08.02.18.

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Acoso escolar
Irene Gil Romero - Madrid
EL PAÍS - Opinión - 07-11-2006
No hace demasiado tiempo dejé a un lado la difícil edad de la adolescencia. Durante esta compleja etapa
tuve el infortunio de presenciar escenas de acoso escolar por motivos tan irrelevantes como la vestimenta, la
forma de hablar o la ya más que conocida apariencia externa. Muchos como yo éramos testigos de estas
escenas, pero nos sentíamos vulnerables e incapaces de hacer nada. Tras leer el caso de Andrea, mi mente ha
revivido todas estas situaciones y me he entristecido al darme cuenta de que aunque los años pasen para mí y
yo ya lo haya olvidado, la historia se sigue repitiendo en las nuevas generaciones. Creo que debería atajarse
de raíz, y curiosamente, la clave para ello es más cercana de lo que parece ya que está nada más y nada
menos que en la institución más primaria de todas: la familia, y los valores que ésta nos inculque. No se
puede permitir que niños que han sido educados en el respeto, lleguen a la adolescencia y reciban como
único pago insultos y maltratos de otros, cuyo problema de base está, seguro, en la educación familiar. El
resultado de todo esto es que, al final, niños inocentes se sienten amilanados ante la ardua tarea de sobrevivir
en un complejo mundo en el que el héroe y el más respetado es el que haya "partido más piernas". En
consecuencia, creo que el acoso escolar es un problema que a todos nos atañe, y familias, colegios y demás
instituciones deberían emplear más tiempo y dedicación en solventarlo.
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