Subido por Julio Suse

La necesidad de crecer y el deseo larvado de conservar el poder a cualquier costo

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La Mirada Doble
La necesidad de crecer y el deseo larvado de conservar el poder a cualquier costo
El problema más grave de la Argentina no es la inflación. Tampoco, aunque duela muchísimo, la
pobreza y la falta de horizonte de millones de compatriotas. Lo que nos ha empobrecido hasta
niveles nunca imaginados es la decisión de nuestra clase política, me refiero a los partidos
mayoritarios, de luchar con uñas y dientes para mantenerse en el poder a cualquier precio. No
importa si en esa pulsión, enceguecidos, se llevan puestas las esperanzas cada vez más
desvencijadas de la ciudadanía en su conjunto.
La consigna parece ser: hay que permanecer en el poder la mayor cantidad de tiempo posible, sin
importar temas no menores como lo son el cumplimiento de las promesas electorales o la
consecución de logros -o daños- producidos.
Y sí. Los que ganan las elecciones se dedican febrilmente, desde mucho antes de asumir, a
elucubrar planes y estrategias destinados a mantenerse en el poder la mayor cantidad de tiempo
posible. Lo que significa la viciosa práctica de estar permanentemente pensando en las elecciones
siguientes... incluso antes de haber asumido el cargo que luego se intentará "prorrogar".
Es muy conocida aquella estrategia de Néstor y Cristina "un mandato yo y otro vos", frustrada por
la repentina desaparición física del ex presidente. Macri tampoco se quedó atrás. Luego de su
exitosa perfomance electoral de medio termino en 2017, desde el corazón del poder se reconoció
que el plan era "Dos periodos de Mauricio, dos de María Eugenia y dos de Horacio". Macri tuvo
además la precaución de dividir el manejo de Economía en cinco o seis personas (vicejefes de
Gabinete, secretario de Energía, presidente del Banco central, ministro de Economía y encargado
de conseguir fondos externos). No fuera cuestión de que un ministro resolviera los problemas y
adquiriera el status de presidenciable (lo mismo que con Cavallo y Lavagna antes, pero más sutil).
Así fueron eyectados -en malos términos- Prat Gay y Melconian, dos de los economistas más
prestigiosos de Argentina.
La permanencia en el poder de estos personajes con innegables aspiraciones mesiánicas (no creen
en la frase “el cementerio está lleno de imprescindibles”), qué significaría entonces... una
verdadera necesidad social o las apetencias angurrientas de personajes bastante ordinarios con
delirios religiosos (esto se nota más en el kirchnerismo donde la papisa es investida de una
dogmática infabilidad). La respuesta es clara.
En ocasión de la discusión sobre la “nueva” fórmula jubilatoria propuesta por el actual gobierno
(que a la postre resultaría contraria a las promesas de campaña) el diputado Máximo Kirchner
expresó en un momento tenso del debate "Griten todo lo que quieran, insulten todo lo que
quieran, porque es la mayor certeza de que la próxima elección se las vamos a volver a ganar”.
La alusión a las elecciones, siempre presente.
Lo cierto es que Argentina sufre un serio problema inflacionario desde hace quince años
(actualmente 50% de inflación anualizada contra 3 o 4 de los países de la región). No crece desde
2011 (el año en que Cristina ganó con el 54% de los votos). La pobreza afecta a más de la mitad de
los hogares argentinos (seis de cada diez niños son pobres). El estado argentino con una enorme
deuda imposible de pagar sin crecimiento (como toda deuda). Está claro que necesitamos un plan
económico muy serio (aunque los herederos políticos del autor de los planes quinquenales
afirman “no creer en los planes económicos”) que baje el gasto del estado ineficiente (entre cinco
y siete puntos del producto se “pierden” por corrupción o ineficacia según el BID), que tenga por
objetivo recuperar el virtuoso superavit comercial y fiscal. También terminar con la maraña
impositiva que asfixia a los privados y sentar las bases para un crecimiento genuino del empleo
privado. Si se sigue emitiendo sin respaldo o crecimiento de la economía, la inflación termina
cruelmente con las legítimas aspiraciones de “vivir mejor” de los sectores medios y bajos.
Es difícil, se requiere un timonel con mucha experiencia y sensibilidad social. Pero
fundamentalmente, se necesita un acuerdo nacional de las principales fuerzas políticas que
establezcan el compromiso de cumplir políticas de estado por veinte años, independientes de las
movedizas arenas electorales. Macri llamó al diálogo cuando su gobierno tenía fecha de salida. El
actual gobierno, pese a la tormenta electoral, estaría en condiciones de intentarlo con más exito.
Es incontrastable que los principales líderes argentinos, desde el comienzo de la democracia,
estuvieron mucho más atentos a los vaivenes relacionados con la posesión del poder (o sea de las
elecciones y sus vicisitudes) que de intentar un acuerdo programático para saldar la enorme deuda
social con el pueblo argentino. Así nos va. (Julio Suse)
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