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Vilfredo Pareto - Forma y Equilibrio Sociales

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VILFREDO PARETO
FORMA Y EQUILIBRIO
SOCIALES
Selección e introducción
por GIORGIO BRAGA
Traducción del italiano
por JESÚS LÓPEZ PACHECO
La edición original de esta obra se publicó en el año 1959 bajo el
título Forma ed equilibrio sacíale (estratto dal Trattalo di sociología
genérale), por la «Societá Editrice II Mulino», de Bologna
© Copyright by Societá Editrice II Mulino.—Bologna (Italia), 1959
Editorial Revista de Occidente, S. A.—Madrid (España), 1967
La "Biblioteca de Política y Sociología" de la Revista de
Occidente viene ofreciendo al lector de lengua española un
conjunto de obras que, al nivel del tiempo presente, sirvan
para orientarle en la realidad política y social. Trata con ello
de informarle sobre los fenómenos surgidos en nuestra época
y de darle a conocer nuevas perspectivas de dicha realidad,
derivadas de la aplicación de nuevos métodos y conceptos, en
ocasiones elaborados por otras disciplinas como la
economía, la historia y la psicología. De acuerdo con el
carácter ecuménico del tiempo actual, no limita su horizonte a
Occidente, sino que incluye también, en la medida de lo
posible, obras referentes a las ideas y, en general, a las
estructuras políticas de otras culturas, no solo por el interés
que puedan encerrar en sí mismas, sino también como
supuesto para conocer los cuerpos históricos a los que los
acontecimientos de los últimos años han convertido en sujetos
activos de la política. En suma, esta "Biblioteca de Política y
Sociología" trata de servir tanto al hombre culto como al
estudioso de los temas políticos y sociológicos.
Los EDITORES
Depósito Legal: M. 19486 — 1966
Impreso en España por Talleres Gráficos de Ediciones
Castilla, S. A. — Maestro Alonso, 23. — MADRID
CAPITULO
11
Propiedades de los residuos y de
las derivaciones
2025. HETEROGENEIDAD SOCIAL Y CIRCULACIÓN ENTRE LAS DIVERSAS
'. Varias veces nos hemos detenido en la consideración de esta
heterogeneidad, y nos tendremos que ocupar más de ella todavía, ahora que
vamos a dirigir nuestro estudio a las condiciones del equilibrio social; es
preciso, pues, para no encontrar el camino lleno de obstáculos, que razonemos
aquí sobre ella.
La heterogeneidad de la sociedad y la circulación entre las diversas partes se
podrían estudiar separadamente, pero como en la realidad están unidos los
fenómenos correspondientes, será útil estudiarlos juntos para evitar repeticiones.
Guste o no guste a ciertos teóricos, es un hecho que la sociedad humana no es
homogénea, que los hombres son distintos física, moral e intelectualmente L.
pretendemos estudiar los fenómenos reales y, por lo tanto, tenemos que tener en
cuenta este hecho. Y también tenemos que tener en cuenta ese otro hecho de que
las clases sociales no están, enteramente separadas, ni siquiera en los países
donde existen castas, y que en las naciones civilÍ2adas modernas se produce una
intensa circulación^ entre las diversas clases. Es imposible considerar en toda su
extensión el tema de la diversidad efe los numerosísimos grupos sociales 2, y los
no mePARTES
2025' Un primero e imperfecto esbozo de la teoría que voy a exponer lo publiqué en
los Systémes socialistes.
20252 Aun en el caso de que se pudiera hacer, sería provechoso no extender las
indagaciones más allá de un cierto límite, por los motivos ya declarados (§ 540).
Vilfredo Pareto
68
nos numerosísimos modos en que se mezclan. Por consiguiente, y en general,
como no se puede obtener un máximo, hay que contentarse con el mínimo y
procurar hacer más fácil el problema para hacerlo también más tratable.
Primer paso por un camino que otro podrá seguir recorriendo.
Consideraremos el problema solo en relación con el equilibrio social y
procuraremos reducir cuanto sea posible el número de los grupos y los
modos de circulación, reuniendo los fenómenos que se muestran análogos
de alguna forma3.
2026. Las clases selectas de la -población y su- circulación1. Comencemos
por dar una definición teórica del fenómeno, todo lo precisa que sea posible,
y luego veremos las consideraciones prácticas que pueden sustituirla, para una
primera aproximación. Dejemos enteramente a un lado por ahora la
consideración de la índole buena o mala, útil o nociva, loable o reprobable,
de los diversos caracteres de los hombres, y atendamos solo al grado que
tienen, es decir, si son leves, medianos o grandes, y, más precisamente, qué
índice se puede asignar a cada hombre, teniendo en cuenta el grado del
carácter considerado.
2027. Supongamos, pues, que en cada rama de la actividad humana se
asigne a cada individuo un índice que indique su capacidad, más o menos
como se dan las notas en los exámenes de las diversas materias en una
escuela. Por ejemplo, al profesional óptimo se le dará 10, al que j no logra
tener un cliente le daremos 1, para poder dar cero al que es i verdaderamente
un cretino. A quien ha sabido ganar millones, bien o mal, ; le daremos 10; a
quien gana miles de liras, 6; a quien a duras penas 'logra no morirse de
hambre, le pondremos un 1, y al que está en un asilo de mendigos le
pondremos un cero. A la mujer política, que, como
Cuando muchos elementos, A, B, C, ... P, Q, R, S, ..., actúan sobre un fenómeno, es
preciso desde el principio tener un concepto, siquiera lejano, de la actuación cuantitativa
de tales elementos, y después considerar solo los elementos A, B, ... P, cuya actuación es
notable, dejando a un lado los otros: Q, R, ... Se tiene así una primera aproximación a la
que pueden seguir otras, si hay quien quiera, sepa y pueda llevarlas a cabo. [Siguen los
motivos por los que tal cosa no es intentada
por muchos.]
20253 Una teoría general, de la que la presente es solo un caso particular, se puede ver
en Guido Sensini, Teoría dell'equilibrio di composizione delle classi so-.ciali, en «Rivista
italiana di Sociología», septiembre-diciembre, 1913.
2026' M. Kolabinska, La circulation des élites en France: «(p. 5) La notion principale
du terme élite est de supériorité; c'est la seule que je retiens; je laisse entiérement de cote
les notions accessoires d'appréciation et d'utilité de cette supériorité. Je ne recherche pas
ici ce qui est désirable; je fais une simple étude de ce qui existe. En un sens large
j'entends par élite d'une societé les gens qui ont á un degré remarquable des qualités
d'intelligence, de caractére, d'adresse, de capacité de tout genre... Par contre j'exclus
entiérenment toute appréciation sur les rnérites et l'utilité de ees classes.»
Propiedades de los residuos y derivaciones
69
la Aspasia de Péneles, la Maintenon de Luis XIV o la Pompadour de Luis
XV, ha sabido cautivar a un hombre poderoso y participa en el gobierno de
los asuntos públicos que él ejerce, le daremos una nota alta, como 8 0 9 ; a
la ramera que satisface solo los sentidos de tales hombres y no influye para
nada sobre los asuntos públicos, le pondremos un cero. Al eficaz estafador
que engaña a la gente y sabe librarse del Código penal, le pondremos un 8,
un 9 o un 10, según el número de primos a los que ha logrado engatusar y el
dinero que ha conseguido sacarles; al pobre ladronzuelo que roba un
cubierto en una fonda y, para colmo, se deja coger por los carabineros, le
pondremos un 1. A un poeta como Carducci le pondremos un 8 o un 9,
según los gustos; a un poetastro que hace huir a la gente al recitar sus
sonetos le pondremos un cero. Con los jugadores de ajedrez podremos tener
índices más precisos, atendiendo a la cantidad y calidad de los partidos que
ha vencido. Y así con todas las ramas de la actividad humana.
2028. Hay que tener en cuenta que razonamos sobre un estado de hecho,
no sobre un estado potencial. Si en un examen de inglés uno dice: "Si
quisiera, podría saber muy bien el inglés; no lo sé porque no he querido
aprenderlo", el examinador le responderá: "El por qué no lo sabe no me
interesa nada; usted no sabe y le pongo cero." Si, de modo parecido, se
dijera: "Este hombre no roba, pero no porque no sepa, sino porque es un
buen hombre", responderemos: "Muy bien, le alabamos por ello, pero como
ladrón le pondremos un cero."
2029. Hay quien adora a Napoleón I como a un dios, y quien le odia
como al último de los malhechores. ¿Quién tiene razón? Queremos resolver
esta cuestión en un aspecto absolutamente distinto. Fuera bueno o malo
Napoleón I, lo cierto es que no era un cretino, ni siquiera un hombre
insignificante, como hay millones: tenía cualidades excepcionales, y esto
basta para que le coloquemos en un grado elevado, pero sin pretender en
absoluto prejuzgar la solución de cuestiones que se podrían plantear respecto
a la ética de tal cualidad o sobre su utilidad social.
2030. En suma, utilizamos aquí, en general, el análisis científico,
que distingue los temas y los estudia separadamente. Siempre en general,
hay que sustituir el rigor de las variaciones insensibles de números por
las variaciones a saltos de grandes clases, del mismo modo que en los
exámenes se distinguen los que son aprobados de los que no son aproba
dos, o como, refiriéndose a la edad, se distinguen los niños, los jóvenes
y
los
viejos.
,
2031. Formemos, pues, una clase con aquellos que tienen los índices
0^
70
Vilfredo Párelo
más elevados en el ramo de su actividad, a la que daremos el nombre (§ 119)
de clase selecta (élite}.
2032. Para el estudio que realizamos, el del equilibrio social, es
útil aún dividir en dos esta clase, es decir, que separaremos a aquellos que,
directa o indirectamente, tienen participación notable en el gobierno,
quienes constituirán la clase selecta de ¿obiernoj_ el resto será la clase
selecta_no_d£_,gQhiexriai.
~"
2033. Por ejemplo: un célebre jugador de ajedrez forma parte, ciertamente, de la clase selecta; pero no es menos cierto que sus méritos como
ajedrecista no le abren el camino para actuar en el gobierno y, por
consiguiente, si ello no se produce por otras cualidades suyas, no forma
parte de la clase selecta de gobierno. Las amantes de los soberanos absolutos
forman parte a menudo de la clase selecta, bien por su belleza, bien por sus
dotes intelectuales; pero solo algunas de ellas, que tenían, además, ese
ingenio especial que se requiere para la política, participaron en el
gobierno.
2034. Tenemos, pues, dos estratos en la población, es decir: 1.° El
estrato inferior, la clase no selecta, de la que por ahora no indagamos la
acción que puede ejercer en el gobierno; y 2.° El estrato superior, la clase
selecta, que se divide en dos, a saber: a) La clase selecta de gobierno; b) La
clase selecta no de gobierno.
I
2035. En la práctica no hay exámenes para asignar a cada individuo su
puesto en estas diversas clases, pero se suple por otros medios: por ciertos
cartelitos que, en el mejor caso, logran este objeto. Tales cartelitos existen
incluso donde hay exámenes. Por ejemplo, la tarjeta de abogado indica a un
hombre que debería saber de leyes y que con frecuencia sabe verdaderamente,
pero que en ocasiones no sabe nada de leyes. Análogamen-r te, en la clase
selecta de gobierno están aquellos que tienen el cartel de cargos políticos no
demasiado bajos; por ejemplo, ministros, senadores, diputados, directores
generales en los ministerios, presidentes de salas de apelación, generales,
coroneles, etc., con las debidas excepciones de quien ha logrado embarcarse
entre estos sin tener las cualidades correspondientes al cartelito que ha
obtenido.
2036. Estas excepciones son mucho mayores que entre los abogados,
20321 M. Kolabinska: loe. cit., § 2026': «(p. 6) Nous venons d'énumérer dif-feréntes
catégories des individus composant Pélite; on peut encoré les classer de bien d'autres
manieres. Pour le but que je me propose en cette étude, il convient de diviser l'élite en deux
parties: une, que j'appellerai M, contiendra les individus de l'élite qui ont part au
gouvernement de l'Etat, qui constituent ce que Fon nomme plus ou moins vaguement 'la
classe gouvernante'; l'autre partie N, sera constituée i par ce qui reste de l'élite, lorsqu'on
en a separé la partie Ai.»
Propiedades de los residuos y derivaciones
71
los médicos, los ingenieros, o que entre quienes se han hecho ricos con su
propio arte, o que entre" quienes destacan en la música, en la literatura, etc.,
entre otras razones porque en dichas ramas de la actividad humana los
cartelitos son obtenidos directamente por cada individuo, mientras que, en la
clase selecta, parte de los cartelitos son hereditarios, como, por ejemplo, los de
la riqueza. En otros tiempos los había también hereditarios en la parte selecta
de gobierno, pero ahora solo quedan los de los soberanos ; pero si la herencia
ha desaparecido directamente, sigue siendo todavía poderosa indirectamente, y
quien hereda un gran patrimonio, fácilmente es nombrado senador en ciertos
países o logra que le elijan diputado, pagando a los electores y halagándoles, si
es preciso, con demostraciones de entusiasta demócrata, de socialista, de
anarquista. La riqueza, los parientes, las relaciones, ayudan también en otros
muchos casos y hacen que les pongan el cartelito de la clase selecta en general
o de la clase selecta de gobierno en particular a quien no debería llevarlo.
2037. Allí donde la unidad social es la familia, el rótulo del cabeza de la
familia sirve también para todos los que la componen. En Roma, quien llegaba
a ser emperador, llevaba generalmente a sus libertos a la clase superior, más
aún: con frecuencia a la parte selecta de gobierno. Sin embargo, pocos o
muchos de estos libertos que tenían participación en el gobierno poseían
cualidades buenas, o malas, por las que, por su propia virtud, les fuera bien el
cartel que conseguían gracias al favor del César. En nuestras sociedades, la
unidad social es el individuo, pero el lugar que este ocupa en la sociedad es
útil también a la mujer, a los hijos, a los allegados, a los amigos.
2038. Si todas estas desviaciones del tipo fueran de poca monta, se
podrían dejar a un lado, como prácticamente se dejan aparte en los casos en
que para ejercer un oficio se prescribe un título. Se sabe que hay personas que
tienen tales títulos sin merecerlos, pero, en fin, la experiencia demuestra que,
en conjunto, esto puede despreciarse.
2039- Todavía se podría despreciar tales desviaciones, al menos bajo
ciertos aspectos, donde se mantuvieran más o menos constantes, es decir,
donde variase poco o nada la proporción entre el total de una clase y la gente
que tiene el cartel de ella sin tener las cualidades correspondientes.
2040. Por el contrarío, los casos reales que debemos considerar en nuestras
sociedades difieren de estas dos. Las desviaciones no son tan pocas que puedan
ser despreciadas; su número es variable, y de tal variación se derivan
fenómenos de gran peso para el equilibrio social; es preciso, pues, que lo
estudiemos deliberadamente.
2041. Además, hay que considerar cómo se mezclan los diversos gru-
72
Vilfredo Párelo
pos de la población. Quien pasa de un grupo a otroUleva a este generalmente ciertas inclinaciones, ciertos sentimientos, ciertas aptitudes que ha
adquirido en el grupo del que procede, y es preciso tener en cuenta esta
circunstancia.
2042. A este fenómeno, en el caso particular de que se consideran solo
dos grupos, es decir, la clase selecta y la clase no selecta, se ha dado el
nombre de CIRCULACIÓN DE LA CLASE SELECTA (circularon des élites). *• 2043. En
conclusión, tenemos que atender principalmente: 1.° En un mismo grupo, a la
proporción entre el total del grupo y el número de aquellos que forman parte
de él nominalmente sin tener los caracteres necesarios para formar parte de
él realmente; 2.° Entre los diversos grupos, a los modos por los que tienen
lugar los pasos de un grupo al otro, y a la intensidad de este movimiento, es
decir, a la velocidad de la circulación.
\
2044. Hay que notar que tal velocidad de circulación se debe considerar
no solo absolutamente, sino también en relación con la demanda y la oferta
de ciertos elementos. Por ejemplo, un país que siempre está en paz necesita
pocos guerreros en la clase gobernante, y la producción de estos puede ser
exuberante para la necesidad. Sobreviene un estado de guerras continuo;
hacen falta muchos guerreros, y la producción, aun manteniéndose igual,
puede ser deficiente para la necesidad'. Notemos, de pasada, que esta ha sido
una de las causas de la destrucción de muchas
aristocracias.
2045. Otro ejemplo. En un país donde hay poca industria y poco
comercio, la producción de individuos que tienen en alto grado las cualidades requeridas para estos géneros de actividad es exuberante. La industria
y el comercio se desarrollan; la producción, aun manteniéndose igual, no
está ya a la altura de las necesidades.
" 2046. No se debe confundir el estado de derecho con el estado de
/ hecho; solo o casi solo, este último importa para el equilibrio social. Hay
muchísimos ejemplos de castas cerradas legalmente, en las que, de hecho,
se producen infiltraciones a üneñücíb bastante abundantes. Por otra parte,
2044' M. Kolabinska; loe. cu., § 2026': «(p. 10) L'insuffisance du recrutement de
l'élite ne resulte pas d'une simple proportion numérique entre le nombre des membres
nouveaux et celui des anciens; mais il faut faire entrer en ligne de compte le nombre de
personnes ayant les qualités requises pour faire part de l'élite gou-vernementale et qui en
son repoussées; ou bien, en un sens opposé, le nombre de nouveaux membres dont aurait
besoin l'élite et qui luí font déíaut. Par exemple, dans le premier sens, la production de
personnes ayant des qualités remarquables d'instruction peut dépasser de beaucoup le
nombre de ees personnes pouvant trouver place dans l'élite, et l'on a alors la formation de
ce qu'on a appelé un proletaria! intellectuel.»
Propiedades de los residuos y derivaciones
73
¿de qué sirve que una casta sea legalmente abierta si faltan las condiciones
de hecho que permiten entrar en ella? Si cualquiera puede enriquecerse, forma
parte de la clase gobernante; si nadie se enriquece, es como si esta clase
estuviera cerrada; y si pocos se enriquecen, es como si la ley estableciera
graves obstáculos para el acceso a esta clase. Un fenómeno de este tipo se vio
al final del Imperio romano. Quien se hacía rico entraba en la orden de los
curiales; pero muy pocos se hacían ricos.
Teóricamente, podemos considerar muchísimos grupos; prácticamente,
tenemos que limitarnos por fuerza a los más importantes. Procederemos por
aproximaciones sucesivas, pasando de lo simple a lo compuesto.
2047. LA CLASE SUPERIOR Y LA CLASE INFERIOR EN GENERAL. Lo
mínimo que podemos hacer es divid!r~la sociedad en dos estratos, es decir,^ un
estrato süp^nórTen eTqúe 'süelen_estarlos gobernantes,_y.gtrp inferior,
"eñTéTqüe'están Tos gobernados^ Este hecho es tan patente que en todo tiempo"
se Tía impuesto al observador, incluso poco experto, y lo mismo ocurre
respecto al hecho de la circulación de los individuos entre estos dos estratos; el
propio Platón lo percibió, y lo quiso regular artificialmente (§ 278); muchos
han hablado de los "hombres nuevos", de los "parvenus", y hay numerosos
estudios literarios sobre ellos. Demos ahora forma más precisa a
consideraciones entrevistas hace mucho tiempo. Ya hemos aludido (§ 1723 y s. *)
a la diversa repartición de los residuos en los distintos grupos sociales y,
principalmente, en la clase superior y en la inferior. Tal heterogeneidad social
es un hecho que la mínima observación hace conocer.
2048. Las mutaciones de los residuos de la clase I y de la clase Tí que se
producen en los estratos sociales son bastante importantes en relación con la
determinación del equilibrio. La observación vulgar los advirtió bajo una
forma especial, es decir, bajo la forma de mutaciones, en el estrato superior,
de los sentimientos llamados "religiosos" ; se observó que había épocas en
que estos disminuían, y otras en que crecían, y que tales oleadas
correspondían a mutaciones sociales notables. De modo más preciso se
puede describir el fenómeno diciendo que, en el estrato superior, los
residuos de la clase II disminuyen poco cada vez, hasta que, de tiempo en
tiempo, son hechos crecer por una marea que parte del estrato inferior.
2049. Hacia el final de la república romana, las clases altas no tenían ya
sentimientos religiosos, sino bastante débiles. Tales sentimientos tuvieron un
notable incremento por la incorporación a las clases altas de hom2047* A los parágrafos 1723 y siguientes se alude en el esquema.
74
Vilfredo Párelo
bres de las clases bajas, es decir, forasteros, libertos y otros, que el Imperio
romano introdujo en las clases altas (§ 2549). Un nuevo y fuerte incremento
se produjo cuando, en tiempos del bajo imperio, el gobierno pasó a una
burocracia procedente de las clases bajas y a una plebe militar; y fue la
época en que la prevalencia de los residuos de la clase II se manifestó en la
decadencia de la literatura, de las artes y las ciencias y en la invasión de las
religiones orientales y, principalmente, del cristianismo.
2050. La Reforma protestante en el siglo xvi, la revolución inglesa en
tiempos de Cromwell, la Revolución francesa de 1789, muestran grandes
mareas religiosas que, nacidas en las clases inferiores, sumergen el escepticismo de las clases superiores. En nuestros días, los Estados Unidos de
América, donde es intensísimo el movimiento que lleva hacia arriba a los
individuos de las clases inferiores, nos muestran un pueblo en el que tienen
mucho poder los residuos de la clase II. En él nacen numerosas religiones
extrañas y en contraste con todo sentimiento científico, como podría ser la
Christian scíence, y tienen leyes hipócritas para imponer la moral, semejantes a las de la Edad Media europea.
2051. En el estrato superior de la sociedad, en la clase selecta, están
nominalmente ciertos agregados, en ocasiones no bien definidos, y que se
dicen aristocracias. Hay casos en que la mayoría de los que pertenecen a
tales aristocracias tienen, en efecto, los caracteres para permanecer en ellas, y
otros en los que un número notable de sus componentes carecen de tales
caracteres. Pueden tener participación más o menos grande en la clase ,
selecta de gobierno o bien estar excluidos de ella.
2052. En el origen, las aristocracias guerreras, religiosas, comerciales, las
plutocracias, salvadas pocas excepciones que no consideramos, debían sin
duda formar pane de la clase selecta y, en ocasiones, la constituían
enteramente. El guerrero victorioso, el comerciante que prosperaba, el plutócrata que se enriquecía, eran sin duda alguna hombres que superaban lo
vulgar en su actividad. Entonces el cartel correspondía al carácter efectivo;
pero luego, con el paso del tiempo, se produjo un distancia-miento, que a
menudo fue notable y algunas veces notabilísimo; mientras, por otra parte,
ciertas aristocracias que originariamente tenían gran participación en la clase
selecta de gobierno acabaron por constituir solo una parte mínima de ella, y
esto se produjo principalmente con la aristocracia
guerrera.
2053. Las aristocracias no duran. Por las razones que sea, es incontrastable que, al cabo de un cierto tiempo, desaparecen. La historia es un
cementerio de aristocracias. El pueblo ateniense era una aristocracia respecto al
resto de la población de metecos y de esclavos; desapareció sin dejar
Propiedades de los residuos y derivaciones
75
descendencia. Desaparecieron las varias aristocracias romanas. Desaparecieron
las aristocracias bárbaras. ¿Dónde están, en Francia, los descendientes de los
conquistadores francos? Las genealogías de los lores ingleses son muy
exactas: quedan poquísimas familias que descienden de los compañeros de
Guillermo el Conquistador; las otras desaparecieron. En Alemania la
aristocracia actual está constituida, en gran parte, por los descendientes de
los vasallos de los antiguos señores. La población de los Estados europeos ha
crecido enormemente desde hace varios siglos; es un hecho cierto, muy
cierto, que las aristocracias no han crecido en proporción.
2054. No es solo por el número por lo que ciertas aristocracias decaen,
sino también por la calidad, en el sentido de que disminuye en ellas la
energía y se modifican las proporciones de los residuos que les ayudaron a
adueñarse del poder y a conservarlo; pero de esto hablaremos más adelante
(§ 2190 y s.). La clase gobernante es restaurada no solo en número, sino, y
esto es lo que importa, en calidad por las familias que vienen de las clases
inferiores, que le aportan la energía y las proporciones de residuos necesarios
para mantenerse en el poder. Se restaura también por la pérdida de sus
componentes que más han decaído.
2055. Donde uno de estos movimientos cesa, y peor aún si cesan am bos,
la parte gobernante va hacia su ruina, que a menudo lleva consigo la de toda
la nación. Es causa poderosa de turbación del equilibrio la acumulación de
elementos superiores en las clases inferiores, y, viceversa, de elementos
inferiores en las clases superiores. Si las aristocracias humanas fueran como
las razas elegidas de animales, que se reproducen durante mucho tiempo,
aproximadamente con los mismos caracteres, la historia de la raza humana
sería enteramente distinta de como la conocemos.
2056. Gracias a la circulación de las clases selectas, la clase sejecta_ de
gobierno ¿stá~_gn un estado de continua y lenta transformación, fluye como
un río, y" la de hoy es distinta de la de ayer. De vez en cuando se observan
repentinas y violentas perturbaciones, como podrían serlo las inundaciones
de un río, y después la nueva clase selecta de gobierno vuelve a modificarse
lentamente: el río, vuelto a su cauce, fluye de nuevo regularmente.
2057. Las revoluciones se producen porque, bien por el entorpecimiento
de la circulación de la clase selecta, bien por otra causa, se acumulan en los
estratos superiores elementos decadentes que ya no tienen los residuos
capaces de mantenerlos en el poder y evitan el uso de la fuerza, mientras que
crecen en los estratos inferiores los elementos de calidad superior que poseen
los residuos capaces de ejercer el gobierno y que están dispuestos a utilizar
la fuerza.
76
12
Vilfredo Párelo
2058. Generalmente, en las revoluciones, los individuos de los estratos
inferiores son capitaneados por individuos de los estratos superiores, porque
en estos se dan las cualidades intelectuales útiles para disponer la batalla,
mientras que les faltan los residuos que son suministrados precisamente por
los individuos de los estratos inferiores.
2059. Las mutaciones violentas se producen bruscamente y, por tanto, el
efecto no sigue de modo inmediato a la causa. Cuando una clase gobernante
o una nación se han mantenido largo tiempo por la fuerza y se han
enriquecido, pueden subsistir un poco más todavía sin la fuerza, comprando
la paz de los adversarios y pagando no solo con oro, sino también con
sacrificios, el decoro y la reverencia de que hasta entonces habían gozado y
que constituye un cierto capital. En un primer momento, el poder se
mantiene mediante concesiones, y nace el error de que se pueda seguir
manteniendo así indefinidamente. Así, el Imperio romano de la decadencia
compraba la paz de los bárbaros con moneda y con honores; así, Luis XVI
de Francia, tras consumir en un período muy breve el heredado patrimonio
de amor, respeto y reverencia casi religiosa por la monarquía, pudo ser,
cediendo siempre, el rey de la revolución; así, la aristocracia inglesa pudo
prolongar su poder en la segunda mitad del siglo xix hasta la aurora de su
decadencia, marcada por el Parliament Bill, a comienzos del siglo xx.
CAPITULO
7orma general de la sociedad
2060. LOS ELEMENTOS. La forma de la sociedad está determinada por todos
los elementos que sobre ella actúan y, una vez determinada, es ella quien
actúa sobre los elementos; por consiguiente, se puede decir que se produce
una mutua determinación. Entre los elementos podemos distinguir las
siguientes categorías: 1.a El suelo, el clima, la flora, la fauna, las circunstancias geológicas, mineralógicas, etc.; 2.a Otros elementos externos a
una sociedad dada en un tiempo dado, es decir, las acciones de las otras
sociedades sobre ella, que son externas en el espacio, y las consecuencias
del estado anterior de la propia sociedad, que son externas en el tiempo; 3.a
Elementos internos, entre los cuales los principales son la raza, los residuos,
es decir, los sentimientos que manifiestan las inclinaciones, los intereses,
las_ap_titucL.para el razonamiento, para la observación, el estado de los
conocimientos, etc. También las derivaciones están entre estos elementos.
2061. Los elementos que hemos citado no son independientes; la mayoría
de ellos son interdependientes. Además, entre los elementos hay que contar
las fuerzas que se oponen a la disolución, a la ruina de las sociedades que
duran; por tanto, cuando una de estas está constituida bajo una cierta forma
determinada por los otros elementos, actúa a su vez sobre estos elementos, a
los que, en tal sentido, se les debe considerar también en un estado de
interdependencia con respecto a ella. Algo semejante se observa con los
organismos animales. Por ejemplo, la forma de los órganos determina el
género de vida, pero este, a su vez, actúa sobre los órganos (§ 2088 y s.).
2062. Para determinar enteramente la forma social sería necesario desde
el principio conocer todos estos numerosísimos elementos; luego ha-
124
Vilfredo Pareto
más adelante (§ 2181 y s.); atendamos ahora a las relaciones de interdependencia de este modo de usar la fuerza con el resto de los hechos sociales.
Tendremos, como de costumbre, una serie de acciones y de reacciones, en la
que el uso de la fuerza aparece unas veces como causa y otras como efecto.
2178. Respecto a los gobernantes, hemos de considerar principalmente
cinco categorías de hechos, o sea: 1.° Un pequeño número de ciudadanos,
con tal de que sean violentos, puede imponer su voluntad a los gobernantes
que no están dispuestos a aplastar dicha violencia con otra similar. Si los
gobernantes son movidos principalmente por sentimientos humanitarios al
no usar la fuerza, tal efecto se produce muy fácilmente; si, por el contrario,
no usan la fuerza porque estiman más aconsejable emplear otros medios, se
tiene a menudo el efecto siguiente; 2.° Para impedir la violencia o para resistir
a ella, la clase gobernante usa la astucia, el fraude, la corrupción, y, para
decirlo de otro modo, el gobierno pasa de los leones a los zorros. La clase
gobernante agacha la cabeza ante la amenaza de la violencia, pero cede solo
en apariencia o procura evitar el obstáculo que no puede superar de un modo
franco. A la larga, tal modo de obrar actúa poderosamente sobre la elección
de la clase gobernante, de la que son llamados a formar parte solo los zorros
y rechazados los leones (§ 2227). Aquel que conoce el arte de debilitar a los
adversarios con la corrupción, de recuperar con el fraude y el engaño lo que
parecía haber cedido ante la fuerza, es óptimo entre los gobernantes; quien
tiene arrebatos de resistencia y no sabe agachar su cabeza oportunamente, es
pésimo entre los gobernantes, y puede mantenerse entre ellos solo si
compensa tal defecto con otras cualidades eminentes; 3.° De este modo, en la
clase gobernante aumentan los residuos del instinto de las combinaciones
(clase I) y disminuyen los de la persistencia de los agregados (clase II),
puesto que los primeros ayudan precisamente a usar el arte de replegarse, a
descubrir ingeniosas combinaciones con las que sustituir la resistencia
declarada, mientras que los segundos inducirían a esta, y un intenso
sentimiento de persistencia de los agregados quita flexibilidad; 4.° Los
designios de la clase gobernante no se mantienen mucho en el tiempo; la
prevalencia de los instintos de las combinaciones, el debilitamiento de la
persistencia de los agregados hace que la clase gobernante se contente con el
presente y se preocupe menos del futuro. El individuo prevalece y con
mucho sobre la familia, y el ciudadano sobre la colectividad y la nación. Los
intereses del presente o de un futuro próximo, y materiales prevalecen sobre
los intereses de un futuro lejano y sobre los ideales de la colectividad y la
patria. Se procura gozar del presente sin preocuparse demasiado por el
Forma general de la sociedad
125
porvenir; 5.° Partes de tales fenómenos se observan también en las relaciones internacionales. Las guerras se hacen esencialmente económicas; se
procura evitarlas con los poderosos, y solo se declaran a los débiles; se
consideran, más que otra cosa, como una especulación (§ 2328). A menudo se
lanza inconscientemente a ellas al país al provocar conflictos económicos que
se espera no trasciendan jamás en conflictos armados; y estos son con
frecuencia impuestos por pueblos en los que la evolución está tan poco
avanzada que lleva al predominio de los residuos de la clase I.
2179. Respecto a los gobernantes, se dan las siguientes relaciones, que
corresponden en parte a las anteriores: 1.a Donde, en la clase gobernada, hay
un cierto número de individuos dispuestos a usar la fuerza, y donde hay jefes
capaces de guiarlos, frecuentemente se observa que la clase gobernante es
desplazada y que otra ocupa su puesto. Esto se produce con facilidad donde la
clase gobernante está movida principalmente por sentimientos humanitarios,
y con mucha facilidad si no sabe asimilarse las partes selectas que destacan
en la clase gobernada: una aristocracia humanitaria y cerrada, o poco abierta,
llega al máximo de inestabilidad; 2." Por el contrario, es más difícil
desplazar a una clase gobernante que sabe usar oportunamente la astucia, el
fraude, la corrupción, y muy difícil, si consigue asimilarse el mayor número
de aquellos que, en la clase gobernada, tienen las mismas dotes, saben
utilizar las mismas artes, y que, por consiguiente, podrían ser los jefes de
quienes están dispuestos a usar la violencia. La clase gobernada, que de esta
suerte queda sin guía, sin arte, desor^am^.d^^es casi siempre impotente para
instituir nada que sea "3uradero;3^ De este modo, en la clase gobernada
disminuyen un poco los residuos del instinto de las combinaciones; pero el
fenómeno no es parangonable con el del aumento de estos residuos en la
clase gobernante, puesto que teniendo esta un número menor de individuos,
cambia considerablemente de índole en cuanto se una a ella o se aparte un
número restringido de individuos, mientras que este número aporta leves
cambios a un total enormemente mayor. Además, quedan en la clase
gobernada muchos individuos que tienen instintos de combinaciones y que
no son utilizados en la política o en actuaciones próximas, sino solo en las
artes, que son independientes de ella. Tal circunstancia da estabilidad a las
sociedades, puesto que a la clase gobernante le basta añadirse un número
restringido de individuos para quitarle los jefes a la clase gobernada. Por
otra parte, a la larga, aumenta la diferencia de índole entre clase gobernante
y clase gobernada; en aquella hay inclinación a la prevalencia de los
instintos de combinaciones, y en esta de los instintos de persistencia de los
agregados; y cuando la diferencia llega a ser suficientemente grande,
126
Vilfredo Párelo
se producen revoluciones; 4.a Estas, a menudo, dan el poder a una nueva clase
gobernante, en la que hay un aumento de los instintos de persistencia de los
agregados y que, por consiguiente, añade a los designios del gozo en el
presente los de ideales a conseguir en el porvenir; en parte, el escep-. ticismo
cede a la fe; 5.a Estas consideraciones se deben extender en parte a las
relaciones internacionales. Si los instintos de las combinaciones aumentan más allá
de un cierto límite proporcionalmente a los instintos de persistencia de los
agregados, en un cierto pueblo, este puede ser fácilmente vencido en guerra
por otro pueblo en el que no se haya producido tal fenómeno. El poder de un
ideal para conducir a la victoria se observa tanto en las guerras civiles como en
las internacionales. Quien pierde el hábito de usar la fuerza, quien está
avezado a juzgar comercialmente una operación, según su debe y haber
monetario, fácilmente se deja llevar a comprar la paz; y puede ocurrir que tal
operación, considerada aisladamente, sea buena, porque la guerra habría
costado más dinero que el precio pagado por la paz; pero la experiencia
demuestra que, a la larga, considerada con las otras que la siguen
inevitablemente, hace que un pueblo, de este modo, vaya a su propia ruina.
Muy raramente el fenómeno que acabamos de citar de la prevalencia de los
instintos de las combinaciones se produce para toda la población; por lo común,
se observa solo en los estratos superiores y poco o nada en los inferiores y más
numerosos. Por consiguiente, cuando estalla la guerra, asombra la energía
demostrada por el vulgo, la cual, considerando solo los estratos superiores, no
se preveía en absoluto. En ocasiones, como ocurrió en Cartago, tal energía no
basta para salvar a la patria, porque la guerra ha sido mal preparada, mal
dirigida por las clases dirigentes del enemigo. Otras veces, como ocurrió con
las guerras de la Revolución francesa, la energía popular basta para salvar
a la patria, porque, si la guerra ha sido mal preparada por las clases dirigentes
del país, ha sido también peor preparada y peor conducida por las clases
dirigentes del enemigo, lo que da tiempo a los estratos inferiores de la
sociedad a arrojar del poder a su clase dirigente y sustituirla por otra de
mayor energía y en la que es mayor la proporción de los instintos de
persistencia de los agregados. Otras veces, aún, como ocurrió en Alemania
después de la derrota de Yena, la energía popular se propaga a las clases
superiores y la empuja a una acción que puede resultar eficaz porque une una
hábil dirección con una fe viva.
2180. Los fenómenos que acabamos de exponer son los principales,
pero a ellos se añaden otros muchos secundarios. Entre estos es útil observar que, si la clase gobernante no sabe, no quiere o no puede usar la
Forma general de la sociedad
127
fuerza para reprimir las transgresiones de las uniformidades en la vida
privada, ello es suplido por la acción anárquica de los gobernados. En la
historia es bien sabido que la venganza privada desaparece o reaparece
según que, mediante la represión de los delitos, el poder público haga o no
haga sus veces. Así, se ha visto reaparecer bajo la forma del linchamiento en
América e incluso en Europa. Obsérvese todavía que, donde es débil la
actuación del poder público, se constituyen pequeños Estados dentro del
gran Estado, pequeñas sociedades dentro de una mayor. De modo semejante, donde falta la actuación de la justicia pública es sustituida por la de
la justicia privada, sectaria y viceversa '. En las relaciones internacionales, bajo
los oropeles de la oratoria humanitaria y ética, no hay sino fuerza. Los
chinos se consideraban, y acaso lo eran, superiores en civilización a los
japoneses, pero a aquellos les faltaba la fuerza militar que, gracias a los
restos de "barbarie" feudal, no faltaba a estos; así, pues, los pobres
chinos, agredidos por las hordas europeas, cuyas gestas en China recuerdan,
como bien dijo G. Sorel, a las de los conquistadores españoles en América,
después de que su país hubo sufrido muertes, rapiña, saqueos por parte de
los europeos, tuvieron que pagarles encima una indemnización, mientras
que los japoneses, victoriosos de los rusos, se hacen respetar de todos. Hace
pocos siglos, el fino arte diplomático de los señores cristianos de
Constantinopla no les salvaba de la ruina que les causaban, con su fanatismo y su fuerza, los turcos; y ahora, en 1913, precisamente en el mismo
lugar, los vencedores, decaídos en su fanatismo y en su fuerza, confiándose a
su vez a las falaces esperanzas del arte diplomático, son vencidos y deshechos por la fuerza de sus antiguos subditos. Gravísima ilusión es la de
los políticos que se imaginan poder suplir con inermes leyes el uso de la
fuerza armada. Entre los muchos ejemplos que se podrían poner, basten los
de la constitución de Sila y la constitución conservadora de la tercera
República Francesa. Cayó la constitución de Sulla porque no fue
mantenida por la fuerza armada que la podía hacer respetar; duró la
constitución de Augusto porque sus sucesores tuvieron el apoyo de la
fuerza de las legiones2. Vencida y deshecha la Comuna, Thiers creyó que el
gobierno tenía que apoyarse más en las leyes que en la fuerza armada; y sus
leyes fueron esparcidas como hojas por el viento de la tempestad de la
plutocracia democrática3. No recordamos el ejemplo de Luis XVI de
2180' [Ejemplo de los arrabales en Orgosolo, en 1919.]
21802 [Citado por Appiani de bellis civil., I, 104.]
2180* Los humanitarios se complacen en repetir el dicho: «On peut tout faire, avec
des baionnettes, excepté s'y asseoir dessus»; pero no nos dicen si, en su opinión, el poder
de Augusto y de sus sucesores no se apoyaba, al menos en parte, en
128
Viljredo Párelo
Francia, quien creía poder detener la Revolución con su -veto, porque se
trata de la ilusión de un insensato e imbécil4 (§ 2201).
2181. Por lo común, todos estos hechos aparecen velados por las
derivaciones. En un sentido, tenemos teorías que condenan siempre la violencia usada por los gobernados; en el otro, teorías que la reprueban si es
usada por los gobernantes (§ 2147 18, 2174).
2182. Las primeras teorías, cuando se siente excesivamente la necesidad de
usar la lógica, recurren simplemente a juicios de veneración para los hombres
que detentan el poder, para abstracciones del género de la del "Estado", y a
juicios de reprobación para aquellos que esperan turbar o subvertir el orden
existente (§ 2192). Y cuando se estima útil satisfacer la necesidad de lógica
que siente el hombre, se procura establecer una confusión entre el acto de
quien, por su propia y exclusiva cuenta, transgrede una uniformidad fijada en
la sociedad y quien la transgrede por un interés colectivo y para sustituirla
por otra; se mira así a extender al segundo acto la reprobación que
generalmente recae sobre el primero. En nuestro tiempo se dan
razonamientos relacionados con la teología del Progreso. Muchos de nuestros
gobiernos tienen origen revolucionario; ¿cómo, sin renegar de él, se puede
condenar las revoluciones que se pudieran intentar contra ellos? Se remedia
asignándoles un nuevo derecho divino: la insurrección era legítima contra los
pasados gobiernos, que tenían por fundamento de su poder la fuerza, pero no
lo es contra los modernos, que tienen por tal fundamento la "razón". O bien:
la insurrección era legítima contra los reyes y las oligarquías, pero no lo es en
ningún caso contra el "pueblo". O, aún: se puede usar donde no existe el
sufragio universal, pero no donde se tiene semejante panacea. Y de nuevo: es
útil y, por consiguiente, culpable en todos los países donde el "pueblo" puede
expresar su "voluntad". En fin, para no olvidarnos de dar alguna satisfacción
a los señores metafísicos: la insurrección no se puede tolerar donde existe un
"Estado de derecho". El lector sabrá excusarme si no le defino esta bella
entidad, pero, por muchas investigaciones que he hecho, ha seguido siendo
totalmente desconocida para mí, y preferiría tener que
describir la Quimera.
2183. Como de costumbre, todas estas derivaciones no tienen ningún
sentido preciso. Todos los gobiernos usan la fuerza y todos afirman que se
basan en la razón. En la práctica, con o sin sufragio universal, es siemjDKT una
oligarquía la, £U£jphierjaa. y quien sabe dar a la "voluntad del pueblo"
*• -" ~&EIQKr: •- •**?'* ~ • "^' - - ' - " - "
la fuerza de los preteríanos y de los legionarios. Es cierto que todos estos soldados usaban
espadas y no bayonetas; pero la cosa es la misma. 2180" [Citado por Aulard y por
Dury.]
Forma general de la sociedad
129
la extensión que desea, desde la ley regia que daba el imperium a los empeTáddres "romanos," a los votos de la mayoría de una asamblea elegida de
diversas formas, al plebiscito que dio el imperio a Napoleón III, etc., hasta el
sufragio universal sabiamente guiado, comprado, manejado por nuestros
"especuladores". ¿Quién es este nuevo dios al que se da el nombre de
"sufragio universal"? No está mejor definido, ni es menos misterioso, ni está
menos fuera de la realidad que tantas otras divinidades; y en su teología,
como en las otras, no faltan tampoco las contradicciones patentes. Los fieles
del "sufragio universal" no se dejan guiar por su dios, sino que son ellos
quienes le guían, quienes le imponen las formas en que debe manifestarse; a
menudo, mientras proclaman la santidad de la mayoría, se imponen a la
mayoría con la "obstrucción", aún siendo una pequeña minoría; y mientras
queman incienso para la diosa Razón, no desdeñan en absoluto, en ciertos
casos, el recurso a la astucia, al fraude, a la corrupción.
2184. En resumidas cuentas, tales derivaciones expresan principalmente
el sentimiento de aquellos que, llegados al poder, quieren conservarlo, y
también el sentimiento mucho más general de la utilidad de la estabilidad
social. Si tan pronto como una colectividad, pequeña o grande, estuviera
insatisfecha de ciertas normas fijadas en la sociedad de que forma parte,
recurriera a las armas para destruirlas, la sociedad misma se desharía. La
estabilidad social es tan útil que, para mantenerla, vale la pena recurrir a la
ayuda de fines imaginarios (¿6 1879, 1875), de diversas teologías, entre las
que puede estar la del sufragio universal, y resignarse a sufrir ciertos daños
reales. Para que sea útil turbarla, es preciso que tales daños sean muy
graves; y como los hombres son eficazmente guiados no por el escéptico
razonamiento científico, sino por vivos sentimientos que experimentan,
pueden ayudar dentro de ciertos límites y, efectivamente, han ayudado,
aunque sean científicamente absurdas las teorías del "derecho divino" de los
reyes, de las oligarquías, del "pueblo", de las "mayorías", de asambleas
políticas y otras semejantes.
2185. Las teorías que aprueban el uso de la fuerza por parte de los
gobernados se ensamblan casi siempre con las que lo reprueban por parte de
los gobernantes. Pocos soñadores reprueban en general el uso de la fuerza
por cualquier parte; pero estas teorías o no tienen ninguna eficacia o tienen
solo la de debilitar la acción de resistencia de los gobernantes, dejando libre
campo a la violencia de los gobernados, por lo que nos podemos limitar a
considerar en general el fenómeno bajo tal forma.
2186. No hacen falta muchas teorías para empujar a aquellos que están,
o se creen, oprimidos a la resistencia y al uso de la fuerza. Por tanto,
130
Vilfredo Párelo
las derivaciones están principalmente dirigidas a persuadir a aquellos que en
el conflicto serían neutros para que desaprueben la resistencia de los
gobernantes y, por consiguiente, a procurar que esta sea menos viva, o bien
incluso a persuadir de esto a los propios gobernantes; cosa que, por otra
parte, no puede hoy tener próspero éxito salvo con aquellos que tienen los
huesos roídos por las tabes del humanitarismo. Hace algunos siglos se podía
obtener un favorable éxito, en nuestras zonas, con derivaciones religiosas
entre aquellos que eran sinceramente cristianos; y en otras zonas, con
derivaciones de la religión que en ellas existía, entre aquellos que creían en
ellas firmemente. Puesto que el humanitarismo es una religión, semejante a
la cristiana, a la musulmana, etc., podemos decir en general que se puede
conseguir a veces la ayuda de los neutros y debilitar la¡ resistencia de los
gobernantes utilizando derivaciones de la religión, cualquiera que esta sea,
profesada sinceramente por tales personas. Pero como las derivaciones se
prestan con facilidad a demostrar el pro y el contra, este medio es a menudo
de poca eficacia, cuando no es un simple velo de los intereses.
2187. En nuestra época, en la que los conflictos son principalmente
económicos, se acusa al gobierno de "intervenir" en una disputa económica
si quiere proteger a los patronos o a los esquiroles contra la violencia de los
huelguistas. Si los agentes de la fuerza pública no se dejan matar sin usar las
armas, se dice que carecen de ponderación, que son "impulsivos,
neurasténicos". Se les debe negar, como a los esquiroles, la facultad de hacer
uso de las armas cuando son agredidos por los huelguistas, porque podrían
matar a estos, y el delito de la agresión, dado, y no concedido, que exista, no
merece la pena de muerte (/? 2147 18). Los juicios de los tribunales son
impugnados por ser "juicios de clase" ; de todos modos, son siempre
demasiado severos. En fin, es preciso que las amnistías borren todo recuerdo
de tales conflictos. Se podría pensar que, por pane de los esquiroles y de los
patronos, se usan derivaciones directamente opuestas a estas, puesto que
opuestos son sus intereses; pero no ocurre así u ocurre de un modo
sobremanera tímido y blando. Respecto a los esquiroles, el motivo es que,
generalmente, son de poco ánimo, no están sostenidos por ningún ideal, casi
se avergüenzan de su actuación y obran sin atreverse a hablar. Respecto a los
patronos, el motivo es que muchos de ellos son "especuladores" que esperan
resarcirse de los daños de la huelga con la ayuda del gobierno y a expensas
de los consumidores o de los contribuyentes. Sus litigios con los huelguistas
son litigios de cómplices para dividirse la presa. Los huelguistas, que forman
parte del pueblo, el cual tiene abundancia de residuos de la clase II, tienen
no solo intereses, sino también un ideal; los
Forma general de la sociedad
131
patronos "especuladores", que forman parte de la clase enriquecida con las
combinaciones, tienen, por el contrario, abundancia de residuos de la clase I,
por consiguiente tienen sobre todo intereses y nada o poco de ideal. Emplean
el tiempo en operaciones mucho más lucrativas que las de construir teorías;
entre ellos hay muchos demagogos plutócratas que saben de un modo
óptimo volver en favor suyo una huelga que parecía hecha justamente contra
ellos'.
Hay, además, consideraciones generales que valen tanto para los conflictos civiles como para los internacionales, y que se compendian en la
invocación de los sentimientos de piedad para los sufrimientos ocasionados
por el uso de la fuerza, haciendo totalmente abstracción de las causas por las
que se ha usado, y de la utilidad o el daño que el usarla o el no usarla
llevaría consigo. Se añaden, a veces, expresiones de veneración o, al menos, de
compasión por el "proletariado", que no puede hacer nunca nada mal o, por
lo menos, es excusable obre como obre. En otros tiempos, expresiones
análogas, correspondientes a sentimientos análogos, se usaban en favor del
poder real, teocrático, aristocrático.
2188. Es notable el hecho, conforme con la índole sentimental de las
derivaciones, de que las teorías que serían mejores bajo el aspecto lógicoexperimental suelen ser dejadas aparte. Por ejemplo, en la Edad Media había
una óptima razón para ponerse a favor del poder clerical, cuando este estaba
enfrentado con el poder imperial, real o baronal, es decir, cuando era casi el
único contrapeso de tales poderes, casi la única defensa de la inteligencia, de
la ciencia, de la cultura contra la fuerza ignorante y brutal. Pero esta razón
poco o nada era invocada como ayuda, y los hombres preferían confiar en
derivaciones sacadas de la doctrina de la revelación o de las Cartas Sagradas
(p 1617). Hoy, cuando los patronos que gozan de la protección económica
muestran un gran desdén porque los huelguistas pretenden eliminar la
competencia de los esquiroles, no se utiliza la respuesta de que quieren
impedir a otros hacer lo que hacen ellos mismos y de que no explican por qué
es buena la libre competencia de los obreros y mala la de los patronos. Si un
individuo pretende cruzar la frontera in21871 Por ejemplo, en Italia, está admitido que el Gobierno debe pagar a los
industriales que proveen material a los ferrocarriles un precio tal que sea igual al costo
más un beneficio discreto. Es, pues, manifiesto que si, a causa de las huelgas, se eleva el
costo, les toca a los contribuyentes pagar el aumento y los industriales siguen gozando de
su beneficio. Muchas veces se ha visto a estos y a otros industriales, entre ellos a los
constructores de barcos, provocar ellos mismos una huelga de sus obreros o, al menos,
amenazar con hacerlo, para presionar sobre el Gobierno y obtener encargos a precios
convenientes. Las cooperativas que aceptan trabajos públicos actúan de modo análogo,
prescindiendo de la mediación de los patronos.
132
Vilfredo Párelo
traduciendo en Italia sacarina, acuden los guardias aduaneros y, con la
violencia, impiden esta competencia a los fabricantes de azúcar, llegando, si
es preciso, hasta a hacer uso de las armas y, en ocasiones, hasta a matar al
contrabandista, al que nadie llora; mientras que, gracias a esa violencia, a
esos homicidios, muchas personas han podido ganar conspicuas riquezas que
luego les procuran consideraciones, honores e incluso un puesto entre los
legisladores. Falta saber por qué la violencia no puede ser igualmente
utilizada para lograr aumentos de los salarios de los obreros.
2189. Se puede objetar que la violencia que tutela los intereses de los
patronos es legal y la que usan los huelguistas contra los esquiroles es ilegal.
Con lo que la cuestión pasa de la utilidad de la violencia a la utilidad del
modo en que se ejerce, y es verdaderamente un tema importante. La
violencia legal es efecto de las normas existentes en una sociedad, y, en
general, su uso es de mayor utilidad, o de menor daño, que el uso de la
violencia privada, que aspira a subvertir estas normas. Obsérvese que los
huelguistas podrían responder, como de hecho responden a veces, que usan
la violencia ilegal porque les está cerrada la vía para usar la legal. Si la ley,
con la violencia legal, obligase a los otros a darles cuanto piden, no tendrían
necesidad de recurrir a la violencia ilegal. Esto mismo se puede repetir en
muchos otros casos. Quien usa la violencia ilegal no desea nada mejor que
poderla transformar en legal.
2190. Pero el tema no está agotado, y ahora llegamos al punto saliente
de la cuestión. Dejemos a un lado el caso particular y razonemos en general.
Es justamente una disputa entre la astucia y la fuerza, y para decirlo en el
sentido de que nunca, en ningún caso, ni siquiera excepcional, es útil oponer
la fuerza a la astucia, sería necesario demostrar que siempre, sin excepción
alguna, el uso de esta es más útil que el uso de aquella (§ 2319).
Supongamos que en un país hay una clase gobernante A que se asimila los
mejores elementos, en cuanto a astucia, de toda la población. En tales
circunstancias, la clase gobernada B queda privada en gran parte de tales
elementos, y por eso poca o ninguna esperanza puede tener de vencer alguna
vez a la parte A mientras se combata con la astucia. Si esta fuera
acompañada por la fuerza, el dominio de la parte A sería eterno.
Che, dove l'argomento della mente
S'aggiunge al mal valere ed alia possa,
Nessun ríparo vi puó far la gente.
(Infierno, XXXI, 55-57.)
(pues donde el instrumento de la mente con
la maldad se junta y con la fuerza, no queda
protección para la gente.)
Forma general de la sociedad
133
Pero esto sucede para pocos hombres; para la mayoría, quien usa la astucia
es y se va haciendo menos apto para usar la violencia, y viceversa. Por lo
tanto, la acumulación en la parte A de los hombres que mejor saben utilizar
la astucia, tiene por consecuencia la acumulación en la parte B de los
hombres más aptos para usar la violencia. De este modo, continuando el
movimiento, el equilibrio tiene tendencia a hacerse inestable, puesto que a
los A les asiste la astucia pero les falta el ánimo para usar la fuerza y la
fuerza misma, mientras que los B tienen, sí, fuerza y ánimo para usarla, pero
carecen del arte de usarla. Pero si encuentran jefes que tengan este arte, y la
historia nos enseña que suelen venirles de disidentes de los A, tendrán
entonces todo cuanto es preciso para conseguir la victoria y arrojar del
poder a los A; de ello tenemos innumerables ejemplos en la historia, desde
los tiempos más remotos hasta el presente 1. 2191. Aquí es preciso observar
que, en general, tal revolución es útil para la colectividad, más en el caso en
que la clase gobernante se inclina cada vez más al humanitarismo, y menos
cuando está constituida por individuos que se inclinan cada vez más a usar
las combinaciones en vez de la fuerza, en especial si tales combinaciones
tienen por consecuencia, aunque sea indirecta, la prosperidad material de la
colectividad. Supongamos un país en el que la clase gobernante A se inclina
cada vez más al humanitarismo, es decir, que acoge solo las más nocivas
persistencias de agregados, rechaza las otras como rancios prejuicios y,
mientras prepara el "reino de la razón", se va haciendo cada vez menos
capaz de usar la fuerza, es decir, se exime del principal deber de los
gobernantes. Este país se encamina hacia una ruina total. Pero he aquí que la
parte gobernada B se levanta contra la parte A, Para combatirla con palabras,
utiliza las mismas derivaciones humanitarias tan caras a la parte A, pero bajo
2190' Casi siempre, el haber estudiado estos fenómenos bajo el aspecto ético ha
impedido a los autores ver sus uniformidades, que, sin embargo, son muy evidentes.
Cuando un historiador narra una revolución, su principal cuidado es averiguar si es
«justa» o «injusta»; y, como tales términos no están definidos, esta indagación se
confunde con la de la impresión que el autor siente ante el conocimiento de los hechos.
En la mejor de las hipótesis, si el autor no tiene ningún prejuicio al que someta
deliberadamente la historia, se deja guiar por ciertos conceptos metafísicos suyos acerca
de lo «justo» y lo «injusto» y decide de acuerdo con ellos. Pero, más frecuentemente,
tiene una fe que no deja lugar a dudas. Si es favorable a la monarquía o a la oligarquía, el
pueblo que se levanta nunca «tiene razón» para él; y, viceversa», y es «democrático», le
da siempre la «razón» al pueblo en rebeldía. Cuando se le ocurre buscar los motivos de la
insurrección, ocurrencia que no siempre tiene, podemos estar seguros de que se detendrá
en las causas éticas. Si es contrario al pueblo, dirá que ha sido empujado a la rebelión por
las malas artes de los demagogos; si es favorable, dirá que está movido por la intolerable
opresión de la clase gobernante. ¡Cuánto papel y cuánta tinta se han derrochado para
repetir interminablemente esta palabrería inútil!
134
Vilfredo Párelo
estas derivaciones hay sentimientos muy diversos y pronto se manifiestan
con actos. Los B hacen amplio uso de la fuerza: no solo arrojan del poder a
los A, sino que matan incluso a muchos de ellos y, de forma tal que, en
verdad, realizan una labor útil, como la de quien destruye animales dañinos.
Consigo aportan al gobierno de la sociedad una gran abundancia de
persistencia de agregados; y poco o nada importa un ropaje distinto que los
antiguos: solo importa que existan y que, gracias a ellos, adquiera estabilidad
y fuerza la unión social. El país se salva de la ruina, renace a una nueva vida.
Quien juzga superficialmente puede ser llevado a considerar solo los
estragos y las rapiñas que acompañan la revolución, sin indagar si no son las
manifestaciones, aunque sean deplorables, de fuerzas sociales y de
sentimientos que, por el contrario, resultan útilísimos. Quien dijera que tales
estragos y tales rapiñas, lejos de ser condenables, son, al contrario, el signo
de que aquellos que las realizaron merecían el poder en beneficio de la
sociedad, expresaría una paradoja, pues no existe una relación de causa a
efecto y ni siquiera de estrecha e indispensable interdependencia entre tales
males y la utilidad de la sociedad; pero en esta paradoja hay también un
granito de verdad, en tanto que los estragos y las rapiñas son el signo externo
con que se manifiesta la sustitución de gente débil y cobarde por gente fuerte
e intrépida'. Acabamos de describir de modo abstracto muchas revoluciones
concretas, desde la que dio a Augusto el imperio hasta la Revolución
Francesa de 1789 (§ 2199 y s.). Si la clase gobernante francesa hubiera
tenido la fe que aconseja el uso de la fuerza y la voluntad de usarla, no
habría sido despojada del poder y, con su beneficio, habría hecho el del país.
Puesto que no hizo tal papel, era útil que otros la sustituyeran, y, puesto que
era precisamente el uso de la fuerza lo que faltaba, era una consecuencia de
uniformidades bastante generales que se fuera al otro extremo haciendo uso
de la fuerza incluso más allá de lo necesario. Si Luis XVI no hubiera sido un
hombre de poco juicio y de menos coraje que se dejó matar sin combatir» y
que, en lugar de caer esforzadamente con las armas en la mano, prefirió
poner la cabeza bajo la guillotina, quizá habría podido ser él quien destruyera
a sus adversarios. Si las víctimas de las matanzas de septiembre, sus
allegados y sus amigos, no hubieran sido en su mayoría humanitarios
privados de todo
2191' Los enemigos de la Revolución Francesa la acusan de haber hecho gran uso de
la fuerza; los amigos procuran excusar este uso. Unos y otros tienen razón si apuntan a
encontrar derivaciones que operen sobre la gente que tiene repugnancia instintiva y no
razonada por los sufrimientos (residuos IV-72); yerran si tienen por fin objetivamente las
condiciones de la utilidad de la sociedad y, bajo tal aspecto, es preciso reconocer que el uso
de la fuerza fue mérito principal, y no culpa, de Ja Revolución.
Forma general de la sociedad
135
coraje y de toda energía, habrían sido ellos quienes destruyeran a los adversarios, en vez de esperar a ser destruidos. Era útil al país que el gobierno
pasara a aquellos que demostraban tener la fe y el ánimo necesarios para el
uso de la fuerza. La utilidad para la sociedad es menos patente cuando la
clase gobernante está constituida por gente en la que prevalecen los instintos
de combinaciones; más aún: dentro de ciertos límites puede no existir esta
utilidad. Pero si la clase gobernante se despoja demasiado de los
sentimientos de persistencia de los agregados, se llega fácilmente a un punto
en el que ya no es apta, no solo para defender su propio poder, sino ni
siquiera la independencia del país, lo que es aún peor. Entonces, si dicha
independencia se cree útil, se debe estimar útil también que desaparezca la
clase que no sabe ya cumplir la misión de defenderla. Por lo común, es de la
clase gobernada de la que pueden surgir aquellos que tienen la fe y el ánimo
necesarios para usar la fuerza en defensa de la patria.
2192. La clase gobernante A procura defender de diversos modos su
poder y alejar el peligro de que los B se levanten contra ella (§§ 1827, 1838,
2477 y s.). Para ello procura valerse de la fuerza de los B, que es el modo
más eficaz; o bien intenta impedir que sus disidentes se puedan hacer jefes
de los B o, mejor, de aquella parte de B que está dispuesta a usar la fuerza;
pero esto es muy difícil de conseguir. Los A añaden derivaciones para hacer
que estén tranquilos los B (§ 2182), les dicen que "todo poder viene de
Dios", que es "crimen" recurrir a la violencia, que no hay ningún motivo
para usar la fuerza con objeto de obtener lo que, si es "justo", se puede
conseguir por la "razón" ; derivación que tiene por objeto principal desviar a
los B de dar batalla en un campo favorable a ellos para llevarles a otro, es
decir, al de la astucia, donde su derrota es segura, al pugnar contra los A que
les superan con mucho en astucia. Pero, por lo común, la eficacia de tales
derivaciones depende en su mayor parte de sentimientos preexistentes que
expresan, y solo en pequeña medida de sentimientos que crean.
2193. A estas derivaciones es preciso oponerles otras que tengan análoga
eficacia, y ayuda que parte de ellas realicen sentimientos que sean acogidos
por aquellos que pasan por neutros, aunque quizá en realidad no lo son, y
que querrían no tomar partido ni por los A ni por los adversario de estos,
sino tan solo tener por meta lo que es "justo" y "honrado". Tales
sentimientos se encuentran principalmente entre aquellos que son
manifestados por los residuos de la sociabilidad (clase IV) y, sobre todo,
entre los sentimientos de piedad (IV-y 1 y IV-y2); por eso, la mayor parte de
las derivaciones que son favorables a la violencia de la clase gobernada
136
Vilfredo Párelo
no la defienden tanto directa como indirectamente, es decir, condenando la
resistencia de la clase gobernante en nombre de la sociabilidad, de la piedad, de
la repulsión por los sufrimientos ajenos'. Estos últimos sentimientos son casi
los únicos invocados por muchos pacifistas, los cuales, para defender su tesis, no
saben hacer otra cosa que describir los "horrores de la guerra". Se añaden a
menudo, en las derivaciones concernientes a las disputas sociales, los
sentimientos de ascetismo que, en ocasiones, actúan sobre algunos de
aquellos mismos que forman parte de la clase A y que, por tanto, pueden
ayudar no poco a los B2,
2194. En sustancia, todas estas derivaciones expresan de modo principal
los sentimientos de aquellos que quieren cambiar la ordenación social, y,
por consiguiente, resultan útiles o perjudiciales según que sea útil o
perjudicial dicho cambio. Quien pretendiera aseverar que el cambio es
siempre un mal, que la estabilidad es el sumo bien, tendría, consecuentemente, que ser capaz de demostrar la utilidad de que las sociedades huma21931 G. Sorel, Reflexión; sur la violence, ha mostrado muy bien la vanidad de tales
derivaciones: «(p. 91) On éprouve beaucoup de peine á comprendre la violence
prolétarienne quand on essaie de raisonner au moyen des idees que la philosophie
bourgeoise a répandues dans le monde: suivant cette philosophie, la violence serait un
reste de la barbarie et elle serait appelée á disparaitre sous Finfluence du progrés des
lumiéres... (p. 92). Les socialistes parlamentaires ne peuvent comprendre les fins que
poursuit la nouvelle école; Us se figurent que tout le socialisme se raméne á la recherche
des moyens d'arriver au pouvoir». Son personas que están asimilándose a la clase
gobernante, y el nombre de transformistas que a veces adoptan corresponde a la
sustancia, «(p. 93) Une agitation savamment canalisée, est extrémement utile aux
socialistes parlamentaires, qui se vanten, auprés du gouvernement et de la riche
bourgeoise, de savoir modérer la révolution; ils peuvent ainsi faire réussir les affai-res
financiéres auxquelles ils (p. 94) s'interessent, faire obtenir de menúes faveurs a beaucoup
d'électeurs influents [y, en Italia, hacer dispensar dinero a las Cooperativas]... (p. 271) La
férocité ancienne tend a étre remplacée par la ruse, et beaucoup de sociologues estiment
que c'est la un progrés sérieux; quelques philosophes qui n'ont pas l'habitude de suivre les
opinions du troupeau, ne voient pas tres bien en quoi cela constituye un progrés au point de
vue de la morale fp. 83). II ne manque pas d'ouvriers qui comprennent parfaitement que tout
le fatras de la littérature parlamentaire ne sert qu'á dissimuler les veritables motifs qui dirigent
les gouvernements [son derivaciones]. Les protecionnistes réussissent en subventionnant
quelques gros chefs de partí [incluso de los pequeños, no solo con dinero, sino también
procurándoles satisfacciones de la vanidad, alabanzas en los periódicos, honores, poder] ou
en entretenant des journaux qui soutiennent la poli-tique de ees chefs de partí; les ouvriers
n'ont pas d'argent, mais ils ont á leur dis-position un moyen d'action bien plus efficace; ils
peuvent faire peur...»
21932 Mérito muy grande de G. Sorel ha sido abandonar tales vaniloquios en su libro
Reflexions sur la violence para elevarse a las regiones de la ciencia. No ha sido bien
entendido por aquellos que buscaban derivaciones donde hay razonamientos lógicoexperimentales. Ciertos «universitarios», además, que confunden la ciencia con la
pedantería (§ 17495) y que, en una teoría, se detienen en detalles insignificantes o en
otras tonterías semejantes, carecen por completo de la capacidad intelectual necesaria
para comprender la obra de un científico como Sorel.
Forma general de la sociedad
137
ñas se hubieran quedado siempre en un estado de barbarie o que el paso de
este estado al estado civilizado presente se ha producido o bien podía (§ 133
y s.) producirse sin guerras y sin revoluciones. Esta segunda aserción está
tan en pugna con los hechos, tal como nos los hace conocer la historia, que
solo razonar sobre ella es absurdo; queda la primera, que se podría defender
dando un sentido especial al término "utilidad" y confiándose a las teorías
que celebran las alegrías del "estado de naturaleza". Quien no quiera llegar a
tanto, tampoco puede admitir la primera proposición y, por consiguiente,
está obligado por los hechos y la lógica a reconocer que guerras y
revoluciones fueron en ocasiones útiles, lo que, por otra parte, no quiere
decir que lo fueran siempre; y, reconocido esto para el pasado, falta
completamente todo fundamento para demostrar que no ocurrirá igual para
el futuro.
2195. Nos encontramos, pues, como de costumbre, arrojados del campo
cualitativo, donde dominan las derivaciones, para pasar al cuantitativo de la
ciencia lógico-experimental. No se puede aseverar, en general, que la
estabilidad sea siempre útil, ni que el cambio sea siempre útil; pero es
preciso examinar cada caso en particular, valorar el beneficio y el perjuicio,
y ver si aquel supera a este o viceversa.
2196. Ya hemos observado (§ 2176) que en muchos casos se encuentra
que la estabilidad es útil; no menor sería el número de los casos en que se
encontraría que las transgresiones de las normas existentes son útiles si se
juntaran las normas del orden intelectual y las del orden material; pero si se
separan se verá que, especialmente en las transgresiones de un pequeño
número de individuos, hay muchísimos casos en los que las transgresiones
individuales o de unos pocos individuos de las normas intelectuales son
útiles, y pocos los casos en que tales transgresiones de las normas del orden
material son también útiles. Por ello, los efectos de la fórmula (§ 2176) por
la que las transgresiones del orden material deben ser tanto más reprimidas
cuantos más son los individuos, y tanto menos cuanto más colectivas son, en
muchísimos casos no nos llevan demasiado lejos del máximo de utilidad
social, como nos llevarían si dicha fórmula se usara también para las
transgresiones del orden intelectual. Tal es, en sustancia, la principal razón
que se puede aducir en favor de lo que se llama "la libertad del
pensamiento" (§ 2348).
2197. Las derivaciones no lo entienden de este modo. Los disidentes
defienden su propia opinión porque es "mejor" que la de los más; y es útil
que tengan esta fe, porque solo de ella pueden obtener la energía para
resistir a las persecuciones a que casi siempre se ven sometidos. Mientras
son pocos, solo piden un puestecito "en el sol" para su secta, pero en
160
Vilfredo Pareto
tales proporciones cuentan entre los principales caracteres que se debe
considerar en la heterogeneidad social'. Si, por ejemplo, volvemos a prestar
atención al ciclo considerado un poco más arriba (§ 2209 y s.), diremos que
en los países democráticos modernos la protección industrial aumenta la
proporción de la categoría (S) en la clase gobernante. Por tal aumento se
produce un nuevo aumento de la protección; y así ocurriría indefinidamente
si no nacieran fuerzas que se oponen a tal movimiento (§ 2221). Para
proseguir estas indagaciones, es preciso que añadamos aún el estudio de
otros fenómenos.
2237. EL RÉGIMEN POLÍTICO. Entre los diversos fenómenos complejos que se
observan en una sociedad, es bastante importante el del régimen político,
que está estrechamente ligado con el de la índole de la clase gobernante, y
ambos están en relación de interdependencia con el resto de los fenómenos
sociales.
2238. En general, se ha dado a menudo una importancia excesiva a la
forma, descuidando un tanto la sustancia, y se ha considerado principalmente la forma en que se manifiesta el régimen político. Por otra parte, en
especial en Francia bajo el reinado de Napoleón III, y principalmente entre
los economistas, se manifestó la inclinación a conceder poco o ningún valor
no solo a la forma del régimen político, sino a la sustancia misma de este
régimen. Se pasaba así de un extremo a otro, y a teorías exclusivamente
políticas de la sociedad se oponían teorías exclusivamente económicas, entre
ellas el materialismo histórico, cayendo en el común error de olvidar la
mutua_dependencia de los fenómenos sociales (§ 2061 y siguiente).
2239. Para quienes conceden suma importancia a la forma del régimen
político es de gran peso resolver la cuestión: "¿Cuál es la mejor forma de
régimen político?" Cuestión que tiene poco o ningún sentido si no se añade
a qué sociedad debe adaptarse y si no se explica el término "mejor", que
alude de modo bastante indeterminado a las diversas utilidades individuales
y sociales (§ 2115). Aunque aquí y allá se haya intuido esto en ocasiones, la
consideración de las formas de régimen político ha dado lugar a
derivaciones sin fin, que han determinado diversos mitos, y que, junto con
estos, tienen un valor cero bajo el aspecto lógico-experimental ; mientras
que aquellas y estos o, mejor, los sentimientos que ma2236' Como de costumbre, se puede hacer la siguiente objeción: «Si este fe nómeno
social es tan importante, ¿cómo es posible que la gente no se haya dado cuenta de él
hasta ahora?» La respuesta, también como de costumbre, es que la gente lo ha visto, pero
que lo ha cubierto con el velo de las derivaciones. [Ejemplos del antisemitismo, en
especial germánico, y del anticapitalismo de los marxistas.]
Forma general de la sociedad
161
nifiestan, pueden tener efectos de gran peso para empujar a los hombres a
actuar. Cierto que los sentimientos manifestados por la fe monárquica, la
republicana, la oligárquica, la democrática, etc., han tenido y tienen un papel
no pequeño en los fenómenos sociales, al igual que se puede observar
respecto a los sentimientos manifestados por otras religiones. El "derecho
divino" de un príncipe, el de una aristocracia, el del "pueblo", ei de la plebe,
el de la mayoría, y cuantos otros se pueden imaginar, no tienen el mínimo
valor experimental; debemos, pues, considerarlos solo extrínsecamente
como hechos y manifestaciones de sentimientos, los cuales, como los otros
caracteres de los hombres que constituyen una sociedad dada, actúan para
determinar su modo y su forma. Es preciso, además, no olvidar que la
observación de que uno de estos "derechos" carece de fundamento
experimental, no afecta en lo más mínimo a la utilidad que le puede ser
reconocida por la sociedad. Afectaría si la proposición fuera una derivación,
dado que, en tales razonamientos, generalmente se sobreentiende que "todo
lo que no es racional es nocivo", pero deja incólume la consideración de la
utilidad cuando la proposición es rigurosamente lógico-experimental, puesto
que en ella no está sobreentendida en absoluto la afirmación a que acabamos
de referirnos (§ 2147). El estudio de las formas de régimen político
pertenece a la Sociología especial; aquí nos ocuparemos de él solo para
indagar la sustancia que aparece cubierta por las derivaciones y para estudiar
las relaciones de las diversas componentes de la clase gobernante con los
otros fenómenos sociales.
2240. En este, como en otros temas semejantes, ya desde los primeros
pasos tropezamos con el obstáculo de la terminología; y es natural, puesto
que para las indagaciones objetivas que queremos realizar necesitamos una
terminología objetiva, mientras que para los razonamientos subjetivos que se
hace usualmente es precisa una terminología subjetiva, que es la vulgar. Por
ejemplo, todos reconocen que hoy día la "democra- i cia" tiende a convertirse
en el régimen político de todos los pueblos civilizados. Pero, ¿cuál es el
significado preciso de este término de "democracia"? Es todavía más
indeterminado que el indeterminadísimo término de "religión". Es preciso,
pues, que lo dejemos a un lado, y que pasemos al estudio de los hechos que
encubre'.
2241. Veamos, pues, los hechos. Para empezar, tenemos una desta2240' El mejor gobierno que existe hoy, e incluso el mejor que se ha podido observar
hasta ahora, es el de Suiza, en especial por la forma que asume en los pequeños cantones,
con la democracia directa; y es un gobierno «democrático», pero no tiene de común sino
el nombre con los gobiernos que se dicen también «democráticos» de otros países, como
pueden ser Francia y los Estados Unidos de América.
162
Vilfredo Pareío
cada tendencia de los pueblos civilizados modernos a usar una_ forma de
gobierncféñ que el poder de hacer leyes corresponde en gran parte a una
asamblea elegida por una parte al menos de los ciudadanos. Se puede
añadir que hay una inclinación a aumentar este poder y a aumentar el
número de ciudadanos que eligen la asamblea.
2242. Excepcionalmente, en Suiza, el poder de hacer leyes de la
asamblea elegida está restringido por el referendum popular, y tiene, en
los Estados Unidos de América, alguna remora en las federal Courts.
Una tentativa hecha en Francia para restringirlo, mediante los plebiscitos,
fue obra de Napoleón III, y no tuvo éxito, sin que se pueda asegurar con
certeza que ello ocurriese por un vicio propio, puesto que el régimen que
originó fue destruido por la fuerza armada de una nación enemiga. La
tendencia a aumentar el número de los participantes en las elecciones es
general; se trata de un camino que, por ahora, no se recorre hacia atrás. El
sufragio se amplía cada vez más; después de haberlo concedido a los
hombres adultos, se quiere conceder a las mujeres; no está excluido que se
amplíe también respecto a la edad.
2243. Bajo tales formas, más o menos iguales en todos los pueblos
civilizados, hay una gran diversidad de sustancia, y se dan nombres semejantes a cosas dispares. Vemos, por ejemplo, que el poder de la asamblea
legislativa elegida pasa de un máximo a un mínimo. En Francia, la Cámara
y el Senado, siendo como son electivos, pueden considerarse, en la
indagación que estamos haciendo, como una asamblea única, y se puede decir
que es enteramente soberana y que no tiene límites para su poder. En
Italia, el poder de la Cámara de Diputados tiene un límite teórico en el
Senado, efectivo en la monarquía. En Inglaterra, para el poder de los
Comunes había un límite efectivo en la Cámara de los Lores, hoy debilitado,
y otro límite en la monarquía, que también hoy se ha hecho leve. En los
Estados Unidos de América, el presidente, elegido independientemente de la
Cámara, limita efectivamente el poder de esta. En Alemania, el Consejo de
los Estados, y más todavía, el emperador, con la ayuda de la casta militar,
limitaban grandemente el poder del Reichstag. Así, gradualmente, se llega a
Rusia, donde la Duma tenía poco poder, y al Japón, donde la asamblea
elegida tiene también muy poco poder. Dejemos aparte Turquía y las
repúblicas de América Central, donde las asambleas legislativas son un tanto
quiméricas.
2244. No nos detenemos en la ficción de la "representación popular",
porque no pasa de ser palabrería; sigamos adelante, y veamos cuál és"1a •
sustancia que subyace a las diversas formas del poder de la clase gobernante.
Dejando a un lado las excepciones, que son pocas y duran poco,
Forma general de la sociedad
163
en,todas partes encontramos...una clase gobeTOant€U4Jocc»,numerosa que
se_rnantiene en el poder, en parte por la fuerza y en parte por el consentimiento de la clase gobernada, que es mucho más numerosa. Las diferencias
están, principalmente: en cuanto a la sustancia, en las proporciones de la
fuerza y del consentimiento; en cuanto a la forma, en los modos conj!o£
que se usa la fuerza y se logra el consentimiento.
2245. Como ya hemos observado (§ 2170 y s.), si el consentimiento
fuera unánime, el uso de la fuerza no sería necesario. Este extremo no se
ha visto nunca. Del otro extremo hay algunos casos concretos: el de un
déspota que se mantiene en el poder con sus soldados contra una
población hostil, fenómeno que pertenece al pasado; o bien el de un
gobierno extranjero que mantiene sometido a un pueblo reacio, fenómeno
del que se tienen numerosos ejemplos en la actualidad. El motivo por el
que, en el primer caso, el equilibrio es mucho más inestable que en el
segundo, se debe buscar en la existencia de diversos residuos. Los satélites
del déspota no tienen residuos esencialmente diversos de los del pueblo
sometido; por consiguiente, falta la fe que mantenga y, al mismo tiempo,
contenga, el uso de la fuerza, y fácilmente estos satélites disponen caprichosamente del poder, como hicieron los pretorianos, los jenízaros, los
mamelucos, o bien abandonan la defensa del déspota contra el pueblo.
Por el contrario, el pueblo dominante, tiene, en general, costumbres y, en
ocasiones, lengua y religión, diversos del pueblo sometido; por consiguiente,
hay diferencia de residuos y no falta la fe para usar la fuerza. Pero
tampoco falta en los sometidos para resistir a la opresión, y esto explica
cómo, a la larga, el equilibrio puede ser roto.
2246. Precisamente por el temor de esta eventualidad ocurre que los
pueblos dominadores procuran asimilarse a los pueblos sometidos, y
cuando logran su intento, ello constituye el mejor modo de asegurar su
propio poder; pero, a menudo, fracasan porque quieren cambiar violentamente los residuos, en lugar de valerse de los existentes. Roma tuvo, en
grado eminente, este arte, y por eso pudo asimilarse a muchos pueblos que
la rodeaban en el Lacio, en Italia y en la cuenca del Mediterráneo.
2247. Varias veces nos hemos encontrado ya con la observación de que
la obra de los gobiernos es tanto más eficaz cuanto mejor saben valerse
de los residuos existentes1 (§ 1843), tanto menos cuanto más lo ignoran, y
generalmente ineficaz y vana cuando aspiran a cambiarlos violentamente ; y,
en realidad, casi todos los razonamientos sobre el por qué
2247' A menudo, los hombres prácticos intuyen esto, pero luego son apartados de la
realización por razonamientos pseudoteóricos, o bien por obstáculos con que tropiezan en
su camino. [Ejemplo de Bismarck en 1870.]
264
Vilfredo Pareto
ciertos actos de los gobiernos triunfan o fracasan, se reducen a este principio.
2248. Muchos no lo reconocen a causa de las derivaciones. Por ejemplo,
si A es la derivación con la que se expresan ciertos sentimientos de los
sometidos, se encuentra fácilmente otra derivación B que, en sustancia,
expresa igualmente los sentimientos de la clase dominante, pero que esta
estima válida y evidente refutación de A, y, en esta confianza, considera
que será fácil imponer B a los sometidos, puesto que ello, en fin, no es
sino obligarles a abrir los ojos y ver algo evidentemente cierto. La
contienda de los sentimientos es sustituida de este modo por una contienda
de derivaciones, es decir, una logomaquia. Otros se acercan un poco más
a la realidad, pero usan sofismas. Insisten largamente sobre la utilidad,
para un pueblo, de tener una unidad de fe en ciertas materias, y descuidan
enteramente las consideraciones de la posibilidad de conseguirlo sin que
surjan daños que pueden compensar, e incluso con mucho, el beneficio
esperado. Otros, aún, suponen implícitamente que quien se vale de los
sentimientos ajenos que no comparte debe hacerlo necesariamente con un
fin deshonesto y nocivo para la sociedad, y, por consiguiente, condenan sin
más tal acción como la de malvados hipócritas. Pero tal modo de razonar es
propio de un pequeño número de moralistas, y muy raramente se observa
en los hombres prácticos.
2249. Valerse de los sentimientos existentes en una sociedad para
conseguir un cierto fin no es intrínsecamente ni útil ni perjudicial para la
sociedad; la utilidad y el daño dependen del fin: si este ayuda a la
sociedad, se tiene una utilidad; si perjudica, un daño. Ni siquiera puede
decirse que cuando la clase gobernante tiende a un fin que es ventajoso
para ella, sin preocuparse de cómo es para la clase sometida, esta sufra
necesariamente un daño; porque son muchísimos los casos en que la clase
gobernante, mirando exclusivamente a su propio bien, logra por añadidura
el bien de la clase gobernada. En fin, valerse de los residuos existentes en
una sociedad es solo un medio, y tiene el valor del resultado al que
conduce.
Wii»n2250. A los residuos es preciso añadir, como medio de gobierno, los
I intereses, y en ocasiones estos pueden abrir la única vía que hay para
[modificar aquellos. Conviene tener presente, por lo demás, que los inteireses solos, no recubiertos por sentimientos, son ciertamente un poderoso
«nedio para actuar sobre aquellos en quienes prevalecen los residuos de la
clase I, y, por consiguiente, sobre muchos de los componentes de la clase
tobernante, y que, por el contrario, son poco eficaces por sí solos, sin los
sentimientos, para actuar sobre aquellos en los que prevalecen los residuos
Forma general de la sociedad
165
de la clase II, y, por consiguiente, sobre la mayoría de los componentes de
la clase gobernada. Ea_ggxiej:a4s.,5e>,j!uedg_ ,decͣ,.,jde modo muy^ aproxi
mado, que la clase gobernante ye mejor sus. propios intereses porque
los velos del sentimiento son en ^lls. menoi densos; que la clase gober
nada los ve peor porque estos velos son en ella más densos; y que de
aquí se sigue que la clase gobernante puede llevar a engaño a la clase
gobernada y empujarla a servir los intereses de dicha clase gobernante,
intereses que, por otra parte, no son necesariamente opuestos a los de la
clase gobernada, al contrario, coinciden a menudo,, de-modo que el engaño
resulta
ventajoso
para
la
misma
clase
gobernada.
<=
"
2251. En toda la historia aparecen el consentimiento y la fuerza
como medios de gobierno. Aparecen ya en las leyendas^ de la Ilíada y la
Oimea para asegurar el poder de los reyes griegos, y se ven también en
las leyendas de los reyes romanos; luego, en la época histórica, en Roma,
actúan tanto en la república como bajo el principado; y no está en absoluto
demostrado que el gobierno de Augusto obtuviera menor consentimiento
de la clase gobernada que el que pudieron tener los diversos gobiernos del
final de la república. Luego, andando el tiempo, desde los reyes bárbaros
y las repúblicas medievales hasta los reyes por derecho divino de hace
dos o tres siglos y, por fin, hasta los regímenes democráticos modernos,
siempre se ve esta mezcla de fuerza y de consentimiento.
2252. Del mismo modo que las derivaciones son mucho más variables
que los residuos que manifiestan, las formas bajo las cuales se presentan el
uso de la fuerza y el consentimiento son mucho más variables que los
sentimientos y los intereses en que tienen origen, y las diversas
proporciones del uso de la fuerza y del consentimiento tienen en gran
parte origen en las diversas proporciones de los sentimientos y los intereses. Se da aún la semejanza entre las derivaciones y las formas de gobierno, y tanto aquellas como estas actúan mucho menos sobre el equilibrio
social que no los sentimientos y los intereses en que tienen origen. Esto ha
sido intuido por muchos estudiosos, quienes, por otra parte, fueron
demasiado lejos al aseverar que la forma del gobierno es indiferente. -^
2253. La clase gobernante se encuentra en todas partes, incluso donde hay
un déspota, pero son diversas las formas bajo las que se presenta. En los
gobiernos absolutos solo hay en el escenario un soberano y en los
gobiernos llamados democráticos, un parlamento, pero entre bastidores
están los que tienen una gran participación en el gobierno efectivo. Desde
luego, tienen que agachar la cabeza en ocasiones ante los caprichos de
soberanos o parlamentos, ignorantes y prepotentes, pero en seguida
166
Vilfredo Párelo
vuelven a su obra tenaz, paciente, constante, cuyos efectos son mucho
mayores. Tenemos en el Digesto óptimas constituciones bajo el nombre de
pésimos emperadores, del mismo modo que en nuestra época tenemos
discretos códigos aprobados por parlamentos bastante ignaros; en uno y otro
caso, el motivo del hecho es el mismo, es decir, que el soberano dejaba hacer
a los jurisconsultos; en otros casos, el soberano ni siquiera se da cuenta de lo
que le hacen hacer, y menos aún los parlamentos que cualquier jefe o rey
avisado. Y menos aún se da cuenta el soberano Demos, cosa que, en ocasiones,
ha ayudado a obtener, contrariamente a sus prejuicios, mejoras de la vida
social así como oportunas medidas para la defensa de la patria: el buen
Demos cree seguir su propia voluntad, cuando en realidad sigue la de sus
gobernantes. Pero también esto, muy* a menudo, beneficia solo a los
intereses de los gobernantes, los cuales, desde los tiempos de Aristófanes
hasta los nuestros utilizan ampliamente el arte de manejar el Demos'; nuestros
plutócratas, como ya hicieron los plutócratas al final de la República romana,
se preocupan de hacer dinero, bien en beneficio propio, bien para saciar las
ansiosas tragaderas de sus partidarios y sus cómplices; y poco o nada les
importa lo demás. Entre las derivaciones que adoptan para demostrar la
utilidad para la nación de su poder, es notable la que afirma que el pueblo
puede juzgar mucho mejor las cuestiones generales que las particulares. En
realidad, es precisamente lo contrario. Basta hablar un poco con personas
poco cultas para ver que entienden mucho mejor las cuestiones particulares,
que en general son concretas, que no las generales, que suelen ser abstractas.
Pero las cuestiones abstractas tienen la ventaja para los gobernantes de que,
cualquiera que sea la solución que les dé el pueblo, ellos siempre sabrán sacar
las consecuencias que quieran. Por ejemplo, el pueblo elige a hombres que
quieren abolir el beneficio ríe los capitales, la plusvalía de las industrias y
combatir la avidez de los especuladores (cuestiones generales), y estos
hombres, ayudando directa o indirectamente a otros, aumentan enormemente
la deuda pública y, por consiguiente, los beneficios pagados por este capital
mantienen, más aún, aumentan, la plusvalía de que gozan los industriales,
muchos de los cuales se hacen ricos gracias a la demagogia, y confían el
gobierno del Estado a los especuladores, algunos de cuyos dirigentes se hacen
diplomáticos, como Volpi, que firmó la paz de Lausana, o ministros, como
Caillaux y Lloyd George.
2254. La clase gobernante no es homogénea; ella misrnai tiene
Forma general de la sociedad
167
un gobierno y una clase más restringida o un jefe, un comité que domiñaír^Féctivá^^'^gracticamente. En ocasiones," el hecho es patente, como
con los Eforos en Esparta, el Consejo de los Diez en Venecia, los ministros
favoritos de un soberano absoluto o los que dominan un parlamento; otras
veces está oculto en parte, como con el Caucus en Inglaterra, las
Convenciones de los Estados Unidos, los dirigentes de los "especuladores"
que actúan en Francia o en Italia, etc.'. La tendencia a personificar las
abstracciones o incluso solo a prestarles una realidad objetiva hace que
muchos se imaginen a la clase gobernante casi como una persona o, al
menos, como una unidad concreta, y supongan que tiene una única voluntad
y que, mediante medidas lógicas, lleva a efecto los designios que concibe.
Así imaginan muchos antisemitas a los semitas, y muchos socialistas a la
burguesía; otros, sin embargo, más cercanos a la realidad, ven en la
burguesía una ordenación que actúan, en parte, sin que los burgueses sean
conscientes de ello. Las clases gobernantes, al igual que otras colectividades,
realizan acciones lógicas y acciones no-lógicas, y una parte principal del
fenómeno es la ordenación, no ya el consciente propósito de los individuos,
los cuales, al contrario, pueden, en ciertos casos, ser arrastrados por la
ordenación adonde su voluntad consciente no les llevaría. Cuando hablamos
de los "especuladores", no hay que imaginárselos como personajes de
melodrama que, mediante tenebrosas maniobras, llevan a efecto perversos
propósitos y rigen y gobiernan el mundo. Esto no tendría una realidad mayor
que la de una fábula mitológica. Los "especuladores" son hombres que se
preocupan simplemente de sus asuntos y que, teniendo en sí poderosos
residuos de la clase I, se valen de ellos para procurar ganar dinero, actuando
en el punto de menor resistencia como, al fin y al cabo, hacen todos los
hombres. No celebran asambleas para deliberar sobre sus comunes
designios, ni deliberan sobre ellos de ningún otro modo; pero el acuerdo se
produce espontáneamente porque si, en determinadas circunstancias, hay un
camino de mayor utilidad y menor resistencia, la mayoría de aquellos que lo
buscan lo encuentran, y al seguirlo cada uno por su cuenta parece, aunque
no sea así, que lo siguen de común acuerdo. Pero otras veces también
ocurrirá que, al ser empujados por las fuerzas del orden de que forman parte,
su voluntad será reacia y seguirán involuntariamente el camino que implica
su orden. Hace cincuenta años, los "especuladores" ignoraban completamente
el estado actual, al que los ha conducido su propia acción; el camino seguido
es el resultado de una infinidad de pequeñas acciones, determinada cada
2253' [Ejemplos franceses e italianos contemporáneos.]
2254' [Citas de Briand y otros.]
168
Vilfredo Párelo
una de ellas por el provecho del momento; como ocurre en todos los
fenómenos sociales, dicho camino es el resultado de ciertas fuerzas operantes en medio de ciertos vínculos y de ciertos obstáculos. Cuando decimos, por ejemplo, que ahora los "especuladores" preparan siempre la guerra
con gastos crecientes, no pretendemos en lo más mínimo aseverar que sean
conscientes de ello. Muy al contrario. Preparan la guerra con gastos siempre
crecientes y provocan conflictos económicos porque en ello encuentran un
provecho directo, pero tal motivo, si bien importante, no es el principal: hay
otro de más peso, concretamente el de valerse, como medio de gobierno, de
los sentimientos de patriotismo existentes en la población. Además, los
"especuladores" de los diversos países están en competencia y se valen de
los armamentos para obtener concesiones de los rivales. Existen otras causas
semejantes, y todas llevan a aumentar los armamentos, sin que ello se
produzca por un propósito preconcebido. Por otra parte, aquellos en los que
hay abundancia de residuos de la clase I intuyen, sin que para ello necesiten
de razonamientos y teorías, que si se produjera una guerra vasta y terrible,
una de las posibilidades es la de que tendrían que ceder el puesto a los
hombres en los que hay abundancia de residuos de la clase II; y, por eso, por
ese mismo instinto que hace huir al ciervo ante el león, son contrarios a una
guerra así, mientras que aceptan gustosos pequeñas guerras coloniales, que
pueden controlar sin peligro alguno para ellos. Por tales intereses y
sentimientos suyos, y no por deliberado y preestablecido propósito, se
produce su acción, que, por tanto, puede por fin llevar adonde se proponen,
pero que también podría llevarles adonde jamás hubieran querido ir. También
puede suceder que un día estalle la guerra preparada y no querida, que será
consecuencia de la acción pasada de los "especuladores", pero no querida
por ellos, ni entonces ni nunca. De modo semejante, los "especuladores" de
la Roma antigua prepararon la caída de la república y el poder de César y de
Augusto, pero sin saber que emprendían este camino y sin pretender en lo
más mínimo dicho fin. Respecto a los "especuladores", como respecto a
otros elementos de la ordenación social, el aspecto ético y el aspecto de la
utilidad social deben ser distinguidos muy bien. No son condenables, desde
el punto de vista de la utilidad social, los "especuladores" porque realizan
acciones reprobadas por una de las éticas en curso; ni se deben absolver,
desde el punto de vista de estas éticas, porque son útiles socialmente. Es
preciso, pues, recordar que la existencia de dicha utilidad depende de las
circunstancias en que se desarrolla la acción de los especuladores y, de
modo especial, de su proposición, bien en la población total, bien en la clase
gobernante, con
Forma general de la sociedad
169
los individuos en que son poderosos los residuos de la clase II: para conocer
y valorar dicha utilidad tenemos que resolver un problema cuantitativo, no
un problema cualitativo. En nuestro tiempo, por ejemplo, el enorme
desarrollo de la producción económica, la extensión de la civilización a
nuevos países, el notable aumento de bienestar de las poblaciones
civilizadas, son debidos en gran parte a la acción de los especuladores; pero
han podido realizarla porque surgían de poblaciones en que todavía había
abundancia de residuos de la clase II; y es incierto, más aún, es poco
probable, que semejantes beneficios puedan tenerse donde en la población, o
incluso solo en la clase gobernante, disminuyan en gran medida los residuos
de la clase II (§§ 2227', 2384').
2255. Si queremos tener casos concretos del uso de los medios de
gobierno que acabamos de señalar podemos considerar Italia en tiempos del
gobierno de Depretis. ¿Cómo es posible que este politicastro figure durante
tantos años como dueño de la Cámara y del país? No era el jefe de un
ejército victorioso, no tenía la elocuencia que arrastra a los hombres, ni la
autoridad que nace de los grandes hechos, ni había sido impuesto como
soberano: ¿de dónde, pues, le venía su fuerza? Solo una respuesta es
posible: supo usar magistralmente los sentimientos e intereses que había en
el país, sobre todo estos últimos, llegando a ser precisamente el jefe del
sindicato de "especuladores" que dominaba el país y que, en gran parte,
tenía la sustancia del poder cuya apariencia gozaba. Procuró riqueza a
muchos "especuladores" mediante la protección aduanera, las convenciones
ferroviarias, las adjudicaciones gubernativas, en que el Estado era robado a
mansalva, los desórdenes de los bancos, que más tarde se descubrieron;
jamás un jefe de banda fue tan generoso para sus tropas en saqueos y
rapiñas. Crispí es un intermedio de un gobierno que quiere modificar los
residuos y que se ocupa poco de los intereses de los "especuladores". Quería
hacer que surgiera el sentimiento del nacionalismo en un pueblo en el que
todavía no existía y, en general, su obra fue vana; en vez de utilizar a los
socialistas, los combatió y, por consiguiente, convirtió en enemigos suyos a
los jefes más inteligentes y activos; tuvo también, como enemigos o
indiferentes, a los "especuladores", a los que poco o nada daba a roer; y, en
fin, le fueron adversas las condiciones del período económico en que
gobernó (§ 2302). Cayó incidentalmente por una derrota en Abisinia, pero,
de todos modos, no habría podido durar en el gobierno. Obsérvese el
contraste con su sucesor Giolitti, que fue un verdadero maestro en el arte de
usar los intereses y sentimientos. Giolitti, al igual que Depretis, se hizo jefe
del sindicato de los "especuladores", protector de los trusts, y como, para
ayudar a estos,
170
Vilfredo Pareto
necesitaba dinero que los bancos habían empleado en empréstitos gubernamentales, mediante el monopolio de los seguros proporcionó dinero al
gobierno y, por tanto, al dejar en libertad el de los bancos, ayudó a los trusts'.
Supo utilizar los sentimientos de modo verdaderamente admirable, sin
olvidarse de ninguno. Crispí había querido crear los sentimientos nacionalistas, e hizo una labor vana; Giolitti los encontró ya existiendo en el
país, y se valió de ellos ampliamente con éxito. No tuvo el propósito de
combatir el socialismo ni mimó y manejó a sus jefes, hasta tal punto que
algunos relegaron —como dijo él mismo— a Marx al desván, y a otros los
domesticó hasta hacer que merecieran el título de regios. Ayudó
ampliamente a las cooperativas socialistas, cosa que le fue posible porque le
fueron favorables las circunstancias económicas (§ 2302) que a Crispi le
fueron adversas; fueron estas, asimismo, las que le permitieron llevar a buen
término la empresa líbica y aplazar para tiempos mejores la liquidación de
los muchos gastos a que tuvo que hacer frente su política. Amigo de los
socialistas, por lo menos de los que no eran demasiado salvajes y soberbios,
no fue enemigo de los clericales; al contrario, supo utilizarlos a ellos
también, y, si no domesticados, sí al menos más manejables ya, se valió de
ellos ampliamente en las elecciones. Mediante un vivo acuerdo de los
sentimientos nacionalistas, disgregó el bloque republicano y lo redujo a un
pequeño núcleo de personas que mantienen ciegamente la fe en sus
principios. Amplió el sufragio electoral, para empobrecer a la burguesía y
convertirse en su protector, al tiempo que estudiaba la forma de aparecer con
el mismo papel respecto a los partidos populares. En suma, no hay
sentimientos o intereses en Italia de los que él no haya sabido valerse
astutamente para sus fines; y por eso consiguió un gran éxito y pudo realizar
la empresa líbica, muy distinta en cuanto a costo y peligro de la empresa de
Abisinia, que fue fatal para Crispi (§ 2302). Se dice que no quería la guerra
líbica y que la hizo solo para satisfacer ciertos sentimientos, transformándola
en medio de gobierno. Como todos los hombres en que prevalecen
grandemente los residuos de la clase I, se valía de los sentimientos, pero no
los comprendía, no entendía cómo podían durar en las masas populares
cuando se mostraban flexibles en los jefes por él halagados y engañados; por
consiguiente, no tenía un justo concepto de su valor social. Poco o nada
perjudicaba esto a sus sabios manejos del presente, pero sí le impedía tener
una clara visión del porvenir que de tal modo se preparaba; pero, en fin, este
le preocupaba muy poco, interesándose solo por el presente. Mientras con la
guerra
2255' [Cita de M. Pantaleoni, en Giornale degli Economisti, septiembre, 1912.]
Forma general de la sociedad
171
líbica daba un grave golpe al Imperio otomano, preparaba la guerra
balcánica y, por tanto, alteraba profundamente el equilibrio europeo, no se
preocupaba de preparar la potencia militar de su país con vistas a futuros
conflictos. No aumentaba oportunamente los gastos del ejército y la flota
porque no quería irritar a los contribuyentes y porque, sobre todo, necesitaba
los votos de los socialistas. Al contrario, se jactaba de que, no obstante la
guerra, había mantenido o aumentado los gastos para obras públicas y para
subvenciones de diverso tipo a los electores. Los gastos de guerra los
ocultaba en el balance, aplazando para el porvenir el saldarlos. Hacía
aumentar a escondidas la deuda pública con la emisión de bonos del tesoro a
largo plazo, con los que, con grave peligro para el porvenir, llenaba las cajas
de los bancos y de las cajas de ahorro. De esta forma se aprestaba a hacer la
guerra y disimulaba su carga, cosa que, por el momento, era beneficiosa,
pues así contentaba a los que querían la guerra y a los que no querían
soportar las consecuencias indispensables que acarrea, pero que aplazaba
para el futuro y hacía más graves las dificultades que no resolvería. En este
caso particular se ve, como con una lente de aumento, la acción a la que
generalmente se inclinan los "especuladores". La gran prevalencia, en
Giolitti y en sus seguidores, de los residuos de la clase I y la casi total
desaparición de los residuos de la clase II, primero benefició y luego acabó
por perjudicar a su poder, que se vio sacudido por la acción de unos cincuenta
diputados socialistas a los que las elecciones de 1913 llevaron al Parlamento,
diputados en los que, por el contrario, prevalecían los residuos de la clase II.
Antes de estas elecciones, el partido socialista había tenido que elegir entre
el "transformismo" y la intransigencia, es decir, entre seguir un camino en el
que abundaban más los residuos de la clase I, y otro en el que prevalecían
los residuos de la clase II. Como suele ocurrir, tanto con las naciones como
con los partidos, los jefes se inclinaban a seguir el primer camino, pero en el
pueblo surgió un movimiento que dio a conocer a nuevos jefes, a los que
empujó, junto con parte de los antiguos, por el segundo camino, en el que
dominan los sentimientos. Fue una suerte para el partido socialista, porque
así se puso en condiciones favorables para dar una batalla a un gobierno sin
convicciones ni fe.
Tenemos aquí un caso particular de un fenómeno general del que hemos
de hablar largamente; es decir, vemos que la máxima fuerza de un partido
no se tiene Con el exclusivo dominio de los residuos de la clase I o de los de
la clase II, sino con una cierta proporción entre estos y aquellos.
2256. El intermedio del gobierno de Luzzatti confirma las deduccio-
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Vilfredo Pareto
nes del parágrafo anterior. Luzzatti había beneficiado mucho a los que gozan
de la protección aduanera, pero estos no necesitaban ya su ayuda en el
momento en que llegó a ser Presidente del Consejo, porque entonces la
protección no estaba en peligro, y ya es sabido que agua pasada no mueve
molino. Por otra parte, Luzzatti estaba lejos de representar tan bien como
Giolitti al sindicato de "especuladores", ni sabía valerse como él de los
sentimientos existentes, manteniéndose ajeno a ellos. Por eso, Giolitti, que
siguió siendo el dueño efectivo cuando gobernaba Luzzatti, recuperó de este
el poder sin el más mínimo esfuerzo cuando hubo llegado el momento que
juzgaba conveniente. De modo semejante, Sonnino, muy superior en cultura
y en concepciones políticas a otros hombres de Estado, no ha podido durar
en el poder, porque no sabe o no quiere representar fielmente al sindicato de
"especuladores". En Francia, Rouvier fue a menudo dueño del Parlamento,
precisamente por sus méritos como jefe de un sindicato semejante, y su
último ministerio terminó no por dificultades internas, sino a causa de la
política exterior. La fuerza de Caillaux está roda en los "especuladores" que
le rodean. Pero no hay que detenerse en tal o cual nombre, y creer que se
trata de hechos particulares de ciertos hombres, de ciertos regímenes
políticos, de ciertos países, cuando en realidad son hechos en estrecha
dependencia con la ordenación social en que los "especuladores" constituyen
la clase selecta de gobierno'. En Inglaterra, las campañas electorales contra
la Cámara de los Lores fueron ayudadas financieramente por los
"especuladores", de los que se hicieron jefes los ministros llamados
"liberales" 2. En Alemania, los trusts de los grandes industriales y de los
grandes financieros llegan hasta los pies del trono, pero su puesto se lo
disputa en parte todavía la casta militar. En los Estados Unidos de América,
Wilson y Bryan, llegados al poder como aparentes y, probablemente,
sinceros adversarios de los trusts y de los financieros, actúan para
favorecerlos, manteniendo la__ariáfqma en Méjico con objeto, de tener un
presidente sometido a las finanzas de los Estados Unidos. Estos pacifistas
llevaron su desenvoltura hasta el extremo de invitar al gobierno de Méjico al
Congreso de la Paz de La Haya, precisamente en el mismo momento en que
el ejército de los Estados Unidos atacaba Veracruz matando hombres, mujeres
y niños. El pasado próximo se parece al presente. En Francia, Luis Napoleón
Bona2256' Las descripciones hechas por técnicos que siguen los caminos del empirismo, sin
empacharse de teorías, son muy útiles para conocer bien los hechos, porque se libran del
peligro, siempre temible, de que, incluso involuntariamente, la descripción de los hechos
se pliegue a la teoría. [Cita de un periódico financiero inglés.]
22562 [Ejemplos ingleses, austríacos y franceses.]
Forma general de la sociedad
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parte pudo llegar a ser Napoleón III porque fue jefe de los "especuladores",
mientras que, en Italia, caían los gobiernos pasados por haberlos ignorado,
por no haberse preocupado de ellos, por haberlos abandonado; quizá se vaya
más allá de la verdad, pero no demasiado, al decir que si el gobierno del rey
de Ñapóles y los otros vecinos hubieran dado la concesión de los
Ferrocarriles Meridionales y hubieran promovido otras empresas
semejantes, no habrían sido derribados. Durante largos años, los "liberales",
en Francia y en Italia, nos han atronado los oídos con las alabanzas del
gobierno parlamentario inglés, que presentaban como modelo al mundo.
Algunos quizá hayan ignorado la enorme corrupción de dicho régimen, tal
como la describe, y muy bien, Ostrogorski, pero otros la conocían sin duda y
callaban, por eso de que lobo no ataca a lobo.
2257. La clase gobernante, para mantener su poder, adopta individuos de
la clase gobernada, y entre ellos se pueden distinguir dos categorías,
correspondientes a los dos medios principales con los que dicho poder se
afirma (§ 2251): una de estas categorías usa la fuerza, y en ella entran los
soldados, los agentes de policía, los valentones de los siglos pasados; la otra
usa el arte y va desde la clientela de los politicastros romanos hasta la de
nuestros politicastros contemporáneos. Estas dos categorías no faltan nunca,
pero no están en las mismas proporciones reales y menos aún en las mismas
proporciones aparentes. La Roma de los pretorianos señala un extremo,
donde, en realidad, el principal medio de gobierno, y un poco menos en la
apariencia, son las clientelas políticas. Sobre estas se actúa con diversos
medios'; el principal es el menos patente, es decir, que el gobierno se cuida
de los intereses de los "especuladores", a menudo sin que haya ningún
entendimiento explícito con ellos. Por ejemplo, un gobierno proteccionista
goza de la confianza y la ayuda de los industriales protegidos sin que sea
preciso que establezca acuerdos explícitos con todos, si bien puede haber
algún acuerdo con los principales. De modo semejante sucede con las obras
públicas; por otra parte, el acuerdo con los principales empresarios se
convierte en la regla. Hay también medios más conocidos, menos importantes
desde el punto de vista social, pero que, sin embargo, son considerados más
importantes desde
2257' Un estudio de estos medios considerados técnicamente en relación a su eficacia
y a su costo, sin divagaciones éticas, búsqueda de «remedios» ni prédicas, que son tan
inútiles como las que se podrían hacer a la filoxera para inducirla a que no devastara los
viñedos, todavía está por realizar. No nos podemos ocupar aquí de ello. El lector
encontrará preciosas noticias, para las colectividades anglosajonas, en la clásica obra de
Ostrogorski La démocratie et les partís politiques, y, para Italia, en el óptimo libro de
Giretti / trivellatori della nazione.
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