Subido por Elizabeth Urquiza

LA IGUALDAD

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LA IGUALDAD
Sin duda alguna, la igualdad constituye hoy un valor esencial para un verdadero
progreso, no solo de la mujer, sino del conjunto de la sociedad. En este sentido, es
justo reconocer que en los últimos años nuestro país ha experimentado notables
avances, mediante la aprobación de nuevas leyes que han planteado la igualdad
como objetivo fundamental. Pero al mismo tiempo, resulta innegable que todavía es
muy largo el camino que nos separa de una igualdad real en cuanto a derechos y
oportunidades en la vida diaria de mujeres y hombres.
Esta transformación social, responsabilidad de toda la ciudadanía y de los poderes
públicos, se enfrenta en la actualidad a un gran reto: erradicar la violencia de
género, una lacra que sufren en primera persona miles de mujeres y que tiene su
expresión más cruel en el asesinato. Una violencia, unas muertes, que evidencian
el fracaso de toda una sociedad y que representa el reflejo más atroz e inaceptable
de lo que significa la negación, por razón de género, de derechos humanos
fundamentales y básicos para la convivencia entre los seres humanos.
Por ello, es necesario combatir esa barbarie desde todos los frentes, trabajando
para la prevención, animando a las mujeres que padecen malos tratos a denunciar,
ayudándolas, una vez que han dado ese paso, a rehacer sus vidas y las de sus hijas
e hijos, aislando socialmente a los maltratadores. Porque quienes ejercen esta
violencia tienen nombres y apellidos y es preciso que la sociedad los conozca, les
ponga cara, los aísle socialmente. Como también resulta imprescindible poner en
marcha un sistema de protección de testigos para que quienes conocen casos de
malos tratos se atrevan a denunciar sin temor a represalias por parte de los
agresores. Y es que acabar con la violencia de género requiere de la colaboración
y el compromiso de toda la ciudadanía.
La igualdad es un valor imprescindible para el progreso, el avance, de toda la
sociedad, porque ofrece la posibilidad de que cada ser humano tenga los mismos
derechos y oportunidades, y en consecuencia, de que cada persona pueda aportar
al conjunto desde su libertad, de que pueda contribuir con su trabajo, su esfuerzo,
sus conocimientos, su solidaridad.
En este sentido, es también fundamental arbitrar medidas que garanticen la plena
incorporación de la mujer en todos los ámbitos de la vida. Medidas que incluyen
acabar con las discriminaciones salariales (ya que son muchas las mujeres que
tienen sueldos más bajos que sus compañeros, aún desempeñando las mismas
funciones) y hacer efectiva una verdadera conciliación de la vida personal,
profesional y familiar. Por eso es vital el reparto de tareas, ya que la mayoría de las
mujeres tienen doble y triple jornada laboral, ya que a las horas que dedican a
ejercer su profesión hay que sumar las destinadas a cuidar de sus hijas y sus hijos,
a organizar el hogar o a estar al cargo de sus mayores. Y hasta que no exista una
verdadera conciliación y se repartan de verdad el trabajo y la responsabilidad en el
ámbito familiar, las mujeres no estaremos en igualdad de condiciones ni tendremos
las mismas oportunidades.
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