ta�er�, el �ngel bueno de nuestra naturaleza." �C�mo puede un principiante desarrollar el sentido apropiado para terminar un discurso? �Por reglas mec�nicas? No. Como la cultura, esto es demasiado delicado para ello. Debe ser resuelto por presentimiento, por intuici�n. A no ser que el orador pueda sentir cuando alguien lo hace armoniosamente, atinadamente, �qu� esperanza tiene de hacerlo �l? Sin embargo, este sentido puede ser cultivado. Esta pericia puede ser desarrollada en parte, estudiando las maneras en que oradores consumados han rematado sus piezas oratorias. discurso de la trenza, de Leamos la �ltima parte del famoso Echegaray, que le vali� un ministerio. D�az Caneja ha pronunciado un minucioso discurso en pro de la unidad cat�lica, y llega a decir que la iglesia nunca ha perseguido a las personas. Entonces Echegaray se levanta y replica con un brioso discurso cuyo final es as�: "En esos bancos alternantes del Quemadero de la Cruz ver�is capas de carb�n impregnadas en grasa humana, y despu�s restos de huesos calcinados, y despu�s una capa de arena que se echaba para cubrir todo aquello; y luego otra capa de carb�n, y luego otra de huesos y otra de arena, y as� contin�a la horrible masa. No ha muchos d�as, y yo respondo del hecho, revolviendo unos chicos con un bast�n, sacaron de esas capas de ceniza tres objetos que tienen grande elocuencia, que son tres grandes discursos en defensa de la libertad religiosa. Sacaron un pedazo de hierro oxidado, una costilla humana calcinada casi toda ella, y una trenza de pelo quemada por una de sus extremidades. "Esos tres argumentos son muy elocuentes. Yo desear�a que los se�ores que defienden la unidad religiosa los sometieran a severo interrogatorio; yo desear�a que preguntasen a aquella trenza 252 cu�l fu� el fr�o sudor que empap� su ra�z al brotar la llama de la hoguera, y c�mo se eriz� sobre la cabeza de la v�ctima. Yo de. sear�a que preguntasen a la pobre costilla c�mo palpitaba contra ella el coraz�n de la infeliz jud�a. Yo desear�a que preguntasen a aquel pedazo de hierro, que fu� quiz� una mordaza, cu�ntos ayes dolorosos, cu�ntos gritos de angustia ahog�, y c�mo se fu� oxidando al recibir el ensangrentado aliento de la v�ctima, con lo cual el duro hierro tuvo m�s entra�as, tuvo m�s compasi�n, fu� m�s humano, se abland� m�s que los infames verdugos de aquella famosa teocracia." Si un ciego escuchase esto, ver�a que el orador ha terminado. El final no queda balance�ndose como una cuerda colgada. No queda harapiento y dentado. Queda redondo, terminado. Uno de los m�s famosos discursos de Castelar, es el que pronunci� en la C�mara de Diputados en defensa de la libertad de cultos. Fu� una oraci�n brillante, que dur� casi una hora, y que termin� con el siguiente per�odo: "Grande es Dios en el Sina�; el trueno le precede, el rayo le acompa�a, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se desgajan; pero hay un Dios m�s grande, m�s grande todav�a, que no es el majestuoso Dios del Sina�, sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiel en los labios, y sin embargo diciendo: "�Padre m�o, perd�nalos, perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores, porque no saben lo que hacen!' Grande es la religi�n del poder, pero es m�s grande la religi�n del amor; grande es la religi�n de la justicia implacable, pero es m�s grande la religi�n del perd�n misericordioso; y yo, en nombre de esta religi�n; yo, en nombre del Evangelio, vengo aqu� a pediros que escrib�is al frente de vuestro c�digo fundamental la libertad religiosa, es decir, libertad, fraternidad, igualdad entre todos los hombres." Acabamos de leer, querido lector, uno de los finales de discurso m�s hermosos que hayan pronunciado labios humanos. Pero nosotros no iremos, probablemente, a pronunciar discursos en la C�mara de Diputados, ni mensajes inaugurales en v�speras de una guerra civil. Quiz� nuestro problema 253 nunca llegue a m�s que a cerrar un discurso frente a un concurso intrascendental de oyentes. �C�mo podemos hacerlo? Busquemos un poco. Veamos de encontrar algunas sugestiones f�rtiles. RESUMAMOS LOS PUNTOS Hasta en discursos de s�lo tres a cinco minutos de duraci�n, el orador puede llegar a cubrir tantos puntos diferentes que al final el auditorio no los recuerde claramente. Sin embargo, pocos oradores se dan cuenta de esto. Llegan a creer, err�neamente, que porque estos puntos sean tan claros como cristal en sus propias mentes, deben resultar igualmente di�fanos a los oyentes. Muy errados est�n. El orador ha considerado por cierto tiempo sus ideas. Pero para el auditorio son completamente nuevas; para el p�blico es un pu�ado de perdigones que se le arroja a boca de jarro. Algunos dar�n en el blanco, pero los m�s de ellos rodar�n por el suelo confusamente. Los oyentes, como Yago, "recordar�n una porci�n de cosas, mas nada distintamente". Alg�n pol�tico irland�s an�nimo ha dado esta receta para hacer un discurso: "Primero dig�mosles qu� les vamos a decir. Segundo, dig�mosles. Tercero, dig�mosles qu� les hemos dicho". No est� mal. Por cierto que muchas veces es sumamente ventajoso "decirles qu� les hemos dicho". Brevemente, desde luego, r�pidamente, un simple bosquejo, un sumario. He aqu� un ejemplo de un alumno, gerente de tr�nsito de un ferrocarril: "En resumen, caballeros, nuestra propia experiencia con este mecanismo, la experiencia recogida en otras partes del pa�s, los s�lidos principios de su funcionamiento, y la innegable demostraci�n del dinero ahorrado en un a�o para seguridad contra accidentes, me mueven a recomendar vehementemente y con plena responsabilidad su adaptaci�n inmediata en nuestro ferrocarril." �Est� claro lo que ha hecho? Lo podemos ver y sentir sin haber escuchado la otra parte del discurso. Ha condensado, 254 en pocas palabras, en cincuenta y una palabras, pr�cticamente todos los puntos tocados en su discurso. � No piensan mis lectores que un sumario as� es de provecho? Apropi�monos, pues, de esta t�cnica. EXHORTEMOS A LA ACCI�N El final que acabo de citar es un ejemplo excelente de final con exhortaci�n a la acci�n. El orador quiere que se haga algo: que se instale determinado mecanismo en el ferrocarril. Bas� su pedido sobre el dinero que se ahorrar�a, y los accidentes que se impedir�an. El orador quer�a mover a la acci�n y lo consigui�. El discurso citado no fu� un discurso de pr�ctica. Fu� pronunciado ante el directorio de un ferrocarril, y la propuesta fu� aceptada. En el cap�tulo XV trataremos, con mayor extensi�n, los problemas que se presentan al orador cuando quiere incitar a la acci�n, y c�mo solucionarlos. UNA GALANTERIA SOBRIA Y SINCERA "Zaragoza, que di� al cristianismo sus innumerables m�rtires; a la Edad Media sus guerreros; al siglo d�cimosexto los �ltimos tributos que lucharon con el absolutismo; a nuestro siglo los h�roes de la independencia, que todos los pueblos oprimidos invocan, que todas las generaciones colocar�n al lado de los h�roes de Salamina y de Platea en el agradecimiento de la humanidad; Zaragoza se alzar� a la altura de su historia, y escribiendo la protesta en�rgica del derecho, salvar� con su actitud y con su ejemplo, que pronto seguir�n las dem�s ciudades, la causa de la libertad y la honra de la patria." Con estas palabras termin� Castelar su discurso a los federales de Zaragoza, despu�s de votada la Constituci�n de la monarqu�a por las Cortes Constituyentes. El auditorio qued� halagado, contento. Esta es una manera admirable de concluir; pero, para que sea eficaz, tiene que ser sincera. Nada de adulaciones toscas. Nada de extravagancias. Esta suerte de 255 terminaci�n, si no sabe a sincera, sabr� a falsa, y a muy falsa. Y, como las monedas de plomo, nadie la aceptar�. TERMINACI�N HUMORISTICA "Dejadlos siempre riendo -dec�a Jorge Cohan-, cuando dig�isadi�s."Si tenemos facilidad para ello, y material, magn�fico. Pero, �c�mo lo haremos? Ese, como dec�a Hamlet, es el problema. Cada uno debe hacerlo en su modo particular. Posada Herrera un discurso en el Veamos c�mo termin� Congreso, en el que hizo una exhortaci�n a la uni�nlos de espa�oles: "Yo s� que todos dese�is esto mismo, y que si no llev�is a efecto esta uni�n es porque en este pa�s conservamos algo de la raza africana. (Risas.) Yo no s� por qu� os asust�is del sufragio universal. Si no conced�is derecho elector al ciudadano que tiene todos los dem�s derechos, al ciudadano completo, �con qu� derecho venimos aqu� nosotros a representar el pa�s? "Si no llev�is a efecto la conciliaci�n, creo que no ha de ser por este obst�culo. Ser� por lo mismo que refiere en un cuento Walter Scott. Un misionero hac�a grandes esfuerzos por convertir al cristianismo a un id�latra, y cuando ya el misionero cre�a haber conseguido la conversi�n, el id�latra le dijo: 'Se�or, no os molest�is; conozco que el Dios verdadero es Cristo, pero debo tantos favores al diablo, que no puedo dejar de servirle.' ( Risas.) "Yo soy aficionado a estudiar las cosas en hechos pr�cticos. Supongamos dos ciudadanos: el uno paga cinco c�ntimos de contribuci�n, y tiene derecho electoral; el otro no lo tiene, porque (Granno es contribuyente. �Se�ores, todo por un perro chico!" des risas. ) TERMINACI�N CON UNA CITA PO�TICA De todos los m�todos de terminar un discurso, ninguno tan aceptable cuando est� bien hecho como el del humorismo y la poes�a. Por cierto que si tenemos la estrofa adecuada para remate del discurso, ello es lo ideal. Da al discurso el sabor 256 apetecido. Lo realza, lo dignifica, lo embellece, le presta individualidad. As� termin� Belisario Rold�n su Oraci�n a la Bandera: "Por ella y para ella, todas las vibraciones del cerebro v todas las pujanzas del m�sculo; por ella y para ella, soldados, hasta la �ltima gota de sangre de las venas... Rija nuestra conducta, en las jornadas de paz a que estamos destinados, el �Excelsior! arrogante y estimulador; y si alguna vez sonara para la Rep�blica la hora de la sangre y los clarines, insp�rennos siempre, por los siglos de los siglos, aquellas palabras como espartanas de la Canci�n Nacional: .. �Coronados de gloria vivamos O juremos con gloria morir!" Estos dos versos, dichos en tono vibrante, sacudieron hasta la �ltima fibra del auditorio, entre el cual estaba el presidente de la Rep�blica Argentina. Si Belisario Rold�n no hubiese sido Belisario Rold�n y hubiera dicho esos versos con tono apagado o poco entusiasta, �cu�l habr�a sido el resultado? Algunos aplausos de compromiso. Cuanto m�s ense�o oratoria, tanto m�s clara cuenta me doy de la imposibilidad de dar reglas generales, porque cada orador y cada ocasi�n exigen un discurso diferente, resultante de la combinaci�n siempre diferente de complicados efectos. Cada cual, como dec�a San Pablo, "debe labrarse su propia salvaci�n". El discurso de Miguel Antonio Caro, citado en el cap�tulo VI, es un buen ejemplo de final con cita po�tica.�Lo recuerdan mis lectores?: "Y para concluir, a todos y a cada uno de vosotros dir� yo con un gran poeta: "Ten fijo en la memoria Que nadie sin af�n y ardua fatiga Supo arrancar las palmas de la gloria." EL PODER DE UNA CITA B�BLICA Podemos tenernos por afortunados si tenemos oportunidad de hacer una cita b�blica. Generalmente producen hondo efec257 to. "porque en la Biblia -al decir de Donoso Cort�sest�n escritos los anales del cielo y de la tierra y del g�nero humano; en ella, como en la divinidad misma, se contiene lo, que fu�, lo que es y lo que ser�." Cromwell, en la inauguraci�n de la asamblea de puritanos establecida por �l, termin� as� su discurso: "Nosotros sabemos qui�n es el que har� la guerra contra sus enemigos: un pueblo escogido y creyente; esto podemos decir sin adularnos. Dios est� en el camino de la guerra, y vosotros sab�is que protege a este pueblo. Creo que estamos a la entrada y que debemos levantar la cabeza y fortificarnos en el Se�or. Por eso algunos de nosotros hemos cre�do que deb�amos seguir este camino obrando, y no permanecer inactivos, confiados en la profec�a de Daniel: "El reino no pertenecer� a otro pueblo." El cl�max o gradaci�n es una manera muy popular de rematar el discurso. A menudo es dif�cil, y no se adapta a cualquier orador ni a cualquier tema. Pero, bien hecha, es excelente. Es el escalamiento de una monta�a, hacia un pico, que se hace m�s vigoroso a cada frase. Lincoln emple� este recurso al preparar un discurso sobre las cataratas del Ni�gara.Notemos c�mo cada comparaci�n es m�s fuerte que la anterior, c�mo obtiene un efecto acumulativo al comparar sucesivamente su edad con la de Col�n, Cristo, Mois�s,Ad�n, etc.: "Nos evoca lo pasado indefinido. Cuando Col�n busc� por primera vez este continente, cuando Cristo sufri� en la cruz, cuando Mois�s condujo a Israel a trav�s del Mar Rojo, no, m�s aun, cuando Ad�n naci� de las manos de su Hacedor; entonces, como ahora, rug�a aqu� el Ni�gara. Los ojos de esa especie de gigantes ya extinta cuyos huesos llenan los t�mulos de Am�rica, han contemplado el Ni�gara tal como nosotros ahora lo contemplamos. Contempor�nea de la primera raza de hombres, y m�s antigua que el primer hombre, est� tan fuerte y fresco el Ni�gara hoy como lo estaba hace diez mil a�os. El mamut y el mastodonte, tanto tiempo ha muertos que s�lo los fragmentos de sus huesos monstruosos nos atestiguan que realmente existieron, han contemplado el Ni�gara, ya en aquel lejano tiempo nunca quieto 25 8 por un momento, nunca seco, nunca helado, nunca dormido, nunca fatigado." Wendell Phillips emple� este mismo m�todo en una conferencia sobre Toussaint 1'Ouverture. Citamos m�s abajo el final. Se cita a menudo este ejemplo en libros de oratoria. Tiene vigor, vitalidad. Es interesante, aunque quiz� demasiado exornada para estos pr�cticos tiempos. El discurso fu� escrito hace ya m�s de medio siglo. "Le llamar�aNapole�n, peroNapole�n lleg� al imperio con juramentos quebrantados y a trav�s de un mar de sangre. Este hombre nunca falt� a su palabra. 'Nada de venganzas', fu� el gran lema y gu�a de su vida. Y las �ltimas palabras que dijo al hijo, en Francia, fueron: 'Muchacho, alg�n d�a volver�s a Santo Domingo. Olv�date que Francia mat� a tu padre'. Le llamar�a Cromwell, pero Cromwell no fu� sino un soldado, y el Estado que fund� baj� con �l a la turraba. Le llamar�aWashington, pero el gran virginiano ten�a esclavos. Este hombre arriesg� su imperio por no permitir el tr�fico de esclavos en la m�s humilde aldehuela de sus dominios." �IMETOSHA! �IMETOSHA! Busquemos, estudiemos, probemos, hasta que tengamos una buena conclusi�n y un buen comienzo. Y luego, no los separemos mucho. El orador que no abrevia su discurso a fin de ponerse a tono con este siglo, apresurado y febril, ser� mal venido y aun repulsado por lo bajo. "No abusa de la tribuna -dice Ca�amaque hablando de Echegaray-, y esta modestia le recomienda siempre que habla." Nadie menos que San Pablo de Tarso pec� en este respecto. Predic� hasta que uno de los oyentes, un joven llamado Eutico, se durmi� y se cay� por la ventana, tras lo cual se rompi� el pescuezo. Aun despu�s del incidente, es probable que haya seguido hablando. �Qui�n lo sabe? Recuerdo que cierta vez, en un banquete del Centro Universitario, le lleg� el turno de hablar a un doctor. Hab�a sido un banquete largo. 259 Ya hab�an hablado muchos oradores. Eran las dos de la ma�ana cuando se puso en pie. Si hubiera tenido tino, delicadeza, discreci�n, habr�a dicho diez o doce frases y nos habr�a dejado ir a dormir. Pues, �qu� cre�is que hizo el muy maldito? �Habl� sin detenerse durante cuarenta y cinco minutos sobre vivisecci�n!Mucho antes de llegar a la mitad, el auditorio estaba deseando que, como Eutico, se cayera tambi�n por la ventana el t�o �ste y se rompiera algo, �cualquier cosa!, lo importante es que callara. Lorimer, director de La Revista Vespertina de los S�bados, me dijo cierta vez que siempre interrump�a los art�culos en serie cuando estaban en lo m�s intenso de su popularidad, con lo que la gente clamaba por ellos. �Por qu� los inte-dec�a rrump�a? �Por qu� tan luego entonces? "Porque Lorimer, y ten�a en estas cosas cierta experiencia- el punto de hartazgo llega muy poco despu�s de haberse alcanzado la cumbre de la popularidad." Esta misma filosof�a se puede aplicar, y debe aplicarse, a la oratoria. Deteng�monos mientras el auditorio est� ansioso. "Preferible es que un Otelo excesivo -escribe Jos� Ingenieros- mate de veras sobre el tablado a una Desd�mona pr�xima a envejecer, o desnucarse el acr�bata en un salto prodigioso, o romp�rsele un aneurisma al orador mientras habla a cien mil hombres que aplauden delirantes, o ser apu�alado un don Juan por la amante m�s hermosa y sensual." El discurso m�s trascendental que haya pronunciado Jesucristo, el Serm�n de la Monta�a, puede ser repetido en cinco minutos. El discurso del general San Mart�n a los diputados de Per�, cuando resign� el Poder Supremo al Congreso, s�lo consta -magna e hist�rica como era la ocasi�n- de seis per�odos que pueden ser le�dos en un minuto. La historia del G�nesis puede leerse en menos tiempo que el necesario para leer la cr�nica de un crimen en el peri�dico. Recordemos siempre que "lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si breve, no tan malo". El doctor Johnson, arcediano de Niasa, ha escrito un libro sobre los pueblos africanos. Ha vivido entre ellos, y los ha 260 observado, durante cuarenta y nueve a�os. Y cuenta que cuando un orador habla por largo rato en las reuniones de cierta tribu del Gwangwara, el auditorio le hace callar gritando "�Imetosha! �Imetosha!", que significa "�Suficiente! � Suficiente!" Otra tribu permite que el orador hable por cuanto pueda mantenerse sobre un solo pie. Cuando el dedo gordo del otro pie toca el suelo, sanseacab�. Tiene que retirarse. Y a los auditorios blancos, en general, aunque m�s corteses, m�s refrenados, les fastidian los discursos largostanto como a los negros del �frica. Aceptad pues el consejo (Aunque s� que no lo har�is) Y aprended esta arte con ellos. SUMARIO 1. El final de un discurso es realmente el elemento m�s estrat�gico.Lo que se dice �ltimo tiene mayor probabilidad de quedar en la memoria. 2. No terminemos: "Bueno, esto es todo cuanto ten�a que decir sobre este asunto, por lo que ser� mejor que termine". Terminemos sin decir que vamos a terminar. 3. Planeemos cuidadosamente el final de antemano, como hac�an Gladstone, R�os Rosas y Aparisi Guijarro. Ensayemos. Sepamos casi al pie de la letra c�mo vamos a terminar. Redondeemos el final. No lo dejemos duro y quebrado como una roca mellada. 4. He aqu� siete m�todos que se pueden emplear para terminar: a. Resumir, repetir y bosquejar brevemente los puntos principales que hemos tratado. b. Exhortar a la acci�n. c. Brindar una galanter�asincera al auditorio. d. Provocar risas. e. Citar algunos versos apropiados. f. Citar un pasaje de la Biblia. 261 g. Producir un cl�max. 5. Busquemos una buena conclusi�n y un buen comienzo, y luego, no los separemos mucho. Terminemos siempre antes de lo que el auditorio desea. "El punto de hartazgo llega muy poco despu�s de haberse alcanzado la cumbre de la popularidad." VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Los siguientes verbos, aunque est�n derivados de sustantivos y adjetivos que ya existen, no han sido aceptados por los hablistas, que los reputan por innecesarios: CORRECTO INCORRECTO Obstaculizar Silenciar Cloroformizar Homenajear Constatar Valorizar Influenciar Intensificar Transar Financiar Ovacionar Estrenarse Adjuntar Distanciar Ofertar Auspiciar Obstruir Callar Cloroformar Agasajar Comprobar, corroborar Valorar Influir Intensar Transigir Costear Aplaudir, aclamar Adiestrarse, prepararse Acompa�ar,enviar adjunto Alejar, apartar Ofrecer; pujar Patrocinar GRAM�TICA Cien y ciento grande de EsNadie dice "un gran de Espa�a" por "un pa�a", ni "tan puede una mujer que llora" por "tanto pue262 de..." La apocopaci�n tiene sus reglas, diferentes, por lo com�n, de un caso a otro, y quienes dicen"cien por cien de probabilidades", "m�s vale un p�jaro en mano cien que volando", la infringen. Ciento, como grande, se apocopa s�lo delante de sustantivos. Cien doblones. "Cien caballeros con lanza en ristre." En todos los dem�s casos diremos "ciento". Ciento." -"�Que cu�ntos primos tengo? "M�s vale un p�jaro en mano ciento que volando." ciento del salario." "Recib� el ciento por Hablando de ciento por ciento: quienes dicen porcentaje caen en galicismo. Tenemos en castellano tanto por ciento; que si no es tan breve, es mucho m�s castizo. "Valen m�s cuatro en casa que ciento fuera." Jovellanos "La escuela principal donde se agilitaban estos indios corredores, era el primer adoratorio de M�jico,donde estaba el �dolo sobre ciento y veinte gradas de piedras." Sol�s EJERCICIO VOCAL. L A RESONANCIA Los tres principios fundamentales de la buena producci�n de tonos son: el dominio del aire, la relajaci�n, y la resonancia. Ya hemos tratado de los dos primeros; veamos, pues, el tercero: la resonancia. �Qu� fortalece y embellece el tono de la radio o de la victrola? La trompa o altavoz. Nuestro tronco sirve como caja de resonancia de la voz, del mismo modo que la caja de un piano o de un viol�n aumenta y embellece los sonidos producidos por el concertista. El tono inicial es producido por las cuerdas vocales, pero �ste se eleva y repercute contra la huesosa contextura pectoral, los dientes, el cielo de la boca, las cavidades nasales y otras partes de la cara. Esta repercusi�n, este retumbo, da a l a voz su m�s importante cualidad. Imagin�monos la voz 263 como un cohete que surge del diafragma, pasa por la garganta relajada y se deshace en una lluvia de sonidos contra las ventanas de la nariz y otras partes huesosas de la cabeza. Nuestro problema no consiste en hablar con resonancia. Toda la vida hemos hablado con resonancia. No se nos podr�a o�r a diez pies si no fuera por ella. Nuestro problema consiste en hablar con mayor resonancia. �C�mo lograrlo? Leamos un interesante pasaje del libro "Caruso y el arte de cantar", por Fucito y Beyer: "Mucho se ha dicho en torno al tarareo como ejercicio vocal... El tarareo, correctamente ejecutado, desarrolla la resonancia de la voz. El tarareo de las m�s de las personas parece un maullido, porque la mand�bula, los labios, la lengua y las membranas vocales est�n rid�culamente r�gidas. Desde luego, los �rganos de la voz deben estar en la misma posici�n para tararear que para producir un buen tono: debe haber completa relajaci�n de los m�sculos faciales, la mand�bula y la lengua, tal como cuando estamos descansando o durmiendo; los labios deben estar ligeramente unidos. As�, la vibraci�n del tono no ser� sofocada por los m�sculos, ni obligada a salir por la nariz a causa de la tensi�n: en vez, resonar�n dentro de las cavidades nasales, y los sonidos saldr�n armoniosos y bellos." Con la lengua, la garganta, los labios y la mand�bula relajados, tarareemos la m�sica deTorna a Surriento: Vide'o mate quant'e bello Spira tantu sentimente Comme tu a chi tiene mente Ca scetato ' o fa� sunn� Guarda, gua chistu ciardino; Siente, sie'sti sciure arance: Nu profumo accusi fino Dinto o� co e se ne va... Ma nun-me lass� Nun darme stu turmiento! Torna a Surriento, Famme camp�. 264 La primera vez que tarareemos esto, apoyemos la palma de la mano sobre la cabeza y sintamos las vibraciones que all� se produzcan. Nota importante: al practicar estos ejercicios para resonancia nasal, sea nuestro primer paso inspirar profundamente, con achatamiento del diafragma, relajando el pecho y dej�ndolo que flote en el aire interior. Observemos la viva sensaci�n en la cara, la nariz y la cabeza cuando inspiremos. Al empezar a tararear y exhalar el aire, no pensemos que estamos exhalando. Imaginemos que todav�a estamos inspirando, que todav�a estamos sintiendo la sensaci�n de vivacidad. Esto significa cavidades m�s abiertas, que refuerzan y aumentan la resonancia. Cultivemos esta sensaci�n de inspiraci�n siempre que hablemos. Tarareemos nuevamente la canci�n. Coloquemos esta vez la mano en la nuca, y sintamos la misma vibraci�n all�. Al tararearla por tercera vez, sintamos el tono en la nariz. Sintamos como si estuviera fluyendo hacia la nariz la misma sensaci�n que cuando inspiramos. Apoyemos el pulgar y el �ndice a los costados de la nariz, inmediatamente debajo de l os ojos, y sintamos la vibraci�n all�. En obsequio de la variedad, tarareemos esta vez: Amapola, lind�sima Amapola, Ser� siempre mi alma tuya sola; Yo te quiero, amada ni�a m�a, Como quiere la flor la luz del d�a. Amapola, lind�sima Amapola, No seas tan ingrata, y �mame, Amapola, Amapola, �C�mo puedesvivir t�tan sola? Al tararearla ahora, pensemos de antemano con los labios. Apoyemos el �ndice sobre los labios y sintamos c�mo vibran. Deben vibrar hasta cosquillear. Tarare�mosla ahora nuevamente, en el m�s bajo tono posible; apoyemos la mano abierta sobre el pecho, y sintamos all� las vibraciones. 265 Tarare�mosla de nuevo, reteniendo la mano derecha sobre el pecho y paseando la izquierda por las varias partes del cr�neo y la cara. Sintamos las vibraciones de todo el cuerpo, comprobemos su resonancia. Yo he conocido a cantantes que buscaban vibraciones hasta en el dedo gordo del pie. El canto es un magn�fico ejercicio vocal. Aplicando, pues, todos las ense�anzas ya recogidas, cantemos estas canciones que hemos estado tarareando. 266 Nueve de cada diez lectores toman por cierta una afirmaci�n clara. Enciclopedia Brit�nica Una figura vale diez mil palabras. Proverbio chino Mi padre era un hombre de gran energ�a intelectual. �lme di� el mejor adiestramiento que haya obtenido. Era intolerante con la vaguedad, y desde que empec� a escribir hasta su muerte, ocurrida en 1903, cuando ten�a ya ochenta y un a�os de edad, siempre le mostr� cuanto escriMe hac�a leer en voz alta, lo cual me resulb�a. taba doloroso. De vez en cuando me interrump�a y me dec�a "�Qu� quieres decir con eso?" Yo !e explicaba y, desde luego, al explicarle, me expresaba con m�s sencillez que lo hab�a hecho en el -me papel. "Pues, �por qu� no lo pones as�? dec�a-. No dispares con perdigones, que se esparcen por todo el campo. Dispara con bala, y pega a lo que tienes que decir." WOODROW WILSON "El orador llega a la ciudad o a la aldea -dice Jim�nez de As�a- donde a nadie conoce, cuyos problemas locales suele ignorar, y lanza ante aquellas gentes sencillas, que usan un vocabulario elemental y reducid�simo, un discurso engolado con frases rebuscadas. El pe�n de campo gusta de lo que oye, como espect�culo, pero nada entiende de cuanto se le dice. Al a�o siguiente, visitando otros poblados granadinos en labor de proselitismo, hube de escuchar a un maestro de Montefr�o una de esas oraciones plagadas de tropos e im�genes. Termin� aludiendo al rojizo mausoleo de Lenin". Cuando me pregunt� mi juicio sobre sus palabras le contest� abiertamente que me hab�a parecido muy mal. El orador qued� fulminado, y al requerir explicaciones, le di �stas: "Los oyentes, trabajadores campesinos, no saben lo que es rojizo, ni qu� es mausoleo, ni qui�nLenin." fu� Todos los discursos tienen un m�vil.Y �qu� es este m�vil?Ni m�s ni menos que lo siguiente: que cada discurso, lo sepa o lo ignore el orador, tiene una de estas cuatro finalidades: 1. 2. 3. 4. Poner algo en claro. Impresionar y convencer. Incitar a la acci�n. Entretener. Vayan algunos ejemplos concretos: Lincoln, que siempre sinti� un poco de atracci�n por la mec�nica, invent� y patent� cierta vez un artefacto para levantar barcos encallados de los bancos de arena y otros obst�culos.Trabajaba en un taller mec�nico cercano de su bufete, construyendo un modelo de su aparato. Aunque a la 269 estaba entupostre la invenci�n no sirvi� para nada, Lincoln siasmad�simo con sus posibilidades. Cuando sus amigos iban a visitarle a la oficina para ver el modelo, no ahorraba esfuerzo para explicarles su funcionamiento. La finalidad de sus explicaciones era la claridad. Cuando Echegaray pronunci� su c�lebre discurso de la trenza, la finalidad que ten�a era la de impresionar y convencer. Ten�a que ser claro, desde luego, para poder convencer; pero la claridad no era su mayor cuidado. Cuando Jos� Mart� pronuriciaba sus c�lebres discursos o predicaciones en Norteam�rica, en Guatemala, en Venezuela, en M�jico, el prop�sito era encender y mantener vivas las ansias de libertad de sus compatriotas exilados, y conseguir donaciones para el fondo revolucionario. Quer�a mover a la acci�n. cuando habl� en Par�s monRam�n G�mez deSerna, la tado en un elefante, o cuando habl� desde lo alto de un trapecio, y, en fin, en todas las conferencias que da, tiene casi por �nica finalidad la de divertir a los oyentes, la de hacerles pasar un rato agradable, la de entretenerlos. Pocos oradores hay que hayan alcanzado perfecci�n en t�cnica tan dif�cil. Es un caso t�pico del m�vil n�mero cuatro. Todos estos oradores sab�an ad�nde quer�an llegar y c�mo pod�an llegar.Y por ignorar esto, muchos oradores tropiezan, caen y quedan en rid�culo. Otro ejemplo: hace muchos a�os vi c�mo el p�blico silb� y oblig� a bajar del escenario constru�do en el Hip�dromo Neoyorquino a un congresista nacional. El pobre hab�a elegido -inconscientemente, sin duda, pero, de todos modos, con imprudencia- la claridad como m�vil. Fu� durante la guerra del catorce. Comenz� a hablar sobre la manera en que el pa�s se estaba preparando. La multitud no quer�a que le dieran c�tedra. S�lo quer�a que la entretuvieran. Escucharon cort�smente, pacientemente, durante diez minutos, quince minutos, con la esperanza de que terminara pronto. Pero no terminaba nunca. El orador segu�a, dale que dale con sus explicaciones. La paciencia fu� mermando. El auditorio no 270 pod�a tolerar ya m�s. Alguien comenz� a vitorear ir�nicamente al orador. Otros se le a�adieron. En un periquete, hab�a mil personas silbando y gritando. El orador, torpe e incapaz como era de echar de ver el temperamento del auditorio, tuvo el mal sentido de seguir hablando. Esto los enardeci�. Estaba por armarse la de San Quint�n. La impaciencia se transform� en c�lera. Se resolvieron a hacerle callar. Cada vez m�s fuerte, rug�a la tormenta de protestas. Por fin el ruido ahog� sus palabras-no se le pod�a escuchar a cinco metros. Entonces se vi� obligado a interrumpir, reconocer su derrota y retirarse humillado. S�rvanosde lecci�n este ejemplo.Conozcamos nuestra finalidad. Escoj�mosla despu�s de meditada, antes de preparar el discurso. Sepamos c�mo hemos de llegar adonde queremos. Y entonces pong�monos en camino, con habilidad y con arte. Todo esto ha menester conocimientos, adiestramiento especial y t�cnico.Y tan importante es esta fase de la construcci�n del discurso, que le dedicaremos cuatro cap�tulos. En lo que queda de este cap�tulo veremos c�mo se hacen claros los discursos. En el cap�tulo XIII veremos c�mo se puede impresionar y convencer. En el cap�tulo XIV veremos c�mo hacer interesante el discurso, y en el cap�tulo XV trataremos de hallar un m�todo cient�fico para incitar a la acci�n. USEMOS COMPARACIONES PARA MAYOR CLARIDAD La claridad: no desestimemos su importancia ni su dificultad. Cierto poeta irland�s nos di� hace poco tiempo una velada durante la cual nos ley� sus propias poes�as. A lo sumo el diez por ciento del auditorio, y esto por momentos, habr� sabido de qu� hablaba. Con muchos oradores, as� en p�blico como en privado, sucede lo mismo. Cuando habl� con sir Oliver Lodge sobre los requisitos primordiales de la oratoria, �ste, que ha hablado durante cuarenta a�os a los alumnos de la universidad y al p�blico, 271 recalc� sobre todo la importancia: primero, del conocimiento y la preparaci�n; y, segundo, de "trabajar duro en beneficio �Y c�mo hizo claro David el cuidado y amor de Jehov�? de la claridad". "Jehov� es mi pastor;no habr� necesidad. �l me hace desEl gran general alem�n conde de Moltke, al comenzar cansar en las verdes dehesas, El me conduce adonde las aguas la guerra franco-prusiana, dijo a sus oficiales: "Recordad, tranquilas. . . " caballeros, que �rdenes que puedan ser mal interpretadas ser�nmal interpretadas." Verdes dehesas en aquel pa�s de pastores... aguas tranNapole�n reconoc�a tambi�n este peligro. La instrucci�n quilas donde las ovejas se abrevasen... todo esto lo pod�an enf�tica y reiterada que daba a sus secretarios era: "�Sed clacomprender estas gentes campesinas. ros! �Sed claros!" He aqu� otro ejemplo extraordinario y hasta divertido del Cuando los disc�pulos le preguntaron a Jesucristo por principio que explicamos. Algunos misioneros estaban traqu� ense�aba al pueblo por par�bolas, Jes�s contest�: �Porque duciendo la Biblia al dialecto de una tribu que viv�a cerca aquellos que tienen ojos no ven; y aquellos que tienen o�dos del �frica ecuatorial.Llegaron hasta el vers�culo: "Aunque no oyen; as� tampoco comprenden." tus pecados sean rojos como escarlata, ser�n blancos como la Y cuando nosotros hablamos sobre un tema extra�o a nuesnieve." �C�mo traducir esto? �Literalmente? Absurdo. No tro oyente u oyentes, �c�mo podemos esperar que se nos entendr�a sentido. Estos nativos no hab�an visto nieve en su tienda m�s que lo esperaba el Salvador? vida. Ni siquiera ten�an una palabra que la representase. �Qu� hacer entonces? �Qu� hizo el Salvador cuando se No ten�an ni remota idea de la diferencia que pod�a haber vio en situaci�n parecida? Solucion� el problema en la maentre la nieve y el alquitr�n. Pero, en cambio, hab�an trepado nera m�s sencilla y natural que imaginar se pueda: describi� a los cocoteros muchas veces, y hab�an hecho caer cocos para las cosas que la gente no conoc�a compar�ndolas con las que alimentarse. Entonces los misioneros compararon lo descoya conoc�a. El Reino de los Cielos, �c�mo ser�a el Reino nocido con lo conocido y cambiaron el vers�culo: "Aunque tus de los Cielos? �Qu� pod�an saber estos r�sticos palestinos? pecados sean rojos como escarlata, ser�n blancos como la Entonces Cristo se lo describ�a relacion�ndolo con objetos pulpa de un coco." y acciones que les eran familiares. Vistas las circunstancias, ser�a dif�cil hacerlo mejor. Cierta vez concurr� a una conferencia sobre Alaska, en la "El reino de los cielos es semejante a la levadura que tom� que el conferenciante no logr�, en sobrados lugares, ser claro una mujer, y escondi�en tres medidas de harina, hasta que todo ni interesante, porque, a diferencia de aquellos misioneros, qued� leudo. no quiso relacionar el tema con lo que el auditorio ya sab�a. los cielos es "Tambi�n el reino de Nos dijo, por ejemplo, que Alaska ten�a una superficie aprotante, que busca buenas perlas. ximada de 590.604 millas cuadradas, y una poblaci�n de "Asimismo, el reino de los cielos es semejante a la red que, 04.356 almas. echada en la mar, coge de toda suerte de peces." Medio mill�n de millas cuadradas ...�qu� significa eso Esto era di�fano, esto lo pod�an comprender. Las amas para el individuo com�n? Punto menos que nada. No est� de casa usaban levadura todas las semanas. Los pescadores acostumbrado a pensar en millas cuadradas. No concibe arrojaban a diario sus redes al mar. Los mercaderes trafininguna imagen mental. No sabe si ser� del tama�o de Port ugal o del tama�o de Brasil. Supongamos que el orador caban con perlas. t os hubiese dicho que la l�nea de costas de su pa�s era mayor 272 27 3 en longitud que la circunferencia del globo terr�queo, y que su superficie era mayor que las superficies combinadas de Espa�a e Italia. �No nos hubiera dado as� una idea clara de la superficie de Alaska? Dijo que la poblaci�n era de 64.356 habitantes. Estoy seguro de que el noventa y cinco por ciento no record� este n�mero cinco minutos, �qu� va!, un minuto siquiera. �Por qu�? Porque la r�pida enunciaci�n de esta cantidad, "sesenta y cuatro mil trescientos cincuenta y seis" no deja una impresi�nmuy n�tida. Deja s�lo una impresi�n deleble, insegura, como palabras escritas en la, arena de la costa. Llega otra ola de atenci�n y las borra. �No hubiera sido mejor relacionar la cantidad con algo que le fuera familiar al auditorio? Por ejemplo, la ciudad de Saint Joseph no estaba lejos del lugar de la conferencia. Muchos entre los oyentes conoc�an a Saint Joseph. Y Alaska ten�a, entonces, diez veces menos habitantes que la ciudad de Saint Joseph. �No hubiera estado m�s claro el orador si hubiese dicho: "Alaska es ocho veces m�s grande que esta provincia pero s�lo tiene trece veces m�s habitantes que este pueblo"? de ellos est�m�s claEn los siguientes ejemplos, �cu�l ro, a o b? est� atreinta y cinco tri(a) La estrella m�s pr�xima llones de millas de distancia. (b) Un tren que marchara a milla por minuto tardar�a cuarenta y ocho millones de a�os para llegar a la estrella m�s pr�xima; si cantaran all� una canci�n, y el sonido pudiese llegar hasta aqu�, pasar�an tres millones ochocientos mil a�os antes que pudi�ramos escucharlo.Una tela de ara�a que uniera esta estrella con nuestro planeta pesar�a quinientas toneladas. (a) La Catedral de San Pedro, en Roma, la m�s grande del mundo, tiene 232 yardas de largo y 364 pies de ancho. (b) La Catedral de San Pedro tiene el tama�o de dos edificios como el Capitolio de Washington, puesto uno sobre el otro. Sir Oliver Lodge aplica con mucha felicidad este m�todo 27 4 cuando explica la naturaleza de los �tomos a un auditorio profano. Yo le o� decir en una conferencia que pronunci� en el Viejo Mundo, que hab�a tantos �tomos en una gota de agua cuantas gotas de agua hab�a en el Mediterr�neo. Y muchos de los oyentes hab�an estado una semana navegando desde Gibraltar hasta el Canal de Suez. Para ser m�s expl�cito, a�adi� que hab�a tantos �tomos en una gota de agua cuantas briznas de hierba hab�a en toda la tierra. Richard Davis dijo ante un auditorio neoyorquino que la mezquita de Santa Sof�a era "aproximadamente tan grande como el audit�rium del teatro de la Quinta Avenida". De Brindis�dijo que "se parec�a a la ciudad de Long Island cuando se llega a ella por detr�s". En adelante, apliquemos este principio en nuestras conferencias. Si tenemos que describir la pir�mide de Keops, digamos primero que tiene 451 pies de altura, y luego relacionemos esta altura con alg�n edificio que nuestros oyentes vean a diario. Digamos cu�ntas manzanas de superficie cubrir�an la base. No hablemos nunca de tantos miles de litros de tal cosa, de tantos miles de barriles de tal otra, sin decir despu�s cu�ntas salas como aquella en que estamos se llenar�an con tanto l�quido. En vez de decir "diez metros de altura", �por qu� no decimos "una vez y media m�s alto que este techo"? En vez de hablar de distancias en t�rminos de metros o de millas, �no resultar� m�s claro decir simplemente "como de aqu� hasta tal ciudad", "como de aqu� hasta la calle de Ful�nez". EVITEMOS PALABRAS T�CNICAS Si la nuestra es una profesi�n de trabajo t�cnico, esto es, si somos abogados, m�dicos, ingenieros, etc., tenemos que ser doblemente cautos cuando hablamos a "profanos", a fin de expresarnos con palabras comunes y explicar los pormenores necesarios. Digo "doblemente cautos" porque, como consecuencia de mis tareas profesionales, he escuchado cientos de discursos 275 que fracasaban en este punto, y fracasaban rotundamente. Los oradores parec�an completamente olvidados de la ignorancia profunda y total en que, respecto de su especialidad particular, se hallaban los m�s de los oyentes. �Qu� suced�a entonces? Hablaban y hablaban, expresando pensamientos con palabras y giros que se acomodaban a su experiencia y resultaban instant�nea y continuamente llenos de sentido para ellos. Pero para quien no estaba iniciado, no eran m�s claros que el cielo de Londres en una noche de niebla. Debieran leer y re�Qu� debieran hacer estos oradores? leer el siguiente consejo, salido de la �gil pluma de Beveridge: "Es buena pr�ctica escoger el individuo de aspecto menos inteligente que haya en el auditorio, y tratar de interesarle en nuestros argumentos. Esto s�lo se puede lograr mediante presentaci�n expl�cita de los hechos, y razonamiento claro. M�todo mejor aun es el de dirigirnos exclusivamente a alg�n ni�o o ni�a que est� con sus padres. "Dig�monos entre nosotros-o dig�moslo al auditorio si queremos- que trataremos de ser tan expl�citos que ese ni�o pueda entendernos y recordar nuestra explicaci�n, y aun repetirla despu�s de concluido el acto." Recuerdo que un m�dico, alumno de mi curso, dijo en un discurso que " la respiraci�n diafragm�tica es una ayuda enorme para la acci�n perist�ltica de los intestinos, y una bendici�n para la salud". Estaba por terminar esa fase de su discurso con estas palabras y pasar a otra, cuando le interrump� y ped� al auditorio que levantasen la mano todos aquellos que tuviesen un concepto acabado de c�mo la respiraci�n diafragm�tica difiere de otras clases de respiraci�n, y por qu� fuese beneficiosa para. el bienestar f�sico, en qu� El resultado de la voconsistiese la acci�n perist�ltica, etc. taci�n asombr� al m�dico; entonces, por par�ntesis, explic� y aument� lo que hab�a dicho: "El diafragma es un m�sculo delgado que forma el piso del pecho a la base de los pulmones, y el techo de la cavidad abdominal. Cuando est� inactivo y durante el proceso de respiraci�n pulmonar, se arquea como una palangana invertida. 276 "Durante el proceso de respiraci�n abdominal, cada inhalaci�n de aire aplasta este arco hacia abajo hasta que queda casi chato, y es cuando los m�sculos del est�mago hacen fuerza sobre el cinto del pantal�n. Esta presi�n hacia abajo que hace el diafragma fricciona y estimula los �rganos de la parte superior de la cavidad abdominal - el est�mago, el h�gado, el p�ncreas, el bazo, el plexo solar. "Cuando exhalamos el aire, el est�mago y los intestinos son llevados nuevamente contra el diafragma, y reciben otra amasadura. Esta amasadura ayuda el proceso de la eliminaci�n. "Buen n�mero de enfermedades se originan en los intestinos. La indigesti�n, el estre�imiento y la autointoxicaci�n desaparecer�an si nuestro est�mago e intestinos fuesen adecuadamente sobados mediante profunda respiraci�n diafragm�tica." EL SECRETO DE LA CLARIDAD DE LINCOLN Lincoln ten�a la inclinaci�n arraigada y benigna de exponer las proposiciones de tal modo que todos las entendieran instant�neamente. En su primer mensaje al Congreso emple� la frase con la mano untarla, por sobornado. Defrees, que era uno de sus amigos personales, le hizo notar que, aunque la palabra pod�a estar bien para un discurso callejero, no era suficientemente seria para un discurso hist�rico. -Hombre -le respondi� Lincoln-, si crees que llegar� alg�n d�a en que la gente no pueda comprender lo que significa con la mano untada, la cambiar�. De lo contrario, creo que la dejar� como est�. Cierta vez le explic� a Gulliver, decano de una Facultad, c�mo hab�a nacido su porf�a por el lenguaje sencillo, como �l lo dec�a: "Entre mis primeras impresiones, recuerdo c�mo, siendo muy ni�o,me irritaba cuando alguien me hablaba de tal suerte que no le comprendiese. Creo que nunca me enfad� por ninguna otra cosa en mi vida. Pero eso siempre me fastidi�, y me fastidia a�n. Recuerdo que me retiraba a mi peque�a alcoba, despu�s de o�r a los vecinos charlar por las noches con mi padre, y pasaba buena parte del d�a caminando por mi pieza y tratando de compren277 der el sentido exacto de las para m� oscuras palabras y frases. No pod�a dormir, aunque las m�s veces lo intentaba, cuando me hab�a puesto a la caza de una idea, sino hasta que la ten�a; y entonces no me quedaba satisfecho hasta que la hab�a repetido varias veces y traduc�dola al lenguaje com�n para que cualquier muchacho la pudiese comprender. Esto era una suerte de porf�a que yo ten�a, y que a�n conservo." �Una porf�a? S�, debe de haber llegado a tanto, porque Mentor Graham, maestro de escuela de Nueva Salem, dijo: "He visto a Lincoln estudiar durante varias horas cu�l era la mejor manera, de tres, para expresar una idea." Una raz�n muy com�n por la que las personas no logran ser expl�citas es �sta: Lo que quieren expresar no est� claro ni para s� mismas. �Impresiones confusas! �Ideas vagas, indistintas! �El resultado?Sus mentes no pueden trabajar eficazmente en medio de esta niebla mental, ni m�s ni menos que una c�mara fotogr�fica no puede trabajar eficazmente Es menester que lo oscuro y lo en medio de una niebla f�sica. como a Lincoln. Es meambiguo les turbe tanto el �nimo nester que apliquen su m�todo. RECURRAMOS AL SENTIDO DE LA VISTA Los nervios que van del ojo al cerebro, como dijimos ya en el cap�tulo IV, son muchas veces m�s grandes los que que van del o�do al cerebro. Y la ciencia nos dice que la atenci�n que prestamos laos est�mulos visuales es veinticinco veces mayor que la que prestamos a los est�mulos auditivos. "Un ver -dice cierto viejo proverbio japon�ses mejor que cien decires." Entonces, si queremos. ser claros, hagamos gr�ficas nuestras ideas, hag�moslas visibles.Tal era el plan de John Patterson, presidente de la conocida compa��a de Cajas Registradoras "National". Cierta vez escribi� un art�culo para una revista sus aobreros en el que describ�a el m�todo usado para hablar y a sus vendedores: 27 8 "Tengo para m� que no es posible hacerse comprender s�lo con el discurso, ni atraer y retener la atenci�n del auditorio. Se necesita imprescindiblemente alg�n complemento. El mejor complemento, siempre que sea posible, es el de dibujos que muestren la manera correcta y la incorrecta; los diagramas son m�s convincentes que las palabras, y los dibujos m�s convincentes que los diagramas. La presentaci�n ideal de un tema es aquella en que cada subdivisi�n est� representada por dibujos, y en que las palabras s�lo se usan para relacionar estos dibujos. En el trato con las gentes, una de las primeras cosas que aprend� fu� que una figura vale m�s que cuanto uno pueda decir. "Los dibujos un poquito grotescos son extraordinariamente ef icaces. Yo tengo un equipo completo de cuadros o l�minas. Un c�rculo peque�o con un signo de pesos significa poca cantidad de dinero. Un saco con el mismo signo significa mucho dinero. Tambi�n se logran efectos buenos con la cara de la luna. Dibujamos un c�rculo, y con algunos trazos tenemos los ojos, la nariz, la boca y los o�dos. Seg�n la forma que demos a estos trazos, as� ser�n las expresiones. El hombre pesimista tiene las comisuras de los labios hacia abajo. El optimista, el jovial, las tiene hacia arriba. Los dibujos son sencillos, carecen de arte, pero he de advertir que los caricaturistas m�s eficaces no son los que hacen dibujos m�s esmerados; el objeto es representar la idea y el contraste. "El saco grande y el saco peque�o, puestos el uno al lado del otro, son el encabezamiento natural para dos columnas de Procede bien y Procede mal. Aqu�l produce mucho dinero, �ste poco. Si dibujamos esto r�pidamente mientras hablamos, no hay peligro de que el auditorio eche a vagar la atenci�n; se ven obligados a mirar lo que hacemos y seguirnos por las sucesivas etapas hasta llegar adonde nosotros los llevamos. Y, por otra parte, estos dibujos c�micos ponen al p�blico de buen humor. "Antes sol�a tener un dibujante profesional que visitaba los talleres conmigo y hac�a bosquejos de las cosas mal hechas. Luego los bosquejos se convert�an en dibujos y entonces reun�a a los obreros y les mostraba lo que hac�an. Cuando inventaron la linterna m�gica, compr� una inmediatamente y proyect� sobre el lienzo los dibujos, lo cual, desde luego, los tornaba m�s eficaces aun que sobre papel. Luego vino la cinematograf�a. Creo que yo fui uno de los primeros en comprar un aparato de �stos. Ahora 279 tenemos una gran secci�n con muchas pel�culas y m�s de 60.000 placas coloreadas." No todos los temas ni todas las ocasiones, desde luego, se prestan a dibujos y estampas. Pero us�moslos cuando vengan a prop�sito.Atraen la atenci�n, estimulan el inter�s y a menudo hacen m�s claras nuestras explicaciones. C�MO APARTABA LAS MONEDAS ROCKEFELLER Rockefeller tambi�n relat� en la misma revista c�mo recurri� al sentido de la vista para hacer comprender claramente la situaci�n econ�mica de la Compa��a de Combustibles y Hierro de Colorado: "Me enter� que ellos {los empleados de la compa��a] cre�an que los Rockefeller obten�an ingentes ganancias con los intereses de Colorado. Much�sima gente se lo hab�a dicho as�. Entonces les pint� la verdadera situaci�n. Les demostr� que durante los catorce a�os que hab�amos estado asociados con la Compa��a de Colorado nunca hab�amos ganado un centavo en dividendos sobre el capital com�n. "En una de las reuniones les di un ejemplo pr�ctico del estado de la hacienda. Puse algunas monedas sobre la mesa. Apart� cierta cantidad, que representaba sus sueldos-porque el primer cuidado de la compa��a es el sueldo de los obreros. Luego apart� otra cantidad que representaba los sueldos de los jefes, y por �ltimo apart� cuantas quedaban, para representar los sueldos de los directores. No quedaba ni una moneda para los accionistas. Y entonces les pregunt�: Se�ores, �es justo que en esta corporaci�n, donde todos somos socios, tres de los socios obtengan todas las ganancias -grandes o peque�as- y que el cuarto no obtenga nada? "Despu�s de esta demostraci�n pr�ctica uno de los obreros pronunci� un discurso en favor del aumento de sueldos. Yo le pregunt�: "�Le parece justo a usted pedir mayor sueldo cuando uno de los socios no gana nada?' El obrero confes� que no parec�a, muy justo. Fu� la �ltima vez que me hablaron de aumento de salarios." Hagamos representaciones visuales definidas y precisas. 280 Pintemos cuadros mentales que resalten con tanto relieve y claridad como la cornamenta de un venado contra el horizonte del sol poniente. Por ejemplo, la palabra perro nos produce una imagen m�s o menos definida de ese animal - quiz�s un sabueso, o un San Bernardo, o un dan�s, o un Pomerania. Observemos cu�nto m�s determinada es la imagen que se produce en la mente cuando decimos galgo-es una palabra menos extensa. Y si decimos un galgo pintojo, �no es aun mucho m�s clara la imagen? �No es m�s expl�cito decir un percher�n tordilloque un caballo a secas? Diciendo un tigre de Bengala con una espina en la mano derecha, �no damos una idea mucho m�s precisa que diciendo simplemente un tigre? REPITAMOS LAS IDEAS IMPORTANTES CON DIFERENTES PALABRAS Napole�n dec�a que la repetici�n es el �nico principio serio de la ret�rica. El sab�a esto, porque una idea que para �l era clara no siempre los dem�s la alcanzaban con igual facilidad. Sab�a que lleva tiempo comprender nuevas ideas, que la mente debe estar centrada sobre ellas continuamente. En fin, sab�a que era menester repetirlas.No al pie de la letra. La gente se fastidia con esto, y no sin raz�n. Pero si la repetici�n viene envuelta en diferente fraseolog�a, si es variada, los oyentes nunca la considerar�n una repetici�n. Veamos un ejemplo de Echegaray: "Yo limpio a toda religi�n de toda mancha; toda religi�n para m�, en sus aspiraciones nobles y levantadas, es pura y blanca como la nieve." La segunda oraci�n es simplemente una repetici�n y ampliaci�n de la primera, pero cuando las decimos, la mente del oyente no tiene tiempo de darse cuenta que es repetici�n.S�losiente que la idea est� m�s clara. Rara vez doy clase yo en mi curso de oratoria sin escuchar por lo menos un discurso que habr�a estado m�s claro, hubiera 281 tenido mayor eficacia si el orador hubiese empleado el principio de la repetici�n. Es un principio casi ignorado de los Y cu�nto pierden por no saberlo! principiantes. � PONGAMOS EJEMPLOS Una de las maneras m�s f�ciles de hacer claros nuestros asertos es la de poner ejemplos generales y casos concretos. �Qu� diferencias hay entre ambos? El uno, como la palabra l o dice, es general; el otro, determinado. Ejemplifiquemos la diferencia que media entre ellos mediante un caso concreto. Tomemos esta oraci�n: "Hay profesionales que tienen ingresos sorprendentes." �Est� claro esto? �Hemos formado en la mente una idea precisa de lo que el orador nos quiere decir? No, y el orador mismo no puede saber qu� asociaciones producir�n sus palabras en la mente de los oyentes. Un m�dico de aldea quiz� piense en el m�dico amigo de una ciudad cercana que gana veinte mil pesetas por a�o. A un ingeniero de minas le puede hacer pensar en algunos colegas suyos que ganan cuatrocientas mil pesetas anuales. El aserto, tal como est�, es demasiado vago y d�bil. Necesita ser reforzado, Es menester dar algunos detalles explicativos para que el p�blico sepa a qu� profesiones se refiere el orador, y qu� quiere decir con "ingresos sorprendentes": expl�cito si sacase a colaci�n algunas personas que todos conozcamos, como en el siguiente ejemplo? "Los grandes abogados Samuel Untermeyer y Max Stener ganan un mill�n de d�lares por a�o. La entrada anual de Jack Dempsey ha llegado a medio mill�n de d�lares. Joe Louis, el joven pugilista negro, a pesar de que no tiene a�n treinta a�os, ha llegado a ganar m�s de medio mill�n de d�lares. Irving Berlin, con su m�sica popular, ha tenido entradas anuales de medio mill�n. Sidney Kingsley ha recibido diez mil d�lares semanales por sus obras de teatro. H. G. Wells ha dicho, en su autobiograf�a, que su pluma le ha dado tres millones de d�lares. Catalina Cornell ha rechazado-varias veces contratos de cinco mil d�lares semanales para actuar en cinematograf�a. Lorenzo Tibbett y Gracie Moore tienen una entrada anual de un cuarto de mill�n de d�lares cada uno." � No es verdad que ahora s� tenemos una idea clara y vivaz de lo que el orador quer�a decirnos? Seamos concretos. Seamos exactos. Seamos precisos. La exactitud no s�lo favorece la claridad, sino la eficacia, la convicci�n y el inter�s. SUMARIO 1. Ser claro es de suma importancia y a menudo dif�cil. Jes�sdijo que ten�a que ense�ar por par�bolas, "Porque "Hay abogados, pugilistas, m�sicos populares, novelistas, autoaquellos {sus oyentes} que ven, no ven, y aquellos que oyen, res de obras de teatro, actores y cantantes que ganan m�s dinero no oyen; as�, tampoco comprenden". que el presidente de la Rep�blica." 2. Jes�s pon�a en claro lo desconocido refiri�ndolo a lo No tenemos ya una idea mucho m�s clara de lo que que� conocido. Compar� el Reino del Cielo a la levadura, a las r�a decir el orador? Sin embargo, no ha precisado a�n. Nos redes arrojadas al mar, a los mercaderes que compraban ha dado ejemplos generales, pero no casos concretos. Ha dicho perlas. "V� t�, y haz esto mismo." Si queremos dar una idea cantantes, pero no Rosa Ponselle, Mar�aBarrientos ni clara de Alaska, no digamos la superficie que tiene en millas Lily Pons. cuadradas; nombremos los pa�ses conocidos que cabr�an en Por esto, la afirmaci�n queda todav�a m�s o menos vaga. ella. Refiramos la cantidad de habitantes que cuenta a aquella No recordamos ning�n caso concreto que nos sirva de ejemcon que cuenta la ciudad donde estamos hablando. plo. �No podr�a el orador darnos algunos? �No ser�a m�s 3. Evitemos las palabras t�cnicas cuando hablemos a un auditorio "profano". Sigamos el plan de Lincoln de poner 282 28 3 las ideas en lenguaje tan sencillo que hasta un ni�o las pueda comprender. 4. Asegur�monos antes que nada de que el tema que vamos a tratar est� tan claro como la luz del d�a en nuestra mente. 5. Recurramos al sentido de la vista. Usemos cuadros, l�minas, dibujos, siempre que nos sea posible. Seamos precisos. No digamos perro si queremos decir un dan�s pintojo y rab�n que renquea con la pata izquierda. 6. Repitamos las ideas m�s importantes. Pero no usemos las mismas palabras y frases. Variemos la enunciaci�n de tal modo que el p�blico no caiga en la cuenta de que hemos repetido. 7. Aclaremos los conceptos abstractos con ejemplos generales o, mejor aun, con ejemplos precisos y casos concretos. VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Todos conocen los nombres de las ciudades y pa�ses que figuran en la primera columna. Pero muchos desconocen los gentilicios correspondientes. Teruel Huesca Salamanca Gales Turolense Oscense Salmantino Gal�s GRAM�TICA "A pagar ma�ana" A, preposici�n, denota a veces finalidad. Pero no se puede emplear con esa acepci�n delante de un infinitivo. Si digo "a juzgar por lo que dices. . . ", no cometo error, porque la preposici�n indica all� conformidad. Pero es incorrecto decir: "La asamblea a realizarse el lunes ser� muy numerosa" por "La asamblea que se realizar� el lunes ser� muy numerosa." Ni "Los libros a corregir" por "Los libros para corregir", o "para ser corregidos", o "que se deben corregir", "que hay que corregir", "para corregidos", etc. GENTILICIO LUGAR Valladolid Vallisoletano Santafere�o Santa Fe (de Bogot�) Santafesino Santa Fe (de la Argentina) Santiagu�s Santiago (de Compostela) Santiago (de Chile) Santiaguino Santiague�o Santiago (de la Argentina) Santiaguero Santiago (de Cuba) Parisiense Par�s Burdeos Bordel�s Burgal�s Burgos Donostiarra San Sebasti�n (de Guip�zcoa) R�o de Janeiro Fluminense 284 EJERCICIO VOCAL. RESONANCIA El siguiente art�culo sobre resonancia fu� escrito especialmente para este curso por R. J. Hughes: "Recuerdan mis lectores c�mo, de ni�os, sol�an meter la cabeza en un tonel de lluvia semivac�o y emit�an cualquier sonido para extasiarse con el hermoso eco que retumbaba en los o�dos?Ese efecto se deb�a a la resonancia o vibraci�n simp�tica.El sonido producido en el tonel se multiplicaba varias veces al comunicarse al aire casi encerrado de la parte superior del tonel. Todos los instrumentos musicales, el tambor con su caja, la flauta con su tubo, el piano con su 285 tabla de sonidos, el viol�n con su cuerpo de sazonada madera, todos est�n constru�dos sobre el principio de que un sonido primitivamente d�bil puede ser reforzado y multiplicado en su potencia al comunicarlo con un medio adecuadamente el�stico, sea aire,madera o metal. La voz humana sale de un instrumento que re�ne esas condiciones. El d�bil zumbido de las cuerdas vocales es el sonido primitivo que comunica vibraci�n al pecho, y a las cavidades parcialmente abiertas de la faringe, la boca y la nariz, que la refuerzan considerablemente y le dan mayor potencia y majestad. Si s�lo escuch�ramos el zumbido inicial de las cuerdas vocales, la voz no se oir�a a varios pies de distancia, ni tendr�a ninguna de la caracter�stica que nosotros conocemos. La resonancia del pecho es en gran parte autom�tica, en tanto que las cavidades de la cabeza est�n sujetas al dominio de la voluntad, por lo que se puede producir mediante el empleo h�bil de los mismos efectos de voz hermosos y potentes. Un orador amigo m�o, que ten�a voz particularmente �tona y vac�a, ha logrado, por el estudio constante y la tesonera pr�ctica, completo aprovechamiento de su resonancia en la cabeza, y de algunos a�os a esta parte se le ha ponderado el agradable metal de su voz y su facilidad para hablar en salas grandes sin esforzarse. La instrucci�n en el uso adecuado de los resonantes, especialmente la boca y la nariz, debe ser parte importante del adiestramiento de un futuro orador. Cuando el aire deja la laringe o caja vocal, sigue hasta la garganta y llega hasta el velo del paladar, al que podemos ver al fondo de la boca, pendiente. Por debajo de su arco entra parte de la corriente de aire, mientras otra parte se eleva por el pasaje que hay detr�s de este velo o cortina de la nariz. De ambas cavidades, la nariz es m�s grande y tiene una superficie irregular y variada como la de una caverna rocosa. No hab�is hablado nunca en voz alta en una caverna? � Retumbos cuales nunca hab�ais escuchado saludaron vuestros asombrados o�dos.De parecida manera se pegan cualidades nobles a la voz en los irregulares espacios de la nariz y la 286 cabeza. Es lo que se llama "resonancia de la cabeza". Al mismo tiempo, la otra corriente, que pasa por debajo del arco del paladar, sufre un cambio completamente diferente. Adem�s de ser reforzado en volumen como la que entr� en la cavidad nasal por la puerta posterior, esta segunda corriente es modificada por la forma que la pl�stica lengua y los movibles labios dan a la boca. Estas modificaciones de los d�biles sonidos primitivos se llaman vocales. Por esto; las vocales son simples resonancias bucales, sin intromisi�n de las cuerdas. En la laringe todas las vocales son iguales. La forma dada moment�neamente a la boca, sobre todo por la lengua, determina la vocal que queremos pronunciar. As�, la boca es la c�mara de las vocales, y tambi�n se producen en ella las interferencias llamadas consonantes. Y ahora veremos c�mo se deben usar, para mayor eficacia, las tres cavidades de resonancia. La cavidad pectoral resuena autom�ticamentecuando apoyamos firmemente el tono en el aire dominado, tal como visteis en el cap�tulo V. Lo podemos sentir al apoyar la mano sobre el alto pecho. Es m�s fuerte en los tonos bajos, pero se lo nota a trav�s de toda la escala de la voz del adulto. Apoyemos la voz, en cada palabra, con los pulmones repletos de aire. Lograremos as� el m�ximo socorro de la resonancia pectoral. En cuanto a la resonancia nasal, s�lo se puede obtener esta valiosa ayuda mediante adiestramiento especial. Debemos conocer, antes que nada, la diferencia que existe entre resonancia nasal y hablar par la nariz. Hablar por la nariz significa que el tono no pasa libremente por la nariz. Tap�monos las ventanas con los dedos y digamos "una noche de luna". Notemos el desagradable tonillo nasal. Aun sin apretar con los dedos, podemos repetir el mismo tonillo si impedimos voluntariamente que el sonido pase por la nariz. Digamos ahora la misma frase, pero dejando que el tono circule libremente por la nariz, El sonido desagradable habr� desaparecido. La palabra debe ser pronunciada en la boca, pero el tono debe pasar sin estorbo por la nariz, y al mismo 287 tiempo. He aqu� algunos ejercicios que nos dar�n buena resonancia en la cabeza, y mucho poder de sugesti�n en la voz. Ejercicio NQ 1. Inspirar profundamente. Espirar gradualmente con un suave sonido sibilante que forme consonantes. Repetir, y, sin dejar de silbar, cerrar repentinamente los labios sin interrumpir la corriente de aire, que se desviar� hacia la nariz, resolvi�ndose en una m nasal. Ejercicio NQ 2. Inspirar profundamente. Canturrear la m. Sin interrumpir el canturreo, transformarla en n abriendo los labios y pegando al paladar la punta de la lengua. Intercalar la m con la n varias veces, manteniendo siempre la repetida continuaresonancia, como con la palabra m�nimo Observar d�nde se percibe la sensaci�n del aire que mente. vibra. Ejercicio NQ 3. Variar el ejercicio NQ 2 mediante la introducci�n de la vocal i entre ambas consonantes, comominiminiminimi. Notar la clara resonancia de la vocal al frente de la caja bucal, mientras el canturreo contin�a ininterrumpidamente por la nariz. Este canturreo durante la enunciaci�n de la vocal es importante. Sint�moslo al mismo tiempo que lo escuchamos. Ejercicio NQ 4. Repitamos el Ejercicio N4 3, y, sin interrumpir el flujo de resonancia, troquemos la i en a: mini-a, lo cual nos dar� un l�mpido sonido de a, nacido al frente de la boca por detr�s de los dientes superiores, al tiempo que escuchamos el canturreo en las cavidades de la cabeza. Ejercicio NQ 5. Repitamos lentamente mini, mana, varias veces, sin interrumpir el flujo de resonancia en las cavidades nasales. Mira, a un auditorio no le caben, por lo general, m�s de tres o cuatro ideas por hora, y el arte del orador consiste en darle a cada una de esas ideas cuatrocientas vueltas. Un buen orador es ante todo y sobre todo un parafraseador. Es menester dar tiempo a que el p�blico se vaya enterando. Si se le echan demasiadas cosas a la vez o de seguido no es posible que se entere. Se pueden tragar diez, doce, quince o veinte almendras por minuto, pero no se pueden mascar otras tantas en igual tiempo. MIGUEL DE UNAMUNO He aqu� un descubrimiento psicol�gico de extraordinaria i mportancia: "Todas las ideas, conceptos y conclusiones que entran en la mente -dice Walter Dill Scott, presidente de la Universidad del Noroeste-, son considerados ciertos a no ser que se oponga una idea antag�nica. Si transmitimos cualquier suerte de idea a otra persona, no ser� menester convencerla de la verdad de esta idea si logramos impedir que en su mente surjan otras disidentes. Si hago leer a alguien la frase las flores de cardo son las m�s bonitas,esta persona creer� a pie juntillas que son las m�s bonitas, y esto sin necesidad de prueba, a no ser que en su mente se produzcan ideas contrarias." El doctor Scott habla aqu� de la sugesti�n, uno de los recursos m�s poderosos para influir con que cuenta - el orador p�blico - y el privado tambi�n, desde luego. Tres siglos antes de que los Reyes Magos siguieran la estrella de Bel�n, despu�s de la primera Navidad, Arist�teles ense�� que el hombre es un animal que razona, y que procede de acuerdo con los dictados de la l�gica. Fu� un elogio exagerado que hizo de nosotros. Los actos de razonamiento puro son tan raros como los pensamientos rom�nticos antes del desayuno. La mayor parte de nuestras acciones son resultado de la sugesti�n. Sugesti�n es hacer que la mente acepte una idea sin prueba ni demostraci�n. Si yo digo "El vino Equis es absolutamente puro y no tiene mezclas extra�as", y luego no trato de probar este aserto, he recurrido a la sugesti�n. Si muestro el resultado de su an�lisis, y el testimonio de varios catadores conocidos, entonces estoy tratando de probar mi aserto. Las personas que mejor logran influir en los dem�s se 291 apoyan m�s en la sugesti�n que en el argumento. El arte de vender y la propaganda moderna se basan principalmente sobre la sugesti�n. Es f�cil creer.Dudar es m�s dif�cil. Es menester experiencia, conocimiento y materia gris antes de que podamos dudar inteligentemente. Digamos a un ni�o que Pap� Noel baja por las chimeneas, o aseguremos a un salvaje que el trueno es la ira de los dioses, y ni�o y salvaje creer�n a pie juntillas lo que les hemos dicho, hasta que por los conocimientos que adquirieren llegasen a dudar. Millones de personas en la India creen porfiadamente que las aguas del Granges son sagradas, que las serpientes son dioses disfrazados, que es tan grave pecado matar a una vaca como matar a un hombre, y, en cuanto a comer bistec... �ni pensar en eso, que el canibalismo fuera menos horroroso! Aceptan todos estos absurdos, no porque los tengan probados, sino porque la sugesti�n est� muy profundamente arraigada, y carecen de la inteligencia, el conocimiento y la experiencia necesarios para ponerlos en duda. Sonre�mos... �pobres criaturas! �Qu� oscuridad la de sus esp�ritus!Sin embargo, si nos examinamos detenidamente a nosotros mismos, llegaremos a la conclusi�n de que las m�s de nuestras opiniones, nuestras creencias m�s caras, los principios de conducta sobre los cuales basamos nada menos que nuestra vida, son fruto de la sugesti�n m�s que del razonamiento. Citemos un caso concreto de nuestra vida diaria. �Por qu� compramos siempre en determinada tienda, con exclusividad de las otras, y bebemos determinado vino, y no leemos m�s que el diario Equis, ni m�s novelas que las de ciertos autores de moda, como si todos �stos fueran lo mejor de lo mejor? �Tenemos suficiente raz�n para ello? �Raz�n, dije? Los m�s de nosotros no tenemos un �pice de raz�n. �Hemos hecho, acaso, una comparaci�n cuidadosa de valores? � Qu� va! Hemos llegado a creer cosas que nunca nadie demostr�. Los prejuicios, los influjos y los asertos reiterados, que no la l�gica, han modelado nuestras creencias. Somos criaturas sugestionables. Nadie puede negar esto. 292 Si nos hubieran sacado de nuestras cunas cuando ten�amos seis meses y nos hubiera criado una familia hind� a la vera del poderoso Bramaputra, a nosotros tambi�n nos habr�an inculcado desde la ni�ez que las vacas son sagradas; nosotros tambi�n habr�amos aprendido a besarlas dando las top�semos en las calles de Benar�s, nosotros tambi�n mirar�amos con horror a los "perros cristianos" que comen bistec. Tambi�n nosotros har�amos reverencias ante el dios mono, y el dios elefante, y los dioses de madera y de piedra. Por esto, nuestras creencias rara vez son hijas del razonamiento. Las m�s veces son hijas de la sugesti�n y de la geograf�a. Veamos un ejemplo sencillo que muestra c�mo cotidianamente influye sobre nosotros la sugesti�n. Todos hemos le�do muchas veces que el caf� es da�oso. Supongamos que un buen d�a nos decidimos a no tomarlo m�s.Vamos a nuestro restaurante favorito a comer. Si el mozo no conoce bien los secretos de su oficio, quiz� nos pregunte: "�Tomar� usted caf�?" Si nos lo pregunta, las razones en pro y en contra batallar�n bravamente en nuestro �nimo, y acaso gane el dominio sobre nosotros mismos. Preferimos una buena digesti�n al placer moment�neo del paladar. Sin embargo, si nos pregunta negativamente: "No tomar� caf�, �verdad?", nos resulta m�s f�cil decir que no. La idea de rehusarnos que el mozo ha introducido en nosotros se ha transformado en acci�n. Pero supongamos que pregunta: "�Quiere usted que le traiga el caf� ahora o m�s tarde?" � Qu� pasa entonces? Sutilmente ha supuesto que s� queremos caf�;ha concentrado nuestra atenci�n sobrecu�ndo lo queremos; as�, elimina otras razones de nuestra mente, tornando dif�cil el nacimiento de ideas contrarias, y haciendo que el pensamiento de pedir caf� tenga mayor facilidad de transformarse en acci�n. �Qu� resulta de todo esto? Que decimos "S�rvalo ahora", aunque en verdad pens�bamos no pedirlo. Esto le ha ocurrido a la mayor parte de quienes leen estas l�neas.Esto, y mil cosas como �sta, suceden de diario. En las tiendas se ense�a a los vendedores a decir al comprador: "�Lo llevar�?", porque la experiencia les ha ense�ado que cuando 293 la pregunta es "�Quiere que se lo enviemos", los gastos de transporte aumentan inmediatamente. No s�lo existe la tendencia de tener por ciertas las ideas que entran en la mente, sino que es axioma en psicolog�a que tienden a transformarse en acci�n. Por ejemplo, no podemos pensar en una letra del alfabeto sin mover, por muy ligeramente que sea, los m�sculos que se emplean para pronunciarla. No podemos pensar en tragar algo sin mover, aunque muy poco, los m�sculos que se emplean en ese acto. El movimiento puede ser imperceptible para nosotros. Pero hay aparatos lo suficientemente sensibles para registrar esas reacciones musculares. La �nica raz�n por la cual no transformamos en acci�n cuanto pensamos es porque otra idea -la inutilidad de dicha transformaci�n, el gasto, la molestia, lo absurdo, el peligro o alg�n otro pensamiento a este tenor- surge y anula el impulso. NUESTRO PROBLEMA PRINCIPAL De lo dicho arriba se desprende que el problema de hacer que la gente acepte nuestras ideas u obre de acuerdo con nuestras sugestiones se reduce a esto: introducir la idea en sus mentes e impedir que surjan ideas contrarias y opuestas. El que tenga habilidad para esto, ser� poderoso como orador y como profesional o pol�tico. AYUDAS QUE LA PSICOLOG�A NOS PRESTA �Tiene la psicolog�a algunas sugestiones que nos resulten de utilidad para esto? Por cierto que s�. Veamos cu�les son. Primero: �hab�is reparado en que las ideas contrarias casi no se producen cuando la idea principal viene revestida de contagioso entusiasmo? Digo contagioso porque el entusiasmo lo es. Adormece las facultades cr�ticas. Pone en fuga todas las ideas disidentes, negativa y opuestas. Cuando nuestra finalidad sea impresionar, recordemos que es m�s f�cil prodecir emociones que no hacer meditar. Los sentimientos son 294 Y para suscitarlos es m�s poderosos que las ideas fr�as. menester que el orador experimente intensa vehemencia. La insinceridad da al traste con cualquier discurso. Por muy bonitas frases que frag�emos, por acertados ejemplos que reunamos, por mucha armon�a que tengamos en la voz y mucho donaire en los ademanes, si no hablamos con sinceridad ser�n los adornos muy brillantes pero muy huecos. Si queremos impresionar al auditorio, comencemos por impresionarnos a nosotros mismos. El br�o de nuestro esp�ritu, brillando por los ojos, vibrando por la voz, y proclam�ndose por nuestro talante todo, se contagiar�a a los auditorios. ASEMEJEMOS LO QUE QUEREMOS QUE EL P�BLICO ACEPTE A ALGO EN QUE YA CREA Un ateo le dijo cierta vez a William Paley que no hab�a Dios, y desafi� al rector ingl�s a confutar este aserto. Paley extrajo muy tranquilamente su reloj del bolsillo, abri� la tapa y mostr� la maquinaria al incr�dulo, al tiempo que le dec�a: "Si yo le dijera que todos estos escapes y ruedecillas y resortes se han hecho, se han acomodado con la disposici�n que guardan, y se han echado a andar, todo por su propia cuenta, �no dudar�a usted de mi inteligencia? Desde luego que s�. Pues mire usted las estrellas. Todas tienen su ruta y su movimiento perfectamente determinados-la tierra, los planetas alrededor del sol, y todo el sistema traslad�ndose por el espacio a m�s de un mill�n de millas por d�a. Cada estrella es un sol con su propio grupo de mundos que recorre el espacio tal como nuestro sistema solar lo recorre. Sin embargo, no hay choques, no hay desorden, no hay confusi�n. Todo est� tranquilo, todo funciona bien, todo es gobernado. �Esm�s f�cil creer que todo esto se hizo solo, o que lo hizo alguien?" Impresionante, �verdad? �Qu� t�cnica emple� Paley? Veamos. Comenz� por un punto com�n, oblig� a su antagonista a decir que s�, y a que estuviese de acuerdo con �l, tal como aconsejamos en el cap�tulo X. Luego procedi� a demostrar 295 que la creencia en una deidad es tan sencillo e inevitable como la creencia en un relojero. Supongamos que hubiera replicado al ateo: "�Que no hay Dios? �Calle, hombre; no diga usted sandeces! Usted no tiene noci�n de lo que se dice." �Qu� hubiera sucedido? Indudablemente, una justa verbal, una guerra de palabras, tan f�til como fogosa. El ateo se hubiera puesto en pie, con todo su celo imp�o y levantisco y habr�a defendido sus opiniones. �Por qu�? Porque, como lo dijo el profesor Robinson, eran sus opiniones, y su preciosa e indispensable negra honrilla estaba amenazada; su orgullo y amor propio corr�an peligro. Puesto que el orgullo es una caracter�stica tan fundamentalmente explosiva en la naturaleza humana, �no ser�a signo de buen criterio lograr que este orgullo colabore con nosotros en vez de irritarlo para que se nos oponga? �Y c�mo? Pues, demostrando, como hizo Paley, que lo que nosotros afirmamos se parece mucho a algo que nuestro antagonista ya conoce. Esto logra que le resulte m�s f�cil asentir a nuestra afirmaci�n que rechazarla. Impide que surjan en su mente ideas contrarias y opuestas que anulen lo que hemos dicho. Paley demostr� delicado conocimiento del esp�ritu humano. Las m�s de las personas, desgraciadamente, carecen de esta sutil habilidad para entrar en el castillo de las opiniones de otro, de bracero con el castellano. Suponen erradamente que para tomar el castillo es menester asaltarlo y demolerlo mediante asalto frontal. �Y qu� sucede? Que as� como se inician las hostilidades se recoge el puente levadizo, se cierran y trancan los portales, los arqueros, armados con sus cotas de malla, preparan sus flechas y comienzan la batalla de palabras y heridas. Estas escaramuzas siempre terminan en retreta. Ninguno de los rivales logra convencer al otro de nada. LA SAGACIDAD DE SAN PABLO Este m�todo tan sensato que predicamos, no esnuevo. Lo us� hace mucho tiempo San Pablo. Lo us�aquella en alocuci�n famosa que dirigi� a los atenienses enColina la 296 de Marte, y lo emple� con tanto tino ysagacidad, que nos pasma de admiraci�n hoy, despu�s de diecinueve siglos. Era San Pablo un hombre de cultura acabada; y, despu�s de su conversi�n al cristianismo, su elocuencia le convirti� en el principal de los predicadores. Un d�a lleg� a Atenas, la Atenas posterior a Pericles, la Atenas que hab�a alcanzado la cumbre de la gloria y estaba ahora en decadencia. La Biblia dice de esta ciudad: "Todos los atenienses y extranjeros que all� estaban no hac�an sino narrar o escuchar cosas nuevas." No hab�a radio, no hab�a tel�grafo, no hab�a Associated Press. Se les deb�a de hacer cuesta arriba a los atenienses de entonces conseguir algo fresco todas las tardes. Y entonces lleg� Pablo. Esto era una novedad. Todos se api�aron en su derredor, divertidos, curiosos, interesados. Le llevaron al Are�pago y le dijeron: "�Podemos saber qu� es esta nueva doctrina de la cual nos hablas? "Porque traes ciertas especies extra�as a nuestros o�dos: queremos, por ende, saber qu� significan estas especies." En otras palabras, le invitaron a pronunciar un discurso; y Pablo, ni corto ni perezoso, acept�. Lo cierto es que a esto hab�a venido, precisamente. Quiz� se haya instalado sobre un trozo de piedra, y, un poco nervioso, como todos los buenos oradores cuando est�n por comenzar, quiz� se haya lavado las manos en seco y desasperezado la garganta antes de iniciar el discurso. Sin embargo, no le gustaron las palabras usadas para invitarle: "nuevas doctrinas... especies extra�as". Esto era veneno. Era menester borrar estas ideas. Eran campo propicio para la propagaci�n de opiniones contrarias y antag�nicas. No quer�a presentar su fe como algo extra�o, for�neo. Quer�a relacionarlo, compararlo con algo en que ya creyesen. Esto aplacar�a las sugestiones disidentes. Pero, �c�mo lograrlo? 297 Pens� un momento; di� en un plan brillante, y comenz� as� su inmortal discurso: "Hombres de Atenas: percibo que en todas las cosas sois muy supersticiosos." Algunas traducciones dicen "muy religiosos". Creo que �sta es mejor. Adoraban a muchos dioses; eran muy religiosos. Se enorgullec�an de ello. Les dijo una galanter�a, les halag�. Sus oyentes empezaron a sentir simpat�a por �l. Una de las reglas del arte de la oratoria es apoyar los asertos con una prueba. As� lo hizo Pablo: "Porque, mientras pase� y contempl� vuestros rezos, vi un altar que ten�a esta inscripci�n: AL DIOS DESCONOCIDO." Esto prueba que eran muy religiosos. Estaban tan temerosos de descuidar alguna deidad, que hab�an construido un altar al Dios desconocido, una especie de p�liza de seguros contra olvidos y descuidos involuntarios. Pablo, al mencionar este altar, demostr� que no hablaba por adularlos, sino que lo que dec�a era un aprecio genuino nacido de la observaci�n. Y ahora llega la perfecci�n consumada de este comienzo: "A Aquel, entonces, a quien ador�is sin saberlo, vengo yo a declarar." �"Nueva doctrina... especies extra�as"? �Qu� va! S�lo hab�a venido a explicarles algunas cosas sobre un Dios a quien ya adoraban sin saberlo. Asemej� lo que no cre�an con algo que aceptaban apasionadamente: tal fu� su t�cnica maravillosa. Propuso su doctrina de salvaci�n y resurrecci�n, cit� algunas palabras de uno de sus propios poetas griegos, y termin�. El discurso no dur� dos minutos. Algunos de los oyentes se mofaron, pero otros dijeron: "Te escucharemos nuevamente sobre este asunto." Reparemos, de paso, que esta es una de las ventajas de un discurso de dos minutos: nos pueden pedir que hablemos otra 298 vez, como le pidieron a Pablo. Un pol�tico me dijo cierta vez que las reglas principales para pronunciar un discurso eran: brevedad y jugosidad. San Pablo, en esta ocasi�n, observ� ambas reglas. Esta t�cnica que San Pablo us� en Atenas la emplean los comerciantes modernos, de buen gusto, en sus propagandas. He aqu� un p�rrafo extra�do de una carta de propaganda que me lleg� hace poco, de una casa muy acreditada: "El afamado papel Equisequis no cuesta cuatro c�ntimos m�s que el papel del menor precio. Si escribimos a nuestros clientes diez cartas por a�o, la influencia del papel Equisequis nos costar� menos que pagar el tax�metro, menos que ofrecer a nuestro cliente un buen cigarro cada cinco a�os." �Qui�n se negar�a a pagar el tax�metro a un cliente, u ofrecerle un buen habano dos veces por d�cada? Seguramente, nadie. Y �usar nada menos que el papel Equisequis me costar� s�lo ese gasto adicional? �No es verdad que esta carta impide que se produzcan ideas contrarias con respecto a los art�culos de lujo? COMO HACER QUE LAS CANTIDADES GRANDES PAREZCAN PEQUE�AS, Y VICEVERSA Del mismo modo, se puede hacer que una cantidad grande parezca peque�a distribuy�ndola por un per�odo largo de tiempo y comparando el cociente diario con algo que parezca trivial. Por ejemplo, el presidente de una compa��a de seguros de vida demostr� as� lo poco que cuesta un seguro: "Un hombre menor de treinta a�os puede dejar, al morir, ocho mil pesetas a su familia sacando diariamente de su sueldo un real e invirtiendo la cantidad ahorrada en seguro. El hombre de treinta y cuatro a�os que fuma cigarrillos por valor de una peseta todos los d�as, puede estar m�s tiempo con su familia y dejarle, al morir, doce mil pesetas m�s, si invirtiese en seguro el dinero que gasta en tabaco." Por otra parte, se puede lograr que las cantidades peque299 �as parezcan grandes mediante el proceso inverso, o sea la agrupaci�n.Un jefe de la compa��a telef�nica amonton� insignificantes minutos para impresionar a su auditorio con la enormes cantidad de tiempo que pierden los neoyorquinos al no responder con prontitud a las llamadas telef�nicas: "De cada cien llamadas telef�nicas, siete son contestadas con m�s de un minuto de demora. Todos los d�as se pierden por esta raz�n 280.000 minutos. En el transcurso de seis meses, esta demora de un minuto, en Nueva York, es casi igual a todos los d�as h�biles transcurridos desde que Col�n descubri� Am�rica." El Vaticano tiene 15.000 piezas. 2 El Vaticano tiene tantas piezas que si alguien ocupara una pieza diferente cada d�a durante cuarenta a�os, no llegar�a a vivir en todas." �Cu�l de los m�todos siguientes nos da idea m�s acabada de los gastos incre�bles que tuvo Gran Breta�a durante la guerra del catorce? C�MO HACER QUE LOS N�MEROS IMPRESIONEN Los n�meros y las cantidades no tienen de suyo mucho vigor y eficacia. Es menester ampliarlos, referirlos, si es posible, a nuestra experiencia reciente, a nuestra experiencia sensible. Por ejemplo, el concejal Lambeth us� esta t�cnica cuando habl� al Concejo de Londres sobre las condiciones de trabajo. Se detuvo bruscamente en medio del discurso, extrajo el reloj y se qued� mirando en silencio al auditorio durante un minuto y doce segundos. Los otros miembros del concejo comenzaron a moverse intranquilos en sus asientos, a mirar perplejos al orador, consult�ndose significativamente con la mirada. �Qu� pasaba? �Si se habr�a vuelto loco el concejal? Por fin, reasumiendo su discurso, dijo: "Han estado ustedes revolvi�ndose en sus asientos durante una eternidad de setenta y dos segundos, que es el tiempo empleado por el alba�ilmedio para colocar un ladrillo." �Fu� eficaz este m�todo? Vaya si lo fu�, que transmitieron por telegraf�a a todo el mundo y apareci� en los diarios de los cinco continentes. Tan eficaz fu�, que la Corporaci�n de Gremios de Obreros de la Construcci�n pidi� en seguida la huelga "como protesta por este menoscabo de nuestra dignidad". �Cu�l de las afirmaciones que siguen tiene m�s eficacia y vigor? 300 Gran Breta�a gast� aproximadamente mil millones de libras esterlinas -o sea unas cuatrocientos mil millones de pesetasdurante la guerra. �Les sorprender�a a ustedes enterarse de que Gran Breta�a gast�, durante los cuatro a�os de la Gran Guerra, una cantidad de siete libras esterlinas por cada minuto transcurrido desde que se cre� el Virreinato del R�o de la Plata? Pues la cantidad es aun m�s enorme. Gran Breta�a gast� en la Guerra Mundial siete libras por cada minuto pasado, d�a y noche, desde que Col�n descubri� Am�rica. Aun m�s colosal es la cantidad gastada. Gran Breta�a consumi� en la guerra un tesoro de siete libras por cada minuto transcurrido desde que Carlomagno fu� coronado emperador. El expendio fu� aun m�s fabuloso que todo esto: Gran Breta�a gast� durante la guerra siete libras por cada minuto transcurrido desde que naci� jesucristo. En otras palabras, Gran Breta�a gast� siete mil millones de libras. Y s�lo han transcurrido unos mil millones de minutos desde que naci� jes�s. QU� SE CONSIGUE POR LA REPETICI�N La repetici�n es otra arma que podemos esgrimir para i mpedir que surjan ideas contrarias y, antag�nicas capaces de 301 desbaratar nuestros asertos. El siguiente di�logo, de Unamuno, nos lo hace ver harto claramente: '-Es torpe discutir y querer sacar a nadie de sus ideas; los hombres no quieren dejarse convencer. Lo mejor es dejarlos. '-No, sino repetir una y dos, y cien, y mil y millones de veces la misma cosa, que en fuerza de o�rla acabar�n por.cre�rtelo cuando ya no les suene a cosa extra�a. Un d�a y otro y otro, siempre con la misma canci�n. -Pero si una vez no se lo pruebas, �te lo van career la mil�sima? cosaa ex-Claro que s�. La cuesti�n es que no les suene ya tra�a y nueva, que sea corriente, que est�n hartos de o�rla. Lo que se oye a diario acaba por aceptarse, por absurdo que sea. El valor del hombre est� en repetir constantemente su palabra. Como se sepa dar forma cl�sica a un disparate, pasar�. -�Y por qu� forma cl�sica? '-Porque la forma cl�sica es la que se ha hecho ya corriente y usual. Las nuevas ideas se rechazan porque hay que hacerles lugar entre las viejas, variando cuando menos la colocaci�n de �stas. Seg�n Begahot, un ingl�s de la clase media, con decir "�en mi vida he o�do semejante cosa!" cree haber refutado un argumento. "-Lo cual me recuerda algo que dice Schopenhauer acerca de los tres grados por que pasa entre el p�blico toda doctrina nueva, y que, si no estoy trascordado, es que primero se hace el silencio en su derredor, despu�s se la mira como novedad peligrosa, y acaba por decirse: Eso es muy antiguo." Hiram Johnson conoc�a la verdad de lo dicho por Unamuno. Por ello recorri� el estado de California durante siete meses, terminando casi todos sus discursos con esta misma predicci�n: "Recuerden esto, mis amigos; yo voy a ser el pr�ximo gobernador de California; y cuando lo sea, echar� del gobierno a Guillermo Herrin y el Ferrocarril del Pac�fico del Sur." La madre de John Wesley conoc�a la verdad de lo dicho por Unamuno. Por ello respondi� a su esposo, cuando �ste le dijo que por qu� repet�a una misma cosa veinte veces a 302 los hijos: "Porque no han aprendido la lecci�n cuando se la he repetido diecinueve veces." Sim�n Bol�var conoc�a la verdad de lo dicho por Unamuno. Por ello repiti� cuatro veces un mismo pensamiento, aunque con muy diferentes palabras, cuando quiso encarecer a sus soldados la compasi�n y caballerosidad que deb�an tener para con los espa�oles en el combate que estaban pr�ximos a librar: "Os hablo, soldados, de la humanidad, de la compasi�n que sentir�is por vuestros m�s encarnizados enemigos. Ya me parece que leo en vuestros rostros la alegr�a que inspira la libertad, y la tristeza que causa una victoria contra hermanos. �Soldados! Interponed vuestros pechos entre los vencidos y vuestras armas victoriosas, y mostraos tan grandes en generosidad como en valor. Esta guerra no ser� de muerte, ni aun regular siquiera: ser� una guerra santa; se luchar� por desarmar al adversario, no por destruirlo." Sin embargo, a pesar de todo cuanto hemos dicho en elogio del principio de la repetici�n, debemos prevenir que en manos de un orador inexperto es un arma peligrosa. A no ser que tenga fraseolog�a muy variada, su reiteraci�n puede fracasar y llegar a ser una repetici�n desnuda y demasiado evidente. Esto es fatal. Si los oyentes nos cogen en una de �stas, comenzar�n a revolverse en sus asientos y a mirar la hora. EJEMPLOS GENERALES Y CASOS CONCRETOS Corremos poco riesgo, con todo, de aburrir al p�blico cuando empleamos ejemplos generales y casos concretos. Interesantes y f�ciles de atender, tienen considerable valor cuando nuestra finalidad sea inculcar y convencer. Son un instrumento valioso para impedir que surjan ideas antag�nicas en el �nimo del oyente. "Pero, se�ores-dijo en un debate Castelar-, hay algo que subleva cuando se ve lanzar a la frente de un Diputado republicano la acusaci�n de que no ha cumplido con un sentimiento 303 de humanidad; el sentimiento de ese deber le autoriz� para venir aqu� a protestar contra el asesinato del general Prim, y a decir que los pueblos que pierden las virtudes de Cincinato y de Camilo no se salvan por la conjuraci�n de Casio ni por la daga de Bruto." Estas alusiones facilitan la comprensi�n.Veamos otro ejemplo. El doctor Hillis, en un discurso, declar� que "la desobediencia es esclavitud; la obediencia es libertad". Pero le pareci� que este aserto, a no ser que diese un ejemplo, no ser�a muy claro ni convincente; y entonces continu�: "La desobediencia a la ley del fuego o del agua o del �cido significa la muerte. La obediencia a la ley del color da al artista su habilidad. La obediencia a la ley de la elocuencia da al orador su fuerza; la obediencia a la ley del hierro da al inventor sus herramientas." Habr�a podido ser aun m�s expl�cito. Habr�a podido dar m�s vigor y fuerza mediante la citaci�n de casos concretos. �Por ejemplo? Veamos: "La obediencia a la ley del color di� a Leonardo da Vinci su �ltima Cena. La obediencia a la ley de la elocuencia di� a Sagasta su discurso de Loja; la obediencia a la ley del hierro di� a Gustavo Eiffel la torre m�s alta del mundo. �No est� mejor as�? Al p�blico le gusta que el orador d� nombres y fechas - algo que pueda examinar por su propia cuenta si as� lo desea. Este proceder es franco, honrado. Gana confianza. Impresiona. Por ejemplo, supongamos que yo diga: "Muchos autores famosos comenzaron con poco �xito su carrera." No he causado impresi�n. La proposici�n es muy vaga. No salta de la p�gina para darnos una conmoci�n. Pronto lo olvidaremos. No es ni clara ni interesante ni convincente. El recuerdo de art�culos le�dos en los peri�dicos donde se dec�a lo contrario surgir� en la mente para poner en tela de juicio tal aserto. Si yo creo que muchos hombres poderosos viven sencillamente, �c�mo llegu� a esa conclusi�n? Por la observaci�n 304 de varios casos concretos. Entonces, el mejor medio de hacer creer a los dem�s lo que yo creo es d�ndoles la prueba palpable que nosotros conocemos. Si yo puedo mostrar a los oyentes lo que yo he visto o conozco de buena tinta, los oyentes llegar�n probablemente a la misma conclusi�n que yo, y esto sin que yo tenga, quiz�, necesidad de apoyarla con argumentos. Cualquier conclusi�n que el orador deje descubrir a los oyentes mediante casos concretos y pruebas que aduzca, tendr�n doble, triple, qu�ntuple valor que las conclusiones prefabricadas y presentadas en plantel. Por ejemplo: Paul Val�ry no se revel� como un gran escritor hasta sus 47 a�os, con la publicaci�nLadeJeune Parque. Las dos primeras obras de Benito P�rez Gald�s pasaron inadvertidas. Igualmente pasaron inadvertidas las dos primeras �peras de Rossini, que luego se convirti� en el hombre m�s popular de Europa. Josu� Carducci no logr� llamar la atenci�n con su primer libro de rimas. Un cr�tico le acus� de "falta absoluta de toda posible facultad po�tica".Hoy le consideran muchos el segundo poeta de Italia, depu�s de Dante Alighieri. George Sand fu� durante mucho tiempo una gacetillera mediocre, hasta que su novela Indiana le trajo fama y dinero. �Qu� consecuencia traen a nuestro �nimo estos casos concretos? �Hacen v�vido el aserto de que los hombres poderosos a menudo viven con sencillez? �Impresionan nuestro �nimo con la veracidad de este hecho? �No es verdad que dif�cilmente se producir�n en nuestro �nimo ideas antag�nicas? EL PRINCIPIO DE LA ACUMULACI�N No esperemos que una referencia r�pida a uno, o quiz� dos ejemplos produzcan el efecto apetecido. "Debe haber -dice el profesor Phillips- una sucesi�n de impresiones que recalquen la primera. Una y otra vez la mente debe concentrar su atenci�n sobre la idea de que se trata; 305 se debe acumular experiencia sobre experiencia hasta que el mismo peso hunda la idea profundamente en los tejidos del cerebro. Entonces se convierte en parte de �l, y ni el tiempo ni los acontecimientos lograr�n ya borrarla. Y el principio por el cual se produce esto se llama Acumulaci�n." Observemos c�mo aplicamos este principio al disponer, m�s arriba, el desfile de ejemplos con que probamos que hombres muy poderosos a menudo viven con sencillez. Veamos c�mo R�os Rosas, en un discurso con que hizo caer un ministerio, aplic� este principio para combatir la centralizaci�n: la centrali"�Sabe S.S., que nos hablaba de pante�smo, qu� es zaci�n?Pues es el pante�smo pol�tico. Con la centralizaci�n, abajo el poder de la imprenta; con la centralizaci�n, abajo la eficacia de la tribuna; con la centralizaci�n, abajo el prestigio de la riqueza; con la centralizaci�n, abajo el ascendiente de la Iglesia; con la centralizaci�n, abajo todos los poderes, abajo todos los derechos, abajo todas las influencias morales; no hay m�s Dios que el Estado, no hay m�s poder que el ca��n, no hay m�s ministro que el tel�grafo. COMPARACIONES GR�FICAS Hace muchos a�os, un alumno m�o dijo en un discurso el n�mero de casas que el fuego hab�a destru�do en el a�o anterior. Luego a�adi� que si se colocaran estas casas una detr�s de otra llegar�an de Nueva York a Chicago, y que si los que hab�an perecido en estos siniestros fuesen colocados a media milla de distancia, entre s�, la horripilante hilera unir�a nuevamente a Chicago con Nueva York. Las cantidades que di� las olvid� inmediatamente; pero han pasado diez a�os y aun puedo ver, sin el menor esfuerzo, aquella l�nea de casas llameantes que un�a las dos ciudades m�s grandes de los Estados Unidos. �Por qu� ocurre esto? Porque las impresiones auditivas son m�s dif�ciles de retener. Se deslizan como la cellizca que choca contra la suave corteza de las hayas. �Y las impresiones visuales? Hace algunos a�os vi una bala de ca��n empotrada en la pared de una vieja casa situada a la orilla del Danubio. Era una bala de ca��n que la artiller�a de Napole�n hab�a disparado en la batalla de Ulm. Las impresiones visuales son como esa bala: Dan con impacto tremendo y quedan empotradas. Quedan fijas. Tienden a desalojar cualquier idea antag�nica,del mismo modo que Bonaparte desaloj� a los austr�acos. La eficacia que tuvo la respuesta dada por William Paley al ateo se debi� no poco al hecho de que era visual. Jos� Manuel Estrada us� esta t�cnica cuando se despidi� de sus alumnos de la Facultad de Derecho: "De las astillas de las c�tedras destru�das por el despotismo, haremos tribunas para ense�ar la justicia y predicar la libertad." APOY�MONOS SOBRE AUTORIDADES Siendo yo ni�o sol�a divertirme en el campo, donde viv�a, haciendo que las ovejas saltasen por encima de un palo al pasar por determinada puerta. Despu�s que varias ovejas hab�an saltado quitaba el palo. Y todas las otras ovejas segu�an saltando al pasar por la puerta, sobre un obst�culo imaginario. La sola raz�n por que saltaban era que las otras hab�an saltado. La oveja no es el �nico animal que tiene esta tendencia. Casi todos nosotros estamos propensos a hacer lo que los dem�s hacen, a creer lo que otros creen, a aceptar, sin ponerlo en tela de juicio, el testimonio de hombres de nota. Belisario Rold�n sol�a citar autoridades en sus discursos: "Afirma Ferri, volviendo a mi asunto, que la mano que se adelanta a recibir limosna no es casi nunca la del m�s necesitado. Ello no probar�a, en resumen, sino que la caridad debe practicarse cautelosamente." "Venga el debate; y si la palabra final que pronuncia la honorable C�mara es contraria a la idea del divorcio, que sus sostenedores puedan retirarse del recinto sin llevar un dejo de amargor en el alma y sin sentir que asoman a sus labios estas palabras hermos�simas pronunciadas por aquel de quien se ha dicho 307 que fu� el fil�sofo de los poetas y el poeta de los fil�sofos: "Quieren oscurecernos el alma; nosotros queremos iluminar la suya; nuestra revancha es la luz'." Sin embargo, al citar autoridades, tengamos en cuenta los cuatro puntos que siguen: 1. Seamos precisos. �Cu�l impresiona y convence m�s de estos asertos? a) Los grandes centros del saber humano son obra de los Papas, que no del protestantismo. b) "�D�nde estaba el protestantismo, se�ores diputados, cuando ya en el a�o 895 se fundaba la Universidad de Oxford? �D�nde estaba cuando se fundaron las Universidades de Cambridge, el a�o 915, la de Padua, en 1179, la de Salamanca en 1200, la de Viena en 1237, la de Montpellier en 1289, la de Coimbra en 1290?" Manterola. Cuidado entonces con comienzos tan vagos como, por ejemplo, "Las estad�sticasdemuestran. . . " �Qu� estad�sticas? �Qui�n las reuni� y para qu�? �No nos descuidemos! "Los n�meros no mienten; pero los mentirosos, s�." La frase tan com�n "muchos autores declaran" es rid�culamente vaga. �Qui�nes son estos autores? Nombremos uno o dos, a ver. Si no sabemos qui�nes son, �c�mo podemos estar seguros de sus afirmaciones? Seamos precisos. Esto nos gana la confianza del auditorio. Le demuestra que sabemos de qu� hablamos. Uno de los principales cuidados de Belisario Rold�n era ser preciso en sus discursos. Veamos c�mo cita autores en este p�rrafo: -pregunt�. Y la voz an�nima, la "'�D�nde est� el pueblo?' que en todas las horas de la historia traduce las palpitaciones del alma p�blica, contest�: '�El pueblo espera ser desobedecido para mostrarse; que se toquen las campanas del Cabildo, y se ver� bien! Aplausos.) d�nde est� el pueblo (�Muy "Dice Mitre, en la p�gina 335 del tomo primero de su Historia de Belgrano: 'Un rumor sordo de descontento cundi� hasta los suburbios y empez� a circular por las calles y plazas de la 308 I I u ciudad, concurso numeroso de gente que nadie hab�a citado ni dirigido.' "Dice L�pez: "Estaban todos inflamados y en pleno alzamiento, arrebatados por esa acci�n volc�nica que se produce a veces en el seno impenetrable de los pueblos.' "El doctor Ramos Mej�a, que escruta en el pasado con la honradez con que opera de cirujano... (�Muy bien! Aplausos.) ... dice en la p�gina 113 deLas multitudes argentinas, refiri�ndose a este movimiento de las muchedumbres cuya acci�n desconoc�a el se�or diputado por Tucum�n: "Esta mancomunidad de esfuerzos e impulsos peque�os, que produce resultados tan grandes y trascendentales, desconcierta nuestra rutina, acostumbrada a no cotizar sino la acci�n personal del hombre representativo."' 2. Citemos a un hombre popular y querido. Nuestros gustos y disgustos tienen m�s influencia sobre nuestros juicios de lo que nos gustar�a confesar. Cierta vez vi c�mo silbaban a un conocido orador en un debate socialista. Lo que el orador dijo fu� bastante cort�s y, por lo menos as� me pareci�, bastante inofensivo, bastante intrascendental. Pero el orador era antisocialista y el auditorio no. Le odiaban. Hubieran dudado hasta de la veracidad de la tabla de multiplicar si este orador la hubiese citado. Citemos, pues, a hombres que gocen del cari�o del auditorio, como Rold�n hizo al citar a Mitre y a Ramos Mej�a. 3. Citemos a autoridades locales. Si el discurso lo pronunciamos en San Juan, citemos a alg�n hombre p�blico de San Juan. Nuestros oyentes pueden consultarle, pueden investigar nuestro aserto. El testimonio de un hombre a quien conocen les causar� mayor efecto que el de alg�n desconocido de Rosario o Tres Arroyos. 4. Cuidemos que quien citamos tenga autoridad para decir lo que dice. Pregunt�monos: �Tiene esta persona a quien pienso citar suficiente y reconocida autoridad respecto de este tema? �Por qu�? �Es imparcial? 309 Pedro Vergniaud, uno de los jefes del partido girondino, invoc� el nombre de dos autoridades para todos sus oyentes indiscutibles, al disertar sobre el proyecto de Constituci�n: "�Qu� Rep�blica quer�is dar a Francia? �Quer�is proscribir la riqueza y el lujo que, seg�n Rousseau y Montesquieu, destruyen la igualdad? �Quer�is crear un gobierno austero, pobre y belicoso como el de Esparta? Y m�s adelante, en el mismo discurso: "�Quer�is fundar, como en Roma, una Rep�blica conquistadora? Os dir�, y conmigo os lo dir� la historia, que las conquistas siempre fueron fatales a la libertad; y con Montesquieu, que la victoria de Salamina perdi� a Atenas, como la derrota de los atenienses a Siracusa. 4. Usemos ejemplos generales. (El doctor Hillis: "La obediencia a la ley del color da al artista su habilidad.") S. Citemos casos concretos. (Ejemplo: Muchos autores famosos empezaron con poco �xito. De Josu� Carducci dijeron los cr�ticos que le faltaba toda posible facultad po�tica.) 6. Usemos comparaciones gr�ficas. Las impresiones auditivas se borran m�s f�cilmente. Las visuales se empotran como una bala de ca��n. (Ejemplo: la hilera de casas ardiendo entre Nueva York y Chicago.) 8. Apoyemos nuestras opiniones en autoridades imparciales. Seamos precisos como lo era Belisario Rold�n en sus discursos. Citemos a un hombre popular y querido. Citemos a un hombre local. Citemos a alguien con suficiente autoridad para decir lo que diga. SUMARIO "Todas las ideas, conceptos y conclusiones que entran en la mente, son considerados ciertos a no ser que se oponga una idea antag�nica." Nuestro problema, entonces, cuando el prop�sito de nuestro discurso sea impresionar y convencer, es doble: primero: expresar nuestras propias ideas; segundo: impedir que surjan en el �nimo del oyente ideas opuestas, capaces de anular las nuestras. He aqu� ocho reglas que nos ser�n de provecho para lograr tal finalidad: 1. Convenz�monos a nosotros mismos antes de querer convencer a otros. Hablemos con entusiasmo contagioso. 2. Demostremos c�mo lo que queremos hacer que el auditorio acepte se parece mucho a algo en que ya cree. (Ejemplo: Paley y el ateo; San Pablo en Atenas; el papel Equisequis. ) 3. Reiteremos las ideas. (Ejemplo: "Yo ser� el pr�ximo gobernador de California." La arenga de Sim�n Bol�var.) Cuando reiteremos una cantidad, ilustr�mosla. Por ejemplo: Gran Breta�a gast� siete mil millones de libras durante la Gran Guerra, o sea m�s de cuatrocientas pesetas por cada minuto transcurrido desde que naci� Jesucristo. 310 VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Las palabras de la columna izquierda son extranjeras. Ninguna entre ellas es necesaria al castellano. Todas tienen equi valencia. INCORRECTO CORRECTO Quermese Verbena, feria, romer�a, lada Contentamiento Mistificaci�n Pud�n Pasable Congresal Indiscriminado Conferencista Influenciar Educacionista Ancestral Benevolente Conformidad Enga�o Bud�n Pasadero, aceptable Congresista Indistinto Conferenciante Influir Educador, pedagogo At�vico Ben�volo la duquesa de Fr�as. Cuidemos de recalcar las combinaciones mp, nd, nt, ng, nc, n final en s�laba t�nica, etc., como Senos Masacre Reclame Pechos Matanza Propaganda GRAM�TICA "Nuevecientos", "Veinte y cinco", "Treintiuno" Hay palabras, como fuerte, cierto, bueno, que en determinadas circunstancias pierden el diptongo y vuelven a la vocal latina: fortificar, certidumbre, bon�simo.Esto mismo sucede a nueve cuando se une a ciento: novecientos. Veinte, junto con diez, es el �nico dec�nico que no termina en a (treinta, cuarenta, ochenta). Como la e y la i son primas hermanas, concluyen por fundirse; y prevalece la i, que por estar detr�s tienemayor peso pros�dico. Por esto se dice veintiuno, veinticinco. Entre la a y la i tambi�n se produce este fen�meno, pero con mucha menor intensidad, por lo cual a�n no se han fundido:treinta y uno, setenta y seis. EJERCICIO VOCAL. RESONANCIA NASAL Durante su primera campa�a pol�tica, Theodore Roosevelt se encontr� con que se le agotaba la voz poco despu�s de iniciada la jira pol�tica en que deb�a pronunciar muchos discursos. Contrat�, pues, a un profesor vocal para que viajase con �l en el tren; y entre estaci�n y estaci�n, Roosevelt practicaba: "ding-dong, sing-song, hong-kong", recalcando el sonido ng, haci�ndolo retumbar por la nariz, para desarrollar la resonancia nasal. La resonancia nasal presta vivacidad y atracci�n, y es sobremanera deseable para quien tenga que hablar a la distancia. Practiquemos el ejercicio de Roosevelt. Luego leamos en voz alta, no una vez, sino una vez por Eleg�a a la muerte de d�a, esta poes�a de Nicasio Gallego, la 31 2 Al sonante bramido Del pi�lago feroz que el viento ensa�a Lanzando atr�s del Tura la corriente; Tres razones me mueven a recomendar la lectura de esta poes�a. Es beneficiosa para la resonancia nasal. Las palabras en bastardilla retumban en la caverna de la nariz, y, por cierto, en todas las irregulares cavidades de la cabeza. Como ya hemos se�alado en otros cap�tulos, inspiremos profundamente y luego tratemos de sentir, mientras leemos y desalojamos el aire, la misma sensaci�n en la cabeza que cuando inspir�bamos. Leamos tambi�n esto para desarrollar la fuerza y agilidad de la punta de la lengua. (Ver cap�tulo VI.) Y, por �ltimo, leamos estos versos para adquirir tonos briosos, tonos de �mpetu, de vitalidad. (Ver cap�tulo VIL) Leamos el primer p�rrafo en falsete. (Ver cap�tulo VIL) Al sonante bramido Del pi�lago feroz que el viento ensa�a Lanzando atr�s del Turia la corriente; En medio al denegrido Cerco de nubes que de Sirio empa�a Cual velo funeral la roja frente; Cuando el c�rabo oscuro Ayes despide entre la bre�a inculta, Y a tardo paso so�oliento Arturo En el mar de occidente se sepulta; A los mustios reflejos Con que en las ondas alteradas tiembla De moribunda luna el rayo fr�o, Dar� del mundo y de los hombres lejos Libre rienda al dolor del pecho m�o. S�, que al mortal a quien del hado el ce�o A infortunios sin t�rmino condena, Sobre su cuello m�sero cargando De uno en otro eslab�n larga cadena, Ni en jard�n halag�e�o, 313 Ni al puro ambiente de apacible aurora Soltar conviene el lastimero canto Con que al cielo importuna. Solitario arenal, sangrienta luna Y embravecidas olas acompa�en Sus lamentos fat�dicos. �Oh lira Que escenas s�lo de aflicci�n recuerdas; Lira que ven mis ojos con espanto Y a recorrer tus cuerdas Mi ya tr�mula mano se resiste! Ven, lira del dolor. �Piedad no existe! Tened siempre algo que decir. El hombre que tiene algo que decir, y que tiene fama de no hablar a menos que tenga algo que decir, es siempre escuchado con atenci�n. Sepamos siempre de antemano lo que vamos a decir. Si en nuestra mente hay confusi�n, la habr� mucho mayor en la mente de los oyentes. Pongamos orden en nuestros pensamientos. Por muy breves que sean, sabr�nmejor si tienen principio, centro y final. Y sobre todo, sed claros. Haceos entender claramente por el auditorio. En los debates, tratad de adelantaros a los argumentos de vuestros adversarios. Responded con seriedad a sus mofas, y con mofas a sus asertos serios. Meditemos siempre qu� clase de auditorio hemos de tener. Nunca, si est� en nuestra mano evitarlo, nos estemos quietos o a la defensiva. LORD BRYCE Si fu�ramos hu�spedes de un hombre rico de ciertas regiones de China, ser�a correcto que arroj�semos los huesos de los pollos y de las aceitunas por encima del hombro. Es una galanter�a que hacemos a nuestro anfitri�n. Le significamos con ello que sabemos que es rico y que tiene suficientes criados para limpiar despu�s de comer. Y el anfitri�n se siente halagado. Podemos hacer lo que nos venga en gana con los despojos de una comida suntuosa en la casa de un hombre rico. Pero en otras partes de China la gente pobre hasta tiene que guardar el agua con que se ba�a. Calentarla cuesta tanto, que la tienen que comprar en una venta de agua caliente. Luego que se han ba�ado la llevan de nuevo y la venden de segunda mano al ventero. Cuando el segundo parroquiano la ha ensuciado, el agua todav�a tiene valor comercial, aunque el precio se ha reducido un poco. �Resultan interesantes estos datos sobre la vida en China? �Sabe alguien por qu�? Lo dir�: porque son aspectos muy poco comunes de cosas comunes en exceso. Son versiones muy extra�as de acontecimientos tan ordinarios cuales son el comer y el ba�arse. Esto despierta nuestro inter�s: algo nuevo en cosas viejas. Tomemos otro ejemplo. Esta p�gina en la que estamos leyendo, esta hoja de papel que estamos mirando, parece muy sencilla, �verdad? Hemos visto miles y miles de p�ginas como �sta. Parece algo muerto e ins�pido. Pero si explico una cosa con respecto a ella, todos se sentir�n, probablemente, interesados. Manos a la obra, pues. Esta p�gina parece materia s�lida a quienquiera la mire. Pero lo cierto es que se parece m�s a una tela de ara�a que a materia s�lida. Todos sabemos 317 que est� compuesta de �tomos. Y �qu� tama�o tiene un �tomo? En el cap�tulo XII nos dijeron que hay tantos �tomos en una gota de agua cuantas gotas de agua hay en el Mediterr�neo, que hay tantos �tomos en una gota de agua cuantas briznas de hierba en el globo terr�queo. Y los �tomos que componen este papel, �de qu� se componen? De part�culas m�s peque�as aun llamadas electrones y protones. Estos electrones giran alrededor del prot�n del �tomo, guardando distancias tan extensas -relativamente- como las que separan a la luna de la tierra. Y recorren sus �rbitas, los electrones de este universo en miniatura, a la inconcebible velocidad de diez mil millas por segundo aproximadamente. Los electrones que componen esta hoja de papel han recorrido, desde que empezamos a leer esta oraci�n, un espacio igual al que separa a Buenos Aires de Tokio. Y hace dos minutos nos parec�a que esta hoja era la cosa m�s tranquila del mundo. En cambio, es uno de los grandes misterios de Dios. Un verdadero torbellino de energ�a. Si ahora nos interesa, se debe a que hemos aprendido algo nuevo y extra�o respecto de ella. En esto estriba el secreto de la gente interesante. Esta es una verdad de importancia, una verdad de la que nos debemos aprovechar en nuestras conversaciones cotidianas. Lo que es completamente nuevo carece de inter�s; lo que es completamente viejo no nos atrae. Queremos que nos digan algo nuevo con respecto de algo viejo. Ninguno de nosotros podr�a despertar el inter�s de un destripaterrones de Arag�n con una descripci�n del Museo del Louvre. Es algo demasiado nuevo para �l. No guarda ligaz�n con lo que ya le interesa. Pero quiz� logremos despertarle el inter�s si le explicamos c�mo los labriegos holandeses aran tierras que est�n debajo del nivel del mar y cavan zanjas que hacen las veces de palizadas, y construyen puentes que utilizan como puertas. Quiz�s el buen ma�o abra tama�a boca si le decimos que los granjeros holandeses hacen dormir las vacas, durante el invierno, bajo el mismo techo que a su familia, y que no es dif�cil pasar por una casa y ver una vaca mirando, por entre las cortinas de encaje de la ventana, 31 8 la nieve que cae. El sabe qu� son vacas y qu� son palizadas - nuevas versiones, como vemos, de cosas viejas. -�Cortinas d'encaje! �Y pa una vaca, dizust�? �Redi�s Y lo contar� a todos los ma�os de la vecindad. He aqu� un discurso pronunciado por uno de mis alumnos. Le�moslo, a ver si nos interesa. Si despierta nuestro inter�s, �a qu� se debe? COMO NOS AFECTA EL ACIDO SULF�RICO "Los m�s de los l�quidos son medidos por pintas, azumbres, litros o barricas. Generalmente hablamos de un cuarto de vino, una pinta de leche, una barrica de melaza. Cuando se descubre un nuevo pozo de petr�leo, decimos que su rendimiento es de tantas barricas por d�a. Hay un l�quido, sin embargo, que por fabricado y consumido en tan grandes cantidades, la unidad de su medida es la tonelada. Este l�quido es el �cido sulf�rico. "Est� relacionado con nuestra vida diaria en una veintena de modos. Si no fuera por el �cido sulf�rico, nuestro autom�vil se detendr�a y deber�amos volver a los tumbones y a los coches de punto, puesto que se lo emplea profusamente en el refinamiento del querosene y de la nafta. Las luces el�ctricas que iluminan nuestra oficina, que brillan sobre nuestra mesa, que nos permiten llegar a la cama por la noche sin tropezar, no ser�an posibles sin �l. "Cuando nos levantamos por la ma�ana y hacemos caer agua en la ba�era, empleamos un grifo niquelado, que requiere �cido sulf�rico en su fabricaci�n. Tambi�n lo requiri� la terminaci�n de la ba�era esmaltada. El jab�n que usamos ha sido, probablemente, hecho con grasas o aceites a los que se ha tratado con este �cido. Nuestra toalla lo ha conocido antes que nosotros hayamos conocido a nuestra toalla. Las cerdas del cepillo para el pelo tambi�n lo han necesitado, y el peine de celuloide con que nos peinamos no habr�a podido ser producido si faltase el �cido. Nuestra navaja, indudablemente, ha sido tratada con �l despu�s de la esmaltaci�n. "Nos ponemos la ropa interior. Nos abotonamos la ropa exterior. El blanqueador, el fabricante de anilinas y el tintorero lo han empleado. Muy posiblemente al fabricante de botones le fu� necesario para terminar los botones. El curtidor usa �cido sulf�- 319 rico para preparar el cuero de nuestros zapatos, y nuevamente lo utilizamos para lustrarlos. "Bajamos a desayunarnos. La taza y la salsereta, si son blancas, no habr�an podido serlo sin el auxilio del �cido. Se lo utiliza para producir el color dorado y otros colores ornamentales. A nuestra cuchara, cuchillo y tenedor les han dado, si son plateados, sendos ba�os de �cido sulf�rico. "El trigo con que se hace nuestro pan ha crecido gracias a la aplicaci�n de un fertilizador de fosfato, la base de cuya fabricaci�n es este �cido. Si solemos tomar jarabes, el jarabe lo necesit� tambi�n. "Y as�, todo el d�a, este �cido nos afecta en cuanto hagamos. Vayamos adonde vayamos, no podemos hurtarnos a su influjo. No podemos ir a la guerra sin �l, ni vivir sin �l en la paz. Conque parece casi imposible que este �cido, tan indispensable para el hombre, sea tan completamente extra�o al individuo medio. Y as� es, sin embargo." LAS TRES COSAS MAS INTERESANTES DEL MUNDO �A que nadie sabe cu�les son las tres cosas m�s interesantes del mundo?: El sexo, la propiedad y la religi�n. Por la primera creamos la vida, por la segunda la mantenemos, por la tercera esperamos continuarla en el otro mundo. Pero lo que nos interesa es nuestro sexo, nuestra propiedad, nuestra religi�n.Nuestros intereses giran en torno de nuestros yos. No nos interesa, por ejemplo, una conferencia sobre C�mo se hace un testamento en Noruega; pero en cambio nos interesar�auna conferencia sobre C�mo sehacen nuestros testamentos. No nos interesa, excepto, quiz�, por curiosidad, la religi�n de los hind�es. Pero nos interesa fundamentalmente la religi�n que nos brindar� eterna felicidad en el mundo venidero. Cuando le preguntaron a Lord Northcliffe qu� despertaba el inter�s de las personas, respondi� con s�lo dos palabras: "Ellos mismos". Y Northcliffe deb�a de saberlo bien, puesto que era el m�s poderoso propietario de peri�dicos de Gran Breta�a. 320 �Sabe alguien qu� clase de persona somos? Ah, este s� que es un tema interesante. Estamos hablando de nosotros. He aqu� un m�todo para mirarnos al espejo y vernos tal cual somos. Prestemos atenci�n a nuestros ensue�os. �Qu� son los ensue�os? El profesor James Robinson nos lo dir�: " Todos parecemos estar continuamente pensando durante la vigilia, y los m�s de nosotros creemos seguir pensando en el sue�o, con m�s simpleza aun que en la vigilia. A no ser que surja alg�n incidente inusitado, nos sumimos continuamente en lo que ahora llaman r�verie.Tal es nuestra forma espont�nea y favorita de pensamiento. Dejamos que nuestras ideas escojan su rumbo, y este rumbo lo determinan nuestros temores y nuestras esperanzas, nuestros espont�neos deseos, su logro o frustraci�n; nuestros gustos y disgustos, nuestros cari�os, nuestros odios y resentimientos. Nada nos es tan interesante como nosotros mismos. Cualquier pensamiento que no sea dominado m�s o menos trabajosamente, ir� a girar, inevitablemente, en derredor del amad�simo yo. Es a la vez triste y divertido observar esta tendencia en nosotros y en los dem�s. Cort�s y generosamente, aprendemos a no parar mientes en esta verdad, pero si nos atrevemos a contemplarla, la vemos resplandeciente como el sol de medio d�a. "Nuestros r�veriesnos dan la mejor pauta del fundamento de nuestro car�cter. Son el reflejo de nuestra naturaleza interior, modificado por recuerdos reprimidos u olvidados a menudo. El r�verie influye, sin duda, todos nuestros pensamientos, por su persistente tendencia a magnificar y justificar el yo, que son sus principales cuidados." Recordemos entonces que la gente a quien hemos de hablar pasa la mayor parte del tiempo, cuando no est� ocupada en sus asuntos, pensando en s� misma, justific�ndose y glorific�ndose.Recordemos que al hombre medio le preoocupa m�s el hecho de que su cocinero se vaya, que la deuda de Italia a Francia. Se excitar� m�s con una hoja de afeitar desafilada que con la abdicaci�n de alg�n rey europeo. Su cepillo de dientes le desazonar� m�s que un terremoto en Asia en el que hayan muerto medio mill�n de seres humanos. Prefiere que le digan algo agradable de s� mismo que o�r hablar de los diez hombres m�s eminentes del mundo. 321 EL ARTE DE CONVERSAR AGRADABLEMENTE La raz�n por la cual tan pocas personas conversan bien es que s�lo hablan de lo que les interesa a ellas. Y eso suele ser terriblemente aburrido para los dem�s. Invirtamos el proceso. Hagamos que el interlocutor hable de las cosas que le interesan, de sus negocios, del campeonato de pelota que gan�, de su �xito en la vida - o, si es una madre, de sus hijos. Hagamos esto y escuchemos atentamente; y entonces nos tendr�n por persona de conversaci�n agradable, aunque hayamos hablado poco o nada. El se�or Harold Dwight pronunci� ha poco tiempo un discurso de extraordinario �xito en el banquete de fin de cursos. Fu� hablando de cada persona que hab�a a la mesa, explic� c�mo hablaba al empezar el curso, c�mo fu� mejorando luego, exager� sus peculiaridades, hizo re�r a todos y a todos halag�. Con semejante material, era casi imposible que fracasara. Era ideal en absoluto. Ning�n otro tema habr�a podido interesar tanto al concurso. El se�or Dwight sabe manejar la naturaleza humana. UNA IDEA QUE GAN� DOS MILLONES DE LECTORES Hace algunos a�os LaRevista Americana tuvo un crecimiento portentoso. Su repentino auge caus� sensaci�n en el mundo period�stico. �Cu�l fu� el secreto? El secreto fu� John M. Siddall y sus ideas. Cuando conoc� a Siddall, estaba a cargo del Departamento de Personas Interesantes. Yo hab�a colaborado con algunos art�culos; y un d�a me estuvo hablando por un buen rato: -La gente es ego�sta -me dec�a-. S�lo se interesan por s� mismos. Poco les importa que el gobierno compre los ferrocarriles; en cambio, quieren saber de qu� modo pueden progresar, c�mo pueden ganar mayor sueldo, c�mo conservar la salud. Si yo fuese director de esta revista -continu�-, les dir�a a los lectores c�mo tienen que cuidarse los dientes, c�mo tienen que ba�arse, c�mo mantenerse frescos en verano, 32 2 c�mo conseguir un empleo, c�mo manejar a los empleados, c�mo comprar casas, c�mo desarrollar la memoria, c�mo evitar los errores gramaticales, etc. A la gente le interesan los cuentos reales; entonces conseguir�a que alg�n millonario les explicase c�mo labr� su fortuna con inversiones en inmuebles. Har�a que banqueros de nota y presidentes de grandes corporaciones relataran la manera en que lograron llegar al poder y a la riqueza. Poco tiempo despu�s Siddall fu� nombrado director. La revista, por causa de su reducida circulaci�n, era casi un fracaso. Siddall cumpli� su palabra. �Cu�l fu� el resultado? Asombroso. La circulaci�n aument� a doscientos mil ejemplares, trescientos mil, cuatrocientos mil, medio mill�n. Aqu� hab�a cosas que el p�blico ansiaba. Poco despu�s compraban la revista un mill�n de lectores, luego un mill�n y medio y por fin dos millones. No se detuvo all�, sino que sigui� aumentado durante muchos a�os. Siddall hab�a explotado el ego�smo del p�blico. COMO INTERESO EL DOCTOR CONWELL A MILLONES DE OYENTES El doctor Conwell pronunci� su c�lebre conferencia �reas de diamantes m�s de quince mil setecientas veces. John M. Siddall, en aquella conversaci�n que tuve con �l, la mencion� y analiz�, y creo que el enorme �xito de su revista se debi� en parte a la influencia de esta conferencia sobre Siddall. El mismo doctor Conwell nos relata que una de las cosas que cuidaba especialmente cuando iba a un pueblo o ciudad, era enterarse de los pormenores de la ciudad, sus caracter�sticas y problemas sobresalientes, para luego alterar su discurso refiri�ndolo al lugar, con lo cual siempre parec�a fresco y nuevo. "Hay que ir a los pueblos -dice Jim�nez de As�a-, pernoctar en ellos, conocer sus necesidades �ntimas, hablar con las gentes en el campo, en la taberna, en la casa. Despu�s, en lenguaje muy sencillo, comentar p�blicamente proyectos, ambiciones, necesidades y posibles remedios." 323 UN TEMA QUE SIEMPRE ATRAE Hablando de cosas y de ideas, es posible que aburramos a la gente; pero rara vez dejar�n de prestarnos atenci�n si hablamos de otras personas. En este momento son miles las conversaciones que est�n ocurriendo en Buenos Aires, por encima de una tapia, a una mesa de t�, por el cable de tel�fono, etc. �Y cu�l es la caracter�stica de estas charlas? La chismograf�a. Fulano dijo tal cosa. Zutano hizo esto otro. Ayer la vi haciendo esto, eso y aquello. Mengano de Tal anda de novio, etc. Muchas veces he hablado ante concursos de gente menuda, escolares de pocos a�os. Y la experiencia me ense�� pronto que era menester contarles cuentos acerca de gente si quer�a mantenerlos interesados. No bien entraba en generalidades y comenzaba a manejar ideas abstractas, Juanito comenzaba a revolverse en el asiento, Anto�ito le hac�a una mueca a alguien, Jos� arrojaba algo al pasillo. Desde luego, estos auditorios estaban compuestos de ni�os;pero las pruebas de inteligencia que llev� a cabo el ej�rcito durante el reclutamiento de la Gran Guerra demostr�, con gran asombro de todos, que el cuarenta y nueve por ciento de los adultos s�lo tienen una edad mental de 13 a�os, aproximadamente. Conque, dif�cilmente pecar� nadie por hacer uso de demasiados cuentos. Las revistas, que millones de personas leen, y muchos diarios, est�n llenos de esta clase de literatura. Cierta vez, en un curso que di en Par�s, ped� a un grupo de hombres de negocios que hablaran sobre el tema C�mo triunfar. Los m�s de ellos alabaron las virtudes dom�sticas, sermoneando y aburriendo a sus oyentes. Entonces interrump� la clase y dije: -No queremos sermones. A nadie le gusta esto. Recuerden que tienen ustedes que entretenernos, de lo contrario dejaremos de prestarles la m�s m�nima atenci�n. Recuerden tambi�n que una de las cosas m�s interesantes del mundo es la nunca bien ponderada chismograf�a. Relaten, pues, la vida 324 de dos hombres que hayan conocido. D�gannos por qu� uno triunf� y el otro fracas�. De buena gana escucharemos eso, lo recordaremos, y hasta lo aprovecharemos. Y, por otra parte, les resultar� a ustedes m�s f�cil que estas ret�ricas abstractas y verbosas. Hab�a un alumno en esa clase a quien se le hac�a particularmente dif�cil interesarse �l o interesar a su auditorio. Esa noche, sin embargo, vi� nuevos horizontes en mi sugesti�n; y nos habl� de dos compa�eros de la universidad. Uno de ellos era tan econ�mico, que hab�a comprado camisas en las diferentes tiendas de la ciudad y hab�a hecho unas tarjetas donde anotaba cu�l se gastaba menos en el lavado, duraba m�s y daba el mejor rendimiento por franco invertido. La unidad monetaria para �l era el centavo. Sin embargo, cuando se gradu� -era la Facultad de Ingenier�a-, ten�a tan elevada opini�n de su importancia que, �Jes�s!, �c�mo iba �l a comenzar desde abajo y escalar posiciones como los dem�s? A los tres a�os de graduado, cuando se realiz� la reuni�n anual de ex-alumnos, todav�a segu�a anotando en las tarjetas, y a la espera de que algo extraordinariamente bueno le saliera al camino. Nunca le sali�. Han pasado veinticinco a�os desde entonces, y este hombre, insatisfecho y amargado de la vida, tiene todav�a un empleo de escasa jerarqu�a. El orador mostr� entonces el contraste de este fracaso con la vida de otro compa�ero que excedi� cuanto esperaban de �l. Era este chico la mar de simp�tico. Todos le quer�an. Aunque ten�a ambici�n de hacer algo grande m�s adelante, empez� como simple dibujante. Pero se manten�a siempre a la expectativa de una buena oportunidad. Se estaban completando entonces los planes para la exposici�n Panamericana de Buffalo. Nuestro amigo comprendi� que all� necesitar�an ingenieros talentosos; entonces renunci� su empleo en Filadelfia y se traslad� a Buffalo. All�, gracias a la simpat�a que irradiaba, gan� en seguida la confianza de un se�or muy influyente. Se asociaron y comenzaron a trabajar inmediatamente en construcciones. La compa��a de tel�fonos le encarg� 325 important�simos trabajos, y por �ltimo esta misma casa le emple� con un sueldo enorme. Hoy es millonario y uno de los principales accionistas de la compa��a telef�nica. Lo que acabamos de leer no es m�s que el bosquejo de lo que dijo el orador. Su discurso, aderezado con una veintena de pormenores divertidos y reales, fu� interesante y provechoso. Habl� y habl� -este alumno que nunca hab�a podido hallar tema para hablar tres minutos seguidos-, y cuando termin� no pod�a creer que hubiese tenido la palabra durante media hora- El discurso hab�a sido tan interesante, que a todos nos pareci� breve. Fu� el primer triunfo verdadero de este alumno. Casi todos los alumnos pueden aprender de este caso. El com�n de los discursos ser�a m�s atrayente y eficaz si tuviera abundancia, riqueza de cuentos humanos y reales. El orador debe tratar de tocar algunos puntos generales y luego ejemplificarlos con casos concretos. Este m�todo dif�cilmente dejar� escapar la atenci�n del oyente. Si es posible, estos cuentos deben mencionar luchas, algo por lo que haya habido contienda, victorias, etc. A todos nos interesan enormemente las lidias y los combates. Hay un viejo refr�n que dice que a todo el mundo le agradan los enamorados. �Craso error! Lo que a todo el mundo le agrada son las trifulcas y las trapatiestas. Le gusta ver a dos enamorados luchando por la mano de una misma mujer. Prueba de esto son casi todas las novelas, casi todos los cuentos de las revistas, casi todas las pel�culas. Cuando se han vencido todos los obst�culos y el protagonista toma en sus brazos a la hero�na, los espectadores comienzan a coger sombreros y abrigos. Cinco minutos despu�s las mujeres comenzar�n a chismear, montadas en sendas escobas. Casi todos los cuentos de revistas se basan en esta f�rmula. Hagamos que el lector se aficione con los dos protagonistas. Hagamos que el (o la) protagonista desee fervientemente algo. Hagamos que este algo parezca imposible de obtener. Mostremos c�mo lucha por �l y lo logra. La historia de un hombre que haya luchado en la vida 326 contra obst�culos desalentadores, y que haya ganado, es siempre interesante. Un periodista me dijo cierta vez que la vida real, �ntima, de cualquier persona, es interesante. Si uno ha luchado y combatido -�y qui�n no lo ha hecho?-, la historia de su vida, correctamente narrada, atraer�.Nadie lo dude. SEAMOS CORRECTOS El autor tuvo cierta vez como alumnos, en la misma clase, a un doctor en filosof�a y a un individuo rudo que hab�a pasado su juventud, treinta a�os antes, en la Marina Mercante. El refinado humanista era profesor de una universidad; su compa�ero de los siete mares era propietario de una empresa de mudanzas de segundo orden. Aunque parezca extra�o, los discursos del hombre tosco habr�an podido entretener a un auditorio popular mucho m�s eficazmente que los del universitario. �Por qu�? El profesor ten�a dicci�n perfecta, su porte indicaba a las claras cultura y refinamiento, sus exposiciones eran claras y l�gicas; pero hab�a un ingrediente indispensable de que sus discursos carec�an: no eran concretos. Eran demasiado vagos, demasiado generales. Por lo contrario, el de las mudanzas no ten�a casi suficiente poder de abstracci�n para generalizar. Cuando hablaba iba derechamente al grano. Era preciso. Era concreto. Esta cualidad, unida a la virilidad de su expresi�n y a la frescura de su fraseolog�a, tornaba interesantes sus discursos. He citado este caso, no porque sea t�pico de todos los universitarios ni de todos los propietarios de empresas de mudanzas, sino porque ejemplifica el mayor poder de interesar que posee quien -independientemente de la educaci�ntiene la feliz costumbre de ser concreto y preciso en su discurso. Este principio es tan importante, que daremos varios ejemplos para que quede firmemente grabado. Tratemos de recordarlo siempre, de no descuidarlo jam�s. �Qu� resulta, por ejemplo, m�s interesante: decir que 327 Mart�n Lutero, siendo ni�o, era "testarudo y hura�o", o decir que, seg�n sus propias confesiones, los maestros le zurraban hasta "quince veces por ma�ana"? Palabras tales como "testarudo y hura�o" tienen muy poco poder de atenci�n. En cambio, �no resulta f�cil atender a esta cantidad de azotes? El antiguo m�todo de escribir biograf�as consist�a en encadenar una serie de generalidades que Arist�teles llamaba, y por cierto que con mucha raz�n, "el refugio de las almas d�biles".La nueva escala presenta datos concretos que hablan por s� solos. La antigua escuela dec�a que Juan P�rez hab�a nacido de padres "pobres pero honrados". El nuevo m�todo, en cambio, dir�a que el padre de Juan P�rez no ten�a para comprar chanclos, de modo que, cuando llegaban las nieves, deb�a envolverse los zapatos con arpillera para que no se le humedecieran y enfriaran los pies; pero que, a pesar de su pobreza, nunca bautiz� la leche ni vendi� por bueno un caballo con hu�lfago. Todo esto indica bien a las claras que sus padres eran "pobres pero honrados", �verdad? Y �no resulta este m�todo mucho m�s interesante que aqu�l? Pues si este m�todo da buen resultado con los bi�grafos modernos, tambi�n lo dar� con los oradores modernos. Tomemos un ejemplo. Supongamos que queremos hacer ver que la energ�a perdida diariamente en las cataratas del Ni�gara es pasmosa. Supongamos que hemos dicho esto y que luego quisimos agregar que, de utilizarse y convertirse en dinero los beneficios de este aprovechamiento, se podr�a alimentar y vestir a multitudes enteras. �Con decirlo as�, directamente, lograr�amos que interesara y entretuviera?No, por No est� mejor como lo dijo Edvin Slosson en el cierto. � Diario de Noticias Cient�ficas? Bolet�n "Nos dicen que hay algunos millones de personas en la pobreza y mal alimentados y, sin embargo, aqu� en el Ni�gara, se malgasta diariamente el equivalente de 250.000 panes por hora. Podemos ver con nuestra imaginaci�n 600.000 huevos frescos cayendo por el precipicio de hora en hora y convirti�ndose en una gigantesca tortilla en el fondo. Si continuamente cayeran de los 328 telares tejidos en un r�o de 1300 metros de ancho, como es el r�o Ni�gara, representar�a la misma destrucci�n de propiedad. Si se pusiera una gran biblioteca p�blica debajo del chorro, en una o dos horas se llenar�a de buenos libros. O podemos imaginarnos una gran tienda que venga flotando r�o abajo y caiga por la catarata para estrellarse contra las rocas, a cincuenta metros de profundidad. Ser�a un espect�culo extremadamente interesante y divertido, tan atractivo a la gente como el actual, y no m�s costoso. Sin embargo, muchas personas que ahora se oponen al aprovechamiento de la energ�a hidr�ulica, se opondr�an a semejante proyecto por lo extravagante." PALABRAS QUE EVOCAN IM�GENES En este proceso de interesar al auditorio, hay un auxilio, una t�cnica, de la mayor importancia. Sin embargo, todos la ignoran. El orador medio parece no tener la menor noci�n de su existencia. Probablemente nunca haya pensado, conscientemente, en ella. Me refiero al proceso de usar palabras que evoquen im�genes. El orador f�cil de escuchar es aquel que pone unas como figuras delante de nuestros ojos. El que emplea s�mbolos vagos, vulgares, ins�pidos, adormece al auditorio. Im�genes, im�genes, im�genes. Tienen tanta soltura como el aire que respiramos. Salpiqu�moslas sobre nuestros discursos y conversaciones; esto nos har� m�s interesantes, nos dar� mayor influencia. Por ejemplo, tomemos el p�rrafo de Slosson que acabamos de citar. Reparemos en las palabras-im�genes. Van apareciendo y echan a correr en cada frase, en tanta cantidad como las liebres en Australia: "250.000 panes por hora, 600.000 huevos frescos cayendo por el precipicio de hora en hora y convirti�ndose en una gigantesca tortilla all� en el fondo, telares que dejan caer continuamente tejidos en un r�o de 1300 metros de anchura, una gran biblioteca p�blica bajo el chorro, libros, una gran tienda flotando r�o abajo y estrell�ndose contra las rocas, gente divirti�ndose con el espect�culo". 329 Nos resultar�a tan dif�cil desconocer un discurso o un art�culo as�, como nos lo ser�a no prestar la menor atenci�n a una pel�cula proyectada sobre el lienzo de un teatro. Herbert Spencer, en su famoso ensayo titulado Filosof�a del estilo, anot� ya la superioridad de las palabras que evocan im�genes: "Nosotros no pensamos en t�rminos generales, sino en particulares. Deber�amos evitar proposiciones como �sta: "Seg�n sean crueles y b�rbaras las maneras, costumbres y diversiones de un pueblo, as� ser�n de severas las prescripciones de su c�digo penal." "Y en vez de esto debi�ramos escribir: "Seg�n se regodeen los hombres en batallas, corridas de toros y combates de gladiadores, as� ser�n castigados por la horca, la pira o el potro del tormento." Abundan estas frases y palabras evocadoras de im�genes en la Biblia y en muchos buenos autores. Leamos este pasaje de Historia de la vida del busc�n,de Quevedo, donde el protagonista describe al d�mine Cabra: "�l era un cl�rigo cerbatana, largo s�lo en el talle, una cabeza peque�a, pelo bermejo. No hay m�s que decir para quien sabe el refr�n que dice, ni gato ni perro de aquella color. Los ojos avecinados en el cogote, que parec�a que miraba por cu�vanos; tan hundidos y escaros, que era buen sitio el suyo para tienda de mercaderes; la nariz entre Roma y Francia... ; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre, parec�a que amenazaba com�rselas: los dientes le faltaban no s� cu�ntos, y pienso que por holgazanos y vagabundos se los hab�an desterrado; el gaznate largo como avestruz, con una nuez tan salida, que parec�a se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos; las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo parec�a tenedor, o comp�s con dos piernas largas y flacas; su andar muy de espacio; si se descompon�a algo, se sonaban los huesos como tablillas de San L�zaro." No ha reparado nadie que los refranes y frases que van � pasando de generaci�n en generaci�n son casi todos dichos visuales? "Da Dios habas a quien no tiene quijadas", "Cual 33 0 la madre tal la hija, y tal la manta que las cobija", "Las manos del oficial, envueltas en un cendal". Lo mismo nos demuestran todos los s�miles que nos han legado las generaciones anteriores: "blanco como la nieve", "astuto como un zorro", "duro como una roca", etc. EL INTER�S QUE DESPIERTAN LOS CONTRASTES Escuchemos la condenaci�n que Macaulay hace de Carlos I. Reparemos que Macaulay no s�lo emplea im�genes, sino que usa oraciones contrastadas. Los contrastes violentos casi siempre nos despiertan inter�s. Contrastes violentos son los que componen el siguiente p�rrafo. "Le acusamos de haber quebrantado su juramento de la coronaci�n; �y nos responde que respet� su voto matrimonial! Le acusamos de haber abandonado su pueblo a los despiadados castigos del m�s fan�tico de los prelados; �y su defensa es que sent� a su hijito en sus rodillas y le bes�! Le censuramos por haber violado los art�culos de la Petici�n del Derecho despu�s de haber prometido, por buena y valiosa consideraci�n, que los observar�a; ï¿y ½ nos dice que estaba acostumbrado a escuchar los rezos a las seis de la ma�ana! Es a consideraciones como �stas, unidas a su vestimenta de Vandyke, a su cara agraciada, y a su barba puntiaguda, que debe, creemos sinceramente, su popularidad entre la actual generaci�n." EL INTER�S ES CONTAGIOSO Hasta aqu� hemos hablado de la clase de material que interesa al auditorio. Sin embargo, uno puede cumplir mec�nicamente todas las prescripciones dadas y ser un orador insulso y cansador. Atraer y retener el inter�s de la gente es cosa delicada, un asunto de sentimiento y de intuici�n. No es como manejar una m�quina de vapor. No se puede dar un libro de reglas precisas para esta arte. El inter�s, no lo olvidemos nunca, es contagioso. Los oyentes sentir�n inter�s, no hay casi duda, si el orador tambi�n lo siente. Hace alg�n 331 tiempo, un caballero, alumno m�o, se levant� en una clase para prevenir al auditorio de que, si continuaban los m�todos actuales para pescar peces de roca en la bah�a de Chesapeake, se extinguir�a la especie... �y en muy �pocos a�os! Este hombre sent�a el tema. Era importante. Estaba sinceramente preocupado. Todo en �l lo demostraba. Cuando se levant� a hablar, yo no sab�a que hubiese un animal en el mundo llamado pez de roca. Creo que la mayor parte del auditorio compart�a mi ignorancia y poco inter�s. Pero antes de que el orador terminase, ya a todos se nos hab�a contagiado parte de su ansiedad. Probablemente todos hubi�ramos de buena gana firmado un petitorio a la legislatura para que protegiese por ley al pez de roca. Cierta vez le pregunt� a Richard Child, a la saz�n embaador en Italia, en qu� consist�a el secreto de su �xito como j escritor interesante. Y me dijo: -"Ta vida me excita tanto, que no puedo estarme quieto. No tengo otra soluci�n que contar a la gente lo que me pasa." �Qui�n puede resistirse al encanto de un escritor como �ste? Recientemente asist� a una conferencia en Europa. Cuando hubo terminado, uno de los que hab�an venido en el grupo, novelista conocido, hizo notar que la �ltima parte de la conferencia le hab�a agradado m�s que la primera. Cuando le pregunt� por qu�, me respondi�: -El orador parec�a m�s interesado en la �ltima parte, y yo siempre dejo que el orador me contagie su entusiasmo e inter�s. Esto pasa con todos los oyentes. No lo olvidemos. SUMARIO ser� tenido por de muy agradable conversaci�n aunque hable poco. 4. La bendita chismograf�a, los cuentos que tratan de otras personas, siempre atraen y retienen la atenci�n. El orador debiera enunciar algunos puntos generales y luego ejemplificarlos con ejemplos reales. 5. Seamos concretos y definidos. No nos asociemos a la escuela de oradores "pobres pero honrados". No digamos que Mart�n Lutero, de ni�o, era testarudo y hura�o. Anunciemos esto, y luego reforc�moslo con la explicaci�n de que sus maestros le zurraban hasta "quince veces por ma�ana". Esto torna claro, vigoroso e interesante aquel aserto. 6. Salpiquemos los discursos con frases que creen im�genes, con palabras que pongan como figuras delante de los ojos. 7. Empleemos oraciones contrarrestadas y contrastadas, si es posible. 8. El inter�s es contagioso. El auditorio no podr� menos que sentirlo si el orador tambi�n lo siente. Pero esto no se consigue por la observaci�n mec�nica de simples preceptos. VICIOS DE LENGUAJE VOCABULARIO Suelen confundirse los g�neros de las siguientes palabras: MASCULINAS FEMENINAS Cortaplumas Tiroides Caparaz�n Asma Coliflor Sart�n Desmentida Vislumbre D�namo Ap�cope Enema Vuelta 1. Nos interesan los datos extraordinarios de cosas ordinarias. 2. Nuestro principal inter�s somos nosotros mismos. 3. La persona que hace hablar a otros sobre s� mismos y las cosas que les interesan, y escuchar con gran atenci�n, 33 2 333 Las palabras calor, tema, cometa, armaz�n yotras, tienen dos g�neros, pero no se pueden usar indistintamente. Ruego al lector que consulte el diccionario para averiguar sus acepciones en uno y otro g�nero. Otras palabras, comocolor, arte, puente, etc., pueden usarse indistintamente en femenino o masculino sin que su significaci�n mude. GRAM�TICA Medio Medio puede ser adjetivo y puede ser adverbio. Y sustantivo y verbo tambi�n, por cierto. Cuando es adjetivo significa "igual a la mitad de una cosa". Media calle, Medio libro. Cuando es adverbio: "no del todo, no enteramente". Medio roto, Medio ahogadas. medio, Como los adverbios carecen de g�nero y n�mero, siempre que sea adverbio, har� caso omiso del g�nero y n�mero de la palabra que modifica. Es esta la regla que se infringe m�s a menudo. �Qui�n no ha o�do decir Una mujer media borracha, Unas casas medias destru�das? Por si alguien entre mis lectores no recuerda la diferencia que hay entre adverbios y adjetivos, refr�squele esto la memoria: el adjetivo califica o determina un sustantivo; el adverbio califica o determina un adjetivo, un verbo o un adverbio, pero nunca un sustantivo. Cuando medio determine un sustantivo, como calle, podr� alterar el g�nero y n�mero. Cuando determine un adjetivo, deber� permanecer invariable. como destru�das, "Un tropel de muchachos medio desnudos se encarama por proa y se cuelga al baupr�s como un racimo." Ricardo Le�n 33 4 EJERCICIO VOCAL. COMO LOGRAR QUE NOS OIGAN A LA DISTANCIA No es menester gritar a voz en cuello pata que nos oigan en un sal�n grande o al aire libre. S�lo es menester emplear adecuadamente la voz. Un susurro, reforzado por los tonos correctos, se escuchar� en el m�s apartado rinc�n del m�s amplio teatro. He aqu� algunos consejos que nos permitir�n hacernos escuchar m�s f�cilmente: 1. No miremos el piso. Esto es de principiantes. El auditorio se fastidia con esto. Destruye el v�nculo, la comunicaci�n, la sensaci�ndar de y tomar entre los oradores y el p�blico.Hace tambi�n que el tono baje demasiado, lo cual i mpide que flote por sobre el auditorio. 2. "El aire contenido -dec�a la Schumann-Heink- es la fuerza motriz de la voz. Sin dominarlo adecuadamente, nada se logra. Lo mismo da querer ir en un autom�vil que carezca de nafta, que querer cantar sin aire." Cantar, o hablar. Es como p�lvora que hay detr�s de las palabras. Siempre debe haber en los pulmones una reserva de aire para que nos sirva como trampol�n, como catapulta, para lanzar las palabras. Sin duda habremos visto alguna vez, en alguna vidriera comercial, esas peque�as bolitas que bailotean en el aire, mientras un chorro de agua las sostiene. As� debieran bailotear nuestras palabras, sostenidas por el aliento. Deben estar suspendidas como una cometa que el viento sostiene. Respiremos, pues, profundamente, sintiendo la expansi�n de los pulmones a la altura de las costillas inferiores, sintiendo el diafragma aplast�ndose. Cuando comencemos a hablar, no empleemos todo el aire en seguida. Racion�moslo. Dominemos su salida de acuerdo con lo explicado en el cap�tulo V. 3. Relajemos la garganta, los labios, la mand�bula. (Ver los cap�tulos IV, IX y X). Los tonos que salgan de una garganta estrechada tienen poca audibilidad, por su escasa vibraci�n. 4. Si alguien golpea un trozo de hierro con un martillo, 335 el ruido ser� desagradable y ensordecedor; no tendr� audibilidad. Pero una orquesta musical puede ser escuchada a gran distancia, y a cualquier distancia agrada. �De d�nde la diferencia? Muy sencillo. Los instrumentos de la orquesta producen sonidos puros, armoniosos, sonidos con resonancia; el martillo, en cambio, produce un estr�pito desagradable, sordo, falto de resonancia. Hace poco, estuve al lado de un m�sico que tocaba una corneta. Si el m�sico hubiera empleado la misma cantidad de aire para gritar, no se le hubiera escuchado desde muy lejos; pero este mismo aire, pasando por la corneta, vibrando en sus c�maras de resonancia, produc�a ondas sonoras audibles a gran distancia. Esto nos explica por qu� muchas voces que parecen potentes a quienes las escuchan de cerca, apenas las pueden escuchar quienes est�n algo alejados; carecen de resonancia, y es la resonancia lo que torna potentes los sonidos. La resonancia, la relajaci�n y la reserva de aire. Practiquemos, pues, los ejercicios vocales ense�ados en los cap�tulos IV, IX y X. Mientras escuchamos la radio, tarareemos las melod�as que toquen, apoyando la mano sobre el cr�neo, la nuca,la nariz, los labios, las mejillas, el pecho, etc. Para aprovechar mejor la resonancia natural, hablemos con la misma sensaci�n de holgura en la cabeza que cuando aspiramos. Esto es muy importante. 5. Pronunciemos las vocales con claridad. La vibraci�n de las vocales es lo que llega lejos. No debemos, pues, descuidarlas. Es menester enunciarlas con naturalidad, con holgura, con exactitud. Practiqu�moslas, a, e, i, o, u, con la mand�bula relajada. Repit�moslas por segunda vez, para ejercicio de los ' labios ahora. El empleo correcto de los labios es de gran importancia para las vocales. La e y la i son vocales femeninas. Expresan la delicadeza. Los labios forman "trompita" al pronunciarlas: La o y la u son las vocales masculinas, que expresan fuerza, sonoridad, riqueza, profundidad: on, un, oun, uon. 6. El timbre de la voz debe variar, subir y bajar como una escala. Ya tratamos esto en el cap�tulo VII. Esta variaci�n recalca cada palabra, la distingue de las dem�s. 7. Para que nos oigan a la distancia es menester tener volumen. No confundamos esto con hablar a gritos. Quien hable con poco inter�s y convencimiento, no ser� escuchado, en igualdad de condiciones, a tanta distancia como aquel que pone todo su ardor en lo que dice. No es la vacuidad lo que hace potente la voz, sino la riqueza. Una de las primeras cosas que el m�dico observa en el paciente es la voz. La voz es reflejo de la vitalidad. Una voz robusta y potente no puede nacer de un cuerpo enfermo o siquiera cansado. Descansemos, pues, antes de hablar. Obedezcamos las leyes de la sensatez. "Una hermosa voz, art�sticamente empleada -dice la Melba-, s�lo puede surgir de un cuerpo sano... Es necesario robusta salud para obtener �xitos grandes. Mucho aire libre, comidas sencillas y nutritivas, y ocho o nueve horas de sue�o es cuanto necesita el cantante, cuya laringe refleja invariablemente su estado f�sico." en, in, ein, �en. La a es la vocal vivaz, la de la alegr�a, la del optimismo. 336 337 CAP�TULO XV C�MO INCITAR A LA ACCI�N Los oradores verdaderamente eficaces nunca han entronizado el ciego impulso como su dios. Lo han dominado y dirigido con el juicio que nace del cuidadoso estudio de las leyes que gobiernan la acci�n y las creencias. EDUARDO PHILLIPS El gran fin de la vida no es el conocimiento sino la acci�n. HUXLEY que distingue la La acci�n es la carcter�stica grandeza. SAINT ELMo LEWIIS Quedamos m�s f�cilmente persuadidos, en general, por las razones que descubrimos de nuestra propia cuenta, que por las que nos vienen ~eridas de otros. PASCAL Si pudi�ramos duplicar o triplicar el poder de alguno de los talentos que poseemos, con s�lo desearlo, �cu�l elegir�amos para beneficiado de semejante merced? �No elegir�amos, seguramente, nuestra facultad de influir sobre los dem�s, o sea de incitar a la acci�n? Esto traer�a consigo mayor poder, mayor provecho, mayor placer. �Debe esta arte-tan indispensable para nuestro �xito en la vida- seguir siendo siempre una hija de la ventura? �Esmenester que continuemos errando por obedecer nuestro instinto? �O existe alguna manera racional de conseguirlo? Hay, y lo veremos en seguida, un m�todo basado en las reglas del sentido com�n, de la naturaleza humana, la naturaleza de todos nosotros; un m�todo que el autor ha empleado muchas veces, y que ha ense�ado a otros. El primer paso en este m�todo es ganar atenta ate�ci�n. A no ser que logremos esto, la gente no escuchar� cuidadosamente lo que decimos. La manera de hacer esto lo hemos tratado extensamente ya en los cap�tulos IX y XIV. �No ser�a conveniente revisarlos? El segundo paso es ganarse la confianza de los oyentes. Si no logramos esto, no tendr�n fe en lo que decimos. Y aqu� es donde fracasan muchos oradores. Y muchos avisos de propaganda, muchas cartas comerciales, muchos empleados, muchas empresas de comercio. Aqu� es donde muchas personas no logran ser eficaces dentro del ambiente que los rodea. GAN�MONOS LA CONFIANZA MERECI�NDOLA La mejor manera de ganarse la confianza es merecerla. Alguien ha dicho que el car�cter es el elemento principal para obtener buen nombre. Tambi�n lo es para gozar de 341 la confianza del auditorio. He notado muchas veces que oradores de palabra f�cil e ingeniosa-cuando estas eran sus principales cualidades- no son ni con mucho tan eficaces como otros menos brillantes pero m�s sinceros. Cierto alumno de un curso que el autor dictaba recientemente, estaba dotado de porte extraordinariamente atrayente; y cuando le lleg� el turno de hablar, comprobamos que ten�a maravillosa fluidez de pensamiento y facundia admirable. Sin embargo, cuando hubo terminado, el p�blico se limit� a comentar: "un chico listo". La impresi�n que hab�a producido era ligera, superficial; pero s�lo superficial, nunca lleg� a mucho. En el mismo grupo hab�a un comerciante, hombre de poca estatura, que ten�a a veces que buscar una palabra, carente en absoluto de cualquier gracia de dicci�n; pero su profunda sinceridad se le descubr�a en el brillo de los ojos y en las vibraciones de la voz. Los oyentes escuchaban atentamente lo que dec�a, ten�an fe en �l, sent�an simpat�a sin saber conscientemente por qu�. "Ni Mirabeau, ni Napole�n, ni Burns, ni Cromwell, ni nadie capaz de hacer nada hay -dice Carlyle en H�roes y veneraci�n de h�roesque no haya antes sentido vehemente ansiedad, lo que yo llamo un hombre sincero. Yo dir�a que la sinceridad, la sinceridad profunda, genuina, es la principal caracter�sticade cualquier hombre por una u otra raz�n heroico. No la sinceridad que a s� misma se llama sincera; ah, no, �sa muy poco vale, por cierto; jactancia vac�a, sinceridad consciente, a menudo nada m�s que presunci�n. La sinceridad de los grandes hombres es de tal suerte que no se puede hablar de ella, no es consciente de ella." Hace algunos a�os muri� uno de los oradores m�s brillantes y acabados de su generaci�n. En su juventud se hab�an depositado en �l enormes esperanzas y se le hab�an profetizado grandes hechos. Pero muri� sin hacer nada. Ten�a menos coraz�n que cabeza. Prostituy� sus innegables talentos, habl� para defender cualquier causa que le trajese ventajas moment�neas, o provecho econ�mico. Cobr� fama de insincero y di� as� al traste con su carrera p�blica. 342 De nada sirve, como dec�a Webster, fingir simpat�as o sinceridades que no sentimos. No dar� buen resultado. Es menester que sea genuina, que tenga una aureola de legitimidad. "El sentimiento m�s profundo de las muchedumbres -dice Albert Beveridge-, el elemento m�s influyente en su car�cter, es el elemento religioso. Es tan instintivo y elemental como la ley de la propia conservaci�n. Modela todo el intelecto y personalidad del pueblo. Y quien quiera influir grandemente sobre el pueblo expresando sus pensamientos informes, debe tener este grande e inanalizable lazo de simpat�a que lo una con �l." Lincoln ten�a esta simpat�a con la gente. Muy pocas veces deslumbraba. Creo que nadie le ha llamado "orador". En sus famosos debates con Douglas, carec�a de la gracia, suavidad y galas ret�ricas de su antagonista. La gente di� a Douglas el mote de El Gigante Peque�o. Y�qu� mote le di� a Lincoln?El Honesto Abraham. Douglas era hombre de personalidad agradabil�sima y de extraordinaria vitalidad; pero le gustaba jugar con dos cartas, quer�a nadar guardando la ropa, puso la astucia por encima del principio, la conveniencia por sobre la justicia. Esto le impidi� llegar m�s alto. �Y Lincoln? Cuando Lincoln hablaba hab�a como un halo que emanaba de s� y daba doble poder a sus palabras. La gente percib�a su honestidad, su sinceridad, su car�cter de Cristo. En lo que a conocimiento de leyes se refer�a, hab�amuch�simosm�s hombres que le aventajaban. Pero muy pocos ten�an tanta influencia sobre el jurado. Lincoln se cuidaba poco de favorecer a Lincoln. Le interesaba mil veces m�s servir a la justicia y a la verdad. Y la gente lo echaba de ver cuando le escuchaba. RELATEMOS COSAS DE NUESTRA EXPERIENCIA La segunda manera de ganarse la confianza del auditorio es relatar, discretamente, cosas de nuestra experiencia. Esto 343 favorece enormemente. Si damos opiniones, el p�blico puede ponerlas en tela de juicio. Si narramos cosas que nos han dicho o repetimos lo que hemos le�do, el discurso sabr� a "segunda mano". Pero lo que nos ha pasado a nosotros, eso viene envuelto de un halo de pureza, un gustillo de cosa cierta y verdadera; a la gente le agrada esto. Lo creen. Nos reconocen como a la principal autoridad del mundo respecto de ese tema. Como ejemplo de la eficacia de esta t�cnica, leamos las memorias de G�mez Carrillo,Treinta a�os de mi vida; De Guernica a Buenos Aires pasando por Nueva York, de Antonio de Aguirre y Lecube, y cualquiera de los much�simos otros libros donde sus autores nos relatan las experiencias vividas, las aventuras corridas, las cosas vistas. SEAMOS PRESENTADOS ADECUADAMENTE Muchos oradores no logran fijar inmediatamente la atenci�n del auditorio porque no son presentados adecuadamente. prae, delante, y ens, ser, Una presentaci�n-del lat�n substancia-, debe poner delante, o sea exhibir, poner a la vista, la substancia, que en este caso es el tema que el orador se propone tratar. Debe mostrarnos este tema lo suficientemente bien para que queramos que nos hablen de �l. Debe suministrarnos datos �ntimos del orador, datos que nos convenzan de que, en efecto, est� capacitado para tratar del tema en cuesti�n. En otras palabras, debe dar a conocer el tema al auditorio, y debe dar a conocer al orador. Y todo esto en el menor espacio de tiempo posible. Esto es lo que debiera hacer. Pero, �lo hace? Nueve veces de diez, no. La mayor parte de las presentaciones son vulgares, y a m�s de esto, d�biles e imperdonablemente inadecuadas. Por ejemplo, un orador muy conocido, un orador que no debi� incurrir en el yerro que combato, present� al gran poeta irland�s Keats. �ste iba a leer algunas poes�as suyas. Tres a�os antes le hab�an concedido el premio Nobel de literatura, la distinci�nm�s elevada que se pueda conceder 344 a un hombre de letras. Estoy seguro de que no llegaba a un diez por ciento del auditorio los que sab�an que el poeta hab�a recibido este premio, ni la significaci�n que ten�a. Ambas cosas debieron ser mencionadas, inexcusablemente. Se las debi� decir aunque no se dijera m�s nada. Pero �qu� hizo el orador? Pas� completamente por alto estos datos y divag� extensamente sobre mitolog�a y poes�a griega. Indudablemente, ni sospechaba que era el propio yo que le impulsaba a querer impresionar al auditorio con su propio saber, su propia importancia. Este orador, a pesar de que goza de fama internacional como tal y ha sido presentado a su vez en mil oportunidades, al presentar a otro fracas� en toda la l�nea. Si un hombre de su calibre da semejante paso en falso, �qu� no har� el presentador medio? Y �qu� providencias hemos de dictar para evitarnos esto? Con toda compunci�n y humildad de esp�ritu, veamos al presentador de antemano y ofrezc�mosle algunos datos para que emplee en la presentaci�n. Nos agradecer� cualquiera sugesti�n. Luego dig�mosle las cosas que querr�amos que mencione, las cosas que demuestran por qu� estamos capacitados para hablar, los sencillos datos que el auditorio debiera conocer, los datos que nos ganar�n su atenci�n. Desde luego, si se lo decimos s�lo una vez, el presentador olvidar� la mitad de lo que le hemos dicho, y la otra mitad la confundir�,por esto es conveniente darle todo por escrito, a m�quina, uno o dos p�rrafos, a fin de que se refresque la memoria antes de comenzar. Pero, �se la refrescar�? Probablemente, no. As� es la vida. PASTO Y CENIZAS DE NOGAL Hace un tiempo, en uno de mis cursos de oratoria, ten�a como alumno a uno de los principales vendedores de una gran casa comercial. Una noche nos hizo el absurdo anuncio de que hab�a logrado pasto de dehesa sin semillas ni ra�ces. Hab�a desparramado, seg�n dec�a, cenizas de nogal sobre 343 terreno reci�n arado, y al poqu�simo tiempo hab�a nacido el pasto. Cre�a firmemente que las cenizas de nogal, y solamente las cenizas de nogal, eran causantes del pasto de dehesa. Al criticar su discurso, le hice observar, jovialmente, que su fant�stico descubrimiento, de ser cierto, le convertir�a en millonario, porque el pasto de dehesa vale varios c�ntimos la libra. Le dije tambi�n que le har�a inmortal, que le conquistar�a un lugar entre los m�s grandes hombres de ciencia de la historia. Y le inform� que nadie, vivo ni muerto, hab�a logrado hacer el milagro que �l dec�a haber hecho, de producir vida en una sustancia inanimada. Le dije todo esto con mucha tranquilidad, porque percib�a que su error era tan palpable, tan absurdo, que se pod�a excusar el �nfasis de la refutaci�n. Cuando termin�, todos los otros alumnos hab�an comprendido la tontera de su aserto; pero �l no la vi�, ni mucho menos. Estaba enardecido con su argumento. Se puso en pie y me inform� que no estaba equivocado. �l no hab�a estado relatando hechos te�ricos,me dijo, sino el resultado de su experiencia personal. Sab�a de qu� hablaba. Sigui� hablando, ampliando lo ya dicho, dando otros pormenores, alegando nuevas pruebas, la sinceridad y honestidad, a todo esto, rezum�ndose en su voz. De nuevo le dije que no hab�a la m�s remota esperanza de que tuviese raz�n, o un poquit�n de raz�n, o el m�s leve asomo de la m�s �nfima pizca de raz�n. En menos que canta un gallo ya estaba en pie nuevamente, y me dijo que me apostaba cinco d�lares, con el Ministerio de Agricultura para zanjar la cuesti�n. Observ� que pronto hab�a ganado a su bando a varios alumnos. Asombrado de su credulidad, les pregunt� por qu� se hab�an convencido de la raz�n de mi antagonista. Por su vehemencia -fu� la �nica explicaci�n que me pudieron dar-, por su vehemencia. La vehemencia: el poder que tiene es incre�ble, especialmente con un auditorio poco intelectual. Muy pocas personas tienen la facultad de ser mentalmente independientes. Es algo tan raro como el topacio de Etiop�a. Pero todos tenemos sentimientos y emociones, y todos sufrimos el influjo de los sentimientos del orador. Si �l cree algo con suficiente vehemencia, y lo dice con suficiente vehemencia, aunque diga que puede producir pasto a partir de cenizas de nogal, conseguir� algunos partidarios, algunos disc�pulos.Y hasta los conseguir� entre profesionales tenidos por cultos y otra gente gorda. Despu�s que hemos ganado la atenci�n interesada del auditorio, y su confianza, comienza la verdadera labor. El tercer paso es EDUCAR AL P�BLICO SOBRE LOS M�RITOS DE NUESTRA PROPOSICI�N Esto es el coraz�n del discurso, la carne. A esto es a lo que debemos dedicar mayor tiempo. Ahora ser� el momento de aplicar todo lo aprendido en el cap�tulo XII sobre claridad, y todo lo aprendido en el cap�tulo XIII sobre el arte de impresionar y convencer. Aqu� es donde influir� la preparaci�n. Aqu� es donde su falta se levantar� como el esp�ritu de Bancuo para re�rse de nosotros. A esta altura estamos ya sobre la l�nea de fuego. Y una batalla -como dice el mariscal Foch- no da oportunidad de estudio. Hay que hacer lo posible para aplicar lo que uno ya sabe, y por lo tanto es necesario saber concienzudamente, y aprovechar este conocimiento con rapidez. Aqu� es donde se torna necesario saber veinte veces m�s cosas de las que pensamos decir. Cuando el Caballero Blanco, en Alicia a trav�s del espejo, se puso en viaje, se prepar� para todas las contingencias posibles: llev� una trampa de ratones por si topaba con ratones a la noche, y llev� una colmena por si topaba con un enjambre de abejas. Si el Caballero Blanco hubiese preparado discursos con tanta previsi�n, habr�a sido un gran orador. Habr�a podido arrasar con un torrente de informaciones todas las objeciones que se le hubieran puesto. Habr�a conocido bien su tema y lo hubiera planeado tan a conciencia que dif�cilmente habr�a podido fracasar. 347 346 COMO RESPONDI� PATTERSON A LAS OBJECIONES Si estamos hablando ante un grupo por alg�n asunto que les afecta, no s�lo debemos darle informaci�n, sino que debemos dejar que los oyentes nos den informaci�n a - porque de lo nosotros. Debemos averiguar qu� piensan contrario quiz� vayamos completamente errados. Dej�mosles que nos hablen. Respondamos a sus objeciones; entonces estar�nm�s tranquilos para escucharnos. He aqu� c�mo procedi� John Patterson, presidente de la Compa��a de Cajas Registradoras "National", en una situaci�n de esta �ndole: "Se torn� necesario elevar los precios de nuestras cajas registradoras. Los agentes y jefes de ventas protestaron; dijeron que la casa se perjudicar�a, que los precios deb�an ser mantenidos como estaban. Entonces los cit� a todos a Dayton y tuvimos una asamblea. Present� el problema. Detr�s de m�, en el tablado, hab�a una enorme hoja de papel y un pintor de letreros. sus quejas por el aumento de "Ped� al p�blico que expusiera precios. Las objeciones empezaron a surgir de entre el auditorio como disparos de ametralladora. As� como ven�an las hac�a anotar en la hoja por el pintor. Pasamos todo el primer d�a reuniendo objeciones. Yo s�lolos animaba. Cuando se levant� la asamblea, ten�amos una lista de, por lo menos, cien razones diferentes para no levantar los precios. Todas las razones posibles estaban delante de los ojos del auditorio, que parec�a decidido a no all�, introducir ninguna alteraci�n. Entonces pasamos a cuarto intermedio. "A la ma�ana siguiente, present� las objeciones, una por una, y expliqu� con diagramas y palabras la falta de solidez de cada una. El auditorio qued� convencido. �Por qu�? Porque todo cuanlo ten�an all� escrito con pintura to pod�a ser dicho en contra negra, y la discusi�n estaba centrada. No hab�a cabos sueltos. Todo qued� resuelto en el acto." UN DESEO CONTRA OTRO El cuarto paso en este m�todo es tomar los motivos que hacen actuar a los hombres. 348 La tierra, y todo cuanto hay en ella y sobre ella y en las aguas que hay debajo de ella, es dirigida, no al buen tunt�n, sino de acuerdo con la ley inmutable de la causa y el efecto, "Que el mundo tiene su orden, Los �tomos su armon�a." Todo cuanto ha ocurrido u ocurrir�, ha sido o ser� el efecto l�gico e inevitable de algo que le precedi�, la causa l�gica e inevitable de algo que le sigue. Este principio, como las leyes de los medas y los persas, "no conoce mutaci�n". Es tan cierto de los terremotos como de la corbata de Mart�n con sus muchos colores, y del graznido de los gansos, y de los celos, y del precio de los callos guisados, y del diamante de Kohinoor, y de los fiordos de Noruega-es tan cierto de todo eso como lo es de poner una moneda en una ranura y sacar una barra de chocolate. Cuando uno llega a comprender esto alcanza, de una vez por todas, por qu� las supersticiones son tan est�pidas, porque �de qu� modo pueden alterar las leyes inmutables de la naturaleza trece personas que se sientan a una mesa, o alguien que rompe un espejo? Todos los actos conscientes y deliberados que realizamos �son el efecto de qu�? De un deseo. Las �nicas personas a quienes no es dable aplicar esto est�n encerradas en los manicomios. Las cosas que nos hacen obrar no son muchas. Hora tras hora, d�a y noche, estamos dominados por un n�mero sorprendentemente peque�o de deseos. Todo esto significa, ni m�s ni menos, que si sabemos cu�les son estos motivos, y podemos citarlos con suficiente vigor, tendremos extraordinario poder. Esto es precisamente lo que hacen los buenos oradores. Pero los inexpertos caminan ciegamente y sin meta conocida. Por ejemplo, un padre descubre que su hijo -un muchacho de quince a�os- ha estado fumando subrepticiamente. Se enfurece, echa chispas, protesta, ordena al ni�o que termine con este h�bito pernicioso, le previene que con ello se arruinar� la salud. 349 Pero supongamos que al muchacho se le da un bledo de su salud, que le gusta el sabor y la aventura de un cigarrillo m�s que lo que teme las consecuencias f�sicas. �Qu� suceder�? La exhortaci�n del padre ser� in�til. �Por qu�? Porque el padre no fu� suficientemente astuto para invocar un motivo que afectase a su hijo. El padre invoc� s�lo los motivos que le afectaban a �l. No se molest� en mirar el asunto desde el punto de vista del muchacho. Sin embargo, es bastante probable que el muchacho anhele con todo su coraz�n formar parte del equipo de futbol de su escuela, o quiera intervenir en la carrera de cien metros, o quiera sobresalir en atletismo. Entonces, si el padre deja de considerar sus propios sentimientos, y hace ver al hijo que el tabaco le impedir� lograr las tan caras aspiraciones atl�ticas, lograr� probablemente corregir al hijo en forma diplom�tica, y de una vez por todas; habr� recurrido al muy sensato procedimiento de contraponer un deseo m�s fuerte a un deseo m�s d�bil. Esto es precisamente lo que sucede en las famosas regatas de San Sebasti�n. Los fornidos remeros de Donostia, Fuenterrab�a, Pasages, etc., se privan por propia voluntad del tabaco y el alcohol durante el per�odo de adiestramiento. Comparado con el deseo de ganar, cualquier otro deseo es secundario. Uno de los problemas m�s serios que se le presentan hoy al hombre es la guerra contra los insectos. Hace algunos a�os lleg� a nuestro pa�s la polilla oriental de la fruta, en unos cerezos que el gobierno japon�s enviaba como obsequio para adornar la orilla de un lago en nuestra capital. El insecto se propag� y amenaz� la cosecha de frutas en varios Estados. Los rociadores no daban ning�n resultado; entonces el gobierno decidi� importar otro insecto del Jap�n y diseminarlo para que terminara con esta alevilla. Nuestros expertos en agricultura combaten as� una plaga con otra plaga. El hombre diestro para incitar a la acci�n emplea t�ctica similar Pone un motivo en pugna con otro. El m�todo es tan sensato, tan sencillo; de tan completa evidencia, que cualquiera creer�a que es universalmente aplicado. Lejos de 35 0 esto, sin embargo. Hartas veces vemos procederes tales que nos hacen sospechar la rareza de su empleo. Citar� un caso concreto: Hace poco concurr� a un banquete en un centro de cierta ciudad. Estaban organizando un equipo de jugadores de golf para que jugasen en el campo de un pueblo vecino. S�lo muy pocos socios se hab�an anotado. El presidente del centro no pod�a ocultar su contrariedad; algo por �l organizado estaba por fracasar. Su prestigio corr�apeligro. Entonces hizo un llamamiento -eso crey� �l que era- para aumentar el n�mero de inscritos. Su discurso fu� sumamente inadecuado; bas� la mayor parte de su pedido en el hecho de que �l quer�a que se inscribiesen. Esto no era un llamamiento. No estaba manejando con habilidad la naturaleza humana. No hac�a sino considerar sus propios sentimientos. Exactamente como aqu�l que descubri� a su hijo fumando, �ste no se preocup� de referir su pedido a los deseos de los oyentes. �Qu� habr�a debido hacer? Habr�a debido emplear una pr�diga cantidad de sentido com�n; habr�a debido hablar un poco consigo mismo antes de querer hablar a los dem�s; y habr�a debido decirse algo a este tenor: "�Por qu� van tan pocos socios a este concurso de golf? Algunos quiz� por no perder tiempo; otros quiz� teman gastar mucho dinero en el viaje y la estada. �C�mo puedo vencer estas objeciones? Les demostrar� que la recreaci�n no es tiempo perdido; que las personas que se matan trabajando no son las que logran m�s �xito; que se puede trabajar m�s en cinco d�as estando fresco que en seis estando agotado. Desde luego, todos saben esto. Pero es menester record�rselo.Mencionar� cosas que les despierten mayores deseos que el que ya tienen de no incurrir en este menudo gasto. Les demostrar� que es una inversi�n que hacen en salud y solaz. Les excitar� la imaginaci�n, les har� verse ya en el campo de golf, el viento del oeste azot�ndoles el rostro, el verde c�sped bajo los pies, al tiempo que sientan l�stima por los que, entre cuatro paredes, viven s�lo para ganar dinero." � No creen mis lectores que as� hubiera tenido mayor �xito? 351 LOS DESEOS QUE DETERMINAN NUESTRAS ACCIONES �Cu�les son, pues, estos deseos fundamentales que rigen nuestra conducta y nos hacen comportar como seres humanos? Si la comprensi�n y el aprovechamiento de ellos son tan indispensables para lograr el triunfo, �qu� esperamos para estudiarlos? Venga luz, y examin�moslos, anatomic�moslos y analic�moslos. Dedicaremos el resto de este cap�tulo a contar y comentar algunos cuentos. Tal es, nadie lo negar�, el modo de ense�ar con claridad y eficacia, y de grabar profundamente estas ense�anzas en las paredes de la memoria. Uno de los m�s ardientes entre estos deseos es... �cu�l os parece? Ni m�s ni menos: el deseo de lucro. Esta es la raz�n principal por la que varios millones de personas se levantaron esta ma�ana dos o tres horas antes de lo que se habr�an levantado a no existir este espolazo. �Es necesario insistir m�s en el poder de tan conocida instigaci�n? Aun m�s poderoso que el m�vil econ�mico es el deseo de conservaci�n. Todas las propagandas referentes a la salud se basan sobre este deseo. Por ejemplo, cuando una ciudad hace propaganda de su clima salubre, cuando una f�brica de comestibles pondera la pureza y valor vigorizante de sus productos; cuando un vendedor de drogas farmac�uticas enumera todas las enfermedades que su f�rmaco aliviar�; cuando una gran lecher�a anuncia que la leche es rica en vitaminas e indispensable para el mantenimiento de la vida; cuando un orador de la liga antitabaquista nos demuestra que el tres por ciento del tabaco es nicotina pura, y que una gota de nicotina puede matar a un perro, y que ocho gotas destruyen a un caballo, todas estas personas explotan nuestro innato deseo de preservar la vida. Para explotar con eficacia y vigor este motivo, hemos de hacerlo personal. No citemos, pongo por caso, estad�sticas que demuestren que el c�ncer va en aumento. No. Enlacemos esto con la gente que nos escucha, verbi gratia: "En esta sala hay treinta personas. Suponiendo que todos llegaren hasta 352 los cuarenta y cinco a�os, tres de los presentes, de acuerdo con la ley de promedios m�dicos, morir�n de c�ncer. Quiz�s esa persona sea usted, o usted, o aquel otro." Tan fuerte como el deseo econ�mico -y en mucha gente m�s fuerte aun- es el deseo de estar bien considerado, de gozar de la admiraci�n.Hablo, se�ores, del orgullo. El Orgullo, con O may�scula. El Orgullo, en bastardilla. EL ORGULLO, todo en grande. � Orgullo! �cu�ntos cr�menes se cometen en tu nombre! Durante muchos a�os, miles y miles de j�venes doncellas de China sufrieron dolores indecibles; gimieron, lloraron, y todo esto de buena gana, porque los dictados del orgullo exig�an que se les vendasen los pies y no se les permitiese crecer. En este mismo instante, miles de nativas, en ciertas partes del �frica Central, llevan discos de madera en los labios. Aunque parezca incre�ble, estos discos son tan grandes como el plato en que comimos el postre hoy al mediod�a. Cuando las peque�itas de esta tribu llegan a la edad de ocho a�os, se les hace un corte en la porci�n externa de los labios y se les inserta un disco. A medida que van pasando las estaciones, los discos son reemplazados por otros cada vez m�s grandes. Por fin hay que extirpar los dientes con el objeto de hacer lugar para tan preciado ornamento. Estos engorrosos adornos tornan de todo punto imposible a estas beldades de �bano el emitir sonidos inteligibles. El resto de la tribu rara vez entiende sus conatos de conversaci�n. Pero todo esto soportan estas mujeres con tal de parecer hermosas, con tal de ser admiradas, con tal de estar satisfechas- de s� mismas, con tal de aplacar el orgullo. Aunque nosotros no exageramos tanto, o lo hacemos de otra manera, el principio es el mismo para todos los seres humanos. Conque, la explotaci�n del orgullo, si est� bien hecha, tiene muy poca potencia menos que la dinamita. Pregunt�monos a nosotros mismos qu� nos movi� a seguir este curso. �Influy� en nosotros hasta cierto punto el deseo de causar mejor impresi�n? �Aspir�bamos a la �ltima satis353 facci�n que produce el pronunciar un buen discurso? �No experimentaremos un orgullo muy perdonable del poder, dominio y distinci�n a que se hacen naturales acreedores los oradores? Un director de revista declar� recientemente, en una conferencia, que de todas las cosas favorables al p�blico que se pueden mencionar en una carta de propaganda comercial, ninguna era tan eficaz como las que se dirigen directamente al orgullo y al provecho. Lincoln gan� cierta vez un juicio explotando el orgullo. Sucedi� esto en 1847. Dos hermanos hab�an comprado dos yuntas de bueyes y un arado a un se�or llamado Case. A pesar de que los dos hermanos eran menores de edad, el se�or Case acept� el pagar� que le firmaron por doscientos d�lares. Cuando venci� el pagar�, el acreedor fu� a cobrar, y s�lo consigui� que losmuchachos se le rieran en las barbas. Entonces requiri� los servicios de Lincoln y entabl� demanda. Los hermanos alegaron que eran menores de edad y que el se�or Case lo sab�a cuando acept� el pagar�. Lincoln admiti� todo cuanto dec�an y la validez del acta de minor�a. "S�, se�ores;me doy perfecta cuenta", respond�a a todos los puntos aducidos. Parec�a que ya hab�a abandonado las esperanzas de ganar. Sin embargo, cuando le lleg� la vez de hablar, dirigi� las siguientes palabras a los doce hombres buenos del jurado: "Se�ores del jurado, �est�is dispuestos a permitir que estos muchachos entren en la vida con semejante verg�enza y tacha de car�cter?El mejor juez del car�cter humano que haya escrito, dej� estas palabras: "El buen nombre del hombre y la mujer Es la joya inmediata de sus almas: Quien me roba la bolsa s�lo basura roba; Es algo, es nada, hoy d�a, nada de �l, Y esclava ya de miles. Pero quien me despoja del buen nombre, Me roba algo que no le enriquece Y a m� me deja, ciertamente, pobre." 354 Luego se�al� que estos j�venes nunca hubieran descendido a cometer semejante villan�a si no hubiese sido por el poco sabio consejo de su abogado. Luego de mostrar c�mo la noble profesi�n del Derecho era a veces prostitu�da para impedir en vez de para promover la justicia, se volvi� y censur� con acritud al otro abogado. "Y ahora, se�ores del jurado -concluy�-, queda en vuestras manos rehabilitar a estos muchachos ante el mundo." Por cierto que ninguna de estas personas querr�a comprometer su prestigio ni influencia para escudar lo que era patente deshonestidad. No pod�an seguir fieles a sus principios y hacer semejante cosa-esto les hab�a dicho Lincoln. Explot�, como vemos, el orgullo de los jueces. Y �stos, sin retirarse a deliberar, decidieron que hab�a que pagar la deuda. Lincoln explot� asimismo el innato amor de la justicia que ten�an los miembros del jurado. Es un amor que casi todos tenemos, que nos brota espont�neamente. Por �l nos detenemos en la calle a defender a un chicuelo que es castigado por otro mayor. Somos criaturas sentimentales que ansiamos comodidades y placeres. Tomamos caf�, y llevamos medias de seda y vamos al teatro, y dormimos en la cama en vez de en el suelo, no porque hayamos llegado por razonamiento a la conclusi�n de que esto es beneficioso, sino porque es agradable. Demostremos entonces que lo que proponemos acrecentar� nuestras comodidades y aumentar� nuestro placer, con lo cual habremos tocado un resorte poderos�simo para remover la inercia e incitar a la acci�n. Cuando un corredor de seguros nos dice que debemos asegurarnos la vida para no correr el riesgo de que nuestra esposa e hijos queden desamparados alg�n d�a, �qu� m�vil nos explota? Uno muy poderoso, uno que es responsable de gran parte de la conducta del mundo: el cari�o. Tambi�n el patriotismo se basa sobre los m�viles del cari�o y el sentimiento. A veces la explotaci�n de los sentimientos mover� a la 355 acci�n cuando todo lo dem�s fracase. Tal la experiencia de un conocido subastador de inmuebles, de Nueva York. Merced a su h�bil explotaci�n de este sentimiento consigui� hacer la venta m�s importante de su vida. He aqu� su historia tal como �l la cont�: "La pericia t�cnica no lo es todo en el arte de vender. En la venta particular m�s importante que haya hecho en mi vida, no recurr� a conocimientos t�cnicos de ninguna clase. Hab�a estado negociando con el se�or Gary la venta de un edificio de Broadway a la Corporaci�n del Acero, que era donde hab�a tenido sus oficinas hasta entonces. Yo cre� que ya estaba decidida la venta, cuando, al ir a ver al se�or Gary, me dijo muy calmosamente pero con mucha decisi�n: " -Se�or Day, nos han ofrecido un edificio mucho m�s moderno cerca de aqu�, que nos resulta de mucho mayor conveniencia. Es (y me se�al� la obra de carpinter�a) un edificio mucho mejor terminado. Esta casa es demasiado antigua; usted no ignora que su estructura es muy vieja. Algunos de mis asociados piensan que, desde todos los puntos de vista, el otro edificio nos ser� de mayor conveniencia que �ste. "�Eran 5.000.000 de d�lares que se me escapaban por la ventana! No respond� nada por un momento, y el se�or Gary se abstuvo de continuar. Me hab�a comunicado su decisi�n. Si hubiera ca�do un alfiler al suelo, nos habr�a parecido una bomba. No intent� responder a sus razones. En vez de ello, le pregunt�: ' -Se�or Gary, �d�nde estaba su primera oficina cuando vino a Nueva York? '-Aqu� mismo -respondi�-; o, mejor dicho, en la habitaci�n pareda�a. -�D�nde se organiz� la Corporaci�n del Acero? -Hombre, aqu� mismo, en estas oficinas -musit�; m�s que contest�.Y luego, por su propia cuenta, agreg�:- Algunos de mis gerentes m�s j�venes han remozado de tiempo en tiempo sus oficinas. No les ha agradado el moblaje antiguo. Pero -agre-g�- ninguno de estos hombres sigue en la casa. "La venta se produjo. A la semana siguiente firmamos los papeles. "Desde luego, yo conoc�a el edificio que le hab�an ofrecido al se�or Gary, y habr�a podido comparar los m�ritos arquitect�356 nicos de uno y otro. Pero entonces habr�a conseguido que el se�or Gary se pusiese a discutir -consigo mismo si no conmigo- sobre pormenores materiales de construcci�n. En vez, recurr� a sus sentimientos." MOTIVOS RELIGIOSOS Hay otro grupo poderoso de motivos que influyen grandemente en nosotros. �C�mo los llamaremos? �Motivos religiosos? Con religiosos quiero decir, no la adoraci�n ortodoxa o los dogmas de una secta cualquiera. Me refiero m�s bien al amplio grupo de verdades hermosas y eternas que ense�� Jesucristo: la justicia, el perd�n, la caridad, el amar al pr�jimo como a nosotros mismos. A nadie le gusta confesar, ni siquiera para su interior, que no es bueno, amable y magn�nimo. Por esto nos encanta que nos exploten estos sentimientos. Implica cierta nobleza de alma. Esto nos enorgullece. Durante muchos a�os, Ward fu� secretario de la junta Internacional de la Asociaci�n Cristiana de j�venes, y todo el tiempo lo dedic� a efectuar campa�as para aumentar la hacienda de la Asociaci�n y edificar as�nuevos edificios. Cuando un hombre firma un cheque por mil pesetas para la Asociaci�n Cristiana de su pueblo, no es el instinto de conservaci�n lo que le impulsa a ello, ni el deseo de aumentar sus riquezas o de acrecentar su poder personal. Pero muchos hay que lo hacen por ser nobles, justos y �tiles. Luego de iniciar la campa�a en cierta ciudad del Noroeste, el se�or Ward se entrevist� con un conocido hombre de negocios que nunca hab�a querido saber nada de iglesias ni de movimientos sociales. �Qu�! �Pretend�aWard el se�or que abandonara sus negocios durante una semana para intervenir en la campa�a pro-fondos de la Asociaci�n Cristiana? �Absurdo! Por fin consinti� en concurrir a la reuni�n inaugural de la campa�a. Y le emocion� tanto el discurso con que el se�orWard explot� su nobleza y altruismo, que dedic� toda una semana, entusiasmad�simo, a la campa�a pro-fondos. 357 Antes de terminada la semana, este hombre, que siempre hab�a sido conocido por su profanidad religiosa, rezaba por el �xito de la empresa. Un grupo de personas visit� hace tiempo a James J. Hill para convencerle de que estableciera Asociaciones Cristianas a lo largo de sus l�neas de ferrocarriles. Se necesitaba dinero; y, sabiendo que Hill era un astuto hombre de negocios, tuvieron el poco tino de basar los argumentos principales sobre su deseo de lucro. Estas asociaciones, adujeron, aumentar�an la felicidad y conformidad de sus obreros, con lo cual se elevar�a el valor de sus propiedades. -Han olvidado ustedes mencionar la �nica raz�n que me mover� a establecer estas Asociaciones-respondi� el se�or Hill-, y que es el deseo de respaldar la virtud y fomentar el car�cter cristiano. Ciertas viejas cuestiones de l�mites entre Chile y la Argentina hab�an colocado a estas dos naciones, en 1900, al borde de la guerra. Se hab�an constru�do barcos de guerra, se hab�an acumulado armamentos, se hab�an aumentado los impuestos y se hab�a efectuado toda suerte de preparativos para zanjar la cuesti�n por las armas. En el d�a de Pascuas de 1900 un obispo argentino hizo, en nombre de Cristo, un apasionado llamamiento en favor de la paz. Del otro lado de los Andes, un obispo chileno recogi� y repiti� el mensaje. Ambos obispos comenzaron a ir de ciudad en ciudad, exhortando a la paz y al amor fraternal. Al principio, los auditorios estaban formados s�lo de mujeres; pero al cabo sus exhortaciones conmovieron a las dos naciones. Se hicieron peticiones populares; y la opini�n p�blica oblig� a los gobiernos a recurrir al juicio arbitral y a reducir las fuerzas armadas. Se desmantelaron las fortalezas fronterizas y los ca�ones fueron fundidos para moldear un inmenso Cristo de bronce. Hoy, en lo alto de la enorme cordillera que separa a ambos pa�ses, erigido en guardi�n de la frontera que di� origen a la discordia, se destaca la estatua del Pr�ncipe de la Paz, con su cruz en la mano. Y en el pedestal se lee esta inscripci�n: "Estas monta�as se derrumbar�n y convertir�n en polvo antes que los 35 8 pueblos de Chile y de la Rep�blica Argentina olviden la solemne palabra empe�ada a los pies de Cristo." Tanto es el poder de una invocaci�n a los sentimientos y convicciones religiosos. SUMARIO 1. Despertar el inter�s. 2. Ganarnos la confianza del auditorio, mereci�ndola por nuestra sinceridad, por una presentaci�n adecuada, por estar capacitados para hablar del tema, por decir lo que la experiencia nos ha ense�ado. 3. Digamos lo que tenemos que decir, eduquemos al auditorio sobre los m�ritos de nuestra propuesta, respondamos a sus objeciones. 4. Explotemos los motivos que hacen actuar a los hombres: el deseo de lucro, de conservaci�n, de placeres, el orgullo, los sentimientos, los afectos y los ideales religiosos, tales como la justicia, la piedad, el perd�n, el amor. Este m�todo, si es empleado con acierto, no s�lo ser� un auxilio para el orador, sino para todas las personas, en los diversos asuntos de la vida. � HA USADO CON �XITO EL AUTOR EL M�TODO QUE ACABA DE DESCRIBIR? Primer paso: �Ha despertado el autor el inter�s de sus lectores al recalcar la importancia de influir en la naturaleza humana, y al declarar que hay un m�todo cient�fico para conseguirlo y que de �l tratar�amos en seguida? Segundo paso: �Conquist� el autor la confianza del lector al decirle que su sistema se basa en los preceptos del sentido com�n, que �l hab�a empleado y hab�a ense�ad a emplear a miles de personas? Tercer paso: �Expuso el autor sus teor�as con claridad? �Ense�� al lector el mecanismo y m�ritos del m�todo? Cuarto paso: �Dej� convencido el autor al lector de que 359 este m�todo aumentar� su influjo personal y su provecho? �Se esforzar� el lector, como consecuencia de la lectura de este cap�tulo, en aplicar este m�todo? En diferentes palabras, �ha incitado el autor a la acci�n? * cuando son complemento directo de un verbo activo, seg�n una regla acad�mica que ha ca�do en desuso. De modo que si se dec�a: "Conquistar a Berl�n", hoy se dice: "Conquistar Berl�n", Sitiar Roma, Descubri� Am�rica, Visitar Francia. VICIOS DE LENGUAJE GIROS El uso correcto de las preposiciones es dif�cil en cualquier idioma. Es com�n emplearlas erradamente en los siguientes giros: En cambio, a�n llevan la preposici�n los colectivos de personas, siempre que la acci�n que denota el verbo se ejerza sobre los individuos: Adular a la muchedumbre; CORRECTO INCORRECTO Basta con verte De arriba a abajo Haber menester de algo Entrar a un lugar Bajo el punto de vista Aparte de esto Ejercer de m�dico En caso que Por amor a Dios Camino a Madrid En ancas Quitarse del medio Renunciar a un cargo Contar con los dedos Ganar de mano De este tenor Basta el verte De arriba abajo Haber menester algo Entrar en un lugar Desde el punto de vista Aparte esto Ejercer la medicina En caso de que Por amor de Dios Camino de Madrid A ancas, o las ancas Quitarse de en medio Renunciar un cargo Contar por los dedos Ganar por la mano A este tenor GRAM�TICA Uso de la preposici�n a Los nombres de ciudades y pa�ses llevan la preposici�n * El autor desea expresar su agradecimiento por este plan a "Scientific selling and adArthur Dunn, que lo di� en su libro vertising". 36 0 pero Contemplar la muchedumbre. En fin, la llevan tambi�n las cosas personificadas: Con la pluma venci� a la espada EJERCICIO VOCAL. HABLEMOS CON NITIDEZ De acuerdo con un art�culo de El Tiempo de Nueva York, uno de cada siete hombres que presentaron solicitud de aspirantes a oficiales durante la Gran Guerra no fu� aprobado en los ex�menes por "p�sima articulaci�n vocal, falta de voz o enunciaci�n imperfecta". Estas desventajas no lo son menos en la vida civil. �No nos vemos, acaso, obligados muchas veces a pedir a alguien que nos repita alguna frase, sobre todo si nos es un extra�o? � No nos ha fastidiado muchas veces el tener que escuchar a alguien a quien se nos hac�a dif�cil entender? Cu�ntas veces carecen de esa nitidez, esa impecable enunciaci�n, las personas a cuyo trato estamos acostumbrados. Y qu� delicia escuchar a alguien que la posee. Es se�al casi infalible de refinamiento y cultura. Todos pueden mejorar su pronunciaci�n con ejercitamiento. A los sordomudos se les ense�a a mover con exactitud los 361 m�sculos de los labios, mejillas y lengua.Y el resultado es que aprenden a hablar m�s n�tidamente que cualquiera que posea la facultad de o�r. Imaginemos, pues, lo que har�a semejante adiestramiento a un hombre normal. Los sonidos m�s f�ciles son las consonantes que se pronuncian cerrando los labios. Son tres: p, b (v), y m. He aqu� algunas reglas: Apretemos siempre los labios fuertemente para pronunciar estos sonidos. M�s fuertemente de lo que estamos acostumbrados a hacer, y por mayor tiempo. Mucha gente apenas junta los labios. Exageremos el sonido, casi como si fuera doble: camma cappa cabbo cama Capa cabo Localicemos la sensaci�n, sintamos la compresi�n demla de cama, de la p de capa, etc., al centro mismo de los labios. Empleeemos entrambos lados. �Usamos todos el labio superior? El espejo nos lo dir�. Ni temamos, por otra parte, sacar un poco los labios al pronunciar estos sonidos, haciendo con ellos bocina. Esto es necesario para la claridad. Ejercicio: Repetir me-me-me-me-me; pep-pep-pep-pep-peppep; etc. Repetir frases disparatadas como �stas: Se preparan para aparecer problemas prohibitivos. M�viles millones de memeces manifiestas. Las siguientes consonantes son consecuencia del contacto de la lengua con alguna parte del techo del paladar: t, d, z, n, l, s, ch, j, r, k, g. Esta clase de consonantes intervienen en casi todas las palabras. Para mayor conveniencia las dividiremos en tres grupos: 1. t, d, z, n, ch, j. 2. k, g. n, ch y j, apretemos la lengua con fuerza contra el cielo de la boca. La mayor parte de la gente es perezosa con 1-a lengua. Esforc�mosla. Ci��mosla. Esto beneficiar� la claridad de nuestros sonidos. Para pronunciar con rapidez y facilidad estas consonantes, afilemos la lengua, y usemos s�lo la punta, medio cent�metro aproximadamente. No levantemos toda la lengua. Y toquemos con la punta el cielo de la boca, inmediatamente por detr�s de los dientes, ni m�s ni menos. Pongamos un espejo frente a la boca y repitamos frases disparatadas como estas que siguen, usando en�rgicamente todos los m�sculos en la manera indicada. Y luego inventemos otras frases: Lolita G�lvez teje un tejido de lino. Alegres llegan doce gitanas por las monta�as y por los llanos. "La impecable articulaci�n de Caruso, seg�n Fucito y Beyer, se deb�a a la gran flexibilidad de sus labios y lengua. Un excelente ejercicio para la flexibilidad de la lengua y los labios (y tambi�n para la clara enunciaci�n de la erre)ira, es: tre, tro, tru y bra, bre, bro, bru. Los maestros italianos de canto ense�an a sus disc�pulos a pronunciar muchas eles. Con la punta de la lengua contra el cielo de la boca, los labios salientes, la mand�bula sin tensi�n, digamos lul, lul, lul, lul, lul, lul, lul, lul. La l, la n y la m reciben el nombre de consonantes musicales. Tienen de suyo m�sica, pero muchos oradores se la quitan. La n es muy valiosa, porque da el mejor tono de cabeza. Por eso las usamos en el �ltimo cap�tulo, al hablar de las vocales: an, in, �en. etc. 3. l. s, r. Hablemos del primer grupo. Para pronunciar con exactitud, rapidez y facilidad, t, d, z, 36 2 363 No basta saber imitar el talle del cuerpo, si el corte del vestido no dice con la figura. �Y qu� diremos del estambre de la tela, que es la propiedad de las palabras? �sta tambi�n va perdiendo, y s�lo la lectura de nuestros autores antiguos puede reparar tanto da�o. ANTONIO CAPMANY Amo tambi�n a mi idioma, el idioma castellano; deseo que se conserve inc�lume en Am�rica, y mi �nico sentimiento es no conocerlo a fondo - no poder escribirlo de una manera impecable. JUAN ANTONIO ARGERICH Hoy se emplean sin discriminaci�n cantidad de voces. En este mismo instante he estado yo a punto de cometer una impropiedad al ir a estampar palabra por voz. Lo que se habla es palabra, y lo que se escribe es voz o t�rmino. AZOR�N Cierto tiempo atr�s, un ingl�s, sin empleo y sin reservas econ�micas, caminaba por las calles de Filadelfia en busca de empleo. Entr� en las oficinas de Paul Gibbons, conocido comerciante de la ciudad, y pidi� ver a �ste. Gibbons mir� con desconfianza al extra�o. Su porte no le recomendaba ni mucho menos. El traje lo ten�a ra�do y arrugado, y toda su presencia revelaba claramente desgracia econ�mica. Un poco por curiosidad, un poco por l�stima, Gibbons accedi� a recibirle. Al principio pensaba escucharle s�lo un momento, pero el momento se convirti� en minutos, y los minutos llegaron a una hora; y la conversaci�n continuaba. Y termin� con un llamado telef�nico de Gibbons a otro amigo, poderoso comerciante de Filadelfia. Y �ste invit� al extra�o a comer y le di� un empleo decoroso. �C�mo pudo este hombre cogerse de tan preciada aldaba en tiempo tan breve? Podemos divulgar el secreto en una sola frase: su dominio del idioma. Era, en realidad, un universitario de Oxford que hab�a venido a Am�rica en misi�n comercial y acabado en desastre. Hab�a quedado en la calle, sin dinero y sin amigos. Pero hablaba el ingl�s con tanta precisi�n y belleza, que quien le escuchaba se olvidaba de que los zapatos los ten�a polvorientos, la chaqueta deshilachada y el rostro barbudo. La refinada pureza de su idioma era un pasaporte que le abr�a las puertas de los mejores c�rculos comerciales. La aventura de este hombre es algo extraordinaria, pero nos ejemplifica una verdad inconmovible y fundamental: d�me c�mo hablas y te dir� qui�n eres. Las palabras que empleamos revelan nuestro refinamiento. Le indican, al oyente observador, con qui�n est� tratando. Son los voceros de nuestra cultura y de nuestra educaci�n. 367 S�lo tenemos, todos nosotros, cuatro formas de contacto con el mundo. Se nos aprecia y clasifica por cuatro cosas: por lo que hacemos, por lo que parecemos, por lo que decimos, y por la manera en que lo decimos. Sin embargo, muchas personas erran por mucho tiempo despu�s de terminados los estudios, sin que hagan el menor esfuerzo consciente por enriquecer su vocabulario, por dominar los matices de Generalsignificado, por hablar con precisi�n y distinci�n. mente, usan las ya por dem�s zarandeadas y exhaustas frases de la oficina y de la calle. �Qu� mucho, entonces, que su conversaci�n carezca de distinci�n e individualidad? �Qu� mucho que violen una vez tras otra los preceptos -aun los m�s elementales de gram�tica?Yo he o�do hasta se�ores graduados de la universidad diciendo haiga por haya o voy de mi casa por voy a mi casa. Y si se�ores universitarios que adornan sus nombres con llamativos t�tulos cometen estos errores, �qu� queda para aquellos cuya educaci�n debi� ser interrumpida tempranamente por dificultades econ�micas? Hace algunos a�os estaba yo ensimismado frente al Coliseo de Roma. Un desconocido se me acerc�; era un ingl�s de ultramar. Se present� y comenz� a darme lata en torno aun a sus aventuras por la Ciudad Eterna. No hab�a hablado me se f u�. tres minutos cuando me solt� un agora y un Aquella ma�ana, cuando se levant�, hab�a, mi hombre, lustr�dose los zapatos y vestido inmaculado traje blanco para hacerse acreedor al respeto de cuantos le vieran; pero no hab�a hecho el menor esfuerzo por lustrar un poco sus frases y decir per�odos impecables. Le causar�a verg�enza, por ejemplo, no quitarse el sombrero para hablar a una mujer; pero no le avergonzaba -�qu� va!, ni siquiera reparaba en elloel violar los usos de la gram�tica, el ofender los o�dos de interlocutores de mejor gusto y cultura. Sus propias palabras le delataban, encasillaban y clasificaban. Su p�simo aprovechamiento del idioma heredado proclamaba al mundo, continua e inexorablemente, que no era persona educada. El doctor Charles W. Eliot, despu�s de presidir la universidad de Harvard durante un tercio de siglo, declar�: "S�lo 368 una adquisici�n mental considero necesaria en la educaci�n de una dama o de un caballero: el empleo preciso y refinado de su lengua materna." Esta es una opini�n de valor. Medit�mosla. Pero �c�mo -preguntar� alguien- familiarizarme con las palabras, y hablar con elegancia y precisi�n?Afortunadamente, no hay sombra de misterio en punto a los medios que se deber�n emplear, no hay arte de birlibirloque. El m�todo es un secreto a voces. Lincoln lo emple� con extraordinario �xito.Ning�n otro norteamericano logr� construir frases tan hermosas, ni produjo con la prosa tan delicada m�sica: "sin malevolencia para nadie, con caridad para todos". � Hab�a dotado la naturaleza con semejante don de las palabras a este hombre cuyo padre era un carpintero perezoso Y analfabeto, y cuya madre eta una mujer de condiciones mediocres? No hay evidencia que abone tal suposici�n. Cuando le eligieron diputado, describi� su educaci�n en los archivos de Washington con una sola palabra: deficiente. No hab�a concurrido doce meses a la escuela en toda su vida. Y �qui�nes hab�an sido sus gu�as? Maestros rurales que viajaban de un campamento de colonos a otro, buscando ni�os en edad escolar a quienes educar a cambio de jam�n, trigo y ma�z que comer. Lincoln obtuvo muy flaca ayuda, muy omisa inspiraci�n ni est�mulo de estos hombres, ni de su ambiente diario. Los agricultores y comerciantes, los abogados litigantes con quien convivi� en una nueva etapa de su vida no ten�an dominio del vocabulario. Pero Lincoln no malgast�-y este es un factor importante que debemos recordar-, Lincoln no malgast� todo el tiempo con sus iguales e inferiores mentales. Trab� amistad �ntima con los esp�ritus escogidos, los poetas de todos los tiempos. Pod�a repetir de memoria p�ginas enteras del inmortal poeta escoc�s Burns, o de los rom�nticos ingleses Byron y Browning. Ten�a un ejemplar de las poes�as de Byron en su casa y otro en la oficina. El ejemplar que ten�a en la oficina hab�a sido tan aprovechado que siempre que uno lo cog�a quedaba abierto en el Don Juan. 369 Aun cuando estaba en la Casa Blanca, mientras la pesada carga de la Guerra de Secesi�n le minaba las fuerzas y le grababa profundos surcos en el rostro, se hac�a un poquito de tiempo para leer a alg�n poeta favorito. A veces se despertaba a medianoche y, abriendo un libro, daba en versos que le resultaban especialmente estimulantes o agradables. Levant�ndose con s�lo su camis�n de dormir y zapatillas, caminaba por los vest�bulos hasta que topaba a su secretario; entonces le le�a poes�a tras poes�a. En la Casa Blanca se hac�a tiempo para recitar largos pasajes de Shakespeare; criticaba la versi�n de los actores y daba la suya individual. "He recitado algunas obras de Shakespeare -escrib�a a un actor- quiz� m�s frecuentemente que cualquier actor no profesional. El Rey Lear, Ricardo III, Enrique VIII, Hamlet, y especialmente Macbeth. Creo que no hay nada que pueda Es maravillosa!" igualarse a Macbeth. � A Lincoln le agradaba la poes�a.No s�lo aprend�a de memoria y repet�a poemas enteros, as� en privado como en p�blico, sino que intent� escribirlos. Ley� uno de sus largos poemas en el casamiento de su hermana. Luego, "en medio del camino de la vida", ocup� un cuaderno de sus composiciones originales, pero era tan t�mido que nunca permiti� a nadie -ni aun a sus mejores amigos- que las leyesen. "Este autodidacto -escribe uno de sus bi�grafos- visti� su esp�ritu con el indumento de aut�ntica cultura. Llamadle genio, o llamadle talento, el proceso de su logro fu� el descrito por el profesor Emerton al hablar de la educaci�n de Erasmo: "No sigui� m�s en la escuela, sino que se autoeduc� con el �nico m�todo pedag�gico que haya producido resultados hasta ahora: el m�todo de la propia, infatigable energ�a, aplicada al estudio y la pr�ctica continuos. Este torpe colono, que sol�a descortezar ma�z y untar cerdos por treinta y un centavos de d�lar diarios, pronunci� en Gettisburg uno de los discursos m�s hermosos pronunciados por labios humanos. Ciento setenta mil hombres lucharon en Gettisburg. Siete mil murieron. Sin embargo, Carlos Sumner dijo, poco despu�s del asesinato de Lincoln, que este 37 0 discurso ser�a recordado cuando la batalla ya estuviese olvidada, y que la batalla ser�a en gran parte recordada gracias al discurso. �Qui�n duda de la correcci�n de esta profec�a? � No es cierta ya? Edward Everett, que precedi� a Lincoln en el uso de la palabra, habl� durante dos horas. Lincoln habl� por menos de dos minutos. Un fot�grafo trat� de hacerle un retrato mientras pronunciaba el discurso, pero Lincoln hab�a terminado antes de que la primitiva c�mara pudiese ser instalada y puesta en foco. El discurso de Lincoln ha sido fundido en bronce imperecedero y colocado en una biblioteca de Oxford, como muestra de lo que se puede hacer con el lenguaje. Todos los estudiantes de oratoria debieran aprenderlo de memoria: "Ochenta y siete a�os ha nuestros padres dieron a luz en esta tierra una nueva naci�n, concebida en la libertad, y dedicada a la proposici�n de que todos los hombres son creados en igualdad. Hoy estamos comprometidos en una gran guerra civil, probando si nuestra naci�n, o si cualquier naci�n as� concebida fin y a tal dedicada, puede subsistir por largo tiempo. Nos hemos reunido en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a dedicar una porci�n de ese campo como postrer lugar de descanso para quienes dieron aqu� sus vidas a fin de que la naci�n viviera. Es de todo punto adecuado y correcto que hici�ramos esto. Pero, en m�s amplio sentido, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar esta tierra. Los esforzados hombres que aqu� bregaron la han consagrado ya muy por encima de nuestra pobre facultad de agregar o sustraer. Poco reparar� el mundo, ni recordar� por largo tiempo, cuanto decimos nosotros aqu�; pero no podr� olvidar cuanto ellos hicieron aqu�. Es deber de nosotros, los vivos, dedicarnos al inconcluso trabajo que aquellos que aqu� lucharon tan hidalgamente as� han adelantado. Es, nuestro deber estarnos dedicados aqu� a la enorme tarea que queda frente a nosotros, porque tomemos de estos muertos honrados creciente devoci�n a la causa por la que ellos hicieron el postrero y m�ximo esfuerzo de su devoci�n; porque resolvamos solemnemente que estos muertos no han dado su vida en vano; porque esta naci�n, protegida de Dios, tenga nuevo nacimiento 371 de libertad; y porque el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo, no perezca en la tierra." Se cree com�nmente que Lincoln invent� la frase inmortal con que concluy� su discurso. �La invent�, realmente? Su socio le hab�a dado, algunos a�os antes, un ejemplar de la antolog�a de discursos de Theodore Parker. Lincoln ley� y subray� en este libro las siguientes palabras: "La democracia es el autogobierno directo, sobre todo el pueblo, por todo el pueblo y para todo el pueblo." Theodore Parker quiz� haya sacado este pensamiento de Webster, quien dijo cuatro a�os antes: "�l gobierno del pueblo, constitu�do por el pueblo y responsable ante el pueblo." Y Webster quiz� se inspir� en una frase de James Monroe, expresada treinta a�os antes. Y de d�nde la sac� Monroe? Quinientos a�os antes de na� cido Monroe, Wyclif, en el prefacio de su traducci�n de las Escrituras, escribi� que "esta Biblia es para el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Y mucho antes de la �poca de Wyclif, m�s de cuatrocientos a�os antes de Jesucristo, Cle�n, en un discurso pronunciado en Atenas, habl� de un gobierno "del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Y qu� antigua fuente inspir� a Cle�n este pensamiento, es algo que queda perdido en la nebulosidad y foscura de la antig�edad. Cu�n pocas son las cosas realmente nuevas! �Cu�nto deben � los oradores, aun los m�s preclaros, a sus lecturas y a su frecuentaci�n de los libros! � Libros! He ah� el secreto. Quien quiera enriquecer y acrecentar su vocabulario debe empapar y te�ir constantemente -exsu esp�ritu en las tinas de la literatura. "�Qu� l�stima! clamaba Men�ndez y Pelayo-. �Tener que morirme con tanto como me falta por leer!" El amor que ten�a Larra cuando ni�o a los libros era tan grande, que cuando le enviaban a dormir por las noches romp�a a llorar. C�novas del Castillo abandon� la escuela a muy temprana edad por razones de familia. Sin embargo, su amistad con los libros le permiti� adquirir un dominio extraordinario de 372 la lengua materna, y una cultura raramente universal. Pod�a citar de memoria pasajes enteros de sus cl�sicos preferidos. Su biblioteca particular constaba de 35.000 vol�menes. fambi�nMaura, cuya lengua materna era un dialecto del catal�n, debi� a la lectura intensa y cuidadosa de los cl�sicos castellanos el dominio profundo de esta lengua. Sus discursos fueron, gramaticalmente, los m�s depurados que se escucharon en las Cortes de su �poca. Charles James Fox le�a a Shakespeare en voz alta para mejorar su estilo. Gladstone llamaba a su estudio el "Templo de la Paz", y ten�a all� 15.000 vol�menes. Le resultaba particularmente provechosa, confesaba, la lectura de San Agust�n,de Butler, de Dante, de Arist�teles y de Homero. La Il�ada y la Odisea le apasionaban. Escribi� seis libros sobre la poes�a hom�rica y sobre la �poca de Homero. El menor de los Pitt sol�a leer una p�gina o dos de griego y lat�n y luego las escrib�a en su propia lengua. Hizo esto diariamente durante diez a�os, y "adquiri� una habilidad casi sin paralelo para dar forma verbal a sus pensamientos, sin premeditaci�n y con palabras bien escogidas y dispuestas." Dem�stenes copi� la historia de Tuc�dides ocho veces, de su propio pu�o, a fin de poder adquirir la fraseolog�a majestuosa e impresionante del famoso historiador. �El resultado? Dos mil a�os m�s tarde, a fin de castigar su estilo, Woodrow Wilson estudi� las obras de Dem�stenes. Tennyson estudiaba la Biblia a diario. Tolstoi ley� y reley� los Evangelios hasta saber largos pasajes de memoria. "En �l aprendi� Petrarca a modular sus gemidos -dice Donoso Cort�s de este libro-; en �l vi� Dante sus terror�ficas visiones; de aquella fragua encendida sac� el poeta de Sorrento los espl�ndidos resplandores de sus cantos...Y para hablar de nuestra Espa�a, �qui�n ense�� al maestro Fray Luis de Le�n a ser sencillamente sublime? �De qui�n aprendi�Herrera su entonaci�n alta, imperiosa y robusta? �Qui�n inspiraba a Rioja aquellas l�gubres lamentaciones, llenas de pompa y de majestad, henchidas de tristeza, que dejaba caer sobre los campos marchitos, y sobre los mustios collados, y 373 sobre las ruinas de los imperios, como un pa�o de luto?" Robert Louis Stevenson, fue un escritor de escritores. �C�mo desarroll� ese estilo que le hizo famoso? Afortunadamente, nos lo ha confesado: "Siempre que le�a un libro o pasaje que me agradaba sobreo se hab�a logrado con manera, en donde se hab�a dicho algo propiedad un efecto, en el que hab�a alguna fuerza notable o alguna distinci�n feliz en el estilo, ten�a que sentarme y ponerme mal -y no lo ignoraba-, y lo a imitar esa cualidad. Lo hac�a intentaba de nuevo, y de nuevo lo hac�a mal, y siempre mal; pero, por fin, en estos vanos combates, obtuve un poco de pericia en el ritmo, armon�a, construcci�n y coordinaci�n de las partes. he remedado cuidadosamente a Hazzlit, Lamb, Words"As�, worth, Thomas Browne, Defoe, Hawthorne, Montaigne. "Ese, qui�raseo no, es el m�todo de aprender a escribir. Haya aprendido yo o no, ese es el m�todo. Fu� el m�todo con que aprendi� Keats, y jam�s hubo temperamento m�s delicado para la literatura que Keats. "Es lo cierto que en estas imitaciones siempre brilla, lejos del alcance del estudiante, el modelo inimitable. Por mucho que haga, siempre fracasar�. Pero muy viejo es el refr�n que nos dice que el fracaso es el �nico camino que lleva al �xito." Y basta ya de nombres y casos concretos. Ya conocemos el secreto. Lincoln lo escribi� a un joven que ansiaba ser un buen abogado: "No hay sino coger los libros y leerlos y estudiarlos con cuidado. Trabajar, trabajar, trabajar es lo que importa." Comencemos con el de Arnold Bennett �Qu� libros? Este libro ser� tan C�mo vivir con veinticuatro horas por d�a. estimulante como una ducha fr�a. Nos dir� muchas cosas respecto del m�s interesante de 'los temas: nosotros mismos. Nos har� ver cu�nto tiempo malgastamos diariamente, c�mo podemos poner fin a este malgasto, y c�mo utilizar el tiempo adicional que nos resulte de este ahorro. El libro s�lo tiene 103 p�ginas. Lo podemos leer f�cilmente en una semana. Arranqu�mosle veinte p�ginas todas las ma�anas y guard�moslas en el bolsillo. Y hagamos s�lo diez minutos de culto ante el altar del peri�dico, en vez de los veinte o treinta 37 4 que son de rigor. "Por nuevas nos pen�is, que hacerse han viejas y saberlas heis." "He dejado los peri�dicos por T�cito y Tuc�dides, por Newton y Euclides -escrib�a Thomas Jefferson- y vivo mucho m�s feliz." �No creen mis lectores que, siguiendo el ejemplo de Jefferson aunque s�lo sea hasta la reducci�n en una mitad de nuestra lectura de peri�dicos, nos hallaremos m�s felices y sabios a medida que pasen las semanas? �No est�n dispuestos mis lectores a probarlo por un mes y dedicar el tiempo as� ahorrado a la lectura m�s edificante y duradera de buenos libros? �Por qu� no leemos esas p�ginas arrancadas mientras esperamos el ascensor, el tranv�a, la comida, a una persona que nos di� cita? Despu�s de le�das estas veinte p�ginas, volv�moslas a su lugar y arranquemos otras veinte. Cuando hayamos terminado, pongamos una faja de goma alrededor de las tapas para que no se escapen las hojas. �No es mucho mejor tener un libro asesinado y mutilado de ese modo, pero con su contenido en la cabeza que tenerlo impecable y sin abrir en los anaqueles de un estante? Despu�s que hayamos terminado con C�mo vivir conveinticuatro horas por d�a quiz� queramos leer otro libro del mismo autor. Leamos La m�quina humana. Este libro nos ense�ar� a tratar con mayor tino a la gente. Aumentar� nuestra serenidad y el dominio de nosotros mismos. Recomiendo estos libros no s�lo por lo que dicen, sino por c�mo lo dicen, por el enriquecimiento y refinamiento de vocabulario que nos traer�n consigo. Otros libros que recomiendo son El Pulpo y El hoyo de Francis Norris, dos de las mejores novelas norteamericanas que se hayan escrito. La primera trata de los disturbios y tragedias de los campos trigueros de California; la segunda pinta las luchas de los osos contra los toros, en Chicago. El hombre mediocre, de Jos� Ingenieros, es un libro edificante y de rico vocabulario. Tambi�n es provechoso La simulaci�n en la lucha por la vida, del mismo autor. El Ariel, Vida de Shelley, de Andr� Maurois; Viajes con un burro, de 375 Stevenson, y Charlas a los maestros, de William James. Sin citar libros, recomendamos a los escritores espa�oles de la llamada generaci�n del noventa y ocho: Azor�n, Valle-Incl�n, Unamuno, Ortega y Gasset, Benavente, Ganivet, etc. Hagamos de estos autores nuestros amigos de todos los Dej�mosles que nos ense�en, nos estimulen, nos gu�en d�as. con p�ginas llenas de sugesti�n y belleza como esta de RuDar�o. b�n "Con la frente apoyada entre mis manos, pienso y quiero expresar lo que medito, N�menes soberanos. Musa de la verdad, Verbo infinito, dad vuestro apoyo al que demanda aliento; que esta fiebre ardorosa en que me agito, si hoy ensancha mi pobre pensamiento, vigor me roba al darme sentimiento, y a fuerza de pensar me debilito. Temo que se me ofusque la mirada si estoy de cara al sol; pero m�stemo que vacile mi voz debilitada al cantar el ideal de lo supremo. El astro eterno luce; glorifica la voz de lo inmortal su excelsa llama, cuyo fulgor celeste se derrama en oleada de luz que purifica. Siento que en mi cerebro forcejea y relucha la idea por cobrar forma, por hallar salida; esa insondable claridad me atrae; pero al velar el �nimo decae y me sale la voz desfallecida... Pero... �valor! �arriba, pensamiento! Vuela, atrevido acento; alma ansiosa, sacude la cabeza y a la altura los ojos endereza. Basta de vacilar. Con ansia ardiente dar� forma a la idea que concibo. Basta de vacilar. Alzo la frente, tomo la pluma, y lo que pienso escribo." 376 Pero, realmente, hemos dejado los mejores autores para el final. �Qui�nes son? Cuando le pidieron a Irving una lista de los cien mejores libros de la literatura mundial, respondi�:"antes que cien libros, dadme la lectura de dos: la Biblia y Shakespeare". Ten�a raz�n. Abrev�monos en estas dos fuentes de literatura. Abrev�monos generosamente y a menudo. "La obra shakesperiana -dice don Mariano de Vedia y Mitre- no puede considerarse patrimonio exclusivo de una lengua o de una naci�n. Tal es su significado, que no ha de llamarse hombre culto quien no la conozca, siquiera sea fragmentariamente." Dejemos el diario a un lado esta noche, y digamos: "Shakespeare, ven aqu� y h�blame en esta noche de Romeo y su Julieta, de Macbeth y su ambici�n." Si hacernos esto, �cu�l ser� la recompensa? Gradualmente, pero inevitablemente, si leemos buenas traducciones, nuestro vocabulario se tornar� m�s rico, m�s refinado. "Dime lo que lees -dec�a Goethe- y te dir� qui�n eres." Solac�monos con la lectura de nuestro libro fundamental, Don Quijote. "�Qu� enanos todos los dem�s al lado de �l! �Qu� peque�o se siente uno, Dios m�o, qu� peque�o!" escribï¿ el exquisito Flaubert de este libro. Este programa que propongo no requerir� sino un poco de fuerza de voluntad, un poco de mejor aprovechamiento del tiempo. Circulan una porci�n de ediciones baratas de cl�sicos de la literatura. EL SECRETO DEL DOMINIO QUE TEN�A MARK TWAIN DEL VOCABULARIO �C�mo logr� Mark Twain su deliciosa facilidad en el empleo de palabras? Siendo joven, viaj� desde Misur� hasta Nevada en una penosa y harto lenta diligencia. Hab�a que llevar comida, y a las veces agua, para los pasajeros y los caballos. Demasiado peso pod�a determinar la muerte y el desastre. El transporte de equipaje se pagaba por onzas. Y sin embargo, Mark Twain llevaba un voluminoso diccionario por entre gargantas y desnudos desiertos, a trav�s de un pa�s lleno de bandidos y de pieles-rojas. Quer�a ser amo de las 377 palabras, y con su caracter�stico valor y sentido com�n procedi� a hacer lo necesario para lograr su pr�p�sito. Tambi�n Pitt y Chatham estudiaron por dos veces el diccionario, palabra por palabra. Browning sol�a leerlo todos los d�as, en lo cual hallaba "un entretenimiento as� como una instrucci�n". Lincoln se sentaba al atardecer, y le�a el diccionario hasta que ya no hab�a m�s luz. No hay excepciones de importancia Todos los escritores y oradores de nota han hecho lo mismo. Cierto orador a quien se le alaban la solidez de sus per�odos y la belleza sencilla de sus palabras, ha confesado recientemente el secreto de su habilidad para escoger las palabras m�s precisas y vigorosas. Siempre que descubre una palabra que no le es familiar, ya sea en la conversaci�n, ya en sus lecturas, la anota en una libreta. Luego, antes de ir a dormir, consulta el diccionario y se apropia de la palabra. Si no ha topado ninguna palabra nueva en todo el d�a, estudia dos o tres art�culosdel diccionario de Sin�nimos Castellanosde Roque Barcia, y aprende as� las diferencias de matiz entre palabras que �l habr�a dado por completamente sin�nimas. Una palabra por d�a, tal es su lema. Esto significa, al cabo del a�o trescientas sesenta y cinco herramientas adicionales de expresi�n. Estas nuevas palabras son anotadas en una libreta, en la que revisa sus significados en los ratos perdidos. Ha descubierto que cuando usa tres veces una palabra, la convierte en adquisici�n permanente. Para darnos una cuenta cabal de la riqueza del castellano, A una coqueta. leamos esta poes�a de Juan Somoza, titulada Fu� dedicada a los estudiantes de Salamanca con el objeto de interesarlos en el estudio del Diccionario. A la derecha damos la "traducci�n", del propio autor: Eres saga parancera, Y dejan enteleridos Tus ojos paradisleros Los p�jaros en sus nidos. El oro perchado cae Y el altanero que pasa; Eres bruja cazadora, Y dejan sobrecogidos Tus ojos acechadores Los p�jaros en sus nidos. El que est� en las ramas cae Y el de alto vuelo que pasa; 378 Que es tu balc�n ara�uelo Y cetrer�a tu casa. Son tus labios ababoles De tanta noxa ocasi�n, Cual hoja de matarife O abocardado ca��n. No valen los paradigmas Y el regate es por dem�s; Ni nosom�ntica cura Ni se da recle jam�s. Ni del burdo dallador Es tan ingrato el trabajo Cuando en calina bracea Con obrajero a destajo; Pues los que, orzando, marean De tu inconstancia en el mar, Cual chusma a g�mena asidos No dan tregua al salomar. Repartes matreramente El perfunctorio rigor, Y en tu nefaria onomancia Mueren semaxios de amor. Pero, an�glifo, tu pecho De alg�n recoqu�n ser�, Y amante de paletoque, La pancarpia ganar�. Que es tu balc�n red sutil Y cetrer�a tu casa. Son tus labios amapolas De tanto da�o ocasi�n, Cual de un matarife el hacha O de un trabuco el ca��n. De nada sirven ejemplos; El escape es por dem�s; Remedio ni aun por ensalmo, Y no hay respiro jam�s. Ni del rudo segador Es tan ingrato el trabajo Cuando en agosto bracea Con mayoral a destajo; Pues los que, orzando, navegan De tu inconstancia en el mar, Cual chusma a maroma asidos Bregan, gritan sin cesar. H�bil y astuta repartes El aparente rigor, Y con tus artes malvadas Mueren m�rtires de amor. Mas, vaso tosco, tu pecho De alg�n mascar�n ser�, Y amante zafio y palurdo La corona ganar�. INTERESANTES HISTORIAS DE PALABRAS DE USO COTIDIANO Consultemos el diccionario no s�lo para averiguar el significado de las palabras, sino tambi�n para enterarnos de d�nde derivan. El Diccionario de la Academia Espa�ola trae su historia, su origen, antes de la definici�n. Porque, no vayamos a creer que las palabras que empleamos diariamente sean sonidos insulsos, faltos de vigor. Est�n llenos de color, exuberantes de vida y de sugesti�n. No podemos decir, por ejemplo, una frase tan prosaica como "Llama por tel�fono al almacenero y d�le que env�e az�car" sin usar palabras de 379 diferentes lenguas y civilizaciones. Tel�fono se compone de tele, que significa lejos, y fono, que significa sonido. Az�car los �rabes es una palabra que tomamos del �rabe a�uccar; la tomaron del persa x�car, y �stos del s�nscrito carkara, que significa dulce.. Quiz�s alguno de nosotros trabaje en una compa��a comercial. Compa��a viene de com, con y papis, pan. Un compa�ero es uno con quien compartimos el pan. Y una compa��a no es sino una asociaci�n de personas que tratan de ganar el pan conjuntamente. Salario es el dinero para comprar sal. Los soldados romanos ten�an un sueldo adicional para comprar sal, y cierto d�a a uno de ellos se le ocurri� llamar salarium a su sueldo completo, con lo cual introdujo un neologismo que ya ha mucho tiempo ha sido aceptado. Y la misma palabra soldado es hermana de sueldo, y quiere decir: el que ha recibido sueldo, el sueldado. Y sueldo viene de s�lido,que designaba la moneda s�lida, en contraposici�n de la fraccionada. El s�ptimo mes del a�o, julio, obtuvo este nombre en honor de julio C�sar. Cuando Augusto subi� al poder, para no ser menos, llam� augustus al siguiente mes del a�o, que vino a dar nuestro agosto. Pero el octavo mes ten�a s�lo treinta d�as a la saz�n, y Augusto no pod�a tolerar que su mes fuera m�s corto que el de C�sar. Entonces le rob� un d�a a febrero y lo agreg� a agosto; y las consecuencias de este robo las tenemos patentes en el calendario que usamos hoy. Ciertamente, encontraremos fascinante la historia de las palabras. Busquemos en alg�n diccionario etimol�gico el origen de estas palabras: atlas, biso�o, boycot, cereal, colosal, concordia, educaci�n,fij�n,f inanza, lun�tico, p�nico, palacio, piropo, pecuniario, zarzuela. Enter�monos de la historia que traen. Esto nos las tornar� m�s llenas de color, m�s interesantes. Y las emplearemos con acrecentado deleite y placer. 380 CASTIGO DEL ESTILO Te�filoGautier, que era un gran amante de la perfecta expresi�n de las ideas, y que dedicaba varias horas semanales al estudio del diccionario, no ahorraba esfuerzo para traducir a palabras y frases sus pensamientos y sensaciones. "Para el poeta -dec�a- las palabras tienen en s� mismas, y fuera del sentido que expresan, una belleza y un valor propios; como piedras preciosas que a�n no han sido talladas y montadas en pulseras y en collares, encantan al conocedor que las mira y las saca de la copa en que estaban guardadas, como har�a un joyero mientras medita la construcci�n de una joya. Hay palabras diamantes, zafiros, rub�es, esmeraldas; otras hay que brillan como f�sforo cuando se frotan, y no es poco trabajo el escogerlas." Esta paciencia de art�fice es com�n en los escritores franceses m�s que en los espa�oles. Unamuno re�a de buena gana de esos escritores "cuyo mayor cuidado es poner juntas dos palabras que nadie hab�a puesto juntas hasta ahora". Esta chunga no se conforma mal con los gacetilleros inf�rtiles que basan todo su esfuerzo en el alambicamiento de la frase. Pero cuando el escritor tiene sustancia, como la ten�a Gautier, como la ten�a Flaubert, como la ten�an los Goncourt -de quienes dir� algo en seguida-, como la tiene, en fin, nuestro Azor�n, o nuestro Valle-Incl�n, el producto es de refinada complejidad o consumada sencillez, y la obra es creaci�n y es arte. Hasta Unamuno, aunque escrib�a casi siempre a vuelta pluma, muchas veces no escatimaba esfuerzos ni tiempo para hallar la palabra exacta o la frase perfecta. El colombiano Francisco Ram�rez Torres nos relata, en un reciente art�culo, la manera en que escrib�an los Goncourt. Le�mosle: "Realizaron un trabajo de benedictinos. En sus obras se ve el triunfo del detalle. Como fot�grafos de arte, enfocaban en los bocetos los �ngulos, las perspectivas, los claros, las sombras. Para crear comenzaban con los cimientos de la idea, despu�s la arma381 z�n de resistencia en los conceptos; los adornos y bellezas exteriores los cuidaban con celo digno de loa en los giros, met�foras e im�genes. Sus obras pueden compararse con las catedrales g�ticas, m�s severas, m�s justas. Uno de ellos dijo al pintar la labor del otro: 'A�n le veo leyendo las cuartillas escritas en com�n, y que al principio no nos hab�an satisfecho; le veo limarlas, pulirlas durante d�as enteros con paciencia irritable, cambiando aqu� un ep�teto, all� una frase mal rimada, m�s all� un giro seco; le veo fatig�ndose y gast�ndose el cerebro en busca de esa perfecci�n tan dif�cil, tan imposible de lograr con nuestra lengua francesa en la expresi�n de sensaciones y de cosas modernas.' Ten�an la huella de la constante, obsesionante y enfermiza pasi�n de la frase perfecta. Muchas veces jugaban hasta doce horas seguidas una partida de ajedrez para tener oportunidad de hallar un vocablo, un acento, una palabra musical. En un peri�dico de Reims se public� una curiosa pincelada psicol�gica en que se dec�a que sus comidas eran charlas consigo mismos. La neurastenia en uno de los hermanos fu� ocasionada por esta labor. Emplearon todos los neologismos bellos, hicieron de los adjetivos sustantivos, fabricaron verbos, inventaron a altas horas de la noche palabras extra�as que tuviesen afinidad de ritmo con el escrito suspendido, con la frase trunca. Desarticularon la frase para hacerle cobrar br�os, y olvidando los preceptos hicieron su obra." Muchos de mis lectores probablemente no tengan tiempo ni gana de buscar palabras con parejo tes�n. Citamos estos casos para demostrar la importancia que los buenos escritores asignan a la expresi�n correcta de las ideas, y con ello esperamos que aumente su inter�s por el diccionario. Desde luego, no es prudente que un orador interrumpa su discurso para buscar la palabra feliz, la palabra que exprese exactamente el matiz que quiere exteriorizar; pero es menester que practique la precisi�n en sus conversaciones cotidianas, a fin de ir adquiriendo inconscientemente tan preciosa y a las veces necesaria virtud. Milton emple� en sus libros ocho mil palabras, y Shakespeare quince mil. El diccionario de la Academia Espa�ola contiene unas ochenta mil palabras. Sin embargo, el hombre de la calle s�lo emplea unas dos mil diferentes. Tiene algunos 382 verbos, un pu�ado de sustantivos, varios adjetivos ra�dos, y suficientes adverbios y preposiciones para enhebrarlos y hacerse comprender. Es demasiado perezoso, mentalmente, o est� muy ocupado en sus negocios, para realizar el menor esfuerzo en obsequio de la precisi�n y la exactitud. Hace poco o� a una se�ora aplicando el mismo adjetivo a una ni�ita, a un helado, al temperamento de un hombre y a un libro. Todos eran "lindos". �C�mo pudo haber dicho? Un helado exquisito, sabroso, regalado, delicioso, gustoso, etc. Un temperamento amable, ben�volo, bondadoso, afable, condescendiente, manso, afectuoso, cordial, etc. Una ni�a guapa, graciosa, donairosa, gentil, bonita, hermosa, donosa, encantadora, chusca, etc. Un libro interesante, jugoso, original, enjundioso, ameno, grato, instructivo, agradable, deleitoso, etc. Tambi�n es pobreza usar el verbo hacer en los casos siguientes, anotados todos ellos por don Ricardo Monner Sans: Hacer pa�s, por gobernar bien, Hacer la lectura, por leer o dar lectura, Hacer pol�tica, por dedicarse a la pol�tica, Hacer saber, por noticiar o informar, Hacer conocer, por manifestar, dar a conocer, Hacer la venta, por vender, Hacer furor, por entusiasmar, alborotar, Hacer efectivo, por efectuar, Hacer moneda, por acu�ar, Hacer fuego, por encender, Hacerse ilusiones, por forjarse ilusiones, �tc.,etc. Eviternos, asimismo, el empleo del adjetivo alto en los casos siguientes: Un alto empleado, por un empleado de jerarqu�a, Un alto porvenir, por un porvenir promisorio, Un alto sueldo, por un sueldo elevado, Un alto escritor, por un escritor de nota, 383 Alta consideraci�n, pormerecida consideraci�n, Tener alta opini�n, por tenerexcelente opini�n, concepto, Tener alto concepto, por tener �ptimo Los altos destinos, por los venturosos, los felices destinos, Alta nobleza, por rancia, o por encubrada nobleza, Alto esp�ritude comprensi�n, pordelicado esp�ritude comprensi�n, Alta inteligencia, por prodigiosa, fecunda inteligencia. Alta reputaci�n, porexcelente, inmejorable reputaci�n. LOS LUGARES COMUNES Tratemos no s�lo de ser exactos, sino tambi�n originales. Tengamos el valor de decir las cosas tal como las sentimos. Por ejemplo, poco despu�s del Diluvio Universal, alg�n esp�ritu innovador us� por primera vez la expresi�n "fr�o como un pepino". A la saz�n era extraordinariamente eficaz porque era extraordinariamente lozana. Quiz� haya conservado este pr�stino vigor hasta el famoso banquete de Baltasar, donde alguien acaso, la haya empleado en su discurso de sobremesa. �Pero qui�n que se precie de original la repetir� en nuestros d�as? son tan He aqu� algunos s�miles para usarfr�o. con �No eficaces como el tan trillado del pepino, y m�s lozanos, m�s pasaderos? Fr�o como un sapo. Fr�o como una bolsa de agua caliente por la ma�ana. Fr�o como un clavo. Fr�o como una tumba. Fr�o como las heladas monta�as de Groenlandia. Fr�o como yeso. Fr�o como una tortuga. Fr�o como cellisca. Fr�o como sal. Fr�o como una lombriz. 384 Fr�o como el amanecer. Fr�o como una lluvia de oto�o. Mientras estamos en vena, inventemos nuevos s�miles para expresar el fr�o. Tengamos el valor de ser diferentes de los dem�s. Escrib�moslo aqu� mismo: Fr�o Fr�o Fr�o Fr�o Fr�o como como como como como .............. .............. .............. .............. .............. Cierta vez le pregunt� a Kathleen Norris de qu� modo se pod�a desarrollar el estilo. "Leyendo los cl�sicos de la poes�a y de la prosa -me respondi�- y eliminando con agudo sentido cr�tico cuantos lugares comunes aparezcan en nuestros escritos." Un conocido director de peri�dico me confes� hace un tiempo que cuando topaba dos o tres lugares comunes en un cuento que le hubiesen remitido para publicado, lo devolv�a a su autor sin terminar de leerlo: porque, agregaba, quien carezca de originalidad en su expresi�n tiene muy poca originalidad en el pensamiento. SUMARIO 1. S�lo tenemos cuatro contactos con la gente. Nos aprecian y clasifican por lo que hacemos, lo que parecemos, lo que decimos y la manera en que lo decimos. Muy a menudo nos juzgan por nuestra manera de expresarnos. El doctor Charles W. Eliot, presidente que fu� de la Universidad de Harvard, declar�: "S�lo una adquisici�n mental considero necesaria en la educaci�n de una dama o de un caballero: el empleo preciso y refinado de su lengua materna." 2. Nuestro lenguaje es en gran parte reflejo de la gente con quien tratamos. Sigamos, pues, el ejemplo de Lincoln, y tratemos con los maestros de la literatura. Pasemos las 385 noches, como �l las pasaba, en compa��a de Shakespeare y de todos los grandes poetas y prosadores. Hagamos esto, e inconscientemente, inevitablemente, nuestro esp�ritu se pulir� y nuestro lenguaje se aproximar� m�s al de nuestros compa�eros. 3. "He dejado de leer los peri�dicos a cambio de T�cito y de Tuc�dides, de Newton y de Euclides -escrib�a Thomas Jefferson- y soy mucho m�s feliz." �Por qu� no seguimos su ejemplo? Ya dice el antiguo refr�n espa�ol: "De nuevas non os curedes, que hacerse han viejas y saberlas hedes." No desde�emos completamente la lectura de peri�dicos, pero dediqu�mosles s�lo la mitad del tiempo. Y el tiempo ahorrado dediqu�moslo a leer libros de mayor valor Arranquemos las p�ginas y le�moslas en los momento libres. 4. Tengamos siempre un diccionario a mano cuando leemos. Consult�moslo cuando quiera encontremos una palabra desconocida. Y luego tratemos de aplicar esta nueva palabra, con lo que mejor la grabaremos en la memoria. 5. Estudiemos la etimolog�a de las palabras. Su historia no es pesada y �rida, sino viva y novelesca. Por ejemplo, subasta significa debajo del asta, y viene el significado que ahora tiene de que los romanos colocaban el bot�n de las guerras debajo de un asta clavada en el suelo, y vend�an pieza por pieza al mejor postor. No usemos palabras comodines. Tratemos de ser precisos, exactos. No digamos de todo cuanto nos gusta que es lindo. Usemos palabras menos extensas, como exquisito, sabroso, regalado, guapo, donairoso, gentil, donoso, chusco, encantador, deleitoso, 'ameno, grato, etc. 7. No empleemos comparaciones demasiado trilladas. Tratemos de ser originales. Creemos s�miles propios. Tengamos el valor de innovar. VICIOS DE LENGUAJE GIROS Se emplean en general err�neamente los giros que siguen: 386 INCORRECTO CORRECTO lado tuyo �Desde ya! A lo que veo Lo m�s fuerte de labatalla Aceite de petr�leo Golpe de pu�o Golpe de vista Vida accidentada Terreno accidentado Cambiar de aire Ojos inyectados Una cuesta pronunciada El enfermo est� bien Tiene una nariz aguile�a Acordar un favor Abrevarse de sangre Vender a p�rdida Ir a lo de Zutano Ba�o Mar�a Al Al lado de ti � Desde luego! Por lo que veo Lo m�s recio de la batalla Aceite mineral Pu�etazo, trompis Vistazo, mirada, ojeada Vida borrascosa Terreno quebrado, agrio Mudar aires, mudar de aires Ojos encarnizados Una cuesta escarpada, pina El enfermo est� bueno Tiene nariz aguile�a Conceder un favor Abrevarse en sangre Vender con p�rdida Ir a casa de Zutano Ba�o de Mar�a GRAM�TICA Los verbos irregulares Hay en castellano una porci�n de verbos irregulares cuya conjugaci�n pone en aprieto aun a los m�s avisados. Los buenos diccionarios nos dan el verbo-tipo, con el cual ya no podemos errar en la conjugaci�n. Muchos de estos verbos coexisten con sustantivos o adjetivos vulgares, los cuales nos dan tambi�n la clave de su conjugaci�n. As�, por ejemplo, el verbo apretar coexiste con el sustantivo aprieto. Luego no se conjuga Apreto, apretar, etc., sino Aprieto aprietas, etc. Enredar coexiste con el sustantivo enredo; luego, no se conjuga Enriedo, enriendas, etc., sino Enredo, enredas, enreda. Lo mismo podr�amos decir de engrosar (grueso), poblar (pueblo), descollar (cuello), errar (yerro). 387 Verbos defectivos son los que carecen de algunas formas verbales. Abolir, por ejemplo, s�lo se puede emplear en aquellas formas en que la desinencia comienza con i (abol�, aboliste, abolir�, aboliesen).No se puede decir, ni nadie lo dice, Abolgo, abolgues, etc. Para estas personas lo reemplazamos por derogar. Garantir tambi�n es defectivo. Es incorrecto decir yo garanto, t� garantes.Debemos reemplazarlo en estas personas y tiempo por garantizar. En cambio decimos bien garant�, garantimos, garantido. Otros defectivos de esta clase son agredir, aterirse, despavorir y empedernir. El verbo querer transforma su ere en erre en el futuro imPero no la perfecto (querr�)y en el potencial (querr�a). admite en el presente de subjuntivo: Aunque no queramos. EJERCICIO VOCAL. REPASO 1. Leamos La Rosa de Job, en el cap�tulo VI. Le�mosla en voz alta, asegur�ndonos de cuatro cosas: a. Que respiramos diafragm�ticamente. b. Que guardamos una reserva de aire en los pulmones, para trampol�n de las palabras. c. Que la garganta est� relajada. d. Que empleamos la resonancia nasal. Pronunciemos las enes con sonoridad. Hag�moslas retumbar por la nariz. 2. Leamos en voz alta la siguiente poes�a, en falsete: "Y aserr�n aserr�n! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan; los de Roque alfandoque los de Rique alfe�ique 388 los de Trique triquitr�n. ï¿T ½ riqui, triqui, triqui, tran! ï¿T ½ riqui, triqui, triqui, tran! 3. Leamos en, voz alta los siguientes versos, prestando especial atenci�n a la punta de la lengua. Sint�mosla golpeando las espaldas de los dientes con elasticidad. Esto da vivacidad y sensaci�n de rapidez a la lectura. (Ver cap�tulo VI.) Pertenece esta poes�a a Jos� Asunci�n Silva: En tu aposento tienes, en urna fr�gil, clavadas mariposas que, si brillante rayo de sol las toca, parecen n�cares o pedazos de cielo, cielos de tarde, o brillos opalinos de alas suaves; y all� est�n las azules hijas del aire, fijas ya para siempre las alas �giles, las alas, peregrinas de ignotos valles, que como los deseos de tu alma amante a la aurora parecen resucitarse, cuando de tus ventanas las hojas abres y da el sol en tus ojos y en los cristales. 4. Tarareemos la melod�a de La paloma. De acuerdo con lo ense�ado en el Ejercicio Vocal del cap�tulo XI, sintamos la resonancia, las vibraciones en el cr�neo, nuca, pecho, ca389 vidades nasales, cara. Al tararear, tengamos en la cabeza la sensaci�n que tenemos cuando inspiramos. 5. Leamos con entusiasmo y �nfasis estos altivos versos Para entonces. Esta de Manuel Guti�rrez N�jera, titulados clase de poes�as es la mejor para desarrollar tonos vivaces, coloridos: Quiero morir cuando decline el d�a, en alta mar y con la cara al cielo; donde parezca sue�o la agon�a, y el alma, un ave que remonta el vuelo. No escuchar en los �ltimos instantes, ya con el cielo y con el mar a solas, m�s voces ni plegarias sollozantes que el majestuoso tumbo de las olas. Morir cuando la luz, triste retira sus �ureas redes de la onda verde, y ser como ese sol que lento expira: algo muy luminoso que se pierde. Morir y joven: antes que destruya el tiempo aleve la gentil corona; cuando la vida dice a�n: soy tuya, aunque sepamos bien que nos traiciona! En fin, advirtamos a los estudiantes que la simple lectura de todos estos preceptos no es suficiente. Es menester practicar todos los d�as. El �xito estar� en proporci�n con los sacrificios. Este discurso no es, ni mucho menos, de los mejores de Emilio Castelar; pero dos circunstancias hacen que su lectura resulte de provecho y est�mulo para los estudiantes de oratoria. La primera: el orador no tuvo tiempo de prepararse, porque f u� invitado a hablar pocas horas antes de realizarse el acto. La segunda, mucho m�s aleccionadora, �l mismo nos la confiesa: "Las primeras palabras fueron recibidas con un rumor sordo de desaprobaci�n y de disgusto, pues el p�blico estaba cansado y era ya muy avanzada la hora. Mas a los pocos minutos comenz� ese entusiasmo que se desahogaba en aplausos, en aclamaciones, y que me interrump�a a cada instante, no dej�ndome, con la conmoci�n profunda que llevaba a mi �nimo tan inesperada felicidad, ni tiempo siquiera para coordinar mis ideas." Fu� pronunciado el 22 de setiembre de 1854. Ten�a Emilio Castelar a la saz�n 21 a�os. Se�ores: Voy a defender las ideas democr�ticas, si es que dese�is o�rlas. Estas ideas no pertenecen ni a los partidos, ni a los hombres; pertenecen a la humanidad. Basadas en la raz�n, son, como la verdad, absolutas, y como las leyes de Dios, universales. Por eso la persecuci�n no puede ahogarlas, ni la espada del tirano vencerlas; pues antes que el tiempo desplegara sus alas, fueron escritas en libros m�s inmensos que el espacio por la mano misma del Eterno. As�, los hombres que se pierden en el oc�ano de la vida, los poetas que adoran lo eternamente bello, los fil�sofos que leen la verdad absoluta en el puro cielo de la conciencia, no hacen m�s que arrojarlas en ondas de luz sobre la mente del pueblo. (Aplausos.) Yo, se�ores, lleno de sentimientos, si desnudo de inteligencia, me propongo ense�ar los dogmas del partido democr�tico, ya como prin393 cipios eternos de su escuela, ya como principios de aplicaci�n pr�ctica en las actuales circunstancias. Convirtamos un instante nuestros ojos a lo pasado. �Qu� espect�culo, se�ores, tan tremendo! La imprenta, ese soldado de Dios que pelea como Ayax por la luz, encadenado al pie de los tiranos (Aplausos); la tribuna, providencia del pueblo, sujeta al carro del vencedor; las obras del ingenio humano proscritas porque dan generoso aliento al pecho de los oprimidos; la idea oculta en el fondo de la conciencia, estallando en el cerebro sin poder alzar su vuelo y perderse en lo infinito; la fe vendida por una cartera de ministro, y la raz�n y la libertad llorando en ignominioso calvario. (Estrepitosos aplausos.) Todos hemos presenciado el martirio de la libertad. Bravo Murillo intent� matarla con el pu�al del materialismo, sin parar mientes en que las ideas son invulnerables; Esteban Collantes la insult� con sus sarcasmos; Domenech fu� su judas, pues cuando la crey� vencida, no dud� un punto en venderla a los seides del absolutismo; Sartorius escribi� su epitafio como antes Donoso hab�a escrito el evangelio de la reacci�n, sosteniendo que la raz�n y el absurdo se aman con amor invencible; que fuera de la v�a cat�lica nada hay tan despreciable como el hombre; que el siglo XVI con su inquisici�n y sus frailes es el ideal de sociedad; que deb�amos por nobleza amar la dictadura del sable; que la humanidad es la concentraci�n de todos los deberes, y la teocracia el m�s perfecto de todos No sab�an que negando la libertad negalos gobiernos. �Insensatos! ban al hombre, cuya esencia no es sino la libertad; que negando la raz�n negaban a Dios, cuya existencia no se comprende sin la raz�n... Pero hac�an bien. Negando al hombre negaban al eterno enemigo de sus conjuraciones; negando a Dios, negaban al aterrador espectro de sus conciencias. (Aplausos prolongados: interrupci�n del orador.) Ense�ad a un hereje nuestras catedrales; mostradle sus arcos sosteniendo las b�vedas sembradas de l�mparas como el cielo de estrellas; la c�pula que se lanza a lo infinito y se pierde en los arreboles del aire; el santuario irradiando divina luz; las v�rgenes trazadas por el pincel de nuestros artistas, subiendo al emp�reo en alas de los �ngeles, cuyo pecho agita el soplo del amor divino; los doctores, leyendo eternamente la verdad absoluta en sus libros de piedra; los h�roes descansando en los sepulcros, sobre cuya losa se cierne la bienaventuranza: hacedles o�r las notas del �rgano que como roc�o de vida anima estatuas y columnas; el c�ntico del sacerdote, que parece eco perdido de las armon�as que forman las esferas; y bien pronto flaquear�n sus rodillas, se estremecer� su conciencia, cayendo de hinojos ante 394 la realidad de un Dios que se revela bajo los tres eternos atributos de la divinidad, que son la virtud, la ciencia y la hermosura. (Extraordinarios aplausos.) Condenarle a no ver tanta maravilla es lo mismo que arrancarle los ojos al ateo para que no mire al cielo. (Repetidos aplausos.) Se�ores: Para hacer nuestra revoluci�n verdaderamente popular, es necesario que consagremos de una manera absoluta los derechos del pueblo. Se�ores, no es mi prop�sito desencadenar las pasiones, ni mi objeto oponerme a la triunfal carrera del gobierno; pero si me lo permit�s hablar� con la prudencia que cumple a la libertad de mi sentir respecto a los gobiernos doctrinarios. Hace ya largos aros que un hombre encerrado en el secreto santuario de su propia conciencia se propuso regenerar el mando cient�fico, abri�ndole horizontes infinitos. Este hombre se llamaba Descartes. �l demostr� que la humanidad era al mismo tiempo objeto y sujeto de la ciencia, y que debemos reconocer por �nico criterio cient�fico la raz�n, cuyo destino es herir a la autoridad, como el rayo del cristianismo hiri� los �dolos del Capitolio. Estas ideas descendieron bien pronto de la mente del fil�sofo a la conciencia del pueblo; porque la Providencia difunde con su divino soplo en los entendimientos los principios salvadores que han de regenerar a las naciones. Entonces, entre el principio basado en las leyes del tiempo y el principio basado en las leyes de la raz�n, se entabl� una contienda que pone espanto en el �nimo; pero no olvid�is que se desencadenaban en la historia tempestades necesarias, que agitaban horriblemente la atm�sfera, sin romper por eso la cadena que une a la tierra con los mundos. Entonces el pueblo pronunci� en su triunfo esta palabra, que no han podido borrar nunca los gobiernos: Perme Reges regnant. El antiguo principio de autoridad subi� sin comprender su ruina del solio del poder al solio del cadalso (Sensaci�n); m�s despu�s, por razones que no es del momento referir se firm� un pacto entre la autoridad vencida y el pueblo vencedor, pacto que ha sellado generosa y noble sangre. Pero este pacto ha sido mil veces rasgado, y no es parte a salvarlo la espada de la fuerza, pues lo aniquila hoy la espada de la justicia. Y si no, poned frente a frente dos principios antit�ticos por naturaleza, y ver�is c�mo son contradictorios por consecuencia. El principio de autoridad s�lo luce el d�a de las revoluciones. Cuando triunfa el primero condena a su contrario al ostracismo, pone mordazas en sus labios, grillos en sus plantas, lo arrastra por el lodo, fabrica para �l sus c�rceles y le asesina con la espada de la dictadura. Cuando triunfa el segundo, 395 suele ser, como en la revoluci�n de julio hemos visto, m�s generoso con su enemigo, porque es m�s fuerte. �Por qu�, me dir�is, el principio reaccionario es tan tenebroso y el liberal tan sublime? Porque el primero es un principio muerto, que si respira, respira el mef�tico aire de las tumbas; y el segundo es un principio lleno de vida, puesto en el trono de la humanidad por la inflexible l�gica de Dios, que se manifiesta centelleante en la historia. Esto mismo explica c�mo en algunas �pocas instituciones sagradas, venerandas, caen en manos de ciertas personas que afrentan a los siglos y manchan a los pueblos. Los hombres no son m�s que puras formas de las ideas. Cuando una idea generosa y levantada, como la idea liberal, agita la conciencia de la humanidad, y se presenta a recoger los trofeos de su victoria, tiene poder para sacar centellas de misteriosa luz de los abismos del tiempo y del seno de la conciencia, y Rousseau y Kant son sus profetas; Mirabeau, Vergniaud sus sacerdotes; Andr�s Chenier y Byron sus cantores; madame de Sta�l y de Rolland sus hero�nas; y Hoche y Napole�n son sus soldados; pero cuando una idea condenada por Dios, como la idea absolutista, se Carlos IV, empe�a en vivir entre los hombres, sus s�mbolos se llaman aplauFernando VII, Fernando de N�poles y Napole�n el Chico. (Los sos interrumpen largamente al orador, los concurrentes piden su nombre, y establecida la calma el orador contin�a.) Se�ores: la revoluci�n no puede ser popular si el sufragio no es amplio; mejor dir�, si no es completo. Dicen que el pueblo no conoce sus derechos. �Ay! el jornalero que abandona su hogar, desoye el lloro de su mujer y de sus hijos, �nicos lazos que le atan a la tierra, se lanza a la calle ofreciendo desnudo pecho el plomo asolador del despotismo, lucha con denuedo y muere con gloria, el pobre pueblo siempre esclavo, �se ver� halagado el d�a tremendo de las contiendas sangrientas, y vilmente proscrito el d�a feliz de las contiendas legales? (Prolongados y repetidos aplausos que impiden continuar al no ha de resonar sino entre el esorador por un momento.) �Su voz truendo de las fratricidas armas, y su majestuosa figura no ha de lucir sino al p�lido resplandor de las hogueras? El pueblo da la vida por su libertad, pero no puede dar por la libertad su voto. �Qu� sofisma! Dicen que no es ilustrado; no lo cre�is. Si no temiere cansaros, desenvolver�a una teor�a a mi entender l�gica y razonable; pero renuncio a ello por el temor de seros importuno. (Muchas voces: que hable, que contin�e.)No tengo derecho a distraer por tanto tiempo 39 6 la atenci�n del auditorio.(Muchas voces: s�, s�, y el orador contin�a.) Se�ores, la humanidad es como el hombre. Tres facultades intelectuales descubrimos en el hombre: la sensibilidad que le relaciona con el mundo exterior; la inteligencia, esfera donde se forman las nociones; y la raz�n, �ltimo extremo de nuestras facultades, hermoso templo de las ideas. A estas tres facultades pertenecen tres per�odos hist�ricos. Cuando la sensibilidad predomin� en los pueblos, el feudalismo los cautiv� amedrent�ndolos con su tajante espada y deslumbr�ndolos con su colosal poder; pero cuando la inteligencia domin� la sensibilidad, la tiran�a perdi� su fuerza, los magnates perdieron sus fueros, y el trono, instituci�n veneranda, instituci�n antiqu�sima. concentr� en s� todos los derechos; hasta que la raz�n, soberana del mundo, levant� el pueblo al absoluto ejercicio de la soberan�a que por derecho le corresponde. (Aplausos generales.) Se�ores: �el pueblo del siglo XIX no es ilustrado! Eso es mentira. Ese pueblo tiene por cetro el rayo, por mensajero el rel�mpago. Ese pueblo mand� un d�a en la convenci�n que la victoria le obedeciera y le obedeci� la victoria. (Aplausos.) Ese pueblo ha recibido la herencia de todos los siglos y ha reconquistado con la fuerza de sus ideas la completa serie de todos sus derechos; ese pueblo, en fin, ha visto los fantasmas de lo pasado caer tr�mulos de espanto a sus pies pidiendo un �sculo de paz. (Ruidosos aplausos.) Necesita educaci�n; �Qui�n lo duda! He aqu�, se�ores, el instante oportuno para hablar libremente de la libertad de ense�anza. Yo la admito como principio absoluto, yo la rechazo como principio de aplicaci�n. Se�ores, no dudar�is que la Francia nos ha precedido en muchos per�odos de civilizaci�n, aunque despu�s haya abandonado vergonzosamente su gloriosa obra. �Sab�is, pues, qui�n defend�a en Francia la libertad de ense�anza? La defend�a Montalambert. �Sab�is qui�n atacaba en Francia la libertad de ense�anza? La atacaba V�ctor Hugo. El mismo programa que estamos discutiendo ha comprendido esta verdad al pedir que la ense�anza sea gratuita, pues si es gratuita no puede ser libre, y si es libre no puede ser gratuita; porque, �con qu� derecho forzar�ais al hombre que necesita del trabajo para vivir a que ense�ase gratuitamente? Entonces el pobre pueblo, ese rey sin corona, caer�a en las tinieblas de la ignorancia, y de consiguiente en las cadenas de la esclavitud. Hoy las nuevas inteligencias que se despiertan a la triste lucha de la vida, deben ser educadas por el Estado y para el Estado. De otra suerte, la ense�anza vendr�a a parar a nuestros enemigos, y nuestros enemigos, de seguro, no fe 397 dir�an al pueblo que son soldados de su inmortal cruzada el divino Homero, creador de los Dioses; Esquilo, que desafiaba a los tiranos en el campo y en la escena; S�focles, que cant� las miserias de los reyes: el justo S�crates; el angelical Plat�n; y el triste Lucrecio; no le recordar�an, no, que la libertad cuenta entre sus cantores al Dante, entre sus ap�stoles a Santo Tom�s, y entre sus m�rtires a Dios. (Aplausos repetidos y prolongados.) Se�ores: Toda libertad no puede existir sin que tenga por l�mite otra libertad. As� es que la libertad de ense�anza podr� realizarse cuando la libertad de cultos sea completa; cuando la libertad de imprenta sea absoluta; y aqu�, se�ores, llamo vuestra atenci�n. La imprenta que, entre nosotros, es una organizaci�n, un poder, debe perder esa forma, porque los poderes nos abruman. Sus ideas deben ser consideradas como ideas individuales; as�, se�ores, la imprenta no tendr� fuerza para derribar a los gobiernos. Esto sucede en todos los pueblos libres. En Inglaterra la imprenta dice todo lo decible del gobierno sin que la sociedad se conmueva; en los Estados Unidos la imprenta sostiene todo lo sostenible contra el presidente, sin que el presidente caiga. Aqu�, se�ores, mientras la imprenta tenga fuero propio, mientras preste un dep�sito, ser�, fuerza es decirlo, ser� una aristrocracia; y tened entendido que siendo de esta forma, la aristocracia del capital representa por lo mismo a la m�s temible y a la menos gloriosa de todas las aristocracias. !Aplausos.) Se�ores, yo, por ejemplo, puedo tener la cabeza llena de ideas levantadas y el coraz�n rebosando en generosos sentimientos; pero como soy pobre, como no tengo dos mil (Estreduros, me arrastrar� en la impotencia y morir� en el olvido. pitosos aplausos.) Se�ores: S�lo el partido democr�tico puede llevar a su cima nuestra gloriosa revoluci�n. Todos los principios que le han servido de bandera forman nuestros dogmas y nuestros principios. Yo le dir�a al partido progresista: �Qu� quieres? �soberan�a del pueblo? Pues c�denos el puesto, porque nosotros queremos esa soberan�a con todas sus l�gicas consecuencias; porque nosotros damos al pueblo por corona el derecho, y por cetro la ley. �Econom�as? Nadie sino el partido democr�tico puede salvaros de la bancarrota que os amenaza, porque el partido democr�tico, con su abnegaci�n, realizar� profundas econom�as sin lastimar por eso el cr�dito del pa�s, sin oponerse a todos los derechos, que son sagrados. �Libertad? Nosotros la alzaremos en nuestros brazos, sin l�mites que la nieguen, sin barreras que la detengan, sin instituciones que la limiten. He aqu� por qu� la uni�n que procla398 m�is es viciosa; y esta es la ocasi�n de hablar cuatro palabras sobre la encomiada uni�n liberal, que aqu� se ha tratado de una manera lastimosa. (Risas.) Las ideas no se unen, porque entre ideas opuestas no debe haber l�gicamente armon�a; los partidos no se unen, porque el partido que renuncia a sus ideas es ap�stata. (Aplausos.) El antiguo partido liberal, por m�s esfuerzos que haga, est� ya muerto. Ha puesto en pr�ctica toda la serie posible de sus ideas, y no ha podido despu�s, se�ores, ni por breve espacio, sostenerlas. Hoy dice que olvidemos lo pasado. Un partido viejo, un partido decr�pito, renuncia a la historia, que debiera ser hoy su �nico t�tulo a la consideraci�n de las gentes. (Prolongados aplausos.) Se�ores, tres Constituciones ha dado el partido liberal: la Constituci�ndel 12, que enaltec�a el principio de la libertad; la Constituci�n del 45, que enaltec�a el principio mon�rquico; y la Constituci�n del 37, t�rmino medio entre estos dos puntos extremos. Ahora bien: la Constituci�n del 12, que corri� azares de varia fortuna, fu� rasgada por los hombres que la hab�an apoyado con sus ideas y defendido con su sangre: la Constituci�n del 37 ni fu� respetada ni fu� temida, y no le vali� el instinto de prudencia que hab�a presidido a su elaboraci�n y nacimiento para libertarla de los tremendos golpes que ocasionaron su muerte; y la Constituci�n del 45, que la suprema inteligencia del partido moderado hab�a compuesto, fu� arrastrada sin piedad por sus prohombres, y conducida al abismo de su perdici�n por sus mismos autores. El partido liberal est�, pues, muerto; ya no hay ni puede haber en su coraz�n sentimientos; ya no hay ni puede haber en su cerebro nuevas ideas. Si avanza, es nuestro el triunfo; si retrocede, el triunfo es del absolutismo: �que elija!(Repetidos y prolongados aplausos. El orador se ve abligado a suspender el discurso por algunos minutos; despu�s prosigue.) Se�ores:Todos dicen que nuestra patria camina a la retaguardia de la civilizaci�n. No lo cre�is. Espa�a est� destinada a ponerse a la cabeza del mundo. En su privilegiado suelo, bajo ese hermoso horizonte que sonr�e como un �ngel de paz, debe ensayar las grandes ideas que m�s tarde han de realizarse en todos los pueblos de la tierra. �Qui�n puede poner en duda este privilegio, cuando Portugal nos tiende sus brazos, cuando estamos en el deber de realizar, no la uni�n de los partidos, sino la uni�n de los pueblos?(Estrepitosos aplausos.) Hoy somos los soldados de la libertad, y por consecuencia los soldados de Dios. Los individuos ensayan en sus conciencias ideas que aplican a los pueblos; los pueblos ensayan en sus conciencias ideas que 399 aplican a la humanidad. El sol, pues, el sol, sujeto en otro tiempo a iluminar eternamente nuestro suelo, bendice hoy con sus rayos de oro la bandera de nuestra victoriosa revoluci�n, que hace estremecer de gozo a los oprimidos. Somos la naci�n salvadora. Si no, tended los ojos conmigo por Europa. Inglaterra ha comerciado con la libertad (Aplausos.); Francia, levantando a los pueblos de su postraci�n, los ha vendido en el amargo d�a en que m�s necesitaban de su espada; Alemania, �parece imposible!, Alemania, que ha pretendido la confederaci�n universal de todos los pueblos; que ha elevado en alas de la libertad del pensamiento a todas las inteligencias a las �ltimas esferas de la filosof�a; Alemania, patria de Schiller y de Hegel, es hoy esclava de Juliano el ap�stata.(Aplausos.) La democracia es antigua, muy antigua en nuestro suelo. Nuestros pueblos de la edad media entend�an el derecho de petici�n mejor (Bien, muy bien.) de lo que lo entienden los liberales de nuestros d�as. �Sab�is d�nde est� nuestro porvenir? Nuestro porvenir est� en �frica. All� deben ir nuestros ej�rcitos permanentes a ganar sus grados. (Risas y aplausos.) No olvid�is que fuimos un d�a pueblo civilizado. Nosotros llevamos la civilizaci�n a la Am�rica. Verdad es que Am�rica fu� ingrata; pero los pueblos tienen que ser ingratos con los pueblos para ser agradecidos con la humanidad. (Muchos aplausos.) Un d�a recorri� Espa�a a la sombra del Trono el espacio que separa Covadonga de Granada; se lanz� a lo infinito, y nuevos mundos le tributaron homenaje; pobl� los mares con innumerables escuadras que merecieron tener por enemigos la c�lera de Dios; que no otro pudiera vencer a la invencible. (Estrepitosos aplausos.) Levant� el Escorial, s�mbolo de nuestras instituciones, padr�n de nuestras artes. �Pues por qu� ahora con progresos m�s grandes no hemos de alcanzar d�as m�s felices? (Bien, bien.) estoy muy Se�ores, voy a concluir(Muchas voces: �No! �No!); fatigado y el auditorio lo estar� tambi�n. (�No! �No!) Se�ores, alg�n d�a ir�n nuestros hijos a registrar en las p�ginas de la historia los colosales poderes que han vivido en apartados siglos, y les causar� el espanto y la admiraci�n que a nosotros nos causan las pir�mides de Egipto; y en su espanto no sabr�n qu� admirar m�s, si la inmensa grandeza de esos poderes, o la afrentosa esclavitud de sus progenitores. (Estrepitosos aplausos que interrumpen al orador.) Se�ores:Pidamos que se realice la fraternidad entre todos los hombres, y la fraternidad entre todos los pueblos, porque todos nos 40 0 encaminamos a una patria que es el cielo. Pidamos que se realice en todas sus aplicaciones la verdad cristiana; que la justicia sea el sol de nuestras esferas sociales; que las clases menesterosas reciban el pan de la inteligencia, no del Estado, sino de la libertad de su trabajo. El trabajo, se�ores, que es a la propiedad lo que el cincel de Fidias es al m�rmol(muchos aplausos), debe recibir de la justicia la debida recompensa. (Reiterados aplausos.) En fin, se�ores, pidamos a Dios que Inglaterra sea verdaderamente aliada de la libertad; que Alemania, mente del mundo, nos revele nuevos misterios de la ciencia, nuevos secretos del arte� que Francia sacuda su letargo y vuelva a ser el tribuno de los pueblos; que Hungr�a y Polonia rasguen sus t�nicas de esclavas, y que Italia, esa prodigiosa artista que regala con dulces armon�as el sue�o de sus se�ores, se levante herida de sus recuerdos y recoja del suelo la rota lanza de Bruto y de Cincinato, porque con ideas tan grandes el triunfo de la libertad ser�, s�, eterno. He dicho. (Aplausos generales y prolongados, los concurrentes acuden de todas partes a saludar y abrazar al joven orador.) 401 MADRE AM�RICA DISCURSO PRONUNCIADO POR MARTI JOS� "Este discurso f u� pronunciado en la fiesta ofrecida por la Sociedad Literaria Hispano-Americana a los delegados ante la primera Conferencia de Naciones Americanas. Fu� el primer discurso de verdadera sustancia que escucharon aquellos fatigados o�dos -apunta Jorge Ma�ach, El origen y formaci�n de las dos Am�ricas qued� contrastado en dos estampas breves y en�rgicas como dos aguafuertes, puestas en un marco de f e y esperanza americanas." Se�ores: Apenas acierta el pensamiento, a la vez tr�mulo y desbordado, a poner, en la brevedad que le manda la discreci�n, el j�bilo que nos rebosa de las almas en esta noche memorable. �Qu� puede decir el hijo preso, que vuelve a ver a su madre por entre las rejas de su prisi�n? Hablar es poco, y es casi imposible, m�s por el �ntimo y desordenado contento, por la muchedumbre de recuerdos, de esperanzas y de temores, que por la certeza de no poder darles expresi�n digna. Ind�cil y mal enfrenada ha de brotar la palabra de quien, al ver en torno suyo, en la persona de sus delegados ilustres, los pueblos que amamos con pasi�n religiosa; al ver c�mo, por mandato de secreta voz, los hombres se han puesto como m�s altos para recibirlos, y las mujeres como m�s bellas; al ver el aire t�trico y plomizo animado como de sombras, sombras de �guilas que echan a volar, de cabezas que pasan moviendo el penacho consejero, de tierras que imploran, p�lidas y acuchilladas, sin fuerzas para sacarse el pu�al del coraz�n, del guerrero magn�nimo del Norte, que da su mano de admirador, desde el p�rtigo de Mount Vernon, al h�roe volc�nico del Sur, intenta en vano recoger, como quien se envuelve en una bandera, el tumulto de sentimientos que se le agolpa al pecho, y s�lo halla estrofas inacordes y odas ind�mitas para celebrar, en la casa de nuestra Am�rica, la visita de la madre ausente, para decirle, en nombre de hombres y de mujeres, que el coraz�n no puede tener mejor empleo que darse todo a los mensajeros de los pueblos americanos. �C�mo podremos 405 A qu� pagar a nuestros hu�spedes ilustres esta hora de consuelo?� hemos de esconder, con la fals�a de la ceremonia, lo que se nos est� viendo en los rostros? Pongan otros, florones y cascabeles y franjas de oro a sus ret�ricas; nosotros tenemos esta noche la elocuencia de la Biblia, que es la que mana, inquieta y regocijada como el arroyo natural, de la abundancia del coraz�n. �Qui�n de nosotros ha de negar, en esta noche en que no se miente, que por muchas ra�ces que tengan en esta tierra de libre hospedaje nuestra fe, o nuestros afectos, 'o nuestros h�bitos, o nuestros negocios, por tibia que nos haya puesto el alma la magia infiel del hielo, hemos sentido, desde que supimos que estos hu�spedes nobles nos ven�an a ver, como que en nuestras casas hab�a m�s claridad, como que and�bamos a paso vivo, como que �ramos m�s j�venes y generosos, como que nuestras ganancias eran mayores y seguras, como que en el vaso seco volv�a a nacer flor? Y si nuestras mujeres quieren decirnos la verdad, �no nos dicen, no nos est�n diciendo con sus ojos leales, que nunca pisaron m�s contentos la nieve ciertos pies de hadas; que algo que dorm�a en el coraz�n, en la ceguera de la tierra extra�a, se ha despertado de repente; que un canario alegre ha andado estos d�as entrando y saliendo por las ventanas, sin temor al fr�o, con cintas y lazos en el pico, yendo y viniendo sin cesar, porque para esta fiesta de nuestra Am�rica y primorosa? Esta es la verdad. A ninguna flor parec�a bastante fina unos nos ha echado aqu� la tormenta; a otros, la leyenda; a otros, el comercio; a otros, la determinaci�n de escribir, en una tierra qu� no es libre todav�a, la �ltima estrofa del poema de 1810; a otros les mandan vivir aqu�, como su grato imperio, dos ojos azules. Pero por grande que esta tierra sea, y por ungida que est� para los hombres libres la Am�rica en que naci� Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tach�rnoslo ni nos lo pueda tener a mal, es m�s grande, porque es la nuestra y porque ha sido m�s infeliz, la Am�rica en que naci� Ju�rez. De lo m�s vehemente de la libertad naci� en d�as apost�licos la Am�rica del Norte. No quer�an los hombres nuevos, coronados de luz, inclinar ante ninguna otra su corona. De todas partes, al �mpetu de la frente, saltaba hecho pedazos, en las naciones nacidas de la agrupaci�n de pueblos peque�os, el yugo de la raz�n humana, envilecida en los imperios creados a punta de lanza, o de diplomacia, por la gran rep�blica que se aloc� con el poder; nacieron los derechos modernos de las comarcas peque�as y aut�ctonas que hab�an elaborado en el combate continuo su car�cter libre, y prefer�an las cuevas inde40 6 pendientes a la prosperidad servil. A fundar la rep�blica: le dijo al rey que ven�a, uno que no se le quitaba el sombrero y le dec�a de t�. Con mujeres y con hijos se f�an al mar, y sobre la mesa de roble del camar�n fundan su comunidad, los cuarenta y uno de la "Flor de Mayo". Cargan mosquetes, para defender las siembras; el trigo que comen, lo aran; suelo sin tiranos es lo que buscan, para el alma sin tiranos. Viene, de fieltro y blus�n, el puritano intolerante e integ�rrimo, que odia el lujo, porque por �l prevarican los hombres; viene el cu�quero, de calzas y chupa, y con los �rboles que derriba levanta la escuela; viene el cat�lico, perseguido por su fe, y funda un Estado donde no se puede perseguir por su fe a nadie; viene el caballero, de fusta y sombrero de plumas, y su mismo h�bito de mandar esclavos le da altivez de rey para defender su libertad. Alguno trae en su barco una negrada que vender, o un fan�tico que quema a las brujas, o un gobernador que no quiere o�r hablar de escuelas; lo que los barcos traen es gente de universidad y de letras, suecos m�sticos, alemanes fervientes, hugonotes francos, escoceses altivos, b�tavos econ�micos; traen arados, semillas, telares, arpas, salmos, libros. En la casa hecha por sus manos viv�an, se�ores y siervos de s� propios; y de la fatiga de bregar con la naturaleza se consolaba el colono valeroso al ver venir, de delantal y cofia, a la anciana del hogar, con la bendici�n en los ojos y en la mano la bandeja de los dulces caseros, mientras una hija abr�a el libro de los himnos y preludiaba otra en el salterio o en el clavicordio. La escuela era de memoria y azotes; pero el ir a ella por la nieve era la escuela mejor. Y cuando, de cara al viento, iban de dos en dos por los caminos, ellos de cuero y escopeta, ellas de bayeta y devocionario, a o�r iban al reverendo nuevo, que le negaba al gobernador el poder en las cosas privadas de la religi�n; iban a elegir sus jueces, o a residenciarlos. De afuera no ven�a la casta inmunda. La autoridad era de todos, y la daban a quien se la quer�an dar. Sus ediles eleg�an, y sus gobernadores. Si le pesaba al gobernador convocar el consejo, por sobre �l le convocaban los "hombres libres". All�, por los bosques, el aventurero taciturno caza hombres y lobos, y no duerme bien sino cuando tiene de almohada un tronco reci�n ca�do o un indio muerto. Y en las mansiones solariegas del Sur todo es minu� y buj�as, y coro de negros cuando viene el coche del se�or, y copa de plata para el buen Madera. Pero no hab�a acto de la vida que no fuera p�bulo de la libertad en las colonias republicanas que, m�s que cartas reales, recibieron del rey certificados de independencia. Y cuando el ingl�s, por darla de amo, les im407 pone un tributo que ellas no se quieren imponer, el guante que le echaron al rostro las colonias fu� el que el ingl�s mismo hab�a puesto en sus manos. A su h�roe, le traen el caballo a la puerta. El pueblo que luego hab�a de negarse a ayudar, acepta ayuda. La libertad que triunfa es como �l, se�orial y sectaria, de pu�o y encaje y de dosel de terciopelo, m�s de la localidad que de la humanidad; una libertad que bambolea, ego�sta e injusta, sobre los hombros de una raza esclava, que antes de un siglo echa en tierra las andas de una sacudida, y surge, con un hacha en la mano, el le�ador de ojos piadosos, entre � el estruendo y el polvo que levantan al caer las cadenas de un mill�n de hombres emancipados! Por entre los cimientos desencajados en la estupenda convulsi�n se pasea, codiciosa y soberbia, la victoria; reaparecen, acentuados por la guerra, los factores que constituyeron la naci�n; y junto al cad�ver del caballero, muerto sobre sus esclavos, luchan por el predominio en la rep�blica y en el universo, el peregrino que no consent�a se�or sobre �l, ni criado bajo �l, ni m�s conquista que la que hace el grano en la tierra y el amor en los corazones, y el aventurero sagaz y rapante, hecho a adquirir y adelantar en la selva, sin m�s ley que su deseo, ni m�s l�mite que el de su brazo, compa�ero solitario y temible del leopardo y el �guila. Y �c�mo no recordar, para gloria de los que han sabido vencer a pesar de ellos, los or�genes confusos y manchados de sangre de nuestra Am�rica, aunque al recuerdo leal, y hoy m�s que nunca necesario, le pueda poner la tacha de vejez inoportuna aquel a quien la luz de nuestra gloria, de la gloria de nuestra independencia, estorbase para el oficio de comprometerla o rebajarla? Del arado naci� la Am�rica del Norte, y la Espa�ola, del perro de presa. Una guerra fan�tica sac� de la poes�a de sus palacios a�reos al moro debilitado en la riqueza, y la soldadesca sobrante, criada con el vino crudo y el odio a los herejes, se ech�, de coraza y arcabuz, sobre el indio de peto de algod�n. Venos ven�an los barcos de caballeros de media loriga, de segundones d desheredados de alf�reces rebeldes, de licenciados y cl�rigos hambrones. Traen culebrinas, rodelas, picas, quijotes, capacetes, espaldares, yelmos, perros. Ponen la espada a los cuatro vientos, declaran la tierra del rey, y entran a saco en los templos de oro. Cort�s atrae a Moctezuma al palacio que debe a su generosidad o a su prudencia, y en su propio palacio lo pone preso. La simple Anacaona convida a su fiesta a Ovando, a que viera el jard�n de su pa�s, y sus danzas alegres, y sus doncellas; y los soldados de Ovando se sacan de debajo del disfraz las espadas, y se quedan con la tierra de Anacaona. Por entre las 408 divisiones y celos de la gente india adelanta en Am�rica el conquistador; por entre aztecas y tlascaltecas llega Cort�s a la canoa de Cuauhtemoc; por entre quich�s y zutujiles vence Alvarado en Guatemala; por entre tunjas y bogotaes adelanta Quesada en Colombia; por entre los de Atahualpa y los de Hu�scar pasa Pizarro en el Per�; en el pecho del �ltimo indio valeroso clavan, a la luz de los templos incendiados, el estandarte rojo del Santo Oficio. Las mujeres, las roban. De cantos ten�a sus caminos el indio libre, y despu�s del espa�ol no hab�a m�s caminos que el que abr�a la vaca husmeando el pasto, o el indio que iba llorando en su treno la angustia de que se hubiesen vuelto hombres los lobos. Lo que come el encomendero, el indio lo trabaja; como flores que se quedan sin aroma, caen muertos los indios; con los indios que mueren se ciegan las minas. De los recortes de las casullas se hace rico un sacrist�n. De paseo van los se�ores; o a quemar en el brasero el estandarte del rey; o a cercenarse las cabezas por peleas de virreyes y oidores, o celos de capitanes; y al pie del estribo lleva el amo dos indios de pajes y dos mozos de espuela. De Espa�a nombran el virrey, el regente, el cabildo. Los cabildos que hac�an, los firmaban con el hierro con que herraban las vacas. El alcalde manda que no entre el gobernador en la villa, por los males que le tiene hechos a la rep�blica, y que los regidores se persignen al entrar en el cabildo, y que al indio que eche el caballo a galope se le den veinticinco azotes. Los hijos que nacen, aprenden a leer en carteles de toros y en d�cimas de salteadores. "Quimeras despreciables" les ense�an los colegios de entes y categor�as. Y cuando la muchedumbre se junta en las calles, es para ir de cola de las tarascas que lleva el preg�n; o para hablar, muy quedo, de las picanter�as de la tapada y el oidor; o para ir a la quema del portugu�s; cien picas y mosquetes van delante, y detr�s los dominicos con la cruz blanca, y los grandes de vara y espad�n, con la capilla bordada de hilo de oro, y en hombros los ba�les de huesos, con llamas a los lados; y los culpables con la cuerda al cuello, y las culpas escritas en la coroza de la cabeza; y los contumaces con el sambenito pintado de im�genes del enemigo; y la prohombr�a y el se�or obispo, y el clero mayor; y en la iglesia; entre dos tronos, a la luz v�vida de los cirios, el altar negro; afuera, la hoguera. Por la noche, baile. �El glorioso criollo cae ba�ado en sangre, cada vez que busca remedio a su verg�enza, sin m�s gu�a ni modelo que su honor, hoy en Caracas, ma�ana en Quito, luego con los comuneros del Socorro; o compra, cuerpo a cuerpo, en Cochabamba, el derecho de tener regidores del pa�s; o muere, como el admirable An409 tequera, profesando su fe en el cadalso del Paraguay, iluminado el rostro por la dicha; o al desfallecer al pie del Chimborazo, "exhorta a las razas a que afiancen su dignidad". El primer criollo que le nace al espa�ol, el hijo de la Malinche, fu� un rebelde. La hija de Juan de Mena, que lleva el luto de su padre, se viste de fiesta con todas sus j oyas, porque es d�a de honor para la humanidad, el d�a en que Arteaga muere. �Qu� sucede de pronto, que el mundo se para a o�r, a maravillarse, a venerar? �De debajo de la capucha de Torquemada sale ensangrentado y acero en mano, el continente redimido! Libres se declaran los pueblos todos de Am�rica a la vez. Surge Bol�var con su cohorte de astros. Los volcanes, sacudiendo los flancos con estruendo, lo aclaman y publican. �A caballo, la Am�rica entera! Y resuenan en la noche, con todas las estrellas encendidas, por llanos y por montes, los cascos redentores. Habl�ndoles a sus indios va el cl�rigo de M�xico. Con la lanza en la boca pasan la corriente desnuda los indios venezolanos. Los rotos de Chile marchan juntos, brazo en brazo, con los cholos del Per�. Con el gorro frigio del liberto van los negros cantando, detr�s del estandarte azul. De poncho y bota de potro, ondeando las bolas, van a escape de triunfo, los escuadrones de gauchos. Cabalgan, suelto el cabello, los pehuenches resucitados, voleando sobre la cabeza la chuza emplumada. Pintados de guerrear vienen tendidos sobre el cuello los araucos, con la lanza de tacuarilla coronada de plumas de colores; y al alba, cuando la luz virginal se derrama por los despe�aderos, se ve a San Mart�n, all� sobre la nieve, cresta del monte y corona de la revoluci�n, que va, envuelto en su capa de batalla, cruzando los Andes. �Ad�nde va la Am�rica, y qui�n la junta y la gu�a? Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencer� sola. Y todo ese veneno lo hemos trocado en savia! Nunca de tanta � oposici�n y desdicha naci� un pueblo m�s precoz, m�s generoso, m�s firme. Sentina fuimos, y crisol comenzamos a ser. Sobre las hidras, fundamos. Las picas de Alvarado, las hemos echado abajo con nuestros ferrocarriles. En las plazas donde se quemaba a los herejes, hemos levantado bibliotecas. Tantas escuelas tenemos como familiares del Santo Oficio tuvimos antes. Lo que no hemos hecho, es porque no hemos tenido tiempo para hacerlo, por andar ocupados en arrancarnos de la sangre las impurezas que nos legaron nuestros padres. De las Misiones, religiosas e inmorales, no quedan ya m�s que paredes descascaradas, por donde asoma el buho el ojo, y pasea melanc�lico el lagarto. Por entre las razas heladas y las ruinas de los conventos y los caballos de los b�rbaros se ha abierto paso el americano nuevo, y convida a la 41 0 juventud del mundo a que levante en sus campos la tienda. Ha triunfado el pu�ado de ap�stoles. �Qu� importa que por llevar el libro delante de los ojos no vi�ramos, al nacer como pueblos libres, que el gobierno de una tierra h�brida y original, amasada con espa�oles retaceros y abor�genes torvos y aterrados, m�s sus salpicaduras de africanos y menceyes, deb�a comprender, para ser natural y fecundo, los elementos todos que, en maravilloso tropel y por la pol�tica superior escrita en la naturaleza, se levantaron a fundarla? �Qu� importan las luchas entre la ciudad universitaria y los campos feudales? �Qu� importa el desd�n, repleto de guerras, del marqu�s lacayo al menestral mestizo? �Qu� importa el duelo, sombr�o y tenaz, de Antonio de Nari�o y San Ignacio de Loyola? Todo lo vence y clava cada d�a su pabell�nm�s alto, nuestra Am�rica capaz e infatigable. Todo lo conquista, de sol en sol, por el poder del alma de la tierra, armoniosa y art�stica, creada de la m�sica y beldad de nuestra naturaleza, que da su abundancia a nuestro coraz�n y a nuestra mente la serenidad y altura de sus cumbres; por el influjo secular con que este orden y grandeza ambientes han compensado el desorden y mezcla alevosa de nuestros or�genes; y por la libertad humanitaria y expansiva, no local, ni de raza, ni de secta, que fu� a nuestras rep�blicas en su hora de flor, y ha sido despu�s, depurada y cernida, de las cabezas del orbe -libertad que no tendr�, acaso, asiento m�s amplio en pueblo alguno-, ï¿p ½ usiera en mis labios el porvenir el fuego que marca! que el que se les prepara en nuestras tierras sin l�mites para el esfuerzo honrado, la solicitud leal y la amistad sincera de los hombres. De aquella Am�rica enconada y turbia, que brot� con las espinas en la frente y las palabras como lava saliendo, junto con la sangre del pecho, por la mordaza mal rota, hemos venido, a pujo de brazo, a nuestra Am�rica de hoy, heroica y trabajadora a la vez, y franca y vigilante, con Bol�var de un brazo y Herbert Spencer de otro; una Am�rica sin suspicacias pueriles ni confianzas c�ndidas, que convida sin miedo a la fortuna de su hogar a las razas todas, porque sabe que es la Am�rica de la defensa de Buenos Aires y de la resistencia del Callao, la Am�rica del Cerro de las Campanas y de la Nueva Troya. �Y preferir�a a su porvenir, que es el de nivelar en la paz libre, sin codicias de lobo ni prevenciones de sacrist�n, los apetitos y los odios del mundo; preferir�a a este oficio grandioso el de desmigajarse en las manos de sus propios hijos, o desintegrarse en vez de unirse m�s, o por celos de vecindad, mentir a lo que est� escrito por la fauna y los astros y la Historia, o andar de zaga de quien se le ofreciese de zagal, o salir por el mundo de limosnera, a que le dejen en el plato la riqueza temible? �S�lo perdura, y es para bien, la riqueza que se crea y la libertad que se conquista con las propias manos! No conoce a nuestra Am�rica quien eso ose temer. Rivadavia, el de la corbata siempre blanca, dijo que estos pa�ses se salvar�an: y estos pa�ses se han salvado. Se ha arado en la mar. Tambi�n nuestra Am�rica levanta palacios y congrega el sobrante �til del universo oprimido; tambi�n doma la selva, y le lleva el libro y el peri�dico, el municipio y el ferrocarril; tambi�n nuestra Am�rica, con el sol en la frente, surge sobre los desiertos coronados de ciudades. Y al reaparecer en esta crisis de elaboraci�n de nuestros pueblos los elementos que lo constituyeron, el criollo independiente es el que domina y se asegura; no el indio de espuela, marcado de la fusta, que sujeta el estribo y le pone adentro el pie, para que se vea de m�s alto a su se�or. Por eso vivimos aqu�, orgullosos de nuestra Am�rica, para servirla y honrarla. No vivimos, no, como siervos futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determinaci�n y capacidad de contribuir a que se la estime por sus m�ritos y se la respete por sus sacrificios; porque las mismas guerras que de pura ignorancia le echan en cara los que no la conocen, son el timbre de honor de nuestros pueblos, que no han vacilado en acelerar con el abono de sus sangre el camino del progreso, y pueden ostentar en la frente sus guerras como una corona. En vano, faltos de roce y est�muld diario de nuestras luchas y de nuestras pasiones, que nos llegan �a mucha distancia! del suelo donde no crecen nuestros hijos, nos convida este pa�s con su magnificencia, y la vida con sus tentaciones, y con sus cobard�as el coraz�n, a la tibieza y al olvido. �Donde no se olvida y donde no hay muerte llevamos a nuestra Am�rica, como luz y como hostia; y ni el inter�s corruptor, ni ciertas modas nuevas de fanatismo, podr�n arranc�rsela de all�! Ense�emos el alma como es a estos mensajeros ilustres que han venido de nuestros pueblos, para que vean que la tenemos honrada y leal, y que la admiraci�n justa y el estudio �til y sincero de lo ajeno, el estudio sin cristales de pr�sbita ni de miope, no nos debilita el amor ardiente, salvador y santo de lo propio; ni por el bien de nuestra persona, si en la conciencia sin paz hay bien, hemos de ser traidores a lo que nos mandan hacer la naturaleza y la humanidad. Y as�, cuando cada uno de ellos vuelva a las playas que acaso nunca volvamos a ver, podr� decir, contento de nuestro decoro, a la que es nuestra due�a, nuestra esperanza y nuestra gu�a: "�Madre Am�rica, all� encontramos hermanos! �Madre Am�rica, all� tienes hijos!" 41 2 I NDICE Introducci�n, por Lowell Thomas ........... 7 I. Desarrollo del valor y de la confianza en s� mismo 13 II. La confianza en s� mismo durante la preparaci�n35 III. C�mo preparaban sus discursos algunos oradores famosos ................................ 61 IV. Perfeccionamiento de la memoria ............ 89 V. C�mo evitar que el auditorio se duerma ........ 115 VI. Elementos indispensables para hablar con �xito . . 137 VII. El secreto de la buena elocuci�n .............. 153 VIII. Porte y personalidad en la tribuna .......... 177 IX. C�mo iniciar un discurso ..................203 X. C�mo ganar inmediatamente la voluntad del, auditorio ................................. 227 XI. C�mo terminar un discurso ................ 247 XII. C�mo hacernos entender claramente .......... 267 XIII. Inculcaci�n y convencimiento ............... 289 XIV. C�mo despertar el inter�s del auditorio ........ 315 XV. C�mo incitar a la acci�n .................... 339 XVI. El lenguaje correcto ...................... 360 Ap�ndice: Discurso pronunciado por Emilio Castelar ...... 391 Madre Am�rica, discurso pronunciado por Jos� Mart� ................................ 403 C�mo hablar bien en p�blico, de Dale Carnegie se termin� de imprimir en marzo de 2003 en Impresiones Gr�ficas de Arte Mexicano, S.A. de C.V. Venado N� 104, Col. Los Olivos M�xico, D. F.