Subido por daniel felipe gamba quiroga

2020erikadaza

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DE
LA
INDEMNIZACIÓN
DEL
LUCRO
CESANTE
FRENTE
A
DAÑOS
OCASIONADOS A MENORES DE EDAD EN EL RÉGIMEN DE RESPONSABILIDAD
EXTRACONTRACTUAL DEL ESTADO COLOMBIANO A PARTIR DE 1991
Érika Daza Buitrago1
Introducción
En el régimen de responsabilidad extracontractual y contractual del estado colombiano ha sido
relevante y objeto de debate lo correspondiente a la reparación del daño, el cual, de conformidad
con lo determinado por el Consejo de Estado actuando en su calidad de órgano de cierre y
máxima autoridad de la jurisdicción de lo contencioso administrativa, lo cataloga en dos
categorías, los daños materiales y los daños inmateriales; es preciso señalar que, la presente
investigación se enfoca en una de las modalidades del daño material, esto es, el denominado
lucro cesante, en relación a los criterios indemnizatorios que el Consejo de Estado ha
desarrollado en sus distintos pronunciamientos jurisprudenciales en relación a la responsabilidad
administrativa por perjuicios causados a menores de edad, a partir de la Constitución Política de
1991.
El consejo de Estado ha señalado que el daño se ha de entender como “la lesión definitiva a un
derecho o a un interés jurídicamente tutelado de una persona”, (Sección Tercera, 25 de febrero
de 2016), y a su vez, ha determinado que el daño solo puede ser objeto de reparación si posee la
característica de ser antijurídico, de modo que, el daño antijurídico será indemnizable solo en la
medida en que sea personal, cierto y directo. Ahora bien, en atención al requerimiento del
elemento de certeza del daño para la reparación del lucro cesante frente a menores de edad, es
donde este elemento adquiere relevancia, toda vez que, en algunos pronunciamientos del Consejo
de Estado, se evidencia la negación de la indemnización del daño material bajo la modalidad de
lucro cesante a menores de edad por no encontrarse elementos que constituyan certeza, en cuanto
a que, el menor de edad dejó de percibir ingresos como consecuencia de los perjuicios causados,
o que en su lugar, que posea una esperanza legítima y cierta de percibirlos en un futuro. Es por
esto que, como lo concibe el tratadista Juan Carlos Henao, uno de los problemas del daño
1
Abogada, egresada de la Universidad Santo Tomás Sede Villavicencio, candidata a Especialista en Derecho
Administrativo de la Universidad Santo Tomás Sede Bogotá, D.C. Correo electrónico: [email protected]
1
distinto a su existencia, es su certeza: “(…) probar la certeza del perjuicio, bien sea
demostrando que efectivamente se produjo, bien sea probando que, el perjuicio aparezca como
la prolongación cierta y directa de un estado de cosas actual”. (2007).
La presente investigación conlleva un aporte significativo, en atención a la necesidad de analizar
y valorar los distintos criterios que el Consejo de Estado en su actuación de órgano de cierre de
la Jurisdicción Contencioso Administrativa ha desarrollado a través de los pronunciamientos de
la Sección Tercera, bajo el medio de control de reparación directa, una vez expedida la
Constitución Política de Colombia de 1991. Así como también, los criterios que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha desarrollado frente a la indemnización de los daños
causados a menores de edad mediante sus pronunciamientos judiciales, y a partir de allí,
determinar las fórmulas reparadoras y de indemnización del lucro cesante como daño material en
la responsabilidad extracontractual del Estado Colombiano.
Planteamiento del problema y pregunta de investigación
En observancia a la multiplicidad de elementos fácticos y particulares existentes en cada uno de
los casos expuestos ante la Jurisdicción Contencioso Administrativa de Colombia, y los
principios y razonamientos con la aplicación del artículo 90 de la Constitución Colombiana de
1991, en lo concerniente a la reparación de los daños antijurídicos, es pertinente determinar si la
jurisprudencia del Consejo de Estado, ha establecido reglas y si aporta armonía en las decisiones
tomadas, en cuanto a la reparación del daño material bajo la modalidad de lucro cesante en los
casos de responsabilidad administrativa por perjuicios causados a menores de edad, de tal
manera que, a partir de dichos pronunciamientos se puedan establecer criterios o tendencias
importantes de los fallos judiciales. Teniendo en cuenta que, el objeto de estudio se encuentra
delimitado a la responsabilidad administrativa del estado colombiano en el régimen
extracontractual, se analizará lo concerniente a los perjuicios causados a menores de edad por
hechos derivados en muertes, ya sea, bajo la aplicación del régimen de responsabilidad subjetivo
u objetivo.
La presente investigación tiene la intención de determinar ¿Cuáles han sido los criterios y reglas
para la reparación del daño material bajo la modalidad de lucro cesante que ha definido el
Consejo de Estado colombiano frente a la declaración de responsabilidad administrativa
2
extracontractual por acciones u omisiones derivadas en perjuicios causados a menores de edad
que fallecen?
Una vez sean analizadas las decisiones judiciales del Consejo de Estado, se logrará determinar
los criterios desarrollados por el Consejo de Estado para no reconocer la indemnización del daño
material bajo la modalidad de lucro cesante consolidado y futuro, a favor de los padres del menor
de edad que fallece por causa de acciones u omisiones imputables al estado colombiano bajo el
régimen de responsabilidad extracontractual a partir del año de 1991.
Por otro lado, contrario a lo planteado en líneas anteriores, con la revisión de los fallos judiciales
del Consejo de Estado se podrá determinar si este máximo órgano ha otorgado el reconocimiento
de la indemnización de lucro cesante consolidado y futuro a favor de los padres del menor de
edad que fallece por acciones u omisiones imputables al estado colombiano, mediante la
aplicación de principios como la equidad y presunciones de experiencia.
El artículo 90 de la Constitución Política de Colombia de 19912 estableció dos presupuestos para
que exista responsabilidad patrimonial por parte del Estado: i) la existencia de un daño y ii) la
imputación de ese daño al Estado por acciones u omisiones de sus autoridades. Estos elementos
se consideran indispensables al momento de analizar la responsabilidad del Estado, dado que, a
partir del año de 1991 con la existencia de este precepto constitucional, se habla de la cláusula
general de responsabilidad patrimonial tanto contractual como extracontractual.
Respecto al presupuesto del daño, preciso observar de conformidad con la doctrina nacional e
internacional cómo se define este y si existe alguna diferencia o similitud con el término de
perjuicio en la jurisprudencia nacional.
Conforme a su connotación jurídica, el término de daño según Santiago Zeno (2014) es: “Todo
menoscabo material o moral que sufre una persona, ya en sus bienes naturales, ya en su
propiedad o en su patrimonio, causado en contravención a una norma jurídica, y por el cual ha
de responder otra”, es decir que, el daño es un menoscabo patrimonial o no de una persona
2
ARTÍCULO 90. El Estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean imputables, causados por la
acción o la omisión de las autoridades públicas.
En el evento de ser condenado el Estado a la reparación patrimonial de uno de tales daños, que haya sido consecuencia de la
conducta dolosa o gravemente culposa de un agente suyo, aquél deberá repetir contra éste.
3
como consecuencia, ya sea, del incumplimiento de un contrato o como causa de un delito o de un
hecho.
De conformidad con la definición establecida por Escobar Gil (1989) el daño es todo menoscabo,
pérdida o perjuicio que, a consecuencia de un acontecimiento determinado experimenta una
persona en sus bienes corporales, espirituales o patrimoniales, sin importar que la causa sea un
hecho humano o que la causa sea un hecho de la naturaleza.
Por otro lado, Sarmiento García (2009) señala al daño como: “todo hecho modificador de una
realidad preexistente que afecta a un sujeto de derecho en su persona, su patrimonio o sus
sentimientos, razón por la que clasifica el daño en dos categorías: daño material y daño moral.”
Teniendo en cuenta la existencia de los dos términos “daño y perjuicio”, y que coexisten dos
posiciones opuestas, que indican, por un lado, la equivalencia entre los dos términos, y por el
otro su diferenciación, es pertinente conocer algunas posiciones doctrinarias al respecto. Uno de
los autores que ha señalado como erróneo el diferenciar estos dos términos es Tamayo Jaramillo
(2010) quien ha determinado que no hay diferencia entre los dos términos manifestando que son
equivalentes.
Mientras que Juan Carlos Henao se encuentra en la posición de diferenciar daño de perjuicio, y
para ello ha señalado: “El daño es la causa de la reparación y la reparación es la finalidad
última de la responsabilidad civil” (1998). A su vez, es menester resaltar al autor Enrique Gil
Botero, quien también señala una distinción entre los conceptos daño evento y daño
consecuencia - refiriéndose al daño y al perjuicio respectivamente -y determina que el perjuicio
es la consecuencia económica del daño (2006).
En este orden de ideas, es importante tener claro que el asunto objeto de indemnización no es el
daño en sí mismo, sino los perjuicios derivados de este, una vez se comprueba su existencia. Dos
personas pueden sufrir el mismo daño (perder un pie), pero los perjuicios derivados de ese
evento pueden representar mayores perjuicios para aquella persona que en su profesión se dedica
a ser futbolista, en comparación a aquella persona que es escritora. Lo anterior sin olvidar que
solo es objeto de indemnización los perjuicios probados que son derivados del daño antijurídico
existente, cierto y personal. El daño es el evento en sí mismo (la lesión material sufrida), y el
perjuicio las consecuencias de la lesión.
4
Otros ordenamientos jurídicos como el francés y el italiano también realizan la diferenciación
entre el daño y el perjuicio. El derecho francés ha definido que el daño es la lesión sufrida, es un
hecho, a secas, mientras que el perjuicio es la consecuencia de esa lesión. En Colombia el
Consejo de Estado a través de sus pronunciamientos ha señalado que: “(…) se repara o
compensa no el daño en sí mismo, sino las consecuencias que de él se desprenden (…)” (Sección
tercera, sentencia del 28 de marzo de 2012), de manera que, el derecho colombiano ha seguido
esta distinción entre daño y perjuicio al igual que el régimen jurídico francés.
Ahora bien, ante el evento de muerte de un menor de edad, se entiende que los sujetos que
reclaman no lo pueden hacer en calidad de víctimas, ya que, no sufren la lesión de manera
directa, sino que son perjudicados, que se encuentran legitimados en la causa por activa para
demandar, como sus padres, hermanos y demás personas a su alrededor, por vínculo de
parentesco, de sentimiento o de amistad con la víctima.
Los perjudicados deben demostrar la vulneración a un derecho legítimamente protegido, puesto
que, la situación lesionada debe estar protegida por el derecho, como lo ha señalado Guerra
Moreno: “(…) será reparable aquella afectación a un interés que provenga de una fuente lícita
(…)” (2014). No es la lesión del derecho o del interés lo que por sí solo supone la obligación de
indemnización, sino, además hay que tener en cuenta las consecuencias de la lesión a ese
derecho o interés de daño resarcible. El daño debe ser probado por quien lo sufre, so pena de
que, no proceda la indemnización. El Artículo 167 del Código General del Proceso3 determina
que las partes están en la obligación de probar ante la autoridad judicial los hechos relacionados
a las normas cuyos efectos jurídicos persiguen y demandan. Esta obligación determinada por
mandato legal ha sido reiterada por la jurisprudencia.
Una vez demostrada la existencia del daño, y los elementos de la cláusula general de
responsabilidad patrimonial del Estado para que se demuestre la configuración de un daño
antijurídico, se debe proceder a la reparación del daño, con el objeto de dejar indemne a la
víctima y/o a los perjudicados. La indemnización busca dejar a los sujetos en la situación
inmediatamente anterior a sufrir el daño, esto es, como si éste no hubiera ocurrido, y de no ser
posible, en la situación más cercana que tenían antes de producirse el daño. No obstante, la
3
Artículo 167. Carga de la prueba. Incumbe a las partes probar el supuesto de hecho de las normas que consagran el
efecto jurídico que ellas persiguen. (…)”
5
reparación también tiene un límite4, puesto que, no es posible la indemnización de daños
inexistentes o eventuales.
La Sección Tercera del Consejo de Estado en sentencia de fecha quince (15) de junio de 2000,
del expediente radicado Nº. 11614, reiteró5 los pronunciamientos judiciales fallado
anteriormente, en torno al elemento de certeza que el daño antijurídico debe revestir, y a su vez,
señala que frente al daño no pueden coexistir dos características que considera contrarias certeza y eventualidad -, en el siguiente sentido:
“Ha sido criterio reiterado de la Corporación, que el daño, para su reparación,
además de antijurídico debe ser cierto, sin que haya lugar a reparar aquellos
que constituyan una mera hipótesis o sean eventuales, y en todo caso, los que
no pudieren llegarse a comprobar fehacientemente en el proceso respectivo.
En este sentido, la doctrina nacional igualmente ha esbozado su criterio según el
cual, el perjuicio eventual no otorga derecho a indemnización, y que
eventualidad y certeza se convierten en términos opuestos desde un punto de
vista lógico, pues el perjuicio es calificado de eventual –sin dar derecho a
indemnización-, o de cierto –con lo cual surge entonces la posibilidad de
derecho a indemnización-, pero jamás puede recibir las dos calificaciones”.
(Énfasis añadido).
“El resarcimiento del perjuicio debe guardar correspondencia directa con la magnitud del daño causado, más no
puede superar ese límite”. Corte Constitucional. Sentencia C-197 de 1993. 20 de mayo de 1993. M.P: Antonio
Barrera Carbonell.
4
5
Ver sentencias de 17 de febrero de 1994, expediente 6783 y de 09 de mayo de 1995, expediente 8581, M.P.: Dr.
Julio César Uribe Acosta.
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Objetivos
Objetivo general
Determinar los criterios y reglas desarrollados por el Consejo de Estado para la reparación del
daño material bajo la modalidad de lucro cesante futuro, a favor de los padres del menor de edad
que fallece por causas de acciones u omisiones imputables al estado colombiano bajo el régimen
de responsabilidad extracontractual a partir del año de 1991.
Objetivos específicos
•
Identificar los criterios desarrollados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos
frente a la reparación por concepto de pérdida de ingresos frente a acciones u omisiones
desplegadas en contra de menores de edad, e identificar las similitudes y diferencias
frente a las decisiones judiciales del Consejo de Estado.
•
Determinar si existen presunciones de carácter jurisprudencial desarrolladas por el
Consejo de Estado, en relación con la indemnización del perjuicio material de lucro
cesante ante la muerte de menores de edad, por la declaración de responsabilidad
administrativa del estado colombiano.
Metodología
Para la presente investigación la metodología aplicada es de carácter cualitativo en atención a
que el problema planteado se estudia desde los pronunciamientos desarrollados por la
jurisprudencia del Consejo de Estado y por la doctrina nacional e internacional. Se emplea un
tipo de estudio teórico, descriptivo y analítico a partir de la jurisprudencia sobre reparación del
lucro cesante por perjuicios ocasionados a menores de edad. Se realiza un análisis de la
jurisprudencia emitida por la Sección Tercera y por la Sala Plena del Consejo de Estado, con el
propósito de determinar las reglas y criterios que ha empleado este máximo órgano judicial en
torno a la indemnización del daño material bajo la modalidad del lucro cesante frente a la
responsabilidad administrativa del estado colombiano, como consecuencia de las acciones u
omisiones ejecutadas en el régimen de responsabilidad extracontractual, en acciones de
reparación directa donde los elementos fácticos giran en torno a la muerte causada a menores de
edad. Habrá de señalarse también que, se realiza un análisis comparativo acerca de las
7
principales similitudes y diferencias entre la jurisprudencia del Consejo de Estado y los
pronunciamientos judiciales de la Corte Interamericana de Derechos Humanos frente a la
reparación por concepto de pérdida de ingresos a favor de menores de edad.
PARTE I. DEL DAÑO MATERIAL BAJO LA MODALIDAD DE LUCRO CESANTE EN
LA JURISPRUDENCIA DEL CONSEJO DE ESTADO Y LA DOCTRINA
Capítulo I. Del concepto de daño y sus elementos de conformidad con la jurisprudencia del
Consejo de Estado y la doctrina
Es preciso señalar que la presente investigación tiene como foco al daño, puesto que, solamente a
partir de la identificación de este, es que se abre la puerta al escenario de la responsabilidad
patrimonial, a través de la que se materializan los denominados perjuicios materiales del lucro
cesante y del daño emergente. A partir de allí, surge la obligación de reparar, no obstante, el
daño ha de identificarse en contra de un bien, interés o derecho jurídicamente protegido, que se
encuentra reconocido por el ordenamiento jurídico como resarcible. El daño no puede presumirse
ni reemplazarse, debe ser posible su verificación y su cuantificación, pues de lo contrario, no
habrá lugar a responsabilidad ni a resarcimiento, así como lo expresa Juan Carlos Henao citando
a Hinestroza: “el daño es la razón de ser de la responsabilidad” (2007. P. 36).
De conformidad con el Consejo de Estado el daño “ha de entenderse como la lesión definitiva a
un derecho o a un interés jurídicamente tutelado de una persona. Sin embargo, el daño objeto de
la reparación sólo es aquel que reviste la característica de ser antijurídico. En este sentido, el
daño sólo adquirirá el carácter de antijurídico y en consecuencia será indemnizable, si cumple
una serie de requisitos como lo son, el de ser personal, cierto y directo (…)” (Sección Tercera,
25 de febrero de 2016).
Ahora bien, en este mismo pronunciamiento de la Sección Tercera, determina los elementos
constitutivos del daño, correspondientes a: i) la certeza del daño; ii) el carácter personal, y iii)
directo. En cuanto al elemento de certeza del daño se resalta lo establecido por el órgano judicial
así:
“El carácter cierto, como elemento constitutivo del daño se ha planteado por la
doctrina tanto colombiana como francesa, como aquel perjuicio actual o futuro,
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a diferencia del eventual. En efecto, el Consejo de Estado, ha manifestado que
para que el daño pueda ser reparado debe ser cierto, esto es, no un daño genérico
o hipotético sino específico, cierto: el que sufre una persona determinada en su
patrimonio (…)
La existencia es entonces la característica que distingue al daño cierto, pero, si la
existencia del daño es la singularidad de su certeza no se debe sin embargo
confundir las diferencias entre la existencia del perjuicio y la determinación en su
indemnización. De igual forma, para que el daño se considere existente es
indiferente que sea pasado o futuro, pues el problema será siempre el mismo:
probar la certeza del perjuicio, bien sea demostrando que efectivamente se
produjo, bien sea probando que, el perjuicio aparezca como la prolongación
cierta y directa de un estado de cosas actual.” (Énfasis añadido).
De igual modo, el Consejo de Estado en sentencia del siete (07) de mayo de 1998 de expediente
Nº. 10397, reiteró la necesidad de que los tres elementos del daño indicados anteriormente sean
evidenciados en el perjuicio ocasionado a la víctima, y a su vez, resaltó la posición de la
jurisprudencia y de la doctrina, respecto del elemento de certeza del cual el daño debe revestirse,
con el fin de que este sea objeto de indemnización, en el siguiente sentido:
“Ahora bien, para que el daño sea resarcible o indemnizable la doctrina y la
jurisprudencia han establecido que debe reunir las características de cierto,
concreto o determinado y personal. En efecto, en la materia que se estudia la
doctrina es uniforme al demandar la certeza del perjuicio. (…) En el mismo
sentido el profesor Jorge Peirano Facio: De acuerdo a la enseñanza constante de
la doctrina el primer carácter que debe presentar el perjuicio para configurarse
como relevante a los efectos de responsabilidad extracontractual es el de ser
cierto. En un segundo sentido se habla de perjuicio incierto aludiendo a los daños
cuya existencia no está del todo establecida, pudiéndose plantear dudas acerca de
su realidad (…) En el sentido que ahora le atribuimos consideramos, pues,
perjuicio aquél que es real y efectivo, y no meramente hipotético o eventual. El
criterio esencial para determinar en qué casos un perjuicio es cierto, resulta de
apreciar que de no mediar su producción la condición de la víctima del evento
9
dañoso sería mejor de lo que es a consecuencia del mismo. Próximo al daño
futuro, pero discernible de él en la mayoría de los casos, se encuentra el daño
eventual. La diferencia fundamental entre estos dos tipos de daño se caracteriza
suficientemente cuando se recuerda que el daño futuro no es sino una variedad
del daño cierto, en tanto que el concepto de daño eventual se opone, precisamente
y en forma radical, al concepto de certeza: daño eventual equivale al daño que no
es cierto, o sea, el daño fundado en suposiciones o conjeturas”.
De conformidad con lo anterior, es pertinente resaltar algunos autores dentro de la doctrina
internacional, quienes han desarrollado una postura similar a la del Consejo de Estado respecto
del requerimiento del elemento de certeza del daño para su resarcimiento. Es así como, el
tratadista Adriano de Cupis (1996) señala al respecto que:
'El daño futuro es un daño jurídicamente relevante en cuanto revista los caracteres
de certidumbre, por lo que puede parificarse al daño presente en tanto pueda
aparecer como un daño cierto, ya que la simpleposibilidad o eventualidad no
bastan a la hora de exigir su responsabilidad. Con la expresión cierto se significa
tanto el interés a que afecta como que lo produce, y que por afectarlo motiva el
nacimiento de la responsabilidad'.
De igual modo el autor Mazeaud (2005) respecto del asunto en comento afirma:
“Al exigir que el perjuicio sea cierto, se entiende que no debe ser por ello
simplemente hipotético, eventual. Es preciso que el juez tenga la certeza de que el
demandante se habría encontrado en una situación mejor si el demandado no
hubiera realizado el acto que se le reprocha. Pero importa poco que el perjuicio
de que se queje la víctima se haya realizado ya o que deba tan sólo producirse en
lo futuro. Ciertamente, cuando el perjuicio es actual, la cuestión no se plantea: su
existencia no ofrece duda alguna. Pero un perjuicio futuro puede presentar muy
bien los mismos caracteres de certidumbre. Con frecuencia, las consecuencias de
un acto o de una situación son ineluctables; de ellas resultará necesariamente en
el porvenir un perjuicio cierto. Por eso, no hay que distinguir entre el perjuicio
10
actual y el perjuicio futuro; sino entre el perjuicio cierto y el perjuicio eventual,
hipotético (...)”
De lo anterior, y conforme a pronunciamientos reiterados del Consejo de Estado6 y la posición de
algunos autores de la doctrina, es claro que, para que el daño sea objeto de resarcimiento debe
existir certeza acerca de su ocurrencia, de modo que, sea un daño consumado, situación que debe
ser plenamente probada por la parte que solicita su indemnización, al igual que, el bien
jurídicamente tutelado. Aunado a lo anterior, y conforme a la cláusula general de
responsabilidad, el daño debe ser antijurídico para que sea indemnizable, dado que, no todas las
lesiones a derechos o al patrimonio de las personas dan lugar a resarcimiento. El daño
antijurídico es aquel que la persona que lo sufre no está llamada a soportarlo, porque no existe un
fundamento jurídico que así lo disponga previamente. Así, una vez determinado el daño
antijurídico es necesario realizar un juicio de imputación, a fin de verificar si este daño es
atribuible a las entidades en legitimación por pasiva por acciones u omisiones desplegadas, o, por
lo contrario, si existe alguna causal exonerativa responsabilidad. Frente al daño antijurídico es
menester resaltar la siguiente definición dada por la Sección Tercera en sentencia de fecha cuatro
(4) de diciembre de 2006 en expediente Nº. 13168, así:
“(…) Entre las consideraciones acerca de la naturaleza del daño antijurídico se
ha sostenido que, en cada caso, ha de corresponder al juez determinar si el daño
va más allá de lo que, normalmente y sin compensación alguna, debe soportar
una persona por el hecho de vivir en una comunidad jurídicamente organizada y
comportarse como un sujeto solidario. En ese orden de ideas, no pocas veces se
ha concluido que constituye daño antijurídico aquel que se experimenta en el
ámbito puramente material, por vía de ejemplo, cuando se devalúa un bien
inmueble por la proximidad de un puente vehicular que ha sido construido y
puesto en funcionamiento para el bienestar de toda la colectividad.”
6
Ver sentencias de la Sección Tercera: i) Sentencia del 2 de junio de 1994 de expediente 1998; ii) Sentencia de19 de
octubre de 1990 de expediente 4333.
11
Capítulo II. Del lucro cesante de conformidad con el Consejo de Estado y la doctrina
El lucro cesante es una modalidad junto con el daño material dentro de la categoría denominada
perjuicios materiales. Este perjuicio consiste en la ganancia o el ingreso que deja de percibirse
derivado de una afectación al patrimonio de una persona, es decir, que su naturaleza obedece al
ámbito económico, pecuniario, de manera que, es necesaria determinar su cuantificación para
que pueda ser indemnizable. El Consejo de Estado lo ha definido así: “Entiéndase por lucro
cesante, la ganancia o provecho que dejó de reportarse a consecuencia de la concreción del
daño antijurídico (…)” (Sección Tercera, sentencia del 2 de mayo de 2018. Rad. 40887).
La concepción de lucro cesante bajo su naturaleza económica evidencia que la persona que sufre
el menoscabo tiene una actividad económica o productiva, la cual se ve afectada con el evento
dañoso, y que trae como resultado la imposibilidad de seguir recibiendo la ganancia o utilidad
esperada. A su vez, está catalogado en dos subcategorías, el lucro cesante consolidado y el lucro
cesante futuro, el autor Sergio Cavalieri (2005, P. 97) respecto al lucro cesante futuro afirma que
es “el reflejo futuro de un acto ilícito sobre el patrimonio de la víctima, que justamente por ser
un daño futuro exige mayor cuidado en caracterización o cuantificación.”
Al respecto Velásquez Posada afirma que: “Hay lucro cesante cuando un bien económico que
debía ingresar según el curso normal de los acontecimientos no ingresó ni ingresará al
patrimonio de la víctima, razón por la que considera que es inexacto identificar el lucro cesante
con los perjuicios futuros”. (2009).
A partir de esta primera definición de lucro cesante futro de Cavalieri, es pertinente resaltar lo
correspondiente a la cuantificación de este perjuicio, teniendo en cuenta que, la problemática ya
señalada, en relación con el elemento de certeza del daño. Es por ello que, el Consejo de Estado
advierte del aspecto jurídico y probatorio en torno a la indemnización del lucro cesante futuro,
señalando que este perjuicio no se puede fundamentar bajo conceptos hipotéticos y en
posibilidades inciertas o especulativas, así, resalta la necesidad que exista una probabilidad
objetiva para poder cuantificar este rubro.
“(…) Ahora bien, sobre el lucro cesante futuro, debe aclararse que él no puede
construirse sobre conceptos hipotéticos, pretensiones fantasiosas o especulativas
que se fundan en posibilidades inciertas de ganancias ficticias sino que, por el
12
contrario, debe existir una cierta probabilidad objetiva que resulte del decurso
normal de las cosas y de las circunstancias especiales del caso en concreto de
manera que el mecanismo para cuantificar el lucro cesante consiste en un
cálculo sobre lo que hubiera ocurrido de no existir el evento daños7.”(Énfasis
añadido). (Sección tercera Sentencia del 2 de mayo de 2018. Rad. 40887).
En este orden de ideas, es menester señalar entonces, que el lucro cesante es el perjuicio material
consiste en el detrimento, disminución o menoscabo en contra del patrimonio, entiéndase dinero
o bienes, respecto de una ganancia, ingreso o utilidad que se espera, situación que se origina a
partir de un daño antijurídico que se causa contra una persona. De tal manera que, el sujeto que
se ve lesionado en su esperanza legítima de recibir la ganancia o utilidad, debe demostrar
conforme a los elementos y medios probatorios existentes en el ordenamiento jurídico
colombiano, la existencia del daño cierto, personal y directo, para llevar al juzgador al
razonamiento mediante el que se concluya que, de no haber existido el evento dañoso el ingreso
esperado no hubiera deja de percibirse.
No obstante, en atención al elemento de certeza que requiere el daño antijurídico, el ejercicio de
demostrar este frente al perjuicio material de lucro cesante, es de gran complejidad tratándose de
perjuicios que aún no se encuentran consolidados para la época de los hechos que originan el
daño, puesto que, al existir un grado de incertidumbre elevado, el juzgador tiene que aplicar
criterios objetivos y restrictivos, y a su vez, valorar las circunstancias de la víctima o del
perjudicado, con el fin de determinar si accede a su reconocimiento, con fundamento en la
certeza de la existencia del perjuicio. Caso contrario, de no despejar la incertidumbre de la
existencia del daño, el juzgador decidirá no reconocer la indemnización por concepto de lucro
cesante, teniendo en cuenta que, no puede basarse en posibilidades inciertas o escenarios
meramente hipotéticos. En ese orden de ideas, los elementos probatorios allegados por la víctima
o por los perjudicados, deben conducir al menos a una consideración fundada y razonable, en
caso de que no se logre llegar a una certeza absoluta.
7
Esto ha sido definido también en sentencia del 18 de mayo de 2017. 76001-23-31-000-2002-01845-01(37504).
C.P: Jaime Orlando Santofimio Gamboa.
13
Capítulo III. Jurisprudencia del Consejo de Estado frente a la indemnización del lucro
cesante a favor de padres de menor de edad que fallece
Es pertinente resaltar que en sentencia de fecha 11 de septiembre de 1997, resolviendo el recurso
de apelación en contra de la sentencia del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, dentro del
expediente de radicado Nº. 11764, donde se acumularon 6 procesos instaurados contra La Nación
– Ministerio de Obras Públicas y el Instituto Nacional del Transporte, la Sección Tercera del
Consejo de Estado respecto a la indemnización del perjuicio material bajo la modalidad de lucro
cesante decidió no reconocerlo, en atención a que la edad de los menores fallecidos oscilaba
entre los 14 y los 15 años, y se encontraban estudiando el bachiller. Además, señala la Sala que
no hay lugar a condena por gastos de crianza ni por pérdida de una oportunidad, señalando que
este criterio sigue las pautas de la jurisprudencia de la sección.
En otro pronunciamiento, el Consejo de Estado en conocimiento del recurso de apelación en
contra del fallo proferido por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, resuelve entre otras
cosas, lo concerniente al rechazo de la solicitud de reconocimiento de los perjuicios por pérdida
de probabilidad. El Tribunal señaló en el fallo de fecha veinte (20) de junio de 1996, que los
ingresos de la víctima son un hecho futuro e incierto. La Sala que avoca conocimiento señala que
la jurisprudencia nacional ha sido reiterativa frente al elemento de certeza del daño, y determina
que la indemnización no puede basarse en meras posibilidades o en una simple especulación,
para lo cual afirma:
“Ha sido criterio de la Corporación, que el daño para su reparación, además de
antijurídico debe ser cierto, sin que haya lugar a reparar aquellos que
constituyan una mera hipótesis o sean eventuales, y en todo caso los que no
pudieren llegarse a comprobar fehacientemente en el proceso respectivo.
En este sentido, la doctrina nacional igualmente ha esbozado su criterio según el
cual, el perjuicio eventual no otorga derecho a indemnización, y que eventualidad
y certeza se convierten en términos opuestos desde un punto de vista lógico, pues
el perjuicio es calificado de eventual - sin dar derecho a indemnización -, o de
cierto – con lo cual surge entonces la posibilidad de derecho a indemnización -,
pero jamás puede recibir las dos calificaciones”. (Sección Tercera, Sentencia del
14
10 de agosto de 2001. Exp: 1993-9314-01. C.P: Alier Eduardo Hernández
Enríquez).
La Sala indica que el daño, aunque sea futuro no debe haber duda acerca de la certeza de su
ocurrencia, y para ello, el daño no puede depender de la realización de otros acontecimientos. De
igual modo, reitera que frente a los casos donde la víctima es un menor, el Consejo de Estado ha
negado en sus pronunciamientos el reconocimiento de la indemnización por concepto de lucro
cesante, porque los ingresos hipotéticos del menor son de carácter eventual, y el daño futuro
posee un grado alto de incertidumbre, que se evidencia en dos situaciones: i) que el menor
llegara a obtener algún ingreso; ii) que de obtener ingresos, el menor los destinara al
sostenimiento de sus padres y hermanos, en lugar de usarlos para su sostenimiento propio o en el
del hogar nuevo que forme.
No obstante, para el caso en concreto la Sala revisa las dos eventualidades, y concluye que,
ninguna de ellas se evidencia frente al menor, dado que, no hay elemento probatorio que permita
razonar las posibilidades laborales futuras de la víctima, ni tampoco se evidencia que los
eventuales ingresos que obtuviese se hubieran destinado como ayuda económica a sus padres.
Finalmente, la Sala decide no reconocer el perjuicio material bajo la modalidad de lucro cesante.
La Subsección C de la Sección Tercera del Consejo de Estado en sentencia de fecha 18 de marzo
de 2010, resuelve el recurso de apelación en contra del fallo proferido por el Tribunal
Administrativo de Nariño, en lo correspondiente al hecho de la víctima y el reconocimiento del
lucro cesante a favor de los padres del menor Diego Fernando Benavides Nati. Respecto de
primer asunto, la Sala determina que no existe prueba acerca de la causal de exoneración de
hecho de la víctima, puesto que, no se demostró que, ni el menor haya contribuido al
acaecimiento del daño, ni que sus padres tuvieran que ver con la ocurrencia del hecho dañoso.
Ahora bien, en lo que respecta al resarcimiento del perjuicio por concepto de lucro cesante,
señala la Sala que para el presente caso se trata de una indemnización de un daño incierto,
posición que ha sido reiterada por la jurisprudencia de la corporación8 frente a los menores de 15
8
La Sala reitera el pronunciamiento respecto del criterio de denegar el perjuicio material bajo la modalidad de lucro
cesante señalado en la sentencia de fecha 10 de agosto de 2001 dentro del Exp: 1993-9314-01. C.P: Alier Eduardo
Hernández Enríquez.
15
años de edad, consistente en denegar el perjuicio solicitado por los padres del menor, en atención
a la falta de certeza del daño. Para el caso presente, donde la víctima Diego Fernando para la
época de los hechos tenía 12 años, y aunque los padres en su calidad de demandante señalaron en
el libelo, que el menor trabajaba en la empresa de quesos familiar, la Sala concluyó que no fue
posible encontrar elemento probatorio que permitiera evidenciar si se trataba de un trabajador del
negocio o de un simple colaborar de la empresa familiar.
A su vez, señaló que dentro del acervo probatorio no reposa ninguna autorización de trabajo a
favor de la víctima. Así, la Subsección determinó que si bien se encuentra prohibida la actividad
laboral para los menores conforme al Código de Infancia y Adolescencia, existen excepciones,
mediante las que los menores bajo permiso legal pueden laborar por necesidad de ayuda
económica de sus padres. No obstante, para el caso en concreto no se encontró elemento
probatorio respecto de: i) ejercicio de actividades laborales del menor Diego Fernando, ii)
actividades laborales bajo autorización legal; y iii) destinación de los ingresos por la actividad
laboral a favor de sus padres como ayuda económica. En lo que respecta a las actividades
laborales que podrían desempeñar los menores de edad conforme al ordenamiento jurídico, y la
posibilidad de reconocer el lucro cesante, en caso de que se demuestre la ayuda económica a
favor de los padres, la corporación señaló:
“Si bien es necesario reiterar la idea de que frente a los menores de edad no
puede predicarse la indemnización del perjuicio material en la modalidad de
lucro cesante derivado del ejercicio de una actividad económica, en cuanto existe
una clara prohibición laboral para éstos, en el artículo 35 de la ley 1098 de 2006
(Código de la Infancia y la Adolescencia), debe precisarse que es posible hacerlo
en ciertos eventos. Como cuando se trate de menores que de conformidad con su
peculio profesional o adventicio, ayuden económicamente a sus padres, y esto
haya quedado demostrado en el proceso; caso en el cual no sólo se requiere
acreditar la existencia del peculio en los términos de los artículos 291 y
siguientes del Código Civil, sino que será necesario demostrar la ayuda
económica del hijo hacia los padres.
En este evento, es posible entonces, que el juez decrete el correspondiente
perjuicio patrimonial y, en consecuencia, se pueda establecer a favor de los
16
padres o ascendientes demandantes (v.gr. padre de crianza o abuelos), la
correspondiente indemnización a título de lucro cesante, en los términos del
artículo 1614 del Código Civil.
En el presente caso, no se acreditó que la víctima, menor de edad desempeñará
algún tipo de actividad laboral, que tuviera el permiso legal respectivo y que los
ingresos de tal labor los destinará al mantenimiento de los miembros de su
familia.”
En sentencia del 5 de julio de 2012 dentro del expediente de radicado N°. 1997-01942-01, la
Sección Tercera confirma la responsabilidad administrativa del Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar - ICBF por la muerte del menor Johan Esteban Arboleda Giraldo, señalando
que la jurisprudencia ha sido reiterativa respecto de la imputación de los daños que ocurren al
interior de los hogares comunitarios, incluyendo los que son resultado de las acciones u
omisiones de las madres comunitarias, teniendo en cuenta que, el ICBF es un establecimiento
público, cuya dirección, control y vigilancia del servicio público que prestan los centros de
atención a la niñez, siempre está en cabeza de la entidad, y por lo tanto no hay lugar a declarar la
falta de legitimación por pasiva.
Ahora bien, en la sentencia en cuestión, respecto al reconocimiento del perjuicio material bajo la
modalidad de lucro cesante, determinó la Sala que no es posible otorgar la indemnización por
este perjuicio y confirma sobre el particular el fallo proferido del Tribunal Administrativo de
Antioquia. Los argumentos indicados por la Sección Tercera se dirigen a reiterar la posición
jurídica que ha tenido el órgano máximo de la Jurisdicción Contencioso Administrativa en los
casos donde la víctima que fallece es un menor de edad, para lo cual afirma:
“Señala la sección que la jurisprudencia ha sido pacífica en sostener que
tratándose de la muerte de un menor de edad no hay lugar a reconocer el lucro
cesante por unos hipotéticos ingresos del menor, dado que estos son eventuales,
a menos que se acredite con grado de certeza la obtención futura de estos
ingresos y también que en estos casos están sometidos a la doble eventualidad
de que el menor hubiera podido llegar a percibir ingresos y que los destinara a
ayudar a sus padres.
17
A su vez, señala que, lo relevante a la hora de reconocer la indemnización de un
daño bajo el concepto de lucro cesante futuro, es justamente la certeza sobre su
existencia o su posterior materialización, es decir que ello no puede quedar en
el campo de las probabilidades o depender de la realización de otros
acontecimientos contingentes y extraños, ya que no en vano se afirma por la
doctrina que sólo del daño que es cierto, no importa si es actual o futuro, se
pueden derivar consecuencias jurídicas y por ende ordenar su indemnización.
A juicio de la Sala, estas son razones suficientes para negar la solicitud de
reconocimiento de los perjuicios materiales en su modalidad de lucro
cesante, por lo que procede entonces en este punto a confirmar la sentencia de
primera instancia.” (Énfasis añadido).
Este pronunciamiento del Consejo de Estado permite evidenciar las posiciones jurídicas que ha
desarrollado el órgano a través de sus pronunciamientos hasta el año 2012, frente el
reconocimiento de la indemnización del perjuicio material bajo la modalidad de lucro cesante
frente a menores de edad que fallecen por eventos dañosos causados por acciones u omisiones de
los agentes del Estado, consistentes en: i) la necesidad de que el daño posea el elemento de
certeza, que despeje toda duda del juzgador acerca la materialización de este; ii) las meras
expectativas, hipótesis o probabilidades no son criterios objetivos que den lugar al
reconocimiento del lucro cesante; iii) demostrar que el menor en algún momento iba a obtener
ingresos; y iv) que de obtener ingresos el menor los destinaría para sostenimiento económico de
sus padres.
Lo señalado anteriormente, se fundamenta también en los siguientes pronunciamientos de la
Sección Tercera, mediante los que se evidencia el no reconocimiento del perjuicio material bajo
la modalidad de lucro cesante a los padres del menor de edad que fallece, bajo el régimen de
responsabilidad extracontractual del Estado.
La Subsección C de la Sala Tercera dentro del fallo en segunda instancia de fecha 26 de marzo
de 2014, del expediente de radicado Nº. 29614, reitera el criterio de denegar el perjuicio material
bajo la modalidad de lucro cesante señalado en la sentencia de fecha 10 de agosto de 2001 de
ponencia del consejero Alier Eduardo Hernández Enríquez. La Sala avoca conocimiento para
18
resolver recurso de apelación en contra del fallo del Tribunal Administrativo de Antioquia, que
denegó las pretensiones de la demanda al encontrar probada la causal eximente de culpa
exclusiva de la víctima. La subsección determina que desde la perspectiva fáctica, para la
concreción del evento dañoso que derivó en la muerte del menor, “(…) confluyeron en la
producción del daño tanto la entidad territorial, como el comportamiento imprudente del
adolescente, circunstancias que reflejan la necesidad de graduar la responsabilidad para
atribuirla de manera concurrente al municipio de Puerto Berrio y a Wilmar Andrés Arteaga
(…), razón las que, decide revocar la sentencia objeto de apelación y reducir a un cuarenta por
ciento (40%) la responsabilidad patrimonial del municipio.
Y en lo que respecta a la indemnización por concepto de lucro cesante, señaló la Sala que
conforme al criterio que ha desarrollado la corporación, se niega el resarcimiento del perjuicio
material por ser un daño incierto. Además, reiteró el pronunciamiento de la Sección Tercera en
sentencia de fecha 18 de marzo de 2010, en lo que respecta a la posibilidad de que menores de
edad desempeñen actividades laborales bajo la normatividad legal, situación que conlleve al
reconocimiento del lucro cesante, solo si se demuestra la ayuda económica a favor de los padres.
No obstante, para el caso en particular, la Subsección no encontró elemento probatorio para
otorgar la indemnización del lucro cesante, en atención a que no se demostró que el menor
Wilmar Andrés ejerciera actividad con autorización legal, y tampoco que ayudara al sustento del
hogar, en el siguiente sentido:
“En el presente caso, está demostrado que Wilmar Andrés Arteaga Gil no sólo
era menor de edad, sino que además era menor de 15 años, con lo que de suyo se
impone la prohibición el artículo 35 ibídem, que imposibilita el reconocimiento
de de un lucro cesante por el ejercicio de una actividad laboral, dado que sólo a
partir de esa edad es posible, previa autorización legal, el ejercicio de la misma.
De otra parte, no se acreditó que el menor tuviera un peculio adventicio
ordinario o extraordinario y que los ingresos del mismo los destinara al
mantenimiento de los miembros de su familia. En este orden de ideas, habrá lugar
a denegar el reconocimiento del lucro cesante solicitado.”
En Sentencia del 28 de agosto de 2014 dentro del expediente de radicado Nº. 26251, la Sección
Tercera realiza una unificación respecto de: i) Daño inmaterial por perjuicios morales; ii) Daño
19
inmaterial por afectación a bienes o derechos convencional y constitucionalmente amparados; y
iii) Medidas de reparación no pecuniarias. No obstante, a pesar de que el perjuicio material bajo
la modalidad de lucro cesante no es objeto de unificación en el presente pronunciamiento, sí
resulta pertinente traer a colación lo resuelto por la sala en torno a la solicitud realizada por la
madre del menor Iván Ramiro Londoño Gutiérrez que murió ahogado en el río Otún, luego de
que evadiera el “Centro de Reeducación de Menores Marceliano Ossa” en el municipio de
Pereira, el día 23 de abril de 2000.
La Sala decide negar el lucro cesante a la madre del menor, porque no se demostró que
este desempañara actividad laboral, por la que percibiera ingresos, ni que tuviera
vocación de estudio, ya que, para la época de los hechos la víctima no estaba
estudiando, al respecto la Sala afirmó:
“Ahora bien, aun en el hipotético evento en que la Sala encontrará probado, por
ejemplo, con el testimonio del señor Emerson Sánchez Gutiérrez, que el joven
Londoño Gutiérrez estuvo laborando con él en una panadería, no reposa en el
expediente medio probatorio que acredite que tal labor se estaba desempeñando
con el lleno de los requisitos legales, por lo tanto, mal haría esta Corporación en
reconocer a la señora Gutiérrez Alarcón rubro alguno por concepto de perjuicios
materiales en la modalidad de lucro cesante, debido a que se estaría amparando
el trabajo infantil.
Es por esto, que sobre el lucro cesante debe aclararse que este no puede
construirse sobre conceptos hipotéticos, pretensiones fantasiosas o especulativas
que se fundan en posibilidades inciertas de ganancias ficticias sino que, por el
contrario, debe existir una cierta probabilidad objetiva que resulte del decurso
normal de las cosas y de las circunstancias especiales del caso, de manera que
el mecanismo para cuantificar el lucro cesante consiste en un cálculo sobre lo
que hubiera ocurrido de no existir el evento dañoso, exigencias que
evidentemente no se cumplen en el sub judice.”
Bajo los mismos criterios señalados en líneas anteriores, la Subsección A de la Sección Tercera
del Consejo de Estado en sentencia del 22 de marzo de 2017, resolvió negar el concepto de lucro
20
cesante por la muerte de dos menores, que para la época de los hechos tenían 3 y 5 años de edad.
La Sala concluyó que el reconocimiento de la indemnización del lucro cesante frente a menores
de edad “(…) está supeditado a que haya prueba de que ese infante iba a percibir con grado de
certeza unos ingresos a partir de su mayoría de edad, de lo contrario, se trata de una situación
hipotética y eventual no susceptible de ser indemnizada.”. Y para el caso en concreto no fue
posible evidenciar bajo elementos probatorios que los menores irían a percibir ingresos a partir
de su mayoría de edad, y que, a su vez, ayudarían a sus padres. A su vez, la corporación reiteró el
pronunciamiento del 5 de julio de 2012 del expediente de radicado Nº. 23643, en ponencia de la
Consejera Olga Mélida de La Hoz.
Ahora bien, habrá de señalarse también que, existen otros pronunciamientos del Consejo de
Estado, mediante los que esta corporación reconoció la indemnización por perjuicio material
bajo la modalidad de lucro cesante, al encontrar que el menor que fallecía sí desempeñaba una
actividad laboral, y que de conformidad con las circunstancias determinadas sí prestaba ayuda
económica al hogar. También, a través de estos pronunciamientos se puede evidenciar que el
consejo de Estado desarrolla una presunción frente a la edad máxima en la que se entiende que
los hijos ayudan al sustento de sus padres, correspondiente hasta los 25 años9. Con base en esta
presunción, la Sección Tercera reconoció este perjuicio a favor de los padres damnificados,
dentro de una línea de tiempo de los 18 hasta los 25 años, por concepto de indemnización debida
o consolidada.
La sentencia de fecha 24 de mayo de 2018 proferida por la Subsección A de la Sección Tercera
reconoció este perjuicio material a la madre de la menor que trabaja, en atención a que dentro del
proceso se demostró que la menor fallecida trabajaba para el sostenimiento de sus hermanos
menores y el propio, porque su madre se encontraba recluida en una prisión. Para la
cuantificación del concepto de lucro cesante se reconoció desde la edad de los 18 hasta los 25
9
Respecto de la presunción de ayuda económica por parte de los hijos y a favor de los padres hasta los 25 años, ver:
Sentencia del 26 de marzo de 2008 de la Sección Tercera, Exp: 85001-23-31-000-1997-00440-01, Rad. 16530;
Sentencia del 26 de octubre de 2011 de la Sección Tercera, Exp: 18001-23-31-000-1999-00196-01, Rad. 22700;
Sentencia del 28 de febrero de 2013 de la Sección Tercera, Exp: 19001-23-31-000-1999-01747-01, Rad. 24691;
Sentencia del 12 de junio de 2013 de la Sección Tercera, Exp: 50001-23-31-000-1999-05889-01, Rad. 26120.
21
años, puesto que, la presunción desarrollada por la corporación señala que a esa edad el hijo
abandona el hogar de sus padres para formar otro, y su propio proyecto de vida.
A partir de pronunciamientos de la Sección Tercera se evidencia que existe una clara presunción
desarrollada acerca de la ayuda económica por parte de los hijos a favor de los padres hasta la
edad de 25 años de edad, porque se entiende que llegado ese límite de edad, los hijos construyen
su propio hogar. No obstante, es preciso señalar que en sentencia del seis (06) de abril de 2018
proferida por la Sala Plena de la Sección Tercera del Consejo de Estado con ponencia del
consejero Danilo Rojas Betancourth, este criterio fue cuestionado, y objeto de unificación, como
se explicará en líneas siguientes.
La Sala Plena de la Sección Tercera avoca conocimiento dentro del expediente de radicado
46005, para resolver recurso de apelación en contra de la sentencia del proferida el veintidós (22)
de mayo de 2012 por la Sala de Descongestión, Subsección de Reparación Directa del Tribunal
Administrativo de Antioquia, quien encontró probada la responsabilidad por la muerte de la
menor Milena Andrea Santamaría, y a su vez, condenó a la Nación - Ministerio de Defensa y
Ejército Nacional al pago de indemnización del perjuicio material por concepto de lucro cesante
a favor de los señores Darío de Jesús Santamaría y Luz Stella López (padres de la menor), “pero
solo hasta que MILENA ANDREA SANTAMARÍA LÓPEZ hubiese adquirido la edad de 25 años,
en tanto existe la presunción legal y jurisprudencial de ayuda a los padres”.
Respecto del reconocimiento del lucro cesante por la muerte de la menor Milena Andrea a favor
de sus padres hasta la edad de 25 años, la Sala cuestiona la presunción que ha sido planteada de
que los hijos prestan auxilio económico a sus padres hasta los 25 años, momento en que
abandonan el hogar para formar el propio, puesto que, señala que es abiertamente contradictoria,
con aquella según la cual los padres ayudan a sus hijos con su sustento económico porque estos
últimos no se encuentran en capacidad para procurarse a sí mismo ni un tercero lo necesario para
vivir.
“La presunción traída por Tribunal, si bien es de creación jurisprudencial,
encuentra fundamento normativo en el artículo 411 del Código Civil, que establece
que los ascendientes son titulares del derecho a recibir alimentos. Sin embargo, a
juicio de la Sala, ella debe ser revisada debido a que lógicamente no puede
22
coexistir –por contradecirla abiertamente– con aquella según la cual los padres
contribuyen al sostenimiento económico de sus hijos hasta que éstos alcanzan los
25 años de edad.”
Ahora bien, la Sala también precisa que la presunción que se ha desarrollado no tiene
fundamento alguno, teniendo en cuenta las circunstancias laborales en Colombia, en donde
existen barreras de acceso para los jóvenes para trabajar. De igual modo, y desde un punto de
vista jurídico y no social, la Sala señala que la obligación de auxilio económico para con los
padres, no obedece a una simple relación de parentesco, puesto que, para tener por cierto que los
hijos de entre 18 a 25 años de edad contribuyen deben existir las siguientes situaciones de
hecho: “ (…) por un lado que el peticionario carezca de bienes y, por tanto, requiera los
alimentos que solicita y, por el otro, que la persona a quien se le piden los alimentos tenga los
medios económicos para procurarlos.”
Concluye la Sala que no pueden coexistir las dos presunciones, pues son contrarias, pero que
todo indica que el Consejo de Estado las aplica ad libitum conforme a quién sea el que demande
como víctima o perjudicado, y de ese modo se activará la presunción.
Ahora bien, respecto de las presunciones la Sala Plena señaló que han sido definidas
doctrinariamente como: “(…) un juicio lógico del legislador o del juez (según sea legal o
jurisprudencial), en virtud del cual se considera como cierto o probable un hecho (lo segundo
cuando es presunción judicial o de hombre) con fundamento en las máximas generales de la
experiencia que le indican cuál es el modo normal como se suceden las cosas y los hechos10”.
Posteriormente, y en atención a los argumentos señalados previamente, la Sala decide unificar su
jurisprudencia señalando que solamente se presumirá que los hijos contribuyen con auxilio
económico a favor de sus padres cuando existan las siguientes circunstancias:
“Con fundamento en lo expuesto, la Sala unificará su jurisprudencia para señalar
que, en ausencia de prueba que demuestre (i) que los hijos contribuyen
económicamente con el sostenimiento del hogar paterno o materno, porque
10
Hernando Devis Echandía, Compendio de derecho procesal. Pruebas judiciales. Tomo II, editorial ABC, Bogotá,
1998, p. 537, 538).
23
materialmente están en condiciones de hacerlo, es decir, porque ejercen una
actividad productiva que les reporta algún ingreso, y (ii) que los padres son
beneficiarios de la obligación alimentaria porque no tienen los medios para
procurarse su propia subsistencia, bien porque están desempleados, enfermos o
sufren de alguna discapacidad, no puede presumirse que la muerte de una persona
menor de 25 años genera una pérdida de ingresos cierta a favor de sus padre.
Para la demostración de estos dos elementos son admisibles todos los medios de
prueba; sin embargo, en lo que toca al primer elemento –la capacidad del deudor
de la obligación alimentaria– el juez administrativo deberá valorar especialmente
todos los hechos que sean indicativos de que el hijo sí ejercía alguna actividad
productiva, como son el contexto familiar, cultural, de género y social en el que él
y su familia subsistían, pues es bien sabido que en las zonas rurales todos los
integrantes del núcleo familiar contribuyen de alguna manera con el
sostenimiento económico del hogar. No obstante, en estos casos, para el cálculo
del lucro cesante deberá presumirse que todos los hijos que están en edad de
trabajar, contribuyen económicamente al mismo propósito, por lo que la
indemnización que por concepto de lucro cesante se reconozca a favor de los
padres del hijo que fallece debe disminuirse en proporción al número de hijos que
integran el hogar.” (Énfasis añadido).
Una vez señalado lo concerniente a la crítica y el criterio unificado que desarrolla la Sala Plena
de la Sección Tercera, para el caso en concreto, e órgano decide no reconocer el perjuicio
material bajo la modalidad de lucro cesante a favor de los padres de la menor Milena Andrea
Santamaría, dado que, del acervo probatorio se encontró probado que no ejercía ninguna
actividad económica o productiva, puesto que para la época de los hechos, la menor tenía 8 años
de edad, y se encontraba en formación académica. A su vez la Sala señaló que dentro del
expediente se determinó que el padre de la menor estaba activo laboralmente, y que de igual
forma, no se demostró que la madre fuese titular del derecho a recibir alimentos por parte de sus
hijos, ya que, no se evidenciaron situaciones tales como, desempleo, enfermedad o discapacidad.
Ahora bien, los siguientes pronunciamientos del Consejo de Estado de los años de 1992 y 1998
desarrollan también el criterio que la Sección Tercera unificó, respecto de la necesidad de
24
acreditar por parte de los padres una situación de ayuda económica que sus hijos tuvieran para
con ellos, por no existir los medios para su propia subsistencia.
El Consejo de Estado en el año de 1992 resaltó la necesidad de ser comprobada la situación de
ayuda económica por parte del joven que fallece a favor de los padres. En sentencia del 20 de
febrero de 1992 dentro del expediente de radicado Nº. 6182, mediante el que resuelve recurso de
apelación en contra del fallo proferido por el Tribunal Administrativo del Cauca del 13 de marzo
de 1990. La Sala señala que el daño debe ser cierto y real, situación que no se evidenciaba en el
caso en cuestión, puesto que, no se demostró que el joven fallecido Luis Ángel Muñoz prestara
ayuda económica de forma regular y periódica a las necesidades de sus padres, razón por la cual
la Sala decide revocar la condena por lucro cesante otorgada por el Tribunal del Cauca y en su
lugar, negar la indemnización por este concepto:
“Se revocará la condena que se hizo en favor de los padres ya citados, por
perjuicios materiales, pues a juicio del ad-quem no se demostró en forma clara
que el finado LUIS ANGEL MUÑOZ atendiera en forma regular periódica, a las
necesidades de sus padres. Por lo demás, del mismo interrogatorio que se les
formuló a los declarantes BLANCA MARIA ORDOÑEZ y JOSE ALBERTO
NAVIA CAJAS, se desprende que los padres demandantes tenían una finca en el
sector de El Morro, realidad que impide vivenciar la real necesidad de ayuda que
éstos tenían por parte del hijo fallecido. En esta materia no se puede olvidar que
las ayudas ocasionales, de momento, no tienen el universo necesario para
condenar al pago de perjuicios materiales, pues el daño debe ser CIERTO y
REAL. A lo anterior se agrega que LUIS ANGEL MUÑOZ, al fallecer, ya tenía
más de veintitrés (23) años de edad, momento en el tiempo físico en que la Sala
exige una prueba muy convincente para condenar al pago de perjuicios
materiales, en favor de los padres, pues es la época en que en nuestro medio las
personas suelen contraer matrimonio, formando así su propio hogar”. (Énfasis
añadido).
De igual modo, el Consejo de Estado en Sentencia de fecha 14 de diciembre de 1998, dentro del
expediente: 11459, reiteró la necesidad de que exista una dependencia económica de los padres
para con sus hijos, situación que se tienen que demostrar en la reclamación.
25
“De otra parte, cabe recordar que la obligación alimentaria o la ayuda
económica que una vez en edad productiva la víctima presuntamente hubiera
reportado a sus padres y hermanos, solamente tendría lugar en el caso de que se
acreditara la respectiva dependencia económica, de éstos con respecto al
occiso, por carecer sus parientes de los medios económicos necesarios para
sufragar los gastos de subsistencia, dependencia que por lo demás no se
acreditó, ni podía acreditarse al ser la víctima laboral y económicamente
improductiva.”
PARTE II. DE LAS DECISIONES DE LA CORTE INTERAMERICANA DE
DERECHOS HUMANOS FRENTE A LA PÉRDIDA DE INGRESOS DE MENORES DE
EDAD Y DEL DERECHO COMPARADO EN ESPAÑA
Capítulo I. Del concepto de lucro cesante desarrollado por la Corte Interamericana De
Derechos Humanos
En primer lugar, es necesario señalar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (En
adelante Corte IDH) no ha desarrollado un criterio totalmente claro acerca de esta
conceptualización, dado que, a través de sus pronunciamientos se puede evidenciar distintas
denominaciones en lo que concierne a la reparación de este perjuicio material, tal y como obra en
el siguiente capítulo, donde es posible observar que este concepto representa uno de los rubros
que más problemas, en lo que respecta a qué modalidad utilizar para su reparación.
Ahora, de conformidad con la Corte IDH el daño al proyecto de vida es concebido como aquel
que: “(…) atiende a la realización integral de la persona afectada, considerando su vocación,
aptitudes,
circunstancias,
potencialidades
y
aspiraciones,
que
le
permiten
fijarse
razonablemente determinadas expectativas y acceder a ellas. (Sentencia del 27 de noviembre de
1998. Corte Interamericana de Derecho Humanos, párr. 147.)
Conforme al concepto señalado y con base en los siguientes pronunciamientos del órgano
judicial de carácter interamericano es pertinente señalar que, el lucro cesante hace referencia
26
aquellos ingresos dejados de percibir por las víctimas, y que su cuantificación obedece a criterios
como el nivel educativo y el salario de estas víctimas poseía para la época del hecho dañoso.
No obstante, en casos donde no ha sido posible determinar de manera concreta los ingresos que
la víctima recibía para ese momento, la Corte IDH ha proferido fallos reconociendo este lucro
con base en criterios de equidad. Una vez, determinado el monto de indemnización, el órgano
ordena la actualización hasta el momento de la presentación del caso ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, y seguidamente le resta un veinticinco por ciento (25%),
como porcentaje que considera que la víctima destinaría para sus gastos personales. Habrá de
señalarse también que, la Corte IDH desarrolla una presunción de ingresos a favor de la víctima,
de manera que, el Estado demandado para alegar la carencia de ingresos, tiene la carga procesal
de probarlo.
Otra modalidad desarrollada por la Corte IDH, en torno a este perjuicio material es la
denominado pérdida de la oportunidad o de chance, mediante este organismo judicial ha
indemnizado a la víctima, en atención a que, pierde la posibilidad o expectativa de obtener un
bien, material o inmaterial. Para conceder este concepto se evidencia que existe una certeza
consistente en que de no mediar el hecho dañoso, la víctima habría mantenido la esperanza
legítima hacía el futuro para obtener una ganancia.
En el pronunciamiento del Caso Castillo Páez V. Perú (párr. 74) la Corte IDH señala que en los
que respecta al lucro cesante en la modalidad de pérdida de chance, se debe tener en cuenta: “
(…) los ingresos que habría de recibir la víctima hasta su posible fallecimiento natural” y que “
(…) de conceder una reparación integral a partir de la chance cierta de mejora en los futuros
ingresos de la víctima, el Tribunal considera que debe estimarse a partir de un perjuicio cierto
con suficiente fundamento para determinar la probable realización de dicho perjuicio (…)”. De
modo que, la Corte IDH para determinar la indemnización del lucro cesante se basa sobre el
cálculo de los ingresos que hubiera recibido la víctima de no existir el evento dañoso, y base en
las expectativas de vida del país, y las laboral conforme a las actividades que desempeñaba para
la época.
27
Capítulo II. Decisiones judiciales falladas por la CIDH respecto de la pérdida de ingresos
de menores de edad.
En el caso Bulacio v. Argentina, donde un menor de 17 años fue detenido en condiciones
inadecuadas e ilegales por la policía federal, sin motivo, golpeado por los agentes, y
posteriormente llevado a atención médica, y fue diagnosticado con “traumatismo craneano”, y a
los 6 días posteriores murió, los actores solicitaron dentro de la indemnización compensatoria, el
concepto por pérdida de ingresos. Señalaron que el menor Walter David Bulacio trabajaba como
“caddie de gold”, pero que su proyecto de vida era convertirse en abogado, que cursaba su último
año del colegio, y que posteriormente habría ingresado a la universidad, y luego al mercado
laboral donde ganaría aproximadamente USD$600.
La Corte Interamericana de Derecho humanos tuvo como hechos probados que el menor recibía
como ingreso mensual la suma de cuatrocientos pesos ($400), equivalentes a cuatrocientos
dólares estadounidenses (US$400,00), y determinó viable razonar que el joven no desempeñaría
la actividad de caddie de golf toda su vida. A pesar de que, la Corte IDH consideró que no existe
un hecho cierto que permita determinar cuál profesión o actividad desempeñaría a futuro, y que
no existían elementos que sustentaran la pérdida de una chance cierta, finalmente decide fijar
bajo equidad la suma de cien mil dólares estadounidenses (US$100.000) por concepto de
compensación por pérdida de los ingresos.
“La Corte considera también que es presumible y razonable suponer que el joven
Bulacio no habría desempeñado esta actividad el resto de su vida, pero no hay un
hecho cierto que permita establecer la actividad o profesión que desarrollaría en
el futuro, es decir, no existen elementos suficientes para determinar la pérdida de
una chance cierta, la cual debe estimarse a partir de un perjuicio cierto con
suficiente fundamento para determinar la probable realización de dicho
perjuicio.En razón de lo anterior, la Corte decide fijar en equidad la cantidad de
US$100.000,00 (cien mil dólares de los Estados Unidos de América) como
compensación por la pérdida de los ingresos del señor Walter David Bulacio.”
(Énfasis añadido). (Sentencia del 18 de septiembre de 2003. Corte Interamericana
de Derechos Humanos).
28
En el pronunciamiento judicial del Caso Niños de la Calle Vs. Guatemala, la Corte IDH fijó
conforme al salario mínimo legal del Estado la compensación por concepto de pérdida de
ingresos, teniendo en cuenta que, los menores sí laboraban, pero no se tenía conocimiento de
información específica acerca de los ingresos reales de las víctimas.
Las tres víctimas eran menores de edad – de 16 y 17 años-, quienes fueron secuestrados,
torturados y asesinados. A pesar de conocer algunos de los antecedentes, no se logró determinar
el valor de ingresos mensuales ciertos, dado que, trabajaban en la calle y tenía diversos trabajos
esporádicos. Sin embargo, los reclamantes de las víctimas señalaron que debía tenerse en cuenta
el salario mínimo para actividades no agrícolas vigente en Guatemala, con el objetivo de calcular
el monto por pérdida de ingresos, ante lo cual el órgano judicial señaló que: “(…) a falta de
información precisa sobre los ingresos reales de las víctimas, tal como lo ha hecho en otras
oportunidades, debe tomar como base el salario mínimo para actividades no agrícolas en
Guatemala.” (Sentencia del 26 de mayo de 2001, Corte Interamericana de Derechos Humanos).
En otro pronunciamiento como en el Caso Castillo Páez Vs. Perú (párr. 74) la Corte IDH señaló
que para el caso presente dentro del acervo probatorio no se evidencia pruebas suficientes para
reconocer una reparación integral a partir de la pérdida de la chance, en razón a que, este
concepto “(…) debe estimarse a partir de un perjuicio cierto con suficiente fundamento para
determinar la probable realización de dicho perjuicio”. (Sentencia del 27 de noviembre de
1998. Corte Interamericana de Derechos Humanos).
La Corte IDH ha reconocido el concepto de lucro cesante, bajo circunstancias donde la víctima
no ha terminado sus estudios profesionales, sin embargo, el órgano interamericano considera que
la reparación ha de ser integral, por lo que, la cuantía la reconoce en equidad. Caso Trujillo
Oroza Vs. Bolivia (párr. 73):
“La Corte, teniendo en cuenta las circunstancias particulares del presente caso,
considera que el Estado deberá indemnizar a los familiares de la víctima por las
cantidades que José Carlos dejó de percibir como ingresos que pudo haber
obtenido 22 a partir de su graduación en filosofía. A tal efecto, fija la cantidad de
US$130.000,00 (ciento treinta mil dólares de los Estados Unidos de América),
por considerarla adecuada en términos de equidad, y que será entregada a la
29
señora Gladys Oroza de Solón Romero como derechohabiente del señor José
Carlos Trujillo Oroza.”
Conforme a líneas anteriores y con el siguiente pronunciamiento, es posible evidenciar que
incluso este organismo judicial ha llegado a presumir, el evento de que la víctima habría
completado sus estudios, sin poder reconocer cuáles por no tener los elementos probatorios
suficientes. En el Caso Molina Theissen Vs. Guatemala la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, los representantes de la víctima y sus familiares solicitaron la compensación por
pérdida de ingresos del menor Marco Antonio Molina Theissen, quien se encontraba cursando
secundaria y le faltaban dos años para obtener el título de bachiller, con aspiraciones a cursar
estudios profesionales en Ingeniería Civil.
En el caso particular, y a pesar de que no se tuviera certeza del oficio profesional del menor, ni
de sus ingresos a percibir a futuro, la Corte IDH señaló que es presumible y razonable suponer
que Marco Antonio finalizaría sus estudios secundarios y posteriormente los de bachiller, y
seguidamente señala: (…) pero no hay un hecho cierto que permita establecer la actividad o
profesión que desarrollaría en el futuro, que debe estimarse a partir de un perjuicio cierto con
suficiente fundamento para determinar la probable realización de dicho perjuicio” (párr. 57).
No obstante, la Corte IDH decide reconocer por pérdida de ingresos del menor, la cantidad de
US $100.000,00 (cien mil dólares de los Estados Unidos de América) por ese concepto, bajo el
criterio de equidad.
Asimismo, dentro del Caso de los Hermanos Gómez Paquiyauri Vs. Perú, en el que los menores
Rafael Samuel y Emilio Moisés Gómez Paquiyarui se encontraban en formación académica para
la época del evento dañoso, la Corte IDH consideró presumible y razonable afirmar que las
víctimas habrían terminado sus estudios y posteriormente, ingresarían al mercado laboral donde
obtendrían determinados ingresos, así:
“A pesar de que ha sido alegado que tanto Rafael Samuel como Emilio Moisés
Gómez Paquiyauri realizaban algunos trabajos ocasionales en reparación de
buques, la Corte no cuenta con suficientes elementos probatorios para calcular
exactamente a cuánto ascendían sus ingresos. Sin embargo, el Tribunal estima
presumible y razonable suponer que ambos se hubieran incorporado al mercado
30
laboral en forma activa al concluir sus estudios. En razón de lo anterior, la Corte
decide fijar en equidad la cantidad de US$ 100.000,00 (cien mil dólares de los
Estados Unidos de América) como compensación por la pérdida de ingresos de
Rafael Samuel Gómez Paquiyauri, y la cantidad de US$ 100.000,00 (cien mil
dólares de los Estados Unidos de América) como compensación por la pérdida de
ingresos de Emilio Moisés Gómez Paquiyauri.” (Sentencia del 8 de julio de 2014.
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Párr. 206).
De conformidad con los pronunciamientos de la Corte IDH descritos en líneas previas, es posible
determinar que el lucro cesante desarrollado por este órgano se refiere mayormente a la
interrupción de ingresos, salarios y retribuciones. El perjuicio ha de versar sobre condiciones
concretas de las que la víctima disfrutaba, y que permitan evidenciar que la existencia de una
probabilidad de que esas condiciones continuasen si el evento dañoso no hubiera existido. La
cuantificación del lucro cesante se fundamenta en criterios como el nivel de educación, sus
calificaciones profesionales, y las condiciones laborales.
Sin embargo, son evidentes los casos en donde la Corte IDH aunque no existe dentro del acervo
probatorio una prueba que demuestre la existencia de una pérdida de chance cierta, esta ha
cuantificado este perjuicio conforme al criterio de equidad, a favor de los perjudicados,
basándose en el salario mínimo legal del país demandado, la expectativa de vida al momento de
los hechos y las circunstancias particulares del caso.
CONCLUSIONES
El Consejo de Estado ha señalado a través de sus pronunciamientos que no cualquier daño es
objeto de indemnización sino solamente aquel que tiene los tres elementos cierto, personal y
directo. Mediante el presente escrito, se resaltó uno de los elementos sobre los otros, puesto que,
el órgano judicial de la jurisdicción de lo contencioso administrativo reiteró en varias
oportunidades, que el daño objeto de resarcimiento debe tener un alto grado de certeza, esto es,
la existencia de un daño consumado, situación que debe ser plenamente probada por la parte que
solicita su indemnización, al igual que, el bien jurídicamente tutelado.
Se debe demostrar ante el juzgador la existencia de una afectación real en contra de la víctima,
que se diferencie del daño hipotético o eventual, ya que, para su resarcimiento, no es posible
31
basarse en meras especulaciones o conjeturas, en relación con el cual no se sabe si se daría o no,
y por el cual no se debe de responder. La necesidad de que exista una certeza, aunque sea relativa
del perjuicio causado a la víctima evita, por un lado, que se esté enriqueciendo injustamente al
reclamante, al no tener certeza de que la víctima haya experimentado pérdida alguna, ni que lo
vaya a experimentar en el futuro y, por el otro lado, que el llamado a responder no tenga que
soportar consecuencias que no se han derivado de su conducta.
Ahora bien, en lo que respecta al reconocimiento del perjuicio material bajo la modalidad de
lucro cesante, el Consejo de Estado
ha desarrollado un criterio de carácter restrictivo, en
atención a que, se observa en las sentencias proferidas a partir del año de 1991 que no existen
elementos de certeza que permitan concluir que los menores de edad que fallecieron por acciones
u omisiones de los agentes del Estado, tuvieran un perjuicio real y consumado (o que
posteriormente se materializara), frente a los ingresos que hubiera podido percibir en un futuro,
razón por la que, la Sección Tercera ha denegado este reconocimiento. Los menores de edad para
la época del evento dañoso no tenían si quiera un indicio para determinar cuál es la profesión o la
vocación que desarrollarían a futuro, ya que, se encontraban aún en formación escolar, en una
fase improductiva, donde no desarrollaban actividades económicas sobre las que se fundamente
una proyección a futuro de los ingresos que dejaría de percibir, lo cual genera la incertidumbre
de si en un futuro ejercería actividades laborales.
Ahora bien, el órgano de cierre en los casos en los que no ha reconocido este concepto es porque
no ha tenido algún grado de probabilidad de que el menor tuviera reales posibilidades de percibir
ingresos. También existe otra incertidumbre planteada, y es que el menor prestara ayuda
económica a sus padres, de manera que, existe una doble incertidumbre frente a la indemnización
por este concepto por la muerte de los menores de edad, donde el juzgador ha de pronunciarse a
partir de supuestos y conjeturas, que se habrían producido de no haberse interpuesto el hecho
dañino en la prolongación de vida de la víctima.
Por otro lado, este alto tribunal ha planteado un criterio para que haya lugar al reconocimiento de
este perjuicio material, a pesar de que en sus pronunciamientos no se evidencie el otorgamiento
de la indemnización a los reclamantes, en atención a que, como lo señala el Consejo de Estado,
el resarcimiento de este perjuicio, obedecería a circunstancias particulares de cada caso de las
32
que han de dar cuenta acerca del carácter cierto de los daños, y que por tanto, son la excepción a
la regla general.
De modo que, considero que mediante elementos probatorios dentro del proceso y las siguientes
circunstancias, el Consejo de Estado puede acceder al reconocimiento de la indemnización del
lucro cesante futuro, teniendo en cuenta la posición jurídica que ha desarrollado el órgano para
que este proceda a su reconocimiento, consistentes en: i) Demostrar que el menor en algún
momento iba a obtener ingresos porque desarrollaba actividades laborales para la época de los
hechos bajo permiso legal, en atención a las condiciones propias de su entorno familiar; y ii)
Demostrar la posibilidad de que el menor con los ingresos obtenidos destinaría determinada parte
como ayuda económica a sus padres.
Ahora bien, es clara la disparidad en las decisiones de la Sección Tercera del Consejo de Estado,
frente a las de la Corte IDH, teniendo en cuenta que los fallos del organismo interamericano se
realizan con fundamento en un criterio de equidad, en aquellos casos donde no es posible
determinar los ingresos reales que la víctima percibía, incluso en los casos donde la víctima aún
estaba en formación académica y no había terminado los estudios, y donde no había ingreso aún
al mercado laboral.
No obstante, a pesar de esta diferencia con la Corte IDH, la Sección Tercera del Consejo de
Estado se mantiene en la posición de que el daño no puede ser hipotético ni eventual, sino que ha
de revertirse de certeza y despejar toda incertidumbre mediante elementos probatorios dados al
juzgador, situación que da cuenta de que la jurisdicción contencioso administrativa colombiana
es rogada y donde el reconocimiento del lucro cesante no procede cuando no se demuestra este
conforme al ordenamiento jurídico probatorio.
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