OLIVER SÁNCHEZ P. C.I.V:4.872.516 Aldea Unv. Leopoldo A. 1er Smtr. Est.Juridicos 26/04/09 Guaicaipuro Guaicaipuro (1538?-1568?), cacique de los indios teques y caracas (pueblos que habitaban territorios que en la actualidad pertenecen a Venezuela). Lideró la resistencia a los españoles durante la conquista del territorio de la actual ciudad de Caracas y sus alrededores (1560-1568). En alianza con los demás caciques de la región, Guaicaipuro trató de impedir la penetración de los españoles y la explotación de las minas de oro. El conquistador Juan Rodríguez Suárez, aunque había derrotado a Guaicaipuro en varias ocasiones, cayó, finalmente, bajo el poder de sus flechas, en 1561. En lo más fiero de la resistencia, Guaicaipuro incitó a los otros caciques a atacar la ciudad de Caracas, fundada en 1567 por Diego de Losada. Apenas lo supo éste, ordenó apresar al cacique. Guaicaipuro se defendió heroicamente en el interior de su vivienda. Ante tal resistencia, los españoles quemaron el bohío, obligando a Guaicaipuro a salir. Murió, víctima de numerosas heridas, no sin antes herir, a su vez, a varios de sus atacantes. Juan Rodríguez Suárez Juan Rodríguez Suárez (fallecido en 1561), conquistador español. Nació en Mérida (Badajoz), en fecha aún no precisada. En 1536, llegó a Cartagena de Indias (Colombia) para sumarse a Gonzalo Jiménez de Quesada en la conquista del Nuevo Reino de Granada. En 1540, se encontraba en Santafé de Bogotá; junto con Pedro de Ursúa y Ortún Velásquez fundó Pamplona y Tunja (1549). Autorizado a intentar nuevos descubrimientos, partió desde Chinácota, en junio de 1558, hacia la Sierra Nevada en procura de oro y plata; atravesó los Andes colombianos y cruzó tierras del actual territorio venezolano. El 9 de octubre de 1558, fundó la ciudad de Mérida, sin autorización, por lo que fue conducido prisionero a Santafé. Huyó, y se refugió en Trujillo (actual estado de Trujillo), donde Diego García Paredes le concedió asilo. Murió en el sitio de Las Lagunetas (actual estado de Miranda), en 1561, al ser atacado por los caciques indígenas Guaicaipuro y Paramaconi, cuando el conquistador salió a combatir a su compatriota Lope de Aguirre. Destrucción de las Indias Fray Bartolomé de Las Casas expuso en la introducción general a su Brevísima relación de la destrucción de las Indias los motivos que le impelían a la redacción de dicha obra. Su, a un tiempo, testimonio y denuncia de cómo la llegada de los conquistadores puso fin a la pacífica vida de los pueblos indígenas, pasó a reforzar el concepto de la leyenda negra española. Fragmento de Brevísima relación de la destruición de las Indias. De Bartolomé de las Casas. Introducción general. Descubriéronse las Indias en el año de mil e cuatrocientos y noventa y dos. Fuéronse a poblar el año siguiente de cristianos españoles, por manera que ha cuarenta e nueve años que fueron a ellas cantidad de españoles; e la primera tierra donde entraron para hecho de poblar fue la grande y felicísima isla Española, que tiene seiscientas leguas en torno. Hay otras muy grandes e infinitas islas alrededor, por todas las partes della, que todas estaban e las vimos las más pobladas e llenas de naturales gentes, indios dellas, que puede ser tierra poblada en el mundo. La tierra firme, que está de esta isla por lo más cercano docientas e cicuenta leguas, pocas más, tiene de costa de mar más de diez mil leguas descubiertas e cada día se descubren más, todas llenas como una colmena de gentes en lo que hasta el año de cuarenta e uno se ha descubierto, que parece que puso Dios en aquellas tierras todo el golpe o la mayor cantidad de todo el linaje humano. Todas estas universas e infinitas gentes a toto genere crió Dios las más simples, sin maldades ni dobleces, obedientísimas y fidelísimas a sus señores naturales e a los cristianos a quien sirven; más humildes, más pacientes, más pacíficas e quietas, sin rencillas ni bollicios, no rijosos, no querulosos, sin rancores, sin odios, sin desear venganzas, que hay en el mundo. Son asimismo las gentes más delicadas, flacas y tiernas en complisión e que menos pueden sufrir trabajos y que más facilmente mueren de cualquiera enfermedad; que ni hijos de príncipes e señores entre nosotros, criados en regalos e delicada vida, no son más delicados que ellos, aunque sean de los que entre ellos son de linaje de labradores. Son también gentes paupérrimas y que menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no cubdiciosas. Su comida es tal que la de los sanctos padres en el desierto no parece haber sido más estrecha ni menos deleitosa ni pobre. Sus vestidos comúnmente son en cueros, cubiertas sus vergüenzas, e cuando mucho cúbrense con una manta de algodón, que será como vara y media o dos varas de lienzo en cuadra. Sus camas son encima de una estera e, cuando mucho, duermen en unas como redes colgadas, que en lengua de isla Española llamaban hamacas. Son eso mesmo de limpios e desocupados e vivos entendimientos, muy capaces e dóciles para toda buena doctrina, aptísimos para recibir nuestra sancta fe católica e ser dotados de virtuosas costumbres, e las que menos impedimentos tienen para esto que Dios crió en el mundo. Y son tan importunas desque una vez comienzan a tener noticia de las cosas de la fe, para saberlas, y en exercitar los sacramentos de la Iglesia y el culto divino, que digo verdad que han menester los religiosos, para sufrillos, ser dotados por Dios de don muy señalado de paciencia; e, finalmente, yo he oído decir a muchos seglares españoles de muchos años acá e muchas veces, no pudiendo negar la bondad que en ellos veen: «cierto, estas gentes eran las más bienaventuradas del mundo si solamente conocieran a Dios». En estas ovejas mansas, y de las calidades susodichas por su Hacedor y Criador así dotadas, entraron los españoles desde luego que las conocieron como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte hasta hoy, e hoy en este día lo hacen, sino despedazallas, matallas, angustiallas, afligillas, atormentallas y destruillas por las estrañas y nuevas e varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad, de las cuales algunas pocas abajo se dirán. En tanto grado que, habiendo en la isla Española sobre tres cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales della docientas personas. La isla de Cuba es cuasi tan luenga como desde Valladolid a Roma; está hoy cuasi toda despoblada. La isla de Sant Juan e la de Jamaica, islas muy grandes e muy felices e graciosas, ambas están asoladas. [En] las islas de los Lucayos, que están comarcanas a la Española e Cuba por la parte del norte, que son más de sesenta, con las que llamaban de Gigantes e otras islas grandes e chicas, e que la peor dellas es más fértil e graciosa que la huerta del rey de Sevilla e la más sana tierra del mundo, en las cuales había más de quinientas mil ánimas, no hay hoy una sola criatura; todas las mataron trayéndolas e por traellas a la isla Española después que veían que se les acababan los naturales della. Andando un navío tres años a rebuscar por ellas la gente que había después de haber sido vendimiadas, porque un buen cristiano se movió por piedad para los que se hallasen convertillos e ganallos a Cristo, no se hallaron sino once personas, las cuales yo vide. Otras más de treinta islas, que están en comarca de la isla de Sant Juan, por la mesma causa están despobladas e perdidas. Serán todas estas islas, de tierra, más de dos mil leguas, que todas están despobladas e desiertas de gente. De la gran tierra firme somos ciertos que nuestros españoles, por sus crueldades y nefandas obras, han despoblado y asolado y que están hoy desiertas, estando llenos de hombres racionales, más de diez reinos mayores que toda España, aunque entre Aragón y Portugal en ellos, y más tierra que hay de Sevilla a Jerusalén dos veces, que son más de dos mil leguas. Daremos por cuenta muy cierta y verdadera que son muertas en los dichos cuarenta años por las dichas tiranías e infernales obras de los cristianos, injusta y tiránicamente, más de doce cuentos de ánimas, hombres y mujeres y niños; y en verdad que creo, sin pensar engañarme, que son más de quince cuentos. Dos maneras generales y principales han tenido los que allá han pasado, que se llaman cristianos, en estirpar y raer de la haz de la tierra a aquellas miserandas naciones. La una, por injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras. La otra, después que han muerto todos los que podrían anhelar o sospirar o pensar en libertad o en salir de los tormentos que padecen, como son todos los señores naturales y los hombres varones (porque comúnmente no dejan en las guerras a vida sino los mozos y mujeres), oprimiéndolos con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que jamás hombres ni bestias pudieron ser puestas. A estas dos maneras de tiranía infernal se reducen e se resuelven o subalternan como a géneros, todas las otras diversas y varias de asolar aquellas gentes, que son infinitas. La causa por que han muerto y destruido tantas y tales e tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días e subir a estados muy altos e sin proporción de sus personas; conviene a saber, por la insaciable cudicia e ambición que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo por ser aquellas tierras tan felices e tan ricas e las gentes tan humildes tan pacientes y tan fáciles a subjectarlas. A las cuales no han tenido más respecto ni dellas han hecho más cuenta ni estima (hablo con verdad por lo que sé y he visto todo el dicho tiempo), no digo que de bestias (porque pluguiera a Dios que como bestias las hubieran tractado y estimado) pero como y menos que estiércol de las plazas. Y así han curado de sus vidas e de sus ánimas, e por esto todos los números e cuentos dichos han muerto sin fe e sin sacramentos. Y ésta es una muy notoria e averiguada verdad que todos, aunque sean los tiranos e matadores, la saben e la confiesan: que nunca los indios de todas las Indias hicieron mal alguno a cristianos, antes los tuvieron por venidos del cielo, hasta que, primero, muchas veces hobieron recebido ellos o sus vecinos muchos males, robos, muertes, violencias y vejaciones dellos mesmos. Fuente: Casas, Bartolomé de las. Brevísima relación de la destruición de las Indias. Edición de Isacio Pérez Fernández. Madrid: Editorial Tecnos, 1992. Bartolomé de Las Casas 1 INTRODUCCIÓN Bartolomé de Las Casas (1484-1566), fraile dominico español, cronista, teólogo, obispo de Chiapas (México) y gran defensor de los indios. Nació en Sevilla no en 1474, como se creyó mucho tiempo, sino diez años después como consta en la única declaración que sobre su edad nos dejó el propio Las Casas. Su padre, Pedro de Las Casas, mercader de profesión, era oriundo de Tarifa (Cádiz) y según se cree de familia conversa. Madre de Bartolomé fue Isabel de Sosa. Entre los parientes más cercanos de la familia estaba el capitán Francisco de Peñalosa, amigo de Cristóbal Colón. De sus primeros recuerdos sobre el Nuevo Mundo, retenía en la memoria la imagen de aquellos siete indios, que acompañaban al descubridor el 31 de marzo de 1493 en Sevilla, 'los cuales yo vide en Sevilla y posaban junto al arco que se dice de las imágenes, situado junto a la iglesia de San Nicolás. Llevó papagayos verdes, muy hermosos y coloreados y guaizas, que eran unas carátulas hechas de pedrería de huesos de pescado'. Su padre, Pedro Las Casas, y uno de sus tíos, Francisco de Peñalosa, se embarcaron en 1493 para el Nuevo Mundo formando parte del segundo viaje colombino. También recordaba que, en junio de 1496, vio regresar a Colón de su segundo viaje, vestido de franciscano. En 1499 regresó su padre con un indio esclavo que se lo había regalado Colón y que pasó a disfrutarlo Bartolomé hasta que en 1500, por orden de Isabel la Católica, fue devuelto a su lugar de origen, junto con otros indios que habían sido llevados a España. Sabemos que durante los tres primeros meses de 1500 se desplazó a Granada para colaborar, como auxiliar de las milicias sevillanas, en el sofocamiento de la rebelión de los moriscos. Se ha especulado mucho acerca de sus estudios. No consta que acudiera a la Universidad ni que poseyera el título de licenciado cuando se embarcó para las Indias en 1502. Más probable es que estudiara en algún colegio de Sevilla latinidad y humanidades. 2 LLEGADA DE LAS CASAS AL NUEVO MUNDO A principios de 1502, Bartolomé de Las Casas, acompañando a su padre y a su tío, se embarcó para La Española en la flota del nuevo gobernador Nicolás de Ovando. En esa fecha, aunque se ha venido sosteniendo lo contrario, parece que Bartolomé todavía no era clérigo, y sus intereses eran más económicos que religiosos. Actuaba como un colono más: fue minero y encomendero en La Española, además de colaborador en las guerras de Jaraguá y del Higüey. Tuvo hacienda e indios en las orillas del río Janique y hasta 1514 siguió siendo estanciero. Entretanto, en 1507, regresó al Viejo Mundo y marchó a Roma, donde recibió las órdenes sacerdotales. Sin embargo, esperó hasta 1510 para cantar su primera misa en Concepción de la Vega. En la primavera de 1512, tras vender su hacienda, se unió a la conquista de Cuba, como capellán de los conquistadores, y recibió una buena encomienda que atendió hasta 1514. Será a mediados de este año cuando Las Casas viva su primera conversión y renuncie a los indios de su repartimiento por razones de conciencia. Estaba convencido de que debía 'procurar el remedio de estas gentes divinalmente ordenado'. Se sentía predestinado para esta misión. Vuelto a Santo Domingo, estableció contacto con los dominicos. Fray Pedro de Córdoba decidió enviar a Bartolomé, junto con Antonio de Montesinos, a España para denunciar la encomienda y sus abusos. Las Casas y Montesinos pudieron entrevistarse el 23 de diciembre de 1515 con Fernando el Católico, ya muy enfermo. También hablaron con el obispo Rodríguez de Fonseca que no les concedió mayor atención. Mejor suerte tuvieron al dirigirse al cardenal Jiménez de Cisneros y a Adriano de Utrecht, el futuro papa Adriano VI, con los que discutieron algunos remedios, como enviar a Santo Domingo a tres frailes jerónimos en calidad de gobernadores. Las Casas les acompañaría como asesor y por esas mismas fechas fue también nombrado 'procurador o protector universal de todos los indios de las Indias'. De regreso nuevamente en La Española, en 1517, los jerónimos entraron pronto en conflicto con Las Casas y los dominicos, quienes volvieron a enviar a Bartolomé a España. El 19 de mayo de 1520 obtuvo en La Coruña una capitulación para llevar a cabo un proyecto de colonización pacífica en la costa de Paria, actual Venezuela. A principios de 1521 emprendió viaje con sus labradores españoles hacia San Juan de Puerto Rico. Su idea era establecer en Paria a esos labradores y propiciar de manera pacífica el acercamiento a los indios que, conservando plenamente su libertad, escucharían la predicación del Evangelio y, sin violencia alguna, como la gente de otros muchos lugares, aceptarían al rey de España como el suyo propio. A finales de 1521, tras fracasar, reemprendió viaje a Santo Domingo. Un año después, Las Casas decidió ingresar en la Orden de Predicadores. A esta iniciativa se la denomina su segunda conversión. La vida conventual le proporcionó a fray Bartolomé tiempo para el estudio y la iniciación de sus primeras obras escritas. Estuvo hasta 1526 en el convento dominico de la ciudad de Santo Domingo, y en ese año se le encomendó establecer otro convento en Puerto Plata. Además de algunos memoriales que había redactado ya haciendo denuncias y proponiendo remedios, dio entonces comienzo a su Historia de las Indias, que habría de prolongarse hasta 1552, por lo menos. A partir de 1531 comenzó a predicar en Puerto de Plata contra los colonos españoles, los cuales consiguieron que sus superiores lo trasladaran a Santo Domingo. En esta capital, en 1533, consiguió la rendición del cacique Enriquillo, sublevado desde 1519. A finales de 1534, fray Bartolomé y otros tres dominicos emprendieron un viaje al Perú para trabajar en defensa de los indios y fortalecer también las actividades de su orden. Una serie de dificultades impidió a Las Casas llegar a su destino. En lugar de ello, estuvo en Panamá, Nicaragua y México (1536). De allí pasó a Guatemala, en donde residió poco menos de dos años. En ese lugar escribió otra de sus obras más importantes, la intitulada De unico vocationis modo, conocida en español como Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión. En ese largo tratado la tesis central era que la única forma de promover la conversión de cualquier ser humano no era otra que la vía de la persuasión y jamás valiéndose de las armas o de cualquier otra manera de violencia. Proceder así sería actuación 'temeraria, injusta, inicua y tiránica'. En paralelo con lo que escribía, acometió entonces el proyecto de penetración pacífica en la región de Tezulutlán, considerada hasta entonces como tierra de guerra en Guatemala. La entrada en la que se llamaría la Vera Paz, implicaba la prohibición de que ningunos otros españoles podrían pasar a ella en tanto que allí se efectuaba la conversión de los indígenas en términos del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión, por medio del diálogo y la persuasión. 3 LAS LEYES NUEVAS En 1538 el padre Las Casas y su secretario el padre Rodrigo de Ladrada, viajaron a México para participar en el capítulo de la orden dominica. Concluido éste, ambos se embarcaron con rumbo a España. Allí, a principios de 1540, Las Casas obtuvo que se expidieran varias reales cédulas que favorecían los trabajos de su misión en Tezulutlán. Por ese tiempo escribió su célebre Brevísima relación de la destrucción de las Indias, así como la obra que se conoce como Los dieciséis remedios para la reformación de las Indias. Residiendo en Valladolid, estuvo en contacto con el emperador Carlos V (el rey español Carlos I), al que había conocido veinte años antes. Éste, prestando oídos a las demandas de Las Casas, convocó a las que se conocen como Juntas de Valladolid en las que fray Bartolomé, según se dice, presentó su Brevísima relación de la destrucción de las Indias y los ya mencionados Dieciseis remedios. Consecuencia de lo que allí se discutió, fue la promulgación el 20 de noviembre del mismo 1542 de las que fueron conocidas como Leyes Nuevas. En ellas se prohibía la esclavitud de los indios, se ordenaba además que todos quedaran libres de los encomenderos y fueran puestos bajo la protección directa de la Corona. Se disponía además que, en lo concerniente a la penetración en tierras hasta entonces no exploradas, debían participar siempre dos religiosos que vigilarían que los contactos con los indios se llevaran a cabo en forma pacífica dando lugar al diálogo que propiciara su conversión. 4 OBISPO DE CHIAPAS Al año siguiente, en marzo de 1543, el emperador presentó a fray Bartolomé de Las Casas al papa como candidato al obispado de Chiapas. Disposición complementaria fue la de incluir dentro de los límites de su diócesis la región de Tezulutlán donde se desarrollaba el proyecto de penetración pacífica concebida por fray Bartolomé. Consagrado obispo en la capilla del convento de San Pablo en Sevilla, se embarcó en julio de 1544 con rumbo a La Española de donde se dirigió a su diócesis en una travesía que lo llevó a desembarcar en Campeche. Establecido ya en Ciudad Real de Chiapas, quiso enterarse desde un principio acerca de la conducta de sus feligreses con los indígenas. Redactó entonces los doce puntos de su Confesionario que publicaría más tarde con el título de Avisos y reglas de confesores. Al percatarse de la situación imperante en Chiapas, dispuso que nadie pudiera absolver a quienes tuvieran indios esclavos. Esto provocó reacciones extremadamente adversas. Las Casas excomulgó a los encomenderos y a quienes se oponían a lo dispuesto por él. Tras visitar la región de Tezulutlán, se trasladó a México para participar en una Junta de Prelados y religiosos que allí se celebró. En esa Junta tuvo un enfrentamiento con el virrey Antonio de Mendoza que se oponía a dar entrada a la cuestión de la esclavitud de los indios. En busca de apoyo a las tesis que defendía y asimismo a la misión de Tezulutlán, viajó nuevamente a España a principios de 1547. Residiendo en Valladolid continuó la redacción de su Historia de las Indias. Consecuencia de las gestiones que realizó fue que se convocara en julio de 1550, en Valladolid, a una junta de teólogos, expertos en Derecho canónico y miembros de los consejos de Castilla y de las Indias. El propósito era discutir las formas de cómo debía procederse en los descubrimientos, conquistas y población en las Indias. Participaron en la Junta, además de Las Casas, Juan Ginés de Sepúlveda, fray Domingo de Soto, fray Melchor Cano y fray Bartolomé Carranza. Tanto fray Bartolomé como Sepúlveda expusieron allí sus ideas. Escritos muy diferentes se derivaron de esa Junta. Uno fue el texto que redactó Sepúlveda como apoyo de otro trabajo suyo escrito poco antes, intitulado Demócrates alter, en el que sostenía que los indios, como seres inferiores, debían quedar sometidos a los españoles. El otro escrito de fray Bartolomé fue la Apología, texto clave en las discusiones. La Junta quedó inconclusa y por ello volvió a convocarse el año siguiente. Tal vez, al percatarse fray Bartolomé de que en esa Junta no se llegó a tomar decisión alguna, optó por otras formas de proceder. Una fue renunciar a su obispado de Chiapas para consagrarse más libremente en España a la terminación y publicación de sus obras, así como a la obtención de cédulas reales en favor de los indios, de modo especial de los que habitaban en Tezulutlán. Así, en 1552, obtuvo el envío de otros misioneros a las Indias; además logró la publicación de una serie de tratados entre ellos la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, el Confesionario, El tratado sobre esclavos y otros que aparecieron en Sevilla en el mismo 1552. Residiendo allí tuvo a su alcance la llamada Biblioteca Colombina, en la que pudo consultar libros y manuscritos que le permitieron avanzar en la redacción de su Historia de las Indias. Fue también entonces cuando, como trabajo complementario, inició la redacción de la que se conoce como Apologética historia sumaria, verdadero tratado de antropología comparada en el que, poniendo en parangón a las culturas indígenas con las de la antigüedad clásica, subraya las virtudes y grandes merecimientos de los habitantes del Nuevo Mundo. Singular experiencia para Bartolomé fue encontrarse, de regreso en Valladolid, con un indígena caxcán de Zacatecas, llamado Francisco Tenamaztle. Este había sido deportado a España por haber encabezado una rebelión en su tierra. Las Casas, tras escuchar a Tenamaztle, emprendió con él su defensa. Se conservan interesantes documentos, varios suscritos por Tenamaztle, en los que éste daba a conocer al Consejo de Indias su situación y la de su pueblo, demandando justicia. Las Casas en esta actuación hizo aplicación de sus ideas al caso particular de Tenamaztle y los indios caxcanes de la lejana Nueva España. Doloroso debió ser para fray Bartolomé enterarse más tarde de que en 1558 los dominicos que trabajaban en la Vera Paz en Guatemala reconocieran la necesidad de aceptar el uso de las armas para someter a los indios de la región Lacandona y de Puchutla. Tal forma de proceder, a la que siguió en 1559 la iniciación de hostilidades en la región de Tezulutlán, significó el fracaso de una idea que pudo haberse realizado y a la que tantos desvelos había consagrado. 5 SUS ÚLTIMOS AÑOS Los últimos años de su vida los pasó en Madrid. Había concluido ya para entonces la Historia de las Indias. Todavía escribió varios memoriales, así como la obra que intituló De thesauris, en la que cuestionaba el supuesto derecho de propiedad, tanto de los tesoros derivados del rescate del inca Atahualpa, como de aquellos otros encontrados en los sepulcros o guacas de los indígenas. En febrero de 1564 hizo su testamento y todavía pudo escribir un memorial al Consejo de Indias reafirmándose en todo lo que había expresado en defensa de los indios. El 17 de julio de 1566 murió fray Bartolomé de Las Casas en el convento de Nuestra Señora de Atocha en Madrid. Sepultado en la capilla mayor del convento, sus restos fueron llevados más tarde al convento dominico de San Gregorio en Valladolid. Fray Bartolomé de Las Casas, que dedicó su vida a la defensa de los pueblos indígenas, es hoy reconocido universalmente como uno de los precursores en la teoría y en la práctica de la defensa de los derechos humanos. Brevísima relación de la destrucción de las Indias Brevísima relación de la destrucción de las Indias, obra del dominico español fray Bartolomé de Las Casas, escrita en 1539, dada a conocer al rey español Carlos I (emperador Carlos V) en 1542 y publicada por vez primera en Sevilla diez años después. Las Casas la redactó con el objeto de defender su actuación entre los indígenas americanos frente a los ataques vertidos por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, entre otros. Se trata de una verdadera relación de todos los males que componían el sistema colonial implantado en las Indias, considerados por el dominico como una manifestación de la violencia y del despojo a que eran sometidos los originales pobladores de aquellos territorios. Denuncia el uso hecho por los españoles de la encomienda, institución en la cual Las Casas no ve sino una auténtica esclavitud de la población sometida. Aportando en algunos casos datos poco creíbles, aunque incluidos como parte de una trama expositiva convincente, el fraile obtuvo en noviembre de 1542 la firma regia de las denominadas Leyes Nuevas, que trataron de reducir la explotación de los indígenas por los conquistadores y colonos. La Brevísima relación fue el trabajo más divulgado de Las Casas, por ello también el más controvertido y, debido a su traducción a casi todas las lenguas europeas, sirvió como base fundamental para el nacimiento de lo que se dio en llamar la leyenda negra contra la Monarquía Hispánica, en especial en lo referido a su actuación en el continente americano.