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8 claves para poner fin al acoso escolar. Estrategias para padres, madres y escuelas

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8 claves para poner fin
al acoso escolar
Estrategias para padres, madres y escuelas
SIGNE WHITSON
PRÓLOGO DE BABETTE ROTHSCHILD
Traducción de Montserrat Foz Casals
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Todos los derechos reservados.
No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un
sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio
(electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por
escrito de los titulares del copyright.
Título original: 8 Keys to End Bullying
Copyright © 2014 by Signe Whitson
Originally published by W. W. Norton & Company, Inc.
© 2017 EDITORIAL ELEFTHERIA, S. L.
Sitges, Barcelona, España
www.editorialeleftheria.com
Primera edición: Junio de 2017
Traducción del inglés: Montserrat Foz Casals
Imagen de cubierta: istock.com/filipefrazao
ISBN (papel): 978-84-947335-2-9
ISBN (e-book): 978-84-947335-3-6
Depósito legal: B 12981-2017
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Para Richard, Hannah y Elise
y
para todos los formidables educadores, asesores, profesionales del trabajo
juvenil, padres y madres que saben que las pequeñas cosas son realmente
las más importantes cuando se trata de marcar una diferencia en la vida de
un niño.
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Índice
Prólogo de Babette Rothschild
Introducción
CLAVE 1:
CLAVE 2:
CLAVE 3:
CLAVE 4:
CLAVE 5:
CLAVE 6:
CLAVE 7:
CLAVE 8:
Identificar el acoso escolar cuando lo vemos
Establecer conexiones con los niños
Poner fin al acoso escolar cuando lo vemos
Tratar directamente el ciberacoso
Reforzar las competencias sociales y emocionales
Convertir a los testigos en amigos
Tender la mano a los niños que acosan
Mantener viva la conversación
Recursos
Referencias
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Prólogo
Babette Rothschild, editora de la serie
El acoso escolar siempre ha estado presente en las dinámicas de grupo entre estudiantes.
Antaño, todo el acoso se realizaba en persona (y por la espalda). Sin embargo, la
aparición de los ordenadores, el correo electrónico y las redes sociales en línea ha
añadido una nueva dimensión a este problema. Y, obviamente, no sólo los niños son
vulnerables al acoso. Los adultos también pueden ser victimizados, especialmente
(aunque no exclusivamente) en el trabajo.
Aunque no siempre se haya reconocido como un problema grave de la sociedad, en
las últimas décadas el acoso ha atraído cada vez más la atención pública, también en los
medios de comunicación, ya que cada vez se atribuye una mayor violencia a las víctimas
del acoso: tiroteos y suicidios entre otros. Los psicólogos y otros profesionales e
investigadores de la salud mental también han salido a la palestra; el número de estudios
científicos sobre el acoso también está creciendo.
Dedicar un libro al acoso escolar siempre ha sido una de las principales prioridades
de la serie sobre salud mental 8 Claves para. La cuestión, sin embargo, era: ¿quién debía
escribirlo? Por su popular sitio web, su blog y sus publicaciones anteriores, Signe
Whitson era una clara candidata por estar a la vanguardia de este debate. Ha trabajado
durante mucho tiempo para combatir el acoso como escritora y como educadora, y trata
este problema con un gran conocimiento, experiencia, sensibilidad, sensatez y mucho
corazón. No hay duda de que está del lado del acosado y que realmente quiere que se
ponga fin a la victimización. Al mismo tiempo, tiene muchísimo sentido común.
Reconoce que si la definición del acoso escolar se amplía demasiado y se suaviza, se le
prestará una menor atención y sus riesgos se manejarán mal. Así pues, para empezar, ella
distingue claramente el acoso de otros tipos de encuentros desagradables menos graves
como la grosería y la simple maldad. Así, pone el foco en las graves y en ocasiones
trágicas consecuencias del acoso escolar. Y muestra claramente cuán común es este
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problema.
La mayoría de nosotros seguramente podemos recordar uno o varios incidentes de
acoso escolar de nuestra infancia ya sea como víctimas, participantes u observadores. Yo
recuerdo varios, pero uno destaca especialmente. Un día, en tercero, una compañera de la
escuela me preguntó si yo era un marimacho. Me gustaba subirme a los árboles, correr y
hacer deporte. Y yo había escuchado ese término usado afectuosamente en mi familia
para referirse a las niñas a las que les gustan estas cosas. Así que, simplemente (e
inocentemente), le respondí que «sí». Para ser sincera, esperaba que aquello nos uniera,
porque yo la había visto a ella hacer exactamente lo mismo, e imaginaba que estaba
buscando a su alma gemela. Sin embargo, a partir de ese día, «marimacho» se convirtió
en un insulto en la boca de esa compañera y de cualquiera que se uniera a ella. Ante la
menor oportunidad, me aislaban y me llamaban «marimacho» con escarnio.
Lo que empezó como un intento inocente por mi parte de establecer un vínculo se
convirtió en una pesadilla para mí. No recuerdo cuánto tiempo duró (días o semanas)
pero durante ese tiempo las «marimachos» no podían sentarse en la mesa del almuerzo,
no podían jugar en grupo, etcétera. No creo que participara todo el mundo, pero sí las
suficientes personas como para que mi vida escolar se complicara mucho. Recuerdo
cómo lloraba y suplicaba no ir a la escuela. Mis padres, aunque me entendían, no tenían
ni idea de cómo ayudarme. Todo el mundo sabía qué era el acoso escolar entonces, pero
se consideraba algo normal en la infancia. En 1958, nadie reconocía que el acoso pudiera
aplastar el espíritu de un niño.
Finalmente, mis padres insistieron en que debía contraatacar. Yo no sabía realmente
qué significaba aquello, y ellos no sabían cómo enseñarme, pero no obstante adopté la
determinación de no rendirme ante los acosos. Un día, en el recreo, mientras estábamos
eligiendo nuestras posiciones para un juego de pelota, esa compañera me desafió: «No
quiero a un marimacho en mi campo». Armándome de valor le dije: «¡Pues vete!».
Mágicamente (y afortunadamente) nunca volvió a haber ningún otro problema con el
«marimacho». Obviamente, la mayoría de los acosos no se disuaden tan fácilmente. Creo
realmente que fui muy afortunada, porque estaba sola: no había ningún padre, ni madre
ni profesor que pudiera intervenir. Y el mío tampoco es un ejemplo del peor tipo de
acoso; nunca estuve tan desesperada como para considerar el suicidio. No obstante, noto
aún los efectos de este incidente en la inseguridad que siempre he sentido en mi vida
cuando he tenido que participar en todo tipo de grupos.
8 claves para poner fin al acoso escolar contiene justamente lo que el título promete:
claves concretas para identificar el problema y ponerle fin. Con una redacción cercana y
amena, Whitson proporciona claras y útiles orientaciones a los padres, madres, maestros
y administradores y líderes de la comunidad sobre cómo intervenir de manera efectiva.
Numerosas nuevas historias muestran el gran daño que puede causar el acoso.
Asimismo, hay muchos ejemplos inspiradores de pequeñas y grandes victorias contra el
acoso. Whitson incluye ejemplos de ambas cosas. También incluye diálogos simples
para que aquellos que deseen intervenir puedan suavizar una situación difícil y sepan qué
decir: frases que podemos utilizar para hablar con nuestro hijo, con nuestro alumnado,
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con los padres de un acosador, etcétera. Cada capítulo termina con «10 estrategias
prácticas» que pueden utilizarse inmediatamente.
Entre muchos elementos importantes, Whitson subraya el destacado papel de los
testigos a la hora de facilitar y de evitar el acoso. ¡Ya me hubiera gustado a mí haber
contado con su ayuda hace algunos años! En una ocasión, fui testigo con gran asombro y
perplejidad de cómo un respetado psiquiatra intimidaba y humillaba a un participante de
un taller delante de todo el público (120 terapeutas profesionales o más). El ambiente se
cortaba con un cuchillo. Yo misma me quedé helada. Y supongo que los demás también,
porque nadie hizo ni dijo nada. Todavía me tortura mi incapacidad de responder, de
detener el ataque, o incluso de acercarme y ofrecer ayuda a la víctima cuando, minutos
después, salió de la sala para no regresar. Todavía me siento fatal por ello. Creo que a
todos nos intimidaba la arrogancia y la postura del ponente, y probablemente también
temíamos alguna repercusión profesional, o la situación desencadenó recuerdos
paralizantes de nuestra propia victimización en nuestra infancia. Me he prometido a mí
misma que nunca más permitiré que eso suceda, y afortunadamente no he tenido la
oportunidad de ponerlo a prueba. Mi experiencia también me recuerda que hacer que
alguien (incluidos los niños) denuncie el acoso no es nada fácil. Incluso adultos bien
informados y por lo demás asertivos pueden mostrarse incapaces de actuar. Sin embargo,
ahora, gracias al libro de Whitson, me siento reforzada, apoyada y cargada con mucha
munición por si se vuelve a producir una situación así.
La humanidad de Whitson y su sentida implicación con los niños se hace patente en
cada página. Nos permite tener la esperanza de que el acoso no tenga que tolerarse más y
de que es posible hacer más que gestionarlo: podemos ponerle fin.
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Introducción
A Erin le rompieron por primera vez el corazón a la tierna edad de ocho años. En la
primera semana de segundo, conoció a una niña llamada Kristy y, como suele pasar de
un modo tan bonito a esta edad, las dos se convirtieron en las mejores amigas en un
instante. Las niñas se hicieron amigas por su admiración hacia un grupo televisivo de
pop, y aprovechaban cualquier momento informal en la escuela para cantar y bailar
juntas. Enseguida se hicieron inseparables tanto dentro como fuera de clase, quedando
para comer en la escuela y para jugar cuando no había clase.
Durante varias semanas, la madre de Erin sólo escuchaba «Kristy dice esto», «A
Kristy le gusta esto», «Kristy me ha dicho que tengo que hacer esto y aquello». La madre
de Erin admitía que ella también se dejó llevar un poco por esta fiebre de Kristy, de tan
contenta que estaba de que su hija disfrutara de esa amistad. Hasta que todo cambió.
Igual que los templados días de principios de septiembre se vuelven fríos
rápidamente a finales de octubre, Erin empezó a experimentar la fría dureza de la
agresividad relacional, una forma confusa y dolorosa de acoso que defino en la Clave 1.
En el mundo de Erin, la agresividad relacional era percibida como una separación, o más
bien como un abandono. El primer incidente que su madre notó fue cuando Kristy la tiró
de la silla durante la noche de puertas abiertas de la escuela (no jugando al juego de las
sillas, como comprobó la madre de Erin). Tampoco porque Kristy estuviera enfadada
con Erin y perdiera los nervios, como los niños en edad escolar hacen (Kristy era una
niña muy templada, muy comedida, una niña serena con un buen control de sus
emociones). Según le contaron después, Kristy empujó de la silla a Erin simplemente
porque quiso; optó deliberadamente por afirmar su control y ser cruel.
Con el corazón en la garganta y las mandíbulas de mamá oso a punto de
desencajársele, la madre de Erin observó que la maestra de las niñas se dirigía hacia el
lugar donde se había producido la escena. La maestra preguntó: «Erin, ¿estás bien?
¿Kristy te ha hecho daño?». Incluso a la tierna edad de ocho años, Erin sabía que no
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podía arriesgarse a enfadar a Kristy calificando su acto como indeseado. Ya en segundo,
la niña tenía la certeza de que no podía hacer otra cosa que decir «No, estoy bien».
Kristy añadió rápidamente: «Sólo estábamos jugando», con una sonrisa superficial que
pareció satisfacer a la maestra, especialmente en pleno desarrollo de las actividades del
día de puertas abiertas. Eso aún confundió más a Erin: «¿Es Kristy mi amiga o no?»,
recuerda que pensó. Decidió pensar lo primero y, con la esperanza de que fuera eterno,
se lanzó en busca de más «amistad» al día siguiente.
Al día siguiente, y en las semanas que siguieron, Kristy siguió con esa hostilidad
azucarada y con una agresividad enmascarada. En la mesa del almuerzo, advirtió
discretamente a Erin que no podía sentarse con las niñas porque tenía «nombre de niño».
Eso la pinchó. Al elegir a compañeros de juego en el gimnasio, dijo en voz alta a todo el
mundo que no eligieran a Erin porque era la que peor corría de todos. Eso la quemó.
Cuando Erin le pidió que quedaran para jugar después de la escuela, Kristy le dijo
rotundamente: «Ya no eres mi mejor amiga». Eso la perforó.
Erin sufrió la mayoría de estas heridas en diligente silencio, aunque su madre se
percató de que el entusiasmo de su hija hacia la escuela se había desvanecido y de que su
comportamiento social normalmente alegre se había vuelto muy cauteloso. La tarde
después de la proclamación de «Ya no eres mi mejor amiga», la madre de Erin escuchó a
su hija llorando en su habitación. Le preguntó qué le pasaba, y ella le respondió
preguntándole: «Mamá, ¿qué tengo que cambiar de mí para que Kristy vuelva a
quererme?».
Este suceso ocurrió hace años, aunque a la madre de Erin aún se le llenan los ojos de
lágrimas cuando recuerda el dolor y la inseguridad que sufrió su hija. Para aquellos que
afirman que los problemas de los niños son insignificantes, les aseguro que el dolor
causado por el acoso a cualquier edad rompe el alma.
Como trabajadora social licenciada y educadora profesional en cuestiones relacionadas
con la salud emocional y conductual de niños y adolescentes, a menudo tengo la
oportunidad de viajar, enseñar, escribir, hablar y (lo más importante de todo) escuchar.
En todas estas formas de contacto, con quienes más me gusta interactuar es con ustedes
(profesionales, padres y madres preocupados por el acoso escolar), porque el acoso es un
tema que remueve las emociones más profundas y que despierta las respuestas más
vehementes. Desde los triunfalistas relatos de los profesionales narrando sus exitosos
esfuerzos para detener el acoso en sus escuelas, hasta las desgarradoras historias de los
padres y madres sobre el inacabable tormento de sus hijos causado por crueles
compañeros, la verdad es que todo el mundo tiene alguna historia que contar con
respecto al acoso.
Hay días en los que lloro con las personas que comparten conmigo sus historias.
Otros, aplaudo a los defensores de los niños que nunca aceptan un «no» como respuesta
cuando se trata de dar un paso para poner fin al acoso escolar. La mayoría de las veces,
me horroriza comprobar cuán generalizada se ha vuelto la crueldad; el acoso que sufren
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los jóvenes realmente se queda con ellos, acompañándolos muchas veces el resto de su
vida, tanto si se produce en persona, por Internet, en casa, en la escuela o en cualquier
otro lugar.
Entonces, ¿por qué me apetece hablar y escribir sobre un tema tan repleto de actos
desagradables y de un dolor duradero? La verdad es que, dejando a un lado las lágrimas
y el dolor, siento algo aún más poderoso: siento esperanza.
Creo que tenemos la oportunidad de cambiar la cultura del acoso entre los jóvenes, y
pienso que empieza con las potentes acciones de las personas que viven y trabajan con
niños a diario. No existen respuestas fáciles ante un problema tan extendido, y no daré
estrategias trilladas ni respuestas predecibles para minimizar la tarea que tenemos
delante. Sin embargo, sé por experiencia que el cambio de verdad se produce de persona
a persona y tengo la esperanza de que cada vez que me acerco a un grupo de
profesionales y de padres y madres este cambio pueda empezar con nosotros.
Por el mero hecho de elegir este libro, ha demostrado su interés por las estrategias
que mejoran la vida de los niños. En esto consiste 8 claves para poner fin al acoso
escolar. Es un libro sobre la esperanza. No una esperanza infundada, sino más bien el
conocimiento de que actos coherentes y cotidianos realizados por adultos sintonizados
para proporcionar un buen crecimiento pueden mejorar las condiciones de vida de los
niños. Este libro proporciona a educadores, profesionales de la salud mental, padres y
madres y profesionales del trabajo con jóvenes unas estrategias de prevención e
intervención fáciles de comprender y de utilizar para cambiar la cultura de las agresiones
indeseadas entre niños, preadolescentes y adolescentes.
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Cómo utilizar este libro
La información contenida en 8 claves para poner fin al acoso escolar está diseñada
teniendo en mente a un lector activista. Sin teoría no hay práctica, así que cada capítulo
incluye información sobre los estudios recientes y datos actualizados sobre el acoso que
los lectores pueden utilizar para profundizar su conocimiento sobre las dinámicas de las
agresiones no deseadas entre jóvenes. Por otro lado, la mayoría de los profesionales y de
padres y madres que conozco acuden a los libros cuando quieren encontrar respuestas a
la pregunta de «¿qué hacer?». Cada clave de este libro ofrece orientaciones prácticas y
explicativas sobre cómo manejar aspectos concretos del acoso.
Yo soy del tipo de personas a las que les gusta leer libros de no ficción con un lápiz
en la mano. Subrayo, tomo notas y doblo las esquinas de las páginas con desenfreno.
Cuando veo que una información o estrategia sugerida me va a funcionar, quiero poder
volver a consultarla una y otra vez. He escrito este libro teniendo este objetivo en mente
para usted; es decir, que a partir de su lectura, piense nuevas cosas, se inspire con nuevas
ideas que querrá probar una y otra vez. Espero que anote sus pensamientos mientras lea
este libro.
Hablando de escribir, cada clave incluye varios ejercicios diseñados para retarle a
aplicar lo que está leyendo a su propia vida (ya sean sus experiencias al crecer o
incidentes de acoso en su mundo actual). Los ejercicios serán más valiosos si se toma
cierto tiempo, al leer, para anotar las respuestas. Varios ejercicios requerirán lápiz y
papel y su compromiso para realizar algunas acciones concretas con los niños. Otros le
pedirán que reflexione sobre cómo tener el máximo impacto en la vida de un niño
vulnerable. Espero que los realice todos, ya que este tiempo extra procesando el libro
puede ayudarle a transformar las palabras en acciones y las acciones en cambios
positivos para los jóvenes.
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Correspondencia y comentarios
Este libro se ha enriquecido gracias a las anécdotas reales que leerá en cada una de las
claves. Muchas son de mi propio trabajo, pero otras proceden de la vida de los
profesionales y de padres y madres que he conocido en mis cursos, que han compartido
generosamente conmigo sus historias y, más profundamente, las historias de sus hijos e
hijas. Aprendo y crezco profesionalmente cada vez que escucho de los demás historias
de acoso. Si tiene una experiencia relacionada con el acoso que le gustaría compartir
conmigo, le invito a que me la envíe. Sepa, sin embargo, que es probable que no pueda
responder directamente a todos los correos electrónicos, y que prefiero no dar consejos
sobre situaciones particulares sin tener conocimiento de todo el contexto, pero
agradeceré que dedique su tiempo a contarme su historia. También le invito a que me
diga si la información y las estrategias contenidas en el libro le han sido útiles y
prácticas. Por favor, mándeme toda la correspondencia y sus comentarios a través de mi
sitio web (www.signewhitson.com) o por correo electrónico ([email protected]).
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8 CLAVES PARA PONER FIN
AL ACOSO ESCOLAR
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CLAVE 1
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IDENTIFICAR EL ACOSO ESCOLAR
CUANDO LO VEMOS
El quién, qué, cuándo, por qué y cómo de las agresiones
no deseadas
¿Qué es el acoso escolar?
Esta pregunta de cinco palabras parece un punto de partida suficientemente obvio desde
el que empezar un libro sobre cómo poner fin al acoso escolar. Su respuesta informal, sin
embargo, puede ser tan variada como las historias personales que profesionales, padres,
madres e hijos tienen que compartir sobre sus experiencias con las agresiones no
deseadas. Celebro que los niños que son acosados ahora tengan voz. Hasta no hace
mucho, prevalecía la mentalidad de «eso es cosa de niños», y a los jóvenes se los
calificaba con desprecio como «débiles» o «chivatos» si acudían a un adulto en busca de
ayuda para sobrellevar esa crueldad incesante en la escuela y en la comunidad.
En demasiadas ocasiones, me he emocionado hasta llorar escuchando a padres y
madres compartiendo sus sentimientos de ira e indefensión por las experiencias de acoso
de sus hijos en la escuela. No logro quitarme de la cabeza un relato enormemente
doloroso de humillación en la cafetería de un instituto que una chica me contó
recientemente: de mesa en mesa, se iba encontrando una y otra vez con el rechazo de un
grupo de compañeros de clase que previamente se habían puesto de acuerdo para no
dejarla sentarse para almorzar… nunca. Me asaltan historias de un acoso físico y verbal
terrible en el autobús escolar, en las taquillas, en el recreo y en la red. Nunca me
acostumbro a ello, a diario me quedo estupefacta con cada nuevo relato; la crueldad
despiadada me deja atónita cada vez.
Para mí es importante empezar este libro diciendo que, indudablemente, muchas de
las historias de acoso que me cuentan son horribles, y algunas son indescriptiblemente
mezquinas. Pero también quiero ser honesta y decir que algunas de las historias son…,
bueno…, no tan malas.
Pondré como ejemplo la siguiente historia que me contó recientemente un vecino al
enterarse de mi profesión:
—Signe, vi su fotografía en el periódico la semana pasada. ¡Felicidades! No sabía
que trabajaba con estudiantes víctimas de acoso. Es tan importante lo que hace…, las
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cosas han empeorado mucho. La semana pasada, mi hija fue acosada de un modo
realmente grave después de la escuela. Estaba bajando del autobús cuando ese niño de
nuestro barrio le lanzó un puñado de hojas a la cara. Al llegar a casa, aún tenía hojas en
la capucha del abrigo. ¡Es terrible! Realmente no sé qué hacer con esos acosadores.
—¿Estaba realmente preocupada al llegar a casa? —le pregunté empáticamente.
—No, simplemente se quitó las hojas del abrigo y me dijo que se estaban divirtiendo
—dijo.
—¡Ah! —respondí, sabiendo que en ocasiones los niños intentan quitar importancia
a la victimización de sus acosadores, debido a la vergüenza y la culpabilidad que sienten
—. ¿Le dio la sensación de que estaba encubriendo al chico? —le pregunté.
—No, no, realmente parecía estar pensando que había sido divertido. Dijo que ella le
lanzó hojas después, y le dije que no volviera a hacerlo. ¡Qué descaro, estos niños!
—¿Esos niños? —pregunté—. ¿Fue sólo un niño el que le tiró las hojas o la estaba
molestando un grupo de chicos?
—No, fue sólo ese niño que vive a una calle de nosotros —aseguró.
—¿Suele portarse mal con ella? ¿Ya la ha molestado en otras ocasiones después de la
escuela? —le pregunté, intentando entender cuál era ese problema de acoso.
—No, creo que no. Es la primera vez que me habla de él. Y ha sido la primera vez
que he visto que tenía el abrigo lleno de hojas. Pero espero que sea la última. No
permitiré que ese niño la acose. La próxima vez, me aseguraré de que el director de la
escuela se entere de lo que sucede tras las clases.
Aunque siempre procuro no minimizar la experiencia de nadie y aunque parte de mí
sospeche que el hecho de que un padre me cuente esta historia puede ser simplemente su
forma de entablar conversación conmigo en el supermercado, escucho suficientes veces
estas historias «alarmantes» (es decir, benignas) para terminar concluyendo que es
realmente necesario establecer una distinción clara entre un comportamiento grosero, un
comportamiento malvado y un comportamiento característico de acoso. Trudy Ludwig
(2013), autora de varios libros superventas, distingue los términos siguientes:
– Ser grosero: decir o hacer algo sin darnos cuenta de que estamos hiriendo a alguien.
Un pariente mío (cuyo nombre sería grosero por mi parte mencionar) suele mirar mi
pelo rizado y pelirrojo de arriba abajo antes de preguntarme con un tono dulce: «¿Has
pensado alguna vez en teñirte el pelo?» o «Creo que tienes un aspecto muy sofisticado
cuando te alisas el pelo, Signe». Este adorable pariente mío piensa que me está
ayudando. El resto de las personas se avergüenza de su atrevimiento y yo me quedo
pensando si el color castaño me quedaría mejor. Sus comentarios pueden doler, pero ser
consciente de que proceden de un lugar de amor (en su cabeza) me ayuda a recordar qué
hacer con su consejo.
En el caso de los niños, el comportamiento grosero es parecido a cuando nos reímos
cuando un oponente es eliminado, cuando señalamos que un compañero de clase ha
llevado dos veces la misma camiseta en una semana, se ha colado en la cola o incluso ha
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lanzado un puñado de hojas a la cara de alguien. Por sí solos, cualquiera de estos
comportamientos podrían parecer elementos del acoso escolar, pero, si los analizamos en
su contexto, los incidentes groseros suelen ser espontáneos; son faltas de consideración
no planificadas, basadas en la desconsideración, la mala educación o el narcisismo, pero
que no pretenden herir a nadie.
– Ser malvado: decir o hacer a propósito algo para herir a alguien una vez (o quizás dos)
La principal distinción entre un comportamiento grosero y uno malvado tiene que ver
con la intención: mientras que la grosería suele ser no intencionada, el comportamiento
malvado tiene por objetivo hacer daño o despreciar a alguien. Los niños son malvados
cuando critican la ropa, el aspecto, la inteligencia, el carácter o cualquier otra cosa que
puedan encontrar para menospreciar. Las palabras dichas con maldad también suenan
como airadas, es una crueldad impulsiva que casi inmediatamente suele lamentarse.
Habitualmente, la maldad en los niños suena mayoritariamente así:
«¿En serio estás pensando apuntarte a baloncesto? ¡Pero si eres muy malo en
deporte! ¿Por qué no vuelves con tus videojuegos? ¡Eres un perdedor!».
«Qué gordo/feo/tonto/gay eres».
«¡Te odio!».
No se confunda: los comportamientos malvados pueden herir profundamente, y los
adultos pueden marcar una enorme diferencia en la vida de los niños haciendo que los
éstos rindan cuentas por su maldad. Sin embargo, la maldad difiere del acoso en aspectos
importantes que deben ser comprendidos y diferenciados a la hora de intervenir.
– Comportamiento acosador: es un comportamiento intencionadamente agresivo,
repetitivo en el tiempo, que implica un desequilibrio de poder.
Daniel Olweus (Olweus y col., 2007), fundador del internacionalmente conocido
Programa de Prevención del Acoso Olweus, basa la definición del acoso en tres
elementos clave: la intención de herir, un desequilibrio de poder y actos repetitivos o
amenazas de comportamiento agresivo no deseado. Los niños que acosan pueden ser
implacables, y actúan contra los demás sin ninguna sensación de arrepentimiento,
remordimiento o compasión.
Olweus también establece una útil distinción entre el juego brusco, las peleas de
verdad y el acoso.
– Juego brusco: En el juego brusco, los niños suelen ser amigos y gozan de un
equilibrio de poder relativamente igualado. No tienen intención de lastimar y su
estado de ánimo es amistoso, positivo y mutuo. Los niños que luchan para lograr el
control de una pelota perdida o que se dan codazos para hacerse con el título de rey de
la colina disfrutan con este juego brusco, a menudo para disgusto de los adultos que
los están observando. Ésta sería la mejor forma de describir el ejemplo del niño que
lanzaba hojas descrito anteriormente.
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– Lucha real: En una lucha real, los niños no suelen ser amigos, pero existe un
equilibrio de poder relativamente igualado. Como con la maldad, este comportamiento
suele ser espontáneo y no repetitivo. Hay intención de hacer daño y el estado de ánimo
es negativo, agresivo y tenso. Cuando se desata una pelea en un campo tras un partido
especialmente competitivo, los oponentes llevan a cabo una lucha real. Cuando dos
adolescentes llegan a las manos un día después de la clase por una chica que les gusta
a los dos, están peleando de verdad.
– Acoso: El acoso se diferencia del juego brusco y de la lucha real en que los niños
implicados generalmente no son amigos y existe un desequilibrio de poder. Hay
intención de hacer daño y el estado de ánimo entre el agresor y la víctima no es el
mismo. Cuando una persona organiza a todos sus amigos para atacar a un compañero
después de clase porque piensa que le ha robado a la persona que le gusta y luego
manda fotos embarazosas a toda la clase, el incidente ha pasado al ámbito del acoso.
Como veremos con más detalle en el próximo apartado, los incidentes de acoso
pueden ser físicos, verbales, relacionales o llevados a cabo con medios tecnológicos.
Antes de que avancemos, sin embargo, volvamos a la pregunta fundamental de por qué
es importante definir con precisión el acoso y diferenciarlo de otras formas de agresión.
En nuestra cultura basada en disponer de información las 24 horas del día todos los
días de la semana y en las redes sociales, tenemos más que nunca la posibilidad de atraer
la atención hacia las cuestiones importantes. En los últimos años, los adultos en su
conjunto han prestado atención al tema del acoso escolar como nunca jamás; se ha
dotado de voz a millones de escolares; 49 estados de Estados Unidos han aprobado leyes
contra el acoso escolar, y miles de adultos se han formado en el aprendizaje de
importantes estrategias para mantener protegidos a los niños y para dignificarlos en las
escuelas y en sus comunidades. Éstos son logros importantes.
Al mismo tiempo, sin embargo, las referencias gratuitas al acoso escolar han
generado cinismo en algunas personas y ha dado a pensar a otras que sólo son falsas
alarmas. Cuando la gente considera erróneamente la grosería y la maldad como acoso
(ya sea simplemente para entablar una conversación o para llamar la atención sobre su
malestar repentino) todos corremos el riesgo de insensibilizarnos con respecto a la
verdadera gravedad del término y de estar desintonizados cuando un niño con problemas
reales necesite nuestra intervención. Y eso no es todo. Como señala Emily Bazelon,
autora de Sticks and Stones (2013), sobrediagnosticar el acoso escolar desbarata unos
recursos fiscales y humanos muy valiosos, desviándolos de los niños que más lo
necesitan de verdad.
Es importante distinguir entre la grosería, la maldad y el acoso para que los maestros,
administradores, asesores, policías, trabajadores especializados en juventud, padres,
madres y niños sepan a qué prestar atención y cuándo intervenir. La conclusión es que
las tasas de acoso escolar se reducen de forma significativa cuando los adultos
comprenden del mismo modo qué es el acoso (y qué no lo es) y se ponen de acuerdo
para intervenir de manera constante en cuanto se percatan de lo que está ocurriendo
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(Wright, 2013). El acoso escolar es un problema generalizado entre los jóvenes, pero
también es gestionable cuando impedimos que las falsas alarmas nos agobien. Como
hemos escuchado demasiadas veces en las noticias, el bienestar de los niños depende de
la capacidad de un adulto sensibilizado de discernir entre la grosería en la parada del
autobús y el acoso escolar que puede llegar a cambiar la vida.
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Ejercicio: Ayudar a los niños a comprender las
diferencias entre la grosería, la maldad y el acoso
Del mismo modo que los adultos deben comprender y reconocer las diferencias entre un
comportamiento grosero, malvado y el acoso, también es importante que los jóvenes
diferencien estas categorías. Hable con los niños de cada comportamiento, intentando
destacar las características diferenciadas de cada uno a un nivel adecuado para su grupo
de edad. Si trabaja con niños en una escuela o en un entorno comunitario, organice
grupos pequeños (de tres a cinco niños por grupo) y pí-dales que escriban tres escenarios
(uno que represente la grosería, otro la maldad y otro el acoso escolar).
Pida a los miembros de los grupos que piensen con atención en cómo se diferencian
entre sí estos escenarios. Si el tiempo lo permite, puede ser más impactante animar a los
niños a representar sus escenarios como miniescenas para todo el grupo. Facilite el
debate tras cada representación sobre los diferentes comportamientos representados y
por qué son característicos de la grosería, la maldad o el acoso. Fomente el debate sobre
cómo la mayoría de los comportamientos ocurren en un continuo y explore cómo la
grosería puede convertirse en maldad, la cual con el tiempo puede convertirse en acoso.
Pregunte a los niños por qué creen que es importante diferenciar entre estos
comportamientos. Anímelos a hablar sobre las ocasiones en las que hayan
malinterpretado un comentario malvado como acoso o hayan excusado un acoso real
considerándolo una simple grosería.
Este ejercicio funciona igual de bien con profesionales como actividad de formación
profesional o con los padres y madres en reuniones de grupo e incluso individuales.
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¿Cómo acosan los niños?
El Centro Nacional de Prevención del acoso escolar del PACER (2012) afirma que casi un
tercio de todos los niños en edad escolar son acosados cada año; más de 13 millones de
estudiantes. Incluso teniendo en cuenta que el comportamiento grosero y malvado en
ocasiones se considera erróneamente acoso, este fenómeno sigue siendo claramente un
problema extendido entre los jóvenes en edad escolar. La capacidad de reconocer el
acoso escolar en todas sus formas es esencial para una intervención temprana y para
poner fin a las agresiones no deseadas. El acoso escolar se produce de cuatro formas
básicas:
1. Agresión física
Los actos de violencia, antaño, eran la regla común del acoso (los típicos golpes y
pedradas que hacían que los adultos a cargo se levantaran y prestaran atención). Este tipo
de acoso incluye golpear, dar puñetazos y patadas, escupir, hacer zancadillas, tirar del
pelo, estrellar a alguien contra una taquilla, tomar o romper las posesiones de alguien y
otros comportamientos que incluyen agresiones físicas visibles.
2. Agresión verbal
Mofarse en voz alta, provocar, insultar, proferir comentarios sexuales y amenazas son el
tipo de agresiones sexuales que los padres y madres de la mayoría de los lectores
aconsejaron a sus hijos simplemente ignorar. Ahora sabemos que, a pesar del proverbio
antiguo, las palabras sí que pueden lastimar y causar un dolor profundo y duradero.
Como veremos en la clave 5, aconsejar a los jóvenes que ignoren el acoso verbal se
considera actualmente uno de los consejos menos efectivos que pueda darse.
3. Agresión relacional
La agresión relacional es una forma de acoso en la que los niños usan su amistad (o la
amenaza de ponerle fin) para hacer daño a alguien. La exclusión social, la evitación, las
novatadas y los rumores son ejemplos de este tipo de acoso generalizado que puede
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resultar especialmente persuasivo y destructivo para los niños.
4. Ciberacoso
El ciberacoso es una forma específica de acoso que incluye la tecnología. Según Hinduja
y Patchin (2010) del Cyberbulling Research Center, es el «daño deliberado y repetitivo
infligido mediante el uso de ordenadores, teléfonos móviles y otros dispositivos
electrónicos». La probabilidad de daño repetitivo es especialmente elevada con el
ciberacoso porque los mensajes electrónicos pueden ser leídos por varias personas, lo
cual da como resultado una exposición y un daño repetitivos.
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Ejercicio: Reconocer el acoso en todas sus formas
El acoso escolar no se puede reducir a un único comportamiento o una única modalidad.
Al contrario, la mayoría de los niños que acosan usan múltiples tácticas para ocasionar
actos repetitivos de agresiones no deseadas a sus víctimas más débiles. Es útil que tanto
los adultos como los niños sean conscientes de la variedad de formas que puede adoptar
el acoso y los comportamientos específicos utilizados.
Antes de pasar al apartado siguiente, enumere las diferentes maneras de acoso que
haya presenciado. Use las cuatro categorías descritas anteriormente (agresión física,
agresión verbal, agresión relacional y ciberacoso) para organizar su lista. Intente escribir
como mínimo cinco ejemplos concretos para cada categoría (en realidad, la lista es casi
interminable).
Después, piense en qué comportamientos de la lista se producen con mayor
frecuencia en su entorno entre los niños que conoce. Coloque un asterisco al lado de esos
comportamientos, porque al ser más frecuentes merecerán una mayor atención y
respuesta. Además, serán los comportamientos clave sobre los que podrá educar más a
los niños, enseñándoles estrategias concretas para reconocer y responder con efectividad
a ese tipo de agresiones.
Tenga también en cuenta:
– ¿Existen comportamientos de acoso concretos en la lista que ocurran con menor
frecuencia pero que inflijan más dolor físico o emocional?
– ¿Qué comportamientos de la lista es más probable que cuenten los niños?
– ¿Qué comportamientos causan más confusión o humillación a los jóvenes y, por lo
tanto, es menos probable que se los cuenten a los adultos?
– Las agresiones físicas y verbales suelen ser más fáciles de observar que las agresiones
relacionales o en la red. ¿Qué puede hacer para asegurarse de que conoce y está
preparado para intervenir en todos los tipos de acoso?
– ¿Qué hará para responder a los comportamientos de su lista cuando sea consciente de
que están ocurriendo?
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¿Quién acosa?
De pequeña, recuerdo escuchar historias sobre acosadores que se escondían tras los
arbustos en el camino del niño hacia la escuela, esperando para robarle el dinero del
almuerzo. Aunque me preparaba la comida cada día, seguía preocupada por esos
«grandullones» que querían robarme el dinero para la leche. ¡Estuve en alerta durante
cinco años! Afortunadamente, este tipo de acosadores rufianes nunca vinieron a por mí,
pero hasta la fecha recuerdo claramente el prototipo de acosador que tanto temí durante
todos esos años.
En realidad, los acosadores pertenecen a ambos sexos y pueden ser de cualquier
edad, aspecto y tamaño. Proceden de familias desestructuradas y de familias protectoras,
de entornos acomodados y de estatus socioeconómicos bajos. Pueden parecer chicos
malos pero, con la misma frecuencia, se esconden tras la careta de mejor amigo del niño
o niña. La realidad es que casi cualquier niño puede acosar a cualquier otro niño en un
momento dado. Para que quede claro: no hay una única respuesta a la pregunta de
«¿quién acosa?», no hay un perfil concreto que los educadores puedan identificar al
inicio de cada año escolar, no hay listas sistemáticas que unos padres preocupados
puedan usar para orientar a sus hijos a la hora de elegir a sus mejores amigos.
En realidad, como describe la exitosa escritora de libros infantiles Trudy Ludwig
(2010) en su libro Confessions of a Former Bully, todos los diferentes tipos de niños
pueden ponerse la chaqueta de «acosador» en ciertas ocasiones. Brian Smith (2013),
científico del Committee for Children Research, explica que es «más correcto pensar en
el acoso como un comportamiento o un proceso social y no como algo que hace una
persona, y todavía menos como algo que es una persona. Sabemos a partir de nuestra
investigación que el acoso sucede debido a una serie de influencias que, en casi todos los
casos, van más allá de una persona en concreto».
Cuando nosotros, como adultos, entendemos que los niños, por su propia naturaleza,
están en desarrollo, y que su comportamiento en un día determinado (o incluso en
repetidas ocasiones) está sujeto a orientación y mejora, dejamos de colocarles en
categorías perjudiciales como «acosador», «alborotador» y «problemático» y
empezamos a verlos como personas pequeñas que merecen que se les enseñen mejores
formas de comportarse. Allison Wedell Schumacher (2013) escribe que el uso de la
palabra «acosador» como nombre sugiere que el joven nunca pueden salir de ese papel,
mientras que describir ese comportamiento como un verbo reconoce la esperanzadora
verdad de que el niño puede ser capaz de dejar de agredir, de quitarse esa chaqueta de
acosador y de tomar mejores decisiones.
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Ejercicio: ¿Cómo es tu chaqueta de acosador?
Antes de avanzar, recuerde durante un momento un día de su vida en el que haya
actuado mal contra otra persona. Podría ser una ocasión reciente, en la que se insolentara
con rabia con un compañero o una ocasión en su infancia en la que atacara en grupo a un
amigo. Todos tenemos un momento (o dos) que lamentar.
Por suerte, todos hemos podido enmendarnos y ser perdonados por nuestros errores,
aunque obviamente estos actos no puedan excusarse. Imagine cómo se sentiría si los
demás le juzgaran siempre en función de su momento más embarazoso, vergonzoso y
atípico. ¿Qué diría la gente sobre usted? ¿Cómo podrían tratarle de un modo distinto a
largo plazo? ¿Cómo influirían sus opiniones duraderas en su forma de considerarse a sí
mismo?
Este ejercicio reflexivo es una buena forma de darse cuenta de lo fácil que es actuar
mal en ocasiones y de lo devastador que resulta para una persona joven ser juzgada,
etiquetada y encasillada por un comportamiento lamentable de un solo día. Esta
actividad también es un buen trampolín para el debate entre adultos sobre cómo
deberíamos usar un incidente de comportamiento acosador no como una ocasión para
infligir un castigo de libro o para tener resentimientos duraderos, sino más bien como
una oportunidad de enseñar nuevas habilidades, desarrollar relaciones más fuertes y
optar por unas decisiones mejores.
¿Puede existir realmente el acoso entre hermanos?
Para algunos hermanos, las riñas son tan naturales como el respirar. Pelear por el mando
a distancia y competir por el dormitorio más grande y mejor siempre se ha considerado
algo normal en la vida familiar. En este sentido, muchos expertos sostienen que para los
hermanos los conflictos son beneficiosos, porque el hecho de resolver desacuerdos les
proporciona unas valiosas habilidades de resolución de conflictos y de problemas,
además de autocontrol. Aunque se puede afirmar que la ira en el contexto familiar puede
tener algunas ventajas, un estudio de Corinna Jenkins Tucker (Tucker, Finkelhor, Turner
y Shattuck, 2013), determina que cuando la rivalidad entre hermanos cruza la línea y se
convierte en acoso, los niños experimentan unos efectos psicológicos igual de dañinos
que la aflicción causada por los compañeros de la escuela o de juego. Los criterios que
marcan la línea divisoria entre una riña normal y un acoso destructivo son los mismos en
el seno de la familia que fuera de ella: los padres, madres y cuidadores deben estar en
alerta en cuanto vean signos de crueldad repetitiva, intención de dañar y un desequilibrio
de poder en la dinámica entre hermanos. Los esfuerzos para poner fin al acoso empiezan
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en casa. La intervención decisiva por parte de los padres tiene un potencial doblemente
positivo de proteger a los jóvenes del comportamiento abusivo y de enseñar a los niños
agresivos que este tipo de comportamiento es inaceptable en casa, en la escuela y en
cualquier otra parte de su vida.
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¿Por qué acosan los niños?
En este apartado, vamos más allá de la pregunta de quién acosa para explorar la cuestión
más orientada hacia la búsqueda de soluciones de por qué acosan los niños. Como
adultos, al intentar esforzarnos en comprender qué lleva a los niños a acosar, obtenemos
una información importante que nos permite considerar unas intervenciones efectivas
para poner fin a este comportamiento destructivo. Aunque las motivaciones concretas del
acoso en cada momento son tan variadas como los propios niños, hay cuatro
explicaciones principales que podemos analizar.
Para mejorar su estatus social
De niña, cuando mis compañeros me criticaban por mi pelo pelirrojo o por mi rostro
lleno de pecas, recuerdo que mi madre me decía «sólo están celosos» o «tienen poca
autoestima». Ahora sé que mi madre tenía razón en muchas cosas, pero parte de mí
siempre creyó que se equivocaba con respecto a las motivaciones de mis compañeros de
clase.
En realidad, el mito de que el acosador sufre una baja autoestima ha quedado
desmentido recientemente. El doctor Joel Haber (2007), experto en la lucha contra el
acoso escolar, destaca que muchos niños que acosan en realidad son bastante populares,
listos, seguros de sí mismos y con destrezas sociales. Lo que los investigadores están
descubriendo ahora es que muchos niños que acosan no lo hacen por inseguridad, sino
para mejorar su estatus social.
Un estudio pionero realizado por los profesores de sociología Robert Faris y Diane
Felmlee (2011) de la Universidad de California Davis revela que la motivación de
mejorar el estatus social está muy relacionada con por qué muchos niños son agresivos
con los demás. Además, Faris y Felmlee identifican el acoso, la difusión de rumores y la
exclusión (característicos de las agresiones verbales y relacionales) como las tácticas
más efectivas de los niños dispuestos a echar a perder una amistad a cambio de más
popularidad.
Para mantener el poder y el control
Los niños que acosan suelen disfrutar con la sensación de poder y de control que
obtienen dominando y manipulando a los demás. Una de las formas más habituales de
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acoso en las escuelas es mediante la dinámica de la «chica mala», en la que una hembra
alfa, o una abeja reina, ejerce su poder e influencia para decidir quién está dentro y quién
está fuera del grupo de amigas. Sus amigas (es decir, sus seguidoras) viven con el miedo
de ser ellas las siguientes si no hacen lo que ella dice. Sirva como ilustración este
ejemplo real de un instituto de una zona urbana:
Zoe y Taylor eran amigas desde la escuela primaria. Cuando todo iba bien, se lo
pasaban muy bien juntas. Taylor me contó una vez que Zoe «siempre le pedía quedar
con ella después de clase» y la invitaba mucho a su casa. También me dijo que Zoe
la criticaba mucho y que le hacía sentirse fatal con respecto a su ropa, sus gustos
musicales y sus otras amigas. Antes de que pudiera abrir la boca para preguntarle a
Taylor por qué seguía siendo amiga suya, me dijo que si le contaba cómo se sentía,
ella pondría a todo el mundo en su contra.
Un lunes, en la cafetería del instituto, Zoe dijo a su compañera de clase Kylie que
no podía sentarse en su mesa. Cuando Taylor se movió para dejar sitio a Kylie, Zoe
le advirtió: «Si eres amiga suya, no puedes ser amiga mía». Taylor volvió a colocar
su bandeja en su sitio y le dijo a Kylie: «Lo siento, quizás mañana».
Esa tarde, Taylor vio a Kylie después de las clases y se disculpó por lo sucedido
durante la comida. Le pidió que se sentara con ella en el autobús de regreso a casa.
Al cabo de una hora, Taylor recibió este mensaje de Zoe: «Eres una zorra y una
guarra. Todo el mundo te odia. No vengas a mi fiesta este fin de semana». Taylor
intentó durante toda la noche enviarle mensajes y llamar a Zoe para preguntarle por
qué estaba tan enfadada, pero Zoe nunca le respondió.
Al día siguiente en la escuela, ninguno de sus compañeros de clase miró a Taylor.
En la comida, no le dejaron espacio en su mesa habitual. En su lugar se sentaba
Kylie, justo al lado de Zoe, riendo, jugueteando con un teléfono móvil. Cuando
Taylor se acercó, cesaron las risas, dejando lugar a un silencio atronador. La
profunda frialdad por parte de sus amigas, que Taylor había temido durante tanto
tiempo, se había convertido en una realidad, e incluso Kylie, la amiga por la que
Taylor se arriesgó a ser excluida, también le había vuelto la espalda. Zoe se giró,
lanzó una sonrisa de superioridad a Taylor y le dijo: «Lo siento, quizás mañana».
Las dinámicas de poder y de control también se ejercen a través de la agresión física
y la intimidación. En un instituto de una zona urbana, Jeremy, estudiante de primer año,
de poca estatura pero muy bravucón, solía afirmar que él «dictaba las normas en la
escuela» y se vanagloriaba de mantener a los demás a raya. Aunque los adultos de la
escuela bromeaban sobre el complejo de Napoleón de Jeremy, a la mayoría de los
estudiantes no les hacía ni pizca de gracia. Una tarde, mandaron a Jeremy al despacho
del director después de que hubiera golpeado a un compañero en el estómago durante la
clase de tecnología. Cuando le preguntaron sobre lo sucedido, Jeremy explicó
tranquilamente: «Le dije a Ben que quería utilizar el ordenador de la primera hilera. Es
mi ordenador. Pero él se sentó igualmente allí. Incluso le avisé una segunda vez de que
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se cambiara de sitio. Generalmente no doy segundos avisos, pero hoy estaba portándome
bien. Se mereció lo que le di. En realidad, fue demasiado poco teniendo en cuenta lo que
hizo. Incluso no sé por qué estoy aquí. Debería hablar con él, me robó mi ordenador».
Niños como Zoe y Jeremy, que acosan para mantener el poder y el control sobre sus
semejantes, suelen compartir la falta de empatía. En algunos casos, los déficits de
empatía aparecen en el comportamiento de los jóvenes de manera global. En otros, la
motivación intensa pero coyuntural de tener más estatus social, poder y control es lo que
los lleva a no considerar los derechos, necesidades y sentimientos de los demás. En
ambos casos, el desarrollo de la empatía es una estrategia de intervención clave para los
adultos que trabajan con niños que acosan de este modo, que tratamos en la clave 5.
Para captar la atención de sus semejantes
Los jóvenes que valoran su estatus social, el poder y el control obtienen estas
recompensas percibidas mediante la atención de su grupo de semejantes. Cada vez que
sus acompañantes ríen, los animan, les siguen la corriente o incluso permanecen en
silencio por miedo a los comportamientos de acoso, el agresor se ve reforzado
socialmente y es más probable que siga con su comportamiento en el futuro. Por
consiguiente, una clave importante para poner fin al acoso escolar es comprender el
papel de los testigos y modificarlo de manera que dejen de aportar ese refuerzo social a
los niños que acosan (ver la clave 6).
Una explicación de por qué a los jóvenes les motiva tanto tener la atención de sus
semejantes nos la da la neurociencia. Un estudio realizado en 2008 por Laurence
Steinberg, psicóloga de la Universidad Temple, demuestra que el estriado ventral, una
importante estructura del circuito de recompensa del cerebro, en los adolescentes es más
activo cuando están en presencia de sus amigos que cuando están solos. Aplicando estos
hallazgos a la ciencia sobre el acoso escolar, Steinberg explica: «En la medida en que los
adolescentes piensen que el acoso elevará su estatus ante sus semejantes (la recompensa
inmediata) puede que no presten tanto atención a su coste a largo plazo» (citado en
Bazelon, 2013, p. 47). El «coste a largo plazo» tiene que ver con las consecuencias
conductuales para el niño que acosa, pero también con el impacto duradero de su acoso
sobre las víctimas. Cuando los cerebros de los niños están dominados por la intensa
recompensa de captar la atención de sus semejantes, aquéllos generalmente empáticos
pueden temporalmente verse atrapados por la situación y dejar de sentir compasión hacia
los demás. Sabiendo esto, los adultos pueden jugar un papel preventivo enseñando a los
niños a atenuar sus acciones, pensar en lo que están haciendo y convertir la
consideración hacia los demás en algo prioritario en sus interacciones con sus semejantes
(ver la clave 5).
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Porque pueden
Hasta aquí, en el repaso de las potentes motivaciones que llevan a los niños a acosar, nos
hemos centrado en los factores sociales. Ahora, nos centraremos en algo mucho más
simple: la oportunidad.
La mayoría de los acosos se producen en lugares en los que hay poca o nula
supervisión de los adultos. En la escuela, la mayoría de las agresiones no deseadas se
producen en lugares como el comedor, la sala de taquillas, los pasillos, el autobús o en la
red, sitios en los que los adultos no suelen estar presentes. En la clave 3 nos centraremos
concretamente en formas prácticas en que el incremento estratégico de la presencia de
los adultos puede reducir significativamente las oportunidades de acosar de estos
jóvenes.
La segunda cara (y quizás más perturbadora) de la oportunidad no tiene que ver con
la ausencia de adultos sino con la abdicación de responsabilidad de los adultos que
quitan importancia al acoso considerándolo como un ritual de paso, o que se sacuden la
responsabilidad diciendo «no forma parte de mis competencias». Según el Center for
Safe Schools (2012), las actitudes de los adultos hacia el acoso afectan profundamente la
percepción de los jóvenes con respecto a este comportamiento. Cuando los adultos
indican a los jóvenes (a través de sus palabras, acciones u omisiones) que el acoso será
tolerado, los jóvenes pueden intuir erróneamente que este comportamiento es algo
aceptable y normal en su mundo. Para los niños motivados por el estatus social, el poder,
el control y la atención de sus semejantes, la indiferencia de los adultos se convierte en
una luz verde para actuar sin sentirse culpables.
En el último apartado de este libro, cuando examinemos la cuestión de quién es
responsable de poner fin al acoso escolar, trataremos el papel de los adultos responsables
de reducir las oportunidades de acosar posicionándose de manera que den prioridad a la
dignidad y la seguridad de los niños.
¿Quién es acosado?
Del mismo modo que no podemos dar una descripción exacta de los niños que acosan,
tampoco podemos decir que haya un perfil único que ayude a identificar a los niños que
serán victimizados por sus semejantes. Sin embargo, hay varios elementos claramente
identificables que comparten muchos niños acosados. En este apartado, analizaremos
seis características y cualidades diferenciales de los niños que son especialmente
vulnerables al acoso.
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Niños con discapacidades
Según el Departamento de Salud y de Servicios Sociales de Estados Unidos, los jóvenes
con discapacidades físicas, intelectuales, emocionales, sensoriales y de desarrollo tienen
más probabilidades de sufrir acoso por parte de sus semejantes. Teniendo en cuenta que
el acoso implica un desequilibrio de poder, los niños con alguna discapacidad suelen ser
considerados una diana fácil para las agresiones no deseadas debido a su relativa
vulnerabilidad física, sus dificultades académicas y sus menores habilidades sociales.
Una madre compartió recientemente conmigo lo vulnerable que era su hijo de cuatro
años entre sus semejantes de edad preescolar:
Nate sufría mutismo selectivo, una incapacidad constante de hablar en
situaciones sociales específicas, aunque en otras sí que podía hacerlo. Como el resto
de los niños con mutismo selectivo, Nate comprendía el idioma, pero debido a un
trastorno de ansiedad subyacente, no podía hablar fuera de casa ni con nadie que no
fuera de la familia cercana. Un día, su madre, al ir a recoger a Nate a la escuela y
acercase a la puerta de su clase, vio a través del cristal cómo dos compañeros de
clase le golpeaban repetidamente en la frente con la palma de la mano. No se veía a
la maestra por ninguna parte. Durante más de un minuto, la madre estuvo golpeando
inútilmente la puerta cerrada, sin poder entrar dentro, viendo cómo esa escena se
prolongaba. Nate, incapaz de hablar y de decir a los niños que pararan o de llamar la
atención de la maestra, estaba atrapado allí mismo por sus compañeros.
Actualmente, totalmente recuperado de su trastorno, Nate puede hablar abiertamente
de sus sentimientos de impotencia ante esas agresiones desenfrenadas. Cuenta a su
madre que no fue un suceso que ocurriera una sola vez, sino que más bien era un patrón
de comportamiento que se reproducía regularmente en la escuela. Recuerda que sus
compañeros le pedían que les hablara, y al no hacerlo, le golpeaban como para forzarle a
hacerlo. Incapaz de hablar para explicar su propio silencio, Nate era una presa fácil para
las agresiones no deseadas de sus compañeros de clase.
James Wendorf (2012) del National Center for Learning Disabilities considera el
acoso escolar una pandemia para los niños con discapacidades, y afirma que el 60 % de
los estudiantes con necesidades especiales son acosados a diario, en comparación con el
25 % de todos los estudiantes. El Departamento de Sanidad y Servicios Sociales de
Estados Unidos (2013) identifica varios grupos de jóvenes que presentan un riesgo
particularmente elevado de sufrir acoso escolar, incluyendo a niños con:
– Trastorno de déficit de atención y déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
– Alergias graves. Estos niños pueden ser ridiculizados de varias formas, desde ser
objeto de mofa por sus alergias hasta verse expuestos a propósito a alérgenos que
pueden poner en peligro su vida.
– Discapacidades físicas que influyen en el aspecto, las capacidades y el movimiento,
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incluyendo parálisis cerebral, distrofia muscular, hemiplejia, epilepsia y espina bífida.
Diabetes dependiente de insulina.
Defecto en el habla o trastornos de la pronunciación.
Trastornos de ansiedad.
Dificultades de aprendizaje.
Trastorno del espectro autista (TEA).
Según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (2012),
aproximadamente 1 de cada 88 niños presenta un TEA, lo cual lo convierte en uno de los
trastornos más prevalentes entre los jóvenes. Además, se estima que los niños con un
TEA son acosados tres veces más que los niños que no están en este espectro,
convirtiéndolo en un campo de atención importante para cualquier adulto interesado en
poner fin al acoso escolar.
El autismo, por su propia naturaleza, es una discapacidad social; los niños con TEA a
menudo no comprenden las señales sociales y responden a ellas de un modo inadecuado
(o directamente no responden a ellas) ante los demás. Esta torpeza social y menor
capacidad de comprender las complicadas y cambiantes jerarquías sociales de su grupo
de semejantes los convierte en especialmente vulnerables ante los niños acosadores.
Además, debido a sus dificultades en hacer y conservar las amistades, los niños con TEA
suelen estar aislados socialmente, otro factor de riesgo para la victimización que estamos
examinando brevemente.
Niños con sobrepeso u obesos
La obesidad también es un factor principal que hace vulnerables a los niños ante el
acoso. Según un estudio de la Universidad de Michigan publicado en Pediatrics
(Lumeng y col., 2010), los niños obesos tienen más probabilidades de ser acosados por
sus semejantes independientemente de su sexo, raza, estatus socioeconómico,
habilidades sociales o resultados académicos. Los investigadores han llegado a la
conclusión de que las probabilidades de los niños obesos de ser acosados son ni más ni
menos que un 63 % superiores en comparación con sus semejantes de peso saludable.
La doctora Julie C. Lumeng, investigadora principal, cree que esta alta tasa de acoso
refleja un prejuicio general en la sociedad contra las personas obesas que los jóvenes
aprovechan. Como existe la visión generalizada de que la obesidad obedece a una falta
de autocontrol y a la pereza, los niños acaban viendo la obesidad como un defecto de
carácter, en lugar de como un rasgo físico, y por lo tanto racionalizan que está bien
burlarse de un compañero que tiene sobrepeso. De hecho, la estigmatización de la
obesidad parece ser el último prejuicio aceptable en nuestra sociedad, y los niños obesos
sufren las heridas del descarado menosprecio de sus semejantes.
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Jóvenes LGBT
Los jóvenes LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero) sufren acoso en unas tasas
extraordinariamente elevadas en comparación con sus semejantes heterosexuales. Dan
Savage (2012), autor de It Gets Better: Coming Out, Overcoming Bullying and Creating
a Life Worth Living, indica que nueve de cada diez jóvenes LGBT afirman haber sufrido
acoso en la escuela. En los últimos años, los medios de comunicación han prestado
especial atención a los suicidios de varios jóvenes LGBT, incluyendo a Tyler Clementi
(estudiante de primer año de Rutgers) y a Jamey Rodemeyer, de catorce años. Aunque la
mayoría de los expertos coinciden en que el acoso raramente es el único factor cuando
un joven decide quitarse la vida, los adolescentes LGBT tienen de cuatro a siete veces
más probabilidades de intentar suicidarse que sus semejantes. Esta extrema tasa de
victimización y de violencia autoinfligida entre la población LGBT clama a que las
escuelas y las comunidades ayuden a los jóvenes LGBT de un modo más efectivo.
Comentaré algunas formas concretas en que los adultos pueden ir más allá de enseñar
tolerancia y empezar a fomentar una cultura de la aceptación en la clave 3.
Niños socialmente aislados
Los jóvenes que carecen de una red de amigos que los apoye o que tienen miedo de pedir
ayuda a los demás se convierten en objetivos perfectos para los acosadores. El acoso, en
realidad, consiste en crear un aislamiento social. La principal estrategia del acosador es
hacer que la víctima se sienta sola e impotente, ya sea mediante el uso de la intimidación
física, los abusos verbales, retirándoles la amistad, animando a los demás a rechazar,
ignorar o aislar a ese compañero, o usando la tecnología para propagar rumores y
arruinar su reputación.
Los niños con discapacidades, con sobrepeso u obesos y los jóvenes LGBT suelen
encontrarse aislados socialmente, ya sea porque sus diferencias les dificultan establecer
amistades o porque sus semejantes temen ser rechazados socialmente si se los asocia con
los jóvenes acosados. La vulnerabilidad preexistente a ser acosado unida a la falta de
apoyo social se convierte en un doble contratiempo para el joven, que le hunde en un
agujero del que no puede salir al carecer de habilidades sociales o de capital social.
Aprovechar el poder del apoyo de los semejantes para los niños aislados socialmente es
clave para ayudar a aquellos que sufren acoso (ver la clave 6).
Niños con ansias de popularidad
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Hasta aquí, en este apartado, hemos hablado de colectivos vulnerables de jóvenes que
demasiado a menudo permanecen en el nivel inferior de la escalera social escolar y, por
consiguiente, se convierten en objetivos fáciles para los niños acosadores. Es el extremo
más despiadado y cobarde del comportamiento de acoso: meterse con el más indefenso.
Como destaca el estudio de Faris y Felmlee (2011), sin embargo, una porción
significativa del acoso que ocurre en las escuelas y en los grupos de semejantes tiene que
ver con las rivalidades de estatus entre iguales relativos.
Los niños con ansias de popularidad, en realidad, pueden contribuir a su propia
vulnerabilidad ante el acoso cuando usan la agresividad como herramienta para el
ascenso social. Debemos considerarlo como el juego social del guacamole: al despreciar
a un compañero, el joven experimenta un ascenso temporal de estatus, pero al mismo
tiempo se vuelve inmediatamente vulnerable a ser despreciado por el siguiente
compañero que está jugando al mismo juego. Aunque algunos pueden llamarlo «karma
instantáneo», está claro que no existen ganadores en este juego de agresividad social
repetitiva.
Niños volátiles: el acosador-víctima
«Acosador-víctima» es el término utilizado por algunas personas para describir a los
jóvenes que se muestran agresivos con sus semejantes y al mismo tiempo suelen ser
objeto del comportamiento agresivo de otros. A los niños identificados como
acosadores-víctimas les suele costar regular sus respuestas emocionales; pueden ser
volátiles y suelen mostrarse fácilmente abrumados por sus sentimientos. Si los
comparamos con los niños que acosan por cualquiera de las otras razones citadas en este
apartado, los acosadores-víctimas son más ansiosos, depresivos, solitarios y muy
nerviosos (Dewar, 2008). Los estudios sugieren que hasta un tercio del comportamiento
de acoso es llevado a cabo por acosadores-victimas (Marini y Dane, 2010).
Como hemos mencionado anteriormente en esta clave, los niños acosadores suelen
ser buenos controlando a los demás y puede que vean a sus compañeros volátiles como
marionetas. En la siguiente situación real de acoso en una escuela primaria de una zona
suburbana, observe cómo dos niñas ansiosas de popularidad pretenden elevar su estatus
social manipulando a una compañera de clase volátil.
Lo que vieron los adultos
Jada y Liza, de tercero, estaban columpiándose en el patio durante el receso cuando su
compañera Riley se acercó y les preguntó si podía columpiarse con ellas. Invitaron a
Riley a ocupar el tercer columpio, pero cuando Riley se estaba columpiando a toda
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velocidad, las dos niñas dejaron en seco de columpiarse y se alejaron de los columpios.
Jada se giró y le gritó: «Volvemos a la pista, Riley. Diviértete en el columpio».
Confundida, Riley saltó compulsivamente de su columpio y cayó al suelo. Se agachó
para frotarse el tobillo izquierdo, como si le doliera, ya que se lo había torcido al caer.
Sin embargo, Riley se volvió a levantar y se fue corriendo a la pista, para alcanzar a sus
compañeras de clase. Cuando Jada y Liza vieron que Riley se acercaba, se alejaron
súbitamente de la pista. Con determinación, Riley alcanzó a sus compañeras y les dijo
algo, señalando hacia la pista. Jada y Liza se miraron y se echaron de nuevo a reír antes
de volver a alejarse de Riley.
En cuanto las niñas le dieron la espalda, Riley se acercó y agarró la larga bufanda
que Liza llevaba en el cuello. Con un rápido estirón, dio la vuelta a Liza y le agarró el
segundo extremo de la bufanda. Riley tiró de ambos extremos en direcciones opuestas,
estrangulando literalmente a Liza. La escena duró menos de cinco segundos, hasta que
los gritos de Jada pidiendo ayuda llamaron la atención de la vigilante del recreo, que
intervino inmediatamente. Riley fue separada rápidamente de Liza y se fue directamente
al despacho del consejero académico de la escuela. Liza se llevó un buen sobresalto con
la actitud de Riley, pero no sufrió ningún daño.
Lo que no vieron los adultos
Antes que nada, un poco de información de contexto sobre las niñas:
Riley es una niña de ocho años brillante pero socialmente difícil, diagnosticada
con síndrome de Asperger. Anhela ser amiga de sus compañeras de clase, pero se
siente excluida de sus juegos y actividades debido a unos comportamientos que sus
compañeras consideran estrafalarios e incluso groseros en ocasiones. Riley siente
mucha confusión, frustración y humillación debido a los repetidos incidentes de
exclusión por parte de sus compañeros y, en más de una ocasión, se ha metido en
problemas en la escuela por perder el control de sus emociones y por insolentarse
verbal o físicamente con sus compañeros.
Jada y Liza son las mejores amigas. Están en el mismo curso de tercero que
Riley. Ambas niñas afirman que «ser populares» es uno de sus principales deseos.
Para Jada y Liza, los previsibles arranques emocionales de Riley son fuente de
diversión. Estas niñas con buenas habilidades sociales han descubierto que pueden
provocar respuestas desmesuradas en Riley (y controlarla efectivamente como a una
marioneta) mediante acciones sutiles que sus maestros y asistentes suelen pasar por
alto o son incapaces de detectar. Jada y Liza han aprendido con la experiencia que
cuando Riley se mete en problemas por sus arranques, en realidad ellas experimentan
un ascenso en su estatus social cuando los testigos silenciosos observan cómo
controlan a Riley quedando libres de culpa ante los ojos del personal desprevenido
37
de la escuela.
El incidente
Cada día durante la semana anterior al incidente de la bufanda, Jada y Liza quedaban
con Riley para encontrarse con ella en los columpios durante el recreo. A Riley, este
plan le hacía sentirse importante y deseable como amiga. Estaba ansiosa por
mantener esa conexión cada día. Sin embargo, día tras día, cuando Riley llegaba a
los columpios, Jada y Liza se ponían de acuerdo para abandonarla repentinamente,
dejándola sola en el patio. Durante los tres primeros días de la semana, Riley no
había caído en la cuenta de que le estaban gastando una broma cruel. Al cuarto día,
sin embargo, acalorada por el dolor de la torcedura de tobillo al caer y por las risas
de Liza al mirarla, Riley de repente entendió con claridad que estaba siendo objeto
de un ridículo intencionado. Al darse cuenta de ello, explotó.
Los niños volátiles son unos objetivos especialmente fáciles para los niños
socialmente astutos que disfrutan (y ganan estatus social) provocándoles arranques
emocionales intensos. Cuando el acoso se disfraza de amistad, y la amistad se usa como
arma (Whitson, 2011a), los niños como Riley se quedan confusos, frustrados y
humillados, sin saber cómo reaccionar, mientras que sus supuestamente amigos, como
Jada y Liza, permanecen libres de culpa con total libertad para seguir con sus agresiones
enmascaradas una y otra vez. En la clave siguiente, volveremos a analizar el incidente
entre Riley, Jada y Liza para estudiar cómo pueden intervenir los adultos para llegar a la
raíz de la agresión e impedir este tipo de acoso.
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Ejercicio: aprovechar las fortalezas de los niños
vulnerables
Al examinar la cuestión de quién está siendo acosado, nos centramos en las varias
vulnerabilidades de los jóvenes. Sin embargo, es cierto que todos los jóvenes poseen
fortalezas personales y habilidades únicas para lidiar con éxito con el acoso escolar.
Tomar como base estas fortalezas es clave para una intervención eficaz.Piense en los
jóvenes que conoce: estudiantes de su clase, clientes con los que trabaja, sus propios
hijos. Considere la vulnerabilidad relativa de cada persona a ser intimidado. Por cada
persona que le preocupe, hágase estas preguntas:
1. ¿Qué fortalezas personales y habilidades únicas posee este niño?
2. ¿Qué puedo hacer para fortalecer la resiliencia de este niño ante un potencial
acoso?
3. ¿Quién puede ser parte de la red de apoyo social de este niño? ¿Compañeros
positivos, padres que apoyan, consejeros en sintonía...?
Señales indicativas de que un niño está siendo acosado
Como terapeuta de niños y adolescentes, educadora nacional sobre acoso escolar y, más
importante aún, como madre, me encantaría creer que cualquier niño (incluido el mío) se
sentirá suficientemente cómodo conmigo como para contarme que está siendo acosado.
La devastadora realidad, sin embargo, es que la mayoría de los niños no piden fácilmente
ayuda a los adultos durante estos incidentes de victimización por parte de sus
semejantes. Como veremos en la clave 2, existen unas razones reales y poderosas por las
que los niños deciden no pedir ayuda a los adultos. A pesar de la reticencia de los niños,
es crucial que los adultos sean suficientemente astutos para reconocer las señales de
aviso que indican que un joven está siendo acosado para poder intervenir a tiempo,
mucho antes de que la mayoría de los niños estén preparados para decidir hablar de sus
experiencias de dolor y humillación.
Entre las señales de que un niño está siendo objeto de acoso escolar figuran:
–
–
–
–
–
Lesiones que no tienen explicación
Pérdida de objetos personales
Destrucción de ropa, objetos electrónicos, etc.
Evitación de la escuela
Síntomas físicos como dolor de estómago, de cabeza, etc.
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–
–
–
–
Cambios en la alimentación, el sueño, las notas, etc.
Evitación de las interacciones sociales
Pérdida de autoestima y de confianza en sí mismo
Cambios en el estado de ánimo: aspecto triste, enfadado o nervioso después de la
escuela
– Impotencia, desesperación
– Comportamientos autodestructivos
Tristemente, estos signos son similares a las listas de síntomas del comportamiento
suicida en los jóvenes. Un chico que hable de suicidarse, de autolesionarse, de escaparse
de casa, de sentirse impotente o que se culpe a sí mismo de los acosos que sufre debería
ser evaluado por un profesional.
40
¿Cuándo se produce el acoso?
Basta con pronunciar la palabra «secundaria» ante cualquier adulto para escuchar salir de
su boca un montón de quejas y verle entornar los ojos. Este período en el desarrollo
humano suscita una respuesta visceral en los adultos, que recuerdan con horror las
dificultades de su propia adolescencia y no quieren ni pensar en cómo es enseñar,
acompañar, orientar, criar y observar a sus propios hijos durante esta etapa.
Parte de lo doloroso de la secundaria es que el acoso parece alcanzar su pico en esta
época. Los directores de cine Lee Hirsch y Cynthia Lowen, creadores del aclamado
documental de 2012 Bully, atribuyen esta intensidad a la creciente importancia de la
popularidad y de ser aceptados por sus semejantes, la creciente complejidad de las
relaciones y la mayor sofisticación de los jóvenes en el establecimiento de su poder
social (Hirsch y Lowen, 2012). Si combinamos todo esto con la explosión hormonal, los
cambios corporales y el creciente acceso a una tecnología en constante evolución, estos
años son terreno abonado para el acoso de todo tipo.
Sin embargo, esto no significa que el acoso empiece y termine en los años de la
enseñanza secundaria. La mayoría de los profesionales y de los padres y madres seguro
que pueden contar verdaderos incidentes de acoso en los primeros años de escuela de sus
hijos, con dolorosos recuerdos de pérdida de la inocencia y de confianza destruida. Un
cuestionario desarrollado por unos investigadores del Hospital Infantil Lucile Packard y
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford reveló que 9 de cada 10
estudiantes de primaria había sufrido acoso a manos de sus semejantes y que casi 6 de
cada 10 niños encuestados declararon haber participado en algún tipo de acoso (Stanford
University Medical Center, 2007).
Una observación sobre la dificultad de agregar estadísticas sobre el acoso en
diferentes grupos de edad: a medida que los niños crecen, es cada vez menos probable
que denuncien los incidentes de acoso a los adultos. El miedo al castigo y a la exclusión
social impide que los niños mayores hablen a los adultos sobre los incidentes de crueldad
cometidos por sus semejantes. Por consiguiente, es todavía más importante, a medida
que los jóvenes avanzan hasta los últimos años de escuela, que los adultos permanezcan
atentos ante posibles signos de acoso y mantengan líneas de comunicación abiertas de
manera que los niños crean realmente que está bien pedir ayuda para superar esas
perturbadoras dinámicas con sus semejantes.
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¿Quién tiene la responsabilidad de detener el acoso?
Antes de empezar a responder a esta última pregunta de la clave 1, quiero declarar mi
inequívoco apoyo a la mayoría de los educadores, médicos, asesores, trabajadores
especializados en juventud y padres y madres que trabajan y viven con jóvenes. Soy una
de los suyos. He tenido el distinguido honor de trabajar con ustedes a nivel profesional, y
he compartido historias con docenas de ustedes durante la escolaridad de mis propios
hijos. Reconozco que su papel es monumental. Creo que la mayoría de los adultos que
dedican su vida profesional y personal a los niños son héroes y les agradezco
infinitamente todo lo que hacen.
Dicho esto, también hay algunos adultos que descarada y despiadadamente fallan a
los niños, y no puedo evitar considerarlo exasperante. Aunque entiendo que a menudo
los niños son malvados entre sí, y en ocasiones indescriptiblemente crueles, lo que no me
entra en la cabeza es que algunos adultos permitan que eso ocurra a sabiendas. El acoso
no es una parte inevitable ni normal de la infancia, sino más bien una forma innecesaria
de agresión a la que los adultos sintonizados y solícitos tienen el poder de poner fin.
En este último apartado, reconozco los obstáculos a los que se enfrentan los adultos
para detener el acoso y también destaco las oportunidades que tienen para marcar una
diferencia positiva en la vida de los niños.
Listas interminables de cosas por hacer
Aunque tengo la convicción de que los adultos son responsables de la seguridad de los
niños, estoy igualmente convencida de que los educadores actualmente están tan
ocupados que salvaguardar el bienestar emocional de los niños es realmente un reto. La
enseñanza diferenciada tiene a los maestros partiéndose la espalda para satisfacer las
necesidades de aprendizaje únicas de sus alumnos, mientras que los exámenes
estandarizados obligan a que todos los estudiantes alcancen unos estándares comunes.
Los presupuestos se recortan y los maestros se encuentran ante el reto de tener que hacer
más con menos. La planificación de las clases, las notas en papel, la preparación de los
exámenes, las reuniones con los padres y madres, las conferencias con los estudiantes, la
formación interna, responder a los correos electrónicos, integrar la tecnología, pilotar
nuevos currículos…, esto no es más que la superficie de todas las exigencias que deben
satisfacer los maestros. Vaya, ¿he olvidado mencionar la educación de los niños? Las
listas de tareas de los maestros son interminables, y cualquiera que desestime la
intensidad de estas exigencias está haciendo un flaco favor tanto a los educadores como
a los propios niños.
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Sin embargo, seamos claros: el personal de la escuela tiene la responsabilidad de
crear una cultura en la que el acoso sea inaceptable y de proteger a los niños del daño
físico y psicológico. Esta tarea es igual de importante que cualquier otra de la lista, y
hacer que la creación de un clima protector sea una prioridad central de la escuela es una
responsabilidad compartida entre directores, consejeros, maestros y padres y madres. No
puede existir una actitud de «no es responsabilidad mía» en este sentido; todo el mundo
debe estar implicado y los esfuerzos deben ser coordinados y constantes entre los
profesionales y los padres y madres para poner fin al acoso.
Cuando los jóvenes son acosados incesantemente y sin la intervención de los adultos,
les cuesta prosperar académicamente. Sólo por esta razón (independientemente de su
obligación moral), el acoso escolar es un problema que los adultos tienen la obligación
de tratar. Además de esto, es importante tener en cuenta que poner fin al acoso en las
escuelas forma parte actualmente de las obligaciones legales de todo maestro. En 1999,
Georgia era el único estado de Estados Unidos que contaba con una ley antiacoso en su
legislación. Actualmente, gracias a la creciente concienciación sobre el impacto del
acoso en los niños, 49 estados de Estados Unidos tienen leyes antiacoso en sus
legislaciones (a esto lo llamo yo progreso). Por ley, los maestros deben tratar el acoso en
las escuelas cuando son conscientes del problema, aunque estén realmente muy
ocupados.
La mentalidad del «rito de iniciación»
Hasta aquí, siempre me muestro empática con los obstáculos a los que profesionales y
padres y madres se enfrentan para manejar el acoso con efectividad. Pero cuando existe
la mentalidad de que «eso es cosa de niños» o del «rito de iniciación», mi empatía
chirría. Minimizar un problema no es típico de unos adultos solícitos; es lo que hacen los
acosadores que manipulan.
Sí, los niños pueden ser malvados. Y no, los adultos nunca deben considerar el acoso
como algo normal o tolerable en la infancia. Al hacerlo, están violando la confianza del
niño y desatendiendo su papel de adultos responsables. Punto final.
Sentirse abrumado y sin recursos
El acoso entre los niños en edad escolar se considera un problema extendido en Estados
Unidos. Si hubiera una solución fácil, ya se habría sugerido e implantado hace tiempo.
Usted no estaría pensando en ello y yo no estaría escribiendo sobre ello tampoco. Poner
fin al acoso es un reto complejo que hace que muchos nos sintamos abrumados. Más a
menudo de lo que están dispuestos a reconocer, los adultos que restan importancia a un
incidente de acoso simplemente no tienen ni idea de cómo abordar el problema.
El personal de las escuelas tiene poco dinero y menos tiempo para realizar formación
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interna, escribir largos informes de incidencias y tener confrontaciones emocionales con
padres, madres, acosadores, testigos y víctimas. Los médicos, que ya están inundados
con las políticas de privacidad, la burocracia y una agenda sobrecargada, luchan por
llevar a cabo unas intervenciones complejas y extensas. Los padres y madres sienten la
imperiosa necesidad de aliviar la carga de sus hijos, pero se sienten mal equipados o
poco cualificados para intervenir.
Esto son las malas noticias.
Las buenas noticias son que las «grandes» soluciones al problema del acoso quedan
eclipsadas cada día por los pequeños y poderosos actos que los adultos en los que se
puede confiar pueden realizar para indicar a los niños que su dignidad es crucial y que su
seguridad siempre será una prioridad. Lo esperanzador de poner fin al acoso es que
aunque no exista una solución mágica, existen varias estrategias simples, centradas,
rápidas y accesibles que los profesionales y los padres y madres pueden implantar para
detener el acoso. Y lo que aún es mejor: la mayoría de estas estrategias eficientes sirven
simultáneamente para construir unas relaciones positivas entre los niños y los adultos,
contribuyendo así a unos entornos en los que el acoso simplemente no prospera.
Las restantes siete claves del libro están dedicadas a la exploración y la descripción
de estas estrategias, de un modo que los lectores pueden aplicar y utilizar
inmediatamente.
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10 estrategias prácticas para identificar el acoso cuando
lo vemos
1. Comprender las diferencias entre el comportamiento grosero, malvado y el
acoso. Intervenir según corresponda.
2. Educar a los niños sobre el acoso para que sepan a qué prestar atención, qué
resolver por sí solos y qué deben explicar a un adulto de confianza.
3. Conocer las señales de aviso de un niño que está siendo acosado y de un joven
que ya no sabe qué hacer.
4. Intentar sacar a la luz qué motiva a un joven a acosar a otros.
5. Establecer un plan para satisfacer constructivamente los intereses vitales de los
niños (por ejemplo, control, estatus social) y para confrontar y cambiar los
comportamientos agresivos.
6. Identificar a los estudiantes que sean especialmente vulnerables al acoso y a los
que tengan más probabilidades de acosar a los demás.
7. Crear una cultura basada en la amabilidad recompensando el buen
comportamiento cívico.
8. Rechazar la mentalidad de que «eso es cosa de niños». El acoso nunca es un rito
de iniciación para los jóvenes.
9. Nombrar al menos a un adulto en su escuela para garantizar que las
preocupaciones de los estudiantes sobre el acoso se resuelven a tiempo,
minuciosamente y con dignidad.
10. Crear un sistema de apoyo entre el personal de la escuela pidiendo a los
profesionales que sean mutuamente responsables a la hora de responder con
efectividad al acoso escolar.
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CLAVE 2
46
ESTABLECER CONEXIONES CON LOS
NIÑOS
La mayoría de los educadores y de los profesionales que conozco que trabajan con
jóvenes adoptan este mismo tipo de enfoque porque compartimos con los padres y
madres y con los cuidadores el deseo personal de marcar una diferencia positiva en la
vida de los jóvenes. Colectivamente, somos conscientes de que la clave para hacerlo es
establecer unas conexiones valiosas con los niños.
Desgraciadamente, con demasiada frecuencia, terminamos absortos en nuestras
obligaciones profesionales o inundados por las exigencias del día a día de gestionar un
hogar. Entre la corrección de trabajos, la redacción de informes o acompañar a nuestros
hijos a la decimoctava cita, actividad, deporte o visita de la semana, nos acabamos
transformando de seres humanos en máquinas humanas. Las tareas consumen la mayor
parte de nuestro tiempo y las conexiones con nuestros hijos se convierten en un lujo que
creemos que no nos podemos permitir.
No lo crea.
Las conexiones con los niños son el prerrequisito básico para cualquier crecimiento y
cambio que todo adulto pueda facilitar. Las conexiones valiosas con una persona joven
se basan en la confianza y se nutren mediante interacciones positivas y constantes.
Cuando un niño percibe que los adultos de su vida están verdaderamente comprometidos
con su bienestar y se interesan por sus experiencias, estará más dispuesto a hablar de lo
que le sucede y estará más abierto a los comentarios de esos adultos. Y eso no es todo:
los niños que creen que los adultos son sinceros en sus intenciones de ayudarles también
perdonan mejor los inevitables errores que cometemos al intentar comprenderlos y
relacionarnos con ellos. A los jóvenes no les importa si utilizamos o no las palabras
exactas o si en ocasiones les damos consejos que «nunca funcionarán». Lo que les
importa es que nos importen. Y su radar no suele fallar nunca. Los adultos que sólo
hacen lo básico para cumplir y se limitan a hacer preguntas tipo para completar una lista
no serán detectados por el radar. Por otro lado, los adultos que ofrecen su tiempo,
escuchan bien, se toman a los niños en serio y por lo general evitan «perder los papeles»
serán aceptados (y apreciados) a largo plazo.
En esta clave, exploraremos qué significa y qué hace falta para establecer unas
conexiones valiosas con los niños que nos permitan contribuir a poner fin al acoso.
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Regale su tiempo
El tiempo es el tema más espinoso, así que voy a hablar de él en primer lugar. Para mí, el
tiempo es una obsesión: me motivan los plazos límite y me mueve el reto de hacerlo todo
a tiempo. Cuando termino con la lista de tareas desplegable que tengo en mi cabeza
admito que me encantan los cumplidos que recibo por ser eficiente. Sin embargo, la
mayoría de mis errores profesionales y mis peores lamentos como madre tienen que ver
con el hecho de no dedicar suficiente tiempo a mis hijos por las prisas de tener que
hacerlo todo.
Créame, no minimizo la importancia de hacer cosas. Hacer cosas hace que los jefes
estén contentos y, al final, terminar las cosas es lo que nos ayuda a pagar las facturas.
Pero, para ser sincera, las cosas que hago en un día no son suficientemente importantes
para mí como para darles un nombre. Y, al final del día, apenas recuerdo todas las cosas
que he hecho.
Sin embargo, sí que recuerdo el nombre de cada joven con el que he tenido el honor
de trabajar en los últimos quince años y puedo afirmar sinceramente que los mejores
momentos con cada uno de ellos se han producido cuando he dejado a un lado mi agenda
y simplemente me he sintonizado con sus necesidades. Del mismo modo, como madre,
todos los momentos de reírnos hasta llorar con mis hijos se han producido sin
planificarlos. No ha sido fácil para alguien como yo, tan centrada en las tareas, pero las
recompensas han sido abrumadoras y aleccionadoras.
Para las personas igual de ejecutivas que yo, que automáticamente erigen un muro en
cuanto alguien menciona la idea de encontrar tiempo, quiero reconocer que sé de dónde
les surgen las dudas. Yo misma las vivo. La buena noticia es que no hace falta que
abandone todas esas tareas cuya realización le hace sentir tan bien en el trabajo y le hace
quedar tan bien ante sus jefes. Simplemente debe estar abierto y dejar de lado esas tareas
de vez en cuando, cuando un niño le reclame atención. Como usted y yo sabemos, esas
tareas seguirán estando allí cuando usted vuelva. Los niños, en cambio, no siempre
permanecen allí cuando un adulto los ignora o les hace caso omiso. Nos enfrascamos en
nuestras tareas hasta terminarlas, pero nuestros hijos e hijas crecen (y se van) muy
rápidamente. Carpe diem.
Ahora, habiendo dicho todo esto y establecido su importancia, unas buenas noticias:
conectar con los niños se basa en regalar tiempo, pero no es necesariamente un
compromiso que requiera mucho tiempo. Muchas de las maneras más impactantes en
que los adultos forjan conexiones duraderas con los niños duran minutos más que horas.
Esto me lo dejó claro una estudiante de nueve años cuando me dijo, con una voz que
sólo puedo calificar como de júbilo, que a su maestra de ese año realmente le caía bien.
Cuando le pregunté que cómo lo sabía, me dijo: «Me sonríe cada día cuando entro en
clase. Es muy diferente de la maestra del año pasado. Siempre estaba haciendo cosas y
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nunca levantaba la vista antes del segundo timbre, excepto para recordarnos que
estábamos haciendo algo mal. Creo que a la maestra de este año realmente le gusto».
Tras varias piruetas y alegres chillidos, resultaba fácil entender que un breve y cálido
reconocimiento de una maestra significaba el mundo para esa alumna. De hecho, se la
había ganado con un simple «hola».
49
¿El tiempo basta?
¿Estoy sugiriendo que lo que deben hacer los adultos es simplemente sonreír a los niños
y el problema del acoso se solucionará? No, claro que no. Para los niños atrapados en
dinámicas perturbadoras con sus semejantes, el apoyo que necesitan de los adultos va
más allá de una expresión facial durante cinco minutos. Lo que estoy sugiriendo, sin
embargo, es que algo tan momentáneo y poco complicado como un saludo diario cálido
por parte de un adulto es una base para el establecimiento de una conexión más valiosa y
puede ser sorprendentemente eficaz a la hora de indicar a un niño que ese adulto es
coherente, cálido y quizás incluso suficientemente fiable como para confiar en él.
Una maestra veterana de una escuela primaria de una zona suburbana recientemente
me contó esta historia de transformación sobre la diferencia que un minuto al día
marcaba para un estudiante tímido, joven y anteriormente acosado:
Andrew no dirigió ni una sola palabra a sus compañeros durante las dos primeras
semanas de clase. Incluso a mí, sólo me hablaba con monosílabos; breves respuestas
a preguntas directas, pronunciadas casi como un susurro. Andrew no sufría ningún
problema de logopedia, lenguaje, aprendizaje ni social. Más bien, en sus propias
palabras, era «realmente tímido». Su madre me contó que Andrew había sido
acosado incesantemente durante sus dos primeros años de escuela y estaba
aterrorizado por cómo serían las interacciones con sus compañeros ese año.
Como se puede imaginar, hay días en clase en los que está muy bien tener a un
alumno callado, pero también está claro que los niños deben poder interactuar con
sus compañeros y con los adultos en la escuela. Supe que tenía dos opciones con
Andrew: podía acribillarle por su negativa a hablar o bien podía apoyarle. Toda mi
experiencia en las aulas me hizo ver que apoyarle (y animar a sus jóvenes
compañeros de clase a hacer lo mismo) era la única opción que podría aportar
resultados positivos para todos.
Así pues, a principios del año escolar, le asigné a Andrew la tarea de hacer el
recuento diario de los niños que se quedaban a comer. Para ello, Andrew tenía que
preguntar a sus 20 compañeros cada día quién traía la comida de casa y quién la iba a
comprar en la cafetería. A los compañeros que iban a comprar la comida, tenía que
hacerles una segunda pregunta: ¿iban a comprar el plato principal normal o un plato
alternativo?
Durante las primeras semanas de esta tarea, tuve que proporcionar mucho apoyo
a Andrew. Le enseñé exactamente qué tenía que decir y practicamos varias veces
cómo realizar esa rutina de un minuto. Incluso ensayamos el proceso en clase y
enseñé a todos mis alumnos a mirar a los ojos a Andrew, a asegurarle que estaba
haciéndolo muy bien y a ser pacientes cuando dudaba. Sabía que dedicar tiempo a
50
enseñar a mis alumnos a apoyarse mutuamente era igual de valioso que la lectura o la
redacción que hiciéramos ese año. También supe que tenía que hacerlo al principio
de curso o, de lo contrario, mi ventana de oportunidad se reduciría.
Recuerdo muy claramente el rostro de Andrew de pie ante la clase, respirando
profundamente antes de poder pronunciar una sola palabra. Debo admitir que
algunos días yo pensaba «Andrew, si no te apresuras con el recuento, el personal de
la cafetería me va a reñir. ¡Vamos!». Pero me armaba de valor e, inspirándome en
ese grupo de niños de siete años practicando toda la paciencia, la compasión y la
amabilidad que habíamos ensayado, esperaba.
Algunos días, Andrew tardaba minutos en empezar, otros días lo hacía enseguida,
pero en ningún caso dejó de hacer el recuento. A mediados de octubre, ya teníamos
la rutina de un minuto totalmente controlada.
Algunos días, otros alumnos me rogaban que les permitiera hacer el recuento
para el almuerzo. Pero yo no podía permitirlo. Sabía que era un trabajo que Andrew
necesitaba hacer y debía hacerlo durante todo el año. Los niños lo entendieron.
Al final del año escolar, tenemos la tradición de hacer un espectáculo para los
padres y madres en el que cada alumno sube al escenario solo y habla brevemente
sobre ese año en la escuela. Antes del espectáculo, la madre de Andrew me llamó
aparte y me dijo lo nerviosa que estaba por la actuación de Andrew en el escenario.
Me recordó lo mucho que le habían acosado sus compañeros del año anterior y le
preocupaba que los niños se rieran de él encima del escenario. Le recordé todas las
ocasiones en que Andrew había estado en frente de sus compañeros durante todo el
año y le prometí que tendría a toda la clase llena de amigos aplaudiéndole.
Por supuesto, Andrew subió al escenario con la misma confianza que todos los
otros alumnos y habló durante treinta segundos sobre ese año. Todos sus compañeros
le vitorearon, gritaron y aclamaron al bajar del escenario. Él estaba radiante. Debo
decir que fue un momento de transformación, pero en realidad la seguridad en sí
mismo de Andrew no se produjo instantáneamente. Se produjo gracias a un montón
de situaciones en todo el año (en realidad, sólo un minuto al día) que ayudaron a este
niño debilitado por su timidez, a menudo blanco fácil para los demás, a convertirse
en un miembro apoyado de verdad y aclamado por nuestra pequeña comunidad. Un
tiempo bien invertido.
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Ejercicio: Comprometerse a conectar
Las cosas pequeñas se convierten en grandes cuando se trata de conectar con los jóvenes.
¿Cuáles son las pequeñas cosas que hace para que los niños se sientan valorados,
escuchados y comprendidos?
Haga una lista de como mínimo tres nuevas cosas que pueda hacer para conectar con
los jóvenes con los que trabaja o vive. Comprométase a implantar estas estrategias cada
vez que interactúe con ellos.
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¿Qué sucede si no regalo tiempo?
Cuando los niños se sienten excluidos de los adultos, a todos nos surgen muchos
problemas. Esta afirmación es aplicable a los actos de violencia juvenil en general,
muchos de los cuales van más allá de los límites de este libro. En cuanto a las dinámicas
del acoso, esto está claro.
Sin unas conexiones fuertes con los adultos:
– Los niños que acosan actúan sin el obstáculo de la desaprobación de un adulto que les
importa.
– Los niños victimizados se sienten aislados de las fuentes de apoyo y de intervención.
– Los niños testigos del acoso no tienen a nadie a quien acudir para contar lo que han
presenciado.
Para los que aún estén preocupados por el hecho de no tener suficiente tiempo al día
para conectar con cada niño, yo planteo que los jóvenes van a obtener ese tiempo del
adulto de un modo u otro. Puede ser de forma positiva, mediante nuestras interacciones
coherentes y solícitas, o mediante malos comportamientos y situaciones de crisis. La
pregunta básica al final es: ¿cómo queremos invertir nuestro tiempo con él? Invertir el
tiempo de forma proactiva en el desarrollo de una relación de confianza con el niño es
mucho más fácil (por no decir mucho más eficaz) que una respuesta reactiva ante una
relación que se ha torcido.
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Facilitar que los niños hablen del acoso
Uno de los aspectos más insidiosos del acoso es que hace que las víctimas se sientan
aisladas y solas. Muchos niños acosados dudan de hablar de sus experiencias por las
siguientes razones:
– Se sienten agobiados por las dudas sobre sí mismos, y se preguntan si tienen alguna
especie de defecto personal que les haga merecedores de esa victimización. Hablar
abiertamente de sus experiencias sería como exponer abiertamente esa parte de sí
mismos que parece ser defectuosa.
– Se sienten humillados y avergonzados. Las cosas que les dicen y les hacen ya son lo
suficientemente malas como para tener que hablar de ello y volver a sufrir.
– Temen que sus semejantes les llamen chivatos y empeorar una situación que ya es
mala de por sí.
Estos miedos son muy reales para los jóvenes, y hacen que confiar su acoso a un
adulto resulte bastante aterrador. Es responsabilidad nuestra hacer que les parezca algo
seguro. En este apartado, exploramos qué pueden hacer los adultos para que a los niños
les resulte más fácil hablar del acoso.
Escuchar bien
Cuando empecé mi carrera como terapeuta de adolescentes, tenía veintitrés años.
Mientras que mis clientes no eran mucho más jóvenes que yo, había una diferencia de
edad considerable con sus padres. Esa diferencia me hacía sentir inadecuada, y me
preocupaba que mi juventud fuera automáticamente interpretada como incompetencia.
Para intentar compensarlo, sentía que debía tener respuestas para todo.
Fue un esfuerzo valiente, si se me permite decir. (Básicamente, me pasaba las noches
volviendo a leer el DSM y mis manuales de la universidad). Al sentir la presión de tener
que saber todo lo sabido sobre la salud mental y las intervenciones, sin embargo, pasaba
por alto un principio muy básico para ayudar a los demás: reconocer que el cliente es el
experto en su propia vida.
La necesidad de compensar en exceso mi juventud me llevaba a hablar mucho
durante mis primeras sesiones con niños. La sabiduría de la experiencia me enseñaría
después a hablar mucho menos.
Aprendí que escuchar es un regalo que los adultos pueden hacer a los jóvenes a los
que están ayudando. La experiencia de ser escuchado y comprendido es profunda para
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cualquiera, pero especialmente para los niños que están acostumbrados a recibir
sermones por parte de los adultos. ¿A qué «suena» escuchar? En realidad, «escuchar»
suena a mucho silencio, sólo que un poco más complicado. Escuchar bien implica cosas
como:
– Una atención y un enfoque completos. Escuchar realmente significa que los teléfonos
móviles, los ordenadores, la tecnología, las agendas personales y otras distracciones se
dejan temporalmente de lado.
– Buen contacto visual. Esto no debe confundirse con exigir que los niños miren a los
ojos a los adultos cuando hablen. Esta habilidad social es más para otro momento y
otro lugar. Cuando los niños hablan sobre un tema doloroso, puede resultarles muy
difícil establecer contacto visual directo con los adultos. La responsabilidad de
mantener un buen contacto visual recae en quien escucha. Dicho esto, uno de los
mejores lugares en que escucho a los niños es en el coche, mientras conduzco, con los
ojos pegados a la carretera. El hecho de estar atrapados en un vehículo, juntos, sin la
intensidad de una conversación cara a cara, hace que los niños estén más
predispuestos a hablar.
– Tener la mente abierta. Cuando los adultos creen que saben lo que el niño va a decir,
escuchan de un modo distinto que cuando tienen la mente abierta sobre el desarrollo
de la conversación. La escucha efectiva significa hacer todo lo posible por limpiar
nuestra mente de conclusiones preestablecidas y seguir el ritmo de las percepciones,
pensamientos y sensaciones sobre un acontecimiento del niño.
– Preguntas de final abierto. Algunos niños pueden hablar y hablar y hablar sobre el
acoso; a otros les cuesta más empezar. Escuchar bien puede significar hacer preguntas
de final abierto que empujen a un niño reticente a empezar a contar su historia o
ayudar a uno confundido a considerar una nueva perspectiva.
– Apoyo y empatía. Hace falta mucho valor para que un joven hable de sus experiencias
con el acoso. Para cuando un niño ha superado las dudas sobre sí mismo, la
humillación, la vergüenza y el miedo a que le llamen chivato por contar a un adulto
los acosos, es muy probable que se encuentre en una posición muy dolorosa. Escuchar
bien significa reforzar a ese niño por haber tenido la fuerza de pedir ayuda y apoyarle
en todo por lo que está pasando. La empatía es el don de hacer sentir a ese niño
comprendido y de transmitirle que a partir de ese momento ya no tendrá que sufrir
esas experiencias solo.
Escuchar y resolver no es lo mismo
A menudo, el primer instinto de un adulto cuando un joven le confía una situación de
acoso es querer resolver el problema. En su libro Queen Bees and Wannabees, Rosalin
Wiseman (2009) aconseja sobre esta respuesta bien intencionada pero desenfocada,
55
diciendo a los adultos «no hagáis nada, ¡simplemente quedaros allí!». Escuchar bien no
requiere apresurarse a resolver todos los problemas del niño sin ayuda de nadie, sino que
implica un proceso en el que el adulto guía al niño en la reflexión sobre los pasos
necesarios para mejorar esa situación. Algunos niños necesitan más orientación que otros
para encontrar soluciones constructivas, en función de factores como la edad, el intelecto
y las dinámicas concretas de la situación, pero a todos los niños les ayuda saber que un
adulto confía en su capacidad de pensar independientemente y de gestionar sus
problemas competentemente.
Cómo responder a un niño que habla del acoso
Bien, ya hemos logrado lo más difícil: ya hemos establecido una conexión valiosa con
un niño mediante la cual ha podido superar sus miedos y confiar en nosotros para
contarnos una situación de acoso. ¡Felicidades! Lo digo sinceramente, no es moco de
pavo. Ahora, ¿qué respuesta le damos?
Para muchos adultos, encontrar las palabras adecuadas puede ser todo un reto.
Podemos sentir pánico, especialmente cuando la situación es especialmente horripilante
o cuando dura desde hace mucho tiempo. Nuestra mente se debate entre pensamientos
sobre la seguridad del niño, nuestra culpabilidad, la responsabilidad legal de la escuela,
el descaro del niño o niños acosadores, la frustración, la confusión, el agotamiento, etc.
Mantener la calma
Esto me lleva a mi primer punto: cuando un joven nos da un voto de confianza y nos
cuenta una situación de acoso, debemos permanecer tranquilos. Debemos evitar perder
los papeles. Lo que describe puede que sea muy normal y corriente o puede que sea
totalmente espantoso, pero sea como sea, nuestro papel como adultos útiles es escuchar
bien y responder como si la situación fuera completamente manejable. La determinación
de nuestra respuesta influirá mucho en la actitud del niño en el camino que
emprendamos ambos hacia la búsqueda de soluciones.
Expresar apoyo
Después, resulta útil mostrar nuestro apoyo hacia el niño. Algo tan simple como
«Lamento que te esté sucediendo esto» ayuda mucho al niño a comprender que lo que
acaba de describir no es normal al crecer y que lamentamos mucho que el niño haya sido
víctima de algo cruel. Llano, simple, honesto y efectivo.
56
Darle las gracias
En tercer lugar, debemos dar las gracias al niño por haber encontrado la fuerza de
contarnos los incidentes. Reconocer el valor necesario para superar el miedo, la
incomodidad o las dudas sobre uno mismo es un importante refuerzo. Aún más, el adulto
sólo puede actuar si el niño le habla del tema. Esto es algo por lo que debemos expresar
nuestra gratitud. Un mensaje efectivo sería tan simple como: «Hace falta mucho valor
para que un niño hable a un adulto sobre el acoso. Gracias por confiar lo suficiente en mí
como para contármelo».
Fomentar la resolución del problema
Al final, un elemento importante cuando un niño nos ha confiado una situación de acoso
es iniciar el proceso capacitador de resolver el problema. Resulta útil transmitir a los
niños una sensación de apropiación y de control sobre los problemas y también sobre las
soluciones, por eso los adultos deben animarlos diciéndoles, por ejemplo: «No tienes que
pasar por esto solo. Trabajemos juntos para encontrar estrategias realistas para manejar
esta situación», pero dejando que el joven tome la iniciativa de proponer cosas concretas.
Dicho esto, está claro que algunos jóvenes, llenos de ira y frustración, pueden tener
ideas que no parezcan razonables o, directamente, legales. Otros jóvenes, acostumbrados
a que los adultos les resuelvan todos los problemas, pueden expresar resentimiento al
pedírseles que propongan soluciones constructivas. Gran parte de la frustración del niño
en una situación de acoso tiene que ver con la sensación de impotencia. El papel del
adulto es ayudar al niño a recuperar la sensación de poder y de control mediante este
proceso de escucha, apoyo, afirmación y búsqueda de soluciones.
Seguimiento
Finalmente, el seguimiento a un niño tras una conversación sobre un acoso es crucial.
Del mismo modo que el acoso no se define por un único acto de crueldad, tampoco una
única conversación útil entre un adulto y un niño suele bastar para resolver todo el
problema. El adulto debe asegurarse de ir preguntando continuamente al niño tras su
conversación inicial si está bien, para comprobar su bienestar físico y emocional,
transmitirle un apoyo constante, hablar de cómo funcionan las estrategias identificadas,
recalibrar las ideas que no hayan sido útiles y, por lo general, reafirmar la conexión que
se ha establecido.
57
Garantizar la seguridad
El último paso para facilitar que los niños hablen del acoso tiene que ver con la
seguridad. Como hemos comentado anteriormente, una de las principales razones por las
que los niños suelen no contar los incidentes de acoso a los adultos es su miedo a ser
llamados chivatos o considerados como personas débiles incapaces de manejar los
problemas de manera independiente. Así, crear un entorno en el que la víctima se sienta
insegura de denunciar el acoso forma parte de la estrategia global del agresor; los niños
que acosan hacen que sus blancos se sientan aislados y solos a propósito.
Denunciar con seguridad
Crear una cultura en la que los niños crean que es seguro pedir ayuda es responsabilidad
de todos los adultos y una estrategia clave para poner fin al acoso escolar. En cualquier
escuela u organización que trabaje con jóvenes, es importante que haya múltiples vías
para recibir y recopilar información sobre el acoso. Estos métodos deben permitir el
anonimato cuando sea práctico y la confidencialidad en todos los casos. Los niños deben
sentir que pueden denunciar el acoso a los adultos sin miedo a las represalias y sin la
carga de pensar que las cosas sólo irán a peor si cuentan lo que les ocurre.
La tecnología puede ser específicamente útil cuando se trata de facilitar la denuncia
segura de incidentes de acoso entre los jóvenes. Actualmente, los teléfonos tienen
aplicaciones que permiten a niños, padres, madres y profesionales comunicarse con
seguridad sobre las agresiones no deseadas en escuelas y comunidades. Se pueden crear
teléfonos gratuitos para las denuncias. Muchas escuelas realizan de manera rutinaria
encuestas durante el año escolar para recoger información anónima sobre los
comportamientos de acoso. No nos confundamos: el miedo que los niños que acosan
crean en sus víctimas es poderoso, e incluso la mejor tecnología disponible puede
quedarse corta ante su intimidación física y psicológica, pero cuantas más oportunidades
múltiples, seguras y confidenciales puedan crear los adultos para que los niños
denuncien, menos aislados se sentirán.
Contar frente a delatar
Para la mayoría de los adultos, la palabra «delatar» causa el mismo efecto que el sonido
de unas uñas rascando una pizarra. Del mismo modo, para los niños, el chivato suele ser
objeto de menosprecio. Y, sin embargo, los jóvenes necesitan una forma segura y
aceptable de acudir a los adultos para denunciar las agresiones no deseadas. Para los
58
adultos, es útil establecer una clara distinción entre delatar a alguien, un comportamiento
cuyo objetivo es buscar problemas a la persona delatada, y denunciar una situación, cuyo
propósito es proteger la seguridad de alguien. ¿Cómo enseñar a los niños la diferencia
entre delatar y denunciar? ¿Cómo enseñar a un joven que contar una situación de acoso a
un adulto no es una señal de cobardía, sino más bien una forma atrevida y potente de
conectar?
59
Ejercicio: ¿Cómo asegurarnos de que los niños cuenten el
acoso de manera segura?
A nivel personal, ¿qué podemos hacer para convertirnos en una persona segura a la que
confiar un caso de acoso? Con un compañero o amigo, compartan estrategias para
indicar a los niños que son unos adultos accesibles, fiables y seguros a los que pueden
acudir.
A nivel de una organización, ¿qué sistemas se pueden establecer para que los niños
puedan denunciar con seguridad una situación de acoso? ¿Qué hará con la información
recogida sobre los niños que acosan? ¿Cómo usará esta información para transmitir a
todos los niños que su seguridad física y emocional será prioritaria?
60
Tomarse las denuncias de acoso seriamente
Según la doctora Michele Borba (2009), experta en la prevención del acoso, el 49 % de
los niños denunció haber sufrido acoso durante el año escolar, pero sólo el 32 % de sus
padres y madres los creyeron. Cuando los niños encuentran la fuerza para acudir a los
adultos y hablarles sobre el acoso, es sumamente importante que éstos se tomen sus
denuncias en serio. ¿Confunden a veces los niños el comportamiento grosero y malvado
con el acoso? Sí. ¿Debemos dejar de lado denuncias que nos parezcan exageradas?
Nunca.
Cuando un joven da un voto de confianza a un adulto para denunciar un acoso, el
papel útil del adulto es el siguiente:
1. Escuchar al niño. Hacerle sentirse escuchado y comprendido. Esta experiencia por
sí sola refuerza las relaciones. No tenemos nada que perder y todo por ganar
escuchándole.
2. Creer al niño. Recordar que para los jóvenes las percepciones son realidad. La
experiencia de no ser creído por un adulto rompe el alma de cualquier niño, y hará
que en el futuro no acuda a ningún adulto. Esto les va perfecto a los niños que
acosan.
3. Si el incidente resulta ser un caso de comportamiento grosero o malvado, es una
buena oportunidad para que el adulto eduque al niño sobre las principales
diferencias entre esos comportamientos y el acoso. Estar informado en este sentido
ayudará en el futuro al niño cuando deba tomar decisiones sobre cómo recurrir a
los adultos y responder a sus semejantes. Asimismo, como los comportamientos
groseros y malvados pueden derivar en un verdadero acoso si no se evitan, el
hecho de haber sido informado a tiempo y de poder intervenir cuando la situación
todavía es manejable debe considerarse una oportunidad.
Cuando los niños saben que los adultos que tienen en su vida se tomarán sus
preocupaciones en serio, se sienten suficientemente seguros para pedirles ayuda a
tiempo. El estudio de Davis y Nixon (2010) cita estos pasos clave que los adultos deben
realizar para indicar a los niños que se toman en serio sus denuncias de acoso:
1. Tomar la denuncia como una oportunidad para que se produzca un cambio.
2. Hacer todo lo posible para evitar que el incidente se vuelva a producir.
3. Saber que la víctima necesita el cuidado del adulto.
4. Comprobar con la víctima si las cosas están mejorando.
5. Asegurarse de que cada niño se sienta conectado con sus semejantes animando
a que los niños amables y compasivos pasen tiempo con el joven victimizado.
61
Ejercicio: Recibir una denuncia
Piense en cómo asegurarse de tomarse en serio la denuncia de un joven sobre una
situación de acoso:
– ¿Cómo le comunicará al niño que ha comprendido y que se cree lo que está
denunciando? ¿Cómo salvaguardará la confidencialidad de esa denuncia de acoso?
– ¿Cómo protegerá al niño de las represalias de los agresores?
– ¿Cómo puede utilizar la denuncia del acoso como una oportunidad para mejorar su
conexión con el niño?
– Si trabaja en una escuela con jóvenes o en otro contexto profesional y recibe una
denuncia anónima sobre un incidente de acoso, ¿qué hará para hacer el seguimiento de
ésta?
62
Responder a los adultos que no hacen caso de las
denuncias de acoso
El verano pasado, recibí un correo electrónico de la madre de un chico que iba a una
escuela en la que yo tenía previsto hacer una presentación sobre cómo prevenir el acoso
escolar. De una forma muy clara, me avisaba de que si iba a ir y contar a los niños que
podían «chivarse como unos llorones cada vez que alguien los insultara», no hacía falta
que me molestara. Era uno de esos correos electrónicos que no pude terminar de leer por
completo la primera vez, y que luego no podía dejar de leer, porque debía asegurarme de
que estaba comprendiendo el mensaje correctamente.
Después de leer repetidamente la nota y de respirar varias veces muy profundamente,
le respondí lo siguiente:
Querida Theresa:
Gracias por su correo y por compartir conmigo sus preocupaciones. He pensado
que sería útil compartir con usted un poco cómo enfoco el tema del acoso con los
niños. Todo buen programa de prevención del acoso escolar reconoce que el
conflicto entre semejantes es inevitable y que, en ocasiones, los niños abusan de su
estatus social y su poder. Mi papel es ayudar a los niños a ser competentes en el
manejo de los conflictos para que no sientan que deben acudir a un adulto hasta que
hayan intentado manejar las situaciones de forma constructiva por sí mismos.
Por otro lado, los insultos, la exclusión social, el aislamiento de los compañeros,
el acoso verbal y otros ejemplos de agresión entre niños tienen un poder enorme.
Incluso en los primeros años de la escuela primaria, es mucho más probable que los
niños escondan las situaciones de acoso de los adultos y que no «delaten» a sus
compañeros, debido al enorme miedo de ser etiquetados como «llorones» y
experimentar un ridículo mayor. Cuando los niños tienen la fuerza de pedir ayuda a
los adultos, es totalmente nuestra obligación reconocer su valor mediante el simple
acto de tomarnos sus denuncias en serio.
Ese mismo día, esa madre se volvió a poner en contacto conmigo. Estaba tranquila y
satisfecha. Y yo también. Supongo que a veces todos necesitamos que nos escuchen y
que nos tomen en serio.
63
Tomarse en serio las denuncias de acoso de los padres y
madres
Es importante destacar que estas directrices sobre cómo tomarse en serio las denuncias
de acoso de los niños son igualmente aplicables a cómo deberían responder los
profesionales cuando reciben denuncias de padres y madres preocupados. Con la
mayoría de los padres y madres, la cosa no tiene ningún secreto: los cuidadores sólo
piden ayuda cuando el tema es real y están dispuestos a trabajar codo con codo con los
profesionales para poner fin al acoso. Hay otros padres y madres, sin embargo, que
recurren a los profesionales por un exceso de celo. Ante cualquier desaire que perciban
dirigido a su hijo, llaman a la escuela, piden una cita inmediata con los maestros o
saturan el contestador automático de los consejeros escolares con amenazas de
emprender acciones legales.
Aunque estas denuncias incesantes pueden convertirse en unas distracciones
irritantes para los profesionales, es importante que los adultos entiendan que, en la
mayoría de los casos, el celo de un progenitor o cuidador se basa en el miedo. Los padres
y madres son protectores por naturaleza. Sufren cuando sus hijos sufren. Desean proteger
a sus hijos de todo tipo de dolor. Sus alarmas internas se disparan cuando escuchan a un
reportero relacionar el suicidio de un joven con su historial de acoso escolar, porque
comparan instantáneamente este tipo de tragedia con el conflicto que está viviendo su
hijo en la escuela.
En ocasiones, los padres y madres reaccionan en exceso. A veces, creen que se trata
de acoso cuando en realidad lo ocurrido es un incidente de grosería o de juego duro,
como el «incidente de las hojas» de la clave 1. En otras ocasiones, sin embargo, los
padres detectan algo que se escapa al radar de los profesionales. En cualquier caso, lo
que está claro es que a los padres y madres también les va bien sentirse escuchados y
comprendidos como los niños. Los padres, como los niños, merecen saber que sus
preocupaciones son tomadas en serio. Los adultos, como los niños, deben aprender la
diferencia entre la maldad y el acoso. En resumidas cuentas, los cuidadores deben
sentirse conectados con los profesionales igual que los niños, y cuando se logra esta
conexión, los adultos se sitúan en la posición ideal para trabajar juntos para poner fin a
situaciones difíciles entre compañeros.
En la clave 8, describo unas estrategias concretas que los padres y madres pueden
utilizar cuando sus denuncias de acoso son menoscabadas por los profesionales.
64
Diez estrategias prácticas para establecer conexiones con
los niños
1. Deje a un lado su lista de cosas pendientes cuando los niños entren en clase.
Salúdeles con una sonrisa y diríjase a ellos por su nombre.
2. En clase, dedique cierto tiempo a comprobar el bienestar emocional de los
niños. Los niños deben sentirse seguros para poder aprender.
3. Haga sentir a los niños que le vuelven loco (en el buen sentido).
4. Valide las experiencias de los niños acosados escuchando sus historias.
5. Crea a un niño cuando le hable de acoso.
6. Conecte a cada alumno con al menos un adulto de la escuela con el que sepa
que puede hablar sobre el acoso.
7. Almuerce con pequeños grupos de niños; demuéstreles que su vida diaria le
interesa.
8. Dedique un minuto al día para comprobar cómo se encuentran los niños más
vulnerables.
9. Si presencia una situación de acoso, haga un seguimiento en privado con el niño
lo antes posible tras el incidente.
10. Establezca múltiples canales, confidenciales y seguros, para que los estudiantes
puedan denunciar situaciones de acoso a adultos de confianza.
65
CLAVE 3
66
PONER FIN AL ACOSO ESCOLAR CUANDO
LO VEMOS
Estrategias para una intervención efectiva
Por un momento, deje a un lado mi afirmación de que las «grandes soluciones» no son la
manera de poner fin al acoso. Le prometo que volveremos a ello más tarde. Primero, sin
embargo, es importante empezar este capítulo afirmando que, para que los adultos sean
eficaces a la hora de poner fin al acoso, hay que observar el problema a través de una
lente compartida. Si un maestro ve acoso por todas partes, pero su director no está de
acuerdo y no lo puede identificar por ningún lado, tenemos un problema. Del mismo
modo, si un clínico sospecha que un joven está siendo victimizado por sus compañeros,
pero sus padres no consideran que ese problema merezca su intervención, llegamos a un
punto muerto. En ambos escenarios, el joven sale perdiendo. Tener el mismo
conocimiento y el mismo enfoque coherente en toda la organización sobre el problema
del acoso es el primer paso para una intervención efectiva.
67
Establecer un enfoque coherente
Las comunidades locales, escuelas y organizaciones cada vez reciben más directrices
gubernamentales sobre cómo enfocar el acoso escolar. En 1999, sólo un estado de
Estados Unidos (Georgia) contaba con una ley antiacoso en su legislación. En la
actualidad, 49 la tienen. Esto es lo que yo llamo progreso.
La legislación antiacoso a nivel estatal ha sentado las bases para que las
comunidades locales, escuelas y organizaciones desarrollen políticas concretas que
definan claramente los comportamientos inaceptables, especifiquen los comportamientos
deseables y describan procedimientos disciplinarios. Quizás más importante aún sea que
la atención legislativa ha arrojado luz sobre el amplio espectro de comportamientos que
entran en la categoría de acoso. Mientras que antes el criterio principal de este
comportamiento se limitaba a la violencia física, ahora los adultos están convencidos de
que el ciberacoso y las agresiones relacionales pueden ser igual de dolorosos e incluso
más destructivos.
No ha sido tarea fácil establecer un consenso legal sobre el acoso escolar entre los
estados, pero ahora que ya está hecho en casi todos los Estados Unidos, los adultos
pueden avanzar con una definición común y unos objetivos compartidos: identificar el
acoso rápidamente y responder a él a tiempo (más información sobre cómo hacerlo más
adelante en esta clave).
68
Ejercicio: ¿Cómo encajan sus políticas antiacoso con la
legislación estatal?
Si todavía no ha tenido la oportunidad de hacerlo, consulte la legislación de su estado
sobre el acoso. ¿Hasta dónde llega su estado en la definición del acoso escolar, en la
descripción de los procedimientos antiacoso, en la recomendación disciplinaria y en la
financiación de los programas de prevención?
Analice cómo se rige su propia escuela, organización o comunidad a nivel de la
legislación estatal. ¿Dispone de un conjunto de políticas y procedimientos escritos
relacionados con el acoso? ¿Cuál es la formación del personal en este sentido? ¿Le
parece que esta formación es suficiente? ¿Útil? ¿Realista?
Las políticas y procedimientos bien diseñados pueden ser sumamente útiles en el
establecimiento de un marco coherente para abordar un problema. Los mal diseñados
pueden ser engorrosos y pueden pasar por alto el hecho de que, cuando trabajamos con
personas (y con niños en particular), una única solución raramente sirve para todas. En
su opinión, ¿cuáles son los puntos fuertes de su legislación estatal y local sobre acoso?
¿Dónde cree que puede haber mejoras? ¿Qué puede hacer en su trabajo para adaptar los
grandes enfoques estatales a su trabajo diario y local con los niños?
¿Dónde deben avanzar todavía los gobiernos estatales y locales? En la financiación
de iniciativas contra el acoso escolar. Los defensores del antiacoso han avanzado mucho
para el establecimiento de definiciones legales y para la proposición de iniciativas, pero
la principal frustración de educadores, clínicos, trabajadores especializados en juventud
y padres y madres es encontrar el dinero necesario para la formación, implantación y
apoyo de unos buenos programas de prevención del acoso escolar.
Ahora, como prometí anteriormente, volvemos a la visión general a nivel estatal de
la legislación sobre acoso escolar para explorar dónde se produce generalmente el acoso
en nuestras propias escuelas, organizaciones y comunidades y qué podemos hacer para
ponerle fin de un modo efectivo.
69
¿Dónde se produce el acoso?
Según el National Center for Learning Disabilities (Horowitz, 2013), se estima que el
personal escolar detecta o interviene en 1 de cada 25 incidentes de acoso.
¿Cómo es posible?, se preguntará seguramente.
Pues es más fácil de lo que parece, desgraciadamente. Mientras que la mayoría de los
maestros están muy centrados en lo que sucede en sus aulas, hasta el 75 % de los
incidentes de acoso escolar se produce en lugares como el comedor, la sala de taquillas,
el patio, los servicios, los pasillos, los autobuses y, quizás más notoriamente, por
Internet. Cuando los profesionales afirman a unos padres y madres preocupados que no
son conscientes de que se produzca ningún incidente de acoso en sus aulas, generalmente
son sinceros.
Esto no significa que, en ocasiones, el acoso no suceda ante las narices de los
maestros. Aunque el acoso físico es, por lo general, bastante fácil de observar y el acoso
verbal bastante fácil de escuchar, una de las cosas que hace que la agresión relacional sea
tan insidiosa es que puede pasar desapercibida. Este tipo de acoso social se caracteriza
por cosas que no se dicen e invitaciones que no se producen. Su horrible distintivo es el
silencio. La agresión relacional es un delito por omisión que hace que sea realmente
difícil, incluso para los adultos más astutos, detectar o ser conscientes de que se está
produciendo. Los profesionales generalmente son conscientes de los incidentes
repetitivos y planeados de propagación de rumores y de exclusión sólo a través de unas
buenas conexiones con los alumnos individualmente. Sólo escuchando realmente las
experiencias de los niños pueden los padres y madres sintonizar con el dolor que siente
un niño que está siendo ridiculizado socialmente y excluido.
70
Aumentar la presencia de adultos conectados
Como la mayoría del acoso escolar se produce fuera de las aulas, una cosa que marca
realmente la diferencia en las escuelas y en los programas de tratamiento es aumentar la
presencia de adultos concienciados en las zonas comunes. Con esto no estoy sugiriendo
aplicar un caro enfoque de «gran hermano» basado en contratar a más personal o en
vigilar a los niños como halcones todo el día. En lugar de eso, las escuelas y los
programas de tratamiento pueden:
–
–
–
–
Colocar a maestros observadores en los pasillos entre las clases.
Disponer de ayudantes de patio formados que vigilen durante los recreos.
Colocar a monitores formados en los autobuses antes y después de las clases.
Disponer de personal de comedor astuto que se mezcle con los alumnos en la cafetería
a la hora del almuerzo.
Al final de la clave 2, he indicado «Almorzar con pequeños grupos de niños;
demostrarles que su vida diaria le interesa» como una de las diez estrategias prácticas. La
misma intervención que ayuda a conectar con los niños también es aplicable en este
capítulo. Cuando los adultos están presentes en la cafetería (no simplemente como
monigotes recogiendo servilletas del suelo, sino como miembros integrados entre los
estudiantes), se reducen las oportunidades de acoso.
Todas y cada una de las acciones enumeradas anteriormente, de hecho, son efectivas
tanto porque contribuyen a establecer conexiones entre los adultos y los niños como
porque reducen las oportunidades de los acosadores de actuar. La mayor presencia física
de los adultos en zonas comunes indica a los niños vulnerables que los adultos están
implicados activamente en su protección allí donde estén. Y lo que es más importante (si
le preocupa el presupuesto): estas intervenciones se pueden realizar con el personal
existente, sin tener que añadir una línea presupuestaria para su financiación.
71
Ejercicio: ¿Dónde deben estar los adultos?
Es cierto que los adultos no pueden estar en todas partes o siempre presentes en la vida
de los jóvenes. ¿Dónde deben estar concretamente en la escuela, organización o
comunidad para reducir estratégicamente la incidencia del comportamiento de acoso?
Haga una lista con entre tres y cinco ubicaciones principales. Compártala con los
miembros de su equipo en su trabajo conjunto para reducir las oportunidades de que se
pueda producir el acoso.
Si trabaja en una escuela o en un entorno educativo, establezca un plan para cambiar
como mínimo una cosa sobre cómo se usa a los adultos en cada uno de los siguientes
lugares de alto riesgo para el acoso:
1. Los pasillos de la escuela
2. La sala de taquillas
3. Los servicios
4. Los recreos
5. El autobús
Por ejemplo, durante los momentos de transición entre las clases, los maestros
pueden permanecer en los pasillos o mezclarse con los estudiantes, supervisando a los
más vulnerables, y establecer claramente una presencia adulta en todas las zonas
comunes de la escuela.
72
Crear un clima escolar positivo
Como los niños suelen pasar de 7 a 10 horas al día, generalmente 5 días a la semana,
yendo o volviendo de la escuela y permaneciendo en ella, los dos apartados siguientes se
centran en cómo pueden intervenir con efectividad el personal de la escuela y los
maestros para detener el acoso. Tenga en cuenta, sin embargo, que las estrategias
descritas aquí son en general aplicables en centros de tratamientos, entornos de grupos
pequeños e incluso en la vida familiar.
Poner fin al acoso en la escuela empieza creando una cultura escolar en la que el
acoso no se tolere. (Esto no debe confundirse con sugerir que las escuelas deban aplicar
rígidas políticas de tolerancia cero. En la clave 7 explico por qué una disciplina de
tolerancia cero en realidad suele empeorar los problemas de acoso). Las culturas
escolares positivas están marcadas por unas acciones concretas realizadas por los adultos
para fomentar la aceptación, reconocer la diversidad, reforzar la cooperación, establecer
conexiones con los niños y facilitar una comunicación abierta entre el personal y los
estudiantes.
La creación de una cultura escolar positiva empieza con el liderazgo del director y se
mantiene mediante el compromiso del personal administrativo y docente. Para que sea
efectiva, la prevención del acoso debe ser una verdadera prioridad para esos adultos, no
simplemente palabrería en la reunión de principio de curso o un compromiso que los
alumnos deben firmar. Del mismo modo, el fomento de una cultura escolar positiva va
más allá de colgar carteles de «zona libre de acoso», y su impacto dura mucho más allá
de la típica reunión escolar, por muy dinámico o motivador que sea el orador (y lo digo
humildemente, como una de esas oradoras). Las intervenciones efectivas a nivel escolar
están integradas en las actividades diarias del personal y de los estudiantes y se
convierten en un modo de pensar, sentirse y comportarse de todos con respecto a todos.
Sé que puede parecer que construyo castillos en el aire al afirmar todo esto, pero la
realidad es que este tipo de clima escolar se puede crear y que está prosperando en las
escuelas de todo el país. En las escuelas, los adultos pueden crear un clima agradable
para los estudiantes e intolerante con respecto al acoso:
1. Identificar la prevención del acoso como una prioridad central. En las escuelas que
usen el programa Positive Behavior Interventions and Supports (Intervenciones y
apoyo basados en los comportamientos positivos), hay que priorizar el
comportamiento de «Respetar a los demás» entre los niños como un objetivo
global de la escuela y hacer que los adultos conectados constantemente lo
refuercen.
2. Apoyar intervenciones específicas de los líderes de la escuela para detener el
acoso. Por ejemplo, fomentar el uso de programas de aprendizaje social y
73
emocional (SEL, por sus siglas en inglés) para todos los estudiantes, que se ha
demostrado que contribuyen a reducir el acoso escolar hasta un 50 % (hablaré más
sobre estos programas SEL en la clave 5).
3. Capacitar a los niños para que defiendan a los demás y enseñar y fomentar un
buen comportamiento de los testigos (en la clave 6 describo en detalle estrategias
efectivas para capacitar a los testigos).
4. La popularidad entre los estudiantes debe basarse más en gustar socialmente que
en ser temido socialmente.
5. Establecer sistemas de asignación de amigos mentores. Los estudiantes de cursos
superiores vigilan a estudiantes más jóvenes y los que están más arriba en la escala
social se emparejan con los niños más vulnerables.
6. Dejar abiertas líneas de comunicación entre el personal y los estudiantes.
Denunciar una situación de acoso no debe ser un proceso temible ni intimidatorio
para los jóvenes, sino más bien una cómoda prolongación de sus conversaciones
normales con maestros de confianza, consejeros y personal administrativo.
7. Los adultos deben fomentar el establecimiento de amistades diversas y dinámicas
separando y mezclando intencionadamente las camarillas y grupos exclusivos de
amigos.
8. Celebrar las diferencias y reconocer la diversidad.
9. Reconocer el acoso es prioritario; los adultos se toman en serio las denuncias y
abordan los problemas antes de que escalen y se vuelvan más difíciles de manejar.
10. La escuela va más allá de enseñar tolerancia y, en lugar de eso, defiende la
aceptación. En cambio, lo que las escuelas no toleran es el acoso de ningún tipo.
74
Crear una cultura positiva en el aula
Los maestros desempeñan un papel crucial en los esfuerzos de las escuelas en poner fin
al acoso. Considerados con razón escultores de la mente de los jóvenes, los maestros son
también escultores de las ecologías entre iguales. Rodkin y Hodges (2003) afirman que
está demostrado que cuando los maestros son cercanos y cariñosos con sus estudiantes,
éstos, a su vez, rechazan menos a sus compañeros. Es realmente una oportunidad para
los maestros de enseñar mediante el ejemplo en el aula.
75
Hacer que la amabilidad sea una norma en clase
Los maestros más efectivos en detener el acoso son aquellos que trabajan para crear una
cultura en el aula en la que la amabilidad se valora por encima de la frialdad, y la
popularidad no se basa en el poder de dominar las interacciones sociales, sino en la
disposición de ayudar a los demás de un modo compasivo.
Recordemos el ejemplo del joven Andrew, extremadamente tímido y víctima de un
acoso incesante, de la clave 2. Su maestra entendió que tenía dos opciones: o «acribillar»
a Andrew por su negativa a hablar en clase o apoyarle para que superara esa reticencia.
Optó por dedicar un minuto cada mañana a una actividad de la rutina escolar que se
convertiría en la base de la amabilidad en esa clase. Para Andrew, aquello marcó la
diferencia entre un año escolar repleto de rechazo de sus compañeros y un año de
verdadera amistad y apoyo. Al final, significó la diferencia entre el silencio y encontrar
su voz. Para esos veinte compañeros de clase, significó aprender que la bondad
compasiva y la paciencia forman parte de su rutina diaria igual que comer y aprender a
leer.
¿De qué otro modo pueden los maestros fomentar un entorno escolar amable y
comprensivo en el que los comportamientos de acoso no puedan prosperar?
– Las reuniones, actividades y debates en clase pueden modificar las creencias de los
estudiantes sobre lo que significa ser «guay».
– Las reglas de los grupos y las normas de clase dictan que los comportamientos crueles
tienen un coste social.
– Los programas de aprendizaje social y emocional se incorporan a las lecciones diarias
de manera que los estudiantes tengan oportunidades frecuentes de practicar
comportamientos excluyentes del acoso como la compasión y la empatía.
– El trabajo cooperativo en grupo gana la partida a las interacciones competitivas.
La lista sigue, pero la clave es que los maestros efectivos son los que incorporan las
estrategias de prevención del acoso de manera ininterrumpida en la cultura de su aula.
No existe ninguna charla grupal especial o de crisis para hablar de los esfuerzos para
luchar contra el acoso; en lugar de eso, cada acción, cada día, se basa en las normas
dictadas por la amabilidad.
Ayudar a los niños vulnerables
Los maestros que crean una cultura positiva en el aula convierten en hábito el hecho de
76
tender los brazos a los estudiantes vulnerables al rechazo de sus compañeros y a la
exclusión. Un caso concreto: el año pasado, la madre de una estudiante de secundaria
con pocas habilidades sociales pero con muchas ansias de agradar acudió a mí
preocupada porque la maestra de su hija en realidad estaba contribuyendo a la exclusión
que su hija estaba sufriendo en la escuela. Describió un incidente en el que los
estudiantes tenían que dividirse en grupos pequeños para trabajar en un proyecto. A su
hija Katie no la invitaron a unirse a ningún grupo. Cuando Katie pidió ser incluida, sus
compañeros de clase unánimemente le indicaron que sus grupos estaban completos.
Cuando Katie le pidió a su maestra que le ayudara a encontrar un grupo, la maestra llevó
a Katie con un grupo de chicas populares y les dijo disculpándose: «Lo siento chicas,
pero Katie tendrá que estar en vuestro grupo». Cuando una de las chicas entornó los
ojos, la maestra le puso la mano en el hombro y le dijo «No pasa nada, sólo será esta
semana».
La madre estaba indignada. Su hija había sido humillada. A mí me dieron ganas de
llorar. Y, sin embargo, no es ni mucho menos la primera vez que escucho este tipo de
historias de adultos identificándose en exceso con los niños que acosan y permitiendo
que se produzcan libremente actos de exclusión.
Los maestros efectivos no hacen caso de las jerarquías sociales establecidas por los
estudiantes populares, ni simpatizan con el malestar de algunos alumnos al tener que
trabajar con un compañero poco hábil. En lugar de eso, los maestros capaces de detener
el acoso son los que animan a sus estudiantes a unirse en torno al compañero vulnerable
de un modo claro y significativo. Organizar una ovación de toda la clase para que el
compañero autista sonría para la foto escolar, establecer un sistema de amigos mentores
que junte a un estudiante de éxito con otro vulnerable, e implicarse en la distribución en
las mesas durante el almuerzo para que cada niño o niña tenga como mínimo a un
compañero amable con el que sentarse cada vez son algunas de las cosas más fáciles
pero más impactantes que los maestros eficaces hacen para ayudar y satisfacer las
necesidades de los estudiantes que están en riesgo.
Usar mensajes breves
Recuerde algún momento de su propia infancia. Recuerde algo que algún adulto le dijera
(bueno o malo) que siempre se le haya quedado grabado en la memoria. Antes de seguir,
piense en el impacto que ese mensaje ha tenido en su vida, su forma de pensar y sus
acciones.
Los mensajes que los adultos dan a los niño se internalizan como parte de la voz
interior del niño. Teóricamente, los jóvenes reciben mensajes positivos de unos adultos
que modelan su mente de una forma constructiva y positiva para su autoestima. Una
maestra especialmente efectiva que conozco describe cómo utiliza mensajes breves
específicos, memorables y significativos con todos sus estudiantes como una estrategia
77
para crear una mentalidad positiva y un clima optimista en clase. Literalmente,
absolutamente cada día, les transmite mensajes como éstos:
– La vida es genial.
– Las ceras se romperán (es la versión para niños de primaria de «los accidentes
suceden»).
– Puedes hacerlo.
– Que te conozcan por tu amabilidad.
– Mantén a todo el mundo en tu corazón.
Sus estudiantes a menudo escriben la larga secuencia de letras «LIGCWBICDI» en
sus deberes y exámenes. Para los que no están al corriente, estas letras no tienen ningún
sentido, pero para los jóvenes, son una importante afirmación de los mensajes que están
internalizando, pues corresponden con las siglas en inglés de: la vida es genial, las ceras
se romperán y podemos hacer todo lo que nos planteemos.
Concretamente como mensaje de prevención del acoso, la maestra explicó la última
frase de la lista anterior diciendo que en una ocasión había contado a sus estudiantes que
su clase era como un gran corazón fantástico, cuando uno de los niños gritó: «Sí, ¡y
todos estamos en él!». A partir de ese momento, como grupo, adoptaron
espontáneamente una nueva frase: «Mantener a todo el mundo en el corazón». Desde
entonces, añadieron ese breve mensaje en la lista y se convirtió en un recordatorio
amable e iniciado por los estudiantes cada vez que un compañero empezaba a hacer o
decir algo dañino.
Más eficientes que una lectura a posteriori y más impactantes que unos avisos en
caliente pronunciados con ira, los mensajes breves y positivos desempeñan un papel
proactivo en la prevención del comportamiento cruel entre jóvenes. Estas frases útiles
utilizadas constantemente se convierten en parte del diálogo interior de los jóvenes e
influyen en el modo en que los niños se consideran a sí mismos y en relación con el
mundo. Pueden formar parte importante de rutina de prevención del acoso de cualquier
adulto. Piénselo por un momento: ¿qué mensajes duraderos le gustaría transmitir a un
niño?
78
Intervenir in situ
No hace mucho tiempo, un maestro me confesó que se sentía muy satisfecho con la
formación de prevención del acoso proporcionado por su distrito escolar en lo referente a
los protocolos de identificación del comportamiento de acoso, pero que siempre se
encontraba con que le faltaban las palabras adecuadas cuando se encontraba ante una
situación de acoso entre niños. «No sé qué decir para pararlo», me confesó.
Este maestro no está solo. A muchos adultos les cuesta diseñar el mensaje adecuado
que transmitir a los niños cuando presencian una situación de acoso. Las buenas noticias
son que, igual que los mensajes breves mencionados anteriormente, a menudo el enfoque
más efectivo para detener el acoso in situ es el más corto. De hecho, en la mayoría de los
casos, como digo, cuanto más breve mejor. Para pronunciar cada una de las frases
siguientes se tarda menos de quince segundos:
– «No está bien decir esto a nadie en mi clase. ¿Está claro?».
– «Enviar este tipo de mensaje sobre un compañero de clase es inaceptable. Esto no
puede volver a suceder».
– «Dejar a un compañero fuera del grupo no va a funcionar. Arreglemos esto y
avancemos».
¿Cuáles son los beneficios de estas frases breves?
– No humillan ni marginan a nadie.
– Indican a todo el mundo que el maestro es astuto, que conoce la dinámica del aula y
que no tiene miedo de intervenir.
– Mandan una señal fuerte a todos los estudiantes indicándoles que no se tolerará el
acoso.
– Aseguran al niño acosado que en la escuela tiene un lugar seguro y a un adulto en
quien confiar.
Estas frases tan sencillas también tienen la clara ventaja de permitir al profesor
volver a la lección evitando simultáneamente que produzcan de nuevo problemas de este
tipo en su presencia.
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Ejercicio: ¿Cómo respondería usted?
Cada uno de los ejemplos siguientes es un incidente real denunciado por maestros. Lea
cada ejemplo y piense una breve respuesta que dar a los estudiantes implicados. (Aunque
no existe una respuesta correcta para ninguno de los escenarios, se sugiere una respuesta
para cada uno al final del ejercicio, para su referencia.)
Escenarios
1. Escucha por encima a un grupo de niños burlándose de un estudiante y del dibujo
que ha hecho en su cuaderno. Se están riendo y repitiendo frases como «Qué gay»
o «Qué dibujo más gay».
2. Descubre que un pequeño grupo de niños de su clase está mirando (y riéndose) de
una foto que se están pasando por el móvil del torso de una compañera. El pie de
foto dice: «¿Cuántos michelines puedes contar en la barriga de Lindsey?».
3. Descubre que un grupo de estudiantes está pasando una encuesta por toda la
escuela preguntado a sus compañeros: «¿Quién es más probable que siga virgen a
los cuarenta años?». Cuando se les pregunta al respecto, los estudiantes dicen: «No
pasa nada, sólo estamos bromeando».
4. Escucha por encima a un grupo de niños decir a un compañero en el almuerzo:
«No puedes sentarte con nosotros».
5. Se entera de que se ha creado una página falsa de Facebook sobre uno de sus
estudiantes. La página ha sido creada por un grupo de tres alumnos de su clase e
incluye un lenguaje subido de tono y fotos para humillar y avergonzar al alumno
en cuestión.
Posibles respuestas
1. « No es aceptable usar esas palabras para menospreciar a nadie. ¿Está claro?».
2. «Compartir este tipo de fotos sobre un compañero de clase es inaceptable. Bórrala
ahora mismo delante de mí. ¿Entendido?».
3. «Puedo aceptar las bromas, pero lo que estáis haciendo aquí no es divertido. No
está bien hacer preguntas destinadas a avergonzar o humillar a otras personas. Esto
va inmediatamente a la basura y no habrá más encuestas de este tipo».
4. «Dejar a un compañero fuera del grupo no va a funcionar. Arreglemos esto y
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avancemos».
5. «Sé que se ha creado una página falsa de Facebook. Supongo que sabéis que esto
es ilegal y sancionable por la ley. Espero que eliminéis esa página
inmediatamente».
Saber que las intervenciones breves in situ son más efectivas que los encuentros
largos, distorsionadores tipo sermón, es un alivio para la mayoría de los educadores. Sin
embargo, a algunos les preocupa que los niños encuentren otro modo de acosar a sus
compañeros en otro momento y en otro lugar. Hacen bien en preocuparse, porque existen
muchas probabilidades de que el acoso se vuelva a producir.
En realidad, sería ingenuo por parte de cualquier adulto pensar que una única
intervención bastará para cambiar de forma radical y permanente el comportamiento de
un joven. En su desarrollo normal, los niños exploran su mundo social y prueban nuevos
comportamientos. Buscan activamente los límites de los adultos, la aprobación de sus
iguales, y el límite hasta el que pueden estirar sus propios valores. Una breve
intervención de interrupción del acoso no detendrá para siempre el comportamiento
agresivo de un niño, pero la intolerancia repetitiva, no hostil y constante del acoso sí
puede hacerlo.
Refuerce con constancia la bondad y estará en el camino adecuado hacia la creación
de un clima positivo en el aula.
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Intervención oportuna sobre el terreno en una clase de
sexto curso
He aquí un ejemplo real de cómo dos niñas de sexto aprovecharon una oportunidad
de portarse mal cuando su maestra no estaba en el aula, y de cómo la maestra manejó su
maldad a su regreso:
Talia, de doce años, llegó a casa preocupada un viernes por la tarde después de la
escuela. Confesó a su madre que dos niñas de su clase estaban escribiendo una lista
en la escuela que incluía tres categorías: las Niñas que les caían bien, las Niñas que
les caían así así y las Niñas a las que odiaban. Aunque Talia no especificó en qué
categoría la habían puesto, sabía que esa lista había hecho daño a otras compañeras y
estaba preocupada por ello.
La madre de Talia no sabía cómo manejar la situación. Como no podía
determinar si su hija había sido cruelmente victimizada con esa lista, y no estaba
segura de si hacer una lista podía considerarse acoso, dudaba de si debía hacer algo
al respecto. Me pidió consejo.
Basándome en el Programa de Prevención del Acoso Olweus, mi primer consejo
fue: «Si hay maldad, hay que intervenir». Sin tener más detalles sobre la lista, su uso,
cuántos niños la habían visto, etcétera, era imposible determinar si era un ejemplo de
comportamiento malvado o si era acoso con todas las de la ley, pero, en cualquier
caso, estaba claro que no contribuía a unas relaciones positivas en el aula y que debía
ponérsele fin antes de que causara un daño generalizado o duradero.
Como la maestra habitual de la clase no se encontraba en la escuela ese día, la
única forma de que ella pudiera hacer algo sobre la creación de esa lista era que
conociese su existencia. Mi segundo consejo para la madre de Talia, por
consiguiente, fue que se asegurase de informar a la maestra lo antes posible, para que
pudiera intervenir. La madre de Talia mandó un correo electrónico a la maestra ese
mismo viernes por la tarde. El lunes por la mañana, recibió respuesta de la maestra,
agradeciéndole que hubiera puesto la situación en su conocimiento y prometiéndolo
que preguntaría a los estudiantes.
Justo después de la clase de educación física esa mañana, la maestra pidió a todos
sus estudiantes que entraran para una reunión en la clase. Les contó que se le había
ocurrido un juego que pensó que les parecería divertido.
«Voy a dividiros por categorías —explicó—. Las categorías serán Alumnos que
me caen bien, Alumnos que me caen así así y Alumnos que realmente me caen
fatal».
Luego hizo una pausa y miró al círculo de alumnos. La mayoría parecían
sorprendidos. Algunos se ruborizaron (básicamente las chicas implicadas). La
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maestra preguntó a los alumnos: «¿Por qué este juego no sería una buena idea?».
Durante unos diez minutos, fue escuchando el flujo incesante de respuestas firmes
sobre por qué jugar a ese juego era una mala idea para cualquiera.
La maestra también dedicó cierto tiempo a hablar sobre las cosas típicas que se
les ocurren a los niños cuando piensan en el acoso (por ejemplo, pegar, insultar,
ciberacoso) y luego les explicó que había otras acciones que podían escalar hasta
convertirse en acoso como los chismes, los rumores, la exclusión y, sí, la creación de
listas. Reconoció que en ocasiones surgen situaciones sociales espontáneas que los
niños implicados puede que al principio no las identifiquen con el acoso y que las
consideren más bien una diversión inocente. Pero les advirtió claramente: «En el
momento en que empieza la crueldad, la situación deja de estar bien y debe cesar».
Al final, les dijo que no pensaba que ese juego fuera necesariamente una forma
de acoso, pero que se podría convertir en un problema mucho mayor y más dañino.
Ordenó a los estudiantes que destruyeran cualquier cosa que hubieran escrito y que
pudiera ser dañino y les dijo que si veía algo parecido a partir de ese momento sería
una cuestión que debería contar a sus padres y al director de la escuela.
Lo último que hizo la maestra fue clave: les dijo que aunque nunca es fácil
denunciar algo cuando sabemos que no está bien, siempre es lo que hay que hacer.
Este mensaje final indicó a Talia que confiar en su madre fue un acto de valentía y
justo y la reafirmó en la confianza de que los adultos de su mundo (su madre y su
maestra) se asegurarían de poner fin inmediatamente a cualquier comportamiento
dañino.
Los adultos que marcan una diferencia en el proceso de poner fin al acoso son
astutos escultores de la cultura entre iguales y comprometidos modelos de bondad. Son
los defensores de los más débiles, que no tienen miedo a enfrentarse directamente al
comportamiento de acoso allí donde lo ven. Los educadores, clínicos, padres y madres
mejoran activamente la vida de los jóvenes a diario cuando demuestran que el tiempo
invertido en la prevención del acoso es tiempo ahorrado en conflictos, marginación,
dificultades académicas y victimización.
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Diez estrategias prácticas para poner fin al acoso escolar
cuando lo vemos
1. Redacte una política escolar formal sobre el acoso que ofrezca una definición
clara y para todos de lo que es el acoso y de cómo se va a manejar.
2. Incluya a personal de la escuela y a estudiantes en el comité encargado de
desarrollar la política de la escuela sobre el acoso. Comparta esta política con
los estudiantes mediante pequeños debates en grupo.
3. Establezca una jerarquía de consecuencias lógicas para el acoso. Evite las
políticas de tolerancia cero.
4. Establezca una buena colaboración con los padres sobre las políticas y
protocolos de la escuela relacionados con el acoso.
5. Aumente la presencia de adultos en las zonas comunes, incluyendo la cafetería,
los pasillos, las taquillas, los recreos y el autobús.
6. Almuerce con los estudiantes. Coloque a personal en algunas mesas de la
cafetería.
7. Caracterícese por su amabilidad en todas las interacciones con los jóvenes.
8. Integre actividades de prevención del acoso escolar en las rutinas diarias, como
las reuniones en clase, los sistemas de amigos mentores, la distribución de sitios
durante el almuerzo, etcétera.
9. Anime a los niños a arropar a sus compañero vulnerables de formas claras y
significativas.
10. Use frases breves y directas para detener el avance del acoso y establezca su
aula como un lugar seguro para los niños (y un lugar nada seguro para el acoso).
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CLAVE 4
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TRATAR DIRECTAMENTE EL CIBERACOSO
Es un hecho evidente en el siglo XXI que los niños están conectados entre sí las 24 horas
al día los 7 días de la semana. Hace una generación, para los jóvenes que sufrían acoso
en la escuela, las horas pasadas en casa les daban un respiro del ridículo. Actualmente,
los niños están constantemente conectados mediante SMS, mensajes instantáneos y redes
sociales; tristemente, hay poco descanso para los niños hastiados del acoso.
Los adultos han cometido un error garrafal estos últimos años al optar por no asumir
la responsabilidad de responder a las agresiones realizadas a través de la tecnología. ¿Por
qué estas dudas generalizadas? El personal escolar de nuevo dice: «No ha sucedido
durante las horas de escuela…, no es problema nuestro… No podemos hacer nada». La
policía local se mantiene a distancia a menos que se trate de un claro delito o que la
amenaza a la seguridad sea evidente. Los padres y madres (a menudo inmigrantes
digitales en los cibermundos de los que sus hijos son nativos) se echan atrás, creyendo
que carecen de los conocimientos tecnológicos para estar al nivel de lo que sus hijos
hacen en Internet. Esta abdicación generalizada de responsabilidad por parte de los
adultos ha dejado muy claro a los niños que acosan que están al mando y que su uso de
la tecnología les permite controlar la cultura de su grupo de semejantes, libres de
restricciones y de la intervención de los adultos.
Una de las cosas más importantes que los educadores, clínicos y profesionales que
trabajan con jóvenes y padres y madres pueden hacer es unirse para tratar el problema
del ciberacoso de frente, reconociendo su profundo impacto en el mundo de los niños y
estableciendo unos criterios que hagan responsables a los niños de su propio
comportamiento en la red. En esta clave, empezamos examinando la prevalencia del
ciberacoso entre los jóvenes, para describir posteriormente unas estrategias de seguridad
tecnológica claras tanto para los adultos como para los niños.
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¿Qué hace que el ciberacoso sea tan malo?
Hinduja y Patchin (2010) definen el ciberacoso como una situación en la que «alguien se
burla repetidamente de otra persona por Internet o repetidamente acosa a otra persona
con mensajes de correo electrónico o de texto o cuelga algo en la red sobre otra persona
que le cae mal». Basándose en esta definición, sus estudios de chicos de 11 a 18 años
muestran que aproximadamente el 20 % de los niños afirman haber sido víctimas de
ciberacoso y un 10 % afirma haber sido tanto víctima como agresor.
En el mundo de las estadísticas, estos números no parecen tan malos, ¿no? En
realidad, para mí (y para usted) sería fácil escribir «estadísticas sobre ciberacoso» en
cualquier motor de búsqueda en línea y dar con unas cifras mucho más alarmantes
(quizás generadas por unos investigadores mucho menos rigurosos) pero, en realidad, el
peligro del ciberacoso no reside en la cantidad de agresores y de víctimas, sino en la
profundidad del daño que un único incidente puede causar.
La naturaleza viral del ciberacoso
El ciberacoso suele ocurrir juntamente con otros métodos de acoso «tradicionales», pero
se diferencia de manera importante de las agresiones físicas, verbales y relacionales de
estas maneras:
1. El ciberacoso puede ocurrir anónimamente, porque los acosadores operan tras
ordenadores y teléfonos móviles, y no cara a cara. Los niños creen que pueden
cometer la agresión sin tener que rendir cuentas por ello.
2. Para muchos jóvenes, la anonimidad también es una carta que les exime de toda
culpabilidad. A los niños les resulta más fácil ser crueles cuando no tienen que
cruzar la mirada con el objeto de su crueldad.
3. El dolor se convierte en viral. El acoso tradicional suele ser un encuentro
individual entre el acosador y la víctima. Aunque puede que haya testigos, el
público habitual en una situación de acoso se limita a las personas que puedan
caber en el pasillo o escuchar a través de la línea telefónica. En el ciberacoso, sin
embargo, el público potencial es enorme. La tecnología permite enviar, compartir
y decir «me gusta» de un modo casi interminable. El niño ya no es objeto de
escarnio de unos cuantos compañeros de clase; con la tecnología, puede verse
humillado a nivel de su escuela, comunidad e incluso en el mundo entero. Unas
simples teclas pueden causar un daño instantáneo y casi inimaginable.
4. «Lo que sucede en Internet permanece en Internet». El acoso tradicional se
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produce como un episodio. Sucede y luego termina. El dolor permanece, sin lugar
a dudas, pero el propio incidente tiene un final claro. Cuando un niño es víctima
de ciberacoso, sin embargo, su victimización puede repetirse infinitamente, ya que
las fotos, vídeos y mensajes pueden enviarse una y otra vez. Aún más: los
comentarios permanecen en Internet indefinidamente. Incluso cuando un acosador
pide perdón por un ciberataque y borra un comentario cruel del lugar en el que lo
ha colgado, el comentario en sí sigue existiendo y puede reenviarse desde
cualquier otro sitio en el que ya haya sido compartido.
5. En el ciberacoso, no existen fronteras temporales ni espaciales. Mientras que el
acoso físico requiere que las dos personas estén en el mismo lugar en el mismo
momento, el ciberacoso prospera horas después y a distancia. Un joven puede
estar tranquilamente en su casa protegido por su familia mientras es atacado
simultáneamente por sus semejantes en Internet.
¿La tecnología causa crueldad?
Huelga decir que el acoso existe desde mucho antes que Internet, y que la crueldad entre
los jóvenes data de mucho antes de la aparición de los teléfonos inteligentes. Bazelon
(2013) señala que el modo en que los niños se tratan a través de la tecnología es
simplemente una extensión de cómo se tratan cuando están cara a cara, y que no se trata
de un tipo de comportamiento nuevo o totalmente diferente. Por todas las razones
mencionadas anteriormente, la tecnología parece exacerbar la crueldad, pero podemos
estar tranquilos porque no la causa.
¿Estar tranquilos? Sí. Este hecho es realmente una buena noticia para los
profesionales y los padres y madres, porque nos recuerda que el ciberacoso no es un
comportamiento intocable que sólo comprende y puede manejar la generación actual. La
agresividad en la red es algo a lo que cualquier adulto puede ayudar a poner fin. Los
niños de hoy necesitan los esfuerzos centrados, unidos y completos de unos adultos
dispuestos a abordar este peligro directamente.
Ejercicio: ¿Qué novedades hay en el acoso?
Es evidente que el abundante acceso a la tecnología y la constante conectividad en la red
han añadido una nueva dimensión a la cultura del acoso. Considere lo siguiente:
– ¿Cuáles son los retos específicos de la tecnología a los que se enfrentan los jóvenes de
hoy?– ¿En qué se parecen a los retos a los que se enfrentó usted al crecer?
– ¿En qué son completamente diferentes?
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– ¿Cómo puede ayudar a los niños a superar los retos de vivir en un mundo
permanentemente conectado?
– ¿Cuáles son las redes sociales, aplicaciones y sitios más recientes que utilizan los
jóvenes?
– ¿Cómo puede ponerse al día con estos medios más modernos, para poder hablar de
ellos con conocimiento de causa con los niños e intervenir con efectividad en caso
necesario?
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¿A qué edad deben empezar a aprender sobre seguridad
en la red los niños?
¿Trabaja en una escuela primaria y piensa que aún le quedan algunos años para empezar
a preocuparse por el ciberacoso? ¿Tiene un hijo pequeño que todavía no puede
experimentar los riesgos de los mensajes de texto y sexuales porque todavía no tiene
móvil? Si usted es el tipo de adulto que se preocupa lo suficiente por los niños y por su
seguridad como para estar leyendo este libro, se habrá dado cuenta al instante de que
ambas preguntas son retóricas. En el mundo actual, con aplicaciones diseñadas para
niños y ordenadores portátiles enfocados a niños en edad preescolar, sabemos que
debemos preparar incluso a los más pequeños para conectarse a la red de forma segura.
A continuación encontrará un ejemplo de una fiesta de pijamas entre unas niñas de diez
años recién cumplidos aparentemente infantiles e inocentes:
Ocho amigas de cuarto estaban juntas en casa de Gigi para la fiesta de pijamas de
su décimo cumpleaños. Empezaron la noche como suele hacerse en estas fiestas:
comiendo pizza, viendo películas, abriendo regalos y comiendo chuches. Los padres
de Gigi participaron en todas estas actividades, ayudando a las niñas a preparar la
cena, a pintarse las uñas, charlando y recolocando los muebles del sótano para que
cupieran seis sacos de dormir, seis almohadas y unas tres docenas de peluches.
Cuando se apagaron las luces a las once de la noche, la escena parecía una perfecta
escena infantil.
Cuando los padres de Gigi se acostaron, sin embargo, la adolescencia se apoderó
de las niñas. Lideradas por Hailey, una niña cuyos hermanos mayores le habían
ayudado a ir más «adelantada» que el resto, las conversaciones en seguida derivaron
hacia los chicos, luego hacia los chicos que les gustaban, luego hacia besar a chicos y
luego hacia hacerse fotos en la fiesta de pijamas para enseñárselas a los chicos.
Empezaron a hacerse fotos mientras hablaban de sujetadores y continuaron mientras
se iban probando los sujetadores de las demás (no, no todas las niñas de diez años
llevaban sujetadores; y sí, las que los llevaban, llevaban unos con mucho encaje y
bastante atrevidos. Pero éste sería tema para otro libro).
Las fotos fueron empeorando a medida que las niñas se fueron envalentonando.
De los sujetadores a la ropa interior, Hailey tuvo la idea de probarse un par de
pantalones realmente muy cortos. Otra niña sugirió que debía probárselos sin ropa
interior. Luego, una tercera niña hizo una foto con el móvil de Hailey desfilando con
los pantalones cortos.
Agotadas por su propia tontería, las niñas al final se quedaron dormidas. Por la
mañana, comieron tortitas con beicon, jugaron con los peluches y volvieron a
comportarse como niñas de diez años. Volvieron a la escuela como las mejores
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amigas y hablaron con cariño de esa fiesta de pijamas durante el resto del año.
Al cabo de cuatro años, cuando iban a octavo, su amistad había cambiado. Las
ocho niñas ya no eran un grupo unido. Hailey, cuya madurez era admirada por las
demás cuando tenían diez años, ahora estaba sometida a una de las peores formas de
acoso verbal en secundaria: ser tachada de zorra. Amigos y enemigos por igual unían
fuerzas y la insultaban y humillaban públicamente. Aquello duró meses,
convirtiéndose la escuela en un lugar casi insoportable para ella. Hailey pensaba que
las cosas no podían empeorar más, hasta que empeoraron.
Un día, alguien colgó una foto en la página de Facebook de Hailey, con el pie:
«Zorreando desde cuarto curso». Primero, Hailey no reconoció la foto. Estaba dolida
y confundida, porque todos los chicos y chicas del instituto parecían estar al
corriente. Ella negaba por completo que la foto fuera real, hasta que una de sus
compañeras en esa fiesta de pijamas se rio y le preguntó: «¿Recuerdas esa noche en
casa de Gigi? ¡Qué bien lo pasamos!».
En realidad, esa noche de cuarto empezó como una diversión infantil. Incluso cuando
la conversación empezó a derivar hacia los chicos y los sujetadores, tenía algo de
inocente. La adición de la tecnología a esa mezcla, sin embargo, transformó al instante
esa fiesta de pijamas que las niñas recordaban con cariño en un episodio que Hailey
lamentaría para siempre. ¿Fue la cámara del móvil la que causó la crueldad? No. En
aquel momento, la intención de la niña que hizo la fotografía era buena. ¿Creó el uso de
la tecnología un riesgo no anticipado y a largo plazo para las chicas? Definitivamente sí.
Tranquilo: no sólo se puso en riesgo a Hailey. Aunque fue ella quien se llevó la peor
parte del ridículo cuando la foto se compartió en la red, la chica que la colgó también
incurrió en un riesgo legal. Poseer y distribuir fotografías de las partes íntimas de una
menor es un delito. Con un sólo clic impulsivo con el ratón, una chica de catorce años
que pensaba que sólo estaba bromeando, se encontró con serios problemas con la
justicia. La situación terminó muy mal para todas.
¿Habrían podido anticipar estas niñas todos los problemas que se les venían encima?
A los nueve y diez años de edad, la mayoría de los niños saben utilizar muy bien la
tecnología, pero son aún bastante ingenuos sobre los usos dañinos que puede tener.
Incluso ya entrados en la adolescencia, muchos chicos permanecen ajenos a las
consecuencias legales de sus actos en la red. Una de las cosas más importantes que
pueden hacer los adultos para poner fin al ciberacoso es enseñar a los niños los riesgos
de su comportamiento en la red y dotarlos de las destrezas necesarias para protegerse de
un daño duradero. Este tipo de educación debería empezar en cuanto los niños empiezan
a usar la tecnología o a pasar tiempo con otros niños que la utilizan. Recuerde que
Hailey no tenía móvil, simplemente acudió a una fiesta con una niña que sí lo tenía. En
este mundo, es casi seguro que esperar hasta que los niños tengan su propio correo
electrónico, teléfono móvil o perfil en las redes sociales y cuenta en Facebook es esperar
demasiado.
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Estrategias para la seguridad tecnológica: qué pueden
hacer los profesionales y los padres y madres
Aunque la mayoría de los profesionales y padres y madres se sienten inmigrantes
digitales en un mundo gobernado por los jóvenes cibernativos, generalmente cualquier
carencia de dominio tecnológico por su parte se puede compensar con su mayor
conocimiento social y moral. Las siguientes estrategias para la seguridad tecnológica
ofrecen unos pasos prácticos y cotidianos que cualquier adulto (desde el más
experimentado tecnológicamente al más novato) podrá usar para orientar y proteger a los
niños en lo relativo a su comportamiento en la red.
Mantener fuertes las conexiones persona a persona
Interacciones entre iguales
En nuestro mundo digital, en el que la comunicación de dispositivo a dispositivo domina
los intercambios sociales, el mejor indicador de que los jóvenes tienen unas
interacciones emocionales saludables es que tengan mucha comunicación cara a cara
(Bazelon, 2013). Los padres y madres son útiles en este sentido cuando animan a sus
hijos a dejar a un lado los dispositivos durante las situaciones sociales y a interactuar con
sus semejantes mediante un buen juego al estilo tradicional. En el caso de los niños más
pequeños, suele ser bastante fácil fomentar un juego imaginativo no tecnológico. Pero en
los ciclos superiores de la enseñanza primaria, sin embargo, muchos de los niños ya
están queriendo integrar la tecnología en sus interacciones con sus semejantes. Jugar a
los videojuegos, ver videos en YouTube, hacer comentarios en Facebook, compartir
cosas en Tumblr y descargarse las últimas aplicaciones pueden parecer maneras
inofensivas de que los niños pasen tiempo juntos, pero los cuidadores hacen un gran
favor a los niños retirando la tecnología de su mix social y estructurando situaciones en
las que los niños interactúen cara a cara.
Interacciones adulto-niño
Los jóvenes deben sentirse suficientemente conectados con los adultos en la vida real
para poder contarles los incidentes de acoso que ocurren en Internet. Más adelante,
describo unas estrategias concretas que los adultos pueden utilizar para supervisar el uso
de las tecnologías por parte de los niños, pero que quede claro: incluso a los
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observadores más astutos se les pasará por alto cierta actividad preocupante en la red, y
ningún adulto puede controlar todos los miembros de la red social de un niño. Parry
Aftab, experta en ciberacoso, afirma que no es factible que los padres y madres formen
parte y supervisen toda la red social de un niño y su actividad en la red, destacando que
en promedio los jóvenes tienen de tres a cinco páginas en Facebook, mientras que sus
padres sólo conocen una (Willick, 2013). La única opción viable para los adultos que
quieran saber qué está sucediendo en la red es crear un entorno diario de apoyo en el que
el joven se sienta suficientemente seguro para contárselo.
Los profesionales deben abordar el tema del ciberacoso directamente con los niños,
enseñándoles primero y principalmente cómo mantener unas relaciones sociales
saludables y tratar a los demás con respeto durante sus encuentros en la red, y también
que deben contar siempre a alguien las posibles agresiones en la red. Para los padres y
madres, puede resultar sumamente aleccionador descubrir que para sus hijos ese
«alguien» no son ellos. No se lo tome personalmente; su opinión lo significa todo para su
hijo, y puede que tenga miedo a decepcionarle si le cuenta que le están acosando (o que
él es quien acosa) en la red. Siempre que haya conectado a su hijo con al menos un
adulto fiable con el que pueda hablar, habrá cubierto una necesidad muy importante.
En segundo lugar, los adultos desempeñan un papel crucial a la hora de informar a
los niños sobre las ramificaciones legales de la crueldad en la red. La Ley de Grace, en el
estado de Maryland (Estados Unidos), es una ley de referencia sobre ciberacoso, llamada
así por Grace McComas, de quince años de edad, que se suicidó tras un mezquino acoso
a través de las redes sociales. Mientras que la legislación anterior en Maryland se
aplicaba sólo al acoso a través del correo electrónico, la Ley de Grace se amplió para
aplicarse también a las redes sociales. A medida que otros estados han ido siguiendo el
mismo ejemplo, la crueldad en la red ya no se tolera como «algo que hacen los niños en
su tiempo libre» y los jóvenes (o los adultos responsables de ellos) ya no pueden aludir a
la ignorancia como defensa para su mal comportamiento. Los profesionales y los padres
y madres deben asumir la responsabilidad de enseñar a los niños las consecuencias
legales y morales del ciberacoso a largo plazo.
Interacciones de adulto a adulto
Una de las maneras más fiables que tienen los adultos de mantenerse al corriente de los
incidentes de ciberacoso es manteniéndose conectados con otros adultos. Para unirse y
poner fin a las agresiones en la red, sin embargo, los profesionales y los padres y madres
deben sentirse suficientemente seguros para proporcionar y recibir información honesta
y, en ocasiones, difícil de escuchar, sobre los niños. Este tipo de seguridad se logra
cuando las interacciones entre adultos se basan en la mentalidad de «todos estamos
juntos en esto» más que en acusaciones del tipo «mira qué ha hecho tu horrible hijo».
Aunque la mayoría de los padres y madres (incluida yo) albergan la creencia de que
«Mi hijo nunca haría esto», la verdad es que casi a todos los niños se les puede pillar en
algún momento deseando encajar con una mala idea o en un episodio de crueldad.
93
Permanecer abiertos a esta realidad es crucial. Esconder nuestra cabeza bajo la arena de
la negación, por otro lado, nos impide tener la capacidad de orientar, proteger y enseñar
a los niños las habilidades necesarias para detener el ciberacoso. La conclusión es que
los niños cometen errores en la red. Nuestro papel como adultos es evitar que cometan
los mismos malos errores una y otra vez, y para hacerlo debemos empezar reconociendo
cuándo se toman esas malas decisiones, luego aconsejándoles sobre cómo enmendarlas y
evitar que esos comportamientos se vuelvan a producir.
Aunque para algunos padres y madres pueda ser muy duro escuchar el
comportamiento cruel de su propio hijo, es todavía más difícil para otros adultos ser los
portadores de malas noticias sobre un incidente de ciberacoso. A estos adultos les
preocupa cómo van a ser juzgados. Temen que se los acuse de exagerar una situación de
manera desproporcionada. No quieren ser etiquetados como chivatos. ¿Les suena? Estas
preocupaciones son reales, pero como adultos, debemos ser lo suficientemente fuertes
como para soportarlas. Cuando los adultos están al corriente del ciberacoso pero no
intervienen, están siendo incompetentes en el mejor de los casos y cómplices en el peor.
La única manera de poder hacer algo con respecto al ciberacoso es conociendo su
existencia. Cuando los adultos dejan de mantenerse informados entre sí, se están fallando
mutuamente. Fallamos a los niños victimizados y reforzamos a los que acosan. ¿No
debería ser al revés?
En el escenario siguiente, una madre se acerca a otras dos madres para hablarles de
una situación de ciberacoso que afecta a todas sus hijas.
La madre de Kelli está mirando las imágenes de la cuenta de Instagram de su hija
cuando ve una foto que muestra una imagen en primer plano del trasero de una de las
compañeras de clase de Kelli, de catorce años. Kelli está entre las varias personas que
han puesto comentarios crueles sobre la foto, como «El culo más grande de la clase»,
«Qué asqueroso, zorra gorda» y «¿Cómo se deletrea P-E-R-D-E-D-O-R-A?».
La madre de Kelli está en shock por lo que está viendo. Inmediatamente pregunta
a su hija sobre la foto y se asegura de que la elimine de esa red social y del teléfono
de Kelli. También ordena a Kelli cerrar su cuenta en Instagram inmediatamente.
Madre e hija hablan de todas las razones por las que la foto, para empezar, no debería
haberse tomado, por qué era inexcusable haberla colgado en la red e indefendible
haberla comentado con tanta malicia. Para la madre de Kelli, aquélla fue la parte
fácil. Más allá de esto, sabía que tenía dos conversaciones difíciles de realizar: una
con el padre o madre (que no conocía) de la compañera cuyo trasero había sido
fotografiado y otra con una amiga cuya hija también había participado en los
horribles comentarios. A continuación, aparecen los diálogos que mantuvo con cada
familia.
Conversación con la madre (no conocida) de la chica objeto del acoso
MADRE DE KELLI: Hola, soy Kate, la madre de Kelli, una compañera de clase de
su hija.
94
MADRE DE LA COMPAÑERA: Hola Kate, ¿cómo estás? Madre de Kelli: Bueno,
lamento decirle que tengo que darle malas noticias. Para mí, esta llamada es muy
difícil porque me siento muy incómoda y avergonzada por algo que Kelli ha hecho,
pero debo ser honesta con usted para que podamos unirnos y arreglar conjuntamente
la situación.
MADRE DE LA COMPAÑERA: Bien, gracias por llamar. Me está inquietando…
MADRE DE KELLI: Quiero empezar disculpándome en nombre de mi hija. Esta
mañana, mirando su cuenta de Instagram, he descubierto que colgó una foto del
trasero de su hija. Varios niños, incluida Kelli, han escrito unos comentarios muy
desagradables sobre la foto. En cuanto vi la foto, inmediatamente dije a Kelli que la
eliminara de la página, que cerrara su cuenta y que borrara su foto del teléfono. Me
mortifica el hecho de que hiciera la foto en primer lugar y me espanta que la colgara
en la red, porque ella y yo ya habíamos hablado antes sobre este tipo de cosas y sabe
que esto infringe todos los valores y todas las reglas de nuestra familia. Lamento
mucho tener que contarle esta situación, pero sé que tiene derecho a conocerla.
Quiero que Kelli haga lo necesario para enmendar la situación ante su hija y su
familia.
La madre de la chica acosada habría podido responder a Kate de varias maneras.
Habría podido contestarle estupefacta por la victimización a la que había sido sometida
su hija, con ira por su crueldad, con desconocimiento de lo que es Instagram, o con
confusión sobre cómo la situación influiría en su hija. Podía amenazar con tomar
inmediatamente acciones legales o minimizar la gravedad del episodio directamente. El
escenario mejor: agradecer a Kate su franqueza al explicarle el incidente y adoptar
rápidamente una mentalidad de resolución de problemas. En realidad, puede que se tarde
cierto tiempo en adoptar una respuesta racional y orientada hacia las soluciones, tras un
arrebato de emociones previsible y natural tras una revelación de este tipo.
A decir verdad, Kate no tiene ningún control sobre cómo responderá la madre de la
compañera de clase. Sólo tiene la potestad de manejar sus propias palabras, su tono y su
actitud. En este caso, Kate optó por ser directa, mostrarse arrepentida y proactiva en el
manejo directo de los actos de su hija, en lugar de restarles importancia o de esconder
bajo la alfombra ese caso de ciberacoso. Los adultos que enfocan los errores y malos
comportamientos de los niños de este modo, se posicionan del mejor modo posible para
enseñar a los jóvenes cómo actuar en el futuro.
Puede que se esté preguntando acerca del papel de Kelli a la hora de asumir la
responsabilidad de sus acciones. ¿Habría tenido que ser ella quien llamara a los padres
de la chica acosada? En algunas situaciones, es totalmente adecuado que el chico inicie
el contacto y, por supuesto, esta situación clama a que Kelli se disculpara directamente
ante su compañera. Sin embargo, todavía queda margen para que los adultos interactúen
con otros adultos cuando se trata de temas como éste, que potencialmente pueden tener
consecuencias profundas y duraderas para los niños. Sí, existen algunos casos de
agresiones en la red que los chicos pueden gestionar totalmente por su cuenta, pero no,
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los adultos nunca deben dar por supuesto que los jóvenes tienen las habilidades para
hacerlo sin contar con el acompañamiento, los referentes y las instrucciones de los
adultos.
Conversación con la amiga personal cuya hija también participó en el ciberacoso
KATE: Hola, Tina, soy Kate.
TINA: Hola Kate, ¿cómo estás?
KATE: No muy bien. De hecho, tengo que darte malas noticias. He descubierto
algo en lo que Kelli y Emma han participado y que me preocupa mucho. Te llamo
porque quiero asegurarme de que tú también estés al corriente para que hagas lo que
tengas que hacer por tu cuenta con Emma.
TINA: ¿Es sobre lo de Instagram? Emma me lo acaba de contar. Me ha dicho que
Kelli le ha mandado un mensaje diciéndole que ha tenido muchos problemas contigo
por haber colgado una foto. La he visto y, sinceramente, no me parece tan grave.
Esta chica debería ponerse pantalones menos estrechos si no quiere que los demás
hablen de ella, ¿no te parece?
KATE: Vaya. Pues no, en realidad, no estoy de acuerdo. El hecho de que Kelli
haya hecho una foto así me ha dejado estupefacta, y aún más que haya decidido
colgarla para que los demás la vean. Tenemos reglas sobre lo que puede y no puede
hacer en la red y esto ha sido un claro incumplimiento de todo lo que habíamos
hablado previamente. Me siento fatal por la chica. ¡Debe de sentirse humillada!
TINA: Emma dice que la chica ni siquiera lo sabe. Yo creo que debemos dejarlo
así. La foto ya no está en la página de Kelli. Pues ya está, no ha pasado nada malo.
KATE: Lo siento, Tina, pero no estoy de acuerdo. Creo que se le ha hecho mucho
daño a la chica. Sinceramente, aunque la fotografía ya no esté en la página de Kelli,
la imagen sigue estando por allí con comentarios malvados de otros niños. Te
llamaba para que lo supieras, por si querías abordar la situación con Emma. Yo ya he
tenido una conversación con la madre de la chica sobre la foto, de modo que la chica
está al corriente de lo que está pasando. No puedo esconder algo así debajo de la
alfombra.
TINA: Pues debo decirte que creo que has exagerado con esto, Kate. Son cosas de
niños. Es el mundo en el que viven. Ahora lo comparten todo en la red. No podemos
tomárnoslo todo en serio. Debemos dejarles que se las apañen.
KATE: Bien, ahora ya sé lo que piensas al respecto, y me temo que no
coincidimos. Me preocupa mucho que Kelli haya participado en esto y no quiero que
esto forme parte de su vida cotidiana o de la de los demás chicos. Una foto así va
más allá de una diversión cotidiana o de cosas infantiles. Se hizo puramente para
avergonzar a la chica y no voy a permitir que Kelli crea que está bien ser así de cruel.
No es extraño que incluso amigos personales cercanos difieran mucho en su visión
sobre el ciberacoso. Parte de lo que hace que esta forma de agresión sea tan
desconcertante es la falta de acuerdo entre los adultos sobre con qué seriedad tomárselo
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o cómo manejarlo con sus hijos.
Como en el primer escenario del diálogo, Kate no puede controlar cómo responderá
Tina a la situación o cómo decidirá castigar a Emma. Sólo puede decidir cómo actuar
con Kelli y los criterios que establecerá para su propia familia. Al menos, dejando sus
criterios claros, Kate tendrá la posibilidad de influir en el comportamiento de su hija. En
el mejor de los casos, su respuesta honesta y asertiva servirá como modelo para la
seriedad con la que sus amigas y madres considerarán el tema del ciberacoso. A menudo,
los cambios se producen lentamente, pero empiezan de persona a persona, de
padre/madre a hijo, y de igual a igual.
Educar a los niños sobre las normas de educación y el
comportamiento aceptable en la red
Cuando Internet se fue convirtiendo en una fuerza poderosa, se acuñó en inglés el
término netiquette para describir las normas éticas de interacción en la red. Aunque
todavía no ha surgido ningún neologismo para este concepto con el teléfono móvil
(¿cell-tiquette?), es importante que los profesionales y los padres y madres establezcan
un conjunto de criterios sobre cómo deben comportarse los niños mientras usan la
tecnología y que eduquen a los jóvenes sobre las gratificaciones y los riesgos de
interactuar con sus semejantes a través de la tecnología. Como con la mayoría de los
aspectos relacionados con trabajar y vivir con niños, no existe una única fórmula válida
para un uso seguro de la tecnología. Las siguientes ocho reglas ofrecen a los adultos un
conjunto de principios universales para compartir con los niños. Estas reglas se dirigen
directamente a los jóvenes y ofrecen unas recomendaciones prácticas para usar la
tecnología de un modo que respete la dignidad de sus iguales y que refleje los valores
positivos de la mayoría de las escuelas, organizaciones y familias:
1. Elije tus palabras cuidadosamente: Si no dirías algo a alguien directamente a
la cara, tampoco lo envíes por la red o en un mensaje de móvil. La tecnología
facilita demasiado decir cosas impulsivas o desagradables. Asimismo, la
persona que lea tu mensaje no puede ver tus expresiones faciales ni escuchar tu
tono de voz. El sarcasmo y el humor suelen perderse en el éter, así que evita
usarlos. Escribe con cuidado también, evitando usar MAYÚSCULAS porque
harán que parezcas enfadado o que estás GRITANDO.
2. Internet no es un arma. No chismorrees sobre otras personas mientras estés
conectado. Tus palabras pueden malinterpretarse, manipulase o reenviarse sin tu
permiso. Además, no es justo hablar de personas cuando no se pueden defender.
Del mismo modo, las redes sociales no deben usarse nunca estratégicamente
para excluir a compañeros que están fuera de un grupo o para desagregar a
alguien tras una discusión.
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3. Lo que cuelgas es permanente. En cuanto compartes algo en la red, pierdes el
control de adónde va, quién puede reenviarlo o quién lo verá, y de cómo puede
ser potencialmente utilizado. Por mucho que ahora pienses que puedes confiar
en tu novio enviándole fotografías íntimas o en tu mejor amigo contándole
secretos, debes abstenerte de enviarles ninguna información en línea. Ahora
resulta inimaginable, pero algún día esa información podría distorsionarse y
utilizarse en tu contra.
4. ¿Para quién es ese mensaje? Lo que sucede en el ciberespacio permanece en
el ciberespacio, para siempre. Aunque puede que quieras mandar tu mensaje o
foto privada a un único destinatario, recuerda que se puede cortar, pegar y
enviar a un número infinito de personas. No mandes nunca una foto o un
mensaje que no quieras que pueda ver todo el mundo.
Ya que estamos hablando de este tema, cuidado con las fotografías y los vídeos
que permites que tus amigos te saquen. En ocasiones, estas imágenes empiezan
como algo divertido pero más tarde pueden utilizarse como algo vergonzoso.
Lleva siempre toda la ropa puesta y no te prestes a ningún tipo de
comportamiento de broma en un vídeo que pueda sacarse de contexto o ser
usado en tu contra más adelante.
5. ¿Qué pensaría mamá de esto? Sé amable y no utilices nunca el correo
electrónico para decir cosas feas, malas o malvadas sobre nadie o a nadie.
Detente y pregúntate: «¿Qué pensaría mamá si leyera esto?» y actúa en
consecuencia.
6. Tómatelo con calma. En este mundo de mensajes instantáneos y de contacto
constante, puedes caer en la tentación de decir cualquier cosa que te venga a la
mente en un momento dado. No caigas en la tentación. Párate y reflexiona antes
de escribir cualquier idea, réplica o reacción que te pase por la cabeza,
especialmente si estás sintiendo una emoción intensa como ira o tristeza. Espera
hasta que hayas podido pensar bien las cosas y cálmate antes de mandar un
mensaje que no se pueda borrar.
7. No hables con extraños. ¿Recuerdas el mensaje que te dieron tus padres
cuando eras pequeño? Sigue aplicándolo hoy; es muy importante que lo
recuerdes cuando estés conectado. Hay depredadores merodeando por el
ciberespacio que tienen métodos inteligentes y ocultos de pedir información
personal a los jóvenes. No compartas nunca información privada en la red,
incluyendo tu nombre completo, dirección de tu casa, fotografías personales, el
nombre de tu escuela o tu número de teléfono.
8. Conoce las leyes. El ciberacoso va en contra de la ley. Ahora ya lo sabes.
Pretender que lo desconocías no es una opción. De hecho, el desconocimiento
de la ley no es una defensa viable para ningún joven, y aquéllos a los que se
pille usando la tecnología y las redes sociales para causar intencionadamente un
daño emocional a otras personas pueden ser castigados con multas e incluso con
penas de cárcel. ¿Aquella foto «inofensiva» que tu amigo ha colgado? Ha
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humillado a la persona en cuestión, está sufriendo un dolor real. Ese amigo que
la ha colgado tendrá responsabilidades penales, así como cualquiera que la
reenvíe. ¿Aquel comentario molesto que colgaste en broma? Pues también eres
legalmente responsable de ello.
Supervisar lo que los niños hacen en la red
Recientemente, en respuesta a una conversación sobre ciberacoso, escuché a alguien
afirmar: «No sé dónde está el problema; todos estos sitios y dispositivos tienen incluida
la función de control parental. Los padres y madres deberían simplemente usarlo y se
acabaría con el problema».
Ojalá fuera tan simple. Estoy de acuerdo con la recomendación de activar siempre el
control parental; los adultos deben usarlo. Sin embargo, siempre prevengo a los padres y
madres de que no se fíen exclusivamente de eso como única medida de seguridad para
los niños. Los controles parentales son limitados, y todos sabemos lo buenos que son los
niños poniendo a prueba los límites. Las funciones automáticas de seguridad son una
fantástica primera línea de defensa, que queda mejor reforzada con conversaciones,
directrices, criterios, conocimiento, interés, supervisión efectiva y un grandísimo apoyo a
los niños.
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Ejercicio: Animar a los niños a enseñarse mutuamente
Una de las mejores maneras de educar a los jóvenes sobre las gratificaciones y los
riesgos de la tecnología es animándoles a compartir información útil entre sí; al fin y al
cabo, los niños son los verdaderos expertos en lo que a las interacciones en la red se
refiere.
Si trabaja en una escuela o con grupos, pida a los niños que desarrollen y presenten
consejos y estrategias de prevención del ciberacoso a los estudiantes de cursos inferiores.
Anime a los niños a usar la tecnología para enseñar sobre tecnología. Por ejemplo, los
niños pueden crear y compartir un mensaje de vídeo contra el acoso con sus semejantes
por YouTube. O pueden crear una breve presentación en Power Point para enseñar a sus
compañeros qué es el ciberacoso. Ambos proyectos dan a los jóvenes la oportunidad de
usar la tecnología de un modo constructivo e interactuar directamente con sus
compañeros sobre el tema en cuestión.
En casa, pida a un hermano mayor que escriba de tres a cinco escenarios reales de
ciberacoso para sus hermanos pequeños. Pida a los niños que trabajen juntos para
desarrollar unas respuestas realistas y efectivas para cada situación. En esta actividad, los
padres y madres pueden enterarse de las situaciones de ciberacoso típicas con las que se
encuentran sus hijos, y los hermanos tienen la posibilidad de participar en la búsqueda de
soluciones positivas. Si es necesario, los padres pueden orientarlos.
¿Cómo sería una supervisión efectiva de las actividades en línea de los niños? Varía
según la edad, obviamente. A los niños pequeños les beneficia mucho (y realmente les
gusta) la participación activa de un adulto (es decir, que esté a su lado) en sus
exploraciones por la red. En los años preescolares y de educación primaria, los niños no
necesitan protección del ciberacoso, sino más bien una buena base sobre cómo navegar
entre los sitios web, trabajar con aplicaciones, proteger su identidad en la red, y evitar a
las personas peligrosas en los sitios web depredadores.
A medida que van creciendo, la supervisión se vuelve más complicada y más
problemática. En los últimos años de primaria, y ciertamente en la escuela secundaria y
superior, los chicos tienen el conocimiento, la habilidad y la motivación para usar la
tecnología independientemente de los adultos. Puede que incluso tengan su propio móvil
o tengan ordenador en su habitación, lo cual hace que la supervisión por parte de los
adultos sea más difícil. Está claro que más vale prevenir que curar cuando se trata de la
seguridad de los niños en la red, y ésta es la razón por la cual es tan importante que,
antes de su uso independiente de la tecnología, los adultos hayan establecido unas
buenas conexiones con ellos y los hayan educado sobre el comportamiento aceptable en
la red. A partir de aquí, ¿los adultos deben contener la respiración y cruzar los dedos?
Bueno, sí, pero también hay muchas otras cosas efectivas que los profesionales, padres y
madres pueden hacer.
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Conocer las contraseñas del niño
Cuando llega el momento de permitir el acceso al niño a un teléfono móvil, Twitter,
Skype, Chatroulette, YouTube o cualquier otra tecnología actual siempre en evolución,
los adultos no se están pasando de la raya por mantener su derecho a acceder a las
cuentas del niño en cualquier momento. Cuidado, sin embargo: a medida que la
actividad en la red evoluciona, cada vez hay más sitios de redes sociales que ya no
requieren cuentas individuales o contraseñas, sino que permiten un acceso abierto,
anónimo y sin ningún tipo de control. Un estudio de MediaBadger citaba 4Chan, un
tablón de anuncios basado en imágenes que permite a cualquiera colgar comentarios y
compartir imágenes sin ningún registro previo ni creación de cuenta, como el principal
modo de acoso en la red para los chicos (Crouch, 2013).
La libertad que ofrece la tecnología puede tentar incluso a los niños más fiables y
responsables a caer en un comportamiento de riesgo, así que es importante que los
adultos avisen de antemano a los niños de que van a leer sus mensajes, revisar sus
mensajes MMS, inspeccionar lo que ponen en Facebook, ver lo que cargan en YouTube
y supervisar todo lo necesario para destacar la importancia de un uso seguro de la
tecnología. Sí, los chicos mayores siempre aprenderán nuevas maneras de impedir las
«intrusiones» en su privacidad, pero aun así, el papel del adulto es establecer los valores,
los criterios, los límites y la rendición de cuentas.
Una distinción importante que hay que hacer a los niños: decir su contraseña a
adultos de fiar es importante, pero dársela a amigos es realmente peligroso. Un día ese
amigo es de fiar, y al día siguiente es el peor enemigo. Cuando los niños comparten sus
contraseñas, están entregando el control de sus cuentas personales, de su identidad en la
red, y potencialmente de su buena reputación.
Padres y madres: si sus hijos están usando redes sociales como Facebook, pídanles
amistad o, como mínimo, pidan a otro adulto de confianza que lo haga. Aunque al
principio su hijo se resista por considerarlo espionaje, cuando los padres presentan este
acompañamiento como algo que nace del amor y de su preocupación por su hijo, su
sensación de paranoia suele esfumarse.
Configurar controles parentales y alertas
Como hemos comentado anteriormente, los controles parentales son una importante
primera línea de defensa en la supervisión de las actividades en la red de los niños,
aunque nunca se deben considerar infalibles o suficientes por sí solos. Los controles
parentales pueden activarse gratuitamente en muchos dispositivos o comprarse a través
de compañías de seguridad en Internet. Ofrecen unas funcionalidades importantes, entre
las que destacan:
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– Supervisión de todos los sitios web visitados desde un dispositivo específico.
– Registro de la actividad de los correos electrónicos, Webmail, mensajes instantáneos,
chats y redes sociales.
– Bloqueo de sitios web y usuarios no deseados.
– Bloqueo de publicidad en línea, malware, phishing, etcétera.
– Capturas de pantalla.
Google Alerts ofrece a los adultos una supervisión efectiva de las actividades en la
red de un niño concreto. Los padres pueden configurar una Google Alert para recibir
notificaciones por correo electrónico cada vez que el nombre, usuario, imagen
etiquetada, dirección de correo electrónico u otra información identificativa de un niño
se mencione en Internet. Google Alerts se puede personalizar fácilmente y ayuda a los
adultos a mantenerse al día de lo que se dice, se comparte y se cuelga por parte, para o
sobre un niño en concreto en un momento determinado.
Instalar los ordenadores en zonas comunes
Tanto si se trata de las aulas escolares como de locales para jóvenes o del hogar familiar,
el mejor lugar para colocar los ordenadores son las zonas comunes por las que los
adultos puedan pasar y ver qué está sucediendo. Incluso los mejores, más brillantes y
más amables niños en algún momento pueden caer en la tentación de hacer algo malo,
mirar algo de mal gusto o ser testigos pasivos mientras un compañero está siendo
victimizado. Instalar un ordenador en una zona común no detendrá por completo este
comportamiento, pero hará que los jóvenes se lo piensen dos veces al considerar quién
está viendo su actividad o si deben realizarla o no. Hacer que los niños se lo piensen dos
veces antes de actuar en la red es justamente el objetivo de los adultos.
Mantener activo el diálogo
Las conversaciones sobre el uso seguro de la tecnología no se deben considerar como
una actividad única que hay que tachar de una lista de cosas por hacer. En lugar de eso,
los adultos deben mantener un diálogo constante y abierto con los niños sobre lo que
están haciendo, lo que están viendo, y cómo se comportan en la red. Como la mayoría de
los niños desconectan muy rápidamente en cuando perciben que un adulto quiere
echarles un sermón, hacer preguntas es una manera ideal de facilitar esta comunicación:
– ¿Dirías las palabras que estás escribiendo directamente a la cara de esa persona?
– ¿Qué pensarían tus padres si leyeran este correo electrónico?
102
– ¿Podría el mensaje que estás enviando causarte daño o problemas a ti, a tus amigos, a
tu familia o a otra persona?
– ¿Qué te gusta de este video? ¿Qué hace que tus amigos quieran mirarlo y compartirlo?
– ¿Se puede sacar de contexto tu mensaje? – ¿Qué clase de cosas comparten tus amigos
en las redes sociales?
– Si recibieras un mensaje de texto amenazante o con rumores, ¿qué harías?
– ¿De qué forma facilita la tecnología que digas algo desagradable a alguien?
Los teléfonos móviles y las redes sociales son las principales herramientas de
ciberacoso entre los jóvenes, así que reiterar constantemente que los mensajes, llamadas
telefónicas y redes sociales nunca se deben utilizar como herramientas para criticar,
excluir o ridiculizar es fundamental.
Incluir el ciberacoso en la política escolar
La mayoría de las leyes estatales sobre acoso escolar incluyen disposiciones específicas
sobre el ciberacoso. Las escuelas y otras organizaciones que trabajen con jóvenes deben
del mismo modo establecer unas directrices claras y por escrito sobre el uso seguro de la
tecnología entre los jóvenes. Estas políticas deben incluir un mecanismo para poder
denunciar con seguridad el ciberacoso y protocolos para establecer qué sucede cuando
los estudiantes violan las reglas establecidas. Las políticas de ciberacoso deben
comunicarse claramente tanto a padres y madres como a estudiantes. Muchas escuelas
exigen a los niños firmar compromisos de no cometer ciberacoso, que pueden ser útiles
para documentar que las políticas se han debatido y acordado.
Ponerlo por escrito en casa
Para los padres, madres y cuidadores, una forma simple de asegurarse de haber
comunicado claramente las directrices a los hijos sobre su uso de la tecnología (y
confirmar que han recibido su mensaje) es usar un contrato tecnológico. Los contratos
más efectivos son los que desarrollan los padres y madres con sus hijos mediante
conversaciones, intercambios de ideas y acuerdos mutuos. Esto no significa que los
jóvenes deban establecer sus propias reglas a la hora de usar la tecnología, sino que
pretende poner de manifiesto que cuando los niños sienten que han participado en el
establecimiento de criterios suelen mantenerlos mejor.
Los contratos tecnológicos deben ser simples, directos y completos. Son mejores
cuando se basan en valores concretos, como la dignidad y el respeto. Los contratos
repletos de series punitivas de «está prohibido» suelen conectar menos con el corazón de
103
los niños y, por consiguiente, inspiran un menor compromiso a la hora de cumplirlos.
Los profesionales y los padres y madres pueden encontrar plantillas de contratos para
el teléfono móvil, el correo electrónico y las redes sociales en Internet. Estos ejemplos
suelen ser un buen lugar por el que empezar una conversación sobre la seguridad
tecnológica. Padres, madres e hijos pueden entonces trabajar juntos para personalizar
estos contratos en función de la edad del niño y su fase de desarrollo. Al terminar la
conversación, resulta útil asegurar a los niños que el propósito del contrato no es limitar
su libertad, sino más bien proporcionarles un claro marco para que disfruten de las
ventajas de la tecnología dentro de la estructura de sus valores familiares.
Finalmente, una advertencia para los adultos que opten por usar estos contratos de
seguridad tecnológica con los niños. Recuerden que estos documentos pueden ser unas
herramientas sumamente útiles para iniciar un diálogo sobre el comportamiento en la red
y mantener el debate sobre los valores importantes. Sin embargo, no se deben considerar
documentos realmente legales. Los contratos con los niños funcionan mejor cuando se
revisan a menudo. Por otro lado, los adultos que cometen el error de dejar un contrato
firmado en el cajón y pensar que su impacto durará sin mantener conversaciones
constantes también pueden considerar este acuerdo con el niño invalidado.
Dar un descanso a la tecnología
Una de las mayores amenazas que la tecnología plantea a los jóvenes es la oportunidad
de estar constantemente conectados. Los niños se ven llamados a comprobar qué les
están diciendo los demás y qué se dice sobre ellos todas las horas del día, e incluso hasta
altas horas de la madrugada. Hay que hacer que los niños den un descanso a la
tecnología. Las escuelas y los profesionales que trabajan con jóvenes deben establecer
unas reglas razonables sobre el uso de los teléfonos móviles y la tecnología durante el
día. Los padres y madres pueden establecer criterios para dejar dormir a la tecnología por
la noche, recogida de forma segura con los cargadores, lejos de los dormitorios. Si no
permitiría que su hijo deambulara por la calle solo por la noche sin supervisión, ¿por qué
permitirle un acceso ilimitado a la tecnología a todas horas? Una cosa tiene que ver con
su seguridad física; la otra, con su seguridad emocional; y ambas son vitales para el
desarrollo saludable y el bienestar de los niños.
104
Ejercicio: ¡OMG! ¿Cuánto sabemos del lenguaje
cibernético?
Los mensajes de texto tienen su propio lenguaje. LOL (laugh out loud, reír a carcajadas),
OMG (oh my God, Dios mío) y xq (por qué) son muy habituales, pero cuando la mayoría
de los padres y madres dan por supuesto que pera es una fruta, los niños les dirán que
seguramente se refiere a espera.
La mayoría del lenguaje de la red es críptico, ingenioso e intencionadamente
esquivo. Las personas de más de treinta años seguramente nunca conocerán todos los
acrónimos, pero cuantos más profesionales y padres y madres aprendan los términos que
sus hijos están utilizando, mejor podrán supervisar su uso y abuso de la tecnología.
¿Cuánto conoce el lenguaje cibernético?
(Respuestas en la página siguiente)
1. m1ml
2. kdda
3. ymo
4. kyat
5. ma
6. nph
7. nxe
8. 420
9. 53X
10. tkm
11. XD
12. brb
13. 9
14. xoxo
15. yolo
Cuando revise la «traducción» de cada uno de estos acrónimos habituales, que
encontrará en la página siguiente, dedique cierto tiempo a conectar con sus propios
pensamientos y sensaciones en cada uno de ellos. ¿Qué ideas le vienen a la mente al
pensar en términos concretos que los jóvenes usan para comunicarse entre ellos? ¿Cómo
se siente al ser consciente del tipo de contenido que intercambian? ¿Qué le parece lo
105
lejos que llegan los niños para disfrazar su comunicación del control de los adultos?
¿Cómo convertirse en una ayuda para ellos en este mundo encubierto?
Cuando pensemos que dominamos estos términos, el lenguaje cibernético de
nuestros jóvenes habrá evolucionado y cambiado. El reto para profesionales, padres y
madres es permanecer al día. En cualquier momento, los adultos pueden buscar el
significado de este lenguaje escribiendo «acrónimos en los mensajes» en un motor de
búsqueda. Pero atención: muchos de los términos que aparecerán serán palabrotas. Ésta
es la realidad del mundo en línea. Nuestros hijos conocen el lenguaje, y los adultos
deben conocerlo también si quieren tener la posibilidad de guiar de forma segura a los
jóvenes por estos cibermundos.
¿Conoce el lenguaje cibernético? Respuestas
1. m1ml: mándame un mensaje luego
2. kdda: quedada (quedar, verse)
3. ymo: llamo
4. kyat: cállate
5. ma: madre
6. nph: no puedo hablar
7. nxe: noche
8. 420: marihuana
9. 53X: sex (sexo)
10. tkm: te quiero mucho
11. XD: carcajada
12. brb: be right back (ahora vuelvo)
13. 9 o código 9: padres cerca, padres vigilando
14. xoxo: besos y abrazos
15. yolo: you only live once (sólo se vive una vez)
Convertir el uso de la tecnología en un privilegio
Es importante recordar a los niños que el uso de la tecnología y de las redes sociales es
un privilegio. Los padres y madres deben dejar claro que este privilegio puede limitarse
o revocarse en cualquier momento, de cualquier forma, si se incumplen las reglas
establecidas.
Hacer responsables a los niños de su comportamiento en
la red
106
En un estudio con estudiantes de secundaria y bachillerato, los investigadores les
preguntaron qué les impediría acosar a otros chicos en la red (Kraft y Wang, 2009). Los
estudiantes citaron la disciplina parental en forma de impedirles acceder a las redes
sociales como el principal elemento disuasorio, seguido por la confiscación por parte de
los padres de su ordenador o teléfono móvil. Es importante que los niños sean
conscientes de las consecuencias potenciales de su mal comportamiento en la red en
casa, en la escuela y de acuerdo con las leyes estatales, y que los adultos sean constantes
a la hora de responsabilizar a los chicos de sus acciones de un modo significativo y
convincente.
¿Prohibir directamente el acceso a la tecnología es la respuesta? Algunos adultos
consideran esta cuestión muy seriamente, argumentando que cuando ellos eran niños
sobrevivieron sin redes sociales ni mensajes, así que sus hijos también pueden hacerlo.
Es cierto que la mayoría de los profesionales, padres y madres se formaron en una época
en la que las interacciones no estaban dominadas por la tecnología, pero la realidad es
que los adultos tienen que criar a sus hijos en el mundo actual, no en el mundo de hace
una generación. En casa, en la escuela, en el trabajo y más allá: los jóvenes van a tener
acceso a la tecnología. Mucho más útil que prohibirles totalmente la actividad digital es
enseñarles a manejarla con seguridad, con respeto hacia sí mismos y hacia los demás en
todo momento.
Comunicar las reglas en el contexto del cariño
Por muy sofisticado que sea el conocimiento de los niños sobre la tecnología, siguen
siendo niños. Los adultos les hacen realmente un favor cuando tienen esto en mente y
permanecen atentos en su acompañamiento. La supervisión de los adultos no tiene por
qué basarse en las sospechas y la desconfianza, sino que los esfuerzos de los adultos para
mantener la seguridad de los niños en la red se pueden comunicar como actos de cariño y
preocupación. «Estoy haciendo esto porque os quiero», suelo recordar a mis hijas. Y
puedo escucharlas decir «¡OMG!» («Oh, ¡Dios mío!»).
107
Estrategias de seguridad tecnológica: lo que los niños
pueden hacer
En esta clave, he hablado largo y tendido de lo que los profesionales y los padres y
madres pueden hacer para garantizar la seguridad de los jóvenes en su uso de la
tecnología. Quizás el papel más importante de los adultos, sin embargo, es capacitar a
los niños para que sean su propia primera línea de defensa cuando se trata de prevenir y
de poner fin al ciberacoso. Adultos y niños comparten la necesidad de que las
intervenciones sean simples para que puedan ser útiles. A continuación encontrará ocho
recomendaciones que los niños de cualquier edad podrán comprender y activar en su
vida personal.
1. Recurrir a un adulto
Las reglas para responder al ciberacoso no son muy diferentes de las recomendaciones
para el manejo de otros tipos de acoso. En ambos casos, es crítico que los jóvenes
recurran a adultos de fiar y les cuenten los casos de agresiones en la red. Los adultos
pueden hacer mucho para mejorar las situaciones de ciberacoso, pero no pueden hacer
nada de nada si no están al corriente de ellas.
2. Desvincularse
El instinto de todo joven en un incidente de ciberacoso puede ser responder al agresor
(devolverle los insultos, colgar fotos igual de indecentes, o difundir rumores vengativos).
Nunca hay que hacerlo. Dos cosas malas nunca resultan en una buena, más bien la
venganza puede resultar en tres cosas negativas:
– Sube la apuesta de la agresión. La persona que la inició probablemente aumentará su
crueldad aún más.
– Crea la misma culpabilidad ante los ojos de los adultos. La rendición de cuentas no se
basa en quién empezó, sino en quién hizo lo correcto para poner fin a la situación.
– Potencialmente, puede hacer incurrir a los dos chicos en un riesgo legal, puesto que el
ciberacoso puede ser un delito penal.
Esto no significa que el destinatario o el testigo del ciberacoso simplemente ignoren
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la agresión. Los chicos pueden realizar muchas acciones poderosas (consulte el resto de
reglas descritas aquí), pero la venganza suele ser la peor opción.
3. Cerrar la sesión y bloquear a los acosadores
Los adultos pasan mucho tiempo enseñando a los niños destrezas para hacer amigos,
pero se esfuerzan menos en asegurarles que, en algunos casos, es importante alejarse de
las amistades tóxicas. Los jóvenes deben saber que una primera línea de defensa para
poner fin al ciberacoso es desconectarse temporalmente de una cuenta. A diferencia de
las interacciones cara a cara, de las que a menudo es más difícil o incómodo distanciarse,
los niños tienen la posibilidad de poner fin instantáneamente a una conversación digital.
Se les debe animar a hacerlo desde el instante en que reconocen el inicio de la crueldad.
Si más tarde se cuestionan sus propios instintos sobre si una interacción en concreto era
realmente tan mala, siempre pueden retomar el contacto con la cabeza más fría. En el
mismo momento, es mejor distanciarse por completo y cerrar la sesión en pos de la
seguridad.
En los casos de acoso repetitivo, los jóvenes deben bloquear directamente al agresor.
El bloqueo es una declaración potente y asertiva de fuerza que los jóvenes pueden
utilizar para dejar claro a los demás que no permitirán que los maltraten.
4. Usar las configuraciones de privacidad
En la vida normal, las llamamos límites. En la red, las llamamos configuraciones de
seguridad. Los niños ñas deben ser educados y capacitados para usarlas. En un mundo
en el que la autoestima de los jóvenes suele medirse con números (por ejemplo,
seguidores en Twitter, amigos en Facebook, me gusta en Instagram, conversaciones de
texto simultáneas), los niños pueden oponerse a hacer limpieza de amigos, pero resulta
capacitante recordarles que son los responsables del modo en que son tratados por los
demás, y no a la inversa.
5. Tomar capturas de pantalla
Aunque las denuncias de ciberacoso sean creíbles, las acusaciones siempre se pueden
negar. Se debe enseñar a los niños a tomar capturas de pantalla cuando se produzcan
incidentes de ciberacoso, incluidos los correos electrónicos, mensajes, comentarios en
Facebook, Twitter y fotos ofensivas, números de teléfono, etc. Este tipo de prueba física,
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si se comparte con los adultos, puede ayudar mucho a poner fin al ciberacoso.
6. Intervenir para pararlo
Los niños deben ser conscientes de que, aunque no hayan originado un mensaje cruel en
la red, cuando lo reenvían, dicen que les gusta o incluso lo ven sin hacer nada para
detenerlo, se convierten en parte del problema. En la clave 6, hablaremos extensamente
del papel que pueden desempeñar los testigos para poner fin al acoso. El mensaje
importante aquí es que los jóvenes nunca deben reenviar, compartir, ni consentir
pasivamente ninguna actividad de ciberacoso.
7. Empatizar
Cuando se disponen a enviar un mensaje por medios tecnológicos, los jóvenes deben
tener algo en mente: en el otro extremo de su teclado hay un ser humano. Con demasiada
frecuencia, la tecnología insensibiliza a los niños ante la realidad de que sus palabras
pueden herir a los demás. Esta despersonalización explica por qué los jóvenes dicen
cosas en la red que nunca dirían a una persona a la cara. Una de las cosas más básicas
que pueden hacer los jóvenes para detener el ciberacoso es recordar que su mensaje
llegará a una persona, no simplemente a un dispositivo.
8. Asumir la responsabilidad personal
Junto con la despersonalización de los sentimientos del destinatario, los jóvenes en
ocasiones pierden de vista el hecho de que sus acciones en el mundo virtual tienen
consecuencias en el mundo real. Los jóvenes cometen errores en la red. Los adultos
deben animarlos a asumir sus malas decisiones y a reparar de un modo sincero el daño
que hayan causado a alguien a través de la tecnología. El reconocimiento y la rendición
de cuentas son dos elementos muy disuasorios para repetir la agresividad en la red.
Ejercicio: Plan de acción para la prevención del
ciberacoso
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¿Qué criterios establece para los jóvenes cuando se trata del uso de la tecnología y del
buen comportamiento en la red? ¿Sus criterios para la rendición de cuentas en la red son
comparables con los criterios para las acciones realizadas por los niños en el mundo
real?
Cree un plan de acción para la prevención del ciberacoso para su trabajo y su vida
con los niños. Incluya directrices específicas, contratos tecnológicos, criterios de
configuración de la privacidad, protocolos de rendición de cuentas y elementos para
iniciar conversaciones que sean útiles para ayudar a los jóvenes a usar la tecnología de
un modo seguro y digno.
10 estrategias prácticas para tratar directamente el
ciberacoso
1. Anime a los jóvenes a mantener el máximo de interacciones posible cara a cara
con sus semejantes.
2. Fomente las conexiones positivas con los jóvenes que fomenten al mismo
tiempo un diálogo abierto sobre las situaciones de alto riesgo como el
ciberacoso.
3. Esté abierto a enterarse de las actividades poco deseables de su hijo en la red y
sea lo suficientemente asertivo como para acudir a otros padres y madres y
mantenerlos informados sobre actividades de sus hijos que de otro modo les
pasarían desapercibidas.
4. Enseñe una buena actitud cívica digital. Hable directamente con los niños sobre
los usos aceptables e inaceptables de las redes sociales y de la tecnología.
5. Use los contratos tecnológicos como un trampolín para el diálogo sobre las
actividades en la red y el ciberacoso.
6. Informe a los niños sobre la permanencia y la naturaleza replicable de los
comentarios en la red. Fomente conversaciones sobre el carácter público
prácticamente infinito de Internet.
7. Aprenda y manténgase al día del lenguaje cibernético. 8. Incluya unos criterios
muy claros sobre el ciberacoso en las políticas antiacoso de la escuela.
9. Considere minuciosamente establecer políticas para el uso del teléfono móvil en
las escuelas y en casa.
10. Resuelva directamente y denuncie cualquier comportamiento poco ético en la
red cometido por jóvenes.
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CLAVE 5
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REFORZAR LAS COMPETENCIAS
SOCIALES Y EMOCIONALES
Recientemente, en Facebook, una organización nacional que ofrece servicios de salud
mental para niños en edad escolar, puso una pregunta abierta para sus seguidores: si
fueras testigo del acoso a un estudiante, ¿qué harías?
Cientos de personas respondieron en el transcurso de una hora. La mayoría de las
respuestas se centraban directamente en castigar al agresor (la mayoría con unas críticas
y un vocabulario que escandalizaría al mismo niño que supuestamente querían proteger).
«¡Avergonzar al acosador!», respondió una maestra, afirmando que sus veintidós años de
experiencia en las aulas validaban su respuesta. «Echar al niño de la escuela», pedía otra.
¡Ay!
Por mucho que Facebook sea un barómetro fiable de la opinión pública, está claro
que una reacción basada en exabruptos generalizados ante el problema del acoso es
claramente hostil. La respuesta es comprensible: los adultos que fueron victimizados por
niños agresivos en su propia juventud sienten una gran necesidad de proteger a la actual
generación de jóvenes del mismo tipo de abusos. Del mismo modo, muchos adultos
creen que se está haciendo justicia cuando se castiga a los agresores por sus malas
acciones.
Sin embargo, el problema con las estrategias antiacoso centradas en el
comportamiento del acosador es que dejan a los niños afectados en una posición de
impotencia, dando por supuesto que su vida mejorará simplemente si el niño que los
acosa cambia de comportamiento. En realidad, en su emblemático estudio, Davis y
Nixos (2010) descubrieron que las acciones de los adultos destinadas a cambiar el
comportamiento de los niños que acosan, en realidad, es más probable que empeoren las
cosas para las víctimas.
Los programas de prevención del acoso enfocados hacia el refuerzo de las
competencias sociales y emocionales de todos los niños producen mejores resultados.
Estudios realizados por el Collaborative for Academic, Social and Emotional Learning
(CASEL, 2011), muestran claramente que una programación efectiva del aprendizaje
social y emocional (SEL) arroja unos importantes resultados sociales, como unas
relaciones positivas con los iguales, mayores niveles de atención y empatía, una mayor
implicación social y la reducción de comportamientos problemáticos como el acoso
escolar. Y eso no es todo: los estudiantes que realizan estos programas de aprendizaje
social y emocional tienen mejores resultados académicos que sus compañeros y se
gradúan en mayor número. Las escuelas que se basan en las puntuaciones de las pruebas
estandarizadas no pueden ignorar este enfoque de la educación.
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En esta clave, empezamos examinando a qué niños les resulta más beneficioso
adquirir mayores competencias sociales y emocionales y escucharemos qué tienen que
decir los niños cuando se les pregunta qué destrezas del aprendizaje social y emocional
mejoran realmente las situaciones de acoso escolar. Analizaremos en profundidad las
cinco áreas de contenido que se consideran más a menudo partes vitales de cualquier
enfoque de prevención del acoso en las escuelas. Como el grupo de iguales es una fuerza
muy crucial en la vida de los jóvenes, prestamos especial atención a las destrezas que
ayudan a los niños a establecer y mantener amistades positivas. Como en el resto del
libro, lo que no encontrará en esta clave son programas complicados con varias fases que
implementar; lo que encontrará son ideas prácticas, interesantes y fáciles de usar para
reforzar a los niños para que hagan mejor frente al acoso escolar.
¿Para quién son beneficiosos los programas de
aprendizaje social y emocional?
Una niña de cinco años no sabe cómo atarse bien los cordones de los zapatos. Su
madre le muestra cómo se hace y espera pacientemente mientras la niña repite el
proceso una y otra vez (¡y otra!). Esta actividad requiere mucha repetición por parte
de la niña y se ve reforzada por mucha afirmación por parte de la madre. Luego, al
final, ¡ya está! La niña lo logra y demuestra su dominio de la técnica. En cuestión de
días, comparte su conocimiento con los demás, e incluso ayuda a su mejor amiguita a
atarse los cordones de los zapatos.
En la escuela, un niño de octavo curso está peleando con el álgebra. Las
ecuaciones de segundo grado no tienen sentido para él. Está frustrado y se siente
incompetente. Su maestra se sienta a su lado y repasa la fórmula para resolver la
ecuación, dividiéndola en pasos más fáciles de entender para el chico. Se le cae la
venda de los ojos y, por primera vez en años, vuelve a sentirse competente en
matemáticas.
Un joven acosa a un compañero. Le pillan. Le castigan. Le vuelven a mandar a la
clase.
La diferencia es obvia, y está claro que cuando a los niños les falta una destreza
básica de la vida o cuando les cuesta un concepto académico, los adultos lo enfocan
desde un punto de vista pedagógico, mientras que cuando muestran unas deficiencias
sociales, los adultos demasiado a menudo simplemente los castigan. Para cambiar la
cultura del acoso en nuestras escuelas, comunidades y familias, debemos modificar la
manera en que enfocamos el desarrollo de las competencias sociales y emocionales,
yendo más allá de un marco punitivo y hacia un sistema que enseñe a los niños destrezas
específicas para navegar por las dinámicas sociales y gestionar el conflicto interpersonal.
¿Necesitan todos los niños estas destrezas? ¿Por qué no destinar esta formación a los
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niños que acosan o a los jóvenes especialmente vulnerables al acoso? Cualquier niño
puede beneficiarse del aprendizaje social y emocional de destrezas porque, como la
escritora Carrie Goldman (2012) destaca en Bullied, avanzar por la vida requiere que
todas las personas sepan gestionar las dinámicas sociales. De hecho, los seres humanos
deben usar las habilidades sociales cada día de su vida, a todas las edades, a lo largo de
toda la vida. Formar en la adquisición de estas habilidades sólo tiene sentido en la
educación formal, cuyo objetivo es desarrollar a unos ciudadanos productivos.
Además, cuando hablamos de enfoques eficaces para la prevención del acoso, no nos
centramos únicamente en el comportamiento de unos pocos niños seleccionados, sino en
hacer que las escuelas y las comunidades sean lugares más saludables para todos los que
las habitan. Los estudios demuestran que el aprendizaje social y emocional es una forma
efectiva de reducir la probabilidad de que se produzca el acoso entre jóvenes porque
promueve unas habilidades, comportamientos, actitudes y factores del entorno que son
incompatibles con el acoso (CASEL, 2011)
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¿A qué edad se debe implantar la programación del
aprendizaje social y emocional?
Los primeros años en la escuela son una ventana de tiempo crucial en el desarrollo social
y emocional de los niños. Los padres, madres, maestros, asesores y otros adultos de
confianza siguen siendo muy influyentes a esta edad, y están en una posición ideal para
dar forma a los pensamientos, sentimientos y comportamientos relativos al acoso
(Anthony y Lindert, 2010). Si los comportamientos de acoso alcanzan su pico durante
los años de secundaria, es evidente que la agresión no deseada se arraiga en la escuela
primaria. La programación del aprendizaje social y emocional, por consiguiente, debe
implementarse desde los primeros años de la escuela primaria para satisfacer esta
necesidad.
Además, según la fundadora de Social Thinking, Michelle Garcia Winner (2013), los
estudiantes de secundaria son los que ofrecen mayor resistencia porque creen que los
adultos tienen poco que ofrecerles. Cuando los niños son suficientemente pequeños para
pensar todavía que los adultos que tienen en su vida tienen información valiosa que
compartir en lo que a socialización se refiere, debemos aprovechar la oportunidad de
enseñarles bien.
En este sentido, los jóvenes durante los años escolares aprenden mejor en pequeños
grupos. Aunque los niños con dificultades sociales más importantes puedan necesitar una
intervención individual por parte de los adultos, la mayoría de los niños de edad escolar
aprenden mejor las habilidades sociales en un contexto de grupo porque esto les ofrece la
oportunidad única de aprender simultáneamente nuevas habilidades, practicarlas con
iguales de su misma edad y recibir un retorno inmediato. Los niños constituyen un
espejo para los demás que es cualitativamente diferente del tipo de reflejo que los
adultos pueden ofrecerles. Además, el retorno auténtico y compasivo de sus iguales
instila en los jóvenes la confianza de que lo que los adultos les están enseñando en
términos de habilidades sociales tiene valor en el mundo real.
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¿Qué dicen los niños que necesitan para manejar el
acoso?
Como profesionales, madres y madres, nos gusta creer que sabemos qué es lo mejor para
los niños. En su pionero estudio, los investigadores Stan Davis y Charisse Nixon se
plantean descubrir si es así. En el marco del proyecto de investigación Youth Voice,
Davis y Nixon (2010) entrevistaron a más de 12.000 estudiantes de primaria, secundaria
y bachillerato, de diferentes géneros, razas y etnias, de todos los Estados Unidos,
preguntándoles acerca de las estrategias y habilidades que creen que necesitan para
abordar el acoso. Su objetivo era recopilar un corpus de conocimiento que describiera las
intervenciones más útiles para reducir el acoso en las escuelas.
Los resultados del estudio son reveladores e inestimables con respecto a la
programación del aprendizaje social y emocional a todos los niveles. Cuando se les
preguntó «¿qué estrategias han ayudado a mejorar la situación?», las estrategias más
citadas por los jóvenes fueron las siguientes:
1. Contárselo a un adulto en casa.
2. Contárselo a un adulto en la escuela.
3. Tomárselo a broma.
4. Contárselo a un amigo.
5. Pegarles o enfrentarse a ellos.
A la pregunta «¿qué estrategias han empeorado las cosas?», las estrategias más
citadas por los jóvenes fueron:
1. Devolverles los golpes o pelear.
2. Hacer planes para vengarse.
3. Pedir a la persona que parara.
4. No hacer nada (ignorarlo).
5. Contar a la persona cómo se sentían.
Es interesante observar que «pegarles o pelear» aparece en ambas listas. Parece
probable que la respuesta físicamente agresiva hace que las víctimas se sientan
empoderadas en el momento e incluso puede llamar la atención de sus semejantes, pero
tiene costes a largo plazo a nivel del empeoramiento del conflicto, el mayor miedo a las
represalias y las consecuencias punitivas en manos de las escuelas, los padres y madres e
incluso la ley.
Un hallazgo significativo en el análisis de los jóvenes entrevistados es que es más
probable que los niños identificaran las acciones que permitían un acceso al apoyo de los
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demás como aquellas que marcaban una diferencia más positiva en el manejo del acoso.
En cambio, las estrategias destinadas a cambiar el comportamiento de los niños que
acosan solían empeorar las cosas para las víctimas. Para los profesionales y los padres y
madres que trabajan para diseñar y utilizar las destrezas del aprendizaje social y
emocional para ayudar a los niños a manejar mejor el acoso, estos hallazgos (salidos
directamente de la boca de los jóvenes) resultan convincentes.
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Cinco componentes de un programa de aprendizaje social
y emocional para la prevención del acoso
Como hemos visto en la clave 1, actualmente muchas escuelas tienen políticas para
orientar sus prácticas sobre el acoso. Aunque es fundamental disponer de estas políticas,
una verdad que los profesionales, padres y madres y niños pueden comprobar es que las
políticas no cambian a las personas; las personas cambian a las personas. Los jóvenes
que tienen dificultades con las interacciones sociales no desarrollan nuevas habilidades
porque una política les diga que deben hacerlo, y los niños a los que les gusta dominar y
controlar a los demás no abandonan estos comportamientos porque lean una norma en un
cartel. Por otro lado, los estudios de CASEL (2011) confirman que los estudiantes que
realizan actividades de SEL muestran mayores niveles de comportamiento prosocial,
presentan menos problemas de conducta y de aflicción emocional, tienen actitudes más
favorables hacia la escuela y sus semejantes y tienen mejores logros académicos.
Conclusión: la programación del aprendizaje social y emocional promueve las
condiciones educativas y sociales que convierten el acoso en algo mucho menos
probable.
Como el acoso es social por naturaleza, es importante disponer de un programa de
prevención centrado en incrementar la competencia social y emocional de los niños. El
Committee for Children (2013) cita cinco áreas de contenido que son vitales en cualquier
programa de SEL para la prevención del acoso. En este apartado, defino y describo cada
componente con un énfasis práctico en las actividades concretas y las habilidades que los
adultos pueden enseñar a los niños. Afortunadamente, el aprendizaje social y emocional
es rico en recursos para profesionales, padres y madres. Los lectores pueden acceder
fácilmente a las valoraciones obtenidas con el currículo del aprendizaje social y
emocional, diseñado y personalizado para un gran abanico de necesidades de los niños
mediante catálogos profesionales, librerías generalistas e incluso en la red. Las
actividades descritas en los siguientes apartados se indican como ejemplos de los tipos
de programas disponibles para los niños, seleccionados por su aplicabilidad en un amplio
abanico de edades y etapas. Los lectores observarán que las actividades descritas a
continuación son un buen marco de debate profundo con los niños y son más efectivas
cuando se adaptan a las necesidades individuales o de pequeños grupos.
1. Manejo de las emociones
Todos los niños tienen sentimientos. A algunos les pueden sus sentimientos. No resulta
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extraño, en realidad, que los jóvenes queden inundados por intensos sentimientos de ira,
tristeza, miedo o frustración hasta el punto de que todo su cuerpo responda. Todos los
hemos visto: el rostro enrojecido, las lágrimas, los temblores, los puños apretados, los
gritos, la agresividad. Aprender a manejar los sentimientos intensos de maneras
constructivas es un proceso por el que los jóvenes deben pasar. Para algunos, es un
proceso más largo (y requiere más órdenes explícitas) que para otros.
En este campo, la programación del aprendizaje social y emocional se centra en
aumentar el autoconocimiento de los jóvenes y en enseñarles a reconocer los detonantes
personales de sus emociones intensas a tiempo, antes de que los inunden. Los niños que
acosan y también los que son acosados necesitan habilidades para manejar el estrés y
controlar sus impulsos. Los programas de manejo de las emociones también les ayudan a
aprender técnicas de autorrelajación. En esta área de habilidades, se anima a los niños a
recurrir a adultos adecuados y a comunicarles sus sentimientos de maneras constructivas
en lugar de insolentarse agresivamente contra los demás.
Ideas para la prevención del acoso para niños
– Crear una «lista de fastidios». Incluye todas las cosas que suelen
fastidiarte y hacerte sentir frustrado, enfadado, triste o asustado. Comparte
esta lista con un profesor, padre, madre o incluso un compañero de clase.
Describe cómo sueles responder a cada una de las cosas de la lista. ¿Tu
respuesta es útil o dañina? Con una pareja (compañero, maestro, hermano,
padre o madre) piensa en maneras más constructivas que puedes utilizar
para responder a las cosas que te fastidian.
– ¿Cómo te relajas? La mayoría de los niños pueden nombrar fácilmente las
cosas que les hacen enfadar, pero a muchos les cuesta saber cómo relajarse
tras una situación estresante. ¿Cómo te relajas tras una pelea con un amigo?
¿Qué te tranquiliza después de leer un comentario malévolo en Facebook o
de descubrir que todos tus amigos han ido a una fiesta sin ti? Es natural
ponerse como loco en un conflicto y querer devolvérsela a la gente que te ha
hecho daño, pero esto nunca es buena idea; reaccionar con ira casi siempre
empeora la situación. Hazte un plan sobre cómo relajarte, tranquilizarte y
calmarte tras un incidente estresante, antes de responder a él. Comparte el
plan con uno de tus padres y pídeles que te ayuden a seguirlo… siempre. El
que mantiene la cabeza fría en un conflicto es el que gana.
– Recurrir a alguien. Una de las peores partes de un conflicto con un amigo
es que uno se siente solo. En ese momento, puede parecerte que no tienes a
nadie con quien hablar, nadie que entienda por lo que estás pasando. Puede
ser cierto que tu situación es única y, sí, es posible que hayas caído en un
pozo profundo, pero nunca estás solo. Es útil identificar a personas a las que
acudir en momentos de problemas antes de que los problemas aparezcan,
para que cuando tu mente te juegue una mala pasada y te sientas aislado no
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te cueste tanto pensar en con quién hablar o a quién acudir. ¿Puedes hablar
con tu padre o madre? ¿Con un vecino? ¿Con un consejero de la escuela? En
ocasiones, recurrir a alguien que vive lejos es útil, un familiar que pueda
escuchar tu situación objetivamente y apoyarte sin hacerte sentir juzgado o
presionado a seguir un consejo concreto. Con más frecuencia de la que
imaginas, cuando recurres a alguien y le confías tus experiencias,
descubrirás que ellos han sentido sensaciones similares y pueden
comprender cómo te sientes.
2. Empatía
La empatía es la capacidad de ponerse en la piel de los demás, comprender cómo piensa
y se siente otra persona en una situación concreta. En el mundo de la prevención del
acoso, la empatía es una importante destreza que desarrollar en los jóvenes porque los
chicos que acosan a menudo quedan atrapados en las recompensas sociales que reciben
por su comportamiento (por ejemplo, una sensación de poder y de control sobre los
demás, mayor atención de sus semejantes, un mayor estatus social) y pierden de vista el
impacto dañino de su agresión sobre las víctimas. La programación del aprendizaje
social y emocional centrada en el desarrollo de la empatía desempeña un papel
preventivo en el acoso porque enseña a los niños a querer a los demás de un modo muy
humano, en lugar de ver a sus semejantes como peones en un juego de popularidad. Las
actividades para el desarrollo efectivo de la empatía guían a los jóvenes para que sean
conscientes en todo momento de lo que piensan y sienten los demás.
Ideas de prevención del acoso para niños
Una actividad especialmente potente para reforzar la empatía, simple de realizar e
instantáneamente aplicable para los niños de todas las edades es ésta, popular en Internet
y atribuida generalmente a un educador listo pero anónimo:
– Una maestra de Nueva York estaba en su clase sobre el acoso y dio a su clase un
ejercicio. Hizo que los alumnos cogieran un trozo de papel y les pidió que lo
arrugaran, lo pisotearan, le hicieran de todo excepto romperlo. Después, les pidió que
lo desplegaran, lo alisaran y vieran qué arrugado y sucio estaba. Luego, les dijo que
pidieran perdón al papel.
La maestra les señaló que aunque le dijeran al papel que lo sentían e intentaran
dejarlo como antes, las cicatrices permanecían. Explicó a sus alumnos que esas
arrugas nunca desaparecerían por completo, por mucho que intentaran arreglarlo.
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«Esto es lo que sucede —dijo— cuando un niño acosa a otro; puede decir que lo
siente, pero las cicatrices permanecen para siempre».
Las miradas de los niños de la clase le indicaron que el mensaje les había llegado.
Aunque la versión por Internet de esta actividad termina aquí, un buen seguimiento
sería pedir a los niños que enumeren una lista de acciones realistas que podrían realizar
para apoyar a una persona tras un incidente de acoso. En la clave 6 encontrará ejemplos
concretos de intervenciones que los testigos pueden realizar antes, durante y después de
la situación en cuestión. El mensaje que los adultos deben señalar es que aunque las
palabras hieren, y las cicatrices perduran, el acto empático de un joven que es amable y
muestra su apoyo tiene el poder de sanar.
Otros ejercicios efectivos, motivadores y fáciles de realizar para desarrollar la
empatía animan a los niños a asumir múltiples puntos de vista sobre una situación
concreta.
– Para los niños más pequeños, crear juegos de rol en los que un niño primero tiene que
asumir las necesidades y los deseos de un personaje y luego, sin previo aviso, debe
cambiar de rol y asumir el papel del niño al que haya estado oponiéndose. Seguir con
preguntas que animen al niño a reflexionar sobre cómo se ha sentido interpretando
cada papel y cómo el cambio de roles le ha ayudado a comprender mejor el punto de
vista de cada personaje.
– Para los niños mayores, aprender las habilidades de debatir no sólo queda bien en la
solicitud para la universidad sino que también puede ser sumamente útil para
enseñarles a considerar profundamente ambos lados de una situación. Los buenos
programas de aprendizaje social y emocional suelen integrar las clases académicas con
las sociales.
Finalmente, las actividades que enseñan a los niños habilidades para la escucha
efectiva son una parte fundamental para el fomento de la empatía. Solamente
aprendiendo a escuchar a los demás es como los niños (y los adultos) pueden tener una
visión precisa del punto de vista de los demás sobre el mundo.
– Oír frente a escuchar. ¿Cuál es la diferencia? Aunque el oído es uno de los cinco
sentidos básicos, escuchar de verdad no es algo natural en muchas personas. Empiece
esta actividad iniciando una conversación con los niños sobre las diferencias entre el
acto pasivo de oír y el proceso activo de escuchar. Formule preguntas como las
siguientes:
– ¿Cuál es la diferencia entre oír y escuchar?
– ¿Cómo muestras, con tu comportamiento, que estás realmente escuchando a alguien?
– ¿Cómo te sientes cuando sabes que una persona puede oír tus palabras pero no está
realmente escuchando lo que estás diciendo?
– ¿Puedes contar una situación en la que te haya ocurrido esto? ¿Qué hiciste en esa
situación? ¿Seguiste hablando? ¿Dejaste de hablar? ¿Dijiste algo a la persona sobre
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cómo te hizo sentir? ¿Por qué, o por qué no?
– Si estás hablando y, de repente, alguien te interrumpe y empieza a contar su punto de
vista, ¿tienes la sensación de que realmente te estaba escuchando? ¿Por qué o por qué
no?
Deje mucho tiempo a los niños para explorar las diferencias entre oír y escuchar, y
luego siga el debate con esta actividad:
– Pida a los niños que trabajen en parejas. Asigne a cada uno el rol de la Persona A y la
Persona B.
– Pida a la Persona A que durante un minuto cuente una historia a la Persona B (la
historia puede ser sobre cualquier cosa, inventada o real. La cuestión es que la Persona
A hable durante un minuto).
– En esta primera ronda, pida a la Persona B que muestre un comportamiento poco
atento en respuesta al compañero. El adulto puede ofrecer sugerencias concretas (por
ejemplo, poco contacto visual, interrupciones, escribir un mensaje en el móvil) o
pedirle a la Persona B que haga lo que suele hacer cuando escucha sin prestar
atención.
– Tras ese minuto, abrir una diálogo sobre cómo se han sentido la Persona A y la
Persona B durante esa ronda. Por ejemplo:
– ¿Cómo ha sido hablarle a la Persona B?
– ¿Cómo has sabido que la Persona B no te estaba escuchando?
– ¿Has querido dejar de hablar antes de que terminara el minuto?
– ¿Te ha parecido que la Persona B se interesaba por ti?
– ¿Cómo te has sentido con respecto a la Persona B?
– ¿Cómo te has sentido al prestar tan poca atención a la Persona A?
Ahora, asigne otro minuto. En esta ocasión, la Persona B va a hablar y la Persona A
mostrará una buena atención (por ejemplo, buen contacto visual, asentimiento con la
cabeza, inclinación del cuerpo).
Siga con un debate sobre cómo estos comportamientos de prestar atención han hecho
sentir a cada uno.
–
–
–
–
–
–
¿Cómo te has sentido al hablar a la Persona A?
¿Qué comportamientos te han indicado que estaba prestando atención?
¿Cómo te ha hecho sentir que te prestara atención?
¿Cómo te ha hecho sentir con respecto a la Persona A?
¿Cómo se ha sentido la Persona B al mostrarse tan atenta?
¿Escuchar te ha permitido comprender a la Persona B de otra manera?
Termine la actividad con un debate resumen sobre el impacto positivo de la escucha
efectiva sobre una relación, enfatizando el hecho de que la buena escucha es un proceso
activo. Conecte la habilidad de hacer que una persona se sienta escuchada con la
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habilidad de ser empático y de hacer que una persona se sienta comprendida.
3. Resolución de problemas y de conflictos
Construir una cultura sin acoso escolar no debe confundirse con tener un entorno sin
conflictos. El conflicto es una parte natural en las interacciones humanas, y el
desacuerdo puede ser productivo cuando ayuda a los individuos a considerar todas las
perspectivas relevantes. Una clave en los programas de aprendizaje social y emocional es
enseñar a los niños habilidades de resolución de problemas que les ayuden a manejar los
conflictos inevitables de la vida de un modo independiente y respetuoso. Los
investigadores han descubierto que las estrategias de resolución de problemas son trece
veces más efectivas en la atenuación de los conflictos que las respuestas agresivas,
vengativas o emocionalmente reactivas (Wilton, Craig y Pepler, 2000).
Ideas de prevención del acoso para niños
– Encontrar soluciones ganador-ganador. A menudo, las situaciones de conflicto se
resuelven según la filosofía de «el ganador se lo lleva todo», en la que un niño
satisface todas sus necesidades mientras que el otro se queda sin nada. Esto es más
bien un enfoque generador de problemas, porque las malas sensaciones suelen llevar a
nuevos conflictos a corto plazo. Haga que los niños practiquen el desarrollo de
soluciones ganador-ganador que reconozcan y satisfagan los intereses, deseos y
necesidades de todas las partes involucradas en un conflicto. Aprender a ceder es una
habilidad vital que ayuda a los niños a mantenerse en equilibrio mientras navegan por
las aguas agitadas de las dinámicas sociales.
– Compartir las SODAS: En Friendship and Other Weapons (Whitson, 2011a),
describo una estrategia de resolución de problemas fácil de recordar para los niños.
Este enfoque guía a los niños en la definición sistemática de las Situaciones
problemáticas, pensando en todas las posibles Opciones para su resolución,
determinando las Desventajas y ventajas de cada opción, para finalmente seleccionar
una Solución para el problema (SODAS). El método SODAS es tan fácil porque es
analítico; su enfoque predecible hace que los jóvenes se sientan competentes para
resolver los problemas de forma independiente mientras que su evaluación integrada
de desventajas y ventajas guía a los niños hacia la elección de las mejores soluciones
posibles.
– Convertir un problema en una solución. Escribe una carta a una persona que te haya
acosado. En esta carta, no te centres en cómo te ha herido la otra persona, sino más
bien cuéntale cómo te han motivado sus acciones. Por ejemplo, si el acosador era un
124
antiguo amigo que ha dejado de hablarte, cuéntale cómo este comportamiento te ha
llevado a explorar una nueva actividad, unirte a un equipo diferente o buscar
amistades positivas en diferentes lugares. O si una persona solía amenazarte o atacarte
físicamente, cuéntale cómo has aprendido ahora maneras de defenderte y de defender
al mismo tiempo a los demás. Cuando hayas escrito la carta, guárdala en un lugar muy
especial. No es para enviarla, porque la carta realmente no tiene nada que ver con la
persona que te acosó. La carta tiene que ver contigo, es un tributo a tu fuerza, tu
resiliencia, tu espíritu imparable y tu capacidad de convertir cualquier situación
problemática en una oportunidad.
4. Asertividad
La asertividad es un estilo de comunicación en el cual una persona expresa sus
pensamientos y sentimientos de un modo verbal, no acusatorio y respetuoso (Long, Long
y Whitson, 2009). Mientras que la agresividad que caracteriza el acoso resulta
destructiva para las relaciones porque su propósito es hacer daño o menospreciar a los
demás, la asertividad construye unas relaciones positivas mediante su enfoque honesto y
respetuoso. Cuando los niños aprenden y practican la asertividad, son más capaces de
comunicarse claramente, de negociar los conflictos de manera independiente, de resistir
la presión de sus semejantes, de satisfacer sus propias necesidades y de conectar de
forma efectiva con sus semejantes y con los adultos.
Ideas de prevención del acoso para niños
Estilos pasivo, agresivo y asertivo
En el contexto de la prevención del acoso, la comunicación asertiva es el punto medio
básico entre las respuestas agresivas que intensifican las hostilidades y las respuestas
pasivas que muestran un deseo de aprobación y ausencia de poder. Cuanto más se da
cuenta un niño que acosa de que puede cebarse con la víctima sin que haya una respuesta
directa, más lo hará. Usando el ejemplo inferior, rete a los niños a considerar qué
respuesta sería más efectiva para neutralizar el poder de un niño que acosa:
Abby: ¿De dónde has sacado esa ropa? ¿De la tienda de liquidación?
Respuesta 1: Sí, mi madre me ha hecho ponérmela. Pero me encanta lo que
llevas tú. Siempre estás increíble.
Respuesta 2: La he sacado de tu armario, zorra.
Respuesta 3: Déjalo ya, Abby.
125
Para el debate:
– Respuesta 1: Pasiva. La primera respuesta alimenta a la acosadora con lo que quiere:
poder. Halagando a Abby después de un desprecio tan obvio, la víctima se entrega
diciéndole «recházame otra vez, hazme un poco más de daño, digas lo que digas me
da igual porque estoy desesperada por gustar».
– Respuesta 2: Agresiva. La segunda respuesta desafía a Abby a intensificar su
agresividad. Las réplicas rápidas y humillantes invitan a los acosadores a mantener en
curso el conflicto y calientan la temperatura para la siguiente ronda.
– Respuesta 3: Asertiva. La tercera respuesta es asertiva, indicando a Abby que la
víctima no se va a dejar victimizar. No busca el perdón, pero tampoco es desafiante.
Es simple y carente de emociones.
¿Por qué se debe enseñar a los niños a usar respuestas no emocionales? Los niños
que acosan suelen ser excelentes psicólogos y cazan al vuelo las pistas sutiles que les
indiquen que una víctima potencial puede sufrir un impacto emocional. Esta
vulnerabilidad indica al agresor que podrá hacer uso de su poder fácilmente. Enseñando
a los jóvenes unas habilidades asertivas que proyecten confianza en lugar de ira o miedo,
los niños que acosan detectan un menor potencial de poder ejercer su control.
Más sobre las réplicas efectivas
Cuando era pequeña (y a menudo todavía ahora) se me ocurrían las mejores réplicas diez
minutos después de cuando realmente las necesitaba. Desgraciadamente para las
personas que sufrían mis aprietos, la frase «mejor tarde que nunca» no es en absoluto
aplicable cuando hablamos de las réplicas. En verdad, lo único peor que una mala réplica
es una buena réplica realizada en un mal momento. Por este motivo, resulta muy útil que
los adultos enseñen a los niños frases efectivas para utilizar en esos momentos de
provocación antes de que esas situaciones se produzcan realmente.
La psicóloga Liz Laugeson (2013) dice que el modo en el que los niños responden a
las provocaciones determina cuán a menudo y cuán gravemente serán provocados en el
futuro. Explica que un comportamiento habitual de los niños que son aceptados
socialmente de manera natural es que en las situaciones de provocación actúan como si
lo que el provocador les dice no les afectara. Para ello, los niños con buenas habilidades
sociales suelen dar respuestas breves, con poco interés, anodinas a la provocación, con
frases como por ejemplo éstas:
–
–
–
–
Lo que tú digas.
Avísame cuando llegues a la parte divertida.
¿En serio?
¿Y…?
Los adultos que quieran ayudar a los niños pueden trabajar con ellos individualmente
126
o en grupo para enumerar una lista de réplicas verbales además de las mencionadas
anteriormente, que eliminen con efectividad todo el interés del hecho de provocar y
reduzcan la probabilidad de que un niño vuelva a ser objeto de provocaciones en el
futuro. Después de crear esa lista, mediante un juego de rol, deje practicar a los niños
diciendo frases mostrando indiferencia en voz alta y observando las reacciones de los
demás al fingir esa indiferencia. Cuantas más oportunidades tengan los niños de pensar y
practicar varias réplicas en voz alta, mejor preparados estarán para utilizarlas durante un
incidente de provocación o de acoso. En el siguiente apartado, hablamos de cómo
combinar un lenguaje corporal asertivo con unas réplicas efectivas.
No mezclar las señales
Un componente importante en el aprendizaje de la asertividad es enseñar a los niños
a usar un lenguaje corporal que refuerce sus palabras. Use el juego de rol para enseñarles
estas estrategias simples y no verbales para mostrar al mundo que realmente quieren
decir lo que están diciendo:
– Usar un tono de voz tranquilo y uniforme. Gritar, decir palabrotas o hablar con una
voz temblorosa anula el poder de las palabras asertivas.
– Mantener una distancia adecuada. Hay que hablar a suficiente distancia para que
nos oigan, pero no en la cara del acosador ni retrocediendo.
– Usar el nombre de la otra persona al dirigirnos a ella. Ésta es una técnica de
asertividad que indica al agresor que es igual que nosotros.
– Mirar a la persona directamente a los ojos. Mantener el contacto visual es una señal
de comunicación emocionalmente honesta y directa.
5. Fomento de las amistades
Para los niños en edad escolar, las amistades crean una poderosa sensación de
pertenencia. Un componente esencial de los programas de aprendizaje social y
emocional, especialmente en el contexto de la prevención del acoso, es ayudar a los
jóvenes a desarrollar capacidades tanto para hacer amigos como para elegir amistades
positivas. En esta sección, exploramos estas habilidades relacionadas pero diferenciadas.
Hacer amigos
127
Para muchos jóvenes, la capacidad de hacer amigos es tan natural como respirar. Para
otros, conectar con sus semejantes resulta extremadamente frustrante. Como vimos en la
clave 1, por ejemplo, a los niños del espectro autista suele resultarles especialmente
difícil unirse a grupos sociales, lo cual los deja aislados y los hace vulnerables ante el
acoso. Sabemos que el rechazo crónico por parte de iguales resta a los niños importantes
oportunidades de interactuar satisfactoriamente con sus semejantes y, por consiguiente,
de desarrollar el tipo de habilidades sociales saludables que proporcionan apoyo social.
Los niños acosados, entonces, se encuentran inmersos en un ciclo vicioso de rechazo,
evitación social y aislamiento.
Los programas enfocados hacia el aprendizaje social y emocional pueden ser muy
efectivos enseñando a los niños con dificultades sociales a adoptar unos
comportamientos prosociales. Al mismo tiempo, es importante recordar que los buenos
programas no se limitan a los niños acosados, ni consisten en enseñar a los niños a
«actuar con normalidad» para que no sean victimizados. Más bien, los currículos del
aprendizaje social y emocional son globales, se dirigen a todos los estudiantes, y se
centran ampliamente en ayudar a los niños con diferentes habilidades a gestionar las
dinámicas sociales.
Elegir amistades positivas
En ocasiones, los déficits de habilidades sociales no tienen nada que ver con por qué un
niño en concreto se convierte en víctima de un acoso incesante. En Odd Girl Out, Rachel
Simons (2011) destaca que el acoso a menudo depende del contexto, y está más
relacionado con las dinámicas de un grupo particular de semejantes que con cualquier
característica personal de la víctima identificada. Por ejemplo, una joven que es
constantemente victimizada en su clase puede que sea valorada y aceptada por sus
compañeras del equipo de baloncesto, o viceversa.
Ayudar a los niños a construir una red amplia
No es en absoluto extraño que las escuelas sean un territorio inhóspito para que los niños
encuentren y creen relaciones estrechas. La competencia por escalar en la escala social
de la escuela puede ser intensa, y niños que normalmente son amables deciden acosar a
sus compañeros como un modo de ascender en la jerarquía social local. En este tipo de
culturas escolares, es una mentalidad del pisar o ser pisado. Una de las cosas más
simples pero más poderosas que pueden hacer los adultos para los niños atrapados en
este tipo de entorno es darles oportunidades fuera de la escuela para formar relaciones
positivas con niños de edad similar. Tanto los profesionales como los padres y madres
pueden jugar un papel vital animando a los niños a tejer una red amplia, buscando
amistades en su barrio, en un equipo, a través de un club, con un grupo de jóvenes, o en
128
el arte. Al hacerlo, los adultos exponen a los niños a múltiples grupos de semejantes y a
todo tipo de amistades. Cuando un niño conecta con un compañero positivo, el adulto
desempeña un papel crucial en el mantenimiento de esa amistad.
129
Ejercicio: ¿Qué habilidades necesita su hijo?
Los niños con dificultades sociales necesitan una orientación específica de los adultos
para desarrollar las habilidades necesarias para acceder a sus semejantes y establecer
amistades. Piense en un niño que conozca y al que le cueste hacer amigos. Haga una lista
con los puntos fuertes del niño:
– ¿Le interesa especialmente algún tema (animales, ciencia, tecnología)?
– ¿Le gusta realizar alguna actividad en particular (columpiarse, nadar o escuchar
música)?
¿Cuáles son las dificultades de este joven a la hora de conectar con los demás?
Basándose en las fortalezas y dificultades únicas de este niño, ¿qué habilidades
sociales debería adoptar? Identifique las dos o tres principales necesidades del niño, y
luego piense en cómo se podrían introducir estas habilidades en un currículo escolar o en
las interacciones diarias con ese niño.
Ahora, piense en un niño con astucia social y que muestre una tendencia a dominar
las interacciones con sus semejantes. Este niño podría optar por el acoso como una
forma de satisfacer sus ganas de poder y de control. Considere su deseo de mantener el
control como un punto fuerte; considérelo liderazgo. ¿Qué habilidades sociales puede
enseñar a este niño para aprovechar sus puntos fuertes y canalizarlos hacia actos de
empatía, compasión y liderazgo positivo?
Enseñar a los niños qué buscar en un amigo
Además de enseñar a los niños dónde buscar para encontrar amistades positivas, los
adultos les ofrecen una destreza para toda la vida cuando les enseñan cómo son las
amistades positivas. Cuando son más pequeños, los niños suelen ser intuitivos en sus
elecciones de amigos; deciden con quién jugar basándose en aspectos fundamentales
como a quién le gusta el mismo juego o los mismos juguetes y quién es amable con
ellos. Sin embargo, al crecer, las dinámicas sociales se complican y las motivaciones en
la búsqueda de amigos cambian. No es extraño que los estudiantes del ciclo superior de
primaria y de secundaria elijan a sus amigos basándose exclusivamente en el estatus
social.
La lógica es, más o menos: «Él es popular, así que si me hago amigo suyo, yo
también lo seré».
O lo contrario: «No es guay. Me cae bien, pero si paso tiempo con él, la gente
pensará que soy idiota, así que no voy a hablarle más».
Existe incluso cierta tolerancia por las amistades tóxicas, que suena así: «Me trata
130
realmente mal. Me insulta y siempre se ríe de mí delante de nuestros amigos, pero si no
voy con él, no tendré a nadie con quien ir, así que aguantaré que me trate así».
Es triste que en la infancia y la adolescencia los niños dejen a un lado los instintos
que desarrollaron con sus primeras amistades reales. Algunos tardan años en recuperar la
confianza en sí mismos y elegir a sus amigos basándose en las cualidades de la persona y
no en su estatus social. Sin embargo, los adultos pueden influir en las elecciones de los
niños con respecto a sus amigos y limitar la toxicidad de sus amistades.
El aprendizaje social y emocional tiene que ver con facilitar situaciones en las que
los niños se sientan aceptados y arropados por sus amigos. Al vivir esos momentos, los
niños vuelven a aprender cómo deben ser las amistades de verdad. Los profesionales y
los padres y madres pueden facilitar este profundo proceso entablando un diálogo con
los niños sobre qué buscar en una amistad verdadera.
Ideas de prevención del acoso para niños
En la mesa durante las comidas, en el tiempo de descanso en la escuela o en el coche
(siempre un lugar fantástico para mantener una conversación con un joven), convierta la
conversación en un juego de «terminar la frase» empezando diciendo, por ejemplo, «Sé
que alguien es amigo mío cuando…». Con un poco de suerte, el final de la frase del
joven sonará algo así:
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
Es amable conmigo
Respeta los turnos
Comparte
Me cuenta cómo se siente en palabras
Escucha lo que tengo que decir
Se rio conmigo (no de mí)
Me ayuda
Se asegura de que me incluyan
Le parece bien que yo tenga otros amigos
Me apoya cuando le necesito
Le importa lo que digo y cómo me siento
Me anima y me hace sentir bien conmigo mismo
Me defiende
Es divertido estar con él
Tiene mucho en común conmigo
Los elementos de esta lista variarán con la edad, obviamente, pero los valores de
cómo debería ser y percibirse una amistad saludable son constantes en la mayoría de las
edades. Cuando los adultos comparten con los jóvenes algunas orientaciones concretas
131
sobre cómo elegir a amigos con esas cualidades, los están equipando para que cuenten
con un apoyo social fuerte y los liberan de las relaciones tóxicas y perjudiciales con sus
semejantes.
132
¿Qué hacer cuando un niño se aferra a un amigo?
En los primeros años de vida de sus hijos, los padres y madres se pasan horas
organizando fechas para jugar y planificando fiestas. Los profesionales juntan a los niños
para que trabajen juntos y supervisan su colaboración. Los adultos son minuciosos
arquitectos (algunos los llaman «directores de crucero») del desarrollo social positivo de
los niños. Luego, llega el día en el que el niño hace (y mantiene tenazmente) una amistad
tóxica. ¿Y ahora qué?
El niño que antes tenía mucha confianza en sí mismo y era alegre se ha convertido
ahora en una persona nerviosa y obsesionada en intentar complacer a un amigo que
mantiene su poder siendo desagradable. Cuando llega ese día inevitable en el que el
mejor amigo del niño empieza a actuar más como su enemigo, ¿qué debemos hacer?
¿Debemos hacer algo? Antes de hacer nada, piense en cómo sabrá que ha llegado el
momento de intervenir en los problemas de amistad del niño y qué hará o dirá para
ayudarle a navegar por la relación.
Poner fin a una amistad tóxica
Los profesionales y los padres y madres no tienen que buscar mucho para encontrar en el
currículo del aprendizaje social y emocional habilidades para enseñar a los niños a hacer
amigos. Las bibliotecas y sitios en la red proporcionan muchas ideas divertidas para
enseñar a los niños a tener comportamientos prosociales. Muchas de estas estrategias
pueden ser muy efectivas si un adulto solícito las implanta de forma constante. Lo que
resulta más difícil de encontrar, por otro lado, son orientaciones útiles que ayuden a los
jóvenes a poner fin a las amistades tóxicas. Ya resulta bastante difícil para un joven
aceptar que un amigo se ha convertido en casi un enemigo, pero desapegarse de esa
amistad sin causar un gran drama puede parecerles imposible. En la siguiente situación
real, una estudiante de secundaria confía los problemas que tiene con una amiga al
consejero escolar. Éste, a su vez, le da algunos indicadores sobre cómo poner fin a una
amistad tóxica con dignidad.
ESTUDIANTE: Invité a Nikki a mi fiesta de graduación. En cuanto llegó, empezó a
reírse de todo el mundo y de todo. Me dijo que una de las otras chicas que había invitado
era una fracasada y que más valía que tuviera cuidado si no quería que la gente empezara
a pensar que yo también lo era. Me dijo que mi vestido de graduación era «horroroso».
Cuando le expliqué que mi madre me lo había hecho a mano y que a mí tampoco me
gustaba mucho pero que sentía que debía llevarlo, empezó a decir a todo el mundo que
133
yo era demasiado pobre como para comprarme ropa. No paraba de darme órdenes, y
cuando no hacía lo que ella me decía, escribía mensajes a otra amiga nuestra contándole
lo aburrida que era mi fiesta.
Lo aguanté durante mucho rato, pero finalmente le dije que su comportamiento no
molaba nada y que quería que dejara de comportarse así o que se marchara. Se rio y me
dijo: «¡Qué sensible estás hoy! ¿No sabes aceptar una broma?». Cuando la vi en la
escuela el lunes siguiente, actuó como si no hubiera pasado nada. Tampoco era la
primera vez que algo así ocurría. Nikki me trata así todo el tiempo. No sé qué hacer, pero
no quiero ser amiga de una persona que me trata así.
CONSEJERO: Nunca nos sentimos bien cuando una persona nos falla. Todos ponemos
mucho de nuestra parte en nuestras amistades y dedicamos mucho esfuerzo para sentir
que encajamos, y a veces puede ser muy duro darnos cuenta de cuándo un amigo ya no
es bueno para nosotros. Has demostrado ser muy madura al reconocer que no te gusta el
modo en que Nikki te falta al respeto y tener mucho valor para hablar conmigo de ello.
Estoy muy orgulloso de ti.
ESTUDIANTE: Gracias. Pensé que me diría que volviera a clase y que lo resolviera por
mi cuenta. Supongo que todo esto es una tontería.
CONSEJERO: Los sentimientos son reales. No son ninguna tontería y nunca tienes que
resolver este tipo de cosas por tu cuenta. Lo que sería una tontería sería intentar
ignorarlos y actuar como si no importaran. Es importante que siempre te rodees de
personas que se tomen tu amistad en serio, ya sea yo, otro miembro del personal de la
escuela, tus padres o incluso…, sí, tus amigos. Intentaste contarle a Nikki cómo te
sentías con el modo en que te trataba en tu fiesta y te contestó que estabas siendo
demasiado sensible. En otras palabras, no se tomó en serio tus sentimientos. Es normal
que esperes más de una amiga. Y es saludable para ti que te alejes de personas que no te
respetan.
ESTUDIANTE: ¡Voy a dejar de hablarle completamente!
CONSEJERO: Lo que quiero que recuerdes es que el modo en el que te alejes de Nikki
es importante, y dirá mucho sobre el tipo de persona que eres. Distánciate con dignidad.
No caigas en una desagradable guerra dialéctica con ella para luego disculparte a medias
diciendo que sólo estabas bromeando; así no harías más que ponerte a su nivel.
Asimismo, resístete a la tentación de hablar mal de ella a otros amigos (en persona, en la
red, en mensajes o de cualquier modo o forma). En realidad, no le dediques ninguna
energía. Céntrate en lo que está sucediendo en tu vida, en las amistades y las actividades
que te hacen sentir bien contigo misma. Piensa en lo que estás haciendo y en con quién
estás cuando estás mejor, luego planifica tu día en función de eso. Puede que no sea un
camino de rosas todo el tiempo, pero si terminas con clase, te acabarás liberando y
estando disponible para encontrar mejores amistades y saber que hay vida después de
Nikki.
El asesor escuchó, se tomó en serio a la estudiante y validó su madurez. Afirmó el
derecho de la joven de ser tratada con respeto y le dio unos consejos prácticos sobre
cómo alejarse de esa amistad con dignidad. A menudo, cuando estudiantes como ella
134
recurren a los adultos, tienen una vaga idea sobre lo que deben hacer, pero no están
seguros de cómo hacerlo, o les falta la confianza necesaria para seguir sus instintos. La
validación por parte de un adulto de las intuiciones constructivas de los jóvenes es clave.
En este caso, el consejero dio permiso a la estudiante que para que se alejara de esa
amistad tóxica y para hacerlo con elegancia.
Ser constantes: no hablar mal de los amigos ni de los
enemigos
Para terminar con el tema de las amistades, es importante desaconsejar a los niños que
hablen mal de un amigo con el que están «de malas», como hizo el consejero en el
ejemplo con Nikki. La amistad entre niños se realinea constantemente. Cuando los niños
se dicen mutuamente cosas negativas durante un conflicto de corta duración, pueden
crear un daño a largo plazo. Del mismo modo, cuando los adultos participan en
conversaciones negativas sobre otros niños, puede que se acaben encontrando fuera del
círculo de confianza de ese niño cuando se arregla la situación con el amigo. Para ser
más efectivos, los adultos deben permanecer en una posición en la que el joven hable
con ellos de manera abierta.
135
¿Cuánto tiempo hay que dedicar a la programación del
aprendizaje social y emocional para los niños?
En las culturas escolares dominadas por la presión de alcanzar altas notas en los
exámenes y en la vida diaria siempre a la carrera para completar unas listas
interminables de tareas, la pregunta de cuánto tiempo hay que dedicar a enseñar a los
niños competencias sociales y emocionales es importante. La respuesta, sin embargo,
está menos clara. Con total seguridad, un párrafo en un libro no es suficiente para
transmitir la intensidad del esfuerzo, paciencia, repetición y tiempo que se necesita para
enseñar una nueva destreza a un niño. Del mismo modo que no esperaríamos que unos
alumnos pequeños dominaran la escritura manual en una clase o que memorizaran
operaciones matemáticas en un día (o incluso en un año escolar, a veces), tampoco
podemos esperar que puedan dominar algo tan abstracto y complejo como las
habilidades sociales en una única clase en grupo o en una breve reunión escolar.
Aprender a dominar las interacciones humanas es un proceso que dura toda la vida, y
que merece ser enseñado a los niños durante cierto tiempo. Las buenas noticias son que
el aprendizaje social y emocional no tiene por qué hacerse aparte y restar mucho tiempo
de otras lecciones académicas obligatorias; más bien, como hemos visto, una buena
programación de aprendizaje social y emocional se puede mezclar fácilmente con otras
lecciones en el aula. En lugar de ir con prisas con la programación social y emocional o
de abandonar cuando las nuevas destrezas no se consolidan rápidamente, es importante
ayudar a los adultos a ser pacientes y persistentes ya perdonar a los niños si estropean
varias interacciones con sus iguales durante el proceso.
136
Últimos comentarios sobre el tema
A pesar de la gran presión que existe en la educación pública para que los estudiantes
saquen buenas notas en los exámenes estandarizados, no existe ninguna prueba científica
que indique que las notas de los exámenes conducen a mejores resultados globales en la
edad adulta. Sin embargo, sí que hay mucha evidencia de que tener buenas habilidades
sociales genera mejores resultados durante los años escolares de los niños y a lo largo de
su vida (Winner, 2013). Integrar el aprendizaje social y emocional en el currículo escolar
estándar, desde los primeros años escolares hasta su graduación, es una forma
comprobada de equipar a los niños con las destrezas que necesitan para manejar el acoso
y para prosperar en todas sus interacciones interpersonales.
137
Recursos del aprendizaje social y emocional para niños,
preadolescentes y adolescentes
Una de mis maneras preferidas de conectar con los jóvenes es mediante los libros.
Mientras que las conversaciones entre adultos y niños pueden transformarse rápidamente
en sermones unidireccionales, las lecciones entretejidas con historias tienen un gran
potencial de llegar y de enseñar a los jóvenes de un modo atractivo y duradero. Los
siguientes libros, ordenados aproximadamente por edad de los niños a los que se dirigen
(de más pequeños a mayores) son sólo unos cuantos de mis preferidos (ver el apartado
de recursos en la parte final del libro para más información).
Para los niños en edad de primaria, poder leer libros en voz alta a un niño
individualmente o a pequeños grupos de niños es un fantástico regalo, incluso los niños
más mayores del ciclo superior que ya leen capítulos disfrutan leyendo con alguien
mayor. Para los lectores de secundaria y bachillerato, los profesionales les pueden
asignar libros como parte de su lista de lectura y hablar individualmente o en grupo
sobre los libros, según sea necesario. Los padres y madres pueden compartir recursos
con los niños, (re)leyendo libros al lado de sus hijos e iniciando un diálogo no
amenazante para procesar las ideas, sentimientos y respuestas generales de los niños
sobre cada uno de ellos.
Independientemente de los libros que se seleccionen o de cómo se utilicen, la clave
es asegurarse de que las conversaciones sean placenteras. La ventaja de usar libros
(aparte de lo divertido de leer una buena historia) es que la ficción suele ser menos
amenazante que los hechos. Pero tranquilo: permitir que los niños hablen sobre los
conceptos relacionados con el acoso basados en una historia, sin sentir la necesidad
apremiante de explorar la relación de la historia con sus experiencias personales, es
suficiente.
1. Jungle Bullies de Steven Kroll
Jungle Bullies es un libro ilustrado para niños en edad preescolar que usa la rima y la
repetición para compartir importantes mensajes sobre la seguridad en uno mismo y el
aprender a compartir. Con unas ilustraciones atractivas, cordiales y mediante personajes
que son animales de la selva, es una fantástica opción para introducir conceptos sobre la
amistad y el acoso a los lectores más jóvenes.
Bullies Never Win por Margery Cuyler
Este libro fácil de contar a los niños narra la historia de Brenda Bailey, una acosadora
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que de manera persistente e incesante se burla y molesta a Jessica, su compañera de
clase. Cuyler crea un preciso retrato de cómo suelen responder al acoso personas como
Jessica, incluido sufrir ansiedad, problemas con el sueño, dejar el deporte, cambiar su
estilo de vestir y temer pedir ayuda. También usa a Jessica para mostrar a los jóvenes
lectores que la mejor forma de tratar a los acosadores es haciéndoles frente de un modo
asertivo.
The Bully Blockers Club de Teresa Bateman
The Bully Blockers Club utiliza el poder del grupo para resistir y detener («bloquear») a
los acosadores. En esta bonita historia para lectores de preescolar y primaria, Grant
Grizzly molesta sin piedad a Lottie Raccoon, a pesar de todos sus mejores esfuerzos por
ignorarle y alejarse. Pero cuando Lottie se une a otros niños que también han sido
acosados por Grant creando un club destinado a detener las burlas de Grizzly, encuentran
la fuerza en el grupo y el éxito en la defensa mutua.
The Recess Queen de Alexis O’Neill
Me encanta el poder de una rima bien escrita, y esta historia la tiene (entre muchas otras
cosas más). Cuando vi este título (La reina del recreo) en el estante de la librería,
rápidamente supuse que sería una historia sobre una agresión relacional. Sin embargo, la
malvada Jean, la reina del recreo, no usa la amistad como su arma predilecta. En lugar de
eso, domina el patio con una agresividad física evidente y visible, «dando bandazos,
empujando y avasallando» a los otros niños. Lo que hace que la historia sea aún menos
estereotípica (e incluso más efectiva) es el modo en que la Reina del recreo es desarmada
por la compañera que era menos probable que lo hiciera. The Recess Queen es una buena
historia para los pequeños lectores sobre el poder de la amabilidad y de la amistad en la
transformación de las relaciones.
Confessions of a Former Bully de Trudy Ludwig
Puesto que estamos hablando de confesiones, aquí va la mía: Trudy Ludwig es una de
mis escritoras de libros infantiles preferidas desde siempre. Sus mensajes son tan
auténticos y es tan fácil identificarse con ellos que los niños conectan fácilmente con los
personajes de sus historias. Confessions of a Former Bully está escrito como el diario de
«Katie», una joven que sufre una transformación de acosadora a exacosadora, llevando a
los lectores con ella en su viaje. Es una delicia visual de libro, que usa unas atractivas
ilustraciones y unas interesantes viñetas para destacar unos importantes mensajes,
hechos memorables y útiles frases que los jóvenes pueden usar durante sus encuentros
con los niños que acosan.
My Secret Bully de Trudy Ludwig
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My Secret Bully, escrito para lectores preadolescentes, destapa la cultura oculta de las
agresiones relacionales, conocido también como «acoso femenino». Cuenta la historia de
Monica y Katie, dos chicas que han sido amigas desde la guardería, pero que
actualmente están en plena ruptura de su relación, porque Katie está empezando a excluir
y molestar a su antigua amiga ante sus otros compañeros de clase. Tratando el tema
doloroso de cómo algunas chicas usan las relaciones como armas, Ludwig proporciona
un preciso y poco habitual retrato de la angustia de una joven a manos de una
amiga/enemiga. My Secret Bully no es un retrato ligero del acoso ni ofrece respuestas
trilladas, pero sí que trata un problema importante en la vida de las chicas de ciclo
superior de primaria y de secundaria y puede ser un buen trampolín para hablar del tema
con los padres y madres.
One de Kathryn Otoshi
¿Le suena la situación de encontrar un libro y saber que querrá leerlo después de que su
hijo haya terminado con él? Tomarlo en préstamo de la biblioteca no es suficiente, tiene
que tenerlo y sabe que será un gran regalo para cualquiera de sus amigas que tienen
hijos. Para mí, este libro es uno de estos. Parte de la magia de One es la importancia de
su mensaje, transmitido en unos términos y con unas ilustraciones de lo más simples.
Este galardonado libro es uno de los mejores que he leído nunca sobre el poder que
puede tener un niño para cambiar una situación de acoso y para defenderse a sí mismo
ganándose el respeto hacia sí mismo y promoviendo la dignidad de todo el mundo.
Stand Up for Yourself and Your Friends: Dealing With Bullies and
Bossiness, and Finding a Better Way de Patti Kelley Criswell
Este libro forma parte de una colección de recursos escrita para preadolescentes por
American Girl. Stand Up for Yourself and Your Friends no es una historia, sino más bien
una recopilación fácil de leer de estrategias, consejos y sugerencias sobre cómo pueden
las chicas manejar con eficacia las situaciones de acoso. Mediante divertidas pruebas y
consejos de niños reales, este libro parece más una revista para adolescentes, sólo que
dura más y se puede usar como referencia de vez en cuando.
Wonder de R. J. Palacio
August Pullman nació con una grave deformidad facial que le impidió ir a la escuela
ordinaria durante sus primeros años de vida. Cuando empezó el quinto curso en Beecher
Prep, esperaba ser tratado como cualquier otro niño, pero primero tuvo que manejar la
sorpresa (y en ocasiones la repulsa) de sus compañeros de clase por su extraño aspecto.
Wonder arroja luz sobre este duro tema con humor y lleva a los lectores preadolescentes
y adolescentes por un viaje realmente inolvidable de empatía, compasión y aceptación.
Story of a Girl de Sara Zarr
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Este libro, en comparación con los otros, es para niños mayores, pero es un recurso
importante que hay que añadir en la lista porque el tema de la estigmatización sexual de
las preadolescentes y adolescentes es muy prevalente. En este relato ficticio pero muy
realista, la vida de Deanna Lambert, de trece años, queda para siempre alterada cuando la
pillan en el asiento trasero de un coche con el mejor amigo de su hermano mayor. Este
libro puede ser un trampolín para iniciar importantes conversaciones sobre las acciones,
las repercusiones, las reputaciones, la resiliencia y la redención.
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Recursos del aprendizaje social y emocional (SEL) para
profesionales, padres y madres
En la actualidad, los profesionales y los padres y madres tienen una miríada de recursos
disponibles para llegar a los jóvenes y enseñarles unas habilidades cruciales para
manejar el acoso. El truco es centrarse en las actividades y las lecciones que encajan para
ese niño, estudiante, clase o grupo. A decir verdad, no hay un único programa adecuado,
sino que el adulto sincero y comprometido debe marcar la diferencia y adaptar sus clases
y presentar nuevos materiales para implicar el corazón y la mente de los jóvenes. En la
siguiente lista, figuran algunos de los programas y currículos que, a mi parecer, son los
más efectivos.
Atención, sin embargo: las mejores lecciones del aprendizaje social y emocional no
siempre son geniales la primera vez que se dan. Si lee una actividad y le llama la
atención porque contiene un mensaje potente para los niños, pruébela más de una vez.
En ocasiones deberá repetirla varias veces, como adulto, para encontrar sus propias
palabras, ritmo y estilo de presentación. Deje a un lado los obstáculos y céntrese en dar
mensajes efectivos; los niños bien merecen la pena, y las destrezas vitales que les va a
enseñar también merecen cada segundo de su tiempo.
Friendship and Other Weapons: Group Activities to Help Young Girls Aged
5-11 to Cope With Bullying, de Signe Whitson
Recomendando este libro (sin ningún orden en concreto, naturalmente), comparto con
mis lectores mi currículo de aprendizaje social y emocional de 12 sesiones, basado en
debates para provocar ideas, interesantes juegos, ejercicios de descubrimiento de la
propia fuerza, y juegos para reforzar la confianza, para crear conocimiento crítico sobre
las agresiones relacionales y enseñar capacidades de supervivencia relacionadas con la
amistad a las chicas. Friendship and Other Weapons ofrece a los lectores directrices
fáciles, paso a paso para cada sesión y recursos fotocopiables para usar con los niños
(www.signewhitson.com)
The Bullyind Workbook for Teens: Activities to Help You Deal With Social
Aggression and Cyberbullying, de Raychelle Cassada Lohmann y Julia V.
Taylor
Como su nombre indica, The Bullying Workbook for Teens está pensado para que los
niños lo usen independientemente, como recurso de autoayuda para aprender consejos y
estrategias para manejar el acoso. Como tal, es un recurso muy valioso, pero como creo
142
que los niños aprenden mejor en el contexto de relaciones de apoyo, recomiendo que los
profesionales y los padres y madres también se familiaricen con este libro y lo usen para
guiar a los niños en el desarrollo de habilidades emocionales y conductuales concretas.
Bully Busters: A Teacher’s Manual for Helping Bullies, Victims and
Bystanders, de Dawn Newman-Carlson, Arthur M. Horne, Christi L.
Bartolomucci y Dawn A. Newman
Este programa está organizado en siete módulos, cada uno de los cuales ofrece a los
educadores información sobre temas concretos y proporciona múltiples opciones de
actividades para el aula para ayudar a los niños a manejar las situaciones de acoso. El
programa The Bully Busters se caracteriza por animar a profesores, estudiantes y padres
y madres a trabajar conjuntamente para poner fin al acoso (http://www.bullybuster.com).
Steps to Respect
Desde el Committee for Children, Steps to Respect es un programa escolar global que
proporciona tanto orientación para los adultos (administradores, profesores, personal de
la cafetería y conductores de autobús) sobre su papel en la prevención del acoso y
lecciones para el aula para que los niños reconozcan, respondan con efectividad como
para que denuncien el acoso. Los programas Steps to Respect están diseñados para niños
desde la guardería hasta el sexto curso (www.cfchildren.org).
The Olweus Bullying Prevention Program de Dan Olweus
Creado en Noruega, el OBPP es uno de los programas de prevención del acoso más
investigados y más conocidos del mundo. Es útil para estudiantes de enseñanza primaria,
secundaria y bachillerato, y se ha demostrado que puede reducir en un 70 % el acoso, la
victimización y el comportamiento antisocial entre los niños. El OBPP está diseñado
para mejorar el clima social en las aulas y promover relaciones sociales positivas entre
los estudiantes (www.violencepreventionworks.org).
The Peaceful School Bus Program: A Program for
Grades K-12 de Jim Dillon
143
Sabiendo que el acoso escolar suele producirse en lugares y espacios en los que hay poca
supervisión por parte de los adultos, el Peaceful School Bus Program está diseñado para
crear un clima de respeto y de cooperación y reducir el comportamiento inadecuado en
los autobuses escolares. Este programa, pensado para todas las etapas escolares
(primaria, secundaria y bachillerato), y que no se limita al comportamiento en el autobús,
se basa en juegos de creación de equipos y programas de mentoría para poner fin de un
modo global a los comportamientos de acoso (www.peacefulschoolbus.com).
PACER’S National Bullying Prevention Center
Éste es un programa del Centro PACER (Parent Advocacy Coalition for Educational
Right), una organización que intenta mejorar la calidad de vida de los niños y jóvenes
adultos con discapacidades. Las actividades del Centro PACER se basan en el concepto
de que los padres y madres ayuden a otros padres y madres. Su Centro Nacional para la
Prevención del Acoso ofrece herramientas e ideas de actividades para padres y madres,
profesores y otros profesionales que se pueden utilizar con los jóvenes de todas las
edades (www.pacer.org).
144
10 estrategias prácticas para reforzar las competencias
sociales y emocionales en los niños
1. Hacer que la enseñanza de las habilidades sociales forme parte del currículo
escolar y de las interacciones diarias con los niños.
2. Cuando los niños muestren un comportamiento cruel, abordarlos con un
enfoque pedagógico y no punitivo.
3. Dar a los jóvenes las habilidades que necesitan para tratar a los demás con
dignidad; después, hacerlos responsables del mantenimiento de estos estándares
de comportamiento.
4. Hablar con los estudiantes de su escuela para saber qué les parece más útil (y
menos) para poner fin al acoso.
5. Usar juegos de rol para ayudar a los niños a practicar el uso de un lenguaje
corporal fuerte, frases asertivas, tonos neutros y otras habilidades comunicativas
efectivas.
6. Entablar conversaciones con los niños sobre cómo deben ser las amistades
positivas.
7. Armar a los jóvenes con las habilidades necesarias para manejar la ansiedad y la
tristeza causadas por el acoso.
8. Enseñar a los niños que tienen varias opciones para expresar sus emociones.
Enseñarles los estilos de expresión de la ira.
9. Cultivar los intereses extracurriculares de los niños para ayudarles a desarrollar
unas amistades de apoyo, experimentar una alegría real y tener más confianza
social.
10. Ser un modelo de referencia de la expresión emocional asertiva y de la
resolución de problemas y conflictos.
145
CLAVE 6
146
CONVERTIR A LOS TESTIGOS EN AMIGOS
Al principio de mi carrera, como terapeuta de un centro residencial de tratamiento,
trabajé con chicos adolescentes que llegaban a nuestro centro con largas historias de un
acoso realmente horrible. En sus trece años de vida, estos niños habían vivido más y
habían soportado más dolor a manos de los demás de lo que la mayoría de gente sufre en
toda su vida. De verdad.
Por eso, siempre me sorprendía que los acontecimientos que provocaban más ira en
esos niños o una desesperación más profunda fuera el menosprecio por parte de sus
semejantes. Uno podría pensar (yo lo pensaba) que los jóvenes que han sufrido tantos
traumas reales serían inmunes a este drama considerado insignificante, pero resulta que
el daño sufrido a manos de sus semejantes a menudo era bastante grave. Un incidente
que recuerdo como uno de los más duros para un chico de quince años se produjo una
tarde en el autobús de camino a casa:
Recuerdo haberme dado cuenta de que JP estaba especialmente callado ese día
cuando bajó del bus escolar. Su comportamiento normalmente bullicioso estaba
completamente apagado y en lugar de devorar la merienda como hacía siempre, se
sentó en silencio en una silla en la sala de estar de la residencia, esperando que
terminara Transition Time. Recuerdo haber pensado que JP estaba punto de
agujerearse el labio, porque se lo estaba mordiendo intensamente. Cuando le
pregunté si quería que le excusáramos del grupo, prácticamente se fue corriendo
hacia su habitación.
Le dejé cinco minutos solo antes de llamar a su puerta para ver si estaba bien.
Casi esperaba encontrarme una habitación patas arriba (ropa amontonada o muebles
zarandeados), porque no era extraño que JP expresara sus emociones de una forma
físicamente destructiva. Esa tarde, sin embargo, me encontré a JP sentado en su cama
bien hecha, con la cabeza entre las manos, llorando. Al principio se mostró incómodo
por mi presencia, pero luego me hizo señas para que me quedara.
Cuando le pregunté qué le pasaba, me dijo llanamente que los niños («niños» no
fue exactamente la palabra que utilizó, pero seguro que imagina los coloridos
términos que empleó) del autobús le estaban molestando otra vez, provocándole
porque no tenía novia y llamándole «gay». «Pero la peor parte de todas —dijo antes
de romperse por completo— es que Keith estaba sentado a mi lado y no ha dicho
nada para detenerlos. Pensaba que era mi mejor amigo».
JP estuvo inconsolable durante veinte minutos más. Estuve sentada con él
mientras lloraba. Estaba claro que necesitaba soltarlo. Lo sorprendente es que yo
llevaba más de seis meses trabajando con JP y hasta entonces nunca le había visto
147
tan roto. Este joven con un inconmensurable historial de pérdida, maltrato y
violencia había caído rendido al experimentar la traición por parte de un amigo. En
cierto modo, fue un hito en la capacidad de JP de reconocer y expresar esa emoción,
pero dejando a un lado los avances en su tratamiento, nunca olvidaré el impacto de la
no actuación de Keith en JP y siempre recordaré el enorme impacto que puede tener
el grupo de semejantes (para lo mejor y para lo peor) en la vida de los niños víctimas
de acoso.
148
El papel del testigo
La investigación sugiere que en nueve de cada diez incidentes hay otros niños presentes,
pero en menos del 20 % de las ocasiones intervienen en defensa de las víctimas
(Hawkins, Pepler y Craig, 2001). El mismo estudio documenta que cuando los
semejantes intervienen para detener un comportamiento de acoso, el episodio cesa a los
diez segundos más de la mitad de las veces. Imagine el impacto que podrían tener los
testigos en poner fin al acoso si intervinieran más veces. Como adultos, nuestra tarea es
descubrir cómo hacer que intervengan.
¿Por qué no intervienen los testigos?
En los últimos años, se ha estudiado mucho el «efecto testigo», y qué hace que personas
bondadosas y solícitas miren hacia otro lado cuando se produce un problema ante sus
ojos. Cuando se trata de detener el acoso, se suelen citar algunas razones para explicar
por qué los niños no intervienen en defensa de sus semejantes.
Difusión de responsabilidad
La teoría sobre la difusión de responsabilidad dice que si una persona piensa que otra
persona va a intervenir para ayudar en una situación problemática, la persona suele no
hacerlo. En las escuelas y otros contextos grupales, los jóvenes suelen creer que los
adultos intervendrán en una situación de acoso, y por lo tanto se sienten liberados de la
responsabilidad de hacerlo.
El problema con esta teoría, por supuesto, es que la mayoría de los comportamientos
de acoso no se realizan en presencia de adultos. Como hemos visto en la clave 1, en
realidad, en el 96 % de los incidentes de acoso, los adultos no están al corriente. Esto
contrasta mucho con el hecho mencionado anteriormente de que en el 90 % de las
ocasiones en que se produce el acoso hay niños presentes. En realidad, es la presencia de
los niños lo que convierte el acoso en algo tan atractivo para los agresores, porque la
atención de los semejantes alimenta su sensación de poder y suele elevar su estatus
social.
Así pues, a los niños se les debe animar a no esperar que sean los demás quienes
intervengan, sino a comprender que detener el acoso es su responsabilidad personal. En
el siguiente apartado, describiré qué cosas realistas pueden hacer los niños para llevar a
149
cabo esta tarea abrumadora.
Miedo a convertirse en el siguiente objetivo
Una de las razones más habituales por las que los niños no intervienen en los incidentes
de acoso es porque tienen miedo de que hacer lo correcto para los demás signifique algo
malo para su propio bienestar. Como en el juego infantil del «Rey del castillo», los niños
que acosan suelen pisar a todo aquel que amenace su posición superior. Como Barbara
Coloroso (2008) destaca en su libro The Bully, the Bullied and the Bystander, los niños
son perfectamente conscientes de que los niños que acosan pueden menospreciar
fácilmente y tratar con maldad a cualquiera que intente intervenir.
Atrapados entre amigos
Muchas veces sucede que un joven es testigo de un incidente de acoso por parte de un
buen amigo y, aunque sabe que lo que está ocurriendo está mal, se siente dividido y no
sabe qué hacer. En su mente, se justifica: «No me gusta lo que está haciendo, pero sigue
siendo mi amigo». Luego, el niño decide no intervenir sobre la base de este deseo de no
desafiar a un amigo. En el mundo de las chicas, la presión por evitar el conflicto con las
amigas puede ser especialmente intensa (Simmons, 2010). Ayudar a los niños a
encontrar maneras de superar esta presión y a tener más seguridad en sí mismos en todas
sus relaciones es otro papel clave que los adultos pueden desempeñar.
No son amigos de la víctima
En ocasiones, los testigos saben con total seguridad que el acoso que están presenciando
está mal, pero piensan que la persona acosada no es amiga suya o que prácticamente no
la conocen y que, por lo tanto, no les corresponde defenderla. Este razonamiento está
relacionado con la teoría de difusión de responsabilidad; el testigo piensa que los que son
amigos de la víctima seguramente intervendrán, así que él queda excusado de hacerlo.
Sensación de impotencia
En la primera clave hemos visto que, muchas veces, los adultos se sienten impotentes
150
cuando se trata de intervenir en una situación de acoso. Creen que carecen de los
conocimientos y de las destrezas para poner fin al acoso. Esto también es aplicable a los
jóvenes. En mayor medida que antes, los niños reciben el mensaje en la escuela, de sus
padres y a través de los medios de comunicación de que el acoso está mal, pero no
siempre se les dan instrucciones concretas para intervenir de manera efectiva.
Qué decir para detener el acoso es un componente importante en la formación para la
prevención del acoso tanto para adultos como para niños. En la clave 3, hemos hablado
de algunas frases concretas que los adultos pueden utilizar para intervenir en el mismo
momento en que presencian una situación de acoso.
151
Ejercicio: ¿Qué te ha impedido intervenir?
La mayoría de nosotros nos hemos encontrado en la situación de estar presenciando algo
que está mal, pero no hemos hecho nada para detenerlo. Piense en un momento de su
vida en el que haya sido así:
– ¿Por qué dudó en actuar?
– Si pudiera volver atrás en el tiempo y revivir la historia, ¿actuaría de un modo
distinto? – ¿Qué haría para intervenir en defensa de la persona que está siendo
victimizada?
Éste es un ejercicio importante para los adultos, porque les permite ponerse en el
lugar de los jóvenes y recordar lo intimidante que puede resultar dar el paso y pasar de
ser testigo a ser aliado.
Emociones negativas asociadas con el hecho de ser testigo
del acoso
Con todo, los niños que observan una situación de acoso experimentan una miríada de
emociones desagradables y conflictivas: alivio por no ser ellos el objetivo del acoso,
mezclado con culpabilidad por no hacer nada para detenerlo; lástima hacia la persona
victimizada, mezclada con el miedo a enfrentarse a un amigo; ira porque nadie está
haciendo nada, combinado con la confusión de no saber qué hacer o qué decir para
mejorar la situación.
¿Qué pasaría si, en lugar de esos sentimientos, pudiéramos ayudar a los niños a
sentirse poderosos ante el acoso? ¿Cómo aumentaría su tasa de intervención (poniendo
rápidamente fin a los episodios de acoso) si los jóvenes creyeran que sus acciones
tendrán un impacto significativo y un resultado positivo?
Hacer que los testigos se sientan suficientemente empoderados para convertirse en
aliados de sus semejantes vulnerables es un componente clave para poner fin al acoso y
el tema de lo que queda de esta clave.
152
Convertir a los testigos en aliados
Para empoderar a los jóvenes para que intercedan en defensa de sus compañeros
acosados, los profesionales y los padres y madres primero deben ayudar a sus hijos a
superar sus barreras a intervenir, descritas anteriormente. Entre los puntos principales,
asegúrese de que todos los niños:
1. Crean que detener el acoso empieza con ellos: su tarea es intervenir, no es
responsabilidad de otra persona.
2. Sientan algún tipo de conexión con el niño acosado. Tanto si son amigos como si
no, el testigo debe sentir empatía hacia la víctima y creer que la víctima no merece
ser maltratada.
3. Comprendan que el conflicto forma parte de la vida. Aunque puede que se sientan
incómodos cuestionando el comportamiento de acoso de un amigo, también deben
saber que la amistad puede soportar las confrontaciones.
4. Sepan cómo usar la comunicación asertiva para detener el acoso en cuanto lo vean.
5. Tengan la seguridad de que su intervención tendrá un impacto positivo sobre el
niño acosado y tendrá unas consecuencias negativas mínimas (o al menos
manejables) para sí mismos.
153
Ejercicio: ¿Qué podemos hacer para ayudar a un niño a
superar las barreras a la intervención?
Piense en todas las barreras a la intervención enumeradas anteriormente. Piense en al
menos dos maneras creativas de ayudar a los niños a superar esas barreras. Escriba estas
estrategias y haga un plan para ponerlas en práctica.
Por ejemplo, cuestionar la teoría de la difusión de responsabilidad, hacer un concurso
en toda la escuela o pedir a los estudiantes que creen un eslogan original que explique su
papel para poner fin al acoso. Anime a los niños a ser lo más creativos posible,
mostrando sus eslóganes en carteles, imprimiéndolos en camisetas o incluso poniéndoles
música.
Ésta es una actividad que suelo usar cuando hago presentaciones sobre prevención
del acoso ante estudiantes jóvenes. La creatividad que inspira puede ser increíble. Un
eslogan que utilizo para que los niños empiecen es: «Nunca está bien no hacer nada ante
el acoso». Con los años, los niños han generado ideas maravillosas que demuestran que
han entendido el concepto de que la responsabilidad de detener el acoso es suya. He aquí
algunos de los mejores eslóganes creados por los niños:
–
–
–
–
–
Detener el acoso empieza conmigo
Uno es suficiente – ¿Quieres un amigo? Sé un amigo. Ayuda a un amigo
Actúa. Detén el acoso
Rompe el código de silencio: denuncia el acoso
No existen testigos inocentes
¿Cómo nos ayuda la neurociencia a empoderar a los
testigos?
Los recientes avances en la neurociencia ofrecen un interesante argumento sobre por qué
es tan efectivo empoderar a los testigos para que se conviertan en aliados. La clave se
encuentra en dos neurotransmisores: la dopamina y la serotonina. La dopamina es un
neurotransmisor que juega un papel en varias funciones cerebrales incluyendo el sistema
de recompensa, el comportamiento, el estado de ánimo y el aprendizaje. Los estudios
demuestran que los niños que acosan pueden experimentar un aumento de dopamina
cuando actúan en contra de sus semejantes. Este aumento súbito de dopamina activa los
centros de recompensa de su cerebro y hace que estos niños se sientan poderosos.
Como adultos, queremos que los niños se sientan poderosos. La confianza y la
154
seguridad en uno mismo son importantes rasgos vitales que cultivar en todos los jóvenes.
Pero queremos que los niños adquieran estas sensaciones mediante buenas obras y actos
de bondad, no porque hayan dominado, ridiculizado o manipulado a los demás. Las
buenas noticias son que la dopamina está disponible en el cerebro de todos los niños, no
sólo en el de aquellos que acosan. Cuando los testigos intervienen para detener el acoso,
experimentan su propio aumento de dopamina, al tomar control de esa dinámica social
alterada y detener la agresión no deseada.
La serotonina es la segunda sustancia química del cerebro implicada en la causa de
empoderar a los testigos. En ocasiones considerada como la «hormona de la felicidad»,
la serotonina ayuda a levantar el ánimo, a reducir la tensión, a aliviar la depresión y a
crear una sensación general de bienestar. Los estudios demuestran que el cerebro
produce serotonina cada vez que alguien realiza un acto de bondad. Cuando los testigos
intervienen en defensa de un compañero atacado, este comportamiento se ve reforzado
naturalmente mediante la búsqueda del cerebro de esta sustancia química del bienestar.
La neurociencia nos da una imagen convincente de lo que al cerebro le parece
gratificante. Los profesionales y los padres y madres simplemente deben hacer la
pregunta adecuada a los testigos: ¿qué destrezas necesitas para poder actuar y poner fin
al acoso?
Intervenciones in situ para los testigos
Como hemos visto anteriormente, la investigación demuestra que cuando un testigo
interviene para detener el acoso, la agresión no deseada suele terminar en unos diez
segundos. Esto es cierto independientemente de las palabras concretas que use el testigo.
En otras palabras, no es el modo en que el joven interviene, sino simplemente el hecho
de intervenir lo que permite que se produzca el cambio deseado (Goldman, 2012).
Enseñar a los niños que su voz puede marcar la diferencia es un mensaje capacitador con
implicaciones más allá de la prevención del acoso. Para los jóvenes, qué gran regalo
saber que sus palabras realmente importan.
En el estrés extremo en medio de un episodio de acoso, sin embargo, la mayoría de
los niños pierden cierta capacidad de acceder a la parte racional de su cerebro. Pueden
pelear agresivamente, paralizarse de miedo o mostrar comportamientos de huida para
evitar directamente la situación, pero pocos tienen la claridad mental de mostrar sus
respuestas más asertivas en ese mismo momento. Por eso, ayudar a los niños a crear
pequeños guiones que puedan utilizar durante un episodio de acoso (incluso mucho antes
de que ocurra el episodio) es muy importante. En el ardor de la situación de acoso, a un
niño preparado no le costará pensar qué decir, sino que tendrá respuestas efectivas en la
punta de la lengua.
Un ejercicio de aprendizaje social y emocional que describo en mi libro Friendship
and Other Weapons consiste en ayudar a los niños a desarrollar y practicar unas frases
155
cortas y directas para detener un comportamiento de acoso (Whitson, 2011a). Entre los
ejemplos de este tipo de frases efectivas para los testigos figuran:
–
–
–
–
«No digas eso. Es mezquino».
«Déjalo ya».
«Eso no mola».
«Te estás pasando. Para».
El mensaje que hay que reiterar a los niños es el mismo que comparto con los
lectores de este libro: intervenir para detener el acoso no debe ser complejo, ni largo ni
premeditado. Las intervenciones más potentes suelen ser las más simples: las frases
cortas, el uso permanente de la amabilidad, y el valor diario de poner fin al acoso allí
donde lo veamos.
Intervenciones de los testigos antes y después del
acontecimiento
Uno de los principales temas del empoderamiento de los testigos es enseñar a los niños
que intervenir enseguida es poderoso. Los profesionales y los padres y madres hacen un
gran favor a los niños diciéndoles que también pueden tener mucho poder ayudando a
los niños acosados tanto antes de que se produzca una situación de acoso como después.
La clave durante ambos momentos es ofrecerles su apoyo y su compañerismo.
Antes del acoso
Debido a su naturaleza repetitiva, los niños con más habilidades sociales pueden
anticipar los episodios de acoso. Por ejemplo, un estudiante puede ser capaz de predecir
con bastante certeza que un niño vulnerable que suele ser acosado en el bus de vuelta a
casa lo pasará mal durante una excursión de la clase a un monumento histórico que está a
50 km de la escuela. Los jóvenes pueden aprender habilidades proactivas para ayudar a
los niños vulnerables antes de que se produzca el acoso, con acciones como por ejemplo
ofrecerse a sentarse con el niño en el autobús o avisar a un adulto atento para que realice
ese papel preventivo.
En la clave 1, vimos el ejemplo real de Riley, la chica acosada por Jada y Liza en el
patio pero acusada por los adultos de ser la agresora al responder con una agresividad
física impulsiva. Una vez pasada la situación, estaba claro que la mayoría de los
compañeros de clase de Riley, Jada y Liza estaban al corriente del acoso que se estaba
produciendo, pero ninguno de ellos optó por intervenir. Cuando se les preguntó sobre su
156
decisión de no hacer nada para detener la agresión relacional durante los cuatro días que
precedieron el acontecimiento de la bufanda, todos los compañeros dieron diferentes
versiones de las razones enumeradas antes en esta clave: no eran amigos de Riley,
pensaban que los monitores del patio intervendrían para detener a Jada y a Liza, o no
sabían qué hacer para detener la situación.
Cuando todas las circunstancias salieron a la luz, los profesionales de la escuela
utilizaron esa situación como un trampolín para enseñar a los niños que, en cuanto se
enteren de que se está planeando un acoso, deben tomar un papel activo y decir a quienes
lo planean que abandonen en su intento, avisar a un adulto de lo que han oído y ayudar a
la persona afectada a sentirse protegida, conectada y apoyada. En el caso de Riley, una
intervención efectiva por parte de un testigo antes del acoso habría sido ofrecerse para
jugar con Riley durante el patio. De este modo, Riley no habría estado tan desesperada
por tener la atención de Jada y Liza y no habría sido tan vulnerable ante su repetida
manipulación.
157
Ejercicio: ¿Qué habilidades fomentar?
¿Qué habilidades animaría a utilizar a los compañeros de Riley, Jada y Liza si hubieran
escuchado los planes de Jada y Liza u observado las humillaciones diarias de Riley en el
patio?
Después del acoso
Aunque no siempre se puede anticipar o prevenir el acoso, los testigos compasivos
pueden hacer muchas cosas para reducir el dolor causado tras el acontecimiento.
Simplemente dedicar cierto tiempo y hacer el esfuerzo de hablar con un niño acosado
después de una situación dolorosa diciendo algo como «no te preocupes por ese niño, se
lo hace a todo el mundo» es un potente recordatorio al niño victimizado de que otros le
apoyan y de que no se merece esa crueldad. Cuando el testigo convertido en aliado
termina esta conversación invitando al niño victimizado a unirse a su grupo de amigos
para comer o para realizar alguna otra actividad social, estará confirmando el mensaje de
que el niño acosado no está solo. Otros mensajes capacitadores que los aliados pueden
dar a los niños acosados tras un incidente de acoso son, por ejemplo:
–
–
–
–
Me sabe mal que te haya pasado esto.
No merecías esto.
Creo que debes contar a la señorita Smith lo que ha ocurrido. Si quieres, iré contigo.
¿Te importa que le cuente a la señorita Smith lo que acaba de ocurrir? Puedo entender
que tengas miedo de contárselo, pero creo que debe saberlo.
– Estoy aquí para ayudarte. Puedes venir a hablar conmigo siempre que te pase algo así.
– Búscame durante la comida/en el autobús/en el patio/después de la escuela a partir de
ahora. Puedes venir conmigo y con mis amigos.
158
Ejercicio: Planificación de la intervención de los testigos
La siguiente actividad puede ser utilizada por los profesionales y los padres y madres por
su cuenta, para diseñar estrategias para empoderar a los testigos para que se conviertan
en aliados. O también se puede realizar con los niños, pidiéndoles que piensen en
estrategias concretas para intervenir en el acoso.
Para cada uno de los escenarios siguientes, enumere al menos tres maneras en que
los testigos pueden intervenir de manera efectiva. Intente encontrar ideas que se puedan
utilizar antes de que empiece el acoso, en el mismo momento durante un episodio de
acoso y después de éste.
Escenario 1
Jessie está furiosa con Kris. Piensa que Kris ha estado flirteando con su novio. Jessie no
quiere decírselo a Kris porque piensa que Kris simplemente lo va a negar y teme que
decirle algo haga enfadar a su novio. En lugar de eso, Jessie crea una cuenta falsa de Kris
en Instagram, usando todo tipo de fotografías embarazosas. Luego, Jessie pide a otros
chicos y chicas que cuelguen fotos en la página, hablando de cuánto odian a Kris y de lo
perdedora que es. Esta página se hace muy popular rápidamente y toda la escuela parece
estar al corriente.
¿Cómo pueden intervenir los testigos para convertirse en aliados de Kris en esta
situación?
Escenario 2
Darrell teme el trayecto en autobús de vuelta a casa desde secundaria. Cada día, los
niños que se sientan detrás de él le pegan en la nuca y los que se sientan delante se giran
para gritarle ordinarieces. Se burlan de él, diciéndole: «¿Qué vas a hacer, ir llorando a
mamá?» y le amenazan con pegarle si le cuenta a alguien de la escuela lo que sucede en
el autobús. Darrell intenta que sus padres vayan a recogerle en coche pero ambos
trabajan y no pueden cambiar de horario. Esta situación dura impunemente varios meses.
¿Cómo pueden intervenir los testigos para convertirse en aliados de Darrell en esta
situación?
Escenario 3
Chloe y Olivia son amigas desde la guardería. En tercero, las colocan en clases
159
diferentes y cada una hace nuevos amigos. Todo va bien al principio del año académico,
pero a principios de noviembre, Chloe empieza a decir cosas a Olivia como «Ya no eres
mi mejor amiga» y «No puedes sentarte conmigo en la comida, esta mesa es sólo para
mis nuevos amigos». Olivia se siente herida, pero decide centrarse sólo en las niñas de
su clase. Un día de diciembre, Olivia entra en la cafetería y descubre que nadie quiere
sentarse con ella en la comida. Cada vez que intenta poner su bandeja al lado de alguien,
los niños repiten el mismo mensaje: «Esta mesa es sólo para gente guay, y tú no lo eres».
¿Cómo pueden intervenir los testigos para convertirse en aliados de Olivia en esta
situación?
Cuando los aliados van demasiado lejos: el Club
«Odiamos a Madison»
Enseñar nuevas habilidades a los niños es como mirar un péndulo: antes de poder utilizar
las habilidades con finura, suelen pasar por los extremos más salvajes y menos efectivos.
En este ejemplo de la vida real, un grupo de chicas había aprendido recientemente cómo
intervenir como testigos en la escuela, así que cuando vieron a su compañera Madison
acosar a otro niño en el autobús pensaron que sabían qué debían hacer. Ésta es la historia
de cómo una testigo muy bien intencionada contó con orgullo a su madre cómo ella y sus
amigas «intervinieron» para poner fin al acoso:
«¿Sabes qué, mamá? Jessica ha dicho que se va a unir a nuestro club «Odiamos a
Madison».
«¿Qué has dicho, cariño?», logró preguntarle su madre, con el estómago encogido y
la cabeza dándole vueltas.
La madre había escuchado perfectamente las palabras de su hija, y sus implicaciones
le causaron un fuerte impacto. Le hizo esa pregunta para ganar tiempo y organizarse las
ideas. Y, obviamente, esperaba haberla entendido mal.
«Jessica ha dicho que se va a unir al club “Odiamos a Madison”», repitió la chica, sin
rastro de culpabilidad ni sensación de estar haciendo nada malo.
El momento que la madre había estado temiendo había llegado. Aunque muchos
padres y madres anticipan que, en un momento u otro, su hijo puede verse implicado en
el acoso, nadie espera que se lo digan tan abiertamente y con regodeo. Por mucho que la
madre hubiera pensado en cómo manejaría una situación de acoso, siempre se había
imaginado manteniendo esa conversación en un momento relajado, tomando una taza de
chocolate con su hija, acurrucadas en el sofá, hablando durante una buena hora sobre la
importancia de la amabilidad y de los valores inherentes en las amistades verdaderas.
Nunca planificó que la conversación se produciría quince minutos antes de la llegada del
autobús, y tampoco había imaginado nunca que hablaría a su hija como agresora.
En los pocos minutos que tuvo, le dijo a su hija de un modo claro, llano, simple y
elocuente que tener un club llamado «Odiamos a Madison» era acoso, y que no estaba
160
bien. Luego, le dijo a su hija que no podía participar en un club así nunca.
Su hija la miró como si viniera de otro planeta. Luego, le intentó explicar: «No,
mamá. No es eso. Madison es realmente la mala, por eso creamos el club. Vimos cómo
le robaba a su hermano la barrita de Kit-Kat en el autobús. Siempre es muy mala con él y
ya nos hemos cansado, así que le estamos defendiendo. Lo hemos hecho al mismo
tiempo para que sepa que no vamos a tolerar lo que le está haciendo».
La madre se sintió un poco aliviada. Su hija no era completamente antisocial. No
estaba molestando a una víctima inocente. No, formaba parte de un grupo de vigilancia
que buscaba venganza para una injusticia entre hermanos. Genial.
La madre encontró cierto consuelo al ver que el regocijo de su hija no era de
felicidad por estar haciendo daño a Madison, sino que provenía de haber llegado
erróneamente a la conclusión de que si Madison estaba acosando a su hermano, entonces
era correcto formar parte de un grupo organizado que premeditadamente pretendía
devolverle ese mal comportamiento. La madre rápidamente le señaló a su hija: «Si todos
los niños del autobús se unen en contra de Madison y crean un club para odiarla, eso es
acoso. No está bien formar parte de un grupo así, independientemente de lo que Madison
haya hecho», explicó.
Antes de permitir a su hija subir al autobús y encontrarse con todos los miembros del
club «Odiamos a Madison» de nuevo, la madre sabía que había dos cosas más que debía
decir a su hija, unas ideas en las que debía reflexionar durante todo el día.
La primera era un comentario sobre la empatía. Confirmó que el comportamiento de
Madison hacia su hermano parecía bastante malévolo, y le dijo a su hija que estaba bien
enfadarse por eso. Luego le pidió que pensara en cómo debía sentirse Madison al tener a
todos los niños del autobús en su contra. Le pidió a su hija que imaginara cómo debía de
ser tener a un grupo de gente mirándola, susurrando a su alrededor, sin hablar
directamente con ella.
En segundo lugar, consciente de que hasta entonces le había dicho a su hija todas las
cosas que no podía hacer (como formar parte de un grupo cuyo propósito fuera hacer
sentir mal a alguien), sabía que también debía decirle qué hacer en esa situación. Le
pidió que fuera la héroe del autobús y que dijera a los otros miembros del club: «Chicos,
creo que lo que estamos haciendo está mal. Sé que Madison se ha portado muy mal con
su hermano, pero ahora los que nos estamos portando mal somos nosotros y no creo que
debamos seguir haciéndolo».
Tras sugerir estas palabras, fue como si la madre viniera de nuevo de otro planeta.
Estaba claro que a su hija la conversación la había tomado completamente desprevenida.
Lo que la joven pensaba que iba a ser un momento triunfante de heroísmo en defensa del
hermano pequeño de Madison se convirtió en un tipo de intervención completamente
diferente, y ella estaba del lado de los malos.
No es en absoluto extraño que los niños malinterpreten las instrucciones sobre las
habilidades sociales o que lleven las habilidades al extremo cuando las ponen en práctica
las primeras veces. Esta niña, junto con sus amigos en el autobús, pensaban que estaban
haciendo lo correcto actuando para detener el maltrato de Madison hacia su hermano. Lo
161
que no lograron entender era que su respuesta demasiado entusiasta había creado un
nuevo ciclo de acoso que era mucho más dañino que el primero. Los adultos juegan un
papel importante no sólo a la hora de empoderar a los testigos para que se conviertan en
aliados, sino también en la práctica y el perfeccionamiento de sus habilidades de
intervención para que los niños sepan cómo intervenir correctamente.
162
Programas de amigos mentores en las escuelas y en las
organizaciones de jóvenes
Bazelon (2013) destaca que los niños de alto estatus social suelen ser los que mejor
intervienen en las situaciones de acoso debido a su mayor influencia en el grupo de
iguales y por su relativa inmunidad ante la reacción de los agresores vengativos. Su
expresión de desaprobación ante un episodio de agresión no deseada manda un mensaje
fuerte y poderoso de que el acoso no está bien.
Los programas para crear amigos mentores en las escuelas y organizaciones de
jóvenes se basan en el principio de juntar a los niños de alto estatus con los que son más
vulnerables al acoso. Estos programas de amigos mentores existen en todo Estados
Unidos y han dado lugar a muchas historias emotivas en las noticias y en YouTube, que
muestran los lazos verdaderos y duraderos que se forman entre niños de ambos extremos
de la escala social. Estas amistades poco probables también han mostrado claramente
que las conexiones entre iguales son una importante medida de protección para los
jóvenes vulnerables; cuando se juntan con un compañero de estatus superior, los niños
previamente acosados dejan de serlo y pueden disfrutar de cierto éxito social por sí
mismos. Para muchos, la experiencia es transformadora en cuanto a su disfrute de la
escuela, su capacidad de triunfar académicamente y su confianza en sí mismos.
Jason Spector, cofundador de la organización de lucha contra el acoso Sweethearts
and Heroes, afirma que la mayoría de los maestros en las escuelas tienen como mínimo a
cinco «soldados» con los que pueden contar, estudiantes leales que siempre estarán
dispuestos a hacer un esfuerzo por ese maestro (Taylor, 2013). En sus presentaciones
ante educadores, Spector y Tom Murphy, cofundador de Sweethearts y Heroes, invitan a
los maestros a recurrir a sus soldados para que ayuden a los niños con problemas
sociales o que son víctimas de acoso. Destacan lo simples y efectivos que pueden ser
actos como sentarse con los niños vulnerables en el autobús o estar con ellos entre
clases. Además, Spector y Murphy destacan lo importante que esta experiencia puede ser
para el soldado, alias héroe, porque estos estudiantes con buenas habilidades sociales
aprenden de primera mano el poder protector de la bondad y la compasión.
Una importante consideración que hay que tener en cuenta al desarrollar este tipo de
programas de amigos mentores es todos los estudiantes que se puede beneficiar de ellos.
Mientras que los niños con problemas de desarrollo de moderados a graves y aquéllos
con pronunciadas discapacidades físicas suelen ser invitados a participar en grupos de
amigos mentores, los que tienen discapacidades más leves no suelen serlo. Michelle
Garcia Winner (2013), fundadora de Social Thinking, afirma que estos niños excluidos
suelen ser los que parecen beneficiarse más de estas conexiones con sus semejantes y de
la protección social. Los niños con ligeras discapacidades generalmente parecen no
tenerlas, y sus semejantes a menudo no quieren juntarse con ellos por miedo a que eso
163
perjudique su propio estatus social. Así, estos niños se enfrentan a un doble abandono:
primero por parte de sus semejantes, que opinan que son demasiado raros, y luego por
parte de los grupos de mentoría, que no piensan que sean suficientemente raros.
Los profesionales que pueden organizar un programa de amigos mentores en su
escuela u organización de jóvenes seguro que encuentran ejemplos positivos y modelos
de estos programas en la red. Si está pensado en crear uno en su escuela o comunidad,
piense en cómo incluir un amplio espectro de niños vulnerables, especialmente los que
tienen unas características «casi normales», cuya vida mejoraría mucho si tuvieran un
amigo de verdad y un mentor de su edad.
164
El uso del poder social es un proceso
Además de todas las lecciones académicas durante los años escolares, los niños aprenden
a utilizar el poder social. Los profesionales y los padres y madres desempeñan un papel
esencial enseñándoles lo poderosos que son, y que las acciones que realicen antes,
durante e incluso después de un episodio de acoso pueden marcar realmente la diferencia
entre poner rápidamente fin a la crueldad o dejar que siga despiadadamente. Para los
niños, el mensaje básico está claro: si presencias un episodio de acoso, tienes el poder y
la responsabilidad de hacer algo para detenerlo.
165
10 estrategias prácticas para convertir a los testigos en
aliados
1. Escuchar a los niños cuando hablen sobre sus reservas a la hora de intervenir en
una situación de acoso.
2. Empatizar con sus miedos y enseñarles a crear estrategias para superar los
obstáculos a la intervención.
3. Proporcionarles un apoyo práctico, enseñándoles frases asertivas que pueden
usar para poner fin a una situación de acoso inmediatamente.
4. Enseñar a los niños a encontrar puntos en común con cualquiera y a celebrar las
diferencias entre semejantes.
5. Enseñar a los niños que está bien alzarse en contra de un amigo cuando éste está
actuando mal.
6. Dejarles claro que no hacer nada no es una opción cuando observen una
situación de acoso.
7. Establecer un programa de amigos mentores entre niños maduros socialmente y
los vulnerables. Hacer un seguimiento y asegurarse de que es gratificante para
ambas partes.
8. Enseñarles alguna frase pegadiza como: «No existen testigos inocentes».
9. Dar a los niños la oportunidad de representar en juego de rol y de practicar las
habilidades de prevención del acoso. A menudo, estas habilidades requieren un
cierto perfeccionamiento y se deben practicar para que salgan como se pretende.
10. Reforzar el mensaje de que los niños tienen el poder de marcar un gran cambio
en la vida de sus semejantes más vulnerables y que nunca deben desperdiciar
una ocasión de ayudar a los demás.
166
CLAVE 7
167
TENDER LA MANO A LOS NIÑOS QUE
ACOSAN
Recuerdo que una vez alguien me comentó que la mejor temática sobre la que sacar
películas de verano y que sean muy taquilleras son los alienígenas, porque todo el
mundo está de acuerdo en que son el enemigo en común. A menudo, tengo la sensación
de que los niños que acosan se han convertido en los alienígenas de la sociedad actual:
fácilmente menospreciados, culpados sumariamente e inmediatamente rechazados.
Aunque a nadie le horroriza más que a mí el cruel comportamiento de los niños que
acosan, me guío por las palabras de mi amigo y mentor, el doctor Nicholas Long, quien
me enseñó que nada surge de nada y que este desprecio, culpa y rechazo es lo último que
los niños heridos necesitan.
¿Niños heridos? ¿Los acosadores como víctimas? Se estará preguntando si este
capítulo consiste en sentir lástima por los niños que hacen cosas reprobables a sus
semejantes, pero no exactamente. Como profesionales, padres y madres decididos a
poner fin al acoso, el objetivo no es sentir lástima por los niños que acosan a los demás,
sino más bien comprender por qué se comportan así y usar esta información para
orientarnos y ayudarles a cambiar su comportamiento. La paradoja del acoso es que los
niños que maltratan a los demás con su comportamiento cruel y su intimidación sin
remordimientos suelen ser los niños que más necesitan a los demás. Cuando los adultos
pueden ver más allá del comportamiento superficial e intentan comprender el dolor que
lo promueve, tienen la oportunidad de marcar una verdadera diferencia en la vida del
niño en cuestión.
168
¿Qué motiva a los niños a acosar?
En la primera clave de este libro, he indicado como principales motivaciones de los
niños que acosan a sus semejantes el mayor estatus social, la atención de sus iguales, la
oportunidad y el deseo de poder y control. En este apartado, profundizamos un poco más
para comprender que, en realidad, estas motivaciones se basan en unas necesidades
insatisfechas. Luego, exploramos algunas maneras prácticas en que los adultos pueden
asegurarse de que las necesidades de los niños estén cubiertas, reduciendo así las
probabilidades de que recurran al acoso.
Déficits en el manejo de las emociones
Una consideración importante cuando analizamos las necesidades de desarrollo
insatisfechas tiene que ver con el modo en que los jóvenes aprenden a manejar sus
emociones y, en particular, a expresar la ira. Aunque a muchos de nosotros nos gusta
imaginar el hogar como un santuario para los hijos y sus familias, en realidad, se
produce más violencia en el hogar que en la calle (Long, Long y Whitson, 2009). La
violencia doméstica, una de las principales fuentes de agresividad en los jóvenes, se
produce a todos los niveles socioeconómicos, en todas las razas y etnias, en ambos
géneros y en todas las religiones.
Los niños que crecen en familias cuya ira y frustración se expresan a través de la
agresividad aprenden que lo normal es expresar sus sentimientos de esta forma. De
hecho, muchos jóvenes se sienten confusos cuando los adultos de la escuela o de los
centros de tratamiento intentan decirles que este método de expresión de la ira es
inaceptable; para ellos, es el único que existe.
La agresividad, como el acoso, es un comportamiento aprendido. Ahora bien, se
puede desaprender. Las actividades del aprendizaje social y emocional que se centran en
enseñar habilidades para el manejo de la ira y la comunicación asertiva pueden marcar
una enorme diferencia en los niños que externamente se comportan como acosadores,
pero que internamente se mueven por un déficit de habilidades de manejo de las
emociones. Lo que necesitan los niños que han crecido en hogares violentos y agresivos
es un adulto que sepa ver más allá de su comportamiento bruto y escuche su llamamiento
a una ayuda compasiva.
Déficits en la toma de decisiones y en el control de los
169
impulsos
Una de las jóvenes que aparece en el documental de Lee Hirsch, Bully, es una chica
llamada Ja’Meya. Ja’Meya sufría un acoso incesante durante su trayecto diario de una
hora en autobús hasta su escuela en Misisipi. Aunque intentó pedir ayuda a los adultos,
su situación fue empeorando. Un fatídico día, Ja’Meya tomó la decisión desesperada de
llevarse al autobús una pistola del armario de su madre. Aunque no hirió a nadie con
ella, fue arrestada, acusada de 45 delitos criminales y enviada a una prisión juvenil.
Riley, la chica de secundaria descrita en la clave 1 como víctima de una agresión
relacional, también tomó la decisión impulsiva de actuar violentamente contra las chicas
que la estaban humillando. Ella también fue considerada como la única agresora por las
figuras de la autoridad que intervinieron para manejar la situación cuando ya se había
convertido en una crisis.
¿Ja’Meya es una acosadora? ¿Y Riley? A primera vista, obviamente ambas chicas
actuaron agresivamente contra sus semejantes, y ninguna de sus acciones se puede
justificar. Para ambas sería muy beneficioso aprender estrategias más constructivas para
manejar sus impulsos y tomar buenas decisiones. Ninguna de las dos, sin embargo, actuó
con la intención repetitiva de dañar a los demás o con un desequilibrio de poder
favorable hacia ellas que pudiera calificar sus acciones como de acoso. Los adultos
pueden desempeñar el importante papel de formular las preguntas adecuadas y conocer
toda la historia antes de juzgar y etiquetar a cualquier niño como acosador. En la
mayoría de las situaciones relacionadas con la dinámica social de los jóvenes, muy pocas
veces lo que vemos es realmente lo que es.
Déficits de apego
La teoría del apego, desarrollada en el trabajo de John Bowlby, nos ayuda a explicar la
capacidad que tienen los individuos de establecer unas conexiones psicológicas
duraderas. En términos simples, la calidad y la naturaleza de las interacciones de un niño
pequeño con su principal cuidador desde sus primeros días de vida afecta la calidad y la
naturaleza de sus relaciones con los demás durante el resto de su vida. Los niños que
sufren carencias emocionales y un apego no seguro desde pequeños suelen presentar
muchas dificultades de empatía, compasión y conexión con los demás. Así, no resulta
sorprendente que los niños con un apego menos seguro con sus cuidadores tengan más
probabilidades de ser identificados como acosadores por sus semejantes (Eliot y Cornell,
2009).
170
Déficits de pertenencia y significancia
Amy McCready (2012), fundadora de Positive Parenting Solutions, afirma que todo mal
comportamiento tiene sus raíces en un déficit de pertenencia o de significancia. Cuando
se mira a través de su lente, la mayoría del comportamiento de acoso de los niños tiene
sentido; los niños actúan de un modo que les garantiza un lugar seguro en su jerarquía
social. El hecho de que su camino hacia un estatus social elevado a menudo signifique
destruir la posición de otra persona en el grupo forma parte inherente del proceso; la
habilidad de controlar el destino de otra persona hace que se sientan poderosos e
importantes. El misterio para los adultos no debe ser por qué los niños acosan, sino qué
podemos hacer para ayudarles a tener una sensación de pertenencia y de significancia a
través de actividades y comportamientos constructivos en lugar de a través del acoso.
Más adelante en esta clave hablaremos justo de eso.
En primer lugar, sin embargo, es importante entender por qué algunos niños tienen
estos déficits tan debilitantes de pertenencia y significancia ante todo. Las circunstancias
concretas en las que los jóvenes crecen y se desarrollan sin sentir el amor adecuado o la
importancia adecuada son tan diversas como los propios niños, pero estos dos ejemplos
reales son una buena muestra de por qué algunos niños heridos hieren a otros niños.
Anthony
Con 14 años, Anthony medía 1,88 m, pesaba 90 kg y era fuerte como un buey. Su
impactante presencia física iba unida a una actitud de «no te metas conmigo» que
intimidaba a todo el mundo a su alrededor, tanto a sus semejantes como al personal
de la escuela. Anthony fue expulsado de la escuela debido a unos problemas graves
de comportamiento, básicamente marcados por las agresiones y las peleas. En su
Centro de Aprendizaje Alternativo (CAL), Anthony era conocido por mentir,
engañar, robar y soltar golpes a cualquiera que le hiciera enfadar. Se le consideraba
un acosador entre acosadores (un matón en prácticas, como una trabajadora le
llamaba) y, durante varios meses, nadie supo cómo ayudarle.
El punto de inflexión en el tratamiento de Anthony se produjo un día cuando una
maestra del CAL vio a Anthony fuera de la escuela, en una tienda de comestibles con
su abuela. Su abuela era bajita y mayor, literalmente la mitad del tamaño de
Anthony. Sin embargo, su influencia sobre el joven era enorme. La maestra contó al
personal del CAL que vio cómo la abuela regañaba verbalmente a Anthony, en
medio de la isla de cereales en la tienda. Su voz era suficientemente fuerte como para
llamar la atención de los compradores de toda la tienda, y su lenguaje
suficientemente grosero como para que los padres y madres taparan los oídos a sus
hijos. La maestra les contó que varios miembros del personal de la tienda se
171
acercaron corriendo, primero pensando por el ruido que tendrían que proteger a un
niño pequeño de un adulto imponente. Se detuvieron en seco cuando vieron que
físicamente era justo lo contrario. Luego, se alejaron y volvieron a su trabajo.
La última cosa que vio la maestra fue a la abuela empujando repetidamente a
Anthony con el carrito diciéndole que «era un montón de basura que nadie más
quería» y que «le costaba mucho alimentarle». Preocupada por Anthony, la maestra
se acercó al estudiante y a su abuela, actuando como si no hubiera escuchado su
ruidosa disputa. Se presentó como una de las maestras de Anthony y les preguntó si
podía ayudarles a encontrar algo en los estantes. Tanto Anthony como su abuela
declinaron su oferta, pero la distracción interrumpió su agresión y ambos siguieron
comprando sin más incidentes en la tienda.
En la escuela, el lunes, la maestra pidió hablar a Anthony, porque seguía
preocupada por la seguridad y el bienestar de su alumno. En lugar de mostrarle su
habitual actitud desafiante, Anthony aceptó hablar con ella y le contó
atropelladamente que le había pedido a su abuela que le comprara una caja más de
cereales porque en la escuela se quedaba con hambre y ella estaba enfadada porque
no tenía suficiente dinero para comprar toda la comida. La maestra notó que Anthony
parecía muy protector con respecto a su abuela y nervioso por la conversación.
A partir de entonces, el personal del CAL tuvo una visión completamente distinta
de las circunstancias en las que se estaba criando Anthony. Como joven abandonado
por sus padres y obligado a vivir con una abuela mayor, pobre y maltratadora,
Anthony carecía desgraciadamente de las experiencias básicas para el desarrollo de
sentirse amado, deseado y considerado importante. Mientras que los maestros de su
escuela ordinaria e incluso del CAL se habían centrado siempre en su
comportamiento agresivo y siempre estaban inmersos en unos ciclos de castigos con
Anthony, el conocimiento de estas circunstancias hizo que el personal del CAL
cambiara su enfoque. Conscientes ahora de que el comportamiento de Anthony era
una representación de la agresión que vivía en su casa, los maestros empezaron a
relacionarse con él desde la compasión e intentaron que el CAL fuera un refugio
seguro en el que se sintiera aceptado y valorado.
El comportamiento agresivo de Anthony no cambió de un día para otro, ni le dieron
carta blanca para que lastimara a los demás porque los adultos de su alrededor ahora
vieran su comportamiento con un nuevo enfoque. A Anthony se le seguía haciendo
responsable cada vez que maltrataba a los demás, pero la experiencia de ser aceptado por
unos adultos que se preocupaban por él tuvo un enorme impacto en los meses siguientes
y resultó ser la clave para cambiar el modo en que este joven trataba a todas las personas
que tenía alrededor. Viendo la imponente estatura física de Anthony desde la distancia o
leyendo su historial de agresiones repetitivas, nadie le habría imaginado como un niño
vulnerable y necesitado, pero esa ventana abierta hacia su vida en casa, observada por
casualidad por una maestra en la tienda en torno a unos cereales para el desayuno, marcó
toda la diferencia en el modo en que los adultos comprendieron y al final contribuyeron
172
a cambiar la vida de Anthony.
No todas las historias de niños tienen un final feliz como la de Anthony, tristemente.
Este segundo ejemplo real, sin embargo, arroja luz sobre una oscuridad inesperada en la
vida de una chica «popular».
Liza
Liza era el tipo de chica de la que todo el mundo quería hacerse amigo y a la que
nadie se atrevía a enfadar. Era guapa, atlética, popular y aparentemente estaba al
mando de la escuela. Si eras amiga de Liza, disfrutabas el boato de su popularidad,
pero si alguien osaba llevarle la contraria, se aseguraba de hacerle sentir su ira. Sin
ninguna ayuda, lograba que nadie de décimo hablara, llamara, mandara mensajes e
incluso mirara a cualquier chica que no le cayera bien. Era brutal ante las propias
chicas y despiadada en sus comentarios sobre ellas en línea.
Keisha era la mejora amiga «intermitente» de Liza. Desde que eran pequeñas,
Keisha solía estar a la sombra de Liza, pero no parecía que ese papel le importara. En
realidad, en las épocas en las que era abandonada bruscamente por Liza (lo cual
sucedía como mínimos dos veces al año en secundaria), Keisha esperaba con ansia
volver a caer en gracia a Liza. En el bachillerato, sin embargo, las dos se separaron.
Los padres de Keisha la animaban persistentemente a que hiciera nuevas amigas y
Liza pasaba más tiempo con chicos y chicas mayores.
Cuando los padres de Liza la encontraron sin vida en su dormitorio, la noticia
cayó como un jarro de agua. Había ingerido una sobredosis de sus propios
antidepresivos (pastillas que ninguna de sus amigas tenía ni idea que estaba
tomando). Liza le mandó por correo una carta a Keisha, que llegó después de su
muerte. En ella, decía a Keisha que era la única amiga de verdad que jamás había
tenido. En el resto de la nota, Liza atacaba a sus padres por el modo en que la
«bateaban para arriba y para abajo» en su guerra por su custodia y decía que sabía
que la verdad era que ninguno de los dos quería realmente ocuparse de ella.
Aunque la historia de Liza terminó de un modo muy diferente a la de Anthony, lo
que los dos jóvenes turbados compartían era que ningún adulto (ni niño) habría podido
imaginar nunca desde la distancia lo vulnerables que eran ambos. Ambos se presentaban
como figuras fuertes, dominantes, con las que es mejor no cruzarse dentro de su grupo
de iguales, pero detrás de sus bravuconadas, ninguno se sentía significativo en realidad.
En común, compartían un déficit agudo de sentirse valorados por su familia.
En este mundo, los comportamientos son la base según la cual nos juzgamos unos a
otros. Cuando los jóvenes actúan de maneras intencionadamente crueles o
descaradamente agresivas, puede ser difícil que los adultos se sientan motivados a rascar
debajo de esos comportamientos superficialmente poco atractivos. Sin embargo, estar
173
dispuesto a hacerlo es el único modo en que niños como Anthony y Liza pueden ser
comprendidos y ayudados.
¿Acaso todos los niños que acosan sufren una mala vida en casa? Obviamente no.
¿Deben los profesionales y padres o madres excusar un comportamiento de acoso
cuando se enteran de las carencias en la crianza de los niños? En absoluto. Ya sea porque
proceden de una familia solícita y cariñosa o de una familia maltratadora y solitaria, la
verdad es que todos los niños tienen una historia. Cuando los profesionales y los padres
y madres están dispuestos a tender una mano a los jóvenes para conocer su historia, les
están ofreciendo la posibilidad de que escriban sus finales más felices.
174
Ejercicio: ¿Qué necesidades de desarrollo reconoce?
Piense en los niños con los que vive o trabaja que suelan mostrar un comportamiento de
acoso:
– ¿Qué necesidades de desarrollo tienen cubiertas esos niños?
– ¿De cuáles carecen?
– Al pensar en estos niños en términos de necesidades de desarrollo no cubiertas, ¿cómo
cambia su percepción sobre ellos?
– ¿Influirá en su modo de comportarse con ellos la próxima vez que muestren un
comportamiento de acoso?
– ¿Cómo puede cambiar su enfoque y al mismo tiempo seguir haciéndoles responsable
de sus acciones?
175
Necesidades relativas a la salud mental de los niños que
acosan
Como el acoso se caracteriza por actos repetitivos de agresión que lastiman
intencionadamente a los demás y que son cometidos por personas que tienen más poder
que sus víctimas, no debe sorprendernos que este comportamiento sea un indicador de la
existencia de inquietantes problemas mentales y conductuales, que incluyen el abuso de
sustancias, la depresión, la ansiedad (Sourander y col., 2007) y el comportamiento
criminal (Ericson, 2001). Meramente por razones de salud y seguridad pública, los
profesionales y los padres y madres deben tender la mano a los niños que acosan
mientras son pequeños y su comportamiento todavía es moldeable. Como dice el refrán,
los pequeños problemas se hacen mayores; si no se controlan, los pequeños actos de
crueldad, los menores arranques emocionales y los incidentes aislados de manipulación
se pueden convertir en comportamientos y patrones de acoso crónicos que causan
estragos en los hogares, las escuelas y las comunidades. Del mismo modo, los pequeños
actos de amabilidad y compasión por parte de los adultos marcan una enorme diferencia
para los niños que acosan porque se sienten solos, infravalorados e insignificantes.
176
Cómo tender la mano a los niños que acosan
Tender la mano a los niños que acosan para ayudarles a cambiar su comportamiento
agresivo no debe ser una tarea complicada. Más bien, como hemos descrito en este libro,
algunas de las cosas de mayor impacto que los profesionales y los padres y madres
pueden hacer son las cosas más simples.
Realizar intervenciones positivas
Muchos niños que acosan de forma crónica se acostumbran a ser llamados y castigados
por los adultos por su comportamiento. Si las primeras prohibiciones no cambian el
comportamiento del joven, sería lógico pensar que repetir las mismas acciones punitivas
tampoco lo hará. Incluso para los jóvenes que acosan sólo ocasionalmente, como
miembros de un grupo o debido a una dinámica social particular, el castigo acaba
estando tan engranado en la rutina de casa o en la cultura escolar que pierde su eficacia a
la hora de cambiar realmente el comportamiento no deseable.
Abby Potter (comunicación personal, 16 de mayo de 2013) de la Forbush School of
Sheppard Pratt Health System de Maryland, afirma que para lograr con éxito cambiar el
comportamiento de los niños, los adultos deben trabajar para crear una cultura de «cosas
permitidas» en lugar de «cosas prohibidas». En un sentido literal, esto puede significar
decir a un joven «por favor, usa las palabras para hablar de cómo te sientes» en lugar de
regañarle diciéndole «no pegues». A nivel más preventivo, los adultos crean culturas de
positividad cuando establecen unas reglas en casa, en la escuela o en un grupo que
fomenten las normas del respeto y la amabilidad. El truco es establecer unas condiciones
en las que los niños tengan la posibilidad de optar por comportamientos positivos en
primer lugar, y luego saber concretamente qué cambios realizar si comenten algún error.
177
Ejercicio: Crear una cultura de cosas permitidas
Piense en el tipo de situaciones de acoso más típicas en su vida o en su trabajo con los
niños. Anote los tres acontecimientos más recientes que le hayan causado preocupación.
Para cada uno, considere una intervención positiva que podría usar para tender la mano
al acosador y animarle a optar por otras opciones en su modo de interactuar con sus
semejantes.
¿Cómo compararía esta intervención positiva con una punitiva? Con ese niño en
mente, piense en cómo pueden diferir sus respuestas, en función de si usa un discurso
basado en cosas permitidas o en cosas prohibidas.
Empezar desde un lugar de bondad
El doctor Nicholas Long, educador con mucha experiencia y fundador del Life Space
Crisis Intervention Institute, afirma que si queremos que los jóvenes egocéntricos
contribuyan al mundo, primero deben experimentar la bondad, incluso cuando su
comportamiento sugiere que quizás no la merezcan. De hecho, Long considera la bondad
como «la herramienta más poderosa que los adultos tienen en su arsenal para transformar
a los jóvenes con problemas en jóvenes prometedores» (Brokenleg y Long, 2013).
La bondad no siempre surge naturalmente en los profesionales y en los padres y
madres después de presenciar o de enterarse de que un joven ha cometido un acto cruel.
Sin embargo, sólo empezando desde un lugar de bondad es como el niño puede sentirse
valorado y suficientemente apoyado como para estar dispuesto a examinar su
comportamiento o empezar a cambiarlo. Cuando a los jóvenes se les acercan unos
adultos que están dispuestos a escucharlos, suelen hablar. Cuando se les acercan unos
adultos que están dispuestos a acusarlos, suelen ponerse a la defensiva y negar que hayan
hecho nada malo. La decisión depende realmente del adulto: ¿cómo quiere que se
desarrolle su conversación con el niño?
178
Ejercicio: Las figuras de autoridad en su vida
Parte de crecer significa enfrentarse a las figuras de autoridad. En el caso de los niños,
relacionarse con los adultos es tan natural como respirar, pero con los chicos mayores,
los encontronazos parecen inevitables. Piense en las figuras de autoridad de su vida
cuando era pequeño. Considere lo siguiente:
– ¿Con qué tipo de adulto le resultaba siempre fácil hablar, confesarse e incluso admitir
su mal comportamiento?
– ¿Qué comportamientos concretos de los adultos le hacían sentirse seguro, apoyado y
valorado?
– ¿Cuáles de sus comportamientos solían quitarle las ganas de hablar o le daban ganas
de alejarse?
– ¿Cómo quiere que le recuerde el joven cuando piense en las figuras de autoridad de su
infancia?
Escuchar bien
Como hemos visto en la clave 1, sólo una pequeña porción del acoso se produce delante
de los adultos. Por lo tanto, la mayor parte de la información que reciben los adultos
sobre las agresiones no deseadas les llega indirectamente. No resulta extraño que las
figuras de autoridad empiecen una conversación con un niño acusado de acoso con la
idea muy clara (por no decir completamente convencidos) de la culpabilidad del niño. En
estas condiciones, es muy difícil que un adulto pueda escuchar bien. Más bien, la
mayoría de los adultos escucha exclusivamente los hechos que confirman su idea
preconcebida.
Desgraciadamente, esto prepara el camino para que el acosador acusado se sienta
más excluido. Cuando el niño siente que el adulto no está realmente interesado en su
historia o en intentar conocer su punto de vista, suele callarse. Se pierden entonces
importantes detalles sobre las percepciones y las ideas del niño, así como una verdadera
oportunidad de conectar.
Volviendo a las vidas de Ja’Meya y de Riley, está claro que no existen casos claros
de acoso, y que en ocasiones el agresor obvio es, en realidad, una víctima oculta. Lo que
para la acusación puede parecer un caso rotundo, suele incluir capas y capas de detalles
que son importantes para comprender toda la escena del crimen. Sí, en ocasiones, estas
capas apuntan de manera conclusiva al niño que actúa como acosador, pura y
simplemente. Pero en otras ocasiones hay una historia de trasfondo que es crucial. La
179
única forma de que los adultos puedan conocer esta historia es comprometiéndose a
escuchar bien en todos los casos.
Sustituir el subidón
En la clave 6, hemos hablado del subidón de dopamina que algunos jóvenes
experimentan cuando acosan. La mayor sensación de poder y el refuerzo de estatus
social que los niños obtienen con el acoso pueden resultar muy fortalecedores. Los
adultos pueden causan un impacto positivo poniendo fin al acoso si intentan ayudar a los
niños a encontrar formas alternativas de experimentar ese subidón en su centro de
recompensa cerebral. ¿Practicar un deporte refuerza su popularidad de un modo más
saludable que acosar a un niño vulnerable? ¿Actuar en una obra de teatro aportará a una
chica la atención positiva que tanto desea? ¿Se siente bien practicando artes marciales?
¿Danza? ¿Voluntariado? ¿Un trabajo después de la escuela? Para cada niño, la respuesta
será diferente, pero todo aquello que le aporte un retorno positivo le resultará
fortalecedor. Los adultos conectados pueden ayudar a los niños a identificar las
actividades concretas que canalicen sus fortalezas y les conduzcan hacia un camino
positivo.
Satisfacer las necesidades insatisfechas
Este apartado no pretende ser un cajón de sastre, sino más bien un importante
recordatorio de que todo comportamiento tiene un propósito. Los niños actúan (y se
portan mal) para satisfacer ciertas necesidades. Los adultos desempeñan un papel clave
en asegurarse de que las necesidades de desarrollo vitales para los jóvenes estén
constantemente satisfechas.
Pertenencia
En el caso de un niño con déficits de pertenencia, los adultos pueden centrar sus
esfuerzos en asegurarse de que el joven se siente incluido, aceptado y bien recibido en
diferentes grupos. Tanto si es en casa con los miembros de la familia como en la
cafetería de la escuela, en clase, en un equipo o en un club, las experiencias cotidianas de
sentir que encajan y que tienen su lugar son sumamente beneficiosas para los niños.
Algo tan aparentemente insignificante como que los adultos pasen diez minutos
interrumpidamente con un niño cada día o se aseguren de saludarle por su nombre cada
180
mañana cuando llega a la escuela son maneras prácticas y muy significativas de
transmitir a los niños la sensación de pertenencia.
Poder personal
Si un joven acosa para experimentar poder personal, los padres y madres pueden
ayudarle proporcionándole maneras significativas de participar en la familia, y los
profesionales pueden estructurar oportunidades en la escuela para que el niño tenga
cierta autonomía, muestre su liderazgo ante sus semejantes y tome decisiones
independientes. Los programas de amigos mentores descritos en la clave 6 son un
perfecto ejemplo de cómo ayudar a potenciar el poder positivo en los niños astutos
socialmente dándoles la responsabilidad de acompañar y proteger a otro socialmente
vulnerable.
Empatía
Muchos niños que acosan tienen déficits de empatía. Como hemos descrito en la clave 5,
la programación para el aprendizaje social y emocional puede hacer mucho para ayudar a
los jóvenes a tener más empatía hacia sus semejantes. Sin embargo, una forma más
potente para que los niños tengan más empatía es experimentando una empatía auténtica
por parte de los demás. Considere su propia experiencia vital. ¿Cómo aprendió a ser
empático? ¿Aprendió esta cualidad leyendo sobre ella en un libro? ¿La memorizó como
si se tratara de una fórmula matemática? Seguramente no fue de ninguna de estas
maneras, sino que probablemente aprendió a ser empático porque algunos adultos clave
de su vida le respondieron empáticamente durante sus momentos de necesidad. Así pues,
los adultos que tratan constantemente a los niños desde un lugar de bondad y de
compasión son un ejemplo y enseñan la empatía de la forma más auténtica.
181
Ejercicio: Manejar el conflicto y gestionar la ira
Los niños que acosan suelen tener pocas habilidades de resolución de conflictos y de
gestión emocional. Piense en un niño con el que viva o trabaje al que le cueste resolver
los conflictos con sus semejantes o gestionar las emociones. Anote como mínimo tres
maneras prácticas de ayudarle a cumplir estas necesidades insatisfechas.
182
Qué no funciona al tender la mano a los niños que acosan
Bazelon (2013) afirma que uno de los mayores peligros de las actividades de prevención
del acoso es el «celo de castigar». Podemos considerarlo el deseo inducido por los
medios de comunicación de dar una noticia jugosa o la necesidad de una persona
atareada de tachar una tarea de la lista de cosas por hacer; señalar a un único agresor y
ponerle como ejemplo de lo que sucede a los niños que se portan mal a menudo tiene
más que ver con satisfacer la necesidad de un adulto de ganar que con satisfacer la
necesidad del niño de aprender, corregir cosas y crecer. Los adultos implicados en la
parte disciplinaria de la prevención del acoso deben ser cautos y asegurarse de que sus
actividades estén enfocadas hacia el cambio de conducta del niño a largo plazo y no
hacia la satisfacción a corto plazo de los testigos.
En el último apartado de este capítulo, analizaremos cuatro categorías de disciplinas
que suelen ser inefectivas para ayudar y cambiar el comportamiento de los niños que
acosan.
Tolerancia cero y expulsión
La tolerancia cero es la política disciplinaria más ampliamente usada en las escuelas de
Estados Unidos. Se basa en aplicar unos castigos predeterminados cuando se infringen
las reglas escolares, sin tener en cuenta las circunstancias ni el contexto. En su forma
más pura, es expeditiva, basada en la igualdad y en la filosofía de que la justicia es ciega.
En su aplicación práctica, sin embargo, la tolerancia cero suele tener la consecuencia
no deseada de empeorar las cosas. En el caso del acoso escolar, los estudios demuestran
que sacar a los niños que acosan de la escuela no les ayuda, sino que más bien predice
mayores tasas de mal comportamiento y de expulsiones en el futuro (Espelage y
Swearer, 2010). Si ayudar efectivamente a los niños se basa en establecer unas
conexiones significativas, entonces romper estas conexiones mediante la tolerancia cero
y las expulsiones garantiza una mayor sensación de exclusión, de insignificancia y de
todos los déficits de desarrollo que alimentan el acoso en primer lugar. En el caso de la
tolerancia cero, el castigo está implicado en la causa del crimen.
Mediación entre iguales
Estoy a favor de los programas de mediación entre iguales, pero no en el caso de los
183
niños que acosan. Pienso que la mediación entre iguales enseña a muchos niños
importantes habilidades para la resolución de conflictos y de problemas de un modo
respetuoso. Pero en el caso de los niños que acosan, la mediación entre iguales puede
convertirse a efectos prácticos en una plataforma para la dominación autorizada entre
iguales. Ante los mediadores formados, los consejeros escolares, el personal docente y
cualquier otro espectador, los niños socialmente astutos que acosan pueden disfrutar del
previsible subidón de dopamina al aventajar y burlarse de su víctima menos hábil. Si el
niño acosado llora cuando está cara a cara con su acosador, esto refuerza aún más al niño
con déficit de empatía; en ese momento no siente remordimientos, sino que se siente
empoderado por la forma tan profunda de afectar a su semejante. En este escenario,
considere cómo una situación de mediación entre semejantes puede afectar a dos chicos
de secundaria de maneras muy diferentes:
El instituto de secundaria de Justin tenía un programa de mediación entre iguales
que era popular entre el personal administrativo, pero para la mayoría de los
estudiantes era objeto de mofa. Aparte de los pocos estudiantes de octavo curso que
eran elegidos a dedo por el director para ser mediadores, el resto de los estudiantes se
tomaban el programa a broma. Ser enviado a la mediación equivalía a ser etiquetado
públicamente como niño pequeño y seguir las recomendaciones de los mediadores
era lo menos guay que se podía hacer.
Así pues, cuando Justin admitió ante sus padres que el desgarrón en su nuevo
abrigo de invierno era resultado de una pelea en el autobús con Logan, y sus padres
denunciaron en incidente ante el director, los niños de la clase se rieron a carcajadas
cuando él y Logan fueron llamados por megafonía para ir al despacho del director.
«¡Mediación!» se burlaron todos a sabiendas.
Como primer paso estándar en la mediación entre semejantes, ambas partes
deben aceptar participar en ella. Ante el consejero escolar y dos mediadores de
octavo curso, Logan aceptó de inmediato. Justin, por su parte, dijo que no quería
participar en la mediación. Cuando le preguntaron por qué, no respondió. Cuando el
consejero escolar se lo volvió a preguntar en privado, Justin le explicó que Logan se
metía con él cada día en el autobús y que sabía que la mediación no iba a cambiar
nada. «Sólo va a empeorar las cosas para mí», dijo. El consejero escolar le
respondió: «Si estás diciendo que no estás dispuesto a participar en este proceso,
estás diciendo que no quieres que las cosas mejoren. Él está intentando hacer lo
correcto, Justin. Por lo que veo, tú eres el único que no está cooperando aquí. ¿Es eso
lo que quieres que cuente a tus padres?».
Al sentirse coaccionado, Justin volvió con el consejero escolar a la sala de
mediación. Contó su parte de la historia cuando le preguntaron. Logan escuchó sin
hablar. Cuando Logan tuvo la oportunidad de hablar, admitió todas las cosas que
hizo, pero explicó que sus acciones eran simplemente intentos de hacer que Justin
estuviera más abierto en el autobús. «Estoy intentando hacerle reír y que haga el
tonto con el resto de nosotros. Sólo quiero ayudarle a hacer amigos. Sabe, en el
184
autobús le consideran un auténtico perdedor —siguió Logan—, y yo sólo intentaba
implicarle más en nuestra conversación para que encajara. Pero supongo que no
puede hacerlo. Seguramente prefiere que todo el mundo siga viéndole como un idiota
de remate».
En este punto, uno de los mediadores de octavo curso intervino para recordarle
que no usara la palabra «idiota», pero luego permitió que Logan siguiera con su
difamación pasiva-agresiva de Justin, bajo la guisa de «intentar ayudar» a su víctima.
Al final, pidieron a los dos chicos que se pidieran perdón mutuamente y que se
dieran un apretón de manos. No hubo consecuencias para ninguno de los dos: ni se
los amonestó por el comportamiento pasado ni se les dio ningún consejo para sus
futuras interacciones en la escuela o en el autobús.
Justin se sintió incluso más humillado que antes. Había sido llamado ante sus
compañeros para participar en una mediación, presionado para participar en ella por
el consejero escolar, había tenido que quedarse sentado ante la humillación pública
de Logan, sin ganar absolutamente nada con todo eso. Al salir de la sala, Logan iba
detrás de Justin, pisándole los talones mientras salían del despacho del director, y le
susurró «Nos vemos en el autobús, cabrón».
Esta situación con Justin y Logan es demasiado típica en las mediaciones entre los
niños que acosan y sus víctimas minuciosamente seleccionadas. Los mediadores puede
que se sientan bien después de una mediación, pensando que han demostrado su
liderazgo en un problema escolar. Los adultos puede que se sientan bien, aliviados de
poder tachar un punto de su agenda. Los niños que acosan probablemente se sientan
genial, satisfechos consigo mismos por haber ganado. El niño acosado (aquél al que la
mediación pretendía ayudar) se siente más desmoralizado que nunca, ya que sabe con
toda certeza que no hay nadie en la escuela que pueda ver más allá de la fachada
socialmente hábil del acosador y que nadie le protegerá de futuros abusos en manos de
ese agresor con tan buen don de palabra.
Grupos de habilidades sociales formados exclusivamente
por niños que acosan
Como describimos en la clave 5, a los niños que acosan les pueden beneficiar mucho los
programas de aprendizaje social y emocional centrados en el desarrollo de la empatía, la
gestión de las emociones, las habilidades sociales, etc. La composición de estos
pequeños grupos, sin embargo, debe ser minuciosamente estructurada por adultos.
Cuando se junta a los niños que acosan de forma homogénea con la buena intención de
enseñarles habilidades prosociales, lo que suelen hacer es aprender de los demás nuevas
estrategias para dominar a los demás. No se desarrolla ninguna empatía cuando el único
propósito los miembros es bajarse los humos mutuamente. Cuando todos los jugadores
185
alfa están juntos en una sala, los esfuerzos para controlar a los iguales se desatan.
Justicia restaurativa
La justicia restaurativa es un enfoque cada vez más usado por las escuelas que buscan
alternativas a la tolerancia cero y a la expulsión. Su objetivo es fomentar que los jóvenes
desarrollen empatía hacia los demás manteniendo diálogos cara a cara en los que diseñan
planes de responsabilización y reparación. Tanto para los adultos como para los niños, la
justicia restaurativa ha demostrado ser transformadora (Center for Justice and
Reconciliation, 2008).
En la dinámica del acoso, sin embargo, en la que se producen grandes desequilibrios
de poder, este enfoque es menos efectivo, según Barbara McClung, responsable de salud
conductual del Oakland Unified School District (Brown, 2013).
Como sucede con la mediación entre semejantes, la justicia restaurativa no puede
funcionar bien si un niño socialmente poderoso no está dispuesto a reconocer o a intentar
de un modo sincero reparar el daño que ha causado.
186
Un reto para los lectores
Muchas grandes organizaciones y personas están trabajando activamente para poner fin
al acoso proporcionando perspicaces estrategias a los niños para manejar el acoso y
enseñar a los testigos a defender a las víctimas en todas partes. Muchos expertos enseñan
que poner fin al acoso empieza empoderando a los testigos (estoy de acuerdo) y explican
que cambiar el comportamiento de un niño que acosa es la parte más difícil (también
estoy de acuerdo).
En lo que difiero con estos expertos, sin embargo (y espero inspirarle a hacer lo
mismo) es en la filosofía de que como el comportamiento del niño que acosa es difícil de
cambiar, deberíamos abandonar nuestros esfuerzos de intentarlo. En mis años de trabajo
como trabajadora social y terapeuta de niños con problemas, he aprendido dos cosas que
me han enseñado lo contrario:
1. Los jóvenes que mejor saben alejarse de los adultos son los que realmente más
necesitan esas conexiones con los adultos.
2. Como adulto que quiere ayudar, es posible que no llegue a todos los niños que
conozca, pero nunca se sabe la vida de cuál de ellos puede ayudar a transformar,
así que tiene que intentarlo con cada uno de ellos.
Al considerar su papel para poner fin al acoso, le reto a pensar sobre el impacto
profundamente positivo que podría tener en todos los niños, especialmente en aquellos
que nunca esperaría poder ayudar.
187
10 estrategias prácticas para tender la mano a los niños
que acosan
1. Esté dispuesto a mirar más allá del comportamiento para comprender los
pensamientos, las sensaciones, las experiencias y las percepciones que mueven
cada una de las acciones del niño.
2. Enseñe a los niños las habilidades necesarias para manejar las emociones de un
modo saludable y para comunicarse con asertividad.
3. Practique la resolución constructiva de problemas con los niños que acosan.
Céntrese en maneras positivas con las que todas las partes ganen en la gestión
de los conflictos entre iguales.
4. Intervenga de forma temprana en la vida de los niños que acosan para ayudarles
a cambiar los patrones de comportamiento negativo y evitar los problemas de
salud mental crónicos.
5. Haga todo lo posible para proporcionar al joven una fuerte sensación de
pertenencia.
6. Salude a todos los niños por su nombre y con una sonrisa cada vez que entren
en casa, en clase, en el grupo, para ayudarles a sentirse conectados y valorados.
7. Estructure oportunidades para que los jóvenes practiquen el liderazgo
compasivo con sus semejantes de un modo que sea beneficioso para todos los
niños.
8. «Fijarse en los problemas, fijarse en las fortalezas» (Chambers, 2012). Haga
responsables a los niños de sus comportamientos negativos, pero céntrese más
en el cultivo de sus rasgos personales positivos y sus comportamientos
prosociales.
9. Cree una cultura de «cosas permitidas» en lugar de un entorno de «cosas
prohibidas».
10. Relaciónese con los niños siempre desde un lugar de bondad, incluso cuando su
comportamiento no le inspire a hacerlo.
188
CLAVE 8
189
MANTENER VIVA LA CONVERSACIÓN
Recientemente, una amiga y antigua compañera me confesó que estaba dispuesta a
empezar a usar el currículo de mi libro Friendship and Other Weapons (Whitson, 2011a)
en su escuela primaria parroquial cuando los administradores escolares le hicieron saber
que la escuela no quería hablar de acoso a los niños porque ello implicaba que había
algún problema.
Eso es lo que yo llamo esconder la cabeza bajo el ala. Algunos adultos, como los de
la citada escuela, optan por cerrar los ojos ante el problema del acoso porque quieren
salvar las apariencias ante sus comunidades, incluso a expensas de hacer lo correcto por
los niños a los que se supone que deben servir. Otros niegan el acoso por razones muy
diferentes: les preocupa tanto el bienestar de los jóvenes que descubrir que sus
intervenciones no han sido efectivas es demasiado doloroso de escuchar.
En el documental Bully, Alex es un joven que pide al personal de su escuela que le
ayude a manejar una situación de incesante tormento por parte de un compañero. En una
ocasión concreta, Alex cuenta que un compañero se le sentó encima de la cabeza, pero
afirma con frustración a los realizadores del documental que «no se hizo nada al
respecto». Cuando se pregunta a la administradora de la escuela sobre la denuncia de
Alex, ésta tiene una visión muy diferente de su gestión del incidente, insistiendo en que
sí que intervino hablando con el agresor y que, así, había resuelto el problema.
En su opinión, el hecho de que ese niño no haya vuelto a sentarse en la cabeza de
Alex es una prueba positiva del avance que ha logrado. Que el niño agresivo continuara
acosando a Alex de innumerables maneras diferentes le parecería irrelevante. Aparte de
su rápida y única conversación con el niño que le acosó, no hizo ningún otro seguimiento
para confirmar la efectividad de su intervención. Más bien, opta por lo que yo llamo
«modelo de intervenir y esperar». Como destaca la doctora Robyn Silverman (2012),
especialista en desarrollo infantil, «la ignorancia puede darnos felicidad, pero no es
efectiva para combatir el acoso».
Quizás, el problema de esta administradora escolar era que se sentía impotente. Con
las cámaras filmando, su reputación profesional en entredicho y el bienestar de un niño
en juego, se sintió obligada a encontrar una resolución rápida y presionada para que
fuera efectiva. Podría muy bien ser que, al hacer un seguimiento de la solución propuesta
(para descubrir que el problema había cambiado de forma; es decir, había crecido),
habría tenido unos sentimientos insoportables de impotencia, así que pensó que sería
mejor no hacer tal seguimiento.
Tristemente, no es la única persona adulta que responde de este modo. Muchos
adultos que quieren desesperada y verdaderamente el bien de los niños abandonan en su
190
intento de gestionar los incidentes de acoso porque se sienten muy abrumados por la
complejidad del reto y profesionalmente agobiados con la tarea. Convencerse a sí
mismos de que el problema o bien ya no existe o bien ha quedado resuelto con una única
intervención vuelve a reducir su nivel de ansiedad. Que la persona joven vulnerable esté
en realidad más segura o no se deja a un lado.
También hay adultos que funcionan estrictamente desde el punto de vista de la
gestión de riesgos. A estos adultos no les preocupa mucho mejorar la cultura escolar para
los niños, sino que les preocupa más su sustento. Para ellos, seguir los pasos para
intervenir en una situación de acoso es suficiente, aunque su intervención sea inefectiva,
poco sincera o insuficiente. Desde un punto de vista legal, estos adultos pueden decir
honestamente que han cumplido las obligaciones concretas dictadas por su escuela o por
la política antiacoso de su organización, así que tienen la conciencia tranquila. En otras
palabras, no quieren hablar más del tema.
Los adultos deben ir más allá de la política local, de las políticas escolares y de las
inseguridades personales para poder ayudar realmente a los jóvenes.
Cuando se niega el problema, los niños no están seguros. No pueden aprender y no
pueden desarrollar las habilidades necesarias para manejar el conflicto, que es una parte
inevitable del ser humano. Por otro lado, abrir un diálogo sobre el conflicto, sobre las
amistades y sobre cómo navegar con éxito por las aguas en ocasiones movidas de ambas
cosas es una manera simple de enseñarles que nos importan lo suficiente como para
escuchar sus experiencias. En la última clave de este libro, hablaremos de estrategias
para mantener un diálogo abierto sobre el acoso e insistir en las intervenciones bien
enfocadas y efectivas que ayuden a poner realmente fin a este problema.
191
¿Acaso estamos simplemente hablando más del tema?
Tanto en mis talleres programados como en mis conversaciones informales sobre el tema
del acoso, los profesionales y los padres y madres suelen preguntarme: «¿El acoso es
realmente peor hoy que cuando éramos niños, o simplemente estamos hablando más de
ello?».
Mi respuesta a esta pregunta es un enfático «sí».
La total disponibilidad de los teléfonos móviles, mensajes, correos electrónicos y
redes sociales ha intensificado el impacto del acoso, proporcionando a los jóvenes
formas privadas de humillar a los demás y maneras públicas de difundir rumores a un
público a gran escala. Al mismo tiempo, con libros pioneros, películas y coberturas
mediáticas se ha puesto el foco en un fenómeno que durante generaciones se ha
desarrollado muchas veces en secreto.
Cuando me adentré por primera vez en el tema del acoso, mis instintos me decían
que estaba explorando un territorio inhóspito, que el acoso que se está produciendo
actualmente es cualitativamente diferente y peor que cualquier otro que las generaciones
anteriores hayan sufrido. Aunque es divertido sentirse como un pionero, ahora,
humildemente, veo las cosas de un modo distinto. Innumerables adultos han compartido
conmigo la experiencia de haber sido acosados en sus años de primaria, secundaria y
bachillerato (en ocasiones cuarenta años atrás) y, aunque cabría esperar que ese dolor se
hubiera templado tras años de experiencias vitales y el beneficio de la perspectiva adulta,
el relato reiterado de esas historias de crueldad les provoca una emoción que es igual de
cruda que la que escucho contar a la generación actual de jóvenes. Ahora, estoy
convencida de que el acoso ha sido insoportable para sus víctimas desde que los niños
son crueles, y que hablar de ello, ya sea en ese mismo momento o décadas después, es
importante. Los recientes estudios, las publicaciones y la atención prestada por los
medios al acoso han dado a una cantidad innumerable de víctimas (pasadas y presentes)
una voz para compartir sus experiencias, ahora que finalmente se dan cuenta de que no
están solos.
«¿Simplemente estamos hablando más del tema?», me pregunta la gente.
«Sí —respondo—, ¡finalmente estamos hablando más del tema!».
Ahora bien, suele haber una diferencia entre decir la pregunta y formular la pregunta.
Entiendo que cuando algunos profesionales y padres y madres me preguntan si
simplemente estamos hablando más de ellos, su pregunta procede de un lugar de
escepticismo; lo que realmente quieren saber es: «¿Realmente es para tanto?».
Es interesante, pero casi nunca tengo la oportunidad de responder la primera a esta
pregunta indirecta. Cuando se formula en un contexto de grupo, los padres y madres que
ya han superado la experiencia del acoso con sus hijos son los primeros en levantarse y
ofrecer su testimonio emotivo y desgarrador sobre lo duro y viral que puede ser el acoso
192
en la actualidad. Pido a todo el mundo que recuerde aquello de «eso es cosa de niños»
tras escuchar a una madre describir cómo su hija recibe mensajes por la noche diciéndole
«suicídate ya y acaba con todo de una vez». Aun así, en ocasiones tengo que presenciar
cómo algún asistente a mis talleres mantiene su escepticismo sobre lo mucho que puede
herir el acoso tras escuchar a una chica de catorce años confesar su intento fallido de
suicidio (como respuesta desesperada ante tres interminables años de ser llamada «puta»
(es virgen) y «drogata» (nunca ha consumido drogas) por sus «amigas» en la escuela.
En lugar de acostumbrarme a las historias que me cuentan niños, padres, madres,
maestros y consejeros, cada vez me preocupan y me horrorizan más los tipos de agresión
a los que se enfrentan los jóvenes. «¿Estamos simplemente exagerando más de la
cuenta?», pueden pensar algunos. «Eso es lo que parece siempre y cuando no te suceda a
ti», confirman los testigos. Mantener un diálogo abierto sobre el acoso y asegurarnos de
que seguimos arrojando luz sobre este tema que antaño permanecía oculto en la sombra
es la única manera de lograr que tanto los adultos como los niños se hagan responsables
de poner fin a este problema de tan larga duración.
193
Qué pueden hacer los padres y madres cuando desde la
escuela se quita importancia al acoso
Otro tema habitual que me cuentan los padres y madres sobre el acoso es su frustración
(y demasiado a menudo su desesperación) cuando denuncian incidentes de verdadero
acoso al personal de la escuela y éste les resta importancia o directamente se olvida de
ello. A pesar de los carteles de «Zona libre de acoso» colgados en las paredes de la
cafetería de la escuela y la política de tolerancia cero de la que han alardeado durante la
reunión de vuelta a la escuela, muchos padres denuncian que en realidad, según su
experiencia, la escuela prefiere no tratar en absoluto el problema. Afirman que las
respuestas que reciben de los profesores de sus hijos y de los administradores de la
escuela sirven sólo para lavar sus conciencias:
–
–
–
–
–
Yo no lo he visto, y no puedo confiar sólo en las afirmaciones de su hijo.
Ya sabe, es cosa de niños.
Son cosas que pasan. Seguro que pronto se olvida.
Su hijo debería tener la piel más gruesa.
El niño al que está acusando de acoso es un estudiante honorable y vicepresidente del
consejo escolar. No puedo creer que haga algo así. ¿Está seguro de que su hijo no está
exagerando?
Ésta es la cuestión: para cuando el joven ha hecho acopio del valor necesario para
contar a un adulto el tormento que ha sufrido en manos de un compañero, por lo general
ya ha agotado todas sus habilidades de manejo de la situación. El niño ya ha probado con
ignorar al acosador, evitar su tortura, defenderse de un modo asertivo, pedir el apoyo de
un amigo y usar el humor para parar las burlas del acosador. El joven ha cerrado su
página en Facebook y ha dejado por completo de mandar mensajes, esperando que si
desaparece del bucle tecnológico podrá encontrar cierto respiro a tanta crueldad. Sin
embargo, el acoso persiste. Ahora, el niño se siente impotente, afligido, y quizás incluso
desconfíe de todos los consejos que haya recibido de los adultos sobre cómo hacer frente
al acoso por sí solo, porque ninguno ha funcionado. Sin embargo, decide intentarlo (a
pesar del riesgo de sentirse humillado y avergonzado) y contar a sus padres cómo todo el
mundo en la escuela se le ha girado en contra.
Los padres toman la decisión de llamar al maestro del niño y contarle lo que ha
sucedido: los insultos, los mensajes crueles, la exclusión en el almuerzo, las risitas en los
pasillos, los empujones en el autobús y las amenazas de daños físicos (el aviso de ayer:
«Voy a terminar contigo si mañana vienes a la escuela»). Hablar y pedir ayuda es difícil
para muchos padres y madres. Los cuidadores protectores tienen la profunda necesidad
de creer que pueden hacer lo correcto para sus hijos sin ayuda. Seguros, sin embargo, de
194
que han hecho todo lo necesario para manejar el problema de su hijo
independientemente y sabiendo que el acoso (y la desesperación) de su hijo no está sino
empeorando, los padres reticentemente llaman a la escuela. Muchos de estos padres y
madres me han dicho que una parte de ellos se sentía finalmente aliviada al compartir la
carga de sus hijos con profesionales.
Demasiado a menudo, su alivio dura muy poco.
Cada vez más, cuando hablo con padres y madres cuyos hijos han sufrido acoso, me
cuentan la misma experiencia de ver cómo los adultos responsables de proteger a los
niños en la escuela restan importancia a su preocupación. Los padres y madres me
preguntan: ¿qué debemos hacer cuando denunciamos el acoso a la escuela y la escuela
quita hierro a nuestra preocupación?
Ésta es la conversación que solemos tener: primero, hablamos un poco de por qué
algunos miembros del personal escolar restan importancia a las denuncias de acoso
formuladas por padres y madres preocupados. Hablamos de todos los obstáculos para
poner fin al acoso que he descrito en la clave 1, incluyendo lo fácil que puede ser que los
incidentes de agresividad bien ocultos puedan pasar por alto al personal de la escuela,
cómo las listas interminables de cosas por hacer pueden hacer que los maestros estén
menos disponibles para intervenir, cómo la mentalidad de que «son cosas de niños»
permite a algunos adultos minimizar el problema del acoso, y cómo los sentimientos de
impotencia suelen agobiar a unos adultos que, en otras circunstancias, serían atentos y
bien intencionados.
Después de hablar de las diferentes razones por las que algunos adultos quitan
importancia a las denuncias de acoso, me gusta trabajar con los padres y madres para
preparar estrategias realistas para captar la atención y la concentración del personal de la
escuela. El punto en el que más insisto es en que los niños necesitan reunir mucho coraje
para hablar con sus padres y madres sobre el acoso. Es una experiencia tan
profundamente dolorosa y humillante que incluso a los niños con relaciones de mucha
confianza con sus padres les cuesta revelar que están siendo víctimas. Por lo tanto,
cuando los niños cuentan que están siendo acosados, es imperativo que los padres y
madres reconozcan el coraje de compartir esa experiencia y que se conviertan en sus
defensores.
No exagero cuando les digo a los padres que se pongan la capa de héroes y que se
dispongan a ser superhumanos, porque en muchos casos la situación se va a convertir en
así de difícil. En cualquier caso, es lo que su hijo se merece. Así pues, ¿qué pueden hacer
los padres y madres cuando sus denuncias de acoso son infravaloradas por el personal de
la escuela?
Hablar, hablar, hablar
El método de intimidación preferido de los acosadores es mantener aislada a la víctima.
195
La mejor estrategia de los padres y madres para contrarrestar el acoso es tender la mano
al máximo número de personas para asegurarse de que el acoso llega a su fin. Si ha
hablado con el maestro de su hijo y ha recibido una respuesta insípida, desinteresada o
que minimiza el problema, que no le disuada. Siga hablando con otros miembros del
personal escolar (preferiblemente según la cadena de mando) para asegurarse de que su
voz (y, sobre todo, la voz de su hijo) se escuche.
En lugar de pedir emotivamente una reunión inmediata con un representante de la
escuela, los padres, madres y cuidadores deben mantener la cabeza bien alta y llamar
para pedir una cita con el maestro, el consejero, el trabajador social de la escuela, el
director, o con todos los anteriores. Si siguen sin responder a sus preocupaciones sobre
las necesidades de su hijo, los padres y madres deben recurrir a la organización de padres
y maestros, al consejo escolar local, al superintendente del distrito, o incluso a la policía
local si están preocupados por la seguridad de su hijo.
Los padres y madres también deben contar a sus vecinos y al resto de padres y
madres lo que está ocurriendo. Recuerdo a los padres que no deben atacar a la escuela ni
chismorrear sobre el niño que está acosando de un modo que manche su propia
integridad, sino que se aseguren de contar con la ayuda de cualquiera que pueda resolver
la situación y ayudar a poner fin al acoso.
Otra recomendación que doy a algunos padres y madres es que lleven su
preocupación a la red. La comunidad de blogueros puede ser una rica fuente de apoyo,
orientación y consejos prácticos de otros padres y madres que ya han pasado por esa
situación y cuyos niños están siendo acosados. Del mismo modo, los medios de
comunicación están cada vez más interesados en el problema del acoso. Si los padres y
madres no pueden convencer al personal de la escuela para que asuma su
responsabilidad, quizás lo hagan los medios. La escritora de libros sobre la prevención
del acoso Jacqui DiMarco (2011) aconseja a los padres «hacer el máximo ruido
agradable posible hasta lograr una resolución».
Documentar, documentar, documentar
Es crítico que los padres, madres y cuidadores anoten el relato de los incidentes de acoso
de sus hijos. Deben anotar el máximo de detalles posible, porque la memoria suele ser
corta y los detalles pueden quedar fácil y comprensiblemente distorsionados por la
emoción. Cuando los padres se pongan en contacto con el personal de la escuela de su
hijo, deben anotar con quién hablan y cuándo. Los padres que quieran realmente aportar
un cambio en la vida de su hijo deben documentar las respuestas del personal escolar,
palabra a palabra, si es posible. Antes de reunirse con un maestro, consejero o directora,
los padres y madres también deben anotar sus objetivos para esa conversación.
Posteriormente, deben anotar las resoluciones acordadas y pedir a todas las partes
implicadas que firmen el documento para mostrar su acuerdo.
196
Documentar las conversaciones, decisiones y planes de acción acordados ayuda a los
padres, madres y personal escolar a estar en la misma página en unos momentos que
pueden ser emotivos. Establecer un rastro documental no es un proceso infalible, sino
una forma efectiva de mantener a todas las partes implicadas organizadas, informadas y
orientadas hacia los objetivos.
Los padres y madres de niños con un Plan Educativo Individualizado (PI) deben
pedir que se incluya en el plan de esos niños un objetivo sobre el acoso. El redactado del
objetivo debe ser claro, y debe incluir acciones concretas que el personal escolar
realizará si se entera de la existencia de un posible acoso. Los PI son documentos legales
y, como tales, las escuelas se los toman muy en serio. Establecer un plan de acción legal
relacionado con el acoso es un importante nivel de protección para los padres y madres y
para los niños. Aún más, su inclusión en un PI garantizará que el tema del acoso (y su
objetivo de ponerle fin) se revise cada vez que haya una reunión sobre el PI de su hijo.
Insistir, insistir, insistir
Simmons (2011) afirma que cuando un niño no piensa que su situación vaya a mejorar,
la fuerza que sus padres le muestren puede ser sumamente tranquilizadora. Así pues,
mostrar la determinación resuelta y tenaz de persistir hasta que se traten de forma
adecuada sus preocupaciones es una de las cosas más importantes que los padres y
madres pueden hacer por sus hijos. Esta voluntad de determinación comunica a los niños
que sus preocupaciones son válidas, que su seguridad es capital, y que merecen todo su
tiempo y esfuerzo.
Recuerde, para cuando un niño cuenta a su padre o madre el acoso que está
sufriendo, con toda probabilidad lleva manejando el problema durante mucho tiempo y
se está sintiendo desgastado y desmoralizado. Cuando un padre o madre muestra que
cree lo que le cuenta su hijo, se toma en serio su preocupación y está dispuesto a
defenderle persistentemente, la autoestima del niño puede volver a crecer.
Los anuncios en los servicios públicos y los carteles que dicen a las víctimas que
denuncien el acoso no significan nada si, cuando los niños y sus familias reúnen el coraje
de denunciarlo, se encuentran ante el descrédito, la negación y la minimización del
problema por parte del personal de la escuela. ¿Qué tipo de mensaje están mandando los
adultos? ¿Qué mejor forma hay de violar la confianza de un niño y de crear una
sensación de impotencia e indefensión? Los adultos no pueden seguir fallando así a los
niños.
Un paso controvertido por el que optan algunos padres es pedir a los administradores
de la escuela que permitan a sus hijos saltarse algunas clases concretas en las que están
siendo acosados o cambiar directamente de escuela si están siendo víctimas del acoso de
varios compañeros. Las personas que están en contra de sacar a los niños de situaciones
problemáticas afirman que éstos deben aprender a resolver directamente el acoso. Un
197
padre al que entrevisté insistía: «En la vida real, no siempre puedes escapar de una mala
situación con un vecino o en el trabajo, así que los niños deben aprender que no pueden
salir corriendo ante un problema». Aunque es totalmente cierto que a los niños les va
bien desarrollar habilidades para manejar los conflictos de forma independiente, es
igualmente cierto que no se gana nada manteniendo a los jóvenes en situaciones de
impotencia.
En realidad, cambiarlos de escuela o sacarlos de ciertas clases no equivale a ponerlos
en una vitrina protegiéndoles de cualquier adversidad; significa que hay un adulto fiable
y compasivo que se levanta y realiza unas acciones definitivas para mantener a un joven
seguro a nivel físico, emocional y psicológico. Aunque no recomiendo que los padres
tomen esta decisión a la ligera ni que el cambio de escuela sea su primera respuesta ante
un conflicto con compañeros, sí que apoyo el hecho de emprender acciones decisivas
cuando sea necesario para sacar a los niños de unas dinámicas dañinas con sus
semejantes. En el caso de este estudiante de segundo año de bachillerato, fue una acción
que le salvó la vida.
Tucker era un estudiante de quince años que iba a un centro de secundaria
cristiano muy conservador. Los maestros y el personal de la escuela creían
rotundamente que la homosexualidad era un pecado, así que aunque sabían enseñar
la compasión y la tolerancia como parte de sus valores escolares generales, miraban
activamente hacia el otro lado cuando los niños utilizaban un lenguaje despectivo
sobre las personas homosexuales.
Desde siempre, Tucker recordaba que los niños le decían que de mayor sería
homosexual porque participaba en varias actividades teatrales de su comunidad.
Cuando llegó a secundaria, el acoso sobre su identidad sexual se había vuelto feroz,
desde agresiones físicas en la sala de taquillas donde los niños le acusaban de
mirarles en la ducha, hasta burlas verbales constantes y amenazas violentas. Tucker
temía a diario ir a la escuela. Sus notas cayeron en picado, perdió peso y le costaba
dormir por la noche.
En primaria y secundaria, Tucker intentó manejar el acoso por su cuenta, pero en
su primer año de bachillerato se sentía abrumado y decidió confesar a sus padres lo
que le había estado ocurriendo. Primero, quitaron hierro a su relato y le dijeron que
ignorara a los demás. Pero cuando vieron que sus notas empeoraban y que cada vez
estaba más excluido, sin embargo, adoptaron todos los pasos necesarios para
contactar con el personal de la escuela, pedir a sus maestros que actuaran y exigir
seguridad para su hijo. Los padres de Tucker habían estudiado en el mismo centro
cristiano y eran miembros activos de su consejo de padres, madres y maestros.
Fueron rápidos en defender al personal de la escuela y lentos en llegar a la
conclusión de que la escuela no era un entorno saludable para su hijo, pero tras
dieciocho meses de palabras vacías ante sus muchas concretas y documentadas
denuncias de acoso físico, verbal y cibernético, los padres de Tucker tomaron la dura
decisión de cambiar a su hijo de escuela.
198
Tucker fue transferido en mitad del décimo curso a una escuela pública de un
pueblo vecino. En sus propias palabras, «nunca miró atrás». Sus notas volvieron a ser
excelentes, su peso volvió a ser normal, volvió a descubrir el placer adolescente de
dormir hasta tarde y encontró un grupo de amigos que le apoyaba. Tucker decía que
de vez en cuando seguían llamándole gay, incluso en la nueva escuela, pero que se
sentía seguro porque sabía que el personal de la nueva escuela intervendría cuando lo
descubriera y que la mayoría de sus amigos le apoyaba cuando le atacaban.
En el almuerzo de celebración posterior a su ceremonia de graduación, Tucker
dijo a sus padres que lo mejor que habían hecho jamás por él había sido sacarle de
esa escuela cristiana. Cuando le preguntaron por qué ese cambio había sido tan
importante, dijo que sabía que esa decisión había sido muy difícil para ellos debido a
sus profundas conexiones con la escuela, pero que su voluntad de dar un paso
adelante para que él estuviera seguro fue el apoyo más grande que jamás había
sentido en toda su vida.
También reveló a sus padres por primera vez que, durante su segundo curso de
bachillerato, había considerado seriamente el suicidio como una forma de escapar al
acoso que llevaba sufriendo tantos años. Explicó: «Antes de saber que el cambio de
centro era una opción, no pensaba que tuviera escapatoria a esa tortura diaria. Lo
único que sabía era que no podía seguir viviendo así. Cambiar de escuela me enseñó
que podía volver a sentirme feliz y en paz. Me hizo sentir que en realidad quería
volver a vivir. Hasta entonces, había perdido por completo las ganas».
199
Ejercicio: ¿Qué podemos hacer para convertirnos en los
defensores de un niño?
¿Se ha encontrado en la situación de tener que defender los derechos o las necesidades
de un niño? ¿En qué situación? ¿Cómo se aseguró de que se realizaban las acciones
necesarias en nombre del niño, independientemente de los obstáculos? ¿Cómo puede
aplicar estas lecciones para ayudar a un niño a obtener la ayuda que necesita para
manejar una situación de acoso?
200
Qué pueden hacer las escuelas para mantener viva la
conversación sobre el acoso
Las escuelas y otras organizaciones que trabajan con jóvenes desempeñan una función
vital para mantener el tema del acoso muy presente en la mente de las personas. Si son
inteligentes, lo harán centrando las conversaciones en los esfuerzos de prevención
constantes y el cultivo permanente de una cultura de grupo respetuosa, en lugar de
simplemente reaccionar a lo que publican los medios de comunicación, de ser punitivas
y orientarse sólo a resolver las crisis. Como nos estamos acercando al final de este libro,
me centraré en tres estrategias prácticas que las escuelas y las organizaciones que
trabajan con jóvenes pueden emplear para que poner fin al acoso sea un tema constante
de conversación, centrado intencionadamente en soluciones positivas.
Realizar encuestas en toda la escuela
Como se suele decir, sólo se puede corregir lo que se conoce. Una de las mejores formas
que tienen las escuelas de recopilar, analizar la información sobre el clima escolar, las
relaciones entre semejantes y la actividad de acoso y actuar con conocimiento de causa
es realizar encuestas frecuentes tanto a estudiantes como al personal docente. La Harvard
Graduate School of Education (2013) recomienda las siguientes estrategias para usar las
encuestas de manera efectiva:
– Las escuelas deben realizar encuestas dos o tres veces al año. Las encuestas se deben
administrar a principios de curso y de nuevo a mediados o al final de curso para
valorar el progreso y ajustar las intervenciones basándose en los resultados.
– Las preguntas de la encuesta deben preguntar acerca de lo siguiente:
– Con qué frecuencia, cuándo y dónde se produce el acoso.
– Si los estudiantes tienen compañeros y adultos en los que confiar.
– Si los estudiantes y el personal docente creen que la escuela cumple con
los valores que dice tener.
– Si los estudiantes tienen síntomas de depresión, ansiedad o soledad.
– Las encuestas pueden ser cortas y ser rellenadas por los estudiantes y el personal
docente de manera anónima.
– Las escuelas deben nombrar a un grupo líder de administradores, personal, padres,
madres y estudiantes (si es posible) para revisar los datos y establecer un plan de
201
acción.
– Los resultados se deben compartir con toda la comunidad escolar para impulsar el
cambio y establecer una verdadera rendición de cuentas.
Todas las escuelas pueden beneficiarse del uso de las encuestas generales sobre el
acoso, no sólo aquellas que ya son conscientes de que tienen un problema con el acoso.
De hecho, una de las mayores ventajas de las encuestas es que el personal escolar que no
está al corriente de las dinámicas de acoso existentes puede enterarse de lo que realmente
se cuece bajo la superficie.
Para aquéllos a quienes preocupe el hecho de remover demasiado las cosas, pueden
estar seguros de que las encuestas generalizadas y anónimas no causan acoso, ni crean
falsos positivos. En lugar de eso, los buenos métodos de recogida de información pueden
dejar al descubierto una agresividad bien oculta que, si se mantiene escondida, puede
erosionar la cultura de todo el alumnado.
Organizar eventos para los estudiantes, el personal
docente, los padres y madres y los miembros de la
comunidad
Los eventos que incluyen a toda la escuela acercan a las personas. Desde los
planificadores hasta los participantes, pasando por todas las personas que están en
medio, cuando las escuelas dedican tiempo y recursos a organizar un evento, dejan muy
claro cuáles son sus valores. ¿Qué podría ser más importante para una escuela que
declarar con orgullo que prioriza el bienestar físico, emocional y social de sus
estudiantes? Los eventos que incluyen a toda la escuela pueden ser a gran escala o en
pequeños grupos, festivos o formales, de pago o gratuitos. Entre las ideas de actividades
de prevención del acoso patrocinadas por la escuela para que los estudiantes, maestros,
padres y madres y miembros de la comunidad no dejen de hablar del acoso figuran:
Formación continua para el personal
El personal profesional debe realizar unos días de formación continua cada año
académico. Aunque la mayoría de estas jornadas se centran en temas estrictamente
académicos, sigue habiendo mucho margen para equipar a los educadores con
herramientas que los empoderen para comprender, reconocer y responder con efectividad
al acoso en las escuelas. Idealmente, estas oportunidades deberían ir más allá de las
revisiones políticas memorizadas e interesar realmente a los maestros con estrategias
202
prácticas, estrategias fáciles de implementar en el aula y la confianza de que sus actos
diarios pueden marcar y marcan la diferencia a la hora de cambiar la cultura del acoso en
su escuela.
La escuela puede optar por ofrecer formación sobre cómo evitar el acoso por parte de
un experto externo. En ocasiones, la gente de fuera es la mejor para dinamizar, inspirar,
ofrecer nuevos puntos de vista y enseñar nuevas ideas al personal. Por otro lado, las
personas que vienen de fuera de la escuela o de la organización no siempre gozan de la
confianza de los miembros del público. El personal suele dudar de que un consultor
contratado sepa lo suficiente sobre su grupo concreto para poder hacer recomendaciones
pertinentes. Y seamos honestos: algunos profesionales están cansados de los «expertos»
que vienen de fuera para decirles cómo deben hacer su trabajo.
Muy a menudo, un miembro de la comunidad escolar con una buena formación en la
prevención del acoso es la mejor persona para impartir un curso al personal escolar sobre
cómo intervenir de manera efectiva en la escuela. Otro beneficio claro de este facilitador
interno es que puede orientar a los demás colegas en cualquier momento del año
académico. Finalmente, por supuesto, los formadores internos suelen salir muy rentables
a las escuelas que tienen presupuestos ajustados.
Los educadores también pueden optar por asociarse con otras escuelas y
profesionales de su zona para impartir formación sobre la prevención del acoso. Los
partenariados estratégicos son una excelente manera de unir recursos y beneficiarse de
las experiencias compartidas. Pequeñas conferencias con varios ponentes diferentes
puede ser una muy buena manera de ofrecer múltiples puntos de vista sobre el acoso y
sobre diferentes ideas de intervención y, al mismo tiempo, ser una excelente oportunidad
a nivel de relaciones públicas para que las escuelas muestren a toda la comunidad su
compromiso a la hora de poner fin al acoso.
Asambleas de niños
Existe todo tipo de posibilidades para planificar asambleas escolares de estudiantes. A
los jóvenes les suelen gustar las visitas de escritores en las que los autores leen en voz
alta sus historias ficticias sobre acoso, les animan a participar en interesantes actividades
de aprendizaje, y les firman autógrafos de sus libros como recuerdo. Los estudiantes del
ciclo superior de primaria y de secundaria a menudo son un público difícil para las
presentaciones tradicionales, pero se les puede atraer con ponentes experimentados que
los motiven y los reten a pensar en el acoso de maneras novedosas. Por ejemplo, las
presentaciones prácticas sobre cómo los testigos pueden convertirse en aliados
proporcionan a los niños las habilidades que tanto necesitan y pueden resultar
especialmente capacitantes para los jóvenes que quieren desesperadamente conocer
maneras realistas de actuar cuando ven situaciones de acoso. Los estudiantes de
bachillerato pueden encontrar interesantes las presentaciones centradas en el impacto de
203
la tecnología en las relaciones entre semejantes y que incluyan información realista sobre
las cuestiones legales relacionadas con el ciberacoso.
En el apartado de recursos de este libro figura una lista de ponentes y de
organizadores que ofrecen cursos para educadores y recursos para grupos de niños.
Foros comunitarios para padres y madres
A menudo, los padres, madres y cuidadores tienen menos oportunidades de informarse
adecuadamente sobre el acoso que los profesionales y los niños. Las organizaciones de
padres, madres y profesores de la escuela son el grupo perfecto para promocionar los
foros educativos centrados en proporcionar información y, quizás igual de importante,
reforzar la sensación de colaboración entre el personal de la escuela y los padres y
madres. Aunque la dinámica habitual consiste en que padres y madres y educadores se
enfrenten cuando se trata de actuar ante los incidentes de acoso en las escuelas, el uso de
foros educativos puede reunir a todos los adultos estableciendo un diálogo continuo, un
lenguaje común y unos objetivos compartidos. Cuando los padres y madres y las
escuelas funcionan como socios, los niños salen ganando.
Además, los padres y madres suelen actuar de un modo aislado. Mientras que los
niños interactúan a diario en la escuela, sus padres y madres raramente se conocen y casi
nunca interactúan. Estos foros educativos patrocinados por la escuela les dan la
oportunidad de conocerse, hablar, alinearse en una causa común para poner fin al acoso
y sentir que no están solos en sus esfuerzos por apoyar a sus hijos.
Proyecciones especiales
Cuando el documental Bully se lanzó en 2012, también se lanzó la campaña 1 Million
Kids del Bully Project, en un intento de que como mínimo un millón de estudiantes viera
el documental. Se invitaba a todas las escuelas a programar pases de la película con los
estudiantes y el personal escolar, y también se facilitaba gratuitamente material para la
realización de debates en grupo. Se sigue animando a los profesionales a proyectar el
documental con grupos de niños de secundaria y bachillerato, y a usarlo como trampolín
para mantener importantes conversaciones sobre el acoso. Las historias reales de este
documental proporcionan un interesante material para los debates en grupo y la
autorreflexión. Aunque gran parte del contenido del documental es doloroso de ver, esta
emocionalidad es precisamente lo que hace que Bully sea impactante para los niños y tan
adecuado para los debates en grupo. Encontrará información sobre cómo programar un
pase de la película y el posterior debate en www.thebullyproject.com.
204
Reforzar las iniciativas impulsadas por los estudiantes
A menudo, las mejores ideas sobre qué funciona y qué no en la lucha para poner fin al
acoso proceden de los propios niños. Después de todo, los jóvenes son los que mejor
conocen los entresijos de las dinámicas sociales en su escuela. Del mismo modo, los
estudiantes son los mejor posicionados para comprender el tipo de iniciativas que
funcionarán realmente con sus semejantes y que les inspirarán sinceramente a cambiar
los comportamientos de acoso.
Los investigadores han llegado a la conclusión de que para que las iniciativas
promovidas por los estudiantes funcionen realmente deben cumplirse dos condiciones
(Collier, Swearer, Doces y Jones, 2012):
1. Las iniciativas impulsadas por los estudiantes funcionan mejor cuando un adulto
competente y formado los guía y los apoya.
2. Los estudiantes que pueden atraer y motivar a otro grupo de estudiantes suelen ser
más efectivos que los que intentan operar por su cuenta.
Otra consideración para los adultos es intentar espaciar el desarrollo de iniciativas
promovidas por los estudiantes a lo largo del año escolar, en lugar de agruparlas todas en
un único momento del año. Las iniciativas antiacoso funcionan mejor en forma de
mensajes coherentes, integrados en la vida diaria de los estudiantes, en lugar de como un
breve conjunto de actividades centradas en torno a una semana o mes de concienciación
sobre el acoso.
205
Ejercicio: Hacer posible el movimiento
¿Cómo crear las condiciones que empoderen del mejor modo posible a los niños de su
escuela, comunidad o incluso familia para que adopten un papel de liderazgo para
cambiar las normas sociales destructivas y poner fin al acoso? Escriba al menos tres
acciones concretas que pueda realizar para facilitar el proceso que permita que un niño
sea realmente capaz de conducir a sus semejantes hacia un cambio social positivo.
«¿Me está pidiendo que alce la voz a propósito?»
Una consideración importante cuando se trata de empoderar las iniciativas promovidas
por los estudiantes es que muchos jóvenes se pasan la mayor parte del día intentando
diferenciarse de la multitud o subvertir las cosas de un modo u otro. De hecho, encajar
suele ser la primera línea de defensa de los niños para evitar convertirse en la diana del
acoso. Para tener la confianza de alzar la voz como líderes, los niños primero deben creer
que estarán seguros al hacerlo.
Como suele decirse, la cantidad aporta seguridad. Las iniciativas promovidas por los
estudiantes para detener el acoso son un vehículo ideal para las actividades de los
programas de amigos mentores descritos en la clave 6. Cuando un estudiante con un
capital social elevado se junta con otro más vulnerable para desarrollar y promover una
campaña antiacoso básica, ambos pueden reforzarse mutuamente al inicio y hacerse más
fuertes al inspirar a otros estudiantes de todos los extremos de la jerarquía social escolar.
Aunque los adultos deban mantenerse al margen de las iniciativas promovidas por los
niños, está claro que los profesionales desempeñan un papel crucial en la promoción de
alianzas entre los niños, estructurando proyectos de éxito y apoyando las campañas
antiacoso en todas sus fases.
Las iniciativas promovidas por los estudiantes pueden ser tan diversas como los
propios chicos, pero a continuación encontrará algunas ideas de campañas y actividades
en grupos pequeños que los jóvenes pueden lanzar en sus propias escuelas y
comunidades.
Peticiones
Recientemente, sitios web como Change.org han facilitado la posibilidad de que
personas individuales comprometidas impulsen movimientos a gran escala poniendo las
206
peticiones a disposición de un público masivo. Ya no hace falta recurrir al puerta a
puerta para recoger firmas. Ahora, las peticiones pueden llegar a las masas con sólo
algunos clics con el ratón. Katy Butler tenía sólo diecisiete años en 2012 cuando lanzó
una petición para cambiar la clasificación del documental Bully para que pudiera ser
visto por un público joven. Su petición consiguió más de medio millón de firmas. En
cuestión de semanas, la Asociación Cinematográfica Americana (MPAA, por sus siglas
en inglés) cambió la clasificación del documental y Katy se convirtió en un modelo de
referencia para los jóvenes que querían alzar la voz para detener el acoso.
Promesas
Las promesas son otro modo en que los estudiantes pueden canalizar sus esfuerzos para
que grandes grupos de personas se comprometan a poner fin a los comportamientos de
acoso. Una a una, a medida que las personas firman promesas concretas, escuelas y
comunidades enteras son más conscientes de las acciones concretas que pueden realizar
para cambiar las normas sociales destructivas y apoyar las positivas. Las promesas
efectivas son las creadas por los estudiantes que inician la campaña en cuestión e
incluyen una serie de comportamientos deseables específicos (por ejemplo, «cuando vea
una situación de acoso, haré algo al respecto; no voy a simplemente alejarme ni dar por
supuesto que otra persona intervendrá para detenerla»). Aunque las promesas,
obviamente, no son legalmente vinculantes, el gesto de firmarlas puede ser un
importante compromiso de los estudiantes hacia ciertos valores, y el mero hecho de crear
un documento que llegue a docenas de compañeros es un potente gesto de liderazgo para
un joven.
Camisetas
El azul es el color habitual en la concienciación sobre el acoso. Un acontecimiento fácil
de organizar por los estudiantes es invitar a todo el mundo a llevar una camiseta azul en
un día determinado, como muestra de apoyo y solidaridad hacia los niños que han sido
acosados y como compromiso para detener los comportamientos de acoso. Éste es el tipo
de actividad que canaliza el deseo de los jóvenes de encajar de un modo positivo.
También se pueden llevar cintas azules en las mochilas o en las chaquetas como signo
diario de apoyo a la prevención del acoso.
Paseos para concienciar sobre el acoso
207
Imagine un mar de camisetas de color azul intenso en los pasillos de una escuela. O
todavía mejor: imagine cientos de niños, padres, madres y miembros de la comunidad
reunidos en un paseo, todos ataviados con ropa del azul contra el acoso, para recaudar
dinero o simplemente concienciar sobre el problema del acoso. Estos paseos pueden ser
organizados por los niños para toda la comunidad o simplemente para los estudiantes y
el personal de la escuela: el cielo es el límite en las iniciativas promovidas por
estudiantes, pero al mismo tiempo tampoco tienen que ser de altos vuelos para tener un
gran impacto. Dos círculos alrededor del patio pueden ser suficientes para alertar a todos
los estudiantes de que los comportamientos de acoso no son aceptables y de que toda la
escuela está haciendo del fin del acoso una prioridad.
Dejar a todo el mundo un sitio en la mesa
Como hemos descrito en la clave 1, el acoso a menudo se produce fuera del aula, en
zonas no vigiladas como los pasillos, los autobuses, las salas de taquillas y el comedor.
Los adultos pueden invitar a los estudiantes a centrar sus esfuerzos para detener el acoso
en estas zonas. Por ejemplo, los niños pueden organizar los sitios en las mesas del
comedor escolar para asegurarse de que todo el mundo tenga un lugar agradable donde
sentarse a diario.
Promover la amabilidad
En lugar de campañas centradas en prohibir el acoso, las iniciativas promovidas por los
estudiantes pueden fomentar una cultura escolar de respeto promoviendo maneras
divertidas en que los niños puedan mostrar su amabilidad hacia los demás. El
reconocimiento público de las buenas obras por el sistema de megafonía de la escuela o
los anuncios promovidos por los estudiantes destacando actos de bondad al azar pueden
ser interesantes maneras de reconocer los comportamientos positivos. El truco en este
tipo de iniciativas es asegurarse de que los estudiantes que más se beneficien de esta
amabilidad no terminen dejados de lado mientras que los estudiantes que ya disfrutan de
un estatus social elevado queden colmados de adoración. Los adultos desempeñan un
papel crucial asegurándose de que los actos de bondad para algunos no terminen
funcionando como actos de exclusión para otros.
Círculo del poder personal
208
El acoso a menudo hace que los niños se sientan impotentes. El desarrollo de círculos de
poder personal puede ayudarles a recuperar la sensación de control cuando se enfrenten a
la situación de presenciar o de sufrir el acoso. Los estudiantes interesados en marcar una
diferencia para poner fin al acoso pueden guiar a pequeños grupos de compañeros en
esta actividad simple pero capacitadora, gratuita, para la que sólo se necesita lápiz y
papel y que consta de tres fases:
1. En primer lugar, los niños piden a sus compañeros que dibujen un círculo de
tamaño mediano en el centro de la hoja. Dentro del círculo, deben anotar todas las
cosas que se escapan de su control en una situación de acoso (por ejemplo, los
actos del acosador, el lugar, las respuestas de sus compañeros). Esta actividad
debe durar aproximadamente un minuto.
2. A continuación, los niños deben pedir a sus compañeros que dibujen un círculo
grande alrededor del círculo existente. Dentro de este círculo, deben anotar todas
las cosas que tienen bajo su control en una situación de acoso. Los estudiantes
deben animar a sus compañeros a ser creativos y a pensar en grande sobre todo lo
que pueden hacer para detener el acoso (por ejemplo, tender la mano al niño
acosado, negarse a reír o a alimentar de modo alguno el acoso, avisar a un adulto,
decir al niño que está acosando que pare). Esta parte de la actividad debe durar
unos dos minutos.
3. Finalmente, los niños deben abrir una conversación con sus compañeros
reconociendo que, en las situaciones de acoso, hay cosas que los niños no pueden
controlar, pero que aún hay más cosas que sí que pueden hacer para adoptar un
poderoso papel para poner fin al acoso. Se debe poner el énfasis en que los
estudiantes se ayuden mutuamente para ser conscientes de su propia fortaleza a la
hora de poner fin al acoso y que perciban más su poder personal para marcar una
diferencia y cambiar su mundo.
Los adultos también pueden liderar esta actividad, pero su verdadera fuerza consiste
en que los niños se inspiren mutuamente para realizar acciones para detener el acoso.
Recordatorio de ocho palabras
Una actividad que suelo emplear cuando termino cualquier presentación sobre el
acoso escolar es pedir a los participantes que resuman lo que han aprendido mediante un
simple recordatorio de ocho palabras. Los niños pueden presentar este reto a sus
compañeros en pequeños grupos o a nivel de toda la escuela, pidiéndoles que resuman lo
que han aprendido sobre la prevención del acoso en una frase sucinta y fácil de recordar.
Estos recordatorios de ocho palabras se pueden escribir en un cartel y colgarse en las
paredes de la clase o en los pasillos de la escuela. Se pueden compartir en las asambleas
escolares, imprimir en camisetas azules y publicar en los anuarios escolares. La creación
de frases de ocho palabras es una fantástica manera de hacer que todos los estudiantes
piensen en cómo poner fin al acoso (y hablen de ello).
Mi recordatorio de ocho palabras, como digno final de este libro:
209
Las cosas pequeñas son grandes contra el acoso.
210
10 estrategias prácticas para mantener viva la
conversación
1. No permitir que la política escolar o local niegue la existencia del acoso. El
conflicto forma parte de la vida; enseñar a los niños cómo manejarlo forma
parte de la educación.
2. Como padre o madre, sea un defensor incansable de su hijo si está siendo
acosado.
3. Como personal de la escuela, mantenga el tema de poner fin al acoso en la
mente de todo el mundo, durante todo el año académico (no sólo cuando se
produce un problema de acoso).
4. Planificar actividades para los niños, profesionales, padres, madres y miembros
de la comunidad para que todas las partes interesadas estén activamente
implicadas en poner fin al acoso.
5. Involucrar a los niños en iniciativas de lucha contra el acoso para transmitirles
una sensación de orgullo, apropiación y compromiso para ponerle fin.
6. Hacer encuestas entre los estudiantes sobre sus experiencias y observaciones
sobre el acoso en su escuela.
7. Pedir ideas a los estudiantes sobre cómo transformar las políticas antiacoso de la
escuela en una práctica diaria.
8. Organizar a los niños en pequeños grupos y pedirles que piensen en lo que
pueden hacer en su escuela, programa, hogar y comunidad para cambiar la
cultura del acoso.
9. Patrocinar un concurso para toda la escuela en el que los niños diseñen una
camiseta en contra del acoso. Hacer que el diseño ganador forme parte del
uniforme escolar durante un día, una semana, un mes o todo el año.
10. Ir más allá de la reputación escolar y de las inseguridades personales para
satisfacer realmente las necesidades de los niños.
211
Recursos
Con Internet al alcance de los dedos, la información abunda, las organizaciones de base
crecen y las organizaciones de ayuda prosperan. En realidad, el movimiento de lucha
contra el acoso goza de mucha energía, y esto son buenas noticias para todos. Reducir un
universo de recursos valiosos en una lista practicable de recursos para los lectores/as es
una tarea abrumadora. La siguiente lista no pretende ser una enumeración exhaustiva de
los libros, organizaciones y sitios web relacionados con el acoso disponible, sino más
bien una lista resumida para orientarle sin sobrecargar sus sentidos. Tenga en cuenta que
en la Clave 5 encontrará otra lista de recursos para el aprendizaje social y emocional, que
incluye libros recomendados para niños y programas de actividades para profesionales y
padres.
212
Libros
Bullied. What Every Parent, Teacher and Kid Needs to Know About Ending the Cycle of
Fear, de Carrie Goldman. Con las experiencias de sus propios hijos pequeños como
catalizador para su exploración del tema del acoso escolar, Goldman comparte con los
lectores/as estrategias efectivas para ayudar a los niños/as a manejar el acoso y crear
comunidades de aceptación y respeto.
Bully: An Action Plan for Teachers, Parents and Communities to Combat the
Bullying Crisis, de Lee Hirsch y Cynthia Lowen con Dina Santorelli. Compañero del
pionero documental de Hirsch Bully de 2012, este libro es una recopilación de artículos,
anécdotas, recomendaciones y recursos de expertos, escritores y educadores en la lucha
contra el acoso escolar.
Bullying Hurts: Teaching Kindness Through Read Alouds and Guided
Conversations, de Lester Laminack y Reba Wadsworth. Este libro se basa en la creencia
de los autores de que la lectura en voz alta y las conversaciones guiadas pueden ayudar a
los adultos a poner fin al acoso. Laminack y Wadsworth muestran cómo la literatura
infantil seleccionada puede crear comunidad en el aula y ayudar a los educadores/as a
cumplir con los estándares básicos comunes estatales al mismo tiempo.
Bullying in North American Schools, de Dorothy Espelage y Susan Swearer. Este
libro ofrece una recopilación de estudios sobre el acoso entre niños/as de edad escolar,
por parte de expertos líderes en este campo. Incluye sugerencias útiles para la prevención
del acoso y programas de intervención en escuelas y distritos escolares.
Bullying Prevention and Intervention: Realistic Strategies for Schools, de Susan M.
Swearer, Dorothy Espelage y Scott Napiitano. Los autores describen maneras prácticas
de poner fin al acoso en las escuelas. Se presentan estrategias paso a paso para la
prevención en las escuelas, así como ideas de intervención enfocada. Entre los temas
incluidos, figura cómo implicar a los maestros/as, padres, madres y niños y niñas en los
esfuerzos para luchar contra el acoso.
Bullyproof Your Child for Life: Protect Your Child From Teasing, Taunting and
Bullying for Good, de Joel Haber y Jenna Glazer. Este libro ofrece estrategias concretas
para ayudar a los niños y niñas a desarrollar la resiliencia, la compasión y prosperar en
las dinámicas sociales. Es aplicable tanto a los niños como a las niñas, desde la escuela
primaria hasta el bachillerato.
The Bully, the Bullied and the Bystander: From Preschool to High School – How
Parents and Teachers Can Help Break the Cycle of Violence, de Barbara Coloroso. La
autora examina los tres principales actores en la mayoría de las situaciones de acoso y da
a los lectores/as estrategias concretas para ayudarles a romper el ciclo de las agresiones
entre semejantes. La versión actualizada de este libro contiene un útil apartado sobre el
ciberacoso.
213
The Drama Years: Real Girls Talk About Surviving Middle School – Bullies, Brands,
Body Image and More, de Haley Kilpatrick y Whitney Joiner. Kilpatrick y Joiner abren
una ventana hacia el mundo de las chicas de secundaria, basada en las anécdotas de
chicas reales de todo el país, dando a los lectores/as una idea del drama de las amistades
en la juventud y los retos de navegar por los conflictos en esos años de transición.
Girlfighting: Betrayal and Rejection Among Girls, de Lyn Mikel Brown. Mediante
entrevistas a más de 400 chicas, la autora Lyn Mikel Brown examina cómo las normas
sociales alimentan y refuerzan la maldad en las chicas. Afirma que la presión por
esconder los sentimientos de ira suele provocar que las chicas se expresen mediante la
agresividad relacional y otra comunicación indirecta.
Odd Girl Out: The Hidden Culture of Aggression in Girls, de Rachel Simmons. Odd
Girl Out es una mirada reveladora hacia el mundo de la agresividad relacional. Con
historias reales, Simmons ayuda a los lectores/as a comprender los retos infravalorados a
los que se enfrentan las chicas y proporciona importantes estrategias para apoyar a los
niños y niñas en esos años difíciles.
Queen Bees and Wannabes: Helping Your Daughter Survive Cliques, Gossip,
Boyfriends and New Realities of Girl World, de Rosalind Wiseman. Este libro inspiró la
película de Hollywood Mean Girls y arrojó luz sobre la naturaleza antes oculta de la
amistad y los conflictos entre chicas. La perspicaz mirada de Wiseman hacia el mundo
de las adolescentes y veinteañeras abre los ojos a profesionales, padres y madres.
Reviving Ophelia: Saving the Selves of Adolescent Girls, de Mary Pipher. Pipher fue
una de las primeras autoras en llamar la atención sobre las presiones sociales impuestas a
las chicas y en explorar públicamente cómo estas presiones influyen en el
comportamiento de las chicas, desde el acoso hasta los trastornos alimentarios, las
adicciones y los problemas de salud mental.
School Climate 2.0: Preventing Cyberbullying and Sexting One Classroom at a
Time, de Samer Hinduja y Justin Patchin. Basándose en su amplia investigación en el
Cyberbullying Research Center, Hinduja y Patchin relacionan el uso de la tecnología por
parte de los/as jóvenes con el entorno escolar y proporcionan herramientas para crear un
clima escolar positivo que contrarreste el ciberacoso y el sexting.
Sticks and Stones: Defeating the Culture of Bullying and Rediscovering the Power of
Character and Empathy, de Emily Bazelon. Con un análisis minucioso y muchos
detalles, el libro de Bazelon explora las experiencias reales de tres jóvenes acosados,
ayudando a los lectores/as a comprender en qué consiste el acoso del siglo XXI y cómo
pueden los adultos ayudar a los niños y niñas a manejarlo.
214
Sitios web y organizaciones
The Anti-Defamation League, creada originariamente para poner fin a la difamación de
los judíos, representa ahora una de las principales agencias de Estados Unidos para la
defensa de los derechos civiles y de las relaciones humanas. Su A World of Difference
Institute es líder en el desarrollo de cursos, currículos y recursos contra el acoso para
jóvenes (www.adl.org).
The Bully Project es la campaña de acción social inspirada por el premiado
documental Bully. En su sitio web figura el Educators DVD Activation Toolkit, que
incluye información, ideas de actividades, elementos para iniciar debates y mucho más
para que el movimiento de lucha contra el acoso prosiga (www.thebullyproject.com).
Collaborative for Academic, Social and Emotional Learning (CASEL),
cofundado por el conocido autor de Emotional Intelligence Daniel Goleman, es una
organización sin ánimo de lucro que trabaja para que el aprendizaje social y emocional
sea una parte fundamental de la educación (www.casel.org).
Committee for Children es una organización sin ánimo de lucro que trabaja
globalmente para promover el éxito social y académico de los niños y niñas. Entre sus
completos recursos para la prevención del acoso figuran los programas Steps to Respect
y Second Step para los/as estudiantes de primaria y secundaria.
The Cyberbullying Research Center, creado por los investigadores Sameer
Hinduja y Justin Patchin proporciona información actualizada sobre la naturaleza y el
alcance de la agresividad en la red entre los/as adolescentes. Ofrece recursos para
educadores, padres, madres y adolescentes para comprender y poner fin al ciberacoso
(www.cyberbullying.us).
Facing History and Ourselves es una organización que anima a los educadores/as a
enseñar la responsabilidad cívica, la tolerancia y la acción social a los/as jóvenes. Su A
Guide to the Film BULLY: Fostering Empathy and Action in Schools proporciona
información sobre el acoso, recursos para crear entornos escolares seguros y protectores,
así como estrategias para facilitar un debate honesto y abierto en torno a la película
(www.facinghistory.org).
The Gay, Lesbian and Straight Education Network (GLSEN) es la organización
educativa nacional líder centrada en garantizar la seguridad en las escuelas para todos
los/as estudiantes. Su National School Climate Survey proporciona información sobre
los estudiantes LGBT que son acosados, intimidados o discriminados ante la Oficina de
Derechos Civiles (www.glsen.org).
Kind Campaign es un movimiento, un documental y un programa escolar
reconocido internacionalmente creado por Lauren Parsekian y Molly Thompson, dos
amigas de escuela afectadas por el acoso femenino cuyo objetivo es concienciar sobre la
agresividad relacional y reducir su impacto (www.kindcampaign.com).
215
The Megan Meier Foundation fue creada por Tina Meier en honor a su hija Megan,
que se suicidó a los 13 años tras sufrir un terrible ciberacoso. La misión de la fundación
es marcar una diferencia difundiendo la historia de Megan y enseñando seguridad en la
red a los niños y niñas hasta que el acoso y el ciberacoso dejen de existir
(www.megameierfoundation.com).
National Center for Learning Disabilities (NCLD) tiene el objetivo de mejorar la
vida de todas las personas con dificultades de aprendizaje mediante actividades de
capacitación y defensa. El NCLD ha colaborado con el Bully Project para llamar la
atención sobre el problema generalizado del acoso y para dedicar tiempo y recursos para
evitar y poner fin al acoso (www.ncld.org).
National School Climate Center (NSCC) es una organización que ayuda a las
escuelas a integrar el aprendizaje social y emocional en la formación académica. El
NSCC colabora con las escuelas para evitar el acoso y promover el buen
comportamiento de diferentes maneras. Entre sus importantes recursos se incluye su
Breaking the Bully-Victim-Bystander Cycle Tool Kit: Creating a Climate of Safety and
Social Responsibility (www.schoolclimate.org).
The Olweus Bullying Prevention Program (OBPP), fundado originariamente en
Noruega, es uno de los programas de prevención del acoso más usado del mundo. Su
enfoque sistémico aborda el cambio a cuatro niveles diferentes: el individual, el aula, la
escuela y la comunidad (www.violencepreventionworks.org).
PACER’s National Bullying Prevention Center proporciona recursos diseñados
para beneficiar a todos los/as estudiantes, incluidos los/as con discapacidades. Su
objetivo es unir, implicar y educar a las comunidades a nivel nacional a evitar el acoso
mediante recursos creativos, relevantes e interactivos
(www.PACERkidsagainstbullying.org y www.PACERTeensAgainstBullying.org).
ParentCentral.net es el sitio hermano de TeenCentral, un lugar en el que padres y
madres pueden comunicarse con asesores/as y otros/as profesionales y recibir sus
respuestas al cabo de 24 horas (www.parentcentral.net).
Roots of Empaty es un programa para el aula basado en la evidencia que ha
mostrado unos resultados significativos en la reducción de las agresiones entre los
escolares aumentando sus competencias sociales y emocionales así como la empatía. Su
enfoque único incluye que un niño y su progenitor visiten el aula cada tres semanas a lo
largo del año escolar. Mediante interacciones con el niño y su padre o madre, los/as
estudiantes adquieren competencias para comprender sus sentimientos y los de los
demás (empatía), siendo así menos probable que acosen a los demás
(www.rootsofempaty.org).
Stand for the Silent es la plataforma a través de la cual Kirk y Laura Smalley
comparten la historia de su hijo, Ty Field-Smalley, el niño de 11 años que aparece en
Bully y que se suicidó después de que le expulsaran de la escuela por tomar represalias
contra un acosador que le había estado acosando durante 2 años. Stand for the Silent
ofrece formación y herramientas para prevenir que la tragedia de los Smalley se vuelva a
repetir (www.standoforthesilent.com).
216
Stop-Bullies.com ofrece a profesionales, padres y madres importante y actualizada
información sobre la prevención del acoso mediante su revista mensual, presentaciones,
cursos y consultas (www.stop-bullies.com).
StopBullying.gov, un sitio web gestionado por el Departamento de Salud y Servicios
Humanos de Estados Unidos, ofrece información, actualizaciones y recursos sobre el
acoso a padres, madres, profesionales, miembros de la comunidad y niños y niñas
(www.stopbullying.gov).
Stop Bullying Now es un sitio web que presenta los estudios y los hallazgos de Stan
Davis quien, junto con la Dra. Charisse Nixon, dirigieron el Youth Voice Research
Project. Stop Bullying Now ofrece estrategias, consejos, estudios e intervenciones para
poner fin al acoso (www.stopbullyingnow.com).
Stop Bullying: Speak Up, de Cartoon Network, recurre a personas famosas, vídeos,
una promesa de Stop Bullying y otros mensajes que atraen a los niños y niñas con su
potente mensaje contra el acoso. También ofrece consejos, estrategias y recursos para
padres, madres y educadores/as
(http://www.cartoonnetwork.com/promos/stopbullying/index.html).
STOP Cyberbullying es un programa creado por la abogada y experta en ciberacoso
Parry Aftab y el Wired Safety Group. El sitio web proporciona información, consejos,
una serie de recursos para detener el ciberacoso y el juego Alex Wonder Kid
Cyberdetective Agency para ayudar a poner fin al ciberacoso
(www.stopcyberbullying.org).
Sweethearts and Heroes es la organización creada por Tom Murphy y Jason
Spector, dos dinámicos presentadores que usan su experiencia como expertos en artes
marciales para interesar a los/as estudiantes y transmitirles un importante mensaje sobre
la tolerancia, la concienciación sobre el acoso y, más importante todavía, un plan de
acción para saber qué hacer cuando se produce el acoso. El objetivo colectivo de Tom y
Jason es ayudar a promover un clima escolar en el que los niños no permitan que el
acoso se produzca (www.sweetheartsandheroes.com).
TeenCentral.net es un sitio completamente gratuito y anónimo que los/as jóvenes
pueden visitar para compartir sus historias personales, leer las experiencias de sus
semejantes y ofrecer apoyo a otros usuarios/as. A diferencia de un chat o de un tablón de
mensajes, los comentarios son supervisados por asesores profesionales que también dan
respuestas especializadas a los/as jóvenes. TeenCentral incluye recursos específicos para
ayudar a los jóvenes a comprender y manejar el ciberacoso (www.teencentral.net).
The Trevor Project es la organización líder en Estados Unidos que ofrece servicios
para la intervención en crisis y la prevención del suicidio a los jóvenes LGBTQ. Además
de proporcionar el único sustento a nivel nacional para los/as jóvenes LGBTQ, Trevor
también ha sido líder en ofrecer recursos para las iniciativas de lucha contra el acoso
(www.trevorporject.org).
The Youth Voice Project es el trabajo de Stan Davis y la Dra. Charisse Nixon. Su
objetivo es recopilar un cuerpo de conocimiento que describa las intervenciones más
útiles para reducir el acoso y la intimidación en las escuelas. Davis y Nixon pretenden
217
usar esta información para orientar a educadores/as, padres, madres y jóvenes en la
aplicación de intervenciones efectivas para reducir el acoso y optimizar el desarrollo de
los estudiantes (www.youthvoiceproject.com).
218
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El cuerpo lleva la cuenta
van der Kolk (M.D.), Bessel
9788494480157
502 Páginas
Cómpralo y empieza a leer
Este libro profundamente humano ofrece una nueva comprensión radical de las
causas y consecuencias del trauma, que ofrece esperanza y claridad a todas las
personas afectadas por su devastación. El trauma ha surgido como uno de los
grandes retos de la salud pública de nuestro tiempo, no sólo por sus efectos
bien documentados sobre los veteranos de guerra y víctimas de accidentes y
delitos, sino debido a la cifra oculta de la violencia sexual y familiar y en las
comunidades y escuelas devastadas por el abuso, el abandono y la
adicción.Basándose en más de treinta años en la vanguardia de la investigación
y la práctica clínica, Bessel Van Der Kolk muestra que el terror y el aislamiento
en el núcleo del trauma, literalmente, remodelan tanto cerebro como el cuerpo.
Nuevos conocimientos sobre nuestros instintos de supervivencia explican por
qué las personas traumatizadas experimentan ansiedad incomprensible y rabia
paralizante e intolerable y cómo el trauma afecta su capacidad para
concentrarse, recordar, formar relaciones de confianza e incluso para sentirse
como en casa en sus propios cuerpos. Estas personas, después de haber
perdido el sentido del autocontrol y frustrados por las terapias fallidas, a menudo
temen estar dañados sin posibilidad de recuperación.El cuerpo lleva la cuenta
es la inspiradora historia de cómo un grupo de terapeutas y científicos, junto con
sus valientes y memorables pacientes, han luchado por integrar los recientes
avances en la ciencia del cerebro, la investigación del apego y la conciencia
corporal en tratamientos que puedan liberar a los supervivientes del trauma de
la tiranía del pasado. Estos nuevos caminos hacia la recuperación activan la
neuroplasticidad natural del cerebro para reconectar el funcionamiento
perturbado y reconstruir paso a paso la capacidad de "saber lo que se sabe y
sentir lo que se siente".
227
Cómpralo y empieza a leer
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Cómo escuchar a tus ángeles
Virtue, Doreen
9788494501937
235 Páginas
Cómpralo y empieza a leer
"Desde 1995 he realizado talleres en todo el mundo sobre cómo conectar con
los ángeles, sanar con ellos y aprender a escucharlos. Este libro nace como
resultado de las experiencias que he tenido con todo tipo de alumnos, sin que ni
su origen ni su edad importen. He aprendido que todos tienen la capacidad de
oír a los ángeles si únicamente confían y dejan de lado sus dudas. Si utilizas los
métodos que aquí describo, podrás conseguirlo también." —Doreen Virtue PhD
Cómpralo y empieza a leer
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Teoría U
Scharmer, C. Otto
9788494674723
484 Páginas
Cómpralo y empieza a leer
Acceda a la fuente más profunda de inspiración y visión Vivimos en una época
de fracasos institucionales masivos que se manifiestan en la destrucción de los
fundamentos de nuestro bienestar social, económico, ecológico y espiritual.
Afrontar estos retos requiere una nueva conciencia y una nueva capacidad de
liderazgo colectivo. En este libro innovador, Otto Scharmer nos invita a ver el
mundo de nuevas maneras y así descubrir un enfoque revolucionario para el
liderazgo y el aprendizajeEn la mayoría de los grandes sistemas de hoy
creamos colectivamente resultados que nadie quiere. ¿Qué nos mantiene
atascados en los patrones del pasado? Nuestro punto ciego, es decir, nuestra
falta de conciencia del lugar interno desde donde nuestra atención e intención
se originan. Al movernos a través del proceso U de Scharmer, accedemos
conscientemente a nuestro punto ciego y aprendemos a conectarnos con
nuestro Ser auténtico, la fuente más profunda de conocimiento e inspiración.
Teoría U ofrece una rica diversidad de historias, ejemplos, ejercicios y prácticas
convincentes que permiten a líderes, organizaciones y sistemas, copercibir y
cocrear el futuro que está queriendo emerger.Esta segunda edición presenta un
nuevo prefacio en el que Scharmer identifica cinco corrientes transformadoras y
describe casos de estudio del proceso U en todo el mundo. También incluye
ocho dibujos en color de Kelvy Bird que capturan las aplicaciones del viaje de la
U e ilustran los conceptos del libro, así como nuevos recursos para aplicar los
principios y las prácticas.
Cómpralo y empieza a leer
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Introducción al modelo de los sistemas de la
familia interna
Schwartz (Ph.D.), Richard C.
9788494408489
176 Páginas
Cómpralo y empieza a leer
La terapia con Sistemas de la Familia Interna® es uno de los enfoques en
psicoterapia de crecimiento más rápido. A lo largo de los últimos veinte años se
ha convertido en una manera de entender y tratar los problemas humanos que
resulta potenciadora, eficaz y no patologizante. Sistemas de la Familia Interna®
(IFS) implica ayudar a las personas a sanar a través de una nueva forma de
escuchar en su interior a las diferentes "partes" —sentimientos o pensamientos
— y liberarlas en el transcurso de tal proceso, de creencias, emociones,
sensaciones e impulsos extremos que limitan sus vidas. Según vayan
liberándose las personas de sus cargas, irán teniendo un mayor acceso al Self,
nuestro recurso humano más valioso, por lo que estarán en mejores
condiciones de dirigir sus vidas desde ese lugar centrado, seguro y compasivo.
En este libro, Richard Schwartz, quien desarrolló el modelo de Sistemas de la
Familia Interna®, nos presenta sus conceptos básicos y métodos a seguir,
empleando para ello un estilo comprometido, comprensible y personal. Los
terapeutas encontrarán que el libro profundiza en la apreciación que tienen del
modelo IFS y servirá de ayuda a sus clientes para poder comprender mejor qué
es lo que están experimentando durante la terapia. El libro incluye además
ejercicios factibles que facilitan el aprendizaje.
Cómpralo y empieza a leer
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Introducción a la acupuntura de Tung
Wang, Dr. Chuan-Min
9788494501920
248 Páginas
Cómpralo y empieza a leer
La Acupuntura de Tung fue la estrella que supo alumbrar el arte curativo
milenario chino en los últimos tiempos. Desde su aparición en la década de los
70 gracias al bondadoso gesto del único heredero de la familia Tung, el Dr. Jing
Chan Tung, mundialmente conocido como Maestro Tung, de abrir la puerta de
su casa y compartir este legado familiar celosamente guardado con sus 73
discípulos de primera generación en la hermosa tierra de Formosa (Taiwan), la
Acupuntura de Tung no ha dejado de florecer y dar frutos por todo el continente
asiático y norteamericano. En el año 2013, gracias al esfuerzo y dedicación de
uno de los 73 discípulos de primera generación de Master Tung, el Dr. Chuan
Min Wang, ha logrado cumplir el sueño de Master Tung de repatriar oficialmente
la Acupuntura de Tung a China, creando junto a sus cuatro discípulos El Comité
Mundial de la Acupuntura de Tung (World Tung's Acupuncture Committee,
WTAC) en Beijing. Esta organización no gubernamental tiene como misión
principal, la difusión y enseñanza de la acupuntura del linaje Tung por todo el
mundo en cooperación con La Federación Mundial de la Sociedad de
Acupuntura y Moxibustión (The World Federation of Acupuncture-Moxibustion
Society, WFAS). Con esta magnífica obra originariamente escrita en inglés por
el Dr. Chuan Min Wang y traducido al español por su tercer discípulo, Dr. Yu
Sheng Tze, todos los amantes de la Acupuntura de Tung de habla hispana
pueden tener la oportunidad de conocer, desde el seno de la familia Tung, el
origen de su creación, cuáles son sus principios filosóficos y terapéuticos, por
qué es tan diferente a la Acupuntura de los doce canales y, a su vez, cómo se
puede y se debe complementar con ella para lograr un plan terapéutico integral
que ayude a nuestros pacientes a sanar desde el espíritu y el alma, sus
dolencias físicas y diversas enfermedades.
236
Cómpralo y empieza a leer
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Índice
Prólogo
Introducción
CLAVE 1: Identificar el acoso escolar cuando lo vemos
CLAVE 2: Establecer conexiones con los niños
CLAVE 3: Poner fin al acoso escolar cuando lo vemos
CLAVE 4: Tratar directamente el ciberacoso
CLAVE 5: Reforzar las competencias sociales y emocionales
CLAVE 6: Convertir a los testigos en amigos
CLAVE 7: Tender la mano a los niños que acosan
CLAVE 8: Mantener viva la conversación
Recursos
Referencias
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