CAPÍTULO II La Pobla en Época Medieval José Bordes García Josep Antoni Llibrer Escrig Universitat de València 1. LAS FUENTES: LOS NOTARIOS DASSIÓ Josep Antoni LLibrer Escrig senyor rei en Martí e senyora dona Maria, de molt alta memòria, possehiren en Regne de València. Encontramos los arrendamientos, con pagos y recibos, que periódicamente los oficiales encargados de las rentas de dichos lugares firmaban con vecinos de estas villas2. Detalles de ingresos y gastos pero también de los hombres: clavaris, arrendadors, fiadors, testimonis, creditors, deutors… todos circulan por estas hojas que, más allá de la aséptica presencia de cantidades y cifras, permiten vislumbrar la sociedad que había detrás mediante el conjunto de individuos que participaban en esta compleja administración señorial. Pero sin duda, una de las fuentes fundamentales para la reconstrucción de la vida comunitaria de La Pobla durante los siglos medievales es la notarial. Los protocolos de los notarios aportan una riqueza de información y detalle que ningún otro testimonio escrito nos puede proporcionar. Hablamos de los libros que el notario redactaba para uso propio, que utilizaba para la redacción del documento original y para la futura demanda de copias por parte de los clientes. Estos numerosos libros, que guardaba cuidadosamente, conformaban uno de los más valiosos patrimonios que el notario podía dejar a sus herederos. No podemos olvidar que, en una pequeña comunidad como La Pobla, por la mesa del notario pasaban casi todos los vecinos para resolver los más diversos asuntos: podemos encontrar desde una compra-venta de inmuebles a un contrato de trabajo, desde un arrendamiento de varios molinos a una pequeña venta de cereales, desde una germania matrimonial hasta un testamento… ¿Qué fuentes tiene el historiador para conocer la vida de los vecinos y vecinas de La Pobla de hace quinientos años? ¿Cómo reconstruir la sociedad, la economía local o la cotidianidad de nuestros antepasados medievales? ¿Cómo acercarnos a sus familias, a sus negocios, a su mentalidad? La misma fundación de la villa en un período posterior a la conquista de Jaume I, ya avanzado el siglo XIII, nos obliga a centrar nuestro trabajo en los últimos siglos medievales. Y entonces son precisamente los registros de la Cancillería Real los que nos aportan las primeras informaciones sobre esta comunidad de cristianos que se asienta al corazón del Camp de Túria, en relación y relativa dependencia con la aljama de Benaguasil. La información de las cartas Pobla, concedidas por el poder cristiano para facilitar la llegada y el mantenimiento de pobladores en espacios a menudo con fuerte presencia musulmana, nos dan también datos tempranos sobre las condiciones de vida de los primeros pobladores. En el Archivo del Reino de Valencia (ARV) se conservan series documentales donde podemos seguir los avatares políticos y sociales de la villa, su proceso de señorialización y su encuadramiento definitivo dentro del complejo patrimonio de los Luna1. Hablamos, por ejemplo de la serie del Mestre Racional, antiguo oficial real encargado de inspeccionar las cuentas de los administradores de las rentas reales. En su sección de Antiguo Patrimonio encontramos, en una ancha cronología para el siglo XV, la gestión de la administración de las rentas de La Pobla y Benaguasil, junto a los otros pueblos que pertenecieron al l’antic patrimoni que lo 1. Sobre el conjunto de la documentación medieval conservada de la villa, vid. BORDES, J. “El Camp de Túria des de la gran ciutat: la documentació medieval de la comarca a la ciutat de València (segles XIII-XV)”, Mirades al Camp de Túria, 3, 2007, pp. 14-24. 2. Vid. ARV Mestre Racional, Antic Patrimoni, núms. 9.653, 9.654, 9.657, 9.661, 9.679 y 9.820. También la sección de Comtat de Lluna, núm. 10.186. 1 Historia Medieval Desde principios del siglo XIII, con la llegada de los primeros pobladores al nuevo reino, y la generalización del nuevo sistema jurídico, la asistencia al notario era necesaria por validar un buen número de actos públicos y privados. Así, el notario, como profesional que gozaba de la fides publica, era el único capaz de validar cualquier trato u operación (familiar, mercantil, jurídica…); y en los libros estaba obligado a detallarlo todo, no sólo las grandes operaciones económicas, también las pequeños deudas de labradores humildes… En definitiva, buena parte de la vida social, económica y religiosa de los vecinos de La Pobla se reflejaba en los libros notariales. Todos sus vecinos, en un momento u otro de su vida familiar o laboral pasaban por su oficina. El trabajo de redacción y validación del notario exigía el desarrollo de tres fases diferenciadas hasta que el documento llegaba a manos del cliente: en primer lugar redactaba el llamado rebedor, pequeño documento o borrador fruto de la anotación rápida, bajo el dictado del cliente, de los datos básicos que estructurarán el original. En segundo lugar, el notario ya hacía una redacción del documento solicitado pero abreviando el formulismo legal, lo que daba lugar a los mencionados protocolos, formados por estos documentos de fuerte concisión. Finalmente, en una última fase, era necesaria una redacción extensa, completa y definitiva del documento, eliminando el cariz abreviativo anterior, lo que conformaba un nuevo volumen llamado notal, que se utilizaba, a su vez, para evitar posibles confusiones con el protocolo. Con la redacción del original en pergamino y su entrega al cliente, concluía el trabajo del notario, aunque con posterioridad, incluso generaciones después, podía hacer copias de estos documentos expedidos muchos años atrás. Afortunadamente se ha conservado una importante cantidad de protocolos de varios notarios que trabajaron en La Pobla durante el siglo XV, hecho poco frecuente en pequeñas villas como la nuestra. Estos volúmenes se encuentran en el Archivo del Colegio de Corpus Christi de Valencia, o Archivo de Protocolos del Patriarca (APPV), que dispone de un envidiable fondo notarial con más de 20.000 libros que cubren una ancha cronología, desde el siglo XIV hasta el XVIII3. Andreu Sacalm, Joan de Arbequa y los Bernat Dassió, padre e hijo, son los notarios que nos han dejado documentación sobre los vecinos de la Pobla en época bajomedieval. Nos interesan especialmente los dos últimos porque hemos conservado una gran parte de su largo e intenso trabajo en esta villa del Camp de Túria4. En efecto, la carrera profesional de los Dassió fue dilatada: ocupa toda la segunda mitad del siglo XV y la primera década del XVI (desde el 1449, primer libro redactado por el padre, hasta 1512, año del último protocolo del hijo); pero también intensa: durante este tiempo redactaron alrededor de un centenar de libros, de los cuales conservamos 77; su lectura y su análisis ha sido determinante para conocer el pulso de la vida de los vecinos y vecinas de La Pobla de ahora hace quinientos años. Bernat Dassió, senior, ejerció su trabajo notarial en La Pobla durante treinta y nueve años (de 1449 al 1488), fruto de los cuales conservamos hoy un total de 48 volúmenes: 23 protocolos y 25 notales. La parte perdida de su trabajo incluye sólo los registros de seis años (1452, 1460, 1462, 1466, 1477 y 1481), por lo tanto podemos concluir que, analizada en su extensión cronológica, la actividad notarial de Bernat Dassió, padre, se ha conservado en un 84 %, dato muy interesante que supone una elevada representatividad y continuidad de la fuente para el análisis de la sociedad de La Pobla bajomedieval. El año 1462, cuando el padre aún trabajaba intensamente en la villa, su hijo homónimo, conocido como júnior por los mismos vecinos de la villa, empezó su carrera notarial en la ciudad de València. La capital ofrecía sin duda para el joven notario mayores posibilidades de ampliar la oficina, de mejorar económicamente y de aumentar su prestigio social, gracias a la presencia de importantes clientes de la alta menestralía y de la nobleza urbana. 3. CRUSELLES, J. M. et alii, Inventario de Fondos Notariales del Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia. València, 1990. 4. De Andreu Sacalm se conservan dos protocolos (un de los años 1474-1484; y otro de 1489-1494) con escasa documentación. De Joan d’Arbequa sólo conservamos uno, del período 1492-1497. Vid. BORDES, J. “El Camp de Túria des de la gran ciutat… cit., pp. 17-18. 2 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte No obstante, Bernat hijo alternaba largas estancias en Valencia con una presencia frecuente en La Pobla, aprovechando sin duda la clientela comarcal que su padre había atendido durante años. De hecho, parece seguro que la formación del hijo estuvo condicionada por su aprendizaje doméstico en la escribanía familiar, por lo que el contacto con los vecinos y clientes del padre era así muy estrecho, hasta llegar a convertirse en muchos casos en “notario particular” de una gran parte de las familias de La Pobla, como antes lo había sido su padre. Además, al morir éste, sus libros quedaron bajo custodia del hijo, quien en años posteriores se encargó de la cancelación de contratos redactados por el padre, y de la autorización de copias. Bernat Dassió junior nos ha dejado un total de 29 protocolos, aunque ningún notal. La parte de su trabajo que se ha perdido es mayor que la del padre: 19 registros que corresponden al mismo número de años5. Es decir, del hijo conservamos el 62 % de su volumen documental. Pese a la reducción con respecto al padre, estas cifras permiten vislumbrar que estamos también ante una colección excepcional de registros notariales (y casi con continuidad completa) si la comparamos con la conservada para muchas villas y ciudades de todo el país, incluso de mayor contingente demográfico6. Pocas poblaciones cuentan hoy con este fondo notarial. Sin embargo, ¿quiénes eran los Dassió? ¿Qué miembros formaban este linaje? ¿Qué relación tenían con sus vecinos? ¿Qué papel desempañaban en la comunidad? ¿Quiénes eran sus clientes? Precisamente los mismos protocolos nos muestran que el linaje Dassió era uno de los más influyentes en la comunidad: sus miembros, ya lo veremos, formaban parte de la oligarquía local, de la élite que controlaba el gobierno municipal y los asuntos públicos. Pertenecían al Consejo de la villa y ocupaban importantes cargos públicos. El mismo hecho de disponer de dos profesionales de la notaría dentro de la familia, suponía ya la confirmación de un elevado estatus socio-económico; recordemos que sólo las familias más poderosas podían facilitar y financiar los estudios jurídicos a alguno de sus miembros. Al listado de contribuyentes del impuesto del morabatí, redactado el año 1417, ya aparecen siete cabezas de familia de este linaje: Bernat, Guillem, Jaume, Joan, Lop, Miquel y Vicent. Sólo el linaje de los Bono contaba también con este numeroso grupo de representantes7. La ausencia de fuentes demográficas para el período que estudiamos no nos permite hacer un seguimiento individualizado del linaje, incluso, el hecho de que los primeros Inicio del protocolo de Bernat Dassió, senior, del año 1464 5. Se han perdido los libros de los años 1465, 1472-1474, 1477, 1480-1481, 1484-1486, 1490-1492, 1494, 1497-1499, 1502 y 1505. 6. Vid. CRUSELLES, J. M. Els notaris de la ciutat de València. Activitat professional i comportament social a la primera meitat del segle XV. Barcelona, 1998. Y sus estudios sobre los protocolos notariales de Xàtiva, CRUSELLES, J. M. “La sociedad bajomedieval en las fuentes notariales”, Història de Xàtiva, València, 2006, vol. I, pp. 246-255; I CRUSELLES, J. M. “La sociedad bajomedieval en los registros notariales de Francesc Saranyana (Xàtiva, 1429-1462)”, en prensa. Agradecemos al autor la consulta de este último trabajo. 7. El listado se conserva en el Arxiu del Regne de València, en la Secció de Mestre Racional (signatura 11.785), y ha sido publicado por GUINOT, E. Els fundadors del Regne de València. València, 1999, vol. II, pp. 305-305. Otros linajes destacados son los Enyegot, Llop, Martí y Sacalm, todos con cinco representantes. 3 Historia Medieval protocolos conservados correspondan ya al 1449, nos impide también tener más datos sobre el origen de esta familia y en concreto sobre los orígenes profesionales del notario Bernat Dassió. El año 1438 localizamos en los libros del Mestre Racional un importante documento que nos aporta información inicial sobre el linaje notarial de los Dassió. Se trata de la liquidación del arrendamiento de las rentas de La Pobla y Benagusil que cuatro años antes habían firmado tres hermanos de esta familia: Guillem, Bernat y Jaume Dassió. En el documento se indica que este último es notario (Jacme Dazió, notario); y además se nos confirma que la familia forma parte de la élite local: descubrimos que los tres habían aceptado dicho arrendamiento, por tres años, y por el elevado precio de 38.400 sueldos cada año8. Si tenemos en cuenta los primeros libros notariales, no sólo descubrimos la importancia de su trabajo en la villa, también la influencia de sus familiares en la vida política y económica local: entre los años 1449 y 1451 encontramos a un Bernat Dassió, carnicero y prohom de la villa, miembro de su Consell General, actuando numerosas veces ante el notario o bien para adquirir ganado, o para prestar dinero a sus vecinos9; también nos aparece otro Bernat Dassió, menor, agricultor, hijo del anterior, fill del carnicer como dice el notario. De éste sabemos que, como su padre, formaba parte del Consell General de la villa. El labrador Jaume Dassió es también otro miembro destacado del linaje, como lo indica su frecuente presencia por la oficina notarial de su familiar, y también por el hecho de que formó parte del gobierno municipal: fue elegido jurat de la villa durante los años 1451 y 146410. Conocemos además otro componente de los Dassió, el también labrador Francesc, quien nos aparece a menudo como testigo en algunos documentos de Bernat, y del que éste redactará su testamento el 22 de julio del 1465. En buena lógica, dentro de este influyente grupo se consolidó el trabajo y el prestigio de los notarios Dassió. No obstante, ¿ante qué tipo de notarios nos encontramos? ¿Cuál era su ámbito territorial de trabajo? ¿Qué tipo de clientela acudía a su oficina? ¿Qué volumen de trabajo desarrollaban anualmente? ¿Cómo evolucionó su actividad? El acercamiento a todas estas cuestiones no sólo permitirá conocer al profesional, además nos hablará de la sociedad, de la comunidad donde se movían estos notarios, porque, no lo olvidemos, el perfil de la actividad notarial dependía directamente de la sociedad donde se insertaban estos funcionarios. La geografía de la actividad notarial de los Dassió hay que relacionarla con dos ámbitos. En primer lugar, la que hace referencia al espacio de trabajo del notario y a su posible itinerancia; y en segundo lugar, la que refiere 8. Ítem pose en reebuda d’en Jacame Dazió, notari, e d’en Guillem Dazió e d’en Bernat Dazió, jermans, als quals per mi en lo loch de la Pobla foren arrendades les rendes a senyor pertanyents en la vila de Beanguazir e lo dit loch de la Pobla, a temps de III anys, qui començaren lo primer dia del mes de janer del any M CCCC XXXV, per preu cascun any de XXXVIII Milia CCCC sous de reyals de València, pagadors en aquesta forma, és a saber: la meytat en la festa de tots Sants, e l’altra meytat en II eguals solucions, ço és, la una en la festa de Carnestoltes e l’altra en la festa de Pasqua de Resurrecció, segons se mostra ab altre rebut per mi, en Pere Nadal, notari, a XX dies del mes de febrer del dit any M CCCC XXXV. ARV MR, 9.679, fol. 1 v. 9.El 22 de marzo del 1449 presta 200 sueldos a Bartomeu Tàrrago (APPV 26.801). A principios de 1450 pasa de nuevo por la escribanía notarial para concretar la compra de ciertas cabras por el elevado precio de 2.300 sueldos (APPV 26.800, 1450II-26). Tres años después lo encontramos avalando a un labrador de Moncada, Antoni Castellano, que recibe un préstamo de 2.000 sueldos (APPV 26.803, 1453-III-29). Sabemos además que entre sus propiedades contaba con una explotación de al menos 16 fanecades de tierra, repartidas entre dos parcelas: una de 14 henagadas de terra campa o cereal, situada cerca de la acequia de Aldaia, en el término de La Pobla (APPV 26.799, 1451-V-15); la otra de dos hanegadas de viña joven o mallol situada junto a la acequia Bona, también en término de la villa (APPV 26.799, 1451-VINO-5). La última noticia de este Dassió es del año 1457, cuando actúa como testigo en la disputa entre dos labradores de La Pobla, Antoni Rubio y Pere Mulet (APPV 26.805, 1457-VIII-12). 10. Su prestigio parece confirmarse por el hecho de que el sacerdote de Llíria, Bartomeu Serra, lo nombra procurador dos años antes (APPV, 1449-IV-23). Visita el notario varias veces para vender cereal a sus vecinos: tres cahíces de trigo a los labradores Joan Martí y Bernat Dassió, por 109 sueldos (APPV, 1451-IX-17), y 16 cahíces de avena al también agricultor Joan Salsadello (APPV, 1456-V-15). Además, como parece frecuente entre los Dassió, presta dinero incluso a vecinos de otras villas, como los 150 sueldos que dejó a Martí de Cotanda, labrador de Torrent (APPV, 1450-IV-9). Por lo que respecta a su extenso patrimonio hay que destacar una explotación de unas 30 hanegadas: 9 de viña (que vendió por 300 sueldos a Jaume Vicent, APPV, 1449-VII-19) y dos parcelas de terra campa (una de 9 hanegadas, y otra de 12 que también vendió posteriormente por un precio de 1.000 sueldos, APPV, 1465-II-28). Sabemos también que poseía una casa en La Pobla valorada en unos 1.100 sueldos (APPV, 1456-I-8). Incluso era propietario de un mulo (que compró por 460 sueldos) y de un caballo blanco (valorado en 300 sueldos, APPV, 1449-XII-21 y 1456-I-9). 4 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte al origen de sus clientes. Según muestran los registros, aunque la oficina de los Dassió estaba en La Pobla, se movían a menudo por las villas vecinas, en la misma comarca del Camp de Túria, pero en un radio corto de acción: Benaguasil, Llíria y Vilamarxant eran los lugares más visitados. De hecho, la burocracia de la administración del señorío obligaba al notario a acudir con frecuencia a esta villa vecina: todos los documentos que Bernat Dassió, padre, registra en Benaguasil están vinculados a la administración señorial (arrendamientos de instalaciones señoriales, pago de rentas, y actos relacionados con la justicia). Las estrechas relaciones entre las dos comunidades en el período que estudiamos, como veremos más adelante, hacen que el binomio La Pobla-Benaguasil sea constante en la documentación, y no sólo notarial11. De hecho, los musulmanes de esta aljama acudían a menudo a la escribanía de los Dassió para resolver sus asuntos (generalmente compraventas de tierras, de productos agropecuarios, o incluso documentos de pau i treva entre vecinos). Por otra parte, la visita a Llíria del notario, más esporádica que a la villa anterior, siempre se relacionaba con negocios del artesanado textil edetano, esencialmente pelaires, que compraban o vendían tierras del término. Un fenómeno más detacable que esta limitada movilidad comarcal es el de la relación de los dos notarios con la ciudad de Valencia. Ya hemos afirmado más arriba que el hijo alternaba la actividad en la capital con la atención de la clientela en La Pobla, pero también el padre fue consciente, como la mayoría de profesionales de las comarcas próximas a Valencia, que sólo en la capital podía progresar económica y socialmente. Esta fuerza de atracción del cap i casal se observa no únicamente en los maestros de notaría, también en muchos otros trabajadores o artesanos. La misma documentación notarial lo testimonia constantemente, incluso en el caso que nos ocupa: en abril del 1456 Bernat Dassió, padre, aparece trabajando en La Pobla, pero ya como vecino de Valencia. Utiliza entonces la expresión “ciutadà de València i habitant en La Pobla”, indicando que la residencia en La Pobla es temporal, y que su domicilio está en la capital12. Aunque posiblemente pasaba más tiempo en el Camp de Túria, como lo indica su intensa y continuada actividad en La Pobla, la ciudadanía era un rasgo de prestigio ante sus vecinos. Rasgo que su hijo asumió desde el principio de su vida laboral. De hecho, ya en la primera aparición que el hijo hace en la documentación del padre, el año 1465, nos indica que es ciudadano de Valencia: Bernardus Dassió, minor, notarius civis Valencie13. Por lo que respecta a los clientes que acudían en la escribanía de los notarios, el resultado del análisis de los registros no deja dudas: en los protocols del padre, casi el 90% son vecinos de La Pobla o de Benaguasil. Vayamos, sin embargo, a un análisis más pormenorizado del perfil clientelar de los Dassió. Bernat Dassió sénior era un notario marcadamente local: el 63,26% de sus clientes, tanto otorgantes como beneficiarios de sus registros, eran vecinos de La Pobla (vid. Cuadro I)14. Y si esta cifra puede parecer aún limitada de su matiz localista, podemos añadirle el 21,08% de los vecinos de Benaguasil que están presentes en sus contratos. Es decir, el 11. En el castillo de Benaguasil había, incluso, iglesia con sacerdotes asignados; las visitas pastorales de principios del siglo XV así lo indican: Visitatio ecclesie castri de Benaguazir, institute sub invocacione Sancte Marie. El año 1401 el rector era Ferran Pérez, y el vicario Joan Lop, de La Pobla. Vid. BOSCÀ, J. – CÀRCEL, M. Visitas Parroquiales de Valencia (siglos XIV-XV). València, 1996, pp. 292-294. 12. En el documento, del 18 de abril de 1456, Bernat Dassió reconoce que Pere Bono, labrador de La Pobla le ha pagado 180 sueldos, que el notario le dejó, por un préstamo censal (APPV, 26.806). Un año después, la situación del notario nos aparece aún mejor definida por el hecho de utilizar la expresión de “notari i ciutadà de València, habitant ara en La Pobla”, en el momento que vende 10 fanecades de viña al labrador de la villa Pere Sacalm, por 160 sueldos (APPV 26.805, 1457-VIII-4). Por lo que respecta al patrimonio inmueble del padre, sabemos también que poseía dos hanegadas de terra campa en la huerta de La Pobla, que vende al vecino Pere Descó (APPV 26.806, 1456-II-28). La venta de estas propiedades puede parecer una incipiente confirmación de su estancia a Valencia y de su avecindamiento en la ciudad. 13. Curiosamente, el documento es la compra por parte de Dassió, hijo, de una parcela de 18 fanecades de terra campa a Aparici Sacalm por 720 sueldos (APPV 26.811, 1465-II-2). 14. Ante la imposibilidad de analizar al completo los 77 libros de los Dassió, este estudio ha sido elaborado teniendo en cuenta los siguiente libros de Bernat Dassió, padre, que corresponden a los años: 1449 (APPV 26.801), 1450 (26.800), 1451 (26.799), 1453 (26.803), 1454 (26.804), 1456 (26.806), 1457 (26.805), 1459 (26.814) y 1465 (26.811). 5 Historia Medieval 84,35% de la clientela de este notario proviene de las comunidades rurales de su ámbito de origen. Incluso, este porcentaje aumenta hasta el 87,75% si sumamos el conjunto de vecinos de Llíria, Benissanó, Vilamarxant y Riba-roja, las villas más próximas a su escribanía, que en algún momento pasan por la mesa de Dassió (o bien porque éste visita las villas, o bien, y esto es lo más frecuente, porque los interesados acuden a su despacho). Finalmente, los pueblos de la comarca de l’Horta suponen el origen del 2,72% de los clientes de Bernat Dassió, padre. Paterna, Moncada, Godella, Meliana, Mislata, Manises y Torrent son los lugares de donde provienen, y la tipología documental más frecuente relacionada con éstos es la compra-venta de productos agropecuarios y, sobre todo, de animales de tiro. Todos los datos nos confirman, por lo tanto, que estamos ante un notario local, es decir, un notario fuertemente arraigado a su comunidad rural, La Pobla, y a las villas más próximas. Un notario que desarrolló buena parte de su vida profesional atendiendo los asuntos y los negocios de sus vecinos. Esto nos confirma que su avecindamiento en Valencia era más bien fruto de la búsqueda de un prestigio ante los vecinos, y no tanto una exigencia de su vida laboral, que transcurría casi íntegramente en La Pobla. Parece, incluso, que estamos ante un notario que casi monopoliza el servicio jurídico de esta villa, por lo menos si nos fijamos en la escasa documentación que hemos encontrado en los protocolos de otros notarios. Por ejemplo, los dos libros que conservamos de Andreu Sacalm corresponden cada uno a un buen puñado de años (uno incluye los años de 1447 a 1484, y el otro de 1489 a 1494; y donde además se alterna la documentación de La Pobla con la de València16), a diferencia de los Dassió que por su volumen de trabajo se veían obligados a redactar un grueso libro por año (con una media de 120 registros anuales). El protocolo conservado de Joan de Arbequa corresponde, como en el caso de Sacalm, al trabajo de seis años de este notario, de 1492 a 149717. En definitiva, el amplio volumen documental de los Dassió, por una parte, y la escasa presencia de documentos referidos a La Pobla en otros notarios de la misma cronología, parecen confirmar el “monopolio” laboral de estos dos notarios, padre e hijo, en la villa. Cuadro 1. Origen de la clientela de Bernat Dassió, sènior 1449-1465. LUGAR DE ORIGEN La Pobla Benaguasil Resta Camp de Túria Ciutat de València Els Serrans Viles comarca de l’Horta TOTALES Camp de Túria Resto Porcentaje 63,26 21,08 5,44 3,40 3,40 2,72 87,55 12,45 Del resto de clientes hay que destacar el 5,44% que vienen de la ciudad de Valencia, sobre todo artesanos (pelaires, sastres y curtidores que compran materias primas como lana o cuero) y mercaderes (donde destacan algunos italianos asentados en la capital del Reino, como Andrea de Gariboldi, mercator lombardus habitator civis Valencie, y Batista Moneda, también mercator lombardus habitator civis Valencie15). El siguiente ámbito porcentual de influencia y clientela de nuestro notario era la vecina comarca de Los Serranos: un 3,4% de los clientes de sus libros son de Andilla, Xelva, Villar o Xulilla, y consignan documentos relacionados con el “mercado” matrimonial, es decir, germanies o donacions intervius por causa de matrimonio entre vecinos de La Pobla y de las villas mencionadas, lo que nos da idea del amplio espacio territorial donde a veces se buscaba el futuro cónyuge. 15. El primero nombra procurdor a un tendero de València, Andreu Cavall, para que se haga cargo de sus asuntos mientras está en La Pobla. El segundo nombra procurador a otro mercader lombardo, Luis de Rabis, para vender una esclava rusa de veinte años, de su propiedad. En ambos documentos los testigos son labradores vecinos de La Pobla (APPV 26.801, 1449-X-21). Las relaciones de estos profesionales italianos con vecinos de la zona, y la importancia estratégica que para ellos tenía esta comarca próxima a Valencia para el abastecimiento de todo tipo de materias primas, se confirma también porque meses antes Abrahim Alquatib, de Benaguasil, confesó deber 460 sueldos al mercader Angelino de Prato, aunque sin especificar la causa (Íd. 1449-VIII-12). 16. APPV 26.337 i 26.340. 17. APPV 19.771. 6 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte Por lo que respecta al perfil socioprofessional de los clientes que acudían al despacho de los Dassió, debemos indicar que prácticamente el 70% de los actores documentales son labradores, como parece lógico por el cariz local del notario (vid. Cuadro II). La escasa presencia de artesanos y mercaderes en pequeñas comunidades rurales como las de La Pobla y Benagusil condicionan este masivo porcentaje de campesinos. Incluso debemos recordar que buena parte de los mercaderes y artesanos que pasan por la mesa del notario son de otras ciudades (de Valencia y Llíria esencialmente). Aparte del Cuadro II, el análisis de los mencionados protocolos nos ha permitido reconstruir una mínima estructura laboral de los vecinos de La Pobla (vid. Capítulo 3), o al menos de los vecinos que acuden a la escribanía de Bernat Dassió (que como hemos dicho antes, son la mayoría), donde observamos también que el número de artesanos es muy limitado, lo que confirma los porcentajes anteriores. segundo motivo de redacción y ocupación en la escribanía de nuestro notario (suponen el 23,81% de su trabajo), donde encontramos documentos que permiten reconstruir todo el ciclo de la vida de los vecinos de La Pobla dentro del marco familiar: desde la creación de la familia conyugal con la firma de la germania (predominante frente a los contratos dotales), y con las donacions interviús, mediante las cuales los padres hacían efectiva la transmisión de patrimonio a los hijos que así formaban una nueva célula productiva; hasta los mismos testamentos, los inventarios, y los repartos de bienes entre los hijos que se derivan de los documentos anteriores. La exigencia legal y la necesidad de regular una correcta transmisión patrimonial entre los hijos, explican la abundante presencia de estos documentos en el notario local. En menores porcentajes encontramos otros tipos documentales: los registros relacionados con la administración local y señorial, en su mayoría redactados en Benaguasil, suponen el 16% de la tarea notarial de Dassió. El mercado del crédito, casi monopolizado por la deuda censalista, conforma el 7,59% del conjunto documental; mientras que las cartas de procuración otorgadas con carácter general conforman el 5,74%. Otros asuntos, de los que se ocupaba nuestro notario de manera esporádica, eran los que hacían referencia al mercado de trabajo (contratos de servidumbre o aprendizaje de jóvenes, los denominados affermaments18), o a la conflictividad vecinal (documentos de pau i treva). Sin embargo, ¿qué se deduce de todos estos datos? La limitada tipología documental, basada en los contratos más comunes, nos indica que estamos ante un notario poco especializado, pero que ha sabido adaptarse a una fiel clientela local. Como en La Pobla o Benaguasil no encontramos grandes colectivos artesanales o mercantiles (que exigen notarios especializados en contratación comercial o cambiaria), ni tampoco familias nobles con grandes patrimonios (que generan conjuntos documentales específicos), Bernat Dassió centralizó su trabajo en satisfacer los pequeños asuntos y negocios necesarios para la Cuadro2. Perfil socio-profesional de los clientes OFICIO Llauradors Mercaders Artesans Ramaders Preveres Otros (barbers…) Sin especificar Porcentaje 67,91 7,40 6,17 3,70 2,46 2,46 9,87 Un estudio de la tipología documental en los registros de Dassió nos habla también de este rasgo local del notario, y al mismo tiempo de la sociedad en la cual trabaja. Casi la mitad de la actividad de Bernat Dassió, padre (45,75% de los documentos analizados) estaba cubierta por las transacciones locales: por una parte, las compra-ventas de tierras (70% del mercado total de inmuebles), recurso básico y fuente de la comunidad rural; y por otra las compra-ventas de productos agropecuarios y otros bienes relacionados con la actividad del sector primario (animales de tiro, ganado), que suponen el 20% de todos los registros analizados. Los asuntos familiares eran el 18. La ausencia de este tipo de contratos en los protocolos no nos indica su inexistencia, más bien nos confirma que el acuerdo verbal entre vecinos era suficiente para validar esta relación semi-laboral entre el patrón y el padre de los jóvenes aprendices o de las jóvenes en servicio doméstico en casa ajena al núcleo familiar. 7 Historia Medieval reproducción de la economía campesina local. Y es aquí precisamente donde radica el valor de su documentación, en el hecho de ser hoy para el historiador un magnífico y completo lienzo de la vida de los vecinos de La Pobla de hace quinientos años. Cuadro 3. Tipologías documentales en los protocolos de Dassió TEMÁTICA DOCUMENTAL DEUDA RELACIONES FAMILIARES COMERCIO-INTERCAMBIO MERCADO INMOBILIARIO ADMINISTRACIÓN MERCADO DE TRABAJO REPRESENTACIÓN CONFLICTIVIDAD SOCIAL Número de actos Porcentaje censals i prèstecs deutes i cessions de deute TOTAL 29 8 37 7,59 testaments inventaris almonedes germanies contractes dotals donació intervius partició de béns TOTAL 56 11 4 20 1 23 1 116 23,81 productes agropecuaris ramat animals de tir esclaus tèxtils TOTAL 23 14 70 1 8 115 23,61 compra-venda de terres arrendaments de terres compra-venda de cases TOTAL 74 3 29 106 21,76 senyorial municipal TOTAL 59 19 78 16,01 Afermaments pagaments de soldada TOTAL 3 4 7 1,43 procuracions 28 5,74 documents de pau i treva 5 1,02 492 100 TIPOS DOCUMENTALES TOTAL DOCUMENTAL FUENTE: protocolos de Bernat Dassió: 26.799 (1451) 26.800 (1450) 26.801 (1449) 26.803 (1453) Arxiu de Protocols del Patriarca, València 8 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte 2. LAS ESTRUCTURAS POLÍTICAS A la hora de explicar la evolución institucional de la Pobla, desde sus orígenes hasta los enfrentamientos por su control político y económico entre Valencia y destacados miembros de la nobleza a mediados del siglo XV, se ha optado por realizar una división de las siguientes páginas bastante tradicional. Se trata de una aproximación que intenta armonizar tanto la explicación de las estructuras básicas de organización de los hombres –el funcionamiento de la comunidad local, la organización del señorío –básicamente a través del análisis de las rentas y la actuación de los representantes señoriales, y las relaciones con otras localidades del territorio –Benaguasil y Segorbe, entre otros, como la evolución diacrónica de los acontecimientos, es decir, la historia política más clásica que, no obstante, en el caso de la Pobla de Vallbona, está bastante lejos de poder acotarse con precisión. El poder andalusí se hundió durante el siglo XIII frente a las fuerzas feudales en buena parte de la Península Ibérica y el denominado Sharq Al-Andalus, un territorio que de forma aproximada comprendía los posteriores reinos medievales de Valencia y Murcia, no tuvo mejor suerte. Las tropas cristianas comandadas por el rey Jaume I ocuparon todo la región valenciana hasta la población de Biar en unos pocos años, entre el asedio de Borriana en el año 1233 y la conquista del espacio situado al sur del río Xúquer en 1245, sin encontrar prácticamente una resistencia militar digna de mención. Tal y como ha destacado la historiografía se trató de un proceso de expansión general en toda Europa, de forma especial en el Este y en la Península Ibérica, que supuso en esta última área la desaparición de todos los reinos musulmanes salvo el de Granada. Los problemas surgen cuando se trata de analizar la articulación política de la parte oriental de Al-Andalus ya que una parte de los historiadores considera que la región valenciana, en el momento anterior a la conquista cristiana constituía una entidad que dependía administrativamente de la capital, de la ciudad de Valencia. Al mismo tiempo era un territorio que tenía como base sociopolítica una multitud de pequeños centros de poblamiento situados a lo largo de todo el país que recibían el nombre de alquerías. Éstas, con un peso demográfico muy desigual, poseían la Josep Bordes García Los primeros señores y la fundación de la Pobla de Vallbona Los hombres se encuentran al nacer inmersos en unas determinadas condiciones económicas, sociales, políticas y culturales de las que no son responsables, con las que deberán convivir a lo largo de su vida y que, muy a menudo, creen inmutables. A veces, no obstante, los procesos históricos sufren una aceleración y un modelo de formación económico-social, que daba muestras de agotamiento estructural, comienza a dar paso a otro. En algunas ocasiones las causas y los ritmos son difíciles de delimitar; en otras, el proceso puede acontecer en un corto período de tiempo. Precisamente este último caso será el que se produjo en el territorio valenciano a partir del siglo XIII y que analizaremos en las siguientes páginas. A comienzos del Doscientos los campesinos musulmanes del Oriente de Al-Andalus y sus correligionarios cristianos del norte peninsular, que constituían la mayoría de la población de sus territorios, se encontraban encuadrados en dos modelos diferentes de sociedad, una de tipo antiguo y otra feudal, independientemente de las numerosas semejanzas entre ambos grupos y de la acepción, no exenta de profundos debates historiográficos, que se le dé a ambos epítetos. Pero todo iba a cambiar durante las primeras décadas de esa centuria debido a la dinámica expansiva de las sociedades feudales y la debilidad andalusí. Por esa razón, la creación, organización y evolución política de la Pobla de Vallbona a lo largo de la baja Edad Media sólo puede entenderse en un contexto de profundas transformaciones. En síntesis, hablamos de un núcleo de poblamiento que nació a raíz de la conquista cristiana del Sharq Al-Andalus, integrándose en la nueva organización señorial del espacio, al mismo tiempo que entraba a formar parte de la compleja partida política que se jugaba entre el grupo nobiliario para aumentar o mantener sus patrimonios y los intereses de la oligarquía de la ciudad de Valencia para controlar el territorio más cercano a la capital. 9 Historia Medieval Estado de conservación de los protocolos de Bernat Dassió (1479). característica común de pertenecer al espacio administrativo de una ciudad, de un pueblo fortificado o de un castillo. Por lo tanto, hay historiadores que hablan de una estructura dual integrada por un castillo o fortificación y un grupo de alquerías. En general, las alquerías eran pequeñas concentraciones de campesinos, a menudo pertenecientes a una misma familia, donde la unidad de residencia se confundía con el grupo de parentesco. Además, estaban formadas por unas pocas casas, con unas mínimas estructuras defensivas y en la mayoría de ocasiones tampoco poseían equipamientos públicos como baños y mezquitas. Las fortificaciones musulmanas tenían, en primer lugar, una función comunitaria, y, en segundo, una estatal. En todo caso, según el historiador francés Pierre Guichard, no poseían una función estatal. Hablamos, en definitiva, según Guichard de una sociedad de tipo antiguo o “tributaria”, articulada alrededor del Estado y las comunidades locales con la fiscalidad como eje unificador y donde la estructura agraria se caracterizaba, además de las grandes propiedades, en la pequeña y mediana explotación de la población de las alquerías, sobre las que descansaba casi todo el peso de los impuestos. Los tributos estaban destinados a sostener el aparato estatal andalusí formado por un reducido grupo de militares y juristas que vivía en las principales ciudades. En el ámbito rural las autoridades locales, los cargos de los castillos, los jueces y los pequeños magistrados formaban parte de la estructura del Estado asegurando la fluidez de las relaciones entre las comunidades rurales y urbanas y los grupos dirigentes19. En definitiva, las dos principales características del sistema tributario musulmán serían, en primer lugar, un aparato estatal bastante débil y una 19. P.GUICHARD, Al-Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica en Occidente, Barcelona, 1976; y del mismo autor, Al-Andalus frente a la conquista cristiana. Los musulmanes de Valencia (siglos XI-XIII), València, 2001. 10 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte aristocracia muy vinculada a dicha estructura política-administrativa pero casi sin derechos sobre la tierra y los hombres. Y en segundo lugar, la fuerza que poseían las comunidades rurales y urbanas frente al Estado. Entre las razones que explican que el éxito de los feudales en la conquista del Sharq AlAndalus hay que mencionar, sin duda, la mayor agresividad militar de su sistema sociopolítico; un factor que según buena parte de la historiografía no se desarrolló en el conjunto de la sociedad andalusí amenazada que en el siglo XIII estaba poco militarizada. Se ha llegado a decir que el concepto de “yihad” era extraño para el modo de vida de la mayoría de los habitantes de la València musulmana. Asimismo, es necesario señalar el reforzamiento de la monarquía catalanoaragonesa llevada a término por Jaume I desde su llegada a la mayoría de edad y la estrecha relación que tuvo esa circunstancia con el proceso de conquista. Así, durante la primera mitad del Doscientos las fuerzas comandadas por el rey, sin enfrentamientos bélicos de importancia, consiguieron ocupar la mayor parte del futuro Reino de Valencia. Una conquista que se enmarcaba, como ya hemos señalado, dentro del contexto general de expansión de las sociedades europeas bajomedievales. Poco después de la conquista de la ciudad de València Jaume I firmó una tregua de siete años con los musulmanes aunque en poco tiempo la expansión militar continuó con fuerza. El nacimiento de la Pobla de Vallbona tiene su origen en la ocupación de las tierras valencianas por parte de las tropas cristianas. No obstante, la documentación generada por los feudales y que hace referencia a la conquista de las poblaciones de la comarca del Camp de Túria en la década de 1230 no menciona a la localidad objeto de nuestro estudio. Gracias a la información que proporciona el denominado Llibre del Repartiment, un registro documental que recoge las donaciones de bienes inmuebles realizadas por el monarca antes y poco después de la conquista efectiva de parte del territorio valenciano, sabemos que otras poblaciones y pequeñas unidades de población muy cercanas –Benaguasil, Benissanó, Llíria, entre las villas, y numerosas alquerías dispersas por el territorioestaban habitadas por hispanomusulmanes. Antes de la conquista efectiva de la capital el rey Jaume I comenzó a recompensar a diversos personajes, nobles y eclesiásticos en su mayoría, que le habían ayudado en la toma de la ciudad de València con tierras y rentas de diferente importancia según la categoría social, la relación que mantenían con la monarquía y la ayuda efectiva que habían ofrecido en la campaña militar valenciana. Es en este contexto cuando se produjo el reparto de parte de las poblaciones y tierras que rodeaban lo que después se transformó en el término de la Pobla. Así, el castillo y la villa de Benaguasil, que desde ese momento y a lo largo de todo el período bajomedieval mantendría una estrecha relación con la Pobla de Vallbona, fue entregada el 26 de septiembre de 1237 al noble aragonés Ferrán Díaz o Díeç, un caballero que había participado directamente en las campañas militaras que condujeron a la conquista de Morella. A partir de esa donación se repartieron entre miembros de la pequeña nobleza aragonesa y de linajes musulmanes que habían colaborado con los conquistadores, algunas de las alquerías que rodeaban Benaguasil. Entre otros ejemplos, los registros documentales señalan que el 31 de enero de 1238, el caballero Domingo López recibió la alquería de Feilx, que estaba situada entre los pueblos de Vilamarxant y Benaguasil, “alqueriam de Feilx; que est inter Villamerxant et Venalgesir”; y el 13 de mayo de 1239 Aceyt Aboceyt, recibió la alquería de Aldaia, “alqueriam de Addaya, iuxta Venalguasir, cum furnis et molendinis”. Durante el resto del siglo XIII se produjeron cambios en la titularidad del señorío en el cual acabaría integrándose la Pobla de Vallbona desde su fundación, aunque las fechas exactas de la transmisión del patrimonio no dejan de resultar confusas y difícil de esclarecer. La historiografía ha destacado que las décadas inmediatamente posteriores a la ocupación y reparto del territorio valenciano fueron un período de inestabilidad, donde las familias que habían recibido tierras y rentas trataban de agruparlas a fin de formar pequeños señorías, o permutarlas por posesiones en sus lugares de origen. De todas maneras sí sabemos que Rodrigo Díaz sucedió a Ferrán a mediados del Doscientos y que se mantuvo como cabeza de la familia hasta los años 1268-1270. Desde aquel momento la historia de los señores de 11 Historia Medieval Es necesario comenzar señalando que la llegada de nuevos pobladores cristianos no fue un proceso sencillo y fácil. Como tampoco lo fueron las relaciones con los habitantes hispanomusulmanes que no pudieron o quisieron emprender el camino de la emigración. Por lo que respecta a la elite socioeconómica, laica y eclesiástica, algunas de las donaciones territoriales, como ya se ha señalado, no fueron ocupadas de manera efectiva por sus señores sino que fueron intercambiadas en los años posteriores a la conquista. Así, mientras algunos caballeros no tomaron posesión de las tierras, otros realizaron diferentes estrategias –permutas, compraventas, alianzas matrimoniales, etc.- con el objetivo de agrupar parte de sus patrimonios en el reino y obtener la mayor rentabilidad y control posible de los hombres, tanto musulmanes como cristianos. Con seguridad eso es lo que aconteció con las tierras y pequeñas alquerías que rodeaban Benaguasil. Unos pocos años después de la conquista, pese a que en el Llibre del Repartiment aparecen donaciones a diferentes caballeros, un solo señor, de procedencia aragonesa, aparecía a la cabeza de un pequeño territorio que tenía a Benaguasil como el centro del mismo. No obstante, la presencia cristiana en esos lugares debía ser mínima, seguramente compuesta por los miembros de la guarnición que se había establecido en el castillo de la villa. En segundo lugar es necesario citar los problemas relacionados con la ocupación efectiva del territorio por parte del grupo campesino que, según los estudios realizados, se produjo de manera lenta y localizada, tanto en los lugares más cercanos a las poblaciones más importantes y vías de comunicación como en las tierras más fértiles. Por ejemplo, en Llíria, J.A. Llibrer señala que es muy probable que los beneficiarios iniciales de las tierras y las casas vendieran en los primeros años su patrimonio a nuevos inmigrantes. De hecho, según el estudio que ha realizado el autor sobre la Llíria de los siglos XIII-XV, de los veintitrés apellidos o linajes cristianos que aparecían en el Llibre del Repartiment a comienzos del siglo XIII, sólo cuatro vuelven a aparecer en la documentación de la siguiente centuria. Una situación a la que hay que añadir los diversos grados de resistencia que ofrecieron los mudéjares valencianos Imagen idealizada de Jaume I. Palau de la Generalitat Benaguasil y, después, de la Pobla de Vallbona, comenzaron a cruzarse con la de algunos miembros de la familia real catalanoaragonesa y del poderoso linaje de los Luna. Como aparece reflejado en la documentación oficial de la década de 1280 la hija de Rodrigo Díaz, Sancha, se casó con Jaume Pérez, hijo natural del rey Pedro el Grande. Tras la muerte de Jaume, su hija Constanza Pérez contrajo matrimonio con Rodrigo Luna, entrando el señorío de Benaguasil como parte integrante de los territorios de los Luna, familia que poseía un importantísimo patrimonio territorial. Pero el problema reside en conocer el momento y, mucho más importante, las causas de la fundación de la Pobla de Vallbona, teniendo en cuenta que por el momento no se ha encontrado documentación directa de aquel período que haga referencia explícita a la creación de la población. En todo caso, diferentes noticias indirectas nos permiten, aunque seguramente de manera un poco superficial, contextualizar la situación política general, la actuación de los fundadores y sus posibles intereses en promover una nueva localidad en un paisaje dominado por la presencia de lugares de población mayoritariamente musulmana. 12 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte en ángulo recto. Como se puede ver en el plano que muestra la parte más antigua de la villa, ese fue el caso de la Pobla de Vallbona. No obstante, la fundación de la Pobla sigue planteando numerosos interrogantes relacionados con la estrategia concreta que utilizaron los señores para atraer población, qué privilegios utilizaron, la procedencia geográfica de los recién llegados o el ritmo de llegada de los mismos. En todo caso, es evidente el éxito de la iniciativa señorial. A partir de 1280, desde el mismo momento de su fundación, la Pobla de Vallbona comenzó a adquirir una entidad política propia. Al mismo tiempo que llegaban nuevos pobladores, en un número que por el momento es imposible de cuantificar, se formaron las primeras estructuras políticas que permitían el funcionamiento de la villa. Casi con seguridad el señor debió otorgar una carta de población o, al menos, algún tipo de privilegio para los inmigrantes cristianos que delimitase las relaciones jurídicas y económicas entre el grupo campesino y el titular del señorío, y que autorizaba a la comunidad local para establecer una organización política propia. Al menos, eso es lo que sucedió en otras partes del reino. El éxito de la fundación de la Pobla también se puede inferir por la importancia demográfica que comenzaba a adquirir la villa a comienzos del siglo XIV. En el año 1304 se produjo el traslado de la parroquia desde Benaguasil a la Pobla de Vallbona comprometiéndose los señores a ofrecer al sacerdote titular una casa y tierras suficientes para su mantenimiento. Además, el crecimiento demográfico en toda la comarca, la importancia que iban adquiriendo poco a poco los pueblos del Camp de Túria, incluyendo la Pobla, y el nacimiento de un cierto sentimiento de pertenecer a comunidades políticas diferentes, pese a las similitudes existentes, comenzó a provocar problemas de ordenación del territorio durante las primeros años del Trescientos. Unas décadas después del traslado parroquial, en el año 1332, se produjo un litigio entre los habitantes de Benaguasil, por una parte, y los vecinos de Llíria y Pedralba, por otro, que finalizó con el establecimiento de unos términos claros de dichas poblaciones, incluyendo la delimitación del territorio de la Pobla de Vallbona. que, desde los primeros años del proceso de conquista e inmigración cristiana, y de forma más importante a partir de 1270, intentaron rebelarse contra los recién llegados. En el caso de la Pobla de Vallbona algunas referencias documentales permiten inferir que su fundación se produjo entre finales de la década de 1270 y comienzos de 1280. Con toda probabilidad una de las principales razones hay que buscarla en la revuelta musulmana de los años 1276-1277, en la cual participó la aljama de Benaguasil. Y aunque el rey Pere el Gran les otorgó un perdón en septiembre de 1277 y una autorización para poder seguir viviendo en la población, los señores pudieron pensar que una nueva villa repoblada totalmente con cristianos permitiría controlar mejor el territorio y al mismo tiempo facilitar la instalación de nuevos pobladores cristianos20. En ese contexto histórico la existencia de la Pobla de Vallbona se encuentra documentada por primera vez a comienzos de 1282 cuando en un registro del 27 de abril de ese año la monarquía ordenaba que se desviara el camino real que discurría entre la ciudad de València y Llíria haciéndolo pasar por la Pobla, propiedad en aquellos momentos de Jaume Pérez. La consecuencia de la decisión señorial fue la fundación de la Pobla según unos determinados parámetros que no eran muy diferentes a los del resto del nuevo reino cristiano. Substancialmente se trataba de crear un nuevo núcleo con población exclusivamente cristiana y compuesta en su mayor parte por inmigrantes aragoneses y catalanes. Porque, y reproducimos algunas de las ideas que ha escrito J. Torró, los cristianos que comenzaban a llegar al territorio valenciano desde la década de 1230 tenían un modelo particular de asentamiento. En general, preferían concentrarse en un número limitado de poblaciones, a menudo en lugares de nueva creación. Es el caso de la Pobla de Vallbona pero también de otros centros como Vila-Real, Vallada, Montesa, o Vila Joiosa, que nacieron en tierras desocupadas aunque en espacios agrarios idóneos y cerca de vías de comunicación. Asimismo, estas nuevas poblaciones se caracterizaban por la disposición regular del asentamiento, conseguida mediante un viario ortogonal, es decir, con calles cruzadas 10. El texto completo del perdón real señala: “Noverint universi 13 Historia Medieval La evolución política del señorío La llegada de la dinastía Trastámara a la Corona de Aragón complicó la situación del territorio en el que se integraba la Pobla de Vallbona. En primer lugar, el nuevo señor de Segorbe, Federic, candidato frustrado en la sucesión dinástica, tuvo problemas para tomar posesión de su señorío, aunque finalmente lo consiguió. En segundo lugar, pese a que Alfons el Magnànim se convirtió en el tutor de Federic desde mediados de la década de 1410, terminó por incorporar de manera temporal el señorío al Patrimonio Real. La ocasión nació a raíz de los enfrentamientos bélicos entre las coronas de Castilla y Aragón en la década de 1430. Debido a dicha incautación, que sólo un corto período, en la actualidad podemos analizar muchos aspectos del funcionamiento interno del señorío de los Luna y, en concreto, aquellos que afectaban a la Pobla de Vallbona como la tipología e importancia relativa de cada una de las rentas, el arrendamiento de los monopolios señoriales, el número de casas, la cantidad de cargos señoriales, etc. El proceso de incorporación de la Pobla de Vallbona, Benaguasil y Paterna a las tierras reales se produjo con mucha rapidez y pronto un administrador de la monarquía comenzó a supervisar las cuentas y aseguró el buen funcionamiento del señorío. En el caso de la Pobla, el 18 de enero de 1430, los principales cargos municipales (Justicia, Jurados, Mostassaf y Escribano), junto a los miembros del Consejo, juraron fidelidad a la Corona, “…juraren a Déu sobre la Creu e als Sants Quatre Evangelis de aquell de la lurs mans drets corporalment toquats e prestaren homenatge de mans e de boca en poder e ma del dit honorable Batle e Comisari dessús dit en persona, nom e veu del dit senyor Rey. Que ells e cascún d’ells seràn bons, leals e feels vasalls del dit senyor Rey”. Sólo unos meses después, en abril, los representantes de la Baronía, es decir, la Pobla, Benaguasil y Paterna, redactaron una súplica a Alfons el Magnànim para que dichos lugares permaneciesen en poder del rey. Con una retórica típica de la época comenzaban dando gracias a Dios por haber permitido a sus poblaciones entrar en el patrimonio real, “…A la divinal clemencia ha plagut que’l Comdat de Luna sia unit a la vostra molt alta e molt poderosa Corona, de la qual cosa los lochs de Paterna, de la Pobla e de Benaguazir, universitats Desde su fundación la Pobla de Vallbona se integró en una estructura política más amplia, en unas estructuras señoriales en las cuales los cambios de titularidad se producían mediante calculadas estrategias familiares. Como hemos señalado antes, la población entró en el patrimonio de la poderosa familia de los Luna a comienzos del siglo XIV y continuó integrada en sus tierras señoriales durante el resto de la centuria. En el Cuatrocientos la situación política en la que se vio envuelta la Pobla fue mucho más convulsa. Para seguir la evolución del señorío en el cual se integraba la Pobla en dicho siglo, conocido por el nombre de Antiguo Patrimonio, contamos con el estudio de F.J. Cervantes, a quien seguiremos en las siguientes páginas. El origen de este conjunto patrimonial, integrado por diferentes territorios del noroeste de la ciudad de València, y que terminaron heredando el Infante Martí i Maria de Luna tuvo su inicio, en su mayor parte, en repartos de tierras pertenecientes al patrimonio real. Substancialmente, la evolución política de dicho espacio a lo largo del siglo XV se puede definir como la lucha para conseguir su control por parte de diferentes actores: en primer lugar, los reyes de la Corona de Aragón; en segundo, una de las ramas de la familia real y, por último, la oligarquía de la ciudad de València, interesada en aumentar su control político y económico sobre los lugares más cercanos a la capital. En el año 1396 Martí l’Humà y Maria de Luna se convirtieron en los reyes de la confederación catalanoaragonesa aunque el territorio que integraba a la denominada Baronía de Paterna, Benaguasil y la Pobla de Vallbona, junto al señorío de Segorbe, no se incorporaron al patrimonio de la Corona sino que continuó siendo considerado como tierras privativas del matrimonio. Los problemas surgieron con la muerte de ambos a principios del Cuatrocientos. Cuando Maria de Luna falleció en el año 1406 nombró como heredero a su hijo Martí de Sicilia pero éste también murió unos pocos años después, en 1409, dejando un hijo bastardo llamado Federic, quien debía heredar los territorios valencianos de la familia. 14 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte del dit Comdat han retut e continuen retre gràcies a Lahore al omnipotent Déu, de la molt singular gràcia que’ls ha feta…”; continuaban exponiendo la mala situación económica, en especial por el endeudamiento censal, en la cual se encontraban los territorios por las aventuras militares de sus señores, “…per carregament de diverses censal per la conquesta de Sicilia sobre los dits lochs carregats, com per altres multiplicats càrrechs sobre aquells imposats, com encara per causa mortaldats e de la occorrent guerra…”; finalizaban su alegato pidiendo no ser separados de la Corona, “… Supliquem a vos molt poderós senyor en alguna manera no ésser separats o departits ans ab aquella sempre units e fets inseparables per concessió de vostre special privilegi en e ab lo quals tots los dits lochs, aljames e singulars de aquells per vostra molt poderosa senyoria sien ratificat e confermats en tots e qualsevol privilegis e libertats, inmunitats, franquees e altres concesions…”. Pero la Monarquía tenía otros planes para los pueblos de la Baronía. La expansión por Italia, y en concreto la conquista de Nápoles, había llenado de deudas los cofres del rey. Un endeudamiento que la ciudad de Valencia, en pleno crecimiento económico y con fuertes intereses territoriales, había sufragado en buena medida. Y por esa razón, en septiembre de 1430, sólo unos meses después de haber ocupado la Pobla, Benaguasil y Paterna, el rey las ofreció a la capital del reino como garantía de los préstamos que había entregado la ciudad durante los años anteriores. A partir de ese momento la influencia de la gran ciudad se hará mucho más fuerte aunque, como se explicará más adelante, los pleitos judiciales con la Corona se sucedieron durante todo el Cuatrocientos. En este sentido, es necesario añadir algunas consideraciones de carácter más general al proceso de integración de las poblaciones más cercanas a la capital. Durante los últimos años parte de la historiografía ha destacado que a lo largo del siglo XV la ciudad de València consiguió un mayor control del territorio regnícola, y la comarca del Camp de Túria, en general, y la Pobla de Vallbona, en particular, no tuvieron mejor suerte. Así, según la interpretación de E. Cruselles y R. Narbona, el creciente incremento de las aportaciones de la capital a la hacienda real permitió la formación de un espacio económico de grandes dimensiones constituido por y en beneficio de la oligarquía valenciana. De este modo, en palabras de dichos autores, se comprende bien la irreversible superioridad de la gran ciudad y el progresivo debilitamiento de las villas del reino durante el Cuatrocientos. En general, las estrategias del patriciado de la ciudad de València sobre el territorio circundante se caracterizaron por la compra de deuda censal y el arrendamiento de diferentes impuestos locales; la formación de un territorio urbano como marco de accción jurisdiccional y de influencia directa, y el control de los mercados en el área cercana a la ciudad en beneficio de las instituciones municipales valencianas. En este contexto, en la documentación consultada aparece de forma reiterada una retórica ue siempre destaca la función dirigente de València, “…Aquesta ciutat que segons sabets és mare de tot lo Regne e la restauració de la qual és conservació de tots sos membres”, y la obligación por parte de las poblaciones cercanas de obedecer a las diversas exigencias de la capital. El intento de control directo de algunos territorios no fue la única política que siguió la ciudad de València durante la Edad Media. Antes de administrar el Antiguo Patrimonio a cambio de importantes préstamos, la capital del reino ejerció una presión constante sobre diferentes aspectos, entre los cuales destacan la preocupación por asegurar el abastecimiento regular de algunas materias primas como la lana de la comarca y del interior del país, del caudal del río Turia, que proporcionaba agua a los molinos que rodeaban la ciudad, y el interés por proteger sus privilegios comerciales y judiciales. Entre otros ejemplos se puede citar una carta del 18 de mayo de 1400 dirigida por los jurados de la ciudad de Valencia a sus homólogos de la Pobla de Vallbona sobre las necesidades hídricas de la capital, “…Honrats senyors, aquesta ciutat en la preservació de la qual va molt a vosaltres e a tot lo regne, passa gran fretura d’aygües perque us pregam axí affectuosament com podem e confiam de vosaltres que almenys d’ací a la festa de Cinquagèsima primervinent encolsament no’s façats plaer de dues o tres canals d’aygues e d’açons farets singular e assenyalat plaer…”. Otro ejemplo es un poco posterior, del año 15 Historia Medieval 1409, cuando las autoridades de la capital escribieron a los jurados de la Pobla a raíz de una queja de Jaume de Perafica, vecino de Xelva, pidiéndoles que le devolviesen un mulo y el trigo confiscado. Lo más interesante de la carta es la insistencia de los jurados de la ciudad en recordar los privilegios comerciales que tenían todos aquellos que abastecían a València, “…com la ciutat haia privilegi reyal que tots aquells que li porten viandes son guiats e assegurats ab tots sos bens de tots crims, delictes e deutes…”. En otras ocasiones la ciudad de Valencia intentaba asegurar la llegada de madera por el río Turia. Un documento del año 1414 recogía cómo los Jurados valencianos pedían a los de la Pobla de Vallbona la libertad de paso para que dos vecinos de la capital pudieran transportar su madera por la localidad, “Affectuosament vos pregam que per amor e contemplació nostra lexés tota l’aygua del riu demà que serà divendres, per tot dia, a.N Martí Çacoma e En Guillem Ferriol, nostres conciutadans, per ço que la lur fusta qui ara vé novellament puxa junyer ací e ésser messa en segur. E d’açó’ns farets plaer molt gran”. No obstante, a pesar de los evidentes intereses económicos la incorporación directa a las tierras reales y el control efectivo subsiguiente que ejerció la ciudad de Valencia no fue muy larga. Los intereses familiares de los titulares de la Corona superaban otras consideraciones y en el año 1436 Alfons el Magnànim entregó Segorbe, la Vall d’Uxó, la Serra d’Eslida y los pueblos de la Baronía a su hermano Enric. Sólo unas décadas después, en el año 1459, su hijo, el infante Enric “Fortuna” asumía la titularidad del señorío. Según F.J. Cervantes, la conflictividad política entre la ciudad de Valencia y los miembros de la familia real continuaron durante buena parte del siglo XV porque las localidades de la Pobla de Vallbona, Benaguasil y Paterna estuvieron administradas por un representante de la capital del reino al mismo tiempo que actuaba como procurador de la monarquía. De hecho, los duques de Segorbe y las autoridades municipales valencianas mantuvieron un prolongado pleito por la posesión de esos pueblos. En tiempos de Ferràn el Catòlic continuaban enfrentados y el monarca buscó una solución de compromiso que tampoco ayudó a clarificar la situación. Por un lado mantuvo la titularidad de las tierras en manos de los señores de Segorbe mientras que autorizaba que la ciudad de Valencia continuase administrando una parte de las rentas. En todo caso, si hasta el momento se ha analizado de forma somera la trayectoria de las diferentes familias que poseyeron derechos sobre la Pobla de Vallbona a través de sus estrategias matrimoniales, la estrecha relación que sus miembros tenían con la monarquía y el progresivo control ejercido por la ciudad de Valencia de parte del territorio conocido como Antiguo Patrimonio, en las siguientes páginas se realizará un análisis de las bases del poder y riqueza del grupo dominante, es decir, la posesión de una base territorial y jurisdiccional. Porque, no se debe olvidar, la capacidad de controlar a unos hombres encuadrados en el marco del señorío era una de las características más importantes del grupo dominante, de los señores. En síntesis, el sistema feudal en el mundo rural se caracterizaba por –sin minusvalorar el papel ejercido por el mercadouna producción mayoritariamente de tipo familiar, de la cual la clase de los señores, laicos y eclesiásticos, se apropiaba una parte. Dentro de este contexto el señorío se presentaba en el mundo rural como el marco de organización de las relaciones entre los hombres y también como soporte de la dominación de una clase social sobre otra. Las reflexiones teóricas y los estudios específicos sobre los señoríos peninsulares en la baja Edad Media cuentan con un nutrido corpus bibliográfico que ha ido aumentando durante las últimas décadas y en el caso valenciano se cuenta con algunas investigaciones de gran calidad. El análisis del conjunto del territorio ha permitido observar que la señorialización a finales de la Edad Media coincidió de forma paradójica con el reforzamiento del poder real y con la progresiva centralización en sus manos de la fiscalidad, la justicia y el poder militar. Un doble proceso que no debe presentarse como contradictorio ya que el señorío no constituía ni un competidor ni un obstáculo a la extensión y consolidación del Estado, sino que era un complemento que ayudaba a organizar y a controlar el territorio. Por esa razón, el señorío sobreviviría a la reorganización y centralización del poder real. Según los datos que proporciona Antoni Furió, durante los siglos XIV y XV la 16 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte Carta de los jurados de Valencia dirigida a la Pobla (1405) o cedida a otros. El campesino, por su parte, estaba obligado al pago, en unos casos, de un censo anual de una parte de la producción o, en otros, de una cantidad fija. En segundo lugar se encontraban las denominadas regalías y los impuestos. Junto a la renta de la tierra los señores tenían la capacidad de extraer de algunas posesiones como molinos, almazaras, hornos o carnicerías, una tasa que gravaba la actividad de transformación y comercialización de la producción agrícola y ganadera. En último lugar se encontraban los ingresos que procedían del ejercicio del poder jurisdiccional. Dentro del conjunto de los señoríos valencianos bajomedievales la composición de la renta podía variar si nos referimos a señoríos antiguos –territorios originariamente señoriales formados durante la conquista o poco después- o si se trata de señoríos nacidos a raíz de la alienación y señorialización del patrimonio real, en los que los nuevos titulares adquirían los mismos derechos que anteriormente había poseído el monarca. Y mientras en los primeros predominaban los derechos enfitéuticos sobre la tierra, en forma de censos en dinero o en especie, junto a los ingresos procedentes de hornos, molinos y otros derechos de carácter jurisdiccional, en los presencia de los señoríos era mayoritaria en las tierras valenciana, ocupando unas tres cuartas partes del reino, aunque a nivel demográfico apenas sumaba poco más del 50%. Por lo general, los dominios señoriales reproducían en pequeña escala la organización de la administración real: cada entidad territorial –que podía recibir diferentes nombres según el título de su señor-, era administrada por un lugarteniente del titular de las tierras, a menudo reclutado entre las filas más modestas de los caballeros o entre las capas más acomodadas del campesinado. La documentación de los señoríos valencianos durante la baja Edad Media revela que pocos de ellos tenían importantes cantidades de tierra cultivada directamente. Por el contrario, la mayor parte de los beneficios provenía de la exacción de diferentes tipos de rentas al grupo campesino. En la mayoría de casos estudiados, en primer lugar se encontraban los gravámenes debidos por las familias campesinas por el usufructo de las tierras cultivadas y las viviendas. Se trataba del régimen enfitéutico, que se caracterizaba por el dominio eminente de la tierra por parte de un señor que cedía a los labradores el dominio útil de una porción de tierra, susceptible a su vez de ser vendida 17 Historia Medieval segundos parte de la renta estaba constituida por la peita, un tributo en metálico percibido en el realengo desde los primeros tiempos de la colonización en substitución de los censos agrarios y, sobre todo, por el terç-delme, es decir, por el tercio que el monarca se reservaba del diezmo eclesiástico. Además, Durante el Cuatrocientos mejoraron los mecanismos de gestión de los señoríos al mismo tiempo que crecía la búsqueda de nuevos ingresos por parte de la nobleza y sus arrendatarios. Así, por ejemplo, se puede señalar un afianzamiento de las rentas jurisdiccionales. Para el caso de la Pobla de Vallbona se ha conservado bastante documentación escrita para poder establecer su inserción en las estructuras señoriales. Por esa razón, en primer lugar se analizará la carta puebla del año 1382 y, en segundo, las diferentes rentas de tipo feudal que satisfacían sus habitantes durante la baja Edad Media. La Carta Puebla se puede definir como un documento que establecía las relaciones entre los señores y los habitantes de una determinada villa. En la mayor parte de los casos, las cartas puebla fueron otorgadas en los años inmediatamente posteriores a la conquista pero, como ya se ha señalado con anterioridad, en el caso de la Pobla de Vallbona no existe constancia de un documento fundacional de ese tipo y la única que se ha conservado corresponde a finales del siglo XIV, concretamente al año 1382. En ese año el infante Martí y su mujer María de Luna, condes de Jérica y de Luna, antes de subir al trono, otorgaron diferentes capítulos a los cristianos de la Pobla, “infans Martines, illustrissimi domini Petri Regis Aragonum filii et Dei gratia Comes de Exericha et de Luna, ac dominus civitatis Sugurbi, et nos Maria, ipsius domini Infantis coniux et Dei gratia comitiva comitatuum et domina civitatis predictorum”. Lamentablemente se desconocen las razones concretas de su promulgación, es decir, en qué contexto se produjo su redacción, si pretendía actualizar las relaciones entre los señores y sus vasallos u ofrecer nuevas condiciones económicas para atraer nuevos pobladores. En todo caso, nos encontramos con una extensa serie de cláusulas que, entre otras cuestiones, delimitan la organización interna de la población y las rentas que se deben pagar a los señores. En primer lugar, se señala que los vecinos de la Pobla de Vallbona podrían tener todos sus bienes con carácter franco, es decir, sin cargas señoriales, “…de así avant hajen tots los vehins y habitants de la dita Pobla totes les seues posesiones franques et lliures, e puixen vendre, alienar e transportar e fer de aquelles a totes les seues pròpies voluntats en vida o mort…”. En segundo, que el conjunto de la villa tenía la obligación de pagar una peita de 4.000 sueldos, el tercio-diezmo y el morabatín, “… que’ls de la dita vila de la Pobla han acostumat e són tenguts de pagar peyta ordinària per cascún any Quatre milia sous, que aquells sien pagats segons és acostumat, e ters denme e morabatí…”. En tercer lugar, se añadía que los habitantes de la Pobla de Vallbona podrían usar las unidades de medida y peso que tenía la ciudad de València. Respecto a la organización municipal, los señores autorizaban al conjunto de vecinos de la población la elección de sus representantes durante la fiesta de Navidad: justicia, jurados y mostassaf, una especie de policía del mercado, “…que la universitat de la dita Pobla puixa per cascun any elegir los seus oficials, Justícia, Jurats et Mostasaf en la festa de la Nativitat de Nostre Senyor, en lo mes de desembre; que aquells juran en lo seu comensament de l’any, de bé e lealment usar de son oficia…”. Estos agentes municipales, junto al resto de habitantes del pueblo, estaban capacitados para establecer normas de aprovechamiento de la tierra o del rigo, “…que el Consell e Universtat de la dita Pobla, ço és, Justícia e Jurats e altres vehins e habitants en aquella, puixen ordenar per cascun any tots aquells establiments e ordinacions…”; y nombrar oficiales del riego –con la denominación de sequiers-, guardianes de la huerta y corredores, “…Item, que lo dit loch […] puixen posar de ací avant en e per tots temps en per cascuns anys, cequiers, guardians, corredors, axí d’orella com altre qualsevol en totes aquelles maneres et condicions que a ells serà vist fahedor…”. En la carta puebla también se regulaban las relaciones con Benaguasil y el exlusivo poblamiento cristiano de la Pobla de Vallbona. Una cláusula especifica la prohibición a personas de otras confesiones religiosas de residir en la localidad, “…que de assí avant lo lloch de la damunt dita Pobla no puixa ser poblat de 18 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte sarraïns, sinó de cristians”. De hecho, en toda la documentación existente para el período analizado, tanto de carácter privado –los numerosos protocolos notariales conservadoscomo oficial –los registros señoriales- no ha aparecido nunca una referencia en la Pobla de habitantes musulmanes o judíos. Además, añade la carta puebla de 1382, los cristianos de Benaguasil, que sí era una localidad de carácter mixto aunque con una presencia mayoritaria de mudéjares, debían acudir a la Pobla en caso de cualquier pleito porque el Justícia de esta villa ejercía al mismo tiempo su autoridad sobre los cristianos de aquella, “…que’ls christians de Benaguazir sien tenguts de venir a la damunt dita Pobla a juhí per determinar totes e qualsevols qüestions, pleyts e contrasts que entre aquells seran o hauran ab altres persones. E lo Justícia de la Pobla que ara és o per temps serà, sie Justícia e jutge ordinari de aquells dits christians de Benaguazir et no altre algú…”. En la carta puebla se incluía el permiso para tener un término propio del que podía disfrutar el conjunto de vecinos, con tierras comunales, con una parte de ellas dedicada de forma específica al ganado, el denominado boalar. Además, se autorizaba a los vecinos a abrir todo tipo de tiendas señalándose la posibilidad de taberna y obradores de armas, de paños, tanto de lana como de lino, “…que tots los vehins e habitants de la dita Pobla de assí avant com per tots temps puixen tenir en la dita Pobla, taverna o tavernes, tenda o tendes de totes e qualsevols coses o mercés que volrran tenir o vendre en les seues cases o en altres parts…puixen tenir, fer, construir et edificar en lo dit lloch de la Pobla obradors de lances, obradors de draperies, així de llana com de lli, especieries e altres qualsevol mercés o borfoneries…”. Otra cuestión, que será abordada en otras partes de este capítulo, es la de la plasmación real de esta legislación. En relación a las rentas feudales que los diferentes señores extraían de la Pobla de Vallbona a lo largo de los siglos XIII-XV, y de las cuales ya se ha realizado una síntesis, hay que mencionar la valiosa documentación generada a raíz del secuestro de las tierras del Duque de Segorbe en la década de 1430, sin que se puedan obviar referencias anteriores. Así, a través del análisis de los cuadernos de administración del señorío podemos seguir diferentes aspectos económicos y organizativos del mismo, desde los donativos otorgados por los vecinos del pueblo a sus señores, los tipos de rentas, las cantidades recaudadas y los arrendadores de las cargas señoriales. En primer lugar, es necesario citar algunos donativos que ofreció la Pobla de Vallbona a algunos de los titulares del señorío a lo largo del Cuatrocientos. Desgraciadamente no se cita la razón del donativo, el modo de recaudación del mismo, ni las presiones o beneficios –como, por ejemplo, privilegios fiscales-, pero el resultado fue la concesión de diversas cantidades por parte de las autoridades municipales locales. Así, en el año 1410 el notario Blai de Xulve reconoció recibir de los jurados de la Pobla treinta y cinco florines, correspondientes a una mayor cantidad, destinada al señor. En el caso de la Pobla de Vallbona, como ya se ha señalado antes al hablar de la carta puebla, uno de los ingresos de los titulares del señorío era la peita. Se trataba de una tasa de carácter anual, una cantidad fija, que pagaba el conjunto de la comunidad según las propiedades que poseyera cada uno. En las poblaciones valencianas que debían pagar este impuesto el Consell municipal confeccionaba el denominado Llibre de la Peita, donde debían aparecer los bienes muebles y la cantidad a pagar. En numerosas ocasiones era un impuesto que se arrendaba junto a las sisas municipales y que según F.J. Cervantes Peris constituía la fuente más importante de las rentas señoriales. Y aunque no se ha conservado ninguno de estos libros para la Pobla de Vallbona, sí que existen numerosas referencias sobre su recaudación en la villa. Así, en un documento de mediados del siglo XV se hace constar que la cantidad recaudad en la Pobla podía llegar a los 4.000 sueldos anuales, “…IIIIm sous que la universitat de la dita Pobla cascun any és tenguda pagar a senyor de peyta ordinària, la mitad en la festa de Sent Johan del mes de juny e l’altra mitat en la festa de Nadal…”. En un acta notarial de Bernat Dassió datado el 9 de enero de 1456 aparece con claridad la unión de los dos tipos impositivos, la peita y la sisa, cuando Joan Navarro y Joan Montagut, jurados de la Pobla, arrendaron a Pere Julià, presbítero, 19 Historia Medieval La organización interna del municipio las dos tasas por 6.000 sueldos valencianos. En otras ocasiones podían surgir problemas en el momento de la recaudación porque algunos de los individuos susceptibles de ser gravados tenían posesiones en diferentes poblaciones. De hecho, se ha conservado una sentencia arbitral del año 1456 para solucionar el pago de la peita por parte de algunos musulmanes de Benaguasil que poseían casas en aquel lugar y en la Pobla de Vallbona. El tercio-diezmo era otro de los ingresos señoriales más importantes y también se arrendaba. En la Pobla era aproximadamente la cuarta parte de las rentas que pagaba la población, unos 2.000 sueldos anuales. Existen numerosos ejemplos en los protocolos de Bernat Dassió. Así, el 2 de febrero de 1450 Guillem Julià, notario, arrendador de los derechos de la Pobla y Benaguasil, en presencia de los jurados de la Pobla Jaume Navarro y Pere Montagud, arrendó aquel impuesto a Bernat Vicent, barbero, por una duración de tres años. Otro ejemplo posterior, cuando el 23 de enero de 1465 Julià Navarro arrendó el terç-delme de la Pobla por una duración de tres años, a razón de 98 libras al año. Otros ingresos señoriales, administrados por la comunidad vecinal, estaban formados por los denominados monopolios, es decir, los hornos, los molinos, las almazaras, carnicerías, el herbaje y el derecho de paso. En la documentación notarial del siglo XV quedan numerosos ejemplos de arrendamientos. El 31 de diciembre del año 1465 Miquel Julià, notario y ciudadano de Valencia, que había comprado las rentas de la Pobla de Vallbona, delante de la presencia de los jurados Joan Navarro y Joan Montagut, arrendó el molino harinero del pueblo por 12.000 sueldos valencianos. Un año después, el 20 de julio de 1475 Pere de Capdevila, ciudadano de Segorbe y Receptor General de las tierras del Antiguo Patrimonio, reconoció que Jaume Dassió, labrador y vecino de la Pobla, le entregó 13 libras por el arrendamiento de los molinos harineros de Benaguasil y la Pobla de Vallbona. El 20 de enero de 1465 Bernat Rossell, mercader, como arrendador de las rentas de Benaguasil y la Pobla, volvió a arrendar la almazara de aceite de las dos poblaciones a Joan Cabrero, vecino de esa última localidad. Después de realizar el análisis de las estructuras políticas señoriales es necesario descender al estudio de las formas de organización internas de los habitantes de la Pobla de Vallbona. Así, el primer marco de encuadramiento era la comunidad campesina que, tomando la definición usada por Antoni Furió, era una comunidad vecinal, un conjunto de familias unidas por lazos de vecindad y solidaridad basadas en la residencia común en un mismo pueblo, en la posesión compartida del territorio cultivado, en la adscripción a un mismo horizonte ideológico representado por la parroquia y la iglesia y, sobre todo, unidos por su dependencia señorial. La organización política municipal de los vallbonenses es difícil de conocer porque no se ha conservado documentación adecuada para analizar de manera exhaustiva la estructura de las instituciones y el funcionamiento del poder público. Por ese motivo hay que recurrir a la información que proporcionan las actas notariales de la familia Dassió (donde en ocasiones aparecen las reuniones del consejo de vecinos, el arrendamiento de algunos impuestos municipales, o a trabajos de otros lugares del país. En general, las comunidades vecinales poseían cierta autonomía interna y solían copiar, aunque a escala mucho más reducida, la organización municipal de la ciudad de Valencia. Las decisiones que afectaban al gobierno de la población se tomaban en el denominado Consell General, compuesto por el Justicia, los Jurados, el Mostassaf y los consejeros municipales. El consejo de la villa, que en un principio reunía a todos los hombres adultos de la población, había evolucionado desde el siglo XIV hacia un grupo más reducido de vecinos, de donde salían los cargos ejecutivos. Sus competencias estaban relacionadas con el funcionamiento básico de la villa, es decir, con la fiscalidad, la seguridad, la regulación del trabajo agrícola, incluyendo el riego y la ordenación del territorio. En referencia al control de los cargos municipales por algunas familias sólo hay que contrastar los listados confeccionados a partir del número de personas que aparece en la documentación –véase la parte dedicada a la 20 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte demografía- y el reducido número de vecinos que se repiten una y otra vez ocupando cargos. Apellidos como Çaqualm, Dassió o Julià siempre aparecen acaparando las magistraturas municipales. falta realizar un seguimiento pormenorizado de las trayectorias vitales de todas las personas que aparecen en la documentación notarial, se puede constatar que no todos los labradores o habitantes del podían acceder a los cargos municipales porque la diferenciación interna del campesinado, según los estudios ya realizados sobre otras comunidades rurales, provocó una participación desigual y control por parte de algunas familias del poder político local. La necesidad de mantener ese aparato burocrático, pese a su mediocre envergadura, y atender a las crecientes necesidades estatales, provocó que desde finales del siglo XIV las villas del reino comenzasen a construir una fiscalidad municipal. Entre los impuestos más utilizados por la nueva fiscalidad en las ciudades y villas, además de las capitaciones directas, se encontraban las imposiciones indirectas sobre el consumo, las denominadas sisas. El arrendamiento de las sisas por parte de los elementos más ricos de la población se convirtió en una práctica común dándose, además, una confusión entre cargos públicos y actividad privada. Existen numerosos ejemplos de arrendamientos de los impuestos. Así, el 2 de enero de 1450 Jaume Navarro y Pere Montagud, jurados, arrendaron la sisa y la peita del pueblo a Joan Julià por 7.300 sueldos. Un año después, el 23 de mayo de 1451 Pere Julià, presbítero y habitante de la Pobla de Vallbona, y Joan Julià menor, labrador, arrendadoras del conjunto de las sisas del pueblo, reconocían en un documento notarial que Joan Navarro, carnicero, les había pagado 105 libras valencianas por “…lo rearrendament que us fem de la sisa de la carn…”. Otro ejemplo es el arrendamiento que hizo en 1457 Joan Navarro, labrador, y su esposa Juliana, de la sisa de la Pobla por un total de 4.600 sueldos anuales. En segundo lugar se encontraban las imposiciones directas sobre el patrimonio mueble e inmueble como el caso de la peita que, en el caso de la Pobla de Vallbona, siempre se arrendaba junto al tercio-diezmo. Cuadro 1. Componentes del Consell (año 1449) NOMBRE Joan Navarro Joan Julià Mateu Enyegot Miquel Llop Jaume Ferrando Bartomeu Guardiola Mateu Portogal Jaume Navarro Jaume Esteve Martí de la Foz MAGISTRATURA Justícia Jurat Jurat Mostassaf Conseller Conseller Conseller Conseller Conseller Conseller Cuadro 2. Componentes del Consell (año 1457) NOMBRE Miquel Llop Jaume Navarro Jaume Portogal Pere Desco Domènec Llop Bartomeu Guardiola Joan Navarro Antoni Villalba Joan Julià Jaume Dassió Bartomeu Sacalm Joan Montagut Aparici Sacalm MAGISTRATURA Justícia Jurat Jurat Mostassaf Conseller Conseller Conseller Conseller Conseller Conseller Conseller Conseller Conseller En la Pobla de Vallbona las pocas referencias directas a la actuación de los jurados municipales permite inferir a mediados del siglo XV que su número era reducido; dos vecinos de la población. En segundo lugar se encontraba la figura del Justicia, magistratura municipal de carácter unipersonal, de duración anual, y que puede considerarse una figura clave en el entramado administrativo ya que simbolizaba la autoridad. Por ese motivo el cargo era controlado por los personajes más ricos y con más influencia en el pueblo. Otros cargos municipales eran el sequier, encargado de vigilar el correcto funcionamiento de la red de regadío, y el mostassaf, una especie de policía de mercado. En definitiva, pese a que 21 Historia Medieval Por lo tanto, eran las autoridades municipales, representantes de la comunidad campesina, las que coordinaban el buen funcionamiento del abastecimiento hídrico. Entre otros ejemplos se ha conservado el arrendamiento de la Acequia Mayor y el azud de la Pobla de Vallbona y Benaguasil. El 30 de agosto de 1450 Jaume Ferrando, justicia, y los jurados de la Pobla, Jaume Navarro y Pere Montagut, y los representantes de la aljama de Benaguasil Jucef Ayet y Yaya Taraçoní, arrendaron la administración de la “sèquia major dels dits llocs i açut” a los vecinos de la Pobla de Vallbona Antoni Villalba, Miquel Llop y Pere Çaqualm, por un tiempo de tres años, a razón de 2.000 sueldos por cada anualidad. En el registro notarial se adjuntaban una serie de capítulos que regulaban dicho arrendamiento y el uso de la acequia, así como un inventario de las instalaciones. Entre algunas de las obligaciones de los arrendatarios es necesario citar el deber de mantener en perfecto estado de limpieza la acequia, el azud y las ramblas cercanas; y que en las obras de acondicionamiento debían ser contratados vecinos de ambas poblaciones. Pero como hemos señalado anteriormente, la comunidad campesina no era una entidad totalmente autónoma, aislada, sino que se encontraba encuadrada dentro de las estructuras señoriales. Por ese motivo el poder local se veía constreñido por los representantes del poder nobiliario, que en el caso de la Pobla de Vallbona era el baile. En numerosas ocasiones la dualidad de poderes podía conducir a tensiones porque los agentes señoriales, indudablemente, tenían prelación, sobre los munícipes. De hecho, los representantes de los señores eran los encargados de efectuar la recaudación de algunos de los impuestos que debía satisfacer la población y al mismo tiempo eran los encargados de mantener en buen estado de conservación las instalaciones señoriales. En la documentación notarial aparecen pagos por obras en los molinos y en los hornos como el que realizó el 31 de diciembre de 1412 el representante del Duque de Segorbe al carpintero de la Pobla Pere Gonzálvez por reparar un rueda de molino; o los 550 sueldos que pagó dicho agente a Bernat Vicent, vecino de la Pobla de Vallbona, por realizar tareas de vigilancia en el camino real. Cuadro 3. Arrendamiento de la sisa y la peita de la Pobla AÑO CANTIDAD 1450 7.300 ss. Joan Julià, menor Jaume Vicent e Jaumeta; 7.050 ss. Macià Felip Vicente 7.100 ss. Bernat Vicent 5.600 ss. Jaume Ferrando 6.400 ss. Joan Navarro 5.700 ss. Aparici Sacalm y Jaumeta 6.900 ss. Robert de Vezach y Joan Vicent 6.720 ss. Bernat Dassió 6.650 ss. Bernat Vicent 6.400 ss. Antoni Fortuna y Bernat Dassió 1451 1453 1455 1457 1459 1461 1468 1470 1479 ARRENDADORES Tampoco pueden dejar de mencionarse las actuaciones puntuales del Consell municipal en el abastecimiento de alimentos a la población en momentos de carestía. Y aunque la principal actividad económica de la Pobla era la producción agropecuaria existe constancia documental de años de dificultades en las que los jurados tuvieron la necesidad de comprar grano. De hecho, el 6 de junio de 1451 Pere Çaqualm, justicia, y Jaume Dassió, jurado, reconocían delante del notario que habían comprado diferentes cantidades de cebada con destino a satisfacer las necesidades de la población. En otra ocasión, en julio de 1449, los principales representantes del Consell, es decir, Joan Navarro, justicia, los jurados Joan Julià y Mateu Enyegot, los consejeros Bartomeu Guardiola, Mateu Portogal y Martí de la Foz, firmaban un reconocimiento de deuda por un importe que ascendía a 30 libras valencianas con Lope Ruiz, un noble de Benaguasil, por un compra de trigo. Poco después, el 25 de agosto de ese mismo año, el consejo municipal volvía a reconocer una deuda, esta vez con Mateu Portogal, uno de los consellers, por la compra de trigo, mientras que autorizaba a Guillem Julià, notario de la ciudad de Valencia, a cargar censales debido a la persistencia de la carestía de alimentos. Otro de los aspectos más importantes en los que intervenía el Consejo era la organización del riego. La autonomía campesina en las tierras valencianas a finales de la baja Edad Media era bastante grande porque las autoridades señoriales, si bien estaban interesadas en el aumento de la producción, substancialmente sólo intervenían en el control de la cosecha. 22 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte 3. DEMOGRAFÍA incluye un total de 166 nombres, con el lógico predominio de los varones (89,15%), frente las mujeres (10,84%). No obstante, el porcentaje de representatividad de las mujeres es aún menor si pensamos que en realidad la mayor parte de éstas aparecen como esposas junto al marido que también es mencionado o consignado; así, únicamente en el listado nos aparecen siete mujeres (4,21% del total) como cabezas de familia o titulares de un conjunto patrimonial. Por tanto, ¿qué población tendría La Pobla a principios del siglo XV? ¿Nos permite la fuente hacer alguna estimación? Si tomamos el coeficiente de conversión del fuego fiscal de 4,5 (es decir, la cifra media de miembros que conformaban una familia, o que vivían en cada casa), y lo multiplicamos por el número de cabezas de familia que aparecen en el listado, la cantidad aproximada de vecinos de la villa en este período estaba alrededor de los setecientos habitantes. Sin embargo, no podemos olvidar que el porcentaje de no censados, que la historiografía estima generalmente en un 17% (media propuesta para muchas ciudades europeas23) aumentaría la cifra anterior; pensemos, por ejemplo, en colectivos como los esclavos (que aparecen en la documentación en diversas compraventas), los mozos o sirvientes –y sirvientas, cuyos contratos de trabajo pasaban a menudo también por el notario–, los jornaleros que residían en la villa en ciertas épocas de intenso trabajo agrario, y también los pobres o marginados en general que quedan fuera del marco social y fiscal. Así, la población de la villa estaba más bien cerca de los ochocientos vecinos, que no de los setecientos. Por otra parte, la información proporcionada por la documentación notarial nos puede confirmar esta cifra de unos ochocientos habitantes. Somos conscientes que los protocolos de Bernat Dassió tampoco son ninguna fuente demográfica, pero el hecho de que se trate del notario más importante e influyente de la villa, y que una buena parte de los vecinos pase por su mesa por lo menos una vez cada cinco o seis años (para validar algunos de Josep Antoni Llibrer Ante la ausencia de fuentes demográficas para el período que estudiamos, el medievalista debe buscar información en otras fuentes indirectas, a menudo de difícil interpretación. Estas fuentes, que no estuvieron concebidas con la finalidad de contar efectivos demográficos, pasan a ser problemáticas para el trabajo histórico, y por lo tanto hay que tomarlas con cuidado. Hablamos de documentos de tipo fiscal, redactados a menudo sin la exhaustividad que hoy pide la estadística, dejando fuera ciertos colectivos importantes que gozaban de algún tipo de exención, y sin la continuidad cronológica necesaria, no sólo para establecer una mínima evolución sino también para contrastar las cifras con otras posteriores. La primera de estas fuentes fiscales que nos da información sobre los vecinos de La Pobla, ya para el siglo XV, es el listado del impuesto del morabatí. Con una periodicidad septianual, todas los individuos que poseían un patrimonio superior a 105 sueldos estaban obligados a satisfacer los siete sueldos de este impuesto. Como la base imponible pasa a ser baja ya en el siglo XV, debemos suponer que la obligatoriedad de pago afectaría a gran parte de la población, de ahí se derivan sus posibilidades de aprovechamiento para los estudios de demografía histórica. No obstante, el problema de este uso demográfico del morabatí radica en el desconocimiento del porcentaje real de vecinos y habitantes que quedaban exentos (la nobleza, la Iglesia y los más humildes), y también las razones que fundamentaban esta exención. Al mismo tiempo, a causa de los limitados medios de gestión de las administraciones fiscales de la época, parece lógico cuestionar la efectividad y el rigor en la elaboración de los censos21. Pese a las reservas anteriores, podemos arriesgarnos a hacer algunas estimaciones tomando como base los datos del listado del morabatí conservado para La Pobla. Este registro es del año 1427, y se conserva en el Archivo del Reino de València, dentro de la sección del Mestre Racional22. El documento 21. Vid. CRUSELLES, E. “La población de la ciudad de València en los siglos XIV y XV”, Revista d’Història Medieval, 10, 1999, pp. 45-84. Y también el análisis del caso setabense en BORDES, J. – CRUSELLES, J.M. “La evolución demográfica”, Historia de Xàtiva, (en prensa). 22. Publicado por GUINOT, E. Els fundadors del Regne de València…cit, pp. 304,305. 23. BORDES, J. – CRUSELLES, E. “La evolución demográfica… cit. 23 Historia Medieval los actos relacionados con el ciclo reproductivo de la familia o de la explotación: matrimonio, germanía, donaciones, procuración, herencia, testamento, inventario, compra-ventas, préstamos…), le concede a su documentación un alto grado de representatividad. Así, hemos elaborado un listado donde hemos incluido a todos los vecinos (y también habitantes) de La Pobla que aparecen en los protocolos de dicho notario entre los años 1449 al 1451. El resultado es aún mayor que el recogido en el censo del morabatí, con un total de 189 nombres, es decir, un 22% más que en el documento anterior24. ¿Es esta diferencia fruto de un crecimiento de la población producido a lo largo de los veintidós años que van de un fuente a la otra? ¿O indica más bien los errores y las limitaciones de los mecanismos de gesión fiscal? No podemos saberlo. Quizá ninguna de la dos hipótesis tiene validez porque ninguna de las dos fuentes es demográfica, aunque en ambos casos nos permiten vislumbrar que el número de habitantes de La Pobla en la primera mitad del siglo XV estaba alrededor de los ochocientos habitantes. VECINOS DE LA POBLA DE VALLBONA 1449-1451 CENSO NOTARIAL. PROTOCOLOS DE BERNAT DASSIÓ ALBALAT, Joan d’, àlias Chico, llaurador ALCAYZ, Joan, llaurador ALCAYZ, Miquel, llaurador AMETLER, Joan, forner ARAGÓ, Joan d’, llaurador ARAGONÉS, Jaume AYMAR, Aparisi, llaurador BARBA, Bernat de la, llaurador BENEITO, Martí, àlias de la Torre BERTRAN, Joan, llaurador BONO, Bernat, llaurador BONO, Jaume, major, llaurador BONO, Jaume, menor, llaurador, fill de l’anterior BONO, Pere, llaurador BONO, Pere, menor, llaurador BRIZ, Alfons, llaurador CAET, Yaye CALBO, Joan, llaurador CAMPORRELL, Joan, llaurador CANDEL, Joan, llaurador CANDEL, Miquel, germà de Joan, llaurador CATALÀ, Miquel, sastre, missatger CAVILLA, Bernat CENÇELONI, Bartomeu, llaurador CODORNÍ, Joan, llaurador COLOM, Bartomeu, llaurador COLOM, Jaume, pare de Bartomeu i Pere COLOM, Pere, llaurador ÇOLIVELL, Joan, llaurador ÇOLIVELL, Francesc, llaurador CORRETGER, Pere, llaurador CORTÉS, Pere, llaurador CRISTÒFOL, Joan, sabater CRISTÒFOL, Miquel, sastre CRISTÒFOL, Miquel, menor, barber CRUANYES, Joan, llaurador DASSIÓ, Bernat, carnisser DASSIÓ, Bernat, menor, llaurador DASSIÓ, Bernat, notari DASSIÓ, Francesc, llaurador DASSIÓ, Jaume, llaurador, jurat (1451) DESCÓ, Jaume, llaurador, conseller (1449) DESCÓ, Pere, llaurador DESPONT, Guillem, llaurador DESPUIG, Andreu, llaurador DESPUIG, Pere, llaurador, germà d’Andreu DEU LO FEU, Garcia, llaurador ENYEGOT, Andreu, llaurador ENYEGOT, Bernat, llaurador, fill de Domènec ENYEGOT, Domènec, llaurador ENYEGOT, Joan, llaurador ENYEGOT, Mateu, llaurador, jurat l’any 1449 ENYEGOT, Mateu, menor, fill de l’anterior ENYEGOT, Pere, llaurador ERVÀS, Joan, llaurador ESTEVE, Esteve ESTEVE, Jaume, llaurador, conseller (1449) ESTEVE, Joan, llaurador ESTEVE, Pere, llaurador FELEMIR, Bartomeu, llaurador FELEMIR, Jaume, llaurador FELIP, Macià, llaurador FERRAN, Pere, llaurador FERRÀNDIZ, Andreu, teixidor FERRÀNDIZ, Lluc, barber, hab. FERRÀNDIZ, Lluc, escriptor FERRANDO, Guillem, llaurador FERRANDO, Jaume, major, llaurador, conseller (1449), justícia (1450), jurat (1451) FERRANDO, Jaume, menor, lo jove, llaurador, fill de l’anterior FERRANDO, Pasqual, llaurador FERRANDO, Pere, llaurador, germà de Jaume, menor FERRER, Jaume, prevere, vicari FERRER, Pasqual, sastre FOZ, Martí de la, llaurador, conseller (1449) FOZ, Martí de la, menor, llaurador FOZ, Pere de la, menor GARCIA, Alfons, ferrer GARCIA, Pere, llaurador GAVARDA, Bernat, llaurador GAVARDA, Joan, llaurador GIL, Pere GILABERT, Francesc, llaurador GOÇALBO, Berenguer, llaurador GÓMEZ, Joan, ferrer GÓMEZ, Pere, ferrer GÒMIZ, Alfons, pastor GÒMIZ, Pere, ferrer 24. El porcentaje se ha calculado sin contabilizar el número de esposas que aparecen en el morabatí, porque tampoco se han incluido en el listado notarial para evitar distorsiones de los posibles resultados. 24 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte GUARDIOLA, Berenguer, llaurador GUARDIOLA, Bartomeu, llaurador, conseller (1449) GUILLEM, Bartomeu, llaurador JOAN, Jaume, llaurador JULIÀ, Guillem, notari (veí de València el 1450) JULIÀ, Joan, major, llaurador, jurat (1449) JULIÀ, Joan, menor, llaurador, siser (1450) JULIÀ, Manuel JULIÀ, Pere, llaurador JULIÀ, Pere, prevere JUST, Bernat, llaurador LOP, Domènec, llaurador LOP, Francesc, cirurgià LOP, Joan, barber, cirurgià LOP, Joan, llaurador LOP, Miquel, llaurador, mustassaf l’any 1449 MARÍ, Joan MAJOR, Martí de la, llaurador MARROQUÍ, Sanç, sastre, sabater (1450) MARTÍ, Alfons MARTÍ, Bartomeu, llaurador MARTÍ, Joan, llaurador, missatger MARTÍ, Pere, llaurador MARTÍ, Pere, prevere vicari MARTÍNEZ, Miquel, teixidor MARTÍNEZ, Pere, llaurador MERGOT, Mateu, llaurador MIQUEL, Bernat, llaurador, hab. MIQUEL, Joan, llaurador MIQUEL, Salvador, major, llaurador MIQUEL, Salvador, menor, llaurador MIQUEL, Tomàs, llaurador, fill de Salvador, major MONÇÓ, Domènec, llaurador MONTAGUT, Alamany, llaurador MONTAGUT, Joan, llaurador, fill de Pere MONTAGUT, Pere, llaurador, conseller (1449), jurat (1450) MULET, Agustí, barber, cirurgià MULET, Pere, llaurador MUNYOÇ, Galcerà MUNYOÇ, Pere, llaurador NAVARRO, Birat, llaurador NAVARRO, Domènec, llaurador NAVARRO, Jaume, cabanyer NAVARRO, Jaume, mercader NAVARRO, Jaume, fill de Girat, llaurador NAVARRO, Joan, carnisser NAVARRO, Joan, llaurador, justícia l’any 1449 NAVARRO, Martí, llaurador NAVARRO, Miquel, llaurador NAVARRO, Pere, estudiant de teologia, germà de Joan, carnisser NAVARRO DE GARCIA, Jaume, llaurador, conseller i lloctinent de justícia (1449) NAVARRO DE GIRAT, Jaume, llaurador NAVARRO DE JOAN, Jaume, llaurador NAVARRO DE SIMONA, Jaume, llaurador, conseller (1449) NAVARRO DE SIMONA, Joan, llaurador NUEROS, Martí de, llaurador PELÓS, Jaume, llaurador PELÓS, Joan, llaurador PÉREZ, Bartomeu, llaurador PÉREZ, Joan, àlias Bosquer PÉREZ, Pasqual, llaurador PLANELL, Aparisi, llaurador, germà de Miquel PLANELL, Miquel, llaurador PLANELL, Pere, llaurador PORTALRUVIO, Joan, llaurador, fill de Pasqual PORTALRUVIO, Pasqual de, llaurador PORTOGAL, Jaume, llaurador PORTOGAL, Joan, llaurador, fill de Mateu PORTOGAL, Mateu, llaurador, conseller (1449) PRATS, Antoni, flequer PRATS, Joan, llaurador RAUSELL, Pere, llaurador ROS, Antoni, llaurador, hab. RUVIO, Pere, llaurador SABATA, Pere, porter SACALM, Andreu SACALM, Aparisi, llaurador, fill d’Andreu SACALM, Bartomeu, llaurador SACALM, Jaume, llaurador, fill de Pere SACALM, Pere, llaurador, justícia (1451) SACALM, Pere, menor, llaurador SACALM, Salvador, llaurador SALSADELLO, Joan, llaurador SALZER, Salvador, llaurador SANÇ, Aparisi, llaurador SANCHO, Jaume, llaurador SANCHO, Miquel, llaurador SANCHO, Nicolau, teixidor, hab. SEGURA, Joan, ciutadà de València i habitant en la Pobla, llaurador SENTAPAU, Galcerà, llaurador SILLA, Bernat de, llaurador, veí de Torrent i habitador de la Pobla SILLA, Joan de, llaurador, hab. (veí l’any 1451) SORIANO, Bartomeu TÀRRAGO, Bartomeu, notari hab. i Isabel VALLS, Bernat, llaurador VICENT, Bernat, barber VICENT, Bernat, llaurador, arrendador dels molins de la Pobla e Benaguasil VICENT, Jaume, llaurador VICENT, Joan, llaurador VICENT, Pere, llaurador VILALBA, Antoni, menor, llaurador VILALBA, Llorenç, llaurador VILALBA, Miquel 25 Historia Medieval Cuadro 4. Fuegos fiscales en las Villas del Camp de Túria ¿Qué parte de esta población era temporal o residía esporádicamente en la localidad? Recordemos que una comunidad no estaba formada únicamente por vecinos, población estable, también había lo que podíamos llamar “población temporal”, es decir, grupos o personas que habían venido quizá por hacer negocios o por trabajar en ciertos períodos, y que a veces se quedaban defintivamente y se convertían en vecinos. De hecho, la misma documentación distingue entre vicinus y habitator, indicando, con este último término, que no se ha producido el arraigo en la villa. Si analizamos el listado elaborado con la información notarial, descubrimos que un 3,17% de los presentes aparecen como “habitantes”. No obstante, hay que tomar en cuenta este pequeño grupo porque en muchos casos, con el paso de los años, acaban como “vecinos” de la villa. De hecho, en protocolos posteriores el mismo notario generalmente los califica ya como vicinus loci Popule. Si hemos hablado de los efectivos demográficos durante la primera mitad del siglo XV, ¿qué podemos decir del resto de la centuria? Disponemos para las décadas finales y para principios del siglo XVI de nuevas fuentes fiscales. Se trata ahora, por una parte, de un listado de villas de señorío redactado el año 1492 para el pago de una tacha realizada por la Generalitat: en éste aparece una relación de las villas indicando los fuegos fiscales que les corresponden. Por otro lado, disponemos también de un amplio inventario de las villas y ciudades valencianas clasificadas y separadas por los tres brazos, el eclesiástico, el militar y el real, y que también nos da datos de los fuegos para el año 151025. Con estas dos informaciones podemos establecer incluso una mínima comparación de La Pobla con las villas vecinas del Camp del Túria. Llíria Benaguasil La Pobla Riba-roja Vilamarxant Benissanó 1493 300 251 168 127 111 60 1510 227 255 168 121 122 66 Estas cifras de fuegos, que por una parte permiten vislumbrar la jerarquía urbana en el espacio de influencia de La Pobla, las tierras del Camp de Túria, hay que tomarlas también con cuidado. El mismo número de fuegos de nuestra villa en los dos años documentados no hace sino indicar que éstos son fruto más que de una evolución demográfica real, de la negociación (a menudo a la baja) que cada villa hacía ante las autoridades administrativas. Por lo tanto, estamos ante cifras que indican la capacidad de negociación de las autoridades locales y de sus representantes. En efecto, no deja de resultar extraño (y sospechoso) el hecho que el número de fuegos asignados a La Pobla sea ahora casi idéntico al de hace sesenta años (pasamos de los 166 del año 1427, a los 168 de 1493 y 1510). Por esta razón, más que intentar reconstruir con estos datos una evolución demográfica de la villa, debemos utilizarlas para analizar a grandes rasgos una mínima jerarquía de núcleos en el espacio sur del Camp de Túria. Espacio marcado, lógicamente, por la influencia de la villa real de Llíria, que pasa a ser capital regional y núcleo de referencia para la economía y el mercado de esta pequeña comarca26. Los documentos notariales de Bernat Dassió testimonian esta función centralizadora de Llíria con la constante presencia de artesanos y mercaderes edetanos comprando y vendiendo productos a los vecinos de La Pobla, en el que con frecuencia era un intercambio desigual. Al mismo tiempo, la ausencia en La Pobla de un tejido industrial y de un colectivo artesanal amplio, manifiesta su dependencia respecto del mercado edetano para el abastecimiento de una gran cantidad de productos manufacturados. 25. ARV Mestre Racional, nº 10.222, y Reial Cancelleria, nº 514. Las dos fuentes han sido publicadas y estudiadas por GUINOT, E. “Senyoriu i reialenc al País Valencià a les darreries de l’època medieval”, Lluís de Santàngel i el seu temps. València, 1992, pp. 185-204. 26. Vid. LLIBRER, J. A. El finestral gòtic. L’església i el poble de Llíria als segles medievals. València, 2003, esp. pp. 145-160. 26 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte Benaguasil nos aparece como la segunda villa de esta red. Se trata de la comunidad mudéjar más importante del entorno, que creció con rapidez a finales del siglo XIII gracias a la masiva llegada de musulmanes de Llíria que fueron desplazados los años posteriores a la conquista. Más tarde, su función administrativa como subsede de la autoridad señorial dentro del amplio patrimonio de los Luna, permitió la concentración en su castillo de una buena parte de las actividades de gestión de los intereses señoriales del entorno: es en Benaguasil donde se firman anualmente los arrendamientos, los pagos de rentas, los nombramientos de oficiales, alcaides, recaudadores, etc. Cada año, entre los primeros documentos que redactaba Bernat Dassió en sus protocolos encontramos todos estos contratos gestionados en Benaguasil. La Pobla se sitúa, por lo que respecta al conjunto de efectivos demográficos, entre las villas anteriores y las comunidades de Riba-roja y Vilamarxant. Frente a Llíria y Benaguasil, que sobrepasaban con diferencia el millar de habitantes, La Pobla se situaba por encima de los seiscientos de Riba-roja y Vilamarxant. En la documentación notarial de los Dassió, aparecen vecinos de estas dos últimas villas generalmente para validar negocios con vecinos de La Pobla, negocios relacionados, casi de forma exclusiva, con la actividad agrícola y ganadera: las tipologías documentales asociadas a estos habitantes de Riba-roja o Vilamarxant son las compra-ventas de animales de tiro y, en menor medida, de cereales, lo que podría confirmar no sólo el cariz rural de estas comunidades, sino también la situación privilegiada de La Pobla como mercado local de este sector más al sur de la comarca del Camp de Túria formado por el trinomio de La Pobla-Vilamarxant-Riba-roja. Si bien con las fuentes fiscales anteriores podemos entrever las cifras aproximadas de población de las villas valencianas, no nos permiten, sin embargo, acercarnos a su evolución demográfica. Uno de los aspectos que nos puede hablar de esta evolución medieval, y en definitiva de los movimientos naturales de la población, es el que hace referencia al estudio de los linajes y de su continuidad dentro de la comunidad rural. En el listado del morabatí de La Pobla del año 1427 se mencionan los cabezas de familia, hombres esencialmente (en pocos casos, ya lo vimos, aparecen mujeres como titulares de una explotación). Podríamos afirmar, incluso, que cada nombre de la lista corresponde a una familia. No obstante, en una sociedad marcadamente rural, donde la supervivencia dependía de la explotación de un conjunto patrimonial de tierras, era muy frecuente la relación entre padres e hijos casados o entre otros familiares, en definitiva, entre miembros de uno mismo linaje. Lógicamente, antes de recurrir a jornaleros o asalariados (que en ningún momento aparecen a la documentación notarial) para llevar adelante la explotación, se recurría a los hijos casados, a los sobrinos, a los primos… De hecho la transmisión de la propiedad de padres a hijos dependía a menudo de esta relación intrafamiliar: los padres delegaban en los hijos la titularidad de las tierras y la dirección de la explotación contando con el auxilio de los otros miembros del linaje. En el censo del morabatí mencionado se incluyen un total de 78 linajes. De este conjunto, más de la mitad (53,84%) forman una sola familia, es decir, tienen sólo un representante. Por otra parte, únicamente el 19% aparece con más de tres familias o cabezas de familia, lo que manifiesta, quizá, una mayor capacidad de reproducción y recursos para integrar a sus miembros en el tejido social. Entre estos linajes destacan los Bono y los Dassió (ambos con siete representantes), los Enyegot, los Martí, los Llop y los Sacalm (con cinco), entre los cuales descubrimos, como veremos en el apartado siguiente, la oligarquía local. En casi veinticinco años, prácticamente el período que supone un cambio generacional, la situación se había alterado mucho. En el censo notarial de los protocolos de Dassió, años 1449-1451, encontramos ahora un total de 86 linajes, número que no se aleja del anterior. Pero los verdaderos cambios los encontramos en la importante sustitución de linajes que se ha producido. Veinticinco años después han desaparecido un total de 30 apellidos (un 38,46% del listado del morabatí anterior), y si hablamos de familias hay que elevar la cifra a 35 desapariciones. Hablar de desapariciones no significa, sin embargo, disminución de los 27 Historia Medieval efectivos demográficos, nos encontramos más bien ante una auténtica sustitución generacional. Todos los datos parecen indicarlo si observamos los nuevos linajes que nos aporta la documentación notarial. Entre los años 1449-1451 aparecen un total de 43 linajes nuevos (que por lo que respecta a familias supone casi 50 nuevas), lo que dará lugar a un balance demográfico positivo: 15 nuevas familias están presentes ahora en la villa27. Por otra parte, se han consolidado las grandes familias anteriores que prácticamente en todos los casos aumentan o mantienen el número de representantes: de nuevo tenemos que hablar de los Bono, de los Dassió, de los Enyegot, de los Martí, de los Llop, de los Sacalm, a los que habría que añadir ahora los Vicent (antes con tres cabezas de familia, ahora con cinco) o los Julià (que pasan de cuatro a seis). ¿Podemos, sin embargo, traducir todos estos datos a parámetros demográficos? ¿Pueden ser aplicados directamente a la población? Debemos pensar que el hecho de utilizar el término “desaparición” en relación con un linaje o familia, no quiere decir su extinción definitiva, hay que recordar también la importancia que tenían los movimientos migratorios en esta época, movimientos que facilitaban el traslado de familias de una comunidad a otra, a veces muy lejanas. Al mismo tiempo, debemos pensar en la naturaleza de las propias fuentes utilizadas, como comentábamos más arriba, que nos pueden ocultar familias situadas por debajo de los niveles fiscales exigidos, o que no acuden a nuestro notario Dassió, bien porque pasan por la escribanía de algún otro notario de otras villas vecinas, como Llíria, o bien porque apalabraban los contratos por evitar así el gasto que suponía el servicio notarial. Lo que parece evidente es el hecho de que las familias o linajes “desaparecidos” son generalmente humildes, pequeños labradores, poseedores de escasas tierras y recursos que se ven obligados a buscar mejores oportunidades en otros lugares, o que no pueden finalmente garantizar la supervivencia del linaje. Pensemos que la falta de descendencia masculina podía dar lugar a la extinción de un apellido en pocos años. Por lo que respecta a las familias que dejaban La Pobla para buscar mejores condiciones, o bien porque así lo exigía el mercado matrimonial, podemos decir que la dirección y el destino más frecuente era la comarca de l’Horta de València. Efectivamente, en los protocolos de Dassió nos han aparecido algunos casos de familias residentes en Moncada, Godella, Paterna, Manises o Torrent, que tienen propiedades en La Pobla (quizá herencia de antepasados poblanos) y que mantienen relaciones y negocios con los vecinos de esta villa. La ciudad de València era otro destino importante aunque no siempre debemos relacionarlo con dificultades económicas: recordamos los casos de los notarios Bernat Dassió, hijo, y de Guillem Julià. En los Llibres d’Aveïnaments, donde las autoridades de la ciudad registraban los nuevos vecinos provenientes de otras villas, encontramos vecinos de La Pobla, y en algunos casos de los linajes que han desaparecido, como Bernat, Joan, Ferrer, que en 1444 se avecinda en València por un período de diez años, para residir en la parroquia de Sant Joan del Mercat; o Pere Bueno, avecindado en 1449 en la calle del Portal de Serrans. En los otros casos documentados, los nuevos vecinos de la capital son de familias acomodadas, que seguro accedían a la ciudad por mejorar su estatus, como el carnicero Lop Dassió, avecindado el año 1426, o los labradores Pere Sacalm, en 1446, y Joan Lop, en 1430 (este último fue avalado por el notario de origen poblano Guillem Julià, ya entonces vecino de València)28. De los cinco avecindamientos mencionados, tres residirán en el barrio de Sant Joan del Mercat, lo que supone una mínima concentración que parece 27. Esta última cifra nace de la diferencia entre las 35 familias que han desaparecido y las 50 nuevas. Si hablamos de linajes debemos pensar que esta renovación se confirma por el hecho de que de los 86 linajes que nos aportan los registros de Dassió, el 50% son nuevos, es decir, no estaban presentes al listado del 1427. Esta tendencia se observa también en otros zonas estudiadas del país: en Sueca, en sólo 40 años (de 1453 a 1493) desaparecen 44 linajes; en Alzira entre 1474 y 1500 desaparecen el 22% de los apellidos; en Castalla, durante la segunda mitad del siglo XV, la desaparición es del 50%, porcentaje semejante al de Segorbe en la década de los treinta de la misma centuria. Las desapariciones vendrán acompañadas de la aparición de nuevas familias, hasta el punto que podríamos concluir, como afirma Furió, que entre la mitad y los dos tercios de la población de una comunidad se renovava tras una o dos generaciones. Vid FURIÓ, A. “Tierra, familia y transmisión de la propiedad en el País Valènciano durante la Baja Edad Media”, Relacionas de poder, de producción y de parentesco en la Edad Media y Moderna. Madrid, 1990, pp. 305-328. Y también FURIÓ, A. “El mercado de la tierra en el País Valènciano a finales de la Edad Media”. Hispania, LV/3, núm. 191, 1995, pp. 887-919. 28 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte indicarnos la búsqueda en la ciudad de antiguas solidaridades vecinales. Por otra parte, no debemos olvidar que muchos habitantes que finalmente acababan residiendo en la ciudad no pasaban por los registros de los Llibres d’Aveïnaments, generalmente porque no les interesaba por razones fiscales; de esta forma, el número de nuevos residentes en la ciudad sería mucho más elevado del que nos indican las fuentes municipales29. En definitiva, ¿qué conclusión podemos sacar de esta nota demográfica y de todos estos datos? En primer lugar, que en la villa de La Pobla vivían, a lo largo del siglo XV, alrededor de unos ochocientos habitantes (la mayoría eran vecinos, pero también había población temporal por razones económicas o laborales esencialmente: mozos, sirvientes, sirvientas, esclavos, y marginados en general). En segundo lugar podemos decir que, durante los siglos XIV y XV, en la comunidad de La Pobla se va produciendo poco a poco un proceso de jerarquización socio-económica; es decir, se consolida un grupo de linajes acomodados que conforman la oligarquía local. Estos linajes, que están formados por numerosas familias, no solo arraigan en la villa casi desde su fundación, además, se consolidan, con el paso de los años, como parte de la élite local ante otras familias más humildes que desaparecen sin descendencia masculina o dejan la villa para buscar mejores condiciones de vida. Los datos demuestran por lo tanto que no todas las familias tuvieron la misma capacidad ni recursos para integrar a todos sus miembros –formando nuevas células familiares– o para garantizar por lo menos su propia autonomía. Las dificultades de la explotación campesina y muchas veces la precariedad (mínimas reservas de productos, ganado escaso, baja capacidad de inversión y, sobre todo, pocas y pequeñas parcelas del tierra) hacían difícil la reproducción de estos núcleos familiares. Así, la única forma de superar una productividad presumiblemente insuficiente debía buscarse en la ampliación de la superficie cultivada o en la generalización de fuertes inversiones; soluciones que exigían la disponibilidad de un capital difícil de conseguir si no era mediante el mercado del crédito (el censal), lo que a su vez producía el endeudamiento durante años, casi generaciones, de la familia. Por otra parte, y en el sector opuesto de la escala social, los grandes linajes nos aparecen con dos características claves: el número amplio de familias integradas que forman, y un sólido patrimonio que les permite esta posición de privilegio. Este patrimonio estaba formado esencialmente por la tierra, porque, no lo olvidemos, la agricultura era la base de la economía local. 28. Los datos se encuentran en las transcripciones de PILES ROS, L. La población Valènciana a través de los “Llibres de Avehinament”, 1400-1449. València, 1978. 29. Así lo han demostrado los trabajos de IGUAL, D. València e Italia en el siglo XV. Rutas, mercados y hombres de negocios en el espacio económico del Mediterráneo occidental. Castelló, 1998. CRUSELLES, E. “La población de la ciudad de València en los siglos XIV y XV”… cit. NAVARRO, G. Los orígenes de la sedería Valènciana (siglos XV-XVI). València, 1999. NAVARRO, G. – IGUAL, D. – APARICI, J. “Los inmigrantes y sus formas de inserción social en el sistema urbano del reino de València”, Revista d’Història Medieval, 10, 1999, pp. 191-199. NAVARRO, G. “Política municipal y avecindamientos. Análisis de la emigración aragonesa a València (1308-1526)”, Demografía y sociedad en la España bajomedieval. Saragossa, 2002, pp. 97-128. 29 Historia Medieval 4. La economía local. La explotación de la tierra caso, que acudían a La Pobla para vender productos manufacturados y comprar materias primas o bienes de consumo (lana, cuero, cereales, ganado). De hecho, ya desde el siglo XIV se observa que la comarca del Camp de Túria pasa a ser zona de abastecimiento de la ciudad de València, una zona que sus autoridades municipales se esfuerzan en controlar para garantizar la llegada constante de estos productos básicos para la economía urbana (lana, cuero, cereales… pero también madera, piedra y, sobre todo, agua para el riego de la huerta próxima a la ciudad, de hecho, el intento de control urbano del caudal del Túria es cada vez más intenso a lo largo de los siglos XIV y XV). En la documentación municipal de València (Manuals de Consell o, sobre todo, en los registros de Lletres Missives, cartas dirigidas por los jurados de la capital a las autoridades de otras villas del reino) encontramos constantes ejemplos de esta compleja estrategia de control por parte de la capital, del espacio comarcal circundante30. Josep Antoni Llibrer Parcelas y cultivos La economía de La Pobla medieval era marcadamente agraria. La definición no es sólo fruto de una generalización o de un tópico historiográfico, podemos confirmarla con datos: prácticamente todos sus vecinos vivían de las actividades agrícolas. El trabajo de la tierra era fundamental. Si bien el listado fiscal del morabatí del año 1427 no nos indica el oficio de los contribuyentes, mediante el censo elaborado con la documentación del notario Dassió, descubrimos este dominio de la actividad rural: de los 188 vecinos de La Pobla que pasan por la escribanía del notario, entre los años 1449 y 1451, el 73,93% (139 individuos) son labradores. Si añadimos los ganaderos, el porcentaje se sitúa en el 75%. La estructura socio-laboral de la villa a mediados del siglo XV se completaba con un número limitado de artesanos o de otros profesionales, cuya actividad en muchos casos está también relacionada con el mundo agrario, o bien porque abastecen a los labradores de instrumentos o herramientas, o bien porque trabajan productos que se derivan de la actividad agrícola. Así, nos aparecen cuatro herreros (2,12%), dos carniceros (1,06%), dos horneros (1,06%); y también unos pocos artesanos de la lana y de la piel: tres tejedores (1,59%), cuatro sastres (2,12%) y dos zapateros (1,06%). La función de este reducido colectivo de artesanos era lógicamente el abastecimiento del mercado local, que a veces exigiría además la presencia de otros artesanos de las villas vecinas (esencialmente de Llíria), como a menudo puede verse en los protocolos notariales. La ausencia de profesionales del comercio (sólo hemos localizado un mercader vecino de La Pobla en los mencionados protocolos de Dassió) no sólo confirma el rasgo agrícola anterior, y el carácter fuertemente local del mercado de la villa, también explica la presencia frecuente en los registros notariales de mercaderes foráneos, de València en este Cuadro5. Estructura laboral de la Pobla de Vallbona 1449-1451, Información Notarial OFICIO llaurador ferrer teixidor sastre forner/flequer barber cirurgià pastor/cabanyer notari mercader sabater prevere carnisser estudiant teologia sense especificar TOTAL Profesionales Porcentaje 139 4 3 4 2 5 1 2 3 1 2 3 2 1 16 188 73,93 2,12 1,59 2,12 1,06 2,65 0,53 1,06 1,59 0,53 1,06 1,59 1,06 0,53 8,51 30. BORDES, J. – LLIBRER, J. A. “Valencia y su territorio durante los siglos XIV y XV: la comarca del Camp de Túria”, La ciudad medieval y su influencia territorial, La Rioja, 2007, pp. 239-254. Y también LLIBRER, J. A. “Comarques medievals? L’ordenació del territori als segles XIV i XV. El cas del Camp de Túria”, I Congrés Universitari d’Història Comarcal, València, en prensa. 30 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte Volviendo de nuevo a la estructura sociolaboral de La Pobla, hay que indicar finalmente que el sector servicios estaba formado por un reducido número de vecinos: cinco barberos, un cirujano y tres notarios (dos de los cuales, Guillem Julià y Bartomeu Tàrrago, aparecen como habitantes de La Pobla y, posteriomente, como vecinos de València). La distribución por sectores económicos no deja tampoco ninguna duda sobre el carácter rural de la comunidad: el sector primario ocupa y da trabajo al 75% de la población activa documentada en los protocolos; el sector secundario o artesanal conforma el 7%, y el sector servicios el 9% (donde hemos incluido barberos, notarios, y religiosos, pero también los oficios relacionados con la redistribución, como el mercader, los horneros y los carniceros)31. Sin duda, la actividad más importante en la villa era el trabajo de la tierra. Nos adentraremos ahora, por lo tanto, en el estudio de este medio clave de producción que marcaba la vida de los vecinos de La Pobla y también su jerarquización socio-econòmica. ¿Cómo eran las parcelas? ¿Y las explotaciones? ¿Qué cultivos predominaban? ¿Cómo se organizaba la producción? ¿Qué medios se utilizaban? A falta de otras fuentes, como los padrones de riqueza, serán de nuevo los registros notariales la base de nuestro análisis. De hecho, el tipo documental más frecuente en los protocolos de Dassió es el de las compra-ventas de tierra (el 15,65% de todos los documentos; y el 70% del mercado de inmuebles de La Pobla del siglo XV). A estos numerosos documentos hay que añadir los relacionados con la transmisión del patrimonio entre padres e hijos, como las donationes intervivos, las donaciones por matrimonio, las donaciones testamentarias o los inventarios, que nos permiten conocer no sólo parcelas aisladas sino también las explotaciones familiares completas. Quizá lo que hay que explicar en primer lugar es la diferencia entre estos dos conceptos: parcela y explotación. La parcela es la unidad mínima de trabajo, es una porción de tierra claramente limitada y diferenciada de las que le rodean mediante elementos artificiales del paisaje (caminos, acequias, ribazos…), y a menudo fruto de progresivas divisiones efectuadas a lo largo de los años. La documentación notarial de La Pobla hace referencia a cada una de estas unidades utilizando generalmente la expresión tros de terra. Por otro lado, entendemos por explotación lo que conforma todo el conjunto de patrimonio rural (conjunto de parcelas) propiedad de una misma familia, situadas y repartidas a lo largo de todo el término municipal (y también de otros vecinos), y cuya organización del trabajo depende del cabeza de familia, que moviliza un amplio colectivo de trabajadores formado por sus propios familiares: abuelos, padres, mujeres, hijos, hijas y, a menudo también, tíos, sobrinos, primos… Por lo que respecta a las mínimas unidades de producción, las parcelas, hay que recordar que su origen estaba en relación con la distribución previa del parcelario musulmán y con las primeras donaciones del territorio efectuadas por el poder cristiano a los colonos que se establecieron inicialmente. Cuando la autoridad feudal se imponga, la ocupación efectiva del territorio se materializará con frecuencia con la división del conjunto de tierras en pequeños fragmentos de extensión variable (según diferentes parámetros: cultivo, regadíosecano, ubicación, comunicación…), que serán repartidas a los labradores. Estos fragmentos iniciales pasarán a ser las unidades básicas de explotación. No obstante estamos lejos de un mundo rural y de uno parcelario marcado por la inmovilidad. La actuación futura de las familias (con la necesidad de repartir y donar patrimonio a todos sus hijos) y su participación en el mercado de la tierra, más importante y activo de lo que inicialmente podía parecer, como veremos después, facilitará la transformación de esta estructura inicial: tanto mediante la fragmentación de estas parcelas en otras más pequeñas, como también con la concentración o el agrupamiento de unidades vecinas para optimizar recursos técnicos y humanos. Las parcelas que podemos reconstruir en el término de La Pobla ya para el siglo XV son, por lo tanto, porciones de terreno con extensión muy heterogénea: encontramos algunas de tan solo una cuarta parte de fanecada, lo que se denomina quartó (0,02 ha) en la documentación, pero también nos aparecen algunas de hasta 31. El resto lo forma un pequeño grupo de individuos (8,51%), cuyos oficios no los indica el notario. 31 Historia Medieval uarenta fanecades o hanegadas (3,32 ha)32. En la mayor parte de los casos, la documentación notarial de La Pobla hace referencia a cada una de estas parcelas utilizando generalmente el término tros (tros de terra), indicando también el cultivo, la extensión y su estatuto jurídico (quoddam troceum vinee, quod sunt quinque fanecate, franchum te quitium, cierto trozo de vid, que son cinco hanegadas, franco y libre; un tros de terra que són VIIII fanecades poch més o menys e un tros de vinya francha; tres fanecatas terre cum novem olivariis, franquas et quitias…). La medida de superficie agraria más empleada entre los poblanos para mesurar sus tierras era la fanecada o hanegada (que equivalía a 831,09 m2): la encontramos en el 86% de las parcelas donde el notario especifica la extensión33. El escaso uso de términos como sort (que equivalía, según muestra la documentación, a 18 hanegadas), o como cafissada (conjunto de seis fanecades), y la total ausencia de la jovada o yugada (formada por seis cafissades) nos puede indicar el nivel de fragmentación al que había llegado la parcelario de La Pobla: la sort se utiliza sólo en el 3% de las parcelas documentadas, la cafissada en el 4,81%. Por otra parte, el 4,21% de los bancales documentados son medidos con el quartó de hanegada, y el 2% con la tafulla (sexta parte de la hanegada), lo que parece confirmar la tendencia a una progresiva reducción de las unidades de trabajo. Recordemos que a los primeros pobladores que llegaron a tierras valencianas durante el siglo XIII se les hacían donaciones en yugadas. La yugada o jovada era, etimológicamente, la extensión de tierra que podían labrar un par de toros (un jou) durante una jornada. Pocos años después, el mismo Jaume I reduce la jovada a 6 cafissades (ó 36 hanegadas) a causa de los problemas en las mediciones de las tierras repartidas. Posteriormente, cafissada y fanecada aparecerán respectivamente en relación a la cantidad de tierra que se podía sembrar con un cafís o una fanega de cereal34. Ya al siglo XV, la yugada había desaparecido totalmente, a juzgar al menos por la documentación notarial, del vocabulario de los labradores de La Pobla, por el hecho de que los bancales eran ya mucho más pequeños que cien años antes. Las parcelas del siglo XV eran fruto de progesivas subdivisiones generación tras generación: la necesidad por parte de los padres de hacer un reparto más o menos equitativo entre los hijos, y de dotar a las hijas con cierto nivel para conseguir un buen enlace matrimonial, obligaba a fragmentar literalmente los campos heredados de los abuelos, sin que después se pudiera rehacer esta mutilación con el recurso a un mercado de la tierra que era dominado y controlado por las grandes familias de la oligarquía local. Con el Cuadro VI (elaborado con el conjunto de la información de las 177 parcelas registradas por Dassió, en los que indica la extensión, entre los años 1449-1465) podemos confirmar este fenómeno de fragmentación del parcelario en el término de La Pobla: casi la mitad de las parcelas tenía una extensión por debajo de las seis hanegadas, mientras que sólo el 5% tenía más de 18. La parcela de mayor extensión, como decíamos antes, era de 40 hanegadas (3,32 Ha) de terra campa cereal, situada en la partida del Camí d’Aldaia, en el término de La Pobla, y que fue adquirida por Joan Julià, familiar del notario Guillem Julià, natural de La Pobla y vecino de Valencia, por 840 sueldos35. Por contra, los bancales más pequeños son quartons (0,02 Ha) que, en todos los casos, encontramos en donaciones testamentarias o en cartas dotales, quizá fruto y evidente testigo de las fragmentaciones a 32. Estas son las parcelas más grande y más pequeña localizadas en los protocolos de Bernat Dassió, padre, dentro del término de La Pobla, de un total de 182 parcelas documentadas entre los años 1449-1465. Posiblemente, sin embargo, y a juzgar por la situación conocida de otras villas, no se trate de las parcelas límite, sólo estamos ante lo que ofrece el notario. En la Sueca de finales del siglo XV, por ejemplo, encontramos parcelas de más de 100 fanecades (vid. FURIÓ, A. Camperols del País Valencià. Sueca, una comunitat rural a la tardor de l’Edat Mitjana. València, 1982, p. 67). No obstante, en un estudio posterior de Furió y Mira, donde toman datos de un importante grupo de villas de l’Horta de Valencia, la parcela de mayor superficie, de un total de 349, es precisamente de 42,5 fanecades, muy parecida a la que hemos localizado en La Pobla. Vid. FURIÓ, A. – MIRA, A. “Le marché de la terre dans le Pays de Valence au Bas Moyen Âge”, en FELLER, L. – WICKHAM, C. (dirs.) Le marché de la terre au Moyen Âge. Roma, 2005, pp. 573-623. 33. En el 9,60% de las parcelas que hemos documentado en los protocolos de Dassió no hay ninguna información sobre la extensión. En estos casos se utiliza simplemente la denominación tros. 34. Vid. FURIÓ, A. Camperols del País Valencià, cit., pp. 65-68. 35. APPV 26.799 (1451-IX-11). La parcela afronta con el Camí del Bovalar y con las dos acequias de Aldaia. 32 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte las que se veía obligada la familia36. Por otra parte, el término tafulla era utilizado siempre por el notario cuando la parcela era propiedad de musulmanes de Benaguasil, o en compraventas entre miembros de este colectivo; además, estos últimos bancales estaban situados, en todos los casos, dentro del término de Benaguasil37. cada vez más del paralelogramo inicial, a juzgar por la gran cantidad de parcelas vecinas –con mucha frecuencia más de cuatro– que aparecen en las afrontaciones de la documentación notarial) y por el hecho de exigir numerosos desplazamientos por el término, atomización, como decíamos, que por otra parte permitía a la familia gestionar con más competencia el patrimonio según las exigencias de las diversas etapas del ciclo biológico de la unidad doméstica: con estos pequeños trozos de tierra el cabeza de familia podía, por ejemplo, hacer frente en cualquier momento al matrimonio de sus hijos con la distribución y donación de estos inmuebles (con lo que se denominaba las donationes intervivos) o con la constitución de una dote para las hijas, y todo sin que se pusiera en peligro (o por lo menos minimizándolo) todo el conjunto del patrimonio familiar40. Si hablamos de cultivos, observamos el predominio generalizado del cereal en el término de La Pobla, como pasaba también en l’Horta de València. El Cuadro VII recoge el total de parcelas documentadas en el período estudiado, y los datos no pueden ser más claros: prácticamente el 63% son de cultura cerealícola (terra campa)41. Esta cifra podía llegar hasta el 70% si le añadimos aquellos casos donde la parcela es denominada por el notario con la expresión genérica de tros de terra, sin ninguna especificación más; podemos pensar que esta catalogación sería suficiente entre los vecinos por tratarse del tipo de cultivo más frecuente. El hecho de que el término terra campa fuera también genérico, sin hacer ninguna referencia al tipo de cereal que se cultivaba, puede confirmar al mismo tiempo este uso de la denominación de terra para referirse también a los bancales de cereal. Cuadro 6. Extensión de las parcelas en La Pobla Tamaño < 0,5 Ha 0,5 – 1 Ha 1 – 1,5 Ha > 1,5 Ha Sin especificar Número de parcelas 82 46 25 7 17 % 46,32 25,98 14,12 3,95 9,60 Finalmente, tomando el conjunto de las 177 parcelas, podemos afirmar que más del 70% –exactamente el 72,3%– no llegaba a 1 Ha. De hecho, la extensión media por parcela según la documentación notarial de La Pobla era de 7,27 fanecades (0,60 Ha). Superficie media muy próxima, casi idéntica, a la que predominaba en la vecina comarca de l’Horta, 7 fanecades (0,56 Ha), como calculan Furió y Mira en su estudio del mercado de la tierra, durante el siglo XV y principios del XVI, en una amplia área que rodeaba la ciudad de Valencia38, y corroborada también en otros trabajos39. Lo que nos confirma la marcada atomización del territorio cultivado en estas comarcas próximas a la capital. Atomización, que si bien suponía la lenta pero progresiva pérdida de espacio cultivado (a causa de los constantes lindes para materializar las subdivisiones), o que dificultaba la tarea directa del trabajo agrario por la forma cada vez más irregular de las parcelas (alejadas 36. APPV 26801 (1449-III-2), 26.799 (1451-I-13), 26.803 (1453-I-26). De todos estos ejemplos, el que mejor nos confirma esta donación-fragmentación es el segundo: justo después que Jaume Ferrando, agricultor vecino de La Pobla, redacta su testamento, sus hijos hacen partición de sus bienes, y acuerdan donar a Úrsula, casada ya con Martí de la Foz, un quartó de terra campa. 37. APPV 26.803 (1453-VII-22 i 1453-IX-8). 38. FURIÓ, A. – MIRA, A. “Le marché de la terre dans le Pays de Valence”, cit., pp. 591-592. 39. Vid. MIRA, A. “Ordenación del espacio agrario y conducción a corto plazo de la tierra en la Huerta de València (1285-1350)”. Studi Medievali, 3 s., 45-1, 2004, pp.159-204; indica que la extensión media de las parcelas en l’Horta en este período era de 0,59 Ha, y que el 89% estaba por debajo de la hectárea (p. 169). En nuestro trabajo sobre Godella llegamos a la conclusión que el 83% de los bancales tampoco superaba la hectárea, LLIBRER, J. A. Godella, una comunidad rural en la baja Edad Media. València, 1996, pp. 75-79. 40. Por lo que respecta a este punto debemos hacer referencia a las conclusiones de MIRA, A. “Ordenación del espacio agrario y conducción a corto plazo de la tierra en la Huerta de València”, cit., p. 172. 41. Porcentajes muy parecidos encontramos en la comarca de l’Horta (62,6%, CARDELLS, F. Cultura material baixmedieval dels llauradors de l’Horta de València. Tesi de llicenciatura, 1997, p. 234; y en concreto también en Catarroja: 62%, vid. VERCHER, S. Casa, família i comunitat veïnal a l’Horta de València. Catarroja durant el regnat de Ferran el Catòlic. València, 1992, pp. 30-31). 33 Historia Medieval durante la próxima fiesta de San Miquel, a finales de septiembre. Sólo diez días después encontramos otra compra-venta de cereal: ahora es Rodrigo Escolano, labrador vecino de Alpuente, quien ha comprado a Miquel de Alcaiz, laurador vehí del loch de La Pobla, un cahíz de candel (trigo de alta calidad, que era apreciado como el más fino para hacer pan), aunque no especifica el precio. El 5 de abril, Miquel Sancho, labrador de La Pobla, vende de forma anticipada 10 cahíces de trigo (aproximadamente 1.992 litros) y 15 de avena (casi 3.000 litros) de la próxima cosecha de l’horta del dit lloc de La Pobla, a Gabriel de Riusec, doctor, ciudadano de Valencia, al que le será entregado todo el cereal en la próxima fiesta de Sant Joan, en junio; el ciudadano le avanza ahora 88 sueldos del precio final. Sólo dos semanas después encontramos una nueva transacción: Pascual de la Torre, agricultor de Xulilla confiesa deber al mencionado Guillem Julià, 816 sueldos por 16 cahíces de trigo (a razón de 51 sueldos por cahíz), y promete pagarle en la próxima fiesta de Todos los Santos. El 2 de junio del mismo año, Azmet Azarro, musulmán de Benaguasil, confesa deber también a Guillem Julià (que actúa como auténtico redistribuidor de una parte del excedente cerealícola de la villa), 360 sueldos por 19 cahíces de cebada que le compró (a 19 sueldos el cahíz). El 21 de noviembre el notario registra de nuevo una compra-venta de cereal: tres vecinos de Alcubles confiesan deber al también mencionado Pere Exarch, caballero de Benaguasil, 264 sueldos por 6 cahíces de trigo (a 44 sueldos/cahíz) que ya recibieron, y que pagarán de aquí a ocho meses. La última (y octava) compra-venta cerealícola de este año es del 14 de diciembre: Jaume Dassió, labrador de La Pobla, compra al barbero Miquel Cristòfol, también vecino de la misma villa, 39 cahíces (7.768 litros!) de avena por 520 sueldos (13 sueldos por cahíz) que pagará el año próximo en la fiesta de Sant Joan43. Los ejemplos nos permiten comprobar también la diferencia de precio entre los distintos tipo de cereal, con la confirmación del elevado precio del trigo frente al resto. Por otra parte, estos testimonios documentales Figura 5. Labrador durante la siembra. Para conocer las tipologías de cereal que se cultivaban en el término de La Pobla debemos recurrir a otros tipos documentales, como las compra-ventas al por menor entre los vecinos de la villa (o de otras localidades) de estos productos, o incluso a los inventarios de bienes donde a veces se especificaban las reservas de todo tipo de cereales que almacenaban en casa los agricultores. Trigo, avena, cebada… son los más frecuentes en los documentos de compra-venta, a menudo con la presencia de compradores foráneos. Citaremos ahora algunos ejemplos que definen este comercio, registrados todos en un mismo año por el notario, lo que nos permitirá ver la periodicidad y su carácter cíclico: el 23 de enero de 1453, Cale Azaro y Jucef Arnau, musulmanes de Benaguasil, reconocen deber a Guillem Julià, notario residente en La Pobla, 156 sueldos por 6 cahíces de cebada (a 26 sueldos el cahíz), que prometen pagarle en la fiesta de Sant Joan, en junio próximo; el 17 de marzo, Joan Gomis vecino de Andilla y representante municipal de dicha villa, confiesa deber a Pere Exarch, caballero vecino de Valencia y residente ahora a Benaguasil, 1.280 sueldos por varias partidas de cereal: un cahíz de panizo a 33 sueldos, un cahíz de mestall a 37 sueldos42, y 22 cahíces de trigo (4.382 litros!) a razón de 55 sueldos por cahíz, finalmente promete cancelar la deuda 42. El mestall era una mezcla de diferentes tipos de cereal, generalmente trigo y centeno, o trigo y cebada. Vid. ALCOVER, A. – MOLL, F., Diccionari Català-Valencià-Balear. 43. APPV 26.803 34 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte nos hablan también de la importancia de un mercado supracomarcal de cereales, y de la producción agrícola de La Pobla para el abastecimiento de un mercado que va más allá del ámbito local: la mayor parte de los compradores son vecinos de la comarca de Los Serranos. También nos ilustran además, el inicial dominio de la élite local no agraria en la comercialización de los excedentes cerealícoles de las villas de La Pobla y Benaguasil, es decir, no siempre son los labradores los que ponen en el mercado los cereales, más bien son otros colectivos o profesionales (notarios) que conocen de forma más directa los mecanismos del mercado comarcal. Por otra parte, en los inventarios de bienes, redactados tras la muerte del propietario, encontramos a menudo datos sobre la cultura cerealícola de los campos valencianos. Las familias acumulaban y almacenaban reservas de cereal para el consumo posterior. Así, es frecuente encontrar también en las casas de los labradores de La Pobla todo tipo de cereales o de recipientes para contenerlos (gerres bladeres, orons44, etc.): cuando fallece Mateu de Portogal, a finales de 1451, acumulaba en su casa tres cahíces de avena, cinco de trigo, y media carga de arroz (mitja càrrega d’arròs blanc), en conjunto, más de 1.600 litros!; Pere Martínez tenía en su casa dos cahíces y diez barchillas de arroz, junta a dos gerres bladeres buides, una gerreta chica de tenir sal, quatre gerres de vi plenes que caben XXXX cànters cascuna, y también trigo y avena sin especificar la cantidad; Pere Bono tenía en su casa tres orons; en casa de Bernat de la Barba había tres orons sotils, una gerra bladera buida, i dos gerres vinaderes buides45. Mediante otro tipo documental, el contrato de arrendamiento, descubrimos la importancia de otra gramínea en la villa, el arroz. Se trata del arrendamiento de un molino arrocero en La Pobla firmado el año 1461: Gaspar Joan, ciudadano de Valencia y procurador de su esposa Yolant, arrienda a Çahat Ferriol, musulmán de Benaguasil, lo molí arrocer de Benaguasil e de La Pobla, a quatre anys primervinents, por el elevado precio de 615 sueldos cada año, lo que nos indica la rentabilidad de este negocio e indirectamente la importancia que el cultivo del arroz tenía en la villa46. La orientación preferentemente cerealícola de la producción agraria de La Pobla, se confirma además si la comparamos con el resto de cultivos: la vid, cultivo siguiente en porcentaje, supone el 20% del parcelario. La documentación diferencia siempre la vid joven o mallol (5,64% de la cifra anterior), quizá por lo que suponía en relación al valor y al precio de la parcela. La menor presencia de vid en el territorio cultivado está en relación posiblemente con el hecho de que ésta cumple una función de complemento dentro de la explotación campesina: si el papel central de la explotación lo conformaban las parcelas de cereales panificables que permitían el mantenimiento de la familia y su reproducción, las viñas suponían espacios complementarios de trabajo y recursos que no siempre el labrador podía desarrollar, por lo cual, las parcelas de vid eran con frecuencia las primeras en ser vendidas del conjunto patrimonial47. Cuadro 7. Tipos de Cultivo (sobre porcentaje de parcelas documentadas entre 1449-1956) TIPOS DE CULTIVO Terra Campa Vinya Terra Vinya jove mallol Cultiu mixte* hort Era Figueral Número de parcelas 111 27 13 10 6 6 3 1 Porcentaje 62,71 15,25 7,34 5,64 3,38 3,38 1,69 0,56 * Cuatro parcelas de terra campa y olivar, y dos de terra campa y viña. . 44. El DCVB define oró como “gran cabàs, més alt que ample, de forma cilíndrica, que serveix per a tenir-hi grans… Els valencians són de palma o d’espart”. 45. APPV 26.799 (1451-XI-24), 26.803 (14-XII-1453), 26.804 (1454-II-17), 26.814 (1459-IV-16). 46. APPV 26.809 (1461-IX-4). 47. FURIÓ, A. – MIRA, A. “Le marché de la terre dans le Pays de Valence”, cit., p. 590. 35 Historia Medieval T I PUS D E C UL T I U T otal de fanecades documentades I nformació notarial 1449-1456 TIPO DE CULTIVO. Total de hanegadas documentadas. Información Notarial 1440-1456 600 552, 05 Hanegadas documentadas Fanecades documentades 500 400 300 200 114, 5 100 25, 6 0 Tierra Campa Terra Campa Viña Vinya Viña Vinyamallol mallol El resto de cultivos nos aparecen sólo de forma esporádica, con porcentajes mucho más bajos que en ningún caso llegan al 4%. Unos pocos huertos (cuya ausencia en la documentación nos indica que pocas veces entran en el mercado inmobiliario local) siempre de reducidas dimensiones, unas 0,5 fanegadas (0,04 Ha), donde se cultivaban legumbres y hortalizas; varias parcelas con higueras y algunos bancales con cultivo mixto (cuatro parcelas de terra campa y olivar, dos del terra campa y viña) que remiten a una agricultura promiscua más relacionada con las limitaciones del sistema agrario y con las escasas tierras o pequeñas explotaciones (había que aprovechar bien las pocas tierras poseídas) que con una intención especulativa del labrador. Estos cultivos eran también complemento para la dieta campesina. Quizá lo que más nos llama la atención entre las parcelas documentadas es la ausencia de parcelas dedicadas en exclusiva al olivar, lo que puede explicarse, en primer lugar por su mencionada asociación con otros cultivos, pero también por su localización en espacios de secano o en tierras marginales de montaña que 13 Cultivo Cultiu mixto mixte no aparecen en la documentación porque son tierras que difícilmente entran en el juego del mercado inmobiliario. Además, no debemos olvidar que este cultivo era, en la comarca, para el consumo familiar y posiblemente con escaso margen a la creación de excedentes y la comercialización (efectivamente, ni encontramos parcelas de olivar ni tampoco compra-ventas de aceite). Por otra parte, en el término de La Pobla comenzamos a observar tímidamente en el siglo XV la aparición de otros cultivos de tipo estratégico o industrial, relacionados con un crecimiento de las actividades artesanales, como la morera, el lino, el pastel u otras especies de cultivo tintóreo asociadas al trabajo textil. El limitado colectivo artesanal de la villa y su limitada vocación manufacturera explican que estos productos fueran adquiridos por artesanos o mercaderes foráneos (de Benaguasil, Llíria o la ciudad de Valencia), y al mismo tiempo nos manifiestan la incipiente y temprana penetración del capital artesanal o comercial, proveniente de Llíria o sobre todo de Valencia, en la estructura agraria de La Pobla48. Sólo unos pocos ejemplos son suficientes para 36 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte ilustrar esta idea. A mediados de 1449, Azmet Cabra, moro de Benaguasil, confiesa deber a Eximén Aparici, de Llíria, 1.000 sueldos! por una carga de pastel. A principios de 1453, Pere Alfonso, el único mercader documentado vecino de La Pobla, vende a Abrahim Yaye, también de Benaguasil, pastel por valor de 500 sueldos. Dos meses después encontramos de nuevo otro vecino de la aljama de Benaguasil, Abdallà Alifraguí, mientras compra 8 arrobas de lino por 200 sueldos al mencionado Guillem Julià, notario residente en La Pobla49. En definitiva, hablamos en La Pobla de una estructura agraria marcada, como decíamos por el escaso tamaño de las parcelas y la atomización de las unidades de trabajo. Esta dimensión tan reducida de los bancales (y para muchos labradores, como veremos después, del conjunto de la explotación) estaba determinada por diferentes causas: por la calidad de la tierra, por el cultivo de ésta, por el activo mercado inmobiliario , y también, no lo olvidemos, por un sistema de herencia que tendía a dividir el patrimonio entre todos los hijos. En muchas afrontacions de los bancales hemos encontrado parcelas que tienen como vecinas a otras que pertenecen a miembros del mismo linaje y que nos indican que han sido fragmentadas en generaciones anteriores; y esta tendencia aumenta a medida que avanzamos en el tiempo. Dicha fragmentación a veces dificultaba el aprovechamiento intensivo del suelo y generaba problemas de carácter técnico: el arado llegaba con dificultades a los ángulos, con el riesgo que los animales de tiro invadieran las propiedades vecinas y dañaran cultivos, ribazos y caminos. Además, otro factor afectaba al rendimiento y al trabajo del labrador: la dispersión de las parcelas de una misma explotación en distancias a menudo kilométricas. Irremediablemente se perdía gran cantidad de tiempo a la hora de los desplazamientos para atender la totalidad de las piezas que componían la heredad. No obstante, para los labradores poderosos todo esto no suponía ningún problema irresoluble, ni tampoco gastos preocupantes. Para los más humildes, estos problemas se añadían al resto (falta de tierras, de aperos, endeudamiento…) y a veces afectaban a su supervivencia. En definitiva, frente a la falta de tierra y recursos sólo quedaba encomendarse al mercado, en busca de dinero (mediante el crédito censal) o de tierras en venta. 48. La tendencia cada vez más marcada en la agricultura valenciana, sobre todo desde el siglo XV, suponía la disminución de la viña en favor de los cereales, de las plantas forrajeras, y de los cultivos especulativos asociados con el sector de la manufactura (las moreras, la grana, el pastel, el canyamel…), a causa de la cada vez más intensa penetración del capital mercantil y artesanal en el sector agrícola valenciano. Vid. IRADIEL, P. “L’evolució econòmica”, De la Conquesta a la Federació Hispànica. Historia del País Valencià, vol. II, Barcelona, pp. 267-324. 49. APPV 26.801 (1449-VI-6), 26.803 (1453-I-14 i 1453-III-17). 37 Historia Medieval 5. El mercado de la tierra Los porcentajes que hemos aportado sobre tipos documentales son interesantes también por otra razón: nos permiten reconocer las diferentes formas de acceso a la tierra que tenían los labradores de la villa. Efectivamente, no debemos pensar que un agricultor accedía a la explotación únicamente mediante la herencia del sus padres, había otras formas extrafamiliares y alternativas de llegar a la tierra, y conformar un patrimonio propio más allá de las donaciones paternas. Y de estas formas extrafamiliares –el mercado de la tierra y el arrendamiento–, la primera era fundamental en la villa de La Pobla del siglo XV, hasta el punto que prácticamente la mitad de las parcelas en movimiento (exactamente el 48% de los bancales que nos da a conocer el notario local en la cronología estudiada) eran redistribuidas en el interior de la comunidad mediante el activo mercado inmobiliario; el resto (el 43%) nos aparecen asociadas a formas de distribución intrafamiliares (donaciones inter vivos, herencias51). Los porcentajes se completan con el 2% de las parcelas que nos aparecen en contratos enfitéuticos; el 5% que aparecen en documentos de permuta (cuando la parcela es permutada por algún otro bien, generalmente animales de tiro), y el 7% cuando el inmueble se utiliza como aval para garantizar el pago de alguna deuda (en documentos de crédito censista, o en deudas de ganado). Formas estas últimas que también hay que asociar con transmisión extrafamiliar. El mercado de la tierra ejercía, por lo tanto, una función reguladora dentro de la comunidad: redistribuía constantemente la titularidad de las parcelas y contribuía a reequilibrar la extensión de las explotaciones; de esta forma daba lugar a diferencias patrimoniales al facilitar la acumulación, y al mismo tiempo articulaba la jerarquización sòcio-econòmica entre las familias de la villa. Las parcelas cambiaban de manos con más frecuencia de lo que inicialmente podía parecer, sobre Josep Antoni Llibrer ¿Cómo nos ha llegado toda esta pormenorizada información sobre tierras, parcelas y cultivos? ¿Qué tipos documentales nos aportan datos sobre las parcelas y las explotaciones? ¿Cómo podemos hacer un análisis? La mayor parte de los datos sobre la tierra de La Pobla nos la dan los registros notariales de compra-venta de parcelas: de hecho, justo la mitad de los bancales los hemos conocido gracias a este tipo documental. Otras parcelas (un 34% del total) nos han llegado gracias a las donaciones inter vivos, generalmente en el momento del matrimonio, cuando los padres hacían donación de patrimonio a los hijos para conformar una nueva unidad familiar. Otro grupo de propiedades (el 9% de las parcelas documentadas) las hemos conocido mediante las donaciones testamentarias o de herencia. Y finalmente, con un bajo porcentaje (sólo el 2%), los contratos enfitéuticos nos han dado información de unas pocas parcelas. Conocemos, por lo tanto, muchas parcelas (casi dos centenares para un período muy reducido, solamente los dieciséis años que van de 1449 a 146550) gracias a diferentes tipos documentales, aunque sobre todo es el activo mercado de la tierra de La Pobla el que nos ha aportado más información y el que nos permite hacer un análisis pormenorizado de las formas de propiedad, cultivo y explotación. Los datos son claros si hablamos del conjunto del trabajo del notario Bernat Dassió, sénior: cada año registraba una media de 19 compra-ventas de tierra; y por ello el bloque documental relacionado con el mercado de inmuebles (rurales y urbanos) suponía el 22% de todo su trabajo en los protocolos analizados. Conjunto documental que, en definitiva, nos permite hacer un análisis microeconómico, un acercamiento cualitativo, al mercado y a la estructura agraria de la comunidad de La Pobla en siglo XV. 50. Aunque hablamos de un arco cronológico de dieciséis años, conservamos sólo nueve protocolos (vid. capítulo I). El conjunto de la extensión que conforman todas las parcelas documentadas asciende a 1.096 fanecades (91,08 ha). Tomando la extensión del actual término municipal de La Pobla (33 km2) que no sería muy diferente del medieval, en estos pocos años la documentación notarial nos muestra prácticamente un 3% de este término, esencialmente el conjunto de tierras que rodeaban la villa, lo que el notario llama l’horta de La Pobla, expresión que contienen el 30% de las parcelas. Es decir, el mercado de la tierra se mueve sobre todo por la puesta en circulación de estas parcelas de mejor calidad, más próximas a la villa, y mejor comunicadas. 51. A. Furió nos habla de parecidas diferencias, vid. FURIÓ, A. “Una pagesia dividida: diferències jurídiques i desigualtats econòmiques.”, Història. Política, societat i cultura dels Països Catalans. Barcelona, 1996, vol. III, pp. 185-199 (esp. pp. 187-189). 38 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte Cuadro 8. Agentes del mercado de la tierra en La Pobla. Información notarial. Bernat Dassió, senior. 1449-1465 Veïns de La Pobla Veïns de València Pobles de l’Horta Els Serrans Altres Sense especificar VENDEDORES número porcentaje 87 82,85 10 9,52 3 2,85 3 2,85 0 2 1,90 COMPRADORES número porcentaje 91 86,66 4 3,80 3 2,85 1 0,95 2 1,90 4 3,80 todo si recordamos el tópico inmovilismo con el que se ha querido definir la sociedad rural medieval. La situación que nos ofrecen las fuentes documentales es muy diferente: una sorprendente movilidad de las personas y familias, de los propios campesinos (como hemos visto antes cuando hablábamos de los linajes), y también de sus tierras y parcelas, que pasaban de una explotación a otra constantemente. El sistema jurídico de posesión de la tierra, alodial (libre) en muchos casos, y enfitéutico en otros, favorecía este traspaso, asignando al agricultor la responsabilidad sobre la explotación de la tierra y también sobre la venta de la propiedad, que podía hacer sin excesivas dificultades legales. El mercado de la tierra en La Pobla era un mercado de parcelas individuales (el 95,3% de las transacciones), es decir, pocas veces un propietario ponía en venta dos o más parcelas al mismo tiempo, ni tampoco grandes conjuntos territoriales (heredades completas, masías, alquerías u otro tipo de infraestructuras agrícolas). Sólo hemos documentado tres casos donde se ponen en venta dos parcelas al mismo tiempo, y un caso donde la venta es de tres bancales. Hablamos, por lo tanto, de un mercado de parcelas únicas, de pequeñas parcelas, como veíamos antes, que en pocos casos sobrepasaban la hectárea. Este punto, que nos remite al carácter local del mercado inmobiliario de La Pobla, se ve confirmado si analizamos los protagonistas de estos TOTAL número porcentaje 178 84,76 14 6,66 6 2,85 4 1,90 2 0,95 6 2,85 intercambios. Casi el 85% de los compradores y vendedores son vecinos de la misma villa de La Pobla. Muy por debajo (vid. el Cuadro VIII) encontramos agentes foráneos en los contratos, destacando los ciudadanos de Valencia (que suponen el 9,5% de los vendedores y el 4% de los compradores), lo cual nos deja ya entrever el interés de ciertos grupos urbanos por la inversión inmobiliaria en estas áreas próximas a la ciudad. El resto de protagonistas (vecinos de las comarcas de l’Horta o de Els Serrans) conforman porcentajes muy bajos que en ningún caso superan el 3%. Por su parte, en Benagusil, son los miembros de la aljama los que también monopolizan las tierras de su término, con escasa presencia foránea52. Estamos así ante un mercado inmobiliario marcadamente local pero no por eso menos activo. Un mercado, podríamos decir, fuertemente personal o personalizado: la mayor parte de los agentes, compradores y vendedores, se conocen, son vecinos, pertenecen a la misma comunidad; a veces, incluso, son miembros del mismo linaje53. En este contexto local, el papel y la presencia del notario pasa a ser fundamental: parece desarrollar una función semejante a la del intermediario que ponía en contacto a las dos partes interesadas en la venta. Recordemos que el notario conocía bien el mercado, las parcelas que se ponían en venta, y los posibles compradores con recursos para la adquisición de los inmuebles. Su trabajo le permitía, además, 52. En las siete compra-ventas de tierras pertenecientes al término de Benaguasil registradas por Bernat Dassió, únicamente hemos encontrado un caballero, que vive en dicha villa, como vendedor de una parcela. El resto de los agentes son todos musulmanes vecinos de la aljama, junto a uno de Benissanó. 53. A mediados de 1449, Pere Enyegot vende a Mateu Enyegot, ambos agricultores y vecinos de La Pobla (sin que el notario especifique vínculo familiar directo), 18 fanecades franques de terra campa, en la huerta de La Pobla, por 300 sueldos. Tres meses después, Pere Esteve compra a Joan Esteve, también vecinos y agricultores de La Pobla, 8 hanegadas francas de terra campa, por el mismo precio APPV 26801 (1449-VII-23 i 1449-X-26). En 1456 Pasqual Deulofeu vende a Pere Deulofeu, labradores poblanos, dos hanegadas francas de terra campa por 120 sueldos, APPV 26.806 (1456-IV-5). 39 Historia Medieval conocer las necesidades de los vendedores (con la exigencia coyuntural de vender parte del patrimonio por dotar algún hijo, o a causa del endeudamiento por problemas con la explotación) y la solvencia económica de los eventuales compradores; y no es así extraño pensar que el notario informara a sus clientes de estos movimientos del mercado inmobiliario local54. Este rasgo se confirma si analizamos las características socio-profesionales de los agentes implicados. Los labradores locales son los auténticos protagonistas de este mercado, hasta el punto que, podríamos decir, es esencialmente un mercado campesino, monopolizado por los agricultores que directamente ponen en circulación las parcelas. En el Cuadro IX exponemos este dato fundamental: el 73% de los vendedores y el 68,5% de los compradores son agricultores. El resto de profesionales o colectivos nunca llega al 10% de los agentes, lo que confirma este monopolio del campesinado. Los artesanos o trabajadores no agrarios conforman el 5,7% de los vendedores (tres barberos, dos carniceros y un curtidor) y el 9,5% de los compradores (un pelaire, un tejedor, un curtidor, dos pastores, un albañil, tres carniceros y un cirujano). La presencia de caballeros, religiosos o notarios es anecdótica. El colectivo mudéjar está conformado por los musulmanes de Benaguasil (5,23% de los actores) que acudían a la escribanía de Dassió para validar sus compraventas de tierras en el término de la aljama. Del Cuadro IX destaca además la presencia de viudas (6,6% de los vendedores y 3,8% de los compradores) por el hecho de que representan una situación de desajuste en la explotación a causa de la muerte del cabeza de familia que dirigía el trabajo de la empresa familiar y ponía en valor los inmuebles. Así, la desaparición del esposo daba lugar con frecuencia a la disgregación del patrimonio, que era repartido entre los descendientes y la viuda, quien recuperaba su dote con el valor equivalente de los bienes del matrimonio55. Por eso lo más frecuente era encontrar a las viudas vendiendo inmuebles, y no tanto adquiriéndolos. La situación, no obstante, era aún más compleja si los hijos eran menores de edad, y si entonces un tutor debía encargarse de la gestión de los bienes, y del cuidado de los menores (a menudo firmando contratos de aprendizaje o servicio doméstico en casa ajena a la familia, los llamados affermaments). En este caso, era frecuente que las parcelas de tierra entraran en el mercado y fueran vendidas, ante la imposibilidad de administrarlas56, o por la necesidad de pagar los gastos que aseguraban el mantenimiento de los menores. Cuadro 9. Características Socio-profesionales OFICIO Llauradors Artesans Notaris Eclesiàstics Cavallers Musulmans Viudes Sin especificar VENDEDORES COMPRADORES TOTAL número porcentaje número porcentaje número porcentaje 77 73,33 72 68,57 151 71,90 6 5,71 10 9,52 16 7,61 3 2,85 1 0,95 4 1,90 2 1,9 1 0,95 3 1,42 1 0,95 1 0,95 2 0,95 4 3,8 7 6,66 11 5,23 7 6,66 4 3,8 11 5,23 5 4,76 9 8,57 14 6,66 54. Por lo que respecta a este punto, vid. FURIÓ, A. – MIRA, A. “Le marché de la terre dans le Pays de Valence”, cit., esp. pp. 602-603 i 608 55. Las cláusulas más comunes en los testamentos dejan el usufructo vitalicio de los bienes a la viuda, pero siempre que no acuerde un nuevo matrimonio en segones núbcies. Los herederos, por lo tanto, del patrimonio familiar son los hijos, o las hijas cuando no había varones. En caso de que los hijos no concertaran un “bon matrimoni”, o en caso de no tener descendencia, los bienes pasaban a familiares próximos del difunto: hermanos, tíos, sobrinos, etc., con la clara finalidad de mantener el patrimonio dentro del linaje. Isabel, esposa de Andreu Enyegot, labrador, vecina de La Pobla, dice al final de su testamento que si sus hijos (Andreu y Bonanada) mueren sin descedencia, que sus bienes pasan a los pus propinchs parents e pus acostats a mi, de la parentela de mon pare, APPV 23.801 (1449-IV-8), cláusula repetida muy a menudo a los testamentos de La Pobla. 56. Vid. LEVI, G. “El mercat de la terra: Anglaterra, Amèrica colonial, Índia i un poble del Piamont en el segle XVII.” L’Espai viscut. Col·loqui Internacional d’Història Local. València, 1989, pp. 225-258 (esp. pp. 248-250). 40 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte En relación con este punto, hay que destacar ahora la importancia del papel de la mujer en el mercado de la tierra en La Pobla. Pese a la abrumadora presencia de los hombres en los contratos de compra-venta, hay que estudiar con detalle los documentos porque la actuación de las mujeres no es, como podría parecer inicialmente, escasa, al menos por lo que respecta a la nómina de vendedores. Efectivamente, y sin tener en cuenta el colectivo ya mencionado de viudas, en una cuarta parte de los contratos (exactamente al 24,76%) actúan como vendedores conjuntamente el esposo y la esposa. La presencia asociada de los dos cónyuges o, si se quiere, la actuación conjunta del matrimonio, puede explicarse por la aportación común de ambos, con bienes muebles e inmuebles, en el momento incial del acuerdo matrimonial. La familia nace mediante lo que aporta el futuro marido, pero también con lo que aporta la mujer (que no únicamente son las típicas “ropas y joyas”, sino que muy a menudo son también inmuebles rurales o urbanos). El predominio del sistema matrimonial de la germania o comunidad de bienes, en la villa de La Pobla (hemos documentado, en nuestra cronología de estudio, 22 contratos de germania, por solo tres de dote, que además tienen como protagonistas vecinos o habitantes de Valencia) puede ayudar a explicar la mencionada actuación conjunta de los esposos, por el hecho de que este contrato obligaba al acuerdo entre ambos a la hora de alienar propiedades. Otro punto fundamental para entender la importancia y la intensa actividad del mercado local de tierras es el que hace referencia al estatuto jurídico de la propiedad. En La Pobla estamos ante un marcado predominio de la propiedad libre o franca, como denomina la documentación: el 80% de todos los inmuebles localizados (parcelas de tierra pero también huertos, eras o inmuebles urbanos, casas, albergs) eran francos, libres (franquas te quitias ab omni censu, como dice la documentación). Sólo el 13% están sujetas a algún tipo de censo o renta anual, donde predominaba la regulación mediante el sistema enfitéutico. El Cuadro X ha sido elaborado tomando todos los inmuebles de La Pobla (que nos aparecen en donaciones inter vivos, testamentos, inventarios, etc.) y no sólo los que son objeto de compra-venta. Aunque debemos relativizar el término “propiedad libre” aplicado al siglo XV, dentro de la lógica del sistema feudal y lejos aún de nuestro concepto actual de propiedad que deriva de la evolución del sistema capitalista57, esta “propiedad franca” permitía al labrador un total control de la gestión de la producción (en relación al trabajo y a los cultivos) y le permitía al mismo tiempo la alienación y venta del inmueble. Incluso, en las tierras tenidas a censo según el sistema enfitéutico también era posible disponer de parecida libertad para el labrador usufructuario. Efectivamente, la enfiteusis, sistema de propiedad compartida (entre el propietario del dominio directo y el del dominio útil, el usufructuario), otorgaba al labrador-usufructuario una amplia autonomía para la organización del proceso de producción y al mismo tiempo le permitía ceder o vender el dominio útil58. A cambio, sin embargo, debía satisfacer anualmente al propietario del dominio directo, que pasaba a ser un rentista agrario, un censo en especie o en metálico. No obstante, la renta que debían pagar los labradores enfiteutas de La Pobla no era muy elevada: estaba alrededor de 4 y 5 sueldos anuales por fanecada, censo que no siempre era, por lo tanto, determinante para la circulación del inmueble. 57. De hecho, todas las tierras, a pesar de esa supuesta propietat franca o libre, pagaban siempre algunas rentas a la autoridad real, a la autoridad municipal o a la eclesiástica (por ejemplo el diezmo, la primicia, etc., en el caso de La Pobla a la Cartoixa de Portaceli). Por todo ello, para muchos autores, expresiones como “propiedad franca o libre” no son más que un eufemismo para designar las parcelas donadas inicialmente a los repobladores. Vid. GARCIA-OLIVER, F. Terra de feudals. El País Valencià en la tardor de l’Edat Mitjana. València, 1991, pp. 75-86. 58. IRADIEL, P. “Cristianos feudales en Valencia. Aspectos sobre la formación del territorio y la sociedad”. España. AlAndalus. Sefarad: Síntesis y nuevas perspectivas. Salamanca, pp. 55-57. 41 Historia Medieval Cuadro 10. Estatuto jurídico de los inmuebles Inmuebles libres Inmuebles a censo Sin especificar Parcelas de Tierra CASAS TOTAL número porcentaje número porcentaje número porcentaje 142 80,22 33 76,74 175 79,18 24 13,55 4 9,3 28 12,66 12 6,77 6 13,95 18 8,14 En definitiva ambos tipos de tenencia de la tierra, tanto la alodial como la enfitéutica, reconocían la libertad del labrador para vender, permutar, alquilar o hipotecar los inmuebles, aspecto fundamental que sin duda favorecía la circulación de las parcelas. Sin embargo, el propio estatuto jurídico de la tierra era uno de los elementos que podía condicionar el precio de las parcelas. Precios que, por su amplia variación, dependían, como veremos a continuación, de un conjunto diferente de factores. Los gráficos que exponemos en el Cuadro XI nos confirman que los precios varían a lo largo de límites muy amplios y en períodos de tiempo muy cortos (sólo los dieciséis años que van de 1449 a 1465): una fanecada de tierra podía costar desde sólo unos pocos sueldos (Domènec Monçó, agricultor de La Pobla, pagó sólo 33 sueldos por tres hanegadas de viña a su vecino Joan Segura, lo que suponía sólo 5 sueldos y 6 dinero por hanegada), hasta centenares (Joan Julià y su esposa, vendieron a Domènec Sancho, todos vecinos de La Pobla, una parcela de terra campa franca, de cinco hanegadas, por un precio de 160 sueldos por hanegada; Acén Manrelli, moro de Benaguasil, compró a los cuatro hermanos de la familia Aboamit, de la misma aljama, dos hanegadas francas en la huerta de dicha villa, por 210 sueldos cada una59). El precio de la hanegada de terra campa fluctúa increíblemente desde los 5 sueldos y medio a los 210, es decir, con una variación de 38 veces. Estas fluctuaciones, que se producen en un corto período de tiempo (entre los años de nuestra prospección documental, 14491465), dentro de un mercado marcadamente local, como vimos antes, y sin la intervención destacable de compradores o vendedores foráneos que pudieran invertir y especular con las transacciones, nos indican que parece evidente la falta de arbitraje en el mercado de la tierra, porque en la compra-venta de un inmueble se ponían en juego muchos factores que creaban multiplicidad de precios para la misma mercancía. El hecho de que, en muchos casos, el notario no indicase la extensión de la parcela vendida (de las 182 documentadas, en 27 casos –el 15%– no se indica la extensión) confirma este punto, y nos recuerda que la presencia de transacciones expresadas en dinero y precios, de transacciones monetarias al fin y al cabo, no es expresión automática de un mercado regulado, basado en los términos contemporáneos de la especulación; más bien habría que hablar, como sugieren algunos autores, de un sistema de precios móviles60. P reu per fanecada de vinya nformació notarial Precio hanegada deI Viña. (1449-1465) Información notarial 1449-1465 100 Precio (en sueldos) Preu (en sous) 80 60 40 20 0 0 42 1 2 Frecuencia fr eqüència 3 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte P reu per fanecada de T erra C ampa I nformació notarial Precio hanegada de Tierra Campa. Información notarial (1449-1465)(1449-1465) 250 Precio Preu (en sueldos) (en sous) 200 150 100 50 0 0 2 4 6 8 Frecuencia fr eqüència ¿Cuáles son estos factores que condicionan los precios? ¿De qué dependen? Pensemos, en primer lugar, que el mercado contemporáneo, impersonal y autoregulador, donde solamente la oferta y la demanda determinan el nivel de precios, y donde sólo la calidad de la tierra crea una escala de valores firmes, se aleja de lo que encontramos en las compra-ventas de inmuebles de la época bajomedieval, donde lo más frecuente era que los precios fluctuaran de una manera inicialmente inexplicable (para un observador con nuestra mentalidad comercial). Existía, por lo tanto, todo un conjunto de elementos, directos e indirectos, que alteraban los precios. En principio, uno de los primeros factores a tener en cuenta era lógicamente la extensión de la parcela, aunque no era siempre determinante. Por ejemplo, Jaume Ferrando, labrador de La Pobla, compra seis fanecades de terra campa, francas, por 220 sueldos; sólo dos meses después encontramos a Domènec Santapau, también agricultor poblano, comprando tres hanegadas y media de terra campa, también francas, prácticamente por el mismo precio, 230 sueldos; y siguiendo el mismo protocolo nos aparece un mes después otra compra-venta donde, Pascual Pérez, labrador y vecino de los anteriores, adquiere tres hanegadas de terra campa franca por 330 sueldos61. Los ejemplos nos indican, pues, que otros factores, como el cultivo o la ubicación de la parcela podían también influir aunque, como veremos, tampoco siempre con determinación. Los gráficos del Cuadro XI, individualizados según cultivos, nos indican que esta fluctuación afectaba de forma semejante a las parcelas independientemente de su cultivo: el precio de la fanecada de viña, en los pocos años documentados, iba de un mínimo de 10 sueldos y 8 dineros hasta un máximo de 50 sueldos, es decir con una variación de 5 veces. En marzo de 1451, el labrador poblano Bernat Vicent vendió a su vecino Joan Camporell, también labrador, 28 hanegadas francas de viña por un precio de 10 sueldos y 8 dineros por cada hanegada. Años antes, Francesc Gilabert compró una parcela de viña, de cinco hanegadas, por 240 sueldos, lo que suponía darle un valor de 48 sueldos a cada fanecada62. 61. APPV 26.803 (1453-II-26, 1453-IV-3, 1453-V-7). 62. APPV 26.799 (1451-III-30), 26.800 (1450-I-7). 43 Historia Medieval Con toda esta importante variación, podemos establecer las medias de precio por hanegada según cultivo, confirmando que el precio medio más elevado corresponde a la terra campa que se pagaba a unos 49 sueldos y 5 dineros de media (cifra deducida de un total de 552,06 hanegadas documentadas con precio). Siguiendo en la escala de precios encontramos la hanegada de cultivo mixto, es decir, de parcelas de cultura promícua que incluían más de un cultivo (combinando terra campa y viña, o terra campa y olivar) que tenían precios semejantes al anterior, con una media por hanegada de 45 sueldos y 2 dineros (la base documental es en este caso mucho más limitada porque sólo hemos localizado un total de 13 hanegadas). Finalmente, la viña suponía un precio medio por hanegada de 26 sueldos (cifra calculada de un total de 114,5 hanegadas). Al mismo tiempo, la ubicación en espacio de regadío o de secano dentro del término podía influir en el valor final de la parcela. En la documentación de La Pobla, nunca aparece la indicación del derecho de riego en la parcela, sólo se nos indica si el bancal está situado o no en el espacio de la huerta de la villa o cerca de acequias (en el 43% de las parcelas documentadas hay alguna indicación en relación al regadío, como la presencia de acequias en sus afrontaciones). De hecho, la misma situación geográfica del bancal, y su distancia a la villa podían ser al mismo tiempo factores a tener en cuenta, aunque en La Pobla quedaban minimizados por el estrecho término del señorío y porque el espacio más alejado del núcleo urbano lo conformaban zonas de pinar o bosque, que nunca entraban en el juego del mercado. Todas las partidas rurales que registra el notario en las compra-ventas, muchas de las cuales conservan aún hoy el mismo nombre, están en un radio de sólo unos 3 ó 4 kilómetros de la villa: el espacio donde más ventas se producen es la zona de l’horta de La Pobla (el 30% de las parcelas vendidas se incluyen dentro de esta zona próxima a la villa), pero también aparecen las partidas del Camí de Benissanó, Camí Real, Camí de Paterna, Alcampés, Aldaia, Barranquet, La canal, Galipont, La Foia y Els Quartons. Finalmente, el estatuto jurídico de la tierra influía también en el valor final asignado. Parece que las cargas que pesaban sobre la tierra, y sobre todo los censales crediticios que había cargado el propietario sobre el inmueble por garantizar el pago anual al acreedor (algo semejante a una carga hipotecaria), o los censos enfitéuticos, determinaban el precio por el hecho de que el futuro comprador se veía obligado a asumir éstas deudas o rentas; así, parece lógico que estas parcelas con censales asignados tuvieran un precio más bajo en el mercado. En la venta que firma el labrador poblano Pere Bono parece ocurrir este caso: su vecino Joan Julià le compra 40 fanecades de terra campa, sitaudas junto la acequia de Aldaia, por 840 sueldos, lo que suponía un precio por hanegada de sólo 21 sueldos; en el mismo documento se especifica, sin embargo, que la tierra tiene un censo de 50 sueldos que hay que pagar anualmente al beneficio de la Capilla de Santa Catalina en la parroquia de La Pobla (XXXX fanecate, plus vel minus, ad censum quinquaginta solidorum, cum laudimio et fatica, dandorum et solvendorum beneficio capelle Sancte Catherine dicti loci Popule). Miquel Martínez, labrador de La Pobla, compró dos fanecades de terra campa a un precio también bajo (25 sueldos cada una), por las que debía pagar anualmente un censo de 2 sueldos a la misma capilla. Con solo 5 sueldos y 6 dineros por hanegada, el precio más bajo documentado, es valorado el bancal de terra campa de Bernat de la Barba, por el que el comprador, Guillem Serra, deberá pagar un censo enfitéutico a la mencionada capilla también de 2 sueldos63. Muchos otros ejemplos nos confirman que estamos ante un mercado de precios móviles y muy dispares, lejos del resultado único y exclusivo de un posible juego aséptico entre oferta y demanda. El hecho de que en los contratos de compra-venta a menudo no se indique la extensión y se utilice sólo la expresión 63. APPV 26.799 (1451-IX-11), 26.803 (1453-VIII-20), 26.814 (1459-IV-29). Este beneficio esclesiático fue instituido por Joan Aguilar, vecino de València, a finales del siglo XIV. En la primera década del XV, el sacerdote beneficiado, que recibía una renta anual de 20 libras, era Joan Lop, miembro de uno de los linajes más influyentes de La Pobla. Vid. BOSCÀ, J. – CÀRCEL, M. Las Visitas Pastorales de Valencia…cit., pp. 295-296. 44 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte general de tros de terra, no sólo parece confirmar el punto anterior, además nos permite reconocer que estamos ante un mercado local y personalizado, donde la transacción y su precio tienen que ver con causas, motivos y parámetros sociales, y no únicamente mercantiles. Las relaciones y situaciones familiares, las relaciones de vecindad, o las que se establecían entre los agentes, eran con frecuencia las que modificaban los precios. El año 1449, Pere Despuig, labrador vecino de La Pobla, vende, en solo un mes y medio, dos trossos de terra, uno de viña, situado en la huerta de la villa, por 100 sueldos, el otro de terra campa, situado en la partida de El Campés, por solo 40 sueldos64. Sabemos además, gracias a las descripciones que se detallan en la venta, que ambos bancales afrontan con parcelas del mismo vendedor, es decir, se ha producido una evidente fragmentación de antiguas parcelas, o lo que es el mismo, Pere Despuig se ha visto obligado a fragmentar sus propiedades para conseguir con cierta rapidez un pequeño capital que le ayude a resolver alguna deuda pendiente, o alguna circunstancia relacionada con su familia (dotar alguna hija, pagar la adquisición de algún animal de tiro o algún inmueble, etc.). En este caso, observamos con claridad que los precios de las dos parcelas no han estado condicionados ni por su cultivo, ni por su localización, ni tampoco por su extensión (que incluso ni aparece en los documentos, es decir, ni el notario ni tampoco los mismos compradores ni el vendedor, consideran esta dato determinante para el buen fin de la transacción). ¿Qué ha influido, por lo tanto, en estos precios? ¿Por qué son tan bajos? La respuesta no está lógicamente en posibles fluctuaciones coyunturales del precio de la hanegada, ni en una posible autorregulación del mercado, ni tampoco en los cultivos o la ubicación… la explicación a estos precios está más cerca de otras causas de tipo social, en relación a las necesidades puntuales del vendedor o de su familia. Así, la tierra se podía utilizar como instrumento de pago para deudas de todo tipo (censistas, mercantiles, familiares, etc.) y por lo tanto su precio se ajustaba a las cantidades necesarias en cualquier momento. El hecho, como decíamos, que este mercado fuera marcadamente localista y personalizado, donde vendedores y compradores se conocían, y conocían también las tierras y las necesidades de los vecinos, favorecía este juego de ajustes de precios y al mismo tiempo su extrema disparidad. Precios que, por lo tanto, no venían determinados únicamente por las dimensiones y la calidad de las parcelas. Más allá del ejemplo mencionado de Pere Despuig, muchos otros documentos de compra-venta confirman estas características propias del mercado medieval de la tierra. Sólo cuatro días después de que Despuig vendiera uno de sus bancales, Guillem Dezpont, también agricultor y vecino de La Pobla, le compra una buena parcela franca de tres hanegadas de mallol, situada junto a la acequia de Alguazir, al barbero de Mislata, Francesc Ortega; como hemos dicho, se trata de una buena parcela para el comprador, en primer lugar por su calidad de franca o libre, y en segundo lugar porque ésta afronta precisamente con un mallol suyo, lo cual le permite la concentración y la ampliación real del espacio de cultivo. Sin embargo, Guillem Dezpont paga sólo 44 sueldos (14 sueldos y 7 dineros por hanegada). Quizá, en este caso, el desinterés o las dificultades de mantener la explotación de este bancal tan alejado de Mislata, han obligado el vendedor a cederla por este bajo precio. A principios de 1450, Pere de la Barba y su esposa, ambos de La Pobla, se ven obligados a vender también una buena parcela (a juzgar por lo menos por los cultivos, la extensión y su estatuto jurídico) de tres hanegadas, francas, de terra campa donde hay plantados también nueve olivos. El precio es, como en los casos anteriores, extrañamente bajo, sólo de 25 sueldos y 7 dineros por hanegada65. Precio semejante al que paga Jaume Esteve, agricultor poblano, por tres hanegadas francas de viña, a su vecino Gil de la Torre: 22 sueldos por hanegada. Por 24 sueldos vende Antònia, viuda de Alamà de Montagut, de La Pobla, una era de una hanegada y media, franca, situada en la acequia de Alginet, en término de La Pobla (unam eram in cequia de Alginet, quod est una fanecata et media, in termino 64. APPV 26.801 (1449-VII-3 i 1449-VIII-24). 65. Recordemos que el precio medio por fanecada de agricultura promíscua era de 45 sueldos y 2 dineros. 45 Historia Medieval dicti loci Popule, franquam et quitiam). Un precio todavía más bajo por fanecada, 20 sueldos, es el que recibe el labrador poblano Joan Segarra por una parcela de viña de cuatro hanegadas y media. Meses después, Marc Ferrer, curtidor ciudadano de Valencia, vende a Antoni Ros, agricultor de La Pobla, tres parcelas: dos de vid (una de 14 hanegadas, la otra de 4,5 hanegadas), y una hanegada de terra campa. Las tres francas, y por un precio total de 300 sueldos (lo que supone 15 sueldos y 4 dineros por hanegada). Podíamos seguir enumerando y poniendo ejemplos de muchas más transacciones con estos precios tan bajos, alejados de las medias de precios por hanegada y cultivo calculadas más arriba. El mismo año 1465 descubrimos que incluso nuestro notario Bernat Dassió, que aparece ya como ciudadano de Valencia, vende una viña de 10 hanegadas al labrador poblano Pere Sacalm por 8 libras (16 sueldos por hanegada)66. El profundo conocimiento que el notario tenía del mercado inmobiliario local nos permite descubrir que esta transacción, y todas las otras expuestas y documentadas, no son fruto de una estrategia errónea o de una especulación mal calculada, responden más bien, como decíamos, a otras causas y motivos. Así, por encima de los datos y del cálculo numérico de los precios, otros elementos pasaban a ser también decisivos en las transmisiones de propiedad y en la relación entre vendedor y comprador. De hecho, vender o comprar una parcela de tierra, como también una casa, un huerto o un obrador, asumía el valor de una opción económica, pero también social, con muchas y diferentes implicaciones y significados (familiares, clientelares, simbólicos, de prestigio social, de éxito económico), y que todos juntos determinaban la dinámica de un mercado inmobiliario con una lógica y unos valores propios67. Y lo que hemos pretendido es precisamente descubrir algunos de los valores que la mentalidad bajomedieval asignaba a estas transmisiones inmobiliarias. Para comprender el funcionamiento de este mercado, debemos pensar, en primer lugar, que los campesinos generalmente no vendían las tierras con la intención de especular o conseguir precios elevados que les permitieran posteriormente reinventir en la compra de nuevos inmuebles; más bien hay que pensar, a la vista de los documentos, que los propietarios se desprendían de la tierra –a menudo heredada de padres a hijos­– sólo por necesidad (crisis coyuntural, deudas, matrimonio de algún hijo, desintegración del núcleo familiar…). En estas ventas, casi forzadas, la búsqueda rápida de un comprador interesado determinaba a menudo estos precios, que pueden parecer extraños a un observador actual, y las fluctuaciones registradas constantemente por los documentos notariales. En definitiva, nos encontramos en La Pobla del siglo XV con un importante y activo mercado de la tierra. Un mercado de pequeñas parcelas (solo el 27% superaba la hectárea) gestionado directamente por los vecinos y con limitada participación de agentes foráneos. La extrema fragmentación del parcelario nos remite a un sistema agrario basado en un tipo de explotación campesina de ámbito familiar. La hegemonía de esta pequeña explotación familiar, con la multiplicación constante de numerosas unidades, no se debe ver como un factor de estancamiento o de limitación de la base productiva, o como una estructura cerrada y autárquica. La comunidad campesina, La Pobla de los últimos siglos medievales, no era una comunidad cerrada y determinada por la autosuficiencia, al contrario, la documentación nos muestra una sociedad muy dinámica, y no sólo por un activo mercado de la tierra, también por el mercado activo de muchos otros productos: de cereales con grandes variedades (trigo, cebada, avena, arroz…), de ganado, de animales de tiro (toros, vacas, caballos, mulos… pero también decenas de cabezas de carneros, ovejas, cabras…), de materias primas como lana, lino, pastel, grana, e incluso algunos paños… También circulaba dinero, mediante los préstamos usurarios o el crédito censista, e incluso circulaban las personas, como algunos esclavos o jóvenes, chicos y chicas, que eran separados de la familia para aprender un oficio 66. APPV 26.801 (1449-VII-7), 26.800 (1450-II-16), 26.803 (1453-VI-8), 26.806 (1456-VIII-30), 26.805 (1457-II-24, 1457IV-9 y 1457-VIII-4). 67. Vid. IRADIEL, P. “Mercado inmobiliario, crédito y crecimiento urbano medieval en Valencia.” XXXIII Semana de Estudios Medievales. Pamplona, 2007, pp. 377-415 (esp. 379, 413). 46 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte o para servir en casa ajena hasta la edad del matrimonio. La movilidad de la población no era, sin embargo, exclusiva de estos grupos concretos: muchos campesinos y otros profesionales dejaban La Pobla para encontrar mejores condiciones socio-económicas en otras comunidades, o por progresar laboralmente en la capital. Efectivamente, el poder de atracción de Valencia estuvo presente también entre los vecinos de La Pobla que veían la ciudad como cima de su currículo profesional. El linaje de los notarios Dassió es un buen ejemplo, pero no el único (vid. apartado 1). Al mismo tiempo, muchos mercaderes y artesanos de Valencia acudían a La Pobla, y en algunos casos con cierta regularidad, para desarrollar todo tipo de negocios, y con la intención de explotar las potencialidades y los recursos de esta pequeña villa del Camp de Túria, estratégicamente situada en el valle del río que nutría la ciudad. Este complejo conjunto de relaciones socioeconómicas junto al juego del mercado local y supralocal, no dejaba de ser un instrumento al servicio de la acumulación, al servicio de la desigualdad dentro de la comunidad. Precisamente uno de los puntos que confirman el dinamismo de la villa es su estratificación. En torno al mercado –de la tierra, de los productos agrícolas, del ganado, del crédito, del trabajo– se generaban evidentes diferencias entre los colectivos campesinos: entre los más ricos y los más pobres, entre los más poderosos y los más humildes… Comunidad, por lo tanto, que se nos muestra dinámica pero lejos de ser igualitaria. 47 Historia Medieval 6. La comunidad RURAL, un mundo jerarquizado que podía necesitar la esposa (omnes arreos et joyas quam dictam Franciscam, mulierem dicti filii mei, habebit necesse pro ad sposalium et ad nubcias). La madre de Francesca entrega a su hija un buen puñado de ropas y bienes para el hogar: tres matalafs grans, sis matalafs chics, una màrfega, un cobertor, dos lançols, sis camisses per a la dita Francesca, sis camisses per al dit Jaume, una cortina, una gonella, i totes aynes que són necessàries per a la cuyna. Pese al interés de las dos familias por detallar el contenido de las donaciones, el conjunto de la tierra donada prácticamente no sobrepasaba la hectárea. Patrimonio aún lejos de otros también entregados en el momento del matrimonio por diferentes familias de La Pobla. 22 hanegadas y media, francas (1,87 ha), y un caballo recibió Tomàs Miquel de su padre Salvador, cuando estableció germania con Margarita, hija de Francesc Gilabert, todos vecinos de La Pobla. 38 hanegadas francas (3,16 ha) de terra campa (distribuidas en seis parcelas) y dos caballos, dio Francesca, viuda de Manuel Julià, por el enlace de su hijo Jaume; Salvadora, viuda de Joan Gavarda, y madre de la esposa, aportó a la nueva familia 400 sueldos en ropas y 200 sueldos en efectivo. Pere de Montagut, también agricultor poblano, con ocasión del matrimonio de su hijo Joan con Caterina, vecina del Villar, le entrega 53 hanegadas francas (4,41 ha): 47 de terra campa, y 6 de viña. Algunas casas francas (quasdam domos franchas) en La Pobla, y los 1.000 sueldos (la mitad en dinero, el otra en ropas y joyas) que aporta la madre de la novia, completan el considerable patrimonio que recibe la nueva familia en el momento de su fundación. De Martí de la Foz, agricultor y miembro influyente de la comunidad, prohom i conseller, hemos documentado dos donaciones a sus hijos Pere y Joan: al primero le da 12 hanegadas francas de viña (que completa con las 5 de terra campa y 3 de viña que aporta la esposa), y al segundo 21 hanegadas también francas (15 de terra campa y el resto de viña) y un mulo, patrimonio que completa este segundo hijo con las 15 hanegadas de terra campa que aportan los padres de la novia. Ambos documentos, redactados con solo cinco años de diferencia (entre el 1451 y el 1456), nos permiten reconocer que el mencionado Martí de la Foz poseía un patrimonio en tierras de al menos unas 3 hectáreas, muy semejante, al fin Josep Antoni Llibrer La comunidad era, antes de que nada, un grupo de familias. Todo empezaba con la familia. Y si algún dato era fundamental para calibrar el nivel económico de un campesino, éste era sin duda su patrimonio familiar. Lógicamente había otros parámetros para medir esta jerarquización (la participación y la influencia en los asuntos públicos, el gobierno municipal, las relaciones con el poder señorial, la participación en sus rentas, la implicación en la vida parroquial…), pero muy a menudo se accedía a estas parcelas de poder y de privilegio gracias a la solidez del patrimonio familiar, enmarcado con frecuencia dentro de un linaje reconocido. En este sentido pasaban a ser fundamentales los aspectos que daban forma a una nueva familia: la búsqueda de un enlace adecuado, aprobado por los familiares, la firma de un contrato (comunidad o separación de bienes, germanía o dote) y la dotación económica de éste, es decir, lo que aportaban cada uno de los cónyuges. Así, siguiendo estos documentos notariales relacionados con el matrimonio podemos observar ya las diferencias socio-económicas mencionadas. A mediados de 1465, justo antes de que Caterina, hija de Llorenç Villalba, firmase germania con Pere Esteve, labrador también vecino de La Pobla, su madre le hace donación de 6 fanecades franques de terra campa, y de un lote de bienes (raupis et jocalibus, como dice la documentación) valorado en 200 sueldos. El notario no nos dice qué es lo que aporta el esposo, pero solo con la limitada aportación femenina (si la comparamos por lo menos con los otros ejemplos que especificamos a continuación) podemos deducir que nos encontramos ante una familia con recursos limitados. Joan d’Albalat, agricultor de Benaguasil, da a su hijo Jaume, el mismo día que firma germania con Francesca, hija de Joan Garcia, vecinos de Xelva, un conjunto de 13 hanegadas de tierra (cuatro de viña y nueve de cereal), todas francas, repartidas en tres parcelas, a las que hay que añadir “unas casas” situadas junto al castillo de Benaguasil, y dos vacas. La donación se completa con un conjunto de joyas y utensilios 48 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte y al cabo, al que reciben los hijos (sumando la parte aportada por la mujer) en el momento del matrimonio68. Los ejemplos nos demuestran que ya desde el inicio, desde el origen y la formación de la familia, o de una nueva unidad productiva si se prefiere, existían diferencias y, aunque esta situación inicial podía cambiar con la influencia y el papel del mercado, entendemos que estas aportaciones familiares condicionaban a corto plazo el destino del nuevo grupo familiar. Si analizamos el conjunto de donaciones matrimoniales documentadas (25 en total), nos resulta una media de 30 hanegadas por familia (2,5 ha): con un mínimo de 6 hanegadas y un máximo de 53. En definitiva, debemos hablar, en todos los casos, de patrimonios limitados, de predominio de unidades campesinas de tamaño medio, por debajo de las 5 ha; y que rozaban el umbral de la autosuficiencia en aquellas heredades que estaban por debajo de las 3 ha69. Con estas donaciones matrimoniales, un tanto ajustadas, entendemos ahora la frenética actividad del mercado local de tierras: las parcelas circulaban de una heredad a otra, y de una familia a otra, para equilibrar y reestructurar las diferencias iniciales. Al mismo tiempo, estos datos nos recuerdan que la estructura agraria de estas villas que rodeaban a la capital se caracterizaba por la extrema atomización del espacio cultivado, y por la multiplicación de pequeñas parcelas (más del 72% no llegaba a la hectárea). Por otra parte, en la documentación notarial de La Pobla predominaba el sistema matrimonial de germania. Recordemos que las transferencias patrimoniales asociadas al matrimonio podían gestionarse mediante tres tipos diferentes de actas notariales, aunque a menudo podían complementarse: la carta de dote, el contrato de germania, y la donación inter vivos. La primera permitía establecer desde el principio, de forma directa y cuantitativa, con el importe en metálico de lo aportado por la esposa, la jerarquía social de los cónyuges. Así, la cuantificación del valor de las dotes no era tanto una evaluación objetiva de la riqueza de la familia, sino más bien una representación, un símbolo del nivel social que ocupaba dentro de la comunidad, o del nivel social que deseaba ocupar. Por otro lado, la germania fundamentaba la nueva unidad familiar, de manera a menudo imperceptible, sobre las contribuciones patrimoniales y laborales de los dos cónyuges. En este contrato no era necesario hacer una estimación pecuniaria del valor de los bienes aportados, y por lo tanto no siempre se podía establecer la calidad socio-económica del enlace. De hecho, sólo en un caso de las 22 germanías documentadas entre 1449 y 1465, se indica el valor de las propiedades aportadas. Será el conjunto de bienes entregados, tanto muebles como inmuebles, el que nos permitirá medir inicialmente las diferencias entre familias. El predominio del sistema de germania en la La Pobla parece abrumador, al menos si seguimos la documentación notarial: 22 germanías por solo 3 cartas dotales en todo el período estudiado. La elección casi generalizada del sistema de germania por parte de los vecinos de La Pobla parece confirmarse, además, si recordamos que en dos de las tres actas dotales documentados uno de los cónyuges no es de la villa (se trata de vecinos o habitantes de Valencia). También la comunidad de bienes era el sistema elegido por los vecinos de La Pobla cuando se producía un segundo enlace, unas segundas nupcias como dice la documentación. Aparece en los tres contratos matrimoniales localizados en los que la esposa es viuda: así lo hacen Andreu Enyegot, labrador vecino de La Pobla, y Caterina, viuda de Joan Adrià, vecino de Llíria; también firman germania Andreu Ferrandis, tejedor vecino de La Pobla, y Esperança, viuda de Joan Saniento; de la misma manera que Aparici Sacalm, labrador poblano, y Jaumeta, viuda de Bernat Mir, vecina de Quart70. 68. Este ejemplo nos recuerda los problemas que podían afectar a la familia en pocos años por la emancipación de los hijos y las necesarias donaciones, que afectaban al patrimonio de los padres y obligaban a menudo a la fragmentación de las parcelas: dos de los bancales que Martí de la Foz entrega a su hijo Pere confrontan con tierras del padre, detalle que evidencia la fragmentación del espacio cultivado. APPV 26799 (1451-IX-16), 26.806 (1456-VII-24). 69. Vid. los datos que aporta A. Furió en relación al tamaño de las explotaciones y los límites que garantizan la subsistencia de la unidad familiar, en diferentes regiones de Europa occidental, FURIÓ, A. “Las élites rurales en la Europa medieval y moderna. Una aproximación de conjunto.” El lugar del campesino. En torno a la obra de Reyna Pastor. Valencia, 2007, pp. 391-421 (esp. 412-415). 70. APPV 26.799 (1451-VII-4, 1451-VII-24 i 1451-IX-7). 49 Historia Medieval Además, prácticamente en todos los casos de germania estudiados, este contrato no aparece aislado, se incluye junto a unas actas más complejas que integraban matrimonio y sucesión patrimonial, y que suponían tres registros notariales diferentes: en un primer documento los padres del novio le hacen donación inter vivos de un patrimonio inmueble, generalmente un conjuntas de parcelas (y en algunos casos, también de algún animal de tiro, como veíamos antes); en un segundo documento, seguido al anterior y redactado el mismo día, son los padres de la futura esposa los que hacen la donación correspondiente (en este caso, si los bienes entregados son muebles, se indica su valor aproximado); en un tercer documento aparecen ya los novios firmando el contrato de germania. Este último acuerdo entre los novios (y lógicamente entre las familias: de voluntat de son pare, mare, alguns parents e amichs) adoptaba la forma de una espècie de escritura mercantil, por establecer una relación igualitaria entre los esposos, que pasaban a ser desde entonces miembros únicos de una sociedad vitalicia donde ponían en común los bienes que ambos poseían en el momento de la firma, pero también los que en un futuro pudiera ganar cada uno (fem fraternitat, societat e germania de tots los béns que huy tenim, haurem e guanyarem de tota la nostra vida). Finalmente, la muerte de uno de los dos, exigía un reparto equitativo del patrimonio, del que podían disponer libremente en el testamento: En axí, que morint qualsevol, puxa testar de la mitat, e lo sobrevivint puxa fer de la altra mitat a ses pròpies voluntats. E juram a Nostre Senyor, contra la societat e germania no contravenir, obligant tots nostres béns. Sin embargo, pese a lo que pueda parecer incialmente, la finalidad de este contrato no era la búsqueda del lucro o de una posición social más elevada que la de los padres (esto se conseguía más sólidamente con la dote), el objetivo era más bien garantizar el mantenimiento y la reproducción de la nueva familia y de sus descendientes. En una pequeña comunidad como la de La Pobla bajomedieval, la estructura de muchas familias era frágil y se fundamentaba sobre pequeñas parcelas y modestos patrimonios, en estos casos la germania permitía preservar mejor la integridad del núcleo y del patrimonio, integridad que a menudo se podía ver amenazada por malas cosechas puntuales o por deudas de todo tipo. Los documentos relacionados con el matrimonio, con la fundación de la familia, no nos permiten, sin embargo, conocer y comparar el conjunto total de los patrimonios. Nos indican cuál es el punto de partida de la nueva unidad familiar y nos permiten detectar la fuerza de su linaje (lo cual, por otra parte, ya nos habla de diferencias socio-económicas dentro de la comunidad), pero no nos posibilitan conocer el conjunto de las heredades que se completaba (y complementaba) con el recurso al mercado local. Como no disponemos para La Pobla de padrones de riqueza o de otras fuentes fiscales que registran los inmuebles por familia y su valor, debemos recurrir a otros documentos para acercarnos a los grandes patrimonios, a las grandes fortunas de La Pobla, y no sólo en inmuebles, también en bienes muebles, aperos, herramientas, cereales, vino, animales de tiro, ganado, ropas, tejidos, armas, utillaje doméstico, joyas, censales… Los inventarios son, quizá, uno de los recursos más importantes con los que puede contar el historiador para reconstruir los niveles de riqueza dentro de una comunidad que estaba muy lejos de ser igualitaria. Pocos documentos son tan polivalentes como los inventarios para establecer de forma sólida los estratos sociales, y para dar una imagen solvente de los espacios privados cotidianos. A medios del 1450, muere Joan de Portogal, prohom de la villa, y miembro de uno de los linajes más amplios y sólidos de la comunidad71. Su viuda, Juliana, está ahora embarazada, y en este estado se debe preocupar por el futuro hijo que nacerá y por un justo reparto con los otros hijos de todos los bienes de la familia. El matrimonio firmó germania en su momento, y ahora la esposa reclama la redacción de dos inventarios, uno para fijar con claridad los bienes de la germania (els béns dessús són estat trobats pertanyens a la jermania d’en Joan Portogal i na Juliana, muller sua), y otro donde 71. La presencia activa en el poder municipal venía de lejos en esta familia: el año 1401 encontramos a Jaume Portugal como justicia de la villa, y a Joan Portogal como jurat. BOSCÀ, J. – CÀRCEL, M. Las Visitas Pastorales de Valencia…cit., pp. 294. 50 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte se especifiquen los bienes que pertenecen a los hijos. El embarazo de la viuda nos indica que quizá aún es joven, y planifica un segundo matrimonio, unas segundas nupcias, para el cual hay que ofrecer un buen patrimonio que facilite la búsqueda de un buen partido. De la redacción de ambos inventarios se encarga Mateua, esposa de Mateu de Portogal, tutora de los hijos de Joan y Juliana, y cuñada de éstos. Los primeros bienes consignados son los que forman el amplio paramento doméstico, donde hay que destacar grandes jarras que almacenaban grandes cantidades de cereal, unos 5.150 litros entre trigo y avena. El notario, utilizando un bellísimo valenciano, lo redacta así: primo, cinch gerres plenes de forment que·hi pot haver nou cafissos de forment, poch més o menys, ítem huyt cafissos de civada, cinch cafissos nou barcelles de forment a ras, tres cafissos de civada, mitja càrrega de aroç blanch. A continuación detalla camas y ropas: ítem un matalaf real quasi nou, un altre matalaf, un travesser de ploma listat de cotonia, un cobertor vermell, dos lançols de pint ample de lli, dos lançols d’estopa. El conjunto de muebles y ropas de la casa lo forman: una taula larga de pi ab sos peus, un banc ab dos peus, una cortina morisca, cinch posts de llits ab sos peus, una màrfega squinçada, una flaçada burella ab listes blaves e vermelles, un lançol squincat, una manteta forrada; e incluso algunas armas (un lancer ab una lança, una spasa). La ropa de vestir incluye todo el amplio conjunto de la indumentaria medieval: Un mantó negre usat, un gipó blanch ab miges mànegues negres, una cota de hom negra forrada de blanqueta, un cot negre forrat e les mànegues de bays blanches, una gonella verda nova, un barret negre de drap, una correga de parge morat de seda ab lo cap e civella de acer, un brial blanch de cotonia de casa usat, un pasatemps de mescla usat, una correga de argent ab civella e cap ab XIII platons, un capell d’or, un gavà burell quasi nou, un gipó blanc ab les màneques negres e collar. A continuación el notario y los testigos presentes, Miquel d’Alcaiz y Joan Lop, cirurgià, pasan a la cocina para describir los objetos que allí se encuentran. El hecho de diferenciar este espacio dentro de la casa, nos indica que la vivienda era de ciertas dimensiones y disponía así de estancias o cámaras diferenciadas, en ningún otro inventario de La Pobla encontramos esta distinción del interior doméstico. Calderas, sartenes, asadores, paellas… llenan en exclusiva este espacio. Fuera de la cocina el notario habla de tres cofres y dinero en metálico: dos cofrens quasi nous blaus e vert, un cofre pintat blau e groc, cent noranta reals d’argent, quatre timbres d’or. El real era una moneda de plata con valor de 18 dineros, el timbre era de oro y equivalía a unos 10 sueldos, es decir, la familia tenía en casa un capital mínimo de unos 325 sueldos, con el que se podía hacer frente a cualquier gasto imprevisto. Se especifican también algunas cantidades que deben a la familia otros vecinos de la villa, aunque no se indica la causa: XXXIII sous que deu en Pere Julià, XXX sous que deu Joan d’Alcayz. A continuación el notario se entretiene en detallar una gran cantidad de distintos tejidos, piezas de estopa y hasta 38 alnas de esta fibra (XXVI alnes de stopa crua de tres palms, dos peces de stopa en que hi ha poch més o menys X alnes e miga, dos alnes de stopa) que nos dan a entender que la familia trabajaba esta fibra en casa: el notario llega a enumerar un total de 17 piezas de lino, y 20 de estopa, especificando que algunas son planes y otras escacades (tejidas con diseño a cuadros como un tablero de ajedrez); también encontramos un lançol de stopa, dos manils de stopa barrats, dos davantals de lli, un coxí blanch ple de stopa. Todo nos indica la importancia del trabajo artesanal de la estopa en casa de los Portogal. La dedicación a otras actividades complementarias al trabajo de la tierra no se debe interpretar como una consecuencia de debilidad o crisis de la unidad familiar, sino más bien como parte de una comedida e inteligente estrategia de diversificación de las fuentes de ingresos y riqueza por parte de estas familias campesinas acomodadas. El trabajo del lino, del cáñamo, de la lana o la seda, cada vez más frecuente en los pueblos y villas valencianas de los últimos siglos medievales, era un complemento a la economía doméstica campesina. Una vez el notario había concluido la descripción de los bienes muebles, iniciaba la enumeración de los inmuebles mediante la copia de los documentos o escrituras de propiedad que le mostraba la familia. Según el inventario anterior, los Portogal poseían la mitad de una casa franca en La Pobla (la meitat d’un alberch franch; la otra mitad era 51 Historia Medieval de los herederos de Mateu de Portogal), y un patrimonio en tierras formado por: una sort franca de terra campa de dieciocho hanegadas de regadiu, seis hanegadas francas de terra campa también de regadío, un huerto franco de dos hanegadas, ocho hanegadas más de terra campa, franques, y nueve hanegadas también francas de viña junto al Camí Real de Paterna. En total, una explotación, siempre según el inventario, de al menos unas 43 hanegadas. El inventario se cierra con la mención a un animal de tiro, una mula de pel bayo. Jaume Navarro, era también prohom y miembro de uno de los linajes más influyentes y con más representantes en la villa, precisamente su hermano Joan, el encargado de la redacción del inventario, era justicia ese mismo año 1449. A esta familia pertenece igualmente el único mercader documentado en la villa, y también el único estudiante de teología y futuro presbítero. En casa de Jaume encontramos productos que nos hablan de actividad artesanal textil dentro del ámbito doméstico con la presencia de cinc peces de vells de seda, es decir, cinco madejas de fibra para trabajarla, y al mismo tiempo una gran cantidad de piezas de seda y lino, lo que nos confirma también un elevado nivel de vida, un lujo al alcance de muy pocos en una pequeña villa como La Pobla del siglo XV. Quince piezas de lino que suman 8 alnas, 20 de estopa que suman 12 alnas, 4 sábanas de lino y 2 de estopa, 4 almohadas de lana, y muchos objetos de seda (una bosa de seda e dos agulles d’argent, cinc peces de vells de seda, un trescoll de seda, una camissa d’hom de seda, una tovallola d’home de cap de seda, una correga blava de seda ab XIII platons ab cap e civella, un cot de dona burellat scur forrat de tela burella ab les mànegues de seda). El uso del adjetivo nou asociado a la mayor parte de los textiles anteriores nos confirman la calidad y el alto valor de los objetos, y al mismo tiempo nos remiten a una destacada capacidad adquisitiva familiar. Tras de la descripción de cortinas, camas, colchones, mantas, y de un buen grupo de objetos de cocina (un breç, un librell de pastar, una taleca de farina en què ha tres barcelles de farina, un coçí miganet, un cedaç de pastar, un trill, tres talladors de fust, dos portadores) encontramos numerosas jarras que guardan cientos de litros de vino y cereal: una gerra gran en què ha dos cafissos de forment, una gerra bladera buyda, tres orons grans, una gerra gran plena de vi de XXXXV cànters poc més o menys, una gerreta plena de remost de XV cànters, una gerreta vinadera buyda de XV cànters. Al menos 600 litros de vino y 400 de trigo conformaban la reserva almacenada en casa por la familia Navarro. Armas e instrumentos agrícolas completan los bienes: una spasa ab pom de lentilla blanch, una lança, un cabaç gran d’espart, un aradre, dos forques sotils, un tou usat. Este último objeto, el tou o colmena de abejas, nos indica también la complementariedad de la explotación apícola por parte de la familia. Por lo que respecta al patrimonio inmueble, sólo sabemos lo que fue asignado a los hijos, pero no la parte de la esposa, que se negó a su redacción (los quals béns la dita na Guilamona no ha volgut que·s scrivissen). A Jaumet y Caterina, hijos de Jaume Navarro, les correspondía una sort de 18 hanegadas francas de terra campa en regadío situadas en la partida del Real, 8 hanegadas francas de viña regada en la partida d’Alcampés, y 8 hanegadas más de terra campa a censo de 4 sueldos anuales que se debían pagar al notario Bernat Dassió, situada en la partida d’Aldaya, en espacio de regadío. Como este conjunto de 34 hanegadas corresponde a la parte asignada a los hijos, debemos suponer que una superficie semejante habría sido asignada a la esposa, lo que conformaría una heredad inicial de al menos unas 5 hectáreas. El notario Guillem Julià y el labrador Miquel Lop, miembros también de la élite local, están presentes como testigos en la redacción del inventario y en la posterior partición de los bienes de los menores. En casa de Jaume Bono, también de una de las familias acomodados de La Pobla y de uno de los linajes más arraigados, disponían de un amplio paramento doméstico y de todo un conjunto de armas y de instrumentos agrícolas, además de grandes cantidades de productos y jarras para almacenarlos: quatre barcelles de civada a ras, dos cafissos, cinch barcelles i dos almuts de forment a ras, una crevellera rasa de traure forment, un moz ginet72, una 72. El moz ginet o mos genet, parte del freno que se colocaba en la boca del animal de tiro, nos indica la propiedad, por parte de la familia, de estos animales de precio elevado. 52 LA POBLA DE VALLBONA Historia, Geografía y Arte podadora, un lancer sotil, un broquer sotil, una balesta de fust, una spasa, quatre gerres de vi most plenes de XXXX cànters cascuna, una gerra de remost plena de XXVIIII cànters de vi, cinch gerres buydes vinaderes, una bóta, cinch gerres bladeres buydes, una gerra vinadera buyda ab un foradet, un follador, sis cubertes de gerres, una pala, una forca de quatre dents. 556 litros de cereal, entre avena (66 litros) y trigo (490 litros), y 1.940 litros de vino, de diferentes calidades. La presencia de un follador, recipiente amplio para pisar la uva y elaborar el vino, nos indican no sólo su capacidad productiva o comercial, nos hablan también de su función como redistribuidor de estos productos básicos en el mercado local o comarcal. Pero quizá lo que destacaba de su inventario era un importante conjunto de joyas que de nuevo nos hablan de un lujo exclusivo: una verga d’argent, una callereta d’argent trencada, una civella d’argent chica, hun anell de la benedicció, un collar de perles menudes ab LXXX grans de argent redons e larchs, dos culleres d’argent. La apariencia del buen vestir era también un elemento diferenciador dentro de la comunidad. Recordemos que la relevancia y el prestigio social no sólo era fruto de un importante patrimonio inmueble, la participación en los asuntos públicos, en el poder municipal o en las instituciones parroquiales, eran también signo de reconocimiento y distinción por parte de los vecinos. La élite local poblana, los Portogal, los Navarro, los Bono, los Dassió…, era reconocida por sus amplios linajes, arraigados en la villa prácticamente desde la llegada de los primeros pobladores, por sus patrimonios y sus heredades, por sus matrimonios endogámicos que reforzaban las familias, pero también por su presencia al frente de las instituciones civiles y religiosas, por la participación en el arrendamiento de todo tipo de monopolios señoriales, molinos, hornos, carnicerías… que requerían fuertes ingresos y una sólida capacidad de gestión. Al mismo tiempo son estos campesinos ricos los que prestan dinero y controlan el mercado del crédito censista, lo cual les da aún una posición de privilegio ante el endeudamiento de sus vecinos. Por debajo en la escala social estaban los más humildes, labradores con escasos patrimonios y pequeñas heredades, que se esforzaban en sobrevivir aportando un trabajo intensivo en tierra propia y en parcelas ajenas, como asalariados para los campesinos acomodados. Los inventarios de este otro sector social nos testimonian una vida alejada del lujo y próxima a las limitaciones de unos ingresos escasos. En la casa de Alfons Garcia no encontramos muchas piezas de vestir, ni muchos muebles, ni grandes jarras, ni cereales, ni vino… El notario resuelve el inventario en estas pocas líneas: Una gonella vermella de dona usada, un pasatemps de mescla usat, una cota de hom forrada de blau, un gonell blau usat, un gipó vert usat, una lança dolenta, una capa burella, una vinya que és una cafiçada a cens de VIII sous a la capella de la Verge Maria Magdalena. Este es todo el conjunto patrimonial documentado de este vecino, nada de tejidos de seda o lino, tampoco nada de armas o aperos, ni tampoco muchas tierras para trabajar, sólo una parcela por la que debe pagar un censo anual. Cuando el 23 de agosto del 1450 el notario entra en la casa del agricultor poblano Miquel Candel, reconoce que su tarea será breve. Pocos bienes de una familia humilde: un gonell blau quasi nou, un gipó de cotonia burella cosit ab seda grogua, una gaqueta blancha sotil, unes calces vermelles sotils, un coltell ab bayna sotil, una calça blancha sotil, un gipó sotil squaçat73. En este caso, no aparecen inmuebles. El uso frecuente de adjetivos como sotil (usado) o dolent, en estos últimos inventarios, es un claro síntoma de la escasa calidad de los bienes y también de una muy limitada capacidad adquisitiva, o de un limitado nivel de ingresos, que no permitía renovar muebles, vestuario o herramientas. Incluso, la escasa presencia de inventarios en la documentación notarial analizada (solo seis en todos los protocolos analizados, y con evidente predominio de inventarios de campesinos acomodados), nos indica que muchos vecinos preferían no redactarlo porque el escaso valor de los bienes poseídos hacía poco rentable el gasto en la minuta del notario. Una tarea notarial que nos ilustra constantemente una compleja sociedad medieval lejos de la igualdad. Un mundo 73. APPV 26.801 (1449-XII-6), 26.800 (1450-VII-31, 1450-VIII-23), 26.799 (1451-VIII-5). 53 Historia Medieval rural lejos también de aquel tópico romántico que hablaba de una sociedad rural inmóvil y ajena al progreso o a la mejora técnica, que hablaba también de un colectivo campesino (así, en singular) sin diferencias y que subsistía trabajando unas pocas tierras que cedía el señor a cambio de onerosas rentas. Una ojeada a la documentación, sin embargo, nos da otra imagen muy distinta de la activa comunidad de La Pobla, con diferentes grupos (así, en plural) de campesinos, los más ricos y los más humildes, con diferentes patrimonios y con distintas funciones dentro de la comunidad. Con unas pocas familias acomodadas que controlaban el poder municipal, e incluso participaban de las rentas señoriales, con los arrendamientos de las infraestructuras de la villa. Estos poderosos linajes, sólidamente arraigados en la villa desde la llegada de los primeros cristianos, habían iniciado desde hacía más de un siglo un intenso proceso de acumulación de tierras, proceso que continuará siglos después, como testimonia el activo mercado de la tierra. La acumulación de tierras y cultivos hará que esta élite tome partido de forma decidida por el mercado local como nuevo espacio de acumulación y de control. Un mercado que está presente constantemente en la documentación notarial: mercado de productos agrícolas, de ganado, de dinero (préstamos y censales), de la tierra, de trabajo… Mercado que consolidará la jerarquización socio-económica en el interior de la comunidad, pero que al mismo tiempo nos habla de una comunidad campesina activa y dinámica. La vendimia y la producción doméstica de vino (siglo XV). 54