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CUADERNOS DEL
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Cooperar para aprender
Primera edición: setiembre de 2019
DIRECCIÓN FUNDACIÓN SM PERÚ
Carmen Ibarra Morelli
AUTORÍA
Francisco Zariquiey
EDICIÓN
Elizabeth Guibert
CORRECCIÓN DE ESTILO
Melody Toledo
DIAGRAMACIÓN
Laura Escobedo
© de esta edición: Ediciones SM S. A. C.
Micaela Bastidas 195, San Isidro. Lima, Perú
Teléfono: (51 1) 614 8900
[email protected]
www.sm.com.pe
Impreso en el Perú / Printed in Peru
Impreso por Cecosami S. A.
Calle 3, Mz E, Lote 11,
Urb. Sta. Raquel, Ate Vitarte,
Lima 3, Perú
Setiembre, 2019
Tiraje: 500 ejemplares
ISBN: 978-612-316-766-0
Registro de Proyecto Editorial: 31501311900921
Hecho el Depósito Legal
en la Biblioteca Nacional del Perú: 2019-12645
Todos los derechos reservados. Queda prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin el permiso previo y por escrito
de los titulares de los derechos de propiedad intelectual.
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FRANCISCO ZARIQUIEY BIONDI
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aprender
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Índice
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Introducción
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En el momento actual, son cada vez más los centros escolares que están tratando de implantar el aprendizaje cooperativo. Y esto no resulta sorprendente si tenemos en
cuenta que incorporar la cooperación a la dinámica habitual de nuestras clases supone algo más que agrupar a los
alumnos, distribuir roles o utilizar unas cuantas técnicas
cooperativas: implica concebir el acto educativo desde una
perspectiva diferente, mucho más acorde con las necesidades de los estudiantes y las demandas sociales. Se trata de
una forma diferente de plantear la vida escolar, en la que la
interacción entre iguales pasa a ocupar un lugar privilegiado, descentralizando el diseño y la gestión del propio proceso educativo. Y es que, en las dinámicas cooperativas, el
alumnado va asumiendo parcelas cada vez más amplias en
la gestión de su propio aprendizaje, lo que permite que,
además de aprender los contenidos, aprenda a construir
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aprendizajes de una forma mucho más autónoma y eficaz. Y
esto, en una sociedad que renueva de manera constante su
corpus teórico-práctico, constituye una competencia fundamental para cualquier ciudadano.
Además, este papel protagónico del alumnado deriva en
la articulación de propuestas más activas y centradas en el
trabajo del estudiante, lo que aumenta la cantidad de alumnos que tienen la oportunidad de desarrollar los procesos
necesarios para construir aprendizajes de calidad. Y si democratizamos las oportunidades de hacer en clase, lo que
estamos democratizando finalmente son las oportunidades de aprender. Sobre todo, si tenemos en cuenta las enormes posibilidades que ofrecen las dinámicas cooperativas
para diversificar las propuestas escolares. La apuesta por
un aprendizaje más activo y autorregulado de los alumnos
dentro de sus equipos nos abre la posibilidad de empezar a
diferenciar las tareas en función de las necesidades, características e intereses de los diferentes estudiantes. De este
modo, nuestra clase se convierte en un espacio en el que
ocurren cosas diferentes al mismo tiempo, de manera que
se puede acceder al aprendizaje por caminos distintos.
Todo lo anterior nos lleva a una conclusión que ha sido
ampliamente contrastada por la investigación psicopedagógica de las últimas décadas1: que los alumnos aprenden
más cuando tienen la oportunidad de trabajar junto a sus
compañeros. Y este más no se limita únicamente a un tema
1 Puedes encontrar una muestra de lo que decimos en dos metaanálisis
sobre los efectos de las dinámicas cooperativa, individualista y competitiva
del el rendimiento escolar: el primero, de 1981, en el que Johnson, Johnson,
Maruyama, Nelson y Skon analizaron 122 estudios publicados entre 1924
y 1981; el segundo, de 1987, en el que Johnson y Johnson analizaron 374
estudios publicados entre 1897 y 1987.
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de cantidad, sino que se proyecta a la variedad, ya que
cuando los alumnos cooperan para aprender, aprenden
bastante más que los contenidos curriculares sobre los que
están trabajando. El aprendizaje cooperativo contribuye a
la interiorización de capacidades y destrezas relacionadas
con ámbitos de desarrollo muy diversos, como pueden ser
el aprendizaje de habilidades cognitivas y metacognitivas,
la capacidad para establecer y mantener relaciones positivas, la predisposición para resolver conflictos de forma
constructiva, la habilidad de dialogar y negociar, la disposición para defender las propias opiniones y puntos de vista o
ponerse en el lugar del otro, etc.
Es por estas y por muchas otras razones que el aprendizaje cooperativo se está convirtiendo en una pieza clave de
la oferta educativa de muchas escuelas y muchos docentes, que entienden la cooperación no solo como un medio
para potenciar el aprendizaje de todos los estudiantes, sino
como un fin en sí mismo, entendiendo que muchos de estos
desarrollos que hemos mencionado resultan vitales de cara
a preparar a los alumnos para que puedan desenvolverse en
los distintos contextos sociales en los que les tocará vivir y
relacionarse.
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Qué
Visto lo visto, la incorporación de la cooperación a tu repertorio docente puede ser una gran inversión con vistas a potenciar tu capacidad para promover que los alumnos
construyan aprendizajes profundos y de calidad. Y si te animas a hacerlo, resulta conveniente que empieces por tener
claro qué implica cooperar en el aula. Existen muchas y
muy diversas definiciones sobre el aprendizaje cooperativo, pero a nosotros nos gusta especialmente esta de David
Johnson, Roger Johnson y Edythe Holubec: “El aprendizaje
cooperativo es el empleo didáctico de grupos reducidos en
los que los alumnos trabajan juntos para maximizar su propio aprendizaje y el de los demás” (1999b).
Puede que no sea una de las definiciones más extensas
y detalladas que puedes encontrar en la bibliografía sobre
el aprendizaje cooperativo, pero tiene tres elementos clave
que justifican nuestra elección. En primer lugar, que es una
definición de los hermanos Johnson. David y Roger Johnson son, sin duda, una de las referencias más importantes
del aprendizaje cooperativo dentro del panorama pedagógico actual, sino la que más. Por tanto, si vamos a empezar
centrando el tema, hagámoslo bien y acudamos a una fuente de valor incontestable.
En segundo término, nos parece que se trata de una
definición que pese a su sencillez —o quizás por ella— pone de manifiesto los puntos esenciales de cualquier propuesta cooperativa, es decir, que los estudiantes tienen
que trabajar juntos y que tienen que aprender más haciéndolo. Y esta es una cuestión que consideramos vital: si no
aprenden, no es aprendizaje cooperativo. En el término
aprendizaje cooperativo el sustantivo es aprendizaje y el
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adjetivo es cooperativo. Por tanto, así como no existe
aprendizaje cooperativo si no cooperan, tampoco existe si
no aprenden. Y esto tiene un par de implicaciones fundamentales a la hora de plantear este tipo de aprendizaje. Por
un lado, que el objetivo no es tanto que aprendan a trabajar
juntos, como que juntos aprendan a trabajar solos. Por tanto, no hacemos aprendizaje cooperativo para que aprendan
a cooperar —lo que, lógicamente, constituye una meta importante— sino para que los alumnos maximicen sus oportunidades de aprender los contenidos a través de la
cooperación. Esta es una cuestión que debes tener muy
presente a la hora de plantear las dinámicas de cooperación en el aula ya que, como hemos dicho, si no aprenden,
no es aprendizaje cooperativo.
En línea con lo anterior, existe una segunda cuestión
que debes extraer de esta idea: que todo acto cooperativo
ha de partir de una tarea que resulta necesaria para que el
alumnado aprenda los contenidos. En consecuencia, una
buena forma de empezar a cooperar es conectar la cooperación con aquellas actividades que los alumnos desarrollan habitualmente en tus clases. Por tanto, más que hablar
de hacer aprendizaje cooperativo, estaríamos hablando de
cooperativizar lo que hacemos.
Planteada de este modo, esta sencilla definición de Johnson, Johnson y Holubec nos ofrece un tercer elemento
que consideramos vital a la hora de empezar a trabajar con
estructuras y dinámicas cooperativas: que habilita un marco de actuación amplio en el que caben distintos aprendizajes cooperativos. Si cada centro y cada grupo-clase
constituyen realidades distintas, es indispensable que
adecuemos las propuestas y los planteamientos en función
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de las características y necesidades de los estudiantes. Y
esto exige que huyamos de posturas muy rígidas a la hora
de plantear el aprendizaje cooperativo, y así poder adecuarlo a los hechos diferenciales de las distintas clases.
Cuestiones como el clima de aula, la experiencia cooperativa, el nivel de competencia curricular o las destrezas de
cooperación con las que cuentan los estudiantes serán elementos clave a la hora de plantear tus propuestas cooperativas y adaptarlas a las necesidades de tu grupo-clase.
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Cómo
Ahora bien, el hecho de que apostemos por una visión amplia de la cooperación, en la caben formas distintas de trabajar en equipo, no implica para nada caer en una postura
de “todo vale”.
Para hacer aprendizaje cooperativo no basta con agrupar a los alumnos y pedirles que hagan cosas juntos. De hecho, ese ha sido uno de los problemas que ha obstaculizado
la implantación de las estructuras y dinámicas cooperativas en nuestras escuelas. Vamos a decirlo claramente: poner a trabajar juntos a los alumnos no es, ni mucho menos,
una cuestión novedosa. Se viene haciendo —al menos, puntualmente— desde hace mucho tiempo. El problema es que
en muchas ocasiones se ha hecho mal. Y, lógicamente,
cuando las cosas se hacen mal, los resultados no son buenos. Todo ello ha derivado en el desánimo de muchos docentes, que han terminado por claudicar en su empeño
cooperativo.
Por eso, es imprescindible que entiendas que es necesario tener en cuenta algunas pautas y premisas básicas a la
hora de cooperar en el aula. Estas premisas pueden articu-
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larse a partir de una serie de elementos que pueden entenderse con las condiciones para pasar de ese típico trabajo
en grupo a una situación de aprendizaje cooperativo.
Si revisamos la bibliografía sobre aprendizaje cooperativo, podemos rastrear al menos nueve elementos fundamentales a la hora de diseñar y gestionar el aprendizaje
cooperativo.
Agrupamientos heterogéneos. El aprendizaje cooperativo exige que agrupes a los alumnos partiendo de una premisa fundamental: la diversidad constituye una
oportunidad inmejorable de aprendizaje. Por tanto, debes
formar equipos cooperativos en los que los estudiantes tengan la oportunidad de trabajar con compañeros que presentan características, necesidades, niveles de desempeño
e intereses diferentes.
Interacción promotora. El aprendizaje cooperativo requiere que establezcas un contexto en el que la interacción
social derive en la promoción del aprendizaje de todos los
estudiantes. En este sentido, debes tomar las medidas necesarias para que el trabajo conjunto de los alumnos derive
en el apoyo recíproco, en el intercambio de ideas, recursos
y estrategias, en el ánimo y estímulo constantes, en la confianza mutua, etc.
Interdependencia positiva. El aprendizaje cooperativo
exige que estructures un marco de relación en el que todos
sean necesarios para realizar la tarea y alcanzar las metas
del equipo. Esto supone la articulación de una situación de
interdependencia positiva, que lleve al alumnado a tomar
conciencia de que solo tendrán éxito si lo tienen también
sus compañeros. De este modo, el éxito y el esfuerzo de cada miembro del grupo beneficia a los demás y se establece
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una dinámica en la que el equipo trata de facilitar el aprendizaje de todos sus integrantes.
Igualdad de oportunidades para el éxito. Debes adecuar las tareas a las posibilidades del alumnado, con el fin
de asegurar que todos estén en condiciones de afrontar el
trabajo propuesto, aunque para ello puedan necesitar del
apoyo y la ayuda de sus compañeros. Si los alumnos trabajan juntos con metas compartidas, es imprescindible asegurar que todos estén en condiciones de realizar las tareas
que tienen asignadas.
Participación equitativa. Debes articular los espacios
para que todos los estudiantes puedan implicarse en el trabajo de los equipos. Si no estableces estrategias específicas para promover una participación más equitativa dentro
de las dinámicas grupales, pueden darse situaciones en las
que algunos alumnos no intervienen en la realización de la
tarea, ya sea porque sus compañeros monopolizan el trabajo o porque ellos prefieren inhibirse y no implicarse. Sea por
un motivo o por otro, el nivel de aprendizaje de estos estudiantes será muy pobre.
Responsabilidad individual. Debes promover que los
alumnos cumplan con el trabajo que deben realizar dentro
del equipo, pensando en que realicen los procesos necesarios para aprender. Como ya hemos dicho, la finalidad del
aprendizaje cooperativo no es tanto aprender a hacer las
cosas juntos, sino aprender juntos a hacer las cosas solos.
Por ello, es imprescindible que adoptes las medidas necesarias para asegurar la implicación de todos. Solo así podremos evitar el tan temido efecto polizón (que algunos
alumnos pasivos se aprovechen del trabajo de sus compañeros para obtener sus metas).
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Procesamiento interindividual de los contenidos. Debes asegurar que la interacción entre iguales derive en la
realización conjunta de aquellos procesos que resultan necesarios para construir aprendizajes de calidad. Para ello,
procura articular una dinámica basada en el diálogo, el intercambio de ideas, la confrontación de puntos de vista, las
explicaciones, la aclaración de dudas, etc. Todo ello se traducirá en un procesamiento interindividual de los contenidos que maximizará las oportunidades de aprendizaje de
todos los estudiantes.
Enseñanza de las destrezas cooperativas. Debes trabajar de manera explícita sobre aquellas destrezas que son
necesarias para que los alumnos asuman el trabajo que deben desarrollar dentro de sus equipos. No venimos “de fábrica” sabiendo trabajar en equipo, por tanto, será
necesario que los alumnos interioricen toda una serie de
habilidades, hábitos y actitudes relacionados con la cooperación (compartir los materiales y las ideas, pedir y proporcionar ayuda, cumplir los compromisos, controlar los
tiempos, aceptar y cumplir con las tareas del rol asignado…),
la comunicación (escuchar con atención a los compañeros,
hablar con un volumen adecuado, respetar el turno de palabra, preguntar y responder con corrección…) o la resolución
de los conflictos que surjan de la relación (escucha activa,
mensajes en primera persona, la descentración cognitiva,
relativización de posiciones...).
Autoevaluación grupal. Debes promover que los estudiantes, dentro de sus equipos, puedan reflexionar sobre su
trabajo conjunto, con el objetivo de valorarlo y emprender
procesos de mejora. Para ello, es muy interesante que habilites los tiempos y los espacios para que los grupos evalúen
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su desempeño cooperativo, y así establezcan tres cuestiones fundamentales: (a) qué están haciendo bien y, por tanto, deben mantener; (b) qué están haciendo mal y, en
consecuencia, deben corregir; y (c) qué van a hacer para
mejorar su trabajo como equipo.
Estos nueve elementos deben constituir tu referente a
la hora de entender tu papel dentro de las dinámicas cooperativas. Articularlos o no puede marcar la diferencia entre
ese hacer cosas juntos que denunciábamos antes y el verdadero trabajo cooperativo. Entonces, a la hora de incorporar la cooperación a la dinámica habitual de tus clases,
debes tenerlos muy presentes y trabajarlos de manera explícita. Para facilitarte esta labor, vamos a presentarte cinco acciones que puedes desarrollar para empezar a hacer
aprendizaje cooperativo.
01
Establece una cultura de la cooperación
No se puede cosechar cooperación en un contexto que
apunta al individualismo o, lo que es peor, a la competición.
Por eso es necesario que trabajes de manera explícita para
la promoción de una cultura de cooperación que lleve al
alumnado a entender el aprendizaje como un acto compartido, en el que el éxito de uno es el éxito de todos. Esta cultura de cooperación se articula a partir de, al menos, cuatro
certezas muy claras:
1. El aprendizaje —como la mayoría de los quehaceres
humanos— se potencia a través de la interacción social.
2. La diversidad suma. Aprendemos más y mejor cuando trabajamos junto a compañeros y compañeras
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con ideas, capacidades e intereses diferentes.
3. La cooperación nos mejora a todos, independientemente de nuestro nivel de desempeño: cuando trabajamos juntos, aprendemos tanto los que explicamos
como los que recibimos la explicación. Por tanto, pedir ayuda es un rasgo de inteligencia y no un signo de
debilidad; y ofrecerla es una de las formas más potentes de profundizar en el aprendizaje.
4. Trabajamos juntos para aprender a trabajar solos. Por
tanto, el objetivo de las dinámicas cooperativas no es
el desempeño grupal, sino más bien el individual.
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Pero no basta con una cultura de cooperación, es necesario
que se den las condiciones para que la interacción cooperativa sea posible. Y en este sentido, es indispensable que establezcas un contexto cooperativo en el aula. Para
conseguirlo, procura trabajar sobre, al menos, tres cuestiones fundamentales:
— Cohesiona al grupo-clase. Trata de establecer un
contexto en el que la cooperación sea posible y derive en una interacción promotora que favorezca el
aprendizaje de todos los alumnos. Para ello, puedes
desarrollar toda una serie de estrategias y dinámicas dirigidas a fomentar el conocimiento mutuo entre los estudiantes, mejorar sus relaciones, crear
sentido de pertenencia, valorar la diversidad, etc.
— Agrupa a los alumnos. Organiza tu clase a través de
una serie de grupos heterogéneos que constituirán
el marco de interacción sobre el que se articulen las
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02
Transforma tu aula en una red de aprendizaje
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dinámicas cooperativas. Esto supone que desarrolles tres tareas muy específicas: (a) diseña los agrupamientos estableciendo los criterios que utilizarás
para conseguir heterogeneidad, evaluando el tamaño de los grupos y el tiempo que mantendrás esos
equipos; (b) distribuye a los alumnos entre los equipos tomando como referencia los criterios que estableciste anteriormente; y (c) dispón el aula y coloca a
los alumnos procurando que se den las condiciones
básicas para que la interacción cooperativa fluya de
manera adecuada.
— Organiza un contexto cooperativo. Como hemos dicho, solo se puede cooperar en un contexto cooperativo; por tanto, debes trabajar de forma explícita en
la articulación de un marco de relación en el que se
promuevan la interacción cooperativa y la eficacia
del trabajo conjunto. Para ello, puedes desarrollar
diversas acciones, entre las que queremos destacar
dos muy concretas: (a) la articulación de un marco
normativo que no solo promueva, sino que regule la
cooperación y (b) la distribución de una serie de roles cooperativos que contribuyan a la mejora del
funcionamiento de los equipos y la promoción de la
autorregulación grupal.
03
Diseña situaciones cooperativas
Una vez que has transformado tu clase en una red de aprendizaje cooperativo, llega el momento de poner esta red a
trabajar. Y esto implica que prestes una atención muy especial al diseño de las situaciones cooperativas.
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Como ya hemos señalado, para cooperar de manera eficaz, no te bastará con agrupar a tus alumnos y pedirles que
hagan cosas juntos. Será necesario que diseñes con mucho
cuidado una situación de aprendizaje en la que se cumplan
esos elementos que presentamos anteriormente. Para ello,
puedes seguir el siguiente procedimiento en tres pasos:
— Diseña una tarea. Parte del diseño de una actividad o
tarea que lleve a los estudiantes a desarrollar alguno
de los procesos que resultan indispensables para
construir aprendizajes realmente significativos. Algunos de estos procesos podrían ser la activación de
conocimientos previos, el procesamiento de la nueva
información, la recapitulación, la transferencia, etc.
— Establece el nivel de ayuda. Una vez que has diseñado
la tarea, toma las medidas necesarias para garantizar
que todos los estudiantes puedan asumirla con unas mínimas garantías de éxito. Para ello, puedes trabajar al
menos a dos niveles: en primer lugar, trata de anticipar
las posibles dificultades que pueden tener los alumnos,
y prepara materiales y recursos que puedan andamiar
su trabajo; en segundo término, establece el nivel de
ayuda que recibirán los estudiantes de sus compañeros
dentro de la dinámica grupal, estableciendo el patrón
de cooperación sobre el que se estructurará la dinámica. Para ello, debes decidir si trabajarán todo el tiempo
juntos (patrón grupal), si empezarán juntos y terminarán solos (patrón grupal + individual), si empezarán solos y luego contrastarán su trabajo con el grupo (patrón
individual + grupal) o si trabajarán de forma individual
solicitando la ayuda de sus compañeros cuando la necesiten (patrón individual dentro de un grupo).
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— “Cooperativiza” la dinámica de trabajo. Finalmente, una vez que has diseñado la tarea y has establecido el nivel de ayuda, debes asegurar que la
dinámica grupal conduzca a los estudiantes a cooperar de manera eficaz. Para ello, debes procurar
que tu diseño cumpla con la tríada cooperativa que
recoge las tres condiciones básicas de toda tarea
basada en la cooperación (interdependencia positiva, participación equitativa y responsabilidad individual). Juntos, estos tres elementos, pueden
tomarse como una especie de control de calidad
para tus diseños cooperativos, con el fin de trabajar con unas mínimas garantías de éxito. Solo hace
falta que te hagas estas tres preguntas: (a) ¿se necesitan para hacer el trabajo?, (b) ¿todos van a poder participar?, y (c) ¿vas a ser capaz de monitorizar
el trabajo de cada uno? Si tu respuesta es afirmativa en los tres casos, puedes tener la certeza de que
cuentas con un diseño bien perfilado.
04
Gestiona la dinámica cooperativa
Una vez que cuentas con una tarea cooperativa bien diseñada, llega el momento de ponerla en práctica. En ese momento, tu trabajo debe centrarse en la gestión de la dinámica
para promover que el alumnado coopere de manera adecuada y que la interacción derive en la promoción del aprendizaje de todos los estudiantes. Como te puedes imaginar, son
muchas las cuestiones que debes tener en cuenta a la hora
de gestionar el aprendizaje cooperativo, pero hay tres ámbitos de intervención que resultan fundamentales:
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— La gestión de la propia tarea. Debes crear las condiciones para que los equipos puedan realizar la tarea
propuesta de manera eficaz. Esto implica que intervengas antes, durante y después de la realización de
la actividad. Antes, para asegurarte de que todos conocen y comprenden lo que tienen que hacer y cuentan con los materiales necesarios para hacerlo.
Durante, para monitorizar el trabajo, ofrecer apoyo y
ayuda, o velar por un clima de trabajo adecuado.
Después de la realización de la tarea, para poner en
común el trabajo de los grupos, para matizarlo, completarlo o, incluso, corregirlo.
— La gestión de la cooperación. Debes trabajar de manera explícita sobre las destrezas que los alumnos
necesitan para cooperar de manera eficaz. Para ello,
no solo debes enseñarlas, sino que tienes que estar
muy pendiente de ellas con la intención de ofrecer a
los alumnos el feedback necesario para mejorar su
competencia cooperativa.
— La gestión de los conflictos. Durante las dinámicas
cooperativas pueden producirse diversos problemas
que llegan a comprometer el trabajo conjunto de los
estudiantes. Es indispensable que estés pendiente
de estas situaciones para ayudar a los grupos a gestionarlas de manera adecuada.
05
Evaluamos la cooperación
Finalmente, es necesario que prestes atención a la evaluación del aprendizaje cooperativo, entendida como un
elemento clave dentro de los procesos de mejora que deben
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llevar a los estudiantes a cooperar de manera cada vez más
eficaz y, en consecuencia, a aprender más cooperando.
A la hora de evaluar las dinámicas cooperativas, debes
moverte en dos niveles distintos:
— La evaluación de la propia cooperación, con la intención de potenciar las propias dinámicas cooperativas.
En este nivel podemos señalar tres ámbitos de evaluación distintos, pero profundamente relacionados: (a)
la evaluación de la competencia para cooperar de cada estudiante, (b) la evaluación del funcionamiento
de los equipos y (c) la evaluación del propio proceso
de implantación del aprendizaje cooperativo.
— La evaluación de lo que aprenden cooperando, con
el fin de potenciar la interiorización de los contenidos que los estudiantes están trabajando juntos.
En ambos niveles, además de la evaluación que tú
desarrollas como docente, resulta muy interesante
que intentes incorporar al alumnado como agente
evaluador. Esta estrategia es significativa, no solo
porque te permitirá potenciar el propio proceso de
evaluación, llevándolo a un nivel superior, sino porque desarrollar la capacidad de los estudiantes para
evaluar su propio trabajo y el de sus compañeros
constituye una herramienta de aprendizaje muy potente y una competencia fundamental para educar
ciudadanos capaces de aprender y mejorar a lo largo
de toda su vida.
Por qué
Como has podido apreciar, hacer aprendizaje cooperativo
exige que conozcas y seas capaz de manejar un buen puña-
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do de elementos y que los utilices para desarrollar toda una
serie de acciones que, no nos engañemos, tienen su complejidad. En consecuencia, no hace falta una reflexión muy
profunda para intuir que, en los primeros momentos de su
implantación, el aprendizaje cooperativo le va a añadir un
plus de dificultad a tu práctica docente.
Por ello, es necesario que tengas muy claro que las estructuras y dinámicas cooperativas te van a ofrecer muchos
beneficios que, sin duda, compensarán tu esfuerzo. Y es que
son muchos y muy variados los argumentos que podemos esgrimir a la hora de justificar la incorporación del aprendizaje
cooperativo a la dinámica habitual de nuestras aulas. Nosotros queremos ofrecerte nuestro decálogo particular 2:
2
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El aprendizaje cooperativo promueve la actividad del
alumnado en el aula, lo que contribuye decididamente a
que desarrolle los procesos necesarios para aprender. La
participación de los alumnos en las dinámicas grupales genera continuas situaciones de intercambio y contraste que
derivan en la construcción de aprendizajes más significativos y profundos, derivados de un procesamiento mucho
más intenso de los contenidos trabajados.
25
1
El aprendizaje cooperativo mejora el rendimiento escolar
de todos los alumnos, ya que les permite utilizar estrategias de aprendizaje más sofisticadas y eficaces. Además, el
2 El decálogo se basa en las aportaciones de diversos autores, entre los que
destacamos a Kagan (1994), Slavin (1994), Johnson y Johnson (1999), Pujolàs
(2004, 2008), Ferreiro Gravié (2003) y Díaz-Aguado (2003, 2005).
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trabajo conjunto de los alumnos dentro de los equipos deriva en la aparición de modelados, conflictos sociocognitivos
y andamiajes que se traducen en un procesamiento de los
contenidos más profundo e intensivo.
3
El aprendizaje cooperativo aumenta la motivación hacia
el aprendizaje escolar, ya que incide de forma muy positiva
en algunas de las variables fundamentales de la motivación
del alumnado: probabilidad subjetiva de éxito, atribución
causal, compromiso con el aprendizaje, y persistencia en la
tarea o nivel de aspiración.
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4
El aprendizaje cooperativo contribuye a una gestión mucho más eficaz de la diversidad, derivada tanto de la autorregulación grupal como de las situaciones de andamiaje y
modelado constantes que se producen dentro de los grupos. Al promover niveles de autorregulación mayores por
parte de los alumnos, es posible que trabajen de forma más
autónoma e independiente dentro de sus equipos. Esto
abre la posibilidad de trabajar con tareas diferenciadas en
función de las necesidades de los diferentes estudiantes, lo
que deriva en una situación en la que los estudiantes no tienen que hacer lo mismo, de la misma forma y al mismo tiempo. Ahora bien, estas autonomía e independencia del
docente no suponen una merma en el nivel de apoyo y ayuda que reciben los estudiantes. Al situar este trabajo autorregulado dentro de los equipos, los alumnos pueden
recibir de sus compañeros niveles de ayuda muy altos, que
contribuirán a andamiar su trabajo de una forma mucho
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más eficaz. Al tiempo, el docente puede prestar atención a
aquellos alumnos que presentan unas necesidades mucho
más específicas, ya que el apoyo de los equipos permite que
no se tenga que estar pendiente de todas y cada una de las
dificultades que se presentan en clase, con lo que puede
centrarse en algunos casos más concretos.
6
El aprendizaje cooperativo contribuye a reducir la ansiedad, en la medida que articula contextos tranquilos de trabajo en los alumnos encuentran tiempo suficiente para
pensar, probar, equivocarse y recibir retroalimentación. Al
tiempo, democratiza las oportunidades de éxito en el aula,
a través de una gestión más eficaz de la diversidad que se
construye sobre la adecuación de la intervención educativa
y el apoyo entre iguales. Todo esto promueve la construcción de un autoconcepto y autoestima más positivos, lo que
se concreta en niveles de confianza más altos.
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El aprendizaje cooperativo contribuye al desarrollo cognitivo de los alumnos, en la medida en que consigue aumentar la variedad y la riqueza de experiencias que la
escuela les proporciona, ayudándoles a desarrollar mayores habilidades intelectuales y a mejorar su capacidad de
expresión y comprensión verbal. En esta línea, las dinámicas cooperativas, al favorecer la confrontación de puntos
de vista, generan conflictos de tipo cognitivo que conducen
a la reestructuración de aprendizajes, a través de la búsqueda de nuevas soluciones y la asimilación de perspectivas diferentes a las propias.
27
5
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7
El aprendizaje cooperativo favorece la integración y la
comprensión intercultural, al impulsar la aparición de conductas prosociales basadas en la valoración de la diversidad, las relaciones positivas y la resolución constructiva de
conflictos. De este modo, no solo contribuye a mejorar la
convivencia en las aulas, sino que constituye una vía idónea para la transmisión de valores indispensables para vivir
en una sociedad diversa, multicultural y democrática.
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El aprendizaje cooperativo favorece el desarrollo socioafectivo, ya que el aumento de la cantidad y calidad de las interacciones que se deriva de la cooperación promueve el
desarrollo de destrezas específicas relacionadas con la
creación y mantenimiento de relaciones positivas, la gestión constructiva de conflictos, el trabajo en equipo, el diálogo, etc. Asimismo, la interacción cooperativa genera un
lenguaje de códigos comunes que repercute en una mayor y
mejor comunicación, convirtiéndose el diálogo en el núcleo
vertebrador de la experiencia educativa. Finalmente, los
contextos cooperativos favorecen la interiorización, tanto
de patrones y habilidades sociales, como de valores y actitudes específicos a partir de la toma de contacto con diferentes modelos que pueden ser “aprendidos” a través de la
observación y la imitación.
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El aprendizaje cooperativo contribuye a reducir la disrupción en la escuela, pues constituye una herramienta eficaz
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para reducir algunos de los factores más decisivos en la
aparición de conductas disruptivas —y violentas— en la escuela, como pueden ser el fracaso escolar y la falta de vínculos con los compañeros.
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El aprendizaje cooperativo desarrolla la competencia del
alumnado para interactuar en contextos heterogéneos
que, en el momento actual, se ha convertido en una de las
metas esenciales de cualquier sistema educativo. No en vano el proyecto DeSeCo, que puede considerarse el germen
de las reformas educativas basadas en el enfoque de competencias que se están produciendo en todo el mundo, la
incluyen como una de las tres competencias clave que todos los ciudadanos deben interiorizar de cara a desenvolverse de manera constructiva y positiva en los distintos
entornos sociales. Concretamente, las tres competencias
clave que establece DeSeCo son: (a) usar herramientas interactivamente, (b) interactuar en grupos heterogéneos y
(c) actuar de forma autónoma.
Además, aunque las tres se potencian dentro de una dinámica cooperativa, resulta evidente que es la segunda de ellas
la que exige de manera irrenunciable que se apueste por la incorporación de las dinámicas de cooperación en el aula. De
hecho, cuando DeSeCo concreta las competencias a través
de capacidades, establece tres específicas en la competencia
para interactuar en contextos heterogéneos: la capacidad para relacionarse bien con los demás, la capacidad para cooperar, y la capacidad para gestionar y resolver conflictos.
Visto desde esta perspectiva, resulta evidente que no
podemos considerar el aprendizaje cooperativo solo como
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un medio para conseguir todas y cada una de las ventajas
que hemos presentado anteriormente, sino que puede considerarse como un objetivo de gran importancia dentro de
las metas a las que ha de aspirar el sistema educativo.
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Cierre
Llegados a este punto, supongo que te estará rondando por
la cabeza una pregunta muy importante: ¿me interesa embarcarme en la empresa de transformar mi aula en una red
de aprendizaje? Como decíamos anteriormente, cooperar
supone, en un principio, un nivel de complejidad mayor en
tu práctica docente.
Una parte importante de ese “plus de dificultad” tiene
que ver con el hecho de cambiar el contexto, pasando de un
marco individualista —o, lo que es peor, competitivo— a un
marco de relación basado en la interacción y la cooperación. Esto exige que tus alumnos pasen por un proceso de
adaptación que implica la interiorización de algunas destrezas y actitudes básicas que, como es lógico, no se consiguen de la noche a la mañana. A cooperar se aprende
cooperando y, en este sentido, debes darles tiempo para
que aprendan a manejarse dentro del nuevo contexto.
Ahora bien, en cuanto vayan interiorizando estas destrezas y actitudes empezarás a comprobar que esta apuesta por la cooperación compensa y mucho. Cuando tu aula
empieza a transformarse en una red de aprendizaje cooperativo, todo comienza a cambiar y muchas cosas que antes
te resultaban difíciles empiezan a fluir de una manera más
natural. Nos referimos a cuestiones tan fundamentales como pueden ser la implicación del alumnado en la dinámica
de la clase o la búsqueda de una gestión más eficaz de la di-
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versidad. En ambas cuestiones, el efecto de la cooperación
se deja notar muy rápidamente, ya que, en las aulas cooperativas, el peso de la actividad bascula del docente a los
alumnos, lo que les ofrece múltiples oportunidades para
“hacer cosas” en clase. Y, si entendemos el aprendizaje como un proceso de construcción personal, cuanto más hacen, más aprenden. Visto de este modo, el aprendizaje
cooperativo democratiza las oportunidades de aprender en
el aula, ya que el trabajo dentro de los equipos promueve la
participación y la implicación de un número mucho mayor
de estudiantes.
Además, la promoción de la autorregulación del alumnado, que se produce dentro de las dinámicas cooperativas,
abre la posibilidad de que ocurran cosas distintas al mismo
tiempo. Esta situación nos sitúa ante un escenario nuevo,
diferente, en el que la adecuación de las propuestas a las
necesidades de los distintos alumnos se convierte en un objetivo complejo, pero posible.
Y es que cuando se establece una dinámica en la que el
éxito de uno es el éxito de todos y, por tanto, nadie se muestra
indiferente ante el fracaso de un compañero, la posibilidad de
conseguir un aula en la que aprenden todos, independientemente de sus características, necesidades e intereses, deja
de ser una empresa utópica y pasa a convertirse, simplemente, en una tarea compleja, pero no imposible.
Ahora bien, para conseguir todo esto, es necesario que
mantengamos una visión realista de lo que implica la cooperación en el aula. Uno de los obstáculos más importantes
a la hora de implantar el aprendizaje cooperativo es ese optimismo no informado que nos lleva a pensar que todo resultará sencillo y será fenomenal. Esta visión ingenua
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puede llevar a que nos planteemos unas expectativas poco
realistas. Expectativas que, lógicamente, no suelen cumplirse y que derivan en que muchos pasen de ese optimismo
no informado a un pesimismo informado que, en no pocos
casos, suele conducir al abandono. Y ese es, sin duda, el
mayor de los errores. No existe el alumnado o grupo-clase
incapaz de cooperar, solo las malas propuestas cooperativas; por tanto, te recomendamos que asumas la incorporación de la cooperación a tus clases partiendo de tres pautas
fundamentales clave:
— Secuencia el proceso. A la hora de implantar el
aprendizaje cooperativo, es fundamental que vayas
paso a paso. Aunque tu meta sea ambiciosa, debes
avanzar con pasos pequeños, con el fin de trabajar
siempre sobre la zona de desarrollo próximo cooperativa de tu alumnado. No venimos “de fábrica” sabiendo trabajar en equipo, así que debes procurar
que las propuestas se adecúen al nivel de experiencia y destrezas cooperativas de los estudiantes en
cada momento, para promover unas mínimas garantías de éxito.
— Aprende cooperar. Pero no solo deben aprender a
cooperar tus alumnos, tú también debes aprender a
diseñar y gestionar estructuras y dinámicas cooperativas. Y esto exige que dediques un tiempo a formarte y prepararte para manejar con eficacia las
herramientas básicas que necesitarás para desarrollar esas cinco acciones fundamentales para implantar el aprendizaje cooperativo que te presentamos
anteriormente: promover una cultura de cooperación, transformar el aula en una red de aprendizaje,
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diseñar propuestas de cooperación, gestionar las dinámicas de trabajo en equipo y, por supuesto, evaluar el aprendizaje cooperativo.
— Compínchate con tus colegas. El aprendizaje cooperativo funciona mucho mejor cuando se asume como
una obra coral. Cuantos más profesores trabajen
con dinámicas cooperativas en tu centro, más experiencia tendrán los alumnos cooperando. Y cuanta
más experiencia, más destrezas. Por tanto, todo lo
que inviertas en sumar a tus colegas a la causa de la
cooperación lo ganarás en el aula.
Estas tres premisas anteriores, nosotros las hemos
condensado a través de nuestro propio modelo de innovación educativa, al que hemos denominado PBC:
pocas cositas, bien “hechecitas” y compartidas por
muchos. Este modelo, además de reflejar en ese
abuso de los diminutivos nuestro origen peruano,
constituye el fruto de casi veinte años de trabajo en
el ámbito de la incorporación de la cooperación a la
dinámica escolar. Y, desde nuestro punto de vista,
constituye el mejor consejo que te podemos dar a la
hora de embarcarte en la empresa de transformar tu
clase en una red de aprendizaje cooperativo.
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Bibliografía
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