MARTIN HEIDEGGER Experiencias dei p e n s a r ¡2 CIQIO-I976) MARTIN HEIDEGGER Experiencias del pensar (1910-1976) Serie LECTURAS Filosofía DIRECTOR Fé lix D U Q U E Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transforma­ ción de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO {Centro Español de Derechos Reprográficos, vww.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. t ít u l o o r ig i n a l : D en kerfa h ru n g en , 1919-1976 © VlTTORIO K losteri^ANN GmbH, Frankfurt am Main, 1983 © A bada E d ito res , s . l ., 3014 para todos los países de lengua española Calle del Gobernador, 18 28014 Madrid WWW.ABADAEDITORES.COM a diseño Sabática producción G uadalupe G isbert IS B N 978-84-16160-12-9 IB IC depósito legal HPJ M-31975-2014 preimpresión E s c a r o l a L e c z in s k a impresión Punto verde, s .a . MARTIN HEIDEGGER Experiencias del pensar ( 1 9 1 0 -1 9 7 6 ) edición de HERMANN HEIDEGGER traducción de FRANCISCO DE LARA A B A D A EDITORES LECTURAS DE FILOSOFÍA Un grano en el suelo, una palabra a lo lejos, de todo tú cosechas, de todo, cuando es tiempo. L in a K r o m e r , Obereggenen ABRAHAM DE SANTA CLARA Sobre la inauguración de su monumento en Kreenheinstetten el 15 de agosto de 1910 El acento natural, sanam ente vivo y a veces fuertem ente g ran u ­ lado otorga al acontecim iento su cuño específico. E l m odesto pueblo de Kreenheinstetten, con sus habitantes pertinaces, indivi­ dualistas y seguros de sí m ism os, yace soñ oliento en la d ep re­ sión de u n valle. H asta el cam panario de la iglesia es extrava­ gante. A diferen cia de sus h erm an o s, no dirige su despejada m irada hacia el cam po, sino que su pesadez le obliga a enterrarse entre los tejados de color rojo oscuro. La regió n casi am orfa, los oscuros bosques de abetos velados p o r la niebla y la deslum ­ b rante piedra caliza relam pagueando in term iten tem ente aquí y allí, p ro d u cen u n extraño efecto. C o n esta sencillez, claridad y verdad se presenta la fiesta de in au g u ració n . A vanzando a través de las arqueadas calles en atu end o festivo, el desfile, sin p o m pa alguna p ero consciente de su im portancia, al más p u ro estilo del H euberg, se ha re u ­ n id o con los m últip les forastero s ante el m o n u m e n to , en el lado sur de la iglesia. « E l cielo alaba» —se oye e n el caluroso aire veraniego, preñado de to rm enta. U n ciudadano saluda m al que bien a los invitados. El párroco Geftler de Engehvies explica la génesis del m on um ento, recuerda lleno de agradecim iento a la loable ciu­ dad de V iena, que puso el « fu n d a m e n to para rescatar el h o n o r» del predicador de su corte, m enciona elogiosam ente al benem érito spiritus rector en la génesis del m on um ento, el C o n ­ sejero E spiritual y deán M ichael B urger (de G óggingen), y hace entrega del m on u m en to a la parroquia. 8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) «V iena y K reenheinstetten se dan hoy la m an o » , anuncia a la asamblea festiva u n alto delegado de la ciudad im perial, capi­ tal y residencial de Viena. A braham de Santa C lara fue para la ciudad du ram en te asediada u n hom bre providencial, com o lo serían después Clem ens M aria H ofbauer y el inolvidable Lueger. Las palabras finam ente escogidas, la fidelidad convencida y el am or al pueblo del austriaco producen el efecto de u n hechizo. La m úsica, las canciones y la recitació n de poem as se altern an ágilm ente y el o rad o r (hijo, él m ism o, del rudo H eu berg), el p á rro c o M a rtin de E igeltingen, sube a la trib u n a . «¿M erece A braham u n m o n u m en to ? ¿P or q u é ? » . El o rad o r dibuja a sus «q uerid os paisanos» la vida del Padre A braham en u n arre b a ta d o r discurso p o p u la r con toques esporádicos de h u m o r y, de ese m o d o , resp o n d e a la p reg u n ta. El discurso solem ne, n a tu ra l y p ro fu n d am en te sen tid o , culm inó en la siguiente frase: « E l am o r a Jesús el C rucificado fue el p r o ­ gram a de vida del Padre A b rah am » . Elablaba u n a fuerza cató­ lica originaria, la fidelidad a la fe y el am or a D ios. Es preciso conocer el am biente de K reenheinstetten, estar h o n d a m e n te p en etrad o p o r la fo rm a de p en sar y el estilo dé vida de los hab itantes del H eu berg, para e n te n d e r p o r co m ­ pleto el carácter singularm ente atractivo del Padre A braham . E l creador del m o n um ento, el escultor M arm on (de Sigm aringen) realizó su tarea m aravillosam ente. La genial cabeza (m uy p arecid a a la del viejo G oethe) p erm ite adivinar tras su alta y plástica frente aquel pro fu n d o e inagotable espíritu al que in fu n d ie ro n vigor u n a energía inflexible, resistente a las in cle­ m encias del tiem po, y u n siem pre palpitante afán de em presas. La salud del pueblo en cuerpo y alma: he aquí lo que el p re d i­ cador verdaderam ente apostólico preten día. D e ahí sus in tré ­ pido s golpes co n tra to d a co n cepción terren a, m u n d an a y sobrevalorada de la vida. La historia de la literatura y de la cul­ tu ra h a con tem plado de o tro m od o al entonces llam ado ABRAHAM DE SANTA CLARA 9 « b u fó n » . Su h u m o r picaro, su gracia rebosante, su iro n ía a m enudo m ordaz, form ulados en u n lenguaje conciso, preciso, dúctil y flexible, sólo son com prensibles p o r la existencia en él de u n genio orato rio dotado artística y creativam ente. Y, co n ­ sid eran d o sus citas de la B iblia, los padres de la Iglesia, los escritores m ísticos y profanos, todas ellas finam ente escogidas, ¿q u ién se atreverá a p o n e r en du d a la vasta fo rm ació n te o ló ­ gico-científica y la erudición del Padre A braham ? ¡Si n u estro tiem p o de la cu ltu ra ex terior y lo efím ero d irig iera su m irad a Lacia delante co n sid eran d o lo que está detrás! La fu ria de la in no vació n que se p recip ita hasta el fond o, el saltar alegrem ente p o r encim a del p ro fu n d o co n te­ n id o esp iritu al de la vida y el arte, el sentido m o d e rn o de la vida, dirigido a estím ulos m om entáneos que se van alternando incesantem ente, el bochorno a veces asfixiante en que se mueve to d a form a actual de arte, so n m otivos que a p u n tan a u n a decadencia, a u n a lam entable d ism in u ció n de la salud y del valor trascendente de la vida. M odelos com o A braham de Santa C lara d eb en co n se r­ varse en tre n o so tro s y seguir actuando silenciosam ente en el alm a del p u eb lo . Q u e sus escritos sean m o n ed a todavía más co rrien te, y que su espíritu diga la palabra sin rep ristin ació n alguna y devenga u n poderoso ferm ento para m an ten er sana y, donde sea preciso, curar u n a y otra vez el alm a del pueblo. PRIMEROS POEMAS E s p l e n d o r m o r ib u n d o * O to ñ o prem atu ro que sonríes, ¡abre la pu erta del jardín! Llévame, oh áureo, en u n a m archa joven y alocada. A saludar de nuevo al esplendor m orib u n d o , a cam inar de nuevo entre la tarde y la noche. T u crujiente hojarasca, estrem eciéndose en la m uerte, siente todavía al caer la p en u ria que se acerca. T u anhelante soñar en este día p o b re de sol, ¿busca en el seto a las cansadas rosas? / / L achender F rü h h e rb st, / Das G a rte n to r auf! / F ü h r m ich, du goldner, / Im ju n g -to llen Lauf. / / N och einm al zu grüften / Die sterb en d e P racb t, / N o ch einm al zu w an d érn / Zw ischen A b en d u n d Ñ achí. / / D ein raschelndes L aub / E rsch au e rn d im T od / S p ü rt n o ch im Fall / D ie nahende N ot. / / D ein sehnendes T ráu m en / Im son narm en Tag / Sucht es die m üden / R osen im H ag? STERBENDE PRAGH T EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) H o r a s d e G é t s e m a n í* H oras de G etsem aní en m i vida: en la luz som bría de u n a vacilación desalentada a m enudo m e visteis. L lorando grité: nunca en vano. M i joven ser, cansado de lam entarse, confió sim plem ente en el ángel « G racia» . E sperem o s Esperem os escuchando ante la p u erta del ja rd ín de la prim avera, hasta que se eleven las alondras, hasta que los cantos y violines, el m u rm u rar de las fuentes y los plateados cencerros de los rebaños form en u n coro m undial de la alegría. ÓLBERGSTUNDEN / / Ó lb erg stu n d e n m eines L ebens: / im d ü ste rn S chein / m utlosen Zagens / habt ih r m ich oft geschaut. / / W einend rie f ich: nie vergebens. / M ein junges Sein / hat m ü d des K lagens / dem E ngel » G n a d e « n u r vertraut. W lR WOLLEN WARTEN // V orm T o r zum F rühlingsgarten / wolleii w ir ho rch en d w arten, / bis die L erchen steigen, / bis L ieder u n d G eigen, / das M urm eln der Q uellen, / die silberhellen / G locken der H erd en / zur W eltchoral der Freude w erden. PRIMEROS POEMAS 13 P a s e o n o c t u r n o e n l a is l a d e R e ic h e n a u * C o rre lago adentro u n resplandor plateado hacia orillas lejanas, oscuras, y en los jardines estivalm ente som nolientos, hum edecidos p o r la tarde, la noche desciende com o u n a palabra de am or contenida. Y entre frontones blancos de luna se enreda el últim o canto de u n pájaro, procedente del antiguo tejado de la to rre ... Y lo que el claro día estival m e trajo —u n a carga que, desde las eternidades, extasía el se n tid o reposa fructuoso en m í, en el desierto gris de u n gran sim plicidad. b e n d g a n g AUF DER REICHENAU / / Seewarts flieftt e in silb e rn L euchten / zu fe rn e n d u n k e ln U fe rn fo rt, / u n d in d e n so m m erm ü d en , ab en d feu ch ten / G árten sinkt wie ein verhalten Liebesw ort / die N acht. / U n d zwischen m o n denweiften G iebeln / verfángt sich no ch ;e in letzter V ogelruf / vom alten T u rm dach h e r —/ u n d was der lichte S om m ertag m ir schuf / ru h t früchtesch\ver —/ aus Ewigkeiten / eine sinnentrückte Fracbt —/ m ir in der grau en W üste / einer groften E infalt. A PAISAJE CREADOR: ¿POR QUÉ PERMANECEMOS EN LA PROVINCIA? E n la em p in ad a lad era de u n extenso y alto valle de la Selva N egra m erid io n a l, a I.150 m etros de altitu d , se alza u n p eq u eñ o refugio de esquiadores. M ide en tre 6 y 7 m etros de planta. Su bajo techo cubre tres piezas: la cocina-com edor, el do rm itorio y u n gabinete de estudio. Dispersas p o r el estrecho fondo del valle y en la ladera opuesta, igualm ente em pinada, se encuentran, vastam ente dispuestas, las granjas de tejados gran­ des y saledizos. C uesta arrib a, las praderas y los pastos se extienden hasta u n bosque de abetos viejos, elevados y oscuros. T odo lo d o m in a u n despejado cielo estival, e n cuyo espacio radiante dos azores se elevan trazando am plios círculos. Este es m i m un d o de trabajo —visto con los ojos contem ­ plativos del huésped y el veraneante—. Yo, propiam ente, jam ás contem plo el paisaje. Siento cóm o se va transform ando a cada ho ra, de día y de noche, en el gran ir y venir de las estaciones. La gravedad de las m ontañas y la dureza de su roca prim itiva, el lento crecer de los abetos, la suntuosidad lum inosa y sencilla de las praderas florecientes, el m u rm u llo del arroyo en la vasta noche otoñ al, la austera sim plicidad de los llanos p ro fu n d a ­ m ente cubiertos de nieve, todo esto se insinúa, se agolpa y vibra a través de la existencia (Dasein) diaria allí arriba. Y ello, u n a vez más, n o en in stantes in ten cio n ad o s de in m ersió n h ed o n ista y em patia artificial, sino sólo cuando la prop ia existencia se encuentra en su trabajo. Sólo el trabajo abre el espacio para esta efectiva realidad de la m ontaña. La andadura del trabajo perm anece h u n d id a e n el acontecer del paisaje. i6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 G uando, en la p ro fu n d a noche de in vierno , u n a agitada to rm en ta de nieve pasa rugiend o con sus sacudidas alreded or del refugio, cu b rien d o y tap án d o lo todo., entonces es la h o ra señalada de la filosofía. Su p regu ntar debe entonces volverse sen­ cillo y esencial. La elaboración m inuciosa de cada pensam iento sólo puede ser du ra y afilada. El esfuerzo p o r acuñar las pala­ bras es com o la resistencia de los elevados abetos contra la to r ­ m enta. , Y el trab ajo filosófico n o tran scu rre com o la ocu pación m arginal de u n extravagante. Form a parte plena del trabajo de los cam pesinos. M i trabajo es de la misma naturaleza que el del joven cam pesino que sube la ladera rem olcando el pesado tr i­ neo y, u n a vez cargado basta arrib a con leños de haya, lo co n ­ duce de inm ediato hacia su granja en peligroso descenso; o el del pastor que, con paso len to y m editabundo, arrea su ganado ladera arrib a; o el del cam pesino que, en su cuarto, dispone adecuadam ente las innum erables ripias para su tejado. E n ello radica la in m ed iata p erten en cia a los cam pesinos. El h o m b re de ciudad cree «m ezclarse con el p u eb lo » tan p ro n to se digna a entablar u n a larga conversación con u n cam pesino. G uando, p o r las tardes, a la h o ra del descanso, m e siento con los cam pe­ sinos en el banco alred ed o r de la estufa o en la m esa ju n to al rin có n del crucifijo, casi nunca hablamos. Fum am os nuestras pipas en silencio. D e vez en cuando, u n a palabra m enciona tal vez que se está term inan do el trabajo de tala en el bosque, que la noche anterior se coló una m arta en el gallinero, que m añana debería p a rir la vaca, que al cam pesino O eh m i le ha dado u n ataque, que el tiem po p ro n to «se g irará» . La perten en cia ín tim a del p ro p io trabajo a la Selva N egra y sus habitantes proviene de u n centenario arraigo alem ánico-suabo a la tierra que nada puede reem plazar. A l h o m b re de ciudad eso que ha dado en llam arse u n a estancia en el cam po a lo sum o le «estim ula». Pero todo m i tra- PAISAJE CREADOR: ¿PORQUÉ PERMANECEMOS EN LA PROVINCIA? 17 bajo es sostenido y conducido p o r el m un do de esas m ontañas y sus cam pesinos. A ñora el trabajo de allí arriba se ve in terru m ­ pido a veces durante largo tiem po a causa de negociaciones, via­ jes com o conferencista, reuniones y la actividad docente de aquí abajo. Pero tan p ro n to regreso arrib a, se agolpa ya en las p r i­ m eras horas de existencia en el refugio to d o el m u n d o de las antiguas cuestiones tal y com o las dejé. Me veo sim plem ente tran sp o rtad o a la vibración p ro p ia del trabajo y, en el fond o, no soy en absoluto du eñ o de su ley oculta. A los ho m bres de ciudad les extraña a m enudo este largo y m o n ó to n o estar solo entre los cam pesinos en m edio de las m ontañas. P ero esto no es n in g ú n estar solo, au n q u e sí soledad. C iertam en te, en las grandes ciudades el hom bre puede estar tan solo com o apenas en ningún otro sitio, P ero en ellas n o p u ede estar n u n ca en soledad. Pues la soledad tie n e el p o d e r person alísim o de n o aislamos, sino que lanza la existencia entera a la vasta cercanía de la esen­ cia de todas las cosas. Fuera, puede u n o volverse u n a «celeb rid ad » en u n abrir y cerrar de ojos m ediante los p erió d ico s y las revistas. Éste es siem pre el m ejo r cam ino para que el qu erer más p ro p io caiga en u n a mala interpretación y vaya a p a ra r rápida y com pletam ente en el olvido. Por el contrario, la m em o ria cam pesina posee su sencilla, segura e in m itigable fidelidad. H ace poco falleció u n a anciana cam pesina. A m en u d o charlaba conm igo de b u e n a gana y al hacerlo echaba m ano de viejas historias del pueblo. E n su le n ­ guaje fu erte y llen o de im ágenes conservaba todavía m uchas palabras antiguas y toda clase de dichos que los actuales jóvenes del pueblo ya n o com p ren den y que, de este m odo, h an desa­ parecid o del lenguaje vivo. Todavía el año pasado —cuando d u ra n te sem anas enteras viví solo en el refugio— esta cam pe­ sina, a sus 83 años, subía la em pinada ladera para venir a verm e. Q u ería co m p ro b ar, com o decía, si todavía estaba allí o si m e i8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) había ro b ad o « a lg u ie n » de im proviso. Pasó la noche de su m u erte conversando co n los p arien tes cercanos. U na h o ra y m edia antes del final les encargó que saludasen al « señ o r p ro fe­ so r» . Esta m em oria vale incom parablem ente más que el m ejor « re p o rta je » de u n periódico in ternacio nal sobre m i presunta filosofía. E l m u n d o de la ciu dad co rre el riesgo de caer preso en un a perniciosa^a/sa creencia. U na im p o rtu n id ad muy ruidosa, muy activa y muy refinada parece preocuparse a m enu do del m un do y la existencia del cam pesino. P ero ju stam en te de ese modo se deniega lo único ahora necesario: M antenerse lejos de la existen­ cia cam pesina, ab an d o n arla más que nunca a su p ro p ia ley; no tocarla —para n o arrastrarla fuera de sí y exponerla a la m e n ti­ rosa palabrería de los literatos sobre lo po pu lar y lo autóctono. El cam pesino n o necesita n i desea en absoluto este exceso de am abilidad p o r parte del ciudadano. Lo que él, no obstante, necesita y desea es el tacto para con su p ro p ia esencia y la in d e ­ pendencia de ésta. Sin em bargo, m uchos de los que llegan de la ciudad y de los que pasan p o r el pueblo o la granja —em pe­ zando p o r los esquiadores—se com portan allí a m enudo com o si se « d iv irtie ra n » en sus salones de recreo m etro p o litan o s. Ese ajetreo hace pedazos en u n a noche más de lo que son capaces de alentar decenios de enseñanzas científicas sobre lo po pu lar y el folclore. Dejemos to d a fratern izació n con descen diente y to do falso in terés p o r lo p o p u lar —aprendam os a to m ar en serio aquella sencilla y d u ra existencia allí arrib a. Sólo entonces volverá a decirnos algo. H ace poco recibí u n a segunda oferta de nom bram iento de la Universidad de Berlín. E n casos así, salgo de la ciudad y m e retiro en el refugio. Escucho lo que dicen las m ontañas, los bosques y las granjas. E n esas, llego a la casa de m i viejo am igo, u n cam ­ pesino de 75 años. H a leído algo del n o m b ram ien to en el PAISAJE CREADOR: ¿POR QUÉ PERMANECEMOS EN LÁ PROVINCIA? 19 periódico. ¿Q u é dirá él? L entam ente, desliza la m irada segura de sus claros ojos hasta los m íos, m antiene la boca firm em ente cerrada, p o n e su m ano fiel y circunspecta sobre m i h o m b ro y... sacude la cabeza de m anera apenas perceptible. Eso significa: ¡inexorablem ente no! CAMINOS PARA EL DEBATE U n a y o tra vez, nos enco ntram os co n la sorpresa de que a los dos pueblos vecinos que más esencialm ente h an participado en la configuración histórica y espiritual de O ccidente —los fra n ­ ceses y los alem anes— les cueste ta n to llegar a u n « e n te n d i­ m ie n to » . C o n la m ism a frecuencia topam os con la convicción de que se ha vuelto im posible tal « e n te n d im ie n to » y ya sólo puede aspirarse a evitar la extrem a discordia. Pero, ¿y si aquel asom bro y esta convicción tuvieran que afirm arse tan p ertinaz­ m ente p o rq u e apenas p o seen e n te n d im ie n to sobre lo ú n ico que puede y debe ser llam ado aquí « e n te n d im ie n to » ? El auténtico entenderse de los pueblos se po n e en pie y se cum ple en la m editación, que debe efectuarse m ediante el diá­ logo creador (schaffend) acerca de lo que les ha sido dado en com ún y prop uesto históricam ente. E n dicha m editación, los pueblos vuelven a orientarse hacia lo que es en cada caso p ro ­ pio, y se alzan de esta form a con claridad y firm eza in crem en ­ tada. Lo más p ro p io de u n pueblo no es sino aquel crear que le ha sido asignado y m ed ian te el cual crece p o r encim a de sí m ism o en su re m isió n histó rica, llegando de este m od o a sí m ism o p o r vez prim era. E n lá actual h o ra del m u n d o , el rasgo fu n d am en tal de su rem isió n les es p refigu rad o a los pueblos occidentales form adores de historia com o la salvación de O cci­ dente. Salvación n o quiere decir aquí la m era conservación de lo que casi ha desaparecido, sino que significa originariam ente justificación que crea de nuevo su h isto ria sida (gewesen) y p o r venir. Q u e los pueblos vecinos se en tien d an en lo que es más p ro p io de ellos im plica, p o r tan to , hacerse saber la necesidad 22 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) de esa salvación com o Una tarea en cada caso p ro p ia. El saber acerca de esta necesidad surge, ante todo, de la experiencia de la urgen cia que se eleva co n la am enaza m ás ín tim a de O cci­ dente, así com o de la fuerza para el proyecto ilum in ador de las más altas posibilidades del existir (JDasein) occidental. D ado que la am enaza de O cciden te p reten d e co n d u cir a u n com pleto desarraigo y u n desconcierto general, la vo lu ntad de renova­ ción deberá, en sentido co n trario , estar guiada desde su fu n ­ dam ento p o r decisiones últim as. E n te n d im ie n to en sentido p ro p io es el coraje su p erio r para reconocer lo que es p ro p io del otro a p a rtir de u n a nece­ sidad que se prop aga. El en ten d im ien to h istó rico y creador (schópferisch) n o es nunca el com prom iso p ro p io de u n a deb ili­ dad, sino que presupone el verdadero orgullo de los pueblos. El orgullo, fundam entalm ente distinto de la vanidad, es la fir­ meza que crece del m antenerse en el rango p ro p io y esencial, rango que surge de la tarea abrazada. S in em bargo, la m ayoría de las veces sólo conocem os el entend im ien to en sentido im p rop io , lo m iram os con descon­ fianza y experim entam os decepciones en los in ten to s en ese sentido . N o es casual. Pues el en ten d im ien to im p ro p io lleva ta n sólo a u n acuerdo prov isio nal, es u n arreglo ocasional logrado m ed ian te la com pensació n de las p reten sio n es y las prestaciones vigentes en ese m o m en to . D icho en ten d erse es siem pre superficial y está lleno de reservas ocultas y m anifiestas. Esa clase de entend im ien to puede ser indispensable en ciertas coyunturas. Posee u n a utilidad condicionada. Pero carece de la fuerza h istórico-creadora del auténtico entenderse, que tran s­ fo rm a m u tu am en te a los que se e n tie n d e n y, de este m o d o , trae a la cercanía lo p ro p io de ellos, que es siem pre lo más cierto y lo más oculto a u n tiem po. El auténtico entendim iento es, p o r ende, lo contrario de u n a renuncia a la prop ia m anera de ser y del congraciarse carente de p o stu ra. El verdadero CAMINOS PARA EL DEBATE 23 entendim iento posee su m arca distintiva en que no se deja cal­ cular instantáneam ente en térm in o s de éxito y resultados elaros. El enten d erse p ro p io n o p ro d u ce aquel apaciguam iento que enseguida degenera en indiferencia recíproca, sino que es en sí la in tranqu ilidad del m utuo ponerse en cuestión desde la preocupación p o r las tareas históricas com unes. D icho entend im ien to debe realizarse, p o r cam inos diver­ sos y con distintos tem pos, en todos los ám bitos de creación de los pueblos. A barca tanto el conocim iento y la estim ación de su m ás sencillo existir cotid iano com o el atisbar y co n ceb ir sus insondables posturas y tem ples de ánim o fundam entales, gene­ ralm ente indecibles p o r com pleto de form a inm ediata. Éstos obtienen su figura, que establece to da m edida, y su fuerza cau­ tivadora en la g ran poesía, las artes plásticas y en el pen sar esencial (la filosofía) de u n pueblo. Sin em bargo, parece que tam b ién el auténtico entenderse está expuesto, y m ás en estos ám bitos, a u n rep aro que desea en to rp ecer desde el com ienzo to d o esfuerzo de e n te n d i­ m ien to . E n ten d e rse en estos ám bitos es in ú til « e n la p rá c ­ tica». El recíproco m editar acerca, p o r ejem plo, de las actitu­ des filosóficas fund am entales que son en cada caso prop ias sigue siendo —au n suponiendo que se lograse—asunto m arginal de u n o s pocos. Este ju ic io c o rrie n te n o sólo se basa en u n a rep resen tació n in suficien te de la esencia del en ten d im ien to , sino tam bién en u n a representación errónea, pero m uy usual, de la esencia de la filosofía. P ertenece necesariam en te a la sin gu laridad del o p in ar habitual y del pensam iento « p rá c tic o » equivocarse al juzgar a la filosofía, y hacerlo en la doble form a de u n a sobrevaloración y u n a in fravaloración de ésta. Se sbbrevalora a la filosofía cuando se espera que su p en sar tenga u n efecto in m ed iata­ m ente útil. Se infravalora a la filosofía cuando sólo se encuen­ tra en sus conceptos, rep etid o « e n ab stracto » (destilado y 24 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 diluido), aquello de lo que el trato em pírico con las cosas ya se ha incautado de u n m odo palpable. P ero el saber au tén ticam en te filosófico n o es n u n ca el apéndice rezagado de las representaciones más generales sobre lo ente ya conocido, sino, p o r el co n trario , el saber anticipado r que abre nuevos ám bitos y respectos de preguntas acerca de la esencia de las cosas, que se oculta siem pre de nuevo. Ju sta ­ m ente p o r eso, dicho saber no puede volverse n u nca utilizable de form a inm ediata. Éste tiene efecto sólo m ediatam ente, pues la m editación filosófica p repara nuevas vías de la m irada y n u e ­ vas varas de m ed ir para to do com p ortam ien to y decisión. Así, de antem ano y oculta para to d a p ersecución de la utilidad , la filosofía d o m ina la actitud y la m anera de p ro ced er del existir histórico del ho m bre. La filosofía es el saber in m ediatam ente in útil, pero n o obstante do m inan te, de la esencia de las cosas. La esencia de lo ente sigue sien do en to d o m o m en to lo más digno de ser p reg u n tad o . D ado que, m ediante su preguntar, la filosofía lucha única e incesantem ente p o r la dignificación de lo más digno de ser p reg u n tad o y, según parece, n u n ca p r o ­ duce « resu ltad o s» , resulta siem pre extraña para el pensar que tiende al cálculo, la utilización y la posibilidad de aprendizaje. Puesto que las ciencias d eb en dirigirse de m an era rápida, y al parecer incontenible, a u n a « tecnificación» y «o rganización» (cfr. p o r ejem plo el carácter y la fu n c ió n de los congresos in tern acio n ales) a fin de re c o rre r hasta el fin al su cam ino ya hace tiem p o establecido, y puesto que, p o r o trá p arte, según parece públicam ente, las « cien cias» p o seen y rep resen tan en p rim e r lu g ar y exclusivam ente el « sa b e r» , ju stam en te en y a través de ellas se consum a el m ás vivo d istan ciam ien to de la filosofía y, a la vez, la prueb a supuestam ente convincente de lo prescindible de ésta. Si se logra u n auténtico entenderse en las posiciones filo ­ sóficas fundam entales, si se despierta m utuam ente la fuerza y la CAMINOS PARA EL DEBATE 25 voluntad para ello, el saber d o m in an te se levanta a u n a nueva altura y claridad. U na transform ación de los pueblos, invisible p o r de p ro n to y a m enudo du ran te m ucho tiem po, se prepara. Indiquem os brevem ente que, en efecto, están preparadas en este sentido posibilidades que n o h a n sido em prend idas todavía. Los dos reino s de lo en te —que, en su m u tu o desen­ cuen tro, se elevan y se eluden— son la naturaleza y la historia. El hom bre es él m ism o, a u n tiem po, el lugar y el custodio, el testigo y el con figu rad or del desencuentro de estos reinos. El saber m od ern o de la naturaleza —y, especialm ente, el dom inio y la utilizació n técnica de la m ism a— está sostenido de form a esencial p o r el m odo m atem ático de pensar. El decisivo inicio de la fundam entación y el esbozo del saber m atem ático en sen­ tido fund am ental se debe al pen sado r francés D escartes. U no de los pensadores más alem anes de los alem anes, Leibniz; está guiado constantem ente en su trabajo pensante p o r u n a co n tro ­ versia con D escartes. La m editació n acerca de la esencia de la naturaleza (inanim ada y viva), que se inauguró p rep o n d eran tem ente m ed ian te estos dos pensadores, está hoy ta n lejos de enco ntrarse cerrada que se hace preciso, más b ien , retom arla sobre la base de planteam ientos m ás originarios. Sólo p o r este cam ino ganam os, además, los presupuestos para captar la esen­ cia metafísica de la técnica y, de ese m odo, ejecutarla com o un a form a de disposición dé lo ente en un a de sus posibles figuras. El preguntar fundam ental p o r la naturaleza y p o r el carácter de verdad del saber de la naturaleza im plica u n a controversia con el in icio de la filosofía francesa m o d ern a. P or o tra parte, sin em bargo, los poetas y pensadores de la época del idealism o ale­ m án p rep araro n p o r vez prim era en el transcurso de la historia de O ccidente u n saber m etafísico de la esencia de la historia. ¿Puede, entonces, sorprend er todavía que, en Francia, nuevas fuerzas que h a n reconocido com o necesaria u n a liberación del m arco de la filosofía cartesiana se esfuercen desde hace años 26 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976! p o r e n te n d e r a H egel, S chelling y H ó ld e rlin ? Sólo q u ien es incapaz de m ed ir la singularidad del instante histórico en que ha en trad o O cciden te p u ed e dejar de reco n o cer cuán in d is­ pensable resulta la m editació n altern an te acerca de la esencia de la naturaleza y la historia. Si u n o p re te n d ie ra co n ten tarse, o quizá in iciar u n « e n te n d im ie n to » , con constataciones y delim itaciones exter­ nas de las pro p ied ad es presentes del p en sam ien to francés a diferencia del alem án, n o reconocería la ín do le de la m edita­ ción p ro p u esta a los pueblos en u n auténtico entenderse filo ­ sofante. U n procedim iento com o éste sólo resultaría, en todo caso, u n a elusión de las preguntas esenciales acerca de las cosas mismas que están p o r decidir y, sobre todo, u n apartarse ante la más grave tarea: la preparación de u n ám bito de la decidibilidad y no decidibilidad de las preguntas. Pero tam poco deben depositarse las esperanzas en que los planteam ientos filosóficos y sus conceptos fundam entales sean adoptados y com p lem entados recíp ro cam en te, al m od o del intercam bio de conocim ientos que es p ro p io de las ciencias. El entenderse es tam bién aquí —y sobre to d o aquí—u n a lucha del m utuo p o n erse en cuestión. Sólo la controversia p o n e a cada u n o en lo más p ro p io de él, en el supuesto de que ésta se alce y sea sostenida ante el am enazador desarraigo de O ccidente, cuya su p eración exige el em peñ o de todos los pu eblos dotados de fuerza creadora. La fo rm a fu n d am en tal de la controversia es el efectivo diálogo de los p ro p io s creadores en vecinal en cu en tro . Sólo u n a escritu ra que h u n d e sus raíces én tal debate p u ede estar segura de seguir desplegando el enten d erse y de concederle a éste u n sello en lo perm anente. Si pensam os en la posible grandeza y en los criterios que d an la m ed id a de la « c u ltu ra » occidental, recordam os en el acto el m u n d o histórico de la antigua G recia. Y con la m ism a CAMINOS PARA EL DEBATE 37 facilidad olvidam os entonces que los griegos n o llegaron a ser lo que siguen siendo m ed ian te u n encapsulam iento en su « esp acio » . Sólo en v irtud de la controversia m ás viva y crea­ d o ra con lo m ás ajeno y difícil p ara ellos —lo asiático—creció este pueblo en el breve trayecto de su excepcionalidad y gran­ deza históricas. Si ponem os el existir histórico de los dos pueblos vecinos en el h orizonte de aquellas m editaciones que piensan en direc­ ción a u n a renovación del ensam blaje (Gefiige) fundam ental del ser occidental, se abre p o r vez prim era en su más am plia am pli­ tu d el auténtico espacio para la vecindad de éstos. Si los pueblos q u ie re n e n tra r e n ese h o rizo n te, y esto significa, si q u ieren configurarlo creativam ente, las condiciones fundam entales del genuino entenderse deben estar claras para el ojo in terio r. Son dos: u n a g ran v o lu n tad para escucharse m u tu am en te y u n a contenida valentía para la p rop ia determ inación. A quélla no se deja engañar y debilitar p o r resultados fugaces de u n en ten d i­ m iento sim ulado. Ésta hace conscientes de sí m ism os a los que se en tien d en y, de este m odo, los abre al otro p o r vez prim era. SENAS E L O T R O PENSAR* Tom a del oscuro h o rn o del S er1 la últim a ascua de la b endición, y que ella prend a la réplica: divinidad —h um anidad en un o. Lanza la urgencia del audaz claro entre m un d o y tierra com o u n canto de todas las cosas, para erigir jovial agradecim iento a:la ju n tu ra y el rango. C obija en la palabra la nueva silenciosa de u n salto sobre lo grande y lo pequeño, y pierd e los vacíos hallazgos de la apariencia rep en tin a en el curso hacia el Ser. Siguiendo u n a convención bastante aceptada ya, traduzco Sein com o « se r» y Seyn com o « S e r» . [N . delT .] Das ANDERE D enken / / N im m die letzte G lut der Ségnung / erst vom dunklen H erd des Seyns, / daíl sie zünde die E ntgegnung: / G ottschaft —M enschentum in E ins. / / W irf die N o t d er k ü h n e n L ich tu n g / zwischen W elt u n d E rde ais Gesang / aller D inge zur E rricbtung / fro h en Danks an Fug u n d Rang. / / Birg ins W ort die stille K u n d e / eines Sprunges üb er G roft u n d K lein / u n d verlier’ die leeren Funde / jáh e n Scheins im G ang zum Seyn. 30 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 El s a l t o * Tom a, lanza y cobija y sé el salto desde el más am plio recuerdo a un a región no fundada. Trae ante ti este Q u ién : ¿ Q u ié n es el ho m bre? D i sin cesar este Q ué: ¿Q u é es el Ser? N unca desatiendas este C óm o: ¿C óm o es su alianza? H om bre, verdad, Ser replican desde su increm ento para el deniego de su esencia en el que se conceden. -r Hs * L A TIER RA Suave florecer de la ilesa tierra — * DER SPRUNG/ / N im m , w irf u n d birg / u n d sei der S prung / aus weitester E rin - n e ru n g / zu einem un geg rün deten Bezirk. / / Trag vor d ir h e r / das eine W er: / W er ist d er M ensch? / / Sag ohne U nterlaft / Das eine Was: /W ie ist das Seyn? / / SEÑAS 31 Devén su inim pedido ard o r de fuego. -r L A PALABRA * * * N ada, en n in g ú n lugar, nunca, antes de todo algo, antes del entonces y el ahí, se alza la palabra del abism o que concede lo que n in g ú n fundam ento alcanza, pues sólo la alianza con lo dicho hace de cada cosa, cosa, sólo ella captura de nuevo los sentidos perseguidos, confusam ente desplazados, en u n sentido que ya no sobresale en dirección alguna. Mifiachte nie / das eine Wie: / W ie ist ih r B u n d ? / / M ensch, W ahrheit, Seyn / erw ideríi aus der Steigerung / ih r W esen zur Verweigerung, / d arin sie sich verleihn. ** DlE ERDE / / Sanftes B lühn / der un versehrten / E rde —/ / W erde / ihres unverw ehrten / Feuers G lühn. ### DAS WORT / / N ichts, n irg e n d , n ie, / vo r jed e m Etwas, v o r dem D a n n u n d D o rt, / en trag t das W ort / dem A b g ru n d , d e r verlieh, / was je d e m G ru n d / m iftglückt, / weil n u r d er B u nd / m it dem Gesagten / jeglich D ing zurrí D ing bestückt / u n d die gejagten / Sinne, w irr verrückt, / erst w ieder fángt / in einen S inn, / d e r n irg e n d h in / m eh r überhángt. 32 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) LOS GUARDIANES* Inaudible para todos los M uchos, Resuena la to rm en ta subterránea, fuera, en espacios sup ram un dan os... lejano relám pago del Ser. M undo y tierra, m ezclados hace tiem po, perturbados en su ley disputante, privan a las cosas de toda hum ildad. El nú m ero se alborota en la cantidad vacía, no dispensa ya vínculo y figura. Pasa p o r « e n te » lo que «vive» y el «vivir» tan sólo vive de exclamar u n a ruidosa o p in ió n que ya retrasa la siguiente. Pero ellos guardan, los secretos guardianes de u n a trasform ación no em ergida: lejano relám pago del Ser entre el hacer tu rb io , en las grietas de las hechuras. * D ie W á CHTER// Das unterirdische Gewitter rollt, / u n h ó rb ar alien V ielen, fort / in überweltliches G eráum e... / fern er Blitz des Seyns. / / W elt u n d E rde lángst verm ischt, / v ersto rt in ih re m Streitgesetz, / en tz ie h n d en D in g en jegliche B escheidung. / Zahl vertobt sich in die leere M enge, / spendet nie m eh r B and u n d Bild. / F ü r » seien d « gilt, was » le b t« , / u n d » le b e n « lebt n u r n o ch vom A usru f / ein er lárm en d en V erm einung, / die d er náchsten sebón verspátet. / / D och sie w achen / die geheim en W áchter / ein er u n en tsp ru n g en en W andlung: / fe rn e r Blitz des Seyns / zwischen trübes M achen / in die Risse der G em áchte. SENAS 33 L a l e y d is p u t a n t e * T ierra — Protege el in ic ió . M undo — Perm anece despierto para la consonancia M undo — agradece a la tierra. T ierra — saluda al m u n d o . D e c a m in o N o conocem os m etas y som os sólo u n andar. N o necesitam os a los Muchos que enredó ya hace tiem po El afán de hechuras. Q u e U no traiga p o r fin D as STREITGESETZ // E rd ’ - / bü te d en A nfang. // Welt —/ wach sei d e m E in klang. H W elt —/ danke der E rd ’. / / E rd ’ —/ grüfie die W elt. ** UNTERWEGS / / W ir k en n en n ich t Ziele / u n d sind w ir n u r ein G a n g . / / W ir brauehen nicb t Viele, / die langst sebón verseblang / / Die Sucbt zum G em ácbte. / DalS E iner erst b rá c h te / / «I EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) El corazón para la voz del silencio en el Ser Y bata la confusión en u n cofre p ro fu n d o , es nuestro ánim o. I n - s is t e n c ia * N unca algo verdadero solo, para recibir ileso la esenciación de la verdad para su am plia consistencia, cultiva el corazón pensante en la sencilla longanim idad de la ún ica generosidad del noble recordar. Das H erz fü r die Stim m e / d e r Stille im Seyn / / U n d W irre s vertrim m e / im gründigen Schrein, / / ist u n ser M ut. INSTÁNDIGKEIT // N ie e in W ahres allein, / die W esung d e r W ahrheit / h eil zu em pfangen / fü r weite Bestándnis, / bestell das denkende H erz / in die einfache L angm ut / der einzigen Groí&mut / edlen E rin n ern s. SEÑAS 35 D a - s e in * Sea el D a-sein para decir el Ser, para extraer de él la urgencia hacia lo am plió de u n alzar la vista lleno de [m an dam ien to. Sea el D a-sein para aceptar de nuevo el Ser en el oído despierto de aquel que h.a elegido el silencio com o su recom pensa. Sea el D a-sein para cantar el Ser, para traerlo a casa p o r la canción lejana, lo que su esencia, com o poder, largo tiem po evitó. E L INSTANTE** ' Cam panas que despacio se extinguen Repican atrayentes a tu corazón ... •H / / Daft D a-sein sei, das Seyn zu sagen, / aus ihm die N o t / hinauszutragen / ins W eite eines Aufblicks voll G ebot. / / Daí2> D a-sein sei, das Seyn zu Jen em / ins wache O h r / zurückzunehm en, / der Stille sich zum D ank erk o r. / / Daft D a-sein sei, das Seyn zu singen, / aus fernem L ied / ih m heim zubringen, / was lang ais M acht seinW esen m ied. D e r A u g e n b l i c k / / L áuten lockend langverhallte / G locken d ein em H erzen z u ...// D A-SEIN 36 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 Voces suavem ente m odeladas te bendicen replicando: tú ... Cautiva entonces lo que te ha elegido Y te arrodillas extasiado en el cenagal. E l candelabro Luce, luz de la áurea candela, cubre de ard o r el cam po pardo. Ilum ina, candelabro, los antiguos dolores y condena el nú m ero y el d in e ro . Luz y candelabro C orazón con corazón... De él proceda silencioso m un do. * Sagen segnend sanftgestalte / Stim m en dir entgegnend: D u ... / / D annb erü ckt, was dich erkor, / U nd du kniest entrückt im M oor. D er LEUCHTER / / Leuchte L icht / der goldnen K erze, / überflam m e / braunes Feld. / / Lichte L euchter / frü he Schm erze / u n d verdam m e / Zahl u n d G eld. / / L icht u n d L euchter / H erz bei H erze... / D em entstam m e / stille Welt. 37 SEÑAS N o c h e ** N oche más silenciosa, pu ra, rica en estrellas, tráem e esto, lo que en ti apenas vigiló expectante u n pensador: la acaeciente apropiación en el día del Ser. Ser y pensar . . Ser — ¿U n prod ucto del pensar? Pensar es siem pre apropiación acaeciente del Ser A prended p rim ero a agradecer — Y podréis pensar N ada es en vano T odo es único * ** N ACHT / / Stillste reine / sternenreicbe N acht, / b rin g das E in e/ m ir, / was nocb kaum in d ir / je e in D enker / h a rre n d überw acht: / die E reignung / in den Tag des Seyns. S e y n UND D e n k e n // Seyn — e in E rzeugnis des D enkens? /'D e n k e n ist stets E reignung des Seyns / / L ernt erst danken —/ U n d ih r k o n n t denken / / N ichts ist um sonst / Alies ist einzig 38 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 L A CASUALIDAD* G uando el Ser gira hacia sí la huella de la esencia del hom bre y el fundam ento en u n instante se m anifiesta com o el abism o... G uando la pobreza p o r doquier sus m ontañas desborda y se inclina lo libre para caer en el in icio ... Hay liberación en la alegría del libre pensar hacia lo alto, cuya altura, sin nú m ero n i opresión, rara vez tan sólo se regala al recato2 del pensar p u ro ... Siem pre antiguo ya y jam ás nuevo. . 2 * T raduzco Scheu com o « re c a to » en el sen tido o rig in a l de reco gim iento para in d ica r que se trata de u n callado recoger y dejarse apelar p o r la llam ada del Ser. [ N .d e lT J DER ZUFALL / / W enn das Seyn au f sich zu / die S pur des M enschenwesens biegt / u n d d e r G ru n d in einem N u / ais d e r A b g ru n d o ffen lie g t... //W e n n die A rm u t üb erall / sein G ebirge übersteigt / u n d das Freie sich zum Fall / in den A nfang n ied ern eig t... / / Ist B efreiung in das F ro he / fre ie n D enkens a u f das H oh e, / dessen H óh e / anzahllos u n d un b ed rán g t / seltsam n u r der Scheu / / re in e n D enkens / sich verschenkt... / / Stets schon alt u n d niem als neu. SENAS 39 C o m p a ñ e r o s ** Los que fu ero n vienen, aceptados p o r el Ser. Ellos se atreven a decir la verdad del Ser: Ser es acaecim iento propicio acaecim iento prop icio es inicio inicio es resolución resolución es despedida despedida es Ser. i —i í* E l sa ber Pero nosotros sabem os el inicio, el otro , lo sabem os preguntándole, estam os en el salto previo a todo Sí o N o. N unca som os ya conocedores, u n buscar nos lleva, preguntando, más allá de nosotros, al claro del Ser. * ** / / Einstige kom m en / vom Seyn ü b ern om m en. / / Sie wagen / das Sagen / d e r Wah.rh.eit des Seyns: / / Seyn ist E reignis / E reignis ist A nfang / A nfang ist A ustrag / A ustrag ist A bschied / A bschied ist Seyn. D as WlSSEN// A ber w ir wissen den A nfang, / den andern, wissen ib n fragend, / steben im V orsprung zu / jeglichem Ja od er N ein. / / S ind w ir gleicb K ennende nie, / trágt úns ein Suchen / fragend ü b er uns h in / auf die L icbtung des Seyns. COMPAÑEROS 4o EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) Suya tan sólo es la decisión: ¿Llam ará alguna vez el Ser, aniquilando con su p u ro pasar el p o d er y la im potencia, Lacia la tierra al m undo en la disputa sin guerra? ¿Elevará alguna vez el Ser, que las artes de los calculadores desconoce, a la tierra al LecLizo del m un do acordante? ¿E xhortará alguna vez el Ser Al dios sin obra a la llegada de u n p erm anecer más distanciado? ¿Regalará alguna vez el Ser el espacio-tiem po del silencio, com o u n a cerca del estar tran sfo rm ad o , al hom bre que sabe inicialm ente? Inicial, se aproxim a encubierto el tiem po De la in-sistencia del ú ltim o dios. / / D essen allein ist E ntscheid ung : / / R uft je das Seyn, / d i e M acht u n d die O hn m acht / aus reinem V orbeigang zernichtend, / zur E rde die W elt / in den krieglosen S treit? / / H e b t je das Seyn, / die K ün ste d er R ecb ner n icb t k en- SEÑAS 41 Las « se ñ a s» n o son poem as. T am poco son u n a « filo so fía» puesta en versos y rim as. Las «señ as» son palabras de u n p e n ­ sar que necesita este e n u n ciar, p e ro que n o se cum ple en él. Este pensar no tiene nin g ú n apoyo en lo ente, dado que piensa el Ser. Este p en sar n o en cu en tra n in g ú n ejem plo en lo p e n ­ sado, ya que lo p en sado p ien sa lo en te. A d iferen cia de la palabra de la poesía, el decir del pensar carece de im ágenes. Y allí donde parece hab er u n a im agen, ésta no es n i lo poetizado de un a poesía n i lo intuitivo de u n « se n tid o » , sino tan sólo el Últim o recurso de u n a carencia de im ágenes em p ren d id a sin éxito. El pensar del Ser se ha sobrepuesto al final de la « filo so fía» . Pero el antagonism o con los filósofos no lo arro ja de la am is­ tad para con los pensadores. El pensar del Ser n u nca asedia la verdad. Pero ayuda a su esenciar. Esta ayuda no consigue éxito alguno, sino que es ayuda en cuanto sencillo ser-ahí. El pensar, que escucha y obe­ dece al Ser, le busca a éste la palabra. Pero sólo cuando el lenguaje del hom bre está en la pala­ b ra, está en p erfecta salud. Si está en perfecta salud, le hace señas la concesión de las fuentes ocultas. Ellas son las vecinda­ des del in ic io . El pensar del Ser es el cuidado p o r el uso del lenguaje. nend, / die E rd ’ in den Z auber / der S tim m enden W elt? / / M aknt je das Seyn / d en werklosen G ott / in die A nkunft en tfern teren B leibens? / / Schenkt je das Seyn / den Z eit-R aum der Stille / ais H ag des gew andelten’Stands / dem anfanglicli wissenden M enschen? / / A nfanglich naht verhüllt die Zeit / D er Instándigen des letzten Gottes. CORO DE LA ANTÍGONA DE SÓFOCLES M últiple es lo inquietante, p ero nada que, más inquietante, p o r encim a del hom bre se eleve. Él zarpa sobre las espum eantes mareas en la invernal tem pestad del sur y navega atravesando la sierra de las olas furiosas y abismales^ D e los dioses aun a la más sublim e agota, a la indestructiblem ente sin fatiga, la tierra, volcándola año tras año, arrastrando el arado de u n lado a otro con los caballos. C aptura el hom bre, que p o r doquier tram a, incluso a los pájaros de leve vuelo, y caza al pueblo de los anim ales salvajes y al tro p el que los m ares habita. CH ORLIED AUS DER ÁNTIGOM DES SO PH O KLES / / V ielfáltig das U nh eim liche, nichts doch / ü b e r d en M enschen hin au s U nheim licheres ragend sich regt. / D er fá h rt aus a u f die schaum ende F lu t / b eim S üd sturm des W in ters / u n d kreuzt im G ebirg / d er w ütiggeH üfteten W ogen. / / D er G ó tter auch die erhabenste, die E rde, / abm üdet e r die un zersto rlich M ühelose, / üm stürzend sie yon Ja h r zu Ja h r, / h in treib e n d u n d h e r m it den Rossen / die Pflüge. / / A uch den leichtschw ebenden Vogelschwarm / um garnt er u n d jagt / das T iervolk der W ildnis / u n d des M eeres einheim isch Gerege / der u m h er sin nende M ann. / 44 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) C o n astucias som ete al anim al que pernocta en los m ontes y m igra; a la áspera cerviz del caballo y al to ro jam ás dom eñado, abrazándole el cuello con m adera, im p one el yugo. T am bién 'en el reso nar de la palabra y en com prenderlo todo raudo com o el viento ha sabido encontrarse; así com o en el ánim o de dom inar sobre las ciudades. H a considerado incluso cóm o evitar exponerse a las flechas del clima y a las desapacibles heladas. D e cam ino en todas partes, llega, inexperto y sin escapatoria, a la nada. Sólo un a afluencia, la m uerte, n u nca p odrá resistir m ediante huida, aunque de largas y penosas enferm edades lograra tam bién hábilm ente escapar. E r überw áltigt m it L isten das T ie r, / das náchtigt a u f B ergen u n d w andert, / den rauhm áhnigen N acken des Rosses / u n d d en ’n iebezw ungenen S tier / m it dem H olze um halsend / zwingt er ins Jo c h .//A u c h : in das G etóne des W ortes / u n d ins windeilige Allesverstehen / fand er sich, auch in den M ut / der H errschaft ü b er die Stádte. / A uch wie e r entfliehe, hat er bedacht, / der Aussetzung u n te r die Pfeile / d er "Wetter, d er un g attig en auch d e r Frós'te. / / U b erall hinausfahrend unterwegs, erfahrungslos ohne Ausweg / kom m t er zum N ichts. / D em einzigen A ndrang verm ag e r, dem Tod, / durch keine Flucht je zu w ehren, / sei ih m geglückt a u ch v o r notvpllem Siechtum V geschicktes E ntw eichen. / / ? CORO DE LA A N T ÍG O N A DE SÓFOCLES 45 Avezado, pues dom inando el saber hacer más allá de lo esperable, unas veces cae en lo malvado, otras vuelve a resultarle lo valioso. M archa entre el estatuto de la tierra y el derecho ju rad o de los dioses. E m inente sobre el lugar, pierde el lugar aquel que, p o r audacia, considera ente lo n o -e n te N o se siente en m i mesa, n i haga partícipe de su confusión a m i saber, qu ien tal cosa ponga en obra. Gewitziges w ohl, weil das G em ache / des K ó n n en s, ü b e r V erhoffen bem eistern d , / verfált e r einm al au f Arges / gar, W ackeres zum a n d e ren w ieder gerát ihm . / Zwischen die Satzung der E rde u n d d en / beschw orenen Fug der G otter h in d u rc h fá b rt er. / H o ch ü b errag en d die Státte, verlustig d e r Státte / ist er, dem im m er das U nseiende seiend / der W agnis zugunsten. / / N icht werde dem H erde ein T rau ter m ir der, / nich t auch teile m it m ir sein W ahnen m ein W issen, / der dieses fü h ret ins Werk. EL CAMINO DEL CAMPO G orre desde el p o rtó n del ja rd ín del castillo hacia E h n ried . Los viejos tilos del ja rd ín lo siguen con la m irada p o r encim a ele la m uralla, tan to en Pascuas, cuando brilla lum inoso entre las siem bras que b ro ta n y los prados que despiertan, com o en N avidad, cuan do desaparece bajo ventisqueros tras la colina más cercana. A l llegar al crucero cam pestre dobla hacia el bos­ que . A l pasar ju n to a su lin d e , saluda a u n alto ro b le bajo el que se encuentra u n banco de m adera rústica. Sobre él había en ocasiones algún escrito de los grandes pensadores, que u n a jo v en to rp eza in ten tab a descifrar. G uando los enigm as se agolpaban y se bailaba salida, el cam ino del cam po ayudaba. Pues guiaba el pie calladam ente p o r u n Sendero de fácil m anejo a través de la am p litu d del árido terreno. E n ocasiones, el pensar se dirige de nuevo a esos m ism os escritos o hace tentativas propias, recorriendo el sendero que el cam ino traza en tre la cam piña. Éste perm anece ta n cerca del paso del que pien sa com o del paso del cam pesino que en la m adrugada se dirige a la siega. Frecuentem ente, con los años, el roble del cam ino induce al recuerdo de los antiguos juegos y el p rim e r elegir. A veces, Cuando u n roble caía en m edio del bosque bajo los golpes del hacha, el padre buscaba enseguida, a través del soto y los claros goleados, la m edida asignada para su taller. A llí trabajaban cui­ dadosam ente d u ran te las pausas de su oficio con el reloj de la torre y las cam panas, que m an tien en su prop ia relación con el tiem po y la tem poralidad. 48 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 D e la corteza del ro b le tallaban los n iñ o s sus barcos que, provistos de banco de rem o y tim ón, flotaban en el M etterbach o en la fuente de la escuela. E n los juegos, las travesías alrededor del m undo llegaban fácilm ente a su destino y encontraban de nuevo la orilla. Lo enso ñad or de tales viajes estaba envuelto en u n b rillo, todavía apenas visible, que se hallaba en todas las cosas. Su rein o lo d elim itab an el ojo y la m an o de la m adre. Era com o si su tácito cuidado guardara todo esenciar. Aquellas travesías del juego nada sabían entonces de reco rrid o s en los que toda orilla queda atrás. P ero la dureza y el o lo r de la m adera del roble em pezaban a hablar más perceptiblem ente de la le n titu d y constancia co n las que crece el árbol. E l ro b le m ism o decía que sólo en ese crecim iento se funda lo que dura y fructifica, que crecer significa abrirse a la am plitud del cielo y arraigar a u n tiem po en lo oscuro de la tierra, que lo sólido prospera únicam ente cuando el hom bre está, de igual m anera, dispuesto a la exigencia del más elevado cielo y am parado en las m anos de la sustentadora tierra. Todavía se lo dice el roble al cam ino del cam po, que pasa ante él seguro de su sen d ero . E l cam ino recoge to d o lo que tiene su esencia a su alrededor y aporta la suya a todo aquel que lo recorre. Los m ism os sem brados y p en dientes de la p radera acom pañan al cam ino del cam po en cada estación del año con una cercanía siem pre distinta. Ya sea que, sobre los bosques, la cordillera de los A lpes descienda hasta desaparecer en el cre­ púsculo, ya que se alce la alo nd ra en las m añanas estivales, allí donde el cam ino salta sobre la o n d u lació n de u n a colina; ya sea que, desde la región d o nd e se encu entra el pueblo natal de la m adre, el viento del este llegue con indicios de to rm enta, ya que u n leñ ado r al anochecer arrastre hacia su h o rn o el haz de leña m enu da; ya sea que u n carro de la cosecha se balancee, rum bo a casa, en los surcos del cam ino, ya que los niño s reco ­ ja n las nacientes prim averas en el linde del prado o que la n ie - EL CAMINO DEL CAMPO 49 bla em puje d u ra n te días su b ru m o sid a d y su peso sobre las Campiñas, siem pre y desde todas partes se baila alred ed o r del Camino del cam po la palabra alentadora de lo m ism o: Lo sencillo custodia el enigm a de lo d u rad ero y de lo grande. S úb itam en te se hace se n tir ante los h o m b res, y, sin em bargo, requiere u n a larga m aduración. O culta su b endición CU lo in ap aren te de lo siem pre m ism o. La am p litu d de todas las cosas que h a n crecido y p erm an ecen alrededor del cam ino dispensa m u n d o . Sólo en lo tácito de su lenguaje, D ios es Dios, com o dice M eister Eckhardt, ese antiguo m aestro de lec­ tura y vida. Pero la palabra alentadora del cam ino sólo habla m ientras hay hom bres que, nacidos en su am biente, p u ed en oírla. Ellos Son obedientes a su procedencia, no sirvientes de m aquinacio­ nes. E n vano in ten ta el hom bre orden ar con sus planes el globo terráqueo cuando él m ism o n o está en el o rd e n de la palabra alentadora del cam ino. A m enaza el peligro de que los hom bres de hoy perm anezcan sordos al lenguaje de ésta. A sus oídos llega tan sólo el ru id o de los aparatos, que ellos to m an p o r la voz de Dios. D e esta form a, el hom bre se vuelve disperso y carente de cam ino. A los dispersos lo sencillo les parece uniform e. Lo u n i­ form e harta. Los fastidiados ta n sólo en cu en tran ya lo in d ife­ rente. Lo sencillo ha escapado. Su silenciosa fuerza está agotada. D ism inuye, ciertam en te, el n ú m e ro de aquellos que todavía co n o cen lo sencillo com o su p ro p ie d a d ad q u irid a. Pero los pocos serán en todas partes los duraderos. Gracias al suave p o d e r del cam ino del cam po, ellos serán capaces algún día de sobrevivir a las gigantescas fuerzas de la energía atóm ica, artificio del cálculo h u m an o que se h a convertido en atadura de la p ro p ia acción. La palabra alen tad ora del cam ino desp ierta u n sentido que am á lo libre y que, eñ el lugar o p o rtu n o , salta incluso p o r encim a de la aflicción hacia u n a últim a jovialidad. Ésta com - go EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) bate el absurdo del m ero trabajar que, ejercido p o r él m ism o, tan sólo fom enta lo n u lo . E n el aire del cam ino, variable según las estaciones, p ro s­ pera la jovialidad sabedora, cuyo gesto a m enudo parece m elan­ cólico. Este saber jovial es lo « K u in zig e» , la tranquila sabidu­ ría del cam pesino. N o la adquiere quien n o la posea. Los que la poseen, la p o seen del cam ino del cam po. E n su send ero se encu entran la to rm enta invernal y el día de cosecha, se reú n en la viva excitación de la prim avera y el sereno perecer del otoño, se contem plan m utuam ente el juego de la ju ven tud y la sabidu­ ría de la vejez. Pero to do se alegra en u n a sola consonancia, cuyo eco lleva y trae consigo el cam ino silenciosam ente. La jo vialid ad sapiente es u n p o rta l hacia lo etern o . Su pu erta gira en los goznes que u n experto h errero forjó antaño con los enigm as del existir. Desde E h n rie d vuelve el cam ino del cam po al p o rtó n del ja rd ín del castillo. Pasada la últim a colina, su delgado lazo co n ­ duce hasta la m uralla a través de u n a llana h o n d o n ad a. B rilla apagado en el resplandor de las estrellas. Tras el castillo se eleva la to rre de la iglesia de San M artín . L entas, casi dubitativas, once cam panadas se extinguen en la noche. La vieja cam pana, co n cuyas sogas a m en u d o se fro ta ro n hasta quem arse unas m anos in fan tiles, tiem bla bajo los golpes del m artillo , cuyo rostro, som brío y gracioso a u n tiem po, nadie olvida. C o n su ú ltim o golpe, el silencio se vuelve todavía m ás silencioso. Alcanza a aquellos que fu ero n sacrificados antes de tiem po p o r dos guerras m undiales. Lo sencillo se ha vuelto aún más sencillo. Lo siem pre m ism o extraña y lib era. La palabra alentadora del cam ino del cam po es ahora del to do m anifiesta. ¿H abla el alm a? ¿H abla el m u n d o ? ¿H abla D ios? T odo habla de la ren u n cia en lo m ism o. La ren u n cia no quita. La renuncia da. Da la inagotable fuerza de lo sencillo. La palabra alentadora nos hace m o rar en u n a larga proveniencia. CAMINOS DE BOSQUE A l h o m b re ven id ero le es in m in e n te lá controversia con la esencia y con la historia de la m etafísica occidental. Sólo en esta m ed itació n se hace posible llevar a cabo el trán sito al existir p lan etaria m en te d eterm in ad o del h o m b re y alcanzar dicho existir histórico -m un dial en cuanto fundado. Los cam inos de bosque son ensayos de una tal m editación. T om ados externam ente, se presen tan com o u n a recopilación de conferencias sobre objetos que n o guardan relación alguna entre sí. Pensado desde el asunto, todo se encuentra en u n a conso­ nancia oculta y rigurosam ente edificada. N in g u n o de los cam inos p u ed e transitarse si n o se h an re c o rrid o los dem ás. E n su u n id a d , m u estran u n trech o del cam ino del p en sar que el a u to r ha ensayado desde « S e r y tiem p o » . V an hacia lo que extravía. Pero no se extravían.* Sie gehen in der Irre . / A ber síe verirren sich nicht. SOBRE UN VERSO DE MÓRIKE Un intercambio epistolar con Martin Heidegger, por EmilStaiger E n otoñ o de 195 ® im p artí u n a conferencia sobre « E l arte de la in te rp re ta c ió n » en A m sterdam y en Friburgo de Brisgovia. A fin de aclarar las consideraciones m etódicas con u n ejem plo, hice u n a fugaz in te rp re ta c ió n del poem a A una lámpara, escrito p o r M órike en 1846: Aún en tu sitio, oh bella lámpara, ornamentas, Pendiendo grácil de ligeras cadenas, El techo del aposento del placer, casi olvidado. En tu blanco platillo de mármol, cuyo borde Corona la hiedra de bronce verdiáureo, Un grupo de infantes danzajovial en corro. ¡Qué atractivo todo! Risueño,y, sin embargo, un dulce espíritu De seriedad se vierte por la entera forma — Una configuración artística de auténtico carácter. ¿ Quién en ella [repara? Pero lo que bello es, feliz a-parece* en ello mismo.* 3 * D ado que esta correspondencia entre Staiger y H eidegger se centra en la in te r­ p re ta c ió n del té rm in o «scheínen» com o « p a re c e r» (S taiger) o « a p a rec er» (H eidegger), escribo aquí la palabra con u n guión, de m odo que ambas in te r­ pretaciones se m uestren com o posibles. Asim ism o, en lo que sigue la escribiré en alem án cuando esté en ju eg o su interpretación . [N . del T.J N och unverrückt, o schóne Lam pe, schm ückest du, / A n leicbten K etten zierlicb aufgebangen hier, / Die Decke des n u n fast vergessnen Lustgem achs. / A u f deiner weissen M arm orschale, deren R and / D er Efeukranz von goldengrünem 54 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) H ab lan d o de la situ ació n epigonal de M órike y su recu erd o m elancólico del tiem p o de G oethe, expuse en tre otras cosas lo siguiente: « E l n o se con sid era señ o r de esa casa d o n d e cuelga la lám para. A llí n o parece h ab er ya señor alguno. Sin em bargo, todavía siente que pertenece a ella; todavía osa, p o r lo m enos a m edias, considerarse u n iniciado. Justo en ello radica quizá el encanto, doloroso y bello a u n tiem po, de la pieza. El n o ve la lám para com o un a obra de arte en el sentido en que G oethe la vería, es decir, con fraternal veneración, com o u n a configura­ ción orgánica cuyas leyes de construcción están em parentadas con las del cuerpo y el espíritu h u m an o s... E n todo caso, no se siente identificado con ella n i tam poco con su niñez, de la que el g ru p o de in fan tes desp ierta quizá u n recu erd o llen o de m elancolía. M itad cercano, m itad d istan te, "m itad placer, m itad lam en to ”, com o dice el poem a Enprimavera. Es, sobre todo, en el últim o verso d o n d e esto resuena de u n m odo más p u ro : Lo que es bello, no obstante, feliz.a-parece en ello mismo. La belleza permanecefeliz de sí misma, dice G o eth e en la segunda p a rte del Fausto. E l sabe de lo que habla. Se expresa decidida e in equ ívo cam ente. M órike n o va tan lejos. Ya n o se atreve del to d o a saber cóm o se siente la belleza. "Pero lo que es bello, feliz parece... ”, es todo lo que osa decir. Y sustituye, adem ás, con esa po strera sutileza de la que sólo dispone alguien tardío, "sí” p o r "ello”. Si hubiera escrito Erz um ílicht, / Schlingt fróhlich. eine K inderscbar den R ingelreihn. / W ie reizend alies! lachend, u n d ein sanfter G eist / Des E rnstes doch ergossen u m die ganze F orm — / E in K unstgebild d er echten A rt. W er achtet sein? / Was aber schón ist, selig scheint es in ihm selbst. SOBRE UN VERSO DE MORIKE 55 "en sí m ism o”, aú n se habría puesto excesivamente en el lugar de la lám para. Lo bello vuelve a estar del to d o distanciado cuando es feliz "en ello m ism o ...”» . Ya en A m sterdam , H e rm á n M eyer expresó sus reparos co n tra esta in te rp re ta c ió n . E l consideraba que el « scheint» debía ser concebido com o lucet, n o com o videtur. Esta cuestión se reto m ó ta m b ié n en F rib u rg o . W alter R ehm y H u go F ried rich , si b ie n d u d ab an en u n p rim e r m o m en to , acabaron decidiéndose de buena gana a in terp retarlo com o videtur. H ugo F riedrich recordó, además, que él o ello es u n antiguo p ro n o m ­ b re reflexivo usual todavía hoy e n Suabia. D e hech o, esto p o d ría h ab erlo sabido con su ltan d o el d iccio n ario de los G rim m , donde se atestigua su uso general com o reflexivo hasta l8 o o , y aú n p o ste rio rm e n te en Suabia. Sin em bargo, n o m e sentí forzado a m odificar p o r ello m i interpretación. N os p usi­ m os de acuerdo en que M órike había utilizado u n a p articulari­ dad de su dialecto para lograr en el alem án culto la im presión que yo había descrito y hablam os todavía u n rato sobre lo difí­ ciles y am biguos que resultan incluso los versos más in o fen si­ vos, según quedaba m anifiesto, p o r lo que toda cautela es poca para el in térprete. Sin em bargo, tam bién M artin H eidegger había escuchado la con ferencia e n F ribu rgo . É ste se m ostró p a rtid a rio de entend er el « scheint» com o lucet, y tuvo la am abilidad de ju stifi­ car su p u n to de vista en u n a carta: «P ara aclarar el "scheint” en el poem a de M órike es preciso leer en p rim er lugar, com o claves retrospectivas para el poem a todo, los dos últim os versos después del guión. Esas dos líneas expresan in nuce la estética de H egel. La lám para, 'lo lu m ino so’ es, en cuanto "configuración artística de auténtico carácter”, el ctá|i[3oAov de la o b ra de arte cóm o tal —'d el id eal’, dicho en el lenguaje de H egel—. La lám p ara, la co n fig u ració n artística ("oh , bella lá m p a ra ”), lleva a u n ió n el aparecer sensible y el 56 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 aparecer de la idea, siendo esto la esencia de la ob ra de arte. E n cuan to co n fig u ració n artística de carácter lin g ü ístico , el m ism o po em a es el sím bolo que se apoya en el lenguaje de la obra de arte en generál. Pero volvamos concretam ente al "scheint”. U sted lee "feliz a-parece en ello m ism o” com o felix in se ipso (esse) videtur. T om a usted el "feliz” de form a predicativa y el in se ipso en relación con felix. Yo lo en tien d o adverbialm ente: com o el m od o, com o el rasgo fund am ental del 'ap arecer', esto es, del lu m ino so m os­ trarse; y el eo ipso lo tom o en relación con lucet. Yo lo leo com o feliciter lucet in eo ipso-, el "en ello m ism o” refiere a "aparece”, no a "feliz” ; el "feliz” es sólo la consecuencia esencial del 'aparecer en ello m ism o ’. La articu lació n y el 'ritm o ’ del ú ltim o verso tie n e n su peso en el "es” . "¡Pero lo que bello es (lo que es u n a co n fig u ració n artística de auténtico carácter), feliz aparece en ello m ism o”. El 'ser-b ello ’ es el p u ro 'aparecer’. C o n su lte sobre este p u n to la in tro d u c c ió n y el p rim e r capítulo de la p rim e ra p arte de las Lecciones sobre la Estética de H egel dé 1835-'A llí dice H egel (p rim era ed ició n de la Obras, vol. X, I, p. I 44 ) : "Lo bello se define, de este m odo, com o el aparecer sensible de la idea”. "El objeto bello (...) perm ite que se m anifieste en su existencia su p ro p io concepto en cuanto rea­ lizado y m uestra en él m ism o la u n id a d y v italidad subjetiva” (ibid., p. 148). E l "él” o "ello” n o es sólo dialecto suabo, sino al co n tra­ rio, este dialecto resulta apropiado y es utilizado para expresar u n a diferen cia esencial: "en él m ism o” n o m b ra algo en ello m ism o, p e ro algo tal que n o posee au toco ncien cia p ara sí, dicho en el lenguaje de H egel, que no es n in g ú n 'co n cep to ’, esto es, n in g ú n 'aparecer p u ro en sí m ism o’ (p. 141)» sino u n aparecer sin autoconciencia, sin u n 'sí’, y que, p o r tanto, no es 'e n sí’, p ero es "en ello, m ism o”. Sin em bargo, este ‘aparecer’ no es jam ás u n a 'm era ap arien cia’ (en el sentido de 'parece SOBRE UN VERSO DE MORIKE 57 com o s i...’). Por eso dice H egel (p. 199, abajo): "La verdad del arte no puede consistir, p o r ende, en la m era corrección, a la que se lim ita la d en o m in ad a im itació n de la naturaleza, sino que lo externo debe arm onizar con algo in tern o que arm oniza en sí m ism o y que, ju stam en te p o r ello, puede revelarse como sí mismo en lo externo” (subrayado m ío ). Este revelarse es el lum inoso m ostrarse, el 'ap arecer’. E n él, lo v erdad ero saca a la luz su au to n o m ía. Así, dice H egel: "D esde esta perspectiva, podem os destacar la serena calm a y felicidad, este bastarse a sí m ism o en el prop io estar concluido y la p ro p ia satisfacción, com o el rasgo fu n d am en tal del ideal (es decir, de la o b ra de arte). La figura artística ideal está ahí ante nosotros com o u n dios feliz” (p. 2,02,). E n cuanto felíciter lucens, la con figuración bella es ella m ism a felix. D e este m odo, se podría obtener la 'certeza’ que es posible en esto. Pues recla­ m ar u n a de tipo 'm atem ático’ en el sentido de D escartes sería u n dogm atism o eternam ente injustificable, p o r resultar com ­ pletam ente inadecuada al asun to. Pero la referencia a H egel es evidente, ya que el am igo de juventud de M órike (nacido, com o él m ism o, en Ludwigsburg) y su p erm an en te asesor en cuestiones de estética y poética fue Friedricb T b eó d o r Vischer, cuya 'Estética o ciencia de lo bello’ em pezó a publicarse en 1846. D ebem os ten er en cuenta, adem ás, que la fuerza expresiva de la palabra "scheinen” ("lucir”, "aparecer”) se ha perdido para nosotros, au n cuando todavía decim os: "die Sonne scheint” ("luce el sol”). Pero lea, en cam bio, el poem a de M. G laudius (Elmen­ sajero de Wandsbeck, nú m . I) titulado "C antar u na nana en el claro de lu n a”, especialm ente las estrofas 8, 9 > II y 12 ^H asta aquí las palabras de M artin H eidegger. Reconozco que está carta hizo que m i convicción se tambalease hasta cierto p u n to . Pero algún tiem po después se m ostró que m i in stin to para el sonido y el sentido del verso n o se dejaba sacudir. De 58 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) m odo que in te n té c o n fro n ta r o tra vez, y m ás detalladam ente que en la conferencia, m i com prensión instintiva del verso con los m edios propios de la investigación literaria. Escribí a M ar­ tin H eidegger lo siguiente: «P erm ítam e em pezar co n el final de su co m en tario . Llama usted a Vischer el asesor p erm anente de M órike en cues­ tiones de estética y poética. E n ese caso, V ischer sería más com ­ petente que Hegel. ¿Y qué dice V ischer de lo bello? E n el p r i­ m er volum en de su estética —que, com o usted señala, apareció el m ism o añ o en que fue escrito el p o em a de M órike A una lámpara—, en el parágrafo 13 (segunda edición, M únich, 1922, p. 51), dice: "De acuerdo a esta ley, se le genera [al espíritu] la aparien­ cia de que algo individual, existente en la lim itación de espacio y tiem p o , se co rresp o n d e sin más con su concepto; que, p o r tanto, se ha realizado en él p o r com pleto, en p rim er lugar, un a idea determ inada y, de ese m odo, m ediatam ente, la idea abso­ luta. Esto es ciertam ente u n a m era apariencia en tan to que su idea no está presente p o r com pleto en n in g ú n ser individual; pero, com o la idea absoluta no es una representación vacía, sino que es verdaderam ente efectiva en lo existente, aunque no en lo individual, es p o r ello u n a apariencia llena de contenido o un a m anifestación. Dicha m anifestación es lo bello”. A q u í la expresión 'ap arecer’ de lo bello se vuelve co n s­ cien tem en te am bigua, p ero es utilizada m ás en el sentido de videri. S in em bargo, n o le concedo tan to peso a este pasaje. Pues, ¿q u é im p o rtan cia cabe dar a dicha asesoría po ética y estética? El 8 de feb rero de 1851, M órike escribe a V ischer sobre la estética de éste, en con creto sobre el segundo v o lu ­ m en, publicado en 1847: "M ientras tanto, quiero trabajar asiduam ente en tu libro, tras h ab er sentido varias veces el m ayor deseo de ello. U n a p arte, la p rim e ra [de la que están tom adas las frases citadas SOBRE UN VERSO DE MORIKE 59 arrib a], estuvo u n a vez en m is m anos durante dos días; rebus­ qué en ellas com o el perro con el bocico en u n a esfera firm e, donde no hay saliente alguno para lograr desprender algo a esa velocidad”. ¿Y qué d ecir de su estudio de ffeg el? El 14 de m ayo de 1833, M órike le p id e a V ischer que "le escriba los p rin cip io s del sistema hegeliano”. Seebass, el edito r de las Cartas inéditas de M órike (Stuttgart, 1945 )» explica al respecto que "no se tiene noticia de u n estudio tardío de H egel” (p. 534 )Así pues, la referencia a H egel n o es en absoluto evidente. ¡Al co n trario ! V em os que M órike n o ten ía n in g u n as ganas y ninguna habilidad para el pensam iento serio, Pero, ¿a qué lle­ gam os con esto? A usted, seguram ente, le in d ig n ará saber de u n a relació n ta n frívola con la filosofía com o la que aquí Se m anifiesta. Pero justo en eso se encuentra el p u n to decisivo. Si m e lo p erm ite, le d iré que el m o d o com o abo rd a el verso en cuestión m e parece dem asiado escolástico para este poeta. Me parece que, e n co n tra de su p ro p ia convicción, insiste usted dem asiado en los conceptos y pasa p o r alto lo flotante, resba­ ladizo, tím ido , cauto, lo a m enu do tam bién astuto y am biguo de u n lenguaje poético com o el que M órike desarrolló. Puede que el viejo z o rro pensase ta m b ié n u n poco en lucet, que, al igual que el "en ello m ism o”, le resultaba dialectalm ente más cercano que a n o so tro s. P ero, com o m ucho, de u n a form a 'tam b ién u n p o co’ ju guetona, a m od o de ensayo. E n este tipo de lírica apenas hay lím ites claros e n el significado y to d o el espectro de la palabra 'aparecer’ que expone el diccionario de los G rim m p u ed e estar irisan d o m ás o m enos. N o deseo ren u n ciar en m odo alguno a lo po ten cial del enunciado, a lo inseguro, al apartarse de la certeza incondicionada, al 'tal vez’ que se encuentra en el videtur. C onsidero dom inante este signi­ ficado. E n él se expresa insuperablem ente la situación especial de M órike, que este m ism o advertía p ro fu n d am en te, la dife- 6o EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 rencia de su existencia con la de u n G oethe (o tam bién con la seguridad de u n H egel). El, el tardío, sólo puede ya su p o n er y designar com o posible, p ara él la esencia se en cu en tra ya i sem iencubierta. ¿P retende usted sacrificar este color precioso y sum am ente in divid ual del p o eta y del verso en cu estió n en aras de u n a frase que n o sería más que u n balance suplem enta­ rio de la estética hegeliana? Es evidente, p o r tan to , que no se trata de u n a diferencia de o p in ió n cualquiera en tre nosotros, sino de u n a diferencia esencial en la con cepción del lenguaje poético y filosófico. D onde más fuertem ente la percibo es en su declaración de que el énfasis caería sobre el "es”. Esto m e parece sim plem ente im posible. El énfasis recae sobre "bello”, "feliz” y "m ism o”. Por el contrario, cuando, hablando del verso de Elólderlin Pensam ientos del com ún espíritu son, los que term in an silenciosos en el alm a del poeta* explica usted que hay u n énfasis en el son y apoya esta explicación apelando a la com a que H ellin grath pasó p o r alto, yo le doy la razón tan to p o r cuestiones de ritm o com o de co n ten id o . Este detalle de su in terp retació n del him n o Como cuando en día defiesta siem pre m e ha parecido especialm ente valioso. Pero el lenguaje de E ló lderlin es, con certeza, m ucho más filosófico que el de | M órike. H ó ld erlin era tam bién u n pensador, M órike no . ! ¿M e p e rm itiría p u b licar en Trivium los fragm entos de n u estra co rresp o n d en cia que re fieren al verso de M ó rike? C reo que sería id ó n ea p ara in d u c ir a círculos más am plios a reflexionar de nuevo sobre las dificultadés de la interpretación. Des gem einsam en G eistes G edan ken sin d, / Stil e n d e n d in d er Seele des D ich ters... SOBRE UN VERSO DE MORIKE 6l Le estaría especialm ente agradecido si qu isiera añ ad ir algo a m odo de con clu sión . Pues n o es en absoluto m i in te n c ió n ten er la últim a palabra —m enos que nadie ante u s te d » . E n u n a carta desde T od tnau berg del 28 de diciem bre de I9 5 0 dedicada ya exclusivam ente al verso en cuestión, M artin H eidegger respondió lo siguiente: «E stim ado Sr. Staiger, M uchas gracias p o r.su carta. H ace más tran sp aren te su conferencia y m e instruye sobre aspectos esenciales, com o el tem ple de ánim o fundam ental del poem a. Sin em bargo, no m e convence en lo decisivo, en su in terpretación del "scheint” com o videtur. Pero esto nos alienta a in ten tar llevar el asunto a u n a más alta claridad y a p o n e r en consonancia nuestras concepciones. Para ello, debo responder de m anera más detallada. Por ese motivo, no puedo ser yo quien tenga la últim a palabra, dejando de lado que ésta le corresponde a usted según las buenas costum ­ bres. Su últim a palabra seguirá siendo, com o usted m ism o con­ sidera y com o siem pre en los m ejores casos, sólo u n a p rim era palabra, pues aquí se juega algo más que la aclaración aislada de u n verso. Ese algo decidirá quizá p ro n to , quizá en u n tiem po lejano, pero ciertam ente p o r vez prim era e incluso solo, la rela­ ción del lenguaje con nosotros, los m ortales. M i referen cia a H egel sólo p re te n d ía caracterizar la atm ósfera en la que resuena la palabra "scheinen” al ser utilizada p o r M órike en relación con lo bello. A l m encionar pasajes de las Lecciones sobre la estética de H egel, en absoluto p reten d ía p ro b a r que los conceptos filosóficos de lo bello y el aparecer, en cuanto causas, h u b ieran ten id o com o efecto el uso poético de estos conceptos en el poem a de M órike p o r la vía de u n a m ediación causal de esta relación efectiva entre H egel y M órike a través de Fr. T h . Vischer. A unque m uestre usted que M órike apenas se ocupó de la filosofía de H egel y que sólo estudió la estética de V ischer de 62 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 u n m od o superficial, n o p o r ello se desbarata m i referencia a H egel, y tam poco dejo que m e in digne u n a 'relación tan frí­ vola con la filosofía’ p o r parte de M órike. Esto últim o po rq ue considero que, q u ien es poeta, no necesita dedicarse a la filo ­ sofía, si b ie n u n poeta resulta tanto m ás poetizante cuanto más pensante es. E n cuanto a lo p rim ero , po rq ue, a través del do m inio en aquellos tiem pos de la filosofía de H egel y su escuela, el signi­ ficado de "scheinen” en el sentido del "lum inoso m ostrarse de lo p resente” estaba en el am biente, y n o era necesario que qu ien entendiera esa palabra todavía y de nuevo en su sentido antiguo estudiase las obras de H egel o los libros de V ischer. Pero ade­ más, si consideram os ya el asunto m ism o, tam poco puede p e n ­ sarse adecuadam ente 'scheinen’ en el sen tid o de 'p arecer sólo com o s i...’, sin el ám bito subyacente del aparecer en el sentido del desocultarse que revela algo presente. La palabra griegacpaí- ¡ veaSui dice am bas cosas. El cpaíveaS'ai e n el sentido de 'sólo parece así’ habla aquí de m anera distinta que el videtur ro m an o , , que habla desde el p u n to de vista del observador. Así pues, no j pienso 'escolásticam ente’ que M órike haya trad u cid o de u n m odo escolar la filosofía hegeliana a lenguaje poético, tan sólo p re te n d o señalar que el significado o rig in ario de 'ap arecer’ y 'apariencia’ m antiene abierto aquel ám bito en que la m u ltip li­ cidad de los significados de apariencia, aparecer, m anifesta­ ció n, m era m anifestación y sólo aparien cia se desarro lla de fo rm a lib re, au n q u e n o arb itrariam en te, p ero tam b ién se com plica. D e este m od o, tam poco el pasaje del §13 de la Estética de V ischer que usted m en cio n a p ru eb a divergencia alguna con H egel. E n el contexto de los pasajes que yo citaba (pp. 132, 148, 149)1 éste habla tam b ién de la m anifestación y de la apa­ riencia en el sentido del m eram en te parecer. E n el concepto hegeliano de lo bello y del aparecer del objeto bello se encu en ­ j SOBRE UN VERSO DE MORIKE 63 tra re u n id a u n a diversidad rig u ro sam en te edificada de apa­ riencia, m anifestación y m era apariencia. Pero la apariencia, p o r ejem plo, de que u n árbol p in tad o , en cuanto configura­ ció n artística, n o es u n á rb o l efectivo y, sin em bargo, ju sta ­ m ente com o tal árbol aparente m uestra la realidad efectiva del árbol m ism o, p erten ece necesariam ente a la esencia de toda obra de arte y, en concreto, a su aparecer propio en cuanto el m ostrarse en ello m ism o. H egel y V ischer se refieren a esta apariencia de lo que tom a efectivam ente u n sem blante, apa­ riencia esta que pertenece al aparecer prop io y perm ite que se m anifieste la realidad efectiva. P o r el con trario, el sem blante que usted presum e en el "scheint” (videtur) de M órike es otra cosa. D icho sem blante se co rresp o n d e con la o p in ió n que el epígono M órike se ha fo rm ad o , según su concepción, de la esencia y la validez del arte, m ientras que aquel otro sem blante pertenece al aspecto en que la obra de arte se encuentra esen­ cialm ente. Según su in te rp re ta c ió n , el aparecer p ro p io , el m ostrarse de la o b ra de arte, deb ería ser tam b ién u n a m era apariencia, en ta n to que la o b ra de arte se m anifiesta com o feliz, p ero n o lo es. Si su in te rp re ta c ió n del "scheint” fuera correcta, n o p o d ría usted citar las frases de V ischer com o docum ento para p ro b ar que se esté hablando de esa apariencia, y m enos todavía en u n a supuesta contraposición con Hegel. Pero ¿a qué v ienen estas largas disquisiciones sobre la estética de H egel y de V ischer, si los testim on ios literario s extraídos de sus escritos n u n c a p u e d e n te n e r el peso de u n a prueba que dem uestren u n influíaisphysicus de los conceptos filo ­ sóficos de lo bello en la configuración poética de u n poeta? Las disquisiciones p reten d en aclarar, a m odo de u n preludio h e rm enéutico, p o r así decir, que es necesario ya u n gran esm ero para orientarse —en el sentido del op in ar vacilante—en las rela­ ciones esenciales del aparecer p ro p io e im propio, de la m an i­ festación y de la m era apariencia, y hacer u n usó claro y seguro 64 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) de los co rresp o n d ien tes significados de las palabras. Los com entarios precedentes están m uy lejos de exponer con sufi­ ciente claridad n i siquiera la estructura fundam ental de lo que H egel pien sa bajo los n o m b res de la idea absoluta y el ideal. Pero lo am biental de lo así pensado se irrad ió , más allá de toda rivalidad con H egel, a toda la consideración del arte del siglo XIX, aunque, p o r lo dem ás, el nivel de los horizontes de p e n ­ sam iento y de la conceptualidad decayera constantem ente. Sin em bargo, sólo desde el m ism o poem a puede decidirse cóm o debe entend erse el "scheint” del ú ltim o verso del poem a de M órike. Pero el poem a se m antiene en el am biente del espí­ ritu del lenguaje de su época y vibra en u n tem ple de ánim o fundam ental, si es que él m ism o es "una configuración artística de auténtico carácter”. Su carta m e ha hecho prestar más atención a algo esencial y m e ha vuelto más pensativo al resp ecto: el tipo de tem ple de ánim o fundam ental que habla desde el poem a. Estoy de acuerdo con usted al den o m in ar dicho tem ple de ánim o la m elancolía que m ira atrás. ¿Q u é dice el poem a m ism o? L am entablem ente, n o tengo ya suficientem ente presente lo que dijo usted en la conferencia sobre el poem a en general y en c o n c re to . Pero creo que no m e engaño al ap u n tar qu e se abstuvo de realizar u n a caracterización exacta del poem a én lo relativo a su estructura, especialm ente p o rq u e, com o escribió usted después, "en aquella tard e era m ás im p o rtan te la p arte m etódica que el ejem plo”. Los diez versos del poem a Se estructuran com o sigue: los versos 1-3 dicen que la bella lám para esencia "aún en su sitio” y cómo esencia, a saber, 'o rn am en tan d o ’ "el techo del aposento del placer, casi olvidado”. El techo así o rn am en tad o p o r la bella lám para ilum in a el espacio a p a rtir del esplendor de ese ornam en to. A u n sin estar encendida, la bella lám para aclara el ap o sen to . Le concede a este espacio su esenciar (e n te n d id o SOBRE UN VERSO DE MÓRiKE 65. verbalm ente), 'casi olvidado’. Este esenciar dice lo siguiente: lo aclarado se m anifiesta com o ya sido a la luz de la bella lám para. Los versos 4 -6 p e rm ite n que se m anifieste el aspecto, el qué, de la bella lám para que, en su ad o rn a n te presencia, ba perm anecido aú n en su sitio. El v erdo r áureo de la corona de h iedra indica lo dionisíaco que crece ard ien tem en te. La daza en co rro del g ru p o de in fan tes irra d ia el esp len d o r del ap o ­ sento del placer. A diferencia de usted, no en tien d o el m an i­ festarse del grupo infantil en la bella lám para dé m anera psico­ lógico-biográfica, com o u n signo del recuerdo de la niñez ya pasada del poeta. La corona de h ied ra y dicho grupo p erten e­ cen a la co n fig u ració n artística de la bella lám para, en tan to concede, aclarando, el m un d o del aposento del placer. Los versos 7 y 8 llevan a lenguaje el to d o de los versos anteriores ( l - 6 ). M uestran el esenciar acorde en sí de la bella lám para com o atractiva y com o seria (com o en can tad o ra y ensim ism ante), p ero no al m odo de u n a m era sum a. El atrac­ tivo y la seriedad del esenciar se c o n fu n d e n suavem ente y se m ueven circundando « la entera fo rm a» com o en u n juego. La palabra "form a” no significa aquí el envoltorio para u n conte­ nido, sino "form a” entend ida com o popcpip la figura de lo que posee u n aspecto. "La e n te ra fo rm a ”, esto es lo que esencia puesto en el m anifestarse de su pleno aspecto: la bella lám para aún en su sitio, cuyo esenciar y aspecto son custodiados en el poem a p o r los dos grupos de tres versos ( l- 6 ). A través de los versos 1- 8 , la con figuración artística de la bella lám para ha entrado en el poem a de u n a m anera tan bella y, p o r ende, m esurada que es incluso lo hablado de este poem a lo que hace lu cir a la bella lám para en su belleza. Es cierto que el poem a n o acciona la lám para, p e ro enciend e la bella lám ­ para. Sin em bargo, ¿p o r qué no term ina el poem a A una lámpara con el octavo verso? Porque con ello no llega todavía a lenguaje redonda y puram ente lo que debe ser poetizado. Si b ien la bella 66 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 lám para ha llegado a la palabra com o con figu ración artística, todavía no ha sido nom brada com o "una configuración artística de carácter auténtico”. El auténtico carácter de la bella lám para,, la belleza m ism a, perm anece todavía inexpresada. A ú n queda algo más que decir p o r respecto a los versos anteriores. P or eso hay u n gu ió n al final del octavo verso, inm ediata­ m ente después de la palabra "form a” y sin u n p unto tras ella. La b arra del guión nom bra u n a diferencia que separa y ju n ta a u n tiem p o. C o nsid eran do los versos del poem a entero , el guión contrapone los versos 1-8 a los siguientes dos versos finales. Lo que el guión lleva a separarse de esta m anera, lo lleva tam bién a encu entro : ios versos 9 y 10 con 1-8 en conjunto, con y y 8 en especial. La p arid ad de éstos se corresp on de con la de los dos versos finales, pues en am bos casos es nom brada la configura­ ción artística en su totalidad, si bien en distintos respectos. E l noveno verso com ienza in m ed iatam en te después del gu ió n con las palabras "u na configuración artística de a u té n ­ tico carácter”. De esta form a se recoge lo an terio r, p ero a u n tiem po, se lo rem ite a lo siguiente. Y ¿qué es lo que sigue? E n p rim e ra instancia, u n a pregu nta: "¿ Q u ié n en ella re p a ra ? ”. ¿ Q u ié n tom a en consideración la configuración artística en su auténtico carácter, en su pro p ia esencia? La pregunta está fo r­ m ulada de m anera que tien d e a la siguiente respuesta: nad ie más, apenas algunos, un os pocos sólo. La pregunta posee una en to n ació n triste. La m elancolía dice en el poem a que la obra de arte en su esencia pasa in adv ertida a los h o m b res. Sin em bargo, el po eta sólo p u ed e estar tem p lado aním icam ente p o r este tem ple de ánim o p o rq u e p erten ece a aquellos que todavía conservan el sentido para la esencia d é la obra de arte. De ahí que la m elancolía n o pueda dep rim irlo. Resiste en ella. Pues sabe que el adecuado carácter de u n a configuración artís­ tica, la belleza de lo bello, n o prevalece p o r gracia de los h o m ­ bres, p o rq u e éstos re p a re n o n o e n la o b ra de arte, p o rq u e SOBRE UN VERSO DE MOR1KE 67 gocen o no de lo que es bello. Lo bello sigue siendo lo que es In d ep en d ien tem en te de cóm o se resp o n d a la p reg u n ta "¿Q u ién en ello rep ara?”. "Pero lo que bello es, feliz aparece en ello m ism o ” : la belleza de lo bello es el p u ro dejar aparecer la "entera fo rm a” en su esencia: N o podem os pasar p o r alto apresuradam ente el "pero” del Último verso y todavía m enos dejar de escucharlo p o r com pleto. El "p e ro ” n o m b ra u n a con trapo sició n que u n e. El verso 10, en el que se encuentra, habla con tra el verso 9> que m e n ­ ciona el rep arar de los ho m bres en la;obra de arte. El "p e ro ” habla en contra del decisivo peso de ese reparar, ya que lo bello nunca llega a ser lo bello m ediante ese considerarlo tal. S in em bargo, el "p e ro ” sólo habla de ese m od o p o rq u e, además, en el ritm o del verso n o resalta únicam ente el "bello” que sigue in m ediatam ente, sino que, a u n tiem p o, y según el Sentido, debe acentuar tam b ién el "es”. El "es” no posee aquí @1 significado desgastado de la cópula, que tan a m enu do u tili­ zamos sin p en sar al hablar y escribir. El "es” n o m b ra el 'serb e llo -e n -s í’ p a ra d iferen ciarlo d e l 'm e ro ser rep resen tad o Como b e llo ’ m ed ian te u n re p a ra r en lo b ello . E l "es” tien e aquí el significado de "esencia” : lo que esencia en el m odo de lo bello ... P or eso debo perseverar en la acentuación del "es”, SÍ b ien estoy m uy lejos de equiparar el to n o de este "es” con el del "so n ” del verso de H ó ld e rlin que usted m en cio n a. Ese "son” no significa 'e sen cian , sino 'existen en el sentido m etafísico de existentia. Lo que esencia com o algo bello, sin em bargo, ¿qué otra cosa p o d ría hacer, en cuan to a d o rn a n te e ilu m in a n te , sino perm itir que se m anifieste u n m un d o en su esenciar? Esto le es dado a lo bello sólo en cuan to , p o r ser lu m in o so en ello m ism o, clarea, es decir, aparece. D ado que el "scheint” significa esto y el "en ello m ism o’’ se refiere a él, con estas últim as pala- 68 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) bras el poem a vuelve a las prim eras: "A ún e n tu sitio, oh bella lá m p ara...”. C o n la últim a palabra del últim o verso, qúe va u n id a con la p en últim a, se red o n d ea p o r fin "la en tera fo rm a”, ya n o de la bella lám para, sino del poem a A una lámpara. Cada vez que in ten to darle la razón del todo y escuchar el "scheint” com o videtur, m e quedo atascado en el ritm o del verso y, al p en sar, es com o si fu era chocando co n tra esquinas ju sto d o n d e el p o em a te rm in a re d o n d eán d o se . E l significado de "scheinen” e n la palabra "scheint” n o a p u n ta en la d irecció n de "fantasm a”, sino en la de "epifanía”. La configuración artística de auténtico carácter es ella m ism a la epifanía del m u n d o que es ilum inado p o r ella y guardado en ella. Si podem os hablar de u n a 'ú ltim a sutileza’ refirién do nos a esté poem a de M órike, Sería com o m uch o considerando que este m ism o poem a que lleva al lenguaje el m odo de esenciar de u n a configuración artística sea u n p o em a A una lámpara. D e ese m odo, n o sólo aquello de lo que se hace objeto en esta co n fi­ g u ració n artística, la lám p ara, posee el carácter del ilu m in a r encendido, sino que el esenciar de la ob ra de arte, la belleza de la bella lám para, ilum ina en el m odo del aparecer clareante. La lám para ya apagada ilum in a todavía p o r cuanto, com o lám para bella, clarea: m o strán d o se (ap arecien d o ), lleva a aparecer su m un d o (el aposento del p lacer), ¿Es esto 'sutileza’? ¿N o es más b ie n u n regalo de lo más discretam en te sencillo e n el po eta, q u ie n co n este po em a se p o n e, en cuan to u n u lte rio r, en la cercanía de lo te m p ra n a ­ m ente sido en el arte occidental? Su p re se n tim ie n to e n c u e n tra el tem p le de ánim o de la m elancolía e n el poem a de M órike. Yo sigo su p resentim iento. Pero m e p re g u n to : ¿qu é es lo an ím icam ente tem plado p o r la m elancolía? N o el carácter auténtico de la configuración artís­ tica, en razón de que su aparecer esencial se vería degradado a 69 SOBRE UN VERSO DE MORIKE u n a m era aparien cia. E l tem p le de ánim o de la m elancolía alcanza a la co n fig u ració n artística en cuan to n o tien e ya la consideración de los hom bres qu e es acorde a su esenciar. La obra de arte no puede jam ás forzar p ara sí ese ten er n i salvarlo p o r siem pre y sin restriccion es. Q uizá el p o eta echó u n a m irada a esta im p o ten cia (a este 'd o lo r’) que p erten ece al esenciar de la ob ra de arte, de m od o que, desde ese do lo r, su ánim o p erm anece m elan cólicam ente tem p lad o . Es evidente que él, com o epígono, ba visto m ás que los predecesores y h a tenido que soportar u n a carga m ás pesada. El poem a de M órike n o necesita de fo rm a in m ed iata nuestro re-p ensar lleno de rodeos para seguir siendo lo que es. E n cam bio, nosotros sí necesitam os dicho pensar, n o sólo n i en prim era instancia para po d er leer poem as, sino para aprender otra vez a leer en general. Pero ¿qué es leer sino colectar; reunirse en la colecta que va en pos de lo no -h ablado en lo hablado? Le saluda atentam ente, su Martin Heidegger» A ello resp on dí yo el 6 de e n e ro de 1951 com o sigue: «M uy estim ado Sr. H eidegger, sólo m e quedaría agradecerle su extraordinaria carta, si no fuera p o rq u e en ella se p o n e de m anifiesto u n m alen ten d id o que m e lleva a hacer uso del derecho a la últim a palabra que tan am ablem ente m e concede. N i en m i conferencia sobre "El arte de la in terpretació n”, n i en la carta que le dirigí, he concebido el "scheint” en el sentido de 'parece, p e ro n o es así’. N unca be declarado que el 'Scheinen apunte en la dirección de 'fantasm a’, 7o EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) sino que tan to entonces com o ahora he in terp retad o los ú lti­ m os versos de este m odo: La configuración artística apenas es ya considerada. "P ero” (¡tam poco yo he dejado de escuchar esta palabra en absoluto!), ¿qu é daño p u ed e hacerle eso? Parece feliz en ella m ism a y n o necesitar para nada de n o so tro s. ¡Parece! Probablem ente sea así. N o lo sabem os con total segu­ rid ad . Pues, ¿quiénes som os n o so tro s, pobres tardíos, para poder atrevernos a expresar sin tapujos cóm o se siente lo bello? C o n esta aclaración creo n o estar dem asiado lejos de su in te rp re ta c ió n , tal com o ésta ha quedado éxplicitada. Estoy com pletam ente, de acuerdo con su caracterización de la estruc­ tu ra del po em a. E n m i co n ferencia m e había expresado de form a sim ilar al respecto. A m bos reconocem os tam bién que el "scheint” irisa sobre algunos significados. U sted po n e el énfasis más e n lucet (p o r m o r del aparecer, del lu c ir de la bella lá m ­ para), yo sigo p o n ié n d o lo en videtur. D e esa form a incluyo al poeta en esa m elancolía que, según nuestra com ún convicción, dom ina com o tem ple de ánim o el poem a entero. El poeta está m ovido p o r la m elancolía n o sólo p o rq u e sabe que la ob ra de arte pasa inadvertida en su esencia para la m ayoría, sino porque él m ism o nt> se atreve ya a sentirse seguro com o iniciado. Esta m elancolía personal suya puede docum entarse en El pintor Nolten (el ú ltim o rey de O rp lid co n su d o rm ita n te conciencia) y en incontables poem as. Y justam ente este tem o r y esta tristeza m e parecen contradecir que haya aquí u n enunciado sobre lo bello tan categórico com o el que usted aprecia. N o obstante, puede hablarse de epifanía en el sentido que le da usted, si bien, diría yo, de u n a epifanía m edio velada ya. T odo lo que aún nos separa puede entenderse a p a rtir de la siguiente diferencia: usted lee el poem a com o testim onio de lo poético y de lo bello en su inm utable sim plicidad. Yo lo leo más b ien com o testim onio de la form a especial e irrepetible de lo poético y lo bello que se hizo efectiva en M órihe a m ediados SOBRE UN VERSO DE MORIKE 71 del pasado siglo. M órike tien e p arte (en el sentido de peréyei) en lo bello tal y com o usted lo piensa. T am bién yo, en cuanto historiador, debo reconocerlo. Pero, más todavía, debe p re o ­ cuparm e la cuestión de cómo tiene parte en ello, cóm o lo u n o se refracta en su m anifestación individual. N ada m ás debo agregar. P ero sí quisiera agradecerle de corazón su b u en a disposición a re sp o n d e r m is preguntas y la in terpretació n del poem a, que con gusto m e precio de haberle arrancado. Para finalizar, deseo expresar m i inalterable vene­ ración hacia usted. C o n afecto, Emil Staiger» ¿QUÉ SIGNIFICA LEER? ¿ Q u é significa le e r? Lo que sustenta y dirige en el leer es la Colecta. ¿E n qué dirección colecta? E n dirección a lo escrito, a lo dicho en el escrito. El leer p ro p io es la colecta en dirección a aquello que, sin nuestro saber, ha reclam ado ya nuestro esenciar, com o quiera que en ello lo correspondam os o neguem os. Sin el leer p ro p io tam poco estam os en condiciones de ver lo que dirige nuestra m irada n i de apreciar lo que se m anifiesta y aparece. DEL SECRETO DEL CAMPANARIO E n la m adrugada del día de Navidad, hacia las tres y m edia, los niños cam paneros llegaron a la casa del sacristán. Su m ujer les había servido café con leche y pasteles. Él estaba de pie ju n to al árbol de N avidad, que aú n im pregnaba el cálido salón con el arom a .de abetos y candelas que es p ro p io de la N ochebuena. D esdé hacía sem anas, si es que n o d u ran te to d o el año, los n iñ o s se alegraban de este m o m en to en la casa del sacristán. ¿D ónde podía radicar su encanto ? C iertam ente, n o en aque­ llo cuyo sabor «les gustaba» a los niño s llegados tan tem prano desde la noche invernal. A lgunos de ellos p o dían o b ten er algo m ejo r en Sus hogares. E ra lo extraño de la casa, del in stan te in sólito , la espera del rep iq u e y del m ism o día de fiesta. La excitación com enzaba ya en la casa del sacristán, cuando los n iñ o s, u n a vez saciados, e n c e n d ía n los faroles e n el zaguán. Éstos se alum braban coñ los restos de los cirios del altar que el Sacristán guardaba a tal efecto en la sacristía, en u n cajón del que n o so tro s, los m onaguillos, tom ábam os las «velas» para nuestro altar, én el que, a m odo de juego serio, «leíam os m isa». U n a vez dispuestos todos los faroles, los n iñ o s, con el cam panero m ayor a la cabeza, avanzaban con dificultad a través de la nieve hasta desaparecer en el in te rio r de la to rre . Las cam panas, especialm ente las grandes, se tocaban en la m ism a jau la. In d ecib lem en te excitante resultaba el « b alan cearse» previo de las cam panas mayores, cuyo badajo se sujetaba con la soga de la cam pana y no se «echaba a volar» hasta que la cam ­ pana se en co n trab a en p len a oscilación, siendo preciso para ello u n a especial hab ilidad . E sto se hacía p ara que todas las campanas p u d ieran sonar con toda la fuerza, u n a tras otra. Por 76 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 ese m otivo, sólo el oído experto po día apreciar si se había tocado « co rrectam en te» ; pues el cese del to qu e se hacía tam ­ bién de esta form a, pero a la inversa. Los badajos se «atrapaban al vuelo» en plena oscilación de las cam panas mayores y ¡ay del cam panero que se m ostrara to rp e y «dejase ir » la campana! T an p ro n to se extinguían los cuatro golpes que an u n cia­ b an las cuatro de la m adrugada, em pezaba a sonar la más peq ueñ a de las cam panas: la « T e rc e ra » , que debía ser tocada todas las tardes a las tres. Se encargaban de ello los m onaguillos, p o r lo que sus juegos en el ja rd ín del castillo o en el « p u e n te cilio del m ercad o » , fren te al ayuntam iento, se veían siem pre in terru m p id o s. Pero a m en u d o , sobre todo eri verano, trasla­ daban sus juegos a la jau la del cam panario o a la viguería m ás alta de la to rre, ju n to a las esferas del reloj, donde anidaban las grajillas y los vencejos. La « T ercera» era tam b ién la cam pana del toque de difuntos, con la que se daba « la señal». D e « d a r la señal» se encargaba siem pre el sacristán en persona. G u and o, a las cuatro , em pezaba el « re p iq u e de so b re­ salto» (que despertaba «sobresaltadam eñte» a los durm ientes del p u eb lo ), seguía a la « T e rc e ra » el so n id o oscuram ente dulce de la « A lb a » ; después la « N iñ a » (que dobla para llam ar a clases de com u nió n y confirm ación, así com o para los oficios del ro sario ); después la « O n c e n a » , que tam b ién se tocaba a diario y casi siem pre se encargaba de ello el sacristán, pues los niño s a esa h o ra estaban en el colegio; después la « D o cen a» , que tocaba las doce horas tam b ién a diario; después la « K la n e i» , sobre la que golpea el m artillo de las horas, y p o r últim o la « M ay o r» . C o n su sonido red o n d o y grave, que se propaga basta m uy lejos, finalizaba el anuncio de las festividades m ayo­ res. D e in m ed iato em pezaba el to qu e a m isa del gallo. Ese toque sonaba tam bién la noche an terio r a u n a vigilia y, p o r lo general, participaban en él tam bién los m onaguillos, quienes, p o r lo dem ás, se desem peñaban en el oficio com o acólitos y, a DEL SECRETO DEL CAMPANARIO 77 la edad conveniente, com o acólitos principales. Ellos no fo r­ m aban p arte de los « c a m p a n e ro s» , si b ie n p ro b ab lem en te h ab ían « s u frid o » («geíiften», u n a palabra suaba para decir « to cad o » ) más que los cam paneros, que eran u n tipo especial de niños. A dem ás de las siete cam panas ya nom bradas, p o r encim a de la últim a escalera que conduce a la jaula del cam panario se suspendía la «cam pana de m isa plateada», cuya delgada soga se extendía p o r to da la to rre hasta la entrada de la sacristía. C o n esta cam panita el sacristán daba a los cam paneros la « señ al» para iniciar o finalizar el repique durante la consagración. A lo que tam poco faltaban n u n ca los m onaguillos era al « c a rra q u e o » . C u and o, desde el Jueves Santo hasta el Sábado de G loria, gu ard aban silencio las cam panas, se utilizaban las carracas para llam ar a m isa y en las horas de oración. U na fila de m azos que se p o n ía n en m ovim iento d an do vueltas a u n a m anivela golpeaban sobre m adera d u ra y p ro d u cían u n ru id o m uy adecuado a los acerbos días de la Sem ana Santa. Se carraqueaba en el cercado; las « c arracas» estaban situadas en las cuatro esquinas y se p o n ía n en m ovim iento alternativam ente em pezando p o r la que está frente al ayuntam iento, y-cada niño le daba vueltas a la suya. Se despertaba ya en esa época el in icio de la prim avera sobre el cam po y, desde la a m p litu d de la to rre , expectativas extrañam ente oscuras soñaban anhelando el verano. La ju n tu ra en la que las fiestas eclesiásticas, los días de vigilia y el paso de las estaciones y las horas de todas las m aña­ nas, m ediodías y tardes se ensam blaban de m o d o tal que un toque atravesaba continuam ente los jóvenes corazones, sueños, rezos y juegos — también esa ju n tu ra cobija u n o de los más encantadores, salvos y duraderos secretos de la to rre para rega­ larlo, siem pre transform ado e irrepetible, hasta el últim o repi que en el cobijo del Ser. PARA EL LIBRO DE LANGENHARD SOBRE HEBEL El dialecto es la fuente secreta4 de toda lengua form ada. De él nos afluye todo aquello que el espíritu de la lengua cobija en sí. ¿ Q u é cobija el espíritu de la lengua? Este custodia en sí las relaciones inaparentes pero sustentadoras con D ios, con el m undo, con los hom bres y sus obras y con las cosas. Lo que el espíritu de la lengua cobija en sí es aquello ele­ vado y p o r d o q u ier prevaleciente de lo que cada cosa tien e su proveniencia de m odo tal que vale y fructifica. Esto elevado y valedero revive en la lengua, y m u ere con ella e n cuan to ésta debe prescindir de la afluencia de esa fuente que es el dialecto. El poeta H ebel lo sabía m uy bien. Sin em bargo, pocos h a n sido hasta hoy los que h an ap re­ ciado las joyas escondidas en el Cofrecillo de H ebel. El alem án en el que hablan los relatos y las consideraciones de H ebel es el más sencillo y claro, a la vez que encantador y m edi­ tativo, que jam ás se haya escrito. El lenguaje del Cofrecillo dejoyas sigue siendo la escuela superior para todo aquel que se dispone a hablar y escribir en esta lengua de u n m odo que dé la m edida. ¿D ónde está el secreto del lenguaje de H ebel? N o en u n a, afectada voluntad de estilo, tam poco en la in ten ció n de escri4 La palabra « se cre ta » tradu ce aquí « g eh eim n isv o lle» , que co n tien e en sí la palabra « H e im » (hogar), de do nde proviene « H e im a t» , esto es, lo que aquí traducim os com o « tie rra natal» a riesgo de que sea tom ado literal e indebid a­ m en te com o u n suelo natal. E n esta caracterización d el dialecto com o «geheim nisvolle Q u e ll» del lenguaje « c u lto » se ve ya la idea de la « H eim at» com o aquello oculto e inaparente que nos perm ite el habitar y que se deja decir en el « len g u a je » de la poesía y, de m odo em inente, en el lenguaje poético y dialectal de J o h a n n Peter H ebel. [N . del T.] 8o EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 b ir de la m anera más folclórica posible. El secreto del lenguaje del Cofrecillo dejoyas se basa en que H ebel logra recoger el le n ­ guaje del dialecto alem ánico en el lenguaje escrito y logra que éste —el lenguaje escrito— resu en e com o u n eco de aquél —el dialecto—. SOBRE LA MADONNA SIXTINA A lred ed o r de esta im agen se dan cita todas las preguntas aún irresueltas sobre el arte y la obra de arte. La palabra « im ag en » no significa aquí sino sem blante en el sentido de m irada que viene al encuentro en cuanto llegada. La imagen, así entend ida todavía se sitúa antes de la diferencia­ ció n en tre «v entana p in ta d a » y « c u a d ro » . E n el caso único de la M adonna Sixtina, esta diferencia no es m eram ente categorial, sino h istórica. La «v entana p in ta d a » y el « c u a d ro » son aqu í im agen de u n m odo distin to en cada caso. E n el hecho de que la M adonna Sixtina se haya convertido en cuadro y pieza m useística se esconde el prop io curso histórico del arte occidental desde el R enacim iento. Pero quizá la M adonna Six­ tina tam poco era inicialm ente una ventana pintada. Era --y esto quiere decir, sigue siendo—, transform ada, u n singular esenciar com o im agen. T h e o d o r H etzer, con q u ien com partí banco en el In sti­ tu to de F riburgo y de qu ien conservo u n venerable recuerdo, ha dicho cosas tan ilum inadoras sobre la M adonna Sixtina que no puede sino agradecerse su m irada llena de fuerza pensante. N o obstante, m e ha dejado perplejo su com entario de que la M adonna Sixtina « n o está ligada a u n a iglesia, no reclam a una disposición determ in ada» . Esto es correcto, pensado estética­ m ente, y, sin em bargo, carece de la auténtica verdad. D o nd e­ q u iera que se siga « d isp o n ie n d o » en el fu tu ro , esta im agen habrá p erdido su lugar. Le está vedado desplegar su esenciar de m anera inicial, es decir, d eterm in ar ella m ism a ese lugar. La im agen, transform ad a en su esenciar com o ob ra de arte, se extravía en tierra extraña. Esta tierra extraña sigue siendo des- 82 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) conocida p ara el p o n e r-d é la n te m useístico, que conserva su propia necesidad histórica y su razón., El poner-d elan te m useís­ tico lo nivela to d o a la u n ifo rm id a d de la « e x p o sic ió n » . E n ésta únicam ente hay posiciones, no lugares. La M adonna Sixtina no pertenece a aquella iglesia de Piacenza en u n sentido histórico -an ticu ario, sino p o r su esenciar com o im agen. C o n fo rm e a este esenciar, la im agen anhelará siem pre volver allí. Sin em bargo, sé m uy b ien que no poseo n i la com petencia n i la p reparación para ten er voz en esto, p o r lo que las siguientes observaciones no son más que «especulacio­ n e s» . D esde luego, tam b ién el speculari es u n m irar, p ero u n m irar no sensible. A p ro p ó sito de « v en tan a p in ta d a » cabría p reg u n tar: ¿Q u é es u n a ventana? Su m arco delim ita lo abierto del traslu­ cir para, m ediante el lím ite, reunirlo en u n a puesta en libertad del aparecer. La ventana, en cuanto entrada del aparecer que se aproxim a, es u n a m irada previa de la llegada. Pero en el singular acontecim iento de esta im agen singu­ lar, la im agen no aparece ulteriorm ente a través de u n a ventana ya existente, sino que es la im agen m ism a la que fo rm a esta ventana, p o r lo que n o se trata de u n retablo en el sentido habitual. Se trata de u n a im agen de altar en u n sentido m ucho más p ro fu n d o . Lo pintado perdura a su m anera. Pero la im agen sólo llega de repente a su aparecer, no es sino lo rep en tin o de dicho apa­ recer.. M aría lleva al N iño Jesús de modo tal que, m ediante él, ella m ism a es traíd a aquí delante en su llegada; u n a llegada que con-lleva en cada caso lo ocultam ente cobijador de su prove­ niencia. Este llevar, en el que esencian M aría y el N iñ o Jesús, reú n e su acon tecer en el ver que m ira, u n ver en el que está puesto el esenciar de am bos y a p artir del cual dicho esenciar es figura. SOBRE LA MADONNA SIXTINA 83 E n la im agen, en cuanto esta im agen, acontece el aparecer del hacerse h o m bre de D ios, acontece aquella transform ación que, com o lo más prop io del sacrificio de la m isa, acaece en el altar com o « tran su stan ciació n » . Pero la im agen no es n i m era copia n i alegoría álguna de la sagrada transustanciación. La im agen es el aparecer del espa­ cio de juego del tiem po (2git-Spiel-Raum) en cuanto lugar donde se celebra el sacrificio de la misa. El lugar es e n cada caso el altar de u n a iglesia. Ésta y la im agen se copertenecen. Al acontecim iento singular de la im a­ gen le co rresp o n d e necesariam en te su sin gu larizació n en el lugar inaparente de u n a iglesia entre otras m uchas. Esta iglesia, p o r su p arte, y cada u n a de su especie, reclam an la singular ventana de esta singular im agen: ella funda y consum a la edifi­ cación de la iglesia. D e este m odo, la im agen form a el lugar del cobijar deso­ cultador (de la A-XqS'eia), u n desocultar que es la m anera com o esencia la im agen. El m odo de su desocultar (de su verdad) es el aparecer velador de la p ro -v e n ie n c ia del h o m b re-d io s. La verdad de la im agen es su belleza. Pero ya m e doy cuenta de que esto no es más que u n b al­ buceo insuficiente. EL LENGUAJE DE JOHANN PETER HEBEL Los Poemas alemánicos de H ebel fu e ro n creados en el trascurso de unos pocos años, entre 18 00 y 1803, en K arlsruhe. N acieron de la nostalgia de la tierra natal. Esto se hace n o tar a m enudo y se piensa dem asiado poco. Supongam os que el sueño de H ebel se hubiese cum plido y que h u b iera po d id o ser pastor de u n pueblo del m argraviato. E n ese caso, hubiera tenido más ocasio­ nes para escribir sobre el cam po, la gente y las costum bres de la tierra natal. C iertam ente, hubiera tenido más ocasión de escri­ b ir sobre ello, si de lo que se tratara fuera tan sólo de describir folclóricam ente el cam po y su «pueb lecito» . Sin em bargo, otra cosa era lo asignado al profesor trasladado a K arlsruhe: poetizar la tierra natal, elevar al brillo su esenciar m ediante la palabra. La poesía verdadera y elevada consum a siem pre lo m ism o: ella lleva a aparecer lo in aparente. In ap aren te, sin em bargo, p e r­ m anece aquello que prevalece p o r com pleto y determ in a todo lo que resulta habitual y se encu entra en el p rim er plano . Pero lo in a p a re n te sólo llega a aparecer y á p o n erse an te n u estra m irada cuando retrocedem os ante ello, cuando estam os sufi­ cientem ente alejados de ello. El esenciar de la tierra natal sólo consigue b rilla r e n tie rra extraña. T odo lo que los grandes poetas cantan y dicen está divisado desde el d o lo r p o r la tierra natal y llam ado a la palabra a través de este do lo r. * P ero , h ab rá replicado ya alguno que o tro , ¿cóm o van a ser estos Poemas alemánicos poesía g rand e y universal si, ya sim ple­ m ente p o r su lenguaje, están circunscritos a u n particular pai- 86 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) saje y su fo lclo re? Así pues, ¿es el m u n d o de los poem as de H ebel u n m u n d o lim itad o p o rq u e se trata « ú n ic a m e n te » de poem as alem ánicos? A m e n u d o se cree tam b ién que el dialecto sup on e u n m altrato y u n a desfiguración del lenguaje culto y escrito. E n verdad sucede lo c o n tra rio : el dialecto es la fu ente secreta de toda lengua form ada. De él nos afluye todo aquello que el espí­ ritu de la lengua cobija en sí. D e esta form a, justam ente tam ­ bién a los paisajes y los valles suizos se les ha conservado intacto u n g ran b ie n : que ellos n o sólo hab lan , sino que p ien san y ob ran en su dialecto. ¿ Q u é cobija el esp íritu de la lengua? Éste custodia en sí las relaciones inaparentes p ero sustentadoras con D ios, con el m un do, con los hom bres y sus obras y con las cosas. Lo que el esp íritu de la lengua cobija e n sí es aquello elevado y p o r doqu ier prevaleciente de lo que cada cosa tiene su pro v en ien ­ cia de m o d o tal que vale y fructifica. Esto elevado y valedero revive en la lengua, y m uere con ella en cuanto ésta debe p res­ cin d ir de la afluencia de esa fuente que es,el dialecto. El poeta H ebel lo sabía m uy b ien . P or eso escribe en u n a carta que los «poem as alem ánicos», si b ien se m an tien en « e n el carácter y horizonte del pu eblecito», son a la vez « n o b le poesía». * H ebel reu n ió los más bellos relatos y consideraciones que había aportado al calendario hasta el año l8 ll en el Cofrecillo dejoyas del amigo de la casa renano, que vio la luz en la e d ito rial G otta, que publicaba las obras de G oethe y S chiller. Si, en u n program a de radio o donde sea, escucha usted el n o m bre «C ofrecillo de joyas», piense en H ebel. Sin em bargo, pocos h a n sido hasta hoy los que h an ap re­ ciado las joyas escondidas en el Cofrecillo de H ebel. El alem án en EL LENGUAJE DE JOHANN PETER HEBEL 87 el que hab lan los relatos y las consideraciones de H eb el es el más sencillo y claro, a la vez que encantador y m editativo, que jam ás se haya escrito. El lenguaje del Cofrecillo de joyas sigue siendo la escuela su p e rio r p ara to d o aquel que se d ispo ne a hablar y escribir en esta lengua de u n m odo que dé la m edida. ¿D ónde está el secreto del lenguaje de H ebel? N o en una afectada voluntad de estilo, tam poco en la in ten ció n de escri­ b ir de la m anera más folclórica posible. El secreto del lenguaje del Cofrecillo dejoyas se basa en que H eb el logra recoger el le n ­ guaje del dialecto alem ánico en el lenguaje escrito y logra que éste —el lenguaje escrito— resu en e com o u n eco de aquél —el dialecto—. Esto nos da tam bién u n a seña del secreto de los Poemas alemánicos. H ebel n o ten ía ocu rrencias y estados de ánim o poéticos provenientes de do nd e fuera y que él, después, a diferencia de otros poetas, expresara en el dialecto alem ánico. Lejos de ello, H eb el se atuvo, escuchando, a la afluencia del esp íritu de la lengua de este dialecto, y lo hizo de m anera tal que, en ocasio­ nes, este lenguaje confluía en poem as sueltos del m ism o m odo que se form an los cristales. Y al estar arraigados en lo au tó cto n o , estos poem as se extienden en lo am plio y pasan p o r encim a de todas las lim ita­ ciones aparentem ente dadas p o r el dialecto. ENCUENTROS CON ORTEGAYGASSET Q uisiera referir brevem ente dos recuerdos de O rtega y Gasset. Siguen siendo para m í los dignos de ser pensados, y cada u n o de ellos conserva en la m em oria dos encuentros. E l p rim e r re cu erd o se re m o n ta a los días del segundo C o lo q u io de D arm stadt, a p rin c ip io s de agosto de 1951. O rtega y yo nos habíam os com p ro m etido a sendas co n feren ­ cias en el C oloquio, que tenía p o r tem a « E l ho m bre y el espa­ c io » . T ras m i co n feren cia « C o n s tru ir, h ab itar, p e n sa r» , em pezó el coloquio entre los prom in entes arquitectos y eru d i­ tos en la larga m esa colocada sobre el podio de la sala de co n ­ gresos de D arm stadt. Yo m ism o había to m ado asiento en las filas asignadas a la audiencia. E nseguida, u n o de los p a rtic i­ pantes en el « co lo q u io » se extendió en violentos ataques co n ­ tra m i conferencia. Éstos culm inaban en la afirm ación de que la conferencia n o había resuelto las cuestiones esenciales, sino que sólo las había «d esp en sad o » , es decir, las había disuelto a nada p o r m edio del p en sam ien to . E n ese in stan te p id ió la palabra O rtega y Gasset, a la vez que le quitaba el m icrófono al o ra d o r sentado ju n to a él, y dijo al público lo siguiente: « E l b u e n D ios necesita a los despensadores para que los dem ás a n i­ m ales n o se d u e rm a n » . C o n estas ingeniosas palabras, la situación cam bió de golpe. P ero dichas palabras n o eran sola­ m en te ingeniosas; eran , ante to d o , caballerosas. A d m iré y aprecié tanto más este espíritu caballeroso de O rtega para con m is conferencias y escritos —m anifestad o, p o r lo dem ás, de fo rm a d istin g u id a— cuanto que él n o estaba de acuerdo con m uchas cosas y le in q u ie ta b a n algunas de ellas qu e parecían am enazar su originalidad. 90 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) U na de las noches del C oloquio hu bo u n a fiesta en el ja r ­ d ín de la casa del arquitecto m unicipal. Paseando p o r el ja rd ín a u n a h o ra avanzada, encontré a O rtega solo, con su gran som ­ b rero en la cabeza, tom ando u n a copa de vino en u n cenador . E staba desanim ado. M e hizo u n a seña y m e senté con él, no sólo p o r am abilidad, sino p o rq u e m e cautivó la gran tristeza que irra d ia b a de su esp iritu al figura. E l m otivo de la m ism a salió p ro n to a la luz del cen ad o r ten u em en te ilu m in ad o . O rtega estaba desesperado p o r la im potencia del pensar frente a los poderes del m un do actual. Pero hablaba en él, a la vez, u n aislam iento que no po día estar ocasionado sólo p o r circu n s­ tancias externas. D espués de algunos fuertes tragos a nuestras copas, la conversación entrecortada se dirigió a la pregunta p o r la relació n en tre el p en sar y la lengua m atern a. Los rasgos de O rtega se ilu m in a ro n súbitam ente. Se sabía en casa y, p o r los ejem plos lingüísticos que puso, sentí cuán intensa e in m ed ia­ tam ente pensaba desde su lengua m aterna. A la caballerosidad se u n ió en m i im agen de él la soledad de.su buscar y, a la vez, u n a infantilidad que, desde luego, estaba enorm em ente alejada de to d a in g en u id ad —pues O rteg a era u n observador agudo, tam bién y especialm ente del efecto que deseaba conseguir con su presencia. El segundo recuerdo se rem ite a B ühlerhóhe, d o nd e u n a m añana de dom ingo cruzam os con vehem encia, p ero d en tro dé los más bellos lím ites, las espadas más afiladas. Se discutía el concepto de ser y la etim ología de las palabras filosóficas fu n ­ dam en tales5. La controversia puso de m anifiesto la am plia orientación de O rtega en las ciencias. Sin em bargo, m e m ostró 5 A unque el original dice « G ru n d w erte» (valores fundam entales), parece claro que se trata de u n e rro r y que^debe decir « G iru n d w o rter» (palabras fu n d a ­ m entales) . [N . del T.] ENCUENTROS CON ORTEGA Y GASSET 91 tam bién u n a especie de positivism o sobre el que no m e corres­ ponde juzgar, pues sólo conozco unos pocos escritos de O rtega y, adem ás, p o r tradu ccio nes. La tard e de ese m ism o día nos p ro p o rc io n ó a m í y, pro b ab lem en te, a todos los presentes la im presión más duradera de la personalidad de O rtega y Gasset. O rtega habló sobre u n tem a que n o estaba planeado n i fo rm u ­ lado, p ero que p o d ría titu larse « E l h o m b re español y la m u e rte » . Es verdad que sólo habló de cosas con las que estaba fam iliarizado desde hacía tiem po, p ero cómo las decía revelaba cuán lejos estaba de sus cautivados oyentes en u n cam po que ahora ha atravesado. C uando pienso en O rtega y Gasset, viene a m is ojos su figu ra tal y com o se m o stró aquella tard e en el hablar, en sus m uchos silencios, en sus gestos, en la caballero­ sidad, soledad, in fan tilid ad , tristeza, con su m ú ltip le saber y u n a encantadora picardía. ¿QUÉ ES EL TIEMPO ? ¿ Q u é es el T IE M P O ? P o d ría pensarse que el a u to r de Serj tiempo deb ería saberlo. Pero n o lo sabe, de m od o que todavía hoy pregunta. P reguntar significa prestar oído a lo que a u n o le es concedido. D icho p re sta r oído, más allá de lo m eram en te actual, a aquello que m ueve desde lejos y hacia la lejanía el curso h is­ tórico de nuestra época, m e parece ser la actitud valiente, cau­ telosa y fru c tífera de su sem anario EL T IE M P O . M e alegra te n e r ocasión de p o d e r agradecerles con estas líneas algunas posturas m eritorias y clarificadoras, así com o sus indicaciones dignas de confianza. Q u e la vivificadora p articip ac ió n en su trabajo crezca p o r doquier en silencio. APUNTES DEL TALLER A lgunos parecen luchar hoy con la urgencia de en co n trar u n a rep resen tació n de la h isto ria que p e rm ita o rd e n a r y, de ese m od o, atrap ar en u n a in telig ib ilid ad u n estado del m u n d o caracterizado p o r el prevalecer de la técnica actual y de la cien­ cia idéntica a ésta. Incluso si algo así se lograra, la técnica actual y la ciencia a ella asignada seguirían siendo desconocidas en su esenciar. M uy otra cosa resultaría si el m ism o esenciar de la téc­ nica actual m anifestara y m arcara de an tem an o desde sí la figura de lo históricam ente enviado, en cuya escucha obediente todo llega a su historicidad. Para explorar tales posibilidades, deberíam os ap ren d er p rim ero a pen sar en su esenciar aquello que ya ha acontecido « p ro p ia m e n te » y a reten erlo co n tin u am en te en rem em o ra­ ción pensante. A prop ósito del cohete espacial ruso, el presidente de gobierno soviético declaró a principios de enero de este año lo siguiente: «S om os los prim eros en el m un do en m arcar en el cielo un a vía de la tierra a la lu n a » . A l respecto, la editorial de u n o de los más im portantes diarios de la R epública Federal de A lem ania hacía n o tar en su p rim era línea lo siguiente: «N adie está en condiciones de refutar las jactanciosas palabras de Nikita Kruschov de que la U n ió n Soviética ha logrado m arcar en el cielo una vía de la tierra a la lu n a » . El autor de la editorial tiene razón cuando considera que «nadie está en condiciones de contrade­ cir» esas palabras. Pero, ¿qué sería en este caso u n a refutación? A nte todo, debem os pensar las declaraciones de K ruschov consi­ derando aquellas circunstancias en que el propio Nikita Kruschov no piensa: no hay ya n i «la tierra» n i « el cielo» en el sentido del 96 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) habitar poético del hom bre en esta tierra. Lo que el cohete lleva a cabo es la realización efectiva de aquello que, desde hace tres siglos, es em -plazado de m anera cada vez más excluyente y categó­ rica com o la naturaleza y es colocado ahora com o existencia u n i­ versal e interestelar. La trayectoria del cohete em puja «cielo y tierra» al olvido. El m edio entre el que dicho cohete se mueve no es n i u n a cosa n i la otra. El citado artículo debería em pezar así: Sólo unos pocos, carentes de p o der, están hoy en condiciones y dispuestos a pensar y a experienciar pensando que esta tran s­ fo rm ació n del m u n d o n o « in ic ia u n a nueva e ra » , sino que conduce la ya existente a su más extrem a consum ación. El p en sar p ro p io , que explora la n o ticia o rig in aria ( Urhunde) del ser, vive hoy en «reservas» (tal vez porque, según su prov eniencia, es ta n antig uo com o a su m od o los in d io s). El pensar m editativo no está en condiciones de levantarse in m i­ n e n te m e n te co n tra el p en sar calculador, que surte efecto a p a rtir de sus beneficios y sus resultados, hechiza al espíritu del tiem p o y, de este m od o, se ve co n firm ad o en su « v e rd a d » . T anto m ás p ersiste n tem en te necesita aquel o tro p en sar que algunos granos sean sem brados todavía aq u í y allá discreta­ m ente, au n si la m ayoría cae y es atrop ellad a en las calzadas sólidam ente apisonadas del representar técnico’. El pen sar m editativo debe p erm an ecer en lo carente de efecto y hacerlo sin el sem blante de u n a p resu n ta tragedia. Sigue estando velada a este pensam iento la dirección en la que habla. Sin em bargo, no le está perm itido pasar p o r alto el favor que le ha sido concedido: su decir, allí donde m uy raram ente se logra, es com o si nada se dijera. E l p ensar m editativo trasluce los cam pos de experiencia esenciales com o la luz m atutina, que custodia la noche para que el día se dé, y lo hace com o si nada. Pero todo se quiere dirigir, no se desea percibir ya huella alguna, esto es, seguir u n a instrucción ya dada de form a in apa­ rente para escucharla divisando. APUNTES DEL TALLER 97 Escuchar es el reservado anticiparse de algo que se dicta al oído, que re -n u n c ia 6 lo p o r-d e c ir a lo no -d ich o . P r e c ip it a c ió n y s o r p r e s a * A quélla la ejercem os nosotros. Esta nos alcanza. A quélla se acom oda en el cálculo. Ésta viene de lo insospechado. A quélla persigue u n propósito. Ésta visita u n dem orarse. Existe u n a posibilidad de qué la consum ación del d o m inio del esenciar de la técnica actual —es decir, del d is-p o sitiv o (Ge-stellt)— se vuelva ocasión para u n claro de su p ro p ia verdad (es decir, del acaecim iento propicio), u n a posibilidad de que la verdad del ser logre salir al aire lib re. Este in icio v en dría en últim o lugar. G om o está reservado todavía, no podem os contar n u nca con u n final en el sentido de u n m ero cesar. 6 * La frase está llena de dobles sentidos de difícil tradu cció n. T raducim os com o «dictar al oído» la palabra «vorsagen», que significa tanto decir algo en voz baja (para que otros n o lo oigan o b ien decírselo u n o m ism o repetidam ente para recordarlo) com o dictar para que se m em orice. Así pues, hay finalm en te tres matices en la palabra que deben ser recogidos: el de 'dictar’, el de 'repetidam ente’ y el de 'en voz baja’. Se trata de algo que resulta determ inante y se nos dicta, pues tiene carácter de dictado, pero que, lejos de ser u n a o rd en o u n im perativo, se anuncia en voz baja, com o al oído. E n cuanto a « re -n u n c ia r» es la traducción de « e n t-sag en » . Esta palabra significa literalm ente renun ciar, pero , señalada con guión, significaría literalm ente « d es-d ecir» , esto es, u n decir que renuncia a decir. Por eso la traduzco com o re-n u n ciar, es decir, u n anunciar que se lleva a cabo en el silencio, en la palabra que renuncia al enunciado. [ N . d e l T J Ü b e r e ilu n g u n d U b e r ra sc h im g : / Jen e b e tre ib en w ir. / Diese trifft un s. / Jen e m acht sich im B erechnen. / Diese kom m t aus dem U ngeahnten. / Jen e verfolgt einen Plan. / Diese besucht ein Verweilen. 98 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) Sólo podem os c o rresp o n d er a esa p o sib ilid ad m a n te ­ niend o el cam ino libre para el pensar especulativo-m editativo, en m edio de todas las precipitaciones de la sociología, la psico­ logía y la logística. La postura más baja, p o r rebajarse a sí m ism a, es el odio: la com pleta falta de lib ertad que se p re te n d e su p erio rid ad vacía. N o olvidem os dem asiado p ro n to las palabras de Nietzsche del año 1886 (WW. X III, p. 75): «L a refutación de D ios. P ropiam ente, sólo es refutado el Dios m o ral» . Esto quiere decir para el pensar m editativo: Dios pensado com o valor, incluso com o el más alto, n o es D ios alguno. De m odo que D ios n o lia m u erto . Pues su divinidad vive. Ésta se encuentra incluso más cerca del pensar que del creer, si es que la divinidad, en cuanto esenciante, recibe su proveniencia de la verdad del ser y el ser, en cuanto inicio acaeciente-apropiador, « e s» distinto que el fundam ento y,la causa de lo ente. E n el cruce de cam inos: El lenguaje p o r el circuito de la in form ación, el lenguaje de cam ino al decir del acaecim iento p ro p icio . LENGUAJE YTIERRA NATAL T odo el m un do sabe lo que significa el título de esta con feren­ cia: lenguaje, tie rra natal (Heimat). S in em bargo, ta n p ro n to nos p o nem os a p en sar en pos de qué y cóm o es el lenguaje, dó nd e y cóm o es la tierra natal, vam os a parar a lo in d eterm i­ n ad o y carente de suelo. N os quedam os del to d o perplejos cuando debem os fijar algo claram ente fund am entad o y fiable sobre nuestra relación con el lenguaje, sobre nu estra relación co n la tie rra natal. T an p ro n to estam os dispuestos a pen sar p artien d o de la relació n en tre lenguajej tierra natal y dejando de lado los apoyos y m uletas de la o p in ió n corriente, la p erp leji­ dad se vuelve grande y desconcertante. Sin em bargo, no existe el lenguaje. D icho con más cautela: el lenguaje en el sentido del lenguaje universal generalm ente com prensible todavía no existe, si b ie n hay algunos indicios de que éste se prepara para u n do m inio que sólo en u n a pequeña parte se debe a la planificación y m aquinación hum anas. Pero el lenguaje todavía sigue siendo el respectivo lenguaje en el que n acen h istó ricam en te pueblos y estirpes, en el que éstos crecen y hab itan. Y, del m ism o m odo, n o existe la tierra natal en esta tierra (Erde) . La tierra natal és en cada caso ésta y, com o tal, es destino. El lenguaje, hablado desde su prevalecer y su esenciar, es en cada caso el lenguaje de u n a tierra natal, le n ­ guaje que desp ierta en lo vernáculo y habla en el hogar de la casa paterna. El lenguaje es lenguaje en cuanto lengua m aterna. El hablar unos con otros en el que dicha lengua es hablada se dice en griego SiaAéyeaSai. Se trata de hablar unos con otros —y esto quiere decir u n escucharse unos a otros—selecto y, en cada caso, especial. Seleccionar es el sentido orig inario del verbo IO O EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) griego SiaAsyeiv. El selecto hablar unos con otros, el SicxAéyeiv en el doble sen tid o , es la lengua m aterna com o dialecto. E n alem án decimos «h abla» (Mundart). Este nom bre se fija más en la fonetización y el carácter sonoro del lenguaje. El extranjerism o « d ialecto» dice, en cambio, más, si lo usamos con cuidado pensante. El lenguaje es, según su proveniencia esencial, dialecto. Y lo sigue siendo aun cuando se convierte en id io m a universal. Pues tam bién éste tiene su parte selecta y especial. Ella consiste en la general u n ifo rm id ad de lo com prensible un itariam en te, en la que los subdesarrollados h an perdido esa m ism a singula­ ridad congénita que los supuestos desarrollados niegan. E n el dialecto radica el esenciar del lenguaje. E n él radica tam bién, cuando el habla es la lengua de la m adre, lo fam iliar del hogar, la tie rra natal. E l habla n o es sólo lá lengua de la m adre, sino a la vez y antes que eso la m adre del lenguaje. Pero en el m o m en to en que prestam os aten ció n a lo indicado, m e refiero al m o m en to del m u n d o que es p ro p io de nu estra era, las relaciones hereditariam ente transm itidas en tre el lenguaje, la lengua m aterna, el habla y la tierra natal están descoyuntadas. El hom bre parece perder el lenguaje que le ha sido asignado en cada caso y quedarse, en este sentido, sin palabras, aun cuando n u n ca antes desde tiem pos in m em o riales se haya hablado tan variada e in cesantem en te alred ed o r del globo terráq u eo . El h o m b re parece volverse apátrida, carente de tie rra natal, de m anera que vale para él lo que Nietzsche p re-d ijo en u n poem a del año 1884 titulado « S in tierra n a ta l» : G raznan las cornejas Y en zum bante vuelo a la ciudad se dirigen: p ro n to nevará, ¡ay de aquél sin tierra natal! * D ie K ra h e n schrei’n / U n d ziehen schw irren Flugs zur Stadt: / —bald w ird es scknei’n , / W eh dem , der keine H eim at hat. LENGUAJE Y TIERRA NATAL IOI C arente de tierra natal es el ho m bre, aun cuando apenas puede en co n trarse ya u n lugar de la tie rra d o n d e éste no se com ponga y accione sus intrigas. Si consideram os to d o esto sólo de m anera superficial, tenderem os a ver únicam ente p é r­ dida y deterioro p o r todas partes. A nte u n a tal am enaza, esta­ m os ten tad os a asp irar a algo salvador que nos p o ng a en la m ano inm ediatam ente, com o de la noche a la m añana, lo sal­ vador a través de lo cual el lenguaje y la tierra natal son conser­ vados en lo que es p ro p io de ellos. P ero la salvación sólo nos es concedida cuando y d o n d e divisam os p rim e ro el peligro en su totalidad, d o n d e ex p eri­ m entam os p o r nosotros m ism os el p o d er de lo que hace p eli­ grar y lo reconocem os com o u n p o d er que es. Pues pudiera ser que en aquello que a p rim e ra vista parece sólo d esm o ro n a­ m ien to y destru cción , decadencia y h u n d im ie n to , se oculte algo distin to y más elevado . Pensado suficientem ente y desde den tro, algo así po dría convertirse en im pulso de u n a m edita­ ción indispensable, en el supuesto de que lospensamientos d eter­ m in e n siem pre to d a obra y to d a acción. P or más que u n a tal m editación tenga ante sí u n cam ino tan extenso que nosotros, los actuales, no podam os atravesarlo p o r com pleto, debería ser suficiente con in ten tar, desde u n lugar m eno r, em p ren d er el cam ino p o r vez prim era. Lenguajej tierra natal. E n títulos con esta form a todo depende en ocasiones de la inaparente co n ju n ció n « y » . Ella no m bra, si b ie n de form a totalm ente indeterm inada, la relación p rop ia en tre las cosas, aquello que las m an tien e ju n tas —aquí el le n ­ guaje, allí la tierra natal—y que sostiene su esencial referencia. A fin de in te n ta r u n a d e te rm in a c ió n de la relació n aún in d e te rm in a d a en tre lenguaje y tie rra natal, escogem os u n cam ino que, p o r adecuarse a las cosas, parece favorable. In te n ­ tam os escuchar u n o de los Poemas alemánicos de J o b a n n P eter H ebel, es decir, intentam os m editar escuchando debidam ente 102 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) en pos de la reso nan cia de lo dicho en él. El lenguaje habí® aquí en u n dialecto, es decir, arraigadam ente desde u n ámbit<s| en cuyo paisaje u n a estirpe habita su tierra natal. P ero , ¿acaso n o resu lta esta elección de u n a form ación! ling üística alam ánica (oberdeutsch) p ara el ám bito de la tierra | natal bajoalem ana (niederdeutsch) el erro r más garrafal que pueda pen sarse? A sí parece. Pues a la m ayoría de ustedes les resulta extraño el dialecto alam ánico, m ien tras que a m í m ism o el baj oalem án m e resulta inaccesible en la form a más propia de su decir. ¡U na situació n desco ncertan te y poco prom etedora! Pues deb ería suceder que ju stam en te aquello que les resulta extraño sea apropiado para escuchar lo peculiar del habla ala­ m ánica p o r contraste co n lo p ro p io de la bajoalem ana y, de esta form a, experienciar la esencia del habla dialectal y del le n ­ guaje com o tales. S in em bargo, para p ercib ir en lo extraño lo p ro p io y lo esencial a p a rtir de la diferencia en tre am bos, hace falta una escolta a través del lenguaje, que aquí, p o r lim itarnos al alem á­ nico (Alemannische), sólo puede ser ofrecida de m anera in co m ­ pleta. Si lo que deseam os es llevar m editativam ente al oído y el corazón el dialecto alam ánico, ¿p o r qué escogemos u n poem a? Porque, com o habrá de m ostrarse, en la poesía habla el lenguaje de form a señalada. El m ism o poeta J . P. H ebel lo sabía cuando, en la Invitación a suscribirse de 1802, en la p rim era edición de sus Poemas alemánicos, dice que « lo s poem as populares, escritos en dialectos p o p u lares» , hacen aparecer el lenguaje « e n to da su estructura y su tejido» (cf. Obras deJ. P. Hebel, yol. I, p. 197, ed. de W ilhelm Altwegg). E n qué m edida es esto así y p o r qué entre los Poemas alemánicospara amigos de la naturalezay las costumbres rurales elegimos precisam ente este poem a, El atardecer estival, es algo que el prop io poem a debe decirnos en la aclaración que lo acom paña. D ebe h ab er algo precisam ente en este poem a que llevó al poeta a incluirlo en la citada Invitación a suscribirse con el siguiente com en- LENGUAJE Y TIERRA NATAL 103 tario: « E l poem a de m uestra, El atardecer estival, puede servir para juzgar el carácter del resto» (loe. cit., p. 198). Escuchemos ahora el poem a El atardecer estival. M antengam os atento nuestro oído sohre todo para lo que canta en el canto del poem a, para la m elodía y el ritm o de su lenguaje, sin afanarnos de m om ento co n dem asiado esfuerzo p o r co m p ren d er lo que suele llam arse el « c o n te n id o » del poem a. Pues el son ar y vibrar del decir no son u n elem ento superficial en el lenguaje del poem a, sino más b ien lo enigm ático, lo que afina origina­ ria y p ro p iam en te el decir poético y es, p o r ende, indisoluble del sentido de lo dicho, a cuya predeterm inación contribuye. Esta in strucció n para la escucha apunta a lo que de form a insuperable nos dijo en unos pocos versos u n poeta procedente de u n paisaje de la A lem ania oriental, de la A lta Silesia, Joseph v. E icbendorff, en su breve poem a titulado: V a r il l a d e z a h o r í * D uerm e u n a canción en todas las cosas, Q u e sueñan y sueñan sin cesar, Basta que des con la palabra mágica, Y el m un d o se p o ne a cantar. D el m ism o poeta p ro ced en unas palabras que nos hacen u n a señal en d irecció n al ám bito en pos del cual m editam os, lenguaje y tierra natal. D icen así: A nhelam os llegar a casa Y no sabem os en qué dirección ir.** (Poemas deJ. v. Eichendoif, Insel, vol. I, pp . 81 y 219) * ** W ü n s c h e lr u te '/ / Schláft ein Lied in alien D ingen, / Die da tráu m en fo rt u n d fort, / U n d die W elt hebt an zu singen, / Triffst d u n u r das Zauberw ort. W ir sehnen un s nach H ause / U nd wissen nicht, w ohin? io4 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 Lo dicho debería bastar com o preparación, de m odo que el Poema alemánico de H ebel pueda, p o r contraste con ello, desta­ carse e n todo su cuño p ro p io . G om o recurso de urgen cia, d isp o n en de u n a versión en bajo alem án. Recientem ente, en ocasión del 2 0 0 aniversario de J. P. H ebel, la editorial Reclam ba publicado u n a traducción al alem án culto (hochdeutsch) con el texto alem ánico al lado. Lo que se intentará plantear a continuación po n d rá de m anifiesto basta qué p u n to la trad u cció n al bajo alem án, al ser dialectal, se acerca m ás al texto original que la tradu cció n al alem án culto, cuyo au to r es consciente tam b ién de las lim itaciones. Si esta conferencia señala de vez en cuando las insuficiencias de las tra ­ ducciones, n o lo hace con afán de censura, sino para indicar lo p ro p io que crece con fuerza y, p o r ende, lo in trad u cib ie no sólo de todo dialecto, sino de toda auténtica lengua. E l a t a r d e c e r e s t iv a l * ¡O h, m ira em pero cuán cansado el sol está?, m ira cóm o desciende en la tierra natal! O b m ira cóm o se va apagando rayo a rayo y cóm o tom a su pañuelo, u n a nube azul con rojo mezclada, y cóm o p o r la fren te se lo pasa. 7 * Es de n o ta r que la palabra « so l» es en alem án fem enina, p o r lo que el sol será caracterizado en este poem a com o u n a b u en a y solícita m u jer. P or su p arte, « lu n a » es en alem án u n sustantivo m asculino, m otivo que le perm ite al poeta presentar a la luna com o u n ho m b re y, concretam ente, com o el m arido con el que el sol n o se lleva bien y con el que nunca coincide en casa. P or este m otivo, en la traducción nos referim os al sol en fem enino (« ella» ) y a a la luna en m as­ culino (« é l» ). [N . delT .] D er Som m erabend f f O , lueg do ch, wie isch d ’S u n n , so m üed, / lueg, wie sie d ’H eim et abezieht! / O lueg, wie S tra h lu m Strahl verglim m t, / u n d w ie sie’s Fazenetli n im m t, / e W ülkli, b lau m it ro t verm üscht, / u n d wie sie an d er LENGUAJE Y TIERRA NATAL 105 Es verdad, ella tam bién tiene m al tiem po, sobre to do en verano, el cam ino es largo, y trabajo bay p o r doquier, en la casa y el cam po, en la m ontaña y el valle. Todos quieren ten er luz y calor y todos le p id en su ben dición . M uchas flores ha ataviado y con colores de encanto ad o rn ad o , dándolas a b eber a m uchas abejitas diciéndoles: « ¿tien es bastante o quieres m ás?» Y al final tam bién la ovejita ha recibido su gotita. M uchos granos ha dispersado y ha recogido la sem illa venida a tiem po. ¿N o h an tenido los pájaros hasta el final u n bocado y h an afilado los picos? Y n in g u n o se va a d o rm ir con ham bre, sin ten er en el buche su parte. Y si u n a cereza sonríe en el árbol, él le p in ta rojas m ejillas; S tirn e W üscht. / / 's isch w ohr, sie h et au ubel Zit, / im S um m er gar, der Weg isch wit, / u n d A rb et fin d t sie üb eral / in H us u n d Feld, in B erg u n d Tal. / *s will alies L iech t u n d W árm i lia, / u n d sp rich t sie u m e S egen a. / / M eng B lüem li h et sie usstafíiert, / u n d m it scharm ante Farbe ziert, / u n d m engem Im m li z’trin k e ge, / u n d gseit: » H e sc h gn ueg u n d w itt n o m e h ? « / U n d ’s C háferli h et h in te n o / doch au si T ró p fli übercho. / / M eng Som echopfli het sie gsprengt, / u n d ’s zitig Som li use glengt. / H en d ’V ógel n it bis z’allerletzt / e Bettles gha, u n d d ’Schnábel g’wetzt? / U n d kein goht hu ngerig ins Bett, / wo n it si Teil im C h ro p fli het. / / U n d wo am B aum e C hriesi lacht, / se het sie’m ro ti Báckli gm acht; / io 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) y si en el cam po se balancea u n a espiga, y si u n sarm iento se enreda en u n poste, él los hace descender y los rodea de bojas y flores. Y en la pradera con todas sus fuerzas ayer y boy ba trabajado. Y se ha alegrado hasta el blanqueador, aunque no haya dicho «D ios te lo pague». Y si u n a m ujer la ro p a ha lavado, ella p o r com pleto se la ha secado. Es del todo verdad, y allí donde la sierra recorrió el valle en te ro , a través de la h ierb a y la paja, hizo de éstas fresco y alegre hen o . ¡Es u n a cosa, a fe m ía, p o r la m añana hierb a y p o r la noche, heno! P or eso está ahora tan cansada, y para d o rm ir n o le hacen falta nanas, no es de extrañar que resople y sude. ¡M ira cóm o se sienta en la m ontaña! u n d wo im Feld en Á hri schwankt, / u n d wo am P fohl e Rebe rankt, / se het sie eben abé g’lengt, / u n d h et’s m it Laub u n d Bluest um hengt. / / U n d u f der Bleicbi het sie geschafft, / hüttie u n d ie us aller G hraft. / D er Bleicher het si selber gfreut, / doch hatt’ er nit Vergelt’s Gott! gseit. / U n d het e Frau ne W óschli gha, / se h et sie troch nét d ru f u n d dra. / / ’s isch weger w ohr, u n d überal, / wo d ’Ságesen, im ganze Tal / d u r G ras u n d H alm e gangen isch, / se h et sie gheuet fro h u n d frisch. / Es isch e Sach, b i m in er T reu, / am M orge Gras u n d z’obe H eu! / / D ru m isch sie jetzt so solli m üed, / u n d b ru ch t zuem Schlof kei O belied; / ke W under, w enn sie schnuuft u n d schwitzt, / Lueg, wie sie d ó rt u f s Bergli sitzt! / LENGUAJE Y TIERRA NATAL 107 A hora sonríe p o r últim a vez. A hora nos dice: « D o rm id todos b ie n » . ¡Ahí abajo está! ¡Q u e D ios te proteja! El gallo del cam panario no ha ten id o bastante, aú n la contem pla. ¿Q u é m iras, curioso, así pasm ado? N o im porta, ella al m om ento lo soluciona cubriéndose con u n a capa roja. D a lástim a, la b uena m ujer, carga su debida cruz dom éstica. Seguro que no vive con su m arido bien, cuando ella llega a casa, él tom a su so m b rero ; y, tal com o te digo, ahora p ro n to vendrá, sentado en el bosque de pinos ya está. T arda m ucho, ¿qué estará haciendo? Me parece que no se atreve del todo. Vamos, ven, ella no está, eso ha sido todo, ella duerm e ya. A hora se levanta y m ira hacia el valle, y la lu n a saluda p o r todas partes. Jétz lachlet sie zum letzte m ol. / Jetz seit sie: «Scblofet alli w ohl!» / / U nd d ’u n ten isch sie! B hüet di Gott! / D er G uhl, wo uffem C h ilch turn stoht, / het no nit gnueg, er bschaut sie no . / D u W underfitz, was gaffsch d e n n so? / Was gilt’s, sie tu et d e r bald d e rfü r, / u n d zieht e ro te n U m hang für! / / Sie d u u re t ein, die gueti Frau, / sie het ih r redli H uschrütz au. / Sie lebt gwift m ittem Ma n it guet, / u n d ch u n n t sie heim , nim m t er si H uet; / u n d was i sag, jetzt ch u n n t er bald, / d ó rt sitzt e r scho im Fohrew ald. / / E r m acht so lang, was trib t er echt? / Me m eint schier gar, e r trau t n it recht. / C h um m num m e, sie isch nüm m e do, / *8 w ird alies si, se schloft sie scho. / Jetz sto ht er uf, er luegt ins Tal, / u n d ’s M ohnli grüeftt en überal. / / io 8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 Vayámonos tam bién nosotros a acostar, que qu ien en la conciencia no tiene espinas, canciones para d o rm ir no necesita; del m ism o trabajo tiene u n o sueño; m ontones de hen o acabamos de bacer, p o r eso buenas noches Dios nos dé. ¿N os ofrece el poem a, u n a vez escuchado, alguna explica­ ció n sobre aquello que m editam os: lenguaje y tie rra n atal? A penas. T am poco lo hace si, siguiendo la o p in ió n h ab itu al, caracterizam os el po em a según su fo rm a y su co n ten id o . El m etro se cuenta en tre los aspectos form ales. Los versos están escritos e n yam bos de cuatro pies. El poem a en tero está divi­ dido en doce estrofas de seis versos cada u n a. D os ejem plos nos servirán para p o n e r de m anifiesto el m etro : los tres p r i­ m ero s versos de la p rim e ra estrofa y el p rim e r verso de la últim a. El poem a, recitado según su ritm o, em pieza com o sigue: / Oh, mira empero cuán cansado el sol está, mira cómo desciende en la tierra natal! Oh mira cómo se va apagando rayo a rayo* El m etro parece ser el recipiente adecuado para contener el sonido y el paso del lenguaje que es p ro p io de este dialecto. Hay algo verdadero en esto, y la m ayoría de los poem as alem á­ nicos de H ebel están escritos en m etro yám bico. Éste perm ite D enkw ol, m er gó hn jetz au ins Bett, / u n d w er kéi D o rn im Gwisse het, / der b ru ch t zum Schlofen au kei L ied; / m e w ird vom Schaffe selber m üed; / u n d óbbe hem m er Schóchli gm acht, / d ru m gebis G ott e gueti Nacht! O , lueg doch, wie isch d ’Sunn, so müed, /lu eg , wie sie d ’H eim e abezieht! / O lueg, wie Strabl um Strahl verglim m t, LENGUAJE Y TIERRA NATAL 109 que suene algo de la m elodía p ro p ia del dialecto alem ánico, cosa que, desde luego, es más fácil escuchar que describir. S in em bargo, n o hem os recitad o el po em a siguiendo el ritm o del m e tro . ¿C ó m o hacerlo enton ces? El p ro p io poeta nos da ya al p rin c ip io del po em a u n a in d icació n apenas p e r­ ceptible y que fácilm ente descuidam os. Después del « O h » hay u n a com a; ésta o rden a p o n er té r­ m in o ya al hablar que apenas com ienza e indica que el « O h » debe acentuarse al recitarlo y que ese acento debe ser de asom ­ b ro . « O h , m ira empero...» El paso yám bico desaparece y casi se invierte, ya que el « e m p e ro » , que de seguir el m etro debería recitarse brevem ente, exige ser tam bién acentuado. Este « O h , m ira e m p e ro ...» n o sólo in tro d u c e el poem a, sino que su so n id o p re te n d e vibrar a lo largo del p o em a to d o . El « e m p e ro » c o n tien e la llam ada a ab an d o n ar la in d iferen cia con la que pasam os p o r alto lo más cotidiano de lo diario, en lugar de divisar en ello lo asom broso; m ás todavía, a m an te­ n e rlo en la m irad a y d em o rarse m editativam ente a la luz de este rayo. De ahí la repetición de la palabra « lu eg » , « m ira » , en los tres p rim ero s versos. « L u e g e n » , m irar, es u n a palabra del antiguo alem án culto que hoy se usa todavía sobre to do en el alem ánico. Significa m irar algo atentam ente y dem orándose en ello, venir a la luz y dejarlo estar en ella. H ebel tiend e a usar la palabra « lu e g e » en to da la riqueza de su fuerza expresiva. El p rim er y el tercer verso del poem a em piezan con « O h , m ira» , p ero e n el tercer verso falta la com a después d el « O h » y el acento cae más en el « m ira » . Lo m ism o ocurre en el segundo verso: « mira c ó m o ...» , en el que el paso yám bico está tam bién desplazado. El segundo ejem plo correspondiente lo da el p rim er verso de la últim a estrofa: no EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) Denkw ohl, m er g ó h n jetz au ins Bett* S iguiendo el m e tro , n o recitam os «DenkrooM », sino «Denfcwohl» ■ u n giro dialectal hoy todavía co rriente en la vida cotid iana. E n el citado verso, a pesar de que se deja ver el m etro yám bico, el acento principal se desplaza al « au » , « ta m ­ b ié n » ; «V ayám onos tam b ién n o so tro s a aco star» . C o n esta acentuación, el com portam iento de nosotros, los hom bres, el regreso a la calma, es puesto en correspondencia con la vuelta a casa y la puesta del sol. Los ejem plos m uestran cóm o en la recitación dialectal del poem a, en el todo de su lenguaje, vive u n constante m ovim iento que se opone a su m etro. Por ese motivo, el poem a recibe de su tono dialectal u n a particular p lenitud y articulación. P ero ¿de dó nd e p roced e esa op osición en los versos que hem os recitado? Si no proced e de la form a m étrica, entonces prob ablem en te venga del con ten ido . Pero ¿qué significa aquí co n ten id o ? A l hecho de dar u n a in fo rm ació n, acertada o no , sobre algo que está ahí delante, que ha sucedido, lo llam am os enunciado. Éste constata algo previam ente dado. Lo expuesto de ese m odo es el contenido del enunciado. Pero el poema no habla en enunciados. Y, p o r ende, no tiene contenido. Seguram ente nos opondrem os a esta aseveración indicando que es posible expo­ n e r en pocas palabras de qué se habla en el poem a, a saber, de la puesta del sol tras su trabajo en u n día estival, de la salida de la lu na y del acostarse de los hom bres tras su labor diaria. Pero ¿acaso lo expuesto de este m odo es lo poetizado del poem a? Se trata, en el m ejo r de los casos, de u n in fo rm e sobre lo que el poem a dice. ¡Pero entonces el poem a dice! D esde luego. Sólo que no habla p o r m edio de enunciados en el sentido indicado. «Vayám onos tam bién nosotros a acostar». LENGUAJE Y TIERRA NATAL III Prestem os atención solam ente al inicio de la p rim era y la ú ltim a estrofa, que abarcan co n ju n tam en te la to talid ad del poem a. « O h , m ira e m p ero » es a todas luces tan poco u n e n u n ­ ciado com o el «V ayám onos tam b ién n o so tro s a aco star» . El p rim ero es u n a especie de exhortación, el segundo u n a especie de p ro p u esta. S in em bargo, estas d en o m in acio n es n o son acertadas. R esultan en exceso duras y toscas. P ero tam poco preten dem os con ten tarnos co n aseverar negativam ente que el decir del poem a n o consiste en enu nciar, especialm ente p o r­ que esta aseveración no está n i m ucho m enos suficientem ente justificada. Pues, en vez de los dos inicios de estrofa citados, fácilm ente se p u e d e n p o n e r sobre la m esa o tro s dos que no solam ente presentan la form a del enu nciado, sino que además poseen aquel rasgo distintivo que desde antiguo caracteriza al en u n ciad o com o tal. N os referim o s al p rim e r verso de la segunda estrofa y al p rim ero de la séptim a. Es verdad, ella tam bién tiene m al tiem po, A quí se dice del sol: ella tam bién tiene (ahora, en verano) u n « n ial tie m p o » . N i la trad u cció n al alem án culto n i la tra ­ ducción al bajo alem án de « ü b e l Z it» aciertan con el sentido pleno . Para em pezar, en el poem a no dice « u n m al tiem p o » , sino « m a l tie m p o » sin m ás. N o se refiere n i a u n lapso de tiem po n i a u n p u n to tem poral. El segundo verso de la cuarta estrofa nos dice a qué apunta la palabra « Z it» (tiem po): M eng Som echópfli h et sie gsprengt, u n d ’s zitig Sóm li use glengt. T raducido, m al p o r fuerza, al alem án culto, esto significa: EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 112 M anch S am enkófchen (Sam enkorn) hat sie aufge[sprengt u n d den reifen Sam en (das K eim ende) herausgeholt.* « Z itig » significa lo que está en su tiem p o, m adu ro para algo. E l m ás bello te stim o n io del sen tid o de « z itig » no s lo ofrece u n pasaje de la poesía de H ebel que puede ser calificado com o el m ás grande de los suyos e n cuanto a fuerza y d im e n ­ sión poética. Se en cu en tra e n u n poem a titulado Die Wiese. Así se llam a u n río que nace e n el Feldberg, e n la Selva N egra, y desem boca, cerca de Basilea, en el R in. A lo que en alem án culto llam am os «W iese» (prado), u n cam po en el que crece la h ierb a, se lo llam a en alem ánico « M a tte » . P oéticam ente, el río W iese aparece en la figura de u n a m uchacha en flo r que se casa cerca de Basilea con el joven R in, el m ozo suizo, nacido en San G otardo. El pasaje que nos im porta del poem a dice: Feldbergs T ochter los, de bisch an Tuged u n d Fehler zitig, chunnt’s m ehr halber vor, zum M anne, wie war’s echt? (Altwegg, I, 51) E n alem án culto : Feldsbergs Toschter, h ó r zu, du bist an Tugend u n d Fehler reif, so kom m t es m ir fast vor, zum M anne —d. h. ein en M ann zu nehm en, wie wárs wohl?** * H a hecho saltar algunas cabecitas de grano (sem illas) / y ha sacado de ellas las semillas m aduras (lo que ha g erm in ad o ). ** H ija del Feldberg, escucha, estás en cuanto a virtudes y vicios m adura, casi m e da la im p resió n , para el h o m b re, es decir, p ara to m a r a u n h o m b re p o r esposo, ¿qué te parecería? LENGUAJE Y TIERRA NATAL H3 « Z itig » , es decir, ap ro p iad o para, en condicion es de, m ad u ro para. D el m ism o m o d o , el dialecto tam b ién conoce áu n boy el an tó n im o , « ü b e lz itig » , es decir, no m ad u ro para un a situación o tarea, en u n estado de atraso, de agotam iento, de excesiva fatiga. E n este sentido tiene el sol « ü b el Z it» , «m al tiem p o » , pues se le exige sobrem anera. Así, en los dos últim os versos de la segunda estrofa, dice: Todos quieren ten er luz y calor y todos le p id en su bendición. Es im portante fijarse en lo siguiente: desde todas partes, tanto p o r parte de la tierra com o del hom bre, habla u n a exigen­ cia. A quí el lenguaje prevalece. De nuevo fracasan las traducciones. E ra preciso aclarar el giro « ü b e l Z it» para que prestem os aten ció n a que « Z it» , « tie m p o » , n o m b ra en cada caso el tiem po op ortu no y apropiado, no el paso del tiem po represen­ tado aritm éticam ente y m edido con el reloj, S in em bargo, de m anera extraña, el reloj de bolsillo o, m ejo r, « d e saco» , es llam ado «das Z itli», « e l tiem p ito». Pero justam ente este n o m ­ b re nos dice que el reloj sirve ta n sólo para in d icar el tiem po o p o rtu n o para to do o p o rtu n o y apropiado hacer y dejar de hacer; no es nin g ú n cronóm etro. A lgunos de ustedes se h ab rán preguntado ya p o r qué nos dem oram os explicando ta n p ro lija m e n te el giro « m al tiem p o » , si lo que esperam os es que se nos in fo rm e si el verso citado es o n o u n en u n ciad o . M as, para p o d e r d ecid ir esto a p a rtir del po em a, necesitam os tal explicación, pues « m al tie m p o » parece designar aquello que se en u n cia del sol: a saber, que se le exige sobrem anera. 8 «Sacku.hr», así se llam a al reloj de bolsillo en esta región del sur de A lem ania y Suiza. [ N . d e l T .] 114 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) ... él tam bién tiene m al tiem po, sobre todo e n verano, el cam ino es largo, ¿Se constata aquí u n estado del sol a m odo de in fo rm e o descrip ción ? N o. E n las palabras del po em a n o se reprodu ce algo previam ente dado, sino que, m ediante el decir poetizante, nos es dado p o r vez p rim era lo que pertenece esencialm ente a la obra diaria del sol en verano. N o se enuncia nada acerca del sol; p o r el contrario, éste nos es dictado al oído (vorgesagt) y nos es dicho en prom esa (zugesagt) p o r vez p rim era, en el supuesto de que sepam os escuchar el decir poetizante. Sin em bargo, el p rim er verso de la segunda estrofa se in i­ cia co n las palabras « es v e rd a d » , lo que parece sig nificar•. es correcto, es exacto. Esta in terpretació n n o oye el carácter poético del giro. El «es verdad» al inicio de la segunda estrofa recoge, p o r así decir, toda la prim era estrofa, habla de vuelta y hace que venga a plena luz aquello que el « m ira » , repetido tres veces, ha traíd o a la m irada que se dem ora y reúne: la vuelta a casa del cansado sol. Pero ese «es v erdad » adelanta la segunda estrofa y las siguientes, estrofas que p o n e n de m anifiesto la m últiple obra diaria del sol y hacen visible, de ese m odo, el cansado regresó a la casa de donde proviene. El «es verdad» no pretende aquí ase­ gurar que los enunciados sobre unos hechos son correctos. P or el contrario, en el poem a, recitado según el sentido lingüístico del dialecto, este giro llam a la atención de la m irada del oyente hacia el ám bito abierto en el que toda la obra diaria del sol sale a lo desoculto. «E s verdad» significa: se m uestra abiertam ente, a saber, lo que el « m ira r» tiene que divisar. Este sentido del giro es reforzado p o r el p rin cip io de la séptim a estrofa. N o p o r casualidad vuelve justam ente aquí el «es verdad ». Pues la sép­ tim a estrofa concluye el decir de la obra diaria del sol. Sus versos p o n en de m anifiesto lo más alegre y elevado del estival bendecir LENGUAJE Y TIERRA NATAL 115 y cuidar del sol en la encantadora visión del m archar de las gua­ dañas p o r todo el valle, a través de la hierba y la paja, a través de los prados y los cam pos de espigas. De ahí que esta estrofa no em piece, com o la segunda, solam ente con « ’s isch w o hr», «es v erd ad » , sino con « ’s isch weger w o h r» , «es del todo verdad». «W eger» es, según su raíz, el aum entativo de «w ahr», «verda­ d ero » , es decir, m anifiesto. «W eger» y «w egerle» son palabras características del alam án, usadas —claro que sólo p o r personas mayores—en el alto suabo. «W eger w ohr» significa: manifiesto de form a to talm en te evidente. La referencia del «w eger», en cuanto lo evidentem ente m anifiesto, a lo que se m uestra y se le aparece a la m irada es aclarada de m anera especialmente bella en la prim era éstrofa de aquel poem a de H ebel que se ha conver­ tido, m ediante el libro de lectura de la escuela, en el más cono­ cido de los suyos. Se titula El hombre en la luna (Altwegg I, pp. 72 ss.). G om o ocurre a m enu do en H ebel, el poem a es u n a conversa­ ción: dialecto en el sentido del hablar unos con otros. Aquí, en las prim eras horas de la noche, la m adre, « ’s M üetterli», habla con su niño . Escuchen la prim era estrofa: «L ueg, M üetterli, was isch im M o ?» H e, siehsch’s den n nit, e Ma! «Jo wegerli, i sieh en scho. E r h et a T schópli a .» E n alem án cu lto : Blick auf, M ütterlein, was ist im M ond? (Buh) N u n doch, siehst d u ’s nicht; ein M ann! (M utter) Ja —offenbar, ich seh ih n auch schon. (Bub) E r hat ein Jácklein a n .!* * M ira hacia arrib a, m am aíta, ¿qué hay en la lu n a ? (N iño) / ¿Pues no lo ves? ¡U n hom bre! (M adre) / Sí, evidentem ente, ahora yo tam bién lo veo. (N iño) / Lleva puesta u n a chaquetita. n 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) D e nuevo el « lu e g » , que p re te n d e d irig ir la m irad a dem o rad a de la m adre hacia la lu n a. D e ello se diferencia el « sie h sc h » , ver en sentido de reco n o cer algo com o algo. P or eso la m adre resp o n d e: « H e , siehsch’s d e n n n it, e M a» (« ¿ P u e s n o lo ves? U n h o m b re » ). « H e » significa « p u e s» ; en la zona cercana a Basilea d icen « je » , en el alto suabo « H o !» o « H a n o !» . Sirva para aclarar el to n o hablado y to tal­ m ente in d ep en d ien te de este « H e » tan usado u n a m agnífica estrofa del poem a El lucero vespertino. Este aparece com o u n « n iñ ito » que sigue a su m adre, el sol, en su cam ino en el cielo de la m añana a la noche. G uando sale en el este p o r encim a de la Selva N egra y se abre hacia el oeste m irando a los Vosgos y el R in, al que el río W iese va a e n c o n tra r a través del Valle del Wiese, el n iñ o le dice a la m adre: v ... O M uetter, lueg doch au, * D o un te glánzt’s im M orgetau so schón wie in dim Him melssaal! « H e » , seit sie, « d ru m isch’s ’s W iesetal».* (Altwegg I, Igl) « H e » , pues claro que ahí ahajo b rilla con tan ta belleza, p o rq u e es el m aravilloso Valle del W iese, la tie rra n atal del poeta. E n el poem a El hombre en la luna, el n iñ o resp o n d e a la m adre que le exhorta a m irar más exactam ente: Jo wegerli, i sieh en scho.*** * ¡O h , m ad re, p e ro m ira tam b ién , / hay u n b rillo ahí abajo, en el rocío de la m añ ana, / ta n bello com o en el salón del cielo! / « P u es c la ro » , dice ella, « p o rq u e es el Valle del W iese». ** «S í, evidentem ente, ahora yo tam bién lo veo» LENGUAJE Y TIERRA NATAL 117 Sí, el h o m b re en la lu n a es recono cib le de fo rm a to talm en te evidente, ta n claram ente que el n iñ o p u ede reco n o cer que «lleva puesta u n a c h a q u e tita » . Está vestido co n u n grueso abrigo de in v iern o . El « es del to d o v erd ad » del in icio de la séptim a estrofa del Atardecer estival nos habla p o r com pleto si lo escucham os en con ju nció n con el com ienzo del penúltim o verso de esa m ism a estrofa: Es u n a cosa Esto significa más de lo que recoge la tradu cció n: quiere decir algo. Pues « e Sach», « u n a cosa», no m ienta en dialecto u n a cosa cualquiera, sino algo señalado en el sentido de que se trata de algo m uy p articu lar, a saber, lleno de m isterio . Esto m ism o es lo que resuena tam b ién en el «es del to do verdad». Es evidentem ente m anifiesto, pero no com o algo que es reco­ nocible p o r com pleto, sino que sigue siendo u n m isterio y que es, p o r ende, lo asom broso. Pensem os en el to n o fu n d am en tal del p o em a to d o , que com ienza con el « O h , m ira e m p e ro » : O h , levántate más allá del m ero constatar lo sim plem ente correcto. D espierta en el escuchar de u n decir que n o es en u n ciar alguno. P or co n si­ guiente, oím os m al cuando inspeccionam os el poem a en busca de u n contenido form ulable en oraciones. Así pues, si el poem a no es enunciado alguno, pero sí le n ­ guaje, ¿cóm o dice y qué dice? Sin percatarnos, hem os obede­ cido entre tanto a su m odo de decir, que habla desde el dialecto. Esto perm ite su p o n er que el dialecto es en sí más poético que el lenguaje culto y que el desgastado lenguaje de uso general. « P o é tic o » refiere a u n a form a del decir. A prop ósito se ha destacado, m ediante diversos ejem plos, el decir del poem a p o r contraste con el m ero enu nciar constatativo acerca de algo ii 8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) que está ahí delante. El d ecir po ético ha sido d eterm in ad o com o u n dictar al oído que p erm ite que aparezca para nosotros lo esencial y el prevalecer de esto esencial, qu e nos lo dice en prom esa y, de ese m odo, lo conserva en el lenguaje. Este decir posee el carácter fu n d am en tal del fo rm ar (Bilden). La palabra « b ild e n » procede del verbo « p iló n » del antiguo alto alem án, que quiere decir em pujar, llevar, llevar adelante. F orm ar (Bil­ den) es p ro -d u c ir, traer aquí delante (Her-vor-bringen) , a saber, delante a lo desoculto, a lo m anifiesto, y aquí desde lo que está oculto y lo que se oculta. Lo traído aquí delante de este m odo, lo form ado, es la configuración. D ado que viene a m anifestarse —y, con ello, al aparecer—, ofrece u n a visión y es a u n tiem p o, en cuanto configuración, la im agen originaria. P or el co n tra­ rio, la copia y la reprodu cció n no son im ágenes más que en u n sentido derivado. Éste se encu entra ya incluso en el sustantivo latino imago, en el que se expresa la raíz imitari:'rem edar, re p ro ­ d u cir. P o r el c o n tra rio , el sustantivo « ic o n o » , de o rig en griego, posee u n sentido m ucho más p ro fu n d o , procedente del verbo eíiceo, es decir, retirarse de, retroceder ante algo haciendo llegar —y, con ello, aparecer—eso ante lo que u n o se retira. La im agen p erten ece o rig in ariam en te a la co n fig u ració n e n cuanto traer aquí delante, n o a la inversa. El sentido antiguo de nuestro verbo decir es el de m ostrar, dejar aparecer algo que es y esencia de algún m odo. El decir es el m odo originario del traer aquí delante, esto es, del form ar, m odo este que soporta, dirige y d eterm in a to d o m od o del h u m an o tra e r aquí delante. P o r eso llam am os po ético a u n decir que m uestra m ás qu e el decir h ab itu al, ésto es, que n o sólo trae más aquí delante en grado, sino en cuanto a la esencia. El decir poético, el m ostrar que más m uestra, trae a apa­ recer lo que n o se e n cu en tra p o r n in g u n a p arte en lo que ya está y sucede ahí delante, lo que n o está d ad o .d e an tem an o , sino que es dado, traíd o aqu í delante, fo rm ad o , p o r vez p r i­ LENGUAJE V TIERRA NATAL 119 m era en el decir p o ético . Lo dicho en el decir poético no tiene contenido alguno, sino que es configuración. ¿Q u é es, entonces, lo que viene a im agen en la configura­ ció n del poem a El atardecer estival? Si in ten tam o s re sp o n d e r la p reg u n ta así form u lada, po dem os atrevernos a caracterizar a grandes rasgos la configuración de este poem a. Form alm ente, este p ro c e d im ie n to parece u n a in d icació n del co n ten id o siguiendo la sucesión de las estrofas. Sin em bargo, ahora sólo nos fijam os en cóm o está edificada dicha configuración y qué ám bito viene a m anifestarse e n su edificación. D ado que en esta m editación acerca del decir poético tratam os de dar con el lenguaje en cuanto lenguaje, podem os esperar en co n trar tam ­ b ié n u n a explicación sobre lo que nos da que pen sar el título «lenguaje y tierra n a ta l» . El poem a es un a configuración diciente que aparece en sí m ism a. D esde aq u í es p o sib le reco n o cer p o r qué la poesía habla en im ágenes. La p rim é a estrofa trae a la m irad a la vuelta a casa de la cansada señora sol, su descenso al silencio que alberga y guarda, cuyo lugar perm anece lleno de m isterio. « M ira cóm o desciende en la tie rra n a ta l» ; dem órate m ed itan d o cóm o desciende hacia la tie rra natal. Ju stam en te este verso no llega a la palabra en la traducción al bajo alem án. Q ue el lugar en que el sol se p o ne y del que la lu na sale es la tie­ rra natal (Heimat) lo dice este verso de la décim a estrofa: Y cuando llega a casa (Heim), él tom a su som brero; T ratándose de u n poeta ta n de dobles sentidos cóm o J. P. H ebel, n o sería dem asiado atrevido escuchar el verso « m ira cóm o desciende en la tierra n a ta l» todavía de o tra m anera, a saber, com o que la tierra natal es aquello que hace descender y llam a al sol hacia sí. 130 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 La segunda estrofa m uestra el espacio de juego del tiem po de su obra diaria. E n verano tiene el cam ino más largo desde la salida hasta el ocaso. E n el in vierno , p o r el co n trario , le está perm itido descansar largam ente. El poeta reflexiona sobre ello en su poem a El enero. U na estrofa de este poem a (Altwegg I, p. 130) dice: Es verdad, no se sabe en qué anda, y dónde se m ete todas las m añanas. C uanto más larga es la noche y tardío el día, tanto m ejor duerm e aunque fuera de noche hasta las diez, sólo se avergüenza cuando tocan las once.* La estrofa m uestra co n u n golpe de vista cóm o p ara los h o n d o s valles de la Selva N egra el sol asciende tarde sobre las m ontañas y se vuelve a p o n er rápidam ente p o r el lado opuesto. E n to d o ello aparece, n o obstante, la calm a de las granjas, en las que la vida parece d o rm ir . E n la segunda estrofa del Atardecer estival se m uestra, a u n tiem p o , el espacio de ju eg o del trabajo que el sol to m a a su cargo e n la casa y el cam po, en la m o n tañ a y el valle. Pues, en esta época, todo se dirige a él pidiéndole su b en dición para que dispense p len itu d al crecim iento y la fertilidad. Su diversidad es extend ida entonces ante n u estra m irad a en las siguientes estrofas, de la tercera a la séptim a. C laram ente escalonados y edificados, vienen a la luz los ám bitos oscilantes de la tierra y el trabajo de los hom bres com o aquello bendecido p o r el sol, esto es, p o r el cielo. Así, la cuarta estrofa m uestra el colorido de las ’ s isch w ohr, m e weift nit, was sie tribt, / u n d wo sie allí M orge blibt. / W ie lánger N acht, wie sp ó ter Tag, / wie besser ai& sie schlofe m ag, / u n d blieb es bis um Z ehni N acht, / se chám sie erst, w enn’s O lfi schlacht. LENGUAJE Y TIERRA NATAL 121 flores cam pestres en los prados, anim adas p o r el diligente ir y venir de las abejas y los escarabajos. E n esta cuarta estrofa apa­ rece asim ism o el cam po de sem brados, su germ inar y su creci­ m ien to , anim ado tam b ién p o r la visita de la fauna alada en busca de granos. La quinta estrofa dirige la m irada a los cerezos de los ja r ­ dines alrededor de la casa, al o n dear de los cam pos de espigas, a los sarm ientos enredados en la falda de la m on taña, todo en u n denso follaje y en vistosa floración. La sexta estrofa arrastra la m irad a hacia el trab ajo del h o m b re y la m u je r en las figuras del b lan q u ead o r y la lavan­ dera. Por últim o, la séptim a estrofa lo reúne todo en el instante de la más alegre y elevada b en d ició n y el cuidado del sol estival: la siega en los prado s y cam pos de espigas, habida cuenta que —p o r lo m enos antiguam ente—ésta, la más du ra y larga jo rn ad a de trabajo en las faldas de las m on tañas, era u n a auténtica fiesta, anim ada p o r el m u tu o llam arse de las m uchachas y los jóvenes, de los hom bres y las m ujeres en campos y praderas. Así lo dice H ebel en la cuarta estrofa de u n o de sus más bellos p o e ­ mas, El lucero vespertino (Altwegg I, p. 62): El segador y el lucero m atutino se levantan tem prano y se despiertan con gusto, y lo que a las cuatro de la m añana se hace, a las nueve de la noche beneficia.* U na vez que la tierra y el o b rar de los m ortales sobre ella y bajo el cielo son llevadas a im agen en las estrofas tres a siete, la * D er M áhder u n d d er M orgenstern / S tóhn zitli uf, u n d wache gern, / u n d was m e frü eihum V ieri tuet, / das c h u n n t eim z’nacht u m N ü n i guet. 122 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 octava estrofa dirige la m irad a m ás allá de la tie rra —hacia la boscosa cim a de la m o n tañ a, sobre la que perm anece todavía u n m om ento, antes del ocaso, la rueda del sol—, en dirección al cielo v esp ertino , en el que el sol desciende despidiéndose con u n p o stre r saludo. U n a vez m ás, en la trad u cció n al bajo alem án se p ierd e la gran im agen de esta octava estrofa, tal vez po rq ue aquí no hay m ontañas. Dice el poeta en el cuarto verso: M ira cóm o se sienta en la m ontaña* D em órate con la m irada reunida en la vista del sol po sán­ dose sobre la m o n tañ a. Es la im agen de la cam pesina que reto rn a a casa tras el trabajo en el cam po y se sienta u n a vez más a descansar al bo rd e del cam ino del cam po. E n la novena estrofa se ilu m in a el b rillo en can tad o r del crepúsculo, que al final ya sólo rodea con su esplendor el cam ­ panario de la iglesia, perm itien d o así que llegue a la im agen el centro del pueblo nata1, esto es, el pueblo m ism o. Pero la vista del cielo en su referencia a la tierra no llegaría a aparecer p o r com pleto si, en el decir de las estrofas décim a y undécim a, no se m ostrara tam bién el cielo n o ctu rn o al salir la lu n a y la m irada que ésta dirige hacia abajo, a la tierra. Q u e la lu n a abandona su casa cuando el sol regresa a ella es algo que H ebel dice más b ien en brom a; pues la luna es para él « e l vigilante n o c tu rn o g en eral» , que debe desem peñar su cargo p o r la noche, co rresp o n d ien d o a la ob ra diaria del sol, que: carga su debida cruz doméstica** * Lueg, wie sie. d ó rt u f s Bergli sitzt! ** sie het iitr redli H uschrütz au. LENGUAJE Y TIERRA NATAL 123 Q u e el p o eta hable de « c ru z do m éstica» y n o sim p le­ m en te de « p e n a » in dica que to m a esta carga tam b ién en b ro m a, com o algo que es p a rte de la auténtica econ om ía de u n a granja. Esto es lo que significa la palabra « re d li» , es decir, « d e b id o » en el doble sentido de forzoso y adecuado. Así em pieza el poem a El invierno (Altwegg I, p. 102): ¿D e verdad que abí arriba se vende algodón? Le vierten a u n o la parte debida en el ja rd ín y sobre la casa;* Sólo qu ien habita en el paisaje del poeta puede experienciar cuán m aravillosam ente hace visible H ebel la vacilante salida de la luna tras- el ralo bosque de abetos de la cim a de u n a m o n ­ taña. ¿O es al co n trario ? ¿Acaso sólo a la luz de este poem a le llega a aparecer en plena pureza a q u ien vive allí la salida de la lu n a en la calma y m agnificencia que le son propias? La estrofa final del poem a expresa la estival h o ra vespertina de los m ortales hum anos y regresa, de ese m odo, a la prim era estrofa. La siega del h eno continúa basta entrada la noche: y m ontones de hen o acabamos de hacer ** Acabam os de ju n ta r el h en o en pequeñas pilas que p ro te ­ gen lo que todavía n o se ha recogido del rocío y la b ru m a (esto es lo que significa « D u ft» , « a ro m a » , en alem ánico) de la n o che o b ie n de la lluvia. « S c b ó c b li» , es u n dim inu tiv o de « S ch och en», «S chock», que significa « p ila » , « m o n tó n » . * Isch echt do obe Bauwele feil? / Sie schütten eim e redli Teil / In d ’G arten abe u n d ufs H us; ** « [...] óbbe hem m er Schócbli gm acht» i?4 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 « P o r eso» , po rq ue el día supuso cansancio y trabajo, que Dios nos dé buenas noches. Los hum anos deben pedirlo. El sol del cielo, p o r el contrario, es más cercano a los espíritus silen­ ciosos y encuentra p o r él m ism o la calma en la noche. H asta aho ra sólo hem os enum erado lo que llega a apare­ cer en la co n fig u ració n del poem a, au n q u e divisando ya en buena m edida la edificación que se m uestra a través de la suce­ sión de estrofas. D ejam os de lado aho ra la en u m eració n . E n lugar de ello, regresam os ya, u n a vez nos hem os vuelto más oyentes, al poem a. P restem os aten ció n al ensam blaje en la con figu ración. N os despertam os en la reciprocidad de la tie rra y el cielo. E n cuanto h o m bres, nos en co n tram o s so b re la tie rra y bajo el cielo. ¿ Q u é se nos escapa todavía? El p ro p io J . P. H ebel ape­ nas lo m en cio n a. Su m o d o de decir perm anece, en general, extrañam ente callado a este respecto. Pero, a pesar de ello, lo callado habla con su voz a través de todo lo dicho. Es la voz de aquellos a los que H ebel llam a los espíritus silenciosos. Ju n to con la tierra, el cielo y los hum anos, form an todo el ám bito de la configuración que viene a aparecer en el poem a. ¿D ó n d e p o d ría la consonancia de este ám bito hab lar de form a más cercana e íntim a que en el dialecto? P or eso es éste m ás po ético que el lenguaje h ab itu al. P or eso n o to d a poesía dialectal es idéntica. U na describe o transfigura quizá el paisaje y las gentes de su ám bito lingüístico. La otra trae aquí delante p o r vez p rim era su ám bito to do en la configuración del poem a y lo hace de m an era que llega a m anifestarse en él lo que se oculta en cuan to tal, y n o so tro s m ism os som os llevados a este aparecer de lo m isterioso. La p rim era form a de poesía dialec­ tal utiliza y usa el dialecto sólo com o m edio de expresión para estados de ánim o más o m enos casuales. La otra, la poesía dia­ lectal verdadera y grande, despliega el dialecto p o r vez prim era en su p ro p ia esencia poética y lo lleva a la plenitud , am plitud y LENGUAJE Y TIERRA NATAL 135 clarid ad de su p ro p io lenguaje n o -d ic h o . Éste llega de ese m o d o a la co n fig u ració n poética y es fu n d ad o en ella com o algo p erm a n e n te , que d u ra incluso cuando ya n o se lo oye, d u ra com o u n eco p u ro de la p ro to le n g u a que resu en a en el dialecto, u n lenguaje in finitam ente distinto a las lenguas u n i­ versales. J . P. H ehel sabía de esta referencia del dialecto a la p ro to ­ lengua, esto es, sabia de la esencia poética del lenguaje h istó ri­ cam ente autóctono. U na carta escrita a Hitzig, su am igo más ín tim o , dos años antes de la publicación de los Poemas alemánicos (el 6 de febrero de 1801), em pieza así: M i afición en las horas libres, a fin de resarcirm e del displacer de algunas horas de trabajo, se ha dirigido a u n a sola cosa. ¡Estudio gram aticalm ente nu estra le n ­ gua de la R egión alta y la versifico herculeum opus! E n to do tipo de m etros, recopilo las huellas de los co n ­ to rn o s y el ensam blaje de la p ro to len g u a alem ana antigua que q u ed an e n esta ru in a descom puesta, y tengo la in te n c ió n de lan zar p ro n to al m u n d o u n a recopilación de esos poem as ju n to con u n a p eq u eñ a gram ática y u n registro que in d iq u e la derivación de los idiotism os. E n sus cartas, H eb el gusta de llam ar a la recopilación de sus poem as el « W á ld e rb ü b le in » , el « m u ch ach ito del b o s­ q u e » . U n o «de! bosque» es alguien n a tu ra l de la Selva N egra, alguien que debe su p rov eniencia a « la casa y el cam po, la m o n tañ a y el valle» de este paisaje. A m en u d o se hace n o ta r que la poesía de H ebel se lim ita al delgado volum en de los Poe­ mas alemánicos. P ero en él se oculta la grandeza de lo poético. H ebel intuyó la fuerza poética del dialecto alem ánico, que, p o r 126 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 así decir, va poetizando p o r él m ism o, de m odo que el au tén ­ tico poeta debe respetarlo y ceñirse a él. D e ese m o d o co rresp o n d e el po eta de la m anera más segura al sencillo ensam blaje de la cuaternidad que viene a le n ­ guaje en la configuración del poem a. Sólo si m editam os esto, si m ediante el poem a se nos abre la m irada a la cuatern id ad y el oído para la in tim idad de su consonancia, estam os más p rep a­ rados para acercarnos al m enos a u n a pregunta cuya discusión, aun qu e exceda el m otivo y el asunto de esta conferencia, nos inquieta a todos. D icbo a grandes rasgos, el poem a El atardecer estival com para el sol co n u n a cam pesina de la Selva N egra. E n el extenso po em a La avena (Altwegg I, p p . 104 ss.), que Lace ju ego de form a especial con el recién com entado Atardecer estival, H ebel dice del sol: U na m u jer tan estupenda, y aun así tan bondadosa y [com placiente* « T o ll» significa bella e insólita. Este poem a lleva a im agen la referencia del cielo a la tierra del m odo siguiente: Desde entonces se p eina el sol, y cuando se ha lavado y . [peinado, sale p o r detrás de las m ontañas con la labor de p u n to , sigue su cam ino subiendo p o r la carretera celestial, hace p u n to y m ira hacia abajo, com o u n a m adre [com placiente m ira a sus hijitos. S onríe a las sem illitas y eso les sienta b ien hasta en lo h o n d o de sus raíces. * «S o n e tolli Frau, u n d doch so güetig u n d frü n d li!» . LENGUAJE Y TIERRA NATAL 137 « U n a m ujer tan estupenda, y aun así tan bondadosa y [com placiente» ¿Pero qué está tejiendo? Pues nubes de brum as [celestiales.* El brillar sobre las m ontañas de los rayos del sol antes de su salida aparece com o la form a en que la m ujer Sol peina sus tre n ­ zas doradas. « S tre h le n » , relacionado con « S tra h l» , « ray o » , significa p ein ar. El « S tre h l» es el pein e. U na vez que el sol «gstrehlt isch», se ha peinado, sale tras las m ontañas « m it der Strickete», con la labor de punto. Los rayos de sol son ahora las agujas con las que el sol hace p u nto. Y ¿qué teje? Las nubes con el rocío del cielo. Después anda p o r la carretera celeste para, en la noche, descender a la tierra natal. Teje y m ira hacia abajo, a la tierra, del m ism o m od o que u n a m adre com placiente vigila m ientras hace p u n to a los niños que juegan a su alrededor. ¿ Q u ié n discu tiría que en este poem a, al igual que en El atardecer estival, el sol es com parado co n u n a m atern al cam pe­ sina? ¿ O es que, p o r el con trario, aparece lo esenciante de la cam pesina y de la m adre en la g ran im agen celestial del sol? ¿Acaso solam ente se com para lo u n o con lo o tro ? Presum iblefuente, el poem a n o habla a m od o de com p aración, sino de sím il. E n alem án, «g leich» (sim ilar) significa « g elich » : re u ­ n id o bajo la m ism a « lic h » (luz), en la m ism a figura. ¿C uál es en el poem a esa figura? ¿E l sol o la cam pesina? ¿O acaso esa m ism idad en la que el esenciar de am bas llega a * S ieder streh lt si d 'S u m m e n , u n d w enn sie gwáschen u n d gestrehlt isch, / c h u n n t sie m it der Strickete füre h in te r de Berge, / w andlet ihre Wege hoch an d e r him m lische L and stro ft, / strickt u n d lueget aben,-aft wie n e frü n d lig i M uetter / no de C hindlene luegt. Sie lachlet gegenem C hiim li, / u n d es tuetem w ohl, bis tie f ins W ürzeli abe. / « S o n e to lli F rau, u n d do ch so güetig u n d frü n d li!» / A ber was sie strickt? H e, Gwülch us him m lische Düfte! 128 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) encontrarse no es n i el cielo (el sol) p o r sí m ism o n i la tierra y los h u m an o s p o r sí m ism os? La m ism idad a la que el sol y la cam pesina son traídos aquí delante poéticam ente, ¿no es acaso la con son ancia de aquel ám bito to d o desde el que habla el po em a? P o r ello, seguram ente n o se trata ta n sólo de que se hum anice y se dé al sol figura hum ana. Pues debem os p reg u n ­ tarnos, ¿qué significa en ese apresurado hab lar de hu m aniza­ ció n la palabra « h o m b re » ? ¿Acaso n o es éste el que p e rm a ­ nece tem plado desde siem pre hacia el ám bito que aparece en la configuración del poem a? T an p ro n to com o m editam os escuchando deb id am en te estas relaciones, nos dam os cuenta de que tam b ién la idea de com paración es precipitada y que la esencia del sím il es oscura. T odo esto tien e, desde luego, u n a larga y so terrad a h isto ria. D esde antig uo, desde la ap arició n de la lógica y la gram ática griegas, el decir del lenguaje se define a p artir de la considera­ ción del enunciado constatador. A consecuencia de ello, todo lo que va más allá lingüísticam ente del con ten id o lógico de la proposición es considerado u n ornam en to del discurso, p ará­ frasis agregada, m etáfora. Pero, ¿y si la cosa fuera p o r com pleto de otro m od o? ¿Y si el decir poético fuera el originario y el enunciado, en cam ­ b io , el d ecir del lenguaje ap o ético? Esta sospecha ha sido expresada ya a m enudo, pero lo que en ella se piensa n o ha sido n u n ca pen sado p o r com pleto a p a rtir de su ám bito esencial. Podem os acercarnos a dicho ám bito si experienciam os la esen­ cia poética del dialecto com o aquello que, sin fijarnos expresa­ m ente en ello, es siemprej a avistado (gesichtet) por nosotros y que, p o r ende, debe ser llam ado el rostro (Gesicht) p o r antonom asia. P ode­ m os m an ten er unidas las sencillas relaciones que se ilu m in an aquí m ediante la siguiente fórm ula m nem otécnica: LENGUAJE Y TIERRA NATAL 129 Sólo la form ación hace p e rd u ra r (es decir, custodia) [el rostro. Pero la form ación descansa en el poem a.* Esto significa que sólo el decir poético trae el rostro de la cu atern id ad aqu í delante, al aparecer. Sólo el d ecir poético perm ite que los m ortales hab iten sobre la tierra, bajo el cielo y ante los divinos. Sólo su decir poético trae inicialm ente aquí delante guardia y p ro tecció n , am paro y favor p ara el lugar autóctono que puede ser m orada en el terrenal estar de cam ino del hum ano que habita. El lenguaje es, en virtud de su esenciar poetizante, p o r ser el m ás escondido y el que tie n e m ás am plio alcance, el traer aquí delante la tierra natal regalándola encarecidam ente. C on ello, el título «L enguaje y tierra natal» adquiere la determ in a­ ció n que le es debida. De este m od o puede sonar com o debe; no superficialm ente, «L enguaje y tierra natal» , sino: Lenguaje como tierra natal. * E rst G ebild w ahrt (d. h . verwahrt) Gesicht. / D ock G ebild ru h t im G edicht. SOBRE IGORSTRAVINSKY Estim ado D r. Strobel, T en ien d o en cuenta su p etició n , ro m p o p o r u n a vez m i regla de no resp on der encuestas. C onsideradas adecuadam ente, sus dos preguntas son un a sola, si recordam os la antigua sentencia según la cual sólo conocem os lo que nos gusta. D e ese m odo conozco yo dos obras de Ig o r Stravinsky: la « S in fo n ía de los S alm os» y el m elodram a « P erséfo ne» , basado en el poem a de A n dré G ide. Cada u n a a su m anera, estas dos obras traen a nu estro presente u n a tradición inm em orial. Son m úsica en el más elevado sen­ tido de la palabra: obras regaladas p o r las musas. P ero, ¿ p o r qué esas obras no están ya en condiciones de fund ar ellas m ism as el lugar al que pertenecen? La pregunta n o se refiere a u n lím ite en el arte de Stravinsky. C o n ciern e, antes bien, a la determ inación histórica del arte com o tal, esto es, del pensar y poetizar. Le saluda atentam ente, Su M artin H eidegger PARA RENÉ CHAR en rememoración pensante del gran amigo GEORGES BRAQUE (M irando u n a litografía para «L ettera am orosa») La única interpretación fundada de su arte nos la regala el p ro ­ pio artista m ediante el cum plim iento de su obra en lo sencillo escaso. D icho cum p lim ien to acontece m ediante la tran sfo rm a­ ció n de lo m últip le en la sim plicidad de lo m ism o , en la que aparece lo verdadero. La tran sfo rm ac ió n de lo m últip le en la sim plicidad es aquel dejar-ausentarse a través del cual se presenta lo sim ple. La ausencia desoculta la presencia La m uerte trae consigo cercanía. A m istosam ente, Su M artin H eidegger F riburgo de B r., 16 de septiem bre de 1963 i LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER El siguiente texto form a parte de la narració n El portafolios de mi bisabuelo. El trabajo en las distintas versiones de esta obra acom ­ pañ ó al poeta basta su lecho de m uerte. E n u n a carta a su edi­ to r H eckenast de finales de 1846, S tifter escribe acerca del fragm ento seleccionado: « C re o que la historia del hielo (...) ten d rá u n p ro fu n d o efecto». E n los pasajes precedentes, S tifter describe la m archa en trin eo del do cto r y su sirviente T hom as a casa de los pacientes y, com o final de esa invernal travesía, narra lo que sigue: «G uando p o r fin llegamos cerca del T haugrund y la foresta empezó a extenderse a lo largo de nuestra ruta, escuchamos de repente e n el bosque de coniferas de la em pinada peña u n ru id o m uy singular que n in g u n o de no sotros había jam ás oído. Era com o si m uchos miles o quizá m illones de barras de cristal tintinearan al chocar unas contra otras y se alejaran en ese desconcierto. El bosque estaba dem asiado apartado com o para reconocer claram ente el sonido. E n el silencio que reinaba en el cielo y el lugar todo, nos pareció com pletam ente extraño. Proseguim os u n trecho hasta que logram os detener al alazán, que ya tom aba el cam ino a casa, anhelando librarse de aquel día y llegar al establo. F inal­ m ente nos detuvimos y escuchamos en los aires una especie de m u rm u llo , pero nada m ás. A quel m u rm u llo , sin em bargo, en nada se parecía al lejano estruendo que habí­ amos escuchado todo el tiem po entre el sonido de los cas­ cos de nuestro caballo. Nos pusim os en m archa de nuevo y • nos acercamos cada vez más al bosque del T haugrund, hasta 136 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 que vim os p o r fin la oscura abertura p o r la que el cam ino se introdu ce en el soto. A unque todavía era tem prano y el cielo gris lucía tan lum inoso que parecía posible ver el b ri­ llo del sol a través suyo, era aquélla u n a tarde de invierno y hacía u n día tan nuboso que los blancos campos em pezaron a perder su color ante nosotros y el crepúsculo parecía rei­ n ar en el bosque. N o obstante, tenía que ser una aparien­ cia, pues el brillo de la nieve contrastaba con la oscuridad de los troncos en fila. A l llegar al lu g ar p o r d o n d e debíam os c o n tin u a r n u estra m archa bajo la cúpula del bosque, T ilom as se quedó quieto. Veíam os levantarse ante nosotros u n abeto rojo m uy delgado y torcido p o r la escarcha, form ando u n arco sobre nu estro cam ino, tal com o acostum bra a reve­ renciarse a los em peradores que en tran p o r él. Resultaba indecible cuánto esplend or y cuánto peso helado p en día de los árboles. Las coniferas sem ejaban candelabros de los que sobresalían innum erables velas invertidas de tam años in au d ito s. Todas las velas relu cían de plata, los m ism os candelabros eran plateados y no todos se alzaban rectos, sino que algunos se in clin ab an en direcciones diversas. C o no cim os entonces el m u rm u llo que habíam os escu­ chado antes en el aire; ya no sonaba en él, sino alrededor de n o so tro s. R einaba in in te rru m p id a m e n te en to d a la p ro fu n d id a d del bo squ e, según las ram as, pequeñas y grandes, se rom pían y se precipitaban en el suelo. T odo se m antenía inm óvil y haCía que aquello resultara tanto más h o rre n d o . El constante centelleo y el brillo no movía una sola ram a o aguja, excepto cuando se volvía a m irar u n o de los encorvados árboles y se veía que las piñas lo hab ían arrastrado u ñ poco más abajo. A guardábam os y m iráb a­ m os hacia d e n tro , n o se sabe si p o r ad m iració n o p o r m iedo a en trar en la cosa. N uestro caballo debía com par- LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER 137 tir aproxim adam ente las m ism as sensaciones, pues el pobre anim al, encogiendo las patas lentam ente, dio varias sacudidas que em pujaron hacia atrás el trineo. E stando ahí quietos y m irando —todavía no habíam os p ro n u n ciad o un a sola palabra—, escucham os de nuevo el derrum bam iento que habíamos percibido dos veces ese día. A hora, sin em bargo, nos resultaba ya del todo conocido. Precedía u n crujido agudo, como u n grito, seguía u n breve soplido, silbido o rozadura y, p o r últim o, el d erru m b a­ m iento sordo y retum bante de u n enorm e tronco cayendo en el suelo. Com o u n bram ido, el golpe atravesaba el bos­ que y la espesura de los troncos que atenúan el sonido; se percibía tam bién u n cam panilleo y u n brillo, com o si se revolvieran y agitaran una infinitud de cristales. Todo que­ daba entonces como antes, los troncos se elevaban desorde­ nadam ente, nada se m ovía y el m urm ullo continuaba. C uando u n a rama<o u n pedazo de hielo caía m uy cerca de nosotros resultaba extraño, pues no se llegaba a ver de dónde procedía, tan sólo el rápido brillo descendente; se oía tal vez el choque, no se había visto el salto de la ram a abando­ nada y aliviada, y la inm ovilidad persistía, com o antes. C o m p ren d im o s que no podíam os e n tra r en el b o s­ que. E n alguna parte del cam ino po día h ab er u n árbol caído co n to d o su ram aje que no p o d ríam o s saltar n i rodear, pues los árboles están dem asiado ju n to s, sus agu­ jas se entrem ezclan y la nieve llegaba ya hasta el ram aje y el entretejido del bajo sedim ento. Si nos dábam os la vuelta e intentábam os tom ar de nuevo el cam ino p o r el que había­ mos venido y resultaba que u n árbol se había atravesado en él en tre ta n to , estaríam os atrapados en m ed io . La lluvia caía incesantem en te, o tra vez estábam os cub ierto s de nieve, p o r lo que n o podíam os m overnos sin ro m p e r antes esa m anta; el trin e o pesaba y te n ía u n a capa de 138 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) hielo, y al alazán le costaba trajin ar aquella carga. Si algo en los árboles se volvía u n a onza m ás pesado, caería, los m ism os tron cos se p artirían , las puntas de las piñas des­ cenderían com o cuñas, m uchas se veían ya dispersas p o r el cam ino > ante nosotros, y m ientras estábam os allí quietos volvían a escucharse golpes sordos. M iram os hacia todos lados, p o r d o n d e habíam os venido, y no se veía n i ser h u m ano n i criatura viviente alguna en todos los cam pos y alreded ores. Yo, T ho m as y el alazán estábam os solos en m edio de la naturaleza. Le dije a T hom as que debíam os dar la vuelta. Bajamos del trin eo, sacudim os nuestros vestidos en la m edida de lo po sib le y quitam os el hielo que colgaba de las crines del alazán, u n hielo que nos parecía form arse m ucho más rápidam ente que p o r la m añana, tal vez p o rq u e entonces observábam os su ap arició n y, al hacerlo , su avance nos parecía más lento que en la tarde, cuando teníam os otras cosas que hacer y sólo al cabo de u n rato observábam os que el hielo había vuelto a am ontonarse, o quizá p o rq u e hacía más frío y la lluvia era más densa. N o lo sabíam os. T hom as dio la vuelta al alazán y al trin eo y regresam os lo más ráp id am en te que pu dim o s en d irecció n co n traria a las casas de E id un que en u n p rin cipio nos g u iab an » . E n los pasajes siguientes, S tifter n a rra cóm o el d o cto r y su sirviente dejan el alazán y el trin eo en la fond a más cercana y cóm o, a continuación , equipados con bastones de m o n tañ a y trep ad o res, re c o rre n a pie el cam ino de vuelta a la casa del doctor. « C u a n d o p o r fin estuvim os fuera y, desde las dehesas de setos, vim os el valle do nd e se encuentra m i casa, atardecía ya fuertem ente, pero estábamos lo suficientem ente cerca y LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER 139 n o nos preocu pab a nad a m ás. A través del aire espeso y gris blanquecino vimos m i casa, desde la que ascendía u n hum o recto y azulado que seguram ente provenía del fuego en el que M aría, el am a de llaves, p rep arab a nu estra com ida. Volvim os a p o n e rn o s los trepadores y descendi­ m os lentam ente basta encontrarnos en suelo llano, donde nos los quitam os de nuevo. A nte las casas cercanas a la m ía se agrupaban las gentes m irando al cielo. "Ay, señor D octor” —gritaro n—"ay, señor D octor, ¿de dónde viene en este h o rre n d o d ía?”. "Vengo de D ubs y de las casas de E id u n ”, dije, "dejé p o r el cam ino m i caballo y el trin eo y he venido a través de los prados de M eierbach y las dehesas de setos, pues no era posible seguir p o r el bosque”. Me quedé u n rato de pie entre las gentes. El día era en verdad h o rrib le . E L om nipresente m u rm u llo de los bo s­ ques podía escucharse ya desde aquí. Lo in terru m p ía cada vez más a m en u d o el sonido del d erru m b am ien to de los árboles. E ra posible p ercib ir incluso los crujidos y las caí­ das que p ro v en ían de los bosques más elevados, que el espesor de la niebla nos im p edía ver del to d o . El cielo estaba cada vez más b lan q u ecin o , com o el día to d o , y su brillo parecía volverse todavía más claro ahora en la tarde. El aire estaba to talm en te q u ieto y la lluvia fin a caía en línea recta. "D ios guarde a qu ien esté al aire libre o en el bosque”, dijo u n o de los que allí se encontraban. "Se habrá salvado”, dijo otro , "pues hoy n o hay nadie e n los cam inos”. Thom as y yo llevábamos m ucha carga y ya casi no podía­ m os con ella, p o r lo que nos despedim os de los dem ás y nos fuim os a nuestra casa. Todos los árboles ten ían un a i4 o EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 m ancha negra a su alrededor, pues se habían desp ren d id o u n gran núm ero de ram as arrancadas, com o si les h u biera caído un a fuerte granizada. La verja de m adera co n la que separo el patio y el ja rd ín todavía inacabado estaba cubierta de plata, com o el altar de u n a iglesia; a su lado, u n ciruelo de la antigua hered ad había sido ab atid o . A lg u ien había intentado salvar el abeto rojo ju n to al que se en cu en tra m i banquito estival quitándole el hielo con varas hasta donde era posible alcanzar, y com o la cima parecía casi inclinarse, el o tro sirviente, K ajetan, subió, la golpeó c o n cuidado para hacer caer el hielo y ató de las ram as m ás altas dos cuerdas de la siega que dejó caer hacia el suelo p ara p o d er sacudirla de vez en cu an d o . Sabían que le te n ía cariñ o al árbol, pues es m uy b o n ito y tan tu p id o co n sus verdes ramas que u n a enorm e carga de hielo se hubiera colgado de ellas, partiéndolo p o r com pleto o astillándolo. M e dirigí al calor de m i cuarto, puse sobre la m esa todas las cosas que había sacado del trin e o y m e quité la ro p a, que tu v iero n que sacudir y colgar en la cocina, pues estaba m uy húm eda. U na vez cam biado de ropa, m e enteré de que G ottlieb había ido al bosque del T h au g ru n d y n o había regresado aú n po rq u e sabía que yo debía pasar p o r allí con el trin eo . Le dije a K ajetan que fuese a buscarlo y que llevara c o n ­ sigo a alguien m ás, si en co n trab a q u ie n lo acom pañase, que cargara con u n a linterna, hierros en los zapatos y bas­ tones. Más tarde lo tra je ro n y estaba casi provisto de u n a coraza, pues n o hab ía p o d id o defend erse del h ie lo p o r todos los lados. C o m í u n a p arte de la com ida que h ab ían reservado p a ra m í. El crepúsculo estaba m uy avanzado y la n o che había caído ya. A hora podía escuchar aquel confuso estré­ pito incluso en m i cuarto, y, abajo, m i gente daba vueltas de u n lado para otro , con m ucho m iedo. LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER I^ I Algo más tarde, T kom as, que tam bién babía com ido y se babía cam biado de ropa, e n tró en m i hab itación y m e dijo que las gentes de las casas vecinas se estaban reuniendo y que estaban m uy consternados. Fui e n busca de u n a gruesa chaqueta y, atravesando el hielo con ayuda de u n bastón, m e dirigí a sus casas. Ya había oscurecido del todo, tan sólo el hielo desprendía u n brillo incierto y u n a luz de nieve. La lluvia podía sentirse en el rostro, rodeado p o r la hu m edad , y yo la sentía tam b ién en la m ano con la que sostenía el bastón de m ontaña. El estrépito se había m ulti­ plicado en la oscuridad, sonaba p o r todas partes com o el m urm ullo de cascadas lejanas, en lugares que n in g ú n ojo podía ahora pen etrar. El sonido de árboles rom piéndose se hacía cada vez más m arcado, com o si se acercase u n po deroso ejército o u n a batalla silenciosa. A l acercarm e más a las casas, vi a la gente de pie, pero aquellos oscuros grupos se en co n trab an lejos de sus casas, en m edio de la nieve, y n o ante las puertas o apoyados en las paredes. "Ay, D o cto r, ayuda; ay, D o cto r, ayuda”, g rita ro n algunos que m e vieron llegando y recono cieron m i form a de andar. "Yo no puedo ayudaros, D ios es grande y m aravilloso en todas partes, él prestará auxilio y salvación”, dije al lle­ gar a ellos. P erm anecim os ju n to s u n rato escuchando aquellos sonidos. M ás tarde supe p o r sus conversaciones que tem ían que las casas p u d ieran rom perse du ran te la noche. Les dije que en cada ram a de los árboles, y especialm ente en nuestra tierra, donde las coniferas son tan abundantes, entre los más pequeños retoños y agujas se acum ula toda el agua que co rre, se congela co n esta extraña helada y, al m antenerse largo tiem po, tira de las ram as, se lleva co n ­ sigo las agujas, retoñ os, ram as y álabes hasta que, fin al- 142 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) m en,te, tu erce y ro m p e los árboles. P ero en los tejados, sobre los que yace u n a capa p lana de nieve, casi to d a el agua fluye bacia abajo, m ás todavía te n ie n d o en cuenta que la corteza del hielo es resbaladiza y ayuda a que el agua corra. Sólo tenían que arrancar u n trozo de hielo con u n a azada y verían qué poco había podido aum entar la corteza sobre esa superficie in clin ada. A los árboles es com o si infinitas m anos los estiraran de infinitos cabellos y brazos; p e ro en las casas to d o va a p a ra r a los bo rd es, d o n d e cuelga en form a de tém panos im p oten tes que, o b ie n se quiebran p o r sí m ism os, o bien p u eden ser quebrados. De esta form a los consolé y co m p ren d iero n aquella cosa que tan to les había confundido, po rq ue n u nca se había vivido algo así, o no con tanta violencia y fuerza. Volví a m i casa. Yo m ism o n o estaba tan tra n q u ilo , tem blaba in te rn a m e n te , pues ¿qu é o c u rriría si la lluvia con tinuab a con esa fuerza y la fulm in ació n de las pobres plantas crecía tan rápidam ente com o en ese m om ento, en el que to d o estaba casi al lím ite? U n peso, u n pedacito, u n a gota, p o d ía n tu m b ar u n árb o l cen ten ario . E n cen d í candelas en m i cu arto y n o q u ería d o rm irm e. E l jo v en G ottlieb tenía u n a ligera fiebre p o r hab er esperado tanto tiem po en el T hau grun d. Lo reconocí y le di algo. U n a h o ra después vino T hom as y m e dijo que la gente se había reu n id o y rezaba, que el estruendo era h o rrib le. Le respondí que p ro n to cam biaría y se alejó de nuevo. F ui de u n lado a o tro de la hab itació n , en la qu e el ru id o pen etraba com o el bram ido de las olas del m ar , y, com o m ás tard e m e acosté u n po co en la tu m b o n a de cuero, m e acabé d u rm ien do de cansancio. G uando volví a desp ertar, escuché u n silbido p o r encim a de m i tejado que no m e supe explicar de in m e ­ diato. Me levanté y, dándom e ánim o, m iré p o r la ventana. LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER 143 A l a b rir u n a de sus bo j as, vi que era el viento y que u n a tem pestad se iba extinguiendo en el aire. Q u ería asegu­ rarm e de si llovía aú n y si el viento era frío o cálido. Me puse u n abrigo y, al pasar p o r la habitación de delante, vi salir luz de la puerta del aposento donde duerm e Thom as. Está cerca de m i h ab itació n p ara p o d e r llam arlo con la cam pana si necesito o si m e ocurre algo. E ntré en su apo­ sento y vi que estaba sentado a la m esa. N o se había acos­ tado p o rq u e, según m e confesó, tenía m ucho m iedo. Le dije que bajaba a com probar qué tiem po hacía. Se levantó enseguida, cogió su lám p ara y bajó la escalera detrás de m í. A l llegar al vestíbulo, m etí m i candela en la h ornacina de la escalera y él hizo lo p ro p io con su lám para. A b rí entonces la p u erta que conduce al patio y, al salir de los fríos pasillos, nos golpeó en la cara u n aire cálido y suave. A quel in só lito estado de cosas que hab ía d u rad o el día en tero se había disuelto. El calor p ro ced en te de m ed io ­ día, y que hasta entonces sólo llegaba a las partes altas, había descendido ya a las bajas, com o suele o c u rrir, y la c o rrie n te de aire que seguram ente soplaba arrib a había descendido y se había tran sfo rm ad o en u n a com pleta tem pestad. T am bién el cielo había cam biado, p o r lo que p u d e ver. E l color gris u n ifo rm e había sido in te rru m ­ pido, pues se veían, dispersos aquí y allí, pedazos oscuros y negros. La lluvia n o era ya ta n espesa, aun qu e golpeaba n u estro s ro stro s con gotas m ás dispersas y gruesas. Estando así de pie, se m e acercaron algunas personas que debían encontrarse cerca de m i casa. M i patio no es com o se acostum bra y p o r aquel entonces estaba aún m enos res­ guardado que ah o ra. La m am postería de m i casa está puesta e n fo rm a de rectángulo desde los dos lados del patio. El tercero estaba provisto en aquel entonces de u n tablón tras el cual debía venir el jard ín , al que se accedía a *44 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) través de una verja de m adera. El cuarto era la entrada, u n ta b ló n n i siq uiera b ie n encajado, co n u n a p u e rta con verja de m adera que perm anecía abierta la m ayor parte del tiem po. E n m edio del patio debía construirse u n a fuente, p e ro enton ces n o estaba n i em pezada. D e m od o que a todos les resultó fácil acceder al patio de m i casa. H abían estado al aire libre p o r el deseo de observar, con m ucho m iedo, cóm o estaban las cosas. A l ver que la luz desapare­ cía de m i cuarto y que, inm ediatam ente después, descen­ día p o r las ventanas de la escalera, p en saro n que iría al patio y se acercaron. T em ían u n a verdadera devastación y h o rro re s desconocidos, ya que la tem pestad se había un id o a todo lo dem ás. Les dije que esto últim o era bueno y que lo p eo r había pasado ya. E ra de esperar que el frío, que sólo estaba ya abajo, p ero n o arrib a, desapareciera p ro n to . A hora que el viento era tan cálido, no podía fo r­ m arse hielo nuevo y el viejo iría m enguando. El viento no po día d e rrib ar m ás árboles de los que hab ían caído en la calm a, com o ellos creían y tem ían, pues al levantarse no era tan fuerte com o para añadir al em puje que soportaban ya algunos troncos lo suficiente para rom perlos, m ientras que sí lo era para agitar y hacer caer el agua que colgaba suelta en las agujas y los pedazos de hielo sostenidos tan sólo p o r u n débil apoyo. A sí que la siguiente sacudida, más p o ten te, se en co n traría con u n árbol ya más ligero y con tribu iría a aligerarlo aún más. D e m odo que la ausen­ cia de viento, en la que to do p o d ía irse ju n ta n d o y c a r­ gando a escondidas, resu ltáb alo tem ible, m ientras que la tem pestad, que sacudía el peso acum ulado, había supuesto la salvación. Y aunque algunos árboles fu eran derribados p o r el viento, más serían los que se salvarían gracias a él, aparte que el tro n co que se en co n trab a ya en el lím ite h u biera caído tam bién u n poco después en la calm a. Y el LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER i45 viento n o sólo había sacudido el hielo ; co n su cálido soplo, tam bién lo había ro íd o , prim ero en los tejidos más finos y después en los más gruesos, y n o había dejado en las ram as n i el agua resu ltan te n i la que caía del cielo, com o hubiese hecho u n aire cálido p ero suave/ Y, en efecto, au n q u e a través del silbido de la tem pestad no podíam os escuchar el m urm ullo de los bosques, los sordos d erru m b am ien to s que de todas form as escuchábam os se habían vuelto m ucho m enos frecuentes. Tras u n rato en el que el viento se volvía cada vez más fu erte y, según nos parecía, tam b ién m ás cálido, nos dim os las buenas noches y volvimos a casa. M e dirigí a m i cuarto, m e quité la ropa, m e m etí en la cama y do rm í m uy p ro fu n d a m e n te hasta la m añan a siguiente, cuando u n claro día brillaba ya en el cielo» . Ju stifiq u em o s ah o ra la elección de la « H isto ria del h ie lo » . ¿P or qué debe esta « H isto ria del h ie lo » , según dice A dalbert Stifter, « te n e r u n p ro fu n d o efecto » ? ¿A qué puede referirse el poeta al hablar del efecto de su palabra? La historia n arra cóm o el doctor y su sirviente, en su tra ­ yecto a casa de los pacientes, dan con el bosque helado. Stifter llam a al helarse del bosque sim plem ente « la co sa» . El efecto de la n a rra c ió n ¿se debe a lo in só lito de esta cosa que cautiva al lector? ¿ O b ien dicho efecto se debe al arte con que Stifter describe esa cosa y hace que el lector se asom bre de ella? ¿ O es que el efecto se debe a am bos aspectos: a lo in só lito de la cosa y a lo asom broso de su d escrip ció n ? ¿O acaso el ten er efecto de la palabra poética significa todavía algo distinto? La helada de ese día y su consiguiente n o ch e no invade sólo el bosque, sino tam bién las casas de los hum anos. Por eso, 1^6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) la vuelta a casa del d o cto r y la conversación n o c tu rn a con sus vecinos, que se en cu en tran lejos de sus casas, fo rm an parte de la h istoria del h ie lo . « L a H isto ria del h ielo te n d rá u n p ro fu n d o efecto » , po dría afectar al lector en el fondo de su existir. Así pues, ¿de qué m anera tiene efecto la palabra del p oeta? Lo tiene desper­ tando al lector a prestar oído a lo dicho, esto es, a lo m ostrado en la palabra. El surtir efecto de la palabra es u n llam ar y m os­ trar. N o causa efectos tales com o la presió n o el im pulso en el ám bito de los procesos m ecánicos. Pero ¿ e n qué d irección m uestra la palabra de la h istoria del hielo? Los hum anos aban do nan sus viviendas p o r el tem or a que sus casas puedan venirse abajo en la noche p o r el peso de la nieve helada. T em en p o r su habitar, p o r su existir. El doctor habla co n ellos. Les habla del flu ir y co rre r del agua, les dice que el hielo se form a de m an era distin ta en el ram aje de los árboles y en la superficie de los tejados. El d o cto r rem ite el m irar y el m ed itar de sus vecinos a este proceso sim ple p ero oculto. D e este m odo, el poeta aparta el pensam iento del h o m ­ bre del violento m urm u rar y crujir, quebrarse y caer, y lo dirige a algo inaparente que prevalece de u n m odo silencioso y suave. E n el Prólogo a las Piedras de colores, libro que según Stifter « n o es en absoluto adecuado p ara jóvenes oy entes», p o n e a consideración pensante lo que sigue: « E l soplar del aire, el fluir del agua, el crecer del trigo, el ondularse del m ar, el verdear de la tierra, el resplandecer del cielo, el centellear de las estrellas, esto m e parece grande. La to rm enta que arrasa m ajéstuosam ente, el rayo que p a rte las casas en dos, la tem pestad que im pulsa el oleaje, la m o n tañ a que escupe fuego, el terrem o to que sepulta países, son fen ó m en o s que n o m e parecen m ás grandes que los an terio res; incluso m e parecen m ás LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER 147 pequeños, po rq u e son tan sólo efectos de leyes m uy supe­ riores. Se p ro d u cen de form a aislada y son el resultado de causas unilaterales. La fuerza que hace que la leche se infle y se transform e en la pequeña olla de la pohre m ujer es la m ism a que em pu ja hacia a rrib a la lava en el volcán que escupe fuego y la hace deslizar p o r la superficie de las m on tañas» . ¿H acia d ó n d e dirige S tifter n u estro s p en sam ien to s? Sigá­ m osle, pensem os todavía u n im perceptible paso más allá, a fin de com prender con m ayor claridad el ten er efecto de la palabra poética. Las fuerzas y leyes a las que señala son ellas m ism as u n a señal. Pues señalan aquello que, p o r com pleto invisible, lo determ ina todo antes que cualquier otra cosa, aquello a lo que el hom bre debe corresponder desde el fondo de su existir si ha de p o d er h ab itar en esta tierra. La palabra poética m uestra la p ro fu n d id a d de dicho fo n d o . S tifter lo d en o m in a lo grande. « T o do lo grande —dice—es sim ple y suave, com o lo es tam bién el edificio del m u n d o » (carta a H eckenast, ju lio de 1847)- Y en otro pasaje dice: «L o grande nunca se pregona, m eram ente es y tiene efecto de ese m o d o » (carta del I I de agosto de 1847; cfr. anexo a la carta del 3 de febrero de 1854)M ostrar lo verdaderam ente grande en lo p eq ueñ o, m os­ tra r lo invisible y hacerlo a través de lo llamativo y lo diario del m u n d o de los h u m an o s, h acer o ír lo n o -d ic h o en lo dicho: este decir es lo que tiene efecto en la palabra del poeta A dalb e rt Stifter. El esfuerzo encarecido p o r dicho m ostrar p ro p o rcio n a al p o eta u n lenguaje que, de o b ra en obra, habla de u n m odo cada vez «m ás p ro fu n d o , g ranu lad o y grand io so , y adem ás to talm en te p u ro y claro y tran sp aren te en la fo rm a » (carta a H eckenast del 16 de febrero de 1847)- 148 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 Sin em bargo, esta m ism a búsqueda de la palabra que bace divisar la cosa m ostrada en lo invisible de ella, obliga al poeta algunas veces a confesiones com o la siguiente a su ed ito r: « P e ro debo com u nicarle o tra calam idad, e n relació n con el Portafolios. Es te rrib le . El libro no me gustad (carta a H eckenast, ibid.). La últim a fase está subrayada y fue escrita durante la ree­ laboración de la narración, de la que se suprim ió la « H isto ria del hielo » . E n cam bio, Stifter habla su lenguaje acabado en la últim a, au n q u e inacabada, versió n del Portafolios. Ésta fue publicada postum am ente casi cien años después de la versión prim itiva. E n el ú ltim o Portafolios todavía está ausente la « H isto ria del h ie lo ^ . A dalbert Stifter puso com o lem a de to do El portafolios de mi bisabuelo el dicho de u n antiguo escritor la tin o : «D ulce est, Ínter m ajorum versari habitacula, etv eteru m dicta factaque recensere m e m o ria » . Sa n E g e s ip o T rad ucido: « D u lce es dem orarse en tre las cosas fam iliares de los antepasados y reco n sid erar en co n m em o ració n pen sante los dichos y las obras de los a n tig u o s» . SEÑA HACIA LO SIDO A l qu erer h o n ra r a su edito r, el au to r se ve en la desagradable situación de hablar tam bién de sí m ism o; si no de su persona, al m enos de los intentos de divulgar p o r u n cam ino adecuado y m ediante escritos lo pensado du ran te largo tiem po. Sería posible n arrar la sucesión de dichas publicaciones en la editorial V itto rio K losterm ann. Se in iciaron con la im presión de m i lección inaugural en Friburgo, ¿Quées metafísica?, im partida en el sem estre de verano de 1929. El texto se publicó en la ed ito rial F ried rich C ohén, de B onn, al igual que el libro Kantj el problema de la metafísica. Pero el n o m b re de K lo sterm an n ya ju gó u n papel en las publicaciones del año 1929 C o n la fu n d ació n , en 1930, de su p ro p ia e d ito rial en F ráncfort del M eno, V ittorio K losterm ann fue reuniendo..un grupo poco llamativo de autores determ inados p o r u n espíritu libre com ún que siguió vivo especialm ente en los años 30, pero tam bién en la década siguiente. C om o hoy predo m ina todavía la caracterización sum aria y política de estas dos décadas, resulta difícil p o r lo p ro n to des­ crib ir de form a suficientem ente m arcada lo peculiar de dicho espíritu com ún. Este se atestigua más fácilm ente e n u m eran d o algunos nom bres, com o Max K om m erell, Flans Lipps, K arl R einhardt, W . F. O tto , K u rt R iezler, T h e o d o r H etzer, E rn st y F riedrich G eorg Jü n g e r. Para m uchos de los de hoy esos n o m b res no dicen ya nada. ¿O acaso m e está perm itido decir: todavía n o ? ¿D e qué p o d rían éstos hablarles? 150 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) D e u n esfuerzo p o r ganar u n a relación o rig in aria con la historia de la poesía, el arte y el pensam iento, a fin de recibir de la h istoria y m ostrar los elevados raseros (Majlstabe) custodia­ dos en ella, raseros a los que está referida p o r su propia esencia toda obra venidera de la poesía, el arte y el pensam iento. Pues estos raseros n o so n establecidos p o r la sociedad, com o si se tratara de m eros vástagos de ella y no de los lugares en los que la sociedad tiene que renun ciar, debidam ente, a la subjetividad que se arroga, esto es, a su preten sión de asum ir y gestionar todo lo que es com o si de u n objeto puesto y dirigido p o r ella se tratara. Ese esp íritu com ún, que los no m bres referido s tan sólo in sinúan y n o determ inan, conservaba su tácita u n id ad p o rq ue no se lim itaba sim plem ente a tolerar la variedad de autores que habitaban en ella, sino que la exigía y, de ese m odo, ofrecía a los que participaban en ella la posibilidad de alentarse m u tu a­ m ente de form as siem pre nuevas. Al arte y a la com prensión, a la clarividencia y la perseve­ rancia difícilm en te concebibles del ed ito r V itto rio K lo sterm an n se debe haber concedido libertad a dicho espíritu com ún sin necesidad de program as, sin encargos o igualaciones, m an ­ teniendo de ese m odo la validez de los elevados raseros. El e d ito r se atrevió tam b ién , con experiencia y m aña, a hacer llegar solapadam ente al lector textos indeseados en años difíciles. Para co m p ren d er adecuadam ente y h o n ra r esta invisible obra editorial, la preservación de aquel espíritu com ún, es p re ­ ciso , desde luego, u n auténtico sentido histórico. Es p ro p io de éste poseer u n a m irada sobre los poderes determ inantes de u n m undo que boy se transform a aceleradam ente y de la h u m an i­ dad que le obedece. Este acontecim iento precisa claridad para experienciar y soportar la urgencia que de él se deriva. SEÑA HACIA LO SIDO Igl D icha m irada a la historia p o d ría hacer experienciar una seña para las tareas venideras de la edito rial V itto rio K losterm ann: M antener presente este espíritu com ún que ha sido. Pues lo sido persiste en el efecto, supera al tran scu rrir. Friburgo de Brisgovia, otoñ o de 1966. M artin H eidegger LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR Q ue la p rim era y única palabra de los m iem bros de la A cade­ m ia de las A rtes de B erlín aquí presentes sea de gratitud p o r el saludo del P ro feso r T h eo d o rak o p u lo s, p o r la in vitació n del G o b iern o griego y p o r la ho sp italid ad de su A cadem ia de las Ciencias y de las A rtes. Pero, ¿cóm o hacerles llegar a ustedes, hospitalarios anfi­ triones en A tenas, la gratitud de los huéspedes? Agradecem os en la m edida en que intentam os pensar con ustedes. ¿Pensar sobre qué? ¿Q u é podem os considerar con el p en sam ien to n o so tro s, los m iem bros de la A cadem ia de las A rtes, aquí, en A tenas, ante la A cadem ia de las C iencias, y ahora, en la era de la técnica científica, sino aquel m un d o que u n día fundara el inicio de las artes y las ciencias occidentaleseuropeas? Ese m un do, considerado desde el cálculo histórico, cier­ tam en te h a pasado. P ero visto desde la h isto ria acontecida, experienciado com o n u estro d estino , persiste todavía y se vuelve presente siem pre de n u ev o : es algo que aguarda que le salgamos al encu en tro de m anera pensante y que exam inem os en ello n u estro p ro p io pen sar y fo rm ar. Pues el in icio de u n destino es lo m ás grand e. Prevalece de an tem an o en to d o lo que viene después. M editam os acerca de la p rov eniencia del arte en la H élade. Inten tam os m irar al ám bito que prevalece ya antes de todo arte y que otorga al arte lo que es prop io de él. N i aspira­ m os a u n a d e fin ic ió n estereotipad a del arte, n i nos co rres­ p o n d e in fo rm ar históricam ente sobre su génesis en la H élade. i54 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 Sin em bargo, dado que pretendem os evitar la arb itrarie­ dad del pensam iento en n u estro re-p en sar, solicitam os aquí, en A tenas, el consejo y la escolta de la antigua protecto ra de la ciudad y de la reg ió n ática, la diosa A tenea. N o podem os desentrañar la p lenitud de su divinidad. U nicam ente sondea­ rem os lo que A tenea nos dice sobre la proveniencia del arte. Esa es u n a de las preguntas que tratarem os de aclarar. La otra pregunta se im p one p o r sí m ism a: ¿C óm o está el arte visto con respecto a su antigua proveniencia? F in alm ente considerarem os p en san tém en te u n a tercera pregunta: ¿D esde dónde se halla determ inado, p o r su parte, el pen sam iento que aho ra piensa en pos de la prov eniencia del arte? I H o m ero llam a a A tenea TtoAúpiytii;, la de m últip les consejos. ¿ Q u é significa aconsejar? Significa an ticip ar con el p en sa­ m iento, prever y, de ese m odo, hacer que algo resulte, se logre. De ahí que A tenea prevalezca allí donde los hom bres traen algo aquí delante, lo traen a la luz, encam inan algo, p o n en algo en obra, actúan y hacen. De este m odo, A tenea es la amiga conse­ je ra y auxiliadora de H ércules en sus hazañas. La m eto pa de Atlas del Tem plo de Zeus en O lim pia hace aparecer a la diosa: todavía invisible en su asistencia y a u n tiem po lejana, desde la elevada distancia de su divinidad. A tenea obsequia con su espe­ cial consejo a los ho m bres que elab oran utensilio s, vasijas y adornos. T odo aquel que, hábil en el elaborar, entiende de su asunto y p u ed e hacerse cargo de su m anejo, es u n TeyviTqg. C oncebim os dem asiado estrecham ente el sentido de este n o m ­ b re cuan do lo tradu cim os p o r el de « a rte sa n o » . T am bién aquellos que erigen obras arquitectó nicas y elab o ran obras plásticas so n llam ados tecnitas. Se los llam a así p o rq u e su LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR I5 ü ) hacer, que da la m edida (majigeblich), está guiado p o r u n com ­ p re n d e r que lleva el n o m b re de réyvq. La palabra n o m b ra u n tip o de saber. N o m ien ta el h acer y fabricar. S aber significa te n e r previam ente e n la m irad a aquello que es im p o rta n te al p ro -d u c ir, al traer aquí delante u n a configuración y u n a obra. La obra puede tam b ién ser de la ciencia y de la filosofía, de la poesía y del discurso público. El arte es réyvq, p ero no técnica. El artista es teyvírq^, pero n i técnico n i artesano. D ado que el arte en cuan to téyvq se basa en u n saber y, com o tal, m ira previam ente hacia aquello que le señala la figura y le da la m edida, p ero que es todavía invisible y debe ser lle ­ vado a la visibilidad y perceptib ilidad de la obra, dicho m irar previo hacia lo hasta entonces n o divisado precisa u n m odo señalado de la visión y la claridad. La m irada previa que sostiene el arte necesita de la ilu m i­ nación. ¿D e dónde puede ésta serle otorgada al arte sino de la diosa, que com o TtoXópqTti;, la de m últiples consejos, es a u n tiem po yAauKontii;? El epíteto yXaoKÓa nom bra el b rillo resplan­ deciente del m ar, de los astros, de la luna, pero tam bién el fu l­ gor del olivo. El ojo de A tenea es brillante y lum inoso. De ahí que le pertenezca, en cuanto signo de su esenciar, la lechuza, q , cuyo ojo no sólo es fogoso y ardiente sino que además ve a través de la noche y hace visible lo com únm ente invisible. Por eso, en su V II Oda Olímpica, dedicada a la Isla de Rodas y sus habitantes (versos 5 O ss.), dice Píndaro: avta 8é acpvcfiv oSotaas tsyvav ■ jtaaav tbtiySovíov rXauKctntic; ápiatoTtóvoig yepai icpaTeív. « ( ...) P ero ella m ism a, la de ojos claros en persona, [les concedió aventajar en todas las artes con m ejores artesanías a los [habitantes de la tierra» 156 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1710-19761 S in em b arg o , debem os p reg u n tar aú n m ás exactam ente hacia d ó n d e se dirige la m irada consejera e ilu m in ad o ra de la diosa A tenea. Para e n co n trar la respuesta, tengam os presente el relieve votivo que se e n c u e n tra en el M useo de la A cróp olis. E n él, A tenea aparece com o la cJKSTtTopévrj, la m ed itab u n d a. ¿H acia d ó n d e se d irig e la m irad a m editativa de la diosa? H acia el m o jó n fro n terizo , hacia el lím ite. El lím ite, sin em bargo, no es solam ente c o n to rn o y m arco, no es sólo aquello en lo que algo term in a. Lím ite significa aquello m ediante lo cual algo se halla re u n id o en lo que le es p ro p io para aparecer desde ello, para v en ir a la presencia en su p len itu d . A l m editar el lím ite, A ten ea tie n e ya en la m irad a aquello hacia lo que el actuar h u m an o debe m irar previam ente para traer lo avistado de ese m odo aq u í delante, a la visibilidad de u n a o b ra. Más aún , la m ira d a m editativa de la diosa n o sólo co n tem p la la figura invisible de posibles obras hum anas. La m irada de A tenea se fija ya, sobre to d o , en aquello que hace que las cosas que no precisan elaboración hu m an a b ro te n p o r sí m ism as a la m arca de su presencia. A esto lo llam an los griegos desde antiguo la cpúcfti;. La trad u cció n ro m an a de la palabra cpóoic; p o r natura y el co n cep to de natu raleza qu e se volvió d irectriz a p a rtir de en to n ces e n el p en sam ien to o c cid en tal-eu ro p eo en cu b ren , éste ú ltim o ya p o r com pleto, el sentido de aquello que signi­ fica cpvcng: lo que b ro ta p o r sí m ism o en su respectivo lím ite y se dem o ra en él. T odavía hoy p o d em o s ex p erien ciar lo m isterio so de la cpúaig en la H élade y sólo aquí. A saber, cuando, consternadora, y c o n te n id a m e n te a u n tiem p o , aparece u n a m o n tañ a, una isla, u n a costa, u n olivo. Se oye decir que tal cosa se debe a la irre p e tib le luz. Esto se dice n o sin cierta razó n , si b ie n ta sólo se lo gra dar en algo superficial. Se om ite p en sar e n pO' de aquello desde lo cual es otorgada esta luz singular, dondt LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR 157 ésta tie n e su lu gar com o lo que es. Sólo aq u í e n la H élade, d o n d e el to d o del m u n d o se h a con cedido d irig ién d o se al h o m b re com o la cpócnc; y ha apelado a él exigiéndole, p o d ían y d eb ían el p e rc ib ir y el h acer h u m an o s c o rre sp o n d e r a esta apelació n ta n p ro n to com o se v ie ro n aprem iad os p o r ella a traer a la presencia ellos m ism os, p o r su p ro p ia capacidad, lo que en cuanto obra debería hacer aparecer u n m u n d o no apa­ recido aún hasta entonces. El arte corresponde a la cpúaig y, sin em bargo, n o es re p ro ­ ducción n i copia de lo ya presente. <Dúaig y téyvq se cop ertene­ cen de form a m isteriosa. N o obstante, perm aneciero n ocultos el elem en to e n el que la cpúcrg y la téyvrj se co p erten ecen y el ám bito en el que el arte debe perm itirse en trar para llegar a ser lo que es en cuanto arte. C iertam ente, ya en la G recia arcaica poetas y pensadores to c a ro n este m isterio . La clarid ad que otorga a to d o lo p re ­ sente su presencia, m uestra en el rayo su recogido prevalecer, que se anuncia repentinam ente. H eráclito dice (B 64): ta 8e atávta oíaicí^ei mpauvóa. «M as el rayo to d o lo g o b ie rn a » . E sto significa que el rayo lleva y dirige, de u n solo golpe, el aparecer de lo que se hace presente p o r sí m ism o en su m arca. E l rayo lo arro ja Zeus, el dios suprem o. ¿Y A tenea? Ella es la hija de Zeus. Casi e n la m ism a época de la que p rov ien e el dicho de H eráclito, el poeta E squilo, en la escena final de la trilogía de A gam enón, escena que se desarrolla en el A reópago de Atenas, hace decir a A tenea (Las Euménides, 827 s.): m í ic!\r}5a<; oí8a Scópcnrog póve Secov sv ¿> mpauvóg éoriv éacppayiapévog. «D e los dioses, sólo yo conozco la llave de la casa donde el rayo descansa encerrado bajo sello». 158 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 E n v irtu d de este saber, A tenea, com o hija de Zeus, es la diosa de m últip les consejos, itoXú|j,r[Ti<;, la de m irad a clara, y\auiccoiti<;, y OKeatxo|iévr|, la que m edita el lím ite. D ebem os pensar hacia ese afuera, a la lejana cercanía del prevalecer de la diosa A tenea, para atisbar aunque sea escasa­ m ente el m isterio de la proveniencia del arte en la H élade. II ¿Q u é decir de hoy? Los antiguos dioses h an h uido. H ólderlin, q u ien com o n in g ú n o tro po eta antes o después de él ex p eri­ m entó esa hu id a y la fundó en la palabra, preguntaba en su ele­ gía « P a n y V in o » , consagrada a D ionisos, el dios del vino (estrofa IV ): Wo, wo leuchten sie denn, die fernhintreffenden Sprüche? D elphi schlum m ert u n d wo tó n et das grosse Geschick? ¿D ónde, dónde brillan entonces las sentencias que dan en [lo rem o to? Delfos dorm ita y ¿d ó n d e resuena el gran destino? ¿E xiste todavía hoy, dos m ilen io s y m edio después, u n arte que se en cu en tre bajo la m ism a apelació n que an tig u a­ m ente el arte en la H élade? Si n o , ¿de qué ám bito proviene la apelación a la que el arte actual corresponde en todos sus cam ­ po s? Sus obras n o surgen ya de los m arcados lím ites de u n m undo de lo popular y nacional. Pertenecen a la universalidad de la civilización m u n d ial, cuya co n stitu ció n e in stitu cio n es son proyectadas y conducidas p o r la técnica científica. Ella ha decidido sobre la ín d o le y las posibilidades de la estancia del h o m b re en el m u n d o . D esde luego, la constatación de que vivim os en u n m u n d o científico y dé que con el títu lo de LAPROVENIENCIADELARTEYLADETERMINACIÓNDEL PENSAR Ig9 « cien cia» nos referim os a la ciencia natural, a la física m ate­ m ática, tan sólo po n e de relieve algo de sobras conocido. E n consecuencia, resu lta obvio declarar que el ám bito desde el que p rov ien e la apelación a la que el arte tien e que corresponder hoy es el m un do científico. A plazam os n u estro asen tim ien to . Seguim os perplejos. P or eso preguntam os: ¿Q u é significa eso de « e l m un d o cien­ tífic o » ? A fin de esclarecer esta cuestión, Nietzsche anticipó ya u n a frase a finales de los años ochenta del pasado siglo: « N o es el triu n fo de la ciencia lo que caracteriza a nuestro siglo XIX, sino el triu n fo del método científico sobre la ciencia». (La voluntad de poder, n . 466) La frase de Nietzsche requiere u n a aclaración. ¿ Q u é significa aqu í « m é to d o » ? ¿ Q u é significa « e l triu n fo del m é to d o » ? « M éto d o » n o se refiere aquí al in stru ­ m e n to con cuya ayuda la investigación cien tífica trabaja el cam po de ob jetos que h a fijad o com o tem a. M étodo se refiere, más b ien , al m odo com o se delim ita de antem ano en su carácter de objeto el respectivo cam po de objetos p o r inves­ tigar. E l m éto d o es el proyecto qu e concibe de an tem an o el m u n d o , que establece en qué dirección éste puede ser investi­ gado únicam ente. ¿Y qué dirección es ésa? Respuesta: la calculabilidad general de to do lo que es accesible y verificable en el ex p erim en to . E n su p ro c e d e r, las ciencias p articu lares se som eten a este proyecto de m u n d o . D e ahí que el m étodo así e n te n d id o constituya « e l triu n fo sobre la c ie n c ia » . D icho triu n fo co n tien e u n a decisión: sólo cuenta com o verdad era­ m ente efectivo lo que es científicam ente com probable, esto es, lo calculable. M ediante la calculabilidad, el m u n d o se vuelve dom inable para el hom bre en todas partes y en todo m om ento. El m étodo es el triu nfal obligar al m un do a salir de sí hacia u n a i6 o EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) com pleta d isp o n ib ilid a d p ara el h o m b re. E l triu n fo del m étodo sobre la ciencia inició su curso en el siglo XVII, a tra ­ vés de G alileo y N ew ton, en E u ro p a —y en n in g ú n o tro lugar de esta tierra. El triu n fo del m étodo se despliega hoy en sus posibilida­ des más extrem as en fo rm a de cibernética. La palabra griega Ki[3spviyny; es el n o m b re que designa al tim o n el. El m u n d o científico deviene m u n d o cib ern ético. La concepción previa del proyecto cibernético de m un do supone que el rasgo fu n d a­ m ental de todos los procesos m undanos calculables es el co n ­ tro l. El co n tro l de u n proceso p o r m edio de o tro se consigue m ediante la transm isión de u n a noticia, m ediante la in fo rm a­ ción. G om o, p o r su p arte, el proceso co n tro lad o devuelve el m ensaje al que lo controla y, de ese m odo, le inform a, el co n ­ tro l tiene el carácter de u n a retroacción de inform aciones. La regulación de los procesos en su m utua correlación se efectúa, p o r ende, m ediante u n m ovim iento circular. D e ahí que el circuito de regulación sea considerado el rasgo fu n d a­ m ental del m un d o proyectado cibernéticam ente. E n él se basa la posibilidad de autorregulación, la autom atización de u n sis­ tem a de m ovim iento. E n el m u n d o cib ern éticam en te re p re ­ sentado desaparece la diferencia entre las m áquinas autom áti­ cas y los seres vivos. Esta es neu tralizada com o proceso indiferenciado de la in fo rm ació n . El proyecto cibernético de m u n d o , « e l triu n fo del m éto do sobre la cien cia» , posibilita u n cálculo un ifo rm e general y, en este sentido, universal, esto es, u n do m inio del m un do inanim ado y anim ado. T am bién el hom bre es encerrado en esta un iform idad del m undo ciberné­ tico. Lo es incluso de form a destacada, ya que, en el horizonte de la representación cibernética, el hom bre tiene su lugar en el circuito de regulación más am plio. Pues, según la represen ta­ ció n del h o m b re p ro p ia de la E dad M o d ern a, él es el sujeto que se refiere al m undo —entendido com o el cam po de los obje­ LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR l6 l tos—elaborándolo. La m odificación del m un do que resulta de esta form a le devuelve el m ensaje al H om bre. R epresentada cibernéticam ente, la relación sujeto-objeto es la correlación de inform aciones, la retro acció n en el señalado circuito regula­ d o r, u n a retro acció n que p u ede ser parafraseada m ediante el título « h o m b re y m u n d o » . La ciencia cibernética del hom bre busca los fu n d am en to s para u n a an tro p o lo g ía científica allí d o nd e la exigencia norm ativa (mafigebend) del m éto do, el p ro ­ yecto de calculabilidad, puede cum plirse experim entalm ente de la m anera m ás segura: en la bioq uím ica y la biofísica. P or eso, según la m edida (Maflgabe) del m étodo, la célula germ inal es aquello que establece la m edida (mafígebend) de lo vivo en la vida del hom bre. Esta no es considerada ya, com o antiguam ente, la versión en m in iatu ra del ser vivo com plem ente desarrollado. La bioquím ica ha descubierto en los genes de la célula germ i­ nal el plan de la vida. Éste consiste en la prescripción inscrita y alm acenada en los genes, el program a del desarrollo. La cien­ cia conoce ya el alfabeto de esta p rescrip ció n . Se habla del «archivo de inform ación genética». Sobre su conocim iento se funda la perspectiva segura de con trolar algún día la p ro d u ctibilid ad y la cría científico-técnicas del h o m b re. La irru p ció n en la estru ctu ra genética de la célula germ inal h u m an a p o r parte de la bioquím ica y la desintegración del átom o p o r parte de la física atóm ica están en la m ism a senda del triu n fo del m étodo sobre la ciencia. E n u n apunte del año 1884, anota Nietzsche lo siguiente: « E l h om bre es el anim al no fijado todavía» (XIII, n . 667). La frase contiene dos pensam ientos. Por una parte, que la n atura­ leza del hom bre no se ha divisado, no está explorada todavía. Y, p o r la otra, que la existencia del hom bre no está aú n sujeta, no está asegurada. Hoy, p o r el co n trario , u n investigador am eri­ cano declara que « e l h o m b re Será el ú n ico anim al capaz de dirigir su pro p ia evolución». Sin em bargo, la cibernética se ve 162 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 obligada a confesar que, p o r el m om ento, no es posible llevar a cabo u n c o n tro l general del existir h u m an o . P or eso, en el cam po universal de la ciencia cibernética, el hom bre es consi­ derado todavía provisionalm ente com o « facto r de p e rtu rb a ­ c ió n » . E l p lan ificar y actuar del h o m b re, ap aren tem en te libres, tien en u n efecto p ertu rb ad o r. Pero la ciencia se ha apoderado tam bién recientem ente de este ám bito de la existencia hum ana. D icha ciencia em prende la investigación y p lan ificació n rig u ro sam en te m etó dica del posible po rv enir del hom bre actuante. C om puta las in fo rm a­ ciones sobre aquello planificab le que se le viene al h o m b re. Esta clase de porvenir es elfuturum para el logos que, en cuanto futurología, se som ete al triu n fo del m étodo sobre la ciencia. El parentesco de esta recien te disciplina de la ciencia co n la cibernética es m anifiesto. N o obstante, sólo apreciam os suficientem ente el alcance de la ciencia cib ern étic o -fu tu ro ló g ica del h o m b re cuan do prestam os atención al supuesto en que se funda. Este supuesto consiste en p o n e r al h o m b re com o el ser social. Sociedad, em pero, significa sociedad in d u strial. Ella es el sujeto al que perm anece referido el m u n d o de los objetos. C iertam ente, se cree que la yoidad del h o m bre estaría superada p o r su n a tu ra ­ leza social. P ero el h o m b re n o aban do na en m od o alguno su subjetividad p o r dicha naturaleza social. Al contrario, la socie­ dad in d u stria l es la yoidad, esto es, la subjetividad elevada al extrem o. E n ella, el h o m bre se hace d ep end er exclusivam ente de sí m ism o y de los sectores de su m un do vivido que él ha dis­ puesto en fo rm a de in stitu cio n es. N o obstante, la sociedad in d u stria l sólo p u ede ser lo que es si se som ete a la m edida pro p ia de la ciencia dom inada p o r la cibernética y de la técnica científica. La au to rid a d de la ciencia, em p ero , se basa en el triu n fo del m éto d o , que se ju stifica m ed ian te el efecto de la investigación dirigida p o r dicho m étodo. Esta acreditación se LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR tien e p o r suficiente. La a u to rid a d an ó n im a de la ciencia C8 considerada intocable. E ntre tanto, ustedes se h ab rán preguntado todo el tiem po a qué vienen estas explicaciones sobre cibernética, futurología y sociedad industrial. ¿N o nos hem os distanciado en exceso de n u estra p re g u n ta p o r la pro v en ien cia del arte? E n efecto, parecería que nos hem os alejado, pero no es así. A l c o n tra rio , las referencias al existir del h o m b re actual nos h an p rep arad o para p re g u n ta r más re-p en san tem en te nuestra pregunta p o r la proveniencia del arte y p o r la determ i­ nación del pensar. III ¿A cerca de qué pregu ntam o s ah o ra ? ¿A cerca del ám bito del que prov ien e hoy la apelación dirigid a al arte? ¿Es dicho ám bito el m un do cibernético de la sociedad industrial que pla­ nifica de m anera futurológica? Si este m undo de la civilización m u n d ial resultase el ám bito desde el que el arte es apelado y exigido, entonces, ciertam ente, habríam os hecho saber algo de este ám bito m ediante las referencias que hem os dado. Pero u n tal saber no es todavía u n conocim iento de aquello que preva­ lece p o r com pleto en dicho m un d o com o tal. D ebem os pensar en pos de aquello que prevalece en el m undo actual para p oder m ira r en el ám bito buscado de la p rov eniencia del arte. El rasgo fu n d am en tal del proyecto cib ern ético de m u n d o es el circuito reg u lad o r en el que tie n e lugar la retro acció n de las in fo rm acio n es. E l circuito reg u lad o r más am plio en cierra la m u tu a relació n del h o m b re y el m u n d o . ¿ Q u é prevalece en dicho e n c e rra r? Las relaciones m undanas del h o m b re, y con ellas to da su existencia social, están cercadas en el cam po de dom inio de la ciencia cibernética. 164 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) El m ism o cerco, esto es, el m ism o cautiverio, se m uestra en la futurología. ¿D e qué ín do le es el p o rv enir que ha de ser investigado rig u ro sa y m etó dicam en te p o r la fu tu ro lo g ía? El p o rv en ir es rep resen tad o com o aquello que « se le viene al h o m b re » . N o obstante, el co n ten id o de lo que se le viene al hom bre se reduce necesariam ente a lo que es calculado desde y para el presente. El po rv enir que puede ser investigado p o r la fu tu ro lo g ía es ta n sólo u n p resen te p ro lo n g ad o . El h o m b re perm anece cercado en el p erím etro de las posibilidades calcu­ ladas desde y para él. ¿Y la sociedad in d u stria l? Ella es la subjetividad que se instala sobre sí m ism a y se hace d ep end er de sí m ism a. Todos los objetos están clasificados según este sujeto. La sociedad industrial se ha convertido en la absoluta vara de m edir de toda objetividad. Se m uestra, de este m odo, que la sociedad in d u s­ trial existe sobre el fundam ento del estar cercada en sus propias hechuras. ¿Q u é hay del arte en la sociedad in d u strial, cuyo m un d o em pieza a volverse cibernético? ¿Acaso los enunciados del arte se convierten en u n tipo de inform ación en y para ese m un do? ¿Acaso lo que éste trae aquí delante se caracteriza p o r el hecho de satisfacer el carácter procesal del circuito de regulación industrial y su constante posibilidad de ejecución? Y, si esto es así, ¿puede todavía la obra seguir siendo ob ra? ¿Acaso su sen­ tido actual no está en ser sobrepasado de antem ano en aras de la con tinua ejecución del proceso de creación, el cual se regula sólo desde sí m ism o y, de esta form a, perm anece cerrado en él m ism o? ¿Aparece el arte actual com o una retroacción de in fo r­ m aciones en el circuito regulador de la sociedad industrial y del m undo científico-técnico? ¿Acaso,la tan citada «ind ustria cul­ tu ral» obtiene su legítima fundam entación de esta form a? Estas preguntas nos acosan en cuanto preguntas. Ellas se reú n en en u n a sola: LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR l 6 |} ¿Q u é hay del cerco del h o m b re en su m u n d o científico técnico? ¿Prevalece tal vez en dicho cerco la reserva del hom bre frente a aquello que, p o r vez prim era, lo envía destinalm ente a la determ in ació n que le es p ro p ia, a fin de que se som eta a lo destinalm ente conveniente, en lugar de disponer de form a cal­ culadora y técnico-científica de sí m ism o y de su m u n d o , de sí m ism o y su autofabricación técnica? (¿Acaso la esperanza —si ésta p u ed e, en general, ser u n p rin c ip io — no es el egoísm o absoluto de la subjetividad hum ana?) Pero ¿p u ed e el h o m b re de la civilización m u n d ial q u e ­ b ra n ta r p o r sí m ism o esa reserva fren te al d estin o ? C ierta­ m ente, no p o r el cam ino n i con los m edios de su planificar y su hacer cien tífico -técn ico s. ¿Acaso le es lícito al ho m bre tom arse la libertad, en general, de querer ro m p er esta reserva fren te al d estino ? Esto sería u n a desm esura. La reserva jam ás p u ed e ser ro ta por el h o m b re. P ero tam poco se abre sin la in terv en ció n del h o m b re. ¿D e qué ín do le es esa ab ertu ra? ¿ Q u é p u ede h acer el h o m b re p ara p rep ararla? Lo p rim ero , presum iblem ente, es no e lu d irla s citadas preguntas. Es nece­ sario p en sar en pos de ellas. Es necesario, en p rim e r lugar, considerar de m anera pensante la reserva en cuanto tal, esto es, pensar en pos de lo que prevalece en ella. Es posible que no se trate para nada de qu ebrantar la reserva. Sigue siendo necesa­ rio com prender que dicho pensar no es u n m ero preludio del actuar, sino la acción decisiva m ism a p o r la que la relación del hom bre con el m un do puede em pezar a transform arse p o r vez p rim era. Es necesario lib erarn o s pen santem en te de u n a dis­ tin c ió n entre teo ría y praxis que se ha vuelto insuficiente hace tiem po. Sigue siendo necesario com prender que di'cho pensar n o es u n hacer a rb itra rio , sino que, p o r el co n trario , sólo p u ed e ser aventurado de m od o tal que el p en sar se p erm ita e n tra r en el ám bito a p a rtir del cual tuvo su inicio la civiliza­ ció n m undial, hoy convertida en planetaria. i6 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) Es necesario el paso atrás. ¿H acia d ó n d e, atrás? A trás hacia el in icio que se nos in sinuaba en la referencia a la diosa A tenea. P ero este paso atrás n o significa que el m un d o griego antiguo deba ser restaurado de algún m od o y que el pen sar deba buscar su refugio en los filósofos presocráticos. El paso atrás significa el retroceso del pensar ante la civili­ zación m undial: distanciado de ella, pero sin negarla en m odo alguno, perm itirse en trar en aquello que en el inicio del p e n ­ sar occidental tuvo que qu edar todavía im pensado, p ero que, no obstante, fue ya nom brado allí y, de ese m odo, le fue dicho previam ente a nuestro pensar. Más aún, la m editación que ahora in ten tam os ba ten id o siem pre a la vista esto im pensado, sin discutirlo expresam ente. A través de la referen cia a A tenea, la m ú ltip le consejera que con ojo claro m edita el lím ite, nos fijam os e n las m on tañas, islas, figuras y form aciones que aparecen desde su d elim ita­ ción; en la cop ertenen cia de cpúcng y télv q , en la singular p re ­ sencia de las cosas en la renom brada luz. Pero considerem os esto ahora de form a más re-pensante. La luz sólo pu ede aclarar lo presente si lo presente ba b rotado ya a algo abierto y libre y si puede extenderse en ello. Esta aper­ tura, ciertam ente, es aclarada p o r la luz, pero en absoluto traída y form ada p o r vez prim era. Pues tam bién lo oscuro requiere de esa ap ertu ra, de lo co n tra rio n o p o d ríam o s pasar a través n i cruzar la oscuridad. N ing ún espacio po dría concederle su lugar y distribución a las cosas, n in g ú n tiem po p o d ría acarrear h o ra y año, es decir, extensión y d u ra c ió n al dev enir y tra n sc u rrir, si n o se le hubiese conferido ya al espacio y al tiem po, a su copertenencia, la apertura que prevalece en ellos p o r entero. La lengua de los griegos llam a a la puesta en libertad de lo libre, que otorga p o r vez p rim era todo lo abierto, la: ’A-Xrj&eia, el des-ocuitam iento. Este no elim ina el ocultam iento. Hasta tal LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR 167 p u n to es así, que el desocultar req u iere siem pre del ocu ltam ie n to . Ya H eráclito in dica esta relació n con la sentencia que dice: cpúati; icpújrtea&cci cpiAeí (B 12 3 ) «E s p ro p io de lo que b ro ta a p artir de sí m ism o el ocultarse». El m isterio de la renom brada luz griega se basa en el desocu ltam ien to , en el d es-e n c u b rim ie n to que prevalece en ella p o r com pleto. Éste perten ece al o cu ltam ien to y él m ism o se oculta, aunque de m odo tal que, a través de ese sustraerse, le cede a las cosas su dem orarse, que aparece desde la delim ita­ ción. ¿Prevalece tal vez u n a conexión apenas sospechada entre la reserva frente al destino y el desocultam iento que perm anece todavía im p ensado , que todavía se sustrae? ¿Acaso dicha reserva ante el destino es la retención, que p erd u ra largam ente, del desocultam iento? ¿Acaso la seña hacia el m isterio de la aAq&sia todavía im pensada apunta quizá, a u n tiem po, al ám bito de la proveniencia del arte? ¿V iene de este ám bito la apelación al tra e r aquí delante que es p ro p io de las ob ras? ¿Acaso la obra, en cuanto obra, no debe apu ntar a lo no disponible para el ho m bre, a lo que se oculta, a fin de que la ob ra n o diga tan -sólo lo que ya se sabe, se conoce y se hace? ¿N o debe silenciar la obra de arte aquello que se oculta, aquello que, en cuanto se oculta, despierta en el hom bre el recato ante lo que no se deja n i planificar n i controlar, n i calcular n i hacer? ¿Le será dado todavía al h o m b re de esta tierra en co n trar u n a estancia en el m u n d o m an ten ién d o se en dicha tierra, es decir, u n hab itar determ inado p o r la voz del desocultam iento que se oculta? i 68 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 N o lo sabemos. Pero sabemos que la á-Ar|9'sia que se oculta en la luz griega y concede la luz p o r vez p rim era es más antigua e inicial y, p o r ende, más perm anente que toda obra y configu­ ración ideada p o r el h om bre y obtenida p o r la m ano del h o m ­ bre. Pero tam b ién sabem os que el des o cuitam ien to que se oculta sigue siendo lo inaparente y escaso para u n m un do en el que la astron áutica y la física n u clear establecen las m edidas corrientes. A-AqSeux —desocultam iento en el ocultarse—, u n a m era palabra, im p ensada en aquello que le p re -d ic e a la h isto ria occidental-europea y a la civilización m undial surgida de ella. ¿U n a m era palabra? ¿Im p o te n te fren te al hacer y los hechos en el gigantesco taller de la técnica científica? ¿O b ien o cu rre algo d istin to con u n a palabra de esta ín d o le y p ro v e­ n ien cia? O igam os para finalizar u n a palabra griega que el poeta P índaro dice al com ienzo de su cuarta OdaNemea (versos 6 S S .) : ó’ S ’épypátcov ypoviartepov (3i0TEÚei, auv XapvtGov roya yJí&aaa cppevo5 s|éXoi [Baheía^. ti ice « L a palabra, em pero, m ás allá en el tiem po que los [hechos, determ ina la vida, cuando, sólo con el favor de las Gracias, extrae el lenguaje del fond o del corazón m ed itab u n d o » . SIGNOS El lenguaje representado com o m era em isión de signos ofrece el enfoque para la tecnificación del lenguaje que es propia de la teoría de la in form ación. El establecim iento de la relación del h o m b re con el lenguaje que se p o n e en m arch a desde ésta cum ple del m od o más siniestro la exigencia de K arl Marx: Es preciso transform ar el m un do. ¿Se apreciará alguna vez y se adm itirá todavía a tiem po la radical in h u m an id ad de esta ciencia hoy adm irada? La sup re­ m acía del pensar calculador repercute de m anera cada día más decisiva en el p ro p io hom bre, degradándolo a pieza encargable dentro del stock de u n pensam iento según patrones que es des­ m esurado y « o p e ra c io n a l» . M ediante la ciencia se organiza y se solidifica en form a de in stitu c ió n la h u id a an te el pen sa­ m iento no-calculador. * Lo asom broso de los griegos de la A n tigüed ad sigue siendo que, desde u n anticipado recato, fu ero n capaces de divisar ya lo p o r decir en su velam iento. F u ero n capaces de ello p o rq u e su lenguaje —la casa p o r edificar de la presencia de lo p resénte­ los esperaba para habitar en él edificando. Lo más difícil, dada la hab ilid ad hoy d o m in an te para hablar y escribir, sigue siendo cultivar todavía u n decir sim ple y sustentante, y escuchar u n tal decir allí donde acontece. Todo arte y todo saber debe experienciarse desde la sierra y el m ar, desde el cielo y la isla, desde la luz (aclam ada ya en exceso) y su concesió n de lo que, de vez en cuan do , viene a I70 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) presencia delim itado, tal vez desde aquello que perm ite p o r vez prim era incluso luz-claridad y oscuridad. * El ren acim ie n to actual de H egel. Es difícil sacar al p en sa­ m ien to d o m in a n te del m o lin o de la dialéctica. Éste es ya u n m olino que gira solam ente en el vacío, pues la postura fu n d a­ m ental de H egel, su m etafísica cristiana-teológica, ha sido abandonada; únicam ente en ella tiene la dialéctica hegeliana su elem ento y su sostén. La cuestión es si resulta posible, en general, pensar sufi­ cientem ente la sociedad industrial, considerada boy la realidad prim era y últim a —antes llam ada Dios—, con la ayuda de la dia­ léctica m arxista, esto es, en p rin c ip io , con la m etafísica de H egel. El m étodo del m ediar dialéctico pasa a hurtadillas p o r delante de los fenóm enos (por ejem plo, de la esencia de la téc­ nica actual). La m era perspicacia n o es cam ino alguno hacia aquello que se oculta todavía a nu estro pensar. La revolución del m od o de p en sar que es in m in e n te a los hu m an o s n o está preparada aún, no es tiem po de u n a discusión pública al res­ pecto . La dialéctica es la dictad u ra de lo ap ro b lem ático . E n su red toda cuestión se asfixia. * La o p in ió n errad a de que lo racio n al y la racion alización (el desencanto) del m un d o sean ellas m ism as algo racional sigue estando expuesta a la pregunta p o r la proveniencia de la ratio. EL HABITAR DEL HOMBRE Las palabras de H ó ld e rlin « C o n to d o m érito , m as po ética­ m ente, habita el hom bre en esta tie rra » [«Voll V erdienst, doch dichteriscb, w ohnet der M ensch au f dieser E rd e» ] apenas son escuchadas, no h an sido pensadas todavía y, desde luego, tam ­ poco h an entrado en nuestra rem em oración pensante. E nvista de la realidad actual, que se com prende com o sociedad in du s­ trial y com petitiva que se produce a sí m ism a y las existencias de que ella se sirve, las palabras del poeta se vacían fácilm ente para todo el m un do, convirtiéndose en pu ra novelería. La poesía se entiende a sí m ism a socialm ente com o producción literaria. T am bién la investigación actual sobre H ó ld e rlin justifica que no se to m e n en serio las palabras de éste. P ara ella, esas palabras cuentan entre las «dud osas»; pues el texto al que p e r­ tenece no se ha transm itido m anu scrito, sino que se encuentra al final de la novela Faetón de W ilhelm W aiblinger, publicada en Í 8 s?3 - P or el co n trario , N o rb e rt von H ellin grath habla en sus Prolegómenos a una primera edición de las traducciones hólderlinianas de Píndaro (iq il, p. 58, no ta 3) de «pasajes que en lo esencial po d rían ser au té n tic o s» . Los esfuerzos de investigación de H ellin g rath dirigid os a la o b ra dé H ó ld e rlin se basaban en u n a relació n poética con aquel poeta que tal vez se m anifieste u n día com o el poeta del ser poético venidero. C u rio sam en te, el adjetivo « p o é tic o » n o aparece en los textos de sus poem as publicados com o definitivos. N o obs­ tante, la edición de Stuttgart (t. II, p. 635) señala esta palabra com o variante del verso 28 del po em a El archipiélago. El pasaje (w . 25- 29) dice: 172 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) « T am b ién los celestiales, ellos, las fuerzas de lo alto, los silenciosos, / Q ue el día sereno y el dulce sueño y el p re ­ sagio / T raen desde lejos sobre la cabeza del hom bre sentie n te , / D esde la p le n itu d de p o d er, tam b ién ellos, los viejos com pañeros, / H ab itan contigo com o antañ o ...» * E n el p rim er b o rrado r, en vez de «los viejos com pañeros, / H ab itan » , H ó ld erlin escribió «poéticos com pañeros, h ab i­ ta n » [«dichterischen Gespielen, w o h n en » ]. Así pues, el pensa­ m iento poético de u n hab itar poéticam ente n o es en absoluto ajeno al poeta. Pero el adjetivo «poéticos» nom bra en el pasaje citado el m o d o de vivir de los astros, n o el de los hom bres. ¿Q u é dice entonces «los poéticos co m p añeros», si en la v er­ sión definitiva puede p o n er en su lugar «los viejos cam aradas»? ¿ E n qué m edida son los « v iejo s» los « p o é tic o s» y los « p o ético s» , los «v iejos»? Los astros son los que h a n sido desde siem pre, los a n ti­ guos, aquellos que regresarán tam bién en lo venidero. Son los antiguos en u n doble sen tid o . Su presencia se d eterm in a a p a rtir de esa antigüedad. El siem pre de las «estrellas siem pre florecien tes» [« im m e rb lü h en d en S tern e» ] (b o rrad o r, t. II, p . 635) n o se agota en el m ero h ech o de que éstas persistan c o n tin u am en te. Los viejos com p añeros le tra e n al « h o m b re sentiente» la serenidad del día, el sueño ligero de la noche y el presagio. Trayendo dispensan, fu n d an algo perm anente para el tiem p o de vida de los m ortales, son po etizantes. Los viejos com pañeros « h a b ita n p o éticam en te» con el dios del m ar Egeo, con sus islas y sus habitantes. «AucK die H im m lischen, sie, die K ráfte der H óhe, die stillen, / D ie den h e ite re n Tag u n d süften S chlu m m er u n d A h n u n g / F e rn h e r b rin g e n ü b er das H aupt d er füh lenden M ensdien / Aus d er Fülle der M acht, auch sie, die alten G espielen, / W ohnen, wie einst, m it D ir...» . EL HABITAR DEL HOMBRE 173 A unque la versión definitiva del poem a llam a a los astros los «viejos»-, n o p o r eso se sup rim e su defin ició n com o «los p o é tic o s» . Los siguientes versos 29 a 42 n o m b ra n p o r p r i­ m era vez de form a expresa al más elevado de los astros, « el sol del d ía » [ « d ie S o n n e des T ages» ], el « q u e to d o lo aclara» [« a llv e rk lá re n d e » ]. E n el v. 38 es llam ado « e l p o etizan te» [« d ie D ic h te n d e » ]. Él funda la m ás alta claridad, que perm ite a cada cosa aparecer en lo p ro p io de ella y da a los m ortales la m edida. Sin em bargo, el poem a El archipiélago habla p o r sí m ism o más aclarada y recogidam ente de lo que estarían en con dicio­ nes de hacer jam ás las indicaciones aquí ensayadas y necesaria­ m ente incoherentes. Pero se im p o n e u n a pregu nta. ¿Acaso los citados pasajes m anu scritos de este po em a acabado n o hacen d ism in u ir o disipan tal vez la duda sobre la autenticidad del texto en prosa En el suave azul florece..., del que están sacadas las líneas « C o n to do m érito, mas poéticam ente, habita el ho m bre en esta tie ­ r r a » ? D e ser así, la diferen cia ya m en cio n ad a p ersistiría no obstante. Según El Archipiélago, son los astros los que « h ab itan p o éti­ cam en te» , y sol, el astro m ás-elevado, es el « p o e tiz a n te » . La determ inación «p o ético s» es p ro p ia de los «celestes». Según el posterior texto en prosa, el « h ab itar poéticam ente» es p ro ­ pio de los m ortales « e n esta tie rra » . Según El Archipiélago, los celestes son los que están in clin a­ dos hacia los terrestres dándoles la m edida. Según el texto en prosa, los m ortales se inclinan ante los celestes. N os pregunta­ m os, ¿dán do les la m edida de igual fo rm a? Y enton ces in te ­ rrum p im os esa pregunta y escucham os la que form ula el texto: « ¿ H a y en la tie rra u n a m e d id a ? » [« G ie b t es au f E rd en ein M a £ » ]. Y consideram os pensantem ente la respuesta que sigue de inm ediato: « N o hay n in g u n a» [«E s giebt keines»]. i74 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 Los que po etizan terren alm en te son ta n sólo los que to m an la m edida de u n a celeste donación de m edida. Los que poetizan m ortalm ente fund an tal sólo algo recibido antes. Poe­ tizar n o es p ara H o ld e rlin u n a p ro d u cció n creativa realizada m ediante u n p oder propio, sino el edificar en la obra del decir, u n edificar em pleado y precisado p o r los celestes, y que tom a la m edida en el p o d er de éstos. M ediante él se m antiene abierta la com arca para que m oren en ella los m ortales. C om arca de in clin ació n sea llam ado, pues, el claro en el que los celestes se inclinan hacia los m ortales en esta tierra, lle­ vándolos al extrañ am iento y dispensándoles, y en el que los terrestres se in clin an ante los celestes agradeciendo-form ando. E n la com arca de inclinación, los celestes y los m ortales se p e r­ tenecen m utuam ente, dando y to m ando la m edida; ellos son, habitando cada u n o a su m anera, conjuntam ente. Pero, ¿acaso no es to do esto u n m ero sueño, el producto de u n a rep resen tació n a rb itra ria que carece de toda realid ad efectiva, de todo derecho a resultar convincente y vinculante? U n a sim ple m irada aproxim ada al estado actual del m u n d o parece obligarnos a p reg u n tar de ese m od o. N o ob s­ tante, con ello pasam os p o r alto dem asiado fácilm ente que el m ism o H o ld erlin , ante la poesía que le fue exigida y su riesgo, de cam ino en su cam ino, devino más sapiente de lo que som os capaces nosotros, los de hoy, pensando solam ente en pos de él. La estrofa final del him n o La migración (Die Wanderung) así lo dice (H ellingrath IV 2, 17I; Ed. St. II, 141): Mas las sirvientas del cielo M aravillosa son, G om o todo lo nacido divino. Se le convierte en u n su eñ o , al que busca Furtivam ente acercarse, y castiga al que C o n violencia igualarse pretende; ' EL HABITAR DEL HOMBRE 178 A m enudo, em pero, sorprend e a un o Q ue apenas osaba pensarlo.* D e m odo que sigue siendo precipitado, incluso en el sen­ tid o de H ó ld e rlin , hacer referen cia a las palabras « p o é tic a ­ m en te hab ita el h o m b re ...» o presentarlas com o algo dicho con la p reten sión de ser vinculante. Y en caso de que el « h ab i­ ta r p o éticam en te» debiera ser p ro cu rad o , entonces, en caso extrem o, se m an ten d ría la constatación de que el h o m b re no habita hoy poéticam ente en esta tierra. Pero ¿qué significa esto? Y ¿acaso habla de ello H ó ld er­ lin ? N o rb e rt von H ellin g rath recoge bajo el títu lo de « F rag ­ m entos y esbozos» (t. IV 2, p. 257 ) u n breve texto (núm . 25 ) con el epígrafe Lo más inmediato (Das Nachste Beste). D ice así: abiertas las ventanas del cielo Y suelto el genio de la noche, El que asalta el cielo y a nuestro país, C o n m últiples lenguas, im poéticas, ha engatusado y H a hecho rodasr los escom bros Hasta esta ho ra Mas llega lo que yo quiero...** ¿Significa el aquí citado « im p o é tic o » lo m ism o que no po ético ? E n m od o alguno. Si, p o r el co n trario , am bos giros * D ie D ien e rin n e n des H im m els / S ind aber w underbar, / W ie alies G ottlichgeb o rn e . / Z um T rau m wirds ihm , will es E in e r / B eschleichen u n d straft den, d er / Ih m gleich en will m it Gewalt; / O ft üb errasch et es ein e n , / D er eben kaum es gedacht hat. ** (...) offen die F enster des H im m els / U n d freigelassen d e r N achtgeist / D er h im m elstü rm en d e, d er hat u n ser L an d / Beschwázet, m it S prachen viel, u n dichtrischen, u n d / D en Schutt gewálzet / Bis diese S tunde / D och kom m t das, was ich will, ... 176 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) dicen algo d istin to , ¿ e n qué respecto exigen ser d iferen cia­ dos? La respuesta se tiene a la m ano con rapidez. La diferencia concierne al m odo de la negación. N o poético es, p o r ejem plo, el trián g u lo , p e ro n o p u ede jam ás ser im p o ético . Para ello debería p o d er ser poético, de m odo que pueda faltarle y estar ausente de él algo a este respecto, de m odo que pueda p erder lo po ético. E n la h isto ria de la filosofía se conoce desde hace m ucho la diferen cia en tre la m era negación y la privación. D ejem os aquí sin decidir si con esta distinción —para cuyo p r i­ m er desocultam iento fu ero n precisos los más altos esfuerzos de pensam iento p o r parte de P latón en su diálogo El sofista— la p re ­ gunta p o r el « n o » está siquiera suficientem ente planteada. Sólo experienciam os cóm o deba pensarse, en n u estro caso, el « in » de la palabra «im poéticas» si logram os d eterm i­ n ar con más precisión el sentido de « p o éticam en te» . P or fo r­ tuna, el p ro p io H ó ld erlin nos ofrece el auxilio o p o rtu n o . La palabra « im p o ético » sólo se encu entra u n a vez en los textos m anuscritos de H ó ld e rlin que nos h a n sido tra n sm iti­ dos. H ellin g rath registra variantes de esa p alab ra e n el «A nexo» (t. IV 2, p. 39?) y anota al respecto: «so bre impoéticas se apilan form an do u n a colum na las siguientes variantes: infini­ tas, inapacibles, imprecisas, indómitas» . ¿C ó m o debem os p en sar lo variable de estas variantes? ¿Releva u n a a la o tra? ¿Acaso la a n te rio r es, en cada caso, suprim ida p o r la siguiente, de m anera que sólo la últim a vale com o form ación textual definitiva? E n la ed ició n de S tu ttg art (t. II, p . 8 6 8 ) se reg istran las mismas variantes com o puestas « u n a encim a de o tra» , pero, en lugar de « im p o é tic a s» , se recoge com o válido en el texto la palabra «indóm itas» [«unbándigen»] , que es la que se encuen­ tra más arriba de la superficie escrita de la hoja (t. II, pp. 234 J 237 )- Esto puede ser correcto según u n a regla filológica (cf. ed. EL HABITAR DEL HOMBRE 177 Stuttgart, t. I, p. 319). Mas poetológicam ente, es decir, pensado poéticam ente, no es lo verdadero; no desoculta lo que el poeta quiere decir y retener. Las variantes m u estran el esfuerzo p o r d e te rm in a r lo « p o é tic o » e n « im p o é tic a s» . Esta n o m b ra la inesencia de « p o ético » , lo inhóspito en ello. «Im poéticas» es el epíteto de «m últiples lenguas» en las que habla « e l genio de la n o c h e » ; él « h a engatusado a n u estro p a ís» , él es « e l que asalta el cielo», es hostil, rebelde contra el cielo. E n la palabra « im p o éticas» n o desaparece el « p o é tic a ­ m e n te » , al con trario: lo « fin ito » es ignorado, lo «pacífico» es p e rtu rb a d o , lo « p re c iso » es disuelto y lo « d o m a d o » es convertido en lo « su e lto » . T odo ello significa: lo que da la m edida no es p erm itid o , la to m a de la m edida es om itida. La com arca de inclinación es sepultada en escom bros. Salta a la vista la co rresp o n d en cia en tre el fragm ento citado y atestiguado en los m anuscritos que habla de lo « im p o é­ tico » y el texto, considerado du do so,.« po éticam en te habita el h o m b re» . N o obstante, sigue habiendo u n a diferencia en tre am bos textos. El fragm ento Lo más inmediato publicado p o r H ellingrath n o habla del h a b ita r del h o m b re . P or lo m enos eso parece. P ero esta aparien cia es elim inad a ju stam en te p o r el texto del «esbozo h ím n ic o » in titu lad o Lo más inmediato, establecido p o r Fr. Beissner en la edición de Stuttgart. Las tres versiones (t. II, p p . 2 3 3 - 2 39) están reu n id as de m anera convincente « e n razón de peculiaridades del m an u scrito » (t. II, pp . 867 ss.) e in terp retad as com o poesía de la « irru p c ió n de u n nuevo tiem p o cum p lid o tras el regreso a la p a tria » (t. II, p- 8 7 0 ). D icho tiem po y la preocupación p o r en trar en él son poetiza­ dos en la elegía de H ó ld erlin Retomo a la tierra natal (cf. GA, vol. 4 o b ien 5 a ed. de las Aclaraciones a la poesía de Hólderlin, más las co n ­ ferencias «L a tierra y el cielo de H ó ld e rlin » y « E l p o em a»). i78 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) La poesía de H ó ld e rlin perm anece en la p reo cu p ació n p o r el « re to rn o a la tierra n atal» . Se trata de la preocupación p o r fu n d ar la localidad (Ortschaft) del habitar poético del h o m ­ b re, la espera de la salvación en esta m orada terren a. D e éste habla tácitam ente el esbozo Lo inmediato cuando llam a « im p o é ­ ticas» a las «m últiples lenguas». Pero debería estar ya m ás que claro que este poem a dice y aguarda en vano desde que H ó ld e rlin poetizó sus cantos. Las palabras in cum plidas acerca del h ab itar po ético del h o m b re son u n a sim ple y gran equivocación. Pero es in c ie rto tam b ién si, al constatar esto, pensam os suficientem ente las palabras del poeta. Pues tam bién el hom bre de la era actual vive, a su m od o, poéticam ente, esto es, dicho con los nom bres que califican su existir, im poéticam ente. Para su voluntad de producirse a sí m ism o y p ro d u cir las existencias encargables, el hom bre tom a la m edida de esta tierra desfigu­ rada p o r su m aquinación. C arece de oído para la respuesta de H ó ld erlin a la pregunta: « ¿H ay en la tierra u n a m edida? N o hay n in g u n a » . Las «m últiples lenguas» que «engatusan a nuestro país» son en verdad sólo lo u n ifo rm e de u n lenguaje al que to do decir se aplana cada vez m ás ráp id am en te: el lenguaje de la inform ática del com putador. La m edida para el hom bre que ya sólo calcula es la cantidad. Seguro que H ó ld erlin n o previo todavía n i describió ya el estado actual del m un do. Permanece, n o obstante, lo que su palabra fund ó y nos dejó para la rem em oración pensante. Hay m ucho que aten d er, esto es, que experienciar p e n santem ente. Lo más inm ediato para nosotros significa: Pensar en p rim e r lugar lo im poético de nu estra m orada en el m un d o com o tal, experienciar la m aquinación del h o m ­ bre com o su destino en vez de reducirlo a m era arbitrariedad y EL HABITAR DEL HOMBRE 179 d eslu m b ram ien to ; significa p en sar que en esta tie rra no sólo n o hay n in g u n a m edida, sino que la tierra puesta en cálculo a nivel p lanetario tam poco p u ede dar m edida alguna, sino que arrastra hacia lo carente de m edida. Pensar lo poético en lo im poético: desde luego, para ello no es suficiente el recurso a la dialéctica, que equilibra sólo en apariencia. Todavía pensam os con p recipitación y pasam os p o r alto el secreto del « n o » y de la nada. Todavía n o experim entam os con suficiente claridad lo que se vislum bra en la sustracción, pues no conocem os aú n la sus­ tracción m ism a, lo poético en lo im poético. PENSADO para René Char, en amistoso recuerdo pensante I I l T *P ie m p o ¿C u án lejos? Sólo cuando él se alza, el reloj, E n el golpeo p en d u lar de aquí para allá escuchas: va y fue y no va más. T arde ya en el día, el reloj, pálida huella hacia el tiem po que, próxim o a la finitud, se alza distinguiéndose de él. -C a m in o s ** C am inos, cam inos del pensar, ellos m ism os andantes, evasivos. ¿C uándo regresarán de nuevo? ¿Trayendo perspectivas hacia dónde? / / W ie w eit? / E rst w enn sie steht, die U h r, / im Pendelschlag des H in u n d H er, / h o rst D u: sie geht u n d ging u n d geht / n ich t m eh r. / S chon spát am Tag die U h r, / n u r blasse S pu r znr Z eit, / die, n ah d e r E ndlichkeit, / aus ih r ent-steh t. W EGE //W ege, /W ege des Denkens, gehende selber, / en trin n en d e. W ann wieder kehrend, / Ausblicke b rin g en d w orauf? / Z E IT EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976) l8 í¡ ! C am inos, ellos m ism os andantes, antaño abiertos, de súbito cerrados, posteriores; m ostrando lo anterior: lo nunca logrado, lo designado para la renuncia — facilitando los pasos desde la consonancia de u n destino fiable. Y otra vez la p en u ria de la oscuridad que titubea en la luz expectante. Señas T anto más im pertinentes las com putadoras, T anto más desm esurada la sociedad. Tanto más raros pensadores, tanto más solitarios poetas. Tanto más necesitados los que presagian, presagiando las señas que salvan la distancia. g ehende selber, / ehed em offene, já h die verschlossenen, / spátere; F rüheres zeigend: / nie E rlangtes, zum V erzicht Bestim m tes —/ lockeiíid die Schritte / aus A nklang verláí&lichen Geschicks. / U n d w ieder die N ot / zogernden D unkels / im w artenden L icht. . W lN K E / / J e aufdring licher die R ech ner, / je m aftloser die G esellschaft. / / Je selten er D enkende, / je ein sam er D ich ten d e. / / J e n o tv o ller A h n en d e, / ah n en d die Ferne / retten d er W inke. W ege, * PENSADO 183 L o c a l id a d Los que piensan lo m ism o en la riqueza de su m ism idad transitan los cam inos penosam ente largos hacia aquello cada vez más sencillo, sim ple, de su localidad, que en lo intransitable se rehúsa. C ezanne Lo m editativam ente sereno, lo urgentem ente callado de la figura del anciano ja rd in e ro Vallier, que cultivaba cosas inaparentes en el G hem in des Lauves. E n la obra tardía del p in to r, la duplicidad de presente y presencia se ha vuelto más sim ple, «realizada» y superada a u n tiem po, transform ada en una identidad m isteriosa. ¿Se m uestra aquí u n sendero que conduce a un a copertenencia del poetizar y el pensar? ORTSCHAFT / / D ie das Selbe denken / im R eicbtum seiner Selbigkeit, / geben die m ühsam lan g en Wege / in das im m e r E infachere, E infáltige / seiner im U nzugangbaren / sich versagenden O rtschaft. CÉZANNE / / Das nachdenksam G elassene, das instándig / Stille d er Gestalt des alten G ártners / V allier, der U nscheinbares pflegte am / chem in des Lauves. / / Im Spátw erk des M alers ist die Zwiefalt / von A nw esendem u n d A nw esenheit einfáltig / gew orden, » re a lisie rt« u n d verw unden zugleicb, / verw andelt in eine geheim nisvolle Identitát. / / Zeigt sic b b ie r ein Pfad, d e r in ein Zusam - / m engehoren des D icbtens u n d des D enkens / fü h rt? 184 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) P r e l u d io D ejad descansar en el silencio de su rigor al decir de u n pensar expuesto a lo carente de ejem plo. Los precisados en el acaecim iento se atreverán entonces —raram ente—a u n pobre preludio a las canciones, largo tiem po inescuchadas, que sólo cantan los poetas. La duplicidad de las canciones y pensam ientos b rota desde u n solo tronco: El agradecim iento a las señas repentinas provenientes de lo oscuro del destino. A g r a d e c i m i e n t o *** D ar las gracias: dejarse decir el perten ecer al A caecim iento que apropia y precisa. C uán lejos el cam ino a esa localidad, desde la que * / / La&t die Sage eines D enkens, ausgesetzt / dem B eispiel-losen, in der Stille seiner / Strenge ru b en . / / Also w erden —selten d a n n — G ebrauchte im / E reignis arm es V orspiel wagen zu den / L iedern, die n u r Dichtef- singen, lan g h in / u n g eh ó rt. / / Zw iefalt sp ro ftt d e r L ied er u n d G edan ken / aus dem einem Stam m : / dem Sichverdanken jáh e n W inken / aus dem D unkel des G eschicks. ** D A N K / / S ickverdanken: Sichsagenlassen.das G e h o re n in / das v ereig n en d brauchende Ereignis. / W ie weit der Weg vor diese O rtschaft, von d er aus / VORSPIEL PENSADO i8g el p ensar puede, dócilm ente, pensar contra sí m ism o, para salvar así lo m oderado de su p obre dicha. Pero lo que es pobre dichoso guarda su escasez, Cuyo legado tácito retiene grandem ente en la m em oria: D ecir la á-ArjS'eia co m o : el claro: El desocultam iento de la atribución que se sustrae. das D enken in fügsam er W eise gegen sich. selber / d enken k an n , u m so das V erhaltene seiner / A rm seligkeit zu re tten . / / Was aber arm ist, seligw abrt es sein G eringes. / D essen un gesp rochenes V erm áchtnis / groft b e h a ltet’s im G edáchtnis: / Sagen die óc-Afasia ais: die L ichtung: / die E ntbergung der sich entziehenden Befugnis. RIMBAUD VIVANT E n su « In tro d u c c ió n » a la selección de las Obras de A rth u r R im baud ( l 957 )> R ené C h ar dijo palabras que nos in dican el cam ino. Desde la com p ren sión del to do de esta poesía, y con con sid eración pen sante, incluyó en tre las Obras las dos cartas del poeta con fechas del 13 y el Ig de mayo de 1871- E n la carta del 15 de mayo, el p rop io R im baud nos dice de qué form a p e r­ m anece «vivo» u n poeta: a saber, po rq ue los poetas venideros em pezarán en el horizonte al que él m ism o llegó: « ¡él llega a lo desconocido!». ¿Acaso nosotros, los de hoy, conocem os suficientem ente este horizonte que « v io » R im baud? D u do qué re sp o n d e r y m e m antengo en la p reg u n ta. El m ism o poeta nos ayuda a preguntarla más claram ente m ediante dos frases de la citada carta: « E n G réce... vers et lyres rhythment l’Action» «L e Poésie ne rhythm era plus l’action; ¡ella sera enavantl» C onfieso, n o obstante, que la in te rp re ta c ió n de las palabras subrayadas p o r R im baud se lim ita, p o r m últip les m otivos, a conjeturas en form a de preguntas. ¿M ienta <sl’A ction» , escrito con m ayúsculas, tan sólo el actuar y causar efecto del h o m b re o n o m b ra lo efectivo en su to talid ad ? ¿P uede equipararse esto efectivo co n lo presente? ¿Q u é significa que el lenguaje de la poesía lleva lo efectivo a su ritm o , en el sentido de m edida arm oniosa? La poesía decididam ente m od ern a, p o r el con trario, no debe hallarse bajo ese imperativo, sino que «estará p o r delante». i 88 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) ¿Debe entenderse el «en avante de m anera puram ente tem ­ poral? ¿Acaso el lenguaje de la poesía debe pre-ver lo venidero prediciéndolo —y, en consecuencia, ser profética—, si b ien, en cuanto poesía, bablar tam bién p o r m edio del ritm o? ¿O acaso el «en avante n o m ienta referencia tem poral alguna? A l decir que «estará p o r delante», ¿le asigna R im baud a la poesía la p reem i­ nencia por delante de todo bacer y om itir del bo m bre? ¿Qué bay entonces de esa preeminencia de la poesía en el actual mundo de la sociedad industrial? ¿Acaso se vuelven erróneas las palabras de Rimbáud al Considerar dicba sociedad? ¿O acaso estas preguntas atestiguan que la poesía «ba llegado ante lo desconocido»? ¿Y eso justamente hoy, cuando lucha casi sin esperanza por su preeminencia? ¿Tal vez nos está p erm itid o decir, considerando pen san tem ente las palabras de R im baud, que la cercanía de lo in tra n ­ sitable sigue siendo la región a la que llegan los ya escasos p o e ­ tas, a la que éstos tan sólo señalan p o r vez p rim e ra ? Esto, no obstante, en u n decir que nombra dicha región. ¿Acaso no debe ese n o m brar ser un a llam ada que llam a y puede llam ar a la cer­ canía de lo intransitable po rq ue pertenece « p o r adelantado» a dicha cercanía y, desde este pertenecer obediente y oyente, lleva el todo del m un d o al ritm o del lenguaje poético? ¿P ero qué qu iere d ecir aq u í la palabra griega rhythmos? Para com prenderlo adecuadam ente, ¿no debem os volver a los griegos y co n sid erar con el p en sam ien to las palabras de u n poeta de la época más antigua? A rquíloco (c. 6 ^ 0 a.C .) dice: yíyvcoOKe 8’ oíos puSpos ccvSpoxous eyei «m as llega a conocer: u n a p ro -p o rc ió n de la índole [del cóm o sostiene (alos) h o m b res» . RIMBAUD VIVANT 18 9 ¿Es el puSpos, ex p erien cia d o de m anera o rigin aria y griega, la cercanía de lo intransitable y, en cuanto dicha región, la p r o -p o r c ió n ( V er-H a ltn is ) que so stien e ( h alten d ) al h o m b re? ¿Edificará el decir del poeta ven id ero en el ensam blaje de esta p r o p o r c ió n , p rep a rá n d o le de este m o d o al h o m b re la nueva m orada en la tierra? ¿ O acaso co n la am enazante destrucción d el lengu aje p o r parte de la lin g ü ística y la in fo rm á tica n o se socava tan só lo la p reem in en cia de la poesía, sin o esta m ism a e n su posibilid ad? R im baud perm anece vivo si n o s planteam os esta cuestión, si lo s poetizan tes y los pensantes p erm a n ecen afectados p o r la n ecesid a d de « h a cerse v id en tes para lo d e sc o n o c id o » . Esto d e sc o n o cid o , sin em b argo, só lo p u ed e ser n o m b ra d o (e n el sentido del nom brar susodicho) « silen ciá n d o lo » (Trakl). Pero só lo está en c o n d ic ió n de guardar silen cio verdaderam ente el que tien e p or decir aquello que in d ica el cam ino y el que, ade­ m ás, lo ha dich o co n la fuerza d,e la palabra que le ha sido c o n ­ cedida. Este guardar silen cio es otra cosa que el sim p le en m u ­ decer. Su n o hablar ya es u n haber dich o. ¿E scucham os ya co n su ficien te claridad en lo d ich o de la p o esía de A rth u r R im baud lo p o r ella silen cia d o ? ¿V em os ya en ello el h o rizo n te al que llegó? LENGUAJE ¿C uándo volverán a ser palabra las palabras? ¿C uándo vendrá el viento de giros que señalan? C uando las palabras, dádivas lejanas, digan — no signifiquen designando — cuando lleven, m ostrando, al lugar de la in m em o rial conveniencia — apropiando al Uso a los m ortales — donde el tañido del silencio llam a, donde lo tem pranam ente pensado, con dócil claridad, se m atiza bacia lo uní-voco. SPRACHE / / W ann w erden W ó rter / w ieder W ort? / W ann weilt d e r W ind weisen der W ende? / / W enn die W orte, fe rn e Spende, / sagen —/ n ich t bedeuten durch bezeichnen —/ w enn sie zeigend tragen / an den O rt / u ralter Eignis, / — S terbliche eig n en d dem B rauch —w o h in G eláut d e r S tille ru ft, / wo F rü h G edachtes d er B e -S tim m u n g / sich fügsam klar entgegenstuft. REMEMORACIÓN PENSANTE DE MARCELLE MATHIEU Tengo ante m í desde hace días la fotografía del pueblo de Lagnes. P or lo general se encontraba en el escritorio, ju n to a otras de Les Busclats y de Le T h o r, dispuesta p ara m om entos de recuerdo de los días ya sidos en la querida Provenza. Lagnes: el lugar de nacim iento de M arcelle M athieu, entre R ebanqué en las alturas y Les G rands C am ph ou x en el llano , de d o n d e la m uerte la ha apartado ahora. La esfera de los lugares n o m b ra­ dos perten ece a u n a com arca cuyo cen tro es Les Busclats, a cuyo oeste se o rd e n a Le T h o r. Esta com arca, p o r su p arte, encuentra sus lím ites determ inados en el M ont V entoux y en la m ontaña de Sainte-V ictoire con la cantera de Bibem us. ¿U na m era relación de lugares? Así parece. Pero lo pecu­ lia r de los lugares se e n cierra en que cada u n o a su m anera re ú n e en sí, m arca y afina el h acer y el o m itir, el poetizar y el pensar de los hom bres que viven en ellos. Tal com o ah o ra lo p ien so , Lagnes, el p u eb lo natal de la d ifu n ta, y la tie rra de su cem enterio h a n hech o que regrese a ellos lo m ortal de ésta y han albergado en su calma la riqueza de u n a vida sencilla. Lo tranq uilizad or de dicha calm a llega hasta R ebanqué y, m ás allá, hasta Les G rand s C am phoux. E n ello aparece la figu ra de la venerada m u jer, rep o san d o en u n a figura transform ada. E n Les C am phoux, el invitado recibido p o r la dueña de la casa se volvió huésped m ediante su cercanía, com o si de la costa n o dem asiado lejana soplara todavía u n aliento de la antigua hospitalidad griega a través de su obsequiosidad sencilla, en la que se ocultaba, a u n tiem po, u n orgullo contenido. 194 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) Mas éste era sustentado p o r u n recato m aravillosam en te raro, u n recato tan origin ario com o si estuviera destinado a su m ism o existir. Lo inaparente de su recato sólo llegaba a aparecer cuando la señora de Les C am ph ou x invitaba a lo s am igos a las alturas de R eb an q u é, co n su m u ltifo rm e p an orám ica sobre el gran paisaje. A llí arriba, había dispuesto una p equ eña casa de m o n ­ taña, am ueb lad a e n u n estilo sim p le y ca m p esin o , para que espíritus cread o res-fo rm a d o res vivieran en ella tanto tiem p o com o quisieran. E n las conversaciones de los am igos, ella era la oyente silen ciosam en te atenta, preocupada tan sólo p o r el b ie ­ nestar de éstos. N o era allí n i señora n i criada, sin o que, c o n ­ ten ién d ose p o r encim a de am bas, era d ócil a algo inexpresado. P robab lem ente m antuvo co n ello diálogos silen cioso s en las largas y num erosas cam inatas que la con d u cían , totalm ente sola, p o r el cam po de la tierra natal. ¿Y el recato? N o s dejó u n a preciosa h u ella de él aquí, en Friburgo, cu an do, en con trán d ose delante de nuestra casa co n la in ten ció n de visitarnos, n o se atrevió a llam ar y volvió a m ar­ charse. D e esta form a, lo n o ejecutado es a veces m ás p o d ero so y duradero que lo dicho y efectuado. La difu nta ha entrado en u n a presencia transform ada. A los am igos, sin em bargo, les queda todavía algún agra­ d ecim ien to y el esfuerzo de estar « p o r delante de toda d esp e­ d id a » . Friburgo de Brisgovia, en ero de 1973 M artin H eidegger LA FALTA DE NOMBRES SAGRADOS E n la penúltim a estrofa de su oda Vocación de poeta confiesa H ó ld erlin: « Y a otros se asocia con gusto, para que A com p ren der ayuden, u n poeta»*. ¿Q uiénes son esos « o tro s » ? ¿ O tro s poetas? ¿S on aquellos que dicen de o tro m odo que los poetas? ¿Q uizá los pensantes? Ellos h an de «ayudar a c o m p re n d e r» . ¿ Q u é significa aquí com prender? ¿C óm o se puede aquí prestar ayuda? A nte todo, ¿qué es lo que se trata aquí de com p ren der? ¿Las palabras de H ó ld erlin ? ¿ O quizá aquello que, antes que todo e incesantem ente, urge al poeta en su decir? Preguntas sobre preguntas, a las que sólo llega claridad si escuchamos pensando en pos de las palabras de H ó ld erlin, que divisan a lo lejos de antem ano: dom inio y hechuras de los T itanes. U n d gern gesellt, dam it verstehen sie / H elfen, zu an d eren sich ein D ichter. ig 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 Los T i t a n e s * « P ero no es T iem po. Desatados están Todavía. N o toca lo divino a los que no p a rtic ip a n » . A quello que urge al poeta en el decir es un a urgencia. Esta se oculta en la tardanza del venir a presencia de lo divino. E n la últim a estrofa de su elegía Retorno a la tierra natal, dicha tardanza va a dar en estas palabras sim ples, aclaradoras de todo y, n o obstante, m isteriosas: «faltan nom bres sagrados»**. La gran concesión que po d ría ayudar a com prender la urgencia sería la m irada que pen etrara en lo peculiar de esta «falta» m ediante la experiencia de su proveniencia, que probablem ente se oculta en u n a retención de lo sagrado, e im pide u n n o m b rar acertado de los nom bres que le corresponden y lo llevan a u n claro. Si la era tecnológica estuviera en condiciones de experienciar el po d er de la dis-posición (Gestellnis), p o d er que determ ina [dicha era, * DlE T i t a n e n / / N icht ist es aber / D ie Z eit. N och sin d sie / U n an g eb u n d en . Gó tiliches trift un theilnehm en de / nicht. ** «es fehlen heilige N ahm en ». LA FALTA DE NOMBRES SAGRADOS 197 y hacerlo de m o d o tal que se m ostrase cóm o —a saber, disim uladam ente—prevalece en él la « fa lta » , al existir del hom bre le sería asignada la com arca de lo que salva e n cuanto abierta a la particip ación . Pero ¿con o cem o s ya el cam po que encam ina dicha experiencia? ¿Sabem os de m o d o suficien te lo peculiar del cam ino que debiera tom ar u n pensam ien to que, en cuanto experiencia, se ajustara a su asun to? Este parece ser el caso. Pues en el co m ien zo del pensar m o d ern o se en cuen tran tratados sobre el m étod o dispuestos jerárquicam ente antes de toda discu sión para localizar el asunto del pensar: el D iscours de la m éthode y las R egulae a d directionem íngenii de D escartes. Y e n la época de la con su m ación de este pensam ien to —en la parte final de la Ciencia de la lógica de H egel— el m étod o del pensar y su asunto se vuelven incluso expresam ente id én ticos. Pero ¿ son lo m ism o el m étod o y el cam ino del pensar? ¿Acaso n o es tiem p o , justam ente en la era tecn ológica, de m editar sobre la peculiaridad del cam ino a diferencia del m éto d o? E n efecto, es preciso exam inar esta relación. G om o más claram ente p u ed e ser nom brada es en griego, aunque la sigu iente p ro p o sició n n o se en cuen tre en el pensar de los griegos. r¡ 0805 - prptoTs péS'oSoi; E l cam ino jam ás (es) u n p roced im ien to . ig 8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 P roced im ien to querría decir el dispositivo del proceder pensante contra algo, ir tras u n a cosa en Cuanto objeto, asediarla, perseguirla a fin de hacerla d isp on ib le para su ap reh en sión p or parte del concepto. Esto es ajeno al cam ino. E l cam ino es cam ino en el esta r-en -ca m in o que guía y lleva a u n claro, que trae porq ue poetiza. Poetizar quiere decir aquí: dejarse decir la pura llam ada d el venir a presencia co m o tal, aun si éste es sólo y ju stam en te u n venir a presencia de la sustracción y la reten ción . El cam ino n o sabe de p roced im ien tos, n i de pruebas, n i de m ed iaciones. S ólo u n pensar que tien e en sí carácter de ca m in o , podría preparar la experiencia de la falta. D e esa form a p od ría «ayudar a co m p ren d er» al poeta, que ha de decir la urgencia de la falta. E n ese caso, com prender n o quiere decir hacer com prensivo, sin o soportar la urgencia, a saber, aquella urgencia in icial a partir de la que se origina prim eram ente la Urgencia de la falta de « n o m b res sagrados»: el olvido del ser, es decir, el ocultarse (AqS'q) de la peculiaridad del ser en cuanto venir a presencia. r « O lv id o del se r » , según parece en prim era instancia, nom b ra u n defecto, u n a o m isió n . E n verdad, la palabra es el n om b re del d estin o del claro d el ser; ya que éste, en cuanto ven ir a presencia, sólo puede LA FALTA DE NOMBRES SAGRADOS 199 volverse m anifiesto y determ inar to d o ente si el claro del ser, la AAr)9'r|ia, se co n tien e, se retiene al pensar; algo que aconteció en y co m o el in icio del pensar occiden tal, y caracteriza desde en ton ces las épocas de la historia del ser hasta la actual era tecnológica, que, sin saber de él, obedece al olvido del ser co m o a su p rin cip io , p ó r así decir. La reten ció n del claro del venir a presencia en cuanto tal im p id e, n o obstante, experienciar expresam ente com o falta la falta de « n o m b res sagrados». Estam os boy m ás lejos que nu nca de la posibilid ad de dar a con ocer estas relaciones y hacerlas prevalecer en cuanto conocid as. Pues seguim os sin ten er un a m irada y u n ingreso al carácter de cam ino del pensar, el cual podría garantizar p o r vez prim era u n a experiencia d el olvido del ser, es decir, de la proven iencia de la « fa lta » . C iertam ente, divisar el carácter de cam ino del pensar le resulta d ifícil al hábito de representar que hoy d om in a. Pues el carácter de cam ino del pensar es dem asiado sen cillo y, p o r ello, intransitable para el « p en sa r» d om in an te, enredado en una in fin id a d de m étod os. El d o m in io de dialécticas de to d o tip o basta para cerrar el cam ino hacia la esencia del cam in o. S in em bargo, m ientras nos sea negada la m irada d el cam ino para ver que in clu so e n la sustracción y e n la reten ció n prevalece u n m o d o p rop io de ven ir a presencia, y cóm o prevalece, 200 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 perm anecerem os ciegos y n o nos afectará el asediante venir a presencia que es p ro p io de la falta, la cual cobija en sí, y no obstante oculta, el nom bre de lo sagrado y, con él, lo sagrado m ism o. Sólo un a m orada en la com arca abierta desde la que viene a presencia la falta cóncede la posibilidad de u n a m irada que penetre en lo que hoy es faltando. LA ÚLTIMA VISITA DE FRIDOLIN WIPLINGER Sensiblem ente in q u ieto , e n tró u n a tarde de finales de verano en el pequeño estudio de nu estro retiro . Resultaba m anifiesto que dicha in q u ie tu d n o p ro ced ía n i del recato del más jo ven ante el más viejo n i de las in seg u rid ad del discípulo fren te al m aestro. La in q u ie tu d hervía e n él m ism o. Se calm ó, p o r lo m eno s en aparien cia, cuan do to m ó asiento y le dije: «está u sted sentado bajo la p ro te c c ió n de u n a im agen de la tie rra n a ta l» . E ncim a del sofá hay u n p eq u eñ o d ib u jo orig in al de A d alb ert S tifter que hab ía sido p ro p ie d a d de H an s Garossa. R epresenta a los Reyes Magos. Pero F rido lin W iplinger apenas le prestó atención. A ntes b ie n inició la conversación de form a súbita con las siguientes palabras: « Lo que m e preo cu p a desde hace ya tiem p o es el com ienzo de su Carta sobre el humanismo de 1 9 4 6 » . «S e refiere usted probablem ente —respondí— a las declaracio­ nes sobre el p ensar en el m odo com o éste le es encom endado a los grandes pensadores, a saber, tal que en cuanto pensar es ya u n actuar y no precisa de u n a u lte rio r relación con la p rax is» . A ñadí que él ya debía haberse topado con ese eso en su co n ti­ nuado y p ro fu n d o estudio de A ristóteles, reconociendo que la théoría quiere decir para los griegos algo distinto de lo que sig­ nifica hoy la palabra « te o ría » , qué es com p ren did a de an te­ m ano sólo com o instrum ento de la praxis. Hay que diferenciar en tre la teoría entend ida com o u n divisar el ser de lo ente y la teo ría en ten d id a com o la represen tación directriz para la ela­ boración de lo ente. « C ie rta m e n te » , asintió, « p e ro ju sto cuando constato la teo ría en sentido ontológico es cuando m e en cu en tro con las 202 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976) m ayores dificultades, pues tam b ién el pen sar ontológico está para m í referido a la praxis, desde luego en u n sentido más ele­ vado, pues praxis qu iere decir entonces la fe en la revelación cristia n a» . A c o n tin u a c ió n , W ipling er babló detalladam ente y casi com o en u n soliloquio de sus esfuerzos, vanos basta entonces, p o r m antener el pensam iento filosófico en su rigurosidad y, a la vez, po n erlo al servicio de la in terpretació n de la fe cristiana sin violar en lo más m ínim o su carácter de m isterio. M ientras hablaba de ello se iba irritan d o de m anera visi­ ble, su m iradá levem ente punzante adquirió u n p u n to de rig i­ dez. A m en u d o afirm aba: « n o lo h e logrado a ú n » . Le dejé h acer d u ran te algún tiem p o antes de in te rru m p irlo , con la in te n c ió n de tranq uilizarlo , rogán do le que m e con tara de su actividad docente y sus demás planes de trabajo. A ccedió a ello, si b ie n re p itie n d o sin queja alguna la afirm ación: « to d o es in c ie rto » . Le hice te n e r en cuenta que, a su edad, todavía ten ía p o r delante m ucho tiem p o de m a d u ració n y aclaración; que no debía precipitarse; que aún no sabem os lo suficiente del m an ­ dato bajo el que se encuentra el pensar; que no había conside­ rado suficientem ente que, en cuanto pensar, es ya u n actuar y e n qué m edida lo es; que habíam os olvidado en to d o ello lo que antaño le fue dicho expresam ente a Parm énides: « E l sen­ dero del pensar corre lejos de lós cam inos que transitan h ab i­ tu alm en te los h u m a n o s» ; que esta seña del p en sar antiguo p ro h íb e , desde luego, to d a fo rm a de arrogancia y exige, en lugar de ello, que su cuestionar se vuelva cada vez más cuestio­ nante; que cum plir esta exigencia suponía para u n a era rabiosa de cam bios y ávida de in fo rm ació n u n a p reten sió n exagerada y extraña. F rid o lin W iplinger se calm ó, o al m enos así parecía; pues cuando se disponía a m archarse y se levantó del sofá, se volvió hacia la p ared dé la que cuelga el p eq u eñ o cuadro de LA ÚLTIMA VISITA DE FRIDOLIN WIPLINGER 203 Stifter, lo observó largam ente y dijo: «S tifter —nuestra tierra» , a lo que yo añadí: « d e m an era oculta, tam b ién la n u e stra » . Seguidam ente, acom pañé a F rido lin W iplinger a su autom óvil. A l despedirnos, su m ano descansó en la m ía u n in stante más que las otras veces. Le pregunté si salía ya hacia V iena. El res­ p o n d ió : « n o , antes tengo que visitar u n a vez más a todos mis am igos». Meses más tarde llegó la noticia de su rep en tin a m uerte. F rid o lin W ipling er se ha con sum id o en la p asió n de su pensam iento. Para sus allegados y p ára los am igos, la súbita despedida trajo consigo u n do lo r apenas consolable. S in em bargo, poco a poco el d o lo r se tran sfo rm a y se m itiga en agradecim iento al fallecido. Los que logran agradecer experiencian la fuerza secreta de presentificación que el agradecim iento guarda en sí. EN MEMORIA DE ERHART KÁSTNER ¿Están aquellos que escuchan el tañido del silencio confiados a la llegada de u n favor lejano? ¿ M a s d ó n d e e s t a m o s ...? * ¿M as dó nd e estamos al afanarnos p o r ejecutar el llam am iento de Rilke: «Se p o r delante de toda d esp ed id a...» 9? ¿H abitando en la m uerte? Intransitable región que —final no, no cam bio. Inaudito sonido del inicio en el p u ro n a d e o : Protofigura del Ser, inaccesible a la aniquilación; en el u n o conjunto: La más lejana com arca de la más cercana cercanía. 9 * Soneto a Orfeo II, 13. [N ota de Heidegger] W o ABER SIND WIR... / / Wo aber sin d wie, / w enn w ir u n s m ü h e n , / Rilkes Z u ru f zu vollziehen: / »Seí allem A bschied v o ra n ...« ? / W ohn en d im T od? / U nbetretenes G elánde, / das —E nde nicht, nich t W ende. / U ng eh orter K lang / von A n-F ang / in die reine N ichtung: / U rfigur des Seyns, / unzugangbar der V ernichtung; / im Selbander Eins: / Fernste G egend / náchster N ahnis. 206 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 M ás i n s t a u r a d o r . . .* Más instaurador que el poetizar, más fund ado r que el pensar, perm anezca el agradecim iento. A los capaces de agradecer éste los devuelve ante la presencia de lo inaccesible, a lo que nosotros, los m ortales, som os a-propiado s inicialm ente. Saludando a E rh art K ástner M artin H eidegger < STIFTENDER / / S tiftender ais D ichten, / g rü n d en d er auch ais D enken, / bleibt d er D ank. / D ie zu danken verm ogen, / b rin g t e r zurück vo r / die Gegenwart des U nzugangbaren, / d er w ir S terbliche / anfanglich ge-eignet sindv PALABRA DE SALUDO DE MARTIN HEIDEGGER A l nuevo hijo predilecto de la co m ú n ciudad natal de M eftkirch —B ernhard W elte— Ib saluda hoy cord ialm ente el m ás antiguo. A m bos saludam os al m erito rio alcalde, Sr. Schühle, salu­ dam os a los concejales y a toda la pob lación . A m b o s ren ovam os ta m b ién en este día la m em o ria d el arzobispo D r. G on rad G rób er, h ijo p red ilecto ta m b ién de nuestra ciud ad natal. Su figura fu e d eterm in a n te para am bos en m om en tos distintos y de distintas form as. Q u e este día festivo de h o m en a je sea alegre y vivificador. Q u e el espíritu m editativo de to d o s los participantes sea u n á ­ n im e. Pues resulta necesario m editar si y cóm o es todavía p o si­ ble una tierra natal en la era de la civilización universal tecn ificada y u n ifo rm e. T REFERENCIAS (Las fechas, referidas en tre paréntesis después de cada título, indican el año de redacción). * rii Abraham de Santa Clara ( ig io ). La p rim era y hoy ya desconocida p u blicació n de M artin H eidegger vio la luz el día 27 de agosto de 1910 en el sem anario de política y cultura Allgemeine Rundschau, A ñ o V II, n ú m . 35 * P- 6 0 5 , M ú n ich . El jo ven estudiante de teología había participado el 15 de agosto de 1910 en K re e n h e in ste tte n , u n pu eblo vecino a su ciudad natal de M eftkirch, en la fiesta de in au g u ració n de u n m o n u m e n to a A b rah am de Santa C lara, escribiendo sus pensam ientos al respecto. Primeros poemas (1910-1916). Los tres prim eros de estos poem as hoy tam b ién desconocidos fu ero n publicados asim ism o en Allgemeine Rundschau, Wochenschriftfür Politik und Kultur, M unich, A ño VII, núm ., 4 4 >29 de octubre de 19XO, p. 775 ; A ño VIII, nú m . 12, 25 de m arzo de 1911, p- 197> J n ú m . 14, 8 de abril de 1911, p. 246- A p ro p ó sito de Paseo nocturno en la isla de Reichenau: en 1916, M artin H eidegger pasó unos cuantos días de perm iso com o soldado en la isla de R eichenau con su m ujer E lfriede P etri y G e rtu rd M o n d o rf, u n a am iga de ésta. El poem a, escrito allí, apareció publicado e n Das Bodenseebuch 1911/. EinBuchfiirLandundLeute (año cuarto), p. I¡52 , E ditorial Reuss u n d Itta, Constanza (Badén) (sin añ o ). La corrección de la antepenúltim a estrofa del poem a con respecto al texto im preso hasta el m om ento está tom ada del ejem plar perso­ nal de M artin H eidegger. a 1 210 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 Paisaje creador: ¿Por qué permanecemos en lú provincia? ( l 933 )- Escrito en otoño de 1933> fue transm itido en p rim era instancia p o r la R adio de B erlín tras el rechazo del segundo n o m b ra ­ m iento de la U niversidad de B erlín. El Heuberger Volksblatt de M eftkirch in fo rm ó de ello. El Freiburger Tagespost reprodu jo el 2 3 .2.19 34 u n a versión u n tan to abreviada de la co n feren ­ cia. El texto com pleto de la m ism a, em itida el 2 de m arzo de 1934 p o r la em isora de Friburgo y p o r la Radio del Sur, fue editada p o r DerAlemanne, el diario de com bate de los nacio­ nalsocialistas de O b erb aden , en el suplem ento sem anal de cultu ra, serie 9, p. I, del 7 de m arzo de 1934 - R eim preso sin autorización p o r G uido Scbneeberger en Nachlese zu Hei. degger, B erna, 1962, pp. 2 l6 ~ 2 l8 . Caminos para el debate (l 937 )- Publicado en el Jahrbuch der Stadt Freiburg im Breisgau, vol. I: Alemanneniand, ein Buch von Volkstum und Sendung. Editado para la ciudad de Friburgo de Brisgovia p o r su alcalde, el D r. Franz K erb er. J . E ng elho rn s N ac h f., S tuttgart, 1937, pp . 135-139. R eim preso sin autorización p o r G uido Schneeberger en Nachlese zu Fleidegger, B erna, 1962, pp. 25 8-26 2 , y p o r G ünther Busse en Zjitschriflfurphilosophische Forschung, vol. 34 > nú m . I, pp . Il8 -I2 I, M eisenheim /G lan, 1980. Señas (1941) • Publicado com o edición personal en la im prenta H euberg de M eEkirch. Coro de laAntígona de Sófocles (1943)- E n 1943 > M artin H eidegger revisó sustancialm ente la trad u cció n de,este coro, recitado en el sem estre de verano de 1935 en el curso « In tro d u cció n a la m etafísica» , le añadió u n a d ed icatoria a su m u jer Elfriede en ocasión de su 5 0 o aniversario, im p rim ió p o r su cuenta unos pocos ejem plares y los regaló. 211 REFERENCIAS El camino del campo ( 1 9 4 9 )- P rim ero e n Conradin Kreutzer-Stadt Mej¡>kirch, autorizado bajo el n ú m . 3^ 3 Por el g o b iern o m ilitar d el Estado F ederado de B ad én . S in p ag in a ció n , M efíkircli (sin año) (in icio s de 1949 )- E n octubre de 1949 fue p u b li­ cado en form a de ed ició n priváda p o r la ed ito ria l V ittorio K lo sterm a n n , co n u n tiraje d e 4 0 0 ejem p lares fuera de venta. P u b licad o después en H am b u rgo, c o n e l títu lo de « L a palabra alentad ora d el ca m in o d el c a m p o » , en Sonntagsblatt, año 2 , n ú m . 43 >P- 5 > H 23 -I° -I 9 4 9 y> co n el título « E l cam ino del cam p o», en WortundWahrheit, 5 >V iena, 195o » pp . 2 6 7 - 2 6 9 . « E l cam ino d el ca m p o » , 7 págs., V ittorio K losterm ann , Fráncfort, 1935 > ^ 9^3 • Caminos de bosque (l9 4 9 )- Este breve artículo vio la luz en form a de facsím il y fue difu n d id o fin alm en te en el diario Die Welt el 26 de septiem bre de 1949 - Sobre un verso deMórike (ig g l). U n , Ínter cam bio epistolar co n M ar­ tin H eid egger, p o r E m il Staiger. Publicado en I9 5 1 en Eri- vium, 9 , Z úrich, pp. I - 1 6 . P osteriorm ente, tam bién en E m il Staiger, DieKunst der Interpretation, Z úrich, I955> PP- 3 4 _49¿Quésignifica leer? ( 1 9 5 4 )- H eid egger lo p o n e a d isp o sició n de la revista de en señanza y ed u ca ció n Welt der Schule en form a de pru eb a m an u scrita. Im p reso co m o fa csím il e n la portada del n ú m ero I I , año 7 (E ditorial Ehrenw irth, M ún ich, E d i­ torial R. O ld en b o u rg ), 1954- Del secreto del campanario (l9 5 4 )- Publicado en el escrito Martin Hei­ degger en su 80 aniversario, de su ciudad natal de Meflkirch, editado por K losterm an n en Fráncfort, pp . 7 -IO , 1969 . 212 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 ( 1 9 5 4 )- H eid egger puso a d is­ p o sición este escrito partiendo de u n discurso llevado a cabo en F reiburg-Z ábringen ante invitados de B erna el día 3 O de noviem bre de 1954- Fue publicado el día 9 de diciem bre de 1 9 5 4 en D e r A ltv a te r , su p lem en to reg io n a l d el L ah rer Zgitung, Para el libro de L an gen h ardsobre H ebel año 12, serie 48 , p. 193 - Sobre la M adon n a Sixtina (l9 5 5 )- Publicado en M arielene R aph aels Sixtinische M ado n n a. D as W erk un d seine W irkung, 1 9 5 5 . P P - 174 ss. Putscher, T ubinga, E l lenguaje de Joh an n P eter H ebel (l9 5 5 ) • P ub licad o en la revista D er Lichtgang. B la tte r fü r H e im a t u n d V olksleben, año 5 , n ú m . y, F rib u rgo de B r ., 1955» PP- 3~4> J ta m b ién en H eim a t B a d e n W iirttem berg, ed itad o p o r R u d o lf K . G o ld sch m it-J en tn er y O tto H eu sch ele, E d itorial C ari P feffer, H eid elb erg, ig55> P P -3 3 4 -3 3 6 . (l9 5 5 )- E n o to ñ o de 1 9 55 , tras Ia m u erte d el filó so fo esp a ñ o l, el d irecto r d el In stitu to de E stu d ios P o lítico s de la U n iv ersid a d de M adrid , Javier C o n d e , le p id ió a M artin H e id eg g er qu e escrib iera u n artículo de h om en aje p o stu m o a O rtega y Gasset para C la vileño. R evista de la A sociación Internacion al de H ispan ism o. H asta el m o m e n to , el escrito de H eid egger sólo había visto la luz en español y en dicha revista, año V II, nú m , 3 9 , pp. 1 - 2 , m ayoju n io d e I 9 5 6 - E ncuentros con O r te g a j G asset ¿ Q u é es el tiem p o ? ( 1 9 5 6 ). E n oca sió n de su IO° aniversario, el sem anario D ie /g i t form u ló esta cu estión a sus viejos lectores. E l día 2 3 d e feb rero de 1 9 5 6 , D ie Z $it ed itó , en tre otras, la respuesta de M artin H eidegger, en su n ú m . 8 , p . 14 . REFERENCIAS 313 Apuntes del taller (1959)- Editado en ocasión del 70 aniversario de M artin H eidegger en el diario Neuer JJircher JJitung, 26 de sep­ tiem bre de 19591 p- 10 (edición internacional), y en la edi­ ción dom inical del m ism o diario el día 27 de septiem bre de 1959, nú m . 2 8 9 8 (6 9 ), p. 5. Lenguajej tierra natal (1960). C onferencia im partida en W esselbure n el día 2 de ju lio de 1960 en la fiesta del C ongreso A nual de la Sociedad H ebel, organizada c o n ju n tam en te con la Sociedad K laus G ro th . P ublicado en el A n u ario H ebel de 1960, W estholsteinische Verlagsanstált Boyens u . Co, H eide in H olstein, pp. 27 _ 5 Q- T am bién (con ligeras m odificacio­ nes) en Dauer im Wandel. Festschrift zum JO. Geburtstag von Cari J. Burckhardt, ed. G e o rg D . W . Callwey, M unich, 1961. T am ­ b ié n en: T h . H euss, C ari J . B urckhardt, W . H ausenstein, B. Reifenberg, R. M inder, W . B ergengruen, M. Heidegger, Johann Peter Hebel, Tubinga, 19641 pp- 99 - I ? 4 Sobre Igor Strawinsk)) (1962) . Bajo el título de Strawinshy entre nosotros, el D r. D r. h . c. H e in ric h S trob el, ed ito r de la Jeitschtififür Neue Musik Melos, publicó en el n ú m . 6, año 29 de dicha revista, en ju n io de 1962, las respuestas de ren o m b rad as personalidades del arte y la ciencia a las dos siguientes cues­ tiones: ¿C onoce usted obras de Igor Strawinsky? ¿Le gusta su m úsica? E n la página 182 se publicó la respuesta de M ar­ tin H eidegger. Para Rene Char (1963) . Esta dedicatoria fue publicada en facsímil e n Hommage á GeorgesBraque, en DerrierleMiroir, mayo 19641 pp144-146, París M aegth E diteur. Im preso tam bién en facsí­ m il en Duitse Kroniek, A m sterdam , año 28, diciem bre 19761 núm . 4- 214 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 La «Historia del hielo»- deAdalbertStifter (1964). Publicado en Wirkendes Wort, co n artículos de E lisabetb B rock -S ulzer, M artin H eidegger, O tto F. W alter y M artin W alser, Schweizerische B ib lio p b ilen - G esellschaft, p p . 2 3 -3 8 , ed ició n ún ica nu m erad a de I.IOO ejem plares, Z úricb, 1964. Los escritos fu ero n transm itidos p o r R adio Z úrich en la serie rad io fó ­ nica «W irkendes W o rt», realizada p o r la Sociedad de Radio y Televisión Suiza entre 1963 y 1964* El texto de H eidegger se transm itió el 26 de enero de 1964Seña hacia lo sido (1966). M artin H eidegger escribió este texto en otoñ o de 1966 para el edito r V ittorio K losterm ann y envió a F rancfort la versión m anuscrita en ocasión del 65 aniver­ sario de éste. El texto fue publicado com o facsím il y d ifu n ­ dido en el escrito de b o m en aje Vittorio Klostermann zum 2<41 2 . i mpreso en form a de m anuscrito p o r la ed ito ­ rial Job ann es W eisbecker, F rancfort del M eno, 1976. La proveniencia del artej la determinación del pensar (1967) • Esta confe­ rencia fue im partida p o r M artin H eidegger el día 4 de abril de 1967 en la A cadem ia de las Ciencias y las A rtes de Atenas. La versión revisada de la conferencia se publicó p o r prim era vez en el escrito de bom enaje a W alter Biem el en ocasión de su 6 5 o aniversario: DistanZundNahe. Reflexionen undAnalysenzar Kunstder Gegenwart, editado p o r Petra Jaeger y R u do lf L ütbe, ed. K ónigsbausen u n d N eu m an n , W urzburgo, 1983, pp. 11- 2 2 . Signos (1969). P ublicado en el Nene Tflrcher2gitung el 21 de sep­ tiem bre de 19891 nú m . 579 (edición in ternacional), p. 51» con la siguiente firm a en facsím il: « F rib u rg o de B r., sep­ tiem bre de 1969» M artin H eidegger». REFERENCIAS 21S El habitar del hombre (ig 7 °)- M artin H eidegger escribió este artí­ culo para el D r. Gustav H illard S teinbóm er en su nonagé­ simo aniversario « co n respetuosos saludos y buenos deseos». Im preso en Hesperus. Escrito de homenaje a Gustav Hillard Steinbómer por su g 0 o aniversario el 24 de febrero de 1971, pp- 4 ° _ 47 ; Por la ed ito rial H ans C hristians, H am burgo, ed ició n privada, 1971Pensado (1970). Publicado en alem án y francés (en tradu cció n de Je a n B eaufret y F ran^ois F édier) en L’Herne. René Char, editado p o r D o m in iq u e Fourcade, E d itio n s de l’H ern e, 1971, pp- 169-187- Se p u blicó u n a tra d u cció n inglesa (de K eith H oeller) ju n to al texto alem án en Philosoph)i toda)), vol. 20, núm . 4-/4 ; pp- 2 8 6 -2 9 0 , Celina, O hio (USA), invierno de 1976. Rimbaud vivant (1972)- Este texto, que M artin H eidegger había entregado a R oger M u n ier, fue publicado bajo el títu lo « A u jo u rd ’b u i R im b aud ...» , en lengua alem ana y con tra ­ ducción francesa de Roger M unier, en Archives des lettres modernes, en el n úm . 160 (núm . 2 de 1976), pp. 12- 17, París, 1976. Lenguaje (1972)- Publicado p rim ero en Francia de form a b ilin ­ güe, con traducción al francés de Roger M unier, en Argile I, invierno 1973, p- 4 (en facsím il), p. 5 (traducción), p. 158 (transcrito en alem án), París, 1973 - E n A lem ania se realizó u n a edición facsímil, con u n a dedicatoria con fecha del día 18 de m arzo de 1976 que reza «P ara el P rof. R. Panikkar y sus estudiantes —A fectu o sam en te» , en Erinnerungan Martin Heidegger, E d. G ünther Neske, Pfullingen, 1977 , s- *77 - E n la p. 176 se im p rim e u n a explicación del poem a tom ada de la carta de M artin H eidegger a Panikkar del día 18 de m arzo de 1976 : « E l texto ad ju n to es, a u n tiem p o , u n a palabra 3i 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761 co n tra la lingüística que se expande p o r todas partes, que po ne la esencia del lenguaje al servicio del m un d o d eterm i­ nado tecnológicam ente —de la com putadora—, pero que, en verdad, se dedica a la destrucción del lenguaje^. Rememoración pensante de Marcélle Mathieu ( l 973 )- El m anu scrito, redactado ju sto tras la m uerte de M arcelle M athieu en enero de 1973 » fue regalado a R ené C h ar. P ublicado en tra d u c ­ ció n al francés de F ran fo is F éd ier en: R ené C b ar, (Euvres Completes, E d itio n G allim ard, París, 1983, pp. 1348 ss. Lafalta de nombres sagrados ( l 974 )- U n regalo de M artin H eidégger al ro m an ista fríb urgu és H ugo F ried rich en ocasión de su 7 0 o aniversario. P ublicado com o « L e défaut de nom s sacrés» —en trad u cció n al francés de R oger M u n ier y P h ilipp e L aco u e-L ab arth e— en la revista francesa Cóntre toute atiente, 3/3, pp . 40~55> prim avera/verano de 1981. La última visita de Fridolin Wiplinger ( ig 74 ) • E n u n p ro g ram a de la R adio de V iena en recuerdo de F rid o lin W iplinger, el día 3.3.1974, W alter Strolz dio lectura de u n texto que M artin H eidegger había escrito a p e tic ió n del p ro p io Strolz. El texto fue im preso com o in tro d u c c ió n en las p p , 5 - 7 de la obra de F rido lin W iplinger Metaphysik. Grundfragen ihres Ursprungs und ihrer Vollendung, publicada po stum am ente e n la ed. Peter K am pits, F riburgo/M únich/V iena, 1976. En memoria de Erhart Kastner (l 975 )- M artin H eidegger escribió en diciem bre de 1975 unos versos que fu ero n reproducidos en edició n facsim ilar al inicio del lib ro de bolsillo nú m . 386 de la ed. Insel, Erhart Kastner. Leben und Werk in Daten und Bildern, editado p o r A nita y R eingart K astner, F ráncfort del M eno, 1980. E n las páginas 188/189 del m ism o se incluyó, ta m ­ REFERENCIAS 217 bién en edición facsim ilar, u n saludo m anuscrito de M artin H eidegger que E rh art K astner había recibido poco antes de su m uerte. Palabra de saludo de Martin Heidegger (1976). M artin H eidegger escri­ bió este saludo a su paisano y am igo B ern h ard W elte y a su ciudad n atal de M eftkirch pocos días antes de m o rir. Fue leído el día 38 de m ayo, tras el e n tie rro de H eidegger ese m ism o día, d u ran te la concesió n del títu lo de hijo p re d i­ lecto a B ern h ard W elte. Esta palabra de saludo es la últim a m anifestación escrita de M artin H eidegger. Im preso hasta ahora en Stadt Messkirch. Ehrenbürgerfeier Professor Dr. Bernhard Welte, 1978, p. 17. EPÍLOGO DEL EDITOR El prop io M artin H eidegger llegó a establecer que las pequeñas publicaciones dispersas, experiencias del p en sar de 66 años, debían reproducirse, u n a vez reunidas y ordenadas cronológi­ cam ente, en el volum en 13 de la E dición integral con el título «D esde la experiencia del p e n sa r» . T am bién llegó a determ i­ n a r que el poem a « U n grano en el su elo ...» de L ina K rom er ( l 889 - I 977 )> cam pesina residente en el M argraviato y poetisa de la tierra natal, estuviera al inicio de este volum en. E n él se encu entran reunidos el p rim ero y el ú ltim o testi­ m on io de los pensam ientos publicados p o r M artin H eidegger. Ya la prim era publicación del año 1910, escrita desde la región natal, perm ite reconocer que u n hom bre joven ha iniciado u n cam ino del p ensar que, com o él m ism o m uy p ro n to sabría, no iba a ten er ya final alguno. M uchos de los pequeños escritos se m ueven en el ám bito de la poesía, el arte y la m úsica. La diversidad de experiencias del p en sar m u estra claram ente que el esfuerzo p en sante de M artin H eidegger rebasó con m ucho la filosofía corriente. Resulta sim bólico que la últim a m anifestación de su p e n ­ sar fuera u n saludo en su M eíikirch natal. * La dem anda de este lib ro , publicado en ocasión del 9 0 o a n i­ versario de E lfride H eidegger y disponible sólo en el m arco de la E dición integral, ha inducido al edito r del m ism o a publicar este vo lu m en tam b ién com o ed ició n aparte. P o r m otivos de derechos editoriales, fu ero n excluidos los escritos «D ebate en 220 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761 to rn o al lugar de la se re n id a d » , « D esde la experiencia del p en sar» y « H eb el —el amigo de casa», prop ied ad de la ed ito ­ rial G ü ntber Neske, así com o el escrito « E l arte y el espacio», de la editorial E rker. Se in co rp o raro n , a cam bio, la con feren­ cia de Atenas « L a proveniencia del arte y la determ inación del pen sar» y la «R em em oración pensante de M arcelle M athieu», publicados p o r prim era vez en 1983. Esta edición se basa en el volum en 13 de la E dición integral, en las publicaciones sueltas, facilitadas la m ayoría de las veces p o r el m ism o H eidegger, en sus ejem plares de trab ajo y, caso de existir todavía, en los m anuscritos originales. Se h an corregido los erro res tipográficos y ortográficos de los do cum entos im presos. T am bién se h an ado ptado ligeras m odificaciones y correcciones de los ejem plares de trabajo. Agradezco a m i m ujer Jutta, a la D ra. Luise M ichaelsen y a la Sra. C lothilde Rapp p o r volver a corregir cuidadosam ente las pruebas de im prenta. Attental, septiembre de 1983 H e r m a n n H e id e g g e r ÍNDICE Abraham de Santa Clara (1910) 7 Primeros poemas (1910-1916) 11 Paisaje creador: ¿Por qué permanecemos en la provincia? ( 19 3 3 ) 15 Caminos para el debate ( 1937 ) 21 Señas (1941) 29 Coro de la A n tíg o n a de Sófocles (1943) 41 El camino del campo (1949) 47 Caminos de bosque («Al hombre venidero...») (1949) 51 Sobre un verso de Morike. Un intercambio epistolar con Martin Heidegger, por Emil Staiger (1951) 51 ¿Qué significa leer? (1954) 71 Del secreto del campanario ( 19 5 4 ) 75 Para el libro de Langenhard sobre Hebel ( 19 5 4 ) 79 Sobre la Madonna Sixtina (1955) 81 El lenguaje de Johann Peter Hebel (1955) 85 /" Encuentros con Ortega y Gasset (1955) 89 ¿Qué es el tie m p o ? (1956) 91 Apuntes del taller (1959) 95 Lenguaje y tierra natal (1960) 99 Sobre Igor Stravinsky (1962) 111 Para René Char (1963) 113 La «historia del hielo» de Adalbert Stifter (1964) 115 Seña hacia lo sido (1966) 1+9 La proveniencia del arte y la determinación del pensar (1967) 151 Signos (1969) 169 El habitar del hombre (1970) 171 Pensado (1970) 181 Rimbaud vivant (1972) 187 Lenguaje (1972) 191 Rememoración pensante de Marcelle Mathieu (1973) 191 La falta de nombres sagrados (1974) 195 La última visita de Fridolin Wiplinger (1974) 201 En memoria de Erhart Kastner (1975) 205 Palabra de saludo de Martin Heidegger (1976) 207 Referencias 209 Epílogo del editor 219 ) El presente vo lu m e n agrupa un total de 33 escritos de Heidegg er que fueron publicados de manera dispersa a lo largo de 66 años de trabajo intelectual. Entre ellos, el lector encon­ trará el prim ero y el últim o de los textos que el filósofo ale­ m án publicó en vida, así com o poem as, recuerdos persona­ les, textos sobre literatura, música o pintura y varios escritos em blemáticos del filósofo de MeBkirch, com o «¿P o r qué per­ m anecem os en la p ro vin c ia ? » (1933), «L e n g u a je y tierra n a ta l» (1960), «L a proveniencia del arte y la determ inación del pensar» (1967) o «La falta de nom bres sagrados» (1974). El con jun to, pub lica do al m argen de la E d ic ió n i n t e g r a l de las obras de H eideg g er que viene publicando la prestigiosa editorial Klosterm ann, se corresponde casi por com pleto con el vo lu m e n 13 de la misma y apareció ig ualm en te editado bajo el mismo e im prescindible sello. A bada Editores publicó hace algunos años, en edición b ilin gü e de Félix D uque, el g ru p o de poemas titulado «D esde la experiencia del pensar», q ue fo rm a parte de dicho vo lu m e n 13 y que com plem enta estas E x p e r ie n c ia s d e l p e n s a r que el lector tiene ahora en sus manos por prim era vez en español. $ 1 $"" A B A D A E D IT O R E S LECTURAS DE FILOSOFÍA CJ)