Subido por Dr. Wilson Martinez

La luz de la conciencia - Meditación y espiritualidad - José Manuel Martínez Sánchez

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José Manuel
Martínez Sánchez
La luz de la conciencia
Palabras en la no-dualidad
Sin esfuerzo, de forma natural es el estado más alto.
En él, el amor mismo
es el amante y el amado.
Sri Nisargadatta Maharaj
Abre el corazón y mira este mundo con los ojos del ser.
Sri Ramana Maharshi
PRÓLOGO
(LA MÁS BELLA FLOR)
Del silencio surge la más bella flor, aparece en el momento presente,
en la presencia que contiene la luz de un instante perfecto, intocado por el
tiempo, inmaculado de inocencia. Todo instante llama a tu corazón a la
presencia de ti, presencia del ser completo que se expresa como silencio
puro y excelso, no sometido a lo limitado del espacio.
La presencia del ser en el silencio dibuja con sus amaneceres de luz la
claridad del alma, el susurro amoroso de esta siempre sentida totalidad que
somos. Esta conciencia que ahora emerge al mundo, creadora del mundo, de
todo lo visible y lo invisible, receptiva a esa energía sagrada que nos baña
de vida, de paz y unidad inabarcable, es lo que somos, lo que el corazón
reconoce como verdadero, siempre verificable al observarlo en íntima y
serena comunicación con uno mismo: testigo silencioso de la conciencia.
Una verdad, la del ser, que no se puede atesorar, que no es propiedad
de nadie, pero que flota en el aire bañándolo todo como el corazón íntimo
de todas las certezas del alma. Esa verdad, libre, inconquistable, dadora de
ilimitadas bendiciones, florece en el ser, en la vida… En este ahora
silencioso de conciencia está siempre presente, revelado, el manantial
infinito de luz y amor que somos.
ENSAYOS
AMOR CONSCIENTE
El amor es la gran verdad del alma, aquello que sabemos sin
necesidad de interrogar a la mente, pues cuando el amor se manifiesta
somos nosotros mismos los que mostramos nuestra esencia real, aquella
espontánea y genuina que nos comprende. Para amar no hay que hacer
ningún esfuerzo, es una fuerza que brota del interior, como el aliento
cuando exhalamos. El aire nos llega de forma natural, porque la vida es el
corazón de nuestros actos y como tal, es el centro y vitalidad de lo que
somos. Aquello que somos no puede buscarse fuera, no puede ser algo que
hayamos perdido, pues: ¿qué seríamos entonces si la razón del ser no se
halla en este momento en nosotros? Cuando aprendemos a ser nada más que
lo que somos, la libertad es plena. Sobra todo esfuerzo, todo intento por
forjar una identidad superficial y adquirida. Este aprender, por tanto, es -en
verdad-un desaprender: ser uno mismo, tal cual, sin artificios.
Siendo solamente, comprendemos en el corazón -sin necesidad de
palabras y argumentos-que ahí reside la verdad, que la totalidad ha sido
siempre esa verdad presente. El amor es la fuerza inmediata que nos
presenta tal verdad. Amando, a uno mismo, a los demás (al ser sin
distinciones), recobramos consciencia de nuestra verdadera sustancia
integradora, aquella que está unida eternamente a lo que ella Es; la verdad,
la luz del corazón: la vida consciente, el amor...
AMOR ES LO QUE ERES
Si confías en el amor, te entregas y lo sientes con todo el corazón, si
eres uno con él, no hay ningún obstáculo ni temor que se interponga, porque
el rostro y el aura del amor es la paz, la confianza, la certeza de que sigues
el camino verdadero: el camino que te conduce de regreso a tu esencia pura
y genuina. Pues Amor es lo que eres.
LA ETERNA EVIDENCIA DE SER
Toda auténtica enseñanza espiritual nos dirá: "sé tú mismo". Este es el
método directo. Quizás uno se pregunte, ¿cómo he de ser yo mismo?, ¿qué
he de hacer para ser yo mismo?; y vemos que la pregunta es por sí misma
tautológica: no se puede hacer algo en concreto para ser lo que somos. Es
por ello que ser uno mismo es la forma directa de experimentar nuestra
verdadera esencia. La esencia de lo espontáneo y natural, de lo inocente y
eternamente evidente: aquí está la respuesta tan buscada, en lo que eres, en
ti.
Deja atrás todo esfuerzo y también incluso abandona todo esfuerzo
por liberarte del esfuerzo. Así de sencillo es, no hay que hacer nada. Sé tu
mismo, regresa al punto de partida que es también el de llegada, el punto
cero que es sin tiempo y sin espacio y por ello absoluto en su real presencia:
aquí, ahora y siempre. El punto que nace del vacío y que todo lo
comprende. El punto del que los mundos son creados y regresan a su
silencio sin nacimiento en el sueño profundo. El punto que todo lo
comprende y que se manifiesta natural, autoevidente, en tu sensación de ser.
Esta es la eterna evidencia que vive en nosotros: Ser.
AQUELLO QUE SIEMPRE ERES
Hay algo que siempre está presente, es la consciencia. El hecho de
saber que eres, de ser consciente. En ese momento aparece el pensamiento
yo, el lenguaje, la mente y todo el mundo de las ideas y las dualidades; el
conflicto, el temor, el dolor, el placer, etc. Todo esto forma parte del juego
del yo, del juego de la mente. No importa lo más mínimo que ocurra esto.
No hay que esforzarse por cortar con ello, por evitar que las cosas sucedan,
por reprender a la mente, etc. Todo lo que hagamos seguirá entrando en ese
juego.
Lo único real es que eres, que sabes que eres. Viendo eso
comprendemos la realidad primera, intocada y prístina, la realidad
fundamental. Sabemos que todo lo que surja después, que todo lo que
creamos que somos, que cualquier formulación ya es de la mente. Sin
embargo la conciencia no desaparece, es el fondo bajo el que todo sucede,
el gran silencio sobre el que nacen todos los sonidos. El gran océano que ve
nacer y morir las olas infinitas. El mar está en calma o agitado, pero
siempre es el mar. Los sonidos cambian, la melodía siempre es otra, pero el
silencio es siempre el punto de partida, el mantenedor de todo, lo único real
y constante. Tú eres eso. Tú eres la conciencia que siempre es. La luz de la
conciencia. Lo demás no importa, no te preocupes por ello, si sabes que
eres. Sé testigo del milagro de ser. No te esfuerces por ser esto o aquello. Sé
lo que eres, nada más. Sé el todo, no te conformes con la parte. Si lo miras
bien, afortunadamente, no tienes opción alguna, siempre eres lo que eres.
Darse cuenta de esto es lo más evidente que puede ocurrir, es como mirarte
en un espejo y ver tu rostro directamente o señalar un árbol y ver el árbol.
Mira en tu interior y encuentra aquello que siempre está contigo: la
consciencia. Eso que está en ti por encima de todo fenómeno cambiante,
eso que está en todo, que todo lo penetra e interpenetra. A esa consciencia
total también se le llama felicidad real y completa.
AMOR UNIVERSAL
Vivir integrado en la unidad significa no hallar diferencia alguna entre
lo tuyo o lo mío, verlo todo en el mismo plano, fundidos con todo lo que
suceda, formando parte de la cosa en sí, sea cual sea el foco observado. Hay
observación real en el instante único que vive unificado en la conciencia
eterna. La experiencia de lo místico, de esta unión con el Todo, puede ser
sentida, acaso simbolizada. Puede no hablarse de ella, incluso conociéndola,
porque por mucho que digamos de ella siempre será poco. En este aspecto,
la frase de Wittgenstein que nos invita a callar ante lo que no se puede
hablar es muy sabia. Pero al menos, se puede corroborar, como tantos
místicos han hecho, su existencia, a través de su mirada de paz y amor, de
sus silencios, de su suave hablar vacío de ego y profundamente generoso.
La ofrenda de amor hacia el otro supone entregar una verdad mística, llena
de belleza, de realidad con sentido.
Ser todo amor, renacer siempre en esa conciencia. Darlo todo por el
sólo hecho de dar, sin condición de reciprocidad alguna. Llenarnos el
corazón al entregarlo. Esa es la verdadera palabra del sabio. No decir la
verdad con teorías, sino vivificarla, siendo su acción, su movimiento de
virtud el baño purificador. Siendo su ser mismo la verdad rebosando.
Amanece el camino de quien se encuentra a un ser así, o comprende esa
verdad en sí mismo. Porque esa verdad está presente en todos, universal
como la vida, única y total como toda esencia, gen de todo lo creado. No se
puede olvidar lo que el corazón memoriza como pulso de sentido, como
ritmo de existencia motivada. La verdad del amor nos ama más que a nada
en el mundo, porque siempre corresponde, responde con creces, infinita,
auténtica. Sólo hay que sentir la llamada del amor para comprender que
somos eso, que formamos parte de ello; y, por tanto, siempre podemos
experimentarlo, regalarlo, recogerlo.
DE LA ESENCIA DE DIOS (O DEL AMOR)
Encontramos en la historia humana un lugar común que habitualmente
llamamos religión, filosofía, poesía búsqueda del sentido del ser . Llámese
o cualquier otra expresión que sustente esta motivación existencial: el fondo
siempre es el mismo. Ahí el buscador habla la lengua que apremia la
búsqueda, el sonido interior que reclama albergar voz de sentido a su
torbellino de incertidumbre. Las palabras, que siguen el curso vital del alma
que las pronuncia, aprenden la realidad con la mirada puesta en hilvanar el
significado de su camino. En el comienzo del Svetasvatara Upanisad (1.1)
la pregunta resulta solemne e inspiradora: “¿Es el brahman [Dios] la causa?
¿De qué hemos sido engendrados, por quién vivimos y en qué nos
sustentamos?”. Una pregunta que sin duda requiere de respiración tranquila,
de motivación sincera y de una conciencia abierta al ser que recibe las
impresiones del aliento espiritual que desborda su tratar de responderla.Una
emoción asentada en el desprenderse en el sentimiento de quien busca a
Dios y recibe letras integradoras del ser y su mundo, tal que unicidad
deslumbrante que enseña la grandeza del alma y nos ayuda a descubrirla en
nosotros. El tiempo y la eternidad dejan de ser dos caras de una misma
moneda que a la fuerza hemos de elegir y ambas se concilian en la visión
total del tiempo eterno, en el acontecer sin rastro de continuidad, en ese
eterno ahora que amplía el corazón desbordándolo de paz infinita. Ahí
reside la semilla de la meditación con sentido, no el simple ejercicio de
dejar la mente en blanco porque sí. Entregada, integrada en todo y
consciente de sí, la mente se abre al amor puro que respira el
reconocimiento intuitivo de la esencia que la sustenta.
La mirada del amor registra el prodigio del ser que le asiste y le
permite experimentar la realidad de su bienaventuranza. Porque, cuando los
ojos del amor vislumbran el mundo, descifran el paraíso que la luz de la
conciencia pinta comprensión racional al amor sereno habrá de en los
lienzos del alma. En ese amor uno recibe la luz entregándola, o solamente
asistiendo al espectáculo de verla y tocarla, ya no dividido ni limitado por
los deseos, sino inserto en todo lo existente, como partículas desplegadas en
la totalidad, compartiendo una esencia sola. Así es el amor, un continuo dar,
que siempre llena.
AMOR Y LIBERTAD
Amar es ser libre, es la entrega del corazón a la dicha perfecta de la
comunión con lo amado. La libertad de ser es tu esencia, aquello que fue
siempre contigo, libertad que se sustenta al soltar todo aquello que la
oprime, encaminándose a la pureza de su armonía primigenia. Este soltar no
es un trabajo, ni un proyecto que dependa del tiempo, porque la libertad es
la primera condición de tu estado incondicional y eterno.
Liberación significa despojarse de lo estéril, de aquello que sólo añade
complejidad, pero lo fundamental es darse cuenta que de lo único que uno
se libera es de la ilusión de no ser libre. Por lo que -si lo miramos bien-no
hay nada de qué liberarse al ser uno lo que es ahora, lo real que acontece
(no hay nada que lleve menos esfuerzo que ser uno mismo en lo que es).
Ahí estás tú, el Ser que es conciencia sin tiempo, para gozar de su verdadera
naturaleza, siempre viva y presente.
Cuando sabes que nada puede tocar lo real -el amor del ser, la libertad
y el gozo de la consciencia siendo sin segundoeres capaz de presenciar la
película que pasa por tus ojos sin pensarte el personaje individual y
separado de la misma, y abrazando en el amor la visión misma: pantalla,
personajes, realidad, ficción, sombras y sueño, en una misma dimensión de
unidad que tu Ser contiene, en perpetua felicidad no nacida abrazando lo
naciente.
Ama completamente este sueño, pues sólo alimentado de amor es
dulce el despertar.
AMOR Y SILENCIO
Hay una voz para el amor que deslumbra en su lúcida expresión, una
voz que se abre a los cielos de la conciencia toda, atisbando el universo en
el instante, más allá de cualquier límite imaginario, en su esplendor más
puro y confirmado. Esa voz, esa certeza del entendimiento y del amor, es el
silencio, la expresión del todo contenido, del todo continente. Silencio que
es luz de las verdades, imagen de lo inimaginable, el infinito mismo
hallándose, desplegándose en el misterio de la verdad interior.
CONCIENCIA Y DESPERTAR
Despertar a la conciencia significa ser uno en ella, sin esfuerzo, sin
intento, nada más que surgiendo en la más pura espontaneidad del noprincipio y del no-fin. No hay tiempo, ni intervalos, ni esperas, ni reposos,
para aquello que es eterno, que siempre es y siempre late verdadero,
esencial. Vivir de acuerdo a ello es vivir de acuerdo a uno mismo,
entregándose a lo natural que nos recorre, a lo vital que nos vive. Ser uno
mismo es ser uno con todo y en todo.
El principio del amor es la unidad, mirarse y mirar a todo tal que lo
íntimo nuestro, tal que un perfil propio sentido, descubierto, abrazado.
Aquello que más amamos reposa en el corazón, nos da el latir y la mirada,
el gesto y la voz encaminada. Aquello que más amamos es la brújula del
corazón y también la geografía que recorrer, el descubrimiento, la aventura
del alma hacia sí misma.
FRAGANCIA ÍNTIMA DEL SER
Ver, contemplar, existir en la verdad más sencilla y natural, ese es el
ritmo del espíritu sincero, aquel que permanece idéntico a lo que es, a la
inabordable expresión de su creatividad sin límites. Identificarse con la
mente, con los objetos, con el sujeto, supone dividir, reducir el cerco,
mientras que soltar toda identificación, descansar en paz sólo siendo, nos
hermana con la conciencia, con aquello despegado de la mente que se
muestra espontáneo en el sentir, en la sensación de ser, en la fragancia de lo
absoluto tocando lo más intimo, la fibra interna, el corazón, el aire respirado
y el susurro de su ritmo, aquel que expresa silencioso el "yo soy" ilimitado,
natural, constante y eterno.
Ser ahí, en el amor del ser, en la unidad de su conciencia, es
conocerse, penetrar el orbe de sus misterios, ubicarse en lo que no tiene
lugar, antes de todo principio, antes de todo surgir y de toda continuidad.
Inmutable y autoluminoso es el estado sin estado de lo real, aquello que
eres, que no has de buscar, que ya está en ti, que realizas en la conciencia
absoluta del amor, en la unión verdadera que es luz del Corazón.
ANTES DE QUE EL MUNDO SURJA
En el momento del no-pensar el tiempo deja de existir. Tanto la mente,
como el pensar y el existir, son del tiempo. ¿Hay algo que no pertenezca al
tiempo? Claramente sí, el Ser. La pura consciencia, la visión que es
presencia cristalina en el ahora. Fíjese qué pasa en el no-pensar, en ese
intervalo donde ninguna actividad sucede. Sencillamente, nada pasa, la
calma es total, todo es como es. De esos intervalos, como olas de mar,
vuelve a surgir el mundo, el pensamiento yo y todos sus agregados, es decir,
todo el discurso que hacemos de la vida. Pero en el silencio la vida está
completa, nada le falta, pues es esencia de quietud llena.
Los fenómenos del mundo surgen, pero el presenciador, una vez que
abraza en lazo natural su esencia de amor y silencio, ya no es empujado por
los fenómenos, despojado de la identificación con el 'yo erróneo' (que es
limitación), al quedar absorbido por la verdad ilimitada de su Ser Real:
aquel que siempre es, incluso antes de que el mundo surja.
Antes de que el mundo surja, el Ser ya es todos los mundos.
CLARIDAD DEL SILENCIO
Subyace algo muy profundo en el silencio, una apertura llena de
claridad que corrobora al espacio su inmensidad latente. Esta inmensidad
puede ser vista en la propia conciencia, como paisaje y orbe interior
reposando en lo ilimitado. El silencio es escenario de la creación misma, de
todo acontecimiento, a través de su no-hacer. Es el corazón secreto de las
cosas, el motor invisible de todo nacer. Al estar con él, al no olvidar su
ausente presencia, su pacífica compañía, la conciencia es capaz de ver el ir
y venir de los fenómenos sin ser tocada ni modificada, pues no hay nada
que tocar ni cambiar cuando se reposa en la desbordante presenciación
asentada en naturaleza y desde ahí uno ya es y puede ver lo que siempre ha
sido: este momento que sucede, conteniendo el momento solo del suceder
en la claridad del silencio, colmando la raíz misma del tiempo y del notiempo, en una dimensión única y plena: la del Ser.
CONCIENCIA DE AMOR Y LUZ
No sabemos qué es el tiempo, pero lo presenciamos día a día. Del
mismo modo nos presenciamos a nosotros mismos en el tiempo y sin
embargo, siempre somos, más allá de las circunstancias, de los cambios y
devenires. Siempre somos el ser, eso es en lo que devenimos siempre, pero
solemos agregar todo tipo de cosas que confundimos como lo esencial en
nosotros, cuando solo son circunstanciales, sin sustancia propia. Así nace el
sufrimiento, al identificarnos con lo que creemos ser, cuando esta falsa
identificación nos gusta nos dejamos llevar por el placer, un placer
momentáneo y con sabor a vacío. Cuando esta falsa identificación no nos
gusta, que es consecuencia de lo anterior, de descubrir que aquello que
pensábamos que éramos se marcha, termina y queda la carencia, aparece el
dolor, el apego y la desdicha. Este ir y venir, forma parte del juego de la
mente y sus opuestos en constante intercambio. Sin embargo, más allá de
eso, de esa ilusión temporal, hay alguien mucho más grande, un testigo
inalterable del espacio de la conciencia, que es constante, puro y completo.
Si intentamos identificarnos, apegarnos a eso, ya estamos entrando en la
falsa identificación, puesto que aquello que es real e ilimitado, constante
dicha y verdad, queda reducido y limitado al pasarlo por el filtro de la
mente condicionada.
Una mente dispuesta a nacer a cada segundo, en el ahora, en la
pulsión del instante, es una mente iluminada por la inteligencia, el foco de
la luz de la consciencia que nos permite discernir lo real de lo irreal, lo que
somos de lo que no somos. Una mente así es sencillamente una mente
natural, aquella que no está desorientada por sus condicionamientos
externos, sino que vive en armonía consigo misma, dirigida
espontáneamente por el corazón, raíz y alma de sus actos auténticos, con su
sabor propio, desde el aliento de su íntima verdad. Solo hay que dejar de
buscar fuera la imagen que nos refleje y comprender con el amor que todo
lo que hay fuera es luz y espejo nuestro, mirada y vislumbre abierto de
nuestra alma latiendo de vida, serena al reconocer en todo su aroma y hogar,
constantemente fresca y renovada por su autenticidad: conciencia de amor
dándose a sí misma y expandiendo su aroma en todas direcciones, de forma
natural, al ser, solo ser, lo que siempre es, la luz del ahora que todo lo
ilumina con la verdad del ser.
AQUÍ Y AHORA
En cada momento la conciencia está aquí, contigo, desplegando el
mundo. El ser siempre está aquí aunque los fenómenos –los sueños de la
mente-en apariencia lleguen y se vayan. Tú no vas. Tu existencia es
presencia no condicionada, más allá de las formas. Los condicionamientos
mentales obstaculizan que el ser fluya de un modo absolutamente
consciente; distraen la atención mediante un cúmulo de ideas que han ido
calando en la mente y conformando unos hábitos y actitudes dependientes
de tales ideas y creencias.
Observar lo que sucede ahora, tu respiración, el mundo, la simpleza de
las cosas, sin llenarlas con juicios y prejuicios personales, nos ubica
inmediatamente en el sendero de la conciencia, del solo estar -aquí y ahorasin otro objetivo que respirar la vida en cada momento presente.
Cuando nos vaciamos por completo, cuando nos soltamos de los
prejuicios y miedos que nos estancan, fluimos libremente con lo que es, con
lo que sucede, con la vida llamando a nuestra puerta para mostrarse a sí
misma tal como es, inocente y pura, a nosotros, trasparentes y nacidos a su
prístino esplendor, abiertos a cada instante de vida, de clara conciencia
brillando en su presencia directa.
Cada momento de presencia es el único en que realmente somos.
No hay iluminación que obtener. Tú ya eres la luz que ilumina.
YO SOY ESO
Eso es la esencia de todo, es lo que no se puede nombrar y está en
cualquier parte. Lo señalamos al señalar cualquier cosa, porque está ahí,
todo lo interpenetra, está a la vista donde quiera mirarse, de forma directa.
Eso es el ser y el ser es eso que todos somos, en todo espacio ilimitado de
percepciones, vivencias, emociones, pensamientos y no pensamientos.
Dentro y fuera, más allá de cualquier división. Todo eso lo señala la propia
vida en su total manifestación, por ello decimos que la iluminación sucede,
que se traduce en una forma actualizada, liberada, de presenciar las cosas.
Con la mente señalando a eso que es su ser.
EL TODO EN TODAS LAS PARTES
La mente busca identificarse con algo constantemente y al hacerlo se
torna selectiva, de hecho es selectiva por naturaleza. No obstante, con
cualquier cosa que se identifique no será real, porque es incompleta,
restrictiva, toma una parte del todo. La mente no sabe lo que sabe, porque
no lo observa, lo obvia. Saber y sabor tienen la misma raíz etimológica;
sabe –pues-el que conoce el sabor de las cosas. Y ese sabor se experimenta,
se prueba; y de esta forma es como se adquiere el conocimiento. En toda
acción hay el sabor del conocimiento al atender claramente al movimiento
que conduce del observador hacia lo observado, comprendiendo su no
escisión, es decir, mediante la atención a la propia experiencia y su
integración de la multiplicidad consecuente –o no dualidad-de los hechos o
fenómenos acontecidos. Vemos así que toda diferencia conforma un todo
global, una unidad mayor, una plenitud inherente a su diversidad aparente,
distintos constituyen una unidad de “palabra”, muchas palabras una frase,
etc. En la Bhagavad Gita (IV.24) se nos dice que “Brahman es la ofrenda”,
que “Brahman está en toda acción”. Y a ello Shankara comenta que tanto
quien ofrenda, como lo que se ofrenda, como el acto mismo de ofrecer, es
ese Absoluto o Brahman mismo. Al ver a lo Absoluto en toda acción, nos
sincronizamos, nos unificamos con la conciencia total. Nace con ello la
experiencia de la sabiduría, al emprender los pasos que destilan el sabor de
su senda.
En el Atma Puya Upanishad leemos: “La mente constantemente
apuntando hacia Eso, es la ofrenda”. Eso señala al Todo, al Absoluto (la
mente que apunta a la conciencia) y mire a donde mire, no hay restricción
alguna, simplemente libertad, darnos cuenta. Estar ahí, arraigados por
entero en lo sin límite permite a la conciencia ser presencia del hecho
consciente. La desatención es olvido de la conciencia. En la voluntad hay
un sentimiento de que es el yo quien hace las cosas, de que en su atención
está eligiendo la realidad y creándola (como bien explicó Schopenhauer),
pero en el al igual que fonemas sentido que llamamos profundo ahora son
las cosas mismas las que tienen su voluntad de ser, las que eligen al ser. Una
voluntad continua que no se esfuerza por hacer real lo que es, pues siempre
ha sido. Una voluntad que acontece, que vive en su realización y que
observa a la conciencia como forma misma de su naturaleza, de un modo no
selectivo, no condicionado por el acto que busca un resultado. Ocurre
perfecto el resultado en la actualización de la realidad, en ese ahora donde
todas las cosas están como deben estar.
En este mundo vivido, que se libera del lastre del yo reductor, uno
comprende como manifestó Nisargadatta, que “yo soy el mundo” y que “el
mundo es yo mismo”. El jnani, esto es, el conocedor de la verdad, tal como
lo escribió Robert Adams, es quien “ve el Sí mismo Infinito en todo y todo
en el Sí mismo Infinito, que es su Ser”, esto apunta a una visión
trascendental pero que se asienta en su ahora, en la visión ordinaria, en la
objetividad permanente donde aflora el ser, allí por entero las cosas son
vistas, lo visto es la visión trascendental, lo Supremo es el estar aquí,
completamente. Es una visión desde dentro y no por ello anula lo que ve
afuera, lo comprende instantáneamente desde su asentado Sí mismo en un
acceso continuo a ese Sí mismo que vive consigo.
EL BUDA QUE SOMOS
Buda alcanzó la iluminación al comprender las causas del sufrimiento,
de este modo se liberó de la ignorancia y de las ataduras del deseo. En el
sentido más profundo, comprendió que no había nada que alcanzar. La
comprensión le trajo el despertar, lo sacó de la ignorancia y le llevó más allá
del apego a la existencia y el consecuente deseo de devenir. Partió firme
hacia el conocimiento, liberándose de todo el enjambre - logrando la
cesación completa-del deseo y de sus causas. Esto lo realizó meditando,
yendo hacia dentro. Es decir, no evadiéndose de sí mismo, sino viendo a
través suyo lo que el ser es. Nos trasmitió que esto se podía lograr (que
había un camino medio, equilibrado, para experimentar el claro despertar),
que todos podemos acceder a esa dicha del autoconocimiento, a esa
liberación que consiste en saber vivir sin ser presa de las emociones,
pasiones, deseos y motivos egoístas.
Fue su propia luz desde entonces, el devenir dejó de ser causa de
aflicción involuntaria y se trasladó al gran dominio de la comprensión de la
verdad en todo momento, en todo movimiento, en toda acción y palabra,
consciente, compasiva y profundamente atenta. Esta es parte de la valiosa
sabiduría que Buda nos trasmitió, que él supo al encontrarla en su interior,
fue la verdad que llevaba consigo el buda que también todos tenemos
dentro como fermento, semilla, parte evolutiva, de la conciencia que somos.
La historia de Buda nos habla de nosotros mismos, de la propia
historia interior del hombre, de un hombre que se trata con profundo
respeto, que busca encontrarse porque se ama y porque quiere cuidar lo que
hay dentro de él, porque sabe que el sufrimiento, el egoísmo o el odio nada
le aportan y que esa liberación anhelada es sencillamente un acto de amor,
el límpido acto de amor hacia el ser que sabe que vive en él así como en
todos (al puro ser, no al sentimiento de individualidad
–no hay tal atman: anatman- sino al ser en todo) por eso Buda predicó ese
encuentro con la conciencia, predicó esa forma de estar en el mundo
completamente en armonía, consigo mismo y con los demás,
completamente aquí, ahora, y no en otro lugar, abierto a la verdad que se
traduce de la contemplación no enturbiada por nada, directamente fijada en
lo que está aquí (el dharma).
En el Isha Upanisad encontramos estas bellas palabras: “Quien ve en
todos los seres al yo y al yo en todos los seres, a nadie odia”. Es así que el
amor no conoce de destinatarios concretos sino que es el amor por sí mismo
el que se revela en todo acto hacia dentro o hacia fuera, es su propia
personificación, donde entramos nosotros, ellos, aquellos y todos los seres,
es la identidad auténtica con lo Absoluto, con el Brahman. Leemos en el
Brihad Araniaka Upanisad: “Hay identidad entonces entre el Atman, el yo
individual, miel de todos los seres, y Brahman”, una identidad total con lo
sin nombre, aquello que es todo y nada o ni todo ni nada, la verdad interior,
inmaterial, pero viva, consciente, en el corazón de los hombres: el amor
compasivo. Qué bella verdad la que trae el conocimiento, el despertar. Sólo
nos queda añadir entonces, como expresa el Dammapada: “Feliz es el
nacimiento de los Budas”.
MÁS ALLÁ DE LA VISTA: LA VISIÓN INTERIOR
Es trascendental aquello que va más allá de la medida. En la vivencia
espiritual la escala pronto deja de tener sentido pues se trasciende todo
sentido de medir lo que en sí mismo ya es altura sin límite: la entrada a la
conciencia. Trascender deriva de trans-scandere: “más allá de la escala”.
La mente fija patrones trazados de medición trascendental consiste lógica
establecida de los hechos. Por tanto, aunque meditar derive de medir
ciertamente hablamos de desmedir, de soltar, de ampliarse continuamente
fuera de toda medición previa, dejando que la realidad sea lo que tenga que
ser. Wittgenstein ya dedujo que el propio sujeto era el hecho trascendental y
místico, al no hallar otra forma “lógica” de definirlo.
En meditación, esto es, en el proceso de autoconocimiento del ser, no
hay un lugar al que llegar, la escala se trasciende, hablamos de una
meditación, al estar bien enfocada, atenta y consciente, puesta en el
momento presente, en la vivencia del ahora, en el ahora, sin camino que
alcanzar, sin ascenso ni descenso, sin ruta, sin escala marcada. Esa zona
consciente en el Vedanta, especialmente en corresponde con el cuarto
supraconsciente, más allá y abarcador a la vez de los tres anteriores: vigilia,
ensueño y sueño profundo o sin ensueños. En otras etimologías como en la
de ascetismo, vemos también esa forma de entender la espiritualidad en
forma de ascenso hasta lo sagrado, palabra que en sánscrito (tapas) nos
habla de (meditar deriva de medir) y el hecho precisamente en el abandono
de esa la Mandukya Upanisad, se estado o turiya, integrador, calor o
purificación y que en la mística cristiana ha tenido un valor en ocasiones
semejante. Junto al ascetismo en el hinduismo, concretamente en el yoga, y
como se señala en los Yoga Sutras de Patanjali (II,1), el autoconocimiento
(o estudio de sí mismo) y la devoción al Ser Supremo (o Brahman)
configuran el estado de yoga, siendo así éstas las acciones que hay que
tomar para tal consecución unitiva (kriya yoga).
La meditación, en primer término, supone un proceso de purificación
o eliminación de los obstáculos que impiden al ser mostrarse a sí mismo,
siendo luego el trabajo un trascender los límites del pensamiento para
conectar con lo Absoluto, SíMismo, No Dualidad o Ser no condicionado.
Es la entrada a la visión interior, el acceso a “formas” interiores que
corresponden a otro espacio y a otro tiempo distinto al que captamos
ordinariamente, el otro espacio es el infinito y el otro tiempo es la eternidad.
¿Y cómo la mente puede alcanzar ese estado tan extraordinario? Porque
deja de ser mente al reconocerse como conciencia. A partir de ahí se va
hacia dentro, y ya no es la mente la que se reconoce como conciencia, sino
la propia conciencia ante sí misma. Ese es el primer proceso de evolución
de la conciencia, el reconocimiento de una identidad mucho mayor que el
yo, la del ser; después se inicia un ir hacia dentro que revierte el proceso en
desidentificación, esto es, ocurre la liberación de cualquier identificación
(que supone una libertad aún mucho mayor), ya que este proceso descrito,
como Ramesh Balsekar señala, “no se refiere a la evolución de ningún tipo
de identidad, no hay tal cosa como una identidad”. Si no, volveríamos a
aferrarnos a algo que creemos ser que somos y he ahí otra vez la egoicidad.
El Yo soy queda despojado de identidad, porque se baña en la totalidad
silente de la verdad indescriptible, esa que nace antes del mismo
sentimiento de Yo soy; y en ese misterio hallado sencillamente aparece lo
que es. Hablamos así de la visión interior: la del ser que es.
ESTE MOMENTO LO INCLUYE TODO
Es un misterio ver que la sustancia de la vida radica en este momento
presente. La mente, mediante una idea o concepto cree que hubo un pasado,
que habrá un futuro, pero lo cierto es que siempre es ahora, que la vida
vibra y brota ahora, que el ser no tiene tiempo sino que es un milagro que
aparece a cada instante, vacío de memoria, libre en su acontecer, prístino y
fresco como la nieve más clara. Sí, claridad es la palabra. Transparente, sin
mácula es este momento, este silencio de amor infinito en que todo es,
sencillamente, lo que es.
Uno se enamora de esta perfección en que se experimenta la noexperiencia, el solo estar aquí en una vacuidad sin límite, fluyendo como el
vuelo de un pájaro, como la corriente del río incesante que todo lo atraviesa
y a nada opone resistencia. Este momento eres tú, y tú eres libre,
absolutamente, en este instante. La verdad es siempre ahora. Este ahora es
todo lo que hay.
Este momento presente lo incluye todo. Incluso la mente y la dualidad
surgen de él y se disipan en él. Ningún concepto puede atrapar Eso, pero
está aquí todo el tiempo y más allá de él. Todas las cosas están envueltas
por este misterio radiante que es la vida. Nada suma ni resta a lo que es
perfecto por siempre. A lo que es todo siendo nada... a lo que siendo nada lo
es Todo. Nada puede decirse al caer en el misterio del ahora.
EXPERIENCIA DE LA FELICIDAD
La vida puede ser experimentada como un continuo descubrir cuando
todo lo que queda es presente. El pasado nos entrega informaciones
(recuerdos) que empañan la vivencia del ahora, que nos llena de miedos
prefabricados, de complejos, culpas o juicios subjetivos acerca de la
realidad. Pero la realidad no tiene una historia propia, no se basa en su
memoria sino en su espontánea aparición. Por ello, cuando vivimos en la
raíz misma del ahora, vacíos de pensamientos, del yo limitativo, nuestra
percepción del hecho se ensancha infinitamente. Aquietar la mente supone
entrar al ser, tener conciencia del ser; y esto trae automáticamente la
felicidad. Aquietar la mente significa abandonar todo proceso mental, todo
pensamiento. Significa ser testigos de lo que sucede, experimentando ese
ser que va más allá de nosotros mismos, que deja de diferenciarse, que cesa
de dividirse continuamente entre el sujeto (yo) y el objeto (lo visto como lo
otro). Entonces –en la quietud imparcial y atentamente presenciada-aparece
la conciencia de totalidad, de unidad, de felicidad y de amor. Pues no hay
felicidad que no tenga su seno en el amor y no hay amor que no se
experimente como pura felicidad, como pura unidad eterna.
AMOR SIN BARRERAS
Cuando la vida se hace una, cuando no necesitamos de la mente para
construir al yo, aparece la experiencia del “yo real”: aquel que no necesita
de nada para existir, sino que es existencia auténtica en todo momento. La
más grande sencillez de la experiencia muestra la esencia de lo que somos,
pues en ella se realiza, sin medio o apoyo secundario alguno. Llegar ahí, de
forma directa, es también el paso más sencillo que podemos dar, y quizá el
más valiente (ya que supone abandonar el ego, con todos sus deseos de
devenir) teniendo lugar la conciencia de presencia, aquella que se integra
con la realidad universal en donde todos los fenómenos están surgiendo al
ritmo de la vastedad del misterio interior, el gran descubrimiento silente: la
esencia nuestra; el origen que da luz a todo y al que nos unimos como
amante y amado fundidos en el Amor mismo. La vivencia del amor es lo
que verdaderamente nos hace plenos, pues consiste en vivir aquello que
somos.
QUIETUD CREATIVA
Al pasar de ser meros integrantes de la apariencia (pasivamente
movidos por la fenomenología que los pensamientos imaginan
protagonizar) y al asentarnos en la quietud como veedores del Todo en
todas las cosas, unificadores de la realidad, sin duda alguna hemos llegado a
la Fuente, en la que el veedor es lo visto, donde ya no queda nada que no
sea Él y donde todo, sin excepción, forma parte de su ser: siempre
completo, autosuficiente. Entonces un ser gozoso aparece, despierto en la
quietud -sin esfuerzo alguno-de su conciencia plena, creativamente
espontánea y natural.
La fuente del ser es pura, silente y armoniosa. De ella nace todo. El
“yo real” no es movido por ilusión alguna, es siempre completo y no
necesita de más. Es ser-conciencia-felicidad en todo momento, porque vive
integrado con la totalidad. En su silencio experimenta el ser, se da cuenta
del mismo, es continua presencia de sí gozando de su esencialidad. Y ese
silencio dichoso es el amor mismo: el “yo real”.
LA LIBERTAD DE MEDITAR
Meditar implica abrazar la libertad, igual que si abrazáramos el aire,
supone ser uno con el todo, ser capaces de ser sin partir o ir hacia un fin en
particular, ser solamente por el hecho de ser, vivir solamente por el hecho
de vivir. Sin nada a cuestas, sin el peso del pasado o del futuro, la presencia
del ahora es el hecho de la libertad. No hay nada que buscar para el
hallazgo de la totalidad, entonces, el buscador comprende que él mismo era
el esfuerzo de la búsqueda, la energía que miraba constantemente hacia
fuera en busca de algo se estabiliza en sí misma al ver claramente el motivo,
la razón, de su búsqueda: uno mismo. Y en esa toma de conciencia, natural
y espontánea, uno ya ha encontrado lo que buscaba y queda, por tanto,
liberado de toda búsqueda.
LUZ DE LA CONCIENCIA
Meditar es encender la luz de la conciencia, arribar a la claridad del
ser y a la verdad de aquello que somos. Accedemos al principio de todo, al
origen y a la esencia de la vida. Cada instante de meditación es el comienzo
del comenzar, la contemplación del aire en el alma, del aire en el ahora, del
amor. Meditar significa un fundirse en el espacio de la totalidad, en la
gracia de lo amplio, en la gracia de lo eterno. Lo que acontece no puede
narrarse ni describirse por medio del lenguaje; acontece un océano sin
tiempo, una dicha profunda bañada por el aroma de lo cierto. Tiene lugar el
encuentro, el regreso al hogar verdadero. Tiene lugar la entrega al Ser, el
ofrecimiento de la parte a su todo inconmensurable, donde el alma -en su
realidad de unión inseparable-es el origen sin fin de la bienaventuranza, la
compasión y la felicidad que deviene de Ser Uno con la luz de la conciencia
y el amor.
SER CONSCIENTE
Refleja este instante todo lo que ha de ser, la realidad más pura y
única. Todo lo que eres está aquí frente a ti, obsérvalo con libertad
espontánea, sin aferrarte a nada, sin lucha, entregado a lo que sucede.
Eso es ser consciente, estar en ti, en lo que sucede ahora. La
conciencia se expresa a cada momento y tú eres el testigo silencioso que
vive en ella, libre de juicios, abierto a su acontecer. Cada instante en que
eres consciente toda tu energía vital se vuelve creativa e inteligente, es una
con la vida.
La inteligencia espiritual consiste en vivir completamente la dicha de
tu ser, aquí y ahora, en la libertad regalada que aflora contigo
inocentemente. Deja pasar aquello que te saca del espacio infinito de la
presencia atenta y verás cómo regresas a tu hogar, a lo que es, a este
instante de libertad sin fin mecido por la desnuda conciencia del ser.
IDENTIDAD Y REALIZACIÓN
Los procesos mentales no representan lo que somos, son únicamente
manifestaciones temporales, impermanentes. Toda identificación, toda
realidad concebida como algo que delimito, supone una ficción para la
identidad, pues la identidad se identifica en su “desidentificación”, es
cuando gana su verdadero nombre, el nombre sin nombre, no coartado, no
restringido, el nombre que todo lo nombra, la voz que a toda luz da voz, el
sujeto que se mece mezclándose en la conciencia pura e ilimitada, siendo
ella, tal identidad en apertura, en toda manifestación que se presenta.
¿Qué sujeto no desea realizar tal liberación? Serlo todo sin obligarse a
ser algo en concreto, ser eterno sin cargar con el peso de la eternidad, ser
uno y diverso y libre, libre solamente, para andar en el constante encuentro
de su libertad. Pues si todo fuera ganado, si algo hubiera que ganar, tendría
que haber un final cuando lo ganado es conquistado, pero todo trasciende
esa línea, cuando la búsqueda es el camino y el camino es la meta misma.
Cuando la realización está siempre aquí mismo, al permitirse ser uno en
todo y con todo, el ahora entonces se unifica con la eternidad.
FLUIR
Dejarse llevar por la vida es un aspecto fundamental que está
quedando muy relegado en nuestro modo de vida actual. Acostumbrados a
pensar que somos los hacedores de todo, a sentirnos responsables de lo que
hacemos, de los resultados, vivimos continuamente en una situación de
profunda inestabilidad, a expensas de los efectos exteriores, los cuales
motivan o desmotivan nuestro comportamiento ulterior. Vivir para el
mañana equivale a abandonar lo que ahora somos, que es todo lo que en
verdad podemos ser. La realización siempre es presente. Siempre está aquí,
desplegada y visible.
Vivir dejándose llevar no supone dejar de hacer sino comprender que
todo lo que sucede ocurre porque ha de ser así, es decir, porque la vida, en
su fluir natural, nos va llevando a donde ha de ir. Mediante una actitud
tranquila, de observadores de nosotros mismos, nos desidentificamos de
aquello que afecta al ego, trascendiendo la ilusión de lo que no somos y
entrando en un espacio de libertad interior, fluida y espontánea, donde no
hace falta ser algo en concreto para ser, pues libres de elegir, de dividirnos,
estamos abiertos a la gracia del presente, el cual nos da todo sin pedir nada
a cambio. No llevamos ni arrastramos a la vida, somos llevamos por ella.
Esta es la semilla de una libertad capaz de crecer por sí sola, pues toda
semilla lleva inserta la conciencia de crecer, madurar, dar frutos.
La tranquilidad es el resultado de una mente liberada, que no es
afectada por las circunstancias exteriores. Cuando la tranquilidad es la base
firme, hagamos lo que hagamos, pase lo que pase, nada nos puede afectar,
nada puede modificar ese estado íntimo de ánimo dichoso. En ningún modo
hablamos de un estado superficial, prefabricado, sino de una
desembocadura hacia lo que somos, hacia ese océano pleno y pacífico que
es el encuentro con el Ser. Ahí ya todo es, somos, efectivamente el Todo, y
esa conciencia, la nuestra propia, tal llegada al origen que siempre nos ha
acompañado, supone un reencuentro fundamental con la raíz básica del
árbol de la vida, aquel que crece y da frutos por sí solo, por el mero hecho
de estar vivo, enraizado a su fuente. Esta es la dicha que nos es dada,
tranquilidad genuina, felicidad suprema de la conciencia de ser. Esta es la
dicha total del ser consciente. Del sentirse vivo y uno con la Vida plena.
INTUICIÓN DEL SER
Hay un cambio profundo en el paso de una atención controlada a una
atención espontánea, no sujeta, expandida. En los Yoga Sutras, Patanjali
formula la posibilidad del conocimiento liberador (tarakajnana) mediante
un destello de luz sapiente (pratibah), a través del conocimiento intuitivo.
Supone un estado que trasciende los demás, en el que la concentración
(dharana),
interiorización (samadhi) a
la meditación (dhyana) y la partir de su dominio completo (samyama)
conducen a un conocimiento de todo en conjunto (sarva), que deviene
espontáneo y que medita –por tanto-en atman, el sí mismo, en la verdad
plena de vivir “lo que es”. “A partir de ese destello iluminador [pratibah] el
yogui lo conoce todo [esto es, al atman]”, señala Vyasa. Pues atman
significa yo por encima del ego, conciencia del Sí mismo, no identificación
con la individualidad que el yo ilusiona, sino experiencia en sí misma,
observación entregada y fundida con lo observado.
Sin duda que puede el ser entregarse a su consciencia, en esa verdad
tan relajante, tan interna. En la respiración se experimenta tal absoluto.
Afirmó Kabir en absorción mística: “Dios es el aliento de todo lo que
respiro”. La respiración se realiza a sí misma en un néctar de presencia, de
auténtico ser no condicionado. Ya no queda nada por controlar, nunca hubo
por qué controlar nada, la realización meditativa es profunda libertad:
profundo hallazgo de la integración de las partes, de la unidad. En la
exhalación -tras todo el conocimiento adquirido, tras toda la vida y
experiencia adquirida-solamente hay la exhalación misma, purificación que
guía al vacío a su origen; y luego de vuelta al nacimiento, la renovación,
tras el encuentro previo con lo no nacido. Leemos en el Tao Te King:
“Mantente vacío, y serás llenado”, en esa redentora experiencia de soltar, de
relajar la mente de sus mareas, sucede que todo se reanima y vibra y
amanece. Hay que repetirlo nuevamente: el ser nunca ha nacido ni nunca
morirá, siempre lo supimos.
LA ASPIRACIÓN AL DESPERTAR
Por rebeldía, apagué la luz de mi casa,
pero tu cielo me ha sorprendido con sus estrellas. R. Tagore
La desesperanza, el canto del vacío, esa noche oscura donde luchar
contra la vida sin mirar a la vida misma, ciegamente, con el dolor a cuestas
de la soledad y la insatisfacción, requiere con seguridad de un momento de
renovada conciencia, de clara visión de las cosas, no en el tumulto del deseo
o de las palabras, sino en el silencio cálido que surge al acercar la vista al
corazón siempre naciente. La enseñanza espiritual, ese dharma o ley que
nos muestra las cosas tal como son, seLa esconde a veces entre sombras y
trabadas ilusiones, pero no deja de acompañarnos el acontecimiento de la
verdad espiritual: aquella que nos llena de eternidad, que supera la
limitación mente-cuerpo y se enfoca en el sabor nuevo que todo instante
celebra. No hay verdad permanente, la verdad se descubre en cada
llamarada de atención a “lo que es”.
El dharma siempre es incondicionado, permanece vibrando y
experiencia
transformándose en todos los y más allá de ella. Imprime
nacimiento
objetos de la el frescor del espontáneo, libre, por nada limitado, de la
comprensión verdadera. La práctica de la Vía, del Dharma, como afirmó
Dogen: “es simple y sencilla”. Tanto, como observar la lluvia cuando llueve
o el canto de los pájaros cuando cantan. En la contemplación de la
naturaleza brota el verdadero dharma a cada segundo, cuando la atención se
integra con ella. Ahí todo es un continuo nacer, continua renovación. Lo
que afuera acontece –como dentro de nosotroses el Sí mismo en perfecta
unión. Observar, estar ahí donde la vida está, es despertar. La aspiración al
despertar nos conduce a él, así como la aspiración de dar un paso nos
conduce a caminar. Más allá de este mundo impermanente está la
Conciencia intocada y pura, el océano del Sí mismo, que nos integra en
todo desde ecuánime, discerniente; y rebosada y rebosante. la claridad del
sereno asombro, desde su paz dichosa, completa,
LA LUZ DEL SILENCIO
Hay instantes en los que el silencio se instala en nosotros –o bien nos
instalamos nosotros en él-y todo se aquieta y fluye en ese reposo completo
cuya palpitación se iguala con la presencia interior; y también con lo que
afuera acontece. En un profundo descanso atento se hace idóneo
adentrarnos en los silencios ocultos que sacan su luz pacificadora,
mostrando a la mente el infinito latente de su maravilla.
Sólo es necesaria la intención para encontrar ese gran cofre de
sorpresas que la calma interior nos regala. Con sólo querer oír el silencio,
éste se nos pone en frente de la percepción y nos enseña la grandeza de su
misterio primordial. Nos despierta y aviva haciendo grande lo debilitado, y
fuerte lo pequeño. “Cuando los pensamientos se disipan, el ser brilla por sí
mismo”, declaró Ramana Maharshi, sabedor de esa altura vibrante e
insondable que es habitar el Todo en ninguna parte, morando en la cavidad
estática del alma conectada a su fuente divina, siendo en el no ser para serlo
todo en sincronía, en encadenado nacimiento constante.
Allí todo es no nacido, verdad que no necesita ser escuchada ni
respondida, como cualquier llegada al hogar todo es reconocimiento íntimo,
donde rebosa la presencia sabedora de sí misma, con plenitud amorosa,
agradecida y por siempre recompensada. No hay día que no se busque la
felicidad ni camino más directo para llegar a ella que entrar en la morada
íntima de la conciencia silente y atenta.
SIENDO LO QUE EL SER ES
En la meditación el silencio aparece como realidad esencial en que
nos ubicamos, pues lo sereno hace ahí morada y el ser encuentra su reposo
natural, sin sufrir los habituales reclamos de la mente. Es muy probable, si
la paz interior no se ha estabilizado aún, que surjan frecuentes distracciones.
La actitud a tomar en ese momento marcará el porvenir de los momentos
siguientes. Si nos identificamos con la distracción -supongamos, un
determinado pensamiento-nos iremos yendo -sin darnos cuenta-del estado
meditativo; pero si observamos, indiferentes al pensamiento, el silencio
como morada segura y pacífica, la mente podrá aquietarse de nuevo,
hacerse trasparente para la conciencia: dejando el espacio abierto al
presente calmo y silencioso del Ser en su toda infinita presencia.
No hay nada que buscar sino contemplar al Ser morando silente
alrededor nuestro y en la propia mente. Él está con nosotros en todas partes,
sólo hay que comprender que siempre ha estado ahí y que nunca dejará de
estarlo. Así que, ¿de qué preocuparse? Usted es el Ser que le acontece a
cada instante y el silencio es el espacio sagrado en donde surge pleno y
radiante. No hay dualidad: ambos, usted y el Ser, son la misma cosa.
Al comprenderlo, el velo desaparece y se muestra la rosa tal cual es.
CONCIENCIA DE AMOR
Las puertas de la conciencia se abren en el ahora infinito. Amor es el
fruto, amor fue la semilla. Esa energía total, que nos completa y sentimos
nos rodea abarcándolo todo, es experimentada en la conciencia como puro
amor, experiencia más allá de la experiencia, visión y comprensión de eso
que somos y que todo es. Amor en expansión unificado y universal.
NO HAY ILUSIÓN EN LA NO-MENTE
Aquello a lo que trates de aferrarte no será real, no te lo podrás llevar
contigo, forma parte de la ilusión, del sueño del deseo. Tu vida sólo es este
momento, a él pertenece, en él se asienta. Pero este momento no es nada
que podamos adquirir, no tiene una sustancia propia, su naturaleza es irse,
siempre irse y nunca quedarse. A ello se denomina en el budismo:
impermanencia. Aferrarse a algo que se va constantemente sin duda es
lógico que provoque sufrimiento, pues tal aferramiento, como dijimos, es
una ilusión, un deseo de pertenencia de algo que no existe, para alguien que
tampoco existe: tu ego. Creer que eres alguien, un cuerpo y un nombre
concreto también es erróneo, es el error básico. Este cuerpo no es de nadie.
La mente dice que es suyo, que le pertenece, y el cuerpo sin embargo desde
que nace se está yendo, a pesar de que la mente intente atraparlo a través
del pensamiento. ¿Y de quién es la mente? Si no hay cuerpo, si no hay
nombre, ¿a quién llama la mente constantemente? Y algo más importante,
¿dónde se encuentra la mente si el cuerpo que busca nunca es permanente?
En ningún lugar, aparece y desaparece sin dejar rastro. Si intentas
observarla, callado, atento, ves que no está. Cuando la mente calla, la vida
total aflora. Cuando estás presente, la mente desaparece, la distracción, lo
dual, queda fuera, pues tú te haces uno con lo que es, con lo que realmente
está sucediendo. Al ver esto descubres lo impermanente, el río fluyendo
constante, y con ello lo eterno se manifiesta: la conciencia. El ser que
siempre es, a pesar de todo cambio y sin ningún esfuerzo. Por eso se dice
que el ser es perfecto, porque está siempre aquí y ahora, porque es lo que
verdaderamente siempre eres.
En el silencio, en la claridad del no-pensar, la mente está ausente, y
con ella todas esas ideas insistentes de posesión y egoicidad. Ahí ves que
todo es una ilusión. Ahí comprendes que aquello que eres trasciende todos
los fenómenos que buscan atrapar lo inaprensible, tu esencia propia, ya que
es imposible llenar lo completo si no hay objeto alguno que llenar. Lo
completo está siempre lleno, y para reconocerlo, para ser eso completo, lo
único que hay que hacer es dejar de buscarlo, de intentar conquistarlo y de
rellenarlo vanamente. Este hacer inclusive, es otra ilusión, pues dejar de
buscar equivale a dejar de hacer, a no implicar a un ego que creemos ser
para llevar algo a cabo. Así, desposeído de todo intento de posesión, libre y
vacío, eres conquistado por la verdad, cuando la maleza queda despejada y
miras directamente, sin medios, ni fines, ni expectativas, ni proyecciones, ni
identificaciones, a la gracia que reside en este momento presente, sólo aquí,
ahora y siempre. Más allá del tiempo, más allá de la mente. Aquello que
miras y aquello que es visto son uno solo. La Unidad es inequívoca,
inmediata. No es necesario seguir sumando cuando lo infinito es principio y
fin de todo instante. No es necesario seguir hablando cuando descubrimos
que la verdad solo se manifiesta silenciosamente, es decir, en una mente
silenciosa, es decir, en una no-mente.
¿QUIÉN SOY YO?
“¿Quién soy yo?”
Cada vez que hacemos esta pregunta conectamos con nosotros.
Llegar a este conocimiento último, a la respuesta, no requiere de tiempo ni
de espacio, no hace falta ir a ningún lugar en concreto ni tampoco pasar por
un largo proceso de días, meses o incluso años de aprendizaje. La
maravillosa esencia del Ser es que está todo el tiempo contigo, que te
acompaña y vive en ti a cada instante, a cada paso que das. Ese ser que
buscamos, esa verdad que indagamos para liberarnos de nuestro dolor,
preocupaciones y limitaciones, está dentro de nosotros, está más cerca de
nosotros que nosotros mismos. Y es, por esta razón, algo exclusivamente
vivencial.
Cuando hacemos esa pregunta: “¿Quién soy yo?”, puede que la mente,
siempre dispuesta a crear y resolver problemas, a recoger ideas, palabras,
identidades… quiera responder, pero la mente aparece a ese mismo ser que
ya lo es todo, como una ola aparece en el inmenso océano y no por ello esa
ola es el océano. La entrada al ser es la apertura total a la conciencia, no
requiere de puerta pues nunca ha estado cerrada. Es la entrada a ese vasto
espacio sin límites cuyo sonido, cuyo sentido, es sustanciado por el silencio.
El silencio es la música del ser. Es aquello que expresa la libertad en
la paz de su canto; un canto capaz de hacernos habitar el infinito.
Preguntarse “¿quién soy yo?” es señalar la esencia nuestra, y esta esencia
no deja ni por un segundo de susurrarnos la respuesta. Escucha, pues, con la
luz del ser, ese silencio revelador donde desaparece el que pregunta, el que
responde, y donde sólo queda lo que es, la completa calma y quietud del
silencio, del amor, de la dicha.
SOBRE LA NATURALEZA DEL AMOR
El verdadero amor no tiene fronteras, ni experimenta separación
alguna. El verdadero amor nada pide ni exige, pues solo se expresa como
entrega, libertad y dicha plenas. El verdadero amor es lo que queda cuando
nos desprendemos incluso de nosotros mismos, del sentimiento de
individualidad, que es el que crea separación y conflicto. Por eso el amor es
sinónimo de no-dualidad. No es un estado, pues para que haya un estado
alguien ha de estar ahí experimentando ese estado. ¿Y quién está ahí cuando
el amor es? Este amor esencial del que hablo desintegra todo átomo de
individualidad.
Amor es presencia plena, desapegada, en comunión con la realidad, en
el aquí y ahora. Este tipo de amor sana siempre, es amor espiritual. El amor
espiritual es la consecuencia de la dicha y de la paz en uno mismo, es decir,
de un profundo y absoluto amor propio, no en el sentido del ego sino amor
hacia la naturaleza real de uno: el ser, lo que nunca cambia, el gozo
profundo de la comprensión del Sí-mismo (lo Absoluto). Solo alguien que
parte completo, que comprende su naturaleza real, que sabe que nunca ha
estado separado ni le faltaba nada para ser, solo ese puede amar de una
forma completa, porque todo su amor, su amor sin límites, ya va con él: y
este amor jamás se agotará ni un ápice aunque no cese de derramarlo por
doquier allá donde vaya. Esa es la naturaleza real del amor: tu naturaleza.
Este amor sana. Es compasión, es un bálsamo para la persona amada. Es lo
mejor que podemos ofrecer de nosotros mismos a los demás, porque es
auténtico.
El amor no nace ni muere. Por eso es eterno. No tiene ni principio ni
fin. Por eso es infinito. Está aquí, pero la mente (el ego) no lo puede atrapar,
al igual que uno no puede atrapar el vuelo de un pájaro: puede tomar al
pájaro (el concepto), pero no su vuelo, no la belleza de su libertad siendo.
El apego es el esfuerzo por atrapar lo inaprensible. El desapego es
simplemente el fluir en la expresión de la realidad: aquí y ahora. Ligero, sin
artificios, sin cargar a tus espaldas el peso de las piedras que vas recogiendo
en tu camino. Eres libre. Para volar y planear por el cielo de tu felicidad has
de liberarte de todo lo que llevas cargando a tus espaldas. Para volar has de
arrojar todo temor, viendo que todo lo que eres es aquí y ahora y que este
instante -siempre pacífico y directo-es la completa expresión que tienes ante
ti de tu naturaleza. Así pues, "ama y haz lo que quieras", porque cuando
todo lo que haces es hecho con amor, eso siempre es verdadero y puro,
natural.
UNA DICHA RADIANTE DE SER
La vida, en su canto dichoso, proclama la verdad a cada instante. Más
directo que el instante incluso es el ahora, este aquí sin tiempo y de realidad
total e inigualable. Ya eres todo. Tú eres la paz. Tú estás aquí antes que la
mente y el mundo. Eres el testigo que todo lo presencia, testigo silente e
inamovible que es paz perpetua, conciencia desnuda, rebosante reposo de
amor y luz.
Abraza esta dicha, la dicha de Ser lo que eternamente nunca has
dejado de Ser. La verdad nunca puede ser borrada por las apariencias, la
verdad siempre resplandece. Sólo hay que mirar adentro, desde el corazón,
desde el amor que confía en su Ser, en su pálpito natural, en su sentido
íntimo, para ver lo que Somos, lo evidente.
Qué gran paz es esa: amar al amor, a ti mismo, a tu Ser. ¿Cómo no
abrazar la totalidad? ¿Cómo no escuchar esa canción de amor que
pronuncia constante tu nombre? ¿Cómo no navegar por ese mar calmo que
hace bailar al alma en sereno oleaje de silencio?
La dicha de ser te abraza siempre en la conciencia. Entrégate pues, sin
reservas, a ella. Y encontrarás mucho amor, infinito amor, un amor que ama
naturalmente, como un sol radiante, derramando vida y luz ilimitadas.
LA BÚSQUEDA ENCONTRADA
El corazón siente en profundidad el baile de su dicha, el íntimo
resplandor de la respiración, del ser palpitando en cada fibra de sentimiento,
en cada infinitud silente del armónico sentir. Todo en el cuerpo se hace uno,
integrado, unívoco, resoplando la energía de la conciencia tranquila y
reposada. El cuerpo ya no es de nadie, la entidad individual se ha fundido
en sus adentros sin tiempo y sin espacio, se ha evaporado en la inmensidad
de la verdad callada, desvelada, aclarada en la cristalina estancia de un nolugar que comprende todos los lugares y tiempos, todos los destinos y
estancias, todos los sueños y realidades. El sonido del corazón brilla en el
silencio; el Todo está aquí, abrazando, entregando y entregándose,
cobijando al Ser.
La palabra, la vibración sagrada de la invocación, de la búsqueda de lo
que eres, de la llamada genuina a tu interior perpetuo y deslumbrante, se
acalla y penetra, sin voz, sin sombra, sin apariencias… ya liberada, calma y
completa, enamorada de la eterna bienvenida a la dicha de tu Ser, a lo
profundo de lo profundo, al inenarrable sendero del despertar. El sendero es
el ahora. Todo saber se revela desde el más desbordante no-saber. El
espíritu se ve, iluminándose. Es ya su amor encontrado, el matrimonio
sagrado. Y en el misterio de su alegría primigenia e inocente, el espíritu se
reconoce, sonríe y comprende, en lo hermoso de su quietud infinita y
omnipresente, que siempre fue lo que es.
LA BÚSQUEDA ES EL ENCUENTRO
La búsqueda es el encuentro. Si nos movemos hacia la búsqueda
posponemos el encuentro, pero al mirarlo cara a cara ya estamos en él. En
todo hecho espiritual ocurre esto, tiempo y espacio desaparecen y todo se
desprende en la inmediatez. La velocidad de la luz al cuadrado se queda
incluso corta para definir esta inmediatez. Por eso se dice que “el buscador
es lo buscado”, la búsqueda es el hecho completo sin necesidad de
proyección, es la realidad clara que podemos presenciar. No hay objetivo ni
meta en el ser que se vive intensamente, constantemente. La plenitud es
vivida en su esplendor. La búsqueda está aquí, en el mismo sentir del ser
que se busca, en la atención plena al hecho vital. La pregunta “¿Quién
soy?” conlleva una sensibilidad intrínseca hacia el hecho vital.
Tras cada palabra, tras cada pregunta queda un silencio. Es el
pensamiento el que desea responder y romper ese silencio imaginando una
realidad paralela llamada lenguaje. Pero tras cada pensamiento también hay
un silencio. Justo tras la pregunta, palabra y pensamiento enmudecen por un
instante: pues reside ahí la energía que los enciende. Esa es la vacuidad
primordial de todo proceso: el ahora al que adentrarnos para ir hacia dentro,
para revelar al ser desde su desnuda identidad, desde su incognoscible
realidad, siempre presente aunque no la notemos. Al darnos cuenta del
pensamiento éste se detiene y eso nos devuelve al presente, desde pensar (la
observación) a la quietud entrar en ese estado sin estado, y en verdad no hay
que entrar porque supone la presencia misma. Podemos acceder a esa
búsqueda sin buscador, donde solamente lo buscado sin nombre se nos
presenta; y he ahí que todo ya es encuentro pleno.
YA VIVES EN EL PARAÍSO
Este instante es tu morada. Si buscas el paraíso, míralo aquí, en este
preciso momento. No puede estar en otro lugar, no es un concepto, ni una
idea, espacio que representa contigo en el ahora. Este instante de búsqueda
es también el final de la misma, este instante significa completamente el
lugar del hallazgo, la entrada perpetua al espacio interior, real y visible, de
tu paraíso más certero: la conciencia. Darse cuenta de que hay un buscador
que desea llegar a la meta suprema, a la iluminación, a la liberación de todo
sufrimiento, es darse cuenta de la esencia misma del ego (o, mejor dicho, de
su falta de esencia propia: siempre cambiante, impermanente), es darse
cuenta de que hay una mente llena de energía indagando continuamente
para sí, buscándose, llamándose; y por encima de ella, de la mente, del ego
limitador, estás Tú, la esencia real e infinita de todo, el testigo puro y
silente, que observa la manifestación de la vida. Ese testigo, esa conciencia,
es la felicidad misma, el paraíso, el espacio eterno de la verdad. Fija tu
atención ahí, en el que ve, en el que observa, en el que Es.
Ese que es, en su ser ya está completo, ese que es no necesita de nada,
pues ya es todo. "Yo soy, yo soy, yo soy...", repítelo cuantas veces quieras,
date cuenta de ello, date cuenta de que eres, y sé, sé, sé... Tu vida será pura
dicha, auténtica eternidad, porque habrás conocido tu paraíso, en el que
siempre has estado, en el que siempre serás lo que eres. Una vez que estés
ahí, la búsqueda será también una ilusión, ya no tendrá lugar, porque vivirás
en un total encuentro contigo mismo. Recuérdalo, ese paraíso sólo podrás
verlo aquí y ahora: porque eres Tú.
SUPRACONSCIENCIA
Todavía más allá de todo está el Todo, infinito e inabordable, fuente
de aquello posible e imposible, mundo que nace a cada instante colmando
de posibilidades al ser. En la contingencia gozosa, nada tiene su opuesto, no
hay elección que nos limite ni lleve la atención al conflicto. Cuando
ponemos la mente en dirección a la fuente primordial, al Todo que concilia
en su calma y refulge en su acontecer de vida plena, la continuidad se
concentra en un eterno presente. Comienza diciéndonos el Atma Puya
Upanishad: “Meditación es la constante contemplación de Eso”. Esa
contemplación no se puede nombrar, porque quedaría limitada. La verdad
plena es dicha sin segundo, reconocimiento de todo lo que es e intuición de
esa grandeza inabordable que baña de cognición lo infinito. Verdad sagrada
que sobreviene de todo nacimiento, de cada respiración, de cada aliento de
conciencia.
Apuntó Sri Aurobindo que “la conciencia del Purushottama [el más
alto espíritu] es la conciencia del Ser Supremo y el hombre puede vivir en
ella mediante la pérdida de su ego y la realización de su esencia verdadera”.
Esto es la conciencia de Brahman, siempre hemos sido esa conciencia,
estamos hechos de ella y empezar a comprenderla sintoniza nuestra
voluntad con la Voluntad Suprema. He aquí la entrega gratificante, la
voluntad limpia de aspiraciones egoicas, la comprensión del que ya no
necesita saber para ser sino para seguir siendo lo que es. Eso es la
realización del Ser, el camino en la continua sintonía de la verdad, la
intuición del susurro de Brahman, la apertura a la totalidad que nos
pertenece, porque llegar a ella significa haber regresado a casa.
Perder el ego significa ganarse a uno mismo. Sin condición alguna,
sin ausencia de nada, pura completitud, auténtica liberación que nos lleva a
la paz creativa de la autoconsciencia. Sin conflicto ni esfuerzo alguno,
cuando el ser se instala en su siempre naciente eternidad ya todo es y nunca
más podrá dejar de ser. Y esa certeza nos llena de una paz que no conoce
límites.
LA FELICIDAD ES LIBERTAD
Toda persona quiere liberarse del sufrimiento, lo que también se llama
alcanzar la felicidad. En el deseo la visión de esa verdad se turbia con la
ilusión de un futurible que atisbamos como aquello que nos aliviaría de esa
carencia vital que parece poseer nuestro presente y nos proyecta hacia una
especie de paraíso perdido que nos completase. Sin embargo, todo lo que
anhelamos puede obtenerse en el presente, cuando, aunque parezca
paradójico, dejamos de anhelar. Pero, no hay nada más lógico que eso.
Porque el anhelo más puro del ser es aquel que no tiene proyección alguna
en tiempo y espacio. Su anhelo es su ser y su ser está consigo, siempre
presente, acompañándole.
Desear es olvidarse a uno mismo. Amar es recordarse, hallar al ser en
sincronía con el mundo. Desear y amar son, ineludiblemente, antagónicos.
Epicuro dijo: “Si quieres hacer feliz a alguien, no incrementes sus riquezas,
reduce sus deseos”. Ese es el gran principio de la sabiduría. El único motor
que puede incrementar la dicha a través de su virtuoso desprendimiento.
Como afirmara el Maestro Eckart: “Quien quiera ser sereno y puro sólo
necesita una cosa: desprendimiento”. Esta doctrina choca de frente con los
ideales materialistas que reinan nuestra sociedad. Resulta difícil de
comprender porque se expresa en una lengua distinta a la que nuestra
civilización contemporánea gusta de hablar. Si lo pensamos bien, cualquier
acto humano desea proyectarse, y en su afán, pugna con la realidad neutra
que nada necesita para su continuidad salvo la naturaleza que la salvaguarda
e impregna de evolución. Una frase de Krishnamurti puede tocar la fibra
sensible del ego occidental: “La libertad es el cese absoluto de llegar a ser
algo”. Estas palabras son capaces de romper muchos esquemas pero
también, en consecuencia, y ese es su sentido, envolvernos en la calma
sencilla de la verdad que revela. Siendo lo que somos, en este momento,
serenos en el presente que nos manifiesta, la libertad es todo cuanto vemos.
En la mirada interior de esta verdad se halla la respuesta. En el amor
consecuente de esta deducción, aquel que lo da todo sabiendo que no
necesita nada para que su ofrenda le llene de gozo. Eso es la felicidad,
reconocer en este momento, la inmensa maravilla de lo que somos.
EL MEDITADOR
El meditador sabe que en el fondo de su alma se encuentra un
silencio; y también conoce –y se le desvela-la sílaba sagrada del comienzo,
aquella que se abre a la conciencia y surca los mares de la quietud,
entrelazando su ánimo con la dicha serena y el amor. El corazón del
meditador late en apertura al ahora, se unifica en un saber que todo lo
contiene, de donde nace todo lo posible: el espacio infinito del ser
intensamente observado, las aguas cristalinas de la visión interior reposando
en la región flotante de lo etéreo, de lo inabarcable, de lo intangible…
donde afloran la luz y los fenómenos que sueñan soñarse a través de su
lúcida vigilia. Y reconoce en el silencio a esa luz misma que da forma al
mundo, al sol y a sus sonoros amaneceres en expansión. El meditador
despierta a la luz del ser y camina junto a ella, hallando las formas nacientes
que dan vida al ritmo del mundo, siendo testigo de ello, como aire que se
suspira a sí mismo y vuela libre en su eterna dimensión de espacio fluyente,
de tiempo abierto al sin fin de su ahora, siendo consciencia asentada en su
gozo de clara bienaventuranza.
EL BELLO MISTERIO DE LA MEDITACIÓN
Tú no eres el reflejo, pero el reflejo eres tú. Maestro Tozan (Hokyo
Zan Mai)
Ni siquiera la forma que observamos de nosotros, tan íntima como
hermosa, es el reflejo completo de lo que somos. Mucho más supone lo que
nos brinda la realidad interior. Tanto, que captar apenas en algo su
intensidad nos eleva al momento sin tiempo, sin mácula, del despertar. Todo
lo observado es lo que somos. Y esa aprehensión se trasluce en el desapego
hacia el fenómeno maravilloso. Mucho más es lo que brinda vivir en la
estela del estar siendo, sin nada que tomar como nuestro y, en consecuencia,
sin nada que nos cueste dejar. La meditación por ello, es indescriptible,
porque en ella hay un nacimiento constante, donde la admiración del
descubrimiento propio, de la grandeza del corazón que se deslumbra y
emociona con el ser que le respira, y la fluidez de esta respiración que se
deja ir y no se aferra a engrandecer o ilusionar lo vivido, forman la
simbiosis de una perfección entregada al instante que, gozosa y
generosamente, dejamos marchar hacia un regreso que envuelve. El
meditar, como comprendió el maestro Tozan, “es inocente y misterioso, ni
siquiera pertenece a la ilusión o al satori [iluminación]”. Tan íntimo como
no nuestro, así es el regalo que nos enseña la conciencia atenta a su
misterio. Un vendaval de libertad que acoge al espíritu y lo serena,
conduciéndolo al centro de su infinitud.
LA FUENTE DEL SER
Hay una vivencia del yo que implica saberse consciencia, que
trasciende lo ordinario. En la búsqueda de uno mismo, en ese camino
necesario en la vida basado en la experiencia vital, en una comprensión de
la misma, en un aprendizaje que reclama tenerse en cuenta, hay un eco del
ser que nos guía la experiencia de búsqueda. Así, puesta la atención en
nosotros, con la motivación encendida, enfocada en el ser que se nos
muestra cada vez más tangible y directo, comenzamos a observar lo que
nuestros ojos, antes, eran incapaces de ver. La visión extiende su alcance, el
paisaje se enriquece de matices y elementos antes no percibidos, el camino
se torna fructuosamente transitable, la perspectiva que averiguamos llama al
caminante, le invita al viaje y lo llena en su transcurso con la vivencia plena
del descubrimiento.
Una vivencia nueva, donde el instante renueva lo vivido, como un
soplo de aire fresco, subraya la libertad que solicita el alma para expresar su
verdad. Todo momento puede ser algo nuevo, no hacen falta grandes
cambios aparentes, pues el viaje interior puede surcar lo infinito con una
sola inspiración consciente, con un destello espontáneo de intuición
espiritual, con una realidad que nos avisa de lo eterno. No hace falta
convencernos ni que nos convenzan de esta verdad. La verdad, sólo es real
para quien la sabe (para quien conoce su sabor). Para quien la recuerda,
para quien comprende que no hay olvido que la empañe a partir de
entonces. Encontrar la verdad significa haber llegado podremos beber de
ella. a la fuente; y entonces ya siempre LA PAZ DEL SILENCIO
El sabio no trata de llegar a ninguna conclusión, a ninguna
comprensión intelectual sobre la vida, sino que únicamente vive de lleno el
misterio de ser, sabe que no es cuestión desvelarlo y por ello solo mora de
forma espontánea en él. Él mismo es ese misterio, experimentando eso ya
se conoce por siempre: pues vive lo que él mismo es. En el silencio aparece
ese misterio, ahí nada lucha con nada, sólo queda paz eterna, unión total sin
dualidad alguna. Cualquier aparente dualidad se disuelve en comunión
serena con el silencio. Cuando ya no queda nada por hacer, comenzamos a
ser. Ahora mismo puede ser el momento apropiado para ello.
Todo momento presenciado vivamente llama a la quietud en el abrazo
hondo del silencio, en la mirada contemplativa que se funde en las cosas;
siendo ellas mismas -prodigio presente-la respiración del ritmo natural del
mundo y sus instantes. No hay separación en el ser, todo aparece por sí
mismo y su acontecer se funde en la visión no-dual. No hay lucha mental,
ningún conflicto ni anhelo alguno, pues todas cosas siempre han sido y son
lo que son, sin nada que añadir o quitar. Cuando el sujeto, la identidad
individual que prefigura la separación, está ausente, no hay objeto al que
agarrarse y tiene lugar la libertad total, la unidad, la no-dualidad. La paz del
silencio es un vasto océano cuya esencia palpita en el corazón del ser, en la
luz brillante de la conciencia.
DIOS ES AMOR
El amor nos lleva hacia nosotros mismos, es la fuente de nuestro
corazón y de nuestro ser, en él está todo, todo aquello que somos, todo
aquello que vive en la conciencia nuestra. Somos algo que trasciende
formas, nombres, tiempo, espacio... Nuestro corazón es una partícula de lo
infinito y a su vez es todo lo infinito, pues ni siquiera lo infinito puede
dividirse, ni siquiera una partícula es menos que su todo. Ahí dentro, en
nosotros, en la conciencia, está contenido el universo. Dios está ahí, en el
ser que late interiormente, al que estamos conectados, unidos, en comunión
con una misma dimensión total y eterna. En conexión con Él, el amor y la
paz brillan como la luz del sol. Nosotros somos esa luz que ilumina el
mundo: la vida, la luz del amor. Ama tu vida, ama lo que eres y el mundo
en que vives ahora, todo eso es Dios, y entonces, allí donde pongas tu amor
nunca habrá error, siempre estarás viéndolo a Él, amándolo a Él, amándote
a Ti.
LA PUERTA HACIA TI
Todos los problemas son del ego. Vienen al identificarse con ellos, al
pensar que esos problemas nos pertenecen. Pero, ¿quién es el que se
identifica? Si indagamos en ello, descubrimos que no hay nadie allí, que el
ego se llama a sí mismo, pero no hay nadie que lo llame. Viendo que todo
aquello que llega no es nuestro, que son solamente fenómenos cambiantes y
sin sustancia alguna, la libertad empieza a tener lugar. Una libertad que se
experimenta al dejarse ser, al soltar los lazos de la búsqueda de identidad y
de sentido. Abandonar la búsqueda supone la resolución natural del
comprender que ésta no puede ser un deseo de ganar algo, de poseer una
verdad, sino, al contrario, el hallazgo de la profunda liberación de la
necesidad de adquirir algo para ser.
Al perder todo lo que es del ego, ganamos todo lo que verdaderamente
es. Esta ganancia, y no es paradoja, sucede en el despojamiento. Toda
necesidad de adquisición, es el ego. Saber que no hay nada que ganar o
perder, que somos siempre lo completo, el océano de la conciencia, el todo
en vez de la parte, es ver que al ser lo que somos trascendemos cualesquiera
limitaciones por medio de la conciencia integradora de la unidad total. No
hay un sendero para ello. Tú eres la puerta de entrada y esa puerta al hogar
del ser se abre a ti mismo. Tu hogar siempre está contigo, en el corazón, en
tu interior sagrado.
LIBERTAD INTERIOR
¿Puede el hombre sentirse libre interiormente? ¿No padecer
constantemente la censura de las circunstancias exteriores, de las creencias
y prejuicios, de las normas impuestas explícita e implícitamente? ¿Puede
una persona sentirse libre en esta sociedad? La respuesta se atisba
contradictoria porque a primera vista parece que no depende de nosotros.
Parece que depende más de las circunstancias del entorno que de uno
mismo. Pero la libertad no es algo que pueda verse o tocarse, sino que opera
en el interior, conformando nuestros actos y pensamientos, haciéndolos que
surjan espontáneos o por el contrario coartados, cohibidos.
De nosotros depende que el próximo acto que arrojemos al mundo
surja de verdad, del interior del ser, o salga ya frustrado, reprimido. Es
posible que eso lo hayamos aprendido, que la sociedad nos imponga
veladamente la autocensura necesaria para una convivencia preestablecida.
Las condiciones son tan sutiles que apenas podemos darnos cuenta de las
cadenas que nos sujetan. Sin embargo, sí que depende de nosotros el darnos
cuenta de ello, el no acostumbrarnos al silencio impuesto y preservar esa
parcela interior que nada ni nadie pueda tocar, que es la libertad interior. Si
la cuidamos, si advertimos su valor, si crecemos en ella y por ella, veremos
que brotará espontáneamente, al unísono con nuestros actos, con nuestros
pensamientos y emociones. Entonces comienza la transformación, el acto
creativo del ser reconciliándose con su naturaleza esencial.
LO QUE EL AHORA NOS REVELA
Algo nace en el ser, en lo más profundo, que revela todas las cosas.
Cuando miramos dentro de nosotros, sin temor a lo que podamos encontrar
(o sabiendo que no hay por qué evitar ese temor naciente), totalmente
abiertos y receptivos a esa mirada sincera, se produce una conexión
puramente esclarecedora, la conexión con lo que siempre fuimos, mediante
el solo observar, sin interpretar o seleccionar lo que miramos, nada más que
atentos a lo que pasa en nosotros en ese momento tan real que es el ahora.
Pues lo real somos nosotros, ése que siempre ve, que siempre ha sido el
veedor y que se descubre una y otra vez en el ahora como la misma cosa,
intocada y sin tiempo.
En el ahora, la vida ilimitada y pura del ser se confirma, se ve siendo,
aparece, y nosotros en ella, de nosotros a ella, con ella, en un único suceso
de ‘presencia’. Lo profundo en el ser puede revelarse en una especie de
instante eterno, en una forma de espacio que no necesita del tiempo cuando
hay la observación espiritual. Lo interior está aquí, tal que el corazón,
latiendo y presente como raíz del vivir, del sentir, del ser. Y para mirar en lo
interior sólo se requiere mirarse a uno mismo tal y como se es: en la
observación directa y sin dirección que el ahora desnuda y eterniza.
MÁS ALLÁ DEL PENSAMIENTO ESTÁ EL SER
La muerte es un sueño
en el que la individualidad se olvida; todo el resto del ser tiene su
despertar, o, mejor, no cesa de estar despierto.
Arthur Schopenhauer
Cuando vemos la vida con los ojos del pensamiento creamos una
historia, nos unimos a una cierta experiencia y surge un nuevo apego;
mientras que en el silencio interior, en el cultivo de la no-mente, uno renace
en todo momento, con los ojos de la conciencia, en cada respiración, en
cada instante de ser (y se convierte en el Ser mismo, aquel que siempre ha
sido y será, aquel que simplemente “es”). Uno se abre –de esta forma-a lo
nuevo –a lo no nacido- (a lo eterno), y se siente a sí mismo inéditamente,
bañándose en el fresco ahora purificador; y es, nada más.
En la constante sensación de “yo soy” la persona se va despojando de
su individualidad, de sus identificaciones, porque ve que lo que permanece
es esa constante verdad, perciba lo que perciba, esté donde esté, sienta lo
que sienta. Más allá de esos fenómenos, de esas apariencias de realidad,
subyace la realidad última y primera, la sensación de ser. Esta, nos
acompaña durante toda la vida.
¿Y quién siente que “yo soy”? El testigo o la presencia de eso. El que
nunca cambia, el que siempre ve al ser allá donde mire (pues se halla
consigo mismo).
Al identificarnos como algo separado de la Realidad Total, el
individuo, que se ve a sí mismo diferente del resto, experimenta la
egoicidad, lo que inevitablemente le trae el sufrimiento, que no es más que
el deseo de plenitud. Ese olvido de nosotros como Esencia Primera, como
verdad con todo unificada, experimenta desde que nace el deseo de
liberación de tal sentimiento de separación (al igual que el río –separado de
los demás ríos-camina hasta fundirse en su inmenso mar, al que llegan todos
los ríos).
El yo se busca a sí mismo y en ese buscar siempre encuentra algo más
grande, pues es su naturaleza y su fuente la conciencia plena, un Yo
oceánico capaz de acoger a la pequeña gota extraviada y de decirle: tú eres
Yo, siempre lo fuiste.
Más allá de la mente, la conciencia silente es ese océano en calma que
da hogar al beatífico despertar del ser en toda su extensión. Con tan solo un
simple darse cuenta de tan magnánima esencia, estamos ahí, de repente, en
ella, por el hecho mismo de que nunca estuvimos en otro sitio más que en
ese lugar del Todo. El lugar del no-lugar, el Sí mismo, la Consciencia; el
“yo soy” experimentando de lleno su verbo en infinitivo e infinito: Ser.
LA ILUMINACIÓN
La conciencia es el alma. En los Shiva Sutras podemos obtener la
realidad manifiesta de la naturaleza de Shiva, la divinidad. De nosotros
mismos y de todo cuanto hay. Meditar en ello significa estar iluminado.
Meditar es entrar en la iluminación y cuando el estado de meditación es
constante la iluminación lo es. Estar liberado en vida (jivan mukta) llena al
alma de gozo y deleite (abhoga). Es el estado más puro del alma y una vez
instalada ahí los conocidos estados ordinarios (vigilia, sueño, sueño
profundo) quedan bañados de esta agua límpida de conocimiento.
No es difícil. Solamente hace falta sensibilidad (apertura) para acceder
a la belleza. El conocimiento supremo es la verdad última y primera. Así
nos integramos en la conciencia de Shiva. En los Shiva Sutras (I, 5) leemos:
“Udyamo bhairavah”. Lo que significa que un destello o elevación
repentina se produce cuando el Ser supremo nos envuelve. A partir de aquí
ya todo puede ser elevación y destello sagrado. “Todos los fenómenos son
el cuerpo”, “Drsyam sariram”, (Sh.S. I, 14). Externos o internos, para el ser
iluminado ya todo es Shiva.
Dirá Sai Baba, despertándonos: “¡Este preciso momento es el
momento! ¡El minuto que ha transcurrido está fuera de vuestro alcance; así
también, el minuto que se acerca, no es vuestro! Solamente aquel Jiva [Ser
viviente] que se ha grabado esta comprensión en su corazón puede fundirse
con Shiva”. Si te mantienes firme profunda sin duda (atmajñanam) se
fundamenta en un claro discernimiento (viveka) acerca de la verdad del yo,
no empañado por el ego, capaz de establecerse en su estado original, en su
realidad suprema realización permanente. No inmóvil ni estéril sino tan
viva y tan creativa como lo es, admirablemente, toda la Creación. La
conciencia es el alma. Y libre es, en sí misma, iluminada y en constante
revelación de incalculables verdades, colmando de deleite su esplendor.
¡Qué puede impedir que no vivamos ya y constante en esta verdad sencilla
y te hará libre. El conocimiento del ser natural, en su fuente no
condicionada de esta dicha tan íntima! Absolutamente nada. El Todo está
siempre llamando a nuestra puerta. Abrámosla.
EL AHORA
El presente es una nube que pasa. Así lo experimentó Buda, así
podemos experimentarlo nosotros cuando meditamos, es decir, cuando
vivimos completamente en el ahora. Tal vez –en ocasionesla realidad se
entrecruce con los sueños y el pensamiento desatienda la atención que la
vida notifica. Pero siempre hay momento en que uno puede darse cuenta de
ello, dejando de alimentar esa estancia paralela de los pensamientos
inacabables, que consumen nuestra energía y nos separan de la conexión
con la vivencia exacta de los objetos de la experiencia. Siempre hay un
momento que representa un comienzo: el principio de la consciencia plena.
Sin que el ego obstruya la experiencia, donde el yo realmente pueda sentirse
unido con lo que es, dejando ya de lado la identificación con lo que quisiera
ser o con lo que deseara que aconteciese a su ser. Entonces – cuando el ser
es vivido en la simultaneidad de su ahora-se halla la plenitud, el equilibrio,
la realización completa, esto es, a la que no le falta nada.
¿Qué le puede faltar al ser si siempre ha de ser completo por sí mismo
para que realmente sea? Es su necesidad ontológica. Y experimentarlo así
supone la prueba intransferible –acaso mística-de su existencia. Siempre
está ahí el ser, si lo miramos fijamente en el interior. No le falta nada, es el
punto infinito que brilla en el espíritu y que da vida al corazón. Es un
conocimiento vivido. Se vive en el ahora. Posiblemente la forma más bella
y verídica de conocer. Tan bello que se difumina como un puñado de arena
–en unos segundos-entre las manos. Hasta que volvemos a tomar otra
porción de arena; y el ser se vuelve a hacer presente. Ahora. Esa es su
magia, su misterio. Tan real y palpable como la vida, que no deja nunca de
asombrarnos.
LA META DIVINA
Haber llegado. Ser en este momento todo lo que uno necesita para ser.
Frente a la meta divina anduvimos mucho tiempo, buscando aquí y allá, sin
sentirnos nunca preparados del todo. Pero fue una ilusión nada más, la
conciencia sabe que tiene la meta ahí enfrente. La mira… y ha entrado en
ella, ha salido de la dualidad del querer conseguir aquello que no posee.
Porque, definitivamente, no queda nada por poseer. En el desprendimiento
del ego se gana lo divino. Cuando la mente se detiene, se libera de todos sus
deseos exteriores y comprende que lo tiene todo en su interior, que no
queda nada por alcanzar, que el Todo es el brillo interno, el aire vivo que da
luz a la conciencia.
Descubre a Dios en tu corazón y éste ya nunca dejará de latir.
Cualquier geometría divina adolece de su eco superior. Cualquier intento de
dar forma a lo informe e indefinible, es vano. Pero aún así podemos recibir
la eclosión definitiva que nos informa de la grandeza ilimitada, hacernos
uno en los múltiples gestos del espíritu: señales vistas y sentidas en todo lo
que nos rodea. Y entonces, conocemos, con toda certeza, el despertar a lo
divino. Porque ya somos Eso y eso es ya Todo.
Abrirse a la divinidad es ver lo divino en todas las cosas, ver así, a
través de esa melodía, el fenómeno de vida tal como es, sin apariencias.
Para ello cualquier esfuerzo es inútil, al igual que si nos esforzamos en la
calma o en el silencio. No hay esfuerzo en el desprendimiento, en la visión
pura, entregada, directa.
Sin otro hilo que el instante y la total atención puesta en él, tejemos la
auténtica realidad con la materia divina, haciendo de esa tarea un
nacimiento perenne, cuya tela forja el manto que cobija a nuestro espíritu.
LA LUZ DEL CORAZÓN
Vive unificado en ti. Lo externo no es más que un reflejo de lo
interno, como la luna reflejada en el agua. Lo interno no es más que otro
reflejo del gran Corazón, como el sol dando brillo e imagen a la luna. Por
tanto, lo Uno, el Corazón, es la verdad que vive siempre en ti, la pura llama
de conciencia del Ser, siempre brillando, siempre vibrante en el eterno
instante. Todos somos Uno. Todo se clarifica al asentar el alma en su fuente,
en su claridad no-dual y unísona. Se desvela en la paz, en la quietud, en el
silencio que no lucha con nada y que es con todo hermandad y dicha.
Tú ya eres todo lo que puedas estar buscando, el camino y la meta, la
búsqueda y el hallazgo. Principio y fin parten y llegan a ti. El silencio
conjuga en sinfonía a la vida en armonía, a la vida en ti, como sol interior
irradiando sus destellos de conciencia unificadora; sol del corazón que late
en amor, en la dicha presente que respiras, siendo ya y por siempre todo lo
que eres, luz de la verdad manifiesta en ti, en el corazón infinito,
eternamente uno, que todo lo contiene.
LA VERDAD DEL AMOR
Hay una verdad que sobrepasa todo sufrimiento, es el amor. Una
verdad que supera los límites del ego: la libertad. Amor, paz, libertad… no
son sólo palabras, ni mucho menos un sueño. Son una realidad. Palabras
que nacieron del interior del ser humano y que ahí se encuentran todavía.
Nunca se han ido ni se irán porque forman parte de lo que somos. Es lo que
–en efectosomos. Estas palabras, estos sentimientos, se hacen reales cuando
son vivenciados. Cuando juntos podemos entenderlos, mostrarlos y
compartirlos.
Comparte lo que eres y tu ser se reunirá con el Ser que todos somos.
La respuesta está dentro, no fuera, dentro se confirma, tras la pregunta
sincera y sin condiciones. Cuando no pedimos nada y es el amor quien nos
mueve, entonces éste nos responde. Nuestro propio ser es quien nos da la
respuesta que acaso nunca olvidamos del todo. Por eso la reconocemos,
porque siempre se halló resguardada en nuestro interior.
MEDITACIÓN
Meditar es ser tú mismo, aquí y ahora. Al igual que la flor no hace
nada por ser una flor -sencillamente lo es-, del mismo modo no requiere de
ningún esfuerzo ser quien eres. ¡Qué libertad! En la meditación, al conectar
contigo de un modo natural, floreces a cada segundo de conciencia, de
forma plena y profunda.
EN BUSCA DEL CONOCIMIENTO
La conciencia libre eventualmente asume ciertos desafíos. Me refiero
al conocimiento de lo nuevo, al momento en que todas las concepciones
anteriores, esas verdades asentadas pasan a trasformarse, enriquecerse,
integrarse con otras ideas que se instalan en la visión interior de
consideramos nos conviene, en herramienta para trabajar en el beneficio de
los demás, es una virtud del criterio que también suele llamarse apertura,
sabiduría o discernimiento. Comienza diciendo Aristóteles en su Metafísica
que “todos los hombres se empeñan por naturaleza en conocer”. Y en ello
estamos durante este camino de la vida. Conociendo lo que somos, lo que
no somos, la verdad que palpita tras las apariencias. Observamos,
desciframos, intuimos, valoramos, entendemos.
Multitud de procesos se dan en la conciencia que vive la pulsión de su
ritmo dinámico. Y solamente de nosotros depende tomar o no el fruto, más
allá de la tentación, sino en el territorio de la invitación amorosa y libre que
es el conocimiento, la fructífera fuerza de la realidad colmada de verdad. En
resonante proverbio expresó Antonio Machado que: “Nuestras horas son
minutos cuando esperamos saber, y siglos las cosas. Aceptar lo que
beneficio nuestro y como cuando sabemos lo que se puede aprender”. En la
incertidumbre de aceptar la posibilidad del saber, en la certeza de
vislumbrar las cosas que podemos aprender, se enciende una llama viva de
presente fértil cuya ascendente, inextinguible, precipitada de Instados a
saber, como dijera Borges, “lo que Dios sabe”, como aquel cabalista que “al
fin pronunció el Nombre que es la Clave”, la vida cobija símbolos y
cosmogonías que seducen a nuestro intelecto, que potencian todas nuestras
capacidades y nos invitan a buscar el conocimiento del por qué de las cosas,
que es siempre el conocimiento de uno mismo, fractal del Todo. Y en ese
sueño navegamos, despertando a cada instante. luz descubrimos tesoros
cercanos.
EL YO LIBRE DE IDENTIFICACIONES
A menudo el yo vive en una continua percepción ilusoria de sí mismo.
Allí donde hay identificación, hay ilusión. El mundo de los sentidos, de la
memoria, del cuerpo que hace y deshace, fija una biografía no real de lo que
somos y de lo que no somos. La limitación está presente en toda
identificación. Ese principio del ego que en sánscrito se denomina
“ahamkara”, literalmente significa “yo hago”. El yo toma la conciencia de
hacedor de su obra vital, de su biografía. Todo ello puede producir cierta
ansiedad, presión existencial, al pretender que cada acto nuestro nos refleje
tal y como queremos que sea. “Nada hago por mí mismo”, leemos en la
Bhagavad Gita. “Éste es el mundo de los sentidos que juegan con los
sentidos”. Maya, el velo de la verdad, la gran ilusión, siembra una sombra
entre la realidad y quien la contempla. Para el sabio no hay separación. Lo
visto, me guste o no, es lo que soy. Cualquier pensamiento, cualquier sabor,
sentido, percepción, opinión, forma, surge de mí (me revela) y al tiempo
nada tiene que ver conmigo, porque no hay identificación.
Sabio es quien ha comprendido. Quien observa el mundo sin dualidad
ni juicio constante. Todo es obra y reflejo del Uno. Todo está destinado a
ser espacio del contemplar ecuánime y no apegado, porque de esta manera
la creación es libre y continuamente transformadora, se expande y renace,
se inventa y reinventa, sueña y despierta, ordena y reconoce su orden con
toda la existencia. El Ser se encuentra a cada paso, no con su ego, a quien
no necesita para existir, sino con su totalidad continua, que vuela como el
viento, siempre siendo viento pero sin origen ni destino en que quedarse. El
Ser se encuentra siempre en aquello que nunca puede sujetarse, pero sí
penetrarse mediante el bello atisbo de su infinitud creativa. Finalmente nos
queda una hermosa y plena afirmación: "Yo soy". Todo atributo será
solamente algo circunstancial, pero no esencial.
MISTERIO INCESANTE DE SER
Lo que eres es siempre libre, incondicionado. Nunca ha nacido, es
fresco, es un misterio que aparece ante nosotros. Y, ante el misterio, queda
la sorpresa mística, el abrazo y la rendición absoluta a esa luz que te
nombra silenciosamente, que palpita en el amor, en el calor del ser, como
raíz que brota de una tierra pura y virgen.
Nada se puede decir del misterio gozoso de ser, pero se conoce, se
siente, se saborea, se intuye y se escucha, se comprende, se ve, se huele y se
respira... Es tu fragancia la que inspiras, a cada momento, naciendo,
refrescándose, renovándose con la vida.
Nunca ha nacido ni podrá morir aquello que es eterno, aquello que no
pertenece al tiempo, sino a la realidad. El misterio hace amante del vivir a
su testigo, amante hechizado por el susurro íntimo de la luz siempre nueva
del silencio creativo, del surgir espontáneo sin segundo, sin tiempo, de amor
avivado incesante.
NO DUALIDAD
¿Quién soy yo? Yo soy el que observa y lo observado es lo que soy.
No hay separación, todo es conciencia. Asimismo, la conciencia no depende
de lo observado ni del observador para existir, no se fundamenta en ello.
Descansa sin mácula en la imperturbabilidad. Es su naturaleza ser libre: es
la libertad; en su intocada, atemporal y lúcida transparencia. No está atada a
ningún objeto concreto de la percepción, sino que es la revelación de la
totalidad. Y esa apercepción es la del ser, la del instante, de donde surge el
fulgor de la conciencia ilimitada, aquí y ahora, en la conciencia de “Yo
Soy”.
¿Y dónde se encuentra ese conciencia original, libre y completa? No
hay que buscarla -el movimiento aquí no tiene lugar-solamente hay que
presenciarla, pues está aquí mismo, donde tú estás. Esa conciencia eres tú.
NO HAY ESFUERZO EN LA MEDITACIÓN
No hay esfuerzo en la meditación. Al ver esto, la luz aparece sola.
Sólo sé consciente de ti, respira, observa todo tu ser, déjate llevar,
sencillamente, de forma natural, y todo llega. A veces sentimos que
conocerse a uno mismo puede resultar una tarea ardua y costosa, pero es
precisamente todo lo contrario. Cuanto más impedimentos pone nuestra
mente, más nos alejamos de esa sencilla realidad que consiste en
establecerse únicamente en el ahora con todo el ser. No tenemos que hacer
nada, la vida funciona sola, hagamos o no hagamos lo que pensamos que
tenemos que hacer, el hacer es sólo una ilusión que creemos realizar, es la
ilusión del ego, la de un ‘alguien’ que realiza.
El ser siempre está ahí y observarlo, sentirlo, respirarlo, es ya la
mayor realización. Posiblemente somos muy exigentes, se espera una
transformación radical, unas circunstancias completamente idóneas para
lograr el anhelo de la felicidad, pero todo eso no es real: la única cosa
idónea es que tú estés presente en este momento, despierto en ti mismo y
consciente de lo que sucede. Si eres consciente, eres libre; y si eres libre
nada te puede impedir ser lo que eres: ahora, aquí, en este preciso momento.
LA VISIÓN TOTAL
Dijo el maestro zen Dogen que “nada se aparta ni se queda fuera del
universo en este preciso momento”. El ahora es lo que se muestra siempre,
lo demás son imágenes en el ahora. Este momento nunca se fue ni hemos de
esperarlo, pues, totalmente limpio, trasparente, comprende todo
comprender. Hablamos de un ‘comprender’ en su sentido más etimológico,
como algo que de forma directa es atrapado (como el koan o acertijo que se
nos desvela espontáneamente, al abandonar el intento de comprender), que
está ahí, tras el velo de la mente, la vista o los demás sentidos y emociones
vinculadas.
Desde cualquier plano la visión es exacta si los ojos miran la verdad
del instante que surge. Se habla entonces del correcto mirar, de la visión o
contemplación atenta. No hay otra comprensión que el comprender mismo
de ‘lo que es’. Así, la flecha que lanza el arquero queda sujeta en el centro
de la diana, ‘comprende’ la diana y su atención va directa a ella. Desde el
momento en que apunta con el arco y lanza la flecha, ya ha visto, ha
‘aprendido’ la dirección de su intención. No es el arco el que apunta, no es
la flecha la que realiza la acción, es la quietud atenta del arquero la que
exhala el movimiento certero. “Transforma tu cuerpo entero en visión, hazte
mirada”, expresó el poeta místico Rumi. Entonces la distracción, el temor,
el mundo ilusorio, no pueden tocarte, porque todos los sentidos están
puestos en la verdad que acontece, todo sirve a ello: al ahora.
El arquero es el arco, la flecha, la diana… y al mismo tiempo no es
ninguno de ellos, ni él mismo. Esa es la entrada en la vacuidad, el sendero
del alma, la ‘nube del no-saber’ a la que se refirió aquel místico anónimo de
hace muchos siglos. La nube, siempre clara e impalpable, que recorre el
cielo del Ser.
MÍSTICA Y MEDITACIÓN
La comprensión del Ser es sencilla. No es mental ni intelectual,
aunque la mente o el intelecto acaso puedan atisbarlos, en su intento por
‘atrapar’ la esencia que resopla en torno a ellos, en la base misma de su
existencia. Más allá de la comprensión aparece la visión, cuando es
abandonada la mirada mental y surge la mirada total y unitiva. Se habla del
‘arrobamiento’ místico al referirnos al imposible de conocer, conocimiento
que pueda ser expresado con palabras cuando el conocer supera las
dimensiones de su comprensión. Entonces somos absorbidos por la vivencia
‘aniquiladora’, aquella que extingue el ‘ego’, el deseo de (yo) alcanzar algo,
y somos, sencillamente, tomados, tocados, arrojados, por esa vivencia sin
límites que desborda de paz el río anegado de nuestras mentes, pareciendo
un exceso incontrolable que se trasforma en infinita y conciliadora armonía.
La experiencia mística no es una meta, no es un fin a buscar en la
meditación, pues ésta quedaría desvinculada de una búsqueda sincera y sin
expectativas de por medio. La experiencia mística surge, aparece, cuando el
yo es abandonado y ‘algo que observa’ se encuentra de pronto frente al Ser,
en el Ser, sin saber cómo llegó hasta allí, lleno de gratitud y en la Gracia
morando, elevándose a las alturas de su felicidad, en una dicha espontánea
que le inunda de paz y amor. No es, como digo, una experiencia, ni otra
cosa que probar. Llega cuando el Ser ve abiertas las puertas sinceras del
alma que se entrega a su silente llamada. Es el samadhi, el nirvana, el satori,
el arrobamiento, o el simple vivir. No es un lugar a donde ir, es la mirada
puesta en el Ser, nada más.
AHORA ES EL ÚNICO MOMENTO
Al encender la mecha del silencio, estalla la paz. Allí donde miremos,
ya sea dentro o fuera de nosotros mismos (¿acaso puede mirarse fuera?) es
el alma lo que vemos. El alma todo lo comprende, pues está en todas las
cosas, sin diferencia, sin separación. Consagrarse a la unidad de la vida, a la
integración del universo en el punto más íntimo de tu corazón, es
comprometerse con el misterio, que como semilla del árbol sagrado, sirve
los frutos de su verdad omnipresente. El pan que tomamos y que nos
alimenta es como el aire que respiramos o el poema que nos hace volar
como sensibles aves de lo etéreo. Meditar no es algo que quede fuera del
vivir, no es algo que sólo hacemos con la reverencia excepcional de un acto
sagrado. Meditar es vivir. Y el acto sagrado, el más sagrado de todos, es
vivir. Sin esfuerzos, sin obstáculos que la mente se ponga, vivir, meditar, es
sencillamente estar ahí, donde ahora estamos. Valora este preciso momento
como un fruto que otorga el alma y tomarás el fruto más sagrado que la vida
pueda darte. Así es cada segundo de conciencia, cada instante de
compromiso con la verdad incesante del ahora, cada atenta mirada al Dios
que habita en ti. Obsérvalo con todo tu sincero ser y Él te sonreirá tan
amorosamente que imprimirá en ti una sonrisa eterna. Hazlo ahora, no lo
dejes para luego, porque ‘luego’ no existe. Esta es la verdadera
comprensión que ha de instalarse en nosotros, no de modo intelectual sino,
sencillamente, de modo vivencial.
MÁS ALLÁ DEL EGO
¿Cómo podría conllevar esfuerzo la meditación? Es muy habitual
que la primera vez (o las muchas primeras veces) que nos sentamos a
meditar la mente no se siente con nosotros. La mente quiere volar hacia el
ego, necesita reafirmar su existencia de alguna forma y por medio de la
identificación se da identidad. Pero todo ello forma parte de la ilusión del
yo, de un yo individual, separado, que inevitablemente sufre por ello,
porque en el fondo de su devenir, busca la unidad. En el aquí, llevando el
ego al ahora, éste es despojado de su egoicidad, pues queda sólo la pura
observación sin nombre ni forma que poseer, sin distinción alguna entre el
veedor y lo visto, en la conciencia no-dual. Llevar el ego al ahora no
implica movimiento, solamente es presencia instantánea y, por tanto,
intrínsecamente liberadora. El ego queda desmontado cuando el testigo
silente aparece, ahí no hay nada que hacer, salvo ser. Si el ego aparece,
simplemente se ve aparecer, como las olas, y cuando se va, simplemente, se
ve desaparecer. Así, de forma pacífica, sin luchar con nada, todo queda
pacificado en el ancho y profundo océano del ser, donde distintos
fenómenos aparecen y desaparecen como gotas de un mar infinito e
imperturbable que siempre es.
SILENCIO INTERIOR
El silencio interior nos permite bucear en la mente sin implicarnos con
ella, dejándola ser solamente. Ello representa el gran paso a la conciencia,
al mundo que se manifiesta en la visión del testigo: despojado de todo
inmiscuirse en los hechos de la vida, pues suceden por sí solos. Incluso
nosotros, lo que pensamos que estamos haciendo, la acción que
consideramos la materialización de nuestro ego, está sucediendo por sí sola,
por el mero hecho de que el corazón late o de que el aire es respirado en un
proceso que trasciende nuestra voluntad individual: es el hecho del vivir el
que ocurre. La vida es plena por sí sola, verla vivir, más allá de nuestras
exigencias, carencias o expectativas, nos proporciona una libertad
desbordante:
porque
descubrimos
la
totalidad
apareciendo,
espontáneamente, en el espacio y espejo de la omnisciente realidad. Y nada
hemos de hacer entonces para serlo todo.
LA ETERNIDAD DEL INSTANTE
Si la vida durase un segundo, sería el segundo de nuestra eternidad.
Cuando contemplamos un segundo totalmente, representado y actualizando
todo el hecho del vivir, cada instante, cada fracción mínima de tiempo es
vista con los ojos de la eternidad, del no-tiempo, y entonces nada puede
decirse, todo está bien así, porque somos uno con lo que es. Nada falta,
nada sobra, la plenitud arriba al punto en que el ahora, quieto, embriagado
en lo total sereno y lúcido, es contemplado en lo completo, en la raíz de lo
vivo dispuesto y real siendo. La palabra es el espejo, el aire duplicado de la
verdad interior, pero el silencio, es el aire mismo reposado y vital que da luz
a las palabras o al acto, al surgir o al vaciar lo que soñamos que es nuestro.
Al meditar, la vida del yo es vista como una película, como un sueño que
sucede y que no nos toca, pues no tiene materia ninguna para hacerlo, un
sueño bello, misterioso, luminoso, a veces trágico o doloroso, pero sueño,
sueño soñado que vemos soñarse y volar en la conciencia.
LA CONTEMPLACIÓN
La contemplación es un mirar con los ojos de lo real todos los
fenómenos vivos que suceden, que nos son y nos encaminan desde la raíz
quieta del presente, inmóvil pero creciendo, silente pero germinando la
creación-al milagro del ser en todo lo que aparece. Quizás al meditar
estemos buscando a Dios, pero sin duda, estamos viendo con los ojos de
Dios. Buscamos lo que somos, y al vernos a nosotros viendo, vemos el
mundo, emergiendo, perfecto y verdadero, en la mirada nuestra que lo
recorre. ¿Así que, dónde buscamos realmente? Aquello que buscamos
reside en nosotros, nunca lo perdimos, somos eso que, segundo a segundo
de eternidad, siempre ganamos completo. Tú eres los ojos de Dios, que en
eterna mirada de luz encienden el mundo de amor.
LA BÚSQUEDA CALLADA
Buscar, por medio de la mente, es una cuestión de discurso y como
taléste se mantiene cerrado en sus propias significaciones e
interpretaciones, en sus propias creencias y búsqueda de resultados
condicionados por la lógica de su discurrir. Pero existe una búsqueda que va
más allá de la mente: la búsqueda callada. Aquella que toma el sendero del
silencio para profundizar, desde el abismo de su no-saber, hacia aquello
desconocido, que no se puede nombrar o que renunciamos a nombrar,
viendo de este modo aquello que existe en lo más recóndito de nosotros.
Al entrar en la búsqueda callada, renunciamos a dar nombre, a
aferrarnos a una forma, para abrazar a todo el ser desde el ser, libre de
etiquetas y de sombras acostumbradas. Supone olvidarse de todo para
avanzar, sin agarrarnos del brazo de la mente (ese mapa de creencias que
programa nuestro recorrido) y así dar un paso sincero, valiente y completo,
por esa región sin tiempo que llamamos ‘ahora’, sin antes ni después, nada
más que posada –desposadaen el instante presente que supone todo lo que
somos, el acontecimiento siempre inexplorado y en continua viveza del
estar siendo. La búsqueda callada es el vehículo más propicio para visionar
la conciencia, donde el testigo desaparece y sólo queda lo que es visto:
nosotros y el mundo en un mismo plano.
SER LO QUE SOMOS
La luz del acontecer puede sembrar la eternidad, hacer del tiempo y su
continuidad un único momento, una íntima y única verdad, asentada en sí
misma. Puede entonces el alma encontrarse siempre con lo que ella es, ¡qué
gran liberación es esa! Saberse alma el alma, expresar su naturaleza de
modo preciso, sin limitaciones de ningún tipo. Qué certeza tan real ser lo
que somos. Vivir en la unidad, desplegando y mostrando ese rostro total de
la verdad interior. Una voz conectada al corazón, directamente, dando su
calor, como antorcha de virtud, a la vida, alumbrando el camino por
recorrer, sea cual haya de ser la senda, pues en el amor no causal que surge
del conocimiento del ser, es el amor mismo esa senda.
No hay camino para la duda o el temor (se quedan atrás) cuando lo
que somos se sabe luz directa y acontecimiento ante cualquier acción que
realiza. La acción, entonces, ya no es elección, sino la expresión misma del
ser que la lleva a cabo, en su desapego actuante, en su hacer sin hacer. Esa
es la espontaneidad virtuosa de quien no olvida en ningún momento
escucharse a sí mismo y ser fiel compañero de esta voz que del interior
recibe, su voz, unánime consigo. Una voz sencilla y limpia que nace con el
mundo cuando el mundo nace, es decir, en todo ahora, a la vez que el
mismo instante.
TESTIGO DE LA CONCIENCIA
El testigo no interviene, simplemente observa. No elige lo que
observa, sino que es en lo que acontece. Él no se mueve, permanece
continuamente en la quietud pura y aunque los fenómenos se muevan en
torno a él, nada perturba su quietud, su estática vigilancia. Con todo parece
moverse, en conmovedor éxtasis, pero siempre desde su centro
inconmovible. Realmente parece actuar, pero sin perturbarse, sin que el acto
modifique su calma intrínseca, la cual va ligada a su esencia. Su conciencia
da luz a todas las cosas y así nunca se deslumbra, pues esa luz parte de él
(de su ser) y la oscuridad se borra a su paso, sin poder tocarle. Él es el gran
testigo, el faro que alumbra a la conciencia.
RECONOCIMIENTO DEL AMOR
Un organismo está sano al existir cooperación y entendimiento entre
todas sus partes, entonces decimos que hay equilibrio y armonía. El efecto
de ello es la salud, también la belleza o la virtud, por supuesto la
creatividad. En la facultad o capacidad de crear hay un orden implícito
dando forma a una realidad, si no hubiera ese orden implícito la realidad o
la forma no podrían tener lugar.
En la suma de las partes no acontece conflicto causado por las
diferencias cuando cada una ocupa su lugar –su centro-y no desea sustituir a
la otra. Con el egoísmo o la voluntad de poder hay un silencio que
desordena, contrariado, pero que a su vez se busca en la armonía; y cuando
ese silencio es escuchado la armonía regresa, cuando ese silencio no es
ensordecido por el caos el ritmo se mantiene y las partes permanecen unidas
en su equilibrio orgánico. Hay una liberación al comprender esto, que
deviene del reconocimiento del amor como resorte de todo fundamento.
En ese reconocimiento aflora la conciencia, donde el amor se sabe
amante y se entrega a su enamoramiento. De este modo, el ser se descubre
amado y amante, unido a todas las partes y hallado en todo lugar e instante.
SER SIN ELECCIÓN
Una mente silenciosa es una no-mente. ¿Qué quiere esto decir? Que
ante la ausencia de la mente sólo queda un espacio abierto e ilimitado que
llamamos Conciencia, Totalidad, Amor, Realidad... ¿Por qué escoger lo
limitado cuando es nuestra la Totalidad?
En realidad, no se trata de escoger, sino de Ser sin elección.
PRESENCIA DE LO QUE ES
Vivir es ser. Vivir de forma consciente es ser y no vivir de forma
consciente también es ser. Todo es conciencia siempre. De modo que, ¿hay
algo que pueda no estar bien? ¿Queda algo por alcanzar, algo que quede
fuera de lo que es? La existencia es completa, el existir está siendo a cada
momento, sin que precise de nosotros o de nuestra atención para que sea lo
que es. Estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos o pensemos lo
que pensemos, será siempre lo que es. ¿Dónde está entonces el problema?
¿Por qué deseamos adecuar las cosas a nosotros y a nuestros deseos? Aún
así, la libertad es completa.
La vida está siendo vivida tal y como ha de ser vivida, es decir, como
es. Sólo la mente crea el conflicto, pero la mente tampoco es el conflicto,
simplemente es algo que está ahí, como todo lo demás. Anhelar la
liberación es otro conflicto de la mente, la ilusión de una cárcel que no es
real, de unos muros que no existen, algo que nosotros llamamos 'muros'
pero que igualmente podríamos llamar 'inmensidad'. Al cesar en el intento
de la búsqueda, incluso -y sobre todo-de la búsqueda de la liberación,
comprendemos que no queda nada por buscar o lograr, y vemos claramente
que la libertad ya no es una expectativa de la mente, que ya no es una
ilusión perdida en la isla de los conceptos, sino la más evidente realidad. A
eso lo llamamos consciencia. Presencia de lo que es.
PERFECTAMENTE ENCONTRADO
Hay un momento en el que la búsqueda termina. Era muy sencillo
todo, simplemente te das cuenta de que siempre, sin excepción, estás
perfectamente encontrado. Y sólo hay paz, paz solamente, y mucho amor.
LO ETERNO DEL AHORA
Cuánta vida hay en lo eterno, en lo eterno de un instante, en una
mirada entregada al solo mirar, serena y deslumbrante, deslumbrada de paz.
Todo lo visto, oído o soñado es uno en la mirada viva del ahora, en suma
unificada hacia el infinito, siempre completa en su resultado. Porque el
resultado es unísono, la resolución es la vivencia del descubrimiento de ser
siendo, tal testigos del milagro de la vida, no pidiendo nada al acontecer:
pues éste supone en sí mismo la más evidente culminación. Acontece sin
más... y es. Ya es. Obsérvalo. No esperes al encuentro, pues el encuentro ya
está aquí: en ti. Siempre lo estuvo.
Allá a donde mires será lo cierto. En lo que ves, está el ser. Y donde
está el ser, está tu corazón puesto en él. Únete, intégrate en ello, y eres la
unidad. Únete al ahora, y eres el ahora. Únete a lo eterno, y eres la
eternidad. No hay esfuerzo en ello, no hay nada que conseguir, solamente es
la fuerza de atracción que permitimos que surja al soltar aquello que nos
impide movernos: la ignorancia que crea la mente. Y esa fuerza es el amor,
la luz de la verdad, lo eterno en ti permitiéndose respirar más allá de la
mente, en la conciencia de ser. Respira, observa y sobre todo... relájate:
entonces la acción del amor surge espontánea y libre en tu corazón.
Permítete ser en cada segundo la libertad surgiendo, lo eterno del ahora, el
amor viviendo y resplandeciendo en ti y en todo lo que te rodea. ¿Qué más
se puede pedir?
LA MIRADA SILENCIOSA
Hay en las cosas un ser tan ellas mismas que las hace únicas y enteras
en su contemplación. Son lo que son y en ello reside lo que tienen de
perfecto, su belleza en continuo equilibrio. Y la belleza, más allá de las
cosas en sí, reside en los ojos que la miran, pues ahí nace la vida al ser
contemplada por la vida. Los ojos que miran con amor llenan de amor todo
lo que hay fuera. La palabra que canta hace del mundo su canción. El
silencio llena el abismo de la soledad cuando es escuchado en compañía del
ser. La realidad es plena a través del silencio puro y amante que la eterniza.
Los ojos del mundo nos contemplan a cada instante y nosotros le
devolvemos la mirada, embebidos de mundo y de canción, porque la vida es
un embeberse de ella con solo respirar. Y así, bebidos de aire, vividos de
ser, vaciamos el aliento hacia la eternidad.
La vida se hace una en el corazón que late con ella. Tu compañía más
sagrada es ese corazón que asienta en ti la vida latiendo. Cualquier
inquietud queda liberada entonces, en el lugar en que la quietud es el
horizonte de todo lo que se ve. La paz del silencio, ese cielo que envuelve la
vida, permite a las nubes ir y venir, pero sabiendo ante todo que su
naturaleza es ese cielo, ese silencio, y que las nubes son sólo fenómenos
que pasan ante la totalidad y espaciosidad reposada que da lugar a cualquier
manifestación. Ese cielo es el ser, el espacio de la conciencia, el mundo que
es mundo, independientemente de los fenómenos que lo nombren.
Cualquier nombre será siempre un adjetivo en esta conciencia que de por sí
supone lo esencial y que contiene en su esencia todos los infinitos adjetivos
que imaginemos añadir. El sueño imagina adjetivos, la realidad nombra lo
que es. Y ese nombre último, es lo no-dual, aquello que a nada se
contrapone: pues consiste en ser totalidad inclusiva a cada paso que da.
Paso de aparente movimiento, pero que en verdad es un siempre aquietarse
en lo total.
SILENCIO ESCUCHADO
Busca la fuente en la que te has de bañar, es decir, permite que el
silencio sea esas aguas que te revivan en el ser: que purifiquen tu conciencia
de nacimiento total. Un baño así, desnudo de cuerpo y de memoria,
simboliza un auténtico renacer. En ese baño se abandona lo que nos impide
callar, ese rumor que niega a la claridad entrar y mostrarnos en lo profundo
ese gran paisaje que sin necesidad de hacer nada, por siempre está. Es la
fuente que da luz a la vida y que permite que veamos no sólo las formas que
ella colorea sino la luz misma en su potencia. En el silencio la mirada
regresa a su fuente y descansa en la plenitud original: en la quietud del
comienzo, en la raíz antes de la raíz, en la creación antes de ser creada y
que ya contiene todo lo creado. La vida nace, se crea millones de veces
cada segundo, desde ese origen que ya es todo el tiempo y toda la eternidad.
Es la fuente primordial, el gran Tao, en que nos bañamos naciendo
originales a la verdad completa: aquello que eres ahora y siempre. El
hombre, la tierra, el sol, el universo, lo infinito... contenidos en ti y tú
contenido en ellos. Latente y partícipe, silencioso y creador, tangible e
ilimitado. No hay diferencia ni separación alguna al mirar el todo desde el
todo.
Total como el ahora, tu corazón puede estar aquí, en este instante sin
tiempo. Estar en la presencia para divisar lo indiviso, la exactitud del
presente. Todo lo que hay aparece en el presente, sin pasado ni futuro,
regalándonos la calma de lo completo, de una realidad ya realizada y
mostrándose tal cual. Por ello, el presente no tiene tiempo, es el único punto
del tiempo que verdaderamente vivenciamos y desde el cual se puede
vivenciar igualmente la eternidad. El presente es la morada del ser, el punto
donde nace continuamente lo nonacido, lo perpetuo existente, la llama
constante que moviliza la manifestación de las cosas del mundo. Por ello,
estar en el presente es estar donde está todo, y el único esfuerzo que
requiere lograr esa presencia es tomar consciencia de tu estar aquí. Esfuerzo
aparente, pues aunque no tomes consciencia siempre estarás aquí en el
presente. Esfuerzo, por tanto, que consiste en abandonar todo esfuerzo para
dejarse ser en lo que es. No en la mente, que sólo sueña ser; sino en la
concienciatestigo, aquella que ve el sueño de su estar desde la realidad del
ser. Realidad incognoscible, pero que nos penetra como el aire en lo vital
del presente. Realidad invisible, pero que da luz a la vista y con ella a todos
los fenómenos de la conciencia, no siendo los fenómenos la luz misma sino
la conciencia en que aparecen, que ilumina a todos por igual, sin
preferencias ni distinciones. Realidad, en conclusión, que, de sólo estar ahí,
ya es realización.
SIN TIEMPO NI DUALIDAD
Comprender la eternidad es tan sencillo como no decir: ayer, hoy ni
mañana. Consiste en no temporalizar, en no poner límites a lo que de por sí
es ilimitado. ¿Acaso tiene tiempo el silencio? ¿Quién puede decir -en el
silencio-que este silencio ha durado cuatro segundos? En el momento de
decirse ya no hay el silencio, lo natural, quedando sustituido por un
contenido mental ficticio creador del tiempo: de una representación de la
realidad subjetiva, en paralelo, que pretende seguir lo que en realidad no
tiene una continuidad lineal. Por ello, ese viaje en paralelo a través de la
dimensión del tiempo no puede hallar la eternidad representándola en su
peculiar dimensión limitada. Sólo queda olvidarlo todo, sacudirnos todos
los conceptos mentales, todas la líneas paralelas y duales, para entrar al
silencio sin tratar de contar los segundos que callamos.
Todo el conflicto puede plantearse como un estar cambiando de
estación todo el tiempo, pero sin nunca coger el tren en el momento
adecuado. Es decir, todo ese esfuerzo supone perder siempre el tren; o,
digámoslo de forma más precisa y veraz: no hay ningún tren que coger y
por tanto, ninguna estación a la que dirigirse. ¿Puede comprender eso la
mente? Sería una buena pregunta. ¿Puede comprender eso el silencio?
Parece que esta última pregunta resulta innecesaria pues carece de todo
fundamento. No para la mente, pero sí para el silencio. ¿Estamos ante una
dualidad (mente/no-mente) o ante un trayecto de inevitable conciliación?
En la no-dualidad no hay siquiera perpetuo de los opuestos en realidad,
pues carecen de nada a qué oponerse: el amor los mantiene unificados y en
armonía al no verse contrarios, sino completos.
El amor es el silencio que habla o que calla sin referirlo al tiempo, ni a
la mente, ni a nada distinto a lo que es en realidad: amor completo sin
objeto.
QUIETUD REVELADORA
La luz viene y va al ritmo del corazón. Es luz tranquila porque el
corazón está tranquilo. El principio básico de la meditación es la serenidad.
Cuando se reposa en la quietud la visión es clara y penetrante. Nada la
perturba. Meditación significa paz, calma, profundo amor constante y
consciente, en convivencia con la verdad interior, fiel a su sentido.
El amor cruza todas las distancias, vuela con las alas del alma
entrelazadas al aire esencial. En la quietud meditativa el alma se eleva hacia
confines sosegados, evocando lo verdadero en sonrisa dulce de amor. Todo
es real, todo está aquí, todo responde al ser, pues es el ser quien lo realiza:
testigo de sí mismo y de todo formando parte de él. No hay nada que pueda
escaparse a la integración pacífica del uno con el todo, a la unidad o no
dualidad como premisa para el entendimiento espiritual.
Todo vive en amor cuando el amor nos vive, cuando nos penetra
inmenso con su brillo de cálido reencuentro. Y llegamos así al hogar, al ser,
a la vida plena.
MEDITANDO LA REALIDAD
En la meditación (allí donde hay atención profunda) asoma la clara
conciencia de presencia, en la que el observador es lo observado, testigo de
todo cuanto sucede. La presencia está donde ha de estar y encuentra sin
buscar, ya que es la realidad misma la que está ocurriendo, la que es
hallazgo a cada momento, en un espacio donde no hay foco sino totalidad.
La respiración es un puente entre la mente y la conciencia, nos enraíza con
la vida, retirando el anclaje del ego y de los procesos mentales que empañan
la visión interior; una visión que por naturaleza es imperturbable y se sitúa
en continuo descubrimiento del Sí mismo. Profundizando aún más, vemos
que la continuidad del conocimiento interior es otra ilusión, pues el proceso
de tiempo desaparece al liberar al ego de sus identificaciones y anhelos
cotidianos. Entonces entramos en la verdad directa del ahora, aquella que
allá donde vayamos siempre nos conduce al ser, a la experiencia de lo real
en ti, en todo lo que observas, en este momento preciso que se muestra
único y total.
El observador, el testigo, tampoco es real, es otra ilusión del ego, la
ilusión de que alguien está viendo algo. Solamente hay conciencia.
Conciencia que es presenciada, sin sujeto que la presencie y sin objeto que
de algún modo la configure. Esa presencia, el ser del ahora, es eterna, no se
puede definir, pues no tiene nombre ni forma, solamente ‘es’. Así, todos los
sabios nos aconsejan: SÓLO SEA, lo que añada no será real, lo único que
permanece siempre es el SER.
La realidad puede verse de distintas formas, pero no por ello se trata
de crear una realidad ficticia acorde a nuestros deseos, sino más bien de
limpiar, de hacer sencilla esa entrada de la visión de lo real. Depurar la
visión significa simplificar, ver las cosas tal como son, de este modo todo lo
que nos llegue estará impregnado de una verdad de armonía y quietud,
porque no se suman las olas del pensamiento al vislumbre oceánico,
completo e indivisible, de lo directo. Y uniéndonos a esa visión de
clarificadora entrega, de verdadera honestidad, el espejo amplio de lo visto
se une, se iguala, a la visión interior del ser.
NUNCA HAS DEJADO DE CONOCERTE
Cada momento, cada segundo, refleja eternamente lo que eres. Ese
reflejo es la experiencia y más allá de ella está el sol que la ilumina, aquello
que la hace posible: el ser que nunca nace ni muere, que siempre, total y
permanentemente, es. Descubre aquello que en ti nunca cambia. Eso que no
puede nombrarse, ni señalarse, ni siquiera imaginarse, es lo que eres.
Porque el ser no se puede buscar, no se puede ir hacia él. ¿Cómo ir hacia ti
mismo? ¿Quién ha de ir hacia quién? No has de hacer nada. En realidad
nunca has hecho nada. La vida funciona sola. La vida se presencia sola. Se
respira sola. Este es el milagro.
Tú estás ahora aquí: esta es la verdad, saboréala. Conócete a ti mismo:
verás que siempre ha estado ante ti la evidencia directa del
autoconocimiento. De hecho, ya te conoces. Nunca has dejado de
conocerte. Es la mente la que se esfuerza en evitar lo inevitable, como en un
juego, siempre buscando algo más, a través de una expectativa, de una
ilusión puesta en el futuro. Pero tú estás aquí y siempre estarás aquí. Incluso
la mente, el pasado, el futuro, la imaginación... todo está aquí, todo bebe de
la misma fuente: el Ser. Esta es la mejor noticia que nos pueden dar. Nada
cambia al saber esto. Pero nada vuelve a ser igual.
LA CLARIDAD DEL PRESENTE
La claridad acontece a la conciencia al igual que el sol da luz a todos
los objetos y con ello los hace presentes a la vista. La claridad de la
conciencia nos despoja de la mente, de sus hábitos de murmullo incesante,
y nos pone cara a cara con las cosas: con 'lo que en' este instante. El
presente es una dimensión sin tiempo, la única forma de conocer lo eterno.
El presente es todo cuanto es verdadero en esencia, lo demás son solo
apariencias que nos sacan de esa dimensión sin tiempo, la cual puede
vivirse solo aquí, ahora.
No tenemos que hacer nada para el presente aparezca, para que la vida
se nos muestre como es. Más bien supone un dejar de hacer, un dejar de
buscar por medio de la mente, abandonar toda estratagema y ver la claridad
de esto que llamamos 'ahora', en la más pura y limpia trasparencia. En una
sencillez que nos desnuda y nos deja tal como somos. Libres, completos.
Aquí y ahora.
SER DE AMOR ETERNO
Escucha en el silencio a tu ser hablando, su elocuencia es infinita, su
lenguaje es del amor y su ritmo es armonía, paz entera llamándote en lo
íntimo, en el corazón. Tu ser es la respuesta que late con fuerza, el origen de
todo este mundo. Ese origen, ilimitado, sin forma, trascendido de todo, se
expresa en el silencio más reposado, en el espacio más sereno, ese que es
capaz de nacer desde tu corazón en su calidez más honda.
Escucha esa voz callada, observa cómo te susurra sus ecos de
eternidad. En ese silencio profundo de conciencia ves lo que eres, ves tu
esencia no nacida, inmaculada, absolutamente perfecta por siempre,
completamente en paz como un niño en su sueño profundo, absorto en la
quietud de su calidez angelical. Siente esa voz eterna, la de tu ser, la que
siempre es, la que nunca ha nacido y nunca puede morir. Aquello que nunca
ha nacido tiene la cualidad de la eternidad, mora más allá del tiempo en un
no lugar. Observa ahora esa paz absoluta, no sometida al tiempo, a las
limitaciones, a las formas que nos separan, al tú y al yo... En esa paz nunca
hay dos, todo es nodos, todo es uno, unidad onmiabarcante.
Qué bello es el susurro de ese silencio eterno acariciando nuestro ser,
llevando al corazón a su región luminosa nunca diferenciada, nunca extraña
de sí misma, en todo momento en una intimidad desbordante, amorosa,
perfectamente hallada.
Escucha en el silencio a tu ser hablando, en su lenguaje callado de
amor y eternidad.
LA CERTEZA
Liberador es cuando comprendemos que todo lo que nos ocurre tiene
un sentido, que no responde a una fútil casualidad sino a un
desencadenamiento de procesos substanciales para la formación de nuestro
ser. Todo lo que sucede es necesario vivirlo, por dura que a veces parezca
esta afirmación, ayuda, en última instancia, el llevarla consigo. Ante la
adversidad o ante el viento propicio una firme certeza, no dependiente de
nada y en sí misma asentada, pronostica un destino floreciente.
Estar ya es ser. La certeza de que todo tiene un sentido es ya dar
sentido a todo. La razón no puede abarcar eso, pero sí la intuición, que tiene
su propia cognición silenciosa cargada de destellos, de verdades que rozan
el corazón con soplos únicos de entendimiento instantáneo.
Saber solamente, sin más instrumentos que esa certeza íntima que
penetra al ser de su infinitud, es ya una realización elevada de unidad con la
vida.
El camino prosigue. Y el misterio de la vida se convierte así en néctar
que desvela y alimenta el alma del buscador, que es, en esta perspectiva, lo
buscado. Lo hallado. La verdad poética. Lo que merece ser encontrado; y
sin duda así será, si la convicción es firme. Si la certeza resplandece en el
corazón.
LA CONSCIENCIA AUTOEVIDENTE
Vivir conscientemente quiere decir estar en la vida. "Eres el ser que
sabe que es", la realidad de la existencia es consciencia pura,
correspondencia natural con lo que acontece. El ahora está vacío porque
todo es natural en él, el mundo es armonía en el momento en que es visto
con clara mirada, imperturbable, llena de presencia. Tus ojos son el ser, tu
cuerpo es el ser, tu respiración es el ser; y todo lo que aparece es el ser. Eso
es la unidad, el sustrato -la Esencia-, aquello que siempre bajo cualquier
fenómeno transitorio. siempre permanece es lo que eres, lo demás son
apariencias.
Tú eres la Esencia, el Amor, aquello que es buscado fuera se
encuentra en ti, dentro. Dentro y fuera son conceptos, pero la dimensión
unitiva del ahora consiste en la vivencia consciente del mundo. "Yo soy el
ser que sabe que es", esta constatación espontánea es fruto de la
Consciencia, la más íntima realidad, el más grandioso tesoro que nos
muestra que ya somos lo que buscamos. Este es el gran misterio, aquello
que no puede ser descifrado por la mente pero sí realizado por el ser, pues
es su naturaleza real.
EL GRAN HALLAZGO DEL ESPÍRITU
Hubo un día en que el ser humano descubrió el hallazgo más
importante de su historia. Aquello que encontró no estaba fuera, en algún
lugar perdido, sino dentro de él. Además, por encontrarse dentro también
descubrió que eso no era distinto de él en nada. Él era eso. Él era, más allá
de toda apariencia, espíritu. Junto a ese hallazgo, inigualable, revelador de
su identidad real, comprendió que no sólo se encontraba dentro de él sino
en todas las cosas y en todos los seres. El espíritu era la esencia de todo, la
razón y vínculo con lo real, con la verdad, con la naturaleza fundamental de
la que estamos hechos y que universalmente compartimos.
El gran hallazgo del espíritu trae consigo una estela de amor sin fin.
La conciencia de ser, de saber que estamos hechos exactamente igual sin
diferencia que todas las cosas del universo, nos traslada hacia un
inconmensurable y bello sentimiento de unidad con todo. Nunca estuvimos
separados de nada, ni de los otros, ni de los demás, ni del mundo. Tan sólo
era una ligera ilusión, un frágil y olvidadizo sueño que nos hizo creer en la
idea del ego, de que somos un sujeto separado del mundo y de los otros, un
sujeto incluso separado de sí mismo. Por ello, dejar atrás ese sueño es
despertar, ver claramente tu naturaleza, tocar la esencia de tu ser y no hallar
diferencia alguna con lo que te rodea. Este despertar es inmediato. Sólo
necesitas darte cuenta de ello, ahora, en este momento, con todo tu cuerpo y
tu ser. Ese sentimiento de consciencia es indescriptible. Esa fuerza de amor,
que brota del centro del corazón y posee una energía expansiva sin límite
alguno, es el motor de la vida, el germen que nos origina, mantiene y
eterniza.
El hallazgo del espíritu, el gran descubrimiento de tu realidad y
verdad más íntima, te lleva de regreso a la inocencia y pureza de tu ser, de
tu corazón. En el mar, tú eres el mar, eres uno con las olas del océano
meciendo tu cuerpo; en las montañas, eres hermano de los árboles y
riachuelos y de todos los seres que allí habitan. Tú eres la conciencia, pues
es la conciencia, tu capacidad de ser, de ver y observar, de amar y conocer,
lo que te permite ser eternamente lo que eres, no apegado a nada, no
identificado con nada en concreto, sino generosa, humilde y
conscientemente entregado a todo, unido a todo.
Este momento, este presente, que es presencia plena, contiene todos
los tiempos y todos los lugares. Tú, aquí, ahora, siempre permaneces
contigo en el amor de tu centro presente. Ama pues, sé consciente del amor
que hay en ti, en el mundo, y nunca dejarás de sorprenderte ante el infinito
caudal de bendiciones que hará de tus días un constante y un siempre nuevo
amanecer.
EL SER LO ES TODO
No hay verdad que no pueda ser cuestionada por la mente, incluso
podemos cuestionar a la propia mente y afirmar que más allá de ella existe
la auténtica verdad. Aún así, si hemos afirmado algo hemos de ver cómo
sigue siendo la mente la que continúa haciéndose cargo del proceso. La
libertad total ya no cuestiona ni pide nada, pues libre es quien no necesita
algo para ser algo, sino que es en este instante todo lo que necesita. La
comprensión trasciende la mente, es en la observación clara, cristalina,
donde surge el comprender, el ver directamente, el ser la visión.
En todo momento, contigo se halla el ser, eres ahora (sin tiempo), ahí
está la realidad, la experiencia concreta de ser tú mismo. Realizar es ser, la
realización espiritual es simplemente ser, pues ello significa conocer lo que
eres, sin dualidad, sin sujeto ni objeto, sin yo ni tú, ni ello ni aquello; en
pura unión con el ser que todo es.
Siendo, aquí y ahora, eres vida, realidad manifiesta, verdad.
LA DESNUDEZ DE SER
Ya no hay meditador cuando la meditación aparece, la contemplación
lo envuelve todo y el meditador desaparece. La mente busca darse identidad
a través del lenguaje, de las imágenes, de todo lo que sea capaz de percibir;
pero la mente además, cuando descansa en la quietud, sabe no buscarse
porque se basta con su vastedad. En el espacio de la conciencia la mente
queda desnuda, cristalina, y el testigo vislumbra y se silencia, halla pero se
pierde a sí mismo, una y otra vez, como en una danza que el corazón guía
hacia lo espontáneo e imprevisible. Entonces tiene lugar la meditación,
aquello que no está fuera, que no hay que salir a buscar a ninguna parte.
Aparece porque el ego perece, se manifiesta porque la manifestación se
hace una con el ser y toda dualidad declina. Quedamos libres, liberados de
las vendas que cubren la visión y así podemos ver, sencillamente, lo que al
mirar es. Por ello, decimos que la meditación no es una adquisición, sino un
completo despojamiento.
LA EXPERIENCIA DE SER
“Una experiencia que se inspira en el tiempo, que tiene
continuidad, deja de ser una experiencia”, apuntó Krishnamurti en su diario.
Toda experiencia es un suceder, ocurre cuando es y más allá de eso
solamente queda la memoria de la experiencia, el aroma de lo vivido, pero
la flor tuvo lugar en el ahora de su florecer, experiencia, incluso la imágenes
y recuerdos, que atraviesa el centro de la impresión vital del tiempo en la
rememoración. Sin embargo, en su proceder, la memoria deja de lado la
experiencia directa y objetiva del presente y lo que está teniendo lugar
frente a nosotros pasa como una nube en el cielo de la presencia. La
experiencia que no es presenciada, que no se hace consciente, en su aroma
apareciendo. Todo es memoria, experiencia interior de pasa invisible, sin
sustancia. Perder eso, vivir en el tiempo, significa inspirarse en el reflejo de
lo que es, en una ilusión.
Darse cuenta de que uno es, es todo lo que hace falta para entrar en la
vida desde su totalidad. A partir de la conciencia “Yo soy” advenimos al
mundo sin las ataduras de una identidad o de un deseo encubierto de
realidad. A partir de la conciencia “Yo soy” el tiempo ya no es necesario
para buscar la continuidad, pues la realidad ya está presente y la conciencia
de nosotros se sabe como todo lo que podemos dar.
“¿Quién soy yo?” será la pregunta fundamental, y ahí comienza la
indagación, presenciando la experiencia completamente, desde la verdad
más íntima y profunda que podamos hallar: que somos.
LA EXPERIENCIA INEFABLE
Tú eres la verdadera experiencia inefable. Nada hay que no haga
referencia a ti, al misterio de quien ve, al testigo incondicionado y puro que,
pase lo que pase, siempre permanece en paz. Ese estado de felicidad
absoluta que uno puede experimentar aquí, en el mundo de los fenómenos,
es la consecuencia de comprender la libertad total de ser, que es amor sin
distinción.
EL SER NO CONDICIONADO
N i tiempo, ni espacio, ni movimiento… He ahí la naturaleza del ser
no condicionado. Sin nombre, ni forma, sin sueños ni divisiones del nombre
ni de la forma. Sin reposo ni urgencia, inconmovible y activo, fijo y
suspendido, en todo sujeto y a nada preso, como una ola del mar,
apasionada en su extinción. He ahí la naturaleza del ser no condicionado.
Tenso en el reposo, reposado en inclemencias, clemente sufrimiento, como
una llama de cobijo o un súbito frescor de la resistencia. Estable entre las y
compasivo ante el odio o el ternura, acompasando silencios y palabras,
cumbres y abismos más allá del vértigo o del azar sin respuesta. Ni tiempo,
ni espacio, ni movimiento… No hay condición alguna para el ser que
mueve libre las alas en su perfecto instante de vida.
En la cumbre del ser y la conciencia que le atestigua, todo ya está
hecho. La luz de la verdad no declina, y el alma del viento conoce por
siempre el canto de su dicha naciente. He ahí la naturaleza. He ahí el ser no
condicionado que alumbra la morada profunda de la conciencia. Sin estado
posible que lo separe de su estatura inefable, porque unificado en todos no
está en ninguna parte; y en todas presente.
UN BELLO SUCEDER, EL AMOR
En el momento en el que la verdad es dicha, muere un poco. Y ese es
su bello suceder. Nace, muere… en cada momento, como la respiración; y
así experimentamos esa viveza, ese misterio reconciliador que nos certifica
una realidad por descubrir, por sentir, por abrazar, por amar.
Esta realidad es la vida, esta vida es la única verdad, la verdad que
estamos experimentando, que estamos haciendo nuestra de una manera tan
íntima que al cerrar los ojos también está ahí, pues siempre está y ha estado
ahí dentro. Ese es su bello suceder, el bello suceder de todo instante que
reproduce la esencia de todos los instantes vividos, la esencia de toda
existencia.
La verdad es dicha, pero muere un poco. Y vuelve a darse vida en esa
respiración que nos llena, que nos confirma. He ahí el acontecimiento que
nadie más puede experimentar por nosotros, ese encuentro único,
intransferible, del descubrimiento de la verdad, es decir, de aquello que nos
libera de toda ignorancia, imposibilidad o limitación. He ahí el
acontecimiento que la conciencia descubre, atenta a nada más que a su ser.
Porque en ese “nada más” está el todo, ya nada sobra ni resta: el ser es
completo y visitar su completitud nos vacía de cualquier carencia con lógica
resplandeciente. No hace falta nada, ni siquiera es necesario intentar evitar
lo indeseado, lo que nos molesta, sino que todo es acogido –y aliviado-con
abrazo compasivo y transmutado así, integrado en el amor incondicional y
observado desde ahí, sanando lo indiscernible hasta ese momento –la causa
del dolory discernido en consecuencia, con el lenguaje del espíritu. Y en esa
armonía de apertura a lo que es, un bello suceder ocurre: se despierta la
conciencia del Ser y todo es comprendido mediante la amorosa aceptación,
la cual nos hace más grandes y más libres.
TÚ ERES ESO
Respira, en este instante infinito, la conciencia que te invade,
conciencia de ser sin límite alguno, tan sólo presencia espontánea, genuina,
virginal. A cada momento, y durante toda la vida, la presencia siempre es la
misma, la sensación de que eres te ha acompañado sin dejarte, aunque todo
cambie a tu alrededor, incluido tú mismo (o ese que aparentemente,
psicológica y biográficamente, has creído ser).
Eso que siempre queda y permanece, el ser consciente, el saberte y
sentirte ser, nunca podrá morir porque no sólo ese descubrimiento supremo
apunta a lo eterno, sino que es la pura conciencia en lo eterno, en la verdad
sin intermitencia que es luz y mecha de tu Corazón.
No hay separación alguna en la conciencia no-dual que es realidad
absoluta.
Tú eres Eso, lo que siempre Es. Saboréalo.
TODO ES AHORA
Nunca acumulamos experiencia, tan sólo es una ilusión que llamamos
memoria. Mira ahora este instante desnudo de imágenes e impresiones
mentales. Todo es perfecto. El ahora es la gran obra de arte de la vida, en él
habitan todo el tiempo la verdad, la belleza, el amor... Todo resplandece
milagrosamente.
Contempla, pues, este milagro, eterno y siempre presente, que
llamamos Vida.
CONOCERSE ES SER
Conocerse a uno mismo implica abandonar la imagen que uno tiene
de sí, pues no somos una idea mental, no somos una representación ilusoria
a nivel psicológico. Conocerse a uno mismo supone dejar de lado toda
identificación, entrando de lleno en la tierra pura y trascendental de la
esencia nocondicionada y no-definida (pues todo lo definido queda
condicionado por su definición). Lo que somos no puede ser nombrado por
la mente, pero puede advertirse al contemplar que no somos la mente. En
esa contemplación un espacio amplísimo se abre, más allá de cualquier
intento de conocer, en la mera estancia atenta de la no-mente, del silencio.
¿Quién es el que se da cuenta de que “yo soy”? Éste, ese veedor del
ser, no está tocado por la mente, es continua consciencia del ser siendo. Éste
que se da cuenta, siempre de forma natural, siempre por el mero hecho de
estar aquí y ahora, es la conciencia del mundo en nosotros, la visión de los
sentidos, del habla, del pensar, del no-pensar. Todo transcurre tras el reflejo
de la consciencia, testigos de su transcurso. Ella no hace, sólo ve, ella es
completa, todo aparece y se muda en la pantalla infinita, permanente de la
conciencia: pero nada forma parte esencial de ella, aunque sólo por ella
todo acontece. Aquel que se da cuenta no puede ser señalado, no puede ser
buscado, ¿cómo buscar al buscador, si él mismo es lo buscado? Así pues,
darse cuenta del que se da cuenta implica el conocimiento de todo lo que es
necesario ser conocido: la conciencia de que soy.
La conciencia siempre es ‘lo que es’, lo que queda tras las apariencias
que la recorren. Conocerse es ver directamente lo que está siendo, dejando
que siga siendo tal como es, pues ya todo resulta en perfección al
traspasarse la veda que impone la mente, su forma limitada de percibir,
aflorando en virginal libertad la presencia de la sencilla dicha de ser.
Entonces deviene la quietud al espíritu y queda la conciencia sola, tranquila,
inconmensurable… Eterna en su instante, serena en su infinito.
LA VERDAD ES SIEMPRE AHORA
En la búsqueda espiritual suele presentarse la gran dualidad entre el
yo-ego (o inferior) y el yo-real (o superior). Es decir, la individualidad
cuerpo-mente por un lado y el Espíritu o Dios por el otro: esa esencia
impersonal que somos. No obstante, tal dualidad invita a ser trascendida,
dándonos cuenta de que todo es un juego de lenguaje, de conceptos. Da
igual cómo llamemos a las cosas, porque las cosas están ahí, el problema
surge cuando olvidamos las cosas y nos aferramos al nombre que le dimos.
Su fragancia ya no está, su realidad manifiesta se pierde, convertimos lo
esencial en una pieza yerta de museo.
La vida es actualidad constante, manifestación espontánea y, por ello,
aquello que somos no puede ponerse en un lugar aparte, disecado y
etiquetado, sino que ha de ser albergado a cada momento. Entonces somos
verdaderamente libres, porque vamos de la mano con la vida, con la llama
del ahora: aquella que brilla en el latir del instante eterno que a cada
segundo se revela. La verdad es siempre ahora.
PRESENCIA DE AMOR
Late el corazón exclamando el sonido de la eternidad como llamarada
de vida en lo interno y total del vivir. Tú eres lo real, el amor dando
presencia a través de la omniabarcante unidad, al mundo y a sus
innumerables manifestaciones. Ilusión es pensar que este sueño cambiante
es la base y raíz sobre la que se sustenta todo. Ilusión también es pensar que
más allá del sueño hay una realidad última esperando. No sería más que
otro sueño en proyección.
Tu realidad, la verdad, esa que sólo conquista el amor puesto en la
visión limpia y sincera, nace, muere y vive eternamente en este instante.
Todos los ayeres y mañanas tuvieron lugar sólo ahora. Este momento
es tu memoria, tu futuro, tu presente (todo ello conceptos, imágenes,
ilusiones que llamamos tiempo). Pero nada de eso vive por sí mismo, son
sólo manifestaciones que cobran su vida en ti: la presencia misteriosa.
DESCANSA EN EL AMOR
El amor es el único destino posible. Él nos espera con sus brazos
abiertos de eternidad. Él nos espera ahora, en este momento, dispuesto a
arroparnos, a derramar su luz y frescor sobre nuestras mejillas agotadas. Él
nos espera sonriendo, purificando, entregando la verdad de su esencia
liberadora. Descansa en el amor... y renacerás en él, por siempre.
REALIZACIÓN ESPIRITUAL
Todos los seres humanos somos sostenidos por un ritmo idéntico, el
del corazón. Ese centro vital que susurra vida en su continuo latir. El
conocimiento interior pasa por la escucha atenta de lo que somos: cuerpo y
mente, emociones, conciencia, cualquier fenómeno presenciado. Conocerse
es realizar el ser que nos anima. Tenemos la presencia fijada a nosotros,
aunque reposa en la libertad de ser escuchada. Y cuando es escuchada, el
mundo viene certero, intocado, como un océano profundo e inmóvil donde
habita una superficie cambiante y en movimiento, de aire y de sonoras
formas que van y vienen al ritmo de su ahora, impermanente pero real al
contemplarse. La mente es como un río, a veces su corriente parece
arrastrarnos, pero al observarla uno ve pasar el río, tranquilamente, hasta
que se calma y llega fundiéndose con el océano, al centro sosegado de su
plenitud. Más allá de la superficie se encuentra lo profundo, lo aparente
ignoto, el alto descender a lo real. A esta sublime entrada a lo profundo
puede llamársele el conocimiento de lo absoluto. Es realización plena,
conocimiento vivenciado.
“El conocimiento de lo absoluto”, como expresó Swami Vivekananda,
“es absoluto en sí mismo […] es plena”. Cualquier conocimiento
meramente especulativo no puede expresar la dimensión de tal realización:
que es un vivir en el ser desde el ser, una completa interiorización del
estado de amor divino, esto es, del estado del amor mismo. Pues, ¿no es el
amor a Dios un amar al Amor mismo, un amor en todo y para todo? ¿No es
el amor místico un sentir la maravilla en todas las cosas como si todas esas
cosas fueran una sola? La experiencia mística aparece en un destello de
conciencia, en presencia súbita de gozo, allí donde la vida mora en su hogar
íntimo, inspirada y avivada por el aire que el amor desprende al realizarse
en lo más hondo del corazón, en la raíz de lo posible y profundo. Y
aspirando a él, al amor, nos vaciamos enteros para llenarnos nuevamente de
la luz que nunca desluce, en la libertad que proporciona el saberse vivo al
mirar con tales ojos luminosos el fulgor que se refleja en realización teórico
y todo lugar y en toda conciencia.
No cabe duda del problema raíz que ha asolado a la humanidad en
todo tiempo y que Krishnamurti expresó de este modo: “En la separación
existente entre sujeto y objeto se asienta toda la miseria de la humanidad”.
Cuando aparece esta separación, este olvido de la unidad que somos, surge
un deseo de devenir egotista que conlleva un sufrimiento insoslayable. Es,
como se dice en el budismo, el samsara del apego y aferramiento a tal
sufrimiento por pura ignorancia del camino de liberación del mismo. ¡Y
cuántas vidas puede llevar comprenderlo! ¡Cuántas guerras y crímenes
cometidos por la ignorancia y en nombre de una falsa verdad! No existe
verdad que incluya violencia, odio, separación. Pero el propio deseo de
placer propio venda los ojos a la verdad, a menos que uno comprenda el
sentido de su deseo y empiece a mirar no fuera sino dentro de sí mismo, en
el simbólico espejo de su alma: el corazón. El deseo de recibir se invierte,
como explica la Cábala, en deseo de dar, y pasamos de ser meros objetos
pasivos de recepción del placer a un ferviente deseo altruista de otorgar.
Pasamos a ser la Luz proyectando sus vívidos rayos de amor. Y en esa
unión fraternal trabajamos juntos para la autocorrección a través del amor
espiritual. Corregirse supone aceptarse a sí mismo. Abrazar tanto la luz
como la sombra, pues sólo el amor puede dar luz a toda oscuridad. A pesar
de las circunstancias, conviene ir siempre hacia el interior para entrar en la
raíz de toda oscuridad, porque ahí también reside la Luz que al divisarla nos
alumbra por siempre el camino.
En el acceso al interior la calma de la mente es la gran apertura. Al
calmarse la mente ésta se puede adherir sin esfuerzo a la presencia
integradora de todo fenómeno en la realidad imparcial y receptiva del ser,
ecuánime en su apertura a “lo que es”, a la aparición continua y directa del
ahora, aprendiendo uno a liberarse de los conflictos que interfieren en la
experiencia directa de la realidad. ¿Cómo llegar a ese estado, podríamos
preguntarnos? Cualquier innecesario, solamente añadiría tensión Encontrar
la calma supone dejar de lado todo intento, supone una cierta renuncia, una
entrega, una confianza en el ahora, esfuerzo resulta y eso nos alejaría.
rendidos a él como en un plácido sueño atento, que nos encuentra y en el
que encontramos con el mero hecho de respirar, de ser, de movernos, de ver,
de sentir, etc. Cada instante puede ser –es-ese encuentro auténtico con la
calma interior cuando nos convertimos en el instante mismo, plenamente
vivido.
La creatividad va unida a lo que somos, el hecho mismo de ser ya es
una obra de arte que no deja nunca de nacer. Cada día se torna distinto,
conforma una pequeña vida plena en sí misma donde aprendemos algo
nuevo, adquirimos más conciencia, nos hacemos más verdaderos. Todo se
compenetra cuando mantenemos una atención consciente. Lo que
verdaderamente necesitamos, buscamos o queremos entender se va
resolviendo, cuando la búsqueda es sincera, sin intereses ni condiciones de
por medio, abierta a ver el camino mirando a la realidad directamente y sin
prejuicios, sin querer cambiarla o manipularla, solamente con una firme
voluntad de comprensión. Entonces resulta completa la calma, profunda y
libre, al ser lo que somos del modo más natural, creadores espontáneos
naciendo al presente. Una calma que también puede llamarse auténtica
libertad.
EL BUSCADOR ES LO BUSCADO
Sólo en este instante la verdad de ti mismo es accesible, no hay nunca
otro momento para verla que ahora. “Ahora” está vibrando, está vivo, está
sonando en tu interior con la fuerza inconmensurable de la verdad, de la
realidad palpable ante ti, abierta y serena.
La expresión "el buscador es lo buscado" alude a la esencia misma de
esa búsqueda que sólo puede darse, verse, en el ahora, en ese momento
único de presencia donde el buscador se halla a sí mismo en todo lo que le
rodea, en el instante sin tiempo que es presencia, sin sujeto alguno. Lo que
uno buscaba es uno mismo, siempre. Y eso se ve ahora.
Ahora ves lo que eres, lo que está siendo siempre lo que es, esa
realidad que nunca se puede ocultar, que permanece desvelada como tu
naturaleza real, como el respirar de la vida que permite su presenciación.
“Ahora” siempre te desvela, te muestra la verdad más profunda de lo
que eres, instantáneamente. Ríndete a ese poder espontáneo, deja que el
buscador empiece a verse como lo que siempre ha sido: lo perfectamente
encontrado siempre. Antes, incluso, de que tú mismo aparezcas.
EL MILAGRO DE LA CREACIÓN
Uno no sabe nada de esta sensación de ser. Ella ha aparecido de la
nada, de una nada que no era sabida, y ahora se sabe, misteriosamente,
extrañamente se sabe esta sensación de ser. Pero nada ni nadie la han
originado nunca. Por esta razón se ha llamado a esto "el milagro de la
creación". Uno no sabe nada de esto que está siendo, en este momento en
que uno es y está sintiendo esa sensación de ser que da lugar al conocedor,
al saboreador de ser.
A este origen, a este estado sentido, no pertenece ser, nunca le toca,
nunca le ha tocado. El ser es más allá de todo nacimiento, aunque este
nacimiento esté siendo visto gracias a él. Nadie ha tocado al ser, nadie lo ha
logrado capturar en una fotografía en su totalidad. Sin embargo, todo lo que
es visto, lo que es intentado capturar por esta sensación de ser, es visto por
el ser, que nunca ha nacido.
Este es el milagro de la creación, creación que en verdad nunca ha
ocurrido.
AMOR HALLANDO SU LUZ
Cuando el amor aparece en nuestra vida se desprende como una
bendición que nos llena de gratitud hacia toda la existencia. Nuestra esencia
es el amor, somos, sin duda, por encima de todo, eso, aquello que amamos y
hallamos en el fondo del corazón: el infinito interior, la conciencia universal
representada en nosotros, al igual que un átomo representa a todos los
átomos o una gota de agua a todas las gotas que cayendo con la lluvia se
funden en el mar: siendo el ser completo en el océano de su totalidad.
Lágrimas de amor se deslizan hacia nosotros mismos, hacia la vida, hacia el
mundo en que fluimos y que nos fluye en lo más profundo del alma, en esa
dicha divina que llamamos amor.
La nosotros purifica, abierta a su propio surgimiento, en serena
claridad que se asoma a la realidad. Esa realidad que en el interior nace es
la experiencia de la belleza mostrándose al ritmo del corazón, la vida
nuestra colmada de gratitud hacia el ahora que es tocado en la paz del ser, el
cual se manifiesta como la llama de una vela que despliega con su brillo
penetrante el centro de la emoción compasiva, cercana y elevada, aquella
que nos abraza en el sosiego, como lúcida sonrisa de beatitud.
Somos amor, en nosotros reside el inabarcable potencial de la verdad
iluminada, la más pura esencia del milagro de ser, de respirar, de conocer,
de sentir con todos los sentidos como testigos de la conciencia y su
esplendor continuo, como regalo incansable que nos invita a expandirnos en
el espacio abundante de la más concreta realidad: presente siendo vida, vida
siendo conciencia, conciencia siendo exactamente lo que es: amor tornando
a su centro, amor hallando su luz. experiencia interior de algo tan auténtico
como mismos surge como un manantial de amor que que sana cualquier
dolor, trasformándolo en luz.
EN EL MOMENTO EN QUEYO NO ESTÁ
En el momento en que yo no está puede verse la totalidad, eso que
siempre ha estado ahí antes de todo nacimiento. Más allá del concepto de
yo, de esa creencia que aparece y hechiza, siempre se está dando la realidad
absoluta. Cuando se ve que yo nunca estuvo verdaderamente aquí, que era
tan sólo una ilusión impermanente, no necesitamos trascenderlo, ni
extinguirlo, ni vencerlo... yo nunca fue verdad, nunca estuvo aquí, nunca
nos tocó en lo más mínimo. Eso es lo que ve siempre la naturaleza real de
uno: lo que uno siempre es.
TODO ES UN MISMO SER
La senda del espíritu no conoce de destinos marcados. En el continuo
aparecer de los misterios el ser se encuentra consigo mismo, en un incesante
reconocimiento de verdades. La vida no ofrece significados fijos, ese es su
bello brotar, pero sí certezas, sincronicidades, aparentes ‘causalidades’
llenas de sentido que revelan que somos incluso mucho más que causaefecto, porque vemos que el ser no está regido por ninguna ley ni por nada
que lo pueda limitar. El ser es la libertad, una libertad de la que no sabemos
nada, que presentimos ilimitada, que se expresa cada día en la presencia del
instante, regalándonos esta existencia que se asiente tan nuestra pero que es
del momento, de la fuerza inexplicable y mágica de la vida que todo lo
sostiene.
Observamos esta senda por la que caminamos inocentes, desde el
corazón del ser que nos marca e impulsa el camino, que nos lleva a nosotros
mismos, que nos muestra que todo paso es el descubrimiento totalmente
nuevo de lo que siempre somos, de que todo camino señala una distancia
aparente entre lo mismo, un mismo ser, una misma verdad expresándose en
un sin fin de variedades y tonos, de colores y sabores, de formas y espacios
que parecen salidos de sueños, de luces interiores, de espejos del alma. La
vida es el espejo de ti mismo. El mundo es el reflejo del ser. Tú eres el Todo
emergiendo de tu corazón y volviendo a tu corazón. Todo es un Mismo Ser.
LA AUSENCIA QUE PRESENCIA
Es siempre sorprendente ver que no hay ningún yo. Pero es una
sorpresa tan familiar... como un encuentro con "algo" que nunca estuvo
ausente. Esta ausencia de yo deja un aire silencioso muy íntimo, una
presencia no-nacida que todo lo acoge en su seno, que es total aceptación de
lo que es. No hay palabras para definirlo. Nunca hay palabras para definir,
para igualar la esencia misma del Amor.
UN MISMO CORAZÓN
En la no-mente aparece la conciencia sin forma. En ella tiene lugar el
encuentro inesperado con la verdad, con el amor... Su presencia es como un
suave perfume que huele a eternidad. Su forma sin forma tiene la cualidad
de un corazón de luz capaz de iluminar mil y un universos. El misterio de la
unidad, del ser absoluto se desvela. Una misma naturaleza, un solo amor...
en romance eterno. Un mismo corazón, una misma realidad... por siempre
completa.
VOLVER AL CORAZÓN
Es cierto que buscamos ese camino hacia el ser que somos y deseamos
que su luz brille en toda su intensidad, pero no hay que preocuparse, el ser
que es eterno nunca ha dejado de brillar... Para darnos cuenta de esta simple
verdad basta con quedarnos quietos, silenciosos, escuchando al corazón...
donde mora el ser, donde brilla la verdad más pura.
Volver al corazón una y otra vez, al amor, no olvidar que esa es
nuestra esencia y que siempre está con nosotros, más allá de lo que
hagamos. Entonces el hacer fluye y va solo, no busca nada y sólo encuentra,
halla su camino allí donde pise, reconoce la estela a seguir o dónde
tumbarse y descansar.
Hacer sin hacer... estar siendo, dejándose ser... amando.
MISTERIOSO NO-SABER
¿Quién soy yo? Sé que la respuesta vuela en el aire cada vez que
pronuncio la pregunta. Sé que este vuelo no se puede detener, ni atrapar ni
delimitar de ningún modo. Sé que la verdad de mi ser es simplemente que
soy, que hay algo que es, que presencia, que respira, que ve, que escucha o
que siente. Sé que hay algo que presencia todo esto. Sé que ese que
presencia es transparente, puro, indefinible, que está aquí y al tiempo no
está en ninguna parte. Ese que presencia, ese testigo, observa natural a esta
conciencia espontánea que vuela en el aire como un pájaro sin rumbo
aparente, planeando bajo las nubes, surcando paisajes bañados por la cálida
luz de un sol que colorea tierras, plantas, océanos puros e interminables.
Yo no sé quién soy pero soy eso que ve y que se ve y todo es conmigo
y a la vez nada me pertenece ni soy nada en concreto. Yo no sé quién soy
pero abro los ojos y este mundo cobra presencia en mí. Este mundo, este
escenario amado de conciencia en aparente dualidad (tú y yo) se unifica en
el amor del ser cuando "yo" desaparece. Entonces no hay sentimiento de
separación y el sufrimiento o el deseo cesan, simplemente no hay nadie ahí,
quedando todo, perfecto como es. Este ser, este veedor del mundo y de los
sueños, aparece eterno al corazón de la unidad y del amor. "Yo soy el
Brahman", dicen los Upanisad hindúes. "Yo soy lo eterno"... dice lo eterno
callando, solo siendo, sin necesidad de cambiar o de modificar nada, pues
todo es perfecto en la conciencia de Brahma, en el sueño sagrado de Dios.
Esta vida es un sueño misterioso hecho de partículas de totalidad... Yo
no sé quién soy, pero ahora este corazón late y respira esta totalidad. Yo no
sé quién soy... pero soy... y acontece este milagro que es certeza eterna de
luz. Esta noche cerraré los ojos, dormiré... y por un milagro incontestable
alguien soñará o despertará mañana respirando este mundo y volverá a ser
uno con él.
Este no-saber quién soy, esta aparente ignorancia presente, es a la vez
la mayor certeza que jamás he tenido de mi ser.
Y sin saber nada, tocado por una comprensión que me trasciende,
guardo silencio. Y el corazón late, y el amor se oye... como un sonido
eterno.
MUNDO Y MANIFESTACIÓN
No ha nacido en la quietud nadie que presencie. La presencia está ahí,
sin saber nada de ese nadie evaporado en la quietud del ser, o del no ser. No
ha nacido el sendero para quien la búsqueda es el encuentro sin tiempo de sí
mismo, bañado por la inocencia del instante. Esa conciencia que ve, que
escucha, que siente la vida, no tiene nombre. Buscarle una identificación es
como poner nombre a la rosa o arrancarla con nuestras propias manos. El
aroma, el leve movimiento que el viento imprime en la flor, justo en ese
segundo en que es observada, permite que el amor sea sostenido por la
belleza espontánea del instante mágico de la presenciación. Nadie estaba
frente a la flor, nadie la tocaba, nadie la quiso guardar para sí. La belleza
brotaba sola, la vida brotaba sola e impregnaba con su aroma la presencia
insólita que es siempre del ahora.
Toda la existencia nace siempre ahora, en este preciso momento
donde la nada y lo absoluto se funden en el fulgor de su acontecer, en la
unidad de la presencia que contiene su perfecto paisaje de luz. Antes de ser,
el ser era por siempre perfecto. Siendo, el ser es por siempre perfecto. Nada
puede restar a la totalidad lo total de su ser. No-ser y ser se transparentan
como esencial flor contenida en instante de luz total. La magia del ser es la
esencia de no-ser que lo eterniza. La magia del no-ser se manifiesta en la
vida, permitiendo la realidad de la presencia divina. El no-ser se manifiesta
a través del ser y la luz amanece en la conciencia, dejándonos frente al
milagro del mundo, indescriptible belleza genuina.
EL HOMBRE DEL TAO
El espíritu del valle nunca muere. Tao Te King
El corazón señala la ruta del caminante, nada busca en su camino y así
encuentra las huellas más verdaderas de sí mismo. Nada hay que conseguir
o que ganar... el camino está para emprenderse, confiando en el destino que
nos guía tan puntual y claro como el amanecer del sol en la mañana.
El destino, el Tao, el gran camino, no puede dejar nunca de brillar, de
ser lo que es, de funcionar tal y como lo hace. Y el hombre del Tao se
integra con su proseguir, con su rumbo natural y sigue su estela como
nuestra mirada se fija y se detiene inevitable cuando vislumbra la belleza,
una melodía nacida del alma o un riachuelo rebosando frescura y
trasparente esplendor de agua y pájaros cantores.
El hombre del Tao no tiene un destino, su destino es estar siempre
abierto a la verdad natural del ser, al punto donde todo nace y más allá de
todo nacimiento, al centro que comprende todos los centros. El gran camino
del Tao nada guarda para sí, solamente ofrece lo que es. Es completo dar...
El gran Tao nos entrega todo sin pedir nada y somos Uno en él... sin
formas, sin nombres, sin espacios que limitar... El gran Tao está abierto
como el cielo, como el universo... acogiéndolo todo, desde un aparente
vacío que es amor total lleno de sí mismo.
El gran Tao es eterno y puede contemplarse desde todos los lugares,
puesto que no hay lugar que no esté inundado de él. El hombre del Tao ni
siquiera pertenece al Tao, y vacío de pertenencia vive el completo y
continuo encuentro de su ser real.
Una batalla se ha librado y se ha ganado... Pero la paz siempre estuvo
ahí... más allá del movimiento de los opuestos. El Tao parece oculto, como
el latido del corazón que apenas se percibe. Pero es por él que todo late, que
todo vive y que todo muere para volver a nacer.
Y sólo hay una cosa que no nace ni muere... el Tao. Lo que
absolutamente Es.
El hombre del Tao es Uno con esta Verdad Eterna.
EN LA NO DUALIDAD
La conciencia de yo a menudo se considera hacedora de sus actos. La
principal sabiduría radica en conocer que no hay hacedor alguno, que todo
es una manifestación espontánea y perfecta de la conciencia. proyectados
los fenómenos, propios actos, el propio cuerpo, como una manifestación
más, completamente impersonal. Si atendemos al testigo, a ese espacio que
no puede ser tocado, que no es sujeto ni objeto, que no puede nombrarse,
que acaso es una cualidad, una chispa de luz que permite la manifestación,
nos damos cuenta fácilmente del inmenso misterio y Inmediatamente vemos
que tiempo, ahora, y, como el funcionamiento, escaparía a simplemente está
ahí, como un sueño aparece al cerrar los ojos, al dormir, y un mundo a
veces incomprensible, ilógico, desafiante con las leyes de la física, tiene
lugar, se presencia.
Esta diferenciación que hace la mente dual entre lo real o lo
fantástico, entre el sujeto o el objeto, lo sensible o lo conceptual… no es
más que un mismo movimiento haciéndose visible por medio,
precisamente, de la diferenciación, de la La conciencia de testigo ve entre
los que se incluyen los
milagro de eso que sucede.
Brahman, Dios, sucede en el universo, su orden,
todo entendimiento
estructura, racional… dualidad. La dualidad, en sí, no la crea la mente sino
que viene con ella, y toda la manifestación ordinaria de la vigilia se observa
así. No obstante, ese que observa… no es nadie. Y esta es la gran
comprensión. El gran suceso que sobreviene y sobrecoge por su verdad
arrolladora. No es nadie, es no dual, es el acogedor de lo infinito, de lo
eterno, del sueño, de lo real, de la nada y del todo. Siempre ha sido lo que
es. Las palabras no alcanzan a expresar el canto de la conciencia, de sus
mundos, de sus misterios… tomando vida sólo ahora, siendo eternos sólo
ahora. Este misterio no tiene explicación, su belleza no puede delimitarse…
Su belleza vive, roza lo sagrado, danza con lo absoluto… y en eso nos
reconocemos, siendo un solo ser en ese canto mágico… enamorado de la
música que lo sostiene.
TOTALIDAD
¿Quién puede experimentar la totalidad sino la totalidad misma?
Tú eres la fuente de toda experiencia, de donde surgen todos los fenómenos.
Ellos surgen más allá de la experiencia, en ti, en la totalidad que nunca
puede llenarse ni vaciarse.
Tú eres lo absoluto, comprenderlo es ser uno y todo con tu Ser. Esta
comprensión es la consecuencia de la experiencia de unión y amor con el
Ser.
Esta comprensión innata, este reconocimiento eterno e interno, esta
toma de conciencia de tu naturaleza real, te lleva, a través de esa dimensión
más allá del tiempo, a ver la totalidad desde la totalidad... a realizar el amor
desde el amor mismo. Y no podría ser de otro modo, puesto que el amor de
fuera es siempre el amor de dentro.
TIERRA ILUMINADA
Sabe a infinitud la esencia de ser. Este momento, esta quietud, esta
danza en medio del vacío más completo y amoroso. No hay más luz que la
que brilla en tu corazón, iluminando al mundo, creando la tierra que te
acoge, bella y libre, misteriosamente flotando en un punto eterno del
universo.
…
El amor dice: «Yo soy todo». La sabiduría dice: «Yo soy nada». Entre
ambos fluye mi vida. Puesto que en cualquier punto del tiempo y del
espacio yo puedo ser a la vez
el sujeto y el objeto de experiencia, lo expreso diciendo que yo soy ambos, y
ninguno, y más allá.
Sri Nisargadatta Maharaj
POEMAS
AMOR HACIA EL AMOR
Amor callado, manto de silencio
en que escribir tu nombre. Todas las letras,
todas las palabras que forman mis canciones,
son una contigo, llamándote.
De oro y plata formo sílabas que alaban
el silencio en que recoges mi alma
cuando descanso y despierto
en tu estancia, que es el mundo, llena
de clamores y encuentros virginales.
En ti se anuda mi sueño y mi desvelo,
clavado como raíz al puro alimento de tu aliento, al fruto, que como la
tierra, remueve horizontes de espacios y colores ancestrales.
Soy como la flor que deja su aroma al aire,
esperando que tú la recojas y me devuelvas la vida al posar tus gotas
de amor sobre mi rostro entusiasmado. Soy el niño y el anciano, el viaje y
su reposo,
la paz y el alegre baile del enamorado.
Soy el amor cantando al amor, el hijo
que sigue a su padre, el árbol hermanado
por siempre a su bosque primigenio.
Y tú, eres la dicha que hace consciente
este paisaje en que ha crecido mi vida
hasta al fin, tocarte.
AMOR SIN TIEMPO
Hoy dejamos descansar en el amor la memoria del tiempo, fuimos
libres como estrellas infinitas, iluminadas
por el clamor de la luna, enamorada y bella.
Fuimos instante sin tiempo completo de inocencia,
perfecto de voz serena cantando melodías
de pureza. El blanco cisne de tu alma
mora en el corazón de las noches cálidas, dulces aires recogen las alas
de tus silencios, ángel de vida profunda. Eres la callada medianoche y los
atardeceres misteriosos, el leve perfume enamorando al aire, la blancura
absoluta de los astros.
Eres el amor sin tiempo, el amor que siempre estuvo, el amor que
estremece de ser cierto y no termina de iluminar el universo. El cielo y el
sol deslumbran tus senderos de noche despierta y de corazón abierto.
Te amo, noche secreta en que aparezco junto a ti, mirada eterna en que
crezco al sentirte nacer a cada instante sin tiempo.
CONCIENCIA ES MI NOMBRE
La noche me despierta,
tu voz me ha llamado,
voz de un sueño aún más profundo que respiro y sobrevuelo.
Es tu noche el silencio,
el despertar a lo despierto.
Es tu voz la llamada, el claro decir de las cosas sin nombre.
Despierto, sueño, soy eterno.
Digo con tu voz las voces sin nombre. Digo con tu noche las luces que
duermen. Tu voz, mi voz, pero ¿quién responde? Tu noche, mi noche, pero
¿quién duerme? Claros pasos que se encuentran
con el ser que se esconde. ¿Pero dónde? En la noche, muy profundo,
donde tu voz es mi nombre. Y así me he llamado, yo soy el hallazgo que
nunca duerme. Conciencia es mi nombre sin nombre.
VUELO
Escuchando al corazón aprendí a volar.
-¿Cómo sucedió?
Fue el amor,
compartiendo su destino con el aire.
DE AMOR CREADO
Siempre has sido tú aquella verdad en mí,
latido de mis latidos, voz en la voz de todos los cantos. El eco de tus
señales susurró el comienzo de mis pasos, ineludibles hacia ti, ineludibles a
tu fulgor secreto, fulgor de íntimos abismos y de noches arropadas por el
amor más inocente. Aparezco en cada huella tuya como lo eterno nunca
nacido, despejada verdad de mi ser inextinguible cálido en tus adentros.
Lo cierto es que yo fui siempre tú, que nunca hubo dos en esta danza
de amor sin tiempo, en este juego de espejos que jamás cesó de
transparentar el hilo inmutable que une nuestras almas, a veces
aparentemente distanciadas. Pero nunca hubo distancias entre lo mismo,
entre lo siempre siendo uno y todo
en la totalidad de la luz creada.
Por eso canto a tu amor
que es el mío. ¿Cómo no cantar
a la música que siempre acompaña?
Jamás fui sin ti, jamás fuimos distintos...
Te amo en la luz que me desvela,
te amo antes del principio,
en medio de lo eterno sin principio,
en medio de nosotros, donde ya no queda nada
que no sea nunca nosotros.
ETERNO ROMANCE
Respiro el amor que crece en tu silencio, flor eterna de luz cuyo aroma
me recorre.
Respiro este instante absorto de quietud dichosa.
De pronto aparezco entre universos silenciosos, desaparezco, y todo
nace fulgurante como astros milagrosos: confines de paz que trascienden
los ojos que la buscan, hallando frente a ellos el encuentro invisible, sin
forma y sin tiempo, de lo unánime.
Mi alma es el aroma del ser que siempre fue. Ahora lo sé. Siempre lo
supe. Siempre fue eterno este romance.
Romance sagrado del ser fundiéndose consigo mismo en medio de
esta luz cálida e infinita
que suavemente alumbra la noche.
ÉXTASIS DE SILENCIO
El amor fue un gesto, señal cómplice que daba comienzo a un suspiro
sin tiempo. Fue un instante, una caricia del viento, una mirada entreabierta
arribando del cielo, igualada a su origen sin verbo. Fue todo lo soñado, la
armonía abrazada llegando, llegando sin irse, al hogar encumbrado, al todo
inmenso horizonte de huellas hermanas.
Todo fue uno, uno y diverso
en su cumbre labrada, en su explosión de silencio.
Uno con todo amándose, viéndose sentir y siendo,
en la visión sin sombras,
en el torbellino de las flores hermosas,
en la celebración del éxtasis,
en el tú y yo desapareciendo,
en el ir y venir
de lo inmensamente quieto.
Subir tan alto es no llegar, no haber sido. Morir, olvidar, ser eterno.
VIDA HACIA SU MAR
La belleza de tu jardín brota del alma que da vida al mundo. Tú eres el
jardín, la vida, la belleza, este mundo.
El siempre brotar. La siempre rosa.
El amor de tu corazón habita en mi espíritu, aquel que da lugar a ti en
gestos, miradas, palabras que deslumbran…
Somos la herida sanada,
el deseo que vuela hacia su cumbre, el sueño que humano se encamina
hacia un sereno despertar.
Seamos vida, vida solamente, vida fluyendo hacia su mar.
NO-SER SIENDO
La luz que recuerda que eres luz abre la puerta de lo oscuro y la llena
de un mirar claro y profundo. Me llamas hoy, en un nuevo día, levantas un
mirar perdido
y lo enciendes con tu milagro
de presencia. Eres conciencia, dimensión de estar en ti
sin objeto y sin sujeto.
Soy, pero nada hay aquí.
La totalidad y el vacío
son sinónimos de la gracia,
de la eterna felicidad
del no-ser siendo.
Soy el no-ser que escucha
los latidos de la vida.
Soy el ser que no escucha y oye. El ser que no mira y ve.
No hay conciencia dormida,
ni sueño, ni dolor. Sólo hay ser reposando su reflejo sobre las aguas.
Ser intocado que respira luz.
Luz no vista respirando visión. Palabra callada cuyo silencio
es completa voz.
SIEMPRE TÚ
Sucedió que la luz estaba en el mundo los ojos de alguien se
encendieron y vio creado el cielo y los mares la espuma sobre las piedras
y la sombra bajo la noche desplegada Sucedió que era aliento lo que
hablaba latido el paso de sus sueños
esencia la raíz envuelta de sus giros Cambiaba la voz al ser deseo
vigía de sus satélites cercados
agua de sus senderos embebida
Toda la noche fue redimida
al verte ser luz de tus tinieblas
Saliste del dolor, amada mía
cruzando las brisas
despertando, amaneciendo
Te amé por los mil nombres que tuviste y aún te quiero, voz de mi
silencio silencio de mis voces
Amé al amor, a tu rostro de infinitos a tu juego de escondite y
reencuentro de olvido y bíblico recuerdo
En el agua del Ganges
o en el aroma del incienso
en la claridad de un destino
o en los ojos del águila distante
En todo y en ti siempre en ti
mi corazón se ha inclinado
incesante
LA VIDA QUE RESPIRAS
Vive con tu presencia el ser que en todo se encuentra.
Respiras en la inmensidad del bosque las ramas que acaricia el viento,
la fragancia de las hojas serenas, el verde latido de los árboles
danzando en ráfagas verticales.
Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve.
El azul infinito que vence los espacios, la llama serena del sol que
ilumina esperanzas en la tarde.
El pájaro que canta donde nace la lágrima, la calma del tiempo cuando
ya es de noche.
Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve.
El mundo apareciendo en la conciencia, la flor desnudándose sencilla
bajo su claridad de primavera,
un gesto susurrando dulzura
sobre el vientre de la voz presentida. El amor llenando lo que vive
con su aroma de más vida palpitante.
Respiras en ti lo que el cielo desenvuelve.
La vida, el mundo, es el hogar de todos los instantes.
NACIMIENTO
Estás aquí en este momento. No hay historia,
tu historia es ahora.
Lo demás no está aquí.
Mira este instante
sin mirar atrás:
porque este ahora
es el momento eterno
de tu nacimiento.
EL PEQUEÑO BUDA
Suena la música de las estrellas en el valle de la luz.
El viento susurra leves caricias en su rostro.
Los cielos cobijan al hijo del sol.
Su espíritu nunca muere, como el del valle.
A menudo juega y revolotea como un pájaro, sin otra meta que su
vuelo inocente.
(Después del juego duerme plácidamente bajo un manto cálido de
eternidad).
Juega, sueña, florece, canta...
Suena la música de las estrellas en el valle de la luz.
ESPLENDOR DE LO ETERNO
La vida es instante de lo eterno y para lo eterno.
El mundo cambia, todas las cosas, pero aquello que percibe el mundo,
ese que lo presencia y conoce, no cambia y es sin mundo,
pues todos los mundos son en él.
Florece la rosa en la melodía del tiempo,
pero su semilla ya contenía su esplendor eterno. Eres la rosa que
siempre ha sido rosa
antes de su nacimiento y de su muerte.
Eres lo sin tiempo puesto en el tiempo,
la luz que resplandece y da vida a los objetos. Tu aire es el amor y tu
alimento la paz del silencio.
Más allá del tiempo está tu hogar verdadero, la rosa, el mar, la razón
de toda dicha, el esplendor del instante que abraza lo eterno.
VIVIR AHORA
Vivir ahora,
no ser más de lo que ya soy,
nada más que lo que siempre he sido. Vida ahora,
no mañana ni luego,
sólo este momento es el único en que estoy y donde todo lo que está
no es mío. Esa es mi gran posesión,
ser dueño de la nada,
libre en mi libertad que nada pide, ni busca, ni ordena o reclama.
Vivir ahora es lo que está aquí,
no es una demanda sino un hecho
que tampoco se identifica conmigo: solamente es.
Este yo que habla en primera persona pasa como las nubes.
Nada más que Conciencia queda,
lo demás arde y se marcha
sin ser visto por nadie.
El mar está en calma,
duermen las olas
en la noche.
EL MILAGRO DEL AHORA
Brilla en lo más íntimo el silencio de ser, comunión de infinidad,
aliento unánime tocado por la gracia del instante.
Brilla ante mis ojos este mar en movimiento, el ritmo de las olas y su
fresca espuma, el sol dorando el azul de sus aguas, la línea que une mar y
cielo en franja de armonía perfecta.
Brilla la luz en amanecer de misterio.
Brilla el instante en un continuo fluir sin tiempo. Todo es sin motivo,
sin origen. Tan sólo es
y vive siendo. ¿Quién mueve lo que siempre
reposó perfecto en su movimiento? ¿De dónde proviene esta energía
que hace que todo sea lo que siempre ha parecido ser? ¿Qué da luz a este
brillo
que todo lo ilumina? Es el ahora, lo vivo porque sí, el milagro
presenciado y continuo.
La respuesta reside en el enigma
de la presencia de este instante colmado de infinito, absorto en su
quietud radiante, enérgica y serena. La respuesta estuvo siempre aquí,
desbordante, más allá de las palabras, expresándose en la conciencia. Sólo
lo que permanece vacío está lleno de vida. Apertura sin expectativas, el
ahora llenándose frente a sí mismo, alumbrado por sí mismo.
Milagro de lo vivo, segundo cuya sustancia
no es tiempo sino luz sola
en eterno movimiento.
Inesperado, único, completo es el ahora
al caer en su misterio.
Brilla el mar en la luz de la conciencia.
Aquellos que realmente lo miraron vieron en él la conciencia que lo
ilumina. Lo vieron.
FLUYENDO
Al sentir y escuchar el río de la vida, mi cuerpo se vuelve uno
fluyendo al compás de su ritmo natural.
Abrazo el palpitar del agua dejándola irse, traspasarme, recorrerme
invisible y pura, inocente, hasta llenarme de ella, saciando mi sed con la
frescura de su manantial sereno.
El río de la vida fluye:
su música conmueve al aire.
REENCUENTRO PLENO
Sólo hay mirada,
contemplación de ti, de mí, de lo abierto y nítido, de lo veraz, como el
tacto de la lluvia
aclarando nuestros rostros con fresco y húmedo nacer. Lo eterno se
despide amando en su nunca irse, en su irse quedando
en lo insondable de nosotros. Se queda cómplice y desnudo lo real
desconocido, el pálpito de la verdad sonora, el susurro de la interior
melodía que nos reconoce y reconocemos.
Todo es reencuentro, abrazo lleno del ahora
en que despertamos nacidos, inocentes, purificados.
LUZ DE LA NOCHE
Es un sueño lo que tocas,
no te esfuerces en tocarlo más. Si al fin tocases lo intocable
tu mundo sería de piedra,
una piedra más.
Si al fin no tocases
lo que tocarse pudiera,
serías aire y dicha
y eternidad.
La voz del sueño armaría un verso, el espacio entero un poema
y todo el universo
la obra sin comienzo
que cantan los poetas.
Canta, canta a la noche,
pero no la toques,
que amanecerse pudiera
y el día igual viniere.
Canta, canta a la luz
y ve, sin mirar en ella,
lo que la luz,
de oscura y profunda,
esconde.
ALMA DE LA TIERRA
Lo auténtico, lo hermoso
vive en ti como flor
de la tierra. Alma,
cúspide del origen,
envoltura secreta,
vuelas a lo alto
encumbrada
por tu hálito.
Plácida, completa,
abres el círculo
de la noche abierta.
Manantial y sincera,
cantas humilde
a la breve primavera.
Tierra amante, escogida
entre tantas estrellas,
te haces una en tu paraíso
y múltiple en las cosas bellas.
Tienes mi amor en tu canto,
mi flor en tu jardín dorado,
mi entusiasmo en tu altura.
Un sollozo te olvida
y tú le muestras el milagro
de ser siempre tuya
en lo hondo nuestro.
Te vemos en tu tierra hermosa de amor venida,
de amanecer llegada
y nunca ida.
Contigo la luz colorea
el bálsamo del viento
y el matiz de los sentidos.
En ti se mece y profunda
el gesto sencillo, la palabra hermana. Desde el primer sabor
viniste como amante y morada y te adentraste en nosotros como el
aire: de amanecer llegada
y nunca ida.
Alma nuestra, alma de tierra,
eres el alma
de la tierra entera.
DESPERTAR
Reconozco el rumor del mañana y las sombras del ayer,
por eso vivo en el ahora.
Reconozco a la luna y a las estrellas, por eso duermo mirándolas
cuando ellas cantan
soñando a la luz de su conciencia. Y esa misma luz me despierta al
apagarse la noche,
quedando el día cubierto
de amados resplandores.
NIRVANA
Todo en ti es nirvana. Vives la plenitud
del ahora primordial. Todo lo mece
esta ofrenda
que realizas callado a lo eterno.
Tu cuerpo
se baña
en el vacío vigilante del aquí sin sombra, sin huella, sin origen.
Un pájaro canta
sonriente tu nombre mientras se pierde con el aire.
(No hay más
nombres).
De toda luz se abre el amor completo. Desborda, conmueve el son de
este aire sin forma
y tangible en todos. Sabe, pues, a silencio y a aire. ¡Sabe
a aire el aire!
De amor la lágrima
llueve bondadosa
y verdadera. Cálida como el viento
que sopla en primavera. De amor llueve esta luz que toca el corazón
de la entrega.
Llueve el amor
de la luz primera.
Llueve, llueve,
la luz entera.
Vive, vive,
en fulgor reposado
el ahora que siempre queda, que siempre es visible,
que siempre es llegado.
ESTRELLAS QUE SOÑAMOS
Canto a la noche
para que traiga sus estrellas
hacia su espacio sin fondo.
La noche aparece entonces, viva y solitaria, de cielo perdido en lo más
grande, y flotando en el color
de sus ausencias: las estrellas.
Estrellas del cielo sin espacio,
sois de nadie y en todos aparecisteis.
Sois de nosotros, pero vuestro irse y quedarse no nos pertenece. No lo
mueve nuestro llanto.
Queda solamente el tacto en la presencia de los ojos lanzándose
enamorados a vuestro acontecer, expuesto sin límites, perfecto e
inconcebible.
Exhaláis la calma entera.
A pesar del cansancio de los siglos nada irrumpe el ritmo que os
señala.
Sois de vosotras y de nadie,
espacios del éter en el interior de los hombres, semillas que dan lugar
al corazón,
raíz de todo sueño, esperanza
o ilusión imborrable.
Estrellas que duermen allá en lo alto y que despiertan borrándose en lo
infinito sobre la senda que pronto trae su luz al alba.
AIRE
Caminas el silencio de las rosas entre aromas que amanecen.
Amante del viento,
te estremeces
en éste su sonido fresco y constante. Pálpito de la noche,
miras el ocaso
con el deleite renovado
de igualarte a la claridad
de sus estrellas.
Pálpito del día,
el alba reaparece a través tuyo abrazando al sol
en fiel saludo de hallazgo.
Guardas el perfume
que acaricia el tiempo
en el ahora
y todo es la misma y múltiple maravilla del sonido fragante: el sabor,
el tacto,
la luz y la conciencia
llenando lo que eres
de más ser rebosante.
Y ya todo te respira,
porque tú eres, eres el aire,
el aire siempre rebosante.
RAÍZ DE LO ALTO
Vivo en ti, raíz de lo alto,
luz del ser que me da forma,
raíz profunda de lo profundo.
De claridad infinita, tu sin fin
trae mi comienzo y amanece
lo amanecido, en resonancia del sentir
que da su voz a lo amplio encontrado.
Tanta trasparencia asoma en tu llegada que me olvido en lo que soy
y me doy al nacer del instante,
en este rumor de armonía tuya
que ilumina mi vigilia
y culmina todo ahora
deshaciendo el tiempo, abriendo
un sendero de amor sagrado
como luz floreciente que florece.
Y así regreso vacío, de amor e inocencia alumbrado, a tu claro
paraíso, a la luz
y a esta raíz sonora que viene de lo alto: la vida.
SUEÑO DE AMOR
Eres la tierra del sendero, el aire que me acerca
contigo hacia ti, región primera y última, canción de siempre que
serena, batiente de luz, semilla del ahora que nace en dulce encuentro y
trasciende sus esperanzas de lo alto
hacia la realidad del amor. Tiempo sin dimensión,
espacio de lo eterno,
noche sosegada de Dios,
yo te canto y te abrazo
en íntimo silencio,
contigo hacia ti,
en vivo sueño de amor.
NOCHE SERENA
En noche de luz serena camino hacia alguna parte, no busco el atajo ni
un destino señalado,
simplemente comparto la senda encontrada
con el río y la montaña, con la luna y con el aire.
RENACIMIENTO
En la luz del mundo he visto tus claros ojos y me he bañado en su
verdad.
Ojos que a esta realidad envuelven
regalando su inmenso latir.
Vida, que de naciente frescura nos lleva
milagros entre flores, abrazos del viento. Todo es signo y mensaje en
esta tranquila noche donde la luz usada renace con el día.
Signo del tiempo encendido, del clamor
de un silencio que habla la verdad con su misterio. Vida, verdad,
renacimiento.
CANCIÓN
Al igual que el pájaro canta sin un aparente motivo, así mi corazón
ha llorado esta noche
de felicidad.
REENCUENTRO DE LA LUZ
La luz se abría cálida en los costados del alma, subió como ráfagas
entre sueños de vida, clara y segura de sí misma, culminando verdades y
caminos, recobrada como una esperanza no huída, no abatida. Es la luz
siempre amada, poblando dicha en tierra calma o anunciando renovado
indicio de etéreas bienvenidas. Es así la luz soñada como aire ineludible,
como senda que cruzar disuelto en el no tiempo, nuevamente hallado.
SUEÑO DEL ALMA AMADA
Sueño es, alma mía, el sentirte tan cerca como te siento, levantarme
del abismo en la melodía de tu soplo
susurrándome,
comprender que no hay sueño más real que la venida de ti, el milagro
siempre nuevo, la sorpresa que renace entre esplendores
y pausados silencios enamorados. Sueño es, alma tuya, tenerte tan
cerca, tan dentro que no hay espacios que me falten. Completo como un
cielo que amanece y toca el día
con su soplo de luz vibrante. Completo como el sol que no le falta
nada y nunca se apaga ni se turba.
Completo en ti, honda contemplación de lo divino, aurora del último
sueño en que despierto definitivo y siempre renovado, bañado de tu luz
pura,
encumbrado de tu hálito, alma mía,
que todo lo puedes y nada te falta.
Ya la medianoche nos llega y todo es perfecto.
VIVIR NACIENDO
La vida es el enigma de lo soñado
y la verdad abierta despertando,
es el viento que camina por el rostro
en brisa interior de flor renovada.
Aquí, allá, en el aroma de lo perenne fugitivo,
vivir es ser morada de un instante, eco de un temblor, color de un
ensueño que resopla.
Vivir, morir... Ser sombra de la luz y luz en la sombra de los instantes.
Clareando lo dormido, llevando conciencia a todo refulgir que pase:
atisbando lo sereno, anunciando lo siempre llegado. Vivir es ser morada de
la vida, descubrir en nuestra mano la llave callada del secreto, a cada paso,
a cada aire, a cada atisbo, presentir lo que es nuestro en un vibrar de nadie y
en todo. La vida es un no saber qué es la vida,
dejando dulce suspiro y una eterna certeza
que nos hace sentir amanecidos, como hijos del misterio.
INSTANTE DESCUBIERTO
El buen caminante no deja huella tras de sí. Tao Te King
Casi un segundo para ver cuán despierto está el mundo, este mundo
que vengo soñando día tras día
entre neblinas y apuros del tiempo.
No me paré a observar
la aislada melodía que resuena en sus adentros, el susurro del aire
tocando un incierto presente o la paz de los almendros junto al riachuelo de
nieve.
Pero hoy, entre mis manos perplejas, en ojos nuevos, todo recobra un
color nunca visto antes.
Es el presente, es el mundo insólito
agitando mi vientre, mis penumbras, mis soledades difusas, la honda
preocupación del instante.
Todo, hoy, se ha vaciado en la espaciosidad de este universo múltiple
que se expande al eco sin límite de sus potencias.
En silencio incontestable, de rubor primero, con mis pasos doy señal
al olvido
y todo se borra y es inútil el presagio, pero no el asombro.
Soy un habitante de la incertidumbre
cuyas lágrimas rocían la emoción de ser vivo, desprovisto de equipaje
y de amor fulminado por este instante descubierto que es toda mi existencia
y mi único futuro.
Dulce es la calma del no-saber.
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