Comentario sobre el documento “La Estructura Ausente: Introducción a la semiótica” de Umberto Eco. Capítulos 2 y 3. El proceso de significación, como hace evidente Umberto Eco, es un proceso humano en el que una señal pasa a convertirse en un significante al que se le otorga un significado por medio de un complejo proceso en el que los códigos denotativos derivan en otros connotativos. Estas equivalencias resultan del sistema de oposición en el que logramos entender un significado por medio de la comparación o delimitación del resto que le son opuestos o diferentes. Este parece ser el sistema primario para comprender el proceso. Las derivaciones de los códigos denotativos a los connotativas nos otorgan la diversidad de significados que pueden resultar. Y este desencadenamiento resulta en un sistema infinito de posibilidades. Los códigos connotativos, además de que pueden funcionar varios sin excluirse, suponen otros factores aparentemente externos al proceso de comunicación como son el contexto o situación y el saber que posee quien intentar interpretar el mensaje. Estos llamados subcódigos son elementales al momento de indagar en un mensaje estético y en ellos la interacción de los significantes con el contexto serán esenciales para determinar su significado, que resultarán, por los factores externos antes mencionados, en muchas posibles interpretaciones. Así, si se altera un elemento del contexto, los demás pueden modificar su valor. Dentro del estudio semántico del significado, Umberto Eco nos alienta a desechar el término “referente” como único equivalente del significado puesto que referenciar únicamente al objeto presenta muchas deficiencias que en todo caso no satisfacen el resultado del análisis profundo de dicha área y no nos permite entender el verdadero proceso cultural de la significación. En lugar del referente, el autor nos propone el significado como una unidad cultural que contiene no solo el objeto sino un entendimiento proveniente de un patrimonio cultural que no necesita ser percibido por los sentidos, pues esto lo limitaría, si no que lo concibe como una entidad que esta dentro de un sistema cultural que lo explica y lo significa. Esto nos hace entender el lenguaje y la comunicación como un fenómeno social. Lo anterior deriva en la cadena de los interpretantes, que consiste en que el mismo sistema se explica a sí mismo. Las definiciones de palabras, por ejemplo, se definen o se explican con otras palabras que a su vez pueden explicarse de la misma manera. Lo mismo sucede con las unidades culturales que desatan un serie de significantes y significados en un círculo cerrado que si bien no logra tocar la periferia, se mantiene a sí mismo, se valida y funciona en sí mismo. Es un movimiento sin fin. El lenguaje pues es un sistema que se aclara y se va explicando sucesivamente. El inteprentante no se limita al lenguaje y puede utilizar otros códigos para autorreferenciarse puesto que todos estos significantes serán, de nuevo, unidades culturales que se denotan entre sí. Así un dibujo, un gesto o una traducción tratarán de explicar estas unidades culturales que se intenta comunicar. Este cosmos cultural puede ser equivalente al cosmos artístico que Eco menciona en su capítulo no. 3. Los niveles de realidad serán grandes herramientas para poder abordar este cosmos: Los elementos físicos, que específicamente en la música se refieren a los timbre, frecuencias y secuencias; los elementos diferenciales, por ejemplo, el ritmo; la relación de posición (tan importante dentro de un contexto musical donde un sonido puede significar o expresar algo completamente distinto dependiendo su relación respeto a otros sonidos), escalas, intervalos, etc.; los subcódigos, que como se mencionó, modificarán la maneras de descodificar el mensaje; y por su puesto las expectativas ideológicas o el idiolecto, que radicarán en el destinatario y que no podrá negarse en un proceso comunicativo. La ambigüedad en el mensaje estético es la que otorga un interés particular pues los interpretes que intentará ordenar o significar, tendrán una labor ardua y a su vez estimulante, para encontrar no sólo lo que quiere transmitir si no el cómo se está trasmitiendo dicho mensaje. Aunado a ello, la expresión del mensaje estético otorga una gran importancia a la sustancia con el que está hecho el mensaje que será un elemento más a considerar. Eco hace una reflexión interesante preguntándose si el humano, en este caso, está limitado por el código (el lenguaje) para comunicar todo lo que piensa. Concluye que el código es el que habla por medio del emisor puesto que lo que expresa esta delimitado y determinado por el funcionamiento sistemático del lenguaje. Este sometimiento puede ser llevado a otros campos como los biológicos o los culturales, que determina lo que puede o no expresarse. Lo mismo sucede en el campo artístico donde el mensaje estético esta cercado dentro de ciertos parámetros. Sin embargo el intentar romper con estos paradigmas llevarán al artista a buscar, no otros códigos, sino variaciones en estos códigos que otorguen otras perspectivas e impulsen a los destinatarios a reconsiderar las posibilidades de dicho código e incluso a su redescubrimiento o revalorización. Todo esto debe entenderse como un producto de transformaciones sociales que no sólo involucran al supuesto “genio”, si no que involucran a todo un sistema cultural que esta en continua interacción. Bernardo Daniel Chávez Domínguez.