LENGUAJE Y PERSPECTIVA DE GÉNERO El sexismo lingüístico y el doble género, el director de la ADL enfatiza -entre otros importantes planteamientos- que se hace un “uso innecesario del desdoblamiento genérico”, y cita algunos ejemplos: “Los/las dominicanos/as, A todos y a todas, etc.; en ambos casos se dice “los dominicanos”, esa expresión incluye a todos los dominicanos de cualquier género, hombres y mujeres, que participan de esa condición civil; y si se dice “Buenos días a todos”, no hay que especificar “y a todas”, puesto que “todos” incluye a los seres humanos presentes, en cuya categoría están incorporadas las mujeres”. Hay que destacar que el uso del doble género -para invalidar el uso no marcado del género masculino- es uno de los elementos principales y más recurrentes en la propuesta feminista del lenguaje “inclusivo”, no obstante, las objeciones académicas muy bien cimentadas en el conocimiento de la lengua, y en una ardua labor de análisis de la problemática morfosintáctica que acarrea la perspectiva de género para el empleo adecuado del idioma. En su informe titulado Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, Ignacio Bosque, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, gramático del español y miembro de la RAE, señala que “Hay acuerdo general entre los lingüistas en que el uso no marcado (o uso genérico) del masculino para designar los dos sexos está firmemente asentado en el sistema gramatical del español, como lo está en el de otras muchas lenguas románicas y no románicas, y también en que no hay razón para censurarlo”. Ignacio Bosque hace este cuestionamiento: “Tiene, pues, pleno sentido preguntarse qué autoridad (profesional, científica, social, política, administrativa) poseen las personas que tan escrupulosamente dictaminan la presencia de sexismo en tales expresiones, y con ello en quienes las emplean, aplicando quizá el criterio que José A. Martínez ha llamado despotismo ético en su excelente libro El lenguaje de género y el género lingüístico (Universidad de Oviedo, 2008)”. Los planteamientos formulados por quienes promueven el uso del “lenguaje no sexista” tienden a lesionar el uso correcto del castellano, en aras de dar protagonismo a la mujer, en el supuesto de que el idioma español y sus usuarios la ocultan. Entonces, “visibilizar” a las féminas es un objetivo que se intenta alcanzar a cualquier precio, así se termine por romper estructuras morfosintácticas y pautas lingüísticas diversas que soportan el andamiaje de nuestro idioma. En muchas ocasiones el uso del lenguaje “inclusivo” denota una gran ignorancia del hablante, una escasa conciencia del lenguaje. El Dr. Rosario Candelier refiere, en el ensayo ya citado, que “un aspirante presidencial de nuestro país publicó un espacio pagado en la prensa nacional y encabezaba ese comunicado con la siguiente expresión: “A los/las dirigentes/as de nuestro partido”. Explica además que: “Esa reiteración del femenino, en este caso es innecesaria ya que al decir “los dirigentes” comprende a ‘los seres humanos que dirigen’. Además, la palabra “dirigente” tiene una terminación no genérica, es decir, carente de la marca de género y por tanto aplicable a ambos géneros puesto que termina en e, no en o ni en a, marcas consignadas para el masculino y el femenino, respectivamente”. Creo que este caso no requiere mayores comentarios. Pero igualmente hemos notado que las mismas feministas con cierto nivel intelectual y supuesto dominio de la lengua, lanzan quejas y denuestos que expresan un pobre conocimiento de muchas de las pautas que rigen el español, como el caso de una dirigente política que protestaba porque, de acuerdo a su parecer, la RAE no aceptaba el femenino de la palabra jefe, lo que es absolutamente falso. Entiendo que las acciones emprendidas para introducir el denominado lenguaje “no sexista” en los usos oficiales adquiere la dimensión de una estrategia cuasi bélica, dada su plataforma operativa e insistencia en satanizar el español y en etiquetarlo como un idioma “machista”, y llega a dirigir sus misiles ideológicos a la Academia de la Lengua y entidades afines, al parecer con la intención de que dicha institución termine por aprobar sus planteamientos, sin importar que se desarticule todo un sistema lingüístico de probada eficiencia comunicativa y antigüedad, raíz de toda una tradición literaria de gran significación. Es preciso notar que el segmento de la humanidad que considera al español una lengua sexista, no representa al conglomerado de hablantes de ambos sexos. Nos hemos visto precisados a salir al frente a críticas, que van desde considerar que la RAE posee “un ortopédico corsé de reglas estrictas”, hasta los calificativos de que ésta es una corporación “rígida” y “machista”. El doble género ante una situación de uso Por Manuel Matos Moquete En República Dominicana, en una asamblea nacional de un partido político (PLD, PRM, PRD, PRSC, etc.) en la cual participan hombres y mujeres de la organización, el líder se dirige a la audiencia en los siguientes términos, a sabiendas de que no puede ignorar ningún matiz de los presentes que pudiera significar un perjuicio para su liderazgo y su partido: “Señores y señoras, dirigentes y dirigentes, delegados y delegadas, compañeros y compañeras…Extiendo mis más calurosos saludos a los y las presentes, entre los cuales se encuentran connotados y connotadas personalidades de la vida pública, intelectual y académica del país: la doctora Celeste Alberto, medica ejemplar, directora de la unidad de rayos X de la maternidad La Milagrosa, el doctor Facundo Acosta, médico especialista en pie diabético; la licenciada Ana Quezada, decana de la facultad de Psicología de la Uasd, el licenciado Eliseo Candelario, decano de la facultad de contabilidad de la universidad PNL; la doctora Nidia Solon, jueza del tribunal de tierra, el doctor Ovidio Nin, juez civil; el capitán retirado José Pujols, la coronela retirada Kati Abigail…”. Todos y todas cuentan con mi profundo afecto. Los miembros y las miembras de nuestro partido en todo el país están orgullosas de ser representados por ustedes en esta asamblea. Los afiliados y las afiliadas me han transmitido ese sentir durante las asambleas distritales y regionales. Y estarán más orgullosos y orgullosas cuando conozcan los positivos resultados de las deliberaciones a las cuales en este momento los y las invito”. Ahí está el texto. Un texto propio del género discurso político, cuya ley es la eficacia para la búsqueda y el logro del poder mediante la seducción del auditorio, de los votantes de un partido y de la población en general. Esa es la condición (situación) del uso de la lengua, en la cual la condición del uso de la forma lingüística (ver distinción en E. Benveniste, “El aparato formal de la enunciación”, 1970), constituida por la estructura del género en lengua española en base, principalmente, a la oposición de los morfemas flexivos de género masculino y femenino o (masculino: alumno) /a(femenino: alumna) en los artículos, los sustantivos y los adjetivos y el derivativo e(común: estudiante ), además de los géneros neutro, epiceno y el ambiguo. El género es un tema gramatical, y la gramática no es toda la lengua, es solo la estructura: una forma. Y aquí, en este ejemplo del discurso político, la gramática está al servicio del uso de la lengua en situación, de cual se sirve ese político para convencer a su auditorio y lograr sus fines políticos. El problema no es ni siquiera puramente lingüístico. Es social, es cultural, es político. Es, en definitiva, translingüístico. Y a la disciplina que le incumbe es, principalmente a la pragmática, ciencia que se ocupa de la relación de la lengua con los hablantes y de la relación entre los hablantes. ¿Qué podemos decirle a ese líder, qué consejo darle? Las recomendaciones son distintas según el criterio que manejemos. Las diversas opciones corresponden al conjunto de las disciplinas que integran las ciencias del lenguaje, que junto a otras dimensiones: cultura, ética, política, etc., conforman las ciencias translingüísticas en las que yo me sitúo. ¿Nos colocamos al nivel del uso de la lengua como sistema semiótico total de producción de sentidos? Si el criterio se ajusta estrictamente a la ciencia lingüística (Saussure, 1916) solo nos queda describir y explicar en lo posible el tipo de uso dado por ese político como un hecho de lengua. ¿Nos situamos en la pragmática, ciencia que orienta la gramática, puesto que las formas deben seguir los fines de la comunicación? Entonces, solo tendríamos que esperar que el empleo de la lengua sea eficaz: por la adecuación en ese discurso de los propósitos perseguidos, el manejo de las expectativas y las experiencias culturales y políticas del auditorio y las formas gramaticales empleadas. ¿Nos situamos en la gramática, específicamente en las formas del género? Podríamos desear a ese político la capacidad necesaria en el conocimiento y uso de la lengua, según las normas del español, pero sin perder su objetivo comunicativo. Le recomendaríamos consultar el artículo relativo al género en la Nueva gramática de la lengua española (2010) y repasar estos principios: “El género es una propiedad de los nombres y los pronombres…”. “…el género sirve para diferenciar el sexo del referente (alcalde/alcaldesa; gato/gata; niño/niña; profesor/profesora. “Atendiendo al género, los sustantivos se clasifican en MASCULINOS Y FEMENINOS”. “El género NO MARCADO en español es el masculino, y el GÉNERO MARCADO es el femenino”. Le sugeriríamos que tomara en cuenta las reglas de la formación del género en lengua española, pero jamás se las impondríamos puesto que él es político y nosotros gramáticos o lingüistas, y él es quien sabe lo que está en juego en su comunicación. Y como ese texto gramatical citado se define a la vez como prescriptivo y descriptivo, debemos tener el cuidado de no pretender constituirnos en la AUTORIDAD de la lengua, porque dicho sea de paso, en el uso no hay más autoridad que los mismos hablantes. La tarea del experto en ciencias del lenguaje no termina ahí. En ese discurso, la retórica y la estilística tienen mucho que hacer, armonizando el interés pragmático y el interés gramatical. estéticos. E incluso, los hábitos culturales, éticos y ¿Hay redundancia y pesadez molestosa en delegados y delegadas, todos y todas, los y las? ¿Chocan algunos usos como son las palabras dirigentas y miembras con sensibilidades y percepciones éticas y estéticas de los usuarios comunes de la lengua? Se pueden buscar formas menos extrañas, fórmulas comunes, pero en el entendido de que ese no es un problema estrictamente gramatical. Aquí tocamos el aspecto más polémico del uso del doble género. Volvemos a los criterios. Las feministas no dicen que son lingüistas o gramáticas. Dicen que luchan por derechos sociales y políticos. Luchan en contra de la discriminación del género humano femenino por parte del género humano masculino. Los gramáticos no dicen que son políticos ni ideólogos de la discriminación machista. Dicen que son gramáticos. Pero los argumentos de algunos gramáticos están llenos de descalificaciones morales y estéticas. Amparándose en el criterio gramatical, política e ideológicamente rechazan al feminismo que afirma que la discriminación se inscribe en la lengua, y por tanto en la gramática. Digo lo mismo a esos gramáticos y a esas feministas: el espacio de ese conflicto no es la lengua. Déjenla en paz. Es el discurso, como el de ese líder político, que es el discurso del poder. Pues ese político atropella la lengua y atropella a su auditorio y a los votantes de igual manera, porque su interés y estrategia es seducir para alcanzar el poder. Por tanto, el debate debe situarse en la relación entre sujeto, discurso y poder. Pero, estamos ante otro análisis, el del discurso político, que aquí no emprenderemos. Compartir esta entrada Sobre el lenguaje inclusivo. Una nota del Presidente de la Academia Argentina de Letras Es una evidencia comprobable que los cambios lingüísticos que se imponen en una sociedad son aquellos que alcanzan difusión en los sectores más vastos de la población, y que usualmente con las excepciones esperables en todos los procesos humanosnacen de procesos evolutivos de la propia estructura del idioma, de la búsqueda de una mayor expresividad (sobre todo en el léxico), de la designación de realidades antes inexistentes (el mundo de la técnica es un buen ejemplo), y en una suerte de corolario de esto último, de las modificaciones sociales compartidas. En lo que atañe a la gramática propiamente dicha, suele prevalecer casi siempre una simplificación del sistema. Esta explicación es necesaria para entender mejor lo siguiente. En la propuesta “inclusivista” es preciso separar la preocupación que está en su base -legítima en tanto procura el reconocimiento, defensa o ampliación de derechos de un sector de la sociedad- de los mecanismos, en este caso de intervención en la lengua de quinientos millones de usuarios, a los que se confía la empresa. De las varias intervenciones que se han venido proponiendo en los últimos tiempos, acaso la menos espectacular consiste en imponer que se desdoble la mención del sustantivo afectado haciendo visible el género femenino (“señoras y señores” ejemplo en el que se advierte que el procedimiento no es nuevo, “los y las estudiantes”, encomendando al artículo la visibilización femenina, etc). Cabe preguntarse si la mayor parte de los hablantes necesitará afectar la economía de su expresión recurriendo a ese mecanismo de redundancia, pero se trata de una elección cuya aceptación y generalización es impredecible. En cuanto a la idea de unificar con la vocal “e” las distinciones de género presentes en los sufijos nominales “a(s)” (femenino) y “-o(s)” (masculino), más que desaprobar la propuesta, parece conveniente exponer las razones que permiten anticipar su fracaso: a) no surge como cambio "desde abajo", es decir como una progresiva y por lo general lenta necesidad expresiva de un número considerable de hablantes, sino como una propuesta “desde arriba”, numéricamente minoritaria nacida de un grupo de clase media que busca imponer con marca en la lengua un valor en torno a un reclamo social. b) No implica una simplificación del sistema preexistente, sino una complicación inducida. Esa intervención afecta la estructura misma del idioma en su sistema de desinencias morfológicas de género (elaboradas a partir del latín y a lo largo de siglos), proponiendo la inserción de una terminación artificial arbitraria (vocal "e" ¿por qué no “i”?) sin existencia en la conformación histórica de nuestra lengua. El empleo de la arroba u otro signo que busca neutralizar en la escritura la distinción de género, aunque es un recurso probablemente también destinado a desaparecer, es en verdad mucho más inocente, porque deja constancia exclusivamente gráfica de esa voluntad -llamémosla "social" o "ideológica"-, sin proponer la asignación de un sonido diferenciado, que es, como hemos intentado explicarlo, interferencia lingüística mucho más grave. La hipotética introducción de esos sustantivos y adjetivos artificiales terminados en “e” daría nacimiento a otros problemas no despreciables, como las dificultades que implicaría la enseñanza del nuevo sistema (el cuestionable entrenamiento de los padres, maestros y de la población en general), la puesta en peligro de la unidad del idioma de veintitrés naciones si ese cambio se impusiera solo en ciertos lugares, como todo indica que podría suceder si se avanzara desacompasadamente en esa línea, y etcéteras que seguramente surgirían a medida que se profundizara la reflexión sobre el asunto. Una observación final. No deja de ser paradójico que se reclame a las academias y a las instituciones una intervención en la lengua, cuando lo general en los últimos tiempos ha sido un mal disimulado rechazo hacia cualquier política de imposición normativa. https://iberok.com/plural-mayestatico-sociativo-de-modestia-yexpresivo/