José Manuel Martínez Sánchez La luz de la conciencia Palabras en la no-dualidad Sin esfuerzo, de forma natural es el estado más alto. En él, el amor mismo es el amante y el amado. Sri Nisargadatta Maharaj Abre el corazón y mira este mundo con los ojos del ser. Sri Ramana Maharshi PRÓLOGO (LA MÁS BELLA FLOR) Del silencio surge la más bella flor, aparece en el momento presente, en la presencia que contiene la luz de un instante perfecto, intocado por el tiempo, inmaculado de inocencia. Todo instante llama a tu corazón a la presencia de ti, presencia del ser completo que se expresa como silencio puro y excelso, no sometido a lo limitado del espacio. La presencia del ser en el silencio dibuja con sus amaneceres de luz la claridad del alma, el susurro amoroso de esta siempre sentida totalidad que somos. Esta conciencia que ahora emerge al mundo, creadora del mundo, de todo lo visible y lo invisible, receptiva a esa energía sagrada que nos baña de vida, de paz y unidad inabarcable, es lo que somos, lo que el corazón reconoce como verdadero, siempre verificable al observarlo en íntima y serena comunicación con uno mismo: testigo silencioso de la conciencia. Una verdad, la del ser, que no se puede atesorar, que no es propiedad de nadie, pero que flota en el aire bañándolo todo como el corazón íntimo de todas las certezas del alma. Esa verdad, libre, inconquistable, dadora de ilimitadas bendiciones, florece en el ser, en la vida… En este ahora silencioso de conciencia está siempre presente, revelado, el manantial infinito de luz y amor que somos. ENSAYOS AMOR CONSCIENTE El amor es la gran verdad del alma, aquello que sabemos sin necesidad de interrogar a la mente, pues cuando el amor se manifiesta somos nosotros mismos los que mostramos nuestra esencia real, aquella espontánea y genuina que nos comprende. Para amar no hay que hacer ningún esfuerzo, es una fuerza que brota del interior, como el aliento cuando exhalamos. El aire nos llega de forma natural, porque la vida es el corazón de nuestros actos y como tal, es el centro y vitalidad de lo que somos. Aquello que somos no puede buscarse fuera, no puede ser algo que hayamos perdido, pues: ¿qué seríamos entonces si la razón del ser no se halla en este momento en nosotros? Cuando aprendemos a ser nada más que lo que somos, la libertad es plena. Sobra todo esfuerzo, todo intento por forjar una identidad superficial y adquirida. Este aprender, por tanto, es -en verdad-un desaprender: ser uno mismo, tal cual, sin artificios. Siendo solamente, comprendemos en el corazón -sin necesidad de palabras y argumentos-que ahí reside la verdad, que la totalidad ha sido siempre esa verdad presente. El amor es la fuerza inmediata que nos presenta tal verdad. Amando, a uno mismo, a los demás (al ser sin distinciones), recobramos consciencia de nuestra verdadera sustancia integradora, aquella que está unida eternamente a lo que ella Es; la verdad, la luz del corazón: la vida consciente, el amor... AMOR ES LO QUE ERES Si confías en el amor, te entregas y lo sientes con todo el corazón, si eres uno con él, no hay ningún obstáculo ni temor que se interponga, porque el rostro y el aura del amor es la paz, la confianza, la certeza de que sigues el camino verdadero: el camino que te conduce de regreso a tu esencia pura y genuina. Pues Amor es lo que eres. LA ETERNA EVIDENCIA DE SER Toda auténtica enseñanza espiritual nos dirá: "sé tú mismo". Este es el método directo. Quizás uno se pregunte, ¿cómo he de ser yo mismo?, ¿qué he de hacer para ser yo mismo?; y vemos que la pregunta es por sí misma tautológica: no se puede hacer algo en concreto para ser lo que somos. Es por ello que ser uno mismo es la forma directa de experimentar nuestra verdadera esencia. La esencia de lo espontáneo y natural, de lo inocente y eternamente evidente: aquí está la respuesta tan buscada, en lo que eres, en ti. Deja atrás todo esfuerzo y también incluso abandona todo esfuerzo por liberarte del esfuerzo. Así de sencillo es, no hay que hacer nada. Sé tu mismo, regresa al punto de partida que es también el de llegada, el punto cero que es sin tiempo y sin espacio y por ello absoluto en su real presencia: aquí, ahora y siempre. El punto que nace del vacío y que todo lo comprende. El punto del que los mundos son creados y regresan a su silencio sin nacimiento en el sueño profundo. El punto que todo lo comprende y que se manifiesta natural, autoevidente, en tu sensación de ser. Esta es la eterna evidencia que vive en nosotros: Ser. AQUELLO QUE SIEMPRE ERES Hay algo que siempre está presente, es la consciencia. El hecho de saber que eres, de ser consciente. En ese momento aparece el pensamiento yo, el lenguaje, la mente y todo el mundo de las ideas y las dualidades; el conflicto, el temor, el dolor, el placer, etc. Todo esto forma parte del juego del yo, del juego de la mente. No importa lo más mínimo que ocurra esto. No hay que esforzarse por cortar con ello, por evitar que las cosas sucedan, por reprender a la mente, etc. Todo lo que hagamos seguirá entrando en ese juego. Lo único real es que eres, que sabes que eres. Viendo eso comprendemos la realidad primera, intocada y prístina, la realidad fundamental. Sabemos que todo lo que surja después, que todo lo que creamos que somos, que cualquier formulación ya es de la mente. Sin embargo la conciencia no desaparece, es el fondo bajo el que todo sucede, el gran silencio sobre el que nacen todos los sonidos. El gran océano que ve nacer y morir las olas infinitas. El mar está en calma o agitado, pero siempre es el mar. Los sonidos cambian, la melodía siempre es otra, pero el silencio es siempre el punto de partida, el mantenedor de todo, lo único real y constante. Tú eres eso. Tú eres la conciencia que siempre es. La luz de la conciencia. Lo demás no importa, no te preocupes por ello, si sabes que eres. Sé testigo del milagro de ser. No te esfuerces por ser esto o aquello. Sé lo que eres, nada más. Sé el todo, no te conformes con la parte. Si lo miras bien, afortunadamente, no tienes opción alguna, siempre eres lo que eres. Darse cuenta de esto es lo más evidente que puede ocurrir, es como mirarte en un espejo y ver tu rostro directamente o señalar un árbol y ver el árbol. Mira en tu interior y encuentra aquello que siempre está contigo: la consciencia. Eso que está en ti por encima de todo fenómeno cambiante, eso que está en todo, que todo lo penetra e interpenetra. A esa consciencia total también se le llama felicidad real y completa. AMOR UNIVERSAL Vivir integrado en la unidad significa no hallar diferencia alguna entre lo tuyo o lo mío, verlo todo en el mismo plano, fundidos con todo lo que suceda, formando parte de la cosa en sí, sea cual sea el foco observado. Hay observación real en el instante único que vive unificado en la conciencia eterna. La experiencia de lo místico, de esta unión con el Todo, puede ser sentida, acaso simbolizada. Puede no hablarse de ella, incluso conociéndola, porque por mucho que digamos de ella siempre será poco. En este aspecto, la frase de Wittgenstein que nos invita a callar ante lo que no se puede hablar es muy sabia. Pero al menos, se puede corroborar, como tantos místicos han hecho, su existencia, a través de su mirada de paz y amor, de sus silencios, de su suave hablar vacío de ego y profundamente generoso. La ofrenda de amor hacia el otro supone entregar una verdad mística, llena de belleza, de realidad con sentido. Ser todo amor, renacer siempre en esa conciencia. Darlo todo por el sólo hecho de dar, sin condición de reciprocidad alguna. Llenarnos el corazón al entregarlo. Esa es la verdadera palabra del sabio. No decir la verdad con teorías, sino vivificarla, siendo su acción, su movimiento de virtud el baño purificador. Siendo su ser mismo la verdad rebosando. Amanece el camino de quien se encuentra a un ser así, o comprende esa verdad en sí mismo. Porque esa verdad está presente en todos, universal como la vida, única y total como toda esencia, gen de todo lo creado. No se puede olvidar lo que el corazón memoriza como pulso de sentido, como ritmo de existencia motivada. La verdad del amor nos ama más que a nada en el mundo, porque siempre corresponde, responde con creces, infinita, auténtica. Sólo hay que sentir la llamada del amor para comprender que somos eso, que formamos parte de ello; y, por tanto, siempre podemos experimentarlo, regalarlo, recogerlo. DE LA ESENCIA DE DIOS (O DEL AMOR) Encontramos en la historia humana un lugar común que habitualmente llamamos religión, filosofía, poesía búsqueda del sentido del ser . Llámese o cualquier otra expresión que sustente esta motivación existencial: el fondo siempre es el mismo. Ahí el buscador habla la lengua que apremia la búsqueda, el sonido interior que reclama albergar voz de sentido a su torbellino de incertidumbre. Las palabras, que siguen el curso vital del alma que las pronuncia, aprenden la realidad con la mirada puesta en hilvanar el significado de su camino. En el comienzo del Svetasvatara Upanisad (1.1) la pregunta resulta solemne e inspiradora: “¿Es el brahman [Dios] la causa? ¿De qué hemos sido engendrados, por quién vivimos y en qué nos sustentamos?”. Una pregunta que sin duda requiere de respiración tranquila, de motivación sincera y de una conciencia abierta al ser que recibe las impresiones del aliento espiritual que desborda su tratar de responderla.Una emoción asentada en el desprenderse en el sentimiento de quien busca a Dios y recibe letras integradoras del ser y su mundo, tal que unicidad deslumbrante que enseña la grandeza del alma y nos ayuda a descubrirla en nosotros. El tiempo y la eternidad dejan de ser dos caras de una misma moneda que a la fuerza hemos de elegir y ambas se concilian en la visión total del tiempo eterno, en el acontecer sin rastro de continuidad, en ese eterno ahora que amplía el corazón desbordándolo de paz infinita. Ahí reside la semilla de la meditación con sentido, no el simple ejercicio de dejar la mente en blanco porque sí. Entregada, integrada en todo y consciente de sí, la mente se abre al amor puro que respira el reconocimiento intuitivo de la esencia que la sustenta. La mirada del amor registra el prodigio del ser que le asiste y le permite experimentar la realidad de su bienaventuranza. Porque, cuando los ojos del amor vislumbran el mundo, descifran el paraíso que la luz de la conciencia pinta comprensión racional al amor sereno habrá de en los lienzos del alma. En ese amor uno recibe la luz entregándola, o solamente asistiendo al espectáculo de verla y tocarla, ya no dividido ni limitado por los deseos, sino inserto en todo lo existente, como partículas desplegadas en la totalidad, compartiendo una esencia sola. Así es el amor, un continuo dar, que siempre llena. AMOR Y LIBERTAD Amar es ser libre, es la entrega del corazón a la dicha perfecta de la comunión con lo amado. La libertad de ser es tu esencia, aquello que fue siempre contigo, libertad que se sustenta al soltar todo aquello que la oprime, encaminándose a la pureza de su armonía primigenia. Este soltar no es un trabajo, ni un proyecto que dependa del tiempo, porque la libertad es la primera condición de tu estado incondicional y eterno. Liberación significa despojarse de lo estéril, de aquello que sólo añade complejidad, pero lo fundamental es darse cuenta que de lo único que uno se libera es de la ilusión de no ser libre. Por lo que -si lo miramos bien-no hay nada de qué liberarse al ser uno lo que es ahora, lo real que acontece (no hay nada que lleve menos esfuerzo que ser uno mismo en lo que es). Ahí estás tú, el Ser que es conciencia sin tiempo, para gozar de su verdadera naturaleza, siempre viva y presente. Cuando sabes que nada puede tocar lo real -el amor del ser, la libertad y el gozo de la consciencia siendo sin segundoeres capaz de presenciar la película que pasa por tus ojos sin pensarte el personaje individual y separado de la misma, y abrazando en el amor la visión misma: pantalla, personajes, realidad, ficción, sombras y sueño, en una misma dimensión de unidad que tu Ser contiene, en perpetua felicidad no nacida abrazando lo naciente. Ama completamente este sueño, pues sólo alimentado de amor es dulce el despertar. AMOR Y SILENCIO Hay una voz para el amor que deslumbra en su lúcida expresión, una voz que se abre a los cielos de la conciencia toda, atisbando el universo en el instante, más allá de cualquier límite imaginario, en su esplendor más puro y confirmado. Esa voz, esa certeza del entendimiento y del amor, es el silencio, la expresión del todo contenido, del todo continente. Silencio que es luz de las verdades, imagen de lo inimaginable, el infinito mismo hallándose, desplegándose en el misterio de la verdad interior. CONCIENCIA Y DESPERTAR Despertar a la conciencia significa ser uno en ella, sin esfuerzo, sin intento, nada más que surgiendo en la más pura espontaneidad del noprincipio y del no-fin. No hay tiempo, ni intervalos, ni esperas, ni reposos, para aquello que es eterno, que siempre es y siempre late verdadero, esencial. Vivir de acuerdo a ello es vivir de acuerdo a uno mismo, entregándose a lo natural que nos recorre, a lo vital que nos vive. Ser uno mismo es ser uno con todo y en todo. El principio del amor es la unidad, mirarse y mirar a todo tal que lo íntimo nuestro, tal que un perfil propio sentido, descubierto, abrazado. Aquello que más amamos reposa en el corazón, nos da el latir y la mirada, el gesto y la voz encaminada. Aquello que más amamos es la brújula del corazón y también la geografía que recorrer, el descubrimiento, la aventura del alma hacia sí misma. FRAGANCIA ÍNTIMA DEL SER Ver, contemplar, existir en la verdad más sencilla y natural, ese es el ritmo del espíritu sincero, aquel que permanece idéntico a lo que es, a la inabordable expresión de su creatividad sin límites. Identificarse con la mente, con los objetos, con el sujeto, supone dividir, reducir el cerco, mientras que soltar toda identificación, descansar en paz sólo siendo, nos hermana con la conciencia, con aquello despegado de la mente que se muestra espontáneo en el sentir, en la sensación de ser, en la fragancia de lo absoluto tocando lo más intimo, la fibra interna, el corazón, el aire respirado y el susurro de su ritmo, aquel que expresa silencioso el "yo soy" ilimitado, natural, constante y eterno. Ser ahí, en el amor del ser, en la unidad de su conciencia, es conocerse, penetrar el orbe de sus misterios, ubicarse en lo que no tiene lugar, antes de todo principio, antes de todo surgir y de toda continuidad. Inmutable y autoluminoso es el estado sin estado de lo real, aquello que eres, que no has de buscar, que ya está en ti, que realizas en la conciencia absoluta del amor, en la unión verdadera que es luz del Corazón. ANTES DE QUE EL MUNDO SURJA En el momento del no-pensar el tiempo deja de existir. Tanto la mente, como el pensar y el existir, son del tiempo. ¿Hay algo que no pertenezca al tiempo? Claramente sí, el Ser. La pura consciencia, la visión que es presencia cristalina en el ahora. Fíjese qué pasa en el no-pensar, en ese intervalo donde ninguna actividad sucede. Sencillamente, nada pasa, la calma es total, todo es como es. De esos intervalos, como olas de mar, vuelve a surgir el mundo, el pensamiento yo y todos sus agregados, es decir, todo el discurso que hacemos de la vida. Pero en el silencio la vida está completa, nada le falta, pues es esencia de quietud llena. Los fenómenos del mundo surgen, pero el presenciador, una vez que abraza en lazo natural su esencia de amor y silencio, ya no es empujado por los fenómenos, despojado de la identificación con el 'yo erróneo' (que es limitación), al quedar absorbido por la verdad ilimitada de su Ser Real: aquel que siempre es, incluso antes de que el mundo surja. Antes de que el mundo surja, el Ser ya es todos los mundos. CLARIDAD DEL SILENCIO Subyace algo muy profundo en el silencio, una apertura llena de claridad que corrobora al espacio su inmensidad latente. Esta inmensidad puede ser vista en la propia conciencia, como paisaje y orbe interior reposando en lo ilimitado. El silencio es escenario de la creación misma, de todo acontecimiento, a través de su no-hacer. Es el corazón secreto de las cosas, el motor invisible de todo nacer. Al estar con él, al no olvidar su ausente presencia, su pacífica compañía, la conciencia es capaz de ver el ir y venir de los fenómenos sin ser tocada ni modificada, pues no hay nada que tocar ni cambiar cuando se reposa en la desbordante presenciación asentada en naturaleza y desde ahí uno ya es y puede ver lo que siempre ha sido: este momento que sucede, conteniendo el momento solo del suceder en la claridad del silencio, colmando la raíz misma del tiempo y del notiempo, en una dimensión única y plena: la del Ser. CONCIENCIA DE AMOR Y LUZ No sabemos qué es el tiempo, pero lo presenciamos día a día. Del mismo modo nos presenciamos a nosotros mismos en el tiempo y sin embargo, siempre somos, más allá de las circunstancias, de los cambios y devenires. Siempre somos el ser, eso es en lo que devenimos siempre, pero solemos agregar todo tipo de cosas que confundimos como lo esencial en nosotros, cuando solo son circunstanciales, sin sustancia propia. Así nace el sufrimiento, al identificarnos con lo que creemos ser, cuando esta falsa identificación nos gusta nos dejamos llevar por el placer, un placer momentáneo y con sabor a vacío. Cuando esta falsa identificación no nos gusta, que es consecuencia de lo anterior, de descubrir que aquello que pensábamos que éramos se marcha, termina y queda la carencia, aparece el dolor, el apego y la desdicha. Este ir y venir, forma parte del juego de la mente y sus opuestos en constante intercambio. Sin embargo, más allá de eso, de esa ilusión temporal, hay alguien mucho más grande, un testigo inalterable del espacio de la conciencia, que es constante, puro y completo. Si intentamos identificarnos, apegarnos a eso, ya estamos entrando en la falsa identificación, puesto que aquello que es real e ilimitado, constante dicha y verdad, queda reducido y limitado al pasarlo por el filtro de la mente condicionada. Una mente dispuesta a nacer a cada segundo, en el ahora, en la pulsión del instante, es una mente iluminada por la inteligencia, el foco de la luz de la consciencia que nos permite discernir lo real de lo irreal, lo que somos de lo que no somos. Una mente así es sencillamente una mente natural, aquella que no está desorientada por sus condicionamientos externos, sino que vive en armonía consigo misma, dirigida espontáneamente por el corazón, raíz y alma de sus actos auténticos, con su sabor propio, desde el aliento de su íntima verdad. Solo hay que dejar de buscar fuera la imagen que nos refleje y comprender con el amor que todo lo que hay fuera es luz y espejo nuestro, mirada y vislumbre abierto de nuestra alma latiendo de vida, serena al reconocer en todo su aroma y hogar, constantemente fresca y renovada por su autenticidad: conciencia de amor dándose a sí misma y expandiendo su aroma en todas direcciones, de forma natural, al ser, solo ser, lo que siempre es, la luz del ahora que todo lo ilumina con la verdad del ser. AQUÍ Y AHORA En cada momento la conciencia está aquí, contigo, desplegando el mundo. El ser siempre está aquí aunque los fenómenos –los sueños de la mente-en apariencia lleguen y se vayan. Tú no vas. Tu existencia es presencia no condicionada, más allá de las formas. Los condicionamientos mentales obstaculizan que el ser fluya de un modo absolutamente consciente; distraen la atención mediante un cúmulo de ideas que han ido calando en la mente y conformando unos hábitos y actitudes dependientes de tales ideas y creencias. Observar lo que sucede ahora, tu respiración, el mundo, la simpleza de las cosas, sin llenarlas con juicios y prejuicios personales, nos ubica inmediatamente en el sendero de la conciencia, del solo estar -aquí y ahorasin otro objetivo que respirar la vida en cada momento presente. Cuando nos vaciamos por completo, cuando nos soltamos de los prejuicios y miedos que nos estancan, fluimos libremente con lo que es, con lo que sucede, con la vida llamando a nuestra puerta para mostrarse a sí misma tal como es, inocente y pura, a nosotros, trasparentes y nacidos a su prístino esplendor, abiertos a cada instante de vida, de clara conciencia brillando en su presencia directa. Cada momento de presencia es el único en que realmente somos. No hay iluminación que obtener. Tú ya eres la luz que ilumina. YO SOY ESO Eso es la esencia de todo, es lo que no se puede nombrar y está en cualquier parte. Lo señalamos al señalar cualquier cosa, porque está ahí, todo lo interpenetra, está a la vista donde quiera mirarse, de forma directa. Eso es el ser y el ser es eso que todos somos, en todo espacio ilimitado de percepciones, vivencias, emociones, pensamientos y no pensamientos. Dentro y fuera, más allá de cualquier división. Todo eso lo señala la propia vida en su total manifestación, por ello decimos que la iluminación sucede, que se traduce en una forma actualizada, liberada, de presenciar las cosas. Con la mente señalando a eso que es su ser. EL TODO EN TODAS LAS PARTES La mente busca identificarse con algo constantemente y al hacerlo se torna selectiva, de hecho es selectiva por naturaleza. No obstante, con cualquier cosa que se identifique no será real, porque es incompleta, restrictiva, toma una parte del todo. La mente no sabe lo que sabe, porque no lo observa, lo obvia. Saber y sabor tienen la misma raíz etimológica; sabe –pues-el que conoce el sabor de las cosas. Y ese sabor se experimenta, se prueba; y de esta forma es como se adquiere el conocimiento. En toda acción hay el sabor del conocimiento al atender claramente al movimiento que conduce del observador hacia lo observado, comprendiendo su no escisión, es decir, mediante la atención a la propia experiencia y su integración de la multiplicidad consecuente –o no dualidad-de los hechos o fenómenos acontecidos. Vemos así que toda diferencia conforma un todo global, una unidad mayor, una plenitud inherente a su diversidad aparente, distintos constituyen una unidad de “palabra”, muchas palabras una frase, etc. En la Bhagavad Gita (IV.24) se nos dice que “Brahman es la ofrenda”, que “Brahman está en toda acción”. Y a ello Shankara comenta que tanto quien ofrenda, como lo que se ofrenda, como el acto mismo de ofrecer, es ese Absoluto o Brahman mismo. Al ver a lo Absoluto en toda acción, nos sincronizamos, nos unificamos con la conciencia total. Nace con ello la experiencia de la sabiduría, al emprender los pasos que destilan el sabor de su senda. En el Atma Puya Upanishad leemos: “La mente constantemente apuntando hacia Eso, es la ofrenda”. Eso señala al Todo, al Absoluto (la mente que apunta a la conciencia) y mire a donde mire, no hay restricción alguna, simplemente libertad, darnos cuenta. Estar ahí, arraigados por entero en lo sin límite permite a la conciencia ser presencia del hecho consciente. La desatención es olvido de la conciencia. En la voluntad hay un sentimiento de que es el yo quien hace las cosas, de que en su atención está eligiendo la realidad y creándola (como bien explicó Schopenhauer), pero en el al igual que fonemas sentido que llamamos profundo ahora son las cosas mismas las que tienen su voluntad de ser, las que eligen al ser. Una voluntad continua que no se esfuerza por hacer real lo que es, pues siempre ha sido. Una voluntad que acontece, que vive en su realización y que observa a la conciencia como forma misma de su naturaleza, de un modo no selectivo, no condicionado por el acto que busca un resultado. Ocurre perfecto el resultado en la actualización de la realidad, en ese ahora donde todas las cosas están como deben estar. En este mundo vivido, que se libera del lastre del yo reductor, uno comprende como manifestó Nisargadatta, que “yo soy el mundo” y que “el mundo es yo mismo”. El jnani, esto es, el conocedor de la verdad, tal como lo escribió Robert Adams, es quien “ve el Sí mismo Infinito en todo y todo en el Sí mismo Infinito, que es su Ser”, esto apunta a una visión trascendental pero que se asienta en su ahora, en la visión ordinaria, en la objetividad permanente donde aflora el ser, allí por entero las cosas son vistas, lo visto es la visión trascendental, lo Supremo es el estar aquí, completamente. Es una visión desde dentro y no por ello anula lo que ve afuera, lo comprende instantáneamente desde su asentado Sí mismo en un acceso continuo a ese Sí mismo que vive consigo. EL BUDA QUE SOMOS Buda alcanzó la iluminación al comprender las causas del sufrimiento, de este modo se liberó de la ignorancia y de las ataduras del deseo. En el sentido más profundo, comprendió que no había nada que alcanzar. La comprensión le trajo el despertar, lo sacó de la ignorancia y le llevó más allá del apego a la existencia y el consecuente deseo de devenir. Partió firme hacia el conocimiento, liberándose de todo el enjambre - logrando la cesación completa-del deseo y de sus causas. Esto lo realizó meditando, yendo hacia dentro. Es decir, no evadiéndose de sí mismo, sino viendo a través suyo lo que el ser es. Nos trasmitió que esto se podía lograr (que había un camino medio, equilibrado, para experimentar el claro despertar), que todos podemos acceder a esa dicha del autoconocimiento, a esa liberación que consiste en saber vivir sin ser presa de las emociones, pasiones, deseos y motivos egoístas. Fue su propia luz desde entonces, el devenir dejó de ser causa de aflicción involuntaria y se trasladó al gran dominio de la comprensión de la verdad en todo momento, en todo movimiento, en toda acción y palabra, consciente, compasiva y profundamente atenta. Esta es parte de la valiosa sabiduría que Buda nos trasmitió, que él supo al encontrarla en su interior, fue la verdad que llevaba consigo el buda que también todos tenemos dentro como fermento, semilla, parte evolutiva, de la conciencia que somos. La historia de Buda nos habla de nosotros mismos, de la propia historia interior del hombre, de un hombre que se trata con profundo respeto, que busca encontrarse porque se ama y porque quiere cuidar lo que hay dentro de él, porque sabe que el sufrimiento, el egoísmo o el odio nada le aportan y que esa liberación anhelada es sencillamente un acto de amor, el límpido acto de amor hacia el ser que sabe que vive en él así como en todos (al puro ser, no al sentimiento de individualidad –no hay tal atman: anatman- sino al ser en todo) por eso Buda predicó ese encuentro con la conciencia, predicó esa forma de estar en el mundo completamente en armonía, consigo mismo y con los demás, completamente aquí, ahora, y no en otro lugar, abierto a la verdad que se traduce de la contemplación no enturbiada por nada, directamente fijada en lo que está aquí (el dharma). En el Isha Upanisad encontramos estas bellas palabras: “Quien ve en todos los seres al yo y al yo en todos los seres, a nadie odia”. Es así que el amor no conoce de destinatarios concretos sino que es el amor por sí mismo el que se revela en todo acto hacia dentro o hacia fuera, es su propia personificación, donde entramos nosotros, ellos, aquellos y todos los seres, es la identidad auténtica con lo Absoluto, con el Brahman. Leemos en el Brihad Araniaka Upanisad: “Hay identidad entonces entre el Atman, el yo individual, miel de todos los seres, y Brahman”, una identidad total con lo sin nombre, aquello que es todo y nada o ni todo ni nada, la verdad interior, inmaterial, pero viva, consciente, en el corazón de los hombres: el amor compasivo. Qué bella verdad la que trae el conocimiento, el despertar. Sólo nos queda añadir entonces, como expresa el Dammapada: “Feliz es el nacimiento de los Budas”. MÁS ALLÁ DE LA VISTA: LA VISIÓN INTERIOR Es trascendental aquello que va más allá de la medida. En la vivencia espiritual la escala pronto deja de tener sentido pues se trasciende todo sentido de medir lo que en sí mismo ya es altura sin límite: la entrada a la conciencia. Trascender deriva de trans-scandere: “más allá de la escala”. La mente fija patrones trazados de medición trascendental consiste lógica establecida de los hechos. Por tanto, aunque meditar derive de medir ciertamente hablamos de desmedir, de soltar, de ampliarse continuamente fuera de toda medición previa, dejando que la realidad sea lo que tenga que ser. Wittgenstein ya dedujo que el propio sujeto era el hecho trascendental y místico, al no hallar otra forma “lógica” de definirlo. En meditación, esto es, en el proceso de autoconocimiento del ser, no hay un lugar al que llegar, la escala se trasciende, hablamos de una meditación, al estar bien enfocada, atenta y consciente, puesta en el momento presente, en la vivencia del ahora, en el ahora, sin camino que alcanzar, sin ascenso ni descenso, sin ruta, sin escala marcada. Esa zona consciente en el Vedanta, especialmente en corresponde con el cuarto supraconsciente, más allá y abarcador a la vez de los tres anteriores: vigilia, ensueño y sueño profundo o sin ensueños. En otras etimologías como en la de ascetismo, vemos también esa forma de entender la espiritualidad en forma de ascenso hasta lo sagrado, palabra que en sánscrito (tapas) nos habla de (meditar deriva de medir) y el hecho precisamente en el abandono de esa la Mandukya Upanisad, se estado o turiya, integrador, calor o purificación y que en la mística cristiana ha tenido un valor en ocasiones semejante. Junto al ascetismo en el hinduismo, concretamente en el yoga, y como se señala en los Yoga Sutras de Patanjali (II,1), el autoconocimiento (o estudio de sí mismo) y la devoción al Ser Supremo (o Brahman) configuran el estado de yoga, siendo así éstas las acciones que hay que tomar para tal consecución unitiva (kriya yoga). La meditación, en primer término, supone un proceso de purificación o eliminación de los obstáculos que impiden al ser mostrarse a sí mismo, siendo luego el trabajo un trascender los límites del pensamiento para conectar con lo Absoluto, SíMismo, No Dualidad o Ser no condicionado. Es la entrada a la visión interior, el acceso a “formas” interiores que corresponden a otro espacio y a otro tiempo distinto al que captamos ordinariamente, el otro espacio es el infinito y el otro tiempo es la eternidad. ¿Y cómo la mente puede alcanzar ese estado tan extraordinario? Porque deja de ser mente al reconocerse como conciencia. A partir de ahí se va hacia dentro, y ya no es la mente la que se reconoce como conciencia, sino la propia conciencia ante sí misma. Ese es el primer proceso de evolución de la conciencia, el reconocimiento de una identidad mucho mayor que el yo, la del ser; después se inicia un ir hacia dentro que revierte el proceso en desidentificación, esto es, ocurre la liberación de cualquier identificación (que supone una libertad aún mucho mayor), ya que este proceso descrito, como Ramesh Balsekar señala, “no se refiere a la evolución de ningún tipo de identidad, no hay tal cosa como una identidad”. Si no, volveríamos a aferrarnos a algo que creemos ser que somos y he ahí otra vez la egoicidad. El Yo soy queda despojado de identidad, porque se baña en la totalidad silente de la verdad indescriptible, esa que nace antes del mismo sentimiento de Yo soy; y en ese misterio hallado sencillamente aparece lo que es. Hablamos así de la visión interior: la del ser que es. ESTE MOMENTO LO INCLUYE TODO Es un misterio ver que la sustancia de la vida radica en este momento presente. La mente, mediante una idea o concepto cree que hubo un pasado, que habrá un futuro, pero lo cierto es que siempre es ahora, que la vida vibra y brota ahora, que el ser no tiene tiempo sino que es un milagro que aparece a cada instante, vacío de memoria, libre en su acontecer, prístino y fresco como la nieve más clara. Sí, claridad es la palabra. Transparente, sin mácula es este momento, este silencio de amor infinito en que todo es, sencillamente, lo que es. Uno se enamora de esta perfección en que se experimenta la noexperiencia, el solo estar aquí en una vacuidad sin límite, fluyendo como el vuelo de un pájaro, como la corriente del río incesante que todo lo atraviesa y a nada opone resistencia. Este momento eres tú, y tú eres libre, absolutamente, en este instante. La verdad es siempre ahora. Este ahora es todo lo que hay. Este momento presente lo incluye todo. Incluso la mente y la dualidad surgen de él y se disipan en él. Ningún concepto puede atrapar Eso, pero está aquí todo el tiempo y más allá de él. Todas las cosas están envueltas por este misterio radiante que es la vida. Nada suma ni resta a lo que es perfecto por siempre. A lo que es todo siendo nada... a lo que siendo nada lo es Todo. Nada puede decirse al caer en el misterio del ahora. EXPERIENCIA DE LA FELICIDAD La vida puede ser experimentada como un continuo descubrir cuando todo lo que queda es presente. El pasado nos entrega informaciones (recuerdos) que empañan la vivencia del ahora, que nos llena de miedos prefabricados, de complejos, culpas o juicios subjetivos acerca de la realidad. Pero la realidad no tiene una historia propia, no se basa en su memoria sino en su espontánea aparición. Por ello, cuando vivimos en la raíz misma del ahora, vacíos de pensamientos, del yo limitativo, nuestra percepción del hecho se ensancha infinitamente. Aquietar la mente supone entrar al ser, tener conciencia del ser; y esto trae automáticamente la felicidad. Aquietar la mente significa abandonar todo proceso mental, todo pensamiento. Significa ser testigos de lo que sucede, experimentando ese ser que va más allá de nosotros mismos, que deja de diferenciarse, que cesa de dividirse continuamente entre el sujeto (yo) y el objeto (lo visto como lo otro). Entonces –en la quietud imparcial y atentamente presenciada-aparece la conciencia de totalidad, de unidad, de felicidad y de amor. Pues no hay felicidad que no tenga su seno en el amor y no hay amor que no se experimente como pura felicidad, como pura unidad eterna. AMOR SIN BARRERAS Cuando la vida se hace una, cuando no necesitamos de la mente para construir al yo, aparece la experiencia del “yo real”: aquel que no necesita de nada para existir, sino que es existencia auténtica en todo momento. La más grande sencillez de la experiencia muestra la esencia de lo que somos, pues en ella se realiza, sin medio o apoyo secundario alguno. Llegar ahí, de forma directa, es también el paso más sencillo que podemos dar, y quizá el más valiente (ya que supone abandonar el ego, con todos sus deseos de devenir) teniendo lugar la conciencia de presencia, aquella que se integra con la realidad universal en donde todos los fenómenos están surgiendo al ritmo de la vastedad del misterio interior, el gran descubrimiento silente: la esencia nuestra; el origen que da luz a todo y al que nos unimos como amante y amado fundidos en el Amor mismo. La vivencia del amor es lo que verdaderamente nos hace plenos, pues consiste en vivir aquello que somos. QUIETUD CREATIVA Al pasar de ser meros integrantes de la apariencia (pasivamente movidos por la fenomenología que los pensamientos imaginan protagonizar) y al asentarnos en la quietud como veedores del Todo en todas las cosas, unificadores de la realidad, sin duda alguna hemos llegado a la Fuente, en la que el veedor es lo visto, donde ya no queda nada que no sea Él y donde todo, sin excepción, forma parte de su ser: siempre completo, autosuficiente. Entonces un ser gozoso aparece, despierto en la quietud -sin esfuerzo alguno-de su conciencia plena, creativamente espontánea y natural. La fuente del ser es pura, silente y armoniosa. De ella nace todo. El “yo real” no es movido por ilusión alguna, es siempre completo y no necesita de más. Es ser-conciencia-felicidad en todo momento, porque vive integrado con la totalidad. En su silencio experimenta el ser, se da cuenta del mismo, es continua presencia de sí gozando de su esencialidad. Y ese silencio dichoso es el amor mismo: el “yo real”. LA LIBERTAD DE MEDITAR Meditar implica abrazar la libertad, igual que si abrazáramos el aire, supone ser uno con el todo, ser capaces de ser sin partir o ir hacia un fin en particular, ser solamente por el hecho de ser, vivir solamente por el hecho de vivir. Sin nada a cuestas, sin el peso del pasado o del futuro, la presencia del ahora es el hecho de la libertad. No hay nada que buscar para el hallazgo de la totalidad, entonces, el buscador comprende que él mismo era el esfuerzo de la búsqueda, la energía que miraba constantemente hacia fuera en busca de algo se estabiliza en sí misma al ver claramente el motivo, la razón, de su búsqueda: uno mismo. Y en esa toma de conciencia, natural y espontánea, uno ya ha encontrado lo que buscaba y queda, por tanto, liberado de toda búsqueda. LUZ DE LA CONCIENCIA Meditar es encender la luz de la conciencia, arribar a la claridad del ser y a la verdad de aquello que somos. Accedemos al principio de todo, al origen y a la esencia de la vida. Cada instante de meditación es el comienzo del comenzar, la contemplación del aire en el alma, del aire en el ahora, del amor. Meditar significa un fundirse en el espacio de la totalidad, en la gracia de lo amplio, en la gracia de lo eterno. Lo que acontece no puede narrarse ni describirse por medio del lenguaje; acontece un océano sin tiempo, una dicha profunda bañada por el aroma de lo cierto. Tiene lugar el encuentro, el regreso al hogar verdadero. Tiene lugar la entrega al Ser, el ofrecimiento de la parte a su todo inconmensurable, donde el alma -en su realidad de unión inseparable-es el origen sin fin de la bienaventuranza, la compasión y la felicidad que deviene de Ser Uno con la luz de la conciencia y el amor. SER CONSCIENTE Refleja este instante todo lo que ha de ser, la realidad más pura y única. Todo lo que eres está aquí frente a ti, obsérvalo con libertad espontánea, sin aferrarte a nada, sin lucha, entregado a lo que sucede. Eso es ser consciente, estar en ti, en lo que sucede ahora. La conciencia se expresa a cada momento y tú eres el testigo silencioso que vive en ella, libre de juicios, abierto a su acontecer. Cada instante en que eres consciente toda tu energía vital se vuelve creativa e inteligente, es una con la vida. La inteligencia espiritual consiste en vivir completamente la dicha de tu ser, aquí y ahora, en la libertad regalada que aflora contigo inocentemente. Deja pasar aquello que te saca del espacio infinito de la presencia atenta y verás cómo regresas a tu hogar, a lo que es, a este instante de libertad sin fin mecido por la desnuda conciencia del ser. IDENTIDAD Y REALIZACIÓN Los procesos mentales no representan lo que somos, son únicamente manifestaciones temporales, impermanentes. Toda identificación, toda realidad concebida como algo que delimito, supone una ficción para la identidad, pues la identidad se identifica en su “desidentificación”, es cuando gana su verdadero nombre, el nombre sin nombre, no coartado, no restringido, el nombre que todo lo nombra, la voz que a toda luz da voz, el sujeto que se mece mezclándose en la conciencia pura e ilimitada, siendo ella, tal identidad en apertura, en toda manifestación que se presenta. ¿Qué sujeto no desea realizar tal liberación? Serlo todo sin obligarse a ser algo en concreto, ser eterno sin cargar con el peso de la eternidad, ser uno y diverso y libre, libre solamente, para andar en el constante encuentro de su libertad. Pues si todo fuera ganado, si algo hubiera que ganar, tendría que haber un final cuando lo ganado es conquistado, pero todo trasciende esa línea, cuando la búsqueda es el camino y el camino es la meta misma. Cuando la realización está siempre aquí mismo, al permitirse ser uno en todo y con todo, el ahora entonces se unifica con la eternidad. FLUIR Dejarse llevar por la vida es un aspecto fundamental que está quedando muy relegado en nuestro modo de vida actual. Acostumbrados a pensar que somos los hacedores de todo, a sentirnos responsables de lo que hacemos, de los resultados, vivimos continuamente en una situación de profunda inestabilidad, a expensas de los efectos exteriores, los cuales motivan o desmotivan nuestro comportamiento ulterior. Vivir para el mañana equivale a abandonar lo que ahora somos, que es todo lo que en verdad podemos ser. La realización siempre es presente. Siempre está aquí, desplegada y visible. Vivir dejándose llevar no supone dejar de hacer sino comprender que todo lo que sucede ocurre porque ha de ser así, es decir, porque la vida, en su fluir natural, nos va llevando a donde ha de ir. Mediante una actitud tranquila, de observadores de nosotros mismos, nos desidentificamos de aquello que afecta al ego, trascendiendo la ilusión de lo que no somos y entrando en un espacio de libertad interior, fluida y espontánea, donde no hace falta ser algo en concreto para ser, pues libres de elegir, de dividirnos, estamos abiertos a la gracia del presente, el cual nos da todo sin pedir nada a cambio. No llevamos ni arrastramos a la vida, somos llevamos por ella. Esta es la semilla de una libertad capaz de crecer por sí sola, pues toda semilla lleva inserta la conciencia de crecer, madurar, dar frutos. La tranquilidad es el resultado de una mente liberada, que no es afectada por las circunstancias exteriores. Cuando la tranquilidad es la base firme, hagamos lo que hagamos, pase lo que pase, nada nos puede afectar, nada puede modificar ese estado íntimo de ánimo dichoso. En ningún modo hablamos de un estado superficial, prefabricado, sino de una desembocadura hacia lo que somos, hacia ese océano pleno y pacífico que es el encuentro con el Ser. Ahí ya todo es, somos, efectivamente el Todo, y esa conciencia, la nuestra propia, tal llegada al origen que siempre nos ha acompañado, supone un reencuentro fundamental con la raíz básica del árbol de la vida, aquel que crece y da frutos por sí solo, por el mero hecho de estar vivo, enraizado a su fuente. Esta es la dicha que nos es dada, tranquilidad genuina, felicidad suprema de la conciencia de ser. Esta es la dicha total del ser consciente. Del sentirse vivo y uno con la Vida plena. INTUICIÓN DEL SER Hay un cambio profundo en el paso de una atención controlada a una atención espontánea, no sujeta, expandida. En los Yoga Sutras, Patanjali formula la posibilidad del conocimiento liberador (tarakajnana) mediante un destello de luz sapiente (pratibah), a través del conocimiento intuitivo. Supone un estado que trasciende los demás, en el que la concentración (dharana), interiorización (samadhi) a la meditación (dhyana) y la partir de su dominio completo (samyama) conducen a un conocimiento de todo en conjunto (sarva), que deviene espontáneo y que medita –por tanto-en atman, el sí mismo, en la verdad plena de vivir “lo que es”. “A partir de ese destello iluminador [pratibah] el yogui lo conoce todo [esto es, al atman]”, señala Vyasa. Pues atman significa yo por encima del ego, conciencia del Sí mismo, no identificación con la individualidad que el yo ilusiona, sino experiencia en sí misma, observación entregada y fundida con lo observado. Sin duda que puede el ser entregarse a su consciencia, en esa verdad tan relajante, tan interna. En la respiración se experimenta tal absoluto. Afirmó Kabir en absorción mística: “Dios es el aliento de todo lo que respiro”. La respiración se realiza a sí misma en un néctar de presencia, de auténtico ser no condicionado. Ya no queda nada por controlar, nunca hubo por qué controlar nada, la realización meditativa es profunda libertad: profundo hallazgo de la integración de las partes, de la unidad. En la exhalación -tras todo el conocimiento adquirido, tras toda la vida y experiencia adquirida-solamente hay la exhalación misma, purificación que guía al vacío a su origen; y luego de vuelta al nacimiento, la renovación, tras el encuentro previo con lo no nacido. Leemos en el Tao Te King: “Mantente vacío, y serás llenado”, en esa redentora experiencia de soltar, de relajar la mente de sus mareas, sucede que todo se reanima y vibra y amanece. Hay que repetirlo nuevamente: el ser nunca ha nacido ni nunca morirá, siempre lo supimos. LA ASPIRACIÓN AL DESPERTAR Por rebeldía, apagué la luz de mi casa, pero tu cielo me ha sorprendido con sus estrellas. R. Tagore La desesperanza, el canto del vacío, esa noche oscura donde luchar contra la vida sin mirar a la vida misma, ciegamente, con el dolor a cuestas de la soledad y la insatisfacción, requiere con seguridad de un momento de renovada conciencia, de clara visión de las cosas, no en el tumulto del deseo o de las palabras, sino en el silencio cálido que surge al acercar la vista al corazón siempre naciente. La enseñanza espiritual, ese dharma o ley que nos muestra las cosas tal como son, seLa esconde a veces entre sombras y trabadas ilusiones, pero no deja de acompañarnos el acontecimiento de la verdad espiritual: aquella que nos llena de eternidad, que supera la limitación mente-cuerpo y se enfoca en el sabor nuevo que todo instante celebra. No hay verdad permanente, la verdad se descubre en cada llamarada de atención a “lo que es”. El dharma siempre es incondicionado, permanece vibrando y experiencia transformándose en todos los y más allá de ella. Imprime nacimiento objetos de la el frescor del espontáneo, libre, por nada limitado, de la comprensión verdadera. La práctica de la Vía, del Dharma, como afirmó Dogen: “es simple y sencilla”. Tanto, como observar la lluvia cuando llueve o el canto de los pájaros cuando cantan. En la contemplación de la naturaleza brota el verdadero dharma a cada segundo, cuando la atención se integra con ella. Ahí todo es un continuo nacer, continua renovación. Lo que afuera acontece –como dentro de nosotroses el Sí mismo en perfecta unión. Observar, estar ahí donde la vida está, es despertar. La aspiración al despertar nos conduce a él, así como la aspiración de dar un paso nos conduce a caminar. Más allá de este mundo impermanente está la Conciencia intocada y pura, el océano del Sí mismo, que nos integra en todo desde ecuánime, discerniente; y rebosada y rebosante. la claridad del sereno asombro, desde su paz dichosa, completa, LA LUZ DEL SILENCIO Hay instantes en los que el silencio se instala en nosotros –o bien nos instalamos nosotros en él-y todo se aquieta y fluye en ese reposo completo cuya palpitación se iguala con la presencia interior; y también con lo que afuera acontece. En un profundo descanso atento se hace idóneo adentrarnos en los silencios ocultos que sacan su luz pacificadora, mostrando a la mente el infinito latente de su maravilla. Sólo es necesaria la intención para encontrar ese gran cofre de sorpresas que la calma interior nos regala. Con sólo querer oír el silencio, éste se nos pone en frente de la percepción y nos enseña la grandeza de su misterio primordial. Nos despierta y aviva haciendo grande lo debilitado, y fuerte lo pequeño. “Cuando los pensamientos se disipan, el ser brilla por sí mismo”, declaró Ramana Maharshi, sabedor de esa altura vibrante e insondable que es habitar el Todo en ninguna parte, morando en la cavidad estática del alma conectada a su fuente divina, siendo en el no ser para serlo todo en sincronía, en encadenado nacimiento constante. Allí todo es no nacido, verdad que no necesita ser escuchada ni respondida, como cualquier llegada al hogar todo es reconocimiento íntimo, donde rebosa la presencia sabedora de sí misma, con plenitud amorosa, agradecida y por siempre recompensada. No hay día que no se busque la felicidad ni camino más directo para llegar a ella que entrar en la morada íntima de la conciencia silente y atenta. SIENDO LO QUE EL SER ES En la meditación el silencio aparece como realidad esencial en que nos ubicamos, pues lo sereno hace ahí morada y el ser encuentra su reposo natural, sin sufrir los habituales reclamos de la mente. Es muy probable, si la paz interior no se ha estabilizado aún, que surjan frecuentes distracciones. La actitud a tomar en ese momento marcará el porvenir de los momentos siguientes. Si nos identificamos con la distracción -supongamos, un determinado pensamiento-nos iremos yendo -sin darnos cuenta-del estado meditativo; pero si observamos, indiferentes al pensamiento, el silencio como morada segura y pacífica, la mente podrá aquietarse de nuevo, hacerse trasparente para la conciencia: dejando el espacio abierto al presente calmo y silencioso del Ser en su toda infinita presencia. No hay nada que buscar sino contemplar al Ser morando silente alrededor nuestro y en la propia mente. Él está con nosotros en todas partes, sólo hay que comprender que siempre ha estado ahí y que nunca dejará de estarlo. Así que, ¿de qué preocuparse? Usted es el Ser que le acontece a cada instante y el silencio es el espacio sagrado en donde surge pleno y radiante. No hay dualidad: ambos, usted y el Ser, son la misma cosa. Al comprenderlo, el velo desaparece y se muestra la rosa tal cual es. CONCIENCIA DE AMOR Las puertas de la conciencia se abren en el ahora infinito. Amor es el fruto, amor fue la semilla. Esa energía total, que nos completa y sentimos nos rodea abarcándolo todo, es experimentada en la conciencia como puro amor, experiencia más allá de la experiencia, visión y comprensión de eso que somos y que todo es. Amor en expansión unificado y universal. NO HAY ILUSIÓN EN LA NO-MENTE Aquello a lo que trates de aferrarte no será real, no te lo podrás llevar contigo, forma parte de la ilusión, del sueño del deseo. Tu vida sólo es este momento, a él pertenece, en él se asienta. Pero este momento no es nada que podamos adquirir, no tiene una sustancia propia, su naturaleza es irse, siempre irse y nunca quedarse. A ello se denomina en el budismo: impermanencia. Aferrarse a algo que se va constantemente sin duda es lógico que provoque sufrimiento, pues tal aferramiento, como dijimos, es una ilusión, un deseo de pertenencia de algo que no existe, para alguien que tampoco existe: tu ego. Creer que eres alguien, un cuerpo y un nombre concreto también es erróneo, es el error básico. Este cuerpo no es de nadie. La mente dice que es suyo, que le pertenece, y el cuerpo sin embargo desde que nace se está yendo, a pesar de que la mente intente atraparlo a través del pensamiento. ¿Y de quién es la mente? Si no hay cuerpo, si no hay nombre, ¿a quién llama la mente constantemente? Y algo más importante, ¿dónde se encuentra la mente si el cuerpo que busca nunca es permanente? En ningún lugar, aparece y desaparece sin dejar rastro. Si intentas observarla, callado, atento, ves que no está. Cuando la mente calla, la vida total aflora. Cuando estás presente, la mente desaparece, la distracción, lo dual, queda fuera, pues tú te haces uno con lo que es, con lo que realmente está sucediendo. Al ver esto descubres lo impermanente, el río fluyendo constante, y con ello lo eterno se manifiesta: la conciencia. El ser que siempre es, a pesar de todo cambio y sin ningún esfuerzo. Por eso se dice que el ser es perfecto, porque está siempre aquí y ahora, porque es lo que verdaderamente siempre eres. En el silencio, en la claridad del no-pensar, la mente está ausente, y con ella todas esas ideas insistentes de posesión y egoicidad. Ahí ves que todo es una ilusión. Ahí comprendes que aquello que eres trasciende todos los fenómenos que buscan atrapar lo inaprensible, tu esencia propia, ya que es imposible llenar lo completo si no hay objeto alguno que llenar. Lo completo está siempre lleno, y para reconocerlo, para ser eso completo, lo único que hay que hacer es dejar de buscarlo, de intentar conquistarlo y de rellenarlo vanamente. Este hacer inclusive, es otra ilusión, pues dejar de buscar equivale a dejar de hacer, a no implicar a un ego que creemos ser para llevar algo a cabo. Así, desposeído de todo intento de posesión, libre y vacío, eres conquistado por la verdad, cuando la maleza queda despejada y miras directamente, sin medios, ni fines, ni expectativas, ni proyecciones, ni identificaciones, a la gracia que reside en este momento presente, sólo aquí, ahora y siempre. Más allá del tiempo, más allá de la mente. Aquello que miras y aquello que es visto son uno solo. La Unidad es inequívoca, inmediata. No es necesario seguir sumando cuando lo infinito es principio y fin de todo instante. No es necesario seguir hablando cuando descubrimos que la verdad solo se manifiesta silenciosamente, es decir, en una mente silenciosa, es decir, en una no-mente. ¿QUIÉN SOY YO? “¿Quién soy yo?” Cada vez que hacemos esta pregunta conectamos con nosotros. Llegar a este conocimiento último, a la respuesta, no requiere de tiempo ni de espacio, no hace falta ir a ningún lugar en concreto ni tampoco pasar por un largo proceso de días, meses o incluso años de aprendizaje. La maravillosa esencia del Ser es que está todo el tiempo contigo, que te acompaña y vive en ti a cada instante, a cada paso que das. Ese ser que buscamos, esa verdad que indagamos para liberarnos de nuestro dolor, preocupaciones y limitaciones, está dentro de nosotros, está más cerca de nosotros que nosotros mismos. Y es, por esta razón, algo exclusivamente vivencial. Cuando hacemos esa pregunta: “¿Quién soy yo?”, puede que la mente, siempre dispuesta a crear y resolver problemas, a recoger ideas, palabras, identidades… quiera responder, pero la mente aparece a ese mismo ser que ya lo es todo, como una ola aparece en el inmenso océano y no por ello esa ola es el océano. La entrada al ser es la apertura total a la conciencia, no requiere de puerta pues nunca ha estado cerrada. Es la entrada a ese vasto espacio sin límites cuyo sonido, cuyo sentido, es sustanciado por el silencio. El silencio es la música del ser. Es aquello que expresa la libertad en la paz de su canto; un canto capaz de hacernos habitar el infinito. Preguntarse “¿quién soy yo?” es señalar la esencia nuestra, y esta esencia no deja ni por un segundo de susurrarnos la respuesta. Escucha, pues, con la luz del ser, ese silencio revelador donde desaparece el que pregunta, el que responde, y donde sólo queda lo que es, la completa calma y quietud del silencio, del amor, de la dicha. SOBRE LA NATURALEZA DEL AMOR El verdadero amor no tiene fronteras, ni experimenta separación alguna. El verdadero amor nada pide ni exige, pues solo se expresa como entrega, libertad y dicha plenas. El verdadero amor es lo que queda cuando nos desprendemos incluso de nosotros mismos, del sentimiento de individualidad, que es el que crea separación y conflicto. Por eso el amor es sinónimo de no-dualidad. No es un estado, pues para que haya un estado alguien ha de estar ahí experimentando ese estado. ¿Y quién está ahí cuando el amor es? Este amor esencial del que hablo desintegra todo átomo de individualidad. Amor es presencia plena, desapegada, en comunión con la realidad, en el aquí y ahora. Este tipo de amor sana siempre, es amor espiritual. El amor espiritual es la consecuencia de la dicha y de la paz en uno mismo, es decir, de un profundo y absoluto amor propio, no en el sentido del ego sino amor hacia la naturaleza real de uno: el ser, lo que nunca cambia, el gozo profundo de la comprensión del Sí-mismo (lo Absoluto). Solo alguien que parte completo, que comprende su naturaleza real, que sabe que nunca ha estado separado ni le faltaba nada para ser, solo ese puede amar de una forma completa, porque todo su amor, su amor sin límites, ya va con él: y este amor jamás se agotará ni un ápice aunque no cese de derramarlo por doquier allá donde vaya. Esa es la naturaleza real del amor: tu naturaleza. Este amor sana. Es compasión, es un bálsamo para la persona amada. Es lo mejor que podemos ofrecer de nosotros mismos a los demás, porque es auténtico. El amor no nace ni muere. Por eso es eterno. No tiene ni principio ni fin. Por eso es infinito. Está aquí, pero la mente (el ego) no lo puede atrapar, al igual que uno no puede atrapar el vuelo de un pájaro: puede tomar al pájaro (el concepto), pero no su vuelo, no la belleza de su libertad siendo. El apego es el esfuerzo por atrapar lo inaprensible. El desapego es simplemente el fluir en la expresión de la realidad: aquí y ahora. Ligero, sin artificios, sin cargar a tus espaldas el peso de las piedras que vas recogiendo en tu camino. Eres libre. Para volar y planear por el cielo de tu felicidad has de liberarte de todo lo que llevas cargando a tus espaldas. Para volar has de arrojar todo temor, viendo que todo lo que eres es aquí y ahora y que este instante -siempre pacífico y directo-es la completa expresión que tienes ante ti de tu naturaleza. Así pues, "ama y haz lo que quieras", porque cuando todo lo que haces es hecho con amor, eso siempre es verdadero y puro, natural. UNA DICHA RADIANTE DE SER La vida, en su canto dichoso, proclama la verdad a cada instante. Más directo que el instante incluso es el ahora, este aquí sin tiempo y de realidad total e inigualable. Ya eres todo. Tú eres la paz. Tú estás aquí antes que la mente y el mundo. Eres el testigo que todo lo presencia, testigo silente e inamovible que es paz perpetua, conciencia desnuda, rebosante reposo de amor y luz. Abraza esta dicha, la dicha de Ser lo que eternamente nunca has dejado de Ser. La verdad nunca puede ser borrada por las apariencias, la verdad siempre resplandece. Sólo hay que mirar adentro, desde el corazón, desde el amor que confía en su Ser, en su pálpito natural, en su sentido íntimo, para ver lo que Somos, lo evidente. Qué gran paz es esa: amar al amor, a ti mismo, a tu Ser. ¿Cómo no abrazar la totalidad? ¿Cómo no escuchar esa canción de amor que pronuncia constante tu nombre? ¿Cómo no navegar por ese mar calmo que hace bailar al alma en sereno oleaje de silencio? La dicha de ser te abraza siempre en la conciencia. Entrégate pues, sin reservas, a ella. Y encontrarás mucho amor, infinito amor, un amor que ama naturalmente, como un sol radiante, derramando vida y luz ilimitadas. LA BÚSQUEDA ENCONTRADA El corazón siente en profundidad el baile de su dicha, el íntimo resplandor de la respiración, del ser palpitando en cada fibra de sentimiento, en cada infinitud silente del armónico sentir. Todo en el cuerpo se hace uno, integrado, unívoco, resoplando la energía de la conciencia tranquila y reposada. El cuerpo ya no es de nadie, la entidad individual se ha fundido en sus adentros sin tiempo y sin espacio, se ha evaporado en la inmensidad de la verdad callada, desvelada, aclarada en la cristalina estancia de un nolugar que comprende todos los lugares y tiempos, todos los destinos y estancias, todos los sueños y realidades. El sonido del corazón brilla en el silencio; el Todo está aquí, abrazando, entregando y entregándose, cobijando al Ser. La palabra, la vibración sagrada de la invocación, de la búsqueda de lo que eres, de la llamada genuina a tu interior perpetuo y deslumbrante, se acalla y penetra, sin voz, sin sombra, sin apariencias… ya liberada, calma y completa, enamorada de la eterna bienvenida a la dicha de tu Ser, a lo profundo de lo profundo, al inenarrable sendero del despertar. El sendero es el ahora. Todo saber se revela desde el más desbordante no-saber. El espíritu se ve, iluminándose. Es ya su amor encontrado, el matrimonio sagrado. Y en el misterio de su alegría primigenia e inocente, el espíritu se reconoce, sonríe y comprende, en lo hermoso de su quietud infinita y omnipresente, que siempre fue lo que es. LA BÚSQUEDA ES EL ENCUENTRO La búsqueda es el encuentro. Si nos movemos hacia la búsqueda posponemos el encuentro, pero al mirarlo cara a cara ya estamos en él. En todo hecho espiritual ocurre esto, tiempo y espacio desaparecen y todo se desprende en la inmediatez. La velocidad de la luz al cuadrado se queda incluso corta para definir esta inmediatez. Por eso se dice que “el buscador es lo buscado”, la búsqueda es el hecho completo sin necesidad de proyección, es la realidad clara que podemos presenciar. No hay objetivo ni meta en el ser que se vive intensamente, constantemente. La plenitud es vivida en su esplendor. La búsqueda está aquí, en el mismo sentir del ser que se busca, en la atención plena al hecho vital. La pregunta “¿Quién soy?” conlleva una sensibilidad intrínseca hacia el hecho vital. Tras cada palabra, tras cada pregunta queda un silencio. Es el pensamiento el que desea responder y romper ese silencio imaginando una realidad paralela llamada lenguaje. Pero tras cada pensamiento también hay un silencio. Justo tras la pregunta, palabra y pensamiento enmudecen por un instante: pues reside ahí la energía que los enciende. Esa es la vacuidad primordial de todo proceso: el ahora al que adentrarnos para ir hacia dentro, para revelar al ser desde su desnuda identidad, desde su incognoscible realidad, siempre presente aunque no la notemos. Al darnos cuenta del pensamiento éste se detiene y eso nos devuelve al presente, desde pensar (la observación) a la quietud entrar en ese estado sin estado, y en verdad no hay que entrar porque supone la presencia misma. Podemos acceder a esa búsqueda sin buscador, donde solamente lo buscado sin nombre se nos presenta; y he ahí que todo ya es encuentro pleno. YA VIVES EN EL PARAÍSO Este instante es tu morada. Si buscas el paraíso, míralo aquí, en este preciso momento. No puede estar en otro lugar, no es un concepto, ni una idea, espacio que representa contigo en el ahora. Este instante de búsqueda es también el final de la misma, este instante significa completamente el lugar del hallazgo, la entrada perpetua al espacio interior, real y visible, de tu paraíso más certero: la conciencia. Darse cuenta de que hay un buscador que desea llegar a la meta suprema, a la iluminación, a la liberación de todo sufrimiento, es darse cuenta de la esencia misma del ego (o, mejor dicho, de su falta de esencia propia: siempre cambiante, impermanente), es darse cuenta de que hay una mente llena de energía indagando continuamente para sí, buscándose, llamándose; y por encima de ella, de la mente, del ego limitador, estás Tú, la esencia real e infinita de todo, el testigo puro y silente, que observa la manifestación de la vida. Ese testigo, esa conciencia, es la felicidad misma, el paraíso, el espacio eterno de la verdad. Fija tu atención ahí, en el que ve, en el que observa, en el que Es. Ese que es, en su ser ya está completo, ese que es no necesita de nada, pues ya es todo. "Yo soy, yo soy, yo soy...", repítelo cuantas veces quieras, date cuenta de ello, date cuenta de que eres, y sé, sé, sé... Tu vida será pura dicha, auténtica eternidad, porque habrás conocido tu paraíso, en el que siempre has estado, en el que siempre serás lo que eres. Una vez que estés ahí, la búsqueda será también una ilusión, ya no tendrá lugar, porque vivirás en un total encuentro contigo mismo. Recuérdalo, ese paraíso sólo podrás verlo aquí y ahora: porque eres Tú. SUPRACONSCIENCIA Todavía más allá de todo está el Todo, infinito e inabordable, fuente de aquello posible e imposible, mundo que nace a cada instante colmando de posibilidades al ser. En la contingencia gozosa, nada tiene su opuesto, no hay elección que nos limite ni lleve la atención al conflicto. Cuando ponemos la mente en dirección a la fuente primordial, al Todo que concilia en su calma y refulge en su acontecer de vida plena, la continuidad se concentra en un eterno presente. Comienza diciéndonos el Atma Puya Upanishad: “Meditación es la constante contemplación de Eso”. Esa contemplación no se puede nombrar, porque quedaría limitada. La verdad plena es dicha sin segundo, reconocimiento de todo lo que es e intuición de esa grandeza inabordable que baña de cognición lo infinito. Verdad sagrada que sobreviene de todo nacimiento, de cada respiración, de cada aliento de conciencia. Apuntó Sri Aurobindo que “la conciencia del Purushottama [el más alto espíritu] es la conciencia del Ser Supremo y el hombre puede vivir en ella mediante la pérdida de su ego y la realización de su esencia verdadera”. Esto es la conciencia de Brahman, siempre hemos sido esa conciencia, estamos hechos de ella y empezar a comprenderla sintoniza nuestra voluntad con la Voluntad Suprema. He aquí la entrega gratificante, la voluntad limpia de aspiraciones egoicas, la comprensión del que ya no necesita saber para ser sino para seguir siendo lo que es. Eso es la realización del Ser, el camino en la continua sintonía de la verdad, la intuición del susurro de Brahman, la apertura a la totalidad que nos pertenece, porque llegar a ella significa haber regresado a casa. Perder el ego significa ganarse a uno mismo. Sin condición alguna, sin ausencia de nada, pura completitud, auténtica liberación que nos lleva a la paz creativa de la autoconsciencia. Sin conflicto ni esfuerzo alguno, cuando el ser se instala en su siempre naciente eternidad ya todo es y nunca más podrá dejar de ser. Y esa certeza nos llena de una paz que no conoce límites. LA FELICIDAD ES LIBERTAD Toda persona quiere liberarse del sufrimiento, lo que también se llama alcanzar la felicidad. En el deseo la visión de esa verdad se turbia con la ilusión de un futurible que atisbamos como aquello que nos aliviaría de esa carencia vital que parece poseer nuestro presente y nos proyecta hacia una especie de paraíso perdido que nos completase. Sin embargo, todo lo que anhelamos puede obtenerse en el presente, cuando, aunque parezca paradójico, dejamos de anhelar. Pero, no hay nada más lógico que eso. Porque el anhelo más puro del ser es aquel que no tiene proyección alguna en tiempo y espacio. Su anhelo es su ser y su ser está consigo, siempre presente, acompañándole. Desear es olvidarse a uno mismo. Amar es recordarse, hallar al ser en sincronía con el mundo. Desear y amar son, ineludiblemente, antagónicos. Epicuro dijo: “Si quieres hacer feliz a alguien, no incrementes sus riquezas, reduce sus deseos”. Ese es el gran principio de la sabiduría. El único motor que puede incrementar la dicha a través de su virtuoso desprendimiento. Como afirmara el Maestro Eckart: “Quien quiera ser sereno y puro sólo necesita una cosa: desprendimiento”. Esta doctrina choca de frente con los ideales materialistas que reinan nuestra sociedad. Resulta difícil de comprender porque se expresa en una lengua distinta a la que nuestra civilización contemporánea gusta de hablar. Si lo pensamos bien, cualquier acto humano desea proyectarse, y en su afán, pugna con la realidad neutra que nada necesita para su continuidad salvo la naturaleza que la salvaguarda e impregna de evolución. Una frase de Krishnamurti puede tocar la fibra sensible del ego occidental: “La libertad es el cese absoluto de llegar a ser algo”. Estas palabras son capaces de romper muchos esquemas pero también, en consecuencia, y ese es su sentido, envolvernos en la calma sencilla de la verdad que revela. Siendo lo que somos, en este momento, serenos en el presente que nos manifiesta, la libertad es todo cuanto vemos. En la mirada interior de esta verdad se halla la respuesta. En el amor consecuente de esta deducción, aquel que lo da todo sabiendo que no necesita nada para que su ofrenda le llene de gozo. Eso es la felicidad, reconocer en este momento, la inmensa maravilla de lo que somos. EL MEDITADOR El meditador sabe que en el fondo de su alma se encuentra un silencio; y también conoce –y se le desvela-la sílaba sagrada del comienzo, aquella que se abre a la conciencia y surca los mares de la quietud, entrelazando su ánimo con la dicha serena y el amor. El corazón del meditador late en apertura al ahora, se unifica en un saber que todo lo contiene, de donde nace todo lo posible: el espacio infinito del ser intensamente observado, las aguas cristalinas de la visión interior reposando en la región flotante de lo etéreo, de lo inabarcable, de lo intangible… donde afloran la luz y los fenómenos que sueñan soñarse a través de su lúcida vigilia. Y reconoce en el silencio a esa luz misma que da forma al mundo, al sol y a sus sonoros amaneceres en expansión. El meditador despierta a la luz del ser y camina junto a ella, hallando las formas nacientes que dan vida al ritmo del mundo, siendo testigo de ello, como aire que se suspira a sí mismo y vuela libre en su eterna dimensión de espacio fluyente, de tiempo abierto al sin fin de su ahora, siendo consciencia asentada en su gozo de clara bienaventuranza. EL BELLO MISTERIO DE LA MEDITACIÓN Tú no eres el reflejo, pero el reflejo eres tú. Maestro Tozan (Hokyo Zan Mai) Ni siquiera la forma que observamos de nosotros, tan íntima como hermosa, es el reflejo completo de lo que somos. Mucho más supone lo que nos brinda la realidad interior. Tanto, que captar apenas en algo su intensidad nos eleva al momento sin tiempo, sin mácula, del despertar. Todo lo observado es lo que somos. Y esa aprehensión se trasluce en el desapego hacia el fenómeno maravilloso. Mucho más es lo que brinda vivir en la estela del estar siendo, sin nada que tomar como nuestro y, en consecuencia, sin nada que nos cueste dejar. La meditación por ello, es indescriptible, porque en ella hay un nacimiento constante, donde la admiración del descubrimiento propio, de la grandeza del corazón que se deslumbra y emociona con el ser que le respira, y la fluidez de esta respiración que se deja ir y no se aferra a engrandecer o ilusionar lo vivido, forman la simbiosis de una perfección entregada al instante que, gozosa y generosamente, dejamos marchar hacia un regreso que envuelve. El meditar, como comprendió el maestro Tozan, “es inocente y misterioso, ni siquiera pertenece a la ilusión o al satori [iluminación]”. Tan íntimo como no nuestro, así es el regalo que nos enseña la conciencia atenta a su misterio. Un vendaval de libertad que acoge al espíritu y lo serena, conduciéndolo al centro de su infinitud. LA FUENTE DEL SER Hay una vivencia del yo que implica saberse consciencia, que trasciende lo ordinario. En la búsqueda de uno mismo, en ese camino necesario en la vida basado en la experiencia vital, en una comprensión de la misma, en un aprendizaje que reclama tenerse en cuenta, hay un eco del ser que nos guía la experiencia de búsqueda. Así, puesta la atención en nosotros, con la motivación encendida, enfocada en el ser que se nos muestra cada vez más tangible y directo, comenzamos a observar lo que nuestros ojos, antes, eran incapaces de ver. La visión extiende su alcance, el paisaje se enriquece de matices y elementos antes no percibidos, el camino se torna fructuosamente transitable, la perspectiva que averiguamos llama al caminante, le invita al viaje y lo llena en su transcurso con la vivencia plena del descubrimiento. Una vivencia nueva, donde el instante renueva lo vivido, como un soplo de aire fresco, subraya la libertad que solicita el alma para expresar su verdad. Todo momento puede ser algo nuevo, no hacen falta grandes cambios aparentes, pues el viaje interior puede surcar lo infinito con una sola inspiración consciente, con un destello espontáneo de intuición espiritual, con una realidad que nos avisa de lo eterno. No hace falta convencernos ni que nos convenzan de esta verdad. La verdad, sólo es real para quien la sabe (para quien conoce su sabor). Para quien la recuerda, para quien comprende que no hay olvido que la empañe a partir de entonces. Encontrar la verdad significa haber llegado podremos beber de ella. a la fuente; y entonces ya siempre LA PAZ DEL SILENCIO El sabio no trata de llegar a ninguna conclusión, a ninguna comprensión intelectual sobre la vida, sino que únicamente vive de lleno el misterio de ser, sabe que no es cuestión desvelarlo y por ello solo mora de forma espontánea en él. Él mismo es ese misterio, experimentando eso ya se conoce por siempre: pues vive lo que él mismo es. En el silencio aparece ese misterio, ahí nada lucha con nada, sólo queda paz eterna, unión total sin dualidad alguna. Cualquier aparente dualidad se disuelve en comunión serena con el silencio. Cuando ya no queda nada por hacer, comenzamos a ser. Ahora mismo puede ser el momento apropiado para ello. Todo momento presenciado vivamente llama a la quietud en el abrazo hondo del silencio, en la mirada contemplativa que se funde en las cosas; siendo ellas mismas -prodigio presente-la respiración del ritmo natural del mundo y sus instantes. No hay separación en el ser, todo aparece por sí mismo y su acontecer se funde en la visión no-dual. No hay lucha mental, ningún conflicto ni anhelo alguno, pues todas cosas siempre han sido y son lo que son, sin nada que añadir o quitar. Cuando el sujeto, la identidad individual que prefigura la separación, está ausente, no hay objeto al que agarrarse y tiene lugar la libertad total, la unidad, la no-dualidad. La paz del silencio es un vasto océano cuya esencia palpita en el corazón del ser, en la luz brillante de la conciencia. DIOS ES AMOR El amor nos lleva hacia nosotros mismos, es la fuente de nuestro corazón y de nuestro ser, en él está todo, todo aquello que somos, todo aquello que vive en la conciencia nuestra. Somos algo que trasciende formas, nombres, tiempo, espacio... Nuestro corazón es una partícula de lo infinito y a su vez es todo lo infinito, pues ni siquiera lo infinito puede dividirse, ni siquiera una partícula es menos que su todo. Ahí dentro, en nosotros, en la conciencia, está contenido el universo. Dios está ahí, en el ser que late interiormente, al que estamos conectados, unidos, en comunión con una misma dimensión total y eterna. En conexión con Él, el amor y la paz brillan como la luz del sol. Nosotros somos esa luz que ilumina el mundo: la vida, la luz del amor. Ama tu vida, ama lo que eres y el mundo en que vives ahora, todo eso es Dios, y entonces, allí donde pongas tu amor nunca habrá error, siempre estarás viéndolo a Él, amándolo a Él, amándote a Ti. LA PUERTA HACIA TI Todos los problemas son del ego. Vienen al identificarse con ellos, al pensar que esos problemas nos pertenecen. Pero, ¿quién es el que se identifica? Si indagamos en ello, descubrimos que no hay nadie allí, que el ego se llama a sí mismo, pero no hay nadie que lo llame. Viendo que todo aquello que llega no es nuestro, que son solamente fenómenos cambiantes y sin sustancia alguna, la libertad empieza a tener lugar. Una libertad que se experimenta al dejarse ser, al soltar los lazos de la búsqueda de identidad y de sentido. Abandonar la búsqueda supone la resolución natural del comprender que ésta no puede ser un deseo de ganar algo, de poseer una verdad, sino, al contrario, el hallazgo de la profunda liberación de la necesidad de adquirir algo para ser. Al perder todo lo que es del ego, ganamos todo lo que verdaderamente es. Esta ganancia, y no es paradoja, sucede en el despojamiento. Toda necesidad de adquisición, es el ego. Saber que no hay nada que ganar o perder, que somos siempre lo completo, el océano de la conciencia, el todo en vez de la parte, es ver que al ser lo que somos trascendemos cualesquiera limitaciones por medio de la conciencia integradora de la unidad total. No hay un sendero para ello. Tú eres la puerta de entrada y esa puerta al hogar del ser se abre a ti mismo. Tu hogar siempre está contigo, en el corazón, en tu interior sagrado. LIBERTAD INTERIOR ¿Puede el hombre sentirse libre interiormente? ¿No padecer constantemente la censura de las circunstancias exteriores, de las creencias y prejuicios, de las normas impuestas explícita e implícitamente? ¿Puede una persona sentirse libre en esta sociedad? La respuesta se atisba contradictoria porque a primera vista parece que no depende de nosotros. Parece que depende más de las circunstancias del entorno que de uno mismo. Pero la libertad no es algo que pueda verse o tocarse, sino que opera en el interior, conformando nuestros actos y pensamientos, haciéndolos que surjan espontáneos o por el contrario coartados, cohibidos. De nosotros depende que el próximo acto que arrojemos al mundo surja de verdad, del interior del ser, o salga ya frustrado, reprimido. Es posible que eso lo hayamos aprendido, que la sociedad nos imponga veladamente la autocensura necesaria para una convivencia preestablecida. Las condiciones son tan sutiles que apenas podemos darnos cuenta de las cadenas que nos sujetan. Sin embargo, sí que depende de nosotros el darnos cuenta de ello, el no acostumbrarnos al silencio impuesto y preservar esa parcela interior que nada ni nadie pueda tocar, que es la libertad interior. Si la cuidamos, si advertimos su valor, si crecemos en ella y por ella, veremos que brotará espontáneamente, al unísono con nuestros actos, con nuestros pensamientos y emociones. Entonces comienza la transformación, el acto creativo del ser reconciliándose con su naturaleza esencial. LO QUE EL AHORA NOS REVELA Algo nace en el ser, en lo más profundo, que revela todas las cosas. Cuando miramos dentro de nosotros, sin temor a lo que podamos encontrar (o sabiendo que no hay por qué evitar ese temor naciente), totalmente abiertos y receptivos a esa mirada sincera, se produce una conexión puramente esclarecedora, la conexión con lo que siempre fuimos, mediante el solo observar, sin interpretar o seleccionar lo que miramos, nada más que atentos a lo que pasa en nosotros en ese momento tan real que es el ahora. Pues lo real somos nosotros, ése que siempre ve, que siempre ha sido el veedor y que se descubre una y otra vez en el ahora como la misma cosa, intocada y sin tiempo. En el ahora, la vida ilimitada y pura del ser se confirma, se ve siendo, aparece, y nosotros en ella, de nosotros a ella, con ella, en un único suceso de ‘presencia’. Lo profundo en el ser puede revelarse en una especie de instante eterno, en una forma de espacio que no necesita del tiempo cuando hay la observación espiritual. Lo interior está aquí, tal que el corazón, latiendo y presente como raíz del vivir, del sentir, del ser. Y para mirar en lo interior sólo se requiere mirarse a uno mismo tal y como se es: en la observación directa y sin dirección que el ahora desnuda y eterniza. MÁS ALLÁ DEL PENSAMIENTO ESTÁ EL SER La muerte es un sueño en el que la individualidad se olvida; todo el resto del ser tiene su despertar, o, mejor, no cesa de estar despierto. Arthur Schopenhauer Cuando vemos la vida con los ojos del pensamiento creamos una historia, nos unimos a una cierta experiencia y surge un nuevo apego; mientras que en el silencio interior, en el cultivo de la no-mente, uno renace en todo momento, con los ojos de la conciencia, en cada respiración, en cada instante de ser (y se convierte en el Ser mismo, aquel que siempre ha sido y será, aquel que simplemente “es”). Uno se abre –de esta forma-a lo nuevo –a lo no nacido- (a lo eterno), y se siente a sí mismo inéditamente, bañándose en el fresco ahora purificador; y es, nada más. En la constante sensación de “yo soy” la persona se va despojando de su individualidad, de sus identificaciones, porque ve que lo que permanece es esa constante verdad, perciba lo que perciba, esté donde esté, sienta lo que sienta. Más allá de esos fenómenos, de esas apariencias de realidad, subyace la realidad última y primera, la sensación de ser. Esta, nos acompaña durante toda la vida. ¿Y quién siente que “yo soy”? El testigo o la presencia de eso. El que nunca cambia, el que siempre ve al ser allá donde mire (pues se halla consigo mismo). Al identificarnos como algo separado de la Realidad Total, el individuo, que se ve a sí mismo diferente del resto, experimenta la egoicidad, lo que inevitablemente le trae el sufrimiento, que no es más que el deseo de plenitud. Ese olvido de nosotros como Esencia Primera, como verdad con todo unificada, experimenta desde que nace el deseo de liberación de tal sentimiento de separación (al igual que el río –separado de los demás ríos-camina hasta fundirse en su inmenso mar, al que llegan todos los ríos). El yo se busca a sí mismo y en ese buscar siempre encuentra algo más grande, pues es su naturaleza y su fuente la conciencia plena, un Yo oceánico capaz de acoger a la pequeña gota extraviada y de decirle: tú eres Yo, siempre lo fuiste. Más allá de la mente, la conciencia silente es ese océano en calma que da hogar al beatífico despertar del ser en toda su extensión. Con tan solo un simple darse cuenta de tan magnánima esencia, estamos ahí, de repente, en ella, por el hecho mismo de que nunca estuvimos en otro sitio más que en ese lugar del Todo. El lugar del no-lugar, el Sí mismo, la Consciencia; el “yo soy” experimentando de lleno su verbo en infinitivo e infinito: Ser. LA ILUMINACIÓN La conciencia es el alma. En los Shiva Sutras podemos obtener la realidad manifiesta de la naturaleza de Shiva, la divinidad. De nosotros mismos y de todo cuanto hay. Meditar en ello significa estar iluminado. Meditar es entrar en la iluminación y cuando el estado de meditación es constante la iluminación lo es. Estar liberado en vida (jivan mukta) llena al alma de gozo y deleite (abhoga). Es el estado más puro del alma y una vez instalada ahí los conocidos estados ordinarios (vigilia, sueño, sueño profundo) quedan bañados de esta agua límpida de conocimiento. No es difícil. Solamente hace falta sensibilidad (apertura) para acceder a la belleza. El conocimiento supremo es la verdad última y primera. Así nos integramos en la conciencia de Shiva. En los Shiva Sutras (I, 5) leemos: “Udyamo bhairavah”. Lo que significa que un destello o elevación repentina se produce cuando el Ser supremo nos envuelve. A partir de aquí ya todo puede ser elevación y destello sagrado. “Todos los fenómenos son el cuerpo”, “Drsyam sariram”, (Sh.S. I, 14). Externos o internos, para el ser iluminado ya todo es Shiva. Dirá Sai Baba, despertándonos: “¡Este preciso momento es el momento! ¡El minuto que ha transcurrido está fuera de vuestro alcance; así también, el minuto que se acerca, no es vuestro! Solamente aquel Jiva [Ser viviente] que se ha grabado esta comprensión en su corazón puede fundirse con Shiva”. Si te mantienes firme profunda sin duda (atmajñanam) se fundamenta en un claro discernimiento (viveka) acerca de la verdad del yo, no empañado por el ego, capaz de establecerse en su estado original, en su realidad suprema realización permanente. No inmóvil ni estéril sino tan viva y tan creativa como lo es, admirablemente, toda la Creación. La conciencia es el alma. Y libre es, en sí misma, iluminada y en constante revelación de incalculables verdades, colmando de deleite su esplendor. ¡Qué puede impedir que no vivamos ya y constante en esta verdad sencilla y te hará libre. El conocimiento del ser natural, en su fuente no condicionada de esta dicha tan íntima! Absolutamente nada. El Todo está siempre llamando a nuestra puerta. Abrámosla. EL AHORA El presente es una nube que pasa. Así lo experimentó Buda, así podemos experimentarlo nosotros cuando meditamos, es decir, cuando vivimos completamente en el ahora. Tal vez –en ocasionesla realidad se entrecruce con los sueños y el pensamiento desatienda la atención que la vida notifica. Pero siempre hay momento en que uno puede darse cuenta de ello, dejando de alimentar esa estancia paralela de los pensamientos inacabables, que consumen nuestra energía y nos separan de la conexión con la vivencia exacta de los objetos de la experiencia. Siempre hay un momento que representa un comienzo: el principio de la consciencia plena. Sin que el ego obstruya la experiencia, donde el yo realmente pueda sentirse unido con lo que es, dejando ya de lado la identificación con lo que quisiera ser o con lo que deseara que aconteciese a su ser. Entonces – cuando el ser es vivido en la simultaneidad de su ahora-se halla la plenitud, el equilibrio, la realización completa, esto es, a la que no le falta nada. ¿Qué le puede faltar al ser si siempre ha de ser completo por sí mismo para que realmente sea? Es su necesidad ontológica. Y experimentarlo así supone la prueba intransferible –acaso mística-de su existencia. Siempre está ahí el ser, si lo miramos fijamente en el interior. No le falta nada, es el punto infinito que brilla en el espíritu y que da vida al corazón. Es un conocimiento vivido. Se vive en el ahora. Posiblemente la forma más bella y verídica de conocer. Tan bello que se difumina como un puñado de arena –en unos segundos-entre las manos. Hasta que volvemos a tomar otra porción de arena; y el ser se vuelve a hacer presente. Ahora. Esa es su magia, su misterio. Tan real y palpable como la vida, que no deja nunca de asombrarnos. LA META DIVINA Haber llegado. Ser en este momento todo lo que uno necesita para ser. Frente a la meta divina anduvimos mucho tiempo, buscando aquí y allá, sin sentirnos nunca preparados del todo. Pero fue una ilusión nada más, la conciencia sabe que tiene la meta ahí enfrente. La mira… y ha entrado en ella, ha salido de la dualidad del querer conseguir aquello que no posee. Porque, definitivamente, no queda nada por poseer. En el desprendimiento del ego se gana lo divino. Cuando la mente se detiene, se libera de todos sus deseos exteriores y comprende que lo tiene todo en su interior, que no queda nada por alcanzar, que el Todo es el brillo interno, el aire vivo que da luz a la conciencia. Descubre a Dios en tu corazón y éste ya nunca dejará de latir. Cualquier geometría divina adolece de su eco superior. Cualquier intento de dar forma a lo informe e indefinible, es vano. Pero aún así podemos recibir la eclosión definitiva que nos informa de la grandeza ilimitada, hacernos uno en los múltiples gestos del espíritu: señales vistas y sentidas en todo lo que nos rodea. Y entonces, conocemos, con toda certeza, el despertar a lo divino. Porque ya somos Eso y eso es ya Todo. Abrirse a la divinidad es ver lo divino en todas las cosas, ver así, a través de esa melodía, el fenómeno de vida tal como es, sin apariencias. Para ello cualquier esfuerzo es inútil, al igual que si nos esforzamos en la calma o en el silencio. No hay esfuerzo en el desprendimiento, en la visión pura, entregada, directa. Sin otro hilo que el instante y la total atención puesta en él, tejemos la auténtica realidad con la materia divina, haciendo de esa tarea un nacimiento perenne, cuya tela forja el manto que cobija a nuestro espíritu. LA LUZ DEL CORAZÓN Vive unificado en ti. Lo externo no es más que un reflejo de lo interno, como la luna reflejada en el agua. Lo interno no es más que otro reflejo del gran Corazón, como el sol dando brillo e imagen a la luna. Por tanto, lo Uno, el Corazón, es la verdad que vive siempre en ti, la pura llama de conciencia del Ser, siempre brillando, siempre vibrante en el eterno instante. Todos somos Uno. Todo se clarifica al asentar el alma en su fuente, en su claridad no-dual y unísona. Se desvela en la paz, en la quietud, en el silencio que no lucha con nada y que es con todo hermandad y dicha. Tú ya eres todo lo que puedas estar buscando, el camino y la meta, la búsqueda y el hallazgo. Principio y fin parten y llegan a ti. El silencio conjuga en sinfonía a la vida en armonía, a la vida en ti, como sol interior irradiando sus destellos de conciencia unificadora; sol del corazón que late en amor, en la dicha presente que respiras, siendo ya y por siempre todo lo que eres, luz de la verdad manifiesta en ti, en el corazón infinito, eternamente uno, que todo lo contiene. LA VERDAD DEL AMOR Hay una verdad que sobrepasa todo sufrimiento, es el amor. Una verdad que supera los límites del ego: la libertad. Amor, paz, libertad… no son sólo palabras, ni mucho menos un sueño. Son una realidad. Palabras que nacieron del interior del ser humano y que ahí se encuentran todavía. Nunca se han ido ni se irán porque forman parte de lo que somos. Es lo que –en efectosomos. Estas palabras, estos sentimientos, se hacen reales cuando son vivenciados. Cuando juntos podemos entenderlos, mostrarlos y compartirlos. Comparte lo que eres y tu ser se reunirá con el Ser que todos somos. La respuesta está dentro, no fuera, dentro se confirma, tras la pregunta sincera y sin condiciones. Cuando no pedimos nada y es el amor quien nos mueve, entonces éste nos responde. Nuestro propio ser es quien nos da la respuesta que acaso nunca olvidamos del todo. Por eso la reconocemos, porque siempre se halló resguardada en nuestro interior. MEDITACIÓN Meditar es ser tú mismo, aquí y ahora. Al igual que la flor no hace nada por ser una flor -sencillamente lo es-, del mismo modo no requiere de ningún esfuerzo ser quien eres. ¡Qué libertad! En la meditación, al conectar contigo de un modo natural, floreces a cada segundo de conciencia, de forma plena y profunda. EN BUSCA DEL CONOCIMIENTO La conciencia libre eventualmente asume ciertos desafíos. Me refiero al conocimiento de lo nuevo, al momento en que todas las concepciones anteriores, esas verdades asentadas pasan a trasformarse, enriquecerse, integrarse con otras ideas que se instalan en la visión interior de consideramos nos conviene, en herramienta para trabajar en el beneficio de los demás, es una virtud del criterio que también suele llamarse apertura, sabiduría o discernimiento. Comienza diciendo Aristóteles en su Metafísica que “todos los hombres se empeñan por naturaleza en conocer”. Y en ello estamos durante este camino de la vida. Conociendo lo que somos, lo que no somos, la verdad que palpita tras las apariencias. Observamos, desciframos, intuimos, valoramos, entendemos. Multitud de procesos se dan en la conciencia que vive la pulsión de su ritmo dinámico. Y solamente de nosotros depende tomar o no el fruto, más allá de la tentación, sino en el territorio de la invitación amorosa y libre que es el conocimiento, la fructífera fuerza de la realidad colmada de verdad. En resonante proverbio expresó Antonio Machado que: “Nuestras horas son minutos cuando esperamos saber, y siglos las cosas. Aceptar lo que beneficio nuestro y como cuando sabemos lo que se puede aprender”. En la incertidumbre de aceptar la posibilidad del saber, en la certeza de vislumbrar las cosas que podemos aprender, se enciende una llama viva de presente fértil cuya ascendente, inextinguible, precipitada de Instados a saber, como dijera Borges, “lo que Dios sabe”, como aquel cabalista que “al fin pronunció el Nombre que es la Clave”, la vida cobija símbolos y cosmogonías que seducen a nuestro intelecto, que potencian todas nuestras capacidades y nos invitan a buscar el conocimiento del por qué de las cosas, que es siempre el conocimiento de uno mismo, fractal del Todo. Y en ese sueño navegamos, despertando a cada instante. luz descubrimos tesoros cercanos. EL YO LIBRE DE IDENTIFICACIONES A menudo el yo vive en una continua percepción ilusoria de sí mismo. Allí donde hay identificación, hay ilusión. El mundo de los sentidos, de la memoria, del cuerpo que hace y deshace, fija una biografía no real de lo que somos y de lo que no somos. La limitación está presente en toda identificación. Ese principio del ego que en sánscrito se denomina “ahamkara”, literalmente significa “yo hago”. El yo toma la conciencia de hacedor de su obra vital, de su biografía. Todo ello puede producir cierta ansiedad, presión existencial, al pretender que cada acto nuestro nos refleje tal y como queremos que sea. “Nada hago por mí mismo”, leemos en la Bhagavad Gita. “Éste es el mundo de los sentidos que juegan con los sentidos”. Maya, el velo de la verdad, la gran ilusión, siembra una sombra entre la realidad y quien la contempla. Para el sabio no hay separación. Lo visto, me guste o no, es lo que soy. Cualquier pensamiento, cualquier sabor, sentido, percepción, opinión, forma, surge de mí (me revela) y al tiempo nada tiene que ver conmigo, porque no hay identificación. Sabio es quien ha comprendido. Quien observa el mundo sin dualidad ni juicio constante. Todo es obra y reflejo del Uno. Todo está destinado a ser espacio del contemplar ecuánime y no apegado, porque de esta manera la creación es libre y continuamente transformadora, se expande y renace, se inventa y reinventa, sueña y despierta, ordena y reconoce su orden con toda la existencia. El Ser se encuentra a cada paso, no con su ego, a quien no necesita para existir, sino con su totalidad continua, que vuela como el viento, siempre siendo viento pero sin origen ni destino en que quedarse. El Ser se encuentra siempre en aquello que nunca puede sujetarse, pero sí penetrarse mediante el bello atisbo de su infinitud creativa. Finalmente nos queda una hermosa y plena afirmación: "Yo soy". Todo atributo será solamente algo circunstancial, pero no esencial. MISTERIO INCESANTE DE SER Lo que eres es siempre libre, incondicionado. Nunca ha nacido, es fresco, es un misterio que aparece ante nosotros. Y, ante el misterio, queda la sorpresa mística, el abrazo y la rendición absoluta a esa luz que te nombra silenciosamente, que palpita en el amor, en el calor del ser, como raíz que brota de una tierra pura y virgen. Nada se puede decir del misterio gozoso de ser, pero se conoce, se siente, se saborea, se intuye y se escucha, se comprende, se ve, se huele y se respira... Es tu fragancia la que inspiras, a cada momento, naciendo, refrescándose, renovándose con la vida. Nunca ha nacido ni podrá morir aquello que es eterno, aquello que no pertenece al tiempo, sino a la realidad. El misterio hace amante del vivir a su testigo, amante hechizado por el susurro íntimo de la luz siempre nueva del silencio creativo, del surgir espontáneo sin segundo, sin tiempo, de amor avivado incesante. NO DUALIDAD ¿Quién soy yo? Yo soy el que observa y lo observado es lo que soy. No hay separación, todo es conciencia. Asimismo, la conciencia no depende de lo observado ni del observador para existir, no se fundamenta en ello. Descansa sin mácula en la imperturbabilidad. Es su naturaleza ser libre: es la libertad; en su intocada, atemporal y lúcida transparencia. No está atada a ningún objeto concreto de la percepción, sino que es la revelación de la totalidad. Y esa apercepción es la del ser, la del instante, de donde surge el fulgor de la conciencia ilimitada, aquí y ahora, en la conciencia de “Yo Soy”. ¿Y dónde se encuentra ese conciencia original, libre y completa? No hay que buscarla -el movimiento aquí no tiene lugar-solamente hay que presenciarla, pues está aquí mismo, donde tú estás. Esa conciencia eres tú. NO HAY ESFUERZO EN LA MEDITACIÓN No hay esfuerzo en la meditación. Al ver esto, la luz aparece sola. Sólo sé consciente de ti, respira, observa todo tu ser, déjate llevar, sencillamente, de forma natural, y todo llega. A veces sentimos que conocerse a uno mismo puede resultar una tarea ardua y costosa, pero es precisamente todo lo contrario. Cuanto más impedimentos pone nuestra mente, más nos alejamos de esa sencilla realidad que consiste en establecerse únicamente en el ahora con todo el ser. No tenemos que hacer nada, la vida funciona sola, hagamos o no hagamos lo que pensamos que tenemos que hacer, el hacer es sólo una ilusión que creemos realizar, es la ilusión del ego, la de un ‘alguien’ que realiza. El ser siempre está ahí y observarlo, sentirlo, respirarlo, es ya la mayor realización. Posiblemente somos muy exigentes, se espera una transformación radical, unas circunstancias completamente idóneas para lograr el anhelo de la felicidad, pero todo eso no es real: la única cosa idónea es que tú estés presente en este momento, despierto en ti mismo y consciente de lo que sucede. Si eres consciente, eres libre; y si eres libre nada te puede impedir ser lo que eres: ahora, aquí, en este preciso momento. LA VISIÓN TOTAL Dijo el maestro zen Dogen que “nada se aparta ni se queda fuera del universo en este preciso momento”. El ahora es lo que se muestra siempre, lo demás son imágenes en el ahora. Este momento nunca se fue ni hemos de esperarlo, pues, totalmente limpio, trasparente, comprende todo comprender. Hablamos de un ‘comprender’ en su sentido más etimológico, como algo que de forma directa es atrapado (como el koan o acertijo que se nos desvela espontáneamente, al abandonar el intento de comprender), que está ahí, tras el velo de la mente, la vista o los demás sentidos y emociones vinculadas. Desde cualquier plano la visión es exacta si los ojos miran la verdad del instante que surge. Se habla entonces del correcto mirar, de la visión o contemplación atenta. No hay otra comprensión que el comprender mismo de ‘lo que es’. Así, la flecha que lanza el arquero queda sujeta en el centro de la diana, ‘comprende’ la diana y su atención va directa a ella. Desde el momento en que apunta con el arco y lanza la flecha, ya ha visto, ha ‘aprendido’ la dirección de su intención. No es el arco el que apunta, no es la flecha la que realiza la acción, es la quietud atenta del arquero la que exhala el movimiento certero. “Transforma tu cuerpo entero en visión, hazte mirada”, expresó el poeta místico Rumi. Entonces la distracción, el temor, el mundo ilusorio, no pueden tocarte, porque todos los sentidos están puestos en la verdad que acontece, todo sirve a ello: al ahora. El arquero es el arco, la flecha, la diana… y al mismo tiempo no es ninguno de ellos, ni él mismo. Esa es la entrada en la vacuidad, el sendero del alma, la ‘nube del no-saber’ a la que se refirió aquel místico anónimo de hace muchos siglos. La nube, siempre clara e impalpable, que recorre el cielo del Ser. MÍSTICA Y MEDITACIÓN La comprensión del Ser es sencilla. No es mental ni intelectual, aunque la mente o el intelecto acaso puedan atisbarlos, en su intento por ‘atrapar’ la esencia que resopla en torno a ellos, en la base misma de su existencia. Más allá de la comprensión aparece la visión, cuando es abandonada la mirada mental y surge la mirada total y unitiva. Se habla del ‘arrobamiento’ místico al referirnos al imposible de conocer, conocimiento que pueda ser expresado con palabras cuando el conocer supera las dimensiones de su comprensión. Entonces somos absorbidos por la vivencia ‘aniquiladora’, aquella que extingue el ‘ego’, el deseo de (yo) alcanzar algo, y somos, sencillamente, tomados, tocados, arrojados, por esa vivencia sin límites que desborda de paz el río anegado de nuestras mentes, pareciendo un exceso incontrolable que se trasforma en infinita y conciliadora armonía. La experiencia mística no es una meta, no es un fin a buscar en la meditación, pues ésta quedaría desvinculada de una búsqueda sincera y sin expectativas de por medio. La experiencia mística surge, aparece, cuando el yo es abandonado y ‘algo que observa’ se encuentra de pronto frente al Ser, en el Ser, sin saber cómo llegó hasta allí, lleno de gratitud y en la Gracia morando, elevándose a las alturas de su felicidad, en una dicha espontánea que le inunda de paz y amor. No es, como digo, una experiencia, ni otra cosa que probar. Llega cuando el Ser ve abiertas las puertas sinceras del alma que se entrega a su silente llamada. Es el samadhi, el nirvana, el satori, el arrobamiento, o el simple vivir. No es un lugar a donde ir, es la mirada puesta en el Ser, nada más. AHORA ES EL ÚNICO MOMENTO Al encender la mecha del silencio, estalla la paz. Allí donde miremos, ya sea dentro o fuera de nosotros mismos (¿acaso puede mirarse fuera?) es el alma lo que vemos. El alma todo lo comprende, pues está en todas las cosas, sin diferencia, sin separación. Consagrarse a la unidad de la vida, a la integración del universo en el punto más íntimo de tu corazón, es comprometerse con el misterio, que como semilla del árbol sagrado, sirve los frutos de su verdad omnipresente. El pan que tomamos y que nos alimenta es como el aire que respiramos o el poema que nos hace volar como sensibles aves de lo etéreo. Meditar no es algo que quede fuera del vivir, no es algo que sólo hacemos con la reverencia excepcional de un acto sagrado. Meditar es vivir. Y el acto sagrado, el más sagrado de todos, es vivir. Sin esfuerzos, sin obstáculos que la mente se ponga, vivir, meditar, es sencillamente estar ahí, donde ahora estamos. Valora este preciso momento como un fruto que otorga el alma y tomarás el fruto más sagrado que la vida pueda darte. Así es cada segundo de conciencia, cada instante de compromiso con la verdad incesante del ahora, cada atenta mirada al Dios que habita en ti. Obsérvalo con todo tu sincero ser y Él te sonreirá tan amorosamente que imprimirá en ti una sonrisa eterna. Hazlo ahora, no lo dejes para luego, porque ‘luego’ no existe. Esta es la verdadera comprensión que ha de instalarse en nosotros, no de modo intelectual sino, sencillamente, de modo vivencial. MÁS ALLÁ DEL EGO ¿Cómo podría conllevar esfuerzo la meditación? Es muy habitual que la primera vez (o las muchas primeras veces) que nos sentamos a meditar la mente no se siente con nosotros. La mente quiere volar hacia el ego, necesita reafirmar su existencia de alguna forma y por medio de la identificación se da identidad. Pero todo ello forma parte de la ilusión del yo, de un yo individual, separado, que inevitablemente sufre por ello, porque en el fondo de su devenir, busca la unidad. En el aquí, llevando el ego al ahora, éste es despojado de su egoicidad, pues queda sólo la pura observación sin nombre ni forma que poseer, sin distinción alguna entre el veedor y lo visto, en la conciencia no-dual. Llevar el ego al ahora no implica movimiento, solamente es presencia instantánea y, por tanto, intrínsecamente liberadora. El ego queda desmontado cuando el testigo silente aparece, ahí no hay nada que hacer, salvo ser. Si el ego aparece, simplemente se ve aparecer, como las olas, y cuando se va, simplemente, se ve desaparecer. Así, de forma pacífica, sin luchar con nada, todo queda pacificado en el ancho y profundo océano del ser, donde distintos fenómenos aparecen y desaparecen como gotas de un mar infinito e imperturbable que siempre es. SILENCIO INTERIOR El silencio interior nos permite bucear en la mente sin implicarnos con ella, dejándola ser solamente. Ello representa el gran paso a la conciencia, al mundo que se manifiesta en la visión del testigo: despojado de todo inmiscuirse en los hechos de la vida, pues suceden por sí solos. Incluso nosotros, lo que pensamos que estamos haciendo, la acción que consideramos la materialización de nuestro ego, está sucediendo por sí sola, por el mero hecho de que el corazón late o de que el aire es respirado en un proceso que trasciende nuestra voluntad individual: es el hecho del vivir el que ocurre. La vida es plena por sí sola, verla vivir, más allá de nuestras exigencias, carencias o expectativas, nos proporciona una libertad desbordante: porque descubrimos la totalidad apareciendo, espontáneamente, en el espacio y espejo de la omnisciente realidad. Y nada hemos de hacer entonces para serlo todo. LA ETERNIDAD DEL INSTANTE Si la vida durase un segundo, sería el segundo de nuestra eternidad. Cuando contemplamos un segundo totalmente, representado y actualizando todo el hecho del vivir, cada instante, cada fracción mínima de tiempo es vista con los ojos de la eternidad, del no-tiempo, y entonces nada puede decirse, todo está bien así, porque somos uno con lo que es. Nada falta, nada sobra, la plenitud arriba al punto en que el ahora, quieto, embriagado en lo total sereno y lúcido, es contemplado en lo completo, en la raíz de lo vivo dispuesto y real siendo. La palabra es el espejo, el aire duplicado de la verdad interior, pero el silencio, es el aire mismo reposado y vital que da luz a las palabras o al acto, al surgir o al vaciar lo que soñamos que es nuestro. Al meditar, la vida del yo es vista como una película, como un sueño que sucede y que no nos toca, pues no tiene materia ninguna para hacerlo, un sueño bello, misterioso, luminoso, a veces trágico o doloroso, pero sueño, sueño soñado que vemos soñarse y volar en la conciencia. LA CONTEMPLACIÓN La contemplación es un mirar con los ojos de lo real todos los fenómenos vivos que suceden, que nos son y nos encaminan desde la raíz quieta del presente, inmóvil pero creciendo, silente pero germinando la creación-al milagro del ser en todo lo que aparece. Quizás al meditar estemos buscando a Dios, pero sin duda, estamos viendo con los ojos de Dios. Buscamos lo que somos, y al vernos a nosotros viendo, vemos el mundo, emergiendo, perfecto y verdadero, en la mirada nuestra que lo recorre. ¿Así que, dónde buscamos realmente? Aquello que buscamos reside en nosotros, nunca lo perdimos, somos eso que, segundo a segundo de eternidad, siempre ganamos completo. Tú eres los ojos de Dios, que en eterna mirada de luz encienden el mundo de amor. LA BÚSQUEDA CALLADA Buscar, por medio de la mente, es una cuestión de discurso y como taléste se mantiene cerrado en sus propias significaciones e interpretaciones, en sus propias creencias y búsqueda de resultados condicionados por la lógica de su discurrir. Pero existe una búsqueda que va más allá de la mente: la búsqueda callada. Aquella que toma el sendero del silencio para profundizar, desde el abismo de su no-saber, hacia aquello desconocido, que no se puede nombrar o que renunciamos a nombrar, viendo de este modo aquello que existe en lo más recóndito de nosotros. Al entrar en la búsqueda callada, renunciamos a dar nombre, a aferrarnos a una forma, para abrazar a todo el ser desde el ser, libre de etiquetas y de sombras acostumbradas. Supone olvidarse de todo para avanzar, sin agarrarnos del brazo de la mente (ese mapa de creencias que programa nuestro recorrido) y así dar un paso sincero, valiente y completo, por esa región sin tiempo que llamamos ‘ahora’, sin antes ni después, nada más que posada –desposadaen el instante presente que supone todo lo que somos, el acontecimiento siempre inexplorado y en continua viveza del estar siendo. La búsqueda callada es el vehículo más propicio para visionar la conciencia, donde el testigo desaparece y sólo queda lo que es visto: nosotros y el mundo en un mismo plano. SER LO QUE SOMOS La luz del acontecer puede sembrar la eternidad, hacer del tiempo y su continuidad un único momento, una íntima y única verdad, asentada en sí misma. Puede entonces el alma encontrarse siempre con lo que ella es, ¡qué gran liberación es esa! Saberse alma el alma, expresar su naturaleza de modo preciso, sin limitaciones de ningún tipo. Qué certeza tan real ser lo que somos. Vivir en la unidad, desplegando y mostrando ese rostro total de la verdad interior. Una voz conectada al corazón, directamente, dando su calor, como antorcha de virtud, a la vida, alumbrando el camino por recorrer, sea cual haya de ser la senda, pues en el amor no causal que surge del conocimiento del ser, es el amor mismo esa senda. No hay camino para la duda o el temor (se quedan atrás) cuando lo que somos se sabe luz directa y acontecimiento ante cualquier acción que realiza. La acción, entonces, ya no es elección, sino la expresión misma del ser que la lleva a cabo, en su desapego actuante, en su hacer sin hacer. Esa es la espontaneidad virtuosa de quien no olvida en ningún momento escucharse a sí mismo y ser fiel compañero de esta voz que del interior recibe, su voz, unánime consigo. Una voz sencilla y limpia que nace con el mundo cuando el mundo nace, es decir, en todo ahora, a la vez que el mismo instante. TESTIGO DE LA CONCIENCIA El testigo no interviene, simplemente observa. No elige lo que observa, sino que es en lo que acontece. Él no se mueve, permanece continuamente en la quietud pura y aunque los fenómenos se muevan en torno a él, nada perturba su quietud, su estática vigilancia. Con todo parece moverse, en conmovedor éxtasis, pero siempre desde su centro inconmovible. Realmente parece actuar, pero sin perturbarse, sin que el acto modifique su calma intrínseca, la cual va ligada a su esencia. Su conciencia da luz a todas las cosas y así nunca se deslumbra, pues esa luz parte de él (de su ser) y la oscuridad se borra a su paso, sin poder tocarle. Él es el gran testigo, el faro que alumbra a la conciencia. RECONOCIMIENTO DEL AMOR Un organismo está sano al existir cooperación y entendimiento entre todas sus partes, entonces decimos que hay equilibrio y armonía. El efecto de ello es la salud, también la belleza o la virtud, por supuesto la creatividad. En la facultad o capacidad de crear hay un orden implícito dando forma a una realidad, si no hubiera ese orden implícito la realidad o la forma no podrían tener lugar. En la suma de las partes no acontece conflicto causado por las diferencias cuando cada una ocupa su lugar –su centro-y no desea sustituir a la otra. Con el egoísmo o la voluntad de poder hay un silencio que desordena, contrariado, pero que a su vez se busca en la armonía; y cuando ese silencio es escuchado la armonía regresa, cuando ese silencio no es ensordecido por el caos el ritmo se mantiene y las partes permanecen unidas en su equilibrio orgánico. Hay una liberación al comprender esto, que deviene del reconocimiento del amor como resorte de todo fundamento. En ese reconocimiento aflora la conciencia, donde el amor se sabe amante y se entrega a su enamoramiento. De este modo, el ser se descubre amado y amante, unido a todas las partes y hallado en todo lugar e instante. SER SIN ELECCIÓN Una mente silenciosa es una no-mente. ¿Qué quiere esto decir? Que ante la ausencia de la mente sólo queda un espacio abierto e ilimitado que llamamos Conciencia, Totalidad, Amor, Realidad... ¿Por qué escoger lo limitado cuando es nuestra la Totalidad? En realidad, no se trata de escoger, sino de Ser sin elección. PRESENCIA DE LO QUE ES Vivir es ser. Vivir de forma consciente es ser y no vivir de forma consciente también es ser. Todo es conciencia siempre. De modo que, ¿hay algo que pueda no estar bien? ¿Queda algo por alcanzar, algo que quede fuera de lo que es? La existencia es completa, el existir está siendo a cada momento, sin que precise de nosotros o de nuestra atención para que sea lo que es. Estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos o pensemos lo que pensemos, será siempre lo que es. ¿Dónde está entonces el problema? ¿Por qué deseamos adecuar las cosas a nosotros y a nuestros deseos? Aún así, la libertad es completa. La vida está siendo vivida tal y como ha de ser vivida, es decir, como es. Sólo la mente crea el conflicto, pero la mente tampoco es el conflicto, simplemente es algo que está ahí, como todo lo demás. Anhelar la liberación es otro conflicto de la mente, la ilusión de una cárcel que no es real, de unos muros que no existen, algo que nosotros llamamos 'muros' pero que igualmente podríamos llamar 'inmensidad'. Al cesar en el intento de la búsqueda, incluso -y sobre todo-de la búsqueda de la liberación, comprendemos que no queda nada por buscar o lograr, y vemos claramente que la libertad ya no es una expectativa de la mente, que ya no es una ilusión perdida en la isla de los conceptos, sino la más evidente realidad. A eso lo llamamos consciencia. Presencia de lo que es. PERFECTAMENTE ENCONTRADO Hay un momento en el que la búsqueda termina. Era muy sencillo todo, simplemente te das cuenta de que siempre, sin excepción, estás perfectamente encontrado. Y sólo hay paz, paz solamente, y mucho amor. LO ETERNO DEL AHORA Cuánta vida hay en lo eterno, en lo eterno de un instante, en una mirada entregada al solo mirar, serena y deslumbrante, deslumbrada de paz. Todo lo visto, oído o soñado es uno en la mirada viva del ahora, en suma unificada hacia el infinito, siempre completa en su resultado. Porque el resultado es unísono, la resolución es la vivencia del descubrimiento de ser siendo, tal testigos del milagro de la vida, no pidiendo nada al acontecer: pues éste supone en sí mismo la más evidente culminación. Acontece sin más... y es. Ya es. Obsérvalo. No esperes al encuentro, pues el encuentro ya está aquí: en ti. Siempre lo estuvo. Allá a donde mires será lo cierto. En lo que ves, está el ser. Y donde está el ser, está tu corazón puesto en él. Únete, intégrate en ello, y eres la unidad. Únete al ahora, y eres el ahora. Únete a lo eterno, y eres la eternidad. No hay esfuerzo en ello, no hay nada que conseguir, solamente es la fuerza de atracción que permitimos que surja al soltar aquello que nos impide movernos: la ignorancia que crea la mente. Y esa fuerza es el amor, la luz de la verdad, lo eterno en ti permitiéndose respirar más allá de la mente, en la conciencia de ser. Respira, observa y sobre todo... relájate: entonces la acción del amor surge espontánea y libre en tu corazón. Permítete ser en cada segundo la libertad surgiendo, lo eterno del ahora, el amor viviendo y resplandeciendo en ti y en todo lo que te rodea. ¿Qué más se puede pedir? LA MIRADA SILENCIOSA Hay en las cosas un ser tan ellas mismas que las hace únicas y enteras en su contemplación. Son lo que son y en ello reside lo que tienen de perfecto, su belleza en continuo equilibrio. Y la belleza, más allá de las cosas en sí, reside en los ojos que la miran, pues ahí nace la vida al ser contemplada por la vida. Los ojos que miran con amor llenan de amor todo lo que hay fuera. La palabra que canta hace del mundo su canción. El silencio llena el abismo de la soledad cuando es escuchado en compañía del ser. La realidad es plena a través del silencio puro y amante que la eterniza. Los ojos del mundo nos contemplan a cada instante y nosotros le devolvemos la mirada, embebidos de mundo y de canción, porque la vida es un embeberse de ella con solo respirar. Y así, bebidos de aire, vividos de ser, vaciamos el aliento hacia la eternidad. La vida se hace una en el corazón que late con ella. Tu compañía más sagrada es ese corazón que asienta en ti la vida latiendo. Cualquier inquietud queda liberada entonces, en el lugar en que la quietud es el horizonte de todo lo que se ve. La paz del silencio, ese cielo que envuelve la vida, permite a las nubes ir y venir, pero sabiendo ante todo que su naturaleza es ese cielo, ese silencio, y que las nubes son sólo fenómenos que pasan ante la totalidad y espaciosidad reposada que da lugar a cualquier manifestación. Ese cielo es el ser, el espacio de la conciencia, el mundo que es mundo, independientemente de los fenómenos que lo nombren. Cualquier nombre será siempre un adjetivo en esta conciencia que de por sí supone lo esencial y que contiene en su esencia todos los infinitos adjetivos que imaginemos añadir. El sueño imagina adjetivos, la realidad nombra lo que es. Y ese nombre último, es lo no-dual, aquello que a nada se contrapone: pues consiste en ser totalidad inclusiva a cada paso que da. Paso de aparente movimiento, pero que en verdad es un siempre aquietarse en lo total. SILENCIO ESCUCHADO Busca la fuente en la que te has de bañar, es decir, permite que el silencio sea esas aguas que te revivan en el ser: que purifiquen tu conciencia de nacimiento total. Un baño así, desnudo de cuerpo y de memoria, simboliza un auténtico renacer. En ese baño se abandona lo que nos impide callar, ese rumor que niega a la claridad entrar y mostrarnos en lo profundo ese gran paisaje que sin necesidad de hacer nada, por siempre está. Es la fuente que da luz a la vida y que permite que veamos no sólo las formas que ella colorea sino la luz misma en su potencia. En el silencio la mirada regresa a su fuente y descansa en la plenitud original: en la quietud del comienzo, en la raíz antes de la raíz, en la creación antes de ser creada y que ya contiene todo lo creado. La vida nace, se crea millones de veces cada segundo, desde ese origen que ya es todo el tiempo y toda la eternidad. Es la fuente primordial, el gran Tao, en que nos bañamos naciendo originales a la verdad completa: aquello que eres ahora y siempre. El hombre, la tierra, el sol, el universo, lo infinito... contenidos en ti y tú contenido en ellos. Latente y partícipe, silencioso y creador, tangible e ilimitado. No hay diferencia ni separación alguna al mirar el todo desde el todo. Total como el ahora, tu corazón puede estar aquí, en este instante sin tiempo. Estar en la presencia para divisar lo indiviso, la exactitud del presente. Todo lo que hay aparece en el presente, sin pasado ni futuro, regalándonos la calma de lo completo, de una realidad ya realizada y mostrándose tal cual. Por ello, el presente no tiene tiempo, es el único punto del tiempo que verdaderamente vivenciamos y desde el cual se puede vivenciar igualmente la eternidad. El presente es la morada del ser, el punto donde nace continuamente lo nonacido, lo perpetuo existente, la llama constante que moviliza la manifestación de las cosas del mundo. Por ello, estar en el presente es estar donde está todo, y el único esfuerzo que requiere lograr esa presencia es tomar consciencia de tu estar aquí. Esfuerzo aparente, pues aunque no tomes consciencia siempre estarás aquí en el presente. Esfuerzo, por tanto, que consiste en abandonar todo esfuerzo para dejarse ser en lo que es. No en la mente, que sólo sueña ser; sino en la concienciatestigo, aquella que ve el sueño de su estar desde la realidad del ser. Realidad incognoscible, pero que nos penetra como el aire en lo vital del presente. Realidad invisible, pero que da luz a la vista y con ella a todos los fenómenos de la conciencia, no siendo los fenómenos la luz misma sino la conciencia en que aparecen, que ilumina a todos por igual, sin preferencias ni distinciones. Realidad, en conclusión, que, de sólo estar ahí, ya es realización. SIN TIEMPO NI DUALIDAD Comprender la eternidad es tan sencillo como no decir: ayer, hoy ni mañana. Consiste en no temporalizar, en no poner límites a lo que de por sí es ilimitado. ¿Acaso tiene tiempo el silencio? ¿Quién puede decir -en el silencio-que este silencio ha durado cuatro segundos? En el momento de decirse ya no hay el silencio, lo natural, quedando sustituido por un contenido mental ficticio creador del tiempo: de una representación de la realidad subjetiva, en paralelo, que pretende seguir lo que en realidad no tiene una continuidad lineal. Por ello, ese viaje en paralelo a través de la dimensión del tiempo no puede hallar la eternidad representándola en su peculiar dimensión limitada. Sólo queda olvidarlo todo, sacudirnos todos los conceptos mentales, todas la líneas paralelas y duales, para entrar al silencio sin tratar de contar los segundos que callamos. Todo el conflicto puede plantearse como un estar cambiando de estación todo el tiempo, pero sin nunca coger el tren en el momento adecuado. Es decir, todo ese esfuerzo supone perder siempre el tren; o, digámoslo de forma más precisa y veraz: no hay ningún tren que coger y por tanto, ninguna estación a la que dirigirse. ¿Puede comprender eso la mente? Sería una buena pregunta. ¿Puede comprender eso el silencio? Parece que esta última pregunta resulta innecesaria pues carece de todo fundamento. No para la mente, pero sí para el silencio. ¿Estamos ante una dualidad (mente/no-mente) o ante un trayecto de inevitable conciliación? En la no-dualidad no hay siquiera perpetuo de los opuestos en realidad, pues carecen de nada a qué oponerse: el amor los mantiene unificados y en armonía al no verse contrarios, sino completos. El amor es el silencio que habla o que calla sin referirlo al tiempo, ni a la mente, ni a nada distinto a lo que es en realidad: amor completo sin objeto. QUIETUD REVELADORA La luz viene y va al ritmo del corazón. Es luz tranquila porque el corazón está tranquilo. El principio básico de la meditación es la serenidad. Cuando se reposa en la quietud la visión es clara y penetrante. Nada la perturba. Meditación significa paz, calma, profundo amor constante y consciente, en convivencia con la verdad interior, fiel a su sentido. El amor cruza todas las distancias, vuela con las alas del alma entrelazadas al aire esencial. En la quietud meditativa el alma se eleva hacia confines sosegados, evocando lo verdadero en sonrisa dulce de amor. Todo es real, todo está aquí, todo responde al ser, pues es el ser quien lo realiza: testigo de sí mismo y de todo formando parte de él. No hay nada que pueda escaparse a la integración pacífica del uno con el todo, a la unidad o no dualidad como premisa para el entendimiento espiritual. Todo vive en amor cuando el amor nos vive, cuando nos penetra inmenso con su brillo de cálido reencuentro. Y llegamos así al hogar, al ser, a la vida plena. MEDITANDO LA REALIDAD En la meditación (allí donde hay atención profunda) asoma la clara conciencia de presencia, en la que el observador es lo observado, testigo de todo cuanto sucede. La presencia está donde ha de estar y encuentra sin buscar, ya que es la realidad misma la que está ocurriendo, la que es hallazgo a cada momento, en un espacio donde no hay foco sino totalidad. La respiración es un puente entre la mente y la conciencia, nos enraíza con la vida, retirando el anclaje del ego y de los procesos mentales que empañan la visión interior; una visión que por naturaleza es imperturbable y se sitúa en continuo descubrimiento del Sí mismo. Profundizando aún más, vemos que la continuidad del conocimiento interior es otra ilusión, pues el proceso de tiempo desaparece al liberar al ego de sus identificaciones y anhelos cotidianos. Entonces entramos en la verdad directa del ahora, aquella que allá donde vayamos siempre nos conduce al ser, a la experiencia de lo real en ti, en todo lo que observas, en este momento preciso que se muestra único y total. El observador, el testigo, tampoco es real, es otra ilusión del ego, la ilusión de que alguien está viendo algo. Solamente hay conciencia. Conciencia que es presenciada, sin sujeto que la presencie y sin objeto que de algún modo la configure. Esa presencia, el ser del ahora, es eterna, no se puede definir, pues no tiene nombre ni forma, solamente ‘es’. Así, todos los sabios nos aconsejan: SÓLO SEA, lo que añada no será real, lo único que permanece siempre es el SER. La realidad puede verse de distintas formas, pero no por ello se trata de crear una realidad ficticia acorde a nuestros deseos, sino más bien de limpiar, de hacer sencilla esa entrada de la visión de lo real. Depurar la visión significa simplificar, ver las cosas tal como son, de este modo todo lo que nos llegue estará impregnado de una verdad de armonía y quietud, porque no se suman las olas del pensamiento al vislumbre oceánico, completo e indivisible, de lo directo. Y uniéndonos a esa visión de clarificadora entrega, de verdadera honestidad, el espejo amplio de lo visto se une, se iguala, a la visión interior del ser. NUNCA HAS DEJADO DE CONOCERTE Cada momento, cada segundo, refleja eternamente lo que eres. Ese reflejo es la experiencia y más allá de ella está el sol que la ilumina, aquello que la hace posible: el ser que nunca nace ni muere, que siempre, total y permanentemente, es. Descubre aquello que en ti nunca cambia. Eso que no puede nombrarse, ni señalarse, ni siquiera imaginarse, es lo que eres. Porque el ser no se puede buscar, no se puede ir hacia él. ¿Cómo ir hacia ti mismo? ¿Quién ha de ir hacia quién? No has de hacer nada. En realidad nunca has hecho nada. La vida funciona sola. La vida se presencia sola. Se respira sola. Este es el milagro. Tú estás ahora aquí: esta es la verdad, saboréala. Conócete a ti mismo: verás que siempre ha estado ante ti la evidencia directa del autoconocimiento. De hecho, ya te conoces. Nunca has dejado de conocerte. Es la mente la que se esfuerza en evitar lo inevitable, como en un juego, siempre buscando algo más, a través de una expectativa, de una ilusión puesta en el futuro. Pero tú estás aquí y siempre estarás aquí. Incluso la mente, el pasado, el futuro, la imaginación... todo está aquí, todo bebe de la misma fuente: el Ser. Esta es la mejor noticia que nos pueden dar. Nada cambia al saber esto. Pero nada vuelve a ser igual. LA CLARIDAD DEL PRESENTE La claridad acontece a la conciencia al igual que el sol da luz a todos los objetos y con ello los hace presentes a la vista. La claridad de la conciencia nos despoja de la mente, de sus hábitos de murmullo incesante, y nos pone cara a cara con las cosas: con 'lo que en' este instante. El presente es una dimensión sin tiempo, la única forma de conocer lo eterno. El presente es todo cuanto es verdadero en esencia, lo demás son solo apariencias que nos sacan de esa dimensión sin tiempo, la cual puede vivirse solo aquí, ahora. No tenemos que hacer nada para el presente aparezca, para que la vida se nos muestre como es. Más bien supone un dejar de hacer, un dejar de buscar por medio de la mente, abandonar toda estratagema y ver la claridad de esto que llamamos 'ahora', en la más pura y limpia trasparencia. En una sencillez que nos desnuda y nos deja tal como somos. Libres, completos. Aquí y ahora. SER DE AMOR ETERNO Escucha en el silencio a tu ser hablando, su elocuencia es infinita, su lenguaje es del amor y su ritmo es armonía, paz entera llamándote en lo íntimo, en el corazón. Tu ser es la respuesta que late con fuerza, el origen de todo este mundo. Ese origen, ilimitado, sin forma, trascendido de todo, se expresa en el silencio más reposado, en el espacio más sereno, ese que es capaz de nacer desde tu corazón en su calidez más honda. Escucha esa voz callada, observa cómo te susurra sus ecos de eternidad. En ese silencio profundo de conciencia ves lo que eres, ves tu esencia no nacida, inmaculada, absolutamente perfecta por siempre, completamente en paz como un niño en su sueño profundo, absorto en la quietud de su calidez angelical. Siente esa voz eterna, la de tu ser, la que siempre es, la que nunca ha nacido y nunca puede morir. Aquello que nunca ha nacido tiene la cualidad de la eternidad, mora más allá del tiempo en un no lugar. Observa ahora esa paz absoluta, no sometida al tiempo, a las limitaciones, a las formas que nos separan, al tú y al yo... En esa paz nunca hay dos, todo es nodos, todo es uno, unidad onmiabarcante. Qué bello es el susurro de ese silencio eterno acariciando nuestro ser, llevando al corazón a su región luminosa nunca diferenciada, nunca extraña de sí misma, en todo momento en una intimidad desbordante, amorosa, perfectamente hallada. Escucha en el silencio a tu ser hablando, en su lenguaje callado de amor y eternidad. LA CERTEZA Liberador es cuando comprendemos que todo lo que nos ocurre tiene un sentido, que no responde a una fútil casualidad sino a un desencadenamiento de procesos substanciales para la formación de nuestro ser. Todo lo que sucede es necesario vivirlo, por dura que a veces parezca esta afirmación, ayuda, en última instancia, el llevarla consigo. Ante la adversidad o ante el viento propicio una firme certeza, no dependiente de nada y en sí misma asentada, pronostica un destino floreciente. Estar ya es ser. La certeza de que todo tiene un sentido es ya dar sentido a todo. La razón no puede abarcar eso, pero sí la intuición, que tiene su propia cognición silenciosa cargada de destellos, de verdades que rozan el corazón con soplos únicos de entendimiento instantáneo. Saber solamente, sin más instrumentos que esa certeza íntima que penetra al ser de su infinitud, es ya una realización elevada de unidad con la vida. El camino prosigue. Y el misterio de la vida se convierte así en néctar que desvela y alimenta el alma del buscador, que es, en esta perspectiva, lo buscado. Lo hallado. La verdad poética. Lo que merece ser encontrado; y sin duda así será, si la convicción es firme. Si la certeza resplandece en el corazón. LA CONSCIENCIA AUTOEVIDENTE Vivir conscientemente quiere decir estar en la vida. "Eres el ser que sabe que es", la realidad de la existencia es consciencia pura, correspondencia natural con lo que acontece. El ahora está vacío porque todo es natural en él, el mundo es armonía en el momento en que es visto con clara mirada, imperturbable, llena de presencia. Tus ojos son el ser, tu cuerpo es el ser, tu respiración es el ser; y todo lo que aparece es el ser. Eso es la unidad, el sustrato -la Esencia-, aquello que siempre bajo cualquier fenómeno transitorio. siempre permanece es lo que eres, lo demás son apariencias. Tú eres la Esencia, el Amor, aquello que es buscado fuera se encuentra en ti, dentro. Dentro y fuera son conceptos, pero la dimensión unitiva del ahora consiste en la vivencia consciente del mundo. "Yo soy el ser que sabe que es", esta constatación espontánea es fruto de la Consciencia, la más íntima realidad, el más grandioso tesoro que nos muestra que ya somos lo que buscamos. Este es el gran misterio, aquello que no puede ser descifrado por la mente pero sí realizado por el ser, pues es su naturaleza real. EL GRAN HALLAZGO DEL ESPÍRITU Hubo un día en que el ser humano descubrió el hallazgo más importante de su historia. Aquello que encontró no estaba fuera, en algún lugar perdido, sino dentro de él. Además, por encontrarse dentro también descubrió que eso no era distinto de él en nada. Él era eso. Él era, más allá de toda apariencia, espíritu. Junto a ese hallazgo, inigualable, revelador de su identidad real, comprendió que no sólo se encontraba dentro de él sino en todas las cosas y en todos los seres. El espíritu era la esencia de todo, la razón y vínculo con lo real, con la verdad, con la naturaleza fundamental de la que estamos hechos y que universalmente compartimos. El gran hallazgo del espíritu trae consigo una estela de amor sin fin. La conciencia de ser, de saber que estamos hechos exactamente igual sin diferencia que todas las cosas del universo, nos traslada hacia un inconmensurable y bello sentimiento de unidad con todo. Nunca estuvimos separados de nada, ni de los otros, ni de los demás, ni del mundo. Tan sólo era una ligera ilusión, un frágil y olvidadizo sueño que nos hizo creer en la idea del ego, de que somos un sujeto separado del mundo y de los otros, un sujeto incluso separado de sí mismo. Por ello, dejar atrás ese sueño es despertar, ver claramente tu naturaleza, tocar la esencia de tu ser y no hallar diferencia alguna con lo que te rodea. Este despertar es inmediato. Sólo necesitas darte cuenta de ello, ahora, en este momento, con todo tu cuerpo y tu ser. Ese sentimiento de consciencia es indescriptible. Esa fuerza de amor, que brota del centro del corazón y posee una energía expansiva sin límite alguno, es el motor de la vida, el germen que nos origina, mantiene y eterniza. El hallazgo del espíritu, el gran descubrimiento de tu realidad y verdad más íntima, te lleva de regreso a la inocencia y pureza de tu ser, de tu corazón. En el mar, tú eres el mar, eres uno con las olas del océano meciendo tu cuerpo; en las montañas, eres hermano de los árboles y riachuelos y de todos los seres que allí habitan. Tú eres la conciencia, pues es la conciencia, tu capacidad de ser, de ver y observar, de amar y conocer, lo que te permite ser eternamente lo que eres, no apegado a nada, no identificado con nada en concreto, sino generosa, humilde y conscientemente entregado a todo, unido a todo. Este momento, este presente, que es presencia plena, contiene todos los tiempos y todos los lugares. Tú, aquí, ahora, siempre permaneces contigo en el amor de tu centro presente. Ama pues, sé consciente del amor que hay en ti, en el mundo, y nunca dejarás de sorprenderte ante el infinito caudal de bendiciones que hará de tus días un constante y un siempre nuevo amanecer. EL SER LO ES TODO No hay verdad que no pueda ser cuestionada por la mente, incluso podemos cuestionar a la propia mente y afirmar que más allá de ella existe la auténtica verdad. Aún así, si hemos afirmado algo hemos de ver cómo sigue siendo la mente la que continúa haciéndose cargo del proceso. La libertad total ya no cuestiona ni pide nada, pues libre es quien no necesita algo para ser algo, sino que es en este instante todo lo que necesita. La comprensión trasciende la mente, es en la observación clara, cristalina, donde surge el comprender, el ver directamente, el ser la visión. En todo momento, contigo se halla el ser, eres ahora (sin tiempo), ahí está la realidad, la experiencia concreta de ser tú mismo. Realizar es ser, la realización espiritual es simplemente ser, pues ello significa conocer lo que eres, sin dualidad, sin sujeto ni objeto, sin yo ni tú, ni ello ni aquello; en pura unión con el ser que todo es. Siendo, aquí y ahora, eres vida, realidad manifiesta, verdad. LA DESNUDEZ DE SER Ya no hay meditador cuando la meditación aparece, la contemplación lo envuelve todo y el meditador desaparece. La mente busca darse identidad a través del lenguaje, de las imágenes, de todo lo que sea capaz de percibir; pero la mente además, cuando descansa en la quietud, sabe no buscarse porque se basta con su vastedad. En el espacio de la conciencia la mente queda desnuda, cristalina, y el testigo vislumbra y se silencia, halla pero se pierde a sí mismo, una y otra vez, como en una danza que el corazón guía hacia lo espontáneo e imprevisible. Entonces tiene lugar la meditación, aquello que no está fuera, que no hay que salir a buscar a ninguna parte. Aparece porque el ego perece, se manifiesta porque la manifestación se hace una con el ser y toda dualidad declina. Quedamos libres, liberados de las vendas que cubren la visión y así podemos ver, sencillamente, lo que al mirar es. Por ello, decimos que la meditación no es una adquisición, sino un completo despojamiento. LA EXPERIENCIA DE SER “Una experiencia que se inspira en el tiempo, que tiene continuidad, deja de ser una experiencia”, apuntó Krishnamurti en su diario. Toda experiencia es un suceder, ocurre cuando es y más allá de eso solamente queda la memoria de la experiencia, el aroma de lo vivido, pero la flor tuvo lugar en el ahora de su florecer, experiencia, incluso la imágenes y recuerdos, que atraviesa el centro de la impresión vital del tiempo en la rememoración. Sin embargo, en su proceder, la memoria deja de lado la experiencia directa y objetiva del presente y lo que está teniendo lugar frente a nosotros pasa como una nube en el cielo de la presencia. La experiencia que no es presenciada, que no se hace consciente, en su aroma apareciendo. Todo es memoria, experiencia interior de pasa invisible, sin sustancia. Perder eso, vivir en el tiempo, significa inspirarse en el reflejo de lo que es, en una ilusión. Darse cuenta de que uno es, es todo lo que hace falta para entrar en la vida desde su totalidad. A partir de la conciencia “Yo soy” advenimos al mundo sin las ataduras de una identidad o de un deseo encubierto de realidad. A partir de la conciencia “Yo soy” el tiempo ya no es necesario para buscar la continuidad, pues la realidad ya está presente y la conciencia de nosotros se sabe como todo lo que podemos dar. “¿Quién soy yo?” será la pregunta fundamental, y ahí comienza la indagación, presenciando la experiencia completamente, desde la verdad más íntima y profunda que podamos hallar: que somos. LA EXPERIENCIA INEFABLE Tú eres la verdadera experiencia inefable. Nada hay que no haga referencia a ti, al misterio de quien ve, al testigo incondicionado y puro que, pase lo que pase, siempre permanece en paz. Ese estado de felicidad absoluta que uno puede experimentar aquí, en el mundo de los fenómenos, es la consecuencia de comprender la libertad total de ser, que es amor sin distinción. EL SER NO CONDICIONADO N i tiempo, ni espacio, ni movimiento… He ahí la naturaleza del ser no condicionado. Sin nombre, ni forma, sin sueños ni divisiones del nombre ni de la forma. Sin reposo ni urgencia, inconmovible y activo, fijo y suspendido, en todo sujeto y a nada preso, como una ola del mar, apasionada en su extinción. He ahí la naturaleza del ser no condicionado. Tenso en el reposo, reposado en inclemencias, clemente sufrimiento, como una llama de cobijo o un súbito frescor de la resistencia. Estable entre las y compasivo ante el odio o el ternura, acompasando silencios y palabras, cumbres y abismos más allá del vértigo o del azar sin respuesta. Ni tiempo, ni espacio, ni movimiento… No hay condición alguna para el ser que mueve libre las alas en su perfecto instante de vida. En la cumbre del ser y la conciencia que le atestigua, todo ya está hecho. La luz de la verdad no declina, y el alma del viento conoce por siempre el canto de su dicha naciente. He ahí la naturaleza. He ahí el ser no condicionado que alumbra la morada profunda de la conciencia. Sin estado posible que lo separe de su estatura inefable, porque unificado en todos no está en ninguna parte; y en todas presente. UN BELLO SUCEDER, EL AMOR En el momento en el que la verdad es dicha, muere un poco. Y ese es su bello suceder. Nace, muere… en cada momento, como la respiración; y así experimentamos esa viveza, ese misterio reconciliador que nos certifica una realidad por descubrir, por sentir, por abrazar, por amar. Esta realidad es la vida, esta vida es la única verdad, la verdad que estamos experimentando, que estamos haciendo nuestra de una manera tan íntima que al cerrar los ojos también está ahí, pues siempre está y ha estado ahí dentro. Ese es su bello suceder, el bello suceder de todo instante que reproduce la esencia de todos los instantes vividos, la esencia de toda existencia. La verdad es dicha, pero muere un poco. Y vuelve a darse vida en esa respiración que nos llena, que nos confirma. He ahí el acontecimiento que nadie más puede experimentar por nosotros, ese encuentro único, intransferible, del descubrimiento de la verdad, es decir, de aquello que nos libera de toda ignorancia, imposibilidad o limitación. He ahí el acontecimiento que la conciencia descubre, atenta a nada más que a su ser. Porque en ese “nada más” está el todo, ya nada sobra ni resta: el ser es completo y visitar su completitud nos vacía de cualquier carencia con lógica resplandeciente. No hace falta nada, ni siquiera es necesario intentar evitar lo indeseado, lo que nos molesta, sino que todo es acogido –y aliviado-con abrazo compasivo y transmutado así, integrado en el amor incondicional y observado desde ahí, sanando lo indiscernible hasta ese momento –la causa del dolory discernido en consecuencia, con el lenguaje del espíritu. Y en esa armonía de apertura a lo que es, un bello suceder ocurre: se despierta la conciencia del Ser y todo es comprendido mediante la amorosa aceptación, la cual nos hace más grandes y más libres. TÚ ERES ESO Respira, en este instante infinito, la conciencia que te invade, conciencia de ser sin límite alguno, tan sólo presencia espontánea, genuina, virginal. A cada momento, y durante toda la vida, la presencia siempre es la misma, la sensación de que eres te ha acompañado sin dejarte, aunque todo cambie a tu alrededor, incluido tú mismo (o ese que aparentemente, psicológica y biográficamente, has creído ser). Eso que siempre queda y permanece, el ser consciente, el saberte y sentirte ser, nunca podrá morir porque no sólo ese descubrimiento supremo apunta a lo eterno, sino que es la pura conciencia en lo eterno, en la verdad sin intermitencia que es luz y mecha de tu Corazón. No hay separación alguna en la conciencia no-dual que es realidad absoluta. Tú eres Eso, lo que siempre Es. Saboréalo. TODO ES AHORA Nunca acumulamos experiencia, tan sólo es una ilusión que llamamos memoria. Mira ahora este instante desnudo de imágenes e impresiones mentales. Todo es perfecto. El ahora es la gran obra de arte de la vida, en él habitan todo el tiempo la verdad, la belleza, el amor... Todo resplandece milagrosamente. Contempla, pues, este milagro, eterno y siempre presente, que llamamos Vida. CONOCERSE ES SER Conocerse a uno mismo implica abandonar la imagen que uno tiene de sí, pues no somos una idea mental, no somos una representación ilusoria a nivel psicológico. Conocerse a uno mismo supone dejar de lado toda identificación, entrando de lleno en la tierra pura y trascendental de la esencia nocondicionada y no-definida (pues todo lo definido queda condicionado por su definición). Lo que somos no puede ser nombrado por la mente, pero puede advertirse al contemplar que no somos la mente. En esa contemplación un espacio amplísimo se abre, más allá de cualquier intento de conocer, en la mera estancia atenta de la no-mente, del silencio. ¿Quién es el que se da cuenta de que “yo soy”? Éste, ese veedor del ser, no está tocado por la mente, es continua consciencia del ser siendo. Éste que se da cuenta, siempre de forma natural, siempre por el mero hecho de estar aquí y ahora, es la conciencia del mundo en nosotros, la visión de los sentidos, del habla, del pensar, del no-pensar. Todo transcurre tras el reflejo de la consciencia, testigos de su transcurso. Ella no hace, sólo ve, ella es completa, todo aparece y se muda en la pantalla infinita, permanente de la conciencia: pero nada forma parte esencial de ella, aunque sólo por ella todo acontece. Aquel que se da cuenta no puede ser señalado, no puede ser buscado, ¿cómo buscar al buscador, si él mismo es lo buscado? Así pues, darse cuenta del que se da cuenta implica el conocimiento de todo lo que es necesario ser conocido: la conciencia de que soy. La conciencia siempre es ‘lo que es’, lo que queda tras las apariencias que la recorren. Conocerse es ver directamente lo que está siendo, dejando que siga siendo tal como es, pues ya todo resulta en perfección al traspasarse la veda que impone la mente, su forma limitada de percibir, aflorando en virginal libertad la presencia de la sencilla dicha de ser. Entonces deviene la quietud al espíritu y queda la conciencia sola, tranquila, inconmensurable… Eterna en su instante, serena en su infinito. LA VERDAD ES SIEMPRE AHORA En la búsqueda espiritual suele presentarse la gran dualidad entre el yo-ego (o inferior) y el yo-real (o superior). Es decir, la individualidad cuerpo-mente por un lado y el Espíritu o Dios por el otro: esa esencia impersonal que somos. No obstante, tal dualidad invita a ser trascendida, dándonos cuenta de que todo es un juego de lenguaje, de conceptos. Da igual cómo llamemos a las cosas, porque las cosas están ahí, el problema surge cuando olvidamos las cosas y nos aferramos al nombre que le dimos. Su fragancia ya no está, su realidad manifiesta se pierde, convertimos lo esencial en una pieza yerta de museo. La vida es actualidad constante, manifestación espontánea y, por ello, aquello que somos no puede ponerse en un lugar aparte, disecado y etiquetado, sino que ha de ser albergado a cada momento. Entonces somos verdaderamente libres, porque vamos de la mano con la vida, con la llama del ahora: aquella que brilla en el latir del instante eterno que a cada segundo se revela. La verdad es siempre ahora. PRESENCIA DE AMOR Late el corazón exclamando el sonido de la eternidad como llamarada de vida en lo interno y total del vivir. Tú eres lo real, el amor dando presencia a través de la omniabarcante unidad, al mundo y a sus innumerables manifestaciones. Ilusión es pensar que este sueño cambiante es la base y raíz sobre la que se sustenta todo. Ilusión también es pensar que más allá del sueño hay una realidad última esperando. No sería más que otro sueño en proyección. Tu realidad, la verdad, esa que sólo conquista el amor puesto en la visión limpia y sincera, nace, muere y vive eternamente en este instante. Todos los ayeres y mañanas tuvieron lugar sólo ahora. Este momento es tu memoria, tu futuro, tu presente (todo ello conceptos, imágenes, ilusiones que llamamos tiempo). Pero nada de eso vive por sí mismo, son sólo manifestaciones que cobran su vida en ti: la presencia misteriosa. DESCANSA EN EL AMOR El amor es el único destino posible. Él nos espera con sus brazos abiertos de eternidad. Él nos espera ahora, en este momento, dispuesto a arroparnos, a derramar su luz y frescor sobre nuestras mejillas agotadas. Él nos espera sonriendo, purificando, entregando la verdad de su esencia liberadora. Descansa en el amor... y renacerás en él, por siempre. REALIZACIÓN ESPIRITUAL Todos los seres humanos somos sostenidos por un ritmo idéntico, el del corazón. Ese centro vital que susurra vida en su continuo latir. El conocimiento interior pasa por la escucha atenta de lo que somos: cuerpo y mente, emociones, conciencia, cualquier fenómeno presenciado. Conocerse es realizar el ser que nos anima. Tenemos la presencia fijada a nosotros, aunque reposa en la libertad de ser escuchada. Y cuando es escuchada, el mundo viene certero, intocado, como un océano profundo e inmóvil donde habita una superficie cambiante y en movimiento, de aire y de sonoras formas que van y vienen al ritmo de su ahora, impermanente pero real al contemplarse. La mente es como un río, a veces su corriente parece arrastrarnos, pero al observarla uno ve pasar el río, tranquilamente, hasta que se calma y llega fundiéndose con el océano, al centro sosegado de su plenitud. Más allá de la superficie se encuentra lo profundo, lo aparente ignoto, el alto descender a lo real. A esta sublime entrada a lo profundo puede llamársele el conocimiento de lo absoluto. Es realización plena, conocimiento vivenciado. “El conocimiento de lo absoluto”, como expresó Swami Vivekananda, “es absoluto en sí mismo […] es plena”. Cualquier conocimiento meramente especulativo no puede expresar la dimensión de tal realización: que es un vivir en el ser desde el ser, una completa interiorización del estado de amor divino, esto es, del estado del amor mismo. Pues, ¿no es el amor a Dios un amar al Amor mismo, un amor en todo y para todo? ¿No es el amor místico un sentir la maravilla en todas las cosas como si todas esas cosas fueran una sola? La experiencia mística aparece en un destello de conciencia, en presencia súbita de gozo, allí donde la vida mora en su hogar íntimo, inspirada y avivada por el aire que el amor desprende al realizarse en lo más hondo del corazón, en la raíz de lo posible y profundo. Y aspirando a él, al amor, nos vaciamos enteros para llenarnos nuevamente de la luz que nunca desluce, en la libertad que proporciona el saberse vivo al mirar con tales ojos luminosos el fulgor que se refleja en realización teórico y todo lugar y en toda conciencia. No cabe duda del problema raíz que ha asolado a la humanidad en todo tiempo y que Krishnamurti expresó de este modo: “En la separación existente entre sujeto y objeto se asienta toda la miseria de la humanidad”. Cuando aparece esta separación, este olvido de la unidad que somos, surge un deseo de devenir egotista que conlleva un sufrimiento insoslayable. Es, como se dice en el budismo, el samsara del apego y aferramiento a tal sufrimiento por pura ignorancia del camino de liberación del mismo. ¡Y cuántas vidas puede llevar comprenderlo! ¡Cuántas guerras y crímenes cometidos por la ignorancia y en nombre de una falsa verdad! No existe verdad que incluya violencia, odio, separación. Pero el propio deseo de placer propio venda los ojos a la verdad, a menos que uno comprenda el sentido de su deseo y empiece a mirar no fuera sino dentro de sí mismo, en el simbólico espejo de su alma: el corazón. El deseo de recibir se invierte, como explica la Cábala, en deseo de dar, y pasamos de ser meros objetos pasivos de recepción del placer a un ferviente deseo altruista de otorgar. Pasamos a ser la Luz proyectando sus vívidos rayos de amor. Y en esa unión fraternal trabajamos juntos para la autocorrección a través del amor espiritual. Corregirse supone aceptarse a sí mismo. Abrazar tanto la luz como la sombra, pues sólo el amor puede dar luz a toda oscuridad. A pesar de las circunstancias, conviene ir siempre hacia el interior para entrar en la raíz de toda oscuridad, porque ahí también reside la Luz que al divisarla nos alumbra por siempre el camino. En el acceso al interior la calma de la mente es la gran apertura. Al calmarse la mente ésta se puede adherir sin esfuerzo a la presencia integradora de todo fenómeno en la realidad imparcial y receptiva del ser, ecuánime en su apertura a “lo que es”, a la aparición continua y directa del ahora, aprendiendo uno a liberarse de los conflictos que interfieren en la experiencia directa de la realidad. ¿Cómo llegar a ese estado, podríamos preguntarnos? Cualquier innecesario, solamente añadiría tensión Encontrar la calma supone dejar de lado todo intento, supone una cierta renuncia, una entrega, una confianza en el ahora, esfuerzo resulta y eso nos alejaría. rendidos a él como en un plácido sueño atento, que nos encuentra y en el que encontramos con el mero hecho de respirar, de ser, de movernos, de ver, de sentir, etc. Cada instante puede ser –es-ese encuentro auténtico con la calma interior cuando nos convertimos en el instante mismo, plenamente vivido. La creatividad va unida a lo que somos, el hecho mismo de ser ya es una obra de arte que no deja nunca de nacer. Cada día se torna distinto, conforma una pequeña vida plena en sí misma donde aprendemos algo nuevo, adquirimos más conciencia, nos hacemos más verdaderos. Todo se compenetra cuando mantenemos una atención consciente. Lo que verdaderamente necesitamos, buscamos o queremos entender se va resolviendo, cuando la búsqueda es sincera, sin intereses ni condiciones de por medio, abierta a ver el camino mirando a la realidad directamente y sin prejuicios, sin querer cambiarla o manipularla, solamente con una firme voluntad de comprensión. Entonces resulta completa la calma, profunda y libre, al ser lo que somos del modo más natural, creadores espontáneos naciendo al presente. Una calma que también puede llamarse auténtica libertad. EL BUSCADOR ES LO BUSCADO Sólo en este instante la verdad de ti mismo es accesible, no hay nunca otro momento para verla que ahora. “Ahora” está vibrando, está vivo, está sonando en tu interior con la fuerza inconmensurable de la verdad, de la realidad palpable ante ti, abierta y serena. La expresión "el buscador es lo buscado" alude a la esencia misma de esa búsqueda que sólo puede darse, verse, en el ahora, en ese momento único de presencia donde el buscador se halla a sí mismo en todo lo que le rodea, en el instante sin tiempo que es presencia, sin sujeto alguno. Lo que uno buscaba es uno mismo, siempre. Y eso se ve ahora. Ahora ves lo que eres, lo que está siendo siempre lo que es, esa realidad que nunca se puede ocultar, que permanece desvelada como tu naturaleza real, como el respirar de la vida que permite su presenciación. “Ahora” siempre te desvela, te muestra la verdad más profunda de lo que eres, instantáneamente. Ríndete a ese poder espontáneo, deja que el buscador empiece a verse como lo que siempre ha sido: lo perfectamente encontrado siempre. Antes, incluso, de que tú mismo aparezcas. EL MILAGRO DE LA CREACIÓN Uno no sabe nada de esta sensación de ser. Ella ha aparecido de la nada, de una nada que no era sabida, y ahora se sabe, misteriosamente, extrañamente se sabe esta sensación de ser. Pero nada ni nadie la han originado nunca. Por esta razón se ha llamado a esto "el milagro de la creación". Uno no sabe nada de esto que está siendo, en este momento en que uno es y está sintiendo esa sensación de ser que da lugar al conocedor, al saboreador de ser. A este origen, a este estado sentido, no pertenece ser, nunca le toca, nunca le ha tocado. El ser es más allá de todo nacimiento, aunque este nacimiento esté siendo visto gracias a él. Nadie ha tocado al ser, nadie lo ha logrado capturar en una fotografía en su totalidad. Sin embargo, todo lo que es visto, lo que es intentado capturar por esta sensación de ser, es visto por el ser, que nunca ha nacido. Este es el milagro de la creación, creación que en verdad nunca ha ocurrido. AMOR HALLANDO SU LUZ Cuando el amor aparece en nuestra vida se desprende como una bendición que nos llena de gratitud hacia toda la existencia. Nuestra esencia es el amor, somos, sin duda, por encima de todo, eso, aquello que amamos y hallamos en el fondo del corazón: el infinito interior, la conciencia universal representada en nosotros, al igual que un átomo representa a todos los átomos o una gota de agua a todas las gotas que cayendo con la lluvia se funden en el mar: siendo el ser completo en el océano de su totalidad. Lágrimas de amor se deslizan hacia nosotros mismos, hacia la vida, hacia el mundo en que fluimos y que nos fluye en lo más profundo del alma, en esa dicha divina que llamamos amor. La nosotros purifica, abierta a su propio surgimiento, en serena claridad que se asoma a la realidad. Esa realidad que en el interior nace es la experiencia de la belleza mostrándose al ritmo del corazón, la vida nuestra colmada de gratitud hacia el ahora que es tocado en la paz del ser, el cual se manifiesta como la llama de una vela que despliega con su brillo penetrante el centro de la emoción compasiva, cercana y elevada, aquella que nos abraza en el sosiego, como lúcida sonrisa de beatitud. Somos amor, en nosotros reside el inabarcable potencial de la verdad iluminada, la más pura esencia del milagro de ser, de respirar, de conocer, de sentir con todos los sentidos como testigos de la conciencia y su esplendor continuo, como regalo incansable que nos invita a expandirnos en el espacio abundante de la más concreta realidad: presente siendo vida, vida siendo conciencia, conciencia siendo exactamente lo que es: amor tornando a su centro, amor hallando su luz. experiencia interior de algo tan auténtico como mismos surge como un manantial de amor que que sana cualquier dolor, trasformándolo en luz. EN EL MOMENTO EN QUEYO NO ESTÁ En el momento en que yo no está puede verse la totalidad, eso que siempre ha estado ahí antes de todo nacimiento. Más allá del concepto de yo, de esa creencia que aparece y hechiza, siempre se está dando la realidad absoluta. Cuando se ve que yo nunca estuvo verdaderamente aquí, que era tan sólo una ilusión impermanente, no necesitamos trascenderlo, ni extinguirlo, ni vencerlo... yo nunca fue verdad, nunca estuvo aquí, nunca nos tocó en lo más mínimo. Eso es lo que ve siempre la naturaleza real de uno: lo que uno siempre es. TODO ES UN MISMO SER La senda del espíritu no conoce de destinos marcados. En el continuo aparecer de los misterios el ser se encuentra consigo mismo, en un incesante reconocimiento de verdades. La vida no ofrece significados fijos, ese es su bello brotar, pero sí certezas, sincronicidades, aparentes ‘causalidades’ llenas de sentido que revelan que somos incluso mucho más que causaefecto, porque vemos que el ser no está regido por ninguna ley ni por nada que lo pueda limitar. El ser es la libertad, una libertad de la que no sabemos nada, que presentimos ilimitada, que se expresa cada día en la presencia del instante, regalándonos esta existencia que se asiente tan nuestra pero que es del momento, de la fuerza inexplicable y mágica de la vida que todo lo sostiene. Observamos esta senda por la que caminamos inocentes, desde el corazón del ser que nos marca e impulsa el camino, que nos lleva a nosotros mismos, que nos muestra que todo paso es el descubrimiento totalmente nuevo de lo que siempre somos, de que todo camino señala una distancia aparente entre lo mismo, un mismo ser, una misma verdad expresándose en un sin fin de variedades y tonos, de colores y sabores, de formas y espacios que parecen salidos de sueños, de luces interiores, de espejos del alma. La vida es el espejo de ti mismo. El mundo es el reflejo del ser. Tú eres el Todo emergiendo de tu corazón y volviendo a tu corazón. Todo es un Mismo Ser. LA AUSENCIA QUE PRESENCIA Es siempre sorprendente ver que no hay ningún yo. Pero es una sorpresa tan familiar... como un encuentro con "algo" que nunca estuvo ausente. Esta ausencia de yo deja un aire silencioso muy íntimo, una presencia no-nacida que todo lo acoge en su seno, que es total aceptación de lo que es. No hay palabras para definirlo. Nunca hay palabras para definir, para igualar la esencia misma del Amor. UN MISMO CORAZÓN En la no-mente aparece la conciencia sin forma. En ella tiene lugar el encuentro inesperado con la verdad, con el amor... Su presencia es como un suave perfume que huele a eternidad. Su forma sin forma tiene la cualidad de un corazón de luz capaz de iluminar mil y un universos. El misterio de la unidad, del ser absoluto se desvela. Una misma naturaleza, un solo amor... en romance eterno. Un mismo corazón, una misma realidad... por siempre completa. VOLVER AL CORAZÓN Es cierto que buscamos ese camino hacia el ser que somos y deseamos que su luz brille en toda su intensidad, pero no hay que preocuparse, el ser que es eterno nunca ha dejado de brillar... Para darnos cuenta de esta simple verdad basta con quedarnos quietos, silenciosos, escuchando al corazón... donde mora el ser, donde brilla la verdad más pura. Volver al corazón una y otra vez, al amor, no olvidar que esa es nuestra esencia y que siempre está con nosotros, más allá de lo que hagamos. Entonces el hacer fluye y va solo, no busca nada y sólo encuentra, halla su camino allí donde pise, reconoce la estela a seguir o dónde tumbarse y descansar. Hacer sin hacer... estar siendo, dejándose ser... amando. MISTERIOSO NO-SABER ¿Quién soy yo? Sé que la respuesta vuela en el aire cada vez que pronuncio la pregunta. Sé que este vuelo no se puede detener, ni atrapar ni delimitar de ningún modo. Sé que la verdad de mi ser es simplemente que soy, que hay algo que es, que presencia, que respira, que ve, que escucha o que siente. Sé que hay algo que presencia todo esto. Sé que ese que presencia es transparente, puro, indefinible, que está aquí y al tiempo no está en ninguna parte. Ese que presencia, ese testigo, observa natural a esta conciencia espontánea que vuela en el aire como un pájaro sin rumbo aparente, planeando bajo las nubes, surcando paisajes bañados por la cálida luz de un sol que colorea tierras, plantas, océanos puros e interminables. Yo no sé quién soy pero soy eso que ve y que se ve y todo es conmigo y a la vez nada me pertenece ni soy nada en concreto. Yo no sé quién soy pero abro los ojos y este mundo cobra presencia en mí. Este mundo, este escenario amado de conciencia en aparente dualidad (tú y yo) se unifica en el amor del ser cuando "yo" desaparece. Entonces no hay sentimiento de separación y el sufrimiento o el deseo cesan, simplemente no hay nadie ahí, quedando todo, perfecto como es. Este ser, este veedor del mundo y de los sueños, aparece eterno al corazón de la unidad y del amor. "Yo soy el Brahman", dicen los Upanisad hindúes. "Yo soy lo eterno"... dice lo eterno callando, solo siendo, sin necesidad de cambiar o de modificar nada, pues todo es perfecto en la conciencia de Brahma, en el sueño sagrado de Dios. Esta vida es un sueño misterioso hecho de partículas de totalidad... Yo no sé quién soy, pero ahora este corazón late y respira esta totalidad. Yo no sé quién soy... pero soy... y acontece este milagro que es certeza eterna de luz. Esta noche cerraré los ojos, dormiré... y por un milagro incontestable alguien soñará o despertará mañana respirando este mundo y volverá a ser uno con él. Este no-saber quién soy, esta aparente ignorancia presente, es a la vez la mayor certeza que jamás he tenido de mi ser. Y sin saber nada, tocado por una comprensión que me trasciende, guardo silencio. Y el corazón late, y el amor se oye... como un sonido eterno. MUNDO Y MANIFESTACIÓN No ha nacido en la quietud nadie que presencie. La presencia está ahí, sin saber nada de ese nadie evaporado en la quietud del ser, o del no ser. No ha nacido el sendero para quien la búsqueda es el encuentro sin tiempo de sí mismo, bañado por la inocencia del instante. Esa conciencia que ve, que escucha, que siente la vida, no tiene nombre. Buscarle una identificación es como poner nombre a la rosa o arrancarla con nuestras propias manos. El aroma, el leve movimiento que el viento imprime en la flor, justo en ese segundo en que es observada, permite que el amor sea sostenido por la belleza espontánea del instante mágico de la presenciación. Nadie estaba frente a la flor, nadie la tocaba, nadie la quiso guardar para sí. La belleza brotaba sola, la vida brotaba sola e impregnaba con su aroma la presencia insólita que es siempre del ahora. Toda la existencia nace siempre ahora, en este preciso momento donde la nada y lo absoluto se funden en el fulgor de su acontecer, en la unidad de la presencia que contiene su perfecto paisaje de luz. Antes de ser, el ser era por siempre perfecto. Siendo, el ser es por siempre perfecto. Nada puede restar a la totalidad lo total de su ser. No-ser y ser se transparentan como esencial flor contenida en instante de luz total. La magia del ser es la esencia de no-ser que lo eterniza. La magia del no-ser se manifiesta en la vida, permitiendo la realidad de la presencia divina. El no-ser se manifiesta a través del ser y la luz amanece en la conciencia, dejándonos frente al milagro del mundo, indescriptible belleza genuina. EL HOMBRE DEL TAO El espíritu del valle nunca muere. Tao Te King El corazón señala la ruta del caminante, nada busca en su camino y así encuentra las huellas más verdaderas de sí mismo. Nada hay que conseguir o que ganar... el camino está para emprenderse, confiando en el destino que nos guía tan puntual y claro como el amanecer del sol en la mañana. El destino, el Tao, el gran camino, no puede dejar nunca de brillar, de ser lo que es, de funcionar tal y como lo hace. Y el hombre del Tao se integra con su proseguir, con su rumbo natural y sigue su estela como nuestra mirada se fija y se detiene inevitable cuando vislumbra la belleza, una melodía nacida del alma o un riachuelo rebosando frescura y trasparente esplendor de agua y pájaros cantores. El hombre del Tao no tiene un destino, su destino es estar siempre abierto a la verdad natural del ser, al punto donde todo nace y más allá de todo nacimiento, al centro que comprende todos los centros. El gran camino del Tao nada guarda para sí, solamente ofrece lo que es. Es completo dar... El gran Tao nos entrega todo sin pedir nada y somos Uno en él... sin formas, sin nombres, sin espacios que limitar... El gran Tao está abierto como el cielo, como el universo... acogiéndolo todo, desde un aparente vacío que es amor total lleno de sí mismo. El gran Tao es eterno y puede contemplarse desde todos los lugares, puesto que no hay lugar que no esté inundado de él. El hombre del Tao ni siquiera pertenece al Tao, y vacío de pertenencia vive el completo y continuo encuentro de su ser real. Una batalla se ha librado y se ha ganado... Pero la paz siempre estuvo ahí... más allá del movimiento de los opuestos. El Tao parece oculto, como el latido del corazón que apenas se percibe. Pero es por él que todo late, que todo vive y que todo muere para volver a nacer. Y sólo hay una cosa que no nace ni muere... el Tao. Lo que absolutamente Es. El hombre del Tao es Uno con esta Verdad Eterna. EN LA NO DUALIDAD La conciencia de yo a menudo se considera hacedora de sus actos. La principal sabiduría radica en conocer que no hay hacedor alguno, que todo es una manifestación espontánea y perfecta de la conciencia. proyectados los fenómenos, propios actos, el propio cuerpo, como una manifestación más, completamente impersonal. Si atendemos al testigo, a ese espacio que no puede ser tocado, que no es sujeto ni objeto, que no puede nombrarse, que acaso es una cualidad, una chispa de luz que permite la manifestación, nos damos cuenta fácilmente del inmenso misterio y Inmediatamente vemos que tiempo, ahora, y, como el funcionamiento, escaparía a simplemente está ahí, como un sueño aparece al cerrar los ojos, al dormir, y un mundo a veces incomprensible, ilógico, desafiante con las leyes de la física, tiene lugar, se presencia. Esta diferenciación que hace la mente dual entre lo real o lo fantástico, entre el sujeto o el objeto, lo sensible o lo conceptual… no es más que un mismo movimiento haciéndose visible por medio, precisamente, de la diferenciación, de la La conciencia de testigo ve entre los que se incluyen los milagro de eso que sucede. Brahman, Dios, sucede en el universo, su orden, todo entendimiento estructura, racional… dualidad. La dualidad, en sí, no la crea la mente sino que viene con ella, y toda la manifestación ordinaria de la vigilia se observa así. No obstante, ese que observa… no es nadie. Y esta es la gran comprensión. El gran suceso que sobreviene y sobrecoge por su verdad arrolladora. No es nadie, es no dual, es el acogedor de lo infinito, de lo eterno, del sueño, de lo real, de la nada y del todo. Siempre ha sido lo que es. Las palabras no alcanzan a expresar el canto de la conciencia, de sus mundos, de sus misterios… tomando vida sólo ahora, siendo eternos sólo ahora. Este misterio no tiene explicación, su belleza no puede delimitarse… Su belleza vive, roza lo sagrado, danza con lo absoluto… y en eso nos reconocemos, siendo un solo ser en ese canto mágico… enamorado de la música que lo sostiene. TOTALIDAD ¿Quién puede experimentar la totalidad sino la totalidad misma? Tú eres la fuente de toda experiencia, de donde surgen todos los fenómenos. Ellos surgen más allá de la experiencia, en ti, en la totalidad que nunca puede llenarse ni vaciarse. Tú eres lo absoluto, comprenderlo es ser uno y todo con tu Ser. Esta comprensión es la consecuencia de la experiencia de unión y amor con el Ser. Esta comprensión innata, este reconocimiento eterno e interno, esta toma de conciencia de tu naturaleza real, te lleva, a través de esa dimensión más allá del tiempo, a ver la totalidad desde la totalidad... a realizar el amor desde el amor mismo. Y no podría ser de otro modo, puesto que el amor de fuera es siempre el amor de dentro. TIERRA ILUMINADA Sabe a infinitud la esencia de ser. Este momento, esta quietud, esta danza en medio del vacío más completo y amoroso. No hay más luz que la que brilla en tu corazón, iluminando al mundo, creando la tierra que te acoge, bella y libre, misteriosamente flotando en un punto eterno del universo. … El amor dice: «Yo soy todo». La sabiduría dice: «Yo soy nada». Entre ambos fluye mi vida. Puesto que en cualquier punto del tiempo y del espacio yo puedo ser a la vez el sujeto y el objeto de experiencia, lo expreso diciendo que yo soy ambos, y ninguno, y más allá. Sri Nisargadatta Maharaj POEMAS AMOR HACIA EL AMOR Amor callado, manto de silencio en que escribir tu nombre. Todas las letras, todas las palabras que forman mis canciones, son una contigo, llamándote. De oro y plata formo sílabas que alaban el silencio en que recoges mi alma cuando descanso y despierto en tu estancia, que es el mundo, llena de clamores y encuentros virginales. En ti se anuda mi sueño y mi desvelo, clavado como raíz al puro alimento de tu aliento, al fruto, que como la tierra, remueve horizontes de espacios y colores ancestrales. Soy como la flor que deja su aroma al aire, esperando que tú la recojas y me devuelvas la vida al posar tus gotas de amor sobre mi rostro entusiasmado. Soy el niño y el anciano, el viaje y su reposo, la paz y el alegre baile del enamorado. Soy el amor cantando al amor, el hijo que sigue a su padre, el árbol hermanado por siempre a su bosque primigenio. Y tú, eres la dicha que hace consciente este paisaje en que ha crecido mi vida hasta al fin, tocarte. AMOR SIN TIEMPO Hoy dejamos descansar en el amor la memoria del tiempo, fuimos libres como estrellas infinitas, iluminadas por el clamor de la luna, enamorada y bella. Fuimos instante sin tiempo completo de inocencia, perfecto de voz serena cantando melodías de pureza. El blanco cisne de tu alma mora en el corazón de las noches cálidas, dulces aires recogen las alas de tus silencios, ángel de vida profunda. Eres la callada medianoche y los atardeceres misteriosos, el leve perfume enamorando al aire, la blancura absoluta de los astros. Eres el amor sin tiempo, el amor que siempre estuvo, el amor que estremece de ser cierto y no termina de iluminar el universo. El cielo y el sol deslumbran tus senderos de noche despierta y de corazón abierto. Te amo, noche secreta en que aparezco junto a ti, mirada eterna en que crezco al sentirte nacer a cada instante sin tiempo. CONCIENCIA ES MI NOMBRE La noche me despierta, tu voz me ha llamado, voz de un sueño aún más profundo que respiro y sobrevuelo. Es tu noche el silencio, el despertar a lo despierto. Es tu voz la llamada, el claro decir de las cosas sin nombre. Despierto, sueño, soy eterno. Digo con tu voz las voces sin nombre. Digo con tu noche las luces que duermen. Tu voz, mi voz, pero ¿quién responde? Tu noche, mi noche, pero ¿quién duerme? Claros pasos que se encuentran con el ser que se esconde. ¿Pero dónde? En la noche, muy profundo, donde tu voz es mi nombre. Y así me he llamado, yo soy el hallazgo que nunca duerme. Conciencia es mi nombre sin nombre. VUELO Escuchando al corazón aprendí a volar. -¿Cómo sucedió? Fue el amor, compartiendo su destino con el aire. DE AMOR CREADO Siempre has sido tú aquella verdad en mí, latido de mis latidos, voz en la voz de todos los cantos. El eco de tus señales susurró el comienzo de mis pasos, ineludibles hacia ti, ineludibles a tu fulgor secreto, fulgor de íntimos abismos y de noches arropadas por el amor más inocente. Aparezco en cada huella tuya como lo eterno nunca nacido, despejada verdad de mi ser inextinguible cálido en tus adentros. Lo cierto es que yo fui siempre tú, que nunca hubo dos en esta danza de amor sin tiempo, en este juego de espejos que jamás cesó de transparentar el hilo inmutable que une nuestras almas, a veces aparentemente distanciadas. Pero nunca hubo distancias entre lo mismo, entre lo siempre siendo uno y todo en la totalidad de la luz creada. Por eso canto a tu amor que es el mío. ¿Cómo no cantar a la música que siempre acompaña? Jamás fui sin ti, jamás fuimos distintos... Te amo en la luz que me desvela, te amo antes del principio, en medio de lo eterno sin principio, en medio de nosotros, donde ya no queda nada que no sea nunca nosotros. ETERNO ROMANCE Respiro el amor que crece en tu silencio, flor eterna de luz cuyo aroma me recorre. Respiro este instante absorto de quietud dichosa. De pronto aparezco entre universos silenciosos, desaparezco, y todo nace fulgurante como astros milagrosos: confines de paz que trascienden los ojos que la buscan, hallando frente a ellos el encuentro invisible, sin forma y sin tiempo, de lo unánime. Mi alma es el aroma del ser que siempre fue. Ahora lo sé. Siempre lo supe. Siempre fue eterno este romance. Romance sagrado del ser fundiéndose consigo mismo en medio de esta luz cálida e infinita que suavemente alumbra la noche. ÉXTASIS DE SILENCIO El amor fue un gesto, señal cómplice que daba comienzo a un suspiro sin tiempo. Fue un instante, una caricia del viento, una mirada entreabierta arribando del cielo, igualada a su origen sin verbo. Fue todo lo soñado, la armonía abrazada llegando, llegando sin irse, al hogar encumbrado, al todo inmenso horizonte de huellas hermanas. Todo fue uno, uno y diverso en su cumbre labrada, en su explosión de silencio. Uno con todo amándose, viéndose sentir y siendo, en la visión sin sombras, en el torbellino de las flores hermosas, en la celebración del éxtasis, en el tú y yo desapareciendo, en el ir y venir de lo inmensamente quieto. Subir tan alto es no llegar, no haber sido. Morir, olvidar, ser eterno. VIDA HACIA SU MAR La belleza de tu jardín brota del alma que da vida al mundo. Tú eres el jardín, la vida, la belleza, este mundo. El siempre brotar. La siempre rosa. El amor de tu corazón habita en mi espíritu, aquel que da lugar a ti en gestos, miradas, palabras que deslumbran… Somos la herida sanada, el deseo que vuela hacia su cumbre, el sueño que humano se encamina hacia un sereno despertar. Seamos vida, vida solamente, vida fluyendo hacia su mar. NO-SER SIENDO La luz que recuerda que eres luz abre la puerta de lo oscuro y la llena de un mirar claro y profundo. Me llamas hoy, en un nuevo día, levantas un mirar perdido y lo enciendes con tu milagro de presencia. Eres conciencia, dimensión de estar en ti sin objeto y sin sujeto. Soy, pero nada hay aquí. La totalidad y el vacío son sinónimos de la gracia, de la eterna felicidad del no-ser siendo. Soy el no-ser que escucha los latidos de la vida. Soy el ser que no escucha y oye. El ser que no mira y ve. No hay conciencia dormida, ni sueño, ni dolor. Sólo hay ser reposando su reflejo sobre las aguas. Ser intocado que respira luz. Luz no vista respirando visión. Palabra callada cuyo silencio es completa voz. SIEMPRE TÚ Sucedió que la luz estaba en el mundo los ojos de alguien se encendieron y vio creado el cielo y los mares la espuma sobre las piedras y la sombra bajo la noche desplegada Sucedió que era aliento lo que hablaba latido el paso de sus sueños esencia la raíz envuelta de sus giros Cambiaba la voz al ser deseo vigía de sus satélites cercados agua de sus senderos embebida Toda la noche fue redimida al verte ser luz de tus tinieblas Saliste del dolor, amada mía cruzando las brisas despertando, amaneciendo Te amé por los mil nombres que tuviste y aún te quiero, voz de mi silencio silencio de mis voces Amé al amor, a tu rostro de infinitos a tu juego de escondite y reencuentro de olvido y bíblico recuerdo En el agua del Ganges o en el aroma del incienso en la claridad de un destino o en los ojos del águila distante En todo y en ti siempre en ti mi corazón se ha inclinado incesante LA VIDA QUE RESPIRAS Vive con tu presencia el ser que en todo se encuentra. Respiras en la inmensidad del bosque las ramas que acaricia el viento, la fragancia de las hojas serenas, el verde latido de los árboles danzando en ráfagas verticales. Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve. El azul infinito que vence los espacios, la llama serena del sol que ilumina esperanzas en la tarde. El pájaro que canta donde nace la lágrima, la calma del tiempo cuando ya es de noche. Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve. El mundo apareciendo en la conciencia, la flor desnudándose sencilla bajo su claridad de primavera, un gesto susurrando dulzura sobre el vientre de la voz presentida. El amor llenando lo que vive con su aroma de más vida palpitante. Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve. La vida, el mundo, es el hogar de todos los instantes. NACIMIENTO Estás aquí en este momento. No hay historia, tu historia es ahora. Lo demás no está aquí. Mira este instante sin mirar atrás: porque este ahora es el momento eterno de tu nacimiento. EL PEQUEÑO BUDA Suena la música de las estrellas en el valle de la luz. El viento susurra leves caricias en su rostro. Los cielos cobijan al hijo del sol. Su espíritu nunca muere, como el del valle. A menudo juega y revolotea como un pájaro, sin otra meta que su vuelo inocente. (Después del juego duerme plácidamente bajo un manto cálido de eternidad). Juega, sueña, florece, canta... Suena la música de las estrellas en el valle de la luz. ESPLENDOR DE LO ETERNO La vida es instante de lo eterno y para lo eterno. El mundo cambia, todas las cosas, pero aquello que percibe el mundo, ese que lo presencia y conoce, no cambia y es sin mundo, pues todos los mundos son en él. Florece la rosa en la melodía del tiempo, pero su semilla ya contenía su esplendor eterno. Eres la rosa que siempre ha sido rosa antes de su nacimiento y de su muerte. Eres lo sin tiempo puesto en el tiempo, la luz que resplandece y da vida a los objetos. Tu aire es el amor y tu alimento la paz del silencio. Más allá del tiempo está tu hogar verdadero, la rosa, el mar, la razón de toda dicha, el esplendor del instante que abraza lo eterno. VIVIR AHORA Vivir ahora, no ser más de lo que ya soy, nada más que lo que siempre he sido. Vida ahora, no mañana ni luego, sólo este momento es el único en que estoy y donde todo lo que está no es mío. Esa es mi gran posesión, ser dueño de la nada, libre en mi libertad que nada pide, ni busca, ni ordena o reclama. Vivir ahora es lo que está aquí, no es una demanda sino un hecho que tampoco se identifica conmigo: solamente es. Este yo que habla en primera persona pasa como las nubes. Nada más que Conciencia queda, lo demás arde y se marcha sin ser visto por nadie. El mar está en calma, duermen las olas en la noche. EL MILAGRO DEL AHORA Brilla en lo más íntimo el silencio de ser, comunión de infinidad, aliento unánime tocado por la gracia del instante. Brilla ante mis ojos este mar en movimiento, el ritmo de las olas y su fresca espuma, el sol dorando el azul de sus aguas, la línea que une mar y cielo en franja de armonía perfecta. Brilla la luz en amanecer de misterio. Brilla el instante en un continuo fluir sin tiempo. Todo es sin motivo, sin origen. Tan sólo es y vive siendo. ¿Quién mueve lo que siempre reposó perfecto en su movimiento? ¿De dónde proviene esta energía que hace que todo sea lo que siempre ha parecido ser? ¿Qué da luz a este brillo que todo lo ilumina? Es el ahora, lo vivo porque sí, el milagro presenciado y continuo. La respuesta reside en el enigma de la presencia de este instante colmado de infinito, absorto en su quietud radiante, enérgica y serena. La respuesta estuvo siempre aquí, desbordante, más allá de las palabras, expresándose en la conciencia. Sólo lo que permanece vacío está lleno de vida. Apertura sin expectativas, el ahora llenándose frente a sí mismo, alumbrado por sí mismo. Milagro de lo vivo, segundo cuya sustancia no es tiempo sino luz sola en eterno movimiento. Inesperado, único, completo es el ahora al caer en su misterio. Brilla el mar en la luz de la conciencia. Aquellos que realmente lo miraron vieron en él la conciencia que lo ilumina. Lo vieron. FLUYENDO Al sentir y escuchar el río de la vida, mi cuerpo se vuelve uno fluyendo al compás de su ritmo natural. Abrazo el palpitar del agua dejándola irse, traspasarme, recorrerme invisible y pura, inocente, hasta llenarme de ella, saciando mi sed con la frescura de su manantial sereno. El río de la vida fluye: su música conmueve al aire. REENCUENTRO PLENO Sólo hay mirada, contemplación de ti, de mí, de lo abierto y nítido, de lo veraz, como el tacto de la lluvia aclarando nuestros rostros con fresco y húmedo nacer. Lo eterno se despide amando en su nunca irse, en su irse quedando en lo insondable de nosotros. Se queda cómplice y desnudo lo real desconocido, el pálpito de la verdad sonora, el susurro de la interior melodía que nos reconoce y reconocemos. Todo es reencuentro, abrazo lleno del ahora en que despertamos nacidos, inocentes, purificados. LUZ DE LA NOCHE Es un sueño lo que tocas, no te esfuerces en tocarlo más. Si al fin tocases lo intocable tu mundo sería de piedra, una piedra más. Si al fin no tocases lo que tocarse pudiera, serías aire y dicha y eternidad. La voz del sueño armaría un verso, el espacio entero un poema y todo el universo la obra sin comienzo que cantan los poetas. Canta, canta a la noche, pero no la toques, que amanecerse pudiera y el día igual viniere. Canta, canta a la luz y ve, sin mirar en ella, lo que la luz, de oscura y profunda, esconde. ALMA DE LA TIERRA Lo auténtico, lo hermoso vive en ti como flor de la tierra. Alma, cúspide del origen, envoltura secreta, vuelas a lo alto encumbrada por tu hálito. Plácida, completa, abres el círculo de la noche abierta. Manantial y sincera, cantas humilde a la breve primavera. Tierra amante, escogida entre tantas estrellas, te haces una en tu paraíso y múltiple en las cosas bellas. Tienes mi amor en tu canto, mi flor en tu jardín dorado, mi entusiasmo en tu altura. Un sollozo te olvida y tú le muestras el milagro de ser siempre tuya en lo hondo nuestro. Te vemos en tu tierra hermosa de amor venida, de amanecer llegada y nunca ida. Contigo la luz colorea el bálsamo del viento y el matiz de los sentidos. En ti se mece y profunda el gesto sencillo, la palabra hermana. Desde el primer sabor viniste como amante y morada y te adentraste en nosotros como el aire: de amanecer llegada y nunca ida. Alma nuestra, alma de tierra, eres el alma de la tierra entera. DESPERTAR Reconozco el rumor del mañana y las sombras del ayer, por eso vivo en el ahora. Reconozco a la luna y a las estrellas, por eso duermo mirándolas cuando ellas cantan soñando a la luz de su conciencia. Y esa misma luz me despierta al apagarse la noche, quedando el día cubierto de amados resplandores. NIRVANA Todo en ti es nirvana. Vives la plenitud del ahora primordial. Todo lo mece esta ofrenda que realizas callado a lo eterno. Tu cuerpo se baña en el vacío vigilante del aquí sin sombra, sin huella, sin origen. Un pájaro canta sonriente tu nombre mientras se pierde con el aire. (No hay más nombres). De toda luz se abre el amor completo. Desborda, conmueve el son de este aire sin forma y tangible en todos. Sabe, pues, a silencio y a aire. ¡Sabe a aire el aire! De amor la lágrima llueve bondadosa y verdadera. Cálida como el viento que sopla en primavera. De amor llueve esta luz que toca el corazón de la entrega. Llueve el amor de la luz primera. Llueve, llueve, la luz entera. Vive, vive, en fulgor reposado el ahora que siempre queda, que siempre es visible, que siempre es llegado. ESTRELLAS QUE SOÑAMOS Canto a la noche para que traiga sus estrellas hacia su espacio sin fondo. La noche aparece entonces, viva y solitaria, de cielo perdido en lo más grande, y flotando en el color de sus ausencias: las estrellas. Estrellas del cielo sin espacio, sois de nadie y en todos aparecisteis. Sois de nosotros, pero vuestro irse y quedarse no nos pertenece. No lo mueve nuestro llanto. Queda solamente el tacto en la presencia de los ojos lanzándose enamorados a vuestro acontecer, expuesto sin límites, perfecto e inconcebible. Exhaláis la calma entera. A pesar del cansancio de los siglos nada irrumpe el ritmo que os señala. Sois de vosotras y de nadie, espacios del éter en el interior de los hombres, semillas que dan lugar al corazón, raíz de todo sueño, esperanza o ilusión imborrable. Estrellas que duermen allá en lo alto y que despiertan borrándose en lo infinito sobre la senda que pronto trae su luz al alba. AIRE Caminas el silencio de las rosas entre aromas que amanecen. Amante del viento, te estremeces en éste su sonido fresco y constante. Pálpito de la noche, miras el ocaso con el deleite renovado de igualarte a la claridad de sus estrellas. Pálpito del día, el alba reaparece a través tuyo abrazando al sol en fiel saludo de hallazgo. Guardas el perfume que acaricia el tiempo en el ahora y todo es la misma y múltiple maravilla del sonido fragante: el sabor, el tacto, la luz y la conciencia llenando lo que eres de más ser rebosante. Y ya todo te respira, porque tú eres, eres el aire, el aire siempre rebosante. RAÍZ DE LO ALTO Vivo en ti, raíz de lo alto, luz del ser que me da forma, raíz profunda de lo profundo. De claridad infinita, tu sin fin trae mi comienzo y amanece lo amanecido, en resonancia del sentir que da su voz a lo amplio encontrado. Tanta trasparencia asoma en tu llegada que me olvido en lo que soy y me doy al nacer del instante, en este rumor de armonía tuya que ilumina mi vigilia y culmina todo ahora deshaciendo el tiempo, abriendo un sendero de amor sagrado como luz floreciente que florece. Y así regreso vacío, de amor e inocencia alumbrado, a tu claro paraíso, a la luz y a esta raíz sonora que viene de lo alto: la vida. SUEÑO DE AMOR Eres la tierra del sendero, el aire que me acerca contigo hacia ti, región primera y última, canción de siempre que serena, batiente de luz, semilla del ahora que nace en dulce encuentro y trasciende sus esperanzas de lo alto hacia la realidad del amor. Tiempo sin dimensión, espacio de lo eterno, noche sosegada de Dios, yo te canto y te abrazo en íntimo silencio, contigo hacia ti, en vivo sueño de amor. NOCHE SERENA En noche de luz serena camino hacia alguna parte, no busco el atajo ni un destino señalado, simplemente comparto la senda encontrada con el río y la montaña, con la luna y con el aire. RENACIMIENTO En la luz del mundo he visto tus claros ojos y me he bañado en su verdad. Ojos que a esta realidad envuelven regalando su inmenso latir. Vida, que de naciente frescura nos lleva milagros entre flores, abrazos del viento. Todo es signo y mensaje en esta tranquila noche donde la luz usada renace con el día. Signo del tiempo encendido, del clamor de un silencio que habla la verdad con su misterio. Vida, verdad, renacimiento. CANCIÓN Al igual que el pájaro canta sin un aparente motivo, así mi corazón ha llorado esta noche de felicidad. REENCUENTRO DE LA LUZ La luz se abría cálida en los costados del alma, subió como ráfagas entre sueños de vida, clara y segura de sí misma, culminando verdades y caminos, recobrada como una esperanza no huída, no abatida. Es la luz siempre amada, poblando dicha en tierra calma o anunciando renovado indicio de etéreas bienvenidas. Es así la luz soñada como aire ineludible, como senda que cruzar disuelto en el no tiempo, nuevamente hallado. SUEÑO DEL ALMA AMADA Sueño es, alma mía, el sentirte tan cerca como te siento, levantarme del abismo en la melodía de tu soplo susurrándome, comprender que no hay sueño más real que la venida de ti, el milagro siempre nuevo, la sorpresa que renace entre esplendores y pausados silencios enamorados. Sueño es, alma tuya, tenerte tan cerca, tan dentro que no hay espacios que me falten. Completo como un cielo que amanece y toca el día con su soplo de luz vibrante. Completo como el sol que no le falta nada y nunca se apaga ni se turba. Completo en ti, honda contemplación de lo divino, aurora del último sueño en que despierto definitivo y siempre renovado, bañado de tu luz pura, encumbrado de tu hálito, alma mía, que todo lo puedes y nada te falta. Ya la medianoche nos llega y todo es perfecto. VIVIR NACIENDO La vida es el enigma de lo soñado y la verdad abierta despertando, es el viento que camina por el rostro en brisa interior de flor renovada. Aquí, allá, en el aroma de lo perenne fugitivo, vivir es ser morada de un instante, eco de un temblor, color de un ensueño que resopla. Vivir, morir... Ser sombra de la luz y luz en la sombra de los instantes. Clareando lo dormido, llevando conciencia a todo refulgir que pase: atisbando lo sereno, anunciando lo siempre llegado. Vivir es ser morada de la vida, descubrir en nuestra mano la llave callada del secreto, a cada paso, a cada aire, a cada atisbo, presentir lo que es nuestro en un vibrar de nadie y en todo. La vida es un no saber qué es la vida, dejando dulce suspiro y una eterna certeza que nos hace sentir amanecidos, como hijos del misterio. INSTANTE DESCUBIERTO El buen caminante no deja huella tras de sí. Tao Te King Casi un segundo para ver cuán despierto está el mundo, este mundo que vengo soñando día tras día entre neblinas y apuros del tiempo. No me paré a observar la aislada melodía que resuena en sus adentros, el susurro del aire tocando un incierto presente o la paz de los almendros junto al riachuelo de nieve. Pero hoy, entre mis manos perplejas, en ojos nuevos, todo recobra un color nunca visto antes. Es el presente, es el mundo insólito agitando mi vientre, mis penumbras, mis soledades difusas, la honda preocupación del instante. Todo, hoy, se ha vaciado en la espaciosidad de este universo múltiple que se expande al eco sin límite de sus potencias. En silencio incontestable, de rubor primero, con mis pasos doy señal al olvido y todo se borra y es inútil el presagio, pero no el asombro. Soy un habitante de la incertidumbre cuyas lágrimas rocían la emoción de ser vivo, desprovisto de equipaje y de amor fulminado por este instante descubierto que es toda mi existencia y mi único futuro. Dulce es la calma del no-saber.