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La Pobla en Epoca Medieval

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CAPÍTULO II
La Pobla en Época Medieval
José Bordes García
Josep Antoni Llibrer Escrig
Universitat de València
1. LAS FUENTES: LOS NOTARIOS DASSIÓ
Josep Antoni LLibrer Escrig
senyor rei en Martí e senyora dona Maria, de
molt alta memòria, possehiren en Regne de
València. Encontramos los arrendamientos,
con pagos y recibos, que periódicamente los
oficiales encargados de las rentas de dichos
lugares firmaban con vecinos de estas villas2.
Detalles de ingresos y gastos pero también de
los hombres: clavaris, arrendadors, fiadors,
testimonis, creditors, deutors… todos circulan
por estas hojas que, más allá de la aséptica
presencia de cantidades y cifras, permiten
vislumbrar la sociedad que había detrás
mediante el conjunto de individuos que
participaban en esta compleja administración
señorial.
Pero sin duda, una de las fuentes
fundamentales para la reconstrucción de la
vida comunitaria de La Pobla durante los siglos
medievales es la notarial. Los protocolos de los
notarios aportan una riqueza de información y
detalle que ningún otro testimonio escrito nos
puede proporcionar. Hablamos de los libros
que el notario redactaba para uso propio, que
utilizaba para la redacción del documento
original y para la futura demanda de copias por
parte de los clientes. Estos numerosos libros, que
guardaba cuidadosamente, conformaban uno
de los más valiosos patrimonios que el notario
podía dejar a sus herederos. No podemos
olvidar que, en una pequeña comunidad como
La Pobla, por la mesa del notario pasaban
casi todos los vecinos para resolver los más
diversos asuntos: podemos encontrar desde
una compra-venta de inmuebles a un contrato
de trabajo, desde un arrendamiento de varios
molinos a una pequeña venta de cereales,
desde una germania matrimonial hasta un
testamento…
¿Qué fuentes tiene el historiador para
conocer la vida de los vecinos y vecinas de
La Pobla de hace quinientos años? ¿Cómo
reconstruir la sociedad, la economía local
o la cotidianidad de nuestros antepasados
medievales? ¿Cómo acercarnos a sus familias,
a sus negocios, a su mentalidad? La misma
fundación de la villa en un período posterior
a la conquista de Jaume I, ya avanzado el siglo
XIII, nos obliga a centrar nuestro trabajo en
los últimos siglos medievales. Y entonces son
precisamente los registros de la Cancillería Real
los que nos aportan las primeras informaciones
sobre esta comunidad de cristianos que se
asienta al corazón del Camp de Túria, en
relación y relativa dependencia con la aljama
de Benaguasil. La información de las cartas
Pobla, concedidas por el poder cristiano para
facilitar la llegada y el mantenimiento de
pobladores en espacios a menudo con fuerte
presencia musulmana, nos dan también datos
tempranos sobre las condiciones de vida de los
primeros pobladores.
En el Archivo del Reino de Valencia (ARV)
se conservan series documentales donde
podemos seguir los avatares políticos y sociales
de la villa, su proceso de señorialización y su
encuadramiento definitivo dentro del complejo
patrimonio de los Luna1. Hablamos, por ejemplo
de la serie del Mestre Racional, antiguo oficial
real encargado de inspeccionar las cuentas de
los administradores de las rentas reales. En su
sección de Antiguo Patrimonio encontramos,
en una ancha cronología para el siglo XV, la
gestión de la administración de las rentas de La
Pobla y Benaguasil, junto a los otros pueblos
que pertenecieron al l’antic patrimoni que lo
1. Sobre el conjunto de la documentación medieval conservada de la villa, vid. BORDES, J. “El Camp de Túria des de la
gran ciutat: la documentació medieval de la comarca a la ciutat de València (segles XIII-XV)”, Mirades al Camp de Túria,
3, 2007, pp. 14-24.
2. Vid. ARV Mestre Racional, Antic Patrimoni, núms. 9.653, 9.654, 9.657, 9.661, 9.679 y 9.820. También la sección de
Comtat de Lluna, núm. 10.186.
1
Historia
Medieval
Desde principios del siglo XIII, con la llegada
de los primeros pobladores al nuevo reino, y
la generalización del nuevo sistema jurídico, la
asistencia al notario era necesaria por validar
un buen número de actos públicos y privados.
Así, el notario, como profesional que gozaba de
la fides publica, era el único capaz de validar
cualquier trato u operación (familiar, mercantil,
jurídica…); y en los libros estaba obligado a
detallarlo todo, no sólo las grandes operaciones
económicas, también las pequeños deudas de
labradores humildes…
En definitiva, buena parte de la vida social,
económica y religiosa de los vecinos de La Pobla
se reflejaba en los libros notariales. Todos sus
vecinos, en un momento u otro de su vida
familiar o laboral pasaban por su oficina.
El trabajo de redacción y validación del
notario exigía el desarrollo de tres fases
diferenciadas hasta que el documento llegaba
a manos del cliente: en primer lugar redactaba
el llamado rebedor, pequeño documento o
borrador fruto de la anotación rápida, bajo el
dictado del cliente, de los datos básicos que
estructurarán el original. En segundo lugar, el
notario ya hacía una redacción del documento
solicitado pero abreviando el formulismo legal,
lo que daba lugar a los mencionados protocolos,
formados por estos documentos de fuerte
concisión. Finalmente, en una última fase, era
necesaria una redacción extensa, completa y
definitiva del documento, eliminando el cariz
abreviativo anterior, lo que conformaba un
nuevo volumen llamado notal, que se utilizaba,
a su vez, para evitar posibles confusiones con
el protocolo. Con la redacción del original en
pergamino y su entrega al cliente, concluía el
trabajo del notario, aunque con posterioridad,
incluso generaciones después, podía hacer
copias de estos documentos expedidos muchos
años atrás.
Afortunadamente se ha conservado una
importante cantidad de protocolos de varios
notarios que trabajaron en La Pobla durante
el siglo XV, hecho poco frecuente en pequeñas
villas como la nuestra. Estos volúmenes se
encuentran en el Archivo del Colegio de Corpus
Christi de Valencia, o Archivo de Protocolos del
Patriarca (APPV), que dispone de un envidiable
fondo notarial con más de 20.000 libros que
cubren una ancha cronología, desde el siglo XIV
hasta el XVIII3. Andreu Sacalm, Joan de Arbequa
y los Bernat Dassió, padre e hijo, son los notarios
que nos han dejado documentación sobre los
vecinos de la Pobla en época bajomedieval.
Nos interesan especialmente los dos últimos
porque hemos conservado una gran parte de
su largo e intenso trabajo en esta villa del Camp
de Túria4.
En efecto, la carrera profesional de los
Dassió fue dilatada: ocupa toda la segunda
mitad del siglo XV y la primera década del XVI
(desde el 1449, primer libro redactado por el
padre, hasta 1512, año del último protocolo
del hijo); pero también intensa: durante este
tiempo redactaron alrededor de un centenar
de libros, de los cuales conservamos 77; su
lectura y su análisis ha sido determinante para
conocer el pulso de la vida de los vecinos y
vecinas de La Pobla de ahora hace quinientos
años. Bernat Dassió, senior, ejerció su trabajo
notarial en La Pobla durante treinta y nueve
años (de 1449 al 1488), fruto de los cuales
conservamos hoy un total de 48 volúmenes: 23
protocolos y 25 notales. La parte perdida de su
trabajo incluye sólo los registros de seis años
(1452, 1460, 1462, 1466, 1477 y 1481), por lo
tanto podemos concluir que, analizada en su
extensión cronológica, la actividad notarial de
Bernat Dassió, padre, se ha conservado en un
84 %, dato muy interesante que supone una
elevada representatividad y continuidad de
la fuente para el análisis de la sociedad de La
Pobla bajomedieval.
El año 1462, cuando el padre aún trabajaba
intensamente en la villa, su hijo homónimo,
conocido como júnior por los mismos vecinos
de la villa, empezó su carrera notarial en la
ciudad de València. La capital ofrecía sin duda
para el joven notario mayores posibilidades de
ampliar la oficina, de mejorar económicamente
y de aumentar su prestigio social, gracias a la
presencia de importantes clientes de la alta
menestralía y de la nobleza urbana.
3. CRUSELLES, J. M. et alii, Inventario de Fondos Notariales del Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia.
València, 1990.
4. De Andreu Sacalm se conservan dos protocolos (un de los años 1474-1484; y otro de 1489-1494) con escasa documentación. De Joan d’Arbequa sólo conservamos uno, del período 1492-1497. Vid. BORDES, J. “El Camp de Túria des
de la gran ciutat… cit., pp. 17-18.
2
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
No obstante, Bernat hijo alternaba largas
estancias en Valencia con una presencia
frecuente en La Pobla, aprovechando sin
duda la clientela comarcal que su padre había
atendido durante años. De hecho, parece
seguro que la formación del hijo estuvo
condicionada por su aprendizaje doméstico
en la escribanía familiar, por lo que el contacto
con los vecinos y clientes del padre era así muy
estrecho, hasta llegar a convertirse en muchos
casos en “notario particular” de una gran parte
de las familias de La Pobla, como antes lo había
sido su padre. Además, al morir éste, sus libros
quedaron bajo custodia del hijo, quien en
años posteriores se encargó de la cancelación
de contratos redactados por el padre, y de la
autorización de copias.
Bernat Dassió junior nos ha dejado un
total de 29 protocolos, aunque ningún notal.
La parte de su trabajo que se ha perdido es
mayor que la del padre: 19 registros que
corresponden al mismo número de años5.
Es decir, del hijo conservamos el 62 % de su
volumen documental. Pese a la reducción
con respecto al padre, estas cifras permiten
vislumbrar que estamos también ante una
colección excepcional de registros notariales (y
casi con continuidad completa) si la comparamos
con la conservada para muchas villas y ciudades
de todo el país, incluso de mayor contingente
demográfico6. Pocas poblaciones cuentan hoy
con este fondo notarial.
Sin embargo, ¿quiénes eran los Dassió?
¿Qué miembros formaban este linaje? ¿Qué
relación tenían con sus vecinos? ¿Qué papel
desempañaban en la comunidad? ¿Quiénes
eran sus clientes? Precisamente los mismos
protocolos nos muestran que el linaje Dassió
era uno de los más influyentes en la comunidad:
sus miembros, ya lo veremos, formaban parte
de la oligarquía local, de la élite que controlaba
el gobierno municipal y los asuntos públicos.
Pertenecían al Consejo de la villa y ocupaban
importantes cargos públicos. El mismo hecho
de disponer de dos profesionales de la notaría
dentro de la familia, suponía ya la confirmación
de un elevado estatus socio-económico;
recordemos que sólo las familias más poderosas
podían facilitar y financiar los estudios jurídicos
a alguno de sus miembros.
Al listado de contribuyentes del impuesto del
morabatí, redactado el año 1417, ya aparecen
siete cabezas de familia de este linaje: Bernat,
Guillem, Jaume, Joan, Lop, Miquel y Vicent.
Sólo el linaje de los Bono contaba también
con este numeroso grupo de representantes7.
La ausencia de fuentes demográficas para
el período que estudiamos no nos permite
hacer un seguimiento individualizado del
linaje, incluso, el hecho de que los primeros
Inicio del protocolo de Bernat Dassió, senior,
del año 1464
5. Se han perdido los libros de los años 1465, 1472-1474, 1477, 1480-1481, 1484-1486, 1490-1492, 1494, 1497-1499, 1502 y 1505.
6. Vid. CRUSELLES, J. M. Els notaris de la ciutat de València. Activitat professional i comportament social a la primera
meitat del segle XV. Barcelona, 1998. Y sus estudios sobre los protocolos notariales de Xàtiva, CRUSELLES, J. M. “La
sociedad bajomedieval en las fuentes notariales”, Història de Xàtiva, València, 2006, vol. I, pp. 246-255; I CRUSELLES,
J. M. “La sociedad bajomedieval en los registros notariales de Francesc Saranyana (Xàtiva, 1429-1462)”, en prensa.
Agradecemos al autor la consulta de este último trabajo.
7. El listado se conserva en el Arxiu del Regne de València, en la Secció de Mestre Racional (signatura 11.785), y ha
sido publicado por GUINOT, E. Els fundadors del Regne de València. València, 1999, vol. II, pp. 305-305. Otros linajes
destacados son los Enyegot, Llop, Martí y Sacalm, todos con cinco representantes.
3
Historia
Medieval
protocolos conservados correspondan ya al
1449, nos impide también tener más datos
sobre el origen de esta familia y en concreto
sobre los orígenes profesionales del notario
Bernat Dassió. El año 1438 localizamos en
los libros del Mestre Racional un importante
documento que nos aporta información inicial
sobre el linaje notarial de los Dassió. Se trata
de la liquidación del arrendamiento de las
rentas de La Pobla y Benagusil que cuatro
años antes habían firmado tres hermanos de
esta familia: Guillem, Bernat y Jaume Dassió.
En el documento se indica que este último es
notario (Jacme Dazió, notario); y además se
nos confirma que la familia forma parte de la
élite local: descubrimos que los tres habían
aceptado dicho arrendamiento, por tres años,
y por el elevado precio de 38.400 sueldos cada
año8.
Si tenemos en cuenta los primeros libros
notariales, no sólo descubrimos la importancia
de su trabajo en la villa, también la influencia
de sus familiares en la vida política y económica
local: entre los años 1449 y 1451 encontramos
a un Bernat Dassió, carnicero y prohom de la
villa, miembro de su Consell General, actuando
numerosas veces ante el notario o bien para
adquirir ganado, o para prestar dinero a sus
vecinos9; también nos aparece otro Bernat
Dassió, menor, agricultor, hijo del anterior,
fill del carnicer como dice el notario. De éste
sabemos que, como su padre, formaba parte
del Consell General de la villa. El labrador Jaume
Dassió es también otro miembro destacado del
linaje, como lo indica su frecuente presencia
por la oficina notarial de su familiar, y también
por el hecho de que formó parte del gobierno
municipal: fue elegido jurat de la villa durante
los años 1451 y 146410. Conocemos además otro
componente de los Dassió, el también labrador
Francesc, quien nos aparece a menudo como
testigo en algunos documentos de Bernat, y
del que éste redactará su testamento el 22 de
julio del 1465.
En buena lógica, dentro de este influyente
grupo se consolidó el trabajo y el prestigio de
los notarios Dassió. No obstante, ¿ante qué
tipo de notarios nos encontramos? ¿Cuál era
su ámbito territorial de trabajo? ¿Qué tipo de
clientela acudía a su oficina? ¿Qué volumen
de trabajo desarrollaban anualmente? ¿Cómo
evolucionó su actividad? El acercamiento
a todas estas cuestiones no sólo permitirá
conocer al profesional, además nos hablará de
la sociedad, de la comunidad donde se movían
estos notarios, porque, no lo olvidemos, el perfil
de la actividad notarial dependía directamente
de la sociedad donde se insertaban estos
funcionarios.
La geografía de la actividad notarial de los
Dassió hay que relacionarla con dos ámbitos.
En primer lugar, la que hace referencia al
espacio de trabajo del notario y a su posible
itinerancia; y en segundo lugar, la que refiere
8. Ítem pose en reebuda d’en Jacame Dazió, notari, e d’en Guillem Dazió e d’en Bernat Dazió, jermans, als quals per mi en lo
loch de la Pobla foren arrendades les rendes a senyor pertanyents en la vila de Beanguazir e lo dit loch de la Pobla, a temps
de III anys, qui començaren lo primer dia del mes de janer del any M CCCC XXXV, per preu cascun any de XXXVIII Milia CCCC
sous de reyals de València, pagadors en aquesta forma, és a saber: la meytat en la festa de tots Sants, e l’altra meytat en II
eguals solucions, ço és, la una en la festa de Carnestoltes e l’altra en la festa de Pasqua de Resurrecció, segons se mostra ab
altre rebut per mi, en Pere Nadal, notari, a XX dies del mes de febrer del dit any M CCCC XXXV. ARV MR, 9.679, fol. 1 v.
9.El 22 de marzo del 1449 presta 200 sueldos a Bartomeu Tàrrago (APPV 26.801). A principios de 1450 pasa de nuevo por la
escribanía notarial para concretar la compra de ciertas cabras por el elevado precio de 2.300 sueldos (APPV 26.800, 1450II-26). Tres años después lo encontramos avalando a un labrador de Moncada, Antoni Castellano, que recibe un préstamo
de 2.000 sueldos (APPV 26.803, 1453-III-29). Sabemos además que entre sus propiedades contaba con una explotación
de al menos 16 fanecades de tierra, repartidas entre dos parcelas: una de 14 henagadas de terra campa o cereal, situada
cerca de la acequia de Aldaia, en el término de La Pobla (APPV 26.799, 1451-V-15); la otra de dos hanegadas de viña joven
o mallol situada junto a la acequia Bona, también en término de la villa (APPV 26.799, 1451-VINO-5). La última noticia de
este Dassió es del año 1457, cuando actúa como testigo en la disputa entre dos labradores de La Pobla, Antoni Rubio y Pere
Mulet (APPV 26.805, 1457-VIII-12).
10. Su prestigio parece confirmarse por el hecho de que el sacerdote de Llíria, Bartomeu Serra, lo nombra procurador dos
años antes (APPV, 1449-IV-23). Visita el notario varias veces para vender cereal a sus vecinos: tres cahíces de trigo a los
labradores Joan Martí y Bernat Dassió, por 109 sueldos (APPV, 1451-IX-17), y 16 cahíces de avena al también agricultor
Joan Salsadello (APPV, 1456-V-15). Además, como parece frecuente entre los Dassió, presta dinero incluso a vecinos de
otras villas, como los 150 sueldos que dejó a Martí de Cotanda, labrador de Torrent (APPV, 1450-IV-9). Por lo que respecta
a su extenso patrimonio hay que destacar una explotación de unas 30 hanegadas: 9 de viña (que vendió por 300 sueldos
a Jaume Vicent, APPV, 1449-VII-19) y dos parcelas de terra campa (una de 9 hanegadas, y otra de 12 que también vendió
posteriormente por un precio de 1.000 sueldos, APPV, 1465-II-28). Sabemos también que poseía una casa en La Pobla valorada en unos 1.100 sueldos (APPV, 1456-I-8). Incluso era propietario de un mulo (que compró por 460 sueldos) y de un
caballo blanco (valorado en 300 sueldos, APPV, 1449-XII-21 y 1456-I-9).
4
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
al origen de sus clientes. Según muestran
los registros, aunque la oficina de los Dassió
estaba en La Pobla, se movían a menudo
por las villas vecinas, en la misma comarca
del Camp de Túria, pero en un radio corto
de acción: Benaguasil, Llíria y Vilamarxant
eran los lugares más visitados. De hecho, la
burocracia de la administración del señorío
obligaba al notario a acudir con frecuencia a
esta villa vecina: todos los documentos que
Bernat Dassió, padre, registra en Benaguasil
están vinculados a la administración señorial
(arrendamientos de instalaciones señoriales,
pago de rentas, y actos relacionados con la
justicia). Las estrechas relaciones entre las dos
comunidades en el período que estudiamos,
como veremos más adelante, hacen que el
binomio La Pobla-Benaguasil sea constante
en la documentación, y no sólo notarial11. De
hecho, los musulmanes de esta aljama acudían
a menudo a la escribanía de los Dassió para
resolver sus asuntos (generalmente compraventas de tierras, de productos agropecuarios,
o incluso documentos de pau i treva entre
vecinos). Por otra parte, la visita a Llíria del
notario, más esporádica que a la villa anterior,
siempre se relacionaba con negocios del
artesanado textil edetano, esencialmente
pelaires, que compraban o vendían tierras del
término.
Un fenómeno más detacable que esta
limitada movilidad comarcal es el de la relación
de los dos notarios con la ciudad de Valencia. Ya
hemos afirmado más arriba que el hijo alternaba
la actividad en la capital con la atención de la
clientela en La Pobla, pero también el padre fue
consciente, como la mayoría de profesionales
de las comarcas próximas a Valencia, que sólo
en la capital podía progresar económica y
socialmente. Esta fuerza de atracción del
cap i casal se observa no únicamente en los
maestros de notaría, también en muchos
otros trabajadores o artesanos. La misma
documentación notarial lo testimonia
constantemente, incluso en el caso que nos
ocupa: en abril del 1456 Bernat Dassió, padre,
aparece trabajando en La Pobla, pero ya
como vecino de Valencia. Utiliza entonces la
expresión “ciutadà de València i habitant en
La Pobla”, indicando que la residencia en La
Pobla es temporal, y que su domicilio está en
la capital12. Aunque posiblemente pasaba más
tiempo en el Camp de Túria, como lo indica
su intensa y continuada actividad en La Pobla,
la ciudadanía era un rasgo de prestigio ante
sus vecinos. Rasgo que su hijo asumió desde
el principio de su vida laboral. De hecho, ya
en la primera aparición que el hijo hace en la
documentación del padre, el año 1465, nos
indica que es ciudadano de Valencia: Bernardus
Dassió, minor, notarius civis Valencie13.
Por lo que respecta a los clientes que
acudían en la escribanía de los notarios, el
resultado del análisis de los registros no deja
dudas: en los protocols del padre, casi el 90%
son vecinos de La Pobla o de Benaguasil.
Vayamos, sin embargo, a un análisis más
pormenorizado del perfil clientelar de los
Dassió. Bernat Dassió sénior era un notario
marcadamente local: el 63,26% de sus clientes,
tanto otorgantes como beneficiarios de sus
registros, eran vecinos de La Pobla (vid. Cuadro
I)14. Y si esta cifra puede parecer aún limitada
de su matiz localista, podemos añadirle el
21,08% de los vecinos de Benaguasil que
están presentes en sus contratos. Es decir, el
11. En el castillo de Benaguasil había, incluso, iglesia con sacerdotes asignados; las visitas pastorales de principios del
siglo XV así lo indican: Visitatio ecclesie castri de Benaguazir, institute sub invocacione Sancte Marie. El año 1401 el
rector era Ferran Pérez, y el vicario Joan Lop, de La Pobla. Vid. BOSCÀ, J. – CÀRCEL, M. Visitas Parroquiales de Valencia
(siglos XIV-XV). València, 1996, pp. 292-294.
12. En el documento, del 18 de abril de 1456, Bernat Dassió reconoce que Pere Bono, labrador de La Pobla le ha pagado 180 sueldos, que el notario le dejó, por un préstamo censal (APPV, 26.806). Un año después, la situación del notario
nos aparece aún mejor definida por el hecho de utilizar la expresión de “notari i ciutadà de València, habitant ara en
La Pobla”, en el momento que vende 10 fanecades de viña al labrador de la villa Pere Sacalm, por 160 sueldos (APPV
26.805, 1457-VIII-4). Por lo que respecta al patrimonio inmueble del padre, sabemos también que poseía dos hanegadas de terra campa en la huerta de La Pobla, que vende al vecino Pere Descó (APPV 26.806, 1456-II-28). La venta de
estas propiedades puede parecer una incipiente confirmación de su estancia a Valencia y de su avecindamiento en la
ciudad.
13. Curiosamente, el documento es la compra por parte de Dassió, hijo, de una parcela de 18 fanecades de terra campa
a Aparici Sacalm por 720 sueldos (APPV 26.811, 1465-II-2).
14. Ante la imposibilidad de analizar al completo los 77 libros de los Dassió, este estudio ha sido elaborado teniendo en
cuenta los siguiente libros de Bernat Dassió, padre, que corresponden a los años: 1449 (APPV 26.801), 1450 (26.800),
1451 (26.799), 1453 (26.803), 1454 (26.804), 1456 (26.806), 1457 (26.805), 1459 (26.814) y 1465 (26.811).
5
Historia
Medieval
84,35% de la clientela de este notario proviene
de las comunidades rurales de su ámbito de
origen. Incluso, este porcentaje aumenta hasta
el 87,75% si sumamos el conjunto de vecinos
de Llíria, Benissanó, Vilamarxant y Riba-roja,
las villas más próximas a su escribanía, que en
algún momento pasan por la mesa de Dassió (o
bien porque éste visita las villas, o bien, y esto
es lo más frecuente, porque los interesados
acuden a su despacho).
Finalmente, los pueblos de la comarca de
l’Horta suponen el origen del 2,72% de los
clientes de Bernat Dassió, padre. Paterna,
Moncada, Godella, Meliana, Mislata, Manises
y Torrent son los lugares de donde provienen,
y la tipología documental más frecuente
relacionada con éstos es la compra-venta de
productos agropecuarios y, sobre todo, de
animales de tiro.
Todos los datos nos confirman, por lo tanto,
que estamos ante un notario local, es decir, un
notario fuertemente arraigado a su comunidad
rural, La Pobla, y a las villas más próximas.
Un notario que desarrolló buena parte de su
vida profesional atendiendo los asuntos y los
negocios de sus vecinos. Esto nos confirma que
su avecindamiento en Valencia era más bien
fruto de la búsqueda de un prestigio ante los
vecinos, y no tanto una exigencia de su vida
laboral, que transcurría casi íntegramente en
La Pobla. Parece, incluso, que estamos ante un
notario que casi monopoliza el servicio jurídico
de esta villa, por lo menos si nos fijamos en la
escasa documentación que hemos encontrado
en los protocolos de otros notarios. Por
ejemplo, los dos libros que conservamos de
Andreu Sacalm corresponden cada uno a un
buen puñado de años (uno incluye los años
de 1447 a 1484, y el otro de 1489 a 1494; y
donde además se alterna la documentación de
La Pobla con la de València16), a diferencia de
los Dassió que por su volumen de trabajo se
veían obligados a redactar un grueso libro por
año (con una media de 120 registros anuales).
El protocolo conservado de Joan de Arbequa
corresponde, como en el caso de Sacalm, al
trabajo de seis años de este notario, de 1492
a 149717. En definitiva, el amplio volumen
documental de los Dassió, por una parte, y la
escasa presencia de documentos referidos a La
Pobla en otros notarios de la misma cronología,
parecen confirmar el “monopolio” laboral de
estos dos notarios, padre e hijo, en la villa.
Cuadro 1. Origen de la clientela de Bernat Dassió,
sènior 1449-1465.
LUGAR DE ORIGEN
La Pobla
Benaguasil
Resta Camp de Túria
Ciutat de València
Els Serrans
Viles comarca de l’Horta
TOTALES
Camp de Túria
Resto
Porcentaje
63,26
21,08
5,44
3,40
3,40
2,72
87,55
12,45
Del resto de clientes hay que destacar el
5,44% que vienen de la ciudad de Valencia,
sobre todo artesanos (pelaires, sastres y
curtidores que compran materias primas
como lana o cuero) y mercaderes (donde
destacan algunos italianos asentados en la
capital del Reino, como Andrea de Gariboldi,
mercator lombardus habitator civis Valencie, y
Batista Moneda, también mercator lombardus
habitator civis Valencie15).
El siguiente ámbito porcentual de influencia
y clientela de nuestro notario era la vecina
comarca de Los Serranos: un 3,4% de los
clientes de sus libros son de Andilla, Xelva,
Villar o Xulilla, y consignan documentos
relacionados con el “mercado” matrimonial,
es decir, germanies o donacions intervius por
causa de matrimonio entre vecinos de La Pobla
y de las villas mencionadas, lo que nos da idea
del amplio espacio territorial donde a veces se
buscaba el futuro cónyuge.
15. El primero nombra procurdor a un tendero de València, Andreu Cavall, para que se haga cargo de sus asuntos mientras está en La Pobla. El segundo nombra procurador a otro mercader lombardo, Luis de Rabis, para vender una esclava
rusa de veinte años, de su propiedad. En ambos documentos los testigos son labradores vecinos de La Pobla (APPV
26.801, 1449-X-21). Las relaciones de estos profesionales italianos con vecinos de la zona, y la importancia estratégica
que para ellos tenía esta comarca próxima a Valencia para el abastecimiento de todo tipo de materias primas, se confirma también porque meses antes Abrahim Alquatib, de Benaguasil, confesó deber 460 sueldos al mercader Angelino
de Prato, aunque sin especificar la causa (Íd. 1449-VIII-12).
16. APPV 26.337 i 26.340.
17. APPV 19.771.
6
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
Por lo que respecta al perfil socioprofessional de los clientes que acudían al
despacho de los Dassió, debemos indicar
que prácticamente el 70% de los actores
documentales son labradores, como parece
lógico por el cariz local del notario (vid.
Cuadro II). La escasa presencia de artesanos y
mercaderes en pequeñas comunidades rurales
como las de La Pobla y Benagusil condicionan
este masivo porcentaje de campesinos. Incluso
debemos recordar que buena parte de los
mercaderes y artesanos que pasan por la mesa
del notario son de otras ciudades (de Valencia
y Llíria esencialmente). Aparte del Cuadro
II, el análisis de los mencionados protocolos
nos ha permitido reconstruir una mínima
estructura laboral de los vecinos de La Pobla
(vid. Capítulo 3), o al menos de los vecinos que
acuden a la escribanía de Bernat Dassió (que
como hemos dicho antes, son la mayoría),
donde observamos también que el número de
artesanos es muy limitado, lo que confirma los
porcentajes anteriores.
segundo motivo de redacción y ocupación en
la escribanía de nuestro notario (suponen el
23,81% de su trabajo), donde encontramos
documentos que permiten reconstruir todo
el ciclo de la vida de los vecinos de La Pobla
dentro del marco familiar: desde la creación de
la familia conyugal con la firma de la germania
(predominante frente a los contratos dotales),
y con las donacions interviús, mediante las
cuales los padres hacían efectiva la transmisión
de patrimonio a los hijos que así formaban
una nueva célula productiva; hasta los mismos
testamentos, los inventarios, y los repartos de
bienes entre los hijos que se derivan de los
documentos anteriores. La exigencia legal y la
necesidad de regular una correcta transmisión
patrimonial entre los hijos, explican la
abundante presencia de estos documentos en
el notario local.
En menores porcentajes encontramos otros
tipos documentales: los registros relacionados
con la administración local y señorial, en su
mayoría redactados en Benaguasil, suponen
el 16% de la tarea notarial de Dassió. El
mercado del crédito, casi monopolizado por
la deuda censalista, conforma el 7,59% del
conjunto documental; mientras que las cartas
de procuración otorgadas con carácter general
conforman el 5,74%. Otros asuntos, de los
que se ocupaba nuestro notario de manera
esporádica, eran los que hacían referencia al
mercado de trabajo (contratos de servidumbre
o aprendizaje de jóvenes, los denominados
affermaments18), o a la conflictividad vecinal
(documentos de pau i treva).
Sin embargo, ¿qué se deduce de todos
estos datos? La limitada tipología documental,
basada en los contratos más comunes, nos
indica que estamos ante un notario poco
especializado, pero que ha sabido adaptarse
a una fiel clientela local. Como en La Pobla o
Benaguasil no encontramos grandes colectivos
artesanales o mercantiles (que exigen notarios
especializados en contratación comercial o
cambiaria), ni tampoco familias nobles con
grandes patrimonios (que generan conjuntos
documentales específicos), Bernat Dassió
centralizó su trabajo en satisfacer los pequeños
asuntos y negocios necesarios para la
Cuadro2. Perfil socio-profesional de los clientes
OFICIO
Llauradors
Mercaders
Artesans
Ramaders
Preveres
Otros (barbers…)
Sin especificar
Porcentaje
67,91
7,40
6,17
3,70
2,46
2,46
9,87
Un estudio de la tipología documental
en los registros de Dassió nos habla también
de este rasgo local del notario, y al mismo
tiempo de la sociedad en la cual trabaja. Casi la
mitad de la actividad de Bernat Dassió, padre
(45,75% de los documentos analizados) estaba
cubierta por las transacciones locales: por una
parte, las compra-ventas de tierras (70% del
mercado total de inmuebles), recurso básico
y fuente de la comunidad rural; y por otra las
compra-ventas de productos agropecuarios y
otros bienes relacionados con la actividad del
sector primario (animales de tiro, ganado),
que suponen el 20% de todos los registros
analizados. Los asuntos familiares eran el
18. La ausencia de este tipo de contratos en los protocolos no nos indica su inexistencia, más bien nos confirma que
el acuerdo verbal entre vecinos era suficiente para validar esta relación semi-laboral entre el patrón y el padre de los
jóvenes aprendices o de las jóvenes en servicio doméstico en casa ajena al núcleo familiar.
7
Historia
Medieval
reproducción de la economía campesina local.
Y es aquí precisamente donde radica el valor
de su documentación, en el hecho de ser hoy
para el historiador un magnífico y completo
lienzo de la vida de los vecinos de La Pobla de
hace quinientos años.
Cuadro 3. Tipologías documentales en los protocolos de Dassió
TEMÁTICA DOCUMENTAL
DEUDA
RELACIONES FAMILIARES
COMERCIO-INTERCAMBIO
MERCADO INMOBILIARIO
ADMINISTRACIÓN
MERCADO DE TRABAJO
REPRESENTACIÓN
CONFLICTIVIDAD SOCIAL
Número de
actos
Porcentaje
censals i prèstecs
deutes i cessions de deute
TOTAL
29
8
37
7,59
testaments
inventaris
almonedes
germanies
contractes dotals
donació intervius
partició de béns
TOTAL
56
11
4
20
1
23
1
116
23,81
productes agropecuaris
ramat
animals de tir
esclaus
tèxtils
TOTAL
23
14
70
1
8
115
23,61
compra-venda de terres
arrendaments de terres
compra-venda de cases
TOTAL
74
3
29
106
21,76
senyorial
municipal
TOTAL
59
19
78
16,01
Afermaments
pagaments de soldada
TOTAL
3
4
7
1,43
procuracions
28
5,74
documents de pau i treva
5
1,02
492
100
TIPOS DOCUMENTALES
TOTAL DOCUMENTAL
FUENTE: protocolos de Bernat Dassió:
26.799 (1451)
26.800 (1450)
26.801 (1449)
26.803 (1453)
Arxiu de Protocols del Patriarca, València
8
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
2. LAS ESTRUCTURAS POLÍTICAS
A la hora de explicar la evolución institucional
de la Pobla, desde sus orígenes hasta los
enfrentamientos por su control político y
económico entre Valencia y destacados
miembros de la nobleza a mediados del siglo
XV, se ha optado por realizar una división de
las siguientes páginas bastante tradicional.
Se trata de una aproximación que intenta
armonizar tanto la explicación de las estructuras
básicas de organización de los hombres –el
funcionamiento de la comunidad local, la
organización del señorío –básicamente a través
del análisis de las rentas y la actuación de los
representantes señoriales, y las relaciones con
otras localidades del territorio –Benaguasil
y Segorbe, entre otros, como la evolución
diacrónica de los acontecimientos, es decir, la
historia política más clásica que, no obstante,
en el caso de la Pobla de Vallbona, está bastante
lejos de poder acotarse con precisión.
El poder andalusí se hundió durante el siglo
XIII frente a las fuerzas feudales en buena
parte de la Península Ibérica y el denominado
Sharq Al-Andalus, un territorio que de forma
aproximada comprendía los posteriores reinos
medievales de Valencia y Murcia, no tuvo mejor
suerte. Las tropas cristianas comandadas por el
rey Jaume I ocuparon todo la región valenciana
hasta la población de Biar en unos pocos años,
entre el asedio de Borriana en el año 1233 y
la conquista del espacio situado al sur del río
Xúquer en 1245, sin encontrar prácticamente
una resistencia militar digna de mención.
Tal y como ha destacado la historiografía se
trató de un proceso de expansión general en
toda Europa, de forma especial en el Este y
en la Península Ibérica, que supuso en esta
última área la desaparición de todos los reinos
musulmanes salvo el de Granada.
Los problemas surgen cuando se trata de
analizar la articulación política de la parte
oriental de Al-Andalus ya que una parte de
los historiadores considera que la región
valenciana, en el momento anterior a la
conquista cristiana constituía una entidad que
dependía administrativamente de la capital,
de la ciudad de Valencia. Al mismo tiempo era
un territorio que tenía como base sociopolítica
una multitud de pequeños centros de
poblamiento situados a lo largo de todo el país
que recibían el nombre de alquerías. Éstas, con
un peso demográfico muy desigual, poseían la
Josep Bordes García
Los primeros señores y la fundación de la
Pobla de Vallbona
Los hombres se encuentran al nacer
inmersos en unas determinadas condiciones
económicas, sociales, políticas y culturales
de las que no son responsables, con las que
deberán convivir a lo largo de su vida y que,
muy a menudo, creen inmutables. A veces,
no obstante, los procesos históricos sufren
una aceleración y un modelo de formación
económico-social, que daba muestras de
agotamiento estructural, comienza a dar paso
a otro. En algunas ocasiones las causas y los
ritmos son difíciles de delimitar; en otras, el
proceso puede acontecer en un corto período
de tiempo. Precisamente este último caso será
el que se produjo en el territorio valenciano a
partir del siglo XIII y que analizaremos en las
siguientes páginas.
A comienzos del Doscientos los campesinos
musulmanes del Oriente de Al-Andalus y
sus correligionarios cristianos del norte
peninsular, que constituían la mayoría de la
población de sus territorios, se encontraban
encuadrados en dos modelos diferentes de
sociedad, una de tipo antiguo y otra feudal,
independientemente de las numerosas
semejanzas entre ambos grupos y de la
acepción, no exenta de profundos debates
historiográficos, que se le dé a ambos epítetos.
Pero todo iba a cambiar durante las primeras
décadas de esa centuria debido a la dinámica
expansiva de las sociedades feudales y la
debilidad andalusí.
Por esa razón, la creación, organización
y evolución política de la Pobla de Vallbona
a lo largo de la baja Edad Media sólo puede
entenderse en un contexto de profundas
transformaciones. En síntesis, hablamos de
un núcleo de poblamiento que nació a raíz de
la conquista cristiana del Sharq Al-Andalus,
integrándose en la nueva organización
señorial del espacio, al mismo tiempo que
entraba a formar parte de la compleja partida
política que se jugaba entre el grupo nobiliario
para aumentar o mantener sus patrimonios
y los intereses de la oligarquía de la ciudad
de Valencia para controlar el territorio más
cercano a la capital.
9
Historia
Medieval
Estado de conservación de los protocolos de Bernat Dassió (1479).
característica común de pertenecer al espacio
administrativo de una ciudad, de un pueblo
fortificado o de un castillo. Por lo tanto, hay
historiadores que hablan de una estructura
dual integrada por un castillo o fortificación y
un grupo de alquerías. En general, las alquerías
eran pequeñas concentraciones de campesinos,
a menudo pertenecientes a una misma familia,
donde la unidad de residencia se confundía
con el grupo de parentesco. Además, estaban
formadas por unas pocas casas, con unas
mínimas estructuras defensivas y en la mayoría
de ocasiones tampoco poseían equipamientos
públicos como baños y mezquitas.
Las fortificaciones musulmanas tenían,
en primer lugar, una función comunitaria, y,
en segundo, una estatal. En todo caso, según
el historiador francés Pierre Guichard, no
poseían una función estatal. Hablamos, en
definitiva, según Guichard de una sociedad
de tipo antiguo o “tributaria”, articulada
alrededor del Estado y las comunidades locales
con la fiscalidad como eje unificador y donde
la estructura agraria se caracterizaba, además
de las grandes propiedades, en la pequeña y
mediana explotación de la población de las
alquerías, sobre las que descansaba casi todo
el peso de los impuestos. Los tributos estaban
destinados a sostener el aparato estatal
andalusí formado por un reducido grupo de
militares y juristas que vivía en las principales
ciudades. En el ámbito rural las autoridades
locales, los cargos de los castillos, los jueces
y los pequeños magistrados formaban parte
de la estructura del Estado asegurando la
fluidez de las relaciones entre las comunidades
rurales y urbanas y los grupos dirigentes19. En
definitiva, las dos principales características del
sistema tributario musulmán serían, en primer
lugar, un aparato estatal bastante débil y una
19. P.GUICHARD, Al-Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona, 1976; y del
mismo autor, Al-Andalus frente a la conquista cristiana. Los musulmanes de Valencia (siglos XI-XIII), València, 2001.
10
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
aristocracia muy vinculada a dicha estructura
política-administrativa pero casi sin derechos
sobre la tierra y los hombres. Y en segundo
lugar, la fuerza que poseían las comunidades
rurales y urbanas frente al Estado.
Entre las razones que explican que el éxito
de los feudales en la conquista del Sharq AlAndalus hay que mencionar, sin duda, la mayor
agresividad militar de su sistema sociopolítico;
un factor que según buena parte de la
historiografía no se desarrolló en el conjunto
de la sociedad andalusí amenazada que en
el siglo XIII estaba poco militarizada. Se ha
llegado a decir que el concepto de “yihad” era
extraño para el modo de vida de la mayoría
de los habitantes de la València musulmana.
Asimismo, es necesario señalar el reforzamiento
de la monarquía catalanoaragonesa llevada
a término por Jaume I desde su llegada a la
mayoría de edad y la estrecha relación que
tuvo esa circunstancia con el proceso de
conquista. Así, durante la primera mitad del
Doscientos las fuerzas comandadas por el rey,
sin enfrentamientos bélicos de importancia,
consiguieron ocupar la mayor parte del
futuro Reino de Valencia. Una conquista que
se enmarcaba, como ya hemos señalado,
dentro del contexto general de expansión
de las sociedades europeas bajomedievales.
Poco después de la conquista de la ciudad de
València Jaume I firmó una tregua de siete años
con los musulmanes aunque en poco tiempo la
expansión militar continuó con fuerza.
El nacimiento de la Pobla de Vallbona
tiene su origen en la ocupación de las tierras
valencianas por parte de las tropas cristianas.
No obstante, la documentación generada por
los feudales y que hace referencia a la conquista
de las poblaciones de la comarca del Camp de
Túria en la década de 1230 no menciona a la
localidad objeto de nuestro estudio. Gracias a
la información que proporciona el denominado
Llibre del Repartiment, un registro documental
que recoge las donaciones de bienes inmuebles
realizadas por el monarca antes y poco después
de la conquista efectiva de parte del territorio
valenciano, sabemos que otras poblaciones y
pequeñas unidades de población muy cercanas
–Benaguasil, Benissanó, Llíria, entre las villas, y
numerosas alquerías dispersas por el territorioestaban habitadas por hispanomusulmanes.
Antes de la conquista efectiva de la capital
el rey Jaume I comenzó a recompensar a
diversos personajes, nobles y eclesiásticos en
su mayoría, que le habían ayudado en la toma
de la ciudad de València con tierras y rentas de
diferente importancia según la categoría social,
la relación que mantenían con la monarquía
y la ayuda efectiva que habían ofrecido en la
campaña militar valenciana. Es en este contexto
cuando se produjo el reparto de parte de las
poblaciones y tierras que rodeaban lo que
después se transformó en el término de la Pobla.
Así, el castillo y la villa de Benaguasil, que desde
ese momento y a lo largo de todo el período
bajomedieval mantendría una estrecha relación
con la Pobla de Vallbona, fue entregada el 26 de
septiembre de 1237 al noble aragonés Ferrán
Díaz o Díeç, un caballero que había participado
directamente en las campañas militaras que
condujeron a la conquista de Morella. A partir
de esa donación se repartieron entre miembros
de la pequeña nobleza aragonesa y de linajes
musulmanes que habían colaborado con los
conquistadores, algunas de las alquerías que
rodeaban Benaguasil. Entre otros ejemplos,
los registros documentales señalan que el 31
de enero de 1238, el caballero Domingo López
recibió la alquería de Feilx, que estaba situada
entre los pueblos de Vilamarxant y Benaguasil,
“alqueriam de Feilx; que est inter Villamerxant
et Venalgesir”; y el 13 de mayo de 1239
Aceyt Aboceyt, recibió la alquería de Aldaia,
“alqueriam de Addaya, iuxta Venalguasir, cum
furnis et molendinis”.
Durante el resto del siglo XIII se produjeron
cambios en la titularidad del señorío en el cual
acabaría integrándose la Pobla de Vallbona
desde su fundación, aunque las fechas exactas
de la transmisión del patrimonio no dejan
de resultar confusas y difícil de esclarecer. La
historiografía ha destacado que las décadas
inmediatamente posteriores a la ocupación
y reparto del territorio valenciano fueron un
período de inestabilidad, donde las familias
que habían recibido tierras y rentas trataban de
agruparlas a fin de formar pequeños señorías,
o permutarlas por posesiones en sus lugares
de origen. De todas maneras sí sabemos que
Rodrigo Díaz sucedió a Ferrán a mediados del
Doscientos y que se mantuvo como cabeza
de la familia hasta los años 1268-1270. Desde
aquel momento la historia de los señores de
11
Historia
Medieval
Es necesario comenzar señalando que la
llegada de nuevos pobladores cristianos no
fue un proceso sencillo y fácil. Como tampoco
lo fueron las relaciones con los habitantes
hispanomusulmanes que no pudieron o
quisieron emprender el camino de la emigración.
Por lo que respecta a la elite socioeconómica,
laica y eclesiástica, algunas de las donaciones
territoriales, como ya se ha señalado, no
fueron ocupadas de manera efectiva por sus
señores sino que fueron intercambiadas en los
años posteriores a la conquista. Así, mientras
algunos caballeros no tomaron posesión
de las tierras, otros realizaron diferentes
estrategias –permutas, compraventas, alianzas
matrimoniales, etc.- con el objetivo de agrupar
parte de sus patrimonios en el reino y obtener
la mayor rentabilidad y control posible de los
hombres, tanto musulmanes como cristianos.
Con seguridad eso es lo que aconteció con las
tierras y pequeñas alquerías que rodeaban
Benaguasil. Unos pocos años después de
la conquista, pese a que en el Llibre del
Repartiment aparecen donaciones a diferentes
caballeros, un solo señor, de procedencia
aragonesa, aparecía a la cabeza de un pequeño
territorio que tenía a Benaguasil como el centro
del mismo. No obstante, la presencia cristiana
en esos lugares debía ser mínima, seguramente
compuesta por los miembros de la guarnición
que se había establecido en el castillo de la
villa.
En segundo lugar es necesario citar los
problemas relacionados con la ocupación
efectiva del territorio por parte del grupo
campesino que, según los estudios realizados,
se produjo de manera lenta y localizada, tanto
en los lugares más cercanos a las poblaciones
más importantes y vías de comunicación como
en las tierras más fértiles. Por ejemplo, en Llíria,
J.A. Llibrer señala que es muy probable que los
beneficiarios iniciales de las tierras y las casas
vendieran en los primeros años su patrimonio
a nuevos inmigrantes. De hecho, según el
estudio que ha realizado el autor sobre la Llíria
de los siglos XIII-XV, de los veintitrés apellidos
o linajes cristianos que aparecían en el Llibre
del Repartiment a comienzos del siglo XIII, sólo
cuatro vuelven a aparecer en la documentación
de la siguiente centuria. Una situación a la que
hay que añadir los diversos grados de resistencia
que ofrecieron los mudéjares valencianos
Imagen idealizada de Jaume I. Palau de la Generalitat
Benaguasil y, después, de la Pobla de Vallbona,
comenzaron a cruzarse con la de algunos
miembros de la familia real catalanoaragonesa
y del poderoso linaje de los Luna. Como aparece
reflejado en la documentación oficial de la
década de 1280 la hija de Rodrigo Díaz, Sancha,
se casó con Jaume Pérez, hijo natural del rey
Pedro el Grande. Tras la muerte de Jaume, su
hija Constanza Pérez contrajo matrimonio con
Rodrigo Luna, entrando el señorío de Benaguasil
como parte integrante de los territorios de los
Luna, familia que poseía un importantísimo
patrimonio territorial.
Pero el problema reside en conocer el
momento y, mucho más importante, las
causas de la fundación de la Pobla de Vallbona,
teniendo en cuenta que por el momento no
se ha encontrado documentación directa de
aquel período que haga referencia explícita
a la creación de la población. En todo caso,
diferentes noticias indirectas nos permiten,
aunque seguramente de manera un poco
superficial, contextualizar la situación política
general, la actuación de los fundadores y
sus posibles intereses en promover una
nueva localidad en un paisaje dominado
por la presencia de lugares de población
mayoritariamente musulmana.
12
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
en ángulo recto. Como se puede ver en el plano
que muestra la parte más antigua de la villa,
ese fue el caso de la Pobla de Vallbona.
No obstante, la fundación de la Pobla
sigue planteando numerosos interrogantes
relacionados con la estrategia concreta que
utilizaron los señores para atraer población, qué
privilegios utilizaron, la procedencia geográfica
de los recién llegados o el ritmo de llegada de
los mismos. En todo caso, es evidente el éxito
de la iniciativa señorial. A partir de 1280, desde
el mismo momento de su fundación, la Pobla
de Vallbona comenzó a adquirir una entidad
política propia. Al mismo tiempo que llegaban
nuevos pobladores, en un número que por
el momento es imposible de cuantificar, se
formaron las primeras estructuras políticas que
permitían el funcionamiento de la villa. Casi con
seguridad el señor debió otorgar una carta de
población o, al menos, algún tipo de privilegio
para los inmigrantes cristianos que delimitase
las relaciones jurídicas y económicas entre el
grupo campesino y el titular del señorío, y que
autorizaba a la comunidad local para establecer
una organización política propia. Al menos, eso
es lo que sucedió en otras partes del reino.
El éxito de la fundación de la Pobla también
se puede inferir por la importancia demográfica
que comenzaba a adquirir la villa a comienzos
del siglo XIV. En el año 1304 se produjo el
traslado de la parroquia desde Benaguasil a
la Pobla de Vallbona comprometiéndose los
señores a ofrecer al sacerdote titular una casa
y tierras suficientes para su mantenimiento.
Además, el crecimiento demográfico en toda la
comarca, la importancia que iban adquiriendo
poco a poco los pueblos del Camp de Túria,
incluyendo la Pobla, y el nacimiento de un cierto
sentimiento de pertenecer a comunidades
políticas diferentes, pese a las similitudes
existentes, comenzó a provocar problemas de
ordenación del territorio durante las primeros
años del Trescientos. Unas décadas después del
traslado parroquial, en el año 1332, se produjo
un litigio entre los habitantes de Benaguasil,
por una parte, y los vecinos de Llíria y Pedralba,
por otro, que finalizó con el establecimiento de
unos términos claros de dichas poblaciones,
incluyendo la delimitación del territorio de la
Pobla de Vallbona.
que, desde los primeros años del proceso de
conquista e inmigración cristiana, y de forma
más importante a partir de 1270, intentaron
rebelarse contra los recién llegados.
En el caso de la Pobla de Vallbona algunas
referencias documentales permiten inferir que
su fundación se produjo entre finales de la
década de 1270 y comienzos de 1280. Con toda
probabilidad una de las principales razones hay
que buscarla en la revuelta musulmana de los
años 1276-1277, en la cual participó la aljama
de Benaguasil. Y aunque el rey Pere el Gran
les otorgó un perdón en septiembre de 1277
y una autorización para poder seguir viviendo
en la población, los señores pudieron pensar
que una nueva villa repoblada totalmente
con cristianos permitiría controlar mejor
el territorio y al mismo tiempo facilitar la
instalación de nuevos pobladores cristianos20.
En ese contexto histórico la existencia de la
Pobla de Vallbona se encuentra documentada
por primera vez a comienzos de 1282 cuando
en un registro del 27 de abril de ese año la
monarquía ordenaba que se desviara el camino
real que discurría entre la ciudad de València y
Llíria haciéndolo pasar por la Pobla, propiedad
en aquellos momentos de Jaume Pérez.
La consecuencia de la decisión señorial fue la
fundación de la Pobla según unos determinados
parámetros que no eran muy diferentes
a los del resto del nuevo reino cristiano.
Substancialmente se trataba de crear un nuevo
núcleo con población exclusivamente cristiana
y compuesta en su mayor parte por inmigrantes
aragoneses y catalanes. Porque, y reproducimos
algunas de las ideas que ha escrito J. Torró, los
cristianos que comenzaban a llegar al territorio
valenciano desde la década de 1230 tenían
un modelo particular de asentamiento. En
general, preferían concentrarse en un número
limitado de poblaciones, a menudo en lugares
de nueva creación. Es el caso de la Pobla de
Vallbona pero también de otros centros como
Vila-Real, Vallada, Montesa, o Vila Joiosa,
que nacieron en tierras desocupadas aunque
en espacios agrarios idóneos y cerca de vías
de comunicación. Asimismo, estas nuevas
poblaciones se caracterizaban por la disposición
regular del asentamiento, conseguida mediante
un viario ortogonal, es decir, con calles cruzadas
10. El texto completo del perdón real señala: “Noverint universi
13
Historia
Medieval
La evolución política del señorío
La llegada de la dinastía Trastámara a la
Corona de Aragón complicó la situación del
territorio en el que se integraba la Pobla de
Vallbona. En primer lugar, el nuevo señor de
Segorbe, Federic, candidato frustrado en la
sucesión dinástica, tuvo problemas para tomar
posesión de su señorío, aunque finalmente lo
consiguió. En segundo lugar, pese a que Alfons
el Magnànim se convirtió en el tutor de Federic
desde mediados de la década de 1410, terminó
por incorporar de manera temporal el señorío
al Patrimonio Real. La ocasión nació a raíz de
los enfrentamientos bélicos entre las coronas
de Castilla y Aragón en la década de 1430.
Debido a dicha incautación, que sólo un corto
período, en la actualidad podemos analizar
muchos aspectos del funcionamiento interno
del señorío de los Luna y, en concreto, aquellos
que afectaban a la Pobla de Vallbona como la
tipología e importancia relativa de cada una de
las rentas, el arrendamiento de los monopolios
señoriales, el número de casas, la cantidad de
cargos señoriales, etc.
El proceso de incorporación de la Pobla de
Vallbona, Benaguasil y Paterna a las tierras
reales se produjo con mucha rapidez y pronto
un administrador de la monarquía comenzó
a supervisar las cuentas y aseguró el buen
funcionamiento del señorío. En el caso de la
Pobla, el 18 de enero de 1430, los principales
cargos municipales (Justicia, Jurados, Mostassaf
y Escribano), junto a los miembros del Consejo,
juraron fidelidad a la Corona, “…juraren a Déu
sobre la Creu e als Sants Quatre Evangelis
de aquell de la lurs mans drets corporalment
toquats e prestaren homenatge de mans e de
boca en poder e ma del dit honorable Batle
e Comisari dessús dit en persona, nom e veu
del dit senyor Rey. Que ells e cascún d’ells
seràn bons, leals e feels vasalls del dit senyor
Rey”. Sólo unos meses después, en abril, los
representantes de la Baronía, es decir, la
Pobla, Benaguasil y Paterna, redactaron una
súplica a Alfons el Magnànim para que dichos
lugares permaneciesen en poder del rey. Con
una retórica típica de la época comenzaban
dando gracias a Dios por haber permitido a sus
poblaciones entrar en el patrimonio real, “…A
la divinal clemencia ha plagut que’l Comdat
de Luna sia unit a la vostra molt alta e molt
poderosa Corona, de la qual cosa los lochs de
Paterna, de la Pobla e de Benaguazir, universitats
Desde su fundación la Pobla de Vallbona se
integró en una estructura política más amplia,
en unas estructuras señoriales en las cuales los
cambios de titularidad se producían mediante
calculadas estrategias familiares. Como hemos
señalado antes, la población entró en el
patrimonio de la poderosa familia de los Luna
a comienzos del siglo XIV y continuó integrada
en sus tierras señoriales durante el resto de la
centuria.
En el Cuatrocientos la situación política en
la que se vio envuelta la Pobla fue mucho más
convulsa. Para seguir la evolución del señorío
en el cual se integraba la Pobla en dicho siglo,
conocido por el nombre de Antiguo Patrimonio,
contamos con el estudio de F.J. Cervantes, a
quien seguiremos en las siguientes páginas. El
origen de este conjunto patrimonial, integrado
por diferentes territorios del noroeste de
la ciudad de València, y que terminaron
heredando el Infante Martí i Maria de Luna
tuvo su inicio, en su mayor parte, en repartos
de tierras pertenecientes al patrimonio real.
Substancialmente, la evolución política de
dicho espacio a lo largo del siglo XV se puede
definir como la lucha para conseguir su control
por parte de diferentes actores: en primer
lugar, los reyes de la Corona de Aragón; en
segundo, una de las ramas de la familia real
y, por último, la oligarquía de la ciudad de
València, interesada en aumentar su control
político y económico sobre los lugares más
cercanos a la capital.
En el año 1396 Martí l’Humà y Maria
de Luna se convirtieron en los reyes de la
confederación catalanoaragonesa aunque
el territorio que integraba a la denominada
Baronía de Paterna, Benaguasil y la Pobla
de Vallbona, junto al señorío de Segorbe, no
se incorporaron al patrimonio de la Corona
sino que continuó siendo considerado
como tierras privativas del matrimonio. Los
problemas surgieron con la muerte de ambos
a principios del Cuatrocientos. Cuando Maria
de Luna falleció en el año 1406 nombró como
heredero a su hijo Martí de Sicilia pero éste
también murió unos pocos años después,
en 1409, dejando un hijo bastardo llamado
Federic, quien debía heredar los territorios
valencianos de la familia.
14
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
del dit Comdat han retut e continuen retre
gràcies a Lahore al omnipotent Déu, de la molt
singular gràcia que’ls ha feta…”; continuaban
exponiendo la mala situación económica, en
especial por el endeudamiento censal, en la cual
se encontraban los territorios por las aventuras
militares de sus señores, “…per carregament
de diverses censal per la conquesta de Sicilia
sobre los dits lochs carregats, com per altres
multiplicats càrrechs sobre aquells imposats,
com encara per causa mortaldats e de la
occorrent guerra…”; finalizaban su alegato
pidiendo no ser separados de la Corona, “…
Supliquem a vos molt poderós senyor en
alguna manera no ésser separats o departits
ans ab aquella sempre units e fets inseparables
per concessió de vostre special privilegi en e ab
lo quals tots los dits lochs, aljames e singulars
de aquells per vostra molt poderosa senyoria
sien ratificat e confermats en tots e qualsevol
privilegis e libertats, inmunitats, franquees e
altres concesions…”.
Pero la Monarquía tenía otros planes para
los pueblos de la Baronía. La expansión por
Italia, y en concreto la conquista de Nápoles,
había llenado de deudas los cofres del rey. Un
endeudamiento que la ciudad de Valencia, en
pleno crecimiento económico y con fuertes
intereses territoriales, había sufragado en
buena medida. Y por esa razón, en septiembre
de 1430, sólo unos meses después de haber
ocupado la Pobla, Benaguasil y Paterna, el rey
las ofreció a la capital del reino como garantía
de los préstamos que había entregado la
ciudad durante los años anteriores. A partir de
ese momento la influencia de la gran ciudad
se hará mucho más fuerte aunque, como se
explicará más adelante, los pleitos judiciales
con la Corona se sucedieron durante todo el
Cuatrocientos.
En este sentido, es necesario añadir algunas
consideraciones de carácter más general al
proceso de integración de las poblaciones más
cercanas a la capital. Durante los últimos años
parte de la historiografía ha destacado que a lo
largo del siglo XV la ciudad de València consiguió
un mayor control del territorio regnícola, y la
comarca del Camp de Túria, en general, y la
Pobla de Vallbona, en particular, no tuvieron
mejor suerte. Así, según la interpretación de E.
Cruselles y R. Narbona, el creciente incremento
de las aportaciones de la capital a la hacienda
real permitió la formación de un espacio
económico de grandes dimensiones constituido
por y en beneficio de la oligarquía valenciana.
De este modo, en palabras de dichos autores,
se comprende bien la irreversible superioridad
de la gran ciudad y el progresivo debilitamiento
de las villas del reino durante el Cuatrocientos.
En general, las estrategias del patriciado
de la ciudad de València sobre el territorio
circundante se caracterizaron por la compra de
deuda censal y el arrendamiento de diferentes
impuestos locales; la formación de un territorio
urbano como marco de accción jurisdiccional y
de influencia directa, y el control de los mercados
en el área cercana a la ciudad en beneficio de
las instituciones municipales valencianas. En
este contexto, en la documentación consultada
aparece de forma reiterada una retórica
ue siempre destaca la función dirigente de
València, “…Aquesta ciutat que segons sabets
és mare de tot lo Regne e la restauració de
la qual és conservació de tots sos membres”,
y la obligación por parte de las poblaciones
cercanas de obedecer a las diversas exigencias
de la capital.
El intento de control directo de algunos
territorios no fue la única política que siguió
la ciudad de València durante la Edad Media.
Antes de administrar el Antiguo Patrimonio a
cambio de importantes préstamos, la capital
del reino ejerció una presión constante sobre
diferentes aspectos, entre los cuales destacan
la preocupación por asegurar el abastecimiento
regular de algunas materias primas como la
lana de la comarca y del interior del país, del
caudal del río Turia, que proporcionaba agua
a los molinos que rodeaban la ciudad, y el
interés por proteger sus privilegios comerciales
y judiciales. Entre otros ejemplos se puede
citar una carta del 18 de mayo de 1400 dirigida
por los jurados de la ciudad de Valencia a sus
homólogos de la Pobla de Vallbona sobre las
necesidades hídricas de la capital, “…Honrats
senyors, aquesta ciutat en la preservació de
la qual va molt a vosaltres e a tot lo regne,
passa gran fretura d’aygües perque us pregam
axí affectuosament com podem e confiam
de vosaltres que almenys d’ací a la festa de
Cinquagèsima primervinent encolsament no’s
façats plaer de dues o tres canals d’aygues e
d’açons farets singular e assenyalat plaer…”.
Otro ejemplo es un poco posterior, del año
15
Historia
Medieval
1409, cuando las autoridades de la capital
escribieron a los jurados de la Pobla a raíz de
una queja de Jaume de Perafica, vecino de
Xelva, pidiéndoles que le devolviesen un mulo
y el trigo confiscado. Lo más interesante de
la carta es la insistencia de los jurados de la
ciudad en recordar los privilegios comerciales
que tenían todos aquellos que abastecían a
València, “…com la ciutat haia privilegi reyal
que tots aquells que li porten viandes son guiats
e assegurats ab tots sos bens de tots crims,
delictes e deutes…”.
En otras ocasiones la ciudad de Valencia
intentaba asegurar la llegada de madera por el
río Turia. Un documento del año 1414 recogía
cómo los Jurados valencianos pedían a los de la
Pobla de Vallbona la libertad de paso para que
dos vecinos de la capital pudieran transportar
su madera por la localidad, “Affectuosament
vos pregam que per amor e contemplació
nostra lexés tota l’aygua del riu demà que serà
divendres, per tot dia, a.N Martí Çacoma e En
Guillem Ferriol, nostres conciutadans, per ço
que la lur fusta qui ara vé novellament puxa
junyer ací e ésser messa en segur. E d’açó’ns
farets plaer molt gran”.
No obstante, a pesar de los evidentes
intereses económicos la incorporación directa a
las tierras reales y el control efectivo subsiguiente
que ejerció la ciudad de Valencia no fue muy
larga. Los intereses familiares de los titulares
de la Corona superaban otras consideraciones
y en el año 1436 Alfons el Magnànim entregó
Segorbe, la Vall d’Uxó, la Serra d’Eslida y los
pueblos de la Baronía a su hermano Enric.
Sólo unas décadas después, en el año 1459,
su hijo, el infante Enric “Fortuna” asumía la
titularidad del señorío. Según F.J. Cervantes,
la conflictividad política entre la ciudad de
Valencia y los miembros de la familia real
continuaron durante buena parte del siglo XV
porque las localidades de la Pobla de Vallbona,
Benaguasil y Paterna estuvieron administradas
por un representante de la capital del reino al
mismo tiempo que actuaba como procurador
de la monarquía. De hecho, los duques
de Segorbe y las autoridades municipales
valencianas mantuvieron un prolongado pleito
por la posesión de esos pueblos. En tiempos de
Ferràn el Catòlic continuaban enfrentados y el
monarca buscó una solución de compromiso
que tampoco ayudó a clarificar la situación. Por
un lado mantuvo la titularidad de las tierras en
manos de los señores de Segorbe mientras que
autorizaba que la ciudad de Valencia continuase
administrando una parte de las rentas.
En todo caso, si hasta el momento se ha
analizado de forma somera la trayectoria de
las diferentes familias que poseyeron derechos
sobre la Pobla de Vallbona a través de sus
estrategias matrimoniales, la estrecha relación
que sus miembros tenían con la monarquía y
el progresivo control ejercido por la ciudad de
Valencia de parte del territorio conocido como
Antiguo Patrimonio, en las siguientes páginas
se realizará un análisis de las bases del poder
y riqueza del grupo dominante, es decir, la
posesión de una base territorial y jurisdiccional.
Porque, no se debe olvidar, la capacidad de
controlar a unos hombres encuadrados en el
marco del señorío era una de las características
más importantes del grupo dominante, de
los señores. En síntesis, el sistema feudal
en el mundo rural se caracterizaba por –sin
minusvalorar el papel ejercido por el mercadouna producción mayoritariamente de tipo
familiar, de la cual la clase de los señores, laicos
y eclesiásticos, se apropiaba una parte. Dentro
de este contexto el señorío se presentaba en
el mundo rural como el marco de organización
de las relaciones entre los hombres y también
como soporte de la dominación de una clase
social sobre otra.
Las reflexiones teóricas y los estudios
específicos sobre los señoríos peninsulares en la
baja Edad Media cuentan con un nutrido corpus
bibliográfico que ha ido aumentando durante
las últimas décadas y en el caso valenciano se
cuenta con algunas investigaciones de gran
calidad. El análisis del conjunto del territorio
ha permitido observar que la señorialización
a finales de la Edad Media coincidió de forma
paradójica con el reforzamiento del poder real
y con la progresiva centralización en sus manos
de la fiscalidad, la justicia y el poder militar. Un
doble proceso que no debe presentarse como
contradictorio ya que el señorío no constituía
ni un competidor ni un obstáculo a la extensión
y consolidación del Estado, sino que era un
complemento que ayudaba a organizar y a
controlar el territorio. Por esa razón, el señorío
sobreviviría a la reorganización y centralización
del poder real. Según los datos que proporciona
Antoni Furió, durante los siglos XIV y XV la
16
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
Carta de los jurados de Valencia dirigida a la Pobla (1405)
o cedida a otros. El campesino, por su parte,
estaba obligado al pago, en unos casos, de un
censo anual de una parte de la producción
o, en otros, de una cantidad fija. En segundo
lugar se encontraban las denominadas regalías
y los impuestos. Junto a la renta de la tierra
los señores tenían la capacidad de extraer de
algunas posesiones como molinos, almazaras,
hornos o carnicerías, una tasa que gravaba la
actividad de transformación y comercialización
de la producción agrícola y ganadera. En último
lugar se encontraban los ingresos que procedían
del ejercicio del poder jurisdiccional.
Dentro del conjunto de los señoríos
valencianos bajomedievales la composición
de la renta podía variar si nos referimos a
señoríos antiguos –territorios originariamente
señoriales formados durante la conquista
o poco después- o si se trata de señoríos
nacidos a raíz de la alienación y señorialización
del patrimonio real, en los que los nuevos
titulares adquirían los mismos derechos que
anteriormente había poseído el monarca. Y
mientras en los primeros predominaban los
derechos enfitéuticos sobre la tierra, en forma
de censos en dinero o en especie, junto a los
ingresos procedentes de hornos, molinos y
otros derechos de carácter jurisdiccional, en los
presencia de los señoríos era mayoritaria en las
tierras valenciana, ocupando unas tres cuartas
partes del reino, aunque a nivel demográfico
apenas sumaba poco más del 50%.
Por lo general, los dominios señoriales
reproducían en pequeña escala la organización
de la administración real: cada entidad
territorial –que podía recibir diferentes
nombres según el título de su señor-, era
administrada por un lugarteniente del titular
de las tierras, a menudo reclutado entre las
filas más modestas de los caballeros o entre
las capas más acomodadas del campesinado.
La documentación de los señoríos valencianos
durante la baja Edad Media revela que pocos
de ellos tenían importantes cantidades de
tierra cultivada directamente. Por el contrario,
la mayor parte de los beneficios provenía de la
exacción de diferentes tipos de rentas al grupo
campesino. En la mayoría de casos estudiados,
en primer lugar se encontraban los gravámenes
debidos por las familias campesinas por
el usufructo de las tierras cultivadas y las
viviendas. Se trataba del régimen enfitéutico,
que se caracterizaba por el dominio eminente
de la tierra por parte de un señor que cedía a
los labradores el dominio útil de una porción
de tierra, susceptible a su vez de ser vendida
17
Historia
Medieval
segundos parte de la renta estaba constituida
por la peita, un tributo en metálico percibido
en el realengo desde los primeros tiempos de
la colonización en substitución de los censos
agrarios y, sobre todo, por el terç-delme, es
decir, por el tercio que el monarca se reservaba
del diezmo eclesiástico. Además, Durante el
Cuatrocientos mejoraron los mecanismos de
gestión de los señoríos al mismo tiempo que
crecía la búsqueda de nuevos ingresos por
parte de la nobleza y sus arrendatarios. Así, por
ejemplo, se puede señalar un afianzamiento de
las rentas jurisdiccionales. Para el caso de la Pobla de Vallbona se ha
conservado bastante documentación escrita
para poder establecer su inserción en las
estructuras señoriales. Por esa razón, en primer
lugar se analizará la carta puebla del año 1382
y, en segundo, las diferentes rentas de tipo
feudal que satisfacían sus habitantes durante
la baja Edad Media.
La Carta Puebla se puede definir como
un documento que establecía las relaciones
entre los señores y los habitantes de una
determinada villa. En la mayor parte de los
casos, las cartas puebla fueron otorgadas
en los años inmediatamente posteriores a
la conquista pero, como ya se ha señalado
con anterioridad, en el caso de la Pobla
de Vallbona no existe constancia de un
documento fundacional de ese tipo y la única
que se ha conservado corresponde a finales
del siglo XIV, concretamente al año 1382. En
ese año el infante Martí y su mujer María de
Luna, condes de Jérica y de Luna, antes de
subir al trono, otorgaron diferentes capítulos
a los cristianos de la Pobla, “infans Martines,
illustrissimi domini Petri Regis Aragonum filii
et Dei gratia Comes de Exericha et de Luna, ac
dominus civitatis Sugurbi, et nos Maria, ipsius
domini Infantis coniux et Dei gratia comitiva
comitatuum et domina civitatis predictorum”.
Lamentablemente se desconocen las razones
concretas de su promulgación, es decir, en qué
contexto se produjo su redacción, si pretendía
actualizar las relaciones entre los señores
y sus vasallos u ofrecer nuevas condiciones
económicas para atraer nuevos pobladores.
En todo caso, nos encontramos con una
extensa serie de cláusulas que, entre otras
cuestiones, delimitan la organización interna
de la población y las rentas que se deben pagar
a los señores. En primer lugar, se señala que los
vecinos de la Pobla de Vallbona podrían tener
todos sus bienes con carácter franco, es decir,
sin cargas señoriales, “…de así avant hajen tots
los vehins y habitants de la dita Pobla totes les
seues posesiones franques et lliures, e puixen
vendre, alienar e transportar e fer de aquelles
a totes les seues pròpies voluntats en vida o
mort…”. En segundo, que el conjunto de la villa
tenía la obligación de pagar una peita de 4.000
sueldos, el tercio-diezmo y el morabatín, “…
que’ls de la dita vila de la Pobla han acostumat
e són tenguts de pagar peyta ordinària per
cascún any Quatre milia sous, que aquells sien
pagats segons és acostumat, e ters denme e
morabatí…”. En tercer lugar, se añadía que los
habitantes de la Pobla de Vallbona podrían
usar las unidades de medida y peso que tenía
la ciudad de València.
Respecto a la organización municipal, los
señores autorizaban al conjunto de vecinos de
la población la elección de sus representantes
durante la fiesta de Navidad: justicia, jurados y
mostassaf, una especie de policía del mercado,
“…que la universitat de la dita Pobla puixa per
cascun any elegir los seus oficials, Justícia,
Jurats et Mostasaf en la festa de la Nativitat
de Nostre Senyor, en lo mes de desembre;
que aquells juran en lo seu comensament de
l’any, de bé e lealment usar de son oficia…”.
Estos agentes municipales, junto al resto de
habitantes del pueblo, estaban capacitados
para establecer normas de aprovechamiento de
la tierra o del rigo, “…que el Consell e Universtat
de la dita Pobla, ço és, Justícia e Jurats e altres
vehins e habitants en aquella, puixen ordenar
per cascun any tots aquells establiments e
ordinacions…”; y nombrar oficiales del riego
–con la denominación de sequiers-, guardianes
de la huerta y corredores, “…Item, que lo dit
loch […] puixen posar de ací avant en e per tots
temps en per cascuns anys, cequiers, guardians,
corredors, axí d’orella com altre qualsevol en
totes aquelles maneres et condicions que a ells
serà vist fahedor…”.
En la carta puebla también se regulaban
las relaciones con Benaguasil y el exlusivo
poblamiento cristiano de la Pobla de Vallbona.
Una cláusula especifica la prohibición a personas
de otras confesiones religiosas de residir en
la localidad, “…que de assí avant lo lloch de
la damunt dita Pobla no puixa ser poblat de
18
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
sarraïns, sinó de cristians”. De hecho, en toda
la documentación existente para el período
analizado, tanto de carácter privado –los
numerosos protocolos notariales conservadoscomo oficial –los registros señoriales- no ha
aparecido nunca una referencia en la Pobla
de habitantes musulmanes o judíos. Además,
añade la carta puebla de 1382, los cristianos
de Benaguasil, que sí era una localidad de
carácter mixto aunque con una presencia
mayoritaria de mudéjares, debían acudir a la
Pobla en caso de cualquier pleito porque el
Justícia de esta villa ejercía al mismo tiempo
su autoridad sobre los cristianos de aquella,
“…que’ls christians de Benaguazir sien
tenguts de venir a la damunt dita Pobla a juhí
per determinar totes e qualsevols qüestions,
pleyts e contrasts que entre aquells seran o
hauran ab altres persones. E lo Justícia de la
Pobla que ara és o per temps serà, sie Justícia
e jutge ordinari de aquells dits christians de
Benaguazir et no altre algú…”.
En la carta puebla se incluía el permiso
para tener un término propio del que podía
disfrutar el conjunto de vecinos, con tierras
comunales, con una parte de ellas dedicada
de forma específica al ganado, el denominado
boalar. Además, se autorizaba a los vecinos
a abrir todo tipo de tiendas señalándose la
posibilidad de taberna y obradores de armas,
de paños, tanto de lana como de lino, “…que
tots los vehins e habitants de la dita Pobla de
assí avant com per tots temps puixen tenir
en la dita Pobla, taverna o tavernes, tenda o
tendes de totes e qualsevols coses o mercés
que volrran tenir o vendre en les seues cases
o en altres parts…puixen tenir, fer, construir
et edificar en lo dit lloch de la Pobla obradors
de lances, obradors de draperies, així de llana
com de lli, especieries e altres qualsevol mercés
o borfoneries…”. Otra cuestión, que será
abordada en otras partes de este capítulo, es
la de la plasmación real de esta legislación.
En relación a las rentas feudales que los
diferentes señores extraían de la Pobla de
Vallbona a lo largo de los siglos XIII-XV, y de
las cuales ya se ha realizado una síntesis, hay
que mencionar la valiosa documentación
generada a raíz del secuestro de las tierras del
Duque de Segorbe en la década de 1430, sin
que se puedan obviar referencias anteriores.
Así, a través del análisis de los cuadernos
de administración del señorío podemos
seguir diferentes aspectos económicos y
organizativos del mismo, desde los donativos
otorgados por los vecinos del pueblo a sus
señores, los tipos de rentas, las cantidades
recaudadas y los arrendadores de las cargas
señoriales.
En primer lugar, es necesario citar algunos
donativos que ofreció la Pobla de Vallbona a
algunos de los titulares del señorío a lo largo del
Cuatrocientos. Desgraciadamente no se cita la
razón del donativo, el modo de recaudación del
mismo, ni las presiones o beneficios –como, por
ejemplo, privilegios fiscales-, pero el resultado
fue la concesión de diversas cantidades por
parte de las autoridades municipales locales.
Así, en el año 1410 el notario Blai de Xulve
reconoció recibir de los jurados de la Pobla
treinta y cinco florines, correspondientes a una
mayor cantidad, destinada al señor.
En el caso de la Pobla de Vallbona, como
ya se ha señalado antes al hablar de la carta
puebla, uno de los ingresos de los titulares
del señorío era la peita. Se trataba de una
tasa de carácter anual, una cantidad fija, que
pagaba el conjunto de la comunidad según las
propiedades que poseyera cada uno. En las
poblaciones valencianas que debían pagar este
impuesto el Consell municipal confeccionaba el
denominado Llibre de la Peita, donde debían
aparecer los bienes muebles y la cantidad a
pagar. En numerosas ocasiones era un impuesto
que se arrendaba junto a las sisas municipales
y que según F.J. Cervantes Peris constituía la
fuente más importante de las rentas señoriales.
Y aunque no se ha conservado ninguno de
estos libros para la Pobla de Vallbona, sí
que existen numerosas referencias sobre su
recaudación en la villa. Así, en un documento
de mediados del siglo XV se hace constar que
la cantidad recaudad en la Pobla podía llegar
a los 4.000 sueldos anuales, “…IIIIm sous que
la universitat de la dita Pobla cascun any és
tenguda pagar a senyor de peyta ordinària,
la mitad en la festa de Sent Johan del mes de
juny e l’altra mitat en la festa de Nadal…”. En
un acta notarial de Bernat Dassió datado el 9
de enero de 1456 aparece con claridad la unión
de los dos tipos impositivos, la peita y la sisa,
cuando Joan Navarro y Joan Montagut, jurados
de la Pobla, arrendaron a Pere Julià, presbítero,
19
Historia
Medieval
La organización interna del municipio
las dos tasas por 6.000 sueldos valencianos. En
otras ocasiones podían surgir problemas en el
momento de la recaudación porque algunos
de los individuos susceptibles de ser gravados
tenían posesiones en diferentes poblaciones.
De hecho, se ha conservado una sentencia
arbitral del año 1456 para solucionar el pago
de la peita por parte de algunos musulmanes
de Benaguasil que poseían casas en aquel lugar
y en la Pobla de Vallbona.
El tercio-diezmo era otro de los ingresos
señoriales más importantes y también se
arrendaba. En la Pobla era aproximadamente
la cuarta parte de las rentas que pagaba la
población, unos 2.000 sueldos anuales. Existen
numerosos ejemplos en los protocolos de
Bernat Dassió. Así, el 2 de febrero de 1450
Guillem Julià, notario, arrendador de los
derechos de la Pobla y Benaguasil, en presencia
de los jurados de la Pobla Jaume Navarro y Pere
Montagud, arrendó aquel impuesto a Bernat
Vicent, barbero, por una duración de tres años.
Otro ejemplo posterior, cuando el 23 de enero
de 1465 Julià Navarro arrendó el terç-delme de
la Pobla por una duración de tres años, a razón
de 98 libras al año.
Otros ingresos señoriales, administrados
por la comunidad vecinal, estaban formados
por los denominados monopolios, es decir,
los hornos, los molinos, las almazaras,
carnicerías, el herbaje y el derecho de paso. En
la documentación notarial del siglo XV quedan
numerosos ejemplos de arrendamientos. El 31
de diciembre del año 1465 Miquel Julià, notario
y ciudadano de Valencia, que había comprado
las rentas de la Pobla de Vallbona, delante
de la presencia de los jurados Joan Navarro y
Joan Montagut, arrendó el molino harinero
del pueblo por 12.000 sueldos valencianos. Un
año después, el 20 de julio de 1475 Pere de
Capdevila, ciudadano de Segorbe y Receptor
General de las tierras del Antiguo Patrimonio,
reconoció que Jaume Dassió, labrador y
vecino de la Pobla, le entregó 13 libras por el
arrendamiento de los molinos harineros de
Benaguasil y la Pobla de Vallbona. El 20 de
enero de 1465 Bernat Rossell, mercader, como
arrendador de las rentas de Benaguasil y la
Pobla, volvió a arrendar la almazara de aceite
de las dos poblaciones a Joan Cabrero, vecino
de esa última localidad.
Después de realizar el análisis de las
estructuras políticas señoriales es necesario
descender al estudio de las formas de
organización internas de los habitantes de
la Pobla de Vallbona. Así, el primer marco de
encuadramiento era la comunidad campesina
que, tomando la definición usada por Antoni
Furió, era una comunidad vecinal, un conjunto
de familias unidas por lazos de vecindad y
solidaridad basadas en la residencia común en
un mismo pueblo, en la posesión compartida
del territorio cultivado, en la adscripción a un
mismo horizonte ideológico representado por
la parroquia y la iglesia y, sobre todo, unidos
por su dependencia señorial.
La organización política municipal de los
vallbonenses es difícil de conocer porque no se
ha conservado documentación adecuada para
analizar de manera exhaustiva la estructura
de las instituciones y el funcionamiento del
poder público. Por ese motivo hay que recurrir
a la información que proporcionan las actas
notariales de la familia Dassió (donde en
ocasiones aparecen las reuniones del consejo
de vecinos, el arrendamiento de algunos
impuestos municipales, o a trabajos de otros
lugares del país.
En general, las comunidades vecinales
poseían cierta autonomía interna y solían
copiar, aunque a escala mucho más reducida, la
organización municipal de la ciudad de Valencia.
Las decisiones que afectaban al gobierno de
la población se tomaban en el denominado
Consell General, compuesto por el Justicia,
los Jurados, el Mostassaf y los consejeros
municipales. El consejo de la villa, que en un
principio reunía a todos los hombres adultos
de la población, había evolucionado desde
el siglo XIV hacia un grupo más reducido de
vecinos, de donde salían los cargos ejecutivos.
Sus competencias estaban relacionadas con
el funcionamiento básico de la villa, es decir,
con la fiscalidad, la seguridad, la regulación
del trabajo agrícola, incluyendo el riego y la
ordenación del territorio.
En referencia al control de los cargos
municipales por algunas familias sólo hay que
contrastar los listados confeccionados a partir
del número de personas que aparece en la
documentación –véase la parte dedicada a la
20
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
demografía- y el reducido número de vecinos
que se repiten una y otra vez ocupando cargos.
Apellidos como Çaqualm, Dassió o Julià siempre
aparecen acaparando las magistraturas
municipales.
falta realizar un seguimiento pormenorizado
de las trayectorias vitales de todas las personas
que aparecen en la documentación notarial, se
puede constatar que no todos los labradores
o habitantes del podían acceder a los cargos
municipales porque la diferenciación interna del
campesinado, según los estudios ya realizados
sobre otras comunidades rurales, provocó una
participación desigual y control por parte de
algunas familias del poder político local.
La necesidad de mantener ese aparato
burocrático, pese a su mediocre envergadura, y
atender a las crecientes necesidades estatales,
provocó que desde finales del siglo XIV las
villas del reino comenzasen a construir una
fiscalidad municipal. Entre los impuestos
más utilizados por la nueva fiscalidad en las
ciudades y villas, además de las capitaciones
directas, se encontraban las imposiciones
indirectas sobre el consumo, las denominadas
sisas. El arrendamiento de las sisas por parte
de los elementos más ricos de la población
se convirtió en una práctica común dándose,
además, una confusión entre cargos públicos y
actividad privada. Existen numerosos ejemplos
de arrendamientos de los impuestos. Así,
el 2 de enero de 1450 Jaume Navarro y Pere
Montagud, jurados, arrendaron la sisa y la peita
del pueblo a Joan Julià por 7.300 sueldos. Un
año después, el 23 de mayo de 1451 Pere Julià,
presbítero y habitante de la Pobla de Vallbona,
y Joan Julià menor, labrador, arrendadoras del
conjunto de las sisas del pueblo, reconocían
en un documento notarial que Joan Navarro,
carnicero, les había pagado 105 libras
valencianas por “…lo rearrendament que us
fem de la sisa de la carn…”. Otro ejemplo es el
arrendamiento que hizo en 1457 Joan Navarro,
labrador, y su esposa Juliana, de la sisa de la
Pobla por un total de 4.600 sueldos anuales.
En segundo lugar se encontraban las
imposiciones directas sobre el patrimonio
mueble e inmueble como el caso de la peita
que, en el caso de la Pobla de Vallbona, siempre
se arrendaba junto al tercio-diezmo.
Cuadro 1. Componentes del Consell (año 1449)
NOMBRE
Joan Navarro
Joan Julià
Mateu Enyegot
Miquel Llop
Jaume Ferrando
Bartomeu Guardiola
Mateu Portogal
Jaume Navarro
Jaume Esteve
Martí de la Foz
MAGISTRATURA
Justícia
Jurat
Jurat
Mostassaf
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
Cuadro 2. Componentes del Consell (año 1457)
NOMBRE
Miquel Llop
Jaume Navarro
Jaume Portogal
Pere Desco
Domènec Llop
Bartomeu Guardiola
Joan Navarro
Antoni Villalba
Joan Julià
Jaume Dassió
Bartomeu Sacalm
Joan Montagut
Aparici Sacalm
MAGISTRATURA
Justícia
Jurat
Jurat
Mostassaf
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
Conseller
En la Pobla de Vallbona las pocas referencias
directas a la actuación de los jurados
municipales permite inferir a mediados del
siglo XV que su número era reducido; dos
vecinos de la población. En segundo lugar se
encontraba la figura del Justicia, magistratura
municipal de carácter unipersonal, de duración
anual, y que puede considerarse una figura
clave en el entramado administrativo ya que
simbolizaba la autoridad. Por ese motivo el
cargo era controlado por los personajes más
ricos y con más influencia en el pueblo. Otros
cargos municipales eran el sequier, encargado
de vigilar el correcto funcionamiento de la
red de regadío, y el mostassaf, una especie de
policía de mercado. En definitiva, pese a que
21
Historia
Medieval
Por lo tanto, eran las autoridades municipales,
representantes de la comunidad campesina,
las que coordinaban el buen funcionamiento
del abastecimiento hídrico. Entre otros
ejemplos se ha conservado el arrendamiento
de la Acequia Mayor y el azud de la Pobla de
Vallbona y Benaguasil. El 30 de agosto de 1450
Jaume Ferrando, justicia, y los jurados de la
Pobla, Jaume Navarro y Pere Montagut, y los
representantes de la aljama de Benaguasil
Jucef Ayet y Yaya Taraçoní, arrendaron la
administración de la “sèquia major dels dits
llocs i açut” a los vecinos de la Pobla de Vallbona
Antoni Villalba, Miquel Llop y Pere Çaqualm,
por un tiempo de tres años, a razón de 2.000
sueldos por cada anualidad. En el registro
notarial se adjuntaban una serie de capítulos
que regulaban dicho arrendamiento y el uso
de la acequia, así como un inventario de las
instalaciones. Entre algunas de las obligaciones
de los arrendatarios es necesario citar el deber
de mantener en perfecto estado de limpieza la
acequia, el azud y las ramblas cercanas; y que
en las obras de acondicionamiento debían ser
contratados vecinos de ambas poblaciones.
Pero como hemos señalado anteriormente,
la comunidad campesina no era una entidad
totalmente autónoma, aislada, sino que
se encontraba encuadrada dentro de las
estructuras señoriales. Por ese motivo el poder
local se veía constreñido por los representantes
del poder nobiliario, que en el caso de la
Pobla de Vallbona era el baile. En numerosas
ocasiones la dualidad de poderes podía conducir
a tensiones porque los agentes señoriales,
indudablemente, tenían prelación, sobre los
munícipes. De hecho, los representantes de
los señores eran los encargados de efectuar
la recaudación de algunos de los impuestos
que debía satisfacer la población y al mismo
tiempo eran los encargados de mantener en
buen estado de conservación las instalaciones
señoriales. En la documentación notarial
aparecen pagos por obras en los molinos y en los
hornos como el que realizó el 31 de diciembre
de 1412 el representante del Duque de Segorbe
al carpintero de la Pobla Pere Gonzálvez por
reparar un rueda de molino; o los 550 sueldos
que pagó dicho agente a Bernat Vicent, vecino
de la Pobla de Vallbona, por realizar tareas de
vigilancia en el camino real.
Cuadro 3. Arrendamiento de la sisa y la peita de la Pobla
AÑO
CANTIDAD
1450
7.300 ss. Joan Julià, menor
Jaume Vicent e Jaumeta;
7.050 ss.
Macià Felip Vicente
7.100 ss. Bernat Vicent
5.600 ss. Jaume Ferrando
6.400 ss. Joan Navarro
5.700 ss. Aparici Sacalm y Jaumeta
6.900 ss. Robert de Vezach y Joan Vicent
6.720 ss. Bernat Dassió
6.650 ss. Bernat Vicent
6.400 ss. Antoni Fortuna y Bernat Dassió
1451
1453
1455
1457
1459
1461
1468
1470
1479
ARRENDADORES
Tampoco pueden dejar de mencionarse las
actuaciones puntuales del Consell municipal en
el abastecimiento de alimentos a la población
en momentos de carestía. Y aunque la
principal actividad económica de la Pobla era
la producción agropecuaria existe constancia
documental de años de dificultades en las que
los jurados tuvieron la necesidad de comprar
grano. De hecho, el 6 de junio de 1451 Pere
Çaqualm, justicia, y Jaume Dassió, jurado,
reconocían delante del notario que habían
comprado diferentes cantidades de cebada
con destino a satisfacer las necesidades de la
población. En otra ocasión, en julio de 1449,
los principales representantes del Consell, es
decir, Joan Navarro, justicia, los jurados Joan
Julià y Mateu Enyegot, los consejeros Bartomeu
Guardiola, Mateu Portogal y Martí de la Foz,
firmaban un reconocimiento de deuda por un
importe que ascendía a 30 libras valencianas
con Lope Ruiz, un noble de Benaguasil, por un
compra de trigo. Poco después, el 25 de agosto
de ese mismo año, el consejo municipal volvía
a reconocer una deuda, esta vez con Mateu
Portogal, uno de los consellers, por la compra
de trigo, mientras que autorizaba a Guillem
Julià, notario de la ciudad de Valencia, a cargar
censales debido a la persistencia de la carestía
de alimentos.
Otro de los aspectos más importantes en los
que intervenía el Consejo era la organización
del riego. La autonomía campesina en las tierras
valencianas a finales de la baja Edad Media
era bastante grande porque las autoridades
señoriales, si bien estaban interesadas en el
aumento de la producción, substancialmente
sólo intervenían en el control de la cosecha.
22
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
3. DEMOGRAFÍA
incluye un total de 166 nombres, con el lógico
predominio de los varones (89,15%), frente las
mujeres (10,84%). No obstante, el porcentaje
de representatividad de las mujeres es aún
menor si pensamos que en realidad la mayor
parte de éstas aparecen como esposas junto
al marido que también es mencionado o
consignado; así, únicamente en el listado nos
aparecen siete mujeres (4,21% del total) como
cabezas de familia o titulares de un conjunto
patrimonial.
Por tanto, ¿qué población tendría La Pobla
a principios del siglo XV? ¿Nos permite la
fuente hacer alguna estimación? Si tomamos
el coeficiente de conversión del fuego fiscal
de 4,5 (es decir, la cifra media de miembros
que conformaban una familia, o que vivían en
cada casa), y lo multiplicamos por el número
de cabezas de familia que aparecen en el
listado, la cantidad aproximada de vecinos
de la villa en este período estaba alrededor
de los setecientos habitantes. Sin embargo,
no podemos olvidar que el porcentaje de
no censados, que la historiografía estima
generalmente en un 17% (media propuesta
para muchas ciudades europeas23) aumentaría
la cifra anterior; pensemos, por ejemplo, en
colectivos como los esclavos (que aparecen
en la documentación en diversas compraventas), los mozos o sirvientes –y sirvientas,
cuyos contratos de trabajo pasaban a menudo
también por el notario–, los jornaleros que
residían en la villa en ciertas épocas de
intenso trabajo agrario, y también los pobres
o marginados en general que quedan fuera
del marco social y fiscal. Así, la población de la
villa estaba más bien cerca de los ochocientos
vecinos, que no de los setecientos.
Por otra parte, la información proporcionada
por la documentación notarial nos puede
confirmar esta cifra de unos ochocientos
habitantes. Somos conscientes que los
protocolos de Bernat Dassió tampoco son
ninguna fuente demográfica, pero el hecho
de que se trate del notario más importante e
influyente de la villa, y que una buena parte de los
vecinos pase por su mesa por lo menos una vez
cada cinco o seis años (para validar algunos de
Josep Antoni Llibrer
Ante la ausencia de fuentes demográficas
para el período que estudiamos, el medievalista
debe buscar información en otras fuentes
indirectas, a menudo de difícil interpretación.
Estas fuentes, que no estuvieron concebidas con
la finalidad de contar efectivos demográficos,
pasan a ser problemáticas para el trabajo
histórico, y por lo tanto hay que tomarlas con
cuidado. Hablamos de documentos de tipo
fiscal, redactados a menudo sin la exhaustividad
que hoy pide la estadística, dejando fuera
ciertos colectivos importantes que gozaban
de algún tipo de exención, y sin la continuidad
cronológica necesaria, no sólo para establecer
una mínima evolución sino también para
contrastar las cifras con otras posteriores.
La primera de estas fuentes fiscales que
nos da información sobre los vecinos de La
Pobla, ya para el siglo XV, es el listado del
impuesto del morabatí. Con una periodicidad
septianual, todas los individuos que poseían
un patrimonio superior a 105 sueldos estaban
obligados a satisfacer los siete sueldos de este
impuesto. Como la base imponible pasa a ser
baja ya en el siglo XV, debemos suponer que
la obligatoriedad de pago afectaría a gran
parte de la población, de ahí se derivan sus
posibilidades de aprovechamiento para los
estudios de demografía histórica.
No obstante, el problema de este uso
demográfico del morabatí radica en el
desconocimiento del porcentaje real de vecinos
y habitantes que quedaban exentos (la nobleza,
la Iglesia y los más humildes), y también las
razones que fundamentaban esta exención. Al
mismo tiempo, a causa de los limitados medios
de gestión de las administraciones fiscales de la
época, parece lógico cuestionar la efectividad y
el rigor en la elaboración de los censos21.
Pese a las reservas anteriores, podemos
arriesgarnos a hacer algunas estimaciones
tomando como base los datos del listado
del morabatí conservado para La Pobla. Este
registro es del año 1427, y se conserva en el
Archivo del Reino de València, dentro de la
sección del Mestre Racional22. El documento
21. Vid. CRUSELLES, E. “La población de la ciudad de València en los siglos XIV y XV”, Revista d’Història Medieval, 10,
1999, pp. 45-84. Y también el análisis del caso setabense en BORDES, J. – CRUSELLES, J.M. “La evolución demográfica”,
Historia de Xàtiva, (en prensa).
22. Publicado por GUINOT, E. Els fundadors del Regne de València…cit, pp. 304,305.
23. BORDES, J. – CRUSELLES, E. “La evolución demográfica… cit.
23
Historia
Medieval
los actos relacionados con el ciclo reproductivo
de la familia o de la explotación: matrimonio,
germanía, donaciones, procuración, herencia,
testamento,
inventario,
compra-ventas,
préstamos…), le concede a su documentación
un alto grado de representatividad. Así, hemos
elaborado un listado donde hemos incluido a
todos los vecinos (y también habitantes) de
La Pobla que aparecen en los protocolos de
dicho notario entre los años 1449 al 1451. El
resultado es aún mayor que el recogido en
el censo del morabatí, con un total de 189
nombres, es decir, un 22% más que en el
documento anterior24. ¿Es esta diferencia fruto
de un crecimiento de la población producido
a lo largo de los veintidós años que van de un
fuente a la otra? ¿O indica más bien los errores
y las limitaciones de los mecanismos de gesión
fiscal? No podemos saberlo. Quizá ninguna de
la dos hipótesis tiene validez porque ninguna
de las dos fuentes es demográfica, aunque
en ambos casos nos permiten vislumbrar que
el número de habitantes de La Pobla en la
primera mitad del siglo XV estaba alrededor de
los ochocientos habitantes.
VECINOS DE LA POBLA DE VALLBONA 1449-1451 CENSO NOTARIAL. PROTOCOLOS DE BERNAT DASSIÓ
ALBALAT, Joan d’, àlias Chico, llaurador
ALCAYZ, Joan, llaurador
ALCAYZ, Miquel, llaurador
AMETLER, Joan, forner
ARAGÓ, Joan d’, llaurador
ARAGONÉS, Jaume
AYMAR, Aparisi, llaurador
BARBA, Bernat de la, llaurador
BENEITO, Martí, àlias de la Torre
BERTRAN, Joan, llaurador
BONO, Bernat, llaurador
BONO, Jaume, major, llaurador
BONO, Jaume, menor, llaurador, fill de l’anterior
BONO, Pere, llaurador
BONO, Pere, menor, llaurador
BRIZ, Alfons, llaurador
CAET, Yaye
CALBO, Joan, llaurador
CAMPORRELL, Joan, llaurador
CANDEL, Joan, llaurador
CANDEL, Miquel, germà de Joan, llaurador
CATALÀ, Miquel, sastre, missatger
CAVILLA, Bernat
CENÇELONI, Bartomeu, llaurador
CODORNÍ, Joan, llaurador
COLOM, Bartomeu, llaurador
COLOM, Jaume, pare de Bartomeu i Pere
COLOM, Pere, llaurador
ÇOLIVELL, Joan, llaurador
ÇOLIVELL, Francesc, llaurador
CORRETGER, Pere, llaurador
CORTÉS, Pere, llaurador
CRISTÒFOL, Joan, sabater
CRISTÒFOL, Miquel, sastre
CRISTÒFOL, Miquel, menor, barber
CRUANYES, Joan, llaurador
DASSIÓ, Bernat, carnisser
DASSIÓ, Bernat, menor, llaurador
DASSIÓ, Bernat, notari
DASSIÓ, Francesc, llaurador
DASSIÓ, Jaume, llaurador, jurat (1451)
DESCÓ, Jaume, llaurador, conseller (1449)
DESCÓ, Pere, llaurador
DESPONT, Guillem, llaurador
DESPUIG, Andreu, llaurador
DESPUIG, Pere, llaurador, germà d’Andreu
DEU LO FEU, Garcia, llaurador
ENYEGOT, Andreu, llaurador
ENYEGOT, Bernat, llaurador, fill de Domènec
ENYEGOT, Domènec, llaurador
ENYEGOT, Joan, llaurador
ENYEGOT, Mateu, llaurador, jurat l’any 1449
ENYEGOT, Mateu, menor, fill de l’anterior
ENYEGOT, Pere, llaurador
ERVÀS, Joan, llaurador
ESTEVE, Esteve
ESTEVE, Jaume, llaurador, conseller (1449)
ESTEVE, Joan, llaurador
ESTEVE, Pere, llaurador
FELEMIR, Bartomeu, llaurador
FELEMIR, Jaume, llaurador
FELIP, Macià, llaurador
FERRAN, Pere, llaurador
FERRÀNDIZ, Andreu, teixidor
FERRÀNDIZ, Lluc, barber, hab.
FERRÀNDIZ, Lluc, escriptor
FERRANDO, Guillem, llaurador
FERRANDO, Jaume, major, llaurador, conseller (1449),
justícia (1450), jurat (1451)
FERRANDO, Jaume, menor, lo jove, llaurador, fill de
l’anterior
FERRANDO, Pasqual, llaurador
FERRANDO, Pere, llaurador, germà de Jaume, menor
FERRER, Jaume, prevere, vicari
FERRER, Pasqual, sastre
FOZ, Martí de la, llaurador, conseller (1449)
FOZ, Martí de la, menor, llaurador
FOZ, Pere de la, menor
GARCIA, Alfons, ferrer
GARCIA, Pere, llaurador
GAVARDA, Bernat, llaurador
GAVARDA, Joan, llaurador
GIL, Pere
GILABERT, Francesc, llaurador
GOÇALBO, Berenguer, llaurador
GÓMEZ, Joan, ferrer
GÓMEZ, Pere, ferrer
GÒMIZ, Alfons, pastor
GÒMIZ, Pere, ferrer
24. El porcentaje se ha calculado sin contabilizar el número de esposas que aparecen en el morabatí, porque tampoco
se han incluido en el listado notarial para evitar distorsiones de los posibles resultados.
24
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
GUARDIOLA, Berenguer, llaurador
GUARDIOLA, Bartomeu, llaurador, conseller (1449)
GUILLEM, Bartomeu, llaurador
JOAN, Jaume, llaurador
JULIÀ, Guillem, notari (veí de València el 1450)
JULIÀ, Joan, major, llaurador, jurat (1449)
JULIÀ, Joan, menor, llaurador, siser (1450)
JULIÀ, Manuel
JULIÀ, Pere, llaurador
JULIÀ, Pere, prevere
JUST, Bernat, llaurador
LOP, Domènec, llaurador
LOP, Francesc, cirurgià
LOP, Joan, barber, cirurgià
LOP, Joan, llaurador
LOP, Miquel, llaurador, mustassaf l’any 1449
MARÍ, Joan
MAJOR, Martí de la, llaurador
MARROQUÍ, Sanç, sastre, sabater (1450)
MARTÍ, Alfons
MARTÍ, Bartomeu, llaurador
MARTÍ, Joan, llaurador, missatger
MARTÍ, Pere, llaurador
MARTÍ, Pere, prevere vicari
MARTÍNEZ, Miquel, teixidor
MARTÍNEZ, Pere, llaurador
MERGOT, Mateu, llaurador
MIQUEL, Bernat, llaurador, hab.
MIQUEL, Joan, llaurador
MIQUEL, Salvador, major, llaurador
MIQUEL, Salvador, menor, llaurador
MIQUEL, Tomàs, llaurador, fill de Salvador, major
MONÇÓ, Domènec, llaurador
MONTAGUT, Alamany, llaurador
MONTAGUT, Joan, llaurador, fill de Pere
MONTAGUT, Pere, llaurador, conseller
(1449), jurat (1450)
MULET, Agustí, barber, cirurgià
MULET, Pere, llaurador
MUNYOÇ, Galcerà
MUNYOÇ, Pere, llaurador
NAVARRO, Birat, llaurador
NAVARRO, Domènec, llaurador
NAVARRO, Jaume, cabanyer
NAVARRO, Jaume, mercader
NAVARRO, Jaume, fill de Girat, llaurador
NAVARRO, Joan, carnisser
NAVARRO, Joan, llaurador, justícia l’any 1449
NAVARRO, Martí, llaurador
NAVARRO, Miquel, llaurador
NAVARRO, Pere, estudiant de teologia,
germà de Joan, carnisser
NAVARRO DE GARCIA, Jaume, llaurador,
conseller i lloctinent de justícia (1449)
NAVARRO DE GIRAT, Jaume, llaurador
NAVARRO DE JOAN, Jaume, llaurador
NAVARRO DE SIMONA, Jaume, llaurador,
conseller (1449)
NAVARRO DE SIMONA, Joan, llaurador
NUEROS, Martí de, llaurador
PELÓS, Jaume, llaurador
PELÓS, Joan, llaurador
PÉREZ, Bartomeu, llaurador
PÉREZ, Joan, àlias Bosquer
PÉREZ, Pasqual, llaurador
PLANELL, Aparisi, llaurador, germà de Miquel
PLANELL, Miquel, llaurador
PLANELL, Pere, llaurador
PORTALRUVIO, Joan, llaurador, fill de Pasqual
PORTALRUVIO, Pasqual de, llaurador
PORTOGAL, Jaume, llaurador
PORTOGAL, Joan, llaurador, fill de Mateu
PORTOGAL, Mateu, llaurador, conseller (1449)
PRATS, Antoni, flequer
PRATS, Joan, llaurador
RAUSELL, Pere, llaurador
ROS, Antoni, llaurador, hab.
RUVIO, Pere, llaurador
SABATA, Pere, porter
SACALM, Andreu
SACALM, Aparisi, llaurador, fill d’Andreu
SACALM, Bartomeu, llaurador
SACALM, Jaume, llaurador, fill de Pere
SACALM, Pere, llaurador, justícia (1451)
SACALM, Pere, menor, llaurador
SACALM, Salvador, llaurador
SALSADELLO, Joan, llaurador
SALZER, Salvador, llaurador
SANÇ, Aparisi, llaurador
SANCHO, Jaume, llaurador
SANCHO, Miquel, llaurador
SANCHO, Nicolau, teixidor, hab.
SEGURA, Joan, ciutadà de València i habitant en la
Pobla, llaurador
SENTAPAU, Galcerà, llaurador
SILLA, Bernat de, llaurador, veí de Torrent i habitador de la Pobla
SILLA, Joan de, llaurador, hab. (veí l’any 1451)
SORIANO, Bartomeu
TÀRRAGO, Bartomeu, notari hab. i Isabel
VALLS, Bernat, llaurador
VICENT, Bernat, barber
VICENT, Bernat, llaurador, arrendador dels molins
de la Pobla e Benaguasil
VICENT, Jaume, llaurador
VICENT, Joan, llaurador
VICENT, Pere, llaurador
VILALBA, Antoni, menor, llaurador
VILALBA, Llorenç, llaurador
VILALBA, Miquel
25
Historia
Medieval
Cuadro 4. Fuegos fiscales en las Villas del Camp de Túria
¿Qué parte de esta población era temporal
o residía esporádicamente en la localidad?
Recordemos que una comunidad no estaba
formada únicamente por vecinos, población
estable, también había lo que podíamos
llamar “población temporal”, es decir, grupos
o personas que habían venido quizá por hacer
negocios o por trabajar en ciertos períodos,
y que a veces se quedaban defintivamente
y se convertían en vecinos. De hecho, la
misma documentación distingue entre vicinus
y habitator, indicando, con este último
término, que no se ha producido el arraigo
en la villa. Si analizamos el listado elaborado
con la información notarial, descubrimos que
un 3,17% de los presentes aparecen como
“habitantes”. No obstante, hay que tomar en
cuenta este pequeño grupo porque en muchos
casos, con el paso de los años, acaban como
“vecinos” de la villa. De hecho, en protocolos
posteriores el mismo notario generalmente los
califica ya como vicinus loci Popule.
Si hemos hablado de los efectivos
demográficos durante la primera mitad del
siglo XV, ¿qué podemos decir del resto de la
centuria? Disponemos para las décadas finales
y para principios del siglo XVI de nuevas fuentes
fiscales. Se trata ahora, por una parte, de un
listado de villas de señorío redactado el año
1492 para el pago de una tacha realizada por
la Generalitat: en éste aparece una relación
de las villas indicando los fuegos fiscales que
les corresponden. Por otro lado, disponemos
también de un amplio inventario de las villas
y ciudades valencianas clasificadas y separadas
por los tres brazos, el eclesiástico, el militar y el
real, y que también nos da datos de los fuegos
para el año 151025. Con estas dos informaciones
podemos establecer incluso una mínima
comparación de La Pobla con las villas vecinas
del Camp del Túria.
Llíria
Benaguasil
La Pobla
Riba-roja
Vilamarxant
Benissanó
1493
300
251
168
127
111
60
1510
227
255
168
121
122
66
Estas cifras de fuegos, que por una parte
permiten vislumbrar la jerarquía urbana en el
espacio de influencia de La Pobla, las tierras
del Camp de Túria, hay que tomarlas también
con cuidado. El mismo número de fuegos de
nuestra villa en los dos años documentados
no hace sino indicar que éstos son fruto más
que de una evolución demográfica real, de la
negociación (a menudo a la baja) que cada villa
hacía ante las autoridades administrativas. Por
lo tanto, estamos ante cifras que indican la
capacidad de negociación de las autoridades
locales y de sus representantes. En efecto,
no deja de resultar extraño (y sospechoso) el
hecho que el número de fuegos asignados a La
Pobla sea ahora casi idéntico al de hace sesenta
años (pasamos de los 166 del año 1427, a
los 168 de 1493 y 1510). Por esta razón, más
que intentar reconstruir con estos datos una
evolución demográfica de la villa, debemos
utilizarlas para analizar a grandes rasgos una
mínima jerarquía de núcleos en el espacio
sur del Camp de Túria. Espacio marcado,
lógicamente, por la influencia de la villa real de
Llíria, que pasa a ser capital regional y núcleo
de referencia para la economía y el mercado
de esta pequeña comarca26. Los documentos
notariales de Bernat Dassió testimonian esta
función centralizadora de Llíria con la constante
presencia de artesanos y mercaderes edetanos
comprando y vendiendo productos a los
vecinos de La Pobla, en el que con frecuencia
era un intercambio desigual. Al mismo tiempo,
la ausencia en La Pobla de un tejido industrial
y de un colectivo artesanal amplio, manifiesta
su dependencia respecto del mercado edetano
para el abastecimiento de una gran cantidad
de productos manufacturados.
25. ARV Mestre Racional, nº 10.222, y Reial Cancelleria, nº 514. Las dos fuentes han sido publicadas y estudiadas por
GUINOT, E. “Senyoriu i reialenc al País Valencià a les darreries de l’època medieval”, Lluís de Santàngel i el seu temps.
València, 1992, pp. 185-204.
26. Vid. LLIBRER, J. A. El finestral gòtic. L’església i el poble de Llíria als segles medievals. València, 2003, esp. pp. 145-160.
26
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
Benaguasil nos aparece como la segunda
villa de esta red. Se trata de la comunidad
mudéjar más importante del entorno, que
creció con rapidez a finales del siglo XIII gracias
a la masiva llegada de musulmanes de Llíria que
fueron desplazados los años posteriores a la
conquista. Más tarde, su función administrativa
como subsede de la autoridad señorial dentro
del amplio patrimonio de los Luna, permitió la
concentración en su castillo de una buena parte
de las actividades de gestión de los intereses
señoriales del entorno: es en Benaguasil donde
se firman anualmente los arrendamientos, los
pagos de rentas, los nombramientos de oficiales,
alcaides, recaudadores, etc. Cada año, entre los
primeros documentos que redactaba Bernat
Dassió en sus protocolos encontramos todos
estos contratos gestionados en Benaguasil.
La Pobla se sitúa, por lo que respecta al
conjunto de efectivos demográficos, entre
las villas anteriores y las comunidades de
Riba-roja y Vilamarxant. Frente a Llíria y
Benaguasil, que sobrepasaban con diferencia
el millar de habitantes, La Pobla se situaba
por encima de los seiscientos de Riba-roja y
Vilamarxant. En la documentación notarial
de los Dassió, aparecen vecinos de estas
dos últimas villas generalmente para validar
negocios con vecinos de La Pobla, negocios
relacionados, casi de forma exclusiva, con la
actividad agrícola y ganadera: las tipologías
documentales asociadas a estos habitantes de
Riba-roja o Vilamarxant son las compra-ventas
de animales de tiro y, en menor medida, de
cereales, lo que podría confirmar no sólo el
cariz rural de estas comunidades, sino también
la situación privilegiada de La Pobla como
mercado local de este sector más al sur de la
comarca del Camp de Túria formado por el
trinomio de La Pobla-Vilamarxant-Riba-roja.
Si bien con las fuentes fiscales anteriores
podemos entrever las cifras aproximadas
de población de las villas valencianas, no
nos permiten, sin embargo, acercarnos a su
evolución demográfica. Uno de los aspectos que
nos puede hablar de esta evolución medieval, y
en definitiva de los movimientos naturales de la
población, es el que hace referencia al estudio
de los linajes y de su continuidad dentro de la
comunidad rural.
En el listado del morabatí de La Pobla del
año 1427 se mencionan los cabezas de familia,
hombres esencialmente (en pocos casos, ya
lo vimos, aparecen mujeres como titulares de
una explotación). Podríamos afirmar, incluso,
que cada nombre de la lista corresponde a
una familia. No obstante, en una sociedad
marcadamente rural, donde la supervivencia
dependía de la explotación de un conjunto
patrimonial de tierras, era muy frecuente la
relación entre padres e hijos casados o entre
otros familiares, en definitiva, entre miembros
de uno mismo linaje. Lógicamente, antes de
recurrir a jornaleros o asalariados (que en
ningún momento aparecen a la documentación
notarial) para llevar adelante la explotación,
se recurría a los hijos casados, a los sobrinos,
a los primos… De hecho la transmisión de
la propiedad de padres a hijos dependía a
menudo de esta relación intrafamiliar: los
padres delegaban en los hijos la titularidad
de las tierras y la dirección de la explotación
contando con el auxilio de los otros miembros
del linaje.
En el censo del morabatí mencionado se
incluyen un total de 78 linajes. De este conjunto,
más de la mitad (53,84%) forman una sola
familia, es decir, tienen sólo un representante.
Por otra parte, únicamente el 19% aparece
con más de tres familias o cabezas de familia,
lo que manifiesta, quizá, una mayor capacidad
de reproducción y recursos para integrar a sus
miembros en el tejido social. Entre estos linajes
destacan los Bono y los Dassió (ambos con siete
representantes), los Enyegot, los Martí, los
Llop y los Sacalm (con cinco), entre los cuales
descubrimos, como veremos en el apartado
siguiente, la oligarquía local.
En casi veinticinco años, prácticamente el
período que supone un cambio generacional,
la situación se había alterado mucho. En el
censo notarial de los protocolos de Dassió, años
1449-1451, encontramos ahora un total de 86
linajes, número que no se aleja del anterior.
Pero los verdaderos cambios los encontramos
en la importante sustitución de linajes que se
ha producido. Veinticinco años después han
desaparecido un total de 30 apellidos (un
38,46% del listado del morabatí anterior), y si
hablamos de familias hay que elevar la cifra a
35 desapariciones. Hablar de desapariciones
no significa, sin embargo, disminución de los
27
Historia
Medieval
efectivos demográficos, nos encontramos
más bien ante una auténtica sustitución
generacional. Todos los datos parecen indicarlo
si observamos los nuevos linajes que nos
aporta la documentación notarial. Entre los
años 1449-1451 aparecen un total de 43 linajes
nuevos (que por lo que respecta a familias
supone casi 50 nuevas), lo que dará lugar a
un balance demográfico positivo: 15 nuevas
familias están presentes ahora en la villa27.
Por otra parte, se han consolidado las grandes
familias anteriores que prácticamente en todos
los casos aumentan o mantienen el número de
representantes: de nuevo tenemos que hablar
de los Bono, de los Dassió, de los Enyegot, de
los Martí, de los Llop, de los Sacalm, a los que
habría que añadir ahora los Vicent (antes con
tres cabezas de familia, ahora con cinco) o los
Julià (que pasan de cuatro a seis).
¿Podemos, sin embargo, traducir todos estos
datos a parámetros demográficos? ¿Pueden
ser aplicados directamente a la población?
Debemos pensar que el hecho de utilizar el
término “desaparición” en relación con un linaje
o familia, no quiere decir su extinción definitiva,
hay que recordar también la importancia que
tenían los movimientos migratorios en esta
época, movimientos que facilitaban el traslado
de familias de una comunidad a otra, a veces
muy lejanas. Al mismo tiempo, debemos
pensar en la naturaleza de las propias fuentes
utilizadas, como comentábamos más arriba,
que nos pueden ocultar familias situadas por
debajo de los niveles fiscales exigidos, o que
no acuden a nuestro notario Dassió, bien
porque pasan por la escribanía de algún otro
notario de otras villas vecinas, como Llíria, o
bien porque apalabraban los contratos por
evitar así el gasto que suponía el servicio
notarial. Lo que parece evidente es el hecho de
que las familias o linajes “desaparecidos” son
generalmente humildes, pequeños labradores,
poseedores de escasas tierras y recursos que se
ven obligados a buscar mejores oportunidades
en otros lugares, o que no pueden finalmente
garantizar la supervivencia del linaje. Pensemos
que la falta de descendencia masculina podía
dar lugar a la extinción de un apellido en pocos
años.
Por lo que respecta a las familias que dejaban
La Pobla para buscar mejores condiciones, o bien
porque así lo exigía el mercado matrimonial,
podemos decir que la dirección y el destino más
frecuente era la comarca de l’Horta de València.
Efectivamente, en los protocolos de Dassió
nos han aparecido algunos casos de familias
residentes en Moncada, Godella, Paterna,
Manises o Torrent, que tienen propiedades
en La Pobla (quizá herencia de antepasados
poblanos) y que mantienen relaciones y
negocios con los vecinos de esta villa. La
ciudad de València era otro destino importante
aunque no siempre debemos relacionarlo
con dificultades económicas: recordamos los
casos de los notarios Bernat Dassió, hijo, y
de Guillem Julià. En los Llibres d’Aveïnaments,
donde las autoridades de la ciudad registraban
los nuevos vecinos provenientes de otras villas,
encontramos vecinos de La Pobla, y en algunos
casos de los linajes que han desaparecido,
como Bernat, Joan, Ferrer, que en 1444 se
avecinda en València por un período de diez
años, para residir en la parroquia de Sant Joan
del Mercat; o Pere Bueno, avecindado en 1449
en la calle del Portal de Serrans. En los otros
casos documentados, los nuevos vecinos de la
capital son de familias acomodadas, que seguro
accedían a la ciudad por mejorar su estatus,
como el carnicero Lop Dassió, avecindado el año
1426, o los labradores Pere Sacalm, en 1446,
y Joan Lop, en 1430 (este último fue avalado
por el notario de origen poblano Guillem Julià,
ya entonces vecino de València)28. De los cinco
avecindamientos mencionados, tres residirán
en el barrio de Sant Joan del Mercat, lo que
supone una mínima concentración que parece
27. Esta última cifra nace de la diferencia entre las 35 familias que han desaparecido y las 50 nuevas. Si hablamos de linajes debemos pensar que esta renovación se confirma por el hecho de que de los 86 linajes que nos aportan los registros
de Dassió, el 50% son nuevos, es decir, no estaban presentes al listado del 1427. Esta tendencia se observa también en
otros zonas estudiadas del país: en Sueca, en sólo 40 años (de 1453 a 1493) desaparecen 44 linajes; en Alzira entre 1474
y 1500 desaparecen el 22% de los apellidos; en Castalla, durante la segunda mitad del siglo XV, la desaparición es del
50%, porcentaje semejante al de Segorbe en la década de los treinta de la misma centuria. Las desapariciones vendrán
acompañadas de la aparición de nuevas familias, hasta el punto que podríamos concluir, como afirma Furió, que entre
la mitad y los dos tercios de la población de una comunidad se renovava tras una o dos generaciones. Vid FURIÓ, A.
“Tierra, familia y transmisión de la propiedad en el País Valènciano durante la Baja Edad Media”, Relacionas de poder, de
producción y de parentesco en la Edad Media y Moderna. Madrid, 1990, pp. 305-328. Y también FURIÓ, A. “El mercado
de la tierra en el País Valènciano a finales de la Edad Media”. Hispania, LV/3, núm. 191, 1995, pp. 887-919.
28
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
indicarnos la búsqueda en la ciudad de antiguas
solidaridades vecinales. Por otra parte, no
debemos olvidar que muchos habitantes que
finalmente acababan residiendo en la ciudad
no pasaban por los registros de los Llibres
d’Aveïnaments, generalmente porque no les
interesaba por razones fiscales; de esta forma,
el número de nuevos residentes en la ciudad
sería mucho más elevado del que nos indican
las fuentes municipales29.
En definitiva, ¿qué conclusión podemos
sacar de esta nota demográfica y de todos
estos datos? En primer lugar, que en la villa
de La Pobla vivían, a lo largo del siglo XV,
alrededor de unos ochocientos habitantes
(la mayoría eran vecinos, pero también había
población temporal por razones económicas
o laborales esencialmente: mozos, sirvientes,
sirvientas, esclavos, y marginados en general).
En segundo lugar podemos decir que, durante
los siglos XIV y XV, en la comunidad de La Pobla
se va produciendo poco a poco un proceso
de jerarquización socio-económica; es decir,
se consolida un grupo de linajes acomodados
que conforman la oligarquía local. Estos linajes,
que están formados por numerosas familias,
no solo arraigan en la villa casi desde su
fundación, además, se consolidan, con el paso
de los años, como parte de la élite local ante
otras familias más humildes que desaparecen
sin descendencia masculina o dejan la villa
para buscar mejores condiciones de vida. Los
datos demuestran por lo tanto que no todas
las familias tuvieron la misma capacidad ni
recursos para integrar a todos sus miembros
–formando nuevas células familiares– o para
garantizar por lo menos su propia autonomía.
Las dificultades de la explotación campesina
y muchas veces la precariedad (mínimas
reservas de productos, ganado escaso, baja
capacidad de inversión y, sobre todo, pocas y
pequeñas parcelas del tierra) hacían difícil la
reproducción de estos núcleos familiares. Así,
la única forma de superar una productividad
presumiblemente insuficiente debía buscarse
en la ampliación de la superficie cultivada o
en la generalización de fuertes inversiones;
soluciones que exigían la disponibilidad de un
capital difícil de conseguir si no era mediante el
mercado del crédito (el censal), lo que a su vez
producía el endeudamiento durante años, casi
generaciones, de la familia. Por otra parte, y en
el sector opuesto de la escala social, los grandes
linajes nos aparecen con dos características
claves: el número amplio de familias integradas
que forman, y un sólido patrimonio que
les permite esta posición de privilegio. Este
patrimonio estaba formado esencialmente por
la tierra, porque, no lo olvidemos, la agricultura
era la base de la economía local.
28. Los datos se encuentran en las transcripciones de PILES ROS, L. La población Valènciana a través de los “Llibres de
Avehinament”, 1400-1449. València, 1978.
29. Así lo han demostrado los trabajos de IGUAL, D. València e Italia en el siglo XV. Rutas, mercados y hombres de
negocios en el espacio económico del Mediterráneo occidental. Castelló, 1998. CRUSELLES, E. “La población de la
ciudad de València en los siglos XIV y XV”… cit. NAVARRO, G. Los orígenes de la sedería Valènciana (siglos XV-XVI).
València, 1999. NAVARRO, G. – IGUAL, D. – APARICI, J. “Los inmigrantes y sus formas de inserción social en el sistema
urbano del reino de València”, Revista d’Història Medieval, 10, 1999, pp. 191-199. NAVARRO, G. “Política municipal y
avecindamientos. Análisis de la emigración aragonesa a València (1308-1526)”, Demografía y sociedad en la España
bajomedieval. Saragossa, 2002, pp. 97-128.
29
Historia
Medieval
4. La economía local.
La explotación de la tierra
caso, que acudían a La Pobla para vender
productos manufacturados y comprar materias
primas o bienes de consumo (lana, cuero,
cereales, ganado). De hecho, ya desde el
siglo XIV se observa que la comarca del Camp
de Túria pasa a ser zona de abastecimiento
de la ciudad de València, una zona que sus
autoridades municipales se esfuerzan en
controlar para garantizar la llegada constante
de estos productos básicos para la economía
urbana (lana, cuero, cereales… pero también
madera, piedra y, sobre todo, agua para el riego
de la huerta próxima a la ciudad, de hecho, el
intento de control urbano del caudal del Túria
es cada vez más intenso a lo largo de los siglos
XIV y XV). En la documentación municipal de
València (Manuals de Consell o, sobre todo, en
los registros de Lletres Missives, cartas dirigidas
por los jurados de la capital a las autoridades de
otras villas del reino) encontramos constantes
ejemplos de esta compleja estrategia de control
por parte de la capital, del espacio comarcal
circundante30.
Josep Antoni Llibrer
Parcelas y cultivos
La economía de La Pobla medieval era
marcadamente agraria. La definición no es
sólo fruto de una generalización o de un
tópico historiográfico, podemos confirmarla
con datos: prácticamente todos sus vecinos
vivían de las actividades agrícolas. El trabajo
de la tierra era fundamental. Si bien el listado
fiscal del morabatí del año 1427 no nos indica
el oficio de los contribuyentes, mediante el
censo elaborado con la documentación del
notario Dassió, descubrimos este dominio de
la actividad rural: de los 188 vecinos de La
Pobla que pasan por la escribanía del notario,
entre los años 1449 y 1451, el 73,93% (139
individuos) son labradores. Si añadimos los
ganaderos, el porcentaje se sitúa en el 75%. La
estructura socio-laboral de la villa a mediados
del siglo XV se completaba con un número
limitado de artesanos o de otros profesionales,
cuya actividad en muchos casos está también
relacionada con el mundo agrario, o bien porque
abastecen a los labradores de instrumentos o
herramientas, o bien porque trabajan productos
que se derivan de la actividad agrícola. Así,
nos aparecen cuatro herreros (2,12%), dos
carniceros (1,06%), dos horneros (1,06%); y
también unos pocos artesanos de la lana y de
la piel: tres tejedores (1,59%), cuatro sastres
(2,12%) y dos zapateros (1,06%).
La función de este reducido colectivo de
artesanos era lógicamente el abastecimiento
del mercado local, que a veces exigiría además
la presencia de otros artesanos de las villas
vecinas (esencialmente de Llíria), como
a menudo puede verse en los protocolos
notariales. La ausencia de profesionales del
comercio (sólo hemos localizado un mercader
vecino de La Pobla en los mencionados
protocolos de Dassió) no sólo confirma el rasgo
agrícola anterior, y el carácter fuertemente
local del mercado de la villa, también explica la
presencia frecuente en los registros notariales
de mercaderes foráneos, de València en este
Cuadro5. Estructura laboral de la Pobla de Vallbona
1449-1451, Información Notarial
OFICIO
llaurador
ferrer
teixidor
sastre
forner/flequer
barber
cirurgià
pastor/cabanyer
notari
mercader
sabater
prevere
carnisser
estudiant teologia
sense especificar
TOTAL
Profesionales Porcentaje
139
4
3
4
2
5
1
2
3
1
2
3
2
1
16
188
73,93
2,12
1,59
2,12
1,06
2,65
0,53
1,06
1,59
0,53
1,06
1,59
1,06
0,53
8,51
30. BORDES, J. – LLIBRER, J. A. “Valencia y su territorio durante los siglos XIV y XV: la comarca del Camp de Túria”, La
ciudad medieval y su influencia territorial, La Rioja, 2007, pp. 239-254. Y también LLIBRER, J. A. “Comarques medievals?
L’ordenació del territori als segles XIV i XV. El cas del Camp de Túria”, I Congrés Universitari d’Història Comarcal, València,
en prensa.
30
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
Volviendo de nuevo a la estructura sociolaboral de La Pobla, hay que indicar finalmente
que el sector servicios estaba formado por un
reducido número de vecinos: cinco barberos,
un cirujano y tres notarios (dos de los cuales,
Guillem Julià y Bartomeu Tàrrago, aparecen
como habitantes de La Pobla y, posteriomente,
como vecinos de València). La distribución por
sectores económicos no deja tampoco ninguna
duda sobre el carácter rural de la comunidad:
el sector primario ocupa y da trabajo al 75%
de la población activa documentada en los
protocolos; el sector secundario o artesanal
conforma el 7%, y el sector servicios el 9%
(donde hemos incluido barberos, notarios, y
religiosos, pero también los oficios relacionados
con la redistribución, como el mercader, los
horneros y los carniceros)31.
Sin duda, la actividad más importante
en la villa era el trabajo de la tierra. Nos
adentraremos ahora, por lo tanto, en el estudio
de este medio clave de producción que marcaba
la vida de los vecinos de La Pobla y también
su jerarquización socio-econòmica. ¿Cómo
eran las parcelas? ¿Y las explotaciones? ¿Qué
cultivos predominaban? ¿Cómo se organizaba
la producción? ¿Qué medios se utilizaban?
A falta de otras fuentes, como los padrones de
riqueza, serán de nuevo los registros notariales
la base de nuestro análisis. De hecho, el tipo
documental más frecuente en los protocolos
de Dassió es el de las compra-ventas de tierra
(el 15,65% de todos los documentos; y el 70%
del mercado de inmuebles de La Pobla del
siglo XV). A estos numerosos documentos hay
que añadir los relacionados con la transmisión
del patrimonio entre padres e hijos, como
las donationes intervivos, las donaciones por
matrimonio, las donaciones testamentarias
o los inventarios, que nos permiten conocer
no sólo parcelas aisladas sino también las
explotaciones familiares completas.
Quizá lo que hay que explicar en primer lugar es
la diferencia entre estos dos conceptos: parcela
y explotación. La parcela es la unidad mínima
de trabajo, es una porción de tierra claramente
limitada y diferenciada de las que le rodean
mediante elementos artificiales del paisaje
(caminos, acequias, ribazos…), y a menudo
fruto de progresivas divisiones efectuadas a lo
largo de los años. La documentación notarial
de La Pobla hace referencia a cada una de estas
unidades utilizando generalmente la expresión
tros de terra. Por otro lado, entendemos por
explotación lo que conforma todo el conjunto
de patrimonio rural (conjunto de parcelas)
propiedad de una misma familia, situadas
y repartidas a lo largo de todo el término
municipal (y también de otros vecinos), y cuya
organización del trabajo depende del cabeza
de familia, que moviliza un amplio colectivo
de trabajadores formado por sus propios
familiares: abuelos, padres, mujeres, hijos, hijas
y, a menudo también, tíos, sobrinos, primos…
Por lo que respecta a las mínimas unidades
de producción, las parcelas, hay que recordar
que su origen estaba en relación con la
distribución previa del parcelario musulmán
y con las primeras donaciones del territorio
efectuadas por el poder cristiano a los colonos
que se establecieron inicialmente. Cuando
la autoridad feudal se imponga, la ocupación
efectiva del territorio se materializará con
frecuencia con la división del conjunto de tierras
en pequeños fragmentos de extensión variable
(según diferentes parámetros: cultivo, regadíosecano, ubicación, comunicación…), que serán
repartidas a los labradores. Estos fragmentos
iniciales pasarán a ser las unidades básicas de
explotación. No obstante estamos lejos de un
mundo rural y de uno parcelario marcado por la
inmovilidad. La actuación futura de las familias
(con la necesidad de repartir y donar patrimonio
a todos sus hijos) y su participación en el
mercado de la tierra, más importante y activo
de lo que inicialmente podía parecer, como
veremos después, facilitará la transformación
de esta estructura inicial: tanto mediante la
fragmentación de estas parcelas en otras más
pequeñas, como también con la concentración
o el agrupamiento de unidades vecinas para
optimizar recursos técnicos y humanos.
Las parcelas que podemos reconstruir en el
término de La Pobla ya para el siglo XV son, por
lo tanto, porciones de terreno con extensión
muy heterogénea: encontramos algunas de tan
solo una cuarta parte de fanecada, lo que se
denomina quartó (0,02 ha) en la documentación,
pero también nos aparecen algunas de hasta
31. El resto lo forma un pequeño grupo de individuos (8,51%), cuyos oficios no los indica el notario.
31
Historia
Medieval
uarenta fanecades o hanegadas (3,32 ha)32. En
la mayor parte de los casos, la documentación
notarial de La Pobla hace referencia a cada una
de estas parcelas utilizando generalmente el
término tros (tros de terra), indicando también
el cultivo, la extensión y su estatuto jurídico
(quoddam troceum vinee, quod sunt quinque
fanecate, franchum te quitium, cierto trozo de
vid, que son cinco hanegadas, franco y libre;
un tros de terra que són VIIII fanecades poch
més o menys e un tros de vinya francha; tres
fanecatas terre cum novem olivariis, franquas
et quitias…). La medida de superficie agraria
más empleada entre los poblanos para mesurar
sus tierras era la fanecada o hanegada (que
equivalía a 831,09 m2): la encontramos en el
86% de las parcelas donde el notario especifica
la extensión33. El escaso uso de términos
como sort (que equivalía, según muestra la
documentación, a 18 hanegadas), o como
cafissada (conjunto de seis fanecades), y la total
ausencia de la jovada o yugada (formada por
seis cafissades) nos puede indicar el nivel de
fragmentación al que había llegado la parcelario
de La Pobla: la sort se utiliza sólo en el 3% de
las parcelas documentadas, la cafissada en el
4,81%. Por otra parte, el 4,21% de los bancales
documentados son medidos con el quartó de
hanegada, y el 2% con la tafulla (sexta parte
de la hanegada), lo que parece confirmar la
tendencia a una progresiva reducción de las
unidades de trabajo. Recordemos que a los
primeros pobladores que llegaron a tierras
valencianas durante el siglo XIII se les hacían
donaciones en yugadas. La yugada o jovada
era, etimológicamente, la extensión de tierra
que podían labrar un par de toros (un jou)
durante una jornada. Pocos años después, el
mismo Jaume I reduce la jovada a 6 cafissades
(ó 36 hanegadas) a causa de los problemas
en las mediciones de las tierras repartidas.
Posteriormente, cafissada y fanecada
aparecerán respectivamente en relación a la
cantidad de tierra que se podía sembrar con un
cafís o una fanega de cereal34. Ya al siglo XV,
la yugada había desaparecido totalmente, a
juzgar al menos por la documentación notarial,
del vocabulario de los labradores de La Pobla,
por el hecho de que los bancales eran ya
mucho más pequeños que cien años antes. Las
parcelas del siglo XV eran fruto de progesivas
subdivisiones generación tras generación: la
necesidad por parte de los padres de hacer
un reparto más o menos equitativo entre los
hijos, y de dotar a las hijas con cierto nivel
para conseguir un buen enlace matrimonial,
obligaba a fragmentar literalmente los campos
heredados de los abuelos, sin que después se
pudiera rehacer esta mutilación con el recurso
a un mercado de la tierra que era dominado
y controlado por las grandes familias de la
oligarquía local.
Con el Cuadro VI (elaborado con el
conjunto de la información de las 177 parcelas
registradas por Dassió, en los que indica la
extensión, entre los años 1449-1465) podemos
confirmar este fenómeno de fragmentación
del parcelario en el término de La Pobla: casi
la mitad de las parcelas tenía una extensión
por debajo de las seis hanegadas, mientras
que sólo el 5% tenía más de 18. La parcela de
mayor extensión, como decíamos antes, era de
40 hanegadas (3,32 Ha) de terra campa cereal,
situada en la partida del Camí d’Aldaia, en el
término de La Pobla, y que fue adquirida por
Joan Julià, familiar del notario Guillem Julià,
natural de La Pobla y vecino de Valencia, por
840 sueldos35. Por contra, los bancales más
pequeños son quartons (0,02 Ha) que, en
todos los casos, encontramos en donaciones
testamentarias o en cartas dotales, quizá fruto
y evidente testigo de las fragmentaciones a
32. Estas son las parcelas más grande y más pequeña localizadas en los protocolos de Bernat Dassió, padre, dentro del
término de La Pobla, de un total de 182 parcelas documentadas entre los años 1449-1465. Posiblemente, sin embargo,
y a juzgar por la situación conocida de otras villas, no se trate de las parcelas límite, sólo estamos ante lo que ofrece el
notario. En la Sueca de finales del siglo XV, por ejemplo, encontramos parcelas de más de 100 fanecades (vid. FURIÓ, A.
Camperols del País Valencià. Sueca, una comunitat rural a la tardor de l’Edat Mitjana. València, 1982, p. 67). No obstante, en un estudio posterior de Furió y Mira, donde toman datos de un importante grupo de villas de l’Horta de Valencia,
la parcela de mayor superficie, de un total de 349, es precisamente de 42,5 fanecades, muy parecida a la que hemos
localizado en La Pobla. Vid. FURIÓ, A. – MIRA, A. “Le marché de la terre dans le Pays de Valence au Bas Moyen Âge”, en
FELLER, L. – WICKHAM, C. (dirs.) Le marché de la terre au Moyen Âge. Roma, 2005, pp. 573-623.
33. En el 9,60% de las parcelas que hemos documentado en los protocolos de Dassió no hay ninguna información
sobre la extensión. En estos casos se utiliza simplemente la denominación tros.
34. Vid. FURIÓ, A. Camperols del País Valencià, cit., pp. 65-68.
35. APPV 26.799 (1451-IX-11). La parcela afronta con el Camí del Bovalar y con las dos acequias de Aldaia.
32
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
las que se veía obligada la familia36. Por otra
parte, el término tafulla era utilizado siempre
por el notario cuando la parcela era propiedad
de musulmanes de Benaguasil, o en compraventas entre miembros de este colectivo;
además, estos últimos bancales estaban
situados, en todos los casos, dentro del término
de Benaguasil37.
cada vez más del paralelogramo inicial, a juzgar
por la gran cantidad de parcelas vecinas –con
mucha frecuencia más de cuatro– que aparecen
en las afrontaciones de la documentación
notarial) y por el hecho de exigir numerosos
desplazamientos por el término, atomización,
como decíamos, que por otra parte permitía
a la familia gestionar con más competencia
el patrimonio según las exigencias de las
diversas etapas del ciclo biológico de la unidad
doméstica: con estos pequeños trozos de tierra
el cabeza de familia podía, por ejemplo, hacer
frente en cualquier momento al matrimonio
de sus hijos con la distribución y donación de
estos inmuebles (con lo que se denominaba las
donationes intervivos) o con la constitución de
una dote para las hijas, y todo sin que se pusiera
en peligro (o por lo menos minimizándolo) todo
el conjunto del patrimonio familiar40.
Si hablamos de cultivos, observamos el
predominio generalizado del cereal en el
término de La Pobla, como pasaba también
en l’Horta de València. El Cuadro VII recoge el
total de parcelas documentadas en el período
estudiado, y los datos no pueden ser más claros:
prácticamente el 63% son de cultura cerealícola
(terra campa)41. Esta cifra podía llegar hasta el
70% si le añadimos aquellos casos donde la
parcela es denominada por el notario con la
expresión genérica de tros de terra, sin ninguna
especificación más; podemos pensar que esta
catalogación sería suficiente entre los vecinos
por tratarse del tipo de cultivo más frecuente.
El hecho de que el término terra campa fuera
también genérico, sin hacer ninguna referencia
al tipo de cereal que se cultivaba, puede
confirmar al mismo tiempo este uso de la
denominación de terra para referirse también
a los bancales de cereal.
Cuadro 6. Extensión de las parcelas en La Pobla
Tamaño
< 0,5 Ha
0,5 – 1 Ha
1 – 1,5 Ha
> 1,5 Ha
Sin especificar
Número de
parcelas
82
46
25
7
17
%
46,32
25,98
14,12
3,95
9,60
Finalmente, tomando el conjunto de las 177
parcelas, podemos afirmar que más del 70%
–exactamente el 72,3%– no llegaba a 1 Ha. De
hecho, la extensión media por parcela según
la documentación notarial de La Pobla era de
7,27 fanecades (0,60 Ha). Superficie media muy
próxima, casi idéntica, a la que predominaba
en la vecina comarca de l’Horta, 7 fanecades
(0,56 Ha), como calculan Furió y Mira en su
estudio del mercado de la tierra, durante el
siglo XV y principios del XVI, en una amplia
área que rodeaba la ciudad de Valencia38, y
corroborada también en otros trabajos39. Lo
que nos confirma la marcada atomización del
territorio cultivado en estas comarcas próximas
a la capital. Atomización, que si bien suponía
la lenta pero progresiva pérdida de espacio
cultivado (a causa de los constantes lindes para
materializar las subdivisiones), o que dificultaba
la tarea directa del trabajo agrario por la forma
cada vez más irregular de las parcelas (alejadas
36. APPV 26801 (1449-III-2), 26.799 (1451-I-13), 26.803 (1453-I-26). De todos estos ejemplos, el que mejor nos confirma
esta donación-fragmentación es el segundo: justo después que Jaume Ferrando, agricultor vecino de La Pobla, redacta
su testamento, sus hijos hacen partición de sus bienes, y acuerdan donar a Úrsula, casada ya con Martí de la Foz, un
quartó de terra campa.
37. APPV 26.803 (1453-VII-22 i 1453-IX-8).
38. FURIÓ, A. – MIRA, A. “Le marché de la terre dans le Pays de Valence”, cit., pp. 591-592.
39. Vid. MIRA, A. “Ordenación del espacio agrario y conducción a corto plazo de la tierra en la Huerta de València
(1285-1350)”. Studi Medievali, 3 s., 45-1, 2004, pp.159-204; indica que la extensión media de las parcelas en l’Horta en
este período era de 0,59 Ha, y que el 89% estaba por debajo de la hectárea (p. 169). En nuestro trabajo sobre Godella
llegamos a la conclusión que el 83% de los bancales tampoco superaba la hectárea, LLIBRER, J. A. Godella, una comunidad rural en la baja Edad Media. València, 1996, pp. 75-79.
40. Por lo que respecta a este punto debemos hacer referencia a las conclusiones de MIRA, A. “Ordenación del espacio
agrario y conducción a corto plazo de la tierra en la Huerta de València”, cit., p. 172.
41. Porcentajes muy parecidos encontramos en la comarca de l’Horta (62,6%, CARDELLS, F. Cultura material baixmedieval dels llauradors de l’Horta de València. Tesi de llicenciatura, 1997, p. 234; y en concreto también en Catarroja:
62%, vid. VERCHER, S. Casa, família i comunitat veïnal a l’Horta de València. Catarroja durant el regnat de Ferran el
Catòlic. València, 1992, pp. 30-31).
33
Historia
Medieval
durante la próxima fiesta de San Miquel, a
finales de septiembre. Sólo diez días después
encontramos otra compra-venta de cereal:
ahora es Rodrigo Escolano, labrador vecino
de Alpuente, quien ha comprado a Miquel
de Alcaiz, laurador vehí del loch de La Pobla,
un cahíz de candel (trigo de alta calidad, que
era apreciado como el más fino para hacer
pan), aunque no especifica el precio. El 5 de
abril, Miquel Sancho, labrador de La Pobla,
vende de forma anticipada 10 cahíces de trigo
(aproximadamente 1.992 litros) y 15 de avena
(casi 3.000 litros) de la próxima cosecha de
l’horta del dit lloc de La Pobla, a Gabriel de
Riusec, doctor, ciudadano de Valencia, al que
le será entregado todo el cereal en la próxima
fiesta de Sant Joan, en junio; el ciudadano le
avanza ahora 88 sueldos del precio final. Sólo
dos semanas después encontramos una nueva
transacción: Pascual de la Torre, agricultor de
Xulilla confiesa deber al mencionado Guillem
Julià, 816 sueldos por 16 cahíces de trigo (a
razón de 51 sueldos por cahíz), y promete
pagarle en la próxima fiesta de Todos los
Santos. El 2 de junio del mismo año, Azmet
Azarro, musulmán de Benaguasil, confesa
deber también a Guillem Julià (que actúa
como auténtico redistribuidor de una parte del
excedente cerealícola de la villa), 360 sueldos
por 19 cahíces de cebada que le compró (a 19
sueldos el cahíz). El 21 de noviembre el notario
registra de nuevo una compra-venta de cereal:
tres vecinos de Alcubles confiesan deber al
también mencionado Pere Exarch, caballero
de Benaguasil, 264 sueldos por 6 cahíces de
trigo (a 44 sueldos/cahíz) que ya recibieron, y
que pagarán de aquí a ocho meses. La última (y
octava) compra-venta cerealícola de este año es
del 14 de diciembre: Jaume Dassió, labrador de
La Pobla, compra al barbero Miquel Cristòfol,
también vecino de la misma villa, 39 cahíces
(7.768 litros!) de avena por 520 sueldos (13
sueldos por cahíz) que pagará el año próximo
en la fiesta de Sant Joan43.
Los ejemplos nos permiten comprobar
también la diferencia de precio entre los
distintos tipo de cereal, con la confirmación
del elevado precio del trigo frente al resto. Por
otra parte, estos testimonios documentales
Figura 5. Labrador durante la siembra.
Para conocer las tipologías de cereal que se
cultivaban en el término de La Pobla debemos
recurrir a otros tipos documentales, como las
compra-ventas al por menor entre los vecinos
de la villa (o de otras localidades) de estos
productos, o incluso a los inventarios de bienes
donde a veces se especificaban las reservas
de todo tipo de cereales que almacenaban en
casa los agricultores. Trigo, avena, cebada…
son los más frecuentes en los documentos
de compra-venta, a menudo con la presencia
de compradores foráneos. Citaremos ahora
algunos ejemplos que definen este comercio,
registrados todos en un mismo año por el
notario, lo que nos permitirá ver la periodicidad
y su carácter cíclico: el 23 de enero de 1453,
Cale Azaro y Jucef Arnau, musulmanes de
Benaguasil, reconocen deber a Guillem Julià,
notario residente en La Pobla, 156 sueldos por
6 cahíces de cebada (a 26 sueldos el cahíz), que
prometen pagarle en la fiesta de Sant Joan, en
junio próximo; el 17 de marzo, Joan Gomis
vecino de Andilla y representante municipal
de dicha villa, confiesa deber a Pere Exarch,
caballero vecino de Valencia y residente ahora
a Benaguasil, 1.280 sueldos por varias partidas
de cereal: un cahíz de panizo a 33 sueldos, un
cahíz de mestall a 37 sueldos42, y 22 cahíces de
trigo (4.382 litros!) a razón de 55 sueldos por
cahíz, finalmente promete cancelar la deuda
42. El mestall era una mezcla de diferentes tipos de cereal, generalmente trigo y centeno, o trigo y cebada. Vid. ALCOVER, A. – MOLL, F., Diccionari Català-Valencià-Balear.
43. APPV 26.803
34
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
nos hablan también de la importancia de
un mercado supracomarcal de cereales, y
de la producción agrícola de La Pobla para el
abastecimiento de un mercado que va más
allá del ámbito local: la mayor parte de los
compradores son vecinos de la comarca de
Los Serranos. También nos ilustran además, el
inicial dominio de la élite local no agraria en la
comercialización de los excedentes cerealícoles
de las villas de La Pobla y Benaguasil, es decir,
no siempre son los labradores los que ponen
en el mercado los cereales, más bien son
otros colectivos o profesionales (notarios) que
conocen de forma más directa los mecanismos
del mercado comarcal.
Por otra parte, en los inventarios de bienes,
redactados tras la muerte del propietario,
encontramos a menudo datos sobre la cultura
cerealícola de los campos valencianos. Las
familias acumulaban y almacenaban reservas
de cereal para el consumo posterior. Así, es
frecuente encontrar también en las casas de
los labradores de La Pobla todo tipo de cereales
o de recipientes para contenerlos (gerres
bladeres, orons44, etc.): cuando fallece Mateu
de Portogal, a finales de 1451, acumulaba en
su casa tres cahíces de avena, cinco de trigo,
y media carga de arroz (mitja càrrega d’arròs
blanc), en conjunto, más de 1.600 litros!; Pere
Martínez tenía en su casa dos cahíces y diez
barchillas de arroz, junta a dos gerres bladeres
buides, una gerreta chica de tenir sal, quatre
gerres de vi plenes que caben XXXX cànters
cascuna, y también trigo y avena sin especificar
la cantidad; Pere Bono tenía en su casa tres
orons; en casa de Bernat de la Barba había
tres orons sotils, una gerra bladera buida, i dos
gerres vinaderes buides45.
Mediante otro tipo documental, el contrato
de arrendamiento, descubrimos la importancia
de otra gramínea en la villa, el arroz. Se trata
del arrendamiento de un molino arrocero en
La Pobla firmado el año 1461: Gaspar Joan,
ciudadano de Valencia y procurador de su esposa
Yolant, arrienda a Çahat Ferriol, musulmán de
Benaguasil, lo molí arrocer de Benaguasil e de
La Pobla, a quatre anys primervinents, por el
elevado precio de 615 sueldos cada año, lo
que nos indica la rentabilidad de este negocio
e indirectamente la importancia que el cultivo
del arroz tenía en la villa46.
La orientación preferentemente cerealícola
de la producción agraria de La Pobla, se
confirma además si la comparamos con el
resto de cultivos: la vid, cultivo siguiente en
porcentaje, supone el 20% del parcelario.
La documentación diferencia siempre la vid
joven o mallol (5,64% de la cifra anterior),
quizá por lo que suponía en relación al valor
y al precio de la parcela. La menor presencia
de vid en el territorio cultivado está en relación
posiblemente con el hecho de que ésta cumple
una función de complemento dentro de la
explotación campesina: si el papel central de
la explotación lo conformaban las parcelas
de cereales panificables que permitían el
mantenimiento de la familia y su reproducción,
las viñas suponían espacios complementarios
de trabajo y recursos que no siempre el labrador
podía desarrollar, por lo cual, las parcelas de
vid eran con frecuencia las primeras en ser
vendidas del conjunto patrimonial47.
Cuadro 7. Tipos de Cultivo (sobre porcentaje de
parcelas documentadas entre 1449-1956)
TIPOS DE CULTIVO
Terra Campa
Vinya
Terra
Vinya jove mallol
Cultiu mixte*
hort
Era
Figueral
Número
de
parcelas
111
27
13
10
6
6
3
1
Porcentaje
62,71
15,25
7,34
5,64
3,38
3,38
1,69
0,56
* Cuatro parcelas de terra campa y olivar, y dos de terra
campa y viña.
.
44. El DCVB define oró como “gran cabàs, més alt que ample, de forma cilíndrica, que serveix per a tenir-hi grans… Els
valencians són de palma o d’espart”.
45. APPV 26.799 (1451-XI-24), 26.803 (14-XII-1453), 26.804 (1454-II-17), 26.814 (1459-IV-16).
46. APPV 26.809 (1461-IX-4).
47. FURIÓ, A. – MIRA, A. “Le marché de la terre dans le Pays de Valence”, cit., p. 590.
35
Historia
Medieval
T I PUS D E C UL T I U
T otal de fanecades documentades
I nformació notarial
1449-1456
TIPO DE CULTIVO. Total de hanegadas documentadas. Información
Notarial 1440-1456
600
552, 05
Hanegadas
documentadas
Fanecades documentades
500
400
300
200
114, 5
100
25, 6
0
Tierra
Campa
Terra Campa
Viña
Vinya
Viña
Vinyamallol
mallol
El resto de cultivos nos aparecen sólo de
forma esporádica, con porcentajes mucho
más bajos que en ningún caso llegan al 4%.
Unos pocos huertos (cuya ausencia en la
documentación nos indica que pocas veces
entran en el mercado inmobiliario local)
siempre de reducidas dimensiones, unas 0,5
fanegadas (0,04 Ha), donde se cultivaban
legumbres y hortalizas; varias parcelas con
higueras y algunos bancales con cultivo mixto
(cuatro parcelas de terra campa y olivar, dos
del terra campa y viña) que remiten a una
agricultura promiscua más relacionada con las
limitaciones del sistema agrario y con las escasas
tierras o pequeñas explotaciones (había que
aprovechar bien las pocas tierras poseídas) que
con una intención especulativa del labrador.
Estos cultivos eran también complemento para
la dieta campesina.
Quizá lo que más nos llama la atención
entre las parcelas documentadas es la ausencia
de parcelas dedicadas en exclusiva al olivar, lo
que puede explicarse, en primer lugar por su
mencionada asociación con otros cultivos, pero
también por su localización en espacios de
secano o en tierras marginales de montaña que
13
Cultivo
Cultiu mixto
mixte
no aparecen en la documentación porque son
tierras que difícilmente entran en el juego del
mercado inmobiliario. Además, no debemos
olvidar que este cultivo era, en la comarca,
para el consumo familiar y posiblemente con
escaso margen a la creación de excedentes
y la comercialización (efectivamente, ni
encontramos parcelas de olivar ni tampoco
compra-ventas de aceite).
Por otra parte, en el término de La Pobla
comenzamos a observar tímidamente en el
siglo XV la aparición de otros cultivos de tipo
estratégico o industrial, relacionados con un
crecimiento de las actividades artesanales,
como la morera, el lino, el pastel u otras
especies de cultivo tintóreo asociadas al
trabajo textil. El limitado colectivo artesanal de
la villa y su limitada vocación manufacturera
explican que estos productos fueran adquiridos
por artesanos o mercaderes foráneos (de
Benaguasil, Llíria o la ciudad de Valencia), y al
mismo tiempo nos manifiestan la incipiente y
temprana penetración del capital artesanal o
comercial, proveniente de Llíria o sobre todo de
Valencia, en la estructura agraria de La Pobla48.
Sólo unos pocos ejemplos son suficientes para
36
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
ilustrar esta idea. A mediados de 1449, Azmet
Cabra, moro de Benaguasil, confiesa deber a
Eximén Aparici, de Llíria, 1.000 sueldos! por
una carga de pastel. A principios de 1453,
Pere Alfonso, el único mercader documentado
vecino de La Pobla, vende a Abrahim Yaye,
también de Benaguasil, pastel por valor de 500
sueldos. Dos meses después encontramos de
nuevo otro vecino de la aljama de Benaguasil,
Abdallà Alifraguí, mientras compra 8 arrobas
de lino por 200 sueldos al mencionado Guillem
Julià, notario residente en La Pobla49.
En definitiva, hablamos en La Pobla de una
estructura agraria marcada, como decíamos
por el escaso tamaño de las parcelas y la
atomización de las unidades de trabajo. Esta
dimensión tan reducida de los bancales (y para
muchos labradores, como veremos después,
del conjunto de la explotación) estaba
determinada por diferentes causas: por la
calidad de la tierra, por el cultivo de ésta, por
el activo mercado inmobiliario , y también, no
lo olvidemos, por un sistema de herencia que
tendía a dividir el patrimonio entre todos los
hijos. En muchas afrontacions de los bancales
hemos encontrado parcelas que tienen como
vecinas a otras que pertenecen a miembros
del mismo linaje y que nos indican que han
sido fragmentadas en generaciones anteriores;
y esta tendencia aumenta a medida que
avanzamos en el tiempo. Dicha fragmentación a
veces dificultaba el aprovechamiento intensivo
del suelo y generaba problemas de carácter
técnico: el arado llegaba con dificultades a los
ángulos, con el riesgo que los animales de tiro
invadieran las propiedades vecinas y dañaran
cultivos, ribazos y caminos. Además, otro
factor afectaba al rendimiento y al trabajo del
labrador: la dispersión de las parcelas de una
misma explotación en distancias a menudo
kilométricas. Irremediablemente se perdía
gran cantidad de tiempo a la hora de los
desplazamientos para atender la totalidad de
las piezas que componían la heredad.
No obstante, para los labradores poderosos
todo esto no suponía ningún problema
irresoluble, ni tampoco gastos preocupantes.
Para los más humildes, estos problemas se
añadían al resto (falta de tierras, de aperos,
endeudamiento…) y a veces afectaban a su
supervivencia. En definitiva, frente a la falta de
tierra y recursos sólo quedaba encomendarse
al mercado, en busca de dinero (mediante el
crédito censal) o de tierras en venta.
48. La tendencia cada vez más marcada en la agricultura valenciana, sobre todo desde el siglo XV, suponía la disminución
de la viña en favor de los cereales, de las plantas forrajeras, y de los cultivos especulativos asociados con el sector de la
manufactura (las moreras, la grana, el pastel, el canyamel…), a causa de la cada vez más intensa penetración del capital
mercantil y artesanal en el sector agrícola valenciano. Vid. IRADIEL, P. “L’evolució econòmica”, De la Conquesta a la Federació Hispànica. Historia del País Valencià, vol. II, Barcelona, pp. 267-324.
49. APPV 26.801 (1449-VI-6), 26.803 (1453-I-14 i 1453-III-17).
37
Historia
Medieval
5. El mercado de la tierra
Los porcentajes que hemos aportado sobre
tipos documentales son interesantes también
por otra razón: nos permiten reconocer las
diferentes formas de acceso a la tierra que
tenían los labradores de la villa. Efectivamente,
no debemos pensar que un agricultor accedía
a la explotación únicamente mediante la
herencia del sus padres, había otras formas
extrafamiliares y alternativas de llegar a la
tierra, y conformar un patrimonio propio
más allá de las donaciones paternas. Y de
estas formas extrafamiliares –el mercado de
la tierra y el arrendamiento–, la primera era
fundamental en la villa de La Pobla del siglo XV,
hasta el punto que prácticamente la mitad de
las parcelas en movimiento (exactamente el
48% de los bancales que nos da a conocer el
notario local en la cronología estudiada) eran
redistribuidas en el interior de la comunidad
mediante el activo mercado inmobiliario; el
resto (el 43%) nos aparecen asociadas a formas
de distribución intrafamiliares (donaciones
inter vivos, herencias51). Los porcentajes se
completan con el 2% de las parcelas que nos
aparecen en contratos enfitéuticos; el 5% que
aparecen en documentos de permuta (cuando
la parcela es permutada por algún otro bien,
generalmente animales de tiro), y el 7% cuando
el inmueble se utiliza como aval para garantizar
el pago de alguna deuda (en documentos de
crédito censista, o en deudas de ganado).
Formas estas últimas que también hay que
asociar con transmisión extrafamiliar.
El mercado de la tierra ejercía, por lo tanto,
una función reguladora dentro de la comunidad:
redistribuía constantemente la titularidad
de las parcelas y contribuía a reequilibrar
la extensión de las explotaciones; de esta
forma daba lugar a diferencias patrimoniales
al facilitar la acumulación, y al mismo tiempo
articulaba la jerarquización sòcio-econòmica
entre las familias de la villa. Las parcelas
cambiaban de manos con más frecuencia
de lo que inicialmente podía parecer, sobre
Josep Antoni Llibrer
¿Cómo nos ha llegado toda esta
pormenorizada información sobre tierras,
parcelas y cultivos? ¿Qué tipos documentales
nos aportan datos sobre las parcelas y las
explotaciones? ¿Cómo podemos hacer un
análisis? La mayor parte de los datos sobre
la tierra de La Pobla nos la dan los registros
notariales de compra-venta de parcelas: de
hecho, justo la mitad de los bancales los hemos
conocido gracias a este tipo documental. Otras
parcelas (un 34% del total) nos han llegado gracias
a las donaciones inter vivos, generalmente en el
momento del matrimonio, cuando los padres
hacían donación de patrimonio a los hijos para
conformar una nueva unidad familiar. Otro
grupo de propiedades (el 9% de las parcelas
documentadas) las hemos conocido mediante
las donaciones testamentarias o de herencia.
Y finalmente, con un bajo porcentaje (sólo
el 2%), los contratos enfitéuticos nos han
dado información de unas pocas parcelas.
Conocemos, por lo tanto, muchas parcelas
(casi dos centenares para un período muy
reducido, solamente los dieciséis años que
van de 1449 a 146550) gracias a diferentes
tipos documentales, aunque sobre todo es el
activo mercado de la tierra de La Pobla el que
nos ha aportado más información y el que nos
permite hacer un análisis pormenorizado de
las formas de propiedad, cultivo y explotación.
Los datos son claros si hablamos del conjunto
del trabajo del notario Bernat Dassió,
sénior: cada año registraba una media de 19
compra-ventas de tierra; y por ello el bloque
documental relacionado con el mercado de
inmuebles (rurales y urbanos) suponía el 22%
de todo su trabajo en los protocolos analizados.
Conjunto documental que, en definitiva, nos
permite hacer un análisis microeconómico,
un acercamiento cualitativo, al mercado y a la
estructura agraria de la comunidad de La Pobla
en siglo XV.
50. Aunque hablamos de un arco cronológico de dieciséis años, conservamos sólo nueve protocolos (vid. capítulo I). El
conjunto de la extensión que conforman todas las parcelas documentadas asciende a 1.096 fanecades (91,08 ha). Tomando la extensión del actual término municipal de La Pobla (33 km2) que no sería muy diferente del medieval, en estos
pocos años la documentación notarial nos muestra prácticamente un 3% de este término, esencialmente el conjunto de
tierras que rodeaban la villa, lo que el notario llama l’horta de La Pobla, expresión que contienen el 30% de las parcelas.
Es decir, el mercado de la tierra se mueve sobre todo por la puesta en circulación de estas parcelas de mejor calidad, más
próximas a la villa, y mejor comunicadas.
51. A. Furió nos habla de parecidas diferencias, vid. FURIÓ, A. “Una pagesia dividida: diferències jurídiques i desigualtats
econòmiques.”, Història. Política, societat i cultura dels Països Catalans. Barcelona, 1996, vol. III, pp. 185-199 (esp. pp.
187-189).
38
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
Cuadro 8. Agentes del mercado de la tierra en La Pobla. Información notarial. Bernat Dassió, senior. 1449-1465
Veïns de La Pobla
Veïns de València
Pobles de l’Horta
Els Serrans
Altres
Sense especificar
VENDEDORES
número porcentaje
87
82,85
10
9,52
3
2,85
3
2,85
0
2
1,90
COMPRADORES
número porcentaje
91
86,66
4
3,80
3
2,85
1
0,95
2
1,90
4
3,80
todo si recordamos el tópico inmovilismo
con el que se ha querido definir la sociedad
rural medieval. La situación que nos ofrecen
las fuentes documentales es muy diferente:
una sorprendente movilidad de las personas
y familias, de los propios campesinos (como
hemos visto antes cuando hablábamos de los
linajes), y también de sus tierras y parcelas,
que pasaban de una explotación a otra
constantemente. El sistema jurídico de posesión
de la tierra, alodial (libre) en muchos casos, y
enfitéutico en otros, favorecía este traspaso,
asignando al agricultor la responsabilidad sobre
la explotación de la tierra y también sobre la
venta de la propiedad, que podía hacer sin
excesivas dificultades legales.
El mercado de la tierra en La Pobla era un
mercado de parcelas individuales (el 95,3%
de las transacciones), es decir, pocas veces
un propietario ponía en venta dos o más
parcelas al mismo tiempo, ni tampoco grandes
conjuntos territoriales (heredades completas,
masías, alquerías u otro tipo de infraestructuras
agrícolas). Sólo hemos documentado tres
casos donde se ponen en venta dos parcelas
al mismo tiempo, y un caso donde la venta es
de tres bancales. Hablamos, por lo tanto, de
un mercado de parcelas únicas, de pequeñas
parcelas, como veíamos antes, que en pocos
casos sobrepasaban la hectárea. Este punto,
que nos remite al carácter local del mercado
inmobiliario de La Pobla, se ve confirmado
si analizamos los protagonistas de estos
TOTAL
número porcentaje
178
84,76
14
6,66
6
2,85
4
1,90
2
0,95
6
2,85
intercambios. Casi el 85% de los compradores
y vendedores son vecinos de la misma villa de
La Pobla. Muy por debajo (vid. el Cuadro VIII)
encontramos agentes foráneos en los contratos,
destacando los ciudadanos de Valencia (que
suponen el 9,5% de los vendedores y el 4% de
los compradores), lo cual nos deja ya entrever
el interés de ciertos grupos urbanos por la
inversión inmobiliaria en estas áreas próximas
a la ciudad. El resto de protagonistas (vecinos
de las comarcas de l’Horta o de Els Serrans)
conforman porcentajes muy bajos que en
ningún caso superan el 3%. Por su parte, en
Benagusil, son los miembros de la aljama los
que también monopolizan las tierras de su
término, con escasa presencia foránea52.
Estamos así ante un mercado inmobiliario
marcadamente local pero no por eso menos
activo. Un mercado, podríamos decir,
fuertemente personal o personalizado: la
mayor parte de los agentes, compradores
y vendedores, se conocen, son vecinos,
pertenecen a la misma comunidad; a veces,
incluso, son miembros del mismo linaje53. En
este contexto local, el papel y la presencia
del notario pasa a ser fundamental: parece
desarrollar una función semejante a la del
intermediario que ponía en contacto a las dos
partes interesadas en la venta. Recordemos
que el notario conocía bien el mercado, las
parcelas que se ponían en venta, y los posibles
compradores con recursos para la adquisición de
los inmuebles. Su trabajo le permitía, además,
52. En las siete compra-ventas de tierras pertenecientes al término de Benaguasil registradas por Bernat Dassió, únicamente hemos encontrado un caballero, que vive en dicha villa, como vendedor de una parcela. El resto de los agentes
son todos musulmanes vecinos de la aljama, junto a uno de Benissanó.
53. A mediados de 1449, Pere Enyegot vende a Mateu Enyegot, ambos agricultores y vecinos de La Pobla (sin que el
notario especifique vínculo familiar directo), 18 fanecades franques de terra campa, en la huerta de La Pobla, por 300
sueldos. Tres meses después, Pere Esteve compra a Joan Esteve, también vecinos y agricultores de La Pobla, 8 hanegadas
francas de terra campa, por el mismo precio APPV 26801 (1449-VII-23 i 1449-X-26). En 1456 Pasqual Deulofeu vende a
Pere Deulofeu, labradores poblanos, dos hanegadas francas de terra campa por 120 sueldos, APPV 26.806 (1456-IV-5).
39
Historia
Medieval
conocer las necesidades de los vendedores
(con la exigencia coyuntural de vender parte
del patrimonio por dotar algún hijo, o a causa
del endeudamiento por problemas con la
explotación) y la solvencia económica de los
eventuales compradores; y no es así extraño
pensar que el notario informara a sus clientes
de estos movimientos del mercado inmobiliario
local54.
Este rasgo se confirma si analizamos las
características socio-profesionales de los
agentes implicados. Los labradores locales
son los auténticos protagonistas de este
mercado, hasta el punto que, podríamos decir,
es esencialmente un mercado campesino,
monopolizado por los agricultores que
directamente ponen en circulación las
parcelas. En el Cuadro IX exponemos este dato
fundamental: el 73% de los vendedores y el
68,5% de los compradores son agricultores. El
resto de profesionales o colectivos nunca llega
al 10% de los agentes, lo que confirma este
monopolio del campesinado. Los artesanos o
trabajadores no agrarios conforman el 5,7% de
los vendedores (tres barberos, dos carniceros y
un curtidor) y el 9,5% de los compradores (un
pelaire, un tejedor, un curtidor, dos pastores,
un albañil, tres carniceros y un cirujano). La
presencia de caballeros, religiosos o notarios
es anecdótica. El colectivo mudéjar está
conformado por los musulmanes de Benaguasil
(5,23% de los actores) que acudían a la
escribanía de Dassió para validar sus compraventas de tierras en el término de la aljama.
Del Cuadro IX destaca además la presencia de
viudas (6,6% de los vendedores y 3,8% de los
compradores) por el hecho de que representan
una situación de desajuste en la explotación a
causa de la muerte del cabeza de familia que
dirigía el trabajo de la empresa familiar y ponía
en valor los inmuebles. Así, la desaparición
del esposo daba lugar con frecuencia a la
disgregación del patrimonio, que era repartido
entre los descendientes y la viuda, quien
recuperaba su dote con el valor equivalente
de los bienes del matrimonio55. Por eso lo más
frecuente era encontrar a las viudas vendiendo
inmuebles, y no tanto adquiriéndolos. La
situación, no obstante, era aún más compleja
si los hijos eran menores de edad, y si entonces
un tutor debía encargarse de la gestión de
los bienes, y del cuidado de los menores (a
menudo firmando contratos de aprendizaje o
servicio doméstico en casa ajena a la familia,
los llamados affermaments). En este caso, era
frecuente que las parcelas de tierra entraran
en el mercado y fueran vendidas, ante la
imposibilidad de administrarlas56, o por la
necesidad de pagar los gastos que aseguraban
el mantenimiento de los menores.
Cuadro 9. Características Socio-profesionales
OFICIO
Llauradors
Artesans
Notaris
Eclesiàstics
Cavallers
Musulmans
Viudes
Sin especificar
VENDEDORES
COMPRADORES
TOTAL
número porcentaje número porcentaje número porcentaje
77
73,33
72
68,57
151
71,90
6
5,71
10
9,52
16
7,61
3
2,85
1
0,95
4
1,90
2
1,9
1
0,95
3
1,42
1
0,95
1
0,95
2
0,95
4
3,8
7
6,66
11
5,23
7
6,66
4
3,8
11
5,23
5
4,76
9
8,57
14
6,66
54. Por lo que respecta a este punto, vid. FURIÓ, A. – MIRA, A. “Le marché de la terre dans le Pays de Valence”, cit., esp.
pp. 602-603 i 608
55. Las cláusulas más comunes en los testamentos dejan el usufructo vitalicio de los bienes a la viuda, pero siempre
que no acuerde un nuevo matrimonio en segones núbcies. Los herederos, por lo tanto, del patrimonio familiar son los
hijos, o las hijas cuando no había varones. En caso de que los hijos no concertaran un “bon matrimoni”, o en caso de no
tener descendencia, los bienes pasaban a familiares próximos del difunto: hermanos, tíos, sobrinos, etc., con la clara
finalidad de mantener el patrimonio dentro del linaje. Isabel, esposa de Andreu Enyegot, labrador, vecina de La Pobla,
dice al final de su testamento que si sus hijos (Andreu y Bonanada) mueren sin descedencia, que sus bienes pasan a los
pus propinchs parents e pus acostats a mi, de la parentela de mon pare, APPV 23.801 (1449-IV-8), cláusula repetida muy
a menudo a los testamentos de La Pobla.
56. Vid. LEVI, G. “El mercat de la terra: Anglaterra, Amèrica colonial, Índia i un poble del Piamont en el segle XVII.” L’Espai
viscut. Col·loqui Internacional d’Història Local. València, 1989, pp. 225-258 (esp. pp. 248-250).
40
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
En relación con este punto, hay que destacar
ahora la importancia del papel de la mujer
en el mercado de la tierra en La Pobla. Pese
a la abrumadora presencia de los hombres
en los contratos de compra-venta, hay que
estudiar con detalle los documentos porque la
actuación de las mujeres no es, como podría
parecer inicialmente, escasa, al menos por
lo que respecta a la nómina de vendedores.
Efectivamente, y sin tener en cuenta el colectivo
ya mencionado de viudas, en una cuarta parte
de los contratos (exactamente al 24,76%)
actúan como vendedores conjuntamente el
esposo y la esposa. La presencia asociada de
los dos cónyuges o, si se quiere, la actuación
conjunta del matrimonio, puede explicarse por
la aportación común de ambos, con bienes
muebles e inmuebles, en el momento incial del
acuerdo matrimonial. La familia nace mediante
lo que aporta el futuro marido, pero también
con lo que aporta la mujer (que no únicamente
son las típicas “ropas y joyas”, sino que muy
a menudo son también inmuebles rurales o
urbanos). El predominio del sistema matrimonial
de la germania o comunidad de bienes, en
la villa de La Pobla (hemos documentado, en
nuestra cronología de estudio, 22 contratos
de germania, por solo tres de dote, que
además tienen como protagonistas vecinos
o habitantes de Valencia) puede ayudar a
explicar la mencionada actuación conjunta de
los esposos, por el hecho de que este contrato
obligaba al acuerdo entre ambos a la hora de
alienar propiedades.
Otro punto fundamental para entender la
importancia y la intensa actividad del mercado
local de tierras es el que hace referencia al
estatuto jurídico de la propiedad. En La Pobla
estamos ante un marcado predominio de la
propiedad libre o franca, como denomina la
documentación: el 80% de todos los inmuebles
localizados (parcelas de tierra pero también
huertos, eras o inmuebles urbanos, casas,
albergs) eran francos, libres (franquas te quitias
ab omni censu, como dice la documentación).
Sólo el 13% están sujetas a algún tipo de censo o
renta anual, donde predominaba la regulación
mediante el sistema enfitéutico. El Cuadro X ha
sido elaborado tomando todos los inmuebles
de La Pobla (que nos aparecen en donaciones
inter vivos, testamentos, inventarios, etc.) y
no sólo los que son objeto de compra-venta.
Aunque debemos relativizar el término
“propiedad libre” aplicado al siglo XV, dentro
de la lógica del sistema feudal y lejos aún de
nuestro concepto actual de propiedad que
deriva de la evolución del sistema capitalista57,
esta “propiedad franca” permitía al labrador
un total control de la gestión de la producción
(en relación al trabajo y a los cultivos) y le
permitía al mismo tiempo la alienación y venta
del inmueble. Incluso, en las tierras tenidas a
censo según el sistema enfitéutico también
era posible disponer de parecida libertad para
el labrador usufructuario. Efectivamente, la
enfiteusis, sistema de propiedad compartida
(entre el propietario del dominio directo y el
del dominio útil, el usufructuario), otorgaba al
labrador-usufructuario una amplia autonomía
para la organización del proceso de producción
y al mismo tiempo le permitía ceder o vender
el dominio útil58. A cambio, sin embargo,
debía satisfacer anualmente al propietario
del dominio directo, que pasaba a ser un
rentista agrario, un censo en especie o en
metálico. No obstante, la renta que debían
pagar los labradores enfiteutas de La Pobla
no era muy elevada: estaba alrededor de 4 y
5 sueldos anuales por fanecada, censo que no
siempre era, por lo tanto, determinante para la
circulación del inmueble.
57. De hecho, todas las tierras, a pesar de esa supuesta propietat franca o libre, pagaban siempre algunas rentas a la
autoridad real, a la autoridad municipal o a la eclesiástica (por ejemplo el diezmo, la primicia, etc., en el caso de La Pobla
a la Cartoixa de Portaceli). Por todo ello, para muchos autores, expresiones como “propiedad franca o libre” no son más
que un eufemismo para designar las parcelas donadas inicialmente a los repobladores. Vid. GARCIA-OLIVER, F. Terra de
feudals. El País Valencià en la tardor de l’Edat Mitjana. València, 1991, pp. 75-86.
58. IRADIEL, P. “Cristianos feudales en Valencia. Aspectos sobre la formación del territorio y la sociedad”. España. AlAndalus. Sefarad: Síntesis y nuevas perspectivas. Salamanca, pp. 55-57.
41
Historia
Medieval
Cuadro 10. Estatuto jurídico de los inmuebles
Inmuebles libres
Inmuebles a censo
Sin especificar
Parcelas de Tierra
CASAS
TOTAL
número porcentaje número porcentaje número porcentaje
142
80,22
33
76,74
175
79,18
24
13,55
4
9,3
28
12,66
12
6,77
6
13,95
18
8,14
En definitiva ambos tipos de tenencia de
la tierra, tanto la alodial como la enfitéutica,
reconocían la libertad del labrador para vender,
permutar, alquilar o hipotecar los inmuebles,
aspecto fundamental que sin duda favorecía
la circulación de las parcelas. Sin embargo,
el propio estatuto jurídico de la tierra era
uno de los elementos que podía condicionar
el precio de las parcelas. Precios que, por su
amplia variación, dependían, como veremos
a continuación, de un conjunto diferente de
factores. Los gráficos que exponemos en el
Cuadro XI nos confirman que los precios varían
a lo largo de límites muy amplios y en períodos
de tiempo muy cortos (sólo los dieciséis años
que van de 1449 a 1465): una fanecada de tierra
podía costar desde sólo unos pocos sueldos
(Domènec Monçó, agricultor de La Pobla, pagó
sólo 33 sueldos por tres hanegadas de viña a su
vecino Joan Segura, lo que suponía sólo 5 sueldos
y 6 dinero por hanegada), hasta centenares
(Joan Julià y su esposa, vendieron a Domènec
Sancho, todos vecinos de La Pobla, una parcela
de terra campa franca, de cinco hanegadas,
por un precio de 160 sueldos por hanegada;
Acén Manrelli, moro de Benaguasil, compró
a los cuatro hermanos de la familia Aboamit,
de la misma aljama, dos hanegadas francas en
la huerta de dicha villa, por 210 sueldos cada
una59). El precio de la hanegada de terra campa
fluctúa increíblemente desde los 5 sueldos y
medio a los 210, es decir, con una variación de
38 veces. Estas fluctuaciones, que se producen
en un corto período de tiempo (entre los años
de nuestra prospección documental, 14491465), dentro de un mercado marcadamente
local, como vimos antes, y sin la intervención
destacable de compradores o vendedores
foráneos que pudieran invertir y especular
con las transacciones, nos indican que parece
evidente la falta de arbitraje en el mercado
de la tierra, porque en la compra-venta de un
inmueble se ponían en juego muchos factores
que creaban multiplicidad de precios para la
misma mercancía. El hecho de que, en muchos
casos, el notario no indicase la extensión de la
parcela vendida (de las 182 documentadas, en
27 casos –el 15%– no se indica la extensión)
confirma este punto, y nos recuerda que la
presencia de transacciones expresadas en
dinero y precios, de transacciones monetarias
al fin y al cabo, no es expresión automática de
un mercado regulado, basado en los términos
contemporáneos de la especulación; más bien
habría que hablar, como sugieren algunos
autores, de un sistema de precios móviles60.
P reu per fanecada de vinya
nformació notarial
Precio hanegada deI Viña.
(1449-1465)
Información notarial 1449-1465
100
Precio (en
sueldos)
Preu
(en sous)
80
60
40
20
0
0
42
1
2
Frecuencia
fr eqüència
3
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
P reu per fanecada de T erra C ampa
I nformació notarial
Precio hanegada de Tierra Campa.
Información notarial (1449-1465)(1449-1465)
250
Precio Preu
(en sueldos)
(en sous)
200
150
100
50
0
0
2
4
6
8
Frecuencia
fr eqüència
¿Cuáles son estos factores que condicionan
los precios? ¿De qué dependen? Pensemos, en
primer lugar, que el mercado contemporáneo,
impersonal y autoregulador, donde solamente
la oferta y la demanda determinan el nivel de
precios, y donde sólo la calidad de la tierra
crea una escala de valores firmes, se aleja de
lo que encontramos en las compra-ventas de
inmuebles de la época bajomedieval, donde lo
más frecuente era que los precios fluctuaran de
una manera inicialmente inexplicable (para un
observador con nuestra mentalidad comercial).
Existía, por lo tanto, todo un conjunto de
elementos, directos e indirectos, que alteraban
los precios. En principio, uno de los primeros
factores a tener en cuenta era lógicamente la
extensión de la parcela, aunque no era siempre
determinante. Por ejemplo, Jaume Ferrando,
labrador de La Pobla, compra seis fanecades
de terra campa, francas, por 220 sueldos; sólo
dos meses después encontramos a Domènec
Santapau, también agricultor poblano,
comprando tres hanegadas y media de terra
campa, también francas, prácticamente por
el mismo precio, 230 sueldos; y siguiendo el
mismo protocolo nos aparece un mes después
otra compra-venta donde, Pascual Pérez,
labrador y vecino de los anteriores, adquiere
tres hanegadas de terra campa franca por 330
sueldos61. Los ejemplos nos indican, pues, que
otros factores, como el cultivo o la ubicación de
la parcela podían también influir aunque, como
veremos, tampoco siempre con determinación.
Los gráficos del Cuadro XI, individualizados
según cultivos, nos indican que esta fluctuación
afectaba de forma semejante a las parcelas
independientemente de su cultivo: el precio
de la fanecada de viña, en los pocos años
documentados, iba de un mínimo de 10 sueldos
y 8 dineros hasta un máximo de 50 sueldos, es
decir con una variación de 5 veces. En marzo de
1451, el labrador poblano Bernat Vicent vendió
a su vecino Joan Camporell, también labrador,
28 hanegadas francas de viña por un precio de
10 sueldos y 8 dineros por cada hanegada. Años
antes, Francesc Gilabert compró una parcela
de viña, de cinco hanegadas, por 240 sueldos,
lo que suponía darle un valor de 48 sueldos a
cada fanecada62.
61. APPV 26.803 (1453-II-26, 1453-IV-3, 1453-V-7).
62. APPV 26.799 (1451-III-30), 26.800 (1450-I-7).
43
Historia
Medieval
Con toda esta importante variación,
podemos establecer las medias de precio por
hanegada según cultivo, confirmando que el
precio medio más elevado corresponde a la
terra campa que se pagaba a unos 49 sueldos
y 5 dineros de media (cifra deducida de un
total de 552,06 hanegadas documentadas
con precio). Siguiendo en la escala de precios
encontramos la hanegada de cultivo mixto,
es decir, de parcelas de cultura promícua que
incluían más de un cultivo (combinando terra
campa y viña, o terra campa y olivar) que
tenían precios semejantes al anterior, con una
media por hanegada de 45 sueldos y 2 dineros
(la base documental es en este caso mucho
más limitada porque sólo hemos localizado
un total de 13 hanegadas). Finalmente, la viña
suponía un precio medio por hanegada de 26
sueldos (cifra calculada de un total de 114,5
hanegadas).
Al mismo tiempo, la ubicación en espacio
de regadío o de secano dentro del término
podía influir en el valor final de la parcela.
En la documentación de La Pobla, nunca
aparece la indicación del derecho de riego en
la parcela, sólo se nos indica si el bancal está
situado o no en el espacio de la huerta de
la villa o cerca de acequias (en el 43% de las
parcelas documentadas hay alguna indicación
en relación al regadío, como la presencia de
acequias en sus afrontaciones). De hecho, la
misma situación geográfica del bancal, y su
distancia a la villa podían ser al mismo tiempo
factores a tener en cuenta, aunque en La Pobla
quedaban minimizados por el estrecho término
del señorío y porque el espacio más alejado del
núcleo urbano lo conformaban zonas de pinar
o bosque, que nunca entraban en el juego del
mercado. Todas las partidas rurales que registra
el notario en las compra-ventas, muchas de las
cuales conservan aún hoy el mismo nombre,
están en un radio de sólo unos 3 ó 4 kilómetros
de la villa: el espacio donde más ventas se
producen es la zona de l’horta de La Pobla (el
30% de las parcelas vendidas se incluyen dentro
de esta zona próxima a la villa), pero también
aparecen las partidas del Camí de Benissanó,
Camí Real, Camí de Paterna, Alcampés, Aldaia,
Barranquet, La canal, Galipont, La Foia y Els
Quartons.
Finalmente, el estatuto jurídico de la tierra
influía también en el valor final asignado.
Parece que las cargas que pesaban sobre la
tierra, y sobre todo los censales crediticios que
había cargado el propietario sobre el inmueble
por garantizar el pago anual al acreedor (algo
semejante a una carga hipotecaria), o los
censos enfitéuticos, determinaban el precio
por el hecho de que el futuro comprador se
veía obligado a asumir éstas deudas o rentas;
así, parece lógico que estas parcelas con
censales asignados tuvieran un precio más
bajo en el mercado. En la venta que firma el
labrador poblano Pere Bono parece ocurrir
este caso: su vecino Joan Julià le compra 40
fanecades de terra campa, sitaudas junto la
acequia de Aldaia, por 840 sueldos, lo que
suponía un precio por hanegada de sólo 21
sueldos; en el mismo documento se especifica,
sin embargo, que la tierra tiene un censo de
50 sueldos que hay que pagar anualmente al
beneficio de la Capilla de Santa Catalina en la
parroquia de La Pobla (XXXX fanecate, plus vel
minus, ad censum quinquaginta solidorum, cum
laudimio et fatica, dandorum et solvendorum
beneficio capelle Sancte Catherine dicti loci
Popule). Miquel Martínez, labrador de La
Pobla, compró dos fanecades de terra campa
a un precio también bajo (25 sueldos cada
una), por las que debía pagar anualmente un
censo de 2 sueldos a la misma capilla. Con solo
5 sueldos y 6 dineros por hanegada, el precio
más bajo documentado, es valorado el bancal
de terra campa de Bernat de la Barba, por el
que el comprador, Guillem Serra, deberá pagar
un censo enfitéutico a la mencionada capilla
también de 2 sueldos63.
Muchos otros ejemplos nos confirman que
estamos ante un mercado de precios móviles
y muy dispares, lejos del resultado único y
exclusivo de un posible juego aséptico entre
oferta y demanda. El hecho de que en los
contratos de compra-venta a menudo no se
indique la extensión y se utilice sólo la expresión
63. APPV 26.799 (1451-IX-11), 26.803 (1453-VIII-20), 26.814 (1459-IV-29). Este beneficio esclesiático fue instituido por
Joan Aguilar, vecino de València, a finales del siglo XIV. En la primera década del XV, el sacerdote beneficiado, que recibía
una renta anual de 20 libras, era Joan Lop, miembro de uno de los linajes más influyentes de La Pobla. Vid. BOSCÀ, J. –
CÀRCEL, M. Las Visitas Pastorales de Valencia…cit., pp. 295-296.
44
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
general de tros de terra, no sólo parece
confirmar el punto anterior, además nos permite
reconocer que estamos ante un mercado
local y personalizado, donde la transacción y
su precio tienen que ver con causas, motivos
y parámetros sociales, y no únicamente
mercantiles. Las relaciones y situaciones
familiares, las relaciones de vecindad, o las
que se establecían entre los agentes, eran con
frecuencia las que modificaban los precios. El
año 1449, Pere Despuig, labrador vecino de
La Pobla, vende, en solo un mes y medio, dos
trossos de terra, uno de viña, situado en la
huerta de la villa, por 100 sueldos, el otro de
terra campa, situado en la partida de El Campés,
por solo 40 sueldos64. Sabemos además, gracias
a las descripciones que se detallan en la venta,
que ambos bancales afrontan con parcelas del
mismo vendedor, es decir, se ha producido una
evidente fragmentación de antiguas parcelas,
o lo que es el mismo, Pere Despuig se ha
visto obligado a fragmentar sus propiedades
para conseguir con cierta rapidez un pequeño
capital que le ayude a resolver alguna deuda
pendiente, o alguna circunstancia relacionada
con su familia (dotar alguna hija, pagar la
adquisición de algún animal de tiro o algún
inmueble, etc.). En este caso, observamos con
claridad que los precios de las dos parcelas no
han estado condicionados ni por su cultivo, ni
por su localización, ni tampoco por su extensión
(que incluso ni aparece en los documentos,
es decir, ni el notario ni tampoco los mismos
compradores ni el vendedor, consideran esta
dato determinante para el buen fin de la
transacción). ¿Qué ha influido, por lo tanto,
en estos precios? ¿Por qué son tan bajos? La
respuesta no está lógicamente en posibles
fluctuaciones coyunturales del precio de la
hanegada, ni en una posible autorregulación
del mercado, ni tampoco en los cultivos o
la ubicación… la explicación a estos precios
está más cerca de otras causas de tipo social,
en relación a las necesidades puntuales del
vendedor o de su familia. Así, la tierra se podía
utilizar como instrumento de pago para deudas
de todo tipo (censistas, mercantiles, familiares,
etc.) y por lo tanto su precio se ajustaba a las
cantidades necesarias en cualquier momento.
El hecho, como decíamos, que este mercado
fuera marcadamente localista y personalizado,
donde vendedores y compradores se conocían,
y conocían también las tierras y las necesidades
de los vecinos, favorecía este juego de ajustes
de precios y al mismo tiempo su extrema
disparidad. Precios que, por lo tanto, no venían
determinados únicamente por las dimensiones
y la calidad de las parcelas.
Más allá del ejemplo mencionado de
Pere Despuig, muchos otros documentos de
compra-venta confirman estas características
propias del mercado medieval de la tierra. Sólo
cuatro días después de que Despuig vendiera
uno de sus bancales, Guillem Dezpont, también
agricultor y vecino de La Pobla, le compra una
buena parcela franca de tres hanegadas de
mallol, situada junto a la acequia de Alguazir,
al barbero de Mislata, Francesc Ortega; como
hemos dicho, se trata de una buena parcela
para el comprador, en primer lugar por su
calidad de franca o libre, y en segundo lugar
porque ésta afronta precisamente con un
mallol suyo, lo cual le permite la concentración
y la ampliación real del espacio de cultivo. Sin
embargo, Guillem Dezpont paga sólo 44 sueldos
(14 sueldos y 7 dineros por hanegada). Quizá,
en este caso, el desinterés o las dificultades
de mantener la explotación de este bancal tan
alejado de Mislata, han obligado el vendedor a
cederla por este bajo precio.
A principios de 1450, Pere de la Barba y su
esposa, ambos de La Pobla, se ven obligados
a vender también una buena parcela (a juzgar
por lo menos por los cultivos, la extensión
y su estatuto jurídico) de tres hanegadas,
francas, de terra campa donde hay plantados
también nueve olivos. El precio es, como en
los casos anteriores, extrañamente bajo, sólo
de 25 sueldos y 7 dineros por hanegada65.
Precio semejante al que paga Jaume Esteve,
agricultor poblano, por tres hanegadas francas
de viña, a su vecino Gil de la Torre: 22 sueldos
por hanegada. Por 24 sueldos vende Antònia,
viuda de Alamà de Montagut, de La Pobla,
una era de una hanegada y media, franca,
situada en la acequia de Alginet, en término
de La Pobla (unam eram in cequia de Alginet,
quod est una fanecata et media, in termino
64. APPV 26.801 (1449-VII-3 i 1449-VIII-24).
65. Recordemos que el precio medio por fanecada de agricultura promíscua era de 45 sueldos y 2 dineros.
45
Historia
Medieval
dicti loci Popule, franquam et quitiam). Un
precio todavía más bajo por fanecada, 20
sueldos, es el que recibe el labrador poblano
Joan Segarra por una parcela de viña de cuatro
hanegadas y media. Meses después, Marc
Ferrer, curtidor ciudadano de Valencia, vende
a Antoni Ros, agricultor de La Pobla, tres
parcelas: dos de vid (una de 14 hanegadas, la
otra de 4,5 hanegadas), y una hanegada de
terra campa. Las tres francas, y por un precio
total de 300 sueldos (lo que supone 15 sueldos
y 4 dineros por hanegada). Podíamos seguir
enumerando y poniendo ejemplos de muchas
más transacciones con estos precios tan bajos,
alejados de las medias de precios por hanegada
y cultivo calculadas más arriba. El mismo año
1465 descubrimos que incluso nuestro notario
Bernat Dassió, que aparece ya como ciudadano
de Valencia, vende una viña de 10 hanegadas
al labrador poblano Pere Sacalm por 8 libras
(16 sueldos por hanegada)66. El profundo
conocimiento que el notario tenía del mercado
inmobiliario local nos permite descubrir que
esta transacción, y todas las otras expuestas y
documentadas, no son fruto de una estrategia
errónea o de una especulación mal calculada,
responden más bien, como decíamos, a otras
causas y motivos. Así, por encima de los datos
y del cálculo numérico de los precios, otros
elementos pasaban a ser también decisivos en
las transmisiones de propiedad y en la relación
entre vendedor y comprador. De hecho, vender
o comprar una parcela de tierra, como también
una casa, un huerto o un obrador, asumía el
valor de una opción económica, pero también
social, con muchas y diferentes implicaciones y
significados (familiares, clientelares, simbólicos,
de prestigio social, de éxito económico), y que
todos juntos determinaban la dinámica de un
mercado inmobiliario con una lógica y unos
valores propios67. Y lo que hemos pretendido es
precisamente descubrir algunos de los valores
que la mentalidad bajomedieval asignaba a
estas transmisiones inmobiliarias.
Para comprender el funcionamiento de este
mercado, debemos pensar, en primer lugar,
que los campesinos generalmente no vendían
las tierras con la intención de especular o
conseguir precios elevados que les permitieran
posteriormente reinventir en la compra de
nuevos inmuebles; más bien hay que pensar, a
la vista de los documentos, que los propietarios
se desprendían de la tierra –a menudo heredada
de padres a hijos­– sólo por necesidad (crisis
coyuntural, deudas, matrimonio de algún hijo,
desintegración del núcleo familiar…). En estas
ventas, casi forzadas, la búsqueda rápida de un
comprador interesado determinaba a menudo
estos precios, que pueden parecer extraños
a un observador actual, y las fluctuaciones
registradas constantemente por los documentos
notariales.
En definitiva, nos encontramos en La
Pobla del siglo XV con un importante y activo
mercado de la tierra. Un mercado de pequeñas
parcelas (solo el 27% superaba la hectárea)
gestionado directamente por los vecinos y con
limitada participación de agentes foráneos.
La extrema fragmentación del parcelario nos
remite a un sistema agrario basado en un tipo
de explotación campesina de ámbito familiar.
La hegemonía de esta pequeña explotación
familiar, con la multiplicación constante de
numerosas unidades, no se debe ver como un
factor de estancamiento o de limitación de la
base productiva, o como una estructura cerrada
y autárquica. La comunidad campesina, La
Pobla de los últimos siglos medievales, no era
una comunidad cerrada y determinada por la
autosuficiencia, al contrario, la documentación
nos muestra una sociedad muy dinámica, y
no sólo por un activo mercado de la tierra,
también por el mercado activo de muchos otros
productos: de cereales con grandes variedades
(trigo, cebada, avena, arroz…), de ganado,
de animales de tiro (toros, vacas, caballos,
mulos… pero también decenas de cabezas de
carneros, ovejas, cabras…), de materias primas
como lana, lino, pastel, grana, e incluso algunos
paños… También circulaba dinero, mediante
los préstamos usurarios o el crédito censista, e
incluso circulaban las personas, como algunos
esclavos o jóvenes, chicos y chicas, que eran
separados de la familia para aprender un oficio
66. APPV 26.801 (1449-VII-7), 26.800 (1450-II-16), 26.803 (1453-VI-8), 26.806 (1456-VIII-30), 26.805 (1457-II-24, 1457IV-9 y 1457-VIII-4).
67. Vid. IRADIEL, P. “Mercado inmobiliario, crédito y crecimiento urbano medieval en Valencia.” XXXIII Semana de Estudios Medievales. Pamplona, 2007, pp. 377-415 (esp. 379, 413).
46
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
o para servir en casa ajena hasta la edad del
matrimonio. La movilidad de la población no
era, sin embargo, exclusiva de estos grupos
concretos: muchos campesinos y otros
profesionales dejaban La Pobla para encontrar
mejores condiciones socio-económicas en otras
comunidades, o por progresar laboralmente en
la capital. Efectivamente, el poder de atracción
de Valencia estuvo presente también entre los
vecinos de La Pobla que veían la ciudad como
cima de su currículo profesional. El linaje de los
notarios Dassió es un buen ejemplo, pero no
el único (vid. apartado 1). Al mismo tiempo,
muchos mercaderes y artesanos de Valencia
acudían a La Pobla, y en algunos casos con
cierta regularidad, para desarrollar todo tipo
de negocios, y con la intención de explotar las
potencialidades y los recursos de esta pequeña
villa del Camp de Túria, estratégicamente
situada en el valle del río que nutría la ciudad.
Este complejo conjunto de relaciones socioeconómicas junto al juego del mercado local y
supralocal, no dejaba de ser un instrumento
al servicio de la acumulación, al servicio
de la desigualdad dentro de la comunidad.
Precisamente uno de los puntos que confirman
el dinamismo de la villa es su estratificación. En
torno al mercado –de la tierra, de los productos
agrícolas, del ganado, del crédito, del trabajo–
se generaban evidentes diferencias entre los
colectivos campesinos: entre los más ricos y los
más pobres, entre los más poderosos y los más
humildes… Comunidad, por lo tanto, que se nos
muestra dinámica pero lejos de ser igualitaria.
47
Historia
Medieval
6. La comunidad RURAL, un
mundo jerarquizado
que podía necesitar la esposa (omnes arreos et
joyas quam dictam Franciscam, mulierem dicti
filii mei, habebit necesse pro ad sposalium et
ad nubcias). La madre de Francesca entrega
a su hija un buen puñado de ropas y bienes
para el hogar: tres matalafs grans, sis matalafs
chics, una màrfega, un cobertor, dos lançols, sis
camisses per a la dita Francesca, sis camisses
per al dit Jaume, una cortina, una gonella, i
totes aynes que són necessàries per a la cuyna.
Pese al interés de las dos familias por detallar el
contenido de las donaciones, el conjunto de la
tierra donada prácticamente no sobrepasaba la
hectárea. Patrimonio aún lejos de otros también
entregados en el momento del matrimonio por
diferentes familias de La Pobla.
22 hanegadas y media, francas (1,87 ha), y
un caballo recibió Tomàs Miquel de su padre
Salvador, cuando estableció germania con
Margarita, hija de Francesc Gilabert, todos
vecinos de La Pobla. 38 hanegadas francas (3,16
ha) de terra campa (distribuidas en seis parcelas)
y dos caballos, dio Francesca, viuda de Manuel
Julià, por el enlace de su hijo Jaume; Salvadora,
viuda de Joan Gavarda, y madre de la esposa,
aportó a la nueva familia 400 sueldos en ropas
y 200 sueldos en efectivo. Pere de Montagut,
también agricultor poblano, con ocasión del
matrimonio de su hijo Joan con Caterina, vecina
del Villar, le entrega 53 hanegadas francas (4,41
ha): 47 de terra campa, y 6 de viña. Algunas
casas francas (quasdam domos franchas) en La
Pobla, y los 1.000 sueldos (la mitad en dinero,
el otra en ropas y joyas) que aporta la madre de
la novia, completan el considerable patrimonio
que recibe la nueva familia en el momento de
su fundación. De Martí de la Foz, agricultor y
miembro influyente de la comunidad, prohom i
conseller, hemos documentado dos donaciones
a sus hijos Pere y Joan: al primero le da 12
hanegadas francas de viña (que completa con
las 5 de terra campa y 3 de viña que aporta la
esposa), y al segundo 21 hanegadas también
francas (15 de terra campa y el resto de viña)
y un mulo, patrimonio que completa este
segundo hijo con las 15 hanegadas de terra
campa que aportan los padres de la novia.
Ambos documentos, redactados con solo cinco
años de diferencia (entre el 1451 y el 1456), nos
permiten reconocer que el mencionado Martí
de la Foz poseía un patrimonio en tierras de al
menos unas 3 hectáreas, muy semejante, al fin
Josep Antoni Llibrer
La comunidad era, antes de que nada, un
grupo de familias. Todo empezaba con la familia.
Y si algún dato era fundamental para calibrar el
nivel económico de un campesino, éste era sin
duda su patrimonio familiar. Lógicamente había
otros parámetros para medir esta jerarquización
(la participación y la influencia en los asuntos
públicos, el gobierno municipal, las relaciones
con el poder señorial, la participación en sus
rentas, la implicación en la vida parroquial…),
pero muy a menudo se accedía a estas parcelas
de poder y de privilegio gracias a la solidez del
patrimonio familiar, enmarcado con frecuencia
dentro de un linaje reconocido. En este sentido
pasaban a ser fundamentales los aspectos que
daban forma a una nueva familia: la búsqueda
de un enlace adecuado, aprobado por los
familiares, la firma de un contrato (comunidad
o separación de bienes, germanía o dote) y
la dotación económica de éste, es decir, lo
que aportaban cada uno de los cónyuges.
Así, siguiendo estos documentos notariales
relacionados con el matrimonio podemos
observar ya las diferencias socio-económicas
mencionadas.
A mediados de 1465, justo antes de que
Caterina, hija de Llorenç Villalba, firmase
germania con Pere Esteve, labrador también
vecino de La Pobla, su madre le hace donación
de 6 fanecades franques de terra campa, y de
un lote de bienes (raupis et jocalibus, como dice
la documentación) valorado en 200 sueldos.
El notario no nos dice qué es lo que aporta el
esposo, pero solo con la limitada aportación
femenina (si la comparamos por lo menos
con los otros ejemplos que especificamos
a continuación) podemos deducir que nos
encontramos ante una familia con recursos
limitados.
Joan d’Albalat, agricultor de Benaguasil, da a
su hijo Jaume, el mismo día que firma germania
con Francesca, hija de Joan Garcia, vecinos de
Xelva, un conjunto de 13 hanegadas de tierra
(cuatro de viña y nueve de cereal), todas francas,
repartidas en tres parcelas, a las que hay que
añadir “unas casas” situadas junto al castillo
de Benaguasil, y dos vacas. La donación se
completa con un conjunto de joyas y utensilios
48
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
y al cabo, al que reciben los hijos (sumando la
parte aportada por la mujer) en el momento del
matrimonio68.
Los ejemplos nos demuestran que ya desde
el inicio, desde el origen y la formación de la
familia, o de una nueva unidad productiva si
se prefiere, existían diferencias y, aunque esta
situación inicial podía cambiar con la influencia
y el papel del mercado, entendemos que estas
aportaciones familiares condicionaban a corto
plazo el destino del nuevo grupo familiar.
Si analizamos el conjunto de donaciones
matrimoniales documentadas (25 en total), nos
resulta una media de 30 hanegadas por familia
(2,5 ha): con un mínimo de 6 hanegadas y un
máximo de 53. En definitiva, debemos hablar,
en todos los casos, de patrimonios limitados, de
predominio de unidades campesinas de tamaño
medio, por debajo de las 5 ha; y que rozaban
el umbral de la autosuficiencia en aquellas
heredades que estaban por debajo de las 3
ha69. Con estas donaciones matrimoniales, un
tanto ajustadas, entendemos ahora la frenética
actividad del mercado local de tierras: las
parcelas circulaban de una heredad a otra, y de
una familia a otra, para equilibrar y reestructurar
las diferencias iniciales. Al mismo tiempo, estos
datos nos recuerdan que la estructura agraria
de estas villas que rodeaban a la capital se
caracterizaba por la extrema atomización del
espacio cultivado, y por la multiplicación de
pequeñas parcelas (más del 72% no llegaba a la
hectárea).
Por otra parte, en la documentación
notarial de La Pobla predominaba el sistema
matrimonial de germania. Recordemos que
las transferencias patrimoniales asociadas al
matrimonio podían gestionarse mediante tres
tipos diferentes de actas notariales, aunque a
menudo podían complementarse: la carta de
dote, el contrato de germania, y la donación
inter vivos. La primera permitía establecer desde
el principio, de forma directa y cuantitativa, con
el importe en metálico de lo aportado por la
esposa, la jerarquía social de los cónyuges. Así,
la cuantificación del valor de las dotes no era
tanto una evaluación objetiva de la riqueza de
la familia, sino más bien una representación,
un símbolo del nivel social que ocupaba
dentro de la comunidad, o del nivel social que
deseaba ocupar. Por otro lado, la germania
fundamentaba la nueva unidad familiar, de
manera a menudo imperceptible, sobre las
contribuciones patrimoniales y laborales de los
dos cónyuges. En este contrato no era necesario
hacer una estimación pecuniaria del valor de
los bienes aportados, y por lo tanto no siempre
se podía establecer la calidad socio-económica
del enlace. De hecho, sólo en un caso de las 22
germanías documentadas entre 1449 y 1465, se
indica el valor de las propiedades aportadas. Será
el conjunto de bienes entregados, tanto muebles
como inmuebles, el que nos permitirá medir
inicialmente las diferencias entre familias.
El predominio del sistema de germania
en la La Pobla parece abrumador, al menos
si seguimos la documentación notarial:
22 germanías por solo 3 cartas dotales en
todo el período estudiado. La elección casi
generalizada del sistema de germania por parte
de los vecinos de La Pobla parece confirmarse,
además, si recordamos que en dos de las
tres actas dotales documentados uno de los
cónyuges no es de la villa (se trata de vecinos o
habitantes de Valencia). También la comunidad
de bienes era el sistema elegido por los vecinos
de La Pobla cuando se producía un segundo
enlace, unas segundas nupcias como dice la
documentación. Aparece en los tres contratos
matrimoniales localizados en los que la
esposa es viuda: así lo hacen Andreu Enyegot,
labrador vecino de La Pobla, y Caterina, viuda
de Joan Adrià, vecino de Llíria; también firman
germania Andreu Ferrandis, tejedor vecino de
La Pobla, y Esperança, viuda de Joan Saniento;
de la misma manera que Aparici Sacalm,
labrador poblano, y Jaumeta, viuda de Bernat
Mir, vecina de Quart70.
68. Este ejemplo nos recuerda los problemas que podían afectar a la familia en pocos años por la emancipación de los
hijos y las necesarias donaciones, que afectaban al patrimonio de los padres y obligaban a menudo a la fragmentación
de las parcelas: dos de los bancales que Martí de la Foz entrega a su hijo Pere confrontan con tierras del padre, detalle
que evidencia la fragmentación del espacio cultivado. APPV 26799 (1451-IX-16), 26.806 (1456-VII-24).
69. Vid. los datos que aporta A. Furió en relación al tamaño de las explotaciones y los límites que garantizan la subsistencia de la unidad familiar, en diferentes regiones de Europa occidental, FURIÓ, A. “Las élites rurales en la Europa medieval
y moderna. Una aproximación de conjunto.” El lugar del campesino. En torno a la obra de Reyna Pastor. Valencia, 2007,
pp. 391-421 (esp. 412-415).
70. APPV 26.799 (1451-VII-4, 1451-VII-24 i 1451-IX-7).
49
Historia
Medieval
Además, prácticamente en todos los casos
de germania estudiados, este contrato no
aparece aislado, se incluye junto a unas actas
más complejas que integraban matrimonio
y sucesión patrimonial, y que suponían tres
registros notariales diferentes: en un primer
documento los padres del novio le hacen
donación inter vivos de un patrimonio inmueble,
generalmente un conjuntas de parcelas (y en
algunos casos, también de algún animal de
tiro, como veíamos antes); en un segundo
documento, seguido al anterior y redactado el
mismo día, son los padres de la futura esposa
los que hacen la donación correspondiente
(en este caso, si los bienes entregados son
muebles, se indica su valor aproximado); en
un tercer documento aparecen ya los novios
firmando el contrato de germania. Este último
acuerdo entre los novios (y lógicamente entre
las familias: de voluntat de son pare, mare,
alguns parents e amichs) adoptaba la forma
de una espècie de escritura mercantil, por
establecer una relación igualitaria entre los
esposos, que pasaban a ser desde entonces
miembros únicos de una sociedad vitalicia
donde ponían en común los bienes que ambos
poseían en el momento de la firma, pero
también los que en un futuro pudiera ganar
cada uno (fem fraternitat, societat e germania
de tots los béns que huy tenim, haurem e
guanyarem de tota la nostra vida). Finalmente,
la muerte de uno de los dos, exigía un reparto
equitativo del patrimonio, del que podían
disponer libremente en el testamento: En axí,
que morint qualsevol, puxa testar de la mitat,
e lo sobrevivint puxa fer de la altra mitat a ses
pròpies voluntats. E juram a Nostre Senyor,
contra la societat e germania no contravenir,
obligant tots nostres béns.
Sin embargo, pese a lo que pueda parecer
incialmente, la finalidad de este contrato no
era la búsqueda del lucro o de una posición
social más elevada que la de los padres
(esto se conseguía más sólidamente con la
dote), el objetivo era más bien garantizar el
mantenimiento y la reproducción de la nueva
familia y de sus descendientes. En una pequeña
comunidad como la de La Pobla bajomedieval,
la estructura de muchas familias era frágil y
se fundamentaba sobre pequeñas parcelas
y modestos patrimonios, en estos casos la
germania permitía preservar mejor la integridad
del núcleo y del patrimonio, integridad que a
menudo se podía ver amenazada por malas
cosechas puntuales o por deudas de todo tipo.
Los documentos relacionados con el
matrimonio, con la fundación de la familia,
no nos permiten, sin embargo, conocer y
comparar el conjunto total de los patrimonios.
Nos indican cuál es el punto de partida de la
nueva unidad familiar y nos permiten detectar
la fuerza de su linaje (lo cual, por otra parte,
ya nos habla de diferencias socio-económicas
dentro de la comunidad), pero no nos posibilitan
conocer el conjunto de las heredades que se
completaba (y complementaba) con el recurso
al mercado local. Como no disponemos para
La Pobla de padrones de riqueza o de otras
fuentes fiscales que registran los inmuebles
por familia y su valor, debemos recurrir a otros
documentos para acercarnos a los grandes
patrimonios, a las grandes fortunas de La Pobla,
y no sólo en inmuebles, también en bienes
muebles, aperos, herramientas, cereales,
vino, animales de tiro, ganado, ropas, tejidos,
armas, utillaje doméstico, joyas, censales…
Los inventarios son, quizá, uno de los recursos
más importantes con los que puede contar
el historiador para reconstruir los niveles de
riqueza dentro de una comunidad que estaba
muy lejos de ser igualitaria. Pocos documentos
son tan polivalentes como los inventarios para
establecer de forma sólida los estratos sociales,
y para dar una imagen solvente de los espacios
privados cotidianos.
A medios del 1450, muere Joan de Portogal,
prohom de la villa, y miembro de uno de los
linajes más amplios y sólidos de la comunidad71.
Su viuda, Juliana, está ahora embarazada, y en
este estado se debe preocupar por el futuro
hijo que nacerá y por un justo reparto con los
otros hijos de todos los bienes de la familia. El
matrimonio firmó germania en su momento,
y ahora la esposa reclama la redacción de dos
inventarios, uno para fijar con claridad los
bienes de la germania (els béns dessús són
estat trobats pertanyens a la jermania d’en Joan
Portogal i na Juliana, muller sua), y otro donde
71. La presencia activa en el poder municipal venía de lejos en esta familia: el año 1401 encontramos a Jaume Portugal como
justicia de la villa, y a Joan Portogal como jurat. BOSCÀ, J. – CÀRCEL, M. Las Visitas Pastorales de Valencia…cit., pp. 294.
50
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
se especifiquen los bienes que pertenecen a
los hijos. El embarazo de la viuda nos indica
que quizá aún es joven, y planifica un segundo
matrimonio, unas segundas nupcias, para el
cual hay que ofrecer un buen patrimonio que
facilite la búsqueda de un buen partido. De
la redacción de ambos inventarios se encarga
Mateua, esposa de Mateu de Portogal, tutora
de los hijos de Joan y Juliana, y cuñada de
éstos. Los primeros bienes consignados son los
que forman el amplio paramento doméstico,
donde hay que destacar grandes jarras que
almacenaban grandes cantidades de cereal,
unos 5.150 litros entre trigo y avena. El notario,
utilizando un bellísimo valenciano, lo redacta
así: primo, cinch gerres plenes de forment
que·hi pot haver nou cafissos de forment, poch
més o menys, ítem huyt cafissos de civada,
cinch cafissos nou barcelles de forment a ras,
tres cafissos de civada, mitja càrrega de aroç
blanch. A continuación detalla camas y ropas:
ítem un matalaf real quasi nou, un altre matalaf,
un travesser de ploma listat de cotonia, un
cobertor vermell, dos lançols de pint ample de
lli, dos lançols d’estopa. El conjunto de muebles
y ropas de la casa lo forman: una taula larga
de pi ab sos peus, un banc ab dos peus, una
cortina morisca, cinch posts de llits ab sos peus,
una màrfega squinçada, una flaçada burella ab
listes blaves e vermelles, un lançol squincat,
una manteta forrada; e incluso algunas armas
(un lancer ab una lança, una spasa). La ropa
de vestir incluye todo el amplio conjunto de la
indumentaria medieval: Un mantó negre usat,
un gipó blanch ab miges mànegues negres, una
cota de hom negra forrada de blanqueta, un cot
negre forrat e les mànegues de bays blanches,
una gonella verda nova, un barret negre de
drap, una correga de parge morat de seda
ab lo cap e civella de acer, un brial blanch de
cotonia de casa usat, un pasatemps de mescla
usat, una correga de argent ab civella e cap ab
XIII platons, un capell d’or, un gavà burell quasi
nou, un gipó blanc ab les màneques negres e
collar. A continuación el notario y los testigos
presentes, Miquel d’Alcaiz y Joan Lop, cirurgià,
pasan a la cocina para describir los objetos que
allí se encuentran. El hecho de diferenciar este
espacio dentro de la casa, nos indica que la
vivienda era de ciertas dimensiones y disponía
así de estancias o cámaras diferenciadas, en
ningún otro inventario de La Pobla encontramos
esta distinción del interior doméstico. Calderas,
sartenes, asadores, paellas… llenan en exclusiva
este espacio. Fuera de la cocina el notario
habla de tres cofres y dinero en metálico: dos
cofrens quasi nous blaus e vert, un cofre pintat
blau e groc, cent noranta reals d’argent, quatre
timbres d’or. El real era una moneda de plata
con valor de 18 dineros, el timbre era de oro y
equivalía a unos 10 sueldos, es decir, la familia
tenía en casa un capital mínimo de unos 325
sueldos, con el que se podía hacer frente a
cualquier gasto imprevisto. Se especifican
también algunas cantidades que deben a la
familia otros vecinos de la villa, aunque no se
indica la causa: XXXIII sous que deu en Pere
Julià, XXX sous que deu Joan d’Alcayz.
A continuación el notario se entretiene en
detallar una gran cantidad de distintos tejidos,
piezas de estopa y hasta 38 alnas de esta
fibra (XXVI alnes de stopa crua de tres palms,
dos peces de stopa en que hi ha poch més o
menys X alnes e miga, dos alnes de stopa) que
nos dan a entender que la familia trabajaba
esta fibra en casa: el notario llega a enumerar
un total de 17 piezas de lino, y 20 de estopa,
especificando que algunas son planes y otras
escacades (tejidas con diseño a cuadros como
un tablero de ajedrez); también encontramos
un lançol de stopa, dos manils de stopa barrats,
dos davantals de lli, un coxí blanch ple de stopa.
Todo nos indica la importancia del trabajo
artesanal de la estopa en casa de los Portogal. La
dedicación a otras actividades complementarias
al trabajo de la tierra no se debe interpretar
como una consecuencia de debilidad o crisis
de la unidad familiar, sino más bien como parte
de una comedida e inteligente estrategia de
diversificación de las fuentes de ingresos y
riqueza por parte de estas familias campesinas
acomodadas. El trabajo del lino, del cáñamo,
de la lana o la seda, cada vez más frecuente en
los pueblos y villas valencianas de los últimos
siglos medievales, era un complemento a la
economía doméstica campesina.
Una vez el notario había concluido la
descripción de los bienes muebles, iniciaba
la enumeración de los inmuebles mediante
la copia de los documentos o escrituras de
propiedad que le mostraba la familia. Según
el inventario anterior, los Portogal poseían
la mitad de una casa franca en La Pobla (la
meitat d’un alberch franch; la otra mitad era
51
Historia
Medieval
de los herederos de Mateu de Portogal), y un
patrimonio en tierras formado por: una sort
franca de terra campa de dieciocho hanegadas
de regadiu, seis hanegadas francas de terra
campa también de regadío, un huerto franco de
dos hanegadas, ocho hanegadas más de terra
campa, franques, y nueve hanegadas también
francas de viña junto al Camí Real de Paterna.
En total, una explotación, siempre según el
inventario, de al menos unas 43 hanegadas. El
inventario se cierra con la mención a un animal
de tiro, una mula de pel bayo.
Jaume Navarro, era también prohom y
miembro de uno de los linajes más influyentes y
con más representantes en la villa, precisamente
su hermano Joan, el encargado de la redacción
del inventario, era justicia ese mismo año 1449.
A esta familia pertenece igualmente el único
mercader documentado en la villa, y también el
único estudiante de teología y futuro presbítero.
En casa de Jaume encontramos productos
que nos hablan de actividad artesanal textil
dentro del ámbito doméstico con la presencia
de cinc peces de vells de seda, es decir, cinco
madejas de fibra para trabajarla, y al mismo
tiempo una gran cantidad de piezas de seda y
lino, lo que nos confirma también un elevado
nivel de vida, un lujo al alcance de muy pocos
en una pequeña villa como La Pobla del siglo
XV. Quince piezas de lino que suman 8 alnas,
20 de estopa que suman 12 alnas, 4 sábanas
de lino y 2 de estopa, 4 almohadas de lana,
y muchos objetos de seda (una bosa de seda
e dos agulles d’argent, cinc peces de vells de
seda, un trescoll de seda, una camissa d’hom
de seda, una tovallola d’home de cap de seda,
una correga blava de seda ab XIII platons ab
cap e civella, un cot de dona burellat scur forrat
de tela burella ab les mànegues de seda). El
uso del adjetivo nou asociado a la mayor parte
de los textiles anteriores nos confirman la
calidad y el alto valor de los objetos, y al mismo
tiempo nos remiten a una destacada capacidad
adquisitiva familiar. Tras de la descripción de
cortinas, camas, colchones, mantas, y de un
buen grupo de objetos de cocina (un breç, un
librell de pastar, una taleca de farina en què
ha tres barcelles de farina, un coçí miganet, un
cedaç de pastar, un trill, tres talladors de fust,
dos portadores) encontramos numerosas jarras
que guardan cientos de litros de vino y cereal:
una gerra gran en què ha dos cafissos de
forment, una gerra bladera buyda, tres orons
grans, una gerra gran plena de vi de XXXXV
cànters poc més o menys, una gerreta plena
de remost de XV cànters, una gerreta vinadera
buyda de XV cànters. Al menos 600 litros de
vino y 400 de trigo conformaban la reserva
almacenada en casa por la familia Navarro.
Armas e instrumentos agrícolas completan los
bienes: una spasa ab pom de lentilla blanch, una
lança, un cabaç gran d’espart, un aradre, dos
forques sotils, un tou usat. Este último objeto,
el tou o colmena de abejas, nos indica también
la complementariedad de la explotación apícola
por parte de la familia. Por lo que respecta al
patrimonio inmueble, sólo sabemos lo que
fue asignado a los hijos, pero no la parte de
la esposa, que se negó a su redacción (los
quals béns la dita na Guilamona no ha volgut
que·s scrivissen). A Jaumet y Caterina, hijos de
Jaume Navarro, les correspondía una sort de 18
hanegadas francas de terra campa en regadío
situadas en la partida del Real, 8 hanegadas
francas de viña regada en la partida d’Alcampés,
y 8 hanegadas más de terra campa a censo de 4
sueldos anuales que se debían pagar al notario
Bernat Dassió, situada en la partida d’Aldaya, en
espacio de regadío. Como este conjunto de 34
hanegadas corresponde a la parte asignada a
los hijos, debemos suponer que una superficie
semejante habría sido asignada a la esposa,
lo que conformaría una heredad inicial de al
menos unas 5 hectáreas. El notario Guillem Julià
y el labrador Miquel Lop, miembros también
de la élite local, están presentes como testigos
en la redacción del inventario y en la posterior
partición de los bienes de los menores.
En casa de Jaume Bono, también de una de
las familias acomodados de La Pobla y de uno
de los linajes más arraigados, disponían de un
amplio paramento doméstico y de todo un
conjunto de armas y de instrumentos agrícolas,
además de grandes cantidades de productos
y jarras para almacenarlos: quatre barcelles
de civada a ras, dos cafissos, cinch barcelles
i dos almuts de forment a ras, una crevellera
rasa de traure forment, un moz ginet72, una
72. El moz ginet o mos genet, parte del freno que se colocaba en la boca del animal de tiro, nos indica la propiedad, por
parte de la familia, de estos animales de precio elevado.
52
LA POBLA DE VALLBONA
Historia, Geografía y Arte
podadora, un lancer sotil, un broquer sotil,
una balesta de fust, una spasa, quatre gerres
de vi most plenes de XXXX cànters cascuna,
una gerra de remost plena de XXVIIII cànters
de vi, cinch gerres buydes vinaderes, una
bóta, cinch gerres bladeres buydes, una gerra
vinadera buyda ab un foradet, un follador,
sis cubertes de gerres, una pala, una forca de
quatre dents. 556 litros de cereal, entre avena
(66 litros) y trigo (490 litros), y 1.940 litros de
vino, de diferentes calidades. La presencia de
un follador, recipiente amplio para pisar la
uva y elaborar el vino, nos indican no sólo su
capacidad productiva o comercial, nos hablan
también de su función como redistribuidor de
estos productos básicos en el mercado local o
comarcal.
Pero quizá lo que destacaba de su inventario
era un importante conjunto de joyas que
de nuevo nos hablan de un lujo exclusivo:
una verga d’argent, una callereta d’argent
trencada, una civella d’argent chica, hun anell
de la benedicció, un collar de perles menudes
ab LXXX grans de argent redons e larchs, dos
culleres d’argent. La apariencia del buen vestir
era también un elemento diferenciador dentro
de la comunidad.
Recordemos que la relevancia y el prestigio
social no sólo era fruto de un importante
patrimonio inmueble, la participación en los
asuntos públicos, en el poder municipal o en
las instituciones parroquiales, eran también
signo de reconocimiento y distinción por
parte de los vecinos. La élite local poblana, los
Portogal, los Navarro, los Bono, los Dassió…, era
reconocida por sus amplios linajes, arraigados
en la villa prácticamente desde la llegada de los
primeros pobladores, por sus patrimonios y sus
heredades, por sus matrimonios endogámicos
que reforzaban las familias, pero también
por su presencia al frente de las instituciones
civiles y religiosas, por la participación en el
arrendamiento de todo tipo de monopolios
señoriales, molinos, hornos, carnicerías…
que requerían fuertes ingresos y una sólida
capacidad de gestión. Al mismo tiempo son
estos campesinos ricos los que prestan dinero
y controlan el mercado del crédito censista, lo
cual les da aún una posición de privilegio ante
el endeudamiento de sus vecinos.
Por debajo en la escala social estaban los más
humildes, labradores con escasos patrimonios
y pequeñas heredades, que se esforzaban en
sobrevivir aportando un trabajo intensivo
en tierra propia y en parcelas ajenas, como
asalariados para los campesinos acomodados.
Los inventarios de este otro sector social nos
testimonian una vida alejada del lujo y próxima
a las limitaciones de unos ingresos escasos.
En la casa de Alfons Garcia no encontramos
muchas piezas de vestir, ni muchos muebles, ni
grandes jarras, ni cereales, ni vino… El notario
resuelve el inventario en estas pocas líneas: Una
gonella vermella de dona usada, un pasatemps
de mescla usat, una cota de hom forrada de
blau, un gonell blau usat, un gipó vert usat, una
lança dolenta, una capa burella, una vinya que
és una cafiçada a cens de VIII sous a la capella
de la Verge Maria Magdalena. Este es todo el
conjunto patrimonial documentado de este
vecino, nada de tejidos de seda o lino, tampoco
nada de armas o aperos, ni tampoco muchas
tierras para trabajar, sólo una parcela por la
que debe pagar un censo anual.
Cuando el 23 de agosto del 1450 el notario
entra en la casa del agricultor poblano Miquel
Candel, reconoce que su tarea será breve. Pocos
bienes de una familia humilde: un gonell blau
quasi nou, un gipó de cotonia burella cosit ab
seda grogua, una gaqueta blancha sotil, unes
calces vermelles sotils, un coltell ab bayna sotil,
una calça blancha sotil, un gipó sotil squaçat73.
En este caso, no aparecen inmuebles. El uso
frecuente de adjetivos como sotil (usado) o
dolent, en estos últimos inventarios, es un
claro síntoma de la escasa calidad de los bienes
y también de una muy limitada capacidad
adquisitiva, o de un limitado nivel de ingresos,
que no permitía renovar muebles, vestuario
o herramientas. Incluso, la escasa presencia
de inventarios en la documentación notarial
analizada (solo seis en todos los protocolos
analizados, y con evidente predominio de
inventarios de campesinos acomodados),
nos indica que muchos vecinos preferían no
redactarlo porque el escaso valor de los bienes
poseídos hacía poco rentable el gasto en la
minuta del notario. Una tarea notarial que nos
ilustra constantemente una compleja sociedad
medieval lejos de la igualdad. Un mundo
73. APPV 26.801 (1449-XII-6), 26.800 (1450-VII-31, 1450-VIII-23), 26.799 (1451-VIII-5).
53
Historia
Medieval
rural lejos también de aquel tópico romántico
que hablaba de una sociedad rural inmóvil y
ajena al progreso o a la mejora técnica, que
hablaba también de un colectivo campesino
(así, en singular) sin diferencias y que subsistía
trabajando unas pocas tierras que cedía el
señor a cambio de onerosas rentas. Una ojeada
a la documentación, sin embargo, nos da otra
imagen muy distinta de la activa comunidad de
La Pobla, con diferentes grupos (así, en plural)
de campesinos, los más ricos y los más humildes,
con diferentes patrimonios y con distintas
funciones dentro de la comunidad. Con unas
pocas familias acomodadas que controlaban el
poder municipal, e incluso participaban de las
rentas señoriales, con los arrendamientos de
las infraestructuras de la villa. Estos poderosos
linajes, sólidamente arraigados en la villa
desde la llegada de los primeros cristianos,
habían iniciado desde hacía más de un siglo
un intenso proceso de acumulación de tierras,
proceso que continuará siglos después, como
testimonia el activo mercado de la tierra. La
acumulación de tierras y cultivos hará que
esta élite tome partido de forma decidida
por el mercado local como nuevo espacio de
acumulación y de control. Un mercado que está
presente constantemente en la documentación
notarial: mercado de productos agrícolas, de
ganado, de dinero (préstamos y censales), de la
tierra, de trabajo… Mercado que consolidará la
jerarquización socio-económica en el interior
de la comunidad, pero que al mismo tiempo
nos habla de una comunidad campesina activa
y dinámica.
La vendimia y la producción doméstica de vino (siglo XV).
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