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Declan Donnellan

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Declan Donnellan: Dar en la diana, estar presente
Otro de los directores ingleses de gran prestigio en la actualidad es Declan Donnellan, su
libro “El actor y la diana” comienza con las palabras: “Actuar es un misterio, como también
lo es el teatro”[1]. Para Donnellan actuar es un reflejo, un mecanismo para el desarrollo y la
supervivencia. Dice que el bebé nace preparado para copiar comportamientos y que
desarrollamos nuestra identidad interpretando los papeles que vemos hacer a nuestros
padres, hermanos, maestros, amigos, enemigos. Nacemos todos con la necesidad de
actuar y de que otros actúen para nosotros.
Donnellan emplea el concepto de diana para ejemplificar un modo de estar presente, en la
propia actuación. La diana es algo visto o sentido que impulsa al actor a la acción, dice
Donnellan que para que una actuación sea de verdad, tiene que ser una reacción a algo.
Piensa que el actor no tiene que ahondar buscando emociones dentro de sí, sino poner su
atención en la diana y reaccionar a ello. Un pensamiento propio puede ser una diana
cuando ponemos la atención en él, cuando somos conscientes de nosotros mismos y
podemos tomar cierta distancia. Cuando estamos presentes con algo, ese algo puede ser
una diana. La tarea del actor es darse cuenta de dónde se posa la atención, sin controlarla,
siendo sólo testigo de la propia mente. La respiración puede ser una diana, cuando la
persona atiende a cómo esta respirando en el aquí y ahora, siendo testigo de su
respiración tal cual es. Donnellan aclara que no debemos poner demasiada concentración
en aquello que observamos porque acabaremos deformándolo, se trata más bien de ser
testigo. Tampoco se trata de buscar un motivo para la acción, no es cuestión de buscar
nada sino de percibir algo, lo que ya hay, lo que inevitablemente está ocurriendo en el
momento presente. Buscar un motivo es como buscar un por qué, un criterio que no tiene
tanto interés y puede resultar un camino de excusas. Donnellan dice que al explicar el por
qué podemos quedar atados a nudos, ya que en realidad no podemos saber por qué se
enamora Julieta de Romeo, o por qué hacemos ciertas cosas y saberlo tampoco ayuda
demasiado a la hora de actuar. Donnellan sostiene que la única posibilidad para que una
actuación sea auténtica es ver y reaccionar a eso que se percibe. Importa que el actor
pueda ver, ya que lo interno no es una fuente independiente de lo externo, escribe
Donnellan: “Romeo necesita que la escena del balcón trate más sobre Julieta y menos
sobre sí mismo”[2]. El ver prioriza lo que existe, el que ve tiene la libertad de sorprenderse
y actuar. Si el que actúa ve los cambios en la diana la actuación puede apoyarse en eso
para mantenerse viva y no requiere el esfuerzo de intentar provocarse a sí mismo. En la
Gestalt podemos decir que es estar presentes y conscientes en la experiencia y desde allí
responder. Si vemos al otro, lo escuchamos, tomamos contacto, lo propio se despliega. Sí
en cambio sólo buscamos dentro podemos quedar aislados de lo que en verdad está
sucediendo en el encuentro. Ver es no quedarse en la fantasía, es ir a la fuente, es poner
conciencia, es salir de mi casa dónde todo es un poco más seguro y caminar por la calle.
La acción en el teatro es el intento de cambiar la diana para lograr lo que yo necesito.
Donnellan sostiene que es el miedo el que nos limita la actuación y que los problemas del
miedo pueden superarse si nos quedamos en el ahora, ya que el miedo gobierna el futuro
como ansiedad y el pasado como culpa. Pero aclara que el actor no debe intentar estar
presente, porque ya lo está! Y no hay nada que pueda alterar eso, simplemente se trata de
recordar, con calma, que estamos presentes para que nada pueda secuestrarnos,
afirma: “Estar presente es algo que nos viene dado, como un regalo. No nos lo pueden
robar, pero podemos embobarnos a nosotros mismos hasta creer lo contrario…El sencillo
acto de prestar atención nos tranquiliza. De hecho, sólo la atención nos trae la
paz.[3]” Donnellan habla de un tú que hace y un tú que observa, el que observa es el que
nos critica, que nos dice: eres un inútil, o bien: eres brillante, algo similar al diálogo con
el perro de arriba de la Gestalt, un dialogo interno que nos deja solos, dónde no hay
espacio para un tercero y perdemos el contacto, perdemos la diana.
Para Donnellan la pretensión de renunciar a lo externo es una locura, porque necesitamos
del mundo exterior, necesitamos las dianas. Considera que lo que
llamamos independencia es una libertad sintética que nos inventamos para sentir que
tenemos el control. Y que la libertad real es más grande, misteriosa e insegura, es como la
presencia, que nos viene dada aunque a veces nos distraemos intentando atraparla.
Muchas veces preferimos el control a la libertad, y nos cuesta encontrar una integración
saludable, el control nos promete un terreno más conocido y seguro, muchas veces
elegimos pagar un precio para evitar correr riesgos y todas nuestras decisiones son
válidas.
Donnellan habla de ver la diana como una vía de escape para salir de nosotros mismos y
de la rueda del miedo. Plantea que con lo externo media una distancia, un espacio y por
tanto un sendero potencial y eso es lo atractivo ya que cuando todo está muy ensimismado
resulta difícil ver algo. La actuación supone recorrer el camino, salir de mí e ir hacia el otro,
ir hacia el mundo, salir a escena. Siempre que actuamos es porque queremos transformar
algo, cambiar algo. Y cada vez que actuamos algo ganaremos y algo perderemos y aquello
que se gana, suele tener el mismo tamaño de lo que se pierde, de allí el conflicto interno.
Para Julieta el gozo de ser amada por Romeo es tan grande como el terror de ser
rechazada por él. El miedo al dolor nos lleva a querer ver sólo lo bueno, una única cosa,
pero el actor necesita ver estos dúos: lo que puede ganar y lo que puede perder, y con ello
transitar el conflicto que es común al hecho teatral. Cuando vamos al teatro podemos
comprender el conflicto del personaje, las fuerzas internas en pugna y tal vez nos alivia
pensar que eso le pasa a otros, pero en el fondo sabemos que también es parte de nuestra
vida, el buen teatro nos pone delante de nuestra propia y contradictoria humanidad
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