LA SELVA DE LOS SIMBOLOS A s p e c to s d e l r itu a l n d e m b u por VICTOR TURNER m siglo verrtjuno edrtores Traducción de Ramón VALBÉs d el T o r o (Int^roducción y capítulos 1 y 2 de la ^Primera parte, y 3 de la Sesuda parte) y ALBERTO CardIn G aray (Capítulos 3-5 de la ^Primera parte, y 1, 2, 4 y 5 de la Sesuda parte) V V V 1 ¡ ' i : - ' editorial siglo ventiuno siglo xxi editores, méxico siglo xxi editores, argentina CERRODELAGUA248, ROMERODETERREROS, GUATEMALA4824, C1425BUP 0431O,MÉXICO.DF BUENOSAIRES.ARGENTINA www.sigloxxieditores.com.mxwww.sigloxxieditores.com.ar salto de página biblioteca nueva anthropos ALMAGRO38, 28010, ALMAGRO38. 28010 DIPUTACIÓN266, BAJOS. MADRID,ESPAÑA MADRIDESPAÑA 08007BARCELONA. ESPAÑA www.saltodepagina.comwww.bibliotecanueva.eswww.anthropos-editorial.com primera edición en español, 1980 © siglo xxi de espai\a editores, s.a. quinta reimpresión, 2013 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 978-968-23-2074-3 © comel! university press, ithaca y londres titulo original: theforest ofsymbols. aspects of ndembu ritual derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico impreso en litográfica ingramex, s.a. de c.v. centeno 162-1 col. granjas esmeralda méxico, d.f. cp. 09810 A Monica Wilson IN D IC E AGRADECIMIENTOS I n t r o d u c c ió n IX 1 Estructura del poblado, 4.—Matrilinealidad virolocalidad: implicaciones, 5.—Sobre alamos tipos de ntual, 7.—Bibliografía, 18. PRIMERA PARTE 1. SIMBOLOS EN EL RITUAL NDEMBU 21 Estructura y propiedades de los símbolos rituales, 22.—Unos problemas de interpretación, 28.—Campo del ritual y pers­ pectiva estructural, 29.—Tres propiedades de los símbolos rituales, 30.—Referencia y condensación, 32.—Símbolos domi­ nantes e instrumentales, 33.—Los límites de la interpretación antropológica, 36.—Psicología profunda y simbolismo ri­ tual, 37.—Competencias de explicación, 39.—La interpretación de las emociones observadas, 42.—La supresión situacional del conflicto en la interpretación, 43.—Modos de interferen­ cia en la interpretación, 48.—La «profundidad» relativa, 49.— Conclusión: el análisis de los símbolos en los procesos socia­ les, 50.—Límites de la competencia antropológica actual, SI.— Bibliografía, 52. 2. S im b o lis m o r i t u a l , m o r a lid a d y ESTRUCTURA SOCIAL E^NTRE l o s NDEMBU 53 Bibliografía, 64. 3. La CLASIFICACIÓN DE COLORES EN EL RITUAL NDEMBU: UN PRO­ BLEMA DE CLASIFICACIÓN PR IM ITIV A La clasificación de colores en el ritual africano, 66.—La clasi­ ficación de colores en los ritos de paso ndembu, 68.— La clasificación de colores en los ritos de paso ngonde, 73.— La clasificación de colores y el dios supremo en Africa cen­ tral, 75.—La interpretación ndembu de la tríada del color, 76. La oposición blanco/negro, 82.—El blanco y el rojo como sistema binario, 88.—Algunos datos comparativos, 90.—Los tres colores en la literatura arqueoló^ca, 96.—El significado básico de la tríada del color, 97.—Bibliografía, 101. 65 4. E^NTRB LO UNO Y LO OTRO: BL ^PER10DO DB P^^GB» Bibliografía, 123. EN LOS «^RITBS 5. BRUJERÚ Y mHBCHI^CBR1A: TAXONOMÚ «^VERSUS» DIN.úaCA Bibliografía, 141. 103 124 SEGUNDA PARTE 1. MUCHONA BL .ABE.JORRO, INrtRPRETE DE LA RELIGIÓN 145 2. M ^NDA: BL RITO DB LA CIRCUNCISIÓN La vecindad del mukanda, 173.— Mukanda: los ritos, 205.— Los ritos, 207.—Algunos comentarios analíticos, 288.—Biblio­ grafía, 311. 168 3. Los DB SIMBOLISMO EN EL RITUAL NDBMBU DB LA CAZA Ritual de aflicción, 314.—Ritos de caza, 316.—El sentido ex& gético del chising’a, 318.—La forma del chising’a, 324.—El sentido operacional del chising’a, 325.—El sentido posicional del chising’a, 327.—La morfología semántica del chising’a, 329.—Bibliografía, 332. 312 4. LA MEDICINA LUNDA Y EL TRATAMIENTO DE LAS ENFE^RMBDADES Enfermedad, desgracia y aflicción, 334.—Simbolismo del co­ lor, medicinas y tratamientos, 337.—Inventario de enferm& dades, 340.—Tratamiento específico de las enfermedades, 342. Nota, a modo de conclusión, sobre el tratamiento de las en­ fermedades, 374.—Análisis y conclusiones, 382.—Bibliografía, 398. 333 5. Un doctor NDEMBU en acción Adivinación, 401.—Ritos terapéuticos, 402.—El culto ihamba, 403.—Procedimientos terapéuticos, 408.—Ihembi, el doctor ihamba, 413.—Ihembi y el caso de Kamahasanyi, 415.—El concepto estructural del caso K^ahasanyi, 419.— La histo­ ria de la vida de Kamahasanyi, 426.—Las celebraciones del ihamba, 430.—La segunda celebración del ihamba, 433.—Bi­ bliografía, 439. 399 INDICE DE ILUSTRACIONBS 441 I ndice de diagr^ u s 442 INDICE DB AUTORES CITADOS 443 INDICE ^TEM.(nco 445 a g r a d e c im ie n t o s El autor quiere expresar su agradecimiento por la autoriza­ ción para reeditar estos ensayos a Oliver y Boyd Ltd. («Sím bolos en el ritual ndem bu»); al lnternational African Institute, que tiene los derechos a nivel mundial («Sim bolism o ritual, morali­ dad y estructura social entre los ndembu» y «B ru jería y hechi­ cería; taxonomia versus dinámica»); a la Association o f Social Anthropologists o f the Commonwealth («L a clasificación de co­ lores en el ritual ndembu: un problema de clasificación prim i­ tiva »); a la American Ethnological Society («E n tre lo uno y lo otro: el período liminar en los rites de passage»); al Dr. Joseph Casagrande («Muchona el Abejorro, intérprete de la religión»); a A nthropological Quarterly («L o s temas de simbolismo en el ri­ tual ndembu de la ^caza»); a la señora de Barrie Reynolds y a los museos nacionales de Zambia («La medicina lunda y el trata­ miento de las e n fe ^ e d a d e s »); y a The Macmillan Company («U n doctor ndembu en acción»). Tuve la oportunidad de escribir «L a clasificación de colores», «Los temas de simbolismo en el ritual ndembu de la caza», «La medicina lunda» y «U n doctor ndembu en acción» gracias a una beca del Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences (Fundación Ford). Escribí «Sím bolos en el ritual ndembu» siendo beneficiario de una beca de investigación Simon de la Univer­ sidad de Manchester. Debo dar las gracias a muchas personas e instituciones. Mi m ujer ha trabajado conmigo desde el principio de esta aventura, sobre el terreno, hasta su culminación en forma de libro. Sin su constante ayuda y aliento no habría visto la luz. Estoy profun­ damente agradecido a mis muchos amigos e informadores ndembu cuyos nombres aparecen en el texto. Mis antiguos colegas del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Manchester, y en especial el profesor Max Gluckman, han hecho comentarios sobre muchos de estos artículos antes de su publi­ cación. Realicé mi trabajo de campo siendo director de investi­ gación del Rhodes-Livingstone Institute, organismo que continuó poniendo a mi disposición sus fuentes de información una vez que dejé este cargo. V. T. Ithaca, Nueva York Abril de 1966 CORRESPONDANCES La Nature est un temple oü de vivants piliers Laissent parfois sortir de confuses paroles; L'homme y passe á travers des forets de symboles Qui-l’observent avec des regards familiers. Comme de longs échos qui de Ioin se confondent Dans une ténébreuse et profonde unité, Vaste comme la nuit et comme la clarté, Les parfums, les couleurs et les sons se répondent. 11 est des parfums frais comme des chairs d'enfants, Doux comme les hautbois, veris comme les prairies, — Et d'autres, corrompus, riches et triomphants, Ayant l'expansion des choses infinies, Comme l’ambre, le muse, le benjoin et l’encens, Qui chantent les transports de l’esprit et des sens. Charles B audelaire IN TRODU CCION Colegas míos americanos y británicos me han animado a reunir en un mismo volumen un conjunto de artículos hasta ahora dispersos en revistas y antologías. Todas estas publicaciones mías se ocupan, directa o indirectamente, de aspectos del siste­ ma ritual del pueblo ndembu del noroeste de Zambia (antes Rodesia septentrional), al sur del Africa central. Estos estudios antropológicos están divididos en dos secciones: (1) estudios bá­ sicamente teóricos sobre simbolismo y brujería; (2) informes descriptivos de aspectos del ritual. A los estudios descriptivos he añadido un extenso inform e de los ritos de la circuncisión de los muchachos ndembu (mukanda), que hasta hoy no había publicado y en el que incluyo una parte teórica sobre la mani­ pulación del ritual en el contexto de las luchas políticas locales. La distinción entre las dos secciones no es completamente tajan­ te, ya que la parte teórica contiene mucho material descripti­ vo y las descripciones llevan entretejidos pasajes teóricos. Los ensayos de cada sección aparecen en el orden en que fueron escritos, para que el lector pueda seguir los desarrollos y las modificaciones de las ideas del autor, y de su manera de ma­ nejar los datos. Inevitablemente hay cierto grado de repetición, pero cuando el mismo material aparece en diferentes artículos casi siempre es para ilustrar diferentes aspectos de la teoría o para plantear nuevos problemas. Como erl Schism and continuity in an African society (1957), mi anterior estudio sobre la vida de los poblados ndembu, pre"" senté ya un informe sobre los rasgos principales de la orga­ nización local y del parentesco ndembu, en esta introducción me lim itaré a hacer una reexposición abreviada de k>s aspec­ tos más destacados de la estructura del poblado y de la vecin­ dad, y a esbozar el sistema ritual. Es en este contexto donde adquieren su significación, tanto la «práctica» como la «m a­ nipulación» (Spiro, 1965, p. 105) del ritual ndembu. En muchos lugares de Zambia, las antiguas ideas y prác­ ticas religiosas africanas se están extinguiendo por el contac­ to con el hombre blanco y sus costumbres. El trabajo en las minas de cobre, en los ferrocarriles, en el servicio doméstico o en el pequeño comercio; la reunión y mezcla de tribus en un entorno no tribal; la larga ausencia de los hombres que tra­ bajan fuera de su hogar: todos esos factores han contribuido al hundimiento de unas religiones que subrayaban los valores de los vínculos de parentesco, el respeto por los ancianos y la unidad tribal. Pero en el extremo noroeste del territorio este proceso de desintegración religiosa es menos rápido y completo. Si uno pone paciencia y simpatía, y si tiene suerte, aún puede observar aquí las danzas y los rituales de otro tiempo. En Mwinilunga, por ejemplo, donde hice trabajo de campo durante dos años y medio como oficial de investigación del Rhodes-Livingstone Institute, pude asistir a muchos rituales ndembu y obtener de mis informantes materiales sobre muchos otros. Poco a poco fui cobrando conciencia del vasto y complicado sistema de prác­ ticas ceremoniales que se desarrollaban a mi alrededor, como aquel que en la creciente oscuridad aún acierta a descubrir en el horizonte el perfil de una ciudad lejana. Fue una experiencia asombrosa y enriquecedora, el percibir el contraste entre la vida económica y doméstica de aquellos cazadores y agricultores de azada, una vida relativamente simple y monótona, y el o r­ den y el policrom o simbolismo de su vida religiosa. Para que se advierta el contraste mencionado, se me per­ mitirá dar una rápida descripción de la existencia cotidiana, secular, de los ndembu. En el distro Mwinilunga habitan unos dieciocho mil de ellos, en pequeños poblados de una docena de chozas, dispersos en más de 18.000 kilómetros cuadrados de bos­ que caducifolio, cortado por centenares de arroyos y riachue­ los que fluyen hacia el Zambezi. Los ndembu viven al oeste del río Lunga, que divide el distrito, cortándolo aproximadamente de norte a sur, y los kosa viven al este de él. Ambos grupos se llaman a sí mismos lunda, y aseguran haber venido del país del gran je fe congo, Mwantiyanvwa. En los dos siglos que si­ guieron a la supuesta migración, tanto los kosa como los ndembu parecen haber perdido lo que de autoridad centrali­ zada y de organización militar pudieran haber tenido en otro tiempo, disgregándose en pequeñas jefaturas virtualmente in­ dependientes. A finales del siglo diecinueve, Kanongesha, el ndembu y Musokantanda, el kosa, jefes principales cuyos antepa­ sados habían conducido las respectivas expediciones guerreras de Mwantiyanvwa, todavía eran respetados por los jefes meno­ res, pero ejercían escaso control sobre ellos. Los matrimonios mixtos con gentes de los pueblos a los que los primeros ndem- bu había subyugado, los mbwela y los lukolwe, grupos de or­ ganización más simple, eran muy frecuentes. Más tarde, los tra­ ficantes de esclavos ovimbundo y los cazadores de esclavos Iwena y chokwe, de Angola, estimulados por los portugueses, completaron la desintegración de aquellas avanzadas virtual­ mente aisladas del imperio de Mwantiyanvwa, para aquel enton­ ces ya debilitado en su propio núcleo. Más tarde aún, bajo el dominio británico, se estableció una jerarquía, consistente en un jefe (la Native Authority) y cuatro subjefes. Inicialmente esos subjefes pertenecían a una clase de caudillos de poblados que ostentaban títulos y renombre históricos, pero tenía poco poder. real. Sin embargo, los ndembu, como los aristócratas P-migrés en Cannes o en Biarritz, en sus charlas junto al fuego del poblado siguen viviendo en el pasado esforzado y heroico. Sin parar mientes en lo que el tiempo y las incursiones enemi­ gas han hecho con ellos, dicen aún con orgullo: «Som os el pue­ blo de Mwantiyanvwa.» En su boscosa meseta, los ndembu practican una form a de agricultura de subsistencia, en la que el cultivo del cazabe se asocia a la caza. Además del cazabe cultivan m ijo, sobre todo para hacer cerveza, y en los huertos junto a los ríos, maíz, como alimento y para fabricar cerveza. Son los ndembu un pueblo matrilineal, virilocal, con una gran movilidad espacial, y habitan en pequeños poblados, cuyo núcleo lo constituyen parientes varones pertenecientes a un mismo matrilinaje. El caudillo del poblado suele ser el miembro más anciano de la generación genealógicamente más antigua de ese matrilinaje. Los altos índices de m ovilidad entre los ndembu caracte­ rizan no sólo a los poblados, sino también a las familias y a los individuos. Los hombres por libre decisión, y las mujeres por su matrimonio, divorcio o viudedad (cosas todas que nor­ malmente llevan consigo un cambio de dom icilio), están cons­ tantemente pasando de un poblado a otro. Los hombres van habi­ tualmente a poblados en los que ya tienen parientes, lo que siempre resulta posible, dado que los grupos de parentesco presentan un alto grado de dispersión por todo el territorio. Nos hallamos pues ante una sociedad cuyos poblados se trasladan frecuentemente y muchas veces tienden a fisionarse, e incluso a fragmentarse. Los individuos circulan constantemen­ te por esos poblados en movimiento. Así no es sorprendente que muchos especialistas en el estudio del Africa central, tra­ bajando en áreas caracterizadas por tal m ovilidad residencial, hayan llegado a interesarse por los problemas de la dinámica social y por los procesos de ajuste, adaptación y cambio. E structura del poblado Aunque la mayoría de los grupos locales de la sociedad ndem­ bu sean relativamente efímeros e inestables, los principios or­ ganizativos que rigen su composición y su recomposición son persistentes y duraderos. Los poblados concretos se fragmen­ tan, dividen o dispersan, pero la form a estructural del pobla­ do ndembu permanece. Si contemplamos una amplia muestra de poblados ndembu concretos, podemos abstraer más allá de sus variaciones históricas, una form a general o normal. A par­ tir de los comentarios de sus informantes sobre las reglas que en opinión de éstos deberían regir la residencia en el poblado, el antropólogo está en condiciones de evaluar de alguna manera la extensión y el modo de la conformidad entre las normas es­ tadísticas y las normas ideales de la estructura del poblado. En conjunto, lo que yo encontré es que la mayoría de los po­ blados ndembu son en la realidad muy parecidos a lo que los informantes piensan que deberían ser. Mas también advertí que los principios en torno a los cuales se construye el pobla­ do, con frecuencia son situacionalmente incompatibles, en el sentido de que dan origen a conflictos de lealtades. Las gentes que observan un conjunto de normas se encuentran con que esa misma observancia les hace transgredir reglas igualmente válidas pertenecientes a otro conjunto. Dos principios básicos influencian las pautas residenciales: la filiación matrilineal y el matrimonio virilocal. Es la matrilinealidad la que rige los derechos prioritarios de residencia, sucesión en los cargos y herencia de la propiedad. Un hombre tiene derecho a residir con sus parientes matrilineales, prima­ rios o clasificatorios. Puede residir también en el poblado de su padre si su madre todavía vive en él, e incluso si ella ya no lo hace, pues su padre, basándose en sus propios derechos como miembro del m atrilinaje del poblado, puede otorgarle ese privilegio. Un hom bre tiene derecho a que se le considere can­ didato al caudillaje de su poblado matrilineal, y a recibir par­ te de la propiedad de cualquier pariente matrilineal que fallez­ ca. Por otra parte, un hombre tiene derecho a llevarse consigo a su m ujer y residir con ella en su propio poblado. Esto puede generar una situación difícil en la que las mujeres, de quienes depende la continuidad social de los poblados, no viven en esos poblados, cuya continuidad aseguran, sino en los poblados de sus maridos. Tal dificultad se atenuaría si existiera una cos­ tumbre claramente definada por la que a una edad determi­ nada, por ejem plo, al llegar a la pubertad, los muchachos pa­ saran a vivir en los poblados de los hermanos varones de sus madres. Pero entre los ndembu no existe esa costumbre y la solución se deja en el aire. El peso de la elección recae sobre los individuos. Los padres tratan de conservar a sus hijos con ellos todo el tiempo que pueden, y de hecho la relación pa­ dre-hijo está altamente ritualizada, especialmente en los cultos de los cazadores y en la ceremonia de la circuncisión. El resul­ tado de todo esto es la existencia de fuertes tendencias patrifocales en una sociedad matrilineal. M atrilinealidad y virilo calid ad : im plicaciones El cuadro que hemos trazado es el de una sociedad de grupos móviles de parientes varones matrilineales, que cambian de re­ sidencia unas dos veces por década y compiten entre sí por las mujeres y por los hijos. Los niños pequeños suelen permane­ cer junto a sus madres, a las que se concede su custodia en caso de divorcio. Para obtener la adhesión de los niños, sus tíos maternos tienen que ganarse la de las madres de los niños. De este modo tiende a producirse una contradicción entre el rol de un hombre como marido y padre que desea conservar consigo a su m ujer y a sus hijos, y su rol como hermano ute­ rino y tío, que trata de ganarse la adhesión residencial de su hermana y los hijos de su h e ^ a n a . Esta lucha, aunque con frecuencia velada y siempre mitigada por las costumbres que prescriben la amistad entre parientes políticos de la misma generación, se refleja en un índice de divorcios excepcional­ mente elevado, incluso para lo que es Africa central. La im por­ tancia de la matrilinealidad también se manifiesta en la cos­ tumbre que quiere que tras la muerte de su marido la viuda retorne al poblado de sus parientes matrilineales más próxi­ mos. Entre los ndembu libres no se da el levirato ni la heren­ cia de la viuda. Así, en la práctica, en cualquier momento dado, la estructura matrilineal de un poblado se compone no sólo de las relaciones entre parientes matrilineales varones, sino tam­ bién de las que existen entre esos hombres y un cierto núme­ ro de mujeres emparentadas matrilinealmente con ellos y en­ tre sí, y que han regresado junto a ellos, tras haberse divorcia­ do o haber enviudado, llevando consigo a sus hijos. Trataré de explicarlo de otra manera. Discutiendo conmi­ go, los ndembu subrayaban la solidaridad entre dos tipos de parientes varones: entre padres e hijos y entre hermanos. Son estas relaciones que reciben reconocimiento ritual, por ejem ­ plo, en el ritual de la circuncisión de los muchachos (cfr. infra pp. 172, 256-7). Es frecuente que dos o tres hermanos pasen por la circuncisión en el mismo pabellón (lo que explica en parte las grandes diferencias de edad entre los novicios, que pueden tener desde siete hasta diciesiete años) o que el hermano ma­ yor actúe como guardián de sus hermanos menores cuando és­ tos sean novicios. A veces es el padre el que actúa como guar­ dián. El guardián atiende las necesidades de los novicios, les instruye en diversas materias y también los castiga si infrin­ gen la disciplina del pabellón. El papel del padre en el ritual es importante. Debe abste­ nerse de cualquier contacto sexual hasta que se hayan curado las heridas de su hijo. Se dice que en el pasado si un circuncisor inexperto mutilaba a algún muchacho, el padre de éste lo mataba. Por su parte, la relación hermano de la madre-hijo de la hermana no está ritualizada en todas las circuncisiones; el hermano de la madre no necesita someterse a continencia sexual hasta que se curen las heridas de la circuncisión. Los rituales de caza también subrayan el vínculo padre-hijo. Como he dicho, veo en todo esto un componente patrifocal en una so­ ciedad básicamente matrilineal. comunidad ideal masculina, nunca realizada por completo en la práctica, es una comunidad, de parientes varones, compuesta por los hermanos, sus muje­ res y sus hijos. Pero la matrilinealidad, rigurosamente rituali­ zada en la ceremonia de la pubertad de las muchachas y en muchos cultos relacionados con la fertilidad femenina, impide la plena realización pragmática de este modelo ideal. Los ndem­ bu dicen que ellos trazan la descendencia a través de las muje­ res porque «la sangre de la madre es manifiesta y evidente por sí misma, mientras que nunca se puede saber con certeza quién ha sido el genitor». La matrilinealidad proporciona una base más segura para trazar la descendencia; innegablemen­ te, todos saben con exactitud quiénes son sus parientes ma­ ternos. Por eso el parentesco matrilineal proporciona el arma­ zón de los grupos permanentes y controla la sucesión y la herencia dentro de esos grupos. Pese a lo cual, aún dada la matrilinealidad, un poblado ndembu no puede persistir en el tiempo más que si los hijos de las hermanas pasan a vivir en él. Pero por la misma regla, los hijos de los hermanos deben aban­ donar el poblado para pasar a engrosar los poblados de sus respectivos tíos maternos. El poblado sigue siendo en lo esen­ cial una estructura de relaciones entre parientes varones, pero es la matrilinealidad la que determina la forma de la mayoría de esas relaciones. Se sigue subrayando la unidad de los her­ manos, pero los hermanos que viven juntos son hermanos ute­ rinos, hijos de la misma madre. Puede que sean además her­ manos seminales, hijos del mismo padre; pero el vínculo cru­ cial para la corresidencia es el vínculo uterino. Muchos hijos adultos residen con sus padres, mas a la muerte de éstos tienen que irse a un poblado en el que tengan parientes matrilineales. En un momento dado, las hermanas y las hijas adultas de esas hermanas de los varones de la generación mayor residen en el poblado. Durante su período reproductivo, esas mujeres no residen allí más que en los intervalos entre los sucesivos matrimonios. Después de la menopausia pueden ya residir en él permanentemente. Los hijos de las hermanas y los hijos de las hijas de las hermanas tienden a engrosar ese mismo po­ blado, unas veces junto con sus madres y otras permaneciendo allí sin ellas, cuando sus madres vuelven a casarse con al­ guien de fuera. Como resultado, cualquier poblado real contie­ ne un cierto número de personas adultas relacionadas entre sí por vínculos matrilineales primarios o clasificatorios, y un número menor de personas vinculadas al m atrilinaje del po­ blado a través de sus padres. Los parientes varones predom i­ nan sobre las parientes hembras en una proporción de dos por uno. Con otras palabras: todo poblado real tiende a represen­ tar en su estructura un compromiso entre matrilinealidad y patrilocalidad (térm ino que yo estoy usando con el valor de residencia con el padre). La patrilocalidad debe su importan­ cia al matrimonio virilocal, que es la form a de matrimonio que permite que los hermanos uterinos residan juntos en su pro­ pio poblado. Si el matrimonio fuera uxorilocal, los hermanos uterinos se dispersarían por todos los poblados de sus mujeres. S obre algunos tipos de r it u a l En líneas generales, los rituales ndembu se dividen en dos grandes tipos: rituales de las crisis vitales y rituales de aflic­ ción. Ambos términos requieren cierta' explicación. Rituales de las crisis vitales ¿Qué se entiende por una crisis vital? En pocas palabras: un punto importante en el desarrollo físico o social de un indi­ viduo, como pueden ser el nacimiento, la pubertad o la muer­ te. En la mayoría de las sociedades más simples y también en muchas de las civilizadas, hay un cierto número de ceremonias o de rituales con el propósito de marcar la transición de mía fase de la vida a otra, o de un status social a otro (cfr. infra pp. 103 y ss.). En nuestra sociedad tenemos las ceremonias del bautizo y de la graduación, por ejemplo, la primera para indi­ car la llegada de una nueva personalidad social a la escena humana, la segunda para celebrar el feliz final de un largo y muchas veces penoso proceso de aprendizaje y el subsiguien­ te lanzamiento de un nuevo trabajador. Estas ceremonias de crisis no conciernen sólo a los individuos en quienes se cen­ tran, sino que marcan también cambios en las relaciones de todas las personas conexas con ellos por vínculos de sangre, matrimonio, dinero, control político y de muchas otras clases. Cuando una mujer ndembu da a luz su prim er hijo, suponga­ mos que varón, está presentando a su hermano, el caudillo del poblado, un posible heredero, está haciendo de su marido un padre y de su madre una abuela, con todos los cambios de conducta y de status que llevan consigo esas nuevas relaciones. En consecuencia, con su propio e importante paso de joven a ma­ dre, toda la sociedad de esa m ujer está sufriendo cambios. Porque en cualquier sociedad que vivamos, todos estamos re­ lacionados con todos: nuestros propios «grandes momentos» son «grandes m om entos» para otros también. Ceremonias de iniciación Aunque tanto los muchachos como las muchachas pasan por ceremonias de iniciación, la form a y el propósito de las cele­ braciones son muy diferentes en los dos casos. Por ejemplo, a los muchachos se les circuncida, mientras que a las muchachas no se les practica la cliterodectomía. Los muchachos son ini­ ciados colectivamente, las muchachas individualmente. A las muchachas las inician cuando comienza su pubertad, a los muchachos antes. El principal propósito de la iniciación de los muchachos es inculcarles los valores tribales, transmitirles la habilidad cazadora e impartirles instrucción sexual. El pro­ pósito de la iniciación de las muchachas es prepararlas para el matrimonio, que en la gran mayoría de los casos contraen in­ mediatamente. A los muchachos los recluyen y les enseñan en la selva, mientras que para las muchachas se construye una choza de hierba en el poblado. Hay otras diferencias notorias que se expondrán en su momento. Pero los principales extre- m0s a retener son: el contraste entre la naturaleza colectiva de la ceremonia de los muchachos y el tratamiento individual de las muchachas; la insistencia de la ceremonia de los mucha­ chos en la disciplina de los mayores y en la resistencia de las penalidades frente a la insistencia de la ceremonia de las mu­ chachas en el sexo y en la reproducción y en la exención del trabajo manual; el contexto silvestre de la primera, frente al contexto doméstico de la segunda que se celebra en el po­ blado. Con respecto a la diferencia entre la naturaleza colectiva de la ceremonia de los muchachos y la naturaleza individual de la ceremonia de las muchachas, tal vez resulten esclarecedores estos comentarios de una mujer ndembu: «S i tantas muchachas y tantas instructoras se alejaran del poblado a la vez y por tanto tiempo, ¿quién trabajaría en los huertos, quién traería el agua y quién cocinaría para los hombres?» Como en el pasado, el trabajo agrícola de los hombres se reducía a la tala y quema de la selva y a algunas labores preliminares de azada, y como ellos no preparan ni cocinan los alimentos, sino que pasan la mayoría de su tiempo cazando, su retirada de las actividades económicas, aun si afecta a muchos de ellos a la vez, no produce efectos tan marcados. En cierto sentido, mukanda, la ceremonia de la circuncisión de los muchachos habilita a los hombres para ingresar en los cultos de la caza, del mismo modo que nkang'a, el ritual de la pubertad de las muchachas, prepara a las mujeres par to­ mar parte en los cultos de fertilidad. Sin embargo, los ritua­ les de las crisis vitales son comunes a todos los ndembu, y son automáticos, mientras que los cultos de la caza y de la ferti­ lidad dependen de la aflicción de los individuos por sombras individuales, y no son automáticos. Resulta interesante que el tema principal del mukanda sea la actividad productiva (es decir, la caza), mientras que el tema del nkang'a es la actividad reproductora. La actividad económica de las mujeres que, después de todo, es la esencial para la existencia de la comunidad, apenas está ritualizada, mientras la de los hombres está impregnada de ritual. La caza y el sexo para los hombres, el sexo y la maternidad para las mujeres: estos parecen ser los valores más vigorosamente su­ brayados en los ritos de las crisis vitales, junto con el respeto a los mayores y a los superiores, que es un elemento constan­ te, dramática y pavorosamente incorporado en los makishi de la iniciación de los muchachos. Ceremonias funerales Como en la mayoría de las sociedades, la cantidad de «pom pa y boato» en el funeral depende de la riqueza y la importancia de la persona muerta. Como ha dicho el profesor RadcliffeBrown, los funerales se ocupan más de los vivos que de los muertos. Hemos indicado anteriormente que en todos los ri­ tuales de crisis vitales se producen cambios en las relaciones de todas las personas estrechamente vinculadas al sujeto del ritual. Cuando una persona muere, todos esos vínculos se rom­ pen, y cuanto más importante la persona, mayor el número y el alcance de los vínculos que han de romperse. Luego hay que establecer un nuevo patrón de relaciones sociales: si la persona muerta era, por ejemplo, un caudillo, ha de encon­ trársele un sucesor, sus herederos tienen que dividirse su he­ rencia, alguien debe hacerse responsable de sus deudas, hay que decidir el destino de su viuda, y todos aquellos que mantu­ vieron con él alguna relación particular deben .saber a qué ate­ nerse con respecto a su sucesor y a sus herederos. Antes de que puedan hacerse todas estas cosas debe darse un período de ajuste, un intervalo durante el cual la sociedad pasa gra­ dualmente del antiguo al nuevo orden. Entre los ndembu, ese período coincide con el tiempo que dura el campamento de duelo, el chipenji o chim bim bi. Durante este período se piensa que la sombra del muerto está particularmente inquieta y trata constantemente de vo l­ ver a visitar los escenarios y de comunicarse con las personas a quienes m ejor conoció durante su vida. Los ndembu creen que sin el ritual del duelo la sombra no descansaría tranqui­ lamente en su tumba, sino que estaría interfiriéndose constan­ temente en los asuntos de los vivos, y se sentiría celosa de los nuevos arreglos, por ejem plo el matrimonio de su viuda o la designación de un sucesor distinto del que ella habría escogi­ do. De hecho, en ese período la sombra puede afligir con en­ fermedades a aquellas personas que, habiendo debido honrar su memoria con la celebración de una reunión funeral, om itie­ ron el hacerlo. Rituales de aflicción Veamos ahora respuesta a esta la vida religiosa asociado la mala qué se entiende por rituales de aflicción. La pregunta nos pone ante el tema central de ndembu. Por alguna razón, los ndembu han suerte en la caza, los trastornos reproducti­ vos de la m ujer y varias formas de enfermedad, con la acción de los espíritus de los muertos. Además, cuando la adivinación re­ vela que un individuo ha sido «apresado» por un espíritu así, se convierte en sujeto de un elaborado ritual, al que asisten nu­ merosas personas de cerca y de lejos, y que responde al pro­ pósito de propiciar al espíritu causante de los trastornos y a la vez librarse de él. Lo que llevamos dicho plantea una nueva cadena de cuestiones. ¿De qué clase son esos espíritus que afligen a los vivos? ¿Son espíritus de parientes, o de extraños, o de la naturaleza, o demonios? La respuesta es simple y unívo­ ca: son espíritus de parientes muertos. El término ndembu para esos espíritus es mukishi, y el plural akishi. Quiero adver­ tir aquí que no hay que confundir akishi, «espíritus», con makishi, que significa tanto los danzantes enmascarados de las ceremonias de iniciación y funerales, como las vestimentas en que aparecen. Por razones de conveniencia traduciré mukishi con el térm ino que la profesora Wilson prefiere usar en lugar de «espíritu» o de «espíritu ancestral»: «som bra». Con razón o sin ella, la mayoría de la gente entiende «espíritu ancestral» como si significara «antepasado remoto o distante»; y estos incómodos habitantes de una «tumba intranquila» a que me estoy refiriendo son siempre espíritus de muertos recientes que, vivos, han desempeñado un papel importante en la vida de las personas a quienes están molestando. ¿Por qué razón las sombras «salen de sus tumbas», como dicen los ndembu, para importunar a sus parientes? Varias se alegan. La más importante es la de que esos parientes las han «olvidado», o que han actuado de una manera que las sombras han desaprobado. «O lvidarlas» equivale a haber descuidad.o el presentarles una ofrenda de cerveza o de alimentos en los ár­ boles muyombu, plantados como altares vivientes en el centro de los poblados, o a haber om itido la mención de sus nom­ bres en las plegarias que allí se hacen. Puede significar tam­ bién que no se ha vertido en el orificio abierto al efecto en la tumba de un cazador sangre de la última presa abatida, «para que la sombra coma». O significa simplemente que se ha ol­ vidado al muerto «en el corazón». En cuanto a «conducta des­ aprobada» puede ser la que da origen a querellas en el grupo de parentesco, o la de aquel que abandona el poblado del muer­ to y se va a vivir a otro, o la del que desobedece un deseo que el muerto expresó durante su vida. Cualquiera que sea la ra­ zón, usualmente se piensa que en aquel que es «capturado por un mufcishi» hay algo de importante y distintivo. Para empe­ zar, el así castigado se convierte en la figura central de una gran reunión ritual, en la que todos los asistentes desean se­ riamente que 'le vaya m ejor y que tenga más suerte. Además, si el tratamiento al que se somete tiene éxito, puede llegar a ser un chimbuki, o doctor menor, cuando el mismo ritual se celebre para otras personas, y aún quizá progresar con el tiem­ po hasta el rol de doctor principal. De esta forma, la vía a la fama religiosa pasa por la aflicción. He oído con frecuencia a los doctores y adivinos contestarme a la pregunta: «¿Cóm o aprendiste tu oficio?», con las palabras: «Em pecé por estar en­ ferm o yo m ism o», esto es, por ser afligidos ellos mismos con enfermedades por la sombra de alguno de sus parientes. Ser capturado por una sombra tiene, pues, un doble valor. Es el castigo por el descuido de su memoria, pero al mismo tiempo es la elección para actuar como interm ediario en futuros ri­ tuales que ponen a los vivos en comunicación con los muer­ tos. Si el ritual fracasa en su propósito y la enfermad o la mala suerte persisten, puede ser un signo de que el afligido no ha expiado adecuadamente su ofensa. O bien puede significar, por otra parte, que la víctim a está siendo atacada por la bru­ jería de una persona viva. ¿Cuáles son las formas en que se manifiesta la aflicción causada por una sombra? En líneas generales cabe distinguir tres tipos principales: 1) la sombra de un cazador puede ale­ ja r a los animales fuera del alcance de su pariente cazador, o hacer que éste no los encuentre, o que si los ve falle el tiro; 2) la sombra de una m ujer puede hacer que otra mujer pariente suya padezca de diversos trastornos reproductivos, que pueden ir desde la esterilidad hasta tener varios abortos con­ secutivos; 3) las sombras de cualquiera de los dos sexos pue­ den hacer que sus parientes vivos, igualmente de cualquiera de los dos sexos, enfermen de diversas maneras, «consumién­ dose», «sudando y temblando» o «sintiendo dolores por todo su cuerpo», por usar las descripciones que los ndembu hacen de los síntomas. A estos tres modos de aflicción corresponden tres tipos principales de rituales correctivos, a los que pode­ mos llamar: cultos de caza, cultos de fertilidad y cultos cura­ tivos. Los primeros se celebran por hombres, los segundos por mujeres y los terceros por ambos sexos. El modo de aflicción y el ritual para disiparlo se conocen con el mismo nombre. Por ejemplo, si una mujer sufre de menstruaciones prolonga­ das y dolorosas, se dice de ella que ha sido «capturada por una sombra que ha salido como nkula», y el ritual para librar­ la de esa sombra se llama también nkula. Dentro de cada culto hay varios rituales separados. Los del culto de la caza se cele­ bran según un orden graduado, mientras que para los de los o tros cultos no hay un orden fijo de celebración. Se asegura que la sombra culpable de la aflicción que motiva un ritual determinado tiene que haber sufrido ella misma, mientras aún vivía, idéntica aflicción. Así el paciente, el doctor principal y los doctores menores, y la propia sombra pertenecen a una misma comunidad sagrada compuesta por los elegidos y por el candidato a la elección. Cultos de la caza Al hablar de la iniciación de los muchachos, en la que se^ ex­ presan y enseñan los valores básicos del pueblo ndembu, se ha señalado ya el gran valor que se concede a la caza como ocupación de los hombres. Para nosotros, la caza es una actividad meramente econó­ mica o deportiva para la que ciertas personas muestran un ta­ lento o una disposición natural, que con la práctica pueden de­ sarrollar adquiriendo mayor habilidad. Los ndembu no la miran desde esta perspectiva. Un hombre joven escucha la «llam a­ da» para ser un gran cazador, del mismo modo que en nuestra propia sociedad una persona puede sentir la llamada para ha­ cerse misionero: es decir, recibe un mensaje de fuente sobre­ natural indicándole que tiene esa vocación. En el caso del jo­ ven ndembu, el mensaje adopta la form a de sueños con la sombra de algún famoso cazador pariente suyo, acompañados por mala suerte en la caza. La consulta a un adivino le revela que la sombra desea que él también llegue a ser un cazador famoso y para eso debe ingresar en el culto de los cazado­ res haciendo que se celebre por él el primero de sus rituales. En las ocasiones posteriores se repite la misma secuencia: la mala suerte y los sueños, seguidos por el ritual para ganarse el favor de la sombra, seguido a su vez por mayores éxitos en la caza hasta que al fin el cazador es reconocido como maes­ tro en su profesión. De esta forma, el arte de la caza puede ser concebido como la adquisición de un creciente poder espiritual a través de los sucesivos grados de iniciación en el culto de las sombras cazadoras. Ese poder permite al cazador «ver los ani­ males rápidamente», «atraerlos a donde él está» y «hacerse in­ visible para ellos» (cfr. pp. 321-2, 329). Cultos de la fertilidad de las mujeres Cuando estaba en Mwinilunga asistí a muchos rituales relacio­ nados con los trastornos reproductivos de las mujeres y oí hablar de muchos más. En una muestra de diecinueve muje­ res cuyas historias rituales registré no había ninguna por la que no se hubiera celebrado al menos uno de esos rituales, y una de ellas, una anciana, había sido objeto de cuatro ritua­ les separados. ¿Hay alguna base médica para estos difundi­ dos cultos conexos con los trastornos reproductivos? Las prue­ bas de que dispongo son pocas, pero sugestivas. Los datos que me facilitó la doctora del hospital de la misión de Kalene en agosto de 1951, revelan que de noventa mujeres ingre­ sadas como casos de embarazo normal, dieciséis, esto es, casi un 18 por 100, tuvieron partos distócicos. En no más de tres meses, mi m ujer fue llamada una docena de veces para inter­ venir en casos de partos de excesiva duración y de abortos en los poblados próximos a nuestro campamento. Muchas mu­ jeres mostraban claros síntomas de anemia, y no pocas con­ fesaban tener frecuentes trastornos periódicos. Parece posible que la actual frecuencia de estos desórdenes guarde- relación por una parte con la escasez de carne y de pescado en nume­ rosas áreas, tales como el noroeste del distrito, de donde la caza ha desaparecido casi enteramente, y por otra, con el bajo valor proteínico de la cosecha principal, el cazabe, cuyo con­ tenido de proteínas equivale a sólo la octava parte del conte­ nido del mijo. Los ndembu no crían ganado mayor, y el ga­ nado menor que sí tienen, resulta insuficiente para su necesi­ dades de carne. Sin embargo, aunque estos rituales de fertilidad (o mejor, rituales contra la infertilidad) iban a más en los años cincuen­ ta, la mayor parte de ellos parece haber existido ya en un pa­ sado remoto: vienen, como dicen los ndembu, «desde Mwatinyanvwa». De nuevo aflora el tema de la aflicción. De la mu­ je r que tiene un mal parto, o un mal aborto, o pérdidas mens­ truales excesivas, o de la que es estéril, se piensa que ha ofen­ dido a una sombra que sale de la tumba y «se asienta» en su cuerpo hasta que para propiciarla un adivino prescribe la ce­ lebración de alguno de los rituales de las mujeres. Por lo que yo pude saber, la sombra más frecuentemente ofendida era la de la madre de la madre de la mujer: de los veinticinco casos en que pude trazar la relación existente entre la sombra y su víctima, en doce era ella la responsable de la aflicción. Des­ pués de ella venía la madre de la mujer, con cinco casos, y a continuación su hermana mayor, con dos. Esto parece signi­ ficativo si se tiene en cuenta el hecho de que las mujeres, a través de quienes se transmite la sucesión y la herencia, des­ pués de casarse pasan a vivir en los poblados de sus maridos, con frecuencia muy lejos de los suyos propios, y con e l curso del tiempo pueden dejar de acordarse de sus parientes más viejos por línea materna, ya muertos. Más aún: mientras fue­ ron muchachas jóvenes tampoco vivían en su propio poblado, sino que pasaban la m ayor parte del tiempo junto con sus madres en los poblados de los padres. Pero a pesar de haber estado separadas de su «p ro p io» poblado durante una tan gran parte de sus vidas, aún se espera de ellas que con el curso del tiempo hagan a sus hijos volver a él; y si ellas mismas se divorcian o enviudan, su refugio hasta que vuelven a casarse está en su poblado matrilineal. Parecería, en consecuencia, que ser «capturadas» por una sombra matrilineal ha de servirles de violento recordatorio de que su primera lealtad ha de ser para sus poblados matrilineales, y de que los hijos que traen al mundo no son para sus maridos, sino para sus hermanos y los hermanos de sus madres «allá en su hogar». Así la causa más usual de la aflicción es haber «olvidado» s la sombra. Cuatro son los rituales que se celebran por las mujeres con trastornos reproductivos: 1) nkula, cuando una m ujer tie­ ne una excesiva pérdida de sangre en la menstruación (cfr. infra pp. 45-47; 2) isoma, cuando una m ujer ha tenido varios abortos o ha parido varios hijos muertos; 3) wubwang'u, cuan­ do una m ujer ha tenido o.espera tener gemelos, o cuando pa­ rece ser estéril; 4) chihamba, que puede celebrarse tanto en casos de enfermedad como de trastornos reproductivos y tan­ to para la curación de hombres como para la de mujeres. Los cuatro rituales pueden celebrarse también por niños enfermos, en cuyo caso se trata conjuntamente a la m adre y al hijo. Es frecuente que se trate al marido a la vez que a la mujer, «para hacerle a él también sagrado y tabú (kumbadyi nakwajila)», ya que él tiene que comer y dorm ir con ella, y se piensa que el contacto íntimo de una persona sagrada con una persona o una cosa profana es peligroso o por lo menos puede anular los efectos del tratamiento. Cada uno de esos rituales tiene tres fases bien marcadas: 1) ilem bi o kulembeka, que consis­ te en un tratamiento y una danza para hacer a los sujetos «sagrados» 2) un período de aislamiento durante el que los su­ jetos están parcial o completamente separados de la existen­ cia cotidiana y han de observar ciertos tabúes alimenticios, y 3) ku-tumbuka, nuevo tratamiento y nueva danza que celebra el final del aislamiento y prepara a los pacientes para reinte­ grarse a la vida cotidiana. El doctor principal en todos los rituales es siempre un hom­ bre, aunque se trate de rituales de mujeres. Sin embargo, antes de que puedan enseñársele las medicinas y los procedimientos adecuados, ese hombre ha tenido que ser hecho «sagrado» como hermano, hijo o marido de una mujer, sometiéndose a un ri­ tual particular. Cada doctor (ch im buki o chimbanda) tiende a especializarse en un ritual, aunque hay doctores que conocen las técnicas de muchos. Usualmente tiene como ayudante a algún doctor principal femenino, y cuenta con la asistencia de una hueste de doctores menores, que son mujeres que se supone fueron curadas por rituales anteriores del mismo tipo. Para asegurarse sus servicios se ha de hacer al doctor varón un pago inicial que en 1950 era de dos chelines seis peniques como mínimo y cuatro chelines como máximo; a las mujeres doc­ toras se les da comida y cerveza. Si se efectúa la cura y la mujer tiene hijos normalmente, el doctor recibe aún diez che­ lines o una libra que puede com partir con sus ayudantes como crea justo. Los que proporcionan el dinero son normalmente la propia paciente y su marido. Para las posibilidades de los ndembu, celebrar un ritual resulta considerablemente caro. Los honorarios del adivino ascienden a tres chelines seis peniques, los del doctor, a más de una libra, y todavía hay que contar los considerables gastos en tiempo, dinero y trabajo para pro­ porcionar alimento y bebida a los asistentes a la reunión ge­ neral. Además, las reglas del aislamiento suelen prohibir que la m ujer saque el agua, trabaje en sus huertos de cazabe o acarree hasta la cocina sus raíces, con lo que durante varios meses privan a la fam ilia de sus servicios económicos. Cada celebración separada del ku-lembeka y ku-tumbuka tiene tres fases principales: 1) la recogida de las medicinas; 2) la construcción del altar; 3) un largo período de tocar el tambor, cantar y danzar, entremezclado con el tratamiento de la paciente por los doctores que la lavan con medicinas, in­ vocan en el altar a la sombra que la aflige y realizan diversas acciones rituales. La paciente suele quedarse sentada pasiva­ mente ante el altar, pero ocasionalmente puede unirse al círcu­ lo de las mujeres que danzan en torno a ella, e incluso danzar ella sola. Cada tipo de ritual tiene su propio ritm o especial de tam­ bor, su propio «tem a de canto», su propia combinación de me­ dicinas, su propia conducta estilizada expresada en danzas y gestos y su propio tipo de altar y de aparato ritual. Tres son las principales categorías de gentes que usualmen­ te toman parte en estos rituales: 1) hombres y mujeres que han sido ellos mismos pacientes en ese ritual particular y pue­ den por eso actuar como doctores mayores o menores (ayim- buki); 2) parientes matrilineales y patrilineales de los dos pa­ cientes, marido y m ujer (m uyeji, que significa paciente, se usa también para un cazador desafortunado que está siendo tra­ tado en un ritual wuyang'a; su verdadero sentido es «persona afligida por la sombra de uno de sus parientes»); 3) otros ndembu, que pueden o no estar relacionadas con los pacien­ tes, pero que acuden para tomar parte en las danzas y para beber, ya que todo ritual, especialmente en su fase final, da ocasión a una festividad pública, una reunión tribal general a la que vienen como asistentes gentes de varias jefaturas dis­ tintas. Si el caudillo del poblado en donde está celebrándose el ritual conoce las técnicas y las medicinas, será él quien ac­ túe como doctor principal, aunque no es necesario que el doctor esté relacionado con los pacientes. Como norma general, el ser miembro del culto confiere un papel más importante en el ritual que el ser pariente de la paciente. Cultos curativos El chihamba (Turner, l 962a) y el kalemba parecen ser los úni­ cos cultos ndembu verdaderamente indígenas para curar la en­ fermedad; a ellos habría qua añadir el ritual de kaneng'a contra la brujería. Otros cultos que yo presencié, o de los que oí ha­ blar, tales como el kayong'u, el tukuka y el masandu son de ori­ gen lwena (luvale), luchazi o chokwe y se caracterizan por temblores histéricos, glosolalia y otros síntomas de disociación. En estos cultos importados, el doctor tom a la misma medicina que administra a su paciente y ambos se dejan llevar por un paroxismo de temblores muy poco gratos de contemplar. En el tukuka y en el masandu las mujeres desempeñan un papel mucho más importante que en los rituales ndembu tradiciona­ les. Estos dos rituales están haciéndose muy populares en el no­ roeste de Mwinilunga y se celebran con frecuencia por personas que padecen tuberculosis. Se asegura que las sombras que cau­ san esa enfermedad son sombras de europeos, o de miembros de otras tribus, como los lwena; parte del tratamiento consiste en dar al paciente comidas europeas servidas por un «criado», en danzar en parejas imitando a los europeos, en vestirlo con vestimenta europea, y en cantar canciones de moda tales como «En aeroplano vamos a Lumwana». El kayong'u (cfr. infra, pp. 157-161) se celebra con frecuencia por pacientes con dificultades respiratorias. Parte del trata¡niento consiste en colocar al paciente, junto con un recipiente que contiene una humeante medicina de hojas, bajo una manta, y hacerle inhalar esos vapores. Se celebra también por una per­ sona que ha soñado que una sombra desea que se convierta en adivino. El kalemba ya no se ve mucho en la actualidad, ni tampoco tengo información confiable sobre él. Sólo sé que era un ritual de mujeres y que un doctor femenino, con la cara cubierta con arcilla blanca y llevando una cesta Iwalu con especímenes de todas las plantas alimenticias cultivadas por los ndembu, eje­ cutaba una danza en solitario. El ihamba se describirá más adelante (cfr. pp. 403-438). Aun­ que parece ser de origen lwena-chokwe se ha incorporado al culto de cazadores wuyang'a. En el noroeste, donde hay muchos poblados y poca caza se ha hecho bastante popular. El ihamba ofrece a los no cazadores una especie de participación vicaria en el culto de los cazadores, e ilustra la tenacidad con la que un pueblo se aferra a sus valores tradicionales incluso después de que haya desaparecido su base material. BIBLIOG^RAFÚ Spiro, M., 1965: «Religión: Problemas of definition and e::planation^, en Anthropological approaches to the study of religión, A. S. A. Monograph N.° 3, Londres, Tavistock Publications. Turner, V. W., 1957: Schism and continuity in an African society: A study of Ndembu village life, Manchester University Press. — 1962: Chihamba, the white spirit (Rhodes-Livingstone Paper 33). Man­ chester University Press. P R IM E R A PARTE 1. SIMBOLOS EN EL R IT U A L NDEM BU * La importancia del ritual en la vida de los poblados ndembu de Zambia (antes Rodesia del N orte), en 1952, resultaba asom­ brosa. En cualquier pequeña vecindad era difícil pasar una semana sin oír batir algún tambor ritual en uno u otro de sus poblados. Entiendo por ritual una conducta form al prescrita en oca­ siones no dominadas por la rutina tecnológica, y relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas. El símbolo es la más pequeña unidad del ritual que todavía conserva las propieda­ des específicas de la conducta ritual; es la unidad última de es­ tructura específica en un contexto ritual. Dado que este ensayo es básicamente una descripción y un análisis de la estructura y las propiedades de los símbolos, por el momento bastará que digamos, con el Concise O xford Dictionary, que un «sím bolo» es una cosa de la que, por general consenso, se piensa que ti­ pifica naturalmente, o representa, o recuerda algo, ya sea por la posesión de cualidades análogas, ya por asociación de hecho o de pensamiento. Los símbolos que yo observé sobre el terreno eran empíricamente objetos, actividades, relaciones, aconteci­ mientos, gestos y unidades espaciales en un contexto ritual. Siguiendo el consejo y el ejem plo de la profesora Mónica Wilson, yo pedí a los ndembu, tanto a los especialistas religio­ sos como a los simples fieles, que interpretaran los símbolos de su ritual. Como resultado de ello obtuve un importante mate­ rial exegético. Me pareció que era metodológicamente importan­ te — por razones que en seguida se verán— mantener sepa­ rados los materiales de la observación y los de la interpreta­ ción. Me encontré también con que no podía analizar los sím­ bolos rituales sin estudiarlos en una secuencia temporal en su relación con otros acontecimientos, porque los símbolos están * Leído en marzo de 1958, en una reunión en Londres de la Association of Social Anthropologists of the Commonwealth. Publicado por primera vez en Closed systems and open minds: The Umits of naivety in social science, M. Gluckman (ed.) (Edimburgo: Oliver and Boyd, 1964). esencialmente implicados en el proceso social. Así llegué a ver las celebraciones rituales como fases específicas de los proce­ sos sociales por los que los grupos llegaban a ajustarse a sus cambios internos, y a adaptarse a su medio ambiente. En esta perspectiva, el símbolo ritual se convierte en un factor de la ac­ ción social, una fuerza positiva en un campo de actividad. El símbolo viene a asociarse a los humanos intereses, propósitos, fines, medios, tanto si éstos están explícitamente formulados como si han de inferirse a partir de la conducta observada. La estructura y las propiedades de un símbolo son las de una en­ tidad dinámica, al menos dentro del contexto de acción ade­ cuado. Estructura y propiedades de los símbolos rituales La estructura y las propiedades de los símbolos rituales pue­ den deducirse a partir de tres clases de datos: 1) forma externa y características observables; 2) interpretaciones ofrecidas por los especialistas religiosos y por los simples fieles; 3) contextos significativos en gran parte elaborados por el antropólogo. Daré un ejemplo. En el nkang'a, el ritual de la pubertad de las muchachas, la novicia, envuelta en una manta, yace al pie de un vástago de mudyi. El árbol mudyi, Diplorrhyncus condylocarpon, es notable por su látex blanco, que exuda en gotas le­ chosas cuando se araña su delgada corteza. Para los ndembu, ésta es la más importante de sus características observables, por' lo que a partir de aquí me propongo llamarlo «árbol de la le­ che». La mayor parte de las mujeres ndembu atribuyen varios sentidos a este árbol. En prim er lugar, dicen que el árbol de la leche es eI «más anciano» (m ukidunipi) del ritual. Cada tipo de ritual tiene su símbolo «más anciano», al que yo voy a llamar «dom inante». Esos símbolos constituyen una clase especial de la que luego me ocuparé más extensamente. Aquí basta con an­ ticipar que Ios símbolos dominantes no son considerados como meros medios para el cumplimiento de los propósitos expre­ sos de un ritual determinado, sino también, y esto es más im­ portante, se refieren a valores que son considerados como fines en sí mismos, es decir, a valores axiomáticos. En segundo lugar, refiriéndose a sus características observables, las mujeres dicen que el árbol de la leche está por la leche humana y también por los pechos que la producen. Este significado lo ponen en rela­ ción con el hecho de que el nkang’a se celebra cuando empiezan a formarse Jos pechos de la niña, y no con su primera menstrua­ ción, que es ocasión de otro ritual menos elaborado. Efectiva­ mente, el tema central del nkang'a es el vínculo de la lactancia entre la madre y el hijo, no el vínculo del nacimiento. Este tema de la lactancia se expresa en el nkang'a por varios símbolos su­ plementarios indicativos del acto de la alimentación y de la ma­ teria de los alimentos. En tercer lugar, las mujeres describen el árbol de la leche como «el árbol de una madre y de su hijo». Aquí el referente se ha desplazado de la descripción de un acto biológico, el amamantamiento, a un vínculo social de profunda importancia tanto para las relaciones domésticas como para la estructura de la sociedad ndembu. Este último sentido se ex­ presa con la mayor claridad en un texto que recogí de un espe­ cialista ritual varón. Lo traduzco literalmente: El árbol de la leche es el lugar de todas las madres del linaje (ivumu, literalmente «matriz» o «estómago»). Representa a la antepasada de mu­ jeres y hombres. El árbol de la leche es donde d u ^ ió nuestra antepasa­ da cuando fue iniciada. Una antepasada después de otra durmió aquí hasta nuestra abuela, hasta nuestra madre, hasta nosotros mismos los hijos. Este es el lugar de nuestra costumbre tribal (muchidi) >, donde empezamos incluso nosotros los hombres, porque a los hombres se les hace la circun­ cisión bajo un árbol de la leche. Este texto resalta claramente los sentidos del árbol de la leche que se refieren a los principios y a los valores de la organiza­ ción social. A determinado nivel de abstracción, el árbol de la leche está por la matrilinealidad, el principio del que depende la continuidad de la sociedad ndembu. La matrilinealidad go­ bierna la sucesión en los cargos y la herencia de la propiedad, e inviste con los derechos dominantes de residencia en las unida­ des locales. Más que cualquier otro principio de la organiza­ ción social, la matrilinealidad confiere orden y estructura a la vida social ndembu. Sin embargo, según este mismo texto y según otros muchos informes que pude recoger, el mudyi sig­ nifica más que la matrilinealidad. Significa la costumbre tribal (m uchidi wetu) en sí misma. El principio de la matrilinea­ lidad, piedra angular de la organización social ndembu, como un elemento de la estructura semántica del árbol de la leche, simboliza en sí mismo el sistema total de las interrelaciones entre los grupos y las personas que componen la sociedad ndem­ bu. Algunos de los sentidos de los símbolos más importantes pueden ser ellos mismos símbolos, cada uno con su propio sis­ tema de sentidos. Así, al más elevado nivel de abstracción, el árbol de la leche está por la unidad y la continuidad de la so1 Muchidi quiere decir también «Categoría», «género», «especie» y «tribu». ciedad ndembu. Hombres y mujeres son componentes de ese continuo espacio-temporal. Tal vez por esto un ndembu instrui­ do, tratando de tender un puente entre nuestras dos culturas, me explicaba que el árbol de la leche era como la bandera bri­ tánica que ondeaba sobre los edificios de la administración. «E l mudyi es nuestra bandera», me dijo. Al hablar del simbolismo del árbol de la leche en el contexto del ritual de la pubertad de las muchachas, mis informantes tendían a subrayar sus aspectos armónicos, cohesivos. Insistían también en el aspecto de la dependencia. El niño depende de su madre para su nutrición; y similarmente, dicen los ndembu, el miembro de la tribu bebe de los pechos de la costumbre tri­ bal. De este modo, en el contenido de sentido del árbol de la leche, la nutrición y el aprendizaje se hacen equivalentes. Con frecuencia oí comparar el árbol de la leche con la escuela; del niño se dice que ingiere la instrucción como el bebé ingiere la leche y el kapudyi, unas gachas de cazabe, muy aguadas, que los ndembu comparan con la leche. ¿No decimos nosotros mis­ mos «sed de conocimientos»? Aquí el árbol de la leche es una especie de cifra y compendio del proceso de instrucción en las cosas de la tribu que sigue a los episodios críticos de la ini­ ciación, tanto de los varones (el episodio de la circuncisión), como de las muchachas (el largo episodio durante el que han de yacer inmóviles). El rol de la madre es el arquetipo del protector, nutridor y maestro. Con frecuencia, por ejemplo, se habla del jefe llamándolo «m adre de su pueblo», igual que al. doctor cazador que inicia a un novicio en un culto de caza se le llama «m adre del arte de la caza» (mama dawuvang’a). El apren­ diz de circuncisor es «h ijo de la medicina de la circuncisión» y su instructor la «m adre de la medicina de la circuncisión». En todos los sentidos hasta aquí descritos, el árbol de la leche re­ presenta los aspectos armoniosos, benevolentes de la vida do­ méstica y tribal. ' Sin embargo, si se aplica el tercer modo de interpretación', el análisis contextual, las exégesis de los informantes se contra­ dicen con las conductas que las gentes adoptan realmente en su relación con el árbol de la leche. Es evidente que el árbol de la leche representa aspectos de diferenciación e incluso de oposición social entre los componentes de esa misma sociedad a la que idealmente se supone que simboliza como un todo ar­ monioso. El prim er contexto significativo que examinaremos es el papel del árbol de la leche en una serie de situaciones de ac­ ción en el marco del ritual de la pubertad de las muchachas. Los símbolos, como he dicho, generan la acción, y los símbolos dominantes tienden a convertirse en focos de interacción. Los grupos se movilizan en torno a ellos, celebran sus cultos ante ellos, realizan otras actividades simbólicas cerca de ellos y, con frecuencia, para organizar santuarios compuestos, les añaden otros objetos simbólicos. Habitualmente, esos grupos de parti­ cipantes representan ellos también importantes componentes del sistema social secular, componentes que pueden ser grupos corporativos, tales como familias o linajes, o meras categorías de personas que poseen características similares, por ejemplo, ancianos, o mujeres, o niños, o cazadores, o viudas. En cada tipo de ritual ndembu es un grupo o una categoría diferente de per­ sonas la que se convierte en el elemento social central. En el nkang'a este elemento central es la unidad de las mujeres ndem­ bu. Son las mujeres .las que danzan en torno al árbol de la leche e inician a la novicia yacente haciendo de ella el centro del círculo que gira. El árbol de la leche no es sólo la «bande­ ra de los ndembu»: en las primeras fases del nkang'a es más específicamente la bandera de las mujeres ndembu. En esa si­ tuación hace más que dotar de un centro a la exclusividad de las mujeres: las moviliza en oposición a los hombres, pues las mujeres entonan cantos en los que se m ofan de los hombres y durante cierto tiempo no les dejan que dancen en su mismo círculo. Por tanto, si hemos de tomar en cuenta el aspecto operacional de ese símbolo que es el árbol de la leche, consideran­ do no sólo lo que los ndembu dicen sobre él, sino también lo que hacen con él en su sentido, tendremos que conceder que distingue a las mujeres como categoría social e indica su soli­ daridad. El árbol de la leche introduce aún otras discriminaciones, por ejem plo, en ciertos contextos de acción representa a la pro­ pia novicia. Un contexto así es el de la sacralización inicial de un vástago concreto del árbol de la leche. Aquí la propiedad na­ tural significativa es la inmadurez del árbol. Los informantes aseguran que se escoge un árbol joven porque la novicia es jo­ ven. El árbol particular de una muchacha simboliza su nueva personalidad social como mujer madura. En el pasado (y oca­ sionalmente también hoy), el ritual de la pubertad de una muchacha form aba parte de su ritual matrimonial, y el ma­ trimonio marcaba su transición de muchacha a mujer. Gran parte del aprendizaje a que se la somete en el nkang'a y casi todo el simbolismo de la ceremonia apuntan a hacer de la muchacha una esposa sexualmente adecuada, una m ujer fecun­ da y una madre capaz de producir una generosa provisión de leche. Para cada muchacha hay una ceremonia. Se la inicia a ella sola y ella. sola se convierte en el centro de la atención y del cuidado de todos. Desde su punto de vista, el nkang'a es suyo, y constituye el acontecimiento más excitante y gratificante de su vida. La sociedad reconoce esos sentimientos y los fomenta, aunque impone a la novicia pruebas y penalidades que ella tiene que sufrir antes de ser glorificada en el último día del ritual. Así, el árbol de la leche celebra la m ayoría de edad de una nueva personalidad social, a la que en ese único momento de su vida distingue de todas las otras mujeres. En términos de este contexto de acción, el árbol de la leche, pues, expresa aquí el conflicto entre la muchacha y la comunidad moral de las mu­ jeres adultas en la que ella va a entrar. N o sin razón, el lugar del árbol de la leche se conoce con los mismos términos que se aplican al sitio en que se circunda a los muchachos, a saber, «lugar de m orir» o «lugar de sufrir», pues la muchacha tiene que pasar en él un día entero, y un día caluroso, sin m over ni un solo músculo. En otros contextos, el lugar en que está el árbol de la leche es escenario de la oposición entre la madre de la novicia y el grupo de las mujeres adultas. La madre es excluida del círculo de la danza. En ese momento está perdiendo una hija, aunque luego la recobre como nuevo miembro adulto de su propio li­ naje. Se manifiesta aquí el conflicto entre la familia matricéntrica y la sociedad más amplia, articulada fundamentalmente, com o ya he dicho, por el principio de la matrilinealidad. La re­ lación entre la madre y la hija persiste a lo largo de todo el ritual, pero su contenido cambia. Vale la pena señalar aquí que en una fase del nkang'a la madre y la hija intercambian pren­ das de su vestimenta. Esto podría guardar relación con la cos­ tumbre ndemb'u de que las personas en duelo lleven sobre sí pequeñas porciones de la vestimenta de su pariente muerto. Cualquiera que sea el significado que este intercambio de ro­ pas pueda tener para un psicoanalista — y en este punto toca­ mos uno de los límites de nuestra actual competencia antropo­ lógica— no parece improbable que los ndembu traten de sim­ bolizar la terminación, para la madre y la hija a la vez, de un importante aspecto de su relación. Esta es una de las acciones simbólicas, una de las muy pocas, sobre las que no conseguí que me dieran una interpretación en el ritual de la pubertad. Por eso me parece legítimo inferir que en ella se expresan po­ derosos deseos inconscientes de un tipo que Jos ndembu consi­ deran ilícito. La oposición entre las mujeres de la tribu y Ja madre de la novicia se representa mímicamente junto al árbol de la leche al terminar el prim er día del ritual de pubertad. La madre de la muchacha cocina una gran cantidad de cazabe y habas — dos alimentos que en el nkang’a son símbolos con muchos senti­ dos— para las visitantes, que comen por grupos de aldea y no distribuidas al azar. Antes de comer, las mujeres se acercan al árbol de la leche, a pocos metros de allí, y giran procesional­ mente en torno a él. La madre va la última llevando un gran cucharón lleno de cazabe y habas. De pronto grita: «¿Quién quiere cazabe de chipw am pw ilu?» Y todas las mujeres corren para apoderarse del cucharón y comer de él. «C hipw am pw ilu» parece ser una palabra arcaica y nadie sabe lo que significa. Mis informantes me dijeron que el cucharón representa a la novicia en su papel de m ujer casada, mientras que el alimen­ to simboliza su poder reproductivo (lusem u) y su papel como agricultora y cocinera. Una m ujer le dijo a mi esposa: «Trae suerte que el cucharón lo coja una persona que sea del mismo poblado que la novicia. Si no ocurre eso, la madre piensa que su hija se separará de ella para irse a- un poblado lejano y m orir allí. La madre desea que su hija se quede cerca de ella.» Im plícito en estas palabras late un conflicto más profundo que el que enfrenta a la familia matricéntrica con la socie­ dad femenina adulta: tiene que ver con otro principio articulador dominante en la sociedad ndembu, a saber, el ma­ trimonio virilocal, según el cual las mujeres, después de casarse, viven en los poblados de sus maridos. Como con­ secuencia, muchas veces las hijas pasan a vivir a conside­ rable distancia de sus madres. En el episodio descrito, las mu­ jeres simbolizan los núcleos matrilineales de los poblados. To­ dos los poblados desean ganar a través del matrimonio el con­ trol sobre la capacidad de trabajo de la novicia, e igualmente esperan incorporarse los hijos que ella pueda criar, aumentan­ do así su prestigio y el número de sus miembros. En un epi­ sodio posterior del nkang’a hay una lucha simbólica entre los parientes matrilineales de la novicia y los de su novio, lucha que saca a la luz el conflicto entre la virilocalidad y la matrilinealidad. Finalmente, en el contexto de la acción, los informantes ha­ blan a veces del árbol de la leche como representante del matrilinaje de la novicia. De hecho, ésta es la significación que tiene en la competencia por el cucharón que se acaba de des­ cribir, puesto que las mujeres del poblado de la novicia tratan de apoderarse del cucharón antes de que puedan hacerlo mu­ jeres de otros poblados. Incluso si esas mujeres no pertenecen al mismo matrilinaje que ella, sí están casadas con miembros varones de ese matrilinaje, y se piensa que actúan a su favor. Así el árbol de la leche, en uno de sus aspectos de acción, re­ presenta la unidad y exclusividad de un único m atrilinaje, con centro local en un poblado, frente a los otros grupos corpora­ tivos del mismo tipo. De esta manera, recibe form a dramática y simbólica el conflicto entre otro subsistema y el sistema total. A estas alturas resultará evidente que existen considerables discrepancias entre las interpretaciones que del árbol de la le­ che ofrecen los informantes y la conducta que exhiben los ndembu en situaciones dominadas por el sim bolism o del árbol de la leche. Por ejemplo, se nos dice que el árbol de la leche representa el estrecho vínculo entre la madre y la hija, pero en realidad separa a la hija de la madre. Se nos dice también que el árbol de la leche está por la unidad de la sociedad ndembu, pero en la práctica nos encontramos con que separa a las mu­ jeres de los hombres, a unas categorías y grupos de mujeres de otras categorías y otros grupos. ¿Cómo hay que explicar esas contradicciones entre los principios y la práctica? U nos problemas de interpretación Y o estoy convencido de que mis informantes creen sinceramen­ te que el árbol de la leche sólo representa los aspectos cohesi­ vos, unificadores de la organización social ndembu. Igualmente estoy convencido de que el papel del árbol de la leche en situa­ ciones de acción, en las que representa un centro de grupos específicos en oposición a otros grupos, forma un componente igualmente importante de su sentido total. Llegados aquí, hemos de plantear una cuestión esencial: sentido, ¿para quién? Si los ndembu no reconocen la discrepancia entre su interpretación del simbolismo del árbol de la leche y su conducta en relación con él, ¿significa esto que tal discrepancia carece de interés para el antropólogo social? De hecho, algunos antropólogos sostie­ nen con Nadel (1954, p. 108) que «los símbolos no comprendi­ dos no tienen sitio en la encuesta social; su efectividad social está en su capacidad para indicar, y si no indican nada a los ac­ tores son, desde nuestro punto de vista, irrelevantes: de hecho, ya no son símbolos (cualquiera que pueda ser su significación para el psicólogo o el psicoanalista)». La profesora Mónica Wilson (1957, p. 6) adopta un punto de vista parecido: asegura que ella subraya «las interpretaciones nyakyusa de sus propios ri­ tuales porque la literatura antropológica está salpicada de con­ jeturas simbólicas, interpretaciones de los etnógrafos de los ritos de otros pueblos». De hecho, llega al extremo de basar todo su análisis del ritual nyakyusa en la «traducción o inter­ pretación nyakyusa del sim bolism o». En mi opinión, estos in­ vestigadores van más allá de los límites de una cautela salu­ dable y se imponen a sí mismos limitaciones muy serias, e in­ cluso arbitrarias. Aunque yo estoy en completo desacuerdo con su postulado fundamental de que el inconsciente colectivo es el principio form ativo básico del simbolismo ritual, creo que Cari Jung (1949, p. 601) abrió el camino a las ulteriores inves­ tigaciones al introducir precisamente esta distinción: «un signo es una expresión análoga o abreviada de una cosa conocida. Mientras que un símbolo es siempre la m ejor expresión posible de un hecho relativamente desconocido, pero que a pesar de ello se reconoce o se postula como existente». Nadei y Wilson, al tratar a la mayoría de los símbolos rituales como signos, pa­ recen ignorar o considerar irrelevantes algunas de las propieda­ des esenciales de esos símbolos. Campo del r itu al y perspectiva estructural ¿Cómo puede el antropólogo social justificar su pretensión de ser capaz de interpretar los símbolos rituales de una sociedad, más profunda y más comprensivamente que los propios acto­ res? En prim er término, el antropólogo, usando sus técnicas y sus conceptos especiales, es capaz de contemplar la celebra­ ción de un ritual determinado como «ocurrida en e interpretada por una totalidad de entidades sociales coexistentes, tales como varios tipos de grupos, subgrupos, categorías o personalidades, y también las barreras entre ellos y sus modos de intercone­ xión» (Lewin, 1949, p. 200). Con otras palabras, puede colocar ese ritual en el marco de su campo significante, y describir la estructura y las propiedades de ese campo. Por otro lado, cada participante en el ritual lo contempla desde su peculiar ángulo de visión. Tiene lo que Lupton ha llamado « su propia perspec­ tiva estructural». Su visión está limitada por el hecho de que él ocupa una posición particular, o incluso un conjunto de po­ siciones situacionalmente conflictivas, tanto en la estructura persistente de su sociedad, como en la estructura de roles del ritual en cuestión. Además es probable que las acciones del participante estén regidas por intereses, propósitos, sentimien­ tos, dependientes de su situación específica y que pueden obs­ taculizar su comprensión de la situación total. Un obtáculo aun más serio para que él consiga ser objetivo lo representa el he­ cho de que, al ser un participante en el ritual, propenderá a considerar como axiomáticos y primarios los ideales, los valo­ res, las normas abiertamente expresados o simbolizados en el ritual. Así, en el ritual nkang'a, cada persona o cada grupo ve el árbol de la leche en los sucesivos contextos de acción como si sólo representara sus propios intereses y valores específicos en esos momentos. En cambio, el antropólogo, que previamente ha hecho un análisis estructural de la sociedad ndembu, que ha aislado los principios de su organización, que ha distinguido sus grupos y sus relaciones, no tiene prejuicios particulares y pue­ de observar las interconexiones y los conflictos reales entre personas y grupos, y la medida en que reciben representación ritual. Aquello que para un actor que desempeña un rol espe­ cífico parece insignificante, puede resultar altamente signifi­ cativo para un observador y analista del sistema total. Por estas razones, en consecuencia, considero legítim o in­ cluir en el sentido total de un símbolo ritual dominante, aspec­ tos de conducta asociados con él, que los propios actores son in­ paces de interpretar, y de los que de hecho pueden no ser cons­ cientes, si se les pide que interpreten el símbolo fuera de su con­ texto de actividad. Con esto, sin embargo sigue planteado el pro­ blema de la contradicción entre los sentidos expresos del árbol de la leche y el sentido de las formas estereotipadas de conducta estrechamente vinculadas con él. En abstracto, las interpretacio­ nes indígenas del simbolismo del árbol de la leche parecen in­ dicar que no hay incompatibilidad ni conflicto entre las perso­ nas y los grupos a que se refiere. Y sin embargo son justamente esas personas y esos grupos los que representan mímicamente sus conflictos al pie del árbol de la leche. T res propiedades de los símbolos rituales Antes de que estemos en condiciones de interpretar, tenemos que seguir clasificando los datos descriptivos recogidos con los métodos descritos más arriba. Esa clasificación nos permitirá form ular algunas de las propiedades de los símbolos rituales. La propiedad más simple es la de condensación: muchas cosas y acciones representadas en una sola formación. En segundo lugar, un símbolo dominante es una unificación de significata dispares, interconexos porque poseen en común cualidades aná­ logas o porque están asociados de hecho o en el pensamiento. Esas cualidades o esos vínculos de asociación pueden en sí mis­ mos ser totalmente triviales o estar distribuidos al azar o muy ampliamente por todo un ancho abanico de fenómenos. Su mis­ ma generalidad les permite vincular las ideas y los fenómenos más diversos. Así, como hemos visto, el árbol de la leche repre­ senta, inter alia, los pechos de las mujeres, la maternidad, la novicia en el nkang’a, el principio de la matrilinealidad, cual­ quier m atrilinaje concreto, el aprendizaje y la unidad y persis­ tencia de la sociedad ndembu. Los temas de la nutrición y la dependencia pasan a través de todos estos significata diversos. La tercera propiedad importante de los símbolos rituales do­ minantes es la polarización de sentido. N o sólo el árbol de la leche, sino todos los símbolos dominantes ndembu poseen dos polos de sentido claramente distinguibles. En un polo se en­ cuentra un agregado de significata que se refieren a componen­ tes de los órdenes moral y social de la sociedad ndembu, a prin­ cipios de la organización social, a tipos de grupos corporativos y a normas y valores inherentes a las relaciones estructurales. En el otro polo, los significata son usualmente fenómenos y pro­ cesos naturales y fisiológicos. Llamaré al prim ero de éstos el «polo ideológico» y al segundo el «polo sensorial». En el polo sensorial, el contenido está estrechamente relacionado con la forma externa del símbolo. Por ejemplo, un significado del ár­ bol de la leche — leche materna— está estrechamente relacio­ nado con la exudación del látex lechoso propio del árbol. Un significado sensorial de otro símbolo dominante, el árbol mukula, es la sangre: es un árbol que segrega una goma de color rojo oscuro. En el polo sensorial se concentran significata de los cuales puede esperarse que provoquen deseos y sentimientos; en el ideológico se encuentra una ordenación de normas y valores que guían y controlan a las personas como miembros de los grupos y las categorías sociales. Los significata sensoriales, emociona­ les, tienden a ser «groseros» en una doble acepción. En prim er lugar, son groseros en la acepción de toscos, es decir que no toman en cuenta los detalles ni las cualidades precisas de la emoción. N o se puede insistir bastante en que esos símbolos son hechos sociales, «representaciones colectivas», aunque ta­ les que apelan al más bajo denominador común del sentimien­ to humano. La segunda acepción de «groseros» es «abiertamen­ te y hasta flagrantemente fisiológicos». Así el árbol de la le­ che tiene el sentido grosero de los pechos, la leche de los pe­ chos y la acción de amamantar. Estos significados también son además groseros en la medida en que representan aspectos de la experiencia universal ndembu. Otros símbolos ndembu, en sus polos sensoriales de significado, representan temas tales como la sangre, los genitales masculinos y femeninos, el semen, la ori­ na y las heces. Esos mismos símbolos, en sus polos ideológicos de sentido representan la unidad y continuidad de los grupos sociales, primarios, domésticos, políticos. R eferencia y condensación Desde hace mucho tiempo se admite en literatura antropológi­ ca que los símbolos rituales son estímulos de emoción. Tal vez la formulación más explícita de esta posición sea la que hizo Edward Sapir en la Encyclopaedia o f the Social Sciences (xiv, pp. 492-493). Sapir distingue, de una manera que recuerda la distinción de Jung, dos clases principales de símbolos. A la pri­ mera la llama de símbolos referenciales. Incluye en ésta la len­ gua oral, la escritura, las banderas nacionales, las señales de banderas y otras organizaciones de símbolos convenidos como artificios económicos con fines de referencia. Como el «sign o» de Jung, el símbolo referencial es predominantemente cognitivo y se refiere a hechos conocidos. La segunda clase, en la que se incluye la mayoría de los símbolos rituales, es la de los símbo­ los de condensación, definidos por Sapir como «form as suma­ mente condensadas de comportamiento sustitutivo para expre­ sión directa, que permiten la fácil liberación de la tensión emo­ cional en form a consciente o inconsciente». El símbolo de con­ densación está «Saturado de cualidades emocionales». La prin­ cipal diferencia en el desarrollo de estos dos tipos de simbo­ lismo, en opinión de Sapir, es que «m ientras el simbolismo referencial se form a a través de una elaboración form al en el do­ minio de lo consciente, el simbolismo de condensación hunde sus raíces profundamente en lo inconsciente, e impregna con su cualidad emocional tipos de conducta y situaciones aparente­ mente muy alejados del sentido original del sím bolo». La formulación de Sapir resulta muy clarificadora. Subraya explícitamente cuatro atributos básicos de los símbolos ritua­ les: 1) condensación de muchos significados en una form a úni­ ca; 2) economía de referencia; 3) predominio de la cualidad emocional; 4) vínculos de asociación con regiones de lo incons­ ciente. Sin embargo, tiende a subestimar la importancia de lo que yo he llamado el polo ideológico ( y me gustaría añadir, nor­ m ativo) de sentido. Los símbolos rituales son a un mismo tiem­ po símbolos referenciales y símbolos de condensación, aunque cada símbolo es multirreferencial, más que unirreferencial. Su cualidad esencial consiste en su yuxtaposición de lo groseramen­ te físico con lo estructuralmente normativo, de lo orgánico con lo social. Esos símbolos son coincidencia de cualidades opues­ taS, uniones de lo «a lto » y lo «b a jo». No es necesario un cono­ cimiento detallado de ninguna de las psicologías profundas ac­ tuales para sospechar que tal yuxtaposición, o incluso interpe­ netración de opuestos en los símbolos, guarda conexión con su función social. A Durkheim le fascinaba el problema de por qué muchas normas y muchos imperativos sociales son considera­ dos por quienes tienen que observarlos al mismo tiempo como «obligatorios» y como «deseables». Los estudiosos están dándo­ se cuenta de que el ritual es precisamente un mecanismo que periódicamente convierte lo obligatorio en deseable. Dentro de su trama de significados, el símbolo dominante pone a las nor­ mas éticas y jurídicas de la sociedad en estrecho contacto con fuertes estímulos emocionales. En el ritual en acción, con la ex­ citación social y los estímulos directamente fisiológicos — músi­ ca, canto, danza, alcohol, drogas, incienso— , el símbolo ritual efec­ túa, podríamos decir, un intercambio de cualidades entre sus dos polos de sentido: las normas y los valores se cargan de emoción, mientras que las emociones básicas y groseras se en­ noblecen a través de su contacto con los valores sociales. El fas­ tidio de la represión moral se convierte en el «am or a la virtud». Antes de seguir adelante con nuestro análisis, tal vez sea conveniente formular de nuevo las principales propiedades em­ píricas de los símbolos dominantes, derivadas de nuestra cla­ sificación de los datos empíricos pertinentes: 1) condensación; 2) unificación de significados dispares en una única formación simbólica; 3) polarización de sentido. S ím bo lo s d o m in a n tes e in str u m e n ta le s Como ya dije, los ndembu consideran que ciertos símbolos ri­ tuales son símbolos dominantes. En los rituales celebrados para propiciar a los espíritus de los antepasados que afligen a sus parientes vivos con trastornos reproductivos, enfermedades o mala suerte en la caza, hay dos clases principales de símbolos dominantes. La primera clase está representada por el primer árbol o planta de la serie de árboles o plantas que los practican­ tes v los adeptos del culto curativo buscan para recoger sus ho­ jas, cortezas o raíces. Con e11as y con agua se.? preparan pocio­ nes que se dan a beber a los sujetos del ritual, o con las que se les marca. El primer árbol así tratado recibe el nombre de «lugar de salutación» (is/iikcmt) o «anciano» (m ukulurnpi). Los adeptos lo rodean varias veces para consagrarlo. Luego el prac­ ticante más antiguo reza al pie de él y lo salpica con arcilla blanca pulverizada. La plegaria se dirige bien al espíritu con­ creto que se cree aflige al principal sujeto del ritual, bien al árbol mismo que de alguna manera se identifica con ese espí­ ritu. Los adeptos pueden atribuir varios significados a cada ishikenu. La segunda clase de símbolos dominantes en los ri­ tuales curativos consiste en altares junto a los que los sujetos de esos rituales se sientan mientras los practicantes los lavan con sustancias vegetales mezcladas con agua y para ayudarlos realizan acciones de naturaleza simbólica o ritual. Esos alta­ res son frecuentemente compuestos y consisten en varios ob­ jetos combinados. Ambas clases de símbolos dominantes están estrechamente vinculados a seres no empíricos, unas veces como sus soportes, otras como su representación y otras por fin son identificados con ellos. En los rituales de las crisis vitales, por otra parte, en lugar de seres no empíricos, los símbolos domi­ nantes parecen representar fuerzas, tipos de eficacia, igualmen­ te no empíricos. Por ejem plo, en el ritual de la circuncisión de los muchachos, el símbolo dominante de todo el ritual es una medicina (yitum bu), llamada nfunda, compuesta por mu­ chos ingredientes, v. gr., la ceniza del pabellón quemado, que significa la muerte, y la orina de un aprendiz de circuncisor que significa «Virilidad». Cada uno de estos ingredientes, igual que todos los demás, tiene muchos otros significados. El sím­ bolo dominante en el campamento donde los padres de los no­ vicios se congregan, y preparan la comida para los muchachos, es el árbol chikoli que representa, entre otras cosas, un falo erecto, la masculinidad adulta, la fuerza, la destreza en la caza, y la salud hasta la vejez. El símbolo dominante durante el pro­ ceso de circuncisión es el árbol de la leche junto al que se cir­ cuncida a los novicios. El símbolo dominante en la fase inme­ diatamente posterior a la circuncisión es el árbol rojo mukula; sobre un tronco de mukula se sientan los novicios hasta que sus heridas dejan de sangrar. En las diversas fases de la re­ clusión hay otros símbolos dominantes. A cada uno de estos símbolos se le llama mukulum pi, anciano, viejo. Símbolos domi­ nantes los hay en muchos contextos rituales diferentes: unas veces presiden toda la ceremonia, otras sólo fases particulares. El contenido de sentido de ciertos símbolos dominantes posee un alto grado de consistencia y constancia a través del sistema simbólico total, ilustrando la proposición de Radcliffe-Brown de que un símbolo recurrente en un ciclo de rituales probable­ mente tendrá la misma significación en todos ellos. Tales sím­ bolos poseen también considerable autonomía con respecto a los fines de los rituales en que aparecen. Precisamente por es­ tas propiedades, los símbolos dominantes son fáciles de anali­ zar dentro de su marco cultural de referencia. A este propósito pueden ser considerados como «objetos eternos», en el sentido en que Whitehead usaba esta expresión l Son puntos relati­ vamente fijos tanto en la estructura cultural como en la social, y de hecho constituyen puntos de unión entre esos dos tipos de estructura. Sin que im porte el orden de su aparición en un ri­ tual determinado, se les puede considerar como fines en sí mis­ mos, representativos de los valores axiomáticos de la sociedad ndembu. Lo cual no quiere decir que no puedan también ser es­ tudiados como factores de la acción social (y de hecho así los hemos estudiado en el marco de referencia de la acción), sino que por sus propiedades sociales son objetos más apropiados del estudio m orfológico que la clase de símbolos que a conti­ nuación pasamos a considerar. A estos símbolos puede llamárseles «sím bolos instrumenta­ les». A un símbolo instrumental hay que contemplarlo en tér­ minos de su contexto más amplio, es decir, en términos del sis­ tema total de símbolos que constituye un ritual dado. Cada tipo de ritual tiene su propia manera de interrelacionar símbolos, manera que con frecuencia depende de los propósitos ostensi­ bles de ese tipo de ritual. Con otras palabras, cada ritual tiene su propia teleología, tiene sus fines explícitos, y los símbolos instrumentales pueden ser considerados como medios para la consecución de esos fines. Por ejemplo, en rituales celebrados con el propósito explícito de hacer fecundas a las mujeres, en­ tre los símbolos instrumentales que se usan aparecen porciones de árboles que dan múltiples frutos o de árboles que poseen innumerables raicillas. Los ndembu dicen que esos frutos y esas raicillas representan niños. Por eso se les atribuye eficacia en la consecución de la fertilidad de la mujer. Son medios para el fin principal del ritual. Quizá hubiera que considerar a esos símbolos como meros signos, o símbolos referenciales; pero contra eso está el hecho de que los significados de cada uno de ellos están asociados a poderosas emociones y deseos conscien­ tes e inconscientes. Al nivel del análisis psicológico sospecho que esos símbolos se aproximarían a la categoría de los símbo­ los de condensación; pero con esta afirmación llegamos a los limites actuales de la competencia antropológica, un problema del que enseguida vamos a ocuparnos. 2 Es decir, no objetos de indefinida duración, sino objetos a los que la categoría del tiempo no resulta aplicable. Los LÍMITES DE LA INTERPRETACIÓN ANTROPOLÓGICA Llegamos ahora al aspecto más difícil del estudio científico del simbolismo ritual: el análisis. Usando conceptos antropológi­ cos ¿hasta dónde podemos llegar en nuestra interpretación de estas enigmáticas formaciones? ¿En qué momento alcanzamos las fronteras de nuestra competencia explicativa? Consideremos prim ero el caso de los símbolos dominantes. He sugerido que éstos tienen dos polos de sentido, uno sensorial y otro ideológi­ co. He sugerido también que los símbolos dominantes tienen la propiedad de unificar significata dispares. Y o me atrevería a afirm ar que en ambos polos de sentido se apiñan significata dis­ pares e incluso contradictorios. En el transcurso de su desarro­ llo histórico, la antropología ha adquirido técnicas y conceptos que la capacitan para manejar bastante adecuadamente el tipo de datos que hemos clasificado como pertenecientes al polo ideológico. Como vimos, esos datos incluyen componentes de la estructura social y fenómenos culturales, tanto ideológicos como tecnológicos. Pienso que el estudio de esos datos en tér­ minos de los conceptos de las tres principales subdivisiones de la antropología — antropología cultural, teoría estructuralista y dinámica social— resultaría muy provechoso. Enseguida diré cómo pienso que pueden hacerse esos análisis e interrelacionarse esas tres perspectivas, pero prim ero tengo que plantear la cuestión de hasta qué punto y en qué aspectos es oportuno so­ m eter al polo sensorial de significados a un análisis intensivo, y lo que aún es más importante, en qué medida estamos los antropólogos calificados para realizar ese análisis. Es evidente que, como Sapir dice, los símbolos rituales, como todos los sím­ bolos de condensación, «hunden sus raíces profundamente en lo inconsciente». Una mínima familiarización con la psicología profunda basta para convencer al investigador de que los sím­ bolos rituales, en lo que respecta a su form a externa, a su con­ texto de conducta y a las varias interpretaciones que los indí­ genas dan de ellos, están parcialmente modelados bajo la in­ fluencia de motivaciones y de ideas inconscientes. El intercam­ bio de vestidos entre la madre y la hija en el ritual nkang'a; la creencia en que la novicia se volvería loca si en el día de su separación ritual viera el árbol de la leche; la creencia en que si la novicia levantara la manta que la cubre durante la reclusión y mirara hacia su aldea, la madre de la novicia moriría; todos estos son fragmentos de una conducta simbólica para la que los propios ndembu no pueden ofrecer una interpretación satis- factoría. Porque esas creencias sugieren que en la relación ma­ dre-hija hay un componente de' mutua hostilidad que va contra las interpretaciones ortodoxas del simbolismo del árbol de la leche en lo referente a esa relación madre-hija. Una de las prin­ cipales características de las interpretaciones ideológicas es que tienden a subrayar los aspectos armoniosos y cohesivos de las relaciones sociales. El idioma exegético pretende que las perso­ nas y los grupos actúan siempre de acuerdo con las normas ideales de la sociedad ndembu. Psicología profunda y s im b o lism o r it u al Cuando los psicoanalistas como Theodore Reik, Ernest Jones o Bruno Bettelheim, analizan el simbolismo ritual de las socie­ dades primitivas y antiguas, tienden a considerar irrelevante el polo ideológico de sentido y a centrar su atención en la form a externa y en los significados sensoriales de los símbolos. La ma­ yoría de las interpretaciones indígenas de los símbolos, que forman el principal componente del polo ideológico, son para esos psicoanalistas prácticamente idénticas a las racionalizacio­ nes con las que los neuróticos explican y justifican su conducta aberrante. Aún más, para ellos los símbolos rituales son idén­ ticos a los síntomas neuróticos y psicóticos o tienen las mismas propiedades que los símbolos oníricos de los individuos de Eu­ ropa occidental. De hecho, este procedimiento es exactamente el inverso del que aplican los antropólogos sociales que compar­ ten las opiniones de Nadel y Wilson. Se recordará que esta es­ cuela de antropólogos considera que sólo las interpretaciones indígenas de los símbolos conscientes y verbalizadas son socio­ lógicamente pertinentes. El método de los psicoanalistas, por otra parte, consiste en examinar la forma, el contenido, el modo de interconexión de los actos y de los objetos simbólicos des­ critos por los etnógrafos, e interpretarlos por medio de concep­ tos formulados en la práctica clínica europea occidental. Pre­ tenden los psicoanalistas que en la estructura del contexto de la acción de los símbolos rituales pueden reconocerse materia­ les derivados de lo que se consideran ser experiencias univer­ sales de la infancia humana en el contexto de la familia. Fenichel (1946, p. 302), por ejemplo, afirma que en la relación padrehijo existen universalmente dos tendencias psíquicas contrarias, a saber: sumisión y rebelión, y que las dos se derivan del com­ plejo de Edipo. De aquí pasa luego a argumentar: Como la mayoría de las religiones patriarcales, también oscilan entre la sumisión a una figura paternal y la rebelión (las dos, sumisión y rebelión, sexualizadas) y todo dios, como un super-ego compulsivo, promete protec­ ción bajo la condición de sumisión, son muchas las semejanzas en el cua­ dro manifiesto de los ceremoniales compulsivos y los rituales religiosos, debidas a la semejanzas de los conflictos subyacentes. Contra este punto de vista ya hemos demostrado antes cómo los sucesivos actos simbólicos de muchos rituales ndembu es­ tán ordenados y estructurados por los fines explícitos de esos rituales. Para explicar su evidente regularidad no necesitamos recurrir a la noción de conflictos subyacentes. Los psicoanalis­ tas pueden argüir que en las sociedades patriarcales el ritual muestra mayor rigidez y un carácter más compulsivo que entre los ndembu, que son matrilineales. Con otras palabras, el pa­ trón form al puede venir sobredeterminado por el conflicto in­ consciente padre-hijo. La comparación etnográfica, empero, pa­ rece refutar esta opinión, ya que el más rígido form alism o que conocen los estudiosos de las religiones comparadas es el de los indios pueblo, más marcadamente matrilineales que los ndembu, mientras que los nigerianos nupe, con una sociedad fuertemente patrilineal, poseen rituales con una form a «fluida», y de ninguna manera «excesivamente estricta» (Nadel, 1954, p. 101) 3 Otros psicoanalistas aseguran que en las formas simbólicas han encontrado rasgos de ideas y de impulsos oralmente agre­ sivos, oralmente dependientes, sádico-anales y masoquistas. Efectivamente, varios antropólogos, lectores de literatura psi-' coanalítica, han sentido la tentación de explicar los fenómenos rituales de esta manera. Quizá el más espectacular de los intentos recientes de llegar a una interpretación comprensiva del simbolismo ritual usan­ do conceptos psicoanalíticos sea el libro de Bruno Bettelheim, S im b olic Wounds. Bettelheim, tras observar la conducta de cua­ tro adolescentes esquizoides que habían formado una sociedad secreta, consideró que su conducta daba la clave para una com ­ prensión de muchos rasgos del ritual de las iniciaciones prim i­ tivas. De la observación de sus esquizoides dedujo que uno de los fines (inconscientes) de los ritos de iniciación masculinos puede ser el de afirm ar que también los hombres pueden pa­ rir hijos, y que «con operaciones tales como la subincisión, los hombres pueden tratar de adquirir el aparato y las funciones J Nadel escribe: •Podemos decir que la misma fluidez del formalismo es parte de la forma típica del ritual nupe». sexuales de las m ujeres» (1954, pp. 105-123). En opinión de Bettelheim, la envidia de la matriz y una identificación infantil in­ consciente con la madre, serían poderosos factores formativos tanto del ritual ad hoc de sus cuatro esquizoides como de los rituales de circuncisión masculinos de todo el mundo. La opinión de Bettelheim se opone en puntos importantes a la de muchos freudianos ortodoxos, quienes sostienen que los acontecimientos simbólicos que conforman estos rituales son fundamentalmente un resultado de los celos que al padre le inspiran sus hijos, y que su propósito es el de generar una an­ siedad sexual (de castración) para asegurar la observancia del tabú del incesto. Si los psicoanalistas discrepan ¿con qué cri­ terio puede el desventurado antropólogo social, que en ese cam­ po de investigación carece de entrenamiento sistemático y de experiencia práctica, escoger entre sus divergentes interpreta­ ciones? C ompetencias de explicación Pienso que el conceptualizar los símbolos dominantes com o do­ tados de dos polos de sentido puede ayudarnos a definir más exactamente los límites dentro de los cuales el análisis antro­ pológico puede aplicarse con más provecho. Los psicoanalistas que consideran que la mayoría de las interpretaciones indíge­ nas de los símbolos son irrelevantes, se hacen culpables de in­ genuidad y unilateralidad en el enfoque del problema. Porque esas interpretaciones, que muestran cómo los símbolos domi­ nantes expresan importantes componentes de los órdenes so­ cial y moral, no son en modo alguno equivalentes a las «racio­ nalizaciones» o a las «elaboraciones secundarias» del material que se deriva de los conflictos endopsíquicos, pues se refieren a hechos sociales que tienen una realidad empírica exterior a las psiques de los individuos. Por otra parte, los antropólogos que sólo consideran relevantes las interpretaciones indígenas, son igualmente unilaterales, en la medida en que tienden a es­ tudiar los símbolos dentro de dos marcos analíticos únicamen­ te, el cultural y el estructural. Esta es una aproximación esen­ cialmente estática que no se ocupa de los procesos que impli­ can cambios temporales en las relaciones sociales. Y sin embargo, las propiedades cruciales de los símbolos ri­ tuales incluyen estos desarrollos dinámicos. Los símbolos ins­ tigan la acción social. En un contexto de campo podríamos in­ cluso llamarlos «fuerzas», en la medida en que son influencias determinables que inducen a las personas y a los grupos a la acción. En ese mismo contexto de campo es además donde las propiedades que hemos descrito, a saber, la polarización de sen­ tidos, la transferencia de cualidades afectivas, la discrepancia entre sentidos y la condensación de sentidos, resultan más im­ portantes. El símbolo como una unidad de acción que posee todas esas propiedades se convierte en objeto de estudio tan­ to de la antropología como de la psicología. Las dos disciplinas, en la medida en que se interesan por las acciones humanas, tie­ nen que conceptualizar el símbolo ritual de la misma manera. Las técnicas y los conceptos del antropólogo le capacitan para analizar competentemente las interrelaciones entre los da­ tos asociados al polo ideológico de sentido. Igualmente le capa­ citan para analizar la conducta social dirigida hacia el símbolo dominante total. Lo que no puede hacer en cambio, con su pre­ paración actual, es discriminar entre las fuentes precisas de los sentimientos y deseos inconscientes que determinan en gran parte la forma externa del símbolo, seleccionan unos objetos naturales con preferencia a otros para servir como símbolos y explican ciertos aspectos de la conducta asociada a los símbo­ los. Para él, es suficiente con decir que el símbolo evoca emo­ ciones. Lo que le interesa es el hecho de que la emoción sea evocada y no las cualidades específicas de sus constituyentes. De hecho, puede considerar situacionalmente relevante para sus análisis el distinguir si la emoción evocada por un s1mbolo es­ pecífico posee el carácter grosero de, por ejemplo, agresión, te­ mor, amistad, ansiedad o placer sexual; pero más allá de esto no necesita pasar. Para él el símbolo ritual es en prim er tér­ mino un factor en una dinámica de grupos, y en consecuencia sus aspectos de mayor interés son sus referencias a los grupos, las relaciones, los valores, las normas y las creencias de una sociedad. Con otras palabras, el antropólogo trata el polo sen­ sorial de significado como si fuera una constante, mientras que los aspectos sociales e ideológicos los trata como variables cu­ yas interdependencias tiene que explicar. Por otra parte, yo pienso que en su análisis del simbolismo ritual los psicoanalistas tendrían que conceder más importan­ cia de la que ahora dan a los factores sociales. Deberían dejar de considerar las interpretaciones, las creencias y los dogmas como meras racionalizaciones, pues con suma frecuencia se re­ fieren a realidades sociales y naturales. Porque, como Durkheim escribió (1954, pp. 2s). «las religiones primitivas se afirman en la realidad y la expresan. Hay que aprender a m irar por deba­ jo del símbolo a la realidad que el símbolo representa, la que le da su sentido. Ninguna religión es falsa: todas responden, aun­ que de diferentes maneras, a las condiciones dadas de la exis­ tencia humana». Entre esas condiciones dadas el ordenamiento de la sociedad en grupos estructurados, las discrepancias entre los principios que organizan a esos grupos, la colaboración y la competencia económica, el cisma dentro de los grupos y la oposición entre los grupos, en resumen, todas aquellas cosas con las que se relaciona el aspecto social del simbolismo ritual, tienen sin duda cuando menos igual importancia que los impul­ sos biopsíquicos y el condicionamiento precoz en el seno de la familia elemental. Después de todo, el símbolo ritual tiene en común con el símbolo onírico la característica, descubierta por Freud, de ser una formación del compromiso entre dos ten­ dencias básicamente opuestas. Es un compromiso entre la ne­ cesidad de control social y ciertos impulsos humanos innatos y universales de cuya completa gratificación se seguiría la rup­ tura de ese control. Los símbolos rituales se refieren a lo que es normativo, general y característico de individuos únicos. Así, por ejemplo, los símbolos ndembu se refieren, entre otras co­ sas, a las necesidades básicas de existencia social (caza, agricul­ tura, fertilidad de las mujeres, condiciones climáticas favora­ bles, etc.) y a los valores compartidos de que depende la vida comunitaria (generosidad, camaradería, respeto a los mayores, importancia del parentesco, hospitalidad, etc.). Para distinguir­ lo entre símbolos rituales y símbolos psíquicos individuales, quizá podamos decir que mientras los símbolos rituales son me­ dios groseros de manejar la realidad social y natural, los sím­ bolos psíquicos se forman fundamentalmente bajo la influen­ cia de impulsos internos. Al analizar los primeros, la atención debe centrarse principalmente en las relaciones entre los da­ tos externos y la psique; al analizar los segundos, en datos endopsíquicos. Por esta razón, el estudio del simbolismo ritual queda más bien dentro de la competencia del antropólogo social que no dentro de la competencia del psicólogo o del psicoanalista, aunque estos últimos puedan ayudar al antropólogo examinan­ do la naturaleza y las interconexiones de los datos agrupados en el polo sensorial del simbolismo ritual. Puede también, me parece, esclarecer algunos aspectos de la conducta estereotipa­ da asociada con los símbolos en contextos de campo, aspectos que los actores mismos son incapaces de explicar. Porque, como hemos visto, es mucho lo que en esa conducta sugiere actitu­ des que difieren radicalmente de las que se consideran adecua­ das en términos de la exégesis tradicional. De hecho, ciertos conflictos parecen ser tan básicos que bloquean totalmente la exégesis. La interpretación de las emociones observadas Pero ¿podemos realmente decir que la conducta que expresa conflictos entre personas y grupos, representados por los sím­ bolos como unidos en armonía, sea conducta inconsciente en el pleno sentido freudiano de esa palabra? Los mismos ndembu, en muchas situaciones ajenas al nkang’a, tanto seculares como rituales, se muestran perfectamente conscientes y dispuestos a hablar de hostilidad en las relaciones entre madres e hijas con­ cretas, entre sublinajes concretos y entre muchachas concretas y las mujeres adultas de sus poblados. Parece más bien como si en ciertas situaciones públicas exactamente definidas, y usual­ mente de tipo ritual o ceremonial, rigiera una norma contra la explicitación verbal de conflictos de algún modo relacionados con Jos principios y las reglas que se celebran o dramatizan en esas situaciones. Cuando Ja ocasión se consagra a la conmemo­ ración y reanimación pública de normas y de valores en su abs­ tracta pureza, sencillamente no se mencionan las evidencias de Ja pasión y de la fragilidad humanas. Sin embargo, como hemos visto, hay tipos de conflictos re­ currentes que pueden ser representados en forma ritual o ce­ remonial. En las grandes ocasiones rituales, la práctica común recibe expresión simbólica o estereotipada, igual que los más elevados principios; pero la práctica, que está casi en su tota­ lidad bajo el imperio de lo que todas las sociedades consideran como la «naturateza in ferior» del hombre, está saturada de ex­ presiones de conflicto. Los intereses egoístas y de facción, la ruptura de los juramentos, la deslealtad, los pecados de om i­ sión tanto como los de comisión, contaminan y desfiguran Jos prototipos ideales de conducta que el precepto, la plegaria, la fórmula y el símbolo presentan ante la asamblea reclamando su exclusiva atención. En la interpretación ortodoxa del ritual se pretende que la práctica común no tiene importancia y que los hombres y las mujeres son realmente como idealmente ten­ drían que ser. Pero, como más arriba sostuve, la «energía» re­ querida para reanimar los valores y las normas consagradas en los símbolos dominantes y expresados en varios tipos de comportamiento verbal, se toma «prestada», por decirlo meta­ fóricamente, de la representación mímica de conflictos perfec­ tamente conocidos y normalmente mencionables. Las energías brutas del conflicto se domestican al servicio del orden social. Aquí tengo que decir que me parece posible, e incluso nece­ sario, analizar los símbolos en el contexto de las emociones ob­ servadas. Si el investigador está familiarizado con el idioma común en el que una sociedad expresa emociones, tales como la amistad, el amor, el odio, la alegría, la pena, el contento o el temor, no puede dejar de observar que en las situaciones ri­ tuales se experimentan esas emociones. Así, en el nkang'a cuan­ do las mujeres se ríen y se burlan de los hombres, o impor­ tunan a la novicia y a su madre o se pelean entre sí por el cu­ charón de chipwampwilu, y así sucesivamente, difícilm ente puede el observador dudar de que esas emociones se despierten real­ mente en los actores además de ser representadas formalmen­ te en la costumbre ritual (¿Qué es Hécuba para él, o él para Hécuba, que tenga él que llorar por ella?). Esas emociones se representan y evocan en estrecha rela­ ción con los símbolos dominantes de la cohesión y continuidad tribal, frecuentemente por la ejecución de una conducta instru­ mentalmente simbólica. Sin embargo, como con frecuencia es­ tán asociadas con la mimesis del conflicto interpersonal e intergrupal, a esas emociones y a esos actos de conducta no se les da entrada entre los sentidos oficiales, verbales, atribuidos a los símbolos dominantes. L a supresión situacional EN LA INTERPRETACIÓN del conflicto La emoción y la praxis, efectivamente, dan vida y colorido a los valores y a las normas, mas la conexión entre la expresión conductal del conflicto y los componentes normativos de cada tipo de ritual y de sus símbolos dominantes, rara vez la formulan explícitamente los actores participantes. Sólo personificando la sociedad, considerándola como un tipo de entidad supraindividual, podríamos hablar aquí de «inconsciente». Cada individuo participante en el ritual nkang'a es plenamente consciente de que los parientes se pelean enconadamente por los derechos y las obligaciones que confiere el principio de la matrilinealidad, mas la expresión verbal de esa conciencia está situacionalmente reprimida: los participantes tienen que comportarse como si los conflictos generados por la matrilinealidad fueran irrele­ vantes. Esto no significa, como cree Nadel, que lo que no llega a ser verbalizado carezca efectivam ente de im portancia ni para los participantes ni para el antropólogo. Antes al contrario, en la medida en que el antropólogo considera de su incumbencia los problemas de la acción social, la supresión verbal de lo que pue­ de llamarse el «sentido conductual» de ciertos símbolos domi­ nantes tiene la mayor importancia. El hecho es que cualquier tipo de vida social coherente, organizada, resultaría imposible sin la suposición de que ciertos valores y normas tienen carác­ ter axiomático y son obligatorios para todos. Ahora bien, por muchas razones, la cualidad axiomática de esas normas es di­ fícil de mantener en la práctica, puesto que en la infinita varie­ dad de situaciones reales, normas que en abstracto se consi­ deran igualmente válidas, frecuentemente resultan ser incohe­ rentes e incluso entran en conflicto. Además, las normas sociales, por su propia naturaleza, im ­ ponen represiones no naturales a aquellos que por sus disposi­ ciones biopsíquicas tienden a adoptar ocasional o habitualmen­ te formas de conducta supranormal o anormal. En todos los grupos organizados la vida social parece manifestar un ciclo, una oscilación entre períodos en los que se observa un conjun­ to de normas axiomáticas y períodos dominados por otro con­ junto diferente. Así como los diferentes aspectos o sectores de la conducta social están gobernados por normas diferentes y, lo que es más importante, en la realidad esos sectores se sola­ pan e interpenetran, dando origen a conflictos de normas, se hace necesario reafirm ar la validez de ciertas normas funda­ mentales, aislándolas de las otras y separándolas de los contex­ tos en que se producen pugnas y conflictos en conexión con ellas. Por esto és por lo que con tanta frecuencia nos encontra­ mos en el ritual con que el énfasis dogmático y simbólico se pone en una única norma, o en un agregado de normas que en un determinado rito aparecen estrechamente, y en conjunto ar­ moniosamente interrelacionadas. Ahora bien, como a las principales reuniones de este tipo la gente acude no como agregados de individuos sino como perso­ nalidades sociales ordenadas y organizadas por muchos prin­ cipios y normas de agrupamiento, no resulta en absoluto fácil afirm ar la clara primacía situacional de las normas que han de ser conmemoradas y enaltecidas. Así, en el ritual de la circun­ cisión de los muchachos ndembu, las relaciones entre las cate­ gorías sociales tales como hombres y mujeres, viejos y jóvenes, circuncisos e incircuncisos, y las n o ^ a s que gobiernan todas esas relaciones, son objeto de representación form al; pero los participantes en la asamblea ritual asisten como miembros de grupos corporativos, tales como los poblados y los linajes, que en la vida secular rivalizan los unos con los otros. La gran can­ tidad de riñas y peleas que pueden observarse durante las dan­ zas y libaciones públicas, en los intervalos entre las fases del ritual propiamente dicho, demuestran abundantemente que el ritual de la circuncisión no disipa misteriosa ni milagrosamen­ te aquella rivalidad. Aquí las personas pelean como miembros de agrupaciones que no están reconocidas en la estructura for­ mal del ritual. Cabe decir que cualquier ritual mayor que subraye la im por­ tancia de un único principio de organización social, sólo puede hacerlo bloqueando la expresión de otros principios importan­ tes. Algunas veces esos principios bloqueados, y las normas y las costumbres a través de las cuales se hacen efectivos, reci­ ben una representación velada y disfrazada en el patrón simbó­ lico del ritual. Otras veces, como en el ritual de la circuncisión de los muchachos, irrumpen y se expresan en los intersticios espaciales y temporales del procedimiento. En este ensayo lo que nos interesa principalmente son los efectos que su supre­ sión tiene en la estructura de sentido de los símbolos domi­ nantes. Por ejem plo, en el ritual nkula frecuentemente celebrado, los símbolos dominantes son un conjunto de objetos rojos, en es­ pecial la arcilla roja (m ukundu) y el árbol mukula ya antes mencionado. En el contexto del nkula se dice de los dos que re­ presentan la sangre menstrual y la sangre del parto, la sangre que acompaña el nacimiento de un niño. La finalidad ostensiva del ritual es hacer que la sangre menstrual de la paciente, san­ gre que ha estado perdiéndose en la menorragia, se coagule en torno al feto para alimentarlo. Para conseguir este fin se reali­ za una serie de actos simbólicos. Por ejemplo, los doctores, que son varones, cortan un árbol mukula joven y tallan una parte de él para darle la form a de un niño; luego introducen esa talla en una calabaza redonda medicada con la sangre de un gallo sa­ crificado con arcilla roja y con algunos otros ingredientes de color rojo. Aquí las medicinas rojas, dicen los ndembu, repre­ sentan la deseada coagulación de la sangre menstrual de la pa­ ciente, y la calabaza es una matriz simbólica. En el polo ideo­ lógico de sentido, los dos, el árbol mukula y la calabaza medi­ cada, representan (com o lo hace también el árbol de la leche) el m atrilinaje de la paciente, y, a un nivel más elevado de abstrac­ ción, el principio mismo de la matrilinealidad. Esta significa­ ción es coherente con el hecho de que ivumu, la palabra que hemos traducido por «m atriz», significa también matrilinaje. En este simbolismo, más que los aspectos nutritivos de la ma­ ternidad, los que se subrayan son los aspectos procreativos. Sin embargo, el simbolismo ndembu del rojo, a diferencia del sim­ bolismo del blanco, del que tenemos un caso en el simbolismo del árbol de la leche, casi siempre hace referencia explícita a la violencia, a la muerte, y en su nivel de sentido más general, a la ruptura, tanto en el orden social como en el natural. Aunque los informantes, al referirse concretamente al ritual nkula, tien­ den a insistir en los aspectos positivos femeninos del parto y la reproducción, puede demostrarse que la influencia de otros significados de los símbolos rojos, formulados explícitamente en otros contextos rituales, se hace sentir en el nkula. Por ejem ­ plo, tanto la arcilla roja como el arbol mukula son símbolos do­ minantes en el culto de los cazadores, en el que significan la sangre de los animales, la carne roja del animal cazado, la he­ rencia, a través de cualquiera de los padres, de la destreza en la caza, y la unidad de todos los cazadores iniciados. También representa el poder de matar que tiene el cazador. Los mismos símbolos rojos, en el contexto del ritual wubanji, celebrado para purificar a un hombre que haya matado a un pariente o a un león o a un leopardo (animales de los que se cree que son reen­ carnaciones de cazadores emparentados con los vivientes), re­ presentan la sangre del homicidio. De parecida forma, en el ri­ tual de la circuncisión de los muchachos, esos mismos símbo­ los representan la sangre de los circuncisos. O, lo que todavía tiene más importancia, en rituales de adivinación y en los que se celebran contra la brujería, representan la sangre de las víc­ timas de los brujos que éstos muestran en sus fiestas necró­ fagas. La mayoría de estos significados están implícitos en el nku­ la. Por ejemplo, en una fase del ritual la paciente, vestida con pieles como un cazador y llevando un arco y una flecha, baila una danza especial de cazadores. Mientras lo hace lleva ade­ más clavada entre sus cabellos, coronando su frente, una pluma roja de un pájaro. Es una pluma que sólo los que han derra­ mado sangre, los cazadores, los homicidas y los circuncisores tienen derecho a llevar. Por otra parte, tras recibir la talla del niño en aquella matriz simbólica, la paciente danza con ella en un estilo que es característico de los circuncisores cuando blanden en alto la gran medicina nfunda del pabellón de la circun­ cisión. Mas ¿por qué esta identificación de la paciente con hom­ bres que derraman sangre? El contexto de campo de estos ob­ j etOS y de estas formas de conducta simbólicas sugiere que los ndembu piensan que la mujer, al no engendrar hijos y desper­ d ig a r su sangre menstrual, está renunciando activamente al rol que la espera de m ujer madura y casada. Está comportán­ dose como un hombre matador y no como una m ujer nutridora. Es una situación análoga, aunque modificada por la matrilinea­ lidad, a la de esta declaración del antiguo código judío de Qaro: «Todo hombre está obligado a casarse con una m ujer para en­ gendrar hijos; y aquel que no cumple con este deber es como uno que derrama sangre.» N o hace falta ser psicoanalista, basta con buena formación sociológica, con una cierta familiaridad con el conjunto del sis­ tema simbólico ndembu, y con algo de sentido común, para dar­ se cuenta de que uno de los fines del ritual es lograr que la mujer acepte su destino en la vida, que es parir hijos y criar­ los para su linaje. El simbolismo sugiere que la paciente está rechazando inconscientemente su rol femenino; que efectiva­ mente es culpable. De hecho, mbayi, un término que designa la sangre menstrual, está etimológicamente relacionado con kubaya, ser culpable. No tengo tiempo aquí para presentar otras pruebas de símbolos y de interpretaciones, tanto en el nkula como en los rituales afines, que ^corroboran esta interpretación. En la situación del nkula, los principios dominantes celebrados y reanimados son los de la matrilinealidad, el vínculo madre-hijo, y la continuidad tribal a través de la matrilinealidad. Las nor­ mas en las que se expresan son las que rigen la conducta de las mujeres maduras y les adscriben el papel apropiado a su sexo. En esta situación, los principios y las normas suprimi­ dos son los que conciernen y controlan la conducta perso­ nal y cooperativa que se considera apropiada para los hombres. El análisis del simbolismo nkula pone de relieve otra fun­ ción importante del ritual. El ritual adapta y readapta periódi­ camente a los individuos biopsíquicos a las condiciones básicas Y a los valores axiomáticos de la vida humana social. En los rituales de reparación, categoría a la que pertenece el nkula, el mdividuo eternamente rebelde se convierte por cierto tiempo en un ciudadano leal. En el caso del nkula, una mujer cuya conducta es considerada como una muestra de su rebelión con­ tra, o por lo menos de su resistencia a cumplir con, las pautas de la vida biológica y social propias de su sexo, se ve a la vez inducida y obligada por medio de preceptos y de símbolos a aceptar el destino que culturalmente le está prescrito. M odos de inferencia en la interpretación Cada tipo de ritual ndembu, como el nkula, tiene sentidos y fines que los informantes no formulan explícitamente, pero que el investigador tiene que inferir basándose en el patrón simbóli­ co y en la conducta.,El investigador no será capaz de hacer esas deducciones más que si ha estudiado previamente las configu­ raciones simbólicas de muchos otros tipos de ritual en el mis­ mo sistema total, así como los sentidos que a los símbolos com­ ponentes de esas configuraciones atribuyen los informantes ex­ pertos. Dicho de otro modo: tiene que estudiar los símbolos no sólo en el contexto de cada tipo concreto de ritual, sino en el contexto del sistema total. Puede incluso resultarle útil, si un mismo símbolo se encuentra por doquier en un área cultural extensa, estudiar sus cambios de significado en las diferentes sociedades de esa área. Prescindiendo del tamaño, hay dos tipos fundamentales de contexto. Uno es el contexto del campo de acción, del que nos hemos ocupado con cierto detalle. Otro es el contexto cultural, dentro del cual los símbolos son considerados como agregados de sentidos abstractos. Al comparar los diferentes tipos y ta­ maños de contextos en que se presenta un símbolo dominante, comprobamos con frecuencia que los significados que «oficia l­ m ente» se le atribuyen en un tipo concreto de ritual pueden ser mutuamente consistentes. En cambio, cuando consideramos ese sím bolo dominante com o una unidad del sistema simbólico to­ tal, puede haber considerables discrepancias e incluso contra­ dicciones entre los significados facilitados por los informantes. Y o no creo que esta discrepancia sea resultado de simple des­ cuido e ignorancia ni del desigual reparto de la capacidad de comprensión. Creo que es una propiedad esencial de los gran­ des dominantes simbólicos en todas las religiones. Símbolos así llegan con el paso del tiem po a absorber en su contenido de sentidos la mayoría de los aspectos principales de la vida social humana, y hasta cierto punto llegan a representar a la sociedad humana en sí misma. En cada ritual afirman la primacía situacional de un solo aspecto, o de sólo unos pocos aspectos; pero con su mera presencia aseguran para esos aspectos el reverente tem or que sólo la totalidad humana puede inspirar. Todas las contradicciones de Ja humana vida social, contradicciones entre sociedad e individuo, o entre grupos, se condensan y se unifi­ can en una sola representación, los símbolos dominantes. Tarea del análisis es desmenuzar esta a m a lg ^ a en sus constituyen­ o s primarios. L a « profundidad » relativa Como m ejor puede llevarse a término esta descomposición tal vez sea dentro de diferentes marcos de análisis. Y o era antes partidario de hablar de «diferentes niveles de análisis», pero el término «n iv el» contiene una implicación de profundidad que hoy me parece equívoca, a menos que acordemos que «n ivel» significa cualquier clase de abstracción. La cuestión de la pro­ fundidad relativa de las diferentes vías de interpretación de los símbolos sigue siendo una cuestión disputada. Los psicoanalis­ tas, por ejemplo, afirman que sus interpretaciones de los sím­ bolos rituales son más profundas que las de los antropólogos sociales. Por otro lado, los antropólogos, como Monica Wilson, sostienen que en su nivel más profundo los rituales revelan va­ lores que son hechos socioculturales. En este ensayo he sugerido que diferentes aspectos del sim­ bolismo ritual pueden analizarse unos en el marco de la teoría estructuralista y otros en el de la antropología cultural. Como dije, esto equivale a tratar los símbolos rituales como entidades intemporales. Por la aplicación de esos métodos es posible lle­ gar a muchas conclusiones útiles. Pero Ja naturaleza esencial tanto de los símbolos dominantes como de las constelaciones de los símbolos instrumentales es dinámica. Un análisis está­ tico aquí presupondría un cadáver y, como dice Jung, «los sím­ bolos están vivos». Están vivos sólo en la medida en que están «preñados de significado» para los hombres y para las muje­ res que interactúan observando, transgrediendo y manipulando para sus fines privados las normas y los valores que expresan los símbolos. Si el símbolo ritual se conceptualiza como una fuerza en un campo de acción social, sus propiedades críticas de condensación, polarización y unificación de disparidades se hacen inteligibles y explicables. En cambio, conceptualizar el símbolo como si fuera un objeto y olvidar su importancia para la acción lleva con frecuencia a insistir sólo en aquellos aspect°s del simbolismo que pueden ponerse en relación lógica y co­ herentemente los unos con los otros para form ar un sistema abstracto unitario. En una situación de campo, la unidad de un símbolo o de una configuración simbólica es la resultante de mu­ chas tendencias convergentes entre sí desde diferentes áreas de la v ida biofísica y social. El símbolo es una fuerza independien­ te, en sí misma producto de muchas fuerzas opuestas. C onclusión : el análisis de EN LOS PROCESOS SOCIALES los símbolos Esbozaré brevemente la forma en que creo que los símbolos rituales pueden analizarse fructíferamente. Las celebraciones del ritual son fases de amplios procesos sociales cuyo alcance y complejidad son más o menos proporcionales al tamaño y al grado de diferenciación de los grupos en los que se presentan. Una clase de rituales se sitúa cerca del vértice de toda la jerar­ quía de instituciones reparadoras y reguladoras que corrigen las desviaciones de la conducta prescrita por la costumbre. Otra clase previene las desviaciones y los conflictos: en ésta se in­ cluyen los rituales periódicos y los rituales de las crisis vitales. Cada tipo de ritual es un proceso pautado en el tiempo, cuyas unidades son objetos simbólicos y aspectos serializados de la conducta simbólica. Los constituyentes simbólicos en sí mismos pueden clasi­ ficarse en elementos estructurales o «sím bolos dominantes», que tienden a ser fines en sí mismos, y elementos variables o «sím bolos instrumentales», que se usan como medios para los fines explícitos o implícitos de cada ritual determinado. Para lle­ gar a dar una explicación adecuada del sentido de un símbolo particular, lo prim ero necesario es examinar el contexto más am­ plio del campo de acción del que el mismo ritual es simplemente una fase. Aquí hay que considerar qué tipo de circunstancias dan m otivo a la celebración del ritual, si son circunstancias relacio­ nadas con los fenómenos naturales, o con los procesos econó­ micos y tecnológicos, o con las crisis vitales humanas, o con la ruptura de relaciones sociales cruciales. Las circunstancias determinarán probablemente la clase de ritual que se celebra. Los fines del ritual guardarán relación abierta e implícitamente con las circunstancias antecedentes y a la vez ayudarán a de­ terminar el sentido de los símbolos. Luego hay que estudiar los símbolos en el contexto concreto de ese ritual. Es aquí donde se recurre a la ayuda de los informantes indígenas. Y es aquí también donde podemos hablar legítimamente de «niveles» de interpretación, porque los simples creyentes facilitarán al in­ vestigador significados simples y exotéricos, mientras que los especialistas le proporcionarán explicaciones esotéricas y textos más elaborados. Luego hay que atender a la conducta dirigida a cada símbolo, porque esa conducta es un importante compo­ nente de su significado total. Con ello estaremos en condiciones de presentar el ritual como un sistema de significados. Mas ese sistema adquirirá adi­ cional riqueza y profundidad si lo contemplamos com o un sec­ tor constituyente del sistema ritual ndembu tal y como lo in­ terpretan los informantes y como lo podemos observar en ac­ ción. Estableciendo su comparación con otros sectores del sis­ tema total y su relación con los principios articuladores domi­ nantes de ese sistema, nos daremos cuenta muchas veces de que los fines y propósitos abiertos y ostensibles de un ritual de­ terminado, enmascaran deseos y metas inconfesados e incluso inconscientes. También nos daremos cuenta de la compleja re­ lación que existe entre las pautas de significado abiertas y las ocultas, las manifiestas y las latentes. Como antropólogos so­ ciales, somos potencialmente capaces de analizar el aspecto so­ cial de esta relación. Podemos examinar, por ejemplo, las rela­ ciones de dependencia e independencia entre la sociedad total y sus partes, y las relaciones entre los diferentes tipos de par­ tes y entre las diferentes partes del mismo tipo. Podemos ver cómo el mismo símbolo dominante, que en un tipo de ritual representa a un tipo de grupo social o a un principio de orga­ nización, en otro tipo de ritual representa a otro tipo de grupo o de principio, y en su agregado de sentidos representa la uni­ dad y continuidad de la sociedad ndembu más amplia, inclu­ yendo sus contradicciones. L ím ites de la competencia antropológica actual Cuando pasamos a considerar la relación entre los elementos normativos de la vida social y el individuo, nuestro análisis tie­ ne necesariamente que quedar incompleto. Esa relación entra también en el sentido de los símbolos rituales. Pero con ella Negamos a los confines de nuestra actual competencia antro­ pológica, en cuanto ahí tratamos de la estructura y las propie­ dades de las psiques, un campo científico tradicionalmente es­ tudiado por disciplinas distintas de las nuestras. En el otro ex­ tremo del espectro de sentidos del símbolo nos encontramos, pues, con el psicólogo individual y con el psicólogo social, e incluso, más allá de ellos (si se me permite esta broma a un amigo envidiado), blandiendo su cabeza de Medusa, está el psiL'°analista, preparado para convertir en piedra al tem erario intru-so en las cavernas de su terminología. Estremecidos y agradecidos regresamos a la luz del día so­ cial. Aquí los elementos significativos del sentido de un símbo­ lo guardan relación con lo que ese símbolo hace y con lo que c°n él se hace, por quienes y para quienes. Esos aspectos no pueden ser entendidos más que si se toma en cuenta desde el principio, y se representa por los constructos teóricos adecua­ dos, la situación total del campo en que se representa el sím­ bolo. Esa situación tendría que incluir la estructura del grupo que celebra el ritual que observamos, los principios básicos de su organización y sus relaciones perdurables, su actual división en alianzas y facciones transitorias sobre la base de sus intere­ ses y ambiciones inmediatas; porque las dos cosas, la estructu­ ra permanente y las formas recurrentes de conflictos y de in­ tereses egoístas están estereotipadas en el simbolismo ritual. Cuando hemos recogido las interpretaciones que nuestros in­ formantes dan de un determinado símbolo, nuestro trabajo de análisis no ha hecho más que empezar. A continuación tenemos que aproximarnos gradualmente al sentido de acción de nues­ tro símbolo a través de lo que Lewin (1949, p. 149) llama «Una creciente especificación» del contexto significativo de acción más amplio al más estricto. Sólo en el curso de este proceso analítico adquieren sentido como objetos de estudio científico los «Significados» de nuestros informantes. Bibli OG^RAF1A Bettelheim, Bruno ,1954: Symbolic wounds: Puberty rites and the envious male, Glencoe, 1ll., Free Press. [Heridas simbólicas, Barcelona, Barral, 1973]. Durkheim, E., 1954: Elementary forms of the religious life, Londres, Allen & Unwin. [^m formas elementales de la vida religiosa, B. Aires, Schapiro]. Fenichel, Otto, 1946: The psychoanalytic theory of neuroses, Londres, Routledge & Kegan Paul. Junng., Cari G., 1949: Psychological types, Londres, Routledge & Kegan Paul. Lewin, K., 1949: Field theory in social science, Londres, Tavistock Publications. Nadel, S. F., 1954: Nupe religion. Londres, Routledge & Kegan Paul. Sapir, E. «Symbols», Encyclopedia of the Social Sciences, XIV, Nueva York, Macmillan. Wilson, M., 1957: Ritual of kinship among the Nyakyusa, Londres, Oxford University Press. 2. SIM B O LISM O R ITU AL, MORALIDAD Y ESTRUCTURA SOCIAL É N T R E LOS NDEM BU * En este artículo me propongo discutir la estructura semántica y las propiedades de algunos de los principales símbolos del ritual ndembu. Cada tipo de ritual puede ser considerado como una configuración de símbolos, una especie de pentagrama en el que los símbolos serían las notas. El símbolo es la más peque­ ña unidad con estructura específica en el ritual ndembu. El tér­ mino vernáculo equivalente a símbolo es ch in jik ijilu , de ku-jikijila, «m arcar el rastro», arrancando con el hacha pedazos de la corteza de los árboles, o rompiendo y doblando ramas para que sirvan de guía desde lo desconocido de la selva hasta los cami­ nos conocidos. Un símbolo es, pues, una marca, un mojón, algo que conecta lo desconocido con lo conocido. El término ndem­ bu pertenece al vocabulario de la caza e ilustra el elevado va­ lor ritual que se concede a esa actividad. Por otra parte, al discutir sus símbolos con los ndembu se advierte enseguida que usan constantemente el término ku-solola, «hacer visible», «revelar», y que también ese término lo asocian con aspectos de la caza. De hecho, en su vocabulario ritual los derivados de ese verbo son frecuentes. Por ejemplo, el altar temporal que se erige en el ritual para propiciar a los espíritus de los parien­ tes difuntos del cazador, muy frecuentemente consiste en una rama ahorquillada tomada del árbol musoli. Los ndembu me di­ jeron que ese árbol se usaba como símbolo en el ritual del ca­ zador porque sus frutos y sus brotes jóvenes son muy aprecia­ dos por el antílope duiker y por otros animales de la selva, que abandonan sus escondrijos para comerlos, momento en el que pueden ser fácilmente abatidos por un cazador oculto, o en otro caso pueden caer en las trampas que los cazadores hayan pre­ parado. El árbol, dicen los ndembu, hace la caza «visible». Por eso, usan trozos de ese árbol como medicinas (yitum bu) en los * Leído en diciembre de 1960 en Salisbury, Rodesia (Third lntemational African Seminar). Publicado originalmente en Fortes, M., y Dieterlen, G (comps.). African system of though, Londres, Oxford University Press. rituales que celebran para librar a los cazadores de la mala suerte. Se afirma que esas medicinas «harán que los animales se presenten rápidamente al cazador» la siguiente vez que éste vaya a cazar a la selva. Las medicinas de m usoli se usan tam­ bién en los rituales celebrados para hacer fecundas a las mu­ jeres estériles, para «hacer visibles a los niños» dicen los ndembu. Otro uso del m usoli merece todavía mención. Los ndembu practican un ritual llamado ihamba, cuya principal finalidad es extraer, valiéndose de cuernos ventosa, del cuerpo del paciente el incisivo superior central (que también se llama ihamba) de algún pariente cazador difunto. Se afirm a que este espíritu ma­ terializado en un diente, «m u erde» a sus víctimas porque éstas se han olvidado, después de haber cazado un animal, de ofrecer una libación de sangre en la tumba de ese pariente irritado. Otra posible causa de la irritación del espíritu puede ser el que haya habido disputas en el poblado de la víctima. No quiere esto decir que la víctima tenga necesariamente que haberse hecho culpable de un comportamiento pendenciero, sino que puede haber sido simplemente escogida por el espíritu como represen­ tante de un grupo de parentesco en crisis. El especialista que supervisa el procedimiento ritual insiste usualmente en que aquellos miembros del poblado que alberguen rencores (yitela), los unos contra los otros, o contra el paciente (m uyeji), se ade­ lanten y hagan una confesión pública de sus animosidades ocul­ tas. Sólo después de esto, dice el especialista, consentirá el, ihamba en dejarse coger en un cuerno ventosa. Ahora bien, la principal medicina de este ritual, la medicina con la que se hace una invocación al espíritu, la medicina que se recoge antes que todas las demás, es una raíz del árbol musoli. Mis infor­ mantes me dijeron que la raíz representa el diente ihamba y que la especie m usoli se usa «para hacer que el diente ihamba salga rápidamente y que la gente hable verdadera (ku-hosha cha­ lala) y abiertamente». La idea subyacente, sin duda, es que si los malos sentimientos ocultos salen a la luz, tanto el paciente como el grupo social afligidos experimentarán un alivio. Otros derivados de ku-solola son isoli o chisoli, términos que significan «lugar de revelación», refiriéndose a sitios espe­ cialmente consagrados usados solamente en las fases finales de los rituales importantes, en las que se celebran ritos esotéricos y se revelan a los iniciados las cosas secretas. Por último está el término musolu, nombre de un tipo de ri­ tual celebrado sólo por los jefes y caudillos más ancianos para atraer o «hacer visibles» las lluvias cuando éstas se retrasan. Un aspecto del proceso de simbolización ritual entre los ndembu es, en consecuencia, hacer visibles, audibles, tangibles, creencias, ideas, valores, sentimientos y disposiciones psicoló­ gicas que no pueden ser directamente percibidos. Asociado a este proceso de revelar lo desconocido, lo invisible o lo ocul­ to, se desarrolla el proceso de hacer público lo que es priva­ do, o social lo que es personal. Todo aquello de lo que no pueda demostrarse que se ajusta a las normas o es expresable en términos de los valores de la sociedad ndembu, resul­ ta potencialmente peligroso para su cohesión y para su conti­ nuidad. De aquí la importancia de la confesión pública en el ritual ihamba: al exponer en el contexto ritual sus malos senti­ mientos a la influencia de las benéficas fuerzas rituales, los in­ dividuos se purifican de sus deseos y sus emociones rebeldes y voluntariamente se someten de nuevo a las mores públicas. En un ritual ndembu cada sím bolo hace visibles, y accesi­ bles a una acción pública movida por propósitos concretos, cier­ tos elementos de la cultura y la sociedad ndembu. A la vez tien­ de a relacionar esos elementos con ciertas regularidades natu­ rales y fisiológicas. Así, en varios contextos el m usoli relaciona el valor de la confesión pública con la restauración de la sa­ lud y de la fertilidad femenina. Esto me lleva a otra importan­ te propiedad de muchos símbolos rituales, su polisemia o multivocidad. Lo que quiero decir es que un mismo símbolo repre­ senta muchas cosas. Esta propiedad de los símbolos rituales la tiene también el ritual considerado como un todo, porque unos pocos símbolos han de representar la totalidad de la cultura y su entorno material. El ritual puede describirse, desde esta perspectiva, como quintaesencia de la costumbre, en la medida en que representa la destilación o la condensación de muchas costumbres seculares y de muchas regularidades naturales. Cier­ tos símbolos dominantes o focales poseen claramente esta pro­ piedad de multivocidad que posibilita la representación econó­ mica de aspectos clave de la cultura y de las creencias. Todos los símbolos dominantes tienen un «abanico» o un «espectro» de referentes, vinculados entre sí por algún modo de asociación muy simple, que por su misma simplicidad les permite poner en conexión una gran variedad de significata. Por ejemplo, el nexo asociativo de la «blancura» hace posible que la arcilla blanca (m pem ba) represente múltiples ideas y fenómenos que van desde referentes biológicos tales como el «Semen», a ideas a? stractas como la «pureza ritual», la «inocencia» de la brujena y la «solidaridad con los espíritus ancestrales». Al hablar sobre el significado de un símbolo hemos de dis­ tinguir con cuidado entre, como mínimo, tres niveles o campos de sentido. Me propongo llamarlos: 1) el nivel de la interpreta­ ción indígena (o más brevemente, el sentido exegético); 2) el sentido operacional, y 3) el sentido posicional. El sentido exe­ gético se obtiene interrogando a los informantes indígenas so­ bre cuestiones relacionadas con la conducta ritual observada. Aquí vuelve a hacerse necesario distinguir entre información facilitada por los especialistas rituales e información facilitada por los simples fieles; es decir, entre interpretaciones esotéri­ cas e interpretaciones exotéricas. Y en cualquier caso es ne­ cesario calibrar con cuidado si una explicación determinada es verdaderamente representativa de una de esas dos categorías o representa únicamente una opinión personal. P o r otra parte, lo que resulta extremadamente esclarecedor del papel del símbolo ritual es confrontar su significado con su uso, observando no sólo lo que los ndembu dicen del sím­ bolo, sino también lo que hacen con él. Es lo que yo llamo el sentido operacional, que es el nivel de mayor importancia para los problemas de dinámica social. Porque el observador tiene que considerar no sólo el símbolo, sino la estructura y la com ­ posición del grupo que lo maneja, o que se entrega a actos miméticos directamente relacionados con él. Debe tomar nota ade­ más de las cualidades afectivas de esos actos, de si son agresi­ vos, melancólicos, penitentes, gozosos, burlescos, etc. Ha de inquirir además por qué ciertas personas y ciertos grupos están ausentes en determinadas ocasiones, si es que han sido ritual­ mente excluidos de la presencia del símbolo, y en caso afirma­ tivo, por qué. El sentido posicional de un símbolo se deriva de su rela­ ción con otros símbolos en una totalidad, una Gestalt, cuyos elementos adquieren su significación del sistema como un todo. Este nivel de sentido está directamente relacionado con la im­ portante propiedad de los símbolos rituales que antes mencio­ nábamos, a saber, su polisemia. Esos símbolos poseen muchos sentidos, pero contextualmente puede ser necesario subrayar sólo uno de ellos, o sólo unos pocos. Así el árbol m ukiiía con­ siderado en abstracto, esto es, fuera de cualquier contexto ri­ tual concreto, puede estar por «m atrilinealidad», «arte de la caza», «Sangre menstrual», «carne de los animales salvajes» y muchos otros conceptos y cosas. El nexo asociativo entre sus varios sentidos lo proporciona la gom a roja que segrega ese ár­ bol y que los ndembu comparan con la sangre. Ahora bien, en el mukanda, ritual de la circuncisión de los muchachos, el sen­ tid0 de mukula viene determinado por su contexto simbólico. Un tronco de este árbol se coloca cerca del sitio en que se cir­ cuncida a los muchachos. Se les circuncida bajo un árbol mudyi que, como veremos, representa inter alia la maternidad y la relación madre-hijo. Luego se les pasa sobre un renuevo de ár­ bol muyombu, que habitualmente se planta como altar de los antepasados del poblado, y se les sienta, todavía sangrantes, sobre el tronco de mukula. Aquí el tronco mukula representa principalmente dos cosas. Representa el deseo de los mayores de que las heridas de la circuncisión se curen rápidamente (por el hecho de que la goma mukula se coagula muy deprisa). Me dijeron que también representa la masculinidad (wuyala) y la vida de un varón adulto que como cazador y como guerrero tiene que derramar sangre. El rito representa: 1) la remoción del muchacho de la dependencia de su madre (circuncisión bajo el árbolo (m udyi); 2) su muerte ritual y consiguiente asocia­ ción con los antepasados (paso sobre el árbol m uyombu), y 3) su incorporación a la comunidad moral de los varones de la tribu (con todos los circuncisos sentados sobre el tronco de mukula, donde reciben como si fueran niños la comida que ce­ remonialmente les dan sus padres y los circuncisores. Cada muchacho recibe una bola de cazabe, que ha de coger directa­ mente del cuchillo del circuncisor). En este rito, el factor se­ mántico decisivo es la posición del símbolo mukula por rela­ ción a los otros objetos y actos simbólicos. Podría decirse que un m ism o símbolo tiene diferentes sen­ tidos en las diferentes fases de una celebración ritual, o más bien que en los diferentes momentos pasan a prim er término di­ ferentes sentidos. El sentido que deba pasar a prim er plano vie­ ne determinado por el propósito manifiesto de la fase del ri­ tual en la que el símbolo aparezca. Porque un ritual, como un cohete espacial, consta de varias fases, y cada fase se dirige a un fin limitado, que en sí mismo se convierte en medio para el fin último de la celebración total. Por ejem plo, el acto de la circuncisión es el fin y la culminación de una fase, plena de ém bolos, del ritual mukanda; pero en sí mismo se convierte en medio respecto del fin último del ritual total, que es hacer de1 muchacho un hombre adulto de la tribu. Entre el fin o el Propósito de cada fase de un ritual, el tipo de configuración simbólica empleado en esa fase, y los sentidos que dentro de esa configuración pasan a ser dominantes en cada símbolo mulhvoco, se da una relación de mutua coherencia. Me gustaría ahora considerar el sentido exegético de uno de los principales símbolos rituales ndembu, el árbol mudyi. Este símbolo se encuentra en media docena de tipos diferentes de ritual, pero su^ locus classicus es el nkang'a, el ritual de la pu­ bertad de las muchachas. La novicia, envuelta en una manta, se tiende al pie de un joven y delgado renuevo de mudyi. Los ndembu dicen que su juventud representa la juventud de la muchacha. El arbolillo ha sido consagrado previamente por la madre y la instructura ritual (nkong'u) de la novicia, que para ello ha pisoteado la hierba en un círculo alrededor del árbol, convirtiéndolo de ese m odo en «prohibid o» (chakujila) o «pues­ to aparte» (chakumbadyi). El sitio, como el de la circuncisión de los muchachos, se llama ifw ilu o «lugar de m orir». Ambos si­ tios se conocen también como ihung'u, «lugar de sufrir». Ihung'u se dice también de la choza en que la m ujer se reclu­ ye para parir. Es el «lugar de su frir» porque la novicia no debe mover sus miembros hasta casi la caída de la noche, so pena de que las mujeres mayores le pellizquen por todo su cuerpo; tampoco puede comer ni hablar en todo el día. Hay que retener esta asociación del árbol mudyi con el sufrimiento y la muerte como un aspecto de su significado posicional. Los ndembu empiezan la exposición del sentido del mudyi señalando que si se le araña la corteza, enseguida segrega pom ­ pas de un látex lechoso. Por esta razón dicen que el mudyi o árbol de la leche es un símbolo (c h in jik ijilu ) de los pechos y de la leche de los pechos, dos cosas que en chindembu se llaman del mismo modo, mayeli. De aquí pasan a decir que el mudyi sig­ nifica «Una madre y su hijo», una relación social. Luego ex­ tienden este sentido para significar un m atrilinaje (ivumu, lite­ ralmente «m a triz» o «estóm ago»). Un texto que recogí expresa bien esta idea: El árbol de la leche es el lugar donde durmió la antepasada (fundadora) donde la iniciaron a ella y a las otras antepasadas, y luego a las otras hasta llegar a la abuela y a la madre y a nosotras mismas, las hijas: es el lugar donde nuestra tribu (o costumbre tribal, literalmente «especie») empezó, y también los hombres exactamente del mismo modo. Mi informante añadió luego los siguientes comentarios: «E l árbol de la leche es el lugar de todas las madres; es la ante­ pasada de hombres y mujeres. Kutembwisha, «iniciar a una muchacha», significa danzar dando vueltas y vueltas en torno al árbol de la leche junto al que yace la novicia. El árbol de la leche es el lugar donde nuestros antepasados durmieron; ser iniciado aquí equivale a convertirse en ritualmente puro o blan­ co. A una muchacha no iniciada, a una m ujer menstruante o a un muchacho incircunciso se les llam a «gente que no tiene blancura» (wunabulakutooka). Contextualmente, al árbol de la leche de una novicia concre­ ta se le puede llamar « su m atrilinaje». En una fase del ritual se dice que las hojas de este árbol representan «los hijos de la novicia», un significado que se proyecta al futuro y al deseo, en lugar de relacionarse con el pasado o con el presente. En otras fases del ritual nkang’a el árbol de la leche repre­ senta, según se dice, a las «m u jeres» y a la «humanidad feme­ nina». Tiene también el sentido situacional de «humanidad fe­ menina casada». Finalmente, el árbol de la leche representa el proceso de aprendizaje (kudiza), especialmente el aprendizaje del «sentido de las m ujeres» o «sabiduría» (mana yawambanda). Un infor­ mante me dijo que «el mudyi es como ir a la escuela; la mucha­ cha absorbe el sentido como el bebé absorbe la leche». La propia estructura semántica del mudyi puede comparar­ se con un árbol. En la raíz está el sentido primario de «leche de los pechos» y de aquí paso a paso se llega a ulteriores series de sentido. La dirección general es de lo concreto a lo cada vez más abstracto, pero esa creciente abstracción se separa en va­ rias ramas diferentes. Una línea se desarrolla así: pecho, rela­ ción madre-hijo, matrilinealidad, la tribu ndembu o la costum­ bre tribal, en la que la matrilinealidad es el principio más re­ presentativo. Otra línea es ésta: desarrollo de los pechos, hu­ manidad femenina, humanidad femenina casada, parto. Otra más procede desde el amamantamiento al aprendizaje de las ta­ reas, los derechos y los deberes de la mujer. Como ocurre con muchos otros símbolos ndembu, los sentidos derivados a su vez se convierten en símbolos que apuntan a ideas y a fenóme­ nos más allá de ellos mismos. Es así como la «m atrilinealidad», un sentido derivado de la relación «m adre-hijo» y de «leche del pecho», por el principio de pars pro toto se convierte en un sím­ bolo de la cultura ndembu en su totalidad. Sin embargo, pese a esta multiplicidad de sentidos, los ndembu piensan en el árbol de la leche, y hablan de él como una unidad, y casi como una fuerza unitaria. Cognitivamente son capaces de descomponer el concepto del árbol de la leche en muchos atributos, pero en la práctica ritual lo consideran como una entidad única. Para ellos es algo así como el «eterno feme­ nino» de Goethe, un principio femenino o maternal que impreg­ na la sociedad y la naturaleza. No debe olvidarse que los símbo­ los rituales no son meros signos que representen cosas cono­ cidas: los ndembu sienten que poseen eficacia ritual, que están cargados con fuerza que brota de fuentes desconocidas, y que son capaces de actuar sobre las personas y sobre los grupos que entran en contacto con ellos, induciéndoles a que se orienten en la dirección deseada o simplemente haciéndoles mejores. En pocas palabras: los símbolos tienen una función oréctica, además de una función cognitiva. Sacan a la luz la em oción y expresan y movilizan el deseo. De hecho, parece posible conceptualizar aún más el sentido exegético de los símbolos dominantes en términos polares. En un polo se apiñan un conjunto de referentes de carácter grose­ ramente fisiológico, relacionados con la experiencia general hu­ mana de carácter emocional. En el otro polo se agrupa una se­ rie de referentes a las normas y principios morales que rigen la estructura social. Si a estos polos semánticos los llamamos respectivamente el polo «em o tivo» y el «norm ativo» y si consi­ deramos los símbolos rituales ndembu en términos de este mo­ delo, encontraremos que el árbol de la leche representa al mis­ mo tiempo el aspecto fisiológico del amamantamiento, con la afectividad asociada a él, y el orden normativo regido por la matrilinealidad. En resumen, un mismo y único símbolo represen­ ta a la vez lo obligatorio y lo deseable. Tenemos aquí una ínti­ ma unión de lo moral y lo material. Bajo las circunstancias estimulantes de la celebración ritual, en las psiques de los parti­ cipantes puede producirse un intercambio de cualidades entre los polos em otivo y normativo; por su asociación con este úl­ timo, el primer polo se purifica de su carácter infantil y re­ gresivo, mientras que a la inversa el polo norm ativo se carga con las connotaciones placenteras asociadas a la situación del amamantamiento. Por un lado, el vínculo de leche se convierte en vínculo estructural primario, como matrilinealidad; pero por otro, y aquí resulta oportuno el modelo polar, el prim ero se opone y se resiste a la formación del segundo. Otros importantes símbolos ndembu tienen una similar es­ tructura polar. Por ejemplo, en el contexto del nkula, un ritual celebrado para curar los trastornos de la menstruación, el m u­ kula representa en su polo em otivo la «sangre del parto», mien­ tras que en su polo normativo representa la matrilinealidad y también la conexión histórica entre los ndembu y el imperio congoleño de Mwantiyanvwa, cuyo prim er ocupante, una mujer llamada Luweji Ankonda, sufría de menorragia. El chikoli, un árbol espinoso muy duro, que tiene un papel importante en el ritual de la circuncisión de los muchachos, representa, según me dijeron, la «masculinidad» en el sentido moral y social. Me dijeron también que representa el valor (w ulobu), la destreza en la caza y el «hablar bien en los casos legales». Pero el chikoli tiene además su polo fisiológico. Con palabras de un informan­ t e «C h ik o li es un árbol muy fuerte, su madera es muy dura. El elefante no lo rompe. N i el viento ni la lluvia pueden romperlo, laS hormigas blancas no la pueden comer. Está erecto como el pene o como el cuerpo de un hombre fuerte. Por eso decimos que representa la fuerza (w u kolu ).» Chikoli, como wukolu, se deriva de ku-kola, «ser fuerte o potente». Podría citar muchos otros ejemplos ndembu de esta polaridad, que en mi opinión es un rasgo universal de los símbolos rituales de cierta com pleji­ dad semántica. Pero volvamos al árbol mudyi, esta vez para observar lo que ocurre junto a él o cerca de él en el día de la ordalía de la novicia, la fase del kw ing'ija o «introducción» con que comien­ za el nkang'a, ritual de la pubertad de las muchachas. Porque ahora vamos a considerar el sentido operacional del árbol de la leche. E inmediatamente tropezamos con un problema: mientras que al nivel del sentido exegético puede argüirse que los refe­ rentes estructurales del árbol de la leche guardan relación con los aspectos armoniosos y solidarios de los grupos y las rela­ ciones organizadas por la matrilinealidad o la feminidad, en­ seguida resulta manifiesto que gran parte de la conducta ob­ servable en conexión con el árbol constituye una mimesis de los conflictos dentro de esos mismos grupos y relaciones. Por ejemplo, durante las primeras horas de la mañana sólo las mujeres mayores del mismo poblado que la novicia pueden danzar en torno al árbol mudyi. Más tarde, sólo pueden hacerlo las mujeres y no los hombres, y las mujeres atacan a los hom­ bres con canciones^ satíricas e injuriosas. Además, durante mu­ cho rato la madre de la muchacha no se puede acercar al árbol mudyi, y si por casualidad lo hace, las mujeres mayores se bur­ lan de ella. Puedo mencionar también un episodio en el que to­ das las mujeres mayores compiten por ser las primeras en apo­ derarse de un gran cucharón lleno de cazabe y habas, llamado «el cazabe de chipw am pw ilu» y llevado por la instructora ritual. Ese cazabe representa la fertilidad, y en concreto la fertilidad de la novicia. Si la que prim ero coge el cucharón es una mujer de un poblado distante, se cree que la novicia parirá sus hijos muy lejos del lugar en que reside su propia madre. El episo­ dio refleja la competencia entre los principios de la matrilineahdad y la virilocalidad. Otros episodios del nkang'a representan también este conflicto, pero la mayor parte de ellos lo hacen sin relación directa con el árbol de la leche. Así durante los diferentes episodios, el valor atribuido a la solidaridad de las mujeres se ve contradicho en la práctica por el conflicto entre la madre de la novicia y las mujeres adultas casadas, que están incorporando a la muchacha a sus filas, y por ende arrancándola de las rodillas de su madre. Lo contra­ dice también la separación entre las mujeres del poblado de la novicia y las otras mujeres, e igualmente la rivalidad, de base local, que se establece entre las mujeres por la fertilidad de la novicia, así como entre las mujeres, a título, individual, por la fertilidad de ellas mismas. La unidad de la tribu se con­ tradice con la movilización de las mujeres en torno al árbol de la leche en oposición sarcástica a los hombres. La misma ordalía de la novicia, con amenazas de castigo para que no se mue­ va, representa un aspecto del conflicto entre mujeres mayores y muchachas. Lo interesante es que los informadores indígenas no relacio­ nan esos conflictos, aunque están estereotipados, con sus inter­ pretaciones ortodoxas del simbolismo del árbol de la leche. Y sin embargo, la representación mítica de esos conflictos tiene que desarrollarse en el ifwilu, el «lugar de m orir» de la novicia, situado junto al árbol de la leche. Un psicoanalista de la escuela de Klein podría tal vez sentir la tentación de relacionar este contraste entre los niveles de sentido exegético y operacional, entre la insistencia en la armonía y la insistencia en la discor­ dia, con la actitud ambivalente del niño ante el pecho de su madre que al mismo tiempo le da seguridad y despierta su hos­ tilidad, por sus ausencias aparentementes caprichosas. En cuanto a la falta de interpretación de la conducta del conflicto podría tal vez atribuirla a un mecanismo de «escisión psicológica», que separa las dos actitudes, hostil y amable, frente al pecho, y confina la hostilidad en el inconsciente; pero teóricamente no es admisible explicar los hechos sociales, que es lo que son los símbolos rituales, manejando conceptos de la psicología profun­ da. Una hipótesis sociológica que podría defenderse para expli­ car la contradicción entre esos niveles de sentido, sería la de que en el nivel exegético el principio de la matrilinealidad se abstrae de su contexto social, y así aparece en su pureza ideal. Los conflictos dentro de los grupos y dentro de las relaciones articuladas por la matrilinealidad, tal y como se exhiben al nivel operacional, no se deben a las inadecuaciones estructurales de la matrilinealidad, ni a la fragilidad humana en punto a respe­ tar las reglas, sino más bien al hecho de que otros principios de la organización social están constantemente interfiriéndose en el armonioso funcionamiento de la matrilinealidad. Las dife- rendas de edad y sexo se entrecruzan con la afiliación matrilineal. El matrimonio virilocal atenta contra la cohesión del ma­ trilinaje local. La fam ilia matricéntrica rivaliza con el matrilinaj e en la exigencia de lealtad que impone a sus miembros. Son conflictos-tipo del género de éstos los que se escenifican ante el árbol de la leche, símbolo por excelencia de la continuidad matrilineal y de la dependencia última en que la sociedad ndem­ bu se encuentra respecto del pecho materno. El ritual de pu­ bertad asegura que, aunque la matrilinealidad se vea constan­ temente desafiada por otros principios y otras tendencias, per­ siste pese a ellos y triunfa sobre ellos. Como conclusión, me gustaría resaltar la relación, al nivel exegético de interpretación, entre el simbolismo del árbol de la leche y el principio simbólico de la blancura (wutooka). En la cúspide del sistema simbólico total de los ndembu está la tría­ da del color, blanco-rojo-negro. Los sentidos de estos tres colo­ res se enseñan a los jóvenes ndembu en ciertos episodios eso­ téricos del ritual de la circuncisión de los muchachos, así como en las ceremonias iniciales de m ung’ong’i y chiwila, asociacio­ nes funerarias de los hombres y las mujeres. La mayoría de las veces la blancura se representa por arcilla blanca reducida a polvo (m pem ba o mpeza), lo rojo por arcilla roja también en polvo (mukundu, ng’ula, o m ukung’u) y lo negro por el carbón (makala). Estas sustancias, más que símbolos, son prendas de los tres principios vitales, afines a las «hebras de la vida» hinduistas, mencionadas en el Bhagavad-Gita. Y o he recogido mu­ chos textos y hecho muchas observaciones sobre el uso de esos colores en el ritual y eso me permite constatar brevemente que lo blanco representa, inter alia, bondad (ku-waha), salud ( kukoleka), pureza ritual (ku-tooka), exención de la desgracia (kubula ku-halwa), autoridad política (wanta) y reunión con los espíritus (kudibom ba niakishi). Resumiendo: representa todo el orden moral, más los frutos de la virtud, salud, vigor, fertili­ dad, respeto por parte de los demás, bendición de los antepa­ sados. Lo blanco se diferencia de lo rojo en la medida en que subraya la armonía, la cohesión, la continuidad, mientras que lo rojo, asociado al derramamiento de sangre y también al pa­ rentesco de sangre, tiende a denotar la discontinuidad, la fuer­ za adquirida a través d.el quebrantamiento de ciertas reglas, y la agresividad masculina (como se manifiesta, por ejemplo, en la caza, representada en muchos rituales por la arcilla roja y los símbolos rojos). . Hay muchos símbolos que los propios ndembu clasifican como «cosas blancas» y que creen impregnados por los atribu­ tos morales de la blancura. El árbol de la leche, que representa la matrilinealidad, es uno de ellos. Para los ndembu, la matri­ linealidad es lo que el profesor Fortes ha llamado (1949, p. 344), aunque en un contexto más bien diferente, un «principio irre­ ductible» de la organización social, mediador entre el orden mo­ ral, con todas sus prescripciones y prohibiciones, y el individuo. matrilinealidad es el armazón de aquellos aspectos de la mo­ ralidad ndembu que la gente considera como inmutables y como puntos nodales armoniosamente interrelacionados. _Sería posi­ ble demostrar que las normas y los valores que controlan las relaciones derivadas del vínculo de la leche, form an la «m a triz» del orden moral e idealmente tienen la cualidad de la «blancu­ ra». La matrilinealidad da form a específica y acuña como mo­ ralidad lo que sin ella se quedaría en principios imprecisos y generales. BlBLIOG^RAl'tA Fortes, Meyer, 1949: The web of kinship among the Tallensi, Londres, Oxford University Press. 3 ' C LASIFIC AC IO N DE COLORES EN EL R IT U A L NDEMBU: UN PROBLEM A DE CLASIFIC AC IO N P R IM IT IV A * la En los últimos tiempos viene observándose un notable resur­ gir del interés por lo que Durkheim (1963) denominaba «fo r ­ mas de clasificación prim itiva», un resurgir en el que destacan los nombres de Lévi-Strauss, Leach, Needham y Evans-Pritchard. Se ha prestado una gran atención a la clasificación dicotómica en los sistemas religiosos y de parentesco, así como a otras clases de formaciones isométricas de tipo cuaternario u octádico. La resurrección por obra de Needham de los trabajos de Robert Hertz (1960) y los recientes estudios de Needham (1960) v Beidelman (1961) sobre el simbolismo de la lateralidad, y de la oposición entre derecha e izquierda y sus implicaciones so­ ciológicas, son buena muestra de este interés. A lo largo de mis propias investigaciones sobre el simbolismo del ritual ndem­ bu tuve ocasión de encontrar múltiples ejemplos de simbolismo lateral y otras formas de clasificación dual, correspondientes, a veces, y otras no, con la oposición entre izquierda y derecha. Puesto que una de mis líneas fundamentales de investigación era la relacionada con el problema del conflicto social y su re­ . solución, me hallaba al mismo tiempo interesado por la simbo­ lización y formalización de dicho conflicto. Gran parte de los enfrentamientos implicaban oposiciones entre los principios matrilineales y los virilocales, por lo que parecería razonable su­ poner que la oposición entre sexos tuviera una representación simbólica y ritual. Descubrí que, en efecto, así era, pero no tardé en descubrir al mismo tiempo que, no sólo el simbolismo de los sexos, sino también cualquier otra form a de dualismo se hallaba integrada en un modo de clasificación más amplio, de carácter tripartito. * Conferencia leída en una reunión de la Association of Social Anthropo|ogist of the Conmmowealth, en Cambridge, en julio de 1963. Publicado ° nginalmente en Anthropological Approaches to the Studv of Religión, A.S.A., Monograph n.° 3 (Londres, Tavistock Publications, 1965). Dicha clasificación tripartita se relaciona con los colores blan­ co, rojo y negro. Son éstos los únicos colores para los que la lengua ndembu posee términos primarios. Los términos para denominar los restantes colores son, o bien derivados de éstos — como en el caso de citookoloka, «gris», derivado de tooka, «b lanco»— , o consisten en frases descriptivas o metafóricas, como en el caso del «verde», m eji amatamba, que significa «agua de hojas de batata». Con mucha frecuencia, los colores que nosotros podríamos considerar distintos del blanco, el rojo y el negro, para los ndembu se identifican lingüísticamente con ellos. La tela azul, por ejemplo, es descrita como «negra», y los objetos color naranja o amarillo se reúnen indistintamen­ te bajo el rubro «r o jo ». A veces determinados objetos amarillos pueden ser descritos como neyi nsela, «similares a cera de abe­ ja », pero el amarillo en general es considerado como ritualmen­ te equivalente al rojo. Cuando por primera vez observé los ritos ndembu, quedé impresionado por el uso frecuente de la arcilla roja y blanca como decoración ritual. Supuse de inmediato que sólo estos dos colores eran ritualmente significativos y que me encontraba ante una clasificación dual. Había ciertamente una base de apo­ yo para esta suposición en la literatura antropológica sobre los bantú centro-occidentales. Por ejemplo, Baumann, escribiendo sobre los chokwe de Angola Oriental, afirma que para estas gentes: «E l blanco es el color de la vida, de la salud, de la luz lunar y de las mujeres. El rojo, en cambio, tiene que ver con la enfermedad, con el sol, y con los hom bres» (1935, pp. 40-41). Luego intenta establecer una posible equivalencia de la oposi­ ción entre colores con la oposición entre izquierda y derecha, asociando el rojo con la derecha y el blanco con la izquierda. Baumann admite igualmente que la arcilla blanca «representa el principio de vida», viéndose forzado por la misma lógica de su esquema dual a considerar el rojo como el color de la «m uerte». N o obstante, cuando analiza la ornamentación roja de los no­ vicios en la ceremonia de la circuncisión, escribe: «E s como si el color rojo fuera en sí mismo no sólo el color de la enfer­ medad, sino también el color que conjura la enferm edad.» Los demás especialistas en los bantú centro-occidentales se mues­ tran en total desacuerdo con la interpretación de Baumann. C.M.N. White, por ejemplo, sostiene que «e l rojo simboliza la vida en diversos contextos luvale» (1961, p. 15), y los chokwe v loS luvale son culturalmente muy semejantes. Escribe tam­ bién White que diversos frutos y árboles de color rojo se ha­ l l ^ « constantemente asociados con la fertilidad y la v id a ». Mis propias observaciones entre los ndembu tendían a con­ firmar la interpretación de White antes que la de Baumann, aunque es cierto que existen toda una serie de contextos ritua|es en los que el rojo se encuentra asociado con la masculinidad, como ocurre con la ornamentación ritual roja de los je ­ feS guerreros (tum banji), circuncisores, y cazadores, y el blan­ co con la feminidad, corno en el caso del árbol mudyi, que se­ creta un látex blanco y es el símbolo supremo de la feminidad y la fertilidad. Por lo demás, podía contar un número, al menos igual, de ocasiones en que el blanco representaba la masculinidad y el rojo la feminidad. Por ejemplo, en el rito nkula, eje­ cutado para librar a las mujeres de un desarreglo menstrual, la arcilla roja y otros símbolos rojos representan la sangre menstrual, «la sangre del parto», y la matrilinealidad — todas ellas cosas femeninas. En el rito w’ubwang’u, ejecutado en fa­ vor de las madres de mellizos o de las mujeres que esperan te­ nerlos, el polvo blanco de arcilla contenido en un recipiente con forma de falo, que se sopla sobre la paciente a la orilla de una corriente de agua, está explícitamente vinculado con el «semen». En cambio, el polvo de arcilla roja, contenido en una concha de molusco de río, y soplado sobre ella después del pol­ vo blanco, dentro del mismo rito, se dice que representa «la sangre de la madre». La arcilla blanca es aplicada por un doc­ tor de sexo masculino, y la roja por un doctor de sexo fem e­ nino. No existe una correlación fija entre colores y sexos. El si mbolism o del color no tiene connotaciones directamente sexua­ les, aunque en situaciones específicas el rojo y el blanco pue­ den representar la oposición de los sexos. Es evidente que el intento de Baumann de polarizar los va­ lores simbólicos del blanco y el rojo es artificial y forzado. Quie­ re decir esto que nos enfrentamos con algo más amplio que una clasificación dual. El blanco y el rojo aparecen ciertamen­ te como opuestos en determinadas situaciones, pero el hecho de que eada uno de ellos pueda representar al mismo objeto — en otras palabras, el hecho de que sus significados se interpenetren— indica que hay que tomar en cuenta más de un par de 0puestos. De hecho, como ya. se ha indicado, existe un tercer actor o término. Se trata del color negro, en algunos aspectos el más interesante de los tres. Examinemos ahora algunos contextos en los que los tres cola­ res aparecen juntos, antes de contemplar cada uno de ellos por separado o por pares opuestos. Los ndembu aseguran que las relaciones entre colores «comienzan con el misterio (o acertijo, mpang’u) de los tres ríos: los ríos de la blancura, la rojez y la negrura (u oscuridad)». Esta expresión críptica hace referen­ cia a una parte de la enseñanza secreta que es transmitida en la choza iniciática durante los ritos de la circuncisión (mukan­ da) y durante la fase de reclusión de los ritos propios de las sociedades funerarias chiwila y m ung’ong’i. Se dice que hasta épocas recientes las muchachas recibían también la enseñanza de este misterio (m pang’u) durante sus ritos de pubertad (nkang’a), pero no he podido encontrar pruebas de ello. Personalmente no he podido observar la instrucción de los novicios en el m isterio de los tres ríos, pero he podido recoger datos de ella a través de algunos informantes fiables. Las pri­ meras informaciones proceden de un miembro de la sociedad chiwila, que ejecuta elaborados ritos de iniciación para los jóvenes cada vez que se produce la muerte de uno de sus miembros femeninos. La sociedad chiwila ha dejado de existir en Zambia en la actualidad, pero mi informante había sido iniciada de niña entre los ndembu de Ango­ la. Me describió el modo cómo los novicios recibían la en­ señanza del misterio de uno de los «r ío s » (tu lon g’a), en este caso concreto el «río de la sangre» (kalong’a kamashi), o «río de la rojez» (kachinana). El p refijo ka- significa a veces que el tér­ mino a que se añade es líquido, agua generalmente. Así, por ejem plo, ku-chinana significa «ser rojo (o am arillo)», siendo chi­ nana el radical; ka-chinana, entonces, significa «flu id o r o jo » o «r ío r o jo » y keyila, el «río negro». Mi informante me d ijo que los novicios, tanto niños como niñas, eran conducidos a un refugio alargado, techado, pero des­ provisto de paredes, llamado izembi. El celebrante de mayor edad, titulado Samazembi («p ad re del m azem bi»), tomaba en­ tonces una azuela y cavaba un foso en el interior del refugio. El foso tenía forma «com o de cruz» (neyi mwambu), pero podía tener también la form a de un hacha ndembu (chizemba) o de una azada (item bw a). Cogía entonces cañas aguzadas, como las que se emplean para hacer esterillas, y las plantaba a todo lo largo y lo ancho de la fosa. A continuación plantaba pequeños cuernos de antílope rellenos de hojas medicinales machacadas (nsompu), en hileras por cada un0 de los lados de la fosa. Luego rellenaba ésta de agua. La síguiente tarea del Samazembi consistía en decapitar (el t é ^ i n o ku-ketula, «cortar», es el empleado siempre para designar esta acción) un ave y verter su sangre en el «r ío » para teñirlo de r0jo. Y no contento con esto, añadía aún polvos colorantes, de arcilla roja generalmente (mukundu o ng'ula), y goma en polvo del árbol mukula. El Samazembi, a continuación, lavaba su cuerp0 c0n medicina hecha de raíces raspadas y remojadas en agua que trasportaba en su calabaza personal. Lo que de este lavado que daba sobrante, lo arrojaba igualmente al «río de la rojez». Luego tomaba polvo de arcilla blanca (mpemba o mpeza), se dirigía a los espíritus de los que «habían pasado por el chiwila mucho tiempo ha», ungía sus propios ojos y el templo con mpemba, ungía a los novicios, y los arengaba con las si­ guientes palabras ¡Prestad atención! Este río es sangre. Es muy importante (literalmente: muy «pesado»). Es muy peligroso. No debéis hablar de él en la aldea cuando volváis. ¡Cuidado! Este no es un río corriente. Dios (Nzambi) lo hizo mucho, mucho tiempo ha. Es el río de Dios (kalong'a kaNzambi). No debéis provar la sal durante muchos días, ni nada que sea salado o dulce (—towala significa ambas cosas). No habléis de estas cosas en público, en la aldea: es malo. Terminada esta exhortación, cada novicio se inclinaba y co­ gía con los dientes, sin usar las manos, uno de los cuernos plan­ tados en la fosa. Con el cuerno entre los dientes salían fuera del refugio e intentaban ejecutar la difícil hazaña de doblarse hacia atrás y arrojar el cuerno, cogido de esa manera, a los adeptos si­ tuados a su espalda, sin derramar la medicina contenida en su interior. El samazembi recogía luego todos los cuernos y los ocultaba en su choza de las medicinas (katunda). La medicina recibía el nombre de nfunda, un nombre aplicado también al pabellón iniciático del mukanda o ritual de circuncisión de los varones. Ade­ más de otros ingredientes, dicha medicina contenía cenizas de •as cabañas quemadas de los difuntos. La nfunda nunca se ti­ raba, sino que los restos de cada ceremonia chiwila o m ung'ong'i se conservaban para la siguiente, mezclándose con la nueva me­ dicina preparada al efecto. La nfunda usada en los ritos de circ1:1ncisión, al contrario que la de los ritos chiwila, contiene ce­ nizas y polvo de carbón tomados de los restos del pabellón de retiro , ritualmente quemado al final de cada período de recluSlon, así como también cenizas y carbón de los fuegos sagra­ d a extinguidos al concluir los ritos. Se consideraba que todos estos restos eran símbolos de lo «negro». Es interesante la ob­ servación que Baumann (1935, p. 137) hace respecto al término funda entre los chokwe, que quiere decir «entierro, inhuma­ ción» y se deriva del verbo ku-funda, «enterrar». El término funda, que parece estar emparentado con nfunda, según Bau­ mann, significa «fa rd o » o «hato» y «parece estar conectado con la idea del cadáver envuelto en un fardo y atado a la pértiga de transporte». La nfunda, tal como aparece en los ritos mukanda, m ung'ong'i y chiwila de los ndembu, es ciertamente un hatomedicina; pero su posible conexión etim ológica con la muerte resulta sugerente con vistas a ponerla en relación con los ritos sagrados funerarios, la destrucción de edificios sagrados y los símbolos negros. Mi informante de las costumbres chiwila fue incapaz de en­ trar en detalle acerca de su interpretación, o tal vez no quiso hacerlo. Otros informantes, de los que extraje datos sobre el ritual mukanda y m ung'ong'i, me proporcionaron ulteriores exégesis. En dichos ritos, me dijeron, aparecen «tres ríos». «E l río de la sangre», habitualmente excavado en forma de hacha, re­ presenta «Un hombre con una m ujer» (iyala namumbanda) o la copulaciun (kudisunda). El hombre está representado por la ca­ beza del hacha y su espiga, la mujer por el mango de madera '• El «r ío » principal, «recep tor» o «m ayor», como dicen los ndembu, es el «río de la blancura» (katooka). Dicho río «corre a todo lo largo del cobertizo izem bi». «E l río de aguas rojas es menor, y lo sigue el río de aguas negras. El río rojo es una mujer y su m arido.» El cruce de las sangres del padre y la ma­ dre significa la aparición de un niño, de una nueva vida (kabu• bu kawumi — kabubu quiere decir organismo de pequeño tama­ ño, del tamaño de un insecto; se aplica también para designar al cordón umbilical; wumi quiere decir vida en sentido gené­ rico, más que principio vital personal— , así, los niños antes de ser destetados se considera que tienen wumi, pero no mwevulu, «sombra-alma», que tras la muerte se convierte en espíritu-an­ cestro de los m ukishJ. Uno de los informantes me contó que el katooka es blanqueado con polvo de arcilla blanca (mpemba), «representa el w u m i» y es el «cauce al que los ríos rojo y negro se hallan atados como afluentes». El río negro (keyila), enne­ grecido con carbón (makala) representa la muerte (kufwa). Durante la celebración del m ung'ong'i, los novicios tienen que contestar a una serie de acertijos (jipang'u). Uno de ellos es, 1 Es interesante observar que el arte de la herrería es una ocupación exclusivamente masculina y que el uso del hacha en los trabajos de lim­ pieza del bosque se halla restringido a los hombres. Por otro lado, la inmensa mayoría de las tallas de madera tienen forma femenina. «■Cuál es el agua que se muestra inquieta por las noches?» ( katooka kusaloka). La respuesta correcta es «sem en» (m atekela). Así pues, uno de los sentidos del «r ío blanco» es el po­ der generativo masculino. Dicho río suele describirse también como «Un río de Dios». En el mung'ong'i, como anteriormente en el mukanda, los novicios aprenden a cantar una canción, o más bien un conju­ ro, lleno de términos arcaicos y extraños. He transcrito el tex­ to, pero no puedo traducir algunas de las palabras. Katooki meji kansalu kelung’i chimbungu chelung'a belang' ante-e río Blanco riega la escasa hierba del país, monstruo caníbal (o hiena) del país. .. Mukyande-e he-e kateti kasemena nwikindu mwini kumwalula hinyi? Al sufrir (?) la pequeña punta que engendra en la cesta ritual (?), el propie­ tario ¿quién lo encontrará? Apika kapumbi mujintiki samazadi ye-e (significado desconocido). «La pequeña punta que engendra» es probablemente el pene; «m wini», el propietario, puede referise al nombre del espíritu territorial o semidiós propiciado en el rito musolu para traer lluvias benefactoras y sin duda conectado con el motivo acuáti­ co. Podemos observar de paso que los ndembu describen el se­ men como «Sangre blanqueada (purificada) por el agua». El ver­ bo «orin a r» tiene el mismo radical -tekela que el sustantivo metekela, «sem en». Por otro lado, la orina de los aprendices de circuncisor es uno de los ingredientes de la medicina nfunda. Claramente se deduce de esto que el río de la blancura no está corrompido, mientras que el río de la sangre contiene impure­ zas. La diferencia se verá aún más clara cuando muestre las in­ terpretaciones de los informantes sobre los colores individuales. Mientras analizaba el «río blanco» con uno de los informan­ tes, éste ! l e introdujo en una corta disquisición sobre la teoría ndembu de la procreación, refiriéndola de manera directa a los misterios iniciáticos. «Los niños», dijo, «quieren decir buena suerte (wutooka, que también significa «blancura»). Ya que los nmos dan cosas, en prim er lugar a sus padres, que antes los engendraron. La madre es como una maceta tan sólo, el cuerpo el alma del niño proceden de su padre. Pero es Nzambi, Dios, quien da la vida (w um i) a los niños». Le pregunté enton­ ces por qué los ndembu seguían la descendencia por la línea paterna. Y él replicó: «E l hombre es el que engendra a los ^ j o ^ pero éstos son de la madre porque es ella la que los cui­ da Y los amamanta. La madre alimenta a los niños con sus pe­ chos; sin ella los niños m orirían.» Y citó entonces el proverbio: «E l gallo fecunda, pero los polluelos son de la gallina (kusema kwandemba nyana yachalí).» Llegó incluso a indicar que la leche de la mujer (mayelí) es «blanca» también, una «corriente blan­ ca», y que el árbol mudyí, símbolo dominante de los ritos de pubertad de las muchachas, es un símbolo blanco, porque exu­ da un látex de color blanco. En realidad, el significado prim or­ dial de mudyí es leche de mujer. Resulta así que el katooka o «río blanco» tiene una significación bisexual, representando a la vez el semen y la leche. Los símbolos blancos, pues, pueden re­ ferirse por igual a objetos masculinos o femeninos, según cual sea el contexto, o la situación, y no se hallan reservados, como dice Baumann hablando de los chokwe, a los objetos femeninos. Finalmente, en el rito m ung'ong'í los novicios cantan una canción cuyo estribillo reza: Yaleyí Nyameya lupemba lufunda antu wafunda ním um í níwayílí, que literalmente quiere decir: «Tú, oh hombre Nyameya, tú gran mpemba que trazas líneas sobre las gentes, tú trazas líneas sobre los vivos y sobre los que han partido (es decir, los muertos).» Yaleyí es un término en cierto modo familiar de tratamiento que se aplica por igual a personas de ambos sexos, como ocurre con la palabra «m an» en inglés sudafricano. Nyameya significa al pie de la letra «la madre de la blancura» en lengua luvale, pero el prefijo nya-, «madre de», puede ser aplicado como título honorífico a deter­ minados hombres importantes, como grandes jefes o grandes cazadores, implicando, en cierto modo, la idea de «aquel que ali­ menta». Lujem ba es mpemba o pemba con el prefijo adicional, tu-, que denota generalmente tamaño. Los sustantivos a los que dicho prefijo se añade son generalmente inanimados e incluyen muchas cosas largas. Aquí, no obstante, me inclino a pensar que la «grandeza» de mpemba no hace sino acentuar la «blan­ cura» que representa. Ku-funda, en lengua lunda, significa «tra ­ zar líneas» con arcilla roja o blanca, o con carbón. Cuando el padre o la madre mueren se les dibuja sobre el pecho con arcilla blanca una línea que llega hasta el ombligo, para indicar que el difunto es deseado como dador de nombre para sus descen­ dientes. Dar a alguien el propio nombre, para los ndembu, im­ plica una especie de reencarnación parcial de ciertos rasgos cor­ porales o de carácter. Cuando una persona estéril muere, en cambio, se le dibuja una raya negra desde el om bligo hasta el sacro, pasando por entre las piernas. Significando con esto que el muerto no debe volver a visitar el mundo de los vivos, que «ha muerto para siempre», como dicen los ndembu. También los vivos son marcados con arcilla blanca en una gran cantidad de ritos. Por poner un ejem plo, cuando los ndem- bu Se dirigen a los espíritus de sus antepasados ante los árboies-altar plantados en su honor en las aldeas, toman arcilla blan­ ca marcan con ella el árbol, trazan una, tres o cuatro rayas so­ bre tierra, desde la base del árbol hasta el lugar donde se en­ cuentran ellos colocados, y se ungen con este mpemba alrededor de lo s ojos, en los parietales y sobre el ombligo. El mpemba se dice que representa un estado de benevolencia o de bienes­ tar entre vivos y muertos. Supone que no existen «resentim ien­ tos secretos» (yitela) entre ellos, que «ennegrezcan» (kwiyilisha) los hígados, sede de los sentimientos. La clasificación de colores en los rito s de paso ngonde Algunas otras descripciones de los ritos de iniciación del Africa Central mencionan muchos de los elementos que acabamos de reseñar. Por ejemplo, Lyndon Harries (1944) recoge varios tex­ tos de los ngonde del sur de Tanganika, que hacen referencia al significado de la tríada del color, tanto en la iniciación de los varones como en la femenina. Harries pidió a los informan­ tes nativos que le interpretaran algunas de las canciones secre­ tas del pabellón de retiro. Una de las explicaciones decía lo si­ guiente: «Las mujeres conciben mediante el semen de los hom­ bres. Si el hombre tiene semen negro no puede producir hijos. Pero si tiene semen blanco, habrá h ijos» (p. 19). La enseñanza esotérica que reciben los novicios incluye la revelación por par­ te de un iniciado de «las tres cosas simbólicas, que son la pure­ za sexual, la enfermedad sexual debida a la impureza y la mens­ truación». Los símbolos de estas tres cosas son la harina blan­ ca, el carbón negro y la medicina inumbati, respectivamente. «Los muchachos reciben la enseñanza a través de estos símbo­ los» (p. 23). Digamos de paso que la medicina inumbati se em ­ plea para «ungir a los recién nacidos», y la canción de novicia­ do que comienza «Y o quiero medicina inum bati», Harries con­ t e r a que quiere decir «quiero tener un niño». La medicina znumbati se hace a partir de la goma o la corteza de árboles de la especie Pterocarpus, convertidas en polvo; la especie Pterocarpus angolensis juega un papel fundamental en el ritual ? dembu, donde figura como símbolo rojo. Harries nos informa, 1g1,1almente, de que los niños se embadurnan con arcilla negra (cikupi), de modo que «no puedan ser vistos por los extraños que pasen por la espesura» (p. 16). La negrura entre los ndembu se halla también conectada con el ocultamiento y con la oscundad. Representa no sólo la muerte actual, sino también la muerte simbólica o ritual entre los ndembu, y muy posible­ mente tiene este mismo significado en la práctica ngonde que acabamos de mencionar. En los ritos de pubertad femeninos de los ngonde, las mu­ chachas recién iniciadas «son conducidas por otra muchacha anteriormente iniciada al pozo. Cada vez que llegan a una en­ crucijada, la muchacha mayor se agacha y traza sobre el suelo tres rayas, una roja hecha con ocre que representa la menstrua­ ción, otra negra hecha con carbón que representa la impureza sexual, y una blanca hecha con harina de cazabe, para represen­ tar la pureza sexual» (p. 39). Aquí de nuevo encontramos relacio­ nados el agua, el m otivo de la cruz y la tríada de colores. Audrey Richards, en su libro Chisungu (1956), habla de la importancia que el simbolismo del color tiene en los ritos de iniciación fem e­ ninos de los bembas. Así, los emblemas de cerámica mbusa enT pleados para instruir a las novicias en los secretos rituales «es­ tán habitualmente pintados en blanco, negro y ro jo » (p. 59). Los modelos de mayor tamaño de cerámica sin cocer se hallan de­ corados con habas, hollín, tiza y tinte de madera roja (p. 60). El polvo de madera roja «es la sangre», según averiguó Richards a través de sus informantes (p. 66). Se frota con él a aquellos que han pasado por un gran peligro, como pueden ser los ma­ tadores de leones, o los que han superado con éxito la prueba del veneno. El polvo de madera roja es, en algunas situaciones, claramente un símbolo masculino, como cuando las hermanas del novio, pintadas de rojo, simulan ser novios (p. 73). También el mulombwa, el árbol de madera dura que segrega un jugo rojo, «representa al macho, al león y en algunos casos al je fe » (p. 94). El rojo entre los bemba, al igual que entre los ndembu, tiene también connotaciones femeninas, ya que en muchos con­ textos rituales representa igualmente la sangre menstrual. En­ tre los bemba, el blanco representa el lavado de la sangre mens­ trual (p. 81). Los tres colores aparecen reunidos en el rito de lim­ pieza llamado ukuya ku mpemba (« ir al lavado blanco»), en el que las novicias son lavadas y limpiadas y sus cuerpos cubiertos de blanco. Al mismo tiempo, se coloca sobre sus cabezas un ama­ sijo de barro negro, en forma de cruz, que se adorna con se­ millas y tinte rojo. Entretanto se entona la siguiente canción: «Volvem os a las muchachas blancas (como garzas). Las volve­ mos hermosas ... se hallan ahora blancas de la impureza de la sangre ... se acabó lo que antes era rojo.» Este rito marca un estadio determinado en los ritos de pubertad (pp. 88-90). En otro episodio de este ritual, las cuentas blancas representan la fertilidad (como también ocurre en los ndembu) (p. 72). En su libro Les rites secrets des p rim itifs de l'Oubangui (1963), A. M. Vergiat analiza el simbolismo de los colores, tal corno él lo recogió de los ritos de circuncisión de los manja i<) mand|.ii iii l(is -.iiuiieníc-. términos (p. 921: El negro (en forma de polvo de carbón) se halla dedicado a la muerte. Los guerreros se embadurnan de hollín cuando parten para la guerra. Las gen­ tes que guardan luto permanecen sucios, y no se lavan ya más. El negro es el símbolo de la impureza. El blanco es el símbolo del renacer. Protege de la enfermedad. Al final de los ritos, los muchachos recién iniciados se pintan de blanco. Son hombres nuevos. En la ceremonia del duelo, los pa­ rientes del muerto hacen lo mismo. El blanco purifica. El rojo es el sím­ bolo de la vida, de la alegría y de la salud. Los nativos se untan de rojo para danzar y los que están enfermos cubren frecuentemente de rojo sus cuerpos. La clasificación de colores y el dios supremo en A frica C entral No hace falta traer a colación más citas de este tipo: están a disposición de cualquiera que quiera leerlas en la literatura so­ bre iniciaciones africanas. Merece tal vez la pena mencionar que Baumann (1935, p. 12) penetró en un refugio ritual (izem bi) —llamado por él «zem b a »— del culto m ung'ong'i, en una aldea chokwe situada al norte del Alto Kasai, en donde se le informó que las dos grandes hogueras que ardían en su interior «reci­ ben el nombre de Kalunga (que significa Dios); y llegan ‘hasta el cielo' »• Encontramos así pues a los tres colores asociados de manera bastante general con los ritos de iniciaciones y los ritos de paso, y entre los ndembu y los chokwe, asociados igualmente c°n el dios supremo. De los tres colores, el blanco parece ser el dominante y el más unitario, el rojo parece ambivalente, por­ que es a la vez fecundo y «peligroso», mientras que el negro parece ocupar el papel del compañero silencioso, «e l tercero en la sombra», opuesto en cierto sentido tanto al rojo como al blanco, en tanto que representa «la m uerte», la «esterilidad» y la «impureza». Con todo, veremos que el negro, en el conjunto de sus significados, comparte determinados sentidos tanto con e1 blanco como con el rojo, y no siempre se le considera malé­ fico. Los colores son concebidos como si se tratara de ríos de Poderoso flujo, que toman su fuente en el dios supremo y pe­ e r á n todo el mundo de los fenómenos sensibles con sus cuaidades específicas. Más aún, se piensa que tiñen la vida social y moral de la humanidad de su peculiar eficiencia, de modo que se dice, por ejemplo, «es un buen hombre porque tiene un hí­ gado blanco», o «es malo; tiene negro el hígado», cuando en la realidad física el hígado es color rojo-oscuro. Aunque los ndem­ bu, como tantas otras sociedades simples, se supone que tienen un dios ocioso, dicho dios debe ser considerado, no obstante, como activo, en tanto que de él brotan incesantemente los tres principios del ser, que son simbolizados y reciben forma sensi­ ble mediante la tríada blanco-roj o-negro. La materialización de estos principios o poderes, suponen los ndembu, se encuentra desparramada por la naturaleza en los objetos que presentan dichos colores, tales como los árboles, que tienen savia roja o blanca, o los que tienen frutos blancos o negros, en la tierra que contienen caolín o la arcilla con óxido de hierro, en el ba­ rro aluvial negro, en el carbón, en el sol y la luna, en la oscu­ ridad de la noche o la rojez de la sangre, en la blancura de la leche, en el color oscuro de las heces, etc. Los animales y los pájaros adquieren significado ritual según sus pieles o plumas presenten dichos tonos. Y hasta los seres humanos, aun siendo todos negros, se clasifican como «blancos» o como «negros», según sus diferentes matices de pigmentación. Implícita en esta clasificación está una diferencia moral, por lo que la mayor parte de la gente se resiste a ser clasificada como « negro». La interpretación ndembu de la tríada del color ¿Qué es lo que se enseña a los novicios acerca del significado de la tríada? He recogido un considerable número de textos de mis informantes ndembu sobre el simbolismo del color, en los que éstos transmiten lo que aprendieron, durante la inicia­ ción y en ritos de diversos tipos, sobre la significación de los co­ lores. Empecernos mencionando los sentidos básicos de cada uno de ellos Blanco Los informantes se muestran de acuerdo en que la arcilla blan­ ca (mpemba o mpeza) y otras «cosas blancas» (yuma yitooka) representan la «blancura» (wutooka), que es: 1. 2. 3. 4. bondad (ku-waha); lo que hace fuerte o sano (ku-koleka o ku-kolisha); pureza (ku-tooka) [esto significa sencillamente «ser blan­ co», pero en el contexto adquiere el significado de pureza]; carecer de (estar sin) mala suerte o infortunio (ku-bula kuhalwa); 5 6 ' 1 8. 9 10 . l l. 12 . 13 . 14 . 15 . 16. 17. 18. 19. 20 . 21. 22 . 23. tener poder (kiwikala nang'ovu) [a l pie de la letra, «estar con poder» ] ; estar sin muerte (ku-bula ku-fwa) [es decir, no tener muer­ teS en el prdpio grupo de parentesco]; estar sin lágrimas (k-bula madilu) [igual que lo anterior]; j efatura o autoridad (wanta); cuando la gente se reúne con los espíritus de los antepa­ sados (adibomba niakishi); vida (wumi); salud (ka-handa); engendrar o criar jóvenes (lusemu); dedicación a la caza (wubinda); dadivosidad o generosidad (kwinka); reCOr:dar (kwanuka) [es decir, recordar a los antepasados llevando ofrendas a sus altares (m u yom bu)]; reír (ku-sela) [ muestra de sociabilidad amistosa]; comer (ku-dya) [los ndembu subrayan que tanto la leche materna como la comida de cazabe, su principal manjar, son de color blanco]; multiplicar (ku-seng'uka) [en el sentido de la fertilidad de los humanos, de los animales y de las cosechas]; hacer visible, o revelar (ku-solola); madurar o hacerse mayor (ku-kula) [los ndembu comentan el hecho a este respecto de que los ancianos tienen el cabello blanco —es su «blancura» que se hace «visib le > »-]; barrer (ku-komba) [es decir, en el sentido de deshacerse de impurezas]; lavarse (ku-wela) [com o en el punto anterior]; estar libre de ridículo — «la gente no se ríe de ti por haber hecho algo malo o loco». Rojo «Las cosas rojas (yuma yachinana)», dicen los informantes, «son de sangre (mashi) o de arcilla roja (ng'ula). Hay diferentes categorías (nyichidi) de sangre. Estas son: 1. la sangre de animales (nashi atunyama o mashi anyama) [que representa el arte de la caza (wubinda o wuyang’a), y también la carne (m b iji) ] ; 2 . la sangre del parto, de las madres (mashi alusemu amama); 3. la sangre de todas las mujeres (mashi awambanda ejim a) [ es decir, la sangre menstrual (mbayi o kanyanda)]; 4. la sangre de muerte, apuñalamiento o asesinato (mashi awubanji hela kutapana) [la sangre derramada durante la c ir 5. cuncisión se coloca también en este capítulo, al igual que la ornamentación en rojo empleada durante los ritos para pu­ rificar un homicidio o la caza de un león, un leopardo o un búfalo]; L a sangre de brujería o hechicería (mashi aw uloji) [para los ndembu la brujería y la hechicería son necrófagas y en los ritos para conjurar la brujería el rojo representa la san­ gre derramada en estas fiestas]. «Las cosas rojas pertenecen a dos categorías actúan tanto en sentido bueno como malo; ambas cosas se hallan combinadas (Yuma yachinana yakundama kuyedi, yela nikuwaha nukatama, yadibom ba).» Esta afirmación expresa perfectamente la ambiva­ lencia del simbolismo del rojo. 6. 7. «Las cosas rojas tienen poder (yikw eti ng'ovu); la sangre es poder, ya que los hombres, los animales, los insectos y los pájaros tienen que tener sangre, o mueren. Las figurillas de madera (nkishi) no tienen sangre y por eso no pueden res­ pirar, hablar, cantar, reír o conversar entre sí — son tan solo tallas de madera. Pero si a las figurillas empleadas por los hechiceros (a lo ji) se les da sangre, pueden moverse y matar gente.» «E l semen (mateketa) es blanca (afortunada, pura) buena sangre (mashi attoka amawahi). Si es roja o negra, no puede haber fecundación (neyi achinana eyita kusema nehi). El se­ men rojo es inefectivo o impotente (azeka), no puede pene­ trar con eficacia (ku-dita).» Negro Las cosas negras incluyen el carbón (makala), el barro de río (malowa), el tinte de los árboles m apuchi y musamba (wulombu, palabra que actualmente se emplea para designar la «tin ­ ta»), y los frutos negros del árbol muneku. La negrura (wuliya) es: 1. 2. 3. 4. 5. maldad o mal (ku-tama), cosas malas (yuma-yatama); carecer de suerte, pureza o blancura (ku-bula ku-tooka); tener sufrimientos (yihung'u) o infortunio (malw a); padecer enfermedades (yikw eti yikatu); brujería o hechicería (w u loji); cuando uno tiene el hígado negro puede matar a las demás personas, es malvado (muchima neyi wuneyili wukutwesa kujaha muntu, wunatami 6. 7. 8. dehi); en cambio, cuando uno tiene el hígado blanco, es bueno, ríe con los amigos, se comparte la fuerza, se parti­ cipa y colabora con los demás para hacer lo que en aislado sería imposible hacer; muerte (ku-fwa); deseo sexual (w uvum bi); noche (wukufu) u oscuridad (mwidima). Comentario sobre el sim bolism o del negro El inventario de atributos del negro que aquí he recogido po­ dría dar una falsa idea del modo como los ndembu consideran este color, si om itiera toda referencia al concepto de muerte ri­ tual o mística y a los conceptos conectados con ella de pasión y hostilidad. El concepto ndembu de ku-fwa (muerte) no posee el carácter de finalidad que, a pesar del cristianismo, parece poseer la muerte en Occidente. Para los ndembu, generalmente, «m orir» significa alcanzar el final de un determinado estadio de desarrollo, alcanzar el término de un ciclo de crecimiento. Cuando una persona muere permanece activa, ya sea como es­ píritu de antepasado que vigila la conducta de sus parientes vivos y se manifiesta a ellos en los diveros modos de aflicción, ya en cuanto parcialmente reencarnado en un determinado pa­ riente, en tanto se reproducen en éste sus características men­ tales o físicas. Dicha persona ha experimentado no sólo un cam­ bio en su status social, sino también en su modo de existencia; no se trata de aniquilación en este caso. El término ku-fwa se emplea también para designar el «desvanecim iento» y, cierta­ mente, en diversas ocasiones oí a los ndembu decir que habían «m uerto» y se habían recuperado gracias al tratamiento del doctor (chim buki). La expresión castellana que quizás capta me­ jo r el sentido ndembu del término ku-fwa es la expresión «su­ frir un apagón». La muerte es un apagón, un período de impo­ tencia y pasividad entre dos estados vivos. Existe también una conexión entre los conceptos de «m u erte» y «m aduración» (kukula) entre los ndembu. Los hombres suelen crecer pasando por estadios concretos, cada uno de los cuales supone la muer­ te de los anteriores, ocurriendo así una serie de «muertes e Egresos». Así, por ejemplo, cuando una muchacha tiene su primera menstruación, los ndembu dicen «w unakuli d ehi», «ha madurado», y la misma observación se hace cuando ocurre su Primer embarazo y cuando da a luz su primer hijo. La conexión entre ku-fwa y ku-kula queda claramente ilustrada en los ritos de la circuncisión, en los que el lugar de la operación recibe el nombre de ifw ilu, «sitio de la m uerte», mientras que el lugar donde los muchachos se sientan sangrando a recobrarse de la operación es un largo madero de mukula, árbol de savia roja cuyo nombre deriva de ku-kula, «m adurar». «P o r la muerte a la maduración» podría ser la divisa ' de los ritos de circuncisión mukanda. El lugar donde la muchacha permanece inmóvil, cu­ bierta con una manta, para la prueba de doce horas del prim er día del ritual de su pubertad (kang'a), recibe también el nom­ bre de ifw ilu o chilung'u, lugar del sufrimiento (cf. simbolismo del negro, apartado 3), siendo el objetivo de estos' ritos el de dotar a la novicia de madurez sexual. El simbolismo del negro juega un papel importante, aunque discreto, en los ritos de circuncisión de los varones. Y a he ob­ servado que determinados artículos simbólicos negros constitu­ yen importantes ingredientes de la medicina nfunda. Asimismo, cuando los novicios vuelven con sus madres tras el período de reclusión, golpean sus cabezas con dos varas mientras son con­ ducidos por sus guardianes rituales (yilom bola). Estas varas es­ tán decoradas con bandas alternas blancas y negras, que según los informantes representan «la vida y la muerte». El simbolis­ mo del negro aparece también a veces en las máscaras facia­ les de los enmascarados makishi, que los muchachos creen surgidos de debajo de tierra en el ifw ilu. En ellas pueden ob­ servarse tres bandas rectangulares superpuestas parecidas a pequeñas banderas. Una es de color blanco, la otra roja y la otra negra, siendo la blanca la que ocupa el lugar superior, y la negra el inferior. Dichos colores son descritos como «m uy im­ portantes». Para su explicación, los informantes me remitieron a la canción de los ritos nkula, interpretada, entre otras cosas, para curar la frigidez de las mujeres, que les impide, según los ndembu, concebir hijos, y se encuentra asociada con desórdenes menstruales, tales como la menorragia y la dismenorrea. La canción dice así: Tú destruyes las líneas (bandas). ¡Oh mangosta! es tu vestido el que te hace rechazar a los hombres, tú destruyes las líneas. (Wakisa nyiíenji nakala chaku chey'ochu chiwalekelang'a amayala, wakisa nyiíenji). Pude saber por los informantes que la mangosta de la es­ pecie nkala muestra «en el lomo rayas de colores blanco, negro y rojo». La canción quiere significar que «la m ujer que pasa el rito es mala, es una m ujer inútil, sin poder (hawaheta ng'ovuku) — te estás destruyendo a ti misma, mujer; deberías tener hijos, eres indigna (hawatelalaku), culpable. Eres una m ujer frígida (wafwa nwitala, literalmente, muerta en la choza). La mangosta tiene rayas, pero esta mujer, aunque está dotada de sus partes secretas no las usa para nada». Digamos de pasó que el tocón de madera que los novicios deben llevar consigo todo el tiem­ po durante el período de reclusión del mukanda y que repre­ senta su m em brum virile, es también llamado nkala, «mangoste», y que este animal constituye uno de los alimentos tabúes del pabellón iniciático. Parece pues constituir un símbolo bi­ sexual del poder generativo y representar la acción simultánea de los tres principios del color. ¿Qué otra cosa puede signifi­ car el negro en esta combinación sino el mal o las cosas des­ graciadas? Existe indudablemente una conexión entre el color negro y la pasión sexual (wuvumbi). Por ejemplo, durante el período de reclusión las mujeres de más edad toman la corteza ennegre­ cida de determinados árboles, tales como el árbol mudyi, y pin­ tan de negro con ella la vulva de las novicias. Las mujeres que tienen la piel muy negra son consideradas al parecer entre los hombres ndembu como amantes muy codiciadas, aunque no como esposas. La pasión sexual se halla asociada con la oscu­ ridad y también con el secreto. De aquí que el negro represen­ te lo que está oculto (chakusweka, chakujinda) y es además ob­ jeto de deseo. La noción wagneriana del amor ligado con la muerte, tal como se representa en Tristán e Isolda, viene in­ mediatamente a la mente a este respecto. El negro se halla conectado también con el amor lícito, y en determinados contextos representa el matrimonio. Por ejem ­ plo, nada más concluir los ritos de pubertad femeninos, la no­ vicia pasa la noche con su novio (que recibe el nombre de kalemba). La pareja tiene múltiples contactos sexuales, y si la no­ via se siente satisfecha hace secretamente una seña afirm ativa a su instructora ritual (nkong'u), que la visita a primera hora de la mañana. Esta se dirige de puntillas a coger una cierta cantidad de malowa, barro aluvial negro, que ha recogido del lecho del río el día anterior a la caída de la tarde, y «ha guar­ dado lejos de la vista de cualquier hom bre». Con él recorre todas las chozas del poblado, depositando un poco en cada Puerta. Esto me fue explicado por. un informante ndembu de 'a manera que sigue: «el malowa es un símbolo (c h in jik ijilu ) del amor (nkeng'i). La muchacha y su marido se aman, pero todo el mundo en la aldea debe entrar en contacto con ese amor. E1 malowa se usa también porque es frío procedente del río. matrimonio debe mantenerse en paz. El malowa, aunque es negro, no representa aquí la mala suerte, sino la paz y la feli­ cidad maritales (w u lu w i)». Aquí, negrura y frialdad parecen re­ presentar el cese de hostilidades entre los grupos de intercam­ bio matrimonial, hostilidad que previamente ha sido mimada por los ritos. El negro, por tanto, puede representar a veces la «m u erte» de una condición de mal augurio o indeseable. La oposición blanco /negro Una breve investigación de los sentidos atribuidos por los in­ formantes al «blanco» y al «n egro», respectivamente, indica que en la mayor parte de los casos pueden ordenarse en una serie de pares antitéticos, del tipo: bondad/maldad; pureza/falta de pu­ reza; falta de mala suerte/falta de suerte; falta de infortunio/ infortunio; estar sin muerte/muerte; vida/muerte; salud/enfer­ medad; reír con los amigos/brujería; ser visible/oscuridad, etc. Este tipo de disposición revela claramente que cuando se considera a los colores abstrayéndolos de su contexto social y ritual, se manifiestan como las antítesis suprema en el esquema del pensamiento ndembu. N o obstante, según veremos, en mu­ chos de los ritos por separado, el rojo y el blanco aparecen en frecuente conjunción y el negro raramente aparece expre­ sado de manera directa. Haciendo abstracción de las situaciones concretas, el rojo parece compartir las cualidades tanto del negro como del blanco; si bien en los contextos reales aparece regularmente em parejado con el blanco. Características de los colores blanco y ro jo 1) La blancura. Aunque cada uno de los colores rituales tiene un amplio abanico de referentes, no obstante, cada uno de ellos tiene sus propias cualidades distintivas, que pueden expresar­ se en pocas palabras diciendo que el blanco es positivo, el rojo es ambivalente y el negro es negativo. Ser «blanco» significa es­ tar en correcta relación con los vivos y con los muertos, y estar en correcta relación con ellos significa estar sano y entero. N o se incurre entonces en la ira o en la envidia de los otros, ni tampoco se siente animosidad hacia ellos. De aquí que no se tenga miedo a la hechicería ni a la brujería, ni se sienta tenta­ ción de practicarla. En tales condiciones la persona se halla admirablemente capacitada para ejercer la autoridad (wanta), ya que no abusará de su poder. Será generosa con los dones y magnánima con la hospitalidad. Barrerá lo «m a lo» de la aldea y también a los malos jefes, del mismo modo que piadosamen­ te barre el polvo y las impurezas que se amontonan al pie del árb0l muyombu, donde ofrece libaciones en honor de sus ante­ paSados (con cerveza de maíz blanco o de m ijo) e invoca su ayuda en nombre de su gente. Conseguirá comida para su gente y los alimentará con prooencia. Y a que el blanco es, inter alia, el símbolo de la alimentación. Dicha cualidad se «hace visible», como dicen los ndembu, en formas materiales, tales como la le­ che materna, el semen y el pan de cazabe. Representa la tran­ quila continuidad entre generaciones, y se halla asociada con los placeres del comer, el engendrar y el mamar. Generación y alimentación son procesos que suelen generalmente identifi­ carse en el pensamiento ndembu. Por ejemplo, una vez sabi­ do que una mujer se halla embarazada, su marido continuará teniendo relación sexual con ella «para alimentar al niño» con su semen. El mismo término se emplea por igual para desig­ nar el «estóm ago» y el «seno materno», y las mujeres que lle­ van a cabo un trabajo largo y laborioso ingieren alimentos con frecuencia para «fortalecer al niño». Otro aspecto del simbolismo blanco es el tipo de relación entre personas que representa. Se trata de una relación entre al i mentador y alimentado. El dominio y la subordinación se hallan ciertamente implicados en ello, dominación y sumisión, pero se trata de un dominio benevolente y una sumisión leve. La persona de m ayor edad en la relación alimenta a la menor. La blancura expresa la generosidad de la persona dominante y, al mismo tiempo, la gratitud del subordinado. La situación de veneración al antepasado ilumina del modo más claro este tipo de relaciones. El vivo trae madera, bebida y alimento sim­ bólico en form a de mpemba, que es el símbolo de lo blanco por excelencia, ante el árbol-altar del antepasado, que es un árbol de madera blanca. En esta fase de la relación, pues, los muer­ tos dependen de los vivos. Por su parte, los vivos dependen de los muertos en lo que respecta a la salud a largo plazo, así como la felicidad, la fertilidad y la suerte en la caza, ya que los antepasados se supone que tienen poder para conceder este tlpo de bendiciones y también para «restrin gir» (ku-kasila) la fertilidad y la buena caza (wubinda) de sus parientes vivos, si éstos descuidan el cumplimiento de estas ofrendas. Por otro 'ad°, para lograr ser escuchados por los antepasados, el con­ junto de la parentela, cuyo núcleo está formado por el vínculo atrilineal, debe mantenerse formalmente entre sí en concor­ d é v en paz. Esta armonía entre vivos y muertos, y de los vivos entre sí, se representa mediante las marcas efectuadas sobre el árbol muyombu, las líneas blancas trazadas entre el árbol y el invocante, y las que recibe todo el resto de la congrega­ ción. Una vez establecido el circuito de la blancura, se supone que el alimento y los beneficios materiales, así como las virtu­ des invisibles, empiezan a fluir por entre todos los miembros del grupo, incluidos los difuntos. Lo blanco no sólo connota cohesión social y continuidad, sino que simboliza también lo que puede ser visto por el ojo, lo abierto, lo no oculto. La moral ndembu es esencialmente cor­ porativa; lo privado es sospechoso, probablemente peligroso, y hasta posiblemente mortal. Las personas que comen o trabajan solas, como ciertos jefes o grandes cazadores, son siempre sos­ pechosas de poseer poderes mágicos. En una sociedad que vive a nivel de simple subsistencia, todos deben llevar abiertamente sus cargas, y compartir sin recelos bienes y servicios. El egoís­ mo contumaz puede llegar a poner en peligro la supervivencia misma del grupo y debe, por tanto, ser condenado. Se reconoce que puede haber personas que viven la mayor parte de su vida de manera totalmente pública y, no obstante, mantienen aún se­ cretas reservas en lo que respecta a asistir a sus prójimos. Pueden alimentar resentimientos y acariciar ambiciones. Tales personas, como ya he mostrado en un artículo sobre la adi­ vinación ndembu (Turner, 1961, pp. 61-62), son desenmascara­ das mediante la adivinación, y consideradas como hechiceros. L o blanco, pues, es la luz del conocimiento público, del recono­ cimiento abierto. Representa de hecho la luz del día, y tanto el sol como la luna son considerados «Sím bolos» suyos (y ijik ijilu ), al contrario de lo que Baumann dice de los chokwe, quienes, según él, consideran al blanco como «e l color de la luna» y al ro­ jo como «Conectado con el sol» (1935, p. 40). Sol y luna son, asi­ mismo, considerados como símbolos de Dios (Nzam bi), con lo que volvem os a la noción antes mencionada de que la blancura, más que ningún otro color, representa a la divinidad en tanto que esencia y fuente, así como en tanto que fundamento. El blanco en tanto que luz que fluye de la divinidad tiene, en el sentido que aquí estamos considerando, un carácter de con­ fianza y veracidad, ya que los ndembu creen que lo que puede ser visto con claridad puede ser aceptado como base válida de conocimiento. El blanco es también lo inmaculado y lo impoluto. Este carácter de exención de toda mancha tiene un sentido, tanto moral como ritual. Así pude oír en una ocasión a un depen­ diente despedido, acusado por su patrón de hurto: «m i hígado es blanco», como pudiera decir cualquiera de nosotros, «tengo la conciencia lim pia». Por otro lado, existen determinados es­ tad0s o status que producen mancha ritual. Los niños incircunc¡s0S son llamados entre los ndembu wunabulakutooka, «el que carece de pureza o de blancura», y no pueden comer en el mismo recipiente en que lo hacen los hombres mayores. Si lo hicieran, creen los ndembu todos, los poderes adquiridos por el hombre mayor como coooecuencia de los muchos ritos a que se ha sometido, tales como el poder de matar gacelas, perde­ rían su eficacia. Es creencia que la «suciedad de debajo de la piel» (wanza, regularmente empleado como término de ofensa) de los muchachos incircuncisos es en extremo contaminante, sin perjuicio de sus cualidades morales com o individuos. El agua es considerada «blanca», debido a que limpia la suciedad del cuerpo, pero más concretamente porque el lavado simboliza la remoción de todas las impurezas inherentes a la condición biológica o al status social, que se deja atrás con la inicia­ ción. Por ejemplo, los novicios, en las iniciaciones tanto masculinas como femeninas, son concienzudamente lavados antes de volver a la vida social, tras el período de reclusión, De igual modo, al finalizar los ritos funerarios, el viudo o la viuda son lavados, ungidos con aceite, afeitados alrededor de la línea del cabello, vestidos con un vestido nuevo y blanco, y adornados con cuentas de color blanco, todo lo cual demues­ tra la estrecha conexión entre el lavado y el simbolismo del blan­ co. Lo que pretende lavarse en estos ritos de paso es el estado de muerte ritual, la condición liminar entre dos períodos de vida social activa. La blancura o «pureza» equivale, en ciertos aspectos, a una legitimación del status socialmente reconocido. Comportarse de una manera que vaya contra las normas de ese status, por inocuo que este comportamiento pueda ser para los que se encuentran en otros status, constituye materia de impu­ reza. Particularmente impuro resulta comportarse de manera regresiva, es decir, de acuerdo con las normas que regían para los estadios anteriores de su ciclo de vida individual. Esto se debe a que los sucesivos estadios de la vida son considerados como una escala ascendente que va de la impureza de los incir­ cuncisos a la pureza de los hombres de edad, entre los varones, Y de la impureza de las muchachas menstruantes, a través de la pureza creciente de las madres de muchos hijos, hasta el s¡atus post-climatérico de kashinakaji o líder de las mujeres del Poblado. Los ancestros son más puros todavía y los albinos sOn considerados como seres especialmente propicios, debido a que tienen «la blancura de los espíritus de los antepasados» (Wutooka wawakishi). Tras el simbolismo del blanco, pues, se encuentran las no­ ciones de armonía, continuidad, pureza, lo manifiesto, lo pú­ blico, lo apropiado y lo legítimo. 2) Lo rojo. ¿Qué podemos hacer con el simbolismo del rojo que, en su forma arquetípica, tal como se manifiesta en los ri­ tos de iniciación, aparece representado como la intersección de «dos ríos de sangre»? Esta dualidad, esta ambivalencia, esta posesión simultánea de dos valores o cualidades contrarios, es totalmente característica de la consideración en que los ndem­ bu tienen al rojo. Como ellos dicen: «lo rojo actúa tanto para el bien como para el mal». Así, mientras que es buena cosa combinar la sangre del padre con la de la madre, es mala cosa practicar la brujería necrófaga. Tanto la sangre del nacimiento como la saboreada por los brujos son representadas mediante arcilla o tierra con óxidos rojos (mukundu, ngula). El rojo es en particular el color de la sangre o la carne, el color carnal. De ahí su carácter evocador de la agresividad y las angustias de la carne. Representa la muerte y el descuartizamiento de los ani­ males y las fatigas del trabajo. Hay también en el rojo algo impuro. Un homicida tiene que ser purificado de la mancha de sangre que ha derramado, aunque tiene derecho a llevar la pluma roja de Livingstone (nduwa), una vez pasados los ritos purificatorios, en las siguientes ocasiones rituales. El rojo sim­ boliza también la menstruación de la mujeres en ritos tales como, por ejemplo, el nkula, término que a veces es empleado como sinónimo de la menstruación. El término común para el flujo menstrual es mbayi, que puede ponerse en relación con ku-baya, «ser culpable», aunque también se emplea a veces kanyanda. El kasheta representa un período menstrual, pero la circunlocución ku-kiluka kwitala dikwawu, «saltar a la otra choza» es también bastante corriente. Hasta épocas recientes, cada poblado tenía al menos una choza de paja cerca del lí­ mite del bosque, donde las mujeres se alojaban durante el tiempo de la menstruación. Allí se preparaban su propia comida, ya que tenían prohibido dar de comer a sus propios maridos e hijos o compartir con ellos la comida durante esos períodos de tiempo. Otra mujer de la aldea las sustituía en estos meneste­ res. La sangre menstrual y la sangre de asesinato son, por tan­ to, «m alas» y se hallan conectadas, para los ndembu, con lo negro *• Sin embargo, la sangre derramada por los cazadores y 2 Los demonios familiares de las brujas, llamados tuyubela, andumba, o tushipa, según la creencia común, suelen permanecer escondidos en la choza de las menstruantes. of rendada en los altares y las tumbas de los antepasados caza­ doreS era considerada «buena» sangre, y se hallaba ritualmente as0ciada con el simbolismo del blanco. La mayor parte de los ritoS de los cazadores se caracterizan por la conjunción del r0j o y el blanco. Parece existir una cierta correlación entre el papel masculin0 y el arrebatamiento de la vida, por un lado, y el papel fe­ menino y la donación de vida, por otro, aunque tanto una como otra de estas actividades se hallan colocadas bajo el signo del r0jo. El hombre mata, la m ujer da a luz, y ambos procesos se hallan asociados con el simbolismo de la sangre. El semen, como ya antes hemos indicado, es sangre «p u rifi­ cada por el agua». La contribución del padre al niño se halla por tanto libre de las impurezas que comporta la sangre fem e­ nina. Puesto que el blanco se halla estrechamente asociado con el espíritu de los antepasados y con Nzambi, el dios supre­ mo, podría decirse que la «sangre del padre» es más «espiritual» y me nos «carnal» que la sangre de la madre. Esta mayor pure­ za se encuentra probablemente ligada con la universal creen­ cia ndembu en que la relación padre-hijo es la única relación que está totalmente libre de la amenaza de brujería o hechice­ ría. La relación madre-hijo, por el contrario, se halla muy lejos de estar libre de dicha amenaza, y hasta se piensa que las brujas matan a sus propios hijos para proporcionar «carne» para sus pactos. Asimismo, mientras que con la fam ilia de su madre el individuo tiene vínculos de tipo jurídico, a su padre y a su línea paterna, según los ndembu, les debe importantes rasgos de su personalidad. Y a que es el padre quien recurre a la adivinación para encontrar un nombre para el hijo, poco tiempo después del nacimiento, y es de entre la parentela di­ funta del padre de donde habitualmente se obtiene dicho nom­ bre. Lo que hace que, según la creencia, se reencarnen en la persona de que recibe el nombre determinados rasgos de ca­ n t e r y físicos del espíritu que dona el nombre. El padre, ade­ más, juega un importante papel en el mukanda o rito de la cir­ cuncisión de los jóvenes, proporcionando cuidado, instrucción y protección (contra los descuidos de los circuncisores) a su h!jo durante la reclusión, mientras la madre queda por su proPla condición excluida del pabellón iniciático. Menciono aquí todas estas prácticas y creencias para subrayar la naturaleza <<pura» del vínculo padre-hijo. Es bien sabido entre los ndembu que las relaciones con la parentela materna se ven con harta recuen cia deteriodadas, debido a la competencia que suele de­ Sarrollarse entre los miembros por cuestiones de herencia y sucesión. Las disputas sucesorias en la sociedad tribal africa­ na suelen a la larga degenerar en acusaciones de brujería y he­ chicería, y las brujas y hechiceros, según la teoría ndembu, son gente «que tiene el hígado negro», que persigue «la roja carne humana» y alimenta «envidias» (yitela) que se hallan clasifica­ das entre las «cosas negras». Así, mientras que los lazos armo­ niosos se sitúan del lado «blanco» del padre, la competencia se halla del lado «r o jo » de la madre (cf. Beildelman, 1961, pp. 253-54) — al menos a nivel de los valores, si no de los hechos. El blanco y el rojo como sistema binario El análisis de la vinculación sexual del blanco y el rojo en la teoría ndembu de la procreación conduce inevitablemente a la consideración de dichos colores en tanto que pareja de opues­ tos, o sistema binario. Puesto que el negro es a menudo el miem­ bro olvidado de la tríada. Hay toda una serie de razones que explican esto. En prim er lugar, los ndembu contemplan los sím­ bolos como artículos o acciones que «hacen visibles» o ponen en juego los poderes inherentes a los objetos que representan 3 Así; por ejemplo, emplear un símbolo negro es evocar la muerte, la esterilidad y la brujería. Aquellos contextos en los que el negro se muestra abiertamente, por ejem plo en las varas deco­ radas con bandas negras y blancas usadas en el mukanda o el rectángulo negro de la máscara ikishi, hacen referencia habi­ tualmente a la muerte ritual y están estrechamente conectados con la noción opuesta de regeneración. Cuando se emplean sím­ bolos de lo negro, como en el caso del malowa, o tierra aluvial negra, tienden a ser apartados de la vista o enterrados. El ma­ lowa, por ejemplo, se emplea en varias clases de ritos (kayong'u, chihamba, wubwang'ii) para propiciar los espíritus de los ante­ pasados, bien aplicándolo en la base de ciertos objetos rituales, tales como los árboles-santuario o bien enterrándolo debajo de los símbolos de la enfermedad, «para enfriarlos», es decir, para provocar la muerte de los aspectos «calientes» y por tanto m í sticamente peligrosos del dolor. Se dice que los hechiceros hacen uso de materiales considerados «negros» e «im puros», como he­ ces de sus futuras víctimas, prepucios carbonizados robados a los circuncisores, y cosas similares, como ingredientes de su mortal «m edicina» (wang'a). Esta idea ilustra a la perfección las l Es éste un punto que he analizado ampliamente en otro lugar, en concreto en Ndembu Divination (1961). p. 4. estrechas conexiones del simbolismo de lo negro con las conduc­ tas socialmente indeseables o con la privación de la vida o del bien. Significa la extinción, querida o no, de todo lo que se mue­ ve, respira y tiene autodeterminación. El blanco y el negro, por el contrario, se hallan asociados con la actividad. Ambos son considerados corno «dotados de p0der». La sangre, principal denotacióIJt de lo «ro jo », se iden­ tifica en sí misma corno el poder. Igualmente, el blanco simbo­ liza los fluidos vitales; representa a la leche materna y el se­ men. El negro, por el contrario, simboliza los desechos corp0rales, la suciedad corporal y los fluidos en putrefacción, así como los productos de catabolismo. Existe no obstante una im­ portante diferencia entre el blanco y el rojo, ya que el primero representa la preservación y continuación de la vida, mientras que el último representa el despojamiento de la vida, e incluso en aquellos casos, corno en el del árbol mukula, en que repre­ senta la continuidad a través del parto, no deja de tener una connotación de peligro y discontinuidad. El asesinato es una actividad de los vivos, el dar a luz es también una actividad de este tipo. De ahí que, tanto el rojo corno el blanco, caigan bajo la rúbrica general de la «vida». Cuando se encuentra asociado con la pureza, podernos pensar que el rojo actúa corno sangre vertida en favor del bien común. El rojo puede estar teñido de blan­ co, según el pensamiento ndembu, corno en el caso del semen normal, «sangre blanqueada por el agua», o de negro, corno en el caso del semen del hombre impotente, o «semen muerto». Cuando llega a desarrollarse una doble clasificación de las co­ sas en «blancas» y «rojas», con lo negro bien sea ausente, o es­ condido, sucede a veces que el rojo adquiere muchos de los atributos negativos e indeseables del negro, sin conservar en cambio sus aspectos buenos. Está, por supuesto, en la esencia de la polaridad que las cualidades contrarias queden asignadas a los polos. Por tanto, cuando la triple clasificación del color deja su sitio a una clasificación doble, vernos que el rojo se convierte, no sólo en el complemento, sino también, en deter­ minados contextos, en la antítesis del blanco. Puede resultar apropiado citar aquí a A. B. Kernpe, el lógico simbólico, que escribía: «E s característico del hombre pensar en términos de re|aciones diádicas; lo habitual es que rompamos las relaciones tr>ádicas, convirtiéndolas en un par de díadas. En realidad esta sposición está tan arraigada en los humanos que algunos dinan incluso que la relación triádica no es más que un par de díadas. Sería exacto, desde un punto de vista lógico, decir que todas las relaciones diádicas son tríadas que constan de un miembro nulo» (1890). En los casos en que el blanco y el rojo son considerados complementarios, más que como pares anti­ téticos, es muy fácil que estemos tratando con un caso de rela­ ción triádica, en la que el negro es el «m iem bro nulo». Puesto que, debido a las ideas ndembu acerca de la naturaleza de la representación, resulta difícil representar visiblemente el negro sin evocar su poder funesto, su falta de visibilidad no necesa­ riamente implica su ausencia real en el pensamiento. En reali­ dad, su misma ausencia puede resultar significante en tanto que emblema de lo oculto, lo secreto, lo oscuro, lo desconoci­ do — y tal vez también la potencialidad en tanto que opuesta a la actualidad. El blanco y el rojo, emparejados bajo los diversos aspectos de lo masculino y lo femenino, la paz y la guerra, la leche y la carne, representan conjuntamente «vid a » (w um i); ambos se oponen al negro en tanto que muerte y negatividad. A l GUNOS DATOS COMPARATIVOS Puesto que no he tenido oportunidad de repasar la literatura etnológica de manera sistemática, lo que sigue está reunido un tanto al azar. Comienzo este informe comparativo con datos etnográficos procedentes de los contemporáneos primitivos, agrupándolos por vastas regiones. Africa M. Griaule (1950, pp. 58-81) describe la relación que los dogon del Africa Occidental establecen entre, por un lado, un mito cos­ mológico, las máscaras, las estatuillas, los ritos y las pinturas rupestres, y los rubros de color, blanco, rojo y negro, por otro. El negro aquí se halla asociado con la contaminación ritual, el rojo con la sangre menstrual de la tierra madre, que cometió incesto con su primogénito, el chacal, y el blanco con la pureza. Una imagen de gran tamaño de una serpiente, que representa la muerte y el renaciminto, se halla consagrada por la sangre de los sacrificios y decorada con los tres colores. Los varones iniciados llevan máscaras coloreadas de blanco, negro y rojo. Las pinturas rupestres usadas en los ritos, por su parte, son periódicamente renovadas con pigmentos de dichos tonos. El rojo está también asociado con el sol y el fuego. Arthur Leib (1946, pp. 128-33) resume lo que llama «el signi­ ficado m ítico» de los colores entre los pueblos de Madagascar de la siguiente manera: «Con negro se hallan asociadas pala­ bras como las que siguen: inferior, molesto, malvado, sospecho­ so, desagradable, indeseable. Con blanco: luz, esperanza, alegría, pUreza. Con ro jo : poder, potencia, riqueza.» Ya he mencionado la ambivalencia del simbolismo de lo ne­ gro entre los ndembu. La arcilla aluvial negra (malowa) es sím­ bolo de la fertilidad y el am or marital. Ahora bien, en muchas sociedades africanas el negro tiene connotaciones auspiciales. Entre los shona de Rodesia del Sur, el* negro representa, inter alia, las nubes cargadas de lluvia, que se acumulan en la esta­ ción húmeda, y los sacrificios a los espíritus guardianes que en­ vían la lluvia se efectúan con ganado, cabras o gallinas negras, y los médiums o sacerdotes de los espíritus aparecen revesti­ dos con ropas negras. Igualmente, en las sociedades bantú con­ tiguas, el negro puede representar fertilidad en unas y esteri­ lidad en otras. Según Huntingford (1953a, p. 52), entre los kuku de Bari, un joven toro es degollado sobre la tumba de un ha­ cedor de lluvia, mientras en las ceremonias para propiciar la lluvia que se celebran entre los lokoya, se sacrifica un chivo ne­ gro y sus visceras son desparramadas sobre las piedras de la tumba del padre del hacedor de lluvia. Es también Hunting­ ford quien nos informa de que entre los sandawe de Tanganika «los sacerdotes (o adivinos) son también hacedores de lluvia y ofrecen sacrificios con bueyes, chivos y ovejas negros, para atraer la lluvia» (1953b, p. 138). A menudo se ha dicho que los sandawe tienen afinidades con los bosquimanos. Resulta, por tanto, interesante ver que entre estos últimos, según Bleek y Lloyd (1911), un polvo lustroso de color negro, hecho de mica ferrosa machacada y conocido con el nombre de //hara por los bosquimanos del Cabo, era usado como adorno corporal y capilar, estando al parecer dotado de cualidades mágicas. Así, por citar uno de los textos. de Bleek: Se untan las cabeza con //hara muy cuidadosamente, cuando quieren que el pelo les cuelgue (es decir, les crezca). Y crece abundantemente gracias al l/hara; porque han untado su cabeza, deseando que el pelo les cuelgue hada abajo, y sus cabezas se vuelvan negras con lo negro... el //hara centellea; por tanto nuestras cabezas brillan gracias a él... por eso los bosquimanos tienen costumbre de decir... cese hombre es un hermoso joven, gracias a su cabeza, que luce sorprendentemente hermosa con la negrura del //hara» (pp. 375, 377). Merece la pena subrayar, adelantándonos a los hechos, que ‘ a mica era al parecer «en el Paleolítico superior del área del . bo un elemento muy codiciado para pintar, a juzgar por las Piezas encontradas en los yacimientos de este período» (Clark, 959, p. 244). Mi propia hipótesis es que el negro tiende a con­ vertirse en color de buen augurio en las regiones donde el agua es escasa, debido a que son las nubes negras las que traen fertilidad y crecimiento (¡al parecer, tanto en el pelo como en las plantas!). En las regiones donde el agua abunda, y la co­ mida más o menos también, el negro puede convertirse en un color funesto. Así, no es solamente entre los pueblos bantú de la selva y entre los malgaches donde el negro se ha convertido en color funesto. Por ejemplo, en un artículo reciente de Joan Wescott (1962, p. 346), escribe ésta: «el negro se encuentra aso­ ciado (entre los yoruba) con la noche, y ésta se encuentra aso­ ciada ... con el mal. Es durante la noche cuando la brujería y la hechicería se muestran más poderosas y los hombres más vul­ nerables. Algunos yoruba dicen simplemente que Elegba (la deidad «trickster») está pintado de negro debido a su perver­ sidad». La Península Malaya Los bosquimanos emplean ritualmente los tres colores. Otro tanto hacen los semang, sakai y jakun de la Península Malaya. Al igual que los bosquimanos, estos pueblos son cazadores y re­ colectores. Skeat y Blagden (1906, p. 31) escriben que los sakai pintan sus cuerpos de «blanco, negro y rojo y a veces de ama­ rillo, teniendo al parecer estos dos últimos colores un valor equivalente desde el punto de vista m ágico» — dicho sea de paso, lo mismo que entre los ndembu. Cuando nacen los niños, entre los sakai, la partera aplica tiras de pigmento sobre la cara del recién nacido, que van desde la cejas hasta la punta de la nariz, de color negro en el caso de las niñas, y rojo para los niños p. 48). La línea negra de la nariz se dice que protege a las niñas del «dem onio de la sangre» (hantu darah) que detiene las reglas de la mujer, y le impide traer hijos sanos al mundo. El blanco es, en general, un color de buen augurio, tanto para los sakai, como para otros pueblos de la Península Malaya. Australia Charles P. Mountford (1962, p. 215) menciona el hecho de que los tres colores son empleados en el arte rupestre de los aborí­ genes australianos — el negro en f o ^ a de óxido de manganeso o alguna de las minas ferruginosas, el blanco extraído de los depósitos de arcilla o caolín, y el ocre-rojo que puede conse­ guirse mediante extracción o comercio— en realidad, llegan a veces a recorrer centenares de millas para recoger estos ocres de determinados lugares concretos (tales como Wilgamia, en AUStralia Occidental, y Blinman en las N orth Flinders Ranges de Australia del Sur) (p. 210). Mounford describe el modo como los pigmentos blancos y rojos son empleados en las pinturas rupestres de los wandjinas __altas figuras sin boca y con una especie de aureola en torno a la cabeza; a veces, llegan a tener seis metros de alto— . La cara aparece siempre pintada de blanco y rodeada por uno, y a veces dos, arcos en form a de herradura, presentando en ocasi0nes estos arcos unas líneas que irradian de ellos. El color que se da a éstos suele ser rojo. «Los aborígenes creerf — dice Mountford— que las pinturas están llenas de esencia, tanto de agua como de sangre; el agua, tan necesaria para todas las cosas viventes, está simbolizada por la cara blanca, y la sangre, que hace fuertes a animales y hombres, por los arcos de color rojoocre.» Nótese, una vez más, la estrecha afinidad con la exégesis ndembu del blanco y el rojo. El agua, para los ndembu, es «blanca», y la sangre, por supuesto, «ro ja ». Los indios de Norteam érica Mi último ejemplo tomado de fuentes etnográficas procede del Nuevo Mundo, de las Sacred Formulas o f the Cherokees, de Mooney (citado por Lewis Spence en su artículo sobre los cherokee en la Hastings Encyclopaedia o f Religion and Ethics). Mooney muestra cómo, entre los cherokee, el blanco representa la paz, la felicidad y el sur; el rojo se identifica con el éxito, el triunfo, y el norte; el negro con la muerte y el oeste; y el azul con la derrota, el desorden y el este. Estos significados proba­ blemente indican que el azul, como en algunas partes de A fri­ ca, se considera que tiene afinidades con el negro. Determinadas divinidades y espíritus cherokee presentan el color correspon­ diente a las cualidades que se les atribuyen. Los espíritus blan­ cos y rojos, combinados entre sí, son habitualmente considera­ dos como los que distribuyen la paz y la salud. Los espíritus negros son invocados para aplastar al enemigo. Es interesante recordar aquí que el blanco y el rojo, en el ritual ndembu, son Usados para proporcionar poderes que pueden combinarse en beneficio del sujeto de los ritos (sobre todo, en los ritos de caza y ginecológicos), mientras que el negro es el color de la bruj ería y la hechicería. Mundo Antiguo Tal vez la exégesis más sofisticada de la tríada del color, y la elaborada en la deducción de todas sus implicaciones, es la que encontramos en el Chandogya Upanisada del antiguo hinduismo, y en el comentario a este texto debido a á ri Sankaracharya, el gran filósofo del siglo x i i i . Swami Nikhilananda ha traducido recientemente los Upanisadas, añadiendo a la tra­ ducción notas basadas en las explicaciones de Sankaracharya. Citaré algunos pasajes del Chandogya Upanisada (V I, IV, 1), co­ locando a continuación del texto el comentario de Nikhilananda: El color rojo del fuego (común) es el color (del fuego originario); el color blanco del fuego (común) es el color del agua (original) [recuérdense aquí los usos de los ndembu y de los aborígenes australianos]; el color negro del fuego (común) es el color de (la tierra originaria). Así desaparece del fuego lo que comúnmente es llamado fuego, siendo la modificación sólo un nombre, producto del lenguaje, mientras que sólo los tres colores (for­ mas) son verdaderos. Comentario: Los tres colores, o formas, constituyen el fuego visible. Cuando los tres colores son explicados como pertenecientes al fuego originario, el fuego en su forma comúnmente conocida desaparece, y también la palabra «fue­ go». Ya que el fuego no tiene existencia indepediente de la palabra y la idea denotada por esa palabra. Por tanto, lo que el ignorante denota me­ diante la palabra •fuego» es falso, siendo la única verdad los tres co­ lores (cursiva mía, v. T.). El mundo en su conjunto es tripartito. Por tanto, como en el caso del fuego (o los casos del sol, la luna, la luz, etc.), la única verdad sobre el mundo son los tres colores. Siendo la tierra sólo un efecto del agua, la única verdad es el agua; la tierra es sólo un mero nombre. De igual modo, siendo el agua sólo un puro efecto del fuego, es un mero nombre, siendo el fuego la única verdad. Y siendo también el fuego un efecto de Sat o el puro ser, es un mero nombre, siendo la única verdad el puro ser. En este Upanisada, los colores son a veces designados como «deidades». Y se dan ejem plos del modo como se manifiestan en los fenómenos. Así, «la comida, cuando es ingerida, se con­ vierte en triple. Lo más burdo de ella (la parte negra) se con­ vierte en heces, lo intermedio (la parte roja) se convierte en sangre, y lo más sutil (la parte blanca) se convierte en espíri­ tu» (V, VI, 1). Igualmente, «el agua, al ser bebida, se hace triple. Lo más basto de ella (o negro) se convierte en orina, lo intermedio (o rojo) se convierte en sangre, y lo más sutil (o blanco) se con­ vierte en prana ( = el aliento vital que sostiene en vida al cuer­ po físico, o la energía o fuerza primigenia de la que todas las demás fuerzas son meras manifestaciones)». Los tres colores parecen ser idénticos a los gunas o «h ilos» de existencia (m etáfora tomada del arte de tejer) que aperecen en el Samkya-Karika, obra atribuida al sabio Kapila. Dichos hi­ loS sOn descritos por R. C. Zaehner (1962, p. 91) com o «atravesand0 el ser de la naturaleza toda» (praktri)». Los tres se deno­ minan sattva, rajas y tamas, que pueden traducirse como «la cualidad del ser, la energía y la oscuridad». Sattva es la cuali­ dad de la pureza y la tranquilidad (y puede equipararse con el blanco);- rajas es el principio activo que da lugar al karma (y puede identificarse con el rojo), mientras que tamas «constri­ ña empuja y conduce a la apatía letárgica (y puede identificar­ se con el negro)». Zaehner cita del libro 4, cap. 5 del Mahabharata algunos versos que arrojan luz sobre las relaciones entre gunas y colores: Junto con la hembra no nacida, blanca, roja y negra [«simbolizando los tres gunas», dice Zaehner] que produce muchas criaturas como ella misma. Yace el varón■no nacido, deleitándose: otro varón no nacido la deja cuando ella ha obtenido de él su placer. Parece probable que la noción de los colores sea herencia de un pasado rem oto (tal vez pre-indoeuropeo) y que los textos de los Upanisada que hacen referencia a ellos no sean sino es­ peculaciones filosóficas posteriores sobre ese legado primigenio. Merece la pena recordar de nuevo, llegados aquí, que los tres colores o formas del antiguo hinduismo son, en último tér­ mino, reducibles a una naturaleza única o ser, el Sat o Praktri, ya que la noción ndembu de que los «tres ríos» de color brotan de la divinidad no es muy disímil. Encontramos igualmente en ambas culturas la noción de que el blanco está conectado con la pureza y la paz, y es el «más sutil» y «espiritual» de los colores. Similar abanico de sentidos parece poseer el blanco en las religiones semíticas, ya que, según Robertson Smith (1912, pp. 590, 583), entre los árabes, cuando un hombre causa su propia desgracia rompiendo alguna costumbre tradicional o regla de etiqueta, su cara se vuelve negra, mientras que cuando repara la omisión o pone fin a una querella, se vuelve blanca de nuev°- Existen también semejanzas entre los significados del rojo entre los hindúes y las culturas semíticas. La palabra habitual hebrea para designar la pasión (quin'ah) deriva de una raíz verque primordialmente significa «ser de color carmesí; rajas, el segundo «h ilo», o hilo «r o jo », es a veces traducido como «pa­ sión» por los estudiosos ingleses y americanos. Maurice Farbridge (Hastings Encyclopaedia) dice que para los hebreos del Antiguo Testamento, «el rojo, en tanto que color de la sangre, representaba el derramamiento de sangre, la guerra y la culpa». Los TRES COLORES EN LA LITERATURA ARQUEOLÓGICA Muchos yacimientos paleolíticos en Africa, en lugares muy dis­ tantes entre sí, dan fe del uso del blanco, el rojo y el negro en contextos rituales. Por citar sólo algunos ejemplos al azar: Roger Summers (1958, p. 295) excavó un refugio en Chitura Rocks, distrito de lnyanga, cerca de la frontera oriental de Rodesia del Sur, y encontró asociados con utensilios Stillbay del Paleo­ lítico Medio, en la parte trasera del refugio, numerosos peda­ zos de ocre rojo, mezclados con piezas de similar tamaño de carbón. Leakey (1931, p. 109) descubrió en Gamble's Cave II, en Elmenteita, Kenia, varios esqueletos esterrados en posición fetal, los varones sobre el costado derecho y las hembras so­ bre el costado izquierdo, todos ellos generosamente espolvorea­ dos de ocre. Dichos esqueletos se asemejaban bastante al es­ queleto descubierto en 1913 en Olduwai, Tanganika del Norte. Hombres de este tipo han sido encontrados también asociados con utensilios chelenses y prechelenses-achelenses, tales como hachas de piedra y lascas. Van Riet Lowe (citado por Desmond Clark, 1959, p. 249) des­ cribe los enterramientos bosquimanos del Paleolítico Superior de Smithfield, Estado Libre de Orange, en los siguientes tér­ minos: «L a mitad invertida de una cáscara de huevo de aves­ truz aparece bajo los brazos del esquelto doblado, pintada por dentro de especularita (negra) (que, como se recordará, es usa­ da por los bosquimanos para el adorno capilar) y por la parte de fuera de ocre rojo.» En Wiltson, en la región meridional, Clark menciona que había un número casi invariable de piedras de enterramiento, algunas de ellas hechas gravilla, cubiertas de ocre, e incluso pintadas. El cuerpo estaba «liberalm ente cu­ bierto de ocre rojo, como también lo estaban algunos de los bienes enterrados». También el blanco aparece usado en el prim itivo arte ru­ pestre africano. Por ejemplo, C. K. Cooke, hablando del mate­ rial y las técnicas del artista prehistórico en Matabele del Sur, Rodesia (en Clark, 1957, p. 284), describe cómo los detritus de pájaro (llamados todavía hoy mpemba, «arcilla blanca» por los ndembu), determinadas sustancias vegetales, y el caolín eran usados para fabricar pigmentos blancos, que luego se utilizaban para las pinturas de rocas y cuevas. No puedo discutir aquí la rica literatura que existe sobre prácticas de enterramiento y arte rupestre en el Paleolítico eu­ ropeo, pero parece claro que la tríada blanco-negro-rojo ocu­ pa un lugar eminente, si bien también se encuentran usados otrOS colores, como el marrón y el amarillo. Los arqueólogos se muestran aún indecisos sobre la significación de los colores. Sus puntos de vista pueden muy bien quedar ejem plificados por |oS comentarios de Annette Laming (1959, p. 112) sobre las pin­ turas de Lascaux: Los c o l o r e s v a r í a n d e u n g r u p o a o t r o : a v e c e s u n c o l o r p a r e c e h a b e r sido p r e f e r i d o a o t r o s . D i c h a s p r e f e r e n c i a s p u e d e n m u y b ie n h a b e r s e d e ­ bido a la n e c e s i d a d d e e c o n o m i z a r a l g ú n m a t e r i a l b r u t o d e c o s t o s a o b t e n ­ ción y a l t a m e n t e a p r e c i a d o ; o p u e d e n t a m b ié n h a b e r s i d o i n s p i r a d o s p o r la fe r e l i g i o s a — p o r l a c r e e n c i a e n l a m a y o r e f i c a c i a d e u n d e t e r m i n a d o tip o de r o j o , o u n n e g r o p a r t i c u l a r m e n t e i n t e n s o , p o r e je m p l o ; ..,o p u e d e n , sin m á s , s e r r e s u l t a d o d e u n c a m b i o e n l o s g u s t o s e s t é t i c o s . La hipótesis que yo form ulo a este respecto es que fueron determinadas ideas mágico-religiosas las que provocaron la elec­ ción de la tríada básica del color, impulsando así a la búsqueda y preparación asidua de los colores constituyentes. No es esca­ sez de pigmentos lo que hace a éstos tan apreciados, sino el hecho de ser apreciados por razones mágico-religiosas el que impulsa a los hombres a vencer todo tipo de dificultades para llegar a elaborarlos. Podría aportar múltiples ejemplos que prue­ ban las grandes distancias que se llegan a recorrer en algunas sociedades para conseguir pigmentos blancos, rojos y negros. A veces, para preparar un color puro se emplean varios elemen­ tos, algunos de ellos probablemente con intenciones rituales. Así, por ejemplo, para fabricar pintura blanca para las másca­ ras dogon, se mezcla caliza molida con arroz cocido y excre­ mentos de lagarto o serpiente. Entre los luluba, pueblo nilotocamita del Norte, existe un amplio comercio de sustancia rojo-ocre, hecha de gneis de bitotita, que es primeramente mo­ lido, luego enterrado durante dos meses, hasta que, después de varias cocciones, se mezcla con aceite « sim sim ». Incluso el pig­ mento negro puede implicar un alto grado de complejidad en su elaboración, como ocurre entre los dogon, quienes lo obtienen de semillas quemadas de vitex pachvphyla, mezclando luego las cenizas con un cocimiento de tanino. Existen múltiples prueba.<s tanto en las culturas prehistóricas como en las sociedades pre industriales actuales, de largas expediciones comerciales 'e riza d a s con el solo fin de obtener rojo-ocre. E l s ig n if ic a d o b As ic o de la t r ía d a del c o lo r En la literatura etnográfica. hay que señalar que en las socie­ dades que hacen un uso ritual de los tres colores, la situación crítica en la que los tres aparecen conjuntamente es la inicia­ ción. Cada uno de ellos puede aparecer por separado como sig­ no de carácter general de un rito concreto; así, por ejemplo, el rojo puede aparecer como m otivo constante en los ritos de caza ndembu, y el blanco en los ritos que tienen que ver con la lactancia o el culto de los antepasados. En la iniciación de los muchachos en los derechos y deberes y en los valores de los adultos, sin embargo, los tres colores reciben un idéntico énfa­ sis. En mi opinión, esto es debido a que los tres colores resu­ men los tipos fundamentales de la experiencia universal hu­ mana de lo orgánico. En muchas sociedades, dichos colores ha­ cen referencia explícita a determinados fluidos, secreciones o de­ sechos del cuerpo •humano. El rojo es un símbolo universal de la sangre, el blanco es generalmente símbolo de la leche mater­ na y del semen (y algunas veces del pus), mientras, como hemos visto, el Chandogya Upanisada relaciona el color negro con las heces y la orina (aunque otras culturas conectan la orina con el semen y ambos por igual con el blanco). Cada uno de los colores, en las diferentes sociedades, es multívoco, y dispone de un amplio abanico de connotaciones, y sin embargo donde y cuando podemos recurrir a una exégesis nativa confiable en­ contramos que el componente fisiotógico humano rara vez está ausente. Los ritos de iniciación generalmente extraen su simbo­ lismo del parto y de la primera lactancia, situaciones en las que, de manera natural, se hallan persentes la sangre, el agua, las heces y la leche. Voy a tirar por la borda cualquier tipo de cautela, y con ánimo dg estimular la controversia, diré con la mayor audacia que: 1. Entre los símbolos primordiales producidos por el hom­ bre están los tres colores que representan productos del cuer­ po humano, cuya emisión, expulsión o producción se encuen­ tran asociados con un incremento de las emociones. En otras palabras, la cultura, lo superorgánico, tiene una íntima cone­ xión con lo orgánico en sus estadios más tempranos, con la con­ ciencia de experiencias físicas poderosas. 2. A estas experiencias corporales de gran tensión se les atribuye un poder que excede del que normalmente poseen los individuos; su fuente tiende a localizarse en el cosmos o en la sociedad; se encuentran ejemplos análogos de estas experiencias físicas dondequiera que sus mismos colores aparecen en la naturaleza; o bien, la experiencia de las relaciones sociales en circunstancias altamente emocionales se clasifica bajo los rubr0s de un color. 3. Los colores representan experiencias físicas de gran ten­ sión que trascienden las condiciones de experimentación nor­ maos; se conciben, por tanto, como deidades (hinduismo) o po­ deres místicos, como lo sagrado, en tanto que contrapuesto a ¡o profano. 4. Las experiencias físicas asociadas con los tres colores son al mismo tiempo experiencias de relaciones sociales: el blanco=semen, se halla ligado a la relación sexual entre hombre y mujer; el blanco = leche, se encuentra ligado a la relación ma­ dre-hijo; el rojo = sangre materna, se halla ligado al vínculo ma­ dre-hijo e igualmente a los procesos de reclutamiento de los grupos y de locación social; el rojo = derramamiento de sangre se halla conectado con la guerra, las riñas, el conflicto, y todo tipo de discontinuidad social; el rojo = obtención y preparación de alimento animal, con el status de cazador o ganadero, papel productivo del varón en la división del trabajo social, etc.; el rojo = transmisión de la sangre de generación en generación = = índice de Ja pertenencia al grupo corporativo; el negro = c..crementos o disolución corporal = transición de un status social a otro, considerado como una muerte mística; el negro = nu­ bes de lluvia o tierra fértil = unidad de los grupos más extensos que comparten los mismos valores. 5. Mientras que en el simbolismo del rojo y el blanco sí resulta posible encontrar múltiples referencias a los fluidos corporales, pocas sociedades conectan de manera específica el negro con los procesos y productos del catabolismo o la diso­ lución corporal, como por ejem plo la sangre pútrida o coagu­ lada. Es posible que el negro que a menudo, como hemos visto, significa «m uerte», «desm ayo», «Sueño» u «Oscuridad» represen­ te primariamente una pérdida de la conciencia, Ja experiencia de un «apagón». Entre los ndembu y en muchas otras socie­ dades, tanto el blanco como el rojo representan la vida. Cuando ambos se encuentran emparejados en el ritual, el blanco puede representar un polo explícito de la vida, tal como la masculinidad o la comida vegetal, mientras que el rojo representa su Opuesto, tal como pueda ser Ja feminidad o la carne. Por otro ado, el blanco puede representar igualmente «la paz» y el ,0Jo «la guerra»; ambas son actividades conscientes, en tanto Contra-distintas. del negro, que representa la inactividad y la ce­ sación de la conciencia. 6- No sólo representan los tres colores las experiencias hunianas básicas del cuerpo (asociadas con la gratificación de la libido, del hambre, de las tendencias agresivas y excretoras así como con el miedo, la ansiedad y la sumisión: además de esto, proporcionan una especie de clasificación prim ordial de la realidad. Este punto de vista contrasta con la noción durikheimiana de que las relaciones sociales del hombre no están basadas en las relaciones lógicas de las cosas, sino que han ser­ vido como prototipo a éstas. Ni ha sido tampoco la sociedad, según Durkheim, tan sólo el modelo del pensamiento clasificatorio, sino que la trama de la sociedad forma el entramado real del sistema que forman las cosas. Los hombres se constituye­ ron primeramente como grupo, y a partir de ahí pudieron em­ pezar a pensar mediante agrupaciones. El centro del más anti­ guo sistema de la naturaleza no es el individuo, sino la sociedad. Contra esto yo postularía que el organismo humano y sus ex­ periencias cruciales son la fons et origo de toda clasificación. La biología humana exige determinadas experiencias de rela­ ción intensas. Si hombres y mujeres tienen que engendrar y parir, amamantarse y efectuar determinadas excreciones, deben entablar entre sí relaciones, relaciones que quedan impregna­ das por la tensión afectiva de esas experiencias. Estos y no otros son los procesos que los ndembu denominan «r ío s » — que fluyen de la naturaleza interna del hombre. La tríada del color blanco-rojo-negro representa al hombre arquetípico en tan­ to que proceso de placer-dolor. La percepción de estos colores y de las relaciones triádicas y diádicas del cosmos y de la so­ ciedad, tanto directas como metafóricas, derivan de la experien­ cia psicobiológica prim ordial — experiencia que sólo puede al­ canzarse desde la ínter-mutualidad humana. Se necesitan dos para copular, dos para mamar, dos para luchar y matar, y tres para form ar familia. La multitud de clasificaciones entrelazadas que constituyen los sistemas ideológicos que controlan las rela­ ciones humanas derivan, mezcladas con afectos, de las dualida­ des y tríadas primordiales. La tríada básica es sagrada porque tiene poder para «arrastrar al hom bre», para superar sus po­ deres de resistencia normales. Aunque inmanente a su cuerpo, parece transcender su conciencia. Al representar estas «fu er­ zas» o «hilos de la vid a» mediante los símbolos del color en contextos rituales, los hombres han debido sentir que podían controlar o domesticar esas fuerzas con fines sociales, pero las fuerzas y símbolos son biológica, psicológica y lógicamente an­ teriores a las clasificaciones sociales en mitades, clanes, tótems sexuales y demás. Puesto que las experiencias que los tres co­ lores representan son comunes a toda la humanidad, no tene­ mos que echar mano del difusionismo para explicar su amplia distribución. Sí tenemos que ■invocar la difusión, en cambio, para explicar otros colores, como el amarillo, el azafrán, el oro, el azul, el verde, el púrpura, etc., y su importancia ritual en determinadas culturas. Tenemos también que analizar los pro­ cesOS de contacto cultural para explicar las diferencias de sentid0 atribuidos a los colores básicos en las distintas regiones. Lo que estoy intentando demostrar aquí es que la tríada del co|or blanco-rojo-negro para las sociedades simples no es sólo una cuestión de distinta percepción de parte del espectro, sino-'J.ue se trata de condensaciones o abreviaturas de zonas enteras de la experiencia psicobiológica, que implican a la razón y al con­ j unto de los sentidos, y se hallan afectadas por los grupos de relación primarios. Sólo a través de la abstracción, a partir de estas configuraciones primarias, han podido surgir los restantes modos de clasificación empleados por la humanidad. BIBLIOG^RAFÚ Baumann, H .. 1935: Lunda: Bei Bauern und Jiigern in Inner Angola, Berlín, Würfel-Verlag. Beildelman, T., 1961: cRight and left hand among the Kaguru», Africa xxxi, n.° 3. Bleek, W. H. l., y Lloyd, L. C., 1911: Specimens of Bushman folklore, Londres, George Allen. Clark, J. D., 1959: The Prehistory of Southern Africa, Harmondsworth, Penguin Books. Cooke, C. K., 1957. En J. Desmond Clark (comp.), Prehistory (Third PanAfrican Congress, 1955), Londres, Chatto & Windus. Durkheim, E. y Mauss, M., 1963: En R. Needham (comp.) Primitive classification, Londres, Cohen & West; Chicago, University of Chicago Press. Farbridge, Maurice, 1922: Artículo «Symbolism (Semitic)», Hastings Enoyclopaedia of Religion and Ethics, xil, 150, Edimburgo, T. & T. Clark. Griaule, M., 1950: Arts of the African native, Londres, Thames & Hudson. Harries, Lyndon, 1944: «The initiation rites of the Makonde tribe», Communications from the Rhodes-Livingstone Institute, n.° 3. Hertz, Robert, 1960: Death and the right hand, Londres, Cohen & West. Huntingford, G. W. B., 1953a: The Northern Nilo-Hamites. «Ethnographic Survey of Africa, East-Central Africa», Part. 6. Londres, International African Institute. — 1953b: The Southern Nilo-Hamites. «Ethnographic Survey of Africa, K East-Central Africa», Part. 8. Londres, International African Institute. Kempe, A. B., 1890: «On the relation between the logical theory of classes and geometrical theory of points^, Proceedings of the London L M_athematical Society, xxi. . aming, Annette, 1959: Lascaux, Harmondsworth, Penguin Books. Leakey, L. S. B., 1931: The Stone Age cultures of Kenya co/ony, Londres, Oxford University Press. Leib, Arthur, 1946: Folklore, lvii, pp. 128-133. Mountford, Charles, P., 1962: Oceania and Australia (Art of the World Series, viii). Londres, Methuen. Needham, Rodney, 1960: «The Left Hand of the Mugwe», Africa, xxx, n.° l. Nikhilinananda, Swami, 1963: Upanishads, Nueva York, Harper, Row. Richards, A. l., 1956: Chisungu, Londres, Faber & Faber. Skeat, W. W. y Blagden, C. O., 1906: Pagan races of the Malay Península, Londres, Macmillan. Smith, Robertson W., 1912: «A Journey in the Hedjaz». En J. S. Black y G. Crystal, comps., Lectures and essays, Londres, A. & C. Black. Spence, Lewis, 1911: Artículo «Cherokees», Hastings Encyclopaedia of Religion and Ethics, ni, pp. 506-507. Summcrs, Roger, 1958: Inyanga, Londres, Cambridge Univcrsity Press. Turncr, Victor W., 1961: Ndembu divination: Its symbolism and techniques (Rhodcs-Livingstone Paper 31). Manchester University Press. Vergiat, A. M .. 1936: Les rites secrets des primitifs de l'Oubangui, París, Payot. Wescott, Joan, 1962: «The sculpture and myths of Eshu-Elegba, The Yoruba Trickster», Africa, xxxii, n.° 4. White, C. M. N., 1961: Elements in Luvale beliefs and rituals (RhodesLivingstonc Institute Paper 32). Manchcster University Press. Zaehner, R. C., 1962: Hinduism, Londres, Oxford University Press. 4 ' EN TRE LO UNO y LO OTRO: EL PERIODO L IM IN A R EN L OS «R IT E S DE PASSAGE» * Quiero considerar en esta ponencia algunas de las propiedades socioculturales del «período liminar» en el tipo de rituales que han sido caracterizados de manera definitiva por Arnold van Gennep con el nombre de «rite s de passage». Si es cierto que nuestro modelo de sociedad Básico es el de una «estructura de posiciones», debemos considerar el período marginal o de «liminaridad» como una situación interestructural. Lo que aquí haré será tomar en cuenta, fundamentalmente en lo que a los ritos de iniciación respecta, algunas de las principales caracte­ rísticas que presenta la instrucción en las sociedades simples Tomaré, asimismo, nota de determinados temas simbólicos que expresan de manera concreta las concepciones indígenas sobre la naturaleza de los seres humanos «interestructurales». Rites de passage pueden encontrarse en cualquier sociedad, pero tienden a alcanzar su más completa expresión en las so­ ciedades de carácter estable, cíclico y de pequeña escala, en las que los cambios se encuentran ligados más a los ritmos y a las recurrencias biológicas o metereológicas que a las innovacio­ nes técnicas. Dichos ritos indican y establecen transiciones en­ tre estados distintos. Y con «estado» quiero aquí decir «situa­ ción relativamente estable y fija », incluyendo en ello constan­ tes sociales como puedan ser el status legal, la profesión, el o fi­ cio, el rango y el grado. Pretendo, igualmente, designar con este término la situación de las personas, en tanto que deter­ minada por su grado de madurez socialmente reconocido, al m°do como se habla de «estado m atrimonial», «estado de solteria» o «estado de dependencia». El término «estado» puede tam­ bién aplicarse a las condiciones ecológicas, o a la situación físi­ ca, mental o emocional en que una persona o un determinado grupo puede encontrarse en un momento concreto. Una deterPonencia leída en la reunión anual de la American Ethnological ocituy, de Pittsburgh, en marzo de 1964. Publicada originalmente en proceedings of the American Ethnological Society (1964). minada persona puede, así, hallarse en estado de buena o mala salud; una sociedad, en estado de guerra o de paz, de hambre o de abundancia. «E stado», en definitiva, es un término mucho más amplio que «Status» o que «o fic io », y hace referencia a cualquier tipo de situación estable o recurrente, culturalmente reconocida. Puede, supongo, hablarse también de «estados de transición», puesto que J. S. Milis, después de todo, ha hablado de «estados de movimiento progresivo», aunque yo personalmen­ te prefiero considerar la transición como un proceso, un llegar a ser, y, en el caso de los rites de passage, incluso como una transformación. Una analogía adecuada al caso sería la del agua hirviendo, o la de la crisálida que de capullo se convierte en mariposa. De todos modos, las transiciones tienen propiedades culturales diferentes a las del estado, como espero poder mos­ trar aquí. El mismo van Gennep ha definido los «rite s de passage» como «ritos que acompañan a cualquier tipo de cambio de lu­ gar, de posición social, de estado o de edad». Para marcar el contraste entre transición y «estado», yo empleo aquí «estado» en un sentido que abarca todos sus otros términos. Van Gennep ha mostrado que todos los ritos de paso incluyen tres fases: separación, margen (o tim en) y agregación. La prim era fase, o fase de separación, supone una conducta simbólica que signi­ fique la separación del grupo o el individuo de su anterior si­ tuación dentro de la estructura social o de un conjunto de con­ diciones culturales (o «estado»); durante el período siguiente,, o período liminar, el estado del sujeto del rito (o «pasajero») es ambiguo, atravesando por un espacio en el que encuentra muy pocos o ningún atributo, tanto del estado pasado como del venidero; en la tercera fase, el paso se ha consumado ya. El sujeto del rito, tanto si es individual como si es corporativo, al­ canza un nuevo estado a través del rito y, en virtud de esto, adquiere derechos y obligaciones de tipo «estructural» y clara­ mente definido, esperándose de él que se comporte de acuerdo con ciertas normas de uso y patrones éticos. El tipo más im­ portante de rites de passage tiende a acompañar a lo que Lloyd Warner (1959, p. 303) ha llamado «la trayectoria del hombre a lo largo de su vida, desde la situación placentaria en el seno de su madre, hasta su muerte y último emplazamiento en su tumba como organismo muerto — punteada por toda una serie de momentos críticos de transición que todas las sociedades suelen ritualizar y marcar públicamente, mediante observancias adecuadas que dejen grabado en los miembros de la comunidad el significado del individuo y el grupo. Son estos los im por­ tantes momentos del nacimiento, la pubertad, el matrimonio y Ja muerte». N o obstante, como van Gennep, Henri Junod y otros han mostrado, los rites de passage no se encuentran confinados a determinados momentos críticos culturalmente definidos, sino que pueden acompañar a cualquier cambio entre estados dis­ tintos, tales como la entrada en guerra de un pueblo, o el paso de la escasez a la abundancia, celebrando las fiestas de los pri­ m ó o s frutos o de la cosecha. Los rites de passage tampoco se hallan, sociológicamente hablando, restringidos a cambios en­ tre status adscritos. Se usan también para marcar el acceso a un nuevo status adquirido, tanto si se trata de una posición política como de la pertenencia a determinado club exclusivo o sociedad secreta. Pueden servir para marcar la admisión de una persona en un determinado grupo religioso que no abarca al conjunto de la sociedad, o para cualificar a alguien para el desempeño. de los deberes de un culto, y a veces pueden esca­ lonarse en una serie de ritos graduados. Puesto que el problema principal de este estudio es la natu­ raleza y las características de la transición en las sociedades relativamente estables, centraré mi atención en aquellos rites de passage que tienden a mostrar períodos liminares bien des­ arrollados. En su conjunto, los ritos de iniciación, tanto si lo son para la madurez sexual, como para el ingreso en algún culto particular, resultan ser los que m ejor ejem plifican la transición, dado que incluyen fases liminares y marginales am­ plias y bien marcadas. Sólo brevemente prestaré atención aquí a los rilos de separación y agregación, puesto que están más es­ trechamente implicados en la estructura social que los rito!' liminares. La liminaridad durante la iniciación es, pues, el ob­ jeto primario de este estudio, aunque incidiré igualmente en otros aspectos de los ritos de paso, cuando el desarrollo lo requiera. Quiero decir, de paso, que considero que el término «rito » resulta mucho más adecuado cuando se aplica a formas de la conducta religiosa que se hallan asociadas a transiciones sociales, mientras que el término «cerem onia» tiene un sentido rnás ajustado a aquellas conductas religiosas asociadas a esta­ dos sociales, y en las que las instituciones político-legales tie­ nen una mayor importancia. El ritual es transformatorio, la ceremonia confirmatoria. El sujeto de los ritos de paso, estructural, si no físicamente, es «m visible» durante el período liminar. En cuanto miembros de la sociedad, le> mayor parte de nosotros vemos sólo lo que esperamos ver, y lo que esperamos ver no es otra cosa que aquello para lo que estamos condicionados, una vez hemos apren­ dido las definiciones y clasificaciones de nuestra cultura. definiciones seculares de cada sociedad no permiten la existen­ cia de seres que a la vez no sean ni niños, ni hombres, es decir, justamente aquello que son los novicios en los ritos de inicia­ ción masculinos (por decirlo de alguna manera). Todo un con­ junto de definiciones esencialmente religiosas coexisten con aquellas que sirven para definir el «ser transicional» que es­ tructuralmente resulta indefinible. El ser transicional o « per­ sona lim inar» se halla definido por un nombre y un conjunto de símbolos. El mismo nombre se emplea muy a menudo para designar por igual a personas que están siendo iniciadas a es­ tados de vida muy diferentes entre sí. Por ejem plo, entre los ndembu de Zambia el término mwadi puede significar varias cosas: puede servir para designar al «novicio de los ritos de circuncisión», o al «je fe recién designado que está pasando sus ritos de instalación», o incluso a «la primera esposa, o esposa ritual», que tiene importantes funciones rituales en el interior de la familia doméstica. Nuestros propios términos de «inicia­ d o» y «n eófito» tienen idéntica amplitud de sentidos. Podría parecer a partir de esto que el énfasis tiende a ponerse en la transición misma, en vez de en los estados particulares entre los que esa transición tiene lugar. El simbolismo que rodea a la persona liminar y se halla vin­ culado a ella es extraño y complicado. Buena parte de él ha sido modelada a imagen y semejaza de los procesos biológicos humanos, a los que se considera, como diría Lévi-Strauss, «isom orfos» con los procesos culturales y estructurales, dando así forma exterior y visible a un proceso interno y conceptual. La «invisibilidad» estructural de las personas liminares tiene un doble carácter. Y a no están clasificados y, al mismo tiempo, todavía no están clasificados. En la medida en que ya no están clasificados, los símbolos que los representan se toman, en mu­ chas sociedades, de la biología de la muerte, la descomposición, el catabolismo y otros procesos físicos que tienen un matiz ne­ gativo, tales como la menstruación (frecuentemente considera­ da como la ausencia o pérdida del feto). Así, en alginas inicia­ ciones de muchachos, los jóvenes recién circuncidados son ex­ plícitamente comparados con las mujeres menstruantes. En tanto que los neófitos se encuentran estructuralmente «m uer­ tos», pueden ser tratados, durante un período más o menos largo, del mismo modo que son tratados los cadáveres en sus respectivas sociedades (cf. la cita de Stobeo, probablemente tomada de una obra perdida de Plutarco, «la iniciación y la muerte se corresponden palabra por palabra y cosa por cosa» [James, 1961, p. 132]). Los neófitos pueden ser enterrados, obligad0s a yacer inmóviles en la misma postura y dirección que ¡0s cadáveres en los ritos funerarios, pueden ser teñidos de negro u obligados a vivir durante algún tiempo en compañía de momias enmascaradas y monstruosas, que representan, inter alia, a los muertos, o peor aún, a los no-muertos. La metáfora de la di­ solución se aplica con bastante frecuencia a los neófitos; se les permite andar sucios y se les identifica con la tierra, la mate­ ria general a la que cada individuo concreto retom a. La forma particular se convierte aquí en materia general; a menudo sus mismos nombres propios se toman de esta materia general y cada uno de ellos no lleva otro nombre que el término genéri­ co de «n eófito» o «iniciado», (útil neologismo que es empleado por muchos antropólogos contemporáneos). El otro aspecto, el de no estar todavía clasificados, se expresa a menudo mediante símbolos que se modelan sobre los proce­ sos de la gestación y el parto. Los neófitos son equiparados a los embriones y tratados como tales, como niños recién naci­ dos o crías de teta, por medios simbólicos que varían según las culturas. Volveré más tarde sobre este tema. El rasgo principal de estas simbolizaciones es que los neó­ fitos no están ni vivos ni muertos, por un lado, y a la vez están vivos y muertos, por otro. Su condición propia es la de la ambigüedad y la paradoja, una confusión de todas las cate­ gorías habituales. Jakob Boehme, el místico alemán cuyos os­ curos escritos dieron a Hegel la idea de su célebre «tríad a» dia­ léctica, gustaba decir: «De Sí y No se compone todo.» Lo liminar puede tal vez ser considerado como el N o frente a todos los asertos estructurales positivos, pero también al mismo tiempo como la fuente de todos ellos, y, aún más que eso, como el reino de la posibilidad pura, de la que surge toda posible configura­ ción, idea y relación. N o llevaré más allá este punto por el mo­ mento, pero después de todo, Platón, el filósofo especulativo por excelencia, reconoció su deuda filosófica para con las ense­ ñanzas de las iniciaciones órficas y eleusinas. N o tenemos modo de saber si las iniciaciones primitivas meramente conservaban la tradición. Tal vez también generaban nuevos pensamientos y nuevas costumbres. La doctora Mary Douglas, del University College, de Londres, ha expresado recientemente (en su magnífico libro Purity and Danger [ 1966]) el muy interesante y luminoso punto de vista de que el concepto de contaminación o mancha ritual no es sino « una reacción que sirve para proteger categorías y principios altamente estimados contra la contradicción». La doctora Dou- glas sostiene que, en efecto, lo poco claro y contradictorio (des­ de el punto de vista de la definición social) tiende a ser consi­ derado como (ritualmente) sucio. Lo poco claro es lo sucio: como ejem plo examina, a la luz de estas hipótesis, las prohibi­ ciones del Levítico referentes a la ingestión de d e te ^ in a d o s ani­ males y crustáceos (al ser éstas criaturas que no pueden ser clasificadas de manera tajante según los criterios tradiciona­ les). Desde este punto de vista habría que considerar que los seres transicionales resultan ser particularmente contaminan­ tes, puesto que no son ni una cosa ni otra; o tal vez son ambas al mismo tiempo; o quizás no están aquí ni allí; o incluso no están en ningún sitio (en el sentido de las topografías cultura­ les reconocidas), y están, en último término, «entre y en mitad d e» todos los puntos reconocibles del espacio-tiempo de la cla­ sificación estructural. De hecho, y como confirmación de la hi­ pótesis de la doctora Douglas, las personae liminares son casi siempre y en todas partes consideradas como contaminantes para aquellos que, por decirlo de alguna manera, no han sido «vacunados» contra ellas, pasando por el mismo período iniciático que ellas. Creo que tal vez sería útil distinguir aquí entre la estática y la dinámica de las situaciones de contaminación ritual. En otras palabras, quizás debiéramos distinguir entre aquellas nociones de contaminación que hacen referencia a es­ tados que han sido definidos de manera ambigua o contradic­ toria, y las que derivan de transiciones ritualizadas entre esta­ dos diferentes. En el prim er caso, nos enfrentamos con algo que ha sido definido u ordenado de manera imperfecta, en el se­ gundo con algo que no es posible definir en términos estáticos. No estamos tratando con contradicciones estructurales cuando analizamos la liminaridad, sino con lo esencialmente no estruc­ turado (que, al mismo tiempo, está destructurado y pre-estructurado), y con frecuencia los propios participantes en los ritos creen que lo que éstos hacen es poner a los neófitos en cone­ xión con una deidad o poder sobrehumano, o sea, con aquello que, de hecho, es considerado como lo ilimitado, lo infinito. Puesto que los neófitos no sólo son estructuralmente «invisi­ bles» (aunque sean físicamente visibles) y ritualmente contami­ nantes, sino que generalmente se los recluye, de manera total o parcial, lejos del ámbito de los estados y de los status cultu­ ralmente definidos y ordenados. Con frecuencia el término in­ dígena para designar el período lim inar es, como entre los ndem­ bu, la form a locativa de un nombre que significa «lugar de re­ clusión» (kun-kunka, kung'ula). Generalmente se dice de los neó­ fitos que se encuentran «en otro lugar». Tienen una «realidad» física, pero no social, de ahí que tengan que permanecer es­ condidos, puesto que sería un escándalo, una paradoja, tener ante la vista lo que no debería tener existencia. Cuando no se tes traslada a un escondite sagrado, se los disfraza, colocándo­ les máscaras o extrañas vestimentas, o pintándolos con rayas de arcilla blanca, roja y negra, y así por el estilo. En las sociedades dominantemente estructuradas por in£ tituciones de parentesco, las distinciones sexuales tienen una gran importancia estructural. Las mitades y clanes patrilineales y matrilineales, las reglas de exogamia y demás instituciones co­ nexas, se hallan construidas a partir de tales distinciones. To­ talmente coherente con esto resulta ver que en las situaciones Iiminares (en estas sociedades de dominio del parentesco) los neófitos son a veces tratados, o representados simbólicamente, como si Ílo fueran ni varones ni hembras. De manera alterna­ tiva, pueden írseles atribuyendo simbólicamente características de uno u otro sexo, sin im portar cuál sea su sexo biológico. (Bruno Bettelheim [ 1954] ha reunido un amplio material ilus­ trativo a este respecto, tomado de los ritos de iniciación.) Son simbólicamente o asexuales o bisexuados, y pueden ser consi­ derados como una especie de prim a materia humana — como material bruto indiferenciado. Fue tal vez a partir de los ritos de las religiones mistéricas griegas de donde Platón tomó su idea, expresada en el Banquete, de que los primeros seres hu­ manos fueron andróginos. Si consideramos el período liminar como una fase interestructural de la dinámica social, el sim­ bolismo, tanto de la androginia com o de la asexuación resulta inmediatamente inteligible en términos sociológicos, sin necesi­ dad de echar mano de explicaciones psicológicas (y, en concre­ to, de la psicología profunda). Puesto que las distinciones se­ xuales son importantes componentes del status estructural, nada tienen que hacer en un ámbito carente de estructura. Otra característica negativa de los seres transicionales es que no tienen nada. N o tienen ni status, ni propiedad, ni insig­ nias ni vestidos normales, ni rango o situación de parentesco, nada que los deslinde estructuralmente de sus compañeros. Su condición es en verdad el prototipo mismo de la pobreza sagrada. Los derechos de propiedad, los bienes y los servicios, hacen referencia a posiciones concretas en la estructura políticoJuridica, y puesto que carecen de tal posición, los neófitos no ejercen tales derechos. En palabras del rey Lear, representan «al hombre desnudo y sin acom odo». t No dispongo aquí de suficiente' espacio para analizar otros emas simbólicos que expresen los atributos de la «invisibilidad estructural», de la ambigüedad y la neutralidad. Quiero ahora, más bien, llamar la atención hacia ciertos aspectos positivos de la liminaridad. Ya hemos observado que determinados procesos liminares son considerados análogos a los de la gestación, el parto y el amamantamiento. Destrucción, disolución y descom­ posición se ven acompañados por procesos de crecimiento, trans­ form ación y reformulación de los viejos elementos según patro­ nes nuevos. Es interesante subrayar que, por el principio de economía (o parsimonia) de la referencia simbólica, los pro­ cesos lógicamente antitéticos de la muerte y el crecimiento pueden ser representados por idénticos signos, por ejemplo, me­ diante cabañas y túneles que son a la vez tumbas y senos, mediante el simbolismo lunar (porque la propia luna decrece y crece), mediante el simbolismo de la serpiente (ya que la ser­ piente parece morir, pero lo único que hace es cambiar de piel), mediante el simbolismo del oso (que «m u ere» en otoño y «rena­ ce» en la primavera), mediante la desnudez (que es al mismo tiempo la marca del recién nacido y del cadáver), y mediante muchas otras formaciones y acciones simbólicas. Esta coinci­ dencia de procesos y nociones opuestos en una misma represen­ tación es propia de la peculiar unidad de lo liminar: lo que no es ni una cosa ni otra, y al mismo tiempo es ambas. He hablado del carácter interestructural de lo liminar. N o obstante, entre los neófitos y sus instructores (donde los hay), y en la conexión de los neófitos entre sí, existe toda una serie de relaciones que forman una «estructura social» de carácter altamente específico. Se trata de una estructura de tipo muy simple: entre instructores y neófitos se da una autoridad y una sumisión plenas; los neófitos entre sí mantienen una igualdad absoluta. Entre los ocupantes de las distintas posiciones de los sistemas político-jurídicos seculares se establecen determinadas redes de derechos y deberes proporcionadas al rango, status o inserción corporativa de cada individuo dentro del sistema. Exis­ ten diferentes clases de privilegios y obligaciones, diversos gra­ dos de superordinación y subordinación. En el período liminar tales distinciones y gradaciones tienden a ser eliminadas. No obstante, hay que entender que la autoridad de los ancianos sobre los neófitos no se funda en sanciones legales, sino que es, en cierto sentido, la personificación de la autoridad autoevidente de la tradición. La autoridad de los ancianos es abso­ luta, porque representa los valores absolutos y axiomáticos de la sociedad, en los que se expresan el «bien común» y el inte­ rés general. La esencia de la completa obediencia de los neófi­ tos radica en su sometimiento a los ancianos, pero sólo en cuanto que éstos, por así decir, representan el bien común y resumen en sus personas al total de la comunidad. Que la au­ toridad en cuestión es la quintaesencia de la tradición es algo que se ve claramente en aquellas sociedades en las que la ini­ ciación no es colectiva, sino individual, y en las que no existen instructores o gurus. Por ejem plo, los muchachos omaha, como • también ocurre en otras tribus de Norteam érica, se dirigen a la espesura a rezar y ayunar solos (Hocart, 1952, p. 160). Este período de soledad marca el lím ite entre la infancia y la edad viril. Si sueñan que reciben una cinta de cuévano femenina se sienten compelidos a vestir y actuar en adelante com o las mu­ jeres. Dichos hombres son conocidos como mixuga. La autoridad de tal sueño en semejante situación es absoluta. Alice Cummingham Fletcher cuenta de un omaha que se había visto forzado de esta manera a vivir como una mujer, pero cuyas inclina­ ciones naturales le llevaron a form ar una familia y a seguir la senda de la guerra. El mixuga en este caso no era un invertido, sino un hom bre atado por la autoridad de las creencias y de los valores tribales. En muchas de las tribus de las praderas, los muchachos, en su solitaria búsqueda de la visión se some­ tían a veces a ordalías y a pruebas que llegaban a ser verdade­ ras torturas. Tampoco éstas pueden ser consideradas como autotorturas de carácter masoquista, sino expresión de la obedien­ cia a la autoridad de la tradición en la situación liminar — un tipo de situación en que no hay sitio para el compromiso, la evasión, la casuística o el maniobrerismo que suelen darse en el campo de las normas, las reglas y las costumbres seculares. De nuevo aquí la explicación cultural parece preferible a la psicológica. Los hombres normales actúan de manera anormal en tales circunstancias por obediencia a la tradición tribal, no por desobediencia hacia la misma. Con ello no se evaden, sino que cumplen sus deberes com o ciudadanos. Si la relación del neófito con los ancianos está caracterizada por la más completa obediencia, hay que decir que las relacio­ nes entre neófitos están generalmente presididas por la más Plena igualdad y camaradería, siempre que los ritos sean colectlv°s. Este tipo de camaradería es distinto del que crea la hermandad o el parentesco, ya que en este último la relación es siempre desigual, entre jóvenes y mayores, lo que generalrnente se refleja en la representación lingüística y se mantiene rnectiante sanciones legales. El grupo liminar es una comunidad ? comitiva de camaradas y no una estructura de posiciones Jerárquicamente dispuestas. Dicha camaradería trasciende las lstinciones de rango, edad, parentesco, e incluso, en determi- nados grupos culturales, de sexo. Gran parte de las conductas recogidas por los etnógrafos en las situaciones de reclusión caen bajo el principio: «uno para todos, todos para uno». Entre los ndembu de Zambia, por ejem plo, toda la comida que aportan las madres de los neófitos durante la reclusión que precede a la circuncisión es repartida a partes iguales entre éstos. Los hijos de los jefes o cabecillas no gozan de ningún favor espe­ cial. Las provisiones conseguidas por los novicios en la maleza son recogidas por los ancianos e igualitariamente_ repartidas entre el grupo de iniciandos. Se fomenta la creación de lazos profundos de amistad entre los novicios, y duermen por grupos de cuatro o cinco en cercados particulares construidos cada uno en torno a un fuego. Todos, no obstante, se suponen liga­ dos entre sí por lazos especiales que persisten aún después de terminados los ritos, y se mantienen hasta la vejez. Esta amis­ tad, que recibe el nombre de wubwambu (derivado de un sus­ tantivo que significa «m am a») o wulunda, permite a cada uno de los vinculados por ella reclamar privilegios de hospitalidad de muy largo alcance. N o hace falta que insista aquí en los lazos duraderos que unen en estrecha amistad a todos los ini­ ciados de la misma clase de edad en las sociedades niloto-camitas y bantú del Africa Oriental, misma fraternidad que une a las promociones del bachillerato americano, o en una misma clase a las promociones de las academias navales o militares de Europa Occidental. Este tipo de camaradería, con toda su familiaridad, desen­ fado y, yo diría franqueza mutua, es una vez más fruto de la liminaridad interestructural, con su escasez de relaciones jurí­ dicamente sancionadas y su énfasis puesto en aquellos valores que representan el bien común. La gente, suele decirse, es más «ella m isma» cuando no actúa dentro de su rol institucionali­ zado. Los roles, por su parte, implican responsabilidades, y en la situación liminar el peso fundamental de las responsabilida­ des recae sobre los ancianos, dejándose a los neófitos plena li­ bertad para desarrollar sus relaciones interpersonales. Estos se confrontan entre sí, tal como son, de manera integral y no compartimentados como actores de roles. La pasividad de los neófitos para con sus instructores, su maleabilidad, que se ve. incrementada por el sometimiento a las pruebas y su reducción a una condición uniforme, son signos del proceso mediante el cual se les tritura, para ser moldeados de nuevo y dotados de nuevos poderes con lo que enfrentar su nueva situación en la vida. La doctora Richards, en su soberbio sstudio sobre el Chisungu, o ritos de pubertad femeninos de los bemba, emplea la expresión «cultivar una niña» para refe­ rirse a su iniciación (1956, p. 121). Este término, «cultivar», expl-esa perfectamente la idea que muchos pueblos se hacen de joS ritos de transición. Como sociólogos que somos, nos inciinam0s generalmente a reificar nuestras propias abstracciones (artificio éste que, por otro lado, nos ayuda a entender un buen número de interconexiones sociales) y a hablar de personas «que cambian de posiciones estructurales dentro de un marco jerár­ qUiCO» y cosas por el estilo. N o hacen lo mismo los bemba ni jos shilluik, que consideran el status como una incorporación 0 una encarnación, si se quiere, de éste en la persona. «C ultivar» a una muchacha para convertirla en mujer es llevar a cabo una transformación ontológica; no se trata tan sólo de trasladar una sustancia inmutable de una posición a otra, de manera cuasi-mecánica. Howitt vio a los kuringal en Australia, y yo he visto a los ndembu en Africa alejar a hombres adultos de una ceremonia de circuncisión, porque no habían sido iniciados. También he visto expulsar de una ceremonia, entre los ndem­ bu, a hombres maduros porque habían sido circuncidados en el hospital de la misión, sin pasar por el período de reclusión en la espesura, según el rito ndembu ortodoxo. Estos hombres biológicamente maduros no habían sido «hechos hombres» por el procedimiento ritual adecuado. Es la enseñanza ritual y eso­ térica la que cultiva muchachas y hace hombres. Es también el ritual el que, entre los shilluk, convierte en rey a un príncipe o, entre los luvale, a un agricultor en cazador. El conocimiento de lo arcano, la gnosis obtenida durante el período liminar, se considera que cambia la más íntima naturaleza del neófito, im­ primiendo en él, como se imprime un sello en la cera, las ca­ racterísticas de su nuevo estado. N o se trata de una mera ad­ quisición de conocimientos, sino de un cambio ontológico. La pasividad aparente se revela como una absorción de poderes, que empezarán a ser activos una vez su status social haya que­ dado redefinido en los ritos de agregación. . La simplicidad estructural de la situación liminar en muchas '^ d acion es está compensada por su complejidad cultual. Aquí s0l° puedo tocar un aspecto de tan vasta problemática y plan­ tear tres problemas conectados con ella. Dicho aspecto es el pum o vital de la comunicación de los sacra, núcleo fundamental de la cuestión liminar. Jane Harrison ha mostrado que en los misterios órficos y eleusmos dicha comunicación tiene tres principales componen­ tes (1930, pp. 144-160). En sentido lato, esta triple clasificación Puede aplicarse a todos los ritos de iniciación existentes. Los sacra pueden comunicarse por: 1) exhibiciones, «lo que se mues­ tra»; 2) acciones, «lo que se hace», y 3) instrucciones, «lo que se dice». El capítulo «exhibiciones» incluiría los instrumentos evoca. torios o artículos sagrados, tales como reliquias de deidades, héroes o antepasados, churinga australianos, tambores sagra­ dos u otros instrumentos musicales, el contenido de las bolsasmedicina de los indios americanos, y el cedazo, la cesta y el tím­ pano de los cultos mistéricos griegos y próximorientales. En los misterios eleusinos menores de Atenas, los sacra consistían en un hueso, una peonza, una pelota, una pandereta, manzanas, un espejo, un cedazo y una madeja de lana. Otros sacra incluyen máscaras, imágenes, figurillas y efigies; los emblemas de ce­ rámica (mbusa) de los bemba pertenecen a este tipo de objetos. En algunos tipos de iniciación, como por ejem plo en la inicia­ ción para adquirir el status de chamán-adivino entre los saora de la India Central, tal como nos la describe Verrier Elwyn (1955), suelen mostrarse a los iniciandos pinturas e iconos que representan el viaje de los muertos y las aventuras de los seres supranaturales. Un sorprendente rasgo de estos artículos es ge­ neralmente el de su simplicidad formal. Es su interpretación la que es compleja, no su form a exterior. Entre las «instrucciones» que reciben los neófitos pueden contarse cuestiones tales como la revelación de los nombres reales, pero secretos para los profanos, de las deidades y espí­ ritus que se cree presiden los ritos — trámite éste muy frecuen­ te en las asociaciones cultuales o secretas africanas (Turner, 1962a, p. 36). Se les enseña también las líneas fundamentales de la teogonia, la cosmogonía y la historia mítica de las socie­ dades y cultos respectivos, generalmente conectados con los sacra exhibidos. Gran importancia se otorga a guardar el secre­ to en torno a la naturaleza de los sacra, las fórmulas recitadas y las instrucciones que se dan acerca de ellos. Este secreto constituye el punto crucial de la situación liminar, ya que tam­ bién se imparte instrucción sobre las obligaciones éticas o mo­ rales, sobre las reglas legales y del parentesco y sobre cuestio­ nes de tecnología, para capacitar a los neófitos para su futuro oficio, pero en ninguno de estos casos se impone interdicción al­ guna a los conocimientos recibidos, que tienden a hacerse co­ munes hasta entre las personas no iniciadas. Quiero tomar en consideración ahora tres problemas que afectan a la comunicación de los sacra. El prim ero de ellos hace referencia a su general desproporción, el segundo a su carácter monstruoso, y el tercero a su misterio. Cuando se examinan las máscaras, vestidos y figurillas exhi­ b id a en las situaciones iniciáticas, sorprende ver generalmen­ te, como me sorprendió a mí al observar las máscaras emplea­ d a en los ritos de iniciación y funerarios de los ndembu, el modo cómo determinados rasgos culturales y naturales reci­ ben representaciones desmesuradamente grandes o pequeñas. Cabezas, narices o falos, azadas, arcos o morteros apargcen representados con proporciones excesivas, tanto por lo grandes como por lo pequeñas, con respecto a los otros rasgos del mis­ mo contexto, que mantienen su tamaño normal (un buen ejem ­ plo de esto es el «hom bre sin brazos» que aparece en Chisungu [Richards, 1956, p. 211], figurilla que representa a un hombre perezoso con un enorme pene, pero sin brazos). A veces las co­ sas presentan su tamaño habitual pero se hallan decoradas cor colores inusuales. ¿Qué significa esta exageración que a veces llega hasta la caricatura? Creo que este tipo de agrandamientos, disminuciones o cambios de color son una form a prim ordial de abstracción. El rasgo exagerado en exceso se convierte en objeto de reflexión. Habitualmente lo que así se representa no es un símbolo unívoco, sino multívoco, una molécula semán­ tica que consta de múltiples componentes. Un ejem plo es el emblema cerámico bemba Coshi wa ng'oma, la «m adre crian­ do» descrita por Audrey Richards en Chisungu. Se trata de una figurilla de barro, de veintitrés cms. de altura, que represen­ ta a una madre exageradamente embarazada, que lleva consigo al mismo tiempo cuatro criaturas, una al pecho y las otras tres a la espalda. Vinculada a esta figurilla se encuentra una canción en forma de acertijo: ¡Mi madre me engañó! Coshi wa ng'oma; Así me engañaste tú; De nuevo he quedado preñada. Las mujeres bemba dieron a Richard la siguiente interpreta­ ción de la canción: wa ng'oma fue una partera de fama legendaria, y la canción se '■miu a mencionarla. La muchacha se queja porque su madre le dijo que <Jcsteiara a su hijo antes de tiempo y éste murió; o bien le dijo al mismo 'l'Inpo que ella tomaría a su cargo el primer hijo si su hij a tenía otro. piro sólo prentendía engañarla y ahora la muchacha tiene dos hijos que "U|dar. La moraleja que se acentúa es el deber de negarse al coito con " illaiido antes de haber destetado al hijo, es decir, antes del segundo ° krcer año. Esta es una práctica común entre los bemba (1956, pp. 209-10). En esta figurilla los rasgos que se acentúan son el número e niños transportados al mismo tiempo por la mujer y su vientre extraordinariamente distendido. Asociada con la canción , equivale a una exhortación a la novicia a reflexionar sobre aquellas relaciones de parentesco que le son vitales, su madre y su marido. A menos que la novicia observe la costumbre del destete bemba, el deseo de nietos de su madre para aumentar su matrilinaje, y el de su marido por volver a tener relaciones se­ xuales con ella, acabarán por matar a sus retoños. Subyacente a esto se halla la más profunda m oraleja que dice que observar las costumbres de la tribu y no pecar contra ellas ni por exceso ni por defecto es vivir satisfactoriamente. Incluso el complacer a aquellos a quienes se ama puede traer la calamidad, si esta complacencia supone un desafío a la sabiduría de los ancianos resumida en la mbusa. Esta sabiduría se halla garantizada por la mítica y arquetípica partera Coshi wa ng'oma. Y si la exageración de rasgos particulares no resulta irra­ cional, sino inductora del pensamiento, otro tanto puede decir­ se de la representación de monstruos. Los estudiosos anterio­ res — como J. A. McCulloch (1913), en su artículo «M onsters», de la Hastings Enyclopaedia o f Religión and E thics— se incli­ nan a considerar las máscaras y figuras extrañas y monstruosas, como las que frecuentemente aparecen en el período liminar de las iniciaciones, como producto de «alucinaciones, terrores nocturnos y sueños». McCulloch llega a afirmar que «puesto que el hombre (de la sociedad prim itiva) establece pocas distincio­ nes entre él y los animales, y puesto que piensa que las trans­ formaciones de unos en otros son sencillas, fácilmente empare­ ja animales y humanos. Esto explica en parte los dioses con cabeza de animal o los dioses-animales con cabeza humana». Mi punto de vista es justamente el opuesto: que los monstruos se manufacturan precisamente para enseñar a los neófitos a distinguir claramente entre los distintos factores de la realidad, tal como la concibe su cultura. Aquí, creo yo, lo que W. James llamaba la «ley de la disociación» puede ayudarnos a clarifi­ car el problema de los monstruos. Lo que puede formularse de la manera siguiente: cuando a y b dan juntos como parte del mismo objeto total, sin que exista diferenciación entre ellos, la aparición de uno de ellos, a, en una nueva combinación, ax, favorece la discriminación de a, b y x entre sí. Como el m ism ° James decía, «lo que unas veces aparece asociado con una cosa, y otras con otra, tiende a aparecer disociado de ambas, y a convertirse en un objeto abstracto de contemplación para el espíritu. Podríamos llamar a esto ley de la disociación median­ te variación de los concomitantes» (1918, p. 506). A partir de esto puede verse que gran parte del carácter grotesco y monstruoso de los sacra liminares está destinado, no tanto a aterrorizar o desconcertar a los neófitos para doblegar­ los, como a hacerlos rápida y vívidamente conscientes de lo qUe podríamos llamar los distintos «factores» de su cultura. Yo mismo he podido ver máscaras ndembu y luvale que com­ binan rasgos de ambos sexos, tienen atributos a la vez humands y animales, y unen en una misma representación característi­ cas humanas con las procedentes del entorno natural. Las más­ caras ikishi, por ejemplo, son, en parte humanas, y en parte representan una pradera. Los elementos aparecen separados de su contexto usual y combinados entre sí en una configuración totalmente única, el monstruo o el dragón. Los monstruos in­ citan a los neófitos a pensar acerca de los objetos, personas, relaciones y rasgos de su entorno que hasta entonces habían tomado sin más como dados. Al hablar del aspecto estructural de la situación liminar, he mencionado el m odo como los neófitos son separados de sus res­ pectivas posiciones estructurales y, consecuentemente, de los valores, normas, sentimientos y técnicas asociadas con dichas posiciones. Igualmente se ven despojados de sus anteriores há­ bitos de pensamiento, sentimiento y acción. Durante el perío­ do liminar, los neófitos son alternativamente forzados y ani­ mados a pensar sobre su sociedad, su universo y los poderes que los generan y sostienen a ambos. La situación liminar puede ser en parte definida como un estadio de reflexión. Durante ella, las ideas, sentimientos y hechos que, hasta entonces, han configurado el pensamiento de los neófitos, y que éstos han aceptado de manera inmediata, se ven, por así decir, disueltos en sus partes componentes. Dichos componentes son separados uno a uno y convertidos en objetos de reflexión para los neó­ fitos, mediante un proceso de exageración componencial y diso­ ciación de las variantes concomitantes. La comunicación de los sacra y otras formas de instrucción esotérica implican en reahdad tres distintos procesos, que no deben ser concebidos como S>tuados en serie, sino en paralelo. El prim ero de ellos es la reducción del ámbito cultural a sus componentes o factores reconocibles; el segundo es su recomposición según patrones Y formas monstruosos, y el tercero su reformulación según mod°s que puedan adquirir sentido en la perspectiva del nue­ vo estado y status en que el neófito va a ingresar. f El segundo de estos procesos, la construcción monstruosa o antasiosa, orienta la atención hacta los componentes de las scaras y efigies, tan radicalmente descolocados que puedan perm itir su aislamiento y contemplación consiguiente. La mons­ truosidad de la configuración pone de relieve cada uno de sus elementos. Póngase una cabeza humana en un cuerpo de león y se pensará sobre la cabeza humana en abstracto. Tal vez para alguno, en tanto que miembro de una cultura dada y con una guía conveniente, dicha cabeza así colocada se convertirá en un emblema de la jefatura; o puede ser tal vez explicada corno la representación del alma en tanto que enfrentada al cuerpo; el intelecto contrastado con la fuerza bruta, o muchas otras co­ sas más. Se suscitaría menos interés por reflexionar sobre la cabeza y la jefatura si la cabeza apareciera firmemente asenta­ da sobre su familiar, su excesivamente familiar, cuerpo humano. El monstruo que es el hombre-león anima asimismo al observa­ dor a reflexionar sobre los leones, sus hábitos, cualidades, pro­ piedades metafóricas, significado metafórico, etc. Y, aún más importante que esto, sobre tal base es posible especular sobre las relaciones empíricas y metafóricas entre hombre y león, y desarrollar nuevas ideas sobre este tema. La situación liminar, en este sentido, y por así decir, rompe la fuerza de la costum­ bre y abre paso a la especulación. E&a es la razón de que antes mencionara la deuda de Platón para con los misterios griegos. La situación liminar es el ámbito de las hipótesis primitivas, el ámbito en que se abre la posibilidad de hacer juegos malabares con los factores de la existencia. Corno ocurre en las obras de Rabelais, se da aquí una mezcla y una yuxtaposición promiscuas de las categorías del evento, la experiencia y el conocimiento, con intención pedagógica. Esta libertad, no obstante, tiene unos límites bastante estre­ chos. Los neófitos retornan a la sociedad secular con las fa­ cultades quizás más alerta y con un conocimiento realzado de las cosas, pero deben someterse de nuevo a la costumbre y a la ley. Al igual que a la muchacha bemba de que antes hablaba, se les muestra que los modos de actuar y pensar distintos de los establecidos por las deidades y los antepasados son, en últi­ mo extremo, impracticables y pueden tener consecuencias de­ sastrosas. Por otro lado, se supone habitualmente que deben existir en la iniciación unos ciertos principios de construcción axiomáti­ cos, y determinados bloques constructivos básicos que funda­ mentan el cosmos y sobre cuya naturaleza ningún neófito puede preguntar. Determinados sacra, habitualmente exhibidos en los momentos más arcanos del período liminar, representa, o pue­ den ser interpretados en el sentido de dichos principios axiomá­ ticos o constituyentes fundamentales. Podemos dar tal vez a esto s principios el nombre de . sacerrima, o «las cosas más sa­ gradas». A veces reciben su sentido de mitos acerca de las actividades creadoras de los seres sobrenaturales «en el . prin­ cipio de las cosas». Los mitos pueden, no obstante, faltar por c0mpleto, como ocurre entre los ndembu con el «m isterio de los tres ríos» (que ya he descrito en las pp. 68-72). Dicho mis­ terio (mpang'u), es exhibido durante el rito de la circuncisión y en los ritos de la asociación del culto funerario. Se excavan tres surcos en un lugar consagrado y se rellenan, respectiva­ mente, con agua blanca, roja y negra. De estos ríos se dice que «manan de Nzam bi», el Gran Dios. Los instructores dicen a los neófitos, en parte en form a de canciones-acertijo, y en parte de manera directa, lo que dichos ríos significan. Cada «r ío » es un símbolo multívoco con un abanico de referentes que abarca desde los valores vitales, las ideas éticas y las normas sociales hasta procesos y fenómenos fisiológicos en sentido lato. Pare­ cen ser considerados como poderes que, según combinaciones diversas, subyacen a lo que los ndembu conciben que es la rea­ lidad. En ningún otro contexto es tan completa la interpreta­ ción del rojo, el blanco y el negro; ni tampoco en ningún otro contexto aparece tarr clara la estrecha relación, la identidad in­ cluso entre dichos ríos y los fluidos y emisiones corporales: blanco = semen, leche materna; rojo=sangre menstrual, sangre de nacimiento, sangre vertida con un arma, etc.; negro=heces, productos corporales de desecho, etc. Este uso de un aspecto de la fisiología humana como modelo de las ideas y procesos sociales, cósmicos y religiosos, es una variante de un tema iniciático ampliamente extendido: el de que el cuerpo humano es un microcosmos del universo. El cuerpo puede ser representado como un andrógino, como macho o hembra, o en términos de alguno de sus estadios de desarrollo, como niño, adulto madur° o anciano. Igualmente, como en el caso de los ndembu, pue­ den abstraerse algunas de sus propiedades. Cualquiera que sea e| modo de representación, el cuerpo es siempre considerado como un lugar privilegiado para la comunicación de las gnosis, del conocimiento místico sobre la naturaleza de las cosas y el rnodo como éstas llegan a ser lo que son. El universo, en algunos cas^ puede ser considerado como un vasto cuerpo humano; en otros sistemas de creencias, las partes visibles del cuerpo ¡ ueden ser utilizadas para figurar las facultades invisibles, ta1es c?mo la razón, la pasión, la sabiduría, etc.; en otros casos, j3s diferentes partes del orden social aparecen dispuestas según a fo rma del paradigma anatómico humano. Cualquiera que sea el modo concreto de explicar la realidad mediante los atributos del cuerpo humano, los sacra que ilus­ tran esto jamás dejan de ser considerados como absolutamen­ te sacrosantos, como misterios últimos. Nos encontramos aquí en el ámbito de lo que Warner (1959, pp. 3-4) llamaría «símbo­ los no racionales o no lógicos», que surjen de presupuestos básicos individuales o culturales, generalmente inconscientes, a partir de los cuales toma cuerpo la mayor parte de la acción social. Son ellos los que proporcionan el núcleo sólido de la vida mental y emocional de cada individuo y grupo. No significa esto que sean irracionales o incapaces de adaptarse, o que sea imposible pensarlos de manera razonable, sino más bien que no tienen su origen en procesos racionales. Cuando ellos entran en juego, los factores, tales como datos,. evidencias, pruebas, y los hechos y procedimientos del pensamiento ra­ cional, resultan ser secundarios y carentes de importancia. El racimo central de los sacra no lógicos constituye pues el núcleo simbólico de todo el sistema de valores y creencias en una cultura dada, su paradigma arquetípico y su medida últi­ ma. Los neófitos a quienes esto se muestra oyen decir que se hallan ante formas establecidas desde el comienzo de las cosas (véase el comentario de Cicerón [D e leg. 11, 14] sobre los mis­ terios eleusinos: «reciben el adecuado nombre de iniciaciones [com ienzos] porque por ellos hemos aprendido los primeros principios de la vid a»). He usado antes la metáfora del sello al hablar del carácter ontológico atribuido en muchas iniciacio­ nes al conocimiento de los arcanos. El término «arqu etipo» de­ nota en griego el sello o la impresión maestra, y los sacra, al ser presentados en su numinosa simplicidad, imprimen en los neófitos los prespupuestos básicos de su cultura. Los neófitos aprenden que están llenándose de un poder místico a partir de lo que ven y de lo que acerca de ello se les dice. De acuerdo con el propósito de la iniciación, dicho poder les confiere los medios de afrontar exitosamente las tareas de su nuevo estado u oficio, en este mundo o en el otro. Así, la comunicación de los sacra enseña a los neófitos a pen­ sar con un cierto grado de abstracción sobre su medio cultu­ ral, al tiempo que les proporciona los patrones últimos de re­ ferencia. A la vez, esta comunicación, según se cree, cambia su naturaleza, los transforma de un tipo de ser humano en otro. Une de la manera más íntima al hombre con su oficio. Pero, durante un tiempo variable, antes de eso ha habido un hombre carente de compromisos, un individuo más que una persona social, viviendo en una comunidad sagrada de individuos. No es solamente durante el período liminar de las iniciaci0nes cuando se acentúa simbólicamente la desnudez y vulne­ rabilidad del sujeto ritual. Me perm itiré citar aquí la descrip­ ción que Hilda Kuper hace de la reclusión del jefe swazi durante la gran ceremonia incwala (1961, pp. 197-225). El incwala es un rito nacional de consagración de los primeros frutos, qtie tiene lugar en mitad del verano, cuando empiezan a madurar las cosechas. Los regimientos de la nación swazi se reúnen en la capital para celebrar este rito «mediante el cual la nación recibe fuerzas para el nuevo año». El incwala es al mismo tiempo «una representación de la realeza». El bienestar del rey se iden­ tifica con el de la nación, y ambos a la vez requieren periódi­ cos fortalecimientos rituales. El simbolismo lunar ocupa un lugar eminente en los ritos, como veremos, y el rey, personifi­ cación de la nación, representa durante su reclusión a la luna en su fase invisible de luna nueva. La doctora Kuper, el pro­ fesor Gluokman (1954) y el profesor Wilson (1961) han anali­ zado los aspectos estructurales del incwala, que se hallan pre­ sentes de manera clara en los ritos de separación y agregación. Lo que aquí vamos a analizar son los aspectos interestructu­ rales. Durante su día y noche de reclusión, el rey, pintado de ne­ gro, permanece, según Kuper, «teñido de negro» y «en la oscu­ ridad»; nadie debe acercarse a él, so pena de peligro para él mismo y para otros. Esa noche debe cohabitar con su primera esposa ritual (una especie de «m atrim onio m ístico» — esa es­ posa ritual está, por decirlo así, consagrada para las situacio­ nes liminares). La población entera se encuentra también temporalmente en estado de tabú y reclusión. Quedan suspendidas las actividades y la conducta ordi­ naria; las relaciones sexuales están prohibidas, nadie puede dormir la mañana siguiente hasta tarde, y cuando se levantan no se les permite tocarse entre sí, lavarse el cuerpo, sentarse en los petates, clavar nada en tierra, o incluso rascarse la cabeza. Los niños son castigados si se Ponen a jugar o se muestran alegres. El sonido de los cantos que durante un mes han mecido la capital se ve abruptamente detenido; es el día de |a bacisa (obligación de esconderse). El rey permanece recluido; ... duTante todo el día permanece sentado en total desnudez sobre una piel de eón en la choza ritual del harén o en el cercado sagrado del ganado real. Los hombres de su círculo intimo cuidan de que nadie rompa ningunO|de los tabúes... durante este día la identificación del pueblo con su rey aparece muy marcada. Los espías (que vigilan para que el pueblo ®speu los tabúes) no dicen «estás durmiendo tarde» o «estás rascándoe”, Sino «tú obligas al rey a dormir», «tú le rascas (al rey)», etc. (Ku• 1947, pp, 219-220). Se ejecutan asimismo otros actos simbólicos que ejemplifícan los temas de la «oscuridad» y de «la luna creciente y la luna menguante», por ejemplo, el degüello de un buey negro, la pin­ tura de la reina madre con una mezcla negra — se la compara con la media luna, mientras que el rey representa a la luna llena, y ambos permanecen eclipsados hasta que la pintura es lavada con agua lustral, y el sujeto ritual «vuelve de nuevo a la luz y la normalidad». En este corto pasaje encontramos un buen cúmulo de rique­ zas simbólicas. Me lim itaré aquí a mencionar sólo unos pocos temas que inciden en la línea argumental de este artículo. Vea­ mos prim ero la posición del rey. Este es simbólicamente invi­ sible, «negro», una luna entre dos fases. Se halla además so­ metido a la obediencia de las reglas tradicionales, y «los hom­ bres de su círculo íntim o» se encargan de que las guarde. Se halla igualmente «desnudo», despojado de todos los ornamentos de su oficio. Permanece apartado de los escenarios de su prác­ tica política habitual, en un santuario o choza ritual. Parece además que se identifica con la tierra, a la que, durante este pe­ ríodo, no le es perm itido al pueblo trabajar, so pena de dañar al rey. Se halla «escondido». El rey, en una palabra, ha sido des­ pojado de todos sus atributos exteriores, de todos los «acci­ dentes» de su realeza, y se ve reducido a su sustancia, a la «tie­ rra» y a la «oscuridad», a partir de las cuales el orden estruc­ turado del reino swazi volverá a «la luz». Durante este período entre lo uno y lo otro, con su fructí­ fera oscuridad, rey y pueblo se hallan estrechamente identifi­ cados. Hay entre ellos una solidaridad mística, que contrasta de manera aguda con la estructura jerárquica habitual de la vida swazi. Sólo en medio de la ausencia de alegría y movimiento, en medio de la oscuridad, el silencio y la abstinencia,' pueden rey y pueblo ser una sola cosa, ya que en la actividad normal los derechos y obligaciones implicados en los respectivos sta­ tus establecen distancias entre los hombres. Sólo mediante este sabbath trapense de la transición pueden los swazi regenerar el tejido social deteriorado por los conflictos surgidos de las distinciones de status y de las discrepancias de las normas es­ tructurales. Terminaré este estudio con una invitación a los investigado­ res del ritual para que centren su atención en los fenómenos y procesos relacionados con los períodos de transición. Son éstos, en mi opinión, los que de manera paradójica exponen los fun­ damentos de la cultura justamente en el tiempo que transcurre entre la salida y el reingreso en el ámbito estructural. En los sacerrim a y sus interpretaciones podemos encontrar tipos de dat0s que pueden ser útilmente manejados mediante las nuevas y sofisticadas técnicas de la comparación intercultural. BlBLIOG^RAF1A Bettelheim, B., 1954: Symbolic wounds, Glencoe, Free Press [Heridas sim­ bólicas, Barcelona, Barral, 1973). CiCero, M. Tullius, 1959: De Legibus. Ed. de Plinval, París, Les Belles Lettres [Las leyes, Madrid, Inst. de E. Políticos, 1970). Douglas, Mary, 196: Purity and danger, Londres, Routledge & Kegan Paul [Pureza y peligro, Madrid, Siglo XXI, 1974). Elwin, Verrier, 1955: The religion of an lndian tribe, Londres, Geoffrey Cumberlege. Gennep, A. van, 1960: The rites of passage, Londres, Routledge & Kegan Paul. Gluckman, Max, 1954: Rituals of rebellion in South-East Africa, Manchester University Press. Harrison, Jane E., 1903: Prolegomena to the study of Greek religion, Londres, Cambridge University Press. Hocart, A. M., 1952: The life-giving myth, Londres, Methuen [Mito, ritual y costumbre: Ensayos heterodoxos, Madrid, Siglo XXI, 1974]. James, E. O., 1961: Comparative religion, Londres, Methuen. James, William, 1918: Principies of psychology. Vol. 1, Nueva York, H. Holt. Kuper, Hilda, 1947: An African aristocracy, Londres, Oxford University Press. McCulloch, J. A., 1913: «Monsters», en Hastings Encyclopaedia of Reli­ gion and Ethics, Edimburgo, T. & T. Clark. tlichards, A. l., 1956: Chisungu, Londres, Faber& Faber. Turner, V. W., 1962: Chihamba, the white spirit (Rhodes-Livingstone Pa­ per 33). Manchester University Press. Warner, W. L., 1959: The living and the dead., N ^ Haven,YaleUniver­ sity Press. Wilson, Monica, 1959: Divine kings and the breath of men, Londres, Cambridge University Press. Mucho dice en favor de los editores de W itch cra ft and sorcery in East Africa (M iddletown and Winter, 1963) el que hayan he­ cho accesibles diez análisis sistemáticos de las creencias sobre brujería en las sociedades del Africa Central y Oriental. Sólo por este hecho han debido ganarse la gratitud de todos los pro­ fesores de antropología. Por lo demás, el libro resulta enrique­ cido con muchas ideas interesantes sobre diversos problemas socioculturales conectados con el tema principal. Una liberal po­ lítica de selección ha perm itido una rica variedad de puntos de vista y presentaciones, si bien uno queda con la impresión de que la llamada que Monica Wilson hace en favor del análisis comparativo de esas «pesadillas pautadas» — llamada que cons­ tituye el leitm otiv del libro— , como una de las «claves para la comprensión de la sociedad» no ha encontrado en el libro una respuesta satisfactoria. La culpa — si culpa hay— no hay que achacarla a los alta­ mente competentes colaboradores del libro, sino a la escasa adecuación de los marcos teóricos elegidos. Son éstos el marco estructural de referencia y el «análisis cultural» con el que los editores (p. 9) esperan «desarrollar fórmulas explicativas que puedan integrar datos de más de una sociedad». N o obstante, los «datos» han cambiado en los diez últimos años, y con ellos debe hacerlo la teoría. Los antropólogos se hallan aún vital­ mente interesados por exhibir las «estructuras» de las relacio­ nes sociales, las ideas y los valores, pero tienden ahora además a poner éstas en relación con aquellos procesos de los que son a la vez producto y reguladores. La teoría de los procesos impli­ ca un vocabulario tanto del «devenir» como del «ser», admite la pluralidad, la disparidad, los conflictos de grupo, las funciones, los ideales y las ideas, y, puesto que se interesa por los seres humanos, toma en cuenta variables, tales como «finalidad», «m o­ tivación», «intención», «racionalidad» y «significado». Además, * Publicado originalmente en Africa, n “ 4 (octubre de 1964). p0ne el acento en la biología humana, en el ciclo de la vida individual, y en la salud y la patología públicas. Toma en cuenta bóricam ente los procesos económicos y ecológicos, tanto recu­ rrentes como cambiantes. Tiene que evaluar los efectos sobre los subsistemas locales de los procesos políticos a gran escala en los sistemas generales. Estos nuevos enfoques han tomado forma como resultado del creciente empleo del método del estu­ dio de casos que estudia las variaciones de determinados sis­ temas sociales a lo largo del tiempo analizando detalladamente una serie de casos o procesos, cada uno de los cuales represen­ ta una crisis básica dentro del sistema elegido o de una de sus partes. Los datos que este m étodo proporciona nos capacitan para comprender no sólo los principios estructurales de dicho sistema, sino también otros procesos de diverso tipo, incluidos los que áfectan al cambio de estructuras. Todo este material casuístico debe analizarse, por supuesto, en estrecha y constan­ te asociación con la «estructura» social, tanto en su sentido institucional como estadísticamente normativo. Los nuevos «da­ tos» no desbancan, sino que completan los viejos. En los sistemas sociales africanos, las creencias sobre bruje­ ría y las acusaciones de brujería son categorías de datos que exigen un tratamiento teórico dinámico. Los editores de W itchcraft and sorcery in East A frica indican (p. 18) que «en el ci­ clo de desarrollo de un linaje o una familia, las acusaciones de magia negra pueden hacerse entre diferentes categorías de personas en estadios diferentes del ciclo, y dichas acusaciones apuntan siempre a las áreas de mayor- tensión». Ningún ensayo en el libro, sin embargo, explora las posibilidades de este en­ foque, a cuya plena explotación sólo podría llegarse a través del método del estudio de casos. Lo que no deja de sorprender, ha­ bida cuenta que uno de los editores, el profesor Middleton, hace ejemplar uso de este método en un reciente libro suyo (1960). Por otro lado, la preocupación por el ciclo de desarrollo de Ios grupos — que es un proceso de ajuste estructural inter­ no— tiende a veces a alejar la atención de otros tipos de pro­ cesos. Entre éstos pueden contarse los procesos de adaptación al entorno social y al entorno natural. N o se ha reconocido su­ frien te mente la estrecha relación de las creencias sobre brujena con las altas tasas de enfermedad y mortalidad que afligen a la mayor parte de las sociedades tribales. La enfermedad, corno la lluvia, presenta con frecuencia distribuciones fuerte­ mente localizadas. Los análisis sobre brujería deberían incluir en el futuro estadísticas locales de muertes y enfermedades. Ya que es muy probable que el carácter repentino e impredeci- ble de las afecciones graves explique en parte el carácter azarosámente maligno e inmotivado atribuido a muchos tipos de bru­ jería. Menciono este aspecto aparentemente obvio como correc­ tivo al optim ism o de lo que Douglas, en un perspicaz ensayo en W itch cra ft and sorcery in East Africa, ha llamado «e l punto de vista obtétrico». Dicho punto de vista, fundado con una pers­ pectiva demasiado angosta en un estudio de los ciclos de des­ arrollo de los poblados del Africa Central, ha sido expuesto muy persuasivamente por el profesor Max Marwiok (1952, pp. 120-235; 215-233). quien dice que, cuando las relaciones socia­ les entre los cewa llegan a hacerse excesivamente tensas, las creencias sobre la brujería ayudan a «disolver aquellas relacio­ nes que se han vuelto redundantes»; «hacen saltar las partes más desgastadas de la estructura social y despejan el campo, preparándolo para otras nuevas» (¿qué clase de estructura, se pregunta uno, es ésta; forzosamente abstracta o reforzadamen­ te concreta?». Douglas, de cuyo ensayo tomo la cita de Marwick, con buen acuerdo añade en su comentario que las acusacio­ nes de brujería «mantienen la virilidad de la estructura social indígena» permitiendo «redistribuciones periódicas de las fuer­ zas estructurales» (Middleton and Winter, 1963, p. 233). Contra este punto de vista «obstétrico», afirma Douglas que para los lele del Kasai la brujería es «Un agravante de todas las hostilidades y miedos, un obstáculo para la cooperación pa­ cífica». Esta afirmación vale muy bien para todas aquellas so­ ciedades azotadas por las enfermedades, y en las que la mayor parte de las muertes suelen atribuirse a causas de brujería. La enfermedad afecta indiscriminadamente a todos los grupos en todos los estadios de desarrollo de sus respectivos ciclos, tanto a los poblados llenos de tensiones como a las comunidades más armoniosamente integradas. En realidad, la ocurrencia de unas pocas muertes repentinas en una aldea feliz puede provo­ car más excitación de los ánimos y agudización de las acusacio­ nes de brujería entre sus miembros que cualquier muerte en una sociedad, ya de por sí turbulenta, donde, por así decir, la acción místicamente dañina se encuentra ya presupuesta de antemano. Un rasgo fundamental de las creencias sobre la bru­ jería, como Evans-Pritchard (1937) demostró en su día de ma­ nera memorable, es que son intentos de explicar lo inexplica­ ble y controlar lo incontrolable en aquellas sociedades que no disponen de capacidad tecnológica suficiente para enfrentarse con un entorno natural hostil. Si las creencias sobre brujería fueran tan sólo producto de las tensiones y conflictos sociales, desvelarían su origen mostrando una form a y un contenido más marcadamente racionales. La constante amenaza de horribles enfermedades y muertes repentinas, y la necesidad de adaptar­ se a ellas de manera rápida, contribuyeron sin duda a la for­ a c i ó n de tan horribles e irracionales creencias. Una vez formadas dichas creencias retroalimentan el proceso social, ge­ nerando tensiones con las misma frecuencia que las reflejan. No obstante, es perfectam ente legítimo conectar con los 1íltimos estadios del crecimiento de un grupo, más llenos de tensiones, aquellos rumores y acusaciones de brujería que sur­ gen con ocasión de enfermedades relativamente menores, pese a lo cual son formulados y propagados venenosa e insistente­ mente. Casi siempre nos encontramos en tales casos ante un grupo a punto de escindirse, radicalmente dividido en facciones enfrentadas. En tales casos, el proceso dominante resultará ser mucho más el ajuste interno que la adaptación al entorno so­ cial o biótico. En una palabra, cada acusación o conjunto de acusaciones tiene que ser examinada en el contexto total de la acción so­ cial, que incluye por igual los procesos biótico, ecológico e intergrupal, lo mismo que los desarrollos intragrupales. Es nece­ sario un considerable lapso de tiempo para poder llegar a com­ prender las pautas y motivaciones de las acusaciones de bruje­ ría en una determinada área de la vida social. A dichas especi­ ficaciones puede llegarse tan sólo mediante el estudio de casos ampliado. En W itch cra ft and sorcery in East A frica varios auto­ res (principalmente Beattie, Beildelman y La Fontaine) han do­ cumentado sus trabajos con material de casos, pero sólo en 49 de las 299 páginas del libro aparecen recogidos casos, con sus correspondientes análisis. La mayor parte de los casos se yux­ taponen sin más comentarios, como meras ilustraciones de de­ terminados rasgos «estructurales» o de otro tipo. Habitualmen­ te, la atención se centra en distinguir las categorías de parentes­ co, afinidad, vecindad, etc., en las que las acusaciones de bru­ jería resultan «más frecuentes». Marwick, que ha empleado este método de análisis, lo documenta al menos con datos numéri­ cos meticulosamente recogidos. Pocas cifras se encuentran en esta recopilación y, en mi opinión, el enfoque mismo resulta erróneo. Lo significativo en un determinado ejem plo de acu­ sarán no es el que se haga contra determinado tipo de parien­ te, sino que se haga en un determinado contexto. Dicho contex­ to rncluirá no sólo la estructura del grupo y de los subgrupos a los que acusado y acusador pertenecen, sino también la di­ Visión transitorialmente existente de alianzas y facciones, sobre la base de intereses inmediatos, ambiciones, aspiraciones mo­ rales, y similares. Deberá incluir igualmente buena parte de la historia de dichos grupos, subgrupos, alianzas y facciones que se considere relevante para la comprensión de la acusación en el contexto dado. Incluirá además, si es posible, datos demo­ gráficos sobre las fluctuaciones de las facciones o de los sub­ grupos que tengan lugar en el período de tiempo examinado, junto con toda la información sobre los factores biológicos y sociológicos que incidan sobre ellos, tales como epidemias, in­ crementos y descensos de las tasas de m ortalidad y nacimien­ tos, migraciones, guerras y conflictos. El hecho de que A acuse a B aparecerá finalmente, ya no como ejem plo de «la tensión existente entre parientes agnaticios de la misma generación» o «entre parientes uterinos varones de generaciones adyacentes», sino como producto de una compleja conjugación de procesos y fuerzas, entre los cuales las normas que gobiernan la con­ ducta de los miembros de una misma categoría de parentesco constituyen tan sólo una clase (y seguramente no la mayor). El status de parentesco puede resultar aquí tan sólo «fenotí pico»: «lo genotípico» sería la pertenencia a facciones opues­ tas de la comunidad local, en lucha por la tierra, la autoridad, el prestigio, o las riquezas, la pertenencia a grupos religiosos opuestos, los odios o afinidades existentes entre los actores prin­ cipales o la combinación de todos éstos y otros factores local­ mente significativos. Las variables significativas en cada circuns­ tancia concreta y su modo de combinación darán paso al -.on­ deo del m étodo de casos ampliado, asociado con la recogida de datos numéricos sobre la base de las claves que éste propor­ ciona. En situaciones de cambio radical, en las que la «estruc­ tura» empieza a derrumbarse, las normas de parentesco tradi­ cionales apenas sirven de guía. Incluso en los sistemas repeti­ tivos, de carácter «cíclico», sólo después de haber caracterizado el campo total de fuerzas es posible decir por qué A acusó a B, «hermano de la m adre», encontrándose, a pesar de todo, en­ tre sus más firmes co-acusadores a C. D. y E, también «herm a­ nos de la madre». En sus estudios sobre los kaguru y mandari, los doctores Beidelman y Buxton han recogido lo que ciertamente puede considerarse el más detallado material de casos, con amplias posibilidades para serle aplicado este método de análisis, pero, puesto que son muchas las variables que deben aislarse, para analizarlas luego en su mutua independencia e interdependen­ cia, cada estudio de casos ampliado debe ir precedido por la construcción de un modelo de su campo de acción. Dicha cons­ trucción estará evidentemente afectada de las inadecuaciones pr0pias de todos los modelos. Como Max Blanok ha indicado (1962, p. 223), citando a Duhem y a Braithwaite, el empleo de m0delos ha sido considerado por algunos filósofos como un « apoyo para mentes débiles», o bien como un cómodo atajo para el análisis de sistemas deductivos. Puede descubrirse al­ guna utilidad práctica en el empleo del «cam po» (de acción so­ cial) como m odelo análogo, especie que, según Black, que ne le niega todo su valor teórico, «com parte con el original no un conjunto de rasgos o una proporción idéntica de magnitudes, sino, de manera más abstracta, la misma estructura o patrón de relaciones». Puesto que la analogía estructural es compati­ ble con una amplia variedad de contenidos existen evidentemen­ te los riesgos previsibles, que Black señala, de «interferencia falaz de las inevitables irrelevancias y distorsiones del m odelo». Los modelos analógicos proporcionan «hipótesis plausibles, no pruebas». Pero nuestro constructo del campo de acción no es, en sentido estricto, un modelo teórico, sino sólo un intento de reproducir con tanto cuidado como sea posible la estructura de las «redes de relaciones» entre los datos observables. Para ello hay que recurrir, en alguna medida, como requisito previo, a las «ayudas visuales». Así por ejemplo, en el caso, excelen­ temente detallado por Beidelman, del subjefe kaguru Isaaik (p. 81), nuestra comprensión de los hechos se habría visto consi­ derablemente realzada mediante un diagrama que pusiera en evidencia las principales propiedades estructurales de su cargo de subjefe. En la descripción del caso, por ejemplo, se nos dice que en las subjefaturas existen «clanes dominantes» y que Isaak «debe su poder político al clan de su padre» (lo que ya de por sí plantea interesantes problemas en una sociedad matrilineal). Dicho digrama, por tanto, debería haber incluido la dis­ tribución de los miembros del clan dominante en las diversas aldeas de la subjefatura de Isaak y de las subjefaturas veci­ nas. Otra importante «propiedad» del campo de acción en cues­ tión es que «los kaguru sienten que entre todos sus parientes, sólo pueden confiar en los pertenecientes a su clan [m atrilineal] ». Necesitamos por tanto una genealogía de la aldea, que incluya las diversas relaciones de parentesco entre los princi­ p e s actores del caso. Sabemos, por ejemplo, que Isaak es ca­ cique de su aldea, al mismo tiempo que subjefe, y ocupa por tanto posiciones de liderazgo en dos conjuntos estructurales dis­ antos. Las principales intersecciones de estos conjuntos o «Subs]stemas» podrían haberse mostrado de manera esquemática. En la aldea de Isaak existen dos facciones, una encabezada por el mismo Isaak y la otra por una anciana soltera. Ambos cabe­ cillas, y muchos de sus seguidores, son «m iem bros del mismo clan [m atrilin eal]». No se nos proporciona ningún tipo de ge­ nealogía que nos permita captar visualmente las relaciones con­ cretas que ligan entre sí a cada uno de los cabecillas y a éstos con sus seguidores. La parentela matrilineal de Isaak intenta conseguir favores de éste en su doble condición de cacique y subjefe. Algunos de ellos realizan actividades ilegales que dejan a Isaak en mala posición. La mención que se hace de la divi­ sión del poblado en «caseríos» subraya la necesidad de un pla­ no de la distribución de las chozas que señale la distribución espacial de los actores principales. Finalmente, debería haber­ se construido un diagrama que reflejara la imbricación e inter­ penetración de las redes de alianza políticas y parentales y las divisiones faccionales en el campo socioespacial constituidas por la subjefatura, el poblado y los caseríos. El caso expuesto por Beidelman demuestra que el enfoque de la brujería desde el punto de vista de las «categorías de pa­ rentesco» resulta poco satisfactorio. Ya que muestra que los kaguru creían que los niños del poblado enfermaban y morían «a consecuencia de su exposición al fuego cruzado de la bru­ jería » de Isaak y las dos cabecillas femeninas de la facción rival. Acusadores, acusados, y víctimas en cada uno de los ca­ sos que cita, mantienen entre sí relaciones de parentesco o de afinidad de casi idéntico grado. La cuestión de «¿quién acusa a quién?» se explica en parte por las funciones que cada uno de ellos desempeña en la lucha faccional. Aunque Beidelman va mucho más allá que la mayor parte de los autores que tratan sobre brujería, al situar las acusacio­ nes en el marco del método de casos, en mi opinión, no va lo bastante lejos. El método de casos ampliado, que su abundan­ te material hubiera podido perm itirle emplear, hubiera situado el caso de Isaaik en una serie temporal de mayor duración y en un campo de acción más amplio y complejo. Con ello hubiéra­ mos podido llegar a dar cuenta del origen de las luchas faccionales en el poblado de Isaak, y al estudiar los rumores y las acusaciones de brujería durante períodos de tiempo más largos, hubiéramos conseguido un conocimiento más amplio del fenómeno en su variante kaguru. Dado que el método por el que aquí abogo no aparta a los hechos culturales, tales como creencias, símbolos, valores, reglas morales y conceptos legales, de su perspectiva teórica, en la medida en que éstos comportan influencias determinables que inclinan a personas y grupos a actuar en su contexto concreto. Esto m e lleva al punto crucial de esta crítica. L a que muy bien puede preguntarse: ¿qué valor puede tener un método de análisis sociológico para el estudio de las creencias sobre bru­ j ería? La respuesta sería que los mismos editores han encon­ trado una significación sociológica a la distinción cultural entre «b ru jería » y «hechicería», y, en segundo lugar, que la natu­ raleza misma del método de casos ampliado permite el empleo de una cuadrícula más fina, que consigue captar los matices de la creencia (tal como son invocados por los mismos actores en las crisis sociales), m ejor que la interrogación de incluso los más dotados informantes apartados del campo de acción social. Pues los casos que implican creencias sobre brujería son dra­ mas que incluyen en sus fases de desarrollo el recurso a adivi­ nos que determinan la culpa y estabfecen la inocencia. La ob­ servación de los adivinos en acción y el estudio de todo su apa­ rato revela que en las sociedades africanas las creencias pueden implicar una multiplicidad de hacedores de maleficios, que prac­ tican una amplia variedad de formas de causar daños místicos. Esta variedad de creencias está generada en alguna medida por la variedad de circunstancias concretas que «explican» mística­ mente el infortunio. La tendencia a multiplicar las creencias se ve, por supuesto, acelerada en las actuales circunstancias de cambio, que implican encuentros e interconexiones entre tri­ bus que hasta el momento habían estado aisladas entre sí. Se encuentran en estado de formación campos de acción social cada vez más amplios, que tienden a incluir creencias de proce­ dencia diversa y, por añadidura, sincretismos y formulaciones totalmente nuevas. Las creencias sobre brujería no pueden ya — si tal cosa fue posible alguna vez— ser agrupadas adecuada­ mente en dos categorías contrapuestas, la brujería (en sentido estricto) y la hechicería. Cuando Evans-Pritchard estableció por primera vez esta dis­ tinción se proponía claramente lim itarla a la cultura zande 0937, p. 21); «Los azande creen que algunas personas son bruJ°s y pueden hacerles daño en virtud de una cualidad que les ^s inherente. Los brujos no realizan ritos, ni pronuncian con­ g o s , ni poseen medicinas. Los actos de brujería son actos psí­ quicos. Creen también que los hechiceros pueden causarles daño eJecutando ritos mágicos con malas medicinas». Más adelante afirmaba que los brujos zande tienen un poder inherente para Causar el mal, un poder que tal vez ellos mismos desconocen. Este poder deriva de la presencia en el cuerpo de los brujos de un órgano o una sustancia hereditaria que recibe el nombre de rnangu, y cuya ausencia o presencia puede determinarse por medio de la autopsia. La brujería, por tanto, puede ser incons­ ciente e involuntaria (aunque muchas veces es intencional), he­ redada e inherente. La hechicería es siempre consciente y vo­ luntaria, es enseñada y generalmente se compra. La brujería actúa siempre de manera directa, la hechicería indirectamente, a través de conjuros, ritos y medicinas. Esta dicotomía, verbalizada y explícita entre los azande, en muchas otras sociedades no aparece. Más bien suele existir un amplio abanico de creen­ cias sobre tipos de personas que intentan causar daño a sus vecinos por medios no empíricos. Un breve repaso de la litera­ tura reciente sobre el tema perm itirá aclarar las cosas. En un bien documentado estudio sobre una reciente epide­ mia de «Casos de brujería» llevados ante los tribunales de Barotseland, Zambia, Barrie Reynolds, conservador de la sección de etnografía de los museos nacionales de Zambia, ofrece un bien documentado informe (1963, pp. 14-47) de las pruebas men­ cionadas ante los tribunales y de la literatura etnográfica exis­ tente sobre el tema de la brujería en Africa Central. Reynolds pudo observar que el término m uloi se empleaba por igual para todos los que practican el mal, cualesquiera que fueran los medios que se creía que empleaban para causar daño. De al­ gunos de ellos se sospechaba que mataban por medio de «fa ­ m iliares» 1 que adoptaban form a humana («zom b is» o figurillas); mediante animales, o familiares no humanos (en form a de can­ grejos o serpientes monstruosas, o por medio de elefantes, hi­ popótamos, etc., creados por medios mágicos); por medio de siposo, proyección mágica en forma de bala invisible; mediante «la introducción o pretendida introducción de polvos venenosos o supuestamente venenosos, o sustancias similares, en el estómago, los pulmones o la carne de la víctim a, con intención de causarle la muerte o alguna enferm edad»; o enterrando sortilegios en ca­ minos frecuentados por las eventuales víctimas o en el umbral de sus casas, o sorbiendo la «respiración o el espíritu» del cuerpo de la víctima mediante un tubo hueco, o mediante otros muchos artilugios. Puesto que en todos estos casos se trata de técnicas reales o imaginarias, que la gente dice que pueden aprenderse o comprarse, todos ellos pueden ser clasificados como «hechi­ cería», de acuerdo con el prototipo zande. N o obstante, la cues­ tión de la herencia se plantea con determinados familiares co­ nocidos como tuyebela o vandumba entre los luvale, luchazi Y lunda del Protectorado. Dichos familiares se supone que tienen 1 Definidos por Reynolds como «aqueDos agentes o armas animadas capaces de dar con la víctima y ejecutar la tarea asignada por su dueño». forma de hombres en miniatura y los heredan las mujeres por línea materna. Esto plantea el problema de lo que hay que en­ tender por «herencia». Ciertamente, entre los lunda mwinilunga me informaron que cuando un m utoji (pariente cognaticio que tiene m utoi) muere, sus familiares, al parecer, buscan una muje r de su matrilinaje, que se halle residiendo en las cerca­ nías en ese momento, y se adhieren a ella, forzándola final­ mente a que les deje matar a una de sus parientes menores por la línea materna. Los lunda dicen que, cuando una m ujer con­ siderada m u toji muere, sus parientes matrilineales femeninos hu­ yen de su vecindad no sea que venga a adoptarlas su tuyebeta. Se trata pues de «herencia» en un sentido distinto al que se manifiesta en la herencia de la sustancia de la brujería entre los zande. Las brujas lunda o luvale no nacen como tales brujas, sino que «reciben» la brujería habituall\}ente en la edad madu­ ra. Según la creencia tribal también, las brujas son muy cons­ cientes de lo que ha ocurrido, pero por tem or por su propia vida no pueden resistirse a las mortales demandas de sus fa­ miliares contra su pariente. Los brujos azande, por otro lado, pueden muy bien no darse cuenta de sus poderes místicos has­ ta que la adivinación hecha por otra persona se los revela. Tras esto, piensan los azande si pueden sentir la tentación de usar­ los. En cambio, entre los lunda y las demás tribus bantú centrooccidentales vecinas, resultaría im propio distinguir entre las mujeres que disponen de tuyabela y los demás hacedores de mal que o bien «crían » familiares a partir de determinadas «m e­ dicinas» o tallan y animan figurillas hominoides, ya que estos familiares deliberadamente producidos o adquiridos plantean también a sus propietarios exigencias irresistibles y los obligan a matar a sus parientes próximos. Así pues, intención, concien­ cia y posesión de familiares son comunes a todos los batoi, tan­ to a los varones como a las hembras. Llamar «hechiceros» a los hombres y «bru jas» a las mujeres sería olvidar la distinción establecida por Evans-Pritchard. Lo crucial en este caso no es que la brujería sea «inherente» o «heredada» (atributos diferen­ tes, dicho sea de paso, puesto que una persona puede ser ma­ liciosa, amistosa o dotada para la música, de manera innata, sin por eso haber heredado dichas potencialidades de sus pa­ dres), sino que la brujería actúa de manera directa y por me­ dios no empíricos, mientras que la hechicería actúa de manera mediata y por medio de conjuros, ritos y sustancias nocivas. Tampoco esta caracterización, sin embargo, resulta adecuada al caso de Barotseland. Ya que, mientras se cree que los varo­ nes batoi crean sus familiares por medio de medicinas, una vez creados tales familiares, y como ilomba, la serpiente invisible, y nkala, el cangrejo monstruoso, adquieren una existencia inde­ pendiente. Incluso se les considera como depositarios del prin­ cipio vital de su propietario, de m odo que si el fam iliar re­ sulta herido o destruido, su propietario enferma o muere a su vez. Y matan para sus propietarios de modo que sólo pueden ser descritos como «no em píricos» o «m ísticos», esto es, sin in­ tervención de medicinas. Examinemos ahora el modo como los colaboradores de W itchcraft and sorcery in East Africa emplean los términos que aparecen en el título, y el modo como los editores han emplea­ do la distinción en su análisis sociológico comparativo. Beattie, que propone la traducción de la palabra nyoro burogo como «he­ chicería», añade el cauteloso comentario de que «aquí ... la tra­ ducción implica un cierto grado de falsa representación» (p. 29). «E l burogo ...e s una técnica; la gente lo realiza porque así lo quiere y así lo ha aprendido, no de manera innata» (p. 29). Los nyoro también hablan de «gentes llamadas basezi, que desentie­ rran y d:!voran los cadáveres, danzan desnudos por los campos durante la noche, y causan la muerte de cuantos los ven... algu­ nos nyoro dicen ... que han nacido así; otros dicen que al igual que el burogo, el busezi puede aprenderse» (p. 30). Los nyoro se preocupan en la práctica poco de los basezi, ya que los adivinos nunca les atribuyen la enfermedad o la desgracia. Los nyoro, por tanto, no conocen brujos que inconsciente o involuntaria­ mente dañen a la gente «en virtud de poderes inherentes». Los que practican la magia negra entre ellos aprenden a emplear­ la, «saben lo que hacen y... lo hacen intencionadamente» (p. 30). Beattie los llama «hechiceros». Ilustrando la habitual incon­ secuencia de la terminología, Beidelman usa el término «bru­ jos», aplicado a aquellas personas «que son plenamente cons­ cientes de sus actos de brujería» (p. 64), que matan intenciona­ damente «p or venganza, m ala. voluntad, celos, o deseo de po­ der». Estos wahai «disponen de diversas sustancias vegetales y animales que según se cree producen bru jería» (p. 65). «L a manera más simple de convertirse en brujo es comprar uhai a un brupo reputado» (p. 67). Este tipo de brujería, por tanto, no es heredado, ni tampoco innato, y para hacerlo realmente activo su poseedor debe «com eter incesto y/o asesinar o devo­ rar a un hombre, o incluso a un pariente» (p. 67). Al igual que los nyoro, los ikaguru reconocen en casos excepcionales la exis­ tencia de brujos terribles (wakindi), que, como sus análogos de en la zona de los Lagos, se cree que «danzan desnudos en el cal­ vero ante la casa de su víctim a y son necrófagos». Estos tales «ejercen sus poderes con sólo poner en obra su m ala voluntad», pero los adquieren, no lo heredan. Como los basezi nyoro, es­ tos «brujos que danzan por la noche» difieren de los otros sólo en grado y no en naturaleza. Podría parecer a primera vista que los «b ru jos» mandari descritos por Buxton, sí corresponden al paradigma zande. Dis­ ponen de «un poder hereditario» (p. 101), y los que echan el mal de ojo actúan directamente sobre sus víctimas. N o obstan­ te, a partir del texto de Buxton resulta claro (pp. 100, 106) que los mandari consideran que sus brujos actúan voluntariamen­ te y saben lo que hacen. Por otro lado, se nos dice (p. 102) que «los brujos pueden servirse de la hechicería», bajo la form a de imprecaciones y materia médica. Se dice también que los bru­ jos entrenan a sus hijos en la danza nocturna (p. 100). Douglas, en su libro sobre- los lele (1963, pp. 220-258) y en su artículo del libro aquí comentado, emplea el término «h e­ chiceros» para referirse a todas las personas de las que se afir­ ma que persiguen a sus vecinos con la enfermedad y la desgra­ cia. «La hechicería necesita materiales, acciones ^ fórmulas ver­ bales... tiene que ser adquirida por compra, y usada con con­ sentimiento del vendedor» (The Lele, p. 220). Así pues, se ad­ quiere y emplea de manera consciente y voluntaria. Al igual que los baloi de Barotseland, de los hechiceros lele se cree que emplean diversos medios para hacer daño a sus víctimas, incluido el uso de familiares, medicinas diversas y la invocación del rayo y las tormentas de arena. E igual que los «bru jos», kaburu y los mandari, los «hechiceros» lele son necrófagos. Por su parte, el profesor Gray escribe que entre los mbugwe de Tanganika, «se cree que los brujos difieren constitutivamen­ te del resto de la gente, pero la diferencia radica en un rasgo adquirido, más que genético. El arte se transmite normalmen­ te de padres a hijos en un rito secreto de iniciación. En teoría, la persona acepta la iniciación a la brujería de manera volun­ taria ... los brujos mbugwe se supone que llevan adelante sus actos de maldad de manera consciente, y son por tanto respon­ sables de cualquier... daño que puedan causar» (W itchcraft and sorcery in East Africa, p. 161). En términos de la definic|ón de Evans-Pritchard, los «b ru jos» mbugwe serían pues cla­ ramente «hechiceros». N o obstante, en lo que respecta a algu­ nas de sus acciones, como el hacer daño mediante el mal de 0J°. los «b ru jos» mbugwe caen dentro de la definición azande. , Al ir pasando de un autor a otro, las dificultades en lo que hace a mantener la «pureza» del modelo zande brujo-hechicero van en aumento. Ya que, como acabamos de ver, entre los mbugwe, los medios empleados por la brujería para hacer daño son heredados por vía social y no biológica. Se cree que los padres enseñan a sus hijos,la forma de ser brujos. Parece como si tanto lo que cabría llamar hechicería — en términos de la distinción zande— como lo que puede denominarse brujería pudieran «heredarse» dentro de los grupos de parentesco. En su artículo sobre la brujería nandi, Huntingford conde­ na con gran pertinencia la «distinción artificial de términos, ta­ les como ” bru jo” y "hechicero” » (p. 175). Los nandi emplean un solo nombre para designar a aquellos que tienen poder para matar o hacer daño a la gente por m edio de conjuros. Este término, poník, que él traduce com o «b ru jos», se deriva de pan, un verbo que significa «p ro ferir un conjuro». «L a bruje­ ría... actúa mediante la invocación directa o por medio de la invocación indirecta acompañada del uso de objetos materiales.» N o obstante, pronto se hace evidente que los nandi también reconocen en la posesión del mal de ojo algo que tiene bastan­ te que ver con la «b ru jería » zande, ya que es «un poder innato que empuja a su poseedor a hacer daño a los otros con sólo mi­ rarlos, aunque carezca de deseo o intención de hacer daño» (p. 175). Parece claro que, puesto que lo que Huntingford ha lla­ mado «b ru jería » es similar a la «hechicería» zande, todavía no hemos logrado salir del bosque (o de la jungla) terminológico. La Fontaine, en su ensayo sobre los gisu del Monte Elgon, en Uganda, decide muy sensatamente referirse a «tod o tipo de ataques sobrenaturales como brujería», confinando la «hechi­ cería» al campo de «los conjuros poderosos en posesión de los especialistas en m agia» (p. 192). En realidad, nada hay en la tradición europea que avale la restricción de la brujería a los poder-es místicos innatos o heredados destinados a hacer daño. En general, se pensaba que los brujos llegaban a serlo estableciendo un pacto con el demonio y que ejecutaban ritos y pronunciaban conjuros para «hechizar» a otros. Su asocia­ ción con los sapos y los gatos negros, de los que se creía que encarnaban a sus demonios «fam iliares», derivaba de un pacto voluntariamente establecido, y no heredado por vía parental. Los gussii de Kenia Sudoccidental, según LeVine, distinguen entre el «b ru jo » (om orogi) y el «hechicero» (om onyam osira) de la manera que sigue. Los brujos son «personas que muestran una tendencia consciente e incorregible a matar o dañar a los otros por medios m ágicos» (p. 225). Se trata de «un arte adqui­ rido, y aunque suele transmitirse de padres a hijos, otros pueden aprenderlo tam bién» (p. 228). Los brujos operan mediante «el uso mágico de venenos, trozos de cadáver sacados de las tum­ bas y despojos de sus víctim as» (pp. 226-27). El brujo practica en secreto, mientras que el hechicero es el especialista cuya ocupación consiste en «m atar por medios mágicos al brujo que hace daño a su cliente y proteger a su cliente y a la familia de éste de cualquier tipo de bru jería» (p. 234). Mientras que los brujos tienden a ser mujeres, los hechiceros son invariablemen­ te varones, pero hay «Una línea divisoria peligrosamente dé­ bil» entre la hechicería profesional y Ja brujería (p. 236). No son solamente brujos lo que los hechiceros suelen matar, se­ gún se cree, sino también personas inocentes que han incurri­ do en su ira o o su envidia. La form a como LeVine emplea los términos «b ru jo » y «hechicero» se parece bastante a la de La Fontaine, y es mucho lo que puede decirse en favor de ella. Brujos son todos aquellos de los que se cree que se dedican a hacer daño a otros por medios místicos, de manera directa o indirecta, mediante técnicas mágicas o por poderes innatos, con o sin la ayuda de familiares. Los hechiceros son cazadores de brujos, profesionales, y puesto que también pueden dedi­ carse a matar a otras personas, es, en gran parte, cuestión de perspectiva estructural si deben o no ser considerados también como «b ru jos»: los parientes cercanos de la víctim a serán quie­ nes decidan al respecto. Los hechiceros no son «doctores bru­ jos», puesto que no ejecutan ritos públicos, ni celebran sesio­ nes de descubrimiento de brujos ni llevan distintivos. Actúan siempre en privado y en favor de clientes particulares. Parecería, pues, a partir de los varios usos que hemos anali­ zado 2, que existe escaso acuerdo general sobre los criterios que distinguen a la brujería de la hechicería. En su ensayo, inclui­ do en W itch cra ft and sorcery in East Africa, el profesor Middleton encuentra en los lugbara de Uganda algo que se aproxima al modelo zande. «Los brujos tienen un poder inherente para ha­ cer daño a otros, mientras que los hechiceros emplean medici­ nas que adquieren de otras gentes.» N o obstante, según podemos ver en Lugbara religion (1960), «la capacidad y el deseo de en­ venenar a la gente por medio de la hechicería puede heredarse, especialmente por línea materna» (p. 245). En otras palabras, la hechicería es hereditaria entre los lugbara, aparentemente, por vía genética. Parece también ser inherente, puesto que el pro­ fesor Middleton pudo saber de una mujer, de quien se decía 2 Han aparecido otros después de la publicación de Witchcraft, oracles and magic among the Azande; p. ej., la definición de la brujería entre los swazi que da Kuper (An African aristocracy, 1947, p. 173) implica la «inoMutación» del hijo de un brujo con «las medicinas especiales de la brujeria», seguida de una deliberado «entrenamiento» en materia de brujería. que era una hechicera, que su corazón, según le dijeron «no está con los demás, es m alo». En cambio, el profesor Middleton no nos dice si la brujería es hereditaria y de qué modo se hereda. En realidad, los mismos lugbara encuentran difícil dis­ tinguir entre las muertes producidas por brujería y laS ocasio­ nadas por «invocación de los espíritus», por parte de Jos ancia­ nos, contra los jóvenes obstinadamente desobedientes. Ambas cosas están motivadas por el sentimiento que los lugbara llaman ole (1963, p. 38; 1960, p. 239). En los contextos de brujería, ole puede traducirse como «envidia» (un sentimiento incorrecto) y en las sesiones de invocación de los espíritus como «indigna­ ción apropiada». El rico material de casos que Middleton pre­ senta muestra que una misma muerte puede ser interpretada, según las diversas facciones, como una u otra cosa, de acuerdo con la perspectiva estructural de los intérpretes. El hecho, ade­ más, de que tanto los «b ru jos» como los «hechiceros», según el uso de Middleton (1960, p. 245), puedán ser llamados oleu (un derivado de ole), deja claro que lo que es considerado como ideológicamente relevante por los lugbara es la creencia en la existencia de una amplia clase de personas que pueden hacer daño a otras por medios místicos, sin importar el motivo. Sólo en el contexto del campo de acción concreto las partes intere­ sadas hacen sus alegaciones sobre el uso de estos o aquellos me­ dios específicos. La mayor parte de las sociedades reconocen tan amplia variedad de técnicas místicas para hacer daño, que sería positivamente erróneo imponer sobre tan variado mues­ trario una clasificación dicotómica. Su nombre es legión, su form a proteica, por la misma form a caprichosa del despecho humano, que constituye el corrosivo último de toda racionali­ dad y toda estructura. Esta es la razón de qqe no pueda ver con buenos ojos el término «inversión» empleado por Middleton y Winter como característica fundamental de la conducta de los brujos. La conducta de los brujos en la mayor parte de las so­ ciedades no es en su conjunto, como Winter dice (1963, p. 292), «la inversión exacta» de la del resto de la gente. Tiene cierta­ mente algunos rasgos de «inversión», pero otros son más bien caricaturas de la conducta normal. El mundo de la brujería, tal como aparece en las creencias tribales, no es el mundo «es­ tructural» cabeza abajo o en imagen invertida. Es un mundo en descomposición, donde todo lo normal, lo saludable y lo orde­ nado queda reducido al caos y al «m agm a prim ordial». Es la «anti»-estructura, más que la estructura invertida. El profesor Winter, en su ensayo sobre los amba de Uganda Occidental, se siente con justificación suficiente para anali­ zar sus creencias sobre brujería en términos que se aproximan al modelo zande. N o existe una total correspondencia, puesto que vemos que clasifica como «b ru jos» no sólo a los que han na­ cido tales, sino también a los que «han sido iniciados en el secreto de la comunidad de brujos» (p. 280). W inter se aleja aun más del modelo zande cuando afirma que los hechiceros y los brujos amba parten de motivaciones diferentes: los he­ chiceros tienen motivos inteligibles para hacer daño a los otros, tales como «la envida, los celos y el odio», mientras que los brujos son maléficos sin m otivo alguno, o matan meramente por satisfacer su «anorm al deseo de carne humana» (p. 281). Los brujos za'nde, en cambio, se cree que matan por envidia u odio — sentimientos que activan en su interior la sustancia de la brujería. Winter y Middleton, los editores, se sienten quizás más pro­ fundamente comprometidos que el resto de los colaboradores a establecer una distinción dicotómica tajante entre «b ru jería» y «hechicería», puesto que han intentado establecer un análisis estructural comparativo más bien ambicioso, empleando como instrumento conceptual básico precisamente esta distinción. Ya hemos visto, principalmente a partir de los datos que el pro­ pio simposio aporta, que los rasgos asignados por un escritor a la brujería son atribuidos por otro a la «he(;,hicería» — en re­ sumen, que no existe aún un uso estándar de los términos. Nuestros editores, sin embargo, sin inmutarse ante esta di­ ficultad fundamental, perseveran valientemente en su propósito y avanzan la hipótesis de que entre las sociedades que al hacer acusaciones específicas movilizan creencias de «b ru jería» y aque­ llas otras que las hacen por creencias de «hechicería» hay dife­ rencias estructurales significativas. «Las creencias de brujería aparecen en aquellas sociedades en las que los principios de parentesco unilineal se utilizan para la formación de grupos locales residenciales, más amplios que la comunidad domésti­ ca; mientras que las creencias de hechicería tienden a ser utiHzadas de manera similar cuando los principios unilineales no se emplean así» (p. 12). Y como ilustración de estas diferencias res­ pectivas, citan a los lugbara y a los nyoro; pero un grano no hace granero, y dos ejemplos no confirman una generalización. En cualquier caso, no es del todo claro que los lugbara se acu­ sen entre sí sólo de brujería, puesto que en Lugbara religión (pp. 163, 175, 178) determinadas personas, por ejemplo, Okavu y Olimani, son también en ocasiones sospechosos (si no abierta­ mente reos) de hechicería (en los términos de la definición de Middleton). Middleton y W inter pisan terreno más fi^me cuando exami­ nan las condiciones en que se realizan las acusaciones específi. cas de «m agia» 3 contra mujeres, y concluyen que dichas acu­ saciones «tienden a ocurrir sólo en aquellas sociedades patrilineales caracterizadas por la presencia del com plejo de la pro­ piedad de la casa» (p. 15). Ambos investigadores han basado aquí su conclusión en un amplio abanico de buenos estudios etno­ gráficos y no han sentido la necesidad de apoyarse en distin­ ciones terminológicas arbitrarias y artificiales. Uno se ve forzado a concluir que una aproximación holista o «etiquetadora» a los problemas de definición analizados en el presente artículo probablemente puede llegar a aparta 1 a la investigación del estudio de las conductas reales en el con­ texto social, llevándola a una obsesión por el adecuado encasillamiento de las creencias y prácticas según la doble posibi­ lidad de la «b ru jería» o la «hechicería». Las creencias y prácti­ cas antisociales tienen una multitud de «com ponentes» y «atri­ butos» y operan a toda una serie de distintos «niveles» cultu­ rales, como nuestros autores han mostrado. Un enfoque que re­ conozca de manera plena el carácter componencial de estos fenómenos tiene buenos visos de poder adecuarse m ejor al estudio de las sociedades africanas que los estudios tradicio­ nales, considerando a éstas como secuencias temporales en las que personas y grupos se dividen y combinan en términos de intereses, valores y formas situacionalmente cambiantes. Mu­ chas de las sociedades africanas reconocen la misma serie de componentes: capacidades «innatas», «adquiridas», «aprendidas» y «heredadas» para hacer daño y para matar; poder para matar de manera inmediata y poder conseguido por medio de medici­ nas; el empleo de familiares, visibles e invisibles; la introyección mágica de objetos en el interior de los enemigos; la magia hostil nocturna y diurna; la invocación de los espíritus median­ te una maldición, etc. N o obstante, en las distintas sociedades, y a veces en las distintas situaciones dentro de una misma soJ «Wizardry», magia, es el término que ellos proponen usar para abar­ car por igual «witchcraft», brujería, y «sorcery», hechicería. Puesto que en el folklore inglés «wizard», mago, es el nombre que se da a los brujos («witch>) masculinos, suena un tanto extraño hablar de «female wizards», magos femeninos. (N. del T.: En la traducción, en cambio, lo que más extraño resulta es el empleo que se hace de la palabra «mago». En caste­ llano existe «brujo» y «bruja», que son el equivalente más adecuado del inglés «witch», traducido así a lo largo del texto. El problema en inglés es el que explica la nota: en castellano quizá el término más adecuado para traducir la propuesta de Middleton y Winter fuera «brujo» o «bru­ ja», según los casos, dada la mayor ambigüedad del té^ in o «mago»). cíedad, dichos componentes aparecen separados y agrupados de manera distinta. Las claves de dicha separación y agrupamiento pueden encontrarse analizando a las sociedades en el marco de una teoría del proceso. El análisis componencial al nivel cultural es la natural contrapartida de la dinámica social. BlBLIOG^RAFfA Black, Max, 1%2: «Models and archetypes» en Models and metaphors Ithaca, Cornell University Press [Métodos y metáforas, Madrid, Tecnos, 1967]. Douglas, Mary, 1963: The Lele of the Kasai, Londres, Oxford Universit' Press. Evans-Pritchard, E., 1937: Witchcraft, oracles and magic among the Azan­ de, Londres, Oxford University Press [Brujería, magia y oráculos entre los Azande, Barcelona, Anagrama, 1976]. Kuper, Hilda 1947: An African aristocracy, Londres, Oxford University Press. Marwick, Max, 1952: «The social context of Cewa witch beliefs», Africa, xxn, números 2 y 3. Middleton, John, 1960: Lugbara religion, Londres, Oxford University Press. Middleton, John, y Winter, E. H., comps., 1963, Witchcraft and sorcery in East Africa, Londres, Routledge & Kegan Paul. Reynolds, Barrie, 1963: Magic, divination and witchcraft among the Barotse of Northern Rhodesia (Robins Series, Rhodes-Livingstone Museum). Londres, Chatto and Windus. SEGUNDA PARTE La primera vez que vi a Muchona fue en una polvorienta carre­ tera de arcilla roja, hacia el fin de la estación seca, en el norte de Rodesia. La carretera llevaba por un lado hacia la áspera y pintoresca Angola, y por el otro hacia la distante Chingola, la ciudad del cinturón del cobre. Pasaba por ella algún camión ocasional, camioneta de correos o coche misionero, y muchos sufridos pies negros, la mayor parte de ellos camino de las ciu­ dades y minas europeas del Este. Aquel día la carretera estaba casi vacía al final caluroso de la tarde. Kasonda, mi asistente africano, y yo hacíamos a pie los pocos kilómetros que separa­ ban el poblado donde teníamos nuestra residencia de un grupo de aldeas donde habíamos estado recogiendo material para el censo. Ibamos ya de vuelta, alegres con la cerveza de mijo y el chismorreo que habitualmente adobaban nuestras más serias se­ siones. Para hacer el camino más corto jugábamos un juego muy popular entre los niños ndembu: cada uno de nosotros intenta­ ba ser el primero en descubrir los brotes de los arbustos kapembi con sus frágiles presentimientos del agua de lluvia. Hasta a los ndembu les resulta difícil distinguir esta especie de otras tres similares. Kasonda, por supuesto, pronto consiguió un total de puntos superior al mío, ya que como todos los ndembu se enorgullecía de su conocimiento de las propiedades prácticas y místicas de las hierbas y los árboles que florecen en la zona. Tan absortos íbamos en nuestra competición que apenas caíamos en la cuenta del anciano y negro gnomo que del modo más desenvuelto había logrado pegársenos. Era evidentemente un agudo observador, porque pronto se unió a nuestro juego Y nos llevó la delantera. Kasonda me dijo que era un chimbuki, o «d octor» en varias clases de ritos curativos, y que «cono­ cía muchas medicinas». Agucé mis oídos, ya que el simbolismo ritual constituía mi principal interés. Cada planta empleada * Publicado originalmente en In the company of man, J. Casagrande, comp., Nueva York, Harper Bros., 1959. en un rito representaba algún aspecto de la vida social o las creencias ndembu. Según creía yo, la interpretación plena de aquellos símbolos acabaría por conducirme al corazón de la sabi­ duría ndembu. En consecuencia, cogí al vuelo la oportunidad de preguntar a aquel hombrecillo, cuyo nombre era Muchona, el significado de algunas de las medicinas que había visto mane­ ja r a los doctores. Muchona contestó con presteza y amplitud, con la mirada iluminada del verdadero entusiasta. Tenía una voz aguda, tan llena de autoridad como la de los maestros de escuela cuando enseñan, y tan expresiva como la de los actores cuando relatan un cuento. Kasonda encontró su m odo de hablar y su amanera­ miento tan divertidos como irritantes, como intentaba darme a entender con muecas y risitas de complicidad tan pronto como Muchona nos dada la espalda. Y o no le respondía, porque me agradaba el entusiasmo del doctor, y fue así como empezaron a gestarse los agrios celos de Kasonda hacia Muchona. Kasonda era un tipo apegado a lo mundano, interesado, con un cierto dejo de despecho, au fait con el peor lado de la naturaleza ndem­ bu (y en general de la humana). Participaba con una satisfac­ ción rencorosa en las luchas por el caudillaje y el dinero que envenenaban la vida del poblado. Muchona, en cambio, debido a su continuo batallar contra la brujería y contra las irritan­ tes muertes por venganza, mostraba una gran inocencia de ca­ rácter y una curiosa objetividad en su concepción de la vida. Pronto pude darme cuenta de que en la balanza de la humanidad, el peso se inclinaba del lado de Muchona. Entre ambos hom­ bres se abría el abismo que desde siempre ha separado al ver­ dadero filósofo del político. Muchona me dejó ver sus cualidades el mismo día de nuestro prim er encuentro, cuando señalando una excrecencia parasita­ ria que aparecía en un árbol mukula (un árbol de madera roja), dijo: «esa planta se llama m utumtamu, ¿sabes por qué lleva ese nom bre?» Y antes de que pudiera confesar mi ignorancia co­ menzó a discursear: B u e n o , e l n o m b r e v i e n e d e ku-tuntama, « s e n t a r s e s o b r e a l g u i e n o so­ b r e a l g o » . A h o r a b i e n , lo s c a z a d o r e s t i e n e n u n t a m b o r [ u n r i t u a l ] l l a m a ­ d o N tam bu, u n a p a l a b r a a n t i g u a p a r a d e s i g n a r a l « le ó n » . E n e l Ntam bu, e l c a z a d o r q u e n o h a te n id o s u e r te e n la c a z a y n o h a lo g r a d o m a t a r n i n g ú n a n i m a l , s e i n t r o d u c e e n l a e s p e s u r a y b u s c a u n á r b o l m ukula g r a n d e c o m o é s t e . E l á r b o l mukula t i e n e u n a g o m a r o j a , q u e n o s o t r o s l l a m a m o s « s a n g r e d e m u ku la ». E s u n á r b o l m u y i m p o r t a n t e p a r a l o s c a ­ z a d o r e s , y t a m b ié n p a r a la s m u je r e s . P a r a lo s c a z a d o r e s s u n o m b r e q u ie ­ r e d e c i r « la s a n g r e d e l o s a n i m a le s » . Q u i e r e n s i e m p r e v e r s u s a n g r e c u a n d o v a n d e c a z a . E n t o n c e s e l c a z a d o r s in s u e r te s e c o lo c a s u a r c o sobre el hombro derecho y coge su hacha con la mano derecha —ya que e| lado derecho es el de los hombres, y el izquierdo el de las mujeres, que llevan siempre a sus niños con su brazo izquierdo— y se sube al árb0l mukula llevando el arco y el hacha. Entonces dispara una flecha contra la planta mutuntamu. Su flecha penetra profundamente. Entonces grita: «he matado un animal». Y dice: •Te he alcanzado, espíritu Ntambu. Por favor, tráeme pronto animales». Y luego ruge como un león. Enton­ ces pone su arco recién usado sobre las ramas del mutuntamu y las rompe con la fuerza de su cuerda. Arroja a tierra las ramas rotas, que |uego mezclará con otras medicinas para lavar su cuerpo y sus utensilios de caza. Del mismo modo que la planta mutantamu «se sienta» sobre la la sangre del árbol, así debe venir el espíritu y sentarse sobre el ani­ mal y cegarlo, para que el cazador pueda darle caza con facilidad. Este tira sobre el Ntambu para mostrarle al espíritu que ya lo ha encontrado. Ahora quiere que el Ntambu lo ayude, y no lo perturbe más. Había oído anteriormente a muchos otros ndembu interpre­ tar los símbolos vegetales, pero nunca de una manera tan clara y tan coherente. Iba a familiarizarme muy pronto con este modo de exposición, el comentario rápido y hecho de pasada sobre detalles no pedido.s, las explicaciones entre paréntesis, la viva mímica de la explicación ritual, y sobre todo, su profunda pe­ netración psicológica: «lo que te hiere, una vez descubierto y hecho propicio, te ayuda». Kasonda me susurraba: «está mintiendo». Pero no podía ha­ cerle caso, porque en aquel mismo momento Muchona me se­ ñalaba ya otro árbol y comenzaba a explicarme su uso ritual y su significado de una manera que forzaba a uno a creerle. Sentí que una nueva dimensión de estudio empezaba a abrír­ seme. Empezaba a crecer entre nosotros una pronta simpatía y cuando nos separamos quedamos en vernos de nuevo dentro de pocos días. Muchona no se presentó. Tal vez .vacilaba en visitarme, por­ que mi campamento se hallaba situado en el poblado de Kasonda, y es muy probable que Kasonda le hubiera dejado en­ trever que no sería bien recibido allí. O tal vez estaba celebran­ do sus rituales curativos en alguna aldea lejana. Era un hombre lnquieto, poco amigo de permanecer en casa por largo tiem­ po, como tantos otros doctores ndembu. Poco después tuve que desplazarme a Lusaka, para una conferencia de antropólogos. por una u otra razón no volví a verlo hasta dos meses más tarde. Entrentanto, había podido enterarme de muchos detalles de la vida de Muchona que eran del dominio público en su vecin­ dario. No vivía en el tradicional poblado circular, sino que ocu­ paba con sus dos esposas un par de chozas bajas situadas cerca de la carretera. Tenía siete hijos, el mayor de los cuales traba­ jaba en una oficina del gobierno, un joven bien educado para los patrones ndembu. Kasonda insinuaba que un hijo tan robus­ to de tan escuálido padre tenía que ser fruto de algún devaneo juvenil de la esposa mayor de Muchona. La observación era pura ruindad. La despierta inteligencia del padre aparecía inconfun­ diblemente reproducida en su hijo, y el triunfo del hijo se re­ flejaba en el orgullo del padre por él. Muchona provenía de la jefatura Nymwana, justo al otro lado de la frontera con el Congo. Su madre había sido una esclava apresada por los ndembu poco antes de que el dominio britá­ nico se implantara definitivamente en la zona. Su linaje mater­ no se hallaba ampliamente desperdigado por todo el distrito Mwinilunga y las áreas adyacentes de Angola y el Congo Belga. El grupo nuclear de los poblados ndembu está constituido por un pequeño matrilinaje; y la parentela de Muchona no había logrado constituir tal núcleo. Más tarde se quejaría ante mí de que sus dos hermanas, que vivían en aldeas distantes, tenían diez hijos entre las dos, y que si hubieran ido a vivir con él, hubiera podido fundar un verdadero poblado. Pasaba por alto el hecho de que las mujeres ndembu habitualmente residen con sus maridos tras el matrimonio y que, en realidad, sus propias esposas habían dejado los poblados de sus hermanos para ir a vivir con él. El pobre Muchona se había visto condenado desde su niñez a un vagabundeo sin arraigo. Primeramente había vivido en el poblado de los que habían apresado a su madre. El poblado se dividió y Muchona y su madre se fueron con el grupo disidente. Su madre fue luego transferida, para pagar una deuda, a otro grupo, donde se casó con uno de sus propieta­ rios. Parece que, en su juventud, Muchona compró su libertad y vivió en los poblados de varias esposas sucesivas. No obstan­ te, nunca logró adquirir un firm e status secular o conseguir una posición estable en el poblado. Estas vicisitudes constitu­ yeron al mismo tiempo su maldición y el origen de su gran capacidad para comparar y generalizar. Viviendo, como había vivido, al margen de varios grupos estructurados sin pertene­ cer a ningún grupo en particular, sus lealtades no podían ser nunca estrechamente partidistas, y sus simpatías eran más am­ plias que las del común de los miembros de su tribu. Su expe­ riencia había sido más rica y más variada que la de la mayor parte de los ndembu, por más que éstos, que son cazadores y seminómadas cultivadores de cazabe, suelen recorrer conside­ rables distancias a lo largo de sus vidas. Cuando volví de Lusaka, decidí proseguir mis investigaciones sobre los ritos esotéricos con más dedicación que anteriormen­ te. En este trabajo conté con la ayuda del profesor decano de la escuela misional local, de nombre Windson Kaskinakaji, ndembu de nacimiento. W indson era un hombre de espíritu inde­ pendiente, no obsequioso con ningún europeo ni arrogante con ningún habitante del poblado. Windson era un entusiasta, aun­ que no por eso menos crítico, lector de la Biblia. A menudo dis­ cutíamos sobre religión y tomó tanta afición como yo a estudiar los significádos ocultos de las creencias y prácticas ndembu. La mayor parte de su infancia la había pasado en una estación misional, defendido por una especie de cordon sanitaire espiritual contra el «paganismo». «Y o conozco al hombre adecuado para hablar con usted de estas materias secretas», me dijo a mi vuelta. «Kapaku. Tiene una gran inteligencia.» Al día siguiente me trajo a Kapaku, que no era otro.que Muchona. Muthona, tan fluido y evasivo en sus movimientos com o el humo de la leña, tenía muchos nombres, y uno de ellos era Kapaku. Salió a relucir entonces que Kapaku y Windson eran vecinos, uno de ellos vivía en una gran casa hecha de ladrillos «K im b erley» secados al sol, el otro en su choza de postes y barro. Empezó así una asociación que iba a durar ocho meses. Ocho meses de risueña y vivaz conversa­ ción entre los tres, que versaría principalmente sobre el ritual ndembu. Esporádicamente, nuestros coloquios se veían inte­ rrumpidos por los viajes facultativos de Muchona, pero la ma­ yor parte de las tardes, al terminar Windson sus clases, venia éste por mi choza de paja, y al poco aparecía Muchona llaman­ do a mi puerta de madera aún verde. Luego pasábamos aproxi­ madamente una hora recorriendo sin cesar toda la gama de los ritos y ceremonias ndembu. Muchas de ellas ya las había visto yo ejecutar, de otras había oído hablar y otras más no existían ya sino en la memoria de" los ancianos. A veces, pre­ sionados por Windson, volvíamos sobre el V iejo Testamento y comparábamos las observancias hebreas con las ndembu. Muchona se sentía especialmente fascinado por el hecho de que el simbolismo de la sangre fuera el tema fundamental de am­ bos sistemas. Mi método consistía en tomar un rito ndembu que yo hubiera observado y recorrerlo, detalle a detalle, pidién­ dole a Muchona que lo comentara. El tomaba por ejem plo un símbolo, digamos el árbol mudyi, símbolo cardinal de los ritos de pubertad femeninos, y nos daba todo su espectro de signi­ ficados. El mudyi tiene goma blanca (látex). Nosotros decimos que es la leche materna. Así pues, el mudyi es .;I árbol de la maternidad. Sus hojas re­ presentan a los hijos. Así, cuando las mujeres cogen hojas de mudyi y la s in t r o d u c e n e n l a c h o z a d o n d e e l n o v io d e l a n o v ic ia d u e r m e , e llo s ig n ific a q u e é s ta c r ia r á m u c h o s h ijo s h e r m o s o s y v iv o s d u r a n te su m a ­ t r i m o n i o . P e r o e l mudyi e s t a m b i é n e l m a t r i l i n a j e . Y a q u e n u e s t r a a n t e ­ p a s a d a y a c i ó b a j o e l á r b o l mudyi d u r a n t e s u s r i t o s d e p u b e r t a d ; y la s m u je r e s d a n z a b a n e n to r n o a s u h ija , n u e s t r a a b u e la , c u a n d o é s ta y a . c í a e n e s t e l u g a r d e m u e r t e o s u f r i m i e n t o . Y la m a d r e q u e n o s d io v id a y a c e a l l í . Y e l mudyi s i g n i f i c a t a m b i é n a p r e n d i z a j e . E s c o m o e l i r a la e s c u e la h o y , y a q u e r e p r e s e n ta la in s tr u c c ió n q u e la s m u c h a c h a s r e c i b e n e n l a c h o z a d e la r e c l u s i ó n . Luego Muchona se extendía sobre la blancura del mudyí, re­ lacionándola con las cuentas blancas con que suele adornarse un arco en miniatura que se coloca encima de la choza de re­ clusión de las novicias. «Esas cuentas representan su capaci­ dad reproductiva, su lusemo — de ku-sema, “ dar a luz o engen­ drar” . Cuando la muchacha sale de la choza de reclusión y dan­ za públicamente, su instructora esconde estas cuentas en una bola de arcilla roja que coloca sobre su cabeza. Ningún hom­ bre, aparte de su marido, puede ver estas cuentas. La novia se las muestra en su noche de bodas.» Muchona analizaba enton­ ces el significado de los distintos grados de blancura que mu­ chos símbolos poseen. «Significa buena suerte, salud, fuerza, pureza, amistad hacia la demás gente, respeto hacia los mayo­ res y demás antepasados; significa revelar lo que está escon­ dido.» Otras veces pedía yo a Muchona que describiera un ritual desde el principio, tanto si yo lo había visto, como si no. A ve­ ces le mencionaba lo que otros especialistas ndembu me habían dicho sobre sus símbolos. Sus descripciones y glosas eran siem­ pre más completas e internamente más coherentes que las de los otros. Era evidente que había meditado largamente sobre los misterios de su profesión, comparando críticamente las ex­ plicaciones que le habían dado sus instructores en los diversos cultos de los que era adepto. Los comentarios de Windson servían siempre para puntua­ lizar. Su padre había sido famoso consejero en el tribunal de un anterior subjefe, y de él y de la escuela misional, Windson había adquirido su sagacidad para la elucidación de las cues­ tiones intrincadas. Aunque era un producto del cambio moder­ no, jamás había perdido su profundo respeto por el orden tra­ dicional, ahora en vías de desaparición, y por sus «reverendos señores». En la época en que yo le conocí, empezaba, al igual que otros conversos al cristianismo, a cuestionarse sobre la vida privilegiada de determinados misioneros blancos y a preguntar­ se si la religión de su amado padre era en realidad el fárrago de invenciones diabólicas que se le habían hecho creer. Su va- j0r fundamental para m í estaba en su habilidad para suavizar ]as parrafadas de Muchona y convertirlas en frases digeribles y textos inteligibles. Ya que, como tengo dicho, Muchona era un entusiasta, no sólo a la hora de hablar, sino también, como pude observar, en la acción profesional — activo, ágil, lleno de presciencia y élan. Windson rellenaba la distancia cultural existente entre Muchona y yo, transformando la jerga técnica del pequeño doctor y su sabroso argot aldeano en una prosa más accesible a mi comprensión. Cuando tenía yo que anotar al­ gún texto le hacía repetir palabra por palabra, lentamente, el discurso en staccato de Muchona, para no perder nada de su vivacidad. Luego, los tres establecíamos una especie de semi­ nario cotidiano de religión. Y o tenía la impresión de que al fin Muchona había podido encontrar una especie de hogar. Con el tiempo llegué a conocer algunos de los pecadillos de Muchona. A veces, por ejemplo, llamaba a la puerta con golpes desiguales, entraba en la choza tropezando y saludando una oc­ tava más alto de lo habitual, y se desplomaba en el taburete. Empezaba entonces a fanfarronear de que su verdadero nombre era «Jefe A b ejorro» (Mwanta Iyanvu). Era su peculiar retruéca­ no sobre el título del gran potentado lunda en el Congo Belga, de cuyos dominios habían salido los ndembu varios siglos an­ tes. Su título, Mwantiyanvwa, es el nombre más importante que conocen los ndembu. Iyanvu era el «nombre de bebedor de cerveza» (ijin a dakunva walwa) de Muchona, y cuando lo usaba era que venía de beber cerveza de miel caliente, una pe­ sada bebida fermentada revuelta con abejas. «Com o hacen las abejas y los abejorros», decía entonces, «ando por cerca de las calabazas de cerveza, hablando alto y picando a los que me molestan». En tales casos, Windson, clavando en él una mirada de reproche, aligerada por un guiño de complicidad, le decía que se fuera y no volviera hasta ser de nuevo «M wanta Mucho­ na». Y el poderoso «Jefe A bejorro»*em papado de cerveza, echa­ ba a volar fuera de la choza. Este era el Muchona de quien la gente podía burlarse — de quien algunos se burlaban, aunque otros, los que habían sido tratados por él de alguna enfermedad, lo veían de manera bien distinta. Junto con otros motivos quizá menos altruistas, Muchona tenía un genuino deseo de curar los males y ayudar a j°s desdichados con su terapia mágica. Por ejemplo, a menudo cuando contaba de qué modo había venido a aprender sus téc­ nicas curativas, decía: «deseaba ardientemente curar por medio del Kaneng'a [o del Kayong'u o de cualquier otro ritu al]». Los doctores kaneng'a son generalmente temidos, al tiempo que in­ vocados, ya que son auténticos «doctores-brujos» que combaten los ataques de quienes usan la magia negra contra sus parien­ tes y vecinos. Existe una amenaza implícita en los conocimien­ tos mismos que los doctores kaneng'a poseen sobre brujos y hechiceros. Muchona mismo practicaba una forma modificada del kaneng'a, exenta de sus más terroríficos elementos. Así, mientras que la mayor parte de los facultativos kaneng'a reco­ gían plantas del interior de las tumbas, y algunos llegaban in­ cluso a blandir huesos humanos mientras danzaban, Muchona se limitaba a recoger hierba de la superficie de las tumbas, y hojas y raspaduras de corteza de los árboles que crecían en torno a ellas. Difícil resulta deducir actitudes de la conducta de los miembros de otra cultura, pero en una ocasión asistí a un kaneng'a de Muchona en compañía de un artista sudafrica­ no, de Natal, que había visto a los doctores zulú en acción. Mu­ chona trataba en aquella ocasión a una desgraciada m ujer que sufría alucinaciones como consecuencia de la fiebre del puer­ perio. Mi amigo quedó impresionado por lo que consideraba la «com pasión» del comportamiento de Muchona. Había desa­ parecido en él la más bien incómoda petulancia y comicidad de sus maneras habituales; mostraba incluso un aire casi mater­ nal — amable, con sus hábiles manos lavando el cuerpo con la medicina, y la cara llena de preocupación y cuidado. Mi ami­ go comentó el «heroísm o» con que Muchona, en una determina­ da fase del ritual, se aventuró solo en el cementerio lleno de espíritus, lejos del fuego, para exorcizar a las potencias malig­ nas que hacían a la víctima retorcerse y balbucear cosas inin­ teligibles. Supeditaba por entero su miedo a su vocación cu­ rativa. El lado compasivo de la naturaleza de. Muchona emergía así mismo en los comentarios que durante nuestras sesiones hacía de tiempo en tiempo sobre los infortunados espíritus a los que los ndembu llaman ayikodjikodji, «alborotadores». Se trata de los espíritus de personas que, por una razón u otra, fueron enemigas de la sociedad: por su avaricia y egoísmo, por­ que eran estériles, porque les gustaba m ortificar a los otros, etcétera. En las ofrendas de comida y cerveza que se hacen a los antepasados se deja siempre una pequeña porción para los ayikodjikodji, generalmente en los márgenes del lugar sagrado, lejos de la persona en cuyo favor se hace la ofrenda. En lugar de subrayar la situación marginal de estos entes, Muchona in­ variablemente llamaba la atención sobre el hecho de que aun­ que en vida hubieran sido delincuentes estos espíritus tenían aún derecho a ser alimentados. «Pues, ¿no fueron acaso en otro tiempo seres humanos, hombres y mujeres como nosotros? La maldad está en el corazón [literalm ente “ en el hígado” ] y pOCos pueden cambiar el corazón con que han nacido. N o nos gusta que los ayikodjikodji hagan daño a los vivos, pero en otro tiempo vivieron en nuestros poblados, fueron nuestros parien­ tes.» Otros ndembu, en sus interpretaciones, sacaban a relucir el carácter propiciatorio de este rito; Muchona, en cambio, po­ nía el acento en la piedad que merecían estos muertos desacre­ ditados. ¿Podía ser tal vez debido a que él mismo se había visto obligado a vagar por los márgenes de la sociedad respetable?, ¿era ésta la causa de su solidaridad con los despreciados y re­ chazados ? En nuestros «sem inarios», Muchona raramente dejaba ver la base emocional de su vocación. Una nueva y estimulante di­ mensión intelectual se había abierto ante él, lo mismo que ante mí, en nuestras discusiones sobre simbolismo. En tales momen­ tos mostraba los ojos brillantes y agudos de los rapaces, los halcones o los milanos, mientras planeaba sobre alguna explica­ ción definitiva. Viéndole, solía imaginarlo perfectamente a gus­ to en una discusión de doctores, enlevitado, o tal vez con toga. Se deleitaba explicitando lo que había logrado conocer subliminalmente acerca de su propia religión. Una curiosa jugarreta del destino había puesto a su disposición una audiencia de en­ tusiastas seguidores que nunca hubiera podido soñar con te­ ner en ningún poblado. En dicha audiencia era respetado por derecho propio, debido a sus conocimientos. ¿Qué habrá sido de él desde entonces? ¿Habrá podido jamás volver a ser el mismo hombre que era antes de gustar la sed de conocimiento objetivo? Porque Muchona, el sin hogar, era particularmente sensi­ ble a la nostalgia. Tenía un sueño recurrente que traduciré li­ teralmente para conservar el sabor de su discurso. «Sueño con el país de Nyamwana, donde nací y solía vivir. Me encuentro en el lugar donde murió mi madt,e. Sueño con el poblado que está rodeado con una empalizada, ya que las malas gentes so­ lían hacer incursiones para conseguir esclavos. Los ríos que allí había yo los veo de nuevo. Es como si estuviera paseando por allí ahora. Hablo, charloteo, bailo. ¿Es que mi sombra [ mwevulu — el principio vital personal] va allí en sueños?» Aquí el lado racional de Muchona se le imponía, y continuaba así: «E n ­ cuentro este lugar lo mismo que hace muchos años. Pero si realrnente lo hubiera visitado, los árboles habrían crecido, la hier­ ba tal vez lo habría recubierto. ¿Podría haber aún una empali­ zada? No, se trata sólo de un recuerdo» Movía la cabeza con aire lúgubre y decía, arrastrando cada sílaba, «Á k a » (que sig­ nifica «¡e a !», con sabor de «¡m ísero de m í!»). Muchona parece haber tenido una relación excepcionalmen­ te estrecha con su madre, incluso para lo que es normal entre los ndembu. Esto se manifiesta de tres maneras en su histo­ ria de múltiples iniciaciones en distintos ritos. Primeramente, se hace evidente en el hecho de que Muchona fue iniciado en los grados preliminares de algunos cultos en compañía de su ma­ dre, que ocupaba la posición de novicia o paciente mayor — en los ritos ndembu hay que sufrir antes de tener derecho a apren­ der a curar. En segundo lugar, se ve que, tras la muerte de su madre, ésta pasó a ser para él una especie de agente de aflicción sobrenatural, al menos en un contexto ritual. Los es­ píritus de cada linaje en la sociedad ndembu castigan a sus miembros de diversas maneras; pero por medio del sufrimien­ to, esa desgracia puede convertirse en su bendición, ya que la ejecución de un ritual que pacifica al espíritu da al paciente de­ recho a ingresar en un culto tribal. La aflicción se convierte así en una bendición camuflada. En tercer lugar, el apego de Muchona a su madre se manifiesta oblicuamente en el hecho de que los parientes varones muertos de la parte materna lo em­ pujaran a la adquisición de la expertise en toda una serie de ritos de los que las mujeres se hallaban excluidas, como eran los cultos cazadores. Mi relación con Muchona se situaba a un nivel profesional más que personal; manteníamos entre nosotros una cierta re­ serva en lo referente a nuestros asuntos personales. Jamás le pregunté directamente sobre cuestiones de su pasado, especial­ mente en lo concerniente a su pasado como esclavo, pero pude enterarme de muchas cosas suyas de manera indirecta en sus largas ensoñaciones en voz alta sobre los ritos en que había tomado parte. Alguna que otra vez, bien es cierto, nos otorgaba de manera repentina su confianza a Windson o a mí para con­ tarnos alguna cosa que lo preocupaba en aquel momento. En general, sin embargo, las pautas de su personalidad se expre­ saban, como las del poeta en la poesía, en sus referencias e interpretaciones sobre los ritos, y en los matices gestuales, de expresión y de giros verbales con que los embellecía. En cierto sentido, por tanto, la historia ritual de Muchona era su biogra­ fía íntima, puesto que en el ritual encontraba sus más profun­ das satisfacciones. La madre de Muchona había sido adepta de muchos ritos, ya que entre los ndembu la esclavitud no se contradice con la eminencia ritual. Fue ella quien animó a sus hijos a adquirir habilidades rituales. Muchona había sido iniciado en tres cul­ tos femeninos relacionados con la curación de desórdenes re­ productivos. Uno de ellos, el nkula, se realiza principalmente para curar los desórdenes menstruales, pero también para su­ perar la frigidez y la esterilidad. Su medicina fundamental es el árbol mukula, del que Muchona me había hablado en nues­ tro prim er encuentro. El árbol aquí simboliza la sangre del na­ cimiento o la maternidad, y la finalidad del ritual es aplacar al antepasado femenino que provoca el flujo de la paciente im­ pidiendo a la sangre coagularse en torno a la «sem illa de vida» implantada en ella por su marido. En la fase esotérica del nku­ la, un árbol mukula es ceremonialmente abatido y su madera tallada para hacer figurillas de niños que son medicadas con sustancias rojas y colocadas en el interior de pequeñas calaba­ zas redondas, que representan vientres. Estos amuletos se entre­ gan a las pacientes para que los lleven colgados de cordones adornados con plumas rojas hasta que den a luz «niños hermo­ sos y vivos». Muchona fue iniciado en el culto nkula cuando tenía alrede­ dor de siete años. Su madre era la paciente principal. A peti­ ción suya le fue dado a él el papel de chaka chankula, habitual­ mente adoptado por el marido de la paciente o por su hermano uterino, aunque a veces puede elegirse un «herm ano» o un «h ijo » clasificatorio. La idea que subyace a estas elecciones es que un hombre que ocupa una posición social en la que puede ser llamado a apoyar jurídica o económicamente a la paciente, ejecute el papel que simboliza los aspectos protectores y res­ ponsables de la relación hombre-mujer. En la práctica, no obs­ tante, rara vez ocurre que sea el propio hijo de la paciente el que desempeñe el papel de chaka. La principal tarea del chaka es agacharse detrás de la pacien­ te, después que ésta ha sido lavada con las medicinas por el doctor, y dirigirla caminando hacia atrás, mientras ella hace girar su cabeza (cubierta por el doctor con una cestilla plana como la que se usa en la colecta) hasta llegar a una pequeña choza construida para el espíritu que la aflige en la parte tra­ sera de la propia choza marital. Ei. chaka entonces la empuja dentro de la choza, estando ambos con la espalda hacia la en­ cada. Poco después ambos salen otra vez de la misma manera Y vuelven hacia el fuego ritual. Muchona mostró su interés por las explicaciones «etim ológicas» — interés, dicho sea de paso, rnuy común entre los ndembu— cuando me dijo que chaka derivaba de kwaka, «asistir a un parto», o más ajustadamente, « agarrar al niño según cae». Sólo los varones circuncisos pueden desempeñar el papel de chaka, ya que las personas incircuncisas son consideradas ritual­ mente impuras. Los muchachos incircuncisos, al igual que las mujeres menstruantes, son wunabulakutooka, «e l que carece de blancura», y por tanto, de pureza, de buena suerte y de todas las demás virtudes que posee el «blanco». Además, el niño in­ circunciso representa la inmadurez social, como las mujeres estériles son consideradas, en cierto modo, también como inma­ duras. Como Muchona explicaba, « mukula y nkula provienen por igual de ku-kula, "crecer o alcanzar la madurez” . Cuando las muchachas tienen su primera menstruación han crecido un poco. Cuando tienen su prim er hijo, han crecido un poco más. ^mbas ocasiones tienen que ver con la sangre. Tras ser circun­ cidados, los muchachos se sientan sobre un largo tronco de mukula, el árbol de la sangre. También han crecido un poco.» Otro rasgo curioso del nkula debe ser reseñado aquí, pues­ to que puede muy bien haber influenciado el desarrollo de Muchona como doctor. Al adoptar el papel de chaka los hom­ bres son considerados como parteras (en el caso de Muchona, partera de su propia madre), en contradicción con la estricta norma ndembu de que sólo una m ujer puede ayudar a otra en el parto. Puesto que muchos yaka (plural de chaka) acaban por convertirse en especialistas del nkula, y a dichos especia­ listas se les atribuye el poder de curar los desórdenes repro­ ductivos, se sigue de ello que ocupan el lugar de parteras espi­ rituales. Por añadidura, se considera que las pacientes nkula han renacido ritualmente a una madurez más fructífera, rena­ cimiento que también puede ser considerado como un parto. El deseo de Muchona de ayudar a los desgraciados por los solos medios conocidos de los ndembu, la sangría y el ritual, puede haber encontrado un prim er cauce en esta temprana iniciación con su madre en el ritual del nkula. Sin llegar a ser marcadamente afeminado en su comporta­ miento, Muchona parecía sentirse siempre más a gusto entre mujeres que entre hombres. Todavía hoy puedo verlo en mi imaginación chismorreando complacidamente con la hermana de Kasonda, haciendo ambos chascar sus lenguas ante los desafueron que ocurrían en su pequeño universo. A aquella mujer alegre y explosiva se le daba un ardite de su intrigante herma­ no, a quien a menudo reprochaba su mezquindad para con ella. Muchona, para honra suya, o tal vez por timidez, jamás que yo sepa dijo una sola palabra fuera de tono acerca de Kasonda, quien, en cambio, no tenía el más mínimo escrúpulo en calumniar a Muchona a espaldas de éste. Supongo que más de una vez la hermana de Kasonda, en su estilo imperioso, defendería al menudo doctor contra las insinuaciones de su hermano. Ciertamente, lo que sí hizo fue llamarlo para que realizara en su favor el ritual kayong'u, que describiré breve­ mente, porque su iniciación a él marca un punto crítico en el desarrollo personal de Muchona. Muchona podría muy bien ser descrito corno una especie de Tiresias, en tanto tenía una pe­ netración psicológica que participaba tanto de lo masculino como de lo femenino, especialmente en todo lo referido al sexo y la reproducción. Parece cierto que se identificaba estre­ chamente con su madre, hasta el punto de hablar siempre con un tono agudo. Un joven que pude conocer en la aldea de K a ­ sonda solía hablar de manera similar, copiando a su madre, hasta que marchó a trabajar a una ciudad europea. A su vuel­ ta mostraba un tono de voz grave, pero había quedado tarta­ mudo en su proceso de rnasculinización. Muchona nunca perdió su entonación chillona. Se parecía además a Tiresias en otro im portante aspecto, ya que era adivino además de doctor. Aquí puede verse igualmente en acción la secreta influencia de su madre. Mientras vivió in­ dujo a Muchona a iniciarse en no menos de cuatro tipos distin­ tos de ritos. Tras su muerte, Muchona creyó que ella venía a afligirlo «en forma de kayong'u» para hacer así de él un adivi­ no. Kayong'u es el nombre de un conjunto específico de sínto­ mas, así como del espíritu que los causa, y también del ritual que cura a la víctima. Tiene dos variantes, una que sirve para curar la enfermedad, y otra para preparar al paciente a con­ vertirse en adivino y adquirir poderes para curar la enferme­ dad. Las mujeres pueden padecer kayong'u y ser tratadas con los ritos curativos, pero no pueden convertirse en adivinos. Pue­ den, no obstante, ejecutar tareas rituales menores durante las siguientes sesiones de kayong'u, si les ha sido ya aplicado el rito para curarlas. La madre de Muchona había sido, en este sentido, un doctor kayong'u. La iniciación de Muchona al kayong'u y los acontecimientos que le condujeron a ello, permanecían en su memoria con ri­ gurosa claridad. Ocurrió poco después de cumplidos los trein­ ta en la época en que junto con su recientemente adquirida esposa, Masonda, vivía con el linaje de su suegro cerca de la fr°ntera angoleña. Por esta misma época, al parecer, fue cuan­ do consiguió emanciparse de la esclavitud. Uno lo imagina en­ tonces como un tipo pequeño con un espíritu brillante y agudo. Debía de haber desarrollado ya por entonces la vena de su bufo­ nería para ganarse el favor de los grandes y los encumbrados. Debía ser también para entonces una especie de prodigio inte­ lectual para su sociedad, despreciado en parte y en parte admi­ rado con envidia — y enteramente imposible de alcanzar. Me contó que durante bastante tiempo padeció ataques in­ termitentes en los que «un pesado malestar se apoderaba de mi cuerpo; encontraba difícil poder respirar, era como si sin­ tiera todo mi pecho atravesado por agujas, y otras veces pare­ cía que todo mi pecho hubiera sido inflado con una bomba de bicicleta». Se consultó a un adivino, y éste diagnosticó que Muchona sufría el mal del kayong'u. Por otro lado, nada menos que tres espíritus habían salido de sus tumbas para apoderar­ se de él, dos hermanos de su madre, y su padre. El mismo ha­ bía soñado con uno de sus tíos y con su padre mientras se ha­ llaba enfermo. Todos estos espíritus, decía, le urgían a conver­ tirse en adivino, ya que ellos habían practicado tal profesión. Soñaba también con su madre, lo que es bastante significativo. «V in o también», me decía, «pero estaba tan débil que el adivi­ no no consiguió reconocerla». Era típico de Muchona esta for­ ma de sentirse compelido a acentuar la novedad de sus dotes personales en. materia religiosa. Toda una batería de antepasa­ dos, y no un solo espíritu, le habían elegido para tan ardua y peligrosa profesión. Los valores y actitudes que se expresan e inculcan en los ri­ tos ndembu dejan huella en quienes los pasan. Su personali­ dad queda modelada en la forja del ritual, especialmente cuan­ do los ritos tratan con crisis vitales, enfermedades serias o, como creo que ocurría en el caso de Muchona, con graves de­ sórdenes psicosomáticos. La descripción de una de las fases del kayong'u de Muchona y su interpretación de él pueden reve­ larnos algo de su persona. Remontémonos unos treinta años en el tiempo y situémonos ante la hoguera ritual de leña verde que hay colocada en el exterior de la choza de Muchona a la pálida luz del amanecer. Durante toda la noche Muchona ha sido lavado con medicina, moviéndose convulsivamente al ritm o del tambor kayong'u, que hace resonar los salvajes espíritus que guarda en su interior. A la primera luz del día, el oficiante principal, un cazador-adivi­ no, cuñado del padre de Muchona, trae al lugar sagrado un gallo rojo y lo sostiene delante del paciente, cogiéndolo por las patas y el pico. El kayong'u, al igual que el nkula y los ritos de caza, es un ritual «r o jo », lleno de simbolismo rojo, que re­ presenta la muerte, el castigo, la brujería y en general cualquier ruptura violenta en el orden social y natural. Muchona, en un repentino espasmo, salta sobre el gallo y de un mordisco le cor­ ta el pescuezo, separándole la cabeza. La sangre salta a borbo­ tones y Muchona «golpea con la sangrienta cabeza sobre su co­ razón, para calmar su espíritu». El gran doctor entonces ordena degollar un chivo. Su sangre corre por el suelo y Muchona lame el charco que se forma. La cabeza del gallo es coloca­ da sobre un poste llamado muneng'a, recién cortado de un ár­ bol de la misma especie de que están hechos los santuarios de los antepasados, simbolizando con ello la muerte ritual y el con­ tacto con los espíritus. El sol hace entonces su aparición y el doctor coge una azada, una taza de la sangre del chivo, los cora­ zones del gallo y el chivo y varios objetos «cortantes», y enca­ beza una procesión de doctores que desde el poblado se dirige hacia la maleza. Llegan a una bifurcación de caminos y siguen derecho en lugar de optar por uno u otro. Al fin se encuentran al pie del principal árbol medicina del ritual, un árbol kapwipu, que en este contexto representa al infortunio inicial que desem­ boca en el éxito — significado que también posee en los ritos de caza. Rezan a los espíritus que afligen y levantan al pie del árbol un montículo de tierra al que dan, a grandes rasgos, la figura de un cocodrilo, con pies y cola incluido. Luego escon­ den en él los diveros objetos «cortantes» de pequeño tamaño, tales como un cuchillo, una navaja, agujas, un brazaleta y una tira de cuentas, repartiéndolos por la cabeza, los pies, la cola y los costados de la figura. Traen entonces los tambores y em­ piezan a batirlos al ritm o del kayong'u. Luego sacan a Muchona del poblado y lo conducen hasta la imagen del cocodrilo, sobre cuyo cuello se sienta mirando ha­ cia adelante. Los doctores le preguntan por qué ha venido al kayong’u y él responde con las respuestas estereotipadas ade­ cuadas al caso. Luego tiene que adivinar dónde ha sido escon­ dido cada uno de los objetos. Muchona me contó con júbilo que él había tenido pleno éxito en eso, que parecía saber exactamen­ te dónde habían escondido cada cosa. Cada vez que respondía correctamente, me contaba, las mujeres que lo habían acompa­ ñado hasta el montículo ritual estallaban en alabanzas, «ha­ ciéndome muy feliz». De repente, dos doctores corren hacia el poblado a esconder algo allí. A continuación Muchona es con­ ducido a su casa, donde comienza a rebuscar y a olfatear por todas partes, intentando encontrar lo que habían escondido. Al cabo de un rato dice: «habéis guardado algo aquí en nombre de un muerto». Se acerca entonces al poste muneng'a y excava en tierra con las uñas cerca de él. «E l nombre del muerto es N kayi ['"duiker” ], ya que aquí habéis escondido un cuerno de duiker.» Alguien llamado Nkayi, según me dijo, había muerto recientemente en la aldea. Muchona explica entonces a los doc­ tores, me imagino que pavoneándose un poco, que «el antílope duiker es un animal del bosque. Los animales viven en el bos­ que, pero los hombres viven en los poblados». A mí me explicó esto diciendo que, mientras los cazadores buscan animales en el bosque, los adivinos se dedican a cazar los secretos de los hombres en el poblado. En cualquier caso, según Muchona, el gran doctor quedó altamente impresionado y exclamó en voz alta: «E ste hombre será sin duda un gran adivino., Todos ro­ dearon entonces a Muchona y empezaron a alabarle, pero él tuvo que pagar a los doctores muchos metros de paño, añadió con pe­ sar. N o obstante, había quedado curado de su enfermedad. Esta había desaparecido de inmediato. Los espíritus que hasta enton­ ces lo habían torturado, a partir de aquel momento empezaron a ayudarle en la adivinación y a protegerle del mal. Poco tiempo después de la ceremonia comenzó su aprendizaje con un famo­ so adivino y empezó a hacerse con las difíciles manipulaciones y técnicas interpretativas de la profesión, muchas de las cua­ les nos describiría en diversas sesiones. La interpretación que Muchona daba del simbolismo del ka­ yong'u se componía a la vez de las creencias tradicionales y de su propia introspección: «E l gallo representa el despertar del pueblo de su sueño; al amanecer el gallo empieza a cantar y los levanta. También el chivo representa el despertar, ya que al alba comienza a balar corriendo detrás de las cabras, y despier­ ta a la gente con su ruido. Del mismo modo, el espíritu kayong'u despierta a aquellos de quienes se ha posesionado, y les hace em itir una respiración entrecortada como la del gallo o el chi­ vo». Y o mismo he podido oír a Muchona y a otros adivinos emi­ tir una especie de resoplido asmático en el curso de la conver­ sación ordinaria. Se supone que ésta es la voz del espíritu ka­ yong'u que reside en ellos. El kayong'u, por tanto, dota a quien lo posee de una especial vivacidad, con el poder de la primera luz que sigue al secreto de la noche, lleno de brujos y miste­ rios. Muchona continuó: «E s el poder del espíritu kayong'u el que hace que un hombre mate al gallo con los dientes. Es su poder el que vuelve medio loca a una persona. Cuando empie­ za a temblar siente como si estuviera borracha o epiléptica. Siente como un golpe repentino en el hígado, como si le estu­ vieran golpeando con el mango de una azada, como si sus oí­ dos se hallaran completamente cerrados, y no pudiera respirar. Todo lo siente como obstruido. Pero todo se abre de nuevo cuando mata al gallo. De los animales muertos saca fuerza, aierta, percepción nítida, ya que hay que tener los sentidos bien despiertos para convertirse en adivino y poder descubrir las cOSas ocultas.» Los orificios de los diversos sentidos — orejas, orificios nasales, o jos— quedan cerrados durante su rapto ri­ tual; luego, el novicio experimenta una liberación, un potenciamiento de la sensibilidad. De nuevo salta a la mente el cu­ rioso paralelo con Tiresias, ya que el vidente griego fue afligi­ do con la ceguera antes de alcanzar la iluminación. De la bifurcación de caminos decía Muchona: C u a n d o la g e n t e lle g a a u n a e n c r u c ija d a , tie n e q u e e le g ir e x a c t a m e n t e e l c a m in o q u e ll e v a a d o n d e d e s e a ir . E s e l lu g a r d e l a e le c c ió n . H a b i t u a l­ m e n te se tie n e u n c o n o c im ie n t o p r e v io d e l s itio a d o n d e s e q u ie r e ir . T o d o e l m u n d o tie n e e s t e c o n o c im ie n to . P e r o e l a d iv in o s e d ir ig e e n tr e lo s d o s c a m i n o s a u n l u g a r s e c r e t o . E l s a b e m á s q u e e l r e s t o d e l a g e n t e . T ie n e u n s a b e r s e c r e to . C u a n d o e l d o c t o r p in c h a lo s c o r a z o n e s c o n u n a a g u ja y u n a c u c h illa , e s tá r e p r e s e n ta n d o e l d o lo r d e l p a c ie n te . E l p a c ie n t e n o tie n e y a q u e s e n tir e s t e d o lo r , p u e s t o q u e y a lo h a n s e n t id o lo s c o r a z o n e s d e l g a llo y del c h iv o . P e r o s i s e c o n v ie r t e e n a d iv in o , v o lv e r á a s e n tir e s e p in c h a ­ zo d e n tr o d e s í — m ie n tr a s e s té e je r c ie n d o la a d iv in a c ió n . E s t o e s lo q u e le e m p u j a a m i r a r a l o s tuponya [ l o s o b j e t o s s i m b ó l i c o s q u e , remo­ v id o s e n u n a c e s t a , c o n s u s c o m b i n a c i o n e s d i c e n a l a d i v i n o l a c a u s a d el m a l o d e l a m a l a s u e r t e q u e a f e c t a a s u p a c i e n t e , o q u é b r u j a o h e c h ic e r o c a u s ó la m u e r t e d e l p a c ie n t e ] . E l a d iv in o d e b e s e r a g u d o c o m o u n a a g u ja y c o r t a n t e c o m o u n c u c h illo . S u s d ie n te s d e b e n s e r a f ila d o s p a r a p o d e r c o r t a r d e u n m o r d is c o e l c u e llo d e l g a llo . V a d e r e c h o a l a s u n to e n t o d o l o o c u l t o . E l c o c o d r i l o e n l a c e r e m o n i a kayong'u r e p r e s e n t a l a a d i ­ v in a c i ó n , p o r q u e t i e n e m u c h o s d i e n t e s a f i l a d o s c o m o a g u j a s . L o s a d i v i n o s p u e d e n c a p t u r a r b r u j o s p o r m e d i o d e l kayong'u, m e ­ d ia n te s u p r o p ia a g u d e z a , y a y u d a d o s c o n la c e s t a d e a d iv in a c ió n . A m b a s c o s a s s e a y u d a n e n t r e s í . L a s p e r s o n a s q u e h a n p a s a d o e l kayong'u s e h a l la n a s a l v o d e l a b r u j e r í a . A s í , s i a l g u i e n i n t e n t a h e c h i z a r l a s , s u á r b o l ¡uyong'u [ p l u r a l d e kayong'u] l e s m a t a r á . Y a q u e s o n e s p í r i t u s t e r r i ­ b le s . He intentado esbozar algunos de los factores que pudieron influido en hacer de Muchona un hombre «m arginal» d e n t r o de la sociedad ndembu. Sus orígenes esclavos, su poco impresionante apariencia, su frágil salud, el hecho de que sien­ d o un niño se viera llevado por su madre de poblado en pobla­ d o , su brillante inteligencia incluso, contribuyeron sin duda a h a c e r de él, en cierta medida, un anormal. Sus especiales ha b i lid ad es no pudieron superar el defecto original que supon * a su marginalidad social y su inadaptación psíquica. Pudo e n c o n t r a r , no obstante, una especie de integración mediante su m i c i a c i ó n en los ritos curativos y especialmente en la profesión d e a d i v i n o . Ya que en éstos, su caráctei-'marginal tenía una con­ n o t a c i ó n positiva. En el contexto ritual podía mantenerse apar­ haber tado de las luchas de prestigio y poder que envenenan las re­ laciones de parentesco y vecindad en la sociedad ndembu. Los ritos ndembu, como todos los ritos, tienden a afirm ar la supe­ rioridad de los valores unitarios y los núcleos de confluencia afectiva. El doctor-adivino cura o juzga por referencia o creen­ cias y valores comúnmente aceptados que trascienden las leyes y costumbres de la sociedad secular de cada día. La debilidad y vulnerabilidad mismas de Muchona en la vida cotidiana de la aldea se transmutaban, así pues, en virtudes en todo lo refe­ rente al mantenimiento de la sociedad total. El rico simbolismo de la agresión oral dentro del ritual kayong'u apunta, por otro lado, a un aspecto bien distinto de la función del adivino, lo que en el caso de Muchona, tan embe­ bido en su función, debía suponer una fuerte modelación de su personalidad en este sentido. En el pasado, el adivino tenía que ejercer un peligroso oficio. He sabido de adivinos que fue­ ron acribillados o alanceados por los parientes de aquellos a quienes habían declarado brujos o hechiceros. Por otro lado, tenía que superar por medio de la agresividad el mucho miedo y la mucha sensación de culpabilidad que albergaban en sí mismos al tomar decisiones que podían provocar la muerte en la hoguera de alguno de sus convecinos. Como mínimo, la pro­ fesión incluía la probabilidad de tener que declarar públicamen­ te que alguien era un brujo. Nadie sino el adivino podría hacer tal cosa, ya que, como en todas las sociedades, entre los ndem­ bu prevalece la ficción cortés de que el trato social está gober­ nado por la concordia y el mutuo respeto. Sólo el adivino, fo r­ tificado por el ritual y protegido por los feroces espíritus que le atormentan, al tiempo que le otorgan clarividencia, puede ex­ poner públicamente los odios que bullen por debajo de la apa­ riencia exterior de paz social. Es fácil, pues, intuir que en la adivinación hay un aspecto de venganza inconsciente contra el orden social. En el caso de Muchona, bajo su máscara burlona, y bajo su timidez aparen­ te, se traslucía su odio largamente acariciado contra los más seguramente situados en el orden social. Este odio debe haber­ le proporcionado una cierta clarividencia de las tensas relacio­ nes que subyacen a los sistemas políticos y de parentesco. Si­ tuado siempre fuera del círculo del poblado, podía ver los pun­ tos débiles de los habitantes del mismo más claramente que la mayor parte de ellos. Esa misma objetividad puede, en este sentido, haber servido de acicate a su general deseo de vengan­ za. No obstante, inconscientemente, debe de haber sentido mie­ do de que aquellos a quienes él no quería pudieran devolverle de algún modo la moneda. Este miedo le hacía mostrarse a la vez humilde y cómico en su vida diaria. Representando su pa­ pel de bufón atemorizado restaba importancia a sus propios poderes, y de esa manera se protegía. Por otro lado, dicho miedo debía tener poco que ver con el hecho de que invariablemente racionalizara sus tareas rituales como un bien para la socie­ dad. La flor del altruismo tiene a veces retorcidas raíces. Era indudable que Muchona, popular entre las mujeres de edad, no era bien visto por la mayor parte de los hombres. Por ejemplo, cuando murió el hijo menor de la más joven de sus mujeres, un niño que él mismo había reconocido ante to­ dos que no era suyo, los hombres de un buen número de pobla­ dos se complacieron en decirme que había sido él quien lo había embrujado. Para desacreditar estas habladurías, que ha­ bían llegado a oídos de Muchona de manera indirecta, se tomó éste la molestia de recorrer un pesado camino de muchos kiló­ metros, hasta la casa de sus suegros, para contarles los detalles de la enfermedad del niño y las medidas que había tomado para remediarla. A su regreso me contó con amargura que le ha­ bían pedido quince chelines — una suma considerable para un aldeano— en compensación por la pérdida que la muerte del niño suponía para el linaje. Muchona, como marido, era con­ siderado responsable del bienestar del niño. Dijo que no habían tomado en cuenta el dinero que ya había pagado a un adivino para cerciorarse de la causa de la muerte, ni el coste del trata­ miento de un herborista, pagado también por Muchona. El adi­ vino lo había declarado inocente de la muerte del niño en pre­ sencia de los parientes de su esposa, declarando en cambio que el brujo había sido un importante cacique perteneciente al li­ naje de ésta. De haber sido Muchona una personalidad más alta en los asuntos seculares, podría haberse negado a pagar com­ pensación por un hijo ilícito y dejado así las cosas. En su si­ tuación, se sentía obligado a congraciarse con la autoridad es­ tablecida, cualquiera que ésta fuera — o bien, a huir y construir su choza en un área distinta. Hay otro ejem plo de la tendencia de Muchona a capitular sin ¡ucha ante la presión pública. Un día, tras haber estado traba­ n d o conmigo durante tres meses, apareció pavoneándose con un traje de dril blanco, pagado con mis regalos en metálico. Había propalado ante todo el mundo con orgullo, según pude enterarme más tarde, que había sido su hijo Fanuel Muchona quien le había regalado el traje. En realidad, el pobre Muchona intentaba a menudo dar la impresión de que Fanuel tenía rnayores atenciones filiales para con* él de las que en realidad tenía. Pronto se descubrió que lo único que había hecho Fanuel era ponerlo en contacto con el vendedor, y no le había dado un céntimo para el traje. Acabada nuestra sesión, el maestro Windson me dijo con tristeza: «E se hermoso traje causará la envidia de todo el mundo, ya que todo el mundo se dará cuen­ ta de que has estado pagándole espléndidamente, y nosotros, los ndembu, somos un pueblo muy envidioso.» Nada más cierto. Pocos días más tarde, Muchona apareció de nuevo vistiendo sus habituales harapos caqui, y mirando a todas partes angustiado. «¿Pero qué te ocurre, hom bre?», le dije. Y él respondió: «Esta es la última vez que podremos ha­ blar juntos de las costumbres. ¿No oyes que la gente empieza a hablar de mí enfadada en el poblado? Cuando venía de cami­ no para aquí empezaron a decir en voz alta, para que yo pudie­ ra oírlo, que estaba revelando los secretos [d e la tribu] y te estaba enseñando cuestiones de brujería.» Me sentí abatido y un poco dolido de oír esto, ya que mis relaciones con las gen­ tes del poblado me habían parecido siempre extremadamente amistosas. Así se lo dije a Muchona, quien me respondió: «N o, no es la gente de este poblado, o sólo unos pocos de ellos, los que hablan así, sino otros que vienen a oír los chismes que se cuentan en la tejabana del poblado. Pero la gente de aquí, en especial una persona — no diré nombres— dicen que sólo estoy contándote mentiras. Antes de que yo apareciera, dicen, tú oías sólo cosas ciertas sobre las ceremonias, pero ahora sólo oyes tonterías. Una cosa sí encuentro pasmosa. Las gentes del pobla­ do me llaman mentiroso, y los de fuera dicen que estoy traicio­ nando secretos. Sus razones para odiarme no concuerdan, ¡y sin embargo están de acuerdo!» Y o sabía que era Kasonda el que llamaba mentiroso a Muchona, pero Muchona era dema­ siado educado, o demasiado político para decirlo, ya que todo el mundo sabía que Kasonda y yo habíamos sido amigos du­ rante bastante tiempo. Cuando Windson oyó esta penosa historia, su expresión se tornó triste y severa, como sospecho debía tom arse cada vez que tenía que vérselas con algún alumno rebelde. «D ebo tener unas palabras con algunas de esas gentes — dijo— ; casi todos ellos tienen hijos en mi escuela.» Y dirigiéndose a Muchona, le dijo: «N o le hagas caso a ninguno de esos fulleros. N o volve­ rán a decir una sola palabra.» Y no lo hicieron. Y a que Windson no sólo era profundamente respetado por su integridad, sino que además podía imponer sanciones por su cuenta. Como director de la escuela del poblado, podía recomendar o no a los niños para la enseñanza media que se impartía en la distan­ te estación misional. Los aldeanos de Zambia saben muy bien que una buena educación es un medio vital para la ascensión sOCial que pueden alcanzar las gentes de color. Si el director de la escuela llegaba a tener conocim iento de algún acto de mala fe en ciertos casos que podían tener acceso a la prom o­ ción, cabía la posibilidad de que se decidiera a enviar un in­ forme adverso. N o creo que Windson hubiera llegado nunca a hacer esto, ya que era una persona seria, educada y bastante amable; pero la sugerencia dejada caer en los lugares adecuad0s, de que Muchona no debía ser molestado, produjo efectos apaciguadores verdaderamente maravillosos. Windson había llegado a tomarle a Muchona a lo largo de nuestras discusiones una afición nada común. Al principio, ha­ bía tendido a mostrar una cierta frialdad, y hasta casi desa­ grado, ante el «paganism o» de Muchona, pero muy pronto su admiración hacia la inteligencia de este hom brecillo y su apre­ ciación de la complejidad de la existencia se fue haciendo cada vez mayor. Con el tiempo, Windson llegó incluso a enorgulle­ cerse positivamente de la riqueza y sonoridad del sistema sim­ bólico que Muchona iba desplegando ante nosotros, llegando in­ cluso a reír de buena gana ante los ocasionales golpes de inge­ nio de Muchona. Uno de estos golpes tuvo lugar tras una larga sesión, en la que habíamos tratado de un Lema penoso, el ihamba. En su ex­ presión material consiste en la incrustación del incisivo supe­ rior de un cazador muerto en el cuerpo de una persona que ha incurrido en la ira del cazador. El diente es extraído des­ pués por procedimientos rituales, que incluyen la confesión, por parte del paciente y de sus parientes del poblado, de sus mutuos m otivos de rencor, y la expresión de su arrepentimien­ to por haber olvidado en sus corazones al antepasado-cazador. Sólo «tras haber encontrado los motivos de rencor» dejará el diente de «m ord er» a sus víctimas y se dejará apresar en uno de los cuernos recipientes colgados a la espalda del paciente por el asistente principal del doctor. Después de un par de horas de explicación, Muchona comenzó a moverse en su taburete de madera. Entusiasmado por la investigación, se me había borra­ do todo otro pensamiento, y me había olvidado de darle su coj i'n habitual. En un mom ento dado saltó: «M e preguntabas a dónde va el ihamba. Pues bien, en este mismo momento ten­ go un ihamba en las posaderas.» Yo, sin decir nada, le pasé su coji'n. N o fue esto todo, sin embargo. De vez en cuando solía­ mos puntear nuestras deliberaciones con un cigarrillo. Ese día había olvidado yo también pasar mi paquete de «B elgas». Mu- chona dijo entonces: «Tengo aún otro íhamba.» «¿C u ál?» «E l más airado ihamba de todos, el ihamba de beber [es decir, fu­ m ar] tabaco.» Como verdadero profesional que era, Muchona podía gastar buenas bromas con su oficio. Muchona normalmente se tomaba con mucha seriedad las creencias ihamba. Había sido tratado no menos de ocho veces, decía, para librarse de un ihamba que le producía dolor en las articulaciones. Bien fuera porque los doctores habían sido unos charlatanes — uno intentó engañarle con un diente de mono— o, quizás, y más frecuentemente, porque «el motivo de resenti­ miento era desconocido», el ihamba seguía molestándolo. Va­ rias adivinaciones habían establecido para su satisfacción, que el ihamba procedía de un hermano de su madre que había sido capturado como esclavo en una incursión luba, hacía muchos años. Más tarde, su madre había sabido que su hermano se ha­ bía convertido en un famoso cazador en el país luba, pero nun­ ca más volvió a verlo. Muchona creía que guardaba algún resen­ timiento imperecedero contra su linaje materno, tal vez porque más que capturado había sido vendido a los luba — ¿quién po­ día sabeilo después de tantos años? Muchona se veía atormen­ tado a causa de este rencor oculto. Y puesto que nadie podía descubrir cuál era la causa de él, creía que jamás podría ser curado de la mordedura del íhamba. ¿No era tal vez esto una proyección del propio Muchona? ¿N o se trataba acaso de un resentimiento inconsciente contra su madre — desplazado ha­ cia su desconocido tío— por haber afligido a su hijo con la es­ clavitud? ¿No se encerraba en ello la fantasía de que hasta un esclavo podía ser grande, como lo había sido su famoso tío? En cualquier caso, en su explicación de las creencias íhamba, Muchona parecía sentir que se hallaba atrapado en algún tor­ mento irremediable, y que en realidad su enfermedad no era otra que él mismo. Aunque el sufrimiento lo había convertido en doctor de varios cultos, jamás había podido convertirse en especialista íhamba. Es posible imaginar que este mal incura­ ble representaba para él el resquemor constante de su tristeza por ser de origen esclavo y no «pertenecer» a ninguna pequeña y bien establecida comunidad aldeana. Nadie puede hacer justicia a otro en su totalidad humana. He sugerido que en Muchona existía un cúmulo profundo de amargura inconsciente y un deseo de venganza contra la socie­ dad que no tenía para él un lugar secular compatible con sus habilidades. Este hombrecillo, no obstante, tenía una gran in­ teligencia. Sólo que era demasiado sensible al leve desprecio y resentimiento con que muchos individuos lo miraban. Aunque predominaba en él el intelecto sobre el corazón, intentaba en general actuar de manera cortés y caritativa, y trataba compa­ sivamente a sus clientes. A lo largo de nuestra colaboración llegó a adquirir un alto grado de objetividad con respecto a los valores sagrados de su propia sociedad. Si sus puntos de vista se vieron alterados por la discusión que entre los tres mantuvi­ mos durante este tiempo, es algo que no sé. Todo lo que sé es que, poco antes de abandonar yo aquella tierra, probablemen­ te para siempre, vino a hacerme una visita, y tomamos juntos un trago con exterior alegría. En un momento dado, poniéndo­ se serio, dijo: «Cuando tu coche eche a andar por la mañana, no esperes verme por las cercanías. Cuando alguien muere, no­ sotros, los ndembu, no nos alegramos, sino que celebramos ce­ remonias de luto.» Conociéndole como yo le conocía, no podía dejar de ver que era más que- tristeza lo que sentía por la pér­ dida de un amigo. Lo que lo apenaba era no poder comunicar ya más sus ideas a alguien que fuera capaz de entenderlas. El filósofo tenía que volver de nuevo a un mundo que sólo podía aceptarlo como «doctor-brujo». ¿No era esto una especie de muerte? Son varias las buenas descripciones existentes de los ritos de circuncisión en el área cultural de los bantú centro-occidenta­ les. Las Notes on the circum cision rites o f the Balovale tribes de White (1953), proporcionan datos tomados de los distritos de Balovale, Kabompo y Mwinilunga, de Rodesia del Norte, y tratan de la circuncisión entre los lunda, los luvale, los chokwe y los luchazi. The role o f the sexes in W iko circum cision ceremony de Gluckman (1949), se basa en observaciones hechas en Barotseland, sobre todo entre inmigrantes luvale. Datos sobre los chokwe de Angola y el Congo Belga pueden encontrarse en: Baumann (1932), Borgonjon (1945), Delille (1944), Holdgredge y Limball Young (1927). El mismo Delille publicó también una descripción de los ritos de circuncisión luvale y lunda del Con­ go Belga (1930). Tuoker, por su parte, publicó algunas notas sobre la circuncisión lwimbi, en Angola (1949), mientras Hambly ha escrito sobre Tribal initiation o f boys in Angola (1935). Los ritos de circuncisión ndembu, llamados mukanda, al' igual que los de los chokwe, luvale y luchazi, proporcionan una interesante variación con respecto a la pauta general. Presen­ to aquí un informe basado en la observación personal y en las descripciones de los infam antes, de los ritos ndembu, en parte para añadir nueva información al fondo etnográfico ya acumu­ lado sobre tales ritos, y, más importante aún, para proporcio­ nar datos para el tipo de análisis que aquí llevo a cabo. Con esta intención en mi ánimo, presento el mukanda como una serie de episodios sucesivos, basados primariamente en mis propias observaciones sobre una ceremonia concreta, interpo­ lando entre ellos comentarios y exégesis proporcionados por los informantes ndembu. En su artículo (1953), W hite resume los fines principales y los rasgos comunes que presentan los ritos de circuncisión entre las tribus balovale. Considera él que estos ritos no pue­ den asociarse con influencias islámicas y que no existe una tra­ dición general que explique el origen de la práctica de la cir­ cuncisión entre estas tribus, aunque «todos ellos tienen un ori­ gen común en su centro de dispersión, situado en el imperio de Mwantiyanvwa, en el sudoeste de la cuenca del Congo, y sin duda traían consigo ya la circuncisión cuando penetraron en Rodesia del N orte». L a e d a d d e la c ir c u n c is ió n e n e l p a s a d o e r a m á s a lta q u e e n la a c tu a ­ lid a d , y c o i n c i d í a h a b i t u a l m e n t e c o n l a p u b e r t a d , o j u s t a m e n t e p o c o d e s ­ p u é s. L o s n o v ic io s p e r m a n e c ía n r e c lu id o s d u r a n t e u n a ñ o . E n la a c t u a li­ d a d , lo s r it o s tie n e n lu g a r d u r a n t e la e s t a c ió n f r ía , c o n s id e r a d a c o m o e l p e r ío d o m á s h ig ié n ic o d e l a ñ o , p e r o lo s n o v ic io s p e r m a n e c e n r e c lu id o s d u r a n te s ó lo tr e s o c u a tr o m e s e s . L o s n o v ic io s d e h o y e n d ía c u e n ta n h a b i t u a l m e n t e e n t r e 8 y 10 a ñ o s , y r a r a m e n t e s u p e r a r a n l o s 14-15. E s t e r e b a ja m ie n to d e la e d a d y a c o r ta m ie n to d e l tie m p o s o n , e n g r a n p a rte , d e b id o s a i n f l u e n c i a s m o d e r n a s , t a l e s c o m o l a n e c e s i d a d d e a s i s t i r a la e s c u e l a y la s p r e s i o n e s d e l a e c o n o m í a m o d e r n a , q u e h a c e n q u e l o s j ó v e ­ n es te n g a n q u e g a n a r d in e r o . L o s r i t o s s o n t í p i c o s rites de passage, e n l o s q u e l o s n o v i c i o s r e n a c e n c o m o h o m b r e s t r a s u n a m u e r t e s i m b ó l i c a . D u r a n t e e s t e p e r í o d o l o s no­ v i c io s p e r m a n e c e n r e c l u i d o s y e m e r g e n f i n a l m e n t e c o n n u e v o s n o m b r e s d e a d u lto . U n a p e r s o n a in c ir c u n c is a s ig u e s ie n d o c o n s id e r a d a c o m o u n n iñ o y c o m e s o l a o c o n l a s m u j e r e s , y á q u e n o p u e d e p a r t i c i p a r e n l a s m is m a s c o m i d a s q u e l o s h o m b r e s m a d u r o s y y a c i r c u n c i s o s . N i n g u n a m u je r e n e l p a s a d o h u b ie r a m a n te n id o r e la c io n e s s e x u a le s c o n u n h o m ­ b r e a s í , a u n q u e e n l o s t i e m p o s a c t u a l e s la s m u j e r e s d e e s t a s t r i b u s h a n r e la ja d o e s t e ú lt im o t a b ú , c o m o c o n s e c u e n c ia d e lo s c o n t a c t o s c o n t r i­ b u s in c ir c u n c is a s , y h o y e n d ía lle g a n a te n e r r e la c io n e s c o n h o m b r e s in c ir c u n c is o s . E n e l p a s a d o , lo s h o m b r e s n o c ir c u n c is o s ja m á s h u b ie r a n p o d id o c o c in a r s u c o m id a e n e l f u e g o u s a d o p a r a c o c in a r la c o m id a d e la s p e r s o n a s c i r c u n c i s a s . J u n t o c o n e l o t o r g a m i e n t o d e l a v i r i l i d a d p l e n a , lo s r i t o s a c e n t u a b a n l a m a d u r e z s e x u a l d e l o s p a r t i c i p a n t e s . C o m o c o n ­ s e c u e n c ia ' d e s u e n t r a d a e n la m a d u r e z v ir il, e l n o v ic io r e c ib e la g a r a n ­ tía d e q u e p o d r á d i s p o n e r d e s u c a p a c i d a d s e x u a l a p l e n o r e n d i m i e n t o . Aunque White cree que no existe una tradición general sobre el origen de la circuncisión entre las tribus balovale, menciona que «algunos dicen que una m ujer dejó a su hijo jugando sobre |a hierba de su huerto y accidentalmente fue circuncidado por una hierba afilada; cuando se vio el resultado, el pueblo deci­ dió adoptarlo como uso general». Entre los ndembu mwilunga, pude recoger varios mitos de fundación que contenían estos mismos elementos: madre, hijo y hierba. La versión más com­ pleta, como siempre, fue la proporcionada por Muchona, que traduzco a continuación: H a b ía u n a v e z u n a m u je r y s u h ijo . F u e r o n a r e c o g e r h ie r b a , p a r a q u e ­ r r ía y c o n s e g u i r s a l. E l n i ñ o i n t e n t a b a s e g u i r t o d o e l t i e m p o a s u ? a d r e , m i e n t r a s é s t a i b a r e c o g i e n d o l a h i e r b a d e s a l (matahu amung'wa). P o r p u r o a c c i d e n t e , u n t r o z o d e h i e r b a kaleng'ang'om bi l e c o r t ó t o d o su p e n e e n d e r r e d o r . E l n iñ o r o m p ió a llo r a r . L a m u je r s e a b a la n z ó hacia él para ver por qué lloraba. Se llenó entonces de pena; y llevó al niño al poblado. Allí algunos hombres dijeron: «El niño debe ser llevado a algún sitio (lejos) de su madre y de las otras mujeres.» Trajeron una navaja (ntewulu, el mismo tipo de navaja que se emplea para afeitar la cabeza en torno a la línea del cabello, marcando así el final de la reclusión de los ritos funerarios, los ritos de pubertad femeninos y algunos otros ritos curativos). y le cortaron el pene en redondo, de la manera adecuada, arrancándole el prepucio del todo. Su padre se hizo responsable del niño. Se le puso medicina en el pene. Después de algunas semanas, el niño se recobró, y se puso bien de nuevo. Los hom­ bres se pusieron muy contentos de ver cómo el corte había quedado curado del todo, y lo practicaron en otros muchachos. Sucedió otro tanto: después de algunas semanas los muchachos estaban también cu­ rados. Así la gente empezó a comprender que era mejor que todos es­ tuvieran circuncidados. Y los hombres ya maduros fueron circuncida­ dos también. Danzaron y bebieron cerveza (para celebrar) el corte de penes bien hecho y lo bien que lucían. Así es como comenzó [el mukanda]. Muchona añadió que el mukanda es para curar, no para ha­ cer fértil. Es «para curar (a un novicio) de modo que se haga fuerte, y pueda coger poder (kumuuka akoli akwati ng'ovu»). Luego veremos que la evitación de la sal por parte de los padres del novicio entre el momento de su circuncisión y el de la curación de las cicatrices es un rasgo importante en los ritos ndembu. Otros relatos mencionan muchachos, hombres adultos, y hier­ ba, pero no la relación madre-hijo. Por ejemplo, el jefe Sampasa, uno de los circuncisores en los ritos, que yo pude pre­ senciar, me d ijo que una vez se hallaban unos ninos jugando cerca del río. Quedaron casual­ mente circuncidados (kwalama) por unas hierbas kalembankwaji (que se dice tienen hojas triangulares cortantes). Cuando volvieron al pobla­ do los ancianos . dijeron: «Esto es mala cosa. ¿Qué persona malvada cortó a los niños de esta manera?^ Pero luego los niños que así habían sido cortados empezaron a lucir más fuertes que los otros chicos. En­ tonces los ancianos decidieron hacer como la hierba, y circuncidaron a los muchachos con navajas. La perspectiva estructural de Sampasa como circuncisor de­ bió llevarle a subrayar la operación física en sí misma, y no las relaciones sociales implicadas. Estas últimas son muy im­ portantes en el mukanda. Y a que, como Gluckman escribe (1949, p. 145), «los muchachos son ritualmente separados de sus ma­ dres, para identificarse con sus padres». Las personas circuncisas tienen prohibido comer comida de un fuego empleado para cocinar comida de personas incircun­ cisas. Esta prohibición sigue vigente todavía hoy en muchas partes del territorio ndembu. A un niño incircunciso se le llama wunabulakutooka, «e l que carece de blancura o de pureza». El mismo término se aplica a las mujeres menstruantes. Los hom­ bres incircuncisos son permanentemente contaminantes, las mu­ jeres sólo durante el período de su menstruación. Si unos u otras comen de la captura de un cazador las porciones que éste reserva a los miembros del culto de los cazadores, se cree que el cazador perderá su suerte en la caza y sus medicinas toda efi­ cacia ■• De igual manera, ni unos ni otras deben acercarse al santuario de los cazadores del poblado. Se cree que los hombres correrían el riesgo de desangrarse hasta m orir cuando se les circuncidara y las mujeres el de padecer un período menstrual anormalmente largo. Los hombres circuncisos sólo «pueden comer de un plato y de un fuego (hejiku d im a )». Los hombres in­ circuncisos son contaminantes debido a la suciedad que tienen debajo del prepucio (el término wanza significa precisamente esto y es utilizado como injuria). Esta «Suciedad» se debe a la retención de orina y a la acumulación de la secreción sebácea procedente de las glandulae odoriferae, conocidas con el nom­ bre de smegma preputii. Una vez que el circuncisor ha cortado una sección del prepuicio, lo enrolla hacia atrás para dejar el glande al descubierto. Esta acción recibe el nombre de ku-solola, «hacer visible». De manera similar, cuando se planta un nuevo muyombu en honor de los antepasados, se arranca un trozo de corteza con la correspondiente madera hasta lo alto del árbol, dejando una estela de madera blanca al descubierto, que es comparada con el pene circunciso. Los hombres circuncisos son «blancos» (watooka) o «puros». Lo que estaba oculto (y su­ cio) se hace ahora visible. La sequedad del glande también es alabada. Sólo pude observar una celebración completa de mukanda (aunque recopilé muchas descripciones de los ritos proporcio­ nadas por mis informantes), pero conseguí obtener una buena cantidad de información sobre el trasfondo social de su cele­ bración. Recogí genealogías en todos los poblados que envían novicios al pabellón de la circuncisión o proporcionan ofician­ tes, menos en uno. Hice diagramas de las chozas de dichos po­ blados, anoté algunas de las características sociales más im por­ tantes de los principales oficiantes, y gradualmente fui descu­ briendo los vínculos y los puntos de ruptura existentes entre 1 M is i n f o r m a n t e s n d e m b u , S a k u t o h a y K a s o n d a , f o ^ u l a r o n l a p r o " l i c i ó n e n lo s s i g u i e n t e s t é ^ i n o s : « E s p o r c a u s a d e l o s e s p í r i t u s d e lo s a n t e p a s a d o s (akishi). U n h o m b r e q u e t i e n e m u c h o s e s p í r i t u s p u e d e p o n e r s e m a lo s i c o m e c o n m u c h a c h o s in c ir c u n c is o s . L a s p e r s o n a s in c ir ­ c u n c is a s e s t á n s u c ia s , y lo s e s p ír it u s e n to n c e s s e p o n e n e n fa d a d o s .» los grupos y subgrupos que tomaban parte en la misma. Esta información sociológica me ayudó a comprender m ejor las interrelaciones de las celebraciones, e incluso a interpretar las contravenciones de la costumbre ritual. Para poder dar al lec­ tor una idea de la especie de matriz social que enmarca la ce­ lebración de los ritos ndembu, me propongo esbozar los perfi­ les estructurales del campo social que se hacen visibles en la celebración del mukanda. En lo que a la celebración concreta respecta, recogí sus de­ talles rituales con tanto cuidado como me fue posible, tomé fotografías de los ■episodios y lugares importantes, y sobre la marcha pedí ayuda a los oficiantes para la interpretación de los símbolos. Referencias sobre la form a debida de celebrar el mu­ kanda me fueron proporcionadas por el je fe Iikelenge, por K a ­ sonda, por Sandombu, Kenson y, el m ejor de todos, por Mu­ chona (cuyo estudio caracterial he hecho en las pp. 145-167). Además de esto, recopilé datos y exégesis de muchos hombres y mujeres en el curso de otras investigaciones, como se hace siem­ pre en el trabajo de campo. La descripción y la interpretación indígenas de las costum­ bres rituales, en orden episódico, deben venir a continuación del análisis del campo social en que se sitúan. La unidad social más importante que toma parte en los ritos es la vecindad, o conjunto de poblados vecinos. Una vecindad está constituida por una serie de poblados — entre dos y más de una docena— separados entre sí por distancias que varían entre 45 metros y tres kilóm etros y medio. Pocos de estos poblados se hallan ligados entre sí por lazos matrilineales, es decir, por el princi­ pio de descendencia dominante. La mayor parte de ellos tienen corta historia en un asentamiento local y han em igrado de otras vecindades o jefaturas en un pasado reciente. Dichos poblados pronto quedan ligados entre sí por una com pleja red de ma­ trimonios, y la afinidad asume entonces un significado políti­ co. Dado que el matrimonio es virilocal, y gran parte de los matrimonios ocurren dentro de los límites de la vecindad, la ma­ yor parte de los poblados crían como «h ijo s » seminales propios a los miembros matrilineales de menor edad de los poblados vecinos. Menciono esto porque constituye un rasgo importante del mukanda el hecho de que los padres protegen y atienden a sus hijos durante la circuncisión y la reclusión. El vínculo padre-hijo, tan crucial para la integración de la vecindad, se ve también realzado por la costumbre ritual. En Schism and continuity in an African society: A study o f Ndem bu village life (1957), he mostrado que las vecindades son agrupaciones inestables, ya que los poblados frecuentemen­ te sufren divisiones y se desparraman por un amplio territorio. La sección disidente o el poblado emigrante generalmente cam­ bia su afiliación de vecindad. Esta inestabilidad y esta situación de continuo precario hacen prácticamente im posible establecer un dominio evidente de uno de los caudillos sobre los restan­ tes. Como en otros conjuntos de las relaciones sociales ndem­ bu, vemos aparecer más bien la coexistencia y concurrencia situacional de criterios diversos, que confieren prestigio pero no control. En cada vecindad suele haber al menos dos poblados que reclaman una especie de preeminencia moral sobre los res­ tantes. Describiré ahora en detalle el patrón de conflicto que apa­ recía como dominante en la vecindad donde efectué m i obser­ vación de la ceremonia mukanda completa. La vecindad del mukanda La vecindad ndembu es, pues, un conjunto de poblados, de cambiante extensión territorial y fluida e inestable composición social. N o tiene organización interna reconocida que soporte los cambios de identidad de los poblados que la componen, pero tampoco es simplemente el conjunto de casas vecinas que rodean a un poblado. La vecindad se hace visible como entidad social discreta en varias situaciones críticas, en las que se in­ cluye el mukanda, y un cabecilla concreto ejerce el liderazgo ritual o moral en cada una de estas ocasiones. Puesto que estas ocasiones rituales, en las que dicho liderazgo se afirm a, son relativamente infrecuentes, y la vecindad se halla en constante cambio, tanto numérico como de grupos, los rituales im por­ tantes, como es el mukanda, se convierten en una prueba de fuerza entre los anteriores líderes y los aspirantes al liderazgo. En el curso de estas luchas, son varios los criterios a los que apelan los concurrentes. Tanto los componentes de la vecindad, como, con el tiempo, el antropólogo, toman conciencia de la im ­ portancia relativa de cada una de las personas y grupos im pli­ cados, de acuerdo con esos criterios. En prim er lugar, debo enumerar los grupos sociales que parUcipan en la situación mukanda. El diagrama 1 constituye una representación esquemática de la disposición espacial aproxima­ da de las unidades residenciales en el interior de la vecindad. Seis de estas unidades, Nyaluhana, Machamba, Wadyang'amafu, Sawiyembi, Sampasa y Kafumbu son poblados que constan en el registro gubernamental de impuestos. Las restantes, Nyam- pasa, Mukoma, Wulengi, Robert, Kafum bu Kamu, Tow ell, Simon y Kutona son conocidas entre los ndembu como mafwami, del inglés «fa rm » [gran ja] (término, al parecer, tomado de las tri­ bus africanas que viven cerca del cinturón del cobre y tienen unidades similares), y no están aún incluidas en el registro. Las granjas pagan sus impuestos a través del caudillo de un pobla­ do registrado. Pueden haberse separado recientemente de al­ guno de los poblados registrados y seguir pagando, con todo, a través de él, o bien haberse vinculado a otro poblado más cercano a su nuevo emplazamiento. El térm ino «gran ja», no obstante, esconde dos tipos claramente distinguibles de agru­ pación residencial. Uno de estos tipos representa el prim er esta­ dio del ciclo vital tradicional de los poblados ndembu: presen­ ta la forma de un círculo de chozas de postes y barro, y lo ocupa un núcleo de la parentela matrilineal del caudillo, pre­ ponderando los parientes masculinos sobre los femeninos como consecuencia del matrimonio virilocal. En Schism and continuity in an Africa society, llamaba yo a estas unidades «pobla­ dos no registrados». Los poblados no registrados de gran tama­ ño son estructuralmente idénticos a los poblados registrados. Du^GRAMA 1 . V e c i n d a d Nyaluhana El otro tipo merece, con mayor propiedad, ser denominado «gran ja» y presenta determinadas características, en la dispo­ sición de las chozas y la composición social, desconocidas en la estructura social ndembu pre-europea. N o se trata ya de una agrupación de chozas, sino que consta de uno o más edificios de ladrillos (kim berley) secados al sol, mucho más grandes que la choza corriente y flanqueados a ambos lados por unas pocas cabañas de postes y barro y algunas cocinas. El cabeza de gran­ ja típico es un hombre que ha hecho dinero, a menudo traba­ jando en la línea férrea, y que intenta hacer más dinero a nivel local. Puede ser un pequeño comerciante, un sastre con máqui­ na de coser propia, el propietario de un «salón de té» o un cam­ pesino que cultiva para el mercado. Para todos estos trabajos, el acceso. a los centros comerciales o administrativos es siem­ pre ventajoso. Existen pocas «granjas» en el sentido moderno del término, en la vecindad que aquí estudiamos, ya que aun­ que la mayor parte de los poblados se hallan situados a pocos ki­ lómetros del «B om a » o centro administrativo del gobierno, no tie­ nen acceso a él más que por medio de senderos. Para llegar al Boma, el camino más directo pasaba a través del río Mudyanyama, que bajaba convertido en caudaloso torrente duran­ te la temporada lluviosa. N o obstante, por la época en que yo asistí al mukanda se hallaba en proceso de construcción una carretera que comunicaría el Boma con el poblado de Nyachiu, un poco más allá de la vecindad, y dicha carretera pasaba por ella. La nueva carretera ahorraba el largo rodeo de la vieja y ponía a la mayor parte de la vecindad en contacto directo con la ruta de migración laboral, que, desde la capital del jefe prin­ cipal Kanongesha, zona de gran concentración de población, y desde Angola, conducía al cinturón del cobre. Anticipándose a los efectos de esta carretera, varios de los más astutos miembros de la vecindad, com o Tow ell y Simon, habían construido gran­ jas alejadas de sus poblados de origen, con vistas a vender co­ mida, cerveza y otros productos de su industria a los viajeros. La unidad básica de las granjas es la fam ilia elemental o poligínica, más que el clan matrilineal. El cabeza de granja constru­ ye lejos de su familia matrilineal para afirm ar su independen­ cia jurídica y económica. Lucha por su emancipación de las normas tradicionales, para poder participar de manera plena en la moderna economía de mercado. Las granjas y la carretera eran, pues, en esta vecindad otros tantos hitos del futuro desarrollo. La carretera en concreto era un rasgo del paisaje cultural que influía en algunos de los as­ pectos que a continuación describiré, aunque, debido al parcial aislamiento de la vecindad, las normas y los valores tradicio­ nales continuaban desempeñando un papel dominante en la con­ figuración de lo que ocurría durante el mukanda. La m ayor par­ te de las llamadas «gran jas» eran en realidad «poblados no re­ gistrados», tanto por su forma como por su composición. La gente tendía de hecho a hablar de Nyampasa, Mukoma, e inclu­ so Kafumbu Kamu como «poblados» (nvikala) más que como «granjas». Wukengi, por su parte, cumplía ya todos los requisi­ tos para ser considerada un poblado, aunque los foráneos la consideraban como parte del poblado Nyaluhana. Kutona, al igual que Wukengi, era considerada por la mayor parte de la gente como parte de su poblado-madre. Robert era contabiliza­ da como «gran ja». Su cabeza, y la m ayor parte de sus compo­ nentes, pertenecían a la tribu luvale, y se dedicaban, como la mayoría de los luvale del distrito Mwinilunga, al comercio, al cultivo para el mercado (para el área residencial del Boma, prin­ cipalmente) y a la venta de cerveza. Robert, Towell y Simon eran las únicas verdaderas «gran jas» de la vecindad. Había, por tanto, seis poblados registrados, cinco no regis­ trados y tres granjas, en la vecindad. Hay que añadir a esto una sección del poblado Machamba, que había empezado a edifi­ car separadamente, pero cerca del poblado-madre, por la época en que dio comienzo el mukanda, aunque esta escisión n o pa­ rece haber influenciado de manera significativa el mukanda. Frente a las restantes agrupaciones, el poblado Machamba ofre­ cía un alto grado de unidad, ya que Machamba intentaba au­ mentar su prestigio en el marco del mukanda, lo que hizo que por un tiempo sus divisiones internas quedaran superadas por esta meta común. N o era siempre este el caso. Con mucho, la tendencia general de los grupos disidentes era buscar alianzas con los oponentes externos del poblado, una vez ocurrida la fisión. En el caso de Machamba, las principales secciones del poblado pensaban que ganarían mucho más manteniéndose uni­ das que no separadas. Había dos contendientes principales por el derecho de pa­ trocinar este mukanda y de representar sus principales roles. Uno era el caudillo Machamba, el otro el caudillo Nyaluhana. Cada uno de ellos tenía su propio séquito faccional en la vecin­ dad durante la situación mukanda. Hablando en general, cada facción estaba compuesta por miembros del respectivo poblado, pero como ya hemos observado, las querellas internas existen­ tes en los poblados daban a veces como resultado el que gru­ pos o individuos disidentes, a veces abiertamente, pero con mayor frecuencia de manera clandestina, dieran su apoyo a la facción opuesta al cacique del propio poblado. Por su parte, Nyaluhana se veía apoyado por Wukengi, cuyo cabeza era hijo de la hermana clasificatoria de Nyaluhana, por Wadyang'amafu, por Kafumbu, por Nyampasa y por Mukoma. Machamba, por su lado, recibía apoyo de Sampasa y Sawiyembi. Los derechos aducidos por Nyaluhana parecían gozar de más apoyo, pero hay que decir que gran parte del séquito de Nyaluhana tenía más estrechos lazos con Wukengi que con él mismo, y que Nyaluha­ na y Wukengi no estaban precisamente en los m ejores térm i­ nos. Los resultados del enfrentamiento no eran en m odo algu­ no seguros cuando se sugirió por vez primera la celebración del mukanda. N o obstante, los derechos presentados por Nyaluhana para patrocinar el mukanda y distribuir los papeles principales eran formidables. Su poblado era «poblado de la jefatu ra» (mukala wawanta), y los hombres que pertenecían a su núcleo m atrili­ neal podían convertirse en candidatos a la jefatura superior de Kanongesha, o más bien a la jefatura Chibwika, cuyo ocupante es el heredero automático de Kanongesha. En realidad, el en­ tonces je fe de Kanongesha, Ndembi, pertenecía al linaje matri­ lineal de Nyaluhana; por esta misma razón era altamente im­ probable que el próximo je fe Chibwika fuera nombrado entre los miembros del poblado Nyaluhana, ya que según la costum­ bre ndembu, cada nuevo je fe Chibwika debe ser nombrado de entre las gentes de un poblado diferente perteneciente al grupo de descendencia materno del jefe. Nyaluhana proclamaba que su linaje descendía de Nkeng'i, la hermana uterina del funda­ dor de la jefatura Kanongesha, supuestamente hijo del gran em­ perador lunda Mwantiyanvwa, cuyo territorio de origen se ex­ tendía alrededor del río Lulua, en el Congo. El poblado como tal había sido fundado por un Kanongesha reciente, Nkomesha, para su hermana Nyaluhana Chikuya, mujer, al parecer, de fuer­ te carácter. Este acontecimiento debió tener lugar entre 1870 y 1880, aproximadamente. Mis genealogías de los poblados ndem­ bu recogen la existencia de varias mujeres-caudillos durante el siglo xix, y, en la misma vecindad donde realicé mi estudio de este mukanda existía en efecto una mujer, Nyampasa, que era caudillo de poblado. La madre de la madre del Kanongesha reinante era hermana mayor del primer Nyaluhana. El Kanongesha Ndembi se había casado con la hija de la hermana de W ukengi cuando esta mujer, Mulosu de nombre, era aún miem­ bro del poblado Nyaluhana, es decir, antes de que W ukengi se separara del poblado Nyaluhana. De ella Kanongesha había te­ nido un hijo, un pequeño jorobado altamente inteligente, al que había enviado para que fuera circuncidado en este mukanda. El poblado Nyaluhana, al igual que los otros poblados de la vecindad, estaba en territorio del Kanongesha. El Kanongesha ostentaba así una doble autoridad sobre la vecindad: era jefe principal y autoridad nativa de todos los ndembu y era además jefe territorial local. Puesto que era pariente matrilineal de Nyaluha na, y había indicado claramente que apoyaba los derechos di • Nyaluhana enviando a su propio hijo al poblado de éste, parecía con mucho lo más probable, por la época en que por prim era vez oí hablar de la celebración del mukanda en la ve­ cindad, que sería Nyaluhana quien controlara los papeles más importantes. El mismo Nyaluhana había sido circuncisor principal (M bim bi w am ukulum pi o M b im b i weneni) en no menos de otras tres celebraciones del mukanda. La primera ocasión había sido en 1928, poco después de suceder Nyaluhana al caudillo de su po­ blado. El pabellón de reclusión de los novicios había sido erigi­ do cerca de su poblado (que se hallaba situado entonces cerca del río Kanjimu, a dos o tres kilómetros de su ubicación en 1953). Nyaluhana había sido de nuevo circuncisor principal en 1941, cuando se celebró el mukanda en la granja Katongi, retoño del poblado Nyaluhana. La tercera vez tuvo lugar en 1943, en el poblado Nyaluhana mismo, cuando el poblado se hallaba situa­ do no lejos de su ubicación actual, cerca del río Kachibamba. Había pues precedentes suficientes para que Nyaluhana conti­ nuara ejerciendo su papel principal. En teoría, existen en el mukanda tres papeles de casi idén­ tica importancia. El prim ero es el circuncisor principal, pues­ to que debería ocupar el más hábil con el cuchillo de circun­ cidar y el más avezado en los saberes mágico y medicinal co­ nectados con la operación. En la práctica, este papel va a pa­ rar generalmente a un celebrante razonablemente hábil con el cuchillo que, además, goza de prestigio por otros respectos, tales como: el cacicazgo de algún poblado de gran tamaño y antigua tradición; conexiones con alguna familia de jefes; re­ putación como especialista en diversos tipos de ritos; riqueza en metálico o en especies. Casi de igual importancia es el pa­ pel de chijika mukanda, «el que detiene el mukanda», celebran­ te al que daré el nombre de organizador (cfr. también White, 1953). Su principal tarea consiste en presidir el ritual y las acti­ vidades de la circuncisión desde un lugar abierto situado entre el pabellón y su poblado. Se trata generalmente de un hombre de mediana edad que tiene al menos tres hijos ya circuncida­ dos. No es necesario que sea un caudillo, pero tiene que tener grandes probabilidades de suceder al caudillo de algún im por­ tante poblado en un futuro no lejano. El tercer papel ritual es el de mfumwa tubwiku o m fumva wanyadi (literalmente, «es­ poso de los novicios»), o instructor principal del pabellón de reclusión (ng'ula). Este hombre puede tener también varios hi­ jos en el pabellón como novicios o actuar como su «guardián» (ayimbola, sing. chim bola; o ayilom bw eji, sing. chilom bw eji). El papel de instructor del pabellón comporta menos prestigio que los otros papeles mencionados, pero es, no obstante, alta­ mente codiciado. En principio, el constitutor es el iniciador o instalador 2 del mukanda, y recibe a veces el nombre de due­ ño del mukanda» (mwenimukanda). No obstante, puesto que ge­ neralmente se encuentra por debajo de la edad considerada adecuada para acceder al caudillaje, en la práctica el patroci nador del mukanda es el caudillo de su propio poblado. El hom­ bre que reza el prim ero ante el altar de los antepasados del poblado en el atardecer de la víspera del rito de circuncisión es generalmente considerado como su patrocinador. Si el cau­ dillo del poblado del organizador es además un circuncisor re­ nombrado es casi seguro que será considerado como el patro­ cinador o «verdadero» (walala o wachikupu) dueño del mukan­ da. En las tres celebraciones anteriores citadas, Nyaluhana ha­ bía orado el prim ero ante el altar de los antepasados, incluso la vez que el mukanda había tenido lugar en una granja que se había separado de su poblado. Había mantenido pues una po­ sición preeminente en cada una de estas ocasiones rituales. Ha­ bía sido circuncisor principal, y en cada ocasión el organiza­ dor había sido uno de sus parientes de menor edad que él. En 1953 Nyaluharia era ya un anciano. Tenía muchos rivales celosos en la vecindad y algunos dentro de su propio matrilinaje, todos los cuales se hubieran alegrado de verlo humillado. La m ayor parte de los jóvenes lo consideraban como un viejo pasado de moda y afincado en el pasado — cuando el presente era tiempo de trabajo asalariado, migración laboral y escuelas misionales y de gobierno. Su irreprim ible orgullo y manifies­ ta arrogancia llenaban de ira a los espíritus independientes de entre sus casi coetáneos. ¿Cómo había llegado a ser lo que era? A l principio topé con considerables dificultades para conse­ guir que Nyaluhana quisiera hablar de sí mismo, o de cual­ quier cosa, que tuviera que ver con esto. Cuando llegué a su P°blado a principios de junio de 1953, vi a Nyaluhana, un 2 T é ^ in o e m p le a d o p o r C. M . N . ^ fa ite . viejo extremadamente negro, con unos ojos córneos, como de tortuga, sentado en una silla de tijera cubierta con una piel de chivo en lugar de ía habitual lona. Al revés que los demás cau­ dillos ndembu que hasta el momento me había encontrado, no se levantó para saludarme, ni quiso darme la mano. Al cabo de un rato empezó a mostrarse menos frío, sobre todo después de que algunos de sus parientes, que m e conocían de tiempo atrás, le hablaran en m i favor. De repente d ijo con una media sonrisa que había desconfiado siempre de los europeos desde los días de «Y ekison i». «Y ek ison i» o «Jackisoni» (com o los ndem­ bu lo llaman actualmente) fue uno de los prim eros comisiona­ dos de nativos enviados por la British South-African Company para administrar a los lunda mwinilunga. Su nombre real era McGregor y fue relevado del servicio por su excesiva crueldad con los lunda. Yekisoni solía venir a los poblados ndembu, con­ taba Nyaluhana, y confiscaba chivos, ovejas y pollos. Solía «d or­ mir con nuestras mujeres y cazar a caballo a nuestros jóvenes». «Pegaba a hombres, mujeres y niños sin razón alguna.» Más tarde pude saber que Nyaluhana había huido con e l resto de su poblado (y en verdad la mitad de la población del dis­ trito huyó a Angola y al Congo durante el gobierno de Yekisoni) a Mushimba, en Angola. A llí permaneció durante quince años con el hermano de su madre, el caudillo Nswanamumi, hijo de la fundadora del poblado Nyaluhana. Nyaluhana me dijo luego que otros europeos que había conocido después de Y e­ kisoni eran m ejores que éste, pero no mucho mejores. Pocas veces encontré un caudillo tan franco. El propósito de m i visita era descubrir cuándo tendría lugar la primera fase del ritual mukanda, la llamada fase w king'ija o de «introducción». En realidad, me había inform ado ya previa­ mente, por un viejo conocido del poblado Kafumbu, que el mukanda comenzaría al día siguiente. Este conocido, Kayineha, me había dicho que grandes cantidades de cerveza habían sido fermentadas para la ocasión y ésta no podía conservarse por muchos días. N o obstante, consideré un detalle de cortesía pedirle a Nyaluhana permiso para asistir, puesto que había oído que aquél era « s u mukanda». Le pregunté si había enviado un mensajero, como era costumbre, a Kanongesha, para inform ar­ le de la fecha en que tendría lugar el mukanda. El je fe local o cacique principal debe bendecir los ritos que habrán de cele­ brarse y hacer una invocación en favor de los novicios. Esta acción es conocida con el nombre de kwokola kesi («tom ar un tizón de fu ego») o kutambula kesi («rec ib ir el fu ego»). El jefe, de hecho, no envía ningún tizón, pero proporciona arcilla blan­ ca, con la que el caudillo patrocinador reza a sus remotos an­ tepasados la víspera de la circuncisión. En aquel momento yo no era consciente de las rivalidades existentes detrás de la escena, así que pensé que Nyaluhana se mostraba evasivo cuando decía que no había enviado aún su mensajero a Kanongesha y que no sabía aún cuándo daría co­ mienzo el mukanda. Esto era, decía, asunto del hijo de su her­ mana, Wukengi, que iba a ser el organizador. «Sigue por ese sendero», prosiguió, «y pregunta a Wukengi. El lo sabe todo.» Lo que entonces yo no sabía es el poco cariño que Wukengi le tenía a Nyaluhana, aunque fuera mezclado con cierto temor hacia él. Wukengi había construido recientemente su propia granja, o más bien, su poblado no registrado, a cuatrocientos me­ tros aproximadamente del de Nyaluhana. Pude saber más tar­ de por las gentes de Kafumbu — la esposa de Wwkengi era una m ujer kafumbu— que Wukengi temía los reconocidos po­ deres mágicos de Nyaluhana. Estoy convencido de que Wuken­ gi, como tantos otros habitantes de la vecindad, temía las si­ niestras artes de Nyaluhana, pero una mirada a la genealogía del poblado Nyaluhana (diagrama 2) bastará para ver que Wu­ kengi era el varón de mayor edad de un grupo de hermanos ute­ rinos, siendo así el hombre con mayores probabilidades de diri­ gir una sección disidente del poblado. En Schism and continuity he mostrado que las unidades de secesión más comunes entre los ndembu son precisamente los grupos de este tipo. La ma­ yor parte de los hombres de mediana edad que en la sociedad ndembu ocupan esta posición, tienden a fundar su propio po­ blado, en el que ellos y sus parientes uterinos, y en ocasiones también sus primos paralelos, pueden llevar las riendas como generación dominante. Sin embargo, si el caudillo de su pobla­ do es un hombre justo y generoso que ha construido un pobla­ do grande, el grupo uterino puede muy bien considerar que merece la pena permanecer en el poblado hasta que el caudillo muera, ya que entonces el hermano mayor del grupo puede lle­ gar a sucederlo. En muchas de las cosas que llegó a decir en mi presencia, Nyaluhana mostró estar afectado por la continua presión de Wukengi con vistas a conseguir su independencia social y espacial respecto de él. De manera sjmilar, Wukengi no me ocultó en lo más mínimo su irritación ante las arrogantes maneras de Nyaluhana, lo que era una de las indudables razo­ nes de su secesión. En realidad, según pude descubrir más tarde, Wukengi ha­ bía tramado en secreto enviar un mensajero del poblado Ma­ chamba, llamado Chikwamu, a Kanongesha. Y, como ya hemos Leyenda Poblado Sampasa MACHAMBA * Llegadas antes de 1906, @ ----posteriormente a Nyaluana; antes pa­ parte de Machamba @ SAMPASA, C — A = Poblado Machamba «Jefe Mwenilunga», olorj.ulo poi Kanongesha Kabanda = Hembra; ^ = Divorcio. □ = Caudillo. Ga Del poblado Wadyang’amafu (é l NYACHIU, Chifukaminu o £ = Matrimonio. A’9 = Muerto A- Procedente de fuera Varón; 0 = Jefe. * = Función viculante sólo; afiliación pri maria de poblado recogida sin asterisco. SC = Circuncisor principal. C = Circuncisor. E = Organizador. LI = Instructor de pabellón. G = Guardián. N = Novicio. a-i = Grupos guardián-novicio. - - - = Lazos conjeturales. £ i-o- A SALADMACHAMBA Gb -¿i Nc Ge -A NC, Kaselatanda -6. Nb -t^Nb ^Gd Granja Mukom: *—A N d Gr. Mukoma. o- (del • poblado Sampasa.) * 5kSAKANYI ■ O (de lagranja Mukoma.) * L-^CHIKWAMU, «fctchcd fire^ L-*— [S j TOWELO (del poblado Nyaluhana.) H — A ---- £x ------------------MWENILUNGA DiAG^RAM 2.—Vecindad Nyaluhana: Esquemas genealógicos para ilustrar el Mukanda ^Nd Gr. Towell. poblado Nvaluhana v Granja Wukengi fundadas por Kanongesha Nkomesha en el s. xix ^ Ifril KANONGESHA ------------ •TÜ1 NDEMBI Leyenda t: = Varón; o = Hembra;A,^= Muerto. ^ = Matrimonio. ^ = Divorcio. Q = Caudillo. I J = Jefe. Función vinculante sólo; afiliación pri­ maria de poblado recogida sin asterisco. SC = Circuncisor principal. C = Circuncisor. E = Organizador. LI = Instructor del pabellón. G= Guardián N = Novicio. a-j = Grupos guardián-novicio. ----= Lazos conjeturales. rjA WUKENGI, E-i r-^Nj, Mwanta waMukanda, H Kajika O (del pobladoJ Nj Kafumbu.)* „ Ge KANONGESHA NKUBA 6 Ne, Mulopu ‘-APHILEMON O(del poblado! Wadyang’amafu.) * Ne □ ,t:SANKISA - ® ------NYALUHANA (poblado Kafumbu.) * CHICUYA, fundador p(Z]N Y A LU H U N A , SC O (de la granja Wukengi.) hO----A -------------- 1 O (de la granja Nyampasa.) * 9KANONGESHA •S*NKOMESHA --O— O(de la granja Mukoma.) * SAKAPENDA , Guardián de la tumba a SAMPA SA * de Kanongesha, fundador del linaje Chikeza. — • NYAMAKAYI (granja Mukoma.) £ -A G a * -A Na P o b la d o W a d y a n g 'a m a f u L le g a d o s a la v e z q u e N y a lu h a n a k N f, K a m b a n ji * “ KAFUM BU SAM LO ZAN G A* J O (d e g r a n ja M u k o m a .) * t^ K U T O N A ,- ^ N f L I, G f A Gg Ng J“ E 1 WADYANG’AMAFU- L- ^ N g WADYANG’A- {3 MAFUi ----------------- 1 -A N f* NYAMPA * SA QM UKOM A * O (d e l a G r a n ja N y a m p a s a .) L: P H IL E M O N (d e la G r a n ja * W u k e n g i .) G r a n ja N y a m p a s a p r o v e n ie n te d e W a d y a n g 'a m a f u /—0 (p o b la d o W a d y a n g 'a m a f u .) * N YAM PASA fO N y a m w a d i g e m e lo s g e m e lo s a ---- ^ -------------- A N f W A D Y A N G 'A M A F U * ES A W IY E M B I* L— O - LEYEN D A A = V aró n ; o = H em b ra; . . . . A ,» = M u e rto . $ = M a tr im o n io . — O------ P o b la d o N y a lu h a n a * = D iv o r c io . Q = C a u d illo . IJ = J e fe . * = F u n c ió n v in c u la n te s ó lo ; a f i l i a c i ó n p r i m a r i a d e p o b l a d o r e c o g i d a s in a s te r is c o . SC = C = E = LI = G = N = a-j = = C ir c u n c is o r p r in c ip a l. C ir c u n c is o r . O r g a n iz a d o r . I n s t r u c t o r d e l p a b e lló n . G u a r d iá n . N o v ic io . G r u p o s g u a r d iá n - n o v ic io s . L a z o s c o n je tu r a le s . p o b la d o S a w iy e m b i (c o n je tu r a l) LEYEN D A p r o c e d e n t e d e C h i k e z a , A n g o l a , 1919 A SAKAPEN D A g u a r d iá n d e * A = P o b la d o N y a lu h a n a * fr- a = V a r ó n ;o = H e m b r a ;A ,^ = M u e rto . M a tr im o n io . = D iv o r c io . f r ­ tu m b a í a = C a u d illo . N Y A M A K A Y I# 0 M A K A N C ’U , Nh IJ Gh O---------------- Nh ¡“ O T t £E I s a w iy e m b i - F u n c ió n v in c u la n te s ó lo ; a f i l i a c i ó n p r i m a r i a d e p o b l a d o r e c o g i d a s in a s te r is c o . S C = C ir c u n c is o r p r in c ip a l. c = C ir c u n c is o r . E = O r g a n iz a d o r . L I = I n s t r u c t o r d e l p a b e lló n . G = G u a r d iá n . N = N o v ic io . a-J = G r u p o s g u a r d i á n - n o v i c i o s . L a z o s c o n je tu r a le s . O ( d e la g r a n j a N y a m p a s a .) * M UKOM A* P o b la d o K a f u m b u P r o c e d e n t e d e M u k a n z a , 1931 = J e fe . *= O ( d e la g r a n j a * M u k o m a .) — O KAFUM BU KAM U . 2.° I k i s h i — (¿ 3 K A F U M B U S A M L O Z A N G 'A O (d e l p o b l a d o S a w iy e m b i.) - A S A M A T E M B A , N f, K a m b a n ji O (d e l p o b la d o W a d y a n g 'a m a f u . ) * S A N K IS A - O (d e l p o b l a d o N y a l u h a n a .) 0 M UKO MA * * - —A N j , M w a n t a w a M u k a n d a , K a .iik a * L^ N j* Granja Mukoma Procedente de Sawiyembi. 1949 LEYENDA ll. = Varón;o = Hembra; A ,« = Muerto. ^ = Matrimonio. KAFUMBU |2J_,KAMU* NYAM AKA* YI (del poblado Nyaluhana.) * —A Nyakayowa (poblado * Machamba.) -O(poblado Wadyang'amafu.) * MUKOMA----O (del poblado— Nyaluhana.) e (del poblado— Kafumbu.) * LNf O (del poblado— Wadyang'amafu.) * O (del poblado— Sawiyembi.) * \ \ Gj (del poblado Wadyang'amafu.) (Procedente de fuera) t: MALIPISHI, C Divorcio. Q = Caudillo. 11 = Jefe. * = Función vinculante sólo; afiliación primaria de poblado recogida sin asterisco. SC = Circuncisor principal. C = Circuncisor. E = Organizador. LI = Instructor del pabellón. G = Guardián. N = Novicio. a-i = Grupos guardián-novicios. ----= Lazos conjeturales. visto, el poblado Machamba había tenido pretensiones de hacerse con el patrocinio del mukanda, o al menos de conseguir debi­ litar el papel de Nyaluhana en él. Más adelante analizaré bre­ vemente los derechos aducidos por las gentes de Machamba a este respecto. El punto de mayor interés para nosotros aquí es que Wukengi había mantenido deliberadamente a Nyaluhana en total ignorancia de los preparativos de última hora para los ritos kwing'ija. Más aún; había intentado ganarse a los riva­ les tradicionales del linaje Nyaluhana (al que el mismo Wuken­ gi pertenecía) p e ^ itié n d o le s anunciar al jefe la fecha en que daría comienzo el mukanda. Cuando Nyaluhana me d ijo que preguntara a Wukengi sobre la fecha en que daría comienzo el mukanda, me sentí decep­ cionado pensando que intentaba mostrarse evasivo conmigo. Si anteriormente me había mostrado francamente su actitud ha­ cia los europeos en general, ahora me parecía no estar dispues­ to a mostrarse abierto a ningún europeo en particular; pero, como más tarde pude darme cuenta, realmente no sabía nada de lo referente a los detalles más notorios. Su ignorancia esta­ ba en función de la ruptura estructural existente entre su sublinaje y el de Wukengi. Durante algún tiempo, he de confesar­ lo, sentí un cierto prejuicio contra Nyaluhana, pero era debi­ do a que mis acompañantes eran generalmente rivales y opo­ nentes suyos. Dejamos a Nyaluhana y nos fuimos hacia la nueva «gran ja» de Wukengi. Justo a las afueras de ella pudimos ver fugazmen­ te a Wukengi, a quien un mes antes había yo hecho una visita llevándole un sustancioso regalo, en pleno retiro en m edio de la espesura. Cuando- llegamos al cobertizo (chota) del poblado, la mujer de Wukengi nos dijo que éste había ido a visitar a un pariente y no se esperaba que volviera en varias horas. Mi acom­ pañante, Kasonda (muchas de cuyas hazañas se encuentran re­ señadas en Schism and continuity) era de la opinión de que tal vez Wukengi tuviera miedo de que yo desaprobara un mukanda plenamente africano. Los misioneros de la misión Kalene eje­ cutaban la operación de manera rápida e higiénica, y sin el acompañamiento de ritos «paganos» que ellos condenaban. Wu­ kengi debía pensar que yo sólo quería asistir a los ritos para condenarlos. Incluso en aquel momento, la explicación parecía inverosímil. Y a por entonces yo había asistido y había aprobado abiertamente muchas celebraciones de los ritos ndembu, y esto era algo bien sabido en todo el distrito. Pensándolo bien, más Probable parece que Wukengi, que debía saber de antemano de rni conversación con Nyaluhana por alguno de esos pequeños curiosos que llevan los cuentos de un poblado a otro en el A fri­ ca Central, se sintiera avergonzado o tuviera miedo a causa de sus propias reticencias para con su tío y simplemente decidie­ ra escapar de una situación embarazosa. Ya de vuelta, nos topamos con Nyaluhana, que nos dio una gallina roja y algunas patatas com o regalo. Kasonda, que se hallaba ligado por lazos de afinidad con Wukengi, manifestó que aquellos regalos «llegaban con retraso», eran de baja cali­ dad y tenían un significado ambiguo, puesto que los objetos «ro ­ jo s » «pueden, en determinados contextos, significar hostilidad. Otro am igo ndembu, en cambio, señaló que el «r o jo » podía rerepresentar también el mukanda — luego veremos la gran abun­ dancia de símbolos rojos que aparecen en los ritos— y que, por tanto, Nyaluhana me «daba un mukanda», es decir, me daba a entender que aprobaba mi asistencia. Cualquiera de estas dos interpretaciones podía ser correcta, y hasta es posible que Nyaluhana estuviera bromeando para sí con todo este asunto. Nyaluhana nos dijo que nos enviaría mensajeros a Kanongesha y a mí tan pronto supiera con certeza el día en que daría co­ mienzo el mukanda. Un poco más adelante, y ya camino del Boma, nos encon­ tramos con Filemon, el hermano menor de Wukengi. Filemon tenía una máquina de coser y tenía permiso, mediante el pago de una pequeña renta, para regentar un negocio de confección privado en la veranda de uno de los almacenes europeos del área comercial del Boma. Durante la temporada de las lluvias había estado viviendo en el Boma, pero durante la estación seca prefería vivir en la granja de su hermano, donde había construi­ do una cabaña para cada una de sus dos esposas. Filemon ha­ bía sido trabajador emigrante y conocía el mundo exterior me­ jo r que su hermano. Nos aseguró que, dijera lo que dijera Nyaluhana, el mukanda daría comienzo al día siguiente. Había visto con sus propios ojos la cerveza fermentada. Además, el mu­ kanda tenía que dar comienzo en un sábado, ya que era el día libre para todo el mundo en el Boma, y se esperaba que muchos trabajadores y oficinistas del Boma vinieran con esperanzas de conseguir un trago, una novia o simplemente un baile. También Filemon nos prom etió enviarnos recado al día siguiente si el mukanda daba comienzo. Sus amigos del Boma se enfadarían si no había mukanda, eso de seguro; por no hablar ya de los trabajadores de la nueva carretera que el P. W. D. (Public Works Department) estaba construyendo hacia Nyachiu. Filemon tenía un aire del hombre nuevo, moderno, del «hombre de ciudad» plenamente introducido en la economía de mercado, pero seguía siendo un kandembu, y amaba los ritos. Durante los próximos meses iba a verlo bailando muchas de las danzas tradicionales. Estos episodios revelaban la división existente entre Nyaluhana y Wukengi. Ulteriores comentarios de Kayineha, del poblado Kafumbu, que nos había acompañado a Kasonda y a mí a ver a Wukengi, me permitieron ver claramente que Ka­ fumbu y Wukengi se hallaban en los más amistosos términos. Ya que Kayineha declaró que esa misma noche haría una visi­ ta a Wukengi, y trataría, con todas sus fuerzas, de convencerle de de que yo no causaría ningún problema, si asistía al mukanda. Estaba, siguió diciéndome, en condiciones de convencer a W u­ kengi, ya que éste se había casado con la hija de su hermana. Y ciertamente, los dos hijos de Wukengi que iban a participar en el mukanda pertenecían al m atrilinaje de Kafumbu. Por otro lado, Sankisa, del poblado Kafumbu, hijo de la hermana de Kayineha, se había casado con la hija de la hermana de la ma­ dre de Wukengi. Ambos poblados mantenían relaciones más que amistosas, estructuralmente aliados como estaban por medio de intercambios matrimoniales. Cada vez veía más claro que eran pocos los que encontraban ofensiva la eminencia ritual de Wu­ kengi, pero eran muchos los que tenían envidia de Nyaluhana y el número de sus amigos era escaso. Este mukanda iba a su­ poner una crisis fundamental en su ya larga vida. De tener que verse obligado a ocupar un lugar que no fuera el principal, queda­ ría reducido a la condición de un don nadie, un viejo abocado a «la segunda infancia y el abandono», como tantos otros an­ cianos ndembu que habían perdido el control efectivo en ma­ teria política y ritual. Su esperanza principal estaba en fundar todas sus posibilidades en su status tradicional, en los prece­ dentes que establecía su anterior papel preeminente en los ri­ tos del mukanda, y especialmente en su ascendiente consuetu­ dinario sobre Wukengi, patrocinador de este mukanda. Era her­ mano clasificatorio de la madre de Wukengi, y en la sociedad ndembu los hijos de las hermanas deben respetar a sus tíos maternos. Hasta hacía poco había sido caudillo del poblado de Wukengi. Durante la m ayor parte de la vida adulta de Wu­ kengi, es decir, durante veinticuatro años, Nyaluhana había ejer­ cido su autoridad sobre él como caudillo, y según pude saber, no se había mostrado nunca hospitalario y tolerante, sino más bien como un autócrata — tal vez porque él mismo había sido también aspirante a la función de chibwika. Aún por aquel en­ tonces, la granja Wukengi no tenía existencia legal reconocida en el registro de impuestos del gobierno, y sus habitantes apa­ recían inscritos dentro del poblado Nyaluhana. En mi opinión al menos, el hecho de que Wukengi hubiera construido su pro­ pio poblado tan cerca del poblado de Nyaluhana era un signo evidente del ascendiente que el anciano seguía ejerciendo aún sobre el más joven. Wukengi, por lo demás, carecía personal­ mente del carácter fuerte e incisivo de Nyaluhana; se sentía inclinado a titubear en aquellos momentos cruciales del ritual en que hubiera tenido que tomar el mando. N o obstante, era querido por la gente, mientras que Nyaluhana sólo despertaba temor. Veamos ahora el principal rival «extern o» de Nyaluhana, Ma­ chamba. La objeción que Machamba hacía al papel de mando de Nyaluhana durante el mukanda tenía una base más corpora­ tiva que personal. El mismo no podía exhibir demasiadas dotes rituales especializadas, no era circuncisor de oficio, ni poseía los conocimientos especiales de los misterios del pabellón que le hubieran otorgado el papel de mfumwa tubw iku; tampoco tenía ningún hijo que fuera a ser circuncidado. Sin embargo, un m iembro de su poblado, llamado Salad, que había sido tra­ bajador emigrante en otro tiempo, tenía cuatro hijos a los que quería enviar al mukanda. Salad era hijo de la propia hermana de Machamba y estaba casado con la hija de éste, prima cruza­ da primaria suya. Se le consideraba generalmente como el su­ cesor de Machamba en el caudillaje del poblado y era el prin­ cipal representante de las fuerzas opuestas a Nyaluhana. Una de las cualificaciones necesarias para el papel de organizador (ch ijik a mukanda) es tener dos o más hijos en el pabellón iniciático. Wukengi sólo tenía dos hijos en edad de ser circunci­ dados, aunque había dos más de su propia granja y uno del po­ blado Nyaluhana. Salad reclamaba para sí el papel de organi­ zador, ya que tenía más hijos aptos que ningún otro padre de la vecindad, si bien se le había hecho observar, o al menos eso me dijeron mis informantes, que el poblado Machamba se hallaba situado a varios kilómetros de la mayor parte de los po­ blados, por lo que sería la sede menos adecuada para la celebra­ ción del ritual. Salad y Machamba habían tenido que aceptar este punto de vista, y a partir de entonces empezaron a buscar con el mayor empeño aspirantes adecuados entre los poblados de su propia facción. Su principal empeño era dejar fuera a Nyaluhana. Este objetivo coincidía con el de Wukengi, si bien los motivos de Salad y Machamba eran diferentes de los de éste. Los derechos de Wukengi al papel central en los ritos dependían de la fama del mismo Nyaluhana. Lo que en este momento él pretendía era desbancar a Nyaluhana del liderazgo de su propio linaje, no restarle méritos al linaje mismo. Wukengi y Nyaluhana se hallaban unidos en la defensa del honor del linaje, y diVididos en lo referente a su liderazgo. Las vacilaciones de Wukengi durante el mukanda deben ser parcialmente explica­ das por sus intereses y lealtades divididas. Unas veces parecía apoyar la posición de Nyaluhana, otras la de Machamba. La oposición de Machamba a Nyaluhana se basaba en los va­ lores que gobernaban la estructura de la vencidad, más que en una rivalidad personal, y, como generalmente sucede cuando dos grupos corporativos entran en disputa, cada uno de ellos invocaba en su fa vo r la autoridad de la historia. Y la historia es siempre una mezcla tal de éxitos y fracasos, y de hechos de dudosa interpretación, que casi cualquier grupo puede encontrar en ella precedentes válidos a sus demandas presentes, y circuns­ tancias que invaliden las de sus rivales. En todas las vecinda­ des ndembu existe siempre un poblado que reclama para sí la mayor antigüedad. Dicho poblado se da a sí mismo el nombre de mwenimbu, palabra que en su sentido prim ario se aplica a las personas que viven en un poblado y tienen allí su domici­ lio. Así, un niño, por ejemplo, es un mwenimbu en su propio poblado. El antónimo de mwenimbu es ngeji, que como el hospes latino significa a la vez «extranjero» y «huésped». No estoy especializado en etim ología bantú, pero considero razonable su­ poner que mwenimbu está conectado a la vez con mweni, que significa «p ropietario» o «aquel que tiene más derechos in per sonam y/o in rem sobre una determinada persona o cosa», y con kwimba, que significa «cavar». Un poblado m wenimbu es aquel que puede exhibir un mayor número de «excavaciones», es de­ cir, sitios residenciales, huertas y tumbas, en una determinada vecindad. A lo largo del tiempo el poblado va dejando regados por el paisaje estos signos de sus emplazamientos pasados, lo que le da derecho a negar a los recién llegados el acceso a sus huertas y lugares residenciales abandonados, y a volver a ha­ bitarlos y cultivarlos como propios. Se cree que los espíritus de los muertos de dicho poblado vagan por las tumbas y empla­ zamientos abandonados (mahembi). Mantiene, por tanto, la más estrecha vinculación jurídica, económica y mística con la tierra Y la maleza. El cacique de un poblado mwenimbu tiene, por tanto, derecho a ser reconocido como el líder moral de la ve ­ cindad. Y, como ya hemos visto, el liderazgo moral se expresa sígnicamente en el derecho a patrocinar un mukanda y a de­ sempeñar en él los papeles principales. El poblado Machamba afirmaba que era el m wenim bu de la Vecindad, sobre la base siguiente: el m atrilinaje nuclear de Machamba provenía del poblado Mwenilunga, del que toma su nombre el actual distrito administrativo. Un amplio territorio del bosque, que incluía la actual Boma, sobre todo en la zona donde se produce la confluencia de los ríos Lunga y Madyanyama, había sido concedido al prim er Mwenilunga por el pri­ mer jefe principal ndembu, Kanongesha Nkuba, quien había llegado hacía más de dos siglos del imperio de Mwantiyanvwa. Mwanilunga era, por tanto, un invasor lunda, que no tenía nada que ver con los kawiku autóctonos, conectados con los mbwela de Angola y de los distritos Balovale y Kabompo de Zambia. Su poblado estuvo situado en la loma que se eleva sobre el río Lunda, donde actualmente tiene su emplazamiento la Boma. Cuando la British South Africa Company decidió establecer su oficina principal junto al río Lunga, el poblado Mwenilunga tuvo que abandonar su antiguo emplazamiento, según algunos, no sin cierta resistencia. De cualquier modo, Mwenilunga nun­ ca fue reconocido como subjefe por los ingleses. Con el tiempo, Mwenilunga quedó reducido a un conjunto de media docena de chozas alejadas de su vecindad original. Merece la pena mencionar que, mientras Mwenilunga entraba en decadencia, el poblado Nyaluhana florecía, llegando a contar en un determi­ nado momento con veinte chozas (aproximadamente dos veces la media de los poblados ndembu). El linaje Mwenilunga vol­ vió a adquirir importancia cuando Machamba, uno de sus miem­ bros principales, reunió bajo su jefatura a toda una serie de parientes matrilineales y construyó un poblado nuevo en la ve­ cindad de Nyaluhana, que anteriormente había sido la de Mwe­ nilunga. Durante cierto tiempo, Machamba y algunos de sus pa­ rientes vivieron en el poblado Sampasa, dentro de la misma ve­ cindad. Por aquella época residían a un par de kilómetros del actual emplazamiento del poblado Nyaluhana, pero cuando Machamba fundó su propio poblado, puso cinco kilómetros de por medio entre su grupo y el de Nyaluhana. En virtud de sus orígenes en el poblado Mwenilunga, Machamba reclamaba para sí la dignidad de mwenimbu dentro de la vecindad. En varias ocasiones, a lo largo del mukanda, pude oír esta misma reivindicación en boca de algunos miem­ bros de la facción Machamba, sobre todo por parte de Salad. El hecho de que el equilibrio de poderes estuviera en contra suya, y de que habría resultado muy poco práctico celebrar el mukanda cerca del poblado Machamba, no consiguió disipar del todo la fantasía de «lo agradable que hubiera sido que Sa­ lad hubiera ocupado el papel de chijíka mukanda, u organizador, que Machamba hubiera rezado a los antepasados para que és­ tos bendijeran los ritos, y que Sampasa hubiera hecho de circuncisor principal». Ya que el caudillo Sampasa, que tenía a la hija de su hermana casada con Machamba, era un famoso circuncisor. Mucha gente de Machamba había vivido en otro tiem­ po en su poblado. En aquel momento no había en su poblado bastantes muchachos en la edad adecuada para que pudiera plan­ earse patrocinar un mukanda. Por otro lado, parece dudoso que nunca se le hubiera pasado por la cabeza tomar la iniciativa a este respecto, ya que sus antepasados matrilineales no eran ndembu, sino que habían venido de la jefatura lunda-kosa de Musokantanda, al otro lado del río Lunga. Nunca podría ser reconocido como mwenimbu en territorio ndembu, mientras si­ guieran recordándose sus orígenes kosa. Aun cuando Machamba y Salad habían renunciado ya a la idea de celebrar el mukanda cerca de su poblado, continuaron insistiendo en que fuera Sampasa y no Nyaluhana el que ocu­ para el papel de circuncisor- principal. En realidad había sólo dos «grandes circuncisores» en la vecindad, es decir, circuncisores que poseyeran nfunda, la medicina que confiere protec­ ción mística al pabellón iniciático durante los ritos. Uno de ellos era Nyaluhana, el otro Sampasa. Durante la estación llu­ viosa que había precedido al mukanda fui testigo de calurosos debates en toda la vecindad sobre quién debería ser el circun­ cisor principal. La facción de Machamba insistía en que Nya­ luhana estaba ya viejo y que su mano seguramente temblaría, con lo que no podría hacer un buen corte a los novicios. Decían que ya en el último mukanda, cuando Nyaluhana era diez años más joven, había «cortado» con mayor lentitud que los otros circuncisores, así pues, ¿qué no haría ahora? Sus defensores, en cambio, decían que aunque era lento, ponía mucho más cui­ dado que los demás, y que tenía además cuarenta años de experiencia a sus espaldas, venticinco de ellos «con nfunda». Nyaluhana, por su parte, decía poco pero no desperdiciaba el tiempo. Nyaluhana se burlaba de las pretensiones de Machamba. Puso buen cuidado en hacerme saber que Nkuba, el prim er Kanongesha, que era quien había dado a Mwenilunga el derecho a °cupar el área del bosque de Lunga, era antepasado matrilineal suyo. Más aún, cuando el Kanongesha Nkomesha decidió crear un poblado para su hermana Nyaluhana, dicho poblado pasó a ser el poblado principal de la vecindad. Además, el propio Nyaluhana era pariente cercano del actual Kanongesha. Por otro lado, Mwenilunga se había marchado de la vecindad a la llega­ da de los europeos. Machamba, por tanto, no era la continua­ ción del poblado Mwenilunga, sino «tan sólo una granja de Sampasa». A decir verdad, también el poblado Nyaluhana había de­ jado el área de la vecindad a la llegada de Yekisoni, pero pocos años más tarde la gente había vuelto, y él, Nyaluhana, había celebrado un gran mukanda patrocinado por su poblado y todo el mundo había reconocido su derecho a celebrarlo. Desde su fundación por Nkomesha, el poblado Nyaluhana llevaba insta­ lado en la vecindad más tiempo que ninguno de los otros pobla­ dos que actualmente la componían. Era el verdadero mwenimbu. Podrá observarse la form a com o los caudillos rivales entra­ ban a saco en el depósito de la historia pasada para justificar sus actuales hechos y objetivos. Pero también en el presente estado de la vecindad buscaban argumentos que pudieran ser­ virles para realzar su valor. Así, por ejemplo, Machamba podía subrayar el hecho de que su poblado era más grande que el de Nyaluhana, ahora que Wukengi lo había abandonado por te­ mor a las hechicerías de Nyaluhana. Y Nyaluhana, por su lado, rechazaría tal argumento, insistiendo en que la «gran ja» de Wu­ kengi formaba parte del poblado de Nyaluhana, según el regis­ tro del gobierno, y ambos juntos superaban en población a Ma­ chamba. La vida social ndembu, de hecho, contiene una tal mezcla de criterios discrepantes para decidir la importancia po­ lítica de cada cual, que las luchas de prestigio resultan inter­ minables. ¿Qué pasaba entre tanto con los restantes poblados y gran­ jas de la vecindad? ¿Qué poblados se hallaban implicados en la disputa? ¿Cuáles actuaban como mediadores? Machamba y Sampasa, como ya hemos visto, tenían establecida por su lado una firm e alianza, contando además con ellos a Sawiyembi, un poblado que había em igrado oesde Angola en 1919. Su pobladomadre era el de Chikeza, cuyo cacique llevaba el título de N te­ te Mwenimajamu o «el que cuida de las cortaduras de uñas y de las tumbas (de los Kanongesha m uertos)». Ahora bien, como ya he señalado en Schim s and continuity, el territorio tribal ndembu se encuentra a grandes rasgos dividido en dos por la línea fronteriza entre Angola y Zambia, y en cada una de estas dos partes hay un Kanongesha, respectivamente reconocido por las administraciones portuguesa e inglesa. Puesto que es el Kanongesha de Angola el que posee el más importante emblema de la jefatura, el brazalete lukanu, es a éste a quien los ndembu de ambas colonias consideran como su jefe legítimo. El chikeza es el funcionario que atiende las tumbas de los jefes muertos. Sawiyembi, según los kafumbu, es de origen esclavo, pero su linaje formaba el núcleo original del poblado en Zambia. En dicho poblado existía un grupo de hermanos uterinos formado por dos hermanas y un hermano de origen libre. Por el lado materno hacían remontar su ascendencia a la antepasada ori­ ginaria del linaje Chikeza. Dicha antepasada residía con su her­ mano, que era el hermano menor del Kanongesha, Sakapenda. Sakapenda fue om itido en la línea de sucesión del Kanongesha, tras la muerte del Nkuna, y recibió como compensación el o fi­ cio ritual de guardián de las tumbas; pero entre los descendien­ tes matrilineales de Sakapenda aún seguía vivo un cierto resentimiento contra esta antigua ofensa sucesoria. En cierta ocasión, según me contaron unos ndembu de Angola, un Ka­ nongesha atacó un poblado en el que vivían miembros del lina­ je Sakapenda y mató a varios de sus habitantes. El Kanon­ gesha alegó que habían estado conspirando para derrocarlo y reestablecer los derechos de su linaje a la jefatura. Tal vez el miedo al Kanongesha de Angola había sido la causa de la mi­ gración a Zambia de Sawiyembi y los tres Chikeza. De cualquier forma, una de las dos mujeres Chikeza tenía cuatro hijos, tres de ellos hijas que demostraron ser fértiles y fundaron en 1949 la granja Mukoma, que era el nombre de su hermano, des­ gajándose del poblado Sawiyembi. Pienso, pero no puedo pro­ barlo, que el grupo Chikeza no vino con los de Sawiyembi cuan- Diagram a 3. M a trim o n ios que enlazan entre si la vecindad Nyaluhana do éstos emigraron de Angola, sino que se asentó primeramente en la capital del subjefe Nyakaseya, en la parte noroccidental del distrito Mwinilunga. Como quiera que sea, su padre, Kayombu, fue el segundo (m ulopu) de Nyakaseya. Es verosímil, pues, que su mujer viviera virilocalmente, ya que raramente los hombres viven uxorilocalmente en la sociedad ndembu, y mu­ cho menos los que ostentan alguna función política. Tanto Nyaluhana como Mukoma descendían de hermanas del Kanongesha Nkuba. Sus unidades residenciales se hallaban interconectadas por medio de matrimonio, tanto en el pasado como en el presente (véase diagrama 3). Uno de los hijos de las hermanas de Nyaluhana. estaba casado, por la época de mi estu­ dio, con la hija de la hija de la hermana de Mukoma, uniendo así los dos linajes. El poblado Sawiyembi, del que el grupo de Mukoma había formado parte en otro tiempo, tenía estableci­ dos varios lazos maritales con el de Machamba, el rival de Nyaluhana, y ninguno con el poblado Nyaluhana (no me fue posible recoger datos genealógicos en el poblado de Sawiyembi antes de la llegada de la estación lluviosa, en la que el cami­ no hacia el poblado queda intransitable). Resulta interesante observar que el único matrimonio realizado entre la granja Mukona y el poblado Machamba era el que unía a la hija de la hermana de Mukoma con el hermano clasificatorio de Machamba, Sakanya, cabeza de uno de los segmentos del matrilinaje del poblado, y que había comenzado a construir su propia «gran ja» poco antes de dar comienzo el mukanda — aunque situada sólo a treinta metros del poblado-madre. Dichas alianzas caen dentro de la pauta antes analizada: los cismas que se producen en cada poblado suelen ir acompañados de alianzas con los oponentes externos de la facción rival. Si son los cismas internos los que cambian las alianzas externas, o vi­ ceversa, es algo que no puedo asegurar en el contexto que aquí nos ocupa. Probablemente ambos procesos se dan a la vez. Los datos que he podido recoger en otros poblados confirman esta opinión. Ciertamente, en el caso del hermano clasificatorio de Machamba, el matrimonio con la m ujer del poblado Mukoma había precedido a su separación de Muchoma. N o quiero, pues, dar a entender que los matrimonios entre los ndembu tengan siempre tras de sí ulteriores objetivos políticos de tipo seccio­ nal o privado — como puedan ser el garantizar la independen­ cia residencial o ganar nuevos aliados. Algunos ciertamente tienen este carácter, pero la gente tiende, en general y sin parar­ se a pensarlo demasiado, a buscar amistad y matrimonio entre aquellos que pueden ayudarles a conseguir sus intereses mate­ riales ulteriores o a m ejorar su status, o bien entre aquellos que pueden proporcionarles seguidores. El antropólogo que consigue aislar las propiedades y relaciones fundamentales del campo que estudia, será capaz de determinar la naturaleza y la potencia­ lidad de las fuerzas que mantienen unidos a sus miembros y las que provocan su disociación. Dos poblados tenían establecidos estrechos lazos matrimo­ niales con la granja Wukengi: el poblado Wadyang'amafu y el poblado Kafumbu. Wukengi mismo se hallaba casado con una mujer de Kafumbu, y los dos hijos tenidos con ella iban a ser novicios en el mukanda. Su hermano Filemon tenía una mujer procedente del poblado Wadyang'amafu. Otro rasgo más habría que mencionar en el conjunto de las alianzas matrimo­ niales: el hermano menor de la m ujer del cacique de Kafambu, perteneciente al poblado Wadyang'amafu, se hallaba casado con una m ujer de la granja Mukoma, la hija de la hermana de Mukoma, en concreto. Wadyang'amafu había venido hacía mucho tiempo, procedente de la jefatura Nyamwana, en el Con­ go Belga, cuyo jefe rendía en el pasado tributo de manera di­ recta a Mwantiyanvwa, sin pasar por la mediación de los jefes superiores de los lunda del Sur, Musokantanda y Kanongesha. Existen en la actualidad en el m oderno distrito Mwinilunga varios poblados cuyos linajes nucleares tienen su origen en Nyamwana, y esos poblados reivindican una relación lineal con dicha jefatura. La idea más extendida con relación a estos poblados es que descienden de un grupo de esclavos que, o bien fueron capturados por los ndembu en alguna incursión, o eran el pago entregado a los jefes ndembu en compensación por algún homicidio. Wadyang'amafu pretendía estar establecido en la vecindad con anterioridad a la llegada de la South British Africa Company, para hacerse cargo de la administración del distrito. Es posible que su núcleo matrilineal actual descienda a lo más de los esclavos de la primera cabeza del poblado Nya­ luhana, la hermana del Kanongesha Nkomesha. De cualquier for­ ma, parecía ser cosa aceptada de antemano en la vecindad que el poblado Wadyang'amafu apoyaba de manera automática al linaje Nyaluhana. El poblado Wadyang'amafu se hallaba terri­ blemente atacado por la lepra, y pocos de sus habitantes se hallaban libres de este mal. Es posible que Filemon, el herma­ no de Wukengi, que había contraído también la lepra, hubiera recibido el contagio de su mujer. Puesto que se considera a la lepra (m bum ba) como una de las sanciones místicas con que se castiga la violación de un tabú o la revelación de alguno de los misterios del pabellón del mukanda, es muy probable que si un novicio empieza a m ostrar en el futuro signos de lepra, la causa sea atribuida a la violación del tabú y no al contacto estrecho con uno de los miembros de este poblado. Otros miem­ bros de la comunidad Nyamwana desparramados por todo el territorio padecían del mismo mal. Un joven al que llegué a co­ nocer bastante bien cuando tenía instalado mi campamento en la capital del subjefe Ikelenge, en la parte noroccidental, se hallaba ya en los estadios finales de esta horrible enfer­ medad. Uno de los que aparentemente se hallaban libres de mal en el poblado Wadyang'amafu era Kutona, instructor principal del pabellón iniciático durante el mukanda. En realidad, la ra­ zón que me dio para haberse decidido a construir su ..granja a noventa metros del poblado era el miedo a la infección. Los doctores de la misión, que habían tratado a varios de los habitan­ tes del poblado, le urgieron a construir viviendas aparte. Ha­ bían pedido también a los leprosos, entre los que se encontra­ ban el caudillo y .su esposa, que vivieran en cabañas de hierba (ankunka) fuera del círculo principal de chozas del poblado. Las cab 2 ñas de hierba llegaron a construirse, pero raramente eran ocupadas, y la gente de Wadyang'amafu se mezclaba libre­ mente con el resto de la gente en el mukanda, llegando incluso algunos de ellos a dorm ir en el pabellón, mientras la esposa del caudillo, como Nyamwadyi, o madre de novicio, que era, co­ cinaba para sus dos hijos como parte de su función ritual. Menciono estas circunstancias com o ejem plo del m odo cómo aún hoy los ndembu aceptan las creencias místicas como expli­ cación de las enfermedades. Dichas circunstancias ilustran igual, mente las condiciones empíricas que sostienen estas creencias. El poblado Kafumbu se integró en la vencidad alrededor de 1928, tras separarse del poblado Mukanza, como explico en Schism and continuity. La mayor parte de sus miembros des­ cendían de esclavos de Mukanza, pero, al igual que a Mukanza, se le considera un poblado «K aw iku », es decir, un poblado per­ teneciente a los grupos dispersos de gentes autóctonas que ha­ bitaban el territorio antes de la llegada del invasor lunda. Su importancia fundamental radicaba en el hecho de que los hijos de Wukengi pertenecían al linaje Kafumbu. El organizador mis­ mo dependía, en buena parte, de la cooperación de la gente de Kafumbu. N o obstante, el cacique Kafumbu no se hallaba en buenas relaciones con Nyaluhana y, aunque era un hábil circuncisor, no ofreció sus servicios para el mukanda, dando como ex­ cusa que tenía que hacer una visita a unos lejanos parientes. Durante gran parte del período de reclusión se mantuvo aleja­ do de la vecindad. No pude averiguar la causa de este resenti­ miento. La m ujer principal el.e Kafumbu provenía del poblado Sawiyembi, que apoyaba las pretensiones de Machamba a ser reconocido como el poblado más importante de la vecindad, y es posible que hubiera influido sobre su marido contra la ini­ ciativa de Nyaluhana de patrocinar el mukanda. El hecho de que su anterior rival para el caudillaje del poblado Kafumbu, el hijo de la hermana de su padre, se hallara en bastante bue­ nas relaciones con la gente de Mukoma, que se habían sepa­ rado del poblado Sawiyembi, y estuviera casado con una m ujer de Mukoma, podía muy bien ser un factor adicional. En reali­ dad, su rival había construido una pequeña granja de tres cho­ zas, que insistía en considerar como «e l verdadero poblado Ka­ fumbu». Este conjunto era llamado por los ndembu, con cier­ to tono jocoso, Kafumbu Kamu, que significa «Kafum bu una vez» o «Kafum bu solitario», ya que su cabecilla carecía de súb­ ditos. Vemos aquí ejem plificado de nuevo el principio de que Ja facción disidente busca alianzas con los oponentes externos je l grupo al que previamente ha pertenecido. El caudillo K a­ fumbu Ndumba Samlonzang'a (por llamarlo con su sonoro nom­ bre completo) se hallaba ligado a Wukengi; mientras el cabe­ cilla de Kafumbu Kamu se hallaba ligado a Nyaluhana. Así pues, los habitantes de Kafumbu se hallaban divididos entre su vin­ culación con Wukengi y su oposición a Nyaluhana. Con todo, y puesto que Wukengi tenía que aplacar a Nyaluhana e incluso recurrir a su habilidad técnica, la gente de Kafumbu, que le apoyaba, tenía que ocultar su disgusto hacia el anciano. Por otro lado, los habitantes de Kafumbu se hallaban en relacio­ nes bastante buenas con la gente de Machamba. La razón de ello se verá muy pronto. Cerca de Sawiyembi y Mukoma se hallaba situada otra uni­ dad residencial kawiku. Era la granja Nyampasa, a la que daba su nombre su caudillo, una mujer. Esta era viuda del anterior caudillo del poblado Wadyang'amafu, y una de sus hijas se había casado con un hombre de este poblado. Otra hija suya era la esposa del hijo de la hermana de Nyaluhana. Nyampasa ha­ bía adoptado una posición neutral en la competencia entre Nyaluhana y Machamba. Mantenía relaciones amistosas con ambas partes y se hallaba unida por lazos matrimoniales con ambos igualmente. Era una m ujer enormemente gorda y alegre, que tenía una considerable reputación como especialista en ritos curativos. Era especialmente famosa por sus conocimientos de las medicinas y técnicas del ritual wubwang'u, indicado para madres de gemelos antes o después de su confinamiento. Nyampasa misma era gemela y había dado a luz y criado con éxito gemelos. Era hija clasificatoria de la hermana del principal ca­ cique kawiku, Nsang’anyi (Turner, 1957, pp. 210-220). Los kawiku de la vecindad tenían hasta cierto punto simpatías por Machamba, ya que éste tenía amistad personal con un importan­ te cacique kawiku, llamado Nyachiu, cuyo poblado se ha­ llaba situado a solamente dos o tres kilómetros del pobla­ do Machamba. Nyachiu no era considerado m iembro de la vecin­ dad Nyaluhana, sino tan sólo como un colindante, ya que su poblado era mwenimbu (el más antiguo establecido) dentro de su propia y diminuta vecindad. Durante el mukanda pude oír a los kawiku y a las gentes de Machamba (Mwenilunga). delei­ tarse contando que sus respectivos poblados estaban estableci­ dos ya en la vecindad antes de que se fundara el poblado Nyaluhana. En este caso, el valor otorgado a la prioridad en el asen­ tamiento pesaba más que la división lunda-kawiku, ya que el linaje Machamba, al igual que el de Nyaluhana, descendía de los invasores y no de los habitantes indígenas. En la cultura ndembu, como en todas las demás culturas, los valores abs­ traídos rlel proceso social no forman un conjunto ordenado, sino que son más bien una mezcla de disparidades. El «siste­ m a» en una sociedad surge o bien de un proyecto a largo plazo o de los intereses inmediatos. El hecho de que los valores sean una mezcla de disparidades da flexibilidad a la vida social, ya que la mayor parte de las acciones intencionales pueden ser en­ tonces justificadas aduciendo algún criterio de general acepta­ ción, pudiendo ignorarse otros criterios, cuando parecen invali-, dar la acción contemplada. Así, por ejemplo, para las alianzas intentadas con vistas a reducir el prestigio de Nyaluhana, Machamba y algunos de los kawiku buscaron en su común depó­ sito de valores aquellos que podían legitimar su efím era amis­ tad, descartando aquellos otros que pudieran en aquel momen­ to ponerla en peligro. Es fácil imaginar que en circunstancias distintas — una disputa sobre pagos matrimoniales o funerarios, por ejem plo— , se habrían antepuesto los valores que afirmaban la unidad de todos los kawiku contra el conjunto lunda, citán­ dose con orgullo los precedentes históricos de las antiguas gue­ rras en apoyo de las animosidades contemporáneas. Gluckman y Colson han puesto de relieve la importancia del entrecruzamiento de afiliaciones en el mantenimiento de los grupos ins­ titucionalizados — las personas que mantienen entre sí vínculos concretos en determinados conjuntos de relaciones consuetudi­ narias aparecen enfrentadas en otros. Y o añadiría a esto que las alianzas efímeras y de nuevo cuño realizadas con vistas a conseguir determinados fines a corto plazo están producién- d0se en todo momento en todas las sociedades. Este tipo de alianzas se legitima haciéndose socialmente aceptable o al men0s socialmente inocuo, mediante la selección o mediante el rechazo de aquellos valores consuetudinarios que, contenidos en el depósito de valores no sistemáticos resultan pertinentes para los fines concretos de la alianza. Son los fines, los desig­ nios, los proyectos los que imponen una sistematización a los valores; la estructuración de éstos depende de los fines de los participantes en cada situación concreta. Machamba, en este caso, coqueteando con Nyachiu, intentaba ganarse el apoyo kawiku, o al menos reducir la oposición de los grupos kawiku alineados con Nyaluhana. Estamos ya, pues, en condiciones de establecer el modo como los principales rivales por el prestigio dentro de la vecindad podrían repartirse los oficios y roles rituales. Machamba que­ ría que Salad hiciera de organizador, que Sampasa fuera el cir­ cuncisor principal y que Nyachiu y Nyaluhana fueran circun­ cisores ayudantes; le hubiera gustado también que Kafumbu Samlonzang’a fuera uno de los circuncisores. Como veremos, no obstante, Nyachiu probablemente hubiera preferido renunciar al papel de circuncisor, debido a que carecía de la confianza suficiente para ejecutar una tarea que los ndembu consideran difícil y peligrosa. De ser así, se le habría dado el rol de chifukaminu (de ku-fukamina, «arrodillarse»), el oficiante que se arrodilla tras el novicio y lo sujeta para que sea circuncidado. Para el papel de instructor del pabellón, Machamba favorecía al caudillo Makang’u, cuya mujer provenía del poblado Sawiyembi. Makang’u había dejado su propio poblado, situado en el área del Kanongesha, para poder hacer circuncidar a sus dos hijos, ya que en los últimos años no se había •celebrado ningún mu­ kanda en su propia vecindad. Como novicio principal, o kambanji, que significa «líd er guerrero», Machamba hubiera prefe­ rido al hijo mayor de Makang’u. Había sido la m ujer de Ma­ kang’u, según los miembros de la facción Machamba, la primera que había sugerido la idea de celebrar un mukanda. Sampasa me dijo que el hijo de ésta había venido, de hecho, a él al final de la temporada lluviosa, y según la costumbre, lo había inju­ riado ritualmente «p or tener un cuchillo mellado y ser dema­ siado perezoso para usarlo». Esta fórmula inaugura oficialmen­ te el mukanda y constituye tanto al circuncisor principal como al novicio principal. En aquel momento, decía Sampasa, los an­ cianos de la vecindad, incluido el mismo Machamba, se habían mostrado de acuerdo en que Wukengi, que era bien querido por la mayor parte de las gentes de la vecindad, fuera nombrado organizador. Wukengi, a sú vez, había aprobado el nombramien­ to de Sampasa como circuncisor principal y el del hijo de Makang’u como novicio principal. En concreto, había dado a Sam­ pasa una flecha y un cuchillo ceremoniales, para confirmar su elección, pero poco tiempo después, bajo la presión de Nyaluhana, había cambiado de idea. Nyaluhana, como ya hemos visto, tenía sus propios puntos de vista sobre el reparto de papeles rituales. Quería ser él mis­ mo circuncisor principal, papel que ya había realizado anterior­ mente en tres ocasiones. Se hallaba en buenas relaciones con el caudillo Wadyang’amafu, que era un ndembu conservador como él mismo. Wadyang'amafu tenía dos hijos que habían de ser circuncidados. El mayor de ellos era un fornido muchacho de dieciséis años que al celebrarse, diez años antes, el anterior mukanda en la vecindad, según las modernas nociones ndem­ bu, era aún demasiado joven para la circuncisión. Nyaluhana había pedido a Wadyang’amafu que le enviara a su hijo para inugurar formalmente el mukanda. Así se había hecho, y Nyaluhana declaró que era este muchacho y no el hijo de Makang’u el que debía ser kambanji. Luego fo rzó a Wukengi a que acep­ tara este punto de vista. A Wukengi le venía de perlas que Sampasa fuera nombrado circuncisor principal, ya que esto hu­ biera marcado su posterior emancipación del control de Nya­ luhana. Pero Wukengi, aunque querido de todos, carecía de fuerza y, como a menudo él mismo decía, temía la hechicería de Nyaluhana. Eran, no obstante, muchos los que se hallaban resentidos por la prepotencia de Nyaluhana, y hasta el último momento, como veremos, la cuestión de quién sería el circuncisor principal, si Sampasa o Nyaluhana, iba a quedar en sus­ penso. El mismo hijo de Wadyang'amafu esperaba que fuera Sampasa quien ocupara el papel principal, y el cuento que Sa­ lad y Machamba estaban propalando de que Nyaluhana era demasiado viejo para operar de manera adecuada surtiría un efecto definitivo. El mismo Wukengi creía o simulaba creer esta historia. De cualquier forma, todos los padres que tenían hijos en el mukanda debían sentirse preocupados en extremo al res­ pecto, y Wukengi tenía dos hijos dispuestos para la circun­ cisión. Nyaluhana, de haber ocurrido las cosas según sus deseos, quería que Wukengi hiciera de organizador, la m ujer de Wuken­ gi de madre de novicios principal, Kutona, del poblado Wadyang'amafu, de instructor del pabellón, y el hijo de Wadyang' amafu, de novicio principal. Estaba dispuesto a aceptar a Sam­ pasa como a uno de sus colegas en la operación. También estaba de acuerdo, a petición general, en que se pidiera la ayuda de Malipishi, un renombrado circuncisor del poblado Shika, si­ tuado fuera de la vecindad. Malipishi era cristiano y no tomaba parte en el aspecto ritual de los mukanda a los que asistía, pero era a la vez rápido y cuidadoso a la hora de operar, y tenía una gran demanda. Nyaluhana probablemente aprobaba este nom­ bramiento, en parte debido a que el poblado Shika pertenecía, como el suyo propio, a la jefatura de Kanongesha. De este modo, debía pensar, podría tener un mayor apoyo en su ambición suprema de ser de facto, y no tan sólo de iure, patrocinador del mukanda. DiAG^RAMA 4 . Los poblados Nyaluhana y la d istribu ción de papeles en el M ukanda Al final, como veremos, logró conseguir lo que quería en casi todos estos asuntos (véase diagrama 4), pero la resistencia a dejarlo aparecer claramente hasta el final, el resentimiento que sus actos provocaban y las disputas que tuvieron lugar a lo largo de los ritos, dejaron buen testimonio de los diversos ti­ pos de oposición que tenía ante sí. La oposición a Nyaluhana era el resultado de determinadas características de la vecindad misma. Entre estas características ya hemos subrayado las di­ ferencias de tamaño, orígenes e intereses existentes entre los diversos poblados, su segmentación interna, sus interconexio­ nes matrimoniales, las distancias socioespaciales entre ellas y otros aspectos de su mutua independencia e interdependencia. Otro tipo de características incluían las relaciones consuetudi­ narias entre las diversas categorías de personas, y otro más, las diferencias psicológicas individuales. Por lo demás, la ma­ yor edad cronológica de Nyaluhana, y, en la medida en que po­ dían rastrearse las conexiones genealógicas, su superior posición estructural con relación a los demás caudillos de la vecindad, lo convertían en el blanco ideal de todos aquellos que querían conseguir el más alto status local en una sociedad gerontocrática como la ndembu. Por otro lado, las mismas condiciones sociales que explica­ ban la existencia de una rivalidad con respecto a Nyaluhana explicaban su inagotable capacidad de conseguir adhesiones, vo­ luntarias o de otro tipo, para realizar sus fines. Estos fines no eran sólo los de mantener y ampliar su prestigio personal, sino también, y bajo la guía de las lealtades corporativas, el de su jefatura, su linaje, su poblado, e incluso su vecindad. Nyaluhana era una figura representativa, y como tal, podía apelar a determinados valores considerados por los ndembu como do­ tados de una fuerza axiomática. Que él creía que lo que estaba haciendo era correcto se puso de manifiesto en muchos de sus actos y expresiones a lo largo del mukanda. Fue la fuerza de su convencimiento personal sobre el valor social de su conducta autoritaria lo que obligó a muchos de sus oponentes a ceder terreno ante él en los momentos cruciales del desarrollo del ritual. En la práctica concreta, Nyaluhana tenía tras de sí el peso de la tradición y sus antecedentes personales, mientras que los argumentos de sus oponentes despedían un cierto tufo fa­ laz. No obstante, y aunque gran parte de lo que Nyaluhana de­ cía no podía ser refutado en términos de la tradición ndem­ bu, había un sentimiento general de que los cambios sociales que visiblemente estaban ocurriendo en el entorno volvían ob­ soletas muchas de las posiciones por él mantenidas. En las dan­ zas públicas que punteaban los ritos, muchos de los asistentes eran obreros de la nueva carretera que iba a poner a la vecindad en contacto con el gran mundo del A frica industrial. Los ofici­ nistas del Boma y los obreros de mantenimiento caían por allí para conseguir un poco de diversión subrepticia a costa de las costumbres ancestrales, y entre ellos podían encontrarse tanto hehe de Tanganika, como bemba, como hombres de Nyasaland y de la lejana Luapula. Salad y otros de la vecindad me presio­ naban insistentemente para que pidiera al comisionado del dis­ trito la construcción de una escuela prim aria en la vecindad, ya que a los niños de ésta les resultaba difícil acudir a la escuela del Boma durante la temporada de las lluvias. Los trabajadores emigrantes del cinturón del cobre aprovechaban la celebración de los ritos para hacer una visita a sus hogares de origen y apor­ taban un cierto aire de sofisticación urbana. De sus chozas sa­ lían músicas de guitarra «de la ciudad», y en los corros se ha­ blaba sobre el Northern Rodhesian African M inerworkers Union (Sindicato minero africano de Rodesia del N orte). Podía perci­ birse un sentimiento difuso de que, si bien ciertamente Nyalu­ hana podía justificar su papel de acuerdo con los viejos usos, dichos usos empezaban a ser rápidamente superados. N o obstan­ te lo cual, una vez acordada la celebración del mukanda, uno de los principales mecanismos rituales de defensa de las cos­ tumbres tribales, los oponentes de Nyaluhana se vieron obliga­ dos a aceptar los valores tribales que éste tan bien sabía ma­ nejar en favor de los intereses de sus principales lealtades de grupo. Los oponentes se veían así forzados a deponer su opo­ sición a Nyaluhana, cuyo fundamento real radicaba principal­ mente en los cambios modernos, ya que, en términos de la tra­ dición, se hallaban en completa desventaja frente a sus pre­ tensiones más fuertes. He descrito hasta aquí la vecindad, estableciendo sus ali­ neamientos y sus luchas durante el período inmediatamente pre­ cedente a la celebración del mukanda. Queda ahora por descri­ bir el mukanda como tal, y la conducta de sus participantes, en tanto determinada a la vez por las prescripciones del ritual y por sus posiciones respectivas en el contexto de la vecindad. «Mukanda»: lo s r it o s Secuencia de episodios Invitación f o ^ a l del circuncisor principal K w ing'ija: incitación a entrar (Preliminares) Reunión de la comida y la bebida en el poblado patrocinador Aclareo del lugar del campamento de los padres y parientes de los novicios (Día anterior a la circuncisión) Recolección de la medicina fortalecedora ku-kolisha Consagración del campamento y el poblado patrocinador Oración a los antepasados del poblado patrocinador Consagración del fuego ijik u daMukanda por el organizador Elevación del poste chising'a Danza nocturna, en la que los padres de los novicios tienen un lugar principal (Día de la circuncisión) Lavado ritual Comida de los novicios Procesión al lugar de la circuncisión Golpeamiento de los guardianes La puerta m ukoleku Preparación del lugar de la circuncisión La hiena La circuncisión Lavado ritual y alimentación de los novicios Kung'ula: la reclusión Construcción del pabellón Período de cura (antes del chikula) El pequeño chikula, aparición de los danzantes enmascarados makishi Entrenamiento y enseñanza esotérica de los novicios (tras el chikula) Kwidisha: los ritos de retorno (Prim er día, el gran chikula) Katewu kanyanya, el pequeño lugar del afeitado Nyakayowa La primera entrada El ifw otu La segunda entrada La danza nocturna (Segundo día) Quema del pabellón Purificación final Katewu keneni, el gran lugar del afeitado La fabricación de nfunda <\renga final del instructor del pabellón La tercera entrada La danza de guerra ku-tomboka El pago LOS RITOS En la realidad social, las circunstancias raramente van de aCUerdo con los planes y las normas. Así, cuando aquí establezco el orden ideal de sucesión de los acontecimientos del mukanda .— el «h orario» establecido por la costumbre, por así decir— , hay que recordar que los diversos tipos de presiones e intrigas que he descrito en la sección anterior actúan continuamente para provocar omisiones y modificaciones del orden y la form a de desarrollo de los distintos episodios, tal como los informantes de mente metódica los presentan. N o obstante, la estructura temporal ideal del mukanda da coherencia a la sucesión de acontecimientos, tanto en lo que respecta a los participantes como a los lectores de este estudio. Una vez los ancianos de la vecindad se han puesto de acuer­ do para celebrar el mukanda en la siguiente estación seca, y sus respectivas mujeres han aceptado la decisión, se da el prim er paso del ritual. Este consiste en una invitación form al al cir­ cuncisor principal. El novicio que ha de convertirse en kambanj i o «líd er guerrero» — habitualmente el mayor y el más desa­ rrollado— y que será el prim ero en ser circuncidado, es envia­ do a injuriar y provocar al circuncisor principal. La form a como se dirige a éste es la siguiente: «Anciano m bim bi (circuncisor), te has hecho perezoso y tu cuchillo está ya mellado. Ahora ya no te dedicas a circuncidar muchachos. ¿Por qué habríamos de llamarte para que nos circuncides en el mukanda? » El circun­ cisor simula estar enfadado, y pone en la ceja del muchacho una cierta medicina (llamada isaku) y le dice que inform e al futuro organizador para que lo tenga todo listo para los ritos. Se le da luego al kam banji el encargo de notificar al je fe o caudillo principal, y a los caudillos de la vecindad y de las ve­ cindades adyacentes, que el mukanda ha dado comienzo de ma­ nera oficial. A partir de este momento, los niños elegidos como novicios deben evitar determinados tipos de comidas. Se prefieren aquellos circuncisores cuyas medicinas no han sido contaminadas por la muerte. Cuando Kasonda analizaba conmigo su circuncisión, me contó que durante el período de reclusión, la m ujer del circuncisor y uno de los novicios habían muerto, este último a consecuencia de una mordedura de ser­ piente. Esto se debió a que la medicina nfunda del circuncisor, a la que se otorga la virtud de velar por el bienestar de todos l°s implicados en los ritos, había sido contaminada por el con­ tacto de alguna persona manchada (wunabulakutooka) antes de dar comienzo el mukanda. El circuncisor principal, una vez recibida la notificación, da los nombres de los otros circuncisores a los futuros funciona­ rios del pabellón iniciático. Si éstos son aceptados, se les envía invitación para que asistan al mukanda y operen. Cada uno de ellos, antes de venir ruega ante los altares de sus antepasados para que éstos le asistan en una tarea de tanta responsabilidad. Una vez que el circuncisor principal ha recibido la notifi­ cación, el organizador tiene la tarea de preparar los suministros de comida y cerveza para el kw íng'íja («incitación a entrar») o fase introductoria. Son muchas las personas, mil ó más, que asisten a la danza pública la noche antes de la circuncisión. Muchos de éstos tienen que ser invitados a cerveza. En otros tiempos, era también responsabilidad del organizador vigilar para que los poblados cuyos habitantes asistían al mukanda es­ tuvieran convenientemente guardados contra los cazadores de esclavos y contra los enemigos internos. Los ndembu reconocen tres fases principales en el mukan­ da: 1) el kw ing'íja o «incitación a entrar»; 2) el kung'ula, o «en el pabellón de la circuncisión», y 3) el kwídisha, o «llevar fue­ ra», verbo que tiene además el sentido de «aprobar pública­ m ente». Los ritos, como puede verse, se hallan totalmente en función del pabellón, y son considerados como una preparación para ingresar en él, la permanencia dentro de él y la salida de él. K w íng'íja: íncítacíón a entrar Los ritos del kw íng'íja constan de episodios y aspectos secula­ res y sagrados, ocurriendo estos últimos en medio del bosque, en el lugar donde se construirá el pabellón. Empezaré describiendo la recolección de las medicinas kukolísha, ya que fue en este momento cuando llegué yo a la ce­ lebración, que tenía lugar en la granja Wukengi. Kasonda y yo habíamos salido a pie del poblado Mukanza al recibir el aviso de Filemon. La mayor parte de los poblados que atravesamos estaban casi vacíos, excepción hecha de los ancianos y los ni­ ños pequeños. En el poblado Kafumbu vimos a un novicio que llevaba sólo una faja de paño alrededor de la cintura y una mancha de blanco mpemba al lado de cada ojo. Sus parientes mayores le urgían a darse prisa para llegar al mukanda, si no quería ser elegido kajika kamukanda, título dado al novicio que pasa siempre en último lugar por los diveros ritos que forman el mukanda. El kajika es el «tard ón » o el «desganado» que «cie­ rra» el mukanda. El novicio que llega tarde al dintel m ukoleku de madera mukula, bajo el cual pasan los niños al dirigirse a ser circuncidados; el último en recibir la circuncisión; el niño que llora más alto al serle cortado el prepucio; el más lento en responder a las preguntas o en aprender los misterios y acer­ tijos del mukanda; cualquiera de estos criterios, o todos ellos juntos, servirán para determinar quién sera el kajika, el último novicio que danzará en solitario al final de los ritos kwidisha («llevar fuera»), que completan el mukanda. Cuando llegué a su poblado, el caudillo Nyaluhana me reci­ bió del modo más amable, y en seguida él mismo me acompa­ ñó a la granja Wukengi. Wukengi me enseñó la cerveza que ha­ bía almacenado en su granero de hierba nkalang'a — trece ca­ labazas, un total que Kasonda consideró de lo más raquítico. Y, ciertamente, pocos días más tarde asistiríamos a los ritos nkula en el poblado Shika (descrito en Turner, Drums o f A ffliction), donde las calabazas de cerveza disponibles sumaban vein­ ticinco. Me mostraron también los novicios que hasta el momento habían llegado. Entre ellos se encontraba el kam banji electo, o «líd er guerrero», el prim ero en ser circuncidado, tratado con medicina, alimentado, etc. Era un muchacho robusto, de apro­ ximadamente unos dieciséis años, hijo del caudillo Wadyang’ amafu. Wukengi me dijo que los novicios que recibirían la cir­ cuncisión serían diecinueve. Uno de sus propios hijos represen­ taría el papel de mwanta wamukanda, o «je fe del mukanda» entre los novicios, ya que este título se daba siempre al hijo mayor del organizador. Luego ocurrió que ambos muchachos perdieron sus títulos, como resultado de su actuación durante el período de reclusión. Samatemba, el muchacho de Kafumbu, pasó a ser el kambanji, y el hijo de Wukengi quedó relegado al puesto de kajika. Menciono esto para que se vea el profun­ do interés que los mayores se toman por la actuación de cada uno de los novicios. A nuestra llegada, un grupo de circuncisores se hallaba re­ colectando una medicina conocida con el nombre de ku-kolisha, o medicina «fortalecedora». El lugar destinado a los campa­ mentos de padres y parientes había sido bastante chapucera­ mente aclarado de matorrales y arbolillos. La medicina consistía en hojas y raspaduras de corteza de determinados árboles, recogidos en torno al lugar donde se ha­ llaba situado el campamento de los padres de los novicios. La medicina nsompu, empleada para aspersiones y lavados, se ha­ ría con estos ingredientes. La medicina ku-kolisha se emplea en diversos episodios del mukanda. Los circuncisores se lavan con ella la cara y el pecho y lavan los de las madres de los novi­ cios inmediatamente antes de que tenga lugar la circuncisión de los muchachos. Más tarde, poco antes de los ritos chikula chanyanya, cuando aparecen los danzantes enmascarados, mar­ cando así la curación oficial de las cicatrices de los novicios, también éstos son lavados con la misma medicina. Finalmen­ te, antes de ser conducidos de nuevo con sus madres, en la fase final, kwidisha, del mukanda, se dan a comer a los novicios cenizas de medicina ku-kolisha quemada. El árbol ishikenu, símbolo focal del ku-kolisha, era un jo v e n espino ch ik oli (Strychnos spinosa). Estaba situado más o menos en el centro del campamento, que ya había sido lim piado de maleza por los miembros del poblado patrocinador, bajo la su­ pervisión de Wukengi. Los circuncisores rodearon varias veces el ishikenu. Iban dirigidos por el cacique Sampasa, que después oró al árbol para que los novicios fueran fuertes y curaran rá­ pido. Al terminar la oración raspó un trozo de corteza con su hacha de medicinas, haciendo caer las raspaduras en una cesta lwalu de fondo plano que llevaba consigo. Luego puso en con­ tacto las raspaduras de corteza y algunas hojas de ch ik oli con dos recipientes de medicina de la circuncsión en form a de falo. Los recipientes, explícitamente comparados por los ndembu con los genitales masculinos, recibían el nombre de tudiwu 3 La me­ dicina llevaba el mismo nombre que la cesta en la que eran transportados los tudiwu, esto es, nfunda. Tras recoger la medicina chikoli, los circuncisores tomaron hojas y raspaduras de corteza de los árboles mudyi (Diplirrhyncus condylocarpon), chikwata (Ziziphus m ucronata), m usoli (Vangueriopsis lanciflora), museng'u (Ochna pulchra) y kata wubwang'u (Uvaria nyassensis). Una vez recogidos todos los ingredientes, los circuncisores volvieron al pie del árbol chikoli. Se trajo entonces un m ortero de comida para machacar en él las hojas y las raspaduras de corteza y un mazo, colocándose alrededor del mortero una guir­ nalda de hojas de ileng’i. El caudillo Nyaluhana avanzó entonces y, tomando el mazo, comenzó a machacar las medicinas, mientras los demás circuncisores danzaban en torno al árbol chikoli. Durante un tiempo el lwalu que contenía los dos recipientes tudiwu, fue colocado sobre un acodamiento del chikoli. Había tres circuncisores y tres yifukam inu danzando. Los yifukam inu (singular chifuka3 h o ja s . E sto s r e c ib e n a veces el n o m b re de inzala. L l e v a n unos ta p o n e s de m inu) tienen como misión sujetar a los novicios mientras el circuncisor (m b im b i) opera. Los danzantes se agachaban con las piernas separadas y los brazos en jarras, y movían súbitamente el trasero de form a amenazadora. Luego tomaron la cesta Iwalu y exhibieron los re­ cipientes tudiwu por encima de sus cabezas, mientras danzaban. Los circuncisores llevaban cabos de pluma rojos (ver Turner, 1962b, p. 151) en el pelo, colocados inmediatamente encima de las cejas. Todos los danzantes tenían las cejas y la zona alre­ dedor de los ojos untadas de arcilla roja (mukundu o ng'ula). Fruncían fieramente el ceño y cantaban con voz ronca, hacien­ do de vez en cuando un ruido como de burbuja con los labios. La letra de su canción era com o sigue: Eye yami nkalawanda chidyila hanjila S o y e l le ó n Wukama que com o en e l c a m in o kankanta wutaleng'a mwewulu T ú d u erm es so b re tu Chala chankum bi kusemina e s p a ld a , tú m ir a s h a c ia e l c ie lo ch iyim bi N i d o cte m a r a b ú d o n d e e l n e g r o m ila n o p o n e su s huevos Ewina wantoka kusemina ch itom bu g u a r id a de m am ba, donde el ( in o fe n s iv o ) la g a r to pone su s huevos Inyam wadyi w antukileng'a M ad re d e l n o v ic io , tú s o lía s in ju r ia r m e Leta mwaneyi nikw ang'ijekeli T ráem e a tu h ijo a q u e y o lo m a ltr a te Mw aneyi nayi Tu h ijo se h a id o Mwana kamwanta wafwana musuka E l h ijo de un je fe es com o un e s c la v o Tras preparar la medicina ku-kolisha, los circuncisores de­ jaron el mortero junto al árbol ch ik oli y comenzaron a danzar y a cantar la canción que he recogido uno tras otro en todos los caminos que llevaban a la granja Wukengi. En este episodio aparecen varias categorías de personas im­ portantes en el desarrollo del mukanda, unas de manera direc­ ta, como los circuncisores, otras indirecta, como es el caso de los novicios y sus madres. Habría que decir algunas cosas y citar algunos textos con respecto a dichas categorías. Cuando se escribe sobre los circuncisores, resulta imposible pasar por alto el análisis de su medicina nfunda; ambos, por tanto, deben ser estudiados conjuntamente. Veamos prim ero los significados que los informantes atri­ buyen a la medicina ku-kolisha, ya que esta medicina permite establecer un lazo de unión entre las tres categorías menciona­ das — circuncisores, novicios y madres de los novicios— , todos cuyos componentes se lavan con ellas en determinados momen­ tos críticos del ritual. Al igual que chikolí, la palabra ku-kolísha se deriva del ver­ bo ku-kola, «ser fuerte o saludable», en form a causativa. El verbo ku-kola se aplica generalmente a los órganos genitales, y en especial al pene. «Ilo m u dakola» significa «Un pene capaz de fuertes erecciones». Corresponde, pues, a un componente sexual de la idea de salud. Pregunté a una amplia serie de informantes sobre los sig­ nificados del término chikolí, incluyendo entre ellos al cacique Mukanza, a todos los funcionarios del pabellón de Nyaluha­ na y también a Kasonda, Sandombu, Sakazao, Shikasa y otros ancianos del poblado Mukanza, así como a Sakutoha, Muchona y muchos otros. Se trata de uno de los símbolos dominantes so­ bre cuyo significado la gente se muestra más de acuerdo. El cacique Mukanza lo definió de la m ejor manera posible dicien­ do: «el chikoli es un árbol muy fuerte, como el mubang'a, so­ bre el que los novicios orinan cuando duermen en el pabellón. Su madera es muy dura. Uno de sus nombres es chikang'a-njamba, de ku-kang'anya (caer), y njamba (elefante). El elefante no puede derribarlo. N i tampoco el viento, ni la lluvia; ni las ter­ mitas pueden devorarlo. Se mantiene tieso como un pene erec­ to, o el cuerpo de un hombre fuerte. Esta es la razón de que digamos que significa la fuerza (w u k olu )». Otros informantes se mostraban de acuerdo en afirm ar que el ch ik olí representaba al «W ulaya», que significa a la vez el pene y la masculinidad en general, incluyendo las virtudes masculinas del valor, la ha­ bilidad cazadora y la perseverancia. Se emplea en el Kaluw í, un culto de cazadores, com o parte de una m edicina «para fortalecer la habilidad cazadora». Los demás ingredientes nos resultan familiares a partir de los anteriores artículos, pero mencionaré los significados que subrayaron mis informantes en el contexto del mukanda. El mudyi, según todos ellos, se usa debido a que el «p rim er novicio es circuncidado bajo un árbol mudyi y se acuesta sobre un le­ cho de hojas de m udyí». A este respecto entraron en compara­ ciones con el nkan'a, durante el cual la muchacha novicia yace inmóvil al pie de un árbol mudyí durante todo un día. El chikwata, según se dice, tiene largas espinas. «E l cuerpo del hombre se conserva bien cuando éstas lo cogen bien. Lo cogen con fuerza, de modo que la sangre, en el interior de su cuerpo, permanece fuerte.» Los ndembu hacen derivar chikwata de ku-kwata, «coger». Como el ch ík olí se dice que también da al hombre una dura erección. El m usoli y el museng'u ya los he estudiado en otros sitios (Turner, 1962, p. 12, e infra pp. 321-2). Ambos son «medicinas de cazador» y ambos son también símbolos de la fertilidad fe­ menina (lusemu). Un punto interesante es que el sentido gene­ ral del musoli, que es «revelar lo escondido», se halla conecta­ do en el mukanda con el acto de la circuncisión, que descubre el glans penis. Una de las canciones cantadas para el ikishi Mvweng'i enmascarado, que aparece una vez las heridas de los novicios han acabado de curar, alaba «el seco glande» (mwembu yawuma). Analizando conmigo los efectos de la operación, un circuncisor me decía que «Se deshacía de la suciedad que hay debajo del prepucio» y hablaba con disgusto de la «hume­ dad» de los penes incircuncisos. La circuncisión hace visible la virilidad. Tanto el m usoli como el museng'u son considerados adecuados como «medicina fortalecedora», decía Chikasa, «p or­ que son duros y duraderos, las termitas no pueden devorarlo, ni se pueden sacar tiras de su corteza con las que asegurar la ha­ bilidad cazadora y la fertilidad». El kata wubang'u representa, según se dice, la «fertilid ad » (kusemu) y también la «desvergüenza» (nsonyi kwosi) del deva­ neo intersexual (wusensi wawubang'u) del culto «gem elo» wu­ bang'u, del que es símbolo principal. Dicho devaneo se dice que otorga al paciente «forta leza» (wukolu). El Kata Wubang'u representa, en una palabra, la «lucha gozosa entre hombres y mujeres» que Gluckman (1949) considera como el rasgo funda­ mental de las ceremonias de circuncisión wiko. La canción de los circuncisos contiene tres temas principa­ les. El prim ero hace referencia a la «m u erte» ritual del novi­ cio a manos del circuncisor. El segundo deja entrever el anta­ gonismo existente entre el circuncisor y la madre del novicio. El tercero subraya los cambios fundamentales en el orden coti­ diano, tanto social como natural, que introduce el mukanda. El circuncisor es comparado con un león (nkalawanda, tér­ mino arcaico; cf. tb. Delille, 1930, p. 825), que devora al mucha­ cho. Muchona decía que «M b im b i es como un león, porque ac­ túa con los novicios de manera rápida y sin dilaciones. El novi­ cio es el que yace de espaldas mientras está siendo circunci­ dado». Encontraremos ulteriores referencias al tema del «león » en el mukanda; se trata de un símbolo general del valor, la vi­ rilidad, la habilidad cazadora y la jefatura. Según Windson Kashinakaji, el león «com e en el camino, antes de alcanzar el lugar exacto, que es el pabellón mismo». La observación que el circuncisor hace a la madre de que Primero ella se burló de él, pero que ahora él dará un duro trato a su hijo, indica que existe una expectativa cultural sobre la hostilidad entre las madres de los novicios y aquellos que arrancan a los muchachos de su dependencia. El mukanda supone una completa inversión del orden natu­ ral. Según Windson, Kasonda y otros, una criatura cobarde como es el lagarto chitonga hace salir a la mamba de su madri­ guera. El milano, que planea alto sobre la selva y el poblado, pone sus huevos en el nido de la cigüeña amante de las lla­ nuras ribereñas. La jerarquía de status de la sociedad secular queda temporalmente en suspenso (cf. supra, «E ntre lo uno y lo otro», pp. 108-10). El hijo del jefe recibe el mismo tratamiento que el esclavo, pero el esclavo no se convierte en un hijo de jefe. En la situación del pabellón se da.una reducción a la igual­ dad, no una inversión de status. Muchona interpretaba la parte de «la puesta de huevos» de la canción en el sentido de que «los novicios que estaban vi­ viendo confortablemente con sus madres estarán a partir de aho­ ra en un lugar diferente — y peor». Según su interpretación, el tímido lagarto es la madre, los huevos son sus hijos novi­ cios, y «la guarida del mamba» es la circuncisión y la reclu­ sión. De manera similar, los jóvenes milanos estarán fuera de su elemento al verse en el nido del marabú de los pantanos. Toda la canción está cargada de un sentimiento y una imagi­ nería agresivos y amenazadores. Parece ser principalmente una expresión del antagonismo masculino hacia las madres en una sociedad matrilineal. Los movimientos miméticos característicos de la danza de' los circuncisores provienen de dos fuentes. En prim er lugar, el agacharse y levantarse alternativos representan los movimien­ tos de un león airado. El ruido burbujeante que los danzantes efectúan con la boca y su ronco canto representan al parecer los gruñidos y rugidos del león. En segundo lugar, cuando los danzantes abren sus piernas y danzan agachándose, se dice que intentan remedar la postura del novicio durante la circuncisión. El sonido de burbuja, que se consigue haciendo vibrar la lengua entre los labios, recibe el nombre de « ku-tatisha». El mismo término se aplica también a la costumbre que tienen los hombres de hacer este ruido a sus hijos, tras el que pronuncian la palabra «ta ta », que significa «padre». Pretender conseguir así que la primera palabra que pronuncien los niños sea «ta ta » en vez de «m a m a », «m adre». Decir «m adre» prim ero se consi­ dera signo de mala suerte, y, de hecho, los informantes insis­ ten en que, en el pasado, se podía dar muerte a un niño por esa causa. M is informantes me hicieron saber que si durante la circun­ cisión un niño lloraba llamando a su padre, no pasaba nada, pero si gritaba pidiendo ayuda a su madre, era considerado un cobarde y podía ser reducido a la condición de kajika. No basta ser hábil y diestro en el uso del cuchillo de la cir­ cuncisión; un hombre debe además «coger nfunda» si quiere convertirse en un circuncisor «grande» (weneni) o «principal» (wamukulumpi). El nfunda puede ser más apropiadamente des­ crito como un «fetiche», en el sentido que los especialistas en la antropología del Africa occidental dan a este término, que no como una medicina, ya que si bien cierta cantidad de él se aplica a los novicios, se usa principalmente por la influencia pro­ tectora que ejerce sobre la escena toda del mukanda y espe­ cialmente sobre el pabellón. El nfunda no se prepara sblo para un ritual específico, sino que es conservado por el circuncisor y renovado de tiempo en tiempo, según va consumiéndolo. Se guarda, como ya he dicho, en pequeñas calabazas llamadas kadiwu *, que a su vez se guardan en un recipiente de cestería llamado nfunda. Se atan dos flechas justamente por debajo de las puntas. La parte de la cola se coloca hacia arriba, apuntando cada extremo de las flechas hacia un lado de la cesta. Una de ellas, que recibe el nombre de chikeng'i, es del tipo de las de punta envenena­ da (w ulem bi), la otra es de las normales de punta de acero (nsewu). Una piel de zarigüeya (chinyandi) envuelve el exterior del recipiente. Cuando no está en uso, el recipiente nfuda suele colocarse en el codo más alto de un árbol detrás de la choza del circuncisor y bien fuera del poblado. B ajo ningún pretexto pueden las mujeres ni los niños y ni siquiera los jóvenes no circuncida­ dos acercarse a él, so pena de contraer una lepra leve (mbumba yaluzong'a), perder la razón o quedar impotente o estéril. Cuando un circuncisor muere, su nfunda lo hereda aquel a quien haya estado adiestrando en las habilidades técnicas de su oficio. Al adiestrador se le llama mama danfunda («m adre del nfunda»), y al aprendiz mwana wanfunda («h ijo del nfunda»). Un uso similar de los términos «m adre» e «h ijo » en conexión con el aprendizaje de habilidades, en parte técnicas y en parte rituales, se encuentra en los cultos de caza, donde el gran doc­ tor-cazador recibe el nombre de mama daWubinda (o mama 4 L o s r e c i p i e n t e s tudiwu e s t á n h e c h o s d e u n a p l a n t a l l a m a d a kankon t i q u e s e o b t i e n e e n e l r e i n o l u d a d e M w a n t i y a n 'v w a , e n e l a n t i g u o C o n g o B e lg a , p a t r ia t r a d ic io n a l d e lo s n d e m b u . E l n o m b r e d e r iv a d e ku-koma « c o r t a r » ( á r b o l e s ) . daWuyang’a, para los cazadores con fusil), «m adre del arte de la caza», y el candidato al culto el de mwana waWubinda, o «h ijo del arte de la caza». El uso metafórico que se da a estas palabras es sim ilar al nuestro cuando hablamos de «empapar­ se de saber». El aprendiz, generalmente, aunque no siempre, es un parien­ te menor del circuncisor consagrado. Reconocen los ndembu que la habilidad no siempre se hereda — es cuestión del «híga­ do» (muchima) del hombre o de su «disposición inherente» (chisemwa), de algo en suma que le es propio y no le viene de otros. El adiestramiento empieza por el rol de guardián (chilombola o chilom bw eji), que es el que lleva al novicio desde el lugar de la circuncisión al ifw ilu o «lugar de la muerte», don­ de el novicio permanece sentado hasta que su herida deja de sangrar; pasa por el papel de chifukaminu, que es quien man­ tiene sujeto al novicio para que el circuncisor opere; hasta lle­ gar al papel de circuncisor o rnbimbi, inferior, primero, y prin­ cipal, luego. En todos los mukanda a que asiste, el aprendiz de circuncisor debe observar cuidadosamente al circuncisor prin­ cipal y aprender sus habilidades quirúrgicas. Con el tiempo lle­ gará a dársele el cuchillo para que él mismo circuncide bajo la mirada de su instructor. No obstante, hasta que haya adqui­ rido su propio nfunda nunca será considerado como un «gran circuncisor», cualesquiera que sean sus habilidades. Las cestas nfunda se heredan siempre de otro facultativo muerto; las nuevas sólo pueden hacerlas personas que ya posean por heren­ cia el nfunda. Antes de que un aprendiz pueda esperar convertirse en un «m b im b i pleno», debe tomar parte personalmente en la prepa­ ración de nuevas medicinas nfunda. Describiré ahora la prepación del nfunda, aunque cronológicamente pertenece a la fase kwidisha del mukanda. Y lo haré porque el nfunda contiene la esencia de muchos de los significados del mukanda, y presi­ de los ritos en su conjunto desde su principio mismo. Tuve la fortuna de que el caudillo Nyaluhana, y los caudillos Wukengi y Sampasa me dieran la oportunidad de observar la preparación del nfunda. Acababa yo de volver del pabellón de ver a los novicios arrojar a un río cercano las faldas de hierba que habían estado llevando durante el período de reclusión. El pabellón mismo había sido quemado a la salida de la estre­ lla de la mañana (ntanda) a las 4 a.m., aproximadamente. Eran entonces, sobre poco más o menos, las 8 de la mañana. El pabellón era una ruina ennegrecida y aún humeante. En el lugar ifwilu (donde se sientan los niños, sangrando, después de haber sido circuncidados) habían tomado asiento los cau­ dillos Sampasa, Nyachiu y Nyaluhana, todos ellos circuncisores, y se dedicaban a preparar el nfunda (adinakupanda nfunda). El nuevo nfunda serviría para aumentar los de Sampasa y Nyaluhana, que habían quedado un tanto disminuidos durante el mukanda, y para dar a Nyachiu un kadiwu lleno de nfunda, «ya que el suyo propio casí se había terminado». Se había cortado un recipiente kadiwu para Nyachiu, divi­ diéndolo exactamente por la mitad. Cuando llegué junto a ellos, Sampasa se hallaba machacando varios de los ingredientes en el mortero que durante todo el período de reclusión había per­ manecido en el lugar ifwilu. Sampasa usaba como mano de al­ mirez el mango de una pequeña hacha ritual usada para reco­ ger las medicinas del pabellón, que se había guardado dentro del cercado de los novicios, en el lado del pabellón opuesto al lugar ifwilu. Nyachiu y Nyaluhana, p o r su lado, removían los ingredientes machacados en unas cazuelas (yizanda), usando las largas varas que anteriormente se había usado para castigar a los novicios por sus faltas de disciplina. Los ingredientes empleados consistían en cenizas proceden­ tes de toda una serie de sitios y objetos consagrados para el mukanda: cenizas 5 del pabellón (ng'ula) destruido por el fue­ go; cenizas del lecho de hojas del primer muchacho circunci­ dado, es decir, de las hojas de mudyi de la cama del kambanji; cenizas del fuego continuamente encendido del pabellón de los novicios; cenizas del «ijik u damukanda», el fuego encendido en el campamento de los padres la víspera del mukanda por el organizador; cenizas de un manojo de hierbas atadas usado para marcar el sitio que ocupaba el tronco mukula (tronco so­ bre el que los novicios se sientan inmediatamente después de ser circuncidados); cenizas de los suspensorios de tiras de cor­ teza (musamba) usados para sostener los penes de los chicos después de su circuncisión, y cenizas del tampón de hierba o de tiras de corteza llamado mbung'a), colocado bajo los penes de los niños circuncisos para absorber la sangre. Para humedecer la mezcla de cenizas, Sampasa usaba la san­ gre de una gallina decapitada en el momento mismo en que em­ pezaba a arder el pabellón. Dicha gallina había sido dedicada a los remotos antepasados del poblado Nyaluhana. También se había mezclado con las cenizas los posos de la cerveza blanca consagrada (hecha de m ijo blanco o de maíz), bebida por los 5 Makala, empleado también con el significado de «carbón». funcionarios clel pabellón, tras haber derramado una libación en honor de esos mismos antepasados. Dos hombres que querían «coger nfunda», es decir, conver­ tirse en circuncisores plenos en un próxim o futuro, recibieron orden de desnudarse por completo y entrar en el pabellón que­ mado por el lado del ifwilu, siguiendo a los tres circuncisores. Los hombres comenzaron a quejarse acremente del papel que se les hacía representar y reclamaron de los observadores un nyishing'u, pago que se da a cambio del derecho a ver algo esotérico. Las ideas modernas acerca de la vergüenza que su­ pone la desnudez están cada vez más difundidas. Los hombres se sentaron directamente sobre las cenizas, uno frente a otro, y se colocaron adoptando la posición favo­ rita de los ndembu para la cópula, las piernas de uno encima de los muslos del otro. Sampasa apretó entonces los intestinos de la gallina decapitada, para hacer caer todos sus excremen­ tos en una cazuela de barro. La cazuela, que ya contenía san­ gre del ave, fue colocada bajo las piernas entrecruzadas de los dos hombres. Luego depositó los intestinos de la gallina sobre los genitales del aprendiz que representaba el papel masculino y los pasó por las piernas y alrededor de los genitales del otro. El pene de este último le había sido atado sobre el vientre. Sampasa advirtió a los hombres que no hicieran nada que pu­ diera rom per los intestinos, porque podrían rompérseles las piernas y quedar impotentes. Sampasa d ijo entonces al prim er aprendiz que orinara en el interior de la cazuela de barro. Este lo hizo, tras haber be­ bido un poco de cerveza sagrada a este efecto. La mezcla con­ tenida en la cazuela fue removida varias veces por Sampasa, que luego puso un poco de ella en una de las mitades del nuevo recipiente kadiwu. En la otra mitad colocó la mezcla de cenizas mojadas. Luego, de repente, pasó su cuchillo de circuncidar le­ vemente a lo largo de los genitales de ambos hombres. Esa era la señal que éstos esperaban para levantarse y cruzar saltando sobre una pierna las ardientes cenizas del pabellón. Una serie de hombres de edad, de entre cuarenta y cincuenta años, corrie­ ron hacia ellos en aquel momento fustigándolos con unas varas de pequeño tamaño, conduciéndolos de nuevo al lado del ifw i­ lu y arreciando en sus golpes según iban llegando a este punto. Pasaron por encima del ifw ilu y se dirigieron hacia un árbol seco (probablemente quemado por un rayo). Dicho árbol per­ tenecía a la especie musesi wenezela, pero mis informantes me dijeron que era la dureza y la sequedad lo que importaba del árbol en este caso, y no su especie. Cada uno de los hombres g0lpeó con la pierna en e l árbol, al tiem po que con la mano se golpeaba la pantorrilla. Luego, Sambasa les hizo dos peque­ ñas incisiones con su cuchillo de circuncidar, una en la parte estrecha de la espalda y otra debajo del ombligo. Después de esto volvieron a coger su ropa y se vistieron, echando las lógi­ cas maldiciones a aquellos que les habían zurrado. Varios hom­ bres de edad imitaron su ejem plo, pasando por encima del tronco, golpeando con la pierna en el árbol seco y dejándose hacer las incisiones. A continuación, Nyaluhana y el cacique Mukanza, que había venido especialmente para los ritos kwidisha, se dirigieron a otro árbol seco y se hicieron incisiones en­ tre sí. Ambos eran considerados como pertenecientes a una ge­ neración anterior a la de los otros hombres de edad, y tenían que hacerse las incisiones por separado — o, al menos, eso me dijeron. Ambos, igualmente, mostraban cicatrices de múltiples incisiones, que representaban la asistencia a otras tantas ce­ lebraciones del mukanda. El resto de la medicina se lo repar­ tieron Nyaluhana y Sampasa, llenando cada uno su tudiwu. El proceso de preparación de esta medicina recibía el nombre de «ku-panda kadiwu•. Muchona me dio su versión de la pre­ paración del nfunda. El no había asistido al mukanda de la gran­ ja Wukengi, y por tanto no se hallaba influido por lo que allí se había hecho. Durante su descripción tocó una serie de aspec­ tos del ritual que merece la pena mencionar aquí. Vaya mukw adika tnachu anyana. D ich u ayilombang'a kudi mwanta wampata (Es) el principal o «anciano» en la iniciación de los niños. Así piden ellos al jefe del país: nawu etu tukukeng'a kwadika anyana. A n a lom bi dehi kesi kudi «Queremos que inicies a los niños». (Después que) han pedido fuego a mwanta waMukanda hikuya kudi m b im b i nawu eyi m b im b i komana el jefe del mukanda 6, van al circuncisor y le dicen: «Tú circuncisor, hiwalaminuku? Twaya w utetesheli anyana tw akeng'iji Mukanda ¿realmente no circuncidas? Ven y corta a los niños, debemos dar comien­ zo al mukanda Chaka cham akonu c h in g a tw in g 'iji Mukanda chikupu chikupu anyana, este año debemos meter más completamente a los niños en el mukanda, iiitiy i kumaha. Anyana ejim a ayi kuMukanda m u lon g'a wena Para sentirnos felices. Todos los niños deben ir al mukanda , porque ellos hiyayidima. Nawu dichu chenochu tunachitiyi dehi etu am bim bi están incircuncisos». Ellos replican, «Así es, nosotros los circuncisores estamos de completo acuerdo». N d ich i nkum ininaku C h ijika Mukanda nindi a m i yam i nukujika Y a continuación el organizador dice: «Estoy a punto de celebrar (al pie de la letra: erigir, levantar postes). 6 No debe confundirse con el título de Mwanta waMukanda, dado al n°vicio que detenta el segundo ^rngo, como hijo del ch ijik a Mukanda. Mukanda wami. Nyanenu ejim a a pom peli kuMukanda w am i ejim a wawu mi mukanda. Todos vuestros hijos deben reunirse en mi mukanda, todos ellos». D ichu ching'a yenowu m b im b i awami nfunda yakulong'a dehi Así el circuncisor debe encontrar la medicina nfunda (que ha) sido ya vertida chachiwahi kuna. Hikutiyang'ana nanawa anyanyadi nawu toda por encima. Y cuando las madres de los novicios concuerdan con esto, dicen: tw in g'ijen u Mukanda; n im b im b i nindi eng'a m w om w enom u. •Inauguremos el mukanda»; y el circuncisor dice, «Sí, así sea». H ikw em a walwa asambilang'a kwema walwa hela kuzam bika masa hela kabaka hikwema dinu walwa w ejim a Para fermentar cerveza, empiezan a fermentar cerveza empapando mijo blanco o maíz, para fe^entar toda clase de cerveza luego. Ow u awuzambikang'a naluseng'a lwanfunda. H e la nfunda cheng'i La cerveza es absorbida con polvo nfunda. O el nfunda también hakupanda chayu nikunyaka nikunyakuluka chayu. Ching'a Se prepara de año en año desde el principio de los tiempos. Debe kupanda kachi nekabakabaka, dayu diyu kankom i kum uketula hamu ha- prepararse con ikabakaba, que es (otro nombre del) kankom i, y se corta del medio (del árbol) 1 mwakupandila yuma hamu yanfunda. Twapandang'a nawuyana makala ya se preparan los ingredientes (literalmente: «las cosas») del nfunda. Mágicamente (los) preparamos con cenizas amuMukanda nim utondu wuna weshikenu wanwifwilu del interior del (lugar del) mukanda y del árbol ishikenu 8, del lugar de la muerte watapilang'awu anyadi, nim ukula nim uyom bu. D ichu neyi awupanda dehi donde son muertos los novicios, y el m ukula [sobre el que los novicios se sientan tras la circuncisión] y el m uyom bu [sobre el que fueron pa­ sados para llegar al m u ku la ]. Y así, cuando ya ha sido preparado— twapandang'a hana hakwidika anyadi kuMukanda neyi anyana anawud ik i dehi, hacemos la preparación cuando los novicios salen del mukanda — cuan­ do los niños han salido ya ng'ula a n och i dehi, kunona makowa awanyana hikushita y el pabellón ha sido quemado, toman las pieles (=los prepucios) de los niños y los queman con fuego shite-e to-o, kuleta m a n ji hikwinkahu nim ashi akasumbi completamente (hasta hacerlos ceniza), toman aceite y lo añaden y le añaden la sangre de una gallina k uw eja hohana w ekom bu, kunona m ujing'w a hikutandum una w udi allí mismo, de un gallo, toman los intestinos y los extienden de naniwu kudi namukwawu. Yenana kunona wuyala kufutula. un hombre a otro. El último toma su pene y lo coloca en su cinturón. Kunona ninyitondu nikulala henahana hashakaminuwu anyana Tóman ramas y las colocan una a una en el lugar donde los niños to­ maron asiento haMukanda hakesi kaMukanda. Waha dehi dinu nikuleta n iji 7 Esto sugiere que el kankom i es una especie de calabaza. • El árbol mudyi, al pie del cual se circuncida al novicio principal. e n e l mukanda j u n t o a l f u e g o d e l c a m p a m e n t o d e l a c i r c u n c i s i ó n . C u a n ­ d o e s t á n li s t o s l a s t o m a n nantewula mwadikili nachu anyadi hikupanda dinu kadiwu pande-e to-o y la s n a v a j a s m e d i a n t e l a s c u a l e s c i r c u n c i d a r o n a l o s n o v i c i o s y p r e p a r a n t o d o e l kadiwu. Hikusala dinu ayilom bola n ia m bim bi sale-e to-o dinu. D iku kumanisha. L u e g o lo s g u a r d ia n e s y c ir c u n c is o r e s h a c e n c o r t e s e n s u s c u e r p o s e in ­ s e r t a n m e d i c i n a (nfunda) e n t o d o s e l l o s . C o n e s t o t e r m i n a ( la p r e p a r a ­ c i ó n d e l nfunda). Yinashali iwu walamaku kindi kanti, iwu walamaku kindi kanti L o s t r o z o s (d e p r e p u c io ) q u e q u e d a n , u n o g u a r d a u n p e q u e ñ o tr o z o , o t r o g u a r d a u n p e q u e ñ o tro z o , ejim a wawu kakushitila, anyana nakuleketa hela nakuyomona t o d o s ( g u a r d a n p e q u e ñ o s t r o z o s ) p a r a q u e m a r , p a r a p o d e r p o n e r ( la s c e n iz a s ) e n l a l e n g u a d e l o s n i ñ o s o m a r c a r l o s [ c o m o c o n e l m pem ba] e n lo s p a r ie t a le s , c e ja s y o m b lig o , kulonda kum funtishila m u jim b a de m od o que e l c u e l] ) o windi. D ichu nawa neyi (d e l n o v ic io ) p u e d a v o lv e r a é l. A c o n tin u a c ió r anapandi dehi tudiwu hikw inka m u jin fu nd a jin a jakutung'a. c u a n d o y a h a n m e d i c a d o l o s r e c i p i e n t e s tudiw u, l o s p o n e n e n l a s c e s t a s nfunda q u e h a n h e c h o . N dich i nawa nfunda jin a jakala kuhang'ana anju. N eyi etu P o r t a n t o , l a s c e s t a s nfunda s o n d u r a s ( o p e l i g r o s a s ) p a r a d a n z a r c o n e ll a s . Cuando n o so tro s am bim bi tudi nakuhang’ana ching'a tunona tudiwu tutenteka lo s c i r c u n c i s o r e s c o lo c a r lo s dan zam os, debem os to m a r lo s r e c ip ie n te s tudiwu y hacheng’i tukudyika kuna kunyichanka. Kushala nfunda e n o t r o lu g a r ; l o s c o l g a m o s d e p o s t e s p erm a n ecen ( r it u a l e s ) a h o r q u illa d o s . L a s c e s ta s hitukuhang’ana naju jam ukunkulw ayi y d an zarem o s c a c ia » ). con e ll a s v a c ío s (a l p ie de la le t r a : « i n ú t i l m e n t e , s in e fi­ Se habrá observado ya que existen varias diferencias entre mis observaciones e información sobre la marcha y la descrip­ ción de Muchona. La primera es que yo no he dicho nada de que las cenizas de prepucio estuvieran entre los ingredientes del nfunda. Y no lo mencioné porque en aquel momento nadie dijo nada al respecto. Es muy posible que este ingrediente estuviera ya en la mezcla, puesto que me perdí los estadios iniciales de la preparación, por acompañar a los novicios al río para sus ritos de purificación. Por otra parte, muchos ndembu, entre los que se cuentan informantes, tan dignos de confianza como el jefe Ikelenge, Kasonda y Sakutoha, me aseguraron que los prepu­ cios se queman y sus cenizas se ponen en el nfunda. Otros in­ formantes, incluidos algunos hombres del poblado Nyaluhana, insistían en que los padres de los novicios guardaban los prepu­ cios después de haber sido cortados «y los escondían en un lugar secreto». Estos hombres se mostraban horrorizados ante la idea de la quema; eso, exclamaban, volvería impotentes a los muchachos (afwa mwitala: «muertos en la choza»). N o obs­ tante, creo que intentaban conscientemente confundirme, ya que los otros que he mencionado eran hombres de probada honradez, cuyos comentarios en materia de costumbres pude yo mismo comprobar por observación directa en numerosas oca­ siones. En realidad, la obsevación de Muchona de que, cuando se daba a probar a los propios muchachos la ceniza de sus pre­ pucios quemados se les estaban «devolviendo sus propios cuer­ pos», parece contradecir el argumento de la impotencia. Des­ graciadamente, no fui capaz de ver por mí mismo lo que se hacía con los prepucios durante el proceso de- la circuncisión, ya que mi atención estaba totalmente centrada en tratar con desinfectante los cortes de los muchachos. Kasonda me dijo que los asistentes de los circuncisores ponían los prepucios en los recipientes tudiwu, tan pronto había sido cortados. Tampoco, al serles hechas las incisiones a los aprendices de circuncisor, pude observar que se les untaran los cortes con medicina nfunda, ni creo que lo hicieran. N o obstante, puesto que pude com probar que determinados elementos rituales que previamente se me habían señalado como importantes, eran om i­ tidos en la celebración de Nyaluhana, estoy dispuesto a creer que la unción con medicina nfunda es una práctica auténtica­ mente tradicional. N o se me dijo en Nyaluhana que los trozos del poste mu­ kula, sobre el que los muchachos se sientan tras la operación, y del árbol muyombu, por encima del cual eran pasados, se emplearan también como ingredientes; sólo vi que se emplea­ ban cenizas de la hierba anudada que marcaba el lugar de em­ plazamiento del poste. Mas también aquí estoy dispuesto a creer la versión de Muchona, ya que siempre lo consideré un hom­ bre honesto. Muchona me dio su interpretación de una serie de actos y objetos simbólicos que aparecen en este episodio. Me dijo que la micción (ku-tekela) del aprendiz «era para hacer saltar» (kuzandama). Saltar, decía, era como el «m achacar» (ku-twa) del pene durante el coito. «A veces», decía, «el pene puede quedar­ se sin fuerza (wukolu). Orinar en la medicina significa que esta fuerza (ng'ovu) se añade a ella, ya que la orina (masu) repre­ senta al pene (wuyala), es su fuerza (ku kola )». La conexión en­ tre orina y semen resulta ciertamente muy clara en la lengua ndembu, ya que el término para «sem en» es matekela, mien­ tras que «orin a r» es ku-tekela, aunque la form a sustantiva «o ri­ na» es masu. Según la creencia ndembu, el semen es «sangre mezclada con agua». Según Muchona, hacerse un corte por encima del om bligo es kudijanyika, literalmente «extenderse tal cual». La implica­ ción sexual de esta expresión es clara. Untar el corte con medi­ cina nfunda no tiene otro fin que prevenir la impotencia. «S i un hombre no es marcado con nfunda, que es medicina muy fuerte, áe volverá im potente.» Una de las funciones del nfunda, según Muchona, es prote­ ger a los novicios de las brujas y sus familiares. «E l pabellón se quema para evitar que los muchachos sean muertos por los ndumba (los familiares de las brujas), que recogen medicinas de las camas de los novicios en el pabellón. Si los akwandumba (la gente ndumba) recogen medicinas de estas camas, los ni­ ños que duermen en ellas serán igualmente cogidos para oca­ sionarles la muerte. Porque las mujeres están celosas de los hombres. También quieren su carne.» Poner cenizas del pabe­ llón en el nfunda, por tanto, significa escapar a los familiares de las brujas. La medicina nfunda me ha sido descrita por muchos infor­ mantes como un «sím bolo (c h in jik ijilu ) del mukanda m ism o». Comer es como incorporar la naturaleza misma del mukanda. Cada trozo concreto de nfunda contiene virtualmente medicina de las celebraciones anteriores «hasta el comienzo de los tiem­ pos», ya que en cada nueva celebración se añade siempre nuevo nfunda al anterior. N o sería exagerar demasiado, tal vez, ver en la «m u erte» de cada mukanda concreto, y de los novicios «m uertos» -en él, el corolario necesario de la inmortalidad de los ndembu y de la sociedad lunda en su conjunto, incluidos todos los grupos que «proceden de Mwantiyanvwa». Las ceni­ zas (makala) representan la «m u erte» (ku-fwa) en muchos con­ textos rituales, como también las cazuelas empleadas en la pre­ paración del nfunda, y la decapitación del pollo, cuya sangre y excrementos (que también simbolizan la muerte) f o ^ a n otros tantos componentes de la medicina. Aunque ningún informan­ te me dio esta interpretación, me parece que puede establecerse una conexión entre la muerte ritual (un concepto que los ndem­ bu conocen) de un conjunto concreto de novicios y el uso del simbolismo de la muerte y la medicina. El verbo ku-fwa, «m<r rir», contiene en muchos contextos concretos la connotación de «resum en», de resolución de una fase o período de tiem po y el paso a otra. El significado de la cadena de acontecimientos se condensa en él. Parece existir una estrecha relación, en la fi­ losofía im plícita de los ndembu, entre el carácter único de una secuencia de actos, como puedan ser una vida individual, un caso judicial, o la ejecución de un rito, y la noción de muerte. La muerte es la marca puntual que da a la serie su sentido idiosincrásico y lo inmortaliza para el pensamiento. El nfunda, no obstante, es inmortal, porque es la serie infinita de estos resúmenes. Nos movemos aquí en aguas más profundas en las que los ndembu jamás se atreverían a aventurarse consciente­ mente; pero creo que puedo, al menos, mostrar que los ndem­ bu son subliminalmente conscientes de la relación que existe entre muerte, individuo y continuidad tribal. Hemos subrayado la tensión que la canción de los circunci­ sores deja traslucir entre éstos y las madres de los novicios, las anyanyadi. Dado que estas mujeres juegan un.importantísimo papel en los ritos, y dado que este episodio supone su primera entrada efectiva en escena, habrá que decir una o dos palabras a a su respecto. Los principales rasgos de su conducta serán es­ tudiados más adelante, pero será útil antes hacer un esbozo general de su papel desde el punto de vista ndembu. Chimwang’a, un anciano ndembu del Congo Belga, me proporcionó el siguiente informe: Ifu k u dakw ing'ija Mukanda anyanyadi akuleta yuma yejim a E l d í a d e l a i n a u g u r a c i ó n d e l mukanda, l a s m a d r e s d e lo s n o v i c i o s lo tra e n to d o (c a rn e , p e s c a d o , c o m id a y c e r v e z a ). kudi C h ijika Mukanda, yena diyi wukwanjang'ana walwa, wukwawu waw am bim bi a n te e l o r g a n iz a d o r , é l lo s c ir c u n c is o r e s wukwaku es q u ie n d is tr ib u y e la cerveza, una p a rte p ara wawantung'i yanyikala, wukwawu wawantu muyasemwakena, o t r a p a r t e p a r a lo s s u m is m o g r u p o . c a u d illo s d e l p o b la d o , y o tra p ara lo s p a r ie n te s de Akuchisha nachu n g'om a yaMukanda hakwila m b iji n in sh i ninwung'a E sta rá n d e s p ie r ta s to d a la n och e (a l s o n id o de) lo s ta m b o r e s del m u­ kanda, p e r o c o n c a r n e , c o n p e s c a d o y c o m i d a — yakutentekela anyadi yawu yakudya m afuku ejima. T raerán c o m id a p ara lo s n o v ic io s cad a d ía . C h ijik a Mukanda watongdang'a antu ayedi ambanda hela asatu E l o r g a n iz a d o r d e s ig n a tr e s o c u a tr o m u je r e s akuteleka kudya kwawanyadi que c o c in a r á n p ara lo s n o v ic io s . Awa ambanda kutwesa kw ila w uvum bi nehi hela kuya nakukama E s t a s m u je r e s n o p u e d e n c o m e te r a d u lte r io n i d o r m ir (c o n s u s m a r id o s ) kumatalawu nehi hela kutelekela en su s g u in e a ch ozas ni c o c in a n p ara anyadi lo s m b iji yambang'ala n o v ic io s la carn e de la g a llin a hela m b iji yanshimba hela m b iji yatulohu hela amaseng'i nehi n i la c a r n e d e la g in e s t a o d e la p e q u e ñ a m u s a r a ñ a g ig a n te . m u s a r a ñ a g i g a n t e o d e la g r a n de Aw u ambanda akukamang'a h a n ji h e jik u daMukanda. Budidi E s t a s m u j e r e s d u e r m e n f u e r a j u n t o a l f u e g o d e l mukanda [ e n e l c a m ­ p a m e n t o d e lo s p a d r e s d e lo s n o v ic io s — v é a s e d ia g r a m a 5 ). P o r la m a ñ a n a te m p ra n o DiAG^RAMA S. Campamento del ijiku daMukanda la primera noche akabidika nawn kwalamo-o, anayadi kuMukanda akwakiila nawu... gritan «¡Circuncisión!»; y los novicios en el miikanda responden W0 I10-0 ; hela anyadi anatwesi kiilachika nawu kwalamo-o «¡Wuju!»; o los novicios pueden empezar diciendo «Circuncisión», amaina jawit akwa/itka nawii wo/io-o , las madres responderán «witjii». Anyamwadi diwii a/iondang’a nshima nakiunwinka iyala wiimu Las madres de los novicios hacen cazabe y lo entregan a un hombre hakutwala nakwimba kamina hohii ninichi chakiishikayi que' se lo fk'va cantando sólo hasta llegar kndi anyadi ejima. Namelela aktitelekela anyadi yaktidya al lugar donde están los novicios. Por la tarde (las mujeres) cocinarán la comida para los novicios Chaktimanishawu to-o kuteleka akitpompa kwijiku nakwimba Cuando hayan terminado de cocinar del todo, se juntarán en torno al luego y se pondrán a cantar kamina nawu wítjilang'a inyamwadi, wiijilang'a kiidi anshindwa; canciones como ésta, «La madre de un novicio es tabú, la fruta nshindwa [eufemismo para referirse a los genitales femeninos] está prohibida; ’iWa kwila yttma yaiama yamiikimkíilwayi mwancyi hakiilwcsa si haces el mal, cosas sin valor, tu hijo no podrá kwalttka swayítkti he/a wítktikara miisong'11 mulonga curar rápidamente o se pondrá enfermo con una enfermedad porque " ‘unanuis/ümani mwana. Chumba kcdisliawti Míikanda anvaiiyadi tu to has portado antinaturalmente con el niño». Cuando llegan a cele­ brar los ritos kwidisha, las madres de los novicios akwakuhonda ayifweteng'a nyishing'a ipeka dawusang'a que remueven la papilla reciben pago (ritual)— un collar de cuentas, hela luvung'a Iwehina hela nyibulu hela tunyama o tres metros y medio de tela o un aro de tobillo o porciones de carne. Con Windson Kashinakaji discutí el concepto de ku-shimana, «com portarse antinaturalmente», y me dio algunos ejemplos del modo como los ndembu lo emplean. «S i un padre quisiera comerse a su propio hijo, si un niño quisiera mandar sobre un anciano o si un animal quisiera vestirse con ropas humanas, estas tres cosas serían ku-shimana. De igual modo, de aquellas mujeres que rompen los tabús del mukanda se dirá que se com­ portan de modo antinatural hacia sus hijos (ku-shim ana).» Me d ijo también que este mismo término era el que se aplicaba al incesto. El estudio de los tabúes alimentarios que aparecen en este texto pertenece más bien a la sección dedicada a la reclusión. Consideraré también en dicha sección el papel de los novicios. Mientras los circuncisores se dedicaban a preparar la medi­ cina ku-kolisha, los novicios iban llegando, solos o en grupo, desde los diversos poblados de la vecindad, acompañados de sus parientes de más edad. Cada uno de ellos había sido un­ tado alrededor de los ojos con arcilla blanca, significando con ello que se había orado por él ante los altares m uyombu de los antepasados, en su poblado de residencia. Los muchachos ha­ bían sido pintados por sus propios padres, o en ausencia de és­ tos por el más próximo pariente matrilineal. A las 5,30 p.m., aproximadamente, el caudillo Nyaluhana reunió a todos los no­ vicios, acuclillados en círculo alrededor de los árboles cercanos a la choza de Wukengi, e hizo en su nombre una larga plega­ ria. Invocó a los espíritus de los antiguos Kanongesha, jefes principales de la tribu ndembu, algunos de los cuales, como Nkomesha, eran antepasados matrilineales de Wukengi y de él mismo. Invocó también a anteriores caudillos del poblado, como Nswanamumi y a la prim era Nyaluhana, en favor de la cual había sido fundado el poblado por el Kanongesha Nkome­ sha, su hermano; con estas oraciones intentaba conseguir su protección para el mukanda contra los daños que pudieran ve­ nir de la hechicería, la brujería o a causa de la presencia en la danza de personas incircuncisas (tales como los miembros de otras tribus, empleados en el Boma, que no estuvieran circunci­ dados), así como de los «europeos» (es decir, yo mismo). Pidió luego a los espíritus que ayudaran a los oficiantes, cuyos nom­ bres dijo, así como su parentesco, si alguno tenían, con él, y sus funciones en el mukanda. Cuando hubo terminado, trazó treS rayas con arcilla blanca en polvo (m pem ba) (procedentes de Un envío de mpemba que el Kanongesha reinante, Ndembi, había hecho a Wukengi) que iban del árbol m uyombu de mayor tamaño hasta él mismo. Se untó luego con mpemba él mismo, haciendo prim ero una corta raya desde el om bligo hacia arriba, y luego alrededor de las órbitas. A continuación untó a los ofi­ ciantes — el organizador Wukengi, el instructor principal del pabellón y los circuncisores— del mismo modo. Concluyó un­ tando a todos los novicios, untándoles adicionalmente con m pem ­ ba los hombros, «p o r donde serán sujetados durante la circun­ cisión». Kasonda y m is otros acompañantes del poblado Mukanza me susurraron que Nyaluhana tenía que haber invitado a Wu­ kengi, el organizador, a orar, después de haberlo hecho él, y también a Sampasa, de quien todo el mundo creía aún que se­ ría el circuncisor principal. También, según me dijeron, el ins­ tructor principal del pabellón (Mfum wa Tubw iku) debía haber dirigido una oración, pero Nyaluhana monopolizó esta función y despidió a todo el mundo, tras haber untado a los novicios. El m odo de oración empleado para este caso difería del pa­ trón general de oración ndembu a los antepasados en el punto fundamental de que se invocaba a los antiguos jefes y a otros antepasados remotos. Esto puede explicarse en parte por un fac­ tor personal, el deseo de Nyaluhana de afirm ar su autoridad y prestigio — había subrayado públicamente la importancia de su linaje, como si intentara contrastarlo con el de Machamba. He podido confirmar, no obstante, a partir de las referencias que se me han dado de otros mukanda, que la invocación a los antepasados remotos, especialmente a los políticamente im por­ tantes a nivel tribal, es un rasgo regular de las oraciones que se hacen en el mukanda. Esto es debido a que el núcleo efectivo de participantes es mucho más amplio que en la mayoría de los rituales de aflicción o en los rituales de pubertad femeninos. Los novicios proceden al menos de toda una vecindad, cuando no de varias vecindades adyacentes, mientras que los candi­ datos de los cultos funerarios y las muchachas que pasan los ritos de pubertad suelen ser iniciados a nivel individual. Ana­ lizaré las implicaciones de esta diferencia sociológica más ade­ lante, en este mismo ensayo. Tras la oración, los preparativos para la danza de la noche empezaron a efectuarse con la mayor premura. Pequeños giupos de gente de diversos poblados empezaron a colocar en el suelo montones de madera para el fuego y a levantar pantallas de ramas con hojas que servirían de refugio para la noche, en un amplio círculo alrededor del árbol chikoli, en tom o al cual habían danzado los circuncisores. Se em pezó a amontonar leña para una gran hoguera, situada en el extremo del calvero opuesto al poblado, que iba a ser encendida por Wukengi, el organizador, en el momento mismo del ocaso del sol. Se trataba del ijik u damukanda, el sagrado «fuego del mu­ kanda», que debía mantenerse encendido día y noche hasta el momento de ser quemado el pabellón, y en el cual las ma­ dres de los novicios habrían de cocinar la comida de sus hijos durante la reclusión. Mucha gente se reunió en torno para ver a Wukengi encender el fuego. Cuando todo el mundo hubo llegado, pude contar venticuatro fogatas y otras tantas pantallas contra el viento distribuidas por todo el círculo del calvero. Cada grupo de cada poblado se había dividido en al menos dos grupos de campamiento. Esta distribución tenía la función de preservar las reglas de evitación de los afines de distinto sexo, ya que en todos los grupos había gente de ambos sexos. Al caer la noche, y a la luz de las fogatas, se trajeron los tambores al centro del calvero, y la danza ing' ung'u empezó a machacar sordamente su violento ritmo — una especie de versión salvaje de la danza de los circuncisores de la tarde. Inmediatamente, los parientes mayores de los novicios, padres o hermanos de más edad, levantaron a éstos sobre sus hombros y avanzaron en círculo cerrado alrededor de los tam­ bores. N o sólo eran los novicios, sino otros jóvenes también — los que habían asistido a menos de tres celebraciones del mukanda— eran llevados a hombros o se habían encaramado a los árboles, todo con tal de evitar estar en contacto con la tierra. Tenían, además, que taparse los oídos con las manos para no oír los tambores. Las sanciones místicas contra el pre­ cepto de no tocar tierra son la incontinencia de orina de por vida o el desangramiento hasta m orir con la más pequeña heri­ da (¿hem ofilia?). Según mis amigos del poblado Mukanza, que se hallaban bebiendo cerveza conmigo en el enramado corres­ pondiente a este poblado, «esto se debe a que el ing'ung'u es la danza de los circuncisores con su nfunda». A l poco llegaron en procesión los circuncisores con todo su instrumental, aparentemente procedentes de la selva. Los re­ cipientes tudiwu estaban recubiertos con bandas recién pinta­ das de arcilla roja y blanca. Todo el resto de la concurrencia los siguió, según iban danzando agachados, levantando alterna­ tivamente uno u otro instrumento, y cantando con ronca voz. A la luz de las hogueras y de la luna, la danza iba adquiriendo tonos cada vez más salvajes. De vez en cuando, dos circunci- 1. Los circuncisores Sam­ pasa y Nyachiu (que, al final, no hizo uso del cuchillo) dan­ zan cerca del árbol chikoli el día antes de la operación, ex­ hibiendo las cestas que con­ tienen la medicina nfunda. Nó­ tese la pluma que Sampasa lleva colocada sobre la ceja y las dos flechas colocadas con la punta hacia abajo en las cestas. 2 La «puerta• mukoleku, que separa la infancia «impura* de la masculinidad circuncisa. La puerta se halla situada en la confluencia de un cami­ no bien trillado y el camino recién abierto que conduce al lugar de la cir­ cuncisión. Los vestidos desechados de la infancia del novicio cuelgan del •dintel». 4. N o v ic io s d e s n u d o s c o lo c a d o s fr e n t e a lo s a d u lt o s c i r c u n c is o s y s e p a ­ r a d o s d e e l l o s p o r e l f u e g o s a g r a d o , d e n t r o d e l c e r c a d o d e la r e c l u s i ó n , p o c o s d í a s d e s p u é s d e la c i r c u n c i s i ó n . sores o dos yifukam inu se apartaban para un de deux. Co­ giendo entre ambos una cesta nfunda o un cuchillo, danzaban con las piernas abiertas, agachándose cada vez más hacia el suelo y aproximándose cada vez más entre sí, a la vez que eje­ cutaban los movimientos circulares del bajo abdomen, típicos de uno de los modos de la cópula ndembu. Este modo de hacer, según creían, «da poder» a los instrumentos. Al hacer su espec­ tacular entrada, traían consigo un altísimo poste ahorquillado de madera musoli, similar en la form a a los empleados como al­ tares en los cultos cazadores. A una orden de Nyaluhana, dicho poste fue llevado al lado opuesto al ocupado por el árbol chikoli, a su vez enfrente del «fuego del mukanda». Fue plantado allí con toda solemnidad, y Nyaluhana, «para ayudar a los mambimb i» dirigió una breve oración al espíritu del circuncisor, del que había heredado su prim er nfunda. Una cesta de medicina Iwalu fue colocada en el codo del chising'a y sujetada por dos flechas. En su interior se colocaron una cesta nfunda y todos los recipientes tudiwu con su respectivo polvo medicinal (luseng'a lwanfunda). Se me explicó que si la medicina nfunda tocaba el suelo perdería toda su eficacia, volviéndose incluso dañina para los habitantes del pabellón (véase ilustración 1, donde aparece la danza de los circuncisores). Una vez plantado el chising'a, Sampasa ordenó amontonar leña cerca de él, prendiendo a continuación fuego a la pira con una rama del ijik u daMukanda. Este nuevo fuego es conocido como el ijiku dawambimbi o «fuego de los circuncisores» (cf. diagrama 6). Allí podían reposar los circuncisores durante la noche, cuando estuvieran cansados de danzar. Observé que, al revés que el resto de los grupos, no tenían cerveza, y mencio­ né esto a Sampasa y al jefe Nyachiu. Ellos me replicaron que no bebían porque tenían que circuncidar a los muchachos al día siguiente, y estando borrachos podían llegar a dañarlos terri­ blemente. Cuando Sampasa se alejó, Nyachiu me confesó que «era duro y pesado ser circuncisor». En épocas pasadas, me dijo, los padres de los novicios se colocaban a corta distancia del circuncisor, con un hacha o una lanza en la mano, mien­ tras aquél efectuaba el corte, y si llegaba a «Cometer un error», el padre podía causarle una herida en el hombro. Luego resultó que a la mañana siguiente Nyachiu se zafó del papel de cir­ cuncisor y actuó como chifukaminu de Nyaluhana, con el pre­ texto de que «tres circuncisores eran ya suficientes». Entre tanto, los novicios habían sido conducidos al ijik u da­ Mukanda, donde se sentaron solemnemente formando una peque­ ña hilera entre la agitación de padres y madres. El organizador Wukengi y su esposa, la nyamwadi principal, o madre del no­ vicio principal, se sentaron al lado opuesto del ocupado por los novicios frente al fuego. De cuando en cuando se volvía, a lo largo de la noche, al ing’ung’u y los niños pequeños, medio dormidos, tenían que ser levantados y conducidos en la violenta danza masculina. Antes de dar comienzo a la danza pública, Nyaluhana hizo un discurso, gritando que no quería luchas ni disputas, ya que los sentimientos airados de los padres im­ pedirían la rápida cura de las heridas de los muchachos. Poblado Nyaluhana sin circuncidar Yoal r jeres menstruantes no deben traspasar _ ^aA!_ukanda Granja wukengi Ijiku daMukanda Las mujeres no deben traspasar el mukolcku Los novicios no pueden pasar del pabellón Los circunri«>res no deben traspasar el pabellón desde este lado Los circuncisores visitan el lugar de la _ _ circuncisión siguiendo esta ruta -Cerca de los novicios V- Pabellón iniciático Los guardianes -Tronco mukula menores no deben tras Lugar de la pasar el tronco miikti/ti, circuncisión DiAG^RAMA 6. Area ritual del mukanda Sobre el tabú general que prohíbe que determinados ob je­ tos y personas en determinadas situaciones rituales entren en contacto con el suelo, Muchona me dijo: «Cuando los novicios van a ser circuncidados, yacen en tierra. Parte de la medicina nfunda está hecha de prepucios. El nfunda es levantado en el aire, por tanto, todo debe estar en el aire, y no en el suelo, donde los muchachos sufren. En el suelo es donde tuvo lugar el sufrimiento, y donde los novicios padecieron la muerte. Es el lugar de la muerte. Estar colocado arriba es tener fuerza y vida.» E l papel de los circuncisores la víspera de la circuncisión queda perfectamente descrito en palabras de Chimwang’a: Mbimbi wamuneni wukweti nfunda namelela neyi hakwinza El gran circuncisor tiene medicina nfunda por la tarde cuando llega. Akuya nakimukinkilila nanswaha yawalwa nimunshing'a. Walwa Ellos se acercarán a él con una calabaza de cerveza y un regalo ritual. Cerveza wukunwina kunjila. Chakumanishayi walwa to-o wukwinza ninfund yindi beberá durante el camino. Cuando haya terminado totalmente la cerveza llegará con su nfunda niambimbi amakwawu akushikena kwaChijika Mukanda akukudika nfun­ da y con otros circuncisores, llega^rán a casa del org^^&dor, y colgarán su nfunda yawu kwakwiji nakesi. Yowu muntu wukuhitila kwakwihi namfunda cerca del fuego. Toda persona que pase cerca del nfunda wukusupa hela kwandala mbumba yaluzong'a. Antu ejima ching'a se convertirá en un idiota y será castigado con la lepra. Todo el mundo debe akuhitila halehi nanfunda yakadiwu mantenerse lejos de la (medicina) nfunda del (recipiente) kadiwu. Antu ejima wufuku wejima akachishi nakuhang'ana nakukundisha Todo el mundo debe mantenerse despierto toda la noche d^anzando y ejecutando anyadi. Neyi hiyakwimba tumina twang'ung'u anyadi ejima la danza de los novicios. Cuando ellos cantan las canciones del ing'ung'u, todos los novicios akuyeleka neyi anakwimba tumina nakukindisha anyadi akuyisulwisha nakuyikindisha son transportados, cuando cantan las canciones del ku-kindisha pueden hacerlos bajar y danzar a la manera ku-kinda9 nakuyibulila ny'ing'ula 10 ninichi chikukucha to-o y dar gritos de aprobación, palmeando sobre sus labios, alabando a los novicios hasta que llega el alba. White describe una danza nocturna similar antes de la cir­ cuncisión luvale (1953, p. 45). La danza es llamada kusangisa 9 Cfr. Turner, Drums of affliction, 1968, p. 75. El ku-kinda es una danza especial que ejecutan los novicios, en mi opinión, imitando la danza de los circuncisores. *0 ku-bula nying'ula (cfr. también Turner, 162d, p. 43), ruido de bien­ venida que se emite cuando alguien ha vuelto de un largo viaje por la selva, o en honor de los cazadores cuando vuelven con alguna pieza. funda; el paquete de las medicinas del nganga-mukanda (cir­ cuncisor) es transportado en una cesta plana (Iw alo) y llevado por los hombres que participan en la ceremonia para garantizar que gozarán de su protección; las mujeres, aun estando pre­ sentes, no lo llevan “ • Este período está marcado por una gran libertad, los gestos obscenos son libremente permitidos, y la gente se maldice entre sí sin ofenderse. Este aspecto de la dan­ za tiene su lugar en los ritos en tanto transmite la protección del nfunda. En este estadio los novicios son advertidos sobre la necesidad de observar las reglas del pabellón iniciático; una canción (lunda) que se canta a este propósito, dice: « Hídwadya nshímba nínkala uandyí, wa'vwala nshímba, w adíkolomwena» (has comido ginesta y mangosta, y llevas una piel de ginesta, te has insultado a ti mismo). Al mismo tiempo se les quita todo tipo de temores; se les dice que nada incómodo habrá en los ritos; que comerán en abundancia, dormirán en camas y sólo tendrán que saltar sobre un m atojo de muvangwa (Paropsía brazzeana). Además del íng’ung’u y el ku-kundísha (que no pude ver), se ejecutaron otras danzas y canciones mukanda y wubínda (culto de caza). Entre tanto, se iban enviando a donde estaban los visitantes más importantes calabazas de cerveza, y se iban for­ mando corros de chismosos en torno a los repartidores de cer­ veza. También se formó un círculo integrado sobre todo por gen­ te joven para danzar el chíkínta (moderna danza secular). Una serie de empleados del Boma, procedentes de otras partes del Africa Central se acercaron a mi fuego a echar un trago. Entre ellos había un hehe de Tanganika, mecánico de motores. Se burlaba de que los novicios ndembu, según había oído, no fue­ ran culpados si gritaban al ser circuncidados. Contó que ningu­ na m ujer dorm iría jamás con un hehe que hubiera actuado de manera tan cobarde. Le divertía que las mujeres ndembu pu­ dieran casarse a cambio de un pago insignificante, según los standards hehe. Tenía ya «tres bellezas a cambio de unas pocas libras; en el país hehe hubiera tenido que pagar con muchas ca­ bezas de ganado». N o mucho antes del amanecer, varios jóvenes de sangre ca­ liente empezaron a desafiarse a «llevarse una nyamwadí (madre de novicio) a la selva y copular con ella». Tanto los padres como las madres de los novicios tienen que observar estrictamente U Otro tanto ocurre en los ritos ndembu. Véanse pp. y 215, donde se mencionan los tabúes contra las personas no autorizadas a tocar el nfunda. el tabú que les prohíbe copular desde el comienzo de la danza nOCturna hasta después de que las heridas del novicio hayan cicatrizado. Naturalmente, hubiera añadido salsa a la noche po­ der redondearla con un placer prohibido, pero los jóvenes pron­ to estuvieron de vuelta y confesaron con cierto desencanto que no habían tenido éxito. «E l mukanda es muy pesado» u, dijeron. Para entonces me había enterado de que los padres de los no vicios debían también evitar com er sal hasta después de ci­ catrizadas las heridas de los muchachos, e igualmente que de­ bían ayunar hasta que hubiera tenido lugar la operación de sus hijos. Poco después del amanecer vi a Sampasa lavando al ins­ tructor principal del pabellón, Kutona, del poblado Wadyang’ amafu, con medicina ku-kolisha, tomada de un m ortero situado al lado del árbol chikoli en medio del campamento. A conti­ nuación se lavó a sí mismo y a los demás circuncisores, a los yifukaminu, ayudantes del circuncisor, y a los guardianes con la misma medicina, y luego también a los padres y madres de los novicios. Luego, las madres dieron a los novicios una gran comida de pescado y cazabe, alimentando cada madre a su hijo con la mano, como si de bebés se tratara. Tras la comida, los mucha­ chos tomaron asiento, intentando aparecer impasibles (como dicen los ndembu «Sin mostrar su hígado»), mientras una serie de jóvenes que ya habían pasado el mukanda se acercaban a ellos a infundirles valor, tal como White lo ha descrito. Las madres se mostraban serias y atemorizadas. Había una sensa­ ción de tensa espectación. A Wukengi no se le veía por ningu­ na parte. Alguien nte dijo que antes del alba había penetrado en la selva junto con los circuncisores más. importantes y el instructor del pabellón para elegir el lugar del pabellón y del ifwilu donde los muchachos serían circuncidados. Había que ul­ timar varios «requisitos» rituales — un poste muyombu y un tronco mukula, por ejemplo. Tal vez Wukengi estaba ayudando en esas cosas. Poco después de que comieran los novicios, llegaron los cir­ cuncisores, lanzando en torno a sí miradas amenazadoras, con las cejas y las sienes embadurnadas con arcilla roja y cada uno con una pluma roja en el cabello, y empezaron a danzar en torno al árbol chikoli, teniendo en alto sus instrumentos. Luego, iniciaron una procesión conducida por Sampasa, par­ tiendo del poblado por el camino principal. A unas cien yar­ 12 E s t o es, u n a su n to grave. das, más o menos, el viejo camino confluía con uno nuevo he­ cho aquel mismo día antes del amanecer por los oficiantes prin­ cipales y que conducía al lugar elegido para la circuncisión. En la confluencia deam bos caminos se colocaron tres tambores, se empezó a tocar el ritm o de los circuncisores, y éstos, acompa­ ñados de los yifukaminu, bailaron por última vez su danza del «león ». Sólo se perm itió acercarse al nuevo camino a los que habían sido iniciados en un mukanda tradicional ndembu. Va­ rios muchachos, que habían sido circuncidados en la estación misional fueron expulsados e insultados. Me di cuenta de que Nyaluhana llevaba un largo cuchillo — no el cuchillo de la cir­ cuncisión— , con el que amenazaba a los circuncidados en la misión. Los dos aprendices de circuncisor mencionados en relación con la preparación de la nueva medicina nfunda, sostenían aho­ ra una de las flechas de la cesta nfunda, y la cesta lwalu con los recipientes tudiwu, apoyándolos en sus genitales. Los tudiwu fueron a continuación sacados de Ja cesta nfunda por los circuncisores. Uno de los aprendices tomó la ces­ ta nfunda vacía, la colocó firmemente en tierra, cerca de la confluencia de los dos caminos, volviendo a llevarla luego unas diez yardas atrás en dirección de la aldea y dejándola al fin nue­ vamente en tierra cerca del lugar donde se hallaba situado el instructor del pabellón. Sampasa se hallaba ahora situado en el comienzo del nuevo camino con los pies plantados en él, muy separados. Miraba hacia el poblado y cogía su pene con ambas manos. El resto de los circuncisores, yifukam inu y demás asistentes, le daban la espalda, colocados a lo largo del camino, formando una especie de túnel de piernas sobre él. Todos ellos levantaban sus penes. Los guardianes, con el instructor del pabellón a la cabeza, em­ pezaron a marchar hacia atrás desde el punto donde había sido depositada la cesta nfunda, que el instructor recogió. Gateando pasaron por debajo del túnel de piernas. Y a medida que emer­ gían de él eran sonoramente fustigados por otros adultos arma­ dos al efecto de largas ramas delgadas. Luego, se dirigieron sal­ tando rápidamente sobre una sola pierna hasta un árbol mubang'a, cercano al lugar de la circuncisión. Su siguiente tarea era completar los preparativos para la operación propiamente dicha. El «arrastre (ku-kuka) del nfunda», como era llamada esta ceremonia, servía «para hacer fuertes los miembros viriles de los guardianes». Algunos de los espectadores pensaban que los golpes eran demasiado blandos, pero un muchacho, Kawana, hijo del caudillo Wadyang’amafu, se quejó agriamente a su pa­ dre de que Filemon, de la granja Wukengi, le había pegado de­ masiado duro. El viejo caudillo se lo echó en cara a Filemon, que replicó que Kawana era un muchacho insolente que se pa­ saba el día injuriando a sus mayores en vez de ser callado y obediente. Toda la cuestión de los golpes no tenía otro senti­ do, decía, que bajarle los humos a este tipo de chicos. Lo que a continuación debía haberse hecho, pero en reali­ dad se om itió hasta una vez terminada la circuncisión, era eri­ gir un marco de postes mukula, en form a de portería de fútbol sobre la entrada del nuevo camino. Con anterioridad los ofician­ tes se habían olvidado de cortar los postes de m ukula para el marco, llamado mukoleku, de ku-kola, «ser fuerte». Luego, el marco se elevó en el mismo lugar en que Sampasa se había co­ locado como entrada viviente al túnel de piernas. Los novicios tenían que pasar a través de él al dirigirse a la circuncisión, y de él quedó colgada la ropa que habían llevado de niños y que ya no llevarían más como hombres circuncisos (véase ilustra­ ción 2). Para preparar el lugar de la circuncisión (véase diagrama 7), los guardianes trajeron un largo tronco de mukula, con las ra­ mas cortadas, que fue horizontalmente colocado sobre tierra. Distribuyeron luego una serie de pequeños termiteros a inter­ valos regulares y situados l! corta distancia del tronco. En la par­ te superior de cada hormiguero se abrió un hueco poco pro­ fundo. Otros guardianes, mientras tanto,- fabricaban almohadi­ llas de hierba y soportes de corteza de musamba con los que sos­ tener los penes de los novicios, para evitar roces dolorosos tras la operación. El instructor del pabellón tomó una calabaza de cerveza de m ijo dulce, para dar de beber a los muchachos una vez hubiera parado la hemorragia. Para entonces habían llegado ya los circuncisores, llevando puesto sólo un corto paño atado a la cintura, y se dedicaban a preparar el sitio concreto de la operación. Este se hallaba si­ tuado a unos cinco o seis metros del tronco mukula, y estaba formado por tres montones de hojas de mudyi, separados entre sí por una distancia de un metro más o menos. La llamada «cama del kam banji», donde debía ser circuncidado el novicio principal, se hallaba situada directamente debajo de un pequeño árbol mudyi. En realidad, este árbol proporcionaba uno de los puntos fijos de la estructura espacial del pabellón, estando el otro constituido por un árbol mubang'a de gran altura, junto al que se iba a situar la entrada del pabellón. A una distancia aproximadamente igual del árbol mudyi y del tronco mukula se había plantado un conjunto de arbolillos DiAG^RAMA 7. El lugar de la circuncisión (ifwilu danyadi) muyombu, que habitualmente se emplean en los poblados para construir los altares de los antepasados. Próximo a este con­ junto estaba colocado un m ortero de comida lleno de hojas me­ dicinales machacadas para aplicarlas a las heridas de los mu­ chachos. Una vez instalado todo esto, Nyaluhana incrustó en tierra, en un agujero situado justamente debajo del árbol mudyi, un Fruto de corteza dura llamado m ukunkam pombu o kampobela, partido exactamente por la mitad, colocando encima, en una cesta redonda lwalu de fondo plano todo el equipo nfunda de los circuncisores. Luego, vertió un poco de cerveza de maíz •blanco» en el interior de la cesta lwalu y puso dentro una hoja de mudyi por cada uno de los circuncisores. Todos los circunciSOres se echaron un poco de cerveza en sus respectivas hojas y jas mantuvieron suspendidas en el aire mientras Nyaluhana oraba al espíritu de su padre, de quien él había heredado su nfunda. N o fui capaz de captar todo lo que en este momento dijo, en medio de la confusión de los preparativos, pero pude oír Jo siguiente: «Padre mío, tú me has enseñado las cosas del nfunda. Todos mis parientes se hallan aquí. Da a los circuncisores fuerza. Ayuda a los novicios que vendrán. Si alguien quie­ re matar a los novicios por hechicería, que no sea hoy ni aquí.» Mientras Nyaluhana hacía su oración, Sampasa sostenía en alto la cesta con el nfunda. Una vez terminada la oración, los circun­ cisores, a un tiempo, vertieron cerveza sobre los recipientes tu­ diwu en form a de falo. Y, hecho esto, se dirigieron hacia el mortero, rociándose ellos mismos con la medicina contenida en él. Luego se dispusieron en grupos de tres, formados por un circuncisor para efectuar la operación, un chifukam inu para su­ jetar firm e al muchacho por la espalda y un asistente para pa­ sarlo por encima del árbol muyombu y llevarlo hasta el tronco mukula, y encargado, asimismo, de recoger los prepucios en un recipiente kadiwu. Vuelto al poblado, encontré a todos los novicios sentados ante el ijik u daMukanda. Sus madres se hallaban ahora sepa­ radas de ellos y se habían colocado a su derecha. El kambanji intentaba, desesperadamente creo, parecer valiente. Los tambores situados en la confluencia de los caminos co­ menzaron a batir frenéticamente. De pronto, un novicio llama­ do «chim bu» (hiena) vino a convocar a los novicios y a sus ma­ dres al cruce de caminos, donde debería haber estado situada la puerta mukoleku. Todo el grupo danzó de un lado para otro en la parte del camino nuevo que dada al poblado. En un mo­ mento dado, padres y guardianes se abalanzaron por el camino nuevo sobre los novicios, y furiosamente empezaron a arrancar­ les la ropa (que deberían haber colgado en el dintel del mukoleku) y marcharon precipitadamente hacia el lugar de la circun­ cisión, conocido ahora como ifw ilu o chifw ilu, el «lugar de la muerte», o como ihung'u o chihung'u «lugar del sufrimiento o la aflicción». La «hiena» expulsó a las madres de nuevo hacia el «fuego del mukanda», en el campamento, donde comenzaron a lamentarse como si estuvieran ante el anuncio de alguna muer­ te. Más tarde, según las madres de los novicios contarían a mi mujer, «cantaban suavemente y lloraban; se sentían tristes y atemorizadas, nada bien, en absoluto». Los tambores situados en el ifw ilu comenzaron ahora a so­ nar atronadoramente, para ahogar los gritos de los novicios. El kambanji fue el prim ero en ser conducido a la circuncisión — por su hermano mayor. Este intentó llevar al kam banji a Sampasa, ya que es el circuncisor principal quien circuncida al novicio principal, pero Nyaluhana, que se había colocado, como era de rigor, al pie del árbol mudyi, le hizo señas y le dijo: «Aquí, hacia Nyaluhana.» El kambanji pareció realmente alar­ mado, pues debía haber oído el chisme corriente de que Nyaluha­ na era corto de vista y le temblaban las manos. Y empezó a gritar en el momento mismo en que Nyachiu, que actuaba aho­ ra como chifukam inu de Nyaluhana, lo cogía por detrás y lo sujetaba con firmeza para la operación. La mayor parte de los circuncisores ndembu estiran el prepucio, hacen una pequeña marca en la parte superior, y otra por abajo, para servirse de ellas como guías, luego cortan siguiendo la sección dorsr.I con un único movimiento, que continúan rajando la sección ventral, quitando así el prepucio suficiente para dejar el glande al des­ cubierto. Lo que queda de prepucio lo enrollan entonces hacia atrás. La rapidez, al igual que la destreza, son las cualidades más apreciadas en los circuncisores. Debo decir en honor de Nyaluhana que aunque sólo llegó a circuncidar a cinco mucha­ chos, contra los siete de Sampasa y los otros tantos circuncida­ dos por Maripishi, del poblado Shika (el tercer circuncisor), los novicios por él circuncidados curaron, por término medio, más rápidamente que los otros. Sampasa circundió al mwanta waMukanda, el segundo novicio en orden de precedencia ritual, y Maripishi al kaselantanda («e l de la estrella matutina»), o ter­ cero en el orden ritual. Luego, como Nyaluhana no había aún terminado con el kambanji, Sampasa tomó al cuarto novicio, o mulopu, último que tenía otro título que no fuera kajika, o «b obo». La actuación de los circuncisores era orbservada con profundo interés por los demás hombres, dando así material para posteriores discusiones. Yo mismo me hallaba demasiado ocupado en el lugar del mukula lavando las heridas de los niños con antiséptico para observar lo mucho que alrededor estaba ocurriendo; pero K a­ sonda y los demás hombres del poblado Mukanza me hicieron luego un cumplido relato. Después de ser circuncidado, cada novicio era pasado por encima del arbusto mayombu, por uno de los asistentes, o por su guardián, y colocado en el tronco mukala, sin guardar ningún orden de precedencia, sino simple­ mente donde hubiera sitio para sentarlo. Allí, se le ataba un so­ porte de pene alrededor de la cintura, de modo que el pene qUedara levantado. Una almohadilla de hierba (mbung'a) servía primero para absorber la sangre, siendo después dicha almohadijja tirada en uno de los agujeros excavados en Ja parte superior de l0s termiteros. Una costumbre que aquí se había om itido era la de colocar una tira de corteza de musamba en la parte su­ perior de los termiteros, prendiéndole luego fuego, y haciendo que los muchachos recibieran el humo en sus penes. El humo que sale de las tiras de corteza, según se cree, traspasa a las heridas sus propiedades cauterizadoras, pero se me dijo que como yo había traído medicina europea, considerada como muy poderosa, se había pensado que tal cosa no era necesaria. Según iban siendo pasados por encima del muyombu, los muchachos recibían por todo el cuerpo una rociada de la me­ dicina contenida en el mortero. Cuando había parado ya la primera hemorragia, los cortes se lavaron con una cocción de hojas machacadas de medicina kawulawumi ü, colocándoseles luego a cada uno de los novicios un pequeño trozo de hoja de musamba, para evitar que se mea­ ran de miedo. Uno de los más chocantes y conmovedores ras­ gos de este episodio del mukanda era la preocupación que los padres mostraban por sus hijos, cuando éstos se hallaban ya sentados en el tronco mukuía, de espaldas al lugar de la cir­ cuncisión. Dicha preocupación se expresaba con palabras y ges­ tos de ánimo. Cuando después de un rato se empezó a dar a los muchachos cerveza dulce y la comida ritual de habas mezcla­ das con pasta de cazabe, los padres violaron la costumbre co­ giendo ellos mismos la comida y alimentando a sus hijos sin guardar turno. El procedimiento estricto era el siguiente: el circuncisor principal — aquí fue Sampasa quien tom ó la ini­ ciativa y ocupó el papel— dividía la pasta en tres pequeñas pelotas, que colocaba en su cuchillo de circuncidar (lavado con una medicina especial al efecto). Alimentaba prim ero a los cua­ tro novicios titulados, siguiendo el orden tradicional, de kambanji a >nulopu, cogiendo cada muchacho el cuchillo en su propia mano y tragando la comida con rapidez, luego venían todos los otros, sin guardar orden alguno. Los padres, no obstante, co­ gieron por sí mismos los trozos de pasta y alimentaron a mano a sus propios hijos, gruñendo por la lentitud de Sampasa. Terminada la circuncisión, los m am bim bi se lavaron las ma­ nos con una cocción de los siguientes tipos de corteza: kata Wubwang'u, musesi, mubang'a, kayiza, kabalabala y musafwa. Más tarde, esta mezcla, contenida en un recipiente de corteza, será 13 Algunos me dijeron que se empleaba medicina mupuchi. depositada junto al árbol mubang'a, en el que los novicios ori­ nan por la noche. Una vez que dieron de comer a los muchachos, los hombres, conducidos por los circuncisores y yafukamínu, volvieron al «fuego del mukanda». Las mujeres seguían lamentándose aún, cuando volvim os con los tambores. Se alinearon entonces delan­ te del fuego, y cuando los circuncisores avanzaron hacia ellas, hicieron ademán de retirarse, fingiendo miedo. A continuación el grupo comenzó a componer un círculo de danza, form ado la mitad por hombres y la otra mitad por mujeres. Un chífukamínu sacó la cesta lwalu, usada para transportar el instrumen­ tal de la circuncisión, para que fueran depositándose en ella los regalos nyshíng'a, y las mujeres empezaron a arrojar dentro de ella monedas de uno y tres peniques, y tiras de cuentas. Los ritos kw íng'íja concluyeron con la queja de los circuncisores por la avaricia de las madres de los novicios, después de todo lo que ellos habían hecho por los muchachos. Sampasa me dijo entonces que ni los circuncisores ni los novicios se lavarían con medicina durante los dos días siguientes. He comentado muy brevemente los últimos nueve episodios porque ya en otro lugar he publicado un análisis de su simbo­ lismo («T h ree symbols o f passage», Turner, 1962b, pp. 124-173). Estos episodios tienen una perfecta unidad dramática, y están repletos de simbolismo. He aquí la versión de Muchona sobre la preparación del lu­ gar de la circuncisión: Chikukucha hitukw inka weka nfunda tudiw m unfunda jejim a, hitukupulisha kakus- Al amanecer pondremos los tudiwu en todas las cestas nfunda, y to­ maremos nfunda. Chikukucha itang'wa tu-u, anyadi hiyakudya nshima de-e Cuando el sol ha amanecido, los novicios terminan de comer toda su comida. Hikubusa 14 nukubusa mukanda 15 n ijin g 'om a n ijifu n d a nilwalu Eligen el sitio para el mukanda con tambores y cestas nfundas y un ,cesto lwalu de fondo plano. Hikubusa hikuya kushikena, nfunda je jim a ch ip u jiy e d i ch ip u yim u Cuando han elegido (un sitio) lo preparan (para los novicios), colocan todas las cestas nfunda, dos o una ch ip u jisa tu chipu jiw ana hikw inka m u lw a lu ; kuteta iyala o tres o cuatro en una cesta lwalu; tallan las figurillas de un hombre 'ltlmumbanda; hikukobeka kulwalu kunsewu kulw alu; hikukoka y una mujer; y los colocan en el lwalu, en la flecha del lwalu; arrastran manfuntanyim a hikukoka ninfunda nilwalu. Anshali a m b im b i enda 14 Cfr. Ku-busa is oli en los ritos chilamba. 15 M ukanda aquí indica el pabellón y sus alrededores. hacia atrás y arrastran el nfunda y el lwalu. Los restantes cireuncisores átala kwatela kukoleka niMukanda kushika. Nawu henahanu dihu buscarán un lugar adecuado para ser arrastrados y llegar al mukanda. Dicen «Este lugar hdtela. kushikena, henahanu hefwilu him udyi. N eyi dihu Mukanda es bueno para la llegada, este lugar es el lugar de morir, aquí hay un m udyi». Si el lugar de otro mukanda wekwawu namuna mwantena w am uyom bu hikuya nakuteta nikushim ika mwe- está señalado con un árbol m uyom bu, van y lo cortan y lo plantan allí m wifwilu muna. H ikuya nakukeng'a kampobela nakukaleka nakwinka en el (nuevo) lugar de morir. Van a buscar una (fruta) kam pobela para abrirla y ponerla mwifilu. Kunona iyala namumbanda akumani kwishina dakompobela en el lugar de morir. Toman (las figurillas)de hombre y de mujer las colocan bajo el kampobela, y kwishian iyala namumbanda hewulu. K unona nsewu hikushim ika el hombre abajo y la mujer arriba. Toman la flecha y la insertan kweniku kunuyom bu iku. K u leta ch ikom u hikupapa kweniku. derecha aquí en el m uyom bu. Traen un clavo ch ikom u y lo clavan aquí. Chikom u ch im u ich i chikwawu ich i; ch ik o m i diyu chikang'anjam ba Un chikom u es de una clase (de madera), y otro de otra: un ch ikom u es de madera chikang'anjam ba ch ik oli nikaleng'ang'om bi, ona w am ung'enji w aleteli Mukanda, (es decir, madera de c h ik o li), otro de kaleng'ang'om bi, ello (significa) el extraño que trajo el mukanda, nichikwata ona wakwatang'a niyileng'i dina datapana. D idu ifw ilu o de madera chikwata, el que coge, o de ileng'i, el que corta o mata. Ese ifw ilu dinamani tohu. K enlentenu nyana, kambanji wakutachika kutapila está completamente terminado. «Traed los niños, kam banji es el pri­ mero que ha de ser muerto m wifwilu nimwanta wamukanda nikaselantanda. H ikutelesha anyejima. en el lugar de la muerte, luego el m wanta waMukanda, después el kaselantanda». Y cortan a todos los niños. Muchona me dijo que «el chikom u es un símbolo de la fuer­ s e mantiene derecho y fuerte. Puede ser el cuerno de un a n i m a l o un clavo de madera, de las clases mencionadas». Me dijo que kaleng'ong'om bi viene de ku-leng’a, «Cortar en tiras», y ng'ombi, «Una vaca». El pellejo de una vaca se corta en largas t i r a s . Representa a las hierbas cortantes que circuncidaron a los muchachos hace mucho tiem po» (véase pp. 169-70). Ile n g 'i lo ha­ cía derivar también de ku-lenga. Chimwanga, por su parte, me proporcionó una descripción d e l o s ritos de circuncisión propiamente dichos: za; Bududi a m b im b i akusenda ntewula jaw ujam buka akuya kw ifw ilu Por la mañana temprano los circuncisores traerán sus navajas afiladas e irán al lugar de morir nakuching'ila anyadi. Chidikushika itang'wa budidi akutwala y a g u a r d a r á n a lo s n o v ic io s . A s u lle g a d a , a p r im e r a ta r á n al h o r a d e l d ía , a p a r­ Mwanta waMukanda, chiyakushika kwakwihi chimbu wukuhukula swayi mwanta waMukanda; y cu an d o lle g u e cerca d e l s itio la « h ie n a » lo a rre b a ta rá con p re s te z a nakumutwala swayi kumukoleku akuna akumuketula mahinindi p a r a l l e v a r l o r á p i d a m e n t e a l m a r c o mukoleku d o n d e ( le ) c o r t a r á n v e s tid u r a s [es d e c ir: se la s su s q u ita r á n ] nakuyishiya hamukoleku, nakumutwala kudi mbimbi nakumwadika y lo s d e j a r á n e n e l mukoleku, p a r a l l e v a r l o s a l c i r c u n c i s o r a s e r c i r ­ c u n c id a d o s , iku adi nakwimba ng'oma yakuluwang'esha anyadi. Neyi anamwadiki d o n d e t o c a n lo s t a m b o r e s p a r a d o y a lo s h a n c i r c u n c i d a d o a h o g a r lo s g r ito s de lo s n o v ic io s . C u a n ­ akuleta kambanji akumwadika. Chikumanayi akuleta kaselantanda t r a e n a l kambanji y lo c i r c u n c i d a n . C u a n d o h a n t e r m i n a d o t r a e n a l ka­ selantanda. Chikumanayi nianyadi ejima akuyitambola kudi mbimbi himbimbi C u a n d o h a n t e r m in a d o c o n é l, c o g e n u n o a u n o a c a d a c ir c u n c is o r a to d o s lo s n o v ic io s y lo s ll e v a n nakuyalamisha. Yowu mbimbi wanyakala natwesi kwadikanatanu nasatu p a r a s e r c ir c u n c id a d o s . c ir c u n c id a r a n u e v e C u a lq u ie r c ir c u n c is o r que se ap resu re puede hela ikumi. Ilang’a wajijiwila wukwadika atanu hela atanu nawumu. 0 d ie z . P e r o u n o le n t o ( s ó lo ) c i r c u n c i d a r á a c in c o o s e is . Yowu mbimbi wajijiwila kwadika akumutukola kudi akweti nyana. C u a lq u ie r c ir c u n c is o r le n to se rá in ju r ia d o por to d o s lo s q u e tie n e n h ijo s Neyi anyadi ejima anamani dehi akuyishakamisha kumutondu wawulehi Cuando la r g o to d o s lo s n o v ic io s hayan te r m in a d o y a , lo s h arán se n ta r en un wututa wamukula. Ayilombola aletang'a yitumbu yakusesa á r b o l mukula r e c i é n c o r t a d o . L o s g u a r d i a n e s te z a e x te r io r tra e n m e d ic in a s d e la c o r ­ yamafulu amupuchi akwinka muchizanda nakuyikamwina kumawuyala y la s h o ja s d e l á r b o l m u p u c h i, la s p o n e n s o b r e le s p e n e s en u n a c a z u e la y la s e s tru ja n awanyadi ejima. Neyi mashi anamani dehi kuhita, ayilombweji d e t o d o s lo s n o v i c i o s . C u a n d o l a s a n g r e h a y a d e j a d o d e c o r r e r , lo s g u a r ­ d ia n e s ikuleta yitumbu yikwawu yakulamba nakukasaku njing'amuki tr a e r á n d ife r e n t e s m e d ic in a s c a lm a n t e s y a t a r á n (el p en e) en d erred o r nakachilondu kan tesha musamba ufuma ifuku dakwadika anyadi, ambimbi kwinza kudi anyadi nehi :o n u n p e q u e ñ ís im o t r o z o d e te la d e c o r t e z a D e s p u é s d e l d ía d e la c i r c u n c is ió n v u e lv e n a t r a t a r c o n e llo s . de lo s n o v ic io s , lo s c ir c u n c is o r e s no 'lela tata yamwana wumu indi kwiji ayedi kutwesa kwinza nawa cheng'i [ n c l u s o s i (u n o ) v o lv e r d e n u e v o es p ad re de uno o en verd ad dos n o v ic io s , ni puede "lakutala anyadi nehi, mulong'a neli dehi muntu watama. Anyadi 1 c u i d a r d e lo s n o v i c i o s , p o r q u e ( h a c ia e l l o s ) . L o s n o v i c i o s ha a c tu a d o ya (co m o ) un m al h o m b re :hakamonawu mbimbi wumu akutachika kumutukola matuka. :u a n d o ven a un c ir c u n c is o r e m p ie z a n a in s u lta r lo . Wbimbi chakutiyayi liiyakumutukola yena hakutemuka kwakulehi jimu. Cuando el circuncisor los oiga injuriarlo correrá tan lejos como pueda. Mbimbi wamuneni wanonang'a makowa akumawuyala, amakwawu nakuyi^ama. El gran (o principa^ circuncisor toma las pieles (los prepucios) de los penes, algunos para guardar munfUnda yindi nakwila yitumbu nakusengu'ula awa anyadi nikukadiivu. cn SU cesta nfunda, para hacer con ellos medicina para soplar (bende­ cir a) sobre los novicios y para (hacer medicina) kadiwu. Se notará que en esta descripción el prim er circuncidado es el mwanta waMukanda. Según mis propios observaciones — y todas las otras descripciones que he recogido— el prim ero en ser circuncidado es el kambanji. Esto es debido a que «el jefe (mwanta) manda a su jefe guerrero (kam banji) delante de él», como un informante me dijo" White (1953, pp. 46-47) hace algunos valiosos comentarios sobre los ritos de la circuncisión propiamente dichos, que a la vez confirman y amplían mis propios datos. Dice: Durante la operación el novicio es sujetado por una persona ducha en este oficio, conocida con el nombre de chifukaminu en lunda, y chihungu en las otras lenguas. Los padres se sientan normalmente a alguna dis­ tancia del lugar de la operación, ya que, se dice, podrían sentirse pesa­ rosos por sus hijos y golpear al circuncisor. Entre los lunda, los novi­ cios, después de la circuncisión, son sentados en un tronco de árbol mukula (pterocarpus angolensis). Este árbol tiene unas exudaciones go­ mosas de color rojizo en su corteza, que hacen que se lo asocie con la sangre y la fertilidad, de que su nombre venga de la raíz -kula, estar maduro... La sangre de los novicios, mientras están así sentados, se deja caer sobre un montón de tierra gris de termitero, adecuadamente ahuecado para recibirla; también los prepucios se colocan en él... El lugar de la circuncisión es conocido con el nombre de fwilo (en luvale), o derivaciones similares en las demás lenguas, denotando el lugar de morir, puesto que es aquí donde los novicios padecen su muerte simbólica. En tiempos pasados al menos, incluso cuando los novicios habían ya superado los ritos y eran hombres maduros, evitaban pasar por este lugar, que era considerado como una tumba. De ahí que el acto de la circuncisión recibiera el nombre eufemístico de «muerte». Los tér­ minos exactos para designarlo son adika (lunda) y enga (las demás len­ guas). La evitación del fwilo en tiempos pasados resultaba fácil, porque el pabellón se levantaba a considerable distancia de los poblados, y Porque éstos se trasladaban con más frecuencia que hoy en día. En la actualidad no se intenta ya evitar el fwilo tan estrictamente como en tiempos pasados, y, en verdad, está a veces tan cerca de los poblados que serla casi imposible evitarlo. La mayor parte de estas observaciones han sido confirm a­ das, bien sea por mis propias observaciones o por las referen­ cias de mis informantes, pero no llegué a ver prepucio? de los novicios en los termiteros. En realidad, lo que se me dijo es que éstos eran rápidamente recogidos por los circuncisores, como también afirman Muchona y Chimwang'a. Si se dejaran al aire libre, me dijeron, los hechiceros podrían apoderarse de ellos para usarlos como ingredientes en sus medicinas de ma.gia negra. Los ndembu emplean tanto el término kwadika como kwalama, para designar el acto de la circuncisión. Además, especi­ fican contextualmente los términos generales ku-keta y ku-ketula, «cortar», para darles el sentido de «circuncidar». De kwadína se deriva el término mwadi, «novicio». El mismo término se emplea para designar a la esposa principal. Pregunté si existía alguna conexión entre los novicios y las esposas princi­ pales, y los informantes ndembu me dijeron que los novicios se consideraba que estaban casados con el instructor del pabe­ llón, cuyo nombre en ndembu, mfumwa tubiku o m fum u wayandi, significa «esposo de los novicios». En palabras de Mucho­ na: «M fum bw a tubwiku wahoshang'a nindi yami mfwnwenu; amí nasumbuli anyadi. A m í mfunnvenu nukiliyama nakuyitala (El instructor del pabellón dice: «Y o soy vuestro marido; me he casado con los novicios. Y o soy vuestro marido, yo os guar­ daré y cuidaré de vosotros.») Aunque kwadika significa «circuncidar», sospecho que su sentido original es «iniciar», ya que los novicios en la sociedad M ung'ong'i, que celebra los ritos en los funerales de sus miem­ bros, reciben también el nombre de anyadi. El término mwadi' se aplica a los jefes durante su instalación ritual. En el matri­ monio el sentido original del término mwadi parece ser el de la primera mujer casada con un hombre, más que la esposa prin­ cipal de un matrimonio polígamo. De ser esto así, los diversos usos del término mwadi serían coherentes e indicarían la perso­ na que ha pasado una experiencia por primera vez. Una explicación que se me dio es que los novicios durante la circuncisión abren las piernas como las mujeres durante la cópula marital, pero esto parece más bien una racionaliza­ ción post hoc ergo prop ter hoc. No obstante, resulta compati­ ble con el elemento homosexual indudablemente presente en la situación mukanda. Ya hemos visto cómo durante la prepara­ ción de la medicina nfunda, los aprendices de circuncisor mi­ maban la cópula, y cómo también los circuncisores actúan de igual manera en la danza ing'ung’u. En los ritos fcwidisl/a en­ contraremos ulteriores pruebas de conducta homosexual, sobre todo en el episodio nvakayowa (cf. infra, pp. 208-1 ). Por otro lado, White menciona (1953, p. 49), que durante la reclusión «los no­ viCios juegan con los penes de los vilom bola (luvale); lo que se considera que ayuda a acelerar la cicatrización... Lo mismo se hace con los visitantes del pabellón, para ayudar a los novi­ cios a curarse». Las expresiones empleadas para designar al hombre circun­ cidado son: walama dehi, wamotoka dehi, literalmente, «el que ya saltó», y waya dehi kuMukanda, «el que ya fue al mukanda». Las personas incircuncisas son llamadas chidima, chizuzu, izuzu o wunabulakutooka, «el que carece de blancura, es impuro o des­ graciado». A l igual que White, a mí también se me inform ó que en tiem­ pos pasados el pabellón se hallaba alejado del poblado — «más o menos a dos kilóm etros», me dijo alguien. Kung'ula: la reclusión La fase de reclusión del mukanda que yo pude observar duró desde el 14 de junio hasta el 8 de agosto de 1953, es decir, casi dos meses. Fue aproximadamente la mitad de largo de lo que es usual actualmente. La razón dada fue que mis medicinas ha­ bían hecho que los muchachos sanaran más rápidamente. Esta fase puede ser adecuadamente dividida de la siguiente manera: 1) 2) 3) 4) Construcción del pabellón. El período de cura (antes de los ritos chikula). Los ritos chikula con los danzantes makishi enmasca­ rados. El adiestramiento de los novicios (tras el chikula). Volví al poblado Mukanza después de los ritos kwing'i/a, pero al día siguiente hacia las 10 a.m. me presenté de nuevo en la granja Wukengi. El pabellón (ng'ula), donde los novicios y sus guardianes dormían durante la reclusión, ya había sido cons­ truido. Los guardianes presentes dijeron que lo habían construi­ do ellos al alba de ese mismo día, habiendo pasado los novi­ cios su primera noche de reclusión a cielo raso. Los circunci­ sores, se me dijo, no toman parte en la construcción del pabe­ llón. En realidad, tienen incluso prohibido entrar en él. Lo más que pueden acercarse es hasta el ifw ilu dawanyadi. Desde allí pueden llamar a los novicios. Si éstos, entonces, deciden inju­ riarles, los circuncisores no podrán responderles. Después de todo, ellos fueron los que hicieron sufrir a los novicios. N o obs­ tante, el primer día después de la circuncisión, los circunciso- res pueden, por ejemplo, gritarles a los novicios preguntas es­ tereotipadas, a las que éstos contestan al unísono (ver ilustra­ ción 3, donde aparece el pabellón en que duermen los novicios). El pabellón fue construido inmediatamente enfrente del lu­ gar de morir, tapándolo a la vista de cualquiera que viniera por el viejo camino (cf. diagrama 8). Los novicios no pueden en­ trar en el lugar de morir, so pena de contraer la lepra o vol­ verse idiotas. El pabellón tenía, a grandes rasgos, una forma ovoide hecha de ramas con hojas, y sin techo. El «lugar de la muerte» debía estar situado al norte, la única entrada del pabe­ llón, orientada al sur, estando el lecho del kajika situado en el lado oeste, y el del kam banji en el este. El fuego del mwanta waMukanda estaba junto al del kambanji, y el del kaselantanda próximo al del kajika. Estando yo presente, se dio a los novicios una comida a la izquierda de la entrada del pabellón. Varias bolas de pasta de cazabe, cocinadas por las madres de los novicios, fueron traídas en cestas, sin platos ni fuentes, que en la actualidad son de uso general, por algunos guardianes menores. También se trajo algo de carne de duiker. Se dieron dos bolas grandes de cazabe a cada grupo de tres o cuatro muchachos, y dos porciones iguales de carne. El kambanji fue servido el primero, luego el mwanta kaMukanda, el kaselantanda y el mulopu, cada uno de ellos en un distinto grupo de comida, y a continuación se sirvió a todos los demás ya sin orden. A cada uno de estos cuatro se le dio una bola y una porción de carne. La carne les era dada en la boca a los muchachos por tres guardianes; la pasta la comían' por sí mismos, usando como platos grandes hojas planas. Te­ nían prohibido hablar mientras comían, so pena de una pali­ za. Uno de los funcionarios del pabellón me dijo que en el interior del pabellón solían dorm ir formando los mismos gru­ pos alrededor de cada fuego. Dichos grupos estaban formados más sobre la base de la amistad que del parentesco. Después de comer todos aplaudieron al unísono para dar las gracias. A. continuación, todos a una se pusieron a golpear en gruesos tocones de madera kabalabala, llamados en el argot del pabe­ llón ankala (nkala quiere decir «m angosta»); cada uno de ellos cogió su propio tocón con la mano izquierda, y saltando sobre su pierna izquierda se dirigió al árbol mubang’a situado a la en­ trada del pabellón. Pude saber que cada vez que un novicio quería orinar, tenía que inform ar de ello a su guardián perso­ nal, que lo conducía, saltando ambos a la pata coja, hasta el árbol mubang’a. N o debían usar el árbol próximo al pabellón, según me dijo Wukcngi, «debido al olor», sino algún otro árbol DiAG^RAM 8. Area del pabellón rnubang'a situado a cierta distancia. El lugar donde orinaban recibía el nombre de chitekelelu (de ku-tekela, «orin ar»). Los muchachos seguían desnudos y todos ellos conservaban aún el trocito de hoja de mubang'a que les habían colocado en la punta del pene después de la circuncisión. Sus heridas pare­ cían ir cicatrizando de la m ejor manera posible. Me di cuenta de que cada vez que tenían que sentarse lo hacían sobre su respectivo tocón (ver ilustración número 4). Este es el lugar adecuado para estudiar el papel del instruc­ tor del pabellón y de los guardianes con más detalle de lo que lo hemos hecho hasta aquí, puesto que a partir de ahora su papel es cada vez más importante. Con relación al instructor, no puedo hacer cosa m ejor que transcribir el siguiente texto de Chimwang’a, que trata de las funciones y atributos de este funcionario. M fu m w a tubw iku diyi m u k u lu m pi wakuhemba anyadi ejim a E l in s tru c to r IV icio s. del p a b e lló n es el a n c ia n o que c u id a de to d o s lo s no- Neyi mwadi wakata yena wukum utala nakumukwashaku nayitumbu S i u n n o v ic io s e p o n e e n fe r m o , é l lo c u id a r á y lo a y u d a r á c o n m e d ic in a . Neyi ch ilom b ola wunasweji kukabisha anyadi, yena wukumwinka S i u n g u a r d iá n m ie n to m a ltr a ta a un n o v ic io in d e b id a m e n te , h ará un escar­ ch ilom b ola m ulong'a hela m w adi natamishi wukumwinka mulong'a co n é l, o s i u n n o v i c i o s e m u e s t r a r e b e l d e h a r á un e s c a r m ie n to c o n é l— wakutwala kumakala kudi mama yindi akafuti ifutu. D iyi wukutala lo lle v a r á a l p o b la d o a n t e la m a d r e u n a m u lt a . E l e s q u i e n m a n t i e n e (d e l n o v ic io ) que te n d rá que pagar y ijila yang'ula niyatunyama. Kwekala kanyama wumu, ijina dindi lo s t a b ú e s d e l' p a b e l l ó n y d e l o s a n i m a l e s . H a y u n a n i m a l ll a m a d o nshimba, neyi mw adi wukudya m b iji yanshimba wukuwama mulong'a la g i n e s t a , s i u n n o v i c i o c o m e s u c a r n e d e c i r , s e h a r á u n e s c a r m i e n t o c o n é l) e n co n tra rá un e s c a r m ie n to (e s wakutwala kudi amvwali jin d i, akafuti ifutu. N eyi mwadi (E l i n s t r u c t o r d e l p a b e lló n ) lo p a g a r u n a m u lt a . S i u n n o v i c i o lle v a r á a n te su s p ad res y te n d rá n que wukudya im fw a, in jin a dindi kalolu, wukuwana m ulong'a, wakafuta l l a m a d o kalolu (u n a p e q u e ñ a e s p e c i e d e m u ­ c o m e u n a e s p e c ie d e ra tó n s a r a ñ a g ig a n te ), te n d r á u n e s c a r m ie n to , te n d rá que pagar ifu tu kudi mama yindi hela tata mandumi yindi hela una m u lta . S e r á p a g a d a en su n om bre p o r su m ad re, p ad re, kawusoku w indi w ukum ufuntila. K a lolu a m u jikila m ulong'a h e r m a n o d e la m a d r e e s tá p r o h ib id a a él o (a lg ú n o tro ) p a r ie n te . La m u sarañ a w ukw eti m uvum bu wawulehi neyi mwana weyala « t r o m p a » (m u vu m bu s i g n i f i c a t a m b ié n p o r q u e tie n e u n a la r g a c o m o lo s m u c h a c h o s g ig a n te le p r e p u c io ) , chekalang'ayi nam uvum bu kuwuyala henonu kanda amwadiki c u a n d o tie n e n p r e p u c io en su s p e n e s a n te s d e s e r c ir c u n c id a d o s D ich i nawu bayi kumudaku m ulong'a wukw eti m uvum bu ni iseng'i P o r ta n to q u e tie n e e l l o s ( lo s i n s t r u c t o r e s d e l p a b e l l ó n ) d i c e n , « N o l o c o m a s t r o m p a , n i t a m p o c o (c o m a s ) la m u s a r a ñ a g ra n d e » . p or­ Cheng'i nawu neyi mwadi wukudya kajila ijina dindi mbang'ala T a m b ié n d ic e n , « S i u n n o v ic io c o m o u n p á ja r o lla m a d o g a llin a d e g u in e a ch in jila wukukata m usong'u wambumba m ulong'a m u jim ba windi (q u e es ta b ú ) co gerá la le p r a , p orq u e su cu erp o wamang'alamang'ala neyi mbumba. Nawa cheng'i neyi mwadi está cubierto de manchas como la lepra. Y así mismo, si un novicio wukudya nkala wukufwa mwitala, mulong'a nkala diyi mutondu quisiera comer la especie nkala de mangosta, morirá en la choza (es decir, se hará impotente), porque nkala es el (nombre del) trozo de madera kabalabala. wachikunku chakabalabala hakushakama mwadi neyi chitwamu chindi sobre el que los novicios se sientan como en su silla propia mafuku akumwadikawu. Kuyinata chinjila; ching'a kuyihemba en los días después de haber sido circuncidados. Es tabú tirarlos; deben ser cuidados nakuyilemesha mafuku ejima sampu mwadi nediki. y honrados cada día hasta que el novicio sale». Mfumwa tubwiku nindi neyi kansi nalawuli kambunji ching'a El instructor del pabellón dice cuando un muchacho ha atrapado una mangosta kambunji, kumusenda hamukambu wakutembuka nakutula, chinjila «Debes llevarla en un palo de transporte para abatirla, es tabú kumusendela mumakasa hela kukasila hefunda; mama yenona llevarla en las manos o atarla en un saco; tu madre allá kamitkala wakahana ifutu. Yijila yejima yayilejang'awu; en el poblado pagará una multa». Todo los tabúes son explicados; anyadi kuMukanda ching’a kuyihemba nonu hela nuku mukala los novicios en el mukanda deben guardarlos a la perfección, incluso cuando están en el poblado chinga kuyihemba hohu. Neyi mwadi nafumi dehi kuMukanda deben guardarlos a la perfección. Cuado el novicio se ha marchado al pabellón neyi nakeng'i kudya mbiji yanshimba ching's kwinza kudi si quiere comer carne de ginesta debe ir al mfumwa tubwiku hela kudi mbimbi hela kudi tata hela mandumbi instructor del pabellón o a un circuncisor o a su padre o a su tio ma­ terno nakumuseng'ula namafu epupa mumbalukutu nihehama. Kanyama a que le escupan hojas del árbol ipupa sobre sus parietales y cejas. (Cada) animal hakanyama kakukeng'a kudayi ching'a kumuseng'ula hohu. tras animal (tabuados) que quiera comer tendrá que hacerse escupir adecuadamente medicina. Nevi wukudya chakadi kumuseng'ula wukukata musong'u wambumba Si comiera sin ser medicado caerá enfermo con el mal de la lepra hela kuhewuka. Mpang'u jejima jaMukanda kujishimuna kumukala o se volverá estúpido. Es tabú explicar cualquiera de los secretos del mukanda en el poblado kudi ambanda chinjila hela kudi amazuzu. Ambanda ejima a mujeres o a hombres incircuncisos. Todas las mujeres akuhosha kudi anyadi nawu tulejenu mpang'u yaMukanda que dicen a los novicios «Dinos el secreto del mukanda• akwandala mbumba hela musong'u wacheng'i neyi anyadi anediki kuMukanda. cogerán la lepra u otra enfermedad cuando los novicios hayan salido del mukanda. Muchona añadió unas pocas palabras sobre las funciones. económicas del instructor del pabellón: N in d i w unajahi n im u m o n i aleti kudi am i atwali kw ijiku daMukanda E l d ic e : « D e b o v e r a c u a lq u i e r a q u e h a m a t a d o ; lo q u e h a m a t a d o d e b e s e r m e t r a í d o a m í; l a p r e s a d e b e s e r l l e v a d a a l ' f u e g o d e l mukanda' c h ili nyama c h ili inshi ch ili im fw a, kutota wuchi, ching'a sea caza, p escad o o roed or; s i s e r e c o g e m ie l, d e b é is muletang'a kudi am i yinashali nukudya, yinashali yakw ijiku daMukanda t r a e r m e l o q u e q u e d a p o r c o m e r , l o q u e h a q u e d a d o d e l « f u e g o d e l m u­ kanda» kulonda mudyang'a nachu nshim ajeyi. N eyi nshima yinenzi dehi p a r a q u e p o d á is c o m e r lo c o n v u e s tr a p a s ta d e c a z a b e y a h a lle g a d o d e c a za b e » . C u a n d o la p a s ta atulilang'a hakaweji. Yena en;za nukwinza hakunona m e n ji hakwisuka la p o n e n s o b r e e l kaweji ( m e s a d e v a r i l l a s e n t r e t e j i d a s ) . to r ) v ie n e , s e le tr a e a g u a , s e la v a la s m a n o s , El (el in s tr u c ­ hakwanazang'ana yikanka n im b iji hela anshi hela mafu. Wukwanzang'ana d i v i d e l a p a s t a (e n ) E f e c t ú a la d iv is ió n p o r c io n e s con carn e o p escad o o adobo de h o ja . diyu yena hohu hela hamukwashang'aku kudi kalom bola, diyi mwanyikindi é l m is m o m enor s o lo , o ayudado por un g u a r d iá n m enor — es su h erm an o wamukwashang'aku m funm w a tubwiku. e l q u e a y u d a a l in s tr u c to r . Chimwang’a tiene algo que decir sobre el guardián que trae la comida a los novicios, y sobre la conducta de los novicios durante el prim er período de reclusión: O n a ching'a ekali wakadi kwilang'a w uvum bi hela kum otoka ( E l h o m b r e q u e t r a e la c o m id a ) n o d e b e s e r a lg u ie n q u e c o n s ie n ta La f o r n i c a c i ó n o q u e v i o l e ( l i t e r a l m e n t e : « s a lt e » ) t o d a s l a s en yisela yayidika yejima. Anyanyadi chakuhondawu m akum bu anshima, c o s t u m b r e s r it u a le s . C u a n d o la s m a d r e s d e lo s n o v ic io s h a n h e c h o b o la s d e p a sta , o n a iyala wukuketula nshima muyikanka h ejiku muyadilang'awu e s te h o m b r e d e b e d iv id ir la p a s ta e n p o r c io n e s p a r a c a d a fu e g o d o n d e c o m e n lo s n o v ic io s . Ching'a chakudya nachu cham uchidi wumu hohu hela inshi hanshi hela S ó lo d e b e c o m e r s e u n s a b o r a la v e z lé, s e a p e s c a d o , m b iji h a m b iji hela m afu hamafu neyi kanda alukuku Ching'a kudya ca rn e , o a d o b o d e h o ja , si n o h a n c o m id o d e ja d o aún ( e l p a b e l l ó n ) 17. D e b e s e r mwasamuka ni amama jaw u kumukala hamu. s in s a l , y s u s m a d r e s e n e l p o b l a d o d e b e n o b s e r v a r l a m i s m a r e g l a . 16 N o p u e d e n p r o b a r s e d i v e r s o s t i p o s d e s a b o r e s e n u n a m i s m a c o m i d a . N ó t e s e e l g e n e r a l é n f a s i s p u e s t o s o b r e l a « u n id a d » y l a e v i t a c i ó n d e la «p r o m i s c u i d a d » . 17 E s t o h a c e r e f e r e n c i a a l p e r í o d o a n t e r i o r a lp s r i t o s chikula, m i e n t r a s a ú n e s t á n c u r a n d o la s h e r i d a s d e lo s n o v i c i o s . D e b e n p e r m a n e c e r e n e l i n t e r i o r d e l c e r c a d o d e l p a b e l l ó n y n o i r a c a z a r a l a s e lv a d u r a n t e e s t e tie m p o . La prohibición de divulgar los secretos del pabellón tiene pOCa fuerza hoy en día, como resultado tanto de la influencia de jos misioneros como del escepticismo resultante de la experien­ cia crucial de la emigración laboral. Cuando una semana después de mi última visita volví al pa­ bellón, encontré muchos cambios. El marco mukoleku, «o lv i­ dado» el día de la circuncisión, había sido erigido poco des­ pués de haberme marchado yo la semana anterior. Estaba evi­ dentemente hecho de madera mukula, y las ropas rasgadas de los novicios colgaban ahora cuidadosamente dispuestas del din­ tel del marco, en vez de estar desparramadas por el camino, se­ gún habían ido cayendo camino de la operación. Las mujeres tenían prohibido pasar bajo ellas. Una cerca de ramas con follaje, llamada chipang'u chanyadi había sido construida a los largo del viejo camino, para ocul­ tar el pabellón a los ojos de los transeúntes. Entre la cerca y el pabellón se había hecho desaparecer toda la maleza. A la derecha de la puerta del pabellón se había colocado, asimismo, una mesa de varillas de mukula tejida, que recibía el nombre de kaweji. Debajo de ella podían verse bolas de pasta de cazabe a medio comer y restos de otras comidas. Todo ello tenía que permanecer allí hasta el fin del mukanda. Sólo los novicios po­ dían comer estas bolas que explícitamente fueron comparadas con los testículos por mis amigos de los poblados Mukanza y Kafumbu (véase ilustración 5, donde aparecen la mesa y los restos de comida). De las ramas más altas de un árbol del calvero colgaban pe­ queños pájaros alanceados o asaeteados por los guardianes, y al pie del mismo podían verse colgados los roedores atrapados también por ellos. Se los guardaba para añadirlos a la comida. No lejos de la cerca había una larga hoguera, llamada lwowa. Los novicios tenían que sentarse a todo lo largo de ella en el lado del pabellón, para recibir las instrucciones de los ancia­ nos, que se sentaban frente a ellos. Ningún novicio podía pa­ sar al espacio que quedaba entre la hoguera y la cerca. De la parte trasera del pabellón venía un gruñido que K a ­ sonda, que venía conmigo, identificó como el de un cerdo sal­ vaje (chom bu). Di la vuelta al pabellón y vi a uno de los guar­ dianes menores (perteneciente al poblado Machamba) haciendo girar una «bram adera», hecha de madera de mukula y tallada en form a de pez 18, por encima de su cabeza. El guardián me *8" E l in s tru c to r del kapwipu p a r a e s t e f i n . p a b e lló n me d ijo que a veces se u sa m ad era dijo que el instrumento recibía el nombre de « ndumba m w ila». Ndum ba significa «león », pero nadie pudo decirme el significado de mwila, excepto que se trataba de una palabra «de hace mu­ cho, mucho tiem po». Los novicios más tarde cantaron una can­ ción sobre el ndemba mwila, que decía lo siguiente: Ndumba kanyama kamafumbu ndumba wo-o ehe ndumbo katuka wudanyi oho ndumba o-o oho. El león (es) el animal que deja huellas redondas, el león se levanta y caza a alguno, el león. Como las bramaderas de todo el mundo, ésta, según me in­ formaron, tenía la función de asustar a los novicios y a sus madres. En tiempos pasados se les decía a éstas que un mons­ truo había venido a devorar a sus hijos. Los hombres, ante esto, ponían una sonrisa de inteligencia. El área sagrada situada detrás del pabellón, estrictamen­ te tabú para todos los novicios, estaba a su vez dividida en dos. El espacio comprendido entre el tronco mukula y el pabellón podía ser atravesado por los guardianes menores, pero éstos no podían pasar del tronco y penetrar en el ifw ilu propiamente dicho. El guardián que hacía girar la bramadera por encima de su cabeza tenía que permanecer en la primera sección. Los guardianes mayores y los demás ancianos podían pasar al if­ wilu, pero sólo los circuncisores y los hombres muy principales, que habían asistido a muchas celebraciones, podían acercarse al árbol mudyi, debajo del cual había sido circuncidado el kam­ banji, y que constituía el foco sagrado de todo el mukanda. En este árbol se hallaban colocadas ahora la cesta lwalu del cir­ cuncisor principal (Nyaluhana), y en un acodamiento del árbol, dos nuevos recipientes tudiwu, que, según me dijeron, conte­ nían los prepucios de los muchachos recién circuncidados. En el m ism o árbol había también colocadas madejas de tiras de corteza atravesadas de varas redondas. Dichas madejas proce­ días de árboles katochi y serían usadas para confeccionar los vestidos makishi. Mientras nos hallábamos en las cercanías del árbol mudyi, el instructor del pabellón, Kutona, me preguntó si los europeos conocían medicinas que «dieran una fuerte erección». Yo dije que sí, que tenían tales medicinas, pero que la gente las usaba en privado, porque «es cosa de mucha vergüenza». El me re­ plicó que «los africanos» sentían poca vergüenza de usar estas medicinas. El m ejor afrodisíaco era el que se daba a un joven recién casado (kalemba), cuando estaba a punto de dorm ir con una joven que acababa de pasar los ritos de pubertad. Dicho afrodisíaco consistía en tres cazos de medicina caliente, que contenían respectivamente hojas y raspaduras de corteza ma­ chacadas de kapwipu, mubang'a y chikoli. Estos eran los más «importantes árboles mukanda», que siendo ellos mismos, como eran, duros y fuertes, tenían que dar al hombre un pene duro y f uerte, que lo capacitara para copular muchas veces en una misma noche, descansando sólo para orinar. En verdad, de no actuar así, su m ujer lo despreciaría y daría a entender su des­ dén a su instructora ritual (nkong'u), que vendría a primera ho ra de la mañana, levantando a espaldas de él, .en el momento de su inspección secreta, una hierba doblada. Menciono aquí esta conversación porque indica la conexión que los ndembu establecen entre la iniciación masculina y la femenina. Observé la existencia de una pluma nduwa insertada en la boca de uno de los recipientes tudiwu, y me enteré que era el de Sampasa. El instructor del pabellón mencionó entonces que las heri­ das de los muchachos eran regularmente lavadas con medicina de hojas machacadas (nsom pu) tomadas de los siguientes árbo­ les y arbustos: mubang'a, muneku, kakenineki, chikwata (los frutos también) y musong'asong'a. Dijo que una vez terminado el pabellón, Nyaluhana había puesto en él una cazuela conte­ niendo «m edicina de ch ik oli e ilengi para evitar que los novi­ cios tuvieran malos sueños sobre su operación. De la cerca de los novicios colgaban las varas katochi, a las que se había arran­ cado una tira de corteza en espiral. Algunas de las cuestiones que acabo de mencionar las dis­ cutí con los ancianos del pabellón. Estos me dijeron que el término especial para designar la comida de los novicios duran­ te el mukanda era nkalata. Antes del chikula las madres cocina­ ban colectivamente la comida de los novicios. Pasado el chikula, cada madre cocina para su propio hijo solamente. Se me dijo que el tocón nkala representaba el pene de los novicios — «si un novicio pierde su nkala perderá su pene». Debe hacer descansar su cabeza sobre el nkala durante la no­ che y sentarse en él durante las comidas y mientras reposa. Cuando se halla de pie en el pabellón debe posar un pie sobre él. Pasado el chikula, los novicios pueden ya dejar su nkala en el pabellón, mientras cazan entre la maleza, pero deben sen­ tarse en él cuando vuelven, antes de hacer ninguna otra cosa. Los ingredientes de la medicina para lavar las heridas de la cincuncisión me fueron explicados por los ancianos del poblado Mukanza cuando volví. La madera mubang'a es fuerte. Muneku viene de kunekuka namuchima, «cambiar de idea, pensarlo mejor». Tiene la propiedad de hacer que las brujas y hechiceros cambien de idea y aparten de sí cualquier deseo d e h a c e r d a ñ o a l o s n o v i c i o s . E l kakenineki t i e n e g r a n d e s f l o r e s b l a n c a s « q u e r í e n s o n o r a m e n t e » (ku-kenama). P o r q u e s o n b l a n c a s y p o r q u e c r e ­ c e n , h a c e n q u e la m e d i c i n a d é f u e r z a y b u e n a s u e r t e . E l chikw ata t i e n e c e p o s c o n lo s q u e a t r a p a a l a g e n t e f u e r t e m e n t e . E l musong'asong'a e s l l a m a d o t a m b i é n muvulama, d e ku-vulama, « o lv id a r » . S i g n i f i c a q u e h a c e q u e l o s b r u j o s « se o l v i d e n » d e e m b r u j a r a l o s n o v i c i o s . E l ch ik o li t i e n e u n a m a d e r a m u y d u r a , c o m o e l mubang'a. N i e l v i e n t o n i l a l l u v i a , n i l a s t e r m i t a s p u e d e n c o n é l. D a u n p e n e d u r o y u n c u e r p o f u e r t e . Tanto el muneku como el muvulama son usados en los ritos funerarios, cuando se cree que hay muchos brujos. y hechice­ ros reunidos, dispuestos a devorar el cadáver. Se los usa para proteger a los miembros del campamento funerario contra los brujos. En el pabellón pude saber que, en tiempos pasados, las va­ ras katochi eran «usadas para hacer fuego», seguramente como taladros de fuego. Durante el kiwidisha, los novicios toman las varas katochi cuando son devueltos a sus madres y las golpean con ellas en la parte de atrás de la cabeza. El ileng'i se emplea en muchas medicinas, no sólo porque sus cañas sirven para «c o rta r» y «h e rir» (ku-tapa), sino también porque crece muy rápido. Los niños tratados con íleng'í, según se cree, crecen también muy rápidamente. Me dijeron también los ancianos que los guardianes de los muchachos eran generalmente sus propios padres, sus herma­ nos mayores ya circuncidados o «Simplemente amigos especia­ les». La tabla I indica claramente la importancia de los víncuTabla I .— Parentesco de los novicios con sus guardianes en el «M ukanda» Parentesco H erm an o s H i j o s d e la n.° h erm an a d e la m ad re 7 3 Parentesco n.° H erm an o s y h erm an o s c la s ific a to r io s 10 H ijo s e h ijo s c la s ific a t o r io s 5 H ijo s H i j o d e la h i j a d e la h i j a d e la h e r ­ m a n a d e la m a d r e d e la m a d r e • H ijo » 3 H ijo d e l h e r m a n o d e la m a d re H ijo d e la h i j a 1 1 S in p a r e n t e s c o 2 2 19 19 TOTAL 1 1 P rim o c r u z a d o N ie to 1 1 loS hermano-hermano y padre-hijo y en el reparto de los pape­ leS de guardián. Se notará, siguiendo el digrama 4, que en el pabellón que aquí nos ocupa nueve de los guardianes cuidaban de sus propios hermanos uterinos, y uno de sus «herm anos» clasificatorios. Dado que los guardianes suelen dorm ir en el mismo grupo que los novicios a su cargo, y puesto que gene­ ralmente los hermanos suelen pasar juntos la iniciación, la mayor parte de los grupos nocturnos estaban formados por conjuntos de hermanos. Dos de los guardianes, incluyendo al guardián del pabellón, cuidaban de sus propios hijos. Se me aseguró que los tíos maternos raramente cuidan de sus sobri­ nos, «porque los tíos maternos pueden convertirse en sus sue­ gros, y sería vergonzoso para ellos tener que compartir los asuntos del pabellón». Es posible también (en mi opinión), que, dado que los tíos maternos son en realidad «madres masculi­ nas», la separación ritual de las madres se aplique también a ellos, por más que en tanto que varones se les perm ita visi­ tar el pabellón. Pude saber por los funcionarios del pabellón que dos días después de la circuncisión, los novicios fueron llevados al río para ser lavados. Allí se les aplicaban al pene las siguientes medicinas: raspaduras de corteza de m usenji; corteza de musafwa machacada y mezclada en agua fría; hojas de kasanji masti­ cadas y aplicadas luego alrededor del glande. Todas estas me­ dicinas tenían propiedades astringentes y secantes. Luego me fue proporcionada una lista mucho más comple­ ta de tabúes alimentarios. Estos entraban en vigor desde el mo­ mento mismo en que el kambanji requería al circuncisor prin­ cipal. Incluían una larga lista de animales y pájaros mancha­ dos o rayados. Comerlos podía significar la lepra. Entre ellos estaban la cebra, el antílope, los servales, los ratones rayados, el martín pescador rayado y un pájaro con manchas en la ca­ beza llamado mulundu. Otro grupo incluía los pájaros y peces con marcas rojas; su ingestión podía provocar una hemorra­ gia excesiva durante la circuncisión. Entre ellos estaba el fran­ colín de patas rojas y ancha papada, el lurio de alas rojas y el sargo de vientre rojo. Los que quisieran comerlos durante el mukanda podían obtener permiso, si antes hacían que se les escupiera medicina ku-seng'ula. La mayor parte de los tabúes siguen estando en vigor después de terminado el mukanda, pero su aplicación va relajándose a medida que van haciéndo­ se mayores los antiguos novicios. N o obstante, Kasonda seguía sin comer carne de cebra treinta años después de su circunci­ sión, aunque hacía poco que un carnicero angolano se la había ofrecido. El pabellón recibía a veces el nombre de «el elefan­ te» (znovu). Mi esposa se dedicó a estudiar el papel de las madres de los novicios con las mujeres del campamento de los padres, escribiendo los textos de sus respuestas. Pudo así confirmar que hasta el chikula todas las mujeres cocinaban juntas para los novicios, y no cada una para su hijo solamente. Si una ma­ dre vivía muy alejada, digamos, en otra jefatura, las otras ma­ dres cocinaban para él, o bien podía llegar ella a un acuerdo con una de sus parientes del poblado para que lo hiciera en su lugar. Cuando el padre del novicio estaba también instalado en el campamento, la madre cocinaba para él al tiempo que lo hacía para los novicios. Si, en cambio, se había quedado en el poblado de origen, su otra esposa o esposas cocinaban para él, o si no las había, su hermana o alguna sobrina. Las madres no pueden usar sal al cocinar «hasta que los makishi salgan del chikula». La sal es «w aw utow ala» y tiene el mismo sabor que la sangre (neyi mashi). Si alguno de los novi­ cios o sus madres comieran sal, las heridas de la circuncisión no sanarían. L o mismo ocurriría si alguna de las madres llegara a dorm ir con su marido antes del chikula. Las madres que llega­ ran a comer sal, por otro lado, se evaporarían al instante en el momento de ser lavadas con medicina durante el chikula. Hay que recordar, en relación con esto, la idea ndembu del semen como compuesto de sangre «mezclada con agua». Una de las canciones cantadas en el wubwang'u o ritual de los ge­ melos, hace referencia al acto sexual, comparándolo con la «dulce m iel» (wuchi wawutowala). Ku-towala, de hecho, signi­ fica tanto «d u lce» como «salado». Resulta así que los ndembu establecen una conexión entre las ideas de «Sangre», «semen», «s a l» y «coito ». El hecho de que tanto el «c o ito » como la in­ gestión de sal sea tabú quiere decir, pues, más que una mera abstención de los diversos tipos de placeres mientras los novi­ cios se hallan en la incomodidad. Las prohibiciones tienen entre sí una conexión intrínseca. Las mujeres dijeron a mi esposa que, lejos de temer la pre­ sencia de los makishi enmascarados, que hacen su aparición en el chikula, deseaban su venida, ya que ello significaba que las heridas de los muchachos habían cicatrizado ya y que los tabúes sobre las relaciones sexuales y la ingestión de sal habían desa­ parecido. Confesaban que «Sentían un poco de miedo de los ma­ kishi», que eran «gente m uerta» (afu) de «hacía mucho tiem­ po» (ahashankulu). Kasonda y yo hicimos varias visitas más al pabellón antes del chikula. En la última visita que efectué, aproximadamente una semana antes de la celebración del chikula,. el vestido del úniCO ikishi estaba ya casi terminado, pero su máscara aún no había sido tallada . En una ocasión vino con nosotros un hombre del poblado Kafumbu, que no había asistido a la ceremonia de la circun­ d a n . Los novicios estaban de pie en su lado de la hoguera alargada lwowa (o mw'owa) dentro del cercado del pabellón, cuando llegamos. Al ver a este hombre, Kantumoya, todos echa­ ron mano de las varas de madera flexible que había a su alre­ dedor y amenazándole gritaron al unísono: ¡tw olola! («¡enseña tu pene!»). Durante la ceremonia de la circuncisión, todos los hombres presentes deben probar que están circuncidados. Kanturnova, no habiendo demostrado aún su estado circunciso, te­ nía que mostrar ahora su pene a los novicios. En venganza, co­ d o éste el tocón nkula del novicio más próximo y gritó «zandcineiíM!» ( «¡levantad una pierna!»). Todos los novicios al pun­ to quedaron a poya dos en una pierna o se tumbaron en el suelo con una pierna levantada. Kantumoya, entonces, cogió un man­ go de hacha del cercado y corrió con él hacia el lugar de mo­ rir. Mientras permaneció allí, los muchachos se vieron obliga­ dos a mantenerse en aquella posición, ya que, si está presente algún hombre que haya sido circuncidado en fecha anterior a los demás presentes, todos los inferiores a él deben separar del suelo una pierna cuando él grite « zandamenu! ». Si este hombre coge dos tocones ankala, los novicios entonces deben tumbarse con las dos piernas levantadas en el aire. Cuando Kantumoya volvió al fin del lugar de m orir y devolvió el nkala a su dueño, todos los novicios volvieron a poner en el suelo los suyos y gol­ pearan con el pie sobre ellos. Cuando los novicios quieren saludar a sus amigos jóvenes va iniciados, deben tocarles levemente en la mano, en vez de apretar fuerte. Si llegaran a apretar, esto haría que la cicatri­ zación de sus heridas se retardara. Para entonces, unos pocos de los muchachos habían curado va por completo de sus heridas. A éstos se les perm itió ya pe­ netrar en la selva a cazar animales y pájaros, y a pescar con sus guardianes. Los guardianes avezados en las artes de la selva |es enseñaban cómo seguir la pista de los diferentes tipos de caza. cómo hacer trampas y lazos de manera adecuada, así como las técnicas de pesca. Todas las piezas cobradas se col­ gaban del árbol antes mencionado y sólo podían ser comidas Por l os novicios y sus guardianes. Los novicios tenían que responder a los acertijos que los ancianos les formulaban. Cuando tardaban en contestar o fa­ llaban en la respuesta, recibían unos azotes. En otros tiempos, me dijeron, se les hubiera castigado por esto con el mismo cas­ tigo que se daba a los esclavos, colgándolos por el cuello del codo de un árbol. N o sólo los novicios, sino también los guardianes menores eran castigados por las faltas contra disciplina del pabellón. Se­ gún los ancianos del pabellón, el principal fin de la reclusión era enseñar a los jóvenes guardianes, a la vez que a los novi­ cios, a respetar y obedecer a sus mayores. Tenían que adoptar un aire modesto, hablar sólo cuando se les dirigiera la palabra, coger y llevar el doble de todo lo que se les pidiera y hacer los recados. Uno de los jóvenes guardianes fue llevado ante Nyaluhana y Wukengi en el campamento de los padres, estan­ do yo presente, y fue severamente reprendido por haber habla­ do en voz alta de las cosas del pabellón en presencia de las mujeres que cocinaban en el «fuego del mukanda». Como casti­ go se le impuso llevar toda el agua que pidieran los novicios durante varios días. Los oficiales del mukanda podían establecer por cuenta propia un tribunal ad hoc, según me dijo Nyalu­ hana, y no tenían que someterse a la jurisdicción del jefe en cuestiones relativas al mukanda. Si uno de los novicios murie­ ra durante el mukanda, sus parientes no podrían presentar que­ rella contra los funcionarios ante el tribunal del jefe. Sólo Dios (Nzam bi) es responsable en este caso, decía Nyaluhana. Los guardianes jóvenes eran responsables de la buena conducta de los novicios a su cargo y podían recibir de los guardianes ma­ yores o de otros ancianos orden de azotarlos. Tenían también que hacer guardias nocturnas para evitar que las mujeres y :>tras personas no autorizadas se acercaran al pabellón. Los guar­ dianes mayores tejían los vestidos del makishi, los jóvenes vol­ teaban las bramaderas. Los novicios recibían instrucción verbal no solamente de los funcionarios del pabellón propiamente dicho, sino también de aquellos ancianos de cerca o lejos que decidían visitarlos. Se les conminaba a no jurar, a evitar el adulterio cuando deja­ ran el mukanda, a no robar, a no mentir, a estar prontos a rea­ lizar las tareas encomendadas por los mayores, a ser hospita­ larios, a no hacer irrisión de las personas de edad, y a reír y ser amables con sus iguales. Se les decía que fueran valientes, :orno leones, cuando fueran de caza. ¿Qué puede temerse, cuan­ do se ha conocido la navaja del circuncisor? Se les advertía también contra la tentación de recurrir a la hechicería. Antes del chikula, no obstante, las palizas tienden a ser le­ veS, según se me dijo. Pero después del chikula se hacen fre­ cuentes, y en tiempos pasados, a lo que incurrían en falta, po­ dían incluso llegar a ordenárseles tareas tan peligrosas como ir a recoger miel en los panales de las abejas salvajes, con un cinturón de hierba como única protección (fwefweta). La mayor parte de las observaciones de White sobre el pe­ ríodo del reclusión se refieren a los pabellones luvale, pero hace también referencias a los pabellones lunda, y algunas de sus observaciones contienen datos válidos por igual para los lunda, los luvale, los chokwe y los luchazi. Los siguientes datos están tomados de las pp. 47-50 (1953) de su estudio. El pabellón es un cercado oblongo; el pabellón luda tiene sólo una entrada, situada en la parte frontal. White dice que, en Mwinilunga, los pabellones están techados, pero el que yo pude contemplar en Wukengi estaba descubierto, como lo es­ tuvieron también los pabellones de que pude recoger informa­ ción en los poblados Nswanamundong’u y Ntambu. En los pa­ bellones lunda, los fuegos individuales de los novicios se hallan colocados en el centro del pabellón. White menciona que los novicios duermen por parejas en corralillos de varas; en Wukengi no existían tales corralillos. Dice también que, en todos los pabellones, los guardianes duermen formando una hilera a lo largo de la parte interior de la pared frontal, mientras los novicios lo hacen en otra hilera situada a lo largo de la pared trasera. N o pude ver el pabellón por la noche, pero los ofician­ tes me aseguraron que, como ya he dicho, guardianes y novicios dormían juntos en grupos de parientes y amigos, en torno a los fuegos. Pude ver marcas de quemaduras en las piernas de los novicios que, según me dijeron, habían d o l i d o demasia­ do cerca del fuego. White dice que en los pabellones lunda, el lugar donde los novicios orinan (chitekelelu) está marcado por una estaca de mubang'a clavada en el suelo. Pude ver un árbol mubang’a al que los novicios golpeaban antes de empezar a orinar, como ya he descrito. Las observaciones de mis informantes coinciden, no obstante, con White cuando dice que los lunda tienen que salir fuera para orinar durante la noche. La palabra lwowa para designar el fuego ritual, dice White, es uno de los términos esotéricos de los ritos que no deben ser pronunciados ante las mujeres. Los pabellones lunda tienen sólo un fuego lwowa, situado fuera del pabellón, que tiene fo r­ ma alargada. En cada uno de sus dos extremos se clava una estaca mágica (shiza) para alejar el mal ^ El fuego sirve como punto de reunión de los ocupantes del pabellón; se calientan en torno a él, y junto a él cantan y se divierten. Nada debe que­ marse ni cocinarse en él, ni tampoco debe ser utilizado para en­ cender tabaco — extrem o éste que en Wukengi no se observó. White menciona un punto en la pared trasera del pabellón, llamado ndambi 20, en el que está clavado un palo ahorquillado. Se trata de un lugar ritual y prohibido. Los novicios no deben mirarlo, de ahí que tengan que bajar la cabeza al entrar en el pabellón. Toda la comida que dejan los novicios es arrojada por encima del ndambi. Cuando los novicios están fuera del pabellón durante el día, deben mirar siempre a sitios alejados del ndam­ bi, que es el símbolo de la niñez que han dejado. Como ya he­ mos visto, en el pabellón que yo visité, los restos de comida se dejaban debajo de la mesa situada al lado de la puerta del pabellón. N o observé ningún palo similar en el pabellón de Wuwengi, pero mis informantes me dijeron que en tiempos pasa­ dos era costumbre que hubiera uno. En los pabellones lunda, según White, se encuentra también una estaca llamada mwima, situada fuera del pabellón y en la parte trasera, cerca del ndambi. Sobre ella se coloca una cesta que contiene las medicinas proporcionadas por el circuncisor, el cuchillo sin lavar del circuncisor, una pequeña calabaza con medicina usada por éste para untar la espalda de los novicios y una pluma roja de un ala de lurio. Según mis propias observa­ ciones y la información recibida, la estaca mwima se hallaba co­ locada en el árbol mudyi bajo el cual había sido circuncidado el kambanji, y recibía también el nombre de muchanka waMnkanda. El circuncisor lavó su cuchillo una vez terminada la opera­ ción y dio con él la primera comida a los novicios; no había tampoco calabaza de medicina en el Iwatu y la pluma roja se ha­ llaba inserta en el recipiente kadiwu de Sampasa. Las observaciones de W hite concuerdan con las mías cuan­ do dice que los novicios no llevan ningún tipo de ropa duran­ te el prim er período de reclusión; pero sus penes no se halla­ ban vendados con hojas atadas con tela de corteza, como él afirma, o en todo caso no después de los primeros días. Cuando los guardianes les curan las heridas, los novicios, según White, 19 M u c h o n a m e d i j o q u e shiza e s l o m i s m o q u e yikom u, « c la v o » . S e c l a v a n (ku-kopa) n o s o l a m e n t e e n c a d a u n o d e lo s e x t r e m o s d e l lwowa, s in o t a m b ié n e n e l « fu e g o » d e l m ukanda ». 20 M u c h o n a m e d i j o q u e ndam bi s i g n i f i c a b a l o s t r o z o s m i s m o s d e co­ m id a a r r o j a d o s p o r e n c i m a d e l p a b e l l ó n . no deben mirarlas; yo personalmente no pude observar el pro­ ceso de la cura de las heridas. Según White, los novicios duermen con una vara separán­ doles las piernas para evitar que puedan com prim ir la herida; esta vara recibe siempre el nombre de «p erro». Probablemente esta observación hay que referirla a los luvale. Entre los ndem­ bu la vara o tocón recibe el nombre de nkla, «mangosta», y se dice que debe ser usada de almohada. Puedo confirm ar las observaciones de White sobre la pro­ hibición de entrada en los pabellones lunda a los niños, y sobre la obligación de los extranjeros de enseñar su pene, cuando hay duda de que estén circuncidados. White dice que el término lunda para hacer referencia a esto es kutoholola (que yo escu­ ché como kutowolola). Los novicios no pueden lavarse durante este período, dice White; la «amistad de sangre» que implícitamente une a los que han pasado los ritos juntos, se interpreta . generalmente como simbolizada en el hecho de haber comido la mutua su­ ciedad, al comer juntos durante este período. Según White, el contacto con el fuego les está prohibido a los novicios hasta no haber curado totalmente de sus heridas; no pueden recoger leña para el fuego, ni tocar las cenizas, ni remover las hogueras nocturnas por sí mismos; deben ser los asistentes quienes recojan la leña y, por la noche, si el fuego empieza a languidecer, el novicio debe levantar a su chilom bola para que lo atice. El contacto con el fuego se piensa que puede retrasar la cicatrización efectiva (cf. Turner, Drums o f A ffliction, cap. v iii). Al comparar las observaciones de White con las mías pro­ pias, podría parecer que a la vez que existen muchos rasgos co­ munes, hay también una buena cantidad de variantes, no sólo de una tribu a otra, sino, dentro de cada tribu, de una ejecu­ ción a otra. La mismas ideas y temas simbólicos pueden ser representados por símbolos diferentes según las distintas eje­ cuciones. Mis propias observaciones sobre el chikula resultan más bien ^suficientes, ya que me perdí la primera parte de los ritos y olvidé pedir una descripción completa de los mismos a mis in­ formantes. Daré un cuadro general de lo que sobre la primera parte de los ritos pude espigar de diversos informantes, entre los que hay que contar al jefe Ikelenge, a Kasonda y a Sakutoha; a continuación daré mis propias observaciones de los esta­ dios posteriores. Cuando se considera que los novicios están plenamente re­ cuperados de las heridas y el shock de la circuncisión, y los vestidos y máscaras makishi están ya terminados, el instructor del pabellón pide al organizador que diga a las madres de los novicios que fermenten gran cantidad de cerveza — digamos diez o doce calabazas— para la celebración de los ritos chikula. El jefe Ikelenge me dijo que estos ritos llevaban el nombre de chikosa chikula, y tanto él como Kasonda coincidieron en que hay tradicionalmente dos rituales chikula, el chikula chanyanya o «pequeño chikula», cuando los novicios son lavados ritualmente por primera vez, y aparecen por vez primera los makishi, y el chikula cheneni, que tiene lugar entre el chikula chanyanya y los ritos finales del kwidisha. A las mujeres se les dice que si se vierte cerveza en el lugar de morir, los makishi saldrán de la tierra y empezarán a dan­ zar. Al igual que las mujeres, los novicios creen que los makishi son «gente muerta» (afu). También se les informa de que el instructor del pabellón va a elevar una oración con mpemba en el lugar de m orir en honor de un ikishi «que es una cosa terrible y está debajo de tierra» (kukanlung'a kachinana, «en la tumba roja »). A primera hora de la mañana del día del chikula, los novicios ven a muchos de los guardianes dirigirse a la parte trasera del pabellón. Ven cómo se llevan hacia esa parte cala­ bazas de cerveza. A continuación oyen fuertes canciones. Los guardianes y otros hombres se cargan a los novicios sobre sus hombros. Otros se colocan detrás para evitar que echen a co­ rrer. Están llenos de miedo, pero deben permanecer frente al pabellón. De pronto aparecen dos makishi, el prim ero llamado Mvweng’i, y luego otro, llamado K a totoji, conducidos por el instructor del pabellón. Estos se abalanzan sobre los novicios y los golpean con sus varas. Los padres consuelan a sus hijos, diciéndoles que no volverán a recibir más golpes de los maki­ shi. Luego de esto, los makishi, acompañados por los ancianos, se dirigen al «fuego del mukanda». Allí se obliga a estar presen­ tes a todas las mujeres de la vecindad. Al contrario de los makishi luvale, los ndembu no pegan a las mujeres, ya que se dice que si las mujeres llegaran a tocarlos contraerían la lepra. Las mujeres deben reunirse en tom o a los makishi y cantar, mientras éstos las dirigen desgarbadamente. Los makishi traen consigo sal, que los guardianes que les acompañan pasan a los padres y madres de los novicios. Luego los maki­ shi son conducidos a los altares de arbustos nyiyombu del po­ blado y reciben los nombres de remotos antepasados varones. En un d e te ^ in a d o momento, o antes o después de la aparidón de los makishi, los novicios son untados con medicina ku'seng’ula, hecha de hojas de m ukom bukom bu y mututambutulu mascadas por el instructor del pabellón, y escupidas sobre ja juntura del brazo, muñecas, hombros y parte posterior de jas orejas de los novicios. Esto sirve para evitar que sueñen con los makishi. Los muchachos y jóvenes no circuncidados, a Jos que no se había perm itido tomar parte en episodios ante­ riores del ritual, fueron tratados de similar manera en el cam­ pamento de los padres. Al aplicársele la medicina al novicio, el ikishi se inclina muy cerca de él, casi tocándole. Esa misma mañana, tras la aparición de los makishi, los no­ vicios son llevados a una corriente de agua y sumergidos total­ mente en ella. Luego son lavados por el intructor del pabellón con una nueva medicina nsompu llamada yitum bu yachikula, compuesta de hojas machacadas de musoli, m unjim bi, museng’u, kabalabala, m uhotuhotu, mubang'a, musesi wehata, musesi mwezenzela, m ulum bulum bu, muhuma y mukonkola. La medi­ cina está guardada en la cesta lwalu usada por el circuncisor principal durante la circuncisión. A continuación, los novicios escarban en las racíes de un cierto árbol, extraen fibras de ellas y se hacen unas faldas lla­ madas fwefweta, que deben llevar a partir de entonces y hasta el kwidisha. Luego, son enviados a la selva a cazar animales pe­ queños y a atrapar pájaros por su propia cuenta; lo que ^cazan lo entregan a los guardianes. Más tarde, y durante el mismo día, los makishi danzan de nuevo en el campamento de los padres y en el poblado patro­ cinador. Los padres de los novicios y los circuncisores esperan tener esa noche coito ritual con sus respectivas esposas. Las madres de los novicios, mientras tanto, cocinan comida aliñada con la sal recibida de los makishi. He recogido una serie de textos sobre los makishi, que des­ criben su forma general y sus funciones, las diferencias entre los diversos makishi, así como la conducta que deben observar los que van vestidos de tales. Muchona analiza el problem a de la relación existente entre la sombra de los antepasados (m ukishi) y las máscaras y vesti­ dos para la danza (makishi) — un problema que divide y causa tanta perplejidad a los ndembu como a los mismos antropólo­ gos. A este respecto me dijo: «M u k ish i ona w afw ili iyanatunguwu mwikishi yamwekani kumesu anyana nikumesu awambanda nanyanta (la sombra es alguien que muerto adopta [la form a de] un [vestid o] ikishi que es visible ante los niños y ante las mujeres y jefes ).» Siguió diciendo que el danzante re­ presenta el «cuerpo de la som bra» (m u jim ba wamukishi). «Esa sombra (m ukishi) proviene de los árboles m uyombu plantados en el lugar de m orir durante la circuncisión. Es allí donde el instructor del pabellón oraba.» Y continuó: L a s o m b r a d e ikishi (mukishi wekishi) es p r o p i a d e l o s h o m b r e s f a m o ­ s o s , ta le s c o m o j e f e s , c a z a d o r e s , h o m b r e s r ic o s , h o m b r e s c o n m u c h o s h i j o s o q u e t i e n e n a n t e p a s a d o s i m p o r t a n t e s (ankakulula). E l d a n z a n t e iki­ shi s e s u p o n e q u e e s t á a y u d a d o p o r e s a s o m b r a . H a s t a u n n ú m e r o d e c u a t r o makishi v i e n e n a v i s i t a r a l o s n o v i c i o s a n t e s d e l chikula chanyanya. A n t e s d e q u e v e n g a n , l o s m u c h a c h o s r e c i b e n m e d i c i n a ku-seng'ula, p a r a q u e n o s i e n t a n m i e d o . L a p r i m e r a v e z q u e a p a r e c e n g o lp e a n a lo s n iñ o s , lu e g o y a n o . L a s m u je r e s p u e d e n c o n tr a e r la le p r a s i d u e r m e n c o n u n d a n z a n te ikishi. D i c h o d a n z a n t e d e b e l a v a r s e c o n m e d i c i n a chikula a n t e s d e v o l v e r a l p o b la d o , tr a s la d a n z a . L a m e d ic in a s ir v e p a r a p u r if ic a r lo o lim p ia r s u c u e r p o (yitumbu yakuditookesa nachu mujimba hela yakudikosa na- chu hamujimba). Según Muchona: Katotoji d e b e r í a s e r e l p r i m e r ikishi e n a p a r e c e r a n t e lo s n o v i c i o s . L l e v a f a l d a nkambi d e h i e r b a s t i e s a s , c o m o l o s n o v i c i o s d u r a n t e e l kwidisha. A l i g u a l q u e l o s n o v i c i o s , t a m b i é n l l e v a d o s e s t a c a s y l e s p e g a c o n e ll a s a t o d o s j u n t o s . E s e l m á s l i s t o d e t o d o s , p e g a a l o s n iñ o s c o n s u s v a r a s , o a c u a l q u i e r a q u e s e r í a d e é l. S e m u e v e m u y r á p i d o . ChafwanaJ ( ¡ e s t e r r i b l e y p e l i g r o s o ! ) . una La canción que las mujeres cantan al K a to to ji dice como si­ gue: «K a to to ji wenze-e woho wenze-e wajila m w ikeki wenze woho wenze-e mwitala weng’ilang’a wenze wohoho wenze (Katojoji viene. Viene, impide [que la gente se pare] en la veranda, vie­ ne a la choza, entra, viene, viene).» Su conducta me fue luego descrita por Muchona como «com ­ pletamente fiera todo el tiempo (ku-zuwang’ang’a chik up u)». Hace correr a la gente «actuando enloquecidamente». Muchona derivaba el nombre K a toto ji de ku-totola, « ir a cortar árboles» (to-to-to), abandonándolos luego sin derribarlos — una referen­ cia a la circuncisión. El otro auténtico ikishi ndembu —-fa m ayor parte de los que actualmente suelen verse en Mwinilunga, según Muchona me dijo, habían sido tomados de los luvale— es Mvweng'i, al que describió como «alguien muy ancho con muchas cuerdas colgan­ do de él». Es el jefe de los makishi. M vw eng'i se siente pesado y lleva una falda nkambi con cintas. Lleva una campana de caza mpwambu. Mira a un lado y a otro, y hace soñar a la gente. •*> t 5. Utensilios empleados para llevar la comida a los n0vicios desde el «fuego del mukanda», situado en el campamento donde sus ma­ dres viven y cocinan para ellos durante el período de reclusión. La comida no con­ sumida no vuelve a emplear­ se más tarde ni se tira tam­ poco, sino que se reúne de­ bajo del entramado. 6. El ikishi Chizaluki inspecciona un poblado en las cercanías del pa­ bellón iniciático con el espantamoscas en la mano. Nótese la barba, sím­ bolo de la dignidad de jefe. 7. Chizaluki danza en un poblado, mien­ tras las mujeres can­ tan su «tema» propio. 8. Un anciano del pabellón de la cir­ cuncisión sopla me­ dicina en la oreja de Jn niño, para que éste no sueñe con Chiza­ luki. Toda su cara parece estar llena de guiños. Es llamado nkaka, « abuelo», y le cantan de la siguiente manera: Kako nkaka eyo nkaka eyo eyo nkaka yetu nenzi, eyo eyo, nkata yetu A b Ue l o , oh abuelo, nuestro abuelo ha venido, oh abuelo mwanta; mbwenmboye mbwemboye yawume-e mwang'u watulemba mbwemboye j e f e ; e l glande del pene, el glande está seco, una manada de espíritus tulemba, el glande yawumi. Wenze wawami ikishi wawombe-e ohohoho wenze, wawani ikishi e s t á s e c o . Ya viene el ikishi que puedes encontrar, marcha en secreto, y a vie ne el ikishi que puedes encontrar. La canción describe la curación de las heridas del muchacho. Los tulemba son modos de manifestación de las sombras de los antepasados, y posiblemente en el pasado remoto, espíritus de la naturaleza, que producen la muerte de los niños y son propiciados en los ritos del culto femenino kalemba. La canción parece que quisiera indicar que las influencias hostiles contra el bienestar de los niños, representadas por los tulemba, se ven dispersadas por la llegada de los makishi, que muestran que los novicios ya están curados. El mismo M vw eng'i es considerado pernicioso para la fertilidad de las mujeres, ya que las muje­ res que llevan mal el embarazo se cree que sueñan con Mvweng'i. El ritual isoma, destinado a propiciar las sombras de los ante­ pasados, que «han vuelto como isoma o kabwiza» contiene va­ rias referencias al mukanda: la canción de circuncisión, « kwalam o-o» es cantada a la vez que se sacrifica un gallo rojo en las cercanías del lugar de la celebración, y el modo de danzar isoma consiste en un delicado balanceo rítmico, llamado kupunjila, que se asemeja al balanceo del danzante Mvweng'i ikishi. Los demás makishi que ocasionalmente aparecen en los rit­ mos ndembu, según Muchona, son: M udim bula, similar a Katotoji, y que lleva una larga pipa afilada en lo alto de la cabe­ za; Chikumbu, «el calvo» (la calvicie es la marca de la ancianidad, dicen los ndembu), llamado también kashinakaji, «el v ie jo » (o «la vieja», según los contextos), o bien m ukulum pi, «el ancia­ no», ya que Chikumbu «camina como un viejo, babeando, me­ neando la cabeza y medio dorm ido»; y Chizaluki, «el loco», que fue el que apareció en la granja Wukengi (ver ilustración 6). Todos estos son makishi prestados; los ndembu y otros lunda tienen generalmente pocos makishi, al contrario de las tribus balovale, que a veces muestran una docena o más en una sola celebración. En realidad, tradicionalmente, los ndembu sólo dis­ ponían de K a to to ji y M'vweng’i. Recientemente han tomado pres­ tada también de los balovale a Mwana Pwebo, «la joven », dán­ dole el nombre de Chileya yawambanda, «la loca de las mu­ jeres». Sandombu, uno de mis informantes del poblado Mukanza que había bailado como K a to to ji en varias ocasiones, me habló del papel de los danzantes ikishi en los siguientes términos: S i la s o m b r a a c u y o n o m b r e u n o r e e m p la z a q u ie r e q u e u n o d a n c e v e s ­ t i d o d e ikishi s e t e i n t r o d u c i r á d e n t r o . E l v e s t i d o ( d e ikish i) s e f a b r i c a e n e l p a b e l l ó n . C u a n d o e s t á t e r m i ­ n a d o f i n g i r á s (ku-lum bisha) q u e t i e n e u n n o m b r e d i f e r e n t e . P o r e j e m p l o , L u p i n d a , eJ L u p i n d a q u e h a m u e r t o , é s e e s e l q u e tú - p r e t e n d e s q u e s e h a m e t i d o e n e l ikishi. T ú v ie n e s c o n é l ( d e s d e e l p a b e l l ó n ) a l p o b l a d o , y m i e n t e s s o b r e é l ( d ic ie n d o ) q u e e s L u p i n d a q u e m u r i ó h a c e t i e m ­ p o . T o d o e l p u e b l o s e r e ú n e p a r a v e r a L u p i n d a . T r a e n u n p o s t e p a r a po­ n e r l o c e r c a d e l o s á r b o l e s nyiyombu, t r a e n u n t a b u r e t e p a r a p o n e r l o s o b r e e l p o s t e , t r a e n u n c h i v o o d o s g a l l i n a s , t r a e n p o l v o mpemba, r e ­ z a n a l a s o m b r a q u e c r e e n q u e e s t á e n e l ikishi. R e z a n y le d a n e l c h i v o . E l e s p í r i t u (m ukishi, e s d e c i r , e l d a n z a n t e q u e r e p r e s e n t a e l p a p e l d e s o m b r a ) s e lle v a e l c h iv o y lo e n t r e g a a s u s g u a r d ia n e s . E l lo s lo lle v a n p a r a lo s n o v ic io s , lo m a t a n y lo c o m e n . E s e d ía r u e g a n p o r é l, n o p u e d e d a n z a r , s in o q u e d e b e d o r m ir p r im e r o . M á s ta r d e , o t r o d ía , la s m u je r e s d a n z a 'r á n y b a t i r á n p a l m a s y c a n t a r á n , y l o s h o m b r e s t o c a r á n l o s t a m ­ b o r e s . E l v a a d a n z a r a to d o s lo s p o b la d o s . S e le h a c e n r e g a lo s d e d i­ n e r o o r o p a . L o s l l e v a a l mukanda, l o s d e j a a l l í y s e q u i t a s u ikishi ( v e s t i­ d o ). E n to n c e s se v a a s u p r o p io p o b la d o . Según supe por Nyaluhana, las mujeres y los niños creen que los makishi mueren tras la danza ku-tomboka ejecutada por los novicios ya iniciados al final del kwidisha. Algunas de las más­ caras son escondidas cerca del pabellón quemado, en calaba­ zas, y pueden ser usadas de nuevo en subsiguientes celebracio-" nes. La máscara lleva el nombre de kumesu ekishi, «la cara del ik ish i», o kumesu achileng'aleng'a (de ku-leng'a, «cortar cor­ teza en tiras»; esto hace referencia a los vestidos makishi de cuerdas de corteza), mientras que el vestido lleva el nombre de m ujim ba wekishi, o «cuerpo del ikishi». Otros informantes me dijeron que las máscaras son escondidas en el mismo pobla­ do de los danzantes, a veces en calabazas escondidas en las bardas del chota o cobertizo de los hombres, donde se supone que las mujeres no pueden entrar (aunque a veces vi a mujeres ancianas sentadas en los cobertizos de los varones cuando ha­ bía poca gente). El significado de los makishi y de las máscaras iniciáticas ya ha sido tratado en un capítulo analítico anterior (p. 80). Aquí, sencillamente, me he limitado a reunir los datos exegéticos que los ndembu me dieron sobre el tema. Su escasez contrasta mar­ cadamente con otras clases de interpretaciones. A Kasonda y a mí nos fue imposible asistir a los primeros rit0s del chikula, porque, com o frecuentemente ocurre en el trabajo de campo, a la misma hora en que se celebró yo tenía que hacer observaciones en otro sitio sobre otro importante ritual. Llegamos al «fuego del mukanda» a las 8,30 a.m., apro­ ximadamente, del 20 de julio. Muchas mujeres se hallaban en el campamento de los padres machacando cazabe para los no­ vicios y para los visitantes que se habían reunido. Los funcio­ narios del pabellón estaban esperando a un muchacho que había sido enviado al almacén del Boma a comprar tela blanca para el ikishi. Wukengi me dijo que el día anterior a las 4 p.m. habían ce­ lebrado los ritos chikula chanyanya. El ikishi Chizaluki había hecho una breve aparición, dijo, y Sampasa había dado sal a los padres de los novicios en nombre del ikishi. También les había lavado la cara y el cuello con medicina chikula recogi­ da en su cesto lwalu. Mientras nos hallábamos esperando, pasó caminando con tranquilidad un hombre que llevaba un látigo de cola de ñú y un bastón labrado (mbw echi). Reconocí en él al hermano ma­ yor del más famoso danzante del distrito Mwenilunga, Kaseng’ ula. Se sentó durante un rato con los ancianos, y luego calla­ damente se escabulló en dirección al pabellón. Musona me su­ surró que creía que sería él quien bailaría como Chizaluki. Sampasa a continuación lavó a unos pocos hombres y muje­ res con medicina chikula. Eran gente que no había podido asis­ tir a los ritos del día anterior. Cuando hubo terminado, vertió lo que le quedaba de medicina sobre el árbol ch ik oli del cen­ tro del calvero. Dos guardianes jóvenes recogieron la comida de los novicios y avanzaron lentamente con ella camino del pabellón. Tomaron también con ellos el cepillo de hojas de Sampasa. Me di cuenta entonces de que todas las madres de los novicios habían sido untadas con arcilla mpemba alrededor de los ojos. Me puse a conversar con un minero que trabajaba en la mina Nchanga y estaba de vacaciones. Me contó que tras diez años en la mina — conducía una grúa para rem over grijo— ha­ bía logrado ahorrar 300 libras y quería poder volver al hogar natal y establecerse como comerciante. De repente me señaló que el ikishi estaba acercándose. Como habitualmente ocurre con los makishi venía de una dirección inesperada — del poblade Wukengi y no del pabellón o de la selva. Iba vestido con un vestido de tejido de cuerda de corteza katochi, decorada con dibujos blancos, rojos y negros, y llevaba una fusta de cola de antílope. La parte de atrás de la máscara iba recubierta con una piel entera de mangosta kam bunji (cuya carne es tabú durante el mukanda) y una barba de pelo de antílope amarillo adornaba la «cara » (véase ilustración 7). Se form ó un círcu­ lo de hombres y mujeres, repartidos en dos mitades, y el iki­ shi entró dentro. Los hombres cantaban y batían palmas igual que las mujeres, y me dijeron que esto se hacía sólo cuando un ikishi iba a bailar. Los padres llevaron entonces a sus hijos in­ circuncisos, que lloraban y sollozaban de terror, a ver al iki­ shi. El instructor del pabellón se colocó junto al ikishi y se de­ dicó a aplicarles medicina ku-seng'ula, escupiéndola, como ya he dicho, para im pedir que tuvieran pesadillas (véase ilustración 8). Se hicieron muchas críticas a la ejecución del danzante; se decía que siendo lunda como era no podía bailar como un luvale. Después de un cuarto de hora aproximadamente, Sampasa condujo al ikishi hacia los árboles nyiyombu de la granja Wu­ kengi. Todos los funcionarios y celebrantes del mukanda, junto con otros ancianos, los acompañaron. Y a en los altares, Nya­ luhana dio al ikishi el nombre de «M akana». Este nombre perte­ necía a uno de los antiguos Kanongesha,. jefes principales de los ndembu. Makana era además un predecesor matrilineal del mismo Nyaluhana. Nyaluhana rezó a la sombra de Makana (m ukishi) con mpemba, y mientras él lo hacía, el ikishi miraba hacia el cielo. Luego, fue conducido de nuevo al campamento y se inform ó a las mujeres de que era «realm ente Makana». Pregunté a Sampasa y a Nyaluhana p o r qué había solamen­ te un ikishi, y además un ikishi luvale. Ellos me replicaron que la mayor parte de los hombres estaban fuera, trabajando en el Copperbelt o en los puestos de trabajo locales. N o daba para hacer más que un solo vestido. Ni había tampoco a mano dan­ zantes que conocieran los movimientos correctos del ikishi. Tal como estaban las cosas, habían tenido que contratar los servicios de un carpintero y tallista luvale para hacer la más­ cara. El danzante ikishi, con el arco en la mano, danzó la danza de caza Wubinda varias veces. Los jóvenes empezaron a animar a las mujeres a que cantaran modernas canciones «c h ik in ta » (véase p. 234), pero Nyaluhana puso el veto a esto. Kasonda me dijo que habitualmente e l danzante ikishi, antes de salir, se toma varias tazas de cerveza en el lugar de morir. En esto le acompañan los guardianes, y todos juntos se beben tres o cua­ tro calabazas — para animarse, como quien dice. Nyaluhana me d ijo que el pabellón se quema aproximadarnente dos horas antes del amanecer del día que sigue a aquel en que los muchachos vuelven a ver a sus madres. El lugar de rnorir es abandonado entonces y considerado en lo sucesivo como una tumba. Es más peligroso incluso que una tumba, no obstante, ya que ni las mujeres ni los anteriores novicios deben acercarse a él, so pena de contraer la lepra. En cuanto al lugar de emplazamiento del campamento de los padres, después del mukanda vuelve al destino común de la selva. Más tarde, cuando un muchacho incircunciso trató de acer­ carse a la cerca de los novicios, Nyaluhana, montando en có­ lera, lo expulsó arrojándole varas, piedras y una andanada de maldiciones. Se intentó capturarlo y traerlo ante el ikishi, que le hubiera «zurrado y hecho unas muecas», pero muy juicio­ samente había desaparecido. Por su parte, el ikishi volvió al lugar de m orir y se reveló como el hermano de Kanseng’ula, al quitarse el vestido. Nos tomamos unas cuantas cervezas con él y luego se marchó, no muy derecho, camino de su casa. He aquí la información proporcionada por Chimwang’a so­ bre algunas costumbres alimentarias de los muchachos, una vez pasado el chikula: Neyi anyadi analuki dehi akuyiletela Kudya nachu yakuiung'a Cuando los muchachos han sanado ya, traen comida para ellos sazo­ nada con mun¡’wa. Mukwakutwala kudya wuKuya nakwimba kamina kakutwala sal. El que lleva la comida cantará una canción para acompañar nshima iku nasendi nshima hamutu hela hamafwiji. Chatumbulayi la pasta que lleva, transportándola sobre la cabeza o sobre los hombros. Cuando ha cantado kamina wukwimbila anyadi, anyadi akwakwija kamina, kamina kanowu la canción, cantará para los novicios, los novicios le responderán con un canción, la canción especial (para cuando) wudinakwinza nanshima. Owu iyala wukwila imbe-e ninichi chakushikayi él viene con la pasta. El hombre sigue cantando hasta que ha llegado (a donde) kudi anyadi. Anyadi chakumonawu nshima hiyakwimba embang'a kamina |os novicios. Cuando los novicios han visto la pasta cantan su canción nawu ntombu nshima, ntombu nkalata 21, eyo nshima yetu. Ona wukwinza «Esclavo tributario (con) la pasta, esclavo (con) la pasta, sí, (es) nuestra Pasta.» El hombre llega nanshima iku nakwinza kwakwihi anyadi ejima akwimana; neyi nshima con la pasta y cuando se acerca a los novicios éstos se pondrán d'e pie; cuando la pasta 21 Término esotérico empleado en el pabellón para designar la pasta de cazabe. anatuli dehi anyadi ejim a akuhamina hankala jawu, akushakama ejim a e sté d e p o s it a d a e n e l s u e lo t o d o s lo s n o v i c i o s s a l t a r á n s o b r e s u s t o c o n e s , nkala t o d o s s e s e n t a r á n hankala akuyanzang'ana nshima chikanka ch im u h ejik u niyakudya nachu so b re lo s to c o n e s , d iv id ir á n la p a sta , u n a p ie z a p ara cad a fu e g o , chochina hohu hamajiku ejim a. Anyadi ejim a ching'a kudya chachiw ahi y c o m e r á n d e la m is m a c i o s d e b e n c o m e r b ie n , m an era en to d a s la s h o gu eras. Todos lo s n o v i­ nakumwena nzo-o nakubula kwinyisha kudya. Neyi anamanishi dehi e sta r han c o m p le ta m e n te en s ile n c io , y no d e s p e r d ic ia r la c o m id a . Cuando kudya ejim a wawu akunyamukila hamu hiyahuya nakunoka mumashina c o m id o , to d o s e llo s , deben ap resu rarse a d escan sar to d o s ju n to s b a jo anyitondu muwulelu. N am elele akwila m vow um u ilang'a akushiya hohu lo s á r b o le s a la s o m b r a . p e r o d e j a r á n s ó lo , Por la n och e a c tu a rá n mwana himwana kashima kakunata nachu cad a m u ch ach o p or sep a ra d o , un p eq u eñ o c o n u n a r a m i t a l l a m a d a kang'eli, p o r q u e de la m is m a m an era, kang'eli m ulong'a tr o z o de p a s ta p ara la n z a r lo itang'wa dinayi dehi. Chakumanishawu kudya namelela anyadi ejim a e l s o l y a s e h a id o . C u a n d o h a n t e r m i n a d o d e c o m e r p o r la n o c h e , t o d o s lo s n o v ic io s akwimba nawu dayawo dayo, itang'wa detu daya dayawo dayo, kang'eli c a n ta rá n : « S e f u e , s e f u e , n u e s t r o s o l s e f u e . f u e , f u e , la r a m i t a wayo kang’e li wayo kukukuw o s e f u e , l a r a m i t a s e fu e » ( t e r m i n a d a l a c a n c i ó n , l o s n o v i c i o s a r r o j a n s u s r a m i t a s kang'eli h a c i a a t r á s p o r e n c i m a d e l o s h o m b r o s h a c i a e l l u g a r d e m o r ir , d e t r á s d e l p a b e lló n ) H abudidi anyadi chakum onaw u itang'wa embang'a kamina nawu Por la m añana te m p ra n o cuando lo s n o v ic io s han v is to el s o l c a n ta n : Denzawo denza itang'wa detu denza denzawo denza. « L le g ó , lle g ó , n u e s t r o s o l , l l e g ó , l l e g ó , lle g ó .» Anyadi akwing'ila m ung'ula namwana akuwana m ulong'a ching'a L o s n o v ic io s q u e p e n e tr e n e n e l p a b e lló n a m e d io d ía e s c a r m i e n t o (e s d e c i r , r e c i b i r á n u n e s c a r m i e n t o ) . e n co n tra rá n un hakukama hohu hela mwadi kuya kw ifw ilu ch in jila hela kuya kumukala D e b e n d o rm ir a l p o b la d o . s ó lo . Es ta b ú p ara lo s n o v ic io s ir al lu g a r de m o r ir o Anyadi akula dehi ayang’a mwisang'a neyi aluka dehi nakulowa L o s n o v ic io s m ayo res van a la s e lv a cu an do e s tá n cu rad o s a coger anshi hela kufunda amfwa hela kuhang'a ansenji akuleta yawu akudya p e s c a d o c o n g a r fio s o c a m p o , t r a e n lo nachu. K w ejim a sacar ra to n e s d e su s g u a r id a s o p e r s e g u ir ra ta s d e kwanyang'awu anyadi ching'a kuya nakwimba tum ina s u y o p r o p io y lo c o m e n . A c a n ta n d o c a n c io n e s d o n d e q u ie r a q u e v a y a n lo s n o v ic io s d e b e n ir nihakuya nihakwinza nawa. ta n to a la id a co m o a la v u e lta . En la granja Wukengi se me aseguró que eran muy pocas las enseñanzas esotéricas que se impartían a los muchachos. En tiempos pasados, no obstante, se les pedía a los novicios que explicaran los acertijos, muchos de ellos en un lenguaje secreto, que posiblemente contiene palabras arcaicas. Estaba, p0r ejemplo, el misterio (mpang'u) de los tres ríos: el río de agua roja (kachinana) 22, el del agua blanca (katoka), y el de agua negra (keyila). Este misterio era enseñado en tres ritua­ les distinto, el mukanda, el m ung'ong'i (celebrado al m orir uno de los miembros de la sociedad M u ng'ong'i) y el chiwila (cele­ brado a la muerte de uno de los miembros de la sociedad fe ­ menina Chiwila). El chiwila ya no se celebra en Mwinilunga, pero una de las mujeres del poblado Mukanza había sido ini­ ciada en él de niña, en el territorio ndembu de Angola. Esta mujer, Nyakalusa, me describió cóm o se enseñaba a los novi­ cio s, niños y niñas, en el chiwila, el m isterio del «río de san­ gre» (kalong'a kamashi) o de lo rojo (kachinana). Decía que los novicios (anyadi — como en el mukanda)— eran llevados a un refugio de largo techo, pero sin paredes. El oficiante principal, que llevaba el título de Samazembi, tomaba una azada y cavaba un surco dentro del refugio. Tenía el surco form a «com o de cruz» (neyi mwambu), pero podía también recibir la form a de un hacha ndembu (chizem ba) o de una azada (itemw a). Toma­ ba entonces unas cañas (m a teti) y las plantaba a uno y otro lado del surco. Luego colocaba un gran número de pequeños cuernos, llenos de nsompu, medicina de hojas machacadas, ali­ neados a ambos lados del surco. Vertía entonces agua en el surco. El Samazembi decapitaba a continuación un pollo y de­ jaba correr su sangre en el «r ío » para enrojecerlo. Otras sus­ tancias rojas, tales como arcilla roja en polvo (ng'ula o mukundu) y goma de mukula en polvo, eran también rociadas so­ bre el agua. Samazembi tenía su propia calabaza, llena de medi­ cina hecha de raspaduras de raíces mezcladas con agua. Con esta medicina se lavó el cuerpo y los residuos los arrojó al «río rojo». Luego oró con mpemba a los espíritus de los que «habían pasado el chiwila hacía mucho tiem po». Tras marcar a los novicios con mpemba sobre los temporales y alrededor de las órbitas, se dirigió a ellos de la manera siguiente: i P r e s t a d a t e n c ió n ! E s t e r ío e s s a n g r e , e s m u y im p o r t a n te , e s m u y p e li­ g r o s o . N o h a b lé is d e é l e n e l p o b la d o c u a n d o v o lv á is . ¡C u id a d o ! e s te n o e s u n r í o o r d i n a r i o , D i o s lo h i z o , h a c e m u c h o t i e m p o . E s e l r í o d e D io s (kalong'a kaNzam bi) N o d e b é i s c o m e r s a l p o r m u c h o s d í a s , n i n a d a Q u e s e a s a l a d o o d u l c e (ku-towala). N o h a b l é i s d e e s t a s c u e s t i o n e s e n p ú ­ b lic o , e n e l p o b la d o , e s c o s a m u y m a la . Cuando terminó de hablar, cada uno de los novicios se aga­ chó y tomó con los dientes, sin emplear las manos, uno de los pequeños cuernos llenos de nsompu, salió al exterior e inclinán22 E l p r e fijo ka- s e e m p l e a a v e c e s p a r a s i g n i f i c a r l o lí q u i d o . dose hacia atrás, lo arrojó sobre su cabeza, recogiéndolo en el aire uno de los adeptos colocado justo detrás de él. Tenían que intentar hacer esto sin derramar el contenido. Samazembi, lue­ go, recogió todos los cuernos y los metió en su choza de medi­ cina, o katunda, privada. La medicina contenida en dichos cuer­ nos recibe también el nombre de nfunda, como en el mukanda, y contiene cenizas de las chozas de las personas muertas. Pue­ de volver a ser usada en otras ocasiones, siendo mezclada con medicina nueva cada vez que se celebra un nuevo chiwila. Nyakalusa tenía escasa idea de lo que significaba el «río de sangre», pero, como siempre, Muchona vino en mi ayuda. Me dijo que en el mukanda y en el m ung'ong'i había tres ríos. El río de lo rojo, hecho en form a de un hacha, representaba «al hombre y la m ujer» (iyala namumbanda) o «la copulación» (kudisunda), siendo el hombre la cabeza del hacha, con su espiga, y el mango de madera. El río de lo blanco (katooka) es la co­ rriente principal. Se colorea con polvo mpemba y representa a la «v id a » (wumi). Los ríos rojo y negro son tributarios suyos. El río negro (keyila), ennegrecido con carbón, representa «la m uerte» (kufwa). Uno de los acertijos del pabellón es katoka kusakola, que significa «agua blanca que de noche se pone inquieta». La res­ puesta correcta es «e l semen». El «agua blanca» aparece de nuevo en un encantamiento del pabellón — tanto en el mukan­ da como en el m ung'ong'i— en su mayor parte incomprensible para los mismos ndembu: 23 chelung'a belang'ante-e Agua del río blanco poste de hierba del campo, el caníbal mukayande-e 24 he-e kateti kasemena 2S m w ikindu nwimi kumwaluala del campo que sufre, la pequeña caña que engendra en la cesta, ¿quién encontrará a su amo? Apika kapum bi m u jin tik i samazedi ye-e (significado desconocido). K a to o k i m e n j ikansalu kelung'i chim bungu Según Muchona: El cruce de la sangre del padre y de la madre (en el río rojo) significa un hijo, una nueva vida, una semilla de vida (kabuku kawumi). Esta es la razón de que el río blanco se junte con el río de sangre. Tener un hijo es una gran suerte para hombres y mujeres, porque un hijo da cosas a sus padres, y también una hija. La madre es como una vasija sólo, el cuerpo del hijo viene del padre. Dios alienta la vida (w um i) en 23 E l Chim bungu es un monstruo que come carne humana. Se aplica a veces a la hiena. 24 Kayanda es «sufrimiento». 25 K a te ti kasemana puede hacer referencia a «la pequeña caña de dar a luz». un hijo. El hombre engendra (kusema) hijos, pero pertenecen a la madre, porqus es ella la que los cría, ella los alimenta con sus pechos (mayeli), sin sus pechos morirían. Como los luvale dicen, kusema kwandemba nyama yachali, «el gallo engendra hijos, pero son de la gallina, porque ella los alimenta». White menciona una serie de bromas (llamadas jipango por los luvale) que se gastan a los novicios mientras están en el pabellón. Pueden darle, por ejemplo, a un novicio una cesta y decirle que vaya y la llene con setas, que no se dan en absoluto durante la estación seca fría. A menos que sus parientes corran al poblado y traigan una gallina con que redimirlo, el novicio recibirá una paliza a su vuelta. Una broma similar es la que llaman tirar una flecha en la noche; un chilombola lanza una flecha en la oscuridad y todos corren a buscarla. Si no se la encuentra, el novicio recibirá unl\ paliza; puede también ser redimido con el pago de una gallina, o, en algunos casos, los parientes advertidos pueden haber escondido una flecha en las proximidades, y presentarla en vez de la de verdad. La incidencia de estas bromas es variable y es posible que estén perdiendo vigor. • Los novicios aprenden la mayor parte de las danzas ndembu, tales como canciones y danzas de caza. Aprenden también dan­ zas peculiares del mukanda, como la ku-kinda (que implica mo­ vimientos de los hombros y brazos) y la ku-kinka para hacer girar como una rueda la falda de hierbas al balancearse de uno a otro lado. Lo más importante, desde el punto de vista del kwidisha es, no obstante, aprender a danzar el ku-tom boka, la danza de guerra que se danza en solitario, con un hacha en la mano, y que cada novicio tiene que ejecutar el último día del mukanda. Entre el 31 de julio y el 1 de agosto, el ikishi del mukanda del poblado Wukengi ejecutó su danza por los poblados vecinos, tanto de la vecindad Nyaluhana com o de las vecindades próxi­ mas. El danzante original había muerto hacía una o dos sema­ nas, y un nuevo danzante había tenido que sustituirlo. El se­ gundo día de sus danzas vino al poblado Mukanza, acompañado de varios guardianes. Uno de ellos recogía los pagos nyishing’a que tenían que hacer los habitantes del poblado y escupía me­ dicina kuseng'ula sobre los niños no iniciados, por lo que re­ cibía pequeños pagos de sus padres. Kwidisha: los ritos de retorno Los ritos de retorno, según los pude observar en Wukengi, mcluían al parecer los ritos chikula cheneni, o «gran » chikula, que precedían al retorno de los novicios a sus madres. Detallaré principalmente mis propias observaciones, entrelazando éstas con comentarios y exégesis indígenas. Antes del alba del 8 de agosto de 1953, Kasonda y yo sali­ mos a recorrer los quince kilómetros que separan al poblado Mukenza de la granja Wukengi. A los 6 a.m. los novicios, llevando aún sus fajas de fibra fwefweta, fueron conducidos a un lugar de la selva situado a unos ciento ochenta metros a la izquierda del pabellón, que recibía el nombre de katewu kanyanya, literal­ mente «lugar del pequeño afeitado». Dos horas y media más tarde, aproximadamente, fueron lavados con la misma medici­ na que les había sido aplicada tras la circuncisión. Sus faldas de hierbas duras (nkam bi), que debían ser usadas en el kwidisha propiamente dicho, se hallaban . ordenadamente dispues­ tas a su lado. Tras charlar un momento con los muchachos, que parecían gozar todos de excelente salud, fuimos llamados por Wukengi para tomar un trago de cerveza en el pabellón de los funciona­ rios y los demás ancianos, situado en el campamento de los padres. Como se trataba del penúltimo día del mukanda, había una buena cantidad de chismes que comentar sobre el desa­ rrollo de los acontecimientos. Por ejemplo, el cacique Macham­ ba y su pariente cercano Tow ell bebieron conmigo y empeza­ ron a murmurar que su poblado, perteneciente al linaje ma­ terno de Mwenilunga, prim er ndembu propietario de aquella tierra, debía haber sido en realidad el patrocinador del mu­ kanda, pero Nyaluhana había usurpado esa prerrogativa por­ que era pariente matrilineal del je fe Kanongesha reinante. Más' tarde se nos unieron Sampasa y Nyachiu, y pronto empezaron a aflorar a la superficie los sentimientos anti-Nyaluhana. Sam­ pasa pretendía que era él quien había sido considerado por la mayor parte de la gente como el circuncisor principal, pero Nyaluhana se había apoderado de los momentos cruciales ante­ riores a la circuncisión. En realidad, el mukanda había sido propuesto en prim er lugar por la madre de un niño incircun­ ciso del poblado Sawiyembi, que había enviado a su hijo a Sampasa para inaugurar formalmente el mukanda. Más tarde, el mismo Wukengi se había mostrado de acuerdo, tras conver­ tirse en organizador, con que el circuncisor principal fuera Sampasa, dándole una flecha y un cuchillo para certificar su asentimiento. Pero, presionado por Nyaluhana, había cambia­ do de idea y cedido este papel al anciano tío suyo. Nyaluhana llegó a la reunión en el momento mismo en que los otros reconocían que era un poderoso hechicero. Empezó a regañar a Machamba, en tono medio jocoso, por no haberlo instado también a él a tomar un trago, aunque en realidad se había acercado a invitarme a que viera lo que estaba te­ niendo lugar en el sitio de morir. Cuando nos marchábamos, estalló una disputa entre Towell, del poblado Machamba, y Filemon, del poblado Nyaluhana. T ^ e l l alegaba que Filemon había prom etido tener terminados cuatro pares de pantalones para sus hijos, para que éstos pudieran llevarlos en su danza ku-tomboka, y que se había retrasado deliberadamente. En res­ puesta, Filemon presentó tranquilamente los pantalones. En el ifw ilu, un nuevo danzante estaba colocándose el ves­ tido de Chizaluki. Este demostró ser el m ejor de los que hasta entonces lo habían intentado. En torno al ikishi se sucedían las bromas y las tomaduras de pelo entre los jóvenes. Me di cuen­ ta de que habían echado abajo el mwko/ekM y que la calabaza de medicina que anteriormente se hallaba colocada de pie jun­ to al árbol muyombu, en el ifwilu, estaba ahora colocada en la copa del árbol e invertida. Nyaluhana me señaló hacia la ba­ queteada yacija de hojas del Kam banji y me dijo que pronto algunas de sus hojas serían quemadas para hacerlas entrar como ingrediente en la preparación del nfunda. El danzante ikishi se colocó un paño blanco alrededor de la cintura, para tapar los pantalones que se transparentaban a través del ves­ tido. Hacia mediodía volví al «fuego del mukanda», donde encontré a las madres de los novicios cocinando la última comida del período de reclusión de sus hijos. Cuando hubieron terminado, Wukengi, el organizador, encendió un nuevo fuego cerca del camino por donde los novicios habían sido llevados al lugar de la circuncisión. Hombres y mujeres se mezclaban ahora li­ bremente y charlaban animadamente entre sí, constrastando con la estricta segregación sexual que había presidido los pro­ legómenos de la circuncisión. De tiempo en tiempo, el danzan­ te ikishi hacía su aparición, reunía en torno a sí a las mujeres y dirigía sus cantos y palmoteos. Los niños pequeños de ambos sexos corrían chillando hacia sus madres cada vez que éste ha­ cía una de sus inesperadas visitas saliendo de la selva. Con relación al nuevo fuego, Kasonda me contó que la cos­ tumbre correcta habría sido que los circuncisores hubieran pa­ sado la noche en torno al nuevo fuego cocinando la comida de los novicios, y que éstos a su vez la hubieran pasado reunidos en torno al fuego que los circuncisores usaron la noche antes de la circuncisión. De hecho, los novicios pasarían la noche junto al nuevo fuego, y los circuncisores junto a su fuego kwing’ija. A las 3,30 p.m :, aproximadamente, se erigió una cerca por la parte del «fuego del m ukanda» más próxima al katewu kanyanya de la maleza, donde los novicios se preparaban para su entrada. En medio de ella se dejó un espacio abierto, por donde los novicios pudieran pasar. Entre tanto, en el katewu los novicios estaban siendo ador­ nados para su prim era aparición pública. La escena parecía la de un camerino antes de la representación teatral. Los mucha­ chos iban siendo recubiertos de manchas y círculos de mpemba por sus guardianes. Sus varas nísweswa se hallaban apiladas a su lado. Se entabló una furiosa discusión sobre la ornamenta­ ción, manteniendo unos que debía ser a rayas con bandas alter­ nas de arcilla roja y blanca, y otros que tenía que llevar tan sólo rayas blancas u, pues Nyaluhana insistió en las manchas. Así pues, les salpicaron las caras de manchas, aunque algunos llevaban también «gafas» de arcilla blanca pintadas sobre ellas, un m otivo que al día siguiente iba a ver repetido en las caras de muchas de las mujeres que asistían a la danza ku-tomboka. El mismo m otivo es igualmente característico del ritual de los gemelos, wubwang'u. Las faldas nkambí de hierba dura estaban empezando a ser­ les colocadas a los novicios cuando yo llegué. Algunos de los muchachos llevaban los mismos pantalones andrajosos, dese­ chados el día de la circuncisión y colgados luego del mukoleku. Tradicionalmente deberían haber llevado fajas fwefweta. Nyaluhana montó en cólera ante los guardianes que colocaban las faldas sobre los pantalones, diciendo que eran unos «inúti­ les» (mukunkulwayi). Se marchó dando un gruñido, e inme­ diatamente estalló una discusión sobre ese particular entre un guardián perteneciente al poblado Nyaluhana y otro del pobla­ do Sawiyembi. El instructor del pabellón los separó y tran­ quilizó (véase ilustración 10: la colocación de las faldas). Un hombre del poblado Mukona iba vestido como una mu­ jer, con blusa, falda y cinta del pelo. Le pregunté a uno de los guardianes si era ese un vestido kwidisha, y éste me contestó riendo que «era sólo su hígado» (m uchim a windi ohu), debili­ dad personal suya. Otro guardián, sin embargo, me dijo que el hombre aquel acababa de representar a «Nyakayow a», mien­ tras yo estaba ausente. Y a había recogido para entonces frag­ mentos de información sobre Nyakayowa, y más tarde tuve oportunidad de ampliarlos. He aquí lo que pude saber. El té ^ in o para designar las «rayas» es nyilenji. Pintar de rayas a los novicios se dice ku-leng'a anyadi. Según Muchona, el término «Nyakayow a» se emplea en el lenguaje del pabellón para designar a la mujer, pues allí es tabú el término ordinario mumbanda. « Nyakayowa», me dijo, «es el símbolo (ch in jik ijilu ) que representa la mujer. Con ella todo muchacho debe dejar su enfermedad, dolor, impotencia, mala suerte y toda cosa mala. Es la primera m ujer para un muchacho». Kasonda m e dijo que la costumbre adecuada» era que el instructor del pabellón en el katewu kanyanya, diera primera­ mente de comer a los novicios algo de carne de tortuga (mbachi), «para darles un pene fuerte». Luego, poco después del mediodía, uno de los ancianos se cubre con una manta, hace un agujero en ella, e introduce su pene por el agujero. Este anciano es Nyakayowa. Se sienta en tierra con las piernas se­ paradas, y todos los novicios, uno tras otro, miman con él el acto de copular. Luego, se da a cada novicio un pepino redon­ do de pequeño tamaño, de la especie llamada katanda, o un fruto llamado ihwila, y se le dice que haga en él un agujero y finja que copula con él. White (1953, p. 52) dice que (en los pa­ bellones luvale) «si un novicio es demasiado joven para en­ contrar una mujer con facilidad, el chilom bola lo lleva consigo a la maleza y allí abre para él una vagina en un pepino o un calabacín, copulando el novicio con el citado pepino, para qui­ tarse la suciedad del chikula. Dicho pepino recibe el nombre de kashikazi (la vieja «m u jer»). Según Kasonda, después de este episodio, Nyakayowa dice: «H oy volverás a tu madre. Los guardianes devolverán unos mu­ chachos distintos de los que ellas estaban esperando. ¡Cómo llorarán las madres .cuando vean unos hijos diferentes en la es­ palda de los guardianes! Pero es la costumbre del mukanda.» A continuación, el circuncisor principal hace unas incisio­ nes en las cejas de los novicios y sobre sus ombligos, y las frota con medicina nfunda. Se les da también a lamer medicina nfunda del cuchillo de circuncidar. Todo esto se hace «para de­ volverles su cuerpo». Algunos informantes del mismo poblado Wukengi m e dijeron, durante la danza nocturna que precede al ku-tomboka, que tam­ bién se daban a comer a los muchachos cenizas de medicina ku-kolisha, inmediatamente antes de tragar cada uno algunos granos de nfunda. Estos actos quieren significar que los novi­ cios están ya curados de las heridas de la circuncisión y que ya están en posesión de toda su potencia viril. Pero como la edad de la circuncisión es actualmente tan baja (la edad media de los iniciados en el mukanda de Wukengi era de ocho años), es muy probable que la costumbre sea una mera supervivencia de la época en que los novicios solían ser mayores. Llegó finalmente el momento de que los muchachos fue­ ran conducidos al campamento de los padres. Cada guardián se hizo cargo del novicio' de otro, transportándolo sentado so­ bre sus hombros. Los muchachos, con las cabezas inclinadas, todos llenos de manchas y armados de varas nisweswa, seguían, a pesar de todo, siendo reconocibles, incluso para mí. Pienso que el significado del disfraz no puede ser más que místico — para sus madres son personas distintas, no son ya niños, han entrado en la comunidad moral de los adultos. Pues ninguna ma­ dre hubiera tenido la más mínima duda a la hora de recono­ cer a su propio hijo. Antes de que la línea de guardianes em­ pezara a avanzar, hubo una nueva dispusta sobre la costum­ bre. Algunos decían que las varas nisweswa debían haber sido cubiertas prim ero con tiras de corteza y colocadas en el fuego del pabellón, con lo que al sacarlas del fuego las varas hubie­ ran quedado estriadas en blanco y negro. Otros decían que cada novicio debía tener una vara negra y otra blanca. En la reali­ dad, las varas eran solamente blancas. De todos modos ya era demasiado tarde para arreglarlo y los cargados guardianes empezaron a correr rápidamente ha­ cia la nueva cerca chipang'u. Una escolta de hombres corría junto a ellos flanqueándolos a ambos lados. Cuando entraron en el lugar del campamento, los tambores empezaron a batir rápidamente y un apretado grupo de madres avanzó hacia la columna, que empezó a dar vueltas en torno al árbol chikoli. Al principio las madres emitían sonidos de queja, luego sus la­ mentos se tornaron en canciones de regocijo 21, según cada una iba dándose cuenta de que su hijo se hallaba sano y bien. Resulta imposible describir adecuadamente la escena subsiguien­ te de completa e irreprim ible alegría. Los guardianes seguían corriendo en círculo, y las madres danzaban a su lado haciendo ondular sus echarpes, sus vestidos, cualquier cosa que tuvie­ ran a mano, mientras las demás mujeres, amigas y parientes componían en derredor otro círculo de jubilosas danzantes. Los hombres se mantenían fuera del remolino, riendo con el mayor placer, mientras se elevaban nubes de polvo (véase ilustra­ ción 11, donde aparecen los guardianes transportando a los no­ vicios). TI L a m á s i m p o r t a n t e d e é s t a s e s : « Tw am usw ekeli, tunam usololi • , « lo e s c o n d í a m o s l e j o s , ( a h o r a ) l o s a c a m o s a l a v is t a » . Después de completadas tres o cuatro vueltas al árbol chik0li, la procesión masculina se dirigió de nuevo hacia la selva. primeramente los novicios fueron llevados al interior del pa­ bellón, que recorrieron en círculo en el sentido de las agujas del reloj; luego, se los transportó a otro lugar en medio de la selva, situado en el extremo opuesto del katewu kanyanya por el camino del poblado. Este era el lugar conocido como ifwotu (de ku-fwota, «p receder»). Allí permanecieron hasta la pues­ ta del sol, antes de ser llevados de nuevo en triunfo a su nue­ va hoguera, situada en el campamento de los padres. Entre tan­ to, las madres y las demás mujeres seguían danzando alegre­ mente alrededor de los tambores situados bajo el chikoli. Al ponerse el sol, los muchachos fueron llevados de nuevo al campamento, esta vez subido cada uno a la espalda de su propio guardián. Algunos de ellos iban ondeando banderas in­ glesas que les habían proporcionado sus padres. De nuevo, las mujeres volvieron a expresar su alegría bailando alrededor de ellos. Finalmente, se les condujo hasta el nuevo fuego, donde fueron abrazados por sus madres y hermanas, que empezaron a tratarlos como verdaderos príncipes. Al poco se acercó a ellos el ikishi, que saludó a cada uno individualmente, siguiendo el orden de precedencia ritual. Para entonces se había reunido ya una multitud, aproxima­ damente dos veces más grande que la que había asistido al kwing'ija. Esto era debido en parte a la nueva. carretera, que llevaría desde el Boma hasta la capital del jefe Kanongesha, y cuya construcción llegaba en aquel momento a las cercanías del poblado Nyaluhana. Capataces y trabajadores se habían acer­ cado con la esperanza de conseguir un trago o una mujer, o simplemente para bailar y cantar. También habían venido mu­ chos oficinistas, mensajeros y empleados de almacén del Boma, ya que había corrido la voz de que habría gran cantidad de bebida. Las calabazas de cerveza se repartieron entre los diver­ sos grupos, y dio comienzo el chikinta. El gran tocador de tam­ bor Shem, del poblado Shika, cuya mujer era la paciente en el ritual nkula que he descrito en el cap. 111 de Drums o f affliction, se acomodó para tocar toda la noche sin descanso. De tanto en tanto se interrumpía la danza general para un ing'ung'a, al que tenían que ser llevados los novicios y otros jovenzue­ los, como ya se ha dicho anteriormente. Otras veces, los novi­ cios danzaban el ku-kinda, haciendo girar graciosamente sus fal­ das al unísono. En el pabellón estaban sentados varios ancianos, bebiendo cerveza ritual. Tenían preparado un pollo rojo que debía ser sacrificado en el momento de la quema del pabellón. Todos los rasgos usuales de las danzas nocturnas ndembu estaban presentes: la búsqueda desesperada de cerveza a me­ dida que ésta iba agotándose, las peleas por celos y las pali­ zas a las mujeres, los coqueteos y los encuentros furtivos de los jóvenes amantes en la selva. N o pesaba ya, por otro lado, ningún tabú sobre las relaciones sexuales entre los padres de los novicios. Poco después de que la estrella de la mañana se elevara len­ tamente sobre los árboles, a las 4 a.m., aproximadamente, todo el mundo en el campamento gritó «Tendenu! Kwocha d e h i!» «¡A esconderse todos!, ¡la quema y a !» Miré en dirección del pabe­ llón y vi ascender una gran llamarada entre los árboles. Todos gritaban como locos. Los niños pequeños, incluso aquellos que habían asistido ya a varios mukanda, se agacharon cerrando los ojos y con las manos apretándose las orejas. El castigo por con­ templar la quema del ng'ula, para los no iniciados, y los jóve­ nes, es la lepra o la locura. Las sombras de las llamas, según se cree, producen manchas de lepra. A los novicios se les cu­ brió con esteras de junquillo. Sus padres golpeaban esas este­ ras con la palma de la mano, gritando «Tendenu-u\» Otros ba­ tían palmas. Sólo a las mujeres de edad les era perm itido con­ templar las llamas, aunque yo vi a muchas jóvenes que tam­ bién miraban. Con las prim eras luces del alba, los novicios, llevando aún sus faldas nkambi, fueron conducidos por sus guardianes a la llanura Kachibamba, para ser lavados en el río del mismo nom­ bre. Se encendieron tres hogueras junto a la orilla del río, y al lado de ellas se despojó a los novicios de sus faldas, de las fajas fwefweta y de cualquier pieza de ropa que se hubieran puesto a pesar de la prohibición de Nyaluhana. Luego se les empujó hacia el río y se les d ijo que se lavaran por sí solos totalmente. Con su vestimenta ritual se hicieron dos bultos perfectam ente atados, que fueron arrojados a la corriente por el instructor del pabellón. También los guardianes jóvenes en­ traron en el río a lavarse. Luego, todos salieron corriendo a se­ carse junto a las hogueras. Hacía muchísimo frío a aquella hora de la mañana. Las nuevas ropas de los novicios sólo se les en­ tregarían cuando estuvieran de vuelta en el katewu keneni, «e l gran lugar del afeitado», de donde partirían para los ritos fi­ nales. El lavado recibía, en el argot del mukanda, el nombre de ku-tapa tuloya, «m atar al pez-gato». Apretujados en torno a las hogueras, todos chismorreaban alegremente. La tensión había desaparecido ya por completo, así como los rencores del día pasado. Algunos decían que es­ p erab an con ilu s ió n v o lv e r a v iv ir tr a n q u ila m e n te p iOS p o b l a d o s . L o s n d e m b u p r e s e n t e s a c u s a b a n to n o de b ro m a, b e b ie n d o , con to d a n in g ú n na, a tr a n q u ilid a d , vez ras— ya c a m in o y a secos, de con o tro s El p ara lo s ta d o de la a la a c e ite a ltu r a se nuevo le s c o lo c a r o n con fu e g o , su s gran d es p o llo s . p or de n e g a tiv a m e n te p ad res de lo s o c a s ió n , y danza la Y a he d e s c r ito la quem a Sus da san gre h a b ía la o a una y fu e v ir il d e y el la p ro ­ gru p o . e sto p o d ía m u ch ach o s. L os v is tie r o n ra to el con v a r io s s id o to d o que lo s com p rad a c ír c u ­ En c o m id a h a b ía ya a c e i­ h ech a c o c in a r o n la con con un c o m id a p ara p o llo s , a llí u n ya a fe i­ u n g id o s u p e r io r . c o m id a c o n tin u a c ió n , nueva, en a e s c u r r ía dar el lo s ju r a r coger se fu e ro n o a sus m andada a n te s se el h iz o de h ijo s hacer que em pe­ de su a a del d ía lo s m u ch ach os el y in i­ p o llo r e c o g i­ san gre, in s tr u c to r m e a n te r io r al del so b re d iv u lg a b a n lo s h a c ía (a lg u n o s d i­ su d ije r o n ú l­ que katewu kanyanya) una el s e c re to , so p e n a si sacad os, E sta A l del m e d ic in a . katewu keneni, le p r a s a c r ific io c u e llo . la nfunda. nuevo el c u id a d o s a m e n te fu e rz a g u a r d a r ía n la p rep arara n o v ic io s . P r e v ia m e n te m añana mukula 28 q u e lo c o s , p a rte n o v ic io s lo s a la p o te n c ia p a b e lló n , se p ara ta n to , h ech o lo s un d is ta n c ia c a b e za , fo rm a n d o lín e a . L a hogue­ m u je r e s , m ie m b r o s vez cóm o del que d is c u r s o d u ra n te lo s se de la s m uch a e fe c to de a T o m aro n n o v ic io s ú ltim a se q u ed a ro n in te s t in o s s e r v ir ía E n tre no lo s p or la r g a a lta . — h a b ía n ku-tomboka. c ia r s e r o jo . a de la a fin . e ste n o v ic io s , zara la n och e N y a lu h a - p ie la s A c o m p le ta m e n te p a r a la su fro ta ro n en h u esos a fe c ta r con y o b servó voz a lle g a d a tr a je r o n p ad res lo s en c a b e llo , p e in a d o cru zan d o carn e. a katewu keneni. le s p r e p a r a r o n una lo s ro m p er ro p a S e le s m ad res la o íd o d ir ig ie r o n E l p e lo del c in ta to d a su pro­ m a ld ic ie n d o en d is c u tie n d o se su s k a w ik u , h a b ía e n c o n tra rs e cu e n ta s fo rm a n d o ta b ú tim o sí d esd e p ad res. g u a r d ia n e s p o r c io n a d a je r o n , ndem bu lín e a una c a n tid a d e s Los c o lo c a r o n la o íd o que al n uevo (im onu). d e c a s to r a lre d e d o r , con h ech o h a b ía e v ita r de E ra de mukanda n o h a b í a l l e g a d o a ú n a katewu keneni s e h a l l a b a s i t u a d o el te , y no tra n sp o rta d o s g u a r d ia n e s d e s v ia d o , a lb o r o ta n d o , era m u ch ach os d el ca m p a m e n to lo que m ie n tr a s lo s ser su s s ie m p r e que p e le a r , M ach am ba d e ja d o e s ta r K ason d a, k a w ik u U na que de p ero en a lo s k a w ik u , e n vara de d e v o lv e r s e a su n to s del m ad era id io ta s , p a b e lló n 28 S e g ú n M u c h o n a , e l i n s t r u c t o r d e l p a b e l l ó n r e s t r i e g a l a v a r a mukula h o r i z o n t a l m e n t e c o n t r a e l s u e lo , i g u a l q u e h a c e n l o s a d i v i n o s c o n e l m a z o d e l m o r t e r o (m w ishi), d e t e n i é n d o s e a l t e r m i n a r c a d a p u n t o . a personas no autorizadas. En aquel momento, reproduciendo sus palabras tan fielmente como pude recogerlas, dijo: ¡lang'enu enyadi yami nayilamang'a natalang'a: neyi ifuku dinu P e r o a v o s o tr o s , m is n o v ic io s , y o o s c u id o y o s gu ard o; cu an d o h o y himukuwudyika him ukuya kudi amama jenu, kwosi mwana ona wunafwi nehi s a l g á is y v a y á is con v u e stra s m ad res, ni un s o lo m uch ach o ha m u e rto . Munaw udyiki ejim a wenu wuseng'useng'useng'u. D ich i ching'a chimukuya T o d o s v o s o tr o s h a b é is s a lid o t a n to c u a n d o te n g á is q u e ir kudi amama jenu jenu co n v u e stro s tra s m a d re s en la s m e jo r e s n ik u di atata jenu p ad res y m ad res, s í, c o n d ic io n e s p o s ib le s . eng'a m w ilu ki nyidim u h a b é is c o n o c id o el Por yamvwali tr a b a jo de vu es­ niatata jenu, kanda nawa mfum w a tubwiku aha-a y de v u estro s v erd ad no! p ad res, p ero aún no ( d e l) in s tr u c to r A m i kwami nukuya wang'ala kumukala w am i nakushakami, Y o p o r m i p a rte p e r s a r e is a m i p o b la d o ir é a d escan sar, y a del enu que p a b e lló n nenu ¡e n hukum - v o s o tro s o s d is ­ kunyikala je n u m w iyi chachiwani. Mw akula d eh i mwakula dehi, kanda p o r v u e stro s y a (p e ro ) p o b la d o s , p o d é is ir ya. E s tá is m ad u ro s, e s tá is m ad u ro s, wakashikeni hadi mumbanda w u m u tuli chikula cHaMukanda. Ching'a n o d e b é is te n e r to d a v ía r e la c ió n c o n u n a m u je r — p o d r ía is c i e d a d d e l) chikula d e l mukanda (e s d e c i r , la l e p r a ) . D e b é i s d a r le (la su ­ mukami nawufuku halehi. N ey i wunakeng'i mumbanda wuyeng'a d o rm ir d e n o ch e p o d é is ( p u e s ) ir ( s o lo s ) p o r m u ch o tie m p o . C u a n d o q u e r á is una m u je r nakumukama windi. Enu anyana ejim a wenu chikum w ang'ala kunyikala y d o r m i r c o n e ll a . T o d o s p o r v u e s tr o s p o b la d o s v o so tro s, yenu kanda mudimbakalu, kanda; h ijo s , kasenda, cuando os h a y á is mabang'ala, nduwa, d is p e r s a d o nchawa nawa n o e n g a ñ é i s — ( e n m a t e r i a d e c o m e r ) d u i k e r a z u l , g a l l i n a d e g u i n e a , lu r io ; n i c o n la le ñ a t a m p o c o ; kanda mwota m ukulaku in kabalabala kanda m ukw ota hanuku, ching'a n o o s c a l e n t é i s e n l a ( le ñ a d e l) mukula n i e n ( la le ñ a ) kabalabala, d e b é i s m u jili chenochu. M ukunkulw ayi mukukwata mbumba. o b s e r v a r e s to s ta b ú e s . S i no, co g e ré is la l e p r a . Muchona me dijo que la leña del ikunyi también era tabú. A las 11 a.m. aproximadamente, los novicios fueron llevados al campamento por última vez, vistiendo sus ropas nuevas, un­ gidos de aceite, adornados con cuentas y afeitados a la altura de la línea del cabello. Las mujeres corrieron a felicitarlos, y volvieron a repetirse el ondular de los pañuelos y los alegres cánticos. Los novicios fueron conducidos hasta una larga estera, sobre la que se les hizo sentar en fila. Mantenían la cabeza inclinada en la característica actitud ritual de modestia. Se formó entonces un largo pasillo de gente que iba desde la es­ tera hasta el árbol chikoli. Enfrente de éste se dispusieron si­ llas y taburetes para los funcionarios del pabellón y los circuncisores. Uno de los lados del pasillo estaba compuesto por sólo mujeres, el otro por hombres mezclados con algunas mu­ j eres, ya que éstas superaban en número a los hombres. Dio comienzo entonces la danza ku-tomboka. Por turno, to­ dos los muchachos, adornados con arcilla roja (ng'ula) alrede­ dor de los ojos y por las sienes, iban danzando desde la estera hasta el lugar de los funcionarios y circuncisores, blandiendo en la mano derecha el largo cuchillo de autoridad de Nyaluha­ na. Antes de iniciar la danza, cada novicio era llamado al lugar de los circuncisores, e instado a golpear, por orden de prece­ dencia, y empezando por Nyaluhana, los diversos implementos de metal portados por los circuncisores. Estos solían ser na­ vajas y hojas de hacha. Aquellos novicios que durante el perío­ do de reclusión se habían demostrado incapaces de danzar ade­ cuadamente el ku-tomboka, tenían que buscar alguno que bai­ lara en su lugar: una de las veces ejecutó la danza un hombre mayor, en sustitución de un novicio. El mismo kambanji no llegó a ejecutar su danza, por haberse demostrado más bien torpe. De hecho, tras algún tiempo el muchacho kawiku del poblado Kafumbu había demostrado ser el novicio más brillan­ te y mejor, y fue él quien danzó como kambanji (véase ilus­ tración 12). Como en el Nkang'a, se echaba dinero en una bandeja para «ayudar» a niños y guardianes. La atmósfera general resulta­ ba bastante similar a las competiciones de talentos infantiles en nuestra sociedad. Cada una de las actuaciones de los niños era cuidadosamente escudriñada, e indulgente o críticamente comentada. El kajika causó no poca sorpresa, ya que resultó ser nada menos que el hijo de Wukengi, que había comenzado la iniciación como mwanta waMukanda, el segundo novicio en orden de importancia. Su comportamiento durante la circunci­ sión y su posterior falta de habilidad y de espíritu emprendedor durante la reclusión habían ido restándole méritos. Cuando terminó su actuación, clavando el cuchillo en el suelo antes Nya­ luhana, el mukanda quedó oficialm ente clausurado. Y a sólo quedaba que los muchachos volvieran con sus guardianes a sus respectivos poblados, donde aún les aguardaba otra celebra­ ción. Los guardianes y sus custodiados, según se dice, mantie­ nen una amistad especial durante el resto de sus vidas. Kasonda y el jefe Ikelenge me dijeron que, cuando un jefe está presente en el ku-tomboka, los novicios se retiran de nue­ vo a su ces, e s te ra se una a d e la n ta « Soy ah o ra un in ú til, de no no lo s A d ir ig e tú p ara s o lo al to d a fu e g o . T ú m u ch ach o s. e n to n c e s tu el d ic e : «Todos lo s De c o m id a , que d is te al p a b e lló n je fe : p ad res fa lta deben y un con je fe !, c u id a d o uno a tu s lo s a v in i­ b ie n s o J o .» p agar c u id a conduce « ¡O h , fu e g o , h e m o s no lo c o a d e la n te c o m p á r te la del e n to n ­ té r m in o s : eres un en ¡s in o d ic e c u é n ta lo s , lo s s ig u ie n te s ah o ra in s tr u c to r nos A h o ra kambanji, danza. E l en ta m b ié n . T ú nada. o r g a n iz a d o r , m os a p e d irte la a l je fe m ayo r, yo bueno c o n tin u a c ió n , n o v ic io s e sto s te r m in a d a se h om b re eres com er h ijo s !» vez y El de je fe c ir c u n c i- s o r e s .» Según sus m is p r o p io s in fo r m a n te s , p o b la d o s , o r g a n iz a d o r y vez g e n e r a lm e n te r e c ib e n zas cerveza gran d es tie n e n que a lo s be que un han la g lo r ia la s com en cé de depende de un del la d o , dos h a b ía y lo s to m é te n id o la del p ar de de lo s que A lo s n o v ic io s p a b e lló n s ie n d o lo s r e c i­ am bos p o b la d o s del m e que o r g a n iz a d o r tr a d ic ió n rasgos c o n d u c ta y a la el que com o h a b ía lo s lo s de de del a q u e llo s la p re se n ta ­ y r e c o g id o del c e le ­ so b re c o n m ig o tip o s e stru c tu ra la s e sta te ó r ic a s , in v e s tig a d o r a al é s ta s y h as­ a n á lis is . I n s titu to d a to s s is te m a que s o c ia l R e c o g í g e n e a lo g ía s , h ic e ch ozas, p o lític o s recogí m odo lle v a d o recoger mukanda. de el H a b ía d a to s d e d iq u é lu g a r e l la ic a que en de dudas o r ie n ta c io n e s c a r a c te r ís tic a s ta n to de la a n a liz a r la d o , p r e ta c ió n , m a n te n im ie n to p u e sto de r e c o g id o s to d a c la s e p r e d e te r m in a d o ru p tu ra la s o tro d a to s a n á lis is . d is tr ib u c ió n p u n to s Por de e l tip o s ig u ie n d o de n o ta r itu a le s . c a la b a ­ mukanda. buen lo s d is tin ta s h a b ía n p e r m itir m e d ia g r a m a s lo s y de el p r in ­ cazabe, a s is te n te s . reco m p en sa m e a s a lta r o n m odo cam p o p u n to p u d ie r a n que dos de p r in c ip a l, a p o rta d a s un y in s tr u c to r ú n ic a p r e s e n ta r lo s , R h o d e s -L iv in s g to n e , en La e x a m in a r d e te r m in a d o c ie r to P or a mukanda, fo rm a tr a b a jo ta E l o v e ja , p ad res c ir c u n c is o r p r o v is io n e s una en por c ir c u n c is o r e s c o m id a lo s pagados comentarios analíticos del h a b ía n del o de ser mukanda, el yifakaminu sus h a b e r lo g r a d o b r a c ió n c ió n c h iv o ce sta s c u id a n d o . al n o v ic io s . de un p r iv a d a m e n te e sta d o C uando m e jo r con pagan e n v ia d o A lgunos dos s im ila r con h a b ía n es le s r e g a lo pagados y c o m p a r tir g u a r d ia n te s deben te r m in a d o e l in s t r u c t o r d e l p a b e lló n . L o s c ip a le s de am bim bi lo s una e n tre d escu b rí lo s v ín c u ­ gru p o s y s o c ia le s de p a r tic ip a n te s d e ta lle s r itu a le s , e s p e c ia liz a d a , lo s así su b gru p o s, y su com o s e c u la r d ir e c ta m e n te r e la c io n a d o s s e r v ic io del r itu a l. c o m p le jo in te r ­ a q u e llo s con el A p a r tir d e l p r im e r c o n ju n to e l s is te m a t e y de lo s A del lo s tip o s fe re n te s e s fe ra s c u ltu r a l, lo s r itu a l de e s tu d io , del mukanda, cu e n ta con c la r id a d lu g a r e s y d u ra n te o tro s lu g a r e s sagrad os en p r im a r ia m e n te n ific a t iv a m e n t e m o stra b a n una exponer s ím il q u e e je c u ta n te s con exp resar y ra y lle s de gru p o una m e n to s, o la s se la la to un lo s que r itu a l q u e r ía a n a liz a r su a lo s dos la d i­ de la e s tru c tu ra ni la s fa llo s y h a b ía del su fu e de que p a r e c ía n la s c o o r d in a c ió n s o n r is a s de e n tre d e n tro e sta b a n in c lu ía , en ta n to eran de m e y sec­ de o r­ e v id e n ­ lo s d e ta ­ qua o rq u e s ta to m a d a s c o m p le ta cada de d e te r m in a d o s d ir e c to r c la r o com o in flu id o s lo s co n cre­ que y por que fu e ra la co m p o n e n te s la m o­ s e c c io n e s , in te r c a m b ia d a s tie m p o , se m e h iz o ta n to la sus p a r titu ­ d ir e c to r e llo s cu e n ta s im p a tía de p erson as el de y m an era te ó r ic o p a r titu r a , dar co­ e s tru c ­ c e le b r a c ió n por v a c ila c io n e s s ig ­ m e a lg u n a co n o ced o res la poder que d in á m ic a to d o s p r o p ie d a d e s de e sta b a n m u s ic a l m arco a n tip a tía ta m b ié n s o c io g e o g r á - e q u ip a r a r la cad a un en s in o s e n tí d e te r m in a d a s p r o p ie d a d e s de en de s ó lo in te r d e p e n d e n c ia . e n c o n tr a r p e rfe c to s la s y d ic h a el de lle ­ p a rte a c o n te c im ie n to s Q u e ría qué y Ni mukanda, D ic h o s de h a b ía no área p a r titu r a p esar o b servad o , que del una s e n tía n de la s sagrad as, d in á m ic a , co n yo m ayor c e le b r a c ió n , s í. cabeza por s í, a o b servad a, lo s p or la o b servan d o, fa s e s e n c o n tra r m ú s ic o s sep arad o , co n te x to de e x h i­ go b ern ad as al o b sta n te , in te r d e p e n d e n c ia lo s e j e c u t a n t e s . A l m is m o lle s p o s ib le a u tó n o m a s, que tie m p o s m a n ife s ta b a p a r titu r a . m uecas y o rq u e sta . e n tre h á b ile s co n d u c ta a o rq u e s ta s o c ia l, por una la d o , la la s e n tre mukanda que b ie n la fu e la no de fu n d a m e n to s com p ren d er de te m e n te lo s a n a liz a r o rq u e s ta o tro a fe c ta d a v in o del de q u e sta , o c o n o c ía ndem bu. e n fre n ta d o y v e n id o in te r d e p e n d e n c ia m e c u ltu r a l h a b ía c o n e c ta d o s r r e s p o n d ía c io n e s una, p e r ío d o p e r m itie r a ya s o c ia l a is la d o v e ía a b s tra e r p a r tic ip a n ­ que co stu m b re s h a b ía M e d arm e o c u r r id o s Por lo m e de lo s o tra . lo s ta . ya de v ir tu a lm e n te lo s Un con d a to s, mukanda, del e n tre e stru c tu ra de que que tu r a la ndem bu. a c o n te c im ie n to s fic a a el D u ra n te a e s p e c ífic o c o n ju n to p r in c ip io s de s o c ia l la un d a to s, fu i c a p a z e x is te n te c o n ju n to com o m is m o s e stru c tu ra s is te m a segu n d o de s o c ia le s s u b y a c e n te s mukanda d iv e r s o s gado e ste p r in c ip io s el po r r e la c io n e s r e la c io n a r p a r tir b ir de lo s del e n tre d e ta ­ co n te x ­ e s tru c tu ra r itu a le s de com o s o c ia le s . Cuando de K u rt do un p or L e w in gran p r im e r a (19 4 9 ). avance en vez m e el di le í Field theory in social science, cu e n ta a n á lis is de de la que v id a se h a b ía s o c ia l. p r o d u c i­ L e w in v e ía posible ligar entre sí de manera definitiva, por m edio de su enfoque «teórico de cam po», toda una serie de hechos de la p s i cología social e individual, que, desde un punto de vista clasificatorio, parecen tener muy poco en común. Lewin fue capaz de llegar a esto considerando la barrera entre individuo y entorno como indefinida e inestable. Su enfoque requiere to­ mar en cuenta un campo organismo-ambiente, cuyas propie­ dades se estudian como propiedades del campo o cuando tal y no del organismo o del ambiente tomados por separado. El flu jo de los acontecimientos dentro del campo se encuentra siempre dominado hasta cierto punto por las relaciones entre estructuras externas e internas. Según Lewin, «Un instrumento básico para el análisis de la vida del grupo es la representación del grupo y su marco como un ’campo social’ ». Los acontecimientos o sucesos del campo los ve él como «ocurrencia y resultado de una totalidad de entidades sociales coexistentes, tales como grupos, subgrupos, miembros, barreras, canales de comunicación, etc.». Esta tota­ lidad tiene una «estructura» que él considera como «la posición relativa de cada una de las entidades que forman parte del campo». Tras leer a Lewin, m e di cuenta de que las conductas que había observado durante el mukanda resultaban, en gran me­ dida, inteligibles si se las consideraba como teniendo lugar en un campo compuesto, por un lado, por las creencias y prác­ ticas genéricas del mukanda, y, por otro, por su enmarque so­ cial concreto. En la práctica estos dos conjuntos fundamenta­ les de determinantes no podían demarcarse claramente entre sí, y puesto que la actividad predominante dentro de este cam­ po era la celebración de un prolongado ritual, me pareció ade­ cuado denominarlo «cam po ritual» del mukanda. ¿Cuáles eran pues las propiedades y relaciones fundamentales de este campo ritual? En prim er lugar, había que tomar en cuenta los límites es­ paciales del campo ritual. Estos eran fluidos, y variaban de una situación a otra, pero se correspondían aproximadamente con los límites de la vecindad, que en otro sitio he definido como un agrupamiento discreto de poblados. Todos los niños que te­ nían que ser circuncidados provenían de la vecindad, como ocu­ rría también con la mayor parte de los oficiantes. A las gran­ des ceremonias públicas que precedían y cerraban el mukanda propiamente dicho, no obstante, acudían también gentes de otras vecindades e incluso de otras jefaturas, y durante una de las fases del período de reclusión, danzantes enmascarados del p a b e lló n v is it a b a n la s v e c in d a d e s p r ó x im a s . L o s lím it e s d e l c a m p 0 r itu a l e r a n , p o r o b s ta n te , vos del ta n to d u ra n te cam po la en e ste m ayor r itu a l a sp e cto , vago s p a rte te n d ía n a del r itu a l, c o in c id ir y v a r ia b le s . lo s . lím it e s con el No e fe c ti­ p e r ím e tr o de la v e c in d a d . A h o ra b ie n , g e n e r a le s cam po dad que r itu a l e s tá v e c in d a d de de — e n tre q u e v a r ía n y ya una e n tre tie n e hem os te e n tre lo s lo s h is to r ia desd e c in d a d e s o su c in c u e n ta c o m p le ja to n c e s la es nen lu g a r dos c r ía n jo v e n c io n o lo s lo s e s to por la can m ayor un rasgo he r e c lu s ió n . o tro . e m ig r a n te , a La de sus El la la v ín c u lo son gru p o s |a c i o n e s s u fre n d iv is io n e s que c a m b ia n se su in e s ta b ilid a d de dos que do cada do, por so b re por a u to r id a d . d iv e r s o s A s í, e n la la e x is te s o c ia le s un y ha y ndem bu, sep arad o a filia c ió n r e iv in d ic a n uno esa e je m p lo , base de v e c in d a d . o cu rre c o n fie r e n e x is te n un su la así el que c ir c u n ­ que es su b raya­ de co n tro l m ayor S in en s o lo un a n tig ü e d a d em b argo, su de o el de la p ero dos lo s el o so b re p ara de re- c o n flic to c o n tr o l. m ás o tro s, p o b la ­ fu n d a n ­ Un de te r r ito r io r e iv in d ic a c ió n E sta s v e c in d a d no o c r ite r io . s itu a c ió n en p o b la d o v e c in d a d . c o e x is te n c ia so b re una lo s d e s p la z a n c o n ju n to s p r e s tig io , A fr i- que e s ta b le c id o o tro s m oral r e c la m a r ya d e lo s c a c iq u e s h a b itu a lm e n te r e iv in d ic a c ió n puede en e n c o n tra m o s que v e c in d a d se tr a s h u m a n c ia c r ite r io C o rn o p r in c ip io s cad a m ás M en­ in e s ta b le s , de uno su tie ­ p o b la ­ p o b la d o s . p a d r e -h ijo , c la r a m e n te v a lid a r m a­ g e n e r a c ió n queda lo s N o lo s d u ra n te h a c e n im p o s ib le e l c o n tr o l p o lític o d em ás. de mukanda del v e c in d a d , en­ el m a tr im o n io s o tro s h ijo s que Schism and continuity in an en s e c c ió n m enudo c a r a c te r ís tic a s de v e c in d a d e s fre c u e n te m e n te a de ve­ e n tre a s u m ie n d o p a rte p r o p io s co rta o tra s r itu a l. m o stra d o la s a k iló m e ­ una de D ado lo s im p o r ta n te a tie n d a n in te g r a c ió n de m ayor m a tr ilin e a le s d is ­ e s ta b le c e n p o lític a . la de por sí p o r la z o s tie n e n p ro n to p a rte « s e m in a le s » de la society, s itio es c o stu m b re p o b la d o s un h ijo s p e r ío d o ya la e llo s m a t r im o n ia le s , v e c in d a d , m ie m b r o s y el C om o a lia n z a s s e r ie sí tre s p r o v ie n e n p o b la d o s s ig n ific a c ió n la p r o te ja n c r u c ia l p a r a do de de p orq u e p ad res y y v ir ilo c a l, y co rn o de c is ió n lo c a l, una lo s del v e c in ­ d e s c e n d e n c ia d o m in a n ­ a s e n ta m ie n to red d e n tro de La una e n tre lig a d o s e n tr e de a fin id a d p or m e tro s y p a rte D ic h o s p r o p ie d a d e s e stru c tu ra mukanda. d ic h o , m ayor je fa tu r a s . sí u n a tr im o n io La la d ocen a, sep arad o s es, p o r e l p r in c ip io ndem bu. a del tr o s . P o c o s d e e s to s p o b la d o s s e h a lla n m a tr ilin e a le s , e s to c ie r ta s d e c is iv a c e le b r a c ió n co rn o dos ndem bu m an era c u a lq u ie r fo rm a d a , p0 b la d o s to c ia s la a fe c ta n p o b la ­ p r io r id a d ocu p ad o puede verse contradicha por un poblado de más tardío asentamiento, cuyo linaje nuclear tenga lazos de parentesco más estrechos con el je fe principal de los ndembu o con el subjefe del área, nom­ brado por el gobierno (que generalmente tiene autoridad so­ bre varias vecindades). El conflicto entre estos poblados resul­ ta pertinente para el análisis del mukanda, ya que el caudillo que patrocina los ritos obtiene con ello el reconocimiento ge­ neral, tanto dentro como fuera de la vecindad, de su prima­ cía moral, si no de su autoridad política. Así, cada mukanda se ve precedido por luchas de facciones que intentan lograr el derecho a patrocinarlo. Cada caudillo importante intenta explo­ tar sus lazos de parentesco, afinidad y amistad con los miem­ bros de los poblados vecinos para fortalecer su posición. Pue­ de también intentar ganarse el favor de su jefe local, que debe inaugurar ritualmente el mukanda. Del resultado de estas lu­ chas depende la concreta distribución de los papeles rituales, ya que los más importantes recaen en los miembros de la fac­ ción victoriosa. A la hora de delimitar el campo ritual, es preciso conside­ rar también la estructura del poblado y las pautas de relacio­ nes entre los distintos poblados. El poblado es la subdivisión local principal de la vecindad y debe ser tenida en cuenta, tanto en términos de su interdependencia con la agrupación englo­ bante como con respecto a su autonomía dentro de ella. Más aún, debe ser examinado desde el punto de vista tanto de su independencia como de su interdependencia, es decir, desde el punto de vista de sus relaciones con los grupos estructurales equivalentes. La composición de los poblados ayuda a configurar la de la asamblea ritual del mukanda y es un factor importante en las disputas que surgen en los intervalos seculares entre fases y epi­ sodios rituales. En realidad, más que las características generales del poblado, en este tipo de ritual importa el contenido de las re­ laciones entre y en el interior de cada uno de los poblados durante el período del mukanda. Dicho contenido incluye los intereses, ambiciones, deseos y metas concurrentes de los in­ dividuos y grupos que participan en dichas relaciones. Incluye igualmente las interacciones heredadas del pasado inmediato: resentimientos personales, memorias de venganzas de sangre y rivalidades corporativas sobre derechos de propiedad o sobre la lealtad de los individuos. En otras palabras, cuando anali­ zamos la estructura de un campo social, debemos considerar como propiedades fundamentales de dicho campo no sólo las relaciones espaciales y el marco de las relaciones persistentes, que los antropólogos llaman «estructurales», sino también las « entidades dirigidas» que operan en un momento dado dentro de dicho campo, las actividades intencionales de individuos y grupos en la prosecución de sus intereses y metas a largo plazo. Un aspecto de la estructura durable de la sociedad ndembu adquiere considerable importancia en este tipo de campo ri­ tual. Me refiero a las relaciones categoriales que subrayan la semejanza más que la interdependencia como base de clasifi­ cación. Una característica fundamental del mukanda es que su simbolismo y pautas funcionales expresan no la unidad, la ex­ clusividad y la constancia de los grupos corporativos, sino la existencia de clases tan amplias como puedan ser hombres, mu­ jeres, ancianos, niños, los casados, los no casados, etc. Dichas categorías establecen cortes transversales y vinculan entre sí a los componentes de los distintos grupos corporativos. En cier­ to sentido representan, una vez ritualizados, la unidad y la con­ tinuidad de la sociedad en su conjunto, puesto que tienden a representar las constantes universales y las diferencias de edad, sexo y rasgos somáticos. Al acentuar estas diferencias en el contexto sagrado de un gran ritual público, las divisiones y oposiciones entre los diversos grupos corporativos y entre el sistema social total, considerado como una configuración de grupos, y todos o algunos de sus grupos componentes, son «m inim izadas» y desplazadas por la fuerza del centro de la atención y el interés ritual. Por otro lado, las relaciones entre las categorías aparecen ritualizadas en pares de opuestos (hom­ bres y mujeres, viejos y jóvenes, circuncisos e incircuncisos, etcétera), efectuándose de este modo una transferencia de las luchas entre los grupos corporativos a la polarización de las categorías sociales. N o obstante, hay que acentuar que el mu­ kanda es fundamentalmente un ritual represivo, y no un ritual de rebeldía o una exteriorización de impulsos socialmente ilí­ citos. En su conjunto, el conflicto se halla excluido de la con­ ducta estereotipada que se manifiesta en los acontecimientos rituales. El duro peligro físico que sufren los novicios, por un lado, y por otro el peligro de que en los intersticios seculares de la situación ritual estallen disputas entre los grupos cor­ porativos, se contrarrestan parcialmente por la fuerte insisten­ cia en la necesidad de cooperación entre las distintas categorías sociales. Los castigos más duros se hacen recaer sobre aquellos que desobedecen a los oficiantes rituales, y temibles sanciones sobrenaturales se cree que caerán sobre aquellos que rompan los tabúes rituales. De este modo, la oposición entre categorías sociales se ve reducida a los más estrechos límites, acentuán­ dose, en la situación ritual, su mutua interdependencia, más que su antagonismo. Aunque los grupos corporativos específicos no aparecen ex­ presados en las costumbres rituales del mukanda, determinadas relaciones de parentesco típicas están vívidamente representa­ das. Estas son, fundamentalmente, las relaciones padres-hijo. Uno de los fines del mukanda, como ya hemos visto, es mo­ dificar la relación entre madre e hijo, y entre padre e hijo, en el sentido de que, una vez pasado el mukanda, las relaciones entre los ocupantes de estas tres posiciones sociales están guia­ das por valores distintos y orientadas hacia fines distintos de los que prevalecían en ellas ante del ritual. De niños «sucios» que eran, parcialmente afeminados por el contacto constante con sus madres y otras mujeres, los muchachos pasan a con­ vertirse por medio de la eficacia mística del ritual, en miem­ bros purificados de la comunidad moral masculina, capaces de empezar a tomar parte en los asuntos jurídicos, políticos y rituales de la sociedad ndembu. Este cambio tiene repercusio­ nes en las relaciones con sus padres. Dichas repercusiones no sólo reconfiguran la estructura de la fam ilia elemental, esto es, los modos de interrelación entre padres e hijos, sino también los lazos extrafamiliares de la descendencia matrilineal y la afiliación patrilateral. Porque cada muchacho se encuentra vin­ culado a través de cada uno de sus padres a diferentes tipos de grupos corporativos: a través de su madre, al núcleo ma­ trilineal del poblado, y, a través de su padre, no solamente a' otro poblado, sino también, por extensión, a la sociedad en su conjunto, a la vecindad, a la jefatura, a la tribu. El mukanda fortalece las lealtades más amplias y atenúa las más estrechas. La matrilinealidad es el principio que gobierna la persistencia de las estrechas unidades locales a lo largo del tiempo. Es un principio de importancia cardinal en la sociedad ndembu y se halla ritualizado en un gran número de contextos. No obstan­ te, en el mukanda lo que se acentúa es la unidad de los varones, sin que importen las conexiones matrilineales. La relación pa­ dre-hijo adquiere especial prominencia y es casi considerada como representativa de los valores y las normas que dominan las relaciones de la comunidad ndembu en general. Es el ligamen que une entre sí los distintos grupos locales en una co­ munidad tribal. La separación de hombres y mujeres en el mukanda no se limita a dar expresión ritualizada y en realidad exagerada a las diferencias fisiológicas y psicológicas existentes entre hombres y mujeres, sino que además utiliza el lenguaje de la s e x u a lid a d p ara o p Ue s to s de o rd en ar ndem bu han v e n id o p a d res han de d is tin to p asad o la c io n e s a m ás m e ta s y he s e c c ió n lo s m o stré p u n to de la un zas» . co n c e p to El in d u c ir gru p o . se « cam p o de de fu e rz a s » N o de d e te r m in a d a p r e s ió n to aquí des un cam po rasg os p o b la d o s ban de una te r io s con p r im a c ía de he a n a liz a d o la e stru c tu ra A h o ra de la de fin e la lo c o m o c ió n la fu e rz a tie m p o s la h o ra lo s la p o r por lo s de m ás q u e de de caso q u ie r e p r e s tig io . en el El d e s c r i­ a gran ­ por con c r i­ y pa­ T a m b ié n r e la c ió n d e n tro de a que de p or con « cam p o su « p o d er» , Las E n a la d o , q u e fu e rz a s d e te r m i­ s e m e ja n te in d iv id u a lm e n te id é n tic o s v is ta s de en n o so tro s d ir ig e n sea a de­ r e fir ié n d o s e un p ru eb a se L e w in p o s ic io n e s p ara fu e rza s. m ukanda, de de e s to a c o n v ir tió fu e rz a s » . p r in c ip a le s . c o m p e tía n co n ce p to o una r e iv in d ic a ­ d iv e r s o s . d e c ir, p o r ponen p r in c ip a le s , mukanda. H e a fin id a d lo c o m o c ió n » , d e c ir del cam p o del fu e r­ p erso n a acu erd o « r e la c ió n m e ta s s e c c io n e s , r itu a le s la r itu a le s la s L e w in de co m p u e sta mukanda de Q u ie r e c o m p o n e n te s c o n c re ta y a mukanda? y el espa­ c o n c re to de y el « cam p o com o p a p e le s r e la ­ d esd e « p o s ib ilid a d c u a le s de la s p o d eres. c e le b r a r un y la s c o in c id e n la z o s de una p r im e r a que o tra en lo s a g ru p a m ie n to p a r tic ip a n te s p a p e le s e sto en ¿Q ué d ir ig id a s , fa c c io n e s sab er, c ió n lo s de lo e je m p lo . o tro s, p or de que, la en ig u a lm e n te « te n d e n c ia e ste lo s e s tru c tu ra s itu a c ió n , o en gru p o s e n cu e n tra n nan com o d e a n a liz a r e l d iv e r s o s e fic a c ia cam p o d ife r e n te s » . c o m p itie n d o se lo s a ndem bu, de la « cam p o lím it e s a lg u n o s E n y que de in te r e s e s con un B, p or v e c in d a d sí d e c is ió n re­ e s p a c ia le s p r o p ie d a d e s e je r z a cu yos e n tre p od eres a el gru p o so b re tip o s que A m oral e s te d ic h a s m a g n itu d lig a d o s o tro s de g e n e r a le s in d ic a r r e fe r e n c ia gru p o una lo s r e a lm e n te hace p od eres y de p a d r e -h ijo mukanda del a lin e a c ió n m ás c ie r ta el con de r e la c io n a n ta m a ñ o , n ú m ero b ie n , cam po y y e l c o m b in a d a s ah o ra p od eres» , una de d iv e r s o d iv e r s o s , re n te sc o e s te lo s r itu a l en a n á lis is , so b re de c u ltu r a s ím b o lo s c o m u n id a d . c o n c re ta que en m odos la descen d er c a r a c te r ís tic a s a c tu a l « p o d er» s ig n ific a de p r o p ie d a d e s h a lla n Q u e r r ía n u e s tro e s tr u c tu r a le s lla m a r ía la s la s se la fo rm a de de c o n s o n a n c ia de e x is te n te s . v is ta h ech o en m a d r e - h ijo del ca m p o que en el mukanda, el a lg u n a s m ie m b r o s con e n tre que c o m p le ja s . s o c ia l n d e m b u s o c ia le s c ia le s y en in d ic a d o d ife r e n c ia s s o c ia le s , r e la c io n e s m ás s e n ta d a s c io n e s de y id io s in c r á s ic a , de Las fu n d a m e n ta le s la e s t r u c t u r a m an era a s o c ia r s e c o n v e r tir s e , H e d e ja d o e s tu d ié , a la s r e la c io n e s sexo. a m p lia s e s tr u c tu r a le s y0 re p re s e n ta r la s a fin e s , la fu e rz a s » H a y a q u í im p lic a d o a lg o a o b te n ­ im p lic a m ás que la teleología de la lucha por obtener beneficios a corto plazo. Ya que la compleja secuencia de acontecimientos rituales que componen el mukanda está asociada con fines que superan el ámbito puramente individual. En gran medida, el mukanda es un mecanismo «cibernético», dirigido por la costumbre y orien­ tado a reponer un estado de equilibrio dinámico entre compo­ nentes estructurales fundamentales de un sector de la socie­ dad ndembu, que se ha visto perturbada por el crecimiento de un determinado número de niños. Hay demasiados mucha­ chos «sucios» (anabulakutooka) «pululando» por las cocinas y entre las mujeres. N o hay un número suficiente de jóvenes sentados en el fo ro del poblado (chota) y participando en los asuntos de los adultos. Es interés general de una serie de pobla­ dos hacer pasar a estos muchachos al campo de los adultos, corrigiendo así las obstrucciones que su presencia provoca en el desarrollo regular de la vida social. Habida cuenta de la creen­ cia ndembu de que los varones incircuncisos son a la vez sucios e inmaduros, el incremento natural de éstos provoca un desequilibrio numérico, e igualmente un desequilibrio de la influencia social, entre hombres y mujeres. Los muchachos in­ circuncisos pertenecen a la esfera de las mujeres y su vincula­ ción a esta esfera se hace cada vez mayor según el tiempo pasa. En todo momento, la constelación nuclear de las relaciones so­ ciales en cada poblado se plantea entre parientes varones, ma­ trilineal o patrilateralmente ligados con el caudillo, pero las relaciones de autoridad-respeto y subordinación-superordinación afectan sólo a los circuncisos. Si es posible definir las «relacio­ nes estructurales» como relaciones sociales dotadas de un alto grado de constancia y consistencia, gracias a normas sanciona­ das por una fuerza organizadora, por la amenaza de una inte­ rrupción del proceso de reciprocidad, y/o por agencias mís­ ticas, habrá que decir que sólo los hombres circuncisos parti­ cipan en este tipo de relaciones. Los hombres, normalmente, no ejercen mando alguno ni tienen poder para castigar a los niños incircuncisos. Los espíritus de los antepasados tampoco pueden, según se cree, atormentar a los niños incircuncisos con enfermedades o desgracias por su mala conducta, ya que n° los consideran personas responsables. Los niños no están capa­ citados para el sufrimiento. Pero sí pueden ser castigados por sus faltas de conducta por sus madres, ya que se les considera parte de la personalidad social de éstas. Una vez que los niños han sido purificados y convertidos en «hom bres» por el m «kanda, deben empezar a obedecer a sus mayores y a cumplir los deberes que corresponden a cada categoría de parentesco, y pueden ser y a nes m ayo res ser to rtu ra d o s c a s tig a d o s que e llo s . p o r lo s d e p e n d ie n te s c o m o e n e stru c tu ra d o s de p o b la d o , ta n to , por m uch ach os te s p ara m ie n to poder d e s o b e d ie n c ia pueden, e s p ír itu s , s o c ie d a d e x is te ta n to lle v a r a ndem bu. una no a p or p a r tir en m e d ia n te la s se la s ic a com o ta l e s u n a v e c in d a d se in ic ia d o s r u tin a r ia s e x is tir á vez m a n tie n e n lig a z ó n con la la s s ím b o lo de un n iñ o . c a m b io que lo s r e b e ld e s r e la c io n e s y con La la a es­ e s fe ra e l p r e p u c io del p rep u ­ tie m p o , de o p e ra c ió n fí­ status de de m a n te n i­ de m ás m ad re del un o s u fic ie n ­ de e l p e lig r o cad a e l a fe m in a m ie n to el in ­ p r e p o n d e r a n c ia jó v e n e s v u e lv a n cu al tr u c tu r a le s . L a p r o lo n g a d a S i en ta re a s adem ás in c ir c u n c is o s s im b ó lic a , v a ro ­ e n to n c e s, p erson as de l a s m u j e r e s e s s i m b o l i z a d a p o r e l h e c h o d e q u e se c o m p a r a c o n l o s labia maiora. C o n l a s u p r e s i ó n cio m e d i a n t e l a c i r c u n c i s i ó n s e s u p r i m e a l m i s m o m an era lo s de cu a n to in a d e c u a d a h ab rá cabo d el p o b la d o , p e ro d is c ip lin a su c u a n to m ie m b r o s d e u n o d e lo s s u b g r u p o s in c ir c u n c is o s , m u ch ach os la la p or T a m b ié n s o c ia l. E x is te n , p u e s , d o s c a te g o r ía s p r in c ip a le s d e fu e r z a s e n e l c a m ­ po r itu a l mukanda, del fin e s . Un de e stru c tu ra la tip o e m p le a d o g id a s a es de a s o c ia d a s e stá s e c u e n c ia la s de la e n tre dos la s de de d e r iv a ndem bu. Los a b s tr a c c ió n . «hay (atwansi) (ku-ketula) co rta d o s a s í lo s a n c ia n o s c id a r lo s » . cen en que el p ara de la es c o c in a r la y a p ro p ia d o que lo s de u n id a d p r in c ip a l que lo s en fu e r te m e n te h erm an o s h ijo s la se u n id a d en de o de lo s y lo s y y no h erm an o s. en E sta p arece Los h er­ la nuevo, o tro s hem os p a r a le lo s c ir ­ fo rm a n p o b la d o ta m b ié n del no segu n d os. h erm an o s. Y a p r im o s p la to s m u ch ach os h erm an as c u a lq u ie r e ste lo s lo s la s pueden e m p le a d o c ir c u n c is o s lo s reco n o ­ no fu e g o h erm an o s, a de lo s de de in s u lte n varo n es fu n d a c ió n m ayo res en b u r la n gru p o s su b rayad o de que d iv id id o s lo s el y c ir c u n ­ in c ir c u n c is o s m u ch ach o s, n i u sar ad em ás, p r im e r o s en que s id o kwadika), ndem bu n iñ o s es han bueno c ir c u n c id a d o s c o c in a d a e sto s no o s e r ía lo s ta n to s h om b res h erm an o s y e l p r in c ip io lo s de m ás, haya s id o D ir á n , tra v é s lo s u te r in o s te x to s lo s ha poco que d es­ e n u n c ia n d ic e n que d ir i­ al r e c o n o c i­ no l que (kwalama p ie n s a n que ta ja n te m e n te m anos s ie n d o que que u sad o. que co rta un m is m o s Lo de m e d io con d u cen p o b la d o s c ir c u n c id a d o s c o m id a han e s tá n c u n c is o s , d iv is ió n ya lo s E l r itu a le s , s o c ia lm e n te ndem bu en v e c in d a d c o n v e n ie n te c o m id a é s to s p o b la d o o la P r e s io n á n d o lo s no p o b la d o , com er que n iñ o s tip o s m a n te n im ie n to ndem bu. que c a te g o ría s n iv e l m uch os el co stu m b re s das d e l a s o c i e d a d la s i t u a c i ó n a e s t e de d ife r e n te s con s o c ie d a d lig a d a te n d e n c ia s n u m é r ic o con r e la c io n a d o tr a d ic io n a l una c o r r e g ir e q u ilib r io fin e s con ­ v is to fre c u e n te ­ mente actúan como guardianes (ayílom bw ejí) de sus hermanos menores o primos durante el período de reclusión que sigue a la circuncisión. De este modo, son colocados en una estrecha relación de ayuda con respecto a sus parientes menores, que tiende, en cierto modo, a superar el anterior corte. Las creencias consuetudinarias sobre la función del mukanda, pues, dan lugar a una situación de incomodidad a la vez física y moral cuando existe un exceso de muchachos incircuncisos en un determinado poblado. Es este sentimiento de incomodidad, asociado sin duda con la ansiedad por parte de los padres acerca de si sus hijos no estarán tal vez apegándose demasiado a sus madres, y con la irritación que produce a los hombres el hecho de que haya tantos muchachos indisciplinados pululan­ do por el poblado, el que empieza a crear una determinada at­ mósfera entre las gentes del poblado. En tales condiciones, la sugestión por parte de algún adulto responsable de que tal vez debería celebrarse un mukanda es recibida con gran alivio por parte de todos, alivio que en cualquier caso se ve atemperado por el conocimiento que todos tienen de que el mukanda es un ritual difícil y peligroso de ejecutar, que implica además la colaboración durante varios meses de prácticamente todos los miembros de la vecindad que están en condiciones de prestar­ la. Los seres humanos en general se sienten seguros cuando ven funcionar bien determinadas relaciones sociales dominan­ tes. Cuando éstas marchan tranquilamente y, por así decir, sin contratiempos, todos se sienten en mejores condiciones para proseguir sus propios fines personales o seccionales. Cuando sienten que las costumbres, en su conjunto, se mantienen y son observadas con fidelidad, son más capaces de predecir el re­ sultado de las actividades que emprenden para alcanzar sus fi­ nes particulares. Pueden apercibirse m ejor de que la totalidad de las interacciones sociales en las que participan en sucesivos ciclos de tiempo que se solapan tienen un «m arco». Determina­ das acciones y transacciones son obligatorias, por onerosas que puedan parecer a los individuos que las llevan a cabo. Pero, si no llegan a realizarse, o se realizan de manera inadecuada, el marco pierde entonces todo valor como salvaguarda y pauta del tráfico social en general. La inseguridad y la inestabilidad se producen cuando las interacciones a través de las cuales las costumbres «estructurales» cruciales se mantienen y expresan dejan de ser ejecutadas de manera reiterada. Ahora bien, el mukanda, como antes se ha dicho, es un mecanismo «construi­ d o» con vistas a mantener en funcionamiento el sistema de costumbres que da pauta de forma y reiteración a las interac­ c io n e s s o c ia le s ndem bu. r a ím e n te a b o le co n d u c ta n o rm a tiv a s id e r a d o s cas el s in o dad o r ie n ta d o s n e cta d o s r ía s a b ie n de m a s iv a s que de o tro cam po d ic h o escasos en p or no la su s c io n e s c ie r to s de d u c ir el un p r o p io y y de s o c ia le s , o con dañar la s fin e s p or la y a del de cam po v e ía n en a ju s ta r un mu­ m arco m e d io su s va­ con ­ el el p ara r e iv in d ic a ­ p o s te r io r e s una fu tu ra s d e n tro p r iv a d a s ta m b ié n e llo r e c ti- c a n a liz a c ió n del e s ta b le c e r re sp e cto en que a c u m u la c io n e s gru p o s s in o co­ c a te g o ­ e s p e c ífic a s . a c o r r e g ir p ara V e ía n a e s ta d o y mukanda, E l c o r r e c tiv o bú squ ed as In d iv id u o s d erech o s p r e s tig io de s o c ie ­ r itu a le s , a m p lia s re sp u e sta a n te r io r la s o c ie d a d e s , de o r ie n ta d a s c la s e e q u ilib r io com o o tra s m ás d r a m á ti­ en n o rm as. en la e s ta b le c i­ de ju r íd ic o s c o n s titu id o del p r e s tig io s e c u la r e s . e sta d o de ser con ­ y v a lo r e s e m e rg e n c ia s m e d io r e la c io n e s su a e stá to d a v e c in d a d . a u m e n ta r r itu a le s no fu e r z a s m arco a b ie r ta s del d e la s m e c a n is m o te m p o - deben c ie rta m e n te , ta n to com o no lo s s o c io b io ló g ic a m ás de s o la m e n te gen eral d e nes un de el a e x is te n te s mukanda cam p o com o re to s v io la c ió n p r e s io n e s , q u e lo r e s fig u r a d o es c o n ju n to h a c ia kanda la m a d u r a c ió n del o que d e b ilita m ie n to s erro res E x is te n , r itu a le s m e c a n is m o o d e s v ia c io n e s id e a le s . fu n c io n a r itu a l un mukanda m e c a n is m o s , in d iv id u o s , fic a to r io , E l com o o tro s la de erro res n o rm as, r e c tific a r con lo s del la s o tro s ta n to s tr a ta e s p e r a d a . D ic h o s s o c ia l ndem bu, com o de m ás c o m o d id a d Se m in im iz a m arco v io la c io n e s d o s, y en o s itu a c io ­ o p o r tu n id a d de r e iv in d ic a c io n e s de re­ lo s r iv a le s . En té r m in o s aquí he za su p e rp u e sto s, fin e s d ife r e n t e s r io s » , p orq u e vadas a e n tre sí p or ses fin e s p r iv a d o s s e n ta b a ta s y la s una la s uno y e llo s p erson as gen eral uno p or tie m p o v a lo r e s de uno y que c o m p r o m is o s e g o ís ta s . p r iv a d a s de lo s h a lla b a n v a lo r e s de Y un e n tre si que fu e r­ de « C o n tr a d ic to ­ la y vez a m o ti­ c o m p e tir escasos. Si fu e ra c o m p o r ta m ie n to s m is m o y mukanda, del e s ta b a o tro te rc e ro , la s de c o n ju n to s a a c c io n e s mukanda, m ie n tr a s a l¡ ¡ v e c i n d a d e l lu g a r del cam pos Y - d ig o d is tin to s tip o p r o p io s fa c c io n a le s , de lo s lo s en un se de mukanda del dos o r ie n ta d o m is m a s p r o p ia m e n te o p in io n e s de de c o n tr a d ic to r io s . el s e r ie r itu a l in c lu s o d e s c u b r ir y cam po e x is te n c ia c o n s e c u c ió n d u ra n te p o s ib le p o r lo s la el la p o r e l b ie n e x a m in a r p ú b lic o s s e r ía su p on e cad a e la s a c tu a r p o s ib le a d in á m ic o s , a n a liz a d o in te r e ­ aún, te n d e n c ia s p u d ié ra m o s g u ia d o p or rep re­ a ltr u is ­ te n e r acceso p a r tic ip a n te s , p o d r ía m o s segu ­ r a m e n t e c o m p r o b a r q u e lo s id e a le s a l t r u i s t a s y lo s m o t iv o s e g o ís ­ tas p la n te a b a n , p s iq u e a n te s in d iv id u a l. M is casi de p r o p ia s cad a a c to , un o b s e r v a c io n e s c o n flic to y lo s en d a to s cad a re c o ­ gidos en las pocas conversaciones privadas que pude tener me parecen apoyar este punto de vista. N o obstante, tendría que decir claramente que no estoy plan­ teando una simple dicotomía entre los «ideales», en cuanto in­ corporados a las costumbres que rigen el mukanda, y los «inte­ reses egoístas y partidistas», que se expresan en determinados tipos de conducta. Y a que los principios, conscientemente in­ corporados o implícitamente obedecidos, que gobiernan la in­ teracción social, nunca en ninguna sociedad se hallan hasta tal punto interrelacionados que la clase de conducta que inspiran concuerde de manera armónica con la conducta inducida por otros principios. Incluso cuando cada principio controla un campo de actividad bien definido, los campos de actividad se entrecortan entre sí cuando los individuos actúan en la pro­ secución de sus metas vitales. Siempre que un principio «Se filtra » en una actividad «a jen a » acaba por m odificar la con­ ducta de las personas que actúan en dicho campo. A menudo ocurre que, en la práctica, el principio intruso, cuando resulta estar altamente valorado en su campo de actividad original, ejerce una influencia mayor en la conducta que el principio normalmente dominante. Así, por ejemplo, el principio de matrilinealidad, que debería gobernar tan sólo las relaciones que tienen que ver con la descendencia en el caso de las mujeres ndembu casadas, a veces llega a sobrepujar el principio de virilocalidad, en la determinación de la residencia. Hablo per­ sonificando en cierto modo los principios, pero se trata tan sólo de un artificio cómodo para expresar una muy compleja interrelación de variables. En realidad, las tensiones que se dan en el interior de los individuos y entre los grupos generan conductas que hacen que los principios ya establecidos resulten, o no, operativos. Incluso cuando la conducta se halla basada en principios y no es meramente movida por los propios fines, los principios que le sirven de base pueden ser discrepantes e inducir a los actores a perseguir fines mutuamente incoheren­ tes e incluso contradictorios, al mismo tiempo y con respecto a la misma gente. Discutible resulta afirm ar si sería posible que, sin una cierta «falta de encaje» o discrepancia entre sus principios de organización, existiera eso que llamamos «socie­ dad», ya que una sociedad es esencialmente una jerarquía de actividades correctivas y adaptativas, en la que las actividades más inclusivas corrigen o enderezan los decaimientos y rupturas de las actividades situadas por debajo de ellas en la jerar­ quía. Jamás en dicha jerarquía se da la corrección radical de la desviación o la restauración completa de la ruptura. Las conductas y necesidades biopsicológicas, por un lado, y los estí­ mulos socioculturales externos, por otro, garantizan la eternidad de las perturbaciones en toda sociedad, por más que las acti­ vidades que constituyen la sociedad se hallen pautadas por la costumbre, y la pauta sólo emerge en las situaciones correcti­ vas y adaptativas. La sociedad es un proceso, un proceso de adaptación que nunca puede llegar a consumarse por comple­ to, puesto que implica tantas adaptaciones especializadas cuan­ tas son las influencias especializadas que pueden encontrarse en el entorno, como Herbert Spencer escribió hace ya un siglo. Un rasgo esencial del proceso que es la sociedad es la discre­ pancia existente entre sus principios estructurales. Los conflic­ tos entre personas y grupos que esta misma discrepancia pro­ voca, continuamente hacen entrar en juego aquellas actividades correctivas y adaptativas, cuya jerarquía constituye la vida so­ cial humana. El campo ritual del mukanda, pues, exhibe ciertas propie­ dades relativamente constantes, tales como son sus coordena­ das espaciales y sus principios consuetudinarios de organiza­ ción social. Exhibe igualmente, como ya hemos visto, propie­ dades dinámicas que adoptan la form a de cadenas de activida­ des dirigidas a un fin. Estas actividades finalizadas pueden ser consideradas como campos de fuerza que se superponen e interpenetran. La circuncisión ritual como tal, orientada como está a purificar y conferir la virilidad social a los muchachos in­ circuncisos, establece uno de estos campos de fuerzas. El tipo de relaciones que este ritual maneja tienden a ser relaciones categoriales, por lo que en él la expresión abierta de las rela­ ciones corporativas queda correlativamente suprimida. Las me­ tas privadas y faccionales establecen un campo de fuerzas an­ titético. En este campo las unidades de lucha y estructura tien­ den a ser precisamente aquellas unidades y relaciones suprimi­ das por el ritual, es decir, las relaciones de carácter corpora­ tivo. Esto quiere decir que, puesto que no pueden lícitamente admitirse las tensiones existentes entre grupos corporativos, la conducta indicativa de estas tensiones se halla en su conjunto excluida de los episodios «sagrados» del mukanda, si bien pue­ de observarse claramente en los intervalos seculares entreve­ rados entre estos episodios y en aquellas regiones del campo ritual que no han sido sacralizadas. Difícilmente puede consi­ derarse correcto hablar de conducta «secular» y «sagrada» en el campo ritual del mukanda. Todas las conductas que yo pude observar en las cercanías de los principales lugares rituales y en­ tre los ritos estaban dominadas por las relaciones existentes en­ tre lo s e le m e n to s c o n d u c ta la c o s tu m b r e y L a m is m a d is to r s io n e s dos de en y d in á m ic o s r it u a l flo r e c ía a llí d o n d e ju r is d ic c ió n . p a r tir e s tr u c tu r a le s c a r a c t e r ís t ic a d e la s r e la c io n e s lo s el de la « p a u ta in fo r m e s m arco de D is to r s io n e s é sta s de y p erson as p r in c ip io s co s tu m b re la s gru p o s en el la s de de p o d eres del cam po de p od eres n a b le s de de nes so b re la e stru c tu ra r itu a l p r o p ia m e n te en la s que la s d a m e n ta le s o tra s en daba que en adecuados to re s la y den ser fo r m a le s a m ita r c o n ju n to un la s c o n d u c ta s m is m o tip o so b re ese nes in fo r m e s e p a r tir la de « p a u ta e x a c titu d p lo s tip o se de de A la s con A un m o d e lo p a r tir de am bos que­ e sta ­ c o n stru c to s e n tre e s te que ese Por pue­ p r e s c r ib e n s in o c o n s e g u ir á d e li­ con v is ta s co m p arar o b s e r v a c io n e s de lo s o b s e r v a c io ­ de m is m o m o d e lo s . tip o so b re de la en fu n c ió n a firm a c io n e s del n ú m ero de lo s A r itu a l, que d e te r m in a d o , la s del in fo r m a n te s e sta s tip o s te n ta tiv a s m o m e n to fa c ­ s im u l­ tip o . e n to n c e s de dos de lo s te c n o ló g ic a , se o tra s p a r tir c o n s tr u ir r e p e tid a s en es, p od rán fu n ­ tie m p o , c la r a m e n te r u tin a r e fe r e n c ia s r itu a l. de que del quedado p r im o r d ia lm e n te Se c o n c lu s io n e s r e a l» e s te ob servad o s. con p od rán e s ta b le c e r su ú tile s fu e rz a s a c o n te c im ie n to s e s to la fin e s r itu a l to ta l e n tre e x is te n te s a s ig ­ p r e s io ­ m is m o han m ís tic a s , o b servad as o b s e r v a c io n e s p od rán ser d a to s lo s de al que son e je r c e n h a c ia d es­ com ponen­ p r o p o r c io n a r « r itu a le s » , m is m o s Los v e c in d a d c o n d u c tu a l a g e n c ia s lo s lo s cam pos lo s a e n tr e v is ta . in te n c io n a le s del cam po c o n d u c ta s c o m p a r a tiv o . r itu a l y m is m o pueden cam po la con que d is c r e p a n c ia s o m e tid a s en la h a b ía , r e la c io n e s com o no r itu a le s de la a q u e lla s de c u ltu r a l dos p ero d e te r m in a n un c r e e n c ia s a l a n á lis is de de c la s ific a d a s r e fe r id a s la s que s u c e s iv o s lo s de a fa c ilita ­ e x p líc ita . d ir ig id a s d e a n á lis is no e x p lic a r la d o , si s e a b s tr a e n c o n d u c ta s y m é to d o s a n t r o p o lo g ía p ara de de r e g io n e s c o in c id ir , te n s ió n in te r a c tu a n te s tá n e o s se a r itu a l, e n tre in te r e s e s fu e rz a s e stru c tu ra s te n d ía n la s de lo s d ic h o . H a b ía a c e n tu a d a . L o s b le c id o s un fu e rz a s te n ía c o n s tr u ir s e en r itu a l te s e s tr u c tu r a le s al cam po p o d r ía acu erd o no m o d ific a c io n e s a c tiv id a d e s c o s tu m b re e q u ilib r io c o s tu m b re c o n d ic io n e s p or o r g a n iz a d o s la que to ta l. L a s u p r im id a s p o r s u fr ía e s p e c ia lis ta s p lá c id a s en d ic h a r itu a l id e a l» lo s in d u c id a s r e p r im id o s p la z a m ie n to s de d el cam po s o c ia le s pue­ v a r ia n d o de e je m ­ in fo r m a n ­ te s , p o d r á c o n s t r u i r s e u n m o d e lo s i m i la r d e la « p a u t a id e a l» . L u e ­ go , si s e d e s e a , se p u e d e e s tim a r e l g r a d o e x is te n te Por e n tre o tro e tiq u e ta r s e b le el e je m p lo la d o , com o r e la c io n a r s e si se e s p e c ífic o a b stra e n lo s « e s tr u c tu r a le s » , con r e la c io n e s y lo s y el tip o tip o s de d a to s tip o s que de dos pueden co n sta n te s y de d e s v ia c ió n d e m o d e lo s . que m odo pueden razo n a­ co h e re n te s e n tre personas, grupos y categorías, se puede entrar en posesión de los datos pertinentes para la construcción de dos modelos simi­ lares a diferente nivel de abstracción, a partir de la pareja de modelos culturales. A partir de la prim era pareja de modelos, puede demostrar­ se que existe desviación entre el ejem plo concreto y real y las pautas normativas ideales, y mostrar en qué consiste concreta­ mente, pero no puede mostrarse por qué ocurre, cuáles son los factores causales que hay detrás de esa desviación. A partir de la segunda pareja de modelos, pueden exhibirse los rasgos estructurales del sistema social total que se expresan en ese determinado tipo de ritual. Allí donde existen desviaciones en­ tre la pauta real y la ideal, se puede especular sobre si ésta se debe a l a naturaleza intrínseca del ritual, que puede perm itir tal vez en su pauta simbólica un alto grado de libertad para la acomodación a las variaciones de situación y locales en la es­ tructura de los grupos que lo celebran, o bien si es el cambio social el factor responsable de las divergencias. N o obstante, está en la esencia misma del análisis estructural el considerar corno irrelevantes aquellos ítems de conducta que muy raramen­ te o nunca se repiten, esos «acontecimientos únicos» de que está llena la vida social. Y sin embargo, pueden ser precisa­ mente estos ítems los que tengan la mayor significación para el estudio de la sociedad considerada como proceso. Una ulte­ rior objeción al tipo de actividad abstractiva que conduce a la construcción de modelos, a menudo sobre la base de presupues­ tos tornados del estudio de las figuras bidimensionales, es que los modelos estructurales y culturales no pueden ser compara­ dos entre sí, ya que pertenecen a diferentes niveles de análisis. Cabe poner en duda si todavía pueden plantearse proble­ mas útiles en términos de la dicotomía cultura-estructura. Si la sociedad se concibe corno una jerarquía de actividades, o corno un proceso de adaptación a innúmeros y siempre reno­ vados estímulos del «entorno», la «cultura» entonces se con­ vierte en una propiedad de una sola e importante clase de ac­ tividades, y la «estructura» en un término que hace referencia a una cierta constancia en las posiciones relativas de los indi­ viduos activos que interactúan entre sí durante un determinado período de tiempo. Concebir la sociedad pues corno un mo­ vimiento de entidades provocado por la influencia de determi­ nadas fuerzas, supone perm itir un tratamiento sistemático de aquellos modos de m ovimiento no directamente determinados por la «cultura». La conducta idiosincrásica de los individuos puede manejarse ahora dentro del contexto analítico del «carn- po de actividades», ya que las consecuencias e implicaciones de este tipo de conducta están en relación con las propiedades constantes y dinámicas de dicho campo. Los tipos de «constructos» o «elementos de construcción» (por emplear el término de Lew in) que yo tengo en mente no son conceptos generales basados en la abstracción de las dife­ rencias individuales, pues por esa vía no hay form a lógica de descender de la abstración «taxonóm ica» al caso individual. Al igual que Lewin, creo más bien que el caso individual, «el acontecimiento único», la relación particular, puede represen­ tarse con ayuda de unos pocos elementos constructivos o sus propiedades. Dichos elementos y propiedades hacen referen­ cia al campo de actividades como un todo dinámico. Los cam­ pos o situaciones totales de actividades deben caracterizarse, no como agregados de elementos aislados, sino en términos de los tipos de interdependencia, espacial y temporal, que expre­ san su unidad operativa. Sólo una vez hecho esto resultará fruc­ tífero examinar los aspectos y fases de la situación. Cada ejem ­ plo individual podrá representarse entonces como un nexo es­ pacio-temporal específico de los constructos del «cam po». ¿ Cuá­ les son los constructos y sus propiedades. en el caso concreto del mukanda? El período del mukanda, incluidas su preparación y sus in­ mediatas secuelas, se corresponde con el tiempo de la situa­ ción. La vecindad donde tuvo lugar lo sitúa en el espacio. Tan­ to el «tiem p o » como el «espacio» tienen límites o de lim ita­ ciones. Y éstas tienen sus condiciones propias. Entre estas condi­ ciones está su grado de permeabilidad o impermeabilidad. El mukanda, p o r ejemplo, tiene un carácter temporal único, en el sentido de que implica la suspensión de muchas actividades has­ ta entonces llevadas a cabo, pero constituye a la vez una fase en un proceso social más amplio, y muchas de sus actividades distintivas tienen relación precisamente con las actividades de ese proceso más amplio. Los límites iniciales del mukanda, por tanto, ponen fin a una determinada serie de actividades y mar­ can el comienzo de otra serie de ellas. Los límites finales del m ukanda invierten este orden. Durante el tiempo del mukanda, exis­ ten también límites mediatos, en los que se reanudan determina­ das actividades características del período pre-ritual, a la vez que se interrumpen las actividades rituales. Estos límites mediatos tienen que ver con las relaciones entre tiempo ritual y tiempo no ritual, y no con las fases del tiempo ritual en cuanto tal. El mukanda, p o r otro lado, tiene un aspecto de autonomía espa­ cial, como ya hemos visto antes. Sus límites efectivos con la 12. E l kam banji, e l n o v i c i o m á s v a l i e n t e y m á s l i s t o , d a n z a e l p r i m e r o d e t o d o s e l s o l o d e l ku-tom boka, a n t e la g e n t e r e u n i d a p a r a a s i s t i r a lo s r i t o s d e l s a l i d a d e l mukanda. so c ie d a d te , en p u e sto v a r io s to rn o que c o in c id e n con lo s mukanda es, en el v e c in d a d . N o o b s ta n ­ r itu a l mukanda mukanda m is m o , la s e x is te n v e c in d a d e s a s im is m o r itu a l. A lg u n o s de e sto s d e fu e ra d e tr ib a l, a p a r te d e q u e e n u n a d e la s f a s e s d e s u c e le b r a c ió n , e l a s u p e r s o n a l v ie n e n un v e c in d a d , « lle v a d o » de la la fu e m ie m b r o s de p r in c ip io , p r ó x im a s . lím it e s lím it e s que D e n tro m arcan d e lim it a n del áreas de e s p a c io al nzukan- ig u a lm e n te da d e la r e g i ó n s o c i o g e o g r á f i c a e n t o r n o , e n t a n t o q u e p e r m i t e n una e n tra d a p e c ífic a s s e le c tiv a de a p erson as la s de áreas d ic h a e s o té r ic a s r e g ió n , a de c a te g o ría s sab er, de lo s es­ varo n es c ir c u n c is o s . T ras p a c ia l e s ta b le c e r de g u ie n te En la es e s tu d ia r m ar la c o n d u c ta lo s v id ir s e son en a q u e llo s la s que d iv id id o s sadas en m e ta s Los in te lig e n te s y s o c ia le s en te s pueden ser s im b o lis m o c ia s de te s en con a la s por e x ig e n c ia s g ía que de la con d o s, son lo g r a r d is p o s ic ió n g e n e r a le s la lo s de la segú n la r g o lo son m e d io s a s e g u id o cu ren lo s m u ch ach o s, e s to , la m e ta s ig u ie n te a d e cu a d a m e n te . s ig u ie n te es cu ada, y así que lo s e v ita n d o C uando m u ch ach os es to d o sean s u c e s iv a m e n te , h a s ta se lo s in fo r m a n ­ tie n e n a lo s ver in d i­ s o c ia l la hu­ a la s p s ic o lo ­ de que un vez fin e s m e ta vez con ­ m u ch ach os c o n s e g u id o , de tie m ­ a lc a n z a ­ es c ir c u n ­ U na lo s m odo u lte r io r e s . mukanda la que de una a c c id e n te . ha del d e s a g r a d a b le . in s tr u id o s lle g a r fo rm a d is c r e p a n ­ p ru eb a o tro s c o n s e g u ir e sto la d is p o s ic ió n que, p ara r e la ­ la s m o v iliz a d o s a A s í, u n a d e la s p r im e r a s m e t a s e x p lí c it a s d e l c id a r la s in c o n s c ie n ­ mukanda, d el in s tr u m e n t a le s , com o p or esa lo s in c o n fe - de e x is te n c ia de de in fo r m a n te s en de fin e s in n a ta m e n te lo y a c tiv id a d e s fin e s c o n s id e r a d o s a m e ta s de m e ta s r e v e la n d i­ son u lte r io r m e n te p s ic o b io ló g ic a a d a p ta c ió n e n c o n tra r pueden m a y o r ía c o m p a r a tiv o o rga­ e x p líc it o s r e o r d e n a c ió n s e ñ a la d o s que lla ­ Las r it u a le s . D ic h o s s i­ del ser m in o r ía se es­ u n ific a n te s , E sto s la pueden la s ím b o lo s d is tr ib u y e n p erso n as, recu rso s p ara con d e l in c e s to , q u e , p arece se por p aso p o d r ía m o s lím ite s c o n s id e r a d o . L a s e l e s tu d io c o n d ic io n e s d e l ta b ú fin e s ver lo s de e je m p lo , p ro fu n d a , L os que cam po en r itu a l. una el c o n s tr u c c io n a le s . que in c o n s c ie n te s . por d e lim it a c ió n e le m e n to s Lo Los im p líc ito s e la fa c to re s v e r b a liz a d o s co n te x to s a d a p ta c ió n m ana, lo s v e r b a liz a d a s , p e r o s ig n ific a d o v id u o s ser lo s co n d u c ta v e r b a liz a d a s el a r itu a l. im p líc ito s . lím it e s r itu a l y d ife r e n te s la la y c o n d ic io n e s , e le m e n to s p r io r id a d de e tie n e n c io n e s sus sus co n te x to in c o n fe s a d o s ser y e s e m p lá s tic o s , pueden pueden no el e x p líc it o s p a r tic ip a n te s . te m p o r a le s son d arse en e le m e n to s mukanda lím it e s mukanda c u á le s m i o p in ió n , d e b e n iz a n po lo s s itu a c ió n la m e ta m an era ad e­ fin a l, q u e es la vuelta de los muchachos a la sociedad tribal, ya como miem­ bros purificados y socialmente maduros de la tribu. Cada obje­ tivo o meta centra un campo de fuerzas de estructura especí­ fica, y existe una progresión lógica que va de las metas media­ tas a la meta final. La estructura finalizada del mukanda puede compararse con un proyectil de varias fases, cada una de las cuales aumenta la velocidad hasta conseguir un impulso que le permita alcanzar su objetivo. Entremezclados con esta gradación de fines explícitos se ha­ llan los fines implícitos de ambas categorías. Así, por ejemplo, los que circuncidan tienen com o fin explícito convertir a los niños en hombres. Inconscientemente, sin embargo, como las canciones y el simbolismo lo indican, los hombres de edad se aproximan tanto como pueden a la castración o a la muerte de los muchachos. Los impulsos arcaicos e infantiles buscan gra­ tificarse en la situación ritual en direcciones y por medio que poco tienen que ver con los prescritos por la estructura de me­ tas explícita. En realidad, yo diría que la form a simbólica ca­ racterística del ritual representa la conjunción de tendencias opuestas. Metas contrarias aparecen representadas por la mis­ ma forma, que debe gran parte de su aparente oscuridad a esta propiedad antilógica. En la mayor parte de los rituales, la se­ cuencia de las metas explícitas presenta una form a «lógica» si se aceptan sus premisas, pero el simbolismo de los ritos mis­ mos sigue resultando enigmático, a menos que se postule la existencia de metas implícitas que a menudo corren en direc­ ción opuesta a las explícitas. Las metas del ritual com o tal, ya sea expresadas en palabras o enterradas entre símbolos, estructuran las relaciones duran­ te un determinado espacio de tiempo. Las formas preexisten­ tes de agrupación y relación se reubican en una nueva estructura de relaciones en el marco de la conducta orientada a metas. Un campo de fuerzas se superpone a la red de interacciones entre los poblados en el interior de una vecindad. Este campo de fuerzas está caracterizado por una estructura específica de roles de funcionarios, novicios y otros participantes. Cada pa­ pel ritual se convierte en sí mismo en una meta que hay que alcanzar, y una vez alcanzada, en un papel que deberá ser repre­ sentado en competencia con otros, de manera exitosa — para demostrar la importancia del actor. En otras palabras, el cam­ po ritual de fuerzas proporciona lo que Lewin llamaría un con­ junto de «valencias positivas» para los miembros del campo vecinal. Una valencia positiva es «una región (que puede re­ p re se n ta r u n a q u ie r o tra m in a d a a c tiv id a d , u n a p o s ib le (p erso n a ) d e a c tiv id a d m e ta ) o p o s ic ió n que s o c ia l, u n r e s u lt a a tra c tiv a (g r u p o )» . A s í, e l m is m o o r ie n ta d a s a m e ta s que o b je to , o p ara c o n ju n to c o n s titu y e c o n s titu id o sis te m a de cam po de de fu e rza s de de fu e rz a ta s e s e m p lá s tic a s p e titiv a . m in a n el Los lo g r o to s, lo g r o de p or s itu a c ió n la s p or r itu a l. se c o n s id e r a de com o r itu a l. to d o s I n d iv id u o s e l b ie n El y un c o n ju n to de a cam ­ la s m e­ cam po a tm ó s fe ra lo s de ndem bu d e te r­ gru p o s fa c c io n e s la so b re co n cre­ tie n e n a m b ic io s o s , e n el com ­ p r io r id a d o gen eral de El en c o o p e r a tiv a ; te n g a p erson as d e su s e s fu e rz o s un s u b o r d in a d o r itu a le s p a rte en p or una p or m e ta s p o b la d o s . c o n ju n to a tm ó s fe ra tip ific a d o p a u ta s c o n v ie r te b ie n , fu e rza s una se E ste h a lla c o m p a r tid o s de a c e p ta r la fr u s t r a c ió n lo q u e o, m ás de de p od eres p re­ e n tre v e c in d a d se cam po v e c in a l e s tá v a lo r e s el la la v e c in d a d c a r a c te r iz a d e_ p r e s t i g i o en de in te r p e n e tr a d o s . del se fu e rz a que la in te r r e la c io n e s in te r p e n e tr a d o s r itu a l de de fu e rz a s pos cam po la s in te r r e la c io n e s cam pos fu e rza s p or d e te r­ e l r itu a l p r o p ia ­ m e n te d ic h o , a b a r c a p o r ig u a l y a c t iv a e l c a m p o c e d e n te c u a l­ una que in te r é s d e c o m u n id a d m ás a m p lia . Los cam pos no son d e fu e rza s m ero s p a rte s rasgos in te g r a n te s s e r v a n c ia s que r e o tip a d a s tra ta n en s u b y a c e n te s y a r b itr a r io s é l. M 4 c h o s de exp resan pueden m uy la p s iq u e de tip o s c o n flic to b ie n lo s s u s m e ta s c o m p e titiv a s cam po y de lu c h a . in d u c ir lo s a n a liz a d o Custom and con flict in African society donde la lo s r itu a le s e x p r e s ió n é s to s se de de Un caso c o m p e te n c ia la y v id a la te . E sta d res, p a d r e s -h ijo s en su en c a m b io , de y el de e sto en h erm an o s in te r io r r e in a b a la y daba su b ro gad o s, en y de y a llí le g a l c o m p e te n c ia con - e n c o n tr a r lo e x p r e s ió n o rd en ab a esas la en r itu a l depen­ re la c io n e s . fie r a En c o m p e te n c ia , d e l c a p ita lis m o n a c ie n ­ e m p r e s a r io s sus e n tre lo s en co n te x to el y re­ con ­ s itu a c io n e s su m ás su que e x p líc it a podem os s u p r im ía que m a g is tr a l en o b sta n te , sus ob­ e ste ­ G lu c k m a n m an era no s in o fo rm a s (19 5 5 ), y c o n flic to p le n a bellum omhium contra omnes se de e s tru c tu ra tip o s m an era p u r ita n o , q u e c o m p e te n c ia h erm an o s n ó m ic o de e x tre m o c o la b o r a c ió n s e c u la r , e l c lá s ic o de r e b e lió n » p o s t u la r ía , d e te r m in a d o s el p r o te s ta n tis m o d e n c ia Y o e x c lu y e n m a n ifie s ta n te x tu a le s . la 1954. E sta s E l p ro fe s o r en F razer de to ta l, c o n tie n e n s e n tim ie n to s p a r tic ip a n te s . « r itu a le s r itu a l r itu a l ha fe r e n c ia e sto s del del y s is te m a pa­ eco­ n a c io n a l. E n tre mukanda lo s se e le m e n to s cu e n ta n de c o n s tr u c c ió n d iv e r s o s tip o s de del cam po r itu a l a g ru p a m ie n to del s o c ia l. A la hora de estudiar la vecindad en el momento inmediatamen­ te anterior a la celebración del mukanda como campo de pode­ res, esto es, como conjunto de «posibilidades inductoras de fuerzas» de tipo y magnitud diversas, debemos examinar las unidades de poder y sus interrelaciones. Las unidades de po­ der dominantes en la sociedad ndembu son los poblados, por lo que debemos decir algo de su estructura general y su form a característica de interdependencia. Puesto que estamos estudian­ do un campo de actividad concreto, debemos también analizar el contenido de las relaciones concretamente existentes entre los poblados de este campo. Debemos tomar en cuenta su fo r­ ma general, sus pautas de interdependencia y también su con­ tenido idiosincrásico y sus propiedades específicas. Comencé este análisis sentando los rasgos generales y especí­ ficos de las relaciones entre poblados dentro de una misma ve­ cindad donde tuvo lugar el mukanda que aquí he estudiado. Llamé a este conjunto de relaciones un «cam po de poderes» — siguiendo en ello a Lewin— , más que «sistema social», inten­ tando con esto señalar que se trataba más de un estudio de di­ námica social que de estática social. Aunque un «cam po de poderes» no tiene la misma dimensión conceptual que un «cam ­ po de fuerzas», implica, sin embargo, la posibilidad de m ovi­ miento. No obstante, investigar el estado de la vecindad tal como era en el momento inmediatamente anterior y durante la preparación del mukanda significaba llevar a cabo algo estre­ chamente relacionado con el análisis estructuralista. La diferen­ cia fundamental entre esto y el análisis estructuralista ortodo'. xo es que yo me dediqué a analizar el estado actual de las re­ laciones de poder existentes entre los diversos grupos compo­ nentes del campo, a la vez que examinaba los principios tradi­ cionales de organización que gobiernan las interdependencias relativamente constantes de grupos y personas. Puesto que mi abstracción se construyó a partir de la realidad, haciendo par­ ticular referencia a un lugar y tiempo determinados, no podía mostrar el campo de poderes de la vecindad como un equili­ brio de poderes, sino más bien como un desequilibrio, un esta­ do inestable, que el proceso del ritual mukanda acabaría por transformar en una serie de campos de fuerzas superpuestos e interpenetrados, atravesados por las luchas entre individuos y grupos. Los «equilibrios de poderes» y los «estados estables» hacen referencia siempre a modelos ideales, y raramente a la realidad social, que en todo momento muestra el desequilibrio y la desviación de la norma. BUUOG^GRAF1A B aum ann, H ., 1932: ler Archiv, x v , n .° « D ie M a n n b a r k e its fe ie m bei den T sokw e», Baess- l. B o r g o n j o n , R . J . F . , 1945: « D e B e s n i j d n i s b i j d e n T u t s c h o k w e » , A.?quatoria, viii, n ú m s . 1 y 2. C o l s o n , E . , 1962: The plateau Tonga o f N o rth e rn Rhodesia, social and religious studies, M a n c h e s t e r U n i v e r s i t y P r e s s . D e li l le , A ., 1930: « B e s n i j d n i s b i j d e A l u d a s e n A lu e n a s in d e s t r a k te n Z u i d e n v a n B e l g i s c h K o n g o » , Anthropos, x x v , n ú m s . 5-6. — , 1944: « O v e r d e M u k a n d a e n Z e m b a b i j d e T s h o k w e » , Aequatoria, VII, n .“ 2. G l u c k m a n , M ., 1949: « T h e r o l e o f t h e s e x e s i n W i k o c i r c u m c i s i o n ce r e m o n i e s » , e n Social stru ctu re, L o n d r e s , O x f o r d U n i v e r s i t y P r e s s . — , 1954: R ituals o f rebellion in South-East Africa, M a n c h e s t e r U n i v e r ­ s ity P r e s s . — , 1955: C ustom and c o n flict in Africa, O x f o r d , B l a c k w e l l . H a m b l y , W . D ., 1935: « T r i b a l i n i t i a t i o n o f b o y s i n A n g o l a » , The Ame­ rican A n th rop ologist, xxxvii. H o l d g r e d g e , C . P ., y Y o u n g , K i m b a l l , 1927: « C i r c u m c i s i o n r ite s a m o n g th e B a j o k » , A m erican A n th ropologist, N . S . XXIX. L e w i n , K . , 1949: Field theory in social science, L o n d r e s , T a v i s t o c k P u b lic a tio n s . T u c k e r , J . T . , 1949: « I n i t i a t i o n c e r e m o n i e s f o r L w i m b i b o y s » , Africa, XIX. V . W ., 1957: S ch ism and co n tin u ity in an A frican society: A study o f N dem bu village life, M a n c h e s t e r U n i v e r s i t y P r e s s . — , 196 2a: Chihamba, the w hite s p irit ( R h o d e s - L l v i n g s t o n e P a p e r 3 3 ), T u n er, M a n c h e s te r U n iv e r s ity P re s s . — , 196 2b : « T h r e e s y m b o l s o f p a s s a g e i n N d e m b u c i r c u m c i s i o n r it u a l » , e n M . G l u c k m a n c o m p . , Essays in the ritu al o f social relations, M a n c h e s te r U n iv e r s ity P re s s . — , 1968: The drum s o f a fflictio n , O x f o r d , T h e C l a r e n d o n P r e s s f o r t h e I n te r n a tio n a l A fr ic a n I n s titu te . W h ile , C . M . N ., 1953: « N o t e s o n t h e c i r c u m c i s i o n r i t e s o f t h e B a l o v a l e t r i b e s » , A frica n Studies, XII, n .° 2. — , 19 6 1: E lem ents in Luvale beliefs and rituals ( R h o d e s - L l v i n g s t o n e P a ­ p e r 3 2 ). M a n c h e s t e r U n i v e r s i t y P r e s s . 3. LOS TEM AS DEL SIM B O LISM O EN EL R IT U A L NDEMBU DE LA CAZA * Para la tribu ndembu de Zambia, la caza es más que una bús­ queda de alimentos: es una actividad religiosa. La preceden y siguen ritos específicos, y se cree que • la acechan peligros de orden ultrahumano. La importancia social de la caza entre los ndembu la he discutido ya en varias publicaciones previas (1953, 1957, 1961), por lo que ahora me lim itaré a repetir que esa importancia no se deriva de la contribución objetiva que la caza hace a la provisión de alimentos. En parte se debe al ele­ vado status ritual de los cazadores y en parte al hecho de que, para los ndembu, la caza es emblema y compendio de la masculinidad en una sociedad jurídicamente dominada por el prin­ cipio de la filiación matrilineal. En la producción agrícola (bá­ sicamente el cultivo del cazabe, el m ijo y el maíz) y en la pre­ paración de los alimentos, tiene mayor importancia el trabajo de las mujeres, pese a que hoy los hombres participan cada vez más activamente en el cultivo de cosechas para la venta, mientras la caza decae porque está acabando con la salvajina. Los ndembu distinguen dos modalidades de caza: 1) wubinda, que incluye todas las técnicas conocidas de matar anima­ les y pájaros: armas de fuego, arcos y flechas, dardos, lazos, trampas, redes, liga para los pájaros, etc.; 2) wuyanga, el uso experto de rifles. Aunque las mujeres y los niños cazan con lazo pequeños animales y pájaros, su actividad no se llama wubinda: el término se reserva para la captura o la muerte de caza mayor. Los animales de la selva se cazan a lo largo de todo el año, salvo en lo más duro de la estación lluviosa; en las lla­ nuras que se extienden en torno a los cursos altos de los ríos (la mayor parte del territorio ndembu en el distrito Mwinilunga, en el noroeste de Zambia, está en la divisoria de aguas Congo-Zambezi, de modo que es un área en la que nacen mu­ • P u b lic a d o o r ig in a lm e n te en A n th rop olog ica l Quarterly, n .“ 2 (196 2 ). chos r ío s ) , c ie n te s ó lo com o D u ra n te el abundaban en R ep ort de se p ara caza que cu an d o lo s p e r ío d o de a b s o lu to 1951 (q u e la h ie r b a cazad o res m i tr a b a jo e n tre h a puedan lo s de cam po, ndem bu. a m a b le m e n te m e c r e c id o esco n d erse lo s Según fa c ilitó el r ifle s m ero s c lu y e de se r e fie r e n no b la c ió n s ó lo to ta l 1 0 .5 4 2 . L a h o m b res de esas pueden a la s ndem bu, s in o de es m ás v ie jo s xix s ig lo el fu s ile s p or en lla m a n de e ste p r o fe s ió n , u n a v o c a c ió n . fr e c u e n c ia , u n po s ó lo o un c a n d id a to su s p e lig r o s s a lm o s a d e p to la y e ya m u e rto , b ras lo s cazad o res donde se cree la por el Un de le son lo s h o m b r e s q u e é l, lo s que lle ­ en m ás que de una es, co n p a rte de su (q u e es ta m b ié n la .s e lv a en la de a lg ú n h o m b r e s -le o n e s y to d o s p or en­ p a r ie n te a a v e n tu ra rse p od eres tie m ­ con caza p r o p ic ia r s e lo s dos m u ch as (chiyang'a) gran A s is tid o agu ard an fa n ta s m a s , de de com o y co rresp o n d en r ifle p ara a n ú m ero e s c la v o s , to d a v ía g u a r d ia n a r ito s gran wuyang'a; c u lto ) , som bra po­ nueve in tr o d u c id o a p r e n d iz m u e rto s , a n te s que b r u jo s , h e c h ic e r o s , en c e le b r a con in ­ La cad a caza y p asa ú n ic o in v is ib le s . p or cazador de un a d m is ió n v is ib le s m á g ic o s por que kosa. d ie s tr o s . hacen cazad or s o lita r io acom pañado a ú ltim o El de wubinda nú­ que a s c e n d ía m enos p r in c ip a le s ta m b ié n que E sto s varo n es c h is p a , r e a lm e n te D is ­ m ás r ifle tr a fic a n te s r ifle , y cazad ores m o d a lid a d e s se un co rre cta . de lo s e s p e r a r c o n s e g u ir u n la s d o s 1 3 .1 0 7 no D is tr ic t M w in ilu n g a , a d u lto s m enos e lla . e n to n c e s boca. d e p e lig r o s o s . A s í, s o n p o c o s c a r a c te r ís tic a s va, o la adem ás p r o b a b le m e n te son adem ás de p or d is tr ito c o n tr ib u y e n te s c o n v e r tir s e A carga 1 8 .3 4 6 el c u lto s , q u e de del a d u lto s in e fic a c e s 1 .1 5 4 c o n ju n to p r o p o r c ió n en y al arm as m oneda gan re tro ca rg a s u fi­ r ifle s t r ic t C o m m is s io n e r , R . C . D e n in g ) n o h a b ía r e g is t r a d o s 68 lo en la s en som ­ la e n e m ig o s a n c e s tro s s e l­ de h os­ tile s . chiyang'a Un y tra m p a s), es p ero es e l m á s a n tig u o m ás de dos e m ig r a c ió n en K a ta n g a . con lo s to d o d e lo s s ig lo s su ta m b ié n no con D e p r im e r o s dos lo s d e l r e in o de de c u lto s , lle g a d o , s e g ú n a n te p a sa d o s se te s o v im b u n d u , q u e en e l s ig lo en A n g o la vos y cera c o m p a rte y B ih e , d e a b e ja . M u c h o s con el wubinda, cree carga de K a s a n ji de lo s M w a n tin y a n v w a , wuyang'a r ifle s u n chibinda ( u n c a z a d o r c o n a r c o chibinda e s u n chiyang'a. Wubinda al que p or xix la fu e de lo s que el gran lle g a b a n rasg o s d ic e , h a c e cu an d o je fe lu n d a in tr o d u c id o , ju n to boca, p or o c c id e n ta l, se ndem bu, lo s tr a fic a n ­ p e r ió d ic a m e n te p ara de e n s e g u id a com p rar d es­ e s c la ­ su s im b o lis m o se a p ro x im ó . lo s wubínda E l p e rte n e c e lla m o « r itu a le s n ecen a e sta som b ras m edad de o lo a la c a te g o r ía se a n te p a sa d o s v iv o s . que del (cf. p p . c e le b r a n que se p re su n to s p ara cree se ndem bu Las d ic e r ito s p r o p ic ia r p rovo can de es ta l que la la a lta r , o b ie n o lv id a d o su ve en casi la a flic c ió n to d o s d e s g r a c ia to r lo s tra ta d o s de com o eso con a e lla la som b ra c o r r e c tiv o yo pude s o c ia l. L a de un m a tr ilin e a l que la o de p e r s o n a lm e n te . Y o (— wahi), p o r (kusolola) y d i s i p a (yitela) e n e l g r u p o . he es b u en a cu a n to la s H a y v a r io s a flig id a s m ukishi) m e n te m odos p or con c ie r to d e fin id o s : ponde a un n ú m ero cada m odo u n a a n te p a sa d a «que ndem bu) a flig e de su to s p a r a p r o p ic ia r a r ito s a flig id o s p or y s a le a m a t r ilin a je ) , lla m a r s e c la s e la s con de de de d e a flic c ió n lo s le s som b ras el m odo) p a r ie n te s en Los con cada m a n ife s ta c ió n en d ife r e n te s ese o fa c ­ caso a fli­ (p o b la d o , gru p o d e s a v e n id o , s in se le ta l a flic ­ a le ja r la y « saca lo s (akishi, r e p r o d u c tiv o s ren ­ de la ya tip o s s in g . c la r a ­ co rres­ p r o p io . P o r e je m p lo , nkula» (a sí suyas (ca si lo esa som b ra de Los r i­ pueden ta m b ié n m u e rto s d ic e n s ie m p r e m e n s tr u a c ió n . de cazad ores cazad ores m a t r ilin e a le s ) , En un r e p r o d u c tiv o s p a r ie n te s m a n ife s ta c io n e s « g in e c o ló g ic o s » . su s s ie m p r e a n te p a sa d o s n om bre d esórd en es la s Se (m adom bu) tra sto rn o s (e n su co ra zó n » . s u g e r ir q u e tra sto rn o s m u je r e s d es­ m u je r e s , p o r e je m p lo , se lo s con ha so m b ra en e n fe rm e d a d el r itu a l p a r a q u e r e lla s su s v a r ía n , d e s a v e n e n c ia s o íd o d e a flic c ió n . L a s la s es e x te n s a ) ta le s e n fe r­ s ó lo n e g lig e n c ia . de s o c ia l fa m ilia c u lp a lu z » ven ta l v íc tim a gru p o c ió n co res p or o b servar, a la «en r itu a l d e a flic c ió n , h u b o d esord en s ig n ifiq u e a tr ib u y a qu e re p re s e n ta n te d e s c e n d e n c ia que severo casos a d ic io n a l d e g id a un a e x o r c iz a r v íc tim a q u e te n ía q u e p r e s e n t a r a yo p e rte ­ a flic c ió n la s o f r e n d a s ha o so n c u id a d o que que que d e s g r a c ia , v íc tim a s m o tiv o s co m ú n m e n te r itu a l 10 -12 ). L o s r e p r o d u c tiv o s . Los m ás c a te g o r ía a flic c ió n » tra sto rn o s p a r ie n te s p ero de se ven (p a tr ila te r a - m a la s u e rte en la caza. A vo, que da» m odo lle v a por la m ie m b r o s te han d a to a la n o m b re. m a n ife s ta c ió n del s id o de su c u lto su s a co rta n lo s un gru p o s ta m b ié n en la se se E sas la s una c e le b r a es así a c u ltu a l, la s la com o p a re n te sc o a el r ito o tra s. de o Es c u r a ti­ « c o g i­ «n k u la ». q u ie n e s a s o c ia c io n e s de unas a e n tre p a c ie n te a s o c ia c ió n a d e p to . sí p a c ie n te r e c lu ta n c o r p o r a tiv o s , e n tre un cu rar «n k u la » p a c ie n te s . U n a d m is ió n s im u lt á n e a m e n te ta n nkula co rresp o n d e A s í, p a r a Los p r e v ia m e n ­ vez el un c a n d i­ d o cto r a d e p to s lo c a le s , el es co r­ y se v e r e d ic to de un pone a d iv in o en c o n s id e r a d a de una ra c h a na; com o m a la que a debe s a b le un a por de c e le b r e el la en la un en sí p roceso fo r m a l, la en 4) s e s ió n con r ito ; la 5) e x is te n c ia m is m a s o c ia l: 1) re fe rid o la de una c o m u n id a d y lo c a l con el fu e rz a r e c o m e n d a c ió n c e le b r a c ió n una p erso ­ so­ re p re s e n ta n ­ te r m in a d a cau sa la s ser c o m ie n z o o a e n v ía y puede re p r o d u c tiv o c o m u n id a d n a tu r a le z a , ju n to de un 3) la a d iv in o ; tip o tr a n s ito r ia tra s to rn o o de su c a z a , s ie m p r e h ech o: a d iv in o c ie rto de un in fo r m a l a a d iv in a to r ia de a flic c ió n , un saca fa s e o ser c o n s u lta r n ó s tic o le s s e s ió n s u e rte d is c u s ió n , b re lo te s que L a e n fe rm e d a d , de 2) lo a c c ió n . d ia g ­ resp on ­ de que e fe c tiv a de se ese r ito . Wubinda El c u lto wubinda e s u n g r u p o d e c i n c o r i t o s l l a m a d o s , mukala, chitampakasa, kalombu, mundeli y de r e s p e c tiv a m e n te : ntambu. Cada e s p e c ífic a lis m o de del uno un r ito de esos p r o p ic ia to r io m a n ife s t a c ió n . A s í, e n dos s ib ila n te s , tira s de cree que cazad or de la kala y en lle v a a n te s ya fe r id o con a lo s e l a d e p to p en ach o del p u e sto s de lo s cazad ores p or a cazar en un n om b res con h om bre s e r io , a u n q u e p u e d e n , ta m b ié n cazad ores en v is te p ie l, tie m p o s lo s Los dem ás e x p e r ie n c ia a que de esa con la unas caza aban haya ese r u i­ p orq u e p asad os. ndem bu m a n ife s ta r s e de m ayor h ace de jo v e n s im b o ­ a tr ib u to s d e te r m in a d o un m a n ife s ta c ió n p a rte mukala s i l b a p a r a a l e j a r e s o s «m azang'a», q u e f o r m e x p e r im e n ta d o s . a mukala, una gran e x p r e s ió n m o m e n to una c e le b r a r s e e s p ír itu s d o res da y m a n ife s ta c ió n puede a fe c ta n un d e s ig n a cazad or, e l r ito cada v e s tim e n ta do poco lo s y cu ero, la n om bres a n te p a sa d o se del p a rte mu­ E l em peza­ p ie n s a n m odo a que caza­ m odos de a flic c ió n s ó lo lo s ya se con­ que hayan c u ltu a le s . Wuyang'a wuyang'a E l una ca se d ife r e n c ia s e r ie g r a d u a d a la a d q u is ic ió n a n im a le s to . L o s y de grad os d e cu a tro de o a p r e n d iz wuyang'a) grad o de p e r ic ia en lo s de al wuyang'a son en tra s c ie r to que de e s o té r ic o in ic ia c ió n kuwelesha, « q u e nsompu, m e d i c i n a c io en c o n o c im ie n to 1) al un wubinda del r ito s , c a d a u n o el es cau sa p rep arad a « a rte haber de de ser con la la v a d o » , h o ja s caza» a lc a n z a d o un lo s c o n s is te en la en c ie rto del que e ste m ach acad as. (co m o caza m is te r io s e s to s de c u l­ s ig u e n : caso El p o d r ía m o s é x ito en c u a le s m a r ­ con n o v i­ lla m a r d is p a r a n d o contra los animales con un rifle heredado o prestado, es con­ siderado digno de ser lavado con una cocción de hojas y raspa­ duras de cortezas tomadas de varias especies arbóreas, cada una de las cuales imparte al candidato a cazador un aspecto del «arte de la caza». 2) Cuando el joven cazador ha demostrado su destreza se somete al kusukula, «iniciación (al arte de la caza)». Al terminar este rito toma un nombre especial de cazador, elegido de una colección de nombres reservada para los caza­ dores iniciados. 3) Kuteleskesha, «que es causa de cocinar (car­ ne)»: simultáneamente es una celebración de la habilidad del cazador, de su sostenido éxito durante un largo período, y a la vez una fiesta en honor de su espíritu ancestral guardián, que es quien ha proporcionado al cazador, y a través de éste a quie­ nes dependen de él o conviven con él en el poblado, una provi­ sión constante de carne. El patrocinador de este rito tiene que repartir en su transcurso gran cantidad de carne entre los adep­ tos cazadores y los demás asistentes. 4) Mwima, «m adurez» (de kwima, dar fruto): este es el dernier cri en el elogio y el autoelogio de un cazador con rifle. Sólo los más grandes ca­ zadores se atreven a celebrar el mwima, que es el signo de que un hombre ha «consumado (su dominio de) la caza». Diré de paso que el término mwima se aplica también a la rama ahorquilla­ da plantada como altar en honor de la sombra de un cazador. Enseguida vamos a estudiar esta estructura, pero aquí es in­ teresante adelantar que los «fru tos» que da esa rama son los trofeos de la caza, cabezas y entrañas de antílopes y otros ani­ males. En todo esto los ndembu establecen una significativa analogía entre lo que consideran que es el papel dominante de la mujer, parir hijos, y el del hombre, traer los animales que ha cazado. En los ritos de aflicción de los cazadores y de las mujeres, unos mismos símbolos están por multitud de muertes y multitud de hijos, respectivamente. Las mujeres no poseen ningún mwima, e incluso es peligroso que entren en contacto estrecho con las «cosas de la caza», pues podría resentirse su fuerza reproductiva; pero los valores asociados con mwima fun­ damentan un paralelo entre las muchas muertes que se desean para un cazador y las muchas vidas nuevas que se desean para una madre. R itos de caza Por razones de espacio, aquí he de limitarme a indicar unos pocos de los temas principales que cruzan el simbolismo del wubinda y del wuyang'a, así como el de los ritos mortuorios de los cazadores profesionales. Y a he expuesto antes (cf. pp. 55-63) la estructura semántica y las propiedades de los símbolos prin­ cipales del ritual ndembu, y allí mismo he distinguido entre los tres «niveles» o «Campos de sentido» que poseen esos símbo­ los. Dije también que muchos símbolos rituales son multívocos o polisémicos, es decir, que están por muchos objetos, activi­ dades y relaciones, que la relación de símbolo a referente no es una relación de uno a uno, sino de uno a muchos. Cada uno de los símbolos mayores tiene un «abanico», un «espectro» de referentes (denotata y connotata) que tiende a estar interconectado, por lo que es usualmente un modo simple de asocia­ ción, que por su misma simplicidad es capaz de conectar una gran variedad de referentes. Muchos de los símbolos que va­ mos a considerar enseguida tienen este carácter polisémico. Primero los estudiaré al nivel de su sentido exegético, luego en su sentido operacional, y en tercer lugar en su sentido posicional. El prim er nivel representa las interpretaciones de mis infor­ mantes ndembu, en este caso cazadores adeptos; al segundo se llega estableciendo una equivalencia entre el sentido de un sím­ bolo y su uso, observando lo que los ndembu hacen con el sím­ bolo y no sólo lo que dicen sobre él; por último, el tercer nivel de sentido lo da el examen de las relaciones de un símbolo con los otros que pertenecen al mismo com plejo o Gestalt de sím­ bolos. Espero mostrar cómo este conjunto de artificios metodo­ lógicos resulta útil para sacar a la luz los estratos más profun­ dos del sistema de valores de una sociedad. Simplemente por el hecho de que cada símbolo ritual tiene tal densidad de significación, la tarea de presentar, clarificar y analizar los referentes, aunque no sean más que de unos pocos símbolos interrelacionados, es necesariamente larga. Porque el ritual, bajo un importante aspecto, es quintaesencia de la cos­ tumbre: lo que en la vida secular aparece disperso en muchos campos y muchas situaciones, se condensa en unas pocas ac­ ciones simbólicas y objetos simbólicos en el ritual. Rasgo quintaesencial de todos los tipos de ritos de caza (que son en sí mismos compendio de todo un sector de la cultura ndembu) es el altar temporalmente erigido al ancestro cazador, que o está afligiendo a su pariente vivo con la mala suerte o, propiciado ya, es considerado como origen de su buena fortuna matando animales. El santuario típico tiene tres componentes principa­ les y puede asociarse a otras unidades simbólicas, según qué rito específico se esté celebrando. Los tre s co m p o n e n te s un de te r m ite r o la ram a v u e lta de El d is p u e s ta h a c ia la de 1) un a ram a uno y de esos puede a h o r q u illa d a b ó lic o , lo s te r ís tic a s sus tre que m is m in o d e r iv a e je m p lo p ero lo s « m a ld e c ir » , la de de a r tific io por una la p a la b r a m a n te s es g e n te s «La en el uso carn e c io n e s . En de lu g a r su de es d escu bre, m e d io a al la s la fa m ilia se la de s itu a c ió n cazad or. lla ­ en p o d r ía a fir m a r con y la s el en té r­ Ku-shing'a que s ig n i­ b ie n ser 57), p. lo s de d e r iv a c ió n ) , o de E n ­ ( a m p lia c ió n r iq u e z a caso en n om b re 1961, T u rn er, el s im ­ carac­ que m uy h o m o n im ia é ste sen ­ n om b re kudishing'a, la sus su el verb o d ife r e n te de s a n tu a r io s . del (m adom bu), de o tra es un s e m á n tic a de no, m is in fo r ­ que « la carn e la s d is p u ta s co n se cu e n te s la s im p li­ h e c h ic e r ía . d is p u ta s » lo s b á s ic a m e n te cazad ores que s u e rte han que e n tre que lle v a r á n a sus en e n tre a m ig o s la lo s p e r s o n a le s , en tie m p o (yitela) que si no lla m a de lo m ie m ­ c o s tu m b re el in v o c a c ió n la s ­ r e a lid a d con se s itu a ­ q u e já n d o s e P ero carn e dos Si la in v o c a c ió n la en fr e c u e n te m e n te cobrad o, e s p e c ific a lo c a l. ren co res o c u lta n tie n e n . s e c r e ta m e n te m a tr ilin a je E sa la o tro s » , p a rte s gen erarán en esos (cf. acu erd o e le m e n ta l y su la s o b je to de p a la b r a , a ñ a d ié n d o le s p ero p resas la s tre n z a en in te r p r e ta c ió n dos acu erd o E ste Sea a de m a la r e p a r tir d is tr ib u ir m ie m b r o s m a ta r de la lu g a r , c o n v e c in o s hacen b ro s de cau sa p r im e r tim e ra m e n te que es unos en a a u m e n ta rse de de in te r p r e ta c ió n : sab er, com o d is p u ta s m a ld ic e n su fic tic ia fo rm a e stá n fija n a p lic a a s ím b o lo . de se r e fle x iv a una puede un cau sa se c a c io n e s su s o ta m b ié n (m b iji) por m is m a el que de s u e lo , 3) u n a crece q u e re p re s e n ta u n o tro » . fic tic ia , p o s e íd o s p a la b r a a e tim o lo g ía e tim o lo g ía s e n tid o s base el c o m p le to n iv e le s gen eral fo rm a uno s is te m a D e te n g á m o n o s se hay la un tr e s de n a tu r a le s . de « m a ld e c ir s e un es lo s co m ú n m e n te ku-shing'ana, fic a a n o r m a lm e n te in fo r m a n te s se la de tie r r a « chising 'a » fons et origo com o de en r itu a l; que lla m a ­ caso c o n s id e r a b le s . a n te s . A l e x p lic a r lo p r o p ie d a d e s chising'a lo s a ltu r a s en fir m e m e n te « c o n g r e g a c ió n » a n a liz a d o ndem bu r e c ta n g u la r p la n ta co m p o n e n te s ser m e n c io n a d o s o o sentido exegético de tid o m arco se kaswamang'wadyi, e s p e c ie a lc a n z a r un que a s a m b le a la h a sta C ada y en a h o r q u illa d a , h ie r b a n u ras a son: chishing'a, muchanka, o c o m o h e m o s v i s t o , e n e l c a z a d o r s u p r e m o , mwima; 2 ) u n a p e q u e ñ a c a n t i d a d da se e n tre e s to pone e s p ír itu s ku-shing'ana, se re­ p ara « m a l­ d ic ió n » . E n buye p ú b lic o , en tid a d e s segun do que se c la s ific a to r io m ano de al un p or m a n o jo de Un m e dem ás y te n e r m a la cad a m ayor su m ech ón (ng'ovu) fu e r z a p or cau sa gra n d es cerse (w u lo ji), (m alom ba) q u e en su m in o s p ara de su d ro n e s » . L a e n v id ia d ic e n que s ó lo « m a ld e c id o » « d ig n id a d » o de o « la p r o p ia en ndem bu c ia , p u es, a p r e c ia d o S o b re a n te en por el m is la b r a a n tig u a es to d o s de de la in fo r m a n te s . (q u e un él su s de d e s ig n a ) la o «dar p or la vergü en ­ lo s c o m p la ­ en su s con com o o in ­ té r­ « a d ú l­ « gran d es la ­ e n o r g u lle c e , p o r q u e son e n v id ia d o s . lla m a n de la su la a c t it u d de la p r o p o r c io n a o (kudileme- caza» p or Ser « o r g u llo » la s o c ie ­ a m b iv a le n ­ el a lim e n to o tro s. muchanka m e fo rm a fru to » , lo no d ijo en c a z a d o r lo s p e r s ig u e » . « m ad u rez» de­ com o y ta le s d ía » le s P ero e llo s d e a n t ílo p e y a lo s o t r o s s e n tir c á n tic o s m arcad a q u ie n que a u to c a lific a n é x ito del a rte p a la b r a U no que O tro fr e c u e n c ia cada e llo s lo s buena a d q u ie r e cazad ores, con e llo s e s tá d e fin itiv a , cu an d o s ig n ific a crán eos cazad or e n c im a s e n tid o e n tre m ueven el la ro l d ic e n c a r n e .» de u ltr a ja n te s , kudivumbika kwa Wuyang'a). dad lo s se tie n e n e s tim a com e asegu ra L e jo s p arecen que el a s u s p a r ie n te s p a r a el a n im a l. co n tra lo da (to d o sum ar eso cazad or m u je r e s que de le s del o d io d is p u ta s que v íc tim a y la s cazad or m a ta n cazad ores d ie z y el r e p a r tid a s p or h er­ d e stre z a a p a r e ja d a s y can ­ m ad re p o r q u e lo s c a z a d o r e s tie n e n r e p u ta c ió n , d ir ig id a p a rte no la carn e, Se c o n s id e r a d o s con la c a z a d o r ).» « d u ro s» , a q u e llo s es un e s p ír itu s d u erm en la n e g o c io s , n o r m a lm e n te que de m a la de lo s del m a ta r im a g e n a ( la c a b e llo h om bres v o c a c io n e s te ro s de «Un de d is tr i­ la s verd ad ero h a b r ía lle v a se p or la engañado h am b re, s u e rte , p o rq u e fu e rz a de aún d ijo : pasan un (d e c a n tid a d e s h a b itu a lm e n te in fo r m a n te de c e lo s ha c a p ita le s , que lo s que p o r la s carn e h erm an o d is tr ib u c ió n lo s la d is p u ta r la lo s « L a c a z a e s h e c h ic e r ía hacer sha la a a ig u a l a m odo fa c c io n e s fa m ilia r e s s e r p ie n te s za p a rte p or cu an do tie n d e n e je m p lo , u n e ste pecados m ie n tr a s m e r e c e r ía c ía : y cosas cazad o r. carn e una a q u e llo s de son p or De e n v id ia s in d iv id u o s g u la ) , dan: m ad re. la s cazad or e n tre le s in c lu s o c o n v e c in o s e x ig ir á la ca za d o r), lu g a r , lo s h a b ía que que lo s Mwima, que debe tro fe o s q u e acu erd o era «una pa­ a n im a le s com o ya r e fe r ir s e se d ije , a lo s « d a» la r a m a a h o r ­ q u illa d a . A s í, e l la caza. n om b re E l chising'a s ig n ific a d o del e s tá cargad o cazad or com o con to d a la p roveed o r ir o n ía de de b e n d i­ c io n e s se e x p r e s a p o r u n le n g u a je d e te n d e n c ia to t a lm e n te o p u e s ­ ta . C o n s id e re m o s a h o r q u illa d a , que ah o ra la s p r o p ie d a d e s c o n s titu y e n o tra s n a tu r a le s fu e n te s de de la s e n tid o , ram a s u b d i- v is ib le s en dos chising'a el y a sp e cto s: la fo rm a A r b o le s , m a t o r r a le s bu la m is m a b a n tú p ia s de la p a rte s e lv a . De d ad y p o r o tra en la ces en lo s fo rm a de en h o ja s lo s (yitum bu) c a lie n te , con con e s tá n la s puede del la el en e l r itu a l n d e m ­ r itu a l de que tie n e p ie n s a p ero hay de que rasp ad u ras c a lie n te de sí lo s o tro s su s pro­ la e n fe r m e ­ h a c e r d is tin ­ de lo s á r b o le s de que el d o lo r , mwalu, u s a d o (musong'u, lo s la lo s m e d ic in a en agua la boca. y que lo s in g r e d ie n t e s « p o rq u e e n fe rm e d a d » r a í­ so b re hace á r b o le s E n tre y in s is te n c ia e n ju a g a r s e « S u p r im ir m is m o s » . la tie n e n se v a r io s que co rte za fr ía , p io r r e a , tie n e es p or o fís ic o s la tro c e a d a s árbol p ara d e la e n fe r m e a d ,.u s u a lm e n t e agua p a c ie n te c a ig a n r a íc e s m a ta r con tr a ta m ie n to se u sad as u so s p r in c ip a le s . C u a n d o d ir e c ta m e n te el á r b o le s e l tr a ta m ie n to e m p ír ic o r a íc e s que del m a lo s p ara tr a ta m ie n to la s la fin a lid a d d ie n te s el se m ach acad as, e fe c to s en r e lig io s o s ; dos m e z c la d a s s e n tid o s . A s í, e n La r ito s de desem p eñ an que e s p e c ie p a rte e l tr a ta m ie n to tro c e a d a s se p on e h ie r b a s cad a c r u c ia l e n tr e e s to s se u san en y e s p e c ie s chising'a. im p o r ta n te v ir tu d e s , p o r u n a c ió n la s del es am argo e n fe rm e d a d , y tie n e c ie r ta s c a r a c t e r ís t ic a s a n im a le s , h u m a n a s : p u e d e « m o v e r s e » , « e n ­ ro scarse» , que « p en sar» , « m a rch a rse » , es m ás b ie n es « p ic a n te » su am a rgo r m a lo s a va caerán » . A h o ra b ie n , e l en es con r ito s del m is en el un y á r b o le s que r o ja s se en el r ito d ic e n lo s o tro s de p ara nkula. p ie n s a la d ic in a la de fo rm a que a g e n te que se o su lo s se tie n e n la que la que fr e n te fra g m e n to s al de « s a le la v a com o con el h o ja s o a a la un la s p é r d id a d e h o ja s de « s e m illa p ara en de el lo s r a íc e s la p a c ie n te nkula», n iñ o . de yitum bu m e n o r r a g ia la fu e g o s o c ia l a flic c ió n la s m ad era se fo rm a r v a lo r e s , m a n ife s ta c io n e s A s í, a d h e r ir s e p ara u sa­ p r o p ie d a d e s con id e n tific a im p lic a n a p lic a a s o c ia ti­ o r g a n iz a c ió n m odo v íc tim a que debe pone el con a n te p a sa d a a flig e de d ie n te s se cad en a c ie r ta s m uch as con r o ja la o rd e n a d a m e n te « e m e r g id o » . m e d ic in a lo s m ach acad o s, r ito s r e a lm e n te ha que m e d ic in a , s e le c c io n a n Tengo im p la n t a d a p a c ie n te lo s p r in c ip io s p e r ió d ic o s (kabubu kawumi) la v a d a , con gom a U na ndem bu, en Se a flic c ió n la u sa usa v e g e ta le s co n e c ta n a n c e s tra l d esórd en es segú n la s segregan u san se de yitum bu, con p ero r e lig io s a s . r ito e s p ír itu fo rm a té r m in o m o r a le s , c r e e n c ia s usad o Se d e n te ra , d ife r e n te . in fo r m a n te s , e n que e n fe rm e d a d . h ech as r e lig io s o s , árbol c u a lid a d e s la da m is m o lo c io n e s to ta lm e n te con que y lo s n a tu r a le s y (wukawu) musosu p o r ­ kam banjibanji kapepi. « p o r q u e « m o r ir » ) .- S e y a m o r t i g u a e l d o lo r . E l y a h u y e n ta se p o c io n e s dos « d u lc e » de com o y v id a » D espu és secarse le q u e d e n con san gre la de m e­ pegados a la piel. De esos fragmentos se dice que son un «sím bolo ( ch in jik ijilu ) de la sombra (m ukishi) como nkula». Las pro­ piedades «ro ja s» de este modo de aflicción están aquí repre­ sentadas por las hojas verdes de árboles ritualmente tipifica­ do s como «ro jo s » (— chinana). «L o r o jo » es un concepto com­ plejo en el ritual ndembu, y sólo en el nkula ya representa: 1) la sangre menstrual; 2) la sangre materna, «que es clara y buena y se muestra en el parto»; 3) el principio de la m atrili­ nealidad en sí mismo — al m atrilinaje se le llama ivumu, ma­ triz; 4) el culto nkula; 5) la continuidad histórica entre los ndem­ bu y el gran imperio lunda, cuya fundadora, Luweji Ankonde, sufría de menorragia y fue curada por el prim er rito nkula. En los cultos de caza, «lo ro jo » tiene otro abanico más de re­ ferentes asociados fundamentalmente con el derramamiento de sangre de los animales. El altar de la rama ahorquillada, aun­ que frecuentemente salpicado con ofrendas de sangre, no es rojo, sino, en términos de su simbolismo de color, un símbolo blanco. Puede hacerse de cinco especies arbóreas, que no se usan indistintamente: el tipo de ritual determina qué especie arbórea se elegirá. La misma especie proporciona también los ingredientes para las medicinas de caza del correspondiente ri­ tual. Usadas como medicinas o como altares, esas especies con­ servan los mismos referentes. Las cinco 1 especies son: m usoli (vangueriopsis lanciflora), museng'u (Ochna sp.), kapivipu (Swartzia madagascariensis), kapepi (Hymenocardia m ollis) y mubula (Uapaca sp.). M usoli M usoli se emplea como «m edicina» en ritos para devolver la fertilidad a las mujeres, y también en ritos de caza. Este ár­ bol tiene un fruto amarillo comestible, muy apreciado por los duiker y por otros animales del bosque en la época de las primeras lluvias. Para atrapar a esos animales se tienden lazos junto a los árboles musoli. Dicen los ndembu que el nombre musoli, derivado de ku-solola, «hacer visible» o «revelar», guar­ da relación con la capacidad del árbol para sacar .a los anima­ les de sus escondrijos y hacerlos visibles al cazador. Nosotros diríamos que ésta es una capacidad «natural» del árbol, pero los ndembu ven en ella algo más. Para ellos es un ejem plo par­ ticular de un poder subyacente a toda vida, el poder de «hacer 1 Algunos informantes me contaron que también del árbol kabalabala se puede hacer un chising'a, pero sobre este punto carezco de informa­ ción detallada. visible». Así, la medicina m usoli se da a una m ujer estéril para «hacer los hijos visibles» (ku-solola anyana), y a un cazador para «hacer los animales visibles» (ku-solola anyama) para él. En los ritos de caza, m usoli tiene aún el sentido de «sacar a la vista una gran reunión de gente» (ku-solola luntu leweneni o chipom pelu cheneni). El razonamiento subyacente tras todo esto es que exactamente igual que los abundantes frutos del m usoli sacan de sus escondrijos a numerosos animales, su uso ritual atraerá a muchas personas para celebrar al cazador que ha pa­ trocinado el rito y que, se supone, ha matado muchos animales. El árbol musoli, en consecuencia, representa la destreza del cazador en su profesión y la fama (m puhu) que ello le reporta. Museng'u Los ndembu derivan el nombre de esta especie de ku-seng' uka, «m ultiplicar». El árbol da un gran número de pequeños frutos negros, comestibles, y los informantes conectan su nom­ bre con esta fecundidad. También lo ponen en conexión con el término ku-seng'ula, «bendecir» — en la práctica insuflando «m edicina» en los oídos. Como el musoli, el museng'u se usa a la vez en ritos de caza y en ritos «ginecológicos»: en los pri­ meros representa «una multiplicidad de muertes», en los úl­ timos «una multiplicidad de hijos». Kapwipu A este árbol se le conoce también con el nombre de mutete, y normalmente los ndembu comienzan su exégesis a partir de ese uso ritual. M utete es la prim era palabra de esta frase: mutete manyangi wuta wachashi, literalmente «e l que corta la caza» (esto es, «corta y distribuye la carne»), «el rifle vacío» o «e l rifle que no da en el blanco». Como explicación de esta frase, un informante me contó: «un cazador tenía costumbre de matar muchos animales, pero luego falló el blanco una o dos veces. Otros le dijeron que sujetara su rifle correctamen­ te, porque el tem blor de su espíritu era la causa de que fa­ llara. Batieron un tambor de caza (o sea, celebraron los ritos wuyang'a o wubinda) por él y le instruyeron en la f o ^ a ade­ cuada de disparar. Después de esto nunca más falló. Por eso cantó su propia alabanza, así: «Prim ero yo mataba animales, luego fallaba al intentarlo, y después de fallar de nuevo he vuelto a matar.» El árbol mutete, pues, compendia el proceso entero de wu­ binda, la caza como un conjunto de ritos de aflicción. La bue­ na suerte depende del favor de los antepasados ^cazadores, y és­ tos pueden retirar su asistencia, unas veces como castigo por una distribución no equitativa de la carne, otras porque una persona ritualmente impura, como una m ujer o como un mu­ chacho incircunciso, ha comido las sagradas porciones de car­ ne (cabeza, pulmones, entrañas) llamadas yijila («cosas tabuadas»), reservadas para el cazador. Tal retirada del favor, e in­ cluso persecución activa, es algo más que mera punición. Por­ que los ndembu tienen la idea de que la aflicción es también un signo de elección: la sombra del ancestro aflige al cazador porque desea convertirse en su sombra (m ukishi weyi), es de­ cir su sombra guardiana. Pero antes el cazador tiene que hacer algo por ella: celebrar ritos para ella, tanto privados como públicos, y demostrar que «no la ha olvidado en su hígado» (sede de las emociones, según creen los ndembu), presentán­ dole ofrendas, o en su tumba, si puede encontrarla, o en un chi­ sing'a plantado especialmente para ella. La identidad de la som­ bra del cazador se establece por adivinación, y por esa misma vía se averigua cuál es el modo en que la sombra está mani­ festando su desagrado. En la fase pública del rito se piensa que a la sombra le gusta que su nombre se mencione repetidas veces en invocaciones y alabanzas. Esto se considera una forma de ku-solola, de «revelación». Cuando la sombra haya sido apla­ cada, «ayudará (al cazador) a matar a muchos animales», y así con el tiempo contribuirá a su posible fama como gran « muwima», cazador. La divisa de los ndembu podría muy bien ser: «has de sufrir para tener éxito». Este es el tema tan eminente­ mente representado por el árbol kapwipu o mutete. En este caso, es el «nom bre solamente» (ijin a hohu) lo que determina la cadena de asociaciones, y no las propiedades de la especie. Pero ya veremos que el kapwipu comparte con las otras espe­ cies mencionadas ciertas propiedades físicas que lo hacen ade­ cuado para su uso como chising'a. Kapepi y mubula Por razones de espacio trataré brevemente de estos dos ár­ boles. Kapepi está relacionado con términos que significan «vien ­ to» y «respiración» y representa la invisibilidad y ubicuidad que el cazador desea alcanzar. Mubula, otro árbol frutal, está rela­ cionado etimológicamente con ku-bula, «hacer fuego con acero, pedernal y yesca» (por percusión), como hacen los cazadores en el bosque; se relaciona también con el disparo de sus fusi­ les de chispa. La form a chising'a Un la que se e s p e c ie s « c h is in g 'a » del es una han que a n te s te r m ita s y « fu e rz a » (wukola) ro n que de a lta r e s no cu erd as, pueden la de p o r u sarse fe r tilid a d de lo s caza. la que de h acer lo s la s de lo s sha, de de la s « a fila r tra ta n d o a fila n con ram as de ram as aunque n in g u n a c u lto s lo s de ndem bu v a lo r e s rasgos de de una fe r e n c ia vos, la que p ie r d a com o por in v e s tig a c ió n in fo r m a n te s ndem bu. E n tre lo c o n o c id o en E ste de de no « a ta r» fu e r z a , le c h e de la h a r in a y r a íc e s lo s de caza e s tá cazad ores co n te x to v in c u la d o s a c tu a l que d e c ir s e im p o r t a n te s una uno en su en p r o b le m a lo s lo s p asar fo rm a , la tra n s ­ o tro s nue­ u n iv e r s a l s in a que de p ara a d q u ie r e casi es exp resan que c a p a c id a d fa c ilid a d es­ c a n d id a to . to d a A fr ic a , s ie m p r e duda res­ d ig n o d e ta lla d a . e n c o n tra b a n to d a s e n tre s ig n ific a tiv a la s e s p e c ie s del c o n n o ta c io n e s lo s a p ech o s, flu id o cazabe. e s p e c ia lm e n te lo En e n tre ta m b ié n chising'a. r itu a l s u e rte , p u r e z a r itu a l, o scu ro y s e m in a l, el en La el a n te p a sa d o s o p u e sto de caza del s e n tid o . A u n q u e un in fo r m a n ­ la com u n es en fu e r z a , s a lu d , b u e n a com o su b rayan s i lo s la su m uñones « agudeza» m is de caza s u s c ita n es lo s la wambuka, wambwi- s e n tid o s es su d ic e n com o Puede m u ch as v o lu n ta d de se c a n d id a to .» cu erd as m ie d o a rte de el c a m b io s así tie n e v id a , la s en c o m p a r a tiv a e lla s : buena y s in m ad era a u to r id a d , c la r o p ara á r b o le s de de son v ia b le ndem bu (w utooka) b la n c u r a la d ije ­ del c u c h illo s p re se n ta n a lta r e s r itu a l m ú s ic a . la E s re fe re n te s , co n una de esos c a m b io s M is b la n c u r a a s ím b o lo s la se in te r e s a o tra su s lo s la s usad os re p re s e n ta r a rte cazad ora. s ím b o lo a el a h o r q u illa d a s m uch os p orq u e p u e sta , Lo s o c ie d a d con c u c h illo » . m an era c u ltu r a un a m e fu e ra n cazar su s p ara c a u s a tiv a « a fila r » a d s c r ib e n su de aunque de caza. fo rm a un de L o s a lta r e s de la s p a c ie n te s . fu e rz a » ). L a s ig n ific a tu v ie r a n ndem bu a D e re p re s e n ta «Si g in e c o ló g ic o s s itio s , r e s is te n te s que á r b o le s (ku-wambuka) d e l a r t e d e l a c a z a . C o m o t e s : Wubinda wawambuka nang'ovu ( « e l a fila d o m ás co rte za . á r b o le s cu erd as. razón , r itu a le s so n lo s o la cazad ores co rte za m is m a uno y fu e rte , ( ku-kasila) e l a r t e cazad ores e x tre m o s d ic e Los en h o ja s m ad era p ara la en L o s a d e p to s de que su s se una la s ir v e a ta r ía n E x a c ta m e n te a h o r q u illa d a to d a s m e n c io n é tie n e n r e p e tid a m e n te esos ram a arran cad o y v iv o s , d e s c o n o c id o , la co n te x to e s to s lo s b la n c u r a del s e n tid o s r itu a l « b la n ­ c o s » la s c u a l i d a d e s d e s a l u d , f u e r z a , r e s i s t e n c i a , s u e r t e e n l a c a z a , v ir ilid a d y el bon rapport con lo s a n c e s tro s . El S E N T ID O Com o co he O P E R A C I O N A L D E L « C H I S I N G 'A » s u g e r id o , c o n s titu y e c u e n c ia , a n te s n ific a den se de que con el « gran « m ad re en tre ndem bu lo s p ara su le c h e , a u to r id a d a d e p to s s u je ta n ap arece rad o que h acer m o e s tá el e s te con su van p ara se « m ad re» ig u a l q u e de la a s í: d erram arse o com o una fig u r a s un el que co rta de la el de sí su carga D e del Si nuevo c o n s id e ­ un e lé c tr ic a c u lto . m is m o . c a z a .» fís ic a s , c o m o lo s árb ol tir a n wubinda), o de chi­ el m ie n tr a s p or a de gru p o ^ cazad ores c a ig a p r o p ie d a d e s la s c á n tic o s el a rte a p lic a p or r a íz su en­ q u e n u tre descen d er «Los que se 3) la (wuyang'a caza cazad or p orq u e a la p ara ú lt im o n o s tá lg ic o s p e r d e r ía s i tu v ie r a o b servan r itu a l, p u e s to s ím b o lo , m e n te un e n tr e n á n d o le , lla m a d o líq u id o que p u d ie ­ m asa. se el u tiliz a . P u e ­ hacha im p e d ir le s ig ­ p re g u n ta rn o s 2) h a c ie n d o e x p lic a b a con se­ que se m a e stro s; es y lo d esp u és té ^ in o lo s y de s im b ó li­ E n (m am a daWuyang’a), e s te n iv e l o p e r a c io n a l d e l r id a d con lo a q u í el a rte p u d ie r a E n ra m a s s í m is m o casi com o o b je to s o lita r io ; m e ta fó r ic a m e n te p ara m e la n c ó lic o s a b a jo p o r o cóm o c o n o c im ie n to s g o lp e a la s un s e n tid o . hem os cazad or que C uando cazad or p ara cayera ra lo s a d e p to árb ol su s cazad or ca n ta n d o Un un m a t r ilin e a le s cazad ores. un ndem bu, caza» usán d ose sing’a, su 1) la m a s c u lin a dem ás u sa de s e p la n ta y de aq u e l q u e n u tr e co n con se cazad o r» el a rte en lo s chising’a: el q u e im p o r ta n te p o d a m o s e n te n d e r p le n a m e n te reco ge, có m o co rta r ju n to fo r m a p a rte chising’a el cóm o la un a se lo s que s in o p e r c ib e la s e n tid o c o n c o m ita n te s en lo u n id a d y chising'a e n a l g u n o s d e mwima, l a c e l e b r a c i ó n d e l a el excavan el h ace. Aquí e x c lu s iv id a d hoyo lo s la r ito s . con la s de la c u la t a s hace c la r a ­ a s o c ia c ió n c u l­ e n q u e s e p la n t a en el r ito gran ^ cazad or, lo s sus r ifle s , lu e g o de sing’a y lo le v a n ta n , c la v á n d o lo e n e l h o y o , y a p is o n a n fir m e m e n ­ su s m anos chising’a, la tie r r a a y en r a l) d e t o d o s lo s r i t o s zad or ju n to a m a t r ilin e a le s . g e n é r ic o , lo s te ro s . tu a d a s el se cru ce m uch os de dos lo s en so b re c a m in o s la s fo ^ a su s tu m b a s s a lg a n el gran d es de del p lu ­ del ca­ a n c e s tro s wubinda, s e lv a , e n que la p ara r ito s la (e s e n e l p o b la d o p la n ta d o s de se c la v a n p la n ta n ayishing’a s e p la n ta n á r b o le s - a lta r en del a lr e d e d o r . lo s wuyang’a, ayishing’a T a m b ié n en lo s P ero su gen eral a r m a s p o r d e b a jo chi­ to d o s p a s a n E ste de su s se m ás e je m p lo un s im b o lis ­ que donde fo ^ a de lo es P or d e stre z a cañ ones s ó lo m á s c la ­ del e n tre te c o n lo s donde con él o b servam o s n o q u ié n tu a l d e lo s c a z a d o r e s . P o r e je m p lo , e n cazad ores es s o c io ló g ic o s c u lto te ^ i- ^ cazad ores s i­ p o b la d o . D e todos estos ayishing'a dicen los ndembu: «Chising'a es el pri­ mer lugar al que un cazador lleva la carne cuando ha matado a un animal. Allí deja todo el cuerpo antes de llevarlo al pobla­ do para que sea com ido.» Las porciones sagradas del animal, antes mencionadas, se colocan en el chising'a como ofrenda al antepasado cazador. En el rito mukala, por ejemplo, cuando u d cazador ha cobrado una pieza, lava el chising'a con sangre, em­ pala pedazos de yijila en los afilados muñones y expresa su gratitud al espíritu patrón que se le ha manifestado bajo la form a de mukala, una entidad malévola que hasta que no es propiciada aleja del cazador, con sus silbos, la salvajina. Cuan­ do el cazador se entera a través del adivino, que quien está afligiendo es un ancestro que sale bajo la form a de mukala, prim ero escoge un chising'a de madera de musoli, lo planta e invoca como sigue a la manifestación de la sombra: «Tú, pa­ riente mío que ya has muerto, si eres tú el que ha salido como mukala, escúchame ahora. Mañana, cuando vaya al bosque a buscar animales, debes hacer que los vea rápidamente. Tengo que cazar animales con mi rifle o con trampas.» Entonces se pone un poco de arcilla blanca pulverizada en la boca, y con ella así humedecida traza una línea desde el chising'a hasta él, se pone un poco en las sienes, entre sus cejas, escupe otro poco sobre sus hombros, y se pinta una línea blanca arrancando del ombligo hacia arriba. «S e la pone en las sienes junto a sus ojos», me dijo un informante; «en su entrecejo para que su rostro sea blanco o afortunado, en sus hombros porque sobre ellos lleva su rifle y la carne, y sobre su estómago, para que haya alimen-' to en él». Luego el cazador escupe polvo blanco sobre el chi­ sing'a. La cazl:\ que a continuación sigue no puede considerarse sim­ plemente como una búsqueda utilitaria de alimento, sino como una especie de rito sacrificial. No es estrictamente comparable al sacrificio de los pueblos pastores, que presentan a la dei­ dad o a los antepasados un valioso animal como prenda de su homenaje, penitencia y expiación; no, porque el cazador no tie­ ne animal que ofrecer. Antes al contrario, prim ero tiene que recibirlo él, de la sombra del cazador, y esto es ya un signo de reconciliación parcial, de la aceptación provisional por par­ te de la sombra de la buena intención del cazador. N o obstante, mientras el cazador no hace su ofrenda de sangre y de yijila al altar chising'a, no ha demostrado plenamente su intención de venerar a su antepasado, y de propiciárselo. Es como si la sombra, al darle un animal, estuviera poniendo a prueba sus expresiones de buena voluntad. Hay además aquí un elemen­ to d e in te r c a m b io la som b ra m is ió n te y d e s a r r o lla d o lo s in c o r p o r a r a c tu a n d o tía s y lo s lo s m is m a s por e sta b a n de v iv a s . ta n to a lg o lo s la s a lo s e s p ír itu s supra, (cf. a sp e cto res de a v iv o s com o a con dos e n tre lo s que lo s v iv o s lo s la p ie d a d el d io s de c u lto El se de d ir e c to : y Un s ím b o lo o tro s vos, típ ic o p r in c ip a l chising’a, s ím b o lo s , c a lific a n a lta r p edazo w adyi. L o s de de que o un h ech o com o lo s u san que sus le s la su p or record a­ lo s con ceden v iv o s , p ara e n c im a , fo rm a le jo s » , d ic e n com o fu e rz a , m oral que c o m p a s ió n a lg u n a p ara v e z , le s sean de ta n to o scu ra no la s es de con o b je to « chising 'a » — p o d r ía te r m ite r o de­ con g e n te s. lla m á r s e le in c lu s o n u c le a r — , se e n c u e n tr a c a s i s ie m p r e e n a s o c ia c ió n com o un pode­ recu erd o s, E l o rd en e stá de y ndem bu tie n e e l p á n ic o Shakapang'a. Nzam bi o de v iv o s v iv o s n om b res que y tr a s c ie n ­ r e c o n c ilia r s e dependen o fre n d a s su e rte . d e m a s ia d o cazad or pequeños aún p ara lo s p ro vo car su s m u e rto s c o n e c ta d o e x tie n d e n un que a lg o con ­ m ie n tr a s c a z a d o re s, é sto s, a m u e rto s, lo s sentido posicional del de v o lu n ta d de m u e rto s m u e rto s bu en a com o é sto s, « E stá lo s lo s lo s que con s ó lo s im p le m e n te , lo s tra ta r poco, no m oral ta n to r i­ rem o ­ r e la tiv a m e n te m u e rto s, es cu al lo s s im p a ­ lo s v iv ie n t e s ord en re g a te o a lim e n to s , con el deben Si sus o in te r - co n te x to s tu v ie r o n m u e rto s hacen Nzam bi su p rem o , co m o es el un fa m a c o n c ib e com o y de lo s ta m b ié n , e llo s c a p a c id a d Pues de p ara lo s h a c ia con dependen v iv o s , a q u é llo s su a s in o lo m u tu o de m u e rte r e n c o r e s , m a la de p r á c tic o . san gre s a lu d , fe r t ilid a d , c re ta E l a n im a le s m a n tie n e n su­ re p re s e n ta r su de hace s u s p a r ie n te s a n te p a sa d o s v iv o s . e n tre de lo s - a n t e p a s a d o s a flig e n ndem bu, sus que de té r m in o s so n con té r m in o s y no aún en tra to s m ás en m u e rto s que lo s in v is ib ilid a d r e la c ió n a c titu d e s e l s a c r if ic io p le n a m e n ­ m a y o r ía que a b r ig a n 5 4 -5 5 ). lo s la fe c h o r ía s , p ara lo s a lim e n ta n lo s sus e s tr ic ta m e n te e m p u ja r a lo s Pues de pp. c a r a c te r iz a de q u e r e lla s a x io m á tic o la la s despu és v iv o s , En se p ie n s a e lla s e llo s s ig u e n im p lic a d o s e s p ír itu s p or en a n te p a sa d o s, p a r ie n te s c a s tig o p orq u e lo s h u m an as. som b ras con d e id a d . m o r a l, e stá n tr a n s a c c ió n , e n c o n tra sta se e n cu e n tra n una sus que e sta s com o tra a que el o rd en con s in o de d o n es, de ndem bu, a n tip a tía s tu a le s , to s , de cazad or, que y a d o r a c ió n E n tre y el a su n iv e l lin g ü ís tic o s e n tid o . y una he lo s d ic h o con a d je ti­ que el chising'a, j u n t o c o n t r e n z a d e h i e r b a kaswamang' l l a m a d o s mafwamfwa ( s i n g u ­ c o n s is te te r m ite r o s , A n te s hacen en un ifwamfwa), la r , son un rasgo d e la s lla n u r a s n d e m b u . E n nen un a guea s ig n ific a c ió n en su (lusemu). m e n te En en en se da le h o rm ig u e ro el n om b re som bra del « ch oza» d u ra n te de fie r e n en que la s a lto s se lo s en p la n ta despu és r ito s él de de é l. e n fre n te E l y M w in ilu n g a . Al un cu bo de v is ita pequeño la su te o n ite r o gra n d es c in c o del hace ch oza som b ra la s de h o ^ i- s e m o d e la h a b itu a l­ la caza bosqu e que «pequeña que kawambu), el y « p r o c r e a c ió n » kusukula, s e e l chising’a. el en p ie n s a s in g u la r de lo s que, cazad ores, com o a lr e d e d o r .» o c u lta n en bumba, y caza acech an com o y en ta ch o n a n som b ras s itio s d o res r ito bosques v id a de p r e c is a m e n te e je m p lo Se lo s c o lin a s de m ás m e tro s D ic e n m is in ­ « U n a c o lin a d e t e r m it a s e s u n o d e lo s s it io s q u e p r e ­ v e r si h a y do el ifwamfwa c o lo c a se s ig n o katala kamukishi, de (tuwumbu, a ltu r a , y a n te p a sa d o » . ta m b ié n fo r m a n te s : se veces, p or el te r m ita s y fá lic a . L a com o caza, el c ú b ic a o tra s re p re se n ta in te r p r e ta de in ic iá tic o s y fu n e r a r io s tie ­ e x p líc it a m e n te se lo s r it o s d e fo ^ a chising’a; hoyo in te r io r c a r a c te r ís tic o lo s r it o s tra s lo s lo s a q u ie n e s le o n e s , se M e in d ic a r o n el m w im a , lo s te r m ite r o s té r m in o q u e d e s ig n a la m o ld e a d o , q u e se le v a n t a la s que p ara lo s caza­ el r ito s wuyang’a, d e yim- n om bre c u p u la r , h e c h a d e b a r r o tu m b a s. E l m is m o té r m in o s e a p lic a ta m b ié n e n to rn o a la c a b e z a d e l c a z a d o r m u e r t o , q u e a s o m a p o r e n c im a de la en p o s ic ió n s u p e r fic ie a lo s p e q u e ñ o s v iv ir e lla s p equ eñ os, cu an ­ a lg u n o s r e c ib e n c u b ie r ta so b re o g u sta a ta m b ié n te r m ite r o s , g ra n d e s a s u s p r e s a s . F in a lm e n te , e n le s su b en de su a le r ta » , y e n e l a n illo puedan ye,. en de el su s e n tid o caza, a su de te r m ite r o s e n tid o s se c u a lid a d e s con la lo s a su rasgos s ig n ific a e s tá en la ch oza) co n servan que sus ntambu n o m b r e d e l r ito su v erd a d era casa cazad ores b ie n la s se d e ja u n p r á c tic a s en re p re s e n ta n la J u n to fe r tilid a d en de que la id e n tific a c ió n p o b la d o . de de (d e h e c h o , e l m is m o y el que in c lu ­ s e p u lc r a le s le ó n ) , y a l s e n tim ie n t o r e s o n a n c ia s le ó n « p ara p e r s e c u c ió n (e s o s ig n ific a te r m ite r o s e n tie r r a un d e l te r m ite r o s ile n c io s a le o n in o s a n illo o tro s y a e s to s v ir ilid a d , r ito s . kaswamang’w adyi s e c o l o c a b a j o l a p r i m e r a h o r q u i l l a (mpanda) d e l chising'a. S u n o m b r e s e d e r i v a d e k u - s w a m a , o c u l t a r y ng'wadyi, e l f r a n c o l í n d e co­ l l a r . E n e l kutelekesha, a l i n v o c a r a l o s a n t e p a s a d o s c a z a d o r e s , l o s c a z a d o r e s v i v o s d i c e n : « H o y e s t a h i e r b a e s l a kaswamang' wadyi e n l a q u e s e o c u l t a n e n l a s e l v a t o d o s l o s a n i m a l e s y t o ­ L a dos lo s tre n z a ( chibaba) d e a le s « com o h u eco s e lv a no se e r g u id o , r e fe r e n c ia s cazad ores, v ig ila n c ia , a lo s A s í, e l s im b o lis m o e x e g é tic o , lo s A to rso te r m ite r o s v e r c la r a m e n te » . e s p e c ífic a s del tu m b a . s e d e n te , c o n te r m ite r o s c o lo c a d o s e n p á ja r o s . Si un h ie r b a a n im a l se o c u lta en la h ie r b a , que no­ sotros los cazadores podamos verlo enseguida, que podamos dis­ parar contra él y m atarlo y estar contentos. Que podamos traér­ noslo y comer su carne. N o nos lo escondas. Tiene que apare­ cer, tienes que revelárnoslo enseguida (m uyisololi swayiswayi).» Es otro ejem plo del tema ya fam iliar d e «hacer visible» (kusolola). Los ndembu creen que el uso de esta hierba en el ritual hará que el cazador resulte invisible para los animales a los que acecha. El cordón de hierba divide al chising’a en dos secciones, di­ visión que para los ndembu está cargada de sentido. Bajo el cordón vienen los espíritus de los antepasados «a beber san­ gre». Arriba, en las horquillas se cuelgan trofeos de caza. «E l cazador debe parecerse a las sombras de los antepasados», me explicaron; «los animales no lo verán por causa de la hierba». De los muñones de la rama ahorquillada se dice que represen­ tan el poder del cazador para matar animales, poder que obtie­ ne de sus antepasados alimentándolos con sangre. Se cree que las sombras «em ergen» de la tierra en que fueron enterradas, para pasar a la «tumba-choza» y de ésta finalmente al propio chising’a. Rasgos topográficos que tienen importancia para los caza­ dores se representan de este modo combinados: chising’a = selva; ifw a m fw a = te ^ ite r o s ; kaswamang'wadyi= llanuras cubier­ tas de hierba. Nos hallamos ante el fam iliar principio de aso­ ciación ritual, de pars pro toto. Cuando consideramos conjun­ tamente los tres símbolos, advertimos también la importante división entre los animales visibles y las sombras invisibles, cuya propiedad de invisibilidad desea para sí el cazador para poder aproximarse y matar a la presa. Conjunciones y divisio­ nes como éstas son aspectos del sentido posicional del chising’a. La m o r f o l o g ía s e m á n t ic a del « c h is in g 'a » Aunque el altar de la rama ahorquillada chising’a es un elemen­ to importante del ritual ndembu de la caza, en el sistema hay además centenares de símbolos, de los que algunos son expre­ siones plenas o parciales de los mismos temas básicos, mien­ tras que otros representan temas diferentes. Cada uno de los ritos wubinda, por ejemplo, tiene su propio «argum ento» ritual, su idiosincrasia. Del chising’a cabe decir apropiadamente que tipifica el símbolo de la ^caza, puesto que se encuentra en todos los ritos de caza. D el to d o s im p le en su fo rm a q u illa d a , d e s c o r te z a d a , e s , en s ig n ific a d o . co n un s ím b o lo La He tra ta d o d ia g r a m a (cf. lis t a s in que d ia g r a m a s ig u ie n te e x te r io r , u n a em bargo, de exp resar r e c o ja la m era com o esa ram a ah o r­ hem os v is to , r ic o r iq u e z a s e m á n tic a e s tr u c tu r a s e m á n tic a de e s te del chi­ 9 ). tra ta de re co g e r p a rte del s e n tid o sing'a: 1) R e la c io n e s a) b) e n tre cazad ores e n tre la te s c) e n tre lo s no cazad o res; e le m e n ta l p a r ie n te s del d el cazad or y su s p a r ie n ­ e n tre m a t r ilin e a le s el cazad o r y e n tre p le n o s y c la s ific a to - cazad o r; d o r (q u e s u e le e) y fa m ilia m a tr ilin a le s ; r io s d) s o c ia le s : el la ser el cazad or som b ra de h erm an o y su a n te p a sa d o caza­ d e la m a d r e o e l p a d r e ); su in s tr u c to r en el « a rte de d e lo s cazad ores. la caza» ; f) 2) e n tre lo s m ie m b r o s c u lto s d e V a lo r e s : a) r e s is te n c ia b) e fic ie n c ia c) p ie d a d d) h acer e s p ir itu a l en el p ara con c o n o c id o e) fe r tilid a d ; f) h a b ilid a d de y c o r p o r a l; a p r o v e c h a m ie n to lo s o lo s a n c e stro s v is ib le lo cazad ores de carn e; cazad o res; d e s c o n o c id o p ara no o in v is ib le ; d e ja r s e ver p or a n im a le s ; g) e q u id a d h) s a c r a lid a d que i) j) k) 3) en la de d is tr ib u c ió n la s p r o h íb e n a la s c ir c u n c is o s com er s u fr ir p a r a que h a b ilid a d agud eza R asgos en de el la s de d is tin c io n e s m u je r e s lo s de la y s e lv a ; b) lla n u r a s ; c) c o lin a s de d) lu g a r e s de sexo a lo s y e llo p u ed a s e g u ir s e de la s arm as; re sp u e sta s del cazad or, m a n e jo te ^ ita s , edad (ta b ú e s m u ch ach os y ijila ); to p o g r á fic o s : a) carn e; de te r m ite r o s ; e n tr e n a m ie n to . un b ie n ; in ­ (1) C h is iw ’a no m bre iW A W M -fr , r iP r o p ic d a d c s n a tu ra les) = V IS IB L E \ \ (R am a a h o rq u illa d a ) = •m o v im ie n to d e la c a z a q u e huye» = el c a z a d o r c o m o p re d a d o r. (3) M w im a = •d ar fruto» la ra m a a h o rq u illa d a c o m p a ra d a co n el á r b o l fru ta l la ca za c o m p a r a d a con la fe r tilid a d fe m e n in a . = , (1) E s p e cie j e á rb o l usad o ►(1) N o se p u ed e n | h acer cu erd as! d e su co rte za ;! n o a tan la ca za M u soli (l) M nseng'u N o m b re d e kit-solola, «revelar» = h a c e r los a n im a le s v is ib le s al c a z a d o r = p o d e r a tr a c tiv o d el c a za d o r. Sustancia — á r b o l fr u ta l— a tra e a lo s a n im a le s — d a fam a al c a z a d o r — revela el in te ré s que se to m a p o r él el e s p íritu d e l a n c e s tro . . Sustancia — á rb o l con in n u m e ra b le s fru to s p e q u e ñ o s — el c a z a d o r m a ta rá m u ch o s a n im a le s — a tra e rá a m u ch a s g en te s y g o za rá d e gra n fa m a . (3) K apw ipit - + N o m b r e — e s o té ric o = m uteti = p r o c e s o d e a flic c ió n s e g u id o p o r fa m a y é x ito en la ca za . |(4 ) K a pepi (5) M u bula Diagrama = N o m b re d e ku-seng’uka, « m u ltip licar» = el ^ c a z a d o r m a ta rá m u ch o s T a n im a le s. ►(2) M a d era d u ra , re siste n te ; el c a z a d o r c o m p a rte esas c u a lid a d e s >(3) M ad era b lan ca ; c o n e x ió n co n el sim b o lis m o b la n c o d e la b u e n a s u e rte ARTEFACTO (H ech o a r tific ia lm e n te a fila n d o los m u ñ on es, a r ra n c a n d o la co rte z a , y co rta n d o el tron co.) = (2) M uchanka E s to s c o m p a rte n la s s ig u ie n te s p ro p ie d a d e s : FENOM ENO = d e ktt-sfiing'ana «m ald ecir» riv a lid a d s o b re la d is tr ib u c ió n d e c a r n e riv a lid a d e n tre c a z a d o re s y no ca z a d o re s = o r g u llo d el c a z a d o r p o r su d e s tre z a , c a u sa d e esa riv a lid a d . N o m b re = in v is ib ilid a d y u b ic u id a d d e se ad a p o r el ca za d or. N o m b re = el qu e al fu e g o y u sa las de fu ego . ^ ( 1 ) A fila d o d e los m u ñ o n e s a g u d e z a d el ca za d o r. (2) A rran cad o de la c o rte z a p a ra s a c a r a la lu z las c u a lid a d e s «blancas». (3) D ivisión d el ch is in g ’a p o r un a tren za d e h ie rb a kaswamang'wadyi; e n tre la s ra m a s p a r a lo s tr o fe o s an im a le s; y en el tro n co p rin c ip a l p a ra h a c e r o fre n d a s d e sa n g re a lo s e s p íritu s a n c e s tra le s . 9.— S im b o lis m o de C h is h in g ' h ace a rm a s Todos estos referentes J, sin salim os del nivel de la exégesis ndembu, los evoca ya un ^mínimo pedazo de la rama, una briz­ na de la hierba, un fragmento del termitero. Y esto es sólo un ejem plo de la gran capacidad que el simbolismo ritual tiene para sintetizar y concentrar. Casi podría decirse que, cuanto m ayor el símbolo, más simple es su f o ^ a . Porque una f o ^ a simple es capaz de proporcionar vínculos de asociación de ca­ rácter muy generalizado: exhibe un rasgo o unos rasgos que comparte, literal o analógicamente, con una gran variedad de fenómenos y de ideas. Así, el color blanco de la arcilla m p ^ ba recuerda la blancura de la leche y de la harina del cazabe y, además, ideas abstractas del estilo de la exención de la im­ pureza, la bondad «sin mancha», y cosas de este género. Por último, es necesario subrayar que el chising’a es con­ siderado por los ndembu no tanto como . un objeto de cono­ cimiento, mero conjunto de referentes de fenómenos conoci­ dos, sino más bien como una fuerza unitaria en la que se con­ jugan las fuerzas inherentes a las actividades, los objetos, las relaciones y las ideas que el chising’a representa. Lo que los ndembu ven en el chising’a, que se les hace visible en su bifur­ cada, ambivalente, pavorosa desnudez es la fuerza m ortífera del propio wubinda. T u m e r , V i c t o r W ., 1953: Lunda rites and c e r ^ o n ie s ( O c c a s i o n a l P a p e r s o f t h e R h o d e s - L i v i n g s t o n e M u s e ^ u m N . S . , n “ 10 ), L i v i n g s t o n e , Z a m b ia . - , 19 5 7 : Schim s and co n tin u ity in an A frica n society: A study o f N dem bu villa ge life , M a n c h e s t e r U n i v e r s i t y P r e s s . —, 1961: N dem bu d ivina tion: Its sym bolism and techniques ( R h o d e s L iv in g s t o n e P a p e r 3 1), M a n c h e s te r U n iv e r s ity P r e s s . 2 Y o tr o s m á s , im p líc ito s e n a q u e llo s a s p e c t o s d e e s te s im b o lis m o q u e lo c o n e c t a n c o n o t r o s s e c t o r e s d e l s i s t e m a r i t u a l , t a l e s c o m o lo s r it u a le s d e la s c r is is v it a le s , o lo s r it u a l e s g in e c o ló g ic o s , o la v e n e r a c ió n d e l o s a n t e p a s a d o s d e l p o b l a d o , o e l r i t u a l c o n t r a l a b r u j e r í a , o lo s p r o c e d im ie n to s d e a d iv in a c ió n , e tc é te r a . 4. LA M E D IC IN A D E E n LA S un des y ilu m in a d o r b a la n c e tr a ta m ie n to s (19 4 9 , p . 4 7 1 ) b re ha e n la fo rm a d o s por u n a nes lis ta so b re p or de lo s en puedan r e s u lta n E L T R A T A M IE N T O de la b ib lio g r a fía que la s « la m a y o r p a r t e m o n o g r a fía s lis t a s de p o s ib le s ser, e fe c to s o b v io o m ite n n e c e s a r io s que la s la y a q u e o b je tiv o s ta le s de e n fe rm e d a ­ A ck erk n ech t lo s d a to s e tn o g r á fic a s d ro gas té c n ic a s s e a p lic a n que e m p le a d a s , y pueden so­ g e n e r a le s , a fir m a c io ­ te n e r e sta s d e s c r ip c io n e s , p o r v a lio s a s p r e c is a m e n te p ara so b re p r im itiv a , E r w in la s e n fe r m e d a d e s p r o v id e n c ia s . P a r e c e que Y m e d ic in a in d ic a d o tr a ta m ie n to s , e stá n LU N D A E N F E R M E D A D E S * a q u e llo s p r o s e c u c ió n de e x tre m o s n u e s tra s que in v e s tig a ­ ¿Cuáles son las ideas que subyacen a estos actos tera­ péuticos, y en qué condiciones (rituales o no) son ejecutados tales actos?» ( l a c u r s i v a e s . m í a , V . T . ) . D e s d e q u e A c k e r k n e c h t c io n e s : e s c r ib ió de dar e s ta s p a la b r a s , s e h a n re sp u e sta d ir e c to , p ero m á tic o s lle v a d o s la na b re han e n fe rm e d a d s o c ie d a d Soy el c o g id o s a y ta le s s id o a so b re no la c r e e n c ia s , id e a s v a r io s m e r ito r io s de m odo o b sta n te , r e la c ió n y lo s e n tre p r á c tic a s in te n to s d ir e c to e s tu d io s o tr a ta m ie n to r e lig io s a s en in ­ s is te ­ de a lg u ­ tr ib a l c o n c r e ta . d o lo r o s a m e n te tr a ta m ie n to en p ocos, cabo h ech o in te r r o g a n te s fo rm a de de c o n s c ie n te la s de que e n fe rm e d a d e s , o b s e r v a c io n e s m is p r o p io s d a to s in te r m ite n te m e n te ad hoc y r e fe r e n c ia s de so­ re­ in ­ * P u b lic a d o o r ig in a lm e n te e n e l R h o d e s -L iv in g s to n e M u s e u m O c c a s io n a l P a p e r n .° 15 ( L i v i n g s t o n e : R h o d e s - L i v i n g s t o n e M u s e u m , 196 4 ). Q u i e r o e x p r e s a r m i a g r a d e c i m i e n t o a M r . B a r r i e R e y n o l d s , c o n s e r v a d o r d e la s e c c ió n d e E t n o g r a f í a d e l R h o d e s - L i v i n g s t o n e M u s e u m , n o s ó l o p o r s u p e r s o n a l e s tím u lo e n u n c a m p o m a r g in a l a l á r e a d e m i in v e s tig a c ió n p r in c ip a l, s in o t a m b ié n p o r c o n s e g u ir m e la g e n e r o s a a y u d a d e M r. D . B . F a n s h a w e , fu n c io n a r io c ie n tífic o je f e d e l D e p a r ta m e n to F o r e s ta l d e l G o ­ b ie r n o d e R o d e s i a d e l N o r t e , y d e M r . D . A . C a h a l , a n t e r i o r d i r e c t o r c ie n tífic o r e g io n a l e n L o n d r e s d e l S q u ib b I n s t it u t e f o r M e d ic a l R e s e a r c h . L a a y u d a d e e s t o s d o s e s p e c ia lis t a s y s u s c o m e n t a r io s s o b r e lo s a s p e c ­ to s m é d ic o s y b o tá n ic o s d e e s te a r tíc u lo h a n e n r iq u e c id o c o n s id e r a b le ­ m e n te s u p r e s e n ta c ió n . 1 E n e l c a m p o d e l o s e s t u d i o s a f r i c a n o s , h a n r e a l i z a d o a n á l i s i s d e la s t e r a p i a s i n d í g e n a s M ó n i c a W il s o n , S . F . N a d e l y M i c h a e l G e l f a n d . formantes con diversos grados de comprensión y conocimien­ to de las terapia tribal, son relativamente insuficientes y están llenos de lagunas, pero bastan para demostrar que los proce­ dimientos de curación ndembu están gobernados por los mis­ mos principios y modos de clasificación que sus ritos y con­ ceptos morales. En este estudio no trato en lo fundamental del problema ya fam iliar de hasta qué punto la medicina prim i­ tiva es mágico-religiosa o racional, ya que no soy médico y no puedo, por tanto, hablar con autoridad sobre la «efectividad» de determinados procedimientos. Mi objetivo en este estudio es revelar las ideas implícitas en el tratamiento ndembu de las enfermedades y mostrar que dichas ideas informan sectores más amplios de la creencia y la acción. E nfermedad , desgracia y aflicción En prim er lugar, los ndembu conciben la mala salud o la en­ fermedad (m usong'u) como una especie de desgracia (malwa, kuhalwa, kudyindama, o kubula kutooka, término, este último, que significa «carecer de blancura o de suerte o d e pureza»). La des­ gracia es una clase que incluye igualmente otras especies: mala suerte en la caza, desórdenes reproductivos, accidentes físicos y pérdida de la propiedad. Podría decirse que palabras tales como «desgracia», «accidente», «m ala suerte», «in fortu n io» son traducciones erróneas de malwa y sus sinónimos, ya que en rea­ lidad entre los ndembu, que intentan siempre encontrar una causa para cada calamidad, el concepto de «accidente» no exis­ te; lejos de ser pre-lógicos son obsesivamente lógicos, aunque sobre la base de premisas místicas, como Evans-Pritchard (1937) nos ha mostrado en su clásico estudio sobre los sistemas de creencias azande. Los ndembu, al igual que los azande, consi­ deran que las calamidades y adversidades de toda clase están causadas por fuerzas místicas generadas, o evocadas y dirigi­ das, por agentes conscientes. Dichos agentes pueden estar vivos o muertos, ser humanos o extrahumanos. Pueden operar direc­ tamente sobre sus víctimas^ o indirectamente a través de inter­ mediarios místicos. La sombras de los antepasados provocan di­ rectamente el sufrimiento; los hechiceros y los brujos vivos cau­ san el mal por medio de medicinas o familiares, o bien mediante combinaciones de ambos. Hay personas que, por medio de una maldición, pueden hacer surgir «zom bis» o «espectros» (musalu), componentes malvados de la personalidad que persisten aún después de la muerte y pueden enviarlos a matar a aquellos co n tra lo s te, som b ras, la s que m a ld ic io n e s , ú n ic a s su p u se r e a lic é e sta b a n p ia que por lle g a a ta n te , id e a s v id a usar a la o cu ando lo n g a d a s , m id a d e s en lle g a n so sp ech as el de de a que que ños o d esórd en es que o d e m a s ia d o H ay m u e rto s , o puede e s ta r fe rm e d a d que e sté aunque ta s . s ie n d o un (v é a se b la d o s 19 6 1), e x o r c iz a r g a sto s c la s e s lo s una lo s fa m ilia r e s y la p ara y por te y de en e lla s sus com o tie n e n cau sa e s tá n p ro vo ca d as p r im e r o s e s ta d io s o de n i­ su en ­ p r o b a b le a n te p a sa d o , e ste caso la la ic o s , ta n to por pueden m ís tic a o de que b u s­ té c n ic a s com o a la res­ som ­ h e c h ic e r o . r ito s c u r a tiv o s que abundan en v iv e n a lo s po­ p re te n d e n ser si e s tá n a s o c ia d o s c o n ndem bu m ís tic a , si b ie n « s im p le s ser ilu s io n is ­ v a r ia s a g r ic u lto r e s que e p a r ie n te s p r o p ic ia r d e l b r u jo n o . A lg u n o s una una cau sa lo cu ran d ero s si b r u jo s un lo s p ara e sto s som b ras y c a la ­ e n fe rm e d a d d u ra n te en que c e le b r a c ió n nyisong'u, la s d o l e n c i a s p a rto s en gañ ad ores es r ito s c a p a c e s d e e x p u ls a r a lo s das p ro ­ fe m e n in a s , p o r y de obs­ o som b ras m u e rto s, es to d o m e d ia n te s u b s is te n c ia , h e r b o la r io s del so sp e­ N o de la s caza. L a so m b ra casos e n to n c e s m o le s tia s s im p le la en­ c o r r ie n te s hace por som b ras. Si n o to r io s e s to s d ia g n o s tic a a la p a r ie n te s p or son a l a d iv in o y la s con a d iv in o , c e le b r á n d o s e n iv e l d e por en la h e ­ in te r v e n id o b r u jo s o h e c h ic e r o s , y a q u e en E l é x ito d e sc a rta rse m al u su al c o n s u lta s su p on en un del lo T u rn er, o p ara Las puede a d iv in o . p o n s a b le , sueñ a de que hayan eso de a to rm e n ta d o h aced ores quen fa lta p ro vo cad a ta m p o c o Por b ra no la e l p a c ie n te p o s ib ilid a d e s to s o b ie n fu e ra . hay agudas c ie r ta s em barazos te ra ­ o b r u je r ía . p rovo cad as m e n s t r u a le s , la m a lo lie n ­ ta n d e lo s a n t e p a s a d o s . P e r t u r b a c io n e s r e p r o d u c t iv a s e je m p lo , o cu an d o a d v e r s id a d , a u m e n ta n . s id o cu an ­ e c h a r lo son h e c h ic e r ía se c o n s id e r a n de si la b r u je r ía tr a s fo n d o , h acerse com o nyisong'u lo s p a rte y s ín ­ p r in c i­ haber « p ic a n te s » com o Al s e n tid o , p e r o e n fe r m e d a d e s e le m e n to a p rio ri e ste y d ife r e n te s nyisong'u musong'u al de la s reco n o cen p o d ía n e n c o n tré h a b la n e x is te n c ia é sta s la s que en de com o e llo s . e s to s in c lu s o « a g r ia s » , A lg u n a s el la que d e s c o n c e rta r s ie m p r e fa lta r h a b la n de o b sta n ­ ech ad ores ndem bu uno in d e p e n d ie n te ndem bu m e d io . g e n te cada eu ro p eas lo s « m a le s » , y c o n s id e r a b a n h ie r b a s y lo s que o in v e s tig a c io n e s de e s tu v ie r a n fe rm e d a d char la s o b s t a n t e , lo s c h ic e r ía que ndem bu con c o r p o r a le s , y d is g u s ta r por p u e sto c o n e c ta d o s en h e c h ic e r o s c o n s id e r a d o s u lte r io r e s d o ta d o s p ara No lo s « e n fe rm e d a d e s » lo s ( chítela). N o r e s e n tim ie n to e n fe rm e d a d , por c o n s is tía te s de c o n d ic io n e s in flu e n c ia d o s do son e s p e c ífic o s m eras a lg ú n b r u jo s , nyisong'u, de to m a s lo s no cau sas c la s e s p io tie n e n creen la pequeñas tra ta d a s p or que to ­ m ayor p ar­ r e n c illa s » lo s h erb o ­ la r io s lo c a le s . E s c r e e n c ia c o m ú n jo s h e c h ic e r o s s ó lo y r e s u lta n r e p e n tin a , o b ie n to e n fr e n ta m ie n to de a lg ú n por la s v ie ja s o q u e r e lla s que p ro d u c to r e n c illa s o c h ic e r o s a e n v ia r d o le n c ia s m e n o r e s s ic a m e n te no p a r ie n te s y e s p r o b le m a a fin e s fa m ilia r e s p or « r e n c illa s » d ia . L a s ta le s c a s o s e l in te r é s p ú b lic o lo s a c tiv a d o s m en ores la lo s c e lo s pueden co n tra v io le n ta y la in d u c ir su s y ( yitela), f r u ­ o c u lta s de d e lo s b r u ­ ir a a e n v i­ lo s he­ r iv a le s , p e ro en p o r el a u to r d el m al es e sca so . B á ­ m ás cercan os que q u e p ara e l p a c ie n te d esean la y p ara r e s ta u r a c ió n su s de su s a lu d . A l g u n a s e n f e r m e d a d e s s e c r e e q u e e s t á n c a u s a d a s p o r l a vio­ la c ió n de una n a tu r a le z a cree que p r o h ib ic ió n de es lo s e l r e s u lt a d o mukanda, del U n tip o la a ta ca p or la s ó lo a lo s in g e s tió n (chom bu). pueden de O tra s ser la qu ed a tr a s g r e s ió n de lo s carn e n iñ o s sea é s ta r e c ié n la se n a c id o s la e v ita r s ie m p r e la que de la pueden e je m p lo com o c ip io s se han d e s a r r o lla d o fa r m a c o ló g ic o s e lla s , c o m o m ás ser c o n e c ta d a s nas de d u c id o a d e la n te o b r u je r ía tu b e r c u lo s is no y lo s por lo s a n dem bu p or m enudo te r r ito r io s lo s se y co n ta cto aunque tu b e r c u lo s is la s la d is e n te r ía p or lo s lo s lu c h a r el p r in ­ co n tra pueden n o c io n e s E n (m u­ (ka- eu ro p eo s, en in d íg e ­ caso de r ito tukuka, ch okw e. Su o b je tiv o el se e n fe ^ e d a d , ya p ara e s p ír itu s . s a lv a je d el e scro to , e n fe rm e d a d e s con c e le b r a lu v a le cau sad a del basad os ndem bu verem o s. E sta s p o s e s ió n aguda, desd e tr a d ic io n e s la b o c a y s u fr ir la . la tr a ta m ie n to s ta b ú e s cerd o a d u lte r io , song'u wantulu, o « e n f e r m e d a d d e l p e c h o » ) y pokota) s e s o s t i e n e q u e h a n s i d o i m p o r t a d a s aunque lo s e stá ndem bu, el la m u ch ach o s. e le fa n tia s is cau sa ta m b ié n e n fe rm e d a d e s , p o r d ic e o p in ió n p ara de lo s ( chibatata) o h yrax segú n p ro te cto ra s de uno de por ( mbumba) s e e s p u m a r a jo s e n p equ eñ os, de d e s v e la d a le p r a c ir c u n c is ió n e n fe rm e d a d e s , co m o con cede que no O tra s n iñ o s r e s u lta d o , m e d ic in a s que de c e r e m o n ia que e je m p lo , la d e fie b r e , q u e s e p r e s e n ta c o n que co n r itu a l, s ín to m a s . P o r la in tr o ­ es la p r o p ic ia c ió n d e la s a lm a s d e lo s e x t r a n je r o s v iv ie n t e s , s o b r e to d o eu ro p eo s, de q u ie n e s p ara p oseer a lo s p ara a lim e n ta r s e se cree n dem bu de su s que v u e la n c a u s á n d o le s p u lm o n e s 2 c u r r ir a lo s e s p e c ia lis t a s d e l tukuka, c u lo s is tip o s ta ra con de un h ie r b a s y o tro s de N o s u e lta s v io le n to s o b sta n te , por la n och e, te m b lo r e s , a n te s lo s n d e m b u tr a ta n m e d ic in a s , c o m o de y re­ la tu b e r ­ si se tra ­ musong'u. 2 H . B a u m a n (193 5, p p . 205-206) m e n c i o n a q u e l o s m i s m o s c h o k w e r e l a c i o n a n e l tukuka c o n lo s e u r o p e o s , y q u e e x i s t e n e n t r e e l l o s d o s m o d e l o s d e f u e l l e s d e a r c i l l a ( ¿ r e p r e s e n t a n d o t a l v e z lo s p u l m o n e s ? ) q u e • s o n i m p o r t a n t e s p a r a e l c u lt o » . A ck e rk n e ch t h a m o stra d o pos que pueden (19 4 6 , p . 4 72) d is tin g u ir s e e n tre la s d a s p o r lo s p r im itiv o s c o m o « n a tu r a le s » : le v e s (c a ta rro s); reas, m a la r ia , m e n to s, la s m uy fila r ia s is , in s o la c ió n , com un es de c o n s id e r a ­ tu b e r c u lo s is , cu tá n e a s, la t r e s lo s g r u ­ « la s e n f e r m e d a d e s m u y (v e je z , e r u p c io n e s tra sto rn o s qu e son e n fe rm e d a d e s p ie l) , vené­ in fe c c ió n ' p o r y la s a li­ e n fe r m e d a d e s im p o r t a d a s p o r lo s b la n c o s » . L a s e n fe r m e d a d e s in fa n t ile s s e a ñ a ­ den a m enudo la b r a no a la « n a tu r a l» d is tin g u e n lis ta no com o n a tu r a l. P a r a e llo s a lg u n a s p a r t e s d e e n fe rm e d a d e s r e s u lta aquí n o so tro s e x is te e n tre s ó lo d e él son m uy p e r tin e n te , un e l o rd en o rd en « to ta lm e n te rem o s, es en a c c e s ib le s , c o s a s ta n to d a ñ in a s , p a rte p ara un p oder p roceso c o r r e g ir la s d e A o k e rk n e c h t s e a ju s ta r ía m os la des p or e x p r e s ió n d erech o e s p ír itu s o c o n s id e r a d o de de el te r r ito r io ta m b ié n gu erra o r ig e n en el re s to del o tro b la n c o del d e la c o lo r , e n lu g a r , ú n ic o hacer La no a é s ta s y so n fo r m u la c ió n « e n fe rm e d a ­ p r o d u c id a s de n a tu r a l, sea la g r ip e p or to d o b a ja s , c o m o c o n tin u a c ió n por e n fe rm e d a d d e s tr u c tiv a m e n te n u m ero sas m undo, v is ib le s , s i s u s titu y é r a ­ por no e je m p lo si e x te n d ió es e stá n ta m b ié n lo s de: handa), hacer ( im p u r e z a s ) y el v is ib le « e s ta r e sta d o s a lu d , p o r r e a lid a d en b la n c o , r o jo de te r a p é u tic o s . Y a p r o p ia s un a q u e lla s in e x p lic a b le , se en de la o c u r r ió p r im e r a del color , medicinas y tratam ientos c e d im ie n to s es el ndem bu, cau san d o c la s ific a c ió n r id a d » vez « oscu ras» , m u n d ia l. p a r tita en T al o tra s s e c re ta s, cu a n d o n a tu r a le s » d e c ir, el so b re­ te r a p é u tic o , c o m o v e ­ r e m e d ia r la s . « e n fe rm e d a d e s 1918 , q u e S im b o lism o La y y pa­ ndem bu ú n ic o , a u n q u e a lo s h e c h o s n d e m b u p r o p io » , e s b r u jo s . e p id é m ic a y lo s n a tu ra l y c la r a s » c o n s is te n te o c u lta s que c ó s m ic o u n a s v is ib le s y o tr a s in v is ib le s . E l p r o c e s o por com u n es. L a ya té r m in o s y n egro , c r u c ia l que d e que im p o r ta n c ia e n tre lo s d iv is ió n he lib r e « b la n c o » , de e l c o n tr a r io , e s u n y e sta d o « p u ro » . p ro ­ ( w umi), s a l u d d e s g r a c ia s » . A s í, « lim p io » lo s s e n tid o s (kusolola), l i m p i a r (ku-kom ba) (kuwela). R e p r e s e n t a t a m b i é n y la tr i­ a n a liz a d o p ara m uchos ( wukolu), v i d a fu e rz a la ya del (ku- la v a r la s « p ro sp e­ el e sta d o de s a lu d E l e s ta d o de m a la « n egro » y, en verd ad , u n o d e lo s a t r ib u t o s d e l n e g r o e s « te n e r e n fe r m e d a d e s » (yikw eti yikatu — d e l v e r b o kukata, « e s t a r e n f e r m o » ; yikatu e s s i n ó n i m o d e musong'u — ). E l « n e g r o » e s t a m b i é n « f a l t a d e s u e r t e » (kubula kutooka) o « p u r e z a » , t e n e r « s u f r i m i e n t o s » (yihung'u) y « d e s g r a ­ c i a » (malwa). R e p r e s e n t a t a m b i é n l a « o s c u r i d a d » (m w idim a) y «lo que es secreto» (chakujínda) o «lo que está escondido» (chakusweka). Una de las metas de la terapia es, por tanto, devol­ ver su prim itiva blancura al enfermo, que está en un estado «ne­ gro». Las acciones simbólicas dirigidas a este fin incluyen el ba­ rrer el cuerpo del enfermo con una escobilla ceremonial para deshacerse de las «cosas impuras» que están sobre él o en él, y lavarlo con cocimientos de hojas machacadas. Algunas me­ dicinas son literalmente sustancias «blancas», hechas a partir de cortezas, maderas, raíces o frutos blancos, o a partir de animales o pájaros de pieles o plumas blancas. Otras tienen vir­ tudes análogas a la «blancura» o la «pureza», como el árbol m ukom bukom bu (Trícalysia angolensís [ Leptactina]), cuyas ho­ jas se usan para hacer escobillas ceremoniales (chísampu). El nombre de este árbol es homónimo de kukomba (barrera), y sólo por su nombre, y no por ninguna de las propiedades físicas del árbol — sus hojas son pequeñas e inadecuadas para barrer— ha adquirido el m ukom bukom bu su función ritual como instru­ mento de purificación. «V o lv er blanco» (kutoonisha), no obstante, es más que todo esto: es volver claro y explícito, no dejar nada oculto ni con­ fuso. Las hierbas y demás «m edicinas» aplicadas a los pacien­ tes en forma de pociones, lociones o apósitos, son sustancias que tienen cada una de ellas sus «virtu des» específicas — cada una de ellas o bien revela algún aspecto de la enfermedad o apunta hacia algún aspecto del deseado estado de salud o «blan­ cura». La farmacopea empleada en cada caso es nada. menos que una descripción de la enfermedad en términos simbólicos y una afirmación de los atributos de la salud. Tras los símbolos y su interpretación está la pauta de valores propios de los ndembu, su estructura fundamental de pensar y sentir. Así, el acto de tratamiento en sí mismo es una acción «blanca», dirigida contra la acción «negra» de la enfermedad. También el rojo tiene su parte que jugar en la terapia, ge­ neralmente, como de costumbre, una parte equívoca. Y a que en algunos aspectos, representa, como ya hemos visto, el «p od er» (ng'ovu), la «v id a » (w um í), la fuerza y la alegría que vienen de comer la carne de los animales, así como la sangre que une entre sí a los parientes matrilineales, la madre y el hijo. Repre­ senta también el asesinato, la brujería necrófaga y la sangre impura de la menstruación. Así, algunas enfermedades, además de ser «negras», tienen también un carácter letal «r o jo ». La h.ematuria (kaselí kamashí) es una enfermedad de ese grupo, ya que uno de sus síntomas es la sangre (mashí) en la orina. El LJso de determinadas medicinas rojas es, por tanto, su trata­ miento adecuado, ya que «revelan » el carácter esencial de la enfermedad. Aunque esta clasificación fundamental gobierna los artículos simbólicos y las acciones simbólicas de los tratamientos ndem­ bu, hay que considerar, no obstante, otros aspectos. El más importante de ellos es el concepto ndembu de «m edicina». C. M. N. W hite ha delineado las características principales de las creencias luvale en las medicinas (1961, pp. 35-38), y la mayor parte de sus conclusiones se aplican a los ndembu, que son ve­ cinos de los luvale. Al igual que los luvale, los ndembu distin­ guen dos clases de medicinas, las yitum bu (en luvale, vitum bo) y las mpela (en luvale, lupelo). W hite describe las primeras como «de naturaleza vegetal inorgánica» y las segundas como «m ate­ ria orgánica». Y o querría distinguir aún más estas clases, poi el modo de asociación que se piensa existe entre el símbolo, su objeto y los conceptos asociados. En el caso de las yitumbu, el vínculo asociativo es dominantemente de carácter simpatético; el símbolo comparte un aspecto de la existencia o estado del objeto. Por ejem plo, la raíz de la planta kapumbwa (Ancylobothris amoena) segrega una goma blanca similar al pus (mashina). La yitumbu, hecha a partir de esta raíz, es empleada en el tratamiento de la gonorrea (kaseli kamashina), uno de cuyos síntomas para los ndembu es la presencia de pus en la orina. En el caso de las mpela, el vínculo asociativo es de carácter contagioso — por emplear el útil término de sir James Frazer, que indica que el símbolo, de hecho, ha sido parte del objeto, que significa o ha estado en estrecho contacto con él. Así, por ejemplo, como parte de la materia médica empleada en la cura de la tuberculosis, hallamos porciones del diafragma de un tamanduá (itandantulu dachibudi). Este animal tiene un pode­ roso pecho y el mpelu tomado de él, según se cree, debe forta­ lecer el pecho del paciente. De manera similar, el pelo de albi­ no (m w abi) es considerado «fortalecedor», ya que los albinos son seres «blancos» o de buen agüero. El término ndembu yitum bu coincide en muchos de sus sen­ tidos con el término bantú centrooriental m uti, definido por Goodall, al hablar de los bemba (1921, p. 80), como «medicina, simple, ensalmo, droga, veneno (casi por completo preparado a partir de cortezas, hojas, madera o raíces de los árboles)». Aquí me interesaré sólo por su uso como medicina, droga y simple, y no por su empleo como veneno o ensalmo. Intentaré describir a continuación una serie de enfermeda­ des y sus tratamientos, tal como me fueron comunicados por mis informantes. A lo largo de las descripciones, encontraremos diversos tipos y clases de medicinas y el m odo como son apli­ cados. Será en tales contextos como podremos comprender del m ejor m odo sus propiedades y usos. INVENTARIO DE ENFERMEDADES La siguiente lista de enfermedades no pretende ser completa, ni siquiera adecuada, pero representa algunos de los más co­ munes tipos de enfermedad que inmediatamente saltan a la mente de los ndembu. Daré primeramente el término vernácu­ lo de la enfermedad, seguido de los comentarios del informan­ te sobre su nombre y síntomas (yuma yakutiyayi muntu mum ujim ba hakukata), y finalmente el término por el que es conocida en castellano. En materia de traducción he seguido los consejos del doctor Cahal, que observa que los ayim buki tratan síntomas y signos, y no enfermedades específicas. El término vernáculo corresponde a los síntomas. Así, kaseli kamashi es hematuria, no necesariamente bilhartiasis, aunque la bilhartiasis seguramente es la más corriente causa de hematuria entre los ndembu. M bum ba yazuíong'a o « E sta e n fe rm e d a d m an os. T ie n e n m bum ba yachula p rod u ce m anchas a la b l a n c a s .» g e n te p é r d id a [C a si con de to d a lo s dedos s e g u r id a d , de p ie s y le p r a .] M bum ba yichinana « L ep ra r o ja .» [ P o s ib le m e n te sa^rna.] Kaseli kamashi «Se ve s a n g r e e n la o r in a .» [ H e m a tu r ia .] Kaseli kamashina «H ay pus en l a o r in a . » [ P iu r ia .] M usong'u wantuíu « La e n fe rm e d a d d e l p ech o ; d e l p e c h o (h e m o p tis is ).] el p a c ie n te escup e s a n g r e .» [E n fe rm e d a d M usong'u wamesesi « L a e n f e r m e d a d d e l o s o j o s t r i s t e s . U n- l í q u i d o d e c o l o r c r e m o s o , l l a m a ­ d o m pota s a l e d e lo s o j o s . U n a p e l í c u l a b l a n c a c u b r e l o s o j o s . P e r o s ó lo u n o s p o c o s s e q u e d a n c i e g o s c o n e ll a .» [ P o s i b l e m e n t e c o n j u t i v o - q u e r a t it is y o p a c id a d e s c ó r n e a s .] M usong'u wamatu « E n fe r m e d a d d e lo s o íd o s . S a le p u s d e la o r e j a y s ig u e d o lo r d e o íd o s . E l p a c i e n t e p u e d e q u e d a r s e s o r d o (w ajika matu). [ O t i t i s m e d i a . ] M usong'u wevumu « E n f e r m e d a d d e l e s t ó m a g o . H a y v a r i o s t i p o s : 1) d o l o r e s d e e s t ó m a g o ; 2) i m p o s i b i l i d a d d e d e f e c a r ; 3) e s t ó m a g o ‘p r e c i p i t a d o '; 4) 'kapokota', e n ­ fe r m e d a d q u e p e r fo r a e l in te s tin o . E s ta e n fe r m e d a d p r o v ie n e d e l C o p p e rb e l t d e R o d e s i a d e l N o r t e . » [ 1 ) D o l o r d e e s t ó m a g o ; 2) e s t r e ñ i m i e n t o ; 3) d i a r r e a ; 4) d i s e n t e r í a . ] M usong'u wakalepa «E l p a c ie n te n o p u e d e m o v e r s e . E s ta e n f e ^ e d a d e s in c u r a b le , y h a s id o c o n o c id a p o r lo s n d e m b u d e s d e t ie m p o in m e m o r ia l.» [ P a r á lis is .] Musong'u wakuz.aluka «El paciente habla mucho, du e^e o se va lejos sin avisar, maldice salvajemente. Una vez hubo una mujer llamada Nyasoneka, del poblado Nswanakamawu, en el territorio del jefe Mukang'ala. Su enfe^edad em­ pezó con un dolor de cabeza. Luego tuvo una fiebre muy alta. Sus pa­ rientes pensaron que tenía una enfermedad ordinaria. Después de al­ gunos meses se sintió débil y cansada. Luego siguió un período en que se dedicó a robar comida. Luego empezó a mostrarse intratable y a de­ cir mentiras. No parecía darse cuenta de las opiniones de los demás. Empezó a dormir en diferentes poblados, una noche en cada uno. Final­ mente se marchó a la selva, se perdió y murió —nadie encontró su cuerpo. La gente generalmente la consideraba loca (kazuluka). Cuatro años pasaron desde el comienzo de su enfermedad hasta su muerte.» [Locura.] M usong'u wanyima «Mal de espalda. El paciente siente un dolor en la espalda que cada vez es mayor. En los peores casos, la. espalda de la persona acaba por do­ blarse (wukuheng'a n yim a ).» [Dolor de espalda.] Musong'u wachinkomya «Caer al suelo con espamos» ( kunkonya).• [Epilepsia.] Musong'u wawansi «La enfermedad de la infancia. Primero el niño chilla mucho. A esto le siguen temblores y fiebre. Después de un día empieza a mover sus brazos de manera convulsiva. Si la enfermedad empezó por la mañana, hará esto una vez por día, pero al día siguiente lo hará dos o tres. Estos movimientos de brazos continuarán durante dos o tres semanas y luego pararán. Si siguen por más tiempo, la gente pensará que es epilepsia. Esta enfermedad está producida por comer carne de hyrax o de cerdo salvaje, ya que estos animales hacen como un ruido de burbuja y mue­ ven sus miembros independientemente de su cuerpo.» [ ?] Musong'u wakanwa «Enfermedad de la boca. Empieza con un dolor en las encías, con p ­ e queñas ampollas (m abobela). Las encías comienzan a hincharse y a des­ tilar sangre y pus. Los dientes se caen.» [Piorrea.] M usong'u wachingongu «Enfermedad de la viruela. Los tungongu son pequeñas marcas de ta­ tuaje, las cicatrices salientes del tatuaje, es decir, queloides. El paciente es alejado de la aldea y tratado en la selva (¿influencia europea?).» [Pro­ bablemente viruela, aunque ocasionalmente incluye también casos gra­ ves de varicela.] M usong'u wamutu «Mal de cabeza. Se siente primero mucho frío y la cabeza muy pesada. Luego todo el cuerpo se siente dolorido. A veces termina con la muer­ te. Ya que se siente mucho dolor en las sienes, se frota medicina sobre ellas después de hacer incisiones.» [Dolor de cabeza con fiebre.] Musong'u watupepa «Una persona siente agudos dolores en los pies, exactamente como cuan­ do uno en tiempo muy frío aparta repentinamente los propios pies de las cercanías de un fuego caliente. El dolor sube por la pierna hasta las caderas y ahí se para. No puede caminar. La cura es conservar ca­ liente el pie.» [Calambres agudos.] Musong'u wawunonu (también llamado m usong'u wakaswendi) «Sale pus de los genitales, y de los oídos, la nariz y la garganta.» [Posi­ blemente Lynphogranuloma venereum.] Musong'u wampang'a « A t a c a a l o s t e s t í c u l o s y p r o d u c e h i n c h a z ó n .» [ H i n c h a z ó n d e l e s c r o t o ; pro­ b a b le m e n t e in c lu y e t a m b ié n h id r o c e lia , y a s im is m o e le fa n t ia s is .] Musong'u wanshing'u • U n a p e r s o n a s i e n t e c o m o s i s u c u e l l o e s t u v i e r a r o t o p o r d e n t r o .^ [ R i g i d e z d e c u e llo .] M usong'u wakunong'oka « U n a p e r s o n a a m e n u d o c a e e n e l a m o d o r r a m ie n to .» [ P o s ib le m e n t e e n f e r ­ m e d a d d e l s u e ñ o , p e r o p u e d e in c lu ir ig u a lm e n te e n c e fa lit is , a lg u n a s fo r m a s d e e p ile p s ia y t e m o r e s c e r e b r a le s .] TRATAMIENTO ESPECÍFICO DE LAS ENFERMEDADES P re se n to to s a c o n tin u a c ió n que m e c lu id o n as, fu e ro n M uchona, m i m i c o c in e r o b o la r io , re c o g id o s en m i de un un p o b la d o , y m e jo r d e s c r ip c io n e s por Ih e m b i, « a c to r» d e lo s d iv e r s o s in fo r m a n te K ason d a, Sandom bu, llo a lg u n a s c o m u n ic a d a s so b re un p r in c ip a l r itu a l a fa m a d o de lo s Jaok son , u n K a s h in a k a ji, jo v e n y d o cto r y de h er­ s o c ia le s » C h a k a d y i, d ir e c to r in ­ m e d ic i­ « d ram as Schísm and contínuíty, lib r o p o b la d o , W in d s o n tr a ta m ie n ­ in fo r m a n te s , c a u d i­ e s c u e la de ed u cad o. M bum ba yaluzong’a, lepra «La un le p r a a ta c a p a b e lló n nfunda m e d ic in a b e lló n , q u e d ic e s r io s de a una in ic iá tic o , ( la c e n iz a s y c a s a lta m e n te p e lig r o s a s ) . E l a llí donde fu e ro n n o c id o con el san gre puede lu c h a r s e r ie m bumba lo s lu g a r o r in a de del lo s in c e n d ia d o de de h a c ie n d o fu n d a m e n ta l p a b e lló n o tra c ir c u n c id a d o s y s u s ta n c ia s pa­ ap ren -' de va­ s im b ó li­ a ta c a a la g e n te e n e l a ire , m u ch ach os ífw ílu, o l u g a r c o n t r a e l mbumba, n om b re e l a n tig u o e s tu v ie r o n in c in e r a d o s , del to d a por h o m b res p ro te cto ra p r e p u c io s sagrad os, si p asa lo s m e d ic in a c o n tie n e c ir c u n c is o r , fu e g o s m u je r donde de de (u n m o r ir ). e n to n ce s no lu g a r P ero co­ si serás tu a ta ­ c a d o .» E l p r o c e d im ie n to cer es ir a u n c u r a tiv o lu g a r d e tro z o o de n o v ic io su el c ir c u n c is ió n plorryncus condylocarpon), rrero ), es (kashuka yítum bu). c o g e n m e d ic in a s p r in c ip a l, b a jo fu e s ig u ie n te : « P r im e r o L o p r im e r o se re­ que hay que ha­ (ífw ílu), a l á r b o l mudyí (Díe l kam banjí ( l í d e r g u e ­ el cu al c ir c u n c id a d o , y coger un s o lo r a íz . b o s c o s a d e u n r í o (ítu ), mbumba yachula (Landolphía rubescens). • L u e g o t ie n e s q u e ir a la v e r d e o r illa donde crece (L o q u e p á lid a s el q u ie r e árbol d e c ir ' ‘le p r a r u g o s id a d e s y de m anchas la de ran a” la s y hace ran as, r e fe r e n c ia que se a p arecen la s a la s m arcas de la le p r a .) Se co rta una ram a de e ste á r b o l, y se (kazemba) o u n c u c h i l l o (m poku) a l g u ­ n a s r a s p a d u r a s d e s u c o r t e z a (nyemba). T o d o e l l o s e c o l o c a e n u n a c a z u e l a (chizanda), e n u n a c e s t a r e d o n d a d e f o n d o p l a n o (Iwalu) o e n c u a l q u i e r t i p o d e c e s t a d e d e s e c h o . » L u e g o s e r e c o g e u n a r a í z (m uzaji o m u ji) d e kuvulawumi (Maprounea africana). D e s p u é s d e e s t o v a n a l l u g a r e n q u e e s t u ­ v o e l f u e g o c e r c a d e l c u a l d o r m í a e l n o v i c i o kam banji e n e l p a ­ a rra n ca n con b e lló n , y to m a n m is m o del un lu g a r . lu g a r kajika hacha u n a r a íz Tom an donde e s ta b a (“ e l p e q u e ñ o c u n c id a d o . co rte za Luego “ e l á r b o l d e la s co rte za y n iz a s se hacer un rasp ad u ras de e n to n c e s de fu e g o fu e p ie l con del n o v ic io lla m a d o ú lt im o a en bu scar la s que a c e ite ese que resp ad u ra s de co rte za sea, en e s p e c ie el sea ser c ir ­ árbol de m utondu wamabeng'a, ( lla m a d o la que la el m a le z a m a n c h a s ” ) y "reco g en m e z c la n han de de co rte za . y quem an r a íc e s o b te n id o . (im onu) c a sto r la Las ce­ p ara u n g ü e n to . ah o ra h acen m anchas por el la b la n c o e n to n ce s, ra sp a n la s »Se tra e banda) a e s p e c ie r a íz c i e r r a ” ), q u e d ir ig e n de o tra s itu a d o que se m anchada » V u e lv e n d e l s u e lo , d e. la ta m b ié n e l p a c ie n te y lo s en to rn o (mabeng'a ambumba) de la in c is io n e s , y el re s to ( ayimbuki o d o cto re s c ir c u la r e s e sta s co rte s a la s le p r a . queda lla g a s , F ro ta n por to d o el el ayim- c o s tra s y u n g ü e n to cu erp o del p a c ie n t e .» N o se a c c io n e s ta l q u e c ia s m e y d ie r o n su byace que e x p lic a c io n e s m e d ic in a s , p e r o a s o c ia c io n e s de lo s so b re c la r o a l tr a ta m ie n to e x h ib a n la c ir c u n c is ió n es el que el s ig n ific a d o p r in c ip io es reco ger un n ú m ero s im p a té tic a s m u ch ach os (u n a d e con la cu yas d e e s ta s fu n d a m e n ­ de su sta n ­ le p r a , o con p r in c ip a le s san ­ c io n e s m ís t ic a s e s la le p r a ) , e in c in e r a r la s , p a r a d e s t r u i r c o n e llo el m al (p o r p r in c ip io c lu s ió n . la s m a g ia s im p a té tic a ) . s u b y a c e n te Se a r r o ja d ic e al que ng'ula a la E sto qu em a « to d a s la s e s ta r ía de e n fe rm e d a d e s a r d ie n d o » , e s de acu erd o (ng'ula) d e l p a b e lló n se con el la re­ de quem an su pon er que de si m odo se s im ­ b ó lic o . R e s u lta in te r e s a n te p le a d o e n lo s c h e m a te r n a » , la mudyi, o b servar q u e el r ito s p a r a s ig n ific a r c o s a s « fe m in id a d » , la ta n n o r m a lm e n te buenas « m a tr ilin e a lid a d » y la p r in c ip io s de c la s ific a c ió n c o , y la le p r a e s u n a e n fe r m e d a d co (w utooka) ap arece cado. Se d ic e que se p u e d e e n ta b la r si u n aquí es un em ­ « le ­ « c o stu m ­ s ím b o lo segú n b la n ­ « b la n c a » , d e m o d o q u e lo b la n ­ com o n o v ic io q u e r e lla ndem bu, la mudyi, b r e tr ib a l» a p a r e z c a a q u í c o n e c t a d o c o n la le p r a . E l lo s com o d o ta d o m u ere co n tra lo s de d u ra n te un el fu n c io n a r io s d o b le s ig n ifi­ mukanda, no d e l p a b e lló n p a r a c o n s e g u ir c o m p e n s a c ió n , y a que A s ím b o lo s D io s b le se que le re p re se n ta la le p r a , — si e l s ím b o lo s u lt a s a n c ió n su p rem o c o n ta m in a d o , d erad a m e d ia n te com o un su r itu a l de la en o tro s q u ed a rá p rob a­ lukanu, le p r o s o — , c a s tig o to m ó » . es co n te x to s je fa t u r a , e l b r a z a le te d iv in o , u n lo b la n c o s , y ta m b ié n p o rta d o r c a s tig o (N zam bí) « D io s sea re­ c o n s i­ Deus absconditus. del Kaselí kamashi, hematuria ( p r o b a b le m e n te «El que d o cto r su o r in a cau sad a e m p ie z a a c o n tie n e kaselí kamashi; »Se por recoge si dar san gre ve gom a p u s, r o ja r a íc e s con gom a son r o ja s , del se m e d ic in a s al p a c ie n te o ve san gre p u s. Si cu an d o sab e ve que es kaseli kamashina ( g o n o r r e a ) . á r b o l m upuchi (Brachystegia spia l g u n a s r a í c e s d e l á r b o l katunya que cíform ís). L u e g o s e e x t r a e n (Uvaríastrom hexaloboides), Su s b ilh a r tia s is ) es que crece co rta n en en la s o r illa s pequeños de tro z o s, lo s r ío s . m e z c la d o s c illa mupuchí, s e m e z c l a n c o n a g u a e n u n c á n t a r o d e a r ­ (m ulondu). E l c á n t a r o e s c a l e n t a d o e n u n f u e g o , y c u a n d o e s tá c a lie n te a se in te r v a lo s le de da a dos »Si e l p a c ie n te no Se y d e lo s co rta n a cu an do o y r ío s o s o b r e ha s id o recoge m e z c la n c a le n ta d o e l in fo r m a n te En e s ta c ió n , y a que que el se con da a m e d ic in a s c o n te n id a del én la r o ja s o r in a . con s in r a íc e s kaselí kamashína, te e m p a r e n t a d o d e s c r ib ió ap arecen in fo r m a n te , c io n a r e l c o lo r d e la s c in a . L a s m e lo d e s c r ip c ió n El que y ya agua beber la s una m e d ic in a tie n e de la e n fe rm e d a d . m e d ic in a lo s ó r g a n o s m e d ic in a s , es uso que re p re se n ta n m a n c h a s , s e a p lic a b a n a la s que una que el p ie l s u p e r fic ie s el a la que la d e s c o lo r id a y la p ie l. a que de de caso san gre b á s ic o p ara n o ta r m en­ m e d i­ e s tre c h a m e n ­ musong'u — el e x p lic a ­ com o s im ila r e s hacer en de tr a ta m ie n to p r in c ip io p a c ie n te in te r n o in te r n o s — , m ie n tr a s en c o n s id e r a n p r o p ie d a d e s H a b r ía p ara al (kanun- n e c e s a r io r e fe r e n c ia El El o lv id a d o . c o m ie n z o s e m p le a E l, b la n c a . tr a ta m ie n to , h acer cu p ere la h a b ía en cá n ta ro fu e rte se d án d ose un e ste w utotu h o m e o p á tic o , caso uy wutotu p a c ie n te . p arecen ser que en e m p le a d a s ndem bu de (tuwumbu). al gom as lo s to m a n d o que crecen gom a p e d ír s e lo , ju z g ó p arece to m a s la s unos kaselí kamashi. el r a íc e s te r m ite r o s w utotu t i e n e r a í c e s b l a n c a s y p r o d u c e u n a kansanying'a t i e n e r a í c e s b l a n c a s y a p e s t a m ka ham a).» S e u s a n t a m b i é n o t r a s r a í c e s e n p ero s ig u e kansanyíng'a, lo s g r a n d e s se lo sem ana. d e a rb u sto s c o n tin u a c ió n , é ste a l p a c ie n te , q u e una m e jo r a , e l d o c to r (Gardenia im perialis) la s o r i l l a s beber d ía s aquí se lo s en re­ s ín ­ e s te a fe c ta a l e p r a , la s lle n a de Kaseli kamashina (Piuría) El doctor recoge y corta raíces de w utotu y kapumbwa y las coloca en una vasija (nsaba) o cántaro (m ulondu) de barro co­ cido. Se añade agua, se calienta el recipiente y el paciente lo bebe. Esto se repite diariamente durante varias semanas. Si el paciente no se recupera, se prueba con las medicinas del kaseli kamashi. A veces se da al paciente una poción de raíces de m u­ dyi (Diplorrhyncus condylocarpon) y kajing'a lu d iJ Se me explicó que, en el contexto del wumbuki, o «tratam ien­ to con medicinas», las exudaciones blancuzcas de árboles y ar­ bustos reciben el nombre de mashina, «pus», mientras que las secreciones rojas se llaman mashi, «sangre». La planta kapumb­ wa produce gom a blanca, que cuando gotea al suelo, según se dice, parece pus. El mudyi, por supuesto, segrega un látex lecho­ so, que en otros contextos rituales de m ejor augurio representa la leche de la madre. Musong'u wantulu, o mal de pecho (hem optisis) a) Prim era poción. «E l doctor va primeramente a alguna antigua madriguera invadida por las hormigas rojas (nsalafu). Escarba y encuentra raíces en su interior, las corta, las mete en un cántaro de arcilla cop agua y da a beber esta poción al paciente.» Las madrigueras abandonadas, actualmente habitadas por hormigas rojas migratorias, son conocidas como itala dawansalafu, «la choza de las hormigas rojas». Las raíces que en ellas se encuentran han estado en contacto con estas hormigas y com ­ parten sus características, entre las que destaca su incisivo mor­ disco, punzante como una aguja. «E l dolor del pecho es como la mordedura de las hormigas rojas.» b ) Segunda poción. «E l doctor localiza y corta raíces del árbol mukula (Pterocarpus angolensis) y las mezcla en un cán­ taro de arcilla, junto con el diafragma de un tamanduá, raíces de muhanu (Ficus sp.), y un caparazón de armadillo. Se añade agua, se calienta la mixtura y el paciente (m uyeji) la bebe.» «E l árbol mukula gotea goma roja; es el árbol de la sangre (efectivamente, tiene varios usos rituales relacionados con este 3 S e t r a t a d e u n a e n r e d a d e r a q u e p r e s e n ta p e q u e ñ a s flo r e s b la n c a s , d e f o r m a e s t r e l l a d a , p o s i b l e m e n t e strophantus weltw itschii. F a n s h a w e s u g i e r e q u e e l n o m b r e d e kajing'a ludi p o d r í a a p l i c a r s e t a m b i é n a la S e n r e d a d e r a s Landolphia o Apocynaceae ( c o m u n i c a c i ó n p e r s o n a l ) . s ig n ific a d o to s . Se budi) que (c f. T u r n e r , e m p le a p orq u e el el el 19 6 2 b ). R e p r e s e n ta lo s d ia fr a g m a ta m a n d u á p a c ie n te te n g a de tie n e ta m b ié n (ikalu) del a r m a d illo (nkaka) m ueve con le n t itu d se y u san rá lle v a r la p orq u e a sí la p o rta p orq u e una de e s ta s lo s del la s h e m o p tis is con r ía n com ed ores m odo gas; p e ro c a c ió n . hay pech o dé a n te s es del de h o rm ig a s lo s n in g u n o lo s hay com o se y com o M o n ic a W ils o n p ara com ed ores de M o r a le ja : de lim ita r s e a que la m e im ­ la s co n ta ­ del ta ­ co m p aran r o ja s , é s to s un ob­ e m p le a ­ e n fe rm e d a d , con su m en d io e ste su p o n er h a recom en d ad o se c la s ific a ­ tr o z o s h o rm ig a s h o rm ig a s recoger N o m a g ia ndem bu d e s tr u ir e v ita r e n fe rm e ­ e stá n lo s su p o n er in fo r m a n te s que ve­ árb o l — ro m p e­ p or y lo s la s de se ve muhanu p a c ie n te . o p eran que ló g ic o la del m e n c io n a d o s h o r m ig u e r o , m orded u ra a r m a d illo p r im e r o .» d e c ir , S a b ie n d o q u ie r e tr a n q u ila m e n ­ o tro del se cap arazó n cu an do co gerse en se r a íc e s la a g u je r o el jipelu), el b o la r a íc e s en e n c o n tr a r ía que pueda un Las p o c io n e s a r m a d illo . servad o r eu ro p eo m is m o que ( p l. e s ta s y ab re dos puede m u era. y El tr a n s p o r ta r lo m odo que in g r e d ie n te s mpelu Son m anduá la de com o g io s a . muhanu el pueden m is m o p ara o b s tr u c c ió n cu ál T res dos le jo s pech o fu e rte . pone D el y fu e rte pech o com o cazad o res dad un un s a n g rie n ­ (itandalu dachi- se te a s í. e sp u to s ta m a n d u á en ro sca n ir a a lg u ie n . L o s en ro scad o un tip o de e x p li­ s ig n ific a d o s , e x p lic a c io n e s s ie m p r e del h o r m i­ ta n to n a tiv a s , (1 9 5 7 , p . 6 ). Musong'u wamatu, o supuración de oídos (otitis media) «Los nosa) fru to s se tib ia en m e n te . o íd o a m a r ille n to s co rta n en d o s , la el fru to . E n to n c e s Luego se d e ja n del árb o l p u lp a se se esp era a caer chikoli (Strychnos spi- rem u eve a lg u n a s que y se v ie r te se e m p a p e g o ta s de la agua c o m p le ta ­ p ó c im a en el d e l p a c ie n t e .» « O tro p r o c e d im ie n to c o n s is te mushokotu (Faurea saligna) r e c ip ie n te g o ta s en de el a r c illa ; o íd o la del y en rasp ar m e z c la r la m e z c la se co rte za con c a lie n ta y agua se en echan de árb ol un gran a lg u n a s p a c ie n t e .» N o s e m e d ie r o n u lt e r io r e s e x p lic a c io n e s s o b r e e l u s o d e e s t a s m e d ic in a s v e g e ta le s en g io s a . c o n o c id o ndem bu He a fir m a b a n con e n fe rm e d a d . ser Es fu e rz a té r m in o s haber p o s ib le o b je tiv a m e n te que e fe c tiv a s . de m a g ia tr a ta d o s con e x p e r im e n ta d o e sta s s im p a té tic a e s to s una m e d ic in a s se o co n ta ­ r e m e d io s m e jo r ía en e m p le e n que su por Musong’u wevemu, o mal de estómago D os son m u je r e s , y e sta n om bre de chisum i una lín e a se de lo s el que p a rte ta n to tip o s de c ib e la lo s o tra lo cru za fr o n ta l. si e stá n a p lic a la e n fe rm e d a d . n iñ o s . Las El m u je r e s un E l de por lo s de A fe c ta te n e r com o n iñ o s la s lle v a n la s árb ol nos h a sta dos un r ío . o r illa s so b re la á r b o le s del c o r r ie n te . y se la s c a lie n te en pués la s dos c a z u e la s deben haber agua debe h a b e r le s »C uando te s tr a e n m en de cu ern o s da), se una la en y y v a c ía en el tra v é s dos e l r ío fr ía por a cad a la d o del tra v é s o tro , E sp era a la d o en un la y a lg u ­ Luego, se pone ponen Las la co n tra su s en co rte s d e l o m b lig o . C o g e n de la lo s 4 y uno p a rte el de de e s p a c io d es­ r a íc e s es­ c o r r ie n te . ch ocado dos un de Se d o cto r El e lla s . ayudan­ el abdo­ e n to n c e s (chim ban­ lo s cu ern o s en la e s p a ld a in m e ­ tie m p o , y de d esp ren d e ca­ una r a íz r ío . a en c a íd o e s to , el d o c to r y b reve vez, la dos d o cto re s c o lo c a o tra . del lo s haya de mu­ de p o b la d o hacen (tusum u) v e n to sa a la e n fe rm e d a d y c a z u e la s . en e n c im a to d o el se p e r p e n d ic u la r e s (ntewula) y cu ern os la am bas en en ce sa h a sta q u e donde co rte za s re­ o m b lig o del el n om b re c a z u e la s lu g a r m is m o p rep arad o o p u e sta . lo s en (ku-sumika) a en e lla s , y pasad o de la s un ra sp a n e sta d o n a v a ja fo rm a d ia ta m e n te coge ha Se de m u je r , u n o s u c c io n a abdom en, go una de en m e te agua c o g id a s U na r ío , la s e stó m a g o e s ta r e c ib e de m u je r e s al si n o. N o song’u wevumu, s i n m á s . a) Chisumi o m ukung’a. « S e b u s c a n e n z u e l a s (yizanda) o c a c e r o l a s (manung'u) v i e j a s de p r o p ia la s e n c im a pueden n iñ o U na p r o p io mukung’a. o ju s ta m e n te esp eran d o m e d ic in a . tip o el lu e ­ a b ru p ta m e n te s-a n g re q u e c o n t ie n e n . 4 S e t r a t a g e n e r a l m e n t e d e c u e r n o s d e c h i v o , a l o s q u e s e le s h a n c o r ­ t a d o la s p u n t a s . U n a v e z q u e s e h a s o r b i d o p o r e l l o s s o b r e u n a i n c i s i ó n , s e le s ta p a e l a g u je r o d e la p u n t a c o n c e r a d e a b e ja , d e já n d o lo s e n e l l u g a r d e l a s u c c i ó n d u r a n t e a l g ú n t i e m p o , a n t e s d e q u i t a r l o s . L o s tusu­ mu s e e m p l e a n e n d i v e r s o s r i t o s p a r a s o r b e r d e l c u e r p o d e l p a c i e n t e la s s u s t a n c i a s q u e l e h a n s i d o i n o c u l a d a s p o r m e d i o s m á g i c o s o m í s t i c o s . P o r e j e m p l o , s e c r e e q u e e l i n c i s i v o m e d io s u p e r i o r d e u n c a z a d o r « m u e r ­ de» (ku-suma) a u n p a r i e n t e v iv o , c u a n d o é s t e s e h a o l v i d a d o d e g u a r d a r s u m e m o r ia , o c o m o c a s t ig o p o r p e le a s e n t r e p a r ie n t e s . L a • m o r d e d u r a s s ig n ific a q u e e l d ie n te s e e n tie r r a d e b a jo d e la p ie l d e la v íc tim a , c a u ­ s a n d o u n d a ñ o in t o le r a b le . S e e x t r a e m e d ia n t e la a c c ió n c o n ju n t a d e la s u c c ió n y e l r it o . A s im is m o , s e c r e e q u e lo s h e c h ic e r o s p u e d e n d is p a r a r d ie n te s , p ie z a s d e h u e s o s h u m a n o s y t ie r r a d e la s tu m b a s c o n t r a lo s c u e r p o s d e a q u e llo s a lo s q u e q u ie r e n m a t a r . U sa n p a r a e s t o u n a r m a h e c h a c o n u n a t i b i a h u m a n a y c o n o c i d a c o m o « a r m a n o c t u r n a s (wuta wawufuku). U n a c o m p l e t a d e s c r i p c i ó n d e l a s c e r b a t a n a s y d e l m o d o c o m o s o n u s a d a s p u e d e e n c o n t r a r s e e n B a r r i e R e y n o l d s , 1963. »Luego, el cada uno dos m ás de en d o cto r lo s h ace un a d os co rte s e l la d o in c is ió n en del ab d om en e x te r io r de lo s de la de la p a rte la e x te r io r p a c ie n te , y e s p a ld a . A p lic a de o tro s y q u ita lo s c u e r n o s c o m o e n l a a n t e r i o r o c a s ió n . D e s p u é s , e l d o c t o r t o m a m e d ic in a de la s a c o n tin u a c ió n él p erm an ece (kafuza) en v e r tid o de m e d ic in a la ya la se agua. T od o en en el que el quanzensis), ha r e s tr ie g a de la m is m o d e la lu e g o lu g a r . ir s e , r o m p e a r r o ja d o y en con recoge h e r id a s . D ic e la s hace no se va y y lo s lo s a n te s re s to s cu ern o s. d e ja r ío rep resa donde tir a rep resa e lla una c a z u e la s P ero la co rrer el a b a jo . lo s c u e r n o s - v e n to s a , e l d o c to r r a íc e s mwala (Afzelia árbol r a íz a n ­ (nsaba). La p a c ie n te »Si de a la una no se en n o ta tro z o s . m e d ic in a h a sta y que am argo . C o ge b eber, y é sta s ig u e va árb ol to m á n d o la por sem an a. longipedunculata), co rta a m uy del una lu e g o sab or y c o r r ie n te ta n to , p o n e a c a le n t a r e n u n a v a s ija d e b a r r o da un la s c h a , la c o r t a y la e s p a c io tie n e o p e r a c ió n e l lu g a r A r r o ja a so b re q u e v u e lv a a l p o b la d o . E n tr e a l p o b la d o b osqu e que la en san gre. » U n a v e z v u e lto p e n e tra lu g a r e l r ío d is p o n e lo y p a c ie n te el co rta n d o h a b ía Cuando c a z u e la s a la le m e jo r ía , escarb a Pone da e m p ie z a en é s to s a el en a beber a a s e n tir s e un s u e lo una la y mutata (Securidaca saca o lla p a c ie n te . m e jo r . una con P ero la r g a agua, H ace si r a íz q u e c a lie n ta e s to con c o n tin ú a la e lla e n fe rm a , molu wawubwang'u s y l a s m e z c l a c o n r a í c e s t r o c e a d a s d e l á r b o l kakw>ema (Uvaria angolensis o Enneastemon schw einforthii). L o c a l i e n t a e n t o n c e s t o d o j u n t o e n co rta un e n to n c e s r e c ip ie n te r a íc e s de de b arro c o c id o y se lo d a a la p a c ie n te é s t a e m p ie z a a s e n tir s e m e jo r , ta l v e z d u r a n te »El chisum i v i e n e d e ku-suma, " m o r d e r ” . S u mukung'a, v i e n e d e ku-kung'ama, " y a c e r d e t r a v é s , v e s a r” . A sí p u es, r r ie n te m is m o del la r a íz usada m odo que com o la m e d ic in a e n fe rm e d a d E l ku-kung'ika r e p r e s e n t a l a a c u m (n totu jaham eji) c o n t r a l a r a í z a t r a v e s a d a . m ago. lo s se a s e m e ja n co rte s p ara ch os. C u an d o com o que n om b re n o m b re, sech o s h a sta dos sem an as. se v a n el lo s a la e n fe r m e d a d . L a lib e r a r el d o cto r ro m p e e stó m a g o la de a tr a v ie s a a tr a v ie s a u la c ió n E sto s la m u je r se fro ta de la co­ e stó ­ a rra stre s a rra stre s m e d ic in a re p re s a , la de el o tro a tra ­ lo s e n fe rm e d a d o de­ so b re d ese­ se va d esech os. 5 E n r e d a d e r a q u e s e e n c u e n tr a c e r c a d e la s c o r r ie n te s d e a g u a . S e c u e l g a s o b r e l o s h o m b r o s d e l a p a c i e n t e - c a n d i d a t a e n e l r it o wubwang'u, c e l e b r a d o e n a y u d a d e l a s m a d r e s d e g e m e lo s — s e s u p o n e q u e s ir v e t a m ­ b ié n p a r a b la n q u e a r la le c h e d e la s m a d r e s q u e h a n e s ta d o p r o d u c ie n d o l e c h e « r o ja » o « a m a r illa » — , c o m o r e s u l t a d o , s i n d u d a , d e a l g u n a i n f e c ­ ció n d e la s g lá n d u la s m e a r í a s . ( kulula) mutata t i e n e »El sa b o r am argo e n fe rm e d a d . beber ese e s ta E l m e d ic in a o lo r . L a su e n fe rm e d a d o lo r h acer lo la e n fe r m e d a d . Y m e d ic in a s n o m b re la que se u san lo Si kuyindama, E ste puede nos s ig u e p erson a se del y la de H ay un d o lo r q u e es a lg o un qu e el a cau sa fu e rte o lo r p erm an ece wahalwa es de c o n s is te con lo s « cru za» lím it e m e d id a s c e le b r a c ió n acu erd o b ie n m o r ir á de que c o n e l hakwema. L a s (ku-nunka) r e c i b e n e l yitum bu yevumba” . en com o tr a ta m ie n to liz a d o s y debe p e r c ib a m al e l p a c ie n te s itú a c o n s id e r a d o r a c io n a le s e stó m a g o m a t a r la m u je r v iv o en mukwa- o d e m a l a g ü e r o » *• tr a ta m ie n to ser p a rte a d e la n te , L a o cu rre h u e le n » U n a e n fe rm e d a d el cu erp o . su ta m b ié n m is m o "yitum bu yanunka o (m usong'u) de puede a p e sto so . e n to n ce s tie n e p orq u e mwala r a íz que o le r á M olu wawubwang'u p e ste . m a ta a p ara de un un casi m is m o e n tre te r a p é u tic a s r ito m á g ic o . e n te ra m e n te p r in c ip io s de la lo m ás que o m e­ p r im e r a en m a g ia a c to s rea­ s im p a té tic a . e l e stó m a g o , q u e e s c o m o un r ío , p o r c u a n t o lo s f lu i d o s y lo s s ó lid o s v a n p o r é l, y d e é l ( p u e s t o q u e n o se p ie n s a ahí que que el e sté d o cto r nes s im b ó lic a s que im p id e n fe rm e d a d ) la d o s se que rep ro d u ce y el de de lo s e ste ndem bu p r e c o n d ic ió n co n e c ta d o E l p ara dad del con a sp e cto p a rte del una E l en el caso, la de se r e te n c ió n El la cu e n ta v iv ie n te de que se la en e sta la que se de y lo s o tro e ste m is m a del la d o La en­ n o rm al de te m p o r a l, n o rm al s ie n te , o dos tr a ta m ie n ­ cu ra. flu jo e s te r ilid a d o r illa s e s p a ld a a uno el ( = la e n ­ dos c o lo c a c ió n o tro de o b s tru c c io n e s la s p e r io d ic id a d em erge el qu e la s de d e tie n e d o lo r n iñ o s ; e j e c u t e 1a c c i o ­ a rra stre s h ech as cau sa lo s y r e la c io n a b a n d e l flu jo c u a s i-r a c io n a l H a b id a y que que em barazo. e n tid a d la tie n e m odo recon o cen en en v ie n tr e cree ese de q u e lo s in c is io n e s in fo r m a n te s s a le n p a c ie n te s im b o lis m o m an era d e la s tr a ta m ie n to , beber. es m a tr iz ) su r e m o c ió n d is m e n o r r e a , q u e m e n s tr u a c ió n , y que la con la o tra — uno A lg u n o s la fe rm e d a d , en la in d ic a n el co rte o m b lig o . con de r ío a m o n to n e n . c u e rn o s-v e n to sa to al e l flu ir d e l a g u a y h a c e n se p a c ie n te — del sep arad o vaya ya es una d ic e n , e s tá n o r m a l. so b re dan a p r e m is a h a b ita en to d o la de el en la p a c ie n te que la segu n d a p o c io n e s e n fe rm e ­ e s tó m a g o , r e s u lta 6 L o s n d e m b u q u ie r e n d e s ig n a r m u c h a s c o s a s c o n e s to s té r m in o s . C u a n ­ d o u n a p e r s o n a s e h a lla e n u n e s ta d o « n egro » , im p u r o o e n fe r m iz o , e s q u e , o e s t á s ie n d o a t o r m e n t a d a p o r e l e s p ír itu d e a lg ú n a n te p a s a d o , e n c a s t ig o p o r la s t r a s g r e s io n e s p r o p ia s o la s d e s u g r u p o d e p a r e n t e s c o , o e s tá s ie n d o a t a c a d o p o r u n b r u jo o u n h e c h ic e r o . E n o tr a s p a la b r a s , e l musong'u h a s u f r i d o u n a i n t e n s i f i c a c i ó n m í s t i c a , y s e h a l l a a h o r a aso­ c i a d o c o n o t r o s a g e n t e s ^ m alig n o s. p e rfe c ta m e n te m a lo lie n te s , r a c io n a l que en h u m a n o s , a n im a le s E sto y en por m e d ic in a co n d u c ta sad a, la lla m a r L a con tie n d e aún no de la a sea una a c tu a c ió n en p r e m is a s dada a d m itir gran que m e d id a in g le s a s a en su s en la y c ie n te de lo s e g u ir m a ta r el que es, lo por do que el p aso e fe c to p ara razo n es hayan de s ig u ie n te , b e n é fic o , v is ta s m e d ia n te que han la de lo s e n fe rm e d a d . P ara a una c a te g o ría por se que basa en d e b id o p ara con ven cer « fu e rte s » v ía se de E s com o al p ara el d o lo r , la que p a­ con ­ ha s id o y la s tra ta de p r e e x is te n te , no hayan p ero si lo d o cto re s o b serva­ n u n ca d ie r o n ca u sa n te del c o n tr o la ­ e x a m in a r a tr ib u to s con de a com o buen p re s u n ta s a tr ib u ir de lo s v is ta s c o n s id e r a d o s a p ero e x p e r im e n to s p la n t a , m ís tic o s s e r e m p ír i­ lo s s u s ta n c ia de la puede e s tó m a g o , p o s ib le s e r ie o p u e sta s e llo s mwala de « m e d ic in a s » ser p od eres v ir tu d e s b r im ie n to s fu n ­ hay p a rte p a rte a is la r de pueden m o stra b a n p la r to d o , « a p e s to s a s » , e n d o lo r h ech o e llo s e n c a r n a c ió n a una n ar le s aunque e stá r u r a le s a liv ia b a n p e r c e p tib le s o in v e n ­ d ife r e n t e áreas r a íz el m uch as e lla s con b ie n , lo de o el la s e q u iv o c a d a s . s e n s o r ia lm e n te c u á le s s in es u n a m uy m e d ic in a de un p r á c tic o r a z o n a b le , m é d ic o s en d e la cu rar p rob ad o a lg u n a s d o s. M ás y la es im p e n s a b le Con de «La d e s in te r e ­ a l é x ito a lg o y M a- d o lo r . e fe c tiv o ndem bu c u ltu r a Los no (19 2 4 , p . 5 2 ), p u e s s u fic ie n te m e n te sé, el ju g o ca m e n te es de ló g ic a m e d ic in a s c u r a tiv a s P o r lo tra ta e lla . a p . 4 8 9 ): c u r io s id a d no con r a c io n a le s c a r n ic e r o de o seres c r itic a (19 4 9 , r e s u lt a in d ic ó s u g e s tió n . eran Un lo s acab ar e s c e p t i c i s m o . .. Se p r o p ia a d m in is tr a b a n d ic e s o b r e n a tu r a le s . p r o p ie d a d e s que c ie r to R iv e r s n u e stra por de cu ando verd ad , c ie n c ia p e rfe c ta m e n te fa ls a s él am argas d is g u s to s e le m e n to s e stá la La h u m a n id a d .» a l h a c e r m é d ic o , c o m o lo s c ie n c ia . com o p r im a r ia m e n te ta r d ía a com o es lle n a e x p e r im e n t o ... p r e s u p o n e u n c ió n s u s ta n c ia s el te r m in a r á n que, p s í q u ic a ... la s A c k e rk n e c h t, « c ie n tífic o s » c ie n c ia , r e la ja c ió n que p rovo can p á ja r o s , p r im itiv a , y a p r á c tic a c ie n tífic o . a y to ta l a cu e rd o lin o w s k i la su pon er gen eral h acer d e te r m i­ e x p r e s ió n a u g u r io , o cu á­ p r o p ie d a d e s el nuevo nuevos de e je m ­ d escu ­ e x p e r im e n ta l. b) Musong'u wevumu watwansi. « E l d o c t o r r e c o g e y c o r t a l a r g a s r a í c e s d e kapwipu (Swartzia madagascariensis) y d e musong'asong'a ( o lusdflg'wasong'wa, X im enia americana). L a p i e l (nyemba) d e l a r a í z d e l kapwipu s e r a s c a y s e c o l o c a e n en tro z o s dos c a c e r o la s dos c a c e r o la s ig u a l fo r m a c ie n te se d ife r e n te s . con con s ie n ta n la Se kapwipu, el y fr ía agua en c a lie n te la o tra , musong'asong'a. E l á r b o l kapwipu, d e l q u e m e d ic in a b a jo v ie r te en y una se d o cto r y se de a c tú a su la s de pa­ h a o b te n id o la m e d i c i n a , y e l d o c t o r h a c e n iñ o , c e r c a le d e l o m b lig o y a p lic a lo s c u e rn o s -v e n to sa ha h ech o un c in tu r ó n el e x tie n d e d o cto r de b ía gu ard ad o m e n te en d e ja d o »Al d ía con una e llo s la con la to d o el con p ara y cu ern o le su c in tu r a , kapwipu. Y c u a n d o h a (wavumbika o wajika) e x tr a íd a al p a c ie n te , e l a g u je r o h a c e r la el< . m i s m o del chisumi, el a lr e d e d o r d e c a la b a z a , e n m e d ic in a en C uando e n tie r r a la r a íz r e p ite com o m e d ic in a san gre al arran car musong'asong'a tusumu. pequeña s ig u ie n te , in c is io n e s e n e l e s tó m a g o e s p a ld a , (ch im buki) te r m in a d o , e l d o c t o r c a c e r o la s , ju n to la rasgu ñ os so b re la s unas en de ha­ m e d ic in a . p roceso o b te n id a que a n te r io r ­ b a jo ese un árbol m is m o á r b o l. » D e s p u é s c o r t a e n t r o z o s (yikunku) r a í c e s d e l á r b o l chiputa mazala (E rythrina tomentosa), l o s c o l o c a e n u n a o l l a d e a r c i l l a , y l o s c a l i e n t a h a s t a q u e e s t á n t i b i o s (kavuyenki). S e l e d a e n t o n ­ ces a l p a c ie n te e l c o c im ie n to » Si e l m a l c o n tin ú a , se c im ie n to tib io de d a u n a p o c ió n La razó n kapwiku m e d ic in a a beb er. da com o de u sa d e e s ta s p orq u e es de r a íc e s un p u rga a l p a c ie n te kanshinshi. F i n a l m r a í z kakung'ami.» r a íz tib ia d e m e d ic in a d el u so se le e s la q u e árb ol d u ro . s ig u e . L a La co ­ le m e d ic in a (ku-kola) d u reza musong'asong'a chiputa mazala s e un e n te , se r e p r e s e n t a la f u e r z a y la s a lu d . E l se e m p le a id é n tic a s p r e s c r ib e p o r­ m a l o lo r , s in o ta m ­ que ra zo n es. L a tie n e u n «El fu e rte o lo r y kakung'ami b ié n p o r s u m e d ic in a la en s o n id o el m e d ic in a . b u r b u je a n te m e d a d , é sta a un e s tó m a g o . Si el un La no (kulang'ula) a n t e s e n t a l (m ukulum pi) e n to d o por m to r y que le en señ ó c) C uando é l, p e r o l a e s ta le d ir ig e m in is tr a d a s o lo r . de Si la en fo rm a e n fe rm e d a d del de tie n e n «El son un poco un a d e se a m a r g a s .» p orq u e pueden de la del p a c ie n te e s tó m a g o , recoge, co rta y ta m b ié n pone katong'a (Strychb e b e r e s ta p o c ió n m ulolu (Annona nana) c o n tin ú a , al d o c­ n om bre m u y am argas, y da a c o c im ie n to , fu n d a ­ e lla tr a t a m ie n t o .» d o lo r in v o c a ­ es el d o cto r chikwata (Zizyphus mucronata), p o rq u e a e n fe r­ lo e m p u ja al e n u n a c a z u e l a lle n a d e a g u a t i b ia la s r a í c e s d e l q u e son la m e d ic in a , q u e c o n d u c id o h om bres a l p a c ie n te . L a s r a íc e s co n tra m e d ic in a kapwiku, a d m in is tr a r la , musong'u wevubu: nos cocculoides), a tra ­ m o r ir . reco g er que han lo s lu c h a r e l tr a ta m ie n to . M e n c io n a e n cóm o la s c i r c u n s t a n c i a s lla m a d o de fla tu le n to s ) (watiya woma) te m e puede »C u an d o el d o cto r v a al árb o l c ió n — s o n id o s la d o , d e m o d o q u e y a n o e s t á e stó m a g o acab ará s ó lo p o r s u (chilululu e n fe rm e d a d se e x tie n d e p o r lu g a r d o n d e sab o r am argo . se e m p le a n o q u e e m p u ja a l d o lo r h a c ia vesad o un por pueden tie n e n un a d m in is tr a r m an era a n te s ser ad ­ fu e rte r a íc e s d ic h a , A ckerk n ech t s u lta e fe c tiv a qué, y la e n te ro . ha hem os En la m ayor bu puede g io s a s » . El p a rte e m p le o el (en caso de de lo s casos o su té c n ic a s un de que O c c id e n te ), “ p u r ific a tiv o ” p r o p o r c io n a r En (19 4 6 , p. 482) e n fe rm e d a d e s , a u n q u e d e sca rta d o m á g ic o - r e lig io s o d e m o n io s » . o b servad o en a lg u n a s de e je m p lo la es la s a n g r ía no por ta n to , e v id e n te de v e n to sa s e n tre de por por ca rá cte r e x p u ls a r c r e e n c ia s de casi su o b je tiv o « e n fe rm e d a d « re­ sab em os lo s lo s ndem ­ « m á g ic o - r e li­ e s tó m a g o » , uno de lo s p r in c ip a le s o b je t i v o s e s e l in t r o d u c ir e n e l c u e r p o d e l p a c ie n ­ te s u s ta n c ia s m a n te s que e x is ta (y en el la r a íz ) sará d o ta d a s ndem bu b) y tra m o s se la de p od eres m e aquí una caso la no d ije r a n c ie r ta se la r e e m p la z a o de e sto s nuevo es en a lg o de en con e n fe rm e d a d , fe rm e d a d id e a v ie r te d ará m ís tic o s . nada y la v u ln e r a b le al se lo s in fo r ­ p r o b a b le saca fu e san gre e x tr a íd a esp era p a c ie n te . n o c ió n a m is es que que s a lu d tr a ta m ie n to s y del m e d ic in a fu e rza a n im a d o e s to , « r e e m p la z o » . S e el a g u je r o la A unque so b re de e x p u l­ E ncon­ que g u sto s y la en­ o lo r e s n o c iv o s . Musong'u wamesesi, o conjuntivo-queratitis, opacidades c ó rn e a y otras enfermedades de la vista Se rasp a la nos spinosa c a lie n te en la v a d o s con lo s dedos reflexa) y a r e c ip ie n te e s ta la s io c ió n . m enudas — p ro ceso o jo s d e l tr o n c o de un de un de Si a r c illa . no es h o ja s é ste que em budo del de Los se h o ja s , del se F in a lm e n te , e s tr u ja r á n h o ja s y s e c a lie n t a n cu b re puede la el del se hace que in te n ta r s e un g o te e n tr a ta m ie n to árbol h a sta cabeza el vap or En son e n tre n om bre wadikalanziza, c o n o c i d o kayiza (Strychnos stuhlm annii), s e p o n e n e n u n a se agua so b re d e l p a c ie n te . reco g en cara con p a c ie n te lweng'eng'i (Dracaena d e kuchikita— , árb ol el m e z c la o jo s b a s ta n te , r e c ib e muhuma (strych- árb o l stropanthus w elw itschii) y un tra v é s lo s co rte za o caso que de q u e e m p ie z a a h e r v ir . con una a s c ie n d e cad a m a n ta de de a vap o r. veces o lla con Se com o agua E l p a c ie n te , e n to n c e s , fo rm a que le bañ e la (luya). una de e sta s tr e s m e d ic in a s , lo s in fo r ­ (ng'ovu) pro­ v e n í a d e s u « s a b o r a m a r g o » . « A m a r g o r » s e d i c e wukawu, p u d i e n d o t a m b i é n e m p l e a r s e e l s u s t a n t i v o v e r b a l kulula. L o s n d e m b u d i c e n q u e e l «w ukaw u» p u e d e « p e g a r s e » (kulamata) a l a e n ­ f e r m e d a d , « c o m o c e n i z a » (neyi izambu), h a s t a q u e é s t a m u e r e . m a n te s Un kayiza, m e d ije r o n in fo r m a n te que puede que m e la d io ayudar e fic a c ia una a de la s pequeña id e n tific a r lo h ie r b a s in fo r m a c ió n de m an era so b re el c o rre c ta . M e d ijo : h a sta son kayiza «el h acerse n egro s un co rn o co m e . P o r e s to gas” tu p orq u e n egra tie n e gran la un tin ta , y tú no en n egrecen puedes te m uy am argo . fru to s , c u a n d o la negar Puede e stá n le n g u a wadikalanziza, s e lo s lla m a le n g u a g u sto á r b o l. S u s cu an d o wadikala, de haber crecer m ad u ro s, c o m id o , se “ tú lo s n ie ­ p u e sto que d e la ta » . Musong'u wakuzaluka, o locura «El lo c o . d o cto r Luego reco g e p r im e r a m e n te va una a r a íz un y reco ge v ie jo s h uesos de un p erro m usoli (Vangueriopsis lanciflora) árbol a lg u n a s h o ja s . Luego to rn a una r a íz y y h o ja s ikamha dachilamba ( o musambanjita) (Cryptosepalum maraviense) y u n a r a í z d e musong'asong'a (Xim enia americana), a ñ a d i e n d o a d e m á s r a m a s c o n f o l l a j e y r a í c e s d e m ukom bukom hu (Tricalysia angolensis), m ututam bululu (Xylopia adoratissima) y m uhotuhotu (Canthium venosum). L u e g o , u n a r a í z y h o ­ j a s d e mukandachina, q u e s u e l e c r e c e r e n l o s t e r m i t e r o s . de »El bado bas d o cto r o y te ro ram as e n to n c e s un o la que han m e z c la la b a z a s y donde haya (chom bu) y su s y e s ta d o reco ge a s is te n te s tu m ­ a llí van al h ie r ­ te r m i­ l a m e d i c i n a mukandachina (Rhus lonEriocoelum sp.). C o r t a n e n t r o z o s t o d a s un de m e z c la n A ñaden le o p a r d o h u eso la s (mazawu). o lla s (yipwepu). de un lu g a r d o cto r re c o g id o , dos v ie ja s c u a lq u ie r a s a lv a je El un s a lv a je c o g id o p o s ib le m e n te r a íc e s con a cerd o m en u d as. de donde han gipes, la s va re to za n d o lu e g o m u e rto , p erro un lo c o . to d a s T a m b ié n en cada tro z o E sta s b ie n pueden de y o lla ca­ una p a rte de cerd o carn e p o r c io n e s lle n a n u sarse e stá n c la s i­ jipelu. S e a ñ a d e t a m b i é n a l c o n t e n i d o d e c a d a u n a d e l a s o l l a s mpelu d e c o n e j o o h y r a x (chibila, chibatata), d e m a m b a (ntoka) y d e l e ó n (mutupa), a s í c o m o d e u n p e z l l a m a ­ d o muvundu. fic a d a s »Se com o tra e e n to n c e s se m a ch a ca n a m enudo la s tr e s s u e le h acerse. sampu) c o n r a m m ututam bululu na fr ía , lle v a a la s la p a c ie n te , le d a la y no o jo s se Se fo lla je musoli. y p erso n a lu e g o lo s as y de v a la la ser debe s itu a d a del en en al o lla s am bas un o lla s . N o m o rte ro , co m o c o n tie n e n c a le n t a d a s . o tra se p ie de de p a c ie n te U na d e ja a r r o d illa r s e b e b e r , p r im e r o cara v ie r te u n a e s c o b i l i a - m e d i c i n a (chim ukom bukom bu, m uhotuhotu, A m bas deben lo c a , la (nyitondu) hace de d e l t e r m i t e r o , la la m e d i c i n a m ite r o , p e r ja o lla s c im a agua m e d ic in a s a é ste . su ras s ó lo de A la m e d ic i­ la s de m ie n tr a s la o lla con de o lla s se s u e lo . El el c im a d o cto r d el te r­ c o n tin u a c ió n , as­ e s c o b illa -m e d ic in a . R e p ite es su tr a ta m ie n to cap az res en de d e c ir e s te m usoli hace la ch os que y veces se ha por d ía h a sta recu p erad o. que N o se es fru to s s u e le n se e x p lic a ishikenu, el in v o c a c ió n . E s "el d e la lu g a r s ig u ie n te de la p r in c ip a l de c o m e s tib le s , a m a r illo s y c o m e r lo s n o v ie m b r e . S u d u ik e r y o tr o s n om bre p r o v ie n e la m an era: «El ár­ s a lu ta c ió n ” , d o n d e la s m e d ic in a s . p ú rp u ra, ku-solola, de c la r id a d . cosas musambanjita »La h acer a lo s za s. A q u í s ir v e que s u fre n m e d ic in a p ara e s ta árbol mukandachina por se U na e n c im a de la s nada de m an era t a d o , 'S in o (d e c o lin a s que razó n te r m ite r o . que de recoge mpelu e l le o p a r d o ta m b ié n con o jo s . E sta lo s o jo s . s ig n ific a es una p orq u e s u e le lo c a com o es crecer una en la c im a p erson a que V aga de el a ire de la s á r b o le s . fo rm a de h a b la un com o se 7 (u n a puede e stá c o lo q u e de lo c o de y se en la sen ­ a E sta c im a de) tie m p o s su b e h acer e s tá p ie ? ). m a n ife s ta c ió n cazad or un N o m ie n tr a s ( ¿ m ie n tr a s o lla s mukisha co m p o rta lo s R a ra m e n te del un es­ p asad o s), la s p a rte s d e lo s lu g a r e s . to m a d o com o m ueve d el lo s E l mpelu com o la s (chisum pa) p eo p ard o lo c o s y m a ta s in de cerd o s a lv a je p erson as se debe r a z ó n , s ó lo lo c a s (al se u sa aza r). a por que g u sto p orq u e Y así el hace e l c o n e jo . »El p ez c a m b ia lo s la n ­ p erson as (M untu wazaluka wudi nwyi p o r e l a i r e (mumpepela), p o r l a in c lu s o en un (e n (nakuhema hohu). se en la s gu erra la s co sa s). p a c ífic a . es se y c re s ta s e que E ste ta m b ié n cerd o v é r tig o que y c o m e s tib le s p erson a la s h a b la a n c e stra l »El o jo s , y a de tir o s (kutiya wukawu) a — ku-song'a, sab e am argo muntu wahita kwiwulu). a lta s lo s fru to s ” . te r m ite r o s . p ír itu lo s s ie n te n fru to s »El la buenos p e r s o n a s lo c a s m e d ic in a a nsoli, s e p tie m b r e v is ió n . p rod u ce c im a es com o in v u ln e r a b le s poner lo s p asa ser u sad a e n fe rm e d a d a c la r a la “ p r o d u c ir de s o lía gu erreros musong'asong'a »El E ste con se m u­ " r e v e la r ” . A q u í no la s T ie n e lla m a d o s a n t ílo p e s , e n tr e to d a s la s c o s a s ” , y a q u e la s p ara p a c ie n te ta m b o ­ s ig n ific a " h a c e r c la r a s ven el b a te n tr a t a m ie n t o .» E l p r o c e d im ie n to bol dos que de muvundu puede d ir e c c ió n , e s ku-vundumuka, un ‘‘c o g e r n adar aguas p e z lo c o . S u lo s b á r tu lo s a r r ib a n om b re e ir s e o le jo s a lg u n a ” . » E s ta e n fe r m e d a d de la lo c u r a v ie n e 7 Mukala o k a l u w i , v é a s e supra p . 326. en aguas e stá e l a ir e .» a b a jo , c o n e c ta d o s in razó n El caso especial de la rabia. da por un d ic in a p erro que lo lo c o , d e b e r á haga de al p ie unos al poco de en a beber e sta m uch o el ag u a e stá d ié n d o s e le m uy pocos que nas s u e le n M is por ig u a l q u e izeng’i com o lo c o to m a d o con ayu da a de m e­ (kapudyi), la p la n t a de a un secar c o n v e r tir la s a la que en tra e añade el la co rta r agua tra s b e b e r la , en tr o z o s la a lo s tro z o s y el pa­ tra e en gru d o p a c ie n te p erm an ece en de se­ M ie n tr a s kapudyi, de debe beber d e n tro arcad as r a íz que d e ja r lo s a p ro x im a d a m e n te . El v o m ita Si Y fre c u e n te s. to t a lm e n te aña­ la d u ra n te po­ unos s u c e s iv a s , h a sta lim p io . kavulawumi el fa lla n , se u san y mudianse­ el to d a s la s m e d ic i­ musong'u wakuzaluka. » al m e al es­ tro z o c o n tin u a c ió n d ie r o n lo c o e sta espu m ea s a liv a m ie n tr a s e x p lic a c ió n . por la boca e sp u m e a n te que la «La r e c ib e s a liv a h om bre es Strophantus com o (tb el el n om bre c o r r ie n te veneno p erson a (ku-tupula), mazeng’i ( e n p l u r a l ) . “ E c h a r e s p u m a l o c o ” e s kutupula izeng’i-zeng’i. E l v e n e n o in o c u la d o un (nyemba) h a sta d o cto r h o ra c a lie n t e . a p lic a r s e s in g u la r ) , r a íz de un ha de v o m itiv o s , p erro lu e g o Craterosiphon quarrei), to d a v ía , se el p erro . E sta (e n n om bre un en m e d ic in a y la p a c ie n te . a ñ a d ir fu e rte s . in fo r m a n te s m o r d id a El cazabe c o n s is te lu e g o e m é tic o s co rta m ach aca al cu a rto ig u a lm e n te que m o r d i­ una b ie n . tie n e qued a y rasp ad u ras arcad as c a lie n te . L a » E sto s la s de de la s m e z c la m e d ic in a e s tó m a g o son pone b la n c a , un m o m e n to s, el lu g a r la r g o . y h ir v ie n d o la de co rte za (p r o b a b le m e n te gom a d u ra n te r a íc e s , m o rte ro . tr a ta m ie n to mudiansefu una su s secas un to d o h e r v ir fu e stá n y c la r a » O tro c ió n o p a p illa v o m ita grega p ie l m e z c lá n d o lo »D a c ie n te h a s id o p r im e r kavulawumi (Maprounea africana), e x tra e c a la b a z a C uando p o lv o , un la (luseng’a) p o lv o un de y c e n tím e tr o s lu e g o tro z o s o l. él q u in c e » R asp a v ie jo de p erson a v o m ita r . »El d o cto r va al árb o l carb a «Si u n a d á r s e le , e n r e c ib e por que de la al de el boca el p e rro la fle c h a w ulem bi).» E l tratam iento de la locura com o rito de aflicción 8 « E l t a m ­ r i t o ) d e l o s e s p í r i t u s a n c e s t r a l e s l o c o s (ng’oma yawakishi akuzaluka) s e ' t o c a ” ( s e c e l e b r a ) c u a n d o t o d a s e s t a s m e d i c i n a s b o r (o fa lla n . que Se su p on e m u r ie r o n e n to n c e s lo c a s * C f r . m i Schim s d e e s t e tip o d e r ito s . han que lo s e s p ír itu s "c a p tu ra d o ” de (p o s e íd o ) la s al p erson as p a c ie n te .» and co n tin u itv (19 5 7. p p . 292-303). p a r a un a n á lis is M i m e jo r in fo r m a n te , M u c h o n a 9, d e s c r ib ía el r ito com o s i­ gue: « E l p a r ie n te p ie ta r io del b r a c ió n r e s p o n s a b le tra y e n d o b o r is ta ) un a .l g a llo lo r . E l d o c t o r s e "m p o m p a ” una b ro s de lo s r ito s del c u a lq u ie r la o cepo u tiliz a n que el lu g a r — el lu e g o al el m is m o a ra s lu g a r r a íc e s »A v ie r te r e c o g id a s Se el gos de »Los del del c in c o a llí crezca. un Lo co­ h ech o lo s de m ie m ­ a n tig u o c e le b r a d o o s e is a n te s r a íc e s im p o r ta n te izem bi r e fu g io de en de de no es lo s m is te r io s p a b e lló n in ic iá tic o c a z u e la s de el el de a r c illa , c a d a Una de c o n tin u a c ió n c a z u e la s . d o cto r, la Las bebe s a lp ic a n d o la v á n d o lo la s y de la s de o r illa s e lla s e l o tro cabeza al Se con izawu s e d e ja c h iv o y c o n tie n e n su la s m ach acad as. am bas con con ap ren ­ c a z u e la s c a z u e la s co rta d a s o e s tá a p r e n ­ de una (kawumbu), te r m ite r o p a c ie n te a s is te n te s kaleng'ang'ombi ” • e s p in o s o m e d ic in a . a ( lo s d e k a d iz a , " e l q u e el b o s q u e -g a le r ía a rb u sto la p a s a n a a s is te n te s reco gen p a c ie n te , ta m b o re s te r m ite r o . hayan su s am bas por m e d ic in a s u je ta r se el n o m b re co rta c o n tin u a c ió n , cu erp o p ara recoge r a íc e s . y de un en la n o c h e s ig u ie n te u sad o h er­ c u a lq u ie r m pelu coge un donde s e is dos la c im a tie r r a . se de 10 y él del c o n te n id o en de san gre y h o ja s e llo y ser c e le ­ o " lu g a r d e m o r ir ” , d o n d e lo s m u c h a c h o s so n a l r ío y p ara se c o lo c a " e l pro­ c r im in a le s . árbol ifw ilu d ie n d o ” ) v a n y s itio de c o n tin u a c ió n , r a íc e s [ lite r a lm e n te : puede acu erd o m ung'ong'i c u lto V a del que m ad era un d ic e s d e d o c t o r r e c ib e n (itu ) de de a c ir c u n c id a d o s , c in c o »A c h iv o , m u e stra s in o sagrad os. y recoge un d ir ig e c la s e e s p e c ie , o lo c o s , e s c la v o s »Luego, se lo s d el p a c ie n te ( m wenim uyeji ) ] , d a c o m i e n z o a l a d o c t o r (ch im buki — c o m o e n l a t e r a p i a p a c ie n te ” c a z u e la s . m e d ic in a m e d ic in a , y Toda (ku-kupula) d á n d o le tra ­ in te r v a lo s . se Todo to c a n se hace cerca en de la la c a z u e la s e lv a , no c o lo c a d a le jo s del al p ie p o b la d o . 9 U ri e s b o z o d e l c a r á c t e r d e M u c h o n a e s e l q u e h e i n t e n t a d o e n e l c a p í ­ tu l o t i t u l a d o « M u c h o n a e l a b e j o r r o , i n t é r p r e t e d e l a r e l ig ió n ^ , v é a n s e íupra, p p . 145-67. S u s i n t e r p r e t a c i o n e s c o n s t i t u y e n u n a b u e n a p a r t e d e l tr a ) a j o r e u n i d o e n N dem bu d ivination (1 9 6 1 ). 10 A s o c i a c i ó n f u n e r a r i a q u e c e l e b r a e l a b o r a d o s r i t o s d e i n i c i a c i ó n a la m u e r t e d e c a d a u n o d e s u s m i e m b r o s . E n t r e lo s l u n d a d e l n o r t e , o lu u n d a , p a r e c e h a b e r e s t a d o c o n e c t a d a c o n la c ir c u n c is ió n , p e r o , e n tr e lo s n d e m b u y o t r o s l u n d a d e l s u r , a s í c o m o e n t r e la s t r i b u s c u l t u r a l ­ m e n t e s i m i l a r e s , c o m o lo s l u v a l e , c h o k w e y l u c h a z i , l o s r i t o s d e cir:u n c is ió n , lla m a d o s mukanda, s e c e l e b r a n in d e p e n d ie n te m e n te d el m ung'ong'i. 11 U s a d o c o m o s í m b o l o d u r a n t e l o s r i t o s q u e a c o m p a ñ a n a la c i r c u n : i s i ó n , y e x p l i c a d o e n t é r m i n o s d e l m i t o f u n d a c i o n a l d e l mukanda. P a r a u n e s t u d i o m á s c o m p l e t o , c f r . supra, p p . 243-244. C o m ie n z a n c a n ta n d o mukanda, del [T u rn e r, al y al a n c e s tra l a d iv in o ta m b ié n de que p a r a a p la c a r u n a tu rb a d o ra de s id e r a d o s com o p a c ie n te com o en el d o cto r d e b e a d m in is tr a r s e te , d e o t r o do se es que el de a a p ech o e s tá y en c o n fie r e una ce sta — infra, e s p ír itu s que p. 4 17 ], y a p er­ son p ro d u cen p o s e e n ‘2 con ­ c o n v u l­ T a n to el tie m b la n . E l la v e z q u e a l p a c ie n ­ lo c o lo p o s e e r á a e s p ír itu kayong'u p r o p ic ia r s e p a r tic u la r m e n te que s í m is m o de [véase ya lo s c o n tin u a c ió n r ito fin E sto s re tu e rce n m e d ic in a m o d o , e l e s p ír itu tie m b la , m al cazad or. a q u e llo s a s im b ó lic o s (akuzaluka), “ lo c o s ” el mukala o y del con m a n ife s ta c ió n a n te p a sa d o (ku-zakuka) s io n e s el o b je to s kaluwi r ito s c a n c io n e s p rod u ce c e le b r a d o s un con — e je c u ta d a s a r r o ja n d o lo s m ung'on g'i del lu e g o 1 9 6 1 , p p . 2 3 -2 6 ] e s p ír itu poder c a n c io n e s s ig u ie n d o d o cto r é l ta m b ié n . C u a n ­ te m p o r a lm e n te en él ta m ­ b ié n . » D esp u és tra n d o de e sto s t o c a r lo s ta m b o re s, el d o c to r m e d ic a m e n to s so se m a n a s, h a sta que E s o b servar la lo c u r a in te r e s a n te com o a flic c ió n , s ín to m a en de el que ta n to «en la que en lo c u r a p or un qué se in c lu y e n el la e s c o b illa -m e d ic in a , a n te s E x is te n ya que el m is m o a lo s lo s tra ta e s p ír itu s de tie m p o con con lo s ta m b o re s » , e l b a tir pañar lo s m is m o que a la el la al de e n fe rm e d a d . a n te p a sa d o s de m e d ic in a s . de b a sta n te la b r a d a p r o p ia c ió n de s ig n o en su que lo s «en el p ie de y un a ire » de lo s y te r­ — aunque c o m p o n e n te s h a b i­ m ukombukombu, p r o b a b le m e n te d ife r e n c ia s un se que c o m p la c e y ce sta el c a n to En se ha­ se el d ic e son ar deben r e a lid a d , un e llo s , m u e rto , e n cu e n tra re p re s e n ta e s p ír itu s e n tre p a r ie n te P u e sto « le s a d m in is tr a c ió n lle v a un de r ito d e a flic c ió n . p ro fu n d a s e s p ír itu al de e sto r ito ta m b o re s e l a d iv in o al p a c ie n te lo s h o ja r a s c a lo s que y del de de m ad era r ito s so b re r e c o g id a d a r c o m ie n z o al com o lit e r a lm e n t e mututam bululu, de de r ito tie m p o o b je to s de y tr a ta m ie n to p arece a n c e s tr a l. s a lp ic a d o la h ech o c o n s id e r a lu g a r tu a le s m uhotuhotu de el se (hewulu, m e b ía in c lu ­ d e l « a r r ib a » y e l « a b a jo » no de e p r o c e d i­ M uchona de s u m in is ­ d ía s , A m bos tie n e n h a b ló a sp e cto s e s p ír itu hamaseki, a am bos am bos c o n tin ú a d u ra n te (musong'a) la o p o s ic ió n o p u e sto tie rra » ), m ite r o s , la a flic c ió n p a c ie n te , m e jo r a .» « e n fe rm e d a d » m ie n to s s u b r a y a n en al ta m b o r a n c e s tr a le s » de acom ­ e n tre una al que lo s p ie z a « p ara (T u rn e r, 1 9 6 1 , p . 6 5 ). 12 L o s n d e m b u d i c e n , « waheta m ukishi », « t ie n e s u n e s p í r i t u » , p a r a d e ­ s i g n a r la p o s e s i ó n p o r u n e s p í r i t u . A m e n u d o , h a b l a n t a m b i é n d e e s p í r i t u s q u e « c a p t u r a n » twakwala) a un p a c i e n t e . La degollación de un animal o ave es otro de los rasgos re­ currentes de los ritos de aflicción que no encontramos en el tratamiento directo de las enfermedades. No siempre resulta fácil considerar estas degollaciones como «Sacrificios», ya que con frecuencia el pollo o animal representa al espíritu ances­ tral mismo. Si hay sacrificio, es un sacrificio (sim bólico) del antepasado, no al antepasado, ejecutado en nombre de los par­ ticipantes rituales y como signo de reconciliación y comunión entre el espíritu y sus parientes. N o obstante, y como quiera que se lo considere, la degollación de un animal es un rasgo carasterístico de los ritos manistas que tienen lugar entre los ndembu. .. Puede haber alguna conexión entre la degollación de un chi­ vo que tiene lugar en este rito y la que tiene lugar en el kayong’u. En el kayong’u también hay un gallo que es decapitado por el paciente mismo, que le arranca la cabeza de un mordisco. Acer­ ca de este acto, Muchona me dijo (Turner 1961, p. 32): «E l ka­ yong’u vuelve un poco locas a las personas. Se siente como si estuvieran borrachas o epilépticas.» Parece como si el espíri­ tu responsable de la locura fuera una especie de manifestación del kayong’u. La asociación clásica entre adivinación y locura tiene lugar en el contexto tribal, ya que el kayong’u normalmen­ te es considerado como el modo de aflicción que asume el es­ píritu de los adivinos muertos. Esta comparación entre tratamiento y rito nos permite ver que los «ritos de aflicción» son una combinación de terapia, dirigida a tratar una afección patológica (cataratas, locura, de­ sórdenes reproductivos) y un servicio religioso (veneración y propiciación de los espíritus ancestrales). Ha habido una mez­ cla considerable de estos dos procedimientos, hasta el punto de que algunas medicinas se han convertido en símbolos de diver­ sos modos de manifestación de los espíritus, al tiempo que par­ te del carácter «lega l» de la magia ha influenciado las relacio­ nes que se cree existen entre los espíritus ancestrales y sus pa­ rientes vivos. Así, parece darse por supuesto que si se recogen las medicinas apropiadas para un rito y se aplican de la manera correcta, el espíritu ancestral se ve más o menos obligado a dejar de atormentar al paciente. Esta situación difiere en todos los aspectos de las invocaciones que suelen hacerse ante Jos altares de los antepasados, para «hacerles cambiar de hígado» (es decir, «de ideas») y moverlos a dejar de hacer daño a sus parientes. Aquí el «lib re arbitrio» aparentemente prevalece so­ bre la «necesidad». Musong'u wanyima, d olor de espalda a) «E l doctor toma un trozo de una hoja de azada . rota. Luego se dirige hacia un árbol que haya sido abatido por un ra­ yo y toma un trozo de la madera fulminada. A continuación va al antiguo emplazamiento de un poblado, al lugar donde estaba situado el m ortero de machacar las raíces de cazabe y el grano. Escarba allí y saca la primera raíz que encuentra — de cual­ quier especie de árbol. »Trae ahora al paciente y lo hace tumbarse bajo un árbol mudyi (Diplorrhyncus condylocarpon), que de por sí es inclina­ do. Con su cuchillo raspa un poco de corteza de debajo de la joroba del árbol. Luego recoge también algunas raspaduras (nyemba) de la parte superior del árbol. Su siguiente quehacer consiste en colocar un mazo^ de m ortero (m w ishi) en ángulo recto con el árbol. Añade entonces a la medicina contenida en su cesta (lwalu, una cesta redonda de fondo plano que se usa como cedazo) algunas raspaduras de la parte superior de un ca­ parazón de tortuga. »Se le permite entonces al paciente abandonar por un mo­ mento el lugar del mudyi, mientras el doctor va a buscar una cacerola (chizanda), en la que pone aceite rojo ing'a ji (¿aceite de palma?). Raspa un poco de polvo de hierro de la azada rota y lo deja caer sobre el aceite. Luego quema el trozo del árbol abatido por el rayo y añade sus cenizas a la mezcla. Allá van también las raspaduras del caparazón de tortuga y, finalmen­ te, las nyemba del árbol mudyi. La medicina está toda ella muy bien mezclada con el aceite. »E l doctor, a continuación de esto, hace dos o tres incisio­ nes en form a de línea alargada a través de la espalda del pa­ ciente, por el sitio donde éste tiene el dolor, con su navaja (ntewula). Cuando la sangre comienza a manar, el doctor frota la medicina contra las heridas. La medicina penetra directamen­ te con la sangre en el sitio donde se siente el dolor. »Cuando ha hecho esto, el doctor toma el mazo del morte­ ro (m w ishi) y presiona con él (ku-kanda) sobre la espalda del pa­ ciente, por el sitio donde están las incisiones. El doctor presio­ na el mazo con ambas manos a lo largo de la espalda del pa­ ciente. Luego, pone la navaja y las medicinas en una cesta y los aparta del lugar. »Ahora el doctor le dice al paciente que sostenga derecho el mazo del mortero y que vuelva a situarse otra vez bajo la joroba del árbol mudyi. El paciente debe entonces ponerse de­ recho por sí mismo, con la ayuda del mazo, y con su espalda a l mudyi h a c i a kudyikanda). e m p u ja r b re de »Luego s ig u e : debe “ya he musong'u). do d ir ig ir s e d e ja d o D ebo de al e sta v o lv e r c o n tig o ” . E l m azo a r r ib a b) un s e lo a casa p a c ie n te lu g a r de que H ace uno (in g'a ji) »Luego je r o de con de o tro en una su el al m o rte ro . se D ebe en la de r o m p ie r a ser E sto tie n e un tie n e d o lo r de »El árbol E n el su una lo he d e ja ­ lle v a n d o el 13 C o l o c a r h o ja s m u­ ha­ ra sca un o la s ra s­ a c e ite de so b re e l s itio cru zan d o la el agu­ m o rte ro . e s p a ld a d o lo r , y del con d e e s to , o r d e n a a l p a c ie n te que que el del fro ta h a b itu a lm e n te h a c ia de e s tá su a casa. su azada acom paña D ebe ch oza, se cavan do. ( lu m b a g o ) de c o m id a y un Su y d e ja r n u n ca to m a p a rte n D el una de m is m o s ie n te com o d e b id o El le al de el de­ h o ja re p e n te m odo, si de la rep en ­ (ku- m ach acado e s p a ld a da s a lu d el r e p e n tin a fo r ta le c e rayo d e ja es com o la s tie r r a la to rtu g a que n un ca e s p a ld a . m od o qu e cosas es m a la s un con ár­ el del m o rte ro es una es­ (nakukolesha). se u sa p o rq u e por chivumina, tie s o , s e d ic e la m odo ( w ukolu)» . (e x p re sa d a ’t r u e n o ’ e s o la fu e rz a p orq u e d u ro , de b la n c a , d e p a c ie n te dar por to rtu g a , m e d ic in a tr a ta m ie n to , p ara kwanda, de cu erp o tie n e g o m a s u e rte . d erech o (im onu) en s ie n te cercan o cap arazó n d u ro á r b o l a b a tid o 'A b a t i r ’ e s de unas e m p la z a m ie n to c a sto r “ p e g a r ” . T e n e r d o lo r b la n c u r a d escarga su h o ra que fu e r te . mudyi mpelu p r im e r a H ace e s p a ld a . e s p a ld a . de a tr a ta m ie n to s , « e l d o c to r la s g e n te un segun do de «El ce y o en lin e a le s m arch ar lo s la m uy v a tie r r a m azo e s p a ld a cap arazó n b o l b la n c o p e c ie ya casa d e l m o r te r o . M e z c la de é ste árb ol el m o rte ro e m p le a mudyi, su s u e lo .» re p re s e n ta g o lp e a d o »Se el un el d o lo r » Se e m p le a twa). a se tu m b e d e tra v é s co rte s lu e g o cu an do con le p orq u e m o rte ro . m is m a a c e ite donde ro ta , p o rq u e (k oto-o) te nom ­ c a c e r o la . por E n e l p r im e r o d e azada base tre s r e c t o 13 c o n t r a g e n te el q u e a llí e n c u e n tre . L u e g o in c is io n e s . D e s p u é s le v a n t e , a y u d a d o de r a íz con s itio se te n d id o d o cto r un al e sca rb a r en n a v a ja por «El haya q u e e l p a c ie n te h ech o m e d ic in a la s ja r lo d o lo r , e n to n ce s s itio , y e s c a r b a la y hace ha p a c ie n te , m azo s in v u e lv e donde c a m b ie n d e s u c ie d a d p a lm a r e c ib e (ku-subwila m utondu) c o m o c o n t i g o (nakushiyili dehi árbol O tro tratamiento. p ad u ras que e n fe rm e d a d b itu a l, s a c a n d o c u a lq u ie r poco p roceso m o r t e r o .» m añana a je r e s (u n ku-kunjika. el el rayo ’a t r o n a r ' p rod u ­ bele-e). ku-vuma o id e ó fo n o la ku-dulumwima. s o n id o a b a tir al al to p o a n i m a l . E l t o p o ( mpumba) h a c e u n E l rayo es un s im ila r y del tru e n o . m a ta r lo . E l E sta rayo es la se pone razó n c e lo s o de que e el in te n ta rayo e n tre p o r lo s a g u je r o s y la s m a d r ig u e r a s d e lo s to p o s .» E l tr a ta m ie n to g ic o . En su s du ce a lg u n a d e l m a l d e e s p a ld a casos m enos m e jo r ía agu d os, p arece es s e r to t a lm e n te p o s ib le im a g in a r m á­ que pro­ p s ic o ló g ic a . Musong'u wachinkonya, epilepsia El d o cto r se d ir ig e en p r im e r lu g a r a un «Luego, y c o lo c a car tra e en su una v ie ja c a la b a z a in te r io r a la vez co rta d a h o ja s c o n e jo kambu, y el cap arazó n de un al p ic o del p ara to d o s ji). hacer e sto s A b u r b u je a r je a n te y »Si la lo s e ste tip o s y un hayan lu g a r donde e sta d o con sus la s o La y a da cara, d u ra n te E l c o lo c a en la cabeza v a r io s la (ite ti) con y en el de samun- s o p la p o r s u s p e n s ió n agua el un tro z o a b u rb u ­ y o tra le s a c im a la p ila de un d e la p ila y al pech o p a c ie n te . del que han a p la s ­ fr ía lo s de r e p ite en de la h ie r b a del D espués chipwepu, agua de su e s to , el el tra ­ a p la s ­ (iza- p o b la d o el cu en co p a c ie n te , y a s a lv a ­ ( in c lu id o s en va cerd o c a la b a z a c e n iz a s d o cto r mulendi r a íz . L u e g o o añade jipelu el árbol la s h ie r b a s T rae p ie z a s , un de le o p a r d o recoge lo s v a r io s , d ía s , va la m e d ic in a , a ñ a d ie n d o m e d ic in a y m ano la v a la tr a ta m ie n to d ía s .» p r o c e d im ie n to museng'u se fu e ra b razo s sus en chipwepu el beber la co rta to d o s de lu e g o le ó n , u n p ezu ñ as. pone ta m ie n to s a n te r io r e s ) lelu). le m u le n d i e n Luego, lle v a d espu és escarb an d o , y garras r a íc e s chipwepu. ta d a , y m acha­ tro z o p á ja r o c o n tie n e p a c ie n te jipelu, de un co rta (q u e del tr a ta m ie n to m is m o s b u scar ta d o agua cara (Sterculia quinqueloba) je un espum osa. fa lla recoge la v a (chipewu) s in (wapepa m w iteti nakubukumwina me- in g r e d ie n te s ) in te r v a lo s el h acer a r m a d illo . »E l d o c to r , a c o n tin u a c ió n , to m a u n a c a ñ a e lla a trá s p ara y mpelu: de h a c ia tra v é s m ach acadas museng'u. A ñ a d e v a r i a s c l a s e s y h y r a x (chibatata), u n t r o z o d e de museng'u árbol (Ochna pulchra) y r e c o g e l a s h o j a s e n r o l l á n d o l a s d e s d e l a p u n t a (mafu adikonya adivung'a mafunda) u n a t a d o (mafunda). u sa es y el lu e g o s del museng'u. » E l chibatata (m pelu) un s o n id o s im ila r e x p lic a d o p o rq u e al del lo s se de p a c ie n te d o b la , u sa la com o p o rq u e e p ilé p tic o . s ig u ie n te e p ilé p tic o es m an era: e x tie n d e la s h o ja s un a n im a l q u e «El h a c ia e n r o lla d a s hace samunkambu »El c ia a b a jo c ie n d o una »El una de es m an era e s p e c ie a r m a d illo b o la , c o m o de se lo s de d e la boca y caerá del al »La cerd o a r r ib a e p ilé p tic o , y ha­ p rod u ­ so b re e p ilé p tic o s tra v é s sí (nkaka) m is m o d u ra n te lo s d e la c a ñ a d e m o d o kanyamuki), 14 fo rm a n d o esp asm os. qu e la e s p u m a com o la espu m a e s c a la r . m is m o La m odo e n fe rm e d a d que r e s b a la n y (= s e - o e s c u r r id iz o del p a c ie n te caen lo s r e s b a la r á que in te n ta n mulendi. h ie r b a »La h a c ia un e s u n á r b o l m u y r e s b a la d iz o de s a lv a je m odo v u e la com o d e l e p ilé p tic o . d ifíc il s u b ir que z u m b id o . (kulonda kafulolu e lla mulendi »El nena), p á ja r o d o b la » E l d o c to r s o p la a s a lg a un e s p a s m ó d ic a , p ila que arañ ad a arañ an de c e n iz a ta m b ié n se u sa com o se la lo usa p orq u e hace el le ó n , e l e l e p ilé p tic o p orq u e e n fe rm e d a d to d o se te n d r ía le o p a r d o en su s a r r o ja que ser y el a ta q u e s. a e lla , de a r ro ja d a a e lla .» E ste en lo s s ib le es o tro tr a ta m ie n to p r in c ip io s que recu rso de cu a n to que se la m ás hace que m a g ia grave a la s p arece rep o sar c o n ta g io s a sea la té c n ic a s y p o r c o m p le to s im p a té tic a . e n fe rm e d a d , m á g ic a s (p . E s m ayor e j., po­ sea le p r a , el lo c u ­ ra , lu m b a g o ) . Musong'u wakanwa, o enfermedad de la boca « T o d a u n a s e r ie d e e n f e r m e d a d e s , e n t r e la s q u e s e in c lu y e n la p io r r e a y e l d o lo r d e d ie n te s .» a) Para las ampollas en la boca (mabobela mukanwa). in fo r m a n te e ste c u lto , p r o fe s o r d e l a e sta d o , m arcad o « e sco rb u to » , q u e ch adas. E s dos K a le n e c o lo c a d o s com o to sa s, que H ill. tra ta n e tc . m e n te Y a el pueden ser al ju z g a 14 E s t e t é ^ i n o ya com o té r m in o en el d ic e que, aunque pueden ser s im p le m e n te d e c ía , h in ­ h o s p ita l hay c a lific a ­ ú lc e r a s lo s a f- d o cto re s s ig u e : b ié n la s « P r im e r a m e n te , el kalukuta, co rta en p o s ib le ­ tro z o s, la s a g u a , la s h ie r v e d u r a n t e v a r i o s m in u t o s . e s tá n s e a p lic a boca, e n fe rm e d a d e s . árb o l que la e n c ía s a n te s mwalu ( l l a m a d o t a m Olax obtusifolius), r e c o g e r a í c e s , va en la s que com o m is ió n , d e s c r ib ía por C ahal r ú b r ic a que, no lla g a s se d e s c rib e co m o p o n e e n u n a c a z u e la co n C uando y d e la c a r a c te r iz a d o cto r e sta s ín to m a s , E l p r o c e d im ie n to d o cto r El b a jo se a p r e n d ie r a e sc o rb u to , o tra s h e r p é tic a s , ndem bu a m p o lla s c ie r ta m e n te p r o b a b le m is io n a l d e e s ta d o s por e s c u e la b a s ta n te ig u a lm e n te a c a lie n te s , la pone fe ^ e n ta c ió n de la c a z u e la la c e r v e z a Un e n tre la s cabeza ta y le vapor que p ie r n a s so b re d ic e la a b ie r ta s c a z u e la , que ab ra del le la boca q u e a s c ie n d e . C u b r ir s e e l v ie n to no se lle v e a su d ar, el la m e d ic in a d o cto r que e s tá e n ju a g u e la agua” ku-kucha). es c u a tro boca en con la e lla E ste la é s te r e c ib e m a n ta c a z u e la o y un del al (d e e m p ie ­ cu b re, p a c ie n te c o n tin ú a la de fo rm a kudibu- de lo — “ la v a r s e tr a ta m ie n to su m an­ c o lu m n a p a c ie n te que d ic e (kum um ika la poner una paño el n om b re p ie l le con to m a que boca d u ra n te se con tre s o d ía s . »Si lo s tro z o s r e s u lt a d o s y la s a g u a , lu e g o no son bu en os, c a lie n ta da la le n t a m e n te m e d ic in a el d o cto r to m a al la s fu e g o a l p a c ie n te va r a íc e s , en p ara una que a un la s árbol co rta c a c e r o la se la v e en con la boca e lla . » O tra des fo rm a en que agua e n ju a g u e de la v a d o de b oca (nakusesa yibalu) tro z o s rymbosa), ja n a so b re con el cu erp o mwang'alala (Paropsia brazzeana), con hace d ir e c ta m e n te to ta lm e n te C uando r e tir a le c o m p le ta m e n te el vap or) tililam u o kudijikililam u. za p a c ie n te , cu b re la crece c a lie n t e boca so b re y de lo s e lla . e fe c tú a p la n ta p a r tie n d o se le T ie n e da al que gran ­ musosu (Boscia co- te r m ite r o s . E s to s el agua con se la tro z o s p a c ie n te h a c e r lo se p ara rem o ­ que d u ra n te una se se­ m ana. » F in a lm e n te , y s e c a lie n t a n la boca r a n te M is se en d u ra n te v a r io s co rta n en pedazos a g u a . E l p a c ie n te v a r io s m in u to s . r a íc e s tie n e q u e R e p ite n de kambanjibanji re te n e r el ag u a e sto a in te r v a lo s en du­ d ía s .» in fo r m a n te s te m an era: la e n fe rm e d a d . m e mwalu «El e x p lic a r o n se u sa e l tr a ta m ie n to p o rq u e es am argo d e y la s ig u ie n ­ puede m a ta r mwang'alala s e u s a p o r q u e d a d e n t e r a ; t a m b i é n e s p i ­ (ku-yeya). » E l musosu s e e m p l e a p o r q u e n o t i e n e s a l , e s i n s í p i d o . » C u a n d o e s t u d i á b a m o s e l musosu, u n d o c t o r d i j o q u e l o s d o c ­ »El c a n te to re s que do p ru eb an m a ta de e x p e r im e n ta c ió n «El kam banjibanji b) m e n te que d iv e r s a s de « lo s m e d ic in a s e l d o lo r — u n a h a sta o b s e r v a c ió n que que e n cu e n tra n im p lic a un se gra­ r a c io n a l. se u sa p o rq u e es p i c a n t e » '5 D o lo r de dientes con boca llagada (kakeleketi, ku-keleketa, « c a r c o m e r » ) . S e t r a t a d e u n e s t a d o d ie n te s una c ie r to caen por s í s o lo s » , e s d e c ir, '5 E s t a r a í z s e e m p l e a i g u a l m e n t e c o m o a f r o d i s í a c o m is m a s r a z o n e s — « p a r a c a l e n t a r e l d e s e o » . s in ser p o s ib le ­ en el e x tr a í- fe m e n in o . p o r la s d o s. lo s Se d ic e d ie n te s que la s « E l d o cto r co rta zos en la v e el en tro z o s u n a o lla , c a lie n t a la boca. D u ra n te c o c im ie n to b ie n s ig u ie n te s con la r a íz agua y v a r io s se de la d ía s fr e c u e n c ia . Piorrea, chivukuta. m u e stra n in e fe c tiv o s te de fro n ta l q u ita n debe la s se u sa y el e n c ía s » S i lo s d o cto r puede tr a ta m ie n to s « e n c u e n tra em pezar a de — que una a de isoha. Q u em a el una a él de de se e m p le a pequeñas p e lo ta (d e que com o h o rm ig a s m a te r ia h a sta r e d u c ir lo T rae p a rte de una a y y p r im e r a . el qu e se lo Las c e n iz a s c o lo c a o tra v ie ja V ie r te lu e g o d e lic a d a m e n te (ku-keleka), p ara que a se e m p le a añade a la p ara e x tra e r c o m id a . La de h o ja la s en­ e n tre va a en c e n iz a s de e lla pe­ e je m p lo , e n c im a d e b a jo la s de c e n i­ lo s a g u j e r o s m is m o p r o c e s o de que y com o in te r io r pone so b re tra v é s un masoha c a la b a z a agua im p id e pa­ m e z c la c o n hace la s de­ el c o n o c id a c e n iz a s c a la b a z a se p ar­ la s quem as Luego d e la c a la b a z a d e a r r ib a p a s e a la d e d e b a jo . E s te que m ás la que lla m a d a s u e lto . c o n tin u a c ió n z a s y la v a c o la n d o es en co rroe la s o r g á n ic a ) , isoha r e v e s tim ie n to h o ja . A e sta se con a n te r io r e s (walokola nyiteta). L u e g o c o l o c a e n s u g r a n d e , c o m o l a s mubula (Uapaca s p . ) , p o r h o ja tro­ es a g u je r o s m odo d e la una ileng'i. de queños m enudo e s p e c ie to m a c e n iz a y que b o ca so sp ech ar s a l. de la san gre y n id o lo s p ara p orq u e la s u fre c e n iz a d o lo r pone e n ju a g a r s e ipupa El ipupa, un d a a l p a c ie n te chivukuta, « l a e n f e r m e d a d c í a s » (musong'u wadyang'a wushinshinyi). « E l d o c t o r (ch im buki) c o g e c a ñ a s ileng'i c ie n te el (dayeya ch a n ti).» p ic a n te c) « m e d ic in a s » caen . h ie r b a la s la c e n iz a s sal m is ­ m a s p a s e n a l r e c ip ie n te in fe r io r . C u a n d o e l d o c to r e s tim a q u e y a ha p asad o s u fic ie n te su o lla m e d ic in a s . de líq u id o (Hymenocardia acida), en e l in te r io r d e u n a H ech o to m a una r e c ip ie n te »E l d o c to r h ie r v e e l a g u a ha evap o rad o M e z c la h a sta é ste con h a c e r la ta m e n te el to d a y la s m uy agua la in f e r io r , la d ir ig e r a íz y a un s ó lo un n e c e s a r ia el p ara en kapepi (nyemba) chipwepu. p o lv o kapepi, de m ango v a c ía árbol le r a s p a l a p i e l d e c a la b a z a rasp ad u ras con se c o la d a p o r la s c e n iz a s queda fin a c a la b a z a e sto h a sta que se (mung'wa). s a la d o m ach aca la m e z c la d e c u c h illo , y a ñ a d e e x a c ­ c o n v e r tir la m e z c la en una p a s ta . »Tom ando p a rte nar la b re y p a s ta e sta d o lo r id a p a sta , p a sta . por de s a le p a s ta la s san gre, D espu és la s la e n c ía s , e x tie n d e e n c ía s de y un del el con p a c ie n te . p a c ie n te un A c u id a d o veces, e m p ie z a r a to , e l m is m o d escan san d o to d o a p a c ie n te m o m e n to al por e s c u p ir se cu an do la fr ic c io ­ san - fro ta la el do­ lo r s e h a c e d e m a s ia d o san gre d e ja de m ie n to m uy b u e n o .» E l tr a ta m ie n to p orq u e es p orq u e huti). L a se p arece kapepi p io r r e a , d ifu s ió n la de fro ta n d o d o lo r id o . Es h a sta e ste q u e la un tra ta ­ « S e e m p l e a c e n i z a d e ileng'i (ku-tukuma). E l isoha s e e m p l e a a m p o l l a s (mabobela) o b u r b u j a s (mad e b i d o a s u s a b o r a m a r g o (wukaw u)». a s í: s a la d a la s u sa segú n a — co m p u e sto p u n to e x p lic a a se le n e , e s m u y c o m ú n p lia del fu e rte m e n te se El a g u d o . S ig u e lu e g o m anar lo s d o cto re s e n tre d e la m is ió n d e l h o s p ita l lo s n d e m b u . A lg u n o s a t r i b u y e n d e p e n d e n c ia del c a r b o h id r a to s cazabe casi com o K a- su am ­ c u ltiv o b á s ic o p u ro s. Musong'u wampang'a, hinchazón de escroto E sta e n fe rm e d a d , p r o d u c id a r id o s por p ara de p. 3 6 ), c o n c lu y e que p ara se a é s to s cree, el a su s c o lm e n a s al e s tu d ia r « c o n tie n e n fu n c io n a r ... s ó lo segú n y no que e fe c to c id o s esposas y m e d ic in a p rod u ce la e s te del que veces por de e n tre la s ta m b ié n lu v a le , q u e a fe c ta — y segú n a veces ndem bu, e n fe rm e d a d lo s lo s W h ite h a b ilita s e le c tiv o , Los es m a­ por lo s que e scro to la y a d ú lte r o s a d ú lte r o . lo s la d r o n e s . poder a p u n tu a liz a r q u e mukayu — « y a del pueden c o n t r a lo s ta m b ié n — lo s s e le c tiv o h in c h a z ó n la s e l a d u lte r io s im ila r e s poder de e m p le a d a s co n tra m e d ic in a s un m a y o r ía co n tra h u e rta s m a r id o s » . E s lo s la mukayu, a o b s ta n te , se a p re su ra n es cree, com o m em brum virile del se « m e d ic in a s » p ro te g e r p r o p ie ta r io s (19 6 1, la s n iñ o s no no s ó lo r e c ié n na­ te n e r la » . p r i m e r a c o s a q u e e l d o c t o r (ch im buki) h a c e e s i r a u n ivung'uvung'u (Kigelia pinnata — e l ‘ á r b o l s a l c h i c h a ” q u e t i e n e l a r g a s v a i n a s c o m o f r u t o ) y d i r i g i r l e u n a i n v o c a c i ó n (kushahu mpandula). L l e v a c o n s i g o s u h a c h a y s u a z a d a y d i c e : «La árbol “Tú, oh de reco gerem o s ti á r b o l, yo te r e c ib í debe de te n e r o tro poder d o c t o r 16- L a p ara m a ta r m e d ic in a la s que e n fe rm e d a ­ d e s ” (eyi mutondu nawutambwili kudi chimbanda mukwawu yitumbu yinukuhukaku yikali nang'ovu yakujaha nyisong'u). »Luego, coge el fru to s lu e g o d iv id e la te e n tr o c ito s e sto agua c u e n c ia 16 á r b o l, d o cto r del e x tra e á r b o l. la r g a v a in a e in tr o d u c e c a lie n te d u ra n te y una r a íz , un tr o z o Pone en de a lg u n a s r a íz d o s p a rte s, u n a ig u a lm e n te e l p a c ie n te v a r io s to m a bebe en la la en h o ja s una d e la s re­ c u a le s p a r ­ c a c e r o la . S e p ó c im a y c a c e r o la , con añade c ie r ta a fre ­ d ía s . E l q u e a sí in v o c a , h a a p r e n d id o la s p r o p ie d a d e s c o m o t e r a p i a p a r a la e l e f a n t i a s i s , d e o t r o d o c t o r . y u so de d ic h o »El de d o cto r, la s uvung'u. cad a de en que v ie r te la s y la agua p ila m e d ic in a de que y del h ace o tro o tra le del el p a c ie n te es se r e tir a n la s s e g u ir s ig u ie n te a la p ila de tr a ta m ie n to d ía s »El ma, de lo s s is te en m as con za a g u je r o e sta una la com o agua fr ía . cazu e­ es p a c ie n te lle v a d o y lu e g o al (ku-sumuna muin fe r io r de y d erech a le en de cada uno m e d ic in a se de gu ard an e lla d esp u és la se la la vez a por tro z o su ch oza. y p ara la s e s c a la r del ro m p e o una Luego se de a e llo hace o de de m ie l, haga al y b o ls a el con su la y o un m e d ic in a (m olu de que de nsacon ­ pequeñas m ás de e s tre c h a . por el panal o a ta a u n a c u e lg u e ra­ co rte ­ nsama el s itu a d o y lo w e- é sta s nsama h a to cu erd as p a rte e stá el tre s c e r e m o n ia . le v a n ta nsama m odo s a lir a quem a dos c a la b a z a con d ía v o lv e r c a c e r o la s , c o lm e n a s . E l al árb o l d o n d e fu e g o Al deben d u ra n te de u so s. ch oza, pues b e b ie n d o a ta d o c u e lg a coger tr e s en Luego r a íc e s , e s c o n d ie n d o la s con o p a n a l, d e se m a ta v ie r te tr a ta m ie n to . te r m in a r la la s to d o y así s e g u ir coge c u a le s d ir ig e Y de ahum ar fo r m a h ie r b a s , se que despu és un en c a z u e la m ás. la s san ­ o p e ra c ió n , u lt e r io r e s e l p a c ie n te lo s la c a z u e la . p ara del y de c e n iz a s , y D u ra n te y r e s tr ie g a q u ita r le c u e rn o s -v e n to sa c e n iz a . una e stó m a g o T ras la s abdo­ a p lic a del El o p erad o r (ku-kanda). p ila del (kasamu); cu ern o d e l o m b lig o c a c e r o la s lo s con d e é ste y su h u m o se en con ­ d o c t o r , - lu e g o , b e b e m ita d p a rte la to m a r una lu e g o p o r e n c im a cu erd a la v e n to sa con e l p a c ie n te de a lg u ie n de p r im e r a s s a n g ría iz q u ie r d a . en que la c o lm e n a . P r e n d e e n to n c e s d e b a jo poco en la s en de tie m p o en cu erd a, p ara s itu a d a al d e n tro a c e n iz a s y h a sta c o n o c id a lle n a dos una ivung' rasp ad u ras p a r t e , s e la ll e v a e l p a c ie n t e a s u r e p ite b u lto la s una la de un co rta h o ja s (ísosu), C uando una poco e m p le a d o s un de o p e r a c ió n , e l m é d ic o d o cto r v a a c o n tin u a c ió n en re c o g id a la s p u lp a , un d erech a cad era c a c e r o la s , se le de E l una lig e r a m e n te b a s ta n te yang'wa), la de m á s , te n ie n d o d u ra n te la o b lig a d o la pocas (ízalelu). co rte o tra b e b ie n d o de cad a m achacad as c a z u e la , una da un L a c a z u e la , p o r su debe a de p a c ie n te c u b r ié n d o la en a p lic a ju s to hace fo r m a p a c ie n te un le a p lic a m e te v e n to sa s, se é l, y c a lie n t e y unas en m e d ic in a c a z u e la . hace e n c im a m e d ic in a g re al co rte pone de c o n tin u a c ió n , e l p a c ie n te nsompu, la c a z u e la s , h o ja s , so n d e l p o b la d o h ará dos c a n tid a d te rc e ra le v e n to sa ; co rte s y en una h o ja s p a c ie n te ju s to a la o tr a . A fa c u lt a t iv o m en nueva en r e tir a r á »El r a íz c a lie n t e c e n iz a s a s is te n te , y eji) p asa agua fr ía de la m e d ic in a se tra e c ie r ta c a z u e la s . L a s una lu e g o una rasp a la s nsompu, a c o n tin u a c ió n , pone Luego, una v e r tir la s Se a c u a le s ram a ju s ta m e n te la s a b e j a s . M u y a m e n u d o reco g ed o r de m ie l la d e ja e n to n c e s lo s c o lg a n d o que uno el de de d o cto r e llo s , se d ir ig e — que p ro d u ce fru to s fru to , una y »De h a sta r a íz v u e lta ram a. a a su red o n d os y m ach aca que lo pone e lla la s E sto e s lo q u e e l p a c ie n t e c ió n se le p a c ie n te a p lic a n bebe O tro s la la v a in a se se p a re c e n chado, y p o r e s ta e m p le a la y h ech o to m a h o ja s en en un una de de ha isosu c a la b a z a tie n e q u e al qu e cu en co con él un c o g id o de pequeña de cu erd a m a ta p orq u e a se lo s a y com o c a la ­ c a z u e la la cazu e­ del árbol beber. A p a c ie n te , o d e b id o e le fa n tia s is a que lo s de c o n tin u a ­ a n te s, y s e m e ja se e m p le a el h a to c u e lg a n e s tá n el te s tíc u lo pende de de de La h in ­ muhwila. mpelu. del e s p e c ie a cau sa «El d e n tro makutu). o un el fru to una nsama de s ig u ie n t e s : cu ando (nyisokwa cu erd a, es te s tíc u lo s lo s fru to s p orq u e razó n tro z o fu e ro n lo s te s tíc u lo s e m p le a m is m a isosu dansama, Se la a d ic io n a le s e m p le a (iyang'wa) en el tro z o de c u e rn o s-v e n to sa c a la b a z a El ha m e d ic in a .» c o m e n ta r io s ivung'uvung'u de A ñade r a íc e s la s pone (kanung'u). muhwila. abandonados se a la r g a d o s — la con vez muhwila (Strychnos spinosa) d e a r c illa y re sto s una h o ja s . nsompu, nsompu en e sto s Y árb ol p o b la d o , c o n v e r tir la s Son reco g e. un a lg u n a s ( lupanda). O t r o b aza la ndem bu e lla , su com o p e s o .» Musong'u wamutu, d olor de cabeza S e reco n o cen wamutu na s ie n te p ita r ? ). por que la S ie n te la s dos la s ie n te s por e n c im a ab arcar kena”, c im a una el lu e g o de una aguda lo s que ch oza p esad a por o jo s , — e ste de y to d a kakenka, en exp resa p unzada c o m ie n z a s ie n e s m overse e m p ie z a a d o le r le , b) cabeza» ; e m p ie z a e n tr e c e jo a fu lg o r fu lg o r «una a lu e g o el musong'u el cu an do e m p ie z a la que el e x te n d ié n d o s e p a la b r a de o que sus cabeza y o jo , de musong'u wamutu: a) de d ic h o , p ie l wanyembu wamutu to tip o s p r o p ia m e n te y lo s se rayo de d o lo r e x tie n d e ju s ­ h a sta “ ku - P ro d u ce cu an d o re p e n te , p a l­ p r im e r o musong'u el un o íd o s . del v ie n e «con p erso ­ (¿a cae y es en­ com o d o lo r » . a) « E l d o c t o r (ch im buki) s e d i r i g e a un á r b o l kapwipu (Swartzia madagascariensis) y c o r t a d e é l g r a n d e s p e d a z o s d e c o r t e z a (yitum bu yakusesa). A c o n t i n u a c i ó n l a s i n t r o d u c e e n u n a c a c e r o la y p a c ie n te se h a c ié n d o lo che y »Si a un le s fa lla agua con lu e g o c o n tin ú a árb ol añ ade la v a en con e s ta fr ía c u a lq u ie r el o m e z c la la v a d o c a lie n te . to d a m o m e n to a lo la r g o la P asad o cabeza. d u ra n te de un ra to , P uede e l d ía v a r io s o el s e g u ir la no­ d ía s . l a m e d i c i n a kapwipu, e l d o c t o r s e d i r i g e chikoli (Strychnos spinosa), l l e v a n d o u n e n to n c e s a ta d o de h ie r b a , c o n h o ja s e l q u e q u e m a a lg u n a s quem adas m ach aca h a sta m ach acadas le al Si la s pone una a el m edad, puede reco ger d o cto r que d o se el agua a e ste se a c to »Si fa lla la s te z a una e n fe rm o lín e a id e a en el su in te r io r que la m ano y hace E l se cada la s ié n lu c h a r á p a r ie ta l y u sa m e d ic in a La e x p lic a c ió n con si lo ku-b.oba, s a lp ic á n d o la r e fe r e n c ia e sta e n fe r­ no, bu s­ to d o tr a ta m ie n to h o ja s d ic ié n d o - e sta o, d u ra e n to n ce s la r g o to m á n ­ v ig o r o s a ­ en co n c re to puede de el a la r g a r ­ una c a z u e la a y unas a la la a p la s ta d o se ju n to que la s la la c o lo c a n con e sto s e ste e n c im a de co r­ lo s d ed o s. cabeza a ltu r a del de la co rta d u ra s, en la e n fe rm e d a d , h a s ta le s de e n tre en iz q u ie r d a , a co n tra Luego rasp ad u ras in c is io n e s m e d ic in a co n tra con v ie ja . una pone va d erech a la recoge rasp a, y Iweng'eng'i (Dracaena reflexa) h a b e r la s hace d o cto r p. 3 6 3 ], la » S i a ú n c o n tin ú a la e n fe r m e d a d , se h a c e n en la s cabeza m e d ic in a s , ta m b ié n o tra s y d e l c a b e llo . F r o ta de la la s la s lu e g o a n te r io r m e n te h o ja s . M e z c la é s ta s n a v a ja d esd e la v e lu e g o el que c a lie n te , el n o m b re de cabeza. Iweng'i p la n t a to m a se e sta s Ku-boba [véase kambanjibanji, de C o lo c a agua tr a ta m ie n to chikolí, el d e e lla a lg u n a s L uego E l de m o rte ro , en d ía s . ta m b ié n rasp ad u ras bu scar to m a cu en co kam banjíbanjí de m is m o s a lp ic a r la v a r io s que s u fr id o haga. cabeza. un añade se co n o ce co n el la de d u ra n te r a íz en co n tra él lo d e l d ía . E s t e la v a d o m e n te le c o n tin u a c ió n , car un y ha de nsompu. en c a c e r o la p a c ie n te d e s u s h o ja s . R e c o g e d e n tro c o n v e r tir la s en p a c ie n te , m e d ic in a . y m a ta r la . dos co rta d u ra s m ás c u e rn o s-v e n to sa . N o tusum u.» p r o c e d im ie n to se da, es la que s ig u e : kapwipu s e u s a d e b i d o a (ku-yeya), p a r e c i d o a l d e l «El p ic a n te lo m e z c la co n tra la con sab or p e n e tra r en am argo (wukavu) la p im ie n ta . C u a n d o to d a la cabeza y y se lu c h a r e n fe rm e d a d . chikoli »El ta m b ié n agua, puede su c h ile o se u s a d e b id o p o rq u e es u n a a su m e d ic in a “ fu e rte ” (wukawu), p e r o (ku-kola — “ s e r f u e r t e d e b id o su sa b o r am argo o b u e n o ” ). kambanjibanji »El yeya) »El se lo y su ca rá cte r lwengí fro ta q u ie r e quem an d e c ir sus se e m p le a lig e r a m e n te h u e le f u e r t e co n tra que h o ja s el se se s a b o r p ic a n te y e s " p ic a n te ” . P ro d u c e cu erp o . e stá a C uando quem ando e stá n (ku- a s tr in g e n te . se quem an d o lo r c u a n d o h o ja s de él chísaku" n. C u a n d o s e ‘ ‘ i n s e c t o s ” (tububu — eu- "u n quem ando 17 S e g ú n W h ite (19 6 1, p . 38 ). e l t é r m i n o l u v a l e chisako « d e n o t a c u a l q u i e r c o s a q u e a f l i j e o a to r m e n t a a la s p e r s o n a s , s e a e n fe r m e d a d , m a la s u e r te o f r a c a s o , c o m o la fa lt a d e é x it o e n la c a z a , o u n e s p í r it u p e r t u r b a d o r fe m is m o e m p le a d o m ilia r e s y en de lo s gen eral d e c ir que e n tre b r u jo s ) to d o se h o ja s . o el si u n es s u fr im ie n to , que el " r e s e n tim ie n to ” te co n tra o tro . de p od eres se que o tro el m uch os tr a ta m ie n to s . lo s fa . b r u jo s ), m a lé fic o s ; que q u ie r e es el que de la una s ie n te que lo s la s m u e rte h a sta p ie r n a . Es se cre ta m e n ­ p roced e de de lo s por lo s fa . e s p ír itu s p o b la d o s u sad o de un con g o lp e a d o o p roced e es cau sa ju n to causa sea b razo h om b re T a m b ié n a lo s p rod u ce a un (chisagu chikwaku chawafu). » E l lwengi c r e c e e n l a s c e r c a n í a s en de quem ado a lg u ie n ro m p a (chítela) q u e u n t i p o d e chisaku b r u jo s , se será (malwa) s u e rte d e s ig n a r (wafumisha chisaku). m al uno, p rovo ca a lg u ie n Un lo s tie n e m a la que m u e rte , o tie n e el p ara (fa m ilia r e s h a b itu a lm e n te p a c ie n te la m ilia r e s que e x p u ls a n d o chisaku E l n dem bu ndumba a q u e llo e stá » E l d o lo r d e c a b e z a chisaku; lo s y y lo s se u sa h e c h ic e ­ (a lo ji)» 18. b) Musong'u wanyembu. « E l d o c t o r s e d i r i g e h a c i a u n b o l mudyi (Diplorrhyncus condylocarpon) y c o r t a d e é l u n t r o z o (chibalu). L u e g o v a h a s t a u n á r b o l f u l m i n a d o p o r e l r a y o y t o m a o t r o t r o z o . L u e g o , o t r o m á s d e u n á r b o l kapepi (Hymenocardia acida) y o t r o m á s d e u n á r b o l kapwipu (Swartzia madagascariensis), o t r o d e u n á r b o l chikwata (Zizyphus m ucronata) y o t r o d e u n á r b o l ch ik oli (Strychnos spinosa). T o d o s e s t o s yibalu s o n ro s lle v a d o s a z u e la y tro z o de ( a r c illa b la n c a la se ch oza m e te n mpemba r o ja ), y a una del en lín e a p a c ie n te . e lla to d a s ( a r c illa y o tro r e b la n d e c id o s , y el d o cto r to d o a lo o tra r o ja y A su sp en d e za en el d in te l m e d ic in a a te la un de la ah o ra »Al am an ecer p a c ie n te la uno kumwina) ha la s e sto dos te r m in a d o d ic in a , e l p a r ie n t e to del de r e c ib e ca­ un mukundu o con la a r c illa (mufun(mufunda wang'ula). d e la c a z u e la e lla con una p a c ie n te . a r m a d illo . tr a z a v ie ja lu e g o A Se el n o m b r e cu erd a veces añade se co rte ­ adem ás izawu, de de añade o a la agua “ r e c ip ie n ­ v u e lv e a de p a r ie n te s p r e s io n a n d o h ace, el h o ja s de cerca ser a r r o ja r e p e tir s e lo s del p a c ie n te v ie n e d e h a c h a . E l d o c t o r v ie n e ig u a lm e n te y cabeza, d u e le . M ie n t r a s é s te de c a z u e la ng'ula de del b o rd e d e b a jo la una tra e n m e d ic in a s ” . c h o z a c o n d o s h o ja s al la r g o ch oza cap arazó n c a z u e la , q u e de e n to n c e s m e d ic in a s . S e b la n c a ) da wampemba) c o n tin u a c ió n Se coge la s a la con p a r ie n te de la la hace fre n te m e d ic in a del dos p u e sta h o ja s a sus d el sol y a la la v a donde (kuken- e n tre c h o c a r c o n c ie n z u d a m e n te la s a llí a p a c ie n te . C u a n d o la v a d o con la m e­ p ie s . E l t r a t a m ie n ­ su s a lid a , y ls Para su uso en la adivinación, cfr. Turncr (1962. p. 73) o tra vez ár­ a su p u e sta , d u ra n te v a r io s d ía s , h a s t a que el d o lo r de cabeza p a s a .» E l r a z o n a m ie n to g u ie n te : lo s r ito s de am argo . árbol de a tra v e sa r la ch ik oli »El halwa). E l por d illo se Se u sa d e b id o tie n e se escon d e a ch ocar la s de de cabeza. usa m e n te a en qu e E l lo s rayo a su es el s i­ nkang'a, el T a m b ié n se u sa de p orq u e es p orq u e el rayo es cabeza. (wukawu). am a rgo r fu e rte s en (m utondu wakola). fu e rte el usado e s p in a s ) se u sa p orq u e pue­ e n fe rm e d a d . p orq u e es h o ja s u sa m uch os del s a le el d e b id o a que e s p e c ie s a lg a n de re p re se n ta que lo de m a la puede m a ta r p ara el el E l e n tre ­ del h o ja s d o lo r en­ red o n d o s, m a le s ta r la s la el arm a­ c o m é r s e la s . a r r o ja que que h o rm ig u e ro s p ara r e a liz a p a c ie n te , o tr a ta m ie n to s , y a isoha, hacha (ku-tookesha); s u e r t e (ku- p u r ific a r (mashi) h o r m ig a s p a r ie n te p ie s p ara san gre en lo s la s fu e rte . s ó lo se e m p le a esp eran d o fu e d e l d o lo r (q u e a r m a d illo fe rm e d a d . tr a ta m ie n to m u ch ach as. la s árbol mpemba s i r v e mukundu s i g n i f i c a lín e a d e e s te de un » L a lín e a d e la a p orq u e c o n sta n te kapepi s e chikwata »El es su byace e m p le a fu lm in a d o e l p in c h a z o »El se p u b e rta d mudyi E l »El com o que mudyi «El lo d o lo r b ru sca­ d e je de in ­ c o n v ie n e . El m e d ia to . »C uando s o l, tr a e al m undo la lu z que (itang'wa) s a l e p a r a t o d o s , e s e l a n c i a n o d e l m u n d o (ita n g wa wudunakwinza nayuma yejima, diyi m ukulum pi wampata). sol N o so tro s m en zar tro s d e c im o s poco lo s a fr ic a n o s n u e stra s te ta m b ié n , caer la ta m b ié n al que llu v ia , que v in o la q u e r ía do r e g ió n . a la la m e d ic in a s ) que a debe ap arecer. si lo co­ N oso­ h acem os así (nyisong'u yetu yifom oki). razó n tie m p o s e d ijo "el E ste m á s c o m id a lle g ó la s e n fe r m e d a d e s es se y da lo s a la de deben que m o r ir tra te m o s al con el p a c ie n ­ o r illa p r o p ie ta r io ta l h a b la b a p ara del su r ío "N z a m b i" 19 Nzam bi c u i d a que el sol era d iv in id a d ) . h o m b res. L u u n d a 20, l l a m a d o niwamantung'a, de de c o m ie n c e d e b ilita n la s e s ta sol a ta rd e ce r. a n im a le s de el d e s c u b ie r to se q u e a c tu a lm e n te lo s a p lic a c ió n que hem os ta rd e ; » H ace m u ch o b re ( la de e n fe r m e d a d e s C reem o s, sol a l qu e a n te s H ubo Mweni, de lo s una L u k o ji, en un de la h om bre “ e l p r o p ie ta r io ” , o r e in o s ” , je fe p e r s o n a lm e n te p u e b lo , s e vez (n o m ­ Mwe- im p o r ta n te Nzambi. S i Nzambi. C u a n ­ con la p e d ía a el C o n g o , la g e n te v in o a 19 V e r lo s p u n t o s d e v i s t a d e B a u m a n (193 5, p p . 104-105) s o b r e e l c o n ­ c e p t o s o l a r d e m u e r t e y r e s u r r e c c i ó n e n t r e lo s c h o k w e . 20 L a p a t r i a o r i g i n a r i a d e lo s n d e m b u e s K a t a n g a . venerar a Mweni con el rito muso/u — rito ejecutado por los je ­ fes cuando las lluvias tardan en llegar.» «E l dolor de cabeza» es un tipo de enfermedad que aparece más claramente asociado con las creencias en la brujería y la hechicería que muchas otras enfermedades. Posiblemente esto es debido a que la cabeza se considera el lugar específico de la vida individual. Un dolor sentido en la cabeza puede ser sínto­ ma de un ataque místico contra la vida de alguien por obra de un brujo o un hechicero, si bien el tratamiento contra el dolor de cabeza se dirige más contra una vaga e inespecífica multi­ tud de agencias maléficas; que contra un determinado brujo o hechicero. A este respecto, el tratamiento del dolor de cabeza cae., al igual que el de la locura, dentro de una categoría fron­ teriza entre el ritual y la terapia. Cuando los ndembu hablan de «el sabor amargo», «picante» «a cre» «fu erte», «Salado» o punzante» de las medicinas, es claro que están pensando en ellas como si tuvieran algún efecto empíricamente curativo sobre el estado del paciente, aun cuando nosotros tengamos que consi­ derar que los principios que fundamentan su uso son los de la magia simpatética, contagiosa u homeopática. Cuando para curar el dolor de cabeza extraen medicina de un árbol fulmina­ do por el rayo, simplemente debido a la analogía que perciben entre el rayo y la punzada repentina del dolor de cabeza, ellos son los primeros en adm itir que la medicina ha sido elegida, no a causa de sus efectos curativos, empíricamente verificados, sino porque «la enfermedad se parece al rayo» y por tanto está im­ buida del mismo tipo de poder místico. Una vez encarnado en un símbolo, este poder puede ser controlado por el doctor en beneficio de su paciente. Un paso más adelante, en la dirección del ritual, es el que vemos ejem plificado en la incineración de hojas de chikoli. Esta incineración tiene el fin explícito de ata­ car el daño causado por las agencias místicas. La acción se dirige contra la agencia maléfica, más que contra la enfermedad como tal. No obstante lo cual, la medicina kapwipu, empleada a causa de su «sabor picante y am argo» y la medicina chikoli, quemada «para destruir los familiares de las brujas», se apli­ can por igual, y exactamente del mismo modo, como emulsio­ nes para lavado de cabeza 2| 21 Como muchos investigadores han indicado, esta es la base teórica que separa, de la manera más clara, la medicina primitiva de la occi­ dental. Es posible que las cenizas de c/iikoli contcngán algún ingredien­ te que objetivamente reduzca el dolor de cabeza, pero no es ésta la razon de su empleo; las medicinas curativas son epifenómenos de creencias místicas, no resultados del experimento científico. L a d is tin c ió n d ic in a » no que tip o , r itu a l, es es el ta re a r itu a l que o p ara ta n to del se lo s en un v iv o s su e l e s c a ló n do a n im a l m ás b a jo c o n tr o la d a s , e n c im a do seres con ta r a hum anos lo s s o lo s , ni con o poder sus h o m ú n c u lo s cero s r illa s a c tiv a d a s c ió n , m o v iliz a de su fie r o ilomba, con con A s í, san gre e lla a s e m id ió s song'u, d io de la un del a s u m ir se por el su d is fr a z lo s cree d eseo de que lo un se cau sar ve en a to rm e n ­ la e llo s g e n e r a lm e n te de a lg ú n b r u jo s que h e c h i­ o una se lo s o tro tie n e n lo s hum ano, fig u ­ m a ld i­ en cargará e s p ír itu s m odo an­ la a y u d a d e te r m in a d o lihamba) de m u e rte por seres o mu- 22 E l fo r ta le c id a apoyo por cu an ­ hacen p r o fie r e com o a c tú a n de s itu a d a s a to rm e n ta r con lu v a le m o tiv a ­ d ic e q u e andumba; p a rte , pueden de c o n s titu y e n m a lé f ic a s , s ie n ­ lo s (musalu) por in te r m e d ia r io s , q u e m o v id o s que que ro s tro ge­ in fo r ­ m ás a tra v é s o el e lla s v a le n el que zom bi el e n tre « e n fe rm e d a d » , e sto s c ie n te s , o (c o n o c id o de y d e c id e n e je m p lo , hum ana; chihamba, un por c o n s c ie n ­ de a g e n c ia s se tubeyela lo s c e s tr a le s , c o m o en e l a flic c ió n d ic e es­ con « v iv a s » , p e r o a flic c ió n que E l u san , en c a re n te s p r o p ia s s e r p ie n te s m ie n tr a s , de d e la s in o tr a b a jo ; de se a g e n c ia s s e r h u m a n o , o a c tú a n fa m ilia r e s , sus seres lo s e lla s la s v o lu n ta d in te r m e d ia r io . tie n e n de e n fe rm e d a d e s , ra ra m e n te d ir e c ta m e n te , d e la a y u d a d e o tr o ser y de d iv e r ­ s o c ie d a d . com o com o por te o r ía n d e m b u c o n c ie n c ia a c tú a n m odo, la veces de ndem bu de e s p e c ia lis ta e n fe rm e d a d d e c ir s e la je r a r q u ía a lg ú n d e e lla s . L a a hum ano, P o d r ía en de la c o n s id e r a d a s que m a lig n id a d . del «m e­ p r im a r ia m e n te co n tro l con y s u til, y Los p o d eres m u e rto s , q u e « e n fe rm e d a d e s » , a u n q u e s e n tid o en o de tra ta b a jo v iv o s « p ie n s a n » , so n c ie r t a m e n t e c ió n que c la r a . con com o b e n e fic io e n cu e n tra n a m an era h e r b o la r io en « fá rm a c o » e x tre m a d a m e n te cargad as d e c irs e in v is ib le s , c u a n to es de e stá n to rtu ra r tu n io . L a s h a c e r la é sto s en r itu a l» cosas puede ya te s , v is ib le s n e r a l, la s m a n ip u la r p e c ia lis ta « m e d ic in a » « s ím b o lo p o s ib le to d a s y p od eres e n tre cu a n to s ie m p r e creen so en el m e­ con s­ c a s tig o p a c ie n te . M osong’u wanshing'u, enfermedad del cuello, cuello rígido Los « s ie n te n ndem bu com o d ic e n si su que c u e llo lo s que s u fre n e s tu v ie r a ro to de por e sta e n fe rm e d a d d e n tro , s ie n te n 22 W h it e (19 6 1, p . 4 7 ) d ic e q u e l o s mahamba d e b i e r o n s e r o r i g i n a r a m e n t e e s p í r i t u s d e la t i e r r a , m á s t a r d e s i n c r e t i z a d o s c o n e s p í r i t u s a n ­ c e s t r a l e s , y q u e e n la a c t u a l i d a d a p a r e c e n c o m o f o r m a c u l t u r a l m e n t e standard d e m a n i f e s t a c i ó n — e n t é r m i n o s d e e n f e r m e d a d o m a la s u e r ­ te — d e e s t o s ú l t i m o s . d o lo r e en la p a rte p o s te r io r del c u e llo , y el c u e llo e stá r íg id o in m ó v il» . a) « E l d o c t o r mosia angolensis) va y p r im e r a m e n te co rta y r a m illa s . A ta lu e g o el o tro A una c o n tin u a c ió n se un un d ir ig e a arco te n g a to d o s h ie r b a s coge dos sus b ro te s r o to y la lle v a de pequeño recoger nteng'w iji (Phragm ites); mubang'a (A fr o árbol que u n a cu e rd a al e x tre m o e x tr e m o , h a c ie n d o m adas a ram a o cañ as pedazos h a sta (kawuta). ta m a ñ o de la s (ndun- c o r t a d o s p o r la s ju n t a s . C o lo c a e n to n c e s d o s b o la s d e c e r a da) de bas o de la pequeña cañ as. fle c h a , s u e lta del la el por ram a d o cto r se o del e n tre y m odo acerca p a c ie n te . el arco en de al lu e g o cada arco lu g a r y la cu erd a y donde pasa c o lo c a de la s h ie r b a e s tá e l p r o c e d im ie n to S e g u id a m e n te la e x tre m o el en h ie r ­ m odo d o lo r o tro el b razo el arco a del y lu g a r p a c ie n ­ so b re su hom ­ (ku-pakatisha kawuta). b ro »Tom a ta m b ié n r io r del gar d o lo r id o , e x is te se la ‘‘f le c h a ” . R e p ite c u e llo te Con chilundi a b e ja lla ­ in d e p e d ie n te s , así d o lo r . el d o cto r mubang'a, árbol com o ta m b ié n con él e l d o c t o r c o lo c a e l a r c o y la s itu a d o e n c im a b) «Si de e ste la tro z o s m a s tic a L u e g o , e l p a c ie n te (ku-kanda) a p r ie ta a lg u n o s lo s y en se el A co rte za lu g a r e s el arco c u e llo . la e l ju g o a q u e llo s p asa fle c h a de escu p e por e l lu ­ donde la no cabeza c o n tin u a c ió n s o b re e l te ja d illo e x te ­ en de y e sto , d e la c h o z a v e r a n d a .» tr a ta m ie n to no tie n e é x ito , el d o cto r p e n e tra e n to n c e s e n la s e lv a a b u s c a r u n lu g a r d o n d e h a y a m u e r to u n a p i­ (m bom a) tó n tre s y queden aún v é rte b ra s del c u e r d a , h a c ie n d o to c o n s is te en n a r lo s lu e g o te a l c u e llo te v a r io s La te : s ió n . cho lo s así un c a le n ta r e s to s d e l p a c ie n te . e x p lic a c ió n ram as con La que del E l una una n o v ic io s cu erd a d u ra y la s c o n tin u a c ió n so b re p asa el por se una p r o c e d im ie n ­ e l fu e g o , p a ra d e ja r lo s a ta d o s p r e s io ­ fin a lm e n ­ p r o lo n g a o r in a n o b lig a g o lp e a a a lg u n o c ie n te s ie n te m odo en el e m p le a n el en el así d u ra n ­ La s ie n te cera s u a v iz a r á el segu n d o da es la te n e r su s ig u ie n ­ tie s a s ; ceder a una c u e llo do­ p re­ d ere­ — el árb o l co n tra el que de la c ir ­ c o n s e g u ir du­ r e c lu s ió n , tr a s c ic a tr ic e n se usa a b e ja su vez. tr a ta m ie n to y p orq u e e l m is m o de a se m a n tie n e n a p e r ío d o nteng'w iji c u e llo . se p a c ie n te mubang'a e lla , é s te m al se h a c e r la s s u s h e r id a s h ie r b a con d e c ir al de d u ra n te La e r e c c io n e s . tr a ta m ie n to s mubwang'a ram a ras se s e r p ie n te tr a ta m ie n to q u ie r e h acer que p itó n A h uesos d e e sto s árbol e n fe rm e d a d com o e ste la s o b r e e l lu g a r d o lo r id o , y c u n c is ió n , p a r a de de c o lla r . d ía s .» «Las b la r la s s u s h u e s o s . S i c o n s ig u e h a lla r lo , c o g e cad áver cu an do d o lo r es que su ave Los (yayovu), h uesos p orq u e la se el p a­ de la p itó n es a la se vez fu e rte p o n d rá y ( m am ovu); d e l m i s m o fle x ib le fle x ib le , e n vez de m odo el c u e llo tie s o .» Musong'u wachigongu, viruela (incluyendo la varicela aguda) D e la v ir u e la c h ic e r ía el a ire o tro va le jo s su h ijo no a flic c ió n de en te s, o lo s lo s sus p o d ía Los la Si por una Se la e lla la c a ía e n fe rm a U no de segu n d a (yalala) p lo , p ara la lo c u r a E l d o cto r en y la m e d io recoge le p r a . de la rasp ad u ras m ufung’u (Anisophyllea n e la co rte za golensis), boehm ii), E sta s y r o ja c o lo r que segrega que p ro d u ce d e s in fe c ta n te s C uando le f r o t a r:a?) o La de con s u c e s iv o s . flo r e s , de c o lo r g e m in a d a s , d e p le a n El a m a r illo , c o lo r ta m b ié n d e lo s b u s, id e n tific a d o del N o rte se t r a t e N ota , de com o por el lo s ndem ­ p ero no h a y , p o r e je m ­ se lle v a a cabo una s ig u ie n te s tie n e a la s a n a r a n ja d o . museng'eleli, la s un acceso de f i e b r e , se ^ wululu (¿Khaya nyassise p r o s ig u e que d u ra n te p re se n ta pequeñas p ara p escar. p o s ib le m e n te kaonde D e p a rta m e n to en p ú s tu la s . y dos unas red o n d as, h o ja s , m a c h a c a d a s , se veneno ila , la m b a , ár­ tie ­ F lu id , c o n s e g u id o s h o ja s Sus c o lo r h ie r b a le g u m b r e unas c la r o . lo s s ilv e s tr e » , q u e de so b re tr a ta m ie n to es fa b r ic a r bem ba, yom be, y con el Jeyes fro ta c a p a z d e id e n t ific a r e s ta p la n ta : lu e n fe rm e d a d , mukula (pterocarpus ane l luvung'u (Anisophyllea d el m a to jo y verd e p ara y la v ir u e la wululu el m e z c la n se de « c ir u e lo red o n d os se h o ja s v ir u e la , c o m e s tib le s , p a r e c id o s r o ja , fru to s m e z c la la v íc t im a el cu erp o co rte za fru to s gom a m a c h a c a d a s . E l m is m o d ía s de s p .), o eu ro p eo s, co m o lo c a l. y s e l­ in fo r m a n ­ m e d ic in a s , tr a ta m ie n to p ú rp u ra; (nyemba) rasp ad u ras el a lm a c é n y p rod u ce r o jiz o de la s e lv a . b o le s : c ir u e la s , d e E l en v a r io s lo s en m o r ta l, m is peor he­ « v ie n e r e c lu id o s e x is te n e n tr e e llo s g r a n d e s e s p e c ia lis t a s , c o m o g e n e r a lm e n te b r u je r ía , que c o n s id e r a n e s la le p r a . S o n « verd ad eras» de d ic e eran m ad re te m id a , q u e la s r e s u lta d o v ic e v e r s a . c o n s id e r a b a m ás con ocen sea ndem bu a fe c ta d o s a ld e a s . Sandom bu, que que a n te p a sa d o s. a c o m p a ñ a r la , y d e s p u é s d e la bu cree lo s eu ro p eo s» . tie m p o de se de de Khaya nyassica. F a n s h a w d e Cassia. y N o se tra ta d el m uch as B osqu es e he mulu- o tra s de s u g ie r e em ­ s id o que tr i­ R o d e s ia ta l vez u n a e s p e c ie a modo de conclusión , sobre el tratam iento l>E L A S E N F E R M E D A D E S L o h a s t a a q u í d ic h o F o rcn es s is te m á tic o s c o n s titu y e so b re el e l re c u e n to tr a ta m ie n to c o m p le to de la s de m is d iv e r s a s in en­ fe rm e d a d e s . Lo c o m e n ta r io s y cam po, m e e n tra r en fu e ro n su reco n o cen vos o con a lo s c u r a tiv a s des se — y le era por r e z a m ie n to e s p a ld a , de deben e je m p lo , m os de ser chikwata song'u wevumu por m í en por Los y lo s G ran fr ía y de se e je m p lo , q u e la s e n fe rm e d a ­ en cu rar r e la tiv a s en lo el la s re fe ­ del en de­ d o lo r v a r ia c ió n a lo s p e r c e p tib le ser el caso p ara en que a lo s y d u ra n te a n te s en p ara lo s p a rte de d ía s , en vez e l tr a ta m ie n to r e c o g í e x is te n de en e ste lo s e ste Por e n fe r­ de del r a í­ de­ la s mu­ aún gran ndem bu m a te r ia l d o m in io s d esd e una m e d id a , fu e del h a b ía n la s pueden por M w in in y i- e m ig r a d o d e l r ío poco s o c ie d a d e m p le a d o s r e c o g id o je fe o r illa s r e la tiv a m e n te v a lo r e s ^ d e d a to s s o b r e lo s a r t i­ q u ir ú r g ic o s » p o b la d o añ o s a n te s— lo s dos de la s m e d ic in a s e n fe rm e d a d e s . reco m en d ab an el té c n ic a s A unque r e s u lt a c o n s id e r a b le d e l je fe m u ch as p a r tic u la r m e n te « p r o c e d im ie n to s h a lla b a n v is ta , de c u r a ti­ m e d ic in a s , K an on gesh a, co n tra puede de ndem bu d o m in io s de de h o m b res. M bam bu, — tre s co n d u c ta s e n ta tiv o s lo s h a b ita n te s A n g o la , p u n to s agua e n tre e l p o b la d o la que lo s la s o tro d e te r m in a d a s m e n c io n a d a s ndem bu. la m b a . A d e s c r ito h e r b o r is ta s p ara lo s in f o r m e s q u e y o c h a r e c ie n te en en m e c á n ic o s lo s lo s lo s A n te s (kapokota), s e l e s a d m i n i s t r a r a n h o j a s y musenzi (Caom bretum zeyheri), r e m o jo E n tre lo s de h e c h ic e r ía . to r c id o una de tr a b a jo d e la p la n t a r a íc e s fic io s de d is e n te r ía en o b sta n te , h e r b o r is ta s ces m ach acad as ja d a s he mudyi árbol u sad as h a b ía la s ta n d a r d iz a c ió n , no r e c o m e n d a c io n e s que que y que d e c ía , p o r de kaneng'a, r ito m i p r o c e d im ie n to s p ad re in tr o d u c c ió n c u a s i- r iu a le s ; c o m o un e x is te , nuevos b r u je r ía la a c to s a d v e r tir d e n tro la de in fo r m a n te s . sayitumbu. un del la una te n d e n c ia a pena de a tr ib u y e c u r a tiv o s lo s la o r g a n iz a c ió n la r g o d iv e r s o s K a le m a , p r o c e d im ie n to s re n te a la lo d e l tr a ta m ie n to . S e ta m b ié n p r o d u c id a s ser a «satiyum bu » , de N d e m b i, Izem b a, p or m erece p o b la d o K an on gesh a que, in v e n to r e s p ad re del p re te n d e h ech os n om bres «sakuuka», je fe s ig u e e s tu d io , lo s K a to n tu , qu e o b s e r v a c io n e s en fe ­ L o ^ a , in flu e n c ia d o s c a m b ia n te . c o n s id e r a r s e Sus rep re­ tr a d ic io n a le s . A rtificios mecánicos empleados en medicina (E n su m ayor p a rte u sad os por lo s in m ig r a n te s a n g o le ñ o s re­ c ie n te s ) M a s a je s P a r a c u r a r e l e s tr e ñ im ie n to , de ca sto r, y se m a s a je a con se fro ta c u id a d o a e l e stó m a g o c o n tin u a c ió n . con a c e ite V e n d a je s c ir c u la r e s Cuando hay lo c a d a s , se de fib r a de za, en al p a lm e r a m ie n to del c is io n e s d o lo r e n tre cabeza p ara s ir v e ta m b ié n p ara chisesa se e m p le a de cabeza. Se e fe c tú a n y una F in a lm e n te , s e c u b r ir la s c o lo c a el d e s ig n a r ta m b ié n m e d ic in a d is ­ vendas de co rte ­ n om bre un de p o ste p ara p r im e r o el de tra ta ­ pequeñas in ­ o r e ja , fr o tá n d o s e h ech a de chisesa un por cu erd as r e c ib e la c o r r e s p o n d ie n t e e lla s a r tic u la c io n e s con El so b re kalayi. p la n ta v e n d a je E l o fo rm a d o s a ta d o s c a d a o jo c o n tin u a c ió n lu g a r a fe c ta d a . que p a r tid o . del c ir c u la r e s , fu e rte m e n te área té r m in o s a lid o s v e n d a je s co rte za , to rn o chisesa, m ú s c u lo s c o lo c a n co rte za a lr e d e d o r a de la de la h e r id a s . H e m o r r a g ia P a ra b re la e v ita r Los C uando ab scesos una la a p lic a n a r iz r á p id a m e n te san gra, se la agua ta p o n a fr ía con so­ h o ja s . (m ahuti) A bscesos con h e m o r r a g ia s , se h e r id a . a s t illa pueden co rta rse con a g u z a d a , la v á n d o lo s un a c u c h illo o a tra v e sa rse c o n tin u a c ió n con agua ca­ lie n t e . M o rd ed u ra d e s e r p ie n te P rim e ra m e n te x im a — d e b a jo lu e g o d u ra se y s is tir a co rta se a) de a ta la de m e d ic in a p o lv o la s una lig a d u r a r o d illa el tro z o a p lic a en: p a r tir se de del carn e a c o n o c id o cabezas o la en cod o, s itu a d o h e r id a . con el desecad as la sea a lr e d e d o r La de m e d ic in a n om bre y ju n tu r a segú n de m ás caso— , la m orde­ puede ndakala, m ach acadas de pró­ el con ­ h ech o to d o s lo s b) c o r t e z a d e r a í z , r e d u c i d a a p o l v o , d e l á r b o l mukeketi (Veptoderris nabilis) — c o ­ n o c id o ta m b ié n c o m o m usombu— ; c) r a í z d e m upem bi (Ekebergia arbórea) r e d u c i d a a p o l v o ; d) c o r t e z a d e r a í z d e mundoyi (Chrysophyllum [ Magalism ontanum ] bangweolense), r e d u c i d a a p o l v o , y e) r a í z e n p o l v o d e mutokatoka (Ile x m itis). tip o s d e s e r p ie n te Al m is m o p a c ie n te tie m p o debe mutokatoka m e z c la d o Luego, y con se c o n o c id a s que se por a p lic a su h o ja s m e d ic in a a la h e r id a , el s a liv a . a ta n fu e r te m e n te m a n g o sta (kabunshi, m ung'eli la s la de h ech as se ndem bu; musombu, m upembi, mundoyi, mwang'alala (Paropsia brazzeana) y t r a g a r e l j u g o m ascar (masaku) das lo s fro ta con so b re la s la p ie le s y en to rn o de tre s a kang'amba). p a n to r r illa y el la lig a d u r a d ife r e n te s A n te s a n te b ra zo b o ls a s e s p e c ie s de del ser de a ta­ p a c ie n - 13. N o v ic io s c ir c u n c is o s , v e s tid o s c o n su s m e jo r e s r o p a s , d is p u e s to s a d a n z a r e l ku-tom boka a n t e s u s p a r i e n t e s y v e c i n o s . 14. E l s a n tu a r io d e u n g ra n c a z a d o r : s e c o m p o n e d e r a m a s a h o r q u illa ­ d a s c la v a d a s e n t ie r r a p a r a c o n m e m o r a r a lo s a n t e p a s a d o s d e l c a z a d o r , e n t r e m e z c l a d a s c o n r e t o ñ o s d e á r b o l e s m uyom bu, p l a n t a d o s e n h o n o r d e la s s o m b r a s d e l o s a n t e p a s a d o s d e l l i n a j e . 15. Una impresionan­ te batería de cuernos de antílopes negros y ruanos adornan 1o s santuarios ancestrales de un gran cazador. m 16. Un anciano del poblado hace una li­ bación de c e r v e z a «blanca» e invoca la sombra de un antepa­ sado a la hora de plantar un nuevo ár­ bol muyombu en ho­ nor de e s a misma sombra. Obsérvese la forma de exponer la blanca madera inte­ rior, haciendo un cor­ te en la parte supe­ rior del esqueje. Un habitante del poblado recibirá a continua­ ción el nombre del antepasado, acompa­ ñado del prefijo nswana— «sucesor de». te . S i la el san gre no flu y e lib r e m e n t e to m a un poco de d o cto r de con cha de ( m bachi), l a to rtu g a boca, ch u p a la h e r id a T r a ta m ie n to de y de le h e r id a , c o m o m asca a p lic a co rta d u ra s la ndakala m e d ic in a lu e g o un la de un poco d e b ie r a , r e c ip ie n te en su p r o p ia m e d ic in a . p ro su d a s S e h i e r v e n e n u n a o l l a r a s p a d u r a s d e c o r t e z a d e m upuchi (Brachystegia spiciform is), muvuka (Marquesia m acrova), mwanda (Julbernardia paniculata), mundoyi (Chrisophyllum s p . ) , mwang'alala (Paropsia brazzeana) y mudyi (Diplorrhyncus condylocarpon), a p l i c á n d o s e l a m e z c l a c a l i e n t e e n u n a v e n d a d e f i ­ b ra de co rte za , co n stru y e b la d o , e n una que se ch oza a ta de so b re la q u e e l p a c ie n te la p a rte (nkunka), h ie r b a debe a fe c ta d a . s itu a d a Luego, fu e ra p e rm a n e ce r h a sta del se po­ recu p erarse. E m é tic o s S i u n a p e r s o n a h a in g e r id o a lg o ras de mundoyi, (kapudyi), p a r a r a íz c a lie n te de echan p e la d u r a s en ja r r o un Cuando y se que r a íz ha con p a c ie n te una la s rasp ad u ­ p a p illa com a; aguada ta m b ié n se kavulawumi (Maprounea africana) de p erson a v e n e n o s o , s e le d a n m e z c la n el cerveza, p ara una veza, p ero h o ja s de de que que el p a c ie n te b e b id o una lo gran beba. c a n tid a d de cer­ n o p u e d e v o m ita r la , d e b e m a s c a r c u a lq u ie r e s p e c ie tra g a r la de s a v ia . E nem as Los enem as (tuswaha) se hacen q u e lle v a n a g u a c a lie n t e y él e m p le a n m is m o . Se lo m b r ic e s con c a la b a z a s de pequeño ta m a ñ o c a ñ a s in s e r t a d a s e n e l c u e llo . S e lle n a n c o n s e le dan in te s tin a le s a l e n fe rm o en casos si el p ara de que s e lo s p a c ie n te e s tá a d m in is tr e (kapokota), d is e n te r ía d e m a s ia d o y de d e lg a d o . E n t a b lilla d o s L o s e n ta b lilla d o s ch os o de de b ie n e s te r illa s de en cerrad o la s cañ a co rte za . E l en la segú n se p ie r n a s p ie l p a c ie n te ch oza un p o llo en tro z o s to rn o sep arad o de h ie r b a , D e b a jo m e d ic in a le s . la s lo s m ie m b r o s (yisesa), es p ro fu n d a s . h o ja s d ic e , c u r a b a a p ara p a lm a b a s ta , a ta d o s una co rta d u ra s so b re se u sa n de E l ro tu ra s y cu ran d o a de al ro to s. E s tá n caña m ie m b r o del com o de de la s fa m o so de con cu erd as re s to del en tr a ta m ie n to el e s te r illa s p o b la d o se sayitumbu m ie m b r o s a m b o s , p a c ie n te y de a p lic a n K a to n tu , r o m p ié n d o le y he­ azú car, la s p o llo , ju n to s . C uando c ie n te Las el lo p o llo h a c ía echaba a an dar (¡a l m enos en te o r ía !) el pa­ ta m b ié n . a m p u ta c io n e s son d e s c o n o c id a s P u n to s Jam ás fu n d o , se el h a sta dan p u n to s d o cto r a c ie rra la s un h e r id a s . C u a n d o o jo « p ara que la el co rte es m e d ic in a pro­ p e n e tre e l fo n d o » . Q u em adu ras «C uando a lg u ie n tie n e una q u em ad u ra, el chitakachi (Phyllantus discoideus), de que d o cto r son tr a e h o ja s p r im e r a m e n te m a c h a c a d a s y lu e g o r e m o ja d a s e n a g u a , fr o t a n d o a c o n tin u a c ió n la h e r id a con dos m ás. d ía s »Si to r la e s ta m e d ic in a . E l q u em ad u ra quem a h u esos ha de conduce ta de con gom a (m ula) c e n iz a s m is m o p r o d u c id o cerd o c e n iz a . L u e g o al lo s tr a ta m ie n to la lo s m achaca m u e le h a sta te y se le a p li c a n su A gua h e r id a y p ara se que la v a deben p r o s ig u e de s o la de la com o la m ie l. y pegada mukula seca, com o do ner s a lv a je , la con ta n ta s en Se una kampandi la s r e p itie n d o y tro z o s U na C uando fo rm a r vez e ste un árb ol de co rte ­ secos, e n to n c e s q u em ad u ra Sus e s tá una lo s al p a c ie n ­ ya lim p ia , e stá a ú n co s tra . com o s o la húm eda. E l tra ta ­ sean n e c e s a r ia s se u sa s a le son to d o él wusi; que m e lo s a s , son la ta n h e r id a en al una ig u a l d ifíc ile s no se de ab ra, p ie z a . la h e r id a fo r m e u n a gom a com o c o s t r a y a q u e la c o r t e z a d e p ara mukula. con d u ra h o ja s p la n t a u san de m e z c la d o s »El s o l. tra e " p e g a jo s o ” ; a p e tito s a gom a q u em ad u ra al Se sem an as p ie z a . se u sa p a ra q u e la a lg u n o s agua. la wazema, es una h o ja s »El b ie n m e z c la r s e la s quede secar p o lv o . cu an d o p or sep arar y fr ic c io n a n d o h e r id a , a fro­ d ía s . recoge a en doc­ cu ra. chitakachi tir a , pone p o lv o s c o n s e g u ir la »El la r g a lo s se lo s p o lv o s m ie n to y c o n v e r tir lo s el r e d u c id o s mukula, árbol te r m in a la grave, d e ja r lo s un d u ra n te c u r a , el d o c t o r se d ir ig e e n to n c e s a kampandi (Maytenus cymosus), za, y so b re p r o s ig u e h e r id a h a sta v a r io s se h a sta h e r id a h u esos d u ra n te »Si la h e r id a n o una s a lv a je p a c ie n te mukula de tr a ta m ie n to p ara una Los de p o lv o s mukula, p a s ta h acer kapandí de se c o stra h u eso u san de p ara d u ra cer­ po­ seca. que la e s d u r a .» h e r id a fo r m e una Baños de Y a vapor hem os ta m ie n to de o c a s io n e s vor de el e m p le o e n fe r m e d a d e s d u ra n te a q u e llo s b r o n q u itis , ner s e ñ a la d o la s el baño la v is ta . kayong'u, r ito p a c ie n te s a tr ib u id o s del de a que un que vapor puede p re se n ta n c a s tig o de T a m b ié n lo s el u sa c e le b r a r s e s ín to m a s de en se de tra ­ en en fa ­ asm a, a n te p a sa d o s o (T u r­ 1 9 6 1 , p p . 5 , 2 3 -2 6 ). E s c a r ific a c io n e s Las m uy e s c a r ific a c io n e s g e n e r a liz a d a , c o m o son una p r á c tic a ya hem os v is to . te r a p é u tic a ndem bu V e n to sa s E m p le a d a s el kaneng'a) ñ o s, en con v a r io s e l fin m ís tic a m e n te v e n to sa s se r ito s d e a flic c ió n exp reso in o c u la d o s e m p le a n (p . e j., e n d e e x tr a e r a q u e llo s en ig u a lm e n te el en cu erp o o tra s del c la s e s el ihamba, o b je to s d a ñ i- p a c ie n te . de Las te r a p ia . Observaciones ulteriores sobre medicinas y tratamientos (yilonda, L la g a s a) Se m e z c la n e m ig r a n te s lla g a s con pequeña chilonda) h o ja s m ach acad as Aphrohiza nitida) b le m e n te d o res s in g . del con de cobre C o p p e r b e lt de de gran d es h o ja s p or Z a m b ia , la m e d ic in a a s í c o m p u e s t a . E l m a ta w unkom ukom u tr a íd o y lo s se ( p o s i­ tr a b a ja ­ fro ta n w unkom ukom u la s es un a la n c e o la d a s . b) S e m e z c l a n c o n s a l , o b i e n r a í c e s m a c h a d a s d e mukuva (Marquesia macrova), o b i e n h o j a s d e kapwipu (Swartzia madagascariensis) y s e f r o t a n c o n e s o l a s l l a g a s . D esórd en es a) ja s C uando ya a n te s n om bre te El no un n iñ o es chikang'anjamba, de que in fa n tile s de lu d a b le » . (d e r r ib a r )» , de Las chikoli h o ja s se y se v ie n e d é b il, s u n om b re m e n c io n a d o chikang'anjamba puede n om b re hem os d e m a s ia d o o tro en u sa p orq u e y se es que fu e rte «Ser fu e rte , d e ja n reco g e a el y ho­ chikoli, árbol tr a ta m ie n to s ; (« el á r b o l) ku-kola, m ach acan al a lg u n o s s ig n ific a de p ad re dado el e le fa n ­ d u rad ero. d u ro r e m o jo en o sa­ agua fr ía . b) coge C uando h o ja s de un n iñ o ta rd a kanbanjibanji en ap ren d er a (u sad a s a n d a r, su p a d re ta m b ié n p ara cu rar re­ el do­ lo r de d ía s d ie n te s ), en agua la s fr ía m ach aca, y se la s la s da d e ja lu e g o a a r e m o jo beber a d u ra n te su tre s h ijo . A n q u ilo s to m a Se a d m in is tr a n m ach acadas T ra s to rn o s y de «Cuando ’r o j a ’ o h ijo la la le c h e no e stá wawubwang'u, En de lo s h ijo s del el la le c h e itu , o (kapudyi), su y m in a d o de e l s u e lo una con com er la c o n s id e r a d a in d u c ir al a Si se b la n c a s a lir (mayeli) ’c u l p a ’ o v ó m ito . a o r illa s se pone 'p e c a d o ’. S i s u en ro sca una en to rn o al moíu en red ad era b la n c a .» c o n s id e r a d a del com o el la s m ad res una de la s s ím b o lo do­ r ío . y e n tre un h om b re lo s v a lo r e s de mucheki, d e r iv a r la si c o m e con d eb erá p a p illa escarb ar katumbuka, 19 6 2 a ), s ie n d o p u ra En podem os y del del m ás an exos. mucheki, « r e lig io s a » . m e z c la d a (T u rn e r, de r e lig io s o o b s e r v a n c ia 'a m a r i l l o ', d e n u e v o . U n a v e z h a te r­ d o m in a n te e p íto m e y ’r o j o ’ o un é l.» el r ito es mucheki, p la n ta chihamba r ito com o id e a s de p e r s o n a e s t é r i l ( nshinta). P e r o e l s ím b o lo p arece r ito , la « b la n c u r a » e sta s dos c a p ta r tr a ta m ie n to . o p r á c tic a r a íz y de m e d ic in a s , la s En fa s e su r e la c io n e s e ste caso, « m á g ic a » de el la y conclusiones S e h a d ic h o ( A c k e r k n e c h t, 194 2 ) q u e e l tr a ta m ie n to e n fe rm e d a d , v is ib le s « se que e n fre n ta p re te n d e n con ser te r p r e ta n » . E s t a fo r m u la c ió n o cu rre m o r ir . m e d ic in a tr a ta m ie n to d io s a o r in a r e n m olu wawubwang'u la m u je r se to r n a r á b la n c o la y E l m ucheki e s principal d e l g r a n A n álisis una nshidi, le c h e es sem en sem en hoyo e x is te n te s p ara de es v o lv e r á bosqu e del h ech a la s fr ía , m a s c u lin a c o lo r m e d ic in a to d a s que lle g a r se c o n v e r tir á e n en pech o dando m e d ic in a s , E s te r ilid a d «Si agua wubwang'u, c e l e b r a d o s e n f a v o r d e e l o s , e l m olu wawubwang’u c o n s t i t u y e gem m in a n te en r ito s p r in c ip a le s é ste del d ic e m am a, puede que kavulawumi (Maprounea africana), de la c t a c ió n 'a m a r i lla ' s e la pech o h o ja s r e m o ja d a s en lu e g o , q u e lo s un c ie r to fu e rz a s im b ó lic o s , y c u r a tiv o s r e s q u ic io com o ndem bu. p ara p r im itiv o in v is ib le p o d r á e x p lic a r g r a n p r o c e d im ie n to s queda una por ta le s de m e­ se in ­ p a r t e d e lo q u e P arece, e l e x p e r im e n to , desd e p ero en general se sostiene que hacer visible una enfermedad por medios simbólicos es hacerla accesible a la acción terapéutica, también de carácter simbólico. Una ojeada a la «lista alfabé­ tica de árboles y plantas empleados en los tratam ientos» ilus­ tra suficientemente este punto. La magia de tipo simpatético, homeopático y contagioso parece poder dar cuenta de la mayor parte de las «m edicinas» empleadas. Todos los sentidos — vis­ ta, oído, gusto, olfato y tacto— se ponen al servicio de la aso­ ciación y la analogía. El m ucheki se emplea porque su madera es blanca y su medicina, por tanto, transformará el semen «r o ­ jo » en «blanco» y fructífero. El sonido del kung'ami, cuando burbujea en el estómago del niño, «em puja la enfermedad ha­ cia un lado». El sabor amargo del kapepi o el mwalu «m atará las enfermedades de la boca». El «asqueroso o lo r» del mutata «mata el dolor de estómago en las m ujeres». La «rig id e z» del mubang'a se comunica a la medicina hemeopática hecha a par­ tir de él para curar la rigidez del cuello. No se hace ningún intento por distinguir entre medicinas cuyo efecto depende de un tipo de propiedades sensorialmen­ te distinguibles y medicinas dependientes de otros tipos de pro­ piedades, ni tampoco por reservar cada uno de estos tipos para procedimientos curativos concretos. Todos los tipos se hallan ligados entre sí por un único tipo de procedimiento. El pro­ cedimiento en sí mismo puede, frecuentemente, contener accio­ nes y episodios que en Occidente serían considerados como «religiosos». Me refiero a las invocaciones que los doctores di­ rigen a los principales árboles medicinales, a los lavatorios formales, a las aspersiones y a las unciones. La conducta pres­ crita y estereotípica de los especialistas en curaciones parece pertenecer más bien, en general, a la esfera del ritual que a la de la acción terapéutica. Esta consideración me remite a la in­ terrogación de Ackerknecht con que comenzaba este estudio: «¿Cuáles son las ideas que subyacen a estos actos terapéuticos, y en qué circunstancias (con o sin ritual) se llevan a cabo?» En parte hemos respondido a estas cuestiones al comentar los tratamientos específicos. La idea central que subyace, tan­ to a la terapia como al ritual ndembu es que el mundo visi­ ble está atravesado por, y no es en realidad sino la manifesta­ ción de una serie de «poderes» (jin g'o v u ) reunidos, en último término, bajo la triple rúbrica de lo blanco, lo rojo y lo negro y susceptibles de ser evocados por aquellos que disponen de conocimientos especializados, tanto para el bien como para el mal. Tales poderes, concebidos unas veces como personales y otras veces como animados, pero carentes de propósitos o de Prefijo Rai2 Nombre botánico Enfermedad o lesión Razones de su uso iVÍW- ala Afzelia quanzensis Enfermedades del estómago MwKaMwMw- alu or lukuta anda ang'alala ¿Olax obtu sifoliu s? Ampollas en la boca (¿Escorbuto?) «E l sabor amargo matará la en­ fermedad» (contiene grandes proporciones de tanino, con fuerte efecto astringente — Doctor Cahal) «E l sabor amargo matará la en­ fermedad» MwMwMuM- ang'alala ang'alala bang’a bum ba yachula Paropsia brazzeana Paropsia brazzeana A frorm o s ia angolensis Landolphia rufescens Ampollas en la boca (¿Escorbuto?) Mordedura de serpiente Cortes profundos Rigidez de cuello Lepra Mu- cheki Crem aspora triflo ra Esterilidad masculina WaKaMuMu- dikalanziia or y iza diansefu dyi (M em ecylon fla voviren s) S trych n os stu h lm a n n ii ¿C raterosiphon quarrei? D iplorrh yn cu s condylocarpon Enfermedades de los ojos Mu- dyi Mu- dyi D iplorrh yn cu s condylocarpon D iplorrh yn cu s condylocarpon Julbernardia paniculata Paropsia brazzeana Rabia Dolor de espalda Gonorrea Dolor de cabeza «E s picante y da dentera» «Arbol derecho para doblar» «Tiene la corteza moteada como la piel con lepra» «Las medicinas 'blancas’ vuelven el semen blanco» «Am argo» «Laxante» Arbol de buen augurio (aquí se refiere también al especímen combádo — como la espalda del paciente) El látex blanco se parece al pus de la gonorrea. De buen augurio, amargo. N o m b re b o tá n ic o E n fe rm e d a d o lesió n R azones de su uso Mu- dyi D iplorrh yn cu s condyloca rpon Lepra Blanco como las manchas de lepra, papel simbólico en los ritos Mukanda, sancionados con la lepra. Mu- dyi D iplorrh yn cu s condylocarpon Cortaduras profundas LwL w- eng'enz'i eng'i MuMu- fung'u hanu Draecena reflexa var. nitens ¿Arisophyllea boehm ii? Ficus sp. Mu- h oluh otu C anthium venosum MuMuKa- huma hwila ¡ina'a ludí 1- kamba daChihamba Mu- kandachina S trychnos spinosa (S íro phanthus w elw itsch ii) ¿Apocynaceae creeper? Landolphia C ryptosepalum maraviense (E rio c o e lu m sp.) Rhus longipes Strych n os spinosa ChiMu- kang'anjamba (see ch i­ k oli) keketi ChiChi- koli koli (V e p tod erris nabilis) Syzygium quineense S trych n os spinosa S trychnos spinosa Enfermedad de los ojos Dolor de cabeza «Am argo» «Olor fuerte y picante» Viruela Tuberculosis «Frutos rojizos» «Crece en los huecos de otros árboles: romperá la obstruc­ ción del pecho» Componente tradicional de la es­ cobilla medicinal. Locura Enfermedad de los ojos «Am argo» Gonorrea «Enredadera con flores blancas» ( = pus) «Aclara los ojos» Locura Locura «Crece en la cima de los íermiteros; los locos van hasta el colmo de las cosas» Mordedura de serpiente Dolor de oídos Dolor de cabeza «Frutos amarillos» «Am argo y fuerte» lunda R a íz la medicina P refijo 386 Nombre botánico Enfermedad o lesión Razones de su uso ChiM u- k o li k om b u k om b u Desarrollo infantil lento Locura M u- kula S trych n os spinosa Tricalysia angolensis (Lepta ctin a ) P teroca rpu s angolensis Quemaduras Mu- kula P teroca rpu s angolensis Viruela MuKa- kula kung'am i P teroca rp u s angolensis Chi- kwata Zizyphus m ucron ata Chi- kwata Zizyphus m ucron ata Tuberculosis Trastornos estomacales infantiles Enfermedad del estó­ mago masculina Dolor de cabeza «A rbol fuerte» Componente de la escobilla me­ dicinal «L a goma roja seca como una costra» «L a goma roja igual a las pús­ tulas» «Gom a roja — esputo de sangre» «Huele mal, burbujea, echa a un lado la enfermedad» Ka- kwema Enfermedad del estómago Mu- lendi (Enneastem on schweinfo r th ii) Uvaria ango­ lensis S tercu lia quinqueloba Ka- leng’ang’o m b i Locura I- leng'i Mu- lolu Thom bush of gallery forest (¿Uapaca sansibarica?) cyperus sp. Anona nana KaWu- lukuta lulu See mwalu (Khaya nyassica) Cassia sp. Epilepsia Piorrea Enfermedad del estó­ mago masculina Viruela «Am argo» «Las espinas fuertes despedazan la enfermedad» «S u asqueroso olor mata la en­ fermedad» • «M uy resbaladizo; del mismo modo la enfermedad resbalará del paciente» «Usado en los ritos de iniciación M ukanda» «Cañas de las que se hace sal. Lo salado puede curar» «Fuerte dolor» Turner Raíz Víctor Prefijo yi KaKa- m b a n jib a n ji m b a n jib a n ji KaKaMuM uMuWu- m b a n jib a n ji m pandi ndoyi ndoyi ndoyi nkom ukom u Ka- nsanying’a Maytenus cymosus C hrysophyllum (M agahis m o n ta n u m ) bangweolense (¿Aphrohiza nítida?) small shrub, large lanceolate leaves (?) Ka- nshinshi (?) M (w ) olu wawubwang'u Grows in gallery forest (M u Lu wawubwang’u) MuKaKaMu- pem bi pepi pepi puchi E kebergia arbórea H ym enocardia acida H ym enocardia acida Brachystegia s p iciform is Enfermedad del estó­ mago infantil Trastornos de la lactación Enfermedad del estómago M ordedura de serpiente Dolor de cabeza Piorrea Bilhartiasis MuKa- puchi pumbwa Brachystegia s p iciform is A n cyloboth rys amoena Cortes profundos Gonorrea Chi- puta mazala E ry th rin a tom entosa Enfermedad del estó­ mago infantil Nombre botánico Enfermedad o lesión (tazones de su uso Dolor de cabeza Ampollas en la boca (¿Escorbuto?) Desarrollo infantil lento Quemaduras Cortes profundos M ordedura de serpiente Veneno en el estómago Llagas «Fuerte y astringente» «Picante» Bilhartiasis «Tiene raíces blancas y huele fuerte» «Fuerte olor y gusto amargo» «Su corteza es dura y costrosa» «Emético» «Enredadera 'blanca'. Puede ha­ cer que la leche salga blanca» «E l olor fuerte puede matar la enfermedad» «Am arga» «Am arga» «Gom a roja, como la sangre de la bilhartiasis» «S u goma blanca cae al suelo y parece pus de gonorrea» «Fuerte olor» lunda Raíz medicina Prefijo Prefijo Raíz Nombre botánico Enfermedad o lesión Razones de su uso Ka- pwipu Dolor de cabeza «Am argo y picante» Ka- pw ipu Ka- pw ipu Mu- sam banjita Mu- seng’u Sw artzia madagascariensis Sw artzia madagascariertsis Sw artzia madagascariensis C ryptosepalum maraviense Ochrta p u lch ra M uMuM uMuMu- senzi shokotu soli som bu song'asong'a C om b retu m zeyheri Faurea saligna Vangueriopsis la n ciflora Syzygium guineense X im e n ia am ericana M u- song'asong’a (O la x o b tu s ifo liu s ) Mu- sosu B oscia corym bosa Chi- takachi (Phyllanthus discoideus) Mu- tata MuKa- tokatoka ton g’a S ecuridaca longipedunculata Ile x m itis S trychnos coccu loid es Wu- totu Gardenia im perialis/ Llagas Enfermedad del estó­ mago infantil «Dureza del fuerza» Epilepsia «Sus hojas están retorcidas como alguien con un ataque de epi­ lepsia» Disentería Dolor de oídos Locura Enfermedad del estó­ mago infantil Locura Ampollas en la boca (¿Escorbuto?) Quemaduras y «Aclara la mente de los locos» «Tiene madera dura. Vuelve fuer­ te y saludable» «Am argo para los ojos. Los aclara» «Carece de sal, suave» «L a pegajosidad de las hojas coagula las quemaduras» «Su asqueroso olor matará la enfermedad» «Sus raíces y goma blancos se parecen al pus» Turner «Muy amargo» Víctor Enfermedad del estómago M ordedura de serpiente Enfermedad del estó­ mago masculina Bilhartiasis árbol - salud la Nombre botánico Enfermedad o lesión Razones de su uso Wu- totu Gonorrea Ka- tunya «Sus raíces y goma blancos se parecen al pus de la gonorrea» «Raíces rojas como sangre de bilhartiasis» Mu- tutam buluhi Tabernaem ontana an­ golensis (U v a ria s trom hexaloboides) Harungana madagascariensis X y lop ia adoratissim a MuMuKaKaKaKaLu- vuka vuka vulaw um i vulaw um i vulaw um i vulaw um i vung'u M arquesia m acrova M arquesia m acrova M aprounea africana M aprounea africana M aprounea africana M aprounea africana Anisophyllea b oeh m ii Cortes profundos Llagas Anquilostoma Lepra Veneno en el estómago Rabia Viruela I- vung'uvung'u K igelia pinnata Elefantiasis del escroto IKa- yang'wa yiza ¿Agauria s a lid folia? (M em ecylon flavovirerts) strychnos stuhlm annii Elefantiasis del escroto Bilhartiasis Locura Componente de la escobilla me­ dicinal lunda Raíz medicina Prefijo «Produce vómitos» Emético Emético «Frutos redondos y anaranja­ dos» (¿como pústulas?) «Los frutos se parecen a los testículos» «Parecen testículos hinchados» U> 00 vO racionalidad, pueden ser evocados por diversos medios. En pri­ mer lugar, hace falta un especialista, un chim buki o chimbanda, que «Sepa» (weluka) cuáles son las medicinas eficaces con­ tra una determinada enfermedad, y de qué modo han de ser administradas, y por qué se emplean. El conocimiento, entre los ndembu, significa mucho más literalmente «p od er» que entre nosotros. Saber más es ser más completo, y poseer más poder con respecto al campo de acción al que dicho conocimiento pertenece. El saber, asimismo, aumenta la autoridad y eleva el status social en ese concreto campo de acción y conocimiento. El saber, en una palabra, tiene implicaciones existenciale's. Pue­ de adquirirse por participación en un rite de passage, donde los novicios y candidatos aprenden el uso y las propiedades de las hierbas y otras medicinas, o bien puede ser enseñado por un pa­ riente mayor — modo habitual de aprendizaje en lo que concier­ ne a los conocimientos terapéuticos— , o puede adquirirse por compra de otro especilialista con quien no se tiene parentesco. Cualquiera que sea su modo de adquisición, no obstante, el co­ nocimiento así obtenido confiere a su poseedor un poder mís­ tico, le proporciona una afinidad con las m ateria medica em­ pleadas, y capacita al herborista para activar las virtudes la­ tentes de las hierbas que emplea. Sin embargo, no basta simplemente con poseer poder y co­ nocimiento. El herborista debe dar los pasos positivos para con­ seguir despertar — y el término ku-tonisha, «despertar» se em­ plea concretamente en este contexto— los poderes ocultos y dormidos en las plantas. A vece's, él y sus asistentes lo consi-' guen cantando canciones tradicionales, asociadas de alguna ma­ nera con la enfermedad, mientras penetran en la selva para recoger las medicinas. A veces el herborista dirige una invoca­ ción al principal árbol medicinal, antes de cortar trozos de él, para meterlos en su cesta Iwalu. En la p. 409 doy un ejem plo de este tipo de invocación: «¡Oh, árbol! Y o te he recibido de otro doctor. La medicina que de ti recoja debe tener poder para matar a la enfermedad.» Tras hacer esta invocación (mpandula), el doctor a menudo toma una hoja, la coloca sobre el dorso de su puño izquierdo cerrado y golpea sobre él con la palma de- su mano derecha. El seco sonido que así se produce — a ve­ ces comparado con un disparo de arma de fuego— está tam­ bién dirigido a «despertar» a la medicina o — en los ritos pro­ piamente tales— , a los espíritus ancestrales que actúan como tutelares del doctor y sus adeptos. Esta oposición izquierda-derecha tiene gran importancia en toda una serie de contextos rituales, en los que puede repre­ sentar las siguientes oposiciones: macho/hembra, marido/mu­ jer, flecha (sostenida en la mano derecha)/arco (sostenido en la izquierda) — y en realidad, la «flech a» puede simbolizar los genitales masculinos y el poder de engendrar, mientras el «a rco» representa la fertilidad femenina. Igualmente, la derecha se halla asociada con la blancura, mientras la izquierda suele estar asociada con lo rojo. General­ mente las dos manos aparecen conceptualizadas como un par complementario, en el que la izquierda recibe el nombre de nkwashi, «el auxiliar», el que permite que la mano derecha rea­ lice sus actos, del mismo modo que la mujer ayuda al marido en sus actividades. En medicina se cree que el poder de un chim buki pasa a tra­ vés de su mano derecha al hacha que ésta sostiene, mientras está cortando la medicina de un árbol. Este poder evoca el que el propio árbol posee. También el olor de la corteza al ser des­ gajada o de la raíz al ser cortada, o la goma y el látex que flu­ yen en el momento de la escisión, son considerados expresión de este poder de acción. Cada árbol, creen los ndembu, tiene su «virtu d» específica que, por la acción del chim buki, queda im­ buida de poder místico. Estos emocionantes preliminares — que pueden incluir tam­ bién el empleo de instrumentos musicales, tales como rechinadores, tambores, campanillas de caza y barras sonoras de hie­ rro— constituyen tan sólo una parte de la constelación de ac­ ciones y artículos simbólicos, siendo la form a total del proce­ dimiento la que más señaladamente evoca, contiene y controla los poderes místicos empleados por el curandero o herborista. Resulta imposible dejar de señalar la importancia que tiene el modo de configuración de las partes del procedimiento cura­ tivo. A partir del azar y de la incoherencia del entorno, el chim ­ buki selecciona determinados objetos o conjuntos de objetos, disponiéndolos en una estructura coherente acorde con la sen­ sibilidad valorativa y simbólica de los ndembu, y de acuerdo con su intención de curar un mal específico y culturalmente defi­ nido. Cuando digo que «el chim buki selecciona» quiero decir que sigue una pauta anterior, sea la del doctor que lo inició en la práctica curativa, la tradición en la que dicho doctor se ha­ llaba inserto. Hay que decir a propósito de esto que no es ca­ sual el hecho de que muchos de los doctores lo sean tras haber sido pacientes, que aprendieron primeramente las medicinas y procedimientos curativos de una enfermedad determinada mien­ tras estaban siendo tratados de ella. Pesan en esto considera­ ciones que van más allá de lo meramente práctico, ya que los ndembu tienen tendencia a considerar las experiencias simila­ res o compartidas como el principio de un lazo místico entre todas las personas (incluidos, según creen, los muertos), las cosas y las actividades que hayan estado incluidas en dicha experiencia, o en estrecha relación con ella. Desde el punto de vista de la ciencia occidental, dicho vínculo o relación puede ser más bien adventicia o superficial; desde el punto de vista de los ndembu, las personas y cosas que «estuvieron juntas» en el espacio y el tiempo de una situación crucial para un de­ terminado individuo o grupo, llegan a adquirir una relación pro­ funda y permanente de «participación m ística», por usar .el útil término acuñado por Lévi-Bruhl. Para poder comprender la terapia ndembu, por tanto, es ne­ cesario alejarse de cualquier concepción atomista de los diver­ sos ítems simbólicos y pragmáticos de las medicinas y el tratamiento, y examinar los principios que subyacen al procedi­ miento en su conjunto. Desde este punto de vista, poco impor­ ta si una medicina concreta debe su empleo a un modo concreto de asociación sensorial o mental. Y a que, tras la configuración de las medicinas y actos simbólicos se levanta un reducido nú­ mero de principios que articula en un todo cada uno de los ítems aislados. Esto puede verse claramente analizando cualquier tratamiento concreto, el del m usong'u wanyembu (dolor de ca­ beza «p a rtid o»), por ejemplo. En este tratamiento podemos distinguir cinco componentes: 1) la enfermedad; 2) el simbolismo del color; 3) las medicinas; 4) el modo de tratamiento, y 5) los tiempos del tratamiento. Estos componentes se articulan entre sí mediante unas pocas ideas rectoras. La enfermedad, en este caso, se considera en parte como el resultado de una intervención de un brujo o hechicero. Tiene, en términos del pensamiento ndembu, un ca­ rácter «negro». Esto nos da ya la clave del simbolismo del co­ lor, ya que en este caso al blanco y al rojo se les considera al mismo nivel, en cuanto que actúan conjuntamente para librar al paciente del tinte negro y mortal que produce el rencor del hechicero (chítela) o su acción malevolente (chisaku). La decora­ ción blanca del recipiente representa la «purificación del pa­ ciente», mientras que la línea roja representa la «sangre» o la muerte. Aquí puede representar la «fu erza » que se desea para el paciente, y que puede vincularse con las «fu ertes» medicinas empleadas (mudyi, chikwata, chikoli), ya que los ndembu dicen que la sangre es «vid a », si bien representa también quitar la vida. Así pues, en este caso puede representar quitar la vida al musong'u, la enfermedad, a la que se considera un ser anima­ do. El rojo es un símbolo ambivalente en el ritual ndembu, y aquí puede representar a la vez el deseo de que el paciente re­ cobre la vida y el deseo de «m a ta r» a la enfermedad y la «mala suerte» (ku-halwa). Todas las medicinas tienen un carácter «fu er­ te» (-kola) y agresivo, al nivel del simbolismo de los colores, asociado con el rojo. Todas ellas tienen un gusto «am argo», son «picantes», tienen espinas «para atravesar (o herir a) la enfer­ medad». La propia enfermedad tiene estas mismas cualidades, ya que se la describe como similar a «la brillantísima luz que se produce cuando el rayo cae sobre una choza — esta luz se produce de manera repentina, como una aguda punzada de dolor repentino». Tiene, por tanto, según parecen pensar los ndembu, que ser combatida con sus mismas armas. De ahí el uso como medicina de árboles fulminados por el rayo, «porque el rayo es como las punzadas del dolor de cabeza». De ahí el brusco entrechocar de las hojas de hacha ante la frente del pa­ ciente durante el tratamiento — algo que jamás se nos ocurri­ ría a nosotros emplear como calmante. Tras la simulación que durante el tratamiento se hace de las supuestas propiedades de la enfermedad puede estar la noción (común a otras prácti­ cas simbólicas ndembu) de que revelar o representar es poner de manifiesto y que poniendo de manifiesto el «verdadero» ca­ rácter de la enfermedad o el «ren co r» se tiene ya media bata­ lla ganada, puesto que lo conocido no es nunca tan peligroso como lo oculto y desconocido. Pueden ya llevarse a cabo accio­ nes contra algo visible y clasificado en términos' del pensamien­ to y las creencias tradicionales, y la acción positiva, como a menudo se ha dicho, reduce la ansiedad y promueve la con­ fianza. Aunque tampoco podemos eliminar del horizonte la po­ sibilidad de que el ruido y el shock tengan por sí mismos un va­ lor terapéutico. Como Lessa y Vogt (1958, p. 343) han dicho: «los tratamientos sobrenaturales típicamente prim itivos impli­ can elementos de shock o de violencia análogos al moderno tra­ tamiento de shock — tratamiento que estimula una reacción in­ terna capaz de devolver la salud al organismo». Los momentos de celebración de los ritos — amanecer y ocaso— enlazan de nuevo con el simbolismo del color, con las medicinas y con la enfermedad. Y a que el sol es considerado un objeto «blanco», y un símbolo de Nzambi, el gran dios, fuen­ te de todo poder. A este respecto, la salida del sol parece asociarse con un incremento del efecto de las medicinas, mien­ tras que el ocaso del sol va asociado a la declinación de la fuerza de la enfermedad. Toda una serie de acciones simbólicas, ejecutadas realmen­ te o implícitas en el simbolismo, representan la muerte, la de­ clinación o la eliminación de la enfermedad. Está, en prim er lu­ gar, la puesta de sol mencionada — «las enfermedades deben m orir al mismo tiempo que el sol, al caer la tarde». Luego está el brusco tirar las hojas de hacha a los pies del pacien­ te, «para que la enferm edad lo deje de inm ediato». Está el árbol de espinas chikwata, que puede «traspasar» la enferme­ dad. Finalmente, el empleo de la coraza del arm adillo como mpelu, medicina mágica contagiosa, por el hecho de que el ar­ m adillo come hormigas mordedoras, que se identifican con la enfermedad. El contraste simbólico del «a rrib a» y el «a b a jo » influye en el procedimiento. Ya hemos observado los supuestos efectos de la salida y el ocaso del sol sobre la fuerza de la medicina y la enfermedad. La línea blanca por encima de la roja en el reci­ piente puede significar muchas cosas, pero una de ellas es el deseo de un incremento de la «purificación» (término éste que abarca el conjunto del procedimiento curativo) que supere la «m ala suerte», término m ultívoco que incluye la enfermedad y el rencor del brujo que probablemente la ha producido. En el caso del dolor de cabeza, es, por supuesto, la cabeza (lo de «arrib a») lo que está siendo atacado por la brujería, que, con sus atributos necrófagos, está asociada en muchos contextos con lo de «a bajo». Esta es la razón de que el recipiente de medicina se cuelgue del dintel del paciente, por encima de la cabeza, y la razón de que las hojas de hacha se entrechoquen ante su cabeza, así como la razón del importante papel que jue­ ga el simbolismo del sol. Los poderes salutíferos se alinean así contra la «enferm edad de la cabeza», donde se supone que re­ side la vida (w um i) del paciente. Son muchos los ecos de los ritos ndembu (de los ritos en sentido estricto) que pueden verse en la pauta simbólica de este tratamiento, y que indican hasta qué punto su farmacopea se halla influida por las creencias y prácticas rituales. Por ejemplo, el chikoli, el chikwata, y en verdad el árbol mudyi mismo, bajo el que los novicios son circuncidados, son otros tantos símbolos de gran importancia en el mukanda, el rito de circuncisión de los muchachos. El chikoli, en este caso, re­ presenta, entre otras cosas, un falo erecto, un cuerpo duro y saludable, y la masculinidad. El chikwata, según se cree, con­ fiere el poder de curar a los penes de los muchachos circun­ cisos, tras la operación. Igualmente, durante el mukanda, la me­ dicina protectora de los circuncisores debe ser elevada por en­ cima de tierra para que no pierda su eficacia, y cuando los circuncisores cantan una determinada canción (el ng'ung'u), los novicios deben saltar a los hombros de algún adulto, o subir­ se a un árbol para evitar sufrir, según se cree, incontinencia de orina por el resto de sus vidas. Así, lo que esta arriba resulta de buen augurio y lo que está abajo o sobre la tierra es, en ciertos contextos, de mal augurio, como ocurre en el tratamien­ to del dolor de cabeza. Es probable que exista una conexión entre el miembro viril erecto y potente y lo que está arriba, y entre el m iem bro fláccido e impotente, y lo que está abajo. El dolor, ciertamente, está conectado con lo que yace por tierra, ya que ésta es la postura de la circuncisión. Son varios los in­ formantes que me han dado esta interpretación. No sería de­ masiado descabellado conjeturar que los ndembu asocian la cabeza de un hombre saludable con el glande del miembro po­ ten te, y el dolor de cabeza (producido por brujería) con la im­ potencia (también producida por medio de brujería). Otros lazos simbólicos con la virilidad nos los proporciona el uso de las medicinas kapepi y kapwipu, ya que ambos ár­ boles juegan un importante papel en el simbolismo de los ritos de caza. Ya he estudiado este papel en otro lugar y aquí sim­ plemente diré que, además de sus propiedades específicas, a estos árboles se les atribuyen las tres siguientes propiedades co­ munes: 1) no se pueden hacer cuerdas de su corteza — así pues, no sirven «para atar el arte de la caza», es decir, el poder y la habilidad del cazador para matar animales— ; 2) tienen una madera dura, resistente al agua y a las termitas — el cazador debe poseer dureza y capacidad de resistencia— , y 3) su ma­ dera es blanca, por tanto, encarna el poder de lo blanco, el augurio supremo por antonomasia. El kapepi y el kapwipu son los árboles con los que se constru­ ye el tipo más común de altares de los antepasados de los cazadores: ramas ahorquilladas despojadas de sus hojas y ador­ nadas con trofeos de caza. Las ramas se embadurnan con ofren­ das de sangre, que también se vierten en la base de la rama hincada en tierra, colocándose en los puntos aguzados de las mismas trozos de los órganos internos del animal, consagra­ dos sólo al uso de los cazadores. Esas partes aguzadas repre­ sentan la agudeza del cazador (ku-wanbuka kwaWubinda). Integradas en este contexto más amplio, resulta claro que las medicinas no sólo se emplean debido a su sabor amargo o «picante», puesto que se les atribuye la virtud de conferir ro­ bustez y resistencia a las personas debilitadas por el dolor de cabeza. Si resulta válida la conexión establecida entre trata­ miento y ritual de caza, habría que hacer aún otra referencia a las relaciones entre blanco y rojo, ya que la sangre, expresión más directa del principio de lo rojo, es llevada al santuario de lo blanco, combinándose ambos en el acto de veneración. El tratamiento del dolor de cabeza, desde esta perspectiva, resulta ser un procedimiento form al controlado por ideas re­ ligiosas que se expresan mediante acciones simbólicas y objetos simbólicos: blanco/rojo; arriba/abajo; fuerza/debilidad; sa­ lud/enfermedad (un modo de lo negro); amanecer/ocaso; la­ zos entre el poder de Dios, el sol, lo blanco, la fuerza, la resis­ tencia, la virilidad; y entre el rayo, el sonido metálico, las pun­ zadas del dolor de cabeza, las espinas, la circuncisión y la muer­ te de animales. Como en todas las enfermedades, el objetivo es hacer pasar al paciente de una condición «negra» a otra «blan­ ca» (un aspecto de lo cual es la purificación). En el caso con­ creto del dolor de cabeza este proceso de restauración está diri­ gido hacia la cabeza (acentuándose las operaciones que afectan a las partes superiores de las extremidades). La noción de rayo juega un papel importante, ya que se cree que el rayo fulmina el nudo de hierba que remata el techo de las chozas (parecido a una cabeza humana), así como también a causa de su analo­ gía con el dolor de cabeza punzante y repentino. El rayo, en su acción repentina y feroz, es un símbolo de la brujería y la he­ chicería, y en verdad los ndembu creen que ciertos hechiceros usan medicinas (wang'a wanzaji, «m agia del rayo») que atraen al rayo (incluso en los días más claros) para matar a sus ene­ migos personales. Un dolor de cabeza violento, que persiste posteriormente hasta hacerse constante, es para los ndembu un signo de que un brujo o hechicero desconocido está atacándo­ les en su centro vital. Contra este asalto hay que m ovili­ zar medicinas tomadas de los ritos más señaladamente dedica­ dos a prom over la salud, la fuerza, la virilidad y demás cuali­ dades «blancas»: como pueden ser los ritos de pubertad feme­ ninos (con su símbolo, el árbol m udyi), los ritos de circuncisión y los ritos de caza. De este y otros modos, los valores supremos y axiomáticos de la religión y la ética ndembu penetran en cuestiones tan co­ tidianas como la cura de un dolor de cabeza. El sentido que la existencia tiene para los ndembu se hace presente, tanto en las cuestiones menores como en las grandes ocasiones de los ritos de paso en sentido pleno. Para restaurar el orden, la salud y la paz, los poderes encargados de ellos deben ser puestos en jue­ go mediante el uso y la combinación correcta de determinados símbolos, concebidos como reservorios de poder y a la vez como sistemas semánticos. Para los ndembu, de nuevo, al con­ trario que para nosotros, «con ocer» algo, entender el sentido de un símbolo, o el uso de una «m edicina», por ejemplo, es siem­ pre aumentar el volumen de «p oder». Tras leer lo que hasta aquí se ha dicho, alguien se pregunta­ rá: «¿P o r qué razón continúan practicándose estos tratamien­ tos, dado que es perfectamente claro que carecen casi por com­ pleto de fundamento em pírico y están basados en ideas místi­ cas?» Una de las razones de su persistencia está, sin duda, en el hecho mismo de que forman parte de un sistema religioso que por sí mismo constituye una explicación del universo y garan­ tiza las normas y valores sobre los que descansan los compo­ nentes. soci