VIOLENCIA Y FAMILIA: UNA REALIDAD QUE VA CRECIENDO, EN UNA SOCIEDAD FRAGMENTADA EN EL PERU DE HOY Enrique M. Jaramillo García* [email protected] “La violencia ha acompañado la historia de nuestros países. En épocas recientes tuvo manifestaciones oprobiosas en las dictaduras del Cono Sur… en el Perú… los movimientos subversivos han utilizado cruelmente la violencia contra la democracia…” Felipe Mac Gregor I José María Arguedas, en su novela los Ríos profundos, nos decía, la memoria del pueblo es subversiva. Es por ello, que los poderosos históricamente se han empeñado en abolirla, porque saben que un pueblo que no tiene memoria histórica, es un pueblo débil y sin dignidad; y más aún, cuando la educación está totalmente desvinculada del sustento cultural del que debe nutrirse, ello significa, por tanto, que se está construyendo un edificio sobre un lecho de arena (Felipe Mac Gregor, 2002). Esta situación, sucede hoy en día, a pesar de la demagogia de las elites políticas criollas, que intentan convencernos que vivimos en el país de las maravillas y el edén terrenal, cuando en la realidad concreta, asistimos a la devastación de la sociedad que está signada por la violencia e injusticia social, que ha sido tatuada a sangre y fuego en todo el cuerpo social del Perú. Ahora, en el Perú, hay inmensas posibilidades contrapuestas y antagónicas, de un lado, los que cuestionamos el discurso neoliberal, que después de veintidós años de aplicación, ha ahondado las brechas de desigualdad y pobreza, causando violencia y fracturas sociales en las familias; generando un creciente malestar social y frustración colectiva, que impide una convivencia más libre, justa, humana y democrática. Desde la otra orilla, se encuentran los que nos oprimen, los beneficiarios históricos de un Estado rentista, patrimonialista y clientelar, terriblemente conservadores e intolerantes, no soportan a toda aquella persona o ciudadano, que cuestiona el modelo económico en curso. Inmediatamente lo acusan de tener un discurso ideologizado, que pone en peligro el crecimiento económico, el flujo de la inversión privada, y por ende, atenta contra la democracia, el Estado de derecho y la gobernabilidad. Esta casta privilegiada, que dicho sea * Educador por la PUCP, con estudios de Maestría Política Social, con mención en Promoción de la Infancia, por la UNMSM. Docente en la Maestría de Infancia de la UNCP-Huancayo, Programas Especiales de la Facultad de Educación de la UNMSM, y Presidente de la Asociación Niños del Río. Las ideas expresadas en este trabajo son de mi entera responsabilidad. de paso, ha vivido y vive de la renta del Estado, exige mano dura, orden y el principio de autoridad a cualquier precio, para así mediante el uso de la violencia acallar el malestar social de vastos sectores de la sociedad, que sólo buscan ser escuchados y tomados en cuenta como ciudadanos, que luchan por construir una cultura de paz y justicia social. II Paradójicamente en el Perú, entre 2001-2010, el país creció 72%: 32% en el gobierno de Alejandro Toledo y 40% entre 2006-2010, durante la administración de Alan García, es decir, en promedio, el PBI se incrementó en 7,2% anualmente. No obstante, estos irrefutables éxitos, el crecimiento económico y las supuestas mejoras del ingreso familiar, no han cambiado significativamente el rostro del Perú, las brechas sociales y económicas han aumentado (Cotler, Julio, 2011). Este “bienestar económico”, lo único que ha logrado, es que hoy en día existan islas de incluidos y opulentos, en medio de archipiélagos de miserables y excluidos. Por otra parte, el auge económico de estas dos décadas, ha hecho que se disponga de más alimentos, pasando de 300 Kg. per cápita en 1991, a 500 el 2008. Sin embargo, este incremento, no refleja de ninguna manera el problema de acceso a los alimentos, en un país con abismales brechas de injusticia social cubierto por el manto de la violencia; y más aún, cuando la agricultura y la ganadería han sido abandonadas a su suerte desde 1990. El ritmo de importación de alimentos ha acentuado la dependencia calórica en varios productos como el azúcar, cereales, leguminosas, cárnicos y aceites. Hemos sido incapaces de incrementar el consumo de productos hidrobiológicos, que dicho sea de paso, ha disminuido de 22,7 Kg. per cápita por año en 1995, a 22,2% Kg. en 2009. Ello sucede, a pesar que nuestro mar, nuestro rico mar, es uno de los más ricos del mundo. Los grandes grupos económicos de la pesca, se benefician de esta riqueza marina, y pagan de canon solo tres dólares por tonelada de pescado, pero cobran 1600 dólares por cada tonelada de harina de pescado que exportan (Lévano, César, 2012). Esta es la entraña perversa y violenta de la economía de libre mercado. Otro de los rasgos más perversos de este crecimiento económico, ahora lo sabemos, ha tenido un precio muy alto que pagar, pues ha causado daños irreparables a la naturaleza y a la ecología, y aún así, se sigue privilegiando la explotación de los recursos naturales no renovables. Entonces, este falso crecimiento, no contribuye significativamente a disminuir la desigualdad y pobreza, sino que acelera la fractura social y familiar causando daños colaterales en los modos de vida de las familias, lo que impide la cohesión social, el sentido de pertenencia e identidad. III En este contexto, de violencia y crisis de la familia, donde la economía y la política caminan divorciadas, bloqueando una mejor calidad de vida a las familias; y más aún, se ve agravada por la frivolidad de la política y el fundamentalismo económico. Son síntomas ineludibles de un mal mayor que aqueja a la sociedad, lo que está repercutiendo negativamente en el entorno familiar, que lejos de ser amorosa, se ha convertido en un espacio social agresivo, donde cada día se refuerza la cultura de la violencia contra la mujer, y los niños, niñas y adolescentes. Los grupos excluidos y menos privilegiados de la sociedad están cada vez más expuestos al desarraigo cultural, causa de desadaptación a un medio que ellos no pueden controlar (Mac Gregor, Felipe, 2002: 106). Ahora bien, en estos últimos tiempos, estamos asistiendo a una triste realidad, donde la salud mental es una cuestión en franco deterioro. Cada día aumenta peligrosamente la cultura de la violencia y la injusticia social. Esta situación se hace algo normal y natural. Ante estas cuestiones vinculadas a la falta de inclusión social, los gobernantes pasados y el actual, al parecer no están muy interesados en abordar integral y radicalmente la educación, la salud mental, seguridad y justicia social que generen bienestar familiar. Lo anteriormente afirmado, es muy grave, por cuanto no se está tomando en cuenta que el entorno familiar es factor clave para el desarrollo integral del niño, y la salud mental. Ello no sucede hoy, pues el deterioro del entorno familiar cada día se agrava, y tiene varios factores que la origina. El primer factor, tiene que ver con el campo de lo social, que está minado por la falta de control de la violencia contra la mujer y el maltrato físico y psicológico a los niños, niñas y adolescentes. El segundo aspecto, que debe llamarnos a la reflexión, es lo que está pasando con la sexualidad, ya que el comienzo de la vida sexual ha empezado mucho antes. Al respecto, hay estudios que indican que a los 12 y 13 años las niñas ya han tenido relaciones sexuales, dando lugar a embarazos no deseados. Un tercer factor, tal vez el más peligroso tiene que ver con el impacto de la sociedad de la época, donde lo único importante y trascendente es consumir y consumir, y ganar dinero a como dé lugar para poder hacerlo. Todo esto agravado por otros factores no menos importantes como el aumento de la drogadicción, el consumo desmesurado de alcohol, la ludopatía, entre otros (Maestre, Fernando, 2012). Entonces, tenemos familias corroídas por la desocupación, -73,6% de la PEA pertenece al sector informal- la promiscuidad, la delincuencia y la violencia. En una sociedad fracturada como la peruana, las drogas, los estupefacientes y el alcohol suministran aquella tranquilidad momentánea del espíritu, las certezas y alivios se dan a costa del deterioro de la salud mental de las colectividades, hombres y mujeres, niños, niñas y adolescentes, son sus primeras víctimas. Esta es una realidad que va creciendo dramáticamente ante nuestra indiferencia e indolencia. IV Otro de los males contemporáneos del Perú de hoy, es el acelerado deterioro de las relaciones humanas en nuestra comunidad social y política, que es corroída peligrosamente por serias deficiencias de la clase política criolla indolente, ciega y perezosa, agravada por el debilitamiento de nuestros hábitos de diálogo y capacidad de escucha, que nos hace cada vez más distantes, constituyéndose en un obstáculo para la convivencia humana entre peruanos, que tenga como sustento una cultura de paz, el diálogo, el entendimiento y la búsqueda de la justicia social. Finalmente, ante las cuestiones antes planteadas, como bien nos enseñaba Felipe Mac Gregor, quien aportó creativamente el concepto de Cultura de Paz, y también sus intensos trabajos de investigación empírica sobre la violencia estructural, a la que dedicó varios años de su vida académica en la búsqueda de caminos seguros para llegar a la paz y justicia social, nos lleva al convencimiento de trabajar pedagógicamente considerando que: “La trasformación verdadera, estable en el Perú, no se hace por cambios de sus estructuras de gobierno, sino por la transformación de la conciencia de los ciudadanos y sus colectividades. La afirmación de los propios derechos y el respeto a los derechos de los demás ayudan poderosamente a desarrollar la conciencia ciudadana”. Ello nos compromete a movilizar el espíritu crítico de la sociedad, y la férrea voluntad de transformación de nuestras conciencias, sólo así estaremos en la capacidad de combatir la violencia, la fragmentación social y familiar, desechando la resignación y el fatalismo con la que aceptamos pasivamente la injusticia social. En la medida que seamos capaces de construir una cultura de paz y justicia social, podremos vivir digna y gozosamente, en este espacio social y geográfico que se llama Perú, que finalmente será nuestra última morada. Lima, 18 de mayo de 2012.